AUTORES ESPAÑOLES.
}

COLECCIÓN


DE LOS MEJORES


AUTORES ESPAÑOLES.


TOMO VI.


H I S T O R I A
DEL


LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN


DE ESPANA.


TOMO I.




. — EN LA ГМРВЕЯТА ОБ САШИН ,
Galle de la Vieille-Monnaie, 1 2 .




1 HISTORIA
DEL


LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN


DE ESPAÑA.


EL CONDE DE TORENO.


TOMO PRIMERO.




Qüis nescit primam esse hlstorlse legem ue
quid falsi dlcere aadeat ? deinde ne quid veri non
audeat? ne qua susplcio gratia; git In scrlbendu?
nequasimultatlsP


CICERO , De Oratore, lib. 2 , c. < 5 .




HISTORIA
DEL


LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN


DE ESPAÑA.


LIBRO PRIMERO.


Turbación de los tiempos. — Flaqueza de España. — Política de Francia
Paz de Presburgo. — Destronamiento de la casa de Ñapóles. — Tratos de paz
con Inglaterra. — Rómpeme estas negociaciones. — También otras con Ru-
sia. — Preparativos de guerra. — Tropas españolas que van á Toscana. —
Izquierdo: dinero que da & Napoleón. — Enfado del príncipe de la Paz con-
tra Napoleón. — Sus sospechas. — Piensa ligarse con Inglaterra. — Envía
allá á Don Agustín de Arguelles. — Proclama del 5 de octubre. — Discúlpase
con Napoleón. — Proyectos contra España. — Los dos partidos que dividen
el palacio español. — Entretie'nese á Izquierdo en Paris. — Mr. de Beauhar-
nais embajador de Francia en Madrid. — Secretos manejos con el partido
del príncipe de Asturias. — Tropas españolas que van al Norte. — Paz de
Tilsit. — Tropas francesas que se juntan en Bayona. — Portugal. — Notas
de los representantes de España y Francia en Lisboa. — Se retiran de aquella
corte. — 18 de octubre de 1807, cruza el Bidasoa la primera división fran-
cesa. — 27 de octubre, tratado de Fontainebleau. — Causa del Escorial.—
Marcha de Junot hacia Portugal. — Entrada en Portugal, 19 de noviembre
de 1807. — Llegada á Abrantes, a3 de noviembre. •— Proclama del príncipe
regente de Portugal ¡ 22 de noviembre. — Instancia de Lord Strangford para
que se embarque;— 29 de noviembre, da la veíala familia real portuguesa.—
3o de noviembre, entrada de Junot en Lisboa. — Entrada de los españoles
en Portugal. — 16 de noviembre, viage de Napoleón á Italia. — Reina de
Etruria. — Carta de Cirios IV á Napoleón. — Dudas de Napoleón sobre su
conducta respecto de España. — aa de diciembre, Dupont en Iran. — 9 de
enero de 1808, entrada del cuerpo de Moncey. — 24 dé id., publicaciones
del Monitor. — i° de febrero de 1808, proclama de Junot. — Forma nueva
regencia, de que se nombra presidente. —Gravosa contribución extraordi-
naria. — Envia á Francia una división portuguesa. — 16 de febrero, toma
de la ciudadela de Pamplona, — Entra Duhesme em Cataluña. —.LJega á
Barcelona. —'28 de febrero, sorpresa de la cindadela de Barcelona.*— Id.
sorpresa de Monjtiich. — 18 de marzo, ocupación de San Fernando de Fo-
gueras.— 5 de marzo, entrega de San Sebastian. — 7 de febrero, orden
para que la escuadra de Cartagena vaya á Tolón. — Desasosiego de ln corte


I. 1




2 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de Madrid. — Conducta ambigua de Napoleón. — Sobresalto del príncipe de
la Paz. — Llegada á Madrid de Izquierdo. — Sale Izquierdo el 10 de marzo
para París. — Tropas francesas que continuaron entrando em España. — Mu-
rat nombrado general en gefe del ejercito francés en España. —Piensa-la
corte de Madrid en partir para Andalucía. — Pro-videncias que toma.


Turbación de los La turbación de los tiempos, sembrando por el
tiempos. mundo discordias, alteraciones y guerras, habia estre-


mecido hasta en sus cimientos antiguas y nombradas naciones.
Empobrecida y desgobernada España, hubiera al parecer debido
antes que ninguna ser azotada de los recios temporales que á otras
habían afligido y revuelto. Pero viva aan la memoria de su poderío,
apartada al ocaso y en el continente europeo postrera de las tier-
ras, habíase mantenido firme y conservado casi intacto su vasto y
desparramado imperio. No poco y por desgracia habian contri-
buido á ello la misma condescendencia y baja humillación de su
gobierno, que, ciegamente sometido al de Francia, fuese democrá-
Fia<weMde Es- ^c0' consular ó monárquico, dejábale éste disfrutar


pos»- en paz hasta cierto punto de aparente sosiego, con tal
que quedasen á merced suya las escuadras, los ejércitos y los cau-
dales que aun restaban á la ya casi aniquilada España.


Política «i» Mas en medio de tanta sumisión, y de los trastornos
Francia. y continuos Vaivenes que trabajaban á Francia, nunca


habian olvidado sus muchos y diversos gobernantes la política de
Luis XIV, procurando atar al carro de su suerte la de la nación
española. Forzados al principio á contentarse con tratados que estre-
chasen la alianza, preveían no obstante que cuanto mas onerosos
fuesen aquellos para una de las partes contratantes, tanto lítenos
serian para la otra estables y duraderos.


Menester pues era que para darles la conveniente firmeza se au-
nasen ambas naciones, asemejándose en la forma de su gobierno,
ó confundiéndose bajo la dirección de personas de una misma fa-
milia, según que se mudaba y trastrocaba en Francia la constitu-
ción del estado. Asi era que apenas aquel gabinete tenía un respiro,
susurrábanse proyectos varios, juntábanse en Bayona tropas, en-
viábanse expediciones contra Portugal, ó aparecían muchos y claros
indicios de querer entrometerse en los asuntos interiores de la pe-
nínsula hispana.


Crecía este deseo ya tan vivo á proporción que las armas fran-
cesas afianzaban fuera la prepotencia de su patria, y que dentro
se restablecían la tranquilidad y buen orden. A las claras empezó á
manifestarse cuando Napoleón, ciñendo sus sienes con la corona de
Francia, fundadamente pensó que los Barbones sentados en el solio
de España mirarían siempre con ceño, por sumisos que ahora^se


, mostrasen, al que habia empuñado un cetro que de derecho cor-
respondía al tronco de donde se derivaba su rama. Confirmáronse




LIBRO PRIMERO. 5
los recelos del francés después de lo ocurrido en 1 803, p „ fc
al terminarse la campaña de Austria con la paz de «»•
Presburgo.


Desposeído por entonces de su reino Fernando IV de Ñapóles, her­
mano de Carlos de España, habia la corte de Madrid
rehusado durante cierto tiempo asentir a aquel acto y t* de n casa a»
reconocer al nuevo soberano José Bonaparte. Por natu­ J V S p o l e s­
ral y justa que fuese esta resistencia, sobremanera desazonó al
emperador de los franceses, quien hubiera sin tardanza dado quizá
señales de su enojo, si otros cuidados no hubiesen fijado su mente
y contenido los ímpetus de su ira.


En efecto la paz ajustada con Austria estaba todavía lejos de
extenderse á Rusia, y el gabinete prusiano, de equívoca é incierta
conducta, desasosegaba el suspicaz ánimo de Napoleón. Si tales
motivos eran obstáculo para que éste se ocupase en T n U > s i e í a i c m
cosas de España, lo fueron también por extremo ingia*™.
opuesto las esperanzas de una pacificación general, nacidas de re­
sultas de la muerte de Pitt. Constantemente habia Napoleón acha­
cado á aquel ministro, finado en enero de 1806, la continuación
de la guerra, y como la paz era el deseo de todos hasta en Francia,
forzoso le fue á su gefe no atrepellar opinión tan acreditada cuando
habia cesado el alegado pretexto, y entrado á componer el gabi­
nete inglés Mr. Fox y Lord Grenville con los de su partido.


juzgábase que ambos ministros, sobre todo el primero, se in­
clinaban á la paz, y se aumentó la confianza al ver que después de
su nombramiento se habia entablado entre los gobiernos de Ingla­
terra y Francia activa correspondencia. Dio principio á ella Fox
valiéndose de un incidente que favorecía su deseo. Las negociacio­
nes duraron meses, y aun estuvieron en París como plenipotencia­
rios los Lores Yarmouth y Lauderdale. Dificultoso era en aquella
sazón un acomodamiento á gusto de ambas partes. Napoleón en
los tratos mostró poco miramiento respecto de España, pues entre
las varias proposiciones hizo la de entregar la isla de PuertOrRico
á los ingleses, y las Baleares á Fernando IV de Ñapóles, en cambio
de la isla de Sicilia que el último cedería á José Bonaparte.


Correspondió el remate á semejantes propuestas, á R 4 m p t t í e №
las que se agregaba el irse colocando la familia de Bo­ tas negaelacio­
naparte en reinos y estados, como también el estable­ "M"
cimiento de la nueva y famosa confederación del Rin. Rompiéronse
pues las negociaciones, anunciando Napoleón como principal razón
la enfermedad de Fox y su muerte acaecida en se­ T a m W c n o t r a s
tiembrede 1806. Por el mismo término caminaron «••> Rusia,
las entabladas también con Rusia, habiendo desaprobado pública­
mente el emperador Alejandro el tratado que á su nombre habia
en París concluido su plenipotenciario Mr. d'Oubril.


Aun en el tiempo, en que andaban las pláticas de paz, dudosos




4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
pr.iMr.u»o. de t 0 (*os y aun quizá poco afectos á su conclusión, se


в»™. preparaban á la prosecución de la guerra. Rusia y
Prusia ligábanse en secreto, y querían que otros estados se uniesen
á su causa. Napoleón tampoco se. descuidaba, y aunque resentido
por lo de Ñapóles con el gabinete de España, disimulaba su mal
ánimo, procurando sacar de la ciega sumisión de este ahado cuan­
tas ventajas pudiese,


тгорм *m- 0 6 P r o n t o » У a l comenzarelaüo de Í806, pidió que
sol» que таи » tropas españolas pasasen á Toscana á reemplazar las
Tosen.. francesas que la guarnecían. Con eso lisonjeando á las
dos cortes, á la de Florencia porque consideraba como suya la
guardia de españoles, y á la de Madrid por ser aquel paso muestra
de confianza, conseguía Napoleón tener libre mas gente, y al mis­
mo tiempo acostumbraba al gobierno de España á que insensible­
mente se desprendiese de sus soldados. Accedió el ultimo á la de­
manda , y en principios de marzo entraron en Florencia de 4 á
5000 españoles mandados por el teniente general Don Gonzalo
Ofarrif.


inoierdo­ ai­ Como Napoleón necesitaba igualmente otro linage
ñero que da á de auxilios, volvió la vista para alcanzarlos á los agen­
Napoieon. t e s e S p a n o i e s residentes en París. Descollaba entre todos Don Eugenio Izquierdo, hombre sagaz, travieso y de amaño,
á cuyo buen desempeño estaban encomendados los asuntos pecu­
liares de Don Manuel Godoy, príncipe de la Paz, disfrazados bajo
la capa de otras comisiones. En vano hasta entonces se había des­
vivido dicho encargado por sondear respecto de su valedor los
pensamientos del emperador de los franceses. Nunca habia tenido
otra respuesta sino promesas y palabras vagas. Mas llegó mayo
de 1806, y creciendo los apuros del gobierno francés para hacer
frente á los inmensos gastos que ocasionaban los preparativos de
guerra, reparó este en Izquierdo, y le indicó que la suerte del prín­
cipe de la Paz merecería la particular atención de Napoleón, si se
le acudía con socorros pecuniarios. Gozoso Izquierdo y lleno de


satisfacción, brevemente y sin estar para ello autorí­
(• Ap. n. t.) z a c | Q ^ a p r o n t 6 £4 millones de francos * pertenecientes


á la caja de consolidación de Madrid, según convenio que firmó el
10 de mayo. Aprobó el de la Paz la conducta de su agente, y con­
tando ya con ser ensalzado á mas eminente puesto en trueque del
servicio concedido, hizo que en nombre de Carlos IV se confiriesen


(• Ар n 2 ) e n 26 del mismo mayo * á dicho Izquierdo plenos po­
deres para que ajustase y concluyese un tratado.


Pero Napoleón, dueño de lo que quería y embargados sus sen­
Entadodeiprni­ Coscón el nublado que del norte amagaba, difirió


cpedeiaPajcon­ entrar en negociación hasta que se terminasen las des­
"° к > 1 Н > 1 и , п ' avenencias con Prusia y Rusia. Ofendió la tardanza
al príncipe de la Paz, receloso en todos tiempos de la buena fé de




•x LIBRO PRIMERO. 5
Napoleón, y temió de él nuevos engaños. Afirmáronle en sus sos-
pechas diversos avisos que por entonces le enviaron españoles re-
sidentes fin París; opúsculos y folletos que debajo de mano fomen-
taba aquel gobierno, v en que se anunciaba la entera


f—_ U 1 T . , ,, . . . . . Sos sospecha»-
destrucción de la casa de Borbon, y en hn el dicho mis-
mo del emperador de que « si Carlos IV no-queria reconocer á su
« hermano por rey de Ñapóles, su sucesor le reconocería.»


Tal cúmulo de indicios que progresivamente vinieron á desper-
tar las zozobras y el miedo del valido español se acrecentaron con
las noticias é informes que le dio Mr. de Strogonoff, nombrado mi-
nistro de Rusia en la corte de Madrid, quien habia llegado á la ca-
pital de España en enero'de 1806.


Animado el príncipe de la Paz con los consejos de dicho minis-
tro, y mal enojado contra Napoleón, inclinábase á for-
mar causa común con las potencias beligerantes. Pa- e oü


1I B£ t e
lJJ" s e


reciéie- no obstante ser prudente, antes de tomar
resolución definitiva, buscar arrimo y alianza en Inglaterra. Siendo
el asunto espinoso y pidiendo sobre todo profundo sigilo, deter-
minó enviar á aquel reino un sugeto que, dolado de las E n T k m ( a
convenientes prendas, no excitase el cuidado del go- Bon Agustín do
bierno de Francia. Recayó la elección en Don Agustín A r g u e l l e s -
de Arguelles, que tanto sobresalió años adelante en las cortes con-
gregadas en Cádiz. Rebosaba el nombrado admitir el encargo por
preceder de hombre tan desestimado como era entonces el príncipe
de la Paz; pero instado por Don Manuel Sixto Espinosa, director
de la consolidación, con quien le unían motivos de amistad y de re-
conocimiento , y vislumbrando también en su comisión un nuevo
medio de contribuir á la caida del que en Francia habia destruido
la libertad pública, aceptó al fin el importante encargo confiado á
su zelo.


Ocultóse á Arguelles * lo que se trataba con Stro-
gonoff, y tan solo se le dio á entender que era forzoso
ajustar paces con Inglaterra, si no se quería perder toda la América
en donde acababa de tomar á, Buenos-Aires el general Beresford.
Recomendóse en particular al comisionado discreción y secreto, y
con suma diligencia saliendo de Madrid á últimos de setiembre, lle-
gó á Lisboa sin que nadie, ni el mismo embajador conde de Cam-
po-Alange, trasluciese el verdadero objeto de su viage. Disponíase
Don Agustín de Arguelles á embarcarse para Inglater- g u p r o c l a m a
ra, cuando se recibió en Lisboa.una desacordada pro- de 5 de ocm-
clama del príncipe déla Paz,fecha5* deoctubre,en la ir(E* Ap. n. t.)
que apellidándola nación á guerra sin designar enemi-
go , despertó Inatención de las naciones extrañas, principalmente de
Francia. Desde entonces miró Arguelles como inútil la continua-
ción de su viage y asi lo escribió á Madrid; mas sin embargo ordé-
nesele pasar á Londres, en donde su comisión no tuvo resulta, asi




6 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
por repugnar al gobierno ingles tratos con él príncipe de la Paz,
ministro tan desacreditado é imprudente, como también por la mu'
danza que en dicho príncipe causaron Jos sucesos del norte.


Disculpase «on A1M Napoleón, habiendo abierto la campaña en octu-
Kapoieon. jjf^ 1806, en vez de padecer descalabros habí» en-
trado victorioso en Berlin, derrotando en Jena el ejército prusiano.
Al ruido de sus triunfos atemorizada la corte de Madrid y sobre
todo el privado, no hubo medio que no emplease para;apaciguar
el entonces justo y fundado enojo del emperador de los franceses,
quien, no teniendo por concluida la guerra en tanto que la Rusia
no viniese á partido, fingió quedar satisfecho con las disculpas que
se le dieron, y renovó aunque lentamente las negociaciones con
Izquierdo.
Proyectos contra Mas no por eso dejaba de meditar cuál seria el mas


España. acomodado medio.para posesionarse de España, y
evitar el que en adelante se repitiesen amagos como el del 5 de oc-
tubre. Columbró desde luego ser para su propósito feliz incidente


andar aquella corte dividida entre dos parcialidades,
dos que dividen la del príncipe de Asturias y la de Don Manuel Godoy.
tí palacio espa- j } a D j a n nacido estas de la inmoderada ambición del


último, y de los temores que habia infundido ella en
el ánimo del primero. Sin embargo estuvieron para componerse y
disiparse en el tiempo en que habia resuelto el de la Paz unirse
con Inglaterra y las otras potencias del norte; creyendo este con
razón que en aquel caso era necesario acortar su vuelo, y confor-
marse con las ideas y política de los nuevos aliados. Para ello, y
no exponer su suerte á temible caída, habia el valido imaginado
casar al príncipe de Asturias (viudo desde mayo de 1806) con Doña
María Luisa de Borbon, hermana de su muger Doña María Teresa,
primas ambas del rey é hijas del difunto infante Don Luis. El pen-
samiento fue tan adelante que se propuso al príncipe el enlace.
Mas Godoy, veleidoso é inconstante, variadas que fueron las cosas
del norte, mudó de dictamen volviendo á soñar en ideas de engran-
decimiento. Y para que pasaran á realidad condecoróle el rey en
13 de enero de 1807 con la dignidad de almirante de España é In-
dias, y tratamiento de alteza.


„ . „. Veníale bien á Napoleón que se aumentase la divi-
Entretiénese . 1 T .


a izauierdo en sion y el desorden en el palacio de Madrid. Atento a
P a r l s aprovecharse de semejante discordia, al paso que en
París se traía entretenido á Izquierdo y al partido de Godoy, se
despachaba á España para tantear el del príncipe de Asturias á


Mr. de Beauharnais, quien como nuevo embajador
harnais embaía- presentó sus credenciales á últimos de diciembre de
TtoaraT** 1 8 0 6 - Empezó el recien llegado á dar pasos, mas


fueron lentos hasta meses después que, llevando visos
de terminarse la guerra del norte, juzgó Napoleón que se acercaba
el momento de obrar.




LIBRO PRIMERO. 7
*


Preséntesele en la persona de Don Juan Escoiquiz, conducto aco-
modado para ayudar sus miras. Antiguo maestro del principe de
Asturias, vivía como confinado en Toledo, dé cuya catedral era ca-
nónigo y dignidad, y de donde, por orden de S. A., con quien
siempre mantenía secreta correspondencia, habia regresado á Ma-
drid en marzo de 1807. Conferencióse mucho entre él y sus amigos
sobre el moíio de atajar la ambición de Godoy, y sacar al príncipe
de Asturias de situación que conceptuaban penosa, y aun arries-
gada.


Habían imaginado sondear al embajador de Francia, y de resul-
tas supieron por Don Juan Manuel de Villería, gentil hombre del
príncipe de Asturias, y pbrDen Pedro Giraldo, briga-
dier de ingenieros, maestro de matemáticas del prín- J¡£^H¡?a ^,1
cipe é infantes; y cuyos sugetos estaban en el secreto, ^^ s d l„ r (^ l" c l p e
hallarse Mr. dé Béauharnais pronto á entrar én reía- u r a s '
ckmes con quien S. A. indicase. Dudóse si la propuesta encubría
ó lio engaño; y para asegurarse unos y otros, convínose en una
pregunta y seña que recíprocamente se harían en la corte el prín-
cipe y el embajador. Cerciorados de no haber falsedad y escogido
Escoiquiz pana tratar, presentó á este en casa de dieho embajador
el duque del Infantado, con pretexto de regalarle un ejemplar de
su poema sobre la conquista de Méjico. Entablado conocimiento
entre Mr. dé Béauharnais y; el maestro del principe, avistáronse
un-díá de los de julio y á las ños de la tarde en el Retiro. La hora,
el sitio y lo caluroso de la estación les daba seguridad de no ser
notados.


Hablaron alli sosegadamente del estado de España y Francia ,
de la utilidad para ambas naciones de afianzar su alianza en vín-
culos de familia, y por consiguiente de la conveniencia de enlazar
al príncipe Fernando con una princesa de la sangre imperial de
Napoleón. El embajador convino con Escoiquiz en los mas de tos
pantos, particularmente en el último, quedando en darle posterior
y categórica contestación. Siguiéronse á este paso otros mas ó me-
nos directos, pero que nada tuvieron de importante hasta que en 30
de setiembre escribió Mr. de Béauharnais una carta á Escoiquiz, en
la que rayando lásexpresiones de que no bastaban cosas vagas, sino
que se necesitaba unst segura prenda (une garanñe), daba por lo
mismo á entender que aquellas salian de boca de su amo. Movido
de esta insinuación se dirigió el príncipe de Asturias en I I de octu-
bre al emperador francés, en términos que, según veremos muy
luego, hubiera podido resultar grave cargo contra su persona.


Hasta aqui llegaron los tratos del embajador Béauharnais con
Don Juan Escoiquiz, cuyo principal objeto se enderezaba á arreglar
la unión del príncipe Fernando con una sobrina de la emperatriz ,
ofrecida después al duque de Aremberg. Todo da indicio de que el
embajador obró según instrucciones de su amo; y si bien es verdad




8 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA. »
que este desconoció como suyos los procedimientos de aquel, no es
probable que se hubiera Mr. de Beauharnais expuesto con soberano
tan poco sufrido á dar pasos de tamaña importancia sin previa auto-
rización. Pudo quiza,excederse; quizá el interés de familia le llevó
á proponer para esposa una persona con quien tenia deudo, pero
que la negociación tomó origen en París lo acredita el haber des-
pués sostenido el emperador á su representante. '


Sin embargo tales pláticas tenian mas bien traza de entreteni-
T r o p a s miento que de seria y deliberada determinación. Ibale


ñolas que T i n a mejor al arrebatado temple de Napoleón buscar por
violencia ó por malos artes el cumplimiento de lo que


su política ó su ambición le sugería. Asi fue que, para remover es-
torbos éirse preparando á la ejecución de sus proyectos, de nuevo
pidió al gobierno español auxilio de tropas; y conformándose Gar-
los IV con la voluntad de su aliado, decidió en marzo de 1807 que
una división unida con la que estaba en Toscana, y componiendo


juntas un cuerpo de 14,000 hombres, se dirigiese al
( *p. a. 5.) n orte de Europa *. De este modo menguaban cada dia


en España los recursos y medios de resistencia.
Entretanto Napoleón, habiendo continuado con feliz progreso la


campaña emprendida contra las armas combinadas de Prusia y Ru-
sia, había en 8 de julio siguiente concluido la paz en


*' Tilsit. Algunos se hanfigurado que se concertaron allí
ambos emperadores, ruso y francés acerca de asuntos secretos y ar-
duos, siendo uno entre ellos el de dejar á la libre facultad del último
la suerte de España. Hemos consultado en materia tan grave res-
petables personages, y que tuvieron principal parte en aquellas
conferencias y tratos. Sin ínteres en ocultar la verdad, y lejos ya del
tiempo en que ocurrieron, han respondido á nuestras preguntas
que no se había entonces hablado sino vagamente de asuntos de Es-
paña ; y que tan solo Napoleón, quejándose con acrimonia de la pro-
clama del principe de la Paz, añadía á veces que los españoles luego
que le veian ocupado en otra parte mudaban de lenguage y le in-
quietaban.


Sea de ello loque fuere, lo cierto es que, coala paz asegurado
Napoleón de la Rusia á lo menos por de pronto, pudo con mas des-
ahogo volver hacia el mediodía los inquietos ojos de su desapode-
rada ambición. Pensó desde luego disfrazar sus intentos con la
necesidad de extender á todas partes el sistema continental (cuyas
bases habia echado en su decreto de Rerlin de febrero del mismo
año), y arrancar á Inglaterra á su antiguo y fiel aliado el rey de
Portugal. Era en efecto muy importante para cualquiera tentativa
ó plan contra la península someter á su dominio á Lisboa, alejar á
los ingleses de los puertos de aquella costa, y tener un pretexto al
parecer plausible con que poder internar en el corazón de España
numerosas fuerzas.




LIBRO PRIMERO. 9
Para dar principio á su empresa promovió muy particularmente


las negociaciones entabladas con Izquierdo, y á la sombra de aque-
llas y del tratado que se discutía, empezó en agosto de 1 8 0 7 á juntar
en Bayona un ejército de 2 5 , 0 0 0 nombres con el tí- T r B ^
tulo de cuerpo de observación de la Gironda, nombre sas que se Juntan
con que cautelosamente embozaba el gobierno francés e° B a y 0 I l i L
sus hostiles miras contra la península española. Dióse el mando de
aquella fuerzaáJunot, quien, embajador en Portugal en 1 8 0 5 , ha-
bía desamparado la pacífica misión para acompañar á su caudillo
en atrevidas y militares empresas. Ahora se preparaba á dar la
vuelta á Lisboa, no ya para ocupar su antiguo puesto, sino mas
bien para arrojar del trono á una familia augusta que le había hon-
rado con las insignias de la orden de Cristo.


Aunque no sea de nuestro propósito entrar en una p o r t u w l .
relación circunstanciada de los graves acontecimientos
que vana ocurrir en Portugal, no podemos menos de darles aquí al-
gún lugar como tan unidos y conexos con los de España. En París se
examinaba con Izquierdo el modo de partir y distribuirse aquel reino,
y para que todo estuviese pronto el dia de la conclusión del tratado,
ademas de la reunión de tropas á la falda del Pirineo, se dispuso que
negociaciones seguidas en Lisboa abriesen el camino á la ejecución
de los planes en que conviniesen ambas potencias con- -
tratantes. Comenzóse la urdida trama por notas que p^iSSeí"*
en 1 2 de agosto pasaron el encargado de negocios ^S^/™*" 1
francés Mr. de Rayneval y el embajador de España
conde de Campo-Alange. Decían en ellas que tenían la orden de pe-
dir sus pasaportes y declarar la guerra á Portugal si para el I o de
setiembre próximo el príncipe regente no hubiese manifestado la
resolución de romper con la Inglaterra, y de unir sus escuadras con
las otras del continente para que juntas obrasen contra el común
enemigo: se exigía ademas la confiscación de todas las mercancías
procedentes de origen británico, y la detención como rehenes de
los subditos de aquella nación. El príncipe regente de acuerdo con
Inglaterra respondió que estaba pronto á cerrar los puertos á los
ingleses, y á interrumpir toda correspondencia con su antiguo
aliado ,• mas que en medio de la paz confiscar todas las mercancías
británicas, y prender á extrangeros tranquilos, eran providencias
opuestas á los principios de justicia y moderación que le habían
siempre dirigido. Los representantes de España y Francia, no ha-
biendo alcanzado lo que pedian (resultado conforme á las verdade-
ras intenciones de sus respectivas cortes), partieron S e r e [ l r a n d ( !
de Lisboa antes de comenzarse octubre, y su salida a«»el|« «"•«>-
fue el preludio de la invasión.


Todavía no estaban concluidas fas negociaciones con Izquierdo;
todavía no se había cerrado tratado alguno, cuando Napoleón impa-
ciente, lleno del encendido deseo de empezar su proyectada em-




to REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
presa, é informado de la partida de los embajadores, dio orden á


Junot para que entrase en España, y e l l8 de octubre
c r I L * °Hdisoa' c r u z 0 el Bidasoa la primera división francesa á las ór-
'¡foZ^elst1' d e n e s ^ S e n e r a I Delaborde, época memorable, prin-


cipio del tropel de males y desgracias, de perfidias y
heroicos hechos que sucesivamente nos va á desdoblar la historia.
Pasada la primera división, la siguieron la segunda y la tercera
mandadas por los generales Loison y Travot, con la caballería,
cuyo gefe era el general Kellermán. En Irun tuvo orden de recibir
y obsequiar á Junot Don Pedro Rodríguez de la Buria, encargo que
ya habia desempeñado en la otra guerra con Portugal. Las tropas
francesas se encaminaron por Burgos y Valladolid hacia Salamanca,
á cuya ciudad llegaron veinticinco dias después de haber entrado
en España. Por todas partes fueron festejadas y bien recibidas, y
muy lejos estaban de imaginarse los solícitos moradores del tránsito
la ingrata correspondencia con que iba á pagárseles tan esmerada
y agasajadora hospitalidad.


Tocaron mientras tanto á su cumplido término las negociaciones
» de octubre í l u e Aadvi¡an eir Francia, y el 27 de octubre en Fón-


traudo de Fon- tainebleau se firmó entre Don Eugenio Izquierdo y el
taineueau. general Duroc, gran mariscal de palacio del empera-


(• Ap. n. e.) ' dor francés, un tratado * compuesto de catorce artícu-
los con una convención anexa comprensiva de otros


siete. Por estos; conciertos se trataba á Portugal del modo como antes
otras potencias habían dispuesto de la Polonia, con la diferencia que
entonces fueron iguales y poderosos los gobiernos que entre sí se
acordaron, y en Fontainebleau tan desemejantes y desproporcio-
nados , que al llegar al complimiento de lo pactado, repitiéndose la
conocida fábula del león y sus partijas, dejóse á España sin nada, y
del todo quiso hacerse dueño su insaciable aliado. Se estipulaba por
el tratado que la provincia de Entre-Duero-y-Miño se daría en toda
propiedad y soberanía con título de Lusitania setentrional al rey
de Etruria y sus descendientes, quien á su vez cedería en los mis-
mos términos dicho reino de Etruria al emperador de los franceses;
que los Algarbes y el Alentejo igualmente se entregarían en toda
propiedad y soberanía al príneipe de la Paz, con la denominación
de príncipe de los Algarbes, y que las provincias de Beira, Tras-
los-Montes y Extremadura portuguesa quedarían como en secuestro
hasta la paz general, en cuyo tiempo podrían ser cambiadas por Gi-
braltar, la Trinidad ó alguna otra colonia de las conquistadas pol-
los ingleses; qué el emperador de los franceses saldría garante á
S. M. C. de la posesión de sus estados de Europa al mediodía de los
Pirineos, y le reconocería como emperador de ambas Américas á la
conclusión de la paz general, ó á mas tardar dentro de tres años.
La convención que acompañaba al tratado circunstanciaba el modo
de llevar á erecto lo estipulado en el mismo: 25,000 hombres de in-




LIBRO PRIMERO.
fántería francesa y 3000 de caballería habían de entrar en España,
y reuniéndose á ellos 8000 infantes españoles y 3000 caballos,
marchar en derechura á Lisboa, á las órdenes ambos cuerpos del
general francés, exceptuándose solamente el caso en que el rey de
España ó el príncipe de la Paz fuesen ai sitio en que las tropas alia-
das se encontrasen, pues entonces á estos se cedería el mando. Las
provincias de Beira, Tras-lcs-Montes y Extremadura portuguesa
debían ser administradas, y exigírseles las contribuciones en favor
y utilidad de Francia. Y al mismo tiempo que una división de 10,000
nombres de tropas españolas tomase posesión de la provincia de
Entre4)uero-y-Miño, con la ciudad de Oporto, otra de 6000 de la
misma nación ocuparía el Alentejo y los Algarbes, y asi aquella
primera provincia como las últimas habían de quedar á cargo para
su gobierno y administración de los generales españoles. Las tro-
pas írarcesas^ alimentadas por España durante el tránsito, debían
cobrar, sus pagas de Francia. Finalmente se convenia en que un
cuerpo, de 40,000 hombres se reuniese en Bayona el 20 de noviem-
bre, el cual marcharía contra Portugal en caso de necesidad, y
precedido el consentimiento de ambas potencias contratantes.


En la conclusión de este tratado Napoleón, al paso que buscaba
el medio de apoderarse de Portugal, nuevamente separaba de Es-
paña otra parte considerable de tropas, como antes había alejado
las que fueron al norte, é inttoducia sin ruido y solapadamente las
fuerzas necesarias á la ejecución de sus ulteriores y todavía ocultos
planes, y lisonjeando la inmoderada ambición del privado español,
le adormecía y le enredaba en sus lazos, temeroso de que, desenga-
ñado á tiempo y volviendo de su deslumhrado encanto, quisiera
acudir al remedio de la ruina que le amenazaba. Ansioso el prín-
cipe de la Paz de evitar los vaivenes de la fortuna, aprobaba con-
venios que hasta cierto punto le guarecían de las persecuciones del
gobierno español en cualquiera mudanza. Quizá veía también en la
compendiosa soberanía de los Algarbes el primer escalón para subir
á trono mas elevado. Mucho se volvió á hablar en aquel tiempo del
criminal proyecto que años atrás se aseguraba haber concebido Ma-
ría Luisa, arrastrada de su ciega pasión, contando con el apoyo del
favorito. Y no cabe duda que acerca de variar de dinastía se tanteó
á varias personas, llegando á punto de buscar amigos y parciales sin
disfraz ni rebozo. Entre los solicitados fue uno el coronel de Pavía
Don Tomas de Jauregui, á quien descaradamente tocó tan delicado
asunto Don Diego Godoy : no faltaron otros que igualmente le pro-
movieron. Mas los sucesos, agolpándose de tropel, convirtieron en
humo los ideados é impróvidos intentos de la ciega ambición.


Tal era el deseado remate á que habían llegado las negociaciones
de Izquierdo, y tal había sido el principio de la entrada de las tro-
pas francesas en la península, cuando un acontecimiento con se-
ñales de suma gravedad lijó en aquellos días la atención de toda
España.




12 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
caos» dei Eseo- Vivia el principe de Asturias alejado de los negocios,


™i- y solo, sin influjo ni poder alguno, pasaba tristemente
los mejores años de su mocedad sujeto á la monótona y severa
etiqueta de palacio. Aumentábase su recogimiento por los temores
que infundía su persona á los que entonces dirigían la monarquía,
se observaba su conducta, y hasta los mas inocentes pasos eran
atentamente acechados. Prorumpia el príncipe en amargas quejas,
y sus expresiones solían á veces ser algún tanto descompuestas.
A ejemplo suyo los criados de su cuarto hablaban con mas desen-
voltura de loque era conveniente, y repetidos, aun quizá alterados
al pasar de boca en boca, aquellos dichos y conversaciones avivaron
mas y mas el odio de sus irreconciliables enemigos. No bastaba sin
embargo tan ligero proceder para empezar una información judi-
cial ; solamente dio ocasión á nuevo cuidado y vigilancia. Redobla-
dos uno y otra, al fin se notó que el principe secretamente recibía
cartas, que muy ocupado en escribir velaba por las noches, y que
en su semblante daba indicio de meditar algún importante asunto.
Era suficiente cualquiera de aquellas sospechas para despertar el
interesado zelo de los asalariados que le rodeaban, y una dama de
la servidumbre de la reina le dio aviso de la misteriosa y extraña
vida que traia su hijo. No tardó el rey en estar advertido, y esti-
mulado por su esposa dispuso que se recogiesen todos los papeles
del desprevenido Fernando. Asi se ejecutó, y al dia siguiente 29de
octubre, á las seis y media de la noche, convocados en el cuarto
de S. M. los ministros deí despacho y Don Arias Mon, gobernador
interino del consejo, compareció el principe, se le sometió á un in-
terrogatorio , y se le exigieron explicaciones sobre el contenido de
los papeles aprehendidos. En seguida su augusto padre, acompa-
ñado de los mismos ministros y gobernador con grande aparato y
al frente de su guardia, le llevó á su habitación, en donde, después
de haberle pedido la espada, le mandó que quedase preso, puestas
centinelas para su custodia : su servidumbre fue igualmente arres-
tada.


Al ver la solemnidad y aun semejanza del acto, hubiera podido
imaginarse el atónito espectador que en las lúgubres y suntuosas
bóvedas del Escorial'iba á renovarse la deplorable y trágica escena
que en el alcázar de Madrid había dado al orbe el sombrío Felipe II;
pero otros eran los tiempos, otros los actores y muy otra la situa-
ción de España.


CAP n 7) Se componían los papeles hasta entonces aprehen-
didos al príncipe * de un cuadernillo escrito de su puño


de algo mas de doce hojas, de otro de cinco y media, de una carta
de letra disfrazada y sin firma fecha en Talavera á 18 de marzo, y
reconocida después por de Escoiquiz, de cifra y clave para la cor-
respondencia entre ambos, y de medio pliego de números, cifras
y nombres que en otro tiempo habían servido para la comunica-




LIBRO PRIMERO. 13
don secreta de la difunta princesa de Asturias con la reina de Ña-
póles su madre. Era el cuadernillo de las doce hojas una exposición
al rey, en la que, después de trazar con colores vivos la vida y prin-
cipales hechos del príncipe de la Paz, se le acusaba de graves delitos,
sospechándole del horrendo intento de querer subir al trono y
acabar con el rey y toda la real familia. También hablada Fernando
de sus persecuciones personales, mencionando entre otras cosas el
haberle alejado del lado del rey, sin permitirle ir con él á caza, ni
asistir al despacho. Se proponían como medios de evitar el cum-
plimiento de los criminales proyectos del favorito: dar al principe
heredero facultad para arreglarlo todo, á fin de prender al acusado
y confinarle en un castillo. Igualmente se pedia el embargo de
parte de sus bienes, la prisión de sus criados, de Doña Josefa Tudó
y otros, según se dispusiese en decretos que el mismo principe
presentaría á la aprobación de su padre. Indicábase como medida
previa, y para que el rey Carlos examinase la justicia de las que-
jas, una batida en el Pardo ó Casa de Campo, en que acudiese el
príncipe, y en donde se oirían los informes de las personas que
nombrase S. M., con tal que no estuviesen presentes la reina ni
Godoy: asimismo se suplicaba que, llegado el momento de la pri-
sión del valido, no se separase el padre del lado de su hijo, para
que los primeros ímpetus del sentimiento de la reina no alterasen
la determinación de S. M.; concluyendo con rogarle encarecida-
mente que, en caso de no acceder á su petición, le guardase secreto,
pudiendo su vida, si se descubriese el paso que había dado, correr
inminente riesgo. El papel de cinco hojas y la carta eran como la
anterior obra de Escoiquiz; se insistía en los mismos negocios, y
tratando de oponerse al enlace antes propuesto con la hermana de
la princesa de la Paz, se insinuaba el modo de llevar á cabo el de-
seado casamiento con una parienta del emperador de los franceses.
Se usaban nombres fingidos, y suponiéndose ser consejos de un
fraile, no era extraño que mezclando lo sagrado con lo profano se
recomendase ante todo, como asi se hacia, implorar la divina asis-
tencia de la Virgen. En aquellas instrucciones también se trataba
de que el príncipe se dirigiese á su madre interesándola como reina
y como muger, cuyo amor propio se hallaba ofendido con los in-
gratos desvíos de su predilecto favorito. En el concebir de tan des-
variada intriga ya despunta aquella sencilla credulidad y ambicioso
desasosiego, de que nos dará desgraciadamente en el curso de esta
historia sobradas pruebas el canónigo Escoiquiz. En efecto admira
como pensó que un príncipe mozo é inexperto habia de tener mas
cabida en el pecho de su augusto padre que una esposa y un va-
lido , dueños absolutos por hábito y afición del perezoso ánimo de
tan débil monarca. Mas de los papeles cogidos al príncipe, si bien
se advertía al examinarlos grande anhelo por alcanzar el mando y
por intervenir en los negocios del gobierno, no resultaba proyecto




14 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
alguno formal de destronar al rey, ni menos el atroz crimen de un
hijo que intenta quitar la vida á su padre. A pesar de eso fueron
causa de que se publicase el famoso decreto de 30 de octubre, que
como importante lo insertaremos á la letra. Decia pues: «Dios que
< vela sobre las criaturas no permite la ejecución de hechos atro-
« ees cuando las victimas son inocentes. Asi me ha librado su
t omnipotencia de la mas inaudita catástrofe. Mi pueblo, mis va-
t salios todos conocen muy bien mi cristiandad y mis costumbres
< arregladas; todos me aman y de todos recibo pruebas de vene-
< ración, cual exije el respeto de ún padre amante de sus hijos.
« Vivía yo persuadido de esta verdad, cuando una mano descono-
< cida me enseña y descubre el mas enorme y el mas inaudito plan
< que se trazaba en mi mismo palacio contra mi persona. La vida
< mia, que tantas veces ha estado en riesgo, era ya una carga para
< mi sucesor, que, preocupado, obcecado y enagenado de todos los
« principios de cristiandad que le enseñó mi paternal cubado y
< amor, había admitido un plan para destronarme. Entonces yo
« quise indagar por mí la verdad del hecho, y sorprendiéndole en
t su mismo cuarto hallé en su poder la cifra de inteligencia é ins-
c trucciones que recibía de los malvados. Convoqué al examen á
« mi gobernador interino del consejo, para que asociado con
< otros ministros practicasen las diligencias de indagación. Todo
« se hizo, y de ella resultan varios reos cuya prisión he decretado
< asi como el arresto de mi hijo en su habitación. Esta pena que-
<r daba á las muchas que me afligen; pero asi como es la mas do-
« lorosa, es también la mas importante de purgar, é ínterin mando
« publicar el resultado, no quiero dejar de manifestar á mis vasa-
c líos mi disgusto, que será menor con las muestras de su lealtad,
t Tendréislo entendido para que se circule en la forma conveniente.
« En San Lorenzo, á 30 de octubre de 1807. — Al gobernador
« interino del consejo.» Este decreto se aseguró después que era
de puño del príncipe de la Paz : asi lo atestiguaron cuatro secreta-
rios del rey, mas no obra original en el proceso.


Por el mismo tiempo escribió Carlos IV al emperador Napoleón
dándole parte del acontecimiento del Escorial. En la carta después
de indicarle cuan particularmente sé ocupaba en los medios de
cooperar á la destrucción del común enemigo (asi llamaba álos
ingleses), y después de participarle cuan persuadido había estado
hasta entonces de que todas las intrigas de la reina de Ñapóles
(expresiones notables) se habían sepultado con su hija, entraba á
anunciarle la terrible novedad del dia. No solo le comunicaba.el
designio que suponia á su hijo de querer destronarle, sino que
anadia el nuevo y horrendo de haber maquinado contra la vida de
su madre, por cuyos enormes crímenes manifestaba el rey Carlos
que debia el príncipe heredero ser castigado y revocada la ley que
le llamaba á suceder en el trono, poniendo en su lugar á uno de




LIBRO PRIMERO. 15
sus hermanos; y por último concluía aquel monarca pidiendo la
asistencia y consejos de S. M. I. La indicación estampada en esta
carta de privar á Fernando del derecho de sucesión tal vez encu-
bría miras ulteriores del partido de Godoy y lá reina, desbaratadas,
si las hubo, por obstáculos imprevistos, entre los cuales puede con-
tarse una ocurrencia que, debiendo agravar la suerte del príncipe y
sus amigos si la recta imparcialidad hubiera gobernado en la ma-
teria , fue la que salvó á todos ellos de un funesto desenlace. Dieron
ocasión á ella los temores del real preso y el abatimiento en que le
sumió su arresto.


El dia 30 á/ la una de la tarde, luego que el rey había salido á
caza pasó el príncipe un recado á la reina para que se dignase ir á
su cuarto, ó le permitiera que en el suyo le expusiese cosa del
mayor interés :1a reina se negó á uno y á otro, pero envió al mar-
qués Caballero, ministro de gracia y justicia. Entonces bajo su
firma declaró el príncipe haber dirigido con fecha de 11 de octubre
una carta (la misma de que hemos hablado) al emperador de los
franceses, y haber expedido en favor del duque del Infantado un
decreto todo de su puño con fecha en blanco y sello negro, auto-
rizándole para que tomase el mando de Castilla la Nueva luego que
falleciese su padre: declaró ademas ser Escoiquiz el autor del pa-
pel copiado per S. A., y los medios de que se habian valido para
su correspondencia: hubo de resultas varios arrestos. En la carta
reservada á Napoleón le manifestaba el príncipe *« el ( . A p n 8
« aprecio y respeto que siempre habia tenido por su
« persona; le apellidaba héroe mayor quecuantos te habian precedido;
c le pintaba la opresión en que le habian puesto, el abuso que se hacia
i del corazón recto y generoso de su padre; le pedia para esposa
< una princesa de su familia, rogándole que allanase las dificultades
« que se ofrecieran; y concluía con afirmarle que no accedería, antes
c bien se opondría con invencible constancia á cualquiera casamien-
« to., siempre que no precediese el consentimiento y aprobación po-
« sitiva de S. M. I. y.R.»Estas declaraciones espontáneas, en que
tan gravemente comprometía el príncipe á sus amigos y parciales,
perjudicáronle en el concepto de algunos; su edad pasaba de los
veintitrés años, y ya entonces mayor firmeza fuera de desear en
quien habia de ceñirse las sienes con corona de reinos tan dilatados.
El decreto expedido á favor del Infantado hubiera por si solo acar-
reado en otros tiempos la perdición de todos los comprometidos en
la causa; por nulas se hubieran dado las disculpas alegadas, y el
temor de la próxima muerte de Carlos IV y los recelos de las am-
biciosas miras del valido antes bien se hubieran tenido como agra-
vantes indicios que admitídose como descargos de la acusación.
Semejantes precauciones, de dudosa interpretación aun entre parti-
culares, en los palacios son crímenes de estado cuando no llegan á
cumplida ejecución y acabamiento. Con mas razón se hubiera dado




16 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
por tal la carta escrita á Napoleón; pero esta carta en que un prín-
cipe , un español á escondidas de su padre y soberano legitimo se
dirige á otro extrangero, le pide su apoyo, la mano de una señora
de su familia, y se obliga á no casarse en tiempo alguno sin su
anuencia, esta carta salvó á Fernando y á sus amigos. .


No fue asi en la causa de Don Carlos de Viana: aquel príncipe,
de edad de cuarenta años, sabio y entendido, amigo de Ausias
March, con derecho inconcuso al reino de Navarra, creyó que no
se excedía en dar por si los primeros pasos para buscar la unión
con una infanta de Castilla. Bastó tan ligero motivo para que el
fiero Don Juan su padre le hiciese en su segunda prisión un cargo
gravísimo por su inconsiderada conducta. Probó Don Carlos haber
antes declarado que no se casaría sin preceder la aprobación de su
padre: ni aun entonces se amansó la orgullosa altivez de Don
Juan, que miraba la independencia y derechos de la corona atro-
pellados y ultrajados por los tratos de su hijo.


Ahora en la sometida y acobardada corte del Escorial, al oir que
el nombre de Napoleón andaba mezclado en Jas declaraciones del
príncipe, todos se estremecieron y anhelaron poner término á ta-
maño compromiso : imaginándose que Fernando habia obrado de
acuerdo con el soberano de Francia, y que habia osado con su
arrimo meterse en la arriesgada empresa. El poder inmenso de
Napoleón, y las tropas que habiendo empezado á entrar en Es-
paña amenazaban de cerca á los que se opusiesen á sus intentos,
arredraron al generalísimo Godoy, y resolvió cortar el comenzado
proceso. Mas y mas debió confirmarle en su propósito un pliego


que desde Paris * en 11 de noviembre le escribió lz-
c Ap. n. 9 . ) q U ¡ e n } 0 > En él insertaba este una conferencia que ha-


bia tenido con Champagny, en la cual el ministro francés exigió
de orden del emperador que por ningún motivo ni razón y bajo
ningún pretexto se hablase ni se publicase en este negocio cosa que
tuviese alusión al emperador ni d su embajador. Vacilante todavía el
ánimo de Napoleón sobre el modo de ejecutar sus planes respecto
de España, no quería aparecer á vista de Europa partícipe en los
acontecimientos del Escorial.


Antes de recibir el aviso de Izquierdo, le fue bastante al príncipe
de la Paz saber las nuevas declaraciones del real preso para pasar
al sitio desde Madrid, en donde como amalado habia permanecido
durante el tiempo de la prisión. Hacia resolución con su viage dé
cortar una causa, cuyo giro presentaba un nuevo y desagradable
semblante : vio á los reyes, se concertó con ellos, y ofreció arre-
glar asunto tan espinoso. Yendo pues al cuarto del príncipe se le
presentó como mediador, y le propuso que aplacase la cólera de sus
augustos padres, pidiéndoles con arrepentimiento contrito el mas
sumiso perdón : para alcanzarle indicó como oportuno medio el
que escribiese dos cartas cuyos borradores llevaba consigo. Fer-




LIBRO PRIMERO. 17


nando copió las carias. Sus desgracias y el profundo odio que habia
contra Godoy no dejaron lugar á penosas reflexiones, y aun la
disculpa halló cabida en ánimos exclusivamente irritados contra el
gobierno y manejos del favorito. Ambas cartas se publicaron con'
el decreto de 5 de noviembre, y por lo curioso é importante de
aquellos documentos merecen que íntegramente aqui se inserten.
t La voz de la naturaleza (decia el decreto al consejo) desarma el
« brazo de la venganza, y cuando la inadvertencia reclama la pie-
< dad, no puede negarse á ello un padre amoroso. Mí hijo ha de-
t clarado ya los autores del plan horrible que le habían hecho
« concebir unos malvados : todo lo ha manifestado en forma de
« derecho, y todo consta con la escrupulosidad que exige la ley
« en tales pruebas : su arrepentimiento y asombro le han dictado
« las representaciones que me ha dirigido y siguen :


Señor:


« Papá mió : he delinquido, he faltado á V. M. como rey y como
« padre; pero me arrepiento, y ofrezco á V. M. la obediencia mas
t humilde. Nada debia hacer sin noticia de V. M.; pero fui sor-
« prendido. He delatado á los culpables, y pido á V. M. me per-
« done por haberle mentido la otra noche, permitiendo besar sus
« reales pies á su reconocido hijo. —FERNANDO. San Lorenzo,
« S de noviembre de 1807. »


Señora:


« Mamá mia: estoy muy arrepentido del grandísimo delito que
« he cometido contra mis padres y reyes, y asi con la mayor nu-
« mildad le pido á V. M. se digne interceder con papá para que
« permita ir á besar sus reales pies á su reconocido hijo. — FER-
« NANDO. — San Lorenzo, 5 de noviembre de 181)7. »


( En vista de ellos y á ruego de la reina mi amada esposa perdono
« á mi hijo, y le volveré á mi gracia cuando con su conducta me
t dé pruebas de una verdadera reforma en su frágil manejo; yman-
« do que los mismos jueces que han entendido en la causa desde su
« principio la sigan, permitiéndoles asociados si los necesitaren,
« y que concluida me consulten la sentencia ajustada á la ley, se-
« gun fuesen la gravedad de delitos y calidad de personas en quie-
t nes recaigan ; teniendo por principio para la formación de
« cargos las respuestas dadas por el príncipe alas demandas que se
« le han hecho; pues todas están rubricadas y firmadas de mi puño,
« asi como los papeles aprehendidos en sus mesas, escritos por su
€ mano; y esta providencia se comunique á mis consejos y tribuna-
« les, circulándola á mis pueblos, para que reconozcan en ella mi
« piedad y justicia, y alivien la aflicción y cuidado en que les puso


i." 2




18 REVOLUCIÓN I)E ESPAÑA.
c mi primer decreto; pues en él verán el riesgo de su soberano y
c padre que como á hijos los arna, y asi me corresponden. Ten-
« dreislo entendido para su cumplimiento.—San Lorenzo, 5 de no-
c viembre de 1807. »


Presentar á Fernando ante la Europa entera como príncipe débil
y culpado; desacreditarle en la opinión nacional, y perderle en el
ánimo de sus parciales; poner á salvo al embajador francés, y se-
parar de todos los incidentes de la causa á su gobierno. fue el prin-
cipal intento que llevó Godoy y su partido en la singular reconcilia-
ción de padre é hijo. Alcanzó hasta cierto punto su objeto; mas el
público aunque no enterado á fondo echaba á mala parle la solícita
mediación del privado, y el odio hacia su persona en vez de miti-
garse tomó nuevo incremento.


Para la prosecución de la causa contra los demás procesados
nombró el rey en el dia 6 una junta compuesta de Don Arias Mon,
Don Sebastian de Torres y Don Domingo Campomanes, del consejo
real, y señaló como secretario á Don Benito Arias Prada, alcalde de
corte. El marqués Caballero, que en un principio se mostró riguroso,
y tanto que, habiendo manifestado delante de los reyes ser el prín-
cipe por siete capítulos reo de pena capital, obligó á la ofendida
reina á suplicarle que se acordase que el acusado era su hijo; el
mismo Caballero arregló el modo de seguir la causa, y descartar de
ella todo lo que pudiera comprometer al príncipe y embajador
francés; rasgo propio de su ruin condición. Formada la sumaria
fue elegido para fiscal de la causa Don Simón de Viegas, y se agre-
garon á los referidos jueces para dar la sentencia otros ocho conse-
jeros. El fiscal Viegas pidió que se impusiese la pena de traidores
señalada por la ley departida á Don Juan Escoiquiz y al duque del
Infantado, y otras extraordinarias por infidelidad en el ejercicio de
sus empleos al conde de Orgaz, marqués de Ayerbe, y otras
personas de la servidumbre del príncipe de Asturias. Continuó el
proceso hasta enero de 1808, en cuyo dia 2o los jueces, no confor-
mándose con la acusación fiscal, absolvieron completamente y
declararon libres de todo cargo á los perseguidos cpmo reos. Sin
embargo el rey por sí y gubernativamente confinó y envió á conven-
tos, fortalezas ó destierros á Escoiquiz y á los duques del Infantado y
de San Carlos y á otros varios de los complicados en la causa :
triste privilegio de toda potestad suprema que no halla en las leyes
justo límite á sus desafueros.


Tal fue el término del ruidoso y escandaloso proceso del Escorial.
Con dificultad se resguardarán de la severa censura de la posteridad
los que en él tomaron parte, los que le promovieron, los que le fa-
llaron ; en una palabra, los acusados, los acusadores y los mismos
jueces. Vemos á un rey precipitarse á acusar en público á su hijo
del horrendo crimen de querer destronarle, sin pruebas, y antes de
que un detenido juicio hubiese sellado con su fallo tamaña acusación.




LIBRO PRIMERO. 1 9
Y para colmo de baldón en medio de tanta flaqueza y aceleramiento
se nos presenta como ángel de paz y mediador para la concordia el
malhadado favorito, principal origen de todos las males y desave-
nencias : consejero y autor del decreto de 50 de octubre, compro-
metió con suma ligereza la alta dignidad del rey : promovedor de
la concordia y del perdón pedido y alcanzado, quiso desconceptuar
al hijo sin dar realce ni brillo á los sentimientos generosos de un
apiadado padre. Fue también desusado, y podemos decir ilegal, el
modo de proceder en la causa. Según la sentencia que con una rela-
ción preliminar se publicó al subir Fernando al trono, no se hizo
mérito en su formación ni de algunas de las declaraciones espontá-
neas del príncipe, ni de su carta á Napoleón, ni de las conferencias
con el embajador francés; á lo menos asi se infiere del definitivo
fallo dado por el tribunal. Difícil seria acertar con el motivo de tan
extraño silencio, si no nos lo hubieran ya explicado los temores que
entonces infundía el nombre de Napoleón. Mas si la política descu-
bre la causa del extraordinario modo de proceder, no por eso qu eda
intacta y pura la austera imparcialidad de los magistrados: un pro-
ceso después de comenzado no puede amoldarse ai antojo de un
tribunal, ni descartarse á su arbitrio los documentos ó pruebas mas
importantes. Entre los jueces habia respetables varones cuya inte-
gridad habia permanecido sin mancilla en el largó espacio de una
honrosa carrera, si bien hasta entonces negocios de tal cuantía no
se habian puesto en el crisol de su severa equidad. Fuese equivo-
cación en su juicio, ó fuese mas bien por razón de estado, lo cierto
es que en la prosecución y término de la causa se apartaron de las
reglas de la justicia legal, y la ofrecieron al público manca y no cum-
plidamente formada ni llevada á cabo. Se contaban también en el
número de jueces algunos amigos y favorecidos del privado, como
lo era el fiscal Viegas. Al ver que se separaron en su voto de la opi-
nión de éste, aunque ya circunscripta á ciertas personas, hubo quien
creyera que el nombre de Napoleón y los temores de la nube que se
levantaba en el Pirineo pesaron mas en la flexible balanza de su
justicia que los empeños de la antigua amistad. Es de temer que su
conciencia perpleja con lo escabroso del asunto y lo arduo de las cir-
cunstancias no se baya visto bastantemente desembarazada, y cual
convenia, de aquél sobresalto que ya antes se habia apoderado del
blando y asustadizo ánimo de los cortesanos.


Esta discordia en la familia real, esta división entos que gober-
naban, siempre perjudicial y ídolórosa, loera1 mucho mas ahora en
que una perfecta unión debiera haber estrechado á todos para des-
concertar las siniestras miras del gabinete de Francia, y para impo-
nerle con la íntima concordia el debido respeto. Ciegos unos y
otros buscaron en él amistad y arrimo; y desconociendo el peligro
común, le animaron con sus dlsenciones á la prosecución de falaces
intentos : alucinamiento general á lbs partidos que no aspiran sino




20̂ . REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
á cebar momentáneamente su saña, olvidándose de que aveces con
la ruina de su contrario el mismo vencedor facilita y labra la suya
propia. '


Favorecido por la deplorable situación del gobierno español, fué
el francés adelante en su propósito, y confiado en ella aceleró mas


„ .. , , bien que detuvo la marcha de Junol hacia Portugal.
Marcha de Ja- , J , . , Í> i i


not hacia Pon»- Dejamos á aquel general en salamanca, adonde había
llegado en los primeros dias de noviembre, recibiendo


de allí á ppco orden ejecutiva de Napoleon para que no difiriese
la continuación de su empresa bajo pretexto alguno ni aun por
falta de mantenimientos, pudiendo 20,000 hombres, según decia,
vivir por todas partes, aun en el desierto. Estimulado Junot con tan
premioso mandato, determinó tomar el camino mas breve sin re-
parar en los tropiezos ni obstáculos de un terreno para él del todo
desconocido. Salió el 12 de Salamanca, y tomándola vuelta de Ciu-
dad-Rodrigo y el puerto de Perales, llegó á Alcántara al cabo de cinco
dias. Reunido allí con algunas fuerzas españolas á las órdenes del
Entradaer. Por- 8 e n e r a ' Don Juan Carrafa, atravesaron los franceses el


tnsai, i» de no- Erjas, rio fronterizo, y llegaron á Castello-Rranco sin
Tien*™ de (SOT. ( j^p^igg 0 p U e s t o resistencia. Prosiguieron su marcha
por aquel fragoso pais, y encontrándose con terreno tan quebradoy
de caminos poco trillados, quedaron bien pronto atrás la artillería y
los bagages. Los pueblos del tránsito pobres y desprevenidos no ofre-
cieron ni recursos ni abrigo á las tropas ¡nvasoras, las que acosadas
por la necesidad y el hambre cometieron todo linage de excesos con-
tra moradores desacostumbrados de largo tiempo á las calamidades
de la guerra. Desgraciadamente los españoles que iban en su compa-
ñía imitaron el mal ejemplo de sus aliados, muy diverso del que les
dieron las tropas que penetraron por Badajoz y Galicia, si bien es
verdad que asistieron á estas menos motivos de desorden é indis-
ciplina.


Llegada a A- ^a vanguardia llegó el 23 á Abrantes distante 25
brames, aadeno- leguas de Lisboa. Hasta entonces no habia recibido el
Tiembre. gobierno portugués aviso cierto de que los franceses
hubieran pasado la frontera : inexplicable descuido, pero propio
de la dejadez y abandono con que eran, gobernados los pueblos de
la peninsula. Antes de esto y verificada la salida de los embajado-
res, habia el gabinete de Lisboa buscado algún medio de acomo-
damiento, condescendiendo mas y mascón los deseos que aquellos
habían mostrado' á nombre de sus cortes : era el encontrarle tanto
mas difícil, cuanto el mis/no ministerio portugués estaha entre sí
poco acorde. Dos opiniones políticas le dividían: una de ellas la de
contraer amistad y alianza con Francia como medida la mas propia
para salvar la actual dinastía y aun la independencia nacional; y
otra la de estrechar los antiguos vínculos con la Inglaterra, pu-
diendo asi levantar de los mares allá un nuevo Portugal, si el de Eu-




LIBRO PRIMERO.
ropa lenia que someterse á la irresistible fuerza del emperador
francés. Seguía la primera opinión el ministro Araujo, y contaba
la segunda como principal cabeza al consejero de estado Don Ro-
drigo de Sousa Coutinho. Se inclinaba muy á las claras á la última
el príncipe regente, si á ello no se oponia el bien de sus subditos y
el interés de su familia. Después de larga incertidumbre se con-
vino al fin en adoptar ciertas medidas contemporizadoras, como si
con ellas se hubiera podido satisfacer á quien solamente deseaba si-
mulados motivos de usurpación y conquista. Para ponerlas en eje-
cución sin gran menoscabo de los intereses británicos, se dejó que
tranquilamente diese la vela el 48 de octubre la factoría inglesa, la
cual llevó á su bordo respetables familias extrangeras con cuan-
tiosos caudales,


A pocos dias, el 22 del mismo mes, se publicó una
proclama prohibiendo todo comercio y relación con la p ^ d ^ e g e n t é '
Gran-Bretaña, y declarando que S. M. F. accedía á í e Portugal, t$
. i i , • d e noviembre.
la causa general del continente. Cuando se creía satis-
facer algún tanto con esta manifestación al gabinete de Francia,
llegó á Lisboa apresuradamente el embajador portugués en París,
y dio aviso de cómo habia encontrado en España el ejército impe-
rial, dirigiéndose á precipitadas marchas hacia la embocadura del
Tajo. Azorados con la nueva los ministros portugueses, vieron que
nada podía ya bastar á conjurar la espantosa y amenazadora nube,
sino la admisión pura y sencilla de lo que España y Francia habían
pedido en agosto. Se mandaron pues secuestrar todas las mercan-
cías inglesas, y se pusieron bajo la vigilancia pública los subditos de
aquella nación residentes en Portugal. La orden se ejecutó lenta-
mente y sin gran rigor, mas obligó al embajador inglés Lord
Strangford á irse á bordo de la escuadra que cruzaba á la entrada
del puerto á las órdenes de Sir Sidney Smith. Muy duro fué al
príncipe regente tener que tomar aquellas medidas : virtuoso y ti-
morato, las creia contrarias á la debida protección, dispensada por
anteriores tratados á laboriosos y tranquilos extrangeros : la cruel
necesidad pudo solo forzarle á desviarse de sus ajustados y seve-
ros principios. Aumentáronse los recelos y las zozobras con la re-
pentina arribad! á las riberas del Tajo de una escuadra rusa, la
cual devuelta del Archipiélago fondeó en Lisboa, no habiendo per-
mitido los ingleses al almirante Siniavin que la mandaba entrar á
invernar en Cádiz: lo que fué obra del acaso se atribuyó á plan
premeditado, y á conciertos entre Napoleón y el gabinete de San
Petersburgo.


Para dar mayor valor á lo acordado el gobierno portugués des-
pachó á París en calidad de embajador extraordinario al marqués
de Marialva, con el objeto también de proponer el casamiento del
príncipe de Beira con una hija del grand duque de Berg. Inútiles
precauciones : los sucesos se precipitaron de manera que Marialva
no llegó ni á pisar la tierra de Francia.




22 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Noticioso Lord Strangford de la entrada en Abran-


Loíd'sííangfoía tes del ejército francés, volvió á desembarcar, y rei-
bamne U e


m ™ terando al príncipe regente los ofrecimientos mas
amistosos de parte de su antiguo aliado, le aconsejó


que sin tardanza se retirase al Brasil, en cuyos vastos dominios ad-
quiriría nuevo lustre la esclarecida casa de Braganza. Don Rodrigo
de Sousa Coutinho apoyó el prudente dictamen del embajador, y
el 26 de noviembre se anunció al pueblo de Lisboa la resolución
que la corte habia tomado de trasladar su residencia á Rio-Janeiro
hasta la conclusión de la paz general. Sir Sidney Smith, célebre
por su resistencia en San Juan de Acre, quería poner á Lisboa en
estado de defensa; pero este arranque digno del elevado pecho de
un marino intrépido, si bien hubiera podido retardar la marcha de
Junot, y aun destruir su fatigado ejercito, al fin hubiera inútil-
mente causado la ruina de Lisboa, atendiendo á la profunda tran-
quilidad que todavía reinaba en derredor por todas partes.


El príncipe Don Juan nombró antes de su partida un consejo,
de regencia compuesto de cinco personas, á cuyo frente estaba el
marqués de Atorantes; con encargo de no dar al ejército francés
ocasión de queja, ni fundado motivo de que se alterase la buena
armonía entre ambas naciones. Se dispuso el embarco para el 27,
y S. A. el príncipe regente traspasado de dolor salió del palacio de
Ayuda conmovido, trémulo y bañado en lágrimas su demudado
rostro : el pueblo colmándole de bendiciones le acompañaba en su
justa y profunda aflicción. La princesa su esposa, quien en ios pre-
parativos del viage mostró aquel carácter y varonil energía que en
otras ocasiones menos plausibles ha mostrado en lo sucesivo, iba
en un coche con sus tiernos hijos, y dio órdenes para pasarlos á
bordo, y tomar otras convenientes disposiciones con presencia de
ánimo admirable. Al cabo de 16 años de retiro y demencia apareció
en público la reina madre, y en medio del insensible desvarío de
su locura quiso algunos instantes como volver á recobrar la razón
perdida. Molesto y lamentable espectáculo con que quedaron ren-
didos á profunda tristeza los fieles moradores de Lisboa: dudosos
del porvenir olvidaban en parte la suerte que les aguardaba, diri-
giendo al cielo fervorosas plegarias por la salud y feliz viage de la
real familia. La inquietud y el desasosiego creció de punto al ver
que por vientos contrarios la escuadra no salia del puerto.


Al fin el 29 dio la vela, y tan oportunamente que á
i r ? , da la^efaíá las diez de aquella misma noche "legaron los franceses
t u g u e í a r e a l * Socaven, distante dos leguas de Lisboa. Junot des-


de su llegada á Abrantes habia dado nueva forma á
la vanguardia de su desarreglado ejército, y habia tratado de su-
perar los obstáculos que con las grandes avenidas retardaban echar
un puente para pasar el Cécere. Antes que los ingenieros hubieran
podido concluir la emprendida obra, ordenó que en barcas cruza-




LIBRO PRIMERO. 23
sen el rio parte de las fuerzas de su mando, y con diligencia apre-
suró su marcha. Ahora ofrecía el pais mas recursos, pero á pesar
de la fertilidad de los campos, de los muchos víveres que propor-
cionó Santaren, y de la mejor disciplina, el número de soldados
rezagados era tan considerable, que las deliciosas quintas de-las
orillas del Tajo y las solitarias granjas fueron entregadas al saco,
y pilladas como lo habia sido el pais que media entre Ábranles y
la frontera española.


Amaneció el 30 y vio Lisboa entrar por sus muros
al invasor extrangero; día de luto y desoladora aflic- i™, entrada &«
cion : otros años lo habia sido de festejos públicos y n n o t e n L l í"'o a'
general regocijo, como víspera del dia en que Pinto Ribeiro y
sus parciales arrojando á los españoles habían aclamado y ensal-
zado á la casa de Braganza; época sin duda gloriosa para Por^
tugal, sumamente desgraciada para la unión y prosperidad del
conjunto de los pueblos peninsulares. Seguia á Junot una tropa
flaca y estropeada, molida con las forzadas marchas, sin artillería,
y muy desprovista : muestra poco ventajosa de las temidas huestes
de Napoleón. Hasta la misma naturaleza pareció tomar parte en su-
ceso tan importante, habiendo aunque ligeramente temblado la
tierra. Junot, arrebatado por su imaginación, y aprovechándose de
este incidente, en tono gentílico y supersticioso daba cuenta de su
expedición escribiendo al ministro Clarke : «Los dioses se declaran
« en nuestro favor : lo vaticina el terremoto que, atestiguando su
« omnipotencia, no nos ha causado daño alguno.» Con mas razón
hubiera podido contemplar aquel fenómeno graduándole de pré-
sago anuncio de los males que amenazaban á los autores de la agre-
sión injusta de un estado independiente.


Conservó Junot por entonces la regencia que antes de embar-
carse habia nombrado el príncipe, pero agregando á ella al fran-
cés Hermann. Sin contar mucho con la autoridad nacional resolvió
por sí imponer al comercio de Lisboa un empréstito forzoso de dos
millones de cruzados, y confiscar todas las mercancías británicas,
aun aquellas que eran consideradas como de propiedad portu-
guesa. El cardenal patriarca de Lisboa, el inquisidor general y
otros prelados publicaron y circularon pastorales en favor de la
sumisión y obediencia al nuevo gobierno; reprensibles exhortos,
aunque hayan sido dados por impulso é insinuaciones de Junot. El
pueblo agitado dio señales de mucho descontento, cuando el 13 vio
que en el arsenal se enarbolaba la bandera extrangera en lugar de
la portuguesa. Apuró su sufrimiento la pomposa y magnífica revista
que hubo dos dias después en la plaza del Rocío: allí dio el general
en gefe gracias á las tropas en nombre del emperador, y al mismo
tiempo se tremoló en el castillo con veinticinco cañonazos repetidos
por todos los fuertes la bandera francesa. Universal murmullo
respondió á estas demostraciones del extrangero, y hubiérase se-




2 4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
guido una terrible explosión, si un hombre audaz hubiera osado
acaudillar á la multitud conmovida. La presencia de la fuerza ar-
mada contuvo el sentimiento de indignación que aparecía en los
semblantes del numeroso concurso; solo en la tarde, con motivo de
haber preso á un soldado de la policía portuguesa, se alborotó el
populacho, quiso sacarle de entre las manos de los franceses, y
hubo de una y otra parte muertes y desgracias. El tumulto no se
sosegó del todo hasta el dia siguiente por la mañana, en que se ocu-
paron las plazas y puntos importantes con artillería y suficientes
tropas.


Entrada <j« los ^ comenzar diciembre, no completa todavía su di-
espanoiesenPor- visión, Don Francisco María Solano, marqués del
tugai. Socorro, se apoderó sin oposición de Yelbes, después
de haber consultado su comandante al gobierno de Lisboa. Antes
de entrar en Portugal habia recomendado á sus tropas por me-
dio de una proclama la mas severa disciplina; conservóse en efecto,
aunque obligado Socorro á poner en ejecución las órdenes arbitra-
rias de Junot, causaba á veces mucho disgusto en los habitantes,
manifestando sin embargo, en todo lo que era compatible con sus
instrucciones, desinterés y loable integridad. Al mismo tiempo,
creyéndose dueño tranquilo del pais, empezó á querer transformar
á Setúval en otra Salento, ideando reformas en que generalmente
mas bien mostraba buen deseo, que profundos conocimientos de
administración y de hombre de estado. Sus experiencias no fueron
de larga duración.


Por Tomar y Coimbra se dirigieron á Oporto algunos cuerpos de
la división de Carrafa, los que sirvieron para completar la del ge-
neral Don Francisco Taranco, quien por aquellos primeros dias
de diciembre cruzó el Miño con solos 6000 hombres, en lugar de
los 10,000 que era el contingente pedido : modelo de prudencia y
cordura, mereció Taranco el agradecimiento y los elogios de los
habitantes de aquella provincia. El portugués Accursio das Neves
alaba en su historia la severa disciplina del ejército, Ja moderación
y prudencia del general Taranco, y añade: c El nombre de este
« general será pronunciado con eterno agradecimiento por los
« naturales, testigos de su dulzura é integridad; tan sincero en
« sus promesas como Junot pérfido y falaz en las suyas.» Agrada
oir el testimonio honroso que por boca imparcial ha sido dado á un
gefe bizarro,. amante de la justicia y de la disciplina militar, al
tiempo que muy diversas escenas se representaban lastimosamente
en Lisboa.


ID de noviern- Asi iban las cosas de Portugal, entretanto que Bo-
ure.viogedeNa- ñaparte, después de haberse detenido unos dias por
puleon a.Italia. . 1 . r . , „ . . , - . i /• i . i-


las ocurrencias del Escorial, salió al fin para Italia
el 16 de noviembre. Era uno de los objetos de su viage poner
en ejecución el artículo del tratado de Fontainebleau, por el que




LIBRO PRIMERO. 23
la Etruria ó Toscana era agregada al imperio de Francia. Gober-
naba aquel reino como regenta desde la muerte de su esposo la in-
fanta Doña María Luisa, quien ignoraba el traspaso hecho sin su
anuencia de los estados de su hijo. Y no habiendo precedido aviso
alguno ni confidencial de sus mismos padres los reyes de España, la
regenta se halló sorprendida el 23 de noviembre con haberla comu-
nicado el ministro francés D'Aubusson que era necesario se prepa-
rase á dejar sus dominios, estando para ocuparlos las tropas de
su amo el emperador, en virtud de cesión que le habia
. , T-, _ . i - i i . i ' i . i i Reina de Etruria.
hecho España. Aturdida la rema con la singularidad
é importancia de tal nueva, apenas daba crédito á lo que veia y oia,
y por de pronto se resistió al cumplimiento de la desusada intima-
ción ; pero insistiendo con mas fuerza el ministro de Francia, y
propasándose á amenazarla, se vio obligada la reina á someterseá
su dura suerte, y con su familia salió de Florencia ell° de diciem-
bre. Al paso,por Milán tuvo vistas con Napoleón : alegrábase del
feliz encuentro, confiando hallar alivio á sus penas; mas en vez de
consuelos solo recibió nuevos desengaños. Y como si no bastase
para oprimirla de dolor el impensado despojo del reino de su hijo,
acrecentó Napoleón los disgustos de la desvalida reina, achacando
la culpa del estipulado cambio al gobierno de España. Es también
de advertir que, después de abultarle sobremanera lo acaecido en el
Escorial, le aconsejo que suspendiese su viage, y aguardase en
Turin ó Nisa el fin de aquellas disensiones: indicio claro de que ya
entonces no pensaba cumplir en nada lo que dos meses antes habia
pactadoen Fontainebleau. Siguió sin embargo la familia de Parma,
desposeída del trono de Etruria, su viage á España, á donde, iba á
ser testigo y partícipe de nuevas desgracias y trastornos. Asi en
dos puntos opuestos, y al mismo tiempo, fueron despojadas de
sus tronos dos esclarecidas estirpes: una quizá para siempre, otra
para recobrarle con mayor brillo y gloria.


Aun estaba en Milán Napoleón cuando contestó á C a m d e C i r_
una carta de Carlos IV recibida poco antes, en la que ios iv a Ñapó-
le proponía este monarca enlazar á su hijo Fernando eo"'
con una princesa de la familia imperial. Asustado como hemos di-
cho el príncipe de la Paz con ver complicado el nombre francés en
la causa del Escorial, parecióle oportuno mover al rey ádar un
paso que suavizara la temida indignación del emperador de los fran-
ceses. Incierto este en aquel tiempo sobre el modo de enseñorearse
de España, no desechó la propuesta, antes bien la aceptó afir-?
mando en su contestación no haber nunca recibido carta alguna
del príncipe de Asturias; disimulo en la ocasión lícito y aun atento.
Debió sin duda inclinarse entonces Bonaparte al indicado casamiento,
habiéndosele formalmente propuesto en Mantua á su j ) U í a s d e R s .
hermano Luciano, á quien también ofreció alií el trono p<*» n , s o b r c 5 U


I T . i i . i . i . i . i i. i i i conducta respec-
de Portugal, olvidándose o mas bien burlándose de lo u> de España.




26 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
que poco antes había solemnemente pactado, como varias veces
nos lo ha dado ya á entender con su conducta. Luciano, ó por desvío,
ó por no confiar en las palabras de Napoleón, no admitió el ofre-
cido cetro, mas no desdeñó el enlace de su hija con el heredero de
la corona de España, enlace que, á pesar déla repugnancia de la fu-
tura esposa, hubiera tenido cumplido efecto si el emperador fran-
cés no hubiera alterado ó mudado su primitivo plan.


Llena empero de admiración que en la importantísima empresa
de la península anduviese su prevenido ánimo tan vacilante y du-
doso. Una sola idea parece que hasta entonces se habia grabado en
su mente; la de mandar sin embarazo ni estorbos en aquel vasto
país, confiando á su feliz estrella ó á las circunstancias el conseguir
su propósito y acertar con los medios. Asi á ciegas y con mas fre-
cuencia de lo que se piensa suele revolverse y trocarse la suerte de
las naciones.


De todos modos era necesario contar con poderosas fuerzas
para el fácil logro de cualquiera plan que á lo último adoptase.
Con este objeto se formaba en Bayona el segundo cuerpo de ob-
servación de la Gironda, en tanto que el primero atravesaba por
España. Constaba de 24,000 hombres de infantería, nuevamente
organizada con soldados de la conscripción de 1808 pedida con
anticipación, y de 3300 caballos sacados de los depósitos de lo in-
terior de Francia, con los que se formaron regimientos provi-
sionales de coraceros y cazadores. Mandaba en gefe el general
Dupont, y las tres divisiones en que se distribuía aquel cuerpo de
ejército estaban á cargo de los generales Barbón, Vedel y Malher,
y al del piamontés Fresia la caballería. Empezó á entrar en España
sin convenio anterior ni conformidad del gabinete de Francia con
el nuestro, con arreglo á lo prevenido en la convención secreta de


2 2 de ¿ídem- Fontainebleau: infracción precursora de otras muchas,
imn "U 1 > 0 n t e n dupont llegó á Irun el 22 de diciembre, y en enero


estableció su cuartel general en Valladolid con parti-
das destacadas camino de Salamanca, como si hubiera de dirigirse
hacia los linderos de Portugal. La conducta del nuevo ejército fue
mas indiscreta y arrogante que la del primero, y daba indicio de
lo que se disponía. Estimulaba con su ejemplo el mismo general en
gefe, cuyo comportamiento tocaba á veces en la raya del desenfre-
no. En Valladolid echó por fuerza de su habitación á los marque-
ses de Ordoño en cuya casa alojaba, y al fin se vieron obligados á
dejársela toda entera á su libre disposición: tal era la dureza y
malos tratos, mayormente sensibles por provenir de quien se decia
aliado, y por ser en un pais en donde era transcurrido un siglo
con la dicha de no haber visto ejército enemigo, con cuyo nombre
en adelante deberá calificarse al que los franceses habían metido
en España.


No se habían pasado los primeros dias de enero sin que pisase




LIBRO PRIMERO. 27
su territorio otro tercero cuerpo compuesto de 25,000 d e e n e r o
hombres de infantería y 2700 caballos, que habia sido Irada del cuerpo
formado de soldados bisónos, trasladados en posta á d e M < m e e j-
Burdeos de los depósitos del norte. Principió á entrar por la fron-
tera el 9 del mismo enero, siendo capitaneado por el mariscal
Moncey, y con el nombre de cuerpo de observación de las costas del
océano : era el general Harispe gefe de estado mayor, mandaba la
caballería Grouchi, y las respectivas divisiones Musnier de la Con-
verserie, Morlot y Gobert. Prosiguió su marcha hasta los lindes de
Castilla, como si no hubiera hecho otra cosa que continuar por
provincias de Francia, prescindiendo de la anuencia del gobierno
español, y quebrantando de nuevo y descaradamente los concier-
tos y empeños con él contraídos.


Inquietaba á la corte de Madrid ¡a conducta extraña é inexpli-
cable de su aliado, y cada dia se acrecentaba su sobresalto con los
desaires que en Paris recibían Izquierdo y el embajador príncipe
de Maserano. Napoleón dejaba ver mas á las claras su preme-
ditada resolución, y á veces despreciando altamente p u b | ¡ c a d i m e s
al príncipe de la Paz, censuraba con acrimonia los dei Monitor, «4
procedimientos de su administración. Desatendía de d e B n e r o < "\ , S 0 S -
todo punto sus reclamaciones, y respondiendo con desden al ma-
nifestado deseo de que se mudase al embajador Beauharnais á
causa de su oficiosa diligencia en el asunto del proyectado ca-
samiento , dio por último en el Monitor de 24 de enero un au-
téntico y público testimonio del olvido en que habia echado el
tratado de Fontainebleau, y al mismo tiempo dejó traslucir las tra-
mas que contra España urdia. Se insertaron pues en el diario de
oficio dos exposiciones del ministro Champagny, una atrasada del
21 de octubre, y otra mas reciente del 2 de enero de aquel año.
La primera se publicó, digámoslo asi, para servir de introducción
á la segunda, en la que, después de considerar al Brasil como colo-
nia inglesa, y de congratularse el ministro de que por lo menos se
viese Portugal libre del yugo y fatal influjo de los enemigos del
continente, concluía con que, intentando estos dirigir expediciones
secretas hacíalos mares de Cádiz, la península entera lijaría la
atención de S. M. I. Acompañó á las exposiciones un informe no
menos notable del ministro de la guerra Clarke con fecha de 6 de
enero, en el que se trataba de demostrar la necesidad de exigir la
conscripción de 1809 para formar el cuerpo de observación del
océano, sobre el que nada se había hablado ni comunicado ante-
riormente al gobierno español : inútil es recordar que el sumiso se-
nado de Francia concedió pocos días después el pedido alistamiento.
Puestas de manifiesto cada vez mas las torcidas intenciones del
gabinete de Sajnt-CIoud, llegamos ya al estrecho en que todo dis-
fraz y disimulo se echó á un lado, y en que cesó todo género de
miramientos.




28 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
En I o de febrero hizo Junot saber al público por


(sus.prociáma'de medio de una proclama « que la casa de Braganza ha-
J u n o t - « bia cesado de reinar, y que el emperador Napoleón,
« habiendo lomado bajo su protección el hermoso pais de Portugal,
« queria que fuese administrado y gobernado en su totalidad á nom-
« bre suyo y por el general en gefe de su ejército. » Asi se desva-
necieron los sueños de soberanía del deslumhrado Godoy, y se
frustraron á la casa de Parma las esperanzas de una justa y debida


indemnización. Junot se apoderó del mando supremo
regada de°que ánombre de su soberano, extinguió la regencia elegida
d e n t B ° l l i r a I ' r c s l " P o r e ' P r m c ' P e Don Juan antes de su embarco, reem-


plazándolacon un consejo de regencia de que él mismo
era presidente. Y para colmar de amargura á los portugueses y au-
mentar, si era posible, su descontento, publicó en el mismo día un
decreto de Napoleón, dado en Milán á 23 de diciembre, por el que se


Gravosa COD - i m P o n ' a a Portugal una contribución extraordinaria
tribucion extra- de guerra de cien millones de francos, como redención,
ordmaria. ^ ^ t Q £ i a s j a g p r 0pj e tjades pertenecientes á
particulares; se secuestraban también todos los bienes y hereda-
mientos de la familia real, y de los hidalgos que habían seguido su
suerte. Con estas arbitrarias disposiciones trataba á Portugal, que
no habia hecho insulto ni resistencia alguna, como pais conquistado,
y le trataba con dureza digna de la edad media. Gravar extraordi-
nariamente con cien millones de francos á un reino de la extensión y
riqueza de Portugal, al paso que con la adopción del sistema conti-
nental se le privaba de sus principales recursos, era lo mismo que
decretar su completa ruina y aniquilamiento. No ascendía proba-
blemente á tanto la moneda que era necesaria para los cambios y
diaria circulación, y hubiera sido materialmente imposible realizar
su pago si Junot, convencido de las insuperables dificultades que se
ofrecían para su pronta é inmediata exacción, no hubiera fijado
plazos, y acordado ciertas é indispensables limitaciones. De ofensa
mas bien que de suave consuelo pudiera graduarse el haber trazado
al margen de destructoras medidas un cuadro lisonjero de la futura
felicidad de Portugal, con la no menos halagüeña esperanza de que
nuevos Camoens nacerían para ilustrar el parnaso lusitano. A poder
reanimarse las muertas cenizas del cantor de Gama, solo hubieran
tomado vida para alentar á sus compatriotas contra el opresor ex-
trangero, y para excitarlos vigorosamente á que no empañasen con
su sumisión las inmortales glorias adquiridas por sus antepasados
hasta en las regiones mas apartadas del mundo.


Todavía no habia llegado el oportuno momento de que el noble
orgullo de aquella nación abiertamente se declarase; pero queriendo
con el silencio expresar de un modo significativo los sentimientos
que abrigaba en su generoso pesho, tres fueron los solos habitantes
de Lisboa que iluminaron sus casas en celebridad de la mudanza
acaecida.




LIBRO PRIMERO. 2 9
Los temores que á Junot infundía la injusticia de sus procedi-


mientos le dictaron acelerar la salida de las pocas y E n Y t a 4 F r a „.
antiguas tropas portuguesas que aun existían, y for- ™« «visión
mando de ellas una corta división de apenas 10,000
hombres, dio el mando al marqués de Alorna, y no se habia pa-
sado un mes cuando tomaron el camino de YalladoüíL GÍÍKV váv-
mero desertó antes de llegar á su destino.


Clara ya y del todo descubierta la política de Napoleón respecto
de Portugal, disponían en tanto los fingidos aliados de España dar
al mundo una señalada prueba de alevosía. Por las estrechuras de
Roncesvalles se encaminó hacia Pamplona el general Darmagnac
con tres batallones, y presentándose repentinamente delante de
aquella plaza, se le permitió sin obstáculo alojar dentro sus tropas :
no contento el francés con esta demostración de amistad y confian-
za, solicitó del virey marqués de Vallesantoro meter en la ciudadela
dos batallones de suizos, socolor de tener recelos de su fidelidad.
Negóse á ello el virey alegando que no le era lícito acceder á tan
grave propuesta sin autoridad déla corte: adecuada contestación y
digna del debido elogio, si la vigilancia hubiera correspondido á lo
que requería la crítica situación de la plaza. Pero tal era el des-
cuido , tal el incomprensible abandono, que hasta dentro de la
misma ciudadela iban todos los dias los soldados franceses á buscar
sus raciones, sin que se tomasen ni las comunes precauciones de
tiempo de paz. No asi desprevenido el general Darmagnac se ha-
bía de antemano hospedado en casa del marqués de Besolla, por-
que situado aquel edificio al remate de la esplanada y en freme de
la puerta principal de la ciudadela, podia desde alli con mas faci-
lidad acechar el oportuno momento para la ejecución de su alevoso
designio. Viendo frustrado su primer intento con la repulsa del
virey, ideó el francés recurrir á un vergonzoso ardid. Uno á uno
y con estudiada disimulación mandó que en la noche
del 1S al 16 de febrero pasasen con armas á su po- to™*ÍjS¡i-
sada cierto número de granaderos, al paso que en j ¡« l a <"> P i p i ó -
la mañana siguiente soldados escogidos, guiados bajo
disfraz por el gefe de batallón Bobert, acudieron á la ciudadela á
tomar los víveres de costumbre. Nevaba, y bajo pretexto de aguar-
dar ásu gefe empezaron los últimos á divertirse tirándose unos á
otros pellas de nieve : distrajeron con el entretenimiento la atención
de los soldados españoles, y corriendo y jugando de aquella manera
se pusieron algunos sobre el puente levadizo para impedir que le
alzasen. A poco y á una señal convenida se abalanzaron los restan-
tes al cuerpo de guardia , desarmaron á los descuidados centinelas,
y apoderándose de los fusiles del resto de la tropa colocados en el
armero, franquearon la entrada á los granaderos ocultos en casa
de Darmagnac, á los que de cerca siguieron todos los demás. La
traición se ejecutó con tanta celeridad que apenas habia recibido la




30 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
primera noticia el desavisado virey, cuando ya los franceses se ha­
bían del todo posesionado de la ciudadela. Darmagnac le escribió
entonces, á manera de satisfacción, un oficio en que, al paso que
se disculpaba con la necesidad, lisonjeábase de que en nada se al­
teraría la buena armonía propia de dos fieles aliados : género de
mofa con que hacia resaltar su fementida conducta.


Por el mismo tiempo se había reunido en los Pirineos orienla­
Emra Don»»­ les una división de tropas italianas y francesas, com­


шееп саыипа. p u e s t a de 11,000 hombres de infantería y 1700 de
caballería : en 4 de febrero tomó en Perpiñan el mando el
general Duhesme, quien en sus memorias cuenta solo disponibles
7000 soldados : á sus órdenes estaban ef general italiano Leechi
y el francés Chabran. A pocos dias penetraron por la Junquera
dirigiéndose á Barcelona, con intento, decían, de proseguir
su viage á Valencia. Antes de avistar los muros de la capital
de Cataluña recibió Duhesme una intimación del capitán general
conde de Ezpeleta, sucesor por aquellos dias del de Santa Clara,
para suspender su marcha hasta tanto que consultase á la corte.
Completamente ignoraba ésta el envío de tropas por el lado orien­
tal de España, ni el embajador francés habia siquiera informado
de la novedad, tanto mas importante cuanto Portugal no podía ser­
vir de capa á la reciente expedición. Duhesme, lejos de arredrarse
con el requerimiento de Ezpeleta, contestó de palabra con arro­
gancia que á todo evento llevaría á cabo las órdenes del emperador,
y que sobre el capitán general de Cataluña recaería la responsabi­
lidad de cualquiera desavenencia. Celebró un consejo el conde de
Ezpeleta, y en él se acordó permitir la entrada en Barcelona á las
tropas francesas. Asi lo realizaron en 13 de aquel mes quedando


uega к висе­ n o obstante en poder de la guarnición española Mon­
íona. juich y la ciudadela. Pidió Duhesme que en prueba


de buena armonía se dejase á sus tropas alternar con las nacionales
en la guardia de todas las puertas. Falto de instrucciones y teme­
roso de la enemistad francesa, accedió Ezpeleta con harta si bien
disculpable debilidad á la imperiosa demanda, colocando Du­
hesme en la puerta principal déla misma ciudadela una compañía de
granaderos, en cuyo puesto habia solamente 20 soldados españo­
les. Pesaroso el capitán general de haber llevado tan allá su con­
descendencia, rogó al francés que retirase aquel piquete; pero muy
otras eran las intenciones del último, no contentándose ya con
nada menos que con la total ocupación. Andaba también Duhesme
mas receloso á causa de la llegada á Barcelona del oficial de artille­
ría Don Joaquín Osma, á quien suponía enviado con especial en­
cargo de que se velase á la conservación de la plaza, probable con­
jetura en efecto si en Madrid hubiera habido sombra de buen
gobierno; mas era tan al contrario, que Osma habia sido comisio­


* nado para facilitar á los aliados cuanto apeteciesen, y para enco­




LIBRO PRIMERO. 51
mendar la buena armonía y mejor trato. Solo se le insinuó en ins-
íruccion verbal que procurase de paso indagar en las conversaciones
con los oficiales cuál fuese el verdadero objeto de la expedición,
como si para ello hubiera habido necesidad de correr hasta Barce-
lona , y de despachar expresamente un oficial de explorador.


Trató en fin Duhesme de apoderarse por sorpresa
de la cindadela y de Monjuich el 28 de febrero : fue ebdreero,a'
estimulado con el recibo aquel mismo dia de una carta eio<i»<ieia<ie Bar-
escrita en Paris por el ministro de la guerra, en la que °"'
le suponía dueño de los fuertes de Barcelona; tácito modo de orde-
nar lo queá las claras hubiera sido inicuo y vergonzoso. Para ador-
mecer la vigilancia de los españoles esparcieron los franceses por la
ciudad que se les había enviado la orden de continuar su camino á
Cádiz, mentirosa voz que se hacia mas verosímil con ¡a llegada del
correo recibido. Dijeron también que antes de la partida debian re-
vistar las tropas, y con aquel pretexto las juntaron en la esplanada
de la ciudadela, apostando en el camino quede allí va á la aduana
un batallón de vélites italianos, y colocando la demás fuerza de mo-
do que llamase hacia otra parte la atención de los curiosos. Hecha
fa reseña de algunos cuerpos se dirigió el general Lecchi, con grande
acompañamiento de estado mayor, del lado de la puerta principal de
la ciudadela, y aparentando comunicar órdenes al oficial de guar-
dia , se detuvo en el puente levadizo para dar lugar á que los volites,
cuya derecha se habia apoyado en la misma estacada, avanzasen
cubiertos por el rebellín que defiende la entrada : ganaron de este
modo el puente embarazado con los caballos, después de haber ar-
rollado al primer centinela, cuya voz fue apagada por el ruido de
Jos tambores franceses que en la bóvedas resonaban. Entonces pe-
netró Lecchi dentro del recinto principal con su numerosa comi-
tiva , le siguió el batallón de volites y la compañía de granaderos,
que ya de antemano montaban la guardia en la puerta principal, re-
primió á los 20 españoles, obligados á ceder al número y á la sor-
presa : cuatro batallones franceses acudieron después á sostener al
que primero habia entrado á hurtadillas, y acabaron de hacerse
dueños de la ciudadela. Dos batallones de guardias españolas y wa-
lonas la guarnecían; pero llenos de confianza oficiales y soldados
habían ido á la ciudad á sus diversas ocupaciones, y cuando quisie-
ron volver á sus puestos encontraron resistencia en los franceses,
quienes al fin se lo permitieron después de haber tomado escrupu-
losas precauciones. Los españoles pasaron luego la noche y casi todo
el siguiente dia formados enfrente de sus nuevos y molestos hués-
pedes; é inquietos estos con aquella hostil demostración, lograron
que se diese orden á ros nuestros de acuartelarse fuera, y evacuar
la plaza. Santilly, comandante español, asi que vio tan desleal pro-
ceder, se presentó á Lecchi como prisionero de guerra, quien, osando
recordarle la amistad y alianza de ambas naciones, al mismo tiempo




32 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
que arteramente quebrantaba todos los vínculos, le recibió con es-
merado agasajo.


sorpresa de Entretanto y á la hora en que parte déla guarnición
Monjnich , 28 de había bajado á la ciudad, otro cuerpo francés se avan-
tebrero. z a j ) a n ¿ c ¡ a flionjuich. La situación elevada y descubier-
ta de este fuerte impidió álos extrangeros tocar sin ser vistos el pie
de los muros. Al aproximarse se alzó el puente levadizo, y en balde
intimó el comandante francés Floresti que se le abriesen las puertas:
alli mandaba Don Mariano Alvarez. Desconcertado Duhesme en su
doloso intento recurrió áüzpeleta, y poniendo por delante las ór-
denes del emperador le amenazó tomar por fuerza lo que de grado
no se le rindiese. Atemorizado el capitán general ordenó la entrega :
dudó Alvarez un instante; mas la severidad de la disciplina mililar,
y el sosiego que todavía reinaba por todas partes, le forzaron á obe-
decer al mandato de su gefe. Sin embargo habiéndose conmovido
algún tanto Barcelona con la alevosa ocupación de la ciudadela, se
aguardó á muy entrada la noche para que sin riesgo pudiesen los
franceses entrar en el recinto de Monjuich.


Irritados á lo sumo con semejantes y repetidas perfidias los ge-
nerosos pechos de los militares españoles, se tomaron exquisitas
providencias para evitar un compromiso, y dejando en Barcelona á
las guardias españolas y walonas con la artillería se mandó salir á
Villafranca al regimiento de Extremadura.


Al paso por Figueras había Duhesme dispuesto que
ocnpacioiTdTsan se detuviese alli alguna de su gente, alegando espe-
Femando de Fí- c j o s o s pretextos. Durante mas de un mes permanecie-


ron dichos soldados tranquilos, hasta que ocupados
todos los fuertes de Barcelona trataron de apoderarse de la ciuda-
dela de San Fernando con la misma ruin estratagema, empleada en
las otras plazas. Estando los Españoles en vela acudieron á tiempo
á la sorpresa y la impidieron; mas el gobernador anciano y tímido
dio permiso dos dias después al mayor Piat para que encerrase
dentro 200 conscriptos, bajo cuyo nombre metió el francés solda-
dos escogidos, los cuales con otros que á su sombra entraron se
enseñorearon de la plaza el 1 8 de marzo, despidiendo muy luego
el corto número de españoles que la guarnecían.


5 de mano Pocos dias antes habia caido en manos de los falsos
entrega de san amigos la plaza de San Sebastian: era su gobernador
sebasuan. e j brigadier español Daiguillon, y comandante del
fuerte de Santa Cruz el capitán Douton. Advertido aquel por el
cónsul de Bayona de que Murat, gran duque de Berg, le habia indi-
cado en una conversación cuan conveniente seria para la seguridad
de su ejército la ocupación de San Sebastian, dio parte de la noti-
cia al duque de Mahon, comandante general de Guipúzcoa, recien
llegado de Madrid. Inmediatamente consultó este al príncipe de la
Paz, y antes de que hubiera habido tiempo para recibir contesta-




LIBRO PRIMERO. 53
cion, el general Monthion, gefe de estado mayor de Murat, escribió
á Daiguillon • participándole como el gran duque de Berg habia
resuelto que los depósitos de infantería y caballería de los cuerpos
que habían entrado en la península se trasladasen de Bayona á San
Sebastian, y que fuesen alojados dentro, debiendo salir para aquel
destino de) 4 al S de marzo. Apenas habia el gobernador abierto
«sta carta cuando recibió otra del mismo gefe avisándole que los
depósitos, cuya fuerza ascenderíaá 550 hombres de infantería y
70 de caballería, saldrían antes de lo que habia anunciado. Comu-
nicados ambos oficios al duque de Mahon, de acuerdo con el go-
bernador y con el comandante del fuerte, respondió el mismo
duque rogando al de Berg que suspendiese su resolución hasta que
le llegase la contestación de la corte, y ofreciendo entretanto alojar
con toda comodidad, fuera déla plaza y del alcaneedel cañon,los de-
pósitos de que se trataba. Ofendido el príncipe francés de la inespe-
rada negativa, escribió por sí mismo en 4 de marzo una carta altiva
y amenazadora al duque de Mahon, quien, no desdiciendo enton-
ces de la conducta propia de un descendiente de Crillon, replicó di-
gnamente y reiteró su primera respuesta. Grande sin embargo era su
congoja y arriesgada su posición, cuando la flaca condescendencia
del príncipe de la Paz, y la necesidad en que habia estrechado á éste
su culpable ambición, sacaron á lodos los gefes de San Sebastian
de su terrible y crítico apuro. Al margen del oficio que en consulta
se le habia escrito puso el generalísimo Godoy de su mismo puño, fe-
cha 3 de marzo: t Que ceda el gobernador la plaza, pues no tiene
« medio de defenderla ,• pero que lo haga de un modo amistoso, se-
« gun lo han practicado los de las otras plazas sin que para ello hu-
« biese ni tantas razones ni motivos de escusa corno en San Sebas-
< tian.» De resultas ocupó con los depósitos la plaza y el puerto
el general Thouvenot.


He aquí el modo insidioso con que en medio de la paz y de una
estrecha alianza se privó á España de sus plazas mas importantes :
perfidia atroz, deshonrosa artería en guerreros envejecidos en la
gloriosa profesión de las armas, agena é indigna de una nación
grande y belicosa. Cuando leemos en la juiciosa historia de Coloma
el ingenioso ardid con que Fernando Tello Portocarrero sorprendió
á Amiens, notamos en la atrevida empresa agudeza en concebirla,
bizarría en ejecutarla y loable moderac|pn al alcanzare! triunfo. La
toma de aquella plaza, llave entonces ¿e Ja frontera de Francia del
lado de la Picardía, y cuya sorpresa, según nos dice SuIIy, oprimió
de dolor á Enrique IV, era legítima ¿.guerra encarnizada andaba
entre ambas naciones, y erajícjto al vaÍor:.y ala astucia buscar
laureles que no se habían de mancillar con el quebrantamiento de la
buena fé y de la lealtad. El bastardo proceder de los generales fran- •
ceses no solo era escandaloso por el tiempo y por el modo, sino
quetambien era tanto menos disculpable cuanto era menos nccesa-


i. 5




3 4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
rio. Dueño el gobierno francés de la débil voluntad del de Madrid, le
hubiera bastado una mera insinuación, sin acudir á la amenaza, para
conseguir del obsequioso y sumiso aliado la entrega de todas las
plazas, como lo ordenó con la de San Sebastian.


Tampoco echó Napoleón en olvido la marina, pi­
órdcD<,pafrarqu°e' hiendo con ahinco que se reuniesen con sus escuadras
ia escuadra de las españolas. En consecuencia diósé el 7 de febrero la


T a y a orden á Don Cayetano Valdés, que en Cartagena man­
daba una fuera» de seis navios, de hacerse á la vela


«¡¡rigiendo su rumbo á Tolón. Afortunadamente vientos eontrarios,y,
según se cree, el patriótico zelo del comandante, impidieron el cum­
plimiento de la orden, tomando la escuadra puerto en las Baleares.


Hechos de tal magnitud no causaron en las provincias lejanas de
España impresión profunda. Ignorábanse en general, ó se atribuían
á amaños de Godoy : lo dificultoso y escaso de las comunicaciones,
la servidumbre de la imprenta y la extremada reserva del gobierno
no daban lugar á que la opinión se ilustrase, ni á que se formase
juicio acertado de los acaecimientos. En dias como aquellos recoge
el poder absoluto con creces los frutos de su imprevisión y desa­
fueros. También los pueblos, sino son envueltos en su ruina, al
menos participan bastantemente de sus desgracias; como si la pro­
videncia quisiera castigarlos de su indolencia y culpable sufrimiento.


Desasosiego de 1° demás la corte estaba muy inquieta >, y se
ia corte de м«­ asegura que el príncipe de la Paz fue de los que prl­


r ' mero se convencieron de la mala fé de Napoleón, y de
sus depravados intentos: disfrazábalos sin embargo este, ofreciendo
á veces en su conducta una alternativa, hija quizá de su misma vaci­


condoota am­ l a c ¡ O B é incertídumbre : pues al paso que proyectaba
мри de Ñapo­ y ponia en práctica hacerse dueño de todo Portugal y
e o n° de las plazas de la frontera, sin miramiento á tratados
ni alianzas, no solo regalaba á Carlos IV en los primeros dias de
febrero, en prueba de su íntima amistad, quince caballos de coche,
sino que asimismo le escribía amargas quejas por no haber reite­
rado la petición de una esposa imperial para el príncipe de Asturias:
y si bien no era unión esta apetecible para Godoy, por lo menos


no indicaba Bonaparte con semejante demostración
ргМрГ1^ d S querer derribar del trono 1* estirpe de los Borbenes.
P a I ­ Dudas y zozobras asaltaban de tropel la mente del va­


LiesadaaMa­ l i á o ' «bando la repentina negada por el mes de febrero
* i d d« imnier­ de su confidente Don Eugenio Izquierdo acabó de per­
d 0 ' turbar su ánimo. En la numerosa cor te que le tributaba
continuado y lisonjero irieienso, prorumpia en expresiones propias
de hombre desatentado y descompuesto. Hablaba de su grandeza ,
de su poderío; usaba dé palabras poco recatadas, y parecía pre­
sentir la espantosa desgracia que como en sombra ya le perseguía.
Interpretábase de mil maneras la apresurada venida de Izquierdo,




LIBRO PRIMERO. 53
y nada por entonces pudo traslucirse, sino que era 4e tal impor-
tancia , y anunciadora de tan malas nuevas, que los reyes y el pri-
vado despavoridos preparábanse á tomar alguna impensada y ex-
traordinaria resolución.


Por una nota que después en 24 de marzo escribió
Izquierdo *, y por lo que hemos oido á personas con él r A p ' *•
conexionadas, podemos fundadamente inferir que su misión osten-
sible se dirigía á ofrecer de un modo informal ciertas ideas al
examen del gobierno español, y á hacer" sobre ellas varías pregun-
tas ; pero que el verdadero objeto de Napoleón fue infundir tal miedo
en la corte de Madrid, que la provocase á imitar á la de Portugal en
su partida, resolución que le desembarazaba del engorroso obstá-
culo de la familia real, y le abría fácil entrada para apoderarse sin
resistencia del vacante y desamparado trono español. Las ideas y
preguntas arriba indicadas fueron sugeridas por Napoleón y escritas
por Izquierdo. Reducíanse con corta variación á las que él mismo
extendió en la nota antes mencionada de 24 de marzo, y que, reci-
bida después del levantamiento de Aranjuez, cayó en manos de los
adversarios de Godoy. Eran pues las proposiciones en ella conte-
nidas: I a comercio libre para españoles y franceses en sus respec-
tivas colonias; 2 a trocar las provincias del Ebío allá con Portugal,
cuyo reino se daría en indemnización á España; 3 a un nuevo tratado
de alianza ofensiva y defensiva; 4 a arreglar la sucesión al tronó de
España; y 5 a convenir en el casamiento del principe de Asturias con
uña princesa imperial : el último articulo no debia formar parte del
tratado principal. Es inútil detenerse en el examen de estas propo-
siciones que hubieran ofrecido materia á reflexiones importantes,
si hubieran sido objeto de algún tratado ó seria discusión. Admira
no obstante la confianza ó mas bien el descaro con que se presenta-
ron sin hacerse referencia al tratado de Fontainebleau, para cuya
entera anulación no habia España dado ni ocasión ni pretexto. La
BH8&BÓ ! e k q u Í e r d b produjo el deseado efecto; V. anu-


í a / * j i.» r . • - S»lo Izquierdo
queeilO de marzo sano para París con nuevas mstrue- ei TO de marzo
ciones y cafta de Carlos IV, habíanse ya perdido las p a r a P a r l 3 ,
esperanzas dé evitar el terrible golpe que amenazaba.


El gobierno francés no habia interrumpido él en-
, . , . , Tropas france-


vio sucesivo de tropas y oficiales, y en el mes de saíqoecontinúa-
marzo se formó un nuevo cuerpo llamado de observa- g J ¿ I l * * , M l 0 < a
cion de los Pirineos occidentales que ascendía á 19,000
hombres, sin contar con (JOOO de la guardia imperial, en cuyo nú-
mero se distinguían mamelucos, polacos y todo género y variedad
de uniformes propios á excitar la viva imaginación de los españoles.
Se encomendó esta fuerza al mando de Bessiéres, duque de Istria :
parte de los cuerpos se acabaron de organizar dentro de la penín-
sula, y era continuado su movimiento y ejercicio.


Habia ya en el corazón de España, aun no incluyendo los de




56 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


cía.


trae toma.


Portugal, 100,000franceses, sin que á las claras se supiese su
verdadero y determinado objeto, y cuya entrada, según dejamos
dicho, habia sido contraria á todo lo que solemnemente se habia
estipulado entre ambas naciones. Faltaba á los diversos cuerpos
en que estaba distribuido «1 ejército francés un general en gefe, y


recayó la elección en Murat, gran duque de Berg,
Morat nombra- c o n titulo de lugarteniente del emperador, de auien


do general en ge- « , r _ » i
fe dei ejército era cuñado. Llego a Bayona en los primeros días de
francés en Es- m a r z 0 ^ s o j Q y 8 ¡ Q acompañamiento; pero le habían


precedido y le seguian oficiales sueltos de todas gra-
duaciones, quienes debían encargarse de organizar y disciplinar
los nuevos alistados que continuamente se remitían á España.
Llegó Murat á Burgos el 13 de marzo, y en aquel dia dio una pro-
clama á sus soldados < para que tratasen á los españoles, nación
< por tantos títulos estimable, como tratarían á los franceses mis-
< mos; queriendo solamente el emperador el bien y felicidad de
€ España. >


Tantas tropas y tan numerosos refuerzos que cada
deMao^aen 0 ^ di* s e internaban mas y mas en el reino; tanta mala
ur para Andam- fé y quebrantamiento de solemnes promesas, el viage


de Izquierdo y sus temores; tanto cúmulo en fin de
proridencias sospechosos indicios impelieron á Godoy á tomar una


pronta y decisiva resolución. Consultó con los reyes y
al fin les persuadió lo urgente que era pensar en trasladarse del
otro lado de los mares. Pareció antes oportuno, como paso previo,
adoptar el consejo dado por el príncipe de Castelfranco de reti-
rarse á Sevilla, desde donde con mas descanso se pondrían en obra
y se dirigirían los preparativos de tan largo viage. Para remover
todo género de tropiezos se acordó formar un campo en Talavera,
y se mandó á Solano que de Portugal se replegase sobre Badajoz.
Estas fuerzas, con las que se sacarían de Madrid, debian cubrir el
viage de SS. MM., y contener cualquiera movimiento que los fran-
ceses intentaran para impedirle. También se mandó á las tropas
de Oporto, cuyo digno general Taranco habia fallecido alli de un
cólico violento, que se volviesen á Galicia; y se ofició á Junot para
que permitiese á Carrafa dirigirse con sus españoles hacia las costas
meridionales, en donde los ingleses amenazaban desembarcar; ar-
tificio , por decirlo de paso, demasiado grosero para engañar al ge-
neral francés. Fue igualmente muy fuera de propósito enviar á
Dupont un oficial de estado mayor para exigirle aclaración de las ór-
denes que habia recibido, como si aquel hubiera de comunicarlas,
y como si en caso de contestar con altanería estuviera el gobierno
español en situación de reprimir y castigar su insolencia.


Tales fueron las medidas preliminares que Godoy miró como
necesarias para el premeditado viage; pero inesperados trastornos
desbarataron sus intentos, desplomándose estrepitosamente el edi-
ficio de su valimiento y grandeza.




LIBRO SEGUNDO.


' Primeros indicios del viage de la corte. — Orden para que la, guarnición
de Madrid pase á Aran juez. —-Proclama de Carlos IV de 16 de abril. — Con-
ducta del embajador de Francia y de Murat. — Síntomas de una conmoción.—
Primera conmoción de Aranjuez. — Decreto de Carlos IV. Prisión de Don
Diego Godoy.— Continúa la agitación y temores de otra conmoción Se-
gunda conmoción de Aranjuez. — Prisión de Godoy. —r Retrato de Godoy
Tercer alboroto de Aranjuez. — Abdicación de Carlos IV, el 19 de marzo. —
Conmoción de Madrid del 19 y 20 de marzo. — Alborotos de las provin-
cias. — Juicio sobre la abdicación de Carlos IV. — Ministros del nuevo mo-
narca. — Esooiquiz. — El duque del Infantado. — £1 duque de San Cirios..—
Primeras providencias del nuevo reinado. — Proceso del principe de la Paz y
de otros, a 3 de marzo. — Grandes enviados para obsequiar ¿¡ Murat y á
Napoleón. — Avanza Murat hacia Madrid. — Entrada de Fernando en Ma-
drid en 24 de marzo. — Conducta impropia de Murat. — Opinión de Es-
pana sobre Napoleón. — Juicio sobre la conducta Ae Napoleón. — Propuesta
de Napoleón a su hermano Luis.—«Correspondencia entre Murat y los-reyes
padres. — Juicio sobre la protesta. — Siguen los tratos entre Murat y los
reyes padres. — Desasosiego en Madrid. — Llega Escoiquiz á Madrid en 28 de
marzo. — Fernán Nuñez en Tours. — Entrega.de la.espada de Francisco I.—
Carta de Napoleón á Murat. — Viage del infante Don Carlos. — Llegada á
Madrid del general Savary. — Aviso de Hervas. — 10 de abril, salida del
rey para Burgos. — Nombramiento de una junta suprema. — Sobre el'viage
del rey. — Llega el rey el 11 de abril á Burgos. — Llega á Vitoria el i4- —
Escribe Fernando á Napoleón : contesta este en 15 de abril. — Seguridad que
daíiavary. — Tentativas ó proposiciones para que el rey se escape. — Pro-
clama al partir el rey de Vitoria. — Sale de Vitoria el 19 de abril. — 20 de
abril /entrada del rey en Bayona. — Sigue íá correspondencia entre Murat
y los reyes-'padres. — Pasan los reyes padres al Escorial. — Entrega de
Godoy en 30 de abril. — Quejas y tentativas de Murat. — Reclama Carlos IV
la corona, y anuncia su viage á Bayona. — Inquietud en Madrid. — Alboroto
en Toledo.— En Burgos. — Conducta altanera de Murat. — Conducta de
la junta, y medidas que- propone. — Creación de una junta que la susti-
tuya. — Llegada á Madrid de D. Justo Ibarnavarro. — Posición de los fran-
ceses en Madrid. — Revistas de Murat. — Pide la salida para Francia del
infante Don Francisco y reina--dé Etruria. — 2 de mayo. — Salida de los
infantes paraJFrancia el 3 y el4- — Llega Napoleón áBayona. — S e anuncia
á Fernando que renuncie. —Conferencias do Escoiquiz y Cevallos. — Lle-
gada de Carlos IV á Bayona. — Come con Napoleón. — Comparece Fernando
delante de su padre. — Condiciones de Fernando para su renuncia. — No se
conforma el padre. — Comparece por segunda vez Fernando delante de su
padre. — Renuncia Carlos IV en Napoleón. — Cirios IV y María Luisa. —
Renuncia de Fernando como principe de Asturias. — La reina de Etruria. —
Planes de evasión. — Se interna en Francia á la familia real de España. —




58 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Inacción de la junta de Madrid. — Murat presidente de la junta. — Equi-
voca conducta de la junta. — Napoleón piensa dar la corona de España á
José', i » — Diputación de Bayona. —Hedidas de precaución de Murat.


Los habitadores de España, alejados de los negocios públicos,
y gozando de aquella aparente tranquilidad propia de los gobier-
nos despóticos, estaban todavía ágenos de prever la avenida de
males que, rebalsando en su suelo como en campo barbechado,


iban á cubrirle de espantosas ruinas. Madrid sin em-
Pnmeros Indi- , . * . . . .


dos deuiagede cargo, agitado ya con voces vagas e inquietadoras,
ia cono. a-eció en desasosiego con los preprativos que se no-
taron de largo viage en casa de Doña Josefa Tudó,,particular amiga
del príncipe de la Paz, y con la salida de este para Aranjuez el dia
13 de marzo. Site aquel incidente no hubiera ta última ocurrencia
llamado tanto ja' atención, teniendo el valido por costumbre pasar
una seinana en Madrid, y otra en el sitio en que habitaban SS. MM.,
quienes de mucho Jiempo atrás se detenían solamente en la capital
dos meses del año, y aun en aquel, al trasladarse en diciembre del
Escoríala Aranjuez, no tomaron allí su habitual descanso, retraí-
dos por el universal disgusto á que había dado ocasión el proceso
del príncipe ^e Asturias.


Vióse muy luego c i ^ l ^ a d o s gran los temores públicos; por-
que al llegar al sitio el príncipe de la Paz, y después de haber con-
ferenciado con los reyes, anunció Carlos IV á los ministros del
despacho la determinación de retirarse á Sevilla. A pesar del sigilo
con que se quisieron tomar las primeras disposiciones, se traslució
bien pronto el proyectado vü(ge, y acabaron de cobrar fuerza las
voces esparcidas cou las órdenes que se comunicaron para que la


mayor parte de la guarnición de Madrid se trasladase
ia<SáTnS'Ide á Aranjuez. Prevenido para su cumplimiento el capí-
? w *Mi . p a s B * t a n general dé Castilla Don Francisco Javier Negrete,


se avistó en la mañana del 16 con el gobernador del
consejo el coronel Don Carlos Yelasco, dándole cuenta de la salida
de las tropas en todo aquel dia, en virtud de un decreto del gene-
ralísimo almirante; y previniéndole al propio tiempo de parte del
mismo publicar un bando que calmase la turbación de los ánimos.
No bastándole al gobernador la orden verbal, exigió de Don Car-
los Velasco que la extendiese por escrito, y con ella se fue al con-
sejo, eq donde se acordó, como medida previa y antes de obede-
cer el expresado mandato, que se expusiesen reverentemente á S.M.
las fatales consecuencias de un viage tan precipitado. Aplaudióse la
determinación del consejó, aunque nos parece no fue del todo des-
interesada, si consideramos J£j incierta y precaria suerte que, con
la temida emigración mas allá de los mares de la dinastía reinante,
había de caber á muchos de sus servidores y empleados. Asi se vio
que hombres que, como el marqués Caballero, en los dias de pros-




LIBRO SEGUNDO. 59
peí idad habían sido sumisos cortesanos fueron los que con mas
empeño aconsejaron al rey que desistiese de su viage.


Fuese influjo de aquellas representaciones, ó fuese mas bien el
fundado temor á que daba lugar el público descontento, el rey
trató momentáneamente de suspender la partida, y mandó circu-
lar un decreto á manera de proclama que comenzaba por la desusa-
da fórmula de < amados vasallos míos. > La gente
ociosa y festiva comparaba por la novedad el encabe- clitotn'fo 11
zumiento de tan singular publicación al comenzar de *>•»«<>.( veas»
ciertas y famosas relaciones que en sus comedias nos
han dejado el insigne Calderón y otros ingenios de su tiempo; si
bien no asistía al ánimo bastante serenidad para detenerse al exa-
men de las mudanzas é innovaciones del estilo. Tratábase en la
proclama de tranquilizar la pública agitación, asegurándose en ella
que la reunión de tropas no tenia por objeto ni defender la persona
del rey, ni acompañarle en un viage que solo la malicia había su-
puesto preciso : se insistía en querer persuadir que el ejército del
emperador de los franceses atravesaba el reino con ideas de paz y
amistad, y sin embargo se daba á entender que ea caso de necesi-
dad estaba el rey seguro de las fuerzas que le ofrecerían los pechos
de sus amados vasallos. Bien que con este documento no hubiese
sobrado motivo de satisfacción y alegría, la muchedumbre que
leía ea él una especie de retractación del intentado viage se mostró
gozosa y alborozada. En Aranjuez apresuradamente se agolparan
todos á palacio dando repetidos vivas al rey y á la familia real,
que juntos se asomaron á recibir las lisonjeras demostraciones del
entusiasmado pueblo. Mas como se notó que en la misma noche
del 16 al 17 habían salido las tropas de Madrid para el sitio en vir-
tud de las anteriores órdenes que no habían sido revocadas, duró
poco y se acibaró presto la común alegría.


Entonces se desaprobó generalmente la resolución opinión sobra <¡t
tomaba por la corte de retirarse hacia las costas del T i a e e-
mediodía, y de cruzar el Atlántico en caso urgente. Pero ahora que
con fría imparcialidad podemos ser jueces desapasionados, nos
parece que aquella resolución al punto á que las cosas habían lle-
gado era conveniente y acertada, ya fuese para prepararse á la
defensa, ó ya para que se embarcase la familia real. Desprovisto
el erario, corto en número el ejército é indisciplinado, ocupadas
las principales plazas, dueño el extrangero de varias provincias,
no podia en realidad oponérsele otra resistencia fuera de la que
opusiese la nación declarándose con unanimidad y energía. Para
tantear este solo y único recurso, la posición de Sevilla era favo-
rable, dando mas treguas al sorprendido y azorado gobierno. Y
si, como era de temer, la nación no respondía al llamamiento del
aborrecido Godoy ni del mismo Carlos IV, era para la familia
real mas prudente pasar á América que entregarse á ciegas en




40 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
brazos de Napoleón. Siendo puesesta determinación la mas acomoda-
da á las circunstancias, DonManuel Godoy en aconsejar el viage obró
atinadamente, y la posteridad no podrá en esta parte censurar su
conducta ; pero le juzgará sí gravemente culpable en haber llevado
como de la mano á la nación á tan lastimoso apuro, ora dejándola
desguarnecida para la defensa, ora introduciendo en el corazón
del reino tropas extrangeras,deslumhrado con la imaginaria sobe-
ranía de los Algarbes. El reconcentrado odio que había contra su
persona fue también causa que, al llegar al desengaño de las verda-
deras intenciones deNapoleon, se le achacase que de consuno con
este había procedido en todo : aserción vulgar, pero tan general-
mente creída en aquella sazón que la verdad exige que abiertamente
la desmintamos. Don Manuel Godoy se mantuvo en aquellos tratos
fiel á Carlos IV y á María Luisa, sus firmes protectores, y no andu-
vo desacordado en preferir para sus soberanos un cetro en los do-
minios de América, mas bien que exponerlos, continuando en
España, á que fuesen destronados y presos. Ademas Godoy, no
habiendo olvidado la manera destemplada con que en los últimos
tiempos se habia Napoleón declarado contra su persona, recelábase
de alguna dañada intención, y temía ser víctima ofrecida en holo-
causto á la venganza y público aborrecimiento. Bien es verdad que
fue después su libertador el mismo á quien, consideraba enemigo,
mas debiólo á la repentina mudanza acaecida en el gobierno, por
la cual fueron atropellados los que confiadamente aguardaban del
francés amistad y amparo, y protegido el que se estremecía al ver
que su ejército se acercaba : tan inciertos son los juicios humanos.


Averiguada que fue la traslación de las tropas de la capital al
sitio, volviéronse á agitar extraordinariamente las


Mad?idCy°Aran- poblaciones de Madrid y Aranjuez con todas las de los
IT' ^c,on,d°<:ía alrededores. En el sitio contribuía no poco á sublevar
del embajador d e , . - . . n i *
Francia y de Mu- los ánimos la opinión contraria al viage que publica y
r a t ' decididamente mostraba el embajador de Francia; sea
que ignorase los intentos de su amo y siguiera abrigando la espe-
ranza del soñado casamiento, ó sea que tratara de aparentar : nos
inclinamos á lo primero. Mas su opinión, al paso que daba bríos á
los enemigos del viage para oponerse á él, servia también de estí-
mulo y espuela á sus partidarios para acelerarle, esperando unos
y temiendo, otros la llegada de las tropas francesas que se adelan-
taban. En efecto Murat dirigía por Aranda su marcha hacia Somo-
sierra y Madrid, y Dupontpor su derecha se encaminaba á ocupar á
Segovia y el Escorial. Este movimiento, hecho con el objeto de impe-
ler álafamilia real, intimidándola, á precipitar su viage, vino en apoyo
del partido del príncipe de Asturias, alentándole con tanta mas razón
cuanto parecía darse la mano con el modo de explicarse del emba-
jador. Murat en su lenguage descubría incertidumbre, imputándose
entonces á disimulo lo que tal vez era ignorancia del verdadero plan




LIBRO SEGUNDO. 41
de Napoleón. Al después tan malogrado Don Pedro Velarde, comi-
sionado para acompañarle y cumplimentarle, le decía en Buitrago
en 18 de marzo que al dia siguiente recibiría instrucciones de su go-
bierno; que no sabia si pasaría ó no por Madrid, y que al conti-
nuar su marcha á Cádiz probablemente publicaría en San Agustín
las miras del emperador encaminadas al bien de España.


Avisos anteriores á este y no menos ambiguos ponían á la corte
de Aranjuez en extremada tribulación. Sin embargo es s ¡ I U 0 m a s d e „„,
de creer que cuando el 16 dio el rey la proclama en conmoción,
que públicamente desmentía las voces de viage, dudó por un ins-
tante llevarle ó noá efecto, pues es.mas justo atribuir aquella pro-
clama á la perplejidad y turbación propias de aquellos dias, que al
premeditado pensamiento de engañar bajamente á los pueblos de
Madrid,y Aranjuez. Continuando no obstante los preparativos de
viage ,• y siendo la desconfianza en los que gobernaban fuera de
todo, término, se esparció de nuevo y repentinamente en el sitio
qué la salida de SS. MM. para Andalucía se realizaría en la noche
del 17 al 18. La curiosidad, junto probablemente con oculta intriga,
habia llevado á Aranjuez de Madrid y sus alrededores muchos fo-
rasteros cuyos semblantes anunciaban siniestros intentos : las tro-
pas que habían ido de la capital participaban del mismo espíritu, y
ciertamente hubieran podido sublevarse sin instigación especial.
Aseguróse entonces que el príncipe de Asturias babia dicho á un
guardia de corps en quien confiaba: t Esta noche es el viage, y yo
no quiero ir; » y se añadió que con el aviso cobraron mas resolución
Jos que estaban dispuestos á impedirle. Nosotros tenemos enten-
dido que para el efecto advirtió S. A. á Don Manuel Francisco Jáu-
regui, amigo suyo, quien como oficial de guardias pudo fácilmente
concertarse con sus compañeros, de inteligencia ya con otros de los
demás cuerpos. Prevenidos de esta manera, el alboroto hubiera
comenzado al tiempo de partir la familia real; una casualidad le
anticipó.


Puestos todos en vela, rondaba voluntariamente el f c o a_
paisanage durante la noche, capitaneándole disfraza- ™>c¡on de Aran-
do , bajo nombrede tio Pedro, el inquieto y bullicioso S t t e z '
conde del Montijo, cuyo nombre en adelante casi siempre estará
mezclado con los ruidos y asonadas. Andaba asimismo patrullando
la tropa, y unos y otros custodiaban de cerca, y observaban par-
ticularmente la casa del principe de la Paz. Entre once y doce salió
de ella muy tapada Doña Josefa Tudó, llevando por escolta á los
guardias de honor del generalísimo : quiso una patrulla descubrir
la cara de la dama, la cual resistiéndolo excitó una ligera reyerta,
disparando al aire un tiro uno de los que estaban presentes. Quien
afirma fue el oficial Tuyols, que acompañaba á Doña Josefa, para que
vinieran en su ayuda; quien el guardia Merlo para avisar á los
conjurados. Lo cierto es que estos lo tomaron por una señal, pues




4 2 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
al instante un trompeta apostado al intento tocó á caballo, y la
tropa corrió á los diversos pantos por donde el viage podia empren-
derse. Entonces y levantándose terrible estrépito, gran numero de
paisanos, otros trasformados en tales, criados}de palacio y mon-
teros del infante Don Antonio, con muchos soldados desbandados,
acometieron la casa de Don Manuel Godoy, forzaron su guardia, y
la entraron cómo á saco, escudriñando por todas partes, y buscan-
do en balde al objeto de su enfurecida rabia. Creyóse por de pron-
to que, á pesar de la extremada vigilancia, se habia su dueño salvado
por alguna puerta desconocida ó escusada, y qué ó habia desam-
parado á Aranjuez, ú ocultádose en palacio. El pueblo penetró
bástalo mas escondido, y aquellas puertas, antes solo abiertas al
favor, á I3 hermosura y á lo mas brillante y escondo de la corte,
dieron franco paso á una soldadesca desenfrenada y tosca, y á un
populacho sucio y desaliñado, contrastando tristemente lo magní-
fico de aquella mansión con el descuidado arreo de sus nuevos y
repentinos huéspedes. Pocas horas habían trascurrido cuando des-
apareció tanta desconformidad, habiendo sido despojados los sa-
lones y estrados de sus suntuosos y ricos adornos para entregarlos
al destrozo y á las llamas. Repetida y severa lección que á cada
paso nos da la caprichosa fortuna en sus continuados vaivenes. El
pueblo si bien/quemó y destruyó los muebles y objetos preciosos,
no ocultó para si cosa -alguna, ofreciendo el ejemplo del desinterés
mas acendrado. La publicidad, siendo en tales ocasiones un censor
inflexible, y uniéndose á un cierto linage de generoso entusiasmo,
enfrena al mismo desorden, y pone coto á algunos de sus excesos
y demasías. Las veneras, los collares y todos los distintivos de ias
dignidades supremas á que Godoy habia sido ensalzado fueron
preservados y puestos en manos del rey; poderoso indicio de que
entre el populacho habia personas capaces de distinguir los objetos
que era conveniente respetar y guardar, y aquellos que podían ser
destruidos. La princesa de la Paz, mirada como víctima de la con-
ducta doméstica de su marido, y su hija fueron bien tratadas y lle-
vadas á palacio tirando la multitud de su berlina. Al fin restable-
cida la tranquilidad, volvieron los soldados á sus cuarteles, y para
custodiar la saqueada casa se pusieron dos compañías de guardias
españolas y walonas con alguna mas tropa que alejase al populacho
de sus avenidas.
CAp.ub.»,n.i.) La mañana del 48 dio el rey * un decreto exone-


Decreto de ra»do al principe de la Paz de sus empleos de genera -
sonde iI'Dtego W s ' m o y almirante, y permitiéndole escoger el lugar
Godor. de su residencia. * También anunció á Napoleón esta
(*Ap.iib.2,n.3.) resolución que en gran manera le sorprendió. El pue-
blo arrebatado de gozo con la novedad corrió á palacio á victorear
á la familia real que se asomó á los balcones conformándose con
sus ruegos. En nada se turbó aquel dia el público sosiego sino por




LIBRO SEGUNDO. 45
el arresto de Don Diego Goday, quien despojado por la tropa de
sus insignias fue llevado al cuartel de guardias españolas, de cuyo
cuerpo era coronel: pernicioso ejemplo entonces aplaudido y des­
pués desgraciadamente renovado en ocasiones mas calamitosas.


Parecía que, desbaratado el viage de la real familia y abatido el
príncipe de la Paz, eran ya cumplidos los deseos de
los amotinados; mas todavía continuaba una terrible USS¡^<SÜ5S
y sorda agitación. Los reyes, temerosos de otra aso­ *>o«r« ™™­
nada, mandaron á los ministros del despacho que pa­
sasen la noche del 18 al 19 en palacio. Por la mañana el principe
de Castelfranco y los capitanes de guardias de corps, conde de
Yijlariezo y marqués de Albudeite, avisaron personalmente á
88. MAL que dos oficiales de guardias con la mayor reserva y bajo
palabra de honor acababan de prevenirles que para aquella noche
un nuevo alboroto se preparaba mayor y mas recio que ,el de la
precedente. Habiéndoles preguntado el marqués Caballero si esta­
ban seguros de su tropa, respondieron encogiéndose de hombros
« que solo el príncipe de Asturias podía componerlo todo.» Pasó
entonces Caballero á verse con S. A., y consiguió que, trasladán­
dose al cuarto de sus padres, les ofreciese que impediría por medio
de los segundos gefes de los cuerpos de la casa real la repetición
de nuevos alborotos, como también el que mandaría á vanas per­
sonas, cuya presencia en el sitio era sospechosa, que regresasen á
Madrid, disponiendo al mismo tiempo que criados suyos se espar­
ciesen por la población para acabar de aquietar el desasosiego que
aun subsistía. Estos ofrecimientos del príncipe dieron cuerpo á la
sospecha de que en mucha parte obraban de concierto con él los
sediciosos, no habiendo habido de casual sino el momento en que
comenzó el bullicio, y tal vez el haber después ido mas allá de Jo
que en un principio se habían propuesto.


Tomadas aquellas determinaciones, no se pensaba en que la tran­
quilidad volvería á perturbarse, é inesperadamente á las diez de la
mañana se suscitó un nuevo y estrepitoso tumulto. El
príncipe de ta Paz, á quien todos creían lejos del sitio, « S " * A*№
y los reyes mismos camino de Andalucía, fue descu­ G O D O J ! " 1 * " *
bierto á aquella hora en su propia casa. Cuando en la
noche del 17 al 18 habían sido asaltados sus umbrales, se disponía á
acostarse, y al ruido, cubriéndose con un capote de bayetón que
tuvo á mano, cogiendo mucho oro en sus bolsillos y tomando un
panecillo de la mesa en que había cenado, trató de pasar por una
puerta escondida á la casa'contigua que era la de la duquesa viuda
de Osuna. No le fue dado fugarse por aquella parte, y entonces se
subió á los desvanes, y en el mas desconocido se ocultó metiéndose
erijan rollo de esteras. Allí permaneció desde aquella noche por el
espacio de 56 horas privado de toda bebida y con la inquietud y
desvelo propio de su crítica y angustiada posición. Acosado de la




44 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
sed tuvo al fin que salir de su molesto y desdichado asilo. Conocido
por un centinela de guardias walonas que al instante gritó á las
armas, no usó de unas pistolas que consigo traia, fuera cobardía ó
mas bien desmayo con el largo padecer. Sabedor el pueblo deque se
le había encontrado se agolpó hacia su casa, y hubiera alli perecido
si una partida de guardias de corps no le hubiese protegido á
tiempo. Condujéronle estos á su cuartel, y en el tránsito acometién-
dole la gente con palas, estacas y todo género de armas 6 instrumen-
tos, procuraba matarle ó herirle, buscando camino á sus furibundos
golpes por entre los caballos y los guardias, quienes escudándole le
libraron de un trágico y desastroso fin. Para mayor seguridad, cre-
ciendo el tumulto, aceleraron los guardias el paso, y el desgraciado
preso en medio y apoyándose sobre los arzones de las sillas de dos
caballos seguía su levantado trote ¡jadeando, sofocado y casi lle-
vado en vilo. La travesía considerable que desde su casa había al
parage adonde le conducían, sobre todo teniendo que cruzar la es-
paciosa plazuela de San Antonio, hubiera dado mayor facilidad al
furor popular para acabar con su vida, si temerosos los que le per-
seguían de herirá alguno de los de la escolta no hubiesen asestado
sus tiros de un modo incierto y vacilante. Asi fue que, aunque magu-
llado y contuso en varias parles de su cuerpo, solo recibió una herida
algo profunda sobre una ceja. En tanto avisado Carlos IV de lo que
pasaba ordenó á su hijo, que corriera sin tardanza y salvara la vida
de su malhadado amigo. Llegó el príncipe al cuartel adonde le ba-
bian traido preso, y con su presencia contuvo á la multitud. En-
tonces diciéndole Fernando que le perdonaba la vida, conservó bas-
tante serenidad para preguntarle á pesar del terrible trance; * si
« era yarey;» á lo que le respondió: «Todavía no, pero luego to
* seré. » Palabras notables y que demuestran cuan cercana creia su
exaltación al solio. Aquietado el pueblo con la promesa que el prín-
cipe de Asturias le reiteró muchas veces de que el preso seria juz-
gado y castigado conforme á las leyes, se dispersó y se recogió cada
uno tranquilamente á su casa. Godoy, desposeído de su grandeza,
volvió adonde había habitado antes de comenzarse aquella, y mal-
tratado y abatido quedó entregado en su soledad á su incierta y
horrenda suerte. Casi todos, á excepción de los reyes padres, le aban-
donaron, que la amistad se eclipsa al llegar el nublado de la des-
gracia. Y aquel á cuyo nombre la mayor parte de la monarquía
todavía temblaba, echado sobre unas pajas y hundido en la amar-
gura, era quizá más desventurado que el mas desventurado de sus
habitantes. Asi fue derrocado de la cumbre del poder este hombre,
que de simple guardia de corps se alzó en breve tiempo á las prin-
cipales dignidades de la corona, y se vio condecorado con sus ór-
denes y distinguido con nuevos y exorbitantes honores. ¿ Y cuáles
fueron los servicios para tanto valimiento; cuáles los singulares he-
chos que le abrieron la puerta y le dieron suave y fácil subida á tal




LIBRO SEGUNDO. 4 5
grado de sublimada grandeza? Pesa el decirlo. La desenfrenada cor-
rupción y una privanza fundada, ¡ oh baldón! en la profanación del
tálamo real. Menester seria que retrocediésemos hasta Don Beltran
de la Cueva para tropezar en nuestra historia con igual mancilla, y
aun entonces si bien aquel valido de Enrique IV principió su afortu-
nada carrera por el modesto empleo de page de lanza, y se enca-
minó como Godoy por la senda del deshonor regio, nunca remontó
su vuelo á tan desmesurada altura, teniendo que partir su favor con
Don Juan Pacheco, y cederle á veces al temido y fiero rival.


Don Manuel Godoy babia nacido en Badajoz en 12 de Keiraio de cu-
mayo de 1767, de familia noble pero pobre. Su edu- d0*-
cacion habia sido descuidada; profunda era su ignorancia. Natu-
ralmente dotado de cierto entendimiento, y no falto de memoria,
tenia facilidad para^enterarse de los negocios puestos á su cuidado.
Vario é inconstante en sus determinaciones, deshacía en un dia y
livianamente lo que en otro sin mas razón habia adoptado y aplau-
dido. Durante su ministerio de estado, á que ascendió en los pri-
meros años de su favor, hizo convenios solemnes con Francia
perjudiciales y vergonzosos; primer origen de la ruina y desolación
de España. Desde el tiempo de la escandalosa campaña de Portugal
mandó el ejército con el titulo de generalísimo; no teniendo á sus
ojos la ilustre profesión de las armas otro atractivo ni noble cebo
que el de los honores y sueldos, nunca se instruyó en los ejercicios
militares; nunca dirigió ni supo las maniobras de los diversos cuer-
pos; nunca se acercó al soldado ni se informó de sus necesidades ó
reclamaciones; nunca en fin organizó la fuerza armada de modo
que la nación en caso oportuno pudiera contar con un ejército per-
trechado y bien dispuesto, ni él con amigos y partidarios firmes y
resueltos : asi la tropa fue quien primero le abandonó. Reducíase
su campo de instrucción á una mezquina parada que algunas veces
ofrecja delante de su casa á manera de espectáculo á los ociosos de
la capital y á sus bajos y por desgracia numerosos aduladores: ridí-
culo remedo de las paradas que en Paris solia tener Napoleón.
Tan pronto protegía á los hombres de saber y respeto, tan pronto
los humillaba. Al paso que fomentaba una ciencia particular, ó
creaba una cátedra, ó sostenía alguna mejora, dejaba que el mar-
qués Caballero, enemigo declarado de la ilustración y de los bue-
nos estudios, imaginase uii plan general de instrucción pública
para todas las universidades incoherente y poco digno del siglo,
permitiéndole también hacer en los códigos legales omisiones y al-
teraciones de suma importancia. Aunque confinaba lejos de la
corte y desterraba á cuantos creía desafectos suyos ó le desagrada-
ban , ordinariamente no llevaba mas allá sus persecuciones ni fue
cruel por naturaleza : solo se mostró inhumano y duro con el ilus-
tre Jovellanos. Sórdido en su avaricia, vendía como en pública al-
moneda los empleos, las magistraturas, las dignidades, los obis-




4 6 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
pados, ya para sí, ya para sus amigas, ó ya para saciar ios
caprichos de la reina. La hacienda fue entregada á arbitristas mas
bien que á hombres profundos en este ramo, teniéndose que acu­
dir á cada paso á ruinosos recursos para salir de los continuos tro­
piezos causados por el derroche de la corte y por gravosas esti­
pulacioues. Desembozado y suelto en sus costumbres, dio ocasión á
que entre el vulgo se pusiese en crédito el esparcido rumor de estar
casado con dos mugeres: habiéndose dicho que era una Doña María
Teresa de Borbon, prima carnal del rey, que fue considerada como
la verdadera, y otra Doña Josefa Tudó, su particular amiga, de
buena índole y de condición apacible, y tan aficionada á su per­
sona que quiso consignar en la gracia que se le acordó de condesa
de Castillo Fiel el timbre de su incontrastable fidelidad. Conteníale
á veces en sus prontos y violentos arrebatos. Godoy en el último
año llegó al ápice de su privanza, habiendo recibid*} con la digni­
dad de grande almirante el tratamiento de alteza, distinción no
concedida antes en España á ningún particular. Su fausto fue ex­
tremado , su acompañamiento espléndido, su guardia mejor vestida
y arreada que la del rey: honrado en tanto grado por su soberano,
fue acatado por casi todos los grandes y principales personages de
la monarquía. ¡ Qué contraste verle ahora y comparar su suerte
con aquella en que aun brillaba dos días antes! Situación que re­
cuerda la del favorito Eutropio que tan elocuentemente nos pinta


(•SMiflíncri- uno de los primeros padres de la Iglesia griega *.
«ostomo. Ap.ub. * Todo pereció, dice; una ráfaga de viento soplando
* ' 4 " ) t reciamente despojó aquel árbol de sus hojas, y nos
« le mostró desnudo y conmovido hasta en su raíz... ¿ Quién habia
« llegado á tanta excelsitud? ¿ No aventajaba á todos en riquezas ?
« ¿ No habia subido á las mayores dignidades ? ¿ No le temian todos
« y temblaban á su nombre? Y ahora mas miserable que los hom­
« bresque están presos y aherrojados; mas necesitado que el últi­
€ mo de los esclavos y mendigos, solo vé agudas armas vueltas
« contra su persona; solo vé destrucción y ruina, los verdugos y
< el camino de la muerte. > Pasmosa semejanza y tal que en otros
tiempos hubiera llevado visos de sobrehumana profecía.


Encerrado el príncipe de la Paz en el cuartel de
•Ja*»*** AÍ№ guardias de corps, y retirado el pueblo, como hemos
J ° e " dicho, á instancias y en virtud de las promesas qué lé
hizo el príncipe de Asturias, se mantuvo quieto y sosegado, hasta
que á las dos de ta tarde un coche con seis muías á la puerta de di­
cho cuartel movió gran bulla, habiendo corrido la voz que era para
llevar al preso á la ciudad de Granada. El pueblo en un instante
cortó los tirantes de las muías y descompuso y estropeó el coche.


Abducción de ^ rey Carlos y la reina María Luisa, sobrecogidos
canos iv «i 19 con las nuevas demostraciones del furor popular, te­
de mano, mieron peligrase la vida de su desgraciado amigo. El




LIBRO SEGUNDO. 47
rey, achacoso y fatigado con los desusados bullicios, persuadido
ademas por las respetuosas observaciones de algunos que en tal
aprieto le representaron como necesaria la abdicación en favor de
su hijo, y sobre todo creyendo juntamente con su esposa que aquella
medida seria la sola que podría salvar la vida á Don Manuel Godoy,
resolvió convocar para las siete de la noche del mismo (lia 19 á to-
dos los ministros del despacho y renunciar en su presencia la co-
rona, colocándola en las sienes del príncipe heredero. Este acto
fue concebido en los términos siguientes: < Gomo*los
* achaques de que adolezco no me permiten sopor- ( * A i>- , 1 D - a ' n - 5 >
« tar por mas tiempo el grave peso del gobierno de mis reinos, y
< me sea preciso para reparar mi salud gozar en nn clima mas tem-
c piado de la tranquilidad de la vida privada, he determinado
c despnes de la seria deliberación abdicar mi corona en mi
« heredero y mi muy caro hijo el príncipe de Asturias. Por tanto
• es mi real voluntad quesea reconocido y obedecido' como rey y
« señor natural de todos mis reinos y dominios. Y para que este mi
t real decreto de libre y espontánea abdicación tenga su éxito y
< debido cumplimiento, lo comunicareis al consejo y demás á quien
< corresponda. —Dado en Aranjuez, á 19 de marzo de 1808. —
« Yo EL REY. — A Don Pedro Cevallos.»


Divulgada por el sitio la halagüeña noticia, fue indecible el con-
tento y la alegría; y corriendo el pueblo á la plazuela de palacio, al
cerciorarse de tamaño acontecimiento unánimemente prorumpió en
Víctores y aplausos. El príncipe después de haber besado la mano
á su padre se retiró á su cuarto en donde fue saludado como nuevo
rey por los ministros, grandes y demás personas que alü asistían.


En Madrid se supo en la tarde del 19 la prisión de . „
. , R , , R . CONMOCIÓN C E


Don Manuel Godoy, y al anochecer se agrupo y con- tuAm dei i» y
gregó el pueblo en la plazuela del Almirante, asi de- *° d e m a " ° -
nominada desde el ensalzamiento de aquel á esta dignidad, y sita
junto al palacio de los duques de Alba, Alli levantando gran gritería
con varara! rey y mueras contra la persona del derribado valido, aco-
metieron los amotinados su casa inmediata al parage de la reunión,
y arrojando por las ventanas muebles y preciosidades, quemáronlo
todo sin que nada se hubiese robado ni escondido. Después dlstri-
huidos en varios bandos, y saliendo otros de pnntos distintos con
nichas encendidas, repitieron la misma escena en varias casas, y
señaladamente recibieron igual quebranto en las suyas ta madre del
príncipe de la Paz, stí hermano Don Diego, su cuñado marqués de
Branciforte, los ex-ministros Alvarez y Soler, y Don Manuel Sixto
Espinosa, conservándose en medio de las bulliciosas asonadas una
esgecie de orden y concierto,


-abado universal el júbilo con la caida de Godoy, fue colmado entre
los qdfe supieron á las once de la noche que Carlos IV habia abdi-
cado. Pero como era tarde, la noticia no cundió bastantemente por el




4 8 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
pueblo hasta el día siguiente domingo, confirmándose de oficio por
carteles del consejo que anunciaban la exaltación de Fernando VIK
Entonces el entusiasmo y gozo creció á manera de frenesí, llevan-
do en triunfo por todas las calles el retrato del nuevo rey, que fue
al último colocado en la fachada de la casa de la Villa. Continuó la
algazara y la alegría toda aquella noche del 20; pero habiéndose ya
notado en ella varios excesos fueron inmediatamente reprimidos por
el consejo, y por orden suya cesó aquel nuevo género de regocijos.
. ,K , - i . . En las mas de las ciudades y pueblos del reino hubo
Alborotos en tos . j r _


provincias. también fiesta y-motín, arrastrando el retrato de <3o-
doy que los mismos pueblos habían á sus expensas colocado en las
casas consistoriales: si bien es verdad que ahora su imagen era aba-
tida y despedazada con general consentimiento, y antes habían sido
muy pocos los que la habían erigido y reverencnfeo, buscando por
este medio empleos y honores en la única fuente de donde se deriva-
ban las gracias: el pueblo siempre reprobó con expresivo murmullo
aquellas lisonjas de indignos conciudadanos.


inicio sobre la ^ a e ^ e * 6 u s t 0 y universal contento, ya con la
abdicación de caída de Don Manuel Godoy y ya también con Ja abdi-
carlo»^, cacion de Carlos IV, que nadie reparó entonces en el
modo con que este último é importante acto se había celebrado, y
si había sido ó no concluido con entera y cumplida libertad: todos
lo creian asi, llevados de un mismo y general deseo. Sin embargo
graves y fundadas dudas se suscitaron después. Por una parte Car-
los IV se había mostrado á veces propenso á alejarse de los nego-
cios públicos, y María Luisa en su correspondencia declara que tal
era su intención cuando su hijo se hubiera casado con una princesa
de Francia. Confirmó su propósito Carlos al recibir al cuerpo di-
plomático con motivo de su abdicación, pues, dirigiendo la palabra
á Mr. de Strogonoff, ministro de Rusia, le dijo : « En mi vida he
< hecho cosa con mas gusto.» Pero por otra parte es de notar que
la renuncia fue firmada en medio de una sedición, no habiendo
Carlos IV en la víspera de aquel día dado indicio de querer tan
pronto efectuar su pensamiento, porque, exonerando al príncipe de
la Paz del mando del ejército y de la marina, se encargó el mismo
rey del manejo supremo. En la mañana del 19 tampoco anunció
cosa alguna relativa á su próxima abdicación; y solo al segundo
alboroto en la tarde, y cuando creyó juntamente con la reina poner
á salvo por aquel medio á su caro favorito, resolvió ceder él trono y
retirarse á vida particular. El público, lejos de entrar en el examen
de tan espinosa cuestión, censuró amargamente al consejo; porque
conforme á su formulario habia pasado á informe de sus fiscales el
acto de la abdicación : también se le reprendió con severidad^fir
los ministros del nuevo rey, ordenándole que imnediatamafiww
publicase, como lo verificó el 20 á las tres de la tarde. El "ífonsejo
obró de esta manera por conservar la fórmula con que acostum-




LIBRO SEGUNDO. 49
braba proceder en sus determinaciones, y no con ánimo de opo-
nerse y menos aun con el de reclamar los antiguos usos y prácticas
de España. Para lo primero ni tenia interés, ni le era dado resistir
al torrente del universal entusiasmo manifestado en favor de Fer-
nando; y para lo segundo, pertinaz enemigo de cortes ó de cual-
quiera representación nacional, mas bien se hubiera mostrado
opuesto que inclinado á indicar ó promover su llamamiento. Sin
embargo, para desvanecer lodo linage de dudas, conveniente hu-
biera sido repetir el acto dé la abdicación de un modo mas solemne
y en ocasión mas tranquila y desembarazada. Los acontecimientos
que de repente sobrevinieron pudieron servir de fundada disculpa
á aquella omisión; mas parándonos á considerar quiénes eran los
íntimos consejeros de Femando, cuáles sus ideas y cuál su poste-
rior conducta, Ruemos afirmar sin riesgo que nunca hubieran
para aquel objeto congregado cortes, graduando su convocación de
intempestiva y peligrosa. Con todo su celebración, á ser posible, hu-
biera puesto á la renuncia de Carlos IV (conformándose con los
antiguos usos de España) un sello firme é incontrastable de legiti-
midad. Congregar cortes para asunto de tanta gravedad fue cons-
tante costumbre nunca olvidada en las muchas renuncias que hubo
en los diferentes reinos de España. Las de Doña Berenguela y la
intentada por Don Juan I o en Castilla, la de Don Ramiro el monge
en Aragón con todas las otras mas ó menoŝ antiguas fueron ejecu-
tadas y cumplidas con la misma solemnidad, hasta que la introduc-
ción de dinastías extrangeras alteró práctica tan fundamental,
siendo al parecer lamentable prerogativa de aquellos príncipes atre-
pellar nuestros fueros, conservar nuestros vicios, y olvidándose de
lo bueno que en su patria dejaban, traernos solamente lo perjudi-
cial y nocivo. Asi fue que en las dos célebres cesiones de Carlos I o y
Felipe V no se llamó á cortes ni se guardaron las antiguas formali-
dades. Verdad es que no hubo ni en una ni en otra asomo de vio-
lencia, y á lá de * Carlos I o celebrada en Bruselas pú-
blicamente con gran pompa y aparato asistieron ade- (*An-l,b-»'"-«-)
más muchos grandes. La de Felipe V fue mas silenciosa, poniendo
en esta parte nuestros monarcas mas y mas en olvido la respetable
antigüedad según que se acercaban á nuestro tiempo. El rey dijo
que obraba * « con consentimiento y de conformidad
¿con lareina su muy caray muy amadaesposa.» Sin- A P - l l i - í . n - 7 )
guiar modo de autorizar acto de tanta trascendencia y de interés
tan general. La opinión entonces á pesar de eslar reprimida no
quedó satisfecha, pues los «jurisperitos y los mismos del consejo
«.real nos dice el marqués de San Felipe, veían ,.. ...


, ' . . . , (*Ap.lib.2,n.8.)
<*que no era valida la renuncia no hecha con. acuerdo
i^Sh sus vasallos... Pero nadie replicó, pues al consejo real no se
« le preguntó sobre la validación de la renuncia, sino se le mandó
< que obedeciese el decreto... » Ahora lo mismo : ni anadie se le


i. 4




so REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
preguntó cosa alguna, ni nadie replicó esperándolo todo de la caida
de Godoy y del ensalzamiento de Fernando: imprevisión propia de
las naciones que, entregándose ciegamente á la sola y casual suce-'
sion de las personas, no buscan en las leyes é instituciones el só-
lido fundamento de su felicidad.
Ministro? dflnae- Exaltado al solio Fernando sétimo del nombre, con-


tó mona™. ^ v o p o r ¿ e p r o n t o á los mismos ministros de su padre,
pero sucesivamente removió á los mas de ellos. Fue el primero que es-
tuvo en estecaso Don Miguel Cayetano Soler, dotado de cierto despejo,
y que encargado de la hacienda fue mas bien arbitrista que hombre
verdaderamente entendido en aquel ramo. Se puso en su lugar á Don
Miguel José de Azanza antiguo virey de Méjico, quien confinado en
Granada gozaba del concepto de hombre de mucha probidad. Quedó
en estado Don Pedro Cevallos con decreto honoríjfeo para que no le
perjudicase su enlace con una prima hermana del príncipe de la Paz.
Teníanle en él reinado anterior por cortesano dócil, estaba adornado
de cierta instrucción, y si bien no descuidó los intereses personales
y de familia, pasó en la corrompida corte de Carlos IV por hombre de
bien.^e notó posteriormente en SH conducta propensión fácil á aco-
modarse á varios y encontrados gobiernos. Continuó al frente de la
marina Don FraneiéeéGil y Lemus, anciano respetable y de carácter
entero y firme. Sucedió á pocos diás en guerra al enfermizo y ceremo-
nioso Don Antonio ©laguer Féliu: el general Don Gonzalo Ofarril
recien venido deToscána, en donde había mandado una división es-
pañola. Gozaba créditos de hombre de saber y de mas aventajado
militar. Empezó por nombrársele director general de artillería, y ele-
vado al ministerio fue acometido de una enfermedad grave que causó
vivo y general sentimiento : tanta era la opinión de»que gozaba, la
cual hubiera conservado intacta sí la suerte de que todos se lamen-
taban hubiera terminado su carrera. El marqués Caballero, ministro
de gracia y justicia, enemigo del saber, servidor atento y solícito de
los caprichos licenciosos de la reina, perseguidor del mérito y de
los hombres esclarecidos, había sido hasta entonces umversalmente
despreciado y aborrecido. Viendo en marzo áqué lado-se inclinaba
la fortuna, varió de lenguage y de conducta , y en tanto grado que
se le creyó por algún tiempo autor en parte de lo acaecido en Aran-
juez : debió á su oportuna mudanza habérsele conservado en su mi-
nisterio durante algunos diás- Pero perseguido por su anterior des-
concepto y ofreciendo poca confianza,- pasó en cambio de su puesto
á ser presidente de uno de los consejos: contribuyó mucho á su se-
paración el haber maliciosamente retardado cuatro días el despacho
de la orden que llamaba á Madrid de su confinamiento á Don Juan
Escoiquiz. Entró en el despacho de gracia y justicia Don Sebastian
Piñuela ministro anciano del consejo. Se alzaron los destierroVá
Don Mariano Luis de Urquijo, al conde de Cabarrus y al sabio y
virtuoso Don Gaspar Melchor de Jovellanos, víctima la mas desgra-




LIBRO SEGUNDO.
ciada y con mas sana perseguida en la privanza de Godoy. También
fueron llamados todos los individuos comprendidos en la causa del
Escorial, mereciendo entre ellos particular mención Don Juan Es-
coiquiz, el duque del Infantado y el de San Garlos.


Era Don Juan Escoiquiz hijo de un general y natu- E s c o ) 9 1 1 i z
ral de Navarra. Educado en la casa de pages del rey
prefirió al estruendo de las armas el quieto y pacífico estado ecle-
siástico, y obtuvo una canongía en la catedral de Zaragoza de
donde pasó á ser maestro del príncipe de Asturias. En el nuevo
y honroso cargo, en vez de formar el tierno corazón de su augusto
discípulo infundiendo en él máximas de virtud y tolerancia; en vez
de enriquecer su mente y adornarla de útiles y adecuados conoci-
mientos , se .ocupó mas1 bien en intrigas y enredos de corte ágenos
de su estado, y sobre todo de su magisterio. Queriendo derribar
á Godoy se atrajo su propia desgracia y se le alejó de la enseñanza
del príncipe, dándole en la iglesia de Toledo el arcedianato de Al-
caraz. Desde allí continuó sus secretos manejos, hasta que al fin de
resultas de la causa del Escorial se le confinó al convento del Tar-
dón. Aficionado á escribir en prosa y verso no descolló en las letras
mas que en la política. Tradujo del inglés con escaso numen el Pa-
raíso perdido de Milton, y de sus obras en prosa debe en particu-
lar mencionarse una defensa que publicó del tribunal de la inqui-
sición ; parto torcido de su poco venturoso ingenio. Fue siempre
ciego admirador de Bonaparte, y creciendo de punto su obceca-
ción comprometió con ella al príncipe su discípulo, y sepultó al
reino en un abismo de desgracias. Presumido y ambicioso, somero
en su saber, sin conocimiento práctico del corazón humano y menos
de la corte y de los gobiernos extraños, se imaginó que cual
otro Jiménez de Cisneros, desde el rincón de su coro de Toledo
saliendo de nuevo al mundo, regiría la monarquía y sujetaría
á la estrecha y limitada esfera de su comprensión la extensa
y vasta del indomable emperador de los franceses. Condeco-
rado con la gran cruz de Carlos III fue nombrado por el nuevo
rey consejero de estado, y como tal asistió á las importantes dis-
cusiones de que hablaremos muy pronto. El duque E 1 d 0 I I u e d e l ln_
del Infantado, dado al estudio de algunas ciencias, fo- tmtiáo.
mentador en sus estados de la industria y de ciertas fábricas, go-
zaba de buen nombre, realzado por su riqueza, por el lustre de su
casa, y principalmente por las persecuciones que su desapego al
príncipe de la Paz le habian acarreado. Como coronel ahora de
guardias españolas y presidente del consejo real tomó parte en los
arduos negocios que ocurrieron, y no tardó en descubrir la flojedad
y distracción de su ánimo, careciendo de aquella energía y asidua
aplicación que se requiere en las materias graves. Tan cierto es
que hombres cuyo concepto ha brillado en la vida privada ó en
tiempos serenos, se eclipsan si son elevados á puesto mas alto, ó




S2 «EVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
si alcanzan dias turbulentos y borrascosos. Dio la América el ser
E I duque de s<m al duque de San Carlos, quien, después de haber he-


C I R I O S . ^ c n o | a campaña contra Francia en 1793, fue nom--
brado ayo del príncipe de Asturias, y desterrado al fin de la corte
con motivo de la causa del Escorial. La reina María Luisa decia que
era el mas falso de todos los amigos de su hijo; pero sin atenernos
ciegamente á tan parcial testimonio, cierto es que durante la pri-
vanzadeGodoy no mostró respecto del favorito el mismo desvío que
el duque del Infantado, y solícito lisonjero buscó en su genealogía el
modo de entroncarse y emparentar con el ídolo á quien tantos reve-
renciaban. Escojido para mayordomo mayor en lugar del marqués
de Mos, estuvo especialmente á su cargo, junto con el del Infantado
y Escoiquiz, dirigir la nave del estado en medio del recio temporal
que había sobrevenido, é inexperto y desavisado% arrojó contra
conocidos escollos tan desatentadamente como sus compañeros.


Fueron las primeras providencias del nuevo reinado P r i m e r ! l e •
ó poco importantes ó dañosas al interés público, empe- Tidenciasdeinoe-
zándose ya entonces el fatal sistema de echar por tierra ™ r e l n a d 0 ,
lo actual y existente, sin otro examen que el de ser obra del go-
bierno que habia antecedido. Se abolia la superintendencia general
de policía creada el año anterior, y se dejaba resplandeciente y vivía
la horrible inquisición. Permitíase en los sitios y bosques reales la
destrucción de alimañas, y se suspendía la venia del sétimo de los
bienes eclesiásticos concedida y aprobada dos años antes por bula
del papa: medida necesaria y urgentísima en España, obstruida
en su prosperidad con la embarazosa trava del casi total estanca-
miento de la propiedad territorial; medida que, repetimos, hubiera
convenido mantener con firmeza, cuidando solamente de que se
invirtiese el producto de la venta en procomunal. Se suprimió tam-
bién un impuesto sobre el vino con el objeto de halagar á los contri-
buyentes, como si abandonando el verdadero y sólido interés del
estado no fuera muy reprensible dejarse llevar de una mal enten-
dida y efímera popularidad. Pero aquellas providencias fueran
ó no oportunas, apenas fijaron la atención de España, inquieto el
ánimo con el cúmulo de acontecimientos que unos en pos de otros
sobrevinieron y se atropellaron.


El principe de la Paz en la mañana del 23 de marzo
P r inc£e S 0 de 'ta halna sido trasladado desde Aranjuez al castillo de
P a d e T m a r s o t r o s ' Villaviciosa, escoltándole los guardias de corps á las


órdenes del marqués de Castelar comandante de ala-
barderos , y alli fue puesto en juicio. Fuéronlo igualmente su her-
mano Don Diego, el ex-ministro Soler, Don Luis Viguri antiguo
intendente de la Habana, el corregidor de Madrid Don José Mar-
quina , el tesorero general Don Antonio Noriega, el director de la
caja de consolidación Don Miguel Sixto Espinosa, Don Simón de
Viegas fiscal del consejo, y el canónigo Don Pedro Estala distin-




LIBRO SEGUNDO. 5 5
guido como literato. Para procesar á muchos de ellos no hubo otro
motivo que el de haber sido amigos de Don Manuel Godoy, y ha-
berle tributado esmerado obsequio; delito, si lo era, en que ha.-
bian incurrido todos los cortesanos y algunos de los que todavía
andaban colocados en dignidades y altos puestos. Se confiscaron
por decreto del rey los bienes del favorito, aunque las leyes del
reino entonces vigentes autorizaban solo el embargo y no la confis-
cación, puesto que para imponer la última pena debía preceder'
juicio y sentencia legal, no exceptuándose ni aquellos casos en que
el individuo era acusado del crimen de lesa majestad. Ademas con-
viene advertir que no obstante la justa censura que merecía la
ruinosa administración de Godoy, en un gobierno como el de Car-
los IV, que no reconocía límite ni freno á la voluntad del soberano,
difícilmente hubiera podido hacérsele ningún cargo grave, sobre
todo habiendo seguido Fernando por la pésima y trilhada senda
que su padre le habia dejado señalada. El valido habia procedido
en el manejo de los negocios públicos autorizado con la potestad
indefinida de Carlos IV, no habiéndosele puesto coto ni medida, y
lejos de que hubiese aquel soberano reprobado su conducta des-
pués de su desgracia, insistió con firmeza en sostenerle y en ofre-
cer á su caido amigo el poderoso brazo de su patrocinio y amparo.
Situación muy diversa de la de Don Alvaro de Luna desampara-
do y condenado por el mismo rey á quien debía su ensalzamiento.
Don Manuel Godoy escudado con la voluntad expresa y absoluta
de Carlos, solo otra voluntad opresora é ilimitada podia atropellarle
y castigarle; medio legalmente atroz é injusto, pero debido pago
á sus demasías, y correspondiente á las reglas que le habian guiado
en tiempo de su favor.


Pasados los primeros dias de ceremonia v públicos
. . . , i Grandes envia-


regocijos se volvieron los ojos a los huespedes extran- dos para oi»e-
geros que insensiblemente se aproximaban á la capi- * Ñapóte"" ' 8 ' J
tal. La nueva corte, soñando felicidades y pensando en
efectuar el tan ansiado casamiento de Fernando con una princesa
de la sangre imperial de Francia, se esmeró en dar muestras de
amistad y afecto al emperador de los franceses y á su cuñado Mu-
rat gran duque de Berg. Fue al encuentro de este para obsequiarle
y servirle el duque del Parque, y salieron en busca del deseado
Napoleón, con el mismo objeto, los duques de Medinaceli y de
Frías, y el conde de Fernan-Nuñez.


Ya hemos indicado como las tropas francesas se avan- Avanza Mum
zaban háciaMadrid. EUSde marzo habia Murat salido M c l a M a i l r l d-
de Burgos, continuando después sii marcha por el camino de Somo-
sierra. Traia consigo la guardia imperial, numerosa artillería y el
cuerpo de ejército del mariscal Moncey, al que reemplazaba el de
Bessiéresen los puntos que aquel iba desocupando. Dupont también
se avanzaba por el lado de Guadarrama con toda su fuerza, á excep-




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
cionde una división que dejó en Vaüadolid para observar las tropas
españolas de Galicia. Se habia con particuIaridad>encargado á Murat
que se hiciera dueño déla cordillera que divide las dos Castillas, an-
tes que se apoderase de ella Solano ú otras tropas; igualmente se
le previno que interceptara los correos, con otras instrucciones se-
cretas , cuya ejecución no tuvo lugar a causa de la sumisa condes-
cendencia de la nueva corte.


Murat inquieto y receloso con lo acaecido en Aranjuez no quiso
dilatar mas tiempo la ocupación de Madrid, y el 23 entró en la ca-
pital llevando delante, con deseo de excitar la admiración, la caba-
llería de la guardia imperial, y lo mas escogido y brillante de su
tropa, y rodeado él mismo de un lujoso séquito de ayudantes y ofi-
ciales de estado mayor. No correspondía ia infantería á aquella pri-
mera y ostentosa muestra, constando en general de conscriptos y
gente bisoña. El vecindario de Madrid, sí bien ya temeroso de las
intenciones de los franceses, no lo estaba á punto que no los reci-
biese afectuosamente, ofreciéndoles por. todas partes refrescos y
agasajos. Contribuía no poco á alejar la desconfianza el traer á
todos embelesados las importantes y repentinas mudanzas sobreve-
nidas en el gobierno. Solo se pensaba en ellas y en contarlas y re-
ferirlas una y mil veces; ansiando todos ver con sus propios ojos y
contemplar de cerca al nuevo rey, en quien se fundaban lisonjeras
é ilimitadas esperanzas, tanto mayores cuanto asi descansaba el
ánimo fatigado con el infausto desconcierto del reinado anterior.


Fernando cediendo á la impaciencia pública señaló
M "aó*m M»driii el dia24 de marzo para hacersu entradaen Madrid. Cau-
en 24 de marzo. s o e j s o j 0 a v j s o ¡n íiec¡i}le contento, saliendo á aguardarle
en la víspera por la noche numeroso gentío de la capital, y concur-
riendo al camino con no menor diligencia y afán todos los pueblos de
la comarca. Rodeado de tan nuevo y grandioso acompañamiento llegó
alas Delicias, desde donde por la puerta de Atocha entró en Madrid
á caballo, siguiendo el paseo del Prado, y las calles de Alcalá y
Mayor hasta palacio. R)an detrás y en coche los infantes Don Carlos
y Don Antonio. Testigos de aquel dia de placer y holganza , nos
fue mas fácil sentirle que nos será dar de él ahora una idea per-
fecta y.acabada. Horas enteras tardó el rey Fernando en atravesar
desde Atocha hasta palacio : con escasa escolta, por dó quiera que
pasaba, estrechado y abrazado por el inmenso concurso, lenta-
mente adelantaba el paso, tendiéndosele al encuentro las capas con
deseo de que fueran holladas por su caballo : de las ventanas se tre-
molaban los pañuelos, v los vivas y clamores saliendo de todas las bo-
eas se repetiany resonaban en plazuelas y calles, en tablados y casas,
acompañados de las bendiciones mas sinceras y cumplidas. Nunca
pudo monarca gozar de triunfo mas magnífico ni mas sencillo; ni
nunca tampoco .contrajo alguno obligación mas sagrada de corres-
ponder con todo ahinco al amor desinteresado de subditos tan fieles.




LIBRO SEGUNDO. - 5 5
Mural, obscurecido y olvidado con la universal ale- conducta impre-


gna, procuró recordar su presencia con mandar que p U ( l e M u r a l -
algunas de sus tropas maniobrasen en medio de la carrera por
donde el rey habia de pasar. Desagradó orden tan inoportuna en
aquel dia, como igualmente el que no estando satisfecho con el alo-
jamiento que se le habia dado en el Buen-Retiro, por sí y militar-
mente sin contar con las autoridades se hubiese mudado á la anti-
gua casa del principe de la Paz, iumediata al convento de Doña
María de Aragón. Acontecimientos eran estos de leve importancia,
pero que influyeron no poco en indisponer los ánimos del vecinda-
rio. Aumentóse el disgusto á vista del desvío que mostró el mismo
Murat con el nuevo rey, desvío imitado por el embajador Beauhar-
nais, único individuo del cuerpo diplomático que no le habia reco-
nocido. La corte disculpaba á entrambos con la falta de instruccio-
nes , debida á lo impensado de la repentina mudanza; mas el pueblo,
comparando el anterior lenguaje de dicho embajador amistoso y so-
lícito con su fría actual indiferencia, atribuía la súbita trasformacion
á causa mas fundamental. Asi fue que la opinión, respecto de los
franceses, de dia en dia fue trocándose y tomando distinto y con-
trario rumbo.


Hasta entonces, si bien algunos se recelaban de las „ ., J _
' « . Opinión de Es-


íntenciones de Napoleón, la mayor parte solo veía en pañasobreNapo-
su persona un apoyo firme de la nación y un protector l e o n"
sincero del nuevo monarca. La perfidia de la toma de las plazas ú
oíros sucesos de dudosa interpretación, los achacaban á viles ma-
nejos de Don Manuel Godoy ó á justas precauciones del emperador
de los franceses. Equivocado juicio sin duda, mas nada extraño en
un pais privado de los medios de publicidad y libre discusión que
sirven para ilustrar y rectificar los extravíos de las opiniones. De
cerca habían todos sentido las demasías de Godoy, y de Napoleón
solo y de lejos se habían visto sus pasmosos hechos y maravillosas
campañas. Los diarios de España, ó mas bien la miserable Gaceta
de Madrid, eco de los papeles de Francia, y unos y otros esclaviza-
dos por la censura previa, describían los sucesos y los amoldaban á
gusto y sabor del que en realidad dominaba acá y allá de los Pirineos.
Por otra parte el clero español, habiendo visto que Napoleón habia
levantado los derribados altares, prefería su imperio y señorío á la
irreligiosa y perseguidora dominación que le habia precedido. No
perdían los nobles la esperanza de ser conservados y mantenidos en
sus privilegios y honores por aquel mismo que había creado órdenes
de caballería, y erigido una nueva nobleza en la nación en donde
pocos años antes habia sido abolida y proscripta. Miraban los mili-
tares como principal fundamento de su gloria y engrandecimiento al
afortunado caudjllo, que para ceñir sus sienes con la corona no habiá


* presentado otros abuelos ni otros títulos que su espada y sus victo-
rias. Los hombres moderados, ios amantes del orden y del reposo




56 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA,
público, cansados délos excesos de la revolución, respetaban en la
persona del emperador de los franceses al severo magistrado que
con vigoroso brazo había restablecido concierto en la hacienda y ar-
reglo en los demás ramos. Y si bien es cierto que el edificio que
aquel había levantado en Francia no estribaba en el duradero ci-
miento de instituciones libres, valladar contra las usurpaciones del
poder, habia entonces pocos en España y contados eran los que
extendían tan allá sus miras.:


jnido sobre i« Napoleon, bien informado del buen nombre con que
pdeon 0 1 * d e K a" c o r " a e n España, cobró aliento para intentar su atre-


vida empresa, posible y hacedera á haber sido con-
ducida con tino y prudente cordura. Para alcanzar su objeto
dos caminos se le ofrecieron, según la diversidad de los tiem-
pos. Antes de la sublevación de Aran juez la partida y embarco
para América de la familia reinante era el mejor y mas acomoda-
do. Sin aquel impensado trastorno, huérfana España y abandonada
de sus reyes hubiera saludado á Napoleon como príncipe y salva-
dor suyo. La nueva dominación fácilmente se hubiera afianzado, si
adoptando ciertas mejoras hubiera respetado el noble orgullo na-
cional y algunas de sus anleriorescostumbres y aun preocupaciones.
Acertó pues Napoleon cuando vio en aquel medio el camino mas
seguro de enseñorearse de España, procediendo con grande des-
acuerdo desde el momento en que, desbaratado por el acaso su pri-
mer plan, no adoptó el único y obvio que se le ofrecia en el casa-
miento de Fernando con una princesa de la familia imperial :
hubiera hallado en su protegido un rey mas sumiso y reverente que
en ninguno de sus hermanos. Cuando su viage á Italia, no habia
Napoleon desechado este pensamiento, y continuó en el mismo
propósito durante algún tiempo, si bien con mas tibieza. El ejem-
plo de Portugal le sugirió mas tarde la idea de repetir en España
lo que su buena suerte le habia proporcionado en el país vecino.
Afirmóse en su arriesgado intento después que sin resistencia se
habia apoderado de las plazas fuertes, y después que vio á su ejér-
cito internado en las provincias del reino. Resuelto á su empresa
nada pudo ya contenerle.


Esperaba con impaciencia Napoleon el aviso de haber salido para
Andalucía los reyes de España, á la misma sazón que supo el im-
portante é inesperado acontecimiento de Aranjuez. Desconcertado


Propuesta ae a ' principio c o n la noticia, no poi' eso quedó largo
Napoleon a su tiempo indeciso; y obstinado y tenaz en nada alteró su
hermano mu. p r i m e r a determinación. Claramente nos lo prueba un
importante documento. Habia el sábado en la noche ¡26 de marzo
recibido en Saint-Cloud un correo con las primeras ocurrencias de
Aranjuez, y otro pocas horas después con la abdicación de Car-
los IV. Hasta entonces solo él era sabedor de lo que contra España
maquinaba : sin compromiso y sin ofensa del amor propio hubiera




LIBRO SEGUNDO. 57
podido variar suplan. Sin embargo al día siguiente, el 27 del mismo,
decidido á colocar en el trono de España á una persona de su fami-
lia , escribió con aquella fecha á su hermano Luis, rey ( , A p | ¡ b a n ^
de Holanda*:«El rey de España acaba de abdicar tla co-
« roia, habiendo sido preso el príncipe de la Paz. Un levantamien-
« to habia empezado á manifestarse en Madrid, cuando mis tropas
« estaban todavía á cuarenta leguas de distancia de aquella capital.
« El gran duque de Rerg habrá entrado alli el 23 con 40,000 hom-
« bres, deseando con ansia sus habitantes mi presencia. Seguro
« de que no tendré paz sólida con Inglaterra sino dando un grande
« impulso al continente, he resuelto colocar un príncipe francés en
t el trono de España... En tal estado he pensado en tí para colo-
t carteen dicho trono... Respóndeme categóricamente cuál sea
t tu opinión sobre este proyecto. Bien ves que no es sino proyecto,
« y aunque tengo 100,000 hombres en España, es posible, por
« circunstancias que sobrevengan, ó que yo mismo vaya directa-
t mente, ó que todo se acabe en quince dias, ó que ande mas des-
« pació siguiendo en secreto las operaciones durante algunos meses.
« Respóndeme categóricamente: si te nombro rey de España, ¿ lo
« admites? ¿Puedo contar contigo?...» Luis rehusó la propuesta.
Documento es este importantísimo, porque fija de un modo autén-
tico y positivo desde qué tiempo había determinado Napoleón mu-
dar la dinastía de Borbon, estando solo incierto en los medios que
convendría emplear para el logro de su proyecto. También por
estos dias conferenciando con Izquierdo le preguntó : si los espa-
ñoles le querrían como á soberano suyo. Replicóle aquel con
oportunidad plausible : « Con gusto y entusiasmo admitirán los es-
« pañoles á V. M. por su monarca, pero después de haber renun-
« ciado á la corona de Francia. »Imprevista respuesta y poco grata
á los delicados oídos del orgulloso conquistador. Continuando pues
Napoleón en su premeditado pensamiento, y pareciéndole que era
ya llegado el caso de ponerle en ejecución, trató de aproximarse al
teatro de los acontecimientos, habiendo salido de París el 2 de
abril con dirección á Burdeos.


En tanto Murat retrayéndose de Ja nueva corte anunciaba todos
los dias la llegada de su augusto cuñado. En palacio se preparábala
habitación imperial, adornábase el retiro para bailes, y un apo-
sentador enviado de París lo disponia y arreglaba todo. Para des-
pertar aun mas la viva atención del público se enseñaba hasta el
sombrero y botas del deseado emperador. Bien que en aquellos
preparativos y anuncios hubiese de parte de los franceses mucho
de aparente y falso, es probable que, sin el trastorno causado por
el movimiento de Aranjuez, Napoleón hubiera pasado á Madrid.
Sorprendido con la súbita mudanza determinó buscar en Bayona
ocasión que desenredase los complicados asuntos de España. Ófre-
ciósela oportuna una correspondencia entablada entre Murat y los




5 8 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
reyes padres, y á que dio origen el ardiente deseo


c i a ^ n T r T X ' r a t de libertar á Don Manuel Godoy, y poner su vida
dreT


r e i e s pa~ l u e r a de t 0 ( * 0 "esgo. Fue mediadora en la correspon-
dencia la reina de Elruria, y Murat, considerándola


como conveniente al final desenlace de los intentos de Napoleón,
cualesquiera que ellos fuesen, no desaprovechó la dichosa coyun-
tura que la casualidad le ofrecia. De ella provino la famosa protesta
de Carlos IV contra su abdicación, sirviendo de base dicho acto á
todas las renuncias y procedimientos que tuvieron después lugar
en Bayona.


* Nació aquella correspondencia poco después del
( Ap. n. io.) j j a | g j e m a r z 0 ya en el 22 las dos reinas madre é


hija escribían con eficacia en favor del preso Godoy, manifestando
la de España que estaba su felicitad cifrada en acabar tranquila-
mente Sus dias con su esposo y el único amigo que ambos tenian.
Con igual fecha lo mismo pedia Carlos IV, añadiendo que se iban
á Badajoz. Es de notar el contexto de dichas cartas en las que
todavía no se hablaba de haber protestado el rey padre contra la
abdicación hecha en el dia 19, ni de asunto alguno conexo con
paso de tanta gravedad. Sin embargo cuando en 1810 publicó el
Monitor esta correspondencia, insertó antes de las enunciadas
cartas del 22 otra en que se hace mención de aquel acto como de
cosa consumada ; pero el haberse omitido en ella la fecha, dicien-
do al mismo tiempo la reina que á nada aspiraba sino á alejarse
con su esposo y Godoy todos tres juntos de intrigas y mando,
excita contra dicha carta vehementes sospechas, ó de que se omitió
la fecha por haber sido posteriormente escrita á la del 22, ó lo
que es también verosímil que se intercaló el pasage en que se
habla de haber protestado, no aviniéndose con este acto é impli-
cando mas bien contradicción ios deseos de la reina alli manifesta-
dos. La protesta apareció con la fecha del 21 ; mas las cartas del
22, con otras aserciones encontradas que se notan en la correspon-
dencia , prueban que en la dicha protesta se empleó una supuesta
y anticipada fecha, y que Carlos no tuvo determinación fija de
extender aquel acto hasta pasados tres dias después de su abdi-
cación.


La lectura atenta de toda la correspondencia, y lo que hemos
oido á personas de autoridad^ nos induce á creer que Carlos IV se
resolvió á formalizar su protesta después de las vistas que el 25 tu-
vieron él y su esposa con el general Monthion, gefe del estado
mayor de Murat. De cualquiera modo que dicho general nos haya
pintado su conferencia, y bien que haya querido indicarnos que
los reyes padres estaban decididos de antemano á protestar contra
su abdicación, lo cierto es que hasta aquel dia Carlos IV no se ha-
bía dirigido á Napoleón, y entonces lo hizo comunicándole cómo
se había visto forzado á renunciar, t cuando el estruendo de las




LIBRO SEGUNDO. 59
i armas y los clamores de una guardia sublevada le habian dado
« á conocer bastante la necesidad de escoger entre la vida ó la
« muerte; pues (anadia) esta última se hubiera seguido á la de
« la reina. » Concluía poniendo enteramente su suerte en las ma-
nos fJb su poderoso aliado. Acompañaba á la carta el acto de la
protesta asi concebido *: « Protesto y declaro que (, A n ^
« todo lo que manifiesto en mi decreto del 19 de p 1 1 1
f marzo, abdicando la coronaeamihijo, fue forzado por precaver
« mayores males y la efusión de sangre de mis queridos vasallos,
< y por tanto de ningún valor. — Yo EL REY. — Aranjuez, 21 de
f marzo de 1808. »


Del cúmulo de pruebas que hemos tenido á la vista en un punto
tan delicado é importante, conjeturamos fundadamente que Carlos,
cuya abdicación fue considerada por la generalidad como un acto
de su libre y espontánea voluntad, y la cual el mismo monarca,
de carácter indolente y flojo, dio momentáneamente con gusto,
abandonado después por todos, solo y no acatado cual solia cuan-
do empuñaba el cetro, advirtió muy luego la diferencia que media
entre un soberano reinante y otro desposeído y retirado. Fuéle
doloroso en su triste y solitaria situación comparar lo que habia
sido y lo que ahora era, y dio bien pronto indicio de pesarle su
precipitada resolución. El arrepentimiento de haber renunciado
fue en adelante tan constante y tan sincero, que no solo en Bayona
mostraba á las claras la violencia que se habia empleado contra su
persona, sino que todavía en Roma en 1816 repetía á cuantos es-
pañoles iban á verle y en quienes tenia confianza que su hijo no
era legítimo rey de España, y que solo él Carlos IV era el verda-
dero soberano. No menos ahondaba y quebrantaba el corazón de la
reina el triste recuerdo de su perdido influjo y poderío : andaba des-
pechada con la ingratitud de tantos mudables cortesanos antes en
apariencia partidarios adictos y afectuosos, y grandemente la atri-
bulábanlos riesgos que cercaban á su idolatrado amigo. Ambos, en
fin, sintieron el haber descendido del trono, acusándose a s í mis-
mos déla sobrada celeridad con que habian cedido á los temores de


i una violenta sublevación. No fueron los primeros reyes que derrama-!
|on lágrimas tardías en memoria de su antiguo y renunciado poder.


Pesarosos Carlos y María Luisa y dispuestos sus ánimos á des-
hacer lo que inconsideradamente habian ofrecido y ejecutado el dia
19, vislumbraron un rayo de halagüeña esperanza al
ver el respeto y miramiento con que eran tratados por t o f f ^ M n í a t
los principales gefes del ejército extrangero. Entonces j ¡ r e l o s D a -
pensaron seriamente en recobrar la perdida autoridad,
fundando mas particularmente su reclamación en la razón poderosa
de haber abdicado en medio de una sedición popular y de una su-
blevación de la soldadesca. Mural, sino fue quien primero sugirió la
idea, al menos puso gran conato en sostenerla, porque con ella fo-




60 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
mentando la desunión de la familia real, minaba por su cimiento la
legitimidad del nuevo rey, y ofrecia á su gobierno un medio plau-
sible de entrometerse en las disensiones interiores, mayormente
acudiendo á buscar el anciano y desposeído Carlos reparo y ayuda
en su aliado el emperador de los franceses. *


Murat, al paso que urdia aquella trama ó que por lo menos ayu-
daba á ella, no cesaba de anunciar la próxima llegada de Napoleón,
insinuando mañosamente á Fernando por medio de sus consejeros
cuan conveniente seria que, para allanar cualesquiera dificultades
que se opusiesen al reconocimiento, saliera á esperar á su augusto
cuñado el emperador. Por su parte el nuevo gobierno procuraba
con el mayor esfuerzo granjear la voluntad del gabinete de Francia.


Ya en 20 de marzo se mandó al consejo * publicar que
( Ap. n.«.) p e r n a n ( j 0 yn¡ j e j o s ¿ e m u c ¡ a r el sistema político de su


padre respecto de aquel imperio, pondría su esmero en estrechar los
preciosos vínculos de amistad y alianza que entre ambos subsistían,
encargándose con especialidad recomendar al pueblo que tratase
bien y acogiese con afecto al ejército francés. Se despacharon igual*» »
mente órdenes á las tropas de Galicia que habían dejado á Oporto,
para que volviesen á aquel punto; y á las de Solano, que estaban
ya en Extremadura en virtud de lo últimamente dispuesto por Go-
doy, se les mandó que retrocediesen á Portugal. Estás sin embargo
se quedaron por la mayor parte en Badajoz, no cuidándose Junot
de tener cerca de sí soldados cuya conducta no merecía su confianza.


El pueblo español entre tanto empezaba cada día á mirar con
peores ojos á los extrangeros, cuya arrogancia crecia según que
su morada se prolongaba. Continuamente se suscitaban empeñadas
riñas entre los paisanos y los soldados franceses, y el 27 de marzo,
de resultas de una mas acalorada y estrepitosa, estuvo para haber
en la plazuela de la Cebada una grande conmoción, en la que hu-
biera podido derramarse mucha sangre. La corte acongojada que-
ría sosegar la inquietud pública, ora por medio de proclamas, ora
anunciando y repitiendo la llegada de Napoleón que pondría tér-
mino á las zozobras é incertídumbre. Era tal en este punto su pro-
pio engaño que en 24 de marzo se avisó al público de oficio * « que


« S. M. tenia noticia que dentro de dos dias y medio
( A p . n . 1 3 . ) ^ átres llegaría el emperador de los franceses...»


Asi ya no solamente se contaban los dias sino las horas mismas:
ansiosa impaciencia, desvariada en el modo de expresarse, y afren-
tosa en un gobierno cuyas providencias hubieran podido descan-
sar en el seguro y firme apoyo de la opinión nacional.


Liega E S C O Í - ^ o s a maravillosa! Cuanto mas se iban en Madrid
noiz a Madrid en desengañando todos y comprendiendo los fementidos
a e marzo. (jesignios del gabinete de Francia, tanto mas ciego y
desatentado se ponia el gobierno español. Acabó de perderle y
descarriarle el 28 de marzo con su llegada Don Juan de Escoiquiz,




LIBRO SEGUNDO. 61
quien no veia en Napoleón sino al esclarecido, poderoso y heroico
defensor del rey Fernando y sus parciales. Deslumhrado con la
opinión que de sí propio tenia, creyó que solo á él le era dado
acertar con los oportunos medios de sacar airoso y triunfante de
la embarazosa posición á su augusto discípulo, y cerrando los oídos
á la voz pública y universal, llamó hacia su persona una severa y
terrible responsabilidad. Causa asombro, repetimos, que los en-
gaños y arterias advertidos por el mas ínfimo y rudo de los espa-
ñoles se ocultasen y obscureciesen á Don Juan Escoiquiz y á los
principales consejeros del rey, quienes, por el puesto que ocupaban
y por la sagacidad que debía*adornarles, hubieran debido descu-
brir antes que ningún otro las asechanzas que se les armaban. Pero
los sucesos que en gran manera concurrían á excitar su descon-
fianza, eran los mismos que los confortaban y aquietaban. Tal
fue el pliego de Izquierdo, de que hablamos en el libro anterior.
Las proposiciones en él inclusas, y por las que nada menos se
trataba que de ceder las provincias del Ebro allá, y de arreglar la
sucesión de España, sobre la cual dentro del reino nadie habia te-
nido dudas, no despertaron las dormidas sospechas de Escoiquiz ni
de s*s compañeros. Atentos solo á la propuesta indicada en el mis-
mo pliego de casar á Fernando con una princesa, pensaron que todo


Ibaá componerse amistosamente, llevando tan allá Escoiquiz y los
suyos el extravio de su mente, que en su Idea sencilla no se detiene
en asentar«que su opinión conforme con la del consejo del rey habia
« sido que las intenciones mas perjudiciales que podian recelarse
« del gobierno francés, eran las del trueque de las provincias mas
< allá del Ebro por el reino de Portugal, ó tal vez la cesión de la Na-
« varra; > como si la cesión ó pérdida de cualquiera de estas provin-
cias no hubiera sido clavar un agudo puñal en una parte muy principal
de la nación, desmembrándola y dejándola expuesta á los ataques
que contra ella intentase dirigir á man salva su poderoso vecino.


El contagió de tamaña ceguedad habia cundido en- Fernán - Nuñex -
tre algunos cortesanos, y hubo de ellos quienes sirvie- "nTours .
ron por su credulidad al entretenimiento y burla de los servidores
de Napoleón. Se aventajó á todos el conde de Fernan-Nuñez, quien
para merecer primero las albricias, dejando atrás á los que con él
habían ido á recibir al emperador de los franceses, se adelantó á
toda diligencia hasta Tonrs. No distante de aquella ciudad cru-
zándose en el camino con Mr. Bausset, prefecto del palacio impe-
rial, le preguntó con viva impaciencia si estaba ya cerca la novia
del rey Fernando, sobrina del emperador. Respondióle aquel que
tal sobrina no era del viage ni habia oído hablar de novia ni de ca-
samiento. Tomando entonces Fernan-Nuñez en su ademan un com-
puesto y misterioso semblante, atribuyó la respuesta del prefectof
imperial ó á estudiado disimulo ó áque no estaba en el importante
secreto. No dejan estos hechos por leves que parezcan de pintar




6 2 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ios hombres que con su obcecación dieran motivo á grandes y iras-
cendentalés acontecimientos.


Lejos Murat de contribuir con su conducta á ofuscar á los mi-
nistros del rey, obraba de manera que mas bien ayudaba al desen-
gaño que á mantener la lisonjera ilusión. Continuaba siempre en sus
tratos con la reina de Etruria y los reyes padres, no ocupándose
en reconocer á Fernando, ni en hacerle siquiera una visita de mera
ceremonia y cumplido. A pesar de su desvio bastaba que mostrase
el menor deseo para que los ministros del nuevo rey se afanasen
por complacerle y servirle. Asi fue que habiendo manifestado á
Don Pedro Cevallos cuánto le agradaría tener en su poder la es-


Entrega de la P 3 ^ 3 ^ e Eranciscol0 depositada en la real armería, le
espada de F r a n - f ue al instante entregada en 4 de abril, siendo llevada
cisco I * i


con gran pompa y acompañamiento y presentada por
el marqués de Astorga en calidad de caballerizo mayor. Al par
que en sut anteriores procedimientos se portó en este paso el go-
bierno español débil y sumisamente, el francés dejó ver estrecheza
de ánimo en una demanda agena de una nación famosa por sus ha-
zañas y glorias militares, como si los triunfos de Pavía y el inmor-
tal trofeo ganado en buena guerra, y que adquirieron á España sus
ilustres hijos Diego de Avila y Juan de Urbieta, pudieran nunca bor-
rarse de la memoria de la posteridad.


c a n . de N«po- Napoleón no estaba deltodo satisfecho déla conducta
íeon áMnrat :v ía . de Murat. En una carta que le escribió en 29 de marzo
Don c a r i o s n . f a D t o le manifestaba sus temores, y con diestra y profunda


mano le trazaba cuanto habia complicado los negocios
t Ap. n. i4 . ) e . a c o n l e c ¡ r a ¡ e n t o (j e Aranjuez \ Este documento, si


fue escrito del modo que después se ha publicado, muestra el
acertado tino y extraordinaria previsión del emperador francés, y
que la precipitación y equivocados informes de Murat perjudicaron
muy mucho al pronto y feliz éxito de su empresa. Sin embargo
además de las instrucciones que aparecen por la citada carta, debió
de haber otras por el mismo tiempo que indicasen ó expresasen mas
claramente la idea de llevar á Francia los príncipes de la real fa-
milia; pues Murat siguiendo en aquel propósito y no atreviéndose
á insistir inmediatamente en sus anteriores insinuaciones de que'
Fernando fuese al encuentro de Napoleón, propuso como mjiy
oportuna la salida al efecto del infante Don Carlos, en lo cual convi-
niendo sin dificultad la corle, partió el infante el 5 de abril. No ha-
bian pasado muchos dias ni aun tal vez horas cuando Murat poco á
poco volvió á renovar sus ruegos para que el rey Fernando se pu-
siese también en camino y halagase con tan amistoso paso á su ami-
go el emperador Napoleón. El embajador francés apoyaba lo mismo
y con particular eficacia, habiendo en fin claramente descubierto
que la política de su amo en los asuntos de España era muy otra de
la que antes se habia figurado. ^




LIBRO SEGUNDO. 63
xPero viendo el rey Fernando que su hermano el in- ^ t M a


fante no habia encontrado en Burgos á Napoleón y drld del general
proseguía adelante sin saber cuál seria el término de su s* T a r y '
viage, vacilaba todavía en su resolución. Sus consejeros andaban
divididos en sus dictámenes : Cevallos se oponía á la salida del rey
hasta táhto que supiera de oficio la entrada en España del empera-
dor francés. Escoiquiz constante en su desvarío sostenía con empeño
el parecer contrario, y á pesar de su poderoso influjo hubiera difí-
cilmente prevalecido en el ánimo del rey, si la llegada á Madrid del
general Savary no hubiese dado nuevo peso á sus razones y cam-
biado el modo de pensar de los que hasta entonces habían estado
irresolutos é inciertos. Savary, general de división y ayudante de
Napoleón^ iba á Madridt»n el encargo de llevar á Fernando á Bayona,
adoptando para ello cuantos medios estimase convenientes al logro
de la empresa. Juzgóse que era la persona mas acomodada para
desempeñar tan ardua comisión, encubriendo bajo un exterior mi-
litar y franco profunda disimulación y astucia. Apenas, por decirlo
asi, apeado, solicitó audiencia particular de Fernando, la cual con-
cedida manifestó con aparente sinceridad c que venia de parte del
« emperador para cumplimentar al rey y saber de S. M. única-
« mente si sus sentimientos con respecto á la Francia eran confor-
« mes con los del rey su padre, en cuyo caso el emperador pres-
« rindiendo de todo lo ocurrido no se mezclaría en nada de lo in terior
« del reino, y reconocería desde luego á S. M. por rey de España
« y de las Indias.» Fácil es aceitar con la contestación que daria
una corte no ocupada sino en alcanzar el reconocimiento del empe-
rador de los franceses. Savary anunció la próxima llegada de su
soberano á Bayona, de donde pasaría á Madrid, insistiendo poco
después en que Fernando saliese á recibirle, con cuya determina-
ción probaria su particular anhelo por estrechar la antigua alianza
que mediaba entre ambas naciones, y asegurando que la ausencia
seria tanto menos larga cuanto que se encontrarla en Burgos con
el mismo emperador. El rey, vencido con tantas promesas y pala-
bras , resolvió al fin condescender con los deseos de Savary, soste-
nido y apoyado por los mas de los ministros y consejeros españoles.


Cierto que el paso del general francés hubiera podido hacer titu-
bear al hombre mas tenaz y firme si otros indicios poderosos no
hubieran contrapesado su aparente fuerza. Ademas era sobrada
precipitación, antes de saberse el viage de Napoleón á España de un
modo auténtico y de oficio, exponer la dignidad del rey a i ren
busca suya, habiéndose hasta entonces comunicado su venida solo
de palabra é indirectamente. Con mayor lentitud y circunspección
hubiera convenido proceder en negocio en que se interesaban el
decoro del rey, su seguridad y la suerte de la nación, principal-
mente cuando tantas perfidias habian precedido, cuando Murat
tenia conducta tan sospechosa, y cuando en vez de reconocer á




64 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Fernando cuidaba solamente de continuar sus secretos manejos con
la antigua corte. Mas el deslumhrado Escoiquiz proseguía no vien-
do las anteriores perfidias, y achacaba las intrigas de>Murat á actos
de pura oficiosidad, contrarios á las intenciones de Napoleón.
Sordo á la voz del pueblo, sordo al consejo de los prudentes, sordo
á lo mismo que se conversaba en todo el ejército extrangero, en
corrillos y plazas, se mantuvo porfiadamente en su primer dicta-
men y arrastró al suyo á los mas de los ministros, dando al mundo
la prueba mas insigne de terca y desvariada presunción, probable-
mente aguijada por ardiente deseo de ambiciosos crecimientos.


u Hubo aun para recelarse el que Don José Martínez
A?iso de H e r í a s . 1 . ?


de Hervas, quien como español y por su conocimiento
en la lengua nativa habia venido en compañía del general Savary,
avisó que se armaba contra el rey alguna celada, y que obraría con
prudente cautela desistiendo del viage ó difiriéndole. Pero ¡oh
colmo de ceguedad! los mismos que desacordadamente se fiaban
en las palabras de un extrangero, del general Savary, tuvieron por
sospechosa la loable advertencia del leal español. Y como si tantos
indicios no bastasen, el mismo Savary dio ocasión á nuevos recelos
con pedir de orden del emperador que se pusiese en libertad al
enemigo declarado é implacable del nuevo gobierno, al odiado Go-
doy. Incomodó sin embargo la intempestiva solicitud, y hubiera
tal vez perjudicado al resuelto viage, si el francés á ruego del Infan-
tado y Ofarril no hubiera abandonado su demanda. Firmes pues en su propósito los consejeros de Fer-


io de abril , sa- , i - l i _ i i - i


ü d a d e i r e y para nando y conducidos por un nado adverso, señalaron
Burgos. e j ¿ i a | Q ¿ e a D r ¡ i p a r a s u partida, en cuyo día salió
S. M. tomando el camino de Somosierra para Burgos. Iban en su
compañía Don Pedro Cevallos ministro de estado, los duques del
Infantado y San Carlos, el marqués de Muzquiz, Don Pedro La-
brador , Don Juan de Escoiquiz, el capitán de guardias de corps
conde de Villariezo, y los gentiles hombres de cámara marqués de
Ayerbe,«de Guadalcázar, y de Feria. La víspera habia escrito
Fernando á su padre pidiéndole una carta para el emperador con
súplica de que asegurase en ella los buenos sentimientos que le
asistían, queriendo seguir las mismas relaciones de amistad y alian-
za con Francia que se habían seguido en su anterior reinado. Car-
los IV ni le dio la carta, ni le contestó, con achaque de estar ya en
cama: precursora señal de lo que en secreto se proyectaba^


Antes de su salida dispuso el rey Fernando que se nombrase una
Nombra m i o n - j u n t a suprema de gobierno presidida por su tio el in-


t o de una jnnt» fante Don Antonio y compuesta de los ministros del
suprema. despacho, quienes á la sazón eran Don Pedro Cevallos
de estado, que acompañaba al rey; Don Francisco Gil y Lemus de
marina; Don Miguel José de Azanza de hacienda; Don Gonzalo
Ofarril de guerra, y Don Sebastian Píñueja de gracia y justicia.




LIBRO SEGUNDO. 65
Esta junta según las instrucciones verbales del rey debia entender
en todo lo gubernativo y urgente , consultando en lo demás con
S. M.


En tanto que el rey con sus consejeros va camino de Bayona,
será bien que nos detengamos á considerar de nuevo S o l ) r e e I y [ ¡ ¡ ¡ ¡ e
resolución tan desacertada. La pintura triste que pa- «ei rey . ,
ra disculparse traza Escoiquiz, en su obra acerca de la'situacion del
reino, seria juiciosa si en aquel caso se hubiese tratado de medir
Jas fuerzas militares de España y sus recursos pecuniarios con los
de Francia, á la manera de una guerra de ejército á ejercho-y de
gobierno á gobierno. Le estaba bien al príncipe de la Paz calcular
fundado en aquellos datos-como quien no tenia el apoyo nacional;
mas la posición de Faenando era muy otra, siendo tan extraordi-
nario el entusiasmo en favor suyo que un ministro hábil y entendi-
do no debía en aquel caso dirigirse por las reglas ordinarias de la
fría razón, sino contar con los esfuerzos y patriotismo de la nación
entera, la cual se hubiera alzado unánimemente á la voz del rey,
para defender sus derechos contra la usurpación extrangera; y las
fuerzas de una nación levantada en cuerpo son tan grandes é incal-
culables á los ojos de un verdadero estadista, como lo son las fuer-
zas vivas á las del mecánico. Así lo pensaba el mismo Napoleón,
quien en la carta á Mural del 29 de marzo arriba citada decia :
« La revolución de 20 de marzo prueba que hay energía en los es-
« pañoles. Habrá que lidiar contra un pueblo nuevo lleno de valor,
« y con el entusiasmo propio de hombres á quienes no han gastado
* Jas pasiones políticas... > Y mas abajo... « Se harán levanla-
t mientos en masa que eternizarán la guerra... » Acertado y
perspicaz juicio que forma pasmoso contraste con el superficial y
poco atinado de Escoiquiz y sus secuaces. Era ademas dar sobrada
importancia á un paso de puro ceremonial para concebir la idea
que la política de un hombre como Napoleón en asunto de tal cuan-
tía hubiera de moderarse ó alterarse por encontrar al rey algunas
leguas masó menos lejos; antes bien era propio para encender su
ambición un viage que mostraba imprevisión y extremada debili-
dad. Se cede á veces en política á un acto de fortaleza heroica,
nunca á míse/os y menguados ruegos.


El rey en su viage fue recibido por las ciudades, i i e g a e i r e y e i
villas y lugares del tránsito con inexplicable gozo, ha- , s a e « b r u * B n r -
ciendo á competencia sus moradores las demostrado- g o s '
nes mas señaladas de la lealtad y amor que los inflamaban. Entró
en Burgos el 12 de abril sin que hubiese allí ni mas lejos noticia
del emperador francés. Deliberóse en aquella ciudad sobre el par-
tido que debia tomarse, de nuevo reiteró sus promesas y artificios
el general Savary, y de nuevo se determinó que prosiguiese el rey
su viage á Vitoria. Y he aquí que los mismos y mal aventurados
consejeros que, sin tratado alguno ni formal negociación, y solo por


i. 5




m REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
meras é indirectas insinuaciones, habian llevado áFernando hasta
Burgos, le llevan también á Vitoria, y le traen de monte en valle
y de vaheen monte en busca de un soberano extrangero, mendi-
gando con desdoro sn reconocimiento y ayuda; como si uno y otro
fuera necesario y decoroso á un rey que, habiendo subido al sobo
con universal consentimiento, afianzaba su poder y legitimidad so-
bre la sólida é incontrastable base del amor y unánime aprobación
de sus pueblos.


Llegó el rey á Vitoria el 14.Napoleón, que había permanecido en
Burdeos algunos días, salió dé allí á Bayona, en donde entro en la
noche deH4 al 15, de lo que noticiósóel infante Don Carlos, has-
ta entonces detenido en Tolosa, pasó á aquella plaza. Savary, sabien-
do qué el emperador se aproximaba á la frontera, y viendo que ya
no le era dado por mas tiempo continuar con fruto %as artificios sí


no áeudiá á algún otro medio, resolvió pasar á Bayona
naBd!f?iJ«po- llevando consigo una carta de Fernando para Napo-
Ten«dlTnriT ' e o n * • ^ ° t ^ d ó en recibirse la respuesta estando con


• A n i 5 e ^' a d e vuelta en Vitoria él día 17 el mismo Savary; y
1 f " 1 ' la cual estaba concebida en términos que era suficien-


te por sí sola á sacar de su error á los mas engañados. En efecto la
carta respondía á la última de Fernando, y en parte también á la
que le babiá escrito en 4 ! de octubre del año pasado. Sembrada
de verdades expresadas con cierta dureza, no se soltaba en ella
prenda que empeñase á Napoleón á cosa alguna : lo dejaba todo en
dudas dando solo esperanzas sobre el ansiado casamiento. Notábase
con especialidad en su contexto el injurioso aserto que Fernando
« no tenia otros derechos al trono que los que le había trasmitido
« su madre: » frase altamente afrentosa al honor de la reina, y no
menos indecorosa al que la escribía que ofensiva á aquel á quien
iba dirigida. Pero una carta tan poco circunspecta, tan altanera y
desembozada, embelesó al canónigo Escoíquiz, quien se recreaba
coa la vaga promesa del casamiento. Por entonces vimos lo que es-
cribía á un amigo suyo desde Vitoria, y le faltaban palabras con
que dar gracias al Todopoderoso por el feliz éxito que la carta de
Napoleón pronosticaba á su víage. Realmente rayaba ya en demen-
cia su continuada obcecación. •


Savary auxiliado con la carta aumentó sus esfuerzos y concluyó
con decir al rey:« Me dejo cortar la cabeza si ai cuarto de hora de
« haber llegado S. M. á Bayona no le ha reconocido el empera-
« dor por rey de España y de las Indias... Por sostener su em-
« peño empezará probablemente por darle el tratamiento de alteza;
« pero á los cinco minutos le dará majestad, y álos tres dias estará
< todo arreglado, y S. M. podrá restituirse á España inmediata-
« mente... > Engañosas y pérfidas palabras que acabaron de de-
cidir al rey á proseguir su viage hasta Bayona.


Sin embargo hubo españoles mas desconfiados ó cautos que,




LIBRO SEGUNDO. 67
no dando crédito á semejantes promesas, propusieron
varios medios para que el rey se escapase. Todavía hu- ^ll^m*^-
biera podido conseguirse en Vitoria ponerle en salvo, « «?
aunque los obstáculos crecían de diá en dia. Los france-
ses habían redoblado su vigilancia, y no contentos con los 4000 hom-
bres que ocupaban á Vitoria á las órdenes del general Verdier,
habían aumentado la guarnición especialmente con caballería en-
viada de Burgos. Savary tenia orden de arrebatar al rey por fuerza
en la noche del 18 al 19 si de grado no se mostraba dispuesto á
pasar á Francia. Cuidadoso con no faltar á su mandato, estando
muy sobreaviso hacia rondar* y observar la casa donde el rey habi-
taba. A pesar de su esmerado zelo la evasión se hubiera fácilmente
ejecutado á haberse Fernando resuelto á abrazar aquel partido.
Don Mariano Luis de Urquijo, que habia ido de Bilbao á cumpli-
mentarle á'Sü paso por Vitoria, propuso de acuerdo con el alcalde
Urbina un medio para que de noche se fugase disfrazado. Hubo
tambien'otros y varios proyectos, mas entre todos es digno de par-
ticular mención como el mejor y mas asequible el propuesto por
el duque de Mahon. Era pues que, saliendo el rey de Vitoria por
el camino de Bayona, y dando confianza á los franceses con la
dirección que habia tomado, siguiera asi hasta Vergara, en cuyo
pueblo abandonando la carretera real torciése del lado de Durango
y se encaminase al puerto de Bilbao. Anadia el duque que la eva-
sión seria protegida por un batallón del inmemorial del rey resi-
dente en Mondragon, y de cuya fidelidad respondía. Escoiquiz,
con quien siempre nos encontraremos cuando se trate de alejar
al rey de Bayona y librarle de las armadas asechanzas, dijo:« que
« no era necesaria, habiendo S. M. recibido grandes pruebas de
« amistad de parte del emperador. > Eran las grandes pruebas la
consabida carta. El de Mahon no por eso dejó de insistir la misma
víspera déla salida para Bayona, habiéndose aumentado las sospe-
chas de todos con la llegada de 300 granaderos á caballo de la
guardia imperial. Mas al querer hablar, poniéndole la mano en la
boca, pronunció Escoiquiz estas notables palabras: «Es negocio
« concluido, mañana salimos para Bayona: se nos han dado todas
* las seguridades que podíamos desear. »


Tratóse en fin de partir. Sabedor el pueblo se P r o c i a i M ai par-
agrupó delante del alojamiento del rey, cortó los ti- tír E L « J R e v i -
rantes de las muías, y prorumpió en voces dé amor **
y lealtad para que el rey escuchase sus fundados temores \ « Todo
fue en vano. Apaciguándose el bullicio á duras penas, ( . A p n t 6 ,
se publicó un decreto en que afirmaba el rey t estar
« cierto de la sincera y cordial amistad del emperador de los fran-
« ceses, y que antes de cuatro ó seis dias darían gracias á Dios y
« á la prudencia de S. M. de la ausencia que ahora les inquietaba.»


Partió el rey de Vitoria el 19 de abril y en el mismo llegó




68 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


s a i s a e v i t o r t a e i á lrun casi solo, habiéndose quedado atrás el ge-
19 deabri i . n e r a i Savary por habérsele descompuesto el coche.


Se albergó en casa del señor Olazábal sita fuera de la villa, en
donde había de guarnición un batallón del regimiento de África,
decidido á obedecer rendidamente las órdenes de Fernando. La
providencia á cada paso parecía querer advertirle del peligro, y á
cada paso le presentaba medios de salvación. Mas un ciego instinto
arrastraba al rey al horroroso precipicio. Savary tuvo tal miedo de
que la importante presa se le escapase, á la misma sazón que ya la
tenia asegurada, que llegó á lrun-asustado y despavorido.


sodeabr l l e n - ^ ' ^ C r U Z 0 e ' ^ Y t 0 ^ a ' * c o m i t Í v a e I RidaSOa , y
trada dei rey en entró en Bayona á las diez déla mañana de aquel día.
Bayona. Nadie le salió á recibir al camino á nombre de Napo-
león. Mas allá de San Juan de Luz encontró á los tres grandes de
Esp&Aa. GQmMQtta.das para felicitar al emperador francés, quienes
dieron noticias tristes, pues la víspera por la mañana habían oído
al mismo de su propia boca que los Borbones nunca mas reinarían
en España. Ignoramos porqué no anduvieron mas diligentes en
comunicar al rey el importante aviso, que podría descansadamente
haberle alcanzado en lrun : quizá se lo impidió la vigilancia de que
estaban cercados. Abatió el ánimo de todos lo que anunciaron los
grandes, echando también de ver el poco aprecio que á Napoleón
merecía el rey Fernando en el modo' solitario con que le dejaba
aproximarse á Bayona, no habiendo salido persona alguna elevada
en dignidad á cumplimentarle, y honrarle, hasta que á Jas puertas
de la ciudad misma se presentaron con aquel objeto el príncipe de
Neuchatel y Duroc gran mariscal de palacio. Admiró en tanto grado
á Napoleón ver llegar á Fernando sin haberle especialmente convi-
dado á ello, que al anunciarle un ayudante su próximo arribo
exclamó : c ¿Cómo?... ¿viene?... no, no es posible... > Aun no
conocía personalmente á los consejeros de Fernando.


s i g n e í a c o r r e s - Después de la partida del rey prosiguiendo Murat
pondencia entre en su principal propósito de apoyar las intrigas que se
M o r a t y los reres p r e p a r a b a n e n la enemistad y despecho de los reyes


padres, avivó la correspondencia que con ellos habia
entablado. Hasta entonces no habían conferenciado juntos, siendo
sus ayudantes y la reina de Etruria el conducto por donde se en-
tendían. Mucho desagradaron los secretos tratos de la última, á los
que particularmente la arrastró el encendido deseo de conseguir
un trono para su hijo, aunque sus esfuerzos fueron vanos. En la
correspondencia, después de ocuparse en el asunto que mas intere-
saba á Murat y su gobierno, esto es, el de la protesta de Carlos IV,
llamó á la reina y á su esposo intensamente la atención la desgra-
ciada suerte de su amigo Godoy, del pobre principe de la Paz, con
cuyo epíteto á cada paso se le denomina en las cartas de María
Luisa. Duda el discurso al leer esta correspondencia, si es mas de




LIBRO SEGUNDO. 69
maravillar la constante pasión de la reina por el favorito, ó la ciega
amistad del rey. Confundían ambos su suerte con la del desgracia­
do á punto que decia la reina: c Si no se salva el príncipe de la Paz,
« y si no se nos concede su compañía, moriremos el rey mi marido
« M yo. » Es digna de la atenta observación de la historia mucha
parte de aquella correspondencia, y señaladamente lo son algunas
cartas de la reina madre. Si se prescinde del enfado y acrimonia
con que están escritas ciertas cláusulas, da su contexto mucha luz
sobre los importantes hechos de aquel tiempo, y en él se pinta al
vivo y con colores por desgracia harto verdaderos el carácter de
varios personages de aquel tiempo. Posteriores acontecimientos
nos harán ver lastimosamente con cuánta verdad y conocimiento
de los originales trazó, la reina María Luisa algunos de estos retra­
tos. Los reyes padres habían desde marzo continuado en Aranjuez,
teniendo para su guardia tropas de la casa real. También habia
fuerza francesa á las órdenes del general Watier, socolor de pro­
teger á los reyes y continuar dando mayoF peso ala idea de haberse
ejercido contra ellos particular violencia en el acto de P a s a n l ( ) S I . e B s
la abdicación. El 9 de abril pasaron al Escorial ­ por ' padres al Esc№*
insinuación de Murat con el intento de aproximarlos m l "
al camino de Francia. No tuvieron allí otra guardia mas que la de
las tropas francesas y los carabineros reales.


En Madrid apenas había salido el rey cuando Murat pidió con
ahinco á la junta que se le entregase á Don Manuel Godoy; afir­
mando que asi se lo habia ofrecido Fernando la víspera de su par­
tida en el cuarto de la reina de Etruria: aserción tanto


i , . , . . . . E n t r e g a d e G o ­
mas dudosa cuanto, si bien alh se encontraron, parece doy en so de
cierto que nada se dijeron, retenidos por no querer °br"'
ni uno ni otro ser el primero á romper el silencio. Resistiéndose la
juntar á dar libertad al preso, amenazó Murat con que emplearía la
fuerza si al instante no se le ponía en sus manos. Afanábase por ser
dueño de Godoy, considerándole necesario instrumento para in­
fluir en Bayona en las determinaciones de los reyes padres, á quie­
nes por otra parte en las primeras vistas que tuvo con ellos en el
Escorial uno*de>aqueIlos dias les habia prometido su libertad. La
junta se limitó por de pronto á mandar al consejo con fecha del 13
que suspendiese el proeeso intentado contra Don Manuel Godoy
hasta nueva orden de St M., á quien se consultó por medio de
Don Pedro Cevallos. La posición de la junta realmente era muy
angustiada, quedando expuesta á la indignación publica si le sol­
taba, ó á las iras del arrebatado Murat si le retenia. Don Pe­
dro Cevallos contestó desde Vitoria que se había escrito al empe­
rador ofreciendo usar con Godoy tle generosidad perdonándole la
vida, siempre que fuese condenado á la pena de muerte. Bastóle
esta contestación á Murat para insistir en 20 de abril en lá soltura
del preso con el objeto de enviarle á Francia, y con engaño y des­




70 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
preciadora befa decia á su nombre el general Belliard en su ofi­


c A p . n . 0 0 c ' ° * : * El gobierno y la nación española solo hallarán
« en esta resolución de S. M. I. nuevas pruebas del in­


< teres que toma por la España, porque alejando al príncipe de la
t Paz quiere quitar á la malevolencia los medios de creer posible
« que Carlos IV volviese el poder y su confianza al que debe ha­
« berla perdido para siempre.» ¡Asi se escribía á una autoridad
puesta por Fernando y que no reconocía á Carlos IV! La junta ac­
cedió á lo último á la demanda de Murat, habiéndose opuesto con
firmeza el ministro de marina Don Francisco Gil y Lemus. Mucho
se motejó la condescendencia de aquel cuerpo; sin embargo eran
tales y tan espinosas las circunstancias que con dificultad se hubiera
podido estorbar con éxito la entrega de DonManuel Godoy. Acor­
dada que ésta fue, se dieron las convenientes órdenes al marqués
de Castelar, quien antes de obedecer, temeroso de algún nuevo ar­
tificio de los franceses, pasó á Madrid á cerciorarse de la verdad
de boca del mismo infante presidente. El pundonoroso general, al
oír la confirmación de lo que tenia por falso, hizo dejación de su
destino, suplicando que no fuesen los guardias de corps quienes hi­
ciesen la entrega, sino los granaderos provinciales. El bueno del
infante le replicó « que en aquella entrega consistía el que su so­
« brino fuese rey de España:» á cuya poderosa razón cedió Cas­
telar, y puso en hbertad al preso Godoy á las 11 de la noche del
mismo dia20, entregándole en manos del coronel francés Martel.
Sin detención tomaron el camino de Bayona, adonde llegó Godoy
con la escolta francesa el 26, habiéndosele reunido poco después
su hermano Don Diego. Se albergó aquel en una quinta que le es­
taba preparada á una legua de la ciudad, y á poco tuvo con Napo­
león una larga conferencia. El rey si bien no desaprobó la con­
ducta de la junta, tampoco la aplaudió, elogiando de propósito al
consejo que se habia opuesto á la entrega. En asunto de tanta gra­
vedad procuraron todos sincerar su modo de proceder; entre ellos
se señaló el marqués de Castelar, apreciable y digno militar, quien
envió para informar al rey no menos que á tres sugetos, á su se­
gundo el brigadier Don José Palafox, á su hijo el marqués de Bel­
veder y al ayudante Butrón. Asi y como milagrosamente se libró
Godoy de una casi segura y desastrada muerte.
Queja» T t e n t í t t ­ En todos aquellos dias no habia cesado Murat de


таз de Murat. incomodar y acosar á la junta con sus quejas é infun­
dadas reclamaciones! El 16 había llamado á Ofarril¡ para lamen­
tarse con acrimonia ó ya­de asesinatos, ó ya de acopios de armas
que se hacían en Aragón. Eran éstos meros pr»etextos>para encami­
nar su plática á asunto mas serio. Al fin le declaró ¡el verdadero
objeto de la conferencia. Era pues que el emperador no reconocía
en España otro rey sino á CáriesiV*. y; que habiendo para ello re­
cibido órdenes suyas iba á publicar una proclama que manuscrita




LIBRO SEGUNDO. 71
le dio á leer. Se suponía extendida por el rey padre, asegurando
en ella haber sido forzada su abdicación, como asi se lo había co-
municado á su aliado el emperador de los franceses, con cuya apro-
bación y arrimo volvería á sentarse en el solio. Absorto Ofarril con
lo que acababa de oir informó de ello á la junta, la cual de nuevo
comisionó al mismo en compañía de Azanza para apurar mas y mas
las razones y el fundamento de tan extraña resolución. Murat acom-
pañado del conde de Laforest se mantuvo firme en su propósito, y
solo consintió en aguardar la última contestación de la junta que
verbalmente y por los mismos encargados respondió : ¿ I o que
« Carlos IV y no el gran duque debía comunicarle su determinación;
« 2 o que comunicada que le fuese se limitaría á participarla áFer-
« nando VII; y 3 o pedia que, estando Carlos IV próximo á salir
t para Bayona, seguardase el mayor secreto y ao ejerciese duran-
« te el viage ningún acto de soberanía. > En seguida pasó Murat
al Escorial, y poniéndose de acuerdo con los reyes pa-
dres * ¡escribió Carlos IV á su hermano el infante Don ^iámá cir-
Antonio una carta en la que aseguraba haber sido for- K« IV ia corona,
zada su abdicación del 19 de marzo, y que en aquel \alBajón".
mismo dia había protestado solemnemente contra
dicho acto. Ahora reiteraba su primera declaración confirmando
provisionalmente á la junta en su autoridad como igualmente á to-
dos los empleados nombrados desde el 19 de marzo último, y
anunciaba su próxima salida para ir á encontrarse con su aliado el
emperador de los franceses. Es digno de reparo que en aquella
carta expresase Carlos IV haber protestado solemnemente el 19,
cuando después dató su protesta del 21, cuya fecha ya antes adver-
timos envolvía contradicción con cartas posteriores escritas por el
mismo monarca. Prueba notable y nueva de la precipitación con que
en todo se procedió, y del poco, concierto que entre sí tuvieron los
que arreglaron aquel negocio; pafstoque, fuera la protesta exten-
dida en el dia de la abdicación ó fuéralo después, siendo Carlos IV
y sus confidentes los dueños y únicos sabedores de su secreto, hu-
bieran por lo menos debido coordinar unas fechas cuya contradic-
ción había db ¡desautorizar acto de tanta importancia, mayor-
mente cuando IttegUimidad ó fuerza de la protesta no dimanaba de
que se hubiese realizado el 19, el 21 , ó el 23, sino de la falta de
libre voluntad con que aseguraban ellos había sido dada la abdica-
ción. Respecto de lo cual, como se había verificado en medio de
conmociones y bullicios populares, solo Carlos IV era el único y
competente juez, y no habiendo variado su situación en los tres
dias sucesivos apunto que pudiera atribuirse su1 silencio á completa
conformidad, siempre estaba en el easo dé alegar fundadamente
que cercado de los mismos riesgos no- habia «sado extender por
escrito un acto que descubierto hubiera sobremanera comprome-
tido su persona y la de su esposa. En nada de eso pensaran; creye-"




72 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ron de mas al parecer detenerse en cosas que imaginaron leves,
bastándoles la protesta para sus premeditados fines. Carlos IV,
después de haber remitido igual acto á Napoleón , en compañía de"
la reina y de la hija del príncipe de la Paz se puso en camino para
Bayona el dia 25 de abril, escoltado por tropas francesas y cara­
bineros reales, los mismos que le habjan hecho la guardia en el
Escorial. Fácil es figurarse cuan atribulados debieron quedar el in­
fante y la junta con novedades que obscurecían y encapotaban mas
y mas el horizonte político.


La salida de Godoy, las conferencias de Murat con los reyes
inquietud « H a ­ padres, la arrogancia y modo de explicarse de gran


drid. parte de los oficiales franceses y de su tropa, aumen­
taban la irritación de los ánimos, y á cada paso corría riesgo de al­
terarse la tranquilidad pública de Madrid y de los pueblos que
ocupaban los extrangeros. Un incidente agravó en la capital es­
tado tan crítico. Murat había ofrecido á la junta guardar reservada
la protesta de Carlos IV, pero á pesar de su promesa no tardó en
faltar á ella, ó por indiscreción propia, ó por el mal entendido
zelo de sus subalternos. El dia 20 de abril se presentó al consejo
el impresor Eusebio Alvarez de la Torre para avisarle que dos
agentes franceses habían estado en su casa con el objeto de impri­
mir una proclama de Carlos IV. Ya habia corrido la voz por el pue­
blo, y en la tarde hubiera habido una grande conmoción, si el
consejo de antemano no hubiese enviado al alcalde de casa y corte
Don Andrés Romero, quien sorprendió á los dos franceses Funiel
y Ribat con las pruebas de la proclama. Quiso el juez arrestarlos,
mas ni consintieron ellos en ir voluntariamente, ni en declarar cosa
alguna sin orden previa de su gefe el general Grouchi gobernador
francés de Madrid. Impaciente el pueblo se agolpó á la imprenta, y
temiendo el alcalde que al sacartosiuesen dichos franceses víctimas
del furor popular, los dejó all№rrestados hasta la determinación
del consejo, el cual, no osando tomar sobre sí la resolución, acudió
á la junta que, no queriendo tampoco comprometerse, dispuso po­
nerlos en libertad, exigiendo solamente de Murat nueva promesa
de que en adelante no se repetirían iguales tentativas JKTan débiles é
irresolutas andaban las dos autoridades en quienes se libraba en­
tonces la suerte y el honor nacional. La libertad de Godoy y el caso
sucedido en la imprenta, al parecer poco importante, fueron acon­
tecimientos quejosy particularmenle.indispusieron el espíritu pú­
blico contra los franceses. En el último claramente aparecía el deseo
de reponer en el trouo,áCáilos IV, y renovar asi las crueles y recien­
tes llagas delanteriorreinadojyconel primero se arrancaba de ma­
nos de la justicia y se daba suelta alobjeto odiado déla nación entera.
Alboroto .en T o ­ . .


NüjSe circunscribía á Madrid la pública inquietud.
ledc.­ ­ i«En Toledo el día 31 de¡abril se turbó también latran­


' quilidád por la imprudencia del ayudante general Marcial Tomas,




LIBRO SEGUNDO. 73
que había salido enviado á aquella ciudad con el objeto de dispo­
ner alojamientos para la tropa francesa. Explicábase sin rebozo
contra el ensalzamiento de Fernando VII, afirmando que Napo­
león había decidido restablecer en el trono á Carlos IV. Esparci­
dos por el vecindario semejantes rumores, se amotinó el pueblo aga­
villándose en i% plaza de Zocodover, y paseando armado por las
calles el retrato de Fernando, á quien todos tenian que saludar ó
acatar, fueran franceses ó españoles. La casa del corregidor Don
José Joaquín de Santa María, y las de los particulares Don Pedro
Segundo y Don Luis del Castillo fueron acometidas y públicamente
quemados sus muebles y efectos, achacándose á estos sujetos afecto
al valido y á Carlos IV : crimen entonces muy grave en la opinión
popular. Duró el tumulto dos dias. Le apaciguó el cabildo y la lle­
gada del general Dupont, quien con la suficiente fuerza pasó el 26
de Aranjuez á aquella ciudad. Iguales ruidos y alborotos hubo en
Burgos por aquellos dias de resultas de haber detenido E a B o r g M
los franceses á un correo español. El intendente mar­
qués de la Granja estuvo muy cerca de perecer á manos del popu­
lacho, y hubo con esta ocasión varios heridos.


Apoyado en aquellos tumultos provocados por la imprudencia ú
osadía francesa, y seguro por otra parte de que Fernando había
atravesado la frontera, levantó Murat su imperioso y conducta aiiane­
altaner'o tono, encareciendo agravios é importunando r« *> ̂ n l ­
con sus peticiones. Guardaba con la junta, autoridad suprema de
la nación, tan poco comedimiento que en ocasiones graves procedía
•sin contar con su anuencia. Asi fue que queriendo Bonaparte con­
gregar en Bayona una diputación de españoles, para que en tierra
extraña tratase de asuntos interiores del reino, á manera de la
que antes habia reunido en León respecto de Italia; y habiendo
Murat comunicado dicha resolucipn^á la junta gubernativa á fin de
que nombrase sugetos y arreglase el modo de convocación; al
tiempo que esta en medio de sus angustias entraba en deliberación
acerca de la materia, llegó á su noticia que el gran duque Murat
habia por sí escojido al intento ciertas personas, quienes, rehusando
pasar á Francia sin orden ó pasaporte de su gobierno, le obligaron
á dirigirse á la misma junta para obtenerlos. Diólos aquella, cre­
ciendo en debilidad á medida que el francés crecía en insolencia.


Mas adelante volveremos á hablar de la reunión c ó « d ¿ ¿ t a d e i a
que se indicaba para Bayona. Ahora conviene que pa­ J m " y m e d i d l , s
» » • i i qnepropone .


remos nuestra atención en la conducta de la junta áu»
prema, autoridad que quedó al frente de­la nación y la gobernó
hasta que grandes y gloriosos levantomientos Iimitaa^Tt'rrírsa do­
minación á Madrid y puntos ocupados por ios fajases! i ^ s a r
de no haber sido su mando muy duradero v a r n S í n j&cscIrá iWs^­
cion, ya por el número de sugetos que después ^M^^^y't
ya ­por la mudanza y alteración sustancial que te№wíjjS^M&:fo{


; '




74 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
trar Murat á presidirla. Nos ceñiremos por de pronto al espacio de
su gobernación que comprende basta los primeros días de mayo,
en cuyo tiempo se componía de las personas antes indicadas bajo
la presidencia del infante Don Antonio, asistiendo con frecuencia á
sus sesiones el príncipe de Castelfraneo, el conde de Montarco y
Don Arias Mon gobernador del consejo. Se agregaron en I o de
mayo por resolución de la misma junta todos los presidentes y de-
canos de los consejos, y se nombró por secretario al conde de
Casavalencia. En su difícil y ardua posición hostigada de un lado
por un gefe extrangero impetuoso y altivo, y reprimida de otro
con las incertidumbres y contradicciones de los que habían acom-
pañado al rey á Bayona, puede encontrar disculpa la flojedad y
desmayo con qué generalmente obró durante todos aquellos dias.
Hubiérase también, achacado su indecisión al modo restricto con
que Fernando la había autorizado á su partida, si Don Pedro Ce-
vallos no nos hubiera dado á conocer que para acudir al remedio
de aquel olvido ó .falta de previsión, se le habia enviado á dicha
junta desde Bayona una real orden para « que ejecutase cuanto
<r convenia al servicio del rey y del reino, y que al efecto usase
< de todas las facultades que S. M. desplegaría si se hallase dentro
« de sus estados. • Parece ser que el decreto fue recibido por la
junta, y en verdad.que con él tenia ancho campo para proceder
sin trabas ni miramiento. Sin embargo constante en su timidez é
irresolución no se atrevió á tomar medida alguna vigorosa sin con-
sultar de nuevo al rey. Fueron despachados con* aquel objeto á
Bayona Don Evaristo Pérez de Castro y Don José de Zayas : llegó
el primero sin tropiezo á su deslino : detúvose al segundo en la
raya. Susurróse entonces que una persona bien enterada del itine-
rario del último lo habia revelado para entorpecer su misión : no
fue asi con Pérez de Castro, tjujen encubrió á todos el camino ó
extraviada vereda que llevaba. La junta remitía por dichos comi-
sionados cuatro preguntas acerca de las cuales pedia instrucciones.
« 1 a Si convenia autorizar á la junta á sustituirse en caso necesa-
< rio en otras personas, las que S. M. designase, para que se tras-
« ladasen á parage en que pudiesen obrar con liBertad, siempre
« que la junta llegase á carecer de ella. 2a Si era la voluntad de
« S; M. que empezasen las hostilidades, el modo y tiempo de po-
« nerlo en ejecución. 3a Si debía ya impedirse la entrada de nue-
< vas tropas-francesas en España, cerrando los pasos de la fron-
« tera. 4 a Si S .J I . juzgaba conducente que se convocasen las
« cortes, dirijiendo su real decreto al consejo, y en defecto de
« este*(-p*or^er posible que al llegar la respuesta de S. M. no es-
c i^ i l rá ya'íe^üibertad de obrar) á cualquiera cnancillería ó au-


^éntíadel f |^p.»
/ .Pi^unmierajijestas conque mas bien daba indicióla junta de


querep.cufií'ir^ propia responsabilidad, que de desear su aproba-




LIBRO SEGUNDO. 7S
cion. Con todo habiendo dentro de su seno individuos „


. . . i t • i i • Creación de una


sumamente adictos al bien y honor de su patria, no j omaque íasns -
pudieron menos de acordarse con oportunidad algunas
resoluciones, que ejecutadas con vigor hubieran sin duda influido
favorablemente en el giro de los negocios. Tal fue la de nombrar
una junta que sustituyese á la de Madrid, llegado el caso de ca-
recer esta de libertad. Propuso tan acertada providencia el firme y
respetable Don Francisco Gil y Lemus, impelido y alentado por
una reunión oculta de buenos patriotas que se congregaban en casa
de su sobrino Don Felipe Gil Taboada. Fueron los nombrados para
la nueva junta el conde de Ezpeleta capitán general de Cataluña que
debia presidirla, Don Gregorio García de la Cuesta capitán gene-
ral de Castilla la Vieja, el teniente general Don Antonio de Escaño,
Don Gaspar Melchor de Jovellanos, y en su lugar y hasta tanto
que llegase de Mallorca, Don Juan Pérez Villamil, y Don Felipe
Gil Taboada. El punto señalado para-su reunión era Zaragoza, y
el último de los nombrados salió para dicha ciudad en la mañana
misma del aciago 2 de mayo* en compañía de Don Damián de la
Santa que debia ser secretario. Luego veremos cómo se malogró
la ejecución de tan oportuna medida.


Los individuos que en la junta de Madrid propendían á no expo-
ner á riesgo sus personas abrazando un activo y eficaz partido, se
apoyaban en el mismo titubear de los ministros y consejeros de
Bayona, quienes ni entre sí andaban acordes, ni sos- L l e s a d a a Ma_
tenían con uniformidad y firmeza lo que una vezhabian d r i d d e D o n J n s t o
determinado. Hemos visto antes como Don Pedro Ce- rn*Tam>-
vallos habia expedido un decreto autorizando á la junta para que
obrase sin restricción ni traba alguna; de lo que hubiéramos debido
inferir cuan resuelto estaba á sobrellevar con fortaleza los males
que de aquel decreto pudieran originarse á su persona y á los de-
mas españoles que rodeaban al rey. Pues era tan al contrario que
el mismo, Don; Pedro envió á decir á la j unta en 23 de abril por Don
Justo Ibamavarro oidor de Pamplona, que llegó á Ma-
drid en la noche del 29 *, « que no. se hiciese novedad ( " A p ' , 9 - )
< en la conducta tenida con los franceses, para evitar funestas conse-
f cuencias contra él rey y cuantos españoles (porque no seolvida-
c han) acompañaban áS.-M. » El mencionado oidor, después de
contar lo que pasaba en Bayona, también anunció de parte de S. M.
«que estaba resuelto á perder primero la vida qué á acceder á una
• inicua renuncia... y que con esta seguridad procediesela junta:»
aserción algún tanto incompatible cón»el encargo de Don Pedro Ge-
vaUos. Siendo tan grande la vacilación de todos, siendo tañías y tan
frecuentes sus contradicciones, fue mas fácil que después cada uno
descargase; su propia responsabilidad, echándose recíprocamente
la culpa. Per consiguiente sien este primer tiempo procedióla junta
de Madrid con duda y perplejidad, las circunstancias eran harto




76 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
graves para que no sea disimulable su indecisa y á veces débil con-
ducta , examinándola á la luz de la rigurosa imparcialidad.


La fuerte y hostil posición de los franceses era tam-
franceses en Ma- bien paradesalenlar al hombre mas brioso y arrojado.
d r i d- Tenían en Madrid y sus alrededores 23,000 hombres,
ocupando el Retiro con numerosa artillería. Dentro de la capital
estaba la guardia imperial de á pie y de á caballo con una división
de infantería mandada por el general Musnier, y una brigada de
caballería. Las otras divisiones del cuerpo de observación de las cos-
tas del océano, á las órdenes del mariscal Moncey, se hallaban acan-
tonadas en Fuencarral, Chamartin, convento de San Bernardino,
Posuelo y la Casa de Campo. En Aranjuez, Toledo y el Escorial
había divisiones del cuerpo de Dupont, de suerte que Madrid estaba
ocupado y circundado por el ejército extrangero, al paso que la
guarnición española constaba de poco mas de 3000 hombres, ha-
biéndose insensiblemente disminuido desde los acontecimientos de
marzo. Mas el vecindario, en lugar de contener y reprimir su dis-
gusto , le manifestaba cada dia mas á cara descubierta y sin poner
ya limites á su descontento. Eran extraordinarias la impaciencia y la
agitación, y ora delante de la imprenta real para aguardar la pu-
blicación de una gaceta, ora delante de la casa de correos para sa-
ber noticias, se veian constantemente grupos de gente de todas
clases. Los empleados dejaban sus oficinas, los operarios sus talle-
res , y hasta el delicado sexo sus caseras ocupaciones para acudir
á la puerta del Sol y sus avenidas, ansiosos de satisfacer su noble
curiosidad : interés loable y señalado indicio de que el fuego patrio
no se habia aun extinguido en los pechos españoles.
Revistas de M o - Murat por su parte no omitia ocasión de ostentar su


r a t- fuerza y sus recursos para infundir pavor en el ánimo
de la desasosegada multitud. Todos los domingos pasaba revista de
sus tropas en el paseo del Prado, después de haber oido misa en el
convento de Carmelitas descalzos calle de Alcalá. La demostración
religiosa acompañada de la estrepitosa reseña, lejos de conciliarios
ánimos ó de arredrarlos, los llenaba de enfado y enojo. No se creia
en la sinceridad de la primera tachándola de impio fingimiento, y se
veía en la segunda el deliberado propósito de insultar y de atemo-
rizar con estudiada apariencia á los pacíficos, si bien ofendidos mo-
radores. De una y otra parte'fue creciendo la irritación siendo por
ambas extremada. El español tenia á vilipendio el orgullo y despre-
cio con que se presentaba el extrangero, y el soldado francés teme-
roso de una oculta trama anhelaba por salir de su situación penosa,
vengándose de los desaires que con frecuencia recibía. A tal punto
había llegado la agitación y la cólera, que al volver Murat el do-
mingo I o de mayo de su acostumbrada revista, y á su paso por la
puerta del Sol, fue escarnecido y silbado con escándalo ¿e su comi-
tiva por el numeroso pueblo que allí á la sazón se encontraba. Se-




LIBRO SEGUNDO. 77
mejante estado de cosas era demasiado violento para que se prolon-
gase sin haber de ambas partes un abierto y declarado rompimiento.
Solo faltaba oportuna ocasión, la cual desgraciadamente se ofreció
muy luego.


El 30 de abril presentó Murat una carta de Carlos Pide la salida na-
IV para que la reina de Etruria y el infante Don Fran- femÍD™ Fran-
cisco pasasen á Bayona. Se opuso la junta á la partida * ¡ ^ j r e l M *
del infante, dejando á la reina que obrase según su
deseo. Reiteró Murat el 1° de mayo la demanda acerca del infante,
tomando á su cuidado evitar á la junta cualquiera desazón ó respon-
sabilidad. Tratóse largamente en ella si se había ó nó de acceder:
los pareceres anduvieron muy divididos, y hubo quien propuso
resistir con la fuerza. Consultóse acerca del punto con Don Gonzalo
Ofarril como ministro déla guerra, quien trazó un cuadro en tal ma-
nera triste, si bien cierto, de la situación de Madrid apreciada mili-
tarmente,que no solo arrastró á su opinión la de la mayoría, sino
que también se convino en contener con las fuerzas nacionales cual-
quiera movimiento del pueblo. Hasta ahora la junta había sido débil
é indecisa : en adelante menos atenta á sus sagrados deberes irá
poco á poco uniéndose y estrechándose con el orgulloso invasor.
Resuelto pues él viage de la reina de Etruria conforme á su libre
voluntad, y el del infante Don Francisco por consentimiento de la
junta, se señaló la mañana siguiente para su partida.


Amaneció en fin el 2 de mayo, día de amarga re* t domar»
cordacion, de luto y desconsuelo, cuya dolorosa ima-
gen nunca se borrará de nuestro afligido y contristado pecho. Un
présago é inexplicable desasosiego pronosticaba tan aciago aconte-
cimiento, ó ya por aquel presentir oscuro que á veces antecede á
las grandes tribulaciones de nuestra alma, ó ya mas bien por la es-
parcida voz de la próxima partida de los infantes. Esta voz y la
suma inquietud excitada por la falta de dos correos de Francia, ha-
bían llamado desde muy temprano á la plazuela de palacio nume-.
roso concurso de hombres y mugeres del pueblo. Al dar las nueve
subió en un coche con sus hijos la reina de Etruria, mirada mas
bien como princesa extrangera que como propia, y muy desamada
por su continuo y secreto trato con Murat: partió sin oponérsele
resistencia. Quedaban todavía dos coches, y al instante corrió por
la multitud que estaban destinados al viage de los dos infantes
Don Antonio y Don Francisco. Por instantes crecía el enojo y la
¡ra, cuando al oír de la boca de los criados de palacio que el niño
Don Francisco lloraba y no quería partir, se enternecieron todos,
y las mugeres prorumpieron en lamentos y sentidos sollozos. En
este estado y alterados mas y mas los ánimos, llegó á palacio el
ayudante de Murat Mr. Augusto Lagrange encargado de ver lo que
aili pasaba, y de saber si la inquietud popular ofrecía fundados te-
mores de alguna conmoción grave. Al ver al ayudante, conocido




78 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
como tal por su particular uniforme, nada grato á los ojos del pue-
blo, se persuadió este que era venido allí para sacar por fuerza á
los infantes. Siguióse un general susurro, y al grito de una mú-
gerzuela : que nos los llevan! fue embestido Mr. Lagrange por todas
partes, y hubiera perecido á no haberle escudado con su cuerpo el
oficial de walonas Don Miguel Desmaisieres y Flores ; mas subiendo
de punto la gritería y ciegos todos de rabia y desesperación, ambos
iban á ser atropellados y muertos si afortunadamente no hubiera
llegado á tiempo una patralla francesa que los libró del furor de la
embravecida plebe. Murat prontamente informado de lo que pasaba
envió sin tardanza un batallón con dos piezas de artillería : la
proximidad á palacio de su alojamiento facilitaba la breve ejecu-
ción de su orden. La tropa francesa, llegada que fue al parage de la
reunion popular, en vez de contener el alboroto en su origen, sin
previo aviso ni determinación anterior, hizo una descarga sobre
los indefensos corrillos, causando asi una general dispersion, y con
ella un levantamiento en toda la capital, porque derramándoseeon
celeridad hasta los mas distantes barrios los prófugos de palacio,
cundió con ellos el terror y el miedo, y en un instante y como por
encanto se sublevó la población entera.


Acudieron todos á buscar armas, y con ansia á falta de buenas se
aprovechaban de las mas arrinconadas y enmohecidas. Los france-
ses fueron impetuosamente acometidos por do quiera qne se les
encontraba. Respetáronse en general los que estaban dentro de las
casas ó iban desarmados : y con vigor se ensañaron contra los que
intentaban juntarse con sus cuerpos ó hacían fuego. Los hubo que
arrojando las armase implorando clemencia se salvaron y fueren
custodiados en parage seguro. ¡ Admirable generosidad en medio de
tan ciego y justo furor! El gentío era inmensos»là calle Mayor,
de Alcalá, déla Montera y de las Carretas. Durante algún tiempo
los franceses desaparecieron, y los inexpertos madrileños creyeron
haber alcañaa;d» y asegurado su triunfo; pero desgraciadamente
fue de corta duración su alegría.


Los extrangeros prevenidos de antemano, y estando siempre en
vela, recelosos por la pública agitación de una populosa ciudad,
apresuradamente se abalanzaron por: las calles de Alcalá y carrera
dé San Gerónimo barriéndola con su artillería, y arrollando á
la multitud la caballería de la guardia imperial alas órdenes del
gefe de escuadrón Daumesnil. Señaláronse en crueldad los lan-
ceros polacos-y los mamelucos, los que conforme á las órdenes
de los generales de brigada Guillot y Daubrai forzaron las puer-
tas de algunas casas ¿ ó ya porque desde dentro hubiesen tira-
do, ó ya porque asi lo fingieron para entrarlas á saco y ¡matar á
cuantos se les presentaban. Asi asaltando entre otras la casa del
duque de Hijar en la carrera de San Gerónimo arcabucearon
delante de sus puertas al anciano portero. Estuvieron también




LIBRO SEGUNDO. 79
próximos á experimentar igual suerte el marqués de Villamejor y
el conde de Talara, aunque no habían tomado parte en la subleva-
ción. Salváronlos sus alojados. El pueblo combatido por todas par-
tes fue rechazado y disperso, y solo unos cuantos siguieron defen-
diéndose y aun atacaron con sobresaliente bizarría. Entre ellos los
hubo que vendiendo caras sus vidas se arrojaron en medio de las
filas francesas hiriendo y matando hasta dar el postrer aliento : hubo
otros que parapetándose en las esquinas de las calles iban de una
en otra haciendo continuado y mortífero fuego : algunos también
en vez de huir aguardaban á pie firme, ó asestaban su último y fu-
ribundo golpe contra el gefe ú oficial conocido por sus insignias.
¡ Estériles esfuerzos de valor y personal denuedo!


La tropa española permanecía en sus cuarteles por orden de la
junta y del capitán general Don Francisco Javier Negrete, furiosa
y encolerizada, mas retenida por la disciplina. Entretanto paisanos
sin resguardo ni apoyo se precipitaron al parque de artillería, en
el barrio de las Maravillas, para sacar los cañones y resistir con
mas ventaja. Los artilleros andaban dudosos en tomar ó no parte
con el pueblo, á la misma sazón que cundió la voz de haber sido
atacado por los franceses uno de los otros cuarteles. Decididos en-
tonces y puestos al frente Don Pedro Velarde y D. Luis Daoiz,
abrieron las puertas del parque, sacaron tres cañones y se dispu-
sieron á rechazar el enemigo, sostenidos por los paisanos y un
piquete de infantería á los órdenes del oficial Ruiz. Al principio se
cogieron prisioneros algunos franceses, pero poco después una co-
lumna de estos de los acantonados en el convento de San Bernardino
se avanzó mandada por el general Lefranc, trabándose de ambos
lados una porfiada refriega. El parque se defendió valerosamente,
menudearon las descargas, y alli quedaron tendidos número cre-
cido de enemigos. De nuestra parte perecieron bastantes soldados
y paisanos: el oficial Ruiz fue desde el principio gravemente herido.
Don Pedro Velarde feneció atravesado de un balazo : y escaseando
ya los medios de defensa con la muerte de muchos, y aproximán-
dose denodadamente los franceses á la bayoneta, comenzaron los
nuestros á desalentar y quisieron rendirse. Pero cuando se creía
que los enemigos iban á admitir la capitulación se arrojaron sobre
las piezas, mataron á algunos, y entre ellos traspasaron desapia-
dadamente á bayonetazos á Don Luis Daoiz, herido antes en un
muslo. Asi terminaron su carrera los ilustres y beneméritos oficiales
Daoiz y Velarde : honra y gloria de España, dechado de patriotis-
mo , servirán de ejemplo á los amantes de la independencia y liber-
tad nacional. El reencuentro del parque fue el que costó mas san-
gre á los franceses, y en donde hubo resistencia mas ordenada.


Entretanto la débil junta azorada y sorprendida pensó en buscar
remedio á tamaño mal. Ofarril y Azanza, habiendo recorrido inútil-
mente los alrededores de palacio, y no siendo escuchados de los




80 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
franceses, montaron á caballo y fueron á encontrarse con Murat,
quien desde el principio de la sublevación para estar mas desemba-
razado y mas á mano de dar órdenes, ya á las tropas de afuera,
ya á las de adentro, se colocó con el mariscal Moncey y principales
generales fuera de puertas en lo alto de la cuesta de San Vicente.
Llegaron alli los comisionados de la junta, y dijeron al gran duque
que si mandaba suspender el fuego y les daba para acompañarlos
uno de sus generales se ofrecían á restablecer la tranquilidad. Ac-
cedió Murat y nombró al efecto al general Harispe. Juntos los tres
pasaron á los consejos , y asistidos de individuos de todos ellos se
distribuyeron por calles y plazas, y recorriendo las principales al-
canzaron que la multitud se aplacase con oferta de olvido de lo pa-
sado y reconciliación general. En aquel paseo se salvó la vida á
varios desgraciados, y señaladamente á algunos traficantes catala-
nes á ruego de Don Gonzalo Ofarril.


Retirados los españoles, todas las bocacalles y puntos importan-
tes fueron ocupados por los franceses, situando particularmente
en las encrucijadas cañones con mecha encendida.


Aunque sumidos todos en dolor profundo, se respiraba algún
tanto con la consoladora idea de que por lo menos haría pausa la
desolación y la muerte. ¡ Engañosa esperanza! A las tres de la
tarde una voz lúgubre y espantosa empezó á correr con la celeridad
del rayo. Afirmábase que españoles tranquilos habian sido cogidos
por los franceses y arcabuceados junta á la fuente de la puerta del
Sol y la iglesia de la Soledad, manchando con su inocente sangre
las gradas del templo. Apenas se daba crédito á tamaña atrocidad
y conceptuábanse falsos rumores de ilusos y acalorados patriotas.
Bien pronto llegó el desengaño. En efecto, los franceses después
de estar todo tranquilo habian comenzado á prender á muchos es-
pañoles , que en virtud de las promesas creyeron poder acudir li-
bremente á sus ocupaciones. Prendiéronlos con pretexto de que
llevaban armas : muchos no las tenían, á otros solo acompañaba ó
una navaja ó unas tijeras de su uso. Algunos fueron arcabuceados
sin dilación, otros quedaron depositados en la casa de correos y
en los cuarteles. Las autoridades españolas, fiadas en el convenio
concluido con los gefes franceses, descansaban en el puntual cum-
plimiento de lo pactado. Por desgracia fuimos de los primeros á ser
testigos de su ciega confianza. Llevados á casa de Don Arias Mon
gobernador del consejo con deseo de librar la vida á Don Antonio
Oviedo, quien sin motivo habia sido preso al cruzar de una calle,
nos encontramos con que el venerable anciano, rendido al causan-
do de la fatigosa mañana, dormia sosegadamente la siesta. Enla-
zados con él por relaciones de paisanage y parentesco, consegui-
mos que se le despertase, y con dificultad pudimos persuadirle de
la verdad de lo que pasaba ., respondiendo á todo que una persona
como el gran duque de Bcrg no podia descaradamente faltar á su




LIBRO SEGUNDO. 81
palabra... ¡tanto repugnaba el falso proceder á su acendrada
probidad! Cerciorado al fin, procuró aquel digno magistrado re-
parar por su parte el grave daño, dándonos también á 'nosotros
en propia mano la orden para que se pusiese en libertad á
nuestro amigo. Sus laudables esfuerzos fueron inútiles, y en balde
fueron nuestros pasos en favor de Don Antonio Oviedo. A du-
ras penas penetrando por las filas enemigas con bastante peli-
gro, de que nos salvó el hablar la lengua francesa, llegamos á
la casa de correos donde mandaba por los españoles el general
Sesti. Le presentamos la orden del gobernador, y fríamente nos
contestó que, para evitar las continuadas reclamaciones de los
franceses, les habia entregado todos sus presos y puéstolos en sus
manos: asi aquel italiano al servicio de España retribuyó á su adop-
tiva patria los grados y mercedes con que le habia honrado. En
dicha casa de correos se habia juntado una comisión militar fran-
cesa con apariencias de tribunal; mas por lo común sin ver á los
supuestos reos, sin oírles descargo alguno ni defensa los enviaba
en pelotones unos en pos de otros para que pereciesen en el Retiro
ó en el Prado. Muchos llegaban al lugar de su horroroso suplicio
ignorantes de su suerte; y atados de dos en dos, tirando los solda-
dos franceses sobre el montón, caian ó muertos ó mal heridos, pa-
sando á enterrarlos cuando todavía algunos palpitaban. Aguardaron
áque pasase el día para aumentar el horror de la trágica escena.
Al cabo de veinte años nuestros cabellos se erizan todavía al
recordar la triste y silenciosa noche, solo interrumpida por los las-
timeros ayes de las desgraciadas víctimas y por el ruido de los fusi-
lazos y del cañón que de cuando en cuando y á lo lejos se oia y re-
sonaba.-Recogidos los madrileños á sus hogares lloraban la cruel
suerte que habia cabido ó amenazaba al pariente, al deudo ó al
amigo. Nosotros nos lamentábamos de la suerte del desventurado
Oviedo, cuya libertad no habíamos logrado conseguir, á la misma
sazón que pálido y despavorido le vimos impensadamente entrar
por las puertas de la casa en donde estábamos. Acababa de deber
la vida á la generosidad de un oficial francés movido de sus ruegos
y de su inocencia, expresados en la lengua extraña con la persua-
siva elocuencia que le daba su crítica situación. Atado ya en un pa-
tio del Retiro, estando para ser arcabuceado le soltó, y aun no ha-
bia salido Oviedo del recinto del palacio cuando oyó los tiros que
terminaron la larga y horrorosa agonía de sus compañeros de in-
fortunio. Me he atrevido á entreteger con la relación general un
hecho que, si bien particular, da una idea clara y verdadera del mo-
do bárbaro y cruel con que perecieron muchos españoles, entre los
cuales habia sacerdotes, ancianos y otras personas respetables.
No satisfechos los invasores con la sangre derramada por la noche,
continuaron todavía en la mañana siguiente pasando por las armas
á algunos de los arrestados la víspera, para cuva ejecución desti-


i. " • 6




82 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
naron el cercado de la casa del príncipe Pió. Con aquel sangriento
suceso se dio correspondiente remate á la empresa comenzada el 2
de mayo, dia que cubrirá eternamente de baldón al caudillo del
ejército francés, que friamente mandó asesinar, atraillados sin
juicio ni defensa, á inocentes y pacíficos individuos. Lejos estaba en-
tonces de prever el orgulloso y arrogante Murat que años después,
cogido, sorprendido y casi atraillado también á la manera de los
españoles del 2 de mayo, seria arcabuceado sin detenidas formas y
á pesar de sus reclamaciones, ofreciendo en su persona un señalado
escarmiento á los que ostentan hollar impunemente los derechos
sagrados de la justicia y de la humanidad.


Difícil seria calcular ahora con puntualidad la pérdida que hubo
por ambas partes. El consejo interesado en disminuirla la rebajó
á unos 200 hombres del pueblo. Murat aumentando la de los es-
pañoles redujo la suya, acortándola el Monitor, á unos 80 entre
muertos y heridos. Las dos relaciones debieron ser inexactas por
la sazón en que se hicieron y el diverso interés que á todos ellos
movia. Según lo que vimos y atendiendo á lo que hemos consultado
después y al número de heridos que entraron en los hospitales,
creemos que aproximadamente puede computarse la pérdida de
unos y otros en 1200 hombres.


Calificaron los españoles el acontecimiento del 2 de mayo de
trama urdida por los franceses, y no faltaron algunos de estos que
se imaginaron haber sido una conspiración preparada de antemano
por aquellos : suposiciones falsas y desnudas ambas de sólido fun-
damento. Mas desechando los rumores de entonces, nos inclinamos
si á que Murat celebró la ocasión que se le presentaba y no la des-
aprovechó , jactándose como después lo hizo de haber humillado
con un recio escarmiento la fiereza castellana. Bien pronto vio cuan
equivocado era su precipitado juicio. Aquel dia fue el origen del
levantamiento de España contra los franceses, contribuyendo á
ello e,n gran manera el concurso de forasteros que habia en la ca-
pital con motivo del advenimiento al trono de Fernando VIL Asus-
tados estos y horrorizados, volvieron á sus casas difundiendo por
todas las provincias la infausta nueva y excitando el odio y la abo-
minación contra el cruel y fementido extrangero.


Profunda tristeza y abatimiento señalaron el dia 5.
D l a 3 ' Las tiendas y las casas cerradas, las calles solitarias


y recorridas solamente por patrullas francesas ofrecían el aspecto
de una ciudad desierta y abandonada. Murat mandó fijar en las


esquinas una proclama * digna de Atila, respirando
i A p . n . . sangre y amenazas, con lo que la indignación, si bien


reconcentrada entonces, tomó cada vez mayor incremento y
braveza.


Aterrado asi el pueblo de Madrid, se fue adelante en el propó-
sito de trasladar á Francia toda la real familia, y el mismo dia 5




LIBRO SEGUNDO. 85
salió para Rayona el infante Don Francisco. No se •
habia pasado aquella noche sin que el conde de Lafo- fumesparaFran-
rest y Mr. Freville indicasen en una conferencia se- « i a S 3 ^ 0 1 4 -
creta al infante Don Antonio la conveniencia y necesidad de que
fuese á reunirse con los demás individuos de su familia, para que
en presencia de todos se tomasen de acuerdo con el emperador las
medidas convenientes al arreglo de los negocios de España. Con-
descendió el infante, consternado con los sucesos precedentes, y
señaló para su partida la madrugada del 4, habiéndose tomado un
coche de viage de la duquesa viuda de Osuna j á fin de que cami-
nase mas disimuladamente. Dirigió antes de su salida un papel ó
decreto (no sabemos qué nombre darle) á Don Francisco Gil y
Lemus como vocal mas antiguo de la junta y persona de su parti-
cular confianza. Aunque temamos faltar á la gravedad de la his-
toria , lo curioso del papel asi en la sustancia como en la forma
exige que le insertemos aqui literalmente. « Al señor Gil. — A la
t junta para su gobierno la pongo en su noticia como me he mar-
« chado á Bayona de orden del rey, y digo á dicha junta que ella
< sigue en los mismos términos como si yo estuviese en ella. —
« Dios nos la dé buena. — A Dios, señores, hasta el valle de Jo-
* safat. — A N T O N I O P A S C U A L . » Basta esta carta del buen infante
Don Antonio Pascual para conjeturar cuan superior era á sus
fuerzas la pesada carga que le habia encomendado su sobrino.
Habia sido siempre reputado por hombre de partes poco aventa-
jadas , y en los breves dias de su presidencia no ganó ni en con-
cepto ni en estimación. La reina María Luisa le graduaba en sos
cartas de hombre de muy poco talento y luces, agregábale además
le calidad de cruel. El juicio de la reina en su primera parte era
conforme á la opinión general; pero en lo de cruel, á haberse en-
tonces sabido, se hubiera atribuido á injusta calificación de ene-
mistad personal. Por desgracia la saña con que aquel infante se
expresó el año de 1814 contra todos los perseguidos y proscriptos
confirmó triste y sobradamente la justicia é imparcialidad con que
la reina habia bosquejado su carácter. Aqui acabó por decirlo asi
la primera época de la junta de gobierno, hasta cuyo tiempo si
bien se echa de menos energía y la conveniente previsión, falta
disculpable en tan delicada crisis, no se nota en su conducta con-
nivencia ni reprensibles tratos con el invasor extrangero; En ade-
lante su modo de proceder fue variando y enturbiándose mas y mas.
Pero ya es tiempo de que volvamos los ojos á las escenas no menos
lamentables que al mismo tiempo se representaban en Bayona.


Napoleón al día siguiente de su llegada el 16 de abril t t e s a Napoleón a
dio audiencia en aquella ciudad á una diputación de Bayona ,
portugueses enviada para cumplimentarle, y les ofreció conservar
su independencia, no desmembrando parte alguna de su territorio
ni agregándolos tampoco á España. No pudo verle el infante Don




84 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Carlos por hallarse indispuesto; mas Napoleón pasó á visitar en
persona á Fernando una hora después de su arribo, el que se veri-
ficó como hemos dicho el dia 20. El recien llegado bajó á recibirle
á la puerta de la calle, en donde habiéndose estrechamente abra-
zado estuvieron juntos corto rato, y solamente se tocaron en la
conversación puntos indiferentes. Fernando fue convidado á comer
para aquella misma tarde con el emperador, y á hora señalada yendo
en carruages imperiales con su comitiva, fue conducido al palacio
de Marrac dónde Napoleón residía. Salió este á recibirle hasta el
estribo del coche, etiqueta solo usada con las testas coronadas. En
la mesa evitó tratarle como príncipe ó como rey. Acabada la co-
mida permanecieron poco tiempo juntos, y se despidieron que-
dando los españoles muy contentos del agasajo con que habían
sido tratados, y renaciendo en ellos la esperanza de que todo iba á
componerse bien y satisfactoriamente. Vuelto Fernando á su po-
sada entró en ella muy luego el general Savary con el inesperado
mensage de que el emperador había resuelto irrevocablemente
derribar del trono la estirpe de los Borbones, sustituyendo la
suya, y que por consiguiente S. M. I. exigía que el rey en
su nombre y en el de toda su familia renuncíase la corona de
España é Indias en favor déla dinastía deRonaparte. No se sabe si
debe sorprender mas la resolución en si misma y el tiempo y oca-
sión de anunciarla, ó la serenidad del mensagero encargado de dar
la noticia. No habian trascurrido aun cinco dias desde que el ge- *


- neral Savary habia respondido con su cabeza de que
F e r n a n d o q ^ r e í el emperador reconocerla al príncipe de Asturias por
mincie. j. ey s ¡ hiciese la demostración amistosa de pasar á Ba-,
yona; y el mismo general encargábase ahora no ya de poner dudas
ó condiciones á aquel reconocimiento, sino de intimar al príncipe y
á su familia el despojo absoluto del trono heredado de sus abuelos.
¡ Inaudita audacia! Aguardar también para notificar Ja terrible de-
cisión de Napoleón el momento en que acababa de darse á los prín-
cipes de España pruebas de un bueno y amistoso hospedage, fue
verdaderamente rasgo de inútil y exquisita inhumanidad, apenas
creíble á no habérnoslo trasmitido testigos oculares. Los héroes
del político florentino, César Borgia y Oliverotto di Fermo, en sus
crueldades y excesos parecidos en gran manera á este de Napo-
león , hallaban por lo menos cierta disculpa en su propia debilidad
y en ser aquella la senda por donde caminaban los príncipes
y estados de su tiempo. Mas el hombre colocado al frente de una
nación grande y poderosa, y en un siglo de costumbres mas suaves,
nunca podrá justificar ó paliar siquiera ni su aleve resolución, ni el
modo odioso é inoportuno de comunicarla.
„ , • Después del intempestivo y desconsolador anuncio,


Escoiquiz y ce- tuvieron acerca del asunto Don Pedro Cevallos y Don
T a l l o s ' Juan Escoíquiz importantes conferencias. Comenzó la




LIBRO SEGUNDO. 85
de Cevallos con el ministro Champagny, y cuando sostenía aquel con
tesón y dignidad los derechos de su príncipe, en medio de la discusión
presentóse el emperador, y mandó á ambos entrar en su despa-
cho , en donde enojado con lo que á Cevallos le habia oido, pues
detrás de una puerta habia estado escuchando, le apellidó traidor,
por desempeñar cerca de Fernando el mismo destino de que habia
disfrutado bajo Carlos IV. Añadidos otros denuestos, se serenó
al fin y concluyó con decir < que tenia una política peculiar suya;
« que debia (Cevallos) adoptar ideas mas francas, ser menos deli-
t cado sobre el pundonor y no sacrificar la prosperidad de España
t al interés de la familia de Borbon. >


La primera conferencia de Escoiquiz fue desde luego con Na-
poleón mismo, quien le trató con mas dulzura y benignidad que á
Cevallos, merced probablemente á los elogios que el canónigo le
prodigó con larga mano. La conversación tenida entre ambos nos
ha sido conservada por Escoiquiz, y aunque dueño este de modifi-
carla en ventaja suya, lleva visos de verídica y exacta, asi por lo
que Bonaparte dice, como también por aparecer en ella el bueno
de Escoiquiz en su original yperpélua simplicidad. El emperador
francés, poco atento á floreos y estudiadas frases, insistió con ahinco
en la violencia con que á Carlos IV se le habia arrancado su renun-
cia, siendo el punto que principalmente le interesaba. No por eso
dejó Escoiquiz de seguir perorando largamente; pero su cicerónica
arenga, como por mofa la intitulaba Napoleón, no eonmovió el
imperial ánimo de este, que terminó la conferencia con autorizar
á Escoiquiz para que en nombre suyo ofreciese á Fernando el reino
de Etruria en cambio de la corona de España; en cuya propuesta
quería dar al príncipe una prueba de su estimación, prometiendo
ademas casarle con una princesa de su familia. Después de lo cual
y de tirarle amistosa si bien fuertemente de las orejas, según el
propio relato del canónigo, dio fin á la conversación el emperador
francés.


Apresuradamente volvió á la posada del rey Fernando Don Juan
Escoiquiz, á quien todos aguardaban con ansia. Comunicó la nueva
propuesta de Napoleón , y se juntó el consejo de los que acompa-
ñaban al rey para discutirla. En él los mas de los asistentes, á pesar
de los repetidos desengaños, solo veian en las nuevas proposiciones
el deseo de pedir mucho para alcanzar algo, y todos á excepción
de Escoiquiz votaron por desechar la propuesta del reino de Etru-
ria. Cierto que si por una parte horroriza la pérfida conducta de
Napoleón, por otra causa lástima y despecho el constante desvarío
de los consejeros de Fernando y aquel continuado esperar en quien
solo habia dado muestras de mala voluntad. La opinión de Escoiquiz
fue aun menos disculpable; la de los otros consejeros se fundaba
en un juicio equivocado, pero la del último no solo le deshonraba
como español queriendo que se trocase el vasto y poderoso trono de




86 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
su patria por otro pequeño y limitado, no solo daba indicio de mí-
sera y personal ambición, sino que también probaba de nuevo im-
previsión incurable en imaginarse que Bonaparte respetaría mas al
nuevo rey de Etruria que lo que habia respetado al antiguo y á los
que eran legítimamente príncipes de España.


Continuaron las conferencias habiendo sustituido á Cevallos
Don Pedro Labrador, y entendiéndose con Escoquiz Mr. de Pradt
obispo de Poitiers. Labrador rompió desde luego sus negociaciones
con Mr. de Champagny : los otros prosiguieron sin resultado al-
guno su recíproco trato y explicaciones. Daba ocasión á muchas de
estas conferencias la vacilación misma de Napoleón, quien deseaba
que Fernando renunciase sus derechos,sin tener que acudir auna
violencia abierta y también para dar lugar á que Carlos IV y el otro
partido de la corte llegasen á Bayona. Asi fue que, la víspera del
día en que se aguardaba á los reyes viejos, anunció Napoleón á
Fernando que ya no trataría sino con su padre.


Libada<ie car- Ya hemos visto como el 25 de abril habian salido
ios i v á Bayona, aquellos del Escorial, ansiosos de abrazar á su amigo
Godoy, y persuadidos hasta cierto punto de que Napoleón los re-
pondría en el trono. Pruébanio las conversaciones que tuvieron en
el camino, y señaladamente la que en Villa-Real trabó la reina con
el duque de Mahon; a quien habiéndole preguntado qué noticias cor-
rían, respondió dicho duque: «Asegúrase que el emperador de los
« franceses reúne en Bayona todas las personas de la familia real de
« España para privarlas del trono. » Paróse la reina como sorpren-
dida, y después de haber reflexionado un ralo, replicó : « Ñapó-
te león siempre ha sido enemigo grande de nuestra familia : sin
t embargo ha hecho á Carlos reiteradas promesas de protegerle,
« y no creo que obre ahora con perfidia tan escandalosa. » Arri-
baron pues á Bayona el 50, siendo desde la frontera cumplimenta-
dos y tratados como reyes, y con una distinción muy diversa de
aquella con que se habia recibido á su hijo. Napoleón los vio el
mismo día, y no los convidó á comer sino para el siguiente
I o de mayo, queriéndoles hacer el obsequio de que descansa-
sen. Desembarazados de las personas que habian ¡do á darles
el parabién de su llegada, entre quienes se contaba á Fernando,
mirado con desvío y enojo por su augusto padre, corrieron Car-
los y María Luisa á los brazos de su querido Godoy , á quien tier-
namente estrecharon en su seno una y repetidas veces con gran cla-
mor y llanto.
c o m e con s a p o - Pasaron en la tarde señalada á comer con Napoleón,


íeon. y habiéndosele olvidado á este invitar al favorito espa-
ñol , al ponerse á la mesa, echándole de menos Carlos, fuera de sí
exclamó : ¿ Y Manuel? ¿dónde está Manuel? Fuéle preciso á Na-
poleón reparar su olvido, ó mas bien condescender con los deseos
del anciano monarca: tan grande era el poderoso influjo que sobre




LIBRO SEGUNDO. 87
los hábitos y carácter del último había tomado Godoy, quien no
parecia sino que con bebedizos le habia encantado.


NO tardaron mucho UnOS y OtrOS en OCUparSe en el CompareeeFer-
importante y grave negocio que habia provocado la ™an¡J°*¡¡̂ ™~
reunión en Bayona de tantos ilustres personages. Muy
luego de la llegada de los reyes padres, de acuerdo estos con Na*
poleon, y siendo Godoy su principal y casi único consejero, se citó
á Fernando é intimóle Carlos, en presencia del soberano extrangero,
que en la mañana del dia siguiente le devolviese la corona por medio
de una cesión pura y sencilla, amenazándole con que « sino, él, sus


hermanos y todo su séquito serian desde aquel momento tratados
como emigrados. «Napoleón apoyó su discurso, y le sostuvo


con fuerza; y al querer responder Fernando se lanzó de la silla su
augusto padre, y hablándole con dignidad y fiereza quiso maltra-
tarle, acusándole de haber querido quitarle la vida con la corona.
La reina hasta entonces silenciosa se puso enfurecida, ultrajando
al hijo con injuriosos denuestos, y á tal punto, según Bonaparte,
se dejó arrastrar de su arrebatada cólera, que le pidió al mismo
hiciese subir á Fernando al cadalso: expresión, si fue pronunciada,
espantosa en boca de una madre. Su hijo enmudeció y envió una
renuncia con fecha I o de mayo limitada por las condi- „ „,,


J f Condiciones d e


crones siguientes : « I a Que el rey padre volviese á F e m a n d o p a r a s u
« Madrid, hasta donde le acompañaría Fernando, y r e n u n c l a -
« le serviría como * su hijo mas repetuoso. 2 a Que en 1 A p -
* Madrid se reuniesen las cortes, y pues que S. M. (el rey padre)
* resistía una congregación tan numerosa, convocasen todos los
f tribunales y diputados del reino. 5 a Que á la vista de aquella asam-
« blea formalizaría su renuncia Fernando, exponiendo los motivos
« que le conducían á ella. 4 a Que ei rey Carlos no llevase consigo
t personas que justamente se habían concitado el odio de la nación,
t 5 a Que si S. M. no quería reinar ni volver á España, en tal caso
« Fernando gobernaría en su real nombre, como lugarteniente
* suyo; no pudiendo ningún otro ser preferido á él. » Son de notar
los trámites y formalidades que querían exigirse para hacer la nueva
renuncia, siendo asi que todo se habia olvidado y aun atropellado
en la anterior de Carlos. También es digno de particular atención
que Fernando y sus consejeros, quienes por la mayor parte odiaron
tanto años adelante hasta el nombre de cortes, hayan sido los pri-
meros que provocaron su convocación, insinuando ser necesaria
para legitimar la nueva cesión del hijo en favor del padre la aproba-
ción de los representantes de la nación, ó por lo menos la ¿le una
reunión numerosa en que estuvieran los diputados de los reinos.
Asi se truecan y trastornan los pareceres de los hombres al son del
propio interés, y en menosprecio déla pública utilidad.


Carlos IV no se conformó, como era de esperar, N o s 0 conforma
con la contestación del hijo, escribiéndole en respuesta r**"-




88 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
el 2 una caria, en cuyo contenido en medio de algunas severas si
bien justas reflexiones se descubre la mano de Napoleón, y hasta


CAp.n.830 expresiones suyas. Sonlo por ejemplo*: «Tododebe
« hacerse para el pueblo, y nada por él... No puedo


« consentir en ninguna reunión en junta... nueva sugestión de los
* hombres sin experiencia que os acompañan. » Tal fue la inva-
riable aversión con que Bonaparte miró siempre las asambleas po-
pulares , siendo asi que sin ellas hubiera perpetuamente quedado
oscurecido en el humilde rincón en que la suerte le habia colo-


( * A P n s 4 ) cado. * Fernando insistió el 4 en su primera respuesta
t que el excluir para siempre del trono de España á


« su dinastía, no podia hacerlo sin el expreso consentimiento de lo-
< dos los individuos que tenian ó podían tener derecho á la corona de
« España, ni tampoco sin el mismo expreso consentimiento de la
« nación española, reunida en cortes y en lugar seguró. » Y tanto
y tanto reconocía entonces Fernando los sagrados derechos de la
nación, reclamándolos y deslindándolos cada vez mas y con mayor
claridad y conato.


En este estado andaban las pláticas sobre tan grave
mhmto^Fm- negocio cuando el 5 de mayo se recibió en Rayona la
nando deíanio de n oticia de lo acaecidoen Madrid el dia 2 : pasó Napo-
50 padre. . . . , r


león inmediatamente a participárselo a los reyes pa-
dres , y después de haber tenido con ellos una muy larga conferen-
cia , se llamó á Fernando para que también concurriese á ella. Eran
las cinco de la tarde; todos estaban sentados excepto el príncipe. Su
padre le reiteró Jas anteriores acusaciones; le baldonó acerba-
mente; le achacó el levantamiento del 2 de mayo, las muertes que
se habían seguido, y llamándole pérfido y traidor, le intimó por se-
gunda vez que, si no renunciaba la corona, seria sin dilación decla-
rado usurpador, y él y toda su casa conspiradores contra la vida de


c a p n 2 5 ) s u s soberanos. Fernando atemorizado * abdicó el 6
pura y sencillamente en favor de su padre, y en los


términos que este le habia indicado. No habia aguardado Carlos á
la renuncia del hijo para concluir con Napoleón un tratado por el


que le cedía la corona, sin otra especial restricción
ios iv"eBiiap^ que la de Ja integridad de la monarquía y la conser-
l e o n- vacion déla religión católica, excluyendo cualquiera
otra. El tratado fue firmado en 5 de mayo por el mariscal Duroc y
el príncipe de la Paz, plenipotenciarios nombrados al efecto; con
cuya vergonzosa negociación dio el valido español cumplido remate
á su pública y lamentable carrera. Ingrato y desconocida puso su
firma en un tratado en el que no estipuló sola y precisamente privar
de la corona á Fernando su enemigó, sino en general y por induc-
ción á todos los infantes, á toda la dinastía, en fin, de los soberanos
sus bienhechores, recayendo la cesión de Carlos en un príncipe ex-
trangero. Pequeño y mesquino hasta en los últimos momentos, Don




LIBRO SEGUNDO. 89
Manuel Godoy única y porfiadamente altercó sobre el articulo de
pensiones. Por lo demás el modo con que Carlos se despojó de la
corona, al paso que mancillaba al encargado de autorizarla por
medio de un tratado, cubría de oprobio á un padre que de golpe
y sin distinción privaba indirectamente á todos sus hijos de suceder
en el trono. Acordada la renuncia en tierra extraña, faltábale á los
ojos del mundo la indispensable calidad de haber sido ejecutada
libre y espontáneamente, sobre todo cuando la cesión recaia en fa­
vor de un soberano dentro de cuyo imperio se habia concluido
aquella importante estipulación. Era asimismo cosa no vista que un
monarca, dueño si se quiere de despojarse á sí mismo de sus pro­
pios derechos, no contase parala cesión ni con sus hijos, ni con las
otras personas de su dinastía, ni con el libre y amplio consenti­
miento de la nación española, que era traspasada á agena domina­
ción como si fuera un campo propio ó un rebaño. El derecho público
de todos los países se ha opuesto constantemente á tamaño abuso,
y en España, en tanto que se respetaron sus franquezas y libertades,
hubo siempre en las cortes un firme é invincible valladar contra la
arbitraria y antojadiza voluntad de los reyes. Cuando Alfonso el Ba­
tallador tuvo el singular desacuerdo de dejar por herederos de sus
reinos á los caballeros del Temple, lejos de convenir en su loco ex­
travío, nombraron los aragoneses en las cortes de Borja por rey de
Aragón á Don Ramiro el Monge, y por su parte los navarros para
suceder en Navarra á Don García Ramírez. Hubo otros casos no me­
nos señalados en que siempre se pusieron á salvo los fueros y cos­
tumbres nacionales. Hasta el mismo imbécil de Carlos II, aunque su
disposición testamentaria fue hecha dentro del territorio, y en ella
no se infringían tan escandalosamente ni los derechos de la familia
real ni los de la nación, creyó necesario por lo menos usar <le la fór­
mula de « que fuera válida aquella su última voluntad, como si se
* hubiese hecho de­ acuerdo con las cortes. > Ahora por todo se
atropello, y nadie cuidó de conservar siquiera ciertas apariencias
de justicia y legitimidad.


Asi terminó Carlos IV su reinado, del que nadie C a r l o s I v Ma_
mejor que él mismo nos dará una puntual y verdadera п а шя.
idea. Comia en Bayona con Napoleón cuando se expresó en estos
términos: « Todos los dias invierno y verano iba á caza hasta las
« doce, comia y al instante volvía al cazadero hasta la caída de la
« tarde. Manuel me informaba como iban las cosas, y me iba á
« acostar para comenzar la misma vida al día siguiente, á menos
« de impedírmelo alguna ceremonia importante.» De este modo
gobernó por espacio de veinte años aquel monarca, quien, según la
pintura que hace de sí propio, merece justamente ser apellidado
con el mismo epíteto que lo fueron varios de los reyes de Francia de
la estirpe merovingiana. Sin embargo adornaban á Carlos prendas
con que hubiera brillado como rey, llenando sus altas obligaciones,




90 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
si menos perezoso y débil no se hubiese ciegamente entregado al
arbitrio y desordenada fantasía de la reina. Tenia comprensión
fácil y memoria vasta; amaba la justicia, y si alguna vez se ocupaba
en el despacho de los negocios, era expedito y atinado; mas estas
calidades desaparecieron al lado de su dejadez y habitual aban-
dono. Con otra esposa que María Luisa su reinado no hubiera
desmerecido del de su augusto antecesor; y bien que la situación
de Europa fuese muy otra á causa de la revolución francesa, tran-
quila España en su interior y bien gobernada, quizá hubiera po-
dido sosegadamente progresar en su industria y civilización sin
revueltas ni trastornos.


Renuncia da Formalizadas las renuncias de Fernando en Cár-
Fernando como losIV, y de este en Napoleón, faltaba la del primero
principe de A s m . c o r a o príncipe de Asturias, porque si bien había de-


vuelto, en 6 de mayo la corona ásu padre, no había por
aquel acto renunciadoá sus derechos en calidad de inmediato suce-
sor. Parece ser, según Don Pedro Cevallos, que Fernando resistién-
dose á acceder á la última cesión, Napoleón le dijo: «No hay medio,
« príncipe, entre la cesión y la muerte.» Otros han negado la ame-
naza , y admira en efecto que hubiera que acudir á requerimiento
tan riguroso con persona cuya delibidad se había ya mostrado muy
á las claras. El mariscal Duroc habló en el mismo sentido que su
amo, y los príncipes entonces se determinaron á renunciar. Nom-
c A p n sn) bróse á dicho mariscal con Escoiquiz para arreglar el


modo *., y el 10 firmaron ambos un tratado por el que
se arreglaron los términos de la cesión del principe de Asturias, y
se fijó su pensión como la de los infantes con tal que suscribiesen
al tratado; lo cual verificaron Don Antonio y Don Carlos por me-
dio de una proclama que en unión con Fernando dieron en Bur-


c* Ap n as) déos * el 12 del mismo mayo. El infante Don Francisco
no firmó ninguno de aquellos actos, ya fuera precipi-


tación, ó ya por considerarle en su minoridad.
Bien que Escoiquiz hubiese obedecido á las órdenes de Fernando


firmando el tratado del 10, no por eso pone en seguro su buen
nombre, harto mancillado ya. Y fue singular que los dos hombres
Godoy'y Escoiquiz, cuyo desgobierno y errada conducta habían
causado los mayores daños á la monarquía, y cuyo respectivo va-
limiento con los dos reyes padre é hijo les imponía la estrecha
obligación de sacrificarse por la conservación de sus derechos,
fuesen los mismos que autorizasen los tratados que acababan en
España con la estirpe de los Borbones. La proclama de Burdeos
dada el 12, y en la que se dice á los españoles « que se manten-
« gan tranquilos esperando su felicidad de las sabias disposiciones
« y del poder de Napoleón, » fue producción de Escoiquiz, que-
riendo éste persuadir después que con ella había pensado en pro-
vocar á los españoles para que sostuviesen la causa de sus príncipes




LIBRO SEGUNDO. 91
legítimos. Si realmente tal fue su intento, se ve que no estaba do-
tado de mayor claridad cuando escribía, que de previsión cuando
obraba.


La reina deEtruria, á pesar délos favores y atentos L a r e i n a d e E t r u -
obsequios que habia dispensado á Mural y á los fran- r l a '
ceses, no fue mas dichosa en sus negociaciones que las otras per-
sonas de su familia. No se podia cumplir con su hijo el tratado de
Fontainebleau, porque el emperador habia ofrecido á los diputa-
dos portugueses conservar la integridad de Portugal: no podia
tampoco concedérsele indemnización en Italia, siendo opuesto á las
grandes miras de Napoleón permitir que en parte alguna de aquel
pais reinase una rama, cualquiera que fuese, de los Borbones;
con cuya contestación tuvo la reina que atenerse á la pensión que
se le señaló, y seguir la suerte de sus padres.


Durante la estancia en Bayona del príncipe de Asturias y los
infantes, hubo varios planes para que se evadiesen. p l a n M a e e T a 8 l < r a
Un vecino de Cervera de Alhama recibió dinero de la
junta suprema de Madrid con aquel objeto. Con el mismo también
habia ofrecido el duque de Mahon una fuerte suma desde San
Sebastian : los consejeros de Fernando, á nombre y por orden
suya, cobraron el dinero,. mas la fuga no tuvo efecto. Se propuso
como el medio mejor y mas asequible el arrebatar á los dos herma-
manos Don Fernando y Don Carlos, sosteniendo la operación por
bascos diestros y prácticos de la tierra, e internarlos en España
por San Juan de Pie de Puerto. Fue tan adelante el proyecto que
hubo apostados en la frontera 500 miqueletes para que diesen la
mano á los que en Francia andaban de concierto en el secreto.
Después se pensó en salvarlos por mar, y hasta hubo quien pro-
puso atacar á Napoleón en el palacio de Marac. Habia en todas
estas tentativas mas bien muestras de patriotismo y lealtad, que
probable y buena salida. Hubiérase necesitado para llevarlas á
cabo menos vigilancia en el gobierno francés, y mayor arrojo en
los príncipes españoles, naturalmente tímidos y apocados.


No tardó Napoleón, extendidas y formalizadas que fueron las
renuncias por medio de los convenios mencionados,
en despachar para lo interior de Francia á las personas KrancuTar°am1-
de la familia real de España. El 10 de mayo Carlos IV l!a real d e E s p a r
y su esposa María Luisa, la reina de Etruria con sus M '
hijos, el infante Don Francisco y el príncipe de la Paz salieron para
Fontainebleau y de allí pasaron á Compiegne. El 11 partieron
también de Bayona el rey Fernando VII y su hermano y tio, los
infantes Don Carlos y Don Antonio; habiéndoseles señalado para
su residencia el palacio de Valencey, propio del príncipe de
Talleyrand.


Tal fin tuvieron las célebres vistas de Bayona entre el emperador
de los franceses y la malaventurada familia real de España. Solo




92 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
con muy negra tinta puede trazarse tan tenebroso cuadro. En él
se presenta Napoleón pérfido y artero; los reyes viejos padres
desnaturalizados; Fernando y los infantes débiles y ciegos ; sus
consejeros por la mayor parte ignorantes ó desacordados, dando
todos juntos principio á un sangriento drama, que ha acabado con
muchos de ellos, desgarrado á España, y conmovido hasta en sus
cimientos la suerte de la Francia misma.


En verdad tiempos eran estos ásperos y difíciles, mas los en-
cargados del timón del estado ya en Bayona, ya en Madrid, parece
que solo tuvieron tino en el desacierto. Los primeros acabamos de
inacción d« la ver qué cuenta dieron de sus príncipes : examinare-
junta soprema. m o s ahora qué providencias tomaron los segundos
para defender el honor y la verdadera independencia nacional,
puesto que por sus discordias y malos consejos sé habian perdido
el rey Fernando, sus hermanos y toda la real familia. Menciona-
mos anteriormente la comisión de Don Evaristo Pérez de Castro,
quien con felicidad entró en Bayona el 4 de mayo. A su llegada se
presentó sin dilación á Don. Pedro Cevallos, y este comunicó al
rey las proposiciones de la junta suprema de Madrid de que aquel
era portador, y cuyo contenido hemos insertado mas arriba. De
resultas se dictaron dos decretos el 5 de mayo : uno escrito de la
real mano estaba dirigido á la junta suprema de gobierno, y otro
firmado por Fernando con la acostumbrada fórmula de Yo el rey
era expedido al consejo, ó en su lugar á cualquiera cnancillería ó
audiencia libre del influjo extrangero. Por el primero el rey decia :
« que se hallaba sin libertad, y consiguientemente imposibilila-
« do de tomar por sí medida alguna para salvar su persona y la
<¡ monarquía; que por tanto autorizaba á la junta en la forma mas
« amplia para que en cuerpo, ó sustituyéndose en una ó muchas
« personas que la representasen, se traladara al parage que creyese
« mas conveniente, y que en nombre de S. M. representando su
« misma persona ejerciese todas las funciones de la soberanía. Que
< las hostilidades deberían empezar desde el momento en que in-
« temasen á S. M. en Francia, lo que no sucedería sino por la
« violencia. Y por último, que en llegando ese caso tratase la
« junta de impedir del modo que creyese mas á propósito la
t entrada de nuevas tropas en la península. » El decreto al consejo
decia : « que en la situación en que S. M. se hallaba, privado de
t libertad para obrar por sí, era su real voluntad que se convo-
« casen las cortes en el parage que pareciese mas expedito; que
« por de pronto se ocupasen únicamente en proporcionar los ar-
« bitrios y subsidios necesarios para atender á la defensa del
« reino, y que quedasen permanentes para lo demás que pudiese
« ocurrir. »


Algunos de los ministros ó consejeros de Fernando en Bayona
creyeron fundadamente que la junta suprema, autorizada, como lo




LIBRO SEGUNDO. 95
habia sido desde aquella ciudad, para obrar con las mismas é ili-
mitadas facultades que habrían asistido al rey estando presente,
hubiera por si debido adoptar aquellas medidas, evitando las di-
laciones déla consulta; mas la junta, que se habia apartado del mo-
do de pensar de los de Rayona, y que en vez de tomar providen-
cias se contentó con pedir nuevas instrucciones, llegadas que fueron
tampoco hizo nada, continuando en su inacción, so color de que
las circunstancias habían variado. Cierto que no eran las mismas,
y será bien que para pesar sus razones refiramos antes lo que en
ese tiempo habia pasado en Madrid.


En la mañana misma del 4 de mayo en que partió el infante
Don Antonio, el gran duque de Berg manifestó á al- M o r a t p r e s i d e n t e
gunos individuos de la junta que era preciso asociar ueiajnnta.
su persona á las deliberaciones de aquel cuerpo, estando en ello
interesado el buen orden y la quietud pública. Se le hicieron re-
flexiones sobre su propuesta; no insistió en ella por aquel momen-
to, pero en la noche sin anuncio anterior se presentó en la junta
para presidirla. Opúsose fuertemente á su atropellado intento Gil
y Lemus; parece ser que también resistieron Azanza y Ofarríl,
quienes, aunque al principio protestaron é hicieron dejación de sus
destinos, al fin continuaron ejerciéndolos. Temerosa la junta del
compromiso en que la ponia Murat, y queriendo evitar mayores
males, cedió á sus deseos y resolvió admitir en su seno al principe
francés. Mucho se censuró esta su determinación, y se pensó que
excedía de sus facultades, mayormente cuando se trataba del gefe
del ejército de ocupación, y cuando para ello no habia recibido
órdenes ni instrucciones de Bayona. Hubiera sido mas conforme
á la opinión general, ó que se hubiera negado á deliberar ante el
general francés,, ó haber aguardado á que una violencia clara y sin
rebozo hubiese podido disculpar su sometimiento. Pesarosa tal vez
la junta de su fácil condescendencia, én medio de su
congoja * le sacó algún tanto de ella y átiempo un de- c A p ' M )
creto que recibió el 7 de mayo, y que con fecha del 4 habia expe-
dido en Bayona Carlos IV, nombrando á Murat lugarteniente del
reino, en cuya calidad debia presidir la junta suprema : decreto
precursor de la abdicación de la corona que al dia siguiente hizo
en Napoleón. Acompañaba al nombramiento una proclama del
mismo Carlos á la nación, que concluía con la notable cláusula de
que: «no habría prosperidad ni salvación para los españoles, sino
« en la amistad del grande emperador su aliado. > Bien que la re-
solución del rey padre viniese en apoyo de la prematura determi-
nación de la junta, en realidad no hubiera debido á los ojos de
este cuerpo tener aquella fuerza alguna autoridad : la de dicha
junta, delegada por Fernando VII,solo alas ordenes del último te-
nia que obedecer. Sir embargo en el dia 8 acordó su cumplimiento;
y solamente suspendió la publicación, creyendo con ese medio y




94 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
equívoco proceder salir de su compromiso. Finalmente le libró de
él y de su angustiada posición la noticia de haber devuelto Fer-


nando la corona á su padre, recibiendo un decreto *
CAp.n.30.) d e l m ¡ s m o p a r a q U e s e s o m e t i e s e a i a s órdenes del


antiguo monarca.
Hasta el dia en que Murat se apoderó de la presidencia, hubiera


„ . podido atribuirse la debilidad de la junta á circuns-
Equivoca con- r m . . , , .


ductadeiajnnu. peccion, su imprevisión a prudencia excesiva, y su
indolencia á falta de facultades ó á temor de comprometer la per-
sona del rey. Mas ahora habia mudado el aspecto de las cosas, y
astó estaban sus individuos en el caso de poner en ejecución las
convenientes medidas para salvar el honor y la independencia
nacional, ó no lo estaban. Si no, ¿porqué en vez de mancillar su
nombre aprobando con su presencia las inicuas decisiones del ex-
trangero, no se retiraron y le dejaron solo? ¿Y si pudieron obrar,
porqué no llevaron á efecto los decretos dados por el rey en Bayona
á consulta suya? ¿Porqué no permitieron la formación acordada
de otra junta, fuera del poder del enemigo? Lejos de seguir esta
vereda lomaron la opuesta y fijaron todo su conato en impedir la
ejecución de aquellas saludables medidas. Un propio habia entre-
gado á Don Miguel José de Azanza en su mano los dos decretos
del rey; por uno de los cuales se autorizaba á la junta con poderes
ilimitados, y por el otro al consejo para la convocación de cortes.
Azanza los comunicó á sus compañeros y todos convinieron en que
dados estos decretos el 5 de mayo y el de renuncia de Fernando
el 6 del mismo, no debian cumplirse ni obedecerse los primeros.
¡ Cosa extraña! Decretos arrancados por la violencia, en los que se
destruían los legítimos derechos de Fernando y su dinastía, y se
hollaban los de la nación, tuvieron á sus ojos mas fuerza que los
que habiendo sido acordados en secreto y despachados por perso-
sonas de toda confianza, tenían en sí mismos Ja doble ventaja de
haber sido dictados con entera libertad , y de acomodarse á lo que
ordenaba el honor nacional. Pone aun mas en descubierto la buena
fé y rectitud de intenciones de los que asi procedieron, el no haber
comunicado al consejo el decreto de convocación de cortes, cuya
promulgación y ejecución se encomendaba particularmente á su
cuidado; tocando solo á aquel cuerpo examinar las razones de pru-
dencia ó conveniencia pública de detenerle ó circularle. No con-
tentos con esto los individuos de la junta suprema, y temerosos de
que los nombrados para reemplazarla fuera de Madrid en caso ne-
cesario ejecutasen lo que se les habia mandado, tomaron precau-
ciones para estorbarlo. Al conde de Ezpeleta, á quien se habia
comunicado por medio de Don José Capeleti la primera determina-
ción de que presidiese la junta cuya instalación debia seguirse á la
falta de libertad de la de Madrid, se le dio después expresa contra-
orden ; y apremiado por Gil Taboada para que pasase á Zaragoza




LIBRO SEGUNDO. 95
en donde aquel aguardaba, le contestó como se le habia posterior-
mente mandado lo contrario.


Por lo tanto la junta suprema de Madrid, que con pretexto de
carecer de facultades, á pesar de haberlas desde Bayona recibido
amplias, anduvo al principio descuidada y poco diligente, ahora
que con mas claridad y extensión si era posible las recibía, sus-
pendió hacer uso de su poder, alegando ser ya tarde, y recelosa
de mayores comprometimientos. Aparece mas oscura y dudosa su
conducta al considerar que algunos de sus individuos, débiles antes,
pero resistiendo al extrangero, sumisos después si bien todavía
disculpables, acabaron por ser sus firmes apoyos, trabajando con
ahinco por ahogar los gloriosos esfuerzos que hizo la nación en de-
fensa de su independencia. Es cierto que en seguida los españoles
de Bayona estuvieron igualmente llenos de sobresalto y zozobra con
el miedo de que se ejecutasen los dos consabidos decretos. Asi lo
anunciaba Don Evaristo Pérez de Castro que volvió á Madrid por
aquellos dias. Tocio lo cual prueba que ni entre los españoles que
en Bayona influían principalmente en el consejo del rey, ni entre
los que en España gobernaban, habia ningún hombre asistido de
aquella constante decisión é invariable firmeza que piden extraor-
dinarias circunstancias.


Napoleón por su parte considerándose ya dueño de napo león pren
la corona de España en virtud de las renuncias hechas sa dar ia corona
en favor suyo, habia resuelto colocarla en las sienes d e E s < ) a n a a J o s é -
de su hermano mayor José rey de Ñapóles, y continuando siempre
por Ja senda del engaño quiso dar á su cesión visos de generosa
condescendencia con los deseos de los españoles. Asi fue que en
8 de mayo dirigió al gran duque sus instrucciones para que la
junta suprema y el consejo de Castilla le indicasen en cuál de las
personas de su familia les seria mas grato que recayese el trono de
España. En 12 respondió acertadamente él consejo que, siendo nu-
las las cesiones hechas por la familia de Borbon, no le tocaba ni
podia contestar á lo que se le preguntaba. Mas convocado al si-
guiente dia á palacio por la tarde y sin ceremonia, y bien recibido
y tratado por Murat, y habiendo fácilmente convenido este en la
cortapisa que el consejo quería poner á su exposición de que < no
« por eso se entendiese que se mezclaba en la aprobación ó desa-
« probación de los tratados de renuncia, ni que los derechos del
« rey Carlos y su hijo y demás sucesores á la corona, según las
« leyes del reino, quedasen perjudicados por la designación que se
f le pedia;» cedió entonces y acordó, en consulta del 13 dirigida
al gran duque, que bajo las propuestas insinuadas < le parecía que
i en ejecución de lo resuelto por el emperador podia recaer Je elec-
« cion en su hermano mayor el rey de Ñapóles.» Llevaba trazas
de juego y de mutua inteligencia el modo de preguntar y de res-
ponder. A Murat le importaban muy poco aquellas secretas pro-




96 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
testas, con tal que tuviese un documento publico de-las principales
autoridades de^reino que presentar á los gobiernos europeos, pu-
diendo con él Napoleón dar á entender que había seguido la volun-
tad de los españoles mas bien que la suya propia. El consejo, em-
pezando desde entonces aquel sistema medio artificioso que le guió
después,, mas propio de un subalterno de la curia que de un cuerpo
Custodio de las leyes, se avino muy bien con lo que se le propuso,
imaginando asi poner en cobro hasta cierto punto su comprometida
existencia, ya que se afirmase la dominación de Napoleón, ya que
fuese destruida. Conducta no atinada en tiempos de grandes tribu-
laciones y vaivenes, y con la que perdió su crédito é influjo entre
nacionales y extrangeros. Escribió también el mismo consejo una
carta al emperador, y á ruego de Murat nombró para presentarla
en Bayona á los ministros Don José Colon y Don Manuel de Lardi-
zabal. La junta suprema y la villa de Madrid practicaron por su
parle iguales diligencias, pidiendo que José Bonaparte fuese esco-
gido para rey de España.
Diputación do No satisfecho Napoleón con las cesiones de los prin-


Bayona. cipes, ni con la sumisión y petición de las supremas
autoridades, pensó en congregar una diputación de españoles, que
con simulacro de cortes diesen en Bayona una especie de aprobación
nacional á lodo lo anteriormente actuado. Ya dijimos que á media-
dos de abril habia intentado Murat llevar á efecto aquel pensamien-
to ; mas basta ahora en mayo no se puso en perfecta y cumplida


ejecución. La * convocatoria se dio á luz en la Gaceta
( A P . n.3i. ^ Madrid de 24del mismo mes, con la singularidad de


no llevar fecha. Estaba extendida á nombre del gran duque deBerg
y de la junta suprema de gobierno, y se reducía en sustancia á que
siendo el deseo de S. M. I. y R. juntar en Bayona una diputación ge-
neral de ISO individuos para el 15 de junio siguiente, á fin de tratar
enelladelafelicidadde España, indicando todos los males que el an-
tiguo sistema habia ocasionado, y proponiendo las reformas y re-
medios para destruirlos, la junta suprema habia nombrado varios
sugetos que allí se expresaban, reservando á algunas corporaciones,
á las ciudades de voto en cortes y otras sus respectivas elecciones.
Según el decreto debían también asistir grandes, títulos, obispos,
generales de las órdenes religiosas, individuos del comercio, de las
universidades, de la milicia, de la marina, de los consejos y de la
inquisición misma. Se escogieron igualmente seis individuos que re-
presentasen la América. Azanza, que en 25 de mayo habia ido á
Bayona para dar cuenta al emperador del estado de la hacienda de
España, se quedó por orden suya á presidir la junta ó diputación
general próxima á reunirse. Mas adelante examinaremos la índole y
lo strabajos de esta junta, y hablaremos del solemne reconocimiento
que ella y los españoles alli presentes hicieron del intruso José.


Murat, luego que estuvo al frente de! gobierno de España, re-




LIBRO SEGUNDO. 97
celando en vista del general desasosiego que hubiese M e < u d a s d e p r e -
sublevaciones mas ó menos parciales , adoptó varios canción de Mu-
medios para prevenirlas. Agregó á la división ó cuer- r a t '
po de Dupont dos regimientos suizos españoles, y puso á la dispo-
sición del mariscal Moncey cuatro batallones de guardias españolas
y walonas y los guardias de corps. Pasó órdenes para enviar 3000
nombres de Galicia á Buenos-Aires, y en 49 de mayo dio el mando
de Ja escuadra de Mahon al general Salcedo con encargo de hacerse
á la vela para Tolón; lo cual afortunadamente no pudo cumplirse
por los acontecimientos que muy luego sobrevinieron. Se ordenó á
la división española acantonada en Extremadura pasase á San Ro-
que , y á Solano que hasta entonces habia sido su gefe se le previno
que regresase á Cádiz para tomar de nuevo el mando de Andalucía,
yendo á explorar sus intenciones el oficial de ingenieros francés
Constantin. Con el mismo objeto y con pretexto de examinar la pla-
za dé Gibrallar se envió cerca del general Don Francisco Javier
Castaños, que mandaba en el campo de San Roque, al gefe de ba-
tallón de ingenieros Rognial: otros comisionados fueron enviados á
Ceuta. El Buen-Retiro se empezó á fortificar, encerrando dentro
de su recinto abundantes provisiones de boca y guerra, habiéndose
los franceses apoderado por todas partes de cuantos almacenes y
depósitos de municiones y armas estuvieron á su alcance. Cortas
precauciones para reprimir el universal descontento..


Pero ahora que ya tenemos á Napoleón imaginándose poder ena-
genar á su antojo la corona deÉspaña; ahora que ya está internada
en Francia la familia real, Mural mandando en Madrid, sometidos
la junta suprema y los consejos, y convocada á Bayona una diputa-
ción de españoles, será bien que, desviando nuestra vista de tantas
escenas de perfidia y abatimiento, de imprevisión y flaqueza, nos-
volvamos á contemplar un sublime y grandioso espectáculo.




LIBRO TERCERO,


Insurrección general contra los franceses. — Levantamiento de Asturias. —


Misión á Inglaterra. — Levantamiento de Galicia. — Levantamiento de San-


tander. — Levantamiento de León y Castilla la Vieja. — Levantamiento de


Sevilla. — Rendición de la escuadra francesa surta en Cádiz. —• Levanta-


miento de Granada. — Levantamiento de Extremedura. — Conmociones


en Castilla la Nueva. — Levantamiento de Cartagena y Murcia. — Levanta-


miento de Valencia. — Levantamiento de Aragón. — Levantamiento de


Cataluña. — Levantamiento délas Baleares. — Navarray Provincias Bascon-


gadas. — Islas Canarias. — Reflexiones generales. — Portugal. — S u situa r
cion. — Divisiones francesas que intentan pasar á España. — Los españoles


se retiran de Oporto. — Primer levantamiento de Oporto. — Levantamiento


de Tras-los-Montes , y segundo de Oporto. — Se desarma á los españoles de


Lisboa. — Rechazan los españoles á los franceses en Os Pegoes. — Levan-


tamiento de los Algarves. — Convenciones entre algunas juntas de España y


Portugal.


Encontrados efectos habían agitado durante dos meses á las
i n s u r r e c c i o n e - vastas provincias de España. Tras la alegría y el jú-


nerai comra los D ¡ ] 0 tras las esperanzas tan lisonjeras como rápidas
frunceses


de marzo habían venido las zozobras, las sospechas,
los temores de abril. El 2 de mayo habia llevado consigo á todas
partes el terror y el espanto*y al propagarse la nueva de las re-
nuncias , de las perfidias y torpes hechos de Bayona, un grito de
indignación y de guerra lanzándose con admirable esfuerzo de las
cabezas de provincia, se repitió y cundió resonando por caserías y
aldeas, por villas y ciudades. A porfía las mugeres y los ni-
ños, los mozos y los ancianos, arrebatados de fuego patrio, llenos
de cólera y rabia, clamaron unánime y simultáneamente por pronta,
noble y tremenda venganza. Renació España', por decirlo asi,
fuerte, vigorosa, denodada; renació recordando sus pasadas glo-
rias; y sus provincias conmovidas, alteradas y enfurecidas se repre-
sentaban á ¡a imaginación cómo las describía Veleyo Paiérculo,
tam diffusas, tam ¡requemes, tam feras. El viajero que un año antes
pisando los anchos campos de Castilla hubiese atravesado por me-
dio de la soledad y desamparo de sus pueblos, si de nuevo hubiese
ahora vuelto á recorrerlos, viéndolos llenos de gente, de turba-
ción y afanosa diligencia, con razón hubiera podido achacar á má-
gica trasformacion mudanza tan extraordinaria y repentina. Aque-
llos moradores, como los de toda España, indiferentes no había
mucho á los negocios públicos, salían ansiosamente á informarse
de las novedades y ocurrencias del dia, y desde el alcalde hasta el
último labriego embravecidos y airados, estremeciéndose con las
muertes y tropelias del extrangero, prorumpian al oirías en lágri-




LIBRO TERCERO. 99
mas de despecho. Tan cierto era que aquellos nobles y elevados
sentimientos, que engendraron en el siglo décimo sexto tantos
portentos de valor y tantas y tan inauditas hazañas, estaban ador-
mecidos , pero no apagados en los pechos españoles, y al dulce
nombre de patria, á la voz de su rey cautivo, de su religión ame-
nazada , de sus costumbres holladas y escarnecidas se despertaron
ahora con viva y recobrada fuerza. Cuanto mayores é inespe-
rados habían sidoSos ultrages, tanto mas terrible y asumbroso fue
el público sacudimiento. La historia no nos ha trasmitido ejemplo
mas grandioso de un alzamiento tan súbito y tan unánime contra
una invasión extraña. Como si un premeditado acuerdo, como si
una suprema inteligencia hubiera gobernado y dirigido tan gloriosa
determinación, las mas de las provincias se levantaron espontánea-
mente casi en un mismo día, sin que tuviesen muchas noticias de la
insurrección de las otras, y animadas todas de un mismo espíritu
exaltado y heroico. A resolución tan magnánima fue estimulada la
nación española por los engaños y alevosías de un falso amigo, que
con capa de querer regenerarla desconociendo sus usos y sus leyes,
intentó á su antojo dictarle otras nuevas, variar la estirpe de sus
reyes, y destruir asi su verdadera y bien entendida independencia,
sin la que desmoronándose los estados mas poderosos, hasta su
nombre se acaba y lastimosamente perece.


Este uniforme y profundo sentimiento quiso en* C A p . n. i . )
Asturias, primero que en otra parle, manifestarse
de un modo mas legal y concertado. Contribuyeron á ^ " ¿ f ™ | ™ t o
ello diversas y muy principales causas. Juntamente
con la opinión que era común á toda España de mirar con desvío
y odio la dominación extrangera, aun se conservaba en aquel
principado un ilustre recuerdo de haber ofrecido su enmarañado
y riscoso suelo seguro abrigo á los venerables restos de los espa-
ñoles esforzados, que huyendo de la irrupción sarracénica dieron
principio á la larga y porfiada lucha que acabó por afianzar la inde-
pendencia y unión de los pueblos peninsulares. Le inspiraba tam-
bién confianza su ventajosa y naturalmente resguardada posición.
Bañada al norte por las olas del océano, rodeada por otras partes
de caminos á veces intransitables, la ceñian al mediodía fragosas
y encumbradas montañas. Acertó igualmente áestar entonces con-
gregada la junta general del principado, reliquia dichosamente
preservada del casi universal naufragio de nuestros antiguos fueros.
Sus facultades, no muy bien deslindadas, se limitaban á asuntos
puramente económicos; pero en semejante crisis, compuesta en lo
general de individuos nombrados por los concejos, se la consideró
como oportuno centro para legitimar y dirigir atinadamente los
ímpetus del pueblo. Reuníase cada tres años, y casualmente en
aquel cayó el de su convocación, habiendo abierto sus sesiones
el I o de mayo.




100 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
A pocos dias con la aciaga nueva del 2 en Madrid llegó á Oviedo


la orden para que el coronel comandante de armas Don Nicolás
de Llano Ponte publicase el sanguinario bando que el 3 habia Mu-
ral promulgado en la capital del reino. Los moradores de Asturias,
conmovidos y desasosegados al par de los demás de España, ha-
bían ya en 29 de abril apedreado en Gijon la casa del cónsul fran-
cés , de resultas de haber este osado arrojar desde sus ventanas
varios impresos contra la familia de Borbon. En tal situación y es-
parciéndose la voz de que iban á cumplirse instrucciones rigurosas
remitidas de Madrid por el desacato cometido contra el cónsul, se
encendieron mas y mas los ánimos en gran manera estimulados por
las patrióticas exhortaciones del marqués de Santa Cruz de Marce-
nado, de su pariente Don Manuel de Miranda y de Don Ramón de
Llano Ponte, canónigo de aquella iglesia, quien habiendo servido
antes en el cuerpo de guardias estaba adornado de hidalgas y dis-
tinguidísimas prendas.


Decidida pues la audiencia territorial de acuerdo con el gefe mi-
litar á publicar el 9 el bando que de Madrid se habia enviado, empe-
zaron á recorrer juntos las calles, cuando á poco tiempo agolpán-
dose y saliéndoles al encuentro gran muchedumbre á los gritos de
viva Fernando VII y muera 31urat, los obligaron á retroceder y
desistir de su intento. Agavillándose entonces con mayor aliento los
alborotados, entre los que se señalaron los estudiantes de la uni-
versidad , reunidos todos enderezaron sus pasos á la sala de sesio-
nes de la junta general del principado. Hallaron alli firme apoyo en
varios de los vocales. Don José del Busto juez primero de la ciudad,
y en secreto de inteligencia con los amotinados, arengó en favor
de su noble resolución; sostuviéronle el conde Marcel de Peñalva y
el de Toreno (padre del autor de esta historia), y sin excepción
acordaron sus miembros desobedecer las órdenes de Murat, y to-
mar medidas correspondientes á su atrevida determinación. La au-
diencia en tanto, desamada del pueplo, ya por estar formando
causa á los que habían apedreado la casa del cónsul francés, y ya
también porque, compuesta en su mayor parte de agraciados y par-
tidarios del gobierno de Godoy, miraba al soslayo unos movimien-
tos que al cabo habian de redundar en daño suyo, procuró por to-
dos medios apaciguar aquella primera conmoción, influyendo con
particulares y con militares y estudiantes, y dando sigilosamente
cuenta á la superioridad de lo acaecido. Consiguió también que en
ia junta el diputado por Oviedo Don Francisco Velasco, apoyado
por el de Grado Don Ignacio Flores, discurriese largamente en el
dia 13 acerca de los peligros á que se exponía la provincia por los
inconsiderados acuerdos del 9, y no menos la misma junta habién-
dose excedido de sus facultades. El Velasco, gozando de concepto
por su práctica y conocida experiencia, alcanzó que se suspendiese
la ejecución de ías medidas resueltas, y solo el marqués de Santa




LIBRO TERCERO. 101
Cruz de Marcenado, que presidia, se opuso con fortaleza admirable,
diciendo « queprotestabasolemnemente.yqueen cualquiera punto
« en que se levantase un hombre contra Napoleón tomaría un fusil y
c se pondría á su lado. » Palabras tanto mas memorables cuanto sa-
lían de la boca de un hombre que rayaba en los sesenta años, pro-
pietario rico y acaudalado, y de las mas ilustres familias de aquel
pais : digno nieto del célebre marqués del mismo nombre, distin-
guido escritor militar y hábil diplomático, que en el primer tercio
del siglo último arrastrado de su pundonor habia perecido gloriosa
pero desgraciadamente en los campos de Oran.


Noticiosos Murat y la junta suprema de Madrid de lo que pasaba
en Asturias, procuraron con diligencia apagar aquella centella, llenos
del recelo de que saltando á otros puntos no acabase por excitar
una general conflagración. Dieron por tanto órdenes duras á la au-
diencia, y enviaron en comisión al conde del Pinar, magistrado co-
nocido por su cruel severidad, y á Don Juan Melendez Valdés mas
propio para cantar con acordada lira los triunfos de quien venciese,
que para acallar los ruidos populares. Se mandó al propio tiempo
al apocado Don Crisóstomo de la Llave, comandante general de Ja


\ costa cantábrica, que pasase á Oviedo para tomar el mando de la
provincia, disponiendo que concurriesen alli á sus ór,denes un ba-
tallón de Hibernia procedente de Santander, y un escuadrón de ca-
rabineros que estaba en Castilla.


Mas estas providencias en vez de aquietar los ánimos solo sir-
vieron para irritarlos. Los complicados en los acontecimientos del 9
vieron en ellas la suerte que se les preparaba, y persistieron en su
primer intento. Vinieron en su ayuda los avisos de Bayona que
provocaban cada dia mas á la alteración y al enojo, y la relación
que del sanguinario dia 2 de mayo hacían los testigos oculares que
sucesivamente llegaban escapados de Madrid. Redoblaron pues su
zelolos de la asonada del 9, y pensaron en ejecutar su suspendida
pero no abandonada empresa. Citábanse en casa de Don Ramón
de Llano Ponte, y con tan poco recalo que de distintas y muchas
partes se acercaba á aquel foco de insurrección gente desconocida
con todo linage de ofrecimentos. Asistimos recien llegados de la
corte á las secretas reuniones, y pasmábanos el continuo acudir de
paisanos y personas de todas clases que con noble desprendimiento
empeñaban y comprometían su hacienda y sus personas para la
defensa de sus hogares. Se renovaban las asonadas todas las no-
ches , habiendo sillo bastantemente estrepitosas las del 22 y 2 5 ;
pero se difirió hasta el 24 el final rompimiento por esperarse en
aquel dia al nuevo comandante la Llave enviado por Murat. Para
su ejecución se previno á los paisanos de los contornos que se me-
tiesen en Oviedo al toque de oraciones, circulando al efecto Don
José del Busto esquelas á los alcaldes de su jurisdicción. Se toma-
ron ademas otras convenientes prevenciones, y se cometió el en-




102 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
cargo de acaudillar á la multitud á los señores Don Ramón de
Llano Ponte y Don Manuel de Miranda. Antes de que llegase la
Llave, con gran priesa se le habia anticipado un ayudante del ma-
riscal Bessiéres, napolitano de nación, quien estuvo muy inquieto
hasta que vio que el comandante se acercaba á las puertas de la
ciudad. Entró por ellas el 24 acompañado de algunas personas sa-
bedoras de la trama dispuesta para aquella noche. Se habia con-
venido en que el alboroto comenzaría á las once de la misma , to-
cando á rebato las campanas de las iglesias de la ciudad y de las
aldeas de alrededor. Por equivocación habiéndose retardado una
hora el toque se angustiaron sobremanera los patriotas conjurados,
mas un repique general á las doce en punto los sacó de pena.


Fue su primer paso apoderarse de la casa de armas, en donde
habia un depósito de 100,000 fusiles, no solamente fabricados
en Oviedo y sus cercanías, sino también trasportados allí por an-
teriores órdenes del príncipe de la Paz. Favorecieron la acometida
los mismos oficiales de artillería partícipes del secreto, señalándose
con singular esmero Don Joaquín Escario. Entretanto se encamina-
ron otros á casa del comandante la Llave, y de puerta en puerta lla-
mando á los individuos de la junta del principado, se formó esta en
hora tan avanzada de la noche agregándosele; extraordinariamente
vocales de afuera. Entonces reasumiendo la potestad suprema afirmó
la revolución, nombró por presidente suyo al marqués de Santa
Cruz, y le confió el mando de las; armas. Al dia siguiente 25 se
declaró solemnemente la guerra á Napoleón, y no hubo sino un
grito de indecible entusiasmo. Cosa maravillosa que desde un rin-
cón de España hubiera habido quien osase retar al desmedido poder
ante el cual se postraban los mayores potentados del continente
europeo ! A frenesí pudiera atribuirse, si una resolución tan noble
y fundada en el deseo de conservar el honor y la independencia
nacional no mereciese mas respeto.


La junta se componía de personas las mas principales del pais por
su riqueza y por su ilustración. El procurador general Don Al-
varo Flores Estrada, enterado de antemano de la conmoción urdida,
la sostuvo vigorosamente, y la junta en cuerpo adoptó con acti-
vidad oportunas medidas para armar la provincia y ponerla en es-
tado de defensa. Los carabineros reales llegaron muy luego asi como
el batallón de Hibernia, y ni unos ni otros pusieron obstáculo al le-
vantamiento. Los primeros pasaron después á Castilla á las órdenes
de Don Gregorio de la Cuesta-, y se entresacaron del último varios
oficiales, sargentos y cabos para cuadros de la fuerza armada que
se iba formando. La junta habia resuelto poner en píe un cuerpo
de 18,000 hombres. Multiplicó para ello inconsideradamente los
grados militares, y con razón se le hicieron justos cargos por
aquella demasía. Sin embargo disculpóla algún tanto la escasez en
que se encontraba de oficíales veteranos para llenar plazas que exi-




LIBRO TERCERO. 103
gía el completo del ejército que se disciplinaba. Echóse mano de es-
tudiantes ó personas consideradas como mas aptas, y en verdad
que de los nuevos salieron excelentes oficiales que ó se sacrificaron
por su patria, ola honraron con su conducta, denuedo y adelanta-
miento en la ciencia militar. No poco contribuyeron á la presteza de
la nueva organización los dones cuantiosos que generosamente se
ofrecieron por particulares, y que entraban todos los dias en las
arcas públicas.


Como en el alzamiento de Asturias habian intervenido las per-
sonas de mas valía del país, no se había manchado su pureza con
ningún exceso de la plebe , y menos con atropellamientos ni asesi-
natos. Pero trascurridos algunos dias estuvo á riesgo de represen-
tarse un espectáculo lastimoso y sumamente trágico. Los comisio-
nados de Murat de que arriba hablamos , el conde del Pinar y Don
JuanMelendez Valdés, por su propia seguridad habian sido deteni-
dos á su arribo á Oviedo juntamente con el comandante la Llave, el
coronel de Hibernia Fitzgcrald y el comandante de carabineros La-
drón de Guevara, que solos se habian separado de la unánime de-
cisión de los oficiales de sus respectivos cuerpos. Desde el principio
el marqués de Santa Cruz, pertinaz y de condición dura, no había
cesado de pedir que se les formase causa. Halagaba su opinión á la
muchedumbre; pero la junta dilataba su determinación esperando
que se templase la ira que contra los arrestados había. Acaeció en
el intermedio que, acudiendo sucesivamente de los puntos mas dis-
tantes los nuevos alistados, llegaron los de ios consejos que median
entre el Navia y Eo, y notóse que eran mas inquietos y turbulentos
que los de los otros partidos. Recelosa la junta de algún desmán ,
resolvió poner á los detenidos fuera de los lindes del principado.
Por atolondramiento ú oculta malicia de mano desconocida, se trató
de sacarlos en medio de! dia y públicamente, para que en coche em-
prendiesen su viage. A su vista gritaron unas rnugerzuclas que se
marchan los traidores ; y juntándose á sus descompasados clamores
un tropel de los reclutas mencionados, cogieron en medio á los
cinco desventurados y los condujeron al campo de San Francisco ex-
tramuros de la ciudad , en donde atándolos á los árboles se dispu-
sieron á arcabucearlos. En tamaño aprieto felizmente se le ocurrió
al canónigo Don Alonso Ahumada buscar para la desordenada mul-
titud el freno de la religión , único que ya podía contenerla, y con
el sacramento en las manos y ayudado de personas autorizadas salvó
de inminente muerte á los atribulados perseguidos, habiéndose
mantenido impávido en el horroroso trance el coronel de Hibernia.
Con lo que, al paso que se preservaron sus vidas, quedó terso y lim-
pio de todo lunar el bello aspecto del levantamiento de Asturias.
Raro ejemplo de moderación en tiempos em que desencadenándose
el furor popular se da á veces suelta bajo el manto de patriotismo á
las enemistades personales.




104 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Misión de ingia* Desde el momento en que la junta de Asturias se


ierra. pronunció y declaró soberana, trató de entablar nego-
ciaciones con Inglaterra. Nombró para que con aquel objeto pasa-
sen á Londres á Don Andrés Ángel de la Vega y al vizconde de Ma-
tarrosa autor de esta historia, asi entonces llamado por vivir todavía
su padre. La misión era importante y de empeño. Pendía en gran
parte de su feliz resultado dar fortunada cima á la comenzada em-
presa. El viage por si presentó dificultades, no habiendo en aquel
momento crucero inglés en toda la costa asturiana, y era arriesgado
para el deseado fin aventurarse en barco de la propia nación. A los
tres dias de la insurrección y muy al caso apareció sobre el cabo de
Peñas un corsario de Jersey, el cual sospechando engaño resistió al
principio entrar en tratos; mas con el cebo de una crecida suma
convino en tomar á su bordo los diputados nombrados, quienes
desde Gijon se hicieron á la vela el 30 de mayo.


No es de mas ni obra del amor propio ei detenernos en contar al-
gunos pormenores de la mencionada misión, habiendo servido de
cimiento á la nueva alianza que se contrajo con la Inglaterra, y la
cual dio ocasión á tantos y tan portentosos acontecimientos. En la
noche del 6 de junio arribaron los diputados á Falmouth, y acom-
pañados de un oficial de la marina real inglesa se dirigieron en posta
y con gran diligencia á Londres. No eran todavía las siete déla ma-
ñana cuando pisaron los umbrales del almirantazgo, y su secretario
Mr. Wellesley Pool apenas daba crédito á lo que oia, procurando
con ansia descubrir en el mapa el casi imperceptible punto que osaba
declararse contra Napoleón. Poco después y en hora tan temprana
se avistó con los diputados Mr. Canning ministro entonces de rela-
ciones extrangeras. En vista de las proclamas y del calor y persua-
sivo entusiasmo que animaba á los enviados asturianos (común en-
tonces á todos los españoles), no dudó un instante el ministro
inglés en asegurarles que el gobierno de S. M. B. protegería con el
mayor esfuerzo el glorioso alzamiento de la provincia que represen-
taban. Su pronta y viva penetración de la primera vez columbró, el
espíritu que debía reinar en toda España cuando en Asturias se ha-
bía levantado el grito de independencia, previendo igualmente Jas
consecuencias que una insurrección peninsular podría tener en la
suerte de Europa y aun del mundo.


Ya con fecha de 12 de junio Mr. Canning comunicaba á los dipu-
tados de oficio y por escrito *: « El rey me manda


p' i-) t asegurar á VV. SS. que S. M. vé con el mas vivo in-
« teres la determinación leal y valerosa del principado de Asturias
« para sostener contra la atroz usurpación de la Francia una con tien-
« da en favor de la restauración é independencia de la monarquía
« española. Asimismo S. M. está dispuesto á conceder todo género
« de apoyo y de asistencia á un esfuerzo tan magnánimo y digno de
< alabanza... El rey me manda declarar á VV. SS. que está S. M.




LIBRO TERCERO. 10o
t pronto á extender su apoyo á todas las demás partes de la monar-
« quía española que se muestren animadas del mismo espíritu que
« los habitantes de Asturias. »


Siguióse á esta declaración el envío á aquella provincia de víveres,
municiones, armas y vestuarios en abundancia: no fue al principio
dinero por no haber los diputados creídolo necesario. Fueron nom-
brados para que pasasen á Asturias dos oficiales y el mayor general
Sir Tomas Dyer, quien desde entonces fue el protector constante y
desinteresado de los desgraciados patriotas españoles.


Era á la sazón primer lord de la tesorería el duque de Portland ,
y los nombres tan conocidos después de Castlereagh, Liverpool y
Canning entraban á formar parte de su ministerio. Tenían por nor-
ma de su política las reglas que habian guiado á Mr. Pitt, con quien
habían estado estrechamente unidos. Pero en cuanto á la causa es-
pañola todos los partidos concurrieron en la misma opinión, sin que
hubiese la menor diferencia ni disenso. Claramente apareció esta
conformidad en la discusión parlamentaria del lo de junio en la cá-
mara délos comunes. Mr. Sheridan uno de los corifeos de la opo-
sición, célebre como literato, y célebre como orador, decia en
aquella sesión: « ¿ * El denodado ánimo de los espa-
Í ñoles no lomará mayor aliento cuando sepa que su Í A p ' n ' 3 °
« causa no solo ha sido abrazada por los ministros aisladamente,
« sino también por el parlamento y el pueblo de Inglaterra ? Si hay
« en España una predisposición para sentir los insultos y agravios
« que sus habitantes han recibido del tirano de la tierra, y que son
« sobrado enormes para poder expresarlos con palabras, ¿aquella
« predisposición no se elevará al mas sublime punto con la certeza
* de que sus esfuerzos han de ser cordialmente sostenidos por una
« grande y poderosa nación ? Pienso que se presenta una iuipor-
« tante crisis. Jamas hubo cosa tan valiente, tan generosa, tan
« noble como la conducta de los asturianos. »


Ambos lados de la cámara aplaudieron aquellas elocuentes pa-
labras que expresaban el común sentir de todos sus individuos. Tra-
fálgar y las famosas victorias alcanzadas por la marina inglesa
nunca habian excitado ni mayor alegría ni mas universal entusiasmo.
El interés nacional anduvo unido en esta ocasión con lo que dictaban
la justicia y la humanidad, y asi las opiniones mas divergentes y
encontradas en otros asuntos se juntaron ahora y confundieron
para celebrar en común y de un modo inexplicable el alzamiento de
España. Bastó solo la noticia del de Asturias para causar efecto tan
prodigioso. No les era dado á los diputados moverse ni ir á parte
alguna sin que se prorumpiese en derredor suyo en vítores y aplau-
sos. Detenemos aqui la pluma, ciertos de que se achacaría á estu-
diada exageración el repetir aun compendiosamente lo que en rea-
lidad pasó \ En medio sin embargo de la universal „ n 4
satisfacción estaban los diputados contristados, ha- 1 '




106 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
hiendo trascurrido mas de quince días sin que aportase barco ni
aviso alguno de las costas de España. No por eso menguó el entu-
siasmo inglés: mas bien, á ser posible, vino á aumentarle y á sacar
á todos de dudas y sobresalto la llegada de Don Francisco Sangro,
enviado por la junta de Galicia, y el cual traia consigo no solamente
la noticia del levantamiento de tan importante y populosa provincia,
mas también el de toda la península.
l lamamiento Galicia en efecto se habia alzado el 50 de mayo, dia


de Ganda. ¿G s a n Fernando. La extensión de sus costas, sus mu-
chas rías y abrigados puertos, la desigualdad de su montuoso terre-
no, su posición lejana y guarecida de angostas y por la mayor parte
difíciles entradas, sus arsenales, y en fin sus cuantiosos y variados
recursos realzaban la importancia de la declaración de aquel reino.


Ademas de la inquietud , necesaria y general consecuencia del 2
de mayo, conmovió con particularidad los ánimos en la Coruña la
aparición del oficial francés Mongat, comisionado para tomar razón
de los arsenales de armas y artillería, de la tropa alli existente, y
para examinar al mismo tiempo el estado del país. Por ausencia del
capitán general Don Antonio Filangieri mandaba el mariscal de
campo Don Francisco Biedma, sugeto mirado con desafecto por
los militares y vecinos de la ciudad , é inhábil por tanto para cal-
mar la agitación que visiblemente crecía. Aumentóla con sus pro-
videncias , porque colocando artillería en la plaza de la capitanía
general, redoblando su guardia y viviendo siempre en vela, dio á
entender que se disponía á ejecutar alguna orden desagradable. El
Biedma obraba en este sentido con tanto mayor confianza cuanto
quedaban todavía en la Coruña, á pesar de las fuerzas destacadas
á Oporto en virtud del tratado de Fontainebleau , el regimiento de
infantería de Navarra, los provinciales de Betanzos, Segovia y Com-
postela, el segundo de voluntarios de Cataluña y el regimiento de
artillería del departamento. Para estar mas seguro de estos cuerpos
pensó también granjearse su voluntad, proponiéndoles conforme á
instrucciones de Madrid la etapa de Francia que era mas ventajosa.
Hubo gefes que aceptaron la oferta, otros la desecharon. Pero este
paso fue tan imprudente que despertó en los soldados viva sospe-
cha de que se fraguaba enviarlos del otro lado de los Pirineos, y
llenar su hueco con franceses. Sobrecogióse asimismo el paisanage
de temor de la conscripción, en el que le confirmaron vulgares ru-
mores con tanta mas prontitud creídos en semejantes casos, cuanto
suelen ser mas absurdos. Tal fue par ejemplo el de que el francés
Mongat habia mandado fabricar á la maestranza de artillería miles
de esposas destinadas á maniatar hasta la frontera á los mozos qne
se enganchasen. Por infundada que fuese la voz no era extraño que
hallase cabida en los prevenidos ánimos de los gallegos, á cuyos oí-
dos habia llegado la noticia de violencias semejantes á las que en la
misma Francia se cometían con los conscriptos.




LIBRO TERCERO. 107
En medio del sobresalto llegó á la Coruña un emisario de Astu-


rias, portador de las nuevas de su primera insurrección, con in-
tento de brindar á las autoridades á imitar la conducta de! princi-
pado. Se presentó al señor Pagóla regente de la audiencia, quien
con la amenaza de castigarle le obligó á retirarse sigilosamente á
Mondoñedo. Con todo súpose, y mas y mas se pronunciaba la opi-
nión sin que hubiera freno que la contuviese. Alcanzaron en tanto
á Madrid avisos del estado inquieto de Galicia, y se ordenó pasar
a!li al capitán general Don Antonio Filangieri, hombre moderado,
afable y entendido, hermano del famoso Cayetano, que en su elo-
cuente obra de la legislación habia defendido con tanta erudición y
zelo los derechos de la humanidad. Adorábanle los oficiales, le
querían cuantos le trataban; pero la desgracia de haber nacido en
Ñapóles le privaba del favor de la multitud, tan asombradiza en
tiempos turbulentos. Sin embargo habiendo quitado la artillería
de delante de sus puertas, y mostrádose suave é indulgente, hu-
biera quizá parado la revolución si nuevos motivos de desazón y
disgusto no hubiesen acelerado su estampido. Primeramente no
dejaba de incomodar la arrogancia desdeñosa con que los franceses
establecidos en la Coruña miraban á su vecindario desde que el ofi-
cial Mongat los alentó con su altivez intolerable, si bien á veces
templada por la prudencia de Mr. Fourcroi cónsul de su nación.
Pero mas que todo, y ella en verdad decidió el rompimiento, fue
la noticia de las renuncias de Bayona, y de la internación en Fran-
cia de Ja familia real, con lo que al paso que el poder de la autori-
dad se entorpecía y menguaba, creció el ardor popular sallando
la valla de la subordinación y obediencia.


Algunos patriotas, encendidos del deseo de conservar la indepen-
dencia y el honor nacional, se juntaban á escondidas con varios
oficiales para dar acertado impulso al público descoutento. Asis-
tían individuos del regimiento de Navarra, de lo que noticioso el
capitán general mandó que aquel cuerpo se trasladase al Ferrol;
medida que tal vez influyó en su posterior y lamentable suerte.
En lugar de amortiguarse aviváronse con esto los secretos tratos,
y ya tocaban al estado de sazón, cuando la víspera de San Fernando
entró á caballo por las calles de la Coruña un joven de rostro ha-
lagüeño, gallardo en su porte, y tan alborozado que atravesán-
dolas con entusiasmados gritos movió la curiosidad do sus atónitos
vecinos. Avistóse con el regente de la audiencia, quien cortándole
toda comunicación le hizo custodiar en la casa de correos. Alli se
agolpó al instante Ja muchedumbre, y averiguó que el descono-
cido mozo era un estudiante de la ciudad de León, en donde á imi-
tación de Asturias habia la población tratado de levantarse y crear
una junta. Con la nueva espuela determinaron los que secreta-
mente y de consuno se entendían no aguardar mas tiempo, y po-
ner cuanto antes el reino de Galicia en abierta insurrección.




108 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
El siguiente dia 30 ofrecióse como el mas oportuno impeliendo


á su ejecución un impensado incidente. Era costumbre todos los
años en dicho dia enarbolar la bandera en los baluartes y castillos,
y notóse que en este se habia omitido aquella práctica que sola-
mente se verificaba en conmemoración de Fernando III llamado el
Santo, sin atender á que el soberano reinante llevara ó no aquel
nombre. Mas como ahora desagradaba su sonido al gobierno de
Madrid, fuera por su orden ó por lisonjearle, se suspendió la an-
tigua ceremonia. El pueblo echando de menos la bandera se mos-
tró airado, y aprovechando entonces los secretos conjurados la
oportuna ocasión, enviaron para acaudillarle á Sinforiano López,
de oficio sillero, hombre fogoso, y que, dotado de verbosidad
popular, era querido de la multitud y á su arbitrio la gobernaba.
Luego que se acercó al palacio del capitán general, envió por de-
lante para tantear el ánimo de la tropa algunos niños que con
pañuelos fijos en la punta de unos palos, y gritando viva Fernan-
do VII y muera Murat, intentaron meterse por sus filas. Los sol-
dados, en cuyo número se contaban bastantes que estaban de con-
cierto con los atizadores, se reian de los muchachos, y los dejaban
pasar y gritar, sin interrumpirlos en su aparente pasatiempo.
Alentados los instigadores se atrepellaron de golpe hacia el palacio,
diputando á unos cuantos para pedir que según costumbre se tre-
molase la bandera. Aquel edificio está sito dentro de la eiudad
antigua; y al ruido de que era acometido, concurrió la mnltitud de
todos los puntos, precipitándose por la puerta Real y la de Aires.
Los primeros que en diputación habían penetrado dentro de los
umbrales de palacio, alcanzado que hubieron que se enarbolase la
bandera, pidieron que volviera á la Coruña el regimiento de Na-
varra, y como acontece en los bullicios populares, á medida que
se condescendía en las peticiones, fuéronse estas multiplicando: por
lo que y encrespado el tumulto, Don Antonio Filangieri se desapa-
reció por una puerta excusada y se refugió en el convento de domi-
nicos. No asi Don Francisco Biedma y el coronel Fabro, quienes,
á pesar del odio que contra ambos habia como parciales del prin-
cipe de la Paz, osaron salir por la puerta principal. Caro hubo de
costarles el temerario arrojo : al Biedma le hirieron de una pedrada
pero levemente; y al Fabro, que, puesto al frente de los granaderos»
de Toledo, de cuyo cuerpo era gefe, dio con su espada de plano á
uno de los que peroraban á nombre del pueblo, reciamente le apa-
learon, sin que sus soldados hiciesen ademan siquiera de defender-
le ; tan aunados estaban militares y paisanos.


Como era dia festivo, y también por avisos circulados á las al-
deas , habia acudido á la ciudad mucha gente de los contornos, y to-
dos juntos los de dentro y los de fuera asaltaron el parque de ar-
mas, y le despojaron de mas de 40,000 fusiles. En la acometida
corrió gran peligro el comisario de la maestranza de artillería Don




LIBRO TERCERO. 109
"Juan Várela, á quien falsamente se atribuía el tener escondidas las
esposas que habían de atraillar á los que se llevasen á Francia. Muy
al caso le ocurrió á Sinforiano López sacar en procesión el retrato
de Fernando VII, con cuya artimaña atrayendo hac ia sí á la multi-
tud, salvó á Várela del fatal aprieto.


En fin por la tarde se formó una junta, y á su cabeza se puso el
capitán general; entrando en ella las principales autoridades y re-
presentantes de las diferentes clases y corporaciones ya civiles ya
eclesiásticas. Por indisposición de Filangieri presidió los primeros
dias la junta el mariscal de campo Don Antonio Alcedo, hombre
muy cabal y prudente, y permitió en el naciente fervor que cual-
quiera ciudadano entrase á proponer en la sala de sesiones lo que
juzgase conveniente á la causa pública. Púsose luego coto á una
concesión que en otros tiempos hubiera sido indebida y peligrosa.


La junta anduvo en lo general atinada, y tomó disposiciones
prontas y vigorosas. D i o igualmente desde el principio una seña-
lada prueba de su desprendimiento en convocar otra junta, que
elegida libre y tranquilamente por las ciudades de Galicia, no tu-
viese la tacha de ser fruto de un alboroto, y de solo representar
en ella una pequeña parte de su territorio. Para alcanzar tan lau-
dable objeto se prefirió á cualquiera otro medio el mas antiguo y
conocido. Cada seis años se congregaba en la Coruña una diputa-
ción de todo el reino de Galicia, compuesta de siete individuos es-
cogidos por los diversos ayuntamientos de las siete provincias en
que está dividido. Celebrábase esta reunión para conceder la con-
tribución llamada de millones, y elegir un diputado que en unión
con los de las otras ciudades de voto en cortes concurriese á formar
la diputación de los reinos, que constando de siete individuos, y
removiéndose de seis en seis años, residía en Madrid, mas bien para
presenciar festejos públicos y obtener individuales favores que para
defender los intereses de sus comitentes. Conforme á su digna re-
solución expidió la junta sus convocatorias, y envió á todas partes
comisionados que pusiesen en ejecución las medidas que habia de-
cretado de armamento y defensa. Siendo idéntica la opinión de to-
dos los pueblos, fueron aquellos á do quiera que llegaban recibidos
con aplauso y sumisamente acatados. En algunos parages habían
precedido alborotos á la noticia del de la Coruña, y en todos ellos
se respetaron y obedecieron las providencias déla junta, corriendo
la juventud á alistarse con el mayor entusiasmo. Solamente en el
Ferrol hubiera podido desconocerse la autoridad del nuevo gobier-
no por la oposición que mostraban el conde de Cartaojaí coman-
dante de la división de Ares, y el gefe de escuadra Obregon que
mandaba los arsenales ; pero los demás oficiales y soldados, confor-
mes con el pueblo en sus sentimientos, y pronunciándose altamente,
desbarataron los intentos de sus superiores.


Conmovido asi todo el reino de Galicia se aceleró la formación y




110 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
organización de su ejército. Se incorporaron los reclutas en los re-
gimientos veteranos, y se crearon otros nuevos, entre los que me-
rece particular distinción el batallón llamado literario, compuesto
de estudiantes de la universidad de Santiago, tan bien dispuestos
y animados como todos los de España en favor de la causa sagrada
de la patria. La reunión de estas fuerzas, con las que posteriormente
se agregaron de Oporto, ascendía en su totalidad á unos 40,000
hombres.


No tardaron mucho en pasar á la Coruña los regidores nombra-
dos por los ayuntamientos de las siete capitales de provincia en re-
presentación de su potestad suprema, instalándose con el nombre
de junta soberana de Galicia. Asociaron á su seno al obispo de
Orense que entonces gozaba de justa popularidad, al de Tuy y á
Don Andrés García confesor de la difunta princesa de Asturias en
obsequio á su memoria. Se mandó asimismo que asistiesen á Jas
comisiones administrativas, en que se distribuyesen los diversos
trabajos, personas inteligentes en cada ramo.


El levantamiento de Galicia tuvo como el de toda España su
principal origen en el odio á la dominación extrangera, y en la
justa indignación provocada por los atroces hechos de Madrid y
Bayona. Fueron en aquel reino los militares los primeros motores,
sostenidos por la población entera. El clero, si bien no dio el im-
pulso, aplaudió y favoreció después la heroica resolución, distin-
guiéndose mas adelante los curas párrocos, quienes fomentaron y
mantuvieron la encendida llama del patriotismo. Sin embargo mi-
raron alli con torvo rostro las conmociones populares dos de los
mas poderosos eclesiásticos, cuales eran Don Rafael Muzquiz ar-
zobispo de Santiago, y Don Pedro Acuña ex-ministro de gracia y
justicia. Zelosos partidarios del príncipe de la Paz asustáronse del
advenimiento al trono de Fernando VII, y trabajaron en secreto y
con porfiado hinco por deshacer ó embarazar en su curso la comen-
zada empresa. El de Santiago, portentoso conjunto de corrupción
y bajeza, procuraba con aparente fanatismo encubrir su estragada
conducta, disfrazar sus vicios y acrecentar el inmenso poderío que
le daban sus riquezas y elevada dignidad. Astuto y revolvedor tiró
á sembrar la discordia so color1 de patriotismo. Había entre San-
tiago , antigua capital de Galicia, y la Coruña que lo era ahora,
añejas rivalidades; y para despertarlas ofreció un donativo de tres
millones de reales con la condición sediciosa de que la junta sobe-
rana fijase su asiento en la primera de aquellas ciudades. Muy b\m
sabia que no se accedería á su propuesta, y se lisonjeaba de excitar
con la negativa reyertas entre ambos pueblos que trabasen las re-
soluciones de la nueva autoridad. Mas la junta mostró tal firmeza
que atemorizado el solapado y viejo cortesano se cobijó bajo la
capa pastoral del obispo de Orense para no ser incomodado y
perseguido.




LIBRO TERCERO. IH
A pocos días de la insurrección una voz repentina y general di-


fundida en toda Galicia de que entraban los franceses dio desgra-
ciadamente ocasión á desórdenes, que, si bien momentáneos, no
por eso dejaron de ser dolorosos. Asi fue que en Orense un hidalgo
de Puga mató de un tiro á un regidor á las puertas del ayunta-
miento, por habérsele dicho que el tal era afecto á los invasores.
Bien es verdad que Galicia dentro de su suelo no tuvo que llorar
otra muerte en los primeros tiempos de su levantamiento.


Tuvo sí que afligirse y afligir á España con el asesinato de Don
Antonio Filangieri, que saliendo de los lindes gallegos habia fijado
su cuartel general en Villafranea del Vierzo, y tomado activas
providencias para organizar y disciplinar su gente, el cual, creyendo
oportuno, asi para su propósito como para cubrir las avenidas del
pais de su mando, sacar de la Coruña sus tropas (en gran parte
bisoñas y compuestas de gente allegadiza), las situó en la cordillera
aledaña del Vierzo, extendiendo las mas avanzadas hasta Manzanal,
colocado en las gargantas que dan salida al territorio de Astorga. Lo
suavedela condición de dicho general, y el haberle llamado la junta
á la Coruña, alentó á algunos soldados de Navarra, cuyo cuerpo
estaba resentido desde la traslación al Ferrol, para acometerle y
asesinarle fria y alevosamente el 24 de junio en las calles de Villa-
franca. Los abanderizó un sargento, y hubo quien buscó mas ar-
riba la oculta mano que dirigió el mortal golpe. Atroz y fementido
hecho malar á su propio caudillo, respetable varón é inocente víc-
tima de una soldadesca brutal y desmandada. Por largo tiempo
quedó impune tan horroroso crimen : al fin y pasados años reci-
bieron los que le perpetraron el merecido castigo. Habia suce-
dido en el mando por aquellos días al desventurado Filangieri Don
Joaquín Blake mayor general del ejército, y antes coronel del
regimiento de la corona. Gozaba del concepto de militar instruido
y de profundo táctico. La junta le elevó á grado de teniente genera!.


De Inglaterra llegaron también á Galicia prontos y cuantiosos
auxilios. Su diputado Don Francisco Sangro fue honrado y obse-
quiado por aquel gobierno, y se remitieron libres á la Coruña los
prisioneros españoles que gemían hacia años en los pontones bri-
tánicos. Arribó al mismo puerto Sir Carlos Stuart primer diplo-
mático inglés que en calidad de tal pisó el suelo español. La junta
se esmeró en agasajarle y darle pruebas de su constante anhelo
por estrechar los vínculos de alianza y amistad con S. M. Británica.
Las demostraciones de interés que por la causa de España tomaba
nación tan poderosa fortificaron mas y mas las novedades acae-
cidas , y hasta los mas tímidos cobraron esperanzas.


Santander agitado y conmovido ponia en sumo cui- L e T a n t a m ¡ e r U o
dado á los franceses, estando casi situado á la reta- a» Santander,
guardia de una parle considerable de sus tropas, y pudiendo con
su insurrección impedir fácilmente que entre sí se comunicasen.




112 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
También temian que la llama una vez prendida se propagase á las
provincias vascongadas, y los envolviese, á favor del escabroso ter-
reno, en medio de poblaciones enemigas, fatigándolos y hostigán-
dolos continuadamente. Asi fue que el mariscal Bessiéres no tardó
desde Burgos en despachar á aquel punto á su ayudante general
Mr. de Rigny, que después se ha ilustrado mas dignamente con
ios laureles de Navarino. Iba con pliegos para el cónsul francés
Mr. de Ranchoup, por los que se amonestaba al ayuntamiento que,
en caso de no mantenerse la tranquilidad, pasaría una división á
castigar con el mayor rigor el mas leve exceso. Semejantes ame-
nazas lejos de apaciguar acrecentaron el disgusto y la fermentación.
Estaba en su colmo, cuando una leve disputa entre Mr. Pablo Car-
reyron, francés avecindado, y el padre de un niño á quien aquel
habia reprendido, atrajo gente, y de unas en otras se enardeció el
pueblo clamoreando que se prendiese á los franceses.


Tocaron entonces á rebato las campanas de la catedral y los
tambores la generala, resonando por las calles los gritos de viva
Peinando Vil y muera Napoleón y el ayudante de Bessiéres. Ar-
mado como por encanto el vecindario, arrestó á los franceses, pero
con el mayor orden; y conducidos al castillo cuartel de San Felipe,
se pusieron guardias á las puertas de las respectivas casas de los
presos para que no recibiesen menoscabo en sus propiedades. Era
aquel dia el 26 de mayo, y, como de la Ascensión, festivo, por lo
que arremolinándose numerosa plebe cerca de la casa del cónsul
francés, se desató en palabras y amenazas contra su persona y la
de Mr. de Rigny. Sus vidas hubieran peligrado si los oficiales
del provincial de Laredo, que guarnecía á Santander, no las hu-
bieran puesto en salvo exponiendo las suyas propias. Los sacaron
de la casa consular á las once de la noche, y colocándolos en
el centro de un circulo que formaron con sus cuerpos, los llevaron
al ya mencionado cuartel de San Felipe, dejándolos bajo la custodia
de los milicianos que le ocupaban.


Al dia inmediato 27 se compuso una junta de los individuos del
ayuntamiento y varias personas notables del pueblo, las que eli-
gieron por su presidente al obispo de la diócesi Don Rafael Menen-
dez de Luarca. Hallábase este ausente en su quinta de Liaño á dos
leguas de la ciudad, no pudiendo por tanto haber tomado parte
en los acontecimientos ocurridos. El gobierno francés, que con
estudiado intento no veia entonces en el alzamiento de España sino
la obra de los clérigos y los frailes, achacó al reverendo obispo de
Santander la insurrección de la provincia cantábrica. Mas fue tan
al contrario que en un principio aquel prelado se resistió obstina-
damente á admitir la presidencia que le ofreció la junta, y solo á
fuerza de reiteradas instancias condescendió con sus ruegos. Era
el de Santander eclesiástico austero en sus costumbres, y acatábale
el vulgo como si fuera un santo: estaba ciertamente dotado de re-




LIBRO TERCERO. 115
comendables prendas, pero las deslucía con terco fanatismo y des-
barros que tocaban casi en locura. Dio luego señales de su des-
compuesto temple, autorizándose con el título de regente soberano
de Cantabria á nombre de Fernando VII y con el aditamento de
alteza.


A poco se supo la insurrección de Asturias, con lo que tomó vuelo
el levantamiento de toda la montaña de Sanlander, y aun los tibios
ensancharon sus corazones. Inmediatamente se procedió á un alis-
tamiento general, y sin mas dilación y faltos de disciplina salieron
los nuevos cuerpos á los confines y puertos secos de la provincia.
Mandaba como militar Don Juan Manuel de Velarde, que de coro-
nel fue promovido á capitán general, y el cual se apostó en Reinosa
con artillería y 5000 hombres, los mas paisanos mezclados con
milieianos de Laredo. Su hijo Don Emeterio, muerto después glo-
riosamente en la batalla de la Albuera, ocupó el Escudo con 2500
hombres, igualmente paisanos. Otros 4000 recogidos de partidas
sueltas de Santoña, Laredo y demás puertecillos se colocaron en
los Tornos. Por aqui vemos como Santander á pesar de su mayor
proximidad á los franceses se arriesgó á contrarestar sus injustos
actos y á emplear contra ellos los escasos recursos que su situación
le prestaba.


Osadía fue sin duda la de esta provincia, pero gua- ^ m a i í m í e M a
recida detras de sus montañas no parecía serlo tanto d£^°T C a s , i~
como la de las ciudades y pueblos de la tierra llana de * *
Castilla y León. Sus moradores, no atendiendo ni á sus fuerzas ni
á su posición, quisieron ciegamente seguir los ímpetus de su pa-
triotismo, y á los pueblos cercanos á tropas francesas salióles caro
tan honroso como irreflexionado arrojo. Apenas habia alzado Lo-
groño el pendón de la insurrección, cuando pasando desde Vitoria
con dos batallones el general Verdier, fácilmente arrolló el ti de
junio á los indisciplinados paisanos, retirándose después de haber
arcabuceado á varios de los que se cogieron con las armas en la
mano, ó á los que se creyeron principales autores de la subleva-
ción. No fue mas dichosa en igual tentativa la ciudad de Segovia.
Confiando sobradamente en la escuela de artillería establecida en
su alcázar, intentó con su ayuda hacer rostro ala fuerza francesa,
cerrando los oidos á proposiciones que por medio de dos guardias
de corps le habia enviado Murat. En virtud de la repulsa se acercó
á la ciudad el 7 de junio el general francés Frère, y los artilleros
españoles colocaron las piezas destinadas al ejercicio de los cadetes
en las puertas y avenidas. No habia para sostenerlas otra tropa
que paisanos mal armados, los cuales al empeñarse la refriega se
desbandaron dejando abandonadas las piezas. Apoderóse de Se-
govia el enemigo, y el director Don Miguel de Cevallos, los alum-
nos y casi todos los oficiales se salvaron y acogieron á los ejércitos
queso formaban en las otras provincias.


i. 8




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Al mismo tiempo que tales andaban las cosas en punios aislados


de Castilla, tomó cuerpo la insurrección de Valladolid y León, for-
tificándose con mayores medios y estribando sus providencias en
los auxilios que aguardaban de Galicia y Asturias. Desde el mo-
mento en que la última de aquellas provincias había en el 25 y 24
de mayo proclamado á Fernando y declarádose contra los fran-
ceses, habia León imitado su ejemplo. Como á su definitiva deter-
minación hubiesen precedido parciales conmociones, en una de
ellas fue enviado á la Corana el estudiante que tanto tumultuó allí
la gente. Mas el estar asentada la ciudad de León en la tierra
llana, y el serles á los franceses de fácil empresa apaciguar cual-
quiera rebelión á sus mandatos, habia reprimido el ardor popular.
Por fin habiéndose enviado de Asturias 800 hombres para confortar
algún tanto á los tímidos, se erigió el í° de junio una junta de indi-
viduos del ayuntamiento y otras personas, á cuya cabeza estaba
como gobernador militar de la provincia D: Manuel Castañon. No
eran pasados muchos dias cuando se transfirió la presidencia al i
capitán general bailío Don Antonio" Valdés antiguo ministro de ma-
rina, y quien habiendo honrosamente rehusado ir á Bayona, tuvo
que huir de Burgos á Palencia y abrigarse al territorio leonés.
Fueron de Asturias municiones, fusiles y otros pertrechos, con
cuya ayuda se empezó el armamento.


Estaba en Valladolid de capitán general Don Gregorio de la
Cuesta, militar antiguo y respetable varón, pero de condición duro
y caprichudo, y obstinado en sus pareceres. Buen español, acon-
gojábale la intrusión francesa, mas acostumbrado á la ciega su-
bordinación miraba con enojo qué el pueblo se entrometiese á de-
liberar sobre materias que á su juicio no le competían. El distrito
de su mando abrazaba los reinos de León y Castilla la Vieja, cuya
separación geográfica no ha estorbado que se hubiesen confundido
ambos en el lenguaje común y aun en cosas de su gobierno inte-
rior. La pesada mano de la autoridad los habia molestado en gran
manera, y el influjo del capitán general era extremadamente pode-
roso en las provincias en que aquellos reinos se subdividian. Con
todo pudiendo mas el actual entusiasmo que el añejo y prolongado
hábito de la obediencia, ya hemos visto como en León, sin contar
con Don Gregorio de la Cuesta, se habia dado el grito del levan-
tamiento. Jira la empresa de roas dificultoso empeño en Valladolid,
asi porque dentro residía dicho gefe, como también por el apoyo
que le daba la cnancillería y sus dependencias. Sin embargo la
opinión superó todos los obstáculos. ,


En los últimos dias de mayo el pueblo agavillado quiso exigir
del capitán general que se le armase y se hiciese la guerra á Napo-
león. Asomado al balcón resistióse Cuesta, y con prudentes razo-
nes procuró disuadir á los alborotados de su desaconsejado intento.
Insistieron de nuevo estos, y viendo que sus esfuerzos inútilmente




LIBRO TERCERO. 115
se estrellaban contra el duro carácter del capitán general, erigieron
el patíbulo vociferando que en él iban á dar el debido pago á tal ter-
quedad, tachada ya de traición por el populacho. Dobló entonces
la cerviz Don Gregorio de la Cuesta, prefiriendo á un azaroso fin
servir de guia á Ja insurrección, y sin tardanza congregó una junta
á que asistieron con los principales habitantes individuos de todas las
corporaciones. El viejo general no permitió que la nueva autoridad
ensanchase sus facultades mas allá de lo que exigía el armamento y
defensa de la provincia; conviniendo tan solo en que á semejanza
de Valladolid se instituyese una junta con la misma restricción en
cada una de las ciudades en que habia intendencia. Asi Avila y Sa-
lamanca formaron las suyas, pero la inflexible dureza de Cuesta y
el anhelo de estos cuerpos por acrecer su poder suscitaron choques
y reñidas contiendas. Valladolid y las poblaciones libres del yugo
francés se apresuraron á alistar y disciplinar su gente, y Zamora y
Ciudad-Rodrigo suministraron en cuanto pudieron armas y per-
trechos militares.


Enlutaron la común alegría algunos excesos de la plebe y de la
soldadesca. Murió en Palencia á sus manos un tal Ordoñez que di-
rigía la fábrica de harinas de Monzón, sugeto apreciable. Don Luis
Martínez de Ariza gobernador de Ciudad-Rodrigo experimentó
igual suerte, sirviendo de pretexto su mucha amistad y favor con el
principe de la Paz. Lo mismo algún otro individuo en dicha plaza;
y en la patria del insigne Alonso del Tostado, en Madrigal, fue
asesinado el corregidor, y unos alguaciles odiados por su rapaz
conducta. Castigó Cuesta con el último suplicio á los matadores;
pero una catástrofe no menos triste y dolorosa afeó el levantamiento
de Valladolid. Don Miguel de Cevallos director del colegio de Sego-
via, á quien hemos visto alejarse de aquella ciudad al ocuparla los
franceses, fue detenido á corta distancia en el lugar de Carbonero,
achacando infundadamente á traición suya el descalabro padecido.
De allí le condujeron preso á Valladolid. Le entraron por la tarde,
y fuera malicia ó acaso, después de atravesar el portillo de la Mer-
ced , torcieron los que le llevaban por el callejón de los toros al
campo grande, donde los nuevos alistados hacían el ejercicio. A las
voces de que se aproximaba levantóse general gritería. Iba á ca-
ballo y detras su familia en coche. Llovieron muy luego pedradas
sobre su persona, y á pesar de querer guarecerle los paisanos que
le escoltaban, desgraciadamente de una cayó en tierra, y entonces
por todas partes le acometieron y maltrataron. En balde un clérigo
de nombre Prieto buscó para salvarle el religioso pretexto de la con-
fesión : solo consiguió momentáneamente meterle en el portal de
una casa, dentro del cual un soldado portugués de los que habian
venido con el marqués de Alorna le traspasó de un bayonetazo. Con
aquello enfurecióse de nuevo el populacho, arrastró por la ciudad
al desventurado Cevallos, y al fin le arrojó al rio. Partían el alma los




116 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


agudos acentos de la atribulada esposa, que desde su coche ponia en
el cielo sus quejas y lamentos, al paso que empedernidas mugeres
se encarnizaban en la despedazada víctima. Espanta que un sexo tan
tierno, delicado y bello por naturaleza, se convierta á veces y en
medió de tales horrores en inhumana fiera. Mas apartando la vista
de objeto tan melancólico, continuemos bosquejando el magnífico
cuadro de la insurrección, cuyo fondo, aunque salpicado de algunas
oscuras manchas, no por eso deja de aparecer grandioso y admi-
rable.
Levantamiento Las provincias meridionales de España no se man-


de sevi i ia . tuvieron mas tranquilas ni perezosas que las que aca-
bamos de recorrer. Movidos sus habitantes de iguales afectos no se
desviaron de la gloriosa senda que á lodos habia trazado el senti-
miento de la honra é independencia nacional. Siendo idénticas las
causas, unos mismos fueron en su resultado los efectos. Solamente
los incidentes que sirvieron de inmediato estímulo variaron á veces.
Uno de estos notableé inesperado influyó con particularidad en los
levantamientos de Andalucía y Extremadura. Por entonces residía
casualmente en Mósloles, distante de Madrid tres leguas, Don Juan
Pérez Villamil secretario del almirantazgo. Acaeció en la capital el
suceso del 2 de mayo, y personas que en lo recio de la pelea se ha-
bían escapado y refugiado en Móstoles, contaron lo que allí pasaba
con los abultados colores del miedo reciente. Sin tardanza incitó
Villamil al alcalde para que escribiendo al del cercano pueblo pu^
diese la noticia circular de uno en otro con rapidez. Asi cundió cre-
ciendo de boca en boca, y en tanto grado exagerada que cuando
alcanzó á Talavera pintábase á Madrid ardiendo por todos sus pun-^
tos y confundido en muertes y destrozos. Expidiéronse por aquel
administrador de correos avisos con la mayor diligencia, y en breve
Sevilla y otras ciudades fueron sabedoras del infausto acontecimiento.


Dispuestos como estaban los ánimos no se necesitaba sino de un
levísimo motivo para encenderlos á lo sumo y provocar una insur-
rección general. El aviso de Móstoles estuvo para realizarla en el
mediodía. En Sevilla el ayuntamiento pensó seriamente en armar ¡a
provincia, y tratóse de planes de armamento y defensa. Ordenes
posteriores de Madrid contuvieron el primer amago; pero conmo-
vido el pueblo se alentaron algunos particulares á dar determinado
rumbo al descontento universal. Fue en aquella ciudad uno de los
principales conmovedores el conde de Tilly, de casa ilustre de Ex-
tremadura , hombre inquieto, revoltoso y tachado bastantemente
en su conducta privada. Aunque dispuesto para alborotos, é igual-
mente amigo de novedades que su hermano Guzman, tan famoso
en la revolución francesa, nunca hubiera conseguido el anhelado
objeto, si la causa que ahora abrazaba no hubiese sido tan santa, y
si por lo mismo no se le hubiesen agregado otras personas respeta-
bles de la ciudad.




LIBRO TERCERO. 117


Juntábanse todos en un sitio llamado el Blanquillo hacia la
puerta de la Barqueta, y en sus reuniones debatian el modo de
comenzar su empresa. Aparecióse al propio tiempo en Sevilla un
tal Nicolás Tap y Nuñez, hombre poco conocido y que habia ve-
nido alli con propósito de conmover por sí solo la ciudad. Ardiente
y despejado peroraba por calles y plazas, y llevaba y traia á su an-
tojo ai pueblo sevillano, subiendo á punto su descaro de pedir al
cabildo eclesiástico doce mil duros para hacer el alzamiento contra
los franceses; petición á que se negó aquel cuerpo. Se ejercitaba
antes en el comercio clandestino, y con el título intruso de corredor
tenia mucha amistad con las gentes que se ocupaban en el contra-
bando con Gibrallar y la eosta, á cuyo punto hacia frecuentes
viajes. Callaban las autoridades temerosas de mayor mal, y los que
con Tilly manquinaban procuraron granjearse la voluntad de quien
en pocos dias habia adquirido mas nombre y popularidad que nin-:
gun otro. Buscáronle y fácilmente se concertaron.


No transcurría dia sin que nuevos motivos de disgusto viniesen
á confirmarlos en su pensamiento, y á perturbar á los tranquilos
ciudadanos. En este caso estuvieron varios papeles publicados con-
tra la familia de Borbon en el diario de Madrid que se imprimía
desde el 10 de mayo bajo la inspección del francés Esménard. Di-
sonaron sus frases á los oídos españoles no acostumbrados á aquel
lenguaje, y unos papeles destinados á rectificar la opinión en favor
de las mudanzas acordadas en Bayona, la alejaron para siempre de
asentir á ellas y aprobarlas. Gradualmente subía de punto la indig-
nación, cuando de oficio se recibió la noticia de las renuncias de
la familia real de España en la persona de Napoleón. Parecióles á
Tilly, Tap y consortes que no con venia desaprovechar la ocasión ,
y se prepararon a! rompimiento.


Se escogió el dia de la Ascensión 26 de mayo y hora del anoche-
cer para alborotar á Sevilla. Soldados del regimiento de Olivenza
comenzaron el estruendo dirigiéndose al depósito de la real maes-
tranza de artillería y de los almacenes de pólvora. Reunióseles in-
menso gentío, y se apoderaron de las armas sin desgracia ni des-
orden. Adelantóse á aquel parage un escuadrón de caballería
mandado por Don Adrián Jácome, el cual lejos de impedir la sub-
levación , mas bien la aplaudió y favoreció. Prendiendo con inex-
plicable celeridad el fuego de la revolución hasta en los mas apar-
tados y pacíficos barrios, el ayuntamiento se trasladó al hospital de
la Sangre para deliberar mas desembarazadamente. Pero en la
mañana del 27 el pueblo apoderándose de las casas consistoriales
abandonadas, congregó en ellas una junta suprema de personas
distinguidas déla ciudad. Tap y Nuñez procediendo de buena fé era
por su extremada popularidad quien escogía los miembros, siendo
otros los que se los apuntaban. Asi fue que como forastero obran-
do á ciegas, nombró á dos que desagradaron por su anterior y




118 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
desopinada conduela. Se le previno, y quizo borrarlos de la lista.
Fueron inútiles sus esfuerzos y aun le acarrearon una larga prisión,
mostrándose encarnizados enemigos suyos ios que tenia por par-
ciales. Suerte ordinaria de los que entran desinteresadamente é
inexpertos en Jas revoluciones : los hombres pacíficos los miran
siempre, aun aplaudiendo á sus intentos, como temibles y peligro-
sos, y los que desean la bulla y las revueltas para crecer y medrar,
ponen su mayor conato en descartarse del único obstáculo á sus
pensamientos torcidos.


Instalóse pues la junta, y nombró por su presidente á Don Fran-
cisco Saavedra antiguo ministro de hacienda, confinado en Anda-
lucía por la voluntad arbitraria del príncipe de la Paz. De carácter
bondadoso y apacible, tenia saber extenso y vario. Las desgracias
y persecuciones habían quizá quitado á su alma el temple que re-
clamaban aquellos tiempos. A instancias suyas fue también elegido
individuo de la junta el asistente Don Vicente Hore, á pesar de su
amistad con el caido favorito. Entró á formar parte y se señaló por
su particular influjo el padre Manuel Gil clérigo reglar. La espanta-
diza desconfianza de Godoy que sin razón le habia ere ido envuelto
en la intriga que para derribarle habian urdido en 179S la mar-
quesa de Matallana y el de Mala-Espina, le sugirió entonces el
encerrarle en el covento de Toribios de Sevilla, en el que se cor-
regían los descarríos ciertos ó supuestos de un modo v ergonzoso
y desusado ya aun para con los niños. Disfrutaba el padre Gil, si
bien de edad provecta, de la robustez y calor de los primeros
años: con facilidad comunicaba á otros el fuego que sustentaba en
su pecho, y en medio de ciertas extravagancias, mas bien hijas de
la descuidada educación del claustro que de extravíos de la mente,
lucia por su erudición y la perspicacia de su ingenio.


La nombrada junta intitulóse suprema de España é Indias.
Desazonó á las otras la presuntuosa denominación; pero igno-
rando lo que allende ocurría, quizá juzgó prudente ofrecer un cen-
tro común, que contrapesando el influjo de la autoridad intrusa
y usurpadora de flladrid, le hiciese firme é imperturbable rostro.
Fue desacuerdo insistir en su primer título luego que supo la declara-
ción de las otras provincias. Su empeño hubiera podido causar de-
savenencias que felizmente cortaron la cordura y tino de ilustrados
patriotas.


Para la defensa y armamento adoptó la junta medidas activas y
acertadas. Sin distinción mandó que se alistasen todos los mozos de
dieciseis hasta cuarenta y cinco años. Se erigieron asimismo por
orden suya juntas subalternas en las poblaciones de 2000 y mas ve-
cinos. La oportuna inversión de los donativos cuantiosos que se re-
cibían, como también el cuidado de todo el ramo económico, se
puso á cargo de sugetos de conocida integridad. En ciudades, vi-
llas y aldeas se respondió con entrañable placer al llamamiento de




LIBRO TERCERO. 119
la capital, y en Arcos como en Carmona, y en Jerez como en Le-
brija y Ronda no se oyeron sino patrióticos y acordes acentos.


En la conmoción de la noche del 26 y en la mañana del 27 nadie
se habia desmandado, ni se habian turbado aquellas primeras horas
con muertes ni notables excesos. Estaba reservado para la tarde
del mismo 27 que se ensangrentasen los muros de la ciudad con un
horrible asesinato. Ya indicamos como el ayuntamiento habia tras-
ladado al hospital de la Sangre el sitio de sus sesiones. Dio con este
paso lugar á hablillas y rencores. Para calmarlos y obrar de con-
cierto con la junta creada, envió á ella en comisión al conde de Águila
procurador mayor en aquel año. A su vístase encolerizó la plebe,
y pidió con ciego furor la cabeza del conde. La junta para resguar-
darle prometió que se le formaría causa, y ordenó que entre tanto
fuese enviado en calidad de arrestado á la torre de la puerta de
Triana. Atravesó el del Águila á Sevilla entre insultos, pero sin ser
herido ni maltratado de obra. Solo al subir á la prisión que le estaba
destinada, entrando en su compañía una banda de gente homicida,
le intimó que se dispusiese á morir, y atándole á la barandilla del
balcón que está sobre la misma puerta de Triana, sordos aquellos
asesinos á los ruegos del conde y á las ofertas que les hizo de su
hacienda y sus riquezas, bárbaramente le mataron á carabinazos.
Fue por muchos llorada la muerte de este inocente caballero, cu va
probidad y buen porte eran apreciados en general por lodos los
sevillanos. Hubo quien achacó imprudencias al conde; otros, y fue-
ron los mas, atribuyeron el golpe á enemiga y oculta mano.


Rica y populosa Sevilla, situada ventajosamente para resistir á
una invasión francesa, afianzó, declarándose, el levantamiento de
España. Mas era menester para poner fuera de todo riesgo su pro-
pia resolución contar con San Roque y Cádiz , en donde estaba reu-
nida la fuerza militar de mar y tierra mas considerable y mejor dis-
ciplinada que habia dentro de la nación. Convencida de esta verdad
despachó la junta á aquellos puntos dos oficiales de artillería que
eran de su confianza. El que fue á San Roque desempeñó su encargo
con menos embarazos, hallando dispuesto á Don Francisco Javier-
Castaños que alli mandaba, á someterseá lo que se le prescribía.
Ya de antemano habia entablado este general relaciones con Sir Hu-
go Dalrymple gobernador de Gibraltar, y lejos de suspender sus
tratos por la llegada á su cuartel general del oficial francés Rogniat,
de cuya comisión hicimos mención en el anterior libro, las avivó y
estrechó mas y mas. Tampoco se retrajo de continuarlos ni por las
ofertas que le hizo oiro oficial de la misma nación despachado al
efecto, ni con el cebo del vireinato de Méjico que tenían en Madrid
como en reserva para halagar con tan elevada dignidad la ambición
de los generales, cuya decisión se conceptuaba de mucha impor-
tancia. Es de temer no obstante que las pláticas con Dalrymple en
nada hubieran terminado, si no hubiese llegado tan á tiempo el ex-




120 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
preso de Sevilla. A su recibo se pronunció abiertamente Castaños,
y la causa común ganó con su favorable declaración 8941 hombres
de tropa reglada que estaban bajo sus órdenes.


Tropezó en Cádiz con moyores obstáculos el conde de Teba, que
fue el oficial enviado de Sevilla. Habitualmente residía en aquella
plaza el capitán general de Andalucía, siéndolo á la sazón Don
Francisco Solano marqués del Socorro y de la Solana. No hacia
mucho tiempo que habia regresado á su puesto desde Extremadura
y de vuelta de la expedición de Portugal, en donde le vimos soñar
mejoras para el pais puesto á su cuidado. Después del 2 de mayo
solicitado y lisonjeado por los franceses, y sobre todo vencido por
los consejos de españoles antiguos amigos suyos, con indiscreción
se mostraba secuaz de los invasores, graduando de frenesí cual-
quiera resistencia que se intentase. Ya antes de mediados de mayo
corrió peligro en Badajoz por la poca cautela con que se expresaba.
No anduvo mas prudente en lodo su camino. Al cruzar por Sevilla
se avistaron con él los que trabajaban para que aquella ciudad defi-
nitivamente se alzase. Esquivó todo compromiso, mas molestado
por sus instancias pidió tiempo para reflexionar, y se apresuró á
meterse en Cádiz. No satisfechos de su indecisión, luego que tuvo
lugar el levantamiento del 27 siendo ya algunos de los conspirado-
res individuos de la nueva junta, impelieron á esta para que el 28
enviase á aquella plaza al mencionado conde de Teba, quien con
gran ruido y estrépito penetró por los muros gaditanos. Era allí
muy amado el general Solano : debíalo á su anterior conducta en
el gobierno del distrito, en el que se había desvelado por hacerse
grato á la guarnición y al vecindario. En idolatría se hubiera con-
vertido la afición primera, si se hubiese francamente declarado por
la causa de la nación. Continuó vacilante é incierto, y el titubear
de ahora en un hombre antes presto y arrojado en sus determinacio-
nes,fue calificado de premeditada traición. Creemos ciertamente
que las esperanzas y promesas con que de una parte le habían traí-
do entretenido, y los peligros que advertía de la otra examinando
militarmente la situation de España, le privaron de la libre facul-
tad de abrazar el honroso partido á que era llamado de Sevilla. Asi
fue que al recibir sus pliegos ideó tomar un sesgo con que pudiera
cubrirse.


Convocó á este propósito una reunión de generales, en la que se
decidiese lo conveniente acerca del oficio traido por el conde de
Teba. Largamente se discurrió en su seno la materia, y prevale-
ciendo como era natural el parecer de Solano, se acordó la publi-
cación de un bando cuyo estilo descubría la mano de quien le habia
escrito. Dábanse en él las razones militares que asistían par consi-
derar como temeraria la resistencia á los franceses, y después de va-
rias inoportunas reflexiones se concluía con afirmar que puesto que
el pueblola deseaba, no obstante las poderosas razones alegadas, se




LIBRO TERCERO. №
formaría un alistamiento y se enviarían personas á Sevilla y otros
puntos, estando todos los once, que suscribían al bando, prontos á
someterse á la voluntad expresada. Contento Solano con lo que se
habia determinado le faltó tiempo para publicarlo, y de noche con
hachas encendidas y grande aparato mandó pregonar el bando por
las calles, como si no bastase el solo acuerdo para dar suficiente pá­
bulo á la inquietud del pueblo.


La desusada ceremonia atrajo á muchos curiosos, y luego que
oyeron lo que de oficio se anunciaba, irritáronse sobremanera los
circunstantes, y con el bullicio y el numeroso concurso pensaron los
mas atrevidos en aprovecharse de la ocasión que se les ofrecía, y
de montón acudieron todos á casa del capitán general. AHi un joven
llamado Don Manuel Larrus subiendo en ombros de otro, tomó lapa­
labra y respondiendo una tras de otra á las razones del bando, ter­
minó con pedir á nombre de la ciudad que se declarase la guerra á
los franceses, y se intimase la rendición á su escuadra fondeada en
el puerto. Abatióse el altivo Solano á la voz del mozo, y quien para
dicha suya y de su patria hubiera podido, acaudillándolas, ser ar­
bitro y dueño de las voluntades gaditanas, tuvo que arrastrarse en
pos de un desconocido. Convino pues en juntar al dia siguiente los
generales, y ofreció que en todo se cumpliría lo que mandaba el
pueblo.


La algazara promovida por la publicación del bando siguió hasta
rayar la aurora, y la muchedumbre cercó y allanó en uno de sus
paseos de la casa del cónsul francés Mr. Le Roi, cuyo lenguaje so­
berbio y descomedido le habia atraido la aversión aun de los vecinos
mas tranquilos. Refugióse el cónsul en el convento de S. Agustín y
de allí fue á bordo de su escuadra. Acompañó á este desmán el de
soltar á algunos presos, pero no pasó mas allá el desorden. Los
amotinados se aproximaron después al parque de artillería para
apoderarse de las armas, y los soldados en vez de oponerse los ex­
citaron y ayudaron.


A la mañana inmediata 29 de mayo celebró Solano la ofrecida
junta de generales, y todos condescendieron con la petición del
pueblo. Antes habia ya habido algunos de ellos que en vista del mal
efecto causado por la publicación del bando, procuraron descargar
sobre el capitán general la propia responsabilidad, achacándola
resolución á su particular conato : indigna flaqueza que no poco
contribuyó á indisponer mas y mas los ánimos contra Solano. Ayu­
dó también á ello la frialdad é indiferencia que este dejaba ver en
medio de su carácter naturalmente fogoso. No descuidaron la male­
volencia y la enemistad emplear contra su persona las apariencias
que le eran adversas, y ambas pasiones traidoramente atizaron las
otras y mas nobles que en el dia reinaban.


Por la tarde se presentó en la plaza de S. Antonio el ayudante
Doh José Luquey anunciando al numeroso concurso alli reunido




122 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
que según una junta celebrada por oficiales de marina, no se podia
atacar la escuadra francesa sin destrozar la española todavía inter-
polada con ella. Se irritaron los oyentes, y serian las cuatro déla
tarde cuando en seguida se dirigieron á casa del general. Permitióse
subir á tres de ellos, entre los que habia uno que de lejos se pare-
cía á Solano. El gentío era inmenso y tal el bullicio y la algazara
que nadie se entendía. En tanto el joven que tenia alguna seme-
janza con el general se asomó al balcón. Î a multitud aturdida
tomóle por el mismo Solano, y las señas que hacia para ser oido,
por una negativa dada á la petición de atacar á la escuadra fran-
cesa. Entonces unos sesenta que estaban armados hicieron fuego con-
tra la casa, y la guardia mandada por el oficial San Martin, des-
pués caudillo célebre del Perú, se metió dentro y atrancó la puerta.
Creció la saña, trajeron del parque cinco piezas y apuntaron con-
tra la fachada, separada de la muralla por una calle baja, un cañón
de á veinticuatro de los que coronaban aquella. Rompieron las
puertas, huyó Solano, y encaramándose por la azotea se acogió á
casa de su vecino y amigo el irlandés Strange. Al llegar se encon-
tró con Don Pedro Olaechea, hombre oscuro, y que habiendo
sido novicio en la Cartuja de Jerez, se le contaba entre los prin-
cipales alborotadores de aquellos dias. Presumiendo este que el
perseguido general se habría ocultado alli, habíasele adelantado en-
trando por la puerta principal. Sorprendióse Solano con el inespe-
rado encuentro, mas ayudado del comandante del regimienta de
Zaragoza Creach que casualmente entraba á visitar á la señora de
Strange, juntos encerraron al ex-cartujo en un pasadizo, de donde
queriendo el tal por una claraboya escaparse se precipitó á un pa-
tio, de cuyas resultas murió á pocos dias. Pero Solano no pudiendo
evadirse por parle alguna, se escondió en un hueco oculto que
le ofrecía un gabinete alhajado á la turca, donde la multitud cor-
riendo en su busca desgraciadamente le descubrió. Pugnó valerosa,
pero inútilmente, por salvarle la esposa del señor Strange Doña
María Tuker; hiriéronla en un brazo, y al fin sacaron por violencia
de su casa á la víctima que defendía. Arremolinándose la gente co-
locaron en medio al marqués y se le llevaron por la muralla ade-
lante con propósito de suspenderle en la horca. Iba sereno y con
brío, no apareciendo en su semblante decaimiento ni desmayo. Mal-
tratado y ofendido por el paisanagey soldadesca, recibió al llegar á
la plaza de San Juan de Dios una herida que puso término á sus
días y á su tormento. Revelaríamos para execración de la posteri-
dad el nombre del asesino, si con certeza hubiéramos podido ave-
riguarlo. Bien sabemos á quién y cómo se ha inculpado, pero en la
duda nos abstenemos de repetir vagas acusaciones.


Reemplazó al muerto capitán general D. Tomas de Moría go-
bernador de Cádiz. Aprobó la junta de Sevilla el nombramiento,
y envió para asistirle y quizá para vigilarle al general Don Euse-




LIBRO TERCERO. 125
bio Antonio Herrera, individuo suyo. Se hizo marchar inmediata-
mente hacia lo interior parte de las tropas que había en Cádiz y
sus contornos, no contándose en la plaza otra guarnición que los
regimientos provinciales de Córdoba, Ecija, Ronda y Jerez, y los
dos de línea de Burgos y Ordenes militares, que casi se hallaban
en cuadro. El 51 se juró solemnemente á Fernando VII y se esta-
bleció una junta dependiente de la suprema de Sevilla. En la mis-
ma mañana parlamentaron con los ingleses el gefe de escuadra Don
Enrique Macdonnell y el oidor Don Pedro Creux. Conformáronse
aquellos con las disposiciones de la junta sevillana, reconocieron su
autoridad y ofrecieron 5000 hombres que á las órdenes del general
Spencer iban destinados á Gibraltar.
\< Cobrando cada vez mas aliento la junta suprema de Sevilla hizo
el 6 de junio una declaración solemne de guerra contra Francia,
afirmando « que no dejaría las armas de la mano hasta que el em-
« perador Napoleón restituyese á España al rey Fernando VII y á
« las demás personas reales, y respetase los derechos sagrados de
« la nación qne había violado, y su libertad, integridad é indepen-
i dencia. » Publicó por el mismo tiempo que esta declaración otros
papeles de grande importancia, señalándose entre todos el cono-
cido con el nombre de Prevenciones. En él se daban acomodadas
reglas para la guerra de partidas, única que convenia adoptar; se
recomendaba el evitar las acciones generales, y se concluía con el
siguiente artículo, dignóle que á la letra se reproduzca en este lu-
gar : « se cuidará de hacer entender y persuadir á la nación que
« libres, como esperamos, de esta cruel guerra á que nos han for-
« zado los franceses, y puestos en tranquilidad y restituido al tro-
* no nuestro rey y señor Fernando VII, bajo él y por él se con-
< vocarán cortes, se reformarán los abusos y se establecerán las
« leyes que el tiempo y la experiencia dicten para el público bien
« y'felicidad; cosas que sabemos hacer los españoles, que las'he-
« mos hecho con otros pueblos sin necesidad dé que vengan los...
« franceses á enseñárnoslo... » Dedúzcase de aqui si fue un fana-
tismo ciego y brutal el verdadero móvil de la gloriosa insurrección
de España, como han querido persuadirlo extrangeros interesados
ó indignos hijos de su propio suelo.


Jaén y Córdoba se sublevaron á la noticia de la declaración de
Sevilla, y se sometieron á su junta, creando otras para su gobier-
no particular, en que entraron personas de todas clases. En Jaén
desconfiándose del corregidor Don Antonio María de Lomas, le
trasladaron preso á pocos dias á Valdepeñas de la Sierra, en donde
el pueblo alborotado le mató á fusilazos. Córdoba se apresuró á
formar su alistamiento, dirigió gran muchedumbre de paisanos á
ocupar el puente de Alcolea, dándose el mando de aquella fuerza
arpiada, llamada vanguardia de Andalucía, á Don Pedro Agustín
de Echavárri. Aprobó la junta de Sevilla dicho nombramiento; la




124 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
que por su parle no tesaba de activar y^pjromover las medidas de
defensa. Confió el mando de todo el ejército á Don Francisco Ja-
vier Castaños, recompensa debida á su leal conducta, y el 9 de
junio salió este general á desempeñar su honorífico encargo.


Entre tanto quedaba por terminar un asunto que al paso qué era
Rendición de ia f j r a v e interesaba á la quietud y aun á la gloria de Cá-


«scnadra franco- diz. La escuadra francesa surta en el puerto todavía
sasunaencadiz. t r e m o j a ] j a ¿ s u bordo el pabellón de su nación, y el
pueblo se dolia de ver izada tan cerca de sus muros y en la misma
bahía una bandera tenida ya por enemiga. Era ademas muy de te-
mer, abierta la comunicación con los ingleses, que no consintiesen
estos tener largo tiempo casi al costado de sus propias naves y en
perfecta seguridad una escuadra de su aborrecido adversario. Insló
por consiguiente el pueblo en que prontamente se intimase la ren-
dición al almirante francés Rossilly. El nuevo general Moría, fuera
prudencia para evitar efusión de sangre, ó fuera que anduviese
aun dudoso en el partido que le convenia abrazar (sospecha á que
da lugar su posterior conducta), procuraba diferir las hostilidades
divirtiendo la alencion pública con mañosas palabras y dilaciones.
El almirante francés con la esperanza de que avanzasen á Cádiz
tropas de su nación, pedia que no se hiciese novedad alguna hasta
que el emperador contestase á la demanda hecha en proclamas y
declaraciones de que se entregase á Fernando YH : estratagema
que ya no podia engañar ni sorprender á la honradez española.
Aprovechándose de la tardanza mejoraron los franceses su posición,
metiéndose en el canal del arsenal de la Carraca, y colocándose de
suerte que no pudieran ofenderles los fuegos de los castillos ni de
la escuadra española. Constábala francesa de cinco navios y una fra-
gata : su almirante Mr. de Rossilly hizo después una nueva propo-
sición , y fue que para tranquilizar los ánimos saldria de liahía si se
alcanzaba del británico, anclado á la boca, el permiso de hacerse
á la vela sin ser molestado; y sino que desembarcaría sus cañones,
conservaría á bordo las tripulaciones y arriaría la bandera, dán-
dose mutuamente rehenes, y con el seguro de ser respetado pol-
los ingleses. Moría rehusó dar oídos á proposición alguna que no
fuese la pura y simple entrega.


Hasta el 9 de junio se habian prolongado estas pláticas, en cuyo
dia temiéndose el enojo público se rompió el fuego. El almirante in-
glés Collingwood que de Tolón habia venido á suceder á Purvis,
ofreció su asistencia, pero no juzgándola precisa fue desechada
amistosamente. Empezó el cañón del Trocadero á batir á los enemi-
gos , sosteniendo sus fuegos las fuerzas sutiles del arsenal y las del
apostadero de Cádiz que fondearon frente de Fort-Luis. El navio
francés Algeciras incomodado por la batería de morteros de la Can-
tera , la desmontó: también fue á pique una cañonera mandada por
el alférez Valdés, y el místico de Escalera, pero sin desgracia. La




LIBRO TERCERO. 123
pérdida de ambas partes fue muy corta. Continuó el fuego el 10, en
cuyo dia á las tres de la tarde el navio Héroe francés que montaba
el almirante Rossilly, puso bandera española en el trinquete, y
afirmó la de parlamento el navio Príncipe, en el que estaba Don
Juan Ruin deApodaca comandante de nuestra escuadra. Abriéronse
nuevas conferencias que duraron hasta la noche del 13 , y en ella se
intimó á Rossilly que á no rendirse romperían fuego destructor dos
baterías levantadas junto al puente de la nueva población. El 14 á
las siete de la mañana izó el navio Príncipe la bandera de fuego, y
entonces se entregaron los franceses á merced del vencedor. Rego-
cijó este triunfo, si bien no costoso ni difícil, porque con eso que-
daba libre y del todo desembarazado el puerto de Cádiz, sin haber
habido que recurrir á las fuerzas marítimas de los nuevos aliados.


En tanto Sevilla acelerando el armamento y la organización mi-
litar, envió á todas partes avisos y comisionados; y Canarias y las
provincias de América no fueron descuidadas en su solicita dili-
gencia. Quiso igualmente asentar con el gobierno inglés directas re-
laciones de amistad y alianza, no bastándole las que interinamente
se habían entablado con sus almirantes y generales : á cuyo fin di-
putó con plenos poderes á los generales D. Adrián Jácome y D. Juan
Ruiz de Apodaca, que después veremos en Inglaterra. Ahora con-
viene seguir narrando la insurrección de las otras^provincias.


Hemos referido mas arriba que Córdoba y Jaén ha- levantamiento
bian reconocido la supremacía de Sevilla. No fue asi en d e Granada.
Granada. Asiento de una capitanía general y de una cnancillería,
no había estado avezada aquella ciudad, asi por esto como por su
extensión y ̂ riqueza, á recibir órdenes de otra provincia. Por tanto
determinó elegir un gobierno separado, levantar un ejército propio
suyo, y concurrir con brillantez y esfuerzo á la común defensa. En
los dos últimos meses se habian dejado sentir los mismos síntomasde
desasosiego que en las otras partes; pero no adquirió aquel des-
contento verdadera forma de insurrección hasta el 29 de mayo. A
la una de aquel dia entró por la ciudad á caballo y con grande es-
truendo el teniente de artillería Don José Santiago, que traia pliegos
de Sevilla. Acompañado de paisanos de las cercanías y de otros cu-
riosos que se agregaron con tanta mas facilidad cuanto era domingo,
se dirigió á casa del capitán general.


Éralo á la sazón Don Ventura Escalante, hombre pacífico y de
escaso talento, quien aturdido con la noticia de Sevilla se quedó
sin saber á que partido ladearse. Por de pronto con evasivas pa-
labras se limitó á mandar al oficial que se retirase, con lo que
creció por la noche la agitación, y agriamente se censuró la con-
ducta tímida del general. Ser el dia siguiente 30 el de San Fer-
nando, no poco influyó para acalorar mas los ánimos. Asi fue
que por la mañana agolpándose mucha gente á la plaza Nueva, en
donde está la cnancillería, residencia del capitán general, se pidió




m REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
con ahinco por los que alli se agruparon que se proclamase á Fer-
nando VIL El general en aquel aprieto con gran séquito de ofi-
ciales , personas de distinción y rodeado de la turba conmovida
salió á caballo, llevando por las calles como en triunfo el retrato
del deseado rey. Pero viendo el pueblo que las providencias toma-
das se habian limitado al vano aunque ostentoso paseo, se indignó
de nuevo , é incitado por algunos acudió de tropel y por segunda
vez á casa del general, y sin disfraz le requirió que desconfiándose
de su conducta era menester que nombrase una junta, la cual en-
cargada que fuese del gobierno, cuidara con particularidad de ar-
mar á los habitantes. Cedió el Escalante ala imperiosa insinuación.
Parece ser que el principal promovedor de la junta, y el que dio
la lista de sus miembros, fue un monge gerónimo llamado el padre
Puebla, hombre de vasta capacidad y de carácter firme. Eligióse
por presidente al capitán general, y mas de cuarenta individuos de
todas clases entraron á componer la nueva autoridad. Al instante
se pensó en medidas de guerra : el entusiasmo del pueblo no tuvo
limites, y se alistó la gente en términos que hubo que despedir
gran parte. Llovieron los donativos y las promesas, y bien ffronto
no se vieron por todos lados sino fábricas de monturas, de unifor-
mes y de composición de armas. Granada puede gloriarse de no
haber ido en zaga en patriotismo y heroicos esfuerzos á ninguna
otra de las provincias del reino. Y ¡ ojalá que en todas hubiera
habido tanta actividad y tanto orden en el empleo de sus medios!


Pero ciudad extendida é indefensa, hubiera sin embargo corrido
gran riesgo si alguna fuerza enemiga se hubiera acercado á sus
puertas. Se hallaba sin tropas, destinadas á otros puntos las que
antes la guarnecían. Un solo batallón suizo que quedaba, por orden
de la corte se habia ya puesto en marcha para Cádiz. Felizmente
no se habia alejado todavía, y en obediencia á un parte de la junta
retrocedió y sirvió de apoyo á la autoridad.


Declarada con entusiasmo la guerra á Bónaparte, requisito que
acompañaba siempre á la insurrección, se llamó de Málaga á
Don Teodoro Reding su gobernador para darle el mando de Ja
gente que se armase, y tuvo la especial comisión de adiestrarla y
disciplinarla el brigadier Don Francisco Abadía, quien la desem-
peñó con zelo y bastante acierto. Todos los pueblos de la provincia
imitaron el ejemplo de Granada. En Málaga pereció desgraciada-
mente el 20 de junio el vice-cónsul francés M. d'Agaud y Don Juan
Croharé que sacó á la fuerza el populacho del castillo de Gibralfaro
en donde estaban detenidos. Pero sus muertes no quedaron impu-
nes , vengándolas el cadalso en la persona de Cristóbal Avalos y de
otros dos, á quienes se consideró como principales culpados.


La junta de Granada no contenta con los auxilios propios y con
las armas que aguardaba de Sevilla, envió á Gibraltar en comisión
á Don Francisco Martínez de la Rosa, quien á pesar de su edad tem-




LIBRO TERCERO. 127
prana era ya catedrático en aquella universidad, y mereció por sus
aventajadas partes ser honrado con encargo de tanta confianza. No
dejó en su viage de encontrar con embarazos, recelosos los pueblos
de cualquiera pasagero que por ellos transitaba. Siendo el segundo
español que en comisión fue á Gibraltar para anunciar la insurrec-
ción de las provincias andaluzas, le acogieron los moradores con
júbilo y aplauso. No tanto el gobernador Sir Hugo Dalrymple.
Prevenido en favor de un enviado de Sevilla que era el que le habia
precedido, temia el inglés una fatal desunión si todos no se sometían
á un centro común de autoridad. Al fin condescendió en suminis-
trar al comisionado de Granada fusiles y otros pertrechos de guerra,
con lo que, y otros recursos que le facilitaron en Algeciras, cum-
plió satisfactoriamente con su encargo. A la llegada de tan opor-
tunos auxilios se avivó el armamento, y en breve pudo Granada
reunir una división considerable de sus fuerzas á las demás de An-
dalucía , capitaneándolas,el mencionado Don Teodoro Reding, de
quien era mayor general Don Francisco Abadía, y teniendo por
intendente á Don Carlos Veramendi, sugetos todos tres muy ade-
cuados para sus respectivos empleos.


Deslustróse el limpio brillo de la revolución granadina con dos
deplorables acontecimientos. Don Pedro Trujillo antiguo goberna-
dor de Málaga residía en Granada, y mirábasele con particular en-
cono por su anterior proceder y violentas exacciones, sin recomen-
darle tampoco á las pasiones del día su enlace con Doña Micaela
Tudó hermana, de la amiga del príncipe de la Paz. Hiciéronse mil
conjeturas acerca de su mansión, é imputábasele tener algún en-
cargo de Murat. Para protegerle y calmar la agitación pública, se
lo arrestó en la Alhambra. Determinaron después bajarle á la cárcel
de corte, contigua á la chancillería, y esta fue su perdición, por-
que al atravesar la plaza nueva se amontonó gente dando gritos
siniestros, y al entrar en la prisión se echaron sobre él á la misma
puerta y le asesinaron. Lleno de heridas arrastraron como furiosos
su cadáver. Achacóse entre otros á tres negros el homicidio, y
sumariamente fueron condenados, ejecutados en la cárcel, y ya
difuntos puestos en la horca una mañana. Al asesinato de Trujillo
siguiéronse otros dos, el del corregidor de Velez-Málaga y el de
Don Bernabé Portillo sugeto dado á la economía política, y digno
de aprecio por haber introducido en la abrigada costa de Granada
el cultivo del algodón. Su indiscreción contribuyó á acarrearle su
pérdida. Ambos habían sido presos y puestos en la cartuja extra-
muros para que estuviesen mas fuera del alcance de insultos popu-
lares. El 23 de junio, día de la octava del Corpus, habia en aquel
monasterio una procesión. Despachábase por los monges con motivo
de la fiesta mucho vino de su cosecha, y un lego era el encargado
de la venta. Viendo este álos concurrentes alegres y enardecidos con
el mucho beber, díjoles : « Mas valia no dejar impunes á los dos




L28 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
« traidores que tenemos adentro. » No fue necesario repetir la
aleve insinuación á hombres ebrios y casi fuera de sentido. Entraron
pues en el monasterio, sacaron á los dos infelices y los apuñalaron
en el Triunfo. Sañudo el pueblo parecia inclinarse á ejecutar nuevos
horrores, maliciosamente incitado por un fraile de nombre Roldan.
Doloroso es en verdad que ministros de un Dios de paz embozados
con la capa del patriotismo se convertiesen en crueles carniceros.
Por dicha el síndico del común llamado Garcilaso distrajo la aten-
ción de los sediciosos, y los persuadió á que no procediesen contra
otros sin suficientes y justificativas pruebas. La autoridad no des-
perdició la noche que sobrevino: prendió á varios, y de ellos hizo
ahorcar á nueve, que cubiertas las cabezas con velo, se suspendie-
ron en el patíbulo, enviando después á presidio al fraile Roldan.
Aunque el castigo era desusado en su manera, y recordaba el mis-
terioso secreto de Venecia, mantuvo el orden y volvió á los que
gobernaban su vigoroso influjo. Desde entonces no se perturbó la
tranquilidad de Granada, y pudieron sus gefes con mas sosiego
ocuparse en las medidas que exigia su noble resolución.


Lerantamieüto La provincia de Extremadura había empezado á
* Extremadura, desasosegarse desde el famoso aviso del alcalde de
Mósloles, que ya alcanzó á Badajoz en 4 de mayo. Era goberna-
dor y comandante general el conde de la Torre del Fresno, quien
en su apuro se asesoró con el marqués del Socorro general en gefe
do las tropas que habían vuelto de Portugal. Ambos convocaron
á junta militar, y de sus resultas se dio el ¡i una proclama contra
los franceses, la primera quizá que en este sentido se publicó en
España enviando ademas á Lisboa, Madrid y Sevilla varios oficiales
con comisiones al caso é importantes. Obraron de buena fé Torre
del Fresno y Socorro en paso tan arriesgado; peco recibiendo nuevos
avisos de estar restablecida la tranquilidad en la capital, asi uno
como otro mudaron de lenguaje y sostuvieron con empeño el go-
bierno de Madrid. Habían alucinado á Socpiro cartas de antiguos
amigos suyos, y halagádole la resolución de Murat de que volviese
á su capitanía general de Andalucía para donde en breve partió.
Su ejemplo y sus consejos arrastraron á Torre del Fresno que ca-
recía de prendas que le realzasen : general cortesano y protegido
como paisano suyo por el príncipe de la Paz, apiádale* mas la vida
floja y holgada que las graves ocupaciones de su destino. Sin la ne-
cesaria fortaleza aun para tiempos tranquilos, mal podia conlra-
íestar el torrente que amenazaba. La fermentación crecía, men-
guaba la confianza hacia su persona, y avivando las pasiones los
impresos de Madrid que tanto las despertaron en Sevilla, trataron
entonces algunas personas de promover el levantamiento general.
Se contaban en su número y eran los mas señalados Don José Ma-
ría Calatrava, después ilustre diputado de cortes, el teniente de rey
Mancio y el tesorero Don Félix Ovalle, quienes se juntaban en


t




LIBRO TERCERO. 129
casa de Don Alonso Calderón. Concertóse en las diversas reunio-
nes un vasto plan que el 5 ó 4 de junio debia ejecutarse al mismo
tiempo en Badajoz y cabezas de partido. En el ardor que abriga-
ban los pechos españoles no era dado calcular friamente el mo-
mento de la explosión como en las comunes conjuraciones. Ahora
todos conspiraban y conspiraban, en calles y plazas. Ciertos indi-
viduos formaban á veces propósito de enseñorearse de esta dispo-
sición general y dirigirla, pero un incidente prevenía casi siempre
sus laudables intentos.


Asi fue en Badajoz, en donde un caso parecido al de la Coruña
anticipó el estampido. Habia ordenado el gobernador queelSO, día
de San Fernando, no se hiciese la salva, ni se enarbolase la ban-
dera. Notóse la falta, se apiñó la gente en la muralla, y una mu-
ger atrevida después de reprender á los artilleros cogió la mecha y
prendió fuego á un cañón. Al instante dispararon ios otros, y á su
sonido levantóse en toda la ciudad -el universal grito de viva Fer-
nando VII y mueran los franceses. Cuadrillas de gente recorrieron
las calles con banderolas, panderos y sonajas, sin cometer exceso
alguno. Se encaminaroná casa del gobernador, cuya voz se em-
pleó exclusivamente en predicar la quietud. Impacientáronse con
sus palabras los numerosos espectadores, y ultrajáronle con el de-
nuesto de traidor. Mientras tanto y azarosamente llegó un postilion
con pliegos, y se susurró ser correspondencia sospechosa y de un
general francés. Ciegos de ira y sordos á las persuasiones de los
prudentes, enfureciéronse los mas y treparon sin demora hasta en-
trarse por los balcones. Acobardado Torre del Fresno se evadió por
una puerta falsa, y en compañía de dos personas aceleró sus pasos ha-
cia la puerta de la ciudad que da a! Guadiana. Advirtiendo su ausen-
cia siguieron la huella, 1c encontraron, y rodeado de gran gentío se
metió en el cuerpo de guardia sin haber quien le obedeciese. Cun-
dió que se fugaba, y en medio de la pendencia que suscitó el que-
rerle defender unos y acometerle otros, le hirió un artillero, y
lastimado de otros golpes de paisanos y soldados fue derribado sin
vida. Arrastraron después el cadáver hasta la puerta de su casa,
en cuyos umbrales le dejaron abandonado. Victima inocente de su
imprudencia, nunca mereció el injurioso epíteto de traidor con que
amargaron sus qltimos suspiros.


El brigadier de artillería Don José Galluzo fue elevado al mando
supremo, y al gobierno de la plaza el teniente de rey Don Juan Gre-
gorio Mancio. Interinamente se congregó uua junta de unas veinte
personas escogidas entre Jas primeras autoridades y hombres de
cuenta.Los partidos constituyeron del mismo modo otras en sus
respectivas comarcas, y unidos obedecieron las órdenes de la ca-
pital. Hubo por todas partes el mejor orden, á excepción de la
ciudad de Plasencia y de la villa de los Santos, en donde se ensan-
grentó el alzamiento con la muerte de dos personas. Las clases sin


i. 9




150 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
distinción se esmeraron en ofrecer el sacrificio de su persona y de
sus bienes, y los mozos acudieron á enregimentarse como si fuer
sen á una festiva romería.


Entristeció sin embargo á los cuerdos el absoluto poder que por
pocos dias ejerció e! capitán Don Ramón Gavilanes, despachado
de Sevilla para anunciar su pronunciamiento. Al principio con
nueva tan halagüeña colmó su llegada de júbilo y satisfacción. Aci-
baróse luego al ver que por la flaqueza de Don José Galluzo pro-
cedió el Gavilaues á manera de dictador de índole singular, repar-
tiendo gracias y honores, y aun inventando oficios y empleos antes
desconocidos. La junta sucumbió á su influjo, y confirmó casi to-
dos los nombramientos; mas volviendo en si puso término alas
demasías del intruso capitán, procurando que se olvidase su propia
debilidad y condescendencia con las medidas enérgicas que adoptó.
Después ella misma legitimó la autoridad provincial convocando
una junta á que fueron llamados representantes de la capital, de
los otros partidos, de los gremios y principales corporaciones.


Casi desmantelada la plaza de Badajoz y desprovistos sus habi-
tantes de lo mas preciso para su defensa, fue su resolución harto
osada, estando el enemigo no lejos de sus puertas. Ocupaba á
Yelbes el general Kellerman, y para disfrazar el estado de la ciu-
dad alzada, se emplearon mil estratagemas que estorbasen un im-
pensado ataque. La guarnición estaba reducida á 500 hombres. La
milicia urbana cubría á veces el servicio ordinario. Uno de los dos
regimientos provinciales estaba fuera de Extremadura, el otro
permanecía desarmado. Las demás plazas de la frontera, débiles
de suyo, ahora lo estaban aun mas, arruinándose cada dia las for-
tificaciones que las circuian. Todo al fin fue remediándose con la
actividad y zelo que se desplegó. Al acabar junio contó ya el ejér-
cito extremeño 20,000 hombres. Sirvieron mucho para su forma-
ción los españoles que á bandadas se escapaban de Portugal á pesar
úe la estrecha vigilancia de Junot: y de los pasados portugueses y
del propio ejército francés pudo levantarse un cuerpo de extran-
geros. Importantísimo fue para, España y particularmente para
Sevilla el que se hubiera alzado Extremadura. Con su ayuda se
interrumpieron las comunicaciones directas de los franceses del
Alentejoyde la Mancha, y no pudieron estos ni combinar sus
operaciones, ni darse la mano para apagar la hoguera de insur-
rección encendida en la principal cabeza de las Andalucías,
conmoción^ en Ocupadas ú observadas de cerca por el ejército


castma ía ¡Soe- francés las cinco provincias en que se divide Castilla la
Nueva, no pudieron en lo general sus habitantes for-


mar juntas ni constituirse en un gobierno estable y regular. Procu-
raron con todo en muchas partes cooperar á la defensa común, ya
enviando mozos y auxilios á las que se hallaban libres, ya provo-
cando y favoreciendo la deserción de los regimientos españoles




LIBRO TERCERO. 151
que estaban dentro de su territorio, y ya también hostigando al
enemigo é interceptando sus correos y comunicaciones. El ardor
de Castilla por la causa de la patria caminaba al par del de las otras
provincias del reino, y á veces raros ejemplos de valor y bizarría
ennoblecieron é ilustraron á sus naturales. Mas adelante veremos
los servicios que alli se hicieron, sobre todo en !a desprevenida
y abierfa Mancha. Ya desde el principio se difundieron proclamas
para excitar á la guerra, y aun hubo parages en que hombres
atrevidos dieron acertado impulso á los esfuerzos individuales.


Penetradas de iguales sentimientos y alentadas por la protección
que las circunstancias les ofrecían, licito les fue á las tropas que
tenían sus acantonamientos en los pueblos castellanos desampa-
rarlos é ir á incorporarse con los ejércitos que por todas partes se
levantaban. Entre las acciones que brillaron con mas pureza en
estos dias de entusiasmo y patriotismo, asombrosa fue y digna de
mucha loa la resolución de Don José Veguer comandante de zapa-
dores y minadores, quien desde Alcalá de Henares y á tan corta
distancia de Madrid part,ió en los últimos dias de mayo con 110
hombres, la caja, las armas, banderas, pertrechos y tambores, y
desoyendo las promesas que en su marcha recibió de un emisario
de Murat, en medio de fatigas y peligros, amparado por los habi-
tantes , y atravesando por la sierra de Cuenca, tomó la vuelta
de Valencia, á cuya junta se ofreció con su gente. Al amor de la
insurrección que cundia, buscaron los otros soldados el honroso
sendero ya trillado por los zapadores. Asi se apresuraron en la
Mancha á imitar su glorioso ejemplo los carabineros reales, y en
Talavera sucedió otro tanto con los voluntarios de Aragón y un
batallón de Saboya que iban con destino á domeñar la Extrema-
dura. ¿Qué mas? De Madrid mismo desertaban oficiales y solda-
dos sueltos de todos los cuerpos y partidas enteras, como se veri-
ficó con una de dragones de Lusitania y otra del regimiento de
España, la cual salió por sus mismas puertas sin estorbo ni demora.
Fácil es figurarse cuál seria la sorpresa y aturdimiento de los fran-
ceses al ver el desorden y la agitación que reinaban en las pobla-
ciones mismas de que eran dueños, y la desconfianza y desmayo
que debían sembrarse en sus propias filas. Por momentos se acre-
centaban sus zozobras, pues cada dia recibían la nueva de alguna
provincia levantada, y no poco los desconcertó el correo portador
deloque pasaba en la parte oriental de España que vamos á recorrer.


Fue alli Cartagena la primera que dio la señal, com-
pehendo a levantar el estandarte de independencia a «» Cartagena y
Murcia y pueblos de su comarca. Plaza de armas y M ° m a '
departamento de marina, reunia Cartagena un cúmulo de ventajas
que fomentaban el deseo de resistencia que la dominaba. Se esparció
el 22 de mayo que el general Don José Justo Salcedo pasaba á Ma-
hon para encargarse de nuevo del mando de la escuadra alli fon-




132 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
deada y conducirla á Tolón. Interesaba esta providencia á un de-
partamento de cuya bahia aquella escuadra había levado el ancla, y.
en donde se albergaban muchas personas conexionadas con las tri-
pulaciones de su bordo. Por acaso en el mismo dia vinieron las re-
nuncias de Bayona, vehemente incitativo al levantamiento de toda
España, y con ellas otras noticias tristes y desconsoladoras. Amon-
tonándose á la vez novedades tan extraordinarias causaron una tre-
menda explosión. El cónsul de Francia se refugió á un buque dina-
marqués. Reemplazó á Don Francisco de Borja capitán general del
deparlamento Don Baltasar Hidalgo de Cisneros, siendo después el
10 de junio inmediato asesinado el primero de resultas de un albo-
roto á que dio ocasión un artículo imprudente de la Gaceta de Va-
lencia. Escogieron por gobernador al marqués de Camarena la
Real coronel del regimiento de Valencia, y se formó en fin una
junta de personas distinguidas del pueblo, en cuyo número brillaba
el sabio oficial de marina Don Gabriel Ciscar. Cartagena declarada
era un fuerte estribo en que se podían apoyar confiadamente la pro-
vincia de Murcia y toda la cosía. Abiertos sus arsenales y depósitos
de armas, era natural que proveyesen en abundancia, como asi lo \
hicieron, de pertrechos militares á todos los que se agregasen para
sostenerla misma causa. Nada se omitió por la ciudad después de su
insurrección para aguijar á las otras. Y fue una de sus oportunas y
primeras medidas poner en cobro la escuadra de Mahon, á cuyo
puerto y con aquel objeto fue despachado el teniente de navio Don
José Duelo, quien llegando á tiempo impidió que se hiciese á la vela
como iba Salcedo á verificarlo conformándose con una orden de
Murat recibida por la via de Barcelona.


De los emisarios que Cartagena habia enviado á otras partes pe-
netraron en Murcia á las siete de la mañana del 24 de mayo cuatro
oficiales aclamando á voces á Fernando VIL Se conmovió el pueblo
á tan desusado rumor, y los estudiantes de San Fulgencio, colegio
insigne por los claros varones que ha producido, se señalaron en
ser de los primeros á abrazar la causa nacional. Acrecentándose el
tumulto , los regidores con el cabildo eclesiástico y la nobleza tu-
vieron ayuntamiento, y acordaron la proclamación solemne de Fer-
nando , ejecutándose en medio de universales vivas. No hubo des-
gracias en aquella ciudad, y solo por precaución arrestaron áalgunos
mirados con malos ojos por el pueblo y al que hacia de cónsul fran-
cés. En la de Villena pereció su corregidor y algún dependiente
suyo, hombres antes odiados. Se eligió una junta de dieciseis per-
sonas entre las de mas monta, resallando en la lista el nombre del
conde de Florida-Blanca, con quien á pesar de su avanzada edad to-
davía nos encontraremos. El mando de las tropas se confió á Don
Pedro Gonzales de Llamas antiguo coronel de milicias, y comenza-
ron á adoptarse medidas de armamento y defensa. Como esta pro-
vincia por lo que respecta á lo militar dependía del capitán general




LIBRO TERCERO. 455
de Valencia, sus tropas obraron casi siempre y de consuno, por lo
menos en un principio, con las restantes de aquel distrito.


Pero entre las provincias bañadas por el Mediterráneo llamó la
atención sobre todas la de Valencia. Indispensable era Llamamiento
que asi fuese al ver sus heroicos esfuerzos, sus sacri- «evaicnda.
ficios y desgraciadamente hasta sus mismos y lamentables exce-
sos. Tributáronse á unos los merecidos elogios, y arrancaron los
otros justos y acerbos vituperios. Los naturales de Valencia activos
é industriosos, pero propensos al desasosiego y á la insubordi-
nación , no era de esperar que se mantuviesen impasibles y tran-
quilos , ahora que la desobediencia á la autoridad intrusa era un
titulo de verdadera é inmarcesible gloria. Sin embargo ni los tras-
tornos de marzo, ni los pasmosos acontecimientos quedesde entonces
se agolparon unos en pos de otros, habian suscitado sino hablillas
y corrillos hasta el 25 de mayo. En la madrugada de aquel dia se
recibió la Gaceta de Madrid del 20, en la que se habian insertado
las renuncias de la familia real en la persona del emperador de los
franceses. Solian por entonces gentes del pueblo juntarse á leer di-
cho papel en un puesto de la plazuela de las Pasas, encargándose
uno de satisfacer en voz alta la curiosidad de los demás concurren-
tes. Tocó en el 25 el desempeño de la agradable tarea á un hom-
bre fogoso y atrevido, quien al relatar el artículo de las citadas re-
nuncias rasgó la Gaceta y lanzó el primer grito de vivaFernandoVIl
y mueran los franceses. Respondieron á su voz los numerosos oyen-
tes , y corriendo con la velocidad del rayo se repitió el mismo grito
hasta en los mas apartados lugares de la ciudad. Se aumentó el
clamoreo agrupándose miles de personas, y de tropel acudieron á
la casa del capitán general, que lo era el conde de la Conquista. En
vano intentó este apaciguarlos con muchas y atentas razones. El tu-
multo arreció, y en la plazuela de Santo Domingo mostráronse sobre
todo los amotinados muy apiñados y furiosos.


Faltábales caudillo, y alli por primera vez se les presentó el padre
Juan Rico religioso franciscano, el cual, resuelto, fervoroso, perito
en la popular elocuencia y resguardado con el hábito que le santifi-
caba á los ojos de la muchedumbre, unia en su persona poderosos
alicientes para arrastrar tras sí á la plebe, dominarla é impedir que
enervase esta su fuerza con el propio desorden.


Arengó brevemente al innumerable auditorio, le indicó la nece-
sidad de una cabeza, y todos le escogieron para qne llevase la voz.
Escusóse Rico, insistió el pueblo, y al cabo cediendo aquel, fue
llevado en hombros desde la plazuela de Santo Domingo al sitio en
que el real acuerdo celebraba sus sesiones. Hubo entre los indivi-
duos de esta corporación y el padre Rico largo coloquio, esquivando
aquellos condescender con las peticiones del pueblo, y persistiendo
el último tenazmente en su invariable-propósito. Acalorándose con
la impaciencia los ánimos, asintieron las autoridades á lo que de




iol REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ellas se exigía, y se nombró por general en gefe del ejército que
iba á formarse al conde de Cervellon grande de España, propieta-
rio rico del pais, aunque falto de las raras dotes que semejante
mando y aquellos tiempos turbulentos imperiosamente reclamaban.
Como el de la Conquista y el real acuerdo habían con repugnancia
soinelíiiose á tamaña resolución, procuraron escudarse con la vio-
lencia dando subrepticiamente parle á Madrid de lo que pasaba, y
pidiendo con ahinco un envío de tropas que los protegiese. El pue-
blo ignorante de la doblez tranquilamente se recogió á sus casas la
noche del 23 al 24. En ella había el arzobispo tanteado á Rico, y
ofrecídole una cuantiosa suma si quería desamparar á Valencia,
cuyo paso habiendo fallado por la honrosa repulsa del solicitado,
se despertaron los recelos, y en acecho los principales promovedo-
res del alboroto prepararon otro mayor para la mañana siguiente.


Rico se había albergado aquella noche en el convento del Tem-
ple en el cuarto de un amigo. Muy temprano y á la sazón en que
el pueblo empezó á conmoverse, fue á visitarle el capitán de Sa-
boya Don Vicente Gonzales Moreno con dos oficiales del propio
cuerpo. Era de importancia su llegada, porque ademas de au-
narse asi las voluntades de militares y paisanos, tenia Moreno
amistad con personas de mucho influjo en el pueblo y huerta de
Valencia, tales eran Don Manuel y Don Mariano Beltran de Lis,
quienes de antemano juntábanse con otros á deplorar los males que
amenazaban á la patria, pagaban gente que estuviese á su favor,
y atizaban el fuego encubierto y sagrado de la insurrección. Con-
cordes en sentimientos Moreno y Rico meditaron el niedo de apo-
derarse de la ciudadela.


Un impensado incidente estuvo entre tanto para envolver á Va-
lencia en mil desdichas. La serenidad y valor de una dama lo evitó
felizmente. Hablase empeñado el pueblo en que se leyesen las car-
tas del correo que iba á Madrid, y en vano se cansaron muchos en
impedirlo. La balija que las contenia fue trasportada á casa del
conde de Cervellon, y á poco de haber comenzado el registro se
dio con un pliego que era el duplicado del parte arriba mencio-
nado, y en el que el real acuerdo se disculpaba de lo hecho, y
pedia tropas en su auxilio. Viendo la hija del conde, que presen-
ciaba el acto, la importancia del papel, con admirable presencia
de ánimo al intentar leerle le cogió, rasgóle en menudos pedazos,
é imperturbablemente arrostró el furor déla plebe amotinada. Esta,
si bien colérica, quedó absorta, y respetó la osadía de aquella
señora que preservó de muerte cierta á tantas personas. Acción
digna de eterno loor.


En el mismo día 24 y conforme á la conmoción preparada pen-
saron Rico, Moreno y sus amigos en enseñorearse de la ciudadela.
Con pretexto de pedir armas para el pueblo se presentaron en
gran número delante del acuerdo, y como este contestase, según




LIBRO TERCERO. 155
era cierto, que no las habia, exigieron los amotinados para cercio-
rarse con sus propios ojos que se les dejase visitar la ciudadela ,
en donde debian estar depositadas. Se concedió el permiso á Rico
con otros ocho; pero llegados que fueron, lodos entraron de
montón, pasando á su bando el barón de Rus que era gober-
nador. Gran brio dio este suceso á la revolución, y tanto que sin
resistencia de la autoridad se declaró el dia 25 la guerra contra los
franceses, y se constituyó una junta numerosísima en que andaba
mezclada la mas elevaba nobleza con el mas humilde artesano.


La situación empero de Valencia hubiera sido muy peligrosa , si
Cartagena no la hubiese socorrido con armas y pertrechos de guer-
ra. Estaba en esta parte tan exhausta de recursos que aun de plo-
mo carecía; pero para suplir tan notable falla empezó igualmente
la fortuna á soplar con próspero viento. Por singular' dicha arribó
al Grao una fragata francesa cargada con 4000 quintales de aquel
metal, la cual sin noticia del levantamiento vino á ponerse á la som-
bra de las baterías del puerto, dándole caza un corsario inglés. A
la entrada fuesorprcndida y apresada, y se envió ásu contrario, que
bordeaba á la banda de afuera, un parlamento para comunicarle
las grandes novedades del dia, y confiarle pliegos dirigidos á Gi-
braltar. En esta doble y feliz casualidad vio el pueblo la mano de la
providencia, y se ensanchó su ánimo alborozado.


Hasta ahora en medio del conflicto que habia habido enlre las
autoridades y los amotinados no se habia cometido exceso alguno.
Sospechas nacidas del acaso empezaron á empañar la revolución va-
lenciana , y acabaron al fin por ensangrentarla horrorosamente.


Don Miguel de Saavedra barón de Albalat habia sido uno de los
primeros nombrados de la junta para representar en ella á la no-
bleza. Mas reparándose que no asistía, se susurró haber pasado á
Madrid para dar en persona cuenta á Murat de las ruidosas asona-
das: rumor falsoé infundado. Solamente habiadeciertoqueelbaron,
odiado por el pueblo desde años atrás, en que como coronel de mi-
licias decíase haber mandado hacer fuego contraía multitud opuesta
á la introducción y establecimiento de aquel cuerpo, creyó prudente
alejarse de Valencia mientras durase el huracán que la azotaba, y
se retiró á Buñol siete leguas distante. Su ausencia renovó la anti-
gua llaga todavía no bien cerrada, y el espíritu público se encarni-
zó contra su persona. Para aplacarle ordenó la junta que pues habia
el barón rehusado acudir á sus sesiones, se presentase arrestado en
la ciudadela. Obedeció, y al tiempo que el 29 de mayo regresaba
á Valencia, se encontró á tres leguas en el mar del Poyo con el
pueblo, que impaciente habia salido á aguardar el correo que ve-
nia de Madrid. Por una aciaga coincidencia el de Albalat y el cor-
reo llegaron junios, con lo cual tomaron cuerpo las sospechas.
Entonces á pesar de sus vivas reclamaciones cogiéronle y le lleva-
ron preso. A media legua de la ciudad se adelantó á protegerle una




156 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
partida de tropa al mando de Don José Ordoñez, quien, á ruegos
de! barón, en vez de conducirle directamente á laciudadela, torció
á casa de Cervellon, extravío que en parte coadyuvó á la posterior
catástrofe; extendiéndose la voz de su vuelta, y dando lugar áque
se atizase el encono público y aun el privado. Entró en aquellos
umbrales amagado ya por los puñales de la plebe : aceleró hacia
alli sus pasos el padre Rico, y vio al barón tendido sobre un sofá pá-
lido y descaecido. El infeliz se arrojó álos brazos de quien podia am-
pararle en su desconsuelo, y con trémulo y penetrante acento le
dijo : t Padre, salve usted á un caballero que no ha cometido otro
« delito que obedecer á la orden de que regresase á Valencia. »
Rico se lo prometió, y contando para ello con la ayuda de Cerve-
llon fue en su busca: pero este no menos atemorizado que el perse-
guido se había metido en la cama con el simulado motivo de estar
enfermo, y se negó á verle y á favorecer á un desgraciado con
quien le enlazaba antigua amistad y deudo. Ruin villanía y notable
contraposición con el valor é intrepidez que en el asunto de las car-
tas había mostrado su hija.


Entonces el padre Rico, pidiendo el pueblo desaforadamente la
cabeza del barón, determinó con intento de salvarle que se le tras-
ladase á la ciudadela, metiéndole en medio de un cuadro de tropa
mandado por Moreno. Sin que fuese roto por los remolinos y olea-
das de la turba, consiguieron llegar al pedestal del obelisco de la
plaza. Allí al fin forzó el pueblo el cuadro, penetró por todos
lados, y sordos á las súplicas y exhortaciones de Rico dieron de
puñaladas en sus propios brazos al desventurado barón, cuya ca-
beza cortada y clavada en una pica la pasearon por la ciudad. Di-
fundióse en toda ella un terror súbito, y la nobleza para apartar
toda sospecha aumentó sus ofrecimientos y formó un regimiento
de caballería de individuos suyos, que no deslucieron el esplendor
de su cuna en empeñadas acciones.


Triste y doloroso como fue el asesinato del barón de Albalat,
desaparece á la vista de la horrorosa matanza que á pocos dias tuvo
que llorar Valencia, y á cuyo recuerdo la pluma se cae déla mano.
En I o de junio se presentó en aquella ciudad Don Baltasar Calvo,
canónigo de San Isidro de Madrid , hombre travieso, de amaño,
fanático y arrebatado, con entendimiento bastantemente claro.
Entre los dos bandos que anteriormente habían dividido á los pre-
bendados de su iglesia de jansenistas y jesuítas, se había distinguido
como cabeza de los últimos, y ensañádose en perseguir á la par-
cialidad contraria. Ahora tratando de amoldar á su ambición las
doctrinas que tenazmente habia siempre sostenido, notó muy luego
que el padre Rico con su influjo pudiera en gran manera servirle,
é hizo resolución de trabar con él amistad; pero ya fuesen zelos ,
ó ya que en uno hubiera mejor fé que en otro, no pudieron entender-
se ni concordarse. El astuto Calvo procuró entonces urdir con otros




LIBRO TERCERO. 137
la espantosa trama que meditaba. Para encubrir sus torcidos ma-
nejos distraía con apariencias de santidad la atención del pueblo,
tardando mucho en decir misa, y permaneciendo arrodillado en
los templos cuatro ó cinco horas en acto de contrita y fervorosa
oración. Quería ser dominador de Valencia, y creyó que con la hi-
pocresía y con poner en práctica la infernal maquinación de matar á
los franceses cautivaría el ánimo del pueblo que tanto los odiaba.
Para alcanzar su intento era necesario comenzar por apoderarse
de la ciudadela, en cuyo recinto habia ordenado la junta que aque-
llos -se recogiesen, precaviéndolos de todo daño y respetando reli-
giosamente sus propiedades y haberes. No era difícil la empresa,
porque solo habian quedado allí de guarnición unos cuantos invá-
lidos, habiéndose ausentado con su gente para formar una división
en Castellón de la Plana Don Vicente Moreno, nombrado antes por
la junta gobernador de dicha ciudadela. Calvo conoció bien que
dueño de este punto tenia en sus manos una prenda muy impor-
tante, y que podría á man salva cometer la proyectada carnicería.


Él y sus cómplices fijaron el 3 de junio para la ejecución de su
espantoso plan, y repentinamente al anochecer, levantando gran
gritería y alboroto, sin obstáculo penetraron dentro de los muros
de la ciudadela y la dominaron. Fue Calvo de los primeros que en-
traron , y apresurándose á poner en obra su proyecto se compla-
ció en unir ala crueldad lamas insigne perfidia. Porque presentán-
dose á los franceses detenidos, con aire de compunción les dijo: « que
« intentando el populacho matarlos, movido de piedad y caridad
« cristiana se habia anticipado á preservarlos, disponiendo él á
« escondidas que se evadiesen por el postigo que daba al campo,
< y partiesen al Grao, en donde encontrarían barcos listos para trans-
« portarlos á Francia. J> Al propio tiempo que de aquel modo con
ellos se expresaba, habia preparado para determinarlos y azorar aun
mas sus caidos ánimos que se diesen por los agavillados gritos amena-
zadores de traición y venganza. Con semejante amago cedieron los
presos á las insinuaciones del fingido amigo, y trataron de salir por
el postigo indicado. Al ir á ejecutarlo corrió la voz de que se sal-
vaban los franceses, y hombres ciegos y rabiosos se atrepellaron
hacia su estancia. Dentro comenzó el horrible estrago : presidíale
el feroz clérigo. Hubo tan solo un intermedio en que se llamaron
confesores para asistir en su última hora alas infelices víctimas. Apro-
vechándose de aquellos breves instantes algunas personas humanas
volaron á su socorro, acompañadas de imágenes y reliquias venera-
das por los valencianos. Su presencia y las enternecidas súplicas
de los respetables confesores á veces apiadaban á los verdugos;
pero el furibundo Calvo, convertido en carnívora fiera, acallaba
con el terror las lágrimas y los quejidos de los que intercedían en
favor de tantos inocentes y estimulaba á sus sicarios añadiendo á
las esperanzas de un asalariado cebo la blasfemia de que nada era




138 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
mas grato á los ojos de la divinidad que el matar á los franceses.
Quedaban vivos setenta de estos desgraciados, y menos bárbaros
les ejecutores que su sanguinario gefe, suspendieron la matanza',
y pidieron que se les hiciese gracia. Fingió Calvo acceder á su
ruego, seguro de que en vano hubiera insistido en que se continuase
el destrozo, y mandó que los sacasen por fuera del muro á la torre
de Cuarte. Mas, ¡ quién creyera tamaña ferocidad ! Aquel tigre
habia á prevención apostado una cuadrilla de bandidos cerca de ¡a
plaza de toros, y al emparejar con ella los que ya se juzgaban
libres, se vieron acometidos por los encubiertos asesinos, quienes
fria y traidoramente los traspasaron con sus espadas y puñales.
Perecieron en la noche 350 franceses : pensóse que con la oscuri-
dad se pondría término atan bárbaro furor, pero el de Calvo no
estaba todavía satisfecho.


Al empezar el alboroto habia la junta comisionado á Rico para que
le enfrenase y estorbara los males que amagaban. Inútiles fueron
ofertas, ruegos y amenazas. La voz de su primer caudillo fue tan
desoidapor los amotinados como cuando mataron á Albalat. Nueva


c Ap n 5) prueba si de ella se necesitase de que * « los tribunos
«del pueblo (según la expresión de Tito Livio) mas


« bien que rigen son regidos casi siempre por la multitud. » Calvo
ensoberbecido se erigió en señor absoluto, y durante la carnicería
de la ciudadela expidió órdenes á todas las autoridades , y todas
ellas humildemente se le sometieron empezando por el capitán ge-
neral. Rico desfallecido temió por su persona y-se recogió á un sitio
apartado. Sin embargo por la mañana recobrando sus abatidas
fuerzas montó á caballo, y confiando en que la multitud con su in-
constancia desamparada á su nuevo dueño, pensó en prenderle, y
estaba á punto de conseguir contra su rival un seguro triunfo,
cuando el coronel Don Mariano Usel propuso en la junta que se nom-
brase á Calvo individuo suyo. Le apoyaron otros dos, por lo que de
resultas hubo quien á estos y al Usel los sospechara de no ignorar
del todo el origen de los horrores cometidos.


Calvo en la mañana del 6 todavía empapado enja inocente san-
gre tomó asiento en la junta. Consternados estaban%dos sus miem-
bros , y solo Rico, despechado por el suceso de la anterior noche,
alzó la voz, dirigió con energía su discurso al mismo Calvo, acri-
minó con negros colores su conducta, y afirmó que Valencia es-
taba perdida si al instante no se cortaba la cabeza á aquel malvado.
Sorprendióse Calvo , pasmáronse los otros circunstantes, y en esto
andaban cuando una parte del populacho destacada por su gefe se-
diento de sangre, después de haber recorrido las casas en que se
guarecían unos pocos franceses y de haberlos muerto, arrastró con-
sigo á la presencia de la misma junta ocho de aquellos desgraciados
que quiso inmolar en la sala de las sesiones. El cónsul inglés Tupper,
que antes habia salvado á algunos, intentó inútilmente y con harto




LIBRO TERCERO.
riesgo de su persona libertar á estos. Los individuos de aquella cor-
poración amedrentados precipitadamente se dispersaron, salpicán-
dose sus vestidos con la sangre de los ocho infelices franceses, ver-
tida sin piedad por infames matadores. Todo fue entonces terror y
espanto. Rico se escondió y aun dos veces mudó de disfraz, temiendo
la inevitable venganza de Calvo que triunfante dominaba solo, y se
disponía á ejecutar actos de inaudita ferocidad.


Felizmente no todos se descorazonaron : al contrario los hubo
que, trabajando en silencio por la noche, pudieron congregar la junta
en la mañana del 7. Vuelto en sí Rico del susto llevó principalmente
la voz, y queriendo los asistentes no ser envueltos en la ruina co-
mún que amenazaba, decretaron el arresto de Calvo, y antes de
que este pudiera ser avisado diéronse priesa á ejecutar la resolución
convenida , sorprendiéronle y sin tardanza le pusieron á bordo de
un barco que le trasladó á Mallorca. Allí permaneció hasta últimos
de junio, en que preso se le volvió á traer á Valencia para ser juz-
gado. Grandes y honrosos sucesos acaecieron en el intervalo en
aquella ciudad, y con los cuales lavó algún tanto el negro borrón
que los asesinatos habian echado sobre su gloria. Ahora aunque an-
ticipemos la serie de los acontecimientos, será bien que concluya-
mos con los hechos de Calvo y de sus cómplices. Asi con el pronto y
severo castigo respirará el lector angustiado con la nefanda relación
de tantos crímenes.


Habiendo vuelto Calvo á Valencia, alegó conforme á la doctrina
de su escuela, en una defensa que extendió por escrito, que si habia
obrado mal habia sido por hacer el bien, debiendo la intención po-
nerle á salvo de toda inculpación. Aqui tenemos renovada la regla
invariable de los sectarios de Loyola, á quienes todo les era lícito ,
contal que*, como dice Pascal, supiesen dirigir la inlen- p n ¡,)
don. No le sirvió dedescargoáCalvo.porquecondenado
á la pena de garrote fue ajusticiado en la cárcel á las doce de la
noche del 3 de julio, y expuesto su cadáver al público en la mañana
del 4 . Hubo en la formación y sentencia de la causa algunas irregu-
laridades , que á pesar de la atrocidad de los crímenes del reo hu-
biera convenido evitar. Achacóse también á Calvo haber procedido
en virtud de comisión de Mural. Careció de verosimilitud y de fun-
damento tan extraña acusación. Se inventó para hacerle odioso á los
ojos de la muchedumbre, y poder mas fácilmente atajarle en su
desenfreno. Fue hombre fanático y ambicioso, que, mezclando y
confundiendo erróneos principios con sus feroces pasiones, no
reparó en los medios de llevar á cabo un proyecto que le facilitase
obtener el principal y quizá exclusivo influjo en los negocios del dia.


La junta pensó ademas en hacer un escarmiento en los otros de-
lincuentes. Creó con este objeto un tribunal de seguridad pública,
compuesto de tres magistrados de la audiencia Don José Manescau y
los señores Villafañe y Fusler. Habia la previsión del primero pre-




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
parado una manera fácil de descubrir á los matadores, y la cual en
parle la debió á la casualidad. En la mañana que siguió á la cruel
carnicería quince ó veinte de los asesinos con las manos aun teñidas
en sangre, creyendo haber procedido según los deseos de la junta,
se presentaron para entregar los relojes y alhajas de que habian des-
pojado á los franceses muertos, y pidieron en retribución del acto
patriótico que habian ejecutado alguna recompensa. El advertido
Manescau condescendió en dar á cada uno treinta reales, pero con
la precaución al escribano de que les tomase los nombres, bajo pre-
texto que era preciso aquella formalidad para justificar que habian
cobrado el dinero. Partiendo de este antecedente pudo probarse
quiénes eran los reos, y en el espacio de dos meses se ahorcó públi-
camente y se dio garrote en secreto á mas de doscientos individuos.
Severidad que á algunos pareció áspera, pero sin ella la anarquía
á duras penas se hubiera reprimido en Valencia y en otros pueblos
de su reino, entre los que Castellón de la Plana y Ayora habian
visto también perecer á su gobernador y alcalde mayor. Con el
ejemplo dado la autoridad recobró la conveniente fuerza.


Luego que la junta se vio desembarazada de Calvo y de sus in-
fernales maquinaciones, se ocupó con mas desahogo en el alista-
miento y organización de su ejército. El tiempo urgia, repelidos
avisos anunciaban que los franceses disponían una expedición contra
aquella provincia, y era preciso no desaprovechar tan preciosos
momentos. Cartagena suministró inmediatos recursos, y con ellos
y los que pudieron sacarse del propio suelo se puso la ciudad de
Valencia en estado de defensa. Al mismo tiempo se dirigió sobre
Almansa un cuerpo de 15,000 hombres al mando del conde de
Cervellon, á quien se juntó de Murcia Don Pedro González de Lla-
mas, y otro de 8000 bajo las de Don Pedro Adorno se situó en las
Cabrillas. Tal estaba el reino de Valencia antes de ser atacado por
el mariscal Moncey, de cuya campaña nos occu paremos después.


La justa indignación abrigada en todos los pechos bullía con ace-
lerados latidos en el de los moradores del antiguo asiento de las


Levantamiento franquezas y libertades españolas, en la inmortal
de Aragón. Zaragoza. Gloria duradera le estaba reservada, y la


patria de Lanuza renovó en nuestros dias las proezas que solemos
colocar entre las fábulas de la historia. Su levantamiento sin em-
bargo nada ofreció de nuevo ni singular, caminando por los mis-
mos pasos por donde habian ido algunas de las otras provincias.
Con mayo empezaron los corrillos y las conversaciones populares,
y al recibirse el coi-reo de Madrid agrupábanse las gentes á saber
las novedades que traía. Siendo por momentos mas tristes y ad-
versas, aguardaban todos que la inquieta curiosidad finalizaría por
una estrepitosa explosión. Repartieron en efecto el 24 las cartas
llegadas por la mañana, y de boca en boca cundió velozmente cómo
Napoleón se erigia en dueño de. la monarquía española de resultas




LIBRO TERCERO. iM
de haber renunciado la corona en favor suyo la familia de Borbon.
Instantáneamente se armó gran bulla; y hombres, mugeres y
niños se precipitaron á casa del capitán general Don Jorge Juan
de Guillelmi. Los vecinos de las parroquias de la Magdalena y San
Pablo concurrieron en gran número capitaneados por varios de
los suyos y entre ellos el tio Jorje que era del arrabal. Descolló
el último sobre todos, y la energia de su porte, el sano juicio que
le distinguía, lo recto de su intención y el varonil denuedo con
que á cada paso expuso después su vida, le hacen acreedor á
una honrosa y particular mención. Hombre sin letras y desnudo
de educación culta, halló en la nobleza de su corazón y como por
instinto los elevados sentimientos que han ilustrado á los varones
esclarecidos. Su nombre aunque humilde, escrito al lado de ellos,
resplandecerá sin deslucirlos.


La muchedumbre pidió al capitán general que hiciera dimisión
del mando. Costó mucho que se resolviese al sacrificio, mas forzado
á ello y conducido preso á la Aljafería, fue interinamente susti-
tuido por su segundo el general Mori. Al anochecer se embraveció
el tumulto, y desconfiándose del nuevo gefe por ser italiano de na-
ción , se convidó con el mando á Don Antonio Cornel antiguo mi-
nistro de la guerra, quien rehusó aceptarle.


Mori el 25 congregó una junta, la cual tímida como su presidente
buscaba paliativos que sin desdoro ni peligro sacasen á sus miem-
bros del atascadero en que estaban hundidos: inútiles y menguados
medios en violentas crisis. Enfadóse el pueblo con la tardanza, vol-
viendo sus inquietas miradas hacia Don José Palafox y Melci. Re-
cordará el lector que este militar, á últimos de abril, en comisión
de su gefe el marqués de Castelar, habia ido á Bayona para infor-
mar al rey de lo ocurrido en la soltura y entrega del príncipe de la
Paz. Continuó alli hasta los primeros días de mayo, en que se ase-
gura regresó á España con encargo parecido al que por el propio
tiempo se dio á la junta suprema de Madrid para resistir abierta-
mente á los franceses. Penetró Palafox por Guipúzcoa, de donde
se trasladó á la Torre de Alfranca, casa de campo de su familia cer-
ca de Zaragoza. Permaneciendo misteriosamente en su retiro, mo-
vió á sospecha al general Guillelmi, quien le intimó la orden de
salir del reino de Aragón. Tenemos entendido que Palafox, inco-
imodado entonces, se arrimó á los que anhelaban por un rompi-
miento , y que no sin noticia suya estalló la revolución zaragozana.
Por fin al oscurecer del 25, depuesto ya Guillelmi y quejoso el
pueblo de Mori, se despacharon á Alfranca 50 paisanos para traer
á la ciudad á Palafox. AI principio se negó á ir aparentando discul-
pas , y solo cedió al expreso mandato que le fue enviado por el in-
terino capitán general.


Al entrar en Zaragoza pidió que se juntase el acuerdo en la ma-
ñana del 26 con intento de comunicarle cosas del mayor interés. En




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
la sesión celebrada aquel dia hizo uso de las insinuaciones que se le
habían hecho en Bayona para resistir á los franceses, y sobre las
cuales á causa de estar S. M. en manos de su enemigo se guardó
profundo silencio. Rogó después que se le desembarazase de la im-
portunidad del pueblo que se manifestaba deseoso de nombrarle por
caudillo, añadiendo no obstante que su vida y haberes los inmolaría
con gusto en el altar de la patria. Enmudecieron todos, y vislumbra-
ron que no desagradaban á los oidos de Palafox los clamores pro-
rumpidos por el pueblo en alabanza suya. Aguardaba la multitud
impaciente á las puertas del edificio, é insistiendo por dos veces
en que se eligiese capitán general á su favorecido, alcanzó la de-
manda cediendo Mori el puesto que ocupaba.


Alzado á la dignidad suprema de la provincia Don José Palafox
y Melci fue obedecido en toda ella, y á su voz se sometieron con
gusto los aragoneses de acá y allá del Ebrb. Admiró su elevación, y ,
aun mas que en sus procedimientos no desmereciese de la confianza
que en él tenia el pueblo. Todavía mancebo, pues apenas frisaba
con los veintiocho años, bello y agraciado de rostro y de persona,
con traeres apuestos y cumplidos, cautivaba Palafox la afición de
cuantos le veian y trataban. Pero si la naturaleza con larga mano le
habia prodigado las perfecciones del cuerpo, no se creía hasta en-
tonces que hubiese andado tan generosa en punto á las dotes del
entendimiento. Buscado y requerido por las damas de la corrompida
corte de Carlos IV, se nos ha asegurado que con porfiado empeño
desdeñó el rendimiento obsequioso déla que entre todas era, sino
la mas hermosa, por lo menos la mas elevada. Esta tenacidad fue
una de las principales calidades de su alma, y la empleó mas opor-
tuna y dignamente en la memorable defensa de Zaragoza. Sin prác-
tica ni conocimiento de la milicia ni de los negocios públicos , tuvo
el suficiente tino para rodearse de personas que por su enérgica
decisión, ó su saber y experiencia, le sostuviesen en los apurados
trances, ó le ayudasen con sus consejos. Tales fueron el padre
Don Basilio Bogiero déla escuela pia, su antiguo maestro; Don
Lorenzo Calvo de Rozas, que habiendo llegado de Madrid el 28 de
mayo fue nombrado corregidor é intendente, y el oficial de ar-
tillería Don Ignacio López, á quien se debió en el primer sitio la
dirección de importantes operaciones.


Para legitimar solemnemente el levantamiento convocó Palafox
á cortes el reino de Aragón. Acudieron los diputados á Zaragoza,
t-Ap. ir 6 bis) Y e^ dia 9 de junio abrieron sus sesiones * en la casa de


la ciudad, asistiendo 34 individuos que representaban
los cuatros brazos, en cuyo número se comprendía el de Jas ocho
ciudades de voto en cortes. Aprobaron estas todo lo actuado antes
de su reunión, y después de nombrar á Don José Rebolledo de Pa-
lafox y Melci capitán general, juzgaron prudente separarse, for-
mando una junta de 6 individuos que de acuerdo con el gefe militar




LIBRO TERCERO.
atendiese á la defensa común. La autoridad y poder de este nuevo
cuerpo fueron mas limitados que el de las juntas de las otras provin-
cias , |iendo Palafox la verdadera, y por decirlo asi, la única cabeza
del gobierno. Dependió no poco esta diferencia de la particular si-
tuación en que se halló Zaragoza, la cual, temiendo ser prontamente
acometida por \os franceses, necesviabí* de \ M \ Yfcsao Nvgwoso q\ie
la guiase y protegiese. Era esto tanto mas urgente cuanto la ciu-
dad estaba del todo desabastecida. No llegaba á 2000 hombres el
número de tropas que la guarnecían, inclusos los miñones y parti-
das sueltas de bandera. De doce cañones se componía toda la arti-
llería y esta no gruesa, escaseando en mayor proporción los otros
pertrechos. En vista de tamaña miseria apresuráronse Palafox y
sus consejeros á reunir la gente que de todas partes acudía, y á
organizaría, empleando para ello á los oficiales retirados y á los que
de Pamplona, San Sebastian, Madrid, Alcalá y otros puntos suce-
sivamente se escapaban. Restableció en la formación de los nuevos
cuerpos el ya desusado nombre de tercios, bajo el que la antigua
infantería española había alcanzado tantos laureles, distinguiéndo-
se mas que todos el de los estudiantes de la universidad, disciplinado
por el barón de Versages. Se recogieron fusiles, escopetas y otras
armas, se montaron algunas piezas arrinconadas ó viejas, y la fábri-
ca de pólvora de Yillafeliche suministró municiones. Escasos recur-
sos si á todo no hubiera suplido el valor y la constancia aragonesa.


El levantamiento se ejecutó en Zaragoza sin que felizmente se
hubiese derramado sangre. Solamente se arrestaron las personas
que causaban sombra al pueblo.


Enérgico como Jos demás, fue en especial notable su primer ma-
nifiesto por dos de los artículos que comprendía. « i" Que el em-
« perador, todos los individuos de su familia, y finalmente todo
« general francés, eran personalmente responsables de la seguridad
« del rey y de su hermano y lio. 2 o Que, en caso de un atentado
( contra vidas tan preciosas, para que la España no careciese de su
« monarca usaría la nación de su derecho electivo á favor del archi-
« duque Carlos, como nieto de Carlos III, siempre que el príncipe
« de Sicilia y el infante Don Pedro y demás herederos no pudieran
« concurrir. » Échase de ver en la cláusula notada con bastardilla
que al paso que los aragoneses estaban firmemente adictos ala forma
monárquica de su gobierno, no se habían borrado de su memoria
aquellos antiguos fueros que en la junta de Caspe les habían dado de-
recho á elegir un rey, conforme á la justicia y pública conveniencia.


« Cataluña, como dice Meló, una de las provincias Levantamiento
« de mas primor, reputación y estima que se halla en a « Cataluña.
« la grande congregación de estados y reinos de que se formó la
« nación española, » levantó erguida su cerviz humillada por los
que con fementido engaño habían ocupado sus principales fortale-
zas. Mas desprovistos los habitantes de este apoyo, sobre todo del




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de Barcelona, grande é importante por el armamento, vestuario,
tropa, oficialidad y abundantes recursos que en su recinto se encer-
raban , faltóles un centro de donde emanasen con uniforme impulso
las providencias dirigidas á conmover las ciudades y pueblos de su
territorio. No por eso dejaron de ser portentosos sus esfuerzos, y
si cabe en ellos y en admirable constancia sobrepujó á todas la be-
licosa Cataluña. Solamente, obstruida y cortada por el ejército ene-
migo, tuvo al pronto que levantarse desunida y en separadas porcio-
nes, lardando algún tiempo en constituirse una junta única y general
para toda la provincia.


Las conmociones empezaron á últimos de mayo y al entrar junio.
Dentro del mismo Barcelona se desgarraron el 31 de aquel mes los
carteles que proclamaban la nueva dinastía. Hubo tumultuosas reu-
niones, andúvose avéceselas manos, y resultaron muertes y otros
disgustos. Los franceses se inquietaron bastantemente, ya por lo
populoso de la ciudad, y ya también porque el vecindario amoti-
nado hubiera podido ser sostenido por 3500 hombres de buena tropa
española, que todavía permanecían dentro de la plaza, y cuyo es-
píritu era del todo contrario á los invasores. Sin embargo acallá-
ronse allí los alborotos, pero no en las poblaciones que estaban
fuera del alcance de la garra francesa.


Había Duhesme su general pensado en hacerse dueño de Lérida
para conservar francas sus comunicaciones con Zaragoza. Consiguió
al efecto una orden de la junta de Madrid, ya no débil, pero sí cul-
pable, la cual ordenó la entrega á la tropa extrangera. Cauto sin
embargo el general francés envió por delante al regimiento de Ex-
tremadura , que no pudiendo como español despertar las sospechas
de los leridanos le allanase sin obstáculo la ocupación. Penetraron
no obstante aquellos habitantes intención tan siniestra, y haciendo
en persona la guardia de sus muros rogaron á los de Extremadura
que se quedasen afuera. Con gusto condescendieron estos, aguar-
dando en la villa de Tárrega favorable coyuntura para pasar á Zara-
goza, en cuyo sitióse mantuvieron firmes apoyos de la causa de s,u
patria. Lérida por tanto fue la que primero se armó y declaró orde-
nadamente. Al mismo tiempo Manresa quemó en público los bandos
y decretos del gobierno de Madrid. Tortosa, luego que fue informa-
da de las ocurrencias de Valencia, imitó su ejemplo y por desgracia
algunos de sus desórdenes, habiendo perecido miserablemente su
gobernador Don Santiago de Guzman y Villoría. Igual suerte cupo
al de Villafranca del Panadés Don Juan de Toda. Asi lodos los pue-
blos unos tras de otros ó á la vez se manifestaron con denuedo, y
alli el lidiar fue inseparable del pronunciamiento. Yendo uno y otro
de compañía, nos reservaremos pues el hablar mas detenidamente
para cuando lleguemos á las acciones de guerra. El principado se
congregó en junta de todos sus corregimientos á fines de junio, y
se escogió entonces para su asiento la ciudad de Lérida.




LIBRO TERCERO. 145
Separadas "por el Mediterráneo del continente es- u n t a m i e n t o


pañol las Islas Baleares, no solo era de esperar que «o ««Ba leares ,
desconociesen la autoridad intrusa, resguardadas como lo estaban
y al abrigo de sorpresa, sino que también era muy de desear que
abrazasen la causa comün, pudiendo su tranquilo y aislado territorio
servir de reparo en los contratiempos, y dejando libres con su de-
claración las fuerzas considerables de mar y tierra que alli habia.
Ademas de la escuadra surta en Menorca, de que hemos hablado,
se contaban en todas sus islas unos 10,000 hombres de tropa re-
glada, cuyo número, atendiendo ala escasez que de soldados ve-
teranos habia en España, era harto importante.


Notáronse en todas las Baleares parecidos síntomas á los que rei-
naban en la península, y cuando se estaba en dudas y vacilaciones
arribó de Valencia el 29 de mayo un barco con la noticia de lo ocur-
rido en aquella ciudad el 23. El general, qué lo era á la sazón Don
Juan Miguel de Vives, en unión con el pueblo mostróse inclinado á
seguirlas mismas huellas; pero se retrajo en vista de pliegos reci-
bidos de Madrid pocas horas después, y traidos por un oficial fran-
cés. Hízole titubear su contenido, y convocó el acuerdo para que
juntos discurriesen acerca de los medios de conservar la tranqui-
lidad. Se traslució su intento, y por la tarde una porción de jó-
venes de la nobleza y oficiales formaron el proyecto de trastornar
el orden actual, valiéndose de la buena disposición del pueblo.
Idearon como paso previo tantear al segundo cabo el mariscal de
campo Don Juan Oneille con ánimo deque reemplazase al general,
quien sabiendo lo que andaba paró el golpe reuniendo á las nueve
de la noche en las casas consistoriales una junta de autoridades. Se
iluminó la fachada del edificio, y se anunció al pueblo la resolución
de no reconocer otro gobierno que el de Fernando VII. Entonces
fue universal la alegría, unánimes las demostraciones cordiales de
patriotismo. Evitó la oportuna decisión del general desórdenes y
desgracias. Al dia siguiente 30 se erigió la junta que se habia acor-
dado en la noche anterior, la cual presidida por el capitán general
se compuso de mas de 20 individuos, entresacados de las autori-
dades , y nombrados otros por sus estamentos ó clases. Se agrega-
ron posteriormente dos diputados por Menorca, dos por Ibiza, y
otro^por la escuadra fondeada en Mahon.


En esta última ciudad, siendo las cabezas oficiales de ejército y
de marina, se habia depuesto y preso al gobernador y al coronel
de Soria Cabrera, y desobedecido abiertamente las órdenes de Mu-
rat. Recayó el mando en el comandante interino de la escuadra,
á cuyas instancias envió la junta de Mallorca para relevarle al mar-
qués del Palacio, poco antes coronel de húsares españoles.


En nada se habia perturbado la tranquilidad en Palma ni en las
otras poblaciones. Solo el 29 para resguardar su persona se puso
en el castillo de Bellver al oficial francés portador de los pliegos de


i. 10




14« REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Madrid. Doloroso fue tener también que recurrir á igual precau-
ción con los dos distinguidos miembros del instituto de Francia
Arago y Riot, quienes en unión con los astrónomos españoles Don
José Rodríguez y Don José Chaix habían pasado á aquella isla con
comisión científica importante. Era pues la de prolongar á la isla
de Formentera la medida del arco del meridiano, observado y
medido anteriormente desde Dunkerque hasta Monjuich en Bar-
celona por los sabios Méchain y Delambre. La operación dicho-
samente se habia terminado antes que las provincias se alzasen,
estorbando solo este suceso medir una base de verificación proyec-
tada en el reino de Valencia. Ya el ignorante pueblo los habia mi-
rado con desconfianza, cuando para el desempeño de su encargo
ejecutaban las operaciones geodésicas y astronómicas necesarias.
Figuróse que eran planos que levantaban por orden de Napoleón
para sus fines políticos y militares. A tales sospechas daban lugar
los engaños y aleves arterías con que los ejércitos franceses habían
penetrado en lo interior del reino: y en verdad que nunca la igno-
rancia pudiera alegar motivos que pareciesen mas fundados. La
junta al principio no osó contrarestar el torrente de la opinión po-
pular ; pero conociendo el mérito de los sabios extrangeros, y la
utilidad de sus trabajos, los preservó de todo daño;é imposibili-
tada por la guerra de enviarlos en derechura á Francia, los em-
barcó en oportuna ocasión á bordo de un buque que iba á Argel,
pais entonces neutral, y de donde se restituyeron después á sus
hogares.


El entusiasmo en Mallorca fue universal, esmerándose con parti-
cularidad en manifestarle las mas principales señoras; y si en toda


* Ap n 7 > ' a ' s ' a ^ e Mallorca, corno decía el cardinal de * Retz,
'"' «no hay mugeres feas, i fácil será imaginar el pode-


roso influjo que tuvieron en su levantamiento.
En Palma se creó un cuerpo de voluntarios con aquel nombre,


que después pasó á servir á Cataluña. Y aunque al principio la
junta obrando precavidamente no permitió que se trasladasen ala
península las tropas que guarnecían las islas, por fin accedió á que
se incorporasen sucesivamente con los ejércitos que guerreaban,


navarra ypro- Unas tras otras hemos recorrido las provincias de
vinciasvasconga- España y contado su glorioso alzamiento. Habrá quien


a s ' eche de menos á Navarra y las provincias vasconga-
das. Pero lindando con Francia, privados sus moradores de dos
importantes plazas, y cercados y opresos por todos lados, no pu-
dieron revolverse ni formalizar por de pronto gobierno alguno.
Con todo animadas de patriotismo acendrado impelieron á la deser-
ción á los pocos soldados españoles que habia en su suelo, auxilia-
ron en cuanto alcanzaban sus fuerzas á las provincias lidiadoras,
y luego que las suyas estuvieron libres ó mas desembarazadas se
unieron á todas, cooperando con no menor conato á la destrucción




LIBRO TERCERO. 147
del común enemigo. Y mas adelante veremos que, aun ocupado de
nuevo su territorio, pelearon con empeño y constancia por medio
de sus guerrillas y cuerpos francos.


En las Islas Canarias, aunque algo lejanas de las eos- , j 1 m C a n a r l ( l s
tas españolas, siguióse el impulso de Sevilla. Dudóse
en un principio de la certeza de los acontecimientos de Bayona, y
se consideraron como invención de la malevolencia, ó como voces de
intento esparcidas por los partidarios de los ingleses. Mas habien-
do llegado en jubo noticia de la insurrección de Sevilla y de la insta-
lación de su junta suprema, el capitán general marqués de Casa-
Cagigal dispuso que se proclamase á Fernando VII, imitando con
vivo entusiasmo los habitantes de todas las islas el noble ejemplo de
la península. Hubo sin embargo entre ellas algunas desavenencias,
renovando la Gran Canaria sus antiguas rivalidades de primacía
con la de Tenerife. Asi se crearon en ambas separadas juntas, y
en la última despojado del mando Casa-Cagigal, ya de ambas
aborrecido, fue puesto en su lugar el teniente de rey Don Carlos
O'Donell. Levantáronse después quejas muy sentidas contra este
gefe y la junta de Tenerife, que no cesaron hasta que el gobierno
supremo de la central puso en ello el conveniente remedio.


Por lo demás el cuadro que hemos trazado de la insurrección de
España parecerá á algunos diminuto ó conciso, y á otros difuso ú
harto circunstanciado. Responderemos á los primeros que, no ha-
biendo sido nuestro propósito escribir la historia particular del al-
zamiento de cada provincia, el descender á mas pormenores hu-
biera sido obrar con desacuerdo. Y á los segundos que, en vista de
la nobleza de la causa y de la ignorancia cierta ó fingida que acerca
de su origen y progreso muchos han mostrado, no ha sido tan fuera
de razón dar á conocer con algún detenimiento una revolución me-
morable , que por descuido de unos y malicia de otros se iba sepul-
tando en el olvido ó desfigurándose de nn modo rápido y doloroso.
Para acabar de llenar nuestro objeto, será bien que, fundándonos
en la verídica relación que precede, sacada de las mejores fuentes,
añadamos algunas cortas reflexiones, que arrojando nueva luz re-
futen las equivocaciones sobrado groseras en que varios han in-
currido.


Entre estas se ha presentado con mas séquito la de R e n M i o n e s gene-
atribuir las conmociones de España al ciego fanatis- t i^ s-
mo, y á los manejos é influjo del clero. Lejos de ser asi, hemos
visto cómo en muchas provincias el alzamiento fue espontáneo, sin
que hubiera habido móvil secreto; y que si en otras hubo perso-
nas que aprovechándose del espíritu general trataron de dirigirle,
no fueron clérigos ni clases determinadas, sino indistintamente indi-
viduos de todas ellas. El estado eclesiástico cierto que no se opuso
á la insurrección, pero tampoco,fue su.autor. Entró en ella como
toda la nación, arrastrado de un; honroso sentimiento patrio, y no




148 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
impelido por el inmediato temor de que se le despojase de sus bie-
nes. Hasta entonces los franceses no habían en esta parte dado
ocasión á sospechas, y según se advirtió en el libro segundo, el
clero español antes de los sucesos de Bayona mas bien era partida-
rio de Napoleón qne enemigo suyo, considerándole como el hom-
bre que en Francia habia restablecido con solemnidad el culto. Por
tanto la resistencia de España nació de odio contra la dominación
extrangera : y el clérigo como el filósofo, el militar como el paisa-
no, el noble como el plebeyo se movieron por el mismo impulso,
al mismo tiempo y sin consultar generalmente otro interés que el
de la dignidad é independencia nacional. Todos los españoles que
presenciaron aquellos dias de universal entusiasmo, y muchos son
los que aun viven, atestiguarán la verdad del aserto.


No menos infundado, aunque no tan general, ha sido achacar la
insurrección á conciertos de los ingleses con agentes secretos. Na-
poleón y sus parciales, que por todas partes veian ó aparentaban
verla mano británica, fueron los autores de invención tan pere-
grina. Por Jo expuesto se habrá notado cuan ageno estaba aquel
gobierno de semejante suceso, y cuánto le sorprendió la llegada á
Londres de los diputados asturianos que fueron los primeros que
le anunciaron. Muchas de las costas de España estaban sin buques
de guerra ingleses que de cerca observasen ó fomentasen alborotos,
y las provincias interiores no podían tener relación con ellos ni es-
perar su pronta y efectiva protección; y aun en Cádiz en donde ha-
bia un crucero se desechó su ayuda, si bien amistosamente, para
un combate en el que por ser marítimo les interesaba con mas es-
pecialidad lomar parte. Véase pues si el conjunto de estos hechos
dan el menor indicio de que la Inglaterra hubiese preparado el pri-
mero y gran sacudimiento de España.


Mas aun careciendo de la copia de datos que muestran lo con-
trario, el hombre meditabundo é imparcial fácilmente penetrará
que no era dado ni á clérigos ni á ingleses, ni á ninguna otra per-
sona , clase ni potencia por poderosa que fuese, provocar con agen-
tes y ocultos manejos en una nación entera un tan enérgico, unáni-
me y simultáneo levantamiento. Buscará su origen en causas mas
naturales, y su atento juicio le descubrirá sin esfuerzo en el desor-
den del anterior gobierno, en los vaivenes que precedieron, y en
el cúmulo de engaños y alevosías con que Napoleón y los suyos
ofendieron el orgullo español.


No bastaba á los detractores dar al fanatismo ú á los ingleses el
primer lugar en tan grande acontecimiento. Hanse recreado tam-
bién en oscurecer su lustre, exagerando las muertes, y horrores
cometidos en medio del fervor popular. Cuando hemos referido
los lamentables excesos que entonces hubo, cubriendo á sus autores
del merecido oprobio, no hemos omitido ninguno que fuese no-
table. Siendo asi, dígasenos de buena fe si acompañaron al tropel




LIBRO TERCERO.
de revueltas desórdenes tales que deban arrancar las desusadas
exclamaciones en que algunos han prorumpido. Solo pudieran ser
aplicables á Valencia y no á la generalidad del reino, y aun alli
mismo los excesos fueron inmediatamente reprimidos y castigados
con una severidad que rara vez se acostumbra contra culpados de
semejantes crímenes en las grandes revoluciones. Pero al paso que
profundamente nos dolemos de aquel estrago, séanos lícito ad-
vertir que hemos recorrido provincias enteras sin topar con desmán
alguno, y en todas las otras no llegaron á treinta las personas
muertas tumultuariamente. Y por ventura en la situación de Es-
paña, rotos los vínculos de la subordinación y la obediencia, con
autoridades que compuestas en lo general de hechuras y parciales
de Godoy eran miradas al soslayo y á veces aborrecidas, ¿ no es
de maravillar que desencadenadas las pasiones no se suscitasen mas
rencillas, y que las tropelías, multiplicándose, no hubiesen salvado
todas las barreras ? ¿ Merece pues aquella nación que se la tilde de
cruel y bárbara? ¿Que otra en tan deshecha tormenta se hubiera
mostrado mas moderada y contenida? Cítesenos una mudanza y
desconcierto tan fundamental, si bien no igualmente justo y hon-
roso, en que las demasías no hayan muy mucho sobrepujado á las
que se cometieron en la insurrección española. Nuestra edad ha
presenciado grandes trastornos en naciones apellidadas por exce-
lencia cultas, y en verdad que el imparcial examen y cotejo de sus
excesos con los nuestros no les seria favorable.


Después de haber tratado de desvanecer errores que tancomunes
se han hecho, veamos lo que fueron las juntas y de qué defectos
adolecieron. Agregado incoherente y sobrado numeroso de indi-
viduos en que se confundía el hombre del pueblo con el noble,
el clérigo con el militar, estaban aquellas autoridades animadas
del patriotismo mas puro, sin que á veces le adórnasela con-
veniente ilustración. Muchas de ellas pusieron todo su conato en
ahogar el espíritu popular, que les habia dado el ser, y no le sus-
tituyeron la acertada dirección con que hubieran podido manejar
los negocios hombres prácticos y de estado. Asi fue que bien pronto
se vieron privadas de los inagotables recursos que en todo trastorno
social suministra el entusiasmo y facilita el mismo desembarazo de
las antiguas trabas : no pudiendo en su lugar introducir orden ni
regla fija, ya porque las circunstancias lo impedían, y ya también
porque pocos de sus individuos estaban dotados de las prendas que
se requieren para ello. Hombres tales, escasos en todos los países,
era natural que fuesen mas raros en España, en donde la opresiva
humillación del gobierno habia en parte ahogado las bellas dispo-
siciones de los habitantes. Por este medio se explica como á la
grandiosa y primera insurrección, hija de un sentimiento noble
de honor é independencia nacional, que el despotismo de tantos
años no habia podido desarraigar, no correspondieron las medidas




15D REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de gobierno y organización militar y económica que en un princi-
pio debieron adoptarse. No obstante justo es decir que los esfuerzos
de las juntas no fueron tan cortos ni limitados como algunos han
pretendido; y que aun en naciones mas adelantadas quizá no se
hubiera ido mas allá si en lo interior hubiesen tenido estas que lu-
char con un ejército extrangero, careciendo de uno propio que pu-
diera llamarse tal, vacías las arcas públicas y poco provistos los
depósitos y arsenales.


Fue muy útil que en el primer ardor de la insurrección se for-
mase en cada provincia una junta separada. Esta especie de go-
bierno federativo, mortal en tiempos tranquilos para España, como
nación contigua por mar y tierra á estados poderosos, dobló en-
tonces y aun multiplicó sus medios y recursos; excitó una emu-
lación hasta cierto punto saludable, y sobre todo evitó que los
manejos del extrangero, valiéndose de la flaqueza y villanía de al-
gunos , barrenasen sordamente la causa sagrada de la patria. Un
gobierno central y único, antes de que la revolución hubiese echado
raices, mas fácilmente se hubiera doblegado á pérfidas insinua-
ciones , ó su constancia hubiera con mayor prontitud cedido á los
primeros reveses. Autoridades desparramadas como las de las
juntas, ni ofrecían un blanco bien distinto contra el que pudieran
apuntarse los tiros de la intriga, ni aun á ellas mismas les era
permitido (cosa deque todas estuvieron lejos) ponerse de concierto
para daño y pérdida de la causa que defendían.


Acompañó al sentimiento unánime de resistir al extrangero otro
no menos importante de mejora y reforma. Cierto que este no se
dejó ver ni tan clara ni tan universalmente como el primero. Para
el uno solo se requería ser español y honrado; mas para el otro
era necesario mayor saber que el que cabia en una nación sujeta
por siglos á un sistema de persecución é intolerancia política y
religiosa. Sin embargo apenas hubo proclama, instrucción ó ma-
nifiesto de las juntas en que, lamentándose de las máximas que ha-
bian regido anteriormente, no se diese indicio de querer tomar un
rumbo opuesto, anunciando para lo futuro ó la convocación de
corles, ó el restablecimiento de antiguos fueros, ó el desagravio
de pasadas ofensas. Infiérase de aqui cuál seria sobre eso la opinión
general cuando asi se expresaban unas autoridades que, compuestas
en su mayor parte de individuos de clases privilegiadas, procura-
ban contener mas bien que estimular aquella general tendencia.
Asi fue que por sus pasos contados se encaminó España á la
reforma y mejoramiento, y congregó sus cortes sin que hubiera
habido que escuchar los consejos ó preceptos del extrangero. Y
¡ ojalá nunca los escuchara! Los años en que escribimos han sido
testigos de que su intervención tan solo ha servido para hacerla
retroceder á tiempos comparables á los de la mas profunda bar-
barie.




LIBRO TERCERO. W
Nos parece que lo dicho bastará á deshacer los errores á que ha


dado lugar el silencio de algunas plumas españolas, el despique de
otras y la ligereza con que muchos extrangeros han juzgado los
asuntos de España , pais tan poco conocido como mal apreciado.


Antes de concluir el presente libro será justo que demos una ra-
zón , aunque breve, de la insurrección de Portugal, P o r t o g a l .
cuyos acontecimientos anduvieron tan mezclados con
los nuestros.


Aquel reino, si bien al parecer tranquilo, viéndose agobiado con
las extraordinarias cargas y ofendido de los agravios que se hacian
á sus habitantes, tan solo deseaba oportuna ocasión en que sacudir
el yugo que le oprimía.


Junot en su desvanecimiento á veces había ideado ceñirse la co-
rona de Portugal. Para ello hubo insinuaciones ,
sordas intrigas, proyectos de constitución y otros pa- S u s" u a c l o n-
sos que no haciendo á nuestro propósito , los pasaremos en silencio.
Tuvo por último que contentarse con la dignidad de duque de
Abrantes á que le ensalzó su amo en remuneración de sus servicios.


Desde el mes de marzo con motivo de la llamada de las tropas
españolas anduvo el general francés inquieto, temiendo que se au-
mentasen los peligros al paso que se disminuía su fuerza. Se tran-
quilizó algún tanto cuando vio que al advenimiento al trono de
Fernando habían recibido los españoles contraorden. Asi fue ,
como hemos dicho, que los de Oporto volvieron á sus acantonamien-
tos ; se mantuvieron quietos en Lisboa y sus contornos los de Don
Juan Carrafa; y solo de los de Solano se restituyeron á Setúbal
cuatro batallones, no habiendo Junot tenido por conveniente recibir
á los restantes. Prefirió este guardar por sí el Alentejo , y envió á
Kellerman para reemplazará Solano, cuya memoria fue tanto mas
sentida por los naturales, cuanto el nuevo comandante se estrenó
con imponer una contribución en tal manera gravosa que el mismo
Junot tuvo que desaprobarla. Kellerman transfirió á Yelbes su
cuartel general para observar de cerca á Solano, quien permane-
ció en la frontera hasta mayo, en cuyo tiempo se retiró á An-
dalucía.


En este estado se hallaban las cosas de Portugal
i i i i i , - » i - » « - i ' i Divisiones fran-


cuando, después del suceso del 2 de mayo en Madrid, cesas que inten-
receloso Napoleón de nuevos alborotos en España, t R a " P a s a r a E ! * a -
ordenó á Junot que enviase del lado de Ciudad-Rodrigo
4000 hombres que obrasen de concierto con el mariscal Bessiéres,
y otros tantos por la parte de Extremadura para ayudar á Dupont
que alanzaba hacia Sierra-Morena. Al entrar junio llegaron los pri-
meros al pie del fuerte de la Concepción, el cual, situado sobre el
cerro llamado el Gardon, sirve como de atalaya para observar la
frontera portuguesa y las plazas de Almeida y Castel-Rodrigo. El
general Loison que mandaba á los franceses ofreció al comandante




Ш REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
español algunas eompañias que reforzasen el fuerte contra los co­
munes enemigos de ambas naciones. El ardid por tan repetido era
barto grosero para engañar á nadie. Pero no habiendo dentro la
suficiente fuerza para la defensa, abandonó el comandante por la
noche el fuerte, y se refugió á Ciudad­Rodrigo, cuya plaza distante
cinco leguas, y levantada ya como toda la provincia de Salamanca,
redobló su vigilancia y contuvo asi los siniestros intentos de Loison.
Por la parte del mediodia los 4000 franceses que debian penetrar
en las Andalucías trataron con su gefe Avril de dirigirse sobre Mér­
tola, y bajando después por las riberas de Guadiana, desembocar
impensadamente en el condado de Niebla. Allí la insurrección babia
tomado tal incremento, que no osaron continuar en empresa tan
arriesgada. Al paso que asi se desbarataron los planes de Napoleón,
que en esta parte no hubieran dejado de ser acertados, si mas á
tiempo hubiesen tenido efecto los acontecimientos del norte de Por­
tugal , vinieron del todo á trastornar á Junot, y levantar un incendio
universal en aquel reino.


LOS espasmos ^os españoles á su vuelta á Oporto habían sido
se retiran de puestos á las órdenes del general francés Quesnel.
o p o r w . Desagradó la medida inoportuna en un tiempo en que
la indignación crecía de punto, é inútil no siendo afianzada con
tropa francesa. Andaba asi muy irritado el soldado español, cuan­
do alzándose Galicia comunicó aquella junta avisos para que log de
Oporto se incorporasen á su ejército y llevasen consigo á cuantos
franceses pudiesen coger. Concertáronse los principales gefes, se
colocó al frente al mariscal de Campo Don Domingo Belestá como
de mayor graduación, y el 6 de junio habiendo hecho prisionero á
Quesnel y á los suyos, que eran muy pocos, tomó toda la división
española que estaba en Oporto el camino de Galicia. Antes de par­
tir dijo Belestá á los portugueses que les dejaba libres de abrazar


i M m e r l e v a n t a ­ ^ P a rtído que quisieran, ya fuese el de España, ya
miento de Opor­ el de Francia, ó ya el de su propio pais. Escogieron
*°' el último como era natural. Pero luego que los espa­
ñoles se alejaron, amedrentadas las autoridades se sometieron de
nuevo á Junot.


Continuaron de este modo algunos dias hasta que el 11 de ju­
nio habiéndose levantado la provincia de Tras­los­


de Tras­los­Mon­ Montes, y nombrado por su gefe al teniente general
o p o r t o ! s ° n d o


d e Manuel Gómez de Sepúlveda, hombre muy anciano,
se extendió á 1д de Entre­Duero­y­Miño la insurrec­


ción, y se renovó el 18 en Oporto en donde pusieron á la cabeza
á Don Antonio de San José de Castro obispo de la diócesi. Cundió
también á Coimbra y otros pueblos de la Beira, haciendo prisio­
neros y persiguiendo á algunas partidas sueltas de franceses. Loi­
son, que desde Almeida habia intentado ir á Oporto, retrocedió al
verse acometido por la población insurgente délas riberas del Duero.




LIBRO TERCERO. 153
Una junta se formó en Oporto que mandó en unión con el obis-


po , la cual fue reconocida por todo el norte de Portugal. Al ins-
tante abrió tratos con Inglaterra, y diputó á Londres al vizconde
de Balsemao y á un desembargados Entabló también con Galicia
convenientes relaciones, y entre ambas juntas se concluyó una
convención ó tratado de alianza ofensiva y defensiva.


Súpose en Lisboa el 9 de junio la marcha de las tro- S e d e s a r m a a
pas españolas de Oporto, y lo demás que en esta ciu- ios españoles de
dad había pasado. Sin dilación pensó Junot en tomar s o a '
una medida vigorosa con los cuerpos de la misma nación que te-
nia consigo, y cuyos soldados estaban con el ánimo tan alborotado
como todos sus compatriotas. Temíase una sublevación de parte de
ellos y no sin algún fundamento. Ya en el mes anterior y cuando
en 5 de mayo dio en Extremadura la proclama de que hicimos
mención el desgraciado Torre del Fresno , habia sido enviado allí
de Badajoz el oficial Don Federico Moreti para concertarse con el
general Don Juan Carrafa y preparar la vuelta á España de aque-
llas tropas. La comisión de Moreti no tuvo resulta, asi por ser
temprana y arriesgada, como también por la tibieza que mostró el
mencionado Carrafa ; pero después embraveciéndose la insurrec-
ción española, llegaron de varios puntos emisarios que atizaban,
faltando solo ocasión oportuna para que hubiese un rompimiento.
Ofreciasela lo acaecido en Oporto, y con objeto de prevenir
golpe tan fatal, procuró Junot antes de que se esparciese la no-
ticia sorprender á los nuestros y desarmarlos. Pudo sin embargo
escaparse de Mafra y pasar á España el marqués de Malespina con
el regimiento de dragones de Ja Reina; y para engañar á los der
mas emplearon los franceses varios ardides, cogiendo á unos en
los cuarteles y á otros divididos. Mil y doscientos de ellos, que es-
taban en el campo de Ourique, rehusaron ir al convento de San
Francisco, barruntando que se les armaba alguna celada. Enton-
ces Junot los mandó llamar al Terreiro do Paco, fingiendo que era
con intento de embarcarlos para España. Alborozados por nueva
tan halagüeña llegaron á aquella plaza, cuando se vieron rodeados
por 3000 franceses, y asestada contra sus filas la artillería en las
bocacalles. Fueron pues desarmados todos y conducidos á bordo de
los pontones que habia en el Tajo. No se comprendió á los oficia-
les en precaución tan rigurosa; pero no habiendo creído algunos
de ellos deber respetar una palabra de honor que se les habia ar-
rancado después de una alevosía, se fugaron á España, y de re-
sultas sus compañeros fueron sometidos á igual y desgraciada
suerte que los soldados.


No fue tan fácil sorprender ni ensañar á los que es- „
i i i • • i , • rr. . • . , , Rechazan los


tandoa la izquierda del tajo vivían mas desembaraza- españoles a ios
damente. Asi desertó la mayor parte del regimiento p ^ T ' e" 0 i
de caballería de María Luisa, y fue notable la insur-




134 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
reccion de los cuerpos de Valencia y Murcia, de los que con ban-
dera se dirigieron á España muchos soldados. Estaban en Setúbal,
y el general francés Graindorge que alli mandaba los persiguió.
Hubo un reencuentro en Os Pegoes, y los franceses habiendo sido
rechazados no pudieron detener á los nuestros en su marcha.


Llamamiento El haber desarmado á los españoles de Lisboa moti-
<ie los Aigarnes. v 0 | a insurrección de los Algarbes, y por consecuencia
la de todo el mediodía de Portugal. Gobernaba aquella provincia de
parte de los franceses el general Maurin, á quien estando enfermo
sustituyó el coronel Maransin. Eran cortas los tropas que estaban
á sus órdenes, y cuidadoso dicho gefe con los alborotos, habia salido
para Villa-Real en donde construía una batería que asegurase aquel
punto contra los ataques de Ayamonte. Ocupado en guarecerse de
un peligro, otro mas inmediato vino á distraerle y consternarle. Era
el!tí de junio cuando Olhá, pequeño pueblo de pescadores á una
legua de Faro, se sublevó á la lectura de una proclama que había pu-
blicado Junot con ocasión de haber desarmado á los españoles. Dio
el coronel José López de Sousa el primer grito contra los franceses,
que fue repetido por toda la población. Este alboroto estuvo á punto
de apaciguarse; pero obligado Maransin que habia acudido al pri-
mer ruido á salir de Faro para combatir á los paisanos que levanta-
dos descendían de las montañas que parten término con el Alentejo,
se sublevó á su vez dicha ciudad de Faro, formó una junta, se puso
en comunicación con los ingleses, llevó á bordo de sus navios al en-
fermo general Maurin y á los pocos franceses que estaban en su com-
pañía. Maransin en vista de la poca fuerza que le quedaba se retiró
á Mértola para de alli darse mas fácilmente la mano con los generales
Kellerman y Avril que ocupaban el Alentejo. Se aproximó después
á Beja, y por haberle asesinado algunos soldados la entró á saco el
23 de junio. Prendió la insurrección en otros puntos, y en todos
aquellos en que el espíritu público no fue comprimido por la supe-
rioridad de la fuerza francesa, se repitió el mismo espectáculo y hubo
iguales alborotos que en el resto de la península. Entre la junta de
Faro y los españoles suscitóse cierta disputa por haber estos des-
truido las fortificaciones de Castro-Marin. De ambos lados se dieron
las competentes satisfacciones, y amistosamente se concluyó un
convenio adecuado á las circunstancias entre los nuevos gobiernos
de Sevilla y Faro.


No faltó quien viese asi en este arreglo, como en lo
entre°aiBUMT"nr!- que antes se habia estipulado entre Galicia y Oporto,
Portngaj'*'1 1'1 1


r u n a P reparacion para tratados mas importantes que
hubieran podido rematar por una unión y acomoda-


miento entre ambas naciones. Desgraciadamente varios obstáculos
con los cuidados graves de entonces debieron impedir que se prosi-
guiese en designio de tal entidad. Es sin embargo de desear que
venga un tiempo en que desapareciendo añejas rivalidades, é ilus-




LIBRO CUARTO. 153
liándose unos y otros sobre sus recíprocos y verdaderos intereses,
se estrechen dos países que al paso que juntos formarán un incon-
trastable valladar contra la ambición de los extraños, desunidos


( solo son víctima de agenas contiendas y pasiones.


LIBRO CUARTO.


Junta de Madrid. — Comisión que da al marqués de Lazan.— Su proclama de
4 de junio. — Su zelo en favor de la diputación de Bayona. — Valdés. —
Marqués de Astorga Obispo de Orense.— Proclama de Bayona álos Zara-
gozanos. — Comisionados enviados á Zaragoza. — Avisos enviados por Na-
poleón á América. — Napoleón renuncia la corona de España en José. —
Llegada de José á Bayona. — Recibimiento de José en Marrac. — Diputa-
ciones españolas. <—• La de los grandes. — La del consejo de Castilla. — La
de la inquisición. — La del ejército. — Otra proclama de los de Bayona.—
Previas disposiciones para abrir el congreso de Bayona. — Abrense sus
sesiones. — Sus discusiones. — Si gozó de libertad. •—• Juramento prestado
á la constitución. — Reflexiones sobre la constitución. — Visita de la junta
de Bayona á Napoleón. — Felicitaciones de la servidumbre de Fernando.
— Felicitación de Fernando mismo. — Ministerio nombrado por José. —
Jovellanos. — Empleos de palacio. —• José entra en España el g de julio.—
Primera expedición de los franceses contra Santander. •—• Expedición contra
Valladolid. — Quema de Torquemada. — Entrada en Falencia. — Acción
de Cabezón. — Entran los franceses en Valladolid. •— Segunda expedición
contra Santander. — Obispo de Santander. — Noble acción de su junta. —
Expedición contra Zaragoza.— Acción de Matlen.— De Alagon.— Cataluña.
— Somatenes. — Acción del Bruch.—Defensa de Esparraguera. — Chabran
en Tarragona. — Reencuentro de Arbós. — Saqueo de Villafranca del Pana-
das.— Segunda acción del Bruch.— Expedición de Duhesme contra Gerona.
— Resistencia de Mongat. — Saqueo de Mataró. — Ataque de los franceses
contra Gerona. — Vuelve Duhesme á Barcelona. — Reencuentro de Gra-
nollers. — Somatenes del Llobregat. — Murat. — Envia á Dupont á
Andalucía. —Acción de Alcolea.— Saco de Córdoba.— Situación angustiada
de los franceses. — Excesos de los paisanos españoles. — Resistencia de
Valdepeñas. — Retírase Dupont á Andújar. — Saqueo de Jaén, — Expedi-
ción de Moncey contra Valencia. — Reencuentro del puerto Pajazo. — De
las Cabrillas. —> Preparativos de defensa en Valencia. — Refriega en el pue-
blo de Cuarte. — Defensa de Valencia. — Proposición de Moncey para que
capitule la ciudad. — Hechos notables de algunos españoles. — Retírase
Moncey. — Inacción de Cervellon. — Conducta laudable de Llamas. —
Enfermedad de Murat.— Enfermedades en su ejército.— Opinión de Larrey.


— Savary sucede á Murat. — Singular comisión de Savary. — Su con-
ducta. — Envia á Vedel para reforzar á Dupont Paso de Sierra-Morena.
— Refuerzos enviados á Moncey.—Caulincourt. — Saquea á Cuenca.—
Frere Segundo refuerzo llevado á Dupont por el general Gobert. — Des -
atiéndese á Bessiéres. — Cuesta, — Ejército de Galicia después de la muerte




156 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Antes de haber tomado la insurrección de España el alto vuelo que
le dieron en los últimos dias de mayo las renuncias de


Jauta de Madrid. ~ i < i i ' 1 1 . i


Bayona, recordara el lector como se habían derrama-
do por las provincias emisarios franceses y españoles que con se-
ductoras ofertas trataron de alucinar á los gefes que las goberna-
ban. La junta suprema de Madrid, principal instigadora de seme-
jantes misiones y providencias, viéndose asi comprometida, siguió
con esmerada porfía en su propósito, y al crujido de la insurrec-
ción general reiterando avisos, instrucciones y cartas confidenciales,
avisó su desacordado zelo en favor de la usurpación extraña, con-
servando la ciega y vana esperanza de sosegar por medios tan frági-
les el asombroso sacudimiento de una grande y pundonorosa nación.


comisión u Sobresaltada en extremo con la conmoción de Zara-
da al marqués de gOZS acudió con presteza á su remedio. Punzábala este
L a z a 1 1 , suceso no tanto por su importancia, cuanto por el te-
mor sin duda deque con él se trasluciesen las órdenes que para resis-
tir á los franceses lehabiansido comunicadas desde Bayona, y á cuyo
cumplimiento habia faltado. Presumía quePalafox sabedor de ellas,
y encargado de otras iguales ó parecidas, les daría entera publici-
dad , poniendo asi de manifiesto la reprensible omisión de la junta,
á la que por tanto era urgente aplacar aquel levantamiento. Como
el caso requería pulso , se escogió al efecto al marqués de Lazan
hermano mayor del nuevo capitán general de Aragón, en cuya per-
sona concurrían las convenientes calidades para no excitar con su
nombre recelos en el asustadizo pueblo, y poder influir con éxito y
desembarazadamente en el ánimo de aquel caudillo. Pero el de La-
zan al llegar á Zaragoza, en vez de favorecer los intentos de los que
le enviaban, y persuadido también de cuan imposible era resistir
al entusiasmo de aquellos moradores, se unió á su hermano, y en
adelante partió con él los trabajos y penalidades de la guerra.


Arrugándose mas y mas el semblante del reino., y tocando á pun-
to de venir á las manos, en 4 * de Junio circuló la jun-


s Y d r e 0 t u . * ¡ .
d° ta de acuerdo con Murat una proclama en la que se


n t) ostentaban las ventajas de que todos se mantuviesen
' ' sosegados, y aguardasen á que el héroe que admiraba


de Filangieri.—Batalla de Rioseco, 14 de julio. — Avanza Bessiéres á Leon :
su correspondencia con Blake. — Viage de José á Madrid. — Retrato de
José. — Su proclamación. — Su reconocimiento. — Consejo de Castilla. —
Acontecimientos que precedieron á la batalla de Bailen. — Distribución del
ejercito español de Andalucía. — Consejo celebrado para atacar á los fran-
ceses.— Acción de Mengíbar.—Batalla de Bailen, i g de julio.— Capitulación
del ejército francés. •— Rinden las armas ios franceses. — Reflexiones sobre
la batalla. — C a m i n a el ejército rendido á la costa, — Desorden én Lebrija
causado por la presencia de los prisioneros. — E n el puerto de Santa-
María. — Correspondencia entre Dupont y Moría. — Consternación del go-
bierno francés en Madrid. — Retírase José. — Españoles que le siguen. —
Destrozos causados en la retirada.




LIBRO CUARTO. 157
al mundo concluyera la grande obra en que estaba trabajando de ta re-
generación política. Tales expresiones alborotaban los ánimos lejos
fie apaciguarlos, y por cierto rayaba en avilantez el que una auto-
ridad española osase ensalzar de aquel modo al causador de las re-
cientes escenas de Bayona, y ademas era, por decirlo asi, un des-
enfreno del amor propio imaginarse que con semejante lenguaje
se pondría pronto término á la insurrección.


Viendo cuan inútiles eran sus esfuerzos, y ansiosa S u z e l o c n t a_
de encontrar por todas partes apoyo y disculpa á sus vor de ia diputa-
compromisos, trabajó con ahinco la junta para que c " m ó B B a y o n a -
acudiesen á Bayona los individuos de la deputacion convocada á
aquella ciudad. Crecían los obstáculos para la reunión con los bulli-
cios de las provincias, y con la repulsa que dieron algunos de los
nombrados. Indicamos ya como el bailío Don Antonio
Valdés habia rehusado ir, prefiriendo con gran peli- V a l d é 5-
gro de su persona fugarse de Burgos donde residía á la mengua de
autorizar con su presencia los escándalos de Bayona. Excusóse tam-
bién el marqués de Astorga sin reparar en que sien- M a r q u é s d e ^
do uno de los primeros proceres del reino, la mano
enemiga le perseguiría y le privaria de sus vastos estados y rique-
zas. Pero quien aventajó á todos en la resistencia fue el reverendo
obispo de Orense Don Pedro de Quevedo y Quintano. 0 b l s p o d e 0 r e n
La contestación de este prelado al llamamiento de Ba- sa-
yona , obra señalada de patriotismo, unió á la solidez de las ra-
zones un atrevimiento hasta entonces desconocido á Napoleón y sus
secuaces. Al modo de los oradores mas egregios de la antigüedad,
usó con arte de la poderosa arma de la ironía, sin deslucirla con
bajas é impropias expresiones. Desde Orense y en 29 de mayo no
levantada todavía Galicia, y sin noticia de la declaración de otras
provincias, dirigió su contestación al ministro de gracia y justi-
cia. Como en su contenido se sentaron las doctrinas mas sanas y
los argumentos mas convincentes en favor de los derechos de la
nación y de la dinastía reinante, recomendamos muy particular-
mente la lectura de tan importante documento, que á la letra he-
mos insertado en el apéndice *. Difícilmente pudieran f . Ap_ n t
trazarse con mayor vigor y maestría las verdades que
en él se reproducen. Asi fue que aquella contestación penetró muy
allá en todos los corazones, causando impresión profundísima y
duradera. Pero Murat y la junta de Madrid no por eso cesaron en
sus tentativas, y con fatal empeño aceleraron la partida de las per-
sonas que de montón se nombraban para llenar el hueco de las que
esquivaban el ominoso viage.


El 15 de junio debian abrirse las sesiones de aouella „ ,
r * . , , , . i • Proclama do


ramosa reunión, y todavía en los primeros días del B a y o n a ¿ i o s M -
propio mes no alcanzaban á 30 los que allí asistían. "> s o w"' 8-
Mientras que los demás llegaban, y para no darles huelga, obligó




158 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Napoleón á los presentes á convidar á los zaragozanos por medio de


( • AD n 3) u n a P r o c ' a m a * a ' a P a z Y a ' sosiego. Queriendo agre-
gar al escrito la persuasión verbal, fueron comisiona-


comisionados dos para llevarle el príncipe de Castelfranco, Don
armados á zara- T g n a c ¡ 0 ]y¡r a rt¡ n e z de Villela consejero de Castilla , y el


alcalde de corte Don Luis Marcelino Pereira. No les
fue dable penetrar en Zaragoza, y menos el que se atendiera á sus
intempestivas amonestaciones. Tuviéronse por dichosos de regresar
á Bayona: merced á los franceses que los custodiaban, bajo cuyo am-
paro pudieron volver atrás sin notable azar, aunque no sin mengua
y sobresalto.


Atisos envía- Napoleón, que miraba ya como suya la tierra pe-
dos por Ñapo- ninsular, trató también por entonces de alargar mas
leonaAmerica. ^ ^ j f t s m a r e s m p 0 ( 1 e r o s o influjo, expidiendo á
América buques con cuyo arribo se previniesen los intentos de los
ingleses, y se preparasen los habitadores de aquellas vastas y re-
motas regiones españolas á admitir sin desvío la dominación del
nuevo soberano, procedente de su estirpe. Hizo que á su bordo
partiesen proclamas y circulares autorizadas por Don Miguel de
Azanza, quien ya firmemente adicto á la parcialidad de Napoleón se
figuraba que el emperador de los franceses había de respetar la
unión íntegra de aquellos paises con España, y no seguir el im-
pulso y las variaciones de su interés ó su capricho.


, Luego que Fernando VII v su padre hubieron re-
Napoleon re- • i i " •» TVT I


nnncia ía corona nunciado la corona, se presumió que Napoleón cedería
de España en jo- S ( J S p r etendidos derechos en alguna persona de su fa-


milia. Fundábase sobre todo la conjetura en la indica-
ción que hizo Murat á la junta de Madrid y consejo real de que pi-
diesen por rey á José. Ignorábase no obstante de oficio si tal era


< • A P n 4 ) s u pensamiento, cuando en 25 de mayo dirigió Napo-
' ' león una proclama * á los españoles en la que asegu-


raba que « no quería reinar sobre sus provincias, pero sí adquirir
« derechos eternos al amor y al reconocimiento de su posteridad.»
Apareció pues por este documento de una manera auténtica que
trataba de desprenderse del cetro español, mas todavía guardó si-
lencio acerca de la persona destinada á empuñarle. Por fin el 6 de


junio se pronunció claramente dando en Bayona mismo
CAP. n.s.) u n decreto del tenor siguiente*. «Napoleón por la gra-


« cia de Dios, etc. A todos los que verán las presentes salud. La
« junta de estado, el consejo de Castilla, la villa de Madrid, etc. etc.
« habiéndonos por sus exposiciones hecho entender que el bien de
« la España exigía que se pusiese prontamente un término al in-
« terregno, hemos resuelto proclamar, como nos proclamamos por
« las presentes, rey de España y de las Indias á nuestro muy aroa-
« do hermano José Napoleón, actualmente rey de Ñapóles y de
« Sicilia.




LIBRO CUARTO. 159
« Garantimos al rey de las Españas la independencia é integri-


« dad de sus estados, asi los de Europa como los de África, Asia
« y América. Y encargamos, etc. ¡> (Sigue la fórmula de estilo.)


Era este decreto el precursor anuncio de la llegada U e g a d l l d e } a s i
de José, quien el 7 entró en Pau á las ocho de la ma- • Bayona,
nana, y puesto en camino poco después se encontró con Napoleón
á seis leguas de Bayona, hasta donde habia salido á esperarle.
Mostraba este tanta diligencia porque, no habiendo de antemano
consultado con su hermano la mudanza resuelta, temió que no acep-
tase el nuevo solio, y quiso remover prontamente cualquiera obs-
táculo que le opusiese. En efecto José contento con su delicioso
reino de Ñapóles no venia decidido á admitir el cambio que para
otros hubiera sido tan lisonjero. Y aqui tenemos una corona arran-
cada por la violencia á Fernando YI1, adquirida también mal de su
grado por el señalado para sucederle.


Napoleón atento á evitar la negativa de su hermano le hizo su-
bir en su coche, y exponiéndole sus miras políticas en trasladarle
al trono español, trató con particularidad de inculcarle los intereses
de familia, y la conveniencia de que se conservase en ella la corona
de Francia, para cuyo propósito y el de prevenir la ambición de
Murat y de otros extraños, nada era mas acertado, anadia, que el
poner como de atalaya á José en España, desde donde con mayor
facilidad y superiores medios se posesionaría del trono de Francia,
en caso de que vacase inesperadamente. Ademas le manifestó haber
ya dispuesto del reino de Ñapóles para colocar en él á Luciano.
Asegúrase que la última indicación movió á José mas que otra ra-
zón alguna por el tierno amor que profesaba á aquel su hermano.
Sea pues de esto lo que fuere, lo cierto es que Napoleón habia de
tal modo preparado las cosas que sin dar tiempo ni vagar fue José
reconocido y acatado como rey de España.


Asi sucedió que al llegar entre dos luces á Marrac Recibimiento do
recibió los obsequios de tal de boca de la emperatriz, J o s é e n M a r r a c -
que con sus damas habia salido á recibirle al pie de la escalera. Ya
le aguardaban dentro del palacio los españoles congregados en
Bayona, á quienes se les habia citado de antemano, teniendo Na-
poleón tanta priesa en el reconocimiento del nuevo rey, que no
permitió cubrir las mesas ni descanso alguno á su hermano antes
de desempeñar aquel cuidado, cuyo ceremonial se prolongó hasta
las diez de la noche.


Naturalmente debió durar mas de lo necesario, ha- D 1 ] r a t a ( . i 0 0 e s es_
biendo ignorado los españoles el motivo á que eran pañous.
llamados. Advertidos después tuvieron que concertarse apresura-
damente allí mismo en uno de los salones, y arreglar el modo de
felicitar al soberano recien llegado. Para ello se dividieron en cua-
tro diputaciones, á saber, la de los grandes, la del consejo de
Castilla, la de los consejos de la inquisición, Indias y hacienda




160 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
reunidos los tres en una, y la del ejército. Pusieron todas separa-
damente y por escrito una exposición gratulatoria, y antes de que
se leyesen á José con toda solemnidad, se presentaba cada una á
Napoleón para su aprobación previa: menguada censura, indigna
de su alta gerarquía.
La de IOS gran- Era la diputación de los grandes ía primera en ór-


*»• den, é iba á su cabeza el duque del Infantado, quien
habia tenido el encargo de extender la felicitación. Principiando
por un cumplido vago, concluía esta con decir : « Las leyes de Es-
« paña no nos permiten ofrecer otra cosa á V. M. Esperamos que
« la nación se explique y nos autorice á dar mayor ensanche á
€ nuestros sentimientos. » Difícil seria expresar la irritación que
provocó en el altivo ánimo de Napoleón tan inesperada cortapisa.
Fuera de sí y abalanzándose al duque, díjole « que siendo caba-
t llero se portase como tal, y que en vez de altercar acerca de los
t términos de un juramento, el cual asi que pudiera intentaba
« quebrantar, se pusiese al frente de su partido en España, y li-
« diase franca y lealmente... Pero le advertía que si faltaba al ju-
« ramento que iba á prestar, quizá estaría en el casó antes de
« ocho dias de ser arcabuceado. » Tardíos eran á la verdad los
escrúpulos del duque, y ó debía haberlos sepultado en lo mas ín-
timo del pecho, ó sostenerlos con el brio digno de su cuna, si
arrastrado por el clamor de la conciencia quería acallarla dándoles
libre salida. Mas el del Infantado arredróse, y cedió á la ira de
Napoleón. Por eso hubo quien achacara á otro haberle apuntado
la cláusula,, dejándole solo al duque la gloria de haberla escrito,
sin pensar en el aprieto en que iba á encontrarse. Corrigieron en-
tonces los grandes su primera exposición, reconocieron por rey á
José é hizo la lectura de ella, aunque no perteneciaá la clase, Don
Miguel José de Azanza.
La dei consejo de Los magistrados que llevaban la voz á nombre del


castina. consejo de Castilla, si bien incensaron al nuevo rey
( • Ap. a. 6 ( diciéndole * : « V. M. es rama principal de una fa-


t milia destinada por el cielo para reinar, » esquiva-
ron también, pero de un modo mas encapotado que los grandes,
el reconocimiento claroy sencillo, limitándose por falta de autoridad,
según expresaban, á manifestar cuáles eran sus deseos : tan cuida-
dosos andaban siempre el consejo y sus individuos de no compro-
meterse abiertamente en ningún sentido.


A todos los parabienes respondió José con afable cortesanía ,
La de la inquisì- mereciendo particular mención el modo con que habló


c i o u- al inquisidor Don Raimundo Ethenard y Salinas, á
quien dijo « que la religión era la base de la moral y de la prosperi-
« dad pública, y que aunque habia países en que se admitían mu-
« chos cultos, sin embargo debia considerarse á la España como
« feliz porque no se honraba en ella sino el verdadero. » Con un




LIBRO CUARTO. «il
tan claro elogio de las ventajas de una religión exclusiva»lqs inqui-
sidores, que fundadamente consideraban su tribunal como el princi-
pal baluarte de la intolerancia, creyéronse asegurados. Ya antes
alimentaban la esperanza de mantenerse desde que Murat mismo
había correspondido á sus congratulaciones con halagüeñas y favo-
rables palabras. El.no haberse abolido aquel terrible tribunal en
la constitución de Bayona, y el que uno de sus ministros en repre-
sentación suya la autorizase con su firma, acrecentó la confianza
de los interesados en conservarle, y puso espanto á los que á su
nombre se estremecían. Ahora que han ¡trascurrido años, y que
otros excesos han casi borrado los de Napoleón, atribuiráse á
sueño de los partidarios del santo oficio el haberse imaginado que
aquel hubiera sostenido tan odiosa institución. Mas si recordamos
que en los primeros tiempos de la irrupción francesa muchos emi-
sarios de su gobierno encarecían la utilidad de la inquisición como
instrumento político, y si también atendemos al modo arbitrario y
escudriñador con que en la ilustrada Francia se disminuia y cerce-
cenaba la libertad de escribir y pensar, no nos parecerá que fuesen
tan desvariadas y fútiles lar. esperanzas de los inquisidores. Quizá
José y algunos españoles de su bando hubieran querido la aboli-
ción inmediata ¿pero qué podiaél ni que valían ellos contra la im-
periosa voluntad de Napoleón ? Que este acabase después en diciem-
bre de 1808 con la inquisición, en nada destruye nuestros recelos.
Entonces restablecida, como á su tiempo veremos, por la junta
central con gran descrédito suyo, entendió el soberano francés
ser oportuno descuajar tan mala planta, procurando granjearse
por aquel medio y en contraposición de la autoridad nacional el
aprecio de muchos hombres de saber, atemorizados y desabridos
con el renacimiento de tan odioso tribunal.


En la contestación que dio José al duque del Par- .
. , . . La del ejército.


que, representante del ejercito, también notamos
ciertas expresiones bastantemente singulares. «Yo me honro, dijo,
« con el título de su primer soldado, y ora fuese" necesario como
« en tiempos antiguos combatir á los moros, ora sea menester
« rechazar las injustas agresiones de los eternos enemigos del con-
« tinente, yo participaré de todos vuestros peligros.» Extraña
mezcla poner al par de los ingleses á los moros y sus guerras. Pro-
bablemente fue adorno oratorio mal escogido: dado que no siendo
creíble que por aquellas palabras hubiera querido anunciar en
nuestros dias temores de una irrupción agarena, era forzoso imagi-
narse que se encubría en su sentido el ulterior proyecto de invadir la
costa africana, y cierto que si el primer pensamiento hubiera pa-
sado de desvarío, habríase el segundo reprendido de sobrada-
mente anticipado cuando la nueva corona apenas había tocado su
cabeza.


Todavía era muv corto el número de diputados que concur-
i. " 11




1 6 2 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


( i rian en Bayona, a la sazón que en 8 * de junio dieron
los presentes otra proclama á todos los españoles con


otr» proclama do objeto de recomendar á su afecto la nueva dinastía, v
loi de Bayona. , . . . . T 7 -


de reprimir la insurrección. José por su parte aceptó
i • Ap. n. 8.) en decreto del 10 * la cesión de la corona de España


que en su persona había hecho su hermano, confir-
mando á Murat en la lugar-tenencia del reino, cuyo puesto habia
ejercido sucesivamente á nombre de Carlos IV y de Napoleón.


Acompañaba á este decreto * otro en que mostraba
t A p . n. o.) c u ¿ i e s e r a n s u s intenciones, y en el que ya llamaba


suyos á los pueblos de España. Estos documentos corrían con difi-
cultad en las provincias: pero si alguno de ellos se introducía, so-
plaba el fuego en vez de apagarle.


Acercábase el dia de abrirse el congreso de Bayona
s .d™el%a , 1 ra P £ Y a duras penas crecia el número de individuos que
M r ei congreso debían componerle. Por fin fueron llegando algunos
de Bayona. ^ forzadamente obligaban á salir de Madrid,
ó de los que cogian en los pueblos ocupados por las tropas france-
sas. Pocos fueron los que de grado acudieron al llamamiento; y
mal podia ser de otra manera viéndolos convocados que Ja insur-
rección prendia por todas partes, y el gran compromiso á que se
exponían. Antes de dar principio á las sesiones, Napoleón entregó *
á Don Miguel José de Azanza un proyecto de constitución. Ex-
trema curiosidad se despertó con deseo de averiguar quién fuese el
autor. Ni entonces ni ahora ha sido dable el descubrirle, bien que
se advierta que una mano española debió en gran parte coadyuvar
al desempeño de aquel trabajo. Nosotros no aventuraremos conje-
turas mas ó menos fundadas. Pero sí se nos ha aseverado de un
modo indudable por persona bien enterada, que dicha constitu-
ción ó sus bases mas esenciales fueron entregadas al emperador
francés en Berlin después de la batalla de Jena. Debió pues salir
de pluma que vislumbrase ya cuál suerte aguardaba á España con
la incierta política del principe de la Paz y la desmesurada ambición
del gabinete de Francia. Napoleón escogió á Don Miguel de Azan-
za , como en otro libro indicamos, para presidir el congreso; y se
nombraron por secretarios á Don Mariano Luis de Urquijo del con-
sejo de estado, y á Don Antonio Ranz Romanillos del de hacienda.
Encargó también que se eligiesen dos comisiones á cuyo previo
examen se confiase el preparar los asuntos para los debales, y
proponer las modificaciones que pareciere oportuno adoptar en la
nueva constitución.
Aorense sos se- Concluidas que fueron estas disposiciones prelími-


siones, nares, abrió sus sesiones la junta de Bayona el 15 de
j unió, dia de antemano señalado.Pronunció Don Miguel de Azanza


c Ap n io) e n c a n d a d de presidente el discurso de apertura. En él
decía * : « Gracias y honor inmortal á este hombre ex-




LIBRO CUARTO.
« traordinario (Napoleón) que nos vuelve una patria que habíamos
< perdido... » « Ha querido después que en el lugar de su residen-
« ciay & su misma vista se reúnan los diputados de las principales
« ciudades, y otras personas autorizadas de nuestro pais, para dis-
< currir en comun sobre los medios de reparar los males que hemos
c sufrido, y sancionar la constitución qué nuestro mismo regenerador
« se ha tomado la pena de disponer para que sea la inalterable nor-
« ma de nuestro gobierno... De este modo podrán ser útiles nuestros
t trabajos, y cumplirse los altos designios del héroe que nos ha
« convocado.... » Pesa que hombre cuyo concepto de probidad se
« habia hasta entonces mantenido sin tacha, se abatiese á pronun-
ciar expresiones adulatorias, poco dignas de la boca de un ministro
puro y honrado. Porque en efecto, ¿dónde estaban los diputados
de las principales ciudades? y si la patria estaba perdida ¿ DO habia
también el hombre extraordinario contribuido en gran manera á
hundirla en el abismo? ¿En dónde y cómo nos la habia vuelto? Sin
la constancia española, sin la pertinaz guerra de seis años, hubiera
sido tratada con el vilipendio que otros estados, y partida después ó
desmembrada al antojo del extrangero. Suerte que hubiera mere-
cido, si en silencio hubiese dejado que tan indignamente se la hu-
millase y oprimiese. Pudiera Azanza haber cumplido con el encargo
de presidente, sin aparacer oficioso ni lisonjero.


Reduiéronse á doce las sesiones de Bayona. En la
i ' . r i • r> . i i Sos discusiones.


misma del 15 se procedió a la verificación de poderes,
y se leyó el decreto de Napoleón por el que cedia la corona de Es-
paña á su hermano José; habiéndose acordado en la del 17 pasará
cumplimentar al nuevo monarca. En nada fueron notables los dis-
cursos que al caso se pronunciaron, sino en haberse especificado en
el,contexto del de la junta « que habian hecho y que harían (sus
« individuos) cuanto estuviese de su parte para atraer á la tranqui-
« lidad y al orden las provincias que estaban agitadas. » Por el
« mismo tenor y según costumbre fue la contestación de José, no
echando en olvido la repetida cantilena de que los ingleses eran los
que fomentaban la inquietud de los pueblos.


Presentóse el dia 20 el proyecto de constitución y ordenó la
junta su impresión, habiéndose oido en los siguientes varios dis-
cursos acerca de sus artículos. Se ventilaron también otros puntos,
y en la citada sesión del 20 se propuso para halagar al pueblo la
supresión de los cuatro maravedís en cuartillo de vino, y la de tres
y un tercio por ciento de los frutos que no diezmaban, cuyo acuer-
do quedó en el inmediato dia aprobado por José. En la del 22 Don
Ignacio de Tejada, designado por Murat para representar el nuevo
reino de Granada, sostuvo en un vehemente discurso lo conveniente
que seria afianzar la unión con la metrópoli de las jjjovincias ame-
ricanas. Cuatro religiosos que tenían voz como diputados de los
regulares, pidieron en otra sesión que no se suprimiesen del todo




I G 4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
los conventos, y que solo se minorase el número. ¡ Ojalá se hubie-
ran mostrado siempre tan sumisos y conformes! Se atrevió á pro-
poner la abolición del santo oficio Don Pablo Arribas , sostenién-
dole Don José Gómez Hermosilla, pero el inquisidor, Ethenard
levantándose muy alborotado, se opuso é intentó probar lo útil del
establecimiento, considerado por el lado político. Apoyáronle con
fuerza los consejeros de Castilla, siendo natural se estrechasen para
defensa mutua dos cuerpos que en sus respectivas jurisdicciones
tanto daño habian acarreado á España. El duque del Infantado
quería que no se rebajase á menos de 80,009 ducados el máximo
de los mayorazgos : desechóse la propuesta, no habiendo tampoco
las dos anteriores tenido resulta. Fue notable y digna de loa la que
promovió Don Ignacio Martínez de Villela, sino con mejor éxito,
de que se comprendiese en la ley fundamental un artículo para que
ninguno pudiese ser incomodado por sus opiniones políticas y reli-
giosas. Admiraría que aquel mismo magistrado años adelante se
convirtiese en duro y constante "perseguidor, si por desgracia no
ofreciese la flaqueza humana, la rencorosa envidia ó la desapode-
rada ambición, repetidos ejemplos de tan lamentables mudanzas.
Por tal término anduvieron las discusiones, hasta que e! 50 se
concluyeron y cerraron las de la constitución; en cuyo dia se le
añadió un último artículo declarando que después del año 20 se
presentarían de orden del rey las mejoras y modificaciones que la
experiencia hubiese enseñado ser necesarias y convenientes.
SL se gozo do H- En vista de la adición de este artículo y de las cortas


bertad. discusiones que hubo, han pretendido algunos y de
aquellos que han tratado de defenderse, que la junta habia gozado
de libertad. Concediendo que esto fuese cierto, levantaríase contra
los miembros un grave cargo por no haber sostenido mejor los de-
rechos de la nación, ya que hubiesen creído inútil recordar los de
Fernando v su familia. Parecería pues imposible, á no leerlo en sus
obras, que hombres graves hayan querido persuadir al público
que alli se procedió sin embarazo, discutiéndose las materias con
toda franqueza y al sabor y según el dictamen de los vocales. No
hay duda que sobre puntos accesorios fue lícito hablar, y aun indi-
car leves modificaciones. Pero ¿qué hubiera acontecido si alguno
se hubiese propasado, no á renovar la cuestión decidida ya de mu-
danza de dinastía, sino enmendar cualquiera artículo de los sus-
tanciales de la constitución ? ¿ Qué si hubiese reclamado la libertad
de imprenta, la publicidad de las sesiones, una manera en fin mas
acertada de constituírselas cortes? O para siempre hubiera en-
mudecido el audaz diputado de cuyos labios hubiesen salido seme-
jantes proposiciones, ó de prisa y estrepitosamente se hubiera di-
suelto el congreso de Bayona. Asi en el corto número de doce
sesiones se cumplió con las formalidades de estilo, se tocaron
varias materias, y se discutió y aprobó á la unanimidad una




LIBRO CUARTO. 163
constitución de 146 artículos. ¿Mas á qué cansarse? Para concep-
tuar de qué libertad gozaron los diputados, basta decir que fue en
Bayona, y a vista de Napoleón, donde celebraron sus sesiones.


Al fin el 7 de julio reunido el congreso en el mis-
. . . . J . . . Jaramente pres-


m O sitio de los anteriores días, que fue en el palacio tado aia consu-
llamado de! Obispado viejo, juró José la observancia t u c l o ° '
de la constitution en manos del arzobispo de Burgos, y también la
juraron , aceptaron y firmaron los diputados cuyo número no pasó
de noventa y uno, siendo de notar que apenas veinte liabian sido
nombrados por las provincias. Los demás Ó eran de aquellos que
liabian acompañado al rey Fernando, ó individuos de diversas cor-
poraciones ó clases residentes en Madrid y ciudades oprimidas por
los soldados franceses. Para que subiera la cuenta obligaron
también á españoles transeúntes casualmente en Bayona, á que
pusiesen su firma en la nueva constitución. Pero á pesar de tales
esfuerzos nunca pudo completarse el número de 130 que era el
determinado en la convocatoria.


Ahora seria oportuno entrar en el examen de esta p , e n e i i 0 M S *>-
constilucion, si por lo menos hubiera gobernado de »5« ^ consum-
hecho la monarquía. Mas ilegitima en su origen, y c ' o n '
bastarda producción de tierra extraña nunca plantada en la nues-
tra , no seria justo que nos detuviese largo tiempo, ni cortase el
hilo de nuestra narración. Sin embargo atendiendo al elogio que
de algunos ha merecido, séanos lícito poner aquí ciertas observa-
ciones, que si bien restrictas y generales, no por eso dejarán de
dar una idea de los defectos fundamentales que la oscurecían y
anulaban.


Desde luego nótase que falta en aquella constitución lo que forma
la base principal de los gobiernos representativos, á saber, la publici-
dad. Por ella se ilustra y conoce la opinión, y lá opinión es la que
dirige y guia á los que mandan en estados asi constituidos. Dos son
los únieos y verdaderos medios dé conseguir que la voz pública suba
con rapidez á los representantes de una gran nación,y que ladees-
tos descienda y cunda á todas las clases del pueblo. Son pues la liber-
tad de imprenta y la publicidad en las discusiones del cuerpo ó cuer-
pos que deliberan. Por la última, como decia el mismo Burke, llega á
noticia de los poderdantes el modo de pensar y obrar de sus diputa-
dos, sirviendo también de escuela instructiva ala juventud : y por la
primera, esencialmente unida a la naturaleza de un estado libre,
conforme á la expresión del gran jurisconsulto Blackstone, se en-
teran los que gobiernan de las variaciones de la opinión y de las
medidas que imperiosamente reclama, por cuya mutua y franca
comunicación, acumulándose cuantiosa copia de saber y datos, las
resoluciones que se toman en una nación de aquel modo regida
no se apartan en lo general de lo que ordena su interés bien en-
tendido ; desapareciendo en cotejo de tamaño beneficio los cortos




REVOLUCIÓN 1)E ESPAÑA.
inconvenientes que en ciertos y contados casos pudieran acompa-
ñar á la publicidad, y de que nunca se ve del todo desembarazada
la humana naturaleza. Pues aquellos dos medios tan necesarios
de estamparse en una constitución que se preciaba de representa-
tiva, no se vislumbraban siquiera en la de Bayona. Al contrario,
por el artículo 80 se prevenía » que las sesiones de las cortes no
« fuesen públicas.» Y en tanto, grado se huía de conceder dicha
facultad, que en el 81 íbase hasta graduar de rebelión el publicar
impresas ó por carteles las opiniones ó votaciones. Quien con tanto
esmero había trabado la libertad délos diputados, no era de esperar
obrase mas generosamente con la de la imprenta. Deferíase su
goce á dos años después que la constitución se hubiese planteado,
no debiendo esta tener su cumplido efecto antes de 1813. Pero
aun entonces, ademas de las limitaciones que hubieran entrado en
la ley, parece ser que nunca se hubieran comprendido en su
contesto los papeles periódicos. Asi se infiere de lo prevenido en
el artículo 45. Porque al paso que se crea una junta de cinco se-
nadores encargados de velar acerca de la libertad de imprenta, se
exceptúan determinadamente semejantes publicaciones, las que
sin duda reservaba el gobierno á su propio examen. Véase pues
cuan tardía y escatimada llegaria concesión de tal importancia.


Tampoco se había compuesto ni deslindado atinadamente la po-
testad legislativa. Al sonido de la voz senado cualquiera se figu-
raría haber sido erigido aquel cuerpo con la mira de formar una
segunda y separada cámara que tomase parte en la discusión y
aprobación de las leyes; pero no era asi. Ceñidas sus facultades en
tiempos tranquilos á velar sobre la conservación de la libertad
individual y de la de imprenta, ensanchábanse en los borrascosos ó
cuando parecieren tales á la potestad ejecutiva, á suspender la
constitución y á adoptar las medidas que exigiese la seguridad del
estado. Un cuerpo autorizado con facultad tan amplia y poderosa,
debiera al menos haber ofrecido en su independencia un equilibrio
correspondiente y justo. Mas constando de solos veinticuatro indi-
viduos nombrados por el rey y escogidos entre empleados anti-
guos, antes era sostenimiento de la potestad ejecutiva que valladar
contra sus usurpaciones,


Para evitar estas ó resistirles gananciosamente no era mas pro-
picia ni recomendable la manera como se habían constituido las
cortes, las cuales ademas de verse privadas de la publicidad, só-
lido cimiento de su conservación, llevaban consigo la semilla de su
propia desorganización y ruina. Por de pronto el rey estaba obli-
gado solamente á convocarlas cada tres años, y como para todo
este intermedio se votaban las contribuciones, no era probable que
se las hubiera congregado con mas frecuencia. El número de vo-
cales se limitaba á 162 divididos en tres estamentos, clero, nobleza
y pueblo, componiéndose los dos primeros de 50 individuos. De-




LIBRO CUARTO. 167
Lian, reunidos en la misma sala, discutir las materias y decidirlas
á pluralidad de votos y no por separación de clase. En cuya virtud
sin resultar las ventajas de la cámara de lores en Inglaterra, ni la
del senado en los Estados-Unidos, sirviendo de contrapeso entre
la potestad real ó ejecutiva y la popular; aqui juntos y amontona-
dos todos los estamentos ó brazos, hubieran presentado la imagen
del desorden y la confusion. Cuando el cuerpo que ha de formar
Jas leyes está dividido en dos cámaras, al choque funesto de las
clases que es temible exista estando reunidos los privilegiados y
los que no lo son, sucede cuando deliberan separadamente el salu-
dable contrapeso de las opiniones individuales, estabeleciéndose
una mutua correspondencia entre los vocales de ambas cámaras
que no disienten en el modo de pensar; sin atender á Ja clase á
que pertenecen. Por lo menos asi nos lo muestra la experiencia
gran maestra en semejantes materias. Cuanto mas se reflexiona
acerca del artificio de esta constitución, mas se descubre que solo
en el nombre quería darse á España un gobierno monárquico re-
presentativo.


Habia empero artículos dignos de alabanza. Merécenla pues
aquellos en que se declaraba la supresión de privilegios onerosos ,
Ja abolición del tormento, la publicidad en los procesos criminales
y el límite de 20,000 pesos fuertes de renta, señalado á la excesiva
acumulación de mayorazgos. Mas estas mejoras que ya desapare-
cían juntoá las imperfecciones sustanciales arriba indicadas, del lodo
se deslustraban y ennegrecían con la monstruosidad (no puede dár-
sele otro nombre) de insertar en la ley fundamental del estado que
habría perpetuamente una alianza ofensiva y defensiva, tanto por
tierra como por mar entre España y Francia. Todo tratado ó liga
de suyo variable, supone por lo menos el convenio recíproco de los
dos ó mas gobiernos que están interesados en su cumplimiento. Exi-
gíase aun mas en este caso : ya que quisiera darse á la alianza la
duración y firmeza de una ley fundamental, menester era que la
otra parte, la Francia, se hubiese comprometido á lo mismo en las
constituciones del imperio. Podrá redargüirse que estaba sujeta
esta determinación á un tratado posterior y especial entre ambas
naciones. Pero según el artículo 24 de la constitución que era en
donde se adoptaba el principio, debía el tratado limitarse á espe-
cificar el contingente con que cada una habia de contribuir, y no de
manera alguna á variar la base admitida de una alianza perpetua
ofensiva y defensiva. No es de este lugar examinar la utilidad ó
perjuicio que se seguiría á España, pais casi aislado, de alarse con
semejante vínculo y abrazar todas las desavenencias de una nación
como la Francia contigua á tantas otras y con intereses tan complica-
dos. Aqui solo consideramos la cuestión constitucional, bajo cuyo res-
pecto no pudo ser ni mas fuera de sazón ni mas extraña. Al ver
adoptado semejante articulo no podemos menos de asombrarnos por




108 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
segunda vez de que haya habida españoles de los firmantes, tan
olvidados de sí propios, que hayan asegurado en sus defensas ha-
berse gozado en Bayona de entera é ilimitada libertad. Porque si
á sabiendas y voluntariamente le admitieron y aprobaron ¿cómo
pudieran disculparse de haber encadenado la suerte de su patria á
la de otra nación, sin que esta se hubiera al propio tiempo compro-
metido á igual reciprocidad ? Mas afortunadamente y para honra del
nombre español si hubo algunos que con placer firmaron la consti-
tución de Bayona, justo es decir que el mayor número lo hicieron
obligados de la penosa é involuntaria situación en que los habia co-
locado su aciaga estrella.


visitadeiajun- ^n e ' m ' s m 0 día 7 de julio Don Miguel de Azanza
ta de Bayona a propuso y se acordó la acuñación de dos medallas que
Napoleón. , • i i . > i •


perpetuasen la memoria del juramento a la constitu-
ción , trasladándose en seguida la junta en cuerpo al palacio de Mar-
rae á cumplimentar á Napoleón. Llevó la palabra el presidente y
en silencio aguardaron todos con ansiosa curiosidad la respuesta
del soberano de Francia, rodeado de los diputados españoles. Tres
cuartos de hora duró el discurso del último, embarazoso en la ex-
presión é infecundo en sus conceptos. Levantando pues la cabeza y
echando una mirada esquiva y «torva, la inclinaba después aquel
príncipe sobre el pecho, articulando de tiempo en tiempo palabras
sueltas ó frases truncadas é interrumpidas, sin que centellease nin-
guno de aquellos rasgos originales que á veces brillaban en sus con-
versaciones ó arengas. Parecía representar su voz el estado de su
conciencia. Impacientábanse todos, mas el disimulo reinaba por to-
das partes. Sus cortesanos quedaron inmobles; y aturdidos los
españoles, á cuyos ojos achicóse en gran manera el objeto que
tan agigantado les habia parecido de lejos. Fatigado el concurso
y quizá Napoleón mismo, despidió este á los diputados que so-
brecogidos y silenciosos se retiraron. Azaroso andaba en todo lo
de España.


Felicitación de ^ u n duraban las dicusiones de la constitución cuan-
ia servidumbre do llegó á Bayona una carta escrita en Valencey en 2á
de Fernando. . . . , - i i I T - I I I • r


de jumo por la servidumbre de temando y los inían-
c A P . n. o . ) t e s > e n I a <lue " juraban * obediencia á la nueva consti-


« lucion de su pais y fidelidad al rey de España José I. »
Según Escoiquiz fue efecto de intimación del príncipe de Talleyrand
hecha á nombre de Napoleón, añadiendo que para evitar mayores
males accedieron encargándose él mismo de extender la carta en
términos estudiados y medidos. Si así hubiera pasado, merecían
disculpa Escoiquiz y sus compañeros; pero aconteció muy de otra
manera. Y ó aquel se imaginó que nunca se trasluciría el contenido
de su carta, ó con los infortunios se habia enteramente desmemo-
riado. En ella se prestaba el juramento de un modo claro no ambi-
guo ; y lo que era peor se pedían nuevas gracias expresadas en una




LIBRO CUARTO. 169
nota adjunta, afirmándose también que estaban prontos á obedecer
ciegamente su voluntad (la de José) hasta en lo mas mínimo. Véase
pues lo que llamaba Escoiquiz juramento condicional y aéreo, y
carta escrita en términos medidos.


Asimismo Fernando escribió con igual fecha * á
. . i i • i ' Felicitación de


Napoleón en nombre suyo y de su hermano y tío, dan- Femando mismo,
dolé el parabién de haber sido ya instalado en el trono ( . A p „ ) 2 ;
de España su hermano José; con una carta (leida en
50 de junio ante los diputados de Bayona) inclusa para el último en
que se decia después de felicitarle « que se consideraba miembro
t de la augusta familia de Napoleón, á causa de que habia pedido
« al emperador una sobrina para esposa, y esperaba conseguirla: »
tan caida y por el suelo andaba la corona de Carlos V y Felipe II.


En 4 de julio habia José arreglado definitivamente Ministerio
su ministerio. Tocó á Don Mariano Luis de Urquijo la nombrado por
secretaría de estado, á cuyo puesto correspondía, , o s é -
según la constitución de Bayona, refrendar todos los decretos. En
el reinado de Carlos IV, todavía aquel muy joven, habia sido nom-
brado ministro interino de estado. Adornado de ciertas calidades
brillantes y exteriores, no se le reputaba por hombre de saber pro-
fundo : tachábanle de presuntuoso. Quiso en su ministerio enfrenar
el tribunal de la inquisición, y restablecer á los obispos en sus pri-
mitivos derechos. Acarreóle su intento la enemistad de Roma y de
una parte del clero español. Con esto y haber el principe de la Paz
recobrado su antigua é ilimitada privanza, fue desgraciado Urquijo,
encerrado en la ciudadela de Pamplona, y confinado después á Bil-
bao su patria. No tuvo parles en los primeros desaciertos de Madrid
y Bayona, y solo acudió á esta ciudad en virtud de reiterado llama-
miento de Napoleón, quien le deslumhró prodigando lisonjasá su
amor propio. Encargóse Don Pedro Cevallos del ministerio de ne-
gocios extrangeros, con repugnancia y violencia según el propio se
expresa, con gusto y solicitud suya según otros. Don Sebastian de
Piñuela y Don Gonzalo Ofarril se mantuvieron en sus respectivos
ministerios de gracia y justicia y de guerra. Obtuvo el de Indias
Don Miguel José de Azanza, reservándose el de marina para Don
José Mazarredo, quien en dicho ramo gozaba de gran concepto,
habiendo ilustrado su nombre en varias campañas; pero que sin
práctica en las materias de estado, y preocupado y nimio en otras,
abrazó sin discernimiento á manera de frensí el partido del rey in-
truso. Púsose la hacienda al cuidado del conde de Cabarrus, francés
de nación, mas por afición y enlaces de corazón español. Decidido
en Zaragoza á seguir la gloriosa causa de aquellos moradores, fuese
temor ó enfado de algún peligro que habia corrido en Agreda, mudó
después de parecer y aceptó el ministerio que José le confirió.
« Hombre extraordinario (según le pinta su amigo Jovellanos) en
i quien competían los talentos con los desvarios y las mas nobles




170 {¡EVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
< calidades con los mas notables defectos. » No era fácil que en un


tiempo en que el nuevo rey ansiaba granjearse la esti-
joreiianos. macion pública, se hubiese olvidado en la repartición


de empleos y gracias del hombre insigne que acabamos de citar, de
Don Gaspar Melchor de Jovellanos. Libertado de su largo y penoso
encierro al advenimiento al trono de Fernando VII, habíase retira-
do á Jadraque en casa de un amigo para recobrar su salud debili-
tada y perdida con los malos tratamientos y duro padecer. Buscóle
en su rincón Murat mandándole pasase á Madrid: exusóse con el
mal estado de su cuerpo y de su espíritu. Acosáronle poco después
los de Bayona; José de oficio para que fuese á Asturias á reducir a¡
sosiego á sus paisanos, y confidencialmente Don Miguel de Azanza,
anunciándole que se le destinaba para el ministerio de lo interior.
Disculpóse con el primero en términos parecidos á los que había
usado con Murat, y al segundo le manifestó c que estaba lejos de
« admitir ni el encargo, ni el ministerio, y que le parecía vano el
« empeño de reducir con exhortaciones á un pueblo tan numeroso
« y valiente, y tan resuelto á defender su libertad. » Reiteráronse
las instancias por medio deOfárril, Mazarredo y Cabarrus. Acome-
tido tan obstinadamente de todos lados, expresó en una de sus con-
testaciones « que cuando la causa de la patria fuese tan desesperada
t como ellos se pensaban , seria siempre la causa del honor y la
< lealtad, y la que á todo trance debia preciarse de seguir un buen
« español. » Sordos á sus razones y á sus disculpas le nombraron
ministro mal de su grado, é insertaron en la Gaceta de Madrid su
nombramiento : señalada perfidia con que trataron de comprome-
terle. Por dicha salvóle la honra lo terso y limpio de su noble con-
ducta , y sirvió de obstáculo á la persecusion, que su constante re-
sistencia hubiera podido acarrearle, la victoria de Bailen : con
cierta prolijidad hemos referido este hecho como ejemplo digno de
ser trasmitido á la posteridad.
c , ^ , Formado que hubo su ministerio el rey intruso, se
Empleos do pala- , * •> '


cío. ocupo en proveer los empleos de palacio en los grandes
( •Ap n que estaban en Bayona; * y cuya enumeración omiti-


mos por inútil y fastidiosa. El duque del Infantado fue
nombrado coronel de guardias españolas, y de walonas el príncipe
de Castel-Franco. Mucho desmereció el primero, viéndole la na-
ción volver favorecido por la estirpe que habia despojado del trono
al rey Fernando, y cuya pérdida habia en gran parte provenido de
haber escuchado sus consejos. Pocos fueron los franceses que acom-
pañaron á José, y en eminente puesto solamente colocó al general
Saligny duque de San Germán, escogido para ser uno de los capi-
tanes de guardias de corps. Imitó en eso la política de Luis XIV,


c A P . n. i4 * quien según expresa el marqués de San Felipe * mandó
« prudentísimamente que ningún vasallo suyo entrase


« en España,... Con lo que explicaba entregar enteramente al rey




LIBRO CUARTO. 17i
« (Felipe V) al dictamen de los españoles, y que ni los zelos de su
favor, ni el mando turbase la pública quietud. >


Al fin arreglado lo interior de palacio y el supremo J o a é m t n m
gobierno, determinó José de acuerdo con su hermano №paña ei > ta
entrar en España el 9 de julio, confiados ambos en m l 0 '
que á favor de ciertas ventajas militares alcanzadas por las armas
francesas seria fácil llegar sin impedimento á la capital del reino ;
por Jo cual es ya ocasión de hablar de las acciones de guerra, y reen­
cuentros que hubo por aquel tiempo antes de proceder mas ade­
lante.


Santander, punto marítimo y cercano á las provin­ P r ¡ m e r a e j
cías aledañas de Francia, fijó primero la atención de dicion de los
Napoleón. Por su orden se encomendó al mariscal s^,,^'0 1 1'™
Bessiéres que destacase la suficiente fuerza para aho­
gar aquella insurrección. Este en 2 de junio hizo partir de Burgos al
general Merle, poniendo bajo su mando seis batallones y 200 caballos.
Ya dijimos que al levantarse Santander se habia calocado en las prin­
cipales gargantas de su cordillera la gente de nuevo alistada. El 4
advertidos los gefes españoles de que los franceses avanzaban, dis­
pusieron replegarse á las posiciones mas favorables, resueltos á im­
pedir el paso. Aguardaban ser acometidos en la mañana del 5 ; mas
aclarando el dia y disipada la densa niebla que con frecuencia cubre
aquellas alturas, notaron con sorpresa que los franceses 'habían al­
zado el campo y desaparecido. La bisoña tropa atribuyóla retirada
á temores del ejército enemigo, con lo que adquirió una desgra­
ciada y ciega confianza : muy otra era la causa.


Habíase insurreccionado Valladolid, cundía el fuego E j p 6 a i c ¡ 0 1 1 C O t t .
de un pueblo en otro, y locando casi á los mismos iravaiiadoiid.
muros de Burgos, en donde el mariscal Bessiéres tenia asentado su
cuartel general, recelóse este de ver cortadas sus comunicaciones,
si de pronto no acudía al remedio. Consideraba mayor el peligro
y mas graves las conmociones cercanas con un caudillo de nombre,
como lo era Don Gregorio de la Cuesta. Y en tal estado parecióle
oportuno no alejar ni esparcir su fuerza, y obrar solamente contra
el enemigo mas inmediato. Mandó por tanto á las tropas enviadas an­
tes camino de Santander que retrocediendo viniesen al encuentro del
general Lassalle, quien asistido de cuatro batallones de infantería
y 700 caballos se dirigía hacia Yalladolid. Habia el último salido de
Burgos el 5 de junio, y al anochecer del 6 llegó á Torr Q a e m a d e T o r .
quemada, villa situada cerca de Pisuerga, y que do­ qnemada.
mina el campo de la margen opuesta. Muchos vecinos abandonaron
el pueblo, algunos se quedaron ; y preparándose para la defensa,
atajaron con cadenas y carros el puente bastante largo por donde se
va á la villa. Ciento de los mas animosos parapetados detras ó su­
bidos en la iglesia y casas inmediatas, dispararon contra los fran­
ceses que se adelantaban. No arredrados estos con el incierto y




172 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
lejano fuego delpasainage, aceleraron el paso y bien pronto desem-
barazando el puente, penetraron por las calles y saquearon y que-
maron lastimosamente sus casas y edificios. Dispersos los defensores
fueron unos acuchillados por la caballería, otros atravesados por
las bayonetas de los infantes, y tratados los demás moradores con
todo el rigor de la guerra, sin que se perdonase á edad ni sexo.
Entrada en pa- En Patencia se babian también reunido los mozos


íencia. C O n varios soldados sueltos á las órdenes del anciano
general Don Diego de Tordesillas. Mas atemorizados con el incendio
de Torquemada, se retiraron á tierra de Leon, procurando el obispo
aplacar la furia de los franceses con un obsequioso recibimiento.
Llegaron el 7, y á sus ruegos se contentaron con desarmar á los ha-
bitantes, imponiéndoles ademas una contribución bastante gravosa.


En Dueñas se engrosó la division de Lassalle con la de Merle de
Acción de cabe- vuelta de Reinosa, y alli acordaron el modo de atacar


*"u á Don Gregorio de la Cuesta. Habia el general español
ocupado á Cabezón, distante dos leguas de Valladolid. Contaba
bajo su mando 5000 paisanos mal armados y sin instrucción mi-
litar, 100 guardias de corps de los que habían acompañado á
Bayona á la familia real, y 200 hombres del regimiento de caba-
llería de la Reina. Reducíase su artillería á cuatro piezas que habían
salvado del colegio de Segovia sus oficiales y cadetes. Cabezón,
situado ala orilla izquierda de Písuerga, contiguo al puente adonde
viene á parar la calzada de Burgos, y en parage mas elevado,
ofrecía abrigo y reparo á la gente allegadiza de Cuesta si hubiera
sabido ó querido este aprovecharse de tamaña ventaja. Pero con
asombro de todos, haciendo pasar al otro lado del rio lo grueso de
sus tropas, colocó en una misma línea la caballería y los paisanos,
entre los que se distinguía por su mejor arreo y disciplina el cuerpo
de estudiantes. Situó cerca y á la salida del puente dos cañones, y
dejó los otros dos del lado de Cabezón. Quedaron asimismo por
esta parte algunas compañías de paisanos de las parroquias de
Valladolid cada una con su bandera para guardar los vados del rio :
inexplicable arreglo y ordenación en un general veterano.


Temprano en la mañana del 12 empezó el ataque. El francés
Lassalle marchó por el camino real, cubriendo el movimento de su
izquierda con el monasterio de bernardos de Palazuelo. El general
Merle tiró por su derecha hacia Cigales con intento de interceptar
á Cuesta si quería retirarse del lado de Leon, como se lo habian los
enemigos pensado al verle pasar el rio, no pudiendo achacar á
ignorancia semejante determinación. La refriega no fue ni larga ni
empeñada. A las primeras descargas los caballos, que estaban
avanzados* y al descubierto en campo raso, empezaron á inquie-
tarse sin que fueran dueños los gineles de contenerlos. Perturbaron
con su desasosiego á los infantes y los desordenaron. Al punto
dióse la señal de retirada, agolpándose al puente la caballería,




LIBRO CUARTO. 175
precedida por los generales Cuesta y Don Francisco Eguia su ma-
yor general. Los estudiantes se mantuvieron aun firmes, pero no
tardaron en ser arrollados. Unos huyendo hacia Cigales fueron
hechos prisioneros'por los franceses, ó acuchillados en un soto á
que se habian acogido. Otros procurando vadear el rio ó cruzarle
á nado, se ahogaron con la precipitación y angustia. No fueron
tampoco mas afortunados los que se dirigieron al puente. Largo y
angoslo caian sofocados con la muchedumbre que allí acudía ó
muertos por los fuegos franceses, y el de un destacamento de
españoles situado al pie de la ermita de la Virgen del Manzano,
cuyos soldados poco certeros mas bien ofendían á los suyos que á
los contrarios. Grande fue la pérdida de nuestra parte, cortísima
la de los franceses. El general Cuesta tranquilamente continuó su
retirada, y sin detenerse se replegó con la caballería á Rioseco pa-
sando por Yalladolid. No falló quien atribuyese su extraña con-
ducta á traición ó despique, por haberle forzado á comprometerse
en la insurrección. Otras batallas posteriores en que exponiendo
mucho su persona anduvo igualmente desacertado en las disposi-
ciones , probaron que no obraba de mala fé sino con poco conoci-
miento de la estrategia.


Los enemigos temerosos de alguna emboscada cañonearon al
principio á Cabezón [sin entrar en el pueblo. Con el E n , r a n ( o s f r a n
ruido y las balas ahuyentaron á los vecinos, y solo á ceses en VaUade-
medíodia penetraron enlascasas, saqueándolasy abra- h d '
sando en las eras los efectos y ajuar que no pudieron llevar consigo.
Fue el botin abundante, porque como era domingo casi todos los
habitantes de Valladolid habian ido allí como á fiesta y romería,
imaginándose á fuer de inexpertos segura y fácil la victoria. El ca-
mino de Cabezón estaba sembrado de despojos de innumerable gen-
tío que precipitadamente quería ponerse en salvo. Los franceses
avanzaron con lentitud, y no entraron en Valladolid hasta las cinco
de la tarde. El obispo y unos cuantos regidores y ministros de la
cnancillería salieron á recibirlos para calmar su enojo. Respetaron
la ciudad, quitaron las armas á los vecinos, se llevaron algunos en
rehenes y la gravaron con una fuerte contribución. No se detuvie-
ron sino hasta el 16 en cuyo dia abondonaron la ciudad, queriendo
apagar la insurrección de.Santander.


El general Lassalle se apostó en Palencia para obser- g e ^
var á Cuesta, y apoyarla expedición que iba ala Mon- pcdiS. "contíá
taña capitaneada por el general Merle. Llegó este á Rei- S a n t a n d e r -
nosa el 20 con fuerza considerable, y el 21 marchó sobre Lantueno.
Guardaba las entradas de aquel lado Don Juan Manuel Velarde con
5000 hombres, los mas paisanos, y dos piezas de grueso calibre.
Cuando la primera retirada del enemigo, los españoles en vez de redo-
blar sus esfuerzos, descuidaron los preparativos de defensa, y la gente
como nueva é indisciplinada se desbandó en parte, juzgando ya inú-




174 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
til su asistencia. Los franceses atacaron en dos columnas : opúsose-
Íes escasa resistencia, pues en breve cedieron á la pericia de aque-
llos los nuevos reclutas, salvándose el mayor númerc-por las fragu-
ras, y reparándoselos menos de una segunda línea de defensa,
formada entre las Fraguas y Somahoz. Estrechado allí el camino
de un lado por un despeñadero y del otro por la roca Tajada,
ofreció facilidad para que se le embarazase con ramas, peñascos
y troncos, colocando detras algunos cañones. Mas los españoles
desmayados con el primer descalabro, y viendo que las tropas
ligeras del enemigo avanzaban por su derecha é izquierda y los
flanqueaban á pesar de lo escabroso del terreno, se retiraron
apresuradamente, dejando libre el paso al general Merle, quien se
posesionó de Santander el 23.


Por el Escudo las avanzadas de la división española que ocupaba
aquel pumo á las órdenes de Don Enieterio Veiarde, ya el 19 re-
conocieron al enemigo que venia sobre ellos con 1200 infantes y
60 coraceros. Era su general el de brigada Ducos, quien había
partido de Miranda de Ebro, empezando su movímento á la misma
sazón que Merle. La fuerza española era aun mas flaca por esta
parte que por la de Reinosa, y solo tenia un cañón servible. Re-
chazóse sin embargo en un principio al enemigo. Disponíanse de
nuevo á resistirle, cuando informado Don Emeterio de la rota
experimentada por los de Lantuerno, formó un consejo de guerra,
y en él se decidió separarse guarecidos de la densa niebla espar-
cida por las Montañas, y por cuya causa había cesado el fuego de
una y otra parle. El general Ducos avanzó entonces, y juntán-
dose con Merle llegó en su compañía á Santander,
owspo de san- El obispo luego que supo que los franceses se apro-


tander. ximaban á la Montaña, arrebatado de entusiasmo
montó en una muía, y pertrechado de todas armas se encaminó
adonde acampaba el ejército; pero encontrándole á poco deshecho
y disperso, decayó de ánimo, y huyó como los demás refugiándose
á Asturias, lo cual dio lugar á la voz de haber servido dicho pre-
lado de guia á las tropas en aquella sazón.
Noble action do Pocos días después del levantamiento de Santander


sn junta. había entrado de arribada en el puerto un buque fran-
cés, procedente de sus colonias y ricamente cargado. La junta en
medio de sus apuros tuvo la generosidad de no aprovecharse del
precioso socorro que el acaso le ofrecia, y permitió al buque seguir
su viage á Francia, dando ademas libertad y poniendo á su bordo al
cónsul y á los otros franceses que en un principio habían sido arres-
tados. Acción tan noble y rara no evitó á Santander el ser moles-
tado en lo sucesivo con derramas é imposiciones extraordinarias.
Expedición con- El vigilante cuidado de Napoleón no se adormeció


t™ Zaragoza. ^ l a ( j 0 ^ e Aragón, disponiendo que el general de
brigada Lefebvre Desnouettes con 5000 hombres de infantería y




LIBRO CUARTO. m
800 caballos partiese el 7 de junio de Pamplona. Llegó el 8 delante
de Tudela. Los vecinos habían cortado el puente del Ebro con in-
tento de impedir el paso ,• pero los franceses cruzando en barcas
el rio se apoderaron de Ja ciudad, á pesar de gente y socorros que
habia enviado Zaragoza á las órdenes del marqués de Lazan, Arca-
bucearon para escarmiento algunas personas, como si fuera delito
defender sus hogares contra el extrangero : repararon el puente,
y prosiguieron su marcha. El marqués de Lazan que con tropa
colecticia se habia adelantado hasta Tudela, se replegó Acción do M O -
y tomó posición el 12 junto á un olivar, apoyando su l l e n-
izquierda en la villa de Mallen, y la derecha en el canal de Aragón.
Resistieron con valor sus soldados, mas atacando los enemigos vi-
gorosamente uno de los flancos, comenzaron los nuestros á ciar,
y del todo se desordenaron con una carga que les dieron los lan-
ceros polacos. No por eso se abatieron los aragoneses, y todavía
el 13 pelearon en Gallur, aunque también con desventaja. En la ma-
drugada del l í noticioso el general Palafox de la rota de la gente
de su hermano, salió en persona de Zaragoza acompañado de
5000 paisanos mal armados, dos piezas de artillería, 80 caballos
del regimiento de dragones del Rey, con otros oficiales y soldados
sueltos, y fue al encuentro del enemigo dirigiéndose á la villa de
Alagon, cuatro leguas distante de aquella capital. Pa- D o A ) a 8 o n
recio oportuno posesionarse de aquel punto, cuya
posición elevada entre los rios Jalón y Ebro era ademas favorecida
por los olivares y tapias que estrechan el camino que viene de Na-
varra. A Jas tres de Ja larde colocó su gente el general Palafox mas
allá de la villa, distribuyendo tiradores por delante de sus flancos,
y enfilando la entrada con los dos cañones que tenia. Los mal dis-
ciplinados paisanos fueron fácilmente arrollados por las tropas
aguerridas del enemigo. En vano se trató de detenerlos. Sin em-
bargo con algunos de ellos mas valerosos ó serenos, con los pocos
soldados de línea que allí habia y la artillería, defendióse por Jai*-
go rato y vivamente la entrada de la villa. Al.fin resolvió Palafox
retirarse con 250 hombres que le quedaban, y en cuyo número se
contaban soldados del primer batallón de voluntarios de Aragón y
los del Rey de caballería con algunos tiradores diestros. De los
paisanos siendo muchos del partido de Alcañiz, se recogieron los
mas á sus casas, entrando por la noche con Palafox en Zaragosa
los que eran de allí naturales. Los franceses entonces se aproxima-
ron á aquella ciudad, en cuyas cercanías los dejaremos para tomar
después el hilo, y no interrumpirle en la narración de su memo-
rable sitio.


Debia dar la mano á las operaciones de Aragón el c m m a
ejército francés de Cataluña. Napoleon figurándose que *"
dueño de Barcelona y Figueras lo era de la provincia, no creyó ar-
riesgado sacar parte de las fuerzas que la ocupaban. Asi ordenó




176 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
que de aquel punto se enviasen socorros á Aragón y Valencia. Con-
formándose el general Duhesme con lo que se le mandaba, dispuso
que 3800 hombres conducidos por el general Schwartz se dirigiesen
á Zaragoza, y que 4200 á las órdenes de Chabran se apoderasen de
Tarragona y Tortosa, continuando en seguida su marcha á Valen-
cia. Los primeros debian al paso castigar á Manresa por su anterior
levantamiento, quemar sus molinos de pólvora, é imponer al vecin-
dario 750,000 francos de contribución. Ambas expediciones salieron
de la capital el 4 de junio. La de Schwartz se detuvo en MartoreJI
e! 5 á causa de una abundante lluvia, con cuya feliz demora alcan-
zaron á tiempo á Igualada y Manresa los avisos de sus confidentes.
La insurrección ya comenzada tomó incremento y extraordinario
ensanche, tocóse á somaten, se despacharon expresos á todas par-
tes , y resolvieron aguardar al enemigo en la posición del Bruch y
Casa-Masana.


Es el somatea en Cataluña « un género de socorro,
Somatenes. ^ . u . , '


« come dice Zurita, repentino y cierto que muchas
« veces ha sido de grande efecto, J Está conocido <íe tiempo inme-
morial , teniendo que acudir al repique de la campana concejil lo-
dos los hombres aptos para las armas en las diversas veguerías ó
partidos, según lo dispone el usage de Barcelona. Fue en este caso
no menos provechoso que en otros antiguos y renombrados. Ilabia
pocas armas y municiones tan escasas, que careciendo de balas de
fusil se cortaron las barillas de hierro de las cortinas para que su-
pliesen la falta.


Acción dei Los somatenes de Iguadala y Manresa fueron los pri-
V u c i i . meros que se prepararon, y al hijo de un mercader


llamado Francisco Riera teníasele por principal caudillo. Apostá-
ronse pues, y se escondieron entre los matorrales y arboleda de
las alturas del Bruch. Apenas habia pasado la columna francesa
las casas que llevan el mismo nombre, y tomado la revuelta que
forma el camino real antes de emparejar con el de Manresa, cuando
fue detenida por el inesperado fuego de los encubiertos somate-
nes. Schwartz, después de un rato cíe espera, embistió á sus con-
trarios, replegáronse estos, y disputando el terreno á palmos se
dividieron, unos yendo la vuelta de Igualada y otros la de Casa-
Masana. Desalojados del último punto y teniéndose por perdidos,
apriesa se retiraban, y completa hubiera sido su derrota á no ha-
ber afortunadamente Schwartz desistido de perseguirlos. Admira-
dos los manresanos de la suspensión del francés, cobraron aliento
y engrosados con el somaten de San Pedor, compuesto de buenos
y esforzados tiradores, volvieron de nuevo á la carga. Venia con los
recien llegados un tambor, quien como mas experto hizo las veces
de general en gefe. Vivamente acometieron todos juntos á los fran-
ceses de Casa-Masana, los que se recogieron al cuerpo de la co-
lumna que comía el rancho á relarguardia.




LIBRO CUARTO. 177
. El número de somatenes crecía por momentos, sus ánimos se


enardecían, adquiriendo venlaja sobre los franceses descaecidos
con la impensada embestida. Schwartz al ver retirarse su vanguar-
dia, y al ruido de la caja del somaten dé San Pedor, persuadióse
que tropa de línea auxiliaba al paisanage. Formó entonces el cua-
dro para evitar ser envuelto, y al cabo de cierto tiempo determinó
retroceder á Barcelona. Aunque molestados los enemigos por los so-
matenes en flanco y retaguardia llegaron sin desorden hasta Es-
parraguera.


Los vecinos de esta villa puestos en acecho, y sa- Defensa ae E « -
biendo que los enemigos se retiraban, atajaron la p a r w ™ -
calle larga y angosta que la atraviesa con todo linage de obstáculos,
en especial con muebles y utensilios de casa. Al anochecer se acer-
caron los franceses, y penetrando en la calle con imprudencia la
cabeza de la columna, cayeron en la celada que les estaba armada.
De todas partes empezaron á ofenderlos á tejazos y pedradas con
algunos escopetazos, y hasta con calderadas de agua hirviendo.
Schwartz suspendió el paso, y dividiendo su gente en dos trozos la
hizo caminar á derecha é izquierda de la villa. Apretó después la
marcha durante la. noche hostigado incesantemente por los somate-
nes, los que le cogieron un canon en la Riera de Cabrera, y le
acosaron hasta Martorell. No imitaron sus habitantes el ejemplo de
los de Esparraguera, y asi fueles permitido á los franceses entrar
en Barcelona el 8 de junio; pero tan destrozados y abatidos que
dieron claro indicio de la rota experimentada. Su pérdida no dejó
de ser considerable, mayormente si se atiende á que fueron acome-
tidos por gente allegadiza y con escasas y malas armas. De los
nuestros pocos perecieron, estando siempre amparados del terreno,
y protejidos en el alcance por toda la población.


Toca á los catalanes la gloria de haber sido los primeros en Es-
paña que postraron con feliz éxito el orgullo de los invasores. Fue
en efecto la victoria del Bruch la que antes que ninguna otra me-
reció ser calificada con tal nombre. Y semejante triunfo admirable
en sus circunstancias, resonando por todo el principado, excitó noble
emulación en lodos sus habitadores, declarándose á porfía los pue-
blos unos en pos de otros y denodadamente.


Con razón Duhesme se sobrecogió al saber el inesperado desca-
labro, mas que por su importancia por el aliento que infundia en
los apellidados insurgentes. Atento al corlo número de tropas que
mandaba, obró cuerdamente en no aventurarse á nuevos riesgos y
en reconcentrar sus fuerzas. Conservar sus comunicaciones con
Francia debió ser su principal mira, y mal lo hubiera conseguido
desparramando sus soldados en diversas direcciones : asi fue que
llamó á Chabran á Barcelona.


Con mayor felicidad que Schwartz habia aquel dado principio á
su expedición de Valencia, penetrando sin tropiezo el 7 de junio


i. 12




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ehahran en таг­ en los muros de Tarragona. Guarnecía la plaza el re­


ragona. gimiento suizo de Wimpfi'en al servicio de España,
cuya oficialidad condújose con tal mesura que no despertando los
recelos del francés tuvo la dicha de mantener intacto su cuerpo,
después señalado apoyo de la buena causa. El general Chabran en
cumplimiento de las órdenes de su gefe evacuó el 9 á Tarragona,
mas á su vuelta encontró sublevado el pais que poco antes habia
Reencnentro en pacificamente atravesado. En el Vendrell y en Arbos


Arbos. opúsosele empeñada resistencia. Trecientos suizos de
Wimpffen que iban á incorporarse con los de Tarragona ayudaron
y sostuvieron á los paisanos, y defendieron juntos, con notable
bizarría la posición de Arbos, aunque no fuese el terreno favo­
rable á soldados bisónos. Después de repetidos ataques consiguie­
ron los franceses ahuyentar á los somatenes, y apoderarse de la
artillería que consigo tenian. Entraron en Arbos, y para vengarse
del atrevido arrojo desús habitantes maltrataron y mataron á mu­


л ,„ chos de ellos. Continuó Chabran á Villafranca del
Saqueo de \ l ­ „ , , , .


iiatranca deira­ Panades y no cesó el estrago, saqueando allí y qiie­
nades. mando casas y edificios en desagravio, según decia, del
asesinato del gobernador español Toda, de que ya hablamos; sin­
gular equidad la de castigar una población entera por las demasías
de contados individuos. Duhesme salió en busca de la tropa que
volvía de Tarragona, habiendo sabido que en la ruta topaba con re­
sistencia , y reunidos unos y otros entraron en Barcelona el dia 12.


Aunque resueltos á no intentar de nuevo expediciones lejanas ni
otras importantes operaciones que las que exigiese la libre comu­
nicación con Francia, quisieron sin embargo viéndose todos juntos
probar fortuna con deseo de castigar al paisanage de Manresa y su
comarca. Para lo cual reunidas las columnas de Schwartz y Cha­
bran salieron el 13 al mando del último, tomando el mismo camino
que la vez primera. En el tránsito saquearon y quemaron muchas
casas de Martorell y Esparraguera ahora desapercibida, y cometie­
ron todo linage de desórdenes y excesos, con cuyo desmandado
porte provocábase la ira del tenaz catalán; no se le arredraba,
segnnda acción lnteresadala gloriadelos manresanosen sostener el


dei Brucn. s j t i 0 del Bruch, testigo de sus primeros laureles, ha­
bían atendido á fortificarle y guarnecerle debidamente en unión con
la junta de Lérida y pueblos del contorno. Apellidaron allí sus so­
matenes y les agregaron los soldados escapados de Barcelona, y
cuatro compañías de voluntarios leridanos al mando de Don Juan
Baguet, con algunas piezas de artillería traídas de las fortalezas
del principado. El 14 trató Chabran de forzar la posición, mas á
pesar de Venir los franceses con dobles fuerzas y de caminar ad­
vertidos fue vana su empresa. Estrellóse su desapoderado orgullo
contra las flacas armas del somaten catalán, y de pocos y mal re­
gidos soldados. En reiterados ataques quisieron enseñorearse de la




LIBRO CUARTO. 179
posición : rechazados en todos volvieron airas sus pasos, y con
pérdida de 500 hombres y alguna artillería, perseguidos y hosti-
gados por los paisanos se metieron vergonzosamente en Barcelona.


Frustradas las primeras tentativas , y no habiendo
podido ser ejecutadas las órdenes de Napoleón, sus- Dah^mé^contra
pendió Duhesme darles el debido cumplimiento, y cerón»,
volvió exclusivamente la atención á asegurar y poner libres las co-
municaciones con Francia. Para ello salió de Barcelona el 17 de ju-
nio con siete batallones, cinco escuadrones y ocho piezas de arti-
llería , prefiriendo al camino que va por Hostalrich el de la marina.
Habíanse armado los paisanos del Valles, y en número de 9000
aguardaban á los franceses en la cresta de Mongat. Resistencia *>
Los inexpertos somatenes se imaginaron que solo por Mongat.
el frente habían de ser acometidos; pero el general francés disfra-
zando con varios ataques falsos el verdadero, los envolvió por su
derecha, y en breve los deshizo y dispersó. Dueño el enemigo de
Mongat, batería de la costa, cometió con los paisanos inauditas
crueldades. Mataró, que habia pensado en defenderse, no cejó en
su propósito con la desgracia acaecida. Colocando artillería en las
avenidas del camino de Barcelona, hicieron los vecinos fuego
contra las columnas francesas que se acercaban. No tardaron en
ser desbaratados, y el mismo dia 17 entraron los ene- Saqueo de Ma-
migos en Mataró y la saquearon. Ciudad de 20,000
habitantes, y rica por sus fábricas de algodón, vidrio y encajes,
ofreció al vencedor copioso botin, no perdonando su codicia ni los
vestidos de las mugeres, ni otros objetos de poco valor y uso co-
mún. El asesinato, la violencia hasta de las vírgenes mas tiernas
acompañaron al pillage, confundiéndose á veces cebados en los
mismos excesos el general con el soldado : largos dias llorará Ma-
taró aquel tan aciago y cruel.


En la mañana siguiente continuaron los franceses la marcha so-
bre Gerona. En su tránsito dejaron sangriento rastro por las muer-
tes, robos y destrozos con que afligieron á todos los pueblos. En
tanto grado convierte Ja guerra en hombres inhumanos á los solda-
dados de una nación culta. Habia solamente de guar- A- m d e l o 6
nicion en Gerona 500 hombres del regimiento de Ul- franceses contra
tonia y algunos artilleros, los que con gente de mar G e r o M -
de la vecina costa dirigieron los fuegos de aquella arma. Limitadí-
simo número si los nobles, el clero y todos los vecinos sin excep-
ción, inflamados de ardor patrio, no hubiesen sostenido con el
mayor brío los puntos que se confiaron á su cuidado. Era gober-
nador interino Don Julián de Bolívar.


A las nueve de la mañana del propio dia 20 se presentó el ene-
migo en las alturas de la aldea de Palausacosta, mas incomodado
con algunos cañonazos del baluarte de la Merced y fuerte de Capu-
chinos se replegó á Salt y Santa Eugenia, cuyas aldeas saqueó á




180 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
sangre y fuego. Por la tarde después de varios reconocimientos
atacó formalmente, dirigiendo su izquierda por los lugares que
acabamos de mencionar, al paso que su derecha cruzando el Oña
acometió con Ímpetu é intentó forzar la puerta del Carmen. Los
sitiados le repelieron con valor y serenidad. Señalóse Ultonia, cuyo
teniente coronol Don Pedro O'Dally quedó herido. Atacó en se-
guida el fuerte de Capuchinos en donde fue igualmente repelido,
habiendo experimentado considerable pérdida. Burladas sus espe-
ranzas colocó una batería cerca de la cruz de Santa Eugenia, no
Jejos de la plaza : causó algún daño en el Colegio Tridentino y otros
edificios, y respondiendo con acierto á sus fuegos las balerías de
la plaza la noche puso término al combale.


Fue aquella sumamente lóbrega, y confiados los franceses en la
oscuridad se acercaron calladamente al muro, y de tal manera y
con tanto arrojo que basta hallarse muy cerca no fueron sentidos.
Peleóse entonces por ambos lados con braveza, alumbrados sola-
mente por los fogonazos del cañón, y no interrumpido el silencio
sino por su estruendo y los aves de los heridos y moribundos.
¡ Espantosa noche ! El enemigo osó arrimar escalas al baluarte de
Santa Clara. Algunos de sus soldados pusiéronse encima de la mis-
ma muralla, y apresuradamente les seguían sus compañeros, cuando
una partida del regimiento de Ultonia, matando á los ya encara-
mados, precipitó á los otros y estorbó á todos continuar en aquel
intento. El fuego sin embargo no cesó hasta que el baluarte de San
Narciso tirando á metralla destrozó á Jos acometedores y los dis-
persó, dejando el campo como después se vio sembrado de cadá-
veres y heridos. No cansados todavía los franceses renovaron el
ataque á las doce de la noche, queriendo asaltar el baluarte de
San Pedro, pero fueron rechazados de modo que desistieron de
proseguir en su empresa, retirándose temprano por el camino de
Barcelona en la mañana del 21. Aunque corta fue notable esta pri-
mer defensa de Gerona, cuya plaza tanto lustre adquirió después
en otra inmediata acometida, y sobre todo en el célebre sitio del
siguiente año. Los somatenes molestaron por todas partes al ene-
migo, habiendo impedido con su ayuda que pasase al otro lado del
Ter. No fue menos que de 700 hombres la pérdida de los franceses,
la de los españoles mucho mas reducida. •
vuewe Duhesme Duhesme volvíóá Barcelona dejando en Mataró par-


* Barcelona. t e ¿e s u ejército que puso al cuidado de Chabran, y
cuyo trozo compuesto de 3500 hombres fue al Valles á buscar vi-
tuallas. Rodeados siempre los franceses por el paisanage tuvieron
Reencoentro de en Moneada que romper á viva fuerza un cordón de


Granoiiara. somatenes, siendo al cabo detenidos cerca de Grano-
llers por el teniente coronel Don Francisco Milans, quien los ahu-
yentó haciéndoles perder la artillería. A la retirada como de cos-
tumbre talaron y destruyeron el pais por donde pasaron.




LIBRO CUARTO. 181
Al propio tiempo que tan mal parados andaban los somatenes aei


invasores en aquella parte de Cataluña, tampoco se uonregat.
descuidaron sus naturales en el mediodía, formando á la margen
derecha del Llobregat una línea de hombres belicosos que defendía
los caminos de Garraf¿ Ordal y Esparraguera. Los capitaneaba
Don Juan Baguet, que con los voluntarios de Lérida habia la se-
gunda vez contribuido á repeler en el Bruch á los franceses. Desde
allí enviaban partidas sueltas que recorrían la tierra en todas di-
recciones. Incomodado Duhesme de verse asi estrechado, envió
contra ellos al general Lecchi, quien el 50 de junio obligó á los so-
matenes á abandonar su posición cogiéndoles algunos cañones y
aventajándose á todos los suyos en cometer demasías. No por eso
desmayaron los vencidos, apareciéndose en breve hasta en las
cercanías de la misma Barcelona.


Por este término y con éxito vario se ejecutaron las M o r a t
órdenes de Napoleón en Cataluña, Aragón y Castilla.
Fueron parecidas las que significó para las otras provincias al gran
duque de Berg, cuya solícita diligencia procuró aniquilar en der-
redor suyo la semilla insurreccional que brotaba con lozanía. Insi-
nuamos antes varias de sus providencias, y las que de consuno
con la junta de Madrid se habían tomado para cortar las conmo-
ciones sin tener que venir á las manos. Inútiles fueron sus esfuer-
zos, como lo serán siempre todos los que se dirijan á contener por
la persuasión el levantamiento de una nación entera. No le pesó
quizá á Murat, á cuyo gusto y anterior vida se acomodaban mas
Jas armas que los discursos. Asi fue que á veces á un tiempo y
otras muy de cerca, mandó que sus tropas acompañasen ó, siguiesen
á las proclamas y exhortaciones de la junta. Consideró como de
mayor importancia las Andalucías y Valencia, y de consiguiente
trató ante todo de asegurarse de aquellas provincias, mayormente
habiendo dado Sevilla ya en primeros de mayo muestras de desa-
sosiego y grave alteración,


Dupont acantonado en Toledo recibió la orden de Envía a Dupont
dirigirse á Cádiz, y el 24 del mismo mayo se puso en 4 A m l a l a c i a -
marcha. Llevaba consigo los dos regimientos suizos de Beding y
Preux al servicio de España, la división de infantería del general
Barbou compuesta de 6000 hombres y ademas 500 marinos de la
guardia imperial, con 5000 caballos mandados por el general Fre-
sia. Iban todos tan confiados en el buen éxito de su empresa, que
Dupont señalaba de antemano al ministro de guerra de Francia el
dia que habia de entrar en Cádiz. Atravesaron la Mancha tranqui-
lamente, y en tal abundancia hallaban los mantenimientos que de-
jaron almacenados en el pósito de Santa Cruz de Múdela la galleta
y víveres que á prevención traían, y de los que pocos dias después
se apoderaron aquellos vecinos, cogiendo también parte de los sol-
dados que los custodiaban y matando otros. El 2 de junio penetra-*




182 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ron los franceses por las estrechuras deSierra-Morena. Hasta allí
si bien habían notado inquietud y desvío en los habitantes, ningún
síntoma grave se habia manifestado. En la Carolina se despertó su
recelo viéndola sola y desierta; y al entrar en Andújar supieron el
levantamiento general ;de Sevilla y la formación de una junta su-
prema. No por eso suspendieron su marcha, llegando al amanecer
del 7 delante del puente de Alcolea. Don Pedro Agustín de Echa-
\arri oficial de cierto,arrojo., pero ignoranteea el arte déla guerra,
y á quien vimos ¡al frente de la insurrección; cordobesa,, se habia
situado en aquel paraje. Tenía á sus órdenes 5000 hombres de lí-
nea, compuestos de parte de un batallón de Campomayoi> de
soldados de varios regimientos provinciales con granaderos de los
mismos, á los que se agregaba alguna caballería y un destacamento
de suizos. No habia entre ellos cuerpo completo que estuviese pre-
Aecioa de Ateo- senté. El número de paisanos era más considerable,


loa. y habíase de Sevilla recibido bastante artillería. Los
españoles, levantando una cabeza de puente, habían colocado,en
ella doce cañones para impedir el P a s o del Guadalquivir y cubrir
asi la ciudad de Córdoba, puesta a m margen derecha y distante
unas tres leguas de las ventas de Alcolea; El puente e s largo y tor-
cido i formando un ángulo ó recodo que estorba el. que por él so
enfilen los fuegos de<cáñoo. Ala izquierda del rio se. había quedado
la caballería española con intento de acometer á los enemigos por.
él flanco y espalda al tiempo que estos comenzasen el ataque de
frente. Los franceses para desembarazarse trataron de dar á aquella
una vigorosa carga, la cual repetida contuvo á los ginetes españo-
les sin lograr desbaratarlos. A poeo la infantería francesa avanzó
al puente. Los fuegos bien dirigidos de la obra de campaña recién
construida, y sostenida también valerosamente por el oficial Lasala,
que mandaba á los de Campomayor y granaderos provinciales,
mantuvieron por algún tiempo con firmeza la posición atacada,
Pero el paisanage todavía no fogueado, desamparando á la tropa,
facilitó á los franceses escalar la posición, que levantada de prisa
ni era perfecta ni estaba del todo concluida. Sin embargo la caba-
llería española, no habiendo caido en desmayo, trató de favorecer
á los suyos y de nuevo y con ventaja acometió á la francesa. Du-
pont, teniendo que enviar una brigada al soccorro de su gente, no
prosiguió el alcance contra los infantes españoles, los que retirán-
dose con orden solo perdieron un cañón, cuya cureña se había
descompuesto. El reencuentro duró dos horas. Costó á los france-
ses 200 hombres, no mas á los españoles por haberse retirado tran-
quilamente. Echavarri, juzgando que no era posible defender á.
Córdoba, abandonó la ciudad sin detenerse en sus muros,
saco do cor- Llegaron á su vista los franceses á las tres de la tarde


doua. del mismo día 7 de junio. Habían los vecinos cerrado
las puertas mas bien para capitular que para defenderse. Entabla-




LIBRO CUARTO. 185
ronsé sobre ello pláticas, cuando con pretexto de unos tiros dispa­
rados de las torres del muro y de una casa inmediata, apuntaron
ios enemigos sus cañones contra la Puerta­Nueva, hundiéndola á
poco rato y sin grande esfuerzo. Metiéronse pues dentro hiriendo,
matando y persiguiendo á cuantos encontraban: saquearon las casas
y los templos y hasta el humilde asilo del pobre y desvalido habitante.
La célebre catedral, la antigua mezquita de los árabes, rival en su
tiempo en santidad de Medina y la Meca, y tan superior en mag­
nificencia , esplendidez y riqueza, fue presa de la insaciable y des­
tructora rapacidad del extrangero. Destruidos quedaron entonces
los conventos del Carmen, San Juan de Dios y Terceros, sirvién­
doles de infame lupanar la iglesia de Fuensanta y otros sitios no
menos reverenciados de los naturales. Grande fue el destrozo de
Córdoba, muchas las preciosidades robadas en su recinto. Ciudad
de 40,000 almas, opulenta de suyo y cou templos en que habia acu­
mulado mucha plata y joyas la devoción de los fieles, fue gran
cebo ala codicia de los invasores. De los solos depósitos de la te­
sorería y consolidación sacó el general Dupont mas de 10,000,000
de reales, sin contar con otros muchos de arcas públicas y robos
hechos á particulares. Asi se entregó al pillage una población
que no habia ofrecido ni intentado resistencia. Bajo fingidos mo­
tivos á fuego y sangre penetraron los franceses por sus calles, á la
misma sazón que se conferenciaba. Y no satisfechos con la ruina y
desolación causada, acabaron de oprimir á los desdichados mora­
dores gravándolos con imposiciones muy pesadas. Mas tan injusto


Ja principal causa de la pérdida posterior del ejército de Dupont
el codicioso anhelo de conservar los bienes mal adquiridos en el
saco de aquella ciudad.


A pesar del triunfo conseguido el general francés
andaba inquieto. Sus fuerzas no eran numerosas. La ^¡i™1™,, ™¡
insurrección de todas partes le cercaba : con instancia tmw»e№. E M ­
pedia auxilios á Madrid cu^ds comúnicíiciotiGs^ yáíiti­ « ^ a ñ n i № . '
tes interrumpidas, fueron al último del todo cortadas.
A su propia vftVagwavdxa eV í> de junio pariuias ó.e paisanos entra­
ron en Andújar, y alborotada por la noche la ciudad, hicieron
prisionero el destacamento francés allí apostado, y mataron al co­
mandante con otros tres de su guardia que quisieron resistirse en
casa de Don Juan de Salazar. Molestó sobre todo al enemigo Don
Juan déla Torre, alcalde de Montoro, que á sus expensas habia le­
vantado un cuerpo considerable; mas cogido por sorpresa debió Ja
vida á la generosa intercesión del general Fresia, á quien habia an­
tes hospedado y obsequiado en su casa. En el Puerto del Rey apresa­
ron los naturales al abrigo de aquellas fraguras varios convoyes :
y corno en la comarca se habia esparcido la voz de lo acaecido en
Córdoba, hubo ocasión en que so color de desquite se ensañó el




184 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
paisanage conlra los prisioneros con exquisita crueldad. Fue una
de sus victimas el general Renéá quien cogieron y mataron estando
antes herido : lamentable suceso, pero desgraciadamente inevitable
consecuencia de los desmanes cometidos en Córdoba y otros para-
ges por el extrangero. Pues que, si en efecto era difícil contener
en una guerra de aquella clase al soldado de una nación culta como
la Francia y sometido á la dura disciplina militar, cuánto no debia
serlo reprimir los excesos del cultivador español, que ciego en su
venganza y sin freno que le contuviese^ veia talados sus campos y
quemados los pacíficos hogares de sus antepasados por los mismos
que poco antes preciábanse de ser amigos. Había corrido el albo-
roto de la Sierra hasta la Mancha, y el 5 de junio los vecinos de
Santa Cruz de Múdela, arremetiendo á unos 400 francesesque ha-
bía en el pueblo y matando á muchos, obligaron á los demás á fu-
garse camino de Valdepeñas. En esta villa opusiéronse los naturales
al paso de los enemigos, y estos, para esquivar un duro choque,
echando por fuera de la población tomaron después el camino real,
aguardando á un cuarto de legua en el sitio apellidado de la Aguza-
dera á ser reforzados. No lardó en efecto en llegar en el mismo dia,
que era el 6 de junio, el general Liger-Belair procedente de Man-
zanares con 000 caballos, é incorporados todos revolvieron sobre
Valdepeñas.
Resistencia de Los moradores de esta villa alentados con la ante-


vaidepeñas. rior retirada de los franceses, y temiendo también que
quisiesen vengar aquella ofensa, resolvieron impedir la entrada. Es
Valdepeñas población rica de 5000 vecinos, asentada en los llanos
de la Mancha, y á la que dan celebridad sus afamados vinos. Atra-
viésala por medio la calle llamada Real, tránsito de los que viajan
de Castilla á Andalucía, y la cual tiene de largo cerca de ún cuarto
de legua. Aprovechándose de-su extensión, dispusiéronla los habi-
ta mes de modo que en ella se entorpeciese la marcha de los france-
ses. La cubrieron con arena, esparciendo debajo clavos y agudos
hierros; de trecho en trecho y disimuladamente ataron maromas á
las rejas, cerraron y atrancaron las puertas de las casas, y embara-
zaron las callejuelas que salían á la principal avenida. No contentos
con resistir detras de las paredes, osaron en número de mas de
1000 ponerse en fila á la orilla del pueblo. Pero viendo lo numeroso
de la caballería enemiga, después de algún tiroteo, se agacharon en
lo interior, pertrechados de armas y medios ofensivos.


Los franceses al aproximarse enviaron por delante una descu-
bierta , la cual según su costumbre con paso acelerado se adelantó
al pueblo. Penetró, y muy luego los caballos tropezando y cayendo
unos sobre otros miserablemente arrojaron á los ginetes, Entonces
de todas partes llovieron sobre los derribados tiros, pedradas, la-
drillazos , atormentando también sus carnes con agua y aceite hir-
viendo. Quisieron otros proteger á los primeros y cúpoles igual y




LIBRO CUARTO. 18S
malhadado fin. Irritado Liger-Belair con aquel contratiempo, entró
la villa por los costados incendiando las casas y destrozándolas. Pa-
saron de 80 las que se quemaron, y muchas personas fueron dego-
llarlas hasta en los campos y las cuevas. Habían los enemigos per-
dido ya mas de 100 hombres, al paso que la villa se arruinaba y se
hundía. Conmovidos de ello y recelosos de su propia suerte, varios
vecinos principales resolvieron, yendo á su cabeza el alcalde mayor
Don Francisco Maria Osorio, avistarse con el general Liger-Belair,
quien temeroso también de la ruina de los suyos escuchó las pro-
posiciones, convino en ellas, y saliendo todos juntos con una divisa
blanca, pusieron de consuno término á la matanza. Mas la contienda
había sido tan reñida, que los franceses escarmentados no se atre-
vieron 6 ir adelante, y juzgaron prudente retroceder á Madrilejos.


Duponl aislado, sin noticia de lo que á la otra parle R e t l r a s e D n p 0 ] í t
de los montes pasaba, aturdido con lo que de cerca * Andoiar.
veia, pensó en retirarse; y el 16 de junio saliendo por la tarde de
Córdoba se encaminó á Andújar, en donde tomó posición el 19.
Desde aquel punto con objeto de abastecer á su gente, y deseoso
de no abandonar el terreno sin castigar á Jaén, á la cual se acha-
caba haber participado del alboroto y muerte del comándame fran-
cés de Andújar, envió alli el 20 al oficial Baste con la suficiente
fuerza. Entraron los enemigos en la ciudad sin hallar
oposición, y con todo la pillaron y maltrataron horro- S a , n * ° l e J i e n '
rosamente. Degollaron hasta niños y viejos, ejerciendo acerbas
crueldades contra religiosos enfermos de los conventos de Santo
Domingo y de San.Agustin: tal fue el último, notable y fiero hecho
cometido por los franceses en Andalucía antes de rendirse á las
huestes españolas.


Casi al propio tiempo determinó Murat enviar tam-
bién una expedición contra Valencia. Mandábala el Monw^Znüt
mariscal Moncey y se componía de 8000 hombres de V a l e n c i a -
tropa francesa, á los que debían reunirse guardias españolas, wa-
lonas y de corps. Mas todos estos en su mayor parte se desbanda-
ron pasando por atajos y trochas del lado de sus compatriotas.
Moncey salió de Madrid el 4 de junio y llegó á Cuenca el I I .
Deteniéndose algunos dias disgustóse Murat, y despachó para
aguijarle al general de caballería Excelmans con otros muchos
oficiales, quienes, arrestados en Saelices y conducidos prisioneros
á Valencia, terminaron su comisión de un modo muy diverso del
que esperaban. En Cuenca fueron recibidos los franceses con ti-
bieza mas no hostilmente. Prosiguiendo su marcha hallaron por lo
general los pueblos desamparados, pronóstico que vaticinaba la
resistencia con que iban á tropezar.


La junta de Valencia habia en tanto adoptado las medidas vigo-
rosas de defensa que la premura del tiempo le permitía. Recrecié-
ronse al oir que Moncey se aproximaba del lado de Cuenca, y se




186 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
dieron nuevas órdenes, é instrucciones al mariscal de campo Don
Pedro Adorno, ácuyo mando, como ya dijimos, se habían con-
fiado las tropas apostadas en los desfiladeros de las Cabrillas, á
doude el enemigo se dirigía. Lo mas de la gente era nueva é indis-
ciplinada y por eso convenia aprovecharse de las ventajas que ofre-
ciese el terreno. Tratóse pues de disputar primeramente á Jos
Reencuentro dei franceses el paso del Cabriel en el puente Pajazo, en
puemo Pajazo, donde remata la cuesta de Contreras, y en cuya ca-
beza construyeron los españoles una mala batería de cuatro ca-
ñones sostenida por un trozo de un regimiento suizo, colocándose
laotra tropa en diferentes puntos de dicha cuesta. Detuviéronse
los franceses hasta que á duras penas, por los malos senderos y es-
cabrosidades , acercaron casi á la rastra unos cañones. Con su
auxilio el 20 rompieron el fuego, y vadeando unos el rio, y otros
acometiendo de frente, se apoderaron de la batería española, ha-
biendo habido muchos de los suizos que se les pasaron. Los, nue-
vos reclutas que nunca habían sido fogueados, abandonados por
aquellos veteranos, no tardaron en dispersarse, replegándose parte
de ellos con algunos soldados españoles á las Cabrillas:


Cundió la nueva de la derrota, súpola la junta de Valencia, y
grande fue la consternación y él sobresalto. En tamaño apuro envió
al ejército en comisión á su vocal el padre Rico, ó ya quisiesen ven-
garse asi algunos del estrecho en que los había metido, ó ya tam-
bién porque, gozando de suma popularidad, pensaron otros que era
aquel el modo mas propio de calmar la pública agitación y alejar
D O las cabri l las . ' a desconfianza. Obedeció Rico, y el 2o por la noche


llegó á las Cabrillas ocho leguas de Valencia, y cuyos
montes parlen término con Castilla. Habíanse recogido á sus cum-
bres los dispersos del Cabriel, y alli se encontró el padre Rico con
180 hombres del regimiento de Saboya mandados por el capitán
Gamindez, con tres cuerpos de nueva creación, algunos caballos y
artilleros que habían conservado dos cañones y un obús, compo-
niendo en todo cerca de 3000 hombres. Eran contados los oficiales
veteranos, siendo el de mayor graduación el brigadier Marimon de
guardias españolas. Ignorábase el paradero de Adorno. Reunidas
todas aquellas reliquias se colocaron en situación ventajosa á espal-
das y á legua y media del pueblo de Siete-Aguas, hasta cuyas casas
enviaban sus descubiertas. Gamindez mandó el centro, la izquierda
Marimon, y colocáronse guerrillas sueltas por la derecha. El 24
avanzaron los franceses, y los nuestros favorecidos de tierra tan
quebrada los molestaron bastantemente. Impacientado Moncey des-
tacó por su izquierda y del lado de la sierra de los Ajos al general
Harispe con vascos acostumbrados á trepar por las asperezas del Pi-
rineo. Encaramáronse pues á pesar de escabrosidadesy derrumba-
deros , y arrollando á las guerrillas, facilitaron el ataque de frente.
Defendiéronse bien los de Saboya quedando los mas de ellos y los




LIBRO CUARTO. 187
artilleros muertos junto á los cañones, y prisionero con otros su
comandante Gamindez. Lo restante de la gente bisoña huyó preci-
pitadamente. La pérdida de los españoles fue de 600 hombres, muy
inferior la de los contrarios. El mariscal Moncey al instante tras-
pasó la sierra por el portillo de las Cabrillas, desde donde regís-*
trándoselas ricas y frondosas campiñas de la huerta de Valencia, se
encendió la ansiosa codicia de sus fatigados soldados. Si entonces
hubiera proseguido su marcha ^fácilmente se hubiera enseñoreado
de ¡a ciudad; pero obligado á detenerse el 25 en la venta de Buñol
para aguardar la artillería, y queriendo adelantarse cautelosamente,
dio tiempo á que Rico, volviendo á Valencia al rayar el alba de aquel
mismo dia, apellidase guerra dentro de sus muros.


Está asentada Valencia á la derecha del Guadalaviar
ó Turia; 100,000 almas forman su población, exce- deSa"™ %T-
diendo de 60,000las que habitan en los lugarejos, casas , l c n c l a
de campo, y alquerías de sus deliciosas vegas. Ceñida de un muro
aa¿$uo de..manipostería con una mala ciudadela, nq podía ofrecer
al rmemigo larga y ordenada resistencia, si militarmente hubiera
de haberse considerado su defensa. Mas. á la voz de la desgracia de
las Cabrillas, en lugar de abatirse, creciendo el entusiasmo al mas
subido punto, tomó la junta activas providencias, y los moradores
no, solo las ejecutaron debidamente, sino que también por sí proce-
dieron.$-dai; á los.trabajos la amplitud y perfección que permitía ía
brevedad del tiempo. Sin distinción de dase ni de sexo acudieron
todos á trabajar en las fortificaciones que se levantaban. En el corto
espacio de sesenta horas construyéronse en las puertas balerías
con sacos de tierra. En la de Cuarte, como era por donde se aguar-
daba al enemigo, ademas de dos cañones de á 24 se colocó otro en
el primer piso de la torre,' abriéndose una zanja ancha y profunda
en medio de la calle del arrabal que embocaba la batería. A la dere-
cha de esta puerta y antes de llegar á la de San José, entre el muro
y el rio, se situaron cuatro cañones y dos obuses, impidiendo lo sop-
lido del malecón que se abriese un foso. Dióse á esta obra el nombre-
de batería de Santa Catalina, del de una torre antes demolida y que
ocupaba el mismo espacio. Lo expresamos por su importancia en
la defensa. Dentro del recinto se corlaron y atajaron las calles, ca-
llejuelas y principales avenidas con carros, coches, vigas, calesas y
tartanas. Tapáronse las entradas.y ventanas de las casas con col-
chones, mesas, sillas y todo género de muebles, cubriendo por el
mismo término y cuidadosamente lo alto de las.azoteas ó terrados.
Detrás de semejantes y tan repentinos atrincheramientos estaban
preparados sus dueños con armas arrojadizas y de fuego, y aun
hubo mugeres que no olvidaron el aceite hirviendo. Afanados to-
dos mutuamente se animaban, habiendo resuelto defender heroica-
mente sus hogares.


La junta ademas, para dilatar el que los franceses se acercasen ,




188 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
trató de formar un campo avanzado á la salida del pueblo de Cuarte,
distante una legua dé Valencia. Le componían cuerpos de nueva
formación y se habia puesto á las órdenes de Don Felipe Saint-
March. Situóse la gente en'la ermita de San Onofre á orillas del
canal de regadío que atraviesa el camino que va á Jas Cabrillas. En-
tre tanto Don José Caro nombrado brigadier al principio de la insur-
rección , y que mandaba una división de paisanos en el ejército de


Refriega en ei Cervellon, apostado según dijimos en Almansa, corrió
puewo de c n a r - apresudaramente al socorro de la capital luego que


supo el progreso del enemigo. A su llegada se unió á
Saint-March, y juntos dispusieron el modo de contener al mariscal
francés. Emboscaron al efecto en los algarrobales, viñedos y oliva-
res que pueblan aquellos contornos, tiradores diestros y esforzados.
El cuerpo principal se colocó á espaldas de una balería que enfilaba
el camino hondo, por donde era de creer arremetiese la caballería
enemiga y cuyo puente se habia cortado. Como los generales habían
previsto que al fin tendrían que ceder á la superioridad y pericia
francesa, deseosos de que su retirada no causara terror en Valencia,
habian pensado, Caro en tirar por la izquierda y Saint-March pasar
el rio por la derecha y situarse en el collado del almacén de pólvora.
Pero para verificar, llegado el caso, su movimiento con orden y evi-
tar que dispersos fueran á la ciudad, establecieron á su retaguardia
una segunda línea en el pueblo de Cuarte, rompiendo el camino y
guarneciendo las casas para su defensa.
Defensa de Va- A las 11 de la mañana del dia 20 empezó el fuego,


íencia. duró hasta las tres, siendo muy vivo durante dos
horas. AI fin los franceses cruzaron el canal, y forzaron la primera
línea. Caro y Saint-March se retiraron según habian convenido. Los
franceses vencedores iban á perseguirlos cuando notaron que desde
el pueblo de Cuarte se les hacia fuego. Molestados también por el
continuado de los paisanos metidos en los cañamares de dicho pue-
blo, no pudieron entrarle hasta las seis de la tarde; huyendo los
vecinos al amparo de las acequias, cañaverales y moreras que cu-
bren sus campos. La pérdida fue considerable de ambas partes : la
artillería quedó en poder de los franceses.


Avanzó entonces Moncey hasta el huerto de Julia, media legua de
Valencia. Por la noche pasó al capitán general conde


MOTc0eTparanque de la Conquista un oficio para que rindiese la plaza. Fue
capitule la c i u - portador el coronel Solano. Congregóse la junta, á la


que se unieron para deliberar en asunto tan espinoso
el ayuntamiento, la nobleza é individuos de todos Jos gremios. El
de la Conquista inclinábase á la entrega, viendo cuan imposible
seria resistir con gente allegadiza, ven ciudad, por decirlo asi,
abierta á enemigos aguerridos. Sostuvo la misma opinión el emi-
sario Solano y en tanlo grado que se esforzó en probar no habia
nada que temer respecto de lo pasado, asi por la condición suave




LIBRO CUARTO. 189
y noble del mariscal francés, como también por los vínculos parti-
culares que le enlazaban con los Valencianos; lo cual a!udiaácono-
cerse en aquel reino familias del nombre de Moncey, y haber quien
le conceptuara oriundo de la tierra. Asi se discurría acerca de la
proposición, cuando el pueblo, advertido de que se negociaba, des-
aforadamente se agolpó á la sala de sesiones de la junta. Atemori-
zados los que en su seno buscaban la rendición y alentados los de la
parcialidad opuesta, no se titubeó en desechar la demanda del ene-
migo. Y puestos todos sus individuos al frente del mismo pueblo,
recorrieron la linea animando y exhortando á la pelea. Con la opor-
tuna resolución se embraveció tanto la gente que no hubo ya otra
voz que la de vencer ó morir.


El 28 á las once de la mañana se rompió el fuego. Como Moncey
era dueño de casi todo el arrabal de Cuarte, le fue fácil ordenar sus
batallones detras del convento de San Sebastian. A su abrigo diri-
gieron los enemigos sus cañones contra la puerta de Cuarte y balería
de Santa Catilina. Tres veces atacaron con el mayor ímpetu del lado
de la primera, y otras tantas fueron rechazados. Mandaba la batería
española con mucho acierto el capitán Don José Ruiz de Alcalá, y
el puesto los coroneles barón de Petrés y Don Bartolomé de Geor-
get. Los enemigos no perdonaron medio de flanquear á los nuestros
por derecha é izquierda, pero de un costado se lo estorbaron los
fuegos de Santa Catalina, y del otro el graneado de fusilería que
desde la muralla hacían los habitantes. El entusiasmo de los defen-
sores tocaba en frenesí cada vez que el enemigo huía, pero siempre
se mantuvo el mejor orden. Temióse por un rato carecer de metra-
lla, y sin tardanza de las casas inmediatas se arrancaron rejas, se
enviaron barras y otros utensilios de hierro que cortados en menudos
pedazos pudieron suplir aquella falta, acudiendo á porfía las se-
ñoras de la clase mas elevada á coser los saquillos de la recien fabri-
cada metralla. Con tal ejemplo, ¿qué brazo varonil hubiera cedido
el paso al enemigo? El capitán general, los magistrados y aun el
arzobispo aparecíanse á veces en medio de aquel importante puesto
dando brio con su presencia á los menos esforzados.


Moncey, tratando de variar su ataque, recogió sus soldados ala
cruz de Mislata, y acometió después de un respiro la batería de
Santa Catalina, á la derecha como dijimos de la de Cuarte. Era co-
mandante del punto el coronel Don Firmo Valles, y de la batería Don
Manuel de Velasco y Don José Soler. Dos veces, y con gran furia
embistieron los franceses. La primera ciaron abrasados por el fuego
de cañón y el que por su flanco izquierdo les hacia la fusilería; y
la segunda huyeron atropelladamente sin que los contuviesen las
exhortaciones de sus gefes. No por eso desistió Moncey, y fin-
giendo querer atacar el muro por donde mira á la plazuela del
Carbón, emprendió nueva acometida contra la batería de Santa Ca-
talina Vano empeño. Sus soldados repelióos dejaron el suelo em-




190 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
papado en su sangre. Distinguióse alli el oficial Don Santiago
O'Lalor, asesinado alevemente en el propio dia por mano descono-
cida.


Los franceses, perturbados con defensa tan inesperada y recia,
trataron de dar una última embestida á la ciudad. Eran las cinco de
la tarde cuando avanzando Moncey con el grueso de su ejército
hacia la puerta de Cuarte, hizo marchar una columna por el con-
vento de Jesús para atacar la de San Vicente situada á Ja izquierda
de la primera, y confiada al cuidado del coronel Don Bruno Bar-
rera, bajo cuyas órdenes dirigían la artillería los oficiales Don
Francisco Cano y Don Luis Almela. Considerábase aquella parte del
muro la mas flaca, mayormente su centro en donde está colocada
en medio de las otras dos la puerta tapiada de Santa Lucía, anti-
guamente dicha de la Boatella. Empezóse el ataque, y los españoles
apuntaron con tal acierto sus cañones que lograron desmontar los
de los enemigos, y desalojarlos del punto que ocupaban con no-
table matanza. Desde aquella hora que era ya la de las ocho de la
noche cesó el fuego en ambas líneas. Durante los diversos ataques
arrojáronlos franceses á la ciudad granadas que no causaron daño.


El padre Rico anduvo constantemente por los para-
xxoclios nota."


wes de aujunos ges de mayor riesgo, y coadyuvó grandemente á la
«spañoies. defensa con su energía y brioso porte. Fue impertur-
bable en su valor Juan Bautista Moreno que, sin fusil y con la es-
pada en la mano, alentaba á sus compañeros, y tomó á su cargo
abrir y cerrar las puertas sin reparar en el peligro que á cada paso
le amenazaba. 31as sublime ejemplo dio aun con su conducta Miguel
García mesonero de la calle de San Vicente, quien hizo solo á ca-
ballo cinco salidas, y sacando en cada una de ellas cuarenta cartu-
chos los empleaba como diestro tirador atinadamente. Hechos son
estos dignos de la recordación histórica, y no deben desdeñarse
aunque vengan de humilde lugar. Al contrario conviene repetirlos
y grabarlos en la memoria de los buenos ciudadanos, para que sean
imitados en aquellos casos en que peligre la independencia de la
patria.


La resistencia de Valencia aunque de corta duración tuvo visos
de maravillosa. No tenia soldados que la defendiesen, habiendo
salido á diversos puntos los que antes la guarnecían, ni otros gefes
entendidos sino oficiales subalternos que guiaron el denuedo de los
paisanos. Los franceses perdieron mas de 2000 hombres, y entre
ellos al general de ingenieros Cazal con otros oficiales superiores.
Los españoles resguardados detras de los muros y baterías tuvie-
ron que llorar pocos de sus compatriotas, y ninguno de cuenta,
r.otiraso Moa- Al amanecer del 29 Don Pedro Túpper puesto de


ccy. vigía en el Miguelete ó torre de la catedral avisó que
los enemigos daban indicio de retirarse. Apenas se creia tan plau-
sible nueva, mas bien pronto todos se cercioraron de ello viendo




LIBRO CUARTO. i IH
marchar al enemigo por Torrente para lomar la calzada que va á
Almansa. La alegría fue colmada, y esperábase que el conde de
Cervellon acabaría en el camino de destruir al mariscal Moncey, ó
por lo menos le molestaría y picaría por todos lados. Muy lejos
oslaba de obrar conforme al común deseo. El general i„ a c c ¡ o n d e C w .
español había venido á Alcira cuando supo el paso de T e l l o n-
los franceses por las Cabrillas, y su marcha sobre Valencia. Alli
permaneció tranquilo, y no trató de disputar á Moncey el paso del
Júcar- después de su derrota delante de los muros de la capital.
Tachósele de remiso, principalmente porque habiendo consultado
á los oficiales superiores sobre el rumbo que en lal oportunidad
convendría segnir, opinaron lodos que se impidiese á los franceses
cruzar el rio: no abrazó su dictamen fundándose en lo indiscipli-
nados que todavia estaban sus soldados: prudencia quizá laudable,
pero amargamente censurada en aquellos tiempos.


Perjudicó también á su fama, aun en el concepto de conducía laúda-
los juiciosos, la contraposición que con la suya formó b [ e á 0 L I a m a s -
la conducta de Don Pedro González de Llamas y la de Don José
Caro. A este le hemos visto acudir al socorro de Valencia, y si bien
no con feliz éxito por lo menos retardó con su movimiento el pro-
greso del enemigo, lo cual fue de suma utilidad para que se pre-
parasen los vecinos de la ciudad á una notable y afortunada re-
sistencia. El general Llamas que de Murcia se habia acercado al
puerto de Almansa, noticioso por su parte de que los franceses
iban á embestir á Valencia, habia avanzado rápidamente y colocá-
doseá la espalda en Chiva, cortándoles asi sus comunicaciones con
el caminó de Cuenca. Y después obedeciendo las órdenes de la
junta provincial hostigó al enemigo hasta el Júcar, en donde se
paró asombrado de que Cervellon hubiese permanecido inactivo.
Prodigáronse pues alabanzas á Llamas, y achacóse á Cervellon la
culpa de no haber derrotado al ejército de Moncey antes de la sa-
lida del territorio valenciano. Como quiera que fuese, costóle al
fin el mando tal modo de comportarse, graduado por los mas de re-
prensible timidez. Moncey prosiguió su retirada incomodado por
el paisanage, y apunto que no osaba desviarse del camino real.
Pasó el 2 de julio el puerto de Almansa, y en Albacete hizo alto y
dio descanso á sus fatigadas tropas.


Entre tanto no sabía el gobierno de Madrid cuál par- Enfermedad de
tidole convenia abrazar. Notaba con desconsuelo bur- M n r a t -
ladas sus esperanzas, no habiendo reprimido prontamente la in-
surrección de las provincias con las expediciones enviadas al intento.
Temia también que las tropas desparramadas por diversos y lejanos
puntos, y molestadas sin gozar de un instante de sosiego, no aca-
basen por perderla disciplina. Mucho contribuyó á su desconcierto
la enfermedad grave de que fue acometido el gran duque de Berg
en los primeros días de junio, con lo cual se hallaron los individuos




192 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de la junta faltos de un centro principal que diera unión y fuerza
Hubo entre los suyos quien le creyó envenenado, y entre los es-
pañoles no faltó también quien atribuyera su mal á castigo del
cielo por las tropelías y asesinatos del 2 de mayo. Los ociosos y
lenguaraces buscaban el principio en un origen impuro, dando
lugar á sus sueltas palabras los deslices de que no estaba exento
el duque. Mas la verdadera enfermedad de este era uno de aque-
llos cólicos por desgracia harto comunes en la capital del reino, y
que por serlo tanto los ha distinguido en una disertación el docto
Luzuriaga con el nombre de cólicos de Madrid. Agregáronsele
unas tercianas tan pertinaces y recias que descaeciendo su espíritu
y su cuerpo, tuvo que conformarse con el dictamen de los facultati-
vos de trasladarse á Francia, y tomar las aguas termales de Bare-


ges. Provocó también á sospecha de emponzoñamiento
en E S n f ° r ^crcuo!


e ' haber amalado muchos de los soldados franceses,
opinión de Lar- y m u e r t , 0 algunos con síntomas de índole dudosa. Para


serenar los ánimos el bai on Larrey, primer cirujano
del ejército invasor, examinó los alimentos, y el boticario mayor
del mismo, Mr. Laubert, analizó detenidamente el vino que se les
vendia en varias tabernas y bodegones de dentro y fuera de Ma-
drid. Nada se descubrió de nocivo en el líquido, solamente aveces
había con él mezcladas algunas sustancias narcóticas mas ó menos
excitativas, como el agua de laurel y el pimiento que para dar
fuerza suelen los vinateros y vendedores añadir al vino de la Man-
cha, á semejanza del óxido de plomo ó sea litargirio que se
emplea en algunos de Francia pora corregir su acedía. La mixtión
no causaba molestia á los españoles por la costumbre, y sobre
todo por su mayor sobriedad : dañó extremadamente á los france-
ses no habituados á aquella bebida, y que abusaban en sumo
grado de los vinos fuertes y licorosos de nuestro terrruño. El exa-
men y declaración de Larrey y Laubert tranquilizó á los franceses,
recelosos de cualquiera asechanza de paite de un pueblo grave-
mente ofendido; pero el de España con dificultad hubiera recur-
rido para su venganza á un medio que no le era usual, cuando
tantos otros justos y nobles se le presentaban.
s«Tary sncede i En lugar de Murat envió Napoleón á Madrid al ge-


MnraL neral Savary, el que llegó el 15 de junio. No agradó
la elección á los franceses, habiendo en su ejército muchos que
por su graduación y militar renombre reputábanse como muy su-
periores. Asimismo en el concepto de algunos menoscababa la es-
timación de la persona escogida el haber sido con frecuencia
empleada en comisiones mas propias de un agente de policía que
de quien había servido en la carrera honorífica de las armas. No
era tampoco entre los españoles juzgado Savary con mas ventaja,
porque habiendo sido el celador asiduo del viage de Fernando,
coadjuvó con palabras engañosas á arrastrarle á Bayona. Sin em-




LIBRO CUARTO. 195
bargo su nombre no era ni tan conocido ni odiado como el de Mu-
ral : ademas llegó en sazón en que muy poco se curaban en las
provincias de lo que se hacia ó deshacia en Madrid. Asuntos inme-
diatos y de mayor cuantía embargaban toda la atención.


El encargo confiado á Savary era nuevo y extraño
Singular comi-


en su forma. Autorizado con iguales facultades que s i 0° <"> S a ? a r*-
el lugarteniente Murat, no le era lícito poner su firma en resolución
alguna. Al general Belliard tocaba con la suya legalizarlas. El uno
leía las cartas, oficios é informes dirigidos al lugarteniente, res-
pondía , determinaba : el otro ceñíase á manera de una estampilla
viva á firmar lo que le era prescrito. Los decretos se encabezaban
á nombre del gran duque como si estuviese presente ó hubiese de-
jado sus poderes & Savary, y este disponiendo en todo soberana-
mente incomodaba á varios de los otros gefes que se consideraban
desairados.


Para mostrar que él era la suprema cabeza, á su S u
llegada se alojó en palacio, y tomó sin tardanza pro- ° °°n u c ' 8 '
videncias acomodadas al caso. Prosiguió las fortificaciones del Re-
tiro , y construyó un reducto al rededor de la fábrica real de por-
celana alli establecida, y á que dan el nombre de casa de la China
en donde almacenó las vituallas y municiones de guerra. Pensó
después en sostener los ejércitos esparcidos por las provincias. Tal
habia sido la orden verbal de Napoleón, quien juzgaba «serlo
« mas importante ocupar muchos puntos, á fin de derramar por
« todas partes las novedades que habia querido introducir...» Con-
forme á ella é incierto de la suerte de Dupont, cuya corresponden-
cia estaba cortada, resolvió Savary reforzarle con las E n v ¡ a
tropas mandadas por el general Vedel que se halla- paraTerorzafa
ban en Toledo. Ascendían á 6000 infantes y 700 ca- I " , p m t '
ballos con doce cañones. El 19 de junio salieron de aquella ciu-
dad, juntándoseles en el camino los generales Roize y Liger-Belair
con sus destacamentos, los cuales hemos visto fueron compelidos á
á recogerse á Madrilejos por la insurrección general de la Mancha.


Los franceses por todas partes se encontraban con pueblos so-
litarios, incomodándoles á menudo los tiros del paisanage oculto
detras de los crecidos panes, y ¡ ay de aquellos que se quedaban
rezagados ! No obstante asomaron sin notable contratiempo á Des-
peñaperros en la mañana del 26 de junio. La posición P a s o d e S i e r r a .
estaba ocupada por el teniente coronel español Don Morena.
Pedro Valdecañas empleado antes en la persecución de contraban-
distas por aquellas sierras, y ahora apostado allí con objeto de que,
colocándose á la retaguardia de Dupont, le interceptase la corres-
pondencia c impidiese el paso de los socorros que de Madrid le
llegasen. Habia atajado el camino en lo mas estrecho con troncos,
ramas y peñascos, desmoronándole del lado del despeñadero, y
situando detrás seis cañones. Paisanos los mas de su tropa, v él


i . 13




194 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
mismo poco práctico en aquella clase de guerra, desaprovechó la
superiorididad que le daba el terreno. Cedieron luego los nuestros
al ataque bien concertado de los franceses, perdieron la artillería,
y Vedel prosiguió sin embarazo á la Carolina, en cuya ciudad se
le incorporó un trozo de gente que le enviaba Dupont á las órdenes
del oficial Baste, el saqueador de Jaén. Llevada pues á feliz tér-
mino la expedición, creyó Vedel conveniente enviar airas alguna
tropa para reforzar ciertos puntos que eran importantes, y conser-
var abierta la comunicación. Por lo demás bien que pareciesen
cumplidos los deseos del enemigo en la unión de Vedel y Dupont,
pudiendo no solo corresponder libremente con Madrid , mas aun
hacer rostro á los españoles y desbaratar sus mal formadas hues-
tes , no tardaremos en ver cuan de otra manera de lo que espera-
ban remataron las cosas.
Remo™, en,ia- Aquejábale igualmente á Savary el cuidado de


dos a Moncey. Moncey, cuya suerte ignoraba. Después de haberse
adelantado este mariscal mas allá de la provincia de Cuenca, ha-
bían sido interrumpidas sus comunicaciones, hechos prisioneros
soldados suyos sueltos y descarriados, y aun algunas partidas.
Juntándose pues número considerable de paisanos alentados con
aquellos que calificaban de triunfos, fue necesario pensar en dis-
caoiincoort sa- persarlos. Con este objeto se ordenó al general Cau-
qoea a coenca. Hncourt apostado en Tarancon que marchase con una


brigada sobre Cuenca. Dio vista á la ciudad el 5 de julio, y una
gavilla de hombres desgobernada le hizo fuego en las cercanías
á bulto y por corto espacio. Bastó semejante demostración para
entregar á un horroroso saco aquella desdichada ciudad. Hubo
regidores é individuos del cabildo eclesiástico que saliendo con
bandera blanca quisieron implorar la merced del enemigo; mas
resuelto este al pillage sin atender á la señal de paz los forzó
á huir recibiéndolos á cañonazos. Espantáronse á su ruido los veci-
nos y casi todos se fugaron, quedando solamente los ancianos y en-
fermos y cinco comunidades religiosas. No perdonaron los contra-
rios casa ni templo que no allanasen y profanasen. No hubo muger
por enferma ó decrépita que se libertase de su brutal furor. Al ve-
nerable sacerdote Don Antonio Lorenzo Urban de edad de ochenta
y tres anos, ejemplar por sus virtudes, le traspasaron de crueles
heridas, después de recibir de sus propias manos el escaso peculio
que todavía su ardiente caridad no habia repartido á los pobres. Al
franciscano el padre GasparNavarro, también octogenario, atormen-
táronle crudamente para que confesase dinero que no tenia. Otras
y no menos crueles, bárbaras y atroces acciones mancharon el
nombre francés en el no merecido saco de Cuenca.


No satisfecho Savary con el refuerzo que se enviaba á Moncey
F r é r e al mando de Caulincourt, despachó otro nuevo á las


órdenes del general Frére, el mismo que antes habia




LIBRO CUARTO.
ido á apaciguar á Segovia. Llegó este á Requena el 5 de julio,
donde noticioso de que Moncey se retiraba del lado de Aluiansa, y
de estar guardadas las Cabrillas por el general español Llamas,
revolvió sobre San Clemente, y se unió con el mariscal. Poco des-
pués informado Savary de haberse puesto en cobro las reliquias de
la expedición de Valencia, y deseoso de engrosar su fuerza en der-
redor suyo, mandó á Caulincourt y á Frére que se restituyesen á
Madrid : con lo que enflaquecido el cuerpo de Moncey y quizá ofen-
dido este de que un oficial inferior en graduación y respetos pu-
diese disponer de la gente que debia obedecerle, desistió de toda
empresa ulterior, y se replegó á las orillas del Tajo.


Los franceses, que esparcidos no habían conseguido las espera-
das ventajas, comenzaron á pensar en mudar de plan, y recon-
centrar mas su fuerzas. Napoleón sin embargo tenaz en sus propó-
sitos insistía en que Dupont permaneciese en Andalucía, al paso
que mereció su desaprobación el que le enviasen continuados re-
fuerzos. Savary inmediato al teatro de los aconteci-
mientos, y fiado en el favor de que gozaba, tomó sobre fuerzr°ie?«do°¡
sí obrar por rumbo opuesto, oindícó á Dupontla con- n e u r a ™ G o l é r t l s e "
veniencia de desamparar las provincias que ocupaba.
Para que con mas desembarazo pudiera este gefe efectuar el movi-
miento retrógrado, dirigió aquel sobre Manzanares al general Go-
bert con su división, en la que estaba la brigada de coraceros que
había en España. Mas Dupont, ya fuese temor de su posición, ó ya
deseos de conservarse en Andalucía, ordenó á Gobert que se le
incorporase, y este se sometió á dicho mandato después de dejar
un batallón en Manzanares y otro en el Puerto del Rey.


Tan discordes andaban unos y otros, como acontece en'tiempos
borrascosos, estando solo conformes y empeñados en Desatiende a
aumentar fuerzas hacia el mediodía. Y al mismo Bessiéres.
tiempo el punto que mas urgía auxiliar, que era el de Bessiéres,
amenazado por las tropas de Galicia, León y Asturias, quedaba
sin ser socorrido. Claro era que una ventaja conseguida por los
españoles de aquel lado comprometiria la suerte de los franceses
en toda la península, interrumpiría sus comunicaciones con la fron-
tera, y los dejaría á ellos mismos en la imposibilidad de retirarse.
Pues á pesar de reflexión tan obvia desatendióse á Bessiéres, y solo
tarde y con una brigada de infantería y 300 caballos se acudió do
Madrid en su auxilio. Felizmente para el enemigo la fortuna le
fue alli mas favorable; merced á la impericia de ciertos gefes es-
pañoles.


Después de la batalla de Cabezón se habia retirado á Benavente
el general Cuesta. Recogió dispersos, prosigió los alis-
tamientos, y se le juntaron el cuerpo de estudiantes
de León y el de Covadonga de Asturias. Díéronse en aquel punto
las primeras lecciones de táctica á los nuevos reclutas, se les dividió




196 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
en batallones que llamaron tercios, y esmeróse en instruirlos Don
José de Zayas. De esta gente se componía la infantería de Cuesta,
limitándose la caballería al regimiento de la Reina y guardias de
corps que estuvieron en Cabezón, y al escuadrón de carabineros
que antes habia pasado á Asturias. Era ejército endeble para salir
con él á campaña, si las tropas de la última provincia y las de Ga-
licia no obraban al propio tiempo y mancomunadamente. Por lo
cual con instancia pidió el general Cuesta que avanzasen y se le
reuniesen. La junta de Asturias, propensa á condescender con sus
ruegos, fue detenida por las oportunas reflexiones de su presidente el
marqués de Santa-Cruz de Marcenado, manifestando en ellas que,
lejos de acceder, se debía exhortar al capitán general de Castilla á
abandonar sus llanos y ponerse al abrigo de las montañas; pues
no teniendo soldados ni unos ni otros sino hombres, infaliblemente
serían deshechos en descampado, y se apagaría el entusiasmo que
estaba tan encendido. Convencida la junta de lo fundado de las ra-
zones del marqués, acordó no desprenderse de su ejército, y solo
por halagar á la multitud consintió en que quedase unido á los cas-
tellanos el regimiento de Covadonga, compuesto de mas de 1000
hombres, y mandado por Don Pedro Méndez de Vigo, y ademas
que otros tantos bajasen á León del puerto dé Leitariegos á las ór-
denes del mariscal de campo conde de Toreno padre del autor.


También encontró en Galicia la demanda de Cuesta graves difi-
cultades. Habia sido el plan de Filangierí fortificar á Manzanal, y
organizar allí y en otros puntos del Yierzo sus soldados, antes de
aventurar acción alguna campal. Mas la junta de Galicia atenta á
la quebrantada salud de aquel general y al desvío con que por ex-
trangero le miraban algunos, relevándole del mando activo, le
habia llamado á la Coruña, y nombrado en su lugar al cuartel
maestre general Don Joaquín Blake. Púsose este al frente del ejér-
cito el 21 de junio, y perseguido Filangierí de adversa estrella
pereció como hemos dicho el 21. Persistió Blake en el plan ante-
rior de adiestrar la tropa, esperando que con los cuerpos que ha-
bia en Galicia, los de Oporto y nuevos alistados, conseguiría armar
y disciplinar 40,000 hombres. La inquietud de los tiempos le impi-
dió llevar su laudable propósito á cumplido efecto. Deseoso de
examinar y reconocer por sí la sierra y caminos de Fuencebadon


y Manzanal habia salido de Villafranca, y pareciéndole
l i c ^ ' d e l p u e s al conveniente tomar posición en aquellas alturas que
¡an™i"ri r l e


4 e F i f°í*man una cordillera avanzada de la del Cebrero y
Piedra-Fita, límite de Galicia, se situó alli extendien-


do su derecha hasta el Monte Teleno que mira á Sanabria, y su
izquierda hacia el lado de León por la Cepeda. Asi no solamente
guarecía todas las entradas principales de Galicia, sino también
disfrutaba de los auxilios que ofrecía el Vierzo. Empezaba pues á
poner en planta su intento de ejercitar y organizar su gente,




LIBRO CUARTO. 197
cuando el 28 de junio se le presentó Don José de Zayas rogándole
á nombre del general Cuesta que con todo ó parte de su ejército
avanzase á Castilla. Negóse Blake, y entonces pasó el comisionado
á avistarse con la junta de la Coruña de quien aquel dependía.
La desgracia ocurrida con Filangieri, el terror que infundió su
muerte, las instancias de Cuesta y los deseos del vulgo que casi
siempre se gobierna mas bien por impulso ciego que por razón,
lograron que triunfase el partido mas pernicioso, habiéndose
prevenido á Blake que se juntase con el ejército de Castilla
en las llanuras. Poco antes de haber recibido la orden redujo
aquel general á cuatro divisiones las seis en que á principios de
junio se habia distribuido la fuerza de su mando, ascendiendo su
número á unos 27,000 hombres de infantería, con mas de 30 pie-
zas de campaña y ISO caballos de distintos cuerpos. Tomó otras
disposiciones con acierto y diligencia, y si al saber y práctica mili-
tar que le asistía se le hubiera agregado la conveniente fortaleza ó
mayor influjo para contrarestar la opinión vulgar, hubiera al fin
arreglado debidamente el ejército puesto á sus órdenes. Mas opri-
mido bajo el peso de aquella, tuvo que ceder á su impetuoso tor-
rente, y pasar en los primeros días de julio á unirse en Benavente
con el general Cuesta. Dejó solo en Manzanal la segunda división
compuesta de cerca de 6000 hombres á las órdenes del mariscal de
campo Don Rafael Martinengo, y en la Puebla de Sanabria un
trozo de 1000 hombres á las del marqués de Valladares, el que
obró después en Portugal de concierto con el ejército de aquella
nación. Llegado que fue á Benavente con las otras tres divisiones,
dejó alli la tercera al mando del brigadier Don Francisco Riquelme
sirviendo como de reserva, y constando de 5000 hombres. Púsose
en movimiento camino de Rioseco con la primera y cuarta división
acaudilladas por el gcfe de escuadra Don Felipe Jado Cagigal y el
mariscal de campo marqués de Portago; llevó ademas el batallón
de voluntarios de Navarra que pertenecia á la tercera. Se habia
también arreglado para la marcha una vanguardia que guiaba el
conde de Maceda grande de España, y coronel del regimiento de
infantería do Zaragoza. Ascendia el número de esta fuerza á 15,000
hombres, Ja cual formaba con la de Cuesta un total de 22,000
combatientes. Contábanse entre unos y otros muchos paisanos ves-
tidos todavía con su humilde y tosco trage, y no llegaban á 500
los ginetes. Reunidos ambos generales tomó el mando el de Cas-
tilla como mas antiguo, si bien era muy inferior en número y ca-
lidad su tropa. No reinaba entre ellos la conveniente armonía. Re-
pugnábanle á Blake muchas ideas de Cuesta, y ofendíase este de
que un general nuevamente promovido y por una autoridad popu-
lar pudiese ser obstáculo á sus planes. Pero el primero por des-
gracia sometiéndose á la.superioridad que daban al de Castilla los
años, la costumbre del mando y sobre todo ser su dictamen el que




198 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
con mas gusto y entusiasmo abrazaba la muchedumbre, no se
opuso según hemos visto á salir de Benavente ni al tenaz propósito
de ir al encuentro del enemigo por las llanuras que se extendían
por el frente.
Batalla de Rióse- Noticiosos los franceses del intento de los españoles


co,(4dejniio. quisieron adelantárseles, y el 9 salió de Burgos el
general Bessiéres. No estaban el 13 á larga distancia ambos ejérci-
tos , y al amanecer del 14 de julio se avistaron sus avanzadas en
Palacios, legua y media distante de Rioseco. El de los franceses
constaba de 12,000 infantes y mas de 1500 caballos : superior en
número el de los españoles era inferiorísimo en disciplina, per-
trechos y sobre todo en caballería, tan necesaria en aquel terreno,
siendo de admirar que con ejército tan novel y desapercibido se
atreviese Cuesta á arriesgar una acción campal.


La desunión que habia entre los generales españoles, sino del
lodo manifiesta todavía, y la condición imperiosa y terca del de
Castilla, impidieron que de antemano se tornasen mancomunada-
mente las convenientes disposiciones. Blake en la tarde del 15, al
aviso de que los franceses se acercaban, pasó desde Caslromonte,
en donde tenia su cuartel general, á Rioseco, en cuya ciudad es-
taba el de Cuesta, y juntos se contentaron con reconocer el camino
que va á Yalladolid, persuadido el último que por allí habían de
atacar los franceses. A esto se limitaron las medidas previamente
combinadas.


Volviendo Don Joaquín Blake á su campó, preparó su gente,
reconoció de nuevo el terreno, y alas dos de la madrugada del 14
situó sus divisiones en el parage que le pareció mas ventajoso, no
esperando grande ayuda de la cooperación de Cuesta. Empezó sin
embargo este á mover su tropa en la misma dirección á las cuatro
de la mañana; pero de repente hizo parada, sabedor de que el
enemigo avanzaba del lado de Palacios á la izquierda del camino
que de Rioseco va á Valladolid. Advertido Blake tuvo también que
mudar de rumbo y encaminarse á aquel punto. Ya se deja discur-
rir de cuánto daño debió de ser para alcanzar la victoria movi-
miento tan inesperado, teniendo que hacerse por paisanos y tropas
bisoftas. Culpa fue grande del general de Castilla no estar mejor
informado en un tiempo en que todos andaban solícitos en acechar
voluntariamente los pasos del ejército francés. Cuesta temiendo
ser atacado pidió auxilio al general Blake, quien le envió su cuarta
división al mando del marqués de Portago, y se colocó él mismo
con la vanguardia, los voluntarios de Navarra y primera división
en la llanura que á manera de mesa forma lo alto de una loma
puesta á la derecha del camino que media entre Rioseco y Palacios,
y á cuyo descampado llaman los naturales Campos de Moncün.
Constaba esta fuerza de 9000 hombres. No era respetable la po-
sición escogida, siendo por varios puntos de acceso no difícil.




LIBRO CUARTO. 1 9 9
Cuesta se situó detras á la otra orilla del camino, dejando entre
sus cuerpos y los de Blake un claro considerable. Mantúvose asi
apartado por haber creído según parece que eran franceses los
soldados del provincial dé León que se mostraron á lo lejos por su
izquierda, y quizá también llevado de los zelos que le animaban
contra el otro general su compañero.


Al avanzar dudó un momento el mariscal Bessiéres si acometería
á los españoles, imaginándose que eran muy superiores en número
á ios suyos. Pero habiendo examinado de mas cerca la extraña
disposición, por la cual quedaba un claro en tanto grado espa-
cioso que parecían las tropas de su frente mas bien ejércitos dis-
tintos que separados trozos de uno mismo y solo, recordó lo que
habia pasado allá en Cabezón, y arremetiendo sin tardanza resolvió
interponerse entre Blake y Cuesta. Habia juzgado el francés que
eran dos líneas diversas, y que la ignorancia é impericia de los ge-
fes había colocado á los soldades tan distantes unos de otros. Difícil
era por cierto presumir que el interés de la patria, ó por lo menos
el honor militar, no hubiese acallado en un dia de batalla mezqui-
nas pasiones. Nosotros creemos que hubo de parte de Cuesta el
deseo de campear por si solo y acudir al remedio de la derrota
luego que hubiese visto destrozado en parte ó por lo menos muy
comprometido á su rival. No era dado á su ofendido orgullo des-
cubrir lo arriesgado y aun temerario de tal empresa. De su lado
Blake hubiera obrado con mayor prudencia si, conociendo la infle-
xible dureza de Cuesta, hubiese evitado exponerse á dar batalla
con una parte reducida de su ejército.


Prosiguiendo Bessicres en su propósito ordenó que el general
Merle y Sabathier acometiesen el primero la izquierda de la po-
sición de Blake y el segundo su centro. Iba con ellos el general
Lasalle acompañado de dos escuadrones de caballería. Resistieron
con valor los nuestros, y muchos aunque bisónos aguantaron la
embestida, como si estuvieran acostumbrados al fuego de largo
tiempo. Sin embargo el general Merle encaramándose del lado del
camino por el tajo de la meseta, los nuestros comenzaron á ciar,
y á desordenarse la izquierda de Blake. En tanto avanzaba Mou-
ton para acometer á los de Cuesta, é interponerse entre ¡os dos
grandes y separados trozos del ejército español. A su vista los
carabineros reales' y guardias de corps sin aguardar aviso se mo-
vieron y en una carga bizarrísima arrollaron las tropas ligeras del
enemigo, y las arrojaron en una torrentera de las que causan en
aquel pais las lluvias. Fue al socorro de los suyos la caballería de la
guardia imperial, y nnestros ginetes cediendo al número se guare-
cieron de su infantería. Cayeron muertos en aquel lance los ayu-
dantes mayores de carabineros Escobedo y Chaperon, lidiando
este bravamente y cuerpo á cuerpo con varios soldados del ejér-
cito contrario. Arreciando la pelea, se adelantó la cuarta división de




200 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Galicia, puesta antes á las órdenes inmediatas de Cuesta con con-
sentimiento de Blake. Dicen unos que obró por impulso propio,
otros por acertada disposición del primer general. Iban en ella dos
batallones de granaderos entresacados de varios regimientos, el
provincial de Santiago y el de linea de Toledo, á íos que se agrega-
ron algunos bisónos, entre otros el de Govadonga. Arremetieron
con tal brio que fueron los franceses rechazados y deshechos, co-
giendo los nuestros cuatro cañones. Momento apurado para el ene-
migo y que dio indicio de cuan otro hubiera sido el éxito de la ba-
talla á haber habido mayor acuerdo entre los generales españoles.
Mas la adquirida ventaja duró corto tiempo. En el intervalo había
crecido el desorden y la derrota en las tropas de Blake. En balde
este general había querido contener al enemigo con la columna de
granaderos provinciales que tenia como en reserva. Estos no cor-
respondieron á lo que su fama prometía por culpa en gran parte de
algunos de íos gefes. Fueron como los demás envueltos en el des-
orden, y caballos enemigos que subieron á la altura acabaron de
aumentar la confusión. Entonces Merle mas desembarazado revolvió
sobre la cuarta división que habia alcanzado la ventaja arriba indi-
cada, y flanqueándola por su derecha la contuvo y desconcertó.
Los franceses luego acometieron intrépidamente por todos lados,
extendiéronse por la meseta ó alto de la posición de Blake, y todo
lo atrepellaron y desbarataron, apoderándose de nuestras no
aguerridas tropas la confusión y el espanto. Individualmente hubo
soldados, y sobre todo oficiales que vendieron caras sus vidas, con-
tándose entre los mas valerosos al ilustre conde de Maceda, quien
pródigo de su grande alma, cual otro Paulo, prefirió arrojarse á la
muerte antes que ver con sus ojos la rota de los suyos. Vanos fue-
ron los esfuerzos del general Blake y de los de su estado mayor,
particularmente de los distinguidos oficiales Don Juan Moscoso,
Don Antonio Burriel y Don José Maldonado, para rehacer la gente.
Eran sordos á su voz los mas de los soldados, manteniéndose por
aquel punto solo unido y lidiando el batallón de voluntarios de Na-
varra mandado por el coronel Don Gabriel de Mendizabal. Cun-
diendo el desorden no fue tampoco dable á Cuesta impedir la con-
fusión de los suyos, y ambos generales españoles se retiraron á
corta distancia uno de otro sin ser muy molestados por el enemigo,
pero entre sí con ánimo mas opuesto y enconado. Tomaron el ca-
mino de Villalpando y Benavente. Pasó de 4000 la pérdida de los
nuestros entre muertos, heridos, prisioneros y extraviados, con
varias piezas de artillería. De los contrarios perecieron unos 500 y
mas de 700 fueron los heridos. Lamentable jornada debida á la
obstinada ceguedad é ignorancia de Cuesta, al poco concierto entre
él y Blake, y á la débil y culpable condescendencia de la junta de
Galicia. La tropa bisoña y aun el paisanage, habiendo peleado largo
rato con entusiasmo y denuedo, claramente mostraron lo que con




LIBRO CUARTO. 201
mayor disciplina y mejor acuerdo de los gefes hubieran podido lle-
var á glorioso remate. Mucho perjudicó á la causa de la patria tan
triste suceso. Se perdieron hombres, se consumieron en balde ar-
mas y otros pertrechos, y sobre todo se menoscabó en gran ma-
nera la confianza.


Rioseco pagó duramente la derrota padecida casi & sus puertas.
Nunca pudo autorizar el derecho de la guerra el saqueo y destruc-
ción de un pueblo que por sí no había opuesto resistencia. Mas el
enemigo, con pretexto de que soldados dispersos habían hecho fuego
cerca de los arrabales, entró en la ciudad matando por calles y
plazas. Los vecinos que quisieron fugarse murieron casi todos á la
salida. Allanaron los franceses las casas, los conventos y los tem-
plos , destruyeron las fábricas, robándolo todo y arruinándolo.
Quitaron la vida á mozos, ancianos y niños, á religiosos y á varias
mugeres, violándolas á presencia de sus padres y maridos. Llevá-
ronse otras al campamento, abusando de eUas hasta que hubieron
fallecido. Quemaron mas de cuarenta casas, y coronaron tan hor-
rorosa jornada con formar de la hermosa iglesia de Santa Cruz un
infame lupanar, en donde fueron víctima del desenfreno de la sol-
dadesca muchas monjas, sin que se respetase aun á las muy ancia-
nas. No pocas horas duró el tremendo destrozo.


Bessiéres después de avanzar hasta Benavente Avanza Bessiéres
persiguió á Cuesta camino de León, á cuya ciudad 4 L e o n '
llegó este el 17, abandonándola en la noche del 18 para retirarse
hacia Salamanca. El general francés que habia dudado antes si iría
ó no á Portugal, sabiendo este movimiento y el que Blake y los as-
turianos se habían replegado detras de las montañas, desistió de su
intento y se contentó con entrar en Leon y recorrer la tierra llana.
Desde el 22 abrió el mariscal francés correspondencia Su corresponden -
con Blake haciéndole proposiciones muy ventajosas c i a c o n B l a*°'
para que él y su ejército reconociesen á José. Respondióle el gene-
ral español xon firmeza y decoro, concluyendo los tratos con una
carta de este demasiadamente vanagloriosa, y una respuesta de su
contrario atropellada y en que se pintaba el enfado y n
despecho*.


La batalla de Rioseco fatal para los españoles llenó de júbilo á
Napoleón, comparándola con la de Villaviciosa que habia asegurado
la corona en las sienes de Felipe V. Satisfecho con la agradable
nueva, ó mas bien sirviéndole de honroso y simulado motivo, aban-
donó á Bayona, de donde el 21 de julio por la noche salió para
París, visitando antes los departamentos del mediodía. No fue la
vez primera ni la única en que, alejándose á tiempo, procuraba que
sobre otros recayesen las faltas y errores que se cometían en su
ausencia.


José, á quien dejamos á la raya de España y pisan- v¡age ,i« José a
do su territorio, el 9de julio habia seguido su camino á M a d r i d '




202 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
cortas jornadas. A do quiera que llegaba acogíanle fríamente; las
calles de los pueblos estaban en soledad y desamparo, y no había
para recibirle sino las autoridades que pronunciaban discursos, for-
zadas por la ocupación francesa. El 16 supo en Burgos las resultas
de la batalla de Rioseco, con lo que mas desahogadamente le fue
lícito continuar su viageá Madrid. En el tránsito quiso manifestarse
afable, Jo cual dio ocasiónalos satíricos donaires de los queleoian;
porque, poco práctico en la lengua española, alteraba su pureza
con vocablos y acento de la italiana, y sus arengas en vez de cauti-
var los ánimos solo los movían á risa y burla.
Su entrada en la


El 20 en fin llegó á Chamartin á mediodía y se apeó
capital. e n ¡ a q U i n t a del duque del Infantado, disponiéndose á


hacer su entrada en Madrid. Verificóla pues en aquella propia lardea
las seis y media, yendo por la puerta de Recoletos, calle de Alcalá
y Mayor hasta palacio. Habian mandado colgar y adornar las casas.
Raro ó ninguno fue el vecino que obedeció. Venia escoltado para
seguridad y mayor pompa de mucha infantería y caballería, gene-
rales y oficiales de estado mayor, y contados españoles de los que
estaban mas comprometidos. Interrumpíase la silenciosa marcha con
los solos vivas de algunos franceses establecidos en Madrid, y con
el estruendo de la artillería. Las campanas en lugar de tañer como
á fiesta las hubo que doblaron á manera de día de difuntos. Pocos
fueron los habitantes que se asomaron ó salieron á ver la ostenlosa
solemnidad. Y aun el grito de uno que prorumpió en viva Fernan-
do VII causó cierto desorden por el recelo de alguna oculta trama.
Recibimiento que representaba al vivo el estado de los ánimos, y
singular en su contraste con el que se habia dado á Fernando Vil
en 24 de marzo. Asemejóse muy mucho al de Carlos de Austria en
1710, en el que se mezclaron con los pocos vítores que le aplau-
dían varios que osaron aclamar á Felipe V. Pero José no se ofendió
ni de extraños clamores ni de la expresiva soledad como el austría-
co. Esle al llegar ala puerta de Guadalajara torció ala derecha y se
salió por la calle de Alcalá diciendo « que era una corle cin gente. »
José se posesionó de Palacio y desde luego admitió á cumplimen-
tarte á Vas autoridades, consejos y principales personas a\ efecto
citadas.


Ahora no parecerá fuera de propósito que nos
Retrato de José. ¿gfgjjggjnQs ¿ , ] a r u n a ¡fj e a f s ¡ Jj j e n sucjnla , del nueVO
rey, de su carácter y prendas. Comenzaremos por asentar con des-
apasionada libertad que en tiempos serenos y asistido de auto-
ridad , sino mas legítima por los menos de origen menos odioso, no
hubiera el intruso deshonrado el solio, mas sí cooperado á la feli-
cidad de España. José había nacido en Córcega , año de 1768. Ha-
biendo estudiado en el colegio de Autun en Borgoña , volvió á su
patria en 1785 en donde después fue individuo de la administración
departamental, á cuya cabeza estaba el célebre Paoli. Casado




LIBRO CUARTO. 205
en 1794 con una hija de Mr. Clari, hombre de los mas acaudalados
de Marsella, acompañó al general Bonaparle en su primera cam-
paña de Italia. Hallábase embajador en Roma á la sazón que suble-
vándose el pueblo acometió su palacio y mató á su lado al general
Duphot. Miembro á su regreso del consejo de los Quinientos,
defendió con esfuerzo á su hermano que, entonces en Egipto, era
vivamente atacado po? el directorio. Después de desempeñar comi-
siones importantes y de haber firmado el concordato con el papa,
los tratados de Luneville, Amieus y otros, tomó asiento en el senado.
Mas cuando Napoleón convirtió la Francia en un vasto campo mili-
tar y sus habitantes en soldados, ciñó á su hermano la espada ,
dándole el mando del cuarto regimiento de linea, uno de los des-
tinados al tan pregonado desembarco de Inglaterra. No descolló
empero en las armas, cual conviniera al que fue á domeñar después
una nación fiera y altiva como la española. Al subir Napoleón al
trono ofreció á José la corona de Lotnbardia que se negó á admitir,
accediendo en 1806 á recibir la de Ñapóles, cuyo reino gobernó
con algún acierto. Fue en España mas desgraciado á pesar de las
prendas qne le adornaban. Nacido en la clase particular y habiendo
pasado por los vaivenes y trastornos de una gran revolución polí-
tica , poseia á fondo el conocimiento de los negocios públicos y el
de los/hombres. Suave de condición, instruido y agraciado de ros-
tro, y atento y delicado en sus modales, hubiera cautivado á su
partido las voluntades españolas, si antes no se las hubiera tan
gravemente lastimado en su pundonoroso orgullo. Ademas la ex-
trema propensión de José á la molicie y deleites, oscureciendo
algún tanto sus bellas dotes, dio ocasión á que se inventasen res-
pectó de su persona ridiculas consejas y cuentos creídos por una
multitud apasionada y enemiga. Asi fue que, no contentos con
tenerle por ebrio y disoluto, deformáronle hasta en su cuerpo
fingiendo que era tuerto. Su misma locución fácil y florida perju-
dicóle en gran manera, pues arrastrado de su facundia se arrojaba
como hemos advertido á pronunciar discursos en lengua que no le
era familiar, cuyo inmoderado uso unido á la fama exagerada de
sus defectos provocó á componer farsas populares que, represen-
tadas en todos los teatros del reino, contribuyeron no tanto al odio
de.su persona como á su desprecio; afecto del ánimo mas temible
para el que anhela afianzar en sus sienes una corona. Por tanto
José, si bien enriquecido de ciertas y laudables calidades, carecía
de las virtudes bélicas y austeras que se requerían entonces en Es-
paña, y sus imperfecciones, débiles lunares en otra coyuntura,
ofrecíanse abultadas á los ojos de una nación enojada y ofendida.


Los pocos dias que el nuevo rey residió en Madrid
se pasaron en ceremonias y cumplidos. Señalóse el 2 Ü S U I , R O C L A M A C " > "
de julio para su proclamación. Prefirieron aquel dia por ser el de
Santiago, creyendo asi agradar á la devoción española que le reco-




204 REVOLUCIÓN DE ESPAM.
nocia como patrón del reino. Hizo las veces de alférez mayor el
conde de Campo de Alange, estando ausente y habiendo rehusado
asistir el marqués de Astorga á quien de derecho competía.


Todas las autoridades después de haber cumplimen-
Su reconocimien- i * T . . . » . . .


w. tado a José le prestaron con los principales persona-
consejo de cas- ges juramento de fidelidad. Solo se resistieron el con-


1" l a' sejo de Castilla y la sala de alcaldes. Muy de elogiar
seria la conducta del primero, si con empeño y honrosa porfía se
hubiera antes constantemente opuesto á las resoluciones de la au-
toridad intrusa. Había sí á veces suprimido la fórmula, al publicar
sus decretos, de que estos se guardasen y cumpliesen; pero impri-
miéndose y circulándose á su nombre, el pueblo que no se detenia
en otras particularidades achacaba al consejo y vituperaba en él
la autorización de tales documentos, y los hombres entendidos
deploraban que se sirviese de un efugio indigno de supremos ma-
gistrados. Porque al paso que doblaban la cerviz al usurpador,
buscaban con sutilezas é impropios ardides un descargo á la se-
vera responsabilidad que sobre ellos pesaba; proceder que los mal-
quistó con todos los partidos.


*Desde la llegada de José á España habíase ordenado al consejo
que se dispusiese á prestar el debido juramento. En el 22 de julio ex-
presamente se le reiteró cumpliese con aquel acto, según lo preve-
nido en la constitución de Bayona la cual ya de antemano se le ha-
bía ordenado que circulase. El consejo, sabedor de la resistencia
general de las provincias, y previendo el compromiso á que se ex-
ponía, habia procurado dar largas, y no antes del 24 respondió á
las mencionadas órdenes. En dicho día remitió dos representacio-
nes que abrazaban ambos puntos el del juramento y el de la cons-
titución. Acerca de la última expuso : « que él no representaba á
« la nación, y sí únicamente las cortes, las que no habían recibido
« la constitución; que seria una manifiesta infracción de todos los de-
c rechos mas sagrados el que tratándose, no ya del establecimiento
« de una ley sino de la extinción de todos los códigos legales y de
« la formación de otros nuevos, se obligase á jurar su observancia
t antes que la nación los reconociese y aceptase. > Justa y saluda-
ble doctrina de que en*adelante se desvió con frecuencia el mismo
consejo.


Hasta en el presente negocio cedió al fin respecto de la constitu-
ción de Bayona, cuya publicación y circulación tuvo efecto con su
anuencia en 26 de julio. Animáronte á continuar en la negativa del
pedido juramento los avisos confidenciales que ya llegaban del es-
tado apurado de los franceses en Andalucía : por lo cual el 28 in-
sistió en las razones alegadas, añadiendo nuevas de conciencia. A
unas y á otras le hubiera la necesidad obligado á encontrar salida
y someterse á lo que se le ordenaba, según antes habia en todo
practicado, si grandes acontecimientos allende la Sierra-Morena no




LIBRO CUARTO. 205
hubieran distraído de los escrúpulos del consejo y suscitado nuevos
é impensados cuidados al gobierno intruso.


Al llegar aquí de suyo se nombra la batalla de Bailen : memora-
ble suceso que exige lo refiramos circunstanciadamente.


No habrá el lector olvidado como Dupont después
de abandonar á Córdoba se habia replegado á Andú- tos qne precedie-
jar, y asentando allí su cuartel general, sucesiva- d e ^ t a n e n . b a t a l l a
mente habia recibido los refuerzos que le llevaron los
generales Vedel y Gobert. Antes de esta retirada y para impedirla
se habia formado un plan por los españoles. Don Francisco Javier
Castaños se oponia á que este se realizase, pensando quizá funda-
damente que ante todo debia organizarse el ejército en un campo
atrincherado delante de Cádiz. En tanto Dupont frustró con su
movimiento retrógrado el intento que había habido de rodearle.
Alentáronse los nuestros, y solo Castaños insistió de nuevo en su
anterior dictamen. Inclinábase á adoptarle la junta de Sevilla hasta
que arrastrada por la voz pública, y noticiosa de que tropas de re-
fresco avanzaban á unirse al enemigo, determinó que se le ata-
case en Andújar.
, Castaños desde que habia tomado el mando del ejército de Anda-
lucía habia tratado de engrosarle, y disciplinar á los innumerables
paisanos que se presentaban á alistarse voluntariamente. En Utrera
estableció su cuartel general, y en aquel pueblo y Carmona se
juntaron unas en pos de otras todas las fuerzas, asi las que venían
de San Roque, Cádiz y Sevilla, como las que con Echavarri habían
peleado en Alcolea. No tardaron mucho las de Granada en apro-
ximarse y darse la mano con las demás. Para mayor seguridad
rogó Castaños al general Spencer, quien con 5000 ingleses según
se apuntó estaba en Cádiz á bordo de la escuadra de su nación, que
desembarcase y tomase posición en Jerez. Entonces no condescen-
dió este general con su deseo, prefiriendo pasar á Ayamonte y
sostener la insurrección de Portugal. No tardó sin embargo el in-
glés en volver y desembarcar en el puerto de Santa María, en
donde permaneció corto tiempo sin tomar parte en la guerra de
Andalucía.


Puestos de inteligencia los {jefes españoles dispusie-
. , . 1 Distribución


ron su ejercito en tres divisiones con un cuerpo de re- dei ejército es Pa-
serva. Mandaba la primera Don Teodoro Reding con ™' d e A n a a l u -
la gente de Granada; la segunda el marqués de Cou-
pigny, y se dejó la tercera á cargo de Don Félix Jones que debia
obrar unida á la reserva capitaneada por Don Manuel de la Peña.
El total de la fuerza ascendía á 25,000 infantes y 2000 caballos. A
las órdenes de Don Juan de la Cruz habia una corta división, com-
puesta de las compañías de cazadores, de algunos cuerpos de pai-
sanos y otras tropas ligeras, con partidas sueltas de caballería,
que en todo ascendía á 1000 hombres. También Don Pedro Valde-




206 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
cañas mandaba por otro lado pequeños destacamentos de gente
allegadiza.


Los españoles avanzando se extendieron desde el I o de julio por
el Carpió y ribera izquierda del Guadalquivir. Los franceses para
buscar viveres y cubrir su flanco habían al propio tiempo enviado
á Jaén el general de brigada Cassagne con 1500 hombres. A las
once del mismo dia acercándose los franceses á la ciudad tuvieron
varios reencuentros con los nuestros, y hasta el 3 que por la noche
%i desampararon estuvieron en continuado rebato y pelea, ya con
paisanos y ya con el regimiento de suizos de Reding y voluntarios
de Granada, que habían acudido á la defensa de los suyos. Dupont
sabedor del movimiento del general Castaños, no queriendo tener
alejadas sus fuerzas, había ordenado á Cassagne que retrocediese,
y asi se libertó Jaén de la ocupación de unos soldados que tanto
daño le habían ocasionado en la primera.


consejo cele- Instando de todos lados para que se acometiese de-
branoparaaiacur cididamente al enemigo, celebraron en Porcuna el


os ranee»!,. ^ ^ j o s ^efes e S p 3 n o [ c s u n consejo de guerra
en el que se acordó el plan de ataque. Conforme á lo convenido
debia Don Teodoro Reding cruzar el Guadalquivir por Mengíbar y
dirigirse sobre Bailen, sosteniéndole el marqués de Coupigny que
había de pasar el rio por Villanueva. Al mismo tiempo Don Fran-
cisco Javier Castaños quedó encargado de avanzar con la tereera di-
visión y la reserva y atacar de frente al enemigo, cuyo flanco de-
recho debía ser molestado por las tropas ligeras y cuerpos francos
de Don Juan de la Cruz, quien atravesando por el puente de Mar-
molejo, que aunque cortado anteriormente estaba ya transitable,
se situó al efecto en las alturas de Sementera.


El 15 se empezó á poner en obra el concertado movimiento, y el
15 hubo varias escaramuzas. Dupont, inquieto con las tropas que
veia delante de sí, pidió á Vedel que le enviase de Bailen el socorro
de una brigada; pero este no queriendo separarse de sus soldados
fue en persona con su división, dejando solamente á Liger-Belair
con 1300 hombres para guardar el paso de Mengíbar. En el mis-
mo 15 los franceses atacaron á Cruz, quien después de haber com-
batido bizarramente se trasfirió á Peñascal de Morales, replegán-
dose los enemigos á sus posiciones. No hubo en el 16 por el frente,
ó sea del lado de Castaños, sino un recio cañoneo; pero fue grave
y glorioso para los españoles el choque en que se vio empeñado en
el propio dia el general Reding.
Acción de sien- Según lo dispuesto trató este general de atacar al


gibar. enemigo, y al tiempo que le amenazaba en su posición
de Mengíbar, á las cuatro de la mañana cruzó el rio á media legua
por el vado apellidado del Rincón. Le desalojó de todos los puntos,
y obligó á Liger-Belair á retirarse hacia Bailen, de donde volando
á su socorro el general Gobert, recibió este un balazo en la cabeza,




LIBRO CUARTO. LW
de que murió poco después. Cuerpos nuevos como el de Antequera
y otros se estrenaron aquel día con el mayor lucimiento. Contribuyó
en gran manera al acierto de los movimientos el experto y entendido
mayor general Don Francisco Javier Abadía. Nada embarazaba ya
la marcha victoriosa de los españoles; mas Reding como prudente
capitán suspendió perseguir al enemigo, y repasando por la tarde
el rio aguardó á que se le uniese Coupigny. Pareció ser dia de buen
agüero porque en 1212 en el mismo 16 de julio, según el cómputo
de entonces, habíase ganado la célebre batalla de las Navas de To-
Iosa, pueblo de alli poco distante : siendo de notar que el parage
en donde hubo mayor destrozo de moros, y que aun conserva el
nombre de Campo de Matanza, fue el mismo en que cayó mortal-
mente herido el general Gobert.


De resultas de este descalabro determinó Dupont que Vedel tor-
nase á Bailen, y arrojase los españoles del otro lado del rio. Empe-
zaba el terror á desconcertar á los franceses. Aumentóse con la
noticia que recibieron de lo ocurrido en Valencia, y por do quiera
no veían ni soñaban sino gente enemiga. Asi fue que Dufour, su-
cesor de Gobert, y Liger-Belair escarmentados con la pérdida que
el 16 experimentaron en Mengíbar, y temerosos de que los espa-
ñoles mandados por Don Pedro Valdecañas, que habian acometido
y sorprendido en Linares un destacamento francés, se apoderasen
de los pasos de la sierra y fuesen después sostenidos por la división
victoriosa de Reding, en vez de mantenerse en Bailen caminaron á
Guarroman tres leguas distante. Ya se habian puesto en marcha
cuando Vedel de vuelta de Andújar llegó al primer pueblo, y sin
aguardar noticia ni aviso alguno recelándose que Dufour y su
compañero pudiesen ser atacados prosiguió adelante, y uniéndose
á ellos avanzaron juntos á la Carolina y Santa Elena.


En el intermedio y al dia siguiente de la gloriosa acción que habia
ganado, movió el general Redmg su campo, repasó de nuevo el
rio en la tarde del 17, é incorporándosele al amanecer el marqués
de Coupigny entraron ambos el 18 en Bailen. Sin permitirá su gente
largo descanso disponíanse á revolver sobre Andújar, con intento de
coger á Dupont entre sus divisiones y las que habian quedado en los
Visos, cuando impensadamente se encontraron con las tropas de di-
cho general, que de priesa y silenciosamente caminaban. Habia el
francés salido de Andújar al anochecer' del 18, después de destruir
el puente y las obras que para su defensa habia levantado. Escogió
la oscuridad deseoso de encubrir su movimiento, y salvar el in-
menso bagage que acompañaba á sus huestes.


Abria Dupont la marcha con 2600 combatientes, batalla de Bailen ,
mandando Barbou la columna de retaguardia. Ni ^ *»}»«<>•
franceses ni españoles se imaginaban estar tan cercanos; pero des-
engañólos el tiroteo que de noche empezó á oirse en los puntos
avanzados. Los generales españoles, que estaban reunidos en una




208 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
almazara ó sea molino de aceite á la izquierda del camino de Andú-
jar, paráronse un rato con la duda de si eran fusilazos de su tropa
bisofla ó reencuentro con la enemiga. Luego los sacó de ella una
granada que casi cayó á sus pies á las doce y minutos de aquella
misma noche, y principio ya del dia 19. Eran en efecto fuegos de
tropas francesas que habiendo las primeras y mas temprano salido
de Andújar, habian tenido el necesario tiempo para aproximarse á
aquellos parages. Los gefes españoles mandaron hacer alto, y Don
Francisco Venegas Saavedra, que en la marcha capitaneaba la van-
guardia, mantuvo el conveniente orden, y causó diversión al ene-
migo en tanto que la demás tropa ya puesta en camino volvia á co-
locarse en el sitio que antes ocupaba. Los franceses por su parte
avanzaron mas allá del puente que hay á media legua de Bailen. En
unas y otras no empezó á trabarse formalmente la batalla hasta
cerca de las cuatro de la mañana del citado 19. Aunque los dos
grandes trozos ó divisiones, en que se habia distribuido la fuerza
española alli presente, estaban al mando de los generales Reding y
Coupigny, sometido este al primero, ambos gefes acudían indistin-
tamente con la flor de sus tropas á los puntos atacados con mayor
empeño. Ayudóles mucho para el acierto el saber y tino del mayor
general Abadía.


La primera acometida fue por donde estaba Coupigny. Rechazá-
ronla sus soldados vigorosamente, y los guardias waionas, suizos,
regimientos de Bujalance, Ciudad-Real, Trujillo, Cuenca, Zapa-
dores y el de caballería de España embistieron las alturas que el
enemigo señoreaba y le desalojaron. Roto este enteramente se aco-
gió al puente, y retrocedió largo trecho. Reconcentrando en seguida
Dupont sus fuerzas volvió á posesionarse de parle del terreno per-
dido, y extendió su ataque contra el centro y costado derecho es-
pañol en donde estaba Don Pedro Grimarest. Flaqueaban los
nuestros de aquel lado, pero auxiliados oportunamente por Don
Francisco Venegas, fueron los franceses del todo arrollados te-
niendo que replegarse. Muchas y porfiadas veces repitieron los
enemigos sus tentativas por toda la línea, y en todas fueron repeli-
dos con igual éxito. Manejaron con destreza nuestra artillería los
soldados y oficiales de aquella arma mandados por los coroneles
Den José Juncar y Don Antonio de la Cruz, consiguiendo des-
montar de un modo asombroso la de los contrarios. La sed cau-
sada por el intenso calor era tanta que nada disputaron los com-
batientes con mayor encarnizamiento como el apoderarse, ya unos
ya otros, de una noria sita mas abajo de la almazara antes men-
cionada.


A las doce y media de la mañana Dupont lleno de enojo púsose
con todos los generales á la cabeza de las columnas, y furiosa y
bravamente acometieron juntos al ejército español. Intentaron con
particular arrojo romper nuestro centro, en donde estaban los ge-




LIBRO CUARTO. 209
nerales Reding y Abadía, llegando casi á tocar con los cañones
los marinos de la guardia imperial. Vanos fueron sus esfuerzos,
inútil su conato. Tanto ardimiento y maestría estrellóse contra la
bravura y constancia de nuestros guerreros. Cansados los enemigos,
del todo decaídos, menguados sus batallones, y no encontrando
refugio ni salida, propusieron una suspensión de armas que aceptó
Reding.


Mientras que la victoria coronaba con sus laureles á este general,
Don Juan de la Cruz no habia permanecido ocioso. Informado del
movimiento de Dupont en la misma noche del 18 se adelantó hasta
los Baños, y colocándose cerca del Herrumblar á la izquierda del
enemigo, le molestó bastantemente. Castaños debió tardar mas
en saber la retirada de los franceses, puesto que hasta la mañana
del 19 no mandó á Don Manuel de la Peña ponerse en marcha.
Llevó este consigo la tercera división de su mando reforzada, que-
dándose con la reserva en Andújar el general en gefe. Peña llegó
cuando se estaba ya capitulando : habia antes tirado algunos caño-
nazos para que Reding estuviese advertido de su llegada, y quizá
este aviso aceleró el que los franceses se rindiesen.


Vedel en su correrla no habiendo descubierto por la sierra tro-
pas españolas, unido con Dufour permaneció el 18 en la Carolina,
después de haber dejado para resguardar el paso en Santa Elena
y Despeñaperros dos batallones y algunas compañías. Alli estaba
cuando al alborear del 19 oyendo el cañoneo del lado de Bailen.
emprendió su marcha, aunque lentamente, hacia el punto de
donde partía el ruido. Tocaba ya á las avanzadas españolas, y to-
davía reposaban estas con el seguro de la pactada tregua. Adver-
tido sin embargo Reding envió al francés un parlamento con la
nueva de lo acaecido. Dudó Vedel si respetaría ó no la suspensión
convenida, mas al fin envió un oficial suyo para cerciorarse del
hecho.


Ocupaban por aquella parte los españoles las dos orillas del ca-
mino. En la ermita de San Cristóbal, que está á la izquierda yendo
de Bailen á la Carolina, se habia situado un batallón de Irlanda ,
y el regimiento de Ordenes Militares al mando de su valiente co-
ronel Don Francisco de Paula Soler : en frente y del otro lado se
hallaba otro batallón de dicho regimiento de Irlanda con dos caño-
nes. Pesaroso Vedel de haber suspendido su marcha, ú obrando
quizá con doblez, media hora después de haber contestado al par-
lamento de Reding, y de haber enviado un oficial á Dupont,
mandó al general Cassagne que atacase el puesto de los españoles
últimamente indicado. Descansando nuestros soldados en la buena
fé de lo tratado, fuele fácil al francés desbaratar al batallón de Ir-
landa que alli habia, cogerle muchos prisioneros, y aun los dos
cañones. Mayor oposición encontró el enemigo en las fuerzas que
mandaba Soler, quien aguamó bizarramente la acometida que le


i. 14




210 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
dio el gefe de batallón Roche. Interesaba mucho aquel punto de la
ermita de San Cristóbal, porque se facilitaba apoderándose de
ella la comunicación con Dupont. Viendo la porfiada y ordenada
resistencia que los españoles ofrecian, iba Vedel á atacar en per-
sona la ermita, cuando recibió la orden de su general en gefe de
no emprender cosa alguna, con lo que cesó en su intento calificado
por los españoles de alevoso.


capitulación Negociábase pues el armisticio que antes se habia
del ejercito Irán- entablado. Fue enviado por Dupont para abrir los tra-
c é s ' tos el capitán Villoutreys de su estado mayor. Pedia
el francés la suspensión de armas y el permiso de retirarse libre-
mente á Madrid. Concedió Reding la primera demanda, advirtien-
do que para la segunda era menester abocarse con Don Francisco
Javier Castaños que mandaba en gefe. A él se acudió autorizando
los franceses al general Chabert para firmar un convenio. Incliná-
base Castaños á admitir la proposición de dejar á los enemigos re-
pasar sin estorbo la Sierra-Morena. Pero la arrogancia francesa
disgustando á todos, excitó al conde de Tilly á oponerse, cuyo
dictamen era de gran peso como individuo de la junta de Sevilla, y
de hombre que tanta parte habia tomado en la revolución. Vino en
su apoyo el haberse interceptado un despacho de Savary de que era
portador el oficial Mr. de Fenelon. Preveníasele á Dupont en su
contenido que se recogiese al instante á Madrid en ayuda de las tro-
pas que iban á hacer rostro á los generales Cuesta y Blake que
avanzaban por la parte de Castilla la Vieja. Tilly á la lectura del
oficio insistió con ahinco en su opinión, añadiendo que la victoria
alcanzada en los campos de Bailen de nada serviría sino de favore-
cer los deseos del enemigo, caso que se permitiese á sus soldados
ir á juntarse con los que estaban allende la sierra. A sus palabras
irritados los negociadores franceses se propasaron en sus expresio-
nes hablando mal de los paisanos españoles y exagerando sus exce-
sos. No quedaron eii zaga en su réplica los nuestros, echándoles
en cara escándalos, saqueos y perfidias. De ambas partes agrián-
dose sobremanera los ánimos, rompiéronse las entabladas nego-
ciaciones.


Mas los franceses no tardaron en renovarlas. La posición de su
ejército por momentos iba siendo mas crítica y peligrosa. Al ruido
de la victoria habia acudido de la comarca la población armada, la
cual y los soldados vencedores estrechando enderredor al enemigo
abatido y cansado, sofocado con el calor y sediento, le sumergían
en profunda aflicción y desconsuelo. Los gefes franceses no pudien-
do los mas sobrellevar la dolorosa vista que ofrecian sus soldados,
y algunos, si bien los menos, temerosos de perder el rico botin
que los acompañaba, generalmente persistieron en que se con-
cluyese una capitulación. Y como las- primeras conferencias no
habían tenido feliz resulta, escogióse para ajustaría al general Ma-




LIBRO CUARTO.
rescot que por acaso se habia incorporado al ejército de Dupont.
De antiguo conocía al nuevo plenipotenciario Don Francisco Javier
Castaños, y lisonjeáronse los que le eligieron con que su amistad lle-
varía la negociación á pronto y cumplido remate.


Habíanse ya trabado nuevas pláticas, y todavía hubo oficiales
franceses que, escuchando mas á los ímpetus de su adquirida gloria
que á lo que su situación y la fé empeñada exigían , propusieron
embestir de repente las líneas españolas, y uniéndose con Vedel
salvarse á todo trance. Dupont mismo sobrecogido y desalentado
dio órdenes contradictorias, y en una de ellas insinuó á Vedel que
se considerase como libre y se pusiese en cobro. Bastóle á este ge-
neral el permiso para empezar á retirarse por la noche burlándose
de la tregua. Notando los españoles su fuga, intimaron á Dupont
que de no cumplir él y los suyos la palabra dada, no solamente se
rompería la negociación, sino que también sus divisiones serian pa-
sadas á cuchillo. Arredrado con la amenaza, envió el francés oficia-
les de su estado mayor que detuviesen en la marcha á Vedel, el cual
aunque cercado de un enjambre de paisanos, y hostigado por el
ejército español, vaciló si habia ó no de obedecer. Mas aterrorizados
oficiales y soldados, era tanto su desaliento que de veintitrés gefes
que convocó á consejo de guerra, solo cuatro opinaron que debía
continuarse la comenzada retirada. Mal de su grado sometióse Ve-
del al parecer de la mayoría.


Terminóse pues la capitulación oscura y contradictoria en al-
guna de sus partes; lo que en seguida dio margen á disputas y
altercados*. Según los primeros artículos se hacia una , . A p n 1 5 }
distinción bien marcada entre las tropas del general
Dgpont y las de Vedel. Las unas eran consideradas Como prisio-
neras de guerra, debiendo rendir las armas, y sujetarse á la con-
dición de tales. A las otras sí bien forzadas á evacuar la Andalucía,
no se les obligaba á entregar las armas sino en calidad de depósito,
para devolvérselas á su embarco. Pero esta distinción desaparecía
en el artículo 6" en donde se estipulaba que todas las tropas fran-
cesas de Andalucía se harían á la vela desde San Lúcar y Rota para
Rochefort en buques tripulados por españoles. Ignoramos si hubo
ó no malicia en la inserción del artículo. Si procedió ó"e ardid de
los negociadores franceses, enredáronse entohces en su propio
lazo, pues no era hacedero aprestarlos suficientes barcos con tri-
pulación nacional. Tenemos por mas probable que anhelando todos
concluir el convenio se precipitaron á cerrarle, dejándole en parte
ambiguo y vago.


La capitulación firmóse en Andújar el 22 de julio por Don Fran-
cisco Javier Castaños y el conde de Tilly á nombre de los españoles,
y lo fue al de los franceses por los generales Marescot y Chabert.
AI dia siguiente desfiló la fuerza que estaba á las órdenes inmedia-
tas del general Dupont por delante de la reserva y tercera división




212 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
españolas, á cuyo frente se hallaban los generales Castaños y Don
Manuel de la Peña. Censuróse que se diera la mayor honra y prez
de la victoria á las tropas que menos habían contribuido á alcan-
zarla. Componíase Ja primera fuerza francesa de 8248 hombres,
Rind™ las armas ' a c u a ' rindió sus armas á 400 toesas del campo. El 24


ios franceses, trasladóse el mismo Castaños á Bailen, en donde las
divisiones de Vedel y Dufour que constaban de 9593 hombres
abandonaron sus fusiles, colocándolos en pabellones sobre el
frente de banderas. Ademas entregaron unos y otros las águilas
como también los caballos y la artillería que contaba 40 piezas.
De suerte que entre los que habían perecido en la batalla, los ren-
didos y los que después sucesivamente se rindieron en la sierra y
Mancha, pasaba el total del ejército enemigo de 21,000 hombres.
El número de sus muertos ascendía á mas de 2000 con gran número
de heridos. Entre ellos perecieron el general Dupré y varios ofi-
ciales superiores. Dupont quedó también contuso. De los nuestros
murieron 243, quedando heridos mas de 700.
Renejiones sobre Dia fue aquel de ventura y gloria para los españo-


la batana. j e s f j e eterna fama para sus soldados, de terrible y
dolorosa humillación para los contrarios. Antes vencedores estos
contra las mas aguerridas tropas de Europa, tuvieron que rendir
ahora sus armas á un ejército bisoño compuesto en parte de paisa-!
nos y allegado tan apresuradamente que muchos sin uniforme
todavía conservaban su antiguo y tosco vestido. Batallaron sin em-
bargo los franceses con honra y valentía; cedieron á la necesidad,
pero cedieron sin afrenta. Algunos de sus caudillos no pudieron
ponerse á salvo de una justa y severa censura. Allá en Roma en
parecido trance pasaron sus cónsules bajo el yugo despojados,
y medio desnudos al decir de Tito Livio : «Aqui ,hubo gefes que
« tuvieron mas cuenta con la mal ¿adquirida riqueza que con el
« buen nombre. > No ha faltado entre sus compatriotas quien haya
achacado la capitulación al deseo de no perder el cuantioso botín
que consigo llevaban. Pudo caber tan ruin pensamiento en ciertos
oficiales, mas no en su mayor y mas respetable número. Guerreros
bravos y veteranos lidiaron con arrojo y maestría; sometiéronse á
su mala estrella y á la dicha y señalado brio de los españoles.


La victoria pesada en la balanza do la razón casi tocó en portento.
Cierto que las divisiones de Reding y de Coupigny, únicas que en
realidad lidiaron, contaban un tercio de fuerza mas que las de
Dupont, constando estas de 8000 hombres, y aquellas de 14,000.
; Pero qué inferioridad en su composición! Las francesas superio-
rísimas en disciplina, bajo generales y oficiales inteligentes y
aguerridos, bien pertrechadas y con artillería completa y bien
servida, tenían la confianza que dan tamañas \entajas y una serie
no interrumpida de victorias. Las españolas mal vestidas y arma-
das, con oficiales por la mayor parte poco prácticos en el arte de




LIBRO CUARTO. 215 *
la guerra y coi» soldados inexpertos, eran mas bien una masa de
hombres de repente reunidos, que un ejército en cuyas filas hu-
biese la concordancia y orden propios de un ejército á punto de
combatir. Nuestra caballería por su mala organización conceptuá-
base como nula á pesar del valor de los ginetcs, al paso que la
francesa brillaba y se aventajaba por su arreglo y destreza. La po-
sición ocupada por los españoles no fue mas favorable que la de
los enemigos, habiendo al contrario tenido estos la fortuna de aco-
meter los primeros á los nuestros que comenzaban su marcha.
Podrá alegarse que hallándose á la retaguardia de Dupont las
fuerzas de Castaños y Peña, se le inutilizaba á aquel su superio-
ridad viéndose asi perseguido y estrechado; pero en respuesta
diremos que también Reding tuvo á sus espaldas las tropas de
Vedel, con la diferencia que las de Peña nunca llegaron al ataque,
y las otras le realizaron por dos veces. No es extraño que mortifi-
cados los vencidos con la impensada iota, la hayan asimismo acha-
cado á la penuria que experimentaban sus soldados, al cansancio y
al calor terrible en aquella estación y en aquel clima. Pero si los
víveres abundaban en el campo de los españoles, era igual ó mayor
la fatiga, y no herían con menos violencia los rayos del sol á mu-
chos de los que siendo de provincias mas frescas estaban tan des-
acostumbrados como los franceses á los ardores de las del mediodía,
de que varios cayeron sofocados y muertos. Hanse reprendido á
Dupont y á sus generales graves faltas, y ¡ cuáles no cometieron
los españoles! Si Vedel y los suyos corrieron á la Carolina tras un
enemigo que no existia, Castaños y la Peña se pararon sobrado
tiempo en los visos de Andújar, figurándose tener delante un ene-
migo que habia desaparecido. El general francés, reputado como
uno de los prinreros de su nación, aventajábase en nombradía ai
español, habiéndose ilustrado con gloriosos hechos en Italia, y en
las orillas del Danubio y del Elba. Castaños, después de haber
servido con distinción en la campaña de Francia de 1795, gozaba
fama de buen oficial y de hombre esforzado, mas no habia todavía
tenido ocasión de señalarse como general en gefe. Suave de con-
dición amábanle sus subalternos; mañero en su conducta acusábanle
otros de saber aprovecharse en beneficio propio de las hazañas
agenas. Asi fue que quisieron privarle de todo loor y gloria en
los triunfos de Bailen. Juicio apasionado é injusto. Pues si á la
verdad no asistió en persona á la acción, y anduvo lento err mo-
verse de Andújar, no por eso dejó de tomar- parte en la combina-
ción y arreglo acordado para atacar y destruir al enemigo. Por lo
demás la ventaja real que en esta célebre jornada asistió á los espa-
ñoles, fue el puro y elevado entusiasmo que los animaba y la cer-
teza de la justicia de la causa que defendían, al paso que los fran-
ceses decaídos en medio de un pueblo quelosaborrecia, abrumados
con su bagage y sus riquezas, conservaban sí el valor de la disci-




244 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
plina y el suyo propio, pero no aquella exaltación sublime con que
habían asombrado ai mundo en las primeras campañas de la
revolución.


Nos hemos detenido algún tanto en el cotejo de los ejércitos
combatientes y en el de sus operaciones, no para dar preferencia
en las armas á ninguna de las dos naciones, sino para descubrir la
verdad y ponerla en su mas espléndido y claro punto. Los habita-
dores de España y Francia como todos los de Europa igualmente
bravos y dispuestos á las acciones mas dignas y elevadas, han te-
nido sus tiempos de gloria y abatimiento, de fortuna y desdicha,
dependiendo sus victorias ó de la previsión y tino de sus gobiernos,
ó de la maestría de sus caudillos, ó de aquellos acasos tan comunes
en la guerra, y por los que con razón se ha dicho que las armas
tienen sus días.


camina «tejer- Los franceses después de haberse rendido empren-
dtorauíido a la dieron su viage hacia la costa de noche y á cortas jor- •


nadas. Ademas de las contradicciones é inconvenientes
que en sí envolvía la capitulación, casi la imposibilitaban las cir-
cunstancias del día. La autoridad, falta de Ja necesaria fuerza, no
podía enfrenar el odio que habia contra los franceses, causadores
de una guerra que Napoleón mismo calificó alguna vez de sacríle-


r xp n. »& •) ' ^ \yé¡s6.4.o C O V A qjifc e&a. \iah\a, to«veKia.4o,
los excesos, robos y saqueos cometidos en Córdoba


y su comarca, tanto mas pesados, cuanto recaían sobre pueblos no
habituados desde siglos á ver enemigos en sus hogares, excitaban
un clamor general, y creíase universalmente que ni pacto ní trata-
do debía guardarse con los que no habían respetado ninguno. En
semejante conflicto la junta de Sevilla consultó con los generales
Moría y Castaños acerca de asunto tan grave. Disintieron ambos
en sus pareceres. Con razón el último sostenía el fiel cumplimiento
de lo estipulado, en contraposición del primero que buscaba la
aprobación y aplauso popular. Adhirió la junta al dictamen de este,
aunque injusto é indebido. Para sincerarse circuló un papel en
cuyo contexto intentó probar que los franceses habían infringido
la capitulación, y que suya era la culpa si no se cumplía. Efugio in-
digno de la autoridad soberana cuando había una razón principalí-
sima , y que fundadamente podia producirse, cual era la falta de
trasportes y marinería.


Por pequeña ocasión aumentáronse las dificultades.
LatoC ' c áuMto Acaeció pues en Lebrija que descubriéndose casual-
ice ia presencia mente en las mochilas de algunos soldados mas di-
ñe los prisione- , i- i j » •


ros. ñero que el que correspondía á su estado y situación,
irritóse en extremo el pueblo, y ellos, para libertarse


del enojo que habia promovido el hallazgo, trataron de descar-
garse acusando á los oficiales. Del alboroto y pendencia resultaron
muertes y desgracias. Propúsoseles entonces á los prisioneros que




LIBRO CUARTO. 215
para evitar disturbios se sujetasen á un prudente registro, deposi-
tando los equipages en manos de la autoridad. No cedieron al me-
dio indicado, y otro incidente levantó en el puerto En ei pierio de
de Santa María gran bullicio. Al embarcarse allí el 14 Saa** Maril-
de agosto para pasar la bahía, cayóse de la maleta de un oficial
una patena y la copa de un cáliz. Fácil es adivinar la impresión que
causaría la vista de semejantes objetos. Porque ademas de contra-
venirse á Ja capitulación en que se habia expresamente estipulado
la restitución de los vasos sagrados, sé escandalizaba sobremanera
á un pueblo que en tan gran veneración tenia aquellas alhajas. En-
cendidos los ánimos, se registraron los mas de los eqcripages, y
apoderándose de.ellos se maltrató á muchos prisioneros y se les
despojó en general de casi todo lo que poseian.


Promovieron tales incidentes reclamaciones vivas
Corresponden-


del general Dupont y una correspondencia entre el y cía entre DOPOM
JDon Tomas de Moría gobernador de Cádiz. Pedia el y M o r l a -
francés en ella los equipages de que se habia privado á los suyos, é
insistiendo en su demanda contestóle entre otras cosas Morla : « ¿si
t podía una capitulación que solo hablaba de la seguridad de sus
« equipages darle la propiedad de los tesoros que con asesinatos,
* profanación de cuanto hay sagrado, crueldades y violencias ha-
« bia acumulado su ejército de Córdoba y otras ciudades? ¿Hay
« razón (continuaba), derecho ni principio que prescriba que se
t debe guardar fé ni aun humanidad á un ejército que ha entrado
« en un reino aliado y amigo so pretextos capciosos y falaces; que
» se ha apoderado de su inocente y amado rey y toda su familia con
« igual falacia; que les ha arrancado violentas é imposibles renun-
« cias á favor de su soberano, y que con ellas se ha creído autori-
« zado á saquear sus palacios y pueblos, y que porque no acceden
t á tan inicuo proceder, profanan sus templos y los saquean, asesi-
« nan sus ministros, violan las vírgenes, estupran á su placer bár-
« baro,y cargan y se apoderan de cuanto pueden trasportar, y
« destruyen lo que no? ¿Es posible que estos tales tengan la au-
« dacia oprimidos, cuando se les priva de estos que para ellos de-
« berian ser horrorosos frutos de su iniquidad, de reclamar los
« principios de honor y probidad? » Verdades eran estas si bien mal
expresadas, por desgracia sobradamente obvias y de todos conoci-
das. Mas las perfidias y escándalos pasados no autorizaban el que-
brantamiento de una capitulación contratada libremente por los
generales españoles. ¿Qué seria de las naciones, qué de su pro-
greso y civilización, si echándose recíprocamente en cara sus extra-
víos, sus violencias, olvidasen la fé empeñada y traspasasen y aba-
tiesen los linderos que ha fijado el derecho público y de gentes? En
Moría fue mas reprensible aquel lenguaje siendo militar antiguo, y
hombre que después á las primeras desgracias de su patria la aban-
donó villanamente y desertó al bando enemigo.




216 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Al paso que con las victorias de Bailen fue en las


Consternación . ' . 1 . i • . . , . . . , .


doigoBiernoifan- provincias colmado el jubilo y universal y extremado
ce» en Madrid. e j e n ( u s ¡ a s m o > consternóse y cayó como'postrado el
gobierno de Madrid. Empezó á susurrarse tan grave suceso en el
día 23. De antemano y varias veces se habia anunciado la deseada
victoria como si fuera cierta, por lo que los franceses calificaban la
voz esparcida de vulgar é infundada. Sacóles del error el aviso de
que un oficial suyo se aproximaba con la noticia. Llegó pues este,
y supieron los pormenores de la desgracia acaecida. Habia cabido
ser portador de la infausta nueva al mismo Mr. de Yilloutreys que
habia entablado en Bailen los primeros tratos, y á cuyo hado ad-
verso tocaba el desempeño de enfadosas comisiones. Según lo con-
venido en la capitulación un oficial francés escoltado por tropa es-
pañola debia en persona comunicarla al duque de Rovigo general
en gefe del ejército enemigo, y ordenar también en su tránsito por
la sierra y Mancha á los destacamentos apostados en la ruta, y que
formaban parte de las divisiones rendidas, ir á juntarse con sus
compañeros ya sometidos para participar de igual suerte. Cumplió
fielmente Mr. de Villoutreys con lo que se le previno, y todos obe-
decieron incluso el destacamento de Manzanares. Fue el de Madri-
lejos el que primero resistió á la orden comunicada.


Llegó á Madrid el fatal mensagero en 29 de julio.
Retirase josé. Congregó José sin dilación un consejo cottvpttesTO de
personas las mas calificadas. Variaron los pareceres. Fue el del
general Savary retirarse al Ebro. Todos al fin se sometieron á sir
opinión, asi por salir de la boca del mas favorecido de Napoleón,
como también porque avisos continuados manifestaban cuánto se
empeoraba el semblante de las cosas. Por todas partes se conmovian
los pueblos cercanos á la capital: no les intimidaba la proximidad
de las tropas enemigas; cortábanse las comunicaciones; en la Man-
cha eran acometidos los destacamentos sueltos, y ya antes en Vi-
llana habían sus vecinos desbaratado é interceptado un convoy con-
siderable. Agolpáronse uno tras otro los reveses y los contratiem-
pos : pocos hubo en Madrid de los enemigos y sus parciales que no


1 se abatiesen y descorazonasen. A muchos faltábales tiempo para
alejarse de un suelo que les era tan contrario y ominoso.


Españoles que
J o s é resuelto á partir, dejó á la libre voluntad de


ie siguen. i o s españoles queconél se habian comprometido que-
darse ó seguirle en la retirada. Contados fueron los que quisieron
acompañarle. De los siete ministros, Cabarrus, Ofarril, Mazar-
redo , Urquijo y Azanza mantuviéronse adictos á su persona y no
se apartaron de su lado. Permanecieron en Madrid Peñuela y Ce-
vallos. Imitaron su ejemplo los duques del Infantado y el del Par-
que , como casi lodos los que habian presenciado los acontecimientos
de Bayona y asistido á su congreso. No faltó quien los tachase de
inconsiguientes y desleales. Juzgaban otros diversamente, y decían




LIBRO CUARTO. 217
que los mas habían sido arrastrados á Francia ó por fuerza ó por en-
gaños , y que si bien se propasaron algunos á pedir empleos ó gra-
cias , nunca era tarde para reconciliarse con la patria, arrepentirse
de un tropiezo causado por el miedo ó la ciega ambición, y con-
tribuir á la justa causa en cuyo favor la nación entera se habia
pronunciado. Lo cierto es que ni uno quizá de los que siguieron á
José hubiera dejado de abrazar el mismo partido, á no haberles
arredrado el temor de la enemistad y del odio que las pasiones del
momento habían excitado contra sus personas.


Antes de abrir la marcha reconcentraron los enemigos hacia Ma-
drid las fuerzas de Moncey y las desparramadas á orillas del Tajo.
Clavaron en el Retiro y casa de la China mas de ochenta cañones, lle-
vándose las vagillas y alhajas de los palacios de la capital y sitios
reales, que no habian sido de antemano robadas. Tomadas estas
medidas empezaron á evacuar la capital inmediatamente. Salió José
el 30 cerrando la retaguardia en la noche del 31 el mariscal Moncey.
Respiraron del todo y desembarazadamente aquellos habitantes en
la mañana del I o de agosto. El 9 entró el fugitivo rey en Burgos
con Bessiéres, quien según órdenes recibidas se habia replegado
alli de tierra de León.


Acompañaron á los franceses en su retirada lágri- Destro™
mas y destrozos. Soldados desmandados y partidas e n u r e l 1
sueltas esparcieron la desolación y espanto por los pue-
blos del camino ó los poco distantes. Rezagábanse, se perdían para
merodear y pillar, saqueaban las casas, talaban los campos sin res-
pelar las personas ni lugares mas sagrados. Buitrago, el Molar,
Iglesias, Pedrezuela, Gandullas, Broajos y sobre todo la villa de
Venturada, abrasada y destruida, conservarán largo tiempo triste
memoria del horroroso tránsito del extrangero.


Continuó José su marcha y en Miranda de Ebro hizo parada, ex-
tendiéndose la vanguardia de su ejército á las órdenes del maris-
cal Bessiéres hasta las puertas de Burgos. Terminóse asi su malo-
grado y coito viage de Madrid, del que libres y menos apremiados
por los acontecimientos, pasaremos á referir los nuevos y esclareci-
dos triunfos que alcanzaron las armas españolas en las provincias
de Aragón y Cataluña.




LIBRO QUINTO.


Primer sitio y defensa de Zaragoza. — Asiento de la ciudad. — Estado apu-
rado de la misma. — Salida de Palafox, i 5 de junio. — Primera embestida
de los franceses contra Zaragoza y su derrota, i5 de junio. — Don Lorenzo
Calvo de Rozas. — Preparativos de defensa en Zaragoza. — Don Antonio
San Genis. — Intimación de Lefebvre Desnouettes. — El general Palafox en
Épila. — Acción de Épila.— Piensa Palafox en Volver á Zaragoza. —Entrada
allí de Lazan el »4 de junio. — Juramento de los zaragozanos.— — Amenaza
villana de un polaco á Calvo. — Conferencia y proposiciones de los gene-
rales franceses.— Los franceses reforzados.Verdier general en gefe.—Vuélase
un almacén depólvora.—Ataque contra el monte Torrero.— Castigo delcom-
mandante.— Llegadade un refuerzo á los españoles. — 3o de junio, principia
el bombardeo. — Nuevas obras de defensa de los sitiados. — Ataques del i°
y 2 de julio.—Agustina Zaragoza. — Entrada de Palafox el a en Zaragoza. —
Otros combates. — Puente echado por los franceses en San Lamberto. —
Estrago hecho por los mismos. —Otras medidas de los sitiados. — Apoderase
el enemigo de Yillafeliche.— Otros combates.— Ataques del 3 y 4 de agosto.
— Avanzan los franceses al Coso. — Salida de Palafox de Zaragoza. —
Vuelve Lazan el 5 con socorros. —• El 8 Palafox. — Continúan los choques
y reencuentros. — Los franceses reciben el 6 orden de retirarse Con-
traorden poco después.— Resolución magnánima de los zaragozanos.— i 3 ,
orden definitiva dada á los franceses de retirarse. — Llegada á Zaragozade
una división de Valencia. — Aléjanse los franceses de Zaragoza el 14. — Fin
del sitio. — Alegría de los aragoneses, estado de la ciudad. — Cataluña. —
Bloqueo de Figueras por los somatenes. — Socorre la plaza el general Reille.
— Don Juan Claros. — Vuelve Duhesme á Gerona. — Junta de Lérida.—
Tropas de Menorca mandadas por el marque's del Palacio. — El conde de
Caldague's va en socorro de Gerona. — Atacan los franceses á Gerona el i3
de agosto. — Son derrotados el 16. — Levantan el sitio. — Portugal. — Es-
tado de aquel reino y de su insureccion. — Evora. — Expedición inglesa
enviada á Portugal. — Sir Arturo Wellesley, •— Sale la expedición de Cork.
Desembarco en Mondego. Estado de Junot y sus disposiciones. — Acción
de Roliza. — Socorros llegados al eje'rcito ingle's. —Batalla de Vimeiro, 21 de
agosto. — Armisticio entre ambos ejércitos. — Convenio del almirante ruso
con el ingle's. — Convención de Cintra. — Españoles de Portugal. — Resta-
blecen los ingleses la regencia de Portugal. — Yelbes sitiada por los espa-
ñoles. — Almeida por los portugueses. — Desaprobación general de la con-
vención de Cintra en Inglaterra. — Declaración de S. M. B. de 4 de julio. —
Peticiones y reclamaciones que se hacen á los diputados españoles.—Du-
mouriez. — Conde de Artois. —Luis XVIII. — Príncipe de Castelcicala.


— Tropa española en Dinamarca. — Marque's de la Romana. — Lobo. —
Fábregues. — Se disponen á embarcarse las tropas del norte. — Kindelan.
— Kindelan y Guerrero. — Juramento de los españoles en Langeland. —
Dan la vela para España. —Trátase de reunir una junta central.— Situación
de Madrid. — Consejo de Castilla. — Sus manejos. — Opinión sobre aquel
cuerpo. — Estado de las juntas provinciales. — Llegada á Gibraltar del
príncipe Leopoldo de Sicilia. — Correspondencia entre las juntas. — Proce-
der del consejo.— Entrada en Madrid de Llamas y Castaños.— Proclamación
de Fernando VII. — Insurrección de Bilbao. — Movimientos en Guipúzcoa




LIBRO QUINTO. 219
y Navarra. — Nuevos manejos del consejo. — Propuesta de Cuesta á Casta-
ños. — Consejo de guerra celebrado en Madrid. — Prende Cuesta á Valdes y
Quintanilla. — Acaba el gobierno de las juntas provinciales.


Sin muro y sin torreones, según nos ha trasmi-
tido Floro *, defendióse largos años la inmortal Nu- ( A p u )
mancia conlra el poder&de Roma. También desguar- Primer sitio y
necida y desmurada resistió al de Francia con tenaz ¡^T""° Z a r a "
porfía, sino por tanto tiempo, la ilustre Zaragoza.
En esta como en aquella mancillaron su fama ilustres capita-
nes : y los impetuosos y concertados ataques del enemigo tuvieron
que estrellarse en los acerados pechos de sus invictos moradores.
Por dos veces en menos de un año cercaron los franceses á Zara-
goza; una malogradamente, otra con pérdidas é inauditos reveses.
Cuanto fue de realce y nombre para Aragón la heroica defensa de
su capital, fue de abatimiento y desdoro para sus sitiadores aguer-
ridos y diestros no haberse enseñoreado de ella pronto y de la pri-
mera embestida.


Baña á Zaragoza, asentada á la derecha margen, el Asiento de M
caudaloso Ebro. Cíñela al mediodía y del lado opuesto c l 0 l l ! l d '
Huerba acanalado y pobre , que mas abajo rinde á aquel sus aguas,
y casi en frente á donde desde el Pirineo viene también á fenecer el
Gallego. Por la misma parte y á un cuarto de legua de la ciudad se
eleva el monte Torrero, cuya altura atraviesa la acequia imperial,
que asi llaman al canal de Aragón por traer su origen del tiempo del
emperador Carlos V. Antes, del sitio hermoseaban á Zaragoza en
sus contornos feraces campiñas, viñedos y olivares con amenas^
y deleitables quintas, á que dan en la tierra el nombre de torres.
A izquierda del Ebro está el arrabal que comunica con la ciudad por
medio de un puente de piedra, habiéndose destruido otro de ma-
dera en una riada que hubo en 1802. Pasaba la población de 55,000
almas : menguó con las muertes y destrozos. No era Zaragoza ciu-
dad fortificada; diciendo Colmenar *, á manera de ( . A p „ 2 )
profecía, cosa ha de un siglo, « que estaba sin de-
* fensa, pero que reparaba esta falta el valor de sus habitantes. »
Cercaba solamente una pared de diez á doce pies de alto y de tres
de espesor, en parte de tapia y en otras de manipostería, interpo-
lada aveces y formada por algunos edificios y conventos, y en laque
se cuentan ocho puertas que dan salida al campo. No lejos de una de
ellas, que es la del Portillo, y extramuros se distingue la AljaJ'ería,
antigua morada de los reyes de Aragón,, rodeada de un foso y mura-
lla, cuyos cuatro ángulos guarnecen otros tantos bastiones. Las calles
en general son angostas, excepto la del Cosa muy espaciosa y larga,
casi en el centro de la ciudad, y que se extiende desde la puerta lla-
mada del Sol hasta la plaza del Mercado. Las casas de ladrillo y por
la mayor parte de dos ó tres pisos. La adornan edificios y conventos,




220 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
bien construidos y de piedra de sillería. La piedad admira dos sun-
tuosas catedrales, la de Nuestra Señora del Pilar y la de la Seo, en
las que alterna por años para su asistencia el cabildo. El último
templo antiquísimo, el primero muy venerado de los naturales por
la ¡mágen que en su santuario se adora. Como no es de nuestra in-
cumbencia hacer una descripción especial de Zaragoza, no nos de-
tendremos ni en sus antigüedades ni granAza, reservando para
después hablar de aquellos lugares, que á causa de la resistencia
que en ellos se opuso adquirieron desconocido renombre; poique
alli las casas y edificios fueron otras tantas fortalezas.


Si ningunas eran en Zaragoza las obras de fortificación, tampoco
abundaban otros medios de defensa. Vimos cuan escasos andaban
al levantarse en mayo. El corto tiempo trascurrido no había de-
Estado apurado jado aumentarlos notablemente, y antes bien se ha-


do Zaragoza. j j j a n minorado con los descalabros padecidos en Tudela
y Mallen. En semejante estado déjase discurrir la consternación de
Zarogosa al esparcirse la nueva, en la noche del 14 de junio, de
haber sido aquel día derrotado Don José de Palafox en las cer-
canías de Alagon, según dijimos en el anterior libro. Desapercibi-
dos sus habitantes tan solamente hallaron consuelo con la pre-
sencia de su amado caudillo, que no lardó en regresar á la ciudad.
Mas el enemigo no dio descanso ni vagar. Siguieron de cerca á Pa-
lafox , y tras él vinieron proposiciones del general Lefebvre Des-
nouettes á fin de que se rindiese, con un pliego enderezado al
propio objeto y firmado por los emisarios españoles Caslelfranco,
Villela y Pereira que acompañaban al ejército francés, y de quie-
nes ya hicimos mención.


Fue la respuesta del general Palafox ir al encuentro de los inva-
sores ; y con las pocas tropas que le quedaban, algunos paisanos y
saiidadePaiafoi, piezas de campaña se colocó fuera no lejos de la ciu-


tsdojunio. ¿ a c [ a j amanecer del 15. Estaba á su lado el marqués
de Lazan y muchos oficiales, mandando la artillería el capitán
Don Ignacio López. Pronto asomaron los franceses y trataron de
acometer á los nuestros con su acostumbrado denuedo. Pero Pala-
fox viendo cuan superior era el número de sus contrarios, deter-
minó retirarse, y ordenadamente pasó á Longares, pueblo seis
leguas distante, desde donde continuó al puerlo del Frasno cer-
cano á Calatayud : queriendo engrosar su corta división con la que
reunía y organizaba en dicha ciudad el barón de Versages.


Semejante movimiento si bien acertado en tanto que no se con-
sideraba á Zaragoza con medios para defenderse, dejaba á esta
ciudad del todo desamparada y á merced del enemigo. Asi se lo
imaginó fundadamente el general francés Lefebvre Desnouettes, y
con Sus 5 á 6000 infantes y 800 caballos á las nueve de la mañana
del mismo 15 presentóse con ufanía delante de las puertas. Habían
crecido dentro las angustias: no-eran arriba de 500 los militare*




LIBRO QUINTO. 221
que quedaban entre miñones y otros soldados : los cañones po-
cos y mal colocados como por gente á quien no guiaban oficiales
de artillería, pues de los dos únicos con quien se contaba en un
principio Don Juan Cónsul y Don Ignacio López, el último acom-
pañaba á Palafox y el primero por orden suya hallábase de comi-
sión en Huesca. El paisanage andaba sin concierto y por todas
partes reinaba la indisciplina y confusión. Parecía por tanto que
ningún obstáculo detendría á los enemigos, cuando el tiroteo de
algunos paisanos y soldados desbandados les obligó á hacer parada
y proceder precavidamente. De tan casual é impensado aconteci-
miento nació la memorable defensa de Zaragoza.


La perplejidad v tardanza del general francés alentó
r J / . J i i i c T I ' Primera embes-


a los que habían empezado á hacer fuego, y dio a otros tioa ae ios irán-
alas para ayudarlos y favorecerlos. Pero como aun í a g u L T s u de?-
no había ni balerías ni resguardo importante, consi- ™¿a- 1 5 d e in-
girieron algunos gínetes enemigos penetrar hasta den-
tro de las calles. Acometidos por algunos voluntarios y miñones de
Aragón al mando del coronel Don Antonio de l'orres, y acosados
por todas partes por hombres, mugeres y niños, fueron los mas
de ellos despedazados cerca de Nuestra Señora del Portillo, templo
pegado á la puerta del mismo nombre.


Enfurecidos los habitantes y con mayor confianza en sus fuerzas
después de la adquirida si bien fácil ventaja, acudieron sin distin-
ción de clase ni de sexo á donde amagaba el peligro, y llevando á
brazo los cañones antes situados en el mercado, plaza del Pilar y
otros parages desacomodados, los trasladaron á las avenidas por
donde el enemigo intentaba penetrar, y de repente hicieron contra
sus huestes horrorosas descargas. Creyó entonces necesario el ge-
neral francés emprender un ataque formal contra las puertas del
Carmen y Portillo. Puso su mayor conato en apoderarse de la últi-
ma, sin advertir que, situada á la derecha de la Aljafería, eran flan-
queadas sus tropas por los fuegos de aquei castillo, cuy as fortifica-
ciones , aunque endebles, le resguardaban de un rebate. Asi sucedió
que los que le guarnecían, capitaneados por un oficial retirado de
nombre Don Mariano Cerezo, militar tan bravo como patriota, es-
carmentaron la audacia de los que confiadamente se acercaban á
sus muros. Dejáronles aproximarse y á quema ropa los ametralla-
ron. En sumo grado contribuyó á que fuera mas certera la artille-
ría en sus tiros un oficial sobrino del general Guillelmi, quien
encerrado alli con su lio desde el principio de la insurrección, olvi-
dándose del agravio recibido, solo pensó en no dar quiebra á su
honra, y cumplió debidamente con lo que la patria exigía de su
persona. Igualmente fueron ios franceses repelidos en la puerta
del Carmen, sosteniendo por los lados el tremendo fuego, que de
frente se les hacia, escopeteros esparcidos entre las tapias ̂ alameda
y olivares, cuya buena puntería causó en las filas enemigas notable




2S22 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
matanza. Nadie rehusaba ir á la lid : las mugeres corrían á porfia
á estimular á sus esposos y á sus hijos, y atrepellando por medio
del inminente riesgo los socorrían con víveres y municiones. Los
franceses aturdidos al ver tanto furor y ardimiento titubeaban y
crecía con su vacilar el entusiasmo y valentía de los defensores. De
nuevo no obstante y reiteradas veces embistieron la entrada del
Portillo, desviándose de la Aljafería, y procurando cubrirse detras
de los olivares y arboledas. Menester fue para poner termino á la
sangrienta y reñida pelea que sobreviniese la noche. Bajo su am-
paro se retiraron los franceses á media legua de la ciudad, y reco-
gieron sus heridos, dejando el suelo sembrado de mas de 500 cadá-
veres. La pérdida de los españoles fue mucho mas reducida,
abrigados de tapias y edificios. Y de aquella señalada victoria, que
algunos llamaron de las Eras, resultó el glorioso empeño de los
zaragozanos de no entrar en pacto alguno con el enemigo y resistir
hasta el último aliento.


Fuera de sí aquellos vecinos con la victoria alcanzada, ignoraban
todavía el paradero del general Palafox. Grande fue su tristeza al
saber su ausencia, y no teniendo féen las autoridades antiguas ni en
Don lorenzo Cal- los demás gefes, los diputados y alcades de barrio á


YO de Rozas. nombre del vecindario se presentaron luego que cesó
el combate al corregidor é intendente Don Lorenzo Calvo de Rozas,
qtrehechura de Palafox merecía su confianza. Instáronle para que hi-
ciera sus veces, y condescendió con sus ruegos en tanto que aquel
no volviera. Unia Calvo en su persona las calidades que el caso re-
quería. Declarado abiertamente en favor de la causa pública, ha-
bíase fugado de Madrid en donde estaba avecindado. Hombre de
carácter firme y sereno encerraba en su pecho, con apariencias de
tibio , el entusiasmo y presteza de un alma impetuosa y ardiente.
Autorizado como ahora se veia por la voz popular y punzado por
el peligro que á todos amenazaba, empleó con diligencia cuantos
medios le sugeria el deseo de proteger contra la invasión extraña la
ciudad que se ponia en sus manos.


preparaüTos Prontamente llamó al teniente de rey Don Vicente
de detensa en Bustamante para que expidiese y firmase á los de su
Zaragoza. jurisdicción las convenientes órdenes. Mandó iluminar
las calles con objeto de evitar cualquiera sorpresa ó excesos; empe-
záronse á preparar sacos de tierra para formar baterías en las puer-
tas de Sancho, el Portillo, Carmen y Santa Engracia; abriéronse
zanjas ó cortaduras en sus evenidas; dispusiéronse á artillarlas, y se
levantó en toda la tapia que circuía á la ciudad una banqueta para
desde alli molestar al enemigo con la fusilería. Prevínose á los ve-
cinos en estado de llevar armas que se apostasen en los diversos
puntos debiendo alternar noche y dia; ocupáronse los niños y mu-
geres en tareas propias de su edad y sexo, y se encargó á los reli-
giosos hacer cartuchos de cañón y fusil, cumpliéndose con tan buen




LIBRO QUINTO. 223
deseo y ahinco aquellas disposiciones, que á las diez de la noche se
había ya convertido Zaragoza en un taller universal, en el que to-
dos se afanaban por desempeñar debidamente lo que á cada uno se
había encomendado.


Con mas lentitud se procedió en la construcción de baterías por
falta de ingeniero qui dirigiese la obra. Solo habia uno, que era
Don Antonio San Genis, y este habia sido el 15 llevado á la cárcel
por Jos paisanos que le conceptuaban sospechoso, ha- D o n Antonio san
hiendo notado que reconocía las puertas y la ronda G e n 1 s-
de la ciudad. Ignoróse su suerte en medio de la confusión, pelea y
agitación de aquel dia y noche, y solo se le puso en libertad por
orden de Calvo de Rozas en la mañana del lb\ Sin tardanza trazó
San Genis atinadamente varias obras de fortificación; esmerándose
en el buen desempeño, y ayudado en lugar de otros ingenieros por
los hermanos Tabuenca arquitectos de la ciudad. Pintan estos por-
menores, y por eso no son de mas, la situación de los zaragozanos,
y lo apurados y escasos qne estaban de recursos y de hombres in-
teligentes en los ramos entonces mas necesarios.


Los franceses atónitos con la ocurrido el 15, juz- I n l i m a C | O T d e
garon imprudente empeñarse en nuevos ataques antes Letenvre De»,
de recibir de Pamplona mayores fuerzas, con arti- n o ° e " e s -
llería de sitio, morteros y municiones Correspondientes. Mientras
que llegaba el socorro queriendo Lefebvre probar la via de la nego-
ciación , intimó el 17 que á no venir á partido pasaría á cuchillo á
los habitantes cuando entrase en la ciudad. Contéstesele digna-
mente*, y se prosiguió con mayor empeño en prepa- r A p.„. 3 - )
rarse á la defensa.


El general Palafox en tanto, vista la decisión que ha- E I general Paia-
bian tomado los zaragozanos de resistir á todo trance t o 1 <""**'"»•
al enemigo, trató de hostigarle y llamar á otra parte su atención.
Unido al barón de Versages contaba con una división de 6000 hom-
bres y cuatro piezas de artillería. El 21 de junio pasó en Almunia
reseña de su tropa, y el 23 marchó sobre Epila. En aquella villa
hubo gefes que, notando el poco concierto de su tropa, por lo co-
mún allegadiza, opinaron ser conveniente retirarse á Valencia, y
no empeorar con una derrota la suerte de Zaragoza. Palafox, asis-
tido de admirable presencia de ánimo, congregó su gente, y delante
de las filas exhortando á todos á cumplir con el duro pero honroso
deber que la patria les imponía, añadió <jue eran dueños de alejarse
libremente aquellos á quienes no animase la conveniente fortaleza
para seguir por el estrecho y penoso sendero de la virtud y de la
gloria, ó que tachasen de temeraria su empresa. Respondióse á su
voz con universales clamores de aprobación, y ninguno osó desam-
parar sus banderas. De tamaña importancia es en los casos arduos
la entera y determinada voluntad de un caudillo.


Seguro de sus soldados hizo propósito Palafox de avanzar la ma-




224 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ñaña siguiente á la Muela, tres leguas de Zaragoza, que-


Accion de Éplla. , . r ° , n


riendo coger á los franceses entre su tuerza y aquella
ciudad. Pero barruntando estos su movimiento se le anticiparon, y
acometieron á su ejército en Épila á las nueve de la noche, hora des-
usada y en la que dieron de sobresalto é impensadamente sobre los
nuestros por haber sorprendido y hecho prisionera una avanzada,
y también por el descuido con que todavía andaban nuestras inex-
pertas tropas. Trabóse la refriega que fue empeñada y reñida.
Como los españoles se vieron sobrecogidos no hubo orden preme-
ditado de batalla, y los cuerpos se colocaron según pudo cada uno
en medio de la oscuridad. La artillería dirigida por el muy inteli-
gente oficial Don Ignacio López se señaló en aquella jornada, y al-
gunos regimientos se mantuvieron firmes hasta por la mañana que
sin precipitación tomaron la vuelta de Calatayud. En su número se
contaba el de Fernando VII, que aunque nuevo sostuvo el fuego
por espacio de seis horas, como si se compusiera de soldados vele-
ranos. También hombres sueltos de guardias españolas defendieron
largo rato una batería délas mas importantes. Disputaron pues unos
Y otros el terreno á punto que los franceses no los incomodaron en
la retirada.


„ , , Palafox convencido no obstante de que no era dado
Piensa Palafox _ . , ^


en toirer á xa- con tropas bisoñas combatir ventajosamente en campo
rasoza. r a s o ^ y s e r j a m a s u t j j s u a y U ( j a dentro de Za-
ragoza , determinó superando obstáculos meterse con los suyos en
aquella ciudad, por lo que después de haberse rehecho, y dejando
en Calatayud un depósito al mando del barón de Versages, dividió
su corta tropa en dos pequeños trozos : encargó el uno á su her-
mano Don Francisco, y acaudillando en persona el otro volvió el
2 de julio á pisar el suelo zaragozano.


Entrada aiuei ' ^ a babia allí acudido desde el 24 de junio su otro
«4 do junio de hermano el marqués de Lazan, que era el goberna-


a z a n ' nador, con varios oficiales, á instancias y por aviso
del intendente Calvo de Rozas. Deseaba este un arrimo para robus-
tecer aun mas sus acertadas providencias, acordar otras, compro-
meter en la defensa á las personas de distinción que no lo estuviesen
todavía, imponer respeto á la muchedumbre congregando una
reunión escogida y numerosa, y afirmarla en su resolución por
medio de un público y solemne juramento. Para ello convocó el
23 de junio una junta general de las principales corporaciones é in-
dividuos de todas clases, presidida por el de Lazan. En su seno
expuso brevemente Calvo de Rozas el estado en que la ciudad se
hallaba, y cuáles eran sus recursos, y excitó á los concurrentes á
coadyuvar con sus luces y patriótico celo al sostenimiento de la
juramento do los causa común. Conformes todos aprobaron, lo antes


zaragozanos. obrado, se confirmaron en su propósito de vencer ó
morir, y resolvieron que el 26 los vecinos, soldados, oficiales y




LIBRO QUINTO. 22o
paisanos armados prestarían en calles y plazas, en baterías y puertas
un público y magestuoso juramento. Amaneció aquel dia y á una
hora señalada de la tarde se pobló el aire de un grito asombroso y
unánime, « de que los defensores de Zaragoza juntos y separados
« derramarían hasta la última gota de su sangre por su religión, su
« rey y sus hogares. »


Movió á curiosidad entre los enemigos la impensada agitación
que causó tan nueva solemnidad, y con ansia de informarse de lo
que pasaba, aproximóse á la línea española un coman- . A m e n a z a
dante de polacos acompañado de varios .soldados; y uaná de «n poia-
aparentando deseos de tomar partido él y los suyos roaCal,°-
con los sitiados, pidió como seguro de su determinación tratar con
los gefes superiores. Salió Calvo de Rozas, indicó al comandante
que se adelantase para conferenciar solos: hízolo asi, mas á poco y
alevosamente cercaron á Calvo los soldados del contrario. Encará-
ronle las armas, y después de preguntar lo que en Zaragoza ocurría
tuvo el comandante la descompuesta osadía de decirle, que no era
su intento desamparar sus banderas; que habia solo inventado
aquella artimaña para averiguar de qué provenia la inquietud de la
ciudad, é intimar de nuevo por medio de una persona de cuenta
la rendición, siendo inevitable que al fin se sometiesen los zarago-
zanos al ejército francés, tan superior y aguerrido. Añadióle que
á no consentir con lo que de él exigía seria muerto ó prisionero.
En vez de atemorizarse con la villana amenaza, reportado y sereno
contestóle Calvo: < Harto conocidas son vuestras malas artes y la
« máscara de amistad con que encubrís vuestras continuadas per-
» fidias, para que desprevenido y no muy sobre aviso acudiera yo
« á vuestro llamamiento : los muertos ó prisioneros seréis vos y
« vuestros soldados si intentáis traspasar las leyes admitidas aun
< entre las naciones bárbaras. El castillo de donde estamos tan
« próximos á la menor señal mía disparará sus cañones y fusiles,
« que por disposición anterior están ya apuntados contra vosotros. »
Alteróse el polaco con la áspera contestación, y reprimiendo la ira
suavizó su altanero lenguaje, ciñéndose á proponer al intendente
Calvo una conferencia con sus generales. Vino en ello, y tomando
la venia del de Lazan se escogió por sitio el frente de la batería del
Portillo.


Todavía en el mismo dia avistáronse alli con Calvo y otros oficia-
les españoles autorizados por el gobernador y vecin-
dario , los generales franceses Lefebvre y Verdier prop^Sés* ál
recien llegado. Limitáronse las pláticas á insistir estos J ° a n ( . c s e f u e r a l e s
en la entrega de Zaragoza, ofreciendo olvido de lo
pasado, respetar las personas y propiedades, y conservar á los
empleados en sus destinos ; con la advertencia que de lo contrario
convertirían en cenizas la ciudad, y pasarían á cuchillo los mora-
dores. Calvo contestó con brío, orometiendo sin embargo que da-


i. ' i 5




226 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ría cuenta de lo que proponían, y que en la mañana siguiente se
les comunicaría la definitiva resolución, en cuya conformidad pasó
el 27 temprano al campo francés Don Emeterio Barredo llevando


( • A p . n . 4 . )
c o n s ' g ° u n a respuesta * firmada por el marqués de


Lazan, en la que se desechaban las insidiosas proposi-
ciones del enemigo.


Claro era que estrechar el asedio y nuevas embestidas seguirían
á repulsa tan temeraria, mayormente cuando los fran-


retomdoTvelí c e s e s n a D i a n engrosado su ejército, y cuando se había
<iier general en mejorado su posición. Por aquellos días ademas de
s e f e ' haberse desembarazado de Palafox arrojándole de
Épila, habían recibido de Pamplona y Bayona socorros de cuantía.
Trájolos el general Verdier, quien por su mayor graduación reem-
plazó en el mando en gefe á Lefebvre, y no menos fueron por de
pronto reforzados que con 3000 hombres, 30 cañones de grueso
calibre, cuatro morteros, 12 obuses, y 800 portugueses á las ór-
denes de Gómez Freiré. Fundadamente pensaron entonces que con
buen éxito podrían vencerla tenacidad zaragozana.


Asi fue que en el mismo dia 27 renovaron el fuego, y dirigieron
con particularidad su ataque contra los puestos exteriores. Repeli-
vuéiase nn aima- dos con pérdida en las diversas entradas de la ciudad,
cendepMvora. d e que quisieron apoderarse, no pudo impedírseles
que se acercasen a! recinto. Como en sus maniobras se notó el in-
tento de enseñorearse del monte Torrero, con diligencia se metieron
en Zaragoza los víveres y municiones que estaban encerrados en
aquellos almacenes; mas tan oportuna precaución originó un desas-
tre. A las tres de la tarde estremeciéronse todos los edificios, zum-
bando y resonando el aire con el disparo y caida de piedras, astillas
y cascos. Tuviéronse los zaragozanos por muertos y como si fuesen
á ser sepultados en medio de ruinas. Despavoridos y azorados
huian de sus casas, ignorando de dónde provenia tanto ruido, tur-
bación y fracaso. Causábalo el haberse pegado fuego por descuido
de los conductores á la pólvora que se almacenaba en el seminario
conciliar, y este y la manzana de casas contiguas y las que estaban
enfrente se volaron ó desplomaron, rompiéndose los cristales de la
ciudad, con muertes y desdichas. Agregábase á la horrenda catás-
trofe la pérdida de la pólvora tan necesaria en aquel tiempo, y en
el que había de lodo apretada pobreza.


Y para que apareciese enteramente .acrisolada la constancia
aragonesa, los franceses fiados en la desolación y universal des-
consuelo reiteraron sus ataques en tan apurado momento. No se
descorazonaron los defensores, antes bien enfurecidos hicieron
que se malograse la tentativa de los enemigos, inhumana en aque-
lla sazón.


Desde aquel dia no trascurrió uno en que no hubiese reñidas
contiendas, escaramuzas, salidas, acometimientos de sitiados y




LIBRO QUINTO. 227
sitiadores. Largo seria é imposible referir hazañas tantas y tan glo-
riosas, rara vez empañadas con alguna bastarda acción.


Túvose sin embargo por tallo ocurrido en el monte Ataqne contra el
Torrero. El comandante á cuyo cargo estaba el puesto, monteTorrero.
de nombre Falcon, ora por connivencia, ora por desaliento que es
á lo que nos inclinamos, le desamparó vergonzosamente, y el ene-
migo enseñoreándose de aquellas alturas causó en breve notables
estragos.


El vecindario por su parte irritado de la conducta del comandante
español, le obligó mas adelante á que compareciese castigo dei c u
ante un consejo de guerra, y por sentencia de este fue mandante,
arcabuceado. La misma suerte cupo durante el sitio al coronel Don
Rafael Pesino gobernador de las Cinco Villas, y á otros de menos
nombre acusados de inteligencia con el enemigo. Ejemplar castigo ,
tachado por algunos de precipitado, pero que miraron otros como
saludable freno contra los que flaqueasen por tímidos ó tramasen
alguna alevosía.


Empeñábase asi la resistencia, y cobraban todos negada de un
ánimo con los oficiales y soldados que á menudo acu- refpuaflJ°es° l0*
dian en ayuda de la ciudad sitiada. Llenó sobre todo
de particular gozo la llegada á últimos de junio de 300 soldarlos del
regimiento de Extremadura al mando del teniente coronel Don Do-
mingo Larripa, que vimos allá detenido en Tárrega, sin querer
cumplir las órdenes de Duhesme, y también la que por entonces
ocurrió de 100 voluntarios de Tarragona capitaneados por el te-
niente coronel Don Francisco Marcó del Pont. Compensábase con
eso algún tanto el haber perdido las alturas de Torrero.


Mas dueños los franceses de semejante posición determinaron
molestar la ciudad con balas, granadas y bombas. Paradlo coloca-
ron en aquella eminencia una batería formidable de d e . n n i o
cañones de grueso calibre y morteros. Levantaron principia el bom-
otras en diversos puntos de la línea, con especialidad i a r d e 0 '
en el parage llamado de la Bernardona, enfrente de la Aljafería.
Preparados de este modo, al terminarse el 30 de junio y á las doce
de la noche rompieron el fuego , y dieron principio á un horroroso
bombardeo. Los primeros tiros salvaron la ciudad sin hacer daño :
acortáronlos, y las bombas, penetrando por las bóvedas de la fá-
brica antigua de la iglesia del Pilar y arruinando varias casas, em-
pezaron á causar quebrantos y destrozos.


Al amanecer los vecinos lejos de arredrarse á su vista, trabaja-
ron á competencia y con sumo afán para disminuir las lástimas y
desgracias. Construyéronse bündages en calles y pía- N u e r a s o b r a s
zas, torcióse el curso de Huerba y se le metió en la de defensa de ios
ciudad para apagar con presteza cualquiera incendio. s i t 1 a d o s '
Franqueáronse los sótanos, empleando dentro en trabajos útiles y
que pedían resguardo á los que no eran llamados á guerrear. Para




228 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
observar el fogonazo y avisar la llegada de las bombas, pusiéronse
atalayas en la torre que denominaban Nueva, si bien fabricada en
1504, la cual elevándose en la plaza de San Felipe sola y sin arrimo
pareció acomodada al caso, aunque ladeada á la manera de la fa-
mosa de Pisa. No satisfechos los sitiados con estas obras y las antes
construidas, ideando otras, cortaron y zanjaron calles, atroneraron
casas y tapiales, apilaron sacos de tierra, trazaron y erigieron
nuevas baterías, las cubrieron con cañones arrumbados por viejos
en la Aljafería ó con los que sucesivamente llegaban de Lérida y
Jaca, y en fin quemaron y talaron las huertas y olivares, los jardi-
nes y quintas que encubrían los aproches del enemigo, perjudican-
do á la defensa. Sus dueños no solamente condescendían en la des-
trucción con desprendimiento magnánimo, sino que las mas veces
ayudaban eon sus brazos al total asolamiento. Y cuando lidiando en
otro lado descubrían la llama que devoraba el fruto de años de sudor
y trabajo ó el antiguo solar de sus abuelos, ensoberbecíanse de
cooperar asi y con largueza á la libertad de la patria. ¿De qué no
eran capaces varones dotados de virtudes tan esclarecidas?
Ataques dei .• y Al bombardeo siguióse en la mañana del I o de julio


a de julio. u n ataque general en todos los puntos. Empezaron á
batir la Aljafería y puerta del Portillo, mandada por Don Francisco
Marcó del Pont, los fuegos de la Bernardona. La puerta del Car-
men encargada al cuidado de Don Domingo Larripa fue casi al mis-
mo tiempo embestida, y tampoco tardaron los enemigos en molestar
la de Sancho custodiada por el sargento mayor Don Mariano Reno-
vales. Con todo siendo su mayor empeño apoderarse de la del Por-
tillo , hubo alli tal estrago que muertos en una batería exterior todos
los que la defendian, nadie osaba ir á reemplazarlos, lo cual dio
Agustina zara- ocasión á que se señalase una muger del pueblo llamada


goza. Agustina Zaragoza. Moza esta de 22 años y agraciada
de rostro, llevaba provisiones á los defensores cuando acaeció el
mencionado abandono. Notando aquella valerosa hembra el aprieto
y desánimo de los hombres, corrió al peligroso punto, y arran-
cando la mecha aun encendida de un artillero que y acia por el suelo,
puso fuego á una pieza , é hizo voto de no desampararla durante el
sitio sino con la vida. Imprimiendo su arrojo nueva audacia en los
decaídos ánimos, se precipitaron todos á la batería, y renovóse
tremendo fuego. Proeza muy semejante la de Agustina á la de Ma-
ría Pila en el sitio que pusieron los ingleses á la Coruña en 1589, fue
premiada también de un modo parecido , y asi como á aquella le
concedió Felipe II el grado y sueldo de alférez vivo, remuneró
Palafox á esta con un grado militar y una pensión vitalicia.


Continuaba vivísimo el fuego, y nuestra artillería muy certera
arredraba al enemigo, sin que hasta entonces hubiese oficial al-
guno de aquella arma que la dirigiese. No eran todavía las doce
del dia cuando entre el horroroso y mortífero estruendo del cañón




LIBRO QUINTO. 229
se presentaron los subtenientes de aquel distinguido cuerpo Don
Jerónimo Piñeiro y Don Francisco Rósele, que fugados de Barce-
lona corrían apresuradamente á tomar parle en la defensa de Za-
ragoza. Sin descanso, después de largo viage y fatigoso tránsito,
se pusieron el primero á dirigir los fuegos de la entrada del Por-
tillo, y el segundo los de la del Carmen. Con la ayuda de oficiales
inteligentes creció el brio en los nuestros, y aumentóse el estrago
en los contrarios. La noche cortó el combate, mas no el bombar-
deo , renovándose aquel al despuntar del alba con igual furia que
el dia anterior. Las columnas enemigas con diversas maniobras
intentaron enseñorearse del Portillo, y abierta brecha en la Alja-
feria se arrojaron á asaltar aquella fortaleza; pero fuese que no
hallasen escalas acomodadas, ó fuese mas bien la denodada va-
lentía de los sitiados, los franceses repelidos se desordenaron y
dispersaron en medio de los esfuerzos de gefes y oficiales. Otro
tanto pasaba en el Portillo y Carmen. El marqués de Lazan du-
rante el ataque recorrió la línea en los puntos mas peligrosos,
remunerando á unos y alentando á otros con sus palabras.


Ya era entrada la tarde, desmayaban los enemigos, y los nues-
tros familiarizándose mas y mas con los riesgos de la guerra, des-
conocidos al mayor número, redoblaron sus esfuerzos alentados
con un inesperado y para ellos halagüeño acontecí- E n t r a ( i a d e P a .
miento. De boca en boca y con rapidez se difundió «' ̂ en za-
que Don José de Palafox estaba de vuelta en la ciudad r a s 0 M '
y que pronto gozarían todos de su presencia. En efecto pene-
trando en Zaragoza á las cuatro de la tarde de aquel dia, que era
el 2, aparecióse de repente en donde se lidiaba, y ásu vista arre-
batados de entusiasmo hicieron los nuestros lan firme rostro á los
franceses, que sin insistir estos en nueva acometida se contentaron
con proseguir el bombardeo.


Viendo sin embargo que para aproximarse á las o t r o s C O f f i b a l e ,
puertas era menester hacerse dueños de los conventos
de San José y Capuchinos y otros puntos extramuros, comenzaron
por entonces á embestirlos. En el convento de San José, asentado á
la derecha del rio Huerba, no había otro amparo que el de las pa-
redes en cuyo macizo se habian abierto troneras. Asaltáronle 400
polacos, y repelidos con gran pérdida tuvieron que aguardar re-
fuerzo , y aun asi no se posesionaron de aquel puesto sino al cabo
de horas de pelea. No fueron mas afortunados en el de Capuchinos
cercano á la puerta del Carmen. Lucharon los defensores cuerpo á
cuerpo en la iglesia, en los claustros, en las celdas, y no desampa-
raron el edificio hasta después de haberle puesto fuego.


También quisieron los franceses cercar la ciudad P n e n t e K b l u S o
por la orilla izquierda del Ebro, principalmente á por ios franceses
causa de los socorros que la libre comunicación pro- t". S a n L a n i b o r ~
porcionaba. Para estorbarlo pensaron en cruzar el rio,




230 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
echando el 10 de julio un puente de balsas en San Lamberto. Salió
contra ellos el general Palafox con paisanos y una compañía de sui-
zos que acababa de llegar. Batallaron largo tiempo, y vino con re-
fuerzo á sostenerlos el intendente Calvo de Rozas, cuyo caballo fue
derribado de una granada. Los enemigos no se atrevieron á pasar
muy adelante, y aprovechando los nuestros el precioso respiro que
daban, levantaron en el arrabal tres baterías, una en los Tejares, y
las otras dos en el Rastro de los clérigos y en San Lázaro : de las que
Estraga hecho P r o t e gidos los labradores se escopetearon varias veces
por Tos mismos, con los franceses en el campo de las Ranillas y los


otras medidas de ahuyentaron, distinguiéndose con frecuencia en la lid
os sitiados. e j f a m o s o t ¡ 0 j o r g e _ a. s¡ q u e j o s sitiadores no pudie-


ron cerrar del todo las comunicaciones de Zaragoza, pero talaron
los campos, quemaron las mieses, y extendiéndose hacia el Gallego
vióse desconsoladamente arder el puente de madera que da paso al
camino carretero de Cataluña, y destruirse é incendiarse las aceñas
y molinos harineros que abastecian la ciudad. Las angustias crecían,
mas al par de ellas también el ardimiento de los sitiados. Se acopió
la harina del vecindario para amasar solamente pan de munición
que todos comían con gusto, y para fabricar pólvora se establecie-
ron molinos movidos por caballos, y se cogió el azufre en donde
quiera que lo habia: se lavó la tierra de las calles para tener salitre,
y se hizo carbón con la caña del cáñamo tan alto en aquel pais. No
poco cooperó al acierto y dirección de estos trabajos, como de los
demás que ocurrieron, el sabio oficial de artillería Don Ignacio Ló-
pez , quien desde entonces hasta el fin del sitio fue uno de los pilares
en que estribó la defensa zaragozana.


Eran estas precauciones tanto mas necesarias, cuanto no solo los
franceses ceñían mas y mas la plaza, sino que también previeron los
sitiados que bien pronto intentarían destruir ó tomar los molinos de


pólvora de Villafeliche á doce leguas de Zaragoza, que
Apodéras6 ol . » , i*r i • J


enemigo devuia- eran los que la proveían. Asi sucedió. El barón de
felicite. Versages desde Calatayud asomándose á las alturas
inmediatas áaquel pueblo, impidió al principio que lograsen su ob-
jeto. Mas revolviendo sobre él los enemigos con mayores fuerzas
tuvo que replegarse y dejar en sus manos tan importantes fábricas,
otros combates ^ n m e d i ° del t r 0 P e l de desdichas que oprimían á


los zaragozanos permanecían constantes sin que nada
los abatiese. En continuada vela desbarataban las sorpresas que á
cada paso tentaban sus contrarios. El 17 de julio dueños ya estos
del convento de Capuchinos, sigilosamente á las nueve de la noche
procuraron ponerse bajo el tiro de cañón de la puerta del Carmen.
Los nuestros lo notaron y en silencio también aguardando el mo-
mento del asalto rompieron el fuego y derribaron sin vida á los que
se gloriaban ya de ser dueños del puesto. Con mayor furia renova-
ron los sitiadores sus ataques allí y en las otras puertas las nochos




LIBRO QUINTO. 231
siguientes ; en todas infructuosamente, no habiendo podido tam-
poco apoderarse del convento de Trinitarios descalzos sito extra-
muros de la ciudad.


En lucha tan encarnizada los españoles á veces molestaban al
enemigo con sus salidas, y no menos quisieron que adelantarse
hasta el monte Torrero. Aparentando pues un ataque formal por el
paseo antes deleitoso que de la ciudad iba á aquel punto, dieron
otros de sobresalto en medio del día en el campamento francés. Todo
lo atrepellaron y no se retiraron sino cubiertos de sangre y despo-
jos. Por las márgenes del Gallego midieron igualmente unos y otros
sus armas en varias ocasiones, y señaladamente en 29 de julio en
que nuestros lanceros sacaron ventaja á los suyos con mucha honra
y prez, sobresaliendo en los reencuentros el coronel Butrón pri-
mer ayudante de Palafox.


Restaban aun nuevas y mas recias ocasiones en que se emplease
y resplandeciese la bizarría y firmeza de los zaragozanos. Noche
y dia trabajaban sus enemigos para construir un camino cubierto
que fuese desde el convento de San José por la orilla del Huerba
hasta las inmediaciones de la Bernardona, y á su abrigo colocar
morteros y cañones, no mediando ya entre sus baterías y las de
los españoles sino muy corta distancia.


Aguardábase por momentos una general embestida,
Ataques del 3 y 4


y en efecto en la madrugada del 5 de agosto el ene- d 6 a s ° s l 0 '
migo rompió el fuego en toda la linea, cayendo principalmente una
lluvia de bombas y granadas en el barrio de la ciudad situado entre
las puertas de Santa Engracia y el Carmen hasta la calle del Coso.
El coronel de ingenieros francés Lacoste, ayudante de Napoleón,
que habia llegado después de comenzado el sitio, con razón juzgó
no ser acertado el ataque antes emprendido por el Portillo , y de-
terminó que el actual se diese del lado de Santa Engracia, como
mas directo y como punto no flanqueado por el castillo. La princi-
pal batería de brecha estaba á 150 varas del convento, y constaba
de 6 piezas de á 16 y de 4 obuses. Habian ademas establecido sobre
todo el frente de ataque 7 baterías, de las que la mas lejana estaba
del recinto 400 varas. A tal distancia y tan reconcentrado fácil es
imaginarse cuan terrible y destructor seria su fuego. Sea de propó-
sito ó por acaso, notóse que sus tiros eon particularidad se asesta-
ban contra el hospital general en que habia gran número de heri-
dos y enfermos, los niños expósitos y los dementes. Al caer las
bombas hasta los mas postrados, desnudos y despavoridos saltaron
de sus camas y quisieron salvarse. Grande desolación fue aquella.
Mas con el celo y actividad de buenos patricios, muchos,en particu-
lar niños yheridos,se trasladaron á parage mas resguardado. Prosi-
guió todo aquel dia el bombardeo, conmoviéndose unos edificios,
desplomándose otros, y causando todo junto tal estampido y es-
truendo que se difundía y retumbaba á muchas leguas de Zaragoza.




232 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
AI alborear del 4 descubrieron los enemigos su formidable ba-


lería en frente de Santa Engracia. No habia enderredor del mo-
nasterio foso alguno, coronando solo sus pisos varias piezas de ar-
tillería. Empezaron á batirle en brecha, acometiendo al mismo
tiempo la entrada inmediata del mismo nombre, y distrayendo la
atención con otros ataques del lado del Carmen, Portillo y Aljafe-
ría. A las nueve de la mañana estaban arrasadas casi todas nuestras
baterías y practicables las brechas. Palafox presentándose por to-
das parles, corría á donde habia mayor riesgo y sostenía la cons-
tancia de su gente. En lo recio del combate propúsole Lefebvre
Desnouettes « paz y capitulación. > Respondióle Palafox f guerra
á cuchillo. > A su voz atrepellábanse paisanos y soldados á oponer-
se al enemigo, y abalanzándose á dicho monasterio de Santa En-
gracia , célebre por sus antigüedades y por ser fundación de los
reyes católicos, se metian dentro sin que los arredrara ni el des-
plomarse de los pisos ni la caída de las mismas paredes que ama-
gaba. A todo hacían rostro, nada los desviaba de su temerario
arrojo. Y no parecía sino que las sombras de los dos célebres his-
toriadores de Aragón Gerónimo Blancas y Zurita, cuyas cenizas
allí reposaban, ahuyentadas del sepulcro ai ruido de las armas y
vagando por los atrios y bóvedas, los estimulaban y aguijaban á la
pelea, representándoles vivamente los heroicos hechos de sus an-
tepasados que tan verídica y noblemente habian trasmitido á la pos-
teridad. Tanto tenia de sobrehumano el porfiado lidiar de los ara-
goneses.


Al cabo de horas, y cuando el terreno quedaba no sembrado sino
cubierto de cadáveres, y entorno suyo ruinas y destrozos, pudie-
ron los franceses avanzar y salir á la calle de Santa Engracia. Pi-
sando ya el recinto vanagloriábanse de ser dueños de Zaragoza, y
formados y con arrogancia se encaminaban al Coso.


Mas pesóles muy luego su sobrada confianza. Cogidos y como
enredados entre calles y casas estuvieron expuestos á un horroroso
fuego que de todos lados se les hacia á manera de granizada. Cor-
ladas las bocacalles y parapetados los defensores con sacas de al-
godón y lana, y detras de las paredes de las mismas casas, los
abrasaron por decirlo asi á quema ropa por espacio de tres ho-
ras, sin que pudieran salir al Coso, adonde desemboca la calle de
Santa Engracia. Desesperanzaban ya los franceses de conseguirlo,
cuando volándose un repuesto de pólvora que cerca tenian los es-
pañoles, con el daño y desorden que esta desgracia causó, fuéles
permitido á los acometedores llegar al Coso, y posesionarse de dos
grandes edificios que hay en ambas esquinas, el del convento de
San Francisco á la izquierda, y el hospital general á la derecha.
En este fue espantoso el ataque, prendióse fuego, y los enfermos
que quedaban arrojándose por las ventanas caian sobre las bayo-
netas enemigas. Entre tanto los locos encerrados en sus jaulas can-




LIBRO QUINTO. 235
taban, lloraban ó reían según la manía de cada uno. Los soldados
enemigos tan fuera de sí como los mismos dementes, en el ardor
del combate mataron á muchos y se llevaron á otros al monte
Torrero, de donde después los enviaron. Mucha sangre habia cos-
tado á los franceses aquel dia, habiendo sido tan de cerca ofendi-
dos : contáronse entre el número de los muertos oficiales superio-
res, y fue herido su mismo general en ¿efe Verdier.


Dueños de aquella parte sentaron los enemigos
sus águilas victoriosas en la cruz del Coso, templete c e s e s a l C o s°-
con columnas en medio de la calle del mismo nombre, Todo parecía
asi perdido y acabado. Calvo de Rozas y el oficial Don Justo San
Martin fueron los últimos que á las cuatro de la tarde, después de
haberse volado el mencionado repuesto, desampararon la batería
que enfilaba desde el Coso la avenida de Santa Engracia. Pero el
primero no decayendo de ánimo dirigióse por la calle de San Gil al
arrabal para desde allí juntar dispersos, rehacer su gente, traer
los que custodiaban aquellos puntos entonces no atacados, y con
su ayuda prolongar hasta la noche la resistencia, aguardando
de fuera y antes de la madrugada, según veremos, auxilio y
refuerzos.


Favoreció á su empresa.lo ocurrido en el hospital general, y
una equivocación afortunada de los enemigos, quienes queriendo
encaminarse al puente que comunica con el arrabal, en vez de
tomar la calle de San Gil que tomó Calvo y es la directa, desfi-
laron por el arco de Cineja, callejuela torcida que va á la Torre-
nueva. Aprovechándose los aragoneses de! extravío los arreme-
tieron, en aquella estrechura y los acribillaron y despedazaron.
Obligóles á hacer alto semejante choque, y en el entretanto vol-
viendo Calvo del arrabal con 600 hombres de refresco y otros
muchos que se le agregaron, desembocaron juntos y de repente en
la calle del Coso en donde estaba la columna francesa. Embistió
con 50 hombres escogidos, y el primero el anciano capitán Cerezo
que ya vimos en la Aljafería, yendo armado (para que todo fuera
extraordinario) de espada y rodela, y bien unido con los suyos se
arrojaron todos como leones sobre los contrarios, sorprendidos con
el súbito y furibundo ataque. Acometieron los demás por diversos
puntos, y disparando desde las casas trabucazos y todo linage de
mortíferos instrumentos, acosados los franceses y aterrados se
dispersaron y recogieron en los edificios de San Francisco y hos-
pital general.


Anocheció al cesar la pelea, y vueltos los españoles del primer
sobresalto supieron por experiencia con cuanta ventaja resistirían
al enemigo dentro de las calles y casas. Sosteníales también la firme
esperanza de que con el alba aparecería delante de sus puertas un
numeroso socorro de tropas, que asi se lo habia prometido su ido-
latrado caudillo Don José de Palafox.




234 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
salida da paiafoi Habia partido este de Zaragoza con sus dos hermanos


de Zaragoza. a j a s doce del ¿|¡a del 4 > después que los franceses
dueños del monasterio de Santa Engracia estaban como atascados
en las calles que daban al Coso. Presumíase con fundamento que
no podrían en aquel día vencer los obstáculos con que encontraban;
mas al mismo tiempo careciendo de municiones y menguando la
gente, temíase que acabarían por superarlos si no llegaban socorros
de á fuera, y si ademas tropas de refresco no llenaban los huecos
y animaban con su presencia á los tan fatigados si bien heroicos
defensores. No estaban aquellas lejos de la ciudad, pero dilatándose
su entrada pensóse que era necesario fuese Palafox en persona á
acelerar la marcha. No quiso este sin embargo alejarse antes que
le prometiesen los zaragozanos que se mantendrían ñrmes hasta su
vuelta, luciéronlo asi, y teniendo fé en la palabra dada convino
en ir al encuentro de los socorros.


Correspondió á la esperanza el éxito de la empresa. A últimos
de junio habia desde Cataluña penetrado en Aragón el 2 o batallón
de voluntarios con 1200 plazas al mando del coronel Don Luis
Amat y Teran, 500 hombres de guardias españolas al del coronel
Don José Manso, y ademas dos compañías de voluntarios de Lérida,
cuya división se habia situado en Jelsa, diez leguas de Zaragoza.
Cierto que con este auxilio y un convoy que bajo ŝu amparo po-
dría meterse en la ciudad sitiada, era dado prolongar la defensa
hasta la llegada de otro cuerpo de 5000 hombres procedente de
Valencia que se adelantaba por el camino de Teruel. El tiempo ur-
gía; no sobraba la mas exquisita diligencia, por lo que, y á mayor
abundamiento, despachóse al mismo Calvo de Rozas para enterar
á Palafox de lo ocurrido después de su partida y servir de pun-
zante espuela al pronto envío de los socorros. Alcanzó el nuevo
emisario al general en Villafranca de Ebro, pasaron juntos á Osera,
cuatro leguas de Zaragoza, en donde á las nueve de la noche en-
traron las tropas alojadas antes en Jelsa y Pina.


En dicho pueblo de Osera celebróse consejo de guerra, á que
asistieron los tres Palafoxes con su estado mayor, el brigadier Don
Francisco Osina, el coronel de artillería Don J. Navarro Sangran
( estos dos procedentes de Valencia) y otros gefes. Informados por
el intendente Calvo del estado de Zaragoza, sin tardanza se deter-
minó que el marqués de Lazan con los 500 hombres de guardias
españolas, formando la vanguardia se metiese en la ciudad en la
madrugada del 5, que con la demás tropa le siguiese Don José de
Palafox, y que su hermano Don Francisco quedase á la retaguar-
dia con el convoy de víveres y municiones custodiado también por
Calvo de Rozas. Acordóse asimismo que para mantener con brío á
los sitiados y consolarlos en su angustiada posición, partiesen pron-
tamente á Zaragoza como anunciadores y pregoneros del socorro
el teniente coronel Don Emeterio Barréelo y el tío Jorge, cuya




LIBRO QUINTO. 255
persona rara vez se alejaba del Jado de Palafox siendo capitán de
su guardia. Partiéronse todos á desempeñar sus respectivos encar-
gos , y la oportuna llegada á la ciudad de los mencionados emisa-
rios , desbaratando los secretos manejos en que andaban algunos
malos ciudadanos, confortó al común de la gente y provocó el
mas arrebatado entusiasmo.


A ser posible hubiera crecido de punto con la en- vnewe Lazar. <¡t
trada pocas horas después del marqués de Lazan. 5 c o n s o ( : o
Retardóse la de su hermano y la del convoy por un movimiento
del general Lefebvre Desnouetles, quien mandaba en gefe en lugar
del herido Verdier. Habíanle avisado la llegada de Lazan y quería
impedir la de los demás, juzgando acertadamente que le seria mas
fácil destruirlos en campo abierto que dentro déla ciudad. Palafox,
desviándose á Yillamayor, situado á dos leguas y media en una al-
tura desde donde se descubre Zaragoza, esquivó el combate y
aguardó oportunidad de burlar la vigilancia del enemigo. Para
ejecutar su intento con apariencia fundada de buen éxito, mandó
que de Huesca se le uniese el coronel Don Felipe Perena con 5000
hombres que alli habia adiestrado, y después dejando á estos en
las alturas de Villamayor para encubrir su movimiento, y valién-
dose también de otros ardides engañó el enemigo, y de mañana y
con el sol entró el dia 8 por las calles de Zaragoza.


El 8 Palafox con
Déjase discurrir á qué punto se elevaría el júbilo y •<•««> rme,™.
contentamiento de sus moradores, y cuan difícil seria contener
sus ímpetus dentro de un término conveniente y templado.


Los franceses si bien sucesivamente habían acrecentado el nú-
mero de su gente hasta rayar en el de 41,000 soldados, estaban
descaecidos de espíritu, visto que de nada servían en aquella lid
las ventajas de la disciplina, y que para ir adelante menester era
conquistar cada calle y cada casa, arrancándolas del poder de
hombres tan resueltos y constantes. Amilanáronse aun mas con la
llegada de los auxilios que en la madrugada del 5 recibieron los
sitiados, y con los que se divisaban en las cercanías.


No por eso desistieron del propósito de enseño- „ .
i i i _ . . i i. . , , Continúan los


rearse de todos los barrios de la ciudad, y destru- choques y reen-
yendo las tapias formaron detras líneas fortificadas, CT™tro'-
y construyeron ramales que comunicasen con los que estaban alo-
jados dentro.


Desde el 5 hubo continuados tiroteos, peleábase noche y dia
en casas y edificios, incendiáronse algunos y fueron otros teatro
de reñidas lides. En las mas brilló con sus parroquianos el benefi-
ciado Don Santiago Sas, y el tio Jorge. También se distinguió en
la puerta de Sancho otra muger del pueblo llamada Casta Alvarez,
y mucho por todas partes Doña María Consolación de Azlor con-
desa de Bureta. A ningún vecino atemorizaba ya el bombardeo, y
avezados á los mayores riesgos bastábales la separación de una ca-




256 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
lie ó de una casa para mirarse como resguardados por un fuerle
muro ú ancho foso. Debieran haberse eternizado muchos nombres
que para siempre quedaron allí oscurecidos, pues siendo tantos y
habiéndose convertido los zaragozanos en denodados guerreros, su
misma muchedumbre ha perjudicado á que se perpetué su memoria.


ios franceses ^ o r e n t o n c e s empezó á susurrarse la victoria de
reciben el 6 Orden Bailen. Daban crédito los sitiados á noticia para ellos
de retirarse. t a n pi a u s ible, y con desden y sonrisa la oian sus con-
trarios , cuando de oficio les fue á los últimos confirmada el dia 6 de
agosto. Procuróse ocultar al ejército, pero por todas partes se
traslucía, mayormente habiendo acompañado á la noticia la orden
de Madrid de que levantasen él sitio y se replegasen á Navarra.
Meditaban los gefes franceses el modo de llevarlo á efecto, y hu-
bieran bien pronto abandonado una ciudad para sus huestes tan
ominosa si no hubiesen poco después recibido conlra-órden delge-
Contraórden po- neral Monthion desde Vitoria, á fin de que antes de


co después. alejarse aguardasen nuevas instrucciones de Madrid
del gefe de estado mayor Belliard. Permanecieron pues en Zara-
goza, y continuaron todavía unos y otros en sus empeñados cho-
ques y reencuentros. Los franceses con desmayo, los españoles
con ánimo mas levantado.


Asi fue que el 8 de agosto luego que entró Palafox congregóse
un consejo de guerra, y se resolvió continuar defendiendo con la
misma tenacidad y valentía que hasta entonces todos los barrios de
Resoluciónma ' a c ' u d a d > Y e n c a s 0 e^ enemigo consiguiese apo-


uánima de los derarse de ellos, cruzar el rio, y en el arrabal perecer
zaragozanos. juntos todos los que hubiesen sobrevivido. Felizmente
su constancia no tuvo que exponerse á tan recia prueba, pues los
franceses sin haber pasado del Coso recibieron el 13 la orden de-


finitiva de retirarse. Llegó para ellos muv oportuna-
( s , orden ded- i • j .


nitiTa dada a los mente, porque en el mismo día caminando a toda
franceses de retí- p r j e 5 a > y conducida en carros por los naturales del


tránsito la división de Valencia al mando del mariscal
raí¡M*dde4 un¡ de campo Don Felipe Saint-March , corrió á meterse
división de va- precipitadamente en la ciudad invadida. Y tal era la
íencia. impaciencia de sus soldados por arrojarse al combate,
que sin ser mandados y en unión con los zaragozanos embistieron
á las seis de la tarde desaforadamente al enemigo. Hallábase este
á punto de desamparar el recinto, y al verse acometido apresuró
la retirada volando los restos del monasterio de Santa Engracia.
En seguida se reconcentró en su campamento del monte Torrero,
y dispuesto á abandonar también aquel punto, prendió por la no-
che fuego á sus almacenes y edificios, clavó y echó en el canal la


artillería gruesa, destruyó muchos pertrechos de
Alejanse los i i . . , i i i i r i i


franceses de za- guerra, y al cabo se alejo al amanecer del 14 de las
ragozaen4. cercanías de Zaragoza. La división de Valencia con




LIBRO QUINTO. 257
oíros cuerpos siguieron su huella, situándose en los
. . . j -VT Fin del sitio.


linderos de Navarra.
Terminóse asi el primer sitio de Zaragoza, que costó á los fran-


ceses mas de 5000 hombres y cerca de 2000 á los españoles. Cé-
lebre y sin ejemplo, mas bien que sitio pudiera considerársele
como una continuada lucha ó defensa de posiciones diversas, en
las que el entusiasmo y personal denuedo llevaba ventaja al calcu-
lado valor y disciplina de tropas aguerridas. Pues aquellos triunfos
eran tanto mas asombrosos cuanto en un principio y los mas seña-
lados fueron conseguidos, no por el brazo de hombres acostum-
brados á la pelea y estrépitos marciales, sino por pacíficos labriegos
que ignorando el terrible arte de la guerra, tan solamente habian
encallecido sus manos con el áspero y penoso manejo de la azada y
la podadera.


Al cerciorarse de la retirada de los franceses pro-
, i , rj i Alegría de los


rumpieron los moradores de Zaragoza en voces de aragoneses. Es-
alegría con loores eternos al Todopoderoso y gracias d e ci"~
rendidas á la virgen del Pilar, que su devoción miraba
como la principal protectora de sus hogares. No daba facultad el
gozo para reparar en qué estado quedaba la ciudad: triste era ver-
daderamente. La parte ocupada por los sitiadores arruinada, los
tejados de la que habia permanecido libre hundidos por las granadas
y bombas. En unos parages humeando todavía el fuego mal apa-
gado , en otros desplomándose la techumbre dé grandes edificios,
y mostrándose en todos el lamentable espectáculo de la desolación
y la muerte.


Celebráronse el 25 magníficas exequias por los que habian falle-
cido en defensa de su patria, de quienes nunca mejor pudiera re-
petirse con Pericles, c que en brevísimo tiempo y con breve suerte
« habian sin temorperecido en la cumbre de la gloria*.» ( . A p n {
Concedió Palafoxá los defensores muchos privilegios,
entre los que con razón algunos se graduaron de desmedidos. Mas
este y otros desvíos desaparecieron y se ocultaron al resplandor de
tantos é inmortales combates.


No desdijeron de aquella defensa las esclarecidas
J * i • , , . Catalana.


acciones que por entonces y con el mismo buen éxito
que las primeras acaecieron en Cataluña. El Ampurdan habia imi-
tado el ejemplo de los otros distritos de su provincia, y estaba ya
sublevado cuando los franceses acometieron infructuosamente á Ge-
rona la vez primera. El movimiento de sus somatenes fue prove-
choso á la defensa de aquella plaza, molestando con B M d e F ¡ _
correrías las partidas sueltas del enemigo é interrum- güeras por IOSSO-
piendo sus comunicaciones. Llevaron mas allá su au- m a l e n e s -
dacia, y apoyados en algunos soldados déla corta guarnición de Ro-
sas , bloquearon estrechamente el castillo de San Fernando de Fi-
gueras, defendido por solos 400 franceses con escasas vituallas. Des-




258 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
pechados estos de verse en apuro por la osadía de meros paisanos,
quisieron vengarse incomodando con sus bombas á la villa y arrui-
nándola sin otro objeto que el de hacer daño. Mas hubiéranse quizá
socorre ía «laza arrepentido de su bárbara conducta , si estando ya
ei general Reine. c a s ¡ a punto de capitular no los hubiese socorrido
oportunamente el general Reille. Ayudante este de Napoleón habia
por orden suya llegado á Perpiñan, y reunido precipitadamente al-
gunas fuerzas. Con ellas y un convoy tocó el 5 de julio los muros de
Figueras y ahuyentó los somatenes.


Persuadido Reille que Rosas, aunque en parte desmantelada,
atizaba el fuego de la insurrección y suministraba municiones y
armas, intentó el 11 del mismo julio tomarla por sorpresa, pero
le salió vano su intento habiendo sido completamente rechazado.
A la vuelta tuvo que padecer bastante acosado por los somate-
nes , que en varios otros reencuentros, señaladamente en el del
Alfar, desbarataron á los franceses. Era su principal caudillo Don


Juan Claros hombre de valor y muy práctico en la
Don Juan Claros. . J j i


tierra.
Duhesme por su parte luego que volvió á Barcelona después de ha-


bérsele desgraciado su empresa de Gerona, no descansaba ni vivía
vueire Duhesme tranquilo hasta vengar el recibido agravio. Juntó con


a Gerona. premura los convenientes medios, y al frente de 0000
hombres, un tren considerable de artillería con municiones de boca
y guerra, escalas y demás pertrechos conducentes á formalizar un
sitio, salió de Barcelona el 10 de julio.


Confiado en el éxito de esta nueva expedición contra Gerona,
públicamente decía : el 24 llego, el 2o la ataco, la tomo el 26 y el 27 la
arraso. Conciso como César en las palabras no se le asemejó en las
obras. Por de pronto fue inquietado en todo el camino. Detuvieron
á sus soldados entre Caldetas y San Pol las cortaduras que los so-
matenes habian abierto, y cuyo embarazo los expuso largo tiempo
á los fuegos de una fragata inglesa y de varios buques españoles.
Prosiguiendo adelante se dividieron el 19 en dos trozos, tomando
uno de ellos la vuelta de las asperezas de Vallgorquina, y el otro la
ruta de la costa. De este lado tuvieron un reñido choque con la gente
que mandaba Don Francisco Milans, y por el de la Montaña ven-
cidos varios obstáculos, con pérdidas y mucha fatiga llegaron el 20
á Hostalrich, cuyo gobernador Don Manuel O'Sulivan, de apellido
extrangero, pero de corazón español y nacido en su suelo, contestó
esforzadamente á la intimación que de rendirse le hizo el general
Goulas. Volviéronse á unir las dos columnas francesas después de
otros reencuentros, y juntas avanzaron á Gerona, en donde el 24
se les agregó el general Reille con mas de 2000 hombres que traia
de Figueras. Aunque á vista de la plaza, no la acometieron formal-
mente hasta principios de agosto, y como el no haber conseguido
el enemigo su objeto dependió en mucha parte de haberse mejorado




LIBRO QUINTO. 239
la situación del principado con los auxilios que de fuera vinieron, y
con el mejor orden que en él se introdujo, será conveniente que
acerca de uno y otro echemos una rápida ojeada.


Habíase congregado en Lérida á últimos de junio
, 1 . í i - Junta de Lérida.


una junta general en que se representaron los diversos
corregimientos y clases del principado. Fue su primera y principal
mira aunar Jos esfuerzos, que si bien gloriosos, habian hasta en-
tonces sido parciales, combinando las operaciones y arreglando la
forma de los diversos cuerpos que guerreaban. Acordó juntar con
ellos y otros alistados el número de 40,000 hombres, y buscó y en-
contró en sus propios recursos el medio de subvenir á su mante-
nimiento. Para lisonjear sin duda la opinión vulgar de la provincia,
adoptó en la organización de la fuerza armada la forma antigua de
los miqueletes. Motejóse con razón esta disposición como también
el que dándoles mayor paga disgústasela los regimientos de línea.
Los miqueletes, según Meló, se llamaron antes almogávares, cuyo
nombre significa gente del campo, que profesaba conocer por se-
ñales ciertas el rastro de personas y animales. Mudaron su nombre
en el de miquelets en memoria , dice el mismo autor, de Miquelot
de Prads, compañero del famoso César Borja. Pudo en aquel si-
glo y aun después convenir semejante ordenación de paisanos ,
aunque muchos lo han puesto en duda; mas de ningún modo era
acomodada al nuestro faltándole la conveniente disciplina y subor-
dinación.


Acudieron también á Cataluña por el propio tiempo
\ Tropas de Me-


parte de las tropas de las islas Baleares. Al principio norca mandadas
se habian negado sus habitantes á desprenderse de d e i p a h ™ / " " * 8
aquella fuerza, temerosos de un desembarco. Pero en
julio mas tranquilos convinieron en que la guarnición de Mahon
con el marqués del Palacio que mandaba en Menorca desde el
principio de la insurrección, se hiciese á la vela para Cataluña.
Dicho general si bien habia suscitado altercaciones de que hubieran
podido resultar males, y abierta división entre las dos islas de Ma-
llorca y Menorca, habíase sin embargo mantenido firmemente
adicto á la causa de la patria y contestado con dignidad y energía
á las insidiosas propuestas que le hicieron los franceses de Barce-
lona y sus parciales.


El 20 de julio salió pues de Menorca la expedición compuesta de
4630 hombres con muchos víveres y pertrechos, y el 23 desem-
barcó en Tarragona. Dio su llegada grande impulso á la defensa
de Cataluña, y trasladándose sin tardanza de Lérida á aquel puerto
la junta del principado nombró por su presidente al marqués del
Palacio y se instaló solemnemente el 6 de agosto.


Se empezó desde entonces en aquella parte de España á hacer
la guerra de un modo mejor y mas concertado. Al principio sin
otra guia ni apoyo que el valor de sus habitantes redújose por lo




240 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
general á ser defensiva y á incomodar separadamente al enemigo.
Con este fin determinó el nuevo gefe tomar la ofensiva reforzando
la línea de somatenes que cubría la orilla del Llobregat. Escogió
para mandar la tropa que enviaba á aquel punto al brigadier conde
de Caldagues, quien se juntó con el coronel Baguet gefe de los so-
matenes. La presencia de esta gente incomodaba á Lecchi coman-
dante de Barcelona en ausencia de Duhesme, mayormente cuando
por mar le bloqueaban dos fragatas inglesas, de una de las cuales
era capitán el después tan conocido y famoso Lord Cochrane. Te-
miase el francés cualquiera tentativa, y creció su cuidado luego que
supo haber los somatenes recobrado el 31 á Mongat con la ayuda
de dicho Cochrane, y capitaneados por Don Francisco Barceló.


^ d o No queriendo desperdiciar la ocasión y valiéndose
Caldagues va en de la inquietud y sobresalto del enemigo, pensó el
socorro de Gero- marqués del Palacio en socorrer á Gerona. Al efecto


y creyendo que por sí y los somatenes podría distraer
bastantemente la atención de Lecchi, dispuso que el conde de Cal-
dagues saliese de Martorell el 6 de agosto con tres compañías de
Soria y una de granaderos de Borbon, alrededor de cuyo núcleo
esperaba que se agruparían los somatenes del tránsito. Así su-
cedió , agregándose sucesivamente Milans, Claros y otros al conde
de Caldagues, que se encaminó por Tarrasa, Sabadell y Granollers
á Hostalrich. El 13 se aproximaron todos á Gerona, y en Castellá
celebrándose un consejo de guerra y de concierto con los de la
plaza se resolvió atacar á los franceses al dia siguiente. Contaban
los españoles 10,000 hombres por la mayor parte somatenes.


Veamos ahora lo que alli había ocurrido desde que el enemigo
la habia embestido en los últimos dias de julio. Él número de
los sitiadores si no se ha olvidado ascendía acerca de 9000 hombres;
el de los nuestros dentro del recinto á 2000 veteranos, y ademas el
vecindario muy bien dispuesto y entusiasmado. Los franceses,
fuese desacuerdo entre ellos, fuesen órdenes de Francia ó mas bien
el trastorno que les causaban las nuevas que recibían de todas las
provincias de España, continuaron lentamente sus trabajos sin in-
tentar antes del 12 de agosto ataque formal. Aquel dia intimaron


Macan ios fran ' a rendición, y desechadas que fueron sus proposi-
ceses a Gerona ei ciones rompieron el fuego á las doce de la noche del 15.
«a de agosto. Aviváronle el 14 y 13 acometiendo con particularidad
del lado de Monjuich, nombre que se da como en Barcelona á su
principal fuerte. Adelantaban en la brecha los enemigos, y muy
luego hubiera estado practicable, si los sitiados trabajando con
ahinco y guiados por los oficiales de Ultonia no se hubiesen em-
pleado en su reparo.


Apurados sin embargo andaban, á la sazón que el conde de Cal-
son derrotados dagues colocado con su división en las cercanías, trató
*' l6- estando todos de acuerdo de atacar en la mañana del 16




LIBRO QUINTO. Mi
las baterías que los sitiadores habían levantado contra Monjuich.
Mas era tal el ardimiento de los soldados de la plaza, que sin
aguardar la llegada de los de Caldagues, y mandados por Don
Narciso de la Valeta, Don Enrique Odonell y Don Tadeo Aldea,
se arrojaron sobre las baterías enemigas, penetraron hasta por
sus troneras, incendiaron una, se apoderaron de otra y quema-
ron sus moDtages. Hizose luego general la refriega: duró hüsta k


aoeáe quedando rnicecíores ios españofes, no obstante ta superio-
ridad del enemigo en disciplina y orden. Escarmentados los fran-
ceses abandonaron el sitio, y volviéndose Reille al siguiente dia á
Figueras, enderezó Duhesme sus pasos camino de L e v a n U l l i e l s ¡ t l 0
Barcelona. Pero este no atreviéndose á repasar por
Hostalrich ni tampoco por la marina, ruta en varios puntos cor-
tada y defendida con buques ingleses, se metió por en medio
de los montes perdiendo carros y cañones, cuyo trasporte im->
pedían lo agrio de la tierra y la celeridad de la marcha. Llegó
Duhesme dos días después á la capital de Cataluña con sus tropas
hambrientas y fatigadas y en lastimoso estado. Terminóse asi su
segunda expedición contra Gerona, no mas dichosa ni lucida que
la primera.


Llevada en España á feliz término esta que podemos P o r U l g a l .
llamar su primer campaña, será bien volver nuestra
vista á la que al propio tiempo acabaron los ingleses gloriosa-
mente en Portugal.


Habia aquel reino proseguido en su insurrección, y padecido
bastantemente algunos de sus pueblos con la entrada E s l a d o d B
de los franceses. Cupo suerte aciaga á Leiria y Nazareth, reino y de su ín-
habíendo sido igualmente desdichada la de la ciudad s u r t e c d o n -
de Évora. Era en Portugal difícil el arreglo y unión de todas sus
provincias por hallarse interrumpidas las comunicaciones entre las
del norte y mediodía, y arduo por tanto establecer un concierto
entre ellas para lidiar ventajosamente contra los franceses. La junta
de Oporto animada de buen zelo, mas desprovista de medios y au-
toridad , procedía lentamente en la organización militar, y de Gali-
cia con escasez y tarde le llegaron cerca de 2000 hombres de
auxilio. La junta de Extremadura envió por su lado una corta
división á las órdenes de Don Federico Moreti, con cuya presen-
cia se fomentó el alzamiento del Alenlejo en tal manera grave á los
ojos de Junot, que dio orden á Loison para pasar prontamente á
aquella provincia, desamparando la Beira, en donde este general
estaba, después de haber inútilmente pisado los lindes de Sala-
manca y las orillas de Duero. Supieron portugueses y españoles
que se acercaban los enemigos, y al mando aquellos del general
Francisco de Paula Leite, y los nuestros al del brigadier Moreti,
los aguardaron fuera de las puertas de Évora, dentro de cuyos
muros se habia instalado la junta suprema de la provincia. Era el


i. 46




242 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
29 de julio, y las tropas aliadas, no ofreciendo sino un conjunto in-
forme de soldados y paisanos mal armados y peor disciplinados,


Évorn.
s e dispersaron en breve, recogiéndose parte de ellos


á la ciudad. Los enemigos avanzaron, mas tuvieron
dentro que vencerla pertinaz resistencia de los vecinos y de muchos
de los españoles refugiados alli después de la acción, y que guiados
por Moreti y sobre todo por Don Antonio María Gallego disputa-
ron á palmos algunas de las calles. El último quedó prisionero. La
ciudad fue entregada por el enemigo á saco, desahogando este
horrorosamente su rabia en casas y vecinos. Moreti con el resto
de su tropa se acogió á la frontera de Extremadura. En ella y en
la plaza de Olivenza reunia los dispersos el general Leite. También
al mismo tiempo se ocupaba en el Algarbe el conde de Castromarin
en allegar y disciplinar reclutas; mas tan loables esfuerzos, asi de
esta parte como otros parecidos en la del norte de Portugal, no
hubieran probablemente conseguido el anhelado objeto de libertar
el suelo lusitano de enemigos sin la pronta y poderosa cooperación
de la Gran Rretaña.


Expedición in- Desde el principio de la insurrección española ha-
gjesa enriada a bia pensado aquel gobierno en apoyarla con tropas
loringai. S U y a s . A S Í s e j 0 ofreció á los diputados de Galicia y
Asturias en caso que tal fuese el deseo de las juntas; mas estas
prefirieron á todo los socorros de municiones y dinero, teniendo
por infructuoso, y aun quizá perjudicial, el envío de gente. Era
entonces aquella opinión la mas acreditada, y fundábase en cierto
orgullo nacional loable, mas hijo en parte de la inexperiencia. Da-
ba fuerza y séquito á dicha opinión el desconcepto en que estaban
en el continente las tropas inglesas , por haberse hasta entonces
malogrado desde el principio de la revolución francesa casi todas
sus expediciones de tierra. Sin embargo al paso que amistosamente
no se admitió la propuesta, se manifestó que si el gobierno de
S. M. B. juzgaba oportuno desembarcaren la península alguna divi-
sión de su ejército, seria conveniente dirigirla á las costas de Por-
tugal , en donde su auxilio serviría de mucho á los españoles po-
niéndoles á salvo de cualquiera empresa de Junot.


Abrazó la idea el ministerio inglés, y una expedición preparada
antes de levantarse España, y según se presume contra Buenos-
Aires, mudó de rumbo, y recibió la orden de partir para las cos-
tas portuguesas. Púsose á su frente al teniente general Sir Arturo
Wellesley, conocido después con el nombre de duque de Welling-
ton, y de quien daremos breve noticia, siendo muy principal el
papel que representó en la guerra de la península,
sir Ar«ro w e i - Cuarto hijo Sir Arturo i'.el vizconde Wellesley ,


íesiey. conde de Mornington, habia nacido en Irlanda en
1769, el mismo año que Napoleón. De Eton pasó á Francia y entró
en la escuela militar de Augers para instruirse en la profesión de




LIBRO QUINTO. 215
las armas. Comenzó su carrera en la desastrada campaña que en
1793 acaudilló en Holanda el duque de York, donde se distinguió
por su valor. Detenido á causa de temporales, no se hizo á la vela
para América en 1795, según lo intentaba, y solo en 1797 se embarcó
con dirección á opuestas regiones, yendo á la India oriental en
compañía de su hermano mayor el marqués de Wellesley nombra-
do gobernador. Se aventajó por su arrojo y pericia militar en la
guerra contra Tipoo-Saib y los Máratas, ganándoles con fuerzas
inferiores la batalla decisiva de Assie. En 1805 de vuelta á Ingla-
terra tomó asiento en la cámara de los comunes, y se unió al par-
tido de Pitt. Nombrado secretario de Irlanda, capitaneó después
la tropa de tierra que se empleó en la expedición de Copenhague.
Hombre activo y resuelto al paso que prudente, gozando ya de
justo y buen concepto como militar, sobremanera aumentó su fa-
ma en las venturosas campañas de la península española.


Contaba ahora la expedición de su mando 10,000 saie u expedi-
hombres, los que bien provistos y equipados dieron c i < m d e C o r l 1 '
la vela de Cork el 12 de julio. Al emparejar con la costa de España
paráronse delante de la Coruña, en donde desembarcó el 20 su ge-
neral Wellesley. Andaba á la sazón aquella junta muy atribulada
con la rota de Rioseco, y nunca podrian haber llegado mas opor-
tunamente los ofrecimientos ingleses en caso de querer admitirlos.
Reiterólos su gefe, pero la junta insistió en su dictamen, y limi-
tándose á pedir socorros de municiones y dinero, indicó como
mas conveniente el desembarco en Portugal. Prosiguieron pues su
rumbo, y poniéndose de acuerdo el general de la expedición con
Sir Carlos Cotton que mandaba el crucero frente de Lisboa, de-
terminó echar su gente en tierra en la bahía de Mon- Desembarca en
dego, fondeadero el mas acomodado. Mondego.


No tardó Wellesley en recibir aviso de que otras fuerzas se le jun-
tarían , entre ellas las del general Spencer, antes en Jerez y puerto
de Santa María, y también 10,000 hombres procedentes de Suecia
al mando de Sir Juan Moore. Reunidas que fuesen todas estas tro-
pas con otros cuerpos sueltos, debian ascender en su totalidad á
30,000 hombres inclusos 2000 de caballería; pero con noticia tan
placentera recibió otra el general Wellesley por cierto desagrada-
ble. Era pues que tomaria el mando en gefe del ejército Sir H. Dal-
rymple, haciendo de segundo bajo sus órdenes Sir H. Burrard.
Recayó el nombramiento en el primero porque, habiendo seguido
buena correspondencia con Castaños y los españoles, se creyó que
asi se estrecharían los vínculos entre ambas naciones con la cumpli-
da armonía de sus respectivos caudillos.


No obstante la mudanza que se anunciaba, prevínose al general
Wellesley que no por eso dejase de continuar sus operaciones con
la mas viva diligencia. Autorizado este con semejante permiso, y
quizá estimulado con la espuela del sucesor, trató sin dilación de




244 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
abrir la campaña. Desembarcadas ya todas sus tropas en 5 de agosto,
y arribando con las suyas el mismo dia el general Spencer, pusié-
ronse el 9 en marcha hacia Lisboa. El 12 se encontraron en Leiria
con el general portugués Bernardino Freiré que mandaba 6000 in-
fantes y 600 caballos de su nación. No se avinieron ambos gefes.
Desaprobaba el portugués la ruta que queria tomar el británico,
temeroso deque, descubiertaCoimbra, fuese acometida por el ge-
neral Loison, quien de vuelta ya del Alentejo habia entrado en To-
mar. Por tanto permaneció por aquella parte, cediendo solamente
á los ingleses 1400 hombres de infantería y 250 de caballería que se
les incorporaron. Wellesley prosiguió adelante, y el 15 avanzó
hasta Caldas.


El desembarco de sus tropas habia excitado en Lisboa y en todos
Estado de Janót * o s P u e D l ° s extremado júbilo y alegría, enflaqueciendo


7 sus disposlcio- el ánimo de Junot y los suyos. Preveian su suerte,
n e s ' principalmente estando ya noticiosos de la capitulación
de Duponty retirada de José al Ebro. Derramadas sus fuerzas no
ofrecían en ningún punto suficiente número para oponerse á 15,000
ingleses que avanzaban. Tomó sin embargo Junot providencias
activas para reconcentrar su gente en cuanto le era dable. Ordenó
á Loison dirigirse á la Reirá y flanquear el costado izquierdo
de sus contrarios, y á Kellerman que, ahuyentando las cuadri-
llas de paisanos de Alcázar de Sal y su comarca, evacuase á Setú-
bal y se le uniese. Negóse á prestarle ayuda Siniavin almirante
de la escuadra rusa fondeada en el Tajo, no queriendo combatir á
no ser que acometiesen el puerto los buques ingleses.


Tampoco descuidó Junot celar que se mantuviese tranquila la
populosa Lisboa, y para ello en nada acertó tanto como en dejar su
gobierno al cuidado del general Travot, de todos querido y apre-
ciado por su buen porte. Custodiáronse con particular esmero los
españoles que yacían en pontones, y se atendió á conservar libres
las orillas del Tajo. Los franceses alli avecindados se mostraron
muy aficionados á los suyos, y deseosos de su triunfo formaron un
cuerpo de voluntarios. El conde de Rourmonty otros emigrados,
á quienes durante la revolución se habian prodigado en Lisboa fa-
vores y consuelo, se unieron á sus compatriotas solicitando con
instancia el mencionado conde que se le emplease en el estado
mayor.


Tomadas estas disposiciones, parecióle á Junot ser ocasión de
ponerse ala cabeza de su ejército, é ir al encuentro de los ingleses.
Pero antes habian estos venido á las manos cerca de Roliza con el
general Delaborde, quien, saliendo de Lisboa el 6 de agosto y jun-
tándose en Óvidos con el general Thomiers y otros destacamentos,
habia avanzado á aquel punto al frente de 5000 hombres.


Eran sus instrucciones no empeñar acción hasta
Acción deKonza. , , *


que se le agregasen las tropas en vanos puntos es-




LIBRO QUINTO. 245
parcidas, y limitarse á contenerá los ingleses. No le fue licito cum-
plir aquellas, viéndose obligado á pelear con el ejército adversario.
Habia este salido de su campo de Caldas en la madrugada del 17,
y encaminádose hacia Óvidos. Se extiende desde alli hasta Roliza
un llano arenoso cubierto de matorrales y arbustos terminado por
agrias colinas, las que prolongándose del lado de Culumbeira casi
cierran por su estrechura y tortuosidad el camino que da salida al
país situado á su espalda. Delaborde tomó posición en un corto es-
pacio que hay delante de Roliza, pueblo asentado en la meseta de
una de aquellas colinas, y de cuyo punto dominaba el terreno que
habian de atravesar los ingleses. Acercábanse estos divididos en
tres trozos": mandaba el de la izquierda el general Ferguson, encar-
gado de rodear por aquel lado la posición de Delaborde y de ob-
servar si Loison intentaba incorporársele. El capitán Trant con los
portugueses debia por la derecha molestar el costado izquierdo de
los franceses, quedando en el centro el trozo mas principal, com-
puesto de cuatro brigadas y á las órdenes inmediatas de Sir Ar-
turo , de cuyo número se destacó por la izquierda la del general
Fane para darse la mano con la de Ferguson, del mismo modo que
por la derecha y para sostener á los portugueses se separó la del
general Hill.


Delaborde no creyéndose seguro en donde estaba, con prontitud
y destreza se recogió amparado de su caballería detras de Colum-
beira, en parage de difícil acceso, y al que solo daban paso unas
barrancas dependiente áspera y con mucha maleza. Entonces los in-
gleses variaron la ordenación del ataque; y uniéndose los generales
Fane y Ferguson para rodear el flanco derecho del enemigo, aco-
metieron su frente de posición muy fuerte los generales Hill y Night-
ingale. Defendiéronse los franceses con gran bizarría, y cuatro
horas duró la refriega. Delaborde herido y perdida la esperanza de
que se le juntara Loison, pensó entonces en retirarse, temeroso de
ser del todo deshecho por las fuerzas superiores de sus contrarios.
Primeramente retrocedió á Azambugeira, disputando el terreno
con empeño. Hizo después una corta parada, y al fin tomó el an-
gosto camino de Runha, andando toda la noche para colocarse
ventajosamente en Montechique. Perdieron los ingleses 500 hom-
bres , 600 los franceses. Gloriosa fue aquella acción para ambos
ejércitos; pues peleando briosamente, si favoreció á los últimos
su posición, eran los primeros en número muy superiores. Con la
victoria recobraron confianza los soldados ingleses, menguada por
anteriores y funestas expediciones; y de alli lomó principio la fama
del general Wellesley, acrecentada después con triunfos mas im-
portantes.


No habia Loison acudido á unirse con Delaborde receloso de
comprometer la suerte de su división. Sabia que los ingleses habian
llegado á Leiria, le observaban de cerca los portugueses y unos




246" REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
1500 españoles que de Galicia había traído el marqués de Valla-
dares; el país se mostraba hostil, y asi no solo juzgó imprudente
empeñarse en semejante movimiento, sino que también abandonan-
do á Tomar, siguió por Torres-Novas á Santaren, y el 17 se in-
corporó en Cereal con Junot. Los portugueses luego que le vieron
lejos entraron en Ábranles y se apoderaron de casi todo un des-
tacamiento que alli había dejado.


Junot por su parte, según acabamos de indicar, se había ya ade-
lantado. El 15 de agosto, depues de celebrar con gran pompa la
fiesta de Napoleón, por la noche y muy á las calladas había salido
de Lisboa. Falsas nuevas y el estado de su gente le retardaron en
!a marcha, y no le fue dado antes del 20 reunir sus diversas y se-
paradas fuerzas. Aquel dia aparecieron juntas en Torres-Vedras,
y se componian de 12,000 infantes y 1500 caballos. Quedaban ade-
mas las competentes guarniciones en Yelbes, Almeida, Peniche,
Pálmela, Santaren y en los fuertes de Lisboa. Mandaba la I a divi-
sión francesa el general Delaborde, la 2 a Loison, y Kellerman la
reserva. La caballería y artillería se pusieron al cuidado de los ge-
nerales Margaron y Taviel, y en la última arma mandaba la reserva
el coronel entonces, y después general Foy, célebre y bajo todos
respectos digno de loa.
socorros negados Era mas numeroso el ejército inglés. Se le habían
ai ejército iogiés. nuevamente agregado 4000 hombres á las órdenes
de los generales Anstruther y Acland, y constaba en todo de mas
de 18,000 combatientes. Carecía de la suficiente caballería, limi-
tándose á 200 gineles ingleses y 250 portugueses. Después de la
acción de Roliza no había Wellesley perseguido á su contrario.
Para proteger el desembarco en Maceira de los 4000 hombres
mencionados, habia avanzado hasta Vimeiro, en donde casi al pro-
pio tiempo se le anunció la llegada con 11,000 hombres de Sir Juan
Moore. A este le ordenó que sallase con su gente en tierra en Mon-
dego, y que yendo del lado de Santaren cubriese la izquierda del
ejército. No tardó tampoco en saberse la llegada de Sir H. Burrard
nombrado segundo de Dalrymple en el mando : noticia por cierto
poco grata para el general Wellesley, que esperaba por aquellos
dias coger nuevos laureles. Su plan de ataque estaba ya combinado.
Con pleno conocimiento del terreno, tomando un camino costero,
escabroso y estrecho, pensaba flanquear la posición de Torres-Ve-
dras , y colocándose en Mafra interponerse entre Junot y Lisboa.
Habia escogido aquellos vericuetos y ásperos sitios por conside-
rarlos ventajosos para quien como él andaba escaso de caballería.
AI aviso de estar cerca Burrard suspendió Wellesley su movi-
miento y se avistó á bordo con aquel general. Conferenciaron
acerca del plan concertado, y juzgando Burrard ser arriesgada
cualquiera tentativa en tanto que Moore no se les uniese, dispuso
aguardarle y que permaneciese su ejército en la posición de Vimeiro.




LIBRO QUINTO. 247
Tuvo empero la dicha el general Wellesley de que Junot, no


queriendo dar tiempo á que se juntasen todas las fuerzas británicas,
resolvió atacar inmediatamente á las que en Vimeiro se mantenían
tranquilas.


Está situado aquel pueblo no lejos del mar en una Bataiiadevi-
cañada por donde corre el rio Maceira. Al norte se meiro,2ideago¡>-
eleva una sierra cortada al oriente por un escarpe en *°*
cuya hondonada está el lugar de Toledo. En dicha sierra no ha-
bían al principio colocado los ingleses sino algunos destacamentos.
Al sudoeste so percibe un cerro en parte arbolado que por detras
continúa hacia poniente con cimas mas erguidas. Seis brigadas in-
glesas ocupaban aquel puesto. Había otras dos á la derecha del rio
en una eminencia escueta y roqueña que se levanta delante de Vi-
meiro. En la cañada ó valle se situaron los portugueses y la caba-
llería.


A las ocho de la mañana del 21 de agosto se divisaron los fran-
ceses viniendo de Torres-Vedras. Imaginóse Wellesley ser su in-
tento atacar la izquierda de su ejército, que era la sierra al norte ;
y como estaba desguarnecida encaminó á aquel punto, una tras de
otra, cuatro de las seis brigadas que coronaban las alturas de sud-
oeste y que era su derecha. No había sido tal el pensamiento de
los franceses. Mas observando su general dicho movimiento, envió
sucesivamente para sostener á un regimiento dé dragones, hacia
alli destacado, dos brigadas al mando de los generales Brenier y
Solignac.


No por eso desistió Junot de proseguir en el plan de ataque que
habia concebido, y cuyo principal blanco era la eminencia situada
delante de Vimeiro, en donde estaban apostadas, según hemos
dicho, dos brigadas inglesas, las cuales se respaldaban contra
otras dos que aun permanecían en las alturas de sudoeste.


Rompió el combate el general Delaborde, siguió á poco Loison,
y por instantes arreció la pelea furiosamente. La reserva bajo las
órdenes de Rellerman , viendo que los suyos no se apoderaban de
la eminencia, fue en su ayuda, y en uno de aquellos acometimien-
tos hirieron á Foy. Rechazaban los ingleses á sus intrépidos con-
trarios , aunque á veces flaqueaba alguno de sus cuerpos. Junot en
la reserva observaba y dirigía el principal ataque sin descuidar su
derecha. Mas en aquella no tuvieron ventura los generales Soli-
gnac y Brenier, habiendo sido uno herido y otro prisionero.


A las doce de! día, después de tres horas de inútil lucha y dismi-
nuido el ejército francés con la pérdida de mas de 1800 hombres,
determinaron sus generales retirarse á una línea casi paralela á la
que ocupaban los ingleses. Estos con parte de su tuerza todavía
intacta consideraron entonces como suya la victoria, habiéndose
apoderado de 13 cañones, y solo contando entre muertos y heridos
unos 800 hombres. Parecía que era llegado el tiempo de per-




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
seguir á los vencidos con las tropas de refresco. Tal era el dicta-
men de Sir Arturo Wellesley, sin que ya fuese dueño de llevarle
á cabo. Durante la acción habia llegado al campo el general Bur-
rard, á quien correspondía el mando en gefe. Con escrúpulo cor-
tesano dejó á Wellesley rematar una empresa dichosamente comen-
zada. Pero al tratar de perseguir al enemigo, recobrando su
autoridad, opúsose á ello, é insistió en aguardar á Moore. De
prudencia pudo graduarse semejante opinión antes de la batalla :
tanta precaución ahora, si no disfrazaba celosa rivalidad, excedía
los límites de la timidez misma.


Los franceses por la tarde sin ser incomodados se fueron á Tor-
res-Vedras. El 22 celebró Junot consejo de guerra, en el que
acordaron abrir negociaciones con los ingleses por medio del ge-
neral Kellerman, no dejando de continuar su retirada á Lisboa.
Armisticio entre Asi se ejecutó; pero al tocar el negociador francés las
anuos ejércitos. ]j n eas inglesas, había desembarcado ya y tomado el
mando Sir H. Dalrymple. Con lo que en menos de dos dias tres
generales se sucedieron en el campo británico : mudanza perjudi-
cial á las operaciones militares y á los tratos que siguieron, apare-
ciendo cuan erradamente á veces proceden aun los gobiernos mas
prácticos y advertidos. Propuso Kellerman un armisticio, confor-
móse el general inglés y se nombró para concluirle á Sir Arturo
Wellesley. Convinieron los negociadores en ciertos artículos que
debían servir de base á un tratado definitivo. Fueron los mas
principales : I o que el ejército francés evacuaría á Portugal,
siendo trasportado á Francia con artillería, armas y bagage por
la marina británica; 2 o que á los portugueses y franceses avecin-
dados no se les molestaría por su anterior conducta política, pu-
diendo salir del territorio portugués con sus haberes en cierto
plazo ; y 5 o que se consideraría neutral el puerto de Lisboa du-
rante el tiempo necesario y conforme al derecho marítimo, á fin
de que la escuadra rusa diese la vela sin ser á su salida incomo-
dada por la británica. Señalóse una línea de demarcación entre
ambos ejércitos, quedando obligados recíprocamente á avisarse 48
horas de antemano en caso de volver á romperse las hostilidades.


Mientras tanto Junot habia el 23 entrado en Lisboa, en donde
los ánimos andaban muy alterados. Con la noticia de la acción de
Roliza hubierase el 20 conmovido la población á no haberla conte-
nido con su prudencia el general Travot. Mas permaneciendo viva
la causa de la fermentación pública, hubieron los franceses de acu-
dir á precauciones severas, y aun al miserable y frágil medio de
esparcir falsas nuevas, anunciando que habian ganado la batalla
de Vimeiro. De poco hubieran servido sus medidas y artificios si
oportunamente no hubiera llegado con su ejército el general Junot.
A su vista forzoso le fue al patriotismo portugués reprimir ímpetus
inconsiderados.




LIBRO QUINTO. 240
Por otra parte el armisticio tropezaba con obstáculos impre-


vistos. El general Bernardino Freiré agriamente representó con-
tra su ejecución, no habiendo tenido cuenta en lo estipulado ni
con su ejército, ni con la junta de Oporto, ni tampoco con el
príncipe regente de Portugal, cuyo nombre no sonaba en ninguno
délos artículos. Aunque justa hasta cierto punto, fue desatendida
tal reclamación. No pudo serlo la de Sir C. Cotton comandante de
la escuadra británica, quien no quiso reconocer nada de lo con-
venido acerca de la neutralidad del puerto y de los buques rusos
allí anclados. Tuvieron pues que romperse las negociaciones.


Mucho incomodó á Junot aquel inesperado suceso; y escuchando
antes que á sus apuros á la altivez de su pecho engreído con no
interrumpida ventura, dispúsose á guerrear á todo trance. Mas sin
recursos, angustiados los suyos y reforzados los contrarios con la
división de Moore y un regimiento que el general Beresford traía
de las aguas de Cádiz, se le ofrecían insuperables dificultades. Au-
mentábanse estas con el brío adquirido por la población portuguesa,
la que después de las victorias alcanzadas, de tropel acudía á Lis-
boa y estrechaba las cercanías. Carecía también de la conveniente
cooperación del almirante ruso, indiferente á su suerte y firme en
no prestarle ayuda. Tal porte enfureció tanto mas á Junot, cuanto
la estancia de aquella escuadra en el Tajo habia sido causa del
rompimiento de las negociaciones entabladas. Asi mal de su grado,
solo y vencido de la amarga situación de su ejército, cedió Junot y
asintió á la famosa convención concluida en Lisboa el 30 de agosto
entre el general Kellerman y J. Murray cuartel maestre del ejér-
cito inglés. El ruso ajustó por sí en 3 de setiembre un C o i . ™ i o dei
convenio con el almirante inglés \ semín el cual en- almirante ruso


, . . . , , , . . . . . con el inglés.


tregaba en deposito su escuadra al gobierno británico
hasta seis meses después de concluida la paz entre i «o
sus gobiernos respectivos, debiendo ser trasportados á Rusia los
gefes, oficiales y soldados que la tripulaban.


La convención entre franceses é ingleses llamóse ma- convenc ión de
lamente de Cintra, por no haber sido firmada allí ni ra- cer-
tificada *. Constaba de 22 artículos y ademas otros tres (* AP- N-T- >
adicionales, partiendo de la base del armisticio antes concluido. Los
franceses no eran considerados como prisioneros de guerra, y debían
los ingleses trasportarlos á cualquiera puerto occidental de Francia
entre Rochefort y Lorient. En el tratado se incluían las guarniciones
de las plazas fuertes. Los españoles detenidos en pontones ó barcos
en el Tajo se entregaban á disposición del general inglés, en trueque
de los franceses que sin haber tomado parte en la guerra hubieran
sido presos en España. No eran por cierto muchos, y los mas habían
ya sido puestos en libertad. Entre los que todavía permanecían ar-
restados soltó los suyos la junta de Extremadura, condescendiendo
con los deseos del general inglés. El número de españoles que ge^




250 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
mian en Lisboa presos ascendía á 3500 hombres, procedentes de
Españoles de


Jos regimientos de Santiago y Alcántara de caballería,
Portugal. je u n batallón de tropas ligeras de Valencia, de gra-


naderos provinciales y varios piquetes; los cuales bien armados y
equipados desembarcaron en octubre á las órdenes del mariscal de
campo Don Gregorio Laguna en la Rápita de Tortosa y en los Alfa-
ques. Los demás artículos de la convención tuvieron sucesivamente
cumplido efecto. Algunos de ellos suscitaron acaloradas disputas :
sobre todo los que tenían relación con la propiedad de los individuos.
Esto y falta de trasportes dilataron la partida de los franceses.


Causaba su presencia desagradable impresión, y tuvieron los
ingleses que velar noche y dia para que no se perturbase la tran-
quilidad de Lisboa. No tanto ofendía á sus habitantes la franca salida
que por la convención se daba á sus enemigos, cuanto el poco
aprecio con que en ella eran tratados el príncipe regente y su go-
bierno. No se mentaba ni por acaso su nombre, y si en el armisticio
había cabido la disculpa de ser un puro convenio militar, en el
nuevo tratado en que mezclaban intereses políticos no era dado
alegarlas mismas razones. De aqui se promovió un reñido altercado
entre la junta de Oporlo y los generales ingleses. A principio qui-
sieron estos aplacar el enojo de aquella; mas al fin desconocieron su


Restablecen ios
a u t °ridad y la de todas las juntas creadas en Portugal,


ingleses ía regen- Restablecieron en 18 de setiembre conforme á instruc-
t ia de Portugal. c ¡ o n f , e s u g 0 b ¡ e r n o j a regencia queal partir al Brasil
había dejado el príncipe Don Juan, y tan solo descartaron las per-
sonas ausentes ó comprometidas con los franceses. Portugal reco-
noció el nuevo gobierno y se disolvieron todas sus juntas.


El 15 de setiembre dio la vela Junot y su nave dirigió el rumbo
á la Rochela. El 30 todas sus tropas estaban ya embarcadas, y
unas en pos de otras arribáronla Quiberon y Loricnt. Faltaban
las de las plazas, para cuya salida hubo nuevos tropiezos. El ge-
neral español Don José de Arce, por- orden de la junta de Extrema-
ve ibes sitiada por dura' n a D ' a asediado el 7 de setiembre á Yelbes, y


ios españoles. obligado al comandante francés Girod de Novilars á
encerrarse en el fuerte de la Lippe. Sobrado tardia era en ver-
dad la tentativa de los españoles, y llevaba traza de haberse ima-
ginado después de sabida la convención entre franceses é ingleses.
Despacharon estos para cumplirla en aquella plaza un regimiento,
pero Arce y la junta de Extremadura se opusieron vivamente á
que se dejase ir libres á los que sus soldados sitiaban. C r u z a ronse
escritos de una y otra parte, hubo varias y aun empeñadas expli-
caciones, mas al cabo se arregló todo amistosamente con elcoro-
Mmeida por ios


n e ' ing'és Graham. Noanduvieron respecto de Almeida
portugueses. m a s dóciles los portugueses, quienes cercaban la plaza.


Hasta primeros de octubre no se removieron los obstáculos que se
oponían á la entrega, y aun entonces hubo de serles á los franceses




LIBRO QUINTO. 251
harto costosa. Libres ya y próximos á embarcarse en Oporto, su-
blevóse el pueblo de aquella ciudad con haber descubierto entre
los equipages ornamentos y alhajas de iglesia. Despojados de sus
armas y haberes debieron la vida á la firmeza del inglés Sir Ro-
berto Wilson que mandaba un cuerpo de portugueses, conteniendo
á duras penas la embravecida furia popular.


Con el embarco de la guarnición de Almeida quedaba del todo
cumplida la convención llamada de Cintra. Fue penosa la travesía
de las tropas francesas, maltratado el convoy por recios tempora-
les. Cerca de 2000 hombres perecieron, naufragando tripulaciones
y trasportes: 22,000 arribaron á Francia, 29,000 habían pisado
el suelo portugués. Pocos meses adelante los mismos soldados
aguerridos y mejor disciplinados volvieron de refresco sobre Es-
paña.


La convención no solamente indignó á los portu-
„ . . u _ , . 1 Desaprobación


gueses y fue censurada por los españoles, sino que general de lacon-
tambien levantó contra ella el clamor de la Inglaterra ^ e n X g w e ™ "
misma. Llenos de satisfacción y contento habían es-
tado sus habitantes al eco de las victorias de Roliza y Vimeiro. De
ello fuimos testigos, y de los primeros. Traemos á la memoria que
en I o de setiembre y á cosa de las nueve de la noche asistiendo á
un banquete en casa de Mr. Canning, se anunció de improviso la
llegada del capitán Campbell portador de ambas nuevas. Estaban
allí presentes los demás ministros británicos, y á pesar de su natu-
ral y prudente reserva, con las victorias conseguidas desabrocha-
ron sus pechos con júbilo colmado. No menor se mostró en todas
las ciudades y pueblos de la Gran Bretaña. Pero enturbióle bien
luego la capitulación concedida á Junot, creciendo el enojo á par
de lo abultado de las esperanzas. Muchos decían que los españoles
hubieran conseguido triunfo mas acabado. Tan grande era el con-
cepto del brío y pericia militar de nuestra nación, exagerado en-
tonces, como después sobradamente deprimido al llegar derrotas
y contratiempos. Aparecía el despecho y la ira hasta en los pape-
les públicos, cuyas hojas se orlaban con bandas negras, pintando
también en caricaturas é impresos á sus tres generales colgados de
un patíbulo afrentoso. Cundió el enojo de los particulares á las
corporaciones, y las hubo que elevaron hasta el solio enérgicas
representaciones. Descolló entre todas la del cuerpo municipal de
Londres. No en vano levanta en Inglaterra su voz la opinión na-
cional. A ella tuvieron que responder los ministros ingleses, nom-
brando una comisión que informase acerca del asunto, y llamando
á los tres generales Dalrymple, Burrard y Wellesley para que sa-
tisficiesen á los cargos. Hubo en el examen de su conducta varios
incidentes, mas al cabo conformándose S. M. B. con el unánime pa-
recer de la comisión, declaró no haber lugar á la formación de
causa, al paso que desechó los artículos de la convención, cuyo




252 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
contenido podria ofender ó perjudicar á españoles y portugueses.
Decisión que á pocos agradó, y sobre la que se hicieron justos
reparos.


Nosotros creemos que si bien hubieran podido sacarse mayores
ventajas de las victorias de Roliza y Vimeiro, fue empero de gran
provecho el que desembarazase á Portugal de enemigos. Con la
convención se consiguió pronto aquel objeto; sin ella quizá se hu-
biera empeñado una lucha mas larga, y España embarazada con
los franceses á la espalda no hubiera tan fácilmente podido atender
á su defensa y arreglo interior.


Declaración de Estas pues habían sido las victorias conseguidas
s. M. B . de 4 do por los armas aliadas antes del mes de setiembre en el


l n l l°- territorio peninsular, con las que se logró despejar su
suelo hasta las orillas del Ebro. Por el mismo tiempo fueron tam-
bién de entidad los tratos y conciertos que hubo entre el gobierno
deS. M.B. y las juntas españolas, los cuales dieron ocasión á acon-
tecimientos importantes.


Hablamos en su origen del modo lisonjero con que habían sido
tratados los diputados de Asturias y Galicia. Se habían ido estre-
chando aquellas primeras relaciones, y ademas de los cuantiosos
auxilios mencionados y que en un principio se despacharon á Es-
( • Ap n ? Ms i P a ñ a > f u e r o n después otros nuevos y pecuniarios *.


Creciendo la insurrección y afirmándose marravillo-
{* Ap. n. s.) s a m e n t e , díó S. M. B.* una prueba solemne de adhe-


sión á la causa de los españoles, publicando en i de julio una de-
claración por la que se renovaban los antiguos vínculos de amistad
entre ambos naciones. Realmente estaban ya restablecidos desde
primeros de junio; pero á mayor abundamiento quísose dar á la
nueva alianza toda autoridad por medio de un documento público
y de oficio.


La unión franca y leal de ambos países, y el tropel
cifmaciones95qot portentoso de inesperados sucesos habían excitado en
se nacen a ios di- Inglaterra un vivo deseo de tomar partido con los pa-
potados espano- triQtS[& e S p a n 0 ] e S í ]$ 0 s e limitó aquel á los naturales,


no á aventureros ansiosos de buscar fortuna. Cundió
también á extrangeros y subió hasta personages célebres é ilustres.
Los diputados españoles careciendo de la competente facultad se
negaron constantemente á escuchar semejantes solicitudes. Seria
prolijo reproducir aun las mas principales. Contentarémonos con
hacer mención de dos de las mas señaladas. Fue una la del general


Dumouriei Dumouriez : con ahinco solicitaba trasladarse á la pe-
nínsula , y tener allí un mando, ó por lo menos ayudar


de cerca con sus consejos. Figurábase que ellos y su nombre des-
baratarían las huestes de Napoleón. Tachado de vario é inconstante
en su conducta, y también de poco fiel á su patria, mal hubiera
podido merecer la confianza de otra adoptiva. De muy diverso




LIBRO QUINTO. 253
origen procedia la segunda solicitud, y de quien bajo todos res-
pectos y por sus desgracias y las de su familia merecía otro mira-
miento y atención. Sin embargo no les fue dado á los diputados
acceder al noble sacrificio que quería hacer de su persona el conde
de Arlois (hoy Garlos X de Francia) partiendo á Es- „


,v J , „ , , , * Conde de Artois.


paña á pelear en las filas españolas.
Acompañaron á estas gestiones otras no dignas de olvido. Pocos


dias habian corrido después de la llegada á Londres de los dipu-
tados de Asturias, cuando el duque de Blacas (entonces conde) se
les presentó á nombre de Luis XVIII, ilustre cabeza L u ] ¡ ¡ l
de la familia de Borbon, con objeto de reclamar
el derecho al trono español que asistía á la rama de Fran-
cia, extinguida que fuese la de Felipe V. Evitando tan espinosa
cuestión por anticipada, se respondió de palabra y con el debido
acatamiento á la reclamación de un príncipe desventurado y vene-
rable , lejos todavía de imaginarse que la insurrección de España
le serviría de primer escalón para recuperar el trono de sus mayo-
res. Mas secamente se replicó á la nota que al mismo propósito
escribió á los diputados en favor de su amo, el príncipe p , i I l c l p e d e C ( K .
de Castelcicala embajador de Fernando IV rey de las teicicaia.
dos Sicilias. Provocó la diferencia en la contestación el modo poco
atento y desmañado con que dicho embajador se expresó, pues al
paso que revindicaba derechos de tal cuantía, estudiosamente aun
en el estilo esquivaba reconocer la autoridad de las juntas. La re-
lación de estos hechos muestra la importancia que ya todos daban á
la insurrección de España, deprimida entonces y desfigurada por
Napoleón.


Pero si bien eran lisonjeros aquellos pasos, no podían fijar tanto
la atención de los diputados como otros negocios que particular-
mente interesaban al triunfo de la buena causa. Para su prose-
cución se agregaron en primeros de julio á los de Galicia y Asturias
los diputados de Sevilla el teniente general Don Juan Ruiz de Apo-
daca y el mariscal de campo Don Adrián Jácome. Unidos no sola-
mente promovieron el envío de socorros, sino que ademas volvieron
la vista al norte de Europa. Despacharon á Rusia un comisionado,
mas ya fuese falta suya ó que aquel gabinete no estuviese todavía
dispuesto á desavenirse con Francia, la tentativa no tuvo ninguna
resulta. Mas dichosa fue la que hicieron para libertar la división
española que estaba en Dinamarca á las órdenes del marqués de la
Romana, merced al patriotismo de sus soldados, y á la actividad y
celo de la marina inglesa.


Hubiérase achacado á desvario pocos meses antes T r o p a española
el figurarse siquiera que aquellas tropas á tan gran e a J » ' ™ ^ -
distancia de su patria y rodeadas del inmenso poder y vigilancia de
Napoleón, pisarían de nuevo el suelo español burlándose de pre-
cauciones, y aunsirviéndolespara su empresa las mismas que contra




2o4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
su libertad se habian tomado. Constaba á la sazón su fuerza de
14,198 hombres, y se componía de la división que en la primavera
de 1807 había salido de España con el marqués de la Romana, y
de la que estaba en Toscana y se le juntó en el camino. Por agosto
de aquel año y á las órdenes del mariscal Bernadotte príncipe de
Ponte-Corvo, ocupaban dichas divisiones á Hamburgo y sus cer-
canías, después de haber gloriosamente peleado algunos de los
cuerpos en el sitio de Stralsunda. Resuelto Napoleón á enseñorearse
de España, juzgó prudente colocarlos en parage mas seguro, y
con pretexto de una invasión en Suecia los aisló y dividió en el
territorio danés. Estrechólos asi entre el mar y su ejército. Napo-
león determinó que ejecutasen aquel movimiento en marzo de 1808.
Cruzó la vanguardia el pequeño Relt y desembarcó enFionia. La
impidió atravesar el gran Belt é ir á Zelandia la escuadra inglesa
que apareció en aquellas aguas. Lo restante de la fuerza española
detenida en el Sieswic se situó después en las islas de Langeland
y Fionia y en la península de Jutlandia. Asi continuó, excepto los
regimientos de Asturias y Guadalajara que de noche y precavida-
mente consiguieron pasar el gran Relt y entrar en Zelandia. Las
novedades de España aunque alteradas y tardías habian penetrado
en aquel apartado reino. Pocas eran las cartas que los españoles
recibían, interceptando el gobierno francés las que hablaban de
las mudanzas intentadas ó ya acaecidas. Causaba el silencio desaso-
siego en los ánimos, y aumentaba el digusto el verse las tropas di-
vididas y desparramadas.


En tal congoja recibióse en junio un despacho de Don Mariano
Luis de Urquijo para que se reconociese y prestase juramento á
José, con la advertencia « de que se diese parte si habia en los re-
« gimientos algún individuo tan exaltado que no quisiera confor-
« marse con aquella soberana resolución, desconociendo el interés
« de la familia real y de la nación española. » No acompañaron á
este pliego otras cartas ó correspondencia, lo que despertó nuevas
sospechas. También el 24 del mismo mes habia al propio fin escrito
al de la Romana el mariscal Bernadotte. El descontento de soldados
y oficiales era grande, los susurros y hablillas muchos, y temíanse
los gefes alguna sería desazón. Por tanto adoptáronse para cumplir
la orden recibida convenientes medidas, que no del todo bastaron.
En Fionia salieron gritos de entre las filas de Almansa y Princesa
de viva España y niñera Napoleón, y sobre todo el tercer batallón
del último regimiento anduvo muy alterado. Los de Asturias y
Guadalajara abiertamente se sublevaron en Zelandia, fue muerto
un ayudante del general Friiion, y este hubiera perecido si el co-
ronel del primer cuerpo no le hubiese escondido en su casa. Ro-
deados aquellos soldados fueron desarmados por tropas danesas.
Hubo también quien juró con condición de que José hubiese subido
al trono sin oposición del pueblo español. Cortapisa honrosa y que




LIBRO QUINTO.
ponia á salvo la mas escrupulosa conciencia, aun en caso de que
obligase un juramento engañoso, cuyo cumplimiento comprometía
la suerte é independencia de la patria.


Mas semejantes ocurrencias excitaron mayor vigi- M a r < I t l é 9 d e l a
lancia en el gobierno francés. Aunque ofendidos c ir- Romana,
ritados, calladamente aguantaban los españoles hasta poder en
cuerpo ó por separado libertarse de la mano que les oprimía. El
mismo general en gefe vióse obligado á reconocer al nuevo rey, di-
rigiéndole, como á Bernadotte, una carta harto lisonjera. La con-
tradicción que aparece entre este paso y su posterior conducta se
explica con la situación crítica de aquel general y su carácter ; por
lo que daremos de él y de su persona breve noticia.


Don Pedro Caro y Sureda marqués de la Romana, de una de las
mas ilustres casas de Mallorca, habia nacido en Palma capital de
aquella isla. Su edad era la de 46 años, de pequeña estatura, mas
de complexión recia y enjuta, acostumbrado su cuerpo á abstinencia
y rigor. Tenia vasta lectura no desconociendo los autores clásicos
latinos y griegos, cuyas lenguas poseía. De la marina pasó al ejér-
cito al empezar la guerra de Francia en 1793, y sirvió en Navarra
á las órdenes de su lio Don Juan Ventura Caro. Yendo de allí á Ca-
taluña ascendió ágeneral, y mostróse entendido y bizarro. Obtuvo
después otros cargos. Habiendo antes viajado en Francia, se le
miró como hombre al caso para mandar la fuerza española que se
enviaba al Norte. Faltábale la conveniente entereza, pecaba de dis-
traído , cayendo en olvidos y raras contradicciones. Juguete de adu-
ladores , se enredaba á veces en malos é inconsiderados pasos. Por
fortuna en la ocasión actual no tuvieron cabida aviesas insinuaciones,
asi por la buena disposición del marqués, como también por ser
casi unánime en favor de la causa nacional la decisión de los oficiales
y personas de cuenta que le rodeaban.


Bien pronto en efecto se les ofreció ocasión de justificar los no-
bles sentimientos que los animaban. Desde junio íes diputados de
Galicia y Asturias habían procurado por medio de activa correspon-
dencia ponerse en comunicación con aquel ejército; mas en vano :
sus cartas fueron interceptadas ó se retardaron en su arribo. Tam-
bién el gobierno inglés envió un clérigo católico de nombre Ro-
berison, el que si bien consiguió abocarse con el marqués de la
Romana, nada pudo entre ellos concluirse ni determinarse definiti-
vamente. Mientras tanto llegaron á Londres Don Juan Ruiz de Apo-
daca y Don Adrián Jácome, y como era urgente sacar, por decirlo
asi, de cautiverio á los soldados españoles de Dinamarca, concer-
táronse todos los diputados y resolvieron que los dé Andalucía en-
viasen al Báltico á su secretario el oficial de marina Don
Rafael Lobo, sugeto capaz y celoso. Proporcionó bu- L u t ,°'
que el gobierno inglés, y haciéndose á la vela en julio arribó Lobo
el 4 de agosto al gran Bell, en donde con el misino objeto se habia




256 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
apostado á las órdenes de Sir R. Keats parte de la escuadra inglesa
que cruzaba en los mares del Norte.


Don Rafael Lobo ancló delante de las islas dinamarquesas, á
tiempo que en aquellas costas se habia despertado el cuidado de tos
franceses por la presencia y proximidad de dicha escuadra. De-
seoso de avisar su venida empleó Lobo inútilmente varios medios de
comunicar con tierra. Empezaba ya á desesperanzar, cuando el
brioso arrojo del oficial de voluntarios de Cataluña Don Juan An-


FáDregues
t o m o Fábregues puso término á la angustia. Habia este


a r ido con pliegos desde Langeland á Copenhague. A su
vuelta con propósito de escaparse, en vez de regresar por el mismo
parage, buscó otro apartado, en donde se embarcó mediante un
ajuste con dos pescadores. En la travesía columbrando tres navios
ingleses fondeados á cuatro leguas de la costa, arrebatado de noble
inspiración tiró del sable y ordenó á los dos pescadores, únicos que
gobernaban la nave, hacer rumbo á la escuadra inglesa. Un sol-
dado español que iba en su compañía, ignorando su intento, arre-
dróse y dejó caer el fusil de las manos. Con presteza cogió el arma
uno de los marineros, y mal lo hubiera pasado Fábregues, si pronto
y resuelto este, dando al danés un sablazo en la muñeca, no le hu-
biese desarmado. Forzados pues se vieron los dos pescadores á obe-
decer al intrépido español. Déjase discurrir de cuánto gozo se em-
bargarían los sentidos de Fábregues al encontrarse á bordo con
Lobo, como también cuánta seria la satisfacción del último cercio-
rándose de que la suerte le proporcionaba seguro conducto de tra-
tar y corresponder con los gefes españoles.


No desperdiciaron ni uno ni otro el tiempo que entonces era á
todos precioso. Fábregues á pesar del riesgo se encargó de llevar
la correspondencia, y de noche y á hurtadillas le echó en la costa
de Langeland un bote inglés. Avistóse á su arribo y sin tardanza
con el comandante español, que también lo era de su cuerpo, Don
Ambrosio de la Cuadra, confiado en su militar honradez. No se
engañó porque asintiendo este á tan digna determinación, pronta-
mente y disfrazado despachó al mismo Fábregues para que diese
cuenta de lo que pasaba al marqués de la Romana. Trasladóse á
Fionia en donde estaba el cuartel general, y desempeñó en breve
y con gran celo su encargo.


Causaron allí las nuevas que traía profunda impresión. Crítica
era en verdad y apurada la posición de su gefe. Como buen patri-
cio anhelaba seguir el pendón nacional, mas como caudillo de un
ejército pesábale la responsabilidad en que incurriría si su noble in-
tento se desgraciaba. Perplejo se hubiera quizá mantenido á no ha-
berle estimulado con su opinión y consejos los demás oficiales. De-


Dispúoense a cidióse en fin al embarco, y convino secretamente con
embarcarse las los ingleses en el modo v forma de ejecutarle. Al prin-
tropas del Norte. • • i • • , i • i


cipio se había pensado en que se suspendiese hasta




LIBRO QUINTO. 257
que noticiosas del plan acordado las tropas que habia en Zelandia
y Jutlandia, se moviesen todas á un tiempo antes de despertar el
recelo de los franceses. Mas informados estos de haber Fábregues
comunicado con la escuadra inglesa, menester fue acelerar la ope-
ración trazada.


Dieron principio á ella los que estaban en Langeland enseño-
reándose de la isla. Prosiguió Romana y se apoderó el 9 de agosto
de la ciudad de Nyborg, punto importante para embarcarse y re-
peler cualquiera ataque que intentasen 3000 soldados dinamarque-
ses existentes en Fionia. Los españoles acuartelados en Swendborg
y Faaborg, al mediodía de la misma isla, se embarcaron para Lan-
geland también el 9 , y tomaron tierra desembarazadamente. Con
mas obstáculos tropezó el regimiento de Zamora, acantonado en
Fridericia: engañóle Don Juan de Kindeland, segundo
de Romana, que allí mandaba. Aparentando desear m e a n '
lo mismo que sus soldados dispúsose á partir y aun embarcó su
equipage; pero en el entretanto no solo dio aviso de lo que ocurría
al mariscal Bernadotte, sino que temiendo que se descubriese su
perfidia, cautelosamente y por una puerta falsa se escapó de su
casa. Amenazados por aquel desgraciado incidente apresuráronse
ios de Zamora á pasar á Middíefahrt, y sin descanso caminaron
desde allí por espacio de veintiuna horas, hasta incorporarse en
Nyborg con la fuerza principal, habiendo andado en tan breve
tiempo mas de dieciocho leguas de España. Huido Eindelan y ad-
vertidos los franceses, parecia imposible que se salvasen los otros
regimientos que habia en Jutlandia : con todo lo consiguieron dos
de ellos. Fue el primero el de caballería del Rey. Ocupaba á
Aarhuus, y por el cuidado y celo de su anciano coronel, fletando
barcas salvóse y arribó á Nyborg. Otro tanto sucedió con el del
Infante, también de caballería, situado en Manders y por consi-
guiente mas lejos y al norte. No tuvo igual dicha el de Algarbe,
único que allí quedaba. Retardó su marcha por indecisión de su
coronel, y aunque mas cerca de Fionía que los otros dos, fue sor-
prendido por las tropas francesas. En aquel encuentro el capitán
Costa, que mandaba un escuadrón, al verse vendido prefirió acabar
con su vida tirándose un pistoletazo. Imposible fue á los regimien-
tos de Asturias y Guadalajara acudir al punto de Corsoer que se les
habia indicado como el mas vecino á Nyborg desde la costa opuesta
de Zelandia. Desarmados antes, según hemos visto, y cuidadosa-
mente observados, envolviéronlos las tropas danesas al ir á ejecutar
su pensamiento. Asi que entre estos dos cuerpos el de Algarbe de
caballería, algunas partidas sueltas y varios oficiales ausentes por
comisión ó motivo particular, quedaron en el Norte 5160 hombres,
y 9038 fueron los que unidos en Langeland y pasada reseña se con-
taron prontos á dar la vela. Abandonáronse los caballos no ha-
biendo ni trasportes ni tiempo para embarcarlos. Muchos de los


i. 17




258 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ginetes no tuvieron ánimo para matarlos, y siendo enteros y vién-
dose solos y sin freno, se extendieron por la comarca y esparcie-
ron el desorden y espanto.
K i n a e i a n T G n e r - Don ^ a a a de Kindelan habia en el intermedio He-


re™, gado al cuartel general de Bernadotte, y no contento
con los avisos dados, descubrió al capitán de artillería Don José
Guerrero, encargado por Romana de una comisión importante en
el Sleswic. Arrestáronle, y enfurecido con la alevosía de Kindelan
apellidóle traidor delante de Bernadotte, quedando aquel aver-
gonzado y mirándole después al soslayo los mismos á quienes ser-
via : merecido galardón á su villano proceder. Salvó la vida á Guer-
rero la hidalga generosidad del mariscal francés, quien le dejó
escapar y aun en secreto le proporcionó dinero.


juramento de
M a s a l l j a s 0 f l u e t a n dignamente se portaba con un


i o s españoles en oficial honrado y benemérito, forzoso le fue, obrando
Langeiaud. como general, poner en práctiea cuantos medios es-
taban á su alcance para estorbar la evasión de los españoles. Ya no
era dado ejecutarlo por la violencia. Acudió á proclamas y exhor-
taciones, esparciendo ademas sus agentes falsas nuevas, y procu-
rando sembrar rencillas y desavenencias. Pero ¡ cuan grandioso
espectáculo no ofreciéronlos soldados españoles en respuesta á
aquellos escritos y manejos! Juntos en Langeland, clavadas sus
banderas en medio de un círculo que formaron, y ante ellas hin-
cados de rodillas, juraron con lagrimas de ternura y despecho ser*
fieles á su amada patria y desechar seductoras ofertas. No; la an-
tigüedad con todo el realce que dan á sus acciones el trascurso del
tiempo y la elocuente pluma de sus egregios escritores, no nos ha
trasmitido ningún suceso que á este se aventaje. Nobles é intrépi-
dos sin duda fueron los griegos cuando unidos á la voz de Jeno-
fonte para volver á su patria, dieron á las falaces promesas del rey
c" * p . n s ^ e P e r s ' a aquella elevada y sencilla respuesta *:« He-


« mos resuelto atravesar el país pacíficamente si se nos
c deja retirarnos al suelo patrio, y pelear hasta morir si alguno
« nos lo impidiese. » Mas álos griegos no les quedaba otro partido
que la esclavitud ó la muerte; á los españoles, permaneciendo so-
segados y sujetos á Napoleón, con largueza se les hubieran dis-
pensado premios y honores. Aventurándose á tornar á su patria,
los unos llegados que fuesen, esperaban;vivir tranquilos y honra-
dos en sus hogares; los otros, si bien con nuevo lustre, iban á em-
peñarse en una guerra larga, dura y azarosa, exponiéndose, si
caían prisioneros, á la tremenda venganza del emperador de los
franceses.


Urgiendo volver á España, y siendo prudente alejarse de costas
dominadas por un poderoso enemigo, abreviaron la partida de
Dan ía veía para Langeland y el 15 se hicieron á la vela para Gotem-


España. burgo en Suecia. En aquel puerto, entonces amigo,




LIBRO QUINTO. 2SÜ
aguardaron trasportes, y antes de mucho dirigieron el rumbo á las
playas de su patria, en donde no tardaremos en verlos unidos á
los ejércitos lidiadores.


Habiendo llegado los asuntos públicos dentro y T r i , t a s 6 0 e r e u _
fuera del reino á tal punto de pronta é impensada n¡r una junta
felicidad, cierto que no faltaba para que fuese cum- c e a t r a I '
plida sino reconcentrar en una sola mano ó cuerpo la potestad su-
prema. Masladiscordanciasobre el modo y lugar, las dificultades que
nacieron de un estado de cosas tan nuevo, y rivalidades y compe-
tencias retardaron su nombramiento y formación.


Perjudicó también á la apetecida brevedad la sitúa- Situación defla-
ción en que quedó á la salida del enemigo la capital d n d i
de la monarquía. Los moradores ausentes unos, y amedrentados
otros con el duro escarmiento del 2 de mayo, ó no pudieron ó no
osaron nombrar un cuerpo que, á semejanza de las demás provin-
cias, tomase las riendas del gobierno de su territorio y sirviese de
guia á todo el reino. Verdad es que Madrid ni por su población ni
por su riqueza no habiendo nunca ejercido, como acontece con al-
gunas capitales de Europa, poderoso influjo en las demás ciudades,
hubiera necesitado de mayor esfuerzo para atraerlas á su voz y
acelerar su ayuntamiento y concordia. Con todo, habríanse al fin
vencido tamaños obstáculos si no se hubiera encontrado otro supe-
rior en el consejo real ó de Castilla; el cual, desconceptuado en la
nación por su incierta, tímida y reprensible conducta con el go-
bierno intruso, tenia en Madrid todavía acérrimos partidarios en el
numeroso séquito de sus dependientes y hechuras. Aunque érale
dado eon tal arrimo proseguir en su antigua autoridad, mantúvose
quedo y como arrumbado á la partida de los franceses; ora por te-
mor de que estos volviesen, ora también por la incertidumbre en
que estaba de ser obedecido. Al fin y poco después tomó bríos
viendo que nadie le salia al encuentro, y sobre todo impelido del
miedo con que á muchos sobrecogió un sangriento desmán de la
plebe madrileña.


Vivía en la capital retirado y oscurecido Don Luis Asesinato de Vi-
Viguri, antiguo intendente de la Habana y uno de los B u r l -
mas menguados cortesanos del príncipe de la Paz, cuya desgracia,
según dijimos, le habia acarreado la formación de una causa. Pa-
rece ser que no se aventajaba á la pública su vida privada, y que
con frecuencia maltrataba de palabra y obra á un familiar suyo.
Adiestrado este en la mala escuela de su amo, luego que se le pre-
sentó ocasión no la desaprovechó y trató de vengarse. Un dia, y
fue el 4 de agosto, á tiempo que reinaba en Madrid una sorda
agitación, anlojósele al malaventurado Viguri desfogar su encu-
bierta ira en el tan repetidamente golpeado doméstico, quien enco-
lerizado apellidó en su ayuda al populacho, afirmando con verdad
ó" sin ella que su amo era partidario de José Napoleón. A los gritos




260 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
arremolinóse mucha gente delante de las puertas de la habitación.
Asustado Viguri quiso desde un balcón apaciguar los ánimos; pero
los gestos que hacia para acallar el ruido y vocería, y poder ha-
blar , fueron mirados porlos concurrentes como amenazas é in-
sultos, con lo que creció el enojo; y allanando la casa y cogiendo
al dueño, le sacaron fuera é inhumanamente le arrastaron por las
calles de Madrid.
consejo de Cas- Atemorizáronse al oir la funesta desgracia conse-


tnia. j e r o s y cortesanos, estremeciéronse los de la parciali-
dad del intruso, y acongojáronse hasta los pacíficos y amantes del
orden. Huérfana la capital y sin nueva corporación que la rigiese,
fácil le fue al consejo, aprovechándose de aquel suceso y aprieto,
recobrar el poder que se figuraba competirle. El bien común y
público sosiego pedían, no hay duda, el establecimiento de una
autoridad estable y única : y lástima fue que el vecindario de Ma-
drid no la hubiera por sí formado; y tal, que enfrenando las pa-
siones populares y atajando al consejo en sus ambiciosas miras,
hubiese aunado , repetimos, y concertado mas prontamente las
voluntades de las otras juntas.


No fue asi; y el consejo destruyendo el impulso que
Sus manejos. , » , . , , , . J j J , 1 .


Madrid hubiera debido dar, acrecentó con sus manejos
y pretensiones los estorbos y enredos, Cuerpo autorizado con exce-
sivas y encontradas facultades, habia en todos tiempos causado
graves daños á la monarquía, y se imaginaba que no solo gobernaría
ahora á Madrid, sino que extendería á todo el reino y á todos los
ramos su poder é influjo. Admira tanta ceguedad y tan desapode-
rada ambición en un tiempo en que escrupulosamente se escudri-
ñaba su porte con el instruso, y en que hasta se le disputaba el
opinión sobre legítimo origen de su autoridad. Asi era que unos de-


aouei cnerpo. c ¡ a n : , s¡ e n realidad es el consejo, según pregona, el
« depositario de la potestad suprema en ausencia del monarca,
* ¿qué ha hecho para conservar intactas las prerogativas de la co-
« roña? ¿qué en favor de la dignidad y derechos de la nación?
« Sumiso al intruso ha reconocido sus actos, ó por lo menos los ha
« proclamado; y los efugios que ha buscado y las cortapisas que
« á veces ha puesto, mas bien llevaban traza de ser un resguardo
« que evitase su personal compromiso que la oposición justa y ele-
« vada de la primera magistratura del reino. J> Otros subiendo
hasta la fuente de su autoridad: « Nacido el consejo ((decian;) en los
« flacos y turbulentos reinados de los Juanes y Enriques, tomó
« asiento y ensanchó su poderío bajo Felipe II, cuando aquel mo-
« narca intentando descuajar la hermosa planta de las libertades
« nacionales, tan trabajadas ya del tiempo de su padre procuraba
« sustentar su denominación en cuerpos amovibles á su voluntad y
« de elección suya, sin que ninguna ley fundamental de la monar-
< quía ni las cortes permitiesen tal como era su establecimiento, ni




LIBRO QUINTO. 261
t deslindasen las facultades que le competían. Desde entonces el
« consejo, aprovechándose de los calamitosos tiempos en que dé-
« biles monarcas ascendieron al solio, se erigió á veces en supremo
« legislador formando en sus autos acordados leyes generales, para
i cuya adopción y circulación no pedia el beneplácito ni la sanción
« real. Ingirióse también en el ramo económico y manejó á su ar-
« bitrio los intereses de todos los pueblos , sobre no reconocer en
* la potestad judicial límites ni traba. Asi acumulando en sí solo
« tan vasto poder, se remontaba á la cima autoridad soberana; y
t descendiendo después á entrometerse en la parte mas Ínfima,
« si no menos importante del gobierno, no podia construirse una
« fuente ni repararse un camino en la mas retirada aldea ó apartada
« comarca sin que antes hubiese dado su consentimiento. En unión
< con la inquisición y asistido del mismo espíritu, al paso que está
< cortaba los vuelos al entendimiento humano, ayudábala aquel
« con sus minuciosas leyes de imprenta, con sus tasas y restric-
c ciones. Y si en tiempos tranquilos tanto perjuicio y tantos daños
« (anadian) nos ha hecho el consejo, institución monstruosa de ex-
« traordinarias y mal combinadas facultades, consentidas mas no Ie-
« gitimadas por la voz nacional, ¿no tocaría en frenesí dejarle con el
« antiguo poder cuando al mismo tiempo que la nación se libertaba
« con energía del yugo extrangero, el consejo que blasona ser caba-
« cera del reino se ha mostrado débil, condescendiente y abatido,
« ya que no se le tenga por auxiliador y cómplice del enemigo? »


Tales discursos no estaban desnudos de razón, aunque participa-
sen algún tanto de las pasiones que agitaban los ánimos. En su buen
tiempo el consejo se había por lo general compuesto de magistrados
íntegros, que con imparcialidad juzgaban los pleitos y desavenencias
de los particulares : entre ellos se habían contado hombres pro-
fundos como los Macanaces y Campomanes, que con gran caudal
de erudición y sana doctrina se habían opuesto á las usurpaciones
de la curia romana y procurado por su parte la mejora y adelan-
tamientos de la nación. Pero era el consejo un cuerpo de sotos 2o
individuos, los cuales por la mayor parte ancianos, y meros ju-
risperitos , no habían tenido ocasión ni lugar de extender sus co-
nocimientos ni de perfeccionarse en otros estudios. Ocupados en
sentenciar pleitos, responder á consultas y despachar negocios de
comisiones particulares, no solamente faltaba á los mas el saber
y práctica que requieren la formación de buenas leyes y el go-
bierno de los pueblos, sino que también escasos de tiempo dejaban
á subalternos ignorantes ó interesados la resolución de importan-
tísimos expedientes. Mal grave y sentido de todos tan de antiguo,
que ya en 1751 propuso al rey el célebre ministro marqués de la
Ensenada despojar al consejo de lo concerniente á gobierno, po-
licía y economía, dejándole reducido á entender en la justicia civil
y criminal y asuntos del real patronato.




262 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
No le iba pues bien al consejo insistir ahora en la conservación


de sus antiguas facultades y aun en darles mayor ensanche. Con
todo tal fue su intento. Seguro ya de que su autoridad seria en
Madrid respetada, dirigióse á los presidentes de las juntas y á los
generales de los ejércitos : á estos para que se aproximasen á la
capital; á aquellos para que diputasen personas, que unidas al
consejo tratasen de los medios de defensa : t tocando solo á él (decia)
« resolver sobre medidas de otra clase y excitar la autoridad de
« la nación y cooperar con su influjo, representación y luces al
« bien general de ésta.» Ensoberbecidas las juntas con el triunfo
de su causa, déjase discurrir con qué enfado y desden replica-
rían á tan imprudente y desacordada propuesta. La de Galicia
no solamente tachaba á cada uno de sus miembros de"ser|adicto á los
franceses, sino que al cuerpo entero le echaba en cara haber sido
el mas activo instrumento del usurpador. Palafox en su respuesta
con severidad le decia >«Ese tribunal no ha llenado sus deberes» ;
y Sevilla le acusaba ante la nación « de haber obrado contra las
< leyes fundamentales... de haber facilitado á los enemigos todos
« los medios de usurpar el señorío de España de ser en fin
f una autoridad nula é ilegal, y ademas sospechosa de haber co-
« metido antes acciones tan horribles que podian calificarse de
t delitos atrocísimos contra la patria Al mismo son se expre-
saron todas las otras juntas fuera de la de Valencia, la cual en 8
de agosto aprobó los términos lisonjeros con que el consejo era
tratado en un escrito leido en su seno por uno de sus miembros.
Mas aquella misma junta, tan dispuesta en su favor, tuvo muy
luego que retractarse mandando en 15 del propio mes « que nín-
* guna autoridad de cualquiera clase mantuviese correspondencia
« directa ni se entendiese en nada con el consejo. » Dio lugar á la
mudanza de dictamen la presteza con que el último se metió á ex-
pedir órdenes como si ya no existiese la junta. Mal recibido de
todos lados y aun ásperamente censurado, parecióle necesario al
consejo dar un manifiesto en que sincerase su conducta y procedi-
mientos : penoso paso á quien siempre había desestimado el tribu-
nal de la opinión pública. Mas no por eso desistió de su propósito,
ni menos descuidó emplear otros medios con que recobrar la au-
toridad perdida. Dábale particular confianza la desunión que rei-
naba en las juntas y varias contestaciones entre ellas suscitadas.
Por lo que será bien referir las mudanzas acaecidas en su composi-
ción, y las explicaciones y altercados que precedieron á la insta-
lación de un gobierno central.


Esiado de las ^ n ' a f ° r m a interior de aquellos cuerpos contadas
¡untas prorin- fueron las variaciones ocurridas. Habíase en Asturias
m l e s ' congregado desde agosto una nueva junta que diese
mas fuerza y legitimidad al levantamiento de mayo, nombrando ó
reeligiendo sus concejos diputados que la compusiesen con pleno co-




LIBRO QUINTO. E G 5
nocimiento del objeto de su reunión. Ninguna alteración sustancial
habia acaecido en Galicia; pero su junta convidó á la anterior,
para que de común con ella y las de León y Castilla formasen to-
das una representación de las provincias del norte. Se habían las
dos últimas confundido y erigido en una sola después de la aciaga
jornada de Cabezón. Presidia á ambas el bailio Don Antonio Valdés,
quien estando al principio de acuerdo con Don Gregorio de la
Cuesta acabó por desavenirse con él y enojarse poderosamente.
Reunidas en Ponferrada, como punto mas resguardado, se trasla-
daron á Lugo, en cuya ciudad debia verificarse la celebración de
juntas propuesta por la de Galicia. Esta mudanza fue el origen y
principal motivo del enfado de Cuesta, no pudiendo tolerar que
corporaciones que consideraba como dependientes de su autoridad,
se alejasen del territorio de su mando y pasasen á una provincia
con cuyos gefes estaba tan encontrado.


Concurrieron sin embargo á Lugo las tres juntas de Galicia,
Castilla y León. No la de Asturias, ya por cierto desvío que ha-
bia entre ella y la de Galicia, y también porque viendo próxima la
reunión central de todas las provincias del reino, juzgó excusado y
quizá perjudicial el que hubiese una parcial entre algunas del nor-
te. Al tratarse de la formación de esta hubo diversos pareceres
acerca del modo de su formación y composición. Quien opinaba
por cortes, y quien soñaba un gobierno que diese principio y en-
caminase á una federación nacional. Adhería al primer dictamen
Sir Carlos Stuart representante del gobierno inglés, como medio
mas acomodado á los antiguos usos de España. Pero las novedades
introducidas en las constituciones de aquel cuerpo durante la do-
minación de las casas de Austria y Borbon, ofrecían para su llama-
miento dificultades casi insuperables; pues al paso de ser muchas
las ciudades de León y Castilla que enviaban procuradores á cortes;
solo tenia una voz el populoso reino de Galicia y se veia privado de
ella el principado de Asturias, cuna de la monarquía. Tal desarre-
glo pedia para su enmienda mas tiempo y sosiego de lo que enton-
ces permitían las circunstancias. Por su parte la junta de Galicia,
sabedora de la ¡dea de la federación, quería esquivar en sus vistas
con las de León y Castilla, el tratar de la unión de un solo y único
gobierno central. Mas la autoridad de Don Antonio Valdés, que to-
das tres habian elegido por su presidente, pudiendo masque el es-
trecho y poco ¡lustrado ánimo de ciertos hombres, y prevaleciendo
sobre las pasiones de otros, consiguió que se aprobase su propuesta
dirigida al nombramiento de diputados que en representación délas
tres juntas acudiesen á formar con las demás del reino una central.
Con tan prudente y oportuna determinación se evitaron los extra-
víos y aun lástimas que hubiera provocado la opinión contraria.


Asimismo cortaron cuerdos varones varias desavenencias movi-
das entre Sevilla y Granada. Pretendía la primera que la última se




264 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
le sometiese, olvidada de la principal parte que habían tenido las
tropas de su general Reding en los triunfos de Bailen. La rivalidad
había nacido con la insurrección, no siendo dable fijar ni deslindar
los límites de nuevas y desconocidas autoridades; y en vez de des-
aparecer aquella, tomó con la victoria alcanzada extraordinario
incremento. Llegó á tal punto la exaltación y ceguera que el in-
quieto conde de Tilly propuso en el seno de la junta sevillana, que
una división de su ejercito marchase á sojuzgar á Granada. Pre-
sente Castaños y airado, á pesar de su condición mansa, levantóse
de su asiento, y dando una fuerte palmada en la mesa que de-
lante habia, exclamó : t ¿ Quién sin mi beneplácito se atreverá á
« dar la orden de marcha que se pide? No conozco (añadió) dis-
« tinción de provincias; soy general de la nación, estoy á la ca-
« beza de una fuerza respetable y nunca toleraré que otros pro-
« muevan la guerra civil. » Su firmeza contuvo á los díscolos, y
ambas juntas se conformaron en adelante con una especie de con-
cierto concluido entra la de Sevilla y los diputados de Granada, Don
Rodrigo Riquehne regente de su chancillería, y el oidor Don Luis
Guerrero, nombrados al intento y autorizados competentemente.


Diferian tan lamentables disputas la reunión del gobierno cen-
tral, y como si estos y otros obstáculos naturales no bastasen por
sí, nuevos intereses y pretensiones venían á aumentarlos. Recor-
dará el lector los pasos que en Londres dio en favor de los dere-


chos de su amo á la corona de España el príncipe de
braua?dd prfn- Castelcicala embajador del rey de las Dos Sicilias,
s ? c M ¡ e o p o l d ° d " Y ' a r eP uksa que recibió de los diputados. No des-


,animado con ella su gobierno, ni tampoco con
otra parecida que le dio el ministerio inglés, por julio envió á
Gibraltar un emisario que hiciese nuevas reclamaciones. El go-
bernador Dalrymple le impidió circular papeles y propasarse á
otras gestiones. Mas tras del emisario despachó el gobierno sici-
liano al príncipe Leopoldo, hijo segundo del rey, á quien acom-
pañaba el duque de Orleans. Fondearon ambos el 9 de agosto en
la bahía de Gibraltar; pero no viéndose apoyados por el gober-
nador , pasó el de Orleans á Inglaterra y quedó en el puerto de
su arribada el príncipe Leopoldo. Entretenía este la esperanza
de que á su nombre y conforme quizá á secretos ofrecimientos, no
tardaría en recibir una diputación y noticia de haber sido elevado á
la dignidad de regente. Pero vano fue su aguardar; y era en efecto
difícil que un principe de edad de 18 años, extrangero, sin re-
cursos ni anterior fama, y sin otro apoyo que lejanos derechos al
nono de España, fuese acogido con solícita diligencia en una na-
ción en que era desconocido, y en donde para conjurar la tormen-
ta que la azotaba se requerían otras prendas, mayor experiencia
y muy diversos medios que los que asistían al príncipe pretendiente.


Hubo no obstante quien esparció por Sevilla la voz de que con-




LIBRO QUINTO.
venia nombrar una regencia compuesta del mencionado príncipe,
del arzobispo de Toledo cardenal de Borbou, y del conde del Mon-
tijo. Con razón se atribuyó la idea á los amigos y parciales del úl-
timo , quien conservando todavía cierta popularidad á causa de la
parte que se le atribuía en la caída del príncipe de la Paz, procu-
raba aunque en vano subir a' puesto de donde su misma inquietud
le repelía. Mas los enredos y marañas de ciertos individuos eran
desbaratados por la ambición de otros ó la sensatez y patriotismo
de las juntas,


Asi fue que á pesar del desencadenamiento, de pa- correspondencia
siones y de los obstáculos nacidos,con la misma insur- w t r e l a s J u n t a s -
reccion ó causados por la presencia del enemigo, ya desde junio
había llamado la attencion de las juntas : I o La formación de un
gobierno central: 2 o Un plan general con el que mas prontamente
se arrojase á los franceses del suelo patrio. Al propósito entablóse
entre ellas seguida correspondencia. Dio la señal la de Murcia, di-
rigiendo con fecha de 22 de junio una circular en que decía : « Ciu-
€ dades de voto en cortes, reunámonos, formemos un cuerpo,
« elijamos un consejo que á nombre de Fernando VII organice todas
« Jas disposiciones civiles, y evitemos el mal que nos amenaza que
c es la división Capitanes generales de vosotros se debe
t formar un consejo militar de donde emanen las órdenes que obe-
« dezcan los que rigen los ejércitos > Propuso también Astu-
rias en un principio la convocación de cortes con algunas modifi-
caciones, y hasta Galicia (no obstante la mencionada federación de
algunos proyectada) comisionó cerca de las juntas del mediodía á
Don Manuel Torrado, quien ya en últimos de julio se hallaba en
Murcia, después de haberlas recorrido, y propuesto una central
formada de dos vocales de cada una de las de provincia. En el propio
sentido y en 16 de dicho julio había la de Valencia pasado á las
demás su opinión impresa, lo que también por su parte y al mismo
tiempo hizo la de Badajoz. No fue en zaga á las otras la junta de
Granada, la cual apoyando la circular de Valencia, se dirigió á su
competidora la de Sevilla, y desentendiéndose de desavenencias,
señaló como acomodado asiento para la reunión la última ciudad.


No por eso se apresuraba esta ostentando siempre su altanera
supremacía. Pesábale en tanto grado descender de la cumbre á que
se había elevado, que hubo un tiempo en que prohibió la venta y
circulación de los papeles que convidaban á la apetecida concordia.
Apremiada en fin por la voz pública y estrechada por el dictamen
de algunos de sus individuos entendidos y honrados, publicó con
fecha de 3 de agosto un papel en el que examinando los diversos
puntos que en el dia se ventilaban, proponía la formación de una
junta central compuesta de dos vocales de cada una de las de pro-
vincia. Anduvo perezosa no obstante en acabar de escoger los su-
yos. Pero adhiriendo las otras juntas á las oportunas razones de




Í26G REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
circular, cuyo contenido en sustancia se conformaba con la opi-
nión que las mas habían mostrado antes de concertarse, y que
era la mas general y acreditada, fueron todas sucesivamente esco-
giendo de su seno personas que las representasen en una jnnta
única y central.
procederdeicon- P ° r s u P a r t e e l consejo todavía esperaba recuperar


s"i°- con sus amaños y tenaz empeño el poder que para
siempre querían arrebatarle de las manos. Mas no por eso y para
cautivar las voluntades de los hombres ilustrados, mudó de rumbo,
adoptando un sistema mas nuevo y conforme al interés público y
al progreso de la nación. Asustándose á la menor sombra de liber-
tad, encadenó la imprenta con las mismas y aun mas trabas que
antes; redujo á dos veces por semana la diaria publicación de la
Gaceta de Madrid; persiguió y aun llegó á formar causa á algu-
nas personas que tenían en su poder papeles de las juntas, ma-
yormente de la de Sevilla, y en fin resucitó en cuanto pudo su
trillada, lenta y añeja manera de gobernar. Persuadióse que todo
le era licito á trueque de dar ciertos decretos de alistamiento y aco-
pio de medios que mostrasen su interés por la causa de la inde-
pendencia que tan mal habia antes defendido. Y sobre lodo cobró
esperanza con la llegada á Madrid de varios generales en quienes
presumía poder con buen éxito emplear su influjo.


Entrada en Ma ^ u e e ' P r ' m e r 0 9 u e P ' s 0 e ' s u e l ° de la capital con
drid de Llamas y las tropas de Valencia y Murcia Don Pedro González
castaños. j j a m a s q u e h a b i a sucedido á Cervellon removido
del mando. Atravesó la puerta de Atocha con 8000 hombres á las
seis de la mañana del dia 13 de agosto. A pesar de hora tan tem-
prana inmenso fue el concurso que salió á recibirle y extremado
el entusiasmo. Pasó á frenesí al entrar el 23 por la misma puerta
Don Francisco Javier Castaños acompañado de la reserva de An-
dalucía. Sus soldadas adornados con los despojos del enemigo
ofrecian en su variada y extraña mezcla el mejor emblema de la
victoria alcanzada. Pasaron todos por debajo de un arco de sen-
cilla y magestuosa arquitectura que habia erigido la villa de Ma-
drid junto á sus casas consistoriales. A estas entradas triunfales
siguiéronse otros festejos con la proclamación de Fernando VII,
Proclamación de hecha en esta acasion por el legítimo alférez mayor de


Femando vil. Madrid marqués de Astorga. Mas no á todos conten-
taban tanto bullicio y fiestas, pidiendo con sobrada razón que se
pusiera mayor conato y celeridad en perseguir al enemigo, y en
aumentar y organizar cumplidamente la fuerza armada. Daban
particular peso á sus justas quejas y reclamaciones los aconteci-
mientos por entonces ocurridos en Vizcaya y Navarra,
ínsurrrcdon de Habíase en la primera provincia levantado Bilbao


Bilbao. al anunciarse la victoria de Bailen, y en 6 de agosto
escogiendo su vecindario una junta, acordó un alistamiento gene-




LIBRO QUINTO. 267
ral, y nombró por comandante militar al coronel Don Tomas de
Salcedo. Sobremanera inquietó á los franceses esta insurrección ,
ya por el ejemplo y ya también porque comprometida su posición
en las márgenes del Ebro, pudieran verse obligados á estrecharse
mas contra la frontera. Creció su recelo á mayor grado con aso-
nadas y revueltas que hubo en Tolosa y pueblos de Movimiento en
Guipúzcoa, y con las correrías que hacían y gente que Guipúzcoa T Ka-
allegaban en Navarra Don Antonio Egoaguirre y Don T 8 r r a '
Luis Gil. Habian estos salido de Zaragoza en 27 de junio para
alborotar aquel reino. Después de algún tiempo Gil empezó á in-
comodar al enemigo por el lado de Órbaiceta , se apoderó de mu-
chas municiones de aquella fábrica, y amenazó y sembró el es-
panto hasta el mismo pueblo francés de San Juan de Pié de Puerto.
Egoaguirre tampoco se descuidó en la comarca deLerin : formando
un batallón con nombre de voluntarios de Navarra recorrió la
tierra, y llamó tanto la atención que el general D'Agout envió una
columna desde Pamplona para atajar sus daños y alejarle del ter-
ritorio de su mando.


José por su parte pensó en apagar prontamente la temible in-
surrección de Bilbao. Para ello envió contra aquella población
una división á las órdenes del general Merlin. No era dado á sus
vecinos sin tropa disciplinada resistir á semejante aco-


• • „ • ^ » i • i i i ("Ap.n. 10.)


metimiento. Apostáronse sin embargo con aquella
idea á media legua, y los franceses asomándose allí el 16 de agosto
desbarataron y dispersaron á los bilbaínos, pereciendo miserable-
mente y después de haberse rendido prisionero el oficial de artille-
ría Don Luis Power distinguido entre los suyos. Los auxilios que
de Asturias llevaba el oficial inglés Roche llegaron tarde, y Merlin
entró en Bilbao cuya ciudad fue con rigor tratada. En su correspon-
dencia blasonaba el rey intruso de « haber apagado la insurrección
« con la sangre de 1200 hombres.» Singular jactancia y extraña
en quien como José no era de corazón duro ni desapiadado.


El contratiempo de Bilbao qu en Madrid provocaba las reclama-
ciones de muchos, difundiéndose por las provincias aumentó el
clamor ya casi universal contra generales y juntas, reparando que
algunos de aquellos se entregaban demasiadamente á divertimien-
tos y regocijos, y que estas con celos y rivalidades retardaban la ins-
talación de la junta central. Deseando el consejo aprovecharse de la
irritación de los ánimos, y valiéndose de los lazos que le unian con
Don Gregorio de la Cuesta su antiguo gobernador, se concordó con
este y discurrieron apoderarse del mando supremo. N u e T 0 S m a n e J O S
Mas como Cuesta carecia de la suficiente fuerza, fuéles d e l c° n s e i 0-
necesario tantear á Castaños, entonces algo disgustado con la junta
de Sevilla. Avistóse pues con el último Don Gregorio p r opnesta de
de la Cuesta, y le propuso (según tenemos de la boca C u e s l a k
del mismo Castaños) dividir en dos partes el gobierno t a n ü '




268 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de la nación, dejando la civil y gubernativa al consejo, y reser-
vando la militar al solo cuidado de ellos dos en unión con el duque
del Infantado. Era Castaños sobrado advertido para admitir se-
mejante proposición. Vislumbraba el motivo porque se le buscaba,
y conocía que separando su causa de la de las juntas, quizá seria
desobedecido del ejército, y aun de la división misma que se alo-
jaba en Madrid.


consejo de En tonto para acallar el rumor público se celebró
guerra celebrado en aquella capital el 5 de setiembre un consejo de
e " 1 a n ' guerra. Asistieron á él los generales Castaños, Llamas,
Cuesta y la Peña, representando á Biake el duque del Infantado y á
Palafox otro oficial cuyo nombre ignoramos. Discutiéronse larga-
mente varios puntos, y Cuesta, llevado siempre de mira particular,
promovió el nombramiento de un comandante en gefe. No se arri-
maron los otros á su parecer, y tan solo arreglaron un plan de ope-
raciones, de que hablaremos mas adelante. Cuesta aunque apa-
rentó conformarse, salió despechado de Madrid, y con ánimo mas
bien que de cooperar á la realización de lo acordado de levantar
obstáculos á la reunión de la junta central: para lo cual y satisfacer
al mismo tiempo su ira contra la junta de León, de la que, como
hemos visto, estaba ofendido, arrestó á sus dos individuos Don An-


Prenne cuesta
t o m o Valdés y vizconde de la Quintanilla, que iban de


a vaidea y o.n¡n- camino para representar su voz en la central. Quiso
a n *' tratarlos como rebeldes á su autoridad, y los encerró
en el alcázar de Segovia : tropelía que excitó contra el general
Cuesta la pública animadversión.


Vanos sin embargo salieron sus intentos, vanos otros enredos y
maquinaciones. Por todas partes prevaleció la opinión mas sana, y
los diputados elegidos por las diversas juntas fueron poco á poco
acercándose á la capital. Llegó pues el suspirado momento de la
reunión de una autoridad central, debiendo con ella cesar la parti-
cular supremacía de cada provincia. Durante la cual no habiendo
habido lugar ni ocasión de hacer sustanciales reformas ni mudan-


zas en los diversos ramos de la administración pú-
bierno de las blica, tales como estaban dispuestos y arreglados al
juntasproTincia- disolverse, por decirlo asi, la monarquía en mayo,


tales ó con cortísima diferencia se los entregaron las
juntas de provincia á la central.


No disimulamos en el libro anterior ni en el curso de nuestra
narración las defectos de que dichas juntas adolecieron , las pasio-
nes que las agitaron. Por lo mismo justo es también que ahora tri-
butemos debidas alabanzas á su primera y grandiosa resolución, á
su ardiente celo, á su incontrastable fidelidad. Al acabar de su mando
anublóse por largo tiempo la prosperidad de la patria; mas se dio
principio á una nueva, singular y porfiada lucha, en que sobre
todo resplandeció la firmeza y constancia de la nación española.




LIBRO SEXTO.


Instalación déla junta central en Aranjuez, 25 de setiembre. — Número de
individuos. — Su composición. — Floridablanca. — Jovellanos. Diver-
sos partidos de la central. — Su instalación celebrada en las provincias.
Contestación con el consejo. — Dictamen de Jovellanos. — Forma interior
de la central Don Manuel Quintana. — Primeras providencias y decre-
tos de la central. — Su manifiesto en 10 de noviembre. — Distribución de
los ejércitos. — Su marcha.— Marcha del de Galicia. — Ocupa á Bilbao.
Marcha del de Asturias. — Cuesta. — Su conducta Le sucedieron Eguíay
Pignatelli. — Marcha de Llamas. — Detención de Castaños en Madrid. — Su
salida. — Plan concertado con Palafox. — Situación del ejército del centro
y del de Aragón. — Fuerza de los eje'rcitos españoles. — Situación de José y
del ejército francés. — Exposición de sus ministros. — Fuerza del ejército
francés. —. Movimiento de los españoles. •— Acción de Lerin , 26 de octu-


, bre. — Retirada de los castellanos de Logroño. — Arreglo que en su ejér-
cito hace el general Castaños. — Se sitúa en Cintrucnigo y Calahorra. —
Napoleón. — Su mensage al senado. — Leva de nuevas tropas. — Confe-
rencias de Erfurth. — Correspondencia con el gobierno inglés. — Fin de la
correspondencia. — Discurso de Napoleón al cuerpo legislativo. — Fuerza y
división del ejército francés. — Cruza Napoleón el Bidasoa. — Acción de
Zornoza, 3i de octubre. — De Valmaseda, 4 de noviembre. — Reconoci-
miento hacia Güeñes en 7 de noviembre. —Batalla de Espinosa, 10 y 11 de
noviembre. — Disposiciones de Napoleón. — Acción de Burgos, 10 de no-
viembre. — Revuelve Soult contra Blake. — Diversas direcciones de los
mariscales franceses. — Entrada en Burgos de Napoleón. •— Su decreto
de 12 de noviembre. — Ejército inglés. — Ejército del centro. — Don
Francisco Palafox enviado por la central. — Diversos planes. — Marcha
Lannes contra dicho ejército. — Repliégase Castaños. — Batalla de Tudela,
a3 de noviembre. — Retirada del ejército. — Su llegada á Sigüenza. — La
Peña general en gefe. — San Juan en Somosierra. — Pasan los franceses
el puerto. — Situación de la central. — Cartas de los ministros de José. —
abandona la céntrala Aranjuez. — Situación de Madrid. — Muerte del
marqués de Perales. — Napoleón delante de Madrid. — Ataque de Madrid.


— Conferencia de Moría con Napoleón. — Capitulación. — Fáltase á la ca-
pitulación. — Decretos de Napoleón en Chamartin. — Españoles llevados á
Francia. — Visita Napoleón el palacio real. — Su inquietud. — Contesta-
ción al corregidor de Madrid. — Juramento exigido de los vecinos. — Van
los mariscales franceses en persecución de los españoles. — Total dispersión
del ejército de San Juan. — Muerte cruel de este general. — Ejército del
centro : sus marchas y retirada á Cuenca. — Rebelión del oficial Santiago.
— Nómbrase por general en gefe al duque del Infantado. — Conde de Ala-
cha. —• Su retirada gloriosa. — La Mancha. — Toledo. — Muertes vio-
lentas. — Villacañas. — Sierra-Morena. — Juntas de los cuatro reinos de
Andalucía. — Camposagrado. — Marques del Palacio. — Marchan los
franceses á Extramadura : estado de la provincia. — Excesos. — General
Galluzo. — Su retirada. —. Continúa la central su viage. — Sus providen-
cias. — Sucede Cuesta á Galluzo. — Llega á Sevilla la central en 17 de
diciembre. — Muerte de Floridablanca. — Situación penosa de la central.
— Sus esperanzas.




270 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


No resueltas las dudas que se habian suscitado sobre el lugar
mas conveniente para la reunión de un gobierno centra!, tocábase
ya al deseado momento de su instalación, y aun subsistía la misma
y penosa incertidumbre. Los mas se inclinaban al dictamen de la
junta de Sevilla que habia al efecto señalado á Ciudad Real, ó
cualquiera otro parage que no fuese la capital de la monarquía,
sometida según pensaba al pernicioso influjo del consejo y sus
allegados. El haberse en Aranjuez incorporado á los diputados de
dicha junta los de otras varias, puso término á las dificultades ,
obligando á los que permanecian en Madrid vacilantes en su opi-
nión , á conformarse con la de sus compañeros, declarada por la
celebración en aquel sitio de las primeras sesiones. Antes de abrirse
estas y juntos unos y otros tuvieron conferencias preparatorias,
en las que se examinaron y aprobaron los poderes, y se resolvieron
ciertos puntos de etiqueta ó ceremonial.


, , . A Por fin el 25 de setiembre en Aranjuez y en su real
Instalación de i


la ¡unta central palacio instalóse solemnemente el nuevo gobierno,
de s t S r e . ' 2 5 bajo la denominación de junta suprema central guber-
c A p . n o n a l i v a del reino *. Compuesta entonces de veinti-


cuatro individuos creció en breve su número, y se
contaron hasta treinta y cinco nombrados en su mayor parle pol-
las juntas de provincia, erigidas al alzarse la nación en mayo. De
Numero de mal- ^da una vinieron dos diputados. Otros tantos envió


Tiduos. Toledo sin eslar en igual caso, y lo mismo Madrid y
reino de Navarra. De Canarias solo acudió uno á representar sus
islas. Fue elegido presidente el conde de Floridablanca diputado
por Murcia, y secretario general Don Martin de Garay que lo era
por Extramadura.


Los vocales pertenecían á honrosas y principales
sn composición. c | a s e s j g i estado, contándose entre ellos eclesiásticos
elevados en dignidad, cinco grandes de España, varios títulos de
Castilla, antiguos ministros y otros empleados civiles y militares.
Sin embargo casi todos antes de la insurrección eran como repú-
blicos, desconocidos.en el reino, fuera de Don Antonio Valdés ,
del conde de Floridablanca y de Don Gaspar Melchor de Jovellanos.
El primero muchos años ministro de marina mereció, al lado de
leves defectos, justas alabanzas por lo mucho que en su tiempo se
mejoró y acrecentó la armada y sus dependencias. Los otros dos
de fama mas esclarecida requieren de nuestra pluma particular
mención, por lo que haremos de sus personas un breve y fiel
traslado.


A los ochenta años cumplidos de su edad Don José
anca. 3 j o n ¡ n o conde ¿ e Floridablanca, aunque trabajado


por la vejez y achaques, conservaba despejada su razón y bastante
fortaleza para sostener las máximas que le habían guiado en su
largo y señalado ministerio. De familia humilde de Ilellin en Muí-




LIBRO SEXTO. 271
cia, por su aplicación y saber habia ascendido á los mas eminentes
puestos del estado. Fiscal del consejo real, y en unión con su ilus-
tre compañero el conde de Campomanes, habia defendido atinada
y esforzadamente las regalías de la corona contra los desmanes del
clero y desmedidas pretensiones de la curia romana. Por sus doc-
trinas y por haber cooperado á la expulsión de los jesuítas se le
honró con el cargo de embajador cerca de la SantaSede, en donde
contribuyó á que se diese el breve de supresión de la tan nombrada
sociedad, y al arreglo de otros asuntos igualmente importantes.
Llamado en 1777 al ministerio de estado, y encargado á veces del
despacho de otras secretarías, fue desde entonces hasta la muerte
de Carlos III ocurrida en 1788 arbitro, por decirlo asi, de la suerte
de la monarquía. Con dificultad habrá ministro á un tiempo mas
ensalzado ni mas deprimido. Hombre de capacidad, entero, atento
al desempeño de su obligación, fomentó en lo interior casi todos
los ramos, construyó caminos, y erigió varios establicímientos de
pública utilidad. Fuera de España si bien empeñado en la guerra
impolítica y ruinosa de la independencia de los Estados-Unidos,
emprendida según parece mal de su grado, mostró á la faz de
Europa impensadas y respetables fuerzas, y supo sostener entre
las demás la dignidad de la nación. Censúresele y con justa causa
el haber introducido una policía suspicaz y perturbadora, como
también sobrada afición á persecuciones, cohonestando con la
razón de estado tropelías hijas las mas veces del deseo de satisfacer
agravios personales. Quizá los obstáculos que la ignorancia oponia
á medidas saludables irritaban su ánimo poco sufrido : ninguna de
ellas fue mas tachada que la junta llamada de estado, y por la que
los ministros debían de común acuerdo resolver las providencias
generales y otras determinadas materias. Atribuyesele á prurito
de querer entrometerse en todo y decidir con predominio. Sin em-
bargo la medida en sí y los motivos en que la fundó, no sólo le
justificaban sino que también por ella sola se le podría haber cali-
ficado de práctico y entendido estadista. Después del fallecimiento
de Carlos III continuó en su ministerio hasta el año de 1792. Ar-
redrado entonces con la revolución francesa, y agriado por escritos
satíricos contra su persona, propendió aun mas á la arbitrariedad
á que ya era tan inclinado. Pero ni esto, ni el conocimiento que
tenia de la corte y sus manejos, le valieron para no ser pronta-
mente abatido por Don Manuel Godoy, aquel coloso de la privanza
regia, cuyo engrandecimiento, aunque disimulaba, veía Florida-
blanca con recelo y aversión. Desgraciado en 1792, y encerrado
en la ciudadela de Pamplona, consiguió al cabo que se le dejase
vivir tranquilo y retirado en la ciudad de Murcia. Allí estaba en el
mayo de la insurrección, y noblemente respondió al llamamiento
que se le hizo, siendo falsas las protestas que la malignidad inventó
en su nombre. Afecto en su ministerio á ensanchar mas y mas los




272 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
límites de la potestad real rompiendo cuantas barreras quisieran
oponérsele, Labia crecido con la edad el amor á semejantes máxi-
mas , y quiso como individuo de la central que sirviesen de norte
al nuevo gobierno, sin reparar en las mudanzas ocasionadas por
el tiempo, y en las que reclamaban escabrosas circunstancias.


Atento á ellas y formado en muy diversa escuela
joveiianos. seguía e n s u conducta la vereda opuesta Don Gaspar


Melchor de Jovellanos, concordando sus opiniones con las mas mo-
dernas y acreditadas. Desde muy mozo habia sido nombrado ma-
gistrado de la audiencia de Sevilla : ascendiendo después á alcalde
de casa y corte y á consejero de órdenes desempeñó estos cargos y
otros no menos importantes con integridad, celo y atinada ilus-
tración. Elevado en 1797 al ministerio de gracia y justicia, y no
pudiendo su inflexible honradez acomodarse á la corrompida corte
de María Luisa, recibió bien pronto su exhoneracion. Motivóla
con particularidad el haber procurado alejar de todo favor é influjo
á Don Manuel Godoy, con quien no se avenia ningún plan bien
concertado de pública felicidad. Quiso al intento aprovecharse de
una coyuntura en que la reina se creia desairada y ofendida. Mas la
ciega pasión de esta, despertada de nuevo con el artificioso y reite-
rado obsequio de su favorito, no solo preservó al último de fatal
desgracia, sino que causó la del ministro y sus amigos. Dester-
rado primero á Gijon, pueblo de su naturaleza, confinado después
en la cartuja de Mallorca, y al fin atropelladamente y con crueldad
encerrado en el castillo de Bellver de la misma isla, sobrellevó tan
horrorosa y atroz persecución con la serenidad y firmeza del justo.
Libertóle de su larga cautividad el levantamiento de Aranjuez, y
ya hemos visto cuan dignamente al salir de ella desechó las pro-
puestas del gobierno intruso, por cuyo noble porte y sublime y
reconocido mérito le eligió Asturias para que fuese en la central
uno de sus dos representantes. Escritor sobresaliente y sobre todo
armonioso y elocuentísimo, dio á luz como literato y como publi-
cista obras selectas, siendo en España las que escribió en prosa de
las mejores si no las primeras de su tiempo. Prolector ilustrado
de la ciencias y de las letras fomentó con esmero la educación de
la juventud, y echó en su instituto asturiano, de que fue fundador,
los cimientos de una buena y arreglada enseñanza. En su persona
y en el trato privado ofrecia la imagen que nos tenemos formada
de la pundonorosa dignidad y apostura de un español del siglo xvi,
unida al saber y exquisito gusto del nuestro. Achacábanle afición á
la nobleza y sus distinciones; pero sobre no ser extraño en un
hombre de su edad y nacido en aquella clase, justo es decir que
no procedía de vano orgullo ni de pueril apego al blasón de su casa,
sino de la persuasión en que estaba de ser útil y aun necesario en
una monarquía moderada el establecimiento de un poder inter-
medio entre el monarca y el pueblo. Asi estuvo siempre por la opí-




LIBRO SEXTO. 275
nion de una representación nacional dividida en dos cámaras. Suave
de condición, pero demasiadamente tenaz en sus propósitos, á du-
ras penas se le desviaba de lo una vez resuelto, al paso que de
ánimo candoroso y recto solia ser sorprendido y engañado, defecto
propio del varón excelente que (comodecia * Cicerón, , . ^ . „ . , . 5
su autor predilecto) « dificilísimamente cae en sospe-
« cha de la perversidad de los otros. » Tal fue Jovellanos, cuya
nombradla resplandecerá y aun descollará entre las de los hombres
mas célebres que han honrado á España.


Fija de antemano la atención nacional en los dos respetables va-
rones de que acabamos de hablar, siguieron los individuos de la
central el impulso de la opinión, arrimándose los mas á uno ú á
otro de dichos dos vocales. Pero como estos entre sí disentían, di-
vidiéronse los pareceres, prevaleciendo en un principio y por lo
general el de Floridablanca. Con su muerte y las des- D ¡ Y C T S O S p n r U n o s
gracias no dejó mas adelante de triunfar á veces el de e n >» <*ntr«'-
Jovellanos, ayudado de Don Martin de Garay, cuyas luces natu-
rales , fácil despacho y práctica de negocios le dieron sumo poder é
influjo en las deliberaciones de la junta.


Pero á uno y otro partido de los dos, si asi pueden llamarse, en
que se dividió la central, faltábales actividad y presteza en las
resoluciones. Floridablanca anciano y doliente, Jovellanos entrado
también en años y con males, avezados ambos á la regularidad y
pausa de nuestro gobierno, no podian sobreponerse á la costumbre
y á los hábitos en que se habían criado y envejecido. Su autoridad
llevaba en pos de sí á los demás centrales, hombres en su mayoría
de probidad, pero escasos de sobresalientes ó notables prendas.
Dos ó tres mas arrojados y atrevidos entre Jos que principalmente
sonaba Don Lorenzo Calvo de Rozas, acreditado en el sitio de Zara-
goza , querían en vano sacar á la junta de su sosegado paso. No
era dado á su corto número ni á su anterior y casi desconocido
nombre vencer los obstáculos que se oponian á sus miras.


Asi fue que en los primeros meses siguiendo la central en ma-
terias políticas el dictamen de Floridablanca, y no asistiéndole ni
á él ni á Jovellanos para las militares y económicas el vigor y pronta
diligencia que la apretada situación de España exigía, con lástima
se vio que el nuevo gobierno obrando con lentitud y tibieza en la
defensa de la patria, y ocupándose en pormenores, recejaba en
lo civil y gubernativo á tiempos añejos y de aciaga recordación.


Mas antes y al saberse en las provincias su instala-
f 1 , T Su instalación


cion, fue celebrada esta con general aplauso y des- celebrada en ia S
oidas las quejas en que prorumpieron algunas juntas, P ™ 1 1 ™ " " '
señaladamente las de Sevilla y Valencia : las cuales pesarosas de ir
á menos en su poder habian intentado convertir los diputados de
la central en meros agentes sometidos á su voluntad y capricho,
dándoles facultades coartadas. Pasóse pues por encima de las ins-


1. 18




274 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
trucciones que aquellas habían dado, arreglándose á lo que pre-
venían los poderes de otras juntas, y según los que se creaba una
verdadera autoridad soberana é independiente y no un cuerpo
subalteruo y encadenado. Y si en ello pudo haber algún desvío de
legitimad, el bien y unión del reino reclamaban que se tomase
aquel rumbo, sino se quería que cada provincia prosiguiese go-
bernándose separadamente y á su antojo,
ceniestscion coa Tampoco fallaron como era de temer desavenencias


eiconsejo. con el consejo real. En 2üde setiembre le habia dado
cuenta la junta central de su instalación, previniéndole que pres-
tado que hubiesen sus individuos el juramento debido, expidiese las
cédulas, órdenes y provisiones competentes para que obedeciesen y
se sujetasen á la nueva autoridad todas las de la monarquía. Por
aquel paso, desaprobado de muchos, persuadido lal vez el consejo
deque la junta habia menester su apoyo para ser reconocida en el
reino, cobró aliento, y después de dilatar una contestación clara y
formal, al cabo envió el 50 con el juramento pedido una exposición
desús fiscales, en la que estos se oponían á que se prestase dicho
juramento, reclamando el uso y costumbres antiguas. Aunque el
consejo no habia seguido el parecer fiscal, le remitió no obstante á
la junta acompañado de sus propias meditaciones, dirigidas princi-
palmente á que se adoptasen las tres siguientes medidas : I a Redu-
cir el número de vocales de la central, por ser el actual contrario ala
Ley 3 a , Partida 2 a , título 15, en que hablándose délas minoridades
en los casos en que el rey difunto no hubiese nombrado tutores,
dice : « que los guardadores deben ser uno ó tres, ó cinco e non
( mas. » 2 a La extinción de las juntas provinciales: y 5 a La convo-
cación de cortes conforme al decreto dado por Fernando VII en
Bayona.


Justas como á primera vista parecían estas peticiones, no solo no
eran por entonces hacederas, sino que procediendo de un cuerpo
tan desopinado como lo estaba el consejo, achacáronse á odio y des-
pique contra las autoridades populares nacidas de la insurrección.
Sobre los generales y conocidos motivos, oíros particulares al caso
contribuyeron á dar mayor valor á semejante interpretación. Pues
en cuanto al primer punto el consejo que ahora juzgaba ser harto
numerosa la junta central, habia en agosto provocado á Jos presi-
c Ap. n. 3-) tientes de las de provincia para que * « no siendo po-


« sible adoptar de pronto en circunstancias tan ex-
' traordinarias los medios que designaban las leyes y las costum-
« bres nacionales.... diputasen personas de su mayor confianza,
« que, reuniéndose alas nombradas por las juntas establecidas en
« las demás provincias y al consejo, pudiesen conferenciar... de
« manera que partiendo todas las providencias y disposiciones de
< este centro común fuese tan expedito como conveniente el efecto. >
Por lo cual si se hubiera condescendido con la voluntad del consejo




LIBRO SEXTO. 275
lejos de ser menos en número los individuos de la central, se hu-
biera esta engrosado con todos los magistrados de aquel cuerpo.
Ademas la citada ley de Partida en que estribaba la opinión para
reducir los centrales y la formación de regencia, puede decirse que
nunca fue cumplida, empezando por la misma minoridad de Don
Fernando IV el Emplazado, nieto del legislador que promulgó la
ley, y acabando en la de Carlos II de Austria. La otra petición del
consejo de suprimir las juntas provinciales, pareció sobradamente
desacordada. Perjudicial la conservación de estas en tiempos pací-
ficos y serenos, no era todavía ocasión de abolirías permaneciendo
el enemigo dentro del reino, y solo sí de deslindar sus facultades y
limitarlas. Tampoco agradó, aunque en apariencia lisonjera, la
5 a petición de convocar la representación nacional. Dudábase de la
buena fé con que se hacia la propuesta; habiéndose constantemente
mostrado el consejo hosco y espantadizo á solo el nombre de cortes,
sin contar con que se requeria mas espacio para convenir en el modo
•de su llamamiento, conforme á las mudanzas acaecidas en la mo-
narquía. Las insinuaciones del consejo se llevaron pues tan á mal,
que intimidado no insistió por entonces en su empeño.


Coincidía sin embargo hasta cierto punto con su Dictamen de Jo-
diclámen el de algunos individuos de la central, y de 'enanos,
los mas ilustrados, entre ellos el de Jovellanos. Desde el dia de la
instalación y reuniéndose á puerta cerrada mañana y noche, fue
uno de los primeros acuerdos de la junta nombrar una comisión de
cinco vocales que hiciese su reglamento interior. En ella provocó
Jovellanos como medida previa, tratar de la institución y forma del
nuevo gobierno. No asintiendo los otros á su parecer, le reprodujo
el 7 de octubre en el seno de Ja misma junta, pidiendo que se
anunciase inmediatamente « á la nación que seria reunida en
« cortes luego que el enemigo hubiese abandonado nuestro terri-
< torio, y si esto no se verificase antes, para el octubre de 1810 ;
« que desde luego se formase una regencia interina en el día I o del
« año inmediato de 1809; que instalada la regencia quedasen exis-
< tentes la junta central y las provinciales; pero reduciendo el nú-
« mero de vocales en aquella á la mitad, en estas á cuatro, y. unas
« y otras sin mando ni autoridad, y solo en calidad de auxiliares
< del gobierno. » Este dictamen, aunque justamente apreciado ,
no fue admitido, suspendiéndose para mas adelante su resolución.
Creían unos que era mas urgente ocuparse en medidas de guerra
que en las políticas y de gobierno, y á otros pesábales bajar del
puesto á que se veían elevados. Era también dificultoso agradar á
las provincias en la elección de regencia : esta solamente había de
constar de 3 ó 5 individuos, y no siendo por tanto dado á todas
ellas tener en su seno un representante, hubiera nacido de su for-
mación quejas y desabrimientos. Ademas el gobierno electivo y li-
mitado de la regencia, sin el apoyo de otro cuerpo mas numeroso y




276 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
que deliberase en público como el de las corles, no hubiera proba-
blemente podido resistir á los embates de la opinión tan varia y sus-
picaz en medio de agitaciones y revueltas. Y la convocación de
aquellas según hemos insinuado pedia mas desahogo y previa me-
ditación : por cuyas causas y la premura de los tiempos continuó
la junta central en todo el goce y poderío de la autoridad soberana.
F o r m a interior E n s u v ! r t u d Y P a r a el mejor y mas pronto despa-


de ia cemrai. cho de los negocios, arregló su forma interior y se
dividió en otras tantas secciones cuantos ministerios habia en Es-
paña, á saber: estado, gracia y justicia, guerra, marina y ha-
cienda, resolviendo en sesiones plenas las providencias que aquellas
proponían. Y para reducir su acción á unidad, se creó una secre-
taría general á cuya cabeza se pliso al célebre literato y buen pa-
DonManne iQnm-


l r i o t a D° n Manuel Quintana: elección que á veces
tana. sirvió al crédito de la central, pues valiéndose de su


pluma para proclamas y manifiestos, medía la muchedumbre por
la dignidad del lenguaje las ideas y providencias del gobierno.


Desgraciadamente estas no correspondieron á aquel
v i d e n d a f T P d e - durante los primeros meses. Por de pronto y antes
crctos de ía c o n - ¿e lQ¿0 ocupáronse los centrales en honores y conde-


coraciones. Al presidente se le dio el tratamiento de
alteza, á los demás vocales el de excelencia, reservándose el de
magestad á la junta en cuerpo. Adornaron sus pechos con una
placa que representaba ambos mundos, se señalaron el sueldo
de 120,000 reales, é incurrieron por consiguiente en los mismos
deslices que las juntas de provincia, sin ser ya iguales las circuns-
tancias.


No desdijeron otros decretos de estos primeros y desacertados,
filándose suspender la venta de manos muertas, y aun se pensó en
anular los contratos de las hechas anteriormente. Permitióse á los
ex-jesuítas volver á España en calidad de particulares. Restable-
ciéronse las antiguas trabas de la imprenta, y se nombró inquisi-
dor general; y afligiendo y contristando asi á los hombres ilustra-
das , la junta ni contenió ni halagó al clero, sobradamente avisado
para conocer lo inoportuno de semejantes providencias. •


Por otra parte tampoco acallaba las hablillas y disgusto, que
aquellas promovían, con las que tomaba en lo económico y militar.
Verdad es que si algún tanto dependia su inacción de las vanas
ocupaciones en que se entretenía, gran parte tuvo también en ella
el estado lastimoso de la nación, la cual habiendo hecho un extra-
ordinario esfuerzo ya casi exhausta al levantarse en mayo, acabó
de agotar sus recursos para hacer rostro á las urgentes necesida-
des del momento. Y la administración pública de antemano desor-
denada desquiciándose del todo con el gran sacudimiento, yacia
por tierra. Reconstruirla era obra mas larga y no propia de un
gobierno como la central, cuya forma si bien imposible ó difícil de




LIBRO SEXTO. 277
mejorarse entonces, no por eso dejaba de ser viciosísima y mons-
truosa : puesto que cuerpo sobradamente numeroso como potestad
ejecutiva, resolvía lentamente por lo detenido y embarazoso de
sus deliberaciones, y escaso de vocales para ejercer la legislativa,
ni podian ilustrarse suficientemente las materias, ni buscar luces
ni arrimo en la opinión, teniendo que ser secretas sus discusiones
por la índole de su institución misma.


Trató no obstante la central, aunque perezosa- S n m m W e s U > e a
mente, de bienquistarse con la nación, circulando <°*»noviembre-
en 10 de noviembre un manifiesto que llevaba la fecha de 26 de
octubre, y en el que con maestría se trazaba el cuadro del estado
de cosas y la conducta que la junta seguiría en su gobierno. No
solamente mencionaba en su contenido los remedios prontos y vi-
gorosos que era necesario adoptar, no solo trataba de mantener
para la defensa de la patria 300,000 infantes y 30,000 caballos, sino
que también daba esperanza de que se mejorarían para lo venidero
nuestras instituciones. Si este papel se hubiera esparcido con an-
ticipación , y sobre todo si los hechos se hubieran conformado con
las palabras, asombroso y fundado hubiera sido el concepto de la
junta central, Mas habia corrido el mes de octubre, entrado no-
viembre , comenzado las desgracias, y no por eso se veia que los
ejércitos se proveyesen y aumentasen.


EstOS habían Sido divididos por decreto Suyo en Distribución do
cuatro grandes y diversos cuerpos. I o Ejército de la >°s ew«"«»-
izquierda que debia constar del de Galicia, Asturias, tropas
venidas de Dinamarca, y de la gente que se pudiera allegar de
las montañas de Santander y pais que recorriese. 2 o Ejército de
Cataluña compuesto de tropas y gente de aquel principado, de
las divisiones desembarcadas de Portugal y Mallorca, y de las
que enviaron Granada, Aragón y Valencia. 5 o Ejército del centro
que debia comprender las cuatro divisiones de Andalucía y las de
Castilla y Extremadura con las de Valencia y Murcia, que habían
entrado en Madrid con el general Llamas. También habia espe-
ranzas de que obrasen por aquel lado los ingleses en caso de que
se determinasen á avanzar hacia la frontera de Francia. ^Ejér-
cito de reserva, compuesto de las tropas de Aragón y de las que
durante el sitio de Zaragoza se les habían agregado de Valencia y
otras partes. Nombróse también una junta general de guerra, y
presidente de ella al general Castaños, aunque por entonces debia
seguir al ejército. Mas estas providencias no tuvieron entero y
cumplido efecto, impidiéndolo en parte otras disposiciones, y los
contratiempos y desastres que sobrevinieron, en cuya relación va-
mos á entrar.


Ya antes de la instalación de la central y en el consejo g n m m t ¡ i L
militar celebrado en Madrid en 5 de setiembre de que * m m *
hicimos mención, se habia acordado que al paso que el general




278 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Llamas con las tropas de Valencia y Murcia marchase á Calahorra,
y Castaños con las de Andalucía á Soria, se arrimaran Cuesta y
las de Castilla al Burgo de Osma, y Palaí'ox con las suyas á San-
güesa y orillas del rio Aragón; recomendando ademas á Galluzo
que mandaba las de Extremadura el ir á unirse á las que se enca-
minaban al Ebro. Blake por su lado debia avanzar con los gallegos
y asturianos hacia Burgos y provincias vascongadas. Descabellado
como era el plan, desparramando sin orden en varios puntos y en
una línea extendida, escasas, mal disciplinadas y peor provistas
tropas, se procedió despacio en su ejecución, no habiéndose nun-
ca del todo realizado. Nuevas disputas y pasiones contribuyeron
á ello, y principalmente lo mal entendido y combinado del mismo
plan, falta de recursos, desorden en la distribución y aquella len-
titud característica al parecer de la nación española, y de la que


según el gran Bacon habia va en su tiempo nacido el
(• Ap¿ n- 4*) i • * , , .


proverbro tme venga la muerte de España, porque
vendría tarde. J>
Marcha dei de Con todo, el ejército de Galicia después de la rota


caiicia. d e Rioseco, habiéndose algún tacto organizado en
Manzanal y Astorga, emprendió su marcha á las órdenes de su ge-
neral Don Joaquín Blake en los últimos dias de agosto, y dividido
en tres columnas se dirigió por la falda meridional de la cordillera
que separa á León y á Burgos de Asturias y Santander. Al prome-
diar el mes se hallaban las tres columnas en Vülarcayo, punto que
se tuvo por acomodado y central para posteriores operaciones. As-
cendía su número á 22,728 infantes y 400 caballos distribuidos en
cuatro divisiones. La cuarta al mando del marqués de Portago se
movió la vuelta de Bilbao para asegurar la comunicación con
aquella costa, y esperando sorprender á los franceses. Mas avisa-
dos estos por los tiros indiscretos de una avanzada española, pu-
dieron con corta pérdida retirarse y desocupar la villa. No la guar-
daron mucho tiempo nuestras tropas, porque revolviendo sobre ellas


con refuerzo el mariscal Ney, recien llegado de Fran-
ocnpaaiiiibao-i c j a ^ a p o r t a g o á recogerse por Valmaseda so-
bre la Nava. Insistió dias después el general Blake en recuperar á
Bilbao, y acudiendo en persona con superiores fuerzas, necesario
le fue al general francés Merlin evacuar de nuevo dicha villa en la
noche del 11 de octubre.
marcha dei de A S - En el mismo dia y ocupando á Quincoces orilla iz-


tunas: quierda del Ebro, se incorporaron al ejército de Gali-
cialas tropas de Asturias, capitaneadas por Don Vicente María de
Acevedo. Habia este sucedido en el mando, desde 28 de junio, al
marqués de Santa Cruz de Marcenado, á cuyo patriotismo é ins-
trucción no acompañaban las raras prendas que pide la formación
de un ejército nuevo y allegadizo. El Acevedo, militar antiguo, firme
y severo, y adornado de luces naturales y adquiridas, habia con-




LIBRO SEXTO.
seguido disciplinar bastantemente 8000 hombres, con los que re-
solvió salir á campaña. Iban en dos trozos, uno le regia Don Caye-
tano Valdés, otro Don Gregorio Quirós. Geíe de escuadra el
primero le vimos en Malion mandando a principios de año la fuerza
naval surta en aquel puerto, y ya antes la nación le habia distin-
guido y colocado entre sus mejores y mas arrojados marinos. Al
ruido del alzamiento de Asturias habia acudido á esta provincia,
cuna de su familia. El segundo, natural de ella y oficial de guardias
españolas, era justamente tenido por hombre activo, inteligente y
bizarro. Unidas pues las tropas de Asturias y Galicia concertaron
sus movimientos, y el 25 de octubre se sitió el general Blake con
paite de ellas entre Zornoza y Durango.


Al propio tiempo Don Gregorio de la Cuesta antes cuesta, su «di-
que en cumplir lo acordado en 5 de setiembre en Ma- d u c t a ' v
drid, pensó en satisfacer sus venganzas. Referimos cómo de vuelta
de la capital habia detenido y preso en el alcázar de Segovia á los
diputados de León Don Antonio Valdés y vizconde de Quintanilla.
Adelante con su propósito quería juzgarlos como rebeldes á su au-
toridad en consejo militar, escogiendo para fiscal de la causa al
conde de Cartaojal. Dispuso también que la ciudad de Valladolid
nombrase en su lugar otros dos vocales por Castilla, con lo que hu-
bieron de aumentarse los choques y la confusión. Felizmente no
halló Cuesta abrigo en la opinión, y desaprobando la central su
conducta, le mandó comparecer en Aranjuez, y previno á Cartao-
jal qne soltase los presos. Obedecieron ambos, y puesto el ejército
de Castilla bajo las órdenes de su segundo gefe Don Le sucedenEgota
Francisco Eguia, se acercó á Logroño en dorde defi- y P¡8naieii¡-
nitivamente le sucedió y tomó el mando Don Juan Pignatelli. Mas
estas mudanzas y trasiego de gefes menguó y desconcertó la tropa
castellana, llena sí de entusiasmo y ardor, pero bisoña y poco arre-
glada. Su número no pasaba de 8000 hombres con pocos caballos.


Por su parte y deseoso de poner en práctica el plan M a r c h a d e L U l .
resuelto, partió de Madrid el primero de todos y en m 8 S-
setiembre Don Pedro González de Llamas. Mandaba á los valeacia-
nos y murcianos con que habia entrado en la capital, y satro de
ella con unos 4500 hombres infantes y ginetes. Enderezo su mar-
cha á Alfaro, orilla derecha del Ebro, y situó en primeros de octu-
bre su cuartel general en Tudela. Siguiéronle de cerca la 2" y 4"
división de Andalucía regidas ambas por el general Don Manuel de
la Peña, y cuya fuerza ascendia á 10,000 hombres. Castaños per-
maneció en Madrid y no faltaba quien motejase su tardanza, en la
que tuvieron principal parte manejos y tramas del consejo, zelos,
piques y desavenencias de la junta de Sevilla.


Dijeron algunos que también se detenia, esperan- Detención d«
zado en que la central le nombraría generalísimo en castaños en Ma-
remuneración de lo que había trabajado por insta-




280 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
laría. Apoyaban la conveniencia de semejante medida Sir Carlos
Stewart que de Galicia habia venido á Madrid y Aranjuez, y lord
WilliamRentinck enviado desde Portugal por el general Dalrymple
para concertarse con Castaños acerca de las operaciones militares.
El pensamiento era sin duda útil para la unión y conformidad en la
dirección de los ejércitos ; pero á su cumplimiento se oponian las
rivalidades de otros generales, las que reinaban dentro de la misma
junta central y el temor de que no tuviese Castaños la actividad y
firmeza que aquellos tiempos requerían,


su salida. Salió e s t e a ' ^ n ^ Madrid el 8 de octubre, y el 1 7
llegó á Tudela. Convidado pórPalafox pasó á Zara-


pian concertado p-oza y alli acordaron el 2 0 , como continuación de
con Palatox- H J . . , . , , , ,


lo antes resuelto, que el ejercito del centro con el de
Aragón amenazase á Pamplona, poniéndose una división á espaldas
de esta plaza al mismo tiempo que el de Rlake, á quien se envia-
ría aviso, marchase por la costa á cortar la comunicación con
Francia.


Al último le dejamos en^re Zornoza y Durango; los dos prime-
ros , ó sea mas bien la parle de ellos que se habia acercado al Ebro,
estaba por entonces asi distribuida. A Logroño le ocupaban los
8 0 0 0 castellanos al mando de su general Don Juan de Pignatelli; á
Lodosa Don Pedro Grimarest con la 2 a división de Andalucía, es-
tando la 4 á las órdenes de Don Manuel de la Peña en Calahorra,
y siendo ambas de 1 0 , 0 0 0 hombres según queda dicho. Los 4 5 0 0
valencianos y murcianos permanecían situados en Tudela y á su
frente D. Pedro Roca sucesor de Llamas, encargado de otro puesto
cerca del gobierno supremo. Del ejército de Aragón había en
Sangüesa 8 0 0 0 hombres que regia Don Juan O'Neil, enviado de
Valencia con un corto refuerzo, y á su retaguardia en Egea otros
5 0 0 0 al mando de Don Felipe Saint-March. Con tan contadas fuer-
zas y en línea tan dilatada, juzgaron los prudentes y entendidos
ser desacertado el plan convenido en Zaragoza para tomar la ofen-
siva ; puesto que el total de soldados españoles, avanzados á me-


Fueria do los diados de octubre hasta Vizcaya y orillas del Ebro, no
ejércitos españo- llegaba á 7 0 , 0 0 0 hombres, teniendo Rlake 3 0 , 0 0 0 as-


turianos y gallegos (los de Romana todavía no esta-
ban incorporados), y Castaños unos 3 6 , 0 0 0 entre castellanos, an-
daluces, valencianos, murcianos y aragoneses. Parecerá tanto mas
arreglado á la razón aquel dictamen, si volviendo la vista al enemigo
examinamos su estado, su número, su posición.


situación de ^os® B° n aparte después de haber salido de Madrid
joseydeiejérciw habia permanecido en los lindes de la provincia de
francos; Burgos ó en Vitoria. Alli se entretuvo en dar algunos
decretos, en trazar marchas y expediciones que no tuvieron cum-


plido efecto, y en crear una orden militar. Sus minis-
F-xpo9ie]ondesus 1 , .


ministros. tros apremiados por las circunstancias presentaron un




LIBRO SEXTO. 281
escrito en el que * « exponiendo que el interés de Es- (_. A p „ . , ,
c paña exigía no confundir su buena armonía y amis-
« tad para con la Francia, con su cooperación á los fines y planes
« de mayor extensión en que se hallaba empeñado el gefe de
« ella... » indicaban que... « convenia poder anunciar a la nación
« que aunque gobernada por el hermano del emperador conforme
( á los tratados de Bayona , fuese libre de ajustar una paz sepa-
< rada con la Inglaterra... que esto calmaría las fundadas zozobras
t sobre las posesiones de América... etc., etc. > El escrito se
creyó digno de ser presentado á Napoleón, y para llevarle y
apoyarle de palabra fueron en persona á París los ministros Azanza
y Urquijo. Por loables que fuesen las intenciones de los que escri-
bieron la exposición, no se hace creíble dieran aquel paso con
probabilidad de buen éxito conociendo á Napoleón y su política, ó
si tal pensaron, forzoso es decir que andaban harto desalumbra-
dos. Mas el emperador de los franceses no paró mientes en los dis-
cursos de los ministros españoles de José, y solo se ocupó en me-
jorar y reforzar su ejército.


Este en los primeros tiempos de su retirada habia caído en gran
desánimo, y los mas de sus soldados, excepto los del mariscal Bes-
siéres , iban al Ebro casi sin orden ni formación. Perseguidos en-
tonces é inquietados, fácilmente hubieran sido del todo desran-
chados y dispersos, ó por lo menos no se hubieran detenido hasta
pisar tierra de Francia. Pero los españoles descansando sobre los
laureles adquiridos, flojos, escasos también de recursos, les dieron
espacio para repararse. Asi fue que los franceses ya mas serenos
y engrosados con gente de refresco, se distribuyeron F u e r z a d e l e ¡ é r .
en tres grandes cuerpos, el del centro mandado por cito francés,
el mariscal Ney, que ya dijimos acababa de llegar de Francia, y
los de la izquierda y derecha gobernados cada uno por los maris-
cales Moncey y Bessiéres. Habia ademas una reserva compuesta en
parte de soldados de la guardia imperial, y en donde estaba José
con el mariscal Jourdan su mayor general, enviado de París última-
mente para desempeñar aquel cargo. De suerte que todos juntos
componían en setiembre una masa compacta de mas de 50,000
combatientes, entre ellos 11,000 de caballería, con la particular
ventaja de estar reconcentrados y prontos á acudir por el radio á
cualquier punto que fuese acometido, cuando los nuestros para
darse la mano tenían que recorrer la extendida y prolongada curva
que formaban en torno de los enemigos, quienes sin contar con
los de Cataluña y guarniciones de Pamplona y San Sebastian esta-
ban también respaldados por fuerzas que mandaba en Bayona el
general Drouet, y con la confianza de recibir de su propio pais
por la inmediación todo género de prontos y eficaces auxilios.


A pesar de eso y de aumentarse sus filas cada día Molimiento n»
con nuevas tropas, manteníanse los franceses quietos 1 0 8 m ^ m e s -




282 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
y sobre la defensiva, á tiempo que los españoles trataron de eje-
cutar el plan adoptado en Zaragoza. Era el 27 de octubre el seña-
lado para dar comienzo á la empresa, mas dias antes ya habian
los nuestros con su impaciencia movídose por su frente. Los cas-
tellanos desde Logroño, sentado á la margen derecha del Ebro,
cruzando á la opuesta, se habian adelantado á Viana , y Griinarest
extendidose desde Lodosa á Lerin. Los aragoneses por el lado de
Sangüesa también avanzaron acompañados de muchos paisanos. Y
tan grande fue el número de estos, que Moncey sobresaltado dio
cuenta á José, quien destacó del cuerpo de Bessiéres dos divisiones
para reforzar las tropas que estaban por la parle de Aragón y Na-
varra.


El 20 de octubre mandó el general Griinarest á Don Juan de la
Cruz Mourgeon ocupar á Lerin con los tiradores de Cádiz, una
compañía de voluntarios catalanes y unos cuantos caballos. Para
apoyarle quedaron en Carear y Sesma otros destacamentos. Cruz
tenia orden de retirarse si le atacaban superiores fuerzas, y ha-
biendo expuesto lo difícil de ejecutar dicha orden caso de que el
enemigo se posesionase con su caballería de un llano que se extiende
de Lerin camino de Lodosa, le ofreció Griinarest sostenerle con
oportuno socorro.
Acción de Lerin, Cruz en cumplimiento de lo que se le mandaba forti-


de octubre. g c 0 s e g u n pü¿0 e\ convento de Capuchinos y el palacio
cuyo edificio habia de ser su último refugio. No lardó en saber
que iba á ser atacado, y de ello dio aviso el 23 al general Gcima-
rest. En efeclo en la madrugada del 26 le acometieron los enemigos
valerosamente rechazados por sus tropas. Con mas gente insis-
tieron aquellos en su propósito á las nueve de la mañana, y los
nuestros replegándose al palacio no dieron oidos á la intimación
que de rendirse se les hizo. Renovaron varias veces los franceses
sus embestidas con 6000 infantes, con artillería y 700 ú 800 ca-
ballos, y los de Cruz que no excedían de 1000 continuaron en re-
pelerlos hasta entrada la noche con la esperanza de que Grimarest,
segun lo prometido, vendría en su auxilio. Los destacamentos de
Carear y Sesma aunque lo intentaron no pudieron por su corta
fuerza dar ayuda. Amaneció el dia siguiente, y sin municiones ni
noticia de Griinarest se vio forzado Cruz á capitular con el enemigo,
quien celebrando su valor y el de su gente, le concedió salir del
palacio con lodos los honores de la guerra, debiendo después ser
cangeados por otros prisioneros. Brillante acción fue la de Lerin
aunque desgraciada, siendo los tiradores de Cádiz soldados nuevos,
no familiarizados con los rigores de la. guerra. Censuróse al Gri-
marest haber avanzado hasta Lerin aquellas tropas para abando-
narlas después á su aciaga suerte; pues en vez de correr en su
auxilio, con pretexto de una orden de La Peña evacuó á Lodosa,
y repasando el Ebro se situó en la torre de Sartaguda.




LIBRO SEXTO. 283
O'Neil mas dichoso en aquellos dias obligó al enemigo á retirarse,


de Nardues á Monreal: corta compensación de la anterior pérdida
y de la que se experimentó en Logroño. El marisca! Ney había ata-
cado y repelido el 24 los puestos avanzados de las tropas de Cas-
tilla, colocándose el 25 en las alturas que hacen frente á aquella
ciudad del otro lado delEbro. El general Castaños, que


• , , . i . • 11- Betirada délos


entonces se encontraba allí, mando a Pignalelli que castellanos da
sostuviese el punto, á no ser que los enemigos cru- L o g r o "°-
zando el rio se adelantasen por la derecha, en cuyo caso se situaría
en la sierra de Cameros sobre Nalda. Ordenó también que el ba-
tallón ligero de Campomayor fuese á reforzarle y desalojar al ene-
migo de las alturas ocupadas. Inútiles prevenciones. Castaños volvió
á Calahorra, y Pignatelli evacuó el 27 á Logr oño con tal preci-
pitación y desorden, que no parando hasta Cintruénigo, dejó al
pie de la sierra de Nalda sus cañones, y los soldados desparramados,
que durante veinticuatro horas le siguieron unos en pos de otros.
El pavor que se había apoderado de sus ánimos era tanto menos
fundado, cuanto que 1500 hombres al mando del conde de Car-
taojal, volviendo á Nalda, recobraron los cañones en el-sitio
en que quedaron abandonados, y á donde no habia penetrado el
enemigo.


Fl p¡eneral Castaños justamente irritado contra Pi- . ,
" . . . , , . Arreglo qne en


gnatelli, le quitó el mando, e incorporando la colee- sn ejército hace
ticia gente de Castilla en sus otras divisiones, hizo al- ^ s ^ r a l C a í~
gunas leves mudanzas en su ejército. Por de pronto
formó una vanguardia de 4000 hombres de infantería y caballería,
regida por el conde de Cartaojal, la cual habia de maniobrar por
las faldas de sierra de Cameros desde el frente de Logroño hasta el
de Lodosa, y díó el nombre de 5 U división á los 4500 valencianos
y murcianos repartidos entre Alfaro y Tudela al mando de Don Pe-
dro Roca. Reconcentró la demás fuerza en Calahorra y S e s 1 t ü a e n
sus alrededores, y escarmentado con lo ocurrido se re- cintmérJso y
solvió antes de emprender cosa alguna á aguardar las C a l , h c"' r a '
demás tropas que debían agregarse al ejército del centro, y res-
puesta del general Blake al plan comunicado.


Napoleón en tanto se preparaba á destruir en su raíz H a p 0 | e o t t
la noble resistencia de un pueblo cuyo ejemplo era de
temer cundiese á las naciones y reyes que gemían bajo su imperial
dominación. En un principio se habia figurado que con las tropas
que tenia en la Península podría comprimir los aislados y parciales
esfuerzos de los españoles, y que su alzamiento de corta duración
pasaría silencioso en la historia del mundo. Desvanecida su ilusión
con los triunfos de Bailen, la tenaz defensa de Zaragoza y las proe-
zas de Cataluña y Valencia, pensó apagar con extraordinarios me-
dios un fuego que tan grande noguera habia encendido. Fue anuncio
precursor de su propósito el publicar en 6 de setiembre en el Mo-




284 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
nitor y por primera vez una ralacion circunstanciada de las nove-
dades de la península, si bien pintadas y desfiguradas á su sabor,
so mensago ai Habia precedido en 4 del mismo mes á esta publi-


senaao. cacion un mensage del emperador al senado con tres
exposiciones, de las que dos eran del ministro de negocios extran-
geros Mr. de Champagny y una del de la guerra Mr. Clarke. Las
del primero llevaban fecha de 24 de abril y I o de setiembre. En la
de abril después de manifestar Mr. Champagny la necesidad de in-
tervenir en los asuntos de España, asentaba que la revolución
francesa habiendo roto el útil vínculo que antes unía á ambas na-
ciones gobernadas por una sola estirpe, era político y justo aten-
der á la seguridad del imperio francés, y libertar á España del in-
flujo de Inglaterra; lo cual, anadia, no podría realizarse, ni repo-
niendo en el trono á Carlos IV ni dejando en él á su hijo. En la
exposición de setiembre hablábase ya de las renuncias de Bayona,
de la constitución allí aprobada, y en fin se revelaban los disturbios
y alborotos de España, provocados según el ministro por el go-
bierno británico que intentaba poner aquel pais á su devoción y
tratarle como si fuera provincia suya. Mas aseguraba que tamaña
desgracia nunca se efectuaría estando preparados para evitarla
2,000,000 de hombres valerosos que arrojarían á los ingleses del
suelo peninsular.
Lera de nuevas Pronosticaban tan jactanciosas palabras demanda


tropas. je nuevos sacrificios. Tocó especificarlos á la exposi-
ción del ministro de la guerra. En ella pues se decia, que habiendo
resuelto S. M. I. juntar al otro lado de los Pirineos mas de 200,000
hombres, era indispensable levantar 80,000 de la conscripción de
los años 1806, 7, 8 y 9 , y ordenar que otros 80,000 de la del 10
estuviesen prontos para el enero inmediato. Al dia siguiente de leí-
das estas exposiciones y el mensage que las acompañaba, contestó
el senado aprobando y aplaudiendo lo hecho, y las medidas pro-
puestas ; y asegurando también que la guerra con España era
< política, justay necesaria. » Atan mentido y abyecto lenguaje ha-
bía descendido el cuerpo supremo de una nación culta y poderosa.


Por anteriores órdenes habían ya empezado á venir del norte de
Europa muchas de las tropas francesas allí acantonadas. A su paso
por París hizo reseña de varias de ellas el emperador Napoleón,
pronunciando para animarlas una arenga enfática y ostentosa.
conferencias de No satisfecho este con las numerosas huestes que


Erturth. encaminaba á España , trató también de asegurar el
buen éxito de la empresa estrechando su amistad y buena armonía
con el emperador de Rusia. Sin determinar tiempo se habia en Til-
sit convenido en que mas adelante se avistarían ambos príncipes.
Los acontecimientos de España, incertidumbres sobre la Alemania
y aun dudas sobre la misma Rusia obligaron á Napoleón á pedir la
celebración de las proyectadas vistas. Accedió á su demanda el em-




LIBRO SEXTO. 28o
perador Alejandro, quien y el de Francia, puestos ambos de
acuerdo llegaron á Erfurth, lugar señalado para la reunión, el 27
de setiembre. Concurrieron allí varios soberanos de Alemania,
siendo el de Austria representado por su embajador, y el de Pru-
sia por su hermano el príncipe Guillermo. Reinó entre todos la
mayor alegría, satisfacción y cordialidad, pasándose los días y las
noches en diversiones y festines, sin reparar que en medio de tantos
regocijos no solo legítimos monarcas sancionaban la usurpación mas
escandalosa, y autorizaban una guerra que ya habia hecho correr
tantas lágrimas, sino que también tachando de insurrección la
justa defensa y de rebeldía la lealtad, abrían ancho portillo por
donde mas adelante pudieran ser acometidos sus propios pueblos y
atropellados sus derechos. Ni motivos tan pederosos, ni tales temo-
res detuvieron al emperador Alejandro. Contento con los obse-
quios de su aliado y algunas concesiones, reconoció por rey de
España á José, y dejó á Napoleón en libertad de proceder en los
asuntos de la península según conviniese á sus miras.


Mas al propio tiempo y para aparentar deseos de
r , 1 i i • i i • • Corresponden -


paz, cuando después de lo estipulado era imposi- ciaconeigower-
ble ajustaría, determinaron entablar acerca de tan n 0" l g U ; s-
grave asunto correspondencia con Inglaterra. Ambos emperadores
escribieron en una y sola carta al rey Jorge III, y sus ministros res-
pectivos pasaron notas con aviso de que plenipotenciarios rusos se
enviarían á París para aguardar la respuesta de Inglaterra : los que
en unión con los de Francia concurrirían al punto del continente
que se señalase para tratar.


En contestación Mr. Canning escribió el 28 de octubre dos cartas
á los ministros de Rusia y Francia, acompañadas de una nota co-
mún á ambos. Al primero le decia, que aunque S. M. B. deseaba
dar respuesta directa al emperador su amo, el modo desusado con
que este habia escrito le impedia considerar su carta como privada
y personal, siendo por tanto imposible darle aquella señal de res-
peto sin reconocer títulos que nunca habia reconocido el rey de la
Gran Bretaña. Que la proposición de paz se comunicaría á Suecia
y á España. Que era necesario estar seguro de que la Francia ad-
mitiría en Jos tratos al gobierno de la última nación, y que tal sin
duda debia de ser el pensamiento del emperador de Rusia, según
el vivo interés que siempre habia mostrado en favor del bienestar
y dignidad de la monarquía española; lo cual bastaba para no du-
dar que S. M. I. nunca seria inducido á sancionar por su concur-
rencia ó aprobación usurpaciones fundadas en principios no menos
injustos que de peligroso ejemplo para todos los soberanos legíti-
mos. En la carta al ministro de Francia se insistía en que entrasen
como partes en la negociación Suecia y España.


El mismo Mr. Canning respondió ampliamente en la nota que
iba para dichos dos ministros á la carta autógrafa de ambos empe-




286 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
radores. Sentábase en ella que los intereses de Portugal y Sicilia
estaban confiados á la amistad y protección del rey de la Gran
Bretaña, el cual también estaba unido con Succia, asi para la
paz como para la guerra. Y que si bien con España no estaba
ligado por ningún tratado formal, habia sin embargo contraído con
aquella nación á la faz del mundo empeños tan obligatorios como
los mas solemnes tratados; y que por consiguiente el gobierno
que allí mandaba á nombre de S. M. C. Fernando VII, debería asi-
mismo tomar parte en tas negociaciones.


El ministro ruso replicó no haber dificultad en cuanto á tratar
con los soberanos aliados de Inglaterra; pero que de ningún modo
se admitirían los plenipotenciarios délos insurgentes españoles (asi
los llamaba), puesto que José Bonaparte habia ya sido reconocido
por el emperador su amo como rey de España. Menos sufrida y
mas amenazadora fue la contestación de Mr. Champagny ministro
de Francia.
Kn de ía corres- Dióse fin á la correspondencia con nuevos oficios


pondenda. e n 9 de diciembre de Mr. Canning, concluyendo este
con repetir al francés, < que S. M. B. estaba resuello á no aban-
t donar la causa de la nación española y de la legítima monarquía
« de España (añadiendo); que la pretensión de la Francia de que
t se excluyese de la negociación el gobierno Central y supremo
< que obraba en nombre de S. M. C. Fernando VII, era de natu-
t raleza á no ser admitida por S. M. sin condescender con una
< usurpación que no tenia igual en la historia del universo."


Discurso de Contaba Napoleón tan poco con esta negociación,
Napoleón ai cner- q u e volviendo á Paris el 18 de octubre, y abriendo
po legislativo. ~ „ . . . . . , . J


el 2o el cuerpo legislativo, después de tocar en su
discurso muy por encima ei paso dado en favor de las paces, dijo :
« Parto dentro de pocos dias para ponerme yo mismo al frente de
t mi ejército, coronar con la ayuda de Dios en Madrid al rey de
c España, y plantar mis águilas sobre las fortalezas de Lisboa."
Palabras incompatibles con ningún arreglo ni pacificación, y tan
conformes con lo que en su mente habia resuelto, que sin aguardar
respuesta de Londres á la primera comunicación, partió de Paris
el 29 de octubre llegando á Bayona en 5 de noviembre.


Fuerza y dw- Empezaban ya entonces á tener cumplida ejecución
sion dei ejército las providencias que habia acordado para sujetar y
trances. domeñar en poco tiempo la altiva España. Sus tropas
acudían de todas partes á la frontera, y variando por decreto de
setiembre la forma que tenia el ejército de José, le incorporó al
que iba á reforzarle, dividiendo su conjunto en ocho diversos cuer-
pos á las órdenes de señalados caudillos, cuyos nombres y dis-
tribución nos parece conveniente especificar.


I e r cuerpo, mariscal Víctor duque de Bellune.
2 o cuerpo, mariscal Bessieres duque de Istría.




LIBRO SEXTO. 287
3 " cuerpo, mariscal Moncey duque de Conegliano.
4 o cuerpo, mariscal Lefebvre duque de Dantzick.
5 o cuerpo, mariscal Mortier duque de Treviso.
6 o cuerpo, mariscal Ney duque de Elchingen.
7 o cuerpo, el general Saint-Cyr,
8 o cuerpo, el general Junot duque de Abrantes.
A veces, según ¡remos viendo ,se sustituyeron nuevos gefes en


lugar de ios nombrados. El total de hombres, sin contar con enfer-
mos y demás bajas, ascendía á 230,000 combatientes, pasando
de 30,000 los caballos. De estos cuerpos el 7 o estaba destinado á
Cataluña, el 3 o y 8 o llegaron mas tarde. Los otros en su mayor
parte aguardaban ya á su emperador para inundar, á manera de
raudal arrebatado, las provincias españolas.


Napoleón cruzó el Bidasoa el 8 de noviembre acom- C r m a Napoleón
panado de los mariscales Soult y Lannes, duques de e l B i a a s ° a -
Dalmacia y de Monte-bello. Llegó el mismo dia á Vitoria, donde
estaba José y el cuartel general. Las tropas francesas habían con-
servado del lado de Navarra y Castilla casi las mismas posiciones
que ocuparon después de las jornadas de Leiin y Logroño. No así
por el de Vizcaya. Inquieto el mariscal Lefebvre, sucesor del gene-
ral Merlin, de los movimientos del ejército de Don Joaquin Blake,
habia pensado con el 4 o cuerpo arrojarle de Zornoza.


Firme el general español desde el 25 de octubre en conservar
aquel sitio, celebró en 28 un consejo de guerra. Los mas prudentes
estuvieron por replegarse : hubo quien opinó por acometer sin
dilación al enemigo. Andaba indeciso el general en gefe, no pare-
ciéndole acertado el último dictamen, y receloso de abrazar el
primero en una sazón en que los pueblos tildaban de traidor al
genera! que los dejaba con su retirada á merced del enemigo. Entre
dudas llegó el 31 de octubre, dia en que el mariscal Lefebvre atacó
á los españoles. La fuerza que este tenia era de 26,000
í i i m ™An T I i • , • i Acción de Zor-


hombres, la nuestra 16,300. Había también contado noza, 31 de o a -
Blake con que apoyaría su derecha la división de Mar- t u b r e '
tinengo con algunos caballos mandados por el marqués de Males-
pina, y una de Asturias gobernada por Don Vicente María de
Acevedo. Mas avanzando ambas hasta Yiilaró y Dima, se vieron
separadas de! cuerpo principal del ejército por fragosas sierras y
caminos intransitables. Grande inadvertencia ordenar un movimiento
sin cabal noticia del terreno,


El mariscal Lefebvre al amanecer del 31 empezó su embestida
á favor de una densa niebla. Las vanguardias de ambos ejércitos
estaban á un lado y otro de la hondonada que forma el monte de
San Martin y la altura arbolada de Bernagoitia, por donde atra-
viesa el camino real. La vanguardia española, regida por el briga-
dier Don Gabriel de Mendizabal, enseñoreaba la última posición
de las nombradas, que fue acometida primeramente por la división




288 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
del general Villate. Apoyaron y siguieron á este las divisiones de
los generales Sebastiani y Leval, y empeñada toda nuestra van-
guardia peleó largo rato esforzadamente. Causábale gran daño la
artillería enemiga, sin que á sus fuegos pudiera responder care-
ciendo de igual arma. Rota al fin se recogió al amparo de la I a y
4 a división apostadas en el monte de San Miguel. La I a del mando
de Don Genaro Figueroa, oficial sabio y bizarro, repelió con su
vivo y acertado fuego al enemigo, impidiéndole apoderarse de un
mogote que ocupaba en dicho monte; pero la 4 a , falta de cañones
como lo demás del ejército, fue arrollada, habiendo el enemigo
avanzado su artillería por el camino real, y sosteniéndola con in-
fantería y caballería. Entonces Rlake conociendo su desventaja de-
terminó retiarse, para lo que poniéndose á la cabeza los granade-
ros provinciales, y siguiéndole la reserva mandada por Don Nicolás
Mahy, contuvo al enemigo y dio lugar á que todas las fuerzas,
reuniéndose en las faldas del monte de Santa Cruz de Bizcargui,
emprendiesen la retirada. La o 1 división, al mando de Don Fran-
cisco Riquelme, estuvo alejada de las otras y en la orilla opuesta
del rio, en donde sosteniendo un choque del enemigo, se replegó
separadamente no siéndole dado unirse al grueso del ejército. Los
franceses, atentos á la aspereza de la tierra y á que los nuestros se
retiraban en bastante buen orden, dejaron de perseguirlos de
cerca y molestarlos. La pérdida fue corta de ambas partes: quizá
la victoria hubiera sido mas dudosa si el general español no se hu-
biese de antemano despojado de la artillería, enviándola camino
de Bilbao. Ha habibo quien le disculpe con el propósito que tenia
de retirarse; pero ciertamente fue descuido quedarse del todo des-
provisto de tan necesaria ayuda enfrente de un enemigo activo y
emprendedor. Blake continuó por la noche su marcha, y sin dete-
nerse en Bilbao mas que para acopiar algunas vituallas, uniéndose
después con Riquelme, tomaron juntos la vuelta de Valmaseda.
El mariscal Lefebvre los siguió de lejos hasta Güeñes, en donde
habiendo dejado para observarlos al general Yillatte con 7000 hom-
bres retrocedió á Bilbao.


José, aunque desaprobaba como precipitada la tentativa de aquel
mariscal, no siendo ya dueño de evitarla, mandó de Vitoria que
una división del 1" cuerpo del mariscal Victor se extendiese por el
valle de Orduña para favorecer los movimientos de Lefebvre, y
que otra del 2 o cuerpo se dirigiese á Berberena, ya para unirse con
la primera, ó ya para perseguir á Blake si se retiraba del lado de
Villarcayo. La del valle de Orduña se encontró en su marcha con
los generales Acevedo y Marlinengo, que vimos separados del ejér-
cito en Villaró. Inciertos estos gefes de la suerte de Blake, é infor-
mados tarde y confusamente de la acción de Zornoza, creyeron
arriesgada su posición y trataron de alejarse por Oquendo, Mira-
valles y Llodio. En el camino y cerca de Menagaray fue su encuen-




LIBRO SEXTO. 289
tro con la mencionada división francesa. Presentáronle los nuestros
firme rostro, é imaginándose los contrarios haber tropezado con
todo el ejército de Blake, no insistieron en atacar y se replegaron á
Orduña. Los españoles entonces mejoraron su posición colocándose
en una altura agria cerca de Orrantia.


Blake el 5 de noviembre se habia reconcentrado en la Nava, dos
leguas mas allá de Valmaseda yendo de Bilbao. Poco antes se le in-
corporó la mayor parte de la fuerza que habia venido de Dinamarca
y que estaba á las órdenes del conde de San Román, y en el mismo
Nava otra división de Asturias á las de Don Gregorio Quirós, com-
poniendo en todo los que se reunieron de 8 á 9000 hombres. La
caballería venida del Norte, hallándose desmontada, habia partido
al mediodía de España para proveerse de caballos. Reforzado asi
el ejército de Blake, y enterado este del aprieto de Acevedo y Mar-
tinengo, sin tardanza determinó librarlos. Movióse pues hacia Val-
maseda cuyo punto debia acometerla 4 a división, ahora mandada
por Don Estevan Porlíer, entanto que la de San Román se dirigía
al Berron una legua distante, la 5 a y la asturiana de Quirós á Ar-
ciniega, y lo demás de la fuerza á Orrantia, en donde era de pre-
sumir permaneciesen las divisiones comprometidas. No se engaña-
ron , encontrándose luego unos y otros con inexplicable gozo.


Fue en aquel mismo instante cuando se rompió el De vaimasena, 4
fuego por los que se habían adelantado á Valmaseda, d e «<»i™bre.
cuyo camino corre al pie de las alturas que ocupaban las divisiones
extraviadas. Atacado impensadamente el genera! francés Villatte ,
retiróse con demasiada priesa, hasta que volviendo en sí juntó su
gente á la ribera izquierda del Salcedon. Visto lo cual por el ge-
neral Acevedo, se aproximó con cuatro cañones de montaña á una
de las dos eminencias que forman el valle de Valmaseda, y enviando
por un rodeo dos batallones para que estrechasen á los franceses
por retaguardia, sobrecogió á estos, que desbaratados huyeron en el
mayor desorden hasta Güeñes. Perdieron un cañón, carros de mu-
niciones y muchos equipages, entre los que se contaba el del ge-
neral Villatte. Debióse principalmente la victoria al acierto y pronta
decisión de Don Vicente María de Acevedo.


Napoleón supo en Bayona los ataques ocurridos desde el 5 1 , v
desagradóle que el mariscal Lefebvre hubiese comenzado á guerrear
antes de su llegada, y aun también que José le prestase ayuda : ya
porque juzgase expuesto un movimiento parcial y aislado, ó ya mas
bien porque no quisiese que empezasen triunfos y victorias antes
de que él en persona capitanease su ejército. Sin embargo temeroso
de alguna desgracia, mandó prontamente que el mariscal Lefebvre
con el 4 o cuerpo continuase desde Bilbao en perseguir á Blake, y que
el mariscal Victor con el I o marchase por Orduña y Amurrio contra
Valmaseda, formando un total de 50,000 hombres.


Avanzaban ambos mariscales á la propia sazón que Blake, que-
i. 19




290 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
riendo aprovecharse de la ventaja alcanzada en Valmaseda y reco­


nocer las fuerzas del enemigo, iba el 7 la vuelta de
to hacia Güeñes San Pedro de Güeñes. La víspera habia el general
en 7 de noTiem­ e S p a n o i enviado sobre su izquierda á Sopuerta la 4* di­


visión , que no pudiendo reincorporarse al ejército se
retiró por Lanestosa á Santander. El mismo dia, no queriendo tam­
poco Blake dejar descubierta su derecha , dirigió camino de Vi­
llarcayo y de Medina de Pomar al marqués de Malespina con los 400
caballos que habia y algunos infantes. Por su lado el general en
gefe se encontró con el mariscal Lefebvre; peleando los españoles
con bizarría, particularmente la división de Figueroa y el batallón
de estudiantes de Santiago, apellidado literario. Al caer la noche
hubieron los nuestros de replegarse vista la superioridad del ene­
migo , y á pesar de ser el tiempo muy lluvioso, prosiguieron or­
denadamente su retirada, ocupando el 8 á Valmaseda y pueblos
vecinos.


La tarde de dicho dia, agolpándose del lado de Orduña y de
Bilbao todas las fuerzas de los mariscales Víctor y Lefebvre que
caminaban á unirse, levantaron los nuestros su campo dirigién­
dose á la Nava. Quedaron á la retaguardia para proteger el movi­
miento algunos batallones de la división de Martinengo y asturianos
al mando de Don Nicolás de Llano Ponte, quien poco avisado, de­
jándose cortar por el enemigo, nunca se volvió á incorporar con el
grueso del ejército, yéndose del lado de Santander. Los mariscales
franceses se juntaron en Valmaseda, y Blake llegó el 9 en la tarde
á Espinosa de los Monteros.


Disminuíase su ejército teniendo desde el 31 que pelear á la con­
tinua con el enemigo, la lluvia, el frió, el hambre, la desnudez.
Rigorosa suerte aun para soldados veteranos y endurecidos; inso­
portable para bisónos y poco disciplinados. La escasez de víveres
fue extrema, viéndose obligados hasta los mismos gefes á mante­
nerse con mazorcas de maiz y malas frutas. Provenia miseria tanta
del mal arreglo en el ramo de hacienda, y de haber contado el ge­
neral en gefe con ser abastecido por la costa, sin cuidar conve­
nientemente de adoptar otros medios : enseñando la práctica mili­


• a», n e) * a r ' c o m o Ya decía Vegecio « que * la penuria mas
« veces que la pelea acaba con un ejército, y que el


< hambre es mas cruel que el hierro del enemigo. »
Acosado nuestro ejército por tantos males, pensábase que el ge­


neral Blake no se aventuraría á combatir contra un enemigo mas
numeroso, aguerrido y bien provisto. Esperanzado sin embargo
en que le asistiese favorable estrella, determinó probar la suerte
de una batalla delante de Espinosa de los Monteros.


Batana de Es­ ^ s e s t a v ' " a rauy c o n o c > d a en España por el pri­
pmosa, lo y i* vilegio de que gozan sus naturales de hacer de noche
de nnviemhre. j a g u a p í j ¡ a a | r e y № r c a de su cuarto; y cuya con ce­




LIBRO SEXTO.
sion, según cuentan*, sube á Don Sancho García n ?
conde de Castilla. Está situada en la ribera izquierda P '
del Trueba, y los españoles colocándose en el camino que viene de
Valmaseda dejaron á su espalda el rio y la villa. En una altura ele-
vada de difícil acceso y á la siniestra parte pusiéronse los asturia-
nos capitaneados por los generales Acevedo, Quirós y Valdés.
La I a división y la reserva con sus respectivos geíés Don Genaro
Figueroa y Don Nicolás Mahy seguían en la línea descendiendo al
llano. El general Riquelme y su 3 a división ocupó en el valle lo
mas abierto del terreno, y la vanguardia, al mando de Don Gabriel
de Mendizábal con seis piezas de artillería dirigidas por el capitán
Don Antonio Roselló, se colocó en un altozano á la derecha de Es-
pinosa, desde donde se enfilaban las principales avenidas. Por el
mismo lado y mas adelante en un espeso bosque y sobre una loma
estaba la división del norte que gobernaba el conde de San Román,
quedando no lejos de la artillería y algo detras por su derecha
la 2 a de Martinengo. La fuerza de los españoles no llegaba á 2Í,000
combatientes.


A la una de la larde del 10 empezó á avistarse el enemigo, en
número de 23,000 hombres mandados por el mariscal Víctor. Se
había este juntado con el mariscal Lefebvre en Valmaseda y sepa-
rádose en la Nava, dirigiéndose el segundo á Villarcayo y siguiendo
el primero la huella de Blake con esperanzas ambos de envolverle.
Se empeñó la refriega por donde estaban las tropas del norte, em-
bistiendo el bosque el general Paschod. Durante dos horas le de-
fendieron los nuestros con intrepidez, mas cargando el enemigo en
mayor número fue al fin abandonado. La artillería, manejada con
acierto por Roselló, dirigió entonces un fuego muy vivo contra el
bosque, y caminando por orden de Blake para sostener á San Ro-
mán la división de Riquelme, se encendió de nuevo la pelea. Cundió
por toda la línea, y aun la izquierda de los asturianos avanzó para
llamar la atención del enemigo. La derecha no solo se rnantenia, sino
que volviendo á ganar terreno, estaban las tropas del norte prontas
á recuperar el bosque, cuando la oscuridad de la noche impidió la
continuación del combate, glorioso para los españoles, pero con
tan poca ventura que perdieron dos de sus mejores gefes, el conde
de San Román y Don Francisco Riquelme, moi talmente heridos.


Los españoles, si bien alentados con haber infundido respeto al
enemigo, ya no podian sobrellevar tanto cansancio y trabajos, ca-
reciendo aun de las provisiones mas precisas. Malas frutas habían
comido aquellos días, pero ahora apenas les quedaba tan menguado
recurso. Sus heridos yacían abandonados, y si algunos eran recogi-
dos no podía suministrárseles alivio en medio de sus quejidos y la-
mentos. En balde se esmeraba el general en gefe, en balde sus ofi-
ciales en buscar por Espinosa socorros para su gente. Los vecinos
habian huido espantados con la guerra; la tierra de suyo escasa es-




292 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
taba ahora con aquella ausencia mas empobrecida, aumentándose
la confusión y el duelo en medio de la lobreguez de la noche. A su
amparo obligó el hambre á muchos soldados á desarrancarse de sus
banderas, particularmente á los de la división del Norte, que eran
los que mas habian padecido.


Al contrario los franceses, bien alimentados , retirados sus he-
ridos y puestos otros en lugar de los que el dia 10 habian comba-
tido , se disponían á pelear en la mañana siguiente. Hubiera el ge-
neral español obrado con cordura, si atendiendo á las lástimas y
apuros de sus soldados hubiese á la callada y por la noche alzado
el campo, y buscado del lado de Santander ó del de Reinosa basti-
mentos y alivio á los males. Mas lisonjeándose de que el enemigo se
retiraría y queriendo sacar ventaja del esfuerzo con que sus solda-
dos habían lidiado, se inclinó á permanecer inmoble y exponerse á
nuevo combale.


No tuvo que aguardar largo tiempo : desde el amanecer le reno-
varon los franceses. Habian en la víspera notado que en la izquierda
de los españoles estaban tropas bisoñas, y también que la altura que
ocupaban, como mas elevada, era la llave de la posición. Asi se deter-
minaron á empezar por alli el ataque, siendo el general Maison con
su brigada quien primero embistió á los asturianos. Resistieron es-
tos con denuedo, y á la voz de sus dignos gefes Acevedo, Quirós y
Valdés conserváronse firmes y serenos, no obstante su inexperien-
cia. Advirtió el general enemigo el influjo do dichos gefes, y sobre
todo que uno de ellos montado en un caballo blanco, corriendo
á los puntos mas peligrosos, exhortaba á su tropa con la palabra y
el gesto. Sin tardanza (según nos ha contado años adelante en Paris
el mismo general) destacó tiradores diestros, para que apuntando
cuidadosamente disparasen contra los gefes, y en especial contra el
del caballo blanco, que era el desgraciado Quirós. La orden causó
grave mal á los españoles, y decidió la acción. Los tiradores abri-
gados de lo irregular y quebrado del terreno, esparcidos en diversos
sitios, arcabuceaban, por decirlo asi, á nuestros oficiales, sin que
recibiesen notable daño del fuego cerrado de nuestras columnas. La
poca práctica de la guerra y el escasear de soldados hábiles, impi-
dió usar del mismo medio que empleaban los enemigos. A poco fue
traspasado de dos balazos Don Gregorio Quirós, heridos los gene-
rales Acevedo y Valdés, con otros gefes, entre los que se contaron
los distinguidos oficiales Don Joaquín Escario y Don José Peón. La
muerte y heridas de caudillos tan amados sembró profunda aflicción
en las filas asturianas, y Saqueando algunos cuerpos siguióse en to-
dos el mayor desorden. Quiso sostenerlos Blake enviando á Don
Gabriel de Mendizábal para que tomase el mando; mas ya era
tarde. La dispersión habia comenzado y los franceses posesionán-
dose de la altura perseguían á los asturianos, cuyo mayor número
huyendo se enriscó por las asperezas del valle de Pas.




LIBRO SEXTO. 295
El centro del ejército español y su derecha, que en la noche se


habian agrupado al rededor del altozano donde estaba Roselló con
la artillería, tan luego como se dispersó la izquierda, se vieron aco-
metidos por la división francesa de Ruffin. Algún tiempo se man-
tuvieron nuestros soldados en su puesto, aunque inquietos con la
huida de los asturianos; pero en breve comenzando unos á ciar y
otros á desarreglarse, ordenó el general Blake la retirada, soste-
nida por la reserva de Don Nicolás Mahy y las seis piezas del capitán
Rosolló, perdidas luego en el paso del Trueba. Hubiera á los nues-
tros servido de mucho en aquel trance y en lo demás de la retirada
la corta división con 400 caballos que mandaba el marqués de Ma-
lespina, y á los que el general Blake habia ordenado pasar a Villar-
cayo. Temeroso dicho marqués de ser envuelto por el mariscal Le-
febvre que iba del mismo lado, en vez de aproximarse á Espinosa
tomó otro rumbo, y su división se unió después en diversas partidas
á distintos y lejanos ejércitos. La pérdida de los españoles en las ac-
ciones de Espinosa fue muy considerable, su dispersión casi com-
pleta. La délos franceses, cortísima el 11, no dejó la víspera de ser
de importancia.


Señaló Don Joaquin Blake para reunión de sus tropas la villa de
Reinosa, en donde estaba el parque general de artillería y los al-
macenes. Llegó el 12 con pocas fuerzas esperando poder rehacerse
algún tanto y dar vida con las provisiones que alli había á sus ham-
brientos y desmayados soldados. Pero la activa diligencia del enemi-
go y las desgracias que se agolparon no le dejaren vagar ni respiro.


Desde que en 8 de noviembre había Napoleón en- Disposiciones i.
irado en Viloria, se sentia por do quiera su presencia. Napoleón.
Servíanle como de mágico impulso poder inmenso, bélico renombre,
imperiosa y presta voluntad. Ya contamos como de Bayona mismo
había ordenado al I o y 4 o cuerpo perseguir al general Blake. Y
ahora poniendo particular conato en enderezar sus pasos á Madrid,
cuya toma resonaría en Europa favorablemente á sus miras, arre-
gló para ello y en breve un plan general de ataque. Asegurada que
fue su derecha por los mencionados I o y 4 o cuerpos, encargó al 3 o
del mando del mariscal Moncey que observase desde Lodosa el
ejército del centro y de Aragón, dejando ademas en Logroño á los
generales Lagrange y Golbert del 6 o cuerpo, cuya principal fuerza
capitaneada por su mariscal Ney debia caminar á Aranda de
Duero. Tomó el mando del 2 o cuerpo el mariscal Soult, y su an-
terior gefe Bessiéres fue encargado de gobernar la caballería. Am-
bos con Napoleón al frente de la guardia imperial y la reserva si-
guieron el camino real de Madrid dirigiéndose á Burgos.


En esta ciudad habia comenzado á entrar el ejército A c c l o n g^.
de Extremadura compuesto de unos 18,000 hom- <» * •»>-
bres distribuidos en tres divisiones, y á su frente el , 8 m r e '
conde de Belveder, mozo inexperto nombrado por la junta central




294 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
para reemplazar á Don José Galluzo. La 4" división estaba alli
desde el 7 de noviembre : se le juntó la 2 a en la tarde del 9, que-
dando todavía airas y hacia Lerma la 3 a . Asi que solo se contaban
dentro de la ciudad y cercanías 42,000 hombres, de ellos 4200 de
caballería. Fiado Belveder en algunas favorables y leves escara-
muzas , vivia tranquilo y de modo que á ios oficíales de la 2 a divi-
sión que á su llegada fueron á cumplimentarle, recomendóles el
descanso, bastándole por entonces, según dijo, las fuerzas de
la 4 a división para rechazar á los franceses caso que le atacasen.
Tan ignorante estaba de la superioridad del enemigo, y tan olvi-
dado de la endeble organización de sus tropas.


Serian las seis de la mañana del 40 cuando el general Lasalle
con la caballería francesa llegó á Villafría, tres cuartos de legua
de Gamonal, á donde se había adelantado la 1 8 división de Bel-
veder mandada por Don José María de AIós. Los franceses como no
lenian consigo infantería, retrocedieron para aguardarla á Ruvena,
con lo que alentados los nuestros resolvieron empeñar una acción.
Lasalle rehecho forzó á los que le segu ian á replegarse otra vez á Ga-
monal, á cuyo punto había ya acudido lo demás del ejército español.
La derecha de este ocupaba un bosque del lado del rio Arlanzon , y
la izquierda las tapias de una huerta ó jardin, cubriendo el frente
algunos cuerpos con dieciseis piezas de artillería. Las tropas mas
bisoñas se pusieron detras de las mejor enregimentadas, como lo
eran un batallón de guardias españolas, algunas compañías de \va-
lonas, el 2 o de Mallorca y granaderos provinciales.


Fue pues aproximándose el ejército enemigo : y extendiéndose
por nuestra derecha el general Lasalle se colocó en un llano situado
entre el bosque y el rio, al paso que la infantería veterana del ge-
neral 3fouton intrépidamente acometió dicho bosque guarnecido
por la derecha española, la cual creyéndose envuelta por Lasalle
comenzó en breve á cejar, no obstante el vivo fuego que desde el
frente hacían nuestros cañones. La caballería, guiada por Don Juan
Henestrosa, hombre valiente, pero mas devoto que entendido
militar, trató de dar una carga á la enemiga. Henestrosa que en
realidad mandaba también en gefe, invocando á los santos del cielo
y con tanta bravura como imprudencia, arremetió contra los gi-
netes franceses, quienes fácilmente le repelieron y desbarataron.
Entonces fueron del todo deshechos los del bosque : y la izquierda,
aunque no atacada de cerca, comenzó á huir y desbandarse. La pelea
duró poco, y vencidos y vencedores entraron mezclados en Burgos.


El mariscal Bessiéres, tirando por la orilla del rio con la caballe-
ría pesada, acuchilló á los soldados fugitivos y cogió varios cañones,
habiéndose perdido catorce y ademas otros que quedaron en el
parque. La pérdida de los españoles fue considerable, aunque
mayor la dispersión y el desorden; teniendo que arrepentirse, y
dolorosamente, el general Belveder de haberse empeñado con




LIBRO SEXTO. 295
ligereza en acción tan desventajosa. Entregaron los vencedores al
pillage la ciudad de Burgos apoderándose de 2000 sacas de lana
fina pertenecientes á ricos ganaderos. Llegó el mismo dia el conde
de Belveder á Lerma con muchos dispersos, en donde se encontró
con la 5 a división de Extremadura, ausente de la batalla. Perse-
guido por los enemigos pasó á Aranda de Duero, y no seguro to-
davía allí prosiguió hasta Segovia, en cuya ciudad fue relevado
del mando por la junta central que nombró para sucederle á Don
José de Heredia.


El mariscal Soult con la natural presteza de su nación, R e v i v o smn
enviando del lado de Lerma una columna que persiguiese c o n t r a B l a k e-
á los españoles y otra camino de Patencia y Valladolid, salió en per-
sona el mismo 10 hacia Reinosa con intento de interceptar á Blake
en su retirada. Inútilmente habia este confiado en dar en aquella
villa descanso á sus tropas, pues noticioso de que por Villarcayo se
acercaba el mariscal Lefebvre, ya habia el 15 movido su artillería
con dirección á León por Aguilar de Campo. Iban con ella enfer-
mos y heridos huyendo de un peligro sin pensar en el otro no
menos terrible con que tropezaron. Caminaban cuando se les
anunció la aparición por su frente de tropas francesas : la artillería
precipitando su marcha y usando de adecuados medios pudo sal-
varse, mas de los heridos los hubo que fueron víctima del furor
enemigo. En su número se contó al general Acevedo. Encontrá-
ronle cazadores franceses del regimiento del coronel Tascher, y sin
miramiento á su estado, ni á su grado, ni á las sentidas súplicas
de su ayudante Don Rafael del Riego, traspasáronle á estocadas.
Riego, eí mismo que fue después tan conocido y desgraciado, quedó
en aquel lance prisionero.


Blake acosado y temiendo no solo á los que le habían vencido en
Espinosa, sino también á los mariscales Lefebvre y Soult, que
cada uno por su lado venían sobre él; no pudiendo ya ir á León
por tierra de Castilla, salió de Reinosa en la noche del 1 3 , y se
enriscó por montañas y abismos, enderezándose al valle de Cabuér-
niga. Llegó allí á su colmo la necesidad y miseria. El ánimo de
Blake andaba del todo contristado y abatido, mayormente teniendo
que entregar á nuevo gefe de un dia á otro y en tan mal estado las
pobres reliquias de su ejército, lo cual le era de gran pesadumbre.
La central habia nombrado general en gefe del ejército de la
izquierda al marqués de la Romana. Noticioso Blake en Zornoza del
sucesor, no por eso dejó de continuar el plan decampaña comenzado.
Una indisposición, según parece, detuvo á Romana en el camino,
no uniéndose al ejército sino en Renedo, cuando estaba en completa
derrota y dispersión. En tal aprieto parecióle ser mas conveniente
dejar á Blake el cuidado de la marcha, ordenándole que se recogiese
por la Liébana á León, en cuya ciudad y ribera derecha del Ezla
debía hacer alto y aguardarle.




296. REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Diversasdirec- ^ e s u ' o s m a r i s c a ' e s franceses, ahuyentado
dones de los ma- Blake, tomaron diversos rumbos. El mariscal Lefebvre
mea es france- c o n e j c u a r t o c u e r p 0 , después de descansar algunos


dias, se encaminó por Carrion de los Condes á Valla-
dolid. El primer cuerpo del mando de Víctor juntóse en Burgos con
Napoleón, marchando Soultcon el segundo á Santander; de cuyo
puerto hecho dueño, y dejando para guarnecerle la división de
Bonnet, persiguió por la costa los dispersos y tropas asturianas
que se retiraban á su pais natal. Tuvo en San Vicente de la Bar-
quera un choque con 4000 de ellos al mando de Don Nicolás de
Llano Ponte : los deshizo y dispersó; é yendo por la Liébana en
busca de Blake, franqueando las angosturas de la Montaña y des-
pejándola de soldados españoles, desembocó rápidamente en las
llanuras de tierra de Campos.


Entrada enBnr- Napoleón al propio tiempo y después de la jornada
feín


í e N a p o~ í ' e Gamonal habia sentado su cuartel general en Bur-
gos. Los vecinos habían huido de la ciudad; y soledad


y silencio no interrumpido sino por la algazara del soldado vencedor
fue el recibimiento que ofreció al emperador de los franceses la
Su decreto de 12 antigua capital de Castilla. Mas él poco cuidadoso del


de noviembre. m o ¿ 0 ¿e pensar déloshabitantes, revistadas las tro-
pas y tomadas otras providencias, dio el 42 de noviembre un de-
creto, en el que concedía en nombre suyo y de su hermano perdón
general y plena y entera amnistía á todos los españoles que en el es-
pacio de un mes, después de su entrada en Madrid, depusieran las
armas y renunciasen á toda alianza y comunicación con los ingle-
ses, inclusos los generales y las juntas. Eran exceptuados de aquel
beneficio los duques del Infantado, de Híjar, de Medinaeeh, de
Osuna, el marqués de Santa Cruz del Viso, los condes de Fernan-
Nuñez y de Altamira, el príncipe de Castelfranco, Don Pedro Ce-
vallos y el obispo de Santander, á quienes se declaraba enemigos de
España y Francia y traidoresá ambas coronas; mandando que,
aprehendidas sus personas, fuesen entregados á una comisión mi-
litar, pasados por las armas, y confiscados todos sus bienes, mue-
bles y raices que tuviesen en España y reinos extrangeros. Si bien
admira la proscripción de unos individuos cuyo mayor número,
si no todos, habia pasado á Fraucia por engaño ó mal de su grado,
y prestado allí un juramento que llevaba visos de forzado, crece el
asombro al ver en la lista al obispo de Santander, que nunca habia
reconocido al gobierno intruso, ni rendido obediencia á José ni á
su dinastía. Es también de notar que este decreto de Napoleón fue
el primero de proscripción que se dio entonces en España, no ha-
biendo todavía las juntas de provincia ni la central ofrecido seme-
jante ejemplo; aunque estuvieran como autoridades populares mas
expuestas á ser arrastradas por las pasiones que dominaban. Si-
guieron después los gobiernos de España el camino abierto por




LIBRO SEXTO. 297
Napoleón : camino largo y que solo tiene término en el cansan-
cio, en las muchas víctimas, ó en el recíproco temor de los par-
tidos.


En Burgos dudó algún tiempo el emperador de los franceses sí
revolvería contra Castaños, ó si prosiguiendo por la anchurosa
Castilla iria al encuentro del ejercito inglés, que pre- E j é r c i t 0 i I l g l é s
sumia se adelantaba á Valladolid. Mas luego supo que J e r c ' ' e '
aquel no daba indicio de moverse de los contornos de Salamanca.
Había alli venido desde Lisboa al mando de Sir Juan Moore, su-
cesor del general Dalryrnple, llamado á Londres según vimos á
dar cuenta de su conducta por la convención de Cintra. El gobierno
inglés, aunque lentamente, había decidido que 30,000 infantes y
5000 caballos de su ejército obrarían en el norte de España; para
lo cual se desembarcarían de Inglaterra 10,000 hombres sacándose
los otros de los que había en Portugal, en donde solo se dejaba
una divison. Conforme á lo determinado, y en cumplimiento de
orden que se le comunicó en 26 de octubre, salió de Lisboa el ge-
neral Moore, y marchando con la principal fuerza sobre Almeida
y Ciudad-Rodrigo, llegó á Salamanca el 13 de noviembre. La
mayor parte de la artillería y caballería, con 3000 infantes á las
órdenes de Sir Juan Hope, la envió por la izquierda del Tajo á Ba-
dajoz á causa de la mayor comodidad de los caminos, debiendo
después pasar á unírsele á Castilla. De Inglaterra había arribado á
la Coruña el 13 de octubre Sir David Baird con los 10,000 hombres
indicados; mas aquella junta, insistiendo en no querer su ayuda,
impidió que desembarcasen bajo el pretexto de que necesitaba la
venía de la central. Con tal ocurrencia, otros motivos que se ale-
garon y la destrucción de una parte de los ejércitos españoles, no
solo retardaron los ingleses su marcha, sino que también apareció
que tenían escasa voluntad de internarse en Castilla.


Napoleón, penetrando pues su pensamiento, hizo correr la tierra
llana por 8000 caballos, asi para tener en respeto al inglés como
para aterrar á los habitantes, y resolvió destruir al ejército español
del centro antes de avanzar á Madrid.


No era dado á dicho ejército ni por su calidad ni E j é r c l w d e l c e n .
por su fuerza competir con las aguerridas y numerosas t r 0-
tropas del enemigo. Sus filas solamente se habían reforzado con
una parte de la I a y 5a división de Andalucía y algunos reclutas,
empeorándose su situación con interiores desavenencias. Porque
censurado su gefe Don Francisco Javier Castaños de lento y sobrada-
mente circunspecto, los que no eran parciales suyos, y aun los que
anhelaban por mayor diligencia sin atender á las dificultades, pro-
curaron y consiguieron que se enviasen á su lado personas que le
moviesen y aguijasen. Recayó la elección en Don Fran- D o n F l . a n c ) 5 C O
cisco de Palafox, hermano del capitán general de Ara- Pi"a1ra3^n™aliad"
goh é individuo de la junta central, autorizado con po- p o r a c e n r




298 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
deres extensos, y á quien acompañaban el marqués de Coupigny
y el conde del Montijo. Siendo el Palafox hombre estimable, pero de
poco valer; Coupigny extrangero y mal avenido desde Bailen con
Castaños; y el del Montijo, mas inclinado á meter cizaña que á
concertar ánimos, claro era que con los comisionados, en vez de
alcanzarse el objeto deseado, soló se aumentarían tropiezos y em-
barazos.


Todos juntos y en 5 de noviembre, agregándoseles
nirersos planes. o t r o s g e n e r a | e s y j ) o n j o s e p a i a f o x q U e v j n 0 de Zara-
goza , celebraron consejo de guerra en el que se acordó, no muy
á gusto de Castaños, atacar al enemigo, á pesar de lo desprovisto
y no muy bien ordenado del ejército español. Disputas y nuevos
altercados dilataron la ejecución, hasta que del todo se suspendió
con las noticias infaustas que empezaron á recibirse del lado de
Blake. Proyectáronse otros planes sin resulta ; y agriados muchos
contra Castaños, alcanzaron que la junta central diese el mando de
su ejército al marqués de la Romana, á quien antes se habia con-
ferido el de la izquierda. Y en ello se ve cuan á ciegas y atribulada
andaba entonces la autoridad suprema, no pudiéndose llevará
efecto su resolución por la lejanía en que estaba el marqués y
la priesa que se dio el enemigo á acometer y dispersar nuestros
ejércitos.


En esto corrió el tiempo hasta el 19 de noviembre, en que pol-
los movimentos de los franceses sopechó el general Castaños ser
peligrosa y critica su situación. No se engañaba. El mariscal Lannes
duque de Monlebello, á quien una caida de caballo habia detenido
en Vitoria, ya restablecido se adelantaba, encargado por Napo-
león de capitanear en gefe las tropas de los generales Lagrange y
Colbert del sexto cuerpo, en unión con las del tercero del mando
del mariscal Moncey, á las que debia agregarse la división del ge-
neral Maurice Mathieu recién llegada de Francia, y componiendo
en todo 30,000 hombres de infantería, 5000 de caballería y 60
cañones. Se juntaron estas fuerzas desde el 20 al 22 en Lodosa y
sus cercanías. Con su movimiento habia de darse la mano otro de!
cuerpo de Ney, que constaba de mas de 20,000 hombres, cuyo
gefe, destrozado que fue el ejército de Extremadura, avanzaba desde
Aranda de Duero y el Burgo de Osma á Soria, donde entró el 21.
De esta manera trataban los franceses, no solo de impedir al ejér-
cito del centro su retirada hacia Madrid, sino también de sorpren-
derle por su flanco y envolverle.
Repliégase cas- ^on Francisco Javier Castaños conservó hastaell9


usos . su cuartel general en Cintruénigo, y la posición de
Calahorra que habia tomado después de las desgracias de Lerin y
Logroño. Juzgó entonces prudente replegarse y ocupar una línea
desde Tarazona á Tudela, extendiéndose por las márgenes del
Queiles y apoyando su derecha en el Ebro. Sus fuerzas, si se




LIBRO SEXTO. 29Í)
unían con las de Aragón, escasamente ascendían á 41,000 hombres,
entre ellos 3700 de caballería. De las últimas estaba la mayor
parte en Caparroso, y rehusaban incorporarse sin expresa orden
del general Palafox. Felizmente llegó este á Tíldela el 22, y con
anuencia suya se aproximaron, celebrándose por la noche en
dicha ciudad un consejo de guerra. Los Palafoxes opinaron por
defender á Aragón, sosteniendo que de ello pendía la seguridad
de España. Con mejor acuerdo discurría Castaños en querer arri-
marse á las provincias marítimas y meridionales, de cuantioso
recursos; no cifrándose la defensa del reino en la de una parte
suya interior, y por tanto mas difícil de ser socorrida. Nada es-
taba resuelto, según acontece en tales consejos, cuando temprano
en la mañana hubo aviso de que se descubrían los enemigos del
lado de Alfar o.


Apresuradamente tomáronse algunas disposiciones
. . . . „ T ^.,T»t -i i Batalla de Tu-


para recibirlos. Don Juan O Neil, que con los arago- deía, as de no-
neses acampaba desde la víspera al otro lado de Tu- " e m D r e -
déla, empezó en la madrugada á pasar el puente, ignorándose
hasta ahora por qué dejó aquella operación para tan tarde. Aunque
sus batallones lenian obstruidas las calles de la ciudad, poco á poco
las evacuaron y se colocaron fuera ordenadamente. Estaba tam-
bién allí la quinta división regida por Don Pedro Roca, y com-
puesta de valencianos y murcianos. Se colocó esta en las inmediacio-
nes y altura de Santa Bárbara situada en frente de Tudela yendo á
Alfaro. Por la misma parte y siguiendo la orilla del Ebro se exten-
dieron algunos aragoneses, pero el mayor número d» estos tiró á
la izquierda y hacia el espacioso llano de olivos que termina en el
arranque de colinas que van á Cascante. Ambas fuerzas reunidas
constaban de 20,000 hombres. En el pueblo que acabamos de nom-
brar estaba ademas la cuarta división de Andalucía con su gefe la
Peña, y en Tarazona la segunda de! mando de Grimarest con la
parte que habia de la primera y tercera. De suerte que la totali-
dad del ejército se derramaba por el espacio de cuatro leguas que
inedia entre la última ciudad y la de Tudela.


Aqui se travo la acción principal con la quinta división y los ara-
goneses. Los que de estos habian ido por la orilla del rio repelie-
ron al principio al enemigó, quien luego arremetió contra los del
llano, conceptuado centro del ejército español por formar su iz-
quierda las divisiones citadas de Cascante y Tarazona. Los atacó
el general Maurice Malhieu sostenido por la caballería de Lefebvre
Desnouetles. Los enemigos, subiendo abrigados del olivar á una de
las colínas en que el centro español se apoyaba, flanqueáronle; pero
acudiendo por orden de Castaños Don Juan O'Neil á desalojarlos,
y prolongando por detras de la altura ocupada nn batallón de guar-
dias españolas, se vieron los franceses obligados á retirarse pre-
cipitadamente siguiendo los nuestros el alcance. Eran las tres de




500 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
la tarde y la suerte nos era favorable, á la sazón que el general
Morlot, rechazando á los aragoneses de la derecha, avanzó orilla
del rio hasta Tudela, con lo que la quinta división para no ser en-
vuelta abandonó la altura é inmediaciones de Santa Bárbara. Tam-
bién entonces reparándose el general Maurice Mathíeu y cargando
de nuevo, comenzó á flaquear nuestro centro, contra el que dando
en aquella ocasión una acometida la caballería de Lefebvre pene-
tró por medio, le desordenó, y aun acabó de desconcertar la de-
recha revolviendo contra ella. Castaños á la misma hora pensó en
dirigirse adonde estaba la Peña, pero envuelto en el desorden y
casi atropellado sé recogió á Borja, punto en que se encontraron
varios generales, excepto Don José de Palafox que de mañana se
habia ido á Zaragoza.


En tanto que se vcia asi atacada y deshecha la mitad del ejército
español, acometió á la división de la Peña junto á Cascante el gene-
ral Lagrange, trabóse vivo choque, y tal que herido el último cejó
su caballería^ Creíanse los españoles victoriosos, pero acudiendo
gran golpe de infantería reluciéronse los gineles enemigos, y fue á
su vez rechazado la Peña, y forzado á meterse en Cascante. Como
espectadoras se habían en Tarazona mantenido las otras fuerzas de
Andalucía, y no sabemos á qué achacar la morosidad y tardanza
del general Grimarest, quien á pesar de haber para ello recibido
temprano orden de Castaños no se aproximó á Cascante hasta do
noche. Todas estas divisiones andaluzas pudieron sin embargo reti-
rarse ordenadamente hacia Borja conservando su artillería. Excitó
solamente algún desasosiego el volarse en una ermita un repuesto
de pólvora, recelándose que eran enemigos. Fue gran dicha que no
viniera de Soria según pudiera el mariscal Ney. Deteniéndose este
alli tres días para dar descanso á su gente ó por otras causas, dejó
á los nuestros libre y franca la retirada.


Perdiéronse en Tudela los almacenes y Ja artillería del centro y
derecha del ejército, quedando 2000 prisioneros y muchos muer-
tos. Pudiera decirse que esta batalla se dividió en dos separadas
acciones, la de Tudela y la de Cascante, sin que los españoles se
hubieran concertado ni parala defensa, ni para el ataque. De lo que
resulta grave cargo á los caudillos que mandaban, como también
de que no se emplease una parte considerable de tropas, fuese
culpa suya ó de gefes subalternos que no obedecieron. Igualmente
quedó corlada, según veremos después, una parle de la vanguardia
que guiaba el conde de Cartaojal. Cúmulo de desventuras que
prueba sobrada imprevisión y abandono.


Después de la batalla las reliquias de los aragoneses, y casi lodos
los valencianos y murcianos que de ella escaparon, se metieron en
Zaragoza, como igualmente los mas de sus gefes. Castaños prosiguió
á Calatayud adonde llegó el 2S con el ejército de Andalucía. En
persecución suya entró el mismo día en Borja el general Maurice




LIBRO SEXTO. 501
Mathieu, y allí seje unió el 26con su gente el mariscal Ney. Hasta
entonces no se habia encontrado en su retirada el ejér- Retirad» dei
cito español con los franceses. En Calatayud reci- ejército,
biendo aviso de la junta central de que Napoleón avanzaba á Somo-
sierra, y orden para que Castaños fuese al remedio, juntó este los
gefes de las divisiones y acordaron salir el 27 via de Sigüenza, de-
biendo hacer espaldas un cuerpo de 5000 hombres de infantería li-
gera, caballería y artillería al mando del general Venegas. Luego vino
este á las manos con el enemigo. A dos leguas de Calatayud cerca de
Bubierca se apostó, según orden del general en gefe, para defender
el paso y dar tiempo á que se alejasen las divisiones. Con dobladas
fuerzas asomó el 29 el general Maurice Mathieu, trabándose desde
la mañana hasta las cuatro de la tarde un reñido y sangriento cho-
que. Se pararon de resultas en su marcha los franceses, y se logró
que llegasen salvas á Sigüenza nuestras divisiones. En S u „ ^ 4 s .
esta ciudad, destinado el general Castaños á desempe- gñenza.
ñar otras comisiones, se encargó interinamente del La Peña general
mando del ejército del centro Don Manuel de la Peña. e n Ber""
Y por ahora alli le dejaremos para ocuparnos en referir otro§ acon-
tecimientos de no menor cuantía.


Derrotados ó dispersos los ejércitos de la izquierda, Extrema-
dura y centro, creyó Napoleón poder sin riesgo avanzar á Madrid,
mayormente cuando los ingleses estaban lejos para estorbárselo, y
no con bastantes fuerzas para osar interponerse entre él y la fron-
tera de Francia. Urgíale entrar en la capital de España, asi porque
imaginaba ahogar pronto con aquel suceso la insurrección, como
también para asombrar á Europa con el terrible y veloz progreso
de sus armas.


Corto embarazo se ofrecía ya por delante al cumplimiento de su
deseo. La junta central después de la rota de Burgos habia encar-
gado á Don Tomas de Moría y al marqués de Castelar atendiesen
á la defensa de Madrid, y de los pasos de Guadarrama, Fonfria,
Navacerrada y Somosierra. Como mas expuesto se cuidó en espe-
cial del último punto, enviando para guarnecerle á Don Benito
Sanjuan con los cuerpos que habian quedado en Madrid de la pri-
mera y tercera división de Andalucía y con otros nuevos, á los que
se agregaron reliquias del ejército de Extremadura, en todo 12,000
hombres y algunos cañones. Endeble reparo para contener en su
marcha al emperador de los franceses.


Con todo á fin de asegurarla obró este precavidamente, tomando
varias y atentas disposiciones. Mandó á Moncey ir sobre Zaragoza,
áNey continuar en perseguimiento de Castaños, á Soult tener en
respeto al ejército inglés, y á Lefebvre inundar por su derecha la
Castilla, extendiéndose hacia Valladolid, Olmedo y Segovia. Dejó
consigo la guardia imperial, la reserva y el primer cuerpo del ma-
riscal Víctor para penetrar por Somosierra y caer sobre Madrid.




302 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
sanean en so- Salió el 28 de Aranda de Duero, y el 29 senió en


mosterra. Boceguillas su cuartel general. Don Benito Sanjuan
se preparaba á recibirle. En lo alto del puerto babia levantado ace-
leradamente algunas obras de campana, y colocado en Sepúlveda
una vanguardia á las órdenes de Don Juan José Sarden. Con ella
se encontraron los franceses en la madrugada del 28, acometién-
dola 4000 infantes y 1000 caballos. En vano se esforzaron por
romperla y hacerse dueños de la posición que defendía. Al cabo de
horas de refriega se retiraron y dejaron el campo libre á los nues-
tros ; mas de poco sirvió. Temores y voces esparcidas por la ma-
levolencia forzaron á los gefes á replegarse á Segovia en la noche
del 29, dejando á Sanjuan desamparado y solo en Somosierra con
el resto de las fuerzas.


Siendo estas escasas no era aquel paso de tan difícil acceso como se
pasan los trance- creía. Dominado el camino real hasta lo alto del pu erto


se S ei puerto. p 0 r montañas laterales que le siguen en sus vueltas y
sesgos, y enseñoreada la misma cumbre por cimas mas elevadas,
era necesario ó cubrir con tropas ligeras los puntos mas eminentes, ó
exponerse, según sucedió, á que el enemigo flanquease la posición.
Densa niebla encapotaba las fraguras al nacer del 50, en cuya hora
atacando á nuestro frente con seis cañones y una numerosa co-
lumna el general Senarmont, desprendiéronse otras dos también
enemigas por derecha é izquierda para atacar nuestros costados.
Repelióse con denuedo por el frente la primera embestida á tiempo
que Napoleón llegó al pie de la sierra. Irritado este é impaciente
con la resistencia mandó entonces soltar á escape por la calzada y
contra la principal batería española los lanceros polacos y cazado-
res de la guardia al mando del general Montbrun. Los primeros
que acometieron cubrieron el suelo con sus cadáveres, y en una de
las cargas quedó gravemente herido de tres balazos Mr. Felipe de
Segur, estimable autor de la historia de la campaña de Rusia. In-
sistiendo de nuevo en atacar la caballería francesa, y á la sazón
que sus columnas de derecha é izquierda se habian á favor de la
niebla encaramado por los lados, empezaron los nuestros á Saquear
abandonando al cabo sus cañones, de que se apoderaron los ginetes
enemigos. Sanjuan, queriendo contener el desorden de los suyos,
recorrió el campo con tal valor y osadía, que envuelto por. lance-
ros polacos se abrió paso, llegando por trochas y atajos y herido
en la cabeza á Segovia, en cuya ciudad se unió á Don José Heredia
que juntaba dispersos.
situación de ía Con semejante desgracia Madrid quedaba descu-


centrai. bierto, y el gobierno supremo en sumo riesgo, si de
Aranjuez no se transfería en breve á parage seguro. Ya al prome-
diar noviembre y á propuesta de Don Gaspar Melchor de Jovella-
nos se habia pensado en ello, mas con tal lentitud que fue menester
que el 28 se dijese haber asomado hacia Villarejo partidas enemi-




LIBRO SEXTO. 305
gas para ocuparse seriamente en el asunto. El compromiso de la
junta era grande, y mayor por un incidente ocurrido en aquellos
dias. Figurándose el enemigo que con la ruina y descalabros pade-
cidos podría entrarse en acomodamiento, habia convidado por me-
dio de los ministros de José á las autoridades supremas á que se so-
metiesen y evitasen mayores males con prolongar la resistencia. Al
propósito escribieron aquellos tres cartas concebidas c ^
en idénticoy literal sentido, una al conde de Flori- ministros de Jo-
dablanca, y las otras dos al decano del consejo real s e -
y al corregidor de Madrid. La central sobremanera indignada de-
cretó en 24 de noviembre que dichos escritos fuesen quemados por
mano del verdugo, declarando infidentes y desleales á sus autores,
y encargando á la sala de alcaldes la sustanciacion y fallo de la
causa. Con lo cual se respondió á la propuesta, é igualmente al de-
creto de proscripción de Napoleón, aunque no tan militar ni arbi-
trariamente. Mas semejante resolución , metiendo á la junta en
nuevos comprometimientos, la impelía á atender á su propia se-
guridad.


Las horas ya eran contadas. El 30 exploradores enemigos se ha-
bían divisado en Móstoles; y el I o de diciembre muy de mañana
súpose lo acaecido en Somosierra. Con alan y temprano el mismo
dia congregó el presidente á los indiviBuos de la junta para que se
enterasen de los partes recibidos..Pensóse inmediatamente en aban-
donar á Aranjuez, pero antes se encaminaron á la capital los re-
cursos disponibles , se acordaron otras providencias, y se resolvió
elegir diferentes vocales que fuesen á inflamar el espíritu de las pro-
vincias. Deliberóse en seguida acerca del parage en que el gobierno
deberia fijar su residencia. Variaron los pareceres, señalóse al fin
Badajoz. Para mayor comodidad del viage se dispuso que los indi-
viduos de la junta se repartiesen en tandas, y para el fácil despacho
de los negocios urgentes se escogió una comisión activa compuesta
de los señores Floridablanca, Astorga, Valdés, Jovellanos, Con-
tamina y Garay. Unos en pos de otros salieron todos At>andon»iacon-
de Aranjuez en la tarde y noche del \° al 2 de diciem- t r a l a A r a"i° e z-
bre. Apenas con escolta, en medio de tales angustias tuvieron la
dicha de que los pueblos no los molestaran, y de que los franceses
no los alcanzasen y cogiesen. Libres de particular contratiempo lle-
garon á Talavera de la Reina en donde volveremos á encontrarlos.


En tanto reinaba en Madrid la mayor agitación, situación de Ma-
Don Tomas de Moría y el capitán general de Castilla d r i d-
la Nueva marqués de Castelar habían discurrido calmarla, y aun
por orden de la central promulgaron edictos que pintaban con
amortiguados colores las desgracias sucedidas. Sin embargo no
fue dado por mas tiempo ocultarlas, acudiendo prófugos de todos
lados. Alterada á su vista la muchedumbre se agolpó á casa de
Castelar que disfrutaba de la confianza pública, y pidió el 30 de




504 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
noviembre con gran vocería que se la armase. Asi lo prometió, y
desde entonces con mayor diligencia y ahinco se atendió á forti-
ficar la capital y distribuir á sus vecinos armas y municiones. Ma-
drid nó era en verdad punto defendible, y las obras que se traza-
ron, levantadas atropelladamente, no fueron tampoco de grande
ayuda. Redujéronse á unos fosos delante de las puertas exteriores,
en donde se construyeron baterías á barbeta que artillaban cañones
de corto calibre. Se aspilleraron las tapias del recinto, abriéndose
cortaduras ó zanjas en ciertas calles principales como la de Alcalá,
carrera de San Gerónimo y Atocha. También se desempedraron
muchas de ellas, y acumulándose las piedras en las casas, se pa-
rapetaron las ventanas con almohadas y colchones. Todos corrían
á trabajar, siendo el entusiasmo general y extremado.


En I o de diciembre se confió el gobierno político y militar á una
junta que se instaló en la casa de Correos. A su cabeza estaba el
duque del Infantado como presidente del consejo real, y eran ade-
mas individuos el capitán general, el gobernador y corregidor,
como también varios ministros de los consejos y regidores de la
villa. La defensa de la plaza se encargó exclusiva y particularmente
áDon Tomas de Moría, que gozaba de concepto de oficial mas
inteligente que el gobernador Don Fernando de la Vera y Pantoja.
En Madrid no había sino 500 hombres de guarnición y dos batallo-
nes con un escuadrón de nueva leva. Corrió la voz aquel dia de
que el enemigo estaba á cinco leguas, y el vecindario lejos de ami-
lanarse se inflamó con ímpetu atropellado. Repartiéronse 8000 fu-
siles , chuzos y hasta armas viejas de la armería. Y para guardar
orden se citó á todos por la tarde al Prado, desde donde á cada
uno debia señalarse destino. Escasearon los cartuchos, y aun para
muchos faltaron. Pedíanlos los concurrentes con instancia, mas
respondiendo Moría que no los había, y dentro de algunos habién-
dose encontrado en vez de pólvora arena, creció la desconfianza,
lanzáronse gritos amenazadores, y todo pronosticaba estrepitosa
conmoción.
Muerto dei mar- Habia entendido como regidor el marqués de Pe-
ques de perales r a i e s e n ]a formación de los cartuchos, y contra él y
su mayordomo se empezó á clamar desaforadamente. Este mar-
qués era antes el idolo de la plebe madrileña; presumía de imitarla
en usos y traheres; con nadie sino con ella se trataba, y aun casi
siempre se le veia vestido á su manera con el trage de majo. Pero
acusado con razón ó sin ella de haber visitado á Murat y recibido
de este obsequios y buen acogimiento, cambióse el favor de los
barrios en ojeriza. Juntóse también para su desdicha la ira y zelos
de una antigua manceba á quien por otra habia dejado. Tenia el
marqués por costumbre escoger sus amigas entre las mugeres mas
hermosas y desenfadadas del vulgo, y era la abandonada hija de
un carnicero. Para vengar esta lo que reputaba ultraje, uo solo




LIBRO SEXTO. 305
dio pábulo al cuento de ser el marqués autor de los cartuchos de
arena, sino que también inventó haber él mismo pactado con los
franceses la entrega de la puerta de Toledo. Sabido és que entre
el bajo pueblo nada halla tanto séquito como lo que es infundado y
absurdo. Y en este caso con mayor facilidad, saliendo de la boca
de quien se creia depositaría de los secretos del marqués. Yivia
este en la calle de la Magdalena, inmediata al barrio del Avapies
(de todos el mas desasosegado), y sus vecinos se agolparon á la
casa, la allanaron, cosieron al dueño á puñaladas, y puesto sobre
una estera le arrastraron por las calles. Tal fue el desastrado fin
del marqués de Perales, víctima inocente de la ceguedad y furor
popular, pero que ni era general, ni anciano, ni había nunca sido
mirado como hombre respetable según lo afirma cierto historiador
inglés, empeñado en desdorar y ennegrecer las cosas de España.
La conmoción no fue mas allá: personas de influjo y otros cuidados
la sosegaron.


En la mañana del 2 aparecieron sobre las alturas del Napoleón delante
norte de Madrid las divisiones de dragones de los ge- d e M a d r i ( L
nerales La Tour Maubourg y La Houssaie: antes solo se habían
columbrado partidas sueltas de caballería. A las doce Napoleón
mismo llegó á Chamartin y se alojó en la casa de campo del duque
del Infantado. Aniversario aquel día de la batalla de Austerlitz y
de su coronación, se lisonjeaba seria también el de su entrada en
Madrid. Con semejante esperanza no tardó en presentarse en sus
cercanías é intimar por medio del mariscal Ressiéres la rendición á
la plaza. Respondióse con desden, y aun corrió peligro de ser
atropellado el oficial enviado al efecto. No habia la infantería fran-
cesa acabado de llegar, y Napoleón recorriendo los alrededores de
la villa meditaba el ataque para el siguiente dia. En este no hubo
sino tiroteos de avanzadas y correrías de la caballería enemiga, que
detenia, despojaba y á veces mataba á los que inhábiles para la de-
fensa salían de Madrid. Con mas dicha y por ser todavía en la
madrugada oscura y nebulosa, pudo alejarse el duque del Infan-
tado comisionado por la junta permanente para ir hacia Guadala-
jara en busca del ejército del centro, al que se consideraba cercano.
Por la noche el mariscal Victor hizo levantar baterías contra cier-
tos puntos, principalmente contra el Retiro: y á las, doce de la
misma el mariscal Berthier príncipe deNeufchatel, mayor general
del ejército imperial, repitió nueva intimación, valiéndose de un
oficial español prisionero, á la que se tardó algunas horas en con-
testar.


Amaneció el 5 cubierto de niebla, la cual disipan- Ataque de Ma-
dose poco á poco, aclaró el dia á las nueve de la ma- d r , d-
ñaña, y apareció bellísimo y despejado. Napoleón, preparado el
ataque, dirigió su especial conato á apoderarse del Retiro, llamando
al propio tiempo la atención por las puertas del Conde-Duque y


i. 20




306 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Fuencarral, hasta la de Recoletos y Alcalá, y colocándose él en
persona cerca de la fuente Castellana. Mas barriendo aquella ca-
ñada y cerros inmediatos una batería situada en lo alto déla escuela
de la veterinaria, cayeron algunos tiros junto al emperador, que
diciendo : estamos muy cerca, se alejó lo suficiente para librarse del
riesgo. Gobernaba dicha batería un oficial de nombre Vasallo, y
con tal acierto que contuvo á la columna enemiga que quería me-
terse por la puerta de Recoletos para coger por la espalda la de
Aléala. Los ataques de las otras puertas no fueron por lo general
sino simulados, ó no hubo sino ligeras escaramuzas, señalándose
en la de los Pozos una cuadrilla de cazadores que se había apos-
tado en las casas de Bringas allí contiguas. También hubo entre la
del Conde-Duque y Fuencarral vivo tiroteo, en los que fue herido en
el pie de una bala el general Maison. Mas el Retiro, cuya eminencia
dominando á Madrid es llave de la posición, fue el verdadero y
principal punto atacado. Los franceses ya en tiempo de Murat ha-
bian reconocido su importancia. Los generales españoles, fuese
descuido ó fatal acaso no se habian esmerado en fortificarle.


Treinta piezas de artillería dirigidas por el general Senarmont
rompieron el fuego contra la tapia oriental. Sus defensores que no
eran sino paisanos, y un cuerpo recien levantado á expensas de
Don Francisco Mazarredo, resistieron con serenidad, hasta que los
fuegos enemigos abrieron un ancho boquerón por donde entraron
sus tiradores y la division del general Villate. Entonces los nues-
tros decayendo de ánimo fueron ahuyentados, y los franceses der-
ramándose con celeridad por el Prado, obligaron á los comandantes
de las puertas de Recoletos, Alcalá y Atocha á replegarse á las
cortaduras de sus respectivas é inmediatas calles. Pero como aque-
llas habian sido excavadas en la parte mas elevada, quedaron mu-
chas casas y edificios á merced del soldado extrangero que las robó
y destrozó. Tocó tan mala suerte á la escuela de mineralogía calle
del Turco, en donde pereció una preciosísima colección de mine-
rales de España y America, reunida y arreglada al cabo de años
de trabajo y penosa tarea.


La pérdida del Retiro no causó en la problacion desaliento. En
todos los puntos se mantuvieron firmes, y sobre todo en la calle de
Alcalá en donde fue muerto el general francés Bruyère. Castelar
en tanto respondió á la segunda intimación pidiendo una suspension
de armas durante el dia 3 para consultar á las demás autoridades y
ver las disposiciones del pueblo, sin lo cual nada podia resolver
definitivamente. Eran las doce de la mañana cuando llegó esta
respuesta al cuartel general francés, é invadido ya el Retiro desis-
tió Napoleón de proseguir en el ataque, prefiriendo á sus contin-
gencias el medio mas suave y seguro de una capitulación. Pero
para conseguirla mandó al de Neufchatel que diese á Castelar una
réplica amenazadora diciendo : « Inmensa artillería está preparada




LIBRO SEXTO. 3 0 7
« contra la villa, minadores se disponen para volar sus principales
« edificios las columnas ocupan la entrada de las avenidas
t mas el emperador siempre generoso en el curso de sus victorias,
c suspende el ataque hasta las dos. Se concederá á la villa de Ma­
* drid protección y seguridad para los habitantes pacíficos, para el
< culto y sus ministros, en fin olvido de lo pasado. Enarbóleseban»
« derablancaantesdelasdos,yenvíense comisionados para tratar.»


La juma establecida en Correos mandó cesar el fuego, y envió
al cuartel general francés á Don Tomas de Moría y á Don Bernardo
Iriarte. Avocáronse estos con el príncipe de Neufchatel quien los
presentó á Napoleón : vista que atemorizó á Moría, hombre de
corazón pusilánime, aunque de fiera y africana figura. conferencia <№
Napoleón le recibió ásperamente. Echóle en cara su Mona con Napo­
proceder contra los prisioneros franceses de Bailen, l e o n '
sus contestaciones con Dupont, hasta le recordó su conducta en la
guerra de 1793 en el Bosellon. Por último díjole:« Vaya usted á
« Madrid, doy de tiempo para que se me responda de aquí á las
« seis de la mañana. Y no vuelva usted sino para decirme que el
« pueblo se ha sometido. De otro modo usted y sus tropas serán
« pasados por lar armas. »


Demudado volvió á Madrid el general Moría, y embarazosamente
dio cuenta á la junta de su comisión. Tuvo que prestarle ayuda su
compañero Iriarte, mas sereno aunque anciano y no militar. Hubo
disenso entre los vocales : prevaleció la opinión de la entrega. El
marqués de Castelar no queriendo ser testigo de ella partió por la
noche, con la poca tropa que había, camino de Extremadura.
También y antes el vizconde de Gante que mandaba a 1 ( n l a c l o t i
la puerta de Segovia salió surepticiamente del lado P n a c o t ' '
del Escorial en busca de Sanjuan y Heredia.


A las seis de la mañana del k Don Tomas de Moría y el gober­
nador Don Fernando de la Vera y Pantoja pasaron al cuartel ge­
neral enemigo con la minuta de la * capitulación.
Napoleón la aprobó en todas sus partes con cortísima P '
variación, si bien se contenían en ella artículos que no hubieran
debido entrar en un convenio puramente militar.


El general Belliard después de las diez del mismo día entró en
Madrid y tomó sin obstáculo posesión de los puntos principales.
Solo en el nuevo cuartel de guardias de corps sé recogieron algu­
nos con ánimo de defenderse, y fue menester tiempo y la presencia
del corregidor para que se rindieran.


Silencioso quedó Madrid después de la entrega, y contra Moría
se abrigaba en el pecho de los habitantes odio reconcentrado. Ta­
cháronle de traidor, y confirmáronse en la idea con verle pasar al
bando enemigo. Solo hubo de su parte falta de valor y deshonroso
proceder. Murió años adelante ciego, lleno de pesares, aborrecido
de todos.




508 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Consiguióse con la defensa de Madrid sino detener al ejéercilo


francés, por lo menos probar á Europa que á viva fuerza y no de
grado se admitia á Napoleón y á su hermano. Respecto de lo cual
oportuna aunque familiarmente decia Mr. de Pradt capellán mayor
del emperador, primero obispo de Poitiers, y después arzobispo
de Malinas, « que José habia sido echado de Madrid á puntapiés y
« recibido á cañonazos. >
, El 6 se desarmó á los vecinos, y no se tardó en faltar á la capi-


tulación, esperanza de tantos hombres ciegos y sobradamente
Finase á ía ca- confiados. Dieron la señal de su quebrantamiento los


pimiacioa. decretos que desde Chamartin y á fuer de conquis-
tador empezó el mismo dia 4 á fulminar Napoleón. quien arro-
jando todo embozo, y sin mentar á su hermano mostróse como
señor y dueño absoluto de España.


Decretos de Na- Fue e ' primero contra el consejo de Castilla. Decíase
poieoo en cha- en su contexto que por haberse portado aquella cor-
martin. poracíon con tanta debilidad como superchería, se
destituían sus individuos considerándolos cobardes é indignos de ser
los magistrados de una nación brava y generosa. Quedaban ademas
detenidos en calidad de rehenes: por cuyo decreto el artículo sexto
de la capitulación con afán apuntado por los del consejo, y según
el cual debían conservarse « las leyes, costumbres y tribunales en
« su actual constitución; » se barrenaba y destruía.


Siguiéronse á este el de la abolición de la inquisición, el de la
reducción de conventos á una tercera parte, el de la extinción de
los derechos señoriales y exclusivos, y el de poner las aduanas en
la frontera de Francia. Varios de estos decretos reclamados cons-
tantemente por los españoles ilustrados, no dejaron de cautivar
al partido del gobierno intruso ciertos individuos enojados con los
primeros pasos de la central, dando á otros plausible pretexto
para hacerse tornadizos.


Mas semejantes resoluciones, de suyo benéficas aunque proce-
dentes de mano ilegítima, fueron acompañadas de otras crueles é
Españoles íieva- igualmente contrarias á lo capitulado. Se cogió y llevó
dos a Fraacia. á Francia á Don Arias Mon, decano del consejo, y á
otros magistrados. El príncipe de Castelfranco, el marqués de Santa
Cruz del Viso y el conde de Altamira ó sea de Trastamara, com-
prendidos en el decreto de proscripción de Burgos, fueron también
presos y conducidos á Francia, conmutándose la pena de muerte
en la de perpetuo encierro, sin embargo de que por los artículos
primero, segundo y tercero de la capitulación se aseguraba la liber-
tad y seguridad de las vidas y propiedades de los vecinos, milita-
res y empleados de Madrid. Igual suerte cupo en un principio al
duque de Sotomayor de que le libró especial favor. Estuvo para
ser mas rigorosa la del marqués de San Simón, emigrado francés
al servicio de España: fue juzgado por una comisión militar, y con-




LIBRO SEXTO. 5 0 9
(leñado á [muerte, habiendo defendido contra sus compatriotas la
puerta de Fuencarral. Las lágrimas y encarecidos ruegos de.su
desconsolada hija alcanzaron gracia, limitándose la pena de su pa­
dre á la de confinación en Francia.


Napoleón permanecía en Chamartin, y solo una V l s i t ó S i p o _
vez y muy de mañana atravesó á Madrid y se enea­ <eon ei palacio
minó á palacio. Aunque se le representó suntuosa la r e a '
morada real, según sabemos de una persona que le acompañaba,
por nada preguntó con tanto anhelo como por el retrato de Fe­
lipe I I : detúvose durante algunos minutos delante de uno de los
mas notables, y no parecía sino que un cierto instinto le llevaba á
considerar la imagen de un monarca que si bien en muchas cosas
se le desemejaba, coincidía en gran manera con él en su amor á
exclusiva, dura é ilimitada dominación, asi respecto de propios
como de extraños.


La inquietud de Napoleón crecía según que corrían
días sin recoger el pronto y abundante esquilmo que su inquietud,
esperaba de la toma de Madrid. Sus correos comenzaban á ser in­
terceptados , y escasas y tardías eran las noticias que recibía. Los
ejércitos españoles si bien deshechos, no estaban del todo aniqui­
lados, y era de temer se convirtiesen en otros tantos núcleos, en
cuyo derredor se agrupasen oficiales y soldados, al paso que los
franceses teniendo que derramarse enflaquecían sus fuerzas, y aun
desaparecían sobre la haz espaciosa de España. En las demás con­
quistas dneño Napoleón de la capital lo babia sido de la suerte de la
nación invadida : en esta ni el gobierno ni los particulares, ni el mas
pequeño pueblo délos que no ocupaba se habían presentado libre­
mente á prestarle homenage. Impacientábale tal proceder, sobre
todo cuando nuevos cuidados podrían llamarle á otras y lejanas
partes. Mostró su enfado al corregidor de Madrid que el 16 de di­
ciembre fue á Chamartin á cumplimentarle y á pedirle la vuelta de
José según se habia exigido del ayuntamiento : díjole pues Napo­
león qne por los derechos de conquista que le asistían contes tac ión
podía gobernar á España nombrando otros tantos vi­* ai corregidor de


• „ • • c- i ­ Madrid.
reyes cuantas eran sus provincias. Sin embargo ana­
dió que consentiría, en ceder dichos derechos á José, cuando todos
los ciudadanos de la capital le hubieran dado pruebas de adhesión
y fidelidad por medio de un juramento t que saliese no solamente
« de la. boca sino del corazón, y que fuese sin restricción je­
« suítica. »


Sujetóse el vecindario á la ceremonia que se pedía, j n r a m e n t o e x ¡ ­
y no por eso trataba Napoleón de reponer á José en №° i e l o s , e c l"
el trono, cosa que á la verdad interesaba poco á los
madrileños, molestados con la presencia de qualquiera gobierno,
que no fuera el nacional. El emperador habia dejado en Burgos ásu
hermano, quien sin su permiso vino y se le presentó en Chamartin,




310 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
donde fue tan mal recibido que se retiró á la Moncíova y luego al
Pardo, no gozando de rey sino escasamente la apariencia,


van ios maris- Mas 1 u e e n s u persona ocupábase Napoleón en ave-
«aies. franceses r¡g uar el paradero de los ingleses, y en disipar del
to de los esparto- todo las reliquias de las tropas españolas. El 8 de di-
le*' ciembre llegó á Madrid el cuerpo de ejército del du-
que de Dantzick, y con diligencia despachó Napoleón hacia Taran-
con al mariscal Bessiéres, dirigiendo sobre Aranjuez y Toledo al
mariscal Víctor y á los generales Milhaud y Lasalle.


Totai disper ^ o r e s l e ' a ^ ° Y ' a v u e ^ t a do Talavera se babia reti-
slon del ejército rado Don Benito Sanjuan, quien, después de haber
de sanjnan. recogido en Segovia dispersos, y en unión con Don
José Heredia, se habia apostado en el Escorial antes de la en-
trega de Madrid. Pensaban ir ambos generales al socorro de la
capital, y aun instados por el vizconde de Gante que con aquel
objeto según vimos habia ido á su encuentro, se pusieron en mar-
cha. Acercábanse, cuando esparcida la voz de estar muy apre-
tada la villa y otras siniestras, empezó una dispersión horrorosa,
abandonando los artilleros y carreteros cañones y carruages.
Comenzó por donde estaba Sanjuan, cundió á la vanguardia
que mandaba Heredia, y ni uno ni otro fueron parte á contenerla.
Algunos restos llegaron en la madrugada del 4 casi á tocar las
puertas de Madrid, en donde noticiosos de la capitulación,
sueltos y á manera de bandidos, corrieron como los primeros aso-
lando los pueblos, y maltratando á los habitadores hasta Talavera,
punto de reunión que fue teatro de espantosa tragedia.


Habituados á la rapiña y al crimen las mal llamadas tropas, pe-
sábales volver á someterse al orden y disciplina militar. Su cau-
dillo Don Benito Sanjuan no era hombre para permitir mas tiempo
la holganza y los excesos encubiertos bajo la capa del patriotismo,
délo cual temerosos los alborotadores y cobardes, difundieron
por Talavera que los gefes los habían traidoramente vendido. Con
lo que apandillándose una banda de hombres y soldados desalma-
dos, se metieron en la mañana del 7 en el convento de Agustinos,
y guiados por un furibundo fraile penetraron en la celda en donde
se albergaba el general Sanjuan. Empezó este á arengarlos con
Mnerte croei de serenidad, y aun á defenderse con el sable, no bas-
esto general. lando las razones para aplacarlos. Desarmáronle y
viéndose perdido, al querer arrojarse por una ventana tres tiros
le derribaron sin vida. Su cadáver despojado de los vestidos, muti-
lado y arrastrado, le colgaron por último de un árbol en medio de
un paseo público, y asi expuesto, no satisfechos todavía le acribi-
llaron á balazos. Faltan palabras para calificar debidamente tamaña
atrocidad, ejecutada por soldados contra su propio gefe, y pro-
movida y abanderizada por quien iba revestido del hábito re-
ligioso.




LIBRO SEXTO. 3 «
No tan relajado aunque harto decaído estaba por _


. . . ' . . . • i i r i n i i igèrtBio del


el lado opuesto el ejercito del centro. El hambre, los centro, sos mar-
combates , el cansancio, voces de traición, la fuga, el C o m L ' < l U r * d a *
mismo-desamparo de los pueblos, uniéndose á-porfía y
de tropel, habían causado grandes claros en las filas. Cuando le
dejamos en Sigüenza estaba reducido su número á 8000 hombres
casi desnudos. Mas sin embargo determinaron los gefes cumplir
con las órdenes del gobierno, é ir á reforzar á Somosierra. Em-
prendió la infantería su ruta por Atienza y Jadraque, y la artillería
y caballería en busca de mejores caminos tomaron la vuelta de Gua-
dalajara siguiendo la izquierda del Henares. No tardaron los pri-
meros en variar de rumbo, y caminar por donde los segundos con
el aviso de Castelar recibido en la noche del i ° al 2 de ; diciembre,
de haberlos enemigos forzado el paso de Somosierra. Continuando
pues todo el ejército á Guadalajara, la I a y 4 a division entraron
por sus calles en la noche del 2 junto con la artillería y caballería.
Casi al propio tiempo llegó á dicha ciudad el duque del Infantado;
y el 3 , avistándose con La Peña y celebrando junta de generales,
se acordó: I o Enviar parte de la artillería á Cartagena, como se
verificó; y 2 o dirigirse con el ejército por los altos de San Torcaz,
pueblecilo á dos leguas de Alcalá y á su oriente, y extenderseá Ar-
ganda para que desde aquel punto, si ser pudiere, se metiese la
vanguardia con un convoy de víveres por la puerta de Atocha. En
la marcha tuvieron noticia los gefes de la capitulación de Madrid,
y obligados por tanto á alejarse, resolvieron cruzar el Tajo por
Aranjuez y guarecerse de los montes de Toledo. Plan demasiada-
mente arriesgado y que por fortuna estorbó con sus movimientos
el enemigo sin gran menoscabo nuestro. Caminaron los españoles
el 6 y descansaron en Villarejo de Salvanés. Allí les salió al en-
cuentro Don Pedro de Llamas, encargado por la central de custo-
diar con pocos soldados el punto de Aranjuez, que acababa de
abandonar forzado por la superioridad de fuerzas francesas. Inter-
ceptado de este modo el camino, se decidieron los nuestros á re-
troceder y pasar el Tajo por las barcas de Villamanrique, Fuenti-
dueñas y Estremerà, y abrigándose de las sierras de Cuenca sentar
sus reales en aquella ciudad, parage acomodado para repararse de
tantas fatigas y penalidades. Asi y por entonces se libraron las reli-
quias del ejército del centro de ser del todo aniquiladas en Aranjuez
por el mariscal Victor, y en Guadalajara por la numerosísima ca-
ballería de Bessiéres y el cuerpo de Ney que entró el 6 viniendo
de Aragón. No hubo sino alguno que otro reencuentro, y haber
sido acuchillados en Nuevo-Bastan los cansados y zagueros.


A los males enumerados y al encarnizado seguimiento del ene-
migo agregáronse en su marcha al ejército del centro K e i e V l o n d e l oa_
discordias y conspiraciones. El 7 de diciembre estando c l a l santiago.
enBelinchon el cuartel general, se mandó ir á la villa de Yebra á




3 1 2 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
la la y 4 division que regia entonces el conde de Villariezo. A mitad
del camino y en Mondéjar Don José Santiago teniente coronel de
artillería, el mismo que en mayo fue de Sevilla para levantar à Gra-
nada, se presentó al general de las divisiones diciéndole, qrfe estas
en vez de proseguir á Cuenca, querían rotroceder á Madrid para
pelear con los franceses, y que á él le habían escogido por caudillo ;
pero que suspendía admitir el encargo hasta ver si el general, apro-
bando la resolución, se hacia digno de continuar capitaneándolos.
Rehusó Villariezo la inesperada oferta, y reprendiendo al Santiago,
encomendóle contener el mal espíritu de la tropa : singular conspi-
rador y singular gefe. La artillería, como era de temer, en vez de
apaciguarse se apostó en el camino de Yebra, y forzó á la otra
tropa que iba á continuar su marcha á volver atrás. Intentó Villa-
riezo arengar á los sublevados que aparentaron escucharle, mas quiso
que de nuevo prosiguiesen su ruta ; y gritando unos á Madrid y
otros á Despeñaperros, tuvo que desistir de su empeño y despachar
al coronel de Pavia príncipe de Anglona para que informase de lo
ocurrido al general en gefe, el cual creyó prudente separar la in-
fantería y alejarla, de la caballería y artillería. Los peones dirigién-
dose á Illana debían cruzar el vado y barcas de Maquilon ; los ginetes
y cañones con solos dos regimientos de infantería, Ordenes y Lorca,
las de Estremerà : mandando á los primeros el mismo Villariezo y
á los segundos Don Andrés de Mendoza. Ciertas precauciones y la
repentina mudanza en la marcha suspendieron algún tiempo el al-
boroto ; mas el dia 8 al querer salir de Tarancon encrespóse de
nuevo, y sin rebozo se puso Santiago á la cabeza.


Pareciéndole al Mendoza que el carácter y respetos del conde de
Miranda comandante de carabineros reales, que allí se hallaba,
eran mas acomodados para atajar el mal que los que á su persona
asistían, propuso al conde, y este aceptó, sustituirle en el mando.
Llamado don José Santiago por el nuevo gefe, retúvole este junto
àm persona; y hubo vagar para que adoptadas prontas y vigorosas
providencias se continuase, aunque con trabajo, la marcha á
Cuenca. El Santiago fue conducido á dicha ciudad, y arcabuceado
después en 12 de enero con un sargento y cabo de su cuerpo.


Mas el mal habia echado tan profundas raices y andaban las vo-
luntades tan mal avenidas, que para arrancar aquellas


eeíer™?"? ¿efe y aunar estas, juzgó conveniente Don Manuel La
flniído!del l n" Peña celebrar un consejo de guerra en Alcázar de


Huete, y desistiéndose del mando proponer en su lu-
gar por general en gefe al duque del Infantado. Admitióse la pro-
puesta, consintió el duque, y aprobólo después la central, con que
se legitimaron unos actos que solo disculpaba lo arduo de las cir-
cunstancias.


La mayor parte del ejército entró en Cuenca en 10 de diciembre.
Mas remisa estuvo, y llegó en desorden la 2 a division al mando




LIBRO SEXTO. 313
del general Grimarest, que fue atacada en Santa Cruz de la Zarza
en la noche del 8 , y ahuyentada por el general Mont-Brun. Y el
terror y la indisciplina fueron tales, que casi sin resistencia corrió
dicha" división precipitadamente y á la primera embestida camino
de Cuenca.


En esta ciudad reunido el ejército del centro y abrigado de la
.fragosa tierra que se extendia á su espalda, terminó su retirada
de 86 leguas, emprendida desde las faldas del Moncayo, memora-
ble sin duda, aunque costosa; pues al cabo, en medio de tantos
tropiezos, reencuentros, marchas y contramarchas, escaseces y
sublevaciones, salvóse la artillería y bastante fuerza para con su
apoyo formar un nuevo ejército, que combatiendo al enemigo ó
trabajándole le distrajese de otros puntos y contribuyese al bueno
y final éxito de la causa común.


Descansaban pues y se reponían algún tanto aquellos soldados,
cuando con asombro vieron el 16 entrar por Cuenca „ . , . , , .


, • Conde de Aia-


una corta división que se contaba por perdida. Recor- cha. so retira-
dará el lector como después del acontecimiento de Lo- d a ? l o r"> s a-
groño, incorporada la gente de Castilla en el ejército de Andalucía,
se formó una vanguardia de 4000 hombres al mando del conde
de Cartaojal, destinada á maniobrar en la sierra de Cameros. El
22 de noviembre, según orden de Castaños, se había retirado
dicho gefe por el lado de Agreda áBorja, y después de una leve
refriega con partidas enemigas prosiguiendo á Calatayud, se habia
alli unido al grueso del ejército, de cuya suerte participó en toda
la retirada. Mas de este cuerpo de Cartaojal quedó el 21 en Nalda
separado y como cortado un trozo á las órdenes del conde de
Alacha,


No desanimándose ni los soldados ni su caudillo, aconsejado de
buenos oficiales al verse rodeados de enemigos, y ellos en tan
pequeño número, emprendieron una retirada larga, penosa y
atrevida. Por espacio de veinte días acampando y marchando á
dos y tres leguas del ejército francés, cruzando empinados montes
y erizadas breñas, descalzos y casi desnudos en estación cruda ,
apenas con alimento, desprovistos de todo consuelo, consiguieron
venciendo obstáculos para otros insuperables, llegar á Cuenca
conformes y aun contentos de presentarse no solo salvos, sino con
el trofeo de algunos prisioneros franceses. Tanta es la constancia,
sobriedad é intrepidez del soldado español bien capitaneado.


Pero la estancia en Cuenca del ejército del centro, si bien por
una parte le daba lugar para recobrarse y le ponía mas al abrigo
de una acometida, por otra dejaba a la Mancha abierta y desam-
parada. Es cierto que sus vastas llanuras nunca hubieran sido
bastantemente protegidas por las reliquias de un ejército á cuya
caballería no le era dado hacer rostro á la formida-
ble y robusta de las huestes enemigas. Asi fue el ma- L a M a Q C h 4-




314 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
riscal Victor, sentando ya en 1 1 de diciembre su cuartel general
en Aranjuez y Ocaña, desparramó por la Mancha baja gruesas
partidas que se proveían de vituallas en sus feraces campiñas y
pillaban y maltrataban pueblos abandonados á su rapacidad por los
fugitivos habitantes.


Habían contado algunos con que Toledo haría re-
0 e s i s t e n c i a . Mas desapercibida la ciudad y cundiendo por


sus hogares el terror que esparcían la rota y dispersion de los ejér-
citos, abrió el 19 de diciembre sus puertas al vencedor; habiendo
antes salido de su recinto la junta provincial, muchos de los princi-
pales vecinos, y despachado á Sevilla 12,000 espadas de su antigua
y celebrada fábrica.


Ciertos y contados pueblos ofrecieron la imagen de la mas com-
pleta anarquía, atropellandoú asesinando pasageros. Doloroso sobre
todo fue lo que aconteció en Malagon y Ciudad-Real. Por el último
Muerto violen- pasaba preso á Andalucía Don Juan Duro canónigo de


Toledo y antiguo amigo del príncipe de la Paz : ni su
estado, ni su dignidad, ni sus súplicas le guarecieron de ser bárba-
ramente asesinado. La misma suerte cupo en el primer pueblo á
Don Miguel Cayetano Soler, ministro de hacienda de Carlos IV, que
también llevaban arrestado : atrocidades que hubieran debido evi-
tarse no exponiendo al riesgo de transitar por lugares agitados per-
sonages tan aborrecidos.


Templa por dicha la armargura de tales excesos la conducta de
otras poblaciones, que empleando dignamente su


vniacanas. e n e rg ía y cediendo al noble impulso del patriotismo
antes que á los consejos de la prudencia, detuvieron y escarmen-
taron á los invasores. Señalóse la villa de Villacañas una de las com-
prendidas en el gran priorato de San Juan. Varias partidas de
caballería enemiga que quisieron penetrar por sus calles fueron
constantemente rechazadas en diferentes embestidas que dieron en
los dias del 20 al 23 de diciembre. Alabó el gobierno y premió la
conducta de Villacañas, cuya población quedó, durante algún tiem-
po , libre de enemigos, en medio de la Mancha inundada de sus
tropas.


Estas antes de terminar diciembre se habían extendido hasta
Manzanares y amagaban aproximarse á las gargantas de Sierra-Mo-


rena. Muchos oficíales y soldados del ejército del cen-
sierra-Morena. l r Q s g n a j j j a n acogido a aquellas fraguras. Unos obli-
gados de la necesidad; otros huyendo vergonzosamente del peligro.
Sin embargo como estos eran los menos túvose á dicha su llegada,
porque daba cimiento á formar y organizar centenares dé alistados
que acudían de las Andalucías y la Mancha,


jnmas * los Las juntas de aquellos cuatro reinos, vista la dis-
cuatro reinos de pei'sion de los ejércitos y en dudas del paradero de la
Andalucía. central, trataron de reunirse en la Carolina, enviando




LIBRO SEXTO. 315
allí dos diputados de cada una que las representasen, invitando
también á lo mismo á la de Extremadura y á otra que se había esta-
blecido en Ciudad-Real. Pero la central, fuese previ-
sión ó temores de que se le segregasen estas provincias, C a m p o S a 8 r a d 0 -
había comisionado á Sierra-Morena al marqués de Campo Sagrado,
individuo suyo, con orden de promover los alistamientos y de po-
ner en estado de defensa aquella cordillera. El 6 de diciembre ya
se hallaba en Andújar, como asimismo el marques del Palacio en-
cargado del mando en gefe del ejército que se reunía M a i . q o e s d e l Pa_
en Despeñaperros, habiendo sido antes llamado de l a c l°-
Cataluña según en su lugar veremos. De Sevilla enviaron los útiles
y cañones necesarios para fortificarla sierra, á donde también y con
felicidad retrocedieron desde Manzanares 14 piezas que caminaban
á Madrid. Por este término se consiguió al promediar diciembre,
que en la Carolina y contornos se juntasen 6000 infantes y 300 ca-
ballos, cubriéndose y reforzándose sucesivamente los diversos pasos
de la sierra.


Cortos eran en verdad semejantes medios si el enemigo con sus
poderozas fuerzas hubiera intentado penetrar en Andalucía. Pero
distraída su atención á varios puntos, y fija principalmente en el
modo de destruir al ejército inglés, único temible que quedaba ,
trató de seguir á este en Castilla y obrar ademas del lado de Extre-
madura , como movimiento que podría ayudar á las operaciones
de Portugal en caso que los ingleses se retirasen hacia aquel reino.


Para lograr el último objeto marchó sobre Talavera
el 4 o cuerpo del mando del mariscal Lefebvre com- receses"* E ™
puesto de 22,000 infantes y 3000 caballos. La provin- aerntuat.
cía de Extremadura, aunq'ne hostigada y revuelta con Estado de ia P ro-
exaccíones y dispersos, se mantenia firme y muy en- T n € a '
tusiasmada. Mas el despecho que causaban las desgracias convirtió
á veces la energía en ferocidad, Fueron en Bajadoz el 16 de di-
ciembre inmolados dos prisioneros franceses, el coro-
nel de milicias Don Tiburcio Carcelen y el ex-tesorero Excesos,
general Don Antonio Noriega, antiguo allegado del príncipe de la
Paz. También pereció en la villa de Usagre su alcalde mayor. Los
asesinos descubiertos en ambos pueblos fueron juzgados y pagaron
su crimen con la vida. Estas muertes, con las que hemos contado,
y alguna otra que relataremos después, que en todo no pasaron de
doce, fueron las que desdoraron este segundo período de nuestra
historia, en el cual, rompiéndose de nuevo en ciertas provincias los
vínculos de la subordinación y el orden, quedó suelta la rienda á
las pasiones y venganzas particulares.


El general Galluzo, sucesor del desventurado Sanjuan, escogió
la orilla izquierda del Tajo como punto propio para detener en su
marcha á los franceses. Fue su primera idea guardar los vados y
cortar los principales puentes. Cuéntanse de estos cuatro desde




316 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
donde el Tiétar y Tajo se juntan en una madre hasta Talavera; y
son el del Cardenal, el de Almaraz, el del Conde y el del Arzo-
bispo. El 2 o por donde cruza el camino de Bajadoz á Madrid mere-
ció particular atención, colocándose alli en persona el mismo Ga-
lluzo. La trabazón de su fábrica era tan fuerte y compacta, que
por entonces no se pudo destruir, y solo sí resquebrajarle en parte:
5000 hombres le guarnecieron. Don Francisco Trias fue enviado el
15 de diciembre al del Arzobispo, del que ya enseñoreados los ene-
migos , tuvo que limitarse á quedar en observación suya. Los otros
dos puentes fueron ocupados por nuestros soldados,


su retirada Eos franceses se contentaron al principio con esca-
ramuzar en toda la linea hasta el dia 24, en que viniendo


por el del Arzobispo, atacaron el frente y flanco derecho del ge-
neral Trias, y le obligaron á recogerse á la sierra camino de Cas-
tañar de Ibor. También fue amagado en el propio dia eji del Conde,
que sostuvo D. Pablo Morillo, subteniente entonces, general ahora.


Noticioso Galluzo de lo ocurrido con Trias y también de que los
enemigos habian avanzado áValdelacasa, se replegó á Jaraicejo, 3
leguas á retaguardia de Almaraz, dejando para guardar el puente
los batallones de Irlanda y Mallorca y una compañía de zapadores.
Asi como los otros fue luego atacado este punto, del que se apoderó
al cabo de una hora de fuego la división del general Valence, co-
giendo 300 prisioneros.


Pensó Galluzo detenerse en Jaraicejo, pero creyéndose poco
seguro con la toma del puente de Almaraz, á las tres de la tarde
del 25 ordenadamente emprendió su retirada á Trujillo cuatro leguas
distante. Este movimiento y voces que esparcía el miedo ó la trai-
ción, aumentaron el desorden del ejército, y temíase otra disper-
sión. Por ello, y la superioridad de fuerzas con que el enemigo se
adelantaba, juntó Galluzo un consejo de guerra (menguado recurso
á que nuestros generales continuamente acudían), y se decidió re-
tirarse á Zalamea, 23 leguas de Trujillo y del lado de la sierra que
parte términos con Andalucía. El 28 llegó el ejército á su destino,
si ejército merece llamarse lo que ya no era sino una sombra. De la
artillería se salvaron 17 piezas, 11 de ellas se enviaron de Miajadás
á Badajoz, y 6 siguieron á Zalamea. A este punto llegaron después
y en mejor orden 1200 hombres de los del puente del Conde y del
Arzobispo.


Los franceses penetraron el 26 hasta Trujillo, quedando á merced
suya la Extremadura y muy expuesta y desapercibida la Andalucía.
Otros acontecimientos les obligaron á hacer parada y retroceder
prontamente, dando lugar á la junta central para reparar en parte
tanto daño.
continua ia cen- El viage de esta había continuado sin otra interrup-


trai sn viage. c ¡ o n n ¡ descanso que el preciso para el despacho de los
negocios. En todos los pueblos por donde transitaba era atendida




LIBRO SEXTO. 317
y acatada, contribuyendo mucho á ello los respetables nombres de
Floridablanca y Jovellanos, y la esperanza de que la patria se sal-
varia salvándose la autoridad central. En Talavcra, en cuya villa
la dejamos, celebró dos sesiones. Detúvose en Trujillo cuatro dias,
y recibiendo en esta ciudad pliegos del general Escalante enviado al
ejército inglés, en los que anunciaba la ineficacia desús oficios con
el general Sir Juan Moore para que obrase activamente en Castilla;
puesta la junta de acuerdo con el ministro británico Mr. Frere,
nombraron la primera á Don Francisco Javier Caro individuo suyo,
y el segundo á Sir Carlos Stuart, á fin de que encarecidamente y
de palabra repitiesen las mismas instancias á dicho general; siendo
esencial su movimiento y llamada para evitar la irrupción de las
Andalucías.


Se expidieron también en Trujillo premiosas órdenes para el ar-
mamento y defensa á los generales y juntas, y se resolvió no ir á
Badajoz sino á Sevilla como ciudad mas populosa y centro de mayo-
res recursos.


Al pasar la junta por Mérida uña diputación de la de aquella
ciudad le pidió en nombre del pueblo que eligiese por capitán ge-
neral de la provincia y gefe de sus tropas á Don Gregorio de la
Cuesta, que en calidad de arrestado seguía á la junta. No convino
esta en la petición dando por disculpa que se necesitaba averiguar
el dictamen de la suprema de la provincia congregada en Badajoz,
la cual sostuvo á Galluzo, hasta que tan atropellada y desordena-
damente se replegó á Zalamea. Entonces la voz pública sucede cuesia a
pidiendo por general á Cuesta, bienquisto en la pro- oaiiuzo.
vincia en donde antes había mandado, unióse á su clamor la junta
provincial, y la central aunque con repugnancia accedió al nombra-
miento. Cuesta llamó de Zalamea las tropas y estableció su cuartel
general en Badajoz, en cuya plaza empezó á habilitar el ejército
para resistir al enemigo, y emprender después nuevas operaciones.


Mas en esta providencia, oportuna sin duda y militar, no faltó
quien viese la enemistad del general Cuesta con la junta central,
quedando abierta la Andalucía alas incursiones del enemigo, y por
tanto Sevilla ciudad que habia el gobierno escogido para su asiento.
Temerosa debió de andar la misma junta ya de un ataque de los
franceses, ó ya de los manejos y siniestras miras de Cuesta; pues
antes de acabar diciembre nombró al brigadier Don José Serrano
Valdenebro para cubrir con cuantas fuerzas pudiese los puntos de
Santa Olalla y el Ronquillo y las gargantas occidentales de Sierra-
Morena.


La junta central entró en Sevilla e l ! 7 de diciembre. L , S e y j l | a
Grande fue la alegría y júbilo con que fue recibida, y la central en \7
grandes las esperanzas que comenzaron á renacer. d 0 t" c i e m l > r e-
Abrió sus sesiones en el real alcázar el día siguiente 18, y notóse
luego que mudaba algún tanto y mejoraba de rumbo. Los contra-




318 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
tiempos, la experiencia adquirida, los clamores y la muerte del
vfcBsw.tew.- conde de Floridablanea , vaftitfjexoviesv dta«&tewyí&-


daoianca. nanamente. Falleció dicho conde en el mismo Sevilla
el 28 de diciembre, cargado de años y oprimido por padecimiento
de espíritu y de cuerpo. Celebróse en su memoria magnífico fu-
neral, y se le dispensaron honores de infante de Castilla. Fue nom-
brado en su lugar vice-presídente de la junta el marqués de Astorga
grande de España y digno por su conducta política, honrada índole
y alta gerarquía de recibir tan honorífica distinción.
Situación penosa


E l e S t a d ° d e l a S C 0 S a S e r a s i n embargo Crítico y
de ía central. penoso. De los ejércitos no quedaban sino tristes reli-


quias en Galicia, León y Asturias, en Cuenca, Badajoz y Sierra-
Morena. Algunas otras se habian acogido á Zaragoza ya sitiada; y
Cataluña, aunque presentase una diversión importante, no bastaba
por sí sola á impedir la completa ruina y destrucción de las demás
provincias y del gobierno. Dudábase de la activa cooperación del


ejército inglés, arrimado sin menearse contra Portu-
Sus esperanzas. J _ ' . . .


gal y Galicia, y solo se vivía con la esperanza de que
el anhelo por repelerle del territorio peninsular empeñaría á Na-
poleón en su seguimiento, y dejaría en paz por algún tiempo el le-
vante y mediodía de España, con cuyo respiro se podrian rehacer
los ejércitos y levantar otros nuevos, no solamente por medio de
los recursos que estos países proporcionasen, sino también con
los que arribaron á sus costas de las ricas provincias situadas allende
el mar.




LIBRO SÉPTIMO.


Salida de Napoleón de Chamartio. — Situación del ejército ingle's. — Dudas
y vacilaciones del general Moore. — Consulta con M. Frere. — Pasos e' ins-
tancias de la junta central y de Moría para que avance. — Resuélvese á
ello. — Incidente que pudo estorbarlo. — Sale el 12 de Salamanca á Valla-
dolid. — Varia de dirección y se mueve hacia Toro y Benavente. — D a de
ello aviso á Romana. Mal estado del ejército de este. — Parcialidad de es-
critores extrangeros. — Union en Mayorga de los generales Baird y Moore.
— Situación del mariscal Soult. — Aviso de la venida de Napoleón. Reti-
ransc los ingleses á Benavente yAstorga.— Marcha de Napoleón. Paso de Gua-
darrama. — Empieza á relajarse la disciplina del ejercito inglés. — Choque
de caballería en Benavente. — Sorprenden en Mansilla los franceses á los
españoles. — Retírase Romana de León. — Júntase en Astorga con los in-
gleses. .— Retirase Romana por Fuencebadon. Moore por Manzanal. — Des-
gracias de Romana en su retirada. — Desórdenes de los ingleses en su reti-
rada. — Llega Napoleón á Astorga. — Entrada del mariscal Soult en el
Vierzo. — Reencuentro en Gacabelos. —.Retírase el general Moore de Vi-
llafranca. — Van en aumento los desórdenes de los ingleses. — Llegan á
Lugo. — Prepárase Moore á aventurar una batalla. — Retírase después. —
Llega á la Corana. — Batalla de la Coruña. — Embárcanse los ingleses. —
Entrega de la Coruña. — Del Ferrol. — Estado de Galicia. — Paradero de
Romana. — Sucede á Soult el mariscal Ney. —• Vuelta de Napoleón á Va-
tladolid. — Áspero recibimiento que hace Napoleón á las autoridades.—
Angustias del ayuntamiento de Valladolid. — Suplicio de algunos espa-
ñoles , y perdón de uno de ellos. — Temores de guerra con Austria. Pre-
párase Napoleón á volver á Francia. — Recibe en Valladolid á los diputados
de Madrid. — Opinión e' intentos de Napoleón sobre España. — Parte para
Francia. — José en el Pardo. Pasa una revista en Aranjuez. — Movimiento
del ejército español del centro. Planes de su gefe el duque del Infantado.


— Ataque de Tarancon. — Avanza el mariscal Víctor. — Retírase Venegas
á Uclés. — Batalla de Uclés. — Excesos cometidos por los franceses en
Uc)és. — Retirada del duque del Infantado. — Sucédele en el mando el
conde de Cartaojal. — Entrada de José en Madrid. — Sucesos de Cataluña.
— La junta del principado se traslada á Villafranca. — Excursiones de
Duhesme. — Vives sucesor del marques del Palacio. — Ejército español de
Cataluña. Su fuerza. — Situación de Barcelona. — Tentativas de Vives
contra aquella plaza. —Entrada de Saint-Cyr en Cataluña. — Sitio de
Rosas. — Honrosa resistencia de los españoles. — Capitulación de Rosas. —.
Avanza Saint-Cyr camino de Barcelona. — Vives y las divisiones de Reding
y Lazan. —.Orden singular dada por Lecchi en Barcelona. — Trata Vives
de seducirle á. él y á otros. —Ataques de Vives del 26 y i-¿ de noviembre
en las cercanías de Barcelona. — Del 5 de diciembre. — Reding y Vives
van al encuentro de Saint-Cyr. — Continua Saint-Cyr su marcha. — Ba-
talla de Llinas ó Cardedeu. — Son derrotados los españoles. — Se retiran
al Llobregat. — Llega Saint-Cyr á Barcelona. — Avanza al Llobregat. —
Situación de los españoles. — Batalla de Molins de Rey. — Denota de los
españoles y tristes resultas. — Embarazosa también la situación de Saint-
Cyr. — Acontecimientos de Tarragona, — Sucede Reding á Vives. — Se-
gundo sitio de Zaragoza. — Preparativos de defensa. — Disposiciones de




320 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
los franceses. — Preséntanse delante de Zaragoza. — El mariscal Moncey se
apodera del monte Torrero.—Son rechazados los franceses en el arrabal.
— Intimación á la plaza. — Bloqueo y ataques que preparan los franceses
Salida del general Butrón. — Reemplaza Junot á Moncey Sale Mortier
para Calatayud. — Empieza el bombardeo. — Ataques contra San José y
reducto del Pilar. — Manuela Sancho. — Resolución de los moradores. —
Enfermedades y contagio. — Temores de los franceses. — Gente que per-
dieron en Alcañiz. — Llegada del mariscal Lannes. — Llama á Mortier. —
Dispersa este á Percna. — Asalto de los franceses al recinto de la ciudad. —
Muerte de San-Genis. — Estragos del bombardeo y epidemia. — Intimación
de Lannes. — Dicho de Palafox. — Resistencia en casas y edificios. — Mi-
nas de los franceses. — Patriotismo y fervor de algunos eclesiásticos. —
Muerte del general Lacoste. — Murmuraciones del ejército francés. — Em-
bestida del arrabal. — Los progresos del enemigo en la ciudad. — Nuevas
murmuraciones del ejército francés. — Toma del arrabal. — Furioso ataque
que los franceses preparan. — Deplorable estado de la ciudad. — Enferme-
dad de Palafox. — Propone la junta capitular. •— Conferencia con Lannes.
— Capitulación. — Palabra que da Lannes. — Firma la junta la capitula-
ción. — Quebrántase por los franceses horrorosamente. — Mal trato dado á
Palafox. — Muerte de prisioneros. De Boggierio y Sas. — Entrada de
Lannes en Zaragoza. — P. Santander. — Junot sucede otra vez á Lannes.
— Pérdidas de unos y de otros. — Ruinas de edificios y bibliotecas. — Jui-
cio sobre este sitio.


poi^de'cha- Napoleón permanecía en Chamartin. Allí afamado
martin. y diligente, agitado su corazón como mar por vientos
bravos, ocupábale España, Francia, Europa entera, y mas que
todo averiguar los movimientos y paradero del ejército inglés. Pos-
ponía á este los demás cuidados. Avisos inciertos ó fingidos le im-
pelían á tomar encontradas determinaciones. Unas veces resuelto á
salir via de Lisboa se aprestaba á ello : otras suspendiendo su mar-
cha aguardaba de nuevo posteriores informes. Pareció al fin estar
próximo el dia de su partida, cuando el 19 de diciembre á las
puertas de la capital pasó reseña á 70,000 hombres de escogidas
tropas. Asi fue : dos días después, el 21, habiendo recibido noticia
cierta de que los ingleses se internaban en Castilla la Vieja, en la
misma noche con la rapidez del rayo acordó oportunas providen-
cias para que el 22, dejando en Madrid 10,000 hombres, partie-
sen 60,000 la vuelta de Guadarrama.
situación dei Era en efecto tiempo de que atajase los intentos de
ejército msiés. contrarios tan temibles y que tanto aborrecía. Sir


Juan Moore vacilante al principio habia por último tomado la
ofensiva con el ejército de su mando. Ya hablamos de su llegada á
Salamanca el 23 de noviembre. Apenas habia sentado allí sus rea-
les , empezaron á esparcirse las nuevas de nuestras derrotas, fu-
nestos acontecimientos que sobresaltaron al general inglés con tanta
mayor razón cuanto sus fuerzas se hallaban segregadas y entre sí
distantes. Hasta el 23 del propio noviembre no acabaron de concur-
rir á Salamanca las que con el mismo general Moore habian avan-




LIBRO SÉPTIMO. 3»l
zado por el centro : de las restantes las que mandaba Sir David
Baird estaban el 26 unas en Astorga, otras lejos á la retaguardia.
no habiendo aun en aquel dia las de Sir Juan Hope atravesado en
su viage desde Extremaduza las sierras que dividen ambas Cas-
tillas,


Como exigia tiempo la reconcentración de todas D ] ] d a s


de ejércitos Españoles, avanzando é interponiéndose o o r e '
con su acostumbrada celeridad, embarazasen al de los ingleses y
le acometiesen separadamente y por trozos : en especial cuando
este si bien lucido en su apariencia, maravillosamente disciplinado,
bizarrísimo en un dia de batalla, Saqueaba del lado de la presteza.


Motivos eran estos para contener el ánimo de cualquiera ge-
neral atrevido, mucho mas el del general inglés, hombre pru-
dente y á quien los riesgos se representaban abultados; porque
aunque oficial consumado y dignísimo del buen concepto que en-
tre sus compatriotas gozaba, adoleciendo por desgracia de aquel
achaque entonces común á los militares de tener por invencibles á
Napoleón y sus huestes, juzgaba la causa peninsular de éxito muy
dudoso, y por decirlo asi la miraba como perdida : lo cual no poco
contribuyó á su irresolución é incertitumbre. Se acrecentaron sus
temores al entrar en España, no columbrando en los pueblos se-
ñales extraordinarias de entusiasmo, como si la manifestación de un
sentimiento tan vivo pudiera sin término prolongarse, y como si
la disposición enNcjue veia á todos los habitantes de no querer en-
trar en pacto ni convenio con el enemigo, no fuera bastante para
hacerle fundadamente esperar que ella sola debia al cabo producir
larga y porfiada resistencia.


Desalentado por consiguiente el general JIoore, y no contem-
plando ya en esta guerra sino una lucha meramente militar, em-
pezó á contar bajo dicho respecto sus recursos y los de los españoles, y
habiendo en gran parte desaparecido los de estos con las derrotas,
y siendo los suyos muy inferiores á los de los franceses, pensó en
retirarse á Portugal. Tal fue su primer impulso al saber las dis-
persiones de Espinosa y Burgos. Mas conservándose aun casi in-
tacto el ejército español del centro, repugnábale volver atrás antes
de haberse empeñado en la contienda y de ser estrechado á ello
por el enemigo. En medio de sus dudas resolvió tomar consejo con
Mr. Frere ministro británico cerca de la junta cen- consona «m Mr.
tral, quien no estaba tan desesperanzado de la causa F r e r B-
peninsular como el general Moore, porque ministro ya de su corte
en Madrid en tiempo de Carlos IV, conocía á fondo á los españoles,
tenia fé en sus promesas, y antes bien pecaba de sobrada afición á
ellos que de tibieza ó desvío. Su opinión por tanto les era favo-
rable.


Pero Sir Juan Moore, noticioso el 28 de noviembre de la rota de
i. 21




> » REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Tíldela, sin aguardar la contestación de Mr. Frere, determinó re-
tirarse. En consecuencia encargó al general Baird que se encami-
nase á la Coruña ó á Vigo, previniéndole solamente que se detuviera
algunos días para imponer respeto á las tropas del mariscal Soult
que estaban del lado de Sahagun, y dar lugar á que llegase Sir
Juan Hope. Se unió este con el cuerpo principal del ejército en los
primeros dias de diciembre, no habiendo condescendido, al pasar
su división por cerca de Madrid, con los ruegos de Don Tomas de
Moría, dirigidos á que entrase con aquella en la capital y coope-
rase á su defensa.


pasóse instan- La junta central, recelosa por su parte de que los
cias do ia juma ingleses abandonasen el suelo español, y con objeto
central y oe Mor-" * • * J


la para queavan- también de cumplimentar á sus gefes, habia enviado
c c ' al cuartel general de Salamanca á Don Ventura Esca-
lante y á Don Agustín Bueno que llegaron á la sazón de estar re-
suelta la retirada. Inútilmente se esforzaron por impedirla, bieu
es que fundando muchas de sus razones en los falsos rumores que
circulaban por España, en vez de conmover con ellas el ánimo des-
apasionado y cauto del general inglés, no hacían sino afirmarle en
su propósito.


También por entonces Don Tomas de Moría no habiendo alcan-
zado lo que deseaba de Sir Juan Hope, despachó un correo á Sala-
manca pidiendo al general en gefe inglés que fuese al socorro de
Madrid, ó que por lo menos distrajese al enemigo cayendo sobre su
retaguardia. Tampoco hubiera suspendido este paso la resolución
de Moore, si al mismo tiempo Sir Carlos Slewart, habitualmente de
esperanzas menos halagüeñas y á los ojos de aquel general testigo
imparcial, no le hubiese escrito manifestándole que creia al pueblo
de Madrid dispuesto á recia y vigorosa resistencia.


Empezó con esto á titubear el ánimo de Moore, v
Resuélvese áello. f i o • . i i r . .


cedió al nn en vista de los pliegos que en respuesta a
los suyos recibió el propio dia de M. Frere : quien expresando en
su contenido ardiente anhelo por asistir á los españoles, anadia ser
politicé y conveniente que sin tardanza se adelantase el ejército
Británico á sostener el noble arrojo del pueblo de Madrid. Lenguaje
digno y generoso de parte de M. Frere, propio para estimular al
general de su nación, pero cuyos buenos efectos hubiera podido
destruir un desgraciado incidente.
incidente (me pu- Habia sido portador de los pliegos el coronel Char-
d 0 estorbado, milly emigrado francés, y que por haber presenciado


en I o de diciembre el entusiasmo de los madrileños, pareció su-
geto al caso para dar de palabra puntuales y cumplidos informes.
Pero la circunstancia de ser francés dicho portador, y quizá tam-
bién otros siniestros y anteriores informes, lejos de inspirar con-
fianza al general Moore, fueron causa de que le tratase con frial-
dad y reserva. Achacó el Charmilly recibimiento tan tibio á la




LIBRO SÉPTIMO. 523
invariable resolución que habia formado aquel de retirarse, y pensó
oportuno hacer uso de una segunda carta que M. Frere le habia en-
comendado. La escribió este ministro ansioso de que á lodo trance
socorriese su ejército á los españoles, y sin reparar en la circuns-
pección que su elevado puesto exigía, encargó al Gharmilly la en-
tregase á Moore caso que dicho general insistiese en volver atrás sus
pasos. Asi lo hizo el francés, y fácil es conjeturar cuál seria la in-
dignación del gel'e Británico al leer en su contexto que antes de em-
prender la retirada « se examinase por un consejo de guerra al
« portador de los pliegos. » Apenas pudoSir Juan reprimir los ím-
petus de su ira; y forzoso es decir que si bien habia animado á
M. Frere intención muy pura y loable, el modo de ponerla en eje-
cución era desusado y ofensivo para un hombre del carácter y res-
petos del general Moore. Este, sin embargo, sobreponiéndose á su
justo resentimiento, contentóse con mandar salir de los reales in-
gleses al coronel Gharmilly, y determinó moverse por el frente con
todo su ejército, cuyas divisiones estaban ya unidas ó por lo menos
en disposición de darse fácilmente la mano.


Próximo á abrir la marcha, fue también gran ventura que otros
avisos llegados al propio tiempo no la retardasen ó la impidiesen.
Habia antes el general inglés enviado hacia Madrid al coronel Gra-
hamá fin de que se cerciorase del verdadero estado de la capital. Mas
dicho coronel sin haber pasado de Talavera, cuyo rodeo habia to-
mado á causa de las circunstancias, se halló de vuelta en Salamanca
el 9de diciembre, y trajo, tristes y desconsoladas nuevas. Los france-
ses según su relato, eran ya dueños del Retiro y habían intimado
la rendición á Madrid.


Por grave que fuese semejante acontecimiento no S a l c e l t 3 d e
por eso influyó en la resolución de Sir Juan Moore, y salamanca a va-
el 12 levantó el campo marchando con sus tropas y "a<i0'"1-
las del general Hope camino de Valladoiid, y con la buena fortuna
de que ya en la noche del mismo dia un escuadrón inglés al mando
del brigadier general Carlos Slewart, hoy Lord Londonderry,
sorprendió y acuchilló en Rueda un puesto de dragones franceses.


El 14 se entregaron en Alaejos al general Moore pliegos cogidos
en Valdestillas á un oficial enemigo, muerto por haber maltratado
al maestro de postas de aquella villa. Iban dirigidos al mariscal
Soult, á quien, después de informarle de hallarse el emperador
tranquilo poseedor de Madrid, se le mandaba que arrinconase en
Galicia á los españoles y que ocupase á León, Zamora y tierra llana
de CastilIa.Del contenido de tales pliegos si bien se infería la falta
de noticias en que estaba Napoleón acerca de los movimientos de
los ingleses, también con su lectura pudieron estos cerciorarse de
cuál fuese en realidad la situación de sus contrarios, y cuáles los
triunfos que habian obtenido.


Con este conocimiento alteró su primer plan Sir Juan Moore, y en




324 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
. j vez de avanzar á Valladolid tomó por su izquierda de!


clon y mueve lado de Toro y Benavente para unirse con los gené-
rente"" y B e ' r a , e s Ba'fd Y Romana, y juntos deshacer el cuerpo


mandado por el mariscal Soult antes que Napoleón pe-
netrase en Castilla la Vieja. Estaba el general inglés ejecutando su
movimiento á la sazón que el 16 de diciembre se avistaron con él
en Toro Don Francisco Javier Caro y Sir Carlos 'Stewarf., enviados
desde Trujillo, uno por la junta central de que era individuo, y
otro por Mr. Frere con el objeto de hacer un nuevo esfuerzo y
evitar la tan temida retirada. Afortunadamente ya esta se habia
suspendido, y si las operaciones del ejército inglés no fueron del
todo conformes á los deseos del gobierno español, no dejaron por
lo menos de ser oportunas y de causar diversión ventajosa.


Da deeiio «viso L u e g ° q u e el general Moore se resolvió á llevar á
a Romana. Mal cabo el plan indicado se lo comunicó al marqués de la
to'de <'este! i é r < : 1" Romana. Hallábase este caudillo en León á la cabeza


del ejército de la izquierda, cuyas reliquias, viniendo
unas por la Liébana, según dijimos, y cruzando otras el principado
de Asturias, se habian ido sucesivamente reuniendo en la mencio-
nada ciudad. En ella, en Oviedo y en varios pueblos de las dos
líneas que atravesaron los dispersos, cundieron y causaron grande
estrago unas fiebres malignas contagiosas. Las llevaban consigo
aquellos desgraciados soldados, como triste fruto de la hambre,
del desabrigo, de los rigurosos tiempos que habian padecido :
cúmulo de males que requería prontos y vigorosos remedios. Mas
los recursos eran contados, y débil y poco diestra la mano que
habia de aplicarlos. Hablamos ya de las prendas y de los defectos
del marqués de la Romana. Por desgracia solo los últimos apare-
cieron en circunstancias tan escabrosas. Distraído y olvidadizo
dejaba correr los días sin tomar notables providencias, y sin buscar
medios de que aun podía disponer. ¿ Quién en efecto pensara que
teniendo á su espalda y libre de enemigos la provincia de Asturias
no hubiese acudido á buscar en ella apoyo y auxilios ? Pues fue tan
al contrario que, pésanos decirlo, en el espacio de mas de un mes
que residió en León, solo una vez y tarde escribió á la junta
de aquel principado para darle gracias por su celo y patriótica
conducta.


A pesar de tan reprensible abandono, no perseguido el ejército de
la izquierda, mas tranquilo y mejor alimentado, íbase poco á poco
reparando de sus fatigas, y no menos de 16,000 hombres se con-
taban ya alojados en León y riberas del Esla; pero de este número
escasamente la mitad merecía el nombre de soldados.


Atento á su deplorable estado y en el intermedio que corrió entre
la primera resolución del general Moore de retirarse, y la poste-
rior de avanzar, sabedor Romana de que Sir David Baird se dis-
ponía á replegarse á Galicia, no queriendo quedar expuesto, solo




LIBRO SÉPTIMO. 325
y sin ayuda á los ataques de un enemigo superior, habia también
determinado abandonar á León. Súpolo Moore en el momento en
que se movia hacia adelante, y con diligencia escribió á Romana sen-
tido de su determinación, y de que pensase tomar el camino de Ga-
licia por el que debian venir socorros al ejército de su mando, y
marchar este en caso de necesidad. Replicóle y con razón el ge-
neral español que nunca hubiera imaginado retirarse, si no hubiese
visto quefir David Baird se disponía á ello y le dejaba desamparado;
pero ahora que, según los avisos, habia otros proyectos, no solo
se mantendría en donde estaba, sino que también y de buen grado
cooperaría á cualquiera plan que se le propusiese.


En toda su correspondencia habia el de la Romana P f l P C i a U a a a o e
animado á los ingleses á obrar é impedir la toma de escritores extran-
Madrid. Algunos historiadores de aquella nación le han 6 O T 0 S -
motejado, asi como á otros generales nuestros y autoridades, de
haber insistido en pedir una cooperación activa, y de desfigurar los
hechos, con exageraciones y falsas noticias. En cuanto á lo primero,
natural era que, oprimidos por continuadas desgracias, deseasen to-
dos ofrecer al enemigo un obstáculo que dando respiro permitiese
ala nación volver en sí y recobrar parte de las perdidas fuerzas :
y respecto de lo segundo, las mismas autoridades españolas y los
generales eran engañados con los avisos que recibían. Hubo pro-
vincias en que mas de un mes iba corrido antes que se hubiese ave-
riguado con certeza la rendición de Madrid. Los pueblos oian con
tal sospecha á los que daban tristes nuevas, que los pocos tragine-
ros y viajantes que circulaban en tan aciagos dias, en vez de descu-
brir la verdad, la ocultaban, estando asi seguros de ser bien tra-
tados y recibidos. Si ademas los generales españoles y su gobierno
ponderaban á veces los medios y fuerza que les quedaban, no poco
contribuía á ello el desaliento que advertían en el general Moore,
el cual era tan grande, que causaba según los mismos ingleses dis-
gusto y murmuraciones en su ejército. Por lo que sin intentar dis-
culpar los errores y faltas que se cometieron por nuestra parte, y
que somos los primeros á publicar, justo es que tampoco se acha-
quen á nuestros militares y gobernantes los que eran hijos de tiem-
pos tan revueltos, ni se olviden las flaquezas de que otros adole-
cieron , igualmente reprensibles aunque por otro extremo.


Volvamos ahora al general Moore. Continuando
P Union en Ma-


este su marcha se le unió el 20 en Mayorga el gene- jorga de ios ge-
ral Baird. Juntas asi las fuerzas inglesas formaban un ¡¡Se? B a W 7
total de 23,000 infantes y 2300 caballos : algunos
otros cuerpos estaban todavía en Portugal, Astorga y Lugo. Por
su izquierda y hacia Cea también empezó á moverse Romana con
unos 8000 hombres escogidos entre lo mejor de su gente. Sentaron
los ingleses el 21 en Sahagun su cuartel general, habiendo antes su
caballería en el mismo punto deshecho 600 ginetes enemigos.




326 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
s i t u a c i ó n d e i m » - El mariscal Soult se extendía con las tropas de su


riscal Soult . mando entre Saldaría y Carrion de los Condes, te-
niendo consigo unos 18,000 hombres. Después de haber salido á
Castilla viniendo de Santander, se habia mantenido sobre la defen-
siva aguardando nuevas órdenes. De estas las qne le mandaban
atacar á los españoles, fueron interceptadas en Valdestillas : ade-
mas de que noticioso Soult del parage en donde estaban situados
los ingleses (cosa que al dar aquellas ignoraba Napoleón) no se hu-
biera con solo su fuerza arriesgado á pasar adelante.


Sabedor el mariscal francés de que los ingleses movían contra él
su ejército, se reconcentró en Carrion. Disponíanse aquellos á
avanzar, cuando en la noche del 23 recibieron, aviso de Romana
(que también por su parte ejecutaba el movimiento concertado)


de que Napoleón venia sobre ellos con fuerzas nume-
nida" de " Ñ a p o - rosas. Confirmado este aviso con otros posteriores no
lolTngiesesi prosiguió su marcha el general Moore, y el 24 co-
n a v e n t o y A s t o r - menzó á retirarse en dos columnas, una, á cuyo
8 a ' frente él iba, tomó por el puente de Castro Gonzalo á
Benavente, y otra se dirigió á Valencia de Don Juan, cubriendo y
amparando sus movimientos la caballería.
Marcha de N a - ^ra ya tiempo de adoptar esta resolución Napoleón


poieon. avanzaba con su acostumbrada diligencia. Al principio
Paso de Guadar- la marcha de su ejército habia sido penosa , y tan in-


rama. tenso el frió para aquel clima, que al pie de las mon-
tañas de Guadarrama señaló el termómetro de Réaumur nueve
grados debajo de cero. Cruzaron los franceses el puerto en los dias
25 y 24 de diciembre, perdiendo hombres y caballos con el mucho
frió, la nieve y ventisca. Detúvose la artillería volante y parte de la
caballería á la mitad de la subida, teniendo que esperar algunas
horas á que suavizase el tiempo. Napoleón, siéndole dificultoso con-
tinuar á caballo, y deseoso también de animar con el ejemplo, se
puso á pie y estimuló á redoblar el paso, llegando él á Villacastin
el 24. Al bajar á Castilla la Vieja sobrevino blandura acompañada
de lluvia, y se formaron tales lodazales que hubo sitios en que se
atascaron la artillería y equipages, aumentándose el desconsuelo
délos francesesá la vista de pueblos por ha.mayor parte solitarios
y desprovistos.


Tamaños obstáculos, aunque al fin vencidos, retardaron la
marcha de Napoleón é impidieron la puntual ejecución del plan
que habia combinado. Era este envolver á los ingleses sí continua-
ban en ir tras del mariscal Soult, á quien el mismo emperador es-
cribía el 26 desde Tordesillas: « Si todavía conservan los ingleses
« el dia de hoy su posición, están perdidos : si al contrario os ata-
« can, retiraos á una jornada de marcha, pues cuanto mas se em-
« peñen en avanzar, tanto mejor será para nosotros. >


Pero Sir Juan Moore, previniendo cún oportunidad los intentos




LIBRO SÉPTIMO. 327
de sus contrarios, prosiguió á Benavente y aseguró su


, 1 , T i * * i * * i Empieza, a re-
comunicación con Astorga. La disciplina sin embargo laiarse ia aisci-
empezaba á relajarse notablemente en su ejército, dis 1 é i a ü w
gustado con volver atrás. Asi fue que la columna que
cruzó por Valderas cometió lamentables excesos, y con ellos y
otros que hubo en varios pueblos aterrado el paisanage, huia y á
su vez se vengaba en los soldados y partidas sueltas. Censuró
agriamente el general inglés la conducta de sus soldados; mas de
poco sirvió. Prosiguieron en sus desmanes, y en Benavente devas-
taron el palacio de los condes-duques del mismo nombre, notable,
por su antigüedad y extensión; mas no fue entonces cuando se que-
mó, según algunos han afirmado. Nos consta por información ju-
dicial que de ello se hizo, que solo el 7 de enero apareció incen-
diado , durando el fuego muchos dias sin que se pudiese cortar.


Esta columna que era la que mandaba Moore , después de haber
arruinado el puente de Castro-Gonzalo, se juntó el 29 en Astorga
con la de Baird, que habia caminado por Valencia de Don Juan.
La caballería permaneció aun en Benavente, enviando destaca-
mentos á observar los vados del Esla. Engañado á su C h o q u e d e c a
vista el general francés Lefebvre Desnouettes , y laiieria en Bena-
creyendo que ya no quedaba al otro lado ninguna
fuerza inglesa sino aquella, vadeó el rio con 600 hombres de la
guardia imperial y acometió impetuosamente á sus contrarios. Ce-
jaron estos al principio excitando gran clamoreo las mugeres, re-
zagados y bagageros derramados por el llano que yace entre el
Esla y Benavente. El general Stewart tomó luego el mando de los
destacamentos ingleses, se Je agregaron algunos caballos mas, y
empezó á disputar el terreno á los franceses, que continuaron sin
embargo en adelantar, hasta que Lord Paget, acudiendo con un re-
gimiento de húsares, los obligó á repasar el rio. Quedaron en su
poder 70 prisioneros, en cuyo número se contó al mismo general
Lefebvre, de quien hicimos tanta memoria en el primer sitio de Za-
ragoza.


Era precursor este reencuentro de los muchos que unos en pos
de otros en breve se sucedieron. Frustrada la primera combinación
del emperador francés á causa de la retirada de Moore, determinó
aquel perseguir á los ingleses por el camino de Benavente con el
grueso de sus fuerzas, mandando al mismo tiempo al mariscal
Soult, que arrojase de León á los españoles. La destrucción del
puente de Castro-Gonzalo retardó del lado de Benavente el movi-
miento de los franceses; pero del otro se adelantaron sin dificul-
tad, no habiendo los españoles opuesto resistencia.


Ocupaba á Mansilla de las Muías la 2 a división del S o ! . p r B n d e i ! e „
marqués de la Romana, de la cual un trozo se habia Mansi.iaiosfran-
quedado á retaguardia en el convento de Sandoval „„ies. a o s " p a
para conservar eí paso del Esla en el puente de ViV/a-




328 REVOLUCIÓN DE ^ESPAÑA.
rente. Enfermos en León muchos de los principales gefes, no se
habían tomado en Mansilla las precauciones oportunas, y el 29 fue
sorprendido y entrado el pueblo por el general Franceschi, rindién-
dose casi toda la tropa que tan mal custodiaba aquel punto.
Retirase Romana Desapercibido el marqués de la Romana, apresu-


de.Leon. radamente abandonó á León en la misma noche de!
29, y los vecinos mas principales, temerosos de la llegada del
enemigo, tuvieron también que salvarse y esconderse en las mon-
tañas inmediatas, dejando con el azoramiento hasta las alhajas y


j u m a s e en A s - P r e n das de mayor valor. Romana se unió el 30 en
t o r g a c o n i o s i n - Astorga con el general Moore, lo cual desagradó en
fleses' gran manera á este que le conceptuaba en las fronte-
ras de Asturias. Con la llegada á aquella ciudad de las tropas es-
pañolas, desnudas, de todo escasas y en sumo grado desarregla-
das , acreció el desorden y la confusión, yendo por instantes en
aumento la indisciplina de los ingleses.


Hasta aqui se habían imaginado muchos oficiales de este ejército
que en Astorga ó entradas del Vierzo haria alto su general en
gefe, y que aprovechándose de los favorables sitios de aquella
escabrosa tierra, procuraría en ellos contener al enemigo y aun
darle batalla, mayormente cuando la insubordinación y el des-
concierto no habían todavía llegado al extremo. Pero Sir Juan


Moore no veia ya seguridad ni salvación sino á bordo
n a ^ o r ^ F n e ^ de sus buques; por lo cual dio órdenes para prose-
MaJnz°ararrep°r S m r s u camino hacia Galicia y destruir todo género


de provisiones de boca y guerra que no pudiesen sus
tropas llevar consigo. Desde entonces soltóse la rienda á las pasio-
nes , y el ejército británico acabó del todo de desorganizarse. El
marqués de la Romana insistía por conservar la cordillera que
divide el Vierzo del territorio de Astorga; mas fueron vanos sus
ruegos y ociosas sus razones : y á la verdad por poderosas que
estas fuesen , debilitábanse saliendo de la boca de un general cuyos
soldados se mostraban en estado tan deplorable. Forzado pues
el general español á someterse á la inmutable resolución del britá-
nico , tuvo asimismo que consentir en dejarle libre el nuevo y her-
moso camino de Manzanal, reservando para sí el antiguo y agrio
de Fuencebadon.


A las doce del dia del 31 de diciembre empezó el ejército inglés
su retirada, y el español la suya en la misma noche. La artillería
del último, que hasta entonces había casi toda podido librarse del
continuo perseguimiento de los franceses, tomó, según convenio
con el general Moore, la via de Manzanal para evitar las asperezas de
la otra. Mas no teniendo cuenta los soldados británicos con las
órdenes de sus gefes, arrancando á viva fuerza los tiros de muías
de .nuestra artillería, hubo que abandonar algunas piezas y pre-
cipitar otras en los abismos de las montañas, perdiéndose asi por




LLBRO SÉPTIMO. 329
la violencia de manos aliadas unos cañones que á tan duras penas
y desde Reinosa se habían conservado libres de las enemigas.


Ni fue Romana mas dichoso del lado de Fuence- D M ( r a c t a , d e
badon.Creia, y fundadamente, que ya que le hubiese Romana en «u te-
cabido la peor ruta, por lo menos se le dejaría en su r a a"
retirada solo y desembarazado; mas engañóse en su juicio. Una di-
visión inglesa de 3000 hombres mandada por el general Crawford,
separándose en Bonillos, á una legua de Astorga, del grueso de su
ejército, tomó el mismo rumbo que Romana con intento de ir á em-
barcarse en Vigo. Turbó este incidente la marcha de los españoles,
incomodando á todos el hallar casi cerrado con la nieve el paso de
Fuencebadon.


Uníase á tal conjunto de desgracias estar capitaneadas las divi-
siones españolas por nuevos gefes sucesores de los que habían
muerto de enfermedad ó en los combates. A tres se había reducido
el número de aquellas fuera de la llamada del Norte; y mal aventu-
radas refriegas mostraron en breve su triste estado. De ellas la
1» mandada por el coronel Rengel, fue al amanecer del I o de enero
cortada y en gran parte cogida por ginetes franceses en Turienzo
de los Caballeros. Las otras, aunque á costa de trabajos, siempre
acosadas y desbandándose muchos de sus soldados, se enmaraña-
ron en la sierra. Romana no habia tratado de prevenir ó disminuir
el mal con acertadas disposiciones. Dejó á cada división andar y
moverse á su arbitrio : y cruzando con su estado mayor y algunos
caballos por los barrios de Ponferrada, se metió en el valle de Val-
deorras. Alli reunió las pocas reliquias de su ejército que le habían
seguido, y situó su cuartel general en la Puebla de Tribes, de-
jando en el puente de Domingo Flores una corta vanguardia que
pasó después al de Bibey. J


Los ingleses en tanto por el puerto de Manzanal Desordenes de
continuaron precipitadamente su retirada. Repartidos ios ingleses en su
en tres divisiones y una reserva, iban delante las de los
generales Fraser y Hope, seguía la de Sir David Baird, y cerraba la
marcha con la última el mismo Sir Juan Moore. Llegaron el 2 de
enero á Villafranca, habiendo andado en tan corto tiempo 14 le-
guas de las largas de nuestros caminos reales , de las que solo en-
tran diez y siete y media en el grado. Los males y el desconcierto
rápidamente se aumentaban ofreciendo lastimoso cuadro: el tiempo
crudo, los bagages abandonados, las municiones rezagadas, los
fuertes y lucidos caballos ingleses desherrados y muertos por sus
propios ginetes, los infantes descalzos y despeados, los soldados
todos abatidos é insubordinados, y metiéndose muchos en los só-
tanos de las casas y las tabernas, se perdían de intento y se entre-
gaban á la embriaguez y disolución: fue Beinbibre principal y hor-
roroso teatro de sus excesos. Cruel castigo recibieron los que asi se
olvidaban de la disciplina y buen orden. Los franceses corriendo en




530 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
pos de ellos, duramente y cual merecían los trataban, matando á
unos, hiriendo á otros y atrepellando á casi todos. Los que de su
poder se escapaban, llenos de tajos y cuchilladas poníalos el ge-
neral inglés como á la vergüenza delante de su ejército, á fin de que
sirviesen de escarmiento á sus compañeros.


Liega Napoleón Notábase en el perseguir de los franceses suma
a Asiorga. diligencia, mas no extraña. Aguijábalos poderosa es-


puela. Napoleón habia llegado á Astorga el I o de enero. Le acom-
pañaban 70,000 infantes y 10,000 caballos, que este número com-
ponian los cuerpos de los mariscales Soult y Ney, una parte de la
guardia imperial y dos divisiones del ejército de Junot; las cuales
ya de regreso, iban á pelear contra los mismos con quienes pocos
meses antes habian capitulado. Napoleón no pasó de Astorga; pero
envió en seguimiento de las tropas británicas al mariscal Soult con
25,000 hombres, de los cuales 4200 de caballada. Tras de estos ca-
minaban las divisiones de los generales Loison y Heudelet, debiendo
todos ser sostenidos por 16,000 hombres del cuerpo del mariscal
Ney. Aceleradamente fueron los primeros en busca de Sir Juan
Moore , que no conservaba sino unos 19,000 combatientes , men-
guadas sus filas con los 3000 que fueron la vuelta de Vigo y con los
perdidos en los diversos choques y retirada.
Entradadeima- Entró el marical Soult en el Vierzo dividida su gente


riscal soniten ei en dos columnas, que lomaron una por Fuencebadon,
V i e™' otra por Manzanal, avanzando el 5 su vanguardia hasta
las cercanías de Cacabelos. Habian los ingleses ocupado con 2300
hombres y una batería la ceja del ribazo deYiñedos que se divisa
no lejos de aquel pueblo y del lado de Villafranca. Mas adelante y
camino de Bembibre habian también apostado 400 tiradores y
oíros tantos caballos, á los cuales hacia espalda el puente del Gúa,
rio escaso de aguas, pero crecido ahora por las muchas nieves, y
cuya corriente baña las calles de Cacabelos.


Reencnentroen Venian al frente de la vanguardia francesa unos
cacabelos. cuantos escuadrones mandados por el general Colbert,


quien pensando ser de importancia el número de ingleses que le
aguardaba en puesto ventajoso, pidió refuerzo ál mariscal Soult;
mas respondiéndole secamente este que sin dilación alacase, sen-
tido Colbert de la imperiosa orden, acometió con temerario arrojo
y arrolló á los caballos y tiradores ingleses que estaban avanzados.
De estos los hubo que fueron cogidos al pasar el puente del Gúa ;
otros metiéndose en los viñedos de la margen del camino, de cerca
y á quema ropa dispararon y mataron á muchos ginetes franceses .
entre ellos á su general Colbert, distinguido por su belleza y de-
nuedo. Llegó á poco la división de infantería del general Merle, y
aunque quiso pasar adelante, detúvose al ver la batería que estaba
en lo alto del ribazo y también impedido de la noche que sobrevino.


Aqui hubiera podido empeñarse una acción general. Sir Juan




LIBRO SÉPTIMO. 331
Moore la evitó retirándose después de oscurecido. R « i r „ , r t g e .
En Villafranca escandolosamente se renovaron los ex- n««> Moore de


. , 1 r u i i Villafrimca.


cesos y demasías de otras partes : fueron robados los
almacenes, entradas á viva fuerza muclias casas y oprimidos é in-
humanamente tratados los vecinos. El general inglés reprimió algún
tanto los desmanes con severas providencias, mandando también ar-
cabucear á un soldado cogido infragante. Aceleró después su par-
tida , y como la tierra es por alli cada vez mas quebrada, y está
cubierta de bosques ú otros plantíos, no pudiendo la caballería ser
de gran provecho, envióla delante con dirección á Lugo. En todo
este tránsito hay parages en que pocas fuerzas pudieran detener-
mucho tiempo á un ejército muy superior, pues si bien la calzada
es magnífica, corre ceñida por largo espacio entre opuestas mon-
tañas de dificultoso y agrio acceso.


Ningún fruto se sacó de tamañas ventajas: y encon- V a n e n a u m e a t 0 . trándOSe loS SOldadoS británicos COn Un COnVOV, nO los desórdenes do . . i T i los ingleses.
solo mutrlizaron vestuario y armamento que de Ingla-
terra iba para Romana, sino que también cerca de Nogales y por
orden del general Moore arrojaron á un despeñadero en vez de re-
pariíselos 120,000 pesos fuertes. Llegó el desorden á su colmo :
abandonábanse hasta los cañones y los enfermos y los heridos,
acrecentando la confusión el gran séquito y embarazos que solían
entonces acompañar álos ejércitos ingleses. En fin fue esta retirada
hecha con tal apresuramiento y mala ventura, que uno de los ge-
nerales británicos, testigo de vista, nos afirma en su narra-
ción * « que por sombrías y horrorosas que fueran ( . A p „ , }
« las relaciones que de ella se hubiesen hecho , aun
* no se asemejaban á la realidad. »


Dos dias y una noche tardaron los ingleses en llegar á Lugo, 16
leguas de Villafranca : acosados en continuas escaramuzas hubieran
padecido cerca de Constantin recio choque si el general Moore no
le hubiese evitado haciendo bajar con rapidez la cuesta del río
Neira y engañando á sus contrarios con un diestro y oportuno
amago.


Hasta poco antes habia permanecido dudoso el ge- L l e g a n a L B g o
neral Moore de si iria para embarcarse á Vigo ó á la
Coruña. Informado de las dificultades que ofrecía la primera ruta,
decidióse á continuar por la segunda , avisando en consecuencia al
almirante de su escuadra, á fin de que los trasportes que estaban
en Vigo pasasen al otro puerto. Y para dar tiempo á que se ejecu-
tase dicha travesía, y también para rehacer algo su ejército can-
sado y desfallecido, determinó el mismo general pararse en Lugo
y aun arriesgar una batalla si fuese necesario. Al intento reunió alli
todas sus tropas, excepto los 3000 hombres del general Crawford
que se embarcaron en Vigo sin ser molestados.


A legua y media y antes de llegar á Lugo escogió Sir Juan Moore




332 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
PrepiraseMoo- un sitio elevado y ventajoso para pelear contra Jos


re á aventurar franceses, los cuales asomaron el 6 por las alturas
una batalla. TA ' i i* i * • .


opuestas. Pasóse aquel día y el siguiente sin otras re-
friegas que las de algunos reconocimientos. El mariscal Soult, ha-
llándose inferior en número, no quería empeñarse en acción formal
antes de que se le uniesen mas tropas. Los ingleses por su parte se
mantuvieron hasta el 8 sin moverse de su posición; mas al anochecer


Retirase des. de aquel dia, pareciéndole peligroso al general Moore
p u e s" aguardar á que los franceses se reforzasen, resolvió par-


tir á las calladas con la esperanza de que ganando sobre ellos algunas
horas, podria asi embarcarse sosegadamente. A las diez de la noche
y encendidas hogueras en las líneas para cubrir su intento, em-
prendió la continuación de la marcha, que un temporal deshecho
de lluvia y viento vino á interrumpir y desordenar. Después de pa-
decer muchos trabajos y de cometer nuevas demasías, empezaron
los ingleses á llegar á Betanzos en la tarde del 9 en un estado lamen-
table de confusión y abatimiento. Era tanta la fatiga y tan grande
el número de rezagados, que tuvieron el 40 que detenerse en


Liega á i a c o - aquella ciudad. Prosiguieron su marcha el 11 y die-
mña. r o n y j s t a a j a c o r u n a t s m que e n s u r a ( i a s e divisasen


los apetecidos trasportes : vientos contrarios habian impedido al
almirante inglés doblar el cabo de Finisterre. Por este atraso
veíase expuesto el general Moore á probar la suerte de una ba-
talla, causando pesadumbre á muchos de sus oficiales el que se
hubiesen para ello desperdiciado ocasiones mas favorables y en
tiempo en que su ejército se conservaba mas entero y menos in-
disciplinado.


Cerca de la Coruña no dejaba en verdad de haber sitios venta-
josos , pero en algunos requeríanse numerosas tropas. Tal era el de
Peñasquedo, por lo que los ingleses prefirieron á sus alturas las
del monte Mero, que si bien dominadas por aquellas hallábanse
próximas á la Coruña, y su posición como mas recogida podía
guarnecerse con menos gente.


El 12 empezaron los franceses á presentarse del otro lado del
puente del Burgo, que los ingleses habian cortado. Continuaron
ambos ejércitos sin molestarse hasta el 14 , en cuyo dia contando
ya los franceses con suficientes tropas, repararon al puente des-
truido , y le fueron sucesivamente cruzando. Por la mañana se
habia de propósito volado un almacén de pólvora sito en Peñas-
quedo, lo cual produjo horroroso estrépito, y por la tarde habién-
dose el viento cambiado al sur entraron en la Coruña los traspor-
tes ingleses procedentes de Vígo. Sin tardanza se embarcaron por
la noche los enfermos y heridos, la caballería desmontada y 32 ca-
ñones : de estos solo se dejaron para en caso de acción ocho ingle-
ses y cuatro españoles. No faltó en el campo británico quien acon-
sejara á su general que capitulase con los franceses, á fin de poder




LIBRO SÉPTIMO. 533
libremente embarcarse. Desechó con nobleza Sir Juan Moore pro-
posición tan deshonrosa.


Puestos ya á bordo los objetos de mas embarazo y las personas
inútiles, debia en la noche del 16 y á su abrigo embarcarse el
ejército lidiador. Con impaciencia aguardaba aquella hora el gene-
ral inglés, cuando á las dos de la tarde un movimiento general de
la línea francesa estorbó el proyectado embargo, empeñándose
una acción reñida y porfiada.


Disponiéndose á ella en la noche anterior había co- Batana de ia
locado el mariscal Soult en la altura de Peñasquedo cor.™,
una batería de once cañones, en que apoyaba su izquierda ocupada
por la división del general Mermet, guardando el centro y la dere-
cha con las suyas respectivas los generales Merle y Delaborde, y
prolongándose la del último hasta el pueblo de Pelavea de abajo.
La caballería francesa se mostraba por la izquierda de Peñasquedo
hacia San Cristóbal y camino de Bergantiños : el total de fuerza
ascendía á unos 20,000 hombres.


Era la de los ingleses de unos 16,000 que estaban apostados en
el monte Mero, desde la ria del mismo nombre hasta el pueblo de
Elviña. Por este lado se extendian las tropas de Sir David Baird,
y por el opuesto que atraviesa el camino real de Betanzos las
de Sir Juan Hope. Dos brigadas de ambas divisiones se situaron
detras en los puntos mas elevados y extremos de su respectiva línea.
La reserva mandada por Lord Paget estaba á retaguardia del cen-
tro en Eyris, pueblecillo desde cuyo punto se registra el valle que
corría entre la derecha de los ingleses, y los altos ocupados por la
caballería francesa. Mas inmediato á la Coruña y por el camino de
Bergantiños se había colocado con su división el general Fraser,
estando pronto á acudir adonde se le llamase.


Trabóse la batalla á la hora indicada, atacando intrépidamente
el francés con intento de deshacer la derecha de los ingleses. Los
cierros de las heredades impedían á los soldados de ambos ejércitos
avanzar á medida de su deseo. Los franceses al principio desalo-
jaron de Elviña á las tropas ligeras ds sus contrarios; mas yendo
adelante fueron detenidos y rechazados, si bien á costa de mucha
sangre. La pelea se encarnizó en toda la línea. Fue gravemente
herido el general Baird y Sir Juan Moore, que con particular es-
mero vigilaba el punto de Elviña, en donde el combate era mas
reñido que en las otras partes : recibió en el hombro izquierdo
una bala de cañón que le derribó por tierra. Aunque mortalmenle
herido incorporóse, y registrando con serenidad el campo confortó
su ánimo al ver que sus tropas iban ganando terreno. Solo entonces
permitió que se le recogiese á parage mas seguro. Vivió todavía
algunas horas, y su cuerpo fue enterrado en los muros de la
Coruña.


Los franceses no pudiendo romper la derecha de los ingleses




5 5 4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
trataron de envolverla. Descubierto su intento avanzó Lord Paget
con la reserva, y obligando á retroceder á los dragones de la Housr
saye, que habian echado pie á tierra, contuvo á los demás, y aun
se acercó á la altura en que estaba situada la batería francesa de
once cañones. Al mismo tiempo los ingleses avanzaban por toda la
línea, y á no haber sobrevenido la noche quizá la situación del ma-
riscal Soult hubiera llegado á ser crítica, escaseando ya en su
campo las municiones; mas los ingleses contentos con lo obrado
tornaron á su primera posición, queriendo embarcarse bajo el
amparo de la oscuridad. Fue su pérdida de 800 hombres : asegú-
rase haber sido mayor la de los franceses. El general Hope, en
quien había recaído el mando en gefe, creyó prudente no sepa-
rarse de la resolución tomada por Sir Juan Moore, y entrada la


Embárcanse los noche ordenó que todo su ejército se embarcase, pro-
ingleses, tegiendo la operación los generales Hill y Berosford.
En la mañana seguiente viendo los franceses que estaba abando-


nado el monte Mero, y que sus contrarios les dejaban la tierra
libre acogiéndose á su preferido elemento, se adelantaron, y desde
la altura de San Diego con cañones de grueso calibre, de que se
habian apoderado en la de las Angustias de Betanzos, empe-
zaron á hacer fuego á los barcos de la bahía. Algunos picaron los
cables, y se quemaron otros que con la precipitación habian varado.
Los moradores de la Coruña no solo ayudaron á los ingleses en su
embarco con desinteresado celo, sino que también les guardaron
fidelidad no entregando inmediatamente la plaza. Noble ejemplo,
rara vez dado por los pueblos cuando se ven desamparados de los
mismos de quienes esperaban protección y ayuda. ^


Asi terminó la retirada del general Moore, censurada de algunos
de sus propios compatriotas, y defendida y aun alabada de otros.
Dejando á ellos y á los militares el examen y crítica de esta campaña,
pensamos que sirvió de mucho para la gloria y buen nombre del
general Moore la casualidad de haber tenido que pelear antes de
que sus tropas se embarcasen, y también acabar sus dias honrosa-
mente en el campo dé batalla. Por lo demás si un ejército veterano
y disciplinado como el inglés, provisto de cuantiosos recursos, em-
pezó antes de combatir una retirada, en cuya marcha hubo tanto
desorden, tanto estrago, tantos escándalos, ¿quién podrá extrañar
que en las de los españoles, ejecutadas después de haber lidiado ,
y con soldados bisónos, escasos de todo y en su propio país, hu-
biese dispersiones y desconciertos? No decimos esto en menoscabo
de la gloria Británica; pero sí en reparación de la nuestra, tan vi-
lipendiada por ciertos escritores ingleses de los mismos que se ha-
llaron en tan funesta campaña.


Entrega de la Difícil era que después de semejante suceso resistiese
comña. j a c o r u ñ a i a r g 0 tiempo. El recinto de la plaza solo la


ponía al abrigo de un rebate; mas ni sus baterías, ni sus murallas




LIBRO SÉPTIMO. 335
estaban reparadas, ni eran de suyo bastante fuertes. No haber me-
jorado á liempo sus obras pendió en parte del descuido que nos es
natural, y también de la confianza que con su llegada dieron los in-
gleses. Era gobernador Don Antonio Alcedo, y el 19 capituló. En-
tró el 20 en la plaza el mariscal Soult, y puso autoridades de su
bando. Dispersóse la junta del reino, y la audiencia, el gobernador
y los otros cuerpos militares, civiles y eclesiásticos prestaron home-
naje al nuevo rey José.


No tardó Soult en volver los ojos al Ferrol, v va
i n n i • ¿ i i . - l Del Ferrol.


el 22 empezaron á aproximarse á la plaza partidas
avanzadas de su ejército. Aquel arsenal, primero de la marina es-
pañola, era inatacable del lado de mar, de donde solo se puede en-
trar con un viento y por boca larga y estrecha : no estaba por tierra
tan bien fortalecido. Hallábase el pueblo con ánimo levantado, sos-
teniéndole unos 300 soldados que habían llegado el 20. Era coman-
dante del departamento Don Francisco Melgarejo, anciano é irreso-
luto, y comandante de tierra Don Joaquin Fidalgo. No se había
tomado medida alguna de defensa, ni tenido la precaución de poner
á salvo los buques de guerra allí fondeados. Dichos gefes y la junta
peculiar del pueblo desde luego se inclinaron á capitular; mas no
osando declararse tuvieron que responder con la negativa á la rei-
terada intimación de los franceses. Al fin el 26 hadiendo estos des-
cubierto algunas obras de bateria, y apoderádose de los castillos de
Palma y San Martin, pudieron las autoridades prevalecer en su opi-
nión y capitularon, entrando el 27 de mañana en el Ferrol el ge-
neral Mermet. Frieron los términos de la rendición los mismos de la
Coruña, y por los que sometiéndose á reconocer á José, solo se
añadieron algunos artículos respecto de pagas, y de que no se obli-
gase á nadie á servir contra sus compatriotas. Don Pedro Obregon,
preso desde el levantamiento de mayo, fue nombrado comandante
del departamento, en cuya dársena, entre buenos y malos, habia
siete navios, tres fragatas y otros buques menores.


Que estas plazas su hubiesen rendido visto su mal estado y el
desmayo que causó el embarco de los ingleses, cosa natural era ;
pero no que en una capitulación militar se estipulase el reconoci-
miento de José, ejemplo no dado todavía por las otras partes del
reino, ni por la capital de la monarquía, de donde provino que las
mencionadas capitulaciones excitaron la indignación de la junta
central, que fulminó contra sus autores una declaración tal vez de-
masiadamente severa.


Aterrada Galicia con la pérdidade susdos principales Estado de Ga-
plazas, y sobre todo con la retirada de los ingleses, l i c i a-
apenas dio por algún tiempo señales de vida. Hubo pocos pueblos
que hiciesen demostración de resistir, y los que lo intentaron fueron
luego entrados por el vencedor. A todas partes cundió el des-
aliento y la tristeza. Solo en pie y en un rincón quedó Romana con




336 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
escasos soldados. Los franceses no le habian en un principio mo-
lestado ; pero posteriormente, yendo en su busca el general Mar-
chand, trató de atacarle en el punto de Bibey. Replegóse á Orense


paradero de
e ' general español: persiguióle el francés hasta que


Romana. continando aquel hacia Portugal, desistió el ultimó de
su intento, pasando poco después á Santiago, en donde habia en-
trado el 3de febrero el mariscal Soult sin tropiezo y camino de Tuy.


El marqués de la Romana luego que salió de Orense estableció
su cuartel general en Villaza, cerca de Monlerey, trasladándose des-
pués á Oimbra. En los últimos dias de enero celebró en el primer
pueblo una junta militar para determinar lo mas conveniente, ha-
llándose con pocas fuerzas, sin recursos, y los ingleses ya embar-
cados. Opinaron unos por ir á Ciudad-Rodrigo, otros por encami-
narse á Tuy; prevaleciendo el dictamen que fue mas acertado de no
alejarse del pais que pisaban, ni de la frontera de Portugal.


Sucede a Soult Mientras tanto tomó el mando de Galicia el mariscal
ei mariscal Ney . j¡rey e n i U g a r ¿e s o u i t , que moviéndose del lado de
Tuy, según hemos indicado, se preparabaá internarse en Portugal.
Ocuparon fuerzas francesas las principales ciudades de Galicia, y
tranquila esta por entonces puso también Ney su atención del lado
de Asturias, cuyo territorio afortunadamente habia quedado libre
en medio de tan general desdicha. Mas adelante hablaremos de lo
que ocurrió en aquella provincia. ínstanos ahora volver la vista á
Napoleón, á quien dejamos en Astorga.


vuel ta de s a p o - Descansó alli dos dias, hospedándose en casa del
í e o n a v a i i a d o i i d . obispo á quien trató sin miramiento. Y desasosegado
con noticias que habia recibido de Austria, no creyendo ya nece-
sario prolongar su estancia vista la priesa con que los ingleses se re-
tiraban volvió atrás y se dirigió á Valladolid, en cuya ciudad entró
en la tarde del 6 de enero.


Alojóse en el palacio real, y al instante mandó
Áspero recibí- . . J . , . . .


miento que hace venir a su presencia al ayuntamiento, a los prelados
autoridades 1! ' a s de los conventos, al cabildo eclesiástico y á las demás


autoridades. Quería imponer ejemplar castigo por las
muertes de algunos franceses asesinados, y sobre todo por la de
dos, cuyos cadáveres fueron descubiertos en un pozo del convento
de San Pablo de dominicos. Iba al frente de los llamados el ayun-
tamiento, corporación de repente formada en ausencia de los anti-
guos regidores, que los mas habian huido después de Ja rota de
Burgos. Procurando dicho cuerpo mantener orden en la ciudad,
habia preservado de la muerte á varios extraviados del ejército
enemigo, y puéstolos con resguardo en el monasterio de San Be-
nito , motivo por el que antes merecía atento trato del extrangero
que amargas reconvenciones. Sin embargo el emperador francés
recibióle con rostro entenebrecido, y le habló en tono áspero y
descompuesto echándole en cara los asesinatos cometidos. De los




LIBRO SÉPTIMO. 537
presentes se atemorizaron con sus amenazas aun los mas serenos,
y el que servia de intérprete no acertando á expresarse impacientó
á Napoleón, que con enfado le mandó salir del aposento donde
estaba j llamando á otro que desempeñase mejor su oficio. No
menos alterado prosiguió en su discurso el altivo conquistador,
usando de palabras impropias de su dignidad, hasta que al cabo
despidió á las corporaciones españolas, repitiendo nuevas y ter-
ribles amenazas.


Triste y pensativo volvía el ayuntamiento á su mo* Anguaaa» «M
rada cuando algunos de sus individuos, queriendo «Tniuamiento de


, *' . , i Valladolid.


echar por un rodeo para evitar el encuentro de tropas
que obstruían el paso, un piquete francés de caballería que de
lejos los observaba intimóles que iban presos, y que asi fuesen por
el camino mas recto. Restituidos todos á las casas consistoriales,
entró á poco por aquellas puertas un emisario del emperador con
orden que este le habia dado, teniendo el relox en la mano, de
que si para las doce de la noche no se le pasaba la lista de los que
habian asesinado á Jos franceses, haria ahorcar de los balcones del
ayuntamiento á cinco de sus individuos. Sin intimidarse con el in-
justo y bárbaro requerimiento, reportados y con esfuerzo respon-
dieron los regidores que antes perecerían siendo victimas de su ino-
cencia , que indicar á tientas y sin conocimiento personas que no
creyesen culpables.


A las nueve de la noche presentóse también repitiendo á nombre
del emperador la anterior amenaza Don José de Hervas, el mismo
que en el abril de 1808 habia acompañado á Madrid al general Sa-
vary, y quien como español se hizo mas fácilmente cargo de las
razones que asistían al ayuntamiento. Sin embargo manifestó á
sus individuos que corrían grave peligro, mostrándose Napoleón
muy airado. No por eso dejaron aquellos de permanecer firmes y
resueltos á sufrir la pena que arbitrariamente se les quisiera im-
poner. Sacóles luego del ahogo, y por fortuna para ellos, un tal
Chamochin, de oficio procurador del número, el cual habiendo
sido en tan tristes dias nombrado corregidor interino, quiso con-
graciarse con el invasor de su patria delatando como motor de los
asesinatos á un adobador de pieles llamado Domingo que vivía en
la plaza mayor. Por desgracia de este encontráronse en su casa ropa
y otras prendas de franceses, ya porque en realidad fuera culpado,
ó ya mas bien, según se creyó, por haber dichos efectos llegado
casualmente á sus manos. Fue preso Domingo con dos de sus criados
y condenados los tres á la pena de horca. Ajusticiaron
; , ,. , , i Vr i i . Suplicio de al-


á los últimos perdonando Napoleón al primero, mas g u U U J españolea,
digno de muerte que los otros si habia delito. Llegó d e u n 0
el perdón estando Domingo al pie del patíbulo : le
obtuvo á ruego de personas respetables, del mencionado Hervas,
y sobre todo movidos varios generales de las lágrimas y clamores


i. 22




putadüs do Ma-
drid.


338 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de la esposa del sentenciado, en extremo bella y de familia honrada
de la ciudad. También contribuyeron á ello los benedictinos, de
quienes Napoleón hacia gran caso, recordando la celebridad de los
antiguos y doctos de la congregación de San Mauro de Francia. No
asi de los dominicos, cuyo convento de San Pablo suprimió en
castigo de los franceses que en él se habían encontrado muertos.


Mas en tanto otros cuidados de mayor gravedad
B U J ™ ° ™ A u s - llamaban la atención de Napoleón. En su camino á
tria. Preparase Astorga habia recibido un correo con aviso de que el
Napoleón á yol- . . . , i i . , . ,


veráFrancia. Austria se armaba : novedad impensada y de tal en-
tidad que le impelía á volver prontamente á Francia.


Asi lo decidió en su pensamiento; mas paróse en Valladolid diez
dias, queriendo antes asegurarse de que los ingleses proseguían en
su retirada, y también tomar acerca del gobierno de España una
determinación definitiva. Cierto de lo primero apresuróse á concluir


Becibe en Va '° S e S U I 1 ( ' 0 - P a r a e " ° m z 0 V e n ' F 3 Valladolid lüS dipu-
iiadoiid á los di- tados del ayuntamiento de Madrid y de los tribunales


que le fueron presentados el 16 de enero. Traían
consigo el expediente de las firmas de los libros de


asiento que se abrieron en la capital, á fin de reconocer y jurar á
José : condición que para restablecer á este en el trono habia puesto
Napoleón, pareciéndole fuerte abracijo lo que no era sino forzada
ceremonia. Recibió el emperador francés con particular agasajo á
los diputados españoles, y les dijo que accediendo á sus súplicas
verificaría José dentro de pocos dias su entrada en Madrid.
,., . , Dudaron entonces alminos que Napoleón se hu-
Oplnion é inten- , . 1 i , . .


IOS de Napoleón biéra resuelto a reponer a su hermano en el solio, si no
sobre España. g e h u i j ¡ e s e v ¡ s t 0 amenazado de guerra con Austria.
En prueba de ello alegaban el haber solo dejado á José después de
la toma de Madrid el título de su lugar-teniente, y también el haber
en lodo obrado por sí y procedido como conquistador. No deja de
fortalecer dicho juicio la conversación que el emperador tuvo en
Valladolid con el ex-arzobispo de Malinas Mr. de Pradt. Habia este
acompañado desde Madrid á los diputados españoles; y Napoleón
antes de verlos, deseoso de saber lo que opinaban y lo que en la
capital ocurría, mandó á aquel prelado que fuese á hablarle. Por
largo espacio platicaron ambos sobre la situación de la Península,


y entre otras cosas dijo Napoleón : * « No conocía yo
C Ap. n. 2.) ¡ , t-, - J • V , I I J


< a Lspana : es un pats mas hermoso de lo que pen-
« saba. Buen regalo he hecho á mi hermano, pero los españoles
« harán con sus locuras que su pais vuelva á ser mío : en tal caso
« le dividiré en cinco grandes vireinatos. » Continuó asi discur-
riendo é insistió con particularidad en lo útil que seria para Francia
el agregar á su territorio el de España. Intento que sin duda es-
torbó por entonces ei nublado que amagaba del Norte, temeroso
del cual partió para París el 17 de enero de noche y repentina-




LIBRO SÉPTIMO. 539
mente, haciendo la travesía de Vailadolid á Burgos Parte para
á caballo y con pasmosa celeridad. F r a n c l a ­


En el intervalo que medió desde principios de di­ J o s é e n e l P a r d o
ciembre hasta últimos de enero disgustado José con Pasa nna revista
el título de lugar­teniente se albergaba en el Pardo, no ™ A r a n i n e i ­
queriendo ir á Madrid hasta que pudiese entrar como rey. Sin em­
bargo esperanzado en los primeros dias del año de volver á empuñar
el cetro, pasó á Aranjuez y revistó alli el primer cuerpo mandado
por el mariscal Victor, y con el cual procedente de Toledo se pen­
saba atacar al ejército del centro, cuyas reliquias rehechas algo en
Cuenca, se habian en parte aproximado al Tajo.


El inesperado movimiento de los españoles era hijo М о , 1 ш 1 е п 1 о dei
de falsas noticias y del clamor de los pueblos que ex­ ejército espanoi


. . . . J . •, i • i del centro. Planes
puestos al pulage y extorsiones del enemigo, acusaban d c s n s e ( e e i du­
á nuestros generales de mantenerse espectadores trau» ^ 0 d e l Ы т ~
quilos de los males que los agobiaban. Para acudir al
remedio y acallar la voz pública habia el duque del Infantado, gefe
de aquel ejército, imaginado un plan tras otro, notándose en el
concebir de ellos mas bien loable deseo que atinada combinación.


Por fin decidióse ante todo dicho general á despejar la orilla iz­
quierda del Tajo de unos 1500 caballos enemigos que corrían la
tierra. Nombró para capitanear la empresa al mariscal de campo
Don Francisco Javier Venegas que mandaba la vanguardia com­
puesta de 4000 infantes y 800 caballos, y al brigadier Don Antonio
Senra con otra división de igual fuerza. Debia el primero posesio­
narse de Tarancon, y al mismo tiempo enseñorearse el segundo de
Aranjuez, en cuyos dos puntos tenia el enemigo, antes de que vi­
niese el mariscal Victor, lo principal desús destacamentos. Venegas
no aprobó el plan , visto el mal estado de sus tropas; mas trató de
cumplir con lo que se le ordenaba. Senra dejó de hacerlo parecién­
dole imprudente ir hasta Aranjuez, teniendo franceses por su flanco
en Villanueva del Cárdete : disculpa que no admitió el general en
gefe por haber ya contado con aquel dato en la disposición del
ataque.


Venegas por su parte situado en Uclés determinó ш^е de т«­
atacar en la noche del 24 al 25 dc diciembre к losfran­ гa°c° , ,"
ceses de Tarancon. El numero de estos se reducía á 800 dragones.
Distribuyó el general español su gente en dos columnas, una al
mando de Don Pedro Agustin Girón debia amenazar por su frente
al enemigo, otra capitaneada por el mismo general en persona y
mas numerosa habia de interponerse en el camino que de Tarancon
vaáSanta Cruz de la Zarza, con'objeto de cortar á los franceses la
retirada, si querían huir del ataque de Girón, ó encerrarlos entre
dos fuegos en caso de que resistiesen. La noche era cruda, sobre­
viniendo tras de nieve y ventiscas espesa niebla: lo cual retardó la
marcha de Venegas, y fue causa del extravio de casi toda su ca­




540 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
balleria. Girón aunque salió mas tarde llegó sin tropiezo al punto
que se le habia señalado, ya por ser mejor y mas corto el camino,
y ya por su cuidado y particular vigilancia.


Espantados los dragones franceses con la proximidad de este ge-
neral, huian del lado de Santa Cruz, cuando se encontraron con
algunas partidas de carabineros reales que iban á la cabeza de la
tropa de Venégas y los atacaron furiosamente, obligándolos á abri-
garse de la infantería. Hubiera podido esta desconcertarse, cogién-
dola desprevenida, si afortunadamente un batallón de guardias es-
pañolas y otro de tiradores de España puestos ya en columna no
hubiesen rechazado á los enemigos, desordenándolos completa-
mente. Hizo gran falta la caballería, cuya principal fuerza extra-
viada en el camino no llegó hasta después : y entonces su gefe Don
Rafael Zambrano desistió de todo perseguimiento por juzgarlo ya
inútil y estar sus caballos muy cansados. La pérdida de los fran-
ceses entre muertos, heridos y prisioneros fue de unos 100 hom-
bres. Hubo después contestaciones entre ciertos gefes, achacándose
mutuamente la culpa de no haber salido con la empresa. Nos in-
clinamos á creer que la inexperiencia de algunos de ellos y lo bi-
soño de la tropa fueron en este caso como en otros muchos la causa
principal de haberse en paite malogrado la embestida, sirviendo
solo á despertar la atención de los franceses.


Recelosos estos de que engrosadas con el tiempo las tropas del
ejército del centro y mejor disciplinadas, pudieran no solo repetir
otras tentativas cotno la de Tarancon, mas también en un rebate


A ™ ™ ei ma- apoderarse de Madrid, cuya guarnición por atender
ciscaí victor. á otros cuidados á veces se disminuía, pensaron se-


riamente en destruirlas y cortar el mal en su raiz. Para ello jun-
taron en Aranjuez y revistaron, según hemos dicho, las fuerzas
que mandaba en Toledo el mariscal Víctor, las cuales ascendían
á 14,000 infantes y 5,000 caballos. Sospechando Venégas los in-
tentos del enemigo comunicó el 4 de enero sus temores al duque
del Infantado, opinando que seria prudente, ó que todo el ejército
se aproximase á su linea, ó que él con la vanguardia se replegase á
Cuenca. No pensó el duque que urgiese adoptar semejante medida,
y ya fuese enemistad contra Venégas, ó ya natural descuido, no
contestó á su aviso, continuando en idear nuevos planes que tam-
poco tuvieron ejecución.
Retírase venégas Apurando las circunstancias y no recibiendo ins-


á ocies. truccion alguna del general en gefe, juntó Venégas un
consejo de guerra, en el que unánimemente se acordó pasar á Uclés
como posición mas ventajosa, é incorporarse alli con Senra, en
donde aguardarían ambos las órdenes del duque. Verificóse la re-
tirada en la noche del 11 de enero, y unidos al amanecer del 12 los
mencionados Venégas y Senra, contaron juntos unos 8 á 9000 in-
fantes y 1500 caballos. Trató desde luego el primero de aprove-




LIBRO SÉPTIMO. 541
charse de las ventajas que le ofrecia la situación de Uclés, villa su-
jeta á la orden de Santiago y para batallas de mal pronóstico por la
que en sus campos se perdió contra los moros en el reinado de
Alonso el VI. La derecha de la posición era fuerte, consistiendo en
varias alturas aisladas y divididas de otras por el riachuelo de Bedijar.
En el centro está el convento llamado alcázar, y desde alli por la
izquierda corre un gran cerro de escabrosa subida del lado del
pueblo, pero que termina por el opuesto en pendiente mas suave
y de fácil acceso. Venégas apostó en Tribaldos, pueblo cercano,
algunas tropas al mando de Don Veremundo Ramirez de Arellano,
que en la tarde y anochecer del 12 comenzaron ya á tirotearse con
los franceses, replegándose á Uclés en la mañana siguiente, aco-
metidas por sus superiores fuerzas.


Con aviso de que los enemigos se acercaban, el B a t a l l a í e U c l é s
general Venégas, aunque amalado y con los primeros
síntomas de una liebre pútrida, se situó en el patio del convento
de donde divisaba la posición y el llano que se abre al pie de Uclés,
yendo á Tribaldos. Distribuyó sus infantes en las alturas de dere-
cha é izquierda, y puso abajo,en la llanura la caballería. Solo ha-
bía un obús y tres cañones que se colocaron, uno en la izquierda,
dos en el convento y otro en el llano con los guíeles.


El mariscal Víctor había salido de Aranjuez con el número de,
tropas indicado, y fue en busca de los españoles sin saber de fijo
su paradero. Para descubrirle tiró el general Villatte con su divi-
sión derecho á Uclés, y el mariscal Víctor con la del general Ruffin
la vuelta del alcázar. Fue Villatte quien primero se encontró con
los españoles, obligándolos á retirarse de Tribaldos, desde donde
avanzó al llano con dos cuerpos de caballería y dos cañones. Al
ver aquel movimiento creyó Venégas amagada su derecha, y por
tanto atendió con particularidad á su defensa. Mas los franceses,
á las diez de la mañana, tomando por el camino de Villarubio, se
acercaron con fuerza considerable á las alturas de la izquierda,
punto flaco de la posición, cubierto con menos gente y al que su
caballería pudo subir á trote. Venégas, queriendo entonces soste-
ner la tropa alli apostada que comenzaba á ciar, envió gente de
refresco y para capitanearla á Don Antonio Senra. Ya era larde :
los enemigos avanzando rápidamente arrollaron á los nuestros, é
inútilmente desde el convento quiso Venégas detenerlos. Contuso
él mismo y ahuyentado con todo su estado mayor, dificultosamente
pudo salvarse, cayendo á su lado muerto el bizarro oficial de ar-
tillería Don José Escalera. Deshecho nuestro costado izquierdo em-
pezó á desfilar el derecho ; y la caballería, que en su mayor parte
permanecía en el llano, trató de retirarse por una garganta que
forman las alturas de aquel lado. Consiguiéronlo felizmente los
dragones de Castilla, Lusitania y Tejas , mas no asi los regimien-
tostle la Reina, Principe y Borbon, cuyo mando habia reasumido




542 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
el marqués de Albudeite. Eslos, no pudiendo ya pasar impedidos
por los fuegos de los franceses, que dueños del convento coronaban
las cimas, volvieron grupa al llano y faldeando los cerros camina-
ron de priesa y perseguidos la via de Paredes. Desgraciadamente
hacia el mismo lado tropezando la infantería con la división de
Ruffin, había casi toda tenido que rendirse ; de lo cual advertidos
nuestros ginetes, en balde quisieron salvarse, atajados con el cauce
de un molino y acribillados por el fuego de seis cañones enemigos
que dirigía el general Senarmon. No hubo ya entonces sino confu-
sión y destrozo y sucedió con la caballería lo mismo que con los
infantes : los mas de sus individuos perecieron ó fueron hechos
prisioneros : contóse entre los primeros al marqués de Albudeite.
Tal fue el remate de la jornada de Uclés, una de las mas desastra-
das, y en la que, por decirlo asi, se perdieron las tropas que antes
mandaban Venegas y Senra. Solo se salvaron dos ó tres cuerpos
de caballería y también algunas otras reliquias que libertó la sere-
nidad y esfuerzo de Don Pedro Agustín Girón, uniéndose todos
al duque del Infantado que ya se hallaba en Carrascosa.


Justos cargos hubieran podido pesar sobre los gefes que empe-
ñaron semejante acción, ó fueron causa de que se malograse. El
general Venegas y el del Infantado procuraron defenderse ante el
público acusándose mutuamente. Pensamos que en la conducta de
ambos hubo motivos bastantes de censura si ya no de responsabi-
lidad. Aconsejaba la prudencia al primero retirarse mas allá de
Uclés, é ir á unirse al cuerpo principal del ejército, no faltándole
para ello ni oportunidad ni tiempo; y al segundo prescribíale su
obligación dar las debidas instrucciones y contestar á los oficios del
otro, no sacrificando á piques y mezquinas pasiones el bien de la
patria, el pundonor militar.


Ganado que hubieron la batalla, entraron los franceses en Uclés
Exceso» come- Y cometieron con los vecinos inauditas crueldades,


tiuos por los tren- Atormentaron á muchos para averiguar si habían
ceses en Uclés. . . . . , ,


ocultado alhajas; robaron las que pudieron descu-
brir, y aparejando con albardas y aguaderas á manera de acémi-
las á algunos conventuales y sugetos distinguidos del pueblo, car-
garon en sus hombros muebles y efectos inútiles para quemarlos
después con grande algazara en los altos del alcázar. No contentos
con tan duro é innoble entretenimiento, remataron tan extraña
fiesta con un acto de la mas insigne barbarie. Fue, ¡cáese la pluma
de la mano! que cogiendo á 09 habitantes de los principales, y á
monjas, y á clérigos, y á los conventuales Parada, Canova y Mejía, em-
parentados con las mas ilustres familias de la Mancha, atraillados y
escarnecidos los degollaron con horrorosa inhumanidad, pereciendo
algunos en la carnicería pública. Sordos ya á la compasión los fe-
roces soldados, desoyeron los ayes y clamores de mas de 500 mu-
geres, de las que acorraladas y de montón abusaron con exquisita




LIBRO SÉPTIMO. 343
violencia. Prosiguieron los mismos escándalos en el campamento,
y solo el cansancio, no los gefes, puso término al horroroso des­
enfreno.


No cupo mejor suerte á los prisioneros españoles: los que de
ellos rendidos á la fatiga se rezagaban, eran fusilados desapiada­
damente. Asi nos lo cuenta en su obra un testigo de vista, un ofi­
cial francés, Mr. de Rocca. ¿Qué extraño pues era que nuestros
paisanos cometiesen en pago otros excesos cuando tal permitían los
oficiales del ejército de una nación culta?


El duque del Infantado que aunque tarde se ade­ R e U r a ( J a d e l
lantaba á Uclés, supo en Carrascosa, legua y media <M infan­
distante, la derrota padecida. Juntando allí los dis­ a
persos y cortas reliquias, se retiró por Horcajada á la venta de Ca­
brejas, en donde se decidió en consejo militar pasar á Valencia
con todas las tropas. Entró el ejército en Cuenca e H 4 por la no­
che, y al dia siguiente continuó la marcha. Dirigióse la artillería
por camino que pareció mas cómodo para volver después á unirse
en Almodóvar del Pinar, pero atollada en parte y mal defendida
por otros cuerpos que acudieron en su ayuda, fue en Tórtola co­
gida casi toda por los franceses. Prosiguió lo restante del ejército,
alejándose; y desistiendo Infantado de ir á Valencia, metióse en el
reino de Murcia y llegó á Chinchilla el 21 de enero. Desde aquel
punto hizo nuevo movimiento, faldeando la Sierra­Morena, y al
cabo se situó en Santa Cruz de Múdela. Allí según costumbre no
cesó de idear sin gran resulta nuevos planes; hasta sncedeio en ei
que en 17 de febrero fue relevado del mando por ór­ m№io e\ """"o
den de la junta central y puesto en su lugar el conde a a r t a o , ' a 1 '
de Cartaojal, que mandaba también las tropas de la Carolina.


Alcanzada por los franceses la victoria de Uclés, y Entrada de jo»e
después de obtener el permiso de Napoleón, hizo José m M a c" i d­
en Madrid el 22 de enero su entrada pública y solemne. Del Pardo
se encaminó por fuera de puertas á la plazuela de las Delicias,
desde donde montando á caballo entró por la puerta de Atocha, y
se dirigió á la iglesia colegiata de San Isidro, tomando la vuelta
por el Prado, calle de Alcalá y Carretas hasta la de Toledo. Se ha­
bia preparado este recibimiento con mas esmero que el anterior
de julio. Estaba tendida en toda la carrera la tropa francesa; ha­
bíanse por expresa orden colgado las calles y puéstose de trecho
en trecho músicas que tocaban sonatas acomodadas al caso. José
rodeado de gran séquito de franceses y de los españoles que le
eran adictos, mostrábase satisfecho y placentero. No dejó de ser
grande el concurso de espectadores : las desgracias, amilanando
los ánimos, los disponían á la conformidad; pero un silencio pro­
fundo, no interrumpido sino por alguna que otra voz asalariada,
daba bastantemente á entender que las circunstancias impelían á la
curiosidad, no afectuosa inclinación. Fue recibido en la iglesia de




544 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
San Isidro por el obispo auxiliar y parte de su cabildo. Pronunciá-
ronse discursos según el tiempo, díjose una misa, se cantó el Te
Deum, y concluida la ceremonia se dirigió José por la plaza Ma-
yor y calle de la Almudena á palacio, en donde ocupándose de
nuevo en el gobierno del reino, nos dará pronto ocasión de volver
á hablar de él y de sus providencias.


Ahora es ya sazón de pensar en Cataluña. El no querer cortar
el hilo de la narración en los sucesos mas abultados y decisivos,
nos ha obligado á postergar los de aquel principado, que si bien de


sucoso*daca- g r a n d e interés y definitivamente de mucha importan-
taiuáa. cia á la causa de la independencia, forman como


un episodio embarazoso para el historiador, aunque gloriosísimo
para aquella provincia.


Dejamos en el libro 5 o la campaña de Cataluña, á tiempo que
Duhesme en el último tercio del mes de agosto se había recogido á
Barcelona de vuelta de su segunda y malograda expedición de Ge-
rona. De nuestra parte por entonces y en 1° de setiembre el marqués


La ¡nata dei P a ' a c ' ° Y ' a j u n t a del principado se habían de Tar-
principado se ragona trasladado á Villafranca con objeto de estar
Sanca!* * V i U a" m a s c e r c a del teatro de la guerra. Empezaron á acudir


á dicha villa los tercios de toda la provincia, y se re-
forzó la linea del Llobregat, á cuyo parage se habia restituido desde
Gerona el conde de Caldagués.
Eicowiones de Con el aumento de fuerzas temió el general Duhesme


Duhesme. q u e estrechando los españoles cada vez mas á Barce-
lona, hubiese dificultad de introducir bastimentos en la plaza. Para
alejar el peligro y con intento de hacer una excursión en el Panadés
partió de aquella ciudad con 6000 hombres de caballería é infante-
ría , y atacó á los españoles en su línea al amanecer del 2 de se-
tiembre en los puntos de Molins de Rey y de San Boil. Por el último
alcanzaron los franceses conocidas ventajas; fueron por el otro re-
chazados. Mas receloso el de Caldagués, en vista de un movimiento
de los enemigos, de que abandonando estos la embestida del puente
vadeasen el rio y le flanqueasen, previno oportunamente cualquiera
tentativa situándose en las alturas de Molins de Rey.


Los franceses, no pudiendo romper la línea española del Llobre-
gat, revolvieron del lado opuesto por donde corre el Besos, en
cuyo sitio se mantenía Don Francisco Milans. Ya aqui, y ya en
todos los puntos alrededor de Barcelona hubo en setiembre y oc-
tubre muchas escaramuzas y aun choques, entre los que fue grave
el acaecido en San Culgatdel Valles, principalmente por el respeto
que infundió al enemigo, obligándole á no alejarse de los muros de
Rarcelona. También contribuyeron á ello los refuerzos que llegaron
álos españoles sucesivamente de Portugal, Mallorca y otras partes,
de algunos de los cuales ya hemos hecho mención.


El gobierno interior de Cataluña se mejoraba cada dia por el es-




LIBRO SÉPTIMO. 545
mero y cuidado de la junta. Habíase solo levantado
grande enemistad contra el marqués del Palacio, ó por- del marqués del
que las calidades de general no correspondiesen en él P a l a c l °-,
á su patriotismo, ó mas bien porque en aquellos tiempos arduos
no siendo dado caminar en la ejecución al son de la impaciencia pú-
blica, perdíase la confianza y el buen nombre con la misma rapidez,
y á veces tan infundadamente como se había adquirido. Los clamores
de la opinión catalana obligaron ala junta central á llamar al marqués
del Palacio, poniendo en su lugar al capitán general de Mallorca
Don Juan Miguel de Vives, quien tomó el mando el 28 de octubre.


Teniendo este á su disposición fuerzas mas considerables, coor-
dinó nuevamente su ejército , y según lo resuelto por E j é r c i t 0 espa-
la central le denomino de Cataluña ó de la derecha. «°i <ie Cataluña.
Constaba en todo de 19,551 infantes, 780 caballos y
17 piezas, dividido en vanguardia, cuatro divisiones y una reserva.
De estas fuerzas destinó Vives la vanguardia al mando de Don Ma-
riano Alvarez á observar al enemigo en el Ampurdan, y las restantes
las conservó consigo para bloquear á Barcelona, á donde se apro-
ximó el 5 de noviembre, sentando su cuartel general en Martorell,
cuatro leguas distante.


Los apuros en aquella plaza del general francés situación deBar-
Duhesme crecían en extremo : el número de sus tro- c e l o" a-
pas, que antes era de 10,000 hombres, menguaba con la deserción
y las enfermedades. De nadie podia fiarse. El disgusto y descon-
tento de los barceloneses tocaba á sus ojos en abierta rebelión. Los
habitantes mas principales huian á causa de las contribuciones ex-
orbitantes que habia impuesto; teniendo que acudir á confiscar los
bienes para evitar la emigración. Mas tarde, cuando apretó la es-
casez , si bien permitió la salida de Barcelona, permitióla con con-
diciones rigurosas, dando pasaportes á los que abonaban cuatro
meses anticipados de contribución, y aseguraban con fianza el pago
de los demás plazos. Fue después adelante en usar sin freno de
medidas arbitrarias, declarando a Barcelona en estado de sitio.
Opúsose á ello el conde de Ezpeleta, por lo que se le puso preso,
quitándole la capitanía general que solo en nombre habia conser-
vado. Como mas antiguo le sucedió Don Galceran de Villalba, que
en secreto se entendía con las autoridades patrióticas del princi-
pado. Los oficiales españoles que habia dentro de la plaza rehusa-
ron después reconocer el gobierno de Napoleón prefiriendo á todo
ser prisioneros de guerra : lo mismo hicieron los que eran extran-
geros, excepto Mr. Wrant d'Amelin, que en premio recibió el go-
bierno de Barcelona. Ejercióse la policía con particular severidad,
prestándose á tan villano servicio un español llamado Don Ramón
Casanova, sin que por eso se pudiese impedir que muchos y á las
calladas se escapasen. Tantas molestias y tropelías eran en sumo
grado favorables á la causa de la independencia.




546 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Teniati»M de Contando sin duda con el influjo de aquellas y con


vives contra a- secretos tratos, insistió el general Vives en estrechar
quena plaza. áBarcelona,y aun proyectó varios ataques. Fue el
mas notable el que se dio en 8 de noviembre, aunque no tuvo ni
resulta ni se le consideró tampoco bien meditado. Sin embargo la
proximidad del ejército español puso en tal desasosiego á los fran-
ceses, que en la misma mañana del 8 desarmaron al segundo ba-
tallón de guardias vvalonas como adicto á los llamados insurgentes.


Desaprobaban los hombres entendidos la permanencia de Vives
en las cercanías de Barcelona, y con razón juzgándola militar-
mente , pues para formalizar el sitio no se estaba preparado, y
para rendir por bloqueo la plaza se requería largo tiempo. Creian
que hubiera sido mas conveniente dejar un cuerpo de observación
que con los somatenes contuviese al enemigo en sus excursiones,
y adelantarse á la frontera con lo demás del ejército, impidiendo
asi la toma de Rosas y la facilidad que ella daba de proveer por
mar á Rarcelona. Vino en apoyo de tan juicioso dictamen lo que
sucedió bien pronto con el refuerzo que entró en el principado al
mismo tiempo que por el Bidasoa hacían los franceses su principal
irrupción.


Según insinuamos al hablar de esta, fue destinado el 7 o cuerpo
Entrada de ^ domeñar la Cataluña. Debia formarse con las tropas


saint-cyrenca- que alli había á las órdenes de los generales Duhesme
taiuna. y Reille y con otras procedentes de Italia, al mando
de los generales Souham, Pino y Chavert. Todas estas fuerzas
reunidas ascendían á 25,000 infantes y 2000 caballos, compues-
tas de muchas naciones y en parte de nueva leva. Capitaneábalas
el general Gouvion Saint-Cyr. Entró este en Cataluña al principiar
noviembre, estableciendo el 6 en Figueras su cuartel general
Fue su primer intento poner sitio á Rosas, y encargado de ello el
general Reille le comenzó el día 7 del mencionado mes.
sitio de Rosas Pensó el general Saint-Cyr que con venia apoderarse


de aquella plaza, porque abrigados los ingleses de su
rada impedían por mar el abastecimiento de Barcelona, que no
era hacedero del lado de tierra á causa de la insurrección del pais.
Hubo quien le motejase, sentando que en una guerra nacional
como esta era de temer que con la tardanza pudieran los españoles
por medio de secretos tratos sorprender á Barcelona apretada con
la escasez de víveres. Napoleón juzgaba tan importante la posesión
de esta plaza, que el solo encargo que hizo á Saint-Cyr á su des-


pedida en Paris fue el de conservar á Barcelona *;
("Ap. n. 3.) 1 . , . / i • \ •


« porque si se perdiese (decía) serian necesarios
a 80,000 hombres para recobrarla. > Sin embargo aquel general
prefirió comenzar por sitiar á Rosas.


Está situada dicha villa á las raices del Pirineo y á orillas del
golfo de su nombre. Tenia de población 1200 almas. No cubría su




LIBRO SÉPTIMO. 347
recinto sino un atrincheramiento casi abandonado desde la guerra
de la revolución de Francia. Consistía su principal fortaleza en la
ciudadela, colocada al extremo de la villa, y que aunque desman-
telada quísose apresuradamente poner en estado de defensa, con-
siguiendo al cabo montar 36 piezas : su forma es la de un pentá-
gono irregular con foso y camino cubierto, y sin otras obras á
prueba que la iglesia, habiendo quedado inservibles desde la última
guerra los cuarteles y almacenes. A la opuesta parte de la ciuda-
dela y á 1100 toesas déla villa en un repecho de las alturas llama-
das Puig-Rom, término por allí de los Pirineos, se levanta el
fortín de la Trinidad en figura de estrella, de construcción inge-
niosa pero dominado á corta distancia.


Con tan débiles reparos y en el estado de ruina de H o n r o s a r e s i s_
varias de sus obras, hubiérase en otra ocasión aban- tencia de ios es-
donado la defensa de la plaza : ahora sostúvose con p a" o l e s -
firmeza. Era gobernador Don Pedro Odaly : constaba la guarni-
ción de 5000 hombres; se despidió la gente inútil, recompúsose
algo el atrincheramiento destruido y se atajaron con zanjas las bo-
cacalles. Favorecía á los sitiados un navio de línea inglés y dos
bombarderas que estaban en la bahía.


La división del general Reille unida á la italiana de Pino se había
acercado á la plaza, componiendo juntas unos 7000 hombres. Ade-
mas el general Souham, para cubrir las operaciones del sitio y
observar á Alvarez que estaba con la vanguardia en Gerona, se si-
tuó con su división entre Figueras y el Fluviá, y ocupó á la Jun-
quera con dos batallones el general Chavert.


Se había lisonjeado el francés Reille de tomar por sorpresa á
Rosas : asi lo deseaba su general en gefe solícito de acudir al so-
corro de Barcelona y temeroso de la deserción que empezaba á
notarse en la división italiana de Pino. De esta fueron cogidos por
los somatenes varios soldados, y el general Saint-Cyr que presumía
de humano envió en rehenes á Francia hasta el cange igual número
de habitantes, prefiriendo este medio al de quemar los pueblos,
antes usado por sus compatriotas. Mas los catalanes consideraron
la nueva medida como mas injusta, imaginándose que los enviaban
á servir al Norte.


Desde el 7 de noviembre que aparecieron los franceses delante
de Rosas, y en cuyo día los españoles hicieron una vigorosa salida,
sobreviniendo copiosas lluvias no pudieron los primeros traer su
artillería ni empezar sus trabajos hasta el 16. Entonces resolvió el
general Saint-Cyr embestir simultáneamente la ciudadela y el fortín
de la Trinidad. Emprendióse el ataque de aquella por el baluarte
llamado de la Plaza, del lado opuesto á la villa, y por donde se
ejecutó también la acometida en el sitio del año de 1793, al cual
habia asistido el general enemigo Sansón, gefe ahora de los inge-
nieros.




548 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Continuaron los trabajos por esta parte hasta el 25. Aquel dia


dueños los franceses de un reducto, cabeza del atrincheramiento
que cubria la villa, pensaron que seria conveniente apoderarse de
esta para atacar después la ciudadela por el frente comprendido
entre los baluartes de Santa María y San Antonio. Fue entrada la
villa en la noche del 26 al 27 á pesar de porfiada resistencia : de
500 hombres que la defendían 500 quedaron muertos, 150 fueron
hechos prisioneros; pudieron los otros salvarse. El enemigo intimó
entonces la rendición á la ciudadela; contéstesele con la negativa.


Al mismo tiempo el fortín de la Trinidad fue desde el 16 bizar-
ramente defendido por su comandante Don Lotino Fitzgerald. Los
ingleses juzgando inútil la resistencia habían retirado la gente que
dentro habian metido; pero llegando poco después el intrépido
Lord Cockrane con amplias facultades del almirante Collingwood,
reanimó á los españoles entrando en el fuerte con unos80hombres,
y unidos todos rechazaron el 50 el asalto de los enemigos que creían
practicable la brecha.


La guarnición de Rosas habia vivido esperanzada de que se la
socorrería por tierra; mas limitóse el auxilio á un movimiento que
el 24 hizo la vanguardia al mando de Don Mariano Alvarez : cruzó
este el Fluviá y arrolló al principio los puestos avanzados de los
franceses, que rehechos repelieron después á los nuestros, co-
giendo prisionero al 2 o comandante Don José Lebrun. Serenado el
general Saint-Cyr con esto y con ver que el ejército español de
Vives no avanzaba según temia, trató de acabar prontamente el
sitio de la ciudadela de Rosas.
capitulación de Dirigíase el principal ataque contra la cara derecha


Rosas. ¿el baluarte de Santa María, y los trabajos prosi-
guieron con ardor en los días I o y 2 en que inútilmente intentaron
los sitiados hacer una salida. Por fin el 5, estando la brecha prac-
ticable y después de 29 dias de asedio, capituló honrosamente el
gobernador quedando la guarnición prisionera de guerra. Tuvo
mayor ventura Don Lotino Fitzgerald comandante del fortín de la
Trinidad, habiéndose embarcado él y su gente con la ayuda y dili-
gencia de Lord Cockrane, quien tal vez hubiera del mismo modo
salvado la guarnición de la ciudadela si hubiera sido comodoro del
apostadero inglés.


Avanza Saint- Desembarazado el general Saint-Cyr del sitio de
cyr camino de Rosas, se adelantó ásocorrer á Barcelona con 15, OOOin-


arce ona. f a ntes y 1500 caballos, después de haber dejado en el
Ampurdan la división del general Reille. Hubiera corrido riesgo el
general francés de ser detenido en el camino, si D. Juan de Vives
en vez de mantener sus tropas en derredor de Barcelona, le hu-
biese salido al encuentro en alguno de los sitios oportunos del trán-
sito : cosa tanto mas hacedera cuanto después de sus infructuosas
tentativas sobre Barcelona se le habian agregado en noviembre las




LIBRO SÉPTIMO. 349
divisiones de Granada y Aragón y otros cuerpos suel- V l r e s y l M d ¡
tos. Constaba la primera, al mando de Don Teodoro T W O Ü M de Re-
Reding, de 11,700 infantes y 670 caballos, y la se- d m s y a í a°"
gunda de unos 4000 hombres regidos por el marqués de Lazan,
quien pasó á engrosar la vanguardia después de lo acaecido el 24
en las riberas del Fluviá.


Insistía el general Vives en acometer á Rarcelona estimulado tam-
bién por las ofertas de los comandantes de las fuerzas navales in-
glesas apostadas delante del puerto. Estas hicieron el 19 de no-
viembre un fuego vivísimo contra la plaza, cuyos habitantes á pesar
del daño que recibían estaban alborozados y palmoteaban desde
sus casas al ver la pesadumbre que el ataque causaba á los fran-
ceses : lo cual irritando sobremanera al comandante 0 l . í e n s i n g l l i a r
Lecchi, prohibió á los habitantes asomarse á las azo- d a d a , p°r L e i « * ¡


' ! . , , . . en Barcelona.


teas en días de refriega.
Mal informado el general Vives dirigió á dicho ge- T r a l a V i T e s d e


neral Lecchi y al español Casanova proposiciones de seducirle a éi y a
acomodamiento si le dejaban entrar en la plaza. Las 0 r° s '
desecharon ambos, notándose en la respuesta de Lecchi la dignidad
conveniente. Creyeron sin embargo algunos que sin la pronta lle-
gada del general Saint-Cyr, y conducida de otra manera la nego-
ciación , quizá no hubiera esta sido infructuosa.


Don Juan Vives resolvió repetir el 26 el ataque que
habia emprendido el 8. Ejecutado esta vez con mayor í e A*£™ s y d°7 vj¡
felicidad fueron los franceses rechazados hasta Barce- noviembre e n i a s
. . . . . ~ , g , i cercanías de Bar-
lona, y se cogieron prisioneros 104 hombres que de- ceiona.
fendian la favorable posición de San Pedro mártir. Pro-
siguieron las ventajas el 27, adelantándose el cuartel general á San
Feliú de Llobregat, á legua y media de Barcelona. Desde donde
y con deseo siempre de estrechar al enemigo, se le D e i s de diciem-
acometió de nuevo el 5 de diciembre, consiguiendo i r e -
clavar los cañones y destruir las obras que habia formado en la
falda de Monjuich.


Pero eran cortas estas ventajas al lado de las que hubieran po-
dido alcanzarse yendo en busca de Saint-Cyr. Sacrificóse todo al
deseo de enseñorearse de la capital del principado. Sin embargo en
la noche del 11 de diciembre sabedor Vives de que aquel general se
habia movido el 8 con señales de ir la vuelta de Barce- R e ( ¡ ¡ n g y I v e s
lona, mandó á Don Teodoro Reding que se adelantase van ai encuentro
hacia Granollers. Recibiéndose posteriormente conlir- d e S a m t " C í r -
macion del primer aviso, se celebró un consejo de guerra, en el
que variando según costumbre los pareceres, no se siguió el de Cal-
dagués que era el mas acertado, y según el cual debiera haberse
ido al encuentro de Saint-Cyr con la mayor parte de las fuerzas,
dejando delante de Barcelona 4000 hombres bien atrincherados
Resolvióse pues lo contrario, y solo salió Vives con algunas tropas




330 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
á unirse á Reding. Ambos generales juntaron 8000 hombres, agre-
gándoseles ademas los somatenes. Al propio tiempo se previno al
marqués de Lazan que separándose de la vanguardia que estaba en
Gerona, siguiese la huella del francés, sin atacarle por la espalda
hasta que el mismo Vives lo hiciese por el frente, y al coronel Mi-
lans que se apostase con cuatro batallones en Coll-Sacreu para- mo-
lestar al enemigo si quería echarse del lado de la marina, ó sino
concurrir con los demás á la acción general que se esperaba.
Continua Saint- Apremiado el general Saint-Cyr, con la urgente ne-
cyr su marcha. c e si(iad de socorrer á Barcelona, no se empeñó en com-
batir al marqués de Lazan, quien por su parte esquivó también
todo serio reencuentro. En seguida maniobró el general francés
para disfrazar su intención, y el 11 preparóse á marchar con rapidez
y sin embarazos. Asi fue que enviando á Figueras la artillería, re-
partió á sus soldados víveres para cuatro dias, distribuyóles á ra-
zón de 50 cartuchos, y llevó 150,000 de reserva á lomo de acémilas.
El 12 abrió la marcha desde La Bisbal, teniendo en el camino al-
gunos choques con los miqueletes de Don Juan Claros. Enderezóse á
Hoslalrich , y al llegar á las alturas que le dominan con gran júbilo
vio que Vives ni se habia aun adelantado hasta allí, ni ocupado las
gargantas del rio Tordera, en cuyas estrechuras bastando un corto
número de hombres para detener á los suyos, hubieran en breve
consumido las municiones que consigo traían.


Continuó el general Saint-Cyr su marcha, y el 15 para librarse
de los fuegos de Hostalrich, dio vuelta á la plaza por un sendero
agrio y desconocido, tornando luego á tomar el camino de Barce-
lona. Salió de Vallgorguina á incomodarle el coronel Milans, vién-
dose el general francés obligado á retardar su marcha á causa de las
cortaduras practicadas en eldesfdadero de Treinta Pasos. Mas ven-
cidos los obstáculos acampó ya por la noche su ejército al raso á
una legua del que mandaba Vives, quien pasando el Cardedeu se
habia colocado en ventajoso puesto entre Llinas y Villalba. La situa-
ción de los franceses, á pesar de las faltas que cometieron los nues-
tros , no dejaba de ser crítica. Por su frente tenían á Vives, flan-
queábalos Milans á su izquierda, y detras los seguían Claros y Lazan.
Estaban privados de artillería, escaseábanles los víveres, solamente
les quedaban municiones para una hora, y eran sus tropas un con-
junto de soldados nuevos de varias naciones. Si Vives hubiera sa-
bido aprovecharse de tales ventajas, quizá se habría repetido aqui
la jornada de Bailen, y calificádose de intempestivo y temerario el
movimiento del general Saint-Cyr, que por su buen éxito mereció
el nombre de atrevido y sabio.
Batana de Llinas Amaneció el 16 de diciembre, y el general español


o carucdeu. aguardaba á sus contrarios colocado en la loma que
se levanta después de Cardedeu y Villalba, y termina en la Riera
de la Roca. En lo mas elevado de ella y á la derecha del camino




LIBRO SÉPTIMO. 351
real situó cinco piezas, dejando dos á Ja izquierda. Formó su co-
lumna en batalla, y desplegó sobre la derecha que mandaba Re-
ding, ocupando el costado opuesto de la línea el somaten de Vique.
Como el objeto del general francés era pasar á toda costa, deci-
dió combatir en una sola columna que rompiese por medio de los
españoles. Comenzó el ataque la división de Pino con orden expresa
de no desviarse de lo resuelto por el general en gefe, pero en con-
travención á ello habiendo una de sus brigadas desplegado sobre
la izquierda, hubo de comprometer á los franceses en una refriega
que hubiera sido su perdición á haberse prolongado. El peligro
fue para ellos grande durante algún tiempo. La brigada que había
desplegado no solo fue rechazada, mas también ahuyentada, y
destrozado uno de sus regimientos por el de húsares españoles, á
cuyo frente estaba el coronel Ibarrola, quedando prisioneros 2 ge-
fes , 15 oficiales y unos 200 soldados. Acudió pronto y oportuna-
mente al remedio el general Saint-Cyr.


De un lado hizo que la división Souham contuviese la brigada
puesta en desorden, al mismo tiempo que de otro amenazaba la
izquierda española, que era la parte mas flaca y desguarnecida,
disponiendo igualmente que el general Pino con la 2 a brigada
prosiguiese el ataque en columna, y rompiese nuestra línea. Eje-
cutada la operación á un tiempo y en buena sazón, se cambió la
suerte de las armas, y el ejército español fue envuelto y puesto en
derrota. Perdiéronse cinco de los siete cañones que había, salván-
dose los dos por la actividad y presencia de ánimo del teniente Ul-
zurrum. Nuestra pérdida fue de 500 muertos y de S on derrotados
1000 entre heridos y prisioneros. Mayor la de los fran- l o s españoles,
ceses, por el daño que al principio experimentaron de la artillería
española. Salvóse el general Vives á pie y por sendas extraviadas,
y el general Reding ayudado de la velocidad de su caballo pudo
juntarse á una columna de infantería y caballería que se retiran a i j jo -
con el mayor orden se retiró por el camino de Gra- b r e B"-
nollers á San Culgat. Alli tomó el mando interinamente dicho gene-
ral , y se acogió á la derecha del Llobregat, á donde se transfirió
el conde del Caldagués, quien aunque salvó la artillería y municio-
nes, tuvo por la priesa que abandonar los inmensos acopios alma-
cenados en Sarria, los cuales sirvieron de mucho al enemigo. El
marqués de Lazan que no tomó parte en la batalla, retrocedió
después á Gerona, y el coronel Milans se mantuvo en Arenys al-
gunos días sin ser molestado.


Graves y desgraciadas fueron las resultas de la acción de Llinas
ó Cardedeu, no tanto por la pérdida de una parte del ejército y
por el socorro que introdujeron los franceses en Barcelona, cuanto
por el desánimo que causó en los españoles, y los alientos que
comunicó á los bisónos y mal seguros soldados del enemigo.


Llegó el general Saint-Cyr el 17 delante de Barcelona. No rei-




352 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Llega Salnt-Cyr naba entre él y el general Duhesme el mejor acuer-


a. Barcelona. ^ mostrándose este descontento con recibir un gefe
superior, y al que luego se dirigieron quejas y reclamaciones. Por
entonces ansioso Saint-Cyr de perseguir á los españoles no tomó
acerca de ellas providencia, y el 20 después de haber dado á sus
Aranza ai LIO- tropas dos diasde descanso, salió para el Llobregat y


bregat. s e sHUQ e n la margen izquierda, reforzado su ejército
con cinco batallones de la división del general Chabran.
Sitnacion de los Al otro lado habían reunido los españoles el suyo


españoles. q U e C O n i a derrota del 16 y dispersión que ella causó
en todas las tropas no ascendía arriba de 10,000 infantes y 900 ca-
ballos con artillería numerosa. Allí llegó el general Vives que se
habia embarcado en Mataró, y que después de aprobar las medi-
das tomadas en su ausencia pasó á Villafranca para obrar en unión
con la junta del principado.


Luego que se alejó asomaron los franceses, é indeciso Don Teo-
doro Reding de si se retiraría ó no, consultó al general en gefe que
tardó en contestar, haciéndolo al fin de un modo ambiguo, lo
cual decidió al primero á sostenerse en su puesto. El ejército espa-
ñol estaba atrincherado en la margen derecha del Llobregat, en
las colinas en que rematan las alturas de Ordal, extendiéndose
desde San Vicente hasta Pallejá. Mandaba la derecha el brigadier
D. Gaspar Gómez de la Serna, la izquierda el mariscal de campo
Cuadrado, manteniéndose Reding juntamente con Caldagués en
uno de los reductos que habían levantado en el camino real de Va-
lencia.
Batalla de Mollns El enemigo al alborear del 21 empezó su ataque.


de Rey. Apostóse el general Chabran en Molins de Rey, que
estaba á la derecha de los franceses, y de donde la batalla lomó el
nombre; vadeando la división del general Pino el Llobregat por
San Feliú, al tiempo que Souham con su tropa le cruzaba por San
Juan del Pí. Habían en un principio creído los españoles que su
izquierda seria la primera atacada, mas cerciorados de lo contra-
rio mejoraron su posición, haciendo los peones acertado fuego. El
desaliento no obstante era grande desde la acción de Llinas, y no
habia corrido suficiente tiempo para que se borrase en la mente del
soldado tan funesta impresión. Envolvieron los enemigos la derecha
española; arrojáronla sobre el centro, y cayendo unos y otros so-
bre la izquierda, ya no hubo sino desconcierto, acorralados los
nuestros contra el puente de Molins de Rey. A Jas diez de la ma-
ñana llegó Vives solamente para presenciar la destrucción de los
suyos. El ejército español estuvo muy expuesto á ser del lodo co-
gido por los franceses; á no haberse los soldados desbandado


Derrota de los Y i l , a ^ ° ^da uno por donde encontró salida. Fue
españoles y tris- considerable nuestra pérdida, principalmente de ge-
« r e s u s. . e j j j r jg a ( j ¡ e r j a g e r n a m u r i ó en Tarragona de las




LIBRO SÉPTIMO. 3S5
cuchilladas recibidas; el de Caldagués cayó prisionero y lo mis-
mo varios coroneles. Quedó en poder de los contrarios toda la ar-
tillería.


Por loable que fuera el deseo que animaba al general Reding ,
con razón debió tacharse de extrema imprudencia el aventurar
una acción con un ejército que ademas de novel, acababa pocos
dias antes de ser desecho y en parte disperso. Asi fue que el ge-
neral Saint-Cyr maniobrando con sumo arte, sin grande esfuerzo
desbarató completamente nuestras filas atrepellándose unos solda-
dos sobre otros. Aciagas y de trascendencia fueron las resultas.
Perdiéronse las armas que arrojaron los infantes, se abandonaron
los cuantiosos almacenes que habia en el Llobregat, en Villafranca
del Panadés y en Villanueva de Sitges, y en fin, desh izóse entera-
mente el ejército. Cataluña quedó casi toda ella á merced del ven-
cedor , que no solo forzó el paso del Brudh para él tan ominoso,
sino que también derramó por todas partes el espanto y la deso-
lación.


Admiró á algunos que el general Saint-Cyr perma- Embarazosa
neciese ocioso, alcanzadas tales ventajas, y atribuíanlo también la situa-
á la condición perezosa de que le tachaban. Pero cyr. d° ""'
otros motivos obraron en su mente para proceder con
lentitud y circunspección. Habia en su ejército á pesar de los aco-
pios cogidos mucha escasez por la necesidad de abastecer á Bar-
celona ; el pais que le rodeaba estaba ya agotado, la comunicación
con Francia no fácil, y los obstáculos mayores cada dia por el
pronto retoño de la guerra de somatenes, contra cuyos continuos
y desparramados esfuerzos se estrellaba la pericia de los generales
franceses.


Era por cierto situación esta embarazosa para Acontecimientos
ellos, y de grande ayuda para los españoles, cuyos d e T a r r a B o n a -
dispersos se iban allegando á Tarragona. En sus muros alborotóse
el pueblo, y amenazó de muerte al general Vives, S o c e a e R c ding a
quien para preservarse de una catástrofe casi inevi- V ! í e s-
table, rotos los vínculos de la subordinación, dejó el mando , que
recayó en Don Teodoro Reding, grato á la opinión popular. Poco
á poco recobró la autoridad su fuerza, la junta se trasladó á Tor-
tosa, y el nuevo general con actividad y celo empezó á arreglar el
ejército, á la sazón descompuesto é insubordinado. Todo anunciaba
mejora, mas todo se malogró , como veremos después por la fatal
manía de dar batallas, y también por el laudable deseo de socor-
rer á Zaragoza.


Esta ciudad, si bien ilustró su nombre en el primer segundo sitio a»
sitio, ahora le engrandeció en el segundo, perpe- Zaragoza,
tuándole con nuevas proezas y con su imperturbable constancia,
en medio de padecimientos y angustias. Situada no preparativos de
lejos de la frontera de Francia temióse contra ella va d<*M«-




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
en setiembre un nuevo y mas terrible acometimiento. Palafox como
general advertido aprestóse á repelerle, fortificando con esmero
y en cuanto se podia población tan extensa y descubierta. Encargó
la dirección de las obras á Don Antonio San Genis, ya célebre por
lo que trabajó en el primer sitio. El tiempo y los medios no per-
mitían convertir á Zaragoza en plaza respetable. Hubo varios pla-
nes para fortalecerla : adoptóse como mas fácil el de una fortifica-
ción provisional, aprovechándose de los edificios que habia en su
recinto. Por la margen derecha del Ebro se recompuso y mejoró
el castillo de la Aljafería, estableciendo comunicación con el Por-
tillo por medio de una doble caponera ¿ y asegurando bastante-
mente la defensa hasta la puerta de Sancho. Del otro lado del
castillo hasta el puente de Huerva se habian fortificado los conven-
tos intermedios, se habia levantado un terraplén revestido de
piedra, abierto en partes un foso y construido en el mismo puente
un vedvxcto que se denominó del Pilar. De alli un atrincheramiento
doble se extendía al monasterio de Santa Engracia, cuyas ruinas
se habian grandemente fortalecido. En seguida y hasta el Ebro
defendían la ciudad varias obras y baterías, no habiéndose descui-
dado fortificar el convento de San José, que situado á la derecha
de Huerva descubría los ataques del enemigo, y protegía las salidas
de los sitiados. En el monte Torrero solo se lavantó un atrinchera-
miento , no creyendo el puesto susceptible de larga resistencia. Por
la ribera izquierda del Ebro se resguardó el arrabal con reductos y
flechas, revestidos de ladrillo ó adove, haciendo ademas cortadu-
ras en las calles y aspillerando las casas. Otro tanto se practicó en
la ciudad, tapiando los pisos bajos, atronerando los otros y abriendo
comunicaciones por las paredes medianeras. Las quintas y edificios,
los jardines y los árboles que en derredor del recinto quedaban
aun en pie después de los destrozos del primer sitio, se arrasaron
para despejar los contornos. Todos los moradores á porfía y con
afanado ahinco coadyuvaron á la pronta conclusión de los trabajos
emprendidos.


La artillería no era en general de grueso calibre. Habia unas 60
piezas de á 16 y 24, sacadas por la mayor parte del canal en donde
Jos franceses las habian arrojado: apenas se hizo uso de los mor-
teros por falta de bombas. Se reservaban en los almacenes provi-
siones suficientes para alimentar 15,000 durante seis meses; cada
vecino tenia un acopio particular para su casa, y los conventos
muchas y considerables vituallas. En un principio no se contaba
para la defensa sino con 14 ó 15,000 hombres: aumentáronse hasta
28,000 con los dispersos de Tudela que se incorporaron á la guar-
nición. Era segundo de Palafox Don Felipe Sain-March ; mandaba
la artillería el general Villalba, y los ingenieros el coronel San Genis.
Componíase la caballería de 1400 hombres á las órdenes del gene-
ral Butrón.




LIBRO SÉPTIMO. 555
Los franceses después de la batalla de Tudela tam- ^,¡¡,.,„„,5 a e


bien se preparaban por su parte á comenzar el sitio, l o s franceses,
reuniendo en Alagon las tropas y medios necesarios. El mariscal
Moncey aguardaba allí con el tercer cuerpo la llegada del quinto
que mandaba el mariscal Mortier, desuñados ambos á aquel objeto,
y ascendiendo sus fuerzas reunidas á 35,000 hombres , sin contar
con seis compañías de artillería, ocho de zapadores y tres de mi-
nadores que se agregaron. Mandaba la primera el general Dedon,
y los ingenieros el general Lacoste. A todos y en gefe debia capi-
tanear el mariscal Lannes , que por indisposición se detuvo algunos
dias en Tudela.


Unidos en Alagon el 19 de diciembre los menciona-
• • 1 • tir* * [Preséntense


dos tercero y quinto cuerpo, presentáronse el 20 de- dolante de zara-
lante de Zaragoza, uno por la ribera derecha del Ebro, e o z a"
otro por la izquierda. Antes de formalizar el sitio pensó el mariscal
Moncey general en gefe por ausencia de Lannes, en
apoderarse del monte Torrero, que resguardaba con Mo^ly ™ara6pc08'
5000 hombres Don Felipe Sainl-March. Para ello al d , e r a d e l m 0""'


1 1 / 1« 1 1 Torrero.


amanecer del zl coronaron sus tropas las alturas que
dominan aquel sitio, al mismo tiempo que distrayendo la atención
por nuestra izquierda, se enseñorearon, por la derecha, del puente
de la Muela y de la Casa-Blanca. Desde alli flanquearon la batería
de Buena-Vista, en la que volándose un repuesto de granadas con
una arrojada par los enemigos, causó desorden y obligó á los
nuestros á abandonar el puesto. Entonces Saint-March descubierto
por su derecha pegó fuego en Torrero al puente de América, y
se replegó al reducto del Pilar, en donde repelidos los enemigos
tuvieron que hacer alto. De mal pronóstico era para la defensa de
Zaragoza la pérdida de Torrero : en el anterior sitio igual hecho
habia costado la vida al oficial Falcó : en el actual avínole bien á
Saint-March para no ser perseguido la particular protección de
Palafox.


Compensóse en algo este golpe con lo acaecido en
el Arrabal el mismo día. Queriendo tomarle el general dos íTs S c e ^
Gazan empezó por acometer á los suizos del ejército e n 6 1 A "* m -
español que estaban en el camino de Villamayor : superior en nú-
mero los obligó á retirarse á la torre del Arzobispo, en donde si
bien se defendieron con el mayor valor, dándoles ejemplo su gefe
Don Adriano Walker, quedaron alli los mas muertos ó prisioneros.
Animados los franceses embistieron tres de las baterías del arrabal,
en cuyo parage mandaba Don José Manso. Durante cinco horas
persistieron en sus acometidas. Infructuosamente llegaron algunos
hasta el pie de los cañones del Rastro y el Tejar. El coronel de artille-
ría Don Manuel Velasco que dirigía los fuegos, cubrióse aquel dia de
gloria por su acierto y bizarra serenidad. Mucho igualmente influyó
con su presencia Don José Palafox, que acudía adonde mayor pe-




35G REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ligro amagaba. El éxito fue muy feliz para los españoles , y el ha-
ber sido rechazado el enemigo, asi en este como en otros puntos,
comunicó aliento á los aragoneses, y convenció al francés quetam-
intiraacion á ía P o c o e n e s t a ocasión seria ganada de rebate la ciudad


piaza. de Zaragoza. Por eso recurrió igualmente el mariscal
( • Ap. n. 4.) Moncey á la viade la negociación; mas Palafox des-


echó su propuesta con ánimo levantado y arrogante*.
Los franceses trataron entonces de establecer un riguroso blo-


Bioqneo y „„. queo. Del lado del arrabal el general Gazan inundó el
terreno para impedir las salidas de los sitiados, los cua-


*les el 25 al mando de Don Juan Oneille desalojaron á
los enemigos del soto de Mezquita, obligándolos á retirarse hasta
las alturas de San Gregorio. Por la derecha del rio propuso el ge-
neral Lacoste tres ataques, uno contra la Aljafería, y los otros dos
contra el puente de Huerva y convento de San José, punto que mi-
raban los enemigos como mas flaco por no haber detrás en el recinto
de la plaza muro terraplenado. Empezaron á abrir la trinchera en
la noche del 29 al 30 de diciembre.
sa l ida dei gene - Notando los españoles que avanzaban los trabajos de


« i Butrón. ] o s sitiadores, se dispusieron el 31 á hacer una salida
mandada por el brigadier Don Fernando Gómez de Butrón. Fin-
gióse un ataque en todo lo largo de la linea, enderezándose nuestra
gente á acometer la izquierda enemiga. Mas advertido Butrón de
que por la llanura que se extiende delante de la puerta de Sancho
se adelantaba una columna francesa, prontamente revolvió sobre
ella, y dándole una carga con la caballería la arrolló y cogió 200
prisioneros. Palafox para estimular á la demás tropa , y borrar la
funesta impresión que pudieran causar las tristes noticias del resto
de España, recompensó á los soldados de Butrón con el distintivo
de una cruz encarnada.
Reemplaza junot El I o de enero reemplazó en el mando en gefe al


a Moncey. mariscal Moncey el general Junot duque de Abran-
tes. En aquel dia los sitiadores para adelantarse salieron de las pa-
Sale Mortler p a - ralelas de derecha y centro, perdiendo mucha gente,


r a c a i a t a j n d . y e j m a r ¡ s c a i Mortier, disgustado del nombramiento
de Junot, partió para Calatayud con la división del general Suchet,
lo cual disminuyó momentáneamente las fuerzas de los franceses.


Estos habiendo establecido el 9 ocho baterías, em-
bardeo. pezaron en la mañana del 10 el bombardeo, y á batir


Ataques contra
e n brecha el reducto del Pilar y el convento de San


^ a n JSS?.Z,re" José» que aunque bien defendido por Don Mariano
ducto del Pi lar . „ í n , . . . . í


Renovales, no podía resistir largo tiempo. Era edifi-
cio antiguo, con paredes de poco espesor, y que desplomándose,
en vez de cubrir dañaban con su caída á los defensores. Hiciéronse


sin embargo notables esfuerzos, sobresaliendo en bi-
nanue ía ancho. z a r r ¡ a ^ m u g e r u a m a ( ] a Manuela Sancho, de edad de




LIBRO SÉPTIMO. 557
veinticuatro años, natural de Plenas en la serranía. El 11 dieron
los franceses el asalto, teniendo que emplear en su toma las mismas
precauciones que para una obra de primer orden.


Alojados en aquel convento fueron dueños de la hondonada de
Huerva, pero no podían avanzar al recinto de la plaza sin enseño-
rearse del reducto del Pilar, cuyos fuegos los incomodaban por su
izquierda. El H también este punto habia sido atacado con em-
peño , sin que los franceses alcanzasen su objeto. Mandaba Don
Domingo La Ripa, y se señaló con sus acertadas providencias,
asi como el oficial de ingenieros Don Marcos Símonó, y el coman-
dante de la batería Don Francisco Betbezé. Por la noche hicieron
los nuestros una salida que difundió el terror en el campo enemigo,
hasta que su ejército vuelto en sí y puesto sobre las armas obligó
á la retirada. Arrasado el 15 el reducto, quedando solo escombros
y muertos los mas de los oficiales que le defendían, fue abandonado
entre ocho y nueve de la noche volando al mismo tiempo el puente
de Huerva, en que se apoyaba su gola.


Entre este y el Ebro del lado de San José no restaba ya á Zara-
goza otra defensa sino.su débil recinto y las paredes de sus casas;,
pero habitadas estas por hombres resueltos á pelear de R e s o i o c i o n d e , 0 ,
muerte, alli empezó la resistencia mas vigorosa, mas moradores,
tenaz y sangrienta.


De la determinación de defender las casas nació la Enfermedades r
necesidad de abandonarlas, y de que se agolpase contagio,
parte de la población á los barrios mas lejanos del ataque, con lo
cual crecieron en ellos los apuros y angustias. El bombardeo era
espantoso desde el 10, y para guarecerse de él, amontonándose
las familias en los sótanos, inficionaban el aire cen el aliento de
tantos, con la falta de ventilación, y el continuado arder de luces
y leña. De ello provinieron enfermedades que á poco se trasfor-
maron en horroroso contagio. Contribuyeron á su propagación los
malos y no renovados alimentos, la zozobra, el temor, la no in-
terrumpida agitación, las dolorosas nuevas de la muerte del padre,
del esposo, del amigo; trabajos que á cada paso martillaban el
corazón.


Los franceses continuaron sus obras concluyendo el 21 la ter-
cera paralela de la derecha, y entonces fijaron el emplazamiento
de contrabaterías y baterías de brecha del recinto de la plaza.
Procuraban los españoles por su parte molestar al enemigo con
salidas, y ejecutando acciones arrojadas, largas de referir.


No solo padecían los franceses con el daño que de T e r a o r e s de ios
dentro de Zaragoza se les hacia, sino que también franceses,
andaban alterados con el temor de que de fuera los atacasen cua-
drillas numerosas; y se confirmaron en ello con lo acaecido en Al-
cañiz. Por aquella parte y camino de Tortosa habian destacado
para acopiar víveres al general Vatier con 600 caballos y 1200 in-




338 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Gome que per- fantes. En su ruta fue este molestado por los paisanos


dieron en Alca- y algunos soldados sueltos, en términos que deseoso
de destruirlos los acosó hasta Alcañiz, en cuyas ca-


lles los perseguidos y los moradores defendiéronse con tal denuedo
que para enseñorearse de la población perdieron los franceses mas
de 400 hombres.


Acrecentóse su desasosiego con las voces esparcidas de que el
marqués de Lazan y Don Francisco Palafox venian al socorro de
Zaragoza; voces entonces falsas, pues Lazan estaba lejos en Cata-
luña y su hermano Don Francisco, si bien habia pasado á Cuenca
á implorar la ayuda del duque del Infantado, no le fue á este licito
condescender con lo que pedia. Daba ocasión al engaño una corta
división de 4 á 5000 hombres que Don Felipe Perena, saliendo de
Zaragoza, reunió fuera de sus muros, y la cual ocupando á Villa-
franca, Leciñena y Zuera, recorría la comarca.


Por escasas que fuesen semejantes fuerzas instaba á los franceses
destruirlas : cuando no, podían servir de núcleo á la organización
de otras mayores. Favoreció á su intento la llegada el 22 de enero
Lleuda dei ma- del mariscal Lannes. Restablecido de su indisposición


riscal Lannes. acudía este á tomar el mando supremo del tercero y
quinto cuerpo, que mandados separadamente por gefes entre si
desavenidos, no concurrían á la formación del sitio con la debida
unión y celeridad. Puesto ahora el poder en una sola mano notá-
ronse luego sus efectos. Por de pronto ordenó Lannes al ma-


riscal Mortier que de Calatavud volviese con la división
Llama á Mortier. , . i o , n • i •


del general Súchel, y que con ella y el apoyo de la
de Gazan que bloqueaba el arrabal, marchase al encuentro de la
gente de Perena, que los franceses creian ser Don Francisco de
Palafox. Aquel oficial, dejando hacia Zuera alguna fuerza, reple-
góse con el resto desde Perdiguera, donde estaba, á nuestra Se-
Dispersa este a


n o r a d e Magallon. Gente la suya nueva y allegadiza
perena. ahuyentáronla fácilmente los franceses de las cercanías


de Zaragoza, y pudieron continuar el sitio sin molestia ni diversión
de afuera.


Redoblando pues su furia contra la ciudad abrieron espaciosa
brecha en su recinto, y ya no les quedaba sino pasar el Huerva
para intentar el asalto. Construyeron dos puentes, y en la orilla
izquierda dos plazas de armas donde se reuniese la gente necesaria
al efecto. Los nuestros, sin dejar de defender algunos puntos aisla-
dos que les quedaban fuera, perfeccionaban también sus atrinche-
ramientos interiores.


El 27 determinaron los enemigos dar el asalto. Dos
franceses al re- brechas practicables se les ofrecían, una enfrente del
diito de ia cin- c o n v c n t o ¿ e § a n jos¿} y 0 t r a m a s ¿ la derecha cerca


de un molino de aceite que ocupaban. En el ataque
del centro '.abian también abierto una brecha en el convento de




L1BH0 SÉPTIMO. 339
Sania Engracia, y por ella y las oirás dos corrieron al asalto en
aquel dia á las doce de la mañana. La campana de la torre nueva
avisó á los sitiados del peligro. Todos á su tañido se atrepellaron
á las brechas. Por la del molino embistieron los franceses, y se
encaramaron sin que los detuvieran dos hornillos á que se prendió
fuego; mas un atrincheramiento interior y una granizada de balas,
metralla y granadas, los forzaron á retirarse, limitándose á coro-
nar con dificuldad lo alto de la brecha por medio de un alojamiento.
Enfrente de Jan José, rechazados repelidas veces consiguieron al
fin meterse desde la brecha en una casa contigua, y hubieran pa-
sado adelante á no haberlos contenido la intrepidez de los sitiados.
El ataque contra Santa Engracia, si bien al principio ventajoso al
enemigo, salióle después mas caro que los otros. Tomaron en efecto
sus soldados aquel monasterio, enseñoreáronse del convento in-
mediato délas Descalzas, y enfilando desde él la larga cortina que
iba de Santa Engracia al puente de Huerva obligaron á los espa-
ñoles á abandonarla. Alentados los franceses con la victoria se ex-
tendieron hasta la puerta del Carmen, y llevados de igual ardor
los que de ellos guardaban la paralela del centro, acometieron por
la izquierda, se hicieron dueños del convento deTrinitarios descal-
zos , y ya avanzaban á la Misericordia cuando se vieron abrasados
con el fuego de dos cañones, y el daño que recibían de calles y
casas. Los nuestros persiguiéndolos hicieron una salida, y hasta se
metieron en el convento de Trinitarios, que fuera otra vez suyo
sin el pronto socorro que trajo á los contrarios el general Morlot.
Murieron de los franceses 800 hombres, en cuyo número se con-
taron varios oficiales de ingenieros.


Pero de esta clase tuvieron los españoles que HoraV Muerte de san
a! siguiente dia la dolorosa pérdida del comandante G e n i s-
Don Antonio San Genis, que fue muerto en la batería llamada Pa-
lafox al tiempo que desde ella observaba los movimientos del ene-
migo. Tenia cuarenta y tres años de edad, y amábanle lodos por
ser oficial valiente, experimentado y entendido. Y aunque de con-
dición afable, era tal su entereza que desde el primer sitio habia
dicho, « no se me llame á consejo si se trata de capitular, porque
« nunca será mi opinión que no podamos defendernos. >


El bombardeo mientras tanto continuaba sus estra-
. . . . Estragos del


gos, siendo mayores los de la epidemia, de que ya bombardeo y e-
morian 350 personas por dia, y los hubo en que fa- p l d c m , a -
llecieron 300. Faltaban los medicamentos, estaban henchidos de
enfermos los hospitales, costaba una gallina cinco pesos fuertes,
carecíase de carne y de casi toda legumbre. Ni habia tiempo ni
espacio para sepultar los muertos, cuyos cadáveres hacinados de-
lante de las iglesias, esparcidos á veces y desgarrados por las bom-
bas, ofrecían á la vista espantoso y lamentable espectáculo. Confiado
él mariscal Lannes de que en tal aprieto se darían á partido los




300 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Intimación de españoles, sobretodo sí eran noticiosos de lo que en


Larmes. otras partes ocurría, envió un parlamento comuni-
cando los desastres de nuestros ejércitos y la retirada de los in-
gleses. Mas en balde : los zaragozanos nada escucharon; en vez de
DienodePaiaftH amilanarse crecia su valor al par de los apuros. Su


caudillo, firme como ellos, repetía:« defenderé hasta
« la última tapia. »


Los franceses entonces yendo adelante en sus embestidas, inútil-
mente quisieron el 2 8 y 2 9 apoderarse por su derecha de los con-
ventos de San Agustín y Santa Ménica. Tampoco pudieron vencer
el obstáculo de una casa intermedia que les quedaba para penetrar
Resistencia en en la calle de la Puerta quemada. Lo mismo les suce-
casas y eduicios. c o n u n a m a n z a n a contigua á Santa Engracia, em-
pezando entonces á disputarse con encarnizamiento la posesión de
cada casa, y de cada piso, y de cada cuarto.
Mmas de ios tran- Siendo muy mortífero para los franceses este des-


ceses, conocido linage de defensa, resolvieron no acometer á
pecho descubierto, y emprendieron por medio de minas una guerra
terrible y escondida. Aunque en ella les daban su saber y recursos
glandes ventajas, no por eso se abatieron los sitiados; y sostenién-
dose entre las ruinas y derribos que causaban las minas enemigas ,
no solo procuraban conservar aquellos escombros, sino que tam-
bién queriar recuperar los perdidos. Intentáronlo aunque en vano
con el convento de Trinatarios descalzos. La lid fue porfiada y san-
grienta; quedó herido el general francés Rostoland y muertos mu-
chos de sus oficiales. Nuestros paisanos y soldados abalanzábanse


Patriotismo y
a ' P e u 8 r o como fieras. Y sacerdotes piadosos y atre-


rerror de algunos vidos no cesaban de animarlos con sus lenguas y dar
ecics.asticos. consuelos religiosos á los que caían heridos de muerte,
siendo á veces, ellos mismos víctimas de su fervor. Augusto entonces
y grandioso ministerio, que al paso que desempeñaba sus propias
y sagradas obligaciones, cumplía también con las que en tales casos
y sin excepción exige la patria de sus hijos.


A fuerza de empeño y trabajos, y valiéndose siempre de sus
minas, se apoderaron los franceses el I o de febrero de San Agustín
y Santa Mónica, y esperaron penetrar hasta el Coso por la calle de
Ja Puerta quemada; empresa la última que se les malogró con pér-
Muerte dei gene- dida de 2 0 0 hombres. Dolorosa fue también para


raí Lacoste. e j i o s j a t o m a e n aqjjg] d¡a de algunas casas en la calle
de Santa Engracia, cayendo atravesado de una bala por las sienes
el general Lacoste, célebre ya en otros nombrados sitios. Suce-
dióle Mr. Rogniat, herido igualmente en el siguiente dia.


Aunque despacio, y por decirlo asi, á palmos, avanzaba el ene-
Murmuraciones


m ' S ° P o r ' o s t r e s pantos principales de su ataque que
dei ejército fran- acabamos de mencionar. Mas como le costaba tanta


sangre, excitáronse murmuraciones y quejas en su




LIBRO SÉPTIMO. mi
ejército, las cuales estimularon al mariscal Lannes á avivar la con-
clusión de tan fatal sitio, acometiendo el arrabal.


Seguia en aquella parte el general Gazan, habién- Embestid» dei
dose limitado hasta entonces á conservar riguroso
bloqueo. Ahora según lo dispuesto por Lannes, emprendió los tra-
bajos de sitio. El 7 de febrero embistieron ya sus soldados el con-
vento de franciscanos de Jesús á la derecha del camino de Barce-
lona. Tomáronle después de tres horas de fuego, arrojando de
dentro á 200 hombres que le guarnecían; y no pudiendo ir mas
adelante por la resistencia que los nuestros les opusieron, pará-
ronse allí y se atrincheraron.


Trató Lannes al mismo tiempo de que se diesen la
r. "» Los progresos


mano con este ataque los de la ciudad, y puso su par- dei enemigo en i»
ticular conato en que el de la derecha de San José se c " l d W '
extendiese por la universidad y puerta del Sol hasta salir al pretil
del rio. Tampoco descuidó el del centro, en donde los sitiados de-
fendieron con tal tenacidad unas barracas que habia junto á las
ruinas del hospital, que según la expresión de uno de los gefes
enemigos « era menester matarlos para vencerlos.»Alli el sitiador,
ayudado de los sótanos del hospital, atravesó la calle de Santa
Engracia por medio de una galería, y con la explosión de un hor-
nillo se hizo dueño del convento de San Francisco : hasta que su-
biendo por la noche al campanario el coronel español Fleury acom-
pañado de paisanos, agujerearon juntos la bóveda y causaron tal
daño á los franceses desde aquella altura, que huyeron estos re-
cobrando después á duras penas el terreno perdido.


Los combates de todos lados eran continuos, y aun-
7 J nuevas mur-


que los sostenían por nuestra parte hombres flacos muraciones der
y macilentos, ensañábanse tanto, que creciendo las e í c r c i t 0 f r a n c e s -
quejas del soldado enemigo , exclamaba : « que se aguardasen re-
« fuerzos, si no se quería que aquellas malhadadas ruinas fuesen
« su sepulcro. >


Urgia pues á Lannes acabar sitio tan extraño y T o n i a d e | a r r a_
porfiado. El 18 de febrero volvió á seguirse el ataque M -
del arrabal; y con horroroso fuego, al paso que de un lado se der-
ribaban frágiles casas, flanqueábase del otro el puente del Ebro
para estorbar todo socorro, pereciendo al querer intentarlo el ba-
rón de Versages. A las dos de la tarde abierta brecha, penetraron
los franceses en el convento de mercenarios llamado de San Lá-
zaro. Fundación del rey don Jaime el Conquistador y edificio
grandioso, fue defendido con el mayor valor; y en su escalera de
construcción magnifica anduvo la lucha muy reñida : perecieron
casi todos los que le guarnecían. Ocupado el convento por los fran-
ceses , quedó á los demás soldados del arrabal cortada la retirada.
Imposible fue, excepto á unos cuantos, repasar el puente, siendo
tan tremendo el fuego del enemigo que no parecía sino que á ma-




562 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ñera de las del Janto, se habian incendiado las aguas del Ebro.
En tamaño aprieto echaron los mas de los nuestros por la orilla del
rio, capitaneándolos el comandante de guardias españolas Manso:
pero perseguidos por la caballería francesa, enfermos, fatigados
y sin municiones, tuvieron que rendirse. Con el arrabal perdie-
ron los españoles entre muertos, heridos y prisioneros2000 hom-
bres,


Dueños asi los franceses de la orilla izquierda del Ebro, coloca-
ron en batería SO piezas, con cuyo fuego empezaron á arruinar las


Furioso ataque
c a s a s Guadas al otro lado en el pretil del rio. Gana-


qoo ios franceses ban también terreno dentro de la ciudad, extendién-
preparan. j o s e ^ w , a derecha del Coso; y ocupado el convento
de Trinitarios calzados se adelantaron á la calle del Sepulcro, pro-
curando de este modo concertar diversos ataques. En tal estado,
meditando dar un golpe decisivo, habian formado seis galerías de
mina que atrevesaban el Coso, y cargando cada uno de los horni-
llos con 3000 libras de pólvora, confiaban en que su explosión, cau-
sando terrible espanto en los zaragozanos les obligaría á rendirse.


Deplorable e s - No necesitaron los franceses acudir á medio tan
d a d " d e


l a d °" v ' 0 ' e n l ° - Menos eran de 4000 los hombres que en la
ciudad podían sustentar las armas, 14,000 estaban


postrados en cama, muchos convalecientes y los demás habian pe-
recido al rigor de la epidemia y de la guerra. Desvanecíanse las
Enfermedad de esperanzas de socorro; y el mismo general Don José


paiatox . dg p a i a fox, acometido de la enfermedad reinante,
tuvo que trasmitir sus facultades á una junta que se instaló en la
noche del 18 al 19 de febrero. Componíase esta de 34 indiduos,
siendo su presidente Don Pedro María Ric regente de la audiencia.
Rodeada de dificultades convocó la nueva autoridad á los princi-
pales gefes militares, quienes trazando un tristísimo cuadro de los
medios que quedaban de defensa, inclinaron los ánimos á capitular.
Discutióse no obstante largamente la materia; mas pasando á vota-
ción, hubo de los vocales 26 que estuvieron por la rendición, y
solo ocho, entre ellos Ríe, se mantuvieron firmes en la negativa.
En airtud de la decisión de la mayoría, envióse al cuartel general
enemigo un parlamento, á nombre de Palafox, aceptando con al-
guna variación las ofertas que el mariscal Lannes habia hecho dias
antes; pero este por tardia desechó con indignación la propuesta.
Propone ia junta La junta entonces pidió por sí misma suspensión de


capitular. hostilidades. Aceptó el mariscal francés con expresa
condición de que dentro de dos horas se le presentasen sus comi-
sionados á tratar de la capitulación. En el pueblo y entre los mili-
tares habia un partido numeroso que reciamente se oponía á ella,
por lo cual hubo de usarse de precauciones.
Conferencia con t- U C nombrado para ir al cuartel general francos


Lannes. j ) o n p edro María Ric con otros vocales. Recibiólos




LIBRO SÉPTIMO. 563
aquel mariscal con desden y aun desprecio, censurando agriamente
y con irritación la conducta de la ciudad, por no haber escuchado
primero sus proposiciones. Amansado algún tanto con prudentes
palabras de los comisionados, añadió Lannes, « respetaránse las
c mugeres y los niños, con lo que queda el asunto concluido. »
« Ni aun empezado, replicó prontamente mas con serenidad y fir-
t meza Don Pedro Ric, eso seria entregarnos sin condición á mer-
c ced del enemigo, y en tal caso continuará Zaragoza defendién-
« dose, pues aun tiene armas, municiones, y sobre todo puños. »


No queriendo sin duda el mariscal Lannes compeler
á despecho ánimos tan altivos, reportóse aun mas, y C a p i t n l a C 1 0"-
comenzó á dictar la capitulación. En vano se esforzó Don Pedro Ric
por alterar alguna de sus cláusulas ó introducir otras nuevas. Fue-
ron desatendidas las mas de sus reclamaciones. Sin embargó ins-
tando para que por un artículo expreso se permitiese á Don José
de Palafox ir á donde tuviese por conveniente, replicó P a i a b r » que da
Lannes que nunca un individuo podia ser objeto de una Lannes.
capitulación; pero añadió que empeñaba su palabra de honor de
dejar á aquel general entera libertad , asi como á todo el que qui-
siese salir de Zorogoza. Estos pormenores, qué es necesario no
echar en olvido, han sido publicados en una relación impresa por
el mismo Don Pedro María Ric, de cuya boca también nosotros se
los hemos oído repetidas veces, mereciendo su dicho entera fé,
como de magistrado veraz y respetable.


La junta admitió y firmó el 20 la capitulación, airan- Firma ia ¡mu ia
dose Lannes de que pidiese nuevas aclaraciones; mas «•^«"'«e'on-
de nada sirvió ni aun lo estipulado. En aquella misma noche la sol-
dadesca francesa saqueó y robó; y si bien pudieran atribuirse tales
excesos á la dificultad de contener al soldado después de tan penoso
sitio, no admite igual excusa el quebrantamiento de otros artículos,
ni la falta de cumplimiento de la palabra empeñada de dejar ir li-
bre á Don José de Palafox. Moribundo sacáronle de Quebrántase
Zaragoza, á donde tuvieron que volverle por el estado por ios franceses
de postración en que se hallaba. Apenas restablecido h o r r u r o s a m e n t e
lleváronle á Francia, y encerrado en Vincennes pade- Maltrato dado a
ció hasta en 1814 durísimo cautiverio. a * o x '


Fueron aun mas allá los enemigos en sus demasías y crueldades.
Despojaron á muchos prisioneros, mataron á otros y maltrataron á
casi tocios. Tres días después de la capitulación á la una de la noche
llamaron de un cuarto inmediato al de Palafox donde siempre dor-
mía, á su antigo maestro el padre Don Basilio Boggiero, y al salir
se encontró con el alcalde mayor Solanilla, un capitán francés y un
destacamento de granaderos que le sacaron fuera sin M n e r l e d c pri_
decirle á donde le llevaban. Tomaron al paso al ca- *',°™ r° s Sa S e n ° B "
pellan Don Santiago Sas que se había distinguido en
el segundo sitio tanto como en el anterior, despidieron á Solanilla,




304 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
y solos los franceses marcharon con los dos presos al puente de
Piedra. Alli matáronlos á bayonetazos, arrojando sus cadáveres al
rio. Hirieron primero á Sas, y no se oyó de su boca como tampoco
de la de Boggiero otra voz que la de animarse reciprocamente á
muerte tan bárbara é impensada. Contólo asi después y repetidas
veces el capitán francés] encargado de su ejecución, añadiendo que
el mariscal Lannes le habia ordenado los matase sin hacer ruido,
i Atrocidad inaudita! A tal punto el vencedor atropello en Zara-
goza las leyes de la guerra y los derechos sagrados de la huma-
nidad.
< • Ap n 5 ) ^ a c a p i t u ' a c ' 0 n s e publicó en la Gaceta de Madrid de*


28 de febrero, nunca en los papeles franceses, sin duda
para que se creyese que se habia entregado Zaragoza á merced del
conquistador, y disculpar asi los excesos : como si con capitulación
ó sin ella pudieran permitirse muchos de los que se cometieron.
Entrada de Lan- Eue nombrado el general Laval gobernador de Za-
«es en Zaragoza, ragoza. Hizo el 3 de marzo su entrada solemne Lannes,


p. Santander, recibiéndole en la iglesia de nuestra Señora del Pilar
el padre Santander obispo auxiliar, que ausente en los


dos sitios volvió á Zaragoza á celebrar el triunfo de los enemigos de
su patria. Del joyero de aquel templo se sacaron las mas preciosas
alhajas, pasando á manos de los principales gefes franceses bajo el
('Véase ap. núm. nombre de regalos que hacia la junta *. El mariscal


} Lannes permaneció en Zaragoza hasta el 14 de marzo
otra"™ áTan- que partió á Francia sucediéndole por entonces en el
n é s- mando el general Junot duque de Ábranles.


Duró el sitio de Zaragoza 62 dias; y sin la epidemia, principal
ayudadora de los franceses, muchos esfuerzos y tiempo hubieran
Pérdidas de unos todavía empleado estos en la conquista. Al capitular


y de otros. s o j 0 e r a S U y a u n a c u a r l a p a r t e de la ciudad, el arrabal
y 13 iglesias ó conventos, y sin embargo su posesión les habia cos-
tado tanto trabajo y la pérdida de mas de 8000 hombres. Murieron
(• AP n. 7.) de ' o s españoles en ambos sitios 33,873 * personas; el


mayor número en el último y de la epidemia. Fueron
aniñas de edt- destruidos con las bombas los mas de los edificios. La


cas!" 7 1)11>liot<!~ biblioteca de la universidad, formada con la antigua de
los Jesuítas y enriquecida con varias dádivas, entre


ellas una del ilustre aragonés Don Ramón de Pignatelli, se voló con
una mina. Pereció también al final del sitio la del convento de do-
minicos de San Ildefonso, fundada por el marqués de la Compuesta
secretario de gracia y justicia de Felipe V, en la que habia, sin los
impresos, mas de 2000 curiosos manuscritos. Tan destructora y
enemiga de las letras es la guerra, aun hecha por naciones cultas,
juicio sobre este Muchos han dudado de si fue ó no conveniente de-


sitio, fender á Zaragoza; desaprobando otros con mas razón
el que se hubiesen encerrado tantas tropas en su recinto. Debiérase




LIBRO SÈTTIMO. 363
ciertamente haber acudido al remedio de semejante embarazo, sa-
cando de allí las que se recogieron después de la rola de Tudela ó
cualesquiera otras : con tal que se hubiera limitado su número á
los 14 ó 13,000 hombres que antes habia, y los cuales unidos al
entusiasmado vecindario bastaban para escarmentar de nuevo al
enemigo y detenerle largo tiempo delante de sus muros. Mas por
lo que toca á Ja determinación de defender la ciudad, nos parece
que fue acertada y provechosa. L ° s laureles adquiridos en el primer
sitio liabian dado al nombre da Zaragoza tan mágico influjo, que su
pronta y fácil entrega hubiera causado desmayo en toda la nación.
De otra parte su resistencia no solo impidió la ocupación de algu-
nas provincias, deteniendo el ímpetu de huestes formidables, sino
que también aquellos mismos hombres que tan bravos é impávidos
se mostraban guarecidos de las tapias y las casas, no hubieran inex-
pertos y en campo raso podido sostonerse contra la práctica y dis-
ciplina de los franceses, mayormente cuando la impaciencia pública
forzaba á aventurar imprudentes batallas.


Por varios y encontrados que en este punto hayan sido los dictá-
menes, nunca discordaron ni discordarán en calificar de gloriosísima
y extraordinaria la defensa de Zaragoza. El general francés Rogniat,
testigo de vista, nos dice con loable imparcialidad * : ( . A p „ , }
« La alteza de ánimo que mostraron aquellos morado-
< res fue uno de los mas admirables espectáculos que ofrecen los
« anales de las naciones después de los sitios de Sagunto y Numan-
< cia. » Fuélo en efecto tanto, que en 1814 citóse ya su ejemplo á
los pueblos de Francia, como digno de imitarse, por aquel mismo
Napoleón que antes hubiera querido borrarle de la memoria de los
hombres.




LIBRO OCTAVO.


José en Madrid. — Felicitaciones. — Sus providencias. — Comisarios regios.
— Tropa española. — Junta criminal. — Comisarios de hacienda. — Opi-
nión acerca de José. — Junta central en Sevilla. — Declaración unánime
en favor de la causa peninsular de las provincias de América y Asia — Auxi-
lios que envían. -^Decreto de la central sobre América de 2a de enero. —
Nuevo reglamento para las juntas provinciales de España. — Tratado con
Inglaterra de g de enero. — Subsidios de Inglaterra. — Tribunal de seguri-
dad pública. — Centrales enviados á las provincias. — Marqués de Villel
en Cádiz. •— Los ingleses quieren ocupar la plaza. — Altercados que hubo
en ello. — Alboroto en Cádiz. — Conducta extraña de "Villel. — Riesgo que
corre su persona. — Matan á Heredia. — Sosiégase el alboroto. — Ejér-
citos. — El de la Mancha. — Ataque de Mora. — Alburquerque y Cartaojal.
— Pasa Alburquerque al ejército de Cuesta. — Avanza Cartaojal y se retira.
Acción de Ciudad Real. — Ejército de Extremadura. — Avanza á Ahnaraz.
— Córtase el puente. — Pasan los franceses el Tajo. — Retíranse los nues-
tros. — Ventajas conseguidas por los españoles. — Únese Alburquerque á
Cuesta. — Batalla de Medellin. —Sus resultas. — Determinación de la cen-
tral. — Venegas sucede á Cartaojal. — Reflexiones. — Comisión de So-
telo. — Respuesta de la central. — Cartas de Sebastian! á Jovellanos y otros.
— Cartas de Sebastiani al señor Jovellanos. — Contestación del señor Jo-
vellanos. — Guerra de Austria. — Cataluña. — Alboroto de Lérida. —
Reding en Tarragona. — Plan prudente de Marti. — Varíase. — Situación
del ejército español. — Le atacan los franceses. — Entran en Igualada. —
Movirrie'nlos de Saint-Cyr y Reding. — Batalla de Valls. — Entran los fran-
ceses en Reus. — Esperanzas de Saint-Cyr. — Salen vanas. — Guerra de
somatenes. — Dificultad de las comunicaciones. —• Retírase Saint-Cyr de
las cercanías de Tarragona. — Pasa por Barcelona. — Estado de la ciudad.
Niéganse las autoridades civiles á prestar juramento. — Prenden á muchos
y los llevan á Francia. — Pasa Saint-Cyr á Vique. — Muerte de Reding.—
Sucede Coupigny. — Paisanos del Valles. — Principio de las partidas en
todo el reino. — Decreto de la central. — Porlier. — Don Juan Echavarri.
— El Empecinado. — Ciudad Rodrigo y Wilson. — Asturias. — La junta.
— Ballesteros. — Sus operaciones en Colombres. — Armamento de la pro-
vincia. — Worster. — Entran los asturianos en Ribadeo. — Y en Moudo-
ñedo. — Sorprenden y dispersan los franceses á Worster. — Romana. —
Su ejército. — Empieza el levantamiento de Galicia. —Mariscal Soult. —
Trata de invadir á Portugal. — Inútil tentativa para atravesar el Mino. —
Toma Soult hacia Orense. —Insurrección. — Los abades de Couto y Va-
lladares. — El paisanage molesta á los franceses en su marcha. — Soult y
Romana. — Intimación á este. — Es desbaratada la retaguardia española.
— Ataca á Villafranca. — Se apodera de la guarnición. — Llega Romana
á Oviedo. — Altercado con la junta. — Invade Ney á Asturias. — Keller-
raan. — Romana se embarca en Gijon. — Saquean los franceses á Oviedo.
— Sale Ney de Asturias. — Mahy amenaza á Lugo. — Desbarata al general
Fournier. —Pone cerco á la ciudad. — Crece la insurrección de Galicia.
— Barrio. — Junta de Lobera. — Sitia á Vigo el abad de Valladares. —
Limia. — Tenreiroy el portugués Almeida. — Morillo. — Gogo. — Ríndese
Vigo á los españoles. — Bloqueo de Tuy. — Le alzan. — Y evacúan la ciu-




LIBRO OCTAVO. 367
dad los franceses. — Se crea y aumenta la división del Miño. — Mándala
Don Martin de la Carrera. — Desbarata á los franceses en el campo de la
Estrella. Campaña de Soult en Portugal. — Entran los franceses en
Chaves. — En Braga — Asoman á Oporto. — Estado de la ciudad. — Én-
tranla los franceses. — Gran matanza. — Conducta del mariscal Soult. —
Pidenle sea rey. — Silveira recobra á Chaves. — Coronel Trant. —. Re-
gencia de Portugal. — Cradock y los ingleses. — Beresford manda á los
portugueses. — Refuérzase el ejército inglés. — Sir A Wellesley nombrado
general en gefe. — Sus providencias. •—• Avanza i Coimbra. — Situación
de los franceses. — Sociedad secreta de los filadelfos. — Plan de Welesley.
— Se apoderan los ingleses de Oporto. — Apuros de Soult. — Pasa la fron-
tera. — Llega á Lugo. — Levanta Mahy el cerco. — Encuéntrase con Ro-
mana en Mondoñedo. — Marcha atrevida de los españoles. — Descontento
del soldado con Romana. — Ney y Soult en Lugo. — Conciertan* para
destruir el ejército español. — Conde de Norona a" comandante de Galicia.
Acción del puente de San Payo. — Soult trata de pasar á Castilla. — Pai-
sanos del Sil. — Quema de varios pueblos. — Romana en Celanova. —
Soult en la Puebla de Sanabria. — General Franceschi cogido por el Ca-
puchino. — Situación de Ney. — Mazarredo. — Bazan. — Evacúa Ney á
Galicia. — Entra Noroña en la Coruña. — Worster y Barcena. — Balleste-
ros pasa á Castilla y á las montañas de Santander. — Ocupa á Santander.
Échanle los franceses y se embarca. — Intrepidez de Portier. — Marcha
admirable del batallón de la Princesa. — Romana en la Coruña. — Sus
providencias y negligencia. — Sale á Castilla. — Nombra á Mahy para As-
turias. — Nombra á Ballesteros para mandar 10,000 hombres. — Sucédele
después en el mando del-ejército el duque del Parque. — Fin de este libro.


— Parangón de la guerra de Austria y España. — Previsión notable de
Pitt.


Habiendo la suerte favorecido tan poderosamente
las armas francesas, pareció á muchos estar ya afian- l c s = e n M a d I , d
zada la corona de España en las sienes de José Bonaparte. Aumen-
tóse asi el número de sus parciales, y ora por este motivo, y ora
sobre todo por exigirlo el conquistador, acudieron sucesivamente
á la corte á felicitar al nuevo rey diputaciones de los ayuntamientos
y cuerpos de los pueblos sojuzgados. Esmeráronse algunas en sus
cumplidos, y no quedaron en zaga las que representaban á los ca-
bildos eclesiásticos y á les regulares, con la esperanza sin tluda
estos de parar el golpe que les amagaba. Mostráronse
igualmente adictos varios Obispos, y en tantO grado Felicitaciones.
que dio contra ellos un decreto la junta central *, ( . A p . „.,.,
coligiéndose de ahi qué si bien la mayoría del clero
español como la de la nación estuvo por la causa de la indepen-
dencia , no fue exclusivamente aquella clase ni el fanatismo, según
queda ya apuntado, la que le dio impulso, sino la justa indignación
general. Corrobórase esta opinión al ver que entre los eclesiás-
ticos que abrazaron el partido de José, contáronse muchos de los
que pasaban plaza de ignorantes y preocupados. Tan cierto es que
en las convulsiones políticas el acaso, el error, el miedo colocan
como á ciegas en una y otra parcialidad á varios de los que siguen




368 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
sus opuestas banderas: motivos que reclaman al final desenlace
recíproca indulgencia.
susproTidencias.


J o s e ' l u e S ° <I u e e n t r o e n Madrid en vano procuró
tomar providencias que volviendo la paz y orden al


reino, cautivasen el ánimo de sus nuevos subditos. Ni tenia para
ello medios bastantes, ni era fácil que el pueblo español lastimado
hasta en lo mas hondo de su corazón, escuchase una voz que á su
entender era fingida y engañosa. Desgraciada por lo menos fue y
de mal sonido la primera que resonó en los templos, y que se
trasmitió por medio de una circular fecha en 24 de enero. Or-
denábase en su contenido con promesa de la futura evacuación de
los franceses cantar en todos los pueblos un Te Deum en acción de
gracias por las victorias que habia en la península alcanzado Napo-
león , que era como obligar á los españoles á celebrar sus propias
desdichas.


Al mismo tiempo salieron para las provincias con el título de
comisarios re- comisarios regios sugetos de cuenta á restablecer el


«¡os- orden y las autoridades, predicar la obediencia y re-
presentar en todo y extraordinariamente la persona del monarca.
Hubo de estos quienes trataron de disminuir los males que ago-
biaban á los pueblos; hubo otros que los acrecentaron desem-
peñando su encargo en provecho suyo y con acrimonia y pasión.
Su influjo no obstante era casi siempre limitado, teniendo que
someterse á la voluntad varia y antojadiza de los generales franceses.


Solo en Madrid se guardaba mayor obediencia al gobierno de
José, y solo con los recursos de la capital y sobre todo con los


derechos cobrados á la entrada de puertas podia aquel
Tropa española. . , . .i ,


contar para subvenir a los gastos públicos. Estos en
verdad no eran grandes, ciñéndose á los del gobierno supremo,
pues ni corría de su cuenta el pago del ejército francés, ni tenia
aun tropa ni marina española que aumentasen los presupuestos del
estado. Sin embargo fue uno de sus primeros deseos formar regi-
mientos españoles. La derrota de Uclés y las que la siguieron, pro-
porcionaron á las banderas de José algunos oficiales y soldados.
Pero los madrileños miraban á estos individuos con tal ojeriza y
desvío, tiznándolos con el apellido de jurados, que no pudo al prin-
cipio el gobierno intruso enregimentar ni un solo cuerpo completo
de españoles. Apenas se veia el soldado vestido y calzado y repuesto
de sus fatigas, pasaba del lado de los patriotas, y no parecía sino
que se habia separado temporalmente de sus filas para recobrar
fuerzas, y empuñar armas que le volviesen la estimación perdida.
Por eso ya en enero dieron en Madrid un decreto riguroso contra
los ganchos y seductores de soldados y paisanos que de nada sir-
vió , empeñando este género de medidas en actos arbitrarios y de
cada vez mas odiosos cuando la opinión se muestra contraria y
universal.




LIBRO OCTAVO. 3 6 9
Asi fue que en 16 de febrero creó el gobierno de José una


junta criminal extraordinaria compuesta de cinco al-
caldes de corte, la cual entendiendo en las causas de c* l m ( n a L
asesinos y ladrones, debía también juzgar á los patriotas. En el
decreto * de su creación confundíanse estos bajo el
nombre de revoltosos, sediciosos y esparcidores de ' *A p ' , - )
malas nuevas, y no solo se les imponía á todos la misma pena, sino
también á los que usasen de puñal ó rejón. Espantosa desigualdad,
mayormente si se considera que la pena impuesta era la de horca,
la cual, según la expresión del decreto, habia de ser ejecutada irre-
misiblemente y sin apelación. Y como si tan destemplado rigor no
bastase, añadíase en su contexto que aquellos á quienes no so pro-
base del todo su delito, quedarían á disposición del ministro de
policía general para enviarlos á los tribunales ordinarios, y ser
castigados con penas extraordinarias, conforme á la calidad de los
casos y de las personas. Muchos perjuicios se siguieron de estas
determinaciones : varias fueron las víctimas, teniendo que llorar
entre ellas á un abogado respetable de nombre Escalera, cuyo delito
se reducía á haber recibido cartas de un hijo suyo que militaba del
lado de los patriotas. Su infausta suerte esparció en Madrid pro-
funda consternación. Don Pablo Arribas, hombre de algunas letras,
despierto, pero duro é inflexible, y que siendo ministro de policía
promovía con ahinco semejantes causas, fue tachado de cruel y en
extremo aborrecido, como varios de los jueces del tribunal criminal
extraordinario : suerte que cabrá siempre á los que no obren muy
moderadamente en el castigo de los delitos políticos, que por lo
general solo se consideran tales en medio de la irritación de los
ánimos, soliendo luego absolverlos la fortuna.


A las medidas de severidad del gobierno de José acompañaron
ó siguieron algunas benéficas que sucesivamente iremos notando,
su establecimiento sin embargo fue lento ó nunca tuvo otro efecto
que el de estamparse en la colección de sus decretos, inútilmente
se mandó en 24 de abril que no se impusieran con- comisarios de
tribuciones extraordinarias en las provincias sometidas hacienda,
nombrando comisarios de hacienda que lo evitasen y diesen prin-
cipio á arreglar debidamente aquel ramo. El continuo paso y mu-
danza de tropas francesas, la necesidad y la codicia y malversa-
ción de ciertos empleados impedían el cumplimiento de bien
ordenadas providencias , y achacábanse á veces al gobierno intruso
los daños y males que eran obra de las circunstancias. Por lo
demás nunca hubo, digámoslo asi, un plan fijo de administración,
destruido casi en sus cimientos el antiguo, y no adoptado aun el
que habia de emanar de la constitución de Bayona.


José por su parte entregado demasiadamente á los Opinión acerca
deleites, poco respetado de los generales franceses, y d e , o s é '
desairado con frecuencia por su hermano, no crecía en aprecio á


i. 24




570 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
los ojos de la mayoría española, que le miraba romo un rey de
bálago, sujeto al capricho, á la veleidad y á los intereses del gabi-
nete de Francia. Con lo cual si bien las victorias le granjeaban al-
gunos amigos, ni su gobierno se fortalecía, ni la confianza to-
maba el conveniente arraigo.


Menos afortunada que José en las armas, fuélo mas la junta
juma central en central en el acatamiento y obediencia que le rindie-


seviiia. r o n ] o s pueblos. Sin que le tuviesen grande afición,
censurando á veces con justicia muchas de sus resoluciones, la res-
petaban y cumplían sus órdenes como procedentes de una autoridad
que estimaban legítima. José Bonaparte nó era dueño sino de los
pueblos en que dominaban las tropas francesas: la central éralo
de todos aun de los ocupados por el enemigo, siempre que podian
burlar la vigilancia de los que apellidaban opresores. Tranquila en
su asiento de Sevilla apareció alli con mas dignidad y brillo, dán-
dole mayor realce la declaración en favor de la causa peninsular
que hicieron las provincias de América y Asia.


A imitación de las de Europa levantaron estas un
Declaración grito universal de indignación al saber los aconleci-


df ía 'Tausa'"" mientos de Bayona y el alzamiento de la península,
«insular de la» L o s habitantes de Cuba, Puerto Rico, Yucatán y el
provincias de A- ' , , J


mérica y Asia, poderoso remo de JN ueva España pronunciáronse con
no menor unión y arrebatamiento que sus hermanos


de Europa. En la ciudad de Méjico, después de recibir pliegos de
los diputados de Asturias en Londres y de la junta de Sevilla , ce-
lebróse en 9 de agosto de -1808 una reunión general de las autori-
dades y principales vecinos, en la que reconociendo á todas y á cada
una de lasjuntas de España, se juró no someterse á otro soberano
mas que á Fernando Vil y á sus legítimos sucesores de la estirpe
real de Borbon, comprometiéndose á ayudar con el mayor esfuerza
tan sagrada causa. En las islas se entusiasmaron á punto de reco-
brar en noviembre de aquel año la parte española de Santo Do-
mingo cedida á Francia por el tratado de Basilea. Idénticos fueron
los sentimientos que mostraron sucesivamente Tierra Firme, Bue-
nos-Aires , Chile, el Perú y Nueva Granada. Idénticos los de todas
las otras provincias de una y otra América española, cundiendo
rápidamente hasta las remotas islas Filipinas y Marianas. Y si los
agravios de Madrid y Bayona tocaron por su enormidad en inau-
ditos, también es cierto que nunca presentó la historia del mundo
un compuesto de tantos millones de hombres esparcidos por el
orbe en distintos climas y lejanas regiones que se pronunciasen tan
unánimemente contra la iniquidad y violencia de un usurpador ex-
trangero.
Amiiios «ue en- Ni se limitó la declaración á vanos clamores, ni su


vían. expresión á estudiadas frases : acompañaron á uno y
á otro cuantiosos donativos que fueron de gran socorro en la deslíe-




LIBRO OCTAVO. 371
cha tormenta de fines del año de 8 y principios del 9 . El laborioso
catalán, el gallego, el vizcaíno, los españoles todos que á costa de
sudor y trabajo habían allí acumalado honroso caudal, apresurá-
ronse á prodigar socorros á su patria ya que la lejanía no les per-
mitía servirla con sus brazos. El natural de América también siguió
entonces el impulso que le dieron sus padres *, y no
menos que doscientos ochenta y cuatro millones de (*AP-N- 3-)
reales vinieron para el gobierno de la central en el año de 1809. De
ellos casi la mitad consistió on dones gratuitos ó anticipaciones, es-
tando las arcas reales muy agotadas con las negociaciones y der-
roche del tiempo de Carlos IV.


Tan desinteresado y general pronunciamiento pro-
vocó en la central el memorable decreto * de 22 de nocreto de ia
enero, por el cual declarándose que no eran los vastos ménra de'X de
dominios españoles de Indias propiamente colonias vae"'-
sino parte esencial é integrante de la monarquía, se ( < A , ^
convocaba para representarlos á individuos quedebian
ser nombrados al efecto por sus ayuntamientos. Cimentáronse so-
bre este decreto todos los que después se promulgaron en la mate-
ria, y conforme á los cuales se igualaron en un todo con los peninsu-
lares los naturales de América y Asia. Tal fue siempreja mente y
aun la letra de la legislación española de Indias, debiendo atribuirse
el olvido en que á veces cayó á las mismas causas que destruyeron v
atrepellaron en España sus propias y mejores leyes. La lejanía, lo
tarde que á algunas partes se comunicó el decreto é impensados em-
barazos no permitieron que oportunamente acudiesen á Sevilla los
representantes de aquellos países, reservándose novedad de ta-
maña importancia para los gobiernos que sucedieron á la junta
central.


Otros cuidados de no menor interés ocuparon á
esta al comenzar el año de 1809. Fue uno de los pri- ^utT'^L
meros dar nueva planta á las juntas provinciales de j " " ^ 5 p ^ n c i a -
donde se derivaba su autoridad, formando un regla- e s E s p a n a "
mentó con fecha de I o de enero según el cual se limitaban las facul-
tades que antes tenían, y se dejaba solo á su cargo lo respectivo á
contribuciones extraordinarias, donativos, alistamiento, requisi-
ciones de caballos y armamento. Reducíase á nueve el número de
sus individuos, se despojaba á estos de parte de sus honores, y se
cambiaba la antigua denominación de juntas supremas en la de
superiores provinciales de observación y defensa. También se enco-
mendaba á su celo precaver las asechanzas de personas sospecho-
sas, y proveer á la seguridad y apoyo de la central; encargo, por
decirlo de paso, á la verdad extraño, poner su defensa en manos
de autoridades que se deprimían. Aunque muchos aprobaron y en
lo general se tuvo por j usto circunscribir las facultades de las j u n tas,
causó gran desagrado el artículo 10 del nuevo reglamento, según




572 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
el cual se prohibía el libre uso de la imprenta, no pareciendo sino
que al extenderse no estaba aun yerto el puño de Floridablanca.
Alborotáronse varias juntas con la reforma, y Ja de Sevilla se enojó
sobremanera, y á punto que suscitó la cuestión de renovar cada
seis meses uno de sus individuos en la central, y aun llegó á dar
sucesor al conde de Tilly. Encendiéndose mas y mas las contesta-
ciones, suspendióse el nuevo reglamento, y nunca tuvo cumplido
efecto ni en todas las provincias ni en todas sus partes. Quizá obró
livianamente la central en querer arreglar tan pronto aquéllas cor-
poraciones, mayormente cuando los acontecimientos de la guerra
cortaban á veces la comunication con el gobierno supremo; pero
al mismo tiempo fueron muy reprensibles las juntas que movidas de
ambición dieron lugar en aquellos apuros á altercados y desabri-
mientos.


Señalóse también la entrada del año de 1809 con estrechar de
„ , . un modo solemne las relaciones con Inglaterra. Hasta
Tratado con tx


Inglaterra d e s entonces las que mediaban entre ambos gobiernos eran
do enero. francas y cordiales, pero no estaban apoyadas en
pactos formales y obligatorios. Túvose pues por conveniente darles
mayor y verdadera firmeza, concluyendo en 9 de enero en Londres
un tratado de paz y alianza. Según su contenido se comprometió
Inglaterra á asistir á los españoles con lodo su poder, y á no reco-
nocer otro rey de España é Indias sino á Fernando VII, á sus he-
rederos ó al legítimo sucesor que la nación española reconociese;
y por su parte la junta central se obligó á no ceder á Francia por-
ción alguna de su territorio en Europa y demás regiones del mundo,
no pudiendo las partes contratantes concluir lampoco paz con
aquella nación sino de común acuerdo. Por un artículo adicional se
convino en dar mutuas y temporales franquicias al comercio de
ambos estados, hasta que las circunstancias permitiesen arreglar
sobre la materia un Iratado definitivo. Queria entonces la central
entablar uno de subsidios mas urgente que ningún otro; pero en
vano lo intentó.
subsidios de in- J j O S 1 u e España había alcanzado de Inglaterra ha-


giaterra. bian sido cuantiosos, si bien nunca se elevaron, sobre
todo en dinero, á lo que muchos han creído. De las juntas provin-
ciales solo las de Galicia, Asturias y Sevilla recibieron cada una
20,000,000 de reales vellón, no habiendo llegado á manos de las
otras cantidad alguna, por lo menos notable. Entregáronse á la
central 1,600,000 rs. en dinero, y en barras 20,000,000 de la
misma moneda. A sus continuas demandas respondía el gobierno
británico que le era imposible tener pesos fuertes si España no
abria al comercio inglés mercados en América, por cuyo medio y
en cambio de géneros y efectos de su fabricación le darían plata
aquellos naturales. Por fundada que fuera hasta cierto punto dicha
contestación, desagradaba al gobierno español, que con mas ó




LIBRO OCTAVO. 373
menos razón estaba persuadido de que con Ja facilidad adquirida
desde el principio de la guerra de introducir en la península merca-
derías inglesas, de donde se difundían á América , volvía á Ingla-
terra el dinero anticipado á los españoles, ó invertido en el pago
de sus propias tropas, siendo contados los retornos de otra especie
que podía suministrar España.


Lo cierto es que la junta central con los cortos auxilios pecunia-
rios de Inglaterra, y limitada en sus rentas á los productos de las
provincias meridionales, inviniendo las otras los suyos en sus pro-
pios gastos, difícilmente hubiera levantado numerosos ejércitos sin
el desprendimiento y patriotismo de los españoles, y sin los pode-
rosos socorros con que acudió América., principalmente cuando
dentro del reino era casi nulo el crédito, y poco conocidos los me-*
dios de adquirirle en el extrangero.


Levantáronse clamores contra la central respecto de la distribu-
ción de fondos, y aun acusáronla de haber mal versado algmios.
Probable es que en medio del trastorno general, y de resultas de
batallas perdidas y de dispersiones haya habido abusos y oculta-
ciones hechas por manos subalternas, mas injustísimo fue atribuir
tales excesos á los individuos del gobierno supremo que nunca ma-
nejaron por sí caudales, y cuya pureza estaba al abrigo en casi to-
dos hasta de la sospecha. A los ojos del vulgo siempre aparecen
abultados los millones, y la malevolencia se aprovecha de esta
propensión á fin dé ennegrecer la conducta de los que gobiernan.
En la ocasión actual eran los gastos harto considerables para que
no se consumiese con creces lo que entró en el erario.


A modo del tribunal criminal de José creó asimismo la central
uno de seguridad pública que entendiese en los deli- X r ¡ b i m a l d e se_
tos de infidencia, y aunque no tan arbitrario como gorMad púwica .
aquel en la aplicacron y desigualdad de las penas, reprobaron con
ra^on su establecimiento los que no quieren ver rotos bajo ningún
pretexto los diques que las leyes y la experiencia han puesto á las pa-
siones y á la precipitación de los juicios humanos. Ya en Aranjuez
se estableció dicho tribunal con el nombre de extraordinario de
vigilancia y protección; y aun se nombraron ministros por la
mayor parte del consejo que le compusieran; mas hasta Sevilla y
bajo otros jueces no se vio que ejerciese su terrible ministerio.
Afortunadamente rara vez se mostró severo é implacable. Dirigió
casi siempre sus tiros contra algunos de los que estaban ausentes y
abiertamente comprometidos, respondiendo en parte á los fallos de
la misma naturaleza que pronunciaba el tribunal extraordinario
de Madrid. Solo impuso la pena capital á un ex-guardia de corps
que se había pasado al enemigo, y en abril de 1809 mandó ajustir
ciaren secreto, exponiéndolos luego al público, á Luis Gutiérrez
y á un tal Echevarría su secretario, mozo de entendimiento claro y
despejado. El Gutiérrez habia sido fraile y redactor de una gaceta




574 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
en español que se publicaba en Bayona, y el cual con su compa-
ñero llevaba comisión para disponer los ánimos de los habitantes
de América en favor de José. Encontráronles cartas del rey Fer-
nando y del infante Don Carlos que se tuvieron por falsas. Quizá
no fue injusta la pena impuesta, según la legislación vigente, pero
el modo y sigilo empleado merecieron con razón la desaprobación
de los cuerdos é imparciales.


centrales en- Tampoco reportó provecho el enviar individuos de
•lados á las pro- la central á las provincias, de cuya comisión hablamos
vmcias. e n e j j ¡ j ) r o s e x t 0 L a j u n t a intitulándolos comisarios,
los autorizó para presidir á las provinciales y representarla con la
plenitud de sus facultades. Los mas de ellos no hicieron sino arri-
marse á la opinión que encontraron establecida, ó entorpecer la
acción de las juntas, no saliendo por lo general de su comisión nin-
guna providencia acertada ni vigorosa. Verdad es que siendo, con-
forme queda apuntado, pocos entre los individuos de la central los
que se miraban como prácticos y entendidos en materias de go-
bierno, quedáronse casi siempre los que lo eran en Sevilla, yendo
Marqoésdeviuei ordinariamente á las provincias los mas inútiles y li-


en cadií. mitados. Fue de este número el marqués de Villel :
enviado á Cádiz para atender á su fortificación, y desarraigar añejos
abusos en la administración de la aduana, provocó por su indis-
creción y desatentadas providencias un alboroto que á no atajarse
con oportunidad, hubiera dado ocasión á graves desazones. Como
este acontecimiento se rozó con otro que por entonces y en la misma
ciudad ocurrió con los ingleses, será bien que tratemos á un tiempo
de entrambos.


Los ingleses Luego que el gobierno británico supo las derrotas
qnieron ocupar de los ejércitos españoles, y temiendo que los iran-
ia piaza. c e s e s ¡ n v a ( i j e s e n ] a s Andalucías, pensó poner al abrigo
de todo rebate la plaza de Cádiz, y enviar tropas suyas que la guar-
neciesen. Para el recibimiento de esta y para proveer en ello lo
conveniente envió alli á Sir Jorge Smith con la advertencia, según
parece, de solo obrar por sí en el caso de que la junta central
fuese disuelta, ó de que se cortasen las comunicaciones con el in-
terior. No habiendo sucedido lo que recelaba el ministerio inglés,
y al contrario estando ya en Sevilla el gobierno supremo, de re-
pente y sin otro aviso notició el Sir Jorge al gobernador de Cádiz
como S. M. B. le había autorizado para exigir que se admitiese
dentro de la plaza guarnición inglesa: escribiendo al mismo tiempo
á Sir Juan Cradock general de su nación en Lisboa, á fin de que
sin tardanza enviase á Cádiz parte de las tropas que tenia á sus
órdenes. Avenida la junta central de lo ocurrido, extrañó que no
se la hubiera de antemano consultado en asunto tan grave, y que
el ministro inglés Mr. Frere no le hubiese hecho acerca de ello la
mas leve insinuación. Resentida dióselo á entender con oportunas




LIBRO OCTAVO. 375
reflexiones, previniendo a! marques-de Villel .su representante en
Cádiz y al gobernador, que de ningún modo permitiesen á los in-
gleses ocupar la plaza, guardando no obstante en la ejecución de
la orden el miramiento debido á tropas aliadas.


A pOCO tiempo y al principiar lebrero llegaron á la Altercados que
bahía gaditana con el general Mackenziedos regimien- i a h u m M o
tos de los pedidos á Lisboa, y súpose también entonces por el
conducto regular cuáles eran ios intentos del gobierno inglés. Este,
confiado en que la expedición de Moore no tendría el pronto y mal-
hadado término que hemos visto, quería, conforme manifestó,
trasladar aquel ejército ó bien á Lisboa, ó bien al mediodía de Es-
paña ; y para tener por esta parte un punto seguro de desembarco,
habia resuelto enviar de antemano á Cádiz al general Sherbrooke
con 4000 hombres que impidiesen una súbita acometida de los
franceses. Asi se lo comunicó Mr. Frere á la junta central, y asi
en Londres Mr. Canning al ministro de España Don Juan Ruiz de
Apodaca, añadiendo queS. M. B. deseaba que el gobierno español
examinase si era ó no conveniente dicha resolución.


Parecían contrarios á los anteriores procedimientos de Sir Jorje
Smith los pasos que en la actualidad se daban, y disgustábale á la
central que después de haber desconocido su autoridad se pidiese
ahora su dictamen y consentimiento. No pensaba que Smith se hu-
biese excedido de sus facultades según se le aseguró , y mas bien
presumió que se achacaba al comisionado una culpa que solo era
hija de resoluciones precipitadas, sugeridas por el temor de que los
franceses conquistasen en breve á España. Siguiéronse varias con-
testaciones y conferencias que t¡e prolongaron bastantemente. La
junta mantúvose firme y con decoro, y terminó el asunto por medio
de una juciosa nota * pasada en I o de marzo, de euvás


, • . i - i
J |* Ap. n. 4.1


resultas dióse otro destino a las tropas inglesas que
iban á ocupar á Cádiz.


Al propio tiempo y cuando aun permanecían en su Alboroto en ca-
bahía los regimientos que trajo el general Mackenzie, d i í-
se suscitó dentro de aquella plaza el alboroto arriba indicado, cuya
coincidencia dio ocasión á que unos le atribuyesen á manejos de
agentes británicos, y otros á enredos y maquinaciones de los par-
ciales de los franceses; estos para impedir el desembarco é intro-
ducir división y cizaña, aquellos para tener un pretexto de meter en
Cádiz las tropas que estaban en la bahía. Asi se inclina el hombre
á buscar en origen oscuro y extraordinario la causa de muchos
acontecimientos. En el caso presente se descubre fácilmente esta en
el interés que tenían varios en conservar los abusos que iba á des-
arraigar el marqués de Villel; en los desacordados procedimientos
del último y en la suma desconfianza que á la sazón reinaba. El
marqués en vez de contentarse con desempeñar sus importantes
comisiones, se entrometió en dar providencias de policía subalterna




376 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ó solo propias del recogimiento de un claustro. Prohibía las diver-
c o n d o c t a e n ™ - siones, censuraba el vestir de las mugeres, perseguía


ña d e vuiei. ¿ j a s ^ e c o n d u c i a equivoca, ó á las que tal le parecían,
dando pábulo con estas y otras medidas no menos inoportunas á la
indignación pública. En tal estado bastaba el menor incidente para
que de las hablillas y desabrimientos se pasase á una abierta in-
surrección.


Presentóse con la entrada en Cádiz el 22 de febrero de un bata-
llón de extrangeros compuesto de desertores polacos y alemanes.
Desagradaba á los gaditanos que se metiesen en la plaza aquellos
soldados, á su entender poco seguros : con lo que los enemigos de
la central y los de Villel que eran muchos, soplando el fuego, tu-
multuaron la gente que se encaminó á casa del marqués para leer
un pliego sospechoso á los ojos del vulgo, y el cual acababa de lle-
gar al capitán del puerto. Manifestóse el contenido á los alborota-
dos , y como se limitase este á una orden para trasladar los prisio-
neros franceses dé Cádiz á las islas Baleares, aquietáronse por de
pronto, mas luego arreciando la conmoción fue llevado el marqués
Riesgo qne corre con gran peligro de su persona á Jas casas consisto-


so persona, ríales. Crecieron las amenazas, y temerosos algunos
vecinos respetables de que se repitiese la sangrienta y deplorable
escena de Solano, acudieron á libertar al angustiado Villel acompa-
ñados del gobernador Don Félix Jones y de Fr. Mariano de Sevilla
guardián de capuchinos, que ofreció custodiarle en su convento. De
entre los amotinados salieron voces de que los ingleses aprobaban la
sublevación, y teniéndolas por falsas rogó el gobernador Jones al
general Mackenzie que las desvaneciese, en cuyo deseo condescen-
dió el inglés. Con lo cual, y con fenecer el dia se sosegó por en-
tonces el tumulto.


A la mañana siguiente publicó el gobernador un bando que cal-
mase los ánimos; mas enfureciéndose de nuevo el populacho quiso
forzar la entrada del castillo de Santa Catalina, y matar al general
Carraffa que con otros estaba alli preso. Púdose afortunadamente
contener con palabras á la muchedumbre, entre la que hallándose
MatanáHered ia


c ' e r t o s contrabandistas, revolvieron sóbrela Puerta
del mar, cogieron á Don José Heredia comandante del


resguardo, contra quien tenían particular encono, y le cosieron á
Sosiégase el a l -


puñaladas. La atrocidad del hecho, el cansancio y los
toroto. ruegos de muchos calmaron al fin el tumulto, pren-


diendo los voluntarios de Cádiz á unos cuantos de los mas desaso-
segados.


Ejércitos Afligian á los buenos partricios tan tristes y funestas
ocurrencias, sin que por eso se dejase de continuar con


la misma constancia en el santo propósito de la libertad de la patria.
La central ponia gran diligencia en reforzar y dar nueva vida á los
ejércitos que habiéndose acogido al mediodía de España le servían




LIBRO OCTAVO. 377
de valladar. En febrero del apellidado del centro y de Ja gente que
el marqués del Palacio y después el conde de Cartaojal habian
reunido en la Carolina, formóse solo uno, según insinuamos, á las
órdenes del último general. En Extremadura prosiguió Don Gre-
gorio de la Cuesta juntando dispersos y restableciendo el orden y
la disciplina para hacer sin tardanza frente al enemigo. De cada uno
de estos dos ejércitos y de sus operaciones hablaremos sucesiva-
mente.


El que mandaba Cartaojal, ahora llamado déla Man-
cha, constaba de 16,000 infantes y mas de 30Ü0 caba- E I i e l a M a n c h a
líos. Los quede ellos se renuieron en la Carolina tuvieron mas tiempo
de arreglarse; y la caballería numerosa y bien equipada, sí no te-
nia la práctica y ejercicios necesarios, por lo menos sobresalía en
sus apariencias. Debían darse la mano las operaciones de este ejér-
cito con las del general Cuesta en Extremadura, y ya antes de ser se-
parado del mando del ejército del centro el duque del Infantado, se
había convenido en febrero entre él y el de Cartaojal hacer un mo-
vimiento hacia Toledo, que distrajese parte de las fuerzas enemigas
que intentaban cargar á Cuesta. Con este propósito púsose á las
órdenes del duque de Alburquerque, encargado del mando de la
vanguardia del ejército del centro después de la batalla de Uclés,
una división formada con soldados de aquel y con otros del de la
Carolina; constando en todo de 9000 infantes, 2000 caballos y
10 piezas artillería.


Era el de Alburquerque mozo valiente, dispuesto
, . 1 ^ , , Ataque de Mora.


para este genero de operaciones. Encaminóse por Ciu-
dad Real y el pais quebrado y de bosque espeso llamado la Gualde-
ría, y se acercó á Mora que ocupaba con 300 á 600 dragones fran-
ceses el general Dijon. Aunque por equivocación de los guias y
cierto desarreglo que casi siempre reinaba en nuestras marchas, no
había llegado aun toda la gente de Alburquerque, particularmente
la infantería, determinó este atacar á los enemigos el 18 de fe-
brero : los cuales advertidos por el fuego de las guerrillas españolas
evacuaron la villa de Mora, y solo fueron alcanzados camino de To-
ledo. Acometiéronlos con brio nuestros ginetes, señaladamente los
regimientos de España y Pavía, mandados por sus coroneles Gamez
y príncipe de Angloua, y acosándolos de cerca se cogieron unos
80 hombres, equipages y el coche del general Dijon.


Avisados los franceses de las cercanías de tan impensado ataque,
comenzaron á reunir fuerzas considerables, délo que temeroso Al-
burquerque se replegó á Consuegra en donde permaneció hasta
el 22. En dicho dia se descubrieron los franceses por la llanura que
yace delante de la villa, y desde las nueve de la mañana estuvo ju-
gando de ambos lados la artillería, hasta que á las tres de la misma
larde sabedor Alburquerque de que 11,000 infantes y 5000 caballos
venían sobre él, creyó prudente replegarse por la Cañada del




578 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
puerto de Gineta. No siguió el enemigo, parándose en el bosque de
Consuegra, y los españoles se retiraron á Manzanares descansada-
mente. Infundió esta escursion, aunque de poca importancia, se-
guridad en el soldado, y hubiera podido ser comienzo de otras que
le hiciesen olvidar las anteriores derrotas y dispersiones.


Pero en vez de pensar los gefes en llevar á cabo tan noble reso-
Anurqnennie y


luñon, entregáronse á zelos y rencillas. El de Albur-
cartaojai . querque fundadamente insistía en que se hiciesen cor-


rerías y expediciones para adestrar y foguear la tropa, mas inquieto
y revolvedor sustentaba su opinión de modo que enojando á Car-
taojal , mirábale este con zelosa ojeriza. En tanto los franceses ha-
bían vuelto á sus antiguas posiciones, y fortaleciéndose en el ejér-
cito español y cundiendo el dictamen de Alburquerque, aparentó el
general en gefe adherir á él; determinando que dicho duque fuese
con 2000 ginetes la vuelta de Toledo, en donde los enemigos tenían
4000 infantes y 1500 caballos. Dobladas fuerzas que las que estos
tenían habia pedido aquel para la expedición, único medio de no
aventurar malamente tropas bisoñas como lo eran las nuestras. Por
lo mismo juzgó con razón el de Alburquerque que la condescen-
dencia del conde de Cartaojal no era sino imaginada traza para com-
prometer su buena fama; con lo cual creciendo entre ambos la ene-
mistad , acudieron con sus quejas á la central, sacrificando asi á
deplorables pasiones la causa pública.


rasa Aibar ^ e a P r 0 ' 3 d e n Sevilla el plan del duque, pero de-
querque al ejér- biendo aumentarse el ejército de Cuesta con parte
cito de cncsta. ^ 1 j a j f a n c n a t p 0 r haber engrosado el suyo en
Extremadura los franceses, aprovechóse Cartaojal de aquella ocur-
rencia para dar al de Alburquerque el encargo de capitanear las
divisiones délos generales Bassecourt y Echavarry, destinadas á di-
cho objeto. Mas compuestas ambas de 5500 hombres y 200 caba-
llos , advirtieron todos que con color de poner al cuidado del duque
una comisión importante; no trataba Cartaojal sino de alejarle de su
lado. Censuróse esta providencia no acomodada á las circustancias :
pues si Alburquerque empleaba á veces reprensibles manejos y se
mostraba presuntuoso, desvanecíanse tales faltas con el espíritu
guerrero y deseo de buen renombre que le alentaban.


El conde de Cartaojal habia sentado su cuartel general en Ciu-
dad Real; extendíase la caballería hasta Manzanares ocupando á
Daymiel, Torralba y Carrion, y la infantería se alojaba á la iz-
quierda y á espaldas de Valdepeñas. Don Francisco Abadía, cuar-
tel maestre, y los gefes de las divisiones trabajaron á porfía en
ejercitar la tropa, pero faltaba práctica en la guerra y mayor co-
nocimiento de las grandes maniobras.
Avanza Cartaojal


Comenzó Cartaojal á moverse por su frente y
y se retira. avanzó el 24 de marzo hasta Yébenes. Alii Don Juan


Bernuy, que mandaba la vanguardia, atacó á un cuerpo de lance-




LIBRO OCTAVO. 379
ros polacos, el cual queriendo retirarse por el camino de Orgaz,
tropezó con el vizconde de Zolina, que le deshizo y cogió unos
cuantos prisioneros. Mas entonces informado Cartaojal de que los
franceses venían por otro lado á su encuentro con fuerzas consi-
derables , en vano trató de recogerse á Consuegra, ocupada ya la
villa por los enemigos. Sorprendido de que le hubiesen atajado asi
el paso volvió precipitadamente por Malagon á Ciudad Real, en
donde entró en 26 á los tres dias de su salida, y después de haber
inútilmente cansado sus tropas.


Habian los franceses juntado á las órdenes del ge- A c c¡on de ciudad
neral Sebastiani, sucesor en el mando del 4 o cuerpo R e a l-
del mariscal Lefebvre, 42,000 hombres de infantería y caballería,
de los cuales divididos en dos trozos había tomado uno por el ca-
mino real decAndalucía, en tanto que otro partiendo de Toledo se-
guía por la derecha para flanquear y envolver á los españoles que
confiadamente se adelantaban. No habiendo alcanzado su objeto,
acosaron á los nuestros y los acometieron el 27 por todas partes.
Desconcertado Cartaojal, sin tomar disposición alguna, dejó en la
mayor confusión sus columnas, que rechazadas aquel dia y el si-
guiente en Ciudad Real, el Viso, Visillo y Santa Cruz de Múdela,
fueron al cabo desordenadas, apoderándose el enemigo de varias
piezas de artillería y muchos prisioneros. Las reliquias de nuestro
ejército se abrigaron de la sierra y prontamente empezaron á jun-
tarse en Despeñaperros y puntos inmediatos. Situóse el cuartel ge-
neral en Santa Helena y los franceses se detuvieron en Santa Cruz
de Múdela, aguardando noticias del mariscal Víctor, que al pro-
pío tiempo maniobraba en Extremadura.


Encargado el general Cuesta en diciembre del ejér- Ejército de Ex-
cito que se habia poco antes dispersado en aquella «"madura,
provincia, trató con particular conato de infundir saludable terror
en la soldadesca desmandada y bravia desde el asesinato del gene-
ral Sanjuan, y de reprimir al populacho de Badajoz, desbocado
con las desgracias que alli ocurrieron al acabar el año. Y cierto que
si á su condición dura hubiera entonces unido Cuesta mayor cono-
cimiento de la milicia, y no tanto apresuramiento en batallar, con
gran provecho de la patria y realce suyo hubiera llevado á término
importantes empresas. A su solo nombre temblaba el soldado, y
sus órdenes eran cumplidas pronta y religiosamente.


Rehecho y aumentado el corto ejército de su mando Avanza a Alma-
constaba ya á mediados de enero de 12,000 hombres m '
repartidos en dos divisiones y una vanguardia. El 25 del mismo
yendo de Badajoz sentó sus reales en Trujillo, y retirándose los
franceses hacia Almaraz, fueron desalojados de aquellos alrededo-
res, enseñoreándose el 29 del puente la vanguardia capitaneada
por Don Juan de Henestrosa. Trasladóse después el general Cuesta
á Jaraicejo y Deleitosa, y dispuso cortar dicho puente como en




380 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA..
vano lo habia intentado antes el general Galluzo. Competía aque-
lla obra con las principales de los romanos, fabricada por Pedro
Uria á expensas de la ciudad de Plasencia en el reinado de Carlos V.
Tenía 580 pies de largo, mas de 25 de ancho y 134 de alto hasta,
los pretiles. Constaba de dos ojos y el del lado del norte, cuya
abertura excedía de 150 pies, fue el que se corló. No habiendo al
principio surtido efecto los hornillos, hubo que descarnarle á pico
y barreno, é hízose con tan poca precaución que al destrabar de
los sillares, cayeron y se ahogaron 26 trabajadores con el oficial
de ingenieros que los dirigía. Lástima fue la destrucción de tamaña
grandeza, y en nuestro concepto arruinábanse con sobrada celeri-
dad obras importantes y de pública utilidad, sin que después re-
sultase para las operaciones militares ventajas conocidas.
Pasan los franco- El general Cuesta continuó en Deleitostíhasta el mes


ses ei Tajo. ¿e marzo, no habiendo ocurrido en el intermedio sino
un amago que hizo el enemigo hacia Guadalupe, de donde luego se
retiró repasando el Tajo. Mas en dicho mes acercándose el maris-
cal Victor á Extremadura, se situó en el pueblo de Almaraz para
avivar la construcción de un puente de balsas que supliese el des-
truido, no pudiendo la artillería transitar por los caminos que sa-
lían á Extremadura, desde los puentes que aun se conservaban in-
tactos. Preparado lo necesario para llevar á efecto la obra, juzgó
antes oportuno el enemigo desalojar á los españoles de la ribera
opuesta en que ocupaban nn sitio ventajoso, para cuyo fin pasaron
13,000 hombres y 800 caballos por el puente del Arzobispo, asi
denominado de su fundador el célebre Don Pedio Tenorio prelado
de Toledo. Puestos ya en la margen izquierda se dividieron al ama-
necer del 18 en dos trozos, de los cuales uno marchó sobre las
Mesas de Ibor, y otro á cortar la comunicación entre este punto y


Retiranse los Fresnedoso. Estaba entonces el ejército de Don Gre-
naestros. gorio de la Cuesta colocado del modo siguiente: 5000


hombres formando la vanguardia, que mandaba Ilenestrosa, en-
frente de Almaraz; la primera división de menos fuerza, y á las
órdenes del duque del Parque recien llegado al ejército, en las
Mesas de Ibor; la segunda de 2 á 3000 hombres mandada por Don
Francisco Trias, en Fresnedoso, y la tercera, algo mas fuerte, en
Deleitosa con el cuartel general, por lo que se ve que hubo desde
enero aumento en su gente. El trozo de franceses que tomó de!
Jado de Mesas de Ibor acometió el mismo 18 al duque de! Parque,
quien, despuesde un reencuentro sostenido, se replegó á Deleitosa,
adonde por la noche se le unió el general Trias. La víspera se ha-
bia desde alli trasladado Cuesta al puerto de Miravete, en cuyo punto
se reunió el ejército español, habiéndosele agregado Henestrosa
con la vanguardia al saber que los enemigos se acercaban al puente
de Almaraz por ia orilla izquierda del Tajo.


Entraron los nuestros en Trujillo el 10, y prosiguieron á




LIBRO OCTAVO. 381
Santa Cruz del puerto : la vanguardia de Henestrosa,


. 1 • i „ u Ventajas con-que protegía la retirada, tuvo un choque con parte segmdas por ios
de la caballería enemiga y la rechasó, persiguién- e s p í B o l 6 s -
dola con señalada ventaja camino de Trujillo. Cuesta habia pensado
aguardar á los franceses en el mencionado Santa Cruz; mas detú-
vole el temor de que quizá viniesen con fuerza superior á la suya.
Continuó pues retirándose con la buena dicha de que cerca de
Miajadas los regimientos del Infante y de dragones de Almansa
arremetiesen al del número 10 de caballería ligera de la vanguar-
dia francesa y le acuchillasen , matando mas de 130 de sus solda-
dos. Entró Cuesta en Medellin el 22, y se alejó de allí queriendo
esquivar toda pelea hasta que se le uniese el duque a
de Alburquerque, lo cual se verificó en la tarde del querque á Cues-
27 en Villanueva de la Serena , viniendo, según en su t a '
lugar dijimos, de la Mancha.


Juntas todas nuestras fuerzas revolvió el general Cuesta sobre
Medellin en la mañana del 28, resuelto á ofrecer ba- Bauíia de Mede-
talla ál enemigo. Está situada aquella villa á la mar- l l t a-
gen izquierda del Guadiana, y á la laida occidental de un cerro en
<jue tiene asiento su antiguo castillo muy deteriorado, y cuyo pie
baña el mencionado rio. Merece particular memoria haber sido
Medellin cuna del gran Hernán Cortés, existiendo todavía enton-
ces , calle de la Feria, la casa en que nació; mas después de la
batalla de que vamos á hablar, fue destruida por los franceses,
no quedando ahora sino algunos restos de las paredes. Llégase á
Medellin viniendo de Trujillo por una larga puente, y por el otro
lado ábrese una espaciosa llanura despojada de árboles, y que
yace entre la madre del rio, la villa de Don Renito, y el pueblo de
Mingabril. Cuesta trajo alli su gente en número de 20,000 infantes
y 2000 caballos, desplegándose en una linea de una legua de largo, á
manera de media luna, y sin dejar la menor reserva. Constaba la
izquierda, colocada del lado de Mingabril, de la vanguardia y pri-
mera división , regidas por Don Juan de Henestrosa y el duque del
Parque ; el centro avanzado, y enfrente de Don Benito le guarne-
cía la segunda división del mando de Trias; y la derecha, arri-
mada al Guadiana, se componía de la tercera división del cargo del
marqués de Portago, y de la fuerza traída por el duque de Albur-
querque , formando un cuerpo que gobernaba el teniente general
Don Francisco de Eguía. Situóse Don Gregorio de la Cuesta en la
izquierda, desde donde por ser el terreno algo mas elevado descu-
bría la campaña : también colocó del mismo lado casi toda la ca-
ballería , siendo el mas amenazado por el enemigo.


Eran las once de la mañana cuando los franceses, saliendo de
Medellin, empezaron á ordenarse, á poca distancia de la villa,
describiendo un arco de círculo comprendido entre el Guadiana y
una quebrada de arbolado y viñedo que va de Medellin á Minga-




582 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
bril. Estaba en su ala izquierda la división de caballería ligera del
general Lasalle, en el centro una división alemana de infantería, y
á la derecha la de dragones del general Latour-Maubourg, que-
dando de respeto las divisiones de infantería de los generales Vi-
llate y Ruffin. El total de la fuerza ascendía á 18,000 infantes y
cerca de 5000 caballos. Mandaba en gefe el mariscal Víctor.


Dio principio á la pelea la división alemana, y cargando dos re-
gimientos de dragones repeliólos nuestra infantería que avanzaba
con intrepidez. Durante dos horas lidiaron los franceses, retirán-
dose lentamente y en silencio : nuestra izquierda progresaba, y el
centro y la derecha cerraban de cerca al enemigo, cuya ala sinies-
tra cejó hasta un recodo que forma el Guadiana al acercarse á Me-
dellin. Las tropas ligeras de los españoles, esparcidas por el llano,
amedrentaban por su número y arrojo á los tiradores del enemigo;
y como si ya estuviesen seguras de la victoria, anunciaban con
grande algazara que los campos de 31edellin serian el sepulcro de
los franceses. Por todas partes ganaba terreno el grueso de nuestra
línea, y ya la izquierda iba á posesionarse de una batería enemiga
á la sazón que los regimientos de caballería de Ahnansay el Infante,
y dos escuadrones de cazadores imperiales de Toledo, en vez de
cargar á los contrarios volvieron grupa, y atrepellándose unos á
otros huyeron al galope vergonzosamente. En vano Don José de
Zayas oficial de gran valor y pericia, y que en realidad mandaba
la vanguardia, en vano les gritaba acompañado de sus infantes fir-
mes y serenos, « ¿ qué es esto ? Alto la caballería. Volvamos á ellos
i que son nuestros > Nada escuchaban, el pavor había em-
bargado sus sentidos. Don Gregorio de la Cuesta al advertir tamaño
baldón partió aceleradamente para contener el desorden, mas
atropellado y derribado de su caballo estuvo próximo á caer en
manos de los ginetes enemigos, que pasando adelante én su carga
afortunadamente no le percibieron. Aunque herido en el pie, mal-
tratado y rendido con sus años, pudo Cuesta volver á montar á ca-
ballo , y libertarse de ser prisionero.


Abandonada nuestra infantería de la izquierda por la caballería,
fue desunida y rota, y cayendo sobre nuestro centro y derecha,
que al mismo tiempo eran atacados por su frente, desapareció la
formación de nuestra dilatada y endeble línea como hilera dé nai-
pes. El duque de Alburquerque fue el solo que pudo por algún
tiempo conservar el orden, para tomar una loma plantada de viña
que habia á espaldas del llano; pero estrechada su gente por los
dispersos, y aterrada con los gritos de los acuchillados, desarre-
glóse simultáneamente, corriendo á guarecerse de los viñedos.
Desde entonces todo el ejército no presentó ya otra forma sino la
de una muchedumbre desbandada, huyendo á toda priesa de la
caballería enemiga, que hizo gran mortandad en nuestros pobres
infantes. Durante mucho tiempo los huesos de los que alli perecie-




LIBRO OCTAVO. 585
ion se -percibían y blanqueaban, contrastando su color macilento
en tan hermoso llano con el verde y matizadas flores de la prima-
vera. Fue nuestra pérdida entre muertos, heridos y prisioneros de
40,000 hombres; la de los franceses, aunque bastante inferior, no
dejó de ser considerable.


Asi terminó y tan desgraciadamente la batalla de Medellin. Glo-
riosa para la infantería no lo fue para algunos cuerpos de caballe-
ría, que castigó severamente Don Gregorio de la Cuesta suspen-
diendo á tres coroneles, y quitando á los soldados una pistola hasta
que recobrasen en otra acción el honor perdido. Pero por repren-
sible que en efecto fuese la conducta de estos, en nada descargaba
á Cuesta del temerario arrojo de empeñar una batalla campal con
tropas bisoñas y no bien disciplinadas, en una posición como la
que escogió y en el orden en que lo hizo, sin dejar á sus espaldas
cuerpo alguno de reserva. Claro era que rota una vez la línea que-
daba su ejército deshecho, no teniendo en que sostenerse ni punto
adonde abrigarse, al paso que los franceses, aun perdida por ellos
la batalla, podían cubrirse detras de unas huertas cerradas con
tapia que había á la salida de Medellin, y escudarse luego con el
mismo pueblo desamparado de los vecinos, apoyándose en el cerro
del castillo. Don Gregorio de la Cuesta con los restos
de su ejército se retiró á Monasterio, límite de Ex- °s 1 6 5 , 1 t a s '
tremadura y Andalucía, y en cuyo fuerte sitio debiera haber
aguardado á los franceses si hubiese procedido como general en-
tendido y prudente.


La junta central al saber la rola de Medellin no sintió Determinaciones
descaído su ánimo, á pesar del peligro que de cerca d e l a c e n t r a l -
la amagaba. Elevó á la dignidad de capitán general á Don Gregorio
de la Cuesta, al paso que temía su antiguo resentimiento en caso
de que hubiese triunfado, y repartió mercedes á los que se habían
conducido honrosamente, no menos que á los huérfanos y viudas
de los muertos en la batalla. Púsose también el ejército de la Man-
cha á las órdenes de Cuesta, aunque se nombró para Venegas sucede
mandarle de cerca á Don Francisco Venegas, resta- a C a r , a o ¡ a l -
blecido de una larga enfermedad, y fue llamado el conde de Car-
taojal, cuya conducta apareció muy digna de censura por lo ocur-
rido en Ciudad Real, pues allí no hubo sino desorden y confusión,
y por lo menos en Medellin se había peleado.


Ahora haciendo corta pausa séanos lícito examinar
, . . . . : . , Reflexiones.


la opinión de ciertos escritores, que al ver tantas der-
rotas y dispersiones han querido privar á los españoles de la gloria
adquirida en la guerra de la independencia. Pocos son en verdad
los que tal han intentado, y en alguno muéstrase á las claras la
mala fé, alterando ó desfigurando los hechos mas conocidos. En
los que no han obrado impelidos de mezquinas y reprensibles
pasiones, descúbrese luego el origen de su error en aquel empeño




384 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de querer juzgar la defensa de España como ef común de las guer-
ras , y no según deben juzgarse Jas patrióticas y nacionales. En las
unas gradúase su mérito conforme á reglas militares; en las otras
ateniéndose á la constancia y duración de la resistencia. « Median
t imperios ( dccia Napoleón en Leipsic) entre ganar ó perder una
« batalla. » Y decialo con razón en la situación en que se hallaba;
pero no asi á haber sostenido la Francia su causa, como lo hizo
con la de la libertad al principio de la revolución. La Holanda, los
Estados-Unidos, todas las naciones en fin que se han visto en el
caso de España, comenzaron por padecer descalabros y completas
derrotas, hasta que la continuación de la guerra convirtió en sol-
dados á los que no eran sino meros ciudadanos. Con mayor funda-
mento debia acaecer lo mismo entre nosotros. La Francia era una
nación vecina, rica y poderosa, de donde sin apuro podian á cada
paso llegar refuerzos. Sus ejércitos en gran parte no eran pura-
mente mercenarios : producto de su revolución conservaban cierto
apego al nombre de patria, y quince años de guerra y de esclare-
cidos triunfos le habian dado la pericia y confianza de invencibles
conquistadores. Austríacos, prusianos, rusos, ingleses, prepara-
dos de antemano con cuantiosos medios, con tropas antiguas y
bien disciplinadas, les habian cedido el campo en repetidas lides.
¿ Qué extraño pues sucediese otro tanto á los españoles en batallas
campales, en que el saber y maña en evoluciones y maniobras va-
han mas que los ímpetus briosos del patriotismo? Al empezar la in-
surrección en mayo ya vimos cuan desapercibida estaba España
para la guerra con 40,000 soldados escasos, inexpertos y mal acondi-
cionados ; dueños los franceses de muchas plazas fuertes, y teniendo
100,000 hombres en el corazón del reino. Y sin embargo, ¿qué no
se hizo ? En los primeros meses victoriosos los españoles en casi
todas partes, estrecharon á sus contrarios contra el Pirineo. Cuando
después reforzados estos inundaron con sus huestes los campos
peninsulares, y oprimieron con su superioridad y destreza á nues-
tros ejércitos, la nación ni se desalentó , ni se sometieron los pue-
blos fácil ni voluntariamente. Y en enero embarcados los ingleses,
solos los españoles teniendo contra sí mas de 200,000 enemigos,
mirada ya en Europa como perdida su justísima causa, no solo se
desdeñó todo acomodamiento, sino que peleándose por do quiera
transitaban franceses, aparecieron de nuevo ejércitos que osaron
aventurar batallas, desgraciadas es cierto, pero que mostraban
los redoblados esfuerzos que se hadan, y lo porfiadamente que
había desuslentarse la lucha empeñada, Cometiéronse graves faltas,
descubrióse á las claras la impericia de varios generales, lo bisoño
de nuestros soldados, el abandono y atraso en que el anterior go-
bierno habia tenido el ramo militar como los demás; pero brilla
con luz muy pura el elevado carácter de la nación, la sobriedad y
valor de sus habitadores, su desprendimiento, su conformidad é




LIBRO OCTAVO.
inalterable constancia en los reveses y trabajos, virtudes pras, exqui-
sitas, mas difíciles de adquirir que la táctica y disciplina de tropas
mercenarias. Abulte en buen hora la envidia, el despecho, la ignoran-
cia los errores en que incurrimos: su voz nunca ahogará la de la ver-
dad , ni podrá desmentir lo que han estampado en sus obras, y casi
siempre con admirable imparcialidad, muchos de los que entonces
eran enemigos nuestros, y señaladamente los dignos escritores Foy,
Suchet y Saint-Cyr, que, mandando á los suyos, pudieron mejor
que otros apreciar la resistencia y el mérito de los españoles.


Volvamos ya á nuestro propósito. Ocurridas las jor- comisión de so-
nadas de Ciudad Real y Medellin, pensó el gobierno *eI°-
de José ser aquella buena sazón para tantear al de Sevilla, y en-
trar en algún acomodamiento. Salió de Madrid con la comisión Don
Joaquin María Sotelo, magistrado que gozaba antes del concepto
de hombre ilustrado, y que deteniéndose en Mérida dirigió desde
alli al presidente déla junta central, por medio del general Cuesta,
un pliego con fecha de 12 de abril, en el que, anunciando estar
autorizado por José para tratar con la junta el modo de remediar
los males que ya habían experimentado las provincias ocupadas, y
el de evitar los de aquellas que todavía no lo estaban , invitaba á
que se nombrase al efecto por la misma junta una ó mas personas
que se abocasen con éL La central, sin contestar en derechura á
Sotelo, mandó á Don Gregorio de la Cuesta que le comunicase el
acuerdo que de resultas había formado, justo y enérgico, con-
cebido en estos términos. «Si Sotelo trae poderes «.emesia de ia
< bastantes para tratar de la restitución de nuestro c e a t r a l -
« amado rey, y de que las tropas francesas evacúen al instante
« lodo el territorio español, hágalos públicos en la forma reco-
c nocida por todas las naciones, y se le oirá con anuencia de nues-
« tros aliados. De no ser así la junta no puede faltar á la calidad
« de los poderes de que está revestida, ni á la voluntad nacio-
c nal, que es de no escuchar pacto, ni admitir tregua, ni ajus-
« tar transacción que no sea establecida sobre aquellas bases de
« eterna necesidad y justicia. Cualquiera olra especie de negocia-
« cion, sin salvar al estado, envilecería á la junta, la cual se ha
« obligado solemnemente á sepultarse primero entre las ruinas de
« la monarquía, que á oir proposición alguna en mengua del honor
i é independencia del nombre español. » Insistió Sotelo respon-
diendo con una carta bastantemente moderada; mas la junta se li-
mitó á mandar á Cuesta repitiese el mencionado acuerdo, « ad-
« virtiendo á Sotelo que aquella seria la última contestación que
« recibiría mientras los franceses no se allanasen lisa y Hana-
« mente á lo que había manifestado la junta. » No pasó por con-
siguiente mas adelante esta negociación emprendida quizá con sano
intento, pero que entonces se interpretó mal, y dañó al anlerior
buen nombre del comisionado.


i. 2 5




38<j REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


car t«s«ese * También por la porte de la Mancha se hicieron al
bastianí a jove- mismo tiempo iguales tentativas, escribiendo el ge-
iianosyotros. n e r a i francés Sebiastiani *, quealli mandaba, á Don


i*Ap. n. e.) Gaspar Melchor de Jovellanos individuo de la central,
á Don Francisco de Saavedra ministro de hacienda, y


al general del ejército de la Carolina Don Francisco Venegas. Es
curiosa esta correspondencia, por colegirse de ella el modo diverso
que tenían entonces de juzgar las cosas de España los franceses y
los nacionales. Como seria prolijo insertarla íntegra, hemos pre-
ferido no copiar sino la carta del general Sebastianiá Jovellanos, y


cana de se - ' a contestación de este. « Señor, la reputación de
bastían! atseñor c que gozáis en Europa, vuestras ideas liberales,
joveiianos. ( v u e s t r 0 amor por la patria, el deseo que manifestáis
« de verla feliz, deben haceros abandonar un partido que solo
« combate por la inquisición, por mantener las preocupaciones,
< por el interés de algunos grandes de España, y por los de la
« Inglaterra. Prolongar esta lucha es querer aumentar las desgra-
« cias de la España. Un hombre cual vos sois, conocido por su
« carácter y sus talentos, debe conocer que la España puede es-
« perar el resultado mas feliz de la sumisión á un rey justo é ilus-
t trado, cuyo genio y generosidad deben atraerle á todos los
t españoles que desean la tranquilidad y prosperidad de su patria.
« La libertad constitucional bajo un gobierno monárquico, el libre
« ejercicio de vuestra religión, la destrucción de los obstáculos que
« varios siglos ha se oponen á la regeneración de esta bella nación,
« serán el resultado feliz de la constitución que os ha dado el
c genio vasto y sublime del emperador. Despedazados con fac-
« ciones, abandonados por los ingleses que jamas tuvieron oíros
« proyectos que el de debilitaros, el de robaros vuestras flotas y
« destruir vuestro comercio, haciendo de Cádiz un nuevo Gibraltar,
« no podéis ser sordos á la voz dé la patria que os pide la paz y la
< tranquilidad. Trabajad en ella de acuerdo con nosotros, y que
« la energía de España solo se emplee desde hoy en cimentar su
« verdadera felicidad. Os presento una gloriosa carrera, no dudo
* que acojáis con gusto la ocasión de ser útil al rey José y á vuestros
c conciudadanos. Conocéis la fuerza y el número de nuestros ejér-
« citos, sabéis que el partido en que os halláis no ha obtenido la
« menor vislumbre de suceso : hubierais llorado un dia si las vic-
€ toñas le hubieran coronado, pero el Todopoderoso en su infi-
« nita bondad os ha libertado de esta desgracia.


« Estoy pronto á entablar communicacion con vos y daros
« pruebas de mi alta consideración. — HORACIO SEBASTIANI. »


contestación * Señor general, yo no sigo un partido, sigo la
doi señor jove- c santa y justa causa que sigue mi patria, que unáni-
íianos. f m e m e n [ e adoptamos los que recibimos de su mano
» el augusto encargo de defenderla y regirla, y que lodos habernos




LIBRO OCTAVO. 387
« jurado seguir y sostener á costa de nuestras vidas. No lidiamos,
« como pretendéis, por la inquisición ni por soñadas preocupa-
« ciones, ni por el interés de los grandes de España : lidiamos por
< los preciosos derechos de nuestro rey, nuestra religión, nuestra
c constitución y nuestra independencia. Ni creáis que el deseo de
« conservarlos esté distante del de destruir los obstáculos que puedan
« oponerse á este fin; antes por el contrario y para usar de vuestra
« frase, el deseo y el propósito de regenerar la España y levantarla
« al grado de esplendor que ha tenido algún dia, es mirado por
« nosotros como una de nuestras principales obligaciones. Acaso
* no pasará mucho tiempo sin que la Francia y la Europa entera
t reconozcan que la misma nación que sabe sostener con tanto
« valor y constancia la causa de su rey y de su libertad contra una
« agresión tanto mas injusta, cuanto menos debia esperarla de los
« que se decían sus primeros amigos, tiene también bastante celo,
« firmeza y sabiduría para corregir los abusos que la condujeron
« insensiblemente á la horrorosa suerte que le preparaban. No
« hay alma sensible que no llore los atroces males que esta agresión
< ha derramado sobre unos pueblos inocentes á quienes, después de
« pretender denigrarlos con el infame título de rebeldes, se niega
« aun aquella humanidad que el derecho de la guerra exige y en-
« cuentra en los mas bárbaros enemigos. Pero ¿ á quién serán im-
t putados estos males? ¿ A los que los causan violando todos los
< principios de la naturaleza y la justicia, ó á los que lidian gene-
« rosamente para defenderse de ellos y alejarlos de una vez y para
< siempre de esta grande y noble nación ? Porque, señor general,
« no os dejéis alucinar : estos sentimientos que tengo el honor de
« expresaros son los de la nación entera, sin que haya en ella un
« solo hombre bueno, aun entre los que vuestras armas oprimen,
« que no sienta en su pecho la noble llama que arde en el de sus
« defensores. Hablar de nuestros aliados fuera impertinente, si
« vuestra carta no me obligase á decir en honor suyo que los pro-
« pósitos que les atribuís son tan injuriosos como ágenos de la ge-
« nerosidad con que la nación inglesa ofreció su amistad y sus
« auxilios á nuestras provincias, cuando desarmadas y empobre-
« cidas los imploraron desde los primeros pasos de la opresión con
« que la amenazaban sus amigos.


« En fin, señor general, yo estaré muy dispuesto á respetar los
« humanos y filosóficos principios, que según nos decis profesa
« vuestro rey José, cuando vea que ausentándose de nuestro terri-
< torio reconozca que una nación, cuya desolación se hace actual-
< mente á su nombre por vuestros soldados, no es el teatro mas
c propio para desplegarlos. Este seria cierfamente un triunfo digno
« de sü filosofía, y vos, señor general, si estáis penetrado de los
« sentimientos que ella inspira, deberéis gloriaros también de con-
< currir á este triunfo para que os toque alguna parte de nuestra




3 8 3 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
* admiración y nuestro reconocimiento. Solo en este caso me per-
« muirán mi honor y mis sentimientos entrar con vos en la comu-
» nicacion que me proponéis, si la suprema junta central lo aprobare.
« Entre tanto recibid, señor general, la expresión de mi sincera
€ gratitud por el honor con que personalmente me tratáis, seguro
« de la consideración que os profeso. Sevilla, 24 de abril de
» 1809. — GASPAR DE JOVELLANOS. — Excmo. señor general Ho-
t racio Sebastiani. »


Esta respuesta, digna de la pluma y del patriotismo de su autor,
fue muy aplaudida en todo el reino asi por su noble y elevado es-
tilo, como por retratarse en su contenido los verdaderos sentimientos
que animaban á la gran mayoría de la nación.
Guerra de Am- Semejantes tentativas de conciliación, prescindiendo


de lo impracticables que eran, parecieron entonces,
á pesar de tantas desgracias, mas fuera de sazón por la guerra que
empezaba en Alemania.Temores de ella que no tardaron en realizarse
habían, según se dijo, estimulado á Napoleón á salir precipitada-
mente de España. No olvidando nunca el Austria las desventajosas
paces á que se habia visto forzada desde la revolución francesa, y
sobre todo la última de Presburgo, estaba siempre en acecho para
no desperdiciar ocasión de volver por su honra y de recobrar lo
perdido. Parecióle muy oportuna la de la insurrección española que
produjo en toda Europa impresión vivísima, y siguió aquel gobierno
cuidadosamente el hilo de tan grave acontecimiento. Demasiada-
mente abatida el Austria desde la última guerra, no podia por de
pronto mostrar á las claras su propósito antes de prepararse y estar
segura de que continuaba la resistencia peninsular. En Erfurt man-
túvose amiga de Francia, mas con cierta reserva, y solo difirió bajo
especiosos pretextos el reconocimiento de José. Napoleón, aunque
receloso, confiando en que si apagaba pronto la insurrección de
España nadie se atrevería á levantar el grito, sacó para ello, con-
forme insinuamos, gran golpe de gente de Alemania, y dio de este
modo nuevo aliento al Austria que disimuladamente aceleró los pre-
parativos de guerra. En los primeros meses del año 1809 dicha po-
tencia comenzó á quitarse el embozo publicando una especie de ma-
nifiesto en que declaraba quería ponerse al abrigo de cualquiera
empresa contra su independencia, y al fin arrojóle del todo en 9 de
abril en que el archiduque Carlos, mandando su grande y principal
ejército, abrió la campaña por medio de un aviso y atravesó el
lnn, rio que separa la Baviera de los estados austríacos. Lo poco
prevenido que cogia á Napoleón esta guerra, las formidables fuer-
zas que de súbito desplegó el Austria, las muchas que Francia tenia
en España, y lo desabrida que se mostraba la voz pública en el
mismo imperio francés, daba á todos fundamento para creer que la
primera alcanzaría victorias, de cuyas resultas tal vez se cambiaría
Ja faz política de Europa. Para contribuir á ello y no desaprovechar




LIBRO OCTAVO. 389
la oportunidad envió la junta central á Viena como plenipotenciario
suyo á Don Eusebio de Bardaji y Azara, y aquella corte autorizó á
M. Gennotte en calidad de encargado de negocios cerca del gobierno
de Sevilla. Veremos luego cuan poco correspondió el éxito á espe­
ranzas tan bien concebidas.


Ahora, después de haber referido lo que ocurrió C a t « № .
durante estos meses en las provincias meridionales de
España, será bien que hablemos de Cataluña y de las demás parles
del reino. En aquella los ánimos habían andado perturbados des­
pués de las acciones perdidas, y de las voces y amenazas que ve­
nian de Aragón y varios puntos. Sin embargo en Tarragona no habrá
olvidado el lector como la turbación no pasó de ciertos límites, luego
que Vives dejó el mando y recayó este en Reding; mas en Lérida
manchóse con sangre. Fue el caso que en 1° de enero Alboroto do La­
habiendo introducido en la plaza de dia y sin precau­ r i < u­
cion varios prisioneros franceses, alborotándose á su vista el vecin­
dario y vociferando palabras de muerte, forzó el castillo á donde
aquellos habían sido conducidos. Estaban también dentro encerra­
dos el oidor de la audiencia de Barcelona Don Manuel Fortuny y su
esposa, con otros cuatro ó cinco individuos tachados con razón ó
sin ella de infidencia. Ciega la muchedumbre penetró en lo interior
y mató á estos desgraciados y á varios de los prisioneros franceses.
Duró tres dias la sublevación, hasta que llegaron 300 soldados que
envió el general Reding, con cuyo refuerzo y las prudentes exhor­
taciones del gobernador Don José Casimiro Lavalle, del obispo y
otras personas, se sosegó el bullicio. Los principales sediciosos re­
cibieron después justo y severo castigo : siendo muy de sentir que
las autoridades andando mas precavidas no hubiesen evitado de an­
temano tan lamentable suceso.


Por su parte Don TeodoroReding con nuevos cuer­ rteding en Tar­
pos que llegaron de Granada y Mallorca y con reclutas n s o m ­
habia ido completando su ejército desde diciembre hasta febrero,
en cuyo espacio de tiempo habia permanecido tranquilo el de los
franceses sin empeñarse en grandes empresas, teniendo para pro­
veerse de víveres que hacer excursiones en que perdió hombres y
consumió 2,000,000 de cartuchos. El plan que en Tarragona siguió
al principio el general Reding fue prudente, escarmentado con lo
sucedido en Llinas y Molins de Rey. Era obra de Don Plan prudente de
José Joaquin Martí, y consistia en no trabar acciones M a r l i '
campales, en molestar al enemigo al abrigo de las plazas y puntos
fragosos, en mejorar asi sucesivamente la instrucción y disciplina
del ejército, y en convertir la principal defensa en una guerra de
montaña, según convenia á la índole de los naturales y al terreno en
que se lidiaba. Todos concurrían con entusiasmo á alcanzar el objeto
propuesto, y la junta corregimental de Tarragona mostró acendrado
patriotismo en facilitar caudales, en acuñar la plata de las iglesias y




390 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de los particulares, y en proporcionar víveres y prendas de vestua-
rio. Quísose sujetar á regla á los miqueletes, pero encontró la me-
dida grande obstáculo en las costumbres y antiguos usos de los ca-
talanes.


En sus demás partes, por juicioso que fuese el plan adoptado ,
no se persistió largo tiempo en llevarle adelante. Contribuyó á al-
terarle el marqués de Lazan que, habiendo sido llamado de Gerona
con la división de 6 á 7000 hombres que mandaba, llegó á la linea
española en sazón de estar apurada Zaragoza. Interesado particu-
larmente en su conservación, propuso el marqués y se aprobó que
pasaría la sierra de Alcubierre con la fuerza de su mando, y que
prestaría, si le era dado, algún auxilio áquella ciudad. Llenos


entonces los españoles de admiración y respeto por
anase. j a jgfgjj^ q u e aji¡ s e n a c ¡ a j murmuraban de que


mayores fuerzas no volasen al socorro, pareciéndoles cosa fácil
desembarazarse en uña batalla del ejército del general Saint-Cyr.
Había crecido el aliento de resultas de algunas cortas ventajas ob-
tenidas en reencuentros parciales, y sobre todo porque retirándose
el enemigo y reconcentrándose mas y mas, atribuyóse á recelo lo
que no era sino precaución. Aveníase bien con el osado espíritu de
Reding la voz popular, y cundiendo esta con rapidez, resolvió
aquel caudillo dar un ataque general, sobreponiéndose á las justas
reflexiones de algunos gefes cuerdos y experimentados. Movíanle
igualmente las esperanzas que le daban secretas relaciones de que
fiarcelona se levantaría al tiempo que su ejército se aproximase,
situación dei e Se hallaba este en Tarragona esparcido en una
jercito español, enorme línea de 16 leguas, que partiendo de aquella
ciudad se extendía hasta Olesa por el Coll de Santa Cristina, la
Llacuna, Igualada y el Bruch. Las tropas de dicha línea que esta-
ban fuera de Tarragona pasaban de 13,000 hombres, y las man-
daba Don Juan Bautista de Castro. Las que habia dentro de la
plaza á las órdenes inmediatas del general en gefe Don Teodoro
Reding ascendían á unos 10,000 hombres. Según el plan de ataque
que se concertó, debia el general Castro avanzar é interponerse
entre el enemigo y Barcelona, al paso que el general Reding apa-
recería con 8000 nombres en el Coll de Santa Cristina, descolgán-
dose también de las montañas y por todos lados los somatenes.


Le atacan los Los franceses en número de 18,000 hombres se
franceses. alojaban en el Panadés, y su general en gefe habia


dejado maniobrar con toda libertad al de los españoles, confiado
en que fácilmente rompería la inmensa línea dentro de la cual se
presumía envolverle. Por fin el 16 de febrero cuando vio que iba
á ser atacado, se anticipó tomando la ofensiva. Para ello después
de haber dejado en el Vendrell la división del general Souham,
salió de Villafranca con la de Pino, debiéndosele juntar las de los
generales Chavot y Chabran cerca de Capelladas, y componiendo




LIBRO OCTAVO. 591
las tres 11,000 hombres. Antes de que se uniesen se habian en-
contrado las tropas del general Chavot con los españoles, cuyas
guerrillas al mando de Don Sebastian Ramírez habian rechazado
las del enemigo y cogido mas de 100 prisioneros, entre los que
se contó al coronel Carrascosa. Sacó de apuro á los suyos la
llegada del general Saint-Cyr, quien repelió á los nuestros, y ma-
niobrando después con su acostumbrada destreza, atravesó la línea
española en la dirección de la Llacuna, y con un movimiento por
el costado se apareció súbitamente á la vista de Igualada, y sorpren-
dió al general Castro, que se imaginaba que solo seria atacado por
el frente. Vuelto de su error apresuradamente se re- B n t r a n
tiró á Montmeneu y Cervera, á cuyos parages ciaron , a d a-
también en bastante desorden las tropas mas avanzadas. Los ene-
migos se apoderaron en Igualada de muchos acopios de que te-
nían premiosa necesidad, y recobraron los prisioneros que habian
perdido la víspera en Capelladas.


Habiendo cortado de este modo el general Saint-Cyr Mortmientns
la línea española, trató de revolver1 sobre su izquierda a e sa int -cyr y
para destruir las tropas que guarecían los puntos de m s '
aquel lado, y unirse al general Souham. Dejó en Igualada á los
generales Chabot y Chabran, y partió el 18 la vuelta de San Magín
de donde desalojó al brigadier Don Miguel banzo, obligándole á
recogerse al monasterio de Santas Cruces, cuyas puertas en vano
intentó fel general francés que se le abriesen ni por fuerza ni por
capitulación.


Noticioso en tanto Don Teodoro Redingde lo acaecido con Cas-
tro, salió de Tarragona acompañado de una brigada de artillería,
300 caballos y un batallón de suizos, con objeto de unir- los dis-
persos y libertar al brigadier Iranzo. Consiguió que este y una parte
considerable de la demás tropa se le agregasen en el Plá, Sarreal
y Santa Coloma. Pero Saint-Cyr temeroso de ser atacado por fuer-
zas superiores, estando solo con la división de Pino, procuró unirse
á la de Souham, y colocarse entre Tarragona y D. Teodoro Re-
ding. Advertido este del movimiento del enemigo, decidió retroce-
der á aquella plaza, dejando á cargo de Don Luis Wimpffen unos
3000 hombres que cubriesen el corregimiento de Manresa, y obser-
vasen á los franceses que habian quedado en Igualada. Se mandó
asimismo á Wimpffen proteger al somaten del Valles y á los inme-
diatos destinados á ayudar la proyectada conspiración de Barcelona.
Movióse después Reding hacia Montblanc llevando 10,000 hom-
bres , y el 24 congregó á junta para resolver definitivamente si
retrocedería á Tarragona, ó si iria al encuentro de los franceses :
tanto pesaba á su atrevido ánimo volver la espalda sin combatir.
En el consejo opinaron muchos por enriscarse del lado de Prades
y enderezar la marcha á Constantí enviando la artillería á Lérida :
otros, y fue lo que se decidió, pensaron ser mas honroso caminar




392 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
con la artillería y los bagages por la carretera que pasando entre el
Coll de Riba y orillas del Francolí va á Tarragona, mas con la ad-
vertencia de no buscar al enemifjfc, ni de esquivar tampoco su en-
cuentro si provocase á la pelea. Emprendióse la marcha y el 25 al
rayar el alba, después de cruzar el puente de Goy, tropezaron los
nuestros con la gran guardia de los franceses, la cual haciendo
dos descargas se recogió al cuerpo de su división, que era la del
general Souham situada en las alturas de Valls.
„ . „ , „ Don Teodoro Reding, en vez de proseguir su marcha
Batalla de Valls. , r _ . " ' , , »


a larragona conforme alo acordado, retrocedió con
la vanguardia y se unió al grueso del ejército que estaba en la orilla
derecha del Francolí, colocado en la cima de unas colinas. Tomada
esta determinación empeñóse luego una acción general, á la que
sobre todo alentó haber nuestras tropas ligeras rechazado á las
enemigas. El general Castro regia la derecha española ; quedó la
izquierda y centro al cargo del general Martí.


La fuerza de los franceses consistía únicamente hasta entonces
en la división de Souham, que teniendo su derecha del lado de Plá
apoyaba su izquierda en el Francolí. En aquel pueblo permanecía
el general Saint-Cyr con la división de Pino, cuya vanguardia cubría
el boquete de Col! de Cabra, hasta que sabedor de haber Reding
venido á las manos con Souham, se apresuró á juntarse con este.
Antes de su llegada combatieron bizarramente los españoles du-
rante cuatro horas, perdiendo terreno los franceses, los cuales
reforzados á la tres de la tarde cobraron de nuevo ánimo. Entonces
hubo generales españoles que creyeron prudente no aventurar las
ventajas alcanzadas contra tropas que venían de refresco, resol-
viéndose por tanto á volver á ocupar la primera linea y proseguir
el camino á Tarragona. Mas fuese por impetuosidad de los contra-
rios , ó por la natural inclinación de Reding á no abandonar el
campo, trabóse de nuevo y con mayor ardor la pelea.


Formó el general Saint-Cyr cuatro columnas, dos en el centro
con la división de Pino, y dos en las alas con la de Souham. Pasó
el Francolí, y arremetió subir á la cima en que se habían vuelto á
colocar nuestras tropas. La resistencia de los españoles fue tena-
císima, cediendo solo al bien concertado ataque de los enemigos.
Rota después y al cabo de largo rato la línea en vano se quiso re-
hacerla, salvándose nuestros soldados por las malezas y barrancos
de la tierra. Alcanzaron á Don Teodoro Reding algunos ginetes
enemigos; defendióse él y los oficiales que le acompañaban valero-
samente, mas recibió cinco heridas y con dificultad pudo ponerse
en cobro. Nuestra pérdida pasó de 2000 hombres : menor la de los
franceses. Contamos entre los muertos oficiales superiores, y quedó
prisionero con otros el marqués déCasteldosrius grande de España.
Los dispersos se derramaron por todas partes acogiéndose muchos
á Tarragona, á donde llegó por la noche el general Reding sin que




LIBRO OCTAVO. 595


el pueblo le faltase al debido respeto, noticioso de cuanto habia
expuesto su propia persona.


Los franceses entraron al siguiente dia en Reus, E n t r a n ios íran-
cuyos vecinos permanecieron en sus casas contra la c e s e s m R e o s -
costumbre general de Cataluña, y el ayuntamiento salió á recibir á
los nuevos huéspedes, y aun repartió una contribución para auxi-
liarlos. Irritó sobre manera tan desusado proceder, y desaprobóle
agriamente el general Reding como de mal ejemplo. Villa opulenta
á causa de sus fábricas y manufacturas no quiso perder en pocas
horas la acumulada riqueza de muchos años. Extendiéronse los
franceses hasta el puerto de Salou, y cortaron la comunicación de
Tarragona con el resto de España. Mucho esperó Saint-Cyr de la
batalla de Valls, principalmente padeciéndose en Tarragona una
enfermedad contagiosa nacida de los muchos enfermos y heridos
hacinados dentro de la plaza, y cuyo número se habia E s p c r a n i a s do
aumentado de resultas de un convenio que propuso el s*iot-cjr.
general Saint-Cyr y admitió Reding : según el cual no debian en
adelante considerarse los enfermos y heridos de los hospitales como
prisioneros de guerra, sino que luego de convalecidos se habían
de entregar á sus ejércitos respectivos. Como estaban en este caso
muchos mas soldados españoles que franceses, pensaba el general
Saint-Cyr que, aumentándose asi los apuros dentro de Tarragona,
acabaría esta plaza por abrirle sus puertas. Tenia en ello tanta
confianza que, conforme él mismo nos refiere en sus memorias,
determinó no alejarse de aquellos muros mientras que pudiese
dar á sus soldados la cuarta parte de una ración. Conducta per-
mitida si se quiere en la guerra, pero que nunca se calificará de
humana.


Nada logró : los catalanes sin abatirse empezaron
por medio de los somatenes y miqueletes á renovar a e"
una guerra destructora. Diez mil de ellos, bajo el general Wimpffen
y los coroneles Milans y Claros, atacaron á los franceses de Igua-
lada , y los obligaron con su general Chabran á retirarse hasta
Villafranca. Bloquearon otra vez á Barcelona, y cortando las comu-
nicaciones de Saint-Cyr con aquella plaza, infundieron nuevo aliento
en sus moradores. Quiso Chabran restablecerlas, mas Gnerra aesoma-
rechazadó retiróse precipitadamente, hasta que insis- t e M S-
tiendo después con mayores fuerzas y por orden repetida de su
general en gefe , abrió el paso en 14 de marzo.


No pudiendo ya, falto de víveres, sostenerse el general Saint-Cyr
en el campo de Tarragona, se dispuso á abandonar sus posiciones
y acercarse á Vique, como país mas provisto de granos y bastante
próximo á Gerona, cuyo sitio meditaba. Debía el 18 de marzo em-
prender la marcha : difirióse dos dias á causa de un incidente que
prueba cuan hostil se mantenía contra los franceses toda aquella
tierra. Estaba el general Chabot apostado en Montblanc para im-




594 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
DiDcoiiad de las pedir la comunicación de Reding con Wimpffen,
comunicaciones. y d e e s t e C Q n p | a z a J g L é r ¡ c ¡ a > Q y o s e d j a e n j Q S


puntos que ocupaba el ruido de un fuego vivo que partía de mas
allá de sus avanzadas. Tal novedad obligóle á hacer un reconoci-
miento , por cuyo medio descubrió que provenia el estrépito de un
encuentro de los somatenes con 600 hombres y dos piezas que traia
un coronel enviado de Fraga por el mariscal Mortieí-, á fin de po-
nerse en relación con el general Saint-Cyr. A duras penas habían
llegado hasta Montblanc, mas no les fue posible retroceder á Aragón,
teniendo después que seguir la suerte de su ejército de Cataluña.
Hecho que muestra de cuan poco habia servido domeñar á Zara-
goza , y ganar la batalla de Valls para ser dueños del pais, puesto
que á poco tiempo no le era dado á un oficial francés poder hacer
un corto tránsito á pesar de tan fuerte escolta.


Esta ocurrencia, la de Chabran y lo demás que
Retirase Saint- , ^ , rt. . , , Z . ,


c y r de las cerca- por todas partes pasaba, afligía a los franceses viendo
g m a "e T a r r a " f l u e a c l u e l ' a e r a S u e r v a s ' n término, y que en cada


habitante tenían un enemigo. Para inspirar confianza
y dar á entender que nada temia, el 19 de marzo antes de salir de
Valls envió el general Saint-Cyr á Reding un, parlamentario avisándole
que, forzado por las circunstancias á acercarse á la frontera de
Francia, partiría al día siguiente, y que si el general español quería
enviar un oficial con un destacamento, le entregaría el hospital que
alli habia formado. Accedió Reding á la propuesta, manifestando
con ella el general francés á su ejército el poco recelo que le daban
en su retirada los españoles de Tarragona, oprimidos con enfer-
medades y trabajos. Paráronse algunos dias las divisiones francesas
del Llobregat allá, y aprovechándose de su reunión ahuyentaron
á Wimpffen del lado de Manresa.
Pasa por B a r c e - Entró al paso en Barcelona el general Saint-Cyr,


lona. en donde permaneció hasta el 15 de abril. Durante su
estancia no solo se ocupó en la parte militar, sino que también
tomó disposiciones políticas, de las que algunas fueron sobrada-
mente opresivas. El general Duhesme habia en todos tiempos mos-
Estado de la ciu-


t r ádo temor de las conspiraciones que se tramaban en
dad. Barcelona, ya porque realmente las juzgase graves,


ó ya también por encarecer su vigilancia. No hay duda que conti-
nuaron siempre tratos entre gentes de fuera de la plaza y personas
notables de dentro, siendo de aquellas principal gefe Don Juan
Claros, y de estas el mismo capitán general Víllalba, sucesor que
habían dado á Ezpeleta los franceses. En el mes de marzo reco-
brando ánimo después de pasados algunos dias de la rota de Valls,
acercóse muchedumbre de miqueletes y somatenes á Barcelona,
ayudándoles los ingleses del lado de la mar ; hubo noche que llega-
ron hasta el glacis, y aun de dentro se tiraron tiros contra los fran-
ceses. En muchas de estas tentativas estaban quizá los conspira-




LIBRO OCTAVO. 395
dores mas esperanzados de lo que debieran, y á veces la misma
policía aumentaba los peligros, y aun fraguaba tramas para reco-
mendar su buen celo. Tal se decia de su gefe el español Casanova,
y aun lo sospechaba el general Saint-Cyr, sirviendo de pretexto
el nombre de conjuración para apoderarse de los bienes de los acu-
sados. Mas con todo no dejó de haber conspiraciones que fueron
reales, y que mantuvieron justo recelo entre los enemigos : motivo
por el que quiso el general Saint-Cyr obligar con juramento á las
autoridades civiles á reconocer á José, del mismo modo que se
habia intentado antes con los militares, sin que en ello fuese mas
dichoso.


Hasta entonces no habia parecido á Duhesme con- N I é g a n s e l a s
veniente exigírselo deseoso de evitar nueva irritación autoridades c w -
y disgustos, y se contentaba con que ejerciesen sus 1™^™"" J n
respectivas jurisdicciones; resolución prudente y que
no poco contribuyó á la tranquilidad y buen orden de Barcelona.
Mas ahora cumpliendo con lo que habia dispuesto el general Saint-
Cyr, convocó al efecto el 9 de abril á la casa de la audiencia á las
autoridades civiles, y señaladamente concurrieron á ella los oido-
res Mendieta, Vaca, Córdova, Beltran, Marchámalo, Dueñas,
Lasauca, Ortiz, Villanueva y Gutiérrez; nombres dignos de men-
tarse por la entereza y brio con que se portaron. Abrióse la sesión
con un discurso en que se invitaba á prestar el juramento, obliga-
ción que se suponía suspendida á causa de particulares miramien-
tos. Negáronse á ello resueltamente casi todos, replicando con cla-
ras y firmes razones, principalmente los señores Mendieta y Don
Domingo Dueñas, quien concluyó con expresar < que primero pi-
« saria la toga que le revestía, que deshonrarla con juramentos
« contrarios á la lealtad. » Siguieron tan noble ejemplo seis de los
siete regidores que habían quedado en Barcelona : lo mismo hicie-
ron los empleados en las oficinas de contaduría, tesorería y adua-
na, afirmando el contador Asaguirre « que, aun cuando toda Es-
paña proclamase á José, él se expatriaría. » Veintinueve fueron
los que de resultas se enviaron presos á Monjuich y á la ciudadela,
sin contar otros muchos que quedaron arrestados en sus casas, en
cuyo número se distinguían el conde de Ezpeleta y su sucesor Don
Galceran de Villalba. Al conducirlos á la prisión el pueblo agol-
pábase al paso, y mirándolos como mártires de la lealtad, los
colmaba de bendiciones, y les ofrecía todo linage de socorros.


No satisfecho Saint-Cyr con esta determinación, P r e n a e n a m„_
resolvió poco después trasladarlos á Francia, medida (*os y ios nevan
dura y en verdad agena de la condición apacible y 4 F r a n c i a '
mansa que por lo común mostraba aquel general, y tanto menos
necesaria cuanto entre los presos si bien se contaban magistrados
y empleados íntegros y de capacidad, no habia ninguno inclinado
á abanderizar parcialidades.




396 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Tomada esta y otras providencias se alejó el general Saint-Cyr


PM» saint-cyr de Barcelona, y llegó á Vique el 18 de abril, cuya
A viqnc. ciudad encontró vacia de gente, exceptólos enfermos,


seis ancianos y el obispo. Con la precipitación lleváronse solamente
los vecinos las alhajas mas preciosas, dejando provisiones bastantes
que aliviaron la penuria con que siempre andaba el ejército ene-
migo. Allí recibió su general noticias de Francia de que carecía por
el camino directo después de cinco meses, y empezóse á preparar
para el sitio de Gerona, pensando que el ejército español no es-
taba en el caso de poder incomodarle tan en breve. No se enga-
ñaba en su juicio, asi por el estado enfermizo y de desorden en que
Muerte de Re- se hallaba después de la batalla de Valls, como también


ding. p 0 r e i fallecimiento del general Reding acaecido en
aquella plaza el 23 de abril. Al principio no se habían creído sus he-
ridas de gravedad, pero empeorándose eon las aflicciones y sinsabo-
res pusieron término á su vida. Reding general diligente y de gran
denuedo mostróse, aunque suizo de nación, tan adicto á la causa
sucedeie coupi- de España, como si fuera hijo de su propio suelo. Su-


s"T. cedióle interinamente el marqués de Coupigny.
La guerra de somatenes siempre proseguía encarnizadamente,


y largos y difíciles de contar serian sus particulares y diversos
trances. Muestra fue del ardor que los animaba la vigorosa res-
Paisanos dei va- puesta de los paisanos del Valles á la intimación que


íiés. l o s franceses les hicieron de rendirse. « El general
« Saint-Cyr (decían) y sus dignos compañeros podrán tener la
t funesta gloria de no ver en todo este país mas que un montón de
« ruinas... pero ni ellos ni su amo dirán jamas que este partido
« rindió de grado la cerviz á un yugo que justamente rechaza la
« nación. »
Principio de las género de guerra cundió á todas las provincias


partidas en todo nacido de las circunstancias y por acomodarse muy
ei remo. mucho á la situación física y geográfica de esta tierra
de España, entretegida y enlazada con los brazos y ramales de
montañas y sierras que como de principal tronco se desgajan de
los Pirineos y otras cordilleras, las cuales aunque interrumpidas á
veces por parameras, tendidas llanuras y deliciosas vegas, acana-
lando en unas partes los rios, y en otras quebrando y abarran-
cando el terreno con los torrentes y arroyadas que de sus cimas
descienden, forman á cada paso angosturas y desfiladeros propios
para una guerra defensiva y prolongada. No menos ayudaba á ella
¡a índole de los naturales, su valor, la agilidad y soltura de los cuer-
pos, su sencillo arreo, la sobriedad y templanza en el vivir que los
hace por lo general tan sufridores de la hambre, de la sed y traba-
jos. Hubo sitios en que guerreaba toda la población : asi acontecía en
Cataluña, así en Galicia, según luego veremos, asi en otras comarcas.
En los demás parages levantáronse bandas dchombres armados, á




LIBRO OCTAVO. 397
las que se dio el nombre de guerrillas. AI principio corlas en número
crecieron después prodigiosamente, y acaudilladas por gefes atrevi-
dos recorrían la tierra ocupada por el enemigo y le molestaban como
tropas ligeras. Sin subir á Viriato puede con razón afirmarse que
los españoles se mostraron siempre inclinados á este linage de lides,
que se llaman en la 2* Partida correduras y algaras, fruto quizá
de los muchos siglos que tuvieron aquellos que pelear contra los
moros, en cuyas guerras eran continuas las correrías á que debie-
ron su fama los Vivares y los Muñios Sanchos de Hinojosa. En la
de sucesión, aunque varias provincias no tomaron parte por nin-
guno de los pretendientes, aparecieron no obstante cuadrillas en
algunos parages, y con tanta utilidad á veces de la bandera de la
casa de Borbon, que el marqués de Sania Cruz de Marcenado en
sus reflexiones militares las recomienda por los buenos servicios
que habían hecho los paisanos de Benavarre. En la guerra contra
Napoleón nacieron mas que de un plan combinado de la naturaleza
de la misma lucha. Engruesábanlas con gente las dispersiones de
los ejércitos, la falta de ocupación y trabajo, la pobreza que resul-
taba , y sobre todo la aversión contra los invasores viva siempre y
mayor cada dia por los males que necesariamente causaban sus
trapas en guerra tan encarnizada.


La junta central sin embargo previendo cuan pro- D e c r e t 0 a e h
vechoso seria no dar descanso al enemigo y molestarle central,
á todas horas y en lodos sentidos, imaginó la formación de estos
cuerpos francos, y al efecto publicó un reglamento en 28 de di-
ciembre de 1808 en que, despenando la ambición y excitando el
interés personal, trataba al mismo tiempo de poner coto á los des-
manes y excesos que pudieran cometer tropas no sujetas á la ri-
gorosa disciplina de un ejército. Nunca se practicó este reglamento
en muchas de sus partes, y aun no habia circulado por las provin-
cias cuando ya las recorrían algunos partidarios. Fue
uno de los primeros Don Juan Biaz Porlier, á quien r o r h e r '
denominaron el Marquesito por creerle pariente de Romana. Oficial
en uno de los regimientos que se hallaron en la acción de Burgos,
tuvo después encargo de juntar dispersos, y situóse con este ob-
jeto en San Cebrian de Campos á tres leguas de Palencia. Allegó
en diciembre de 1808 alguna gente, y ya en enero sorprendió des-
tacamentos enemigos en Frómista, Rivas y Paredes de Nava, en
donde se pusieron en libertad varios prisioneros ingleses, seña-
lándose por su intrepidez Don Bartolomé Amor segundo de Porlier.
Próximo este á ser cogido en Saldaña y dispersada su tropa, jun-
tóla de nuevo, haciéndose dueño en febrero del depósito de pri-
sioneros que tenían los franceses en Sahagun, y de mas de 100 de
sus soldados. Creció entonces su fama, difundióse á Asturias, y la
junta le suministró auxilios, con lo que, y engrosada su partida,
acometió á la guarnición enemiga de Aguilar de Campo, compuesta




598 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de 400 hombres y dos cañones, siendo curioso el modo que em-
pleó para rendirlos. Encerrados los franceses en su cuartel bien
pertrechados y sostenidos por su artillería, dificultoso era entrar-
los á viva fuerza. Viendo esto Porlier hizo subir algunos de los su-
yos á la torre, y de allí arrojar grandes piedras, que cayendo
sobre el tejado del cuartel, le demolieron y dejaron descubiertos á
los franceses obligándolos á entregarse prisioneros. Concluyó otras
empresas con no menor dicha.
Don j M n Echa- No fue tanta entonces la de Don Juan Fernandez


vam. de Echavarri que con nombre de compañía del norte
levantó una cuadrilla que corría la montaña de Santander y seño-
rio de Vizcaya, pues preso él y algunos de sus compañeros en 50 de
marzo, fue sentenciado á muerte por un tribunal criminal extraor-
dinario que á manera del de Madrid se estableció en Bilbao, el cual
en este y otros casos ejerció inhumanamente su odioso ministerio.
E I Empecinado. Otras partidas de menos nombre nacieron y comen-


zaron á multiplicarse por todas las provincias ocupa-
das. Distinguióse desde los principios la de Don Juan Martin Diez
que llamaron el Empecinado (apodo que dan los comarcanos á los
vecinos de Castrillo de Duero de donde era natural). Soldado licen-
ciado después de la guerra de Francia de 1793, pasaba honrada-
mente la vida dedicado á la labranza en la villa de Fuentecen. Mal
enojado como todos los españoles con los acontecimientos de abril,
y mayo de 1808, dejó la esteva y empuñó la espada, hallándose ya
en las acciones de Cabezón y Rioseco. Persiguiéronle después en-
vidias y enemistades, y le prendieron en el Burgo de Osma, de
donde se escapó al entrar los franceses. Luego que se vio libre
reunió gente ayudado de tres hermanos suyos; y empezando en
diciembre á molestar al enemigo, recorrió en enero y febrero con
fruto los partidos de Aranda, Segovia, tierra de Sepúlveda y Pe-
draza. Aunque acosado en seguida por los enemigos, internándose
en Santa María de Nieva, recogió*n sus cercanías muchos caballos
y hombres. Con tales hechos se extendió la fama de su nombre,
mas también el perseguimiento de los franceses que enviaron en
su alcance fuerzas considerables, y prendieron como en rehenes á
su madre. Casi rodeado salvóse en la primavera con su partida, y
sin abandonar ninguno de los prisioneros que habia hecho, yendo
por las sierras de Avila, se guareció en Ciudad Rodrigo. Llegaron
entonces á noticia de la central sus correrías, y le condecoró con
el grado de capitán. También por los meses de abril y mayo tomó
las armas y formó partida Don Gerónimo Merino cura de Villoviado.
Lo mismo hicieron otros muchos, de los que y de sus cuadrillas
suspenderemos hablar hasta que ocurra algún hecho notable ó re-
firamos lo que pasaba en las provincias en que tenían su principal
asiento.


Ayudaron al principio mucho á estas partidas, amparándolas en




LIBRO OCTAVO. 599
sus apuros las plazas y puntos que todavía quedaban libres. Acaba-
mos de ver como el Empecinado se abrigó á Ciudad Rodrigo, en
cuya plaza y sus alrededores solía permanecer el digno é incansable
gefe inglés Sir Roberto Wilson. Asistido de su legión C i n d a ( 1 R o d r l 8 0
lusitana á la que se habian agregado españoles é in- y wuson.
gleses dispersos, y una corta fuerza bajo Don Carlos de España,
protegía á nuestros partidarios é incomodaba al general Lapisse co-
locado en Ledesma y Salamanca. Este, aunque al frente de 10,000
hombres y con mucha artillería, apenas habia hecho cosa notable
hasta abril desde enero en que se apoderó de Zamora, ciudad casi
abandonada. Solo en 2 de marzo esperanzado en malos tratos se
presentó delante de Ciudad Rodrigo para entrar de rebate la plaza,
mas el aviso de buenos españoles y la diligencia de Wilson le im-
pidieron salir adelante con su proyecto, incomodándole este conti-
nuamente aun en sus mismos reales.


Por aquel tiempo Asturias, provincia que después A s t o r l a s
de la invasión de Galicia era la sola libre entre las del
norte, mostróse firme, y continuó desplegando sus patrióticos sen-
timientos. Gobernábala la misma junta que se había congregado
en 1808, compuesta de hacendados y personas principales del pais.
Dio para el armamento y defensa enérgicas providencias, que la
malquistaron con muchos. Tales fueron un alistamiento ^
general sin excepción de clase ni persona, el reparti-
miento extraordinario á toda la provincia de 2,000,000 de reales,
y el de otras sumas entre los mas ricos capitalistas y propietarios,
la rebaja de sueldos á los empleados; y por último el haber man-
dado á las corporaciones eclesiásticas que tuviesen á su disposición
los caudales que existieran en sus depósitos. Con estos recursos
hubo bastante para hacer frente á los considerables gastos que
ocasionaron las dispersiones de Espinosa y las posteriores, y arre-
glar de nuevo y aumentar la fuerza necesaria para la defensa del
principado.


Uno de los puntos que urgia poner al abrigo de un B a i i e 5 t e r o S
impensado ataque era el del lado oriental, por donde
los enemigos se habían extendido hasta mas acá de San Vicente
de la Barquera. Juntáronse las pocas tropas que quedaban, y se
pusieron á las órdenes de Don Francisco Ballesteros, que de capi-
tán retirado y visitador de tabacos habia ascendido á mariscal de
campo en la profusión de grados que se concedieron. Contenióse
al principio el nuevo general con ocupar las orillas del rio Sella,
hasta que reforzado avanzó en enero de 1809 á Colombres y ribe-
ras del Deva. Descubrieron luego Ballesteros y otros gefes suma
actividad y celo, esmerándose en la instrucción y disciplina de
subalternos y soldados. Y en aquel campo al paso que se perfeccio-
naron unos y otros en los ejercicios de su profesión, habituáronse
también al fuego, no estando separados del enemigo sino por el




400 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Deva, y al fin se alcanzó formar una división que regida por Ba-
llesteros adquirió justo renombre en el curso de la guerra,
sos operaciones A n t e s


á e empezar febrero ascendía dicha fuerza á
en coiombra. SOOO hombres, y el 6 del mismo desalojó ya á la del


enemigo de la línea que ocupaba, incomodándole con frecuencia, y
casi siempre ventajosamente. Hubo ocasiones en que las refriegas
fueron de mas empeño, sobre todo una acaecida en fines de abril,
consiguiendo los nuestros penetrar hasta San Vicente de la Bar-
quera , en cuyo pueblo celebró su victoria el general Ballesteros con
grande aparato; vana ostentación á que era inclinado, pero con la
que entusiasmaba al soldado y granjeaba su voluntad.
Armamento deía


L a J u n t a d e Asturias habia ademas establecido den-
protincia. i r o del principado, bajo el nombre de alarma, un


levantamiento general para que acudiesen á la defensa, en caso de
irrupción, todos los hombres capaces de manejar un fusil ó un
chuzo, de cuyas armas no habia vecino que no estuviese provisto.


A últimos de enero, al saberse la ocupación de Gali-
worster. c j a ^ ¡ g u a i m e n t e p a r o s u atención en formar y juntar


con prontitud una división de 7000 hombres que cubriese la parte
occidental de Asturias, y cuyo mando por desgracia dio á Don José
Worster general de menguado seso, aunque antiguo oficial de arti-
llería.


Entran losas- Puesta esta fuerza á orillas del Eo, sabiendo ser
inrianos en Ri- corta la que tenían enfrente los enemigos, y ansiando


por tener un apoyo los patriotas de aquellos partidos,
de los que del lado de Vivero se habian ya ievantado algunos, tra-
tóse seriamente al comenzar febrero de hacer una excursión en Ga-
licia. Verificóse asi, mas con tan poco orden que las tropas de
Worster cometieron excesos en Ribadeo como si fuesen enemigas,
y mataron á Don Raimundo Ibañez comerciante rico é ilustrado de
aquella villa. Difícil era que soldados tan insubordinados se compor-
tasen debidamente cuando se tratase de guerrear. No obstante in-
tentó Worster sorprender á los franceses que guarnecian á Mon-


doñedo. Sita esta ciudad en unprofundo valle, cercada
¥ en Mondoñedo. , ^ „ . , , .


de altas montanas, y sin otro camino llano mas que el
que conduce á Asturias, pudiera fácilmente haberse conseguido la
empresa. Pero Worster por sus mal concertadas órdenes, y el co-
ronel Linares por no atender cumplidamente al punto que guar-
daba, diéronse tan torpe maña que dejaron retirarse á los franceses
sin grande molestia. Worster luego que entró en Mondoñedo, en vez
de tener presente la clase de enemigo con quien las habia, entre-
góse á fiestas y convites que le dieron los vecinos, de cuyo descuido


sorprenden
e n t e r a d ° e l general francés Maurice Mathieu que man-


dispersin™ '"o* daba por aquella parte, después de entrar en Vivero,
franceses & wor e n g u e s e j,abia formado una junta, y de entregar al


saco y furor del soldado aquella villa, revolvió sobre




LIBRO OCTAVO. 401
Moudoñedo j sorprendió y dispersó ia división de Worster, superior
en número, y penetrando en Asturias hasta el Navia saqueó y ani-
quiló los Goncejos que median entre este rio y el Eo. Afortunada-
mente se hallaba en las cercanías Don Manuel Acevedo indivuduo
de la junta, y hermano del general que pereció después de la bata-
lla de Espinosa, y á su actividad é ilustrada diligencia debióse la
pronta reunión á esta parte del Navia de los soldados desbandados,
ayudándole con esmero el gobernador del partido Don Matías Me-
nendez, y el bizarro coronel Galdíano. Advertido el general francés
de que la tropa asturiana se habia rehecho, y juzgando arriesgado
internarse aun en el principado, retrocedió á Galicia y se contentó
con ocupar sus antiguas posiciones.


Tales eran los acontecimientos ocurridos en Asturias,
. . . ... , i • Romana.


mientras que esta provincia, si bien libre, se había
mantenido como aislada y sin comunicación con las otras, hasta que
en la primavera de 1809 pisó su suelo por primera vez el marqués
de la Romana; mas para averiguar los motivos que trajeron á este
caudillo al principado, necesario es referir antes lo que pasó en Ga-
licia después que le dejamos en enero á él y á su gente cerca de la
frontera de Portugal.


Alli continuó todo el febrero mudando á menudo de
posición, y aproximándose á veces á la plaza portu- " e j e r c t t c -
guesa de Chaves. Consistía su fuerza eh 9000 hombres, distribui-
dos en una vanguardia al cargo de Don Gabriel de Mendizabal, y
en dos divisiones que mandaban los generales Mahy y Taboada. Su
estancia en aquellos paragesanimó mucho al paisanage de Galicia,
abultándose el número de sus tropas y el de sus recursos. También
procuraba el mismo marqués por medio de emisarios atizar el fuego,
y el ayudante general Moscoso, en una comisión que tuvo en lo inte-
rior de aquella provincia, repartió con buen éxito ejemplares ma-
nuscritos de una instrucción que habia compuesto para la guerra de
partidas.


Hubo sitios1 en que produjeron estos pasos conve- E m p¡e¡,a e n e -
mente efecto; mas hubo otros en que sin ageno estí- /«mándenlo oe
mulo formáronse muy luego los habitantes en cuadri- a ' c a "
Has. Asi aconteció con los paisanos de la Puebla de Tribes que los
primeros y antes de comenzar febrero, dirigidos por Diego Nuflez
de Millaroso, cogieron prisioneros á 80 dragones de la división del
general Marchand, los cuales con varios despojos llevaron en triun-
fo adonde estaba Romana. Imitáronlos en breve otros muchos en el
valle de Valdeorras, y uniéndose cinco fieldades eligieron una junta,
escogiendo por su general á Don José, abad de Casoyo, mozo arro-
jado y déla casa de Quiroga, ilustre en aquella tierra. Su hermano
Don Juan también de Quiroga y Uria cooperó grandemente á sus
empresas, que se multiplicaron y se extendieron hacia el Vierzo.
Eii la línea de Lugo desde el valle de Cruzul hasta monte Salgueiro,


i. 26




402 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
no lejos de Betanzos, interceptaron los naturales correos y destaca-
mentos, señalándose el juez de Cancelada Don Ignacio Herbon,
quien al acabar febrero atacó en Dóneos un convoy, y le cogió en su
mayor parte. Pero en donde se encendió extraordinariamente y
tomó forma mas regular la insurrección, según veremos mas ade-
lante , fue del lado de Tuy.


Mucho hubiera podido contribuir á darle pronto y vigoroso cen-
tro la permanencia de Romana hacia Monterey; mas nuevas ocur-
rencias le obligaron á alejarse. Indicamos en otro libro como el
mariscal Soult avanzaba por la costa de Galicia vía de Portugal.
Ejecutó este movimiento en virtud de orden que en 28 de enero
recibió en el Ferrol para invadir aquel reino.


Luego que se embarcaron los ingleses en b Coruña
Mariscal Sooi t . q u edando pocos en Lisboa, parecióle fácil á Napaleon
llegar á las puertas de esta capital, y lavar con su conquista la an-
tigua mancha. Para ello al paso que Soult habia de realizar la
principal invasión por la costa de Galicia y provincias portuguesas
del norte, el general Lapisse y el mariscal Víctor estaban encarga-
dos de amenazar la frontera portuguesa por Ciudad Rodrigo y
Trata de invadir Extremadura. Componíanse las fuerzas de Soult del'


a p o r t n e a i . segundo cuerpo y de parle del que habia mandado Ju-
not: según Napoleón ascendian en todo á 50,000 hombres, como
si no hubiesen tenido pérdidas ni baja alguna; mas realmente esta-
ban reducidas á la mitad : 4000 eran de caballería,
inúti l tentativa ^ mariscal Soult después dé tomar las correspon-
para atravesar ei dientes providencias y de dejar en su lugar á Ney, au-
M i n 0 ' senté en Lugo al recibo de la orden, púsose en mar-
cha, y el 3 de febrero llegó á Santiago. Precediéronle los genérales
LahoussayeyFranceschi : el primero con los dragones se encaminó
á Ribadavia y Salvatierra, plaza de poco valer y desmantelada á
orilla derecha del Miño; y el segundo con la caballería ligera fue la
vuelta de Tuy, ciudad colocada en la misma ribera. Sostenía á es-
tas divisiones la de infantería del general Merle, que avanzó á Pon-
tevedra. Las otras con el mariscal Soult salieron de Santiago el 8,
llegando el 10 á Tuy. Corre el Miño por allí muy caudaloso, y sin
que desde Orense se encuentre puente alguno; no obstante pensó
Soult cruzarle hacia la marina, acopiando los preparativos nece-
a ríos en el puertecillo de la Guardia, separado de la desemboca-
dura por el monte de Santa Tecla. Habiendo dificultades para do-
blar la punta que este forma, y subir rio arriba, trasladáronlos
franceses por- tierra en carros gallegos cosa de una legua con mu-
cho trabajo los botes destinados al trasporte de la tropa, y los
volvieron á poner boyantes en el Tamuge, rio pequeño que desa-
gua en el Miño. El 15 en la noche á la hora de la marea alta quedó
encargado de empezar la operación el general Thomieres. Ejecu-
tóse en buen orden por el Tamuge, pero a! entrar en la gran coi'-




LIBRO OCTAVO. 405
riente del Mino ¿ mas rápida con el reflujo que comenzaba, sepa-
ráronse los botes, y pocos fueron los que arribaron á la orilla
opuesta. Los portugueses mandados por el general Bernardino
Freiré hicieron contra ellos un fuego vivo y acertado, con lo
cual y la marea ya contraria tuvieron que volver los mas á tierra
de España, quedando prisioneros de los portugueses unos 40 hom-
bres. El malogramiento de esta tentativa cundiendo por una y
otra frontera animó al paisanage, deseoso de molestar á los
franceses.


También con aquel contratiempo vio el mariscal Soult los obs-
táculos que se le ofrecían para pasar el Miño, no te- T oma s<mit h i -
ñiendo á su pronta disposición los medios necesarios. cía órense.
Por lo cual determinó entrar en Portugal via de Orense, lomando
rio arriba, Salió pues de Tuy el 17 de febrero, y nombró al gene-
ral Lamartiniere comandante de la ciudad, en la que dejó los en-
fermos, la mayor parte de la artillería, y alguna guarnición.


A corta distancia ya percibió síntomas de una in- insurrección,
surrección general. Habíanla fomentado varios indi-
. i u , L 0 5 abades de


viduos, entre los que se señalaron el abad de Louto y couto y vaiíada-
el de Valladares. Aquella tierra está bien cultivada, r e s -
con población numerosa y desparramada, en caseríos rústicos.
De las heredades distribuidas en cortas porciones, y por lo general
aforo enfiléulico, disponen los usufructuarios como de cosa pro-
pia. Y la gente trabajadora y de suyo guardosa, temia mas que la
de otras provincias perder con la invasión de extraños el producto
de sus labores é industria, y con tanta mayor razón cuanto los
franceses escasos de provisiones comenzaron á hacer repartimien-
tos excesivos, y á cometer robos y saqueos.


Alli los abades, nombre que se dá á los curas pár-
rocos, tienen mucho influjo por su riqueza y poder. molestaba 3"'™
Lo tienen los ricos y cercanos monasterios del orden f ^ ™ 3 m s a
cisterciense de San Clodio y Melón, y teníanlo tam-
bién entonces por su patriotismo varios particulares, los cuales jun-
tos y separadamente trataron de aprovechar la buena disposición
del pueblo contra los extrangeros. Antes que ninguno descubrióse
el abad de Couto, Don Mauricio Troncoso, quien congregando á sus
feligreses con motivo de un repartimiento que los invasores habían
echado, díjoles : « En vez de dar á los enemigos lo que nos piden,
« seré vuestra guia si queréis negárselo y emplearlo en vuestra
« defensa. » aplaudieron todos aquellas palabras, y agregándose
personas de cuenta y aun portugueses, soltáronse de todos lados
partidas que hostigaron á los franceses en su marcha. En Mou ren-
ten hízoles notable daño el mismo abad de Couto, y quemaron
aquel pueblo en venganza. Desde el puente de las flachas hasta
Ribadavia también padecieron varias acometidas, acaudillando al
paisanage José Labrador, el monge Bernardo Fray Francisco Car-




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
rascón, y después el juez de Maside; y si bien en estos reencuen-
tros los franceses con su pericia y buenas armas rompian al fin
por medio é iban adelante, perdían gente y amilanábanse sus solda-
dos con guerra tan continua y encarnizada.


De Ribadavia pasó el mariscal Soult á Orense resuelto á entrar
en Portugal por la plaza de Chabes, y á disipar antes el corto


ejército de Romana. Manteníase este ííeneral en el
SonltyRoma- •> «


n«. intimación a valle de Monterey, y hallábase en Lamadarcos el 4 de
e s t e ' marzo cuando llegó un parlamentario francés con un
pliego, ofreciendo recompensas y condecoraciones con tal que Ro-
mana y su ejército reconociesen á José. Replicó el general español
debidamente, diciendo que á tales proposiciones no habia otra res-
puesta sino cañonazos. Pero no habiéndose tomado en el recibi-
miento del oficial parlamentario las acostumbradas precauciones,
examinó este con sus propios ojos el deplorable estado de nuestro
ejército, y dio cuenta de ello á su mariscal, qwjen determinó atacar
sin dilación á los españoles.


E S desbaratada ^ ' marqués de la Romana quería evitar cualquiera
in retaguardia es- refriega, mas no habiéndose retirado tan pronta-
panoia. mente como era de desear, fue el 6 de marzo alcan-
zada su retaguardia á las órdenes de Don Nicolás Mahy en las in-
mediaciones de Verin. Cogióle el general Franceschi algunos pri-
sioneros y la desordenó, pero no insistiendo en su perseguimiento
pudo continuar su marcha. Los franceses solo pensaron en entrar
en Portugal, cuyas tropas mandadas por el general Silveira ha-
bían sido acometidas en Villaza el mismo dia que las españolas por
la división de Delaborde, teniendo que retirarse después de alguna
pérdida al abrigo de la noche.


El general Mahy dirigióse á las Portillas, gargantas que parten
término con Castilla, y se unió en Luvian con el marqués de la
Romana. Andaban todos inciertos acerca del camino que tomarían,
y pesábales á algunos que se abandonase á Galicia en la propia sa-
zón en que por todas partes cundia el fuego insurreccional. Apro-
bóse al fin á propuesta del ayudante general Moscoso el no alejarse
de la tierra montañosa, y conforme á esta determinación decidió
Romana partir la vuelta de Asturias, de donde soplaría la hoguera
encendida en Galicia. En consecuencia cambióse de improviso la
marcha, y se revolvió sobre las montañas de las Cabreras para
cruzarlas por el puerto del Palo, pais escabroso, solitario, y cuyas
sierras mas bien se escalan que se suben. A su paso sobrecogió la
noche á nuestros soldados, en estación cruda, expuestos á la incle-
mencia , desprovistos de todo. Animándose unos á otros llegaron
por fin á Ponferrada del Vierzo con admiración de sus vecinos que
los creían lejos de sus hogares. En aquella villa y otros muchos
pueblos no habia francés alguno, contentándose estos con ocupar
la linea de comunicación de calzada que de Galicia va á Castilla, y




LIBRO OCTAVO. 405
aun en ella tenían poca tropa, excepto en Villafranca en que con-
taban unos 1000 hombres de escogidas tropas.


Las de Romana no estaban para emprender expe- Auca «vu ia -
diciones de grande importancia, pero el haber ca- f r a o M -
sualmente encontrado en una ermita cerca de Ponferrada un ca-
ñón de á doce abandonado con su cureña y balas de su calibre ,
sugirió la idea al ayudante Moscoso de proponer al general en gefe
un ataque contra los franceses de Villafranca. Condescendió Ro-
mana , y desde Toreno á donde se habia ya trasladado para entrar
en Asturias, dispuso que acometiese la empresa con 1500 hombres
el general Mendizabal.


Los franceses á la inesperada vista de los españoles Se apodera de la
y del cañón de grueso calibre, imaginándose venia «i»™":"»1-
sobre ellos gran fuerza, se arredraron y metieron en el castillo-
palacio de la villa, perteneciente á los marqueses que llevan su
nombre : era edificio antiguo de muros sólidos con cuatro torreo-
nes que defendían cañones de hierro, y el cual quemaron después
los paisanos para que no sirviese otra vez de refugio al enemigo.
Comenzaron los españoles su ataque en la mañana del 17 de mar-
zo , distinguiéndose el regimiento de voluntarios de la Corona, é
íbase ya á entrar por fuerza el castillo, cuando intimada la rendi-
ción abrieron los franceses la puerta, y quedaron prisioneros 1000
granaderos que le gnarnecian de las mas acreditadas tropas. Aver-
gonzábanse después de haber entregado las armas á tan corto
número de hombres y á gente de tan poca apariencia como eran
entonces las tropas de aquel ejército. La nueva de este suceso cre-
ciendo de boca en boca alentó á los patriotas de Galicia, que se fi-
guraban ser ya mas numerosas las tropas que capitaneaba Romana.
Ojalá se hubiera siempre limitado este caudillo á tal linage de em-
presas, dignas de un militar y de su elevado puesto, evitando en-
trometerse en querellas y divisiones de provincias, según aconte-
ció en Oviedo, á cuya ciudad llegó poco después de la toma del
castillo de Villafranca.


Los disgustos excitados con las providencias opor- L 1 (.g a R o m a M ,
tunas y enérgicas de aquella junta, habíanse enton- oiwo.
ees aumentado con otras intempestivas y arbitrarias dadas contra
algunas personas. Los descontentos, sobre todo ciertos individuos
de corporaciones privilegiadas, salieron á recibir á Romana, y por
desgracia de tal modo preocuparon su ánimo que en vez de obrar
desapasionadamente, y de contentarse con reprimir A H e t c a a 0 c o n „
los abusos de autoridad que hubiese habido , púsose i™t«.
del bando de los que se creían agraviados. Tratáronse por consi-
guiente el general y la junta con frialdad y desvío, sin que le fuese,
dado conciliarios á la prudencia y buen tino de su presidente el
brigadier D. José Valdés, antiguo gefe de Romana cuando este ser-
via en la armada. La central habia autorizado al marqués con am-




406 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
plias facultades en la parte militar, y él ensanchándolas á su sabor
empezó por reprender á la junta en lo que precisamente merecía
mas alabanza, como lo era en haber mandado que tomasen las ar-
mas todos sin excepción, inclusos los donados y legos de los con-
ventos , y los beneficiados no ordenados in sacris. Compuesta dicha
corporación de los principales de la provincia y de suyo altiva,
respondió acerbamente á la inadvertida reprensión; con lo cual ir-
ritado aun mas Romana quiso llamarla á cuentas. Negóse á ello la
junta por no creerle autoridad competente, pero añadiendo que
haría públicas sus entradas é inversiones para satisfacción de sus
comitentes. Encendiéndose asi el enojo de ambas partes, en espe-
cial con motivo de un repartimiento de 4,000,000 enviados por la
central para uso del principado y que Romana quería por sí apli-
car á su solo ejército, decidióse el último á disolver la junta, á
cuyo fin y por orden suya penetró en la sala de las sesiones el coro-
nel Don José de Odonell con SO hombres del regimiento de la
Princesa, haciendo en ello un pequeño y ridículo remedo del 18
brumario de Napoleón. Cedieron los vocales á la violencia, sin de-
jar de hacer fuerte y enérgica oposición, señaladamente Don Ma-
nuel María de Acevedo. Romana nombró otra junta en su lugar,
mas Ja tropelía cometida con la anterior disgustó á los mas, y des-


encajó, por decirlo asi, de su asiento en el principado
c Ap.n. 7.) e | ¿ r ( j e n y buen gobierno *. Injustamente acusaron al-


gunos á la junta disuelta de malversación de caudales : pudientes
y ricos los mas de sus individuos habían hecho los mas de ellos do-
nativos cuantiosos., y su patriotismo y celo estaban libres de tacha :
solo, repelimos, incurrieron en merecida censura por algunas me-
didas arbitrarias contra determinadas personas. Hablamos en este
punto con tanta mayor imparcialidad, cuanto no andábamos bien
avenidos con aquella junta, por lo que merecimos de Romana que
nos nombrase de la que había en su lugar creado, gracia que no
admitimos por considerar su procedimiento ilegal y dañoso.


Sabedor el mariscal Ney de la discordia suscitada entre la junta
invade Ney i As- de Asturias y Romana, y temeroso sobre todo con lo


taiias. sucedido en Villafranca de que uniendo este caudillo
sus tropas á las del principado formase un cuerpo respetable y
bastante numeroso para incomodarle y corlarle su comunicación
con el reino de León, se preparó á invadir á Asturias poniéndose
de acuerdo con fuerzas que habia en Castilla y en Santander.
Parece ser que desde Francia también le habia venido orden de no
desperdiciar oportuna coyuntura de verificar dicha invasión. Ro-
mana por su parte, mas ocupado en las contestaciones y querellas
de la junta que en uniformar y arreglar la mucha gente que ahora
tenia á su disposición, no tomó acerca de ello providencia alguna.
Dejó correr en el principado los asuntos militares según iban á su
llegada, y olvidó á su ejército de Galicia, el cual á las órdenes de




LIBRO OCTAVO. 407
Don Nicolás Mahy ipasando el puerto de Aneares se habia si-
tuado hacia él Navia, extendiéndose hasta las avenidas de Lugo y
Mondoñedo.


El mariscal Ney, rozándose casi con este ejército y acompañado
de 6000 hpmbres, se dirigió desde Galicia por la tierra áspera y
encumbrada de Navia de Suarna á Ibias, y descendiendo á Cangas
de Tineo, Salas y Grado, se adelantó á Oviedo, al mismo tiempo
que procedente de Valladolid y con otra tanta ó mas fuerza se
metia en el priucidado por el puerto de Pajares el ge-
neral Kellermann. Estaba ya cercano á Oviedo el ma-
riscal Ney y todavía lo ignoraba Romana. Recibió este al fin un
aviso y apresuradamente después de dar por primera vez órdenes
á la división de Ballesteros y á la de Worster poco Romana se em-
antes malamente repuesto en el mando, pasó á Gijon h u c t e n G i i < m-
en donde se embarcó tomando en seguida tierra en Bibadeo. Entró
Ney en Oviedo el 19 de mayo, de cuya ciudad habían salido casi
todos sus moradores, dejando abandonadas sus casas


, , T , , . i i. Saqnean los
y haberes. Entregada al saco durante tres días; vie- franceses a orlá-
ronse muchos arruinados y menguaron los intereses d 0 '
de otros. A la noticia de la invasión acercóse el general Worster
lentamente á Oviedo por el país de montaña, y Ballesteros retro-
cediendo de Colombres al Infiesto, enriscóse luego por las asperezas
deCovadonga, santuario célebre mirado como cuna de la monarquía
de Castilla. Paróse poco Ney en la capital de Asturias, y dejando
allí á Kellermann y en Villaviciosa al general Bonnet s»ie Ney de A S -
que habia venido con su división hasta aquel sitio de t a r i a s-
los lindes de Santander, tornó por la costa á Galicia, á donde le
llamaban acontecimientos de cuantía, y á que daban ocasión reveses
de Soult en Portugal, la insurrección de la provincia de Tuy y
otras, y aun también los movimientos del ejército de la Romana,
el cual amenazaba á Lugo y alentaba al paisanage con la abultada
fama de sus hazañas.


La fuerza de este ejército puede decirse que estaba dividida en
dos partes, de la una que era la principal acabamos Mat>y amenaza s
de hacer mención, la otra entonces menos numerosa L l 8 °-
habia quedado en la Puebla de Sanabria á las órdenes de Don
Martin de la Carrera. La primera gobernada en ausencia de Ro-
mana por Don Nicolás Mahy constaoa de unos 6000 hombres y
de 200 caballos : la cual á la propia sazón que Ney se movia la
vuelta de Asturias, se adelantó hacia el monasterio cisterciense de
Meira no lejano de Lugo. El general Worster no habia querido
acompañar á Mahy en aquel movimiento creyendo que la fuerza
que mandaba debía pensar antes que en otra cosa en cubrir á As-
turias. Siguió avanzando dicho general Mahy, y su vanguardia
capitaneada por Don Gabriel de Mendizábal tropezó el 17 de mayo
en Feria de Castro á dos leguas de Lugo con una columna enemiga




408 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de 1500 hombres que obligó á meterse en la ciudad. Al dia si-
guiente el general Fournier gobernador francés, militar entendido
pero de condición singular, y muy dado á hablar en latin á íos
D«sbar«ta ai g e - obispos y á los clérigos, salió de dentro y se dispuso á
nerai rour iuer . aguardar á los nuestros en las inmediaciones, apoyando
la izquierda en los mismos muros y la derecha en un pinar vecino.
Acometióle Don Nicolás Mahy formando su gente en dos columnas
guiadas por los generales Mendizabal y Taboada, junto con los
200 ginetes que mandaba Don Juan Caro. A espaldas quedó Ja re-
serva á las ordenes del brigadier Losada, y aparentóse tener otro
cuerpo de caballería colocando á distancia, montados en acémilas
y caballos de oficiales, cierto número de soldados; ardid que no
dejó de servir, notándose también en nuestras tropas mas ins-
trucción y confianza. Trabóse la ¡pelea y á poco volviendo caras la
cabellería enemiga desconcertó su línea de batalla, é infantes y
ginetes corrieron precipitadamente á guarecerse de la ciudad, aco-
metiendo con tal brio nuestra gente gue varios catalanes de tropas
ligeras metiéndose dentro al mismo tiempo que aquellos, tuvieron
después que descolgarse por las casas pegadas al muro ayudados
de ios vecinos. Los franceses perdieron bastante gente y los espa-
ñoles varios oficiales, y en este número al comandante de ingenieros
D. Pedro González Dáyila distinguido por su valor. No pudiendo
los españoles ganar en seguida á Lugo, ciudad rodeada de una an-
tigua y elevada muralla y de muchos torreones aunque socavado el
P o n e cerco a ía revestimiento por los años, intimaron la rendición al


ciudad. gobernador que respondió con honrosa arrogancia.
Entonces decidióse á formalizar el cerco el general Mahy, y allí le
dejaremos para acudir á donde nos llaman Jos gloriosos hechos de
Jas orillas del Miño.


, , Luego que el mariscal Soult hubo pasado de Orense
Crece la Insur- « • . . . . , , - . ,


reccion de Gait- vía de Portugal, la insurrección del paisanage gallego
c ' a ' se aumentó, cundiendo por las feligresías de las pro-
vincias de Tuy, Lugo, Orense y Santiago hasta las riberas del
Ulla y aun mas allá. Por todas parles aparecieron gefes para acau-
dillarla , y Romana y la central enviaron también algunos que la
fomentasen. Entre los primeros fueron los mas distinguidos los
abades ya nombrados de Couto y Valladares, y ademas un caballero
de nombre Don Joaquín Tenreiro, el alcalde de Tuy Don Cosme de
Seoane y Don Manuel Cordido labrador y juez de Cotobad. Asi
indistintamente se aunaban todas las clases contra el enemigo común.
El último hizo guerra terrible en la carretera de Pontevedra á San-
tiago , los otros después de varios choques recorriendo la tierra de
Tuy y Vigo, obligaron á los franceses á encerrarse en el recinto
de ambas plazas. De los emisarios de Romana diéronse particular-
mente á conocer los capitanes Don Bernardo González, dicho Ca-
chamuiña del pueblo de donde era natural, y Don Francisco




LIBRO OCTAVO. 409
Colombo, incomodando mucho el primero á los enemigos por la
parte de Soutelo de Montes y puente de Ledesma. Fueron los en-
viados de la central el teniente coronel Don Manuel García del
Barrio, el entonces alférez Don Pablo Morillo, y el canónigo de
Santiago Don Manuel de Acuña, gallego, y de familia que tenia
deudos y amigos en el pais. Llegaron estos cuando todavía el mar-
qués de la Romana estaba en el valle de Monterey, y permaneciendo
Barrio en su compañía hasta que partió á Asturias, envió hacia Tuy
á los otros dos comisionados para obrar de acuerdo con los que por
allí lidiaban contra los franceses.


Ademas no hubo partido ni punto en que antes ó después no
fuesen molestados : asi sucedió en Trasdeza no lejos de Santiago
en que se formó una junta, y mandaron la gente ios hermanos es-
tudiantes Don Benito y Don Gregorio Martínez : asi en Muros, en
Corcubion, en Monforte de Lemos aunque con la desgracia en las
tres últimas villas de haber sido incendiadas y horrorosamente
puestas á saco. No desanimándose los moradores por tamaños
contratiempos, sabedor Barrio de que en las alturas de Lobera
reunía bastante gente el administrador de rentas de la Boullosa
Don José Joaquin Márquez, incorporósole el 17 de marzo viniendo
de hacia Chaves. Reconocida Barrio como comisio- uamo. juma de
nado de la central, convino con los demás en congre- Lo l )e r*-
gar una junta compuesta de vocales del partido y de las personas
que mas habían contribuido al levantamiento de otras feligresías.
Verificóse en efecto, instalándose el 21 del mismo mes de marzo
en aquellas alturas y en campo raso, renovando la sencillez de Ios-
tiempos primitivos. Sujetáronse todos ala autoridad creada, nom-
bróse presidente al obispo de Orense y sin detención se tomaron
disposiciones que mantuvieron é impulsaron mas ordenadamente
la insurrección. Al Márquez, hombre esforzado y que habia tra-
bajado en favor de la causa común mas qne los otros, diósele el
mando de un nuevo regimiento que se apellidó de Lobera, y mán-
desele ir á reforzar á los que bloqueaban á Tuy. También se expi-
dió orden á Cachamuiña para que de Soutelo cayese sobre Vigo y
engrosase el número de los sitiadores. Dispusiéronse asimismo
para entonces y para después varias otras correrías, en especial
hacia Lugo y valle de Valdeorras, acaudillando siempre el paisanage
Don Juan Bernardo de Quiroga y su hermano el abad deCasoyo.


Entre tanto seguían apretando alas ciudades de Tuy g u l a a Y ¡ g a
y Vigo los abades de Contó y Valladares. Guarnecían ei abad de vaiía-
á la última 1300 franceses al mando del gefe de escua- d a r ? s '
dron Chalot. Aunque es aquel puerto uno de los mejores y mas
abrigados de España, la fortificación de tierra es defectuosa, y á
su muralla, baja en algunas partes y sin foso, la domina á corta dis-
tancia el castillo del Castro. Sin embargo la plaza estaba bien
provista y artillada. Estrechábala el abad de Valladares Don Juan




410 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Rosendo Arias Henriquez, á quien se le había agregado la gente
que en valle de Fragoso había levantado su anciano alcalde Don


Cayetano Limia, para lo que le facilitó armas el cru-
Ltmia. c e r 0 ¡ng|és de la inmediata costa. Asimismo se le juntó


Tenreiro y ei Don Joaquín Tenreiro que con el portugués Don Juan
portugués Aimei- J3 a u l ¡ s t a Almeida habia recogido muchos voluntarios


de algunos valles, engrosándose de este modo consi-
derablemente el número de sitiadores.


También en marzo se presentó entre ellos Don Pablo
Morillo. Morillo, quien enterado de que una columna fran-


cesa intentaba, encaminándose del lado de Pontevedra, venir al so-
corro de la plaza, corrió al puente de San Payo para reconocerle y


G w asegurar su defensa, como ló"verificó ayudado de Don
Antonio Gogo vecino de Marín, que capitaneaba una


partida numerosa de paisanos, y era dueño de dos piezas de ar-
tillería. Colocó estas Morillo con otras tres que fueron de Redon-
dela en el paso del puente, que fortalecido dejó al mando de Don
Juan de Odogerti comandante de tres lanchas cañoneras. Volvióse
luego Don Pablo al sitio de Vigo, y en su compañía 300 hombres
mandados por Don Bernardo González Cacharauiña y Don Francisco
Colombo.
Ríndese Vigo a


Habia el abad de Valladares intimado á la plaza va-
ios españoles. r j a s v e c e s i a rendición sin que el comandante francés


quisiera abrir las puertas, pareciéndole vergonzoso y poco seguro
capitular con paisanos. Tornó como hemos dicho Morillo, y ya por
sus activas y acertadas disposiciones, y ya por haber sido enviado
de Sevilla, eleváronle los sitiadores á coronel, y reconociéronle
como superior, á fin de que á vista de un militar cesasen los escrú-
pulos y recelos del comandante francés. Sin tardanza repitió el
nuevo gefe español una áspera intimación, amenazando el 27 de
marzo con tomar por asalto la plaza y no dar cuartel. Pidieron
los franceses 24 horas de término para contestar, y no accediendo
Morillo, rindiéronse por fin concedidos que les fueron los honores
de la guerra, y con la cláusula de que serian llevados prisioneros
á Inglaterra, por lo cual firmó la capitulación en unión con el gefe
español el comandante británico del crucero. Exigió ademas Mo-
rillo que inmediatamente se ratificase lo convenido, pues sino
acometería la plaza. Retardábase la respuesta, y á las ocho de
la noche aproximáronse á sus muros los sitiadores, arrojándose á
la puerta de Camboa para hacerla astillas y armado de un hacha
un marinero anciano que cayó muerto de un balazo : ocupó
su puesto y tomó el hacha González Cachamuiña, y rompióla
aunque herido en varias partes de su cuerpo, lbase ya á entrar por
ella cuando Morillo recibió la ratificación, y á duras penas pudo
con su recia voz hacer cesar el fuego y detener á los suyos que
se posesionaron de la plaza al dia siguiente 28. No hubo en su




LIBRO OCTAVO. 441
reconquista ni ingenieros ni cañones, ganada solo á impulsos del
patriotismo gallego. Entregáronse prisioneros 1213 hombres y 46
oficiales, y cogiéronse otras preseas con 117,000 francos en mo-
neda de Francia. A poco de haberse rendido súpose que de Tuy
acudían soldados enemigos en auxilio de la guarnición de Vigo :
dióse priesa Morillo á enviar á su encuentro personas y gente de
su confianza, quienes los deshicieron, mataron á muchos y aun
tomaron 72 prisioneros que se pusieron á bordo juntamente con
los de Vigo.


Sin embarra la facilidad con que se enviaba este
" , • , , , , rr Bloqueo de Tuy.


socorro mostraba no ser rigoroso el bloqueo de 1 uy.
Habíale comenzado el 15 de marzo el abad de Couto, y con él el
juez y procurador general de la misma ciudad y otros caudillos.
También concurrieron portugueses de la orilla opuesta, y la plaza
de Valencia situada enfrente había tratado de molestar á los fran-
ceses con sus fuegos. Libertado Vigo esperábase que el cerco ten-
dría pronto y feliz éxito, pues ademas de acudir desde allí con su
gente Morillo, Tenreiro, Almeida y otros, vino también por su
lado Don Manuel García del Barrio, reconocido comandante gene-
ral por la junta de Lobera. Pero tanto concurso de gefes y caudillos
no sirvió sino para suscitar zelos y rencillas. Morillo fuese en co-
misión camino de Santiago, y los otros, en especial Barrio y Ten-
reiro, el uno presuntuoso y el otro díscolo de condición, desavi-
niéronse y ocupáronse en recíprocos piques y zaherimientos. Y asi
este bloqueo sostenido con cañones y mas gente fue mal dirigido y
al cabo se malogró. Mandaba dentro el general La Martiniere, y
el 6 de abril haciendo una salida apoderóse de cuatro piezas colo-
cadas en la altura de Francos no muy distante de la ciudad. Ocur-
rida esta desgracia, y agriándose mas los ánimos, dióse lugar á
que llegasen socorros á Tuy avanzando del lado de Santiago una
columna de infantería y caballería á los órdenes del general Mau-
cune, y otra del lado de Portugal mandada por el general Heude-
lel que enviaba Soult, ya posesionado de Oporto, para recoger la
artillería que allí había dejado.


Enseñoreóse el 10 de abril sin resistencia el general Heudelet de
Valencia del Miño. Sabedores los españoles que blo- L c a l M D
queaban á Tuy de aquel suceso, levantaron el sitio
quedándose unos en las alturas que median entre esta plaza y la de
Vigo, y alejándose otros con Barrio á Puente-Arcas. Al mismo
tiempo los franceses que venian de Santiago arrollaron á la gente
de Morillo en el camino de Redondela, y en venganza incendiaron
la villa, metiéndose después parte de ellos en Tuy, y tornando los
otros con el general Maucune al punto de donde habían salido. So-
corrida la plaza sacaron los enemigos todos sus efectos E í a c u a n i»
y artillería, y temiendo nuevo bloqueo la abandona- ciudad ios «-an-
rori el 16, y se unieron con los de Valencia. C 6 Í C S'




412 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Por tanto si no tuvo dichoso remate el cerco de Tuy consiguióse


por lo menos infundir recelo en los franceses, y ver desembara-
se crea y au-


z a d a ' a margen derecha del Miño. Esmeráronse en-
menia iadi?ision tonces aquellos naturales en arreglar y disciplinarla
dei Mmo. gente que se habia levantado, y que se denominó di-
visión del Miño, creando varios regimientos que se distinguieron
en posteriores acciones. Incorporóse á ella la partida de Don José
María Vázquez, conocido en Castilla por sus hechos con el nombre


... , , „ del Salamanquino, y al fin aumentóse su fuerza, v
Mándala Don i t • > r t i


Martin deía car- ganó en la opinión gran peso con ponerse a la cabeza
r e r a ' el 7 de mayo Don Martin de la Carrera, según el deseo
público, y cediéndole Barrio las facultades que tenia del gobierno
supremo.


Habia Don Martin permanecido todo aquel tiempo en la Puebla
de Sanabria juntando dispersos. Unido á la división del Miño com-
pletó hasta unos 16,000 hombres, y ademas tenia algunos caba-


llos y nueve cañones. Adelantóse con parte de su gente
f r f n ^ r ' e n ' t i P o r l a provincia de Tuy á Santiago, de cuya ciudad


d° " E s - salieron á repelerle el 23 de mayo unos 3000 infantes
y 300 caballos á las órdenes del general Maucune,


acometiéndole en el campo de la Estrella. Los desbarató Carrera,
persiguiéndolos y metiéndose primero que nadie en la ciudad de
Santiago Don Pablo Morillo. Cogiéronse allí fusiles y vestuarios y
cuarenta y una arrobas de plata labrada, sin contar otra mucha de
los templos. Recibidos los nuestros con universal regocijo, hubieron
sin embargo de retirarse por las operaciones combinadas que luego
meditaron los mariscales Ney y Soult, de vuelta uno de Asturias y
otro de Portugal.


La campaña del último en este reino habia terminado con suma
campaña de desdicha de sus armas. Recorreremos lo que alli pasó


somt en Pono- con rapidez, según es nuestra costumbre en las cosas
de Portugal. Pisó el 16 de marzo la frontera lusitana


el mariscal Soult, y el 11 se le rindió Chaves, plaza en la provincia
de Tras-los-Montes en mal estado, y que aun conservaba las bre-
Entran ios fran- chas de la guerra con España de 1762. Penetró con
««ses en chayes. 24,000 hombres, retirándose el general Silveira hacia
Villa-Pouca. El 43 continuaron los franceses su marcha á Braga, con
gran recelo de las fuerzas que alli mandaba Bernardino Freiré. En
este tránsito lleno de desfiladeros encontraron mucha oposición, te-
niendo que caminar lentamente y escasos de mantenimientos. Acer-
cándose al fin á Braga no pensó Freiré, general poco respetado,
en que se pudiese defender la ciudad, y asi dispuso retirarse. Eno-


En Braga J a <^ 0 € ' pueblo le arrestó en un lugar inmediato y le
volvió á Braga, en donde fue bárbaramente asesinado.


Vióse entonces su segundo el barón de Ebben en la necesidad de
defender con gente colecticia la posición de Carballo, legua y media




LIBRO OCTAVO. 413
distante, de la que apoderados los franceses penetra­ , op0r.
ron el 20 á Braga, asomando el 28 á Oporto, vencidos ">•
otros obstáculos no menos dificultosos.


Intimó luego la rendición el mariscal Sonlt á esta ciudad, que si­
tuada á la derecha del Duero y á una legua de su embocadura, es
por su población de 70,000 almas y por su gran comercio la primera
de Portugal después de Lisboa. El ánimo de los naturales mostrá­
base levantado, tanto mas cuanto con la invasión francesa veian
esiancado y destruido su principal tráfico, que consiste en la salida
de sus vinos para Inglaterra. Con objeto de defender la Estado de ia cm­
ciudad se habia en su derredor construido un campo d a d­
atrincherado herizado de cañones, cuya derecha se apoyaba en
el Duero, y la izquierda en los fuertes vecinos al mar; ademas ha­
bían atajado las calles, y colocado en ellas y en diversos puntos mu­
chas piezas de artillería. La exaltación popular era tal que fueron
víctima de ella varias personas y con dificultad pudo el mariscal Soult
intimar la rendición, no queriendo la ciudad dar oídos á tregua ni
convenio. Hubo también ocasión en que so color de querer escuchar
las proposiciones cogieron á los parlamentarios, como aconteció al
general Foy que se llevaron prisionero con grave riesgo de su per­
sona. Mandaba en gefe el obispo, pero la víspera del ataque aban­
donó la ciudad poniendo en su lugar al general Parreiras. Acome­
tieron los franceses las líneas el 29 de marzo, que de Ёптшшовлап­
grande extensión, mal dispuestas y defendidas por c e s e s­
gente allegadiza, fueron ganadas sin grande esfuerzo, entrando en
la ciudad Jos vencedores, y haciendo su caballería tremenda ma­
tanza. Los habitantes huyendo del peligro se avalan­
zaron al puente de Duero, que formado de barcas r a n m a l a n z a ­
rompióse con el gentío, y allí fueron las mayores lástimas ahogán­
dose unos y ametrallando á otros los franceses desapiadadamente.
Perecieron de 3 á 4000 personas, de ellas muchas mugeres y niños.
Hubo hechos que ensalzaron al ya tan ilustrado valor de los portu­
gueses : 200 hombres esforzados se defendieron en la catedral
hasta que no quedó uno con vida.


Siguiéronse deplorables excesos, no pudiendo Soult ondactadeima­
contener los ímpetus desmandados de su tropa. Este r l s c : a l S o u l t­
mariscal procuró entonces y después granjearse la voluntad de los
moradores, aun imitándolos en las prácticas de un fervoroso celo re­
ligioso.


Sus votos y ofrendas, y el particular cuidado del mariscal en
agradar к los portugueses, dieron á sospechar si pensaba á modo
de Junot ceñir la corona lusitana. Vino como en apoyo


. . . , 1 J Ptdenle sea rey.
exposición seguida de otras, que se imprimió y pu­


blicó, de doce habitantes de Braga, en la que llamándole padre y
libertador se mostraba deseo de que Napoleón le nombrase por su
rey. Y aunque es cierto que el mariscal les replicó que no pendía de




414 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
él darles respuesta, la mera publicación de aquella demanda en
pais en donde él era arbitro de impedirla ó autorizarla, manifes-
taba que si no dimanaba de sugestiones suyas por lo menos no era
desagradable á sus oidos.


Posesionados los franceses de Oporto no prosiíjuie-
Sus providencias. , T . . . . . . 1 r 11


ron a Lisboa, asi por la oposición que encontraron
en el pais, como también por ignorar el paradero del general La-
pisse y del mariscal Victor, cuyos movimientos del lado de Castilla
y Extremadura debieron corresponder con el de Galicia. Limitá-
ronse pues á conservar lo ganado, y á prepararse para mas ade-
lante. Ya hablamos como con este objeto y el de tener la artillería
que quedó en Tuy, había retrocedido hacia esta plaza y desemba-
razádola de sitiadores el general Heudelet: otro tanlb trataron de
süreira reconra hacer los enemigos por la parte de Chaves, cu ya ciudad


a enaves. habia recobrado el 20 de marzo el general Silveira,
extendiéndose después por el Tamega hasta Amarante y Pt fiaflel.
Reforzado luego el mismo general, y molestando incansablemente á
los franceses, permaneció en aquellos sitios cerca de un mes ; pero
en 18 de abril queriendo el mariscal Soult abrir paso y tener libres
las comunicaciones con Tras-los-Montes, envió al general Delaborde
auxiliado de fuerza considerable. Al aproximarse situóse Silveira en
Amarante, y defendió con tal tesón el paso del puente que no pu-
dieron superar los franceses hasta el 2 de mayo los obstáculos que
se les oponían. Defensa para él muy honrosa aunque tuviese por en-
tonces que alejarse momentáneamente.


Al mediodía de Oporlo y camino de Lisboa no dilataron los
franceses sus excursiones y correrías mas allá del Vouga, persua-
didos de que resguardaban á Coimbra numerosas fuerzas. Sin


embargo reducíanse estas á unos 4000 hombres mal
orone ran . ( j i s c jpi¡ n a ( ] 0 S ; y a U I 1 a turba de paisanos que mandaba


el coronel Trant, quien no pudo hacer otra cosa sino maniobrar
con acierto, aparentando mayores medios que los que tenia. Mas
como eran cortos se hubiera encaminado al fin el mariscal Soult á
Lisboa luego que supo las resultas de la batalla de Medellin, si no
hubiesen llegado inmediatamente grandes refuerzos al ejército in-
glés de Portugal.
Regencia do Por- Continuaba gobernando á este reino la regencia


tugai restablecida después de la evacuación de Junot. La
gente que habia levantado nunca habia salido de sus lindes, no
obstante las repetidas instancias de la junta central. Obró quizá el
gobierno portugués cuerdamente en no acceder á ellas hallándose
cradockyiosio- todavía su tropa bastante indisciplinada. De los ingle-


gieses. s e s habian quedado unos 10,000 hombres á las órde-
nes de Sir Juan Cradock, contra los que prorumpieron en grande
enojo los portugueses á causa de las muestras que dieron de em-
barcarse al saber la suerte de Moore, apareciendo en sus providen-




LIBRO OCTAVO. 415
cías, mas que premeditado plan, desconcierto y abatimiento.
Aq uietado en fin el general inglés por órdenes posteriores de su
gabinete permaneció en Lisboa, adelantándose después á Leiria al
mismo tiempo que el ejército portugués se situaba en Tomar, el
cual sin contar con las fuerzas de Silveira, la legión lusitana y las
reuniones de paisanos, constaba de unos 15 á 20,000 Beresford man-
hombres. Disciplinábalos el general Beresford autori- g u e s a e s l o s P O T " 1 "
zado desde el mes de febrero por el príncipe regente
de Portugal para obrar como comandante en gefe de sus tropas.


Asi andaban las cosas en aquel reino cuando el go- Remézase eiejcr-
bierno británico viendo que España no se sometía al c i t 0 i I 1 B l 6 s
yugo extrangero á pesar de sus desgracias y de la retirada de Moore,
y vislumbrando también la guerra entre Austria y Francia , deter-
minó probar de nuevo fortuna en la península reforzando conside-
rablemente su ejército, y poniéndole á las órdenes de s¡r Arto™ we-
Sir Arturo Wellesley, ceñido ya con los laureles de «esicy nombrado
Roliza y Yimeiro. Fueron llegando sucesivamente las
tropas á las costas portuguesas, y su general en gefe desembarcó
en Lisboa el 22 de abril, bien recibido y obsequiado de sus mora-
dores. Poco después el 29 púsose en marcha sobre
Coimbra, llevando consigo 20,000 ingleses y 8000 por- DS p r o ," i e i l c l a ' '-
tugueses. Doce mil de los últimos con dos brigadas británicas á las
órdenes del general Mackenzie se apostaron en Santaren y Abran-
tes, adelantándose un regimiento de milicias y la legión lusitana,
al cargo ahora del coronel Mayne, hasta el puente de Alcántara.
Sir Roberto Wilson que poco antes mandaba dicha legión, hallá-
base destacado con un corto cuerpo de portugueses hacia Viseo.
El general Wellesley llegó á Coimbra el 2 de mayo A v a m a a C o l m .
prefiriendo antes arrojar á Soult de Portugal que D r a
obrar por Extremadura de concierto con Cuesta,según era el deseo
de este caudillo y el del gobierno español.


Los franceses no se habian movido de Oporto y de S U l i a c i o I 1 d e l o s
sus puestos del Vouga. En su ejército manifestábase franceses,
disgusto, aburridos todos y cansados con aquella clase de guerra,
y fomentando gran descontento una sociedad secreta, llamada de
los Filadelfos, cuyo objeto era destruir la dinastía imperial y res-
tablecer en Francia un gobierno republicano. Entre „ . . .


. Sociedad secre-


los que la componían había oficiales superiores, y te- ta de ios niadei-
nian pensado poner á su cabeza al mariscal Ney, ó al f o s '
general Gouvion-Saint-Cyr. Extendíanse las ramificaciones de la
sociedad á los demás ejércitos de Napoleón, y en el de España no
abandonaron los conspiradores su proyecto hasta el año 10. Habia
echado profundas raices en las tropas del mariscal Soult, y eran
tantos los partícipes del secreto, que enviado para abrir tratos
acerca de ello el ayudante mayor Mr. D'Argentou, pudo sin tro-
piezo ir hasta Lisboa, y con tal dosembozo que inspiró desconfianza




416 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
en Sir Arturo Wellesley, por lo cual respondió este al emisario
francés que rebelárase ó no su ejército le atacaría en tanto que se
mantuviese en Portugal: sin embargo añadió que si se declaraba
contra Bonaparle se ajustaría quizá un convenio para su retirada.
Otros gefes parece ser que tuvieron también conferencias con el
general británico, y de ellos se citan á los coroneles Donadíeu y
Lafite. Mas D' Argentou de vuelta á Oporto, habiéndose descubierto al
general Lefebvre que creía en la trama ó favorable á ella, fue arres-
tado en la noche del 8 al 9 de mayo teniendo pasaportes del almi-
rante inglés Berkley. Dilatóse su castigo para averiguar cuáles fuesen


sus cómplices, y ayudado de estos tuvo ocasión de
( • A p . n. s.) escaparse y pasar á Inglaterra *.


Sobresaltó al mariscal Soult tan funesto acontecimiento que rea-
lizaba anteriores sospechas, al paso que aguijó ,¡|pr su parte al
general Wellesley á avanzar prontamente, no contando sin embargo
pian de weiies- mucho con la sublevación del ejército contrario. Era


el plan del general inglés envolver á Soult, y obli-
garle á una retirada desastrada ó á rendirse. Y conforme á su pen-
samiento dispuso que el general Beresford con las tropas de su
mando, y las portuguesas que estaban en Viseo á las órdenes de
Sir Roberto Wilson, se dirigiesen anticipadamente por Lamego,
y pasasen el Duero para juntarse en Amarante con Silveira, cuya
retirada todavía se ignoraba. Hecho este movimiento la demás
fuerza británica debia avanzar en dos columnas sobre Oporto, una
via de Aveiro y otra por el camino real. No se varió el plan aun-
que se supo luego el descalabro de Silveira, y el 6 de mayo em-
pezó la operación convenida. El 40 y el 41 fue arrojado de las al-
turas de Grijo el general Franceschí que mandaba la vanguardia de
los enemigos, la cual en seguida repasó el Duero.


El mariscal Soult tomando sin tardanza disposiciones para eva-
se apoderan c u a r a Oporto y asegurar su retirada, voló el puente


io» ingleses de o- de barcas y retuvo en la margen derecha todos los
p o r t o - botes. Dio vista el 12 á la ciudad Sir Arturo Welles-
ley, y aunque cercano separábale la profunda y rápida corriente
del Duero. No teniendo prontos los medios necesarios para atra-
vesarla, hubiera Soult podido retirarse tranquilamente á Galicia
si un feliz acaso no hubiese servido á ayudar la combinación que
para la travesía preparaba el general inglés, quien habia destacado
rio arriva al general Murray á fin de que cruzase el Duero por
Avintas y cayese sobre el flanco del enemigo al tiempo que este
fuese atacado por el frente. Partió Murray; mas dudábase sobre
el modo de verificar el paso á la sazón que el coronel Waters des-
cubrió en un recodo que forma el rio un pequeño bote con el que
yendo á la otra orilla, acompañado de dos ó tres individuos, se
apoderó sin ser notado de cuatro grandes barcas abandonadas, y
de priesa trájolas del lado de los suyos. Al instante y el mismo 12




LIBRO OCTAVO. 417
á las diez del dia pasó en ellas el Duero lord Paget con tres com-
pañías. Siguieron otros, permaneciendo los enemigos tan descui-
dados que, burlándose de los primeros avisos que dio un oficial, á
nada dieron crédito hasta que el general Foy, subiendo casual-
mente á ía altura que se eleva enfrente del convento de Sérra, ad-
virtió que en efecto pasaban los ingleses el rio. Entonces todo el
campo francés se conmovió y se puso sobre las armas. Trabóse en-
tre los soldados de ambos ejércitos un vivísimo choque, agolpáronse
sucesivamente de uno y otro lado tropas, y llegando en fin de
Avintas el general Murray abandonaron los franceses á Oporto,
perseguidos por los ingleses hasta cierta distancia de la ciudad. La
matanza fue grande. Cayeron heridos los generales Délaborde y
Foy de una p te, y lord Paget de la contraria, sin contar otros
muchos de anwas. Censuróse agriamente en su propio ejército al
mariscal Soult por el descuido de dejar á los ingleses pasar en me-
dio del dia sin resistencia un río tan caudaloso como por allí corre
el Duero.


Después de la saudade Oporto dos caminos le quedaban á dicho
mariscal para retirarse, si quería conservar su artille-
ría ; uno por puente de Lima y Valencia de Miño, y el A p 0 r o s d D S o °" '
otro por el lado de Amarante. Contaba con que el último paso seria
resguardado por el general Loison; mas este, perseguido por los
generales Beresford ,Süveira y Wilson, le abandonó y pusoá Soult
en el mayor aprieto, sobre todo no pudiendo ir por el otro camino
de puente de Lima sin encontrarse con el general Wellesley. Aun-
que rodeado de inminentes peligros no se abatió el mariscal fran-
cés, y con entereza y prontitud de ánimo admirables, destruyendo
la artillería y los carruages, y acallando las voces que ya se oian
de capitulación, echóse por medio de senderos estrechos y casi
intransitables, guiado en su laberinto por un hombre de la Na-
varra francesa, de los que van á España á ejercer una profesión
lucrativa si bien poco honrosa. El tiempo aunque en mayo era
llovioso, los trabajos grandes, la persecución y molestia de los
paisanos continua, precipitándose á veces hombres y caballos por
aquellos abismos y derrumbaderos. De suerte que hasta cierto
punto renovaba ahora el marisca! Soult la escena que meses antes
había representado el general Moore cuando él iba en su persegui-
miento. Los pueblos del tránsito fueron quemados y sus habitantes
tratados cruelmente) y al mismo son que ellos cuando podían tra-
taban á los franceses. Llegó el ejército de estos el 17 á Montealegre
y el 18 pasó la frontera, no siguiendo el alcance los
. , . i , ,i Pasa la frontera.
ingleses tierra adentro de España por querer su ge-
neral retroceder á Extremadura, según antes habia prometidoá
Cuesta. Subió á bástantela pérdida de los enemigos en la retirada,
y sin la celeridad y consumada pericia del mariscal Soult difícil-
mente se hubieran libertado de caer en manos del inglés, cuya


i. 27




418 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
excesiva prudencia motejaron muchos. Llegaron los
franceses á Lugo el 23 , habiéndolos molestado poco


el paisanage español que estaba como desprevenido.
Leraota Mahy ei


L a víspera sabedor el general Mahy de que se acer-
can», caban, levantó el sitio que habia poco antes puesto á


aquella ciudad y se replegó á la deMondoñedo. Encontráronse alli
„ , el 24 él y Homana, procedente el último de Ribadeo,
Encuéntrase , , , i . , ,


con Romana en en donde había desembarcado, salvándose dé As-
MondoBeuo. tunas. Mal colocados entonces y expuestos á ser co-
gidos entre los mariscales Ney y Soult, resolvieron los generales


Marcha a t r e - españoles emprender por medio de una marcha atre-
vida de IOSespa- vida un movimiento hacia el Sil, para abrigarse de
««íes . Portugal, cruzando con cautela el camino real en las
inmediaciones de Lugo. Verificóse asi felizmente, y por Monforte
tomaron los nuestros á Orense. Aunque esta marcha era necesaria
asi para esquivar, como hemos dicho, el encuentro de los maris-
cales franceses, como también para darse la mano con Don Martin
de la Carrera y las fuerzas que habia en las provincias de Tuy y


Descontento Santiago, digusló mucho al soldado que comenzaba
dei soldado con á murmurar de tanto camino como sin fruto habia an-
Romana. dado, apellidando al de la Romana marqués de las Ro-
merías : porque en efecto si bien era loable su constancia en los
trabajos y la conformidad con que sobrellevaba las escaseces y mi-
seria , nunca' se habia visto salir de su mente otra providencia que
la de marchar y contramarchar, y las mas veces á tientas, de im-
proviso y precipitadamente, falto de plan, á la ventura, y como
suele decirse, á la buena de Dios. Solo en su ausencia y en los
puntos en que no se hallaba peleábase, y gefes entendidos y dili-
gentes procuraban introducir mayor arreglo y obrar con mas con-
cierto y actividad. El único, pero en verdad gran servicio, que
hizo Romana fue el de mantenerse constante en la buena causa,
y el de alimentar con su nombre las esperanzas y brios de los
gallegos.
Ney y s o n i t en M a s I a s tropas que mandaba por poco numero-


s o - Sas que fuesen, si se unian con las que estaban hacia
la parte de Pontevedra y fomentaban de cerca la insurrección de la
tierra, ponían en peligro á los franceses exigiendo de ellos prontas
y acordadas medidas. Tales eran las que tomaron en Lugo el 29


conciértans» <*e mayo los mariscales Soult y Ney, de vuelta ya este
para destruir ei de su rápida excursión en Asturias. Según ellas debia
ejercito español. g | p r j m e r ( ) p e r s e g U j r y dispersar á Romana, dirigién-
dose sobre la Puebla de Sanabria, y conservar por Orense comu-
nicación con el segundo, quien, derrotado que fuese Carrera,
habia de avanzar á Tuy y Vígo para sofocar del todo la insurrec-
ción. Púsose pues el mariscal Ney en camino con 8000 infantes y
1200 caballos, y avanzó contra la división del Miño animada del




LIBRO OCTAVO. 419
mayor entusiasmo. La mandaba entonces en gefe Conde tle No-
el conde de Noroña, nombrado por la central segundo ^ í S ^ g ^ -
comandante de Galicia; mas este tuvo el buen juicio U c i a
de seguir el dictamen de Carrera, de Morillo y de otrosgefes que
por aquellas partes y antes de su llegada se habian señalado, con
lo cual obraron todos níuy de concierto.


Al aviso de que Ney se aproximaba cejaron los A c c l o n d e l p n e n .
nuestros á San Payo, punto en donde resolvieron lia- te san P « T O
cerle rostro. Mas cortado anteriormente el puente por Morillo,
hubo que formar otro de priesa con barcas y tablazón, dirigiendo
la obra con actividad y particular lino el teniente coronel Don José
Castellar. Eran los españoles en número de 10,000, cuatro mil sin
fusiles, y el 7 de junio muy de mañana acabaron todos de pasar,
atajando después y por segunda vez el puente. A las nueve del mismo
dia aparecieron los franceses en la orilla opuesta, y desde luego se
rompió de ambos lados vivísimo fuego. Los españoles se aprove-
charon de las baterías que antes había levantado Don Pablo Mo-
rillo, y aun establecieron otras : los principales fuegos enfilaban
de lo alto de una eminencia el camino que viene al puente; ocu-
póse el paso de Cuídelas dos leguas rio arriba por Don Ambrosio
de la Cuadra que regia la vanguardia, y por' Don José Joaquin
Márquez comandante del regimiento de Lobera; apoyóse la de-
recha de San Payo en un terreno escabroso, y la izquierda estaba
amparada de la ria en donde se habian colocado lanchas cañoneras.
Duró el fuego hasta las ires de la tarde sin que los franceses con-
siguiesen cosa alguna. Renovóse con mayor furor al dia siguiente 8,
buscando los enemigos medio de pasar por su derecha un vado
largo que queda á marea baja, y de envolver por su izquierda el
costado nuestro que estaba del lado del puente de Caldelas y vados
de Sotomayor. Rechazados en todas parles vieron ser infructuosos
sus ataques, y al amanecer del 9 se retiraron á las calladas, des-
pués de haber experimentado considerable pérdida. Señaláronse
entre los nuestros, y bajo el mando del conde de Noroña, La Car-
rera, Cuadra, Roselló que gobernaba la artillería, Castellar-, fllár-
quez y Don Pablo Morillo; por su parte también se manejaron con
destreza los marinos, y sin duda fue muy gloriosa para las armas
españolas la defensa del puente de San Payo.


Romana en tanto se habia acogido á Orense al adelantarse el
mariscal Soult : mas en vez de seguir la huella del primero detú-
vose este en Mon forte algunos dias. Lo alterado del Souit trata de pa-
páis , noticias de la guerra de Austria, y mas que todo s a r a c a s i m a .
los zelos y rivalidad que mediaban entre él y el mariscal Ney le
alejaron de continuar el perseguimiento de Romana, y le decidie-
ron á volver á Castilla. Para ello no pudiendo atravesar- el Sil por
allí, falto de vados y de puentes, tuvo que subir rio


•u i • * i-i i • j - i c , Palsanoi del Sil.


arriba hasta monte Furado, asi dicho por perforarle




420 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
en una de sus faldas la corriente del mismo Sil, obra según parece
del tiempo de los romanos. Los naturales de los contornos coloca-
dos en la orilla opuesta le causaron grave mal acaudillados por el
abad de Casoyo y su hermano Don Juan Quiroga. Para vengarse
del daño ahora y antes recibido, desde monte Furado mandó el
mariscal Soull al general Loison descender por Ja orilla izquierda
Quema de rarios d e I s i l Y castigar á los habitantes. Cumplió este tan


puewos. largamente con el encargo, que asoló la tierra y va-
rios pueblos fueron quemados, Castro de Caldelas, San Clodio y
otros menos conocidos. También padecieron mucho los otros valles
R o m a n a e o c e l a -


r ¡ u e recorrieron ó atravesaron los enemigos. Romana
no?a. retiróse á Celanova, y en seguida á Baltar frontera


de Portugal, en donde le dejó tranquilo el mariscal Soult, pues
s o o i t en la P u e - dirigiéndose por el camino de las Portillas llegó el 25
t í a do s a n a i m é . a i a Puebla de Sanabria, de cuyo punto se retiraron
á Ciudad Rodrigo, después de haber clavado algunos cañones los
pocos españoles que le guarnecían, j


Soult permaneció en la Puebla breves dias habiendo despachado
á Madrid á Franceschi para informar á José del estado de su ejer-


Generai F r a n - c ' t 0 Y de s u s necesidades. Aquel general partió de Za-
ceschi cogido por mora en posta á caballo con otros dos compañeros,
ei capuchino . m a s p a s a c | 0 T o r o f u e r o n todos cogidos é interceptados
los pliegos por una guerrilla que mandaba el capuchino Fr. Julián


( * Ap n 9 ] de ^ e u c a * L° s pliegos eran importantes asi porque *
expresaban el quebranto y escaseces de aquellas tro-


pas, como también por indicarse en su contenido el mal ánimo de
algunos generales.


s i iuac ion de Viéndose solo el mariscal Ney y abandonado de
» e y . Soult, conoció lo crítico de su situación. Con nada en


realidad podia contar sino con la fuerza que le quedaba, y era
esta harto corta para hacer rostro á la población armada, y al
ejército bastante numeroso que contra él podian ahora reunir sin
embarazo los generales Romana y Noroña. El auxilio que le pres-
taban los españoles sus allegados era casi nulo, y por decirlo asi


Maaaíredo perjudicial. Habia ido de comisario regio el general de
marina Mazarredo que separándose de su profesión,


en la que habia adquirido bien merecido renombre, metióse á
dar proclamas y á esparcir entre los eclesiásticos y los pueblos una
especie de catecismo, por cuyo medio, apoyándose en textos de la
Escritura, queria probar la conveniencia y obligación de reconocer
la autoridad intrusa. No conmovían las conciencias argumentos tan
extraños, al contrario las irritaban, provocando también á mofa
ver convertido en misionero político al que solo gozaba de reputa-
ción de inteligente en la maniobra náutica. Hubo igualmente en


Basan Santiago un director de policía llamado Don Pedro
Razan de Mendoza doctor en teología, el cual y otros




LIBRO OCTAVO. 421
cuantos de la misma lechigada cometieron muchas tropelías y de-
fraudaron plata y caudales : denominaban los paisanos semejante
reunión el conciliábulo de Compostela. Rodeado por tanto de pe-
ligros y escaso de fuerzas y recursos,, resolvió Ney E v a c n a N e j a
salir de Galicia, y el 22 evacuó la Coruña, enderezan-
dose á Astorga por el camino real; en cuyo tránsito asolaron sus.
tropas horrorosamente pueblos y ciudades.


Asi tornó aquel reino á verse libre de enemigos al cabo de cinco
meses de ocupación, durante los cuales perdieron los franceses la
mitad de la tropa con que habian penetrado en aquel suelo, ya en
las acciones con los ingleses, ya en la terrible guerra con que les
habian continuamente molestado los ejércitos y población de Ga-
licia y Portugal.


A pocos dias entró en la Coruña el conde de Noroña E n ( r a N o r o r i a e a
y la división del Miño, siendo recibidos no solo con l a corun».
alborozo general y bien sentido, sino también quedándose los es-
pectadores admirados de que gente mal pertrechada y tan varia en
su formación y armamento hubiera conseguido tan señaladas ven-
tajas contra un ejército de la apariencia, práctica y regularidad que
asistían al de los franceses.


Por entonces y antes de promediar junio fue también evacuado
el principado de Asturias. Ademas de lo ocurrido en Galicia y Por-
tugal aceleraron la retirada de los enemigos los movimientos y
amago que hicieron las tropas y paisanage de la misma provincia.
18,000 hombres la habian invadido : una parte, según en su lugar
se dijo, volvió luego á Galicia con el mariscal Ney, otra mandada
por el general Bonnet vióse obligada á acudir á la montaña á donde
la llamaba la marcha de Don Francisco Ballesteros, y la restante
fuerza, sobrado débil para resistir á los generales Don W o r s t c r T B a r .
Pedro de la Barcena y Worster que avanzaban á c«M-
Oviedo del lado de poniente, salió con Kellermann camino de Cas-
tilla. El primero de aquellos generales, cayendo de Tcberga sobre
Grado, habia antes arrojado de esta villa á unos 1300 franceses que
estaban alli apostados, cogiendo 80 prisoneros.


Por la parte oriental del principado habia reunido B l U e a t e r o s
el general Ballesteros mas de 10,000 hombres. En- «»* casimaya
traba en su número un batallón de la Princesa que sanunSerT d °
habia ido á Oviedo con Romana, y el cual mandado
por su coronel Don José Odonell se le habia unido, no pudiendo
embarcarse en Gijon. También se agregó después el regimiento de
Laredo que pertenecía á las montañas de Santander y la partida ó
cuerpo volante de Don Juan Diaz Porlier. Entusiasmado el gene-
ral Ballesteros con las memorias de Covadonga pensó que por
dian resucitar en aquel sitio los dias de Pelayo. Anduvo por tanto
rehacio én alejarse hasta que falto de víveres y estrechado por oi
enemigo tuvo el 24 de mayo que abandonar de noche la cueva y




422 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
santuario, y trepar por las faldas de elevados montes, no teniendo
mas dirección que la de sus cimas, pues alli no habia otra salida
sino el camino que va á Cangas de Onis, y este le ocupaban los fran-
ceses. En medio de afanes consiguió Ballesteros llegar el 26 á Val-
deburon en Castilla de donde se trasladó á Potes. Meditando en-
tonces lo mas conveniente resolvió de acuerdo con otros gefes
acometer á Santander, cuya guarnición desprevenida se juzgaba
ser solo de 1000 hombres. Se encaminó con este propósito á Torre
la Vega en donde se detuvo mas de lo necesario. Por fin al ama-
necer del 10 emprendióse la expedición, pero tan descuidadamente
que el enemigo se abrió paso dejando solo en nuestro poder 200 pri-
ocnpa a saman- sioneros. Entraron las tropas de Ballesteros el mismo


d e r- dia en Santander, mas la ocupación de esta ciudad
no duró largo tiempo. En la misma noche revolviendo sobre ella
los franceses ya reforzados, penetraron por sus calles y pusiéronlo
todo en tal confusión que los mas de los nuestros se desbandaron, y
el general Ballesteros creyendo perdida su división se embarcó
precipitadamente con Don José Odonell en una lancha en que bo-
garon por falta de remos y remeros dos soldados con sus fusiles.


intrepidez de Don Juan Diaz Porlier se salvó con alguna tropa atra-
Poriier. vesando por medio de los enemigos con la intrepidez


que le distinguía. Fue también notable y digna de la mayor alabanza
la conducta del batallón de la Princesa, que, privado de su fugitivo
coronel y á las órdenes del valiente oficial Garroyo, conservó bas-


tante orden y serenidad para libertarse y pasar á Me-
JaJCie\ ba?a- d> n a de Pomar, desde donde, ¡ marcha admirable!
non de ía Prin- poniéndose en camino atravesó la Castilla y Aragón
t e s ' rodeado de peligros y combates, y se incorporó en
Molina con el general Villacampa.


Libres en el mes de Junio Asturias y Galicia, era ocasionóle que
Romana en la co- e ' marqués déla Romana, tan autorizado como estaba


mña. por el gobierno supremo, emplease todo su anhelo en
mejorar la condición de su ejército, y la de ambas provincias. Entró
en la Coruña poco después que Noroña, y fue recibido con el en-
sus providencias lusiasmo que excitaba su nombre. Reasumió en su


y neuiigencia. persona toda la autoridad, suprimió las juntas de
partido que se habian multiplicado con la insurrección, y nombró
en su lugar gobernadores militares. No contento con la destrucción
de aquellas corporaciones, trató de examinar con severidad la con-
ducta de varios de sus individuos, á quien se acusaba de desmanes
en ejercicio de su cargo, procedimiento que desagradó. Pues al
paso que se escudriñaban estos excesos, nacidos por lo general de
los apuros del tiempo, mostró el marqués suma benignidad con
los que habian abrazado el bando de los enemigos. Por lo demás sus
providencias en todos los ramos adolecieron de aquella dejadez y
negligencia característica de su ánimo. Suprimidas las juntas cortó




LIBRO OCTAVO. 455
el vuelo al entusiasmo é influjo popular, y no introdujo con los
gobernadores que creó el orden y la energía que son propias de la


'autoridad militar. Trascurrió mas de un mes sin que se recogiese
el fruto de la evacuación francesa, no pasando el tiempo aquel gefe
sino en agasajos, y en escuchar las quejas y solicitudes de personas
que se creían agraviadas ó que ansiaban colocaciones^y entre ellas,
como acontece, no andaban ni las realmente ofendidas ni las mas
beneméritas. Por fin reunió el marqués la flor del castuii
ejército de Galicia y trató de salir á Castilla. a s *'


Antes de efectuar su marcha envió á tomar el mando Nombra á Mah;
militar de Asturias á Don JVicoIas Mahy: él político y p a r a A s t o r i a >
económico seguía al cuidado de la junta que el mismo marqués
habia nombrado. Ordenó ademas este que se le uniese
en Castilla con 10,000 hombres de lo mas escogido de Baiiesterorpara
las tropas asturianas Don Francisco Ballesteros, que, UJJJJJ,. i 0 - m
en vez de ser reprendido por lo de Santander, recibió
este premio. Debiólo á haberse salvado con Don José Odonell, fa-
vorito del marqués, y mal hubiera podido ser censurada la con-
ducta del general sin tocar al abandono ó deserción del coronel su
compañero : asi un indisculpable desastre sirvió á Ballesteros de
principal escalón para ganar después gloria y renombre.


Romana llegó á Astorga con unos 16,000 hombres y 40 piezas de
artillería. Dejó en Galicia pocos cuadros y escasos medios para que
con ellos pudiese Noroña formar un ejército de reserva. Una corta
división al mando de Don Juan José García se situó en el Vierzo, y
Ballesteros desde las cercanías de León hizo posteriormente hacia
Santander una excursión que no tuvo particular resulta.


Permaneció Romana en Astorga hasta el 18 de agosto en que se
despidió de sus tropas habiendo sido nombrado por- la
junta de Valencia para desempeñar el puesto vacante p„¿"n ee?mamí¡
en la central por fallecimiento del príncipe Pió. El dei ejército eiau-


. . . 1 1 . , que del Parque.


mando de su ejercito recayo después en el duque
del Parque, al cual también se unió aunque mas tarde Balleste-
ros, caminando todos la vuelta de Ciudad Rodrigo.


Los franceses que salieron de Galicia y que componían el 2° y
6 o cuerpo debieron ponerse por resolución de Napoleón recibida en
2 de julio á las órdenes de Soult, como igualmente el 5 o del mando
del mariscal Mortier que estaba en.ValIadolid procedente de Ara-
gón. Varios obstáculos opuso José al inmediato cumplimiento en
todas sus partes de la voluntad de su hermano; y de ello daremos
cuenta en el próximo libro.


Ahora terminando este conviene notar lo poco que Fin de este u-
á pesar de tan grandes esfuerzos habían adelantado los i r o-
franceses en la conquista de España. Ocho meses eran corridos
después de la terrible invasión en noviembre del emperador francés,
y sus huestes no enseñoreaban todavía ni un tercio del territorio pe-




424 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ninsular. Inútilmente daban y ganaban batallas, inútilmente se der-
ramaban por las provincias, de las que ocupadas unas levantábanse
otras, y yendo al remedio de estas, aquellas se desasosegaban y de


parangón de ía
n u e v o se trocaban en enemigas. ¡Cuan diferente cuadro


«la" Esdañáius" P r e s e n t a o a P o r aquel tiempo el AustriaAlli habia en
tria y spana. a j j ¡ e r t 0 ] a c a n i pana e \ archiduque Carlos con
ejércitos bien pertrechados y numerosos, solo tres ó cuatro batallas
se habían dado, una de éxito contrario á Napoleón, y sin embargo
ya en 12 de julio celebróse en Znaim una suspensión de armas, pre-
ludio de la paz. Asi una nación poderosa y militar sujetábase á las
condiciones del vencedor al cabo de tres meses de guerra, y España
después de un año, sin verdaderos ejércitos y muchas veces sola en
la lucha, manteníase incontrastable por la firme voluntad de sus
moradores. Tanta diferencia media, no nos cansaremos de repe-
tirlo , entre las guerras de gabinete y las nacionales. Al primer revés
se cede en aquellas, mas en estas sin someterse fácilmente los de-
fensores al remolino de la.fortuna, cuando se les considera deshe-
chos , crecen; cuando caídos, se empinan. Conocíalo muy bien el


• A n t o grande estadista Pitt *, quien rodeado de sus amigos
( e n 1805, al saber la rendición de Mack en Úlma con


40,000 hombres, exclamando aquellos que todo estaba perdido y que
Previs ión n o t a -


n 0 habia ya rem.edio contra Napoleón, replicó : Todavía
We de Pi t t . lo hay s¿ consigo levantar una guerra nacional en Eu-


ropa ; añadiendo en tono al parecer profético: Y esta guerra ha de
comenzar en España.




APÉNDICES.


LIBRO PRIMERO.


HUMERO 1.


Tenemos noticia original del despacho que con este motivo escribió á
Madrid Don Eugenio Izquierdo, y también podrá verse en el manifiesto,
que de sus procedimientos publicó el consejo real, la mención que en su
contenido se hace del convenio concluido por Izquierdo en 10 de mayo


de 1806.
NUMERO 2¿


Plenos poderes dados por el rey Carlos IV á Don Eugenio Izquierdo
embajador extraordinario en Francia en. 2 6 de maya de 1806 , re-
novados en 8 de octubre de 1807.


Don Carlos por la gracia de Dios rey de España y de las Indias, etc.
Teniendo entera confianza en vos , Don Eugenio Izquierdo nuestro


consejero honorario de estado, y habiéndoos autorizado en virtud de esta
confianza justamente merecida para firmar un tratado con la persona que
fuere igualmente autorizada por nuestro aliado el emperador de los fran-
ceses, nos comprometemos de buena fé y sobre nuestra palabra real, que
aprobaremos, ratificaremos y haremos observar y ejecutar entera é invio-
lablemente todo lo que sea estipulado y firmado por vos. En fé de lo cual
hemos hecho expedir la presente firmada de nuestra mano, sellada con
nuestro sello secreto, y refrendada por el infrascripto nuestro consejero
de estado, primer secretario de estado y del despacho. Dada en Aranjuez
á 26 de mayo de 1806. — Yo EL REY. — PEDRO CEVALLOS.


NOTA. Traducción española de la francesa que habia entre los papeles
de Don Eugenio Izquierdo, quien al pie de la dicha traducción francesa
puso las dos certificaciones siguientes en francés : — 1* Certifico que
esta traducción es fiel. Paris 5 de junio de 1806. —IZQUIEEDO, conse-
jero de estado de S. M. C. —- 2 A Certifico que estos poderes han sido re-
novados dia 8 del presente mes en el real sitio de San Lorenzo. — Fon-
tainebleau 2 7 de octubre de 1807. — IZQUIERDO. — (Llórente, totn. 3 O .
wum. 106.)


NUMERO 3.


La amistad que media hace muchos años entre Don Agustín de Ar-
guelles y nosotros, nos ha puesto en el caso de haber oido muchas veces
de su misma boca la relación de esta misión que le fue encomendada. A
mayor abundamiento conservamos por escrito una nota suya acerca de
aquel suceso.


i. 28




426 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
NÜMEBO 4.


Proclama de Don Manuel Godoj.


En circunstancias menos arriesgadas que las presentes han procurado
los vasallos leales auxiliar á sus soberanos con dones y recursos antici-
pados á las necesidades; pero en esta previsión tiene el mejor lugar la ge-
nerosa acción de subdito hacia su señor. El reino de Andalucía privile-
giado por la naturaleza en la producción de caballos de guerra ligeros; la
provincia de Extremadura que tantos servicios de «sta clase hizo al señor
Felipe V ¿verán con paciencia que la caballería del rey de España esté
reducida é incompleta por falta decaballosPNo, no lo creo; antes sí espero
que del mismo modo que los abuelos gloriosos de la generación presente
sirvieron al abuelo de nuestro rey con hombres y caballos, asistan ahora
los nietos de nuestro suelo con regimientos ó compañías de hombres
diestros en el manejo del caballo, para que sírvau y defiendan á su patria
todo el tiempo que duren las urgencias actuales, volviendo después llenos
de gloria y con mejor suerte al descanso entre su familia. Entonces sí
que cada cual se disputará los laureles de la victoria; cual dirá deberse á
su brazo la salvación de su familia; cual la de su gefe; cual la de su pa-
riente ó amigo, y todos á una tendrán razón para atribuirse á sí mismos
la salvación de la patria. Venid pues, amados compatriotas, venid á jurar
bajo las banderas del mas benéfico de los soberanos : venid y yo os cu-
briré con el manto de la gratitud, cumpliéndoos cuanto desde ahora os
ofrezco, si el Dios de las victorias nos concede una p&z tan feliz y dura-
dera cual le rogamos. No, no os detendrá el temor, no la perfidia : vues-
tros pechos no abrigan tales vicios, ni dan lugar á la torpe seducción.
Venid pues y si las cosas llegasen á punto de no enlazarse las armas con
las de nuestros enemigos, no incurriréis en la nota de sospechosos, ni os
tildaréis con un dictado impropio de vuestra lealtad y pundonor por ha-
ber sido omisos á mi llamamiento.


Pero si mi voz no alcanzase á despertar vuestros anhelos de gloria, sea
la de vuestros inmediatos tutores 6 padres del pueblo á quienes me di-
rijo, la que os haga entender lo que debéis á vuestra obligación, á vuestro
honor, y á la sagrada religión que profesáis.— EL PHÍNCIPE DE LA. PAZ.


NUMEBO 5.


Estado de los regimientos que componían la expedición de tropas es-
pañolas al mando del teniente general marqués de la Romana,
destinada á formar un cuerpo de observación hacia el país de Ha-
nóver.


Deberán salir de España por la parte de Iruu los cuerpos siguientes :
infantería de línea, tercer batallón de Guadalajara, 778 hombres; regi-
miento de Asturias, 2332; primero y segundo batallón de la Princesa,
1554; infantería ligera, primer batallón de Barcelona, 1245 plazas; ca-
ballería de línea, Rey, 670 hombres y 540 caballos; Infante id. id.


Por la parte de la Junquera : infantería de línea, tercer batallón de la
Princesa, 778 plazas; dragones, Almansa, 670 hombres y 540 caballos;
Lusitania id. id.; artillería un tren de campaña de 25 piezas y el ganado
de tiro correspondiente, 270 hombres; zapadores-minadores, una com-
pañía 127 hombres.




APÉNDICES. 427
Existentes en Etruria y que constituyen parte de la expedición : in-


fantería de línea, regimiento de Zamora, 969 plazas; primero y segundo
batallón de Guadalajara, 996; infantería ligera, primer batallón de Ca-
taluña, 1042 hombres; caballería, Algarbe, 624 hombres y 406 caba-
llos; dragones, Villaviciosa, 634 hombres y 393 caballos.


Total 14,019 hombres y 2959 caballos. Id. plazas agregadas 2216 hom-
bres y 241 caballos. — Madrid 4 de marzo de 1807.


NOTA. NO se expresan las plazas agregadas de cada cuerpo, aunque sí
el total de las que deben ser.


NUMERO 6.


Tratado secreto entre el rey de España y el emperador de los fran-
ceses, relativo á la suerte futura del Portugal.


Napoleón emperador de los franceses etc. Habiendo visto y examinado
el tratado concluido, arreglado y firmado en Fontainebleau á 27 de octu-
bre de 1807 por el general de división Miguel Duroc gran mariscal de
nuestro palacio etc., en virtud de los plenos poderes que le hemos confe-
rido á este efecto, con Don Eugenio Izquierdo consejero honorario de es-
tado y de guerra de S. M. el rey de España, igualmente autorizado con
plenos poderes de su soberano, de cuyo tratado es el tenor como sigue :


S. M. el emperador de los franceses y S. M. el rey de España queriendo
arreglar de común acuerdo los intereses de los dos estados, y determinar
la suerte futura de Portugal de un modo que concibe la política de los
dos paises, han nombrado por sus ministros plenipotenciarios, á saber :
S. M. el emperador de los franceses al general Duroc, y S. M. el rey de
España á Don Eugenio Izquierdo, los cuales después de haber cangeado
sus plenos poderes, se han convenido en lo que sigue :


I o La provincia de Entre-Duero y Miño con la ciudad de Oporto se
dará en toda propiedad y soberanía á S. M. el rey de Etruria con el título
de rey de la Lusitania septentrional.


2° La provincia del Alentejo y el reino de los Aigarbes se darán en
toda propiedad y soberanía al príncipe de la Paz, para que las disfrute con
el título de príncipe de los Aigarbes.


3 o Las provincias de Beira, Tras-los-Montes y la Extremadura portu-
guesa quedarán en depósito hasta la paz general para disponer de ellas
según las circunstancias y conforme a lo que se convenga entre las dos
altas partes contratantes.


4 o El reino de la Lusitania septentrional será poseído por los descen-
dientes de S. M. el rey de Etruria hereditariamente, y siguiendo las leyes
que están en uso en la familia reinante de S. M. el rey de España.


5° El principado de los Aigarbes será poseído por los descendientes
del príncipe de la Paz hereditariamente, siguiendo las reglas del artículo
anterior.


6 o En defecto de descendientes ó herederos legítimos del rey de la Lu-
sitania septentrional, ó del príncipe de los Aigarbes, estos paises se da-
rán por investidura por S. M. el rey de España, sin que jamas puedan ser
reunidos bajo una misma cabeza, ó á la corona de España.


7° El reino de la Lusitania septentrional y el principado de los Aigar-
bes reconocerán por protector á S. M. el rey de España, y en ningún caso




428 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
los soberanos de estos países podrán hacer ni la paz ni la guerra sin su
consentimiento.


8 O En el caso de que las provincias de Beira, Tras­los­Montes y la Ex­
tremadura portuguesa tenidas en secuestro, fuesen devueltas á la paz ge­
neral á la casa de Braganza en cambio de Gibraltar, la Trinidad y otras
colonias que los ingleses han conquistado sobre la España y sus aliados,
el nuevo soberano de estas provincias tendría con respecto á S. M. el
rey de España los mismos vínculos que el rey de la Lusitania septentrio­
nal y el príncipe de los Algarbes, y serán poseídas por aquel bajo las mis­
mas condiciones.


9 O S. M. el rey de Etruria cede en toda propiedad y soberanía el reino
de Etruria á S. M. el emperador de los franceses.


10° Cuando se efectué la ocupación definitiva de las provincias de Por­
tugal, los diferentes príncipes que deben poseerlas nombrarán de acuerdo
comisarios para fijar sus límites naturales.


l t ° S. M. el emperador de los franceses sale garante á S. M. el rey de
España de la posesión de sus estados del continente de Europa situados
al mediodía de los Pirineos.


12° S. M. el emperador de los franceses se obliga á reconocer á S. M.
el rey de España como emperador de las dos Amérieas, cuando todo esté
preparado para que S. M. pueda tomar este título, lo que podrá ser, ó
bien á la paz general, ó á mas tardar dentro de tres años.


13° Las dos altas partes contratantes se entenderán para hacer un re­
partimiento igual de las islas, colonias y otras propiedades ultramarinas
del Portugal.


14° El presente tratado quedará secreto, será ratificado, y las ratifi­
caciones serán cangeadas en Madrid 20 dias á mas tardar después del dia
en que se ha firmado.


Fecho en Fontainebleau á 27 de octubre de 1807. — DUBOC — IZ­
QUIERDO.


Hemos aprobado y aprobamos el precedente tratado en todos y en cada
uno de los artículos contenidos en él; declaramos que está aceptado, ra­
tificado y confirmado, y prometemos que será observado inviolable­
mente. En fé de lo cual hemos dado la presente firmada de nuestra mano,
refrendada y sellada con nuestro sello imperial en Fontainebleau á 29 de
octubre de 1807. — Firmado — NAPOLEÓN. — El ministro de relacio­
nes exteriores, CHAMPAGNY. — Por el emperador, el ministro secreta­
rio de estado, HUGO МАКЕТ.


Convención anexa al tratado anterior, aprobada y ratificada en los
mismos términos.


ART. I o Un cuerpo de tropas imperiales francesas de 25,000 hombres
de infantería y 3000­de caballería entrará en España y marchará en dere­
chura á Lisboa : se reunirá á este cuerpo otro de 8000 hombres de infan­
tería y 3000 de caballería de tropas españolas con 30 piezas de artillería.


2 O Al mismo tiempo una división de tropas españolas de 10,000 hom­
bres tomará posesión déla provincia de Entre­Duero y Miño y de la ciu­
dad de Oporto; y otra división de 6000 hombres compuesta igualmente
de tropas españolas tomará posesión de la provincia del Alentejo y del
reino de los Algarbes.




APÉNDICES. 4 2 1 )
3 o Las tropas francesas serán alimentadas y mantenidas por la España


y sus sueldos pagados por la Francia durante todo el tiempo de su trán-
sito por España.


4 e Desde el momento en que las tropas combinadas hayan entrado en
Portugal, las provincias de Beira, Tras-los-Montes y la Extremadura
portuguesa ( que deben quedar secuestradas ) serán administradas y go-
bernadas por el general comandante de las tropas francesas, y las contri-
buciones que se les impondrán quedarán á beneficio de la Francia. Las
provincias que deben formar el reino de la Lusitania septentrional y el
principado de los Algarbes serán administradas y gobernadas por los ge-
nerales comandantes de las divisiones españolas que entrarán en ellas, y
las contribuciones que se les impondrán quedaran á beneficio de la Es-
paña.


5 o El cuerpo del centro estará bajo las órdenes de los comandantes de
las tropas francesas, y á él estarán sometidas las tropas españolas que se
reúnan á aquellas : sin embargo si el rey de España ó el príncipe de la
Paz juzgaren conveniente trasladarse á este cuerpo de ejército, el general
comandante de las tropas francesas y estas mismas estarán bajo sus ór-
denes.


6 o Un nuevo cuerpo de 40,000 hombres de tropas francesas se reunirá
en Bayona á mas tardar el 20 de noviembre próximo, para estar pronto á
entrar en España para transferirse á Portugal en el caso de que los ingle-
ses enviasen refuerzos y amenazasen atacarlo. Este nuevo cuerpo no en-
trará sin embargo en España hasta que las dos altas potencias contratan-
tes se hayan puesto de acuerdo á este efecto.


7 o La presente convención será ratificada etc.


NüMEKO 7.
Hemos visto las mas de las piezas que obraron en este proceso. Deci-


mos las mas porque como el original ha rodado por tantas manos y per-
sonas de intereses encontrados, no seria extraño que se hubiesen extra-
viado algunos documentos ó alterado otros. Dicho proceso paraba en
poder deDon Mariano Luis deTJrquijo,yásu muerte, acaecida en Paris en
1817, pasó al del marqués de Almenara. No sabemos si este lo conserva
aun, o si lo ha entregado al rey Fernando VII.


NUMERO 8.


Carta del príncipe de Asturias Fernando al emperador Napoleón en
11 «fe octubre de 1807.


« Señor : el temor de incomodar á V. M. I. en medio de sus hazañas y
grandes negocios que lo ocupan sin cesar, me ha privado hasta ahora de
satisfacer directamente mis deseos eficaces de manifestar á lo menos por
escrito los sentimientos de respeto, estimación y afecto que tengo al hé-
roe mayor que cuantos le han precedido, enviado por la providencia para
salvar la Europa del trastorno total que la amenazaba, para consolidar
los tronos vacilantes, y para dar á las naciones la paz y la felicidad.


Las virtudes de V. M. I., su moderación, su bondad aun con sus mas
injustos é implacables enemigos, todo en fin me hacia esperar que la ex-
presión de estos sentimientos seria recibida como efusión de un corazón
lleno de admiración y de amistad mas sincera.




450 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
El estado en que me hallo de mucho tiempo á esta parte incapaz de


ocultarse á la grande penetración de V. M., ha sido hasta hoy segundo
obstáculo que ha contenido mi pluma preparada siempre á manifestar
mis deseos. Pero lleno de esperanzas de hallar en la magnanimidad de
V. M. I. la protección mas poderosa, me determino no solamente á tes-
tificar los sentimientos de mi corazón para con su augusta persona, sino
á depositar los secretos mas íntimos en el pecho de V. M. como en el de
un tierno padre.


Yo soy bien infeliz de hallarme precisado por circunstancias particu-
lares á ocultar como si fuera crimen una acción tan justa y tan loable;
pero tales suelen ser las consecuencias funestas de un exceso de bondad,
aun en los mejores reyes.


Lleno de respeto y de amor filial para con mi padre (cuyo corazón es
el mas recto y generoso ), no me atrevería á decir sino á V. M. aquello
que V. M. conoce mejor que yo; esto es, que estas mismas calidades
suelen con frecuencia servir de instrumento á las personas astutas y
malignas para confundir la verdad á los ojos del soberano, por mas
propia que sea esta virtud de caracteres semejantes al de mi respetable
padre.


Si los hombres que le rodean aquí le dejasen conocer a fondo el carác-
ter de V. M. I. como yo lo conozco, ¿con qué ansias procuraría mi padre
estrechar los nudos que deben unir nuestras dos naciones? Y ¿habrá me-
dio mas proporcionado que rogar á V. M. I. el honor de que me conce-
diera por esposa una princesa de su augusta familia? Este es el deseo
unánime de todos los vasallos de mi padre, y no dudo que también el suyo
mismo ( á pesar de los esfuerzos de un corto número d^ malévolos) asi
que sepa las intenciones de V. M. I. Esto es cuanto mi corazón apetece;
pero no sucediendo asi á los egoístas pérfidos que rodean á mi padre, y
que pueden sorprenderle por un momento, estoy lleno de temores en este
punto.


Solo el respeto de V. M. I. pudiera desconcertar sus planes abriendo
los ojos á mis buenos y amados padres, y haciéndolos felices al mismo
tiempo que á la nación española y á mí mismo. El mundo entero admirará
cada dia mas la bondad de V. M. I., quien tendrá en mj persona el hijo
mas reconocido y afecto.


Imploro pues con la mayor confianza la protección paternal de V. M.,
á fin de que no solamente se digne concederme el honor de darme por
esposa una princesa de su familia, sino allanar todas las dificultades y
disipar todos los obstáculos que puedan oponerse en este único objeto de
mis deseos.


Este esfuerzo de bondad de parte de V. M. I. es tanto mas necesario
para mí, cuanto yo no puedo hacer ninguno de mi parte mediante á que
se interpretaría insulto á la autoridad paternal, estando como estoy re-
ducido á solo el arbitrio de resistir (y lo haré con invencible constancia)
mi casamiento con otra persona, sea la que fuere, sin el consentimiento
y aprobación positiva de V. M., de quien yo espero únicamente la elec-
ción de esposa para mí.


Esta es la felicidad que confio conseguir de V. M. I. , rogando á Dios
que guarde su preciosa vida muchos años. Escrito y firmado de mi propia
mano y sellado con mi sello en el Escorial á 11 de octubre de 1807,—




APÉNDICES. 451
De V. M. I . y R . sumas, afecto servidor y hermano — F E R N A N D O . » —
(Traducción hecha por Llórente en sus Memorias, y sacada del original
inserto en el Monitor de 5 de febrero de 4 84 0 . )


NUMERO 9.


Extracto del coloquio tenido por Don Eugenio Izquierdo con el mi-
nistro Champagny. {Llórente, tom. 3, núm. 120.)


Mr. de Champagny: No quiero meterme en cuestiones: me limito á decir
á V. de orden del emperador: I O Que pide muy de veras S. M. que por nin-
gún motivo ni razón, y bajo ningún pretexto no se hable ni se publique en
este negocio cosa que tenga alusión al emperador ni á su embajador en
Madrid, y nada se actué de que pueda resultar indicio ni sospecha de que
S. M. I . ni su embajador hayan sabido, intentado ni coadyuvado á cosa
alguna interior de España. 2 o Que si no se ejecuta lo que acabo de decir,
lo mirará como una ofensa hecha directamente á su persona que tiene
(como V. sabe) medios devengarla, y que la vengará. 3 o Declara positi-
vamente S. M. que jamas se ha mezclado en cosas interiores de España,
y asegura solemnemente que jamas se mezclará; que nunca ha sido su
pensamiento el que el príncipe de Asturias se casase con una princesa, y
mucho menos con Mlle. Tascher de la Pagerie sobrina de la emperatriz,
prometida ha mucho tiempo al duque de Aremberg; que no se opondrá
(como tampoco se opuso cuando lo de Ñapóles) á que el rey de España
case á s u hijo con quien tenga por acertado. 4 o Mr. de Beauharnais no se
entrometerá en asuntos interiores de España; pero S. M. I . no le reti-
rará, y nada debe dejarse publicar ni escribir de que pudiera inferirse
cosa alguna contra este embajador: y 5 o Que se lleven á ejecución estricta
y prontamente los convenios ajustados el 27 de octubre último; que no
haya pretexto para dejar de enviar las tropas prometidas; que en ningún
punto falten, y que si faltan S: M. mirará esta falta como una infracción
del convenio ajustado.


NUMERO: 10.


Esta orden se copia de los papeles que en defensa suya ha publicado el
mismo duque de Mahon.


NUMERO 11.


Nota dirigida desdé París al príncipe: de la Paz por el consejero
de estado Don Eugenio Izquierdo. (Escoiquiz, Idea sencilla ,
núm. lo.)


La situación de las cosas no da lugar para referir con individualidad
las conversaciones que desde mi-vuelta de Madrid he tenido por disposi-
ción del emperador, tanto con el gran mariscal del palacio imperial el
general Duroc,como con el vice gran elector del imperio príncipe de
Benevento.


Asi me ceñiré á exponer los medios que se me han comunicado en
estos coloquios para arreglar, y aun para terminar amistosamente los
asuntos que existen hoy entre España y Francia; medios que me han sido
transmitidos con el fin de que mi gobierno tome la mas pronta resolución
acerca de ellos.




m REVOLUCIÓN DE ESPANA.
Que existen actualmente varios cuerpos de tropas francesas en España


es un hecho constante-
Las resultas de esta existencia de tropas están en lo futuro. Un arreglo


entre el gobierno francés y español con reciproca satisfacción puede de-
tener los eventos, y elevarse á solemne tratado y definitivo sobre las
bases siguientes:


I a En las colonias españolas y francesas podrán franceses y españoles
comerciar libremente, el francés en las españolas como si fuese español,
y el español en las francesas como si fuese francés, pagando unos y
otros los derechos que se paguen en los respectivos países por sus natu-
rales.


Esta prevogativa será exclusiva, y ninguna potencia sino la Francia
podrá obtenerla en España, como en Francia ninguna1 potencia sino la
española.


2 a Portugal está hoy poseído por Francia. La comunicación de Francia
con Portugal exige una ruta militar, y también un paso continuo dé tro-
pas por España para guarnecer aquel pais y defenderle contra la Ingla-
terra; ha de causar multitud de gastos, de disgustos, engorros, y tal vez
producir frecuentes motivos de desavenencias.


; Podría amistosamente arreglarse este objeto quedando todo el Portu-
gal para España, y recibiendo un equivalente la Francia en las provincias
de España contiguas á este imperio.


3 a Arreglar de una vez la sucesión al trono de España.
4 a Hacer un tratado ofensivo y defensivo de alianza, estipulando el


número de fuerzas con que se han de ayudar recíprocamente ambas po-
tencias.


Tales deben ser las bases sobre que debe cimentarse y elevarse á tra-
tado el arreglo capaz de terminar felizmente ;Ja actual crisis política en
que se hallan España y Francia.


En tan altas materias yo debo limitarme á ejecutar fielmente lo qae
se me dice.


Cuando se trata de la existencia del estado, de su honor, decoro, y del
de su gobierno, las decisiones deben emanar únicamente del soberano, y
de su consejo.


Sin embargo mi ardiente amor á la patria me pone en la obligación de
decir que en mis conversaciones he hecho presente al príncipe de Bene-
vento lo que sigue :


I o Que abrir nuestras Américas al comercio francés es partirlas entre
España y Francia; que de abrirlas únicamente para los franceses es dado
que no quede de una vez arrollada la arrogancia inglesa, alejar cada dia
mas la paz, y perder hasta que esta se firme nuestras comunicaciones y
las de los franceses con aquellas regiones.


He dicho que aun cuando se admita el comercio francés no debe permi-
tirse que se avecinden vasallos de la Francia en nuestras colonias, con
desprecio de nuestras leyes fundamentales.


2 o Concerniente á lo de Portugal he hecho presente nuestras estipu-
laciones de 27 de octubre último; he hecho ver el sacrificio del rey de
Etruria; lo poco que vale Portugal separado de sus colonias; su ninguna
utilidad para España, y he hecho una fiel pintura del horror que causaría
á los pueblos cercanos al Pirineo la pérdida de sus leyes, libertades,
fueros y lengua, y sobre todo el pasar á dominio extrangero.




APÉNDICES. 433
He añadido : no podré yo firmar la entrega de Navarra por no ser el


objeto de execración de mis compatriotas, como seria si constase que un
navarro habia firmado el tratado en que la entrega de la Navarra á la
Francia estaba estipulada.


En fin he insinuado que si no habia otro remedio para erigirse un
nuevo reino, vireinato de Iberia, estipulando que este reino ó vireinato
no recibiese otras leyes, otras reglas de administración que las actuales,
y que sus naturales conservasen sus fileros y exenciones. Este reino ó vi-
reinato podría darse al rey de Etruria, ó á otro infante de Castilla.


3" Tratándose de fijar la sucesión de España he manifestado lo que el
rey N. S. me mandó que dijese de su parte; y también he hecho de modo
que creo quedan desvanecidas cuantas calumnias inventadas por .los
malévolos en ese pais han llegado á inficionar la opinión pública en
este.


4o Por lo que concierne á la alianza ofensiva y defensiva, mi celo
patriótico ha preguntado al príncipe deBenevento si se pensaba en hacer
de España un equivalente a la confederación del Rin, y en obligarla á
dar un contingente de tropas, cubriendo este tributo con el decoroso
nombre de tratado ofensivo y defensivo. He manifestado que nosotros
estando en paz con el imperio francés no necesitamos para defender nues-
tros hogares de socorros de Francia; que Canarias, Ferrol y Buenos-
Aires lo atestiguan; que el África es nula, etc.


En nuestras conversaciones ha quedado ya como negocio terminado el
del casamiento. Tendría efecto; pero será un arreglo particular de que
no se tratará, en el convenio de que se envían las bases.


En cuanto al título de emperador que el rey N. S. debe tomar no hay,
ni habia dificultad alguna. Se me ha encargado que no se pierda un mo-
mento en responder á fin de precaver las fatales consecuencias á que
puede dar lugar el retardo de un dia el ponerse de acuerdo.


Se me ha dicho que se evite todo acto hostil, todo movimiento que
pudiera alejar el saludable convenio que aun puede hacerse.


Preguntado que si el rey N. S. debia irse a Andalucía, he respondido
la verdad, que nada sabia. Preguntado también que si creia que se hu-
biese ido, he contestado que no , vista la seguridad en que se halla-
ban concerniente al buen proceder del emperador, tanto los reyes co-
mo V. A.


He pedido, pues se medita un convenio, que ínterin que vuelve la res-
puesta se suspenda la marcha de los ejércitos franceses hacia lo interior
de la España. He pedido que las tropas salgan de Castilla; nada he con-
seguido ; pero presumo que si vienen aprobadas las bases podrán las
tropas francesas recibir órdenes de alejarse de la residencia de SS. MM.


De ahi se ha escrito que se acercaban tropas por Talavera á Madrid;
que V. A. me despachó un alcance : á todo he satisfecho, exponiendo
con verdad lo que me constaba.


Según se presume aqui V. A. habia salido de Madrid acompañando
los reyes á Sevilla; yo nada sé; y asi he dicho al correo que vaya hasta
donde V. A. esté. Las tropas francesas dejarán pasar al correo, según
me ha asegurado el gran mariscal del palacio imperial. Paris 24 de marzo
de 1S08. — Serme Sr. — De V. A . S, — EUGENIO IZQUIERDO.




LIBRO SEGUNDO.


NUMERO 1.


Proclama de Carlos lj^.


« Amados vasallos mips : vuestra noble agitacipn en estas circunstan-
cias es un nuevo testimonio que me asegura de los sentimientos de vues-
tro corazón; y yo que cual padre tierno os amo, me apresuro á consola-
ros en la actual angustia que os oprime. Respirad tranquilos : sabed que
el ejército de mi caro aliado el emperador de los franceses atraviesa m¡
reino con ideas de paz y de amistad. Su objeto es trasladarse á los pun-
tos que amenaza el riesgo de algún desembarco del enemigo, y que la
reunión de los cuerpos de mi guardia ni tiene el objeto de defender mi
persona, ni acompañarme en un viage que la malicia os ha hecho suponer
como preciso. Rodeado de la acendrada lealtad de mis vasallos amados,
de la cual tengo tan irrefragables pruebas, ¿ qué puedo yo temer ? Y
cuando la necesidad urgente lo exigiese, ¿podría dudar de las fuerzas que
sus pechos generosos me ofrecerían ? No : esta urgencia no la verán mis
pueblos. Españoles, tranquilizad vuestro espíritu : conducios como hasta
aqui con las tropas del aliado de vuestro rey, y veréis en breves dias res-
tablecida la paz de vuestros corazones, y á mí gozando la que el cielo me
dispensa en el seno de mi familia y vuestro amor. Dado en mi palacio
real de Aranjuez á 16 de marzo de 1808. ^-Yo EL REY. — A Pon Pedro
Cevallos. »


NUMERO 2.


Decreto de S. M. el rey Carlos IVexonerando á Don-Manuel Godojr
de sus empleos de generalísimo y almirante.


« Queriendo mandar por mi persona el ejército y la marina, he venido
en exonerar á Don Manuel Godoy príncipe de la Paz de sus empleos de
generalísimo y almirante, concediéndole su retiro donde mas le acomode.
Tendréislo entendido, y lo comunicaréis á quien corresponda. Aranjuez
18 de marzo de 1808. — A Don Antonio Olaguer Feliu. »


NUMERO 3.


Carta del rey Carlos IV al emperador Napoleón en Aranjuez á
18 de marzo de 1808.


« Señor mi hermano : hacia bastante tiempo que el príncipe de la Paz
me habia hecho reiteradas instancias para que le admitiese la dimisión de
los encargos de generalísimo y almirante, y he accedido á sus ruegos;
pero como no debo poner en olvido los servicios que me ha hecho, y par-
ticularmente los de haber cooperado á mis deseos constantes é invariables
de mantener la alianza y la amistad íntima que me une á V. M. I. y R.
yo le conservaré mi gracia.


Persuadido yo de que será muy agradable á mis vasallos, y muy con-




APÉNDICES. 455
veniente para realizar los importantes designios de nuestra alianza,
encargarme yo mismo del mando de mis ejércitos de tierra y mar, he re­
suelto hacerlo asi y me apresuro á comunicarlo á V. M. I. y R., que­
riendo dar en esto nuevas pruebas de afecto á la persona de V. M., de mis
deseos de conservar las íntimas relaciones que nos unen, y de la fidelidad
que forma mi carácter del que V. M. I. y R, tiene repetidos y grandes
testimonios.


La continuación de los dolores reumáticos que de un tiempo á esta
parte me impiden usar de la mano derecha, me privan del placer de es­
cribir por mí mismo á V. M. I. y R,


Soy con los sentimientos de la mayor estimación y del mas sincero
afecto de V. M. I. y R. su buen hermano — CARLOS. »


NUMERO 4.


П о й vüv r¡ X a p w r p a T Í ; xmazúat; тггрфоХч ; ттоС Si ai ipaiápat Хартга& с ; ттой
Sé oí xpórot xai oijfopoixai ai S'aXíat x a i a t Tnnvrtyvpziq.., Trávra Éxstva o í —
yeroíi • xai avepios irevo-as áSpo'ov т а psv tpúXXa х а т н б а Х г , y u p v ó v Sé 7¡¡th т о
t?svopov éSei^s, xaí ако т ч ; pí?íis á u r í ; o"aXevotjtsvov XotTrov... TÍS y á p TOVTOU
yéyovzv и^яХо'тгро; ; o u ttarrav TÍJ'V oíxoufisvíjv irspijjXSe те TVXOÚTW J OTJ 7rp¿s
¿oirás т ы к at-ib)[i¿Tb>v áve§>] т а с xopytfá;; ¿ u ^ i jravTEc; auTov I r p e p o v , xai
Saixsu7ct.ii; aXX' ííoü yéyoiiz xai ísffptwTbiv áQXtwTspoc, xa't, OÍXSTWV eXetvoTepo;,
xa't Twy Xifiw T>)xofi6vwv тгтыуюч btíesarspo;, x a 9 ' éxátrniv ípipas <fttp4 ^XÉrruv
37Xovv)f*sva, xai fíápaSpo-v , xat rJupiíous , xai T>5V STTI B á v a T O V ájraywyiív...


( O M I A I A E l ? E Y T P O n i O N . )


NUMERO 5.


Véase la Gaceta de Madrid del 25 de marzo de 1808.
NUMERO 6.


Cesión de Carlos V. (Véase Famiani Strada : De bello bélgico, lí­
ber I; y F. Prudencio de Sandobal : Historia de la vida y hechos de Car­
los V.)


NUMERO 7.


Véase Marina : Teoría de las cortes, tom. 2 o , cap. 10, refiriéndose al
documento que existe en la academia de la Historia. — Z. 52, fol. 301.


NUMERO 8.


Comentarios del marqués de San Felipe, tom. 2 o , año 1724.
NUMERO 9.


Des documente historiques publiés par Louis Bonaparte. Volume I I ,
page 290. Paris, 1820.


NUMERO 10.


Nota escrita por la reina de España para el gran duque de Berg y
remitida por la reina de Etruria sin fecha.


" £ 1 rey mi esposo (que me hace escribir por no poderlo hacer á causa




456 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de los dolores é hinchazón de su mano) desea saber si el gran duque de
Berg llevaría á bien encargarse de tratar eficazmente con el emperador
para asegurar la vida del príncipe de la Paz, y que fuese asistido de "algu-
nos criados suyos ó de capellanes.


Si el gran duque pudiera ir á librarle ó por lo menos darle algún con-
suelo , él tiene todas sus esperanzas en el gran duque, por ser su grande
amigo. Él espera todo de S. A. y del emperador á quien siempre ha sido
afecto.


Asimismo que el gran duque consiga del emperador que al rey mi es-
poso, á mí y al príncipe de la Paz se dé lo necesario para poder vivir to-
dos tres juntos donde convenga para nuestra salud sin mando ni intri-
gas, pues nosotros no las tendremos.


El emperador es generoso, es un héroe, y ha sostenido siempre á sus
fieles aliados y aun á los que son perseguidos. Nadie lo es tanto como no-
sotros. ¿Y porqué ? porque hemos sido siempre fieles á la alianza.


De mi hijo no podemos esperar jamas sino miserias y persecuciones.
Han comenzado á forjar y se continuará fingiendo todo lo que pueda
contribuir á que el príncipe de la Paz (amigo inocente y afecto al empe-
rador, al gran duque y á todos los franceses) parezca criminal á los ojos
del público y del emperador. Es necesario que no se crea nada. Los ene-
migos tienen la fuerza y todos los medios de justificar como verdadero lo
que en sí es falso. ~ •


« El rey desea igualmente que yo ver y hablar al gran duque y darle
por sí mismo la protesta que tiene en su poder. » Los dos estamos agra-
decidos al envió que ha hecho de tropas suyas y á todas las pruebas que
nos da de su amistad. Debe estar S. A. I. bien persuadido de la que no-
sotros le hemos tenido siempre y conservamos ahora. Nos ponemos en
sus manos y las del emperador y confiamos que nos concederá lo que pe-
dimos.


Estos son todos nuestros deseos cuando estamos puestos en las manos
de tan grande y generoso monarca y héroe. »


Carta de la reina de Etruria al gran duque de Berg en Aranjuez á
2 2 de marzo de 1808 , con una posdata del rey Carlos IV. •


« Señor mi hermano : acabo de ver al edecán comandante, quien me ha
entregado vuestra carta por la cual veo con mucha pena que mi padre y
mi madre no han podido tener el gusto de veros, aunque lo deseaban efi-
cazmente, porque toda su confianza tienen puesta en vos, de quien espe-
ran que podréis contribuir á su tranquilidad.


El pobre príncipe de la Paz cubierto de heridas y contusiones está de-
caído en la prisión, y no cesa de invocar el terrible momento de su
muerte. No hace recuerdo de otras personas que de su amigo el gran
duque de Berg, y dice que este es el único en quien confia que le ha de
conseguir su salud.


Mi padre, mi madre y yo hemos hablado con vuestro edecán coman-
dante. Él os dirá todo. Yo fio en vuestra amistad y que por ella nos
salvareis á los tres y al pobre preso.


No tengo tiempo de deciros mas : confio en vos. Mi padre añadirá dos
líneas á esta carta : yo soy de corazón vuestra afectísima hermana y
amiga — MAKIA LUISA. »




APÉNDICES. 457


Posdata de Carlos IV.


« Señor y muy querido hermano : habiendo hablado á vuestro edecán
comandante é informádole de todo lo que ha sucedido, yo os ruego el
favor de hacer saber al emperador que le suplico disponga la libertad del
pobre príncipe de Ja Paz, quien solo padece por haber sido amigo de la
Francia, y asimismo que se nos deje ir al pais que mas nos convenga
llevándonos en nuestra compañía al mismo príncipe. Por ahora vamos á
Badajoz .- confio recibir antes vuestra respuesta caso de que absoluta-
mente carezcáis de medios de vernos, pues mi confianza solo está en vos
y en el emperador. Mientras tanto yo soy vuestro muy afecto hermano y
amigo de todo corazón — CARLOS. »


Carta de la reina de España al gran duque de Berg en Aranjuez á
22 de marzo de 1808 junta con la anterior de su hija.


« Señor mi querido hermano : yo no tengo mas amigos que V. A. I.
El rey mi amado esposo os escribe implorando vuestra amistad. En ella
está únicamente nuestra esperanza. Ambos os pedimos una prueba de
que sois nuestro amigo, y es la de hacer conocer al emperador lo sincero
de nuestra amistad y del afecto que siempre hemos profesado á su per-
sona, á la vuestra y á la de todos tos franceses.


El pobre príncipe de la Paz que se halla encarcelado y herido por ser
amigo nuestro, apasionado nuestro y afecto á toda la Francia, sufre,
todo por causa de haber deseado el arribo de vuestras tropas y haber
sido el único amigo nuestro permanente. Él hubiera ido á ver á V. A.
Si hubiera tenido libertad , y ahora mismo no cesa de nombrar á V. A.
y de manifestar deseos de ver al emperador.
, Consíganos V. A. que podamos acabar nuestros dias tranquilamente
en un pais conveniente a la salud del rey ( la cual está delicada como
también la mia) y que sea esto en compañía de nuestro único amigo que
también lo es de V. A.


Mi hija será mi intérprete si yo no logro la satisfacción de poder co-
nocer personalmente y hablar á V. A. ¿ Podríais hacer esfuerzos para
vernos aunque fuera un solo instante de noche ó como quisierais? El
comandante edecán de V. A. contará todo lo que hemos dicho.


Espero que V. A. conseguirá para nosotros lo que deseamos, y que
perdonará las faltas y olvidos que haya cometido yo en el tratamiento ,
pues no sé donde estoy, y debéis creer que no habrán sido por faltar á
V. A. ni dejar de darle seguridad de toda mi amistad.


Ruego á Dios guarde á V. A. I. muchos años. Vuestra mas afecta —
LUISA. »


Carta del general Monthion al gran duque de Berg en Aranjuez á
23 de marzo de 1808.


« Conforme á las ordenes de V. A. I. vine á Aranjuez con la carta de
V. A. para la reina de Etruria. Llegué á las ocho de la mañana: la reina
estaba todavía en cama : se levantó inmediatamente : me hizo entrar :
le entregué vuestra carta : me rogó esperar un momento mientras iba á




458 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


leerla con el rey y la reina sus padres : media hora después entraron to-
dos tres á la sala en que yo me hallaba.


El rey me dijo que daba gracias á V. A. de la parte que tomabais en
sus desgracias, tanto mas grandes cuanto era el autor de ellas un hijo
suyo. El rey me dijo que esta revolución habia sido muy premeditada;
que para ello se habia distribuido mucho dinero , y que los principales
personages habían sido su hijo y Mr. Caballero ministro de la justicia :
que S. M. habia sido violentado para abdicar la corona por salvar la vida
de la reina y la suya, pues sabia que sin esta diligencia los dos hubieran
sido asesinados aquella noche ; que la conducta del príncipe de Asturias
era tanto mas horrible cuanto mas prevenido estaba de que conociendo
el rey los deseos que su hijo tenia de reinar, y estando S. M. próximo á
cumplir sesenta años, habia convenido en ceder á su hijo la corona cuando
este se casara con una princesa de la familia imperial de Francia como
S. M. deseaba ardientemente.


El rey ha añadido que el príncipe de Asturias quería que su padre se
retirase con la reina su muger á Badajoz, frontera de Portugal : que el
rey le babia hecho la observación de que el clima de aquel pais no le con-
venia , y le habia pedido permiso de escoger otro, por lo cual el mismo
rey Carlos deseaba obtener del emperador licencia de adquirir un bien en
Francia y de asegurar allí su existencia. La reina me ha dicho que ha-
bia suplicado á su hijo la dilación del viage á Badajoz; pero que no habia
conseguido nada, por lo que debería verificarse en el próximo lunes.


Al tiempo de despedirme yo de SS. MM. me dijo el rey : «Yo he es-
crito al emperador poniendo mi suerte en sus manos : quise enviar mi
carta por un correo; pero no es posible medio mas seguro que el de con-
fiarla á vuestro cuidado. »


El rey pasó entonces á su gabinete y luego salió trayendo en su mano
la carta adjunta. Me la entregó y dijo estas palabras : « Mi situación es
de las mas tristes; acaban de llevarse al príncipe de la Paz y quieren
conducirlo á la muerte : no tiene otro delito que haber sido muy afecto
á mi persona toda su vida. »


Añadió que no habia modo de ruegos que no hubiese puesto en
práctica para salvar la vida de su infeliz amigo; pero habia encontjado
sordo á todo el mundo y dominado del espíritu de venganza. Que la
muerte del Dríncipe de la Paz produciría la suya, pues no podria S. M.
sobrevivir a ella. — B. DE MONTHION. »


Carta del rey Carlos IV al emperador Napoleón en Aranjuez á
23 de marzo de 1808.


« Señor mi hermano : V. M. sabrá sin duda con pena los sucesos de
Aranjuez y sus resultas; y no verá con indiferencia á un rey que forzado
á renunciar la corona acude á ponerse en los brazos de un grande mo-
narca aliado suyo, subordinándose totalmente a la disposición del único
que puede darle su felicidad, la de toda su familia y las de sus fieles va-
sallos.


Yo no he renunciado en favor de mi hijo sino por la fuerza de las cir-
cunstancias cuando el estruendo de las armas y los clamores de una
guardia sublevada me hacían conocer bastante la necesidad de escoger la




APÉNDICES. 439
vida ó la muerte, pues esta última se hubiera seguido después de la
de la reina.


Yo fui forzado á renunciar; pero asegurado ahora con plena confianza
en la magnanimidad y el genio del grande hombre que siempre ha mos-
trado ser amigo mió, yo he tomado la resolución de conformarme con
todo lo que este mismo grande hombre quiera disponer de nosotros y de
mi suerte, la de la reina y la del principé de la Paz.


Dirijo á V. M. I. y R. una protesta contra los sucesos de Aranjuez y
contra mi abdicación. Me entrego y enteramente confio en el corazón y
amistad de V. M., con lo cual ruego á Dios que os conserve en su santa
y digna guarda.


De V. M. I. y R. su muy afecto hermano y amigo — CÁELOS. »


Carta de la re.ina.de/Etruria incluyendo otra de su madre la reina
de España para el gran duque de Berg en Madrid á 26 de marzo
¿ e l 8 0 8 . "r


« Señor mi hermano : mi madre me envía la adjunta carta para que os
la remita y la conservéis. Hacednos la gracia, querido mió, de no aban-
donarnos : todas nuestras esperanzas están en vos. Concededme el con-
suelo de ir á ver á mis padres. Respondedme alguna cosa que nos alivie
y no os olvidéis de una amiga que os ama de corazón.—MAHIA LUISA. »


P. D. — « Yo estoy enferma en la cama con algo de calentura por lo
cual 110 me veréis fuera de; mi.habitación. »


Carta inclusa en la antecedente.


«• Querida hija mia : decid al gran duque de Berg la situación del rey
mi esposo, la mia y la del pobre príncipe de la Paz.


Mi hijo Fernando era el gefe de la conjuración : las tropas estaban
ganadas por él; él hizo poner una de las luces de su cuarto en una ven-
tana para señal de que comenzase la explosión. En el instante mismo
los guardias y las personas que estaban á la cabeza de la revolución hi-
cieron tirar dos fusilazos. Se ha querido persuadir que fueron tirados
por la guardia del príncipe de la Paz, pero no es verdad. Al momento
los guardias de corps, los de infantería española y los de la walona se
pusieron sobre las armas y sin recibir órdenes de sus primeros gefes
convocaron á todas las gentes del pueblo y las condujeron adonde les
acomodaba.


El rey y yo llamamos á mi hijo para decirle que su padre sufría gran-
des dolores, por lo que no podía asomarse á la ventana, y que lo hi-
ciese por sí mismo á nombre del rey para tranquilizar al pueblo : me
respondió con mucha firmeza que no lo haria porque lo mismo seria aso-
marse á la ventana que comenzar el fuego, y asi no lo quiso hacer.


Después á la mañana siguiente le preguntamos si podría hacer cesar
el tumulto y tranquilizar los amotinados, y respondió que lo haria, pues
enviaría á buscar á los segundos gefes de los cuerpos de la casa real ,
enviando también algunos de sus criados con encargo de decir en su
nombre al pueblo y á las tropas que se tranquilizasen : que también
haria se volviesen á Madrid muchas personas que habían concurrido de
alli para aumentar la revolución, y encargaría que no viniesen mas.


Cuando mi hijo había dado estas órdenes fue descubierto el príncipe




440 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de la Paz. El rey envió á buscar á su hijo y le mandó salir adonde es-
taba el desgraciado príncipe, que ha sido víctima por ser amigo nuestro
y de los franceses, y principalmente del gran duque. Mi hijo fue y rriandó
que no se tocase mas al príncipe de la Paz y se le condujese al cuartel
de guardias de corps. Lo mandó en nombre propio, aunque lo hacia por
encargo de su padre, y como si él mismo fuese ya rey dijo al príncipe de
la Paz : « Yo te perdono la vida. »


El príncipe á pesar de sus grandes heridas le dio gracias preguntán-
dole si era ya rey. Esto aludía á lo que ya se pensaba en ello, pues el
rey, el príncipe de ta Paz y yo teníamos la intención dehaeer la abdica-
ción en favor de Fernando cuando hubiéramos visto al emperador y com-
puesto todos los asuntos, éntrelos cuates el principal era el matrimo-
nio. Mi hijo respondió al príncipe : « No : hasta ahora no soy rey; pero
lo seré bien pronta. » Lo cierto es que mi hijo maridaba todo como si
fuese rey sin serlo y sin saber si lo seria. Las órdenes que el rey mi es-
poso daba no eran obedecidas.


Después debia haber en el dia 19 en que se verificó la abdicación otro
tumulto mas tuerte que el primero contra la vida del rey mi esposo y la
mia, lo que obligó á tomar la resolución de abdicar.


Desde el momento de la renuncia mi hijo trató á su padre con todo el
desprecio que puede tratarlo un rey sin consideración alguna para con
sus padres. Al instante hizo llamar á todas las personas complicadas en
su causa que habían sido desleales á' su padre y y nécho;todo lo que pu-
diera ocasionarle pesadumbres. Él nos da prieSa para que- salgamos de
aquí señalándonos la ciudad de Badajoz par,a residencia. Entre tanto nos
deja sin consideración alguna manifestando gran contento de ser ya rey,
y de que nosotros nos alejemos de aquí. •


En cuanto al príncipe de la Paz no quisiera que nadie se acordara de
él. Los guardias que le custodian, tienen orden de no responder á nada
que les pregunte, y lo han tratado con la mayor inhumanidad.


Mi hijo ha hecho esta conspiración para destronar al rey su padre.
Nuestras vidas hubieran estado en grande riesgo, y la del pobre prín-
cipe de la Paz lo está todavía.


El rey mi esposo y yo esperamos del gran duque que hará cuanto
pueda en nuestro favor, porque nosotros siempre hemos sido aliados fie-
les del emperador, grandes amigos del gran duque, y lo mismo sucede al
pobre príncipe de la Paz. Si él pudiese hablar daria pruebas, y aun en el
estado en que se halla no hace otra cosa que exclamar por su grande
amigo el gran duque.


Nosotros pedimos al gran duque que salve al príncipe de la Paz, y que
salvándonos á nosotros nos le dejen siempre á nuestro lado para que po-
damos acabar juntos tranquilamente el resto de nuestros dias en un clima
mas dulce y retirados sin intrigas y sin mandos, pero con honor. Esto
es lo que deseamos el rey y yo igualmente que el príncipe de la Paz, el
cual estaría siempre pronto á servir á mi hijo en todo. Pero mi hijo
(que no tiene carácter alguno, y mucho menos el de la sinceridad) jamas
ha querido servirse de él y siempre le ha declarado guerra como al rey su
padre y á mí . .


Su ambición es grande y mka á sus padres como si no lo fuesen, ¿ Qué
hará para los demás ? Si el gran duque pudiera vernos tendríamos grande,
placer y lo mismo su amigo el príncipe de la Paz que sufre porque lo ha




APÉNDICES. 441
sido siempre de los franceses y del emperador. Esperamos todo del gran
duque, recomendándole también á nuestra pobre hija María Luisa que
no es amada de su hermano. Con esta esperanza estamos próximos á ve-
rificar nuestro viage. — LUISA. »


Nota de la reina de España para el gran duque de Berg en 27 de
marzo de 1808.


« Mi hijo no sabe nada de lo que tratamos, y conviene que ignore to-
dos nuestros pasos. Su carácter es falso : nada le afecta : es insensible y
no inclinado á la clemencia. Está dirigido por hombres malos y hará
todo por la ambición que le domina; promete, pero no siempre cumple
sus promesas. . .


Creo que el gran duque debe tomar medidas para impedir que al pobre
príncipe de la Paz se lé quite la vida, pues los guardias de corps han
dicho que primero lo matarán que entregarle vivo, aunque lo manden el
emperador y el gran duque. Están llenos de rabia contra él, é inflaman
á todos los pueblos, á todo el mundo y aun á mi hijo que defiere á ellos
en todo. Lo mismo sucede relativamente al rey mi esposo y á mí. Roso-
tros estamos puestos en manos del gran duque y del emperador : le ro-
gamos que tenga la complacencia de venir á vernos; de hacer que el po-
bre príncipe de la Paz sea puesto en salvo lo mas pronto posible, y de
concedernos todo lo demás que tenemos suplicado.


El embajador es todo de mi hijo; lo cual me hace temblar, porque mi
hijo no quiere al gran duque ni,al emperador sino solo el despotismo. El
gran duque debe estar persuadido que no digo esto por venganza ni re-
sentimiento de los malos tratos que nos hace sufrir, pues nosotros no
deseamos sino la tranquilidad del gran duque y del emperador. Estamos
totalmente puestos en manos del gran duque deseando verle para que
conozca todo el valor que damos á su augusta persona y á sus tropas,
como á todo lo que le sea relativo. »


Carta de la reina de Etruria para el gran duque de Berg en Madrid
á 29 de marzo de 1808 con una nota de la reina de España su
madre.


a Mi señor y querido hermano : mi madre os escribe algunas líneas.
Yo os ineluyo la adjunta mia para el emperador rogándoos dispongáis
que llegue prontamente á su destino. Recomendadme á S. M. y prome-
tedme como os suplico ir después de mañana á Aranjuez. Tomad eñ
mis asuntos el interés que yo tomo en lo relativo á vuestra persona, y
creed que soy de todo mi corazón vuestra afecta hermana y amiga —1
MAHIA LUISA. »


Nota de puño y letra de la reina de España.


« ISo quisiéramos ser importunos al gran duque. El rey me hace to-
mar la pluma para decir que considera útil que él gran duque escribiese
al emperador insinuando que convendría que S. M. I. diese órdenes sos-
tenidas con la fuerza para que mi hijo ó el gobierno nos dejen tranquilos
al rey, á mí y al príncipe de la Paz hasta tanto que S. M. llegue. En fia


i. 29




442 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
el gran duque y el emperador sabrán tomar las medidas necesarias para
que se esperen su arribo ú órdenes sin que antes seamos víctimas. —
LUISA. »


Carta de la reina de Etruria ai gran duque de Berg en Madrid á
30 de marzo de 1808, con otra de su madre y un artículo escrito de
mano propia de Carlos IV.


« Señor y hermano : os remito una carta que mi madre me ha en-
viado , y os suplico que me digáis si vuestra guardia ó vuestras tropas
han pasado á guardar al príncipe de la Paz. Deseo también saber cuál
es el estado de la salud del príncipe, y qué opina vuestro médico en el
asunto. Respondedme al instante porque pienso visitar á mi madre uno
de estos dias sin detenerme alli mas que lo preciso para hablar y volver
aqui. Id pronto pues solo vos podéis ser mi defensor, y vuelvo á rogaros
que me respondáis sin detención : entre tanto soy de corazón vuestra
afectísima hermana y amiga — MARÍA LUISA. »


Carta de la reina de España citada en la anterior.


« Si el gran duque no toma á su cargo que el emperador exija pron-
tamente órdenes de impedir los progresos de las intrigas que hay contra
el rey mi esposo, contra el príncipe de la Paz su amigo, contra mí y aui>
contra mi hija Luisa, ninguno de nosotros está seguro. Todos los ma-
lévolos se reúnen en Madrid al rededor de mi hijo : este los cree como á
oráculos, y por sí mismo no es muy inclinado á la magnanimidad ni á la
clemencia. Debe temerse de ellos toda mala resulta. Yo tiemblo y lo
mismo mi marido si mi hijo ve al emperador antes que este haya dado
sus órdenes, pues él y los que le acompañan contarán á S. M. I. tantas
mentiras que lo pongan por lo menos en estado de dudar de la verdad.
Por este motivo rogamos al gran duque consiga del emperador que pro-
ceda sobre el supuesto de que nosotros estamos absolutamente puestos
en sus manos, esperando que nos dé la tranquilidad para el rey mi es-
poso, para mí y para el príncipe de la Paz , de quien deseamos que nos
lo deje á nuestro lado para acabar nuestros dias tranquilamente en un
pais conveniente á nuestra salud, sin que ninguno de nosotros tres les
hagamos la menor sombra. Rogamos con la mayor instancia al gran du-
que que se sirva mandar darnos diariamente noticias de nuestro amigo
común el príncipe de la Paz , pues nosotros ignoramos todo absoluta-
mente. »


El siguiente artículo está escrito de letra de Carlos IV.


« Yo he hecho á la reina escribir todo lo que precede, porque no puedo
escribir mucho á causa de mis dolores. — CÁELOS. »


Sigue escribiendo la reina.


« El rey mi marido ha escrito esta línea y media y la ha firmado para
que os aseguréis de ser él quien escribe. »




APÉNDICES. 443


Nota de la rima de España para el gran duque de Berg remitida por
medio de la reina de Etruria sin fecha en 1808.


« El rey mi esposo y yo no quisiéramos ser importunos ni enfadosos
al gran duque que tiene tantas ocupaciones; pero no tenemos otro amigo
ni apoyo que él y el emperador, en quien están fundadas todas las espe-
ranzas del rey, las del príncipe de la Paz amigo del gran duque é íntimo
nuestro, las de mi hija Luisa y las mías. Mi hija me escribió ayer por la
tarde lo que el gran duque le habia dicho, y nos ha penetrado el corazón
dejándonos llenos de reconocimiento y de consuelo, esperando todo bien
de las dos sagradas é incomparables personas del emperador y del gran
duque. Pero no queremos que ignoren lo que nosotros sabemos, á pesar
de que nadie nos dice nada ni aun responden á lo que preguntamos, por
mas necesidad que tengamos de respuesta. Sin embargo miramos esto
con indiferencia y solo nos interesa la buena suerte de nuestro único é
inocente amigo el príncipe de la Paz, que también lo es del gran duque
como él mismo exclamaba en su prisión en medio de los horribles tratos
que se le hacían, pues perseveraba llamando siempre amigo suyo al gran
duque lo mismo que lo habia hecho antes de la conspiración, y solía de-
cir : « Si yo tuviera la fortuna de que el gran duque estuviese cerca y lle-
gase aquí, no tendría nada que temer. » Él deseaba su arribo á la corte y
se lisonjeaba con la satisfacción de que el gran duque quisiese aceptar su
casa para alojamiento. Tenia preparados algunos regalos para hacerle; y
en fin no pensaba sino en que llegara el momento y después presentarse
ante el emperador y el gran duque con todo el afecto imaginable; pero
ahora nosotros estamos siempre temiendo que se le quite la vida, ó se le
aprisione mas si sus enemigos llegan á entender que se trata de salvarle.
¿No seria posible tomar por precaución algunas medidas antes de la re-
solución definitiva ? El gran duque pudiera enviar tropas sin decir á qué;
llegar á la prisión del príncipe de la Paz y separar la guardia que le cus-
todia, sin darle tiempo de disparar una pistola ni hacer nada contra el
príncipe; pues es de temer que su guardia lo hiciese porque todos sus de-
seos son de que muera; y tendrán gloria en matarle. Asi la guardia seria
mandada absolutamente por las órdenes del gran duque : y sino puede
estar seguro el gran duque de que el príncipe de la Paz morirá si pro-
sigue bajo el poder de los traidores indignos y á las órdenes de mi
hijo. Por lo mismo volvemos á hacer al gran duque la misma súplica
de que haga sacarle del poder de las manos sanguinarias, esto es de
los guardias de corps, de mi hijo y de sus malos lados, porque sino
debemos estar siempre temblando por su vida aunque el gran duque y el
emperador la quieran salvar mediante que no lo podrán conseguir.
De gracia volvemos á pedir al gran duque que tome todas las medidas
convenientes para el objeto, porque como se pierda tiempo ya no está
segura la vida, pues es cosa cierta que seria mas fácil de conservar si el
príncipe estuviese entre las manos de leones y de tigres carnívoros.


Mi hijo estuvo ayer después de comer con Infantado , con Escoiquiz,
que es Un clérigo maligno, y con San Garlos que es peor que todos ellos;
y esto nos hace temblar porque duró la conferencia secreta desde la una
y media hasta las tres y media. El gentil hombre que va con mi hijo Car-
los es primo de San Carlos; tiene talento y bastante instrucción, pero es
un americano maligno y muy enemigo nuestro como su primo San Car-




444 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
los, sin embargo de que todo lo que son lo han recibido del rey mi ma-
rido á instancias del pobre príncipe de la Paz, de quien ellos decían ser
parientes. Todos los que van con mi hijo Carlos son incluidos en la mis-
ma intriga y muy propios para hacer todo el mal posible, y que sea repu-
tado por verdad lo que es una grande mentira.


Yo ruego al gran duque que perdone mis borrones y defectos que co-
meto cuando escribo francés, mediante hacer ya 42 años que hablo espa-
ñol desde que vine á casar en España á la edad de trece años y medio,
motivo por el cual aunque hablo francés no sé hablarlo bien. El gran du-
que conocerá la razón que me asiste y disimulará los defectos del idioma
en que yo incurra. — LUISA. »


Nota de la reina de España para -el gran duque de Berg, por medio
de la reina de Elruria su hija, sin fecha en 1808.


« Ayer recibíjun papel de un mahonés que quería tener una audiencia
secreta conmigo después que el rey mi marido estaba ya en cama, dicien-
do me que me daria grandes luces sobre todo lo que sucede actualmente.


Él queria que yo le diese por mí misma seis ú ocho millones, diciendo
que yo los podría pedir á la compañía de Filipinas; y que él haria una
contrarevolucion que librase al príncipe de la Paz y fuese también contra
los franceses.


El rey y yo lo hicimos prender sin permitirle comunicación, y perma-
necerá preso hasta que se averigüe la verdad de todo lo que hay en este
asunto; pues creemos que sea un emisario de los ingleses para perdernos
supuesto que el rey y el príncipe de la Paz siempre han sido únicamente
amigos de los franceses, del emperador y en particular del gran duque
sin haberlo sido jamas de los ingleses nuestros enemigos naturales.


Creemos también por muy necesario que el gran duque haga asegurar
al pobre príncipe de la Paz que siempre ha sido y es amigo del gran du-
que, de quien (asi como del emperador) esperaba su asilo en la forma que
lo tenia escrito por medio de Izquierdo al mismo gran duque, y aun al
emperador mismo, bien que no sé si estas cartas habrán llegad o á sus manos.


Convendría sacar de las manos de los guardias de corps y de las tropas
de mi hijo al pobre príncipe de la Paz su amigo, pues es de recelar que
se le quite la vida ó se le envenene y se diga que ha muerto de sus heri-
das ; y por cuanto no tendrá seguridad de vivir mientras estén á su lado
algunos de estos malignos, será forzoso que el gran duque, después de
asegurar la persona del príncipe de la Paz en su poder, tome medidas
bien fuertes para conservarle, pues las intrigas cada dia crecen contra
ese pobre amigo del gran duque y aun contra el rey mi marido, cuya vida
tampoco está bastante segura.


Mi hijo hizo llamar al hijo de Biergol, que es oficial de la secretaría
de relaciones exteriores. Estuvieron presentes á la sesión Infantado y
todos los ministros. Mi hijo le preguntó qué habia de nuevo en el sitio,
y qué hacia el rey mi marido : Biergol respondió lo que habia de verdad
diciendo : « Jío hay nada de nuevo : el rey sale muy poco : la reina no ha
salido : se ocupan en preparar una habitación para el caso de que el gran
duque y el emperador vayan alli. » Mi hijo le dio orden de volver aquí y
de estar al servicio de su padre hasta que este emprenda su viage, por-
que es uno que interviene en nuestras cuentas como tesorero. A todos




APÉNDICES.
los que nos siguen aplican el título de desertores. Yo recelo que traman
alguna grande intriga contra nosotros y que estamos en grande riesgo,
porque Infantado y los otros son tan malos y peores que los demás. Me
persuado que el rey, y yo y el pobre príncipe de la Paz estamos muy ex-
puestos , porque no manifiestan sino mala voluntad contra nosotros, y
nuestra vida no está segura si no lo remedian el gran duque y el empera-
dor. Es necesario que tomen algunas medidas para contener las abomi-
nables intenciones de estos malignos, y para que mi hijo se canse de de-
dicarse á pensar todo lo que sea contra su padre y contra el príncipe de
la Paz. Nosotros hemos tenido esta noticia después que salió de aquí el
edecán. El clérigo Escoiquiz es también de los mas malos. — LUISA. »


Carta del rey Carlos IV al gran duque de Berg con otra de la reina
su esposa en Aranjuez á V de-abril de 1808.


o Mi señor y muy querido hermano : V. A,, verá por el escrito ad-
junto que nosotros nos interesamos en la vida del príncipe de la Paz mas
que en la nuestra.


Todo lo que se dice en la Gaceta extraordinaria sobre el proceso del
Escorial ha sido compuesto águsto de los que lo publican, sin decir nada
de la declaración que mi hijo hizo espontáneamente, la cual habrán mu-
dado sin duda : ella está escrita por un gentil hombre, y firmada sola-
mente por mi hijo. Si V. A. no hace esfuerzos ppra que el proceso se
suspenda hasta la venida del emperador, temo mucho que quiten antes
la vida al príncipe de la Paz. Nosotros contamos con el afecto de V. A-
para nosotros tres, fundados en la alianza y amistad con el emperador.
Espero que V. A. me dará una respuesta consolatoria que me tranqui-
lice , y comunicará al emperador esta carta mia con expresión de que yo
descanso en su amistad y generosidad. Excusadme lo mal escrita que va
esta carta, pues los dolores que padezco son la causa. En este supuesto,
mi señor y muy querido hermano, de V. A. I. y R. soy su muy afecto
— GÁBLOS.»


Carta de la reina.
» Señor mi hermano : yo junto mis sentimientos á los del rey mi ma-


rido, rogando á V. A. la bondad de hacer lo que le pedimos ahora; y es-
peramos que su amistad y humanidad tomará á su cargo la buena causa
de su íntimo y desgraciado amigo el príncipe de la Paz, asi como nuestra
propia causa que está unida á la suya, para que asi cese y se suspenda
todo hasta que la generosidad y grandeza de alma sin igual del empera-
dor nos salve á todos tres y haga que acabemos nuestros dias tranquila-
mente y en reposo. No espero menos del emperador y de V. A. que nos
concederá esta gracia, pues es la única que deseamos. En este supuesto,
ruego á Dios que tenga á V. A. en su santa y digna guarda. Señor mi
hermano : de V. A. I. y R. muy afecta hermana y amiga — LUISA. »


Nota de la reina de España para el gran duque de Berg, remitida
por medio de la reina de Etruria en 1 • de abril de 1808.


« Habiendo visto la Gaceta extraordinaria que habla solamente de ha-
berse encontrado la causa deí Escorial entre los papeles del pobre prín-
cipe de la Paz, veo que está llena de mentiras. El rey era quien guardaba




446 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
la causa en la papelera de su mesa, y la confió al pobre príncipe de la
Paz para que la diera al gran duque, con el fin de que la presentare al
emperador de parte del rey mi marido. Como esta causa se halla escrita
por el ministro de la guerra y de justicia, y firmada por mi hijo, este y
aquel mudarán lo que quieran como si fuese original y verdadero; y lo
mismo sucederá en lo que quieran mudar relativo á los demás compren-
didos en la causa, pues todos están ahora al rededor de mi hijo, y harán
lo que este mande y \o que quieran ellos mismos.


Si el gran duque no tiene la bondad y humanidad de hacer que el em-
perador mande prontamente hacer suspender el curso de la causa del po-
bre príncipe de la Paz , amigo del mismo gran duque, y del emperador,
y de los franceses, y del rey, y mió, van sus enemigos á hacerle cortar
la cabeza en público, y después á mí, pues lo desean también. Yo temo
mucho que no den tiempo para que pueda llegar la respuesta y resolución
del emperador; pues precipitarán la ejecución para que cuando llegue
aquella no pueda surtir efecto favorable por estar ya decapitado el prín-
cipe. El rey mi marido y yo no podemos ver con indiferencia un atentado
tan horrible contra quien ha sido íntimamente amigo nuestro y del gran
duque. Esta amistad y la que ha tenido en favor del emperador y de los
franceses es la causa de todo-lo que sufre; sobre lo cual no se debe
dudar.


Las declaraciones que mi hijo hizo en su causa no se manifiestan aho-
ra ; y caso de que se publiquen algunas, no serán las que de veras hizo
entonces. Acusan al pobre príncipe dejla Paz de haber atentado contra la
vida y trono de mi hijo; pero esto es falso y solo es verdad todo lo con-
trario. No tratan sino de acriminar á este inocente príncipe de la Paz,
nuestro único amigo común, para inflamar mas al público y hacerle creer
contra él todas las infamias posibles.


Después harán lo mismo contra mí, pues tienen la voluntad preparada
para ello. Asi convendrá que el gran duque baga decir á mi hijo que se
suspenda toda causa y asunto de papeles hasta que el emperador venga,
ó dé disposiciones; y tomar el gran duque bajo sus órdenes la persona
del pobre príncipe de la Paz su amigo, separando los guardias y poniendo
tropas suyas para impedir que lo maten, pues esto es lo que quieren,
ademas de infamarle, lo que también proyectan contra el rey mi marido
y contra mí, diciendo que es necesario formarnos causa y hacer que des-
pués demos cuenta de todas nuestras operaciones.


Mi hijo tiene muy mal corazón : su carácter es cruel: jamas há tenido
amor á su padre ni á mí : sus consejeros son sanguinarios : no se com-
placen sino en hacer desdichados, sin exceptuar al padre ni á la madre.
Quieren hacernos todo el mal posible, pero el rey y yo tenemos mayor
interés en salvar la vida y el honor de nuestro ¡nocente amigo que nues-
tra misma vida.


Mi hijo es enemigo de los franceses, aunque diga lo contrario. No ex-
trañaré que cometa un atentado contra ellos. El pueblo está ganado con
dinero y lo inflamará contra el príncipe de la Paz, contra el rey mi ma-
rido y contra mí, porque somos aliados de los franceses, y dicen que nos-
otros los hemos hecho venir.


A la cabeza de todos los enemigos de los franceses está mi hijo, aunque
aparente ahora lo contrario , y quiera ganar al emperador, al gran duque
y á los franceses para dar mejor y seguro su golpe.




APÉNDICES. 447
Ayer tarde dijimos nosotros al general comandante de las tropas del


gran duque que nosotros siempre permanecemos aliados ds los france-
ses, y que nuestras tropas estarán siempre unidas con las suyas. Esto
se entiende de las nuestras que tenemos aquí, pues de las otras no pode-
mos disponer; y aun en cuanto, á estas ignoramos las órdenes que mi
hijo habrá dado; pero nosotros nos pondríamos á su cabeza para hacer-
las obedecer lo que queremos, que es que sean amigas de los franceses.
— LUISA. »


Nota de la reina de España para el gran duque de Berg , por medio
de la reina de Etruria su hija, en abril de 1808.


i< Nosotros remitimos al gran duque la respuesta de mi hijo á la carta
que el rey mi marido le escribió antes de ayer, cuya copia fue remitida
ayer al gran duque. ISo estamos contentos con el modo de explicarse mi
hijo, ni aun con la substancia de ló que se responde; pero el gran duque
por su amistad con nosotros tendrá la bondad de componerlo todo y de
hacer que el emperador nos salve á todos tres; es decir al rey mi mari-
do , al pobre príncipe de la Paz su amigo, y á mí. El gran duque debe
estar persuadido, y persuadir al emperador que, habiendo puesto nuestra
suerte en sus manos, solo pendemos de la generosidad, grandeza de alma y
amistad que tenga para nosotros tres, que siempre hemos sido sus buenos y
fieles aliados, amigos y afectos ,y que sino nuestra suerte será muy infeliz.


Se nos ha dicho que nuestro hijo Carlos va á partir mañana ó antes para
recibir al emperador, y que si no lo encuentra avanzará hasta Paris. A
nosotros se nos oculta esta resolución porque no quieren que la sepamos
el rey ni yo, lo cual nos hace recelar un mal designio; pues mi hijo Fer-
nando no se separa un momento de sus hermanos, y los hace malos con
promesas y con los atractivos que agradan á los jóvenes que no conocen
al mundo por experiencias, etc.


Por esto conviene que el gran duque procure que el emperador no se
deje engañar por medio de mentiras que lleven las apariencias de la ver-
dad , respecto de que mi hijo no es afecto á los franceses, sino que ahora
manifiesta serlo porque cree tener necesidad de aparentarlo. Yo recelo
de todo si el gran duque, en quien habernos puesto nuestras esperan-
zas , no hace todos sus esfuerzos para que el emperador tome nuestra
causa como suya propia. Tampoco dudamos que la amistad del gran du-
que sostendrá y salvará á su amigo, y nos lo dejará á nuestro lado para
qué todos tres juntos acabemos nuestros dias tranquilamente retirados.
Asimismo creemos que el gran duque tomará todos los medios para que
el pobre príncipe de la Paz, amigo suyo y nuestro, sea trasladado á un
pueblo cercano á Francia, de manera que su vida no peligre y sea.fácil
de trasportarlo á Francia y librarlo de las. manos de sus sanguinarios
enemigos.


Deseamos igualmente que el gran duque envié á el emperador alguna
persona que le informe de todo á fondo para evitar que S. M. I. pueda
ser preocupado por las mentiras que se fraguan aqui de dia y de noche
contra nosotros y contra el pobre príncipe de la Paz, cuya suerte prefe-
rimos á la misma nuestra, porque estamos temblando de las dos pisto-
las que hay cargadas para quitarle la vida en caso necesario, y sin duda
son efecto de alguna orden de mi hijo que hace conocer asi cuál sea su




№ REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
corazón; y deseo que no se verifique jamasTun atentado semejante con
ninguno, aun cuando fuese el mayor malvado, y vos debéis creer que el
príncipe no lo es.


En fin el gran duque y el emperador son los únicos que pueden salvar
al príncipe de la Paz, asi comd a nosotros, pues si no resulta salvo, y
si no se nos concede su compañía moriremos el rey mi marido y yo. Am­
bos creemos que si mi hijo perdona la vida al príncipe de la Paz, será
cerrándolo en una prisión Cruel donde tenga una muerte civil, por lo
cual rogamos al gran duque y al emperador que lo salve enteramente,
de manera que acabe sus dias en nuestra compañía donde se disponga.


Conviene saber que se conoce que mi hijo teme mucho al pueblo; y los
guardias de corps son siempre sus consejeros y sus tiranos. — LUISA. »


Parta del rey Carlos IV al gran duque de Berg con otra de la
reina^su esposa en Aranjuez á 3 de abril de 1808.


« Mi señor y mi querido hermano : teniendo que pasar á Madrid Don
Joaquín de Manuel de Villena gentil hombre de cámara y muy fiel ser­
vidor mió para negocios particulares suyos,le he encargado presentarse
a V. A., y asegurarle todo mi reconocimiento al interés que V. A. toma
en mi suerte y en la del príncipe de la Paz , que está inocente'. Podéis
fiaros de hablar con Don Joaquín de Villena, porque yo aseguro su fi­
delidad. No hablaré ya de mis dolores, y mi esposa os dará en posdata
razón detallada de los asuntos. Pudiera suceder que Villena no sé atreva
á entrar en casa de V. A. por no hacerse sospechoso. En tal caso mi
hija dispondrá que recibáis esta carta. Perdonadme tantas importuni­
dades, y ruego a Dios que tenga á V. A. en su santa y digna guarda.
Mi señor y muy querido hermano. De V. A. I. y R. afecto hermano y
amigo — CÁELOS. »


Carta de la reina.
« Mi señor y hermano : la partida tan pronta de mi hijo Carlos, que


será mañana, nos hace temblar. Las personas que le acompañan son
malignas. El secreto inviolable que se les hace observar para con noso­
tros nos causa grande inquietud, temiendo que sea conductor de pape­
les falsos contrahechos é inventados.


El príncipe de la Paz no hacia ni escribía nada sin que lo supiéramos
y viésemos el rey mi marido y yo, y podemos asegurar que no ha come­
tido crimen alguno contra mi hijo ni contra nadie, pero mucho menos
contra el gran duque, contra el emperador, ni contra los franceses. Él
escribió de propio puño al gran duque y al emperador pidiendo á este un
asilo y hablando de matrimonio; pero yo creo que el picaro de Izquierdo
no la entregó y la ha devuelto. El príncipe de la Paz estaba ya desenga­
ñado de la mala fé de Izquierdo, y por lo menos dudaba de su sinceridad.
Los enemigos del pobre príncipe de la Paz, amigo de V. A., pintarán con
los colores mas vivos y apariencias de verdad cualesquiera mentiras. Son
muy diestros para esto, y cuantos ocupan ahora los empleos son enemi­
gos comunes suyos. ¿ No podría V. A. enviar alguno que llegase antes
que mi hijo Carlos á ver al emperador y prevenirle de todo , contándole
la verdad y las imposturas de nuestros enemigos?




APÉNDICES. 449
Mi hijo tiene veinte años, sin experiencia ni conocimientos del


mundo : los que le acompañan y todos los demás le habrán dado instruc­
ciones á su gusto. ¡ Ojala que V. A. tome todas las medidas necesarias
para anticipar noticias al emperador! Mi hijo hace todo lo posible para
que no veamos al emperador; pero nosotros queremos verle, asi como á
V. A. en quien hemos depositado nuestra confianza, y la seguridad de
todos tres que esperamos conceda el emperador.


En este supuesto ruego á Dios que tenga á V­ A. en su santa y digna
guarda. Mi señor y hermano. De V. A. I . y R. muy afecta hermana y
amiga — LUISA. »
Carta de la reina de España al gran duque de Berg en Aranjuez


á8de abril de 1808.
« Mi señor y hermano : el rey no puede escribir por estar muy inco­


modado con la hinchazón de su mano. Cuando ha leido la carta de
V. A. en que le deja elección de partir mañana ú otro dia, ha tenido
presente que todo estaba preparado, que una parte de sus criados parte
hoy, y que la dilación podia dar que pensar á tantos intérpretes como
hay, malignos é impostores ; por lo que se ha decidido á salir mañana
a la una como tenia ya dicho, esperando que asi le sería mas fácil tam­
bién ir á ver al emperador. Tendremos mucho gusto de saber el ar­
ribo del emperador a Bayona. Nosotros lo esperamos con impaciencia,
y que V. A. nos dirá cuando debemos ir. El rey mi marido y yo desea­
mos con vehemencia ver á V. A. Apetecemos con ancia este momento,
y nos ha servido de gran placer el recado de V. A. de que vendría á
vernos después de dos dias. Repetimos nuestras súplicas, confiando en­
teramente en vuestra amistad, y pido á Dios tenga á V. A. en su santa
y digna guarda.


Mi señor y hermano : de V. A. I . y R. muy afecta hermana y amiga
— LUISA. >>


Carta del rey Fernando á su padre en Madrid á 8 de abril de 1808.
» Padre mió : el general Savary acaba de separarse de m| compañía.


Estoy muy satisfecho de é l , como también de la buena inteligencia que
hay entre el emperador y mi persona, por la buena fé que me ha mani­
festado.


Por este motivo me parece justo que V. M. me dé una carta para el
emperador, felicitándole de su arribo, y asegurándole que tengo para
con él los mismos sentimientos que V. M. le ha demostrado.


Si V. M. considera conveniente, me enviará en respuesta dicha carta,
porque yo saldré después de mañana, y he dado orden de que vengan
después los tiros que debian servir á VV. MM.


Vuestro mas sumiso hijo. — FERNANDO. »


Segunda carta de la reina de España al gran duque de Berg en 8 de
abril de 1808.


« № señor y hermano : No quisiéramos ocupar á V. A., pero no te­
niendo otro apoyo es necesario que V. A. sepa todo lo relativo a nues­
traspersonas. Remitimos á V. A. la carta que el rey ha recibido de su




HEVOLUCíOr? DE ESPAÑA.
hijo Fernando en respuesta de la que su padre le escribió, diciéndole
.que partíamos el lunes.


Las pretensiones de mi hijo me parecen fuera de propósito; y siguien-
do las mismas ideas le ha escrito el rey hace un instante, que nosotros
llevamos menos familia y personas de servidumbre que plazas habia, que-
dándose aquí algunas : que pasaríamos la semana santa en el Escorial,
sin poder decir cuántos dias duraría aquella residencia ; y que en cuanto
á guardias de corps no importaba nada que no fuesen. Quisiéramos no
verlos, y sí fuera de su poder á nuestro pobre príncipe de la Paz. Ayer
tarde se me advirtió que viviésemos con cuidado, porque se intentaba
hacer alguna cosa secreta, y que aunque fuese tranquila la noche de
ayer no lo seria la siguiente. Yo dudo de todo, y no vemos á los guar-
dias de corps; pero es necesario vivir con cautela, por lo que lo hemos
advertido al general Watier. Los guardias son los autores de todo, y ha-
cen á mi hijo hacer lo que quieren; lo mismo que los malignos minis-
tros que son muy crueles, sobre todo el clérigo Escoiquiz.


Por gracia V. A. líbrenos á todos tres , é igualmente á mi pobre hija
Luisa, que padece por la propia razón que nuestro pobre amigo común
el príncipe de la.Eaz y nosotros; y todo porque somos amigos de V. A.,
de los franceses y del emperador. Mi hijo Fernando habló aqui de las
tropas francesas que habia en Madrid con bastante desprecio, lo cual es
prueba de que no las mira con afecto. Nos han asegurado que los cara-
bineros son como los demás; y que los otros residentes en el sitio, como
el capitán de guardias de corps, no hacen sino averiguar todo lo que
pueden para hacerlo saber á mi hijo.


Si el emperador dijera dónde quiere que le veamos, tendríamos en
ello mucho gusto; y rogamos á V. A. procure que el emperador nos sa-
que de España cuanto antes al rey mi marido y á nuestro amigo el
príncipe de la Paz, á mí y á mi pobre hija , y sobre todo á los tres, lo
mas pronto posible; porque de otro modo no estamos seguros. No dude
V. A. que nos hallamos en el mayor peligro, y con especialidad nuestro
amigo, cuya seguridad deseamos antes que la nuestra; la que confiamos
lograr de V. A. y del emperador, en cuyo supuesto pido áDios tenga
á V. A. en su santa y digna guarda.


Mi señor y hermano: de V. A. I . y R. afecta hermana y amiga—LUISA.»


Carta de la reina de España al gran duque de Berg en Aranjuez á
% de abril ¿« 1808.


« Mi señor y hermano : el reconocimiento á los favores de V. A. será,
eterno, y le damos un millón de gracias por la seguridad que nos anun-
cia de que su amigo y nuestro, el pobre príncipe de la Paz, estará libre
dentro de tres dias. El rey y yo ocultaremos con un secreto inviolable
tan necesario la alegría que V. A. nos ha producido con una noticia tan
deseada. Ella nos reanima, y nunca hemos dudado de la amistad de
V. A., quien tampoco deberá dudar de la nuestra jamas, pues se la hemos
profesado siempre; como también el pobre amigo de V. A., cuyo crimen
es el ser afecto al emperador y á los franceses. No asi mi hijo , pues no
lo es aunque lo aparente. Su ambición sin límites le ha hecho seguir los.
consejos de todos los infames consejeros que ha puesto ahora en los em-
pleos mas principales y elevados.




APÉNDICES.
rí¿nga V. A. la bondad de decirnos cuándo debemos ir á ver al empe-


rador, y en dónde, pues lo deseamos mucho igualmente que V. Ai no
se olvide de mi pobre hija Luisa.


Damos gracias á V. A. de habernos enviado al general Watier, pues
se ha conducido perfectamente aqui. Mi marido queria escribir á V. A.,
pero es absolutamente imposible, pues padece muchos dolores en la
mano derecha, los cuales le han quitado el sueño esta noche pasada.


Nosotros saldremos á la una para el Escorial, adonde llegaremos á las
ocho de la tarde. Rogamos á V. A. que disponga que sus tropas y V. A.
libren á su amigo de los peligros de todos los pueblos y tropas que están
contra él y contra nosotros, no sea que lo maten si no lo salva V. A.,
pues como no esté asegurado por la guardia de V. A. hay mucho peligro
de que le quiten la vida.


Deseamos mucho ver á V. A., pues somos totalmente suyos; en cuyo
supuesto pido á Dios que tenga á V. A. en su santa y digna guarda.


Mi señor y hermano : de V. A. I. y R. muy afecta hermana y amiga
— LUISA. »


Segunda carta de la reina de España al gran duque de Berg en el
Escorial a 9 de abril de 1808.


« Mi señor y hermano : son las diez, y hemos recibido una carta de
mi hijo Fernando que el rey mi marido envia á V. A. para que la vea, y
me diga lo que debemos hacer. El rey y yo no quisiéramos hacer lo que
nos pide mi hijo, cuya pretensión nos ha sorprendido infinito; y cree-
mos que no nos conviene de ningún modo condescender : el rey ha en-
cargado decir que estaba ya en cama, por lo que no podia responder á la
carta. Esto ha sido pretexto por si V. A. quiere decirnos lo que se le
haya de responder, en inteligencia de que mientras tanto suspendemos
hacerlo; bien que será forzoso no dilatarlo mas que basta mañana por la
tarde.


Nos hallamos con la satisfacción de no tener guardias de'corps, ni las
de infantería en el Escorial, sino solo los carabineros. Con vuestras
tropas estamos seguros y no con las otras.


El rey y yo no escribimos la carta que mi hijo pide, sino en el caso de
que se nos haga escribir por fuerza, como sucedió con la abdicación,
contra la cual hizo por eso la protesta que envió á V. A. Lo que dice mi
hijo es falso, y solo es verdadero que mi marido y yo tememos que se
procure hacer creer al emperador un millón de mentiras, pintándolas
con los mas vivos colores en agravio nuestro y del pobre príncipe de la
Paz amigo de V.A., admiradory afectísimo del emperador, bien que noso-
tros estamos totalmente puestos en manos de S. M. I. y V. A. T lo cual
nos tranquiliza de modo, que con tales amigos y protectores no tememos
á nadie. Ruego a Dios que tenga á V. A. en su santa y digna guarda. Mi
señor y hermano : de V. A. I. y R. muy afecta hermana y amiga —
LUISA. •>.


Tercera carta de la reina de España al gran duque de Berg en el
Escorial á 9 de abril de 1808.


« Mi señor y hermano : Estamos muy agradecidos al obsequio de
V. A. en habernos enviado sus tropas que nos han acompañado con la




452 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
mayor atención y cuidado. También le damos gracias por las que nos ha
destinado para este sitio. Hemos dicho al general Budet que cuide de ha-
cer patrullas con sus tropas dia y noche, pues hemos encontrado aqui
una compañía de guardias españolas y walonas, lo que nos ha sorpren-
dido.


V. A. nos ha dado pruebas completas de su amistad. Nosotros no ha-
bíamos dudado jamas, y tanto el rey como yo creemos firmemente que
V. A. nos librará de todo riesgo, igualmente que á su amigo el príncipe
de la Paz , y estamos satisfechos de que el emperador nos protegerá, y
hará felices á todos tres como aliados, afectos y amigos suyos. Espera-
mos con grande impaciencia la satisfacción de ver á V. A. y al empera-
dor. Aqui estamos en mayor proporción de salir al encuentro de S. M. I.


Nuestro viage ha sido muy feliz, y no podia dejar de serlo con tan
buena compañía. Los pueblos por donde hemos pasado nos han aclamado
mas que antes.


Esperamos con ansia la respuesta de V. A. á la carta que le escribimos
esta mañana, y no queremos incomodarle mas, ni quitarle el tiempo pre-
cioso que necesita para tantas ocupaciones. Ruego á Dios que tenga á
V. A. en su santa y digna guarda. Mi señor y hermano : de V. A. I. y R.
muy afecta hermana y amiga — LUISA. »


Carta de la reina de España al gran duque de Bcrg en 10 de abril
de 1808.


K Señor mi hermano : la carta que V. A. nos ha escrito, y hemos re-
cibido hoy muy temprano, me ha tranquilizado. Nosotros estamos pues-
tos en las manos del emperador y de V. A. No debemos temer nada el
rey mi marido, nuestro amigo común y yo. Lo esperamos todo del em-
perador que decidirá pronto nuestra suerte.


Tenemos el mayor placer y consuelo en esperar mañana el momento
de ver y poder hablar á V. A. Será para nosotros un instante bien feliz,
asi como el de ver al emperador. Mientras tanto que esto se verifica, ro-
gamos de nuevo á V. A. que proceda de modo que saque al príncipe de
la Paz su amigo del poder de las horribles manos que lo tienen, y lo-
ponga en seguridad de que no se le mate, ni se le haga mal alguno; pues
los malignos y falsos ministros actuales harán todo lo posible para anti-
ciparse cuando llegue el emperador.


Mi hijo habrá partido ya, y procurará en sus viage persuadir al empe-
rador todo lo contrario de lo que ha pasado en verdad. Él y los que lo ro-
dean habrán preparado tales datos y mentiras, aparentándolas como ver-
dades que el emperador, cuando menos, entraría en dudas, si no hubiera
sido informado ya de la verdad por V. A.


Mi hijo ha dejado todas sus facultades al infante Don Antonio su tío,
el cual tiene muy poco talento y luces; pero es cruel, é inclinado á todo
cuanta pueda ser pesadumbre del rey mi marido y mia, y del príncipe
de la Paz y de mi hija Luisa. Aunque debe proceder de acuerdo de un
consejo que se le ha nombrado; este se compone de toda la facción tan
detestable que ha ocasionado toda la revolución actual, y que no está en
favor de los franceses mas que mi hijoTernando, á pesar de todo lo que
se ha dicho en, la Gaceta de ayer, pues solo el miedo al emperador hace
hablar asi.




APÉNDICES. 455
Me atrevo también á decir á V.A. que el embajador está totalmente por


el partido de mi hijo de acuerdo con el maligno hipócrita clérigo Escoi-
quiz, y harán lo que no es imaginable para ganar á V.A.,y sobre todo
al emperador. Prevenid todo esto á S.M. antes que lo vea mi hijo; pues
como este sale hoy, y el rey mi marido tiene la mano tan hinchada, no
ha escrito la carta que mi hijo le pedia, por lo cual este no llevará nin-
guna; y el rey no puede escribir de su mano á V.A. lo qué le es muy sen-
sible, pues nosotros no tenemos otro amigo, ni confianza sino en V.A.
y en el emperador, de quien esperamos todo.


Vivid bien persuadido del grande afecto que tenemos á V.A., asi como
confianza y seguridad: en cuyo supuesto ruego á Dios que tenga á V.A.
en su santa y digna guarda. Señor mi hermano: de V. A. I. y R. muy
afecta hermana y amiga — L U I S A . »


NOTA. Toda esta correspondencia se halla inserta en el Monitor del 5 de
febrero de 1810, excepto el informe del general Monthion que se insertó
en el de 3 de mayo de 1808. En el Monitor algunas de las cartas de la
reina de Etruria y de Carlos IV están en italiano. Hemos tomado la
traducción de todas ellas de las memorias de.Nellerto, tomo 2 o , después
de haberla confrontado con las cartas originales insertas en los Monito-
res citados. Nos hemos cerciorado de la exactitud, objeto principal en la
inserción de estos documentos, sin habernos detenido en reparos acerca
del estilo; pero no creemos inoportuno advertir que debe leerse con des-
confianza la calificación que se hace en algunas de estas cartas del carác-
ter y conducta de los personages nombrados en ellas, por ser hija del
resentimiento de una señora sobrecogida á la sazón de todo género de
recelos, y cuya vehemente imaginación alterada por el cúmulo de suce-
sos extraordinarios y adversos ocurridos en aquellos memorables dias,
le presentaba las cosas y las personas con los mas negros colores.


NUMERO 11.


Protesta publicada en el Diario de Madrid de 12 de mayo de 1808.


NUMERO 12.


Don Bartolomé Muñoz de Torres del consejo de S.M., su secretario
escribano de cámara mas antiguo y de gobierno del consejo.


Certifico que por el Excmo. Señor Don Pedro Cevallos primer secre-
tario de estado y del despacho, se ha comunicado al ilustrísimo señor
decano gobernador interino del consejo la real orden siguiente:


«Ilustrísimo señor: Uno de los primeros cuidados del rey N.S. des-
pués de su advenimiento al trono ha sido el participar al emperador de
los franceses y rey de Italia tan feliz acontecimiento, asegurando al
mismo tiempo á S.M.I.y R. que animado de los mismos sentimientos que
su augusto padre, lejos de variar en lo mas mínimo el sistema político
con respecto á la Francia, procurará por todos los medios posibles es-
trechar mas y mas los vínculos de amistad y estrecha alianza que feliz-
mente subsisten entre la España y el imperio francés. S.M. me manda
participarlo áV.I . para que publicándolo en el consejo proceda el tribunal
á consecuencia en todas las medidas que tome para restablecer la tran-
quilidad pública en Madrid, y para recibir y suministrar á las tropas
francesas que están dispuestas á entrar en esa villa todos los auxilios que.




REVOLUCIÓN DE ESPA1ÑA.
necesiten; procurando persuadir al pueblo que vienen como amigos, v
con objetos útiles al rey y á la nación. S. M. se promete de la sabiduría
del consejo que enterado de los vivos deseos que le animan de consoli-
dar cada dia mas los estrechos vínculos que unen á S.M.con el empera-
dor de los franceses, procurará el consejo por todos los medios que estén
á su alcance inspirar estos mismos sentimientos en todos los vecinos de
Madrid. Dios guarde á V. I. muchos años. Aranjuez 20 de marzo de 1808.
—PEDRO CEVALLOS. —Señor gobernador interino del consejo. »


Publicada en el consejo pleno de este dia la antecedente real orden, se
ha mandado guardar y cumplir; y para que llegue á noticia de todos se
imprima y fije en los sitios públicos y acostumbrados de esta corte. Y
para el efecto lo firmo en Madrid á 21 de marzo de 1808. — DON BAR-
TOLOMÉ MUÑOZ. (Véase el Diario de Madrid del 22 de marzo de 1808;


NUMERO 13.


BANDO.


Con fecha 23 del presente mes se ha comunicado al ilustrísimo señor
decano del consejo una real orden que entre otras cosas contiene lo si-
guiente :


« Teniendo noticia el rey N. .S . que dentro de dos y medio á tres dias
llegará á esta corte S. M. el emperador de los franceses, me manda S. M.
decir á V. I. que quiere sea recibido y tratado con todas las demostra-
ciones de festejo y alegría que corresponden á su alta dignidad é íntima
amistad y alianza con el rey N. S., de la que espera la felicidad de la na-
ción; mandando asimismo S. M. que la villa de Madrid proporcione ob-
jetos agradables á S. M. I., y que contribuyan al mismo fin todas las cla-
ses del estado.»


Y habiéndose publicado en el consejo, ha resuelto se entere de ello al
público por medio de este edicto. Madrid 24 de marzo de 1808. — DON
BARTOLOMÉ MUÑOZ, etc.


NUMEBO 14.


Memorial de Sainte^Héléne, vol. IV, pág. 246, ed. de 1823.


NUMERO 15.


Carta de S. M. el emperador de los franceses rey de Italia, y
protector de la confederación del Rin.


« Hermano mió : he recibido la carta de V. A. R . : ya se habrá con-
vencido V. A. por los papeles que ha visto del rey su padre del interés
que siempre le he manifestado : V. A. me permitirá que en las circuns-
tancias actuales le hable con franqueza y lealtad. Y a esperaba, en lle-
gando á Madrid, inclinar á mi augusto amigo á que hiciese en sus domi-
nios algunas reformas necesarias, y que diese alguna satisfacción á la
opinión pública. La separación del príncipe de la Paz me parecía una
cosa precisa para su felicidad y la de sus vasallos. Los sucesos del norte
han retardado mi viage : las ocurrencias de Aranjuez han sobrevenido.
No me constituyo juez de lo que ha sucedido, ni de la conducta del prín-
cipe de la Paz; pero lo que sé muy bien es que es muy peligroso para los




APÉNDICES. 455
teyes acostumbrar sus pueblos á derramarla sangre haciénftse justicia por
si mismos. Ruego á Dios que V. A. no lo experimente un dia. No seria
conforme al interés de la España que se persiguiese á un principe que se ha
casado con una princesa de la familia real, y que tanto tiempo ha goberna-
do el reino. Ya no tiene mas amigos: V. A. no los tendrá tampoco si algún dia
llega á ser desgraciado. Los pueblos se vengan gustosos de los respetos
que nos tributan. Ademas, ¿cómo se podria formar causa al príncipe de
la Paz sin hacerla también al rey y á la reina vuestros padres? Esta causa
fomentaría el odio y las pasiones sediciosas; el resultado seria funesto
para vuestra corona. V. A. R. no tiene á ella otros derechos sino los que
su madre le ha trasmitido : si la causa mancha su honor, V. A. destruye
sus derechos. No preste V. A. oidos á consejos débiles y pérfidos. No
tiene V. A. derecho para juzgar al principe de la Paz; sus delitos, si se le
imputan, desaparecen en los derechos del trono. Muchas veces he mani-
festado mi deseo de que se separase de los negocios al príncipe de la Paz:
si no he hecho mas instancias ha sido por un efecto de mi amistad por el
rey Carlos, apartando la vista de las flaquezas de su afección. ¡ Oh mise-
rable humanidad! Debilidad y error, tal es nuestra divisa. Mas todo esto
se puede conciliar; que el príncipe de la Paz sea desterrado de España, y
yo le ofrezco un asilo en Francia.


En cuanto á la abdicación de Carlos IV, ella ha tenido efecto en el mo-
mento en que mis ejércitos ocupaban la España, y á los ojos de la Europa
y de la posteridad podria parecer que yo he enviado todas esas tropas
con el solo objeto de derribar del trono á mi aliado y mi amigo. Como
soberano vecino debo enterarme de lo ocurrido antes de reconocer esta
abdicación. Lo digo á V. A. R., á los españoles, al universo entero; si
la abdicación del rey Carlos es espontánea, y no ha sido forzado á ella
por la insurrección y motin sucedido en Aranjuez, yo no tengo dificultad
en admitirla, y en reconocer á V. A.R. como rey de España. Deseo pues
conferenciar con V. A. R. sobre este particular.


La circunspección que de un mesáesta parte he guardado en este asunto
debe convencer á V. A. del apoyo que hallará en mí, si jamas sucediese
que facciones de cualquiera especie viniesen á inquietarle en su trono.
Cuando el rey Carlos me participó los sucesos del mes de octubre pró-
ximo pasado, me causaron el mayor sentimiento, y me lisonjeo de haber
contribuido por mis instancias al buen éxito del asunto del Escorial.
V. A. no esta exento de faltas : basta para prueba la carta que me es-
cribió, y que siempre he querido olvidar. Siendo rey sabrá cuan sagra-
dos son los derechos del trono : cualquier paso de un príncipe heredita-
rio cerca de un soberano extrangero es criminal. El matrimonio de una
princesa francesa con V. A. R. le juzgo conforme á los intereses de mis
pueblos, y sobre todo como una circunstancia que me uniría con nuevos
vínculos a una casa, á quien no tengo sino motivos de alabar desde que
subí al trono. V. A. R. debe recelarse de las consecuencias de las emo-
ciones populares : se podrá cometer algún asesinato sobre mis soldados
esparcidos; pero no conducirán sino á la ruina de la España. He visto
con sentimiento que se han hecho circular en Madrid unas cartas del ca-
pitán general de Cataluña, y que se ha procurado exasperarlos ánimos.
V. A. R. conoce todo lo interior de mi corazón : observará que me hallo
combatido por varias ideas que necesitan fijarse; pero puede estar se-
guro de que en todo caso me conduciré con su persona del mismo modo




R E V O L U C I Ó N D E E S P A Ñ A .


que lo he heclfc con el rey su padre. Esté V. A. persuadido de mi deseo
de conciliario todo, y de encontrar ocasiones de darle pruebas de mi
afecto y perfecta estimación. Con lo que ruego á Dios os tenga,-her-
mano mió, en su santa y digna guarda. En Bayona á 16 de abril de 1808.
— NAPOLEÓN. — (Véase el manifiesto de Don Pedro Cevallos.)


NUMERO 16.


El rey N . S. haciendo el mas alto aprecio de los deseos que el empera-
dor'de los franceses ha manifestado de disponer de la suerte del preso
Don Manuel de.Godoy, escribió desde luego á S. M. I. mostrando su
pronta y gustosa voluntad de complacerle, asegurado S. M. de que el
preso pasaría inmediatamente la frontera de España, y que jamás Volve-
ría á entrar en ninguno de sus dominios.


El emperador de los franceses ha admitido este ofrecimiento de S. M.
y mandado al gran duque de Berg que reciba el preso, y lo haga condu-
cir á Francia con escolta segura.


Lá junta de gobierno instruida de estos antecedentes, y de la reiterada
expresión de la;roluntad de S. M., mandó ayer al general, á cuyo cargo
estaba la custodia del citado preso, que lo entregase al oficial que desti-
nase para su conducion el gran duque; disposición que ya queda cum-
plida en todas sus partes. Madrid 21 de abril de 1808.


NUMERO 17.


Oficio del general Belliard á la junta de gobierno. ( Véase la
Memoria de Ofarril y Azanza. )


« Habiendo S. M. el emperador y rey manifestado á S. A. el gran du-
que de Berg que el príncipe de Asturias acababa de escribirle diciendo
<i que le hacia dueño de la suerte del príncipe de la Paz,» S. A. me en-
carga en consecuencia que entere á la junta de las intenciones del empe-
rador, que le reitera la orden de pedir la persona de este príncipe y de
enviarle á Francia.


Puede ser que esta determinación de S. A;R. el príncipe de Asturias
no haya llegado todavía á la junta. En este caso se deja conocer que
S. A. R. habrá esperado la respuesta del emperador; pero la junta com-
prenderá que el responder al príncipe de Asturias seria decidir una cues-
tión muy diferente; y ya es sabido que S.M.I. no puede reconocer sino
á Carlos IV.


Ruego pues á la junta se sirva tomar esta nota en consideración, y te-
ner la bondad de instruirme sobre este asunto, para dar cuenta á S. A. I.
el gran duque de la determinación que tomase.


El gobierno y la nación española solo hallarán en esta resolución de
S.M.I. nuevas pruebas del interés que toma por la España; porque ale-
jando al príncipe de la Paz, quiere quitar á la malevolencia los medios
de creer posible que Carlos IV volviese el poder y su confianza al que
debe haberla perdido para siempre; y por otra parte la junta de gobierno
hace ciertamente justicia á la nobleza de los sentimientos de S.M. el
emperador, que no quiere abandonar á su fiel aliado.


Tengo el honor de ofrecer á la junta las seguridades de mi alta consi-
deración. —El general y gefe del estado mayor general, AUGUSTO BEL-
LIARD. —Madrid 20 de abril de 1808. >.




APÉNDICES. 4 8 7


NüMEBO 18.


Carta remitiendo la protesta al emperador y rey.


«Hermano y señor: V.M. sabrá ya con sentimiento el suceso de Aran-
juez y sus resultas, y no dejará de ver sin algún tanto de interés á un rey
que forzado á abdicar la corona se echa en los brazos de un gran mo-
narca su aliado, poniéndose en todo y por todo á su disposición, pues
que él es el único que puede hacer su dicha, la de toda su familia, y la
de sus fieles y amados vasallos... Heme visto obligado á abdicar; pero
seguro en el dia y lleno de confianza en la magnanimidad y genio del
grande hombre que siempre se ha manifestado mi amigo, he tomado la
resolución de dejar á su arbitrio lo que se sirviese hacer de nosotros,
mi suerte, la de la reina... Dirijo á V .M.I . una protesta contra el
acontecimiento de Aranjuez, y contra mi abdicación. Me pongo y confio
enteramente en el corazón y amistad de V.M.I. Con esto ruego á Dios
que os mantenga en su santa y digna guarda. — Hermano y señor: de
V. M. I. su afectísimo hermano y amigo — CARLOS. »


ÍDEM.


Reiteración de la protesta, dirigida al señor infante Don Antonio.


«Muy amado hermano: el 19 del mes pasado he confiado á mi hijo un
decreto de abdicación... En el mismo dia extendí una protesta solemne
contra el decreto dado en medio del tumulto, y forzado por las críticas
circunstancias... Hoy, que la quietud está restablecida, que mi protesta
ha llegado á las manos de mi augusto, amigo y fiel aliado el emperador
de los franceses y rey de Italia, que es notorio que mi hijo no ha podido
lograr le reconozca bajo este título... declaro solemnemente que el acto
de abdicación que firmé el dia 19 del pasado mes de marzo es nulo en
todas sus partes; y por eso quiero que hagáis conocer á todos mis pue-
blos que su buen rey, amante de sus vasallos, quiere consagrar lo que
le queda de vida en trabajar para hacerlos dichosos. Confirmo provisio-
nalmente en sus empleos de la junta actual de gobierno los individuos
que la componen, y todos los empleos civiles y militares que han sido
nombrados desde el 19 del mes de marzo último. Pienso en salir luego
al encuentro de mi augusto aliado, después de lo cual trasmitiré mis
últimas órdenes á la junta. San Lorenzo á 17 de abril de 1808. — Y o EL
REY. —A la junta superior de gobierno.»


NUMERO 19.


«Hustrísimo señor: Al folio 33 del manifiesto del consejo se dice que
se presentó un oidor del de Navarra disfrazado, que habia logrado in-
troducirse en la habitación del señor Don Fernando VII, y traia ins-
trucciones verbales de S.M., reducidas á estrechos encargos y deseos de
que se siguiese el sistema de amistad y armonia con los franceses. Las
consideraciones que debo á ese supremo tribunal por haber suprimido
mi nombre, y lo mas esencial de la comisión solo con el objeto de evitar
que padeciese mi persona, sujeta al tiempo de la publicación á la domi-
nación francesa, exigen mi gratitud y reconocimiento, y asi pido á V. S. I.
que se lo haga presente; pero ahora que aunque á costa de dificultades y


i. 30




438 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
contingencias me veo en este pueblo libre de todo temor, juzgo preciso
que sepa el público mi misión en toda su extensión.


Hallábame yo en Bayona con otros ministros de los tribunales de Na-
varra cuando llegó el rey á aquella ciudad : no tardó muchas horas el
emperador de los franceses en correr el velo que ocultaba su misteriosa
conducta; hizo saber á cara descubierta á S. M. el escandaloso é inespe-
rado proyecto de arrancarle violentamente de sus sienes la corona de
España; y persuadido sin duda de que á su mas pronto logro convenía
estrechar al rey por todos medios, uno de los que primero puso en eje-
cución fue la interceptación de correos. Diariamente se expedían extraor-
dinarios ; pero la garantía del derecho de las gentes no era un sagrado
que los asegurase contra las tropelías de un gobierno acostumbrado á no
escrupulizar en la elección de los medios para realizar sus depravados
fines : en estas circunstancias creyó S. M. preciso añadir nuevos y des-
conocidos conductos de comunicación con la junta suprema presidida
por el infante Don Antonio; y me honró con la confianza de que fuese
yo el que, pasando á esta capital, la informase verbalmente de los suce-
sos ocurridos en aquellos tres primeros aciagos dias. Salí á su virtud de
Bayona sobre las seis de la tarde del 23, y llegué á esta villa por caminos
y sendas extraviadas, no sin graves peligros y trabajos, al anochecer del
29 de abril: inmediatamente me dirigí a la junta y anunciándola la real
orden, dije : « que el emperador de los franceses quería exigir imperio-
« sámente del rey Don Fernando VII que renunciase por sí , y en noni-
« bre de la familia toda de los Borbones, entrono de España y todos
« sus dominios-en favor del mismo emperador y de su dinastía, prome-
<c tíéndole en recompensa el reino de Etruria, y que la comitiva que ha-
« bia acompañado á S. M. hiciese igual renuncia en representación del
« pueblo español: que desentendiéndose S. M. I. y R. de la evidencia con
« que se demostró que ni el rey ni la comitiva podían ni debían en justi-
« cia acceder á tal renuncia, y despreciando las amargas quejas que se
« le dieron por haber sido conducido S. M. á Bayona con el engaño y
« perfidia que carecen de ejemplo, tanto mas execrables, cuanto que
« iban encubiertos con el sagrado título de amistad y utilidad recí-
« proca, afianzadas en palabras las mas decisivas y terminantes, insis-
« tia en ella sin otras razones que dos pretextos indignos de pronun-
« ciarse por un soberano que no haya perdido todo respeto á la moral
« de los gabinetes, y aquella buena fé que forma el vínculo de las nacio-
« nes; reducidos el primero á que su política no le permitía otra cosa,
« pues que su persona no estaba segura mientras que alguno de los Bor-
« bones enemigos de su casa reinase en unanacion poderosa; y el segando
« á que no era tan estúpido que despreciase la ocasión tan favorable que
« se le presentaba de tener un ejército formidable dentro de España,
« ocupadas sus plazas y puntos principales, nada que temer por la parte
« del norte, y en su poder las personas del rey y del señor infante Don
« Carlos : ventajas todas bien difíciles para que se las ofreciesen ios
« tiempos venideros. Que con la idea de procurar dilaciones, y sacar de
« ellas el mejor partido posible, se habia pasado una nota dirigida á que
« se autorizase un sugeto que explicase sus intenciones por escrito; pero
«. que cuando el emperador se obstinase en no retroceder, estaba S. M. re-
« suelto á perder primero la vida que acceder á tan inicua renuncia: que
<c con esta seguridad y firme inteligencia procediese la junta en sus dclibe-




APÉNDICES. 459
« raciones. Y concluí añadiendo, que habiendo preguntado yo voluntaria­
« mente al señor Don Pedro Cevallos al despedirme de S. E. si preven­
« dria algo á la junta sobre la conducta que debiera observar con los
« franceses, me respondió que aunque la comisión no comprendía este
« punto, podía decir que estaba acordado por regla general, que por en­
« tonces no se hiciese novedad, porque era de temer de lo contrario
« que resultasen funestas consecuencias contra el rey, el señor infante
« y cuantos españoles se hallaban acompañando á S. M., y el reino se
« arriesgaba, descubriendo ideas hostiles antes que estuviese preparado
« para sacudir el yugo de la opresión. » V. S. I. sabe que con esas mis­
mas ó semejantes expresiones lo expuse todo, no solo en la noche del 29
sí también en la inmediata del 30 de abril, en que quiso S. A . el señor
infante Don Antonio que asistiese yo á la sesión que se celebró en ella,
compuesta á mas de los señores individuos de la junta suprema, de to­
dos los presidentes de los tribunales, y de dos ministros de cada uno,
con el doble objeto de que todos se informasen de mi comisión, y yo de
las novedades de aquel dia y demás de que se tratase, á fin de que diese
cuenta de todo á S. M. en Bayona, adonde regresé la tarde del 6 de mayo
con continuos riesgos y sobresaltos que se aumentaron á mi salida; y
pues es á mi parecer muy debido que no se ignore este rasgo heroico del
carácter firme de nuestro amado soberano, y yo tampoco debo prescindir
de que conste del modo mas auténtico el exacto cumplimiento y desem­
peño de mi comisión en todas sus partes, ruego á V. I. y al consejo,
que no hallando inconveniente mande insertar este papel en la Gaceta y
Diario de esta corte. Dios guarde á V. S. I. muchos años. Madrid 27 de
setiembre de 1 8 0 8 . — J U S T O MARÍA IBARNAVABBO. — Ilustrísimo se­
ñor Don Antonio Arias Mon y Velarde. »


NUMEBO 20.


Orden del dia.
Soldados : la población de Madrid se ha sublevado, y ha llegado hasta


el asesinato. Sé que los buenos españoles han gemido de estos desórdenes:
«stoy muy lejos de mezclarlos con aquellos miserables que no desean
mas que el crimen y el pillage. Pero la sangre francesa ha sido derra­
mada; clama por la venganza : en su consecuencia mando lo siguiente :


ART. I o . El general Grouchy convocará esta noche la comisión mi­
litar.


Авт. 2". Todos los que han sido presos en el alboroto y con las ar­
mas en la mano serán arcabuceados.


A R T . 3 O . La junta de estado va á hacer desarmar los vecinos de Ma­
drid. Todos los habitantes y estantes quienes después de la ejecución de
esta orden se hallaren armados ó conservasen armas sin una permisión
especial, serán arcabuceados.


ART. 4 o . Todo lugar en donde sea asesinado un francés será quemado.
ART. 5 o . Toda reunión demás de ocho personas será considerada como


una junta sediciosa, y deshecha por la fusilería.
ART. 6O . LOS amos quedarán responsables de sus criados; los gefes de




4(30 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
talleres, obradores y demás de sus oficiales; los padres y madres de sus
hijos, y los ministros de los conventos de sus religiosos.


Ант. 7 o . Los autores, vendedores y distribuidores de libelos impresos
ó mauuscritos provocando á la sedición, serán considerados como unos
agentes de la Inglaterra, y arcabuceados.


Dado en nuestro cuartel general de Madrid á 2 de mayo de 1808. —
JOACHIM. — Por mandado de S. Á. I. y R. — El gefe del estado mayor
general, BEIXIABD.


NUMERO 21.


Véase la Memoria de Ofárril y Azanza en su nota núm. 12.
NUMEBO 22.


Curta de Fernando VII á su padre CarlosIV.
«Venerado padre y señor: V. M. ha convenido en que yo no tuve la


menor influencia en los movimientos de Aranjuez, dirigidos como es no­
torio, y á V.M. consta, no á disgustarle del gobierno y del trono, sino
á que se mantuviese en él, y no abandonase la multitud de los qué en su
existencia dependían absolutamente del trono mismo. V.M. me dijo
igualmente que su abdicación habia sido espontánea, y que aun cuando
alguno me asegurase lo contrario, no lo creyese, pues jamás habia fir­
mado cosa alguna con mas gusto. Ahora me dice V. M. que aunque es
cierto que hizo la abdicación con toda libertad, todavía se reservó en su
ánimo volver á tomar las riendas del gobierno cuando lo creyese conve­
niente. He preguntado en consecuencia á V. M. si quiere volver á reinar;
у V. M. me ha respondido que ni quería reinar, ni menos volver á Es­
paña. No obstante me manda V. M. que renuncie en su favor la corona
que me han dado las leyes fundamentales del reino, mediante su espon­
tánea abdicación. A un hijo que siempre se ha distinguido por el amor,
respeto y obediencia á sus padres, ninguna prueba que pueda calificar
estas cualidades es violenta á su piedad filial, principalmente cuando
el cumplimiento de mis deberes con V. M., como hijo suyo, no están en
contradicción con las relaciones que como rey mé ligan con mis amados
vasallos. Para que ni estos que tienen, el primer derecho á mis atencio­
nes queden ofendidos, ni V.M. descontento de mi obediencia, estoy
pronto, atendidas las circunstancias en que me hallo, á hacer la renun­
cia de mi corona en favor de V.M. bajo las siguientes limitaciones.


I a Que V.M. vuelva á Madrid, hasta donde le acompañaré, y serviré
yo como su hijo mas respetuoso. 2 a Que en Madrid se reunirán las cor­
tes; y pues que V.M. resiste una congregación tan numerosa, se convo­
carán al efecto todos los tribunales y diputados de los reinos. 3» Que á
la vista de esta asamblea se formalizará mi renuncia , exponiendo los
motivos que me conducen á ella : estos son el amor que tengo á mis va­
sallos , y el deseo de corresponder al que me profesan, procurándoles la
tranquilidad, y redimiéndoles de los horrores de una guerra civil por
medio de una renuncia dirigida á que V. M. vuelva á empuñar el cetro,
y á rep̂ ir unos vasallos dignos de su amor y protección. 4 a Que V. M. no
llevara consigo personas que justamente se han concitado el odio de la
nación. 5 a Que si V. M., como me ha dicho, ni quiere reinar ni volver á




APÉNDICES.
España, en tal caso yo gobernaré en su real nombre como lugarteniente
suyo. Ningún otro puede ser preferido á mí: tengo el llamamiento de las
leyes, el voto de los pueblos, el amor de mis vasallos, y nadie puede
interesarse en su prosperidad con tanto celo ni con tanta obligación co-
mo yo. Contraída mi renuncia á estas limitaciones, comparecerá á los
ojos de los españoles como una prueba de que prefiero el interés de su
conservación a la gloria de mandarlps, y la Europa me juzgará digno de
mandar á unos pueblos, á cuya tranquilidad he sabido sacrificar cuanto
hay de irías lisonjero y seductor entre los hombres. Dios guarde la impor-
tante vida de V. M. muchos y felices años que le pide postrado á L. R. P.
de V. M. su mas amante y rendido hijo — FERNANDO. —PEDRO CEVA-
IXOS. —Bayona I o de mayo de 1808 .» — (Véase la exposición 6 mani-
fiesto de Don Pedro Ceeallos nOm. 7.)


NUMERO 23 .


Carta de Carlos IV á su hijo Fernando VII.


« Hijo mió : Los consejos pérfidos de los hombres que os rodean han
conducido la España á una situación crítica : solo el emperador puede
salvarla.


Desde la paz de Basilea he conocido que el primer interés de mis pue-
blos era inseparable de la conservación de buena inteligencia con la
Francia. Ningún sacrificio he omitido para obtener esta importante
mira : aun cuando la Francia se hallaba dirigida por gobiernos efíme-
ros, ahogué mis inclinaciones particulares para no escuchar sino la po-
lítica, y el bien de mis vasallos.


Cuando el emperador hubo restablecido el orden en Francia se disi-
paron grandes sobresaltos, y tuve nuevos motivos para mantenerme fiel
á mi sistema de alianza. Cuando la Inglaterra declaró la guerra á la
Francia, logré felizmente ser neutro, y conservar á mis pueblos los be-
neficios de Ta paz. Se apoderó después de cuatro fragatas mias, y me
hizo la sperra.aun.aujtes de habérsela declarado; y entonces me vi pre-
cisado, a qponer la fuerza á la fuerza, y las calamidades de la guerra
asaltaron a mis vasallos.


La, España, rodeada de costas, y que debe una gran parte de su pros-
peridad á sus posesiones ultramarinas, sufrió con la guerra mas que
cualquiera otro estado : la interrupción del comercio, y todos los es-
tragos que acarrea, afligieron á mis vasallos, y cierto número de ellos
tuvo la injusticia de atribuirlos á mis ministros.


Tuve al menos la felicidad de verme tranquilo por tierra, y libre de
la inquietud en cuanto á la integridad de mis provincias, siendo el único
de los reyes de Europa que se sostenía en medio de las borrascas de
estos últimos tiempos. Aun gozaría de esta tranquilidad sin los consejos
que os han desviado del camino recto. Os habéis dejado seducir con
demasiada facilidad por el odio que, vuestra primera muger tenia á la
Francia, y habéis participado irreílexiblemente de sus injustos resenti-
mientos contra mis mistros, contra vuestra madre, y contra mí mismo.


Me creí obligado á recordar mis derechos de padre y de rey : os hice
arrestar, y hallé en vuestros papeles la prueba de vuestro delito; pero al
acabar mi carrera, reducido al dolor de ver perecer á mi hijo en un ca-




462 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
dalso, me dejé llevar de mi sensibilidad al ver las lágrimas de vuestra
madre. No obstante mis vasallos estaban agitados por las prevenciones
engañosas de la facción de que os habéis declarado caudillo. Desdé este
instante perdí la tranquilidad de mi vida, y me vi precisado á unir las pe-
nas que me causaban los males de mis vasallos á los pesares que debí á las
disensiones de mi misma familia.


Se calumniaban mis ministros cerca del emperador de los franceses,
el cual creyendo que los españoles se separaban de su alianza, y viendo
los espíritus agitados (aun en el seno de mi familia) cubrió bajo varios
pretextos mis estados con sus tropas. En cuanto estas ocuparon la ribera
derecha del Ebro, y que mostraban tener por objeto: mantener la comuni-
cación con Portugal, tuve la esperanza de que ño abandonaría los senti-
mientos de aprecio y de amistad que siempre me habia dispensado; pero
al ver que sus tropas se encaminaban hacia mi capital, conocí la urgencia
de reunir mi ejército cerca de mi persona, para presentarme á mi augusto
aliado como conviene al rey de las Españas. Hubiera yo aclarado sus du-
das , y arreglado mis intereses : di orden á ñiis tropas de salir de Portu-
gal y de Madrid, y las reuní sobre varios puntos de mi monarquía, no
para abandonará mis vasallos, sino para sostener dignamente la gloria
del trono. Ademas mi larga experiencia me daba á conocer que el empe-
rador de los franceses podia muy bien tener algún deseo conforme á sus
intereses y á la política del vasto sistema del continente, pero que es-
tuviese en contradicción con los intereses de mi casa. ¿Cuál ha sido
en estas circunstancias vuestra conducta? El haber introducido el des-
orden en mi palacio, y amotinado el cuerpo de guardias de corps contra
mi persona. Vuestro padre ha sido vuestro prisionero : mi primer mi-
nistro que habia yo criado y adoptado en mi familia, cubierto de san-
gre fue conducido de un calabozo a otro. Habéis desdorado mis canas, y
las habéis despojado de una corona poseída con gloria por mis padres, y
que habia conservado sin mancha. Os habéis sentado sobre mi trono, y
os pusisteis á la disposición del pueblo de Madrid y de tropas extrangeras
que en aquel momento entraban.


Ya la conspiración del Escorial habia obtenido sus miras: los actos de
mi administración eran el objeto del desprecio público. Anciano y ago-
biado de enfermedades, no he podido sobrellevar esta nueva desgracia,
He recurrido al emperador de los franceses, no como un rey al frente de
sus tropas y en medio de la pompa del trono, sino como un rey infeliz
y abandonado. He hallado protección y refugio en sus reales : le debo la
vida, la de la reina, y la de mi primer ministro. He venido en fin
hasta Bayona, y habéis conducido este negocio de manera que todo de-
pende de la mediación de este gran príncipe.


El pensar en recurrir á agitaciones populares es arruinar la España, y
conducir á las catástrofes mas horrorosas á vos, á mi reino, á mis vasallos
y mi familia. Mi corazón se ha manifestado abiertamente al emperador :
conoce todos los ultrajes que he recibido, y las violencias que se me han
hecho; me ha declarado que no os reconocerá jamas por rey, y que el ene-
migo de su padre no podrá inspirar confianza á los extraños. Me ha mos-
trado ademas cartas de vuestra mano, que hacen ver claramente vues-
tro odio á la Francia.


En esta situación, mis derechos son claros, y mucho mas mis deberes.
No derramar la sangre de mis vasallos, no hacer nada al fin de mi car-




APÉNDICES. 463
•f era que pueda acarrear asolamiento é incendio á la España, reducién-
dola á la mas horrible miseria. Ciertamente que si fiel á vuestras prime-
ras obligaciones y á los sentimientos de la naturaleza hubierais desechado
los consejos pérfidos, y que constantemente sentado á mi lado para mi
defensa hubierais esperado el curso regular de la naturaleza, que de-
bía señalar vuestro puesto dentro de pocos años, hubiera yo podido con-
ciliar la política y el interés de España con el de todos. Sin duda hace
seis meses que las circunstancias han sido críticas; pero por mas que lo
hayan sido, aun hubiera obtenido de las disposiciones de mis vasallos,
de los débiles medios que aun tenia, y de la fuerza moral que hubiera
adquirido, presentándome dignamente al encuentro de mi aliado, á quien
nunca diera motivo alguno de queja, un arreglo que hubiera conciliado
los intereses de mis vasallos con los de mi familia. Empero arrancán-
dome la corona, habéis deshecho la vuestra, quitándola cuanto tenia
de augusta y la hacia sagrada á todo el mundo.


Vuestra conducta conmigo, vuestras cartas interceptadas han puesto
una barrera de bronce entre vos y el trono de España; y no es de vuestro
interés ni de la patria el que pretendáis reinar. Guardaos de encender un
fuego que causaría inevitablemente vuestra ruina completa, y la desgra-
cia de España.


Yo soy rey por el derecho de mis padres : mi abdicación es el resultado
de la fuerza y de la violencia, no tengo pues nada que recibir de vos,
ni menos puedo consentir á ninguna reunión en junta : nueva necia suges-
tión de los hombres sin experiencia que os acompañan.


He reinado para la felicidad de mis vasallos, y no quiero dejarles la
guerra civil, los motines, las juntas populares y la revolución. Todo
debe hacerse para el pueblo, y nada por é l : olvidar esta máxima es ha-
cerse cómplice de todos los delitos que le son consiguientes. Me he sa-
crificado toda mi vida por mis pueblos; y en la edad á que he llegado
no haré nada que esté en oposición con su religión, su tranquilidad, y
su dicha. He reinado para ellos : olvidaré todos mis sacrificios; y cuan-
do en fin esté seguro que la religión de España, la integridad de sus
provincias, su independencia y sus privilegios serán conservados, bajaré
al sepulcro perdonándoos la amargura de mis últimos años.


Dado en Bayona en el palacio imperial llamado del Gobierno á 2 de
mayo de 1808. — CÁBLOS. » — ( Cevallos núm. 8.)


NÜMEBO 24 .


Carta de Fernando VII á su padre en respuesta á la anterior.


« Mi venerado padre y señor : he recibido la carta que V. M. se ha
dignado escribirme con fecha de antes de ayer, y trataré de responder
á todos los puntos que abraza con la moderación y respeto debido á V. M.


Trata V. M. en primer lugar de sincerar su conducta con respecto á
la Francia desde la paz de Basilea, y en verdad que no creo haya habido
en España quien se haya quejado de ella; antes bien todos unánimes
han alabado a V. M. por su constancia y fidelidad en los principios que
habia adoptado. Los mios en este particular son enteramente idénticos
á los de V. M. , y he dado pruebas irrefragables de ello desde el mo •
mentó en que V. M. abdicó en mí la corona.




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
La causa del Escorial, que V. M. dá á entender tuvo por origen el


odio que mi muger me había inspirado contra la Francia, contra los
ministros de V. M., contra mi amada madre, y contra V. M. mismo,
si se hubiese seguido por todos los trámites legales, habría probado
evidentemente lo contrario; y no obstante que yo no tenia la menor
influencia, ni mas libertad que la aparente, en que estaba guardado á
vista por los criados que V . M . quiso ponerme, los once consejeros ele-
gidos por V. M. fueron unánimemente de parecer que no habia motivo
de acusación, y que los supuestos reos eran inocentes.


V. M. habla de la desconfianza que le causaba la entrada de tantas
tropas extrangeras en España, y de que si V. M. habia llamado las que
tenia en Portugal, y reunido en Aranjuez y sus cercanías las que habia
en Madrid, no era para abandonar á sus vasallas sino para sostener la
gloria del trono. Permítame V. M. le haga presente que no debia sor-
prenderle la entrada de unas tropas amigas y aliadas, y que bajo este
concepto debían inspirar una total confianza. Permítame V. M. obser-
varle igualmente que las órdenes comunicadas por V. M. fueron para
su viage y el de su real familia á Sevilla; que las tropas las tenían para
mantener libre aquel camino, y que no hubo una sola persona que no
estuviese persuadida de que el fin de quien lo dirigía todo era trasportar,
á V. M. y real familia á América. V. M. publicó un decreto para aquie-
tar el ánimo de sus vasallos sobre este particular; pero como seguían
embargados los carruages, y apostados los tiros, y se veian todas las
disposiciones de un próximo viage á la costa de Andalucía, la desespera-
ción se apoderó de los ánimos, y resultó el movimiento de Aranjuez.
La parte que yo tuve en él, V. M. sabe que no fue otra que ir por su
mandado á salvar del furor del puefilo al objeto de su odio, porque le
creia autor del viage.


Pregunte V. M. al emperador de los franceses, y S, M. I. le dirá sin
duda lo mismo que me dijo á mí en una carta que me esbribió á Vitoria;
á saber que el objeto del viage de S. M. I. á Madrid era inducir á V. M. á
algunas reformas, y á que separase de su lado al príncipe de la Paz, cuya
influencia era la causá.de todos los males.


El entusiasmo que su arresto produjo en toda la nación es una prueba
evidente de lo mismo que dijo el emperador. Por lo demás V. M. es buen
testigo de que en medio de la fermentación de Aranjuez no se oyó una
sola palabra contra V. M., ni contra persona alguna de su real familia;
antes bien aplaudieron á V.M. con las mayores demostraciones de júbilo
y de fidelidad hacia su augusta persona : asi es que la abdicación de la co-
rona que V. M. hizo en mi favor sorprendió á todos, y á mí mismo, por-
que nadie loesperaba, ni la habia solicitado. V. M. comunicó su abdicación
a todos sus ministros, dándome á reconocer á ellos por su rey y señor
natural; la comunicó verbalmente al cuerpo diplomático que residía cerca
de su persona, manifestándole que su determinación procedía de su es-
pontánea voluntad, y que la tenia tomada de antemano. Esto mismo lo
dijo V. M. á su muy amado hermano el infante Don Antonio, añadiéndole
que la firma que V. M. habia puesto al decreto de abdicación era la que
habia hecho con mas satisfacción en su vida, y últimamente me dijo V. M.
á mí mismo tres dias después, que no creyese que la abdicación habia
sido involuntaria, como alguno decía, pues habia sido totalmente libre y
espontánea.




APÉNDICES. 463
Mi supuesto odio contra la Francia tan lejos de aparecer por ningún


lado, resultará de los hechos que voy á recorrer rápidamente todo lo con-
trario.


Apenas abdicó V. M. la corona en mi favor, dirijí varias cartas desde
Aranjuez al emperador de los franceses, las cuales son otras tantas pro-
testas de que mis principios con respecto á las relaciones de amistad y
estrecha alianza, que felizmente subsistían entre ambos estados, eran los
mismos que V. M. ine habia inspirado, y habia observado inviolable-
mente. Mi viage á Madrid fue otra de las mayores pruebas que pude dar
á S. M. I. de la confianza ilimitada que me inspiraba, puesto que habiendo
entrado el príncipe Murat el dia anterior en Madrid con una gran parte
de su ejército, y estando la villa sin guarnición, fue lo mismo que entre-
garme en sus manos. A los dos dias de mi residencia en la corte se me dio
cuenta de la correspondencia particular de V. M. con el emperador, y
hallé que V. M. le habia pedido recientemente una princesa de su familia
para enlazarla conmigo, y asegurar mas de este modo la unión y estrecha
alianza que reinaba entre los dos estados. Conforme enteramente con los
principios y con la voluntad de V ? M., escribí una carta al emperador pi-
diéndole la princesa por esposa.


Envié una diputación á Bayona para que cumplimentase en mi nombre
á S. M. I . : hice que partiesejpoco después mi muy querido hermano el in-
fante Don Carlos para que lo obsequiase en la frontera; y no contento con
esto, salí yo mismo de Madrid en fuerza de las seguridades que me habia
dado el embajador de S. M. I. , el gran duque de Berg y el general Savary,
que acababa de llegar de Paris, y me pidió una audiencia para decirme de
parte del emperador que S. M. I. no deseaba saber otra cosa de mí, sino
si IÍÑ sistema con respecto á la Francia seria el misino que el de V. M., en
cuyo caso el emperador me reconocería como rey de España, y prescindir
ria de todo lo demás.


Lleno de confianza en estas promesas, y persuadido de encontrar en el
camino á S. M. I., vine hasta esta ciudad, y en el mismo dia en que llegué
se hjcieron verbalmente proposiciones á algunos sugetos de mi comitiva
tan agénas de lo que hasta entonces se habia tratado, que ni mi honor, ni
mi conciencia, ni los deberes que me impuse cuando las cortes me juraron
por gu príncipe y señor, ni los que me impuse nuevamente cuando acepté
la corona que y . M. tuvo á bien abdicar en mi favor, me han permitido ac-
ceder á ellas.


No comprendo cómo puedan hallarse cartas mias en poder del empera-
dor que prueben mi odio contra la Francia después de tantas pruebas de
amistad como le he dado, y no habiendo escrito yo cosa alguna que lo in-
dique.


Posteriormente se me ha presentado una copia de la protesta que V. M.
hizo al emperador sobre la nulidad de la abdicación; y luego que V. M.
llegó á esta ciudad, preguntándole yo sobredio, me dijo Y. M. que la
abdicación habia sido libre, aunque no para siempre. Le pregunté asi-
mismo porqué no me lo habia dicho cuando la hizo, y V, M. me respon-
dió porque no habia querido; de lo cual se infiere que la abdicación no
fue violenta, y que yo no pude saber que V. M. pensaba en volver á
tomar las riendas del gobierno. También me dija V. M. que ni queria
reinar, ni volver á España.


A pesar de esto en la carta que tuve la honra de poner en la manos;




466 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
de V. M., manifestaba estar dispuesto á renunciar la corona en su
favor, mediante la reunión de las cortes, ó en falta de estas de los
consejos y diputados de los reinos; no porque esto lo creyese necesario
para dar valor á la renuncia, sino porque lo juzgo muy conveniente para
evitar la repugnancia de esta novedad, capaz de producir choques y par-
tidos, y para salvar todas las consideraciones debidas á la dignidad de
V. M., á mi honor y á la tranquilidad de los reinos.


En el caso que V. M. no quiera reinar por sí , reinaré yo en su real
nombre ó en el mió, porque á nadie corresponde sino á mí el represen-
tar su persona, teniendo, como tengo, en mi favor el voto de las leyes
y de los pueblos, ni es posible que otro alguno tenga tanto interés como
yo en su prosperidad.


Repito á V. M. nuevamente que en tales circunstancias, y bajo dichas
condiciones, estaré pronto á acompañar á V. M. á España para hacer
allí mi abdicación en la referida forma : y en cuanto á lo que V. M. me
ha dicho de no querer volver á España, le pido con las lagrimas en los
ojos, y por cuanto hay de mas sagrado en el cielo y en la tierra, que en
caso de no querer con efecto reinar, no deje un pais ya conocido, en
que podrá elegir el clima mas análogo á su quebrantada salud, y en el
que le aseguro podrá disfrutar las mayores comodidades y tranquilidad
de ánimo que en otro alguno.


Ruego por último á V. M. encarecidamente que se penetre de nuestra
situación actual, y de que se trata de excluir para siempre del trono de
España nuestra dinastía, substituyendo en su lugar la imperial de Fran-
cia ; que esto no podemos hacerlo sin el expreso consentimiento de to-
dos los individuos que tienen y puedan tener derecho á la corona, ni
tampoco sin el mismo expreso consentimiento de la nación española reu-
nida en cortes y en lugar seguro; que ademas de esto, hallándonos en
un pais extraño, no habría quien se persuadiese que obrábamos con li-
bertad, esta sola circunstancia anularía cuanto hiciésemos, y podría
producir fatales consecuencias.


Antes de acabar esta carta permítame V> M. decirle qué los conseje-
ros que V. M. llama pérfidos, jamas me han aconsejado cttsa ¡jüe des-
diga del respeto, amor y veneración que siempre he profesado y profe-
saré á V. M., cuya importante vida ruego á Dios conserve felices y
dilatados años. Bayona 4 de mayo de 1808. — Señor. — A. L. R. P. de
V. M. su mas humilde hijo — FERNANDO. » — (Cevallos. núm. 9.)


NUMERO 25 .


Carta de Fernando Vil á su padre Carlos IV.


« Venerado padre y señor : el I o del corriente puse en las reales ma-
nos de V. M. la renuncia de mi corona en su favor. He creído de mi
obligación modificarla con las limitaciones convenientes al decoro de
V. M., á la tranquilidad de mis reinos, y á la conservación de mi ho-
nor y reputación. No sin grande sorpresa he visto la indignación que han
producido en el real ánimo de V. M. unas modificaciones dictadas por la
prudencia, y reclamadas por el amor de que soy deudor a mis vasallos.


Sin mas motivo que este ha creído V. M. que podia ultrajarme á la
presencia de mi venerada madre y del emperador con los títulos mas




APÉNDICES. 4 6 7
humillantes; y no contento con esto exige de mí que formalice la re­
nuncia sin límites ni condiciones, so pena de que yo y cuantos compo­
nen mi comitiva seremos tratados como reos de conspiración. En tal
estado de cosas hago la renuncia que V. M. me ordena, para que vuelva
el gobierno de la España á el estado en que se hallaba en 19 de marzo
en que V. M. hizo la abdicación espontánea de su corona en mi favor.


Dios guarde la importante vida de V. M. los muchos años que le de­
sea, postrado á L. R. P. de V, M., su mas amante y rendido hijo —
FEKNANDO. — PEDHO CEVALLOS. — Bayona 6 de mayo de 1808. » —
( Cevallos núm. 10.)


NUMERO 26.


Copia del tratado entre Carlos IV y el emperador délos franceses.
Carlos IVV rey de las Españas y de las Indias, y Napoleón, emperador


de los franceses, rey de Italia y protector de la confederación del Rin,
animados de igual deseo de poner un pronto término á la anarquía á
que está entregada la España, y libertar esta nación valerosa de las agi­
taciones de las facciones; queriendo asimismo evitarle todas las con­
vulsiones de la guerra civil y extrangera, y colocarla sin sacudi­
mientos políticos en la única situación que atendida la circunstancia
extraordinaria en que se halla puede mantener su integridad, afianzarle
sus colonias y ponerla en estado de reunir todos sus recursos con los de
la Francia, a efecto de alcanzar la paz marítima: han resuelto unir to­
dos sus esfuerzos y arreglar en un convenio privado tamaños intereses.


Con este objeto han nombrado, á saber :
S M. el rey de las Españas y de las Indias á S. A. S. Don Manuel


Godoy príncipe de la Paz, conde de Evora Monte.
Y S. M. el emperador etc. al señor general de división Duroc gran


mariscal de palacio.
Los cuales , después de canjeados sus plenos poderes, se han conve­


nido en lo que sigue :
AET. I o . S. M. el rey Carlos, que no ha tenido en toda su vida otra


mira que la felicidad de sus vasallos, constante en la idea de que todos
los actos de un soberano deben únicamente dirigirse á este fin ; no рит
díendo las circunstancias actuales ser sino un manantial de disensiones
tanto mas funestas, cuanto las desavenencias han dividido su propia,
familia; ha resuelto ceder, como cede por el presente, todos sus dere­
chos al trono de las Españas y de las Indias a S. M. el emperador Na­
poleón , como el único que, en el estado á que han llegado las cosas ,
puede restablecer el orden : entendiéndose que dicha cesión solo ha de.
tener efecto para hacer gozar á sus vasallos de las condiciones siguien­
tes : I A la integridad del reino será mantenida : el príncipe que el em­
perador Napoleón juzgue deber colocar en el trono de España, será in­
dependiente, y los límites de la España no sufrirán alteración alguna.
2 a La religión católica, apostólica , romana será la única en España. No
se tolerara en su territorio religión alguna reformada, y mucho menos
infiel, según el uso establecido actualmente.


Авт. 2°. Cualesquiera actos contra nuestros fieles subditos desde la re­




468 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
volucion de Aranjuez son nulos y de ningún valor, y sus propiedades les
serán restituidas.


ART. 3 o . S. M. el rey Carlos habiendo asi asegurado la prosperidad, la
integridad y la independencia de sus vasallos, S. M. el emperador se
obliga á dar up asilo en sus estados al rey Carlos, á su familia, al prín­
cipe de la Paz, como también á los servidores suyos que quieran seguir­
les , los cuales gozarán en Francia de un rango equivalente al que tenían
en España.


Ант. 4 o . El palacio imperial de Compiegne, con los cotos y bosques
de su dependencia, quedan á la disposición del rey Carlos mientras vi­
viere.


ART. 5 o . S.M. el emperador da y afianza á S.M. el rey Carlos una lista
civil de treinta millones de reales, qué S.M. el emperador Napoleón le
hará pagar directamente todos los meses por el tesoro de la corona.


A la muerte del rey Carlos dos millones, de renta formarán la viude­
dad de la reina.


ART. 6 o . El emperador Napoleón se obliga á conceder á todos los in­
fantes de España una renta anual de 400,000 francos, para gozar de ella
perpetuamente asi ellos como sus descendientes, y en caso de extin­
guirse una rama, recaerá dicha renta en la existente á quien corres­
ponda según las leyes civiles.


ART. 7 o . S.M. el emperador hará con el futuro rey de España el conve­
nio que tenga por acertado para el, pago de la lista civil y rentas com­
prendidas en los artículos antecedentes; pero S.M. el rey Carlos no se
entenderá directamente para este objeto sino con el tesoro de Francia.


ART. 8 o . S.M. el emperador Napoleón da en cambio á S.M. el rey
Carlos el sitio de Chambord, con los cotos, bosques y haciendas de que
se compone, para gozar de él en toda propiedad y disponer de él como
le parezca,


ART. 9 o . En consecuencia S.M. el rey Carlos renuncia, en favor de
S.M. el emperador Napoleón, todos los bienes alodiales y particulares
no pertenecientes á la corona de España, de su propiedad privada en
aquel reino.


Los infantes de España seguirán gozando de las rentas de las enco­
miendas que tuvieren en España.


ART. 10. El presente convenio será ratificado, y las ratificaciones se
canjearán dentro de ocho dias ó lo mas pronto posible.


Fecho en Bayona á 5 de mayo de 1808. — EL PRINCIPE DE LA PAZ.
— DUROC.


NUMERO 2 7 .


Copia del tratado entre el principe de Asturias y el emperador de los
franceses.


S. M. el emperador de los franceses etc., y S. A. R. el príncipe de
Asturias, teniendo varios puntos que arreglar, han nombrado por sus
plenipotenciarios, á saber :


S.M. el emperador al señor general de división Duroc gran mariscal




APÉNDICES. 469
de palacio, y S. A . el príncipe á Don Juan Escoiquiz consejero de es­
tado de S.M.C., caballero gran cruz de Carlos III.


Los cuales, después de canjeados sus plenos poderes, se han conve­
nido en los artículos siguientes :


Ант. I o . S. A. R. el príncipe de Asturias adhiere á la cesión hecha por
el rey Carlos de sus derechos al trono de España y de las Indias en fa­
vor de S.M. el emperador de los franceses etc., y renuncia en cuanto
sea menester á los derechos que tiene como príncipe de Asturias á dicha
corona.


Авт. 2 o . S.M. el emperador concede en Francia a S. A. el príncipe de
Asturias el título de A.R. , con todos los honores y prerogatives de que
gozan los príncipes de su rango. Los descendientes de S. A. R. el prín­
cipe de Asturias conservarán el título de príncipe y el de A. Serma., y
tendrán siempre en Francia el mismo rango que los príncipes dignita­
rios del imperio.


Акт. 3". S.M. el emperador cede y otorga por las presentes en toda
propiedad á S. A.R. y sus descendientes los palacios, cotos, haciendas
de Navarre y bosques de su dependencia hasta la concurrencia de 50,000
arpents libres de toda hipoteca, para gozar de ellos en plena propiedad
desde la fecha del presente tratado.


Акт. 4 O . Dicha propiedad pasará á los hijos y herederos de S. A.R. el
príncipe de Asturias; en defecto de estos á los del infante Don Carlos,
y asi progresivamente hasta extinguirse la rama. Se expedirán letras pa­
tentes y privadas del monarca al heredero en quien dicha propiedad vi­
niese á recaer.


Авт. 5". S.M. el emperador concede á S A.R. 4 0 0 , 0 0 0 francos de
renta sobre el tesoro de Francia, pagados por dozavas partes mensual­
mente , para gozar de ella y trasmitirla á sus herederos en la misma
forma que las propiedades expresadas en el artículo 4 O .


АКТ. 6 O . Amas de lo estipulado en los artículos antecedentes, S. M.
el emperador concede á S. A. el príncipe una renta de 600,000 francos,
igualmente sobre el tesoro de Francia , para gozar de ella mientras vi­
viere. La mitad de dicha renta formará la viudedad de la princesa su
esposa si le sobreviviere.


Авт. 7 O . S. M. el emperador concede y afianza á los infantes Don An­
tonio, Don Carlos y Don Francisco : I o el título de A. R. con todos los
honores y prerogativas de que gozan los príncipes de su rango; sus des­
cendientes conservarán el título de príncipes y el de A Serma., y tendrán
siempre en Francia el mismo rango que los príncipes dignitarios del
imperio. 2.° El goce de las rentas de todas sus encomiendas en España,
mientras vivieren. 3 O Una renta de 400,000 francos para gozar de ella y
trasmitirla á sus herederos perpetuamente, entendiendo S. M. I. que
si dichos infantes muriesen sin dejar herederos, dichas rentas pertene­
cerán al príncipe de Asturias, ó á sus descendientes y herederos : todo
esto bajo la condición de que SS. AA. RR. adhieran al presente tratado.


Акт. 8O. El presente tratado será ratificado y se canjearán las ratifi­
caciones dentro de ocho dias o antes si se pudiere. — Bayona 10 de mayo
de 1808. — DUBOC. — ESCOIQUIZ.




470 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NüMEBO 28.


Proclama dirigida á los españoles en consecuencia del tratado de
Bayona. ( Véase la Idea sencilla de Escoiquiz en su núm. 8. )


« Don Fernando príncipe de Asturias, y los infantes Don Carlos y
Don Antonio, agradecidos al amor y á la fidelidad constante que les han
manifestado todos sus españoles, los ven con el mayor dolor en el dia
sumergidos en la confusión, y amenazados, de resulta de esta, de las ma-
yores calamidades; y conociendo que esto nace en la mayor parte de
ellos de la ignorancia en que están asi de las causas de la conducta que
SS. AA. han observado hasta ahora, como de los planes que para la feli-
cidad de su patria están ya trazados, no pueden menos de procurar dar-
les el saludable desengaño de que necesitan para no estorvar su ejecu-
ción , y al mismo tiempo el mas claro testimonio del afecto que les
profesan.


No pueden en consecuencia dejar de manifestarles, que las circuns-
tancias en que el príncipe por la abdicación del rey su padre tomó las
riendas del gobierno, estando muchas provincias del reino y todas las
plazas fronterizas ocupadas por un gran número de tropas francesas, y
mas de 70,000 hombres de la misma nación situados en la corte y sus in-
mediaciones , como muchos datos que otras personas no podrían tener,
les persuadieron que rodeados de escollos no tenían mas arbitrio que el
de escoger entre varios partidos el que produjese menos males, y eli-
gieron como tal el de ir á Bayona.


Llegados SS. AA. á dicha ciudad, se encontró impensadamente el
príncipe (entonces rey) con la novedad de que el rey su padre habia pro-
testado contra su abdicación, pretendiendo no haber sido voluntaria. No
habiendo admitido la corona sino en la buena fé de que lo hubiese sido,
apenas se aseguró de la existencia de dicha protesta, cuando su respeto
filial le hizo devolverla, y poco después el rey su padre la renuncio en
su nombre y en el de toda su dinastía á favor del emperador de los
franceses, para que este, atendiendo al bien de la nación, eligiese la
persona y dinastía que hubiesen de ocuparla en adelante.


En este estado de cosas, considerando SS. AA. la situación en que
se hallan, las críticas circunstancias en que se ve la España, y que en
ellas todo esfuerzo de sus habitantes en favor de sus derechos parece se-
ria no solo inútil sino funesto, y que solo serviría para derramar rios de
sangre, asegurar la pérdida cuando menos de una gran parte de sus pro-
vincias y las de todas sus colonias ultramarinas; haciéndose cargo tam-
bién de que será un remedio eficacísimo para evitar estos males el ad-
herir cada uno de SS. A A. de por sí en cuanto esté de su parte á la
cesión de sus derechos á aquel trono, hecha ya por el rey su padre; re-
flexionando igualmente que el expresado emperador de los franceses se
obliga en este supuesto a conservar la absoluta independencia y la inte-
gridad de la monarquía española, como de todas sus colonias ultramari-
nas , sin reservarse ni desmembrar la menor parte de sus dominios, á
mantener la unidad de la religión católica, las propiedades , las leyes y
usos, lo que asegura para muchos tiempos y de un modo incontrastable
el poder y la prosperidad de la nación española; creen SS. AA. darla la
mayor muestra de su generosidad, del amor que la profesan, y del agrá-




APÉNDICES. 471
decimiento con que corresponden al afecto que la han debido, sacrifi-
cando en cuanto está de su parte sus intereses propios y personales en
beneficio suyo, y adhiriendo para esto, como han adherido por un con-
venio particular á la cesión de sus derechos al trono, absolviendo á los
españoles de sus obligaciones en esta parte, y exhortándoles, como lo
hacen, á que miren por los intereses comunes de la patria, mantenién-
dose tranquilos, esperando su felicidad de las sabias disposiciones y del
emperador Napoleón, y que prontos á conformarse con ellas crean que
darán á su príncipe y a ambos infantes el mayor testimonio de su leal-
tad , asi como SS. A A . se lo dan de su paternal cariño, cediendo todos
sus derechos, y olvidando sus propios intereses por hacerla dichosa, que
es el único objeto de sus deseos. — Burdeos 12 de mavo de 1808.»


NUMEBO 29.


Decreto de Carlos IV.


K Habiendo juzgado conveniente dar una misma dirección á todas las
fuerzas de nuestro reino para mantener la seguridad de las propiedades
y la tranquilidad pública contra los enemigos asi del interior como del
exterior, hemos tenido á bien nombrar lugarteniente general del reino á


'nuestro primo el gran duque de Berg, que al mismo tiempo manda
las tropas de nuestro aliado el emperador de los franceses. Mandamos al
consejo de, Castilla, á los capitanes generales y gobernadores de nuestras
provincias que obedezcan sus órdenes, y en calidad de tal presidirá la
junta de gobierno. Dado en Bayona en el palacio imperial llamado del
Gobierno , á 4 de mayo de 1808. —• Yo EL BEY. »


NUMEBO 30.


En este dia he entregado á mi ainado padre una carta concebida en
los términos siguientes :


« Mi venerado padre y señor : para dar á V. M. una prueba de mi
amor, de mi obediencia y de mi sumisión, y para acceder á los de-
seos que V. M. me ha manifestado reiteradas veces, renuncio mi corona
en favor deV. M., deseando que pueda gozarla por muchos años. Reco-
miendo á V. M. las personas que me han servido desde el 19 de marzo :
confio en las seguridades que V. M. me ha dado sobre este particular.
Dios guarde á V. M. muchos años. Bayona 6 de mayo de 1808. — Se-
ñor. — A. L. R. P . de V. M. su mas humilde hijo — FERNANDO. »


Eii virtud de esta renuncia de mi corona que he hecho en favor de mi
amado padre, revoco los poderes que habia otorgado á la junta de go-
bierno antes de mi salida de Madrid para el despacho de los negocios
graves y urgentes que pudiesen ocurrir durante mi ausencia. La junta
obedecerá las órdenes y mandatos de nuestro muy amado padre y sobe-
rano , y las hará ejecutar en los reinos.


Debo, antes de concluir, dar gracias á los individuos de la junta, á
las autoridades constituidas y á toda la nación por los servicios que me
han prestado, y recomendarles se reúnan de todo corazón á mi padre
amado y al emperador, cuyo poder y amistad pueden mas que otra cosa
alguna conservar el primer bien de las Españas, á saber : su indepen-




472 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
dencia y la integridad de su territorio. Recomiendo asimismo que no os
dejéis seducir por las asechanzas de nuestros eternos enemigos, de vi-
vir unidos entre vosotros y con nuestros aliados, y de evitar la efusión de
sangre y las desgracias, que sin esto serian el resultado de las circuns-
tancias actuales, si os dejaseis arrastrar por el espíritu de alucinamienfo
y desunión.


Tendráse entendido en la junta para los efectos convenientes, y se
comunicará á quien corresponda. En Bayona á 6 de mayo de 1808; —
FERNANDO. » — ( Véase Ofárril y Asanmpág. 6 5 . )


NUMERO 3Í.


El Sermo. Sr. gran duque de Berg lugarteniente general del reino,
y la junta suprema de gobierno se han enterado de que los deseos de
S. M. I. y R. el emperador de los franceses son de que en Bayona se
junte una diputación general de 150 personas, que deberán hallarse en
aquella ciudad el dia 15 del próximo mes de junio , compuesta del clero,
nobleza y estado general, para tratar alli de la felicidad de toda España,
proponiendo todos los males que el anterior sistema le han ocasionado,
y las reformas y remedios mas convenientes para destruirlos en toda
la nación, y en cada provincia en particular. A su consecuencia, para
que se verifique á la mayor brevedad el cumplimiento de la voluntad de
S. M. I. y R . , ha nombrado la junta desde luego algunos sugetos, que
se expresarán, reservando á algunas corporaciones, á las ciudades de
voto en cortes y otras, el nombramiento de los que aqui se señalan ,
dándoles la forma de ejecutarlo, para evitar dudas y dilaciones, del
modo siguiente :


I o Que si en algunas ciudades y pueblos de voto en cortes hubiese
turno para la elección de diputados , elijan ahora las que lo están ac-
tualmente para la primera elección.


2 o Que si otras ciudades ó pueblos de voto en cortes tuviesen derecho
de votar para componer un voto , ya sea entrando en concepto de media,
tercera ó cuarta voz, ó de otro cualquiera modo, elija cada ayuntamiento
un sugeto, y remita á su nombre á la ciudad ó pueblo en donde se
acostumbre á sortear el que ha de ser nombrado.


3 o Que los ayuntamientos de dichas ciudades y pueblos de voto en
cortes , asi para esta elección como para la que se dirá puedan nombrar
sugetos no solo de la'clase de caballeros y nobles, sino también del es-
tado general, según en los que hallaren mas luces, experiencia, celo,
patriotismo , instrucción y confianza, sin detenerse en que sean o no
regidores, que estén ausentes del pueblo, que sean militares, ó de
cualquiera otra profesión.


4 o Que los ayuntamientos á quienes corresponda por estatuto elegir
ó nombrar de la clase de caballeros, puedan elegir en la misma forma
grandes de España y títulos de Castilla.


5 o Que á todos los que sean elegidos se les señale por sus respectivos
ayuntamientos las dietas acostumbradas, ó que estimen correspondien-
tes , que se pagarán de los fondos públicos que hubiere mas á mano.


6 O Que de todo el estado eclesiástico deben ser nombrados dos arzo-
bispos , seis obispos, dieciseis canónigos ó dignidades, dos de cada una
de las ocho metropolitanas, que deberán ser elegidos por sus cabildos




APÉNDICES. 473
canónicamente, y veinte curas párrocos del arzobispado de Toledo y
obispados que se referirán.


7° Que vayan igualmente seis generales de las órdenes religiosas.
8 o Que se nombren diez grandes de España, y entre ellos se com-


prendan los que ya están en Bayona, ó han salido para aquella ciudad.
9 o Que sea igual el número de los títulos de Castilla, y el mismo


el de la clase de caballeros, siendo estos últimos elegidos por las
ciudades que se dirán.


10° Que por el reino de Navarra se nombren dos sugetos, cuya elec-
ción hará su diputación.


11° Que la diputación de Vizcaya nombre uno, la de Guipúzcoa otro,
haciendo lo mismo el diputado de la provincia de Álava con los con-
siliarios, y oyendo á su asesor.


12° Que si la isla de Mallorca tuviese diputado en la península, vaya
este; y sino el sugeto que hubiese mas á propósito de ella, y se ha nom-
brado á Don Cristóbal Cladera y Company.


13° Que se ejecute lo mismo por lo tocante á las islas Canarias; y si no
hay aqui diputados, se nombre á Don Estanislao Lugo ministro honora-
rio del consejo de las Indias, que es natural de dichas islas, y también á
Don Antonio Saviñon.


14° Que la diputación del principado de Asturias nombre asimismo un
sugeto de las propias circunstancias.


15° Que el consejo de Castilla nombre cuatro ministros de él, dos el
de las Indias, dosel de guerra, el uno militar y el otro togado; uno el
de órdenes; otro el de hacienda, y otro el de la inquisición, siendo los
nombrados ya por el de Castilla Don Sebastian de Torres y Don Ignacio
Martínez de Villela, que se hallan en Bayona, y Don José Colon y Don
Manuel de Lardizabal, asistiendo con ellos el alcalde de casa y corte
Don Luis Marcelino Pereira, que está igualmente en aquella ciudad, y
los demás los que elijan á pluralidad de votos los mencionados consejos.


16° Que por lo tocante á la marina concurran el bailío Don Antonio
Valdes y el teniente general Don José Mazarredo; y por lo respectivo al
ejército de tierra el teniente general Don Domingo Cervino, el mariscal
de campo Don Luis Idiaquez, el brigadier Don Andrés de Errasti coman-
dante de reales guardias españolas, el coronel Don Diego de Porras ca-
pitán de walonas, el coronel Don Pedro de Torres exento de las de
corps, todos con el príncipe de Castelfranco capitán general de los rea-
les ejércitos, y con el teniente general duque del Parque.


17° Que en cada una délas tres universidades mayores Salamanca,
Valladolid y Alcalá nombre su claustro un doctor.


18° Que por el ramo de comercio vayan catorce sugetos, los cuales
serán nombrados por los consulados y cuerpos que se citarán luego.


19° Los arzobispos y obispos nombrados por la junta de gobierno,
presidida por S. A. I., son los siguientes : el arzobispo de Burgos, el de
Laodicea coadministrador del de Sevilla, el obispo de Palencia, el de
Zamora, el de Orense, el de Pamplona, el de Gerona y el de Urgel.


20° Los generales de las órdenes religiosas serán el de san Benito,
santo Domingo, san Francisco, mercenarios calzados, carmelitas des-
calzos y san Agustín.


21° Los obispos que han de nombrar los mencionados veinte curas pár-
rocos deben ser los de Córdoba, Cuenca, Cádiz, Málaga, Jaén, Salamanca,


i. 31




474 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Almería, Guadix, Segovia, Avila, Piasencia, Badajoz, Mondoñedo, CaJa-
horra, Osma, Huesca, Orihuela y Barcelona, debiendo asimismo nombrar
dos el arzobispo de Toledo por la extensión y circunstancias de su-arzo-
bispado.


22° Los grandes de España que se nombran son el duque de Frias, e l v
de Medinaceli, el de Hijar, el conde de Orgaz, el de Fuentes,el de Fernan-
Nuñez, el de Santa Coloma, el marqués de Santa Cruz, el duque de Osuna
y el del Parque.


23° Los títulos de Castilla nombrados son el marqués de la Granja y Car-
tojal, el de Cilleruelo, el de Castellanos, el de la Conquista, el de Ariño,
el de Lupia, el de Bendaña, el de Villa-Alegre, el de Jura-Real y el conde de
Polentinos.


24" Las ciudades que han de nombrar sujetos por la clase de caballeros
son : Jerez de la Frontera, Ciudad-Real, Malaga, Ronda, Santiago de Ga-
licia, la Coruña, Oviedo, San Felipe de Játiva, Gerona y la villa y corte de
Madrid.


25° Los consulados y cuerpos de comercio, que deben nombrar cadauno
un sugeto, son : los de Cádiz, Barcelona, Coruña, Bilbao, Valencia, Málaga,
Sevilla, Al,icante, Burgos, San Sebastian, Santander, el banco nacional de
San Carlos, la compañía de Filipinas y los cinco gremios mayores de Madrid.


Siendo pues la voluntad de S. A. I. y de la suprema junta que todos los
individuos que hayan de componer esta asamblea nacional contribuyan por
su parte á mejorar el actual estado del reino, encargan á V. muy particu-
larmente que consistiendo en el buen desempeño de esta comisión la feli-
cidad de España, presente en la citada asamblea con todo celo y patrio-
tismo las ideas que tenga, ya sobre todo el sistema actual, y ya respecto á esa
provincia en particular, adquiriendo de las personas mas instruidas de
ella en los diversos ramos de instrucción pública, agricultura, comercio é
industria, cuantas noticias pueda, para que en aquellos puntos en que
haya necesidad de reforma, se verifique del mejor modo posible; espe-
rando igualmente S. A. y la junta que las ciudades, cabildos, obispos y
demás corporaciones, que, según queda dicho, deberán nombrar personas
para la asamblea, elegirán aquellas de mas instrucción, probidad, juicio y
patriotismo, y cuidarán de darles y remitirles las ideas mas exactas del es-
tado de la España, de sus males y de los modos y medios de remediarlos,
con las observaciones correspondientes no solo á lo general del reino, sino
también á lo que exijan las particulares circunstancias de las^provincias,
exhortando V. á todos los miembros dé ese cuerpo, y á los españoles
celosos de esa ciudad, partido ó pueblo á que instruyan con sus lu-
ces y experiencia al que vaya de diputado á Bayona, entregándole ó
dirigiéndole igualmente las noticias y reflexiones que consideren útiles al
intento.


Todo lo cual participo á V. de orden de S. A. y de la junta para su inte-
ligencia y puntual cumplimiento en la parte que le toca; en el supuesto de
que todos los sugetos que han de componer la referida diputación se han
de hallar en Bayona el expresado 15 de junio próximo como se ha dicho; y
de que asi por V. como por todos los demás se ha de avisar por mi mano á
S. A. y á la junta de los sugetos que se hayan nombrado.


Dios guarde á V. muchos años. Madrid de mayo de 1808.
NOTA. Después de impresa esta carta se ha excusado el marqués de Ci-


lleruelo, y en su lugar ha nombrado S. A. al conde de Castañeda.




APÉNDICES. 475
También se ha admitido la excusa del general de carmelitas descalzos,


y se ha nombrado en su lugar al de san Juan de Dios.
Ademas el mismo gran duque con acuerdo de la junta ha nombrado seis


sugetos naturales de las dos Américas, en esta forma: al marqués de San
Felipe y Santiago, por la Habana ; á Don José del Moral, por Nueva-Es-
pana; á Don Tadeo Bravo y Rivero, por el Perú ; á Don León Altola-
guirre, por Buenos-Aires; á Don Francisco Gea, por Guatemala, y á Don
Ignacio Sánchez de Tejada, por Santa Fé.


»>»>g<«<«


LIBRO TERCERO.


NUMEHO 1.


Las relaciones de los levantamientos de las provincias están tomadas :
I o de las gacetas, proclamas y papeles de oficio publicados entonces;
2° de relaciones particulares manuscritas dadas por las personas que
compusieron las juntas, ó tomaron parte en la insurrección ó fueron
testigos de los acontecimientos.


NUMERO 2.


Este oficio está sacado de la correspondencia manuscrita que tenemos
en nuestro poder, y que fue entonces seguida por los diputados con el
gobierno de S. M. B. También le insertaron las gacetas de aquel tiempo.


NUMERO 3.


Parliamentary Debates; vol. 11, pag. 885.


NUMERO 4.


Entre las demostraciones extraordinarias que entonces hubo, fue una
de ellas el de haber sido recibidos los enviados de Asturias con tales
aplausos y aclamaciones el primer dia que asistieron á la ópera en el
palco del duque de Gueembury, que se suspendió la representación cerca
de una hora.


TÍUMERO 5.


Tribuni ut fere semper reguntur a multitudine magis quam regunt.
Tit.Liv., lib. 3 ,cap . 7i.


NUMERO 6.


Les Provinciales, 7 m e lettre. De la méthode de diriger l'intention.




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NUMEBO C BIS.


Don Lorenzo Calvo de Rozas intendente general del ejército y reino de
Aragón , secretario de la suprema junta de las cortes del mismo, celebra-
da en la capital de Zaragoza en el dia 9 del mes de junio del presente año
de 1808 :—Certifico:


Que reunidos en la sala consistorial de la ciudad los diputados de las
de voto en cortes, y de los cuatro brazos del reino, cuyos nombres se
anotan al fin, y habiéndose presentado el Excmo. Sr. Don José Rebo-
lledo de Palafox y Melci gobernador y capitán general del mismo, y su
presidente, fui llamado y se me hizo entrar en la asamblea para que
ejerciese las funciones de tal secretario, y habiéndolo verificado asi, se
me entregó el papel de S. E., que original existe en la secretaría : se
leyó y dice a s i :


Excmo. Sr . : Consta ya á V. E. que, por él voto unánime de los habi-
tantes de esta capital, fui nombrado y reconocido de todas las autorida-
des establecidas como gobernador y capitán general del reino : que cual-
quiera excusa hubiera producido infinitos males á nuestra amada patria,
y sido demasiado funesta para mí.


Mi corazón agitado ya largo tiempo, combatido de penas y amarguras
lloraba la pérdida de la patria, sin columbrar aquel fuego sagrado que la
vivifica; llorábala pérdidadenuestro amado rey Fernando VII, esclavizado
por la tiraníay conducido á Francia con engaños y perfidias; lloraba los ul-
trajes de nuestra santa religión, atacada por el ateísmo, sus templos vio-
lentados sacrilegamente por los traidores el dia 2 de mayo, y manchados
con sangre de los inocentes españoles; lloraba la existencia precaria que
amenazaba á toda la nación, si admitía el yugo de un extrangero orgu-
lloso , cuya insaciable codicia excede á su perversidad, y por fin la pér-
dida ne nuestras posesiones en América, y el desconsuelo de muchas
familias, unas porque verían convertida la deuda nacional en un crédito
nulo, otras que se verían despojadas de sus empleos y dignidades y redu-
cidas á la indigencia ó la mendicidad, otras que gemirían en la soledad
la ausencia ó el exterminio de sus hijos y hermanos conducidos al Norte
para sacrificarse, no por su honor, por su religión, por su rey, ni por
la patria, sino por un verdugo, nacido para azote de la humanidad,
cuyo nombre tan solo dejará á la posteridad el triste ejemplo de los hor-
rores , engaños y perfidias qué ha cometido, y de la sangre inocente
que su proterva ambición ha hecho derramar.


Llegó el dia 24 de mayo, dia de gloria para toda España, y los habitan-
tes de Aragón, siempre leales, esforzados y virtuosos, rompieron los
grillos que les preparaba el artificio, y juraron morir ó vencer. En tal
estado lleno mi corazón de aquel noble ardor que á todos nos alienta,
renace y se enagena de pensar que puedo participar con mis conciuda-
danos de la gloria de salvar nuestra patria.


Las ciudades de Tortosa y Lérida invitadas por mí, como puntos muy
esenciales, se han unido á Aragón; he nombrado un gobernador en Lé-
rida á petición de su ilustre ayuntamiento, les he auxiliado con algunas
armas y gente, y puedo esperar que aquellas ciudades se sostendrán, y no
serán ocupadas por nuestros enemigos.


La ciudad de Tortosa quiere participar de nuestros triunfos : ha con-
ferenciado de mi orden con los ingleses; les ha comunicado el manifiesto




APÉNDICES. 477
del dia 31 de mayo para que lo GÍrculen en toda Europa, y trata de ha-
cer venir nuestras tropas deMallorca y de Menorca, siguiendo mis ins-
trucciones ; ha enviado un diputado para conferenciar conmigo, y yo he
nombrado otro que partió antes de ayer con instrucciones secretas
dirigidas al mismo fin , y al de entablar correspondencia con el Austria.


La merindad de Tudela y la ciudad de Logroño me han pedido un gefe
y auxilios; quieren defenderse é impedir la entrada en Aragón á nuestros
enemigos. He nombrado con toda la plenitud de poderes por mi teniente
y por general del ejército destinado á este objeto al Excmo. Sr. marqués
de Lazan y Cañizar mariscal de campo de los reales ejércitos, que mar-
chó el dia 6 á las doce de la noche con algunas tropas, y las competentes
armas y municiones. No puedo dudar de su actividad, patriotismo y
celo, ni dudará V. E. : otros muchos pueblos de Navarra han enviado
sus representantes, y la ciudad y provincia de Soria sus diputados. He
dispuesto comunicaciones con Santander; establecido postas en el camino
de Valencia, y pedido armas y artilleros, dirigiendo por aquella via to-
dos los manifiestos y órdenes pub\icadas, con encargo de que se circulen
á la Andalucía, Mancha, Extremadura , Galicia y Asturias , invitándolos
á proceder de acuerdo. He enviado al coronel barón de Versages, y al
teniente coronel y gobernador que ha sido en América Don Andrés Bog-
giero, á organizar y mandar la vanguardia del ejército destinado hacia
la s fronteras de la Alcarria y Castilla la Nueva.


Para dirigir el ramo de hacienda con la rectitud, energía y acierto que
exige tan digna causa, y velar sobre las rentas y fondos públicos, he
nombrado por intendente á Don Lorenzo Calvo de Rozas, cuyos cono-
cimientos en este ramo, y cuya probidad incorruptible me son notarías,
y me hacen esperar los mas felices resultados. La casualidad de haber
enviado aqui á principios de mayo su familia para librarla del peligro,
y el temor de permanecer él mismo en Madrid en circunstancias tan crí-
ticas, lo trajo á Zaragoza el dia 28 del pasado; lo hice detener, y lo he
precisado á admitir este encargo á pesar de que sus negocios y la con-
servación de su patrimonio reclamaban imperiosamente su vuelta á Ma-
drid. Fiado.este.importante ramo á un sugeto de sus circunstancias,
presentaré á su tiempo á la nación el estado de rentas, su procedencia é
inversión, y en ellas un testimonio público de la pureza con que se ma-
nejarán.


Resta pues el sacrificio que es mas grato á nuestros corazones; que
reunamos nuestras voluntades, y aspiremos al fin que nos hemos pro-
puesto. Salvemos la patria, aunque fuera á. costa de nuestras vidas, y ve-
lemos por su conservación. Para ello propongo á V.E. los puntos si-
guientes:


1° Que los diputados de las cortes queden aqui en junta permanente ó
nombren otra que se reunirá todos los dias para proponerme y delibe-
rar todo lo conveniente al bien de la patria y del rey.


2 o Que V.E. nombre entre sus ilustres individuos un secretario para
extender y uniformar las resoluciones, en las cuales debe haber una re-
serva inviolable, extendiendo por hoy el acuerdo uno de los que se ha-
llan presentes como tales ó el intendente.


3 o Que- cada diputado corresponda con su provincia, le comunique las
disposiciones ya generales ya particulares que tomaré como gefe mili-
tary político del reino, y lasque acordarémosparamayorbien de la España,




478 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
4 o Que la junta medite y me proponga sucesivamente las medidas de


hacer compatible con la energía y rapidez que requiere la organización
del ejército el cuidado de la recolección de granos que se aproxima y no
debe desatenderse.


5 o Que medite y me proponga la adopción de medios de sostener el
ejército que presentara el intendente de él y del reino Don Lorenzo
Calvo.


6 o Que me proponga todas las disposiciones que crea convenientes to-
mar para conservar la policía, el buen orden y la fuerza militar en cada
departamento del reino.


7 o Que cuide de mantener las relaciones con los demás reinos y pro-
vincias de España que deben formar con nosotros una misma y sola
familia.


8 o Que se encargue y cuide de firmar y circular en todo el reino, im-
presas ó manuscritas, las órdenes emanadas de mí ó de las que con mi
acuerdo expidiese la juuta de diputados del reino.


9 o Que acuerde desde luego si deben ó no concurrir los diputados que
vinieren de las provincias ó merindades de fuera del reino de Aragón
mediante que la reunión de sus luces puede ser interesante á la defensa
de la causa pública.


10° Que decida desde luego la proclamación de nuestro rey Fernan-
do VII determinando el dia en que haya de verificarse.


11° Que resuelva igualmente acerca de si deben reunirse en un solo
punto las diputaciones de las demás provincias y reinos de España, con-
forme á la anunciado en el manifiesto del 31 de mayo último.


12 0 Que declare desde luego la urgencia del dia, y que la primera
atención debe ser la defensa de la patria. Zaragoza 9 de julio de 1808.
— JOSÉ DE PALAFOX Y MELCI.


ACUERDOS.


Resolvió la asamblea por aclamación que se proclamaseáFernandoVII,
dejando al arbitrio de S. E. señalar el d¡a en que hubiese de verificarse,
que seria cuando las circunstancias lo permitiesen.


La misma asamblea de diputados de las cortes enterada de la exposi-
ción antecedente, después de manifiestar al Excmo. Sr. capitán general
su satisfacción y gratitud por todo cuanto había ejecutado, y aprobán-
dolo unánimemente , le reconoció por aclamación como capitán general
y gobernador militar y político del reino de Aragón, y lo mismo al
intendente.


El Sr. Don Antonio Franquet regidor de la ciudad de Tortosa, que
hallándose comisionado en esta capital concurrió á la asamblea, hizo lo
mismo á nombre de aquella ciudad, á quien ofreció daria parte de ello.


Acto continuo se leyeron los avisos que se habían pasado á todos los
individuos que debían concurrir a la asamblea ó junta de cortes para
saber si todos ellos habían sido citados ó se hallaban presentes, y re-
sultó que se había convocado á todos, y que solo habían dejado de
concurrir el Sr. marqués de Tosos , que avisó no podía por estar en-
fermo , y el Sr. conde de Torresecas que igualmente manifestó su im-
posibilidad de concurrir.


Se tomó en consideración el primer punto indicado en el manifiesto




APÉNDICES. 479
tle S. E. que antecede , relativo á si debia quedar permanente la junta
de diputados, ó nombrar otra presidida por S. E. con toda la plenitud
de facultades, y después de un serio y detenido examen acordó unáni-
memente nombrar una junta suprema compuesta de solo seis indivi-
duos y de S. E. como presidente con todas las facultades.


Se nombró en seguida una comisión compuesta de doce de los seño-
res vocales tomados de los cuatro brazos del reino, que lo fueron :
por lo eclesiástico el señor abad de Monte - Aragón, el señor'dean de
esta santa iglesia, y el señor arcipreste de Santa Cristina; por el de
la nobleza el Excmo. Sr. conde de Sástago, el señor marqués de
Fuente Olivar, y el señor marqués de Zafra; por el de hidalgos el
señor barón de Alcalá, el señor Don Joaquín María Palacios, y el
señor Don Antonio Soldevilla; y por el de la ciudad el señor Don
Vicente Lisa, el señor conde de la Florida, y el señor Don Fran-
cisco Pequera, para que propusiesen á la asamblea doce candidatos
éntrelos cuales pudiese elegir los seis representantes que con S. E.
habían de formar la junta suprema ; y habiéndose reunido en una pie-
za separada los doce señores proponentes que quedan expresados vol-
vieron á entrar en la sala de la junta é hicieron su propuesta en la
forma siguiente.


Propusieron para los seis individuos que habian de elegirse y com-
poner la suprema junta al limo. Sr. obispo de Huesca, al M. R. P.
prior del sepulcro de Calatayud, al Excmo. Sr. conde de Sástago, al
señor regente de la Real Audiencia, á Don Valentín Solanot abad
del monasterio de Beruela, arcipreste del Salvador, barón de Alcalá,
marqués de Fuente Olivar, barón de Castiel,y don Pedro Maria Ric.
Se procedió en seguida á la votación por escrutinio y de ella resultó que
los propuestos tuvieron los votos siguientes. El señor obispo de
Huesca, 32 ; el prior de Calatayud, 11; el conde de Sástago , 27 ; Don
Antonio Cornel, 33; el señor Regente, 29 ; Don Valentín Sola-
not, 11; abad de Beruela, 2 ; arcipreste del Salvador, 12; barón de
Alcalá, 2 ; marqués de Fuente Olivar, 17; barón de Castiel, 10; y
Don Pedro María Ric , 18 ; resultando electos á pluralidad de votos para
individuos de la suprema junta de gobierno los señores Don Antonio
Cornel obispo de Huesca, regente de la real Audiencia, conde de
Sástago , Don Pedro María Ric, y el marqués de Fuente Olivar, y
por muerte ú otra causa legítima que impidiese el ejercicio de su
empleo á los electos, lo harían según uso y costumbre los que les
siguen en votos.


Se trató del nombramiento de un secretario para la junta suprema, y
toda la asamblea manifestó al Excmo. Sr. capitán general sus deseos de
que S. E. indicase una ó dos personas para este destino; S. E. lo re-
husó declarando á los señores vocales que nombrasen á quien tuviesen
por mas conveniente y á propósito para el buen desempeño, mas al fin
condescendiendo con las reiteradas insinuaciones y deseos de la junta
propuso para primer secretario al señor Don Vicente Lisa , y para se-
gundo al señor barón de Castiel, que quedaron electos en consecuencia.


Habiendo meditado la junta sobre las proposiciones 3 ,4 , 5, 6, 7, 8, 9,
11 y 12, las estimó y tuvo por muy atendibles, y acordó tomarlas en con-
sideración , para lo cual se reunirían de nuevo todos los señores vocales
prdponentesy presentes el próximo martes 14 del corriente mes de junio




480 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
á las diez de su mañana, y que por el secretario se enviase una copia de
dichas proposiciones á cada individuo, y se avisaría á los señores mar-
qués de Tosos y conde de Torresecas que no habían concurrido, por si
podían hacerlo, con lo cual se concluyó la sesión quedando todos los
señores advertidos para vplyer sin mas aviso el dia señalado, y se rubricó
el acuerdo en borrador por los Excmos. señores capitán general y conde
de Sástago, y el limo. Sr. obispo de Huesca, de que certifico y firmo en la
ciudad de Zaragoza á 9 de junio de 1808. — LORENZO CALVO DE ROZAS
secretario. —Visto bueno. — PALAFOX.


NOTA. Todos los señores vocales manifestaron en seguida su volun-.
tad de nombrar al Excmo. Sr. Don José Rebolledo de Palafox por capitán
general efectivo del ejército; mas S. E. dio gracias á la junta y lo resistió
absolutamente pidiendo que no constase la indicación, y expresando
que era brigadier de los reales ejércitos nombrado por S. M., y que no
admitiría ni deseaba otras gracias ni otra satisfacción ni ascenso que el
ser útil á la patria y sacrificarse en su obsequio y en el de su rey.
La junta en consecuencia no insistió en su empeño vista la delicadeza
de S. E . , y se reservó el llevar á efecto su voluntad en una de las pri-
meras sesiones á que no asistiese S. E., por considerarlo asi de justicia;
de todo lo cual certifico ut supra.—CALVO.


[ Hemos insertado aqui el acta de instalación de las cortes de Aragón ,
de que poseemos un ejemplar, por ser documento, aunque entonces im-
preso, que empieza á ser raro. ] Sigue la lista de los diputados que
las compusieron.


ESTADO ECLESIÁSTICO. Por el partido de Barbastro.
Sr. Don Antonio Soldevilla.
Sr. Don Francisco Romeo.


limo. Sr. obispo de Huesca.
Sr. arcipreste de Tarazona.
Sr. deán de Zaragoza.
Sr. arcipreste de Sta. María.
Sr. arcipreste de Sta. Cristina.
Sr. abad de Monte-Aragón.
Sr. abad de Sta. Fé.
Sr. abad de Rueda.
Sr. abad de Beraela.
Sr. prior del sepulcro de Calatayud.


Don Juan Navarro.


Por el partido de Alcañiz.
Sr. de Canduero.
Sr. conde de Samiüer.


Por el de Daroca.
Don Tomas Castillon.
Don Pedro Oseflalde.


Por el de Albarracin.


ESTADO DES NOBLES.


Excmo. Sr. conde de Sástago.
Sr. marqués de Sta. Coloma.
Sr. marqués de Fuente Olivar.
Sr. marqués de Zafra.
Sr. marqués de Ariño.
Sr. conde de Sobradiel.
Sr. conde de Torresecas. Tarazona.


Don Bartolomé La-Iglesia.


Jaca.
Don Francisco Peguera.


Calatayud.
Don Joaquín Arias Ciria.


CIUDADES DE VOTO EN CORTES.


Don Vicente Lisa.
Zaragoza.


ESTADO DE HIJOSDALGO.


Por elpariido de Huesca.


Sr. baron de Alcalá.
Sr. Don Joaquin Maria Palacios.




APÉNDICES. 4SI


Borja.
Don José Goartero.


Teruel.


Fraga.
Don Domingo Azguer.


Cinco-Villas.
Sr. conde de la Florida. Don Juan Perez.


N U M E B O 7 .


Mémoires du cardinal de Retz, tome 5.


LIBRO CUARTO.


N U M E B O I O .


Esta proclama está inserta en la Gaceta de Madrid del 7 de julio


Excmo. Sr.: Muy señor mió: un correo de la Coruña me ha entre-
gado en la tarde del miércoles 2 5 de este la de V.E. con íécha del 1 9 ,
por la que, entre lo demás que contiene, me he visto uombradq para
asistir á la asamblea que debe tenerse en Bayona de Francia, á fin de
concurrir en cuanto pudiese á la felicidad de la monarquía, conforme á
los deseos del grande emperador de los franceses, celoso de elevarla al
mas alto grado de prosperidad y de gloria.


Aunque mis luces son escasas, én el deseo de la verdadera felicidad y
gloria de la nación no debo ceder á nadie, y nada omitiría que me fuese
practicable y creyese conducente á ello. Pero mi edad de 73 años, una
indisposición actual, y otras notorias y habituales me impiden un viage
tan largo y con un término tan corto, que apenas basta para él, y menos
para poder anticipar los oficios, y para adquirir las noticias é instruc-
ciones que debían preceder. Por lo mismo me considero precisado ¿exone-
rarme de este encargo, como lo hago por esta, no dudando que el serení^
simo Sr. duque de Berg y la suprema junta de gobierno estimarán justa y
necesaria mi súplica de que admitan una excu sa y exoneración tan legítima,


Al mismo tiempo, por lo que interesa al bien de la nación, y á los de-
signios mismos del emperador y rey, que quiere ser como el ángel de
paz y el protector tutelar de ella, y no olvida lo que tantas veces ha
manifestado, el grande interés que toma en que los pueblos y soberanos
sus aliados aumenten su poder, sus riquezas y dicha en todo género, me
tomo la libertad de hacer presente á la junta suprema de gobierno, y por
ella al mismo emperador rey de Italia, lo que, antes de tratar de los


de 1 8 0 8 .
NUMEBO 2 O .


Respuesta dada por el limo. Sr. obispo de Orense á la junta de go-
bierno, con motivo de haber sido nombrado diputado para la junta
de Bayona-




482 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
asuntos á que parece convocada, diría y protestaría en la asamblea de
Bayona si pudiese concurrir á ella.


Se trata de curar males, de reparar perjuicios, de mejorar la suerte
de la nación y de la monarquía, ¿pero sobre qué bases y fundamentos?
¿Hay medio aprobado y autorizado, firme y reconocido por la nación
para esto? ¿Quiere ella sujetarse, y espera su salud por esta via? ¿Y no
hay enfermedades también que se agravan y exasperan con las medicinas,
de las que se ha dicho : tangant vulnera sacra nullw manus? ¿Y no pa-
rece haber sido de esta clase la que ha empleado con su aliado y familia
real de España el poderoso protector, el emperador Napoleón ? Sus ma-
les se han agravado tanto, que está como desesperada su salud. Se ve in-
ternada en el imperio francés, y en una tierra que le habia desterrado
para siempre; y vuelto á su cuna primitiva, halla el túmulo por una
muerte civil, en donde la primera rama fue cruelmente cortada por el
furor y la violencia de una revolución insensata y sanguinaria. Y en es-
tos términos, ¿qué podrá esperar España? ¿Su curación le será mas
favorable? Los medios y medicinas no lo anuncian. Las renuncias de
sus reyes en Bayona, é infantes -en Burdeos, en donde se cree que no
podían ser libres, en donde se han contemplado rodeados de la fuerza
y del artificio, y desnudos de las luces y asistencia de sus fieles vasallos:
estas renuncias, que no pueden concebirse, ni parecen posibles, aten-
diendo á las impresiones naturales del amor paternal y filial, y,al ho-
nor y lustre de toda la familia, que tanto interesa á todos los hombres
honrados : estas renuncias que se han hecho sospechosas á toda la na-
ción , y de las que pende toda la autoridad de que justamente puede hacer
uso el emperador y rey, exigen para su validación y firmeza, y á lo me-
nos para la satisfacción de toda la monarquía española, que se ratifi-
quen estando los reyes é infante que las han hecho libres de toda coacción
y temor. Y nada seria tan glorioso para el grande emperador Napoleón,
que tanto se ha interasado en ellas, como devolver á la España sus
augustos monarcas y familia, disponer que dentro de su seno, y en unas
cortes, generales del reino hiciesen lo que libremente quisiesen, y la na-
ción snisma, con la independencia y soberanía que la compete, procediese
en consecuencia á reconocer por su legítimo rey al que la naturaleza,
el derecho y las circunstancias llamasen al trono español.


Este magnánimo y generoso proceder seria el mayor elogio del mismo
emperador, y seria mas grande y admirable por él que por todas las vic-
torias y laureles que le coronan y distinguen entre todos los monarcas de
la tierra, y aun saldría la España de una suerte funestísima que la ame-
naza , y podría finalmente sanar de sus males y gozar de una perfecta
salud, y dar después de Dios las gracias, y tributar el mas sincero reco-
nocimiento á su salvador y verdadero protector, entonces el mayor de los
emperadores de Europa, el moderado, el justo, el magnánimo, el bené-
fico Napoleón el grande.


Por ahora la España no puede dejar de mirarlo bajo otro aspecto muy
diferente : se entreve, si no se descubre, un opresor de sus príncipes y
de ella ; se mira como encadenada y esclava cuando se la ofrecen felici-
dades : obra, aun mas que del artificio, de la violencia y de un ejército
numeroso que ha sido admitido como amigo 6 por la indiscreción y timi-
dez , ó acaso por una vil traición, que sirve á dar una autoridad que no
es fácil estimar legítima.




APÉNDICES. 483
¿Quién ha hecho teniente gobernador del reino al Serano. Sr, duque


de Berg? ¿No es un nombramiento hecho en Bayona de Francia por un
reypiadoso, digno de todo respeto y amor de sus vasallos, pero en ma-
nos de lados imperiosos por el ascendiente sobre su corazón, y por la
fuerza y el poder á que le sometió? ¿Y no es una artificiosa quimera
nombrar teniente de su reino á un general que manda un ejército que le
amenaza, y renunciar inmediatamente su corona? ¿Solo ha querido
volver al trono Carlos IV para quitarlo á sus hijos ? ¿Y era forzoso nom-
brar un teniente que impidiese a la España por esta autorización y por el
poder militar cuantos recursos podia tener para evitar la consumación
de un proyecto de esta naturaleza ? No solo en España, en toda la Eu-
ropa dudo se halle persona sincera que no reclame en su corazón contra
estos actos extraordinarios y sospechosos, por no decir mas.


En conclusión , la nación se ve como sin rey, y no sabe á qué atenerse.
Las renuncias de sus reyes, y el nombramiento de teniente gobernador
del reino, son actos hechos en Francia, y á la vista de un emperador
que se ha persuadido hacer feliz á España con darle mía nueva dinastía
que tenga su origen en esta familia tan dichosa , que se cree incapaz de
producir príncipes que no tengan ó los mismos ó mayores talentos para
el gobierno de los pueblos que el invincible, el victorioso, el legislador,
el filósofo, el grande emperador Napoleón. La suprema junta de go-
bierno, á mas de tener contra sí cuanto va insinuado, su presidente
armado y un ejército que la cerca obligan á que se la considere sin
libertad, y lo mismo sucede á los consejos y tribunales de la corte. ¡ Qué
confusión, qué caos, y que manantial de desdichas para España! No
puede evitarla una asamblea convocada fuera del reino, y sugetos que
componiéndola ni pueden tener libertad ni aun teniéndola creerse que la
tuvieran. Y si se juntasen á los movimientos tumultuosos que pueden
temerse dentro del reino pretensiones de príncipes y potencias extrañas,
socorros ofrecidos ó solicitados, y tropas que vengan á combatir dentro
de su seno contra los franceses y el partido que les siga; ¿qué desola-
ción y qué escena podrá concebirse mas lamentable? La compasión, el
amor y la solicitud en su favor del emperador podia antes que curarla
causarla los mayores desastres.


Ruego pues con todo el respeto que debo se hagan presentes á la su-
prema junta de gobierno los que considero justos temores y dignos de su
reflexión, y aun de ser expuestos al grande Napoleón. Hasta ahora he
podido contar con la rectitud de su corazón , libre de la ambición, dis^
tante del dolo y de una política artificiosa, y espero aun que reconociendo
no puede estar la salud de España en esclavizarla, no se empeñe en cu-
rarla encadenada, porque no está loca ni furiosa. Establézcase primero
una autoridad legítima, y trátese después de curarla.


Estos son mis votos, que no he temido manifestar á la junta y al em-
perador mismo, porque he contado con que, si no fuesen oidos, serán á
lo menos mirados, como en realidad lo son, como efecto de mi amor a
la patria y á la augusta familia de sus reyes, y de las obligaciones de
consejo, cuyo título temporal sigue al obispado en España. Y sobre
todo los contemplo no solo útiles sino necesarios á la verdadera gloria
y felicidad del ilustre héroe que admira la Europa, que todos veneran,
y á quien tengo la felicidad de tributar con esta ocasión mis humildes y
obsequiosos respetos. Dios guarde á V. E. muchos años. Orense 29 de




484 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
mayo de 1808. — Excmo. Sr. — B. L. M. de V. E. su afecto capellán.
— PEDRO obispo de Orense. — Excmo. Sr. Don Sebastian Piñuela.


NUMERO 8.


Esta proclama está inserta en la Gaceta de Madrid del 14 de junio de
1808.


NUMERO 4.


Esta proclama en el Diario de Madrid de I O de junio de 1808.


NUMERO 5.


Gaceta de Madrid de 14 de junio de 1808.


NUMERO 6.


Todas estas gratulatorias pueden leerse en el Diario de Madrid del 12
de junio de 1808, y en las gacetas de aquel tiempo.


NUMERO 7 .


Esta proclama está inserta en el Diario de Madrid del 15 de junio de
1808.


NUMERO 8>


Habiendo aceptado la cesión de la corona de España que mi muy caro
y muy amado hermano el emperador de los franceses etc. hizo á favor de
mi persona, según el aviso que se comunicó al consejo con fecha de 4
del corriente, he venido en nombrar por mi lugarteniente general á
S. A. I. y R. el gran duque de Berg, según se lo participo con esta fe-
cha, encargándole que haga expedir todos los decretos que convengan, á
fin de que los tribunales y los empleados de todas clases continúen en el
ejercicio de sus funciones respectivas; por exigirlo asi el bien general
del reino, que es y será siempre el objeto de mis desvelos. Tendrálo en-
tendido el consejo para su inteligencia y cumplimiento en la parte que
letoca. — Y o EL B E Y . — E n Bayona á 10 de junio de 1808. — Al decano
del consejo


NUMERO 9.


El augusto emperador de los franceses, nuestro muy caro y muy
amado hermano, nos ha cedido todos los derechos quehabia adquirido
á la corona de las Españas por los tratados ajustados en los dias 5 y 10
de mayo próximo pasado. La providencia, abriéndonos una carrera tan
vasta, sin duda que ha penetrado nuestras intenciones : la misma nos
dará fuerzas para hacer la felicidad del pueblo generoso que ha confiado
á nuestro cuidado. Solo ella puede leer en nuestra alma, y no seremos
felices hasta el dia en que correspondiendo á tantas esperanzas, podamos
darnos á nos mismo el testimonio, de haber llenado el glorioso cargo que
se nos ha impuesto. La conservación de la santa religión de nuestros
mayores en el estado próspero en que la encontramos, la integridad y




APÉNDICES. 485
la independencia de la monarquía serán nuestros primeros deberes. Te-
nemos derecho para contar con la asistencia del clero, de la nobleza y
del pueblo, á fin de hacer revivir aquel tiempo en que el mundo entero
estaba lleno de la gloria del nombre español; y sobre todo deseamos es-
tablecer el sosiego, y fijar la felicidad en el seno de cada familia por me-
dio de una buena organización social. Hacer el bien público con el me-
nor perjuicio posible de los intereses particulares será el espíritu de
nuestra conducta; y por lo que á nos toca, como nuestros pueblos sean
dichosos, en su felicidad cifraremos toda nuestra gloria. A este precio
ningún sacrificio nos será costoso. Para el bien de la España , y no para
el nuestro, nos proponemos reinar. El consejo lo tendrá entendido, y
lo comunicará á nuestros pueblos. — Yo EL BEY. — En Bayona á 10 de
junio de 1808. — Al decano del consejo.


NUMERO 10.


Este discurso está inserto en el suplemento á la Gaceta de Madrid del
21 de junio de 1808.


NUMERO 11.


Señor : todos los españoles que componen la comitiva de SS. AA, RR.
los príncipes Fernando, Carlos y Antonio, noticiosos por los papeles
públicos de la instalación de la persona de V. M. C. en el trono de la
patria délos exponentes, con el consentimiento de toda la nación, proce-
diendo consecuentes al voto unánime, manifestado al emperador y rey
en la nota adjunta, de permanecer españoles sin substraerse de sus leyes
en modo alguno, antes bien queriendo siempre subsistir sumisos á
ellas , consideran como obligación suya muy urgente la de conformarse
con el sistema adoptado por su nación, y rendir como ella sus mas hu-
mildes homenages á V. M. C , asegurándole también la misma inclina-
ción, el mismo respeto y la misma lealtad que han manifestado al go-
bierno anterior, de la cual hay las pruebas mas distinguidas; y creyendo
que esta misma fidelidad pasada será la garantía mas segura de la since-
ridad de la adhesión que ahora manifiestan, jurando como juran obe-
diencia á la nueva constitución de su pais, y fidelidad al rey de España
José I o .


La generosidad de V. M. C , su bondad y su humanidad, les hacen
esperar que considerando la necesidad que estos príncipes tienen de que
los exponentes continúen sirviéndoles en la situación en que se hallan,
se dignará V. M. C. confirmar el permiso que hasta ahora han tenido de
S. M. I. yR. para permanecer aquí : y asimismo continuarles por aten-
ción á los mismos príncipes con igual magnanimidad el goce de los bie-
nes y empleos que tenían en España, con las otras gracias que á petición
suya les tiene concedidas S. M. I. y R., hermano augusto de V. M. C , y
constan de la adjunta nota que tienen el honor de presentar á los pies
de V. M. C. con la mas humilde súplica.


Una vez asegurados por este medio de que sirviendo á sus AA. RR.
serán considerados como vasallos fieles de V. M. C. y como españoles
verdaderos, prontos á obedecer ciegamente la voluntad de V. M. C.
hasta en lo mas mínimo; si se les quisiese dar otro destino participarán
completamente de la satisfacción de todos sus compatriotas, á quienes




*
486 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
debe hacer dichosos para siempre un monarca tan justo, tan humano y
tan grande en todo sentido como V. M. C.


Ellos dirigen á Dios los votos mas fervorosos y unánimes para que se
verifiquen estas esperanzas, y para que Dios se digne conservar por mu-
chos anos la preciosa vida de V. M. C. En fin con el mas profundo y
mas sincero respeto, tienen el honor de ponerse á los pies de V. M. G.
sus mas humildes servidores y fieles subditos en nombre de todas las
personas de la comitiva de los príncipes. — EL DUQUE DE SAN CARLOS,
DON JUAN ESCOIQUIZ , EL MARQUÉS BE AYERBE , EL MABQUÉS DE F E -
R I A , DON ANTONIO CORREA, DON PEDRO MACANAZ. — Vaiencey 2 2
de junio de 1808. — (Llórente, tomoí,pag. 105.)


NUMERO 12.


He recibido con sumo gusto la carta de V. M. I y. R. de 15 del cor-
riente , y le doy gracias por las expresiones afectuosas con que me hon-
ra, y con las cuales yo he contado siempre. Las repito á V. M. I. por su
bondad en favor de la solicitud del duque de San Carlos y de Don Pedro
Macanaz, que tuve el honor de recomendar. Doy muy sinceramente en
mi nombre y de mi hermano y tio á V. M. I. la enhorabuena de la satis-
facción de ver instalado á su querido hermano en el trono de España.
Habiendo sido objeto de todos nuestros deseos la felicidad de la generosa
nación que habita su vasto territorio, no podemos ver á la cabeza de
ella un monarca mas digno, ni mas propio por sus virtudes para asegu-
rársela , ni dejar de participar al mismo tiempo del grande consuelo
que nos da esta circunstancia. Deseamos el honor de profesar amistad
con S. M., y este afecto nos ha dictado la carta adjunta que me atrevo á
incluir, rogando á V. M. I . que después de leida se digne presentarla á
S. M. C. Una mediación tan respetable nos asegura que será recibida
con la cordialidad que deseamos. Sire : perdonad una libertad que nos
tomamos, por la confianza sin límites que V. M. I. nos ha inspirado. Y
con la seguridad de todo nuestro afecto y respeto, permitid que yo le
renueve los mas sinceros é invariables sentimientos, con los cuales
tengo el honor de ser, Sire, de V. M. I . y R. su muy humilde y muy obe-
diente servidor. — FERNANDO. — ( L l ó r e n t e , tomo h, pag. 102 . )


NOTA. La carta escrita á José que se cita en la anterior, la oyeron
todos los diputados de Bayona y se quedó con el original Don Miguel
José de Azanza.


NUMERO 13.


En la Gaceta de Madrid del 13 de julio de 1808 y siguientes.


NUMERO 14.


Marqués de San Felipe en sus Comentarios, año de 1700.


NUMERO 15.


Capitulaciones ajustadas entre los respectivos generales de los ejér-
citos español y francés.


Los Excmos. Sres. conde de Tilly, y Don Francisco Javier Castaños
general en gefe del ejército de Andalucía, queriendo dar una prueba de




APÉNDICES. 487
su alta estimación al Excmo. Sr. general Dupont, grande águila de la le-
gión de honor etc., asi como al ejército de su mando por la brillante y
gloriosa defensa que han hecho contra un ejército muy superior en nú-
mero, y que le envolvía por todas partes, y el Sr. general Chabert encar-
gado con plenos poderes por S. E. el Sr. general en gefe del ejército
francés, y el Excmo. Sr. general Marescot grande águila, etc., han con-
venido en los artículos siguientes :


I O Las tropas del mando del Excmo. Sr. general Dupont quedan pri-
sioneras de guerra, exceptuando la división de Vedel y otras tropas
francesas que se hallan igualmente en Andalucía.


2" La división del general Vedel, y generalmente las demás tropas
francesas de la Andalucía que no se hallan en la posición de las com-
prendidas en el artículo antecedente, evacuarán la Andalucía.


3 o Las tropas comprendidas en el artículo 2 o conservarán general-
mente todo su bagage; y para evitar todo motivo de inquietud durante
su viage dejarán su artillería, tren y otras armas al ejército español, que
se encarga de devolvérselas en el momento de su embarque.


4 o Las tropas comprendidas en el artículo I o del tratado saldrán del
campo con los honores de la guerra, dos cañones á la cabeza de cada ba-
tallón y los soldados con sus fusiles que se rendirán y entregarán al
ejército español á cuatrocientas toesas del campo.


5 o Las tropas del general Vedel y otras que no deben rendir sus ar-
mas, las colocarán en pabellones sobre su frente de banderas, dejando
del mismo modo su artillería y tren, formándose el correspondiente in-
ventario por oficiales de ambos ejércitos, y todo les será devuelto, se-
gún queda convenido en el artículo 3».


6 o Todas las tropas francesas de Andalucía pasarán á Sanlúcar y Rota
por los tránsitos que se les señale, que no podrán exceder de cuatro le-
guas regulares al dia con los descansos necesarios para embarcarse en
buques con tripulación española, y conducirlos al puerto de Rochefort
en Francia.


7 o Las tropas francesas se embarcarán asi que lleguen al puerto de
Rota, y el ejército español garantirá la seguridad de su travesía contra
toda empresa hostil.


8 o Los señores generales, gefes y demás oficiales conservarán[sus ar-
mas , y los soldados sus mochilas.


9 o Los alojamientos, víveres y f'orrages durante la marcha y travesía
se suministrarán á los señores generales y demás oficiales, asi como á
la tropa á proporción de su empleo, y con arreglo á los goces de las
tropas españolas en tiempo de guerra.


10" Los caballos que según sus empleos corresponden á los señores
generales, gefes y oficiales del estado mayor se trasportarán á Francia
mantenidos con la ración de tiempo de guerra.


11° Los señores generales conservarán cada uno un coche y un car-
ro ; los gefes y oficiales de estado mayor un coche solamente exentos
de reconocimiento, pero sin contravenir á los reglamentos y leyes del
reino.


12° Se exceptúan del artículo antecedente los carruages tomados en
Andalucía, cuya inspección hará el general Chabert.


13° Para evitar la dificultad del embarque de los caballos de los cuer-
pos de caballería y los de artillería comprendidos en el artículo 2» se




488 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
dejarán unos y otros en España pagando su valor, según el aprecio que
se haga por dos comisionados español y francés.


14° Los heridos y enfermos del ejército francés que queden en los hos-
pitales se asistirán con el mayor cuidado y se enviarán á Francia con
escolta segura, asi que se hallen buenos.


15° Como en varios parages , particularmente en el ataque de Córdo-
ba , muchos soldados, á pesar de las órdenes de los señores generales y
del cuidado de los señores oficiales, cometieron excesos que son consi-
guientes é inevitables en las ciudades que hacen resistencia al tiempo de
ser tomadas, los señores generales y demás oficiales tomarán las medi-
das necesarias para encontrar los vasos sagrados que pueden haberse
quitado y entregarlos si existen.


16° Los empleados civiles que acompañan al ejército francés no se
considerarán prisioneros de guerra, pero sin embargo gozarán durante
su trasporte a Francia todas las ventajas concedidas á las tropas fran-
cesas , con proporción á sus empleos.


17° Las tropas francesas empezarán á evatíuar la Andalucía el dia 23
de julio. Para evitar el gran calor se efectuará por lá noche la marcha,
y se conformarán con la jornada diaria que arreglarán los señores gefes
del estado mayor español y francés, evitando el que las tropas pasen por
las ciudades de Córdoba y Jaén.


18° Las tropas francesas en su marcha irán escoltadas dé tropa espa-
ñola , á saber : 300 hombres de escolta por cada columna de 3000 hom-
bres , y los señores generales serán escoltados por destacamentos de
caballería de línea.


19° A la marcha de las tropas precederán siempre los comisionados
español y francés para asegurar los alojamientos y víveres necesarios,
según los estados que se les entregarán.


20° Esta capitulación se enviará desde luego á S. E. el duque de Ró-
vigo general en gefe de los ejércitos franceses en España, con un oficial
francés escoltado por tropa de línea española.


21° Queda convenido entre los dos ejércitos que se añadirán cómo su-
plemento á esta capitulación los artículos de cuanto pueda haberse omi-
tido para aumentar el bienestar de los franceses durante su permanen-
cia y pasage en España. — Firmado.


Artículos adicionales igualmente autorizados.


I o Se facilitarán dos carretas por batallón para trasportar las male-
tas de los señores oficiales.


2 o Los señores oficiales de caballería de la división del señor general
Dupont conservarán sus caballos solamente para hacer su viage y los en-
tregarán en Rota, punto de su embarco, á un comisionado español en-
cargado de recibirlos. La tropa de caballería de guardia del señor gene-
ral en gefefgozará la misma facultad.


3 o Los franceses enfermos que están en la Mancha asi como los que
haya en Andalucía, se conducirán á los hospitales de Andújar, ú otro
que parezca mas conveniente.


Los convalecientes les acompañarán á medida que se vayan curando; se
conducirán á Rota, donde se embarcarán para Francia bajo la misma ga-
rantía mencionada en el artículo 6 o de la capitulación.




APÉNDICES. 489
4o Los Excmos. Sres. conde de Tilly y general Castaños, prometen


interceder con su valimiento para que el señor general Erselinaut, el se-
ñor coronel La Grange y el señor teniente coronel Roseti, prisioneros
de guerra en Valencia, se pongan en libertad, y conduzcan á Francia
bajo la misma garantía expresada en el artículo anterior. — Firmado.
— ( Véase la Lealtad española, tomo 2 o . )


NUMERO 16.


Mèmoires du due de R o v i g o , v o l u m . 5, cap. 48.


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LIBRO QUINTO.


NUMERO I O .


N u m a n t i a , quantum C a r i h a g i n i s , Capuœ , Corinthi opibus inferior,
i t a v i r t u t i s nomine et honore p a r o m n i b u s , summumque, si v i r o s œs-
t i m e s , Híspante decus : quippe quœ sine muro , sine i u r r i b u s , modice
edito in túmulo apud ¡lumen Durium s i t a , quatuor millibus Celtibe-
r o r u m , quadraginta m i l l i u m exercitum per annos quatuordecim sola
s u s t i n u i t ; nec sustinuit m o d o , sed sosvius aliquanto p e r c u l i t , p u d e n -
disque fœderibus affecit. — L. A . F l o r i , lib. 2 , cap. 48.


NUMERO 2 o .


Annales d'Espagne et de Portugal par Don Juan Alvarez de Col-
menar, tomo 3 ° , pdg. 434 , edición de A m s t e r d a m .


NUMERO 3°.


R e s p u e s t a d a d a á l a intimación del g e n e r a l Lefevre comandante en
gefe d e l ejército francés que s i t i a b a á Z a r a g o z a , p u b l i c a d a en la
Gaceta del 20 de j u n i o de 1808.


Zaragoza es mi cuartel general á 18 de junio.
Si S. M. el emperador envia á V. á restablecer la tranquilidad que


nunca ha perdido este pais, es bien inútil se tome S. M. estos cuidados.
Si debo responder á la cantíanza que me ha hecho este valeroso pueblo
sacándome del retiro en que estaba para poner en mi mano su custodia,
es claro que no llenaría mi deber abandonándole á la apariencia de una
amistad tan poco verdadera.


Mi espada guarda las puertas de la capital, y mi honor responde de
su seguridad : no deben tomarse pues este trabajo esas tropas que aun
estarán cansadas de los dias 15 y 16. Sean enhorabuena infatigables en
sus lides ; yo lo seré en mis empeños.


i. 52




490 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Lejos de haberse apagado el incendio que levantó la indignación espa-
ñola, á vista de tantas alevosías se eleva por momentos.


Se conoce que las espías que V. paga son infieles. Gran parte de Ca-
taluña se ha puesto bajo mi mando : lo mismo ha hecho otra no menor
de Castilla. Los capitanes generales de esta y de Valencia están unidos
conmigo. Galicia, Extremadura, Asturias y los cuatro reinos de An-
dalucía están resueltos á vengar sus agravios. Las tropas francesas co-
meten atrocidades indignas de hombres ; saquean , insultan y matan
impunemente á los que ningún mal les han hecho : ultrajan la religión ,
y queman sus sagradas imágenes de un modo inaudito.


Ni esto ni el todo que V. observa, aun después de los dios 15 y 16 son
propios para satisfacer a un pueblo valiente : V. hará lo que quiera ; y
yo haré lo que debo. — B. L . M. de V. — EL GENERAL DE LAS TROPAS
DE ARAGÓN.


NUMERO 4 .


Segunda y última respuesta dada al general del ejército francés que
sitiaba á Zaragoza, en 27 de junio de 1808.


El intendente de este ejército y reino me ha trasmitido las proposiciones
que V. le ha hecho, reducidas á que yo permita la entrada en esta capi-
tal de las tropas francesas que están bajo su mando , que vienen con la
idea de desarmar al pueblo, restablecer la quietud, respetar las propie-
dades y hacernos felices, conduciéndose como amigos, según lo han he-
cho en los demás pueblos de España que han ocupado, ó bien si no me
conformare á esto que se rinda la ciudad á discreción. Los medios que
ha empleado el gobierno francés para ocupar las plazas que le quedan en
España, y la conducta que ha observado su ejército han podido persua-
dir á V. la respuesta que yo daria á sus proposiciones. El Austria, la
Italia, la Holanda, la Polonia, Suecia, Dinamarca y Portugal presentan,
no menos que este pais, un cuadro muy exacto de la confianza que
debe inspirar el ejército francés.


Esta ciudad y las valerosas tropas que la guardan han jurado morir
antes que sujetarse al yugo de la Francia, y la España toda, en donde
solo quedan ya restos del ejército francés, está resuelta á lo mismo.


Tenga V. presentes las contestaciones que le di ocho dias ha, y los
decretos de 31 de mayo y 18 de este mes, que se le incluyeron, y no ol-
vide V. que una nación poderosa y valiente, decidida á sostener la justa
causa que defiende, es invencible y no perdonará los delitos que V. ó su
ejército cometan. Zaragoza 26 de junio de 1808. — Por el capitán gene-
ral de Aragón, EL MARQUES DE LAZAN.


NUMERO 5.


Kai SC íkcuyiatov xaipoü ~uyriz upa. áxfArjTÍs í¿¡;»s p&lóv Z¡ TOO Skv-ic,


( THUCYD. II, 4 2 . )




APÉNDICES. 491


NUMEBO 6.


Artículos del convenio hecho entre el vicealmirante Siniavin caba-
llero de la orden de San Alejandro, y el almirante sir Carlos
Cotton baronet, para la rendición de la escuadra rusa anclada en
la ribera del Tajo , publicados en la Gaceta extraordinaria de
Londres de 16 de setiembre.


I o Los navios de guerra del emperador de Rusia que están en el Tajo
se entregarán inmediatamente al almirante sir Carlos Cotton con todas
sus municiones : serán enviados á Inglaterra, en donde los tendrá
S. M. B. como en depósito para restituir á S. M. I. seis meses después
de la conclusión de la paz entre S. M. B. y S. M. I. el emperador de to-
das las Rusias.


2 o El vicealmirante Siniavin con todos los oficiales marinos y mari-
neros que están á sus órdenes, volverán á Rusia sin ninguna condición ó
estipulación que les impida servir en lo sucesivo : serán convoyados por
gentes de guerra y navios propios á expensas de S. M. B.


Dado y concluido á bordo del navio Twairdai en el Tajo y á bordo del
Ibernia navio de S. M. B. en la embocadura de la ribera, á 8 de setiem-
bre de 1808. — Signado. — D E SINIAVIN. — CÁBLOS COTTON.


NÜMEBO 7.


Convención definitiva para la evacuación de Portugal por las tropas
francesas, publicada en la Gaceta extraordinaria de Londres.


Los generales en gefe de los ejércitos inglés y francés en Portugal,
habiendo determinado negociar y concluir un tratado para la eva-
cuación de este reino por las tropas francesas sobre las bases del
concluido el 2 2 del presente para una suspensión de armas, han
habilitado á los infrascriptos oficiales para negociarlo en su nom-
bre; á saber : de parte del general en gefe del ejército británico al te-
tiente coronel Murray, cuartelmaestre general, y de la del general en
gefe del francés á Mr. Kellermad general de división, á quienes han dado
la facultad necesaria para negociar y concluir un convenio al efecto,
sujetos sin embargo á su ratificación respectiva, y á la del almirante
comandante de la escuadra británica en la embocadura del Tajo. Los ofi-
ciales después de haber cangeado sus plenos poderes se han convenido en
los artículos siguientes :


1» Todas las plazas y fuertes del reino de Portugal ocupados por las
tropas francesas se entregarán al ejército británico en el estado en que
se hallen al tiempo de firmarse este tratado. 2 o Las tropas francesas
evacuarán á Portugal con sus armas y bagages; no serán consideradas
como prisioneras de guerra, y á su llegada á Francia tendrán libertad
para servir. 3 o El gobierno inglés suministrará los medios de tras-
porte para el ejército francés, que desembarcará en uno de los puertos
de Francia entre Rochefort y Lorient inclusivamente. 4 o El ejército
francés llevará consigo toda su artillería de calibre francés con lo á
ella anejo. Toda la demás artillería, armas, municiones, como también




492 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
los arsenales militares y navales, serán entregados al ejército y navios
británicos en el estado en que se hallen al tiempo de la ratificación de
este tratado. 5o El ejército francés llevará consigo todos sus equipages,
y todo lo que se comprende bajo el nombre de propiedad de un ejército,
y se le permitirá disponer de la parte de ella que el comandante en gefe
juzgue inútil para embarcar. Del mismo modo todos los individuos del
ejército tendrán libertad para disponer de su propiedad privada, con
plena seguridad en lo sucesivo para los compradores. 6 o La caballería
podrá embarcar sus caballos, asi como también los generales y oficiales
de cualquiera graduación, quedando á disposición de los comandantes bri-
tánicos los medios de trasportarlos : el número de caballos que podrán
embarcar las tropas no excederá de 600, ni el de los gefes de 200. De todos
modos el ejército francés tendrá libertad para disponer de los que no pue-
dan embarcarse. 7 o El embarco se liará en tres divisiones, y la última de
ellas se compondrá de las guarniciones de las plazas, de la caballería, ar-
tillería , enfermos y equipage del ejército. La primera división se em-
barcará dentro de siete diasde la fecha de la ratificación. 8 o La guarnición
de Yelbes y sus fuertes de Peniche y Pálmela se embarcará en Lisboa. La
de Almeida en Qporto ó en el puerto mas cercano. 9o Todos los enfer-
mos ó heridos que no puedan embarcarse con las tropas se confian al
ejército británico, cuyo gobierno pagará lo que gasten mientras estén en
este pais, quedando de cuenta de la Francia abonarlo cuando marchen.
El gobierno inglés proporcionará su vuelta á Francia por destacamentos
como de 200 hombres á un tiempo. 10° Luego que los barcos que lleven
el ejército á Francia lo hayan desembarcado en los puertos arriba di-
chos, ó en cualquiera otro de aquel pais adonde el temporal los fuerce á
ir, se les proporcionará toda comodidad para volver á Inglaterra sin di-
lación y seguridad, ó pasaporte para no ser apresados hasta que lleguen
á un puerto amigo. 11° El ejército francés se reconcentrará en Lisboa y
dos leguas al rededor. El inglés á tres leguas, por manera que haya siem-
pre una entre los dos ejércitos. 12° Los fuertes de San Julián, Buxio y
Cascaes serán ocupados por las tropas británicas cuando se ratifique este
convenio. Lisboa y su ciudadela con los fuertes y baterías, el lazareto y
el fuerte de San José los ocuparán cuando se embarque la segunda divi-
sión , como también el puerto con todas las embarcaciones armadas. Las
fortalezas de Yelbes, Almeida, Peniche y Pálmela se entregarán á las
tropas británicas asi que lleguen para ocuparlas. El general en gefe in-
glés noticiará á las guarniciones de estas plazas y á las tropas que las si-
tian este convenio para poner fin á las hostilidades. 13 . Se nombrarán
comisionados por ambas partes para acelerar la ejecución de este conve-
nio. 14° Si se suscitase alguna duda sobre la inteligencia de algún artí-
culo, se interpretará á favor del ejército francés. 15° Desde la ratifica-
ción todas las deudas atrasadas de contribuciones, requisiciones, etc. no
podrán reclamarse por el gobierno francés contra los portugueses, ni
ningún otro que resida en este pais; pues todo lo que se haya pedido é
impuesto después que el ejército francés entró en Portugal por diciem-
bre de 1807, y no se haya pagado aun, queda cancelado, y se levantan
los embargos puestos en los bienes de los deudores para que se les resti-
tuya y queden á su libre disposición. 16° Todos los subditos de Francia
6 de cualquier otra potencia su aliada 6 amiga que se hallen en Portugal
con domicilio ó sin é l , serán protegidos, sus propiedades serán respeta-




APÉNDICES. 495
das, y tendrán libertad para acompañar al ejército francés, ó permane-
cer aqui. En todo caso se les asegura su propiedad con la libertad de
retenerla ó de disponer de ella; y pasando el producto de la venta á
Francia ó cualquier otro pais adonde vayan á fijar su residencia, se les
concede un año para el intento. Sin embargo ninguna de estas estipula-
ciones podrá servir de pretexto para una especulación comercial. 17°Nin-
gun portugués será responsable por su conducta política durante la
ocupación de este pais por el ejército francés; y todos los que han con-
tinuado en el ejercicio de sus empleos, ó que los han aceptado durante
el gobierno francés, quedan bajo la protección de los comandantes in-
gleses , quienes les sostendrán para que no se les cause vejación en sus
personas y bienes; y podrán también aprovecharse de las estipulaciones
del artículo 1 6 ° . 18° Las tropas españolas detenidas á bordo de los navios
en el puerto de Lisboa, serán entregadas al general en gefe inglés, quien
se obliga á obtener de los españoles la restitución de los subditos france-
ses , sean militares ó civiles, que hayan sido detenidos en España, sin
haber sido hechos prisioneros en batalla , ó en consecuencia de operacio-
nes militares, sino con ocasión del 2 9 de mayo y dias siguientes. 1 9 ° In-
mediatamente se hará un cange de prisioneros de todas graduaciones que
se hayan hecho en Portugal desde el principio de las presentes hos-
tilidades. 20° Para la recíproca garantía de este convenio se entre-
garán rehenes de la clase de oficiales generales por parte del ejército
francés, del inglés y de su armada. El oficial del ejército británico
será restituido luego que se dé cumplimiento á los artículos pertene-
cientes al ejército : el de la escuadra y el francés cuando las tropas
hayan desembarcado en su pais. 2 1 " Se permitirá al general francés en-
viar un oficial á Francia con el presente convenio, y el almirante bri-
tánico le dará una embarcación que le convoye á Burdeos ó á Rochefort.
22° Se hará porque el almirante británico acomode á S. E. el general en
gefe y oficiales principales del ejército francés á bordo de los navios de
guerra. Dado y concluido en Lisboa á 30 de agosto de 1808. — Firmado.
— JORGE MURRAY. — KELLEHMAN.


Artículos adicionales.


I o Los empleados civiles del ejército hechos prisioneros , sea por las
tropas británicas ó por las portuguesas en cualquier parte de Portugal ,
serán restituidos, como de costumbre, sin cange.


2 O El ejército francés subsistirá de sus propios almacenes hasta el dia
del embarco, y ta guarnición hasta la evacuación de las fortalezas. El
remanente de los almacenes se entregará en la forma acostumbrada al
gobierno británico , quien se encarga de la subsistencia y caballos del
ejército desde el tiempo referido hasta su llegada á Francia, con la con-
dición de ser reembolsado por el gobierno francés del exceso de gastos
á la estimación que por ambas partes se dé á los almacenes entregados
al ejército inglés. Las provisiones que estén á bordo de los navios de
guerra de que está en posesión el ejército francés, se tomarán en cuenta
por el gobierno inglés asi como los almacenes de la fortaleza.


3 O El general en gefe de las tropas británicas tomará las medidas ne-
cesarias para restablecer la libre circulación de los medios de subsis-
tencia entre el pais y la capital, — Dado, etc.




494 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA. •


NUMERO 8.


En la corte palacio de la reina el 4 de julio de 1808. Presente en el
consejo de S. M. el rey.


Habiendo S. M. tomado en consideración los esfuerzos gloriosos de
la nación española para libertar su pais de la tiranía y usurpación de
Francia, y los ofrecimientos que ha recibido de varias provincias de
España de su disposición amistosa hacia este reino; se ha dignado man-
dar y manda por la presente de acuerdo con su consejo privado :


I o Que todas las hostilidades contra España de parte de S. M. cesen
inmediatamente.


2 o Que se levante el bloqueo de todos los puertos de España, á excepción
de los que se hallan todavía en poder de los franceses.


3 o Que todos los navios ó buques pertenecientes á España sean li-
bremente admitidos en los puertos de los dominios de S. M. como lo
fueron antes de las hostilidades.


4a Que todas las embarcaciones españolas que sean encontradas por
la mar por los navios ó corsarios de S. M., sean tratadas como las de
las naciones amigas, y seles permita hacer todo tráfico permitido á las
neutrales.


5 o Que todos los navios ó mercaderías pertenecientes á los individuos
establecidos en las colonias españolas, que fueren detenidos por los na-
vios de S. M. después de la fecha de la presente, han de ser conducidos
al puerto, y conservados cuidadosamente en segura custodia hasta que
se averigüe si las colonias donde residen los dueños de los referidos na-
vios ó efectos han hecho causa común con España contra el poder de
la Francia.


Y SS. EE. los comisionados de la real tesorería, los secretarios de
estado de S. M., los comisionados del almirantazgo, y los jueces de los
tribunales del vicealmirantazgo, han de tomar para el cumplimiento de
los anteriores artículos las medidas que respectivamente les correspon-
den. — Firmado.— ESTEBAN COTEREIX.


NUMERO 9.


Hpiív Soxei , r¡-¡> ¡iév Ti? éa Apa; ámÉvaí o'íxaoE , SiiZKopevE<jQzi rbv ;£¿>pa v ¿> q
av rJuvwpsSa áuivsiTTaTa" 1311 Sé t i ; "í/za; tü; ¿Sov ¿tmrxoykr), SlccttoX£¡islv toÚtw,
wc áv aVjwpeíaxpáTiOTa.


( XENOPHONTIS , CYR. 3.)


NUMERO 10.


Estas palabras están insertas en una memoria escrita por José á su
hermano Napoleón en Miranda de Ebro á 16 de setiembre de 1808 , co-
gida con otros papeles en la batalla de Vitoria.




L I B R O S E X T O .


NUMEHO 1.


L i s t a de los i n d i v i d u o s q u e c o m p u s i e r o n l a j u n t a s u p r e m a c e n t r a l
g u b e r n a t i v a de E s p a ñ a é I n d i a s p o r el orden alfabético de l a s
p r o v i n c i a s q u e l o s n o m b r a r o n .


P o r A r a g ó n . — D . Francisco Palafox y Melcí gentil hombre de cá-
mara de S. M. con ejercicio, brigadier del ejército, y oficial de reales
guardias de corps. — Don Lorenzo Calvo de Rozas vecino de Madrid é
intendente del ejército y reino de Aragón.


A s t u r i a s . — Don Gaspar Melchor de Jovellanos caballero de la.orden
de Alcántara, del consejo de estado de S. M., y antes ministro de gracia
y justicia. — Marqués de Campo-Sagrado, teniente general del ejército é
inspector general de las tropas del principado de Asturias.


C a n a r i a s . — Marqués de Villanueva del Prado.


Castilla la Vieja. — Don Lorenzo Bonifaz y Quintano dignidad de
prior de la santa iglesia de Zamora. — Don Francisco Javier Caro ca-
tedrático de leyes de la universidad de Salamanca.


Cataluña. — Marqués de Villel conde de Darnfus, grande de España y
gentil hombre con ejercicio. — Barón de Sabasona.


C ó r d o b a . — Marqués de la Puebla de los Infantes grande de España.
— Don Juan de Dios Gutiérrez Rabé.


E x t r e m a d u r a . — Don Martin de Garay intendente de Extremadura, y
ministro honorario del consejo de guerra : fue el primer secretario ge-
neral , y despachó interinamente los negocios de estado. — Don Félix
Ovalle tesorero de ejército de Extremadura.


G a l i c i a . — Conde de Gimonde. — Don Antonio Aballe.


G r a n a d a . — Don Rodrigo Riquelme regente de la cnancillería de Gra-
nada. — Don Luis de Funes canónigo de la santa iglesia de Santiago.


Jaén.—Don Francisco Castañedo canónigo de la santa iglesia de Jaén,
provisor y vicario general de su obispado. — Don Sebastian de Jócano
del consejo de S. M. en el tribunal de contaduría mayor, y contador de
la provincia de Jaén.


León. — Frey Don Antonio Valdés, bailío gran cruz de la orden de
San Juan, caballero del Toisón de oro, gentil hombre de cámara con
ejercicio, capitán general de la armada, consejero de estado, y antes mi-
nistro de marina y interino de Indias. — El vizconde de Quintanilla.


M a d r i d . — Conde de Altamira , marqués de Astorga, grande de Es-
paña, caballero del Toisón de oro, gran cruz de la orden de Carlos I1J-




496 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
caballerizo mayor y gentil hombre de cámara de S. M. con ejercicio.
Fue presidente de la junta. — Don Pedro de Silva patriarca de las In-
dias, gran cruz de la orden de Carlos III y antes mariscal de campo" de
los reales ejércitos. Falleció en Aranjuez y no fue reemplazado.


M a l l o r c a . — Don Tomas de Veri caballero de la orden de San Juan,
teniente coronel del regimiento de voluntarios de Palma. Conde etc.


M u r c i a . — Conde de Floridablanca caballero del Toisón de oro, gran
Cruz de la orden de Carlos I I I , gentil hombre de cámara de S. M. con
ejercicio, y antes primer secretario de estado, interino de gracia y justi-
cia. Fue el primer presidente de la junta central. Falleció en Sevilla y
fue subrogado por el — marqués de San Mames, que no tomó posesión.
— Marqués del Villar. *


N a v a r r a . — Don Miguel de Balanza; — Don Carlos de Amatria;
individuos de la muy ilustre diputación del reino de Navarra.


T o l e d o . — Don Pedro de Ribero canónigo de la santa iglesia de Toledo.
Fue secretario general. — Don José García de la Torre abogado de los
reales consejos.


S e v i l l a . — Don Juan de Vera y Delgado arzobispo de Laodicea, co-
administrador del Sr. cardenal de Borbon en el de Sevilla, y después
obispo de Cádiz. Fue presidente de la junta central. — Conde de Tillí.


V a l e n c i a . — Conde de Contamina grande de España, gentilhombre
de cámara de S. M. con ejercicio. —- Principe Pió grande de España,
coronel de milicias. Falleció en Aranjuez y fue subrogado por el —
marqués de la Romana grande de España, teniente general de los reales
ejércitos y general en gefe del ejército de la izquierda.


Es de advertir que aunque 35 los individuos de la central nunca hubo
reunidos sino 34, habiendo fallecido en Aranjuez sin ser reemplazado
Don Pedro de Silva


N U M E H O 2.


Num ut quisque est v i r optimus, i t a difficillime esse alios improbos s u -
spicatur. ( Cic. ad Q u i n t u m F r a t r e m , l i b . 1°, epist. I a . )


NÜMEBÓ 3.


Véase el manifiesto de los procedimientos del consejo real,


NUMEBO 4.


Et Hispani tarditatis notati sunt : m e v e n g a l a m u e r t e de E s p a ñ a :
v e n i e t m o r s m e a d e H i s p a n i a . Tum scio cunctanter veniet. Franc. Baconi
de Verulamio. Sermones fideles — 25 de expediendis rtegotiis.


NUMEHO 5.


Véase la memoria escrita por los Sres. Azanza y Ofárril.




APÉNDICES. 497
N U M E B O 6.


Swpius enim penuria quam pugna consumit exerciium et ferro swvior
fames est. ( Veget., De re militari, lib. S[, c. 5.)


NüMEBO 7 .
Véase Mariana : Historia de España, lib. 8, cap. 11.


NÜMEKO 8.


Capitulación que la junta militar y política de Madrid propone á
S. M. I. y R. el emperador de los franceses.


Ант. 1». La conservación de la religión católica apostólica y romana
sin que se tolere otra, según las leyes.


Concedido.
Авт. 2 o . La libertad y seguridad de las vidas y propiedades de los


vecinos y residentes en Madrid, y los empleados públicos : la con­
servación de sus empleos, ó su salida de esta corte, si les conviniese.
Igualmente las vidas, derechos y propiedades de los eclesiásticos secula­
res y regulares de ambos sexos, conservándose el respeto debido á los
templos, todo con arreglo á nuestras leyes y prácticas.


Concedido.
Авт. 3 o . Se asegurarán también las vidas y propiedades de los mili­


tares de todas graduaciones.
Concedido.


Авт. 4". Que no se perseguirá á persona alguna por opinión ni escri­
tos políticos, ni tampoco á los empleados públicos por razón de lo
que hubieren ejecutado hasta el presente en el ejercicio de sus empleos,
y por obediencia al gobierno anterior, ni al pueblo por los esfuerzos que
ha hecho para su defensa.


Concedido.


Авт. 5 o . No se exigirán otras contribuciones que las ordinarias que
se han pagado hasta el presente.


Concedido hasta la organización definitiva del reino.


Авт. 6°. Se conservarán nuestras leyes, costumbres y tribunales en
su actual constitución.


Concedido hasta la organización definitiva del reino.


Авт. 7 o . Las tropas francesas ni los oficiales no serán alojados en ca­
sas particulares sino en cuarteles y pabellones, y no en los conventos
ni monasterios, conservando los privilegios concedidos por las leyes n
las respectivas clases.




498 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Concedido, bien entendido que habrá para los oficiales y para los sol­


dados cuarteles y pabellones mueblados conforme á los reglamentos militares ,
á no ser que sean insuficientes dichos edificios.


Ант. 8 o . Las tropas saldrán de la villa con los honores de la guerra,
y se retirarán donde les convenga.


Las tropas saldrán con los honores de la guerra; desfilarán hoy 4 á las dos
de la tarde ; dejarán sus armas y cañones : los paisanos armados dejarán
igualmente sus armas y artillería, y después los habitantes se retirarán á sus
casas y los de fuera á sus pueblos.


Todos los individuos alistados en las tropas de línea de cuatro meses á esta
parte , quedarán libres de su empeño y se retirarán á sus pueblos.


Todos los demás serán prisioneros de guerra hasta su cange, que se hará in­
mediatamente entre igual número grado á'grado.


Авт. 9 O . Se pagarán fiel y constantemente las deudas del estado.
Este objeto es un objeto político que pertenece á la asamblea del reino , y


que pende de la administración general. <
Авт. 10°. Se conservarán los honores á los generales que quieran


quedarse en la capital, y se concederá la libre salida á los que no
quieran.


Concedido : continuando en su empleo, bien que el pago de sus sueldos
será hasta la organización definiÜTa del reino.


Авт. 11° ADICIONAL. Un destacamento de la guardia tomará posesión
hoy 4 á mediodía de las puertas de palacio. Igualmente á mediodía se
entregarán las diferentes puertas de la villa al ejército francés.


A mediodía el cuartel de guardias de corps y el hospital general se en­
tregarán al ejército francés.


A la misma hora se entregarán el parque y almacenes de artillería é
ingenieros a la artillería é ingenieros franceses.


Las cortaduras y espaldones se desharán, y las calles se repararán.
El oficial francés que debe tomar el mando de Madrid acudirá á me­


diodía con una guardia á la casa del principal, para concertar con el go­
bierno las medidas de policía y restablecimiento del buen orden y seguri­
dad pública en todas las partes de la villa.


Nosotros los comisionados abajo firmados, autorizados de plenos
poderes para acordar y firmar la presente capitulación, hemos convenido
en la fiel y entera ejecución de las disposiciones dichas anteriormente.


Campo imperial delante de Madrid 4 de diciembre de 1808. — FER­
NANDO DE LA VEHA Y PANTOJA. — TOMAS DE MOHLA. — ALEJANDRO ,
PRINCIPE DE NEUFCHATEL. — Véase la Gaceta del gobierno de Sevilla
de 6 de enero de 1809.




LIBRO SÉPTIMO


NUMERO \ .


Narrative of the peninsular w a r , by the marqness of Londonderry ,
tomo 1», cap. 10.


NUMERO 2.


Mémoires sur la révolution d'Espagne, p a r M. de Pradl , pág. 225
y sig.


NUMERO 3.


Journal des opérations de l'armée^. de Catalogue , p a r le maréchal
Gouvion Saint-Cyr, cap. \".


NUMERO 4.


Carta del mariscal Moncey.


Señores : la ciudad de Zaragoza se halla sitiada por todas partes, y no
tiene ya comunicación alguna. Por tanto podemos emplear contra la
plaza todos los medios de destrucción qua permite el derecho de la guerra.
Sobrada sangre se ha derramado, y hartos males nos cercan y combaten.
La quinta división del ejército grande á las órdenes del Sr. mariscal Mor-
tier duque de Treviso, y la que yo mando, amenazan los muros. La villa
de Madrid ha capitulado, y de este modo se ha preservado de los infor-
tunios que le hubiera acarreado una resistencia mas prolongada. Señores,
la ciudad de Zaragoza, confiada en el valor de sus vecinos, pero imposi-
bilitada á superar los medios y esfuerzos que el arte de la guerra va á
reunir contra ella si da lugar á que se haga uso de ellos, será inevitable
su destrucción total.


El Sr. mariscal Mortier y yo creemos que Vds. tomarán en considera-
ción lo que tengo la honra de exponerles, y que convendrán con noso-
tros en el mismo modo de opinar. El contener la efusión de sangre , y
preservar la hermosa Zaragoza , tan estimable por su población, rique-
zas y comercio, de las desgracias de un sitio, y de las terribles conse-
cuencias que podrán resultar, seria el camino para grangearse el amor y
bendiciones de los pueblos que dependen de Vds. Procuren Vds. atraer á
sus ciudadanos á las máximas y sentimientos de paz y quietud , que por
mi parte aseguro á Vds. todo cuanto puede ser compatible con mi cora-
zón , mi obligación, y con las facultades que me ha dado S. M. el em-
perador.


Yo envió á Vds. este despacho con un parlamentario : y les propongo
que nombren comisarios para tratar con los que yo nombraré á
este efecto


Quedo de Vds. con la mayor consideración.—Señores. — EL MA-
RISCAL MONCEY. — Cuartel general de Torrero 22 de diciembre de 1808.




500 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Respuesta del general Palafox,


El general en gefe del ejército de reserva responde de la plaza de Za­
ragoza. Esta hermosa ciudad no sabe rendirse. El Sr. mariscal del im­
perio observará todas las leyes de la guerra, y medirá sus fuerzas con­
migo. Yo estoy en comunicación con todas partes de la península, y
nada me falta. Sesenta mil hombres resueltos a batirse no conocen mas
premio que el honor ni yo que los mando. Tengo esta honra que no la
cambio por todos los imperios.


S. E. el mariscel Moncey se llenará de gloria si observando las nobles
leyes de la guerra me bate : no será menor la mia si me defiendo. Lo
que digo á V. E. es que mi tropa se batirá con honor, y desconozco los
medios de la opresión que aborrecieron los antiguos mariscales de
Francia.


Nada le importa un sitio á quien sabe morir con honor, y mas cuando
ya conozco sus efectos en 61 dias que duró la vez pasada. Si no supe ren­
dirme entonces con menos fuerzas, no debe V. E. esperarlo ahora ,
cuando tengo mas que todos los ejércitos que me rodean.


La sangre española vertida nos cubre de gloria; al paso que es igno­
minioso para las armas francesas haber vertido la inocente.


El Sr. mariscal del imperio sabrá que el entusiasmo de once millones
de habitantes no se apaga con opresión, y que el que quiere ser libre lo
es. No trato de verter la sangre de los que dependen de mi gobierno;
pero no hay uno que no la pierda gustoso por defender su patria. Ayer
las tropas francesas dejaron á nuestras puertas bastantes testimonios
de esta verdad, no hemos perdido un hombre, y creo poder estar yo
mas en proporción de hablar al Sr. mariscal de rendición, si no quiere
perder todo su ejército en los muros de esta plaza. La prudencia que le
es tan característica y que le da el renombre de bueno, no podrá mirar
con indiferencia estos estragos y mas cuando ni la guerra, ni los españo­
les los causan ni autorizan.


Si Madrid capituló, Madrid habrá sido vendido, y no puedo creerlo;
pero Madrid no es mas que un pueblo, y no hay razón para que este ceda.


Solo advierto al Sr. mariscal que cuando se envia un parlamento no se
hacen bajar dos columnas por distintos puntos, pues se ha estado á pi­
que de romper el fuego, creyendo ser un reconocimiento mas que un
parlamento.


Tengo el honor de contestar á V. E., Sr. mariscal Moncey, con toda
atención en el único lenguaje que conozco, y asegurarle mis mas sagra­
dos deberes. Cuartel general de Zaragoza 22 de diciembre de 1808. — El
general PALAFOX.


NUMERO 5.
Capitulación.


Акт. \ ° . La guarnición de Zaragoza saldrá mañana 21 al mediodía de
la ciudad con sus armas por la Puerta del Portillo, y las dejará á cien
pasos de la puerta mencionada.


Акт. 2 o . Todos los oficiales y soldados de las tropas españolas pres­
tarán juramento de fidelidad á S. M. católica el rey José Napoleón JA


Акт. 3 o . Todos los oficiales y soldados españoles que hayan prestado




APÉNDICES. 501
juramento de fidelidad, podrán, si quieren, entrar al servicio para la de­
fensa de S. M. católica.


Акт. 4 o . Los que no quieran tomar servicio irán prisioneros de
guerra á Francia.


A R T . 5 O . Todos los habitantes de Zaragoza y los extrangeros, si los
hubiere, serán desarmados por los alcaldes, y las armas se entregarán
en la puerta del Portillo al mediodía del 2 1 .


A R T . 6 O . Las personas y las propiedades serán respetadas por las tro­
pas de S. M. el emperador y rey.


A R T . 7°. La religión y sus ministros serán respetados : se pondrán
guardias en las puertas de los principales édilicios.


A R T . 8 O . Mañana al mediodía las tropas francesas ocuparán todas las
puertas de la ciudad y el palacio del Coso.


Ант. 9 ° . Mañana al mediodía se entregarán á las tropas de S. M. el
emperador y rey toda la artillería y las municiones de toda especie.


A R T . 10° . Las cajas militares y civiles todas se pondrán á disposición
de S. M. católica.


Акт. 11°. Todas las administraciones civiles ytodaclasede empleados
prestarán juramento de fidelidad á S. M. católica.


La justicia se ejercerá como hasta aquí y se hará en nombre de S. M.
católica José Napoleón I o . Cuartel general delante deZaragoza 2 0 de fe­
brero de 1809. — Firmado. — LANCES .


En comprobación de haberse concluido en toda forma esta capitulación
léase la representación hecha á José por la junta de Zaragoza en 1 1 de
marzo de 1 8 0 9 é inserta en la Gaceta de Madrid de 1 9 del mismo mes y
año, y en la que se dice « quedó acordada la capitulación, que fue ratili­
« cada y cangeada en debida forma. »


NUMERO 6 .


He aquí la lista y valuación de las alhajas extraídas.
I A Una joya con 1 9 0 0 brillantes, nueve de ellos de ex­


traordinaria magnitud y muy subido valor. Su hechura un
corazón que en el centro figuraba un cisne tendidas las alas
y descansando en el tronco con un polluelo á cada lado. Dá­
diva testamentaria de la reina de España Doña María Bár­
bara de Portugal. Valuada en pesos fuertes


2 A Una corona de la virgen que en 1 7 7 5 costeó el arzo­
bispo de esta diócesis Don Juan Saenz de Burruaga, de oro
guarnecida de diamantes, rubíes y topacios brillantes; en el
círculo formados de diamantes los atributos de la virgen, á
saber; nave, pozo, fuente, castillo, luna, sol, estrella,
torre, palma, lirio, rosa y cedro : en el centro un triángulo
de diamantes del cual se desprendía una palomita de lo mis­
mo en ademan de mirar á María, y en lo alto un pectoral de
finísimos topacios : costó pesos •


3 A Otra para el niño, dádiva del mismo prelado, á cuya
muerte no pudo recobrarse hasta el año 1 7 8 0 , de oro y dia­
mantes y rubíes brillantes, por remate una cruz y en el pie
un círculo de oro con un diamante tostado : pesos


A la vuelta. . 8 5 , 0 0 0


5 0 , 0 0 0


3 0 , 0 0 0


5 , 0 0 0




502 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NuMEBO 7.
Véase el « Manifiesto del vecindario de Aragón » publicado por Don


Antonio Plana é impreso en Zaragoza en 1814, según razón tomada por
el alcalde mayor de Zaragoza Don Angel Morell de Solanilla.


NUMEBO 8.


Relation des sièges de Saragosse et de Tortose,par le baron Rogniat.
Avant-propos.


Suma de la vuelta. . . . 85,000
4 a Dos retratos guarnecidos de brillantes del emperador


Francisco I» y de la emperatriz su esposa Mar/a Teresa de
Austria reina de Ungría y Bohemia, que por testamento
dejó á № a . S r a . el Excmo. Sr. Don Antonio Azlor : pesos. . 16,000


5 a Un clavel jaspeado de chispas de diamantes y rubíes
brillantes, sobre un pie de esmeraldas orientales, puestas
en oro, con sus dos capullos el uno cerrado y el otro abierto
con su gancho largo de oro y puesto en una cajita de zapa
verde con su charnela de plata. Le dio á María Santísima la
Excma. Sra. Doña María Teresa de Vallabriga esposa del
Sermo. infante de España Don Luis de Borbon, año 1788 :
valorado en pesos 7,000


6 a Una cruz de la orden de Santiago con 68 diamantes
montados en oro por dos caras, todos rosas y tan bellos
que por su blancura parecían cortados de una pieza : va­
luada en pesos. . 8,418


7* Una joya con 106 diamantes rosas, de exquisita lim­
pieza y blancura y un precioso esmalte que regaló á María
Santísima el Sermo­. Sr. Don Juan de Austria el dia de la
Concepción de 1669 : pesos 6,891


8 a Una venera de la orden de Calatrava de oro esmaltado
con 52 diamantes rosas, algunos gruesos y muy finos todos.
La dio el Excmo. Sr. conde de Baños : apreciada en pesos. 3,943


9 a Un par de pendientes con 28 diamantes rosas muy
preciosos montados en oro que dejó en 1743 Doña María
Ignacia de Azlor : valorados sin hechuras en pesos 1,855


10 a Un corazón de aljófar grande y bello con algunos ru­
bíes, esmeraldas y diamantes : pesos 116


11 a Una juya con corona de oro y 64 diamantes rosas :
pesos 128


12 a Otra de oro con 59 diamantes : pesos ^60
Suman todas : pesos ­129,411 V«


El mariscal Mortier fue el único que rehusó el regalo que le presenta­
ron; mas la alhaja parece no volvió al joyero.




LIBRO OCTAVO.


NUMERO 1.


Véase el decreto de 12 de abril de 1809, inserto en el suplemento á
la Gaceta de) gobierno de Sevilla de 15 de mayo de 1809.


NUMERO 2.


Véase el Prontuario de las leyes y decretos de José, tomo I o , pág. 109.


NUMERO 3.


Véase el manifestó de la junta central; sección tercera, hacienda :
documentos justificativos núm. 38 y siguientes.


Entre los donativos y anticipaciones extraordinarias de América se
cuentan, entre muchos que ascendieron á un millón y dos millones,
el de Don Antonio Basoco de cuatro millones de reales, y el del go-
bernador del estado Don Manuel Santa María que fue de ocho millones
de la misma moneda. (Véase sobre esto último Gaceta extraordinaria del
gobierno de Sevilla del 8 de diciembre de 1809.)


NUMERO 3 BIS.


El rey nuestro Sr. Don Fernando VII, y en su real nombre la junta
suprema central gubernativa del reino, considerando que los vastos y
preciosos dominios que España posee en las Indias no son propiamente
colonias ó factorías como los de otras naciones, sino una parte esencial
é integrante de la monarquía española; y deseando estrechar de un modo
indisoluble los sagrados vínculos que unen unos y otros dominios, como
asimismo corresponder á la heroica lealtad y patriotismo de que acaban
de dar tan decisiva prueba á la España, en la coyuntura mas crítica que
se ha visto hasta ahora nación alguna, se ha servido S. M. declarar, te-
niendo presente la consulta del consejo de Indias de 21 de noviembre
último, que los reinos, provincias é islas que forman los referidos do-
minios , deben tener representación nacional é inmediata á su real per-
sona, y constituir parte de la junta central gubernativa del reino por
medio de sus correspondientes diputados. Para que tenga efecto esta
real resolución han de nombrar los vireinatos de Nueva-España, el
Perú, Nuevo reino de Granada, y Buenos-Aires, y las capitanías gene-
rales independientes de la isla de Cuba, Puerto-Rico, Goatemala, Chile,
provincias de Venezuela y Filipinas, un individuo cada cual que re-
presente su respectivo distrito. En consecuencia dispondrá V. E. que en
las capitales, cabezas de partido del vireinato de su mando (1), inclusas
las provincias internas, procedan los ayuntamientos á nombrar tres in-
dividuos de notoria probidad, talento é instrucción, exentos de toda


[ I) Méjico.




504 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
nota que pueda menoscabar su opinión pública; haciendo entender V. E.
á los mismos ayuntamientos la escrupulosa exactitud con que deben pro-
ceder á la elección de dichos individuos, y que prescindiendo absoluta-
mente los electores del espíritu de partido que suele dominar en tales
casos, solo atiendan al rigoroso mérito de justicia vinculado en las ca-
lidades que constituyen un buen ciudadano y un celoso patricio.


Verificada la elección de los tres individuos, procederá el ayuntamiento
con la solemnidad de estilo á sortear uno de los tres, según la costum-
bre, y el primero que salga se tendrá por elegido. Inmediatamente par-
ticipará á V. E. el ayuntamiento con testimonio el sugeto que haya sa-
lido en suerte, expresando su nombre, apellido, patria, edad, carrera ó
profesión y demás circunstancias políticas y morales de que se halle
adornado.


Luego que V. E. haya recibido en su poder los testimonios del in-
dividuo sorteado en esa capital y demás del vireinato, procederá con
el real acuerdo (1), previo examen de dichos testimonios, á elegir tres
individuos de la totalidad en quienes concurran cualidades mas reco-
mendables , bien sea que se le conozca personalmente, bien por opinión
y voz pública; y en caso de discordia decidirá la pluralidad.


Esta terna se sorteará en el real acuerdo (2) presidido por V. E., y el
primero que salga se tendrá por elegido y nombrado diputado de ese
reino (3) y vocal de la junta suprema central gubernativa de la monar-
quía , con expresa residencia en esta corte.


Inmediatamente procederán los ayuntamientos de esa y demás capita-
les á extender los respectivos poderes ó instrucciones, expresando en
ellas los ramos y objetos de interés nacional que haya de promover.


En seguida se pondrá en camino con destino á esta corte y para los
indispensables gastos de viages, navegaciones, arribadas, subsistencia
y docoro con que se ha de sostener, tratará V. E. en junta superior de
real hacienda la cuota que se le haya de señalar, bien entendido que su
porte, aunque decoroso, ha de ser moderado, y que la asignación de
sueldo no ha de pasar de seis mil pesos fuertes anuales.


Todo lo cual comunico á V. E. de orden de S. M. para su puntual
observancia y cumplimiento, advirtiendo que no, haya demora en la
ejecución de cuanto va prevenido. Dios guarde á V. E. muchos años.
Real palacio del Alcázar de Sevilla 22 de enero de 1809.


IÑUMEBO 4.


Señor ministro de la corte de Londres : muy señor mió : He dado
cuenta á la suprema junta central de la nota que V. S. se ha servido pa-
sarme con fecha de 27 de febrero último, relativa á la guarnición de la
plaza de Cádiz por las tropas inglesas, y asimismo de la carta del gene-
ral Don Gregorio de la Cuesta que V. S. me incluye original, y tengo el
honor de devolver adjunta : y S. M. queda enterado de que no encon-
trando V. S. por la respuesta del general Cuesta una necesidad imperiosa


(1) Isla de Cuba. Procederá cou el real acuerdo, si existiese en la Habana , y en su defecto con el
K. o b i s p o , el in tendente , un miembro del ayuntamiento y prior del consulado y previo e x a m e n , etc.


(2) O junta.
( 3 ) O Isla. Puerto-P.lco. Procederá con el R. o b i s p o . y un miembro del ayuntamiento , y previo


e i á m e n , e tc . — En otra parte. Tratará V. S . en la junta y con los ministros de esas reales cajas la
« o l a , etc.




APÉNDICES. 50o
ó urgente de hacer marchar á su ejército el pequeño cuerpo de tropas
británicas que V. S. dueña enviarle de refuerzo (obteniendo el permiso
de que ese cuerpo dejase una fracción suya en la plaza de Cádiz), ha
escrito V. S. al general Mackecuse, para que los trasportes vuelvan á
Lisboa, donde su presencia parece necesaria según los avisos que acaba
de recibir. Con este motivo manifiesta V.S . que le ha parecido no seria
ni decente ni conveniente insistir en la admisión de beneficio, cuyas
consideraciones inseparables eran miradas con una especie de repug-
nancia. V. S. tendrá presente cuanto sobre este particular he tenido el
honor de manifestarle en nuestras conferencias; pero la suprema junta
me manda presentar á V. S. algunas observaciones que cree de impor-
tancia. Empezaré por repetir á V. S. que la suprema junta está muy le-
jos de concebir la menor sospecha contra los deseos que V. S. ha mani-
festado de que quedasen en la plaza de Cádiz algunas tropas británicas.
La lealtad del gobierno inglés, la generosidad con que ha acudido á
nuestro socorro, y la franqueza que ha usado con el gobierno español
hacen imposible toda sospecha. Pero la suprema junta debe respetar la
opinión pública nacional; y asi se ha propuesto observar una conducta
mesurada y prudente que la ponga á cubierto de toda censura. Si el es-
tado presente de nuestros negocios militares fuese tan apurado que hi-
ciese temer alguna próxima amenaza contra Cádiz; si nuestras propias
fuerzas fuesen incapaces de defender aquel punto; si faltasen otros su-
mamente importantes donde puede ser combatido el enemigo con el me-
jor suceso, la suprema junta no tendría el temor de chocar con la opi-
nión pública, admitiendo tropas extrangeras en aquella plaza, porque
la opinión pública no podría menos de formarse sobre este estado su-
puesto de cosas. Mas V. S. sabe que nada de esto sucede; que nuestros
ejércitos se mantienen en puntos muy distantes de Cádiz ; que aquella
plaza está por ahora exenta de toda sorpresa; que aun cuando las cosas
sucediesen tan mal, como no podemos esperar, le quedarían al enemigo
mucho terreno y muchos obstáculos que vencer antes de amenazar á
Cádiz, que en ningún caso podia faltar tiempo para replegarse sobre
una plaza fácil de defender, y que no puede mirarse sino como un
último punto de retirada; y por último , que esos puntos extremos no
deben defenderse en ellos mismos, á menos de un caso apurado, y sí en
otros mas adelantados. Asi es que el ejército de Extremadura defiende
por aquella parte la entrada de los enemigos, como la defiende por Sierra-
Morena el ejército de la Carolina y del centro combinados. En esos
puntos es necesario convenir que está la defensa de las Andalucías; y
por eso S. M. hace todo lo posible para reforzarlos. Allí está el enemigo
que de algún tiempo á esta parte no ha podido hacer el menor progreso;
y allí, si conseguimos reunir fuerzas superiores, se puede dar un golpe
decisivo al enemigo al paso que no sera nunca tal contra nosotros el
que él pudiera darnos. Por otra parte ve V. S. que la Cataluña se de-
fiende valerosamente sin dejar al enemigo adelantar un paso; y que Za-
ragoza, que debe mirarse como un antemural, resiste heroicamente á
los repetidos ataques y hace pagar bien caro al enemigo su obstinada
porfía. Es pues evidente que los poderosos auxilios de la Gran Bretaña
serían infinitamente útiles en el ejército de Extremadura, en el de la
Carolina, y en Cataluña, donde podría servir directa ó indirectamente á
la defensa de Zaragoza. Esta es la opinión de la suprema junta de la na-


i. 55




S06 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
cion entera, y esta será sin duda la de quien contemple con imparciali-
dad el verdadero estado de las cosas. La suprema junta espera que V. S.
reflexionando detenidamente sobre esta franca exposición, entrará en
sus ideas, y se lisonjea de que ellas merecerán el aprecio del gobierno de
S. M. B., ya por el valor que ellas tienen, y ya por la deferencia que el
mismo gobierno ha manifestado hacia la suprema junta; pues al dar el
ministro británico parte de su pensamiento sobre la entrada de tropas
inglesas en Cádiz al ministro de S. M. en Londres, solo se la presentó
como una idea que debia comunicarse á la suprema junta para oir su opi-
nión acerca de ella. De aqui nace en gran parte la confianza que tiene
S. M. sobre los sentimientos de S. M. B. en este asunto, luego que le
sean presentes estas justas observaciones.


Debe también considerarse que desembarcando las tropas auxiliares
en los puntos que se han indicado á V. S. en las inmediaciones de Cá-
diz , y dirigiéndose á reforzar el ejército del general Cuesta donde pueden
cubrirse de gloria, siempre encontrarán en Cádiz una segura retirada en
caso de desgracia. Pero si un cuerpo desde luego poco numeroso hubiese
de dejar en Cádiz parte de su fuerza para asegurar en tanta distancia la
retirada, V. S. convendrá que semejante socorro inspiraría á la nación
poca, confianza, sobre todo después de los sucesos de la Galicia. V. S.
cree que todos los trasportes deben volver á Lisboa, donde juzga ne-
cesaria su presencia, y ha comunicado en su consecuencia las órdenes al
efecto. De esa medida pudiera decirse lo que de la que acabo de exponer,
á saber : que la suprema junta tiene la firme opinión de que el Portugal
no puede defenderse en Lisboa, y de que el mayor número de tropas
debería emplearse en las líneas mas adelantadas donde se halla el ene-
migo, y donde puede ser derrotado de un modo que sea decisivo en sus
consecuencias. Por todas estas razones está persuadida la suprema junta
de que si el gobierno británico resolviese que sus tropas no obren uni-
das con las nuestras sino con la condición indicada, jamas podrá impu-
társela esa no cooperación. No puede ocultarse á la discreta ilustración
de V. S. que la suprema junta debe obrar en todas ocasiones, y mucho
mas en las presentes circunstancias, de tal modo, que si por hipótesi
fuere necesario manifestar á la nación y á la Europa entera las razones
de su conducta en todos , ó en algunos de los grandes negocios que
ocupaban la atención de S. M. , pueda hacerlc^fcn aquella seguridad y
aquellos fundamentos que la conciben la opinión general, que es el pri-
mero y principal elemento de su fuerza.


S. M. espera que tomadas por V. S. en seria consideración estas ob-
servaciones, serán presentadas por V. S. al gobierno de S. M. B. como
los sentimientos francos de un aliado fiel y reconocido, que cuenta en
tan honrosa lucha con el auxilio eficaz de las tropas inglesas. Tengo con
este motivo el honor, etc. — Dios, etc. — Sevilla, I o de marzo de 180D.—
B. L. M. de V. S. etc. — MARTÍN DE GARAY.


NUMERO 5.


Véase la Gaceta extraordinaria del gobierno de Sevilla de 24 de abril
de 1809 y el suplemento á la misma de 8 de mayo del mismo.


NUMERO 6.


Esta correspondencia se insertó íntegra en el suplemento á la Gaceta




APÉNDICES. 507


Reales.
Las rentas ordinarias de la provincia de Asturias produ-


jeron entonces al año lo mismo que antes 8,000,000
Los donativos 4,000,000
Un préstamo , 3,500,000
Asi el total que entró en arcas desde mayo de 1808 hasta


mayo de 1809 de rentas y recursos de la provincia , fue de
unos , 15,500,000


Deben agregarse á estos quince millones quinientos milrs. vn. veinte
millones de reales que vinieron de Inglaterra ; mas de los últimos ha-
biéndose enviado dos á la central t quedan reducidos á diez y ocho, as-
cendiendo por consiguiente el total á 35.500,000 reales vn. Durante este
tiempo mantuvo la provincia constantemente de 18 á 20,000 hombres
sobre las armas; á los que al principio dio hasta una peseta diaria.
Véase si con este gasto y lo que costaba el pago de las autoridades civiles
habia lugar á dilapidaciones. Ademas el marqués de Vista-Alegre, que
estaba al frente de la hacienda del principado, era hombre de gran seve-
ridad en la materia é incapaz de entrar en ningún manejo deshonroso
y feo.


NUMERO 8.


Don Argenton se escapó por la noche luego que los franceses salieron
de Oporto. Pasó á Inglaterra y de alli parece ser que yendo á Francia
para sacar á su muger y á sus hijos fue cogido y arcabuceado.


NUMERO 9.


Sabe V. M. que hace mas de cinco meses que no he recibido órdenes ni
noticias, ni socorros : por consiguiente carezco de muchas cosas, é ignoro
las disposiciones generales. El general de brigada Vialenes se hallaba muy
cansado, y me dijo en Lugo que estaba malo. Conocí que su dolencia no
era tan grave como decia; pero viendo su temor le mandé que se retirase
hacia el lado del mayor general de V. M. á recibir sus órdenes. También
hubiera querido dar igual destino á los generales Lahoussaye y Mermet
que no siempre han hecho lo que pudieran hacer para ventaja nuestra ;
pero dejé de tomar esta determinación hasta llegar á Zamora, para no
dar mas crédito á las voces de las cabalas ó conspiraciones que se espar-
cieron (Sacado de la Gaceta del gobierno de 28 dejuliq.de 1809.
Pliego interceptado del mariscal Soult á José, fecho en la Puéblale Sa-
nabria á 25 de junio de 1809.)


NUMERO 10.


He aqui algunos pormenores de tan siiigular.hecho. Era en el otoñó
de-1805 y daba Mr. Pitt lina comida en el campo, á la que asistían los


del gobierno de Sevilla de 12 de mayo de 1809. Todas las contestaciones
honran á sus autores, como también otra que dio mas adelante y sobre
el mismo asunto al general Sebastiani Don Francisco Abadía. Esta se
insertó en la Gaceta del gobierno de Sevilla de 29 de mayo de 1809.


NUMERO 7.




508 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
lores Liverpool (entonces Hawkesbury) Castlereagh, Bathurst y otros,
como también el duque de Wellington (entonces sir Arturo Wellesley)
que acababa de llegar de la India. Durante la comida recibió Pitt un
pliego, cuya lectura le dejó pensativo. A los postres yéndose los cria-
dos, según la costumbre de Inglaterra, ó como ellos dicen, the cloth being
removed and the servants out, dijo Pitt: «Malísimas noticias; Mack se ha
« rendido en Ulma con 40,000 hombres, y Bonaparte sigue á Viena sin
« obstáculo. » Entonces fue cuando exclamaron sus amigos, y él replicó
lo que insertamos en el texto. Como su respuesta era tan extraordinaria,
muchos de los concurrentes, aunque callaron por el respeto que le tenian,
atribuyéronla sobre todo en lo que dijo de España á desvarío causado
por el mal que le oprimía, y de que falleció tres meses después. Pitt
percibiendo en los semblantes el efecto que habian producido sus prime-
ras palabras, añadió las siguientes bien memorables : «Sí , señores, la
« España será el primer pueblo en donde se encenderá esta guerra pa-
« triótica que solo puede libertar á Europa. Mis noticias sobre aquel
« pais, y las tengo por muy exactas, son de que si la nobleza y el clero
« han degenerado con el mal gobierno y están á los pies del favorito,
« el pueblo conserva toda su pureza primitiva, y su odio contra Francia
« tan grande como siempre, y casi igual á su amor á sus soberanos.
« Bonaparte creé y debe creer la existencia de estos incompatible con la
« suya, tratará de quitarlos, y entonces es cuando yo le aguardo con la
« guerra que tanto deseo. »


Hemos oido esto en Inglaterra á varios de los que estaban alli presen-
tes : muchas veces ha oido lo mismo al duque de Wellington el general
Don Miguel de Álava, y dicho duque reíirió el suceso en una comida
diplomática que dio en Paris el duque de Richelieu en 1816, y á la que
se hallaban presentes los embajadores y ministros de toda Europa.


FIN DEL TOMO PRIMERO.


s. — EN LA IMPRENTA UE CASIMIR ,
calle de la Vieille-Monnaie, u 0 i 2 .




COLECCIÓN


DE LOS MEJORES


AUTORES ESPAÑOLES.


TOMO VII .


HISTORIA
DEL


L E V A N T A M I E N T O , G U E R R A Y R E V O L U C I Ó N


DE ESPAÑA.


TOMO II.




P A I I I S . — E N L A I M P R E N T A D E CASIMIR ,


Calle de la Vieille-Monnaie, (ä.




* HISTORIA
D E L


LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN


DE ESPAÑA.
POR


EL CONDE DE TORENO.


TOMO SEGUNDO.


(
r f .v¿w;.


r r.


PARÍS.
EN LA LIBRERÍA EUROPEA DE BAUDRY,


CALLE D ü COQ-SAINT-HONORÉ ,


C E R C A D E L L O T J Y R E .


1838 / . ' .




Ojiig uescit prlmom ease bistorta legem no


quid falsi dicere audeat? delude ne quid veri non


aadeat? oe qua Auspicio grallseslt in ecrlbeodo?


ne qua slmultatlsf


C I C E B O , De Oratore* lib. 2 , c. 15.




HISTORIA
DEL


LEVANTAMIENTO, G U E R R A Y REVOLUCIÓN


DE ESPAÑA.


LIBRO NOVENO.


Conducta de la central después de Medellin. — Su decreto de 18 de abril. —
Ideas añejas de algunos de sus individuos. — Repruébalas el gobierno i n -
glés. — Fuerza que adquiere el partido de jovellanos. — Proposición de
Calvo de Rozas para convocar á cortes, i5 de abril. — Ensanche que se
da á la imprenta. — Semanario patriótico. — Descontentos con la junta. —
Infantado. — Don Francisco Palafox. — Montijo. — Alboroto que promueve
el último en Granada reprimido. — Discútese en la junta convocar á cortes.
— Decreto de 2 3 de mayo. — Efecto que produce en la opinión. — Resta-
blecimiento de todos los consejos en uno solo. — Operaciones de los ejérci-
tos. — Aragón. — Ríndese Jaca á los franceses. — El padre Consolación. —
Pérdida de Monzón. — Son rechazados los franceses en Meqúinenza. — M o -
lina. — Pasa el 5 o cuerpo de Aragón á Castilla. — Sucede á Junot Suchet
en el mando de Aragón. — Formación del a° ejército español de la derecha.
— Mándale Blake. — Reino de Valencia. — Reúne Blake el mando de toda
la corona de Aragón. — Muévese Blake. — Conmociones en Aragón. —
Albelda. — Tamarite. — Abandonan los franceses á Monzón. — En vano
intentan tecobrarle. — Ríndense 600 franceses. — Entra Blake en Alcañiz.
— Va Suchet 4 su encuentro. — Batalla de Alcañiz. — Retírate Suchet á
Zaragoza. — Situaron crítica de Suchet. — Partidarios. — Adelántase
Blake á Zaragoza. — Batalla de Maria. — Retírase Blake á Botorrita. —
Retírase de Botorrita. — Batalla de Belchite. — Resultas desastradas de la
batalla. — Pasa Blake á Cataluña. — Conspiración de Barcelona, — Supli-
cio de algunos patriotas. — Sucesos del mediodía de España. — Mariscal
Victor; — Patriotismo de Extremadura. — Inacción de Víctor. — Pasa La-
pisse de tierra de Salamanca á Extremadura. — Entra en Alcántara. —
Úñense Lapisse y Victor. — Marchan contra Portugal. — Desisten de su
intento. — Muévese Cuesta. — Partidarios de Extremadura y Toledo. —
Vuelan los franceses el puente de Alcántara. — Ejército de la Mancha. —
Va á su encuentro sin fruto José Bonaparte. — Campaña de Talavera. —
Fuerzas que tomaron parte en «Ha. —< Marcha Wellesley á Extremadura.
— Planes diversos de los franceses. — Situación de Soult. — Cuesta en las
casas del Puerto. — Avístase alli con él Wellesley. — Plan que adoptan. —


II. 1




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Medidas que habia tomado la central. — Marcha adelante el ejercito
aliado. — Propone Wellesley á Cuesta atacar.— Rehúsalo el general español.
— Incomódase Wellesley. — Avanza solo Cuesta. — Reconcéntranse los
franceses. — Avanza Wilson á Navalcarnero. — Peligro que corre el ejer-
cito de Cuesta.— Batalla de Talavcra , 27 y 28 de julio. — Severidad de
Cuesta..— Recompensas que da la junta central y el gobierno ingle's. — Re-
líranse los franceses á diversos puntos. — No sigue Wcllington el alcance.
— Motivos de ello. — Llega Soult á Extremadura. — Ya Wellington á s u
encuentro. — Tropas que se agolpan al valle del Tajo. — Cuesta se retira
de Talavera. — El ejército aliado se pone en la orilla izquierda del Tajo. —
Paso del Arzobispo por los franceses. — L>eja Cuesta el mando. — Suce'dele
Eguia. — Nuevas disposiciones de los franceses. •— Encue'ntranse Wilson y
NYy en el Puerto de Baños. — Extorsiones del ejercito de Soult. — Muerte
violenta del obispo de Coria. — Eje'rcito de Yenégas. — Su marcha. —
Nómbrale la junta capitán general de Castilla la Nueva. Su incertidumbre.
Defiende el paso del Tajo cu Aranjuez. — Batalla de Almonacid. — Reti-
rada del ejército español. — Su dispersión. — Contestaciones con los in-
gleses sobre subsistencias. — Llegada á España del marqués de Wellesley. —
Plan de subsistencias. — Conducta y tropelías del gobierno de José. — Opi-
nión de Madrid. — Júbilo que allí hubo el dia de Santa Ana. •— Nuevos
decretos de José. — Medidas económicas. — Plata de particulares. — Del
palacio. — De iglesias. — Mr. Napier. —Cédulas hipotecarias. — Cédulas
de indemnización y recompensa. — Otros decretos.


El querer llevar á término en el libro anterior la evacuación tle
Galicia y de Asturias nos obligó á no detenernos en nuestra nar-
ración hasta tocar con los sucesos de aquellas provincias en el mes
de agosto. Volveremos ahora airas para contar otros no menos
importantes que acaecieron en el centro del gobierno supremo y
demás partes.


conducta ae u L a r o t a de Medellin sobre el destrozo del ejército
central después habia causado en el pueblo de Sevilla mortales anpus-
de Medellin. . . . . * • 1 1 . . u


tías por la siniestra voz esparcida de que la junta cen-
tral se iba á Cádiz para de alli trasladarse á América. Semejante
nueva solo tuvo origen en los temores de la muchedumbre y en
indiscretas expresiones de individuos de la central. Mas de estos los
que eran de temple sereno y se hallaban resueltos á perecer antes
s u decreto d e h < l u e a abandonar el territorio peninsular, aquietaron


de abril. á sus compañeros y propusieron ue decreto publicado
en 18 de abril, en el cual se declaraba « que nunca mudaría ( la
« junta) su residencia, sino cuando el lugar de ella estuviese en
« peligro ó alguna razón de pública utilidad lo exigiese. » Corres-
pondió este decreto a¡ buen ánimo que habia la junta mostrado al
recibir la noticia de la pérdida de aquella batalla, y á las contes-
taciones que por este tiempo dio á Sotelo, y que ya quedan re-
feridas. Asi puede con verdad decirse que desde entonces hasta
después déla jornada de Talavera fue cuando obró aquel cuerpo
con mas dignidad y acierto en su gobernación,


ideas añejas Antes algunos individuos suyos, si bien noveles
de algunos de sus . , , . . . . . 1 1 • • ^- 1


inawiduos. republicos e hijos de la insurrección, continuaban




LIBRO NOVENO. 3


tan apegados al estado de cosas de los reinados anteriores, que
aun fallándoles ya el arrimo del conde de Floridablanca, á duras
penas se conseguía separarlos de la senda que aquel había tra-
zado : presentando obstáculos á cualquiera medida enérgica,
y señaladamente á todas las que se dirigían á la convocación de
cortes, ó á desatar algunas de las muchas trabas de la imprenta.
Apareció ían grande su obstinación que no solo provocó murmu-
raciones y desvio en la gente ilustrada, según en su lugar se
apuntó, sino que también se disgustaron todas las clases : y hasta
el mismo gobierno inglés, temeroso de que se abo- R < , p i . u é b a i a a e l
gase el entusiasmo público, insinuó en una nota de 20 gobierno inglés,
de julio de 1809* « que si se atreviera á criticar (son C A p . n . i . )
« sus.palabras) cualquiera de las cosas que se habían
« hecho en España, tal vez manifestaría sus dudas... de si no ha-
« bia habido algún recelo de soltar el freno... átoda la energía del
« pueblo contra el enemigo. »


Tan universales clamores y los desastres, principal aunque cos-
toso despertador de malos ó poco advertidos gobiernos, hicieron
abrir los ojos á ciertos centrales y dieron mayor fuerza é influjo
al partido de Jovellanos, el mas sensato y distinguido F u e r a i l u e a n -
de los que dividían á la junta, y al cual se unió el de «oiere ei partido


i i t> ' ' • de Joyellanos.
Calvo de Rozas menor en numero pero mas enérgico
é igualmente inclinado á fomentar y sostener convenientes refor-
mas. Ya dijimos como Jovellanos fue quien primero propuso en
Aranjuez llamar á cortes, y también como se difirió para mas ade-
lante tratar aquella cuestión. En vano con los reveses se intentó
después renovarla, esquivándola asimismo, mientras vivió, el pre-
sidente conde de Floridablanca; á punto que no contento con^ha-
cer borrar el nombre de corles que se hallaba inserto en el primer
BiaatSesCa de fa ceaCraí, reñusó firmar este, aun quitada aqueíía
palabra, enojado con la expresión subslituida de que se restable-
cerían « las leyes fundamentales de la monarquía. » Rasgo que
pinta lo aferrado que estaba en sus máximas el antiguo ministro.


Ahora muerto el conde y algún tamo ablandados ios partidarios
de sus doctrinas, osó Calvo de Rozas proponer de
nuevo, en 15 de abril, el que se convocase la nación á C f l ^ o P d e C R o z ' a 5
cortes. Hubo vocales que todavía anduvieron rehacios; p ^ a comocar n
mas estando la mayoría en favor de la proposición, l^3'15 0 a
fue esta admitida á examen; debiendo antes discu-
tirse en las diversas secciones en que para preparar sus trabajos
se distribuía la junta.


Por el mismo tiempo dióse alíjun ensanche á la im-
. ! , . . u . . . . , , . Ensanche qufl


prenta, y se permitió la continuación del periódico se da á ia ¡m-
intitulado Semanario patriótico : obra empezada en viaM-
Madrid por Don Manuel Quintana, y que los contra- s ™ r t * u c o . p a "
tiempos militares habian interrumpido. Tomáronla en




4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


la actualidad á su cargo Don I. Antillon y Don J. Blanco; mere-
ciendo este hecho particular mención por el influjo que ejerció en la
opinión aquel periódico y por haberse tratado en él con toda liber-
tad y por primera vez en España graves y diversas materias políticas.
Descontentas con Mudado y mejorado asi el rumbo de la junta, avíva-


la ¡nnta. ronse las esperanzas de los que deseaban unirá la de-
fensa de la patria el establecimiento de buenas instituciones, y se
reprimieron aviesas miras de descontentos y perturbadores. Contá-
banse entre los últimos muchos que estaban en opuestos sentidos,
divisándose al par de individuos del consejo otros de las juntas, y


amigos de la inquisición al lado de los que lo eran de
n an a o. ^ libertad de imprenta^ Desabrido por lo menos se


mostró el duque del Infantado; no olvidando la preferencia que se
daba á Venégas, rival suyo desde la jornada de Uclés. Creíase que


d e no ignoraba los manejos y amaños en que ya entonces
Palatox. andaban Don Francisco de Palafox y el conde del
Moutijo. Montijo, persuadido el primero de que bastaba su


nombre para gobernar el reino, y arrastrado el se-
cúndenle su índole inquieta y desasosegada.


Centellearon chispas de conjuración en Granada, á
p r e m u n e " e i u- donde el del Montijo teniendo parciales habia acudido
« m o en Granada p a r a enseñorearse déla ciudad. Acompañóle en su


viage el general inglés Doyle; y el conde, atizador
siempre oculto de asonadas, movió el 16 de abril un alboroto en
que corrieron las autoridades inminente peligro. La pérdida de
estas hubiera sido cierta si el del Montijo al llegar al lance no des-
mayara según su costumbre, temiendo ponerse á la cabeza de un
regimiento ganado en favor suyo y de la plebe amotinada. La junta
provincial, habiendo vuelto del sobresalto, recobró su ascendiente
y prendió á los principales instigadores. Mal lo hubiera pasado su
encubierto gefe, si á ruegos de Doyle, á quien escudaba el nombre
de inglés, no se le hubiera soltado con tal que se alejara de lá ciu-
dad. Pasó el conde á Sanlúcar de Barraineda y no renunció ni á
sus enredos, ni á sus tramas. Pero con el malogro de la urdida en
Granada desvaneciéronse por entonces las esperanzas de los ene-
migos de la central, conteniéndolos también la voz pública, que
pendiente de la convocación de cortes y temerosa de desuniones
quería mas bien apoyar al gobierno supremo en medio de sus de-
fectos , que dar pábulo á la ambición de unos cuantos, cuyo ver-
dadero objeto no era el procomunal.


Discútese en ía Mientras tanto examinada en las diversas secciones
m t a conyocar a i a junta la proposición de Calvo de llamar á cortes,
cortes. pasóse á deliberar sobre ella en junta plena. Susci-
táronse en su seno opiniones varias, siendo de notar que los in-
dividuos que habia en aquel cuerpo mas respetables por su ri-
queza , por sus luces y anteriores servicios sostuvieron con ahinco




LIBRO NOVENO. 5
la proposición. De su número fueron el presidente marqués de
Aslorga, el bailío don Antonio Valdés, Don Gaspar de Jovellanps,
Don Martin de Garay y el marqués de Campo Sagrado. Alabóse
mucho el voto del último por su concisión y firmeza. Explayó Jove-
llanos el suyo con la erudición y eloquencia que le eran propias;
mas excedió á todos en libertad y en el ensanche que queria dar
á la convocatoria de cortes el bailío Valdés, asentando que, salvo la
religión católica y la conservación de la corona en las sienes de
Fernando VII, no deberían dejar aquellas institución alguna ni
ramo sin reformar, por estar todos viciados y corrompidos. Dictá-
menes que prueban hasta qué punto ya entonces reinaba la opinión
de la necesidad y conveniencia de juntar cortes entre las personas
señaladas por su capacidad, cordura y aun aversión á excesos po-
pulares.


Aparecieron como contrarios á la proposición Don José García de
la Torre , Don Sebastian Jócano, Don Rodrigo Riquelme y Don
Francisco Javier Caro. Abogado el primero de Toledo, magistra-
dos los otros dos de poco crédito por su saber, y el último mero
licenciado de la universidad de Salamanca, no parecia que tuviesen
mucho que temer de las cortes ni de las reformas que resultasen ,
y sin embargo se oponian á su reunión, al paso que la apoyaban
los hombres de mayor valía, y que pudieran con mas, c o n T 0 .
razón mostrarse mas asombradizos. A pesar de los en- "»r l a s c i r t e s -
contrados dictámenes se aprobó por la gran mayoría de la junta la
proposición de Calvo y se trató luego de extender el decreto.


Al principio presentóse una minuta arreglada al voto del bailío
Valdés; mas conceptuando que sus expresiones eran harto libres,
y aun peligrosas en las circunstancias, y alegando de. fuera y por su
parle el ministro ingles Frere razones de conveniencia D e C r c t o de 2 2 de
política, varióse el primer texto, acordando en su m a J ° -
lugar otro decreto que se publicó con fecha de 22 de mayo, y en
el que se limitaba la junta á anunciar « el restablecimiento de la re-
« presentación legal y conocida de la monarquía en sus antiguas
« cortes, convocándose las primeras en el año próximo, ó antes si
« las circunstancias lo permitiesen, » Decreto tardío y vago, pero
primer fundamento del edificio de libertad que empezaron después
á levantar las cortes congregadas en Cádiz.


Disponíase también por uno de sus artículos que. una comisión de
cinco vocales de la junta se ocupase en reconocer y preparar los
trabajos necesarios para el modo de convocar y formar las prime-
ras cortes, debiéndose ademas consultar acerca de ello á varias
corporaciones y personas entendidas en la materia.


El no determinarse (lia fijo para la convocación, el , f e c t o ' .
adoptar el lento y trillado camino de las consultas, y <iu« ™ '« ° p ¡ -
el haber sido nombrados para la comisión indicada con
los señores arzobispos de Laodicea, Castañedo y Jovellanos los se-




6 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ñores Riquelme y Caro eiíemigos de la resolución, excitó la sos-
pecha de que el decreto promulgado no era sino engañoso señuelo
para atraer y alucinar; por lo que su publicación no produjo en
favor de la central todo el fruto que era de esperarse.


Restablecí- ^ o c o después disgustó igualmente el restableci-
miento de todos miento de todos los consejos : á sus adversarios por
M O M K 1 0 8


m juzgar aquellos cuerpos particularmente al de Castilla
opuestos á toda variación ó mejora, á sus amigos por


el modo como se restablecieron. Según decreto de 3 de marzo de-
bía instalarse de nuevo el consejo real y supremo de Castilla, rea-
sumiéndose en él todas las facultades que tanto por lo respectivo á
España como por lo tocante á Indias nabian ejercido hasta aquel
tiempo los demás consejos. Por entonces se suspendió el cumpli-
miento de este decreto, y solo en 25 de junio se mandó llevar á
debido efecto. La reunión y confusión de todos los consejos en
uno solo fue lo que incomodó á sus individuos y parciales, y la
junta no tardó en sentir de cuan poco le servia dar vida y halagar
á enemigo tan declarado.


A pesar de esta alternativa de varias y al parecer encontradas
providencias, la junta central, repetimos, se sostuvo desde el abril
hasta el agosto de 1809 con mas séquito y aplauso que nunca; á lo
que también contribuyó no solo haber sido evacuadas algunas pro-
vincias del norte, sino el ver que después de las desgracias ocurri-
das se levantaban de nuevo y con presteza ejércitos en Aragón,
Extremadura y otras partes.
operaciones de Rendida Zaragoza cayó por algún tiempo en des-


íos ejércitos. mayo el primero de aquellos reinos. Conociéronlo los
Aragón. franceses, y para no desaprovechar tan buena oportu-


nidad, trataron de apoderarse de las plastas y puntos
importantes que todavía no ocupaban. De los dos cuerpos suyos
que estuvieron presentes al sitio de Zaragoza, se destinó el S° á
aquel objeto, permaneciendo el 3 o en la ciudad , cuyos escombros
aun ponian espanto al vencedor. Hubieran querido los enemigos
enseñorearse de una vez de Jaca, Monzón, Benasque y Mequinenza.
Mas á pesar de su conato no se hicieron dueños sino de Jas dos
primeras plazas, aprovechándose de la flaqueza de las fortificacio-
nes y falta de recursos, y empleando otros medios ademas de la
fuerza.
Ríndese jaca a Salió para Jaca el ayudante Fabre del estado mayor


ios franceses. llevando consigo el regimiento 34° y un auxiliar de
nuevo género que desdecía del pensar y costumbres de los militares
EI padre c o n - franceses. Era pues este un fraile agustino de nombre


soiacion. f ray José de la Consolación, misionero tenido en la
tierra en gran predicamento, mas de aquellos cuyo traslado con
tanta maestría nos ha delineado el festivo y satírico padre Isla. El
8 de marzo entró el fray José en la plaza, y la elocuencia que antes




LIBRO NOVENO. 7


empleaba, si bien con poca mesura, por lo menos en respetables
objetos, sirvióle ahora para pregonar su misión en favor de los
enemigos de la patria, no siendo aquella la sola ocasión en que los
franceses se valieron de frailes y de medios análogos á los que re-
prendían en los españoles. Convocó á junta el padre Consolación á
las autoridades y á otros religiosos, y saliéndole vanas por esta vez
sus predicaciones, fomentó en secreto ayudado de algunos la de-
serción , la cual creció en tanto grado que no quedando dentro sino
poquísimos soldados, tuvo el 21 que rendirse el teniente de rey Don
Francisco Campos qué hacia de gobernador. Aunque no fuese Jaca
plaza de grande importancia por su fortaleza, éralo por su situa-
ción que impedia comunicarse con Francia. Desacreditóse en Ara-
gón el fraile misionero, prevaleciendo sobre el fanatismo el odio á
la dominación extrangera,


Perdióse Monzón á principios de marzo. Habia el rér<i¡<ia de aion-
i" del mes llegado á sus muros el marqués de Lazan z o n -
procedente de Caialuña y acompañado ele la división de que habla-
mos anteriormente. Adelantóse á la sierra de Alcubierre, hasta
que sabedor de la rendición de Zaragoza y de que los franceses se
acercaban, retrocedió al cuarto dia. Don Felipe Perena, á quien
había dejado en Beabegal, tampoco tardó en retirarse, á Monzón,
en donde luego apareció con su brigada el general Girard. Infor-
mado Lazan de que el francés traia respetable fuerza, caminó la
vuelta de Tortosa, y viéndose solo el gobernador de Monzón Don
Rafael de Anseátegui, desamparó con toda su gente el castillo ,
evacuando igualmente la villa los vecinos.


No salieron los franceses tan lucidos en otras em- S o n r e c ] i a z a .
presas que en Aragón intentaron, á pesar del abati- dos ios franceses
miento que habia sobrecogido á sus habitantes. El e n M é q u i n e n z a -
mariscal Mortier gefe, como sabe el lector, del S° cuerpo, quiso
apoderarse en persona y de rebate de Mequinenza, villa solo am-
parada de un muro antiguo y de un mal castillo, pero de al-
guna importancia por ser llave hacia aquella parte del Ebro , y
tener su asiento en donde este rio y el Segre se juntan en una
madre. Tres tentativas hicieron en marzo los enemigos contra
la villa : en todas ellas fueron repelidos, auxiliando á los de
Mequinenza los vecinos de la Granja, pueblo catalán no muy
distante.


Extendiéronse igualmente los franceses via de Va- M
lencia hasta Morella, de donde exigidas algunas contri-
buciones se replegaron á Alcañiz. Por el mediodía de Aragón se
enderezaron á Molina, enojados del brioque mostraban los natura-
les , quienes bajo la buena guia de su junta liabian atacado el 22 de
marzo y ahuyentado en Truecha 300 infantes y caballos de los con-
trarios. Por ello y por verse asi cortada la comunicación entre Ma-
drid y Zaragoza, dirigiéronse los últimos en gran número contra




8 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Molina, de lo que advertida su junta se recogió á cinco leguas en
sierras del señorío. Todos los vecinos desampararon la villa, cuyo
casco ocuparon los franceses, mas solo por pocos dias.


Napoleón en tanto creyendo que los aragoneses esta-
Pasa el quinto . r , . í , ™ , . , i


cuerpo de A r a - han sometidos con la caída de Zaragoza, e ímportando-
gon * cast iua. j e a c u ( ] ¡ r ¿ Castilla á fin de proseguir las operaciones
contra los ingleses, determinó que el 5 o cuerpo marchase á últimos
de abril del lado de Valladolid, poniéndole después asi como al 2 o
y 6 o , según ya se dijo, bajo el mando supremo del mariscal Soult.


sucede á janot Quedó por consiguiente para guardar á Aragón solo
S o c n s t e n e i m a n - el 3 e rcuerporegído por elgeneral Junot, quien perma-
d o d e A r a g o n . ., i,- , • V , V - j - l c -


necio allí corto tiempo, habiendo caído enfermo, y no
juzgándose capaz de gobernar por sí pais tan desordenado y poco
seguro. Sucedióle Suchet que estaba al frente de una de las divisior
nes del 5 o cuerpo, y dejando dicho general á Mortier en Castilla,
volvió á Zaragoza y se encargó del mando de la provincia y del
3 e r cuerpo, cuya fuerza se hallaba reducida con las pérdidas expe-
rimentadas en el sitio de aquella ciudad y con las enfermedades,
notándose ademas en sus filas muy menguada la virtud militar. Llegó
el 19 de marzo á Zaragoza el general Suchet con la esperanza de
que tendría suficiente espacio para restablecer el orden y la disci-
plina sin ser incomodado por los españoles.


Mas engañóse, habiendo la ¡unta central acordado
Formación del • . , i • • i* i j i


segundo ejército con laudable previsión medidas de que luego se ent-
echa?1 i e " ** P e z ^ ^ r e c ° g e r e^ fruto. Debe mirarse como la mas prin-


cipal la de haber ordenado á mediados de abril la for-
mación de un segunda ejército de la derecha que se denominaría de
Aragón y Valencia, y cuyo objeto fuese cubrir las entradas de la
última provincia é incomodar á los franceses en la otra. Confióse el


« L A , ™ , mando á Don Joaquín Blake que se hallaba en Tortosa,
Mándale Blake. , , . , , , , ^ . " . , 2 / - , 1 -


iiabiendolfi la central ¡poco antes enviado a Cataluña
bajo las órdenes de Reding, quien á su arribo le destinó á aquella
plaza para mandar la división de Lazan acuartelada en su recinto. El
nuevo ejército debía componerse de esta misma división que cons-
taba de 4 á 5000 hombres, y de las fuerzas que aprontase Va-
lencia.
Remo de vaienr Rica y populosa esta provincia hubiera en verdad


c l a ' podido coadyuvar grandemente á aquel objeto, si rer
yertas interiores no hubiesen en parte inutilizado los impulsos de su
patriotismo. Habíase su territorio mantenido libre de enemigos
desde el junio del año anterior. Continuaba á su frente la primera
junta que era sobrado turbulenta, y permaneció mucho tiempo
mandando como capitán general el conde de la Conquista, hombre
no muy entusiasmado por la causa nacionalque consideraba perdida.
En diciembre de 1808 se recogió allí desde Cuenca, hasta donde
habia acompañado al ejército del centro, Don José Caro y con é!




LIBRO NOVENO. 9


una corta división. Luego que llegó este á Valencia fue nombrado
segundo cabo, y prontamente se aumentaron los piques y sinsabores
queriendo el Don José reemplazar en el mando al de la Conquista.
No cortó la discordia el barón de Sabasona individuo de la central
enviado á aquel reino en calidad de comisario : buen patricio, pero
ignorante, terco y de fastidiosa arrogancia, no era propio para
conciliar voluntades desunidas ni para imponer el debido respeto.
Anduvieron pues sueltas mezquinas pasiones, hasta que por fin en
abril de 1809 consiguió Caro su objeto, sin que por eso se aho-
gase , conforme después veremos, la semilla de enredos echada en
aquel suelo por hombres inquietos. Asi fue que Valencia, á pesar de
sus muchos y variados recursos y de tener cerca á Murcia libre tam-
bién de enemigos, y sujeta en lo militar á la misma capitanía general,
no ayudó por de pronto á Rlake con otra fuerza que la de ocho ba-
tallones apostados en Morella á las órdenes de Don Pedro Roca.


Con estos y la división mencionada de Lazan em- R e n n e b w k >
pezó á formar Don Joaquín Blake el segundo ejército el mando de to~
de la derecha. Entonces solo trató de disciplinarlos, A a r a g O I ) ' ; o r o ' " 1 d e
contentándose con establecer una línea de comuni-
cación sobre el rio Algas, y otra del lado de Morella. Mas poco
después, animadocon que la central hubiese añadido á su mandoel
de Cataluña vacante por muerte de Reding, y sabedor de que la
fuerza francesa en Aragón se habia reducido á la del 3 e r cuerpo,
como también que muchos de aquellos moradores se M o é y e a e B l a k e
movían, resolvió obrar antes de lo que pensaba, sa-
liendo de Tortosa el 7 de mayo. Manifestáronse los primeros sinto-
nías de levantamiento hacia filonzon. Sirvieron de eslí- conmociones en
mulo las vejaciones y tropelías que cometían en Bar- Aragón,
bastro y orillas del Cinca las tropas del general Habert. Dio la señal
en principios de mayo la villa de Albelda negándose
á pagar las contribuciones y repartimientos que le ha- 6 3
bian impuesto. Enviaron los franceses gente para castigar tal osadía;
mas protegidos los habitantes por 700 hombres que de Lérida en-
vió el gobernador Don José Casimiro Lavalle á las órdenes de los
coroneles Don Felipe Perena y Don Juan Baget, no solo se liber-
taron del azote que les amagaba, sino que también con- T a m a r | t 0
siguieron escarmentar en Tamarite á los enemigos ,
cuyo mayor número se retiró á Barbastro quedando unos 200 en
Monzón. Alentados con el suceso los naturales de esta villa y can-
sados del yugo extrangero, levantáronse contra sus A M n ( 1 ( m a n l o s
opresores, y les obligaron á retirarse de sus ho- franceses á j a n -
gares.


Necesario era que los franceses vengasen tamaña afrenta. Diri-
gieron pues crecida fuerza lo largo déla derecha del Cinea, y el
16 cruzaron este rio por el vado y barca del Pomar. E n T 8 n o ¡ n t e n , a .
Atacaron á Monzón que guarnecia con un reducido r o n « c o i r a r i e .




10 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


batallón y un tercio de rniqueletes Don Felipe Perena : creían ya loa
enemigos seguro el triunfo, cuando fueron repelidos y aun desalo-
jados del lugar del Pueyo. Insistieron al dia siguiente en su propó-
sito , y hasta penetraron en las calles de Monzón ; pero acudiendo
á tiempo desde Fonz Don Juan Baget tuvieron que retirarse con
pérdida considerable. Escarmentados de este modo pidieron socor-
ro á Barbastro, de donde salieron con presteza en su ayuda 2000
hombres. Desgraciadamente para ellos el Cinca hinchándose con
las avenidas salió de madre, y les impidió vadear sus aguas. Se-
parados por este incidente, y sin poder comunicarse los franceses
de ambas orillas, conocieron su peligro los que ocupaban la iz-
quierda, y para evitarle corrieron hacia Albalate en busca del
puente de Fraga. Había antes previsto su movimiento el goberna-
dor español de Lérida, y se encontraron con que aquel paso estaba
ya atajado. Revolvieron entonces sobre Fonz y Estadilla, queriendo
repasar el Cinca del lado de las montañas situadas en la confluencia
del Esera. Hostigados alii por todos lados, faltos de recursos y
sin poder recibir auxilio de sus compañeros de la margen derecha,


Rindense 600 tuvieron que rendirse estos que en vano habían recor-
franceses. ri¿0 t 0 ( j a \ a izquierda, entregándose prisioneros el 21


de mayo á los gefes Perena y Baget en número de unos 000 hom-
bres. Encendióse mas y mas con hecho tan glorioso la insur-
rección del paisanage, y fue estimulado Blake á acelerar sus mo-
vimientos.
Entra Blake en Ya este general después de su salida de Tortosa se


Aicamz. había aproximado á la división francesa que en Al-
cañiz y sus alrededores mandaba el general Laval, obligándole á
evacuar aquella ciudad el 18 del mes de mayo. Los enemigos
todavía no tenían por alli numerosa fuerza, pues dicha división
no permanecía entera y reunida en un punto, sino que acantonada
se extendía hasta Barbastro, mediando el Ebro entre sus esparci-
dos trozos. Nada hubiera importado á los franceses semejante des-
parramamiento si no perdieran á Monzón, y si impensadamente no
se hubiera aparecido Don Joaquín Blake, cuyos dos acontecimien-
tos supiéronse en Zaragoza el 20 á la propia sazón que Súchel aca-
baba de tomar el mando.
Va Suchet á su


Se desvanecieron por consiguiente los planes de
encuentro. e s t e g e n e r a ¡ ¿ e mejorar el estado de su ejército antes


de obrar, y en breve se preparó á ir á socorrer á su gente. Dejó
en Zaragoza pocas tropas, y llevando consigo la mayor parte de
la segunda división marchó á reforzar la primera del mando de
Laval, que se reconcentraba en las alturas de Híjar. Juntas
ambas ascendían á unos 8000 hombres, de los que 600 eran
de caballería. Arengó Suchet á sus tropas, recordóles pasa-
das glorias, y yendo adelante se aproximó á Alcañiz, en donde
ya estaba apostado Don Joaquín Blake. Contaba por su parte-




LIBRO NOVENO. ií


el general español, reunidas que fueron las divisiones valen-
ciana de Morella y aragonesa de Torlosa, 8176 infantes y
481 caballos.


La derecha al mando de Don Juan Carlos de Arei- Baiaiia ae Alca-
zaga se alojaba en el cerro de los Pueyos de Fó moles; a i ! -
la izquierda gobernada por Don Pedro Roca permaneció en el ca-
bezo ó cumbre baja de Rodriguer, situándose el centro en el de
Capuchinos á las inmediatas órdenes del general en gefe y de su
segundo el marqués de Lazan. Corría á la espalda del ejército el
rio Guadalope, y mas allá se descubría colocada en un recuesto la
ciudad de Alcañiz.


A las seis de la mañana del 25 aparecieron los enemigos por el
camino de Zaragoza, retirándose á su vista la vanguardia española
que regia Don Pedro Tejada. Pusieron aquellos su primer conato
en apoderarse de la ermita de Fórnoles, atacando el ceno por
el frente y flanco derecho, al mismo tiempo que ocupaban las
alturas inmediatas. Contestaron con acierto los nuestros á sus
fuegos, y repelieron después con serenidad y vigorosamente una
columna sólida de 900 granaderos, que marchaba arma al brazo
y con grande algazara. Queriendo entonces el general Blake causar
diversión al enemigo, envió contra su centro un trozo de gente
escogida al mando de Don Martin de Menchaca. No estorbó esta
atinada resolución el que Suchet repitiese sus ataques para ense-
ñorearse de la ermita de Fórnoles, si bien infructuosamente, al-
canzando gloria y prez Areizaga y los españoles que defendian el
puesto. Enojados los franceses al ver cuan inútiles eran sus esfuer-
zos , revolvieron sobre 3Ienchaca, que , acometido por superiores
fuerzas, tuvo que recogerse al cerro de la mencionada ermita.
Extendióse en seguida la pelea al centro é izquierda española,
avanzando una columna enemiga por el camino de Zaragoza con tal
impetuosidad que por de pronto todo lo arrolló. Mandábala el ge-
neral francés Fabre, y sus soldados llegaron al pie de las baterías
españolas del centro, en donde los contuvo y desordenó el fuego
vivísimo de los infantes, y el bien acertado á metralla de la artille-
ría que gobernaba Don Martin García Loigorri. Rota y deshecha
esta columna tuvieron los enemigos que replegarse, dejando el ca-
mino de Zaragoza cubierto de cadáveres. Nuestras tropas picaron
algún trecho su retirada, y no insistió Blake en el perseguimiento
por la desconfianza que le inspiraba su propia caballería que an-
duvo floja en aquélla jornada. Perdieron los españoles de 200 á 300
hombres : los franceses unos 800, quedando herido levemente en
un pie el general Suchet. Prosiguieron los últimos por la noche su
marcha retrógrada, y tal erfcel terror inf undido en sus Retirase s u c h e t
lilas que esparcida la voz de que llegaban los españo- 4 Zaragoza,
les echaron sus soldados á correr, y mezclados y en confusión lle-
garon á Samper de Calanda. Avergonzados con el dia volvieron en




12 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


si , y pudo Suchet recogerse á Zaragoza, cuyo suelo pisó de nuevo
el 6 de junio.


Satisfecho Blake de haber reanimado á sus tropas con la victo-
ria alcanzada, limitóse durante algunos dias á ejercitarlas en las
maniobras militares, mudando únicamente de acantonamientos. La
junta de Valencia acudió en su auxilio con gente y otros socorros,
y la central, estableciendo un parte ó correo extraordinario dos ve-
ces por semana, mantuvo activa correspondencia, remitiendo en
oro y por conducto tan expedito los suficientes caudales. Reforzado
el general Blake y con mayores recursos se movió camino de Zara-
goza , confiado también en que el entusiasmo de las tropas supliría
hasta cierto punto lo que les faltase de aguerridas.


Por su parte el general Suchet tampoco desperdició el tiempo
que le había dejado su contrario, pues acampando su gente en las
inmediaciones de Zaragoza procuró destruir las causas que habían
sitmcioi. critica a l S U H t a n t 0 corrompido la disciplina. Formó igual-


de suchet. mente con objeto de evitar cualquiera sorpresa atrin-
cheramientos en Torrero y á lo largo de la acequia, barreó el
arrabal, mejoró las fortificaciones de la Aljafería, y envió camino
de Pamplona lo mas embarazoso de la artillería y del bagage.


En las apuradas circunstancias que le rodeaban no solo tenia que
prevenirse contra los ataques de Blake, sino también


a n ar os. c o n t r a j a s asechanzas de los habitantes, y los esfuerzos
de varios partidarios. De estos se adelantó orillas del Jalón un
cuerpo franco de 1000 hombres al mando del coronel Don Ramón
Gayan, y por el lado de Monzón é izquierda del Ebro acercóse al
puente del Gallego el brigadier Perena. De suerte que otro desca-
labro como el de Alcañiz bastaba para que tuviesen los franceses
que evacuará Zaragoza, y dejar libre el reino de Aragón.


Afanado asi el general Suchet y lleno de zozobra ocupábase sobre
todo en averiguar las operaciones de Don Joaquin Blake, cuando
supo que este se aproximaba. Preparóse pues á recibirle, y dejando
la caballería en el Burgo, distribuyó los peones entre el monte
Torrero y el monasterio de Santa F é , camino de Madrid, al paso
que destacó á Muel al general Fabre con 1200 hombres.
Adelantase Blake El ejército español proseguía su movimiento, y en-


a Zaragoza. grosadas sus filas con nuevas tropas reunidas de varias
partes, pasaba su número de 17,000 hombres. De ellos hallábase
el 13 avanzada en Botorriía la división de Don Juan Carlos de Arei-
zaga, estando en Fuendetodos con los demás Don Joaquin Blake.
Noticioso este general de que Fabre se había adelantado de Muel á
Longares, apresuró su marcha en la misma tarde con intento de
coger al francés entre sus tropas y las de Areizaga. Mas aquel
viéndose cortado del lado de Zaragoza, abandonó un convoy de
víveres, y se retiró á Plasencia de Jalón. Inútilmente corrió en su
ayuda la segunda división francesa, que ni pudo abrir la comuni-




LIBRO NOVENO. 13


cacion ni apoderarse del puesto que en Botorrita ocupaba Areizaga,
teniendo al fin que replegarse sabedora de que venia sobre ella el
grueso del ejercito español.


Cerciorado de lo mismo el general Suchet y resuelto á combatir,
tomó sus disposiciones. La fuerza con que contaba ascendía á unos
12,000 hombres, debiéndose juntar en breve dos regimientos pro-
cedentes de Tudela, y Fabre que desde Plasencia caminaba á Zara-
goza. La disciplina de sus soldados se habia mejorado, mostrándose
mas serenos y animados que en Alcañiz.


En la mañana del 15 el general Blake luego que
llegó á María, distante dos leguas y media de Zara- B a t a l l a d e M a n a -
goza, pasó mas allá y cruzó el arroyo que pasa por delante de aquel
pueblo. Su ejército estaba distribuido en columnas mandadas por
coroneles, y le colocó sobre unas lomas repartido en dos líneas. La
primera de estas la mandaba Don Pedro Roca, y en ella se mantuvo
desde el principio Don Joaquin Biake. Estaba al frente de la se-
gunda el marqués de Lazan. Situóse sobre la derecha que era la
parte mas llana la caballería, capitaneada por el general Odonojú
con algunos infantes, apoyándose en el Huerba, cuyas dos orillas
ocupaba. La fuerza alli presente no pasaba de 12,000 hombres,
continuando destacada en Botorrita la división de Areizaga cora-
puesta de 5000 combatientes.


En frente y á corta distancia del nuestro se divisaba el ejército
francés, guiado por su general Suchet. Los españoles permanecían
quietos en su puesto, y los enemigos no se apresuraron á empeñar
la acción hasta las dos de la tarde que les llegó el refuerzo de los
regimientos de Tudela. Entonces habiendo dejado de antemano en
Torrero al general La val para tener en respeto á Zaragoza, movióse
Suchet por el frente haciendo otro tanto los españoles. Dieron estos
muestras de flanquear con su izquierda la derecha de los enemigos,
lo cual estorbó el general francés reforzándola, hasta querer por
aquella parte romper nuestras filas. Separaba á entrambos ejércitos
una quebrada que recibió orden de cruzar el general Musnier, á
quien no solo repelieron los españoles, sino que reforzada su iz-
quierda con gente de la derecha le desordenaron y deshicieron.
Acudió en su auxilio por mandato de Suchet el intrépido general
Harispe, consiguiendo aunque herido restablecer entre sus tropas el
ánimo y la confianza. En aquella hora sobrevino una horrorosa tro-
nada con lluvia y viento que casi suspendió el combate, impidiendo
á ambos ejércitos el distinguirse claramente.


Serenado el tiempo pensó Suchet que seria mas fácil romper la
derecha no colocada tan ventajosamente, y en donde se hallaba la
caballería inferior á la suya en número y disciplina. Asi fue que
con una columna avanzó de aquel lado el general Habert, prece-
diéndole Vattier con dos regimientos de caballería. Ejecutada la
operación con celeridad se vieron arrollados los ginetes españoles




14 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


y rota la derecha, apoderándose los franceses de un puentecilío
por el cual se cruzaba el arroyo colocado detrás de nuestra posi-
ción. Permaneció no obstante firme en esta Don Joaquín Blake,
y ayudado de los generales Lazan y Roca resistió durante largo
rato y con denuedo á las impetuosas acometidas que por el frente
y oblicuamente hicieron los franceses. Al fin ilaqueando algu-
nos cuerpos españoles se arrojaron todos abajo de las lomas que
ocupaban, en cuyas hondonadas formándose barrizales con la
lluvia de la tormenta se atascaron muchos cañones, de los que
en lodo se perdieron hasta unos quince. Fueron cogidos prisio-
neros el general Odonojú y el coronel Menchaca, siendo bastantes
los muertos.
Retirase Blake a Retiráronse después los españoles sin particular


Botorrita. molestia, uniéndose en Botorrita á la división de Arei-
zaga, que lastimosamente no tomó parte en la acción. Ignoramos
las razones que asistieron á Don Joaquin Blake para tenerla alejada
del campo de batalla. Si fue con intento de buscar en ella refugio
en caso de derrota, lo mismo le hubiera encontrado teniéndola mas
cerca y á su vista, con la diferencia de que empleados oportuna-
mente sus soldados al desconcertarse la derecha, mupotro hubiera
sido el éxito de la refriega, bien disputada por nuestra parte, re-
cientes todavía los laureles de Alcañiz, y desasosegados los franceses
con la terrible imagen de Zaragoza, que á la espalda aguardaba
silenciosa su libertad.


El general Suchet volvió por la noche á aquella ciudad, man-
dando al general Laval que de Torrero caminase á amenazar la
retaguardia de los españoles. Permaneció Don Joaquin Blake el 16
en Botorrita, resuelto á aguardar á los franceses: pudiera haberle
costado cara semejante determinación si el general Laval, descar-
riado por sus guias, no se hubiese retardado en su marcha. Admi-
róse Suchet al saber que Blake aunque derrotado se mantenía en
Botorrita, de cuyo punto no se hubiera tan pronto movido si el
amo de la casa donde almorzó Laval no le hubiese avisado de la
marcha de este. Asi el patriotismo de un individuo preservó quizás
al ejército español de un nuevo contratiempo.
Retirase de B o - Advertido Blake abrevió su retirada, sin que por


torrita. eso hubiese antes habido ningún empeñado choque.
Siguióle Suchet el 17 hasta la Puebla de Alborton, y el 18 ambos
ejércitos se encontraron en Belchite. No era el de Blake mas nume-
roso que en María, pues si bien por una parte se le unió la división
de Areizaga y un batallón del regimiento de Granada procedente
de Lérida, por otra habíase perdido en la acción mucha gente entre
muertos y extraviados, y separádose el cuerpo franco de Don
Ramón Gayan. Ademas la disposición de los ánimos era diver-
sa , decaídos con la desgracia. Lo contrario sucedia á los fran-
ceses, que, recobrado su antiguo aliento y contando casi las mis-




LIBRO NOVENO. 15


mas fuerzas, podian confiadamente ponerse al riesgo de nuevos
combates.


Está Belchite situado en la pendiente de unas alturas B a t a U a d e B e l_
que le circuyen de lodos lados excepto por el frente y <*i'e.
camino de Zaragoza, en donde yacen olivares y hermosas vegas
que riegan las aguas de la Cuba ó pantano de Almonacid. Don
Joaquín Blake puso su derecha en el Calvario, colina en que se
respalda Belchite : su centro en Santa Bárbara, punto situado en
el mismo pueblo, habiendo prolongado su izquierda hasta la ermita
de Nuestra Señora del Pueyo.En algunas partes formaba el ejército
tres líneas. Guarneciéronse los olivares con tiradores, y se apostó
la caballería camino de Zaragoza. Aparecieron los franceses por las
alturas de la Puebla de Alborton, atacando principalmente nuestra
izquierda la división del general Musnier. Amagó de lejos la de-
recha el general Habert, y tropas ligeras entretuvieron el centro
con varias escaramuzas. A él se acogieron luego nuestros soldados
déla izquierda, agrupándose al rededor de Belchite y Santa Bár-
bara, lo que no dejó ya de causar cierta confusión. Sin embargo
nuestros fuegos respondieron bien al principio á los de los contra-
rios , y por todas partes se manifestaban al menos deseos de pelear
honradamente. Mas á poco incendiándose dos ó tres granadas es-
pañolas, y cayendo una del enemigo en medio de un regimiento,
espantáronse unos, cundió el miedo á otros, y terror pánico se
extendió á todas las filas, siendo arrastrados en el remolino mal de
su grado aun los mas valerosos. Solos quedaron en medio de la po-
sición los generales Blake, Lazan y Roca, con algunos oficiales; los
demás casi todos huyeron ó fueron atropellados. Sentimos, por
ignorarlo, no estampar aqui para eterno baldón el nombre de los
causadores de tamaña afrenta. Como la dispersión ocurrió al co-
menzarse la refriega, pocos fueron los muertos y pocos los pri-
sioneros, ayudando á los cobardes el conocimiento del terreno.
Perdiéronse nueve ó diez cañones que quedaban después de la ba-
talla de Maria, y perdióse sobre todo el fruto de muchos meses de
trabajos, afanes y preparativos. Aunque es cierto que no fue
Don Joaquín Blake quien dio inmediata ocasión á la derrota,
censuróse con razón en aquel general la extremada confianza de
aventurar una segunda acción tres dias después de la perdida
de la de Maria, debiendo temer que tropas nuevas como las
suyas no podian haber olvidado tan pronto tan reciente y grave
desgracia.


Los franceses avanzaron el mismo 18 á Alcañiz. Los í g n i t a s desas-
españoles se retiraron en mas ó menos desorden á pun- ' " d a s de u t a -


talla


tos diversos < la división aragonesa de Lazan á Tor-
tosade donde habia salido, la de Valencia á Morella y San Mateo :
acompañaron á ambos varios de los nuevos refuerzos, algunos ti-
raron á otros lados. También repartiendo en columnas su ejército




16 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


el general francés, dirigió una la vuelta de Torlosa, otra del lado
de Mórella, y apostó al general Musnier en Alcañiz y orillas del
Guadalope. En cuanto á é l , después de pasar en persona el Ebro
por Caspe, de reconocer á Mequinenza y de recuperar á Monzón,
volvió á Zaragoza, habiendo dejado de observación en la línea del
Cinca al general Habert.


Ganada la batalla de Belchite, si tal nombre merece, y despe-
jada la tierra, figuróse Suchet que seria arbitro de entregarse des-
cansadamente al cuidado interior de su provincia. En breve se des-
engañó , porque animados los naturales' al recibo de las noticias de
otras partes, y engrosándose las guerrillas y cuerpos francos con
los dispersos del ejército vencido, apareció la insurrección, como
veremos después, mas formidable que antes, encarnizándose la
guerra de un modo desusado.
P a s a B W i e a c a - Desde Tortosa volvió el general Blake la vista al
taiaña. norte de Cataluña, y en especial la fijó en Gerona,
de cuyo sitio y anexas operaciones suspenderemos hablar hasta el
libro próximo, por no dividir en trozos hecho tan memorable. En
lo demás de aquel principado continuaron tropas destacadas, so-
matenes y partidas incomodando al enemigo , pero de sus esfuer-
zos no se recogió abundante fruto faltando en aquellas lides el de-
bido orden y concierto.


Tampoco cesaban las correspondencias y tratos con Barcelona, y
conspiración de fue notable y de tristes resultas lo que ocurrió en


Barcelona. m a y o . Tramábase ganar la plaza por sorpresa. El ge-
neral interino del principado marqués de Coupigny se entendía con
varios habitantes, debiendo una división suya entrar el 16 á hur-
tadillas y por la noche en la ciudad, al mismo tiempo que del lado
de la marina divirtiesen fuerzas navales á los franceses. Mas avisa-
dos estos frustraron la tentativa, arrestando á varios de los conspi-
s u p i k i o de mga- radores que el 5 de junio pagaron públicamente su


nos patriotas, arrojo con la vida. Entre ellos reportado y con fir-
meza respondió al interrogatorio que precedió al suplicio el doctor
Pou de la universidad de Cerbera : no menos atrevido se mostró
un mozo del comercio llamado Juan Massana, quien ofendido
de la palabra traidor con que le apellidó el general francés,
t replicóle : El traidor es V. E. que con capa de amistad se ha
« apoderado de nuestras fortalezas. > Recompensó el patíbulo ta-
maño brio.


Habia alterado al gobierno de José la excursión de Blake en Ara-
gón á punto de pedir á Saint-Cyr que de Cataluña cayese sobre la
retaguardia del general español. Graves razones le asistían para
tal cuidado, pues ademas de las inmediatas resultas de la campaña,


sncesos dei temia el influjo que podia esta ejercer en el mediodía
mediodía de E s - de España, donde el estado de cosas cada dia presa-
m a i ' giaba extensas é importantes operaciones militares.




LIBRO NOVENO. i7
Por lo cual será bien que volviendo atrás relatemos lo que por
alü pasaba.


Después de la batalla de Medellin había sentado el mariscal
Víctor sus reales en Mérida, ciudad célebre por los


i „ . .. i , i i i Mariscal Víctor.
restos de antigüedades que aun conserva, y desde la
cual situada en feraz terreno se podia fácilmente observar la plaza
de Badajoz, y tener en respeto las reliquias del ejército de Don
Gregorio de la Cuesta. Para mayor seguridad de sus cuarteles for-
tificó el mariscal francés la casa del Conventual, residencia hoy de
un provisor de la orden de Santiago, y antes parte de una forta-
leza edificada por los romanos, divisándose todavía del lado del
Guadiana, en el lugar llamado el Mirador > un murallon de fábrica
portentosa. En lo interior establecieron los franceses un hospital y
almacenaron muchos bastimentos.


De Mérida destacaron los enemigos á Badajoz algu- patriotismo d e
ñas tropas é intimaron la rendición á la plaza, confia- E n r e m a d n r a .
dos en el terror que habia infundido la jornada de Medellin y tam-
bién en secretos tratos. Salió su esperanza vana, respondiendo á
sus proposiciones la junta provincial á cañonazos. Era en esta parte
tan unánime la opinión de Extremadura, que por entonces no con-
siguió el mariscal Víctor que pueblo alguno prestase juramento ni
reconociese el gobierno intruso. Solo en Mérida obtuvo de varios
vecinos, casi á la fuerza, que firmasen una representación congra-
tulatoria á José; mas el acto produjo tal escándalo en toda la pro-
vincia, que al decretar la junta contra los firmantes formación de
causa, prefirieron estos comparecer en Badajoz y correr todo
riesgo á mancillar su fama con la tacha de traidores. Su espontá-
nea presentación los libertó de castigo. No era extraño que los na-
turales mirasen con malos ojos á los que seguian las banderas del
extrangero, cuando este saqueaba y asolaba horrorosamente la
desgraciada Extremadura.


Por lo demás Víctor habia permanecido inmoble inacción de v i c -
despues de lo de Medellin, no tanto porque temiese t o r-
invadir la Andalucía cuanto por ser principal deseo del emperador
la ocupación de Portugal. Ya dijimos fuera su plan, que al tiempo
que Souh penetrase aquel reino via de Galicia, otro tanto hiciesen
Lapisse por Ciudad Rodrigo y Víctor por Extremadura. La falta de
comunicaciones impidió dar á lo mandado el debido cumplimiento,
dificultándose estas á punto de que se interrumpieron aun entre
los dos últimos generales. Ocasionóles tamaño embarazo Sir Ro-
berto Wilson, quien antes de pasar á Portugal en cooperación de
Wellesley, habia destacado dos batallones al puerto de Baños, y
cortado asi la correspondencia á los enemigos. Incomodados estos
con tales obstáculos, estuviéronlo mucho mas con la insurrec-
ción del paisanage que cundió por toda la tierra de Ciudad Ro-
drigo, de manera que temiendo Lapisse no entrar en Portugal á




18 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


tiempo, determinó pasar á Extremadura y obrar
de u^ra'de 'sT de acuerdo con Victor. Asi lo verificó haciendo una
í a m a n c a a E i t r e - marcha rápida sobre Alcántara por el puerto de
madura. _ . 1 * * -


Perales.
Entra en Aican- Los vecinos de aquella villa trataron de defender lá


t a r a - entrada apostándose en su magnífico puente, mas
vencidos penetraron los franceses dentro, y en venganza todo lo
pillaron y destruyeron, sin que respetasen ni aun los sepulcros.
Diéronse no obstante los últimos priesa á evacuarla, continuando
por la noche su camino, temerosos del coronel Grant y de Don
Carlos de España que seguían su huella, y los cuales entrando
por la mañana en Alcántara se hallaron con el espantoso espectá-
culo de casas incendiadas y de calles obstruidas de cadáveres. Se
incorporó en seguida Lapisse con Victor en Mérida el 19 de abril,
ünense Lapisse y Entonces prevaleciendo ante todo en la mente de los


vic tor . franceses la invasión de Portugal, mandó José al ma-
riscal Victor que en unionx con el general Lapisse marchase la vuelta
de aquel reino. Parecía oportuno momento para cumplir á lo me-
nos en parle el plan del emperador, pues á la propia sazón se
enseñoreaba el mariscal Soult de la provincia de Entre Duero y
Miño.
Marchan contr i Encaminóse pues Victor hacia Alcántara, poniendo


Portugal . a i cuidado de Lapisse repasar el puente, ocupado á su
llegada por el coronel inglés Mayne, quien en ausencia de Wilson
al norte de Portugal mandaba la legión lusitana. Quiso el inglés vo-
lar un arco del puente, y no habiéndolo conseguido se replegó el 14
Desisten de su in- de mayo á su antigua posición de Castello-Branco.


t e n » . Hasta alli después de cruzar el Tajo envió Lapisse sus
descubiertas por querer el mariscal Victor ir mas adelante. Mas
aunque resuelto á ello, detuvieron á este temores del general Ma-
kenzie, el cual, según apuntamos en el libro anterior, apostado en
Abrantes al avanzar Wellesley á Oporto, salió al encuentro de los
franceses para prevenir su marcha. El movimiento del inglés y vo-
ces vagas que empezaron á correr de la retirada de Soult de las
orillas del Duero, decidieron á Victor no solo á desistir de su pri-
mer propósito, sino también á retroceder á Extremadura.
Mnerese cuesta ^ o r s u P a r t e ^ o n Gregorio de la Cuesta luego que


supo la partida de aquel mariscal, movióse con su ejér-
cito rehecho y engrosado, y puso los reales en la Fuente del Maes-
t r e , amagando sin estrecharle al Conventual de Mérida que guar-
necían los franceses. Victor al volver de su correría se colocó en
Torremocha, vigilando sus puestos avanzados los pasos del Tajo y
Guadiana. Pero su inútil tentativa contra Portugal, el haber aso-
mado ingleses á los lindes extremeños, y el reequipo y aumento
del ejército de Cuesta, dieron aliento á la población de las riberas
del Tajo, la cual, interceptando las comunicaciones, molestó conti-




LIBRO NOVENO. 4>J
nuadamente á los enemigos. Mucho estimuló á la insurrección la
junta de Extremadura enviando para dirigirla á Don P a M 1 ( l a r i 0 S d e
José Joaquín de Ayesteran y á Don Francisco Lon­ Extremadura y
gedo, quienes, de acuerdo con Don Miguel de Quero, T o l e d 0 '
que ya antes habia empezado á guerrear en la Higuera de las Due­
ñas, provincia de Toledo, juntaron un cuerpo de 600 infantes y
100 caballos bajo el nombre de voluntarios y lanceros de Cruzada,
del valle de Tiétar. Recorriendo la tierra molestaron los convoyes
enemigos, y fueron notables mas adelante dos de sus combates,
uno trabado el 29 de junio en el pueblo de Menga con las tropas
del general Hugo comandante de Avila, otro el que sostuvieron el
I o de julio en el puente de Tiétar, y de cuyas resultas cogieron á
los franceses mucho ganado lanar y vacuno. Se agregó después esta
gente á la vanguardia del ejército de Cuesta.


Mientras tanto el mariscal Víctor viendo lo que crecía el ejército
español, y temeroso de las fuerzas inglesas que se iban arrimando
á Castello­Branco, repasó el Tajo situándose el 19 de
. Tk *i • Vuelan los fran-


junio en Piasencia. Poco antes envío un destacamento ceses ei puente ¿B
para volar el famoso puente de Alcántara, admirable c a ° a r a '
y portentosa obra del tiempo de Trajano, que nunca fuera tan
maltratada como esta vez, habiéndose contentado los moros y los
portugueses en antiguas guerras con cortar uno de sus arcos mas
pequeños.


Otras atenciones obligaron luego á Víctor á mudar Ejército de ia
de Estancia. En la Mancha y asperezas de Sierra­ Mancha.
Morena, después que Venégas lomó el mando de aquel ejército,
se habian aumentado sus filas, ascendiendo el número de hombres
á principios de junio á unos 19,000 infantes y 5000 caballos. Para
no permanecer ocioso y foguear su gente, resolvió Venégas salir
en 14 del mismo mes de las estrechuras de la sierra y sus cercanías,
y recorrer las llanuras de la Mancha. Alcanzaron sus partidas de
guerrilla algunas ventajas, y el 28 de junio la división de vanguar­
dia regida por Don Luis Lacy escarmentó con gloria al enemigo
en el pueblo dé Torralba.


La repentina marcha de Venégas asustó en Madrid á José ya in­
quieto, según hemos dicho, con la entrada de Blake en V a a s u en_
Aragón. Asi fue que al paso que ordenó á Mortier que cuentro sin fruto
se aproximase por el lado de Castilla la Vieja á las sier­ o s é B o n ' l p a г t c •
ras de Guadarrama, previno al mariscal Víctor que poniéndose so­
bre Tala vera le enviase una división de infantería y la caballería ligera.
Agregada esta fuerza á sus guardias y reserva, se metió José desde
Toledo en la Mancha, y uniéndose con el 4 o cuerpo del mando de
Sebastiani, avanzó hasta Ciudad Real. Venégas, que por entonces
no pensaba comprometer sus huestes, replegóse á tiempo, y orde­
nadamente tornó á Santa Elena. Penetró el rey intruso hasta Al­
magro , y no osando arriscarse mas adentro, se restituyó á Madrid




20 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


devolviendo al mariscal Víctor las tropas que de su cuerpo de ejér-
cito habia entresacado.


Tales fueron las marchas y correrías que precedieron en Extre-
madura y Mancha á la campaña llamada de Talavera, la cual siendo
de la mayor importancia, exige que antes de entrar en la relación
de sus complicados sucesos, contemos las fuerzas que para ella pu-
sieron en juego las diversas partes beligerantes.
Campaña de Ta- De los ocho cuerpos en que Napoleón distribuyó su


latera. ejército al hacer en octubre de 1808 su segunda y ter-
rible invasión, incorporóse mas tarde el de Junot con los otros, re-
duciéndose por consiguiente á siete el número de todos ellos. Cinco


Fuerzas que to- fueron los tjue casi en su totalidad coadyuvaron á la
marón parle en campaña de Talavera. Tres , el 2 o , 5 o y 6 o acantona-


dos en julio en Valladolid, Salamanca y tierra de As-
torga bajo el mando supremo del mariscal Soult, y el I o y 4° alo-
jados por el mismo tiempo en la Mancha y orillas del Tajo hacia
Extremadura. Concurrió también de Madrid la reserva y guardia
de José, pudiéndose calcular que el conjunto de todas estas tropas
rayaba en 100,000 hombres. De los españoles vinieron sobre aque-
llos puntos los ejércitos de Extremadura y Mancha, el I o de 3ti,000
combatientes, el 2 o de unos 24,000. La fuerza de Wellesley acam-
pada en Abrantes después de su vuelta de Galicia, aunque engro-
sada con 5000 hombres, no excedia de 22,000, menguada con los
muertos y enfermos. Pasaban de 4000 portugueses y españoles los
que regia el bizarro Sir Roberto Wilson : de los últimos dos bata-
llones habían sido destacados del ejército de Cuesta. Ademas 15,000
de los primeros que disciplinaba el general Reresford desde el
Águeda se trasladaron después hacia Castello-Branco. Por manera
que el número de hombres llamado á lidiar ó á cooperar en la cam-
paña era de parte de los franceses, según acabamos de decir, de
unos 100,000, y de casi otro tanto de la de los aliados, con la di-
ferencia de ser aquellos homogéneos y aguerridos, y estos de varia
naturaleza y en su mayor parte noveles y poco ejercitados en las
armas.


El general Wellesley, aunque al desembarcar en Lisboa habia
conceptuado como mas importante la destrucción del mariscal Víc-
tor , empezó sin embargo, conforme relatamos, por arrojar á Soult
de Portugal para caer después mas desembarazadamente sobre el
primero. Asi se lo habia ofrecido al gobierno español al ir á Opor-
t o , rogando que en el intermedio evitasen los generales españoles
de Extremadura y Mancha todo serio reencuentro con los france-


Marcha wei- s e s * Cumplióse por ambas partes lo prometido; vióse
lesiey a E x t r e - forzado Soult á evacuar á Portugal, y Wellesley, des-
n u t r a . ^ ^gfoer dado descanso y respiro á sus tropas
en Abrantes, salió de alli el 27 de junio poniéndose en marcha ha-
cia la frontera de Extremadura.




LIBRO NOVENO. 21


Andaban los franceses divididos acerca del plan que p i a „ e 5 d i ™ ™ »
convendría adoptar en aquellas circunstancias. José " o ' » » ' » " > < » » « .
deseaba conservar lo conquistado, y sobre todo no abandonar á
Madrid, pensando quizá con razón que la evacuación de la capital
imprimiriaen los ánimos errados sentimientos, en ocasión en que aun
se mostraba viva la campaña de Austria. El mariscal Soult, atenién-
dose á reglas de la mas elevada estrategia, prescindía de la posesión
de mas ó menos territorio, y opinaba que se obrase en dos grandes
cuerpos ó masas, cuyos centros se establecerían uno en Toro
donde él estaba, y otro donde José residia.


Después de la vuelta de Soult á Castilla nada de par- S l t u l l d 0 1 1 d 9
ticular habia ocurrido allí, esforzándose solamente S o n l t -
dicho mariscal por arreglar y reconcentrar los tres cuerpos que el
emperador habia puesto á su cuidado. Encontró en ello estorbos
asi en algunas providencias de José que habia, según se dijo, lla-r
mado hacia Guadarrama á Mortier, y asi en la mal dispuesta vo-
luntad del mariscal Ney, quien, picado de la preferencia dada por
el emperadora su compañero, quería separarse, so pretexto de
enfermedad, del mando del 6 o cuerpo. Embarazaban también es-
caseces de varios efectos, y sobre todo el carecer de artillería el 2 o
cuerpo abandonada á su salida de Portugal. Para remover tales
obstáculos, pedir auxilios y predicar en favor de su plan, envió
Soult á Madrid al general Foy que en posta partió el 19 de julio.
Tornó este el 24 del mismo, y aunque se remediaron las necesi-
dades mas urgentes y se compusieron hasta cierto punto las desa-
venencias entre Ney y Soult, no se accedió al plan de campaña
que el último proponía, atento solamente José á conjurar el nu-
blado que le amenazaba del lado del Tajo.


Manteníase en Extremadura tranquilo D. Gregorio cuesta en las ca-
de la Cuesta en espera del movimiento del general s a s d e l V a e ' 1 0 -
Wellesley, no habiendo emprendido, aunque bien á su pesar, ac-
ción alguna de gravedad. Hubo solamente choques parciales, y
honr6 k las armas españolas el que sostuvo en Aljucen Don José
de Zayas, y otro que con no menor dicha trabó en Medellin el bri-
gadier Ribas. Forzoso le era al anciano general reprimir su im-
paciencia , pues tal orden tenia de la junta central. Limitábase á
avanzar siempre que los franceses retrocedían, y al situarse en
Plasencia el mariscal Víctor el 19 de junio, sentó Cuesta el 20 del
mismo sus cuarteles en las casas del puerto, orilla izquierda del
Tajo. Allí aguardó á que adelantasen los ingleses, enviando al
comisionado de esta nación coronel Bourke á proponer á su gene-
ral el plan que le parecía mas oportuno para abrir la campaña.


Sir Arturo Wellesley, después de levantar el 27 de junio su
campo de Ábranles, prosiguió su marcha y estableció el 8 de julio
su cuartel general en Plasencia, pasando el 10 Q. 3 V I S - Avistase aHi con
tarse con Cuesta en las casas del Puerto. Conferencia- d ^ « « í e y .




22 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ron entre sí largamente ambos generales, y propuestos varios pla-
pian que adop-


D e s s e adoptó al fin el siguiente como preferible y mas
«a"- acomodado. Sir Roberto Wilson con la fuerza de su


mando y dos batallones que Cuesta le proporcionaría, había de
marchar el 16 por la Vera de Plasencia con dirección al Alberche,
ocupando hasta Escalona los pueblos de la orilla derecha : el 18
cruzaría el ejército británico por la Bazagona el Tiétar, en que
se habia echado un puente provisional, y dirigiéndose por Ma-
jadas y Centenilla á Oropesa y al Casar, habia de extender su iz-
quierda hasta San Román y ponerse en contacto con la división de
Wilson. El ejército español de Cuesta cruzando el 19 el Tajo por
Almaraz y puente del Arzobispo habia de seguir el camino real de
Talayera, y ocupar el frente del enemigo desde el Casar hasta el
puente de tablas que hay sobre el Tajo en aquella ciudad, mas
procurando en su marcha no embarazar la del ejército aliado. Tam-
bién se acordó que Venégas, cuyo cuartel general estaba entonces
en Santa Cruz de Múdela, y que dependía hasta cierto punto de
Cuesta, avanzase si la fuerza del general Sebastiani no era supe-
rior á la suya, y que pasando el Tajo por Fuentidueña se pusiese
sobre Madrid, debiendo retroceder á la sierra por Tarancon y Tor-
rejoncillo, en caso que acudiesen contra él tropas numerosas.
Agradó este plan por lo respectivo al movimiento de Cuesta y de
los ingleses : no pareció tan atinado en lo tocante á Venégas,
cuyo ejército alejándose demasiado del centro de operaciones, ni
podia fácilmente darse la mano con los aliados en cualquiera mu-
danza de plan que hubiese, ni era posible acudir con prontitud
en su auxilio, si aceleradamente caian reforzados sobre él los
enemigos.


Acordes Cuesta y Wellesley volvió el último á Plasencia, é im-
pensadamente escribió el 16 al ayudante general Don Tomas Odo-
nojú diciéndole que si bien estaba pronto á ejecutar el plan conve-
nido , desprovisto su ejército de muchos artículos y sobre todo de
trasportes, podrían quizá presentarse dificultades inesperadas ,
y después anadia con tono mas acerbo, que en lodo pais en que
se abre una campaña, debiendo los naturales proveer de medios
de subsistencia, si en este caso no se proporcionaban, tendría Es-
paña que pasarse sin la ayuda de los aliados. Tal fue la primera
queja que de este género se suscitó. Habia la junta central ofrecido
suministrar cuantos auxilios estuviesen en su mano, y en efecto
expidió órdenes premiosas á las juntas de Badajoz, Plasencia y
Ciudad Rodrigo para hacer abundantes acopios de lodos los artí-


Medidas ue
c u ' o s P r e c ¡ s o s á ' a subsistencia del ejército británico,


hawa tomado ía escogiendo ademas á Don Juan Lozano de Torres con
™ t r a i . j o s c o l T e S p o n d i e n t e s comisarios de guerra para que le
saliesen á recibir á la frontera de España. Semejantes resoluciones
pudieran haber bastado en tiempos ordinarios, ahora no , mayor-




LIBRO NOVENO. 23


mente estando nombrado para ejecutarlas el Lozano de Torres,
hombre antes embrollador que prudente y activo. Las escaseces
fueron reales, mas agriándose las contestaciones, se trataron cofl
injusticia unos y otros, dando ocasión, según después veremos, á
enojos y desabrimientos.


Comenzó no obstante al tiempo convenido la mar- m T c l ¡ ¡ i a d 6_
cha de los ejércitos aliados, haciendo solo en ella los lame ei ejército
españoles una corta variación por falta de agua en el a l l a d o '
camino de Talavera. El 21 de julio se alojaban ambos entre Oro-
pesa y Velada : prosiguieron el 22 su camino encontrándose la van-
guardia regida por Don José de Zayas con fuerza enemiga, capita-
neada por el general Latour-Maubourg. Las escaramuzas duraron
parte del dia, portándose nuestros soldados bizarramente, y con
eso y aparecer* los ingleses cruzaron los enemigos el Alberche,
estando en Cazalegas el cuartel general del mariscal Víctor. Las
divisiones de Villate y Lapisse formaban sobre su derecha en alto-
zanos que dominan la campaña, y la de Ruffin cubría sobre la iz-
quierda tocando al Tajo el puente del Alberche, larguísimo y de
tablas, amparado ademas su desembocadero con 14 piezas de ar-
tillería. Ascendían sus fuerzas á 25,000 hombres, y permanecieron
en sus puestos los días 22 y 23.


Acercáronse allí por su lado los ejércitos aliados, y P r 0 f o n e W e,_
Sir Arturo Wellesley propuso á Don Gregorio de la íesley ¿ cuesta
Cuesta atacar á los enemigos sin tardanza el mismo * t a c a r '
2 3 , mas el general español pidió que se difiriese hasta la madru-
gada siguiente. Fútiles fueron las razones que después Rehúsalo ei gene-
alegó para tal dilación, contrastando el detenimiento raí español,
de ahora con el prurito que tuvo siempre y renovó luego de com-
batir á todo trance. Aseguran algunos extrangeros que se negó
por ser domingo, mas ni Cuesta pecaba de tan nimio, ni en Es-
paña prevalecía semejante preocupación. Ha habido ingleses que
han tachado á cierto oficial del estado mayor de Cuesta de la nota
de entenderse con los enemigos. Ignoramos el fundamento de sus
sospechas. Lo cierto es que los franceses, ya en situación apurada,
decamparon en la,noche del 23 al 24 , y en lugar de seguir el ca-
mino de Madrid, tomaron por Torrijos el de Toledo. Falló asi des-
truir al mariscal Víctor á la sazón que sus fuerzas eran inferiores á
las aliadas, y falló por la inoportuna prudencia de Cuesta, prenda
nunca antes notada entre las de este general.


Incomodado por ello Wellesley, receloso de que i n C 0 m 6 o a s e w e i -
continuasen escaseando las subsistencias, y parecién- l e s l e) r-
dole quizá arriesgado internarse mas antes de estar cierto de lo
que pasaba en Castilla la Vieja, declaró formalmente que no daría
un paso mas allá del Alberche á no afianzársele la manutención de
sus tropas. Cuesta que el 23 se remoloneaba para atacar, impelido
ahora por aviesa mano, ó renaciendo en su ambicioso ánimo el de-




24 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Ayania «oío seo de entrar antes que ninguno en Madrid, marchó
cuesta . s o i 0 y s ¡ n i o s ingleses, y llegó el 24 al Bravo y


Cebolla, y adelantándose el 23 á Santa Olalla y Torrijos', hubo de
costar cara su loca temeridad.
R e c o n c é n t r a l e Los franceses no se retiraban sino para reconcen-


íos franceses, trarse y engrosar sus fuerzas. José, después de dejar
en Madrid una corta guarnición, había salido con su guardia y re-
serva , uniéndose á Víctor el 25 por Vargas y orilla izquierda del
Guadarrama. Otro tanto hizoSebastiani, que observaba á Venégas
en la Mancha cerca de Daimiel, cuando se le mandó acudir al Tajo.
Con esta unión los franceses, que poco antes tenían para oponerse
á los aliados solo unos 25,000 hombres, contaban ahora sobre
50,000 alojados á corta distancia de Cuesta, detras del rio Guadar-
rama. Venégas, sabedor de la marcha de Sebastiani, envió en pos
de él y hacia Toledo una división al mando de Don Luis Laey,
A v a n M w n s o n a aproximándose en persona á Aranjuez con lo restante


NaT«icarnero. ¿e s u ejército. No por eso dividieron los franceses sus
fuerzas, ni tampoco por otros movimientos de Sir Roberto Wilson,
quien, extendiéndose con sus tropas por Escalona y la villa del
Prado, se habia el 25 metido hasta Navalcarnero, distante cinco
leguas de Madrid, cuyo suceso hubo de causar en la capital un le-
vantamiento.


Aunque juntos los cuerpos de Victor y Sebastiani con Iareservay
guardia de José, no pensaban los franceses empeñarse en acción
campal, aguardando á que el mariscal Soult, con los tres cuerpos
que capitaneaba en Salamanca, viniese sobre la espalda de los
aliados por las sierras que dividen aquellas provincias de la de Ex-
tremadura. Plan sabio, de que habia sido portador desde Madrid
el general Foy, y cuyas resultas hubieran podido ser funestísimas
para el ejército combinado. La impaciencia de los franceses malo-
gró en el campo lo que prudentemente se habia determinado en el
consejo.


Peligro que Viendo el 26 de julio la indiscreta marcha de Cuesta,
corre ei ejército quisieron escarmentarle. Asi arrollaron aquel día
de cnesta. g u s p U e s t 0 S a v a n z a u o s y y a u n acometieron á la van-
guardia. El comandante de esta Don José de Zayas avanzó á las
llanuras que se extienden delante de Torrijos, en donde lidió largo
ra to , tratando solo de retirarse al noticiarle que mayor número de
gente venia á su encuentro. Comenzó entonces ordenadamente su
movimiento retrógrado, pero arredrados los infantes con ver que
no podía maniobrar el regimiento de caballería de Villaviciosa me-
tido entre unos vallados, retrocedieron en desorden á Alcabon,
á donde corrió en su amparo el duque de Alburquerque, asistido
de una división de 5000 caballos. Dióse con esto tiempo á que la
vanguardia se recogiese al grueso del ejército, que teniendo á su
cabeza al general Cuesta caminaba no con el mejor concierto á




LIBRO NOVENO. 25


abrigarse del ejército inglés. La vanguardia de este ocupaba á Ca-
zalegas, y su comandante el general Sherbrooke hizo ademan de
resistir á los enemigos que se detuvieron en su marcha. Parecía
que con tal lección se ablandaría la tenacidad del general Cuesta,
mas desentendiéndose de las justas reflexiones de Sir Arturo Wel-
lesley, á duras penas consintió repasar el Alberche.


Anunciaba la unión y marcha de los enemigos la proximidad de
una batalla, y se preparó á recibirla el general inglés. En conse-
cuencia mandó á Wilson que de Navalcarnero volviese á Escalona,
y no dejó tropa alguna á la izquierda del Alberche, resuelto á ocu-
par una posición ventajosa en la margen opuesta.


Escogió como tal el terreno que se dilata desde Ta- B a t a l ] a i e T a
lavera de la Reina hasta mas allá del cerro de Mede- i*™», 2 7 y MO
Uin, y que abraza en su extensión unos tres cuartos l u l l°"
de legua. Alojábase á la derecha y tocando al Tajo el ejército espa-
ñol : ocupaba el inglés la izquierda y centro. Era como sigue la
fuerza y distribución de entrambos. Componíase el de los españo-
les de cinco divisiones de infantería y dos de caballería, sin contar
la reserva y vanguardia. Mandaban las últimas Don Juan Berthuy
y Don José de Zayas. De las divisiones de caballería guiaba la pri-
mera Don Juan de Henestrosa, la segunda el duque de Alburquer-
que. Regían las de infantería según el orden de su numeración el
marqués de Zayas, Don Vicente Iglesias, el marqués de Portago,
Don Rafael Manglano y Don Luis Alejandro Bassecourt. El total
de tropas españolas, deducidas pérdidas, destacamentos y extra-
víos, D O llegaba á 34,000 hombres, de ellos cerca de 6000 de
caballería. Contaban alli los ingleses mas de 16,000 infantes y
5000 ginetes repartidos en cuatro divisiones á las órdenes de los
generales Sherbrooke, Hill, Mackenzie y Campbell.


La derecha que formaban los españoles se extendía delante de
Talavera y detras de un vallado que hay á la salida. Colocóse en
frente de la suntuosa ermita de Nuestra Señora del Prado una
fuerte batería, con cuyos fuegos se enfilaba el camino real que con-
duce al puente del Alberche. Por el siniestro costado de los espa-
ñoles, y en un intermedio que habia entre ellos y los ingleses, em-
pezóse á construir en un altozano un reducto que no se acabó;
viniendo después é inmediatamente la división de Campbell, á la
que seguia la de Sherbrooke, cubriendo con la suya la izquierda
el general Hill. Permaneció apostada cerca del Alberche la división
del general Mackenzie con orden de colocarse en 2 a línea y detras
de Sherbrooke al trabarse la refriega. Era la llave de la posición el
cerro en donde se alojaba Hill, llamado de Medellin, cuya falda
baña por delante y defiende con hondo cauce el arroyo Portiña,
separándole una cañada por el siniestro lado de los peñascales de la
Atalaya é hijuelas déla sierra de Segurilla.


Al amanecer del 27 de julio poniendo José desde Santa Olalla




26 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


sus columnas en movimiento, llegaron aquellas á la una del dia a
las alturas de Salinas, izquierda del Alberche. Sus gefes no po-
dían aun de allí descubrir distintamente las maniobras del ejército
combinado, plantado el terreno de olivos y moreras. Mas escu-
chando José al mariscal Víctor que conocia aquel pais, tomó en su
consecuencia las convenientes disposiciones. Dirigió el 4 o cuerpo
del mando de Sebastiani contra la derecha que guardaban los espa-
ñoles , y el I o del cargo de Victor contra la izquierda, al mismo
tiempo que amenazaba el centro de la caballería. Cruzado el Alber-
che, siguió el 4 o cuerpo con la reserva y guardia de José, que le
sostenía, el camino real de Talavera, y el I o que vino por el vado
cayó tan de repente sobre la torre llamada de Salinas, en donde
estaba apostado el general Mackenzie, que causó algún desorden
en su división ,¡y estuvo para ser cogido prisionero Sir Arturo Wel-
lesley, que observaba desde aquel punto los movimientos del ene-
migo. Pudieron al fin todos, aunque con trabajo, recogerse al
cuerpo principal del ejército aliado.


Iba pues á empeñarse una batalla general. Los franceses avan-
zando empezaron antes de anochecer su ataque con un fuerte caño-
neo y una carga de caballería sobre la derecha que defendían los
españoles, de los que ciaron los cuerpos deTrujillo y Badajoz de
línea y leales de Fernando VII, y aun hubo fugitivos que espar-
cieron la consternación hasta Oropesa, yendo envueltos con ellos
y no menos aterrados algunos ingleses. No fue sin embargo mas
allá el desorden, contenido el enemigo por el fuego acertado de
la artillería y de los otros cuerpos, y también por ser su prin-
cipal objeto caer sobre la izquierda en que se alojaba el gene-
ral Hill.


Dirigieron contra ella las divisiones de los generales Ruffin y Vil-
latte, y encaramáronse al cerro á pesar de serla subida áspera y
empinada con la dificultad también de tener que cruzar el cauce del
Portiña. Atrepellándolo todo con su impetuosidad tocaron á la cima
de donde precipitadamente descendieron los ingleses por la ladera
opuesta. El general HiU, aunque herido su caballo y á riesgo de
caer prisionero, volvió á la carga y con la mayor bizarría recuperó
la altura. Ya bien entrada la noche insistieron los franceses en su
ataque, extendiéndole por la izquierda de ellos el general Lapisse
contra otra de las divisiones inglesas. Viva fue la refriega y larga,
sin fruto para los enemigos. Pasadas las doce de la misma noche un
arma falsa, esparcida entre los españoles, dio ocasión á un fuego
graneado que duró algún t iempo, y causó cierto desorden que
afortunadamente no cundió á toda la línea.


Al amanecer del 28 renovaron los franceses sus tentativas, acome-
tiendo el general Ruffin el cerro de Medellin por su frente y la ca-
ñada de la izquierda : sostúvole en su empresa el general Villatte,
La pelea fue porfiada, repetidos los ataques ya en masa ya en pe-




LIBRO NOVENO. 27


¡otoñes, la pérdida grande de ambas partes, herido el general Hill,
dudoso el éxito en ocasiones, hasta que los franceses tornando á sus
primeros puestos, abrigados de formidable artillería suspendieron
el combate.


Falto el ejército británico de cañones de grueso calibre pidió el
general Wellesley algunos de esta clase á Don Gregorio de la Cuesta:
los cuales se colocaron al mando del capitán Uclés en el reducto em-
pezado á construir en el altozano, interpuesto entre españoles é
ingleses. Viendo también el general Wellesley el empeño que ponia
el enemigo en apoderarse del cerro de Medellin, sintió no haber
antes prolongado su izquierda y guarnecidola del lado de la cañada;
por lo que , para corregir su olvido, colocó alli parte de su caba-
llería que sostuvo la de Alburquerque, y alcanzó de Cuesta el que
destacase la 5 a división del mando de Bassecourt, cuyo gefe se si-
tuó cubriendo la cañada en la falda y peñascales de la Atalaya.


En aquel momento dudó José de si convenía retirarse ó conti-
nuar el combate. Víctor estaba por lo último, el mariscal Jourdan
por lo primero. Vacilante José algún tiempo decidióse por la conti-
nuación, habiendo recorrido antes la línea en todo su largo.


En el intermedio hubo un respiro que duró desde las nueve hasta
las doce déla mañana, bajando sin ofenderse los soldados de ambos
ejércitos á apagar en el arroyo de Portíña la sed ardiente que les
causaba lo muy bochornoso del día.


Por fin los franceses volvieron á proseguir la acción. Vigilaba sus
movimientos Sir Arturo Wellesley desde el cerro de Medellin. Aco-
metió primero el general Sebastiani el centro, por la parte en que
se unían los ingleses y los españoles. Aqui se hallaban de parte
de los últimos las divisiones 3» y 4 a al cuidado ambas de Don
Francisco de Eguia, formando dos líneas, la primera mas avanzada
que la inmediata de los ingleses. El francés quiso sobre todo apode-
rarse déla batería del reducto, mas al poner el pie en ella recibieron
sus soldados una descarga á metralla de los cañones puestos alli
poco antes al mando del capitán Uclés, y cayendo los ingleses en se-
guida sobre sus filas, experimentaron estas horrorosa carnicería.
Replegados en confusión los franceses á su línea, rechazaron á sus
contrarios cuando avanzaron. Reiteráronse tales tentativas, hasta que
en la última intentando los enemigos meterse entre los ingleses y
los españoles, se vieron flanqueados por la primera línea de estos
mas avanzada, y acribillados por una batería que mandaba Don
Santiago Píñeiro, militar aventajado. Repelidos asi y al tiempo que
ya Maqueaban, dio sobre ellos asombrosa carga el regimiento espa-
ñol de caballería del Rey guiado por su coronel Don José Maria de
Lastres, á quien herido sustituyó en el acto con no menor brio su
teniente Don Rafael Valparda. Todo lo atrepellaron nuestros gine-
tes, dando lugar á que se cogieran diez cañones, de los que cuatro
trajo al campo español el mencionado Píñeiro.




28 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
A la misma sazón en la izquierda del ejército aliado trató la divi-


sión del general Ruffin de rodear por la cañada el cerro de Mede-
Ilin, amenazando parte de la de Villatte subir á la cima. Colocada
la caballería inglesa en dicha cañada, aunque padeció mucho, en
especial un regimiento de dragones, logró desconcertar á Ruffin,
sosteniendo sus esfuerzos la división de Bassecourt y la caballería
de Alburquerque. También sirvió de mucho la oportunidad con que
el distinguido oficial Don Miguel de Álava ayudante del último, con-
descendiendo con los deseos del general inglés Fane, y sin aguardar
por la premura el permiso de su gefe, dispuso que obrasen dos ca-
ñones al mando del capitán Entrena, que hicieron en el enemigo
grande estrago. Asi se ve como en ambas alas andaba la refriega fa-
vorable á los aliados.


Hubo de comprometerse su éxito durante cierto espacio en el
centro. Acometió alli al general Sherbrooke el francés Lapisse, el
cual si bien al principio fue rechazado gallardamente, prosiguiendo
los guardias ingleses con sobrado ardor el triunfo, repeliéronlos á
su vez los franceses introduciendo confusión en su línea, momento
apurado, pues roto el centro hubieran los aliados perdido la bata-
lla. Felizmente al ver Wellesley lo que se empeñaban los guardias,
con previsión ordenó desde el cerro donde estaba bajar al regimiento
número 48 mandado por el coronel Donellan, cuyo cuerpo se portó
con tal denuedo que conteniendo á los franceses díó lugar á que los
suyos volviesen en sí y se rehiciesen. Sucedido lo cual avanzando de
la 2 1 línea la caballería ligera á las órdenes deCotton, y maniobrando
por los flancos la artillería entre la que también lució con sus caño?
nes el capitán Entrena, ciaron desordenados los franceses, cayenda
mortalmente herido el general Lapisse. Ya entonces se mostraron
por toda la línea victoriosos los aliados. Recogiéronse los franceses á
su antigua posición, cubriendo el movimiento los fuegos de su ar-
tillería. El calor y lo seco de la tierra con el tráfago y pisar de aquel
dia, produjeron poco después en la yerba y matorrales un fuego
que, recorriendo por muchas partes el campo, quemó ámuertos y
¿postradosheridos. Perdieron los ingleses en todo 6268hombres,
los franceses 7389 con 17 cañones : murieron de cada parte dos ge-
nerales. Ascendió la pérdida de los españoles á 1200 hombres,
quedando herido el general Manglano.


De este modo pasó la batalla de Talavera de la Reina, que empe-
zada el 27 de julio no concluyó hasta el siguiente dia, y la cual
tuvo, por decirlo asi, tres pausas ó jornadas. En la última del 28


sereridad de se comportaron los españoles con valor é intrepidez. A
cuesta . i o s c u e r p 0 S q u e e j 27 flaquearon nada menos intentó


Cuesta que diezmarlos, como si su falta no proviniese mas bien de
anterior indisciplina qué de cobardía villana. Intercedió el general
inglés y amansó el feroz pecho del español, mas desgraciadamente
cuando ya habían sido arcabuceados 50 hombres.




LIBRO NOVENO. 29
Nombró la junta central á Sir Arturo Wellesley ca-


pitán general de ejército, y elevóle su gobierno á par a u e ^ T " " ^ ^
de Inglaterra bajo el títulode lord vizconde Wellington J J ^ T ¿ B U "
de Talavera, con el cual le distinguiremos en adelante.
Dispensó también la central otras gracias á los gefes españoles,
condecorando á Don Gregorio de la Cuesta con la gran cruz de
Carlos III.


El 29 de julio repasaron los franceses el Alberche,
, , ' , r , , ~ , . ~ . , , Ret írame los


apostándose en las alturas de Salinas. Marcho en se- franceses a oi-
guida José con el cuarto cuerpo y la reserva á Santa T e r s o s p ° I l l o s '
Olalla, y se colocó el 31 en Illescas, habiendo antes destacado una
división vuelta de Toledo, á cuya ciudad amenazaba gente de Ve-
négas. El mariscal Víctor, recelándose de los movimientos por su
flanco de Sir Roberto VVilson, cuya fuerza creia superior, se retiró
también el I o de agosto hacia Maqueda y Santa Cruz del Retamar,
creciendo el desacuerdo entre él y el mariscal Jourdan, como acon-
tece en la desgracia.


Lord Wellington y los españoles se mantuvieron en K o s l s n e W a l _
Talavera, adonde llegó el 29 con 3000 hombres de re- «ngton ei aican-
fresco el general Crawfurd, que al ruido de la batalla c e '
se apresuró á incorporarse á tiempo, aunque inútilmente, al grueso
del ejército. No quiso Wellington á pesar del refuerzo seguir el al-
cance , ya porque considerase á los franceses mas bien repelidos que
deshechos, ó ya porque no se fiase en la disciplina y organización
del ejército español, tolerable en posición abrigada, pero muy im-
perfecta para marchas y grandes evoluciones. Otras M o t l y o s d e „
causas pudieron también influir en su determinación:
tal fue el anuncio del armisticio de Znaim, que se publicó en Ga-
ceta extraordinaria de Madrid de 27 de julio; tal asimismo la mar-
cha progresiva de Soult, de que se iban teniendo avisos mas ciertos.
Sin embargo no fundó el general inglés su resolución en ninguna
de tan poderosas é insinuadas razones, fuese que no quisiera ofen-
der á los caudillos españoles, ó que temiera sobresaltar los ánimos
con malas nuevas. Disculpóse solamente para no avanzar con la
falta de víveres, pareciendo á algunos que si realmente tal escasez
afligía al ejército, no era oportuno modo de remediarla permane-
cer en el lugar en donde mas se sentía, cuando yendo adelante se
encontrarían países menos devastados, y ciudades y pueblos que
ansiosamente y con entusiasmo aguardaban á sus libertadores.


Por tanto creyóse en general que si bien no abun- j j e g a somu Ex-
daban las vituallas, la detención del ejército inglés tremadnra.
pendía principalmente de los movimientos del mariscal Soult, quien
según aviso recibido en 30 de julio intentaba atravesar el puerto de
Baños, defendido por el marqués del Reino con cuatro batallones,
dos destacados anteriormente del ejército de Cuesta y dos de Béjar.
A la primera noticia pidió lord Wellington que tropa española




50 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Fuese á reforzar el punto amenazado, y dificultosamente recabó de
Don Gregorio de la Cuesta que destacase para aquel objeto en 2 de
agosto la quinta división del mando de Don Luis Bassecourt: poca
fuerza y tardía, pues no pudiendo el marqués del Reino resistir á
la superioridad del enemigo se replegó sobre el Tiétar, entrando
los franceses en Plasencia el I o de agosto.
v a weiungton á Cerciorados los generales aliados de tan triste acon-


su encuentro. tecimiento, convinieron en que el ejército británico
iria al encuentro de los enemigos, y que los españoles permane-
cerían en Talavera para hacer rostro al mariscal Víctor en caso de
que volviese á avanzar por aquel lado. Las fuerzas que traían los
franceses constaban del quinto, segundo y sexto cuerpo, ascen-
diendo en su totalidad á unos 50,000 hombres. Precedía á los demás
el quinto á las órdenes del mariscal Morlier, seguíale el segundo á
las inmediatas de Soult, que ademas mandaba á todos en gefe, y
cerraba la marcha el sexto capitaneado por el mariscal Ney. Fue
de consiguiente Mortier quien arrojó de Baños al marqués del
Reino, extendiéndose ya hacia la venta de la Bazagona por una
parte y por otra hacia Coria, cuando el 3 de agosto pisó Soult las
calles de Plasencia, y cuando Ney cruzaba en el mismo dia los
lindes extremeños. Tal y tan repentina avenida de gente asoló
aquella tierra frondosísima en muchas partes, no escasa de cierta
industria, y en donde aun quedan rastros y mijeros de una gran
calzada romana. El general Beresford, que antes estaba situado con
nnos 13,000 portugueses detras del Águeda, siguió al ejército
francés en una línea paralela, y atravesando el puerto de Perales
llegó á Salvatierra el 17 de agosto, desde cuyo punto trató de
cubrir el camino de Abran tes.


Tropas qne se Ibanse de esta manera acumulando en el valle ó prO-
agolpan al valle longada cuenca que forma el Tajo desde Aranjuez hasta
dei Tajo. , Q s ^jjgjjgg ¿ e Portugal muchedumbre de soldados,
cuyo número, inclusos los ejércitos de Venégas y Beresford, rayaba
en el de 200,000 hombres de muchas y varias naciones. Siendo
difícil su mantenimiento en tan limitado terreno y corto el tiempo
que se requería para reunir las masas, era de conjeturar que unos
y otros estaban próximos á empeñar decisivos trances. Pero en
aquella ocasión como en tantas otras no aconteció lo que parecia
mas probable.


Lord Wellington, informado de que el mariscal Soult se interponía
entre su ejército y el puente de Almaraz, resolvió pasar por el del
cnesta se retira Arzobispo y establecer su línea de defensa detras del


de Taiarera. fajo. Por su parte Don Gregorio de la Cuesta, teme-
roso también de aguardar solo en Talavera á José y Víctor que de
nuevo se unian, abandonó la villa y se juntó en Oropesa con la
quinta división y el ejército británico. Desazonó á Wellington la
determinación del general español por parecerle precipitada, y




LIBRO NOVENO. 31


sobre todo por no haber puesto el correspondiente cuidado en
salvar los heridos ingleses que habia en Talavera. Desatendió por
tanto y con justicia los clamores de Don Gregorio de la Cuesta, que
insistía en que se conservase la posición de Oropesa como propia
para una batalla. Cruzó pues Wellington el puente del Arzobispo ,
y estableció su cuartel general en Deleitosa el 7 de agosto, poniendo
en Mesas de Ibor su retaguardia. Envió también por la orilla iz-
quierda del Tajo al general Crawfurd con una brigada y seis piezas,
el cual llegó felizmente á tiempo de cubrir el paso de Almaraz y
los vados.


Forzado bien á su pesar el general Cuesta á seguir
al ejército inglés pasó el 13 el puente del Arzobispo, Hado'sTpone *ñ
hacia donde con presteza se agolpaban los enemigos. i a ° ¿ * ™ ¡ j , J i e r -
Prosiguió su marcha por la Peraleda de Garbín á
Mesas de Ibor, dejando en guarda del puente á la quinta división
del cargo de Don Luis Bassecourt, y por la derecha en Azutan para
atender á los vados al duque de Alburquerque con 3000 caballos.
Mas apenas habia llegado Cuesta á la Peraleda cuando ya eran
dueños los enemigos del puente del Arzobispo.


Acercándose alli de todas partes el quinto cuerpo, se habia co-
locado su gefe Mortier en la Puebla de Naciados. Estaba á la sazón
en Navalmoral el mariscal Ney, y Soult desde el Gordo habia des-
tacado caballería camino de Talavera para ponerse en comunica-
ción con Víctor, de vuelta ya este el 6 en aquella villa. Asi to-
das las tropas francesas podían ahora darse la mano y obrar de
acuerdo.


Reconcen tráronse pues para forzar el paso del Arzo- P a s o d e l k n o
bispo el quinto y.segundo cuerpo, al tiempo que M S P O p o r i o s
Víctor por el puente de tablas de Talavera debia llamar í r a n c e s e s -
la atención de los españoles, y aun acometerlos siguiendo la izquierda
del Tajo. A las dos de la tarde del 18 formalizaron los franceses su
ataque contra el paso del Arzobispo: dirigíalo el mariscal Mortier.
El calor del dia y el descuido propio de ejércitos mal disciplinados
hizo que no hubiese de nuestra parte gran vigilancia, por lo cual
en tanto que los enemigos embestían el puente cruzaron descan-
sadamente un vado 800 caballos suyos, guiados por el general
Caulincourt, quedando unos 6000 al otro lado prontos á ejecutar
lo mismo. Procuraron los españoles impedir el paso del Arzobispo
abriendo un fuego muy vivo de artillería, ágenos de que Caulincourt
pasando el vado acometería como lo hizo por la espalda. Solo habia
en el puente 300 húsares del regimiento de Extremadura que con-
tuvieron largo rato los ímpetus de los ginetes enemigos, á quienes
hubiera costado caro su arrojo si Alburquerque hubiese llegado á
tiempo. Pero los caballos de este desensillados y sin bridas tardaron
en prepararse, acudiendo después atropelladamente, con cuya de-
tención y falta de orden dióse lugar á que vadease el rio toda la




52 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


cabelleria francesa, que ayudada de algunos infantes desconcertó á
nuestra gente, de la cual parte tiró á Guadalupe y parte á Valde-
lacasa, perdiéndose cañones y equipages.


Afortunadamente no prosiguieron los enemigos mas adelante di-
rigiendo sus fuerzas á otros puntos, por lo que los aliados pudieron
mantenerse tranquilos; los ingleses sobre la izquierda hacia Al-
maraz con su cuartel general en Jaraicejo, los españoles sobre la
derecha con el suyo en Deleitosa, atentos también á proteger la


Deja cuesta ei posición de Mesas de Ibor. Don Gregorio de la Cuesta,
mando. abrumado con los años, sinsabores é incomodidades


de la campaña, hizo dimisión del mando el 12 de agosto, sucediéndole
interinamente y después en propiedad Don Francisco


Sucédele Eguia. , J r i r


de Eguia.
Nueras dispo- Puestos los aliados á la orilla izquierda del Tajo, y


stciones de los temiendo José movimientos en Castilla la Vieja, cuyas
franceses. guarniciones estaban faltas de gente, determinó si-
guiendo el parecer de Ney suspender las operaciones del lado de
Extremadura. Asi lo tenia igualmente insinuado Napoleón desde
Schcenbrunn con fecha de 29 de julio, desaprobando que se em-
peñasen acciones importantes hasta tanto que llegasen á España
nuevos refuerzos que se disponia á enviar del norte. Conforme á la
resolución de José situóse Soult enPlasencia, reemplazó en Tala-
vera al cuerpo de Víctor el de Mortier, y retrocedió con el suyo á
Salamanca el mariscal Ney.


Caminaba el último tranquilamente á su destino sin
wus^nTNeyOT pensar en enemigos, cuando de repente tropezó en el
ei puerto de Ba- p u e r t o de Baños con obstinada resistencia. Causábala


Sir Roberto Wilson, quien abandonado y estando el
4 de agosto en Velada sin noticia del paradero de los aliados, re-
pasó elTiétar, y atravesando acelerada é intrépidamente las sierras
que parten términos con las provincias de Avila y Salamanca, fue
á caer á Bejar por sitios solitarios y fragosos. Desde alIi queriendo
incorporarse con los aliados contramarchó hacia Plasencia por el
puerto de Baños, á la propia sazón que el mariscal Ney revolvía
sobre Salamanca. La fuerza de Wilson de 4000 hombres la compo-
nían portugueses y españoles. Dos batallones de estos avanzados en
Aldeanueva defendieron á palmos el terreno hasta la altura del des-
filadero , en donde se alojaban los portugueses. Sostúvose Wilson
en aquel punto durante horas, y no cedió sino á la superioridad
del número: según la relación de tan digno gefe sus soldados se
portaron con el mayor brio, y al retirarse los hubo que respon-
diendo á fusilazos á la intimación del enemigo de rendirse, se
abrieron paso valerosamente.


El cuerpo del mariscal Soult mientras permaneció en tierra de
Extorsiones del Plasencia, acostumbrado á vivir de rapiña, taló campos,


ejercito de s o n » . q U e m 6 pueblos, y cometió todo género de excesos.




LIBRO NOVENO. 53


Al obispo de Coria Don Juan Alvarez de Castro, an- .
ciano de ochenta y cinco anos, postrado en una cama, «a aei obispo <¡>
sacáronle de ella violentamente merodeadores fran*- C o r l a -
ceses, y sin piedad le arcabucearon. Parecida atrocidad cometieron
con otros pacíficos y honrados ciudadanos.


En tanto José pensó en hacer frente al general Ve- E j é r c t t o d e v e n é -
négas, que por su parte habia puesto en gran cuidado «»s-
á la corte intrusa adelantándose al Tajo en 23 de julio, al tiempo
que el general Sebastiani retrocedió á Toledo. Era el ejército de
Don Francisco Venégas de los mejor acondicionados de España, y
sobresalían sus gefes entre los mas señalados. Estaba distribuido
en cinco divisiones que regían : la primera Don Luis Lacy; la se-
gunda Don Gaspar Vigodet; la tercera Don Pedro Agustín Girón;
la cuarta Don Francisco González Castejon, y la quinta Don Tomas
de Zerain. Gobernaba la caballería el marqués de Gelo. Ya ha-
blamos de su fuerza total.


El 27 de julio dispuso el general Venégas que la
i. . • I TKI i l rr S n marcha.


primera división pasase á Mora , cayendo sobre lo -
ledo al paso que él se trasladabaáTembleque con la cuarta y quinta,
y avanzaban á Ocaña la segunda y tercera. Ejecutóse la operación
yendo hasta Aranjuez en la mañana del 29. Un destacamento de
400 hombres mandados por el coronel Don Felipe Lacorte se ex-
tendió á la cuesta de la Reina, en donde dispersó tropas del ene-
migo y les cogió varios prisioneros.


En tal situación parecía natural que Venégas se hubiera metido
en Madrid, desguarnecido con la salida de José via de Talavera.
Aguijón era para ello el nombramiento que el mismo dia 29 recibió
de la central, encargándole interinamente el mando de Castilla la
Nueva, con prevención de que residiese en Madrid. „ ^ ,


. • i i i - i i i Nómbrale la
Pero siendo el verdadero motivo de concederle esta junta capitán ge-
gracia el disminuir el influjo pernicioso de Cuesta, taííneíl0"011*
caso que nuestras tropas ocupasen la capital, se le
advertía al mismo tiempo que no se empeñase muy adelante, pues
los ingleses con pretexto de falta de subsistencias no pasarian del
Alberche.


Hubiera aun podido detener á Venégas para entrar en Madrid el
parte que el 30 le dio Lacy desde Nuestra Señora de la Sisla, de
que enemigos se agolpaban á Toledo, si en el mismo dia no hubiese
también recibido oficio de Cuesta anunciando la victoria de Tala^
vera, coligiéndose de ahí que la gente divisada por Lacy venia mas
bien de retirada que con intento de atacarle. Sin embargo se limitó
Venégas á reconcentrar su fuerza en Aranjuez, apostando en el
puente largo la división de Lacy que habia llamado de las cerca-
nías de Toledo.


Permanecía asi incierto, cuando el 3 de agosto le s n tnrartidtrm-
avisó Don Gregorio de la Cuesta como se retiraba de h n k


ii. t 3




34 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Talayera. Con esta noticia parecía que quien se habia mostrado
circunspecto en momentos favorables, seríalo ahora mucho mas y
con mayor fundamento. Pero no fue asi, pues en vez de retirarse
tomó el 5 disposiciones para defender el paso del Tajo. Apostó en
sus orillas las divisiones primera, segunda y tercera, al mando to-
das de Don Pedro Agustín Girón, que debían atender á los vados
y á los puentes Verde, de Barcas y la Reina, quedándose detras
camino de Ocaña con las otras dos divisiones el mismo Venégas.


Dcncude ei p a - ^os franceses se presentaron en la ribera derecha á
so dei Tajo en las dos de la larde del mismo 5, y empezaron por ata-.
Aianjuoz. c a [ i j a j Z f j U ¡ e r ( j a e s p a n o i a colocada en el jardin del in-
fante Don Antonio, acometiendo después los tres puentes. A todas
paites acudía el general Girón con admirable presteza, y en par-
ticular á la izquierda, apoyando sus esfuerzos los generales Lacy
y Vigodet. No menos animosos se mostraban los otros gefes y
soldados, y los hubo que apenas curados de sus heridas volvían á
la pelea. Los franceses viendo la porfía de la defensa abandonaron
al anochecer su intento. Perdimos200hombres; los enemigos 500,
estando mas expuestos á nuestros fuegos.


Bastábale á Venégas la ventaja adquirida para que satisfecho se
retirase con honra; mas creciendo su confianza permaneció en
Ocaña, y seaventuró á una batalla campal. Los franceses, frustrado
su deseo de pasar el Tajo por Aranjuez, hicieron continuos movi-
mientos con dirección á Toledo, lo cual excitó en Venégas la sos-
pecha de que querían atravesar hacia alli el rio, y cogerle por la
espalda. Situó en consecuencia su ejército en escalones desde Aran-
juez á Tembleque, en donde estableció su cuartel general, envian-
do la quinta división sobre Toledo. En efecto los franceses pasaron
en 9 de agosto el Tajo por esta ciudad y los vados de Añover, y el
10 jumó el general español sus fuerzas en Almonacid.
Batana de Aimo- En la creencia de que los franceses solo eran 14,000


nadd. repugnábale á Don Francisco Venégas desamparar la
Mancha, inclinándose á presentar batalla. Oyó sin embargo antes
la opinión de los demás generales, la cual coincidiendo con la suya
se acordó entre ellos atacar á los franceses el 12 , dando el 11 des-
canso á las tropas. Mas en este dia previnieron los enemigos los de-
seos de los nuestros trabando la acción en la madrugada.


Componíase Ja fuerza francesa del cuarto cuerpo al mando de
Sebasliani, y de la reserva á las órdenes de Dessoles y de José en
persona, cuyo total ascendía á 26,000 infantes y 4000 caballos.
Situáronse los españoles delante de Almonacid y en ambos costa-
dos. El derecho le guarnecía la segunda división, el izquierdo la
primera, y ocupaban el centro la cuarta y la quinta. Quedó la re-
serva á retaguardia, destacándose solo de ella dos ó tres cuerpos.
Distribuyóse ¡a caballería entre ambos extremos de la línea, ex-
cepto algunos ginetes que se mantuvieron en el centro.




LIBRO NOVENO. 55


Empezó á atacar el general Sebastiani antes qne llegase su r e -
serva , dirigiéndose contra la izquierda española. Vióse por tanto
muy comprometido un cuerpo de la primera división, y á punto de
tener que replegarse sobre los batallones de Bailen y Jaén, que
eran dos de los destacados de la tercera división. Ciaron también
estos de la cresta de un monte á la izquierda de la línea donde se
alojaban, herido mortalmente el teniente coronel de Bailen Don
Juan de Silva. Inútilmente fue á su socorro el general Girón, hasta
que desplegando al frente de las columnas enemigas Don Luis Lacy
con lo restante de su primera división contuvo á aquellas, y las re-
chazó apoyado por la caballería.


A la sazón llegó el general Dessoles con parte de la reserva fran-
cesa, y animando á los soldados de Sebastiani renovóse con mas
ardor la refriega. Viéronse entonces también acometidas la cuarta
y quinta división española: la última colocada á la derecha de Al-
monacid dio luego indicio de flaquear; mas la otra sostúvose bizar-
ramente , distinguiéndose los cuerpos de Jerez, Córdoba y guar-
dias españolas, guiado el segundo con conocimiento y valentía por
Don Francisco Carvajal. Cargaba igualmente la caballería, y anun-
ciábase allí la victoria cuando muerto el caballo del comandante de
aquellos ginetes vizconde de Zolina, hombre de nimia superstición
aunque de valor no escaso, paróse este tomando por aviso de Dios
la muerte de su caballo.


Entre tanto acudió ¿osé con el resto de la reserva al campo de
batalla, y rota la quinta división que ya había flaqueado, penetra-
ron los franceses hasta el cerro del castillo, al que subieron después
de una muy viva resistencia. Llegó con esto á ser muy critícala situa-
ción del ejército español, en especial la de la gente de Lacy, por lo
cual Venégas juzgó prudente retirarse. Para ello ordenó á la se-
gunda división del mando de Vigodet, que era la menos compro-
metida , que formase á espaldas del ejército. Ejecutó dicho gefe
esta maniobra con prontitud y acierto, siguiendo á su división la
cuarta del cargo de Castejon.


No bastó tan oportuna precaución para verificar la Retirada dei ejér-
retirada ordenadamente, pues asustados algunos caba- c i t 0 e s p a B o 1
líos con la voladura de varios carros de municiones, dispersáronse é
introdujeron desorden. De allí no obstante con mas ó menos concierto
dirijiéronse todas las divisiones por distintos puntos á Herencia y
en seguida á Manzanares. En esta villa corriendo en-
tre la caballería la voz falsa y aciaga de que los ene- a d l s p e r s i ' ) n -
migos estaban ya á la espalda en Valdepeñas, desrancháronse los
soldados, y de tropel y desmandadamente no pararon hasta Sierra-
Morena, en donde, según costumbre, se juntaron después y rehi-
cieron. Costó á los españoles la batalla de Almonaetd 4000 hom-
bres , unos 2000 á los franceses.


Tan desventajosamente finalizó esta campaña de Talavera y ta




36 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Mancha comenzada con favorable estrella. No se advirtió sin em-
bargo en sus resultas, á lo menos de parte de los españoles, lo
que comunmente acontece en las guerras, en las que , según con
razón asienta Montesquieu, no suele ser lo mas funesto las pérdi-
das reales que en ellas se experimentan, sino las imaginarias y el
desaliento que producen. Lo que hubo de lastimoso en este caso
fue haber desaprovechado la ocasión de lanzar tal vez á los france-
ses del Ebro allá y sobre todo la desunión momentánea de los alia-
dos, á la que sirvió de principal motivo la falta de bastimentos.


Cuestión ha sido esta que Ya hemos tocado, v no
Contestaciones , . i • i i • • • .


con los ingleses volveríamos á renovarla si no hubiese tenido particu-
c C " s a l ) S l 5" j n" lar influjo en las operaciones militares, y mezcládose


también en los vaivenes de la política. Hubo en ella por
ambas partes injusticia en las imputaciones, achacándose ala central
mala voluntad y hasta perfidia, y calificando esta de mero pretexto
las quejas á veces fundadas de los ingleses. Todos tuvieron culpa,
y masías circunstancias de entonces, juntamente con la dificultad
de alimentar un ejército en campaña cuando no es conquistador, y
de prevenir las necesidades por medio de oportunos almacenes. Se
equivocó la central en imaginar que con solo dar órdenes y enviar
empleados se abastecería el ejéxito inglés y español. A aquellas
hubieran debido acompañar medidas vigorosas de coacción, po-
niendo también cuidado en encargar el desempeño de comisión tan
espinosa á hombres íntegros y capaces. Cierto que á un gobierno de
índole tan débil como la central, érale difícil emplear coacción,
sobre todo en Extremadura provincia devastada, y en donde hasta
las mismas y fértiles comarcas del valle y vera de Plasencia, pri-
meras que habían de pisar los ingleses, acababan de ser asoladas
por las tropas del mariscal Víctor. Pero hubo azar en escoger por
cabeza de los empleados á Lozano de Torres, quien al paso que
bajamente adulaba al general en gefe inglés, escribía á la central
que eran las quejas de aquel infundadas: juego doble y villano,
que descubierto obligó á Wellinglon á echar con baldón de su
campo al empleado español.


De parte de los ingleses hubo imprevisión en figurarse que á pe-
sar de los ofrecimientos y buenos deseos de la central, potlria su
ejército ser completamente provisto y ayudado. Ya había este pa-
decido en Portugal falta de muchos artículos, aunque en realidad
el gobierno británico alli mandaba, y con la ventaja de tener pró-
xima la mar. Mayores escaseces hubieran debido temer en España,
país entonces por lo general mas destruido y maltratado, no pu-
diendo contarcon que solo el patriotismo reparaseelapurode medios
después de tantas desgracias y escarmientos. Creer que el gobierno
español hubiera de antemano preparado almacenes, era confiar
sobradamente en su energía y principalmente en sus recursos. Los
ingleses sabian por experiencia lo dificultoso que es arreglar la




LIBRO NOVENO. 57
hacienda militar ó sea comisariato, pues todavía en aquel tiempo
tachaban ellos mismos de defectuosísimo el suyo, y no era dable que
España, en todo lo demás tan atrasada respecto de Inglaterra, se
le aventajase en este solo ramo y tan de repente.


En vano pensó la junta suprema remediar en parte el mal en-
viando á Extremadura á Don Lorenzo Calvo de Rozas, individuo suyo
y en cuyo celo y diligencia ponia firme esperanza. Semejante de-
terminación , que no se tomó hasta 4 o de agosto, llegaba ya larde,
indispuestos los ánimos de los generales entre sí , y agriados cada
vez mas con el escaso fruto que se sacaba de la campaña empren-
dida. De poco sirvió también para concordarlos la dejación volun-
taria que hizo Cuesta de su mando, anhelada por los mismos in-
gleses y expresamente pedida por su ministro en Sevilla. Lord
Wellington viendo que la abundancia no crecía * cual
deseaba, y que sus soldados enfermaban y perecían (" 3" )
sus caballos, declaró que estaba resuelto á retirarse á Portugal.
Entonces Eguia y Calvo hicieron para desviarle de su propósito
nuevos ofrecimientos, concluyendo con decirle el primero que á
no ceder á sus instancias creería que otras causas y no la falla de
subsistencias le determinaban á retirarse. Otro tanto y con mas
descaro escribióle Calvo de Rozas. Ásperamente replicó Welling-
ton, indicando á Eguia que en adelante seria inútil proseguir en-
tre ellos la comenzada correspondencia.


Algunos no obstante mantuvieron esperanzas de L l e e a d a a E s
que todo se compondría con la venida á Sevilla del paga del marque?
marqués de Wellesley, hermano del general inglés y d 0 W e " o s l e y -
embajador nombrado por S.M. B. cerca del gobierno de España.
Habia llegado el marqués á Cádiz el 4 y acogídole la ciudad cual
merecia su elevada clase y la fama de su nombre. No nos deten-
dremos en describir su entrada, mas no podemos omitir un hecho
que alli ocurrió digno de memoria. Fue pues que queriendo el
embajador, agradecido al buen recibimiento, repartir dinero entre
el pueblo, Juan Lobato, zapatero de oficio y de un batallón de vo-
luntarios, saliendo de entre las filas díjole mesuradamente: «Se-
t ñor excelentísimo, no honramos á V. E . por interés sino para
« corresponder á la buena amistad que nuestra nación debe á la de
« V. E.» Rasgo muy característico y frecuente en el pueblo es-
pañol. Pasó después á Sevilla el nuevo embajador y reemplazó á
Mr. Frere, á quien la junta dio el título de marqués de la Union en
prueba de lo satisfecha que estaba de su buen porte y celo. Uno
de los primeros puntos que trató Wellesley con la p , a n d 0 s „ b s i s .
junta fue el de la retirada de su hermano. Recayendo^ t e n c l a s -
la principal queja sobre la falta de provisiones, rogóle el gobierno
español que le propusiese un remedio, y el marqués extendió un
pian sobre el modo de formar almacenes y proporcionar tras-
portes, como si el estado general de España y el de sus caminos y




58 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


sus carruages estuviese al par del de Inglaterra. No obstante los
obstáculos insuperables que se ofrecían para su ejecución, apro-
bólo la central, quizá con sus puntas de malicia, sin que por eso se
adelantase cosa alguna. Lord Wellington había ya empezado el 20


Retírase w e i - ^e a 8 0 S t 0 desde Jaraicejo su marcha retrógrada, y
¡ington a B a d a - deteniéndose algunos dias en Mérida y Badajoz, re-
de 1 p o r i o e a i . ' ™ partió en principios de setiembre su ejército entre la


frontera de Portugal y el territorio español. Muchos
atribuyeron esta retirada al deseo que tenia el gobierno inglés de
que recayese en lord Wellington el mando en gefe del ejército
aliado. Nosotros, sin entrar en la refutación de este dictamen, nos
inclinamos á creer que mas que de aquella causa y de la falta de
subsistencias que en efecto se padeció, provino semejante resolu-
ción del rumbo inesperado que tomaron las cosas de Austria. Los
ingleses habían pasado á España en el concepto de que, prolongán-
dose la guerra en el Norte, tendrían los franceses que sacar tro-
pas de la península, y que no habría por tanto que luchar en las
orillas del Tajo sino con determinadas fuerzas. Sucedió lo con-
trario, atribuyendo después unos y otros á causas inmediatas Jo
que procedía de origen mas alto. De todos modos las resultas
fueron desgraciadas para la causa común, y la central, como di-
remos después, recibió de este acontecimiento gran menoscabo en
su opinión.


conducta y tro- ^ ' gobierno de José por su parte lleno de confianza
peiias dei gobier- había aumentado ya desde mayo sus persecuciones
uo de José. contra los que no graduaba de amigos, incomodando
á unos y desterrando á otros á Francia. Confundía en sus trope-
lías al procer con el literato, al militar con el togado, al hombre
elocuente con el laborioso mercader. Asi salieron juntos, ó unos
en pos de otros á tierra de Francia el duque de Granada y el poeta
Cienfuegos, el general Arteaga y varios consejeros, el abogado
Argumosa y el librero Pérez. Mala manera de allegar partidarios,
é innecesaria para la seguridad de aquel gobierno, no siendo los
extrañados hombres de arrojo ni cabezas capaces de coligación.
Expidiéronse igualmente entonces por José decretos destemplados,
como lo fueron el de disponer de las cosechas de los habitantes sin
su anuencia, y el de que se obligase á los que tuviesen hijos sir-
viendo en los ejércitos españoles á presentar en su lugar un sus-
tituto ó dar en indemnización una determinada suma. Estos decretos
como los demás ó no se cumplían ó cumplíanse arbitrariamente, con
lo que en el último caso se anadia á la propia injusticia la dureza en
la ejecución.


La guerra de Austria, aunque habia alterado algún tanto al go-
bierno intruso, no le desasosegó extremadamente, ni le contuvo
opinión de Ma- en sus procedimientos. Llególe mas al alma la cercanía


d r i c | de los ejércitos aliados y el ver que con ella los mora-




LIBRO NOVENO. 39
dores de Madrid recobraban nuevo alíenlo. Procuró por tanto
deslumhrarlos y divertir su atención haciendo repetidas salvas que
anunciasen las victorias conseguidas en Alemania; mas el español,
inclinado entonces á dar solo asenso á lo que le era favorable,
acostumbrado ademas á las artimañas de los franceses, no dando
fé á lejanas nuevas, reconcentraba todas sus esperanzas en los ejér-
citos aliados, cuya proximidad en vano quiso ocultar e) gobierno
de José. Tocó en frenesí el contentamiento de los madrileños el 26
de julio, dia de Santa Ana, en el que los aldeanos que andan en el
tráfico de frutas de Navalcarnero y pueblos de su co- J f t M ] o m
marca, esparcieron haber llegado alli y estar de con- «i <n« de
siguiente cercano á la capital Sir Roberto Wilson y su S a n t a A n a '
tropa. Con la noticia saliendo de sus casas los vecinos, espontá-
neamente y de montón se enderezaron los mas de ellos hacia la
puerta de Segovia para esperar á sus libertadores. Los franceses
no dieron muestra de impedirlo, limitándose el general Belliard,
que habia quedado de gobernador, á sosegar con palabras blandas
el ánimo levantado de la muchedumbre. Durante el dia reinó, por
todo Madrid el júbilo mas exaltado, dándose el parabién conocidos
y desconocidos, y entregándose al solaz y holganza. Pero en la no-
che llegado aviso del descalabro que padeció el mismo 26 la van-
guardia de Zayas, anunciáronlo los franceses al dia siguiente como
victoria alcanzada contra todo el ejército combinado, sin que la
publicación hiciese mella en los madrileños calificándola de falsa,
sobre todo cuando el 51 de resultas de la batalla de Talayera vieron
que los franceses tomaban disposiciones de retirada, y que los de
su partido se apresuraban á recogerse al Retiro. Salieron no obs-
tante fallidas, según en su lugar contamos, las esperanzas de los
patriotas; mas inmutables estos en su resolución comenzaron á
decir el tan sabido no importa, que repetido á cada desgracia y en
todas las provincias, tuvo en la opinión particular influjo, probando
con la constancia del resistir que aquella frase no era hija de irre-
fleja arrogancia, sino expresión significativa del sentimiento ín-
timo y noble de que una nación, si quiere, nunca es sojuzgada.


José sin embargo, persuadido de que con la retirada ^ e v o s decretos
de los ejércitos aliados, las desavenencias entre ellos, d e J o s é -
la batalla de Almonacid y lo que ocurría en Austria, se afirmaba
mas y mas en el solio, tomó providencias importantes y promulgó
nuevos decretos. Antes ya habia instalado el consejo de estado, no
pasando á convocar cortes, según lo ofrecido en la constitución de
Bayona, asi por lo arduo de las circunstancias, como por no agradar
ni aun la sombra de instituciones libres al hombre de quien se
derivaba su autoridad. Entre los decretos, muchos y de varia
naturaleza, húbolos que llevaban el sello de tiempos de división y
discordia, como fueron el de confiscación y venta ele los bienes em-
bargados á personas fugitivas y residentes en provincias levantadas,




40 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


y el de privación de sueldo, retiro ó pensión á todo empleado que
no hubiese hecho de nuevo para obtener su goce solicitud formal.
De estas dos resoluciones, la primera, ademas de adoptare! bárbaro
principio de la confiscación, era harto amplia y vaga para que en
la aplicación no se acreciese su rigor; y la segunda, si bien pudiera
defenderse atendiendo á las peculiares circunstancias de un go-
bierno intruso, mostrábase áspera en extenderse hasta la viuda y
el anciano, cuya situación era justo y conveniente respetar, evi-
tándo/es lodo compromiso en las discordias civiles.


Decidió también José no reconocer otras grandezas ni títulos sino
los que él mismo dispensase por un decreto especial, y suprimió
igualmente todas las órdenes de caballería existentes, excepto la
militar de España que habia creado y la antigua del Toisón de Oro :
no permitiendo ni el uso de las condecoraciones ni menos el goce
de las encomiendas : por cuyas determinaciones ofendiendo la va-
nidad de muchos se perjudicó á otros en sus intereses, y tratóse de
comprometer á todos.


Aplaudieron algunos un decreto que dio José el 18 de agosto
para la supresión dé todas las órdenes monacales, mendicantes y
clericales. Napoleón en diciembre habia solo reducido los conven-
tos á una tercera parte : su hermano ampliaba ahora aquella pri-
mera resolución, ya por no ser afecto á dichas corporaciones, ya
también por la necesidad de mejorar la hacienda.
Medidas econó- Los apuros de esta crecían no entrando en arcas


micas. o t r o p r o ( i u c t o sino el de las puertas de Madrid, au-
mentado solo con el recargo de ciertos artículos de consumo. Se-
mejante penuria obligó al ministro de hacienda conde de Cabarrus
á recurrir á medios odiosos y violentos como el del repartimiento
piata de particu- de un empréstito forzoso entre las personas pudientes


lares. de Madrid y el de recoger la plata labrada de los par-
ticulares. En la ejecución de estas providencias, y sobre todo en
la de la confiscación de las casas de los grandes y otros fugitivos,
cometiéronse mil tropelías, teniendo que valerse de individuos des-
preciables y desacreditados, por no querer encargarse de tal mi-
nisterio los hombres de vergüenza. Asi fue que ni el mismo go-
bierno intruso reportó gran provecho, echándose aquella turba
de malhechores, con la suciedad y ansia de harpías, sobre cuantas
cosas de valor se ofrecían á su rapacidad.


Del palacio real se sacaron al propio tiempo todos
Del palacio. . , . . 1 . - t i i


los útiles de plata que por antiguos ó de mal gusto se
habían excluido del uso común y se llevaron á la casa de la moneda.
Díjose que del rebusco se juntaron cerca de ochocientas mil onzas
de plata, cálculo que nos parece excesivo.


De ¡giesias Tomáronse asimismo de las iglesias muchas alha-
jas , trasladándose á Madrid bastante porción de las


del Escorial. Cierto es que entre ellas varias que se creían de




LIBRO NOVENO. 41


oro no lo eran, y otras que se tenian por de plata aparecieron solo
de hojuela. El historiador inglés Napier (ya es preciso M r N a p | e r
nombrarle) empeñado siempre en denigrar la con-
ducta de los patriotas, dice que esta medida del intruso excitó la
codicia de los españoles, y produjo la mayor parte de las bandas
que se llamaron guerrillas. Aserción tan errónea y temeraria que
consta de público, y puede averiguarse en los papeles del gobierno
nacional, que si los gefes de aquellas tropas interceptaron parte de
la plata ú otras alhajas de las que se llevaban á Madrid, por lo ge-
neral las restituyeron fielmente á sus dueños ó las enviaron á Sevilla.
Lo contrario sucedió del lado de los franceses que, mirando á España
como conquista suya ú obligados sus gefes aechar mano de todo para
mantener sus t ropas, se reservaron gran porción de aquellos efec-
tos , en vez de remitirlos al gobierno de Madrid. Con frecuencia se
quejaba entre sus amigos de tal desorden el conde de Cabarrus, aña-
diendo que Napoleón nunca conseguiría su intento en la península,
si no adoptaba el medio de hacer la conquista con 6 0 0 millones y
6 0 , 0 0 0 hombres en lugar de 6 0 0 , 0 0 0 hombres y 6 0 millones, pues
solo asi podría ganar la opinión que era su mas terrible enemigo.


Aquel ministro, de cuya condición y prendas hemos hablado an-
teriormente, juzgó polítiá) y miró como inagotable recurso la
creación que hizo, por decreto de9 de junio bajo nom- C é d u l a s M p o t e _
bre de cédulas hipotecarias, de unos documentos que 6 a r i a 9 -
habían de trocarse contra los créditos antiguos del estado de cual-
quiera especie, y emplearse en la compra de bienes nacionales, con
la advertencia de que los que rehusaran adquirir dichos bienes,
recibirían en cambio inscripciones del libro de la deuda pública que
se establecía, cobrando al año cuatro por ciento de interés. También
discurrió Cabarrus prohibir el curso de los vales reales en los países
dominados por los franceses, si no llevaban el sello del nuevo escudo
adoptado por José; lo que en lugar de atraer los vales á la circula-
ción de Madrid, ahuyentólos, temerosos los tenedores de que el
gobierno legitimo se negase á reconocerlos con la nueva marca.
Coligiéndose de ahi ser Cabarrus el mismo de antes, esto es, su-
geto de saber y viveza, pero sobradamente inclinado á forjar pro-
yectos á centenares, por lo cual le habia ya calificado con oportu-
nidad el célebre conde de Mirabeau d'komme á expédients.


Ademas todas estas medidas que /laqueaban ya por tantos lados,
y particularmente por el de la confianza, base funda- C é d u l a s d 6 ln_
mental del crédito, acabaron de hundirse con crear otras aemnizadon y ra,
cédulas, llamadas de indemnización y recompensa, pues c o m p e ' 1 5 a -
aunque al principio se limitó la suma de estas á la de 1 0 0 , 0 0 0 , 0 0 0
y en forma diferente de las otras, claro era que en un gobierno sin
trabas como el de José y en el que habia de contentarse á tantos,
pronto se abusaría de aquel medio ampliándole y absorbiendo de
este modo gran paite de los bienes nacionales destinados á la ex-t




43 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
tinción de la deuda. Asi fue que si bien al principio algunos corte­
sanos y especuladores hicieron compras de cédulas hipotecarias,
con que adquirieron fincas pertenecientes á confiscos y comunida­
des religiosas, padeció en breve aquel papel gran quebranto, que­
dando casi reducido á valor nominal.


No sacando pues de ahogo tales medidas económicas al gobierno
de Madrid, tuvo Napoleón mal de su grado que suministrar de
Francia 2,000,000 de francos mensuales, siendo aquella la primera
guerra que en lugar de producir recursos á su erario los menguaba.
... . . Mas atinado anduvo José en otros decretos que lam­
Otros decretos. , . ч r ,™-.


bien promulgo desde junio hasta fines del año 1809 :
entre ellos merece particular alabanza el que abolió el voto de San­
tiago impuesto gravosísimo á los agricultores del que hablaremos
al tratar de las cortes de Cádiz. Igualmente fueron notables el de la
enseñanza pública, el de la milicia y sus grados, el de municipali­
dades , y el de quitar á los eclesiásticos toda jurisdicción civil y
criminal. Providencias estas y otras, que si bien en mucha parte ti­
raban á la mejora del reino, no eran apreciadas por falta de ejecu­
ción , y sobre todo porque desaparecía su beneficio al lado de otras
ruinosas y de las lástimas que causaban las persecuciones de parti­
culares y los males comunes de la guerra?




LIBRO DÉCIMO.


Sitio de fierona. — Mal estado de la plaza. — Descripción de Gerona. —
Su población y fuerza. — Alvarez, gobernador. — Defectos de la plaza. —
Entusiasmo de los gerundenses. — San Narciso declarado generalísimo.— Se
presentan los franceses delante de Gerona. Mayo. — Circunvalan la plaza.
Junio. — Formalizan su ataque. — Entereza de Alvarez. — Acometen los
enemigos las torres avanzadas de Monjuich. — Empieza el bombardeo con-
tra la ciudad. — Beramendi. — Nieto. — Apode'ranse los enemigos de las
íorres avanzabas efe 5fonj'uícn. — Desalojan los españoles del Pedret á los
enemigos. — Saint-Cyr con todo su eje'rcito pasa al sitio de Gerona. —
Ocupa á San Feliú de Guijols. — Correrías de los partidarios. — Julio. —
Embisten los enemigos á Monjuich. — Intrepidez de Montoro. — Asalto de
Monjuich. — Por cuatro veces son repelidos los franceses. — Retíranse. —
Pierson. El tambor Ancio. — Vuélase la torre de S. Juan. — Arrojo de Be-
ramendi. — Toman los franceses á Palamós. — Mariscal Augereau. — Su
proclama. — Partidarios que molestan á los franceses. — Socorro que i n -
tenta entrar en Gerona. — Marshall. — Continúan los franceses su ataque
contra Monjuich. — Agosto. — Ataque del rebellín de Monjuich. — Grijoís.


— Abandonan los españoles á Monjuich. —Esperanzas vanas de los fran-
ceses con la ocupación de Monjuich. •«— Estrechan la plaza. — Respuesta
notable de Alvarez. — Su diligencia. — Don Joaquin Blake. — Va al so-
corro de Gerona. — Buenas, disposiciones que para ello se toman. —Set i em-
b r e . — Vese Saint-Cyr engañado. — Entra un convoy y refuerzo en Gerona
á las órdenes de Conde. — Salida malograda de la plaza. — Asaltan los
franceses la plaza el 19 de setiembre. — Valor de la guarnición y habitan-
tes. — Alvarez. — Muerte de Marshall. — Son repelidos los franceses en todas
partes con gran pérdida. — Convierten los franceses el sitio en bloqueo. —
Intenta en vano Blake socorrer de nuevo la plaza. — Odonell. — Haro. —
Ventajas de los españoles y de los ingleses cerca de Barcelona.— Octubre.—
Empieza el hambre en Gerona. — Únese Odonell al ejército. — El mariscal
Augereau sucede á Saint-Cyr en Cataluña. — Estréchase el bloqueo. —
Auméntanse el hambre y las enfermedades. — Tercera é inútil tentativa
de Blake para socorrer á Gerona. — Noviembre. — Hambre horrorosa. Ca-
restía de víveres. — Vacila el ánimo de algunos. — Inflexibilidad de Alva-
rez. — Bando de Alvarez. — Gracias que concede la central á Gerona. —
Congreso catalan. — Estado deplorable de la plaza. — Diciembre. — Re-
nuevan los franceses sus ataques. — Ataqne del 7 de diciembre. — Se
agolpan contra Gerona todo género de males. — Enfermedad de Alvarez.
— Substituyele Don Julián Bolívar.— Hablase de capitular.'—• Honrosa ca-
pitulación de Gerona. —• Extraordinaria defensa la de esta plaza. — A l v a -
rez , trasladado á Francia. — Su muerte. — Sospechas de que fue violenta.
— Honores concedidos á la memoria de Alvarez. — Estado de las otras pro-
vincias. — Provincias libres. — Provincias ocupadas. — Navarra y Aragon.
— Renovales. 1— Combates en Roncal. — Correspondencia entre los fran-
ceses y Renovales. — Sarasa. — San Julián de la Peña quemado. — Com-
bates en los valles de Ansó y Roncal. — Capitulan los valles. — Venasque¿
— Perena y otros partidarios. •—'Nuevas partidas. — Ríndese Venasque. —
Junta de Aragon. — Gayan. — Le atacan los franceses. — Se apoderan de
la Virgen del Tremedal. —Entra Suchet en Albarracin y Teruel.— Cuenca




№ REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


t Será pasado por las armas el que profiera la voz
Sitio de Gerona. , . 1 , , , . m i


» de capitular o de rendirse. » Tal pena impuso por
bando al acercarse los franceses á Geroua su gobernador Don Ma­
riano Alvarez de Castro. Resolución que por su parte procuró cum­
plir rigurosamente, y la cual sostuvieron con inaudito tesón y cons­
tancia la guarnición y los habitantes.


Preludio fueron de esta tercera y nunca bien ponderada defensa
las otras dos ya relatadas de junio y julio del año anterior. Los
Mai estado de la franceses no consideraban importante la plaza de Ge­


pia?a. r o n a , habiéndola calificado de muy imperfecta el ge­
neral Manescau comisionado para reconocerla : juicio tanto mas
fundado, cuanto prescindiendo de lo defectuoso de sus fortificacio­


y Guadalajara. — Atalayuelas. — El Empecinado. — Hechos de este. — La,
Mancha. — Francisquete. — León y Castilla. — Don Julián Sánchez. —
El Capuchino, Saornil. — Juntas y partidarios en el camino de Francia.
— Mina el mozo. — Sucesos generales de la nación, — Estado de desaso­
siego de la central. — Don Francisco de Palafox. — Consulta del consejo.
— Su ceguedad. — Altercados de las juntas de provincia y la central. Se­
villa. — Extremadura. — Valencia. — Exposición de esta contra el consejo.
— Trama para disolver la central. — Descúbrela el embajador de Ingla­
terra. — Trata la central de reconcentrar la potestad ejecutiva. — D i v e r ­
sidad de opiniones. — N.ómbrase al efecto una comisión. — Nómbrase otra
segunda. — Nuevos manejos. — Palafox. — Romana. — Su inconsiderada
conducta y su representación. —• Nómbrase la comisión ejecutiva. — Fíjase
el dia de juntarse las cortes. — Instálase la comisión ejecutiva. — Estado
de Europa. — Expediciones inglesas. — Contra Ñapóles. — Contra el Es­
calda. — Desgraciadísima esta. — Paz entre Napoleón y el Austria. — Ma­
nifiesto de la central. — Prurito de batallar de la central. — Ejército de la
izquierda. — General Marchand. — Carrier. — Primera defensa de As­
torga. — Muévese el duque del Parque al frente del ejército de la izquierda.
— Batalla de Tamames. — Gañanía los españoles. — Únese Ballesteros á
Parque.— Entra Parque en Salamanca. —Únesele la división castellana.
— Ejércitos españoles del mediodía. — Unese al de la Mancha parte del
ejército de Extremadura. — Fuerza de este ejército reunido al mando de
Eguia.— Posición de los franceses. — Irresolución de Eguia. — Sucédele en
el mando Areizaga. — Favor de que este goza. — Lord Wellington en Se­
villa. — Ibarnavarro consejero de Areizaga. — Muévese este. — Choque en
Dos­Barrios. — Areizaga en Tembleque. — Ejército español en Ocaña. —
Movimientos inciertos y mal concertados de Areizaga. — Choque de caba­
llería en Ontigola. — Fuerzas que acercan los franceses. — Batalla de Ocaña.
— Horrorosa dispersión. Pérdida de Ocaña. — Resultas. — Se retira Al­
burquerque á Trujillo. — Movimientos del duque del Parque. — Acción de
Medina del Campo.—Acción de Alva de Tormes. —Valor de Mendizabal. —
Retirada de los españoles. —• Retirada de los ingleses del Guadiana al norte
del Tajo. — Flaqueza de la comisión ejecutiva. — Comisionados enviados á
la Carolina. — Prisión de Palafox y Montijo. — Manejos de Romana y de su
hermano Caro.— Tropelías. — Estado deplorable de la junta central. —
Providencias de la comisión ejecutiva y de la junta. — Proposición de
Calvo sobre libertad de imprenta. — Modo de convocarse las cortes. —
Mudanza de individuos en la comisión ejecutiva. — Decreto de la central
para trasladarse á la isla de León.




LIBRO DÉCIMO. 45


nes, estaban entonces estas unas cuarteadas, otras cubiertas de ar-
bustos y malezas y todas desprovistas de lo mas necesario. Corri-
giéronse posteriormente algunas de aquellas faltas sin que por eso
creciese en gran manera su fortaleza.


Gerona, cabeza del corregimiento de su nombre, Descripción A<>
situada en lo antiguo cuesta abajo de un monte, ex- Gerona,
tendióse después por las dos riberas del Oña , llamándose el Mer-
cadal la parte colocada á la izquierda. La de la derecha se prolonga
hasta donde el mencionado rio se une con el Ter, del que también
es tributario por el mismo lado, y después de correr por debajo
de varias calles y casas el Gálligans formado de las aguas vertien-
tes de los montes situados al nacimiento del sol. Comunícanse am-
bas parles de la ciudad por un hermoso puente de piedra, y las
circuía un muro antiguo con torreones, cuyo débil reparo se me-
joró después, añadiendo siete baluartes, cinco del lado del Merca-
dal y dos del opuesto : habiendo solo foso y camino cubierto en el
de la puerta de Francia. Dominada Gerona en su derecha por- va-
rias alturas, eleváronse en diversos tiempos fuertes que defendie-
sen sus cimas. En la que mira al camino de Francia y por consi-
guiente en la mas septentrional de ellas se concluyó el castillo de
Monjuich con cuatro reductos avanzados, y en las otras separadas
de estas por el valle que riega el Gálligans los del Calvario, Con-
destable, reina Ana, Capuchinos, del Cabildo y de la Ciudad. An-
tes del sitio se contaban algunos arrabales, y abríase delante del
Mercadal un hermoso y fértil llano que, bañado por el Ter, el ria-
chuelo Guell y una acequia, estaba cubierto de aldeas y deleitables
quintas.


La población de Gerona en 1808 ascendía á 14,000 S n p o W a ( , t o n
almas, y al comenzar el tercer sitio constaba su guar- '"era»
nicion de 5673 hombres de todas armas. Mandaba la plaza en cali-
dad de gobernador interino Don Mariano Alvarez de A l v a r M i
Castro, natural de Granada y de familia ilustre de "«¡«r.
Castilla la Vieja, quien con la defensa inmortalizó su nombre. Era
teniente de rey Don Juan Bolívar que se había distinguido en las dos
anteriores acometidas de los franceses, y dirigían la artillería y los
ingenieros los coroneles Don Isidro de Mata y Don Guillermo Mi-
nali: el último trabajó incesantemente y con acierto en mejorar las
fortificaciones.


Por la descripción que acabamos de hacer de Gerona y por la no-
ticia que hemos dado de sus fuerzas, se ve cuan flacas Defectos de ia
eran estas y cuan desventajosa su situación. Enseño- P l a H >
reada por los castillos, tomado que fuese uno de ellos, particular-
mente el de Monjuich, quedaba la ciudad descubierta siendo favo-
rables al agresor todos los ataques, Ademas si atendemos á los
muchos puntos que habia fortificados, y á la extensión del recinto
claro es que para cubrir convenientemente la totalidad de las obras.




4 6 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


se requerían por lo menos de 10 á 12,000 hombres, número lejano
de la realidad. A todo suplió el patriotismo.


Entusiasmo d« Animados los gerundenses con antiguas memorias
ios Bemndenses. y reciente en ellos la de las dos últimas defensas, apo-
yaron esforzadamente á la guarnición, distribuyéndose en ocbo
compañías que, bajo el nombre de Cruzada, instruyó el coronel
Don Enrique Odonell. Compusiéronla todos los vecinos sin excep-
ción de clase ni de estado, incluso el clero secular y regular, y
hasta las mugeres se juntaron en una compañía que apellidaron de
Santa Bárbara, la cual dividida en cuatro escuadras llevaba cartu-
chos y víveres á los defensores, recogiendo y auxiliando á los he-
ridos.


s a n Narciso Anteriormente habíase también tratado de excitar
S m o " s e n ° J ' a devoción de los gerundenses nombrando por gene-


ralísimo á San Narciso su patrono. Desde muy anti-
guo tenían los moradores en la protección del santo entera y sen-
cilla fé. Atribuían á su intercesión prosperidades en pasadas guerras,
y en especial la plaga de moscas que tanto daño causó, según
cuentan, en el siglo decimotercio al ejército francés que bajo su
rey Felipe el Atrevido puso sitio á la plaza : sitio en el que , por
decirlo de paso, grandemente se señaló el gobernador Ramón Folch
de Cardona, quien al asalto, como refiere Bernardo Desclot, ta-
ñendo su añafil y soltadas las galgas no dejó sobre las escalas fran-
cés que no fuese al suelo herido ó muerto. Ciertos hombres sin
profundizar el objeto que llevaron los gefes de Gerona, hicieron
mofa de que se declarase generalísimo á San Narciso, y aun hubo
varones cuerdos que desaprobaron semejante determinación, te-
miendo el influjo de vanas y perniciosas supersticiones. Era el de
los últimos arreglado modo de sentir para tiempos tranquilos, pero
no tanto para los agitados y extraordinarios. De todas las obliga-
ciones la primera consiste en conservar ilesos los hogares patrios, y
lejos de entibiar para ello el fervor de los pueblos, conviene alimen-
tarle y darle pábulo hasta con añejas costumbres y preocupaciones :
por lo cual el atento político y el verdadero hombre religioso, ene-
migos de indiscretas y reprensibles prácticas, disculparán no obs-
tante y aun aplaudirán en el apretado caso de Gerona, lo que á
muchos pareció ridicula y singular resolución hija de grosera igno-
rancia.


Los franceses, preparáudose de antemano para el
S e presentan . . , • 1 , 1 1 r- j


los franceses de- sitio, se presentaron a la vista de la plaza e l b de
u n t e de Gerona. m a y o e ¡ Q | a s a | t u r a s ¿e c o s t a-Roja. Mandaba entonces


aquellas tropas el general Reille, hasta que el 13 le
reemplazó Verdier quien continuó á la cabeza durante todo elsitio.
Con este general, y sucesivamente, llegaron otros refuerzos, y el
31 arrojaron los enemigos á los nuestros de la ermita de los Ange-
les que fue bien defendida. Hubo varias escaramuzas, pero lo corto




LIBRO DÉCIMO. 47


de la guarnición no permitió retardar, cual conviniera, las prime-
ras operaciones del sitiador. Solamente los paisanos de las inmedia-
ciones de Montagut, tiroteándose con él á menudo, le molestaron
bastantemente.


Al comenzar junio fue la plaza del todo cireunva- C i T O m T 1 | i n ta
Iada. Colocóse la división westí'aliana de los franceses t1»1*- Jun">-
al mando del general Morio desde la margen izquierda del Ter por
San Medir, Montagut y Costa-Roja: la brigada de Juvban en Pont-
Mayor, y los regimientos de Berg y Wurszburgo en las alturas de
San Miguel y Villa-Roja hasta los Angeles : cubrieron el terreno
del Oñá al Ter por Montelibi, Palau y el llano de Salt tropas en-
viadas de Vique por Saint-Cyr, ascendiendo el conjunto de todas
á 18,000 hombres. Hubiera preferido el último general bloquear
estrechamente la plaza á sitiarla; mas sabiéndose en el campo fran-
cés que no gozaba del favor de su gobierno, y que iba á sucederle
en el mando el mariscal Augereau, no se atendieron debidamente
sus razones, llevando Verdier adelante su intento de embestir á
Gerona.


Reunido el 8 de junio el tren de sitio correspon- Form«uzan «•
diente, resolvieron los enemigos emprender dos ata- a u " i u e
ques, uno flojo contra la plaza, otro vigoroso contra el castillo de
Monjuich y sus destacadas torres ó reductos. Mandaban á los inge-
nieros y artillería francesa los generales Sansón y Taviel. Antes de
romper el fuego se presentó el 12 un parlamentario para intimar
la rendición, mas el fiero gobernador Alvarez respondió que no
queriendo tener trato ni comunicación con los enemigos de su pa-
tria , recibiría en adelante á metraliazos á sus emisarios. Hízolo asi
en efecto siempre que el francés quiso entrar en ha- E l l t e r o i a d 0 A1_
bla. Criticáronle algunos de los que piensan que en T» r e !-
tales lances han de llevarse las cosas reposadamente, mas loóle
mucho el pueblo de Gerona, empeñando infinito en la defensa tan
rara resolución cumplida con admirable tenacidad.


Los enemigos habian desde el 8empezadoá formar una paralela en
la altura de Tramoná600toesas de las torres de San Luis y San Nar-
ciso, dos de las mencionadas de Monjuich, sacando al
extremo de dicha paralela un ramal de trinchera, de- e n e n S ' 1 ™ t o s -
íante de la cual plantaron una batería de ocho cañones JJ^™^*"**
de á 24 y dos obuses de á nueve pulgadas. Colocaron
también otra batería de morteros detras de la altura Denroca á 560
toesas del baluarte de San Pedro situado á la derecha del Oña en
¡a puerta de Francia. Los cercados, á pesar del incesante fuego
que desde sus muros hacían, no pudieron impedir la continuación
de.estos trabajos.


Progresando en ellos y recibida que fue por los %mvieu¡ c i
franceses la repulsa del gobernador Albarez, empezó ^f"^™'
el bombardeo en la noche del 13 al 14, y todo resonó




48 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


con el estruendo del cañón y del mortero. Los soldados españoles
corrieron á sus puestos, otro tanto hicieron los vecinos, acompa-
ñándolos á todas partes las doncellas y matronas alistadas en la
compañía de Santa Bárbara. Sin dar descanso prosiguieron en su
porfía los enemigos hasta el 2o , y no por eso se desalentaron los
nuestros ni aun aquellos que entonces se estrenaban en las armas;
El 14 incendióse y quedó reducido á cenizas el hospital general :
gran menoscabo por los efectos allí perdidos difíciles de reponer.
La junta corregimental, que en todas ocasiones se portó digna-
mente, reparó algún tanto el daño, coadyuvando á ello la dili-


gencia del intendente Don Carlos Beramendi, y el
Beramendi. fouen c e i 0 ¿ e \ c ¡ r u j a n o mayor Don Juan Andrés Nieto,


Nieto. que en un memorial histórico nos há trasmitido ios
sucesos mas notables de éste sitio.


Apodéransaios ^ ' r a y a r del 14 también acometieron los enemigos
enemigos de las las torres de San Luis y San Narciso, apagaron sus
de r MorS> M d a s ruegos, descortinaron su muralla, y abriendo brecha


obligaron á los españoles á abandonar el 19 ambas
torres. Lo mismo aconteció el 21 con la de San Daniel que eva-
cuaron nuestros soldados. Este pequeño triunfo envalentonó á los
sitiadores, causándoles después grave mal su sobrada confianza.


Desalojan los En la noche del 14 al 15 desalojaron los mismos á
españoles dei Pe- una guerrilla española del arrabal del Pedret situado
dret a los enemí- ^ i e r a ¿e i a p u e r t a de Francia; y levantando un espal-


dón trataron de establecerse en aquel punto. Temeroso
el gobernador de que erigiesen allí una batería de brecha, dispuso
una salida combinada con fuerza de Monjuich y de la plaza. Destruye-
ron los nuestros el espaldón, y arrojaron al enemigo del arrabal.


saint-cyr con En tanto el general en gefe francés Saint-Cyr, ha-
todo su ejército bíendo enviado á Barcelona sus enfermos y heridos,
pasa al sitio de » . ^ . . , .


Gerona. aproximóse a Gerona. En su marcha cogió ganado va-
cuno , que del Llobregat iba para el abasto de la ciu-


"Zae^'i íob 6 " dad sitiada. Sentó el 20 de junio su cuartel general
en Caldas, y extendiendo sus fuerzas hacia la marina


se apoderó el 21 aunque á costa de sangre de San Feliú de Guijols.
Con su llegada aumentóse el ejército francés á unos 50,000 hom-
bres. Los somatenes y varios destacamentos molestaban á los fran-
ceses en los alrededores, y antes de acabarse junio cogieron un
correr ías de los convoy considerable y 120 caballos de la artillería que
partidarios. venian para el general Verdier. Corrió asi aquel mes
sin que los franceses hubiesen alcanzado en el sitio de Gerona otra
ventaja mas de la de hacerse dueños de las torres indicadas.


juno. Pusieron ahora sus miras en Monjuich Guarne-
Embisten los c í a i , l e 900 hombres á las órdenes de Don Guillermo


°™ m i í 8"*M o n" ^ a s n > estando todos decididos á defender el castillo
hasta el último trance. Al alborear del 3 de julio empe-




LIBRO DÉCIMO. 49


zaron los enemigos á atacarle valiéndose de varias baterías, y en
especial de una llamada Imperial que plantaron á la izquierda de
la torre de San Luis, compuesta de 20 piezas de grueso calihre y
2 obuses. En todo el dia aportillóse ya la cara derecha del ba-
luarte del norte > y los defensores se prepararon á resistir cual-
quiera acometida praticando detras de la brecha oportunas obras.
Él fuego del enemigo habia derribado del ángulo flanqueado de
aquel baluarte la bandera española que alli tremolaba. AI verla
caida se arrojó al foso el subteniente Don Mariano intrepidez de
Montoro, recobróla y subiendo por la misma brecha Montero,
la hincó y enarboló de nuevo : acción atrevida y digna de elogio.


No tardaron los enemigos en intentar el asalto del A s a l t 0 d e M o n _
castillo. Emprendiéronle furiosamente á las diez y i>"<*.
media de la noche del 4 de julio : vanos fueron sus esfuerzos, inu-
tilizándolos los nuestros con su serenidad y valentía. Suspendieron
por entonces los contrarios sus acometimientos; mas en la mañana
del 8 renovaron el asalto en columna cerrada y mandados por el
coronel Muff. Tres veces se vieron repelidos haciendo P o r c o a t r o ye_
en ellos grande estrago la artillería cargada con balas c e s s ° n repetidos
de fusil i particularmente un obús dirigido por Don 0 8 r s n c e s e s
Juan Gandy. Insistió el gefe enemigo Muff en llevar sus tropas por
cuarta vez al asalto, hasta que herido él mismo desmayaron los
suyos y se retiraron. Perdieron en esta ocasión los si- R e l i r O T S e
tiadores unos 2000 hombres, entre ellos 41 oficiales e i r m s e
muertos y 66 heridos. Mandaba en la brecha á los españoles Don
Miguel Pierson que pereció defendiéndola, y distin- p i e r s o n
guióse al frente de la reserva Don Blas de Fournas.
Durante el asalto tuvieron constantemente los franceses en el aire
contra el punto atacado 7 bombas y muchos otros fuegos parabó-
licos. Grandes y esclarecidos hechos alli se vieron. Fue de notar el
del mozo Luciano Ancio tambor apostado para seña- „
, . . . . , , , 1 . T . , . E l tambor Ancio.


lar con la caja los tiros de bomba y granada. Llevóle
un casco parte del muslo y de la rodilla, y al quererle trasportar
al hospital opúsose, diciendo : « N o , no , aunque herido en la
« pierna tengo los brazos sanos para con el toque de caja librar de
« las bombas á mis amigos. >


Enturbió algún tanto {a satisfacción de aquel dia el haberse
volado la torre de San Juan, obra avanzada entre Vuélase la torre
Monjuich y la plaza. Casi todos los españoles que la i e S a n J u a n
guarnecían perecieron, salvando á unos pocos Don Carlos Bera-
mendi, que sin reparar en el horroroso fuego del Arrojo de Bera-
enemigo acudió á aquel punto, mostrándose enton- m e B i i -
ees, corno en tantos otros casos de este sitio, celoso intendente,
incansable patriota y valeroso soldado.


Esto ocurría en Gerona cuando el general Saint-Cyr atentó á
alejar de la plaza todo género de socorros, después de haber ocu-


ii. 4




30 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


pado á San Felhi de Guijols creyó también oportuno apoderarse
Toman ios frán- de Palamós, enviando para ello el S de julio al ge-
ceses á ra íamos, neral Fontane. Este puerto casi aislado hubiera podido
resistir largo tiempo si le hubiesen defendido tropas aguerridas y
buenas fortificaciones. Pero estas de suyo malas se hallaban des-
cuidadas, y solamente las coronaban algunos somatenes y mique-
letes, que sin embargo se negaron á rendirse y disputaron el
terreno á palmos. Cañoneras fondeadas en el puerto hicieron al
principio bastante fuego; mas el de los enemigos las obligó á reti-
rarse. Entraron los franceses la villa y casi todos los defensores
perecieron, no siéndoles dado acogerse según lo intentaron á las
cañoneras y otros barcos que tomaron viento y se alejaron.


Por el mismo tiempo llegó á Perpiñan el mariscal
M a r ' S r e a , * ' l g e Augereau. Confiado en que los catalanes escucharían


su voz, dirigióles una proclama en mal español, que
su proclama. m a n d ó publicar en los pueblos del principado. Mas


apenas se. habian fijado tres de aquellos carteles cuando el coronel Don
Antonio Porta destruyó en San Lorenzo de la Muga el destacamento
encargado de tal comisión, volviendo á Perpiñan pocos de los que
le componían. Un ataque de gota en la mano y el ver que no era
empresa la de Cataluña tan fácil como se figuraba, detuvieron
algún tiempo al mariscal Augereau en la frontera, por lo que con-
tinuó todavía mandando el séptimo cuerpo el general Saint-Cyr.


partidarios qne ^ ° desayudaban tampoco á los heroicos esfuerzos
molestan a los de Gerona las escaramuzas con que divertían á los
franceses. franceses los somatenes, miqueletes y alguna tropa de
línea. Don Antonio Porta los molestaba desde la raya de Francia
hasta Figueras; de aqui á Gerona entreteníalos el doctor Don Fran-
cisco Robira, infatigable y audaz partidario. El general Wimpffen,
Don Pedro Cuadrado y los caudillos Milans, Iranzo y Claros, cor-
rían la tierra que media desde Hostalrich por Santa Coloma hasta
]a plaza de Gerona. Por tanto para despejar la línea de comunica-
ción con Francia tuvo Saint-Cyr que enviar el 12 de julio una bri-
gada del general Souham á Bañólas, al mismo tiempo que el general
Gillot desde Figueras se adelantaba á San Lorenzo de la Muga.


Muy luego de comenzar el sitio habian los de Ge-
S o c o r r o q u e m - i - i . , ,


t e m a entrar en roña pedido socorro, y en respuesta á su demanda
Gerona. trataron las autoridades de Cataluña de enviar un


Marshaii. convoy y alguna fuerza á las órdenes de Don Rodulfo
Marshall, irlandés de nación y hombre de brios, que


habia venido á España á tomar parte en su sagrada lucha. Pasaron
los nuestros delante del general Pino en Llagostera sin ser descu-
biertos; mas avisado el enemigo por un soldado zaguero, lomó el
general Saint-Cyr sus medidas, y el 10 interceptó en Castellar el
socorro, entrando solo en la plaza el coronel Marshall con unos
cuantos que lograron salvarse.




LIBRO DÉCIMO. Sí


Los sitiadores después del malogrado asalto de Mon-
juich prolongaron sus trabajos, y abrazando los dos f ^ ' ^ " , , ' ™
frentes del nordeste y noroeste se adelantaron hasta ?gJ I 1 í 0 D , r*M o n _
la cresta del glacis. Nuevas y multiplicadas baterías le-
vantaron sin que los detuviesen nuestros fuegos ni el valor de los si-
tiados. Perecieron el 31 muchos de ellos en la torre de San Luis,
que voló una bomba arrojada de la plaza, y en una salida que vo-
luntariamente hicieron del castillo en el mismo dia varios soldados.


Entrado agosto continuaron los franceses con el
mismo ahinco en acometer á Monjuich, y en la noche 6 0 8
del 3 al 4 quisieron apoderarse del rebellín del frente f j ^ ^ J J J J "
de ataque. Frustróse por entonces su intento; pero al
dia siguiente se hicieron dueños de aquella obra, alojándose en la
cresta de la brecha : 800 hombres defendían el rebellín, 50 pere-
cieron , y con ellos su bizarro gefe Don Francisco de
Paula Grifols. Ni aun asi se enseñorearon los franceses e n f a -
de Monjuich. Los defensores antes de abandonarle hicieron una sa-
lida el 10 en daño de los contrarios.


Sin embargo previendo el gobernador del Castillo Don Guillermo
Nash que no le seria ya dado sostenerse por mas tiempo, había
consultado en aquellos dias á su gefe Don Mariano Alvarez, quien
opuesto á todo género de capitulación ó retirada tardó


r . Ü . T . . . . . Abandonan los


en contestarle: Nash entonces junto un consejo de españoles & Mon-
gnerra y con su acuerdo evacuó á Monjuich el 12 de 3 m c h '
agosto á las seis de la tarde, destruyendo antes la artillería y las
municiones. Ocuparon los franceses aquellos escombros, siendo
maravillosa y dechado de defensas la de este castillo, pues los sitia-
dores solo penetraron en su recinto al cabo de dos meses de ex-
pugnación , y después de haber levantado diez y nueve baterías,
abierto varias brechas, y perdido mas de 3000 hombres. De los
900 que componían la gurnicion española murieron 18 oficiales y
511 soldados, sin quedar apenas quien no estuviese herido.


Poco antes de la evacuación y ya esta resuelta recibió Don Guillermo
Nash pliegos del gobernador Alvarez, en los que lejos de aprobar
la retirada de Monjuich estimula á la defensa con premios y ofreci-
mientos. No por eso se cambió de parecer, juzgando imposible pro-
longar la resistencia. Los gefes al entrar en la plaza pidieron que se
les formase consejo de guerra si no habían cumplido con su obliga-
ción. Pero Alvarez, justo, no menos que tenaz y valeroso, aprobó
su conducta.


Miraba el enemigo como tan importante la rendición
de Monjuich que al dar Verdier cuenta de ella á su J^Sfi" 1 8?,.™:
gobierno, afirmaba que la ciudad se entregaría den- ceses con ia c e n -
tro de ocho ó diez dias. Grande fue su engaño. Cierto JScl,™ d e M o n~
era que la plaza con la pérdida del castillo quedaba por
aquella parte muy comprometida, cubriéndola solo un flaco y an-




52 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


tiguo muro, y ningunos otros fuegos sino los de la torre de la Gi-
ronella y los de dos baterías situadas encima de la puerta de San
Cristóbal y muralla de Sarracinas. También los franceses se habían
posesionado el 2 del convento de San Daniel en la cañada del Gálli-
gans, é impedido la entrada de los cortos socorros que todavía de
cuando en cuando penetraban en la plaza por aquel lado.


Estrechan ía Hasta entonces persuadidos los sitiadores de que con
p W la ocupación de Monjuich abriría la ciudad sus puer-


tas , no habían contra ella apretado el sitio. Solo por medio de una
batería de 4 cañones y 2 obuses plantada en la ladera del Puig Den-
roca molestaban á los vecinos, y hacian desde su elevada posición
daño en los baluartes de San Pedro, Figuerola y en San Narciso.
Construyeron ahora tres baterías : una en Monjuich de 4 cañones
de á 24 ; otra encima del arrabal de San Pedro , y la tercera en el
monte Denroca. Rompieron todas ellas sus fuegos el dia 19, ata-
cando principalmente la muralla de San Cristóbal y la puerta de
Francia. Los sitiados para remediar el estrago y ofrecer nuevos
obstáculos imaginaron muchas y oportunas obras : cerraron [las
calles que desembocan en la plaza de San Pedro, y abrieron una
gran cortadura defendida detras por un parapeto. Los franceses, que
escarmentados con el ejemplar de Zaragoza huían de empeñar la
lucha en los calles, no insistieron con ahinco en su ataque de la
puerta de Francia, y revolvieron contra la de San Cristóbal y muralla
de Santa Lucía, parage en verdad el mas flaco y elevado de la plaza.
Adelantaron para ello sus trabajos, y construidas nuevas baterías de
brecha y morteros vomitaron estas muerte y destrozos los últimos
dias de agosto, con especialidad en los dos puntos últimamente indi-
cados y en los cuarteles nuevo y viejo de alemanes. Quisieron el 25
alojarse los enemigos en las casas de la Gironella; pero una partida
española que salió del fuerte del Condestable impidió su intento,
matando á unos y cogiendo á otros prisioneros.


Pocos esfuerzos de esta clase le era lícito hacer á la guarnición,
escasa de suyo y menguada con las pérdidas de Monjuich y las dia-
rias de la plaza. La corta población de Gerona tampoco daba en-
sanche como en Zaragoza para repetir las salidas. Ni aun apenas
hubiera quedado gente que cubriese los puestos si de cuando en
cuando y subrepticiamente no se hubiesen introducido en el recinto
algunos hombres llevados de verdadera y desinteresada gloria, de
los cuales en aquellos dias hubo 100 que vinieron de Olot.
Respnesta nota- Ño obstante el gobernador Don Mariano Alvarez,


¿le de Alvares, activo al propio tiempo que/ cuerdo, no desaprove-
chaba ocasión de molestar al enemigo y retardar sus trabajos, y á
un oficial que encargado de una pequeña salida le preguntaba que
adonde en caso de retirarse se acogería, respondióle severamente,
al cementerio.


Mas luego que vio atacado el recinto de la plaza puso su mayor co-




LIBRO DÉCIMO. 53


nato en reforzar el punto principalmente amenazado: S a d l„ d a
para lo cual construyendo en parages proporcionados
varias baterías, hasta colocó una de dos cañones encima de la bó-
veda de la catedral. Aunque los enemigos desencavalgaron pronto
muchas piezas, ofendíales en gran manera la fusilería de las mu-
rallas, y sobre todo las granadas, bombas y polladas que de lugares
ocultos se lanzaban á las trincheras y baterías vecinas. Los apuros
sin embargo crecían dentro de la ciudad, y se disminuía mas y
mas el número de defensores, siendo ya tiempo de que fuese socor-
rida.


El general Don Joaquin Blake, quien después de su D o D J o a i | „ i n
desgraciada campaña de Aragón regresó según diji- B l a k e -
mos á Cataluña, puesta también bajo su mando, salió en julio de
Tarragona con solo sus ayudantes, y recorrió la tierra hasta Olot,
En su viage si bien detenido por una indisposición, no permane-
ció largo tiempo retrocediendo áTorlosa antes de concluirse el mes;
de alli tomadas ciertas disposiciones, pensó con eficacia en auxiliar
á Gerona.


Aguijábanle á ello las vivas reclamaciones de aquella plaza, y
las que de palabra hizo Don Enrique Odonell enviado va ai socorro de
por Alvarez al intento. Blake resuelto á la empresa Gerona,
atendió antes de su partida á distraer al enemigo en las otras pro-
vincias que abrazaba su distrito, por cuyo motivo envió una división
á Aragón, dejó otra en los lindes de Valencia, y él con la de Lazan
se trasladó en persona á Vique, en donde no terminado todavía
agosto, estableció su cuartel general. A su llegada agregó á su gente
las partidas y somatenes que hormigueaban por la tierra, y pasó
á SantHilarí y ermita del Padró. Desde este punto quiso llamar la
atención del enemigo á varios otros para ocultar el verdadero por
donde pensaba introducir el socorro. Asi fue que el B o e i i a s d ¡ S D 0_
50 de agosto en la tarde envió á Don Enrique Odo- P i o n e s que para
nell con 1200 hombres la vuelta de Bruñólas, ha- ° ° e m a " '
biendo antes dirigido por el lado opuesto á Don Manuel Llauder
sobre la ermita de los Angeles. Don Francisco Robira y Don Juan
Claros debian también divertir al enemigo por la orilla izquierda
del Ter.


El general Saint-Cyr, cuyos reales desde el 10 de setiembre
agosto se habían trasladado á Fornells, estando sobre
aviso de los intentos de Blake, tomó para estorbarlos varias medi-
das de acuerdo con el general Verdier, y reunió sus tropas despar-
ramadas por la dificultad de subsistencias. Mas á pesar de todo
consiguieron los españoles su objeto. Llauder se apoderó de los
Angeles, y Odonell atacando vivamente la posición de Bruñólas,
trajo hacia sí la mayor parte de la fuerza de los enemigos que
creyeron ser aquel el punto que se quería forzar.


Amaneció el I o de setiembre cubierta la tierra de espesa niebla,




54 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ve» saint-CTr y Saiut-Cyr, á quien Verdier se había ya unido aguar-
engañado. fjó hasta las tres de la tarde á que los españoles le


atacasen. Hizo para provocarlos varios movimientos del lado de
Bruñólas; pero viendo qué al menor amago daban aquellos traza
de retirarse, tornó á Fornells, en donde con admiración suya en-
contró en desorden la división de Leccbi, que regida ahora por
Millossevitz habia quedado apostada en Salt. Justamente por allí fue
por donde el convoy se dirigió á la plaza, siguiendo la derecha del


Entra un con ^ e r - Componíase de 2000 acémilas que custodiaban
voy y refuerzo en 4000 infantes y 2000 caballos á las órdenes del gene-
d e n T ^ c o n d " "


r a ' ^ o n <" a* m e García Conde. Cayó este de repente
sobre los franceses de Salt, arrollólos completamente,


y mientras que en derrota iban la vuelta de Fornolls, entró en
Gerona el convoy tranquila y felizmente. Alvarez dispuso una salida
que bajo Don Blas de Fournas fuese al encuentro de Conde, divir-
tiendo asimismo la atención del enemigo del lado de Monjuich. Ala
propria sazón Claros penetró hasta San Medir, y Robira tomó á
Montagut, de donde arrojó á los wessfalianos que solos habían que-
dado para guardar la línea, matando un miquelete al general Hacleln
con su propia espada. Clavaron los nuestros tres cañones, y persi-
guieron á sus contrarios hasta Sarria. En grande aprieto estaban
los últimos cuando repasando el Ter el generaj Verdier volvió á su
orilla izquierda, y contuvo á los intrépidos Claros y Robira, Por su
parte el general Conde, después de dejar en la plaza el convoy y
3287 hombres, tornó con el resto de su gente á Hostalrich , y á
Olot Don Joaquin Blake que habia permanecido en observación de
los diversos movimientos de su ejército. Fueron ostos dichosos en
sus resultas y bastante bien dirigidos, quedando completaniente
burlado el general Saint-Cyr no obstante su pericia.


Dio aliento tan buen suceso á la corta guarnición de Gerona que
se vio asi reforzada ; mas por este mismo aumento no se consiguió
disminuir la escasez con los víveres introducidos.


Los franceses ocuparon de nuevo los puntos abandonados, y el
6 de setiembre recobraron la ermita de los Angeles, pasando á cu-
chillo á sus defensores, excepto á tres oficiales y al comandante
Llauder que saltó por una ventana. No intentaron contra Ja plaza
en aquellos dias cosa de gravedad, contentándose con multiplicar
las obras de defensa. No desaprovecharon los sitiados aquel res-
piro, y atareándose afanadamente, aumentáronlos fuegos de flanco
y parabólicos, y ejecutaron otros trabajos no menos importantes.


Pasado el 41 de setiembre renovaron los enemigos el fuego con
mayor furor, y ensancharon tres brechas ya abiertas en Santa Lu-
cía , Atemanes y San Cristóbal, maltratando también el fuerte del
Calvario, cuyo fuego sobremanera los molestaba,
salida malograda Dispuso el 15 Don Mariano Alvarez una salida con


d e i a p i a i a . ¡ntento de retardar los trabajos del sitiador y aun de




LIBRO DÉCIMO. 55


destruir algunos de ellos. Dirigíala Don Blas de Fournas, y aunque
al principio todo lo atrepellaron los nuestros, no siendo después
convenientemente apoyadas las dos primeras columnas por otra
que iba de respeto, tuvieron que abrigarse todas de la plaza sin
haber recogido el fruto deseado.


Aportilladas de cada vez mas las brechas, y apagados los fuegos
del frente atacado, trataron los enemigos de dar el asalto. Pero an-
tes enviaron parlamentarios, que según invariable resolución de
Alvarez, fueron recibidos á cañonazos.


Irritados de nuevo con tal acogida corrieron al
asalto á las cuatro de la tarde del 19 de setiembre, ttmcMau,^:
distribuidos en cuatro columnas de á 2000 hombres. " ¿ J 9 í e s e"
Entonces brillaron las buenas y previas disposiciones
que habia tomado el gobernador español; allí mostró este su le-
vantado ánimo. Al toque de la generala, al tañido triste de la
campana que llamaba á somaten, soldados y paisanos, V a l o r d e l a
clérigos y frailes, mugeres y hasta niños acudieron á guarnición y h a -
los puestos de antemano y á cada uno señalados. En t " m ¡ t e s -
medio del estruendo de doscientas bocas de cañón y de la densa
nube que la pólvora levantaba, ofrecía noble y grandioso espectá-
culo la marcha magestuosa y ordenada de tantas personas de di-
versa clase profesión y sexo. Silenciosos todos se vislumbraba sin
embargo en sus semblantes la confianza que los alentaba. Alvarez á
su cabeza grave y denodado, representábase á la ima-
ginacion en tan horrible trance á la manera de los
héroes de Homero, superior y descollando entre la muchedumbre
y cierto que si no se avantajaba á los demás en estatura como
aquellos, sobrepujaba á todos en resolución y gran pecho. Con
no menor orden que la marcha se habían preparado los refuerzos,
la distribución de municiones, la asistencia y conducción de heridos.


Presentóse la primera columna enemiga delante de la brecha de
Santa Lucía que mandaba el irlandés Don Rodulfo Marshall. Dos
veces tomaron en ella pie los acometedores, y dos veces rechaza-
dos quedaron muchos de ellos allí tendidos. Tuvieron los españoles
el dolor de que fuese herido gravemente y de que Mnerto de Mar-
muriese á poco el comandante déla brecha Marschall, s h a 1 1-
quien antes de espirar prorumpió diciendo « que moria contento
« por tal causa y por nación tan brava. »


Otras dos columnas enemigas emprendieron arrojadamente la
entrada por las brechas mas anchurosas de Alemanes y San Cris-
tóbal , en donde mandaba Don Blas de Fournas. Por algún tiempo
alojáronse en la primera hasta que al arma blanca los repelieron
los regimientos de Ultonia y Borbon, apartándose de ambas des-
trozados por el fuego que de todos lados llovia sobre ellos. No
menos padeció otra columna enemiga que largo rato se mantuvo
quieta al pie de la torre de la Gironella. Herido aqui el capitán de




66 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


artillería Don Salustiano Gerona, tomó el mando provisional Don
Carlos Beramendi, y haciendo las veces de gefe y de subalterno
causó estrago en las filas enemigas.


Amenazaron también estas durante el asalto los fuertes del Con-
destable y del Calvario igualmente sin fruto.


Tres horas duró función tan empeñada. Todas las brechas que-
daron llenas de cadáveres y despojos enemigos; el furor


ios f r a n c e s e s d e D de los sitiados era ta l , que dejando á veces el fusil,
g"añs pedida.001 s u s membrudos y esforzados brazos cogian las piedras


sueltas de la brecha y las arrojaban sobre las cabezas
de los acometedores. Don Mariano Alvarez animaba á todos con su
ejemplo y aun con sus palabras precavia los accidentes, reforzaba
los puntos mas flacos, y arrebatado de su celo no escuchaba la voz
de sus soldados que encarecidamente le rogaban no acudiese como
lo hacia á los parages mas expuestos. Perdieron los enemigos va-
rios oficiales de graduación y cerca de 2000 hombres : entre los
primeros contaron al coronel Floresti que en 1808 subió á posesio-
narse del Monjuich de Barcelona en donde entonces mandaba Don
Mariano Alvarez. De los españoles cayeron aquel dia de 300 á 400,
en su número muchos oficiales que se distinguieron sobremanera
•y algunas de aquellas mugeres intrépidas que tanto honraron á
Gerona.


convierten loa Escarmentados los franceses con lección ran rigo-
iranceses ei sitio rosa, desistieron de repetir los asaltos á pesar de las
en Bloqueo. muchas y espaciosas brechas, convirtiendo el sitio en
bloqueo, y contando por auxiliares, como dice Saint-Cyr, el tiempo,
las calenturas y el hambre.


intenta en v a - -Don Joaquín Blake, á quien algunos motejaban de
no Biake socor- no divertir la atención del enemigo del lado de Fran-
pi™de a m m U cia, intentó de nuevo avituallar la plaza. Para ello


preparado un convoy en Hostalrich apareció el 26 de
setiembre con 12,000, hombres en las alturas de La Bisbal á dos


leguas de Gerona. Gobernada la vanguardia por Don
? n e ' Enrique Odonell, desalojó á los franceses de los


puntos que ocupaban desde Villa-Roja hasta San Miguel. Salieron
al propio tiempo de la plaza y del Condestable 400 hombres guia-


H a r o dos por el coronel de Baza Don Miguel de Haro que
también ha trazado con imparcialidad la historia de


este sitio» Seguía á Odonell Wimpffen con el convoy, el cual
constaba de unas 2000 acémilas y ganado lanar. Quedó el grueso
del ejército teniendo al frente á Blake en las mencionadas alturas
de La Bisbal.


Enterado Saint-Cyr de la marcha del convoy, trató de impedir
su entrada en la plaza. Consiguiólo desgraciadamente esta vez in-
terponiéndose entre Odonell y Wimpffen y todo lo apresó, ex-
cepto unas 170 cargas que se salvaron y metieron en Gerona.




LIBRO DÉCIMO. 57


Achacóse la culpa á la sobrada intrepidez de Odonell que se alejó
mas de lo conveniente de Wimpffen, y también á la tímida pru-
dencia de Blake que no acudió debidamente en auxilio del último.
Asi no llegaron á Gerona víveres tan necesarios y deseados, y per-
dió malamente el ejército de Cataluña unos 2000 hombres. Odo-
nell y Haro se abrigaron de los fuertes del Condestable y Capu-
chinos. Trataron los franceses cruelmente á los arrieros del convoy,
ahorcando á unos y fusilando á otros en el Palau á vista de la
ciudad.


Corta compensación de tamaña desdicha fueron
algunas ventajas conseguidas en el Llobregat y Besos , , ^ ^ ¡ £ 1 »
por los miqueletes y tropas de línea. Tampoco pudo B ¿ ^ o n c a e r c a 0 0
servir de consuelo el haber dispersado los ingleses y
cogido en parte un convoy que escoltaban navios de guerra fran-
ceses , y que llevaba víveres y auxilios á Barcelona; ventura que
no habían tenido poco antes con el que mandaba el almirante fran-
cés Cosmao que entró y salió de aquel puerto sin que nadie se lo
estorbase.


Realmente en nada remediaba esto á Gerona, cuyas
enfermedades y penuria crecían con rapidez. Se esme- c u r e '
raban en vano para disminuir el mal la junta y el go- Empieza a ham-
• i T V T l - L - • i » . J ° ureen Gerona.


bernador. No se habían acopiado víveres sino para
cuatro meses, y ya iban corridos cinco. Imperceptibles fueron
conforme manifestamos los socorros introducidos en I o de setiem-
bre , aumentándose las cargas con el refuerzo de tropas.


Por lo mismo y según lo requería la escasez de la xjmse odoneii ai
plaza, Don Enrique Odonell, que desde la malograda ejército,
expedición del convoy de 26 de setiembre permanecía al pie del
fuerte del Condestable, tuvo que alejarse, y atravesando la ciudad
en la noche del 12 de octubre, cruzó el llano de Salt y Santa Eu-
genia, uniéndose al ejército por medio de una marcha atrevida.


En aquel dia llegó igualmente al campo enemigo el
mariscal Augereau, habiendo partido el o el general ge^laTsocede 4"
Saint-Cyr. Con el nuevo gefe francés, y posterior- ^"¡p 7 1™ 0**
mente, acudieron á su ejército socorros y refuerzos es-
trechándose en extremo el bloqueo. Levantaron para Estréchase oí
ello los sitiadores varias baterías, formaron reductos, o q u e ( > '
y llegó á tanto su cuidado que de noche ponían perros en las sen-
das y caminos, y ataban de un espacio á otro cuerdas con cen-
cerros y campanillas; por cuya artimaña cogidos algunos paisanos,
atemorizáronse los pocos que todavía osaban pasar con víveres á
la ciudad.


La escasez por tanto tocaba al último punto. Los mas , . ,
i i i i • i T • - í T • • Aumentanse el
délos habitantes habían ya consumido las provisiones n a m h r e y í a s e n -
que cada uno en particular habia acopiado, y de ellos t e ™ e d a d e s
y dc-los forasteros refugiados en la plaza veíanse muchos caer en las




58 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


calles muertos de hambre. Apenas quedaba otra cosa en los alma-
cenes para la guarnición que trigo, y como no habia molinos, su-
plíase la falta machacando el grano en almireces ó cascos de bomba,
y á veces entre dos piedras; y asi y mal cocido se daba al soldado.
Nacieron de aqui y se propagaron todo género de dolencias, es-
tando henchidos los hospitales de enfermos y sin espacio ya para
contenerlos. Solo de la guarnición perecieron en este mes de octu-
bre 793 individuos, comenzando también á faltar hasta los medi-


camentos mas comunes. Inútilmente Don Joaquin
Tercera é inú- . . , . . . . 1 ~.


«i teniatiTa do Blake trato por tercera vez de introducir socorros. De
reraXroD.! 0" Hostalrich aproximóse el 18 de octubre á Bruñólas,


y aguantó el 20 un ataque del enemigo, cuya reta-
guardia picó después Odonell hasta los líanosle Gerona. Acudiendo
el mariscal Augereau con nuevas fuerzas, retiróse Blake camino de
Vique dejando solo á Odonell en Santa Coloma, quien, á pesar de
haber peleado esforzadamente, cediendo al número, tuvo que aban-
donar el puesto y todo su bagage. Quedaban asi á merced del ven-
cedor las provisiones reunidas en Hostalrich que pocos dias des-
pués fueron por la mayor parte destruidas, habiendo entrado el
enemigo la villa, si vien defendida por los vecinos con bastante
empeño. Dentro de Gerona no dio noviembre lugar á COmba-Novierabre. , .. , . . .


tes excusados y peligrosos en concepto de los sitia-
dores. Renováronse sí de parte de estos las intimaciones, valién-
dose de paisanos, de soldados y hasta de frailes que fueron ó mal
acogidos ó presos por el gobernador. Pero las lástimas y calami-
Hambre horro- dades s e agravaban mas y mas cada día*. Las carnes


rosa. de caballo, jumento y mulo de que poco antes se ha-
carestia de T i- bia empezado á echar mano, ibanse apurando ya por


T c r e s" el consumo de ellas, ya también porque faltos de pasto
cvéaseAp .nio y alimento, los mismos animales se morían de ham-
bre comiéndose entre sí las crines. Cuando la codicia de algún pai-
sano arrostrando riesgos introducía comestibles, vendíanse estos á
exorbitantes precios; costaba una gallina dieciseis pesos fuertes
y una perdiz cuatro. Adquirieron también extraordinario valor
aun los animales mas inmundos, habiendo quien diese por un ra-
tón cinco reales vellón y por un gato treinta. Los hospitales, sin
medicinas ni alimentos, y privados de luz y fuego, habíanse con-
vertido en un cementerio en que solo se divisaban no hombres
sino espectros. Las heridas eran por lo mismo casi todas mor-
tales y se complicaban con las calenturas contagiosas que á todos
afligían, acabando por manifestarse el terrible escorbuto y la di-
sentería.


A la vista de tantos males juntos de guerra, hambre enfermedades
vacua ei animo y dolorosas muertes, Saqueaban hasta los mas cons-


deaieunos. lantes. Solo Alvarez se mantenía inflexible. Habia




LIBRO DÉCIMO. 59
algunos aunque contados que hablaban de capitular, inneiiwiidad do
otros queriendo incorporarse al ejército proponían AiTarez.
abrirse paso por medio del enemigo. De los primeros hubo quien
osó pronunciar en presencia del gobernador la palabra capitu­
lación, pero este interrumpiéndole prontamente díjole: « ¡Cómo,
t solo usted es aqui cobarde! Cuando ya no haya víveres nos co­
« meremos á usted y á los de su ralea, y después resolveré lo que
mas convenga.


Entre los que con pensamientos mas honrados ansiaban salir
por fuerza de la plaza, se celebraron reuniones y aun se hicieron
varias propuestas, masía junta, recelando desagradables resultas,
atajó el mal, y todos se sometieron á la firme condición del gober­
nador.


Este cuanto mas crecía el peligro mas impertérrito B a n d 0 d e № a _
se mostraba, dando por aquellos dias un bando asi rez
concebido. « Sepan las tropas que guarnecen los primeros puestos,
« que los que ocupan los segundos tienen orden de hacer fuego, en
c caso de ataque, contra cualquiera que sobre ellos venga sea es­
« pañol ó francés, pues todo el que huye hace con su ejemplo mas
« daño que él mismo enemigo.»


La larga y empeñada resistencia de Gerona dio ocasión á que la
junta central concediese á sus defensores iguales gra­
cias que Á los de Zaragoza, y provocó en el princí­ ^ ^ " / ' ^ X ­
pado de Cataluña el deseo de un levantamiento gene­ trai a Gerona,
ral para ir á socorrer la plaza. Con intento de llevar á congreso cata­
cabo esta última medida, se juntó en Manresa antes
de concluirse noviembre un congreso compuesto de individuos de
todas clases y de todos los puntos del principado.


Pero ya era tarde. Tras del triste y angustiado ve­ Estado deplora­
rano en el que ni las plantas dieron flores, ni cria los W e d e , a p l a z a
brutos, llegó el otoño que húmedo y lluvioso acreció las penas y
desastres. Desplomadas las casas, desempedradas las calles, y re­
mansadas en sus hoyos las aguas y las inmundicias, quedaron los
vecinos sin abrigo y respirábase en la ciudad un ambiente infecto
corrompido también con la putrefacción de cadáveres que yacían
insepultos en medio de escombros y ruinas. Habían perecido en
noviembre 1578 soldados y casi todas las familias desvalidas. No
se veian mugeres en cinta, falleciendo á veces de inanición en el
regazo de las madres el tierno fruto de sus entrañas. La natura­
leza toda parecía muerta.


Los enemigos, aunque prosiguieron arrojando bom­
bas é incomodando con sus fuegos, no habían reno­ »>«•»»>•>«>•
vado sus asaltos escarmentados en sus anteriores tentativas. Mas el
mariscal Augereau viendo que el congreso catalán excitaba á las ar­
mas á todo el principado, rocelóse que Gerona con su constancia
diese­tiempo á ser socorrida, por lo que en la noche del 2 de di­




60 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Renuevan los c ' E M F T R E J aniversario de Ja coronación de Napoleón,
franceses sns ata- emprendió nuevas acometidas. Ocupó de resultas el
< l u e s- arrabal del Carmen, y levantando aun mas baterías,
ensanchó las antiguas brechas y abrió otras. El 7 se apoderó del
reducto de la Ciudad y de las casas de la Gironella, en donde sus
soldados se atrincheraron y cortaron la comunicación con los fuer-
tes , á cuyas guarniciones no les quedaba ni aun de su corta ración
sino para dos días. Impertubable Alvarez, si bien ya muy enfermo,
dispuso socorrer aquellos puntos y consiguiólo enviando trigo
para otros tres dias, que fue cuanto pudo recogerse en su extrema
penuria.
Ataone dei 7 de En la tarde del 7, después de haber inútilmente pro-


diciembre. curado los enemigos intimar la rendición á la plaza,
rompieron el fuego por todas partes desde la batería formada al
pie de Montelibi hasta los apostaderos del arrabal del Carmen,
imposibilitando de este modo el tránsito del puente de piedra,


se agolpan con- Gerona en fin se hallaba el 8 sin verdadera defen-
tra Gerona todo s a > Perdidos casi todos sus fuertes exteriores, veíase
genero de males. . . , , • .


interrumpida la comunicación con tres que aun no lo
estaban. Siete brechas abiertas, 1100 hombres era la fuerza efec-
tiva , y estos convalecientes ó batallando como los demás contra el
hambre, el contagio y la continua y penosa fatiga. De sus cuerpos
no quedaba sino una sombra, y el espíritu aunque sublime no
bastaba para resistir á la fuerza tísica del enemigo. Hasta Alvarez,
de cuya boca como de la de Calvo gobernador de Maestricht, no
salían otras palabras que las de « no quiero rendirme, » doliente
enfermedad de durante el sitio de tercianas, rindióse al fin á una fie-


Auarez. j 3 r e u e r v ¡ o s a q U e e j 4 ¿Q diciembre ya le puso en pe-
ligro. Continuó no obstante dando sus órdenes hasta el 8 , en que
substituyelo D . entrándole delirio hizo el 9 en un intervalo de sano
junan rioinar. j u i c i 0 dejación del mando en el teniente de rey Don


Julián Bolívar. Su enfermedad fue tan grave que recibió la extre-
maunción , y se le llegó á considerar como muerto. Hasta entonces
no parecía sino que aun las bombas en su caída habían respetado
tan grande alma, pues destruido todo en su derredor y los mas de
los cuartos de su propia casa, quedó en pie el suyo no habiéndose
ijuaca mudado del que ocupaba al principio del sitio.
Hablase de capí- Postrado Alvarez postróse Gerona. En verdad ya


t u l a r - no era dado resistir mas tiempo. Don Julián Bolívar
congregó la junta corregimental y una militar. Dudaban todos qué
resolver, ¡ tanto les pesaba someterse al extrangero! pero habiendo
recibido aviso del congreso catalán de que su socorro no llegaría
con la deseada prontitud, tuvieron que ceder á su dura estrella, y


Honrosa capí- enviaron para tratar al campo enemigo á Don Blas de
tuiacion de Ge- Fournas. Acogió bien á este el mariscal Augereau y


se ajustó entre ambos una capitulación honrosa y dig*




LIBRO DÉCIMO. 61


na de los defensores de Gerona*. Entraron los fran-
ceses en la plaza el 11 de diciembre por la puerta del t r A p ' " ' ' '
Areny, y asombráronse al considerar aquel montón de cadáveres
y de escombros, triste monumento de un malogrado heroísmo.
Habian allí perecido de 9 á 10,000 personas, entre ellas 4000 mo-
radores.


Carnot nos dice que consultando la historia de los E x t r a o r d t a a r ¡ a
sitios modernos, á penas puede prolongarse mas allá defensa l a d e e s _
de 40 dias la defensa de las mejores plazas ¡ y la de la to p l a z a "
débil Gerona duró siete meses! Atacáronla los franceses conforme
hemos visto con fuerzas considerables, levantaron contra sus mu-
ros 40 baterías de donde arrojaron mas de 60,000 balas y 20,000
bombas y granadas, valiéndose por fin de cuantos medios señala
el arte. Nada de esto sin embargo rindió á Gerona, « solo el ham-
t b re , según el dicho de un historiador de los enemigos, y la falta
« de municiones pudo vencer tanta obstinación. *


Dirigieron los españoles la defensa no solo con la fortaleza que
infundía Alvarez, sino con tino y sabiduría. Mejor avituallada hu-
biera Gerona prolongado sin término su resistencia, teniendo en-
tonces los enemigos que atacar las calles y las casas, en donde como
en Zaragoza hubieran encontrado sus huestes nuevo sepulcro.


El gobernador Don Mariano Alvarez, aunque des- A l i a r e z T r a s
hauciado volvió en sí , y el 23 de diciembre le sacaron i^ano * Fran-
para Francia. Desde alli tornáronle á poco á España, °'a u m w r l e '
y le encerraron en un calabozo del castillo de Figueras, habién-
dole antes separado de sus criados y de su ayudante sospechas de que
Don Francisco Satué. Al dia siguiente de su llegada í u e , i u ' e n t a -
susurróse que habia fallecido, y los franceses le pusieron de
cuerpo presente tendido en unas parihuelas, apareciendo la cara
del difunto hinchada y de color cárdeno á manera de hombre á
quien han ahogado ó dado garrote. Asi se creyó generalmente en
España, y en verdad la circunstancia de haberle dejado solo, los
indicios que de muerte violenta se descubrían en su n 3
semblante > y noticias confidenciales * que recibió el
gobierno español, daban lugar á vehementes sospechas. Hecho tan
atroz no merecía sin embargo fé alguna, á no haber amancillado su
historia con otros parecidos el gabinete de Francia de aquel
tiempo.


La junta central decretó « que se daria á Don Ma- I ! o n o p e s c o n .
c riano Alvarez, si estaba vivo, una recompensa pro- cedidos a ia me-


, , . . . . . . moria de Alva-
« pía de sus sobresalientes servicios, y que si por r e z .
« desgracia hubiese muerto, se tributarían á su me-
« moria y se darían á su familia los honores y premios debidos á
« su ínclita constancia y heroico patriotismo. > Las cortes congre-
gadas mas adelante en Cádiz mandaron grabar su nopbre en le-
tras de oro en el salón de las sesiones, al lado de los ilustres Daoiz.




№ REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
y Velarde. En 1815 Don Francisco Javier Castaños, capitán general
de Cataluña, pasó á Figueras, hízole las debidas exequias, y co­
locó en el calabozo en donde habia expirado una lápida que recor­
dase el nombre de Alvarez á la posteridad. Honores justamente tri­
butados á tan claro varón.
Estad» do las o­ Ocurrieron durante el largo sitio de Gerona en las
tras provincias, demás partes de España diversos é importantes acon­
tecimientos. De los mas principales hasta la batalla de Talavera
dimos cuenta. Reservamos otros para este lugar, sobre todo los que
acaecieron posteriormente á aquella jornada. Entre ellos distingui­
remos los generales y que tomaban principio en el gobierno central
de los particulares de las provincias, empezando por los últimos
nuestra narración.


Debe considerarse en aquel tiempo el territorio es­
Proíincias ubres. p a n 0 ¡ c o m o dividido en pais libre y en pais ocupado
por el extrangero. Valencia, Murcia, las Andalucías, parte de
Extremadura y de Salamanca, Galicia y Asturias respirabau des­
embarazadas y libres, trabajadas solo por interiores contiendas.
Mostrábase Valencia rencillosa y pendenciera, excitando al desor­
den el ambicioso general Don José Caro, quien, habiéndose valido
de ciertas cabezas de la insurrección para derribar de su puesto al
conde de la Conquista, las persiguió después y maltrató encarniza­
damente. Murcia, aunque satélite, por decirlo asi, de Valencia en
lo militar, daba señales de moverse con mayor independencia
cuando se trataba de mantener la unión y el orden. Asiento las
Andalucías del gobierno central no recibían por lo común otro im­
pulso que el de aquel , teniendo que someterse á su voluntad la al­
tiva junta de Sevilla. Permaneció en general sumisa Extremadura,
y la parte libre de Salamanca estaba sobradamente hostigada con la
cercanía del enemigo para provocar ociosas reyertas. En Galicia y
Asturias no reinaba el mejor acuerdo, resintiéndose ambas provin­
cias de los males que causó la atropellada conducta de Romana.
Desabrida la primera con la persecución de los patriotas, no ayudó
al conde de Noroñaque quedó mandando y á quien también faltaba
el nervio y vigor entonces tan necesarios; lo cual excitó de todas
partes vivas reclamaciones al gobierno supremo para que se resta­
bleciese la junta provincial que Romana ni pensó ni quiso convocar.
Al cabo, pero pasados meses, se atendió á tan justos clamores. Go­
bernaban á Asturias el general Mahy y la junta que formó el mis­
mo Romana, autoridades ambas harto negligentes. En octubre fue
reemplazado el primero por el general Don Antonio de Arce. Ha­
bíale enviado de Sevilla la junta central en compañía del consejero
de Indias Don Antonio de Leiva, á fin de que aquel capitanease la
provincia y de que los dos oyesen las quejas de los individuos de la
junta disuelta por Romana. Ejecutóse lo postrero mal y lentamente
y en lo demás nada adelantó el nuevo general, hombre pacato y




LIBRO DÉCIMO. 63


flojo. Reportóse por tanto poco fruto en las provincias libres de
las buenas disposiciones de los habitantes, siendo menester que el
enemigo punzase de cerca para estimular á las autoridades y aca-
llar sus desavenencias.


Tampoco faltaban rivalidades en las provincias ocu- P r 0 T ¡ I l c i a s
padas, particularmente entre los gefes militares, P a d a s -
achaque de todo estado en que las revueltas han roto los antiguos
vínculos de subordinación y orden. Vamos á hablar de lo que en
ellas pasó hasta fines de 1809.


Pulularon en Aragón después de las funestas jor- N a T a r r a y A r a .
nadas de Maria y Belchite los partidarios y cuerpos s™.
francos. Recorrían unos los valles del Pirineo é izquierda del Ebro,
otros la derecha y los montes que se elevan entre Castilla la Nueva
y reino de Aragón. Aquellos obraban por sí y sostenidos á veces
con los auxilios que les enviaba Lérida : los segundos escuchaban
la voz de la junta de Molina y en especial la de la de Aragón, que
restablecida en Teruel el 30 de mayo, teniaá veces que convertirse
como muchas otras y á causa de las ocurrencias militares, en am-
bulante y peregrina.


Abrigáronse partidarios intrépidos de las hoces y valles que
forma el Pirineo desde el de Venasque en la parte oriental, hasta
el de Ansó situado al otro extremo. También apare-
cieron muy temprano en el de Roncal, que pertenece Ren0™»<H-
á Navarra, fragoso y áspero, propio para embreñarse por selvas
y riscos. En estos dos últimos y aledaños valles campeó con ventura
Don Mariano Renovales. Prisionero en Zaragoza se escapó cuando le
llevaban á Francia, y dirigiéndose á lugares solitarios se detuvo en
Roncal para reunir varios oficiales también fugados. Noticioso de
ello el general francés D'Agoult, que mandaba en Navarra, y te-
meroso de un levantamiento envió en mayo para prevenirle al geíe
de batallón Puisalis con 600 hombres. Súpolo Reno- combates en
vales y allegando apresuradamente paisanos y soldados R™™>-
dispersos se emboscó el 20 del mismo mes en el país que media
entre los valles del Roncal y Ansó. El 21 antes de la aurora comen-
zaron los combates, trabáronse en varios puntos, duraron todo
aquel dia y el siguiente en que se terminaron con gloria nuestra al
pie del Pirineo, en la alta roca llamada Undari. Todos los franceses
que alli acudieron fueron muertos ó hechos prisioneros, excepto
unos 120 que no penetraron en los valles.


Animado con esto Renovales, pero mal municionado, buscó
recursos en Lérida y trajo armeros de Eibar y Plasencia. Pertre-
chado algún tanto aguardó á los franceses, quienes invadiendo de
nuevo aquellas asperezas el 15de junio, fueron igualmente deshechos
y perseguidos hasta la villa de Lumbíer. Interpusiéronse en seguida
los nuestros en los caminos principales, y sembraron entre los ene-
migos el desasosiego y la zozobra.




64 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


corresponden- Dieron lugar tales movimientos á que el comandan te
cía entre (osirán- dé Zaragoza Plique y el gobernador de Navarra
ceses y Renora- j y ^ g 0 U j t e n t a b la sen correspondencia con Renovales":


En ella al paso que agredecian los enemigos el buen
porte de que usaba el general español con los franceses que cogia,
reclamaban altamente el castigo de algunos subalternos que se ha-
bian desmandado á puntó de matar varios prisioneros, quejándose
también de que el mismo Renovales se hubiese escapado sin atender
á la palabra empeñada. Respecto de lo primero, olvidaban los
franceses que á tan lamentables excesos habian dado ellos triste
ocasión > mandando D'Agoult ahorcar poco antes, so color de ban-
didos, á cinco hombres que formaban parte de una guerrilla de
Roncal; y respecto de lo segundo replicó Renovales : « Si yo me
c fugué antes de llegar á Pamplona, advertid que se faltó por los
c franceses al sagrado de la capitulación de Zaragoza. Fui el pri-
€ mero á quien el general Morlot, sin honor ni palabra, despojó
« de caballos y equipage, hollando lo estipulado. Si al general
« francés es lícita la infracción de un derecho tan sagrado, no sé
« porqué ha de prohibirse á un general español faltar á su palabra
« de prisionero. »


sarasa ^os t r ' u n f t ) s de Roncal y Ansó infundieron grande
espíritu en todas aquellas comarcas, y Don Miguel


Sarasa, hacendado rico, después de haber lomado las armas y com-
batido en julio en varios felices reencuentros, formó la izquierda
de Renovales apostándose en San Juan de la Peña monasterio de
benedictinos, y en cuya espelunca, como la llama Zurita, nació
la monarquía aragonesa, y se enterraron sus reyes hasta Don Al-
fonso el II.


Viendo los enemigos cuan graves resultas podría traer el levan-
tamiento de los valles del Pirineo, mayormente no habiéndoles sido
dado apagarle en su origen, idearon acometer á un tiempo el pais
que media entre Jaca y el valle de Salazar en Navarra, llamando
al propio tiempo la atención del lado de Venasque. Con este fin
salieron tropas de Zaragoza y Pamplona y de otros puntos en que
tenían guarnición, no olvidando tampoco amenazar de la parte de
san juan de ía Francia. Un trozo dirigióse por Jaca sobre San Juan
peña quemado, de ( a Peña, otro ocupó los puertos de Salvatierra,
Castillo Nuevo y Navascues, y se juntó una corta división en el
valle de Salazar. Fue San Juan de la Peña el primer punto atacado.
Defendióse Sarasa vigorosamente, mas obligado á retirarse que-
maron el 26 de agosto los franceses el monasterio de benedictinos,
conservándose solo la capilla abierta en la peña. Con el edificio
ardió también el archivo, habiéndose perdido alli, como en el in-
cendio del de la diputación de Zaragoza ocurrido durante el sitio,
preciosos documentos que recordaban los antiguos fueros y liber-
tades de Aragón. El general Suchet fundó, por via de expiación,




LIBRO DÉCIMO. 65


en la capilla que quedaba del abrasado monasterio una misa per-
petua con su dotación correspondiente. Pensaba quizá cautivar de
este modo la fervorosa devoción de los habitantes, mas tomóse á
insulto dicha fundación y nadie la miró como efecto de piedad
religiosa.


Vencido este primer obstáculo avanzaron los fran- C o m o a t e s
ceses de todas partes hacia los valles de Ansó y Roncal, ios vaiu» i e A™
El 27 empezó el ataque en el primero, y á pesar de s 6 T R o n c a L
la porfiada oposición de los ansotanos entraron los enemigos la
villa á sangre y fuego.


Contraresló Renovales su ímpetu en Roncal los dias 27, 28 y 29,
retirándose hasta el término y boquetes de la villa de Urzainqui.
Mas agolpándose á aquel paraje los franceses del valle de Ansó, los
del de Salazar y una división procedente de Oleron en Francia, no
fue ya posible hacer por mas tiempo rostro á tanta turba de ene-
migos. Asi deseando Renovales salvar de mayores horrores á los
roncaleses, determinó qué Don Melchor Ornat Vecino Cápftrilan loa va-
de la villa capitulase honrosamente por los valles, U e s-
como lo hizo, asegurando á los naturales la libertad de sus per-
sonas y el goce de sus propiedades. Renovales con varios oficiales,
soldados y rusos desertores se trasladó al Cinca.


En tanto que esto pasaba en Navarra y valles occidentales de
Aragón, llamaron también los franceses la atención á venaste
los orientales, incluso el de Aran en Cataluña. No
llevaron en todos ellos su intento mas allá del amago, siendo recha-
zados en el puerto de Venasque en donde se señaló el paisano
Pedro Berot.


Descendiendo la falda de los Pirineos, y siguiendo PeKIM y otro»
la orilla izquierda del Cinca, Don Felipe Perena, partidarios.
Bagety otros partidarios tuvieron con los franceses reñidos choques.
En varios sacaron ventaja los nuestros, incomodándolos incesante-
mente y cogiéndoles reses y víveres que llevaban para su abasteci-
miento. Ansiosos los franceses de libertarse de tan porfiados contra-
rios, enviaron al general Habert para dispersarlos y despejar las
riberas del Cinca. Consiguió Habert penetrar hasta Fonz, en donde
sus tropas asesinaron desapiadadamente á los ancianos y enfermos
que habían quedado. Al mismo tiempo que Habert, cruzó el Cinca
por cima de Estadilla el coronel Robert, quien al principio fue
rechazado, pero concertando ambos gefes sus movimientos, reple-
gáronse los partidarios españoles á Lérida, Mequinenza y puntos
abrigados, tomando después el mando de todos ellos Renovales.
Ocuparon los franceses á Fraga y Monzón, como importantes para
la tranquilidad del pais.


Mas ni aun asi consiguieron su objeto. Sarasa en
, , . . r i i Nuevas partidas.


octubre y noviembre apareció de nuevo en las cerca-
nías de Ayerbe y procuró cortar las comunicaciones entre Zaragoza


ii. 5




66 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


y Jaca. Los españoles de Mequineuza también hicieron en 16 de oc-
tubre una tentativa sobre Caspe, en un principio dichosa, al último
malograda. Otras parciales refriegas ocurrían al mismo tiempo por
aquellos parages, poniendo al fin los franceses su conato en apode-
rarse de Venasque.
Ríndese venas- Mandaba alli desde 1804 el marqués de Villora, y


que. e l 22 de octubre del año en que vamos, intimándole el
comandante francés de Benabarre La Pageolerie que se rindiese,
contestóle el marqués dignamente. Mas en noviembre acudiendo
otra vez los franceses, cedió Villora sin resistencia ; y por esto, y
por entrar después al servicio del intruso, tachóse su conducta de
muy sospechosa.


En la margen derecha del Ebro las ¡untas de Molina
Junta de Aragón. r • « • 1 1 p 1 1 t e


y Aragón trabajaban incansables en favor de la defensa
común. La última, aunque metida en Moya, provincia de Cuenca,
después de la vergonzosa jornada de Belchite, desvivíase por juntar
dispersos y promover el armamento de la provincia. Don Ramón


Gayan Gayan, separado ya del ejército de Blake al desgra-
ciarse la acción de María, sirvió de mucho con su


cuerpo franco para ordenar la resistencia. Ocupaba la ermita del
Águila en el término de Cariñena, y la junta agrególe el regimiento
provincial de Soria y el de la Princesa venido de Santander. Hubo
entre los nuestros y los enemigos varios reencuentros. Los últimos
en julio desalojaron á Gayan de la ermita del Águila, y frustróse un
plan que la junta de Aragón tenia trazado para sorprender á los
franceses que enseñoreaban á Daroca.


Falló en parte por disputas de los gefes que eran de igual gradua-
ción. Para prevenir en adelante todo altercado envió Blake desde
Cataluña, á petición de la mencionada junta, á Don Pedro Villa-
campa, entonces brigadier, el cual reuniendo bajo su mando la
tropa puesta antes á las órdenes de Gayan, y ademas el batallón de
Molina con otros destacamentos, formó en breve una división de
4000 hombres. A su cabeza adelantóse el nuevo gefe antes de fina-
lizar agosto á Calatayud, arrojó á los enemigos del puerto del
Frasno, y haciendo varios prisioneros los persiguió hasta la Af-
munia.


Le atacan ros En arma los franceses con tal embestida , despnes
franceses. j e v e [ . s e a j g 0 desembarazados en la orilla izquierda del


Ebro , revolvieron en mayor número contra Villacampa. Pruden-
temente se había recogido este á los montes llamados Muela de San
Juan y sierras de Albarracin, célebres por dar nacimiento al Tajo
y otros rios caudalosos, habiéndose situado en nuestra Señora del
Tremedal, santuario muy venerado de los naturales, y adonde van
en romería de muchas leguas á la redonda. De las tropas de Villa-
campa habían quedado algunas avanzadas en la dirección de Da-
roca , las cuales fueron en octubre arrojadas de alli por el general




LIBRO DÈCIMO. 67


Chlopicki, que avanzó hasta Molina destruyendo ó pillando casi
todos los pueblos.


Don Pedro Villacampa juntó en el Tremedal entre soldados y
paisanos sin armas unos 4000 hombres. El santuario está situado
en un elevado monte en forma de media luna, y á cuyo pie se des-
cubre la villa de Orihuela. Pinares que se extienden por los costa-
dos y la cumbre roqueña de la montaña dan al sitio silvestre y ce-
ñudo semblante. Habia acumulado alli la devoción de los fieles
muchas y ricas ofrendas, respetadas hasta de los salteadores,
siendo asi que de dia y noche se dejaban abiertas las puertas del
santuario. Por lo menos asi lo aseguraban los clérigos ó mosenes,
como en Aragón los llaman, encargados del culto y custodia del
templo.


Habia Villacampa hecho en la subida algunas corta-
, , i. i, i • i. • Se apoderan
duras, y dedicábase a disciplinar en aquel retiro su de ia virgen dei
gente bisoña. Conocieron los franceses el mal que se T r e m e d a l
les seguiría si para ello le dejaban tiempo ¡ y trataron de destruirle
ó por lo menos de aventarle de aquellas asperezas. Tuvo orden de
ejecutar la operación el coronel Henriod con su regimiento 14 de
linea, alguna mas infantería, un cuerpo de coraceros y tres piezas.
Maniobró el francés diestramente amagando la montaña por varios
puntos, y el 25 se apoderó del Tremedal, de donde arrojados los
españoles se escaparon por la espalda camino de Albarracin. Los
enemigos saquearon é incendiaron á Orihuela, volándose el san-
tuario con espantoso estrépito. Salvóse la virgen que á tiempo
ocultó un mosen, y retirados los. franceses acudieron ansiosamente
los paisanos del contorno á adorar la imagen, cuya conservación
graduaban de milagro.


Aunque con tales excursiones conseguían los enemigos despejar
el país de ciertas partidas, no por eso impedían que en otros para-
ges los molestasen nuevas guerrillas. Asi al adelantarse aquellos
viá del Tremedal, los hostilizaban á su retaguardia el alcalde de
Tllueca, y el paisanage de varios pueblos. Lo mismo ocurría con
mayor ó menor ímpetu en casi todas las comarcas, fatigando á los
invasores tan continuo é infructuoso pelear.


Suchet sin embargo insistía en querer apaciguar á Aragón, y sa-
biendo que de Madrid habia ido á Cuenca el general E n t r a S n c h e t
Milhaud para desbandar las guerrillas de aquella pro- f¡njrAs11barracin y
vincia, avanzó también por su parte el 25 de diciem-
bre hasta Albarracin y Teruel, cuyo suelo aun nohabian pisado los
franceses, obligando á la junta de Aragón que entonces se alber-
gaba en Rubielos á abandonar su territorio, teniendo que refugiarse
en las provincias vecinas.


De estas las de Cuenca y Guadalajara traían á mal- cnencay Guada-
traer al enemigo. En la primera era uno de los prin- '"J""-
cipales gefes el marqués de las Atalayuelas, que solia ^^v>o^




68 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ocupar á Sacedon y sus cercanías; y en la segunda
EI Empecinado. e ) empecinado, á quien ya vimos en Castilla la Vieja,
y que se aventajaba á los demás en fama y notables hechos. Por dis-
posición de la central habíase establecido el 20 de julio en Sigüenza
(ciudad poco antes muy mal tratada por los franceses) una junta


con objeto de gobernar la provincia de Guadalajara.
jomas. Trabajó con ahinco la nueva autoridad en reunir las par-


tidas sueltas, efectuar alistamientos y hostigar de todos modos al
enemigo, y asi esta junta como otra que se erigió en tierra de
Cuenca, uniéndose en ocasiones ó concertándose con las de Ara-
gón y Molina, formaron en aquellas montañas un foco de insurrec-
ción que hubiera sido aun mas ardiente si á veces no hubiesen de-
bilitado su fuerza quisquillas y enojosas pendencias.


Don Juan Martin el Empecinado guerreaba allende la cordillera
Carpetana; mas buscado en setiembre por la junta de Guadalajara


La de Gnada a c u c l i ó gustoso al llamamiento. Comenzó aquel cau-
cara iiama ai dillo á recorrer la provincia, y no dejando á los fran-
Empecinado. ceses u n m 0 m e n t o de respiro tuvo ya en los meses de
setiembre y octubre choques bastante empeñados en Cogolludo,
Albarés y Fuente la Higuera. Los franceses para vencerle recur-
rieron á ardides. Tal fue el que pusieron en planta el 12 de no-
viembre , aparentando retirarse de la ciudad de Guadalajara para
luego volver sobre ella. Pero el Empecinado, después de haberse
provisto de porción de paños de aquellas fábricas, rompió por
medio de la hueste que le tenia rodeado y se salvó. Pagó en se-
guida á los franceses el susto que entonces le dieron, principal-
mente sorprendiendo el 24 de diciembre en Mazarrulleque á un
grueso trozo de contrarios.


La Mancha Entre los guerrilleros dé la Mancha, de que ya
entonces se hablaba, ademas de Mir y Jiménez me-


rece particular mención Francisco Sánchez, conocido con el nom-
„ , bre de Francisquete, natural de Camuñas. Habían
Franctsqnete. i , » ,


los franceses ahorcado a un hermano suyo que se
rindiera bajo seguro, y en venganza Francisco hízoles sin cesar
guerra á muerte. Otros partidarios empezaron también á rebullir
en esta provincia y en la de Toledo; mas ó desaparecieron pronto,
ó sus nombres no sonaron hasta mas adelante.
León y casuua. En las que componen los reinos de León y Castilla


la Vieja descolló entre otros muchos cerca de Ciu-
dad Rodrigo Don Julián Sánchez. Vivia este en la casa
paterna después de haber militado en el regimiento


de Mallorca. Pisaron los enemigos en sus correrías aquellos umbra-
les, y mataron á sus padres y á una hermana, atrocidad que juró
Sánchez vengar : empezó con este fin á reunir gente, y luego
allegó hasta 200 caballos con el nombre de lanceros, de cuya tropa
nombróle capitán el duque del Parque general que allí mandaba.


Don Julian Sán-
chez.




LIBRO DÈCIMO. 69
Don Julián unas veces se apoyaba en el ejército ó en la plaza de
Ciudad Rodrigo, otras obraba por sí y se alejaba con su escuadrón.
Infundía tal desasosiego en los franceses que en Salamanca el gene,
ral Marchand dio contra él y sus soldados una proclama amenaza-
dora , y cogió en rehenes como á patrocinadores á unos cuantos
ganaderos ricos de la provincia. Sánchez agraviado de que el francés
calificase á sus hombres de asesinos y ladrones, replicóle de una '
manera áspera y merecida. Cruda guerra que hasta en el hablar
enconaba asi de ambos lados el ánimo de los combatientes.


Por el centro y vastas llanuras de Castilla la Vieja EI capuchino,
andaban asimismo al rebusco de franceses partidas s»omu.
pequeñas, como la del Capuchino, Saornil y otras que todavía no
gozaban de mucho nombre, pero que dieron lugar á una circular
curiosa al par que bárbara del general francés Kellermann coman-
dante de aquellos distritos, y por la que haciendo en 25 de octu-
bre una requisición de caballos, mandaba bajo penas rigurosas sa-
car el ojo izquierdo y marcar ó inutilizar de otro modo para la
milicia los que no fuesen destinados á su servicio. Porlier también
ejecutando á veces rápidas y portentosas marchas rompia por la
tierra y atrepellaba los destacamentos enemigos, descolgándose de
las montañas de Galicia y Asturias que eran su principal guarida.


En todo el camino carretero de Francia desde Bur- , n n t a s y m ü .
gos hasta los lindes de Álava, y en ambas riberas por d a r i ° s e5, e > c a "
° „ » j i T U • i - > mino de Francia
aquella parte del Ebro , hormiguearon de muy tem-
prano las guerrillas. Tenia la codicia en que cebarse con la fre-
cuencia de convoyes y pasageros enemigos, y muchos de los nutu-
rales dados ya desde antes al contrabando por la línea de aduanas
allí establecida, conocían á palmos el terreno y estaban avezados á
los riesgos de su profesión, imagen de los de la guerra. Fomenta-
ron tales inclinaciones varias juntas que se formaron de cuarenta en
cuarenta lugares, y las cuales ó se reunieron después ó se sujeta-
ron á las que se apellidaban de Burgos, Soria y la Rioja. Recono-
ciéronla autoridad de estos cuerpos las mas de las partidas, de las
que se miraron como importantes la de Ignacio Cuevillas, Don
Juan Gómez, el cura Tapia, Don Francisco Fernandez de Castro
hijo mayor del marqués de Barrio-Lucio, y el cura de Villoviado,
de quien ya se hizo mención en otro libro


Sus correrías solían ser lucrosas en perjuicio del enemigo y no
faltas de gloria, sobre todo cuando muchas de ellas se unian y
obraban de concierto. Sucedió asi en setiembre para sostener á
Logroño, estando á su frente Cuevillas : lo mismo el 18 de no-
viembre en Sausol de Navarra en donde deshicieron á mas de 1000
franceses, guiadas las partidas reunidas por el capitán de navio
Don Ignacio Narron presidente de la junta de Nájera.


En esta función tuvo ya parte Don Francisco Javier d
Mina, sobrino del después tan célebre Espoz. Cur- 1 M e




70 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


saba en Zaragoza á la sazón que estalló el levantamiento de 1808 :
su edad entonces era la de 19 años, y tomó las armas como los de-
mas estudiantes. Habia nacido en Idpcin, pueblo de Navarra, dé
labradores acomodados. Retirado por enfermo al lugar de su natu-
raleza se hallaba en su casa cuando la saquearon los franceses en
venganza de un sargento asesinado en la vecindad. Para libertar á
su padre de una persecución se presentó Mina el mozo á los fran-
ceses , redimiéndose por medio de dinero del arresto en que íe
pusieron. Airado de la no merecida ofensa y de ver su casa alla-
nada y perdida, armóse, y uniéndosele otros doce comenzó sus
correrías, reciente aun en Roncal la memoria de Renovales. Au-
mentóse sucesivamente su cuadrilla, y con ímpetu daba de sobre-
salto en los destacamentos franceses de Navarra, como también
en los confinantes de Aragón y Rioja. Fue extremada su audacia, y
antes dé concluirse 1809 admiró con sus hechos á los habitantes de
aquellas partes.


Hasta aqui los sucesos parciales ocurridos este año en las provin-
cias. Necesario ha sido dar una idea de ellos aunque rápida, pues
si'bien obedecía en todo el reino al gobierno supremo, la índole
siesos genera- de la guerra y el" modo como se empezó inclinaba á
íes de ía nación. i a s provincias ó las obligaba á veces á obrar solas ó
con cierta independencia. Ocupémonos ahora en la junta central y
en los ejércitos, y asuntos mas generales.


Estado de de- Vivos debates habían sobrevenido en aquella corpo-
sasosiego de ía ración al concluirse el mes de agosto y comenzar se-
centrai. tiembre. Procedieron de divisiones internas y de la
voz pública que le achacaba el malogramiento de la campaña de
Talavera. Hervían con especialidad en Sevilla los manejos y las ma-
quinaciones. Ya desde antes, como dijimos, y sordamente traba-
jaban contra el gobierno varios particulares resentidos, entre ellos
ciertos de la clase elevada. Cobraron ahora aliento por elarrimo que
les ofrecía el enojo de los ingleses, y la autoridad del consejo re-
instalado el mes anterior. No menos pensaban ya que en acudir á
la fuerza, pero antes creyeron prudente tentar las vias pacificas y
legales. Sirvióles de primer instrumento Don Francisco de Palafox
individuo de la misma junta, quien el 21 de agosto leyó en su seno
un papel en el que, doliéndose amargamente de los males públicos
y pintándolos con negras tintas, proponía como remedio la recon-
centración del poder en un solo regente, cuya elección indicaba
podría recaer en el cardenal de Borbon. Encontró Palafox en sus
compañeros oposición, presentándole algunas objeciones bastante
fuertes, á las que no pudiendo de pronto responder como hombre
de limitado seso, dejó su réplica para la siguiente sesión en que
leyó otro papel explicativo del primero.
consuiudeicon- Aquel dia que era el 22 vino en apoyo suyo, con


s e i°- aire de concierto, una consulta del consejo. Este




LIBRO DÉCIMO. 71
cuerpo que en vez de mostrarse reconocido teniase por agraviado
de su restablecimiento, como hecho, según pensaba, en monos-
cabo de sus privilegios, andaba solícito buscando ocasiones de ar-
rancar la potestad suprema de las manos de la central, y colocarla
ó en Jas suyas ó en otras que estuviesen á su devoción.
Figuróse haber llegado ya el plazo tan deseado, y u c c « u < i a a a -
perjudicó con ciega precipitación á su propia causa. En la consulta
no se ciñó á examinar la conducta de la junta central, y á hacer
resaltar los inconvenientes que nacían de que corporación tan nu-
merosa tuviese á su cargóla parte ejecutiva, sino xjue también
atacó su legitimidad y la de las juntas provinciales pidiendo la abo-
lición de estas, el restablecimiento del orden antiguo, y el nom-
bramiento de una regencia conforme á lo dispuesto en la ley de
Partida. 4 Contradicción singular! El consejo, que consideraba usur-
pada la autoridad de las juntas, y por consiguiente la de la central
emanación de ellas, exigía de este mismo cuerpo actos para cuya
decisión y cumplimiento era la legitimidad tan necesaria.


Pero prescindiendo de semejante modo de raciocinar, harto co-
mún en asuntos de propio interés, hubo gran desacuerdo en el
consejo en proceder asi, enagenándose voluntades que le hubieran
sido propicias. Descontentaban á muchos las providencias de la
central : parecíales monstruoso su gobierno; mas no querían que
se atacase su legitimidad derivada de la insurrección. Tocó en des-
varío querer el consejo tachar del mismo defecto á las juntas pro-
vinciales , por cuya abolición clamaba. Estas corporaciones tenían
influjo en sus respectivos distritos. Atacarlas era provocar su ene-
mistad , resucitar la memoria de lo ocurrido al principio de la
insurrección en 1808, y privarse de un apoyo tanto mas seguro
cuanto entonces se habían suscitado nuevas y vivas contestaciones
entre la central y algunas de las mismas juntas.


La provincial de Sevilla nunca olvidaba sus primeros
i i i Altercados de


zelos y rivalidades, y la de Extremadura, antes mas íasjuntas de pro-
quieta, movióse al ver que su territorio quedaba des- ¡JJÍ" se^ua.0™
cubierto con la. ida de los ingleses, de cuya retirada Extremadura,
echaba la culpa á la central. Asi fue que sin contar con
el gobierno supremo, por sí díó pasos para que lord Wellington
mudase de resolución, y diólos por el conducto del conde del Mon-
tijo que en sus persecuciones y vagancia habia de Sanlúcar pasado
á Badajoz. Desaprobó altamente la junta central la conducta de la
de Extremadura como agena de un cuerpo subalterno y depen-
diente, é irritóla que fuera medianero en la negociación un hombre
á quien miraba al soslayo, por lo cual apercibiéndola severamente
mandó prender al del Montijo que se salvó en Portugal. Ofendida
la junta de Extremadura de la reprensión que se le daba, replicó
con sobrarla descompostura, hija quizá de momentáneo acalora-
miento , sin que por eso fuesen mas allá afortunadamente tales




72 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


contestaciones. Las que habían nacido en Valencia al
™ *' instalarse la central se aumentaron con el poco tino


qne tuvo en su comisión á aquel reino el barón de Sabasona,y
nunca cesaron, resistiendo la junta provincial el cumplimiento de
algunas órdenes superiores, á veces desacertadas, como lo fue la
provisión en tiempos de tanto apuro de las canongías, beneficios
eclesiásticos y encomiendas vacantes, cuyo, producto juiciosamente
había destinado dicha junta á ios hospitales militares. Encontradas
asi ambas autoridades á cada paso se enredaban en disputas, incli-
nándose la razón ya de un lado ya de otro.


Dolorosas eran estas divisiones y querellas, y de mucho hubieran
servido al consejo en sus fines, si acallando á lo menos por el mo-
mento su rencorosa ira contra las juntas, las hubiera acariciado en
lugar de espantarlas con descubrir sus intentos. Enojáronse pues
aquellas corporaciones, y la de Valencia aunque una de las mas


Exposición de e n e m i g a s de la central, se presentó luego en la lid á
esta contra ei vindicar su propia injuria. En una exposición fecha en
consejo* .


23 de setiembre clamó contra el consejo, recordó
su vacilante si no criminal conducta con Murat y José, y pidió que
se le circunscribiese á solo sentenciar pleitos. Otro tanto hicieron
de un modo mas ó menos explícito varias de las otras juntas, aña-
diendo sin embargo la misma de Valencia que convendría que la
central separase la potestad legislativa de la ejecutiva, y que se
depositase esta en manos de uno, tres ó cinco regentes.


Antes que llegase esta exposición, y atrepellando por todo en
Sevilla los descontentos, pensaron recurrir á la fuerza, impacientes
Trama para disoí- de que la central no se sometiese á las propuestas de


™r l a c < m t r a 1 , Palafox, del consejo y sus parciales. Era su propósito
disolver dicha junta, trasportar á Manila algunos de sus indivi-
duos, y crear una regencia, reponiendo al consejo real en la ple-
nitud de su poder antiguo y con los ensanches que él codiciaba.
Habíanse ganado ciertos regimientas, repartídose dinero , y pro-
metido también convocar cortes, ya por ser la opinión general del
reino, ya igualmente para amortiguar el efecto que podría resultar
de la intentada violencia. Pero esta última resolución no sé hubiera
realizado, á triunfar los conspiradores como apetecían, pues el
alma de ellos, el consejo, tenia sobrado desvío por todo lo que so-
naba á representación nacional, para no haber impedido el cum-
plimiento de semejante promesa.


Descúbrela ei Ya e n l ° s prímeros dias de setiembre estaba pró-
embajadordein- ximo á realizarse el plan, cuando el duque del Infan-


tado queriendo escudar su persona con la aquiescencia
del embajador de Inglaterra. confiésele amistosamente. Asustado
el marqués de Wellesley de las resultas de una disolución repen-
tina del gobierno, y no teniendo por otra parte concepto muy ele-
vado de los conspiradores, procuró apartarlos de tal pensamiento,




LIBRO DÉCIMO. 73


y sin comprometerlos (lió aviso á la central del proyecto. Advertida
esta á tiempo, é intimidados también algunos de los de la trama
con no verse apoyados por la Inglaterra, prevínose tode estallido,
tomando la central medidas de precaución sin pasar á escudriñar
quienes fuesen-Ios culpables.


La junta no obstante viendo cuan de cerca la ata- T r a l a u OTB_
cabau, que la opinión misma del embajador de Ingla- <«• recomen-


• • • • • • • i i trar la potestad
térra, si bien opuesto a violencias, era la de recon- ejecutiva,
centrar la potestad ejecutiva y que hasta las autorida-
des que le habian dado el ser eran las mas de idéntico ó parecido
sentir, resolvió ocuparse seriamente en la materia. Algunos de sus
individuos pensaban ser conveniente la remoción de todos los cen-
trales ó de una parte de ellos, acallando asi á los que tachaban su
conducta de ambiciosa. Suscitó tal medida el bailío Don Antonio
Valdés, la cual contados de sus compañeros sostuvieron, desechán-
dola los mas. Tres dictámenes prevalecían en la junta, Diversidad de o-
el de los que juzgaban ocioso hacer una mudanza P i n l o n e s -
cualquiera debiendo convocarse luego las cortes, el de los que de-
seaban una regencia escogida fuera del seno de la central, y en fin
el de los que repugnando la regencia querian sin embargo que se
pusiese el gobierno ó potestad ejecutiva en manos de un corto nú-
mero de individuos sacados de los mismos centrales. Entre los que
opinaban por lo segundo se contaba Jovellanos, pero tan respetable
varón luego que percibió ser la regencia objeto descubierto de
ambición que amenazaba á la patria con peligrosas ocurrencias,
mudó de parecer y se unió á los del último dictamen.


Al frente de este se hallaba Calvo que acababa de volver de Ex-
tremadura y quien con su áspera y enérgica condición N o B 1 I , r a s e a i
no poco contribuyó á parar los golpes de los que «recto una comi-
dentro de la misma junta solo hablaban de regencia s , o n '
para destruir la central é impedir la convocación de cortes. Trajo
hacia si á Jovellanos y sus amigos, los que concordes consiguieron
después de acaloradas discusiones, que se aprobasen el 19 de se-
tiembre dos notables acuerdos. I o La formación de una comisión
ejecutiva encargada del despacho de lo relativo á gobierno, re-
servando á la junta los negocios que requiriesen plena delibera-
ción. Y 2 a fijar para 1° de marzo de 1810 la apertura de las cortes
extraordinarias.


Antes de publicarse dichos acuerdos nombróse una comisión
para formar el reglamento ó plan que debia observar la ejecutiva,
y como recayese el encargo en Don Gaspar de Jovellanos, bailío
Don Antonio Valdés, marqués de Campo Sagrado, Don Francisco
Castañedo y conde de Gimonde, amigos los mas del primero, cre-
yóse que á la presentación de su trabajo serían los mismos esco-
gidos para componer la comisión ejecutiva. Pero se equivocaron
los que tal creyeron. En el intermedio que hubo entre formar el re-




74 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Mímbrase otra glamento y presentarle, los aficionados al mando y los
segunda. n o adictos á Jovellanos y sus opiniones, se movieron


y bajo un pretexto ú otro alcanzaron que la mayoría de la junta
desechase el reglamento que la comisión había preparado. Esco-
gióse entonces otra nueva para que le enmendase con objeto de re-
novar, si ser pudiese, la cuestión de regencia, ó sino de meter
en la comisión ejecutiva las personas que con mas empeño sostenian
Nuevos manejos, dicho dictamen. Vióse á las claras ser aquella la in-


tención oculta de ciertas personas, por lo que de
Paiafox. nuevo sucedió con Don Francisco de Palafox. Este


vocal, juguete de embrolladores, resucitó la olvidada controversia
cuando se discutía en la junta el plan de la comisión ejecutiva.
Los instigadores le habían dictado un papel que al leerle produjo
tal disgusto, que arredrado el mismo Palafox se allanó á cancelar
en el acto mismo las cláusulas mas disonantes.


Romana Viendo la facion cuan mal habia correspondido á
su confianza el encargado de ejecutar sus planes, trató


de poner en juego al marqués de la Romana recien llegado del
ejército, y cuya persona mas respetada gozaba todavía entre mu-
chos de superior concepto. Habia sido el marqués nombrado indivi-
duo de la comisión substituida para corregir el plan presentado por
la primera, y en su virtud asistió á sus sesiones, discutió los artí-
culos, enmendó algunos, y por último firmó el plan acordado, si
bien reservándose exponer en la junta su dictamen particular. Pa-


s u inconside- r e c ' a n o obstante que se limitaría este á ofrecer algunas
rada conducto y observaciones sobre ciertos puntos, habiendo en lo
rton.repres*°'a" general merecido su aprobación la totalidad del plan.


Mas cuál fue la admiración de sus compañeros al oi r al
marqués en la sesión del 14 de octubre renovar la cuestión de re-
gencia por medio de un papel escrito en términos descompuestos,
y en el que, haciendo de sí propio pomposas alabanzas, expresaba
la necesidad de desterrar hasta la memoria de un gobierno tan noto-
riamente pernicioso como lo era el de la central. Y al mismo tiempo
que tan mal trataba á esta y que la calificaba de ilegítima, dábale
la facultad de nombrar regencia y de escoger una diputación per-
manente compuesta de cinco individuos y un procurador que hi-
ciese las veces de cortes, cuya convocación dejaba para tiempos
indeterminados. A tales absurdos arrastraba la ojeriza de los que
habían apuntado el papel al marqués y la propia irreflexión de este
hombre, tan pronto indolente, tan pronto atropellado,
sombrase ¡a co- A pesar de crítica tan amarga y de las perjudiciales
misión ejecutiva, consecuencias que podría traer un escrito como aquel,
difundido luego por todas partes , no solo dejó la juma de re-
prender á Romana, sino que también, ya que no adoptó sus pro-
posici ones, fue el primero que escogió para componer la comisión
ejecu tiva. No faltó quien atribuyese semejante elección á diestro




LIBRO DÉCIMO. 75


artificio de la central, ora para enredarle en un compromiso por
haber dicho en su papel que á no aprobarse su dictamen renun-
ciaría á su puesto, ora también para que experimentase por sí
mismo la diferencia que media entre quejarse de los males públicos
y remediarlos.


Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que el marqués admitió el
nombramiento y que sin detención se eligieron sus otros compañe-
ros. La comisión ejecutiva conforme á lo acordado debia constar
de seis individuos y del presidente de la central, renovándose á la
suerte parte de ellos cada dos meses. Los nombrados ademas de
Romana fueron Don Rodrigo Riquelme, Don Francisco Caro, Don Se-
bastian de Jócano, Don José García de la Torre, y el marqués de
Villel. En el curso de esta historia ya ha habido ocasión de indicar
á qué partido se inclinaban estos vocales, y si el lector no lo ha
olvidado recordará que se arrimaban al del antiguo orden de cosas,
por lo cual hubieran muchos llevado á mal su elección si no hubiese
sido acompañada con el correctivo del llamamiento de cortes.


Anuncióse tal novedad en decreto de 28 de octubre F j j a s e e l d l a d e
publicado en 4 de noviembre, especificándose en su juntarse tas cor-
contenido que aquellas serian convocadas en I o de t e s '
enero de 1810 para empezar sus augustas funciones en el I o de
marzo siguiente. El deseo de contener las miras ambiciosas de los
que aspiraban á la autoridad suprema, alentó á los centrales par-
tidarios de la representación nacional á que clamasen con mayor
instancia por la aceleración de su llamamiento. Don Lorenzo Calvo
de Rozas, entre ellos uno de los mas decididos y constantes, pro-
movió la cuestión por medio de proposiciones que formalizó en 14
y 29 de setiembre, renovando la que hizo en abril anterior y que
había provocado el decreto de 22 de mayo. Suscitáronse disensio-
nes y altercados en la junta, mas logróse la aprobación del decreto
ya insinuado, apretando á la comisión de cortes para que con-
cluyese los trabajos previos que le estaban encomendados, y que
particularmente se dirigían al modo de elegir y constituir aquel
cuerpo. Esta comisión desempeñó ahora con menos embarazo su
encargo por haber reemplazado á Riquelme y Caro, remoras antes
para todo lo bueno, los señores Don Martin de Garay y conde de
Ayamans dignos y celosos cooperadores.


La ejecutiva se instaló el I o de noviembre no enten- instalase ia comí,
diendo ya la junta plena en ninguna materia de go- s l 0 n e ¡ e c " , " ' a -
bierno, excepto en el nombramiento de algunos altos empleos que
se reservó. Siguiéronse no obstante tratando en las sesiones dé la
junta los asuntos generales, los concernientes á contribuciones y
arbitrios, y las materias legislativas. Continuó asi hasta su t¡i§í*^ ,TT ,*it.
lucion dividido este cuerpo en dichas dos porciones, e j e r d ( ^ ^ \ ? f ' í j ^ * . .
cada una sus facultades respectivas. ' Í ^ ^ ^ P ?


En tanto el horizonte político de Europa se e n c a p o t a ^ t - c ^ - \ - f ^ ' ' \ i K j
• • ¡ . « - T i ',?"»•*'•.!




76 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Estado d« Eu- vez mas. Estimulada la gran Bretaña con la guerra de
ropa. Austria no se había ceñido á aumentar en la penín-


sula sus fuerzas, sino que también preparó otras dos expediciones
_ _. á puntos opuestos, una á las órdenes de Sir Juan
Eipedicior.es • r _ T , ' , , , .


inglesas, contra Stuart contra Ñapóles, y otra al Escalda e isla de
Napoies. Walkeren mandada por lord Chatam. Malos conse-
jos alejaron la primera de estas expediciones de la costa oriental
de España, adonde se habia pensado enviarla, y se empleó en
objeto infructuoso como lo fue la invasión del territorio napolitano.
Contra el Es- La segunda formidable y una de las mayores que ja-


caida. m a s s a ] i e r a d e ¡ o s puertos ingleses se componía de
40,000 hombres de desembarco, tropas escogidas, ascendiendo
en todo la fuerza de tierra y mar á 80,000 combatientes. Propo-
níase con ella el gobierno británico destruir ante todo el gran ar-
senal que en Amberes habia Napoleón construido. Lástima fue que
en este caso no hubiese aquel gabinete escuchado á sus aliados. El
emperador de Austria opinaba por el desembarco en el norte de
Alemania, en donde el ejemplo de Schill, caudillo tan bravo y au-
daz, hubiera sido imitado por otros muchos al ver la ayuda que
prestaban los ingleses. La junta central instó porque la expedición
llevase el rumbo hacia las costas cantábricas y se diese la mano con
la de Wellesley: á cierto que si las tropas de Stuart y Chatam hu-
biesen tomado tierra en la península ó en el norte de Alemania
en el tiempo en que aun duraba la guerra en Austria, quizá no
hubiera esta tenido nn fin tan pronto y aciago. Prescindiendo de
todo el gobierno inglés sacrificó grandes ventajas á, la que presumía
inmediata de la destrucción del arsenal de Amberes, ventaja mez-
quina aunque la hubiera conseguido en comparación de las otras.
Desgraciadísima Es ageno de nuestro propósito entrar en la historia


e s ' a de aquellas expediciones, y asi solo diremos que al
paso que la de Stuart no tuvo resultado, pereció la de Chatam
miserablemente sin gloria y á impulsos de las enfermedades que
causó en el ejército inglés la tierra pantanosa de la isla de Walke-
ren á la entrada del Escalda. Tampoco se encontraron con habi-
tantes que les fueran afectos, de donde pudieron aprender cuan
diverso era, á pesar del valor de sus tropas, tener que lidiar en
tierra enemiga ó en medio de pueblos que como los de la penín-
sula se mantenían fieles y constantes.


Paz entre Na- Colmó tantas desgracias la paz de Austria en favor
poieon y ei Aus- (J e cuya potencia habia cedido la junta central una
' p o r c i ó n de plata * en barras que venían de Inglaterra
c Ap. n. 4.) p a r a g^QppQ d e España, y ademas permitió sin repa-
.sacrificios de rar en los perjuicios que se seguirían á nuestro co-


'.'•í^íuf Austria'8" mercio, que el mismo gobierno británico negociase
con igual objeto en nuestros puertos de América


5,'000¿000 de pesos fuertes: sacrificios inútiles. Desde el armisticio




LIBRO DÉCIMO. 77
de Zuaim pudo ya temerse cercana la paz. El gabinete de Austria
viendo su capital invadida, incierto de la política de la Rusia, y no
queriendo buscar apoyo en sus propios pueblos, de cuyo espíritu
comenzaba á estar receloso, decidióse á terminar una lucha que
prolongada todavía hubiera podido convertirse para Napoleón en
terrible y funesta, manifestándose ya en la población de los estados
austríacos síntomas de una guerra nacional. Y ¡cosa extraña! un
mismo temor aunque por motivos opuestos aceleró entre ambas
partes beligerantes la conclusión de la paz. Firmóse esta en Viena
el 45 de octubre. El Austria, ademas de la pérdida de territorios
importantes y de otras concesiones, se obligó por el artículo 15 del
tratado á «reconocer las mutaciones hechas ó que pudieran ha-
« cerse en España , en Portugal y en Italia.»


La junta central á vista de tamaña mengua publicó un manifiesto
en que procurando desimpresionar á los españoles del Man¡nesto de ta
mal efecto que produciría la noticia de la paz, con c e n t r a l -
profusión derramó amargas quejas sobre la conducta del gabinete
austríaco, lenguaje que á este ofendió en extremo.


Disculpable era hasta cierto punto el gobierno es- P r u r l t Q d e b a
pañol hallándose de nuevo reducido á no vislumbrar tallar de la cen-
otro campo de lides sino el peninsular. Mas semejante l r a L
estado de cosas, y las propias desgracias hubieran debido hacerle
mas canto , y no comprometer en batallas generales y decisivas su
suerte y la de la nación. El deseo de entrar en Madrid y las ventajas
adquiridas en Castilla la Vieja pesaban mas en la balanza déla junta
central que maduros consejos.


Hablemos pues de las indicadas ventajas. Luego que el marqués
de la Romana dejó en el mes de agosto en Astorga el Ejército de ia
ejército de su mando, llamado de la izquierda, con- i^meraa.
dújole á Ciudad Rodrigo Don Gabriel de Mendizabal para ponerle
en manos del duque del Parque, nombrado sucesor del marqués.
Llegaron las tropas á aquella plaza antes de promediar setiembre,
y á estar todas reunidas hubiera pasado su número de 26,000
hombres; pero compuesto aquel ejército de cuatro divisiones y una
vanguardia, la 3» al mando de Don Francisco Ballesteros, no se
juntó con Parque hasta mediados de octubre, y la 4 a quedóse en
los puertos de Manzanal y Fuencebadon á las órdenes, según insi-
nuamos, del teniente general Don Juan José García.


El 6 o cuerpo francés, después de su vuelta de Extre- General Mar-
madura, ocupaba la tierra de Salamanca, mandándole c t" u" L
el general Marchand en ausencia del mariscal Ney que tornó á
Francia. Continuaba en Valladolid el general Keller- C a r r . e r
mann y vigilaba Carrier con 3000 hombres las márge-
nes del Esla y del Orbigo.


Atendían los franceses de Castilla mas que á otra p r i m o r a defensa
cosa á seguir los movimientos del duque del Parque, d e A s t o r««




7 8 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


no descuidando por eso los otros puntos. Asi aconteció que en 9 de
octubre quiso el general Carrier posesionarse de Astorga, ciudad
antes de ahora nunca considerada como plaza. Gobernaba en ella
desde 2 2 de setiembre Don José María de Santocildes; guarnecíanla
unos 1 1 0 0 soldados nuevos, mal armados y con solos 8 cañones
que servia el distinguido oficial de artillería Don César Tournelle.
En tal estado, sin fortificaciones nuevas, y con muros viejos y
desmoronados; se hallaba Astorga cuando se acercó á ella el ge-
neral Carrier seguido de 3 0 0 0 hombres y dos piezas. Brevemente
y con particular empeño, cubiertos de las casas del arrabal de
Reitivia, embistieron los franceses la puerta del Obispo. Cuatro
horas duró el fuego que se mantuvo muy vivo, no acobardándose
nuestros inexpertos soldados ni el paisanage, y matando ó hiriendo
á cuantos enemigos quisieron escalar el muro ó aproximarse, á
aquella puerta. Retiráronse por fin estos con pérdida considerable.
Entre los españoles que en la refriega perecieron señalóse un mozo
de nombre Santos Fernandez, cuyo padre al verle espirar, enter-
necido pero firme, prorumpió en estas palabras : c Si murió mi
« hijo único, vivo yo para vengarle. » Hubo también mugeres y
niños que se expusieron con grande arrojo, y Astorga, ciudad por
donde tantas veces habían transitado pacíficamente los franceses,
rechazólos ahora preparándose á recoger nuevos laureles.


Esta diversión y las que causaban al enemigo
q u e ^ ^ P u q w ^ 0 n J u u a n Sánchez y otros guerilleros ayudaban
ai treme dei ejer- al duque del Parque que, colocado á fines de setiembre
o t o e a u q u i e r - ^ | a ¡ Z C I U ¡ e r ( j a ¿ g i Águeda, habia subido hasta Fuente


Guinaldo. Su ejército se componía de 1 0 , 0 0 0 infantes
y 1 8 0 0 caballos. Regia la vauguardia Don Martin de la Carrera y
las dos divisiones presentes 1 a y 2 a Don Francisco Javier de Losada
y el conde de Relveder. Púsose también por su lado en movimiento
el general Marchand con 7 0 0 0 hombres de infantería y 1 0 0 0 de
caballería. Ambos ejércitos marcharon y contramarcharon, y los
franceses, después de haber quemado á Martín del Rio, y de haber
seguido hasta mas adelante la huella de los españoles, retrocedieron
á Salamanca. El duqne del Parqueavanzó de nuevo el 5 de octubre
por la derecha de Ciudad Rodrigo, é hizo propósito de aguardar á
los franceses en Tamames.
Batana de Tama- Situada esta villa á nueve leguas de Salamanca en


m e s - la falda septentrional de una sierra que se extiende
hacia Bejar, ofrecía en sus alturas favorable puesto al ejército es-
pañol. El centro y la derecha de áspero acceso los cubría con la
I a división Don Francisco Javier de Losada, ocupaba la izquierda
con la vanguardia Don Martin de la Carrera, y siendo este punto
el menos fuerte de la posición, colocóse allí en dos líneas, aunque
algo separada, la caballería. Quedó de respeto la 2 a división del
cargo del conde de Belveder para atender adonde conviniese,




LIBRO DÉCIMO, 79
1500 hombres entresacados de todo el ejército guarnecían á Ta-
mames. El general Marchand, reforzado y trayendo 10,000 peones,
4200 ginetes y 14 piezas de artillería, presentóse el 18 de octubre
delante de la posición española. Distribuyendo sin tardanza sn gente
en tres columnas, arremetió á nuestra línea poniendo su principal
conato en el ataque de la izquierda, como punto mas accesible.
Carrera se mantuvo firme con la vanguardia, esperando á que la
caballería española apostada en un bosque á su siniestro costado
cargase las columnas enemigas; pero la 2 a brigada de nuestros
ginetes ejecutando inoportunamente un peligroso despliegue, se
vio atacada por la cabellería ligera de los franceses, que á las ór-
denes del general Maucune rompió á escape por sus hileras. Metióse
el desorden entre los caballos españoles, y aun llegaron los fran-
ceses á apoderarse de algunos cañones. El duque del Parque acudió
al riesgo, arengó á la tropa, y su segundo Don Gabriel de Mendi-
zabal echando pié á tierra contuvo á los soldados con su ejemplo y
sus exhortaciones, restableciendo el orden. No menos apretó los
puños en aquella ocasión el bizarro Don Martin de la Carrera casi
envuelto por los enemigos y con su caballo herido de dos balazos y
una cuchillada. Los franceses entonces empezaron á flaquear. En
balde trataron de sostenerse algunos cuerpos suyos. Gañanía ios «¡-
El conde de Belveder, avanzando con un trozo de su pioles,
división y el príncipe de Anglonacon otro de caballería, que dirigió
con valor y acierto, acabaron de decidir la pelea en nuestro favor.
La vanguardia y los ginetes que primero se habían desordenado,
volviendo también en sí, recobráronlos cañones perdidos y precipi-
taron á los franceses por la ladera abajo de la sierra. Igualmente
salieron vanos los esfuerzos del ejército contrario par-a superar los
obstáculos con que tropezó en el centro y derecha. Don Francisco
Javier de Losada rechazó todas las embestidas de los que por
aquella parte atacaron, y les obligó á retirarse al mismo tiempo
que los otros huian del lado opuesto. Al ver los españoles apos-
tados en Tamames el desorden de los franceses desembocaron
al pueblo, y haciendo á sus contrarios vivísimo fuego, les causaron
por el costado notable daño, Dos regimientos de reserva de estos
protegieron á los suyos en la retirada, molestados por nuestros
tiradores, y con aquella ayuda y al abrigo de espesos encinares y
de la noche ya vecina pudieron proseguir los franceses su camino la
vuelta de Salamanca. Su pérdida consistió en 1500 hombres, la
nuestra en 700, habiendo cogido un águila, un cañón, carros de
municiones, fusiles y algunos prisioneros. El general Marchand se
detuvo cinco dias en Salamanca aguardando refuerzos de Keller-
mann : no llegaron estos, y el del Parque habiendo cruzado el
'formes en Ledesma obligó al general francés á desamparar aquella
ciudad.


Ai día siguiente de la acción unióse al grueso del ejército español




80 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


B»™ Ballestero» con 8000 hombres Don Francisco Ballesteros. Había
a parque. e s t e general padecido dispersión sin notable refriega


en su nueva y desgraciada tentativa de Santander, de que hicimos
mención en el libro 8 o . Rehecho en las montañas de Liébana obe-
deció á la orden que le prescribía ir á juntarse con el ejército de
la izquierda.
Entra Parqne en Unido ya al duque del Parque entró este en Sala-


saiamanca. manca el 25 de octubre en medio de las mayores
aclamaciones del pueblo entusiasmado que abasteció al ejército
larga y desinteresadamente. El I o de noviembre llegó de Ciudad
unéseie ¡a oM- Rodrigo la división castellana llamada 5 a al mando del
sion castellana. m a r q U é s de Castro-fuerte con la que y la asturiana de


Ballesteros 3 a en el orden, contó el del Parque unos 26,000 hom-
bres sin la 4a división que continuó permaneciendo en el Vierzo.
Faltábale mucho á aquel ejército para estar bien disciplinado, par-
ticipando su organización actual de los males de la antigua y de los
que adolecía la varía é informe que á su antojo habían adoptado las
respectivas juntas de provincia. Pero animaba á sus tropas un
excelente espíritu, acostumbradas muchas de ellas á hacer rostro
á los franceses bajo esforzados gefes en San Payo y otros lugares.


No pasó un mes sin que un gran desastre viniese á enturbiar
las alegrías de Tamanes. Ocurrió del lado del medio-


Ejércltos es- . " .
pañoles dei me- día de España, y por tanto necesario es que volvamos
diodia. a | | a j o s 0 j o s p a r a r e f e r ¡ r t 0 ( ] 0 io q u e s u cedió en los
ejércitos de aquella parte, después de la retirada y separación del
anglo-hispano, y de la aciaga jornada de Almonacid.


únese ai de la Puestos los ingleses en los lindes de Portugal y per-
Mancha parte del suadida la junta central de que ya no podía contar
madnfa. d e E l ' r e con su activa coadyuvacíon, determinó ejecutar por


sí sola un plan de campaña cuyo mal éxito probó no
ser el mas acertado. Al paso que en Castilla debia continuar divir-
tiendo á los franceses el duque del Parque, y que en Extremadura
quedaban solo 12,000 hombres, dispúsose que lo restante de aquel
ejército pasase cou su gel'e Eguia á unirse al de la Mancha. Creyó
la junta fundadamente que se dejaba Extremadura bastante cu-
bierta con la fuerza indicada, no siendo dable que los franceses se
internasen teniendo por su flanco y no lejos de Badajoz al ejército
británico. Se trasladó pues Don Francisco Eguia á la Mancha antes


Fuerza de este ^e n n a u z a r setiembre, y estableciendo su cuartel ge-
ejército reunido neral en Daimiel, tomó el mando en gefe de las fuer-
a^mando de E - z a s pgujjjd^ : ascendía su número en 3 de octubre á


51,869 hombres, de ellos 5766 ginetes con 55 piezas
de artillería.
Posición de los De las tropas francesas que habían pisado desde la


franceses. batalla de Talavera las riberas del Tajo, ya vimos
como el cuerpo de Ney volvió á Castilla la Vieja, y fue el que lidió




LIBRO DÉCIMO. 81


en Tamames. Permaneció el 2 o en Plasencia, apostándose después
en Oropesa y puente del ArzobispB; quedó en Talavera el S°, y
el I o y 4 o regidos por Víctor y Sebastiani fueron destinados á ar-
rojar de la Mancha á Don Francisco Eguia. E M 2 de octubre am-
bos cuerpos se dirigieron, el I o por Villarubia á Daimiel, el 4 o por
Viilaharta á Manzanares. Habia de su lado avanzado


Irresolución de
Eguia, quien reconupiido poco antes por su inacción E ^ a -
enfáticamente respondió « que solo anhelaba por sucesos grandes
« que libertasen á la nación de sus opresores. » Mas el general es-
pañol no obstante su dicho á la proximidad de los cuerpos france-
ses tornó de priesa á su guarida de Sierra-Morena. Desazonó tal
retroceso en Sevilla, donde no se soñaba sino en la entrada en
Madrid, y también porque se pensó que la conducta de Eguia es-
taba en contradicción con sus graves ó sean mas bien ostentosas
palabras. No dejó de haber quien sostuviese al general y alabase
su prudencia, atribuyendo su modo de maniobrar al secreto pensa-
miento de revolver sobre el enemigo y atacarle separadamente,
y no cuando estuviese muy reconcentrado; plan sin duda el mas
conveniente. Pero en Eguia, hombre indeciso é incapaz de aprove-
charse de una coyuntura oportuna, era irresolución de ánimo lo
que en otro hubiera quizá sido efecto de sabiduría.


Retirado á Sierra-Morena escribió á la central pi- sucédeie en ei
diéndole víveres y auxilios de toda especie, como si m a n < i 0 A r e , z a s i 1 -
la carencia de muchos objetos le hubiese privado de pelear en las
llanuras. Colmada entonces la medida del sufrimiento contra un
general á quien se le habia prodigado todo linage de medios se le
separó del mando que recayó en Don Juan Carlos de Areízaga,
llamado antes de Cataluña para mandar en la Mancha una división,
Acreditado el nuevo general desde la batalla de Alcañiz, tenia en
Sevilla muchos amigos, y de aquellos que ansiaban por volver á
Madrid. Aparente actividad y el provocar á su llegada al ejército
el alejamiento de un enjambre de oficiales y generales que ociosos
solo servían de embarazo y recargo, confirmó á muchos en la opi-
nión de haber sido acertado su nombramiento. Mas Areizaga,
hombre de valor como soldado, carecía de la serenidad propia del
verdadero general y escaso de nociones en la moderna estrategia,
libraba su confianza mas en el corage personal de los individuos
que en grandes y bien combinadas maniobras : fundamento ahora
de las batallas campales.


Acabó el general Areizaga de granjear en favor Favor de que es-
suyo la gracia popular proponiendo bajar á la Mancha 1 6 8 0 M '
y caer sobre Madrid, porque tal era el deseo de casi todos los fo-
rasteros que moraban en Sevilla, y cuyo influjo era poderoso en el
seno del mismo gobierno. Unos suspiraban por sus casas, otros
por el poder perdido que esperaban recobrar en Madrid. Nada
pudo apartar al gobierno del raudal de tan extraviada opinión,


ii. 6




82 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Lord weiungton Wellington que en los primeros dias de noviem-
ea seríua. j j r e pasó á Sevilla con motivo de visitar á su hermano


el marqués de Weliesley, en vano unido con este manifestó los
riesgos de semejante empresa. Estaban los mas tan persuadidos
del éxito ó por mejor decir tan ciegos, que la junta escogió á los
señores Jovellanos y Riquelme para acordar las providencias que
deberían lomarse á la entrada en la capital. ISéronse también sus
instrucciones al central Don Juan de Dios Rabé que acompañaba al
ejército, eligiéronse varias autoridades y entre ellas la de corre-


ibarnavarro g'dor de Madrid, cuya merced recayó en Don Justo
consejero de A- Ibaraavarro, amigo intimo de Areizaga y uno de los
reizaB». q u e m a s j e impelían a guerrear. Lágrimas sin embar-
go c istaron y bien amargas tan imprudentes y desacordados con-
sejos.


Empezó Don Juan Carlos de Areizaga á moverse el
Mneveseeste. g n o v ¡ e m o r e > 5 U ejército estaba bien pertrechado,


y tiempos hacia qué los campos españoles no habían visto otro ni
tan lucido ni tan numeroso. Distribuíase la infantería en siete divi-
siones estando al frente de la caballería el muy entendido general
Don Manuel Freiré. Caminaba el ejército repartido en dos grandes
trozos, uno por Manzanares y otro por Valdepeñas. Precedía á
todos Freiré con 2000 caballos ; seguíale la vanguardia que regia
Don José Zayas, y á la que apoyaba con su I a división Don Luis
Lacy. Los generales franceses París y Milhaud eran los mas avan-
zados, y al aproximarse los españoles se retiraron, el primero
del lado de Toledo, el segundo por el camino real á la Guardia.


Media legua mas allá des este pueblo en donde el camino corre
por una cañada profunda , situáronse el 8 de noviembre los caba-
llos franceses en la cuesta llamada del Madero, y aguardaron á los
nuestros en el paso mas estrecho. Freiré diestramente destacó dos
Ataqué de Dos- regimientos al mando de Don Vicente Osorio que ca-


Barrios. yesen sobre los enemigos alojados en Dos-Barrios, al
mismo tiempo que él con lo restante de la columna atacaba por el
frente. Treparon nuestros soldados por la cuesta con intrepidez,
repelieron á los franceses y los persiguieron hasta Dos-Barrios.
Unidos aqui Osorio y Freiré continuaron el alcance hasta Ocaña,
en donde los contuvo el fuego de cañón del enemigo.
AreizasacnTem- Mientras tanto Areizaga sentó el 9 su cuartel gené-


tico™. r a l en Tembleque, y aproximó adonde estaba Freiré
la vanguardia de Zayas compuesta d e 6000 hombres casi todos gra-
naderos, y la I a división de Lacy : providencia necesaria por ha-
berse agregado á la caballería' de Milhaud la división polaca del
4° cuerpo francés. Volvió Freiré á avanzar el 10 á Ocaña, delante
de cuya villa estaban formados 2000 caballos enemigos, y detras á
la misma salida la división nombrada con sus cañones. Empezaron
á jugar estos y á su fuego constestó la artillería volante española




LIBRO DÉCIMO. 8 3
arrojando los ginetes á los del enemigo contra la villa, que abriga-
dos de su infantería reprimieron á su vez á nuestros soldados. No
aun dadas las cuatro de la tarde llegaron Zayas y Lacy. Embos-
cado el último en un olivar cercano, dispúsose á la arremetida,
pero Sayas juzgando estar su tropa muy cansada, difirió auxiliar
el ataque hasta el dia siguiente. Aprovechándose los enemigos de
esta desgraciada suspensión, evacuaron á Ocafta, y por la noche se
replegaron á Aranjuez.


El 11 de noviembre en fin todo el ejército español E j é r c I t o e s p a f l o l
se hallaba junto en Ocaña. Resueltos los nuestros á c n o^sa.
avanzar á Madrid, hubiera convenido proseguir la marcha antes de
que los franceses hubiesen agolpado hacia aquella parle fuerzas
considerables.


Mas Areizaga al principio tan arrogante comenzó Movimientos
entonces á vacilar, y se inclinó á lo peor que fue á ha- inciertos y m«i
cer movimientos de flanco lentos para aquella ocasión Ê *1 d s
y desgraciados en su resultado. Envió pues la división
de Lacy á que cruzase el Tajo del lado de Colmenar de Oreja,
yendo la mayor parte á pasar dicho rio por Villamanrique, en cuyo
sitio se echaron al efecto puentes. El tiempo era de lluvia, y du-
rante tres dias sopló un huracán furioso. Corrió una semana entre
detenciones y marchas, perdiendo los soldados en los malos cami-
nos y aguas encharcadas casi todo el calzado. Areizaga con los obs-
táculos cada vez mas indeciso acantonó su ejército entre Santa
Cruz de la Zarza y el Tajo.


Mientras tanto los franceses fueron arrimando muchas tropas á
Aranjuez. El mariscal Soult habia ya antes sucedido al mariscal
Jourdan en el mando de mayor general de los ejércitos franceses,
y las operaciones adquirieron fuerza y actividad. Sabedor de que
los españoles se dirigían á pasar el Tajo por Villamanrique, envió
allí el dia 1 4 al mariscal Victor, quien hallándose entonces solo con
su 4 " cuerpo hubiera podido ser arrollado. Detúvose Areizaga y dio
tiempo á que los franceses fuesen el 1 6 reforzados en aquel punto;
lo cual visto por el general español, hizo que algunas tropas suyas
puestas ya del otro lado del Tajo repasasen el rio, y que se alzasen
los puentes. Caminó en la noche del 1 7 hacia Ocaña, á cuya villa no
llegó sino en la tarde del 1 8 , y algunas tropas se rezagaron hasta la
mañana del 1 9 . La víspera de este dia hubo un reen- choque de en-
cuentro de caballería cerca de Ontígola: los franceses *«uér¡a ™ omi-
rechazaron á los nuestros, mas perdieron al general
Paris muerto á manos del valiente cabo español Vicente Manzano
que recibió de la central un escudo de premio. Por nuestra parte
también alli fue herido gravemente, y quedó en el campo por
muerto, el hermano del duque de Ilivas Don Ángel de Saavedra,
no menos ilustre entonces por las armas que lo ha sido después por
las letras. Areizaga, que moviéndose primero por el flanco dio lugar




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


al avance y reunión de una parte de las tropas francesas, retroce-
diendo ahora á Ocaña, y andando como lanzadera, permitió que se
reconcentrasen ó diesen la mano todas ellas. Difícil era idear movi-
mientos mas desatentados.
Faenas ue a Juntáronse pues del lado de Ontígola y en Aranjuez


cercan los fran- los cuerpos 4 o y 5 o del mando de Sebastiani y Mor-
c e s e s - tier, la reserva bajo el general Dessolles y la guardia de
José, ascendiendo por lo menos el número de gente á 28,000 infan-
tes y 6000 caballos. De manera que Areizaga que antes tropezaba
con menos de 20,000, ahora á causa de sus detenciones, marchas
y contramarchas, tenia que habérselas con 54,000 por el frente,
sin contar con los 14,000 del cuerpo de Víctor colocados hacia su
flanco derecho, pues juntos todos pasaban de 48,000 combatientes;
fuerza casi igual á la suya en número, y superiorísima en práctica
y disciplina.


Don Juan Carlos de Areizaga escogió para presen-
Bataiiaae caña. t a r k ^ i ^ j a v ¡ j | a Q^H^ considerable y asentada
en terreno llano y elevado á la entrada de la mesa que lleva.su
nombre. Las divisiones españolas se situaron en derredor de la po-
blación. Apostóse él á la izquierda del lado de la agria hondonada
donde corre el camino real que va á Aranjuez. En el ala opuesta se
situó la vanguardia de Zayas con dirección á Ontígola, y mas á su
derecha la primera división de Lacy, permaneciendo á espaldas casi
toda la caballería. Hubo también tropas dentro de Ocaña. El general
en gefe no díó ni orden ni colocación fija á la mayor parte de sus
divisiones. Encaramóse en un campanario de la villa, desde donde
contentándose con atalayar y descubrir el campo continuó aturdido
sin tomar disposición alguna acertada. El 4 o cuerpo del mando de
Sebastiani, sostenido por Mortier, empeñó la pelea con nuestra de-
recha. Zayas apoyado en la división de Don Pedro Agustín Girón-y
el general Lacy batallaron vivamente, haciendo maravillas nuestra
artillería. El último sobre todo avanzó contra el general Leval he-
rido, y empuñando en una mano para alentar á los suyos la bandera
del regimiento de Burgos, todo lo atropello y cogió una batería
que gestaba al frente. Costó sangre tan intrépida acometida, y en-
tre todos fue alli gravemente herido el marqués de Villacarnpo ofi-
cial distinguido y ayudante de Lacy. A haber sido apoyado entonces
este general, los franceses rotos de aquel lado no alcanzaran fácil-
mente el triunfo; pero Lacy solo sin que le siguiera caballería ni
tampoco le auxiliara el general Zayas, á quien puso según parece
en grande embarazo Areizaga dándole primero orden de atacar y
luego contra orden, tuvo en breve que cejar, y todo se volvió con-
fusión. El general Girard entró en la villa, cuya plaza ardió; Des-
soles y José avanzaron contra la izquierda española, qué se retiró
precipitadamente, y ya por los llanos de la Mancha no se divisaban
sino pelotones de gente marchando á la ventura, ó huyendo azora-




LIBRO DECIMO. 83


dos del enemigo. Areizaga bajó de su campanario, no Horrorosa <¡is-
tomó providencia para reunir las reliquias de su ejér- persion.
cito, ni señaló punto de retirada. Continuó su camino Perdida deOM-
á Daimiel, de donde serenamente dio un parte al go- K 4 '
bierno el 20, en el que estuvo lejos de pintar la catástrofe sucedida.
Esta fue de las mas lamentables. Contáronse por lo menos 13,000
prisioneros, de 4 á 3000 muertos ó heridos, fueron abandonados
mas de 40 cañones, y carros, y víveres, y municiones : una deso-
lación. Los franceses apenas perdieron 2000 hombres. Solo queda-
ron de los nuestros en pie algunos batallones, la división segunda
del mando de Vigoilet, y parte de la caballería á las órdenes de
Freiré.-En dos meses no pudieron volver á reunirse á las raices de
Sierra-Morena 23,000 hombres.


Conservó por algún tiempo el mando Don Juan Carlos de Arei-
zaga sin que entonces se le formase causa, como se tenia de cos-
tumbre con muchos de los generales desgraciados : ¡ tan protegido
estaba! Y en verdad, ¿ á qué formarle causa ? Habíanse estas con-
vertido en procesos de mera fórmula , de que salían los acusados
puros y exentos de toda culpa.


Terror y abatimiento sembró por el reino la rota de R ^ , , , .
Ocaña, temiendo fuese tan aciaga para la independen-
cia como la de Guadalete. Holgáronse sobremanera José y los suyos,
entrando aquel en Madrid con pompa y á manera de tri untador ro-
mano , seguido de los miseros prisioneros. De sustanciales no faltó
quien se gloriase de que hubiesen los franceses coírla mitad de gente
aniquilado á los españoles. Hemos visto no ser asi ; mas aun cuando
lo fuese no por eso recaería mengua sobre el carácter nacional,
culpa seria en todo caso del desmaño é ignorancia del principal
caudillo.


La herida de Ocaña llegó hasta lo vivo. Con haberlo puesto todo
á la temeridad de la fortuna, abriéronse las puertas de las Andalu-
cías. José quizá hubiera tentado pronto la invasión si la permanen-
cia de los ingleses en las cercanías de Badajoz, juntamente con la
del ejército mandado ahora por Alburquerque en Extremadura, y
la del Parque en Gastilla la Vieja, no le hubiesen obligado á obrar
con cordura antes de penetrar en las gargantas de Sierra-Morena,
ominosas á sus soldados.. Prudente pues era destruir por lo menos
parte de aquellas fuerzas, y aguardar, ajustada ya la paz con Aus-
tria, nuevos refuerzos del Norte.


El duque de Alburquerque desamparado con lo S e r e H r a
ocurrido en Ocaña, se aceleró á evitar un suceso des- £*° ¡ r u q 0 u e r q u e a
graciado. La fuerza que tenia de 12,000 hombres
dividida en tres divisiones, vanguardia y reserva, habia avanzado el
17 de noviembre al puente del Arzobispo para causar diversión por
aquel lado. Desde alli y con el mismo fin siguiendo la margen iz-
quierda del Tajo, destacó la vanguardia á las órdenes de Don José




86 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Lardízabal con dirección a! puente de tablas de Talavera. Este mo-
vimiento obligó á retirarse á los franceses alojados en el Arzobispo
enfrente de los nuestros; mas á poco sobreviniendo el destrozo de
Ocaña, retrocedió el de Alburquerque y no paró hasta Tmjillo.


Puso en mayor cuidado á los enemigos el ejército del duque de!
Parque, sobre todo después de la jornada de Tama-


dei din™ dei mes. Motivo porqueenvio el mariscal Soult la división
parque. ( j e g a z a n a | g e n e r a i Marchand camino de Avila para
coger al duque por el flanco derecho. El general español á fin de
coadyuvar también á la campaña de Areizaga movióse con su ejér-
cito , y el 49 intentó atacar en Alba de Tormes á 5000: franceses
que advertidos se retiraron.


Prosiguió el del Parque su marcha, y noticioso de que en Medina
del Campo se reunían unos 2000 caballos y de 8 á 10,000 infantes,
Acción de Medí- juntó el 23 á la madrugada sus divisiones en el Carpió
na dei campo. a t r e s i e g u a s ¿ e aquella villa. Colocó la vanguardia


en la loma en que está sito el pueblo, ocultando detras y por los
lados la mayor parte de su fuerza. No logró á pesar del ardid que
los franceses se acercasen, y entonces se adelantó él mismo á la
una del propio día, yendo por la llanura con admirable y bien
concertado orden. Marchaba en batalla la vanguardia del mando de
Don Martin de la Carrera, á su derecha parte también en batalla
parte en columnas, la tercera división regida por Don Francisco
Ballesteros, á-la.izquierda la primera de Don Francisco Javier de
Losada : cubriá~ia caballería las dos alas. Iba de reserva la se-
gunda división á las órdenes del conde de Belveder, y dejóse en el
Carpió con su gefe el marqués de Castrofuerte la 5 a división, ó sea
la de los castellanos. Los franceses, aunque reforzados con 1000
ginetes, cejaron á una eminencia inmediata á Medina. Empeñóse
alli vivo fuego, y engrosados aun los enemigos con dos regimientos
de dragones y alguna infantería, cayeron sobre los ginetes del ala
derecha que cedieron el terreno, con lo cual se vio descubierta la
3 a división que era la de los asturianos. Mas estos valientes y serenos
reprimieron al enemigo, en particular tres regimientos que le re-
cibieron á quema ropa con fuegos muy certeros. En la pelea pere-
cieron el intrépido ayudante general de la división Don Salvador de
Molina, y el coronel del regimiento de Lena Don Juan Drimgold.
Rechazados ó contenidos en los demás puntos los franceses, sobre-
vino la noche, y Parque durante dos horas permaneció en el campo
de batalla, espues obligado á dar alimento y descanso á su tropa,
y avisado deque el enemigo podría ser reforzado, antes de amanecer
tornó al Carpió. Los franceses por su parte, no creyéndose hastante
numerosos, se alejaron para unirse á nuevos refuerzos que aguar-
daban.


Les llegaron estos de varias partes, y el general Kellermann
reuniendo toda la fuerza que pudo, entre ella 3000 caballos, $e




LIBRO DÉCIMO. 87


mostró el 25 delante del Carpió. El duque del Parque, hasta en-
tonces prudente y afortunado caudillo, descuidóse, y. en vez de
retirarse sin tardanza viendo la superioridad de la caballería, te-
mible en aquella tierra llana, suspendió todo movimiento retró-
grado hasta la noche del 26, y entonces aguijado con el aviso do
las lástimas de Ocaña; cuya nueva derramada por el ejército desco-
razonó al soldado.


El 28 por la maüana entraron los nuestros en Alba \ c c i o n d e Aiba
tristes y ya perseguidos por la vanguardia enemiga. d e T o r m e s -
Asentada aquella villa á la derecha del 'formes comunica con la
orilla opuesta por un puente de piedra. El duque del Parque dejó
dentro de la población con negligencia notable el cuartel general,
la artillería, los bagages, la mayor parte en fin de su fuerza, ex-
cepto dos divisiones que pasaron al otro lado. Alegóse por disculpa
la necesidad de dar de comer á la tropa, fatigada y sin alimento ya
hacia muchas horas, como si no se hubiera podido acudir al re-
medio y con mayor orden poniendo todo el ejército en la orilla mas
segura, y en disposición de protegerá los encargados de avituallarle.


Esparcidos ios soldados por Alba para buscar raciones, y cun-
diendo la voz de que llegaban los franceses, atrepelláronse al
puente hombres y bagages, y casi le barrearon. Pudieron con todo
los gefes colocar fuera del pueblo las trepas, y parar la primera
embestida de 400 franceses que iban delante, hasta que aproximán-
dose un grueso de caballería cargó este nuestra derecha, en donde
se hallaba la primera división del mando de Losada y 800 caballos.
Arrollados los últimos huyeron también los infantes que repasaron
el Tormes abandonando su artillería. El ala izquierda que se com-
ponía de la vanguardia de Carrera y de parte de la Se- Valor de Mendi-
gunda división , se mantuvo firme, y puesto Mendi- M b" 1-
zábal ásu cabeza repelieren nuestros soldados por tres veces á los
ginetes enemigos formando el cuadro, y respondieron á fusilazos á
la intimación que les hicieron de rendirse. En vano los acometieron
otros escuadrones por la espalda : forzados se vieron estos á aguar-
dar á sus infantes, de los que algunos llegaron al anochecer. Men-
dizabal cruzó con sus intrépidos soldados el puente y tocó glorio-
samente ía orilla opuesta. Alli todo era desorden y Retirada de los
atropellamiento con los bagages y caballería fugitiva. españoles.
El duque del Parque perdió entonces del todo la presencia de áni-
mo, y sus tropas careciendo de órdenes precisas se alejaron de
aquel punto y se repartieron entre Ciudad-Rodrigo, Tañíamos y Mi-
randa del Castañar. Semejante y no calculado movimiento excén-
trico salvó al ejército; pues el genera! Kellermann dejó de perse-
guirle incierto de su paradero , y limitándose á dejar ocupada la
línea del Tormes volvióse á Valladolid. El duque del Parque al
principiar diciembre sentó su cuartel general en el Bodón á dos le-
guas de Ciudad-Rodrigo, y echáronse de menos entre dispersión y




88 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


pelea unos 5000 hombres. Antes de concluirse el mes pasó el duque
á San Martin de Trebejos detras de sierra de Gata.


Con tales desdichas destruidos ó menguados unos tras de otros
los mejores ejércitos españoles, debieron naturalmente los ingleses,


„ . meros espectadores- hasta entonces, tomar en su ex-
nfitírADse los


Ingleses del Gua- trema prudencia medidas de precaución. Lord Wel-
f¿o! 8 1 n ° r t e d e l Imgton determinó dejar las orillas del Guadiana y pa-


sar al norte del Tajo, empezando su movimiento en los
primeros dias de diciembre. Despidióse antes de la junta deExtrema-
dura, y mostróse muy satisfecho « del celo y laborioso cuidado
« (son sus expresiones) con que aquel cuerpo habia proporcio-
« nado provisiones á las tropas de su ejército acantonadas en las
« cercanías de Badajoz. » Dicha junta habia sido una de aquellas
autoridades contra las que tanto se habia clamado pocos meses
antes acerca del asunto de abastecimientos, tachándolas hasta de
mala voluntad. El testimonio irrecusable de lord Wellington pro-
baba ahora que la premura del tiempo y la gran demanda fueron
causa de la escasez, y no otras reprensibles miras.


Fiaqoraadeía ^ a P r ° f u n a < a sima en que la nación se abismaba,
comisión «¡era- consternó á la comisión ejecutiva de la junta central,
t l , a " poniendo á prueba la capacidad y energía de sus indivi-
duos. Mas entonces se vio que no basta reconcentrar el poder para
que este aparezca en sus efectos vigoroso y pronto, sino que tam-
bién es precisoque las manos escogidas para su manejo sean ágiles
y fuertes. No formando parte de la comisión ninguno de los pocos
centrales, á quienes se consideraba por su saber como mas aptos,
ó como mas notables por los bríos de su condición, escasearon en
aquel nuevo cuerpo las luces y el esfuerzo, faltas tanto mas graves
cuanto los acontecimientos habian puesto á la nación en el mayor
estrecho.


Asi resultó que al saberse la derrota de Ocaña quedó la comisión
como aturdida y aplanada, no desplegando la firmeza que tanto
honró al gobierno español cuando la jornada de Medellin. Redujé-
ronse sus providencias á las mas comunes y generales, habiendo
en vano nombrado á Romana para recomponer el ejército del cen-
tro , tan menguado y perdido; pues aquel general permaneció en
Sevilla temeroso quizá de que sus hombros flaqueasen bajo la ba-
lumba de tan pesada carga. Para llenar su hueco, á lo menos en


comisionados ciertas medidas de reorganización , partieron camino
enfados a i& c«- de la Carolina Don Rodrigo Riquelme y el marqués
*° de Camposagrado, uno individuo de la comisión y otro
de la junta, quienes en unión con el vocal Rabé debían impulsar la
mejora y aumento del ejército, y atender á la defensa de los pasos
de la sierra. Repetición de lo que hizo la central al retirarse de
Aranjuez con la diferencia de que ahora no hubo mucho vagar ni
espacio.




LIBRO DÉCIMO. 89


Tampoco se destruyeron con el nombramiento de la comisión
ejecutiva las maquinaciones de los ambiciosos. Volvió á salir á plaza
Don Francisco de Palafox deseoso de erigirse por lo P r i s l 0 I 1 ttC P a l a ,
menos en lugar-teniente de Aragón. Sospechábase '<« y Montijo.
que le prestaba su asistencia el conde del Montijo, que á hurtadillas
se fue de Porlugal acercando á Sevilla. Tuvo de ello aviso el go-
bierno, y Romana á quien antes no digustaban tales manejos,
ahora que podían perjudicará los en que él mismo andaba, instó
para que se aprendiesen las personas de Palafox y Montijo junta-
mente con sus papeles. El último fue cogido en Valverde y trasla-
dado á Sevilla, en donde también se arrestó al primero sin que
lo impidiese su calidad de central. Metió algún ruido la deten-
ción de estos personages, y mayor hubiera sido á no tener-
los tan desopinados sus continuos enredos. Los acontecimientos
que sobrevinieron terminaron en breve la persecución de en-
trambos.


Romana que tanta diligencia ponia en descubrir y Manejos de Re-
cortar las tramas de los demás, no por eso cesaba en manaydesuher-
. . , . . 1 1 mano Caro.


alterar con su conducta la paz y buena armonía del go-
bierno supremo. Favorecia grandemente sus miras su hermano Don
José Caro que á nada menos aspiraba que á ver á su familia man-
dando en el reino. En la provincia de Valencia puesta á su cuidado
trabajaba los ánimos en aquel sentido, y con profusión esparció el
famoso voto de Romana de 44 de octubre, La junta provincial ayu-
dóle mucho en ocasiones, y este cuerpo provocando unas veces el
nombramiento de una regencia exclusiva, desechándolo en otras,
vario é inconstante en sus procedimientos, manifestaba que á pe-
sar de su buen celo por la causa de la patria, influían en sus deli-
beraciones hombres de seso mal asentado.


Don José Caro remitió á las demás juntas una circular á nombre
de la de Valencia, en que alabando los servicios, el talento, las
virtudes de su hermano el marqués de la Romana, se hablaba de
la necesidad de adoptar lo que este había propuesto en su voto, y se
indicaba á las claras la conveniencia de nombrarle regente. La cen-
tral, en una exposición que hizo á las juntas y antes de finalizar
noviembre, grave y victoriosamente rechazó los ataques y opinión
de la de Valencia, invitando á todas á aguardar la próxima reunión
de cortes. Las provincias apoyaron el dictamen de Ja central, y en
Valencia se separaron de Caro varios que le habian estado unidos.
Para cortar las disensiones debió Romana pasar á aquella ciudad,
viage que no verificó, enviando en su lugar á Don Lázaro de las
Heras, hechura suya, pues el marqués tomaba á ve- T r o p eiias
ees por sí resoluciones sin cuidarse de la aprobación
de sus compañeros. Las Heras, como era de esperar, procedió en
Valencia según las miras de Romana, y atropello en diciembre y
confinó á la isla de Ibiza á Don José Canga Arguelles y á otros




0 0 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


individuos de la junta, ahora encontrados en opiniones con el ge-
neral Caro.


Estado depio- Pero con estas reyertas y miserias crecían los males
rabie de la junta de la patria, y la central en cuyo cuerpo no habían en
c e n t t a l ' un principio reinado otras divisiones sino aquellas
que nacen de la diversidad de dictámenes, se vio en la actualidad
combatida por la ambición y frenéticas pasiones de Palafox, de
Romana y sus secuaces, convirtiéndose en un semillero de chismes,
pequeneces y enredos impropios de un gobierno supremo, con lo
cual cayó aun mas en tierra su crédito y se anticipó su ruina.


La comisión ejecutiva, cuya alma era el mismo Ro-
ía comisión eje- mana , nada pues de importante obró, poniéndose de
jCmua T d e ' a manifiesto lo nulo de aquel general para todo lo que


era mando. La junta por su parte ven el círculo de fa-
cultades que se había reservado, animada del buen espíritu de
Jovellanos, Garay y otros, acordó algunas providencias no des-
acertadas, aunque tardías, como fue el aplicar á los gastos de la
guerra los fondos de encomiendas, obras pias, y también la re-
baja gradual de sueldos, exceptuándose á los militares que defen-
dían la patria.


En el período en que vamos ó poco antes exami-
ca^oPOsSobr0en t- n o s e asimismo en la junta central una proposición de
nenad de ím- j)m Lorenzo Calvo de Rozas sobre la importante
prenta. . 1 1 - , T » l


cuestión de libertad de imprenta. La junta ora por la
gravedad de la materia, ora quizá para esquivar toda discusión,
pasó la propuesta de Calvo á consulta del consejo, el cual como
era natural mostróse contrario, excepto Don José Pablo Valiente.
Extendida la consulta subió á la central, y esta la remitió á la
comisión de cortes que á su vez la pasó á otra comisión creada
bajo el nombre de instrucción pública , corriendo por aquella ina-
cabable cadena de juntas, consejos y comisiones á que siempre
¡ mal pecado! se recurrió en España. En la de instrucción pública
halló la propuesta de Calvo favorable acogida, leyendo en su apoyo
una memoria muy notable el canónigo Don José Isidoro Morales.
Mas en estos pasos, idas y venidas se concluía ya diciembre y las
desgracias cortaron toda resolución en asunto de tan grande im-
portancia.
Modo de conro- Entre tanto se acercaba también el dia señalado
carse las cónes: p a r a C Onvocar las cortes. La comisión encargada de


determinar la forma de su llamamiento, tenia ya casi concluidos
sus trabajos. No entraremos aqui en los debates que para ello
hubo en su seno (cosa agena de nuestro propósito), ni en los por-
menores del modo adoptado para constituirse las cortes, pues re-
tardada por los acontecimientos de la guerra la reunión de estas ,
nos parece mas conveniente suspender hasta el tiempo en que se
juntaron el tratar detenidamente de la materia. Solo diremos en




LIBRO DÉCIMO. 9í


este lugar que se adoptó igualdad de representación para todas las
provincias de España, debiéndose dividir las cortes en dos cuerpos
el uno electivo, y el otro de privilegiados compuesto de clero y
nobleza.


Las convocatorias que entonces se expidieron fueron solo las
que iban dirigidas al nombramiento de los individuos que habian
de componer la cámara electiva, reservando circular las de los privi-
legiados para mas adelante. Motivó tal diferencia el que en el pri-
mer caso se necesitaba de algún tiempo para realizar las elecciones
no sucediendo lo mismo en el segundo en que el llamamiento
habia de ser personal. Mas de esta tardanza resultó después, se-
gún veremos, no concurrir alas corles sino los miembros elegidos
por el pueblo, quedando sin efecto la formación de una segunda
cámara.


El mismo dia que partieron las convocatorias se
. i Mudanza de In-


mudaron también los tres individuos mas. antiguos de dindaoa en ínco-
la comisión ejecutiva conforme á lo prevenido en el m i s l o n c ¡ e c u t 1™-
reglamento. Eran aquellos el marqués de la Romana, Don Rodri-
go Riquelme y Don Francisco Caro, entrando en su lugar el conde
de Ayamans, el marqués del Villar y Don Felix Ovalle. Su impe-
rio no fue de larga duración.


Todo presagiaba su caida v la de la ¡unta central
, r y . . „ , Decreto de la


y todo una próxima invasion de los franceses en las central para tras-
Andalucías. Para no ser cogida^an de improviso como ¡^teon* 1 4 M s
en Aranjuez, dio la junta un decreto en 13 de enero,
por el que anunció que debia hallarse reunida el I o del mes inme-
diato en la isla de Leon á fin de arreglar la apertura de las cortes
señalada para el I o de marzo, sin perjuicio de que pemaneciese
en Sevilla algunos dias mas un cierto número de vocales que aten-
diese al despacho de los negocios urgentes. Este decreto en tiempos
lejanos de todo peligro hubiera parecido prudente y aun necesario,
pero ahora, cuando tan de cerca amagaba el enemigo, consideróse
hijo solo del miedo, impeliendo á despertar la atención pública, y
á traer hacia los centrales los contratiempos y sinsabores que ,
como referiremos luego, precedieron y acompañaron al hundi-
miento de aquel gobierno.




LIBRO UNDÉCIMO.


Amenazas de Napoleón acerca de la guerra de España. — Su divorcio coa
Josefina. — Su casamiento con la archiduquesa de Austria. — Refuerzos
que envia á España. — Resolución de invadir las Andalucías. — Sus prepa-
rativos. — Los de los españoles. — Los franceses atacan y cruzan la Sierra-
Morena. — Entran en Jaén y en Córdoba. — Eje'rcito del duque de Albur-
querque.—Viene sobre Andalucía.—Retírase de Sevilla la junta central.
— Contratiempos en el viage de sus individuos. — Sospechas de insurrec-
ción en Sevilla. — Verifícase. — Junta de Sevilla. — Providencias que
toma. — Continúan los franceses sus movimientos. — Encuentran en Al-
calá la Real la caballería española. — Piérdese en Isnalloz un parque de ar-
tillería. — Toma Blake el mando de las reliquias del ejército del centro. —
Entran los franceses en Granada. — Avanzan sobre Sevilla. — Se retira
Alburquerque camino de Cádiz. — Ganan los franceses á Sevilla. — Pre-
séntase el mariscal Víctor delante de Cádiz. — Mortier va á Extremadura.
— Baja también allí el i" cuerpo. — Va sobre Málaga Sebastiani. Abello
alborota la ciudad. — Entranla los franceses. — Junta central en la isla de
León. Su disolución. — Decide nombrar una regencia. — Reglamento que
le da. — Su último decreto sobre cortes. — Regentes que nombra. — Eli-
gen una junta en Cádiz. — Ojeada rápida sobre la central y su administra-
ción. — Padecimientos y persecución de sus individuos. — Idea de la
regencia y de sus individuos. — Felicitación del consejo reunido. — Idea
de la junta de Cádiz. — Providencias para la defensa y buena administra-
ción de la regencia y la junta. — Breve descripción de la isla Gaditana. —
Fuerzas que la guarnecen. — Españolas. — Inglesas. — Fuerza marítima.
Recio temporal en Cádiz. — Intiman los franceses la rendición. — La junta
de Cádiz encargada del ramo de hacienda. — Sus altercados con Albur-
querque. — Deja este el mando del ejército y pasa í Londres. — Impone
la junta nuevas contribuciones. — José en Andalucía. — Modo con que le
reciben. — Sus providencias, — Vuelve á Madrid. — Nueva invasión de
Asturias. —- Llano-Ponte. — Porlier. — Entra Bonnet en Oviedo. — Eva-
cúa la ciudad. — Ocúpala de nuevo. — Castellar y defensa del puente de
Peñaflor. — Barcena. Retíranse los españoles al Narcea. Don Juan Mos-
coso. -— El general Arce. — Conducta escandalosa de Arce y del consejero
Leiva. — Nueva instalación de la junta general del principado. —Auxilio
de Galicia. — Desampara Bonnet á Oviedo. — Se enseñorea por tercera vez
de la ciudad. — Estado de Galicia. — Alboroto del Ferrol. Muerte de Var-
gas — Mahy general de las tropas de aquel reino. — Sitio de Astorga. —•
Capitula. — Licenciado Costilla. — Aragón. — Mina el mozo. — Expedi-
ción de Suchet sobre Valencia. — Estado de este reino y de la ciudad. —
Malógrasele á Suchet su expedición. — Pozoblanco. — Ventajas de los es-
pañoles en Aragón. — Cae prisionero Mina el mozo. — Sucédele su tio Es-
poz y Mina. — Estado de Cataluña. — Varias acciones. — Bloqueo de
Hostalrich. — Va Augereau al socorro de Barcelona. — Descalabro de
Duhesme en Santa Perpetua y en Mollet. — Entra Augereau en Barcelona.
— Odonell nombrado general de Cataluña. — Ejército que junta .— Ac-
ción de Vique el 19 de febrero. •— Pertinaz defensa de Hostalrich. — So-
corre de nuevo Augereau á Barcelona. — Retírase Odonell á Tarragona.
— Feliz ataque de Don Juan Caro. — Evacúan los españoles á Hostalrich.




LIBRO UNDÉCIMO. 95
— El mariscal Macdonald sucede á Augereau en Cataluña. — Parte Suchet
á Le'rida. — Entran sus tropas en Balaguer. — Sitio de Lérida. Des-
graciada tentativa de Odonell para socorrer la plaza Entran los fran-
ceses en Lérida y ríndese su castillo. — También el fuerte de las Medas. —
Sucesos de Aragón. — Sitio de Mequinenza. — L a toman los franceses.
Toman también el castillo de Morella. — Cádiz. — Toman los franceses á
Matagorda. — Manda Blake el ejército de la isla. — Trasládase á Cádiz la
regencia. — Baran en la costa dos pontones de prisioneros. — Trato de
estos. — Pasan á las Baleares. Su trato alli. — Resistencia en las Andalucías.
Condado de Niebla. — Serranía de Ronda. — Don José Romero. Acción no-
table. — Tarifa. — Ejército del centro en Murcia. — Correría de Sebas-
tiani en aquel reino. — Su conducta. — Evacúale. — Partidas de Cazorla
y de las Alpujarras. — Extremadura. Ejército de la izquierda. — Romana.
— Ballesteros.— Don Carlos Odonell. — Decreto de Soult de 9 de mayo.
— Otro en respuesta de la regencia de España. — Decreto de Napoleón so-
bre gobiernos militares. — Une á su imperio los Estados Pontificios y la
Holanda. —Inút i l embajada de Azanza á Paris. — Tentativa para libertar
al rey Fernando. — Barón de Kolly. — Vida de los príncipes en Valencey.
— Préndese á Kolly. — Insidiosa conducta de la policía francesa. — Car-
tas de Fernando.


Nuevos desastres amagaban á España al comenzar el año de 1810.
Napoleón, de vuelta de la guerra de Austria que para
él tuvo tan feliz remate, anunció al senado francés Ñapóte™'™™
« que se presentaría á la otra parte de los Pirineos, v d e l a B ° e r r a 0 6


1 1 J l i. • • i.' • i tápana.
« que el leopardo aterrado huiría hacia el mar , pro-
« curando evitar su afrenta y su aniquilamiento. » No se cumplió
este pronóstico contra los ingleses, ni tampoco se verificó el indi-
cado viage, persuadido quizá Napoleón de que la guerra penin-
sular, como guerra de nación, no se terminaría con una ni dos
batallas : único caso en que hubiera podido empeñar con esperanza
de gloria su militar nombradla.


Ocupábanle también por entonces asuntos domes- Su divorcio con
ticos que quería acomodar á la razón de estado, y la Jojana,
afición que tenia á su esposa la emperatriz Josefina, y las buenas
prendas que á esta adornaban cedieron al deseo de tener heredero
directo, y al concepto tal vez de que enlazándose con alguna de las
antiguas estirpes de Europa, afianzaría la de los Napoleones, á
cuyo trono faltaba la sólida base del tiempo. Resolvió pues separarse
de aquella su primera esposa, y á mediados de diciembre de 1809
publicó solemnemente su divorcio, dejando á Josefina el título y los
honores de emperatriz coronada.


Pensó después en escoger otra consorte, incli- S u casamiento
nándose al principio á la familia de los Czares, mas c o n ' » «chido-
. ^ . • , i A ^ • f quesa de Austria.


al nn trato con la corte de Austria y se caso en marzo
siguiente con la archiduquesa María Luisa hija del emperador
José I I : unión que si bien por de pronto pudo lisonjear á Napo-
león , sirvióle de poco á la hora del infortunio.


Antes y en el tiempo en que mostró al senado su propósito de




94 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Retoeraos o™ cruzar los Pirineos, dio cuenta el ministro de la guerra
enT¡aiEspaaa. ¿|e Francia del estado de fuerza que habia en España,
manifestando que para continuar las operaciones militares bastaba
completar los cuerpos alli existentes con 30,000 hombres reunidos
en Bayona. Pasaron en efecto estos la frontera, y con ellos y otros
refuerzos que posteriormente llegaron, ascendió dentro de la pe-
nínsula el número de franceses en el año de 1810 en que vamos, á
unos 500,000 hombres de todas armas.


Llamaba singularmente la atención del gabinete de las "Fullerías
el destruir el ejército inglés, situado ya en Portugal á la derecha


Resolución de del Tajo. Pero el gobierno de José prefería á todo in-
intadiriasAnda- vadir las Andalucías, esperando asi disolver la junta


m m " central, principal foco de la insurrección española.
Por tanto puso su mayor ahinco en llevar á cabo esta su predilecta
empresa.


Destináronse para ella los tres cuerpos de ejército I o , 4 o y o° con
la reserva y algunos cuerpos españoles de nueva formación, en que
tenían los enemigos poca fé, constando el total de la fuerza de
unos 55,000 hombres. Mandábalos José en persona, teniendo
por su mayor general al mariscal Soult, que era el verdadero
caudillo.
sns preparan- Sentaron los franceses sus reales el 19 de enero en


« T O S . Santa Cruz de Múdela. A su derecha y en Almadén
del Azogue se colocó antes el mariscal Víctor con el 1" cuerpo,
debiendo penetrar en Andalucía por el camino llamado de la Plata.
A la izquierda apostóse en Villanueva de los Infantes el general
Sebastiani que regia el 4 o y que se preparaba á tomar la ruta de
Montizon. Debia atravesar la sierra partiendo del cuartel general
de Santa Cruz, y dirigiendo su marcha por el centro de la línea,
cuya extensión era de unas 20 leguas, el 5o cuerpo del mando del
mariscal Mortier, al que acompañaba la reserva guiada por el ge-
neral Dessoles.


Los franceses asi distribuidos y tomadas también otras precau-
ciones , se movieron hacia las Andalucías. No habían de aquel suelo
pisado anteriormente sino hasta Córdoba, y la memoria de la
suertedeDupont traíalos todavía desasosegados. Sepáranse aquellas
provincias de las demás de España por los montes Marianos, ó sea
la Sierra-Morena, cuyos ramales se prolongan al levante y ocaso,
y se internan por el mediodía, cortando en varios valles con otros
montes, que se desgajan de Ronda y Sierra Nevada, las mismas
Andalucías en donde ya los moros formaron los cuatro reinos en
que ahora se dividen : tierra toda ella por decirlo asi de promisión,
y en la que por la suavidad de su temple y la fecundidad de sus


c a p n . o campos, pusieron los antiguos según la narración de
Estrabon * con referencia á Homero, la inorada de los


bienaventurados, los campos Elisios.




LIBRO UNDÉCIMO. 95
Pocos tropiezos tenían los enemigos que encontrar d e l 0 3 e s p a .


en su marcha. No eran extraordinarios los que ofrecía m e a -
la naturaleza, y fueron tan escasos los trabajos ejecutados por los
hombres, que se limitaban á varias cortaduras y minas en los pasos
mas peligrosos y al establecimiento de algunas baterías. Se pensó
al principio en fortificar toda la línea adoptando un sistema com-
pleto de defensa, dividido en provisional y permanente, el primero
con objeto de embarazar al enemigo á su tránsito por la sierra, y
el segundo con el de detenerle del todo, levantando detras de las
montañas y del lado de Andalucía unas cuantas plazas fuertes que
sirviesen de apoyo á las operaciones de la guerra, y á la insur-
rección general del pais. Una comisión de ingenieros visitó la cor-
dillera y aun dio su informe, pero como tantas otras cosas de la
junta central, quedóse esta en proyecto. También se trató de aban-
donar la sierra y de formar en Jaén un campo atrincherado, de lo
que igualmente se desistió, temerosos todos de la opinión del
vulgo que miraba como antemural invencible el de los montes
Marianos.


Dio ocasión á tal pensamiento el considerar las escasas fuerzas
que habia para cubrir convenientemente toda la línea. Después
de la dispersión de Ocaña, solo se habian podido juntar unos
25,000 hombres que estaban repartidos en los puntos mas princi-
pales de la sierra. Una división al mando de Don Tomas de Zer ain
ocupaba á Almadén, de donde ya el 45 se replegó acometida por
el mariscal Víctor. Otra á las órdenes de Don Francisco Copons
permaneció hasta el 20 en Mestanza y San Lorenzo. Colocáronse
tres con la vanguardia en el centro de la línea. De ellas la o a del
cargo de Don Pedro Agustín Girón en el puerto del Rey, y la van-
guardia junto con la l a y 4 a gobernadas respectivamente por ¡os
generales Don José Zayas, Lacy y González Castejon en la venta
de Cárdenas, Despeñaperros, Collado de los Jardines y Santa He-
lena. Situóse á una legua de Montizon en Venta Nueva la 2 a á las
órdenes de Don Gaspar Vigodet, á la que se agregaron los restos
de la 6 a que antes mandaba Don Peregrino Jácome.


El 20 de enero se pusieron los franceses en movimiento por toda
la línea. Su reserva y su 5 o cuerpo dirigiéronse á atacar el puerto
del Rey, y el de Despeñaperros, ambos de difícil paso á ser bien
defendidos. Por el último va la nueva calzada ancha y bien cons-
truida, abierta en los mismos escarpados de la montaña de Yaldazo-
res , y á grande altura del rio Almudiel, que bañándola por su
izquierda corre engargantado entre cerrados montes que forman
una honda y estrechísima quebrada. La angostura del terreno
comienza á unos 500 pasos de la venta de Cárdenas yendo de la
Mancha á Andalucía, y termina no lejos de las Correderas, casería
distante una legua de la misma venta. En este trecho habian ios
españoles excavado tres minas, levantando detras en el collado de




96 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


los Jardines una especie de campo atrincherado. Por la derecha de
Despeñaperros ¡leva al puerto del Rey un camino que parte de la
venta de Melocotones, antes de llegar á la de Cárdenas; este era el
antiguo mal carretero y en parages solo de herradura, juntándose
después y mas allá de Santa Helena con el nuevo. Entre ambos hay
una vereda que guia al puerto de Muradal, existiendo otras estrechas
que atraviesan la cordillera por aquellas partes.


En la mañana del indicado 20 salió del Viso el ge-
JjOr? franceses y


atacan y cruzan neral Dessoles con la reserva de su mando v ademas
sierra-Morena. u n regimiento de caballería. Dirigióse al puerto del
Rey que defendía el general Girón. La resistencia no fue prolon-
gada : los españoles se retiraron con bastante precipitación y del
todo se dispersaron en las Navas de Tolosa. Al mismo tiempo la di-
visión del general Gazan acometió el puerto del Muradal con una
de sus brigadas, y con la otra se encaramó por entre este paso y
Despeñaperros, viniendo á dar ambas á las Correderas, estoes, á
espalda de los atrincheramientos y puestos españoles. El mariscal
Mortier, al frente de la división Girard, con caballería, artillería
ligera y los nuevos cuerpos creados por José, pensó en embestir
por la calzada de Despeñaperros, y lo ejecutó cuando supo que á
su derecha el general Gazan, habiendo arrollado á los españoles,
estaba para envolver las posiciones principales de estos. Las minas
que en la calzada habia reventaron, mas hicieron poco estrago : los
enemigos avanzaron con rapidez, y los nuestros temiendo ser cor-
tados todo lo abandonaron como también el atrincheramiento del
collado de los Jardines. Perdieron los españoles l o cañones y bas-
tantes prisioneros, salvándose por las montañas algunos soldados y
tirando otros con Castejon hacia Arquillos, en donde luego veremos
no tuvieron mayor ventura, Areizaga, que todavía conservaba el
mando en gefe, acompañado de algunos oficiales y corlas reliquias,
precipitadamente corrió á ponerse en salvo al otro lado del Gua-
dalquivir. Los franceses llegaron la noche del mismo 20 á la Caro-
lina, y al dia siguiente pasaron á Andújar después de haber atra-
vesado por Bailen, cuyas glorias se empañaban algún tanto con
las lástimas que ahora ocurrían. El mariscal Soult y el rey José no
tardaron en adelantarse hasta la citada villa en donde pusieron su
cuartel general.


Llegó también luego á Andújar el mariscal Víctor que desde Al-
madén no habia encontrado grandes tropiezos en cruzar la sierra.
La junta de Córdoba pensó ya tarde en fortificar el paso de Mano
de hierro y el camino de la Plata, y en juntar los escopeteros de
las montañas. La división de Zeraín y la de Copons tuvieron que
abandonar sus respectivas posiciones, y el mariscal Víctor después
de hacer algunos reconocimientos hacia Santa Eufemia y Belal-
cazar se dirigió sin artillería ni bagages por Torrecampo, Villa-
nueva de la Jara y Montoro á Andújar, en donde se unió con las




LIBRO UNDÉCIMO» 97
fuerzas de su nación que habian desembocado del puerto del Rey y
de fiespeñaperros. De estas el mariscal Soult envió la reserva de
Dessoles con una brigada de caballería por Linares sobre Baeza,
para que se diese la mano con el general Sebastiani, á cuyo cargo
habia quedado pasar la sierra por Montizon.


Dicho general, aunque no fue en su movimiento menos afortu-
nado que sus compañeros, halló sin embargo mayor resistencia.
Guarnecía por aquella parte Don Gaspar Vigodet las posiciones de
Venta Nueva y Venta Quemada,ylas sostuvo vigorosamente durante
dos horas con fuerza poco aguerrida é inferior en número, hasta
que el enemigo habiendo tomado la altura llamada de Matamulas,
y otra que defendió con gran brio el comandante Don Antonio
Brax, obligó á los nuestros á retirarse. Vigodet mandó en su con-
secuencia á todos los cuerpos que bajasen de las eminencias y se
reuniesen en Montizon, de donde, replegándose con orden y en
escalones, empezó luego á desbandárseíe un escuadrón de caballería
que con su ejemplo descompuso también á los otros, y juntos
atrepellaron y desconcertaron la infantería, disolviéndose asi toda
la división. Con escasos restos entró Vigodet el 2 0 de enero después
de anochecido en el pueblo de Sanliestévan, y al amanecer viéndose
casi solo partió para Jaén, á cuya ciudad habian ya llegado el ge-
neral en gefe Areizaga y los de división Girón y Lacy, todos
desamparados y en situación congojosa.


Sebastiani continuó su marcha y cerca de Arquillos tropezó el 2 9
con el general Castejon que se replegaba de la sierra con algunas
reliquias. La pelea no fue reñida : caido él ánimo de los nuestros y
rota la linea española , quedaron prisioneros bastantes soldados y
oficiales, entre ellos el mismo Castejon. El general Sebastiani se
puso entonces por la derecha en comunicación con el general Des-
soles, y destacando fuerzas por su izquierda hasta Ubeda y Baeza,
ocupó hacia aquel lado la margen derecha del Guadalquivir. Lo
mismo hicieron por el suyo hasta Córdoba los otros generales, con
lo que se completó el paso de la sierra, habiendo los franceses ma-
niobrado sabiamente, si bien es verdad tuvieron entonces que ha-
bérselas con tropas mal ordenadas y con un general tan despre-
venido como lo era Don Juan Carlos de Areizaga.


Prosiguiendo su movimiento pasó el general Sebas- Entran en Jaén y
tiani el Guadalquivir y entró el 2 5 en Jaén, en donde e n ^ 6 l i 0 ,> a-
cogió muchos cañones y otros aprestos que se habian reunido con
el intento de formar un campo atrincherado. El mariscal Viclor
entró el mismo dia en Córdoba, y poco después llegó alli José.
Salieron diputaciones de la ciudad á recibirle y felicitarle, cantóse
un Te Deum y hubo fiestas públicas en celebración del triunfo. Es-
meróse el clero en los agasajos, y se admiró José de ser mejor
tratado que en las demás partes de España. Detuviéronse los fran-
ceses en Córdoba y sus alrederores algunos dias, temerosos de la


I I . 7




98 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


resistencia que pudiera presentar Sevilla, é inciertos de las opera-
ciones del ejercito del duque de Alburquerque.


F . ^ ( Ocupaba este general las riberas del Guadiana
duque de Albur- después que se retiró de bácia Talayera, en conse-
querque. cuencia de la rota de Ocaña : tenia en Don Benito su
cuartel general. En enero constaba su fuerza en aquel punto de
8000 infantes y 600 caballos, y ademas se hallaban apostados entre
Trujillo y Mérida unos 3100 hombres á las órdenes de los brigadie-
res Don Juan Señen de Contreras y Don Rafael Menacho; tropa
esta que se destinaba caso que avanzasen los franceses para guar-
necer la plaza de Badajoz, muy desprovista de gente,
viene «obre An- La junta central luego que temió la invasión de las An-


dancia, dalucías empezó á expedir órdenes al de Alburquerque
las mas veces contradictorias, y en general dirigidas á sostener por
la izquierda la división de Don Tomas de Zerain avanzada en Alma-
den. Las disposiciones de la junta fundándose en voces vagas mas
bien que en un plan meditado de campaña, eran por lo común des-
acertadas. El duque de Alburquerque sin embargo deseando cum-
plir por su parte con lo que se le prevenía, trataba de adelantarse
hacia Agudo y Puertollano, cuando sabedor de la retirada de Ze-
rain, y después de la entrada de los franceses en la Carolina, mudó
por sí de parecer y se encaminó la vuelta de la Andalucía, con
propósito de cubrir el asiento del gobierno. Este al fin y ya apre-
tado, ordenó á aquel hiciese lo mismo que ya había puesto en obra,
mas con instrucciones de que acertadamente se separó el general
español, disponiendo contra lo que se le mandaba que las tropas
de Señen de Contreras y Menacho partiesen á guarnecer la plaza
de Badajoz.


Con lo demás de la fuerza, esto es, con 8000 infantes y 600 ca-
ballos encaminándose Alburquerque el 22 de enero por Guadalca-
nal á Andalucía , cruzó el Guadalquivir en las barcas de Cantillana
haciendo avanzar á Garmona su vanguardia y á Écija sus guerri-
llas que luego se encontraron con las enemigas. La junta central
había mandado que se uniesen á Alburquerque las divisiones de Don
Tomas Zerain y de DonFrancisco Copons, únicas de las que defen-
dían la sierra que quedaron por este lado. Mas no se verificó,
retirándose ambas separadamente al condado de Niebla. La úl-
tima mas completa se embarcó después para Cádiz en el puerto de
Lepe. Lo mismo hicieron en otros puntos las reliquias de la primera.


Siendo las tropas que regía el duque de Alburquerque las solas
que podían detener á los franceses en su marcha, déjase discurrir
cuan débil reparo se oponía al progreso de estos, y cuan necesario
era que la junta central se alejase de Sevilla si no quería caer en
manos del enemigo.


Retirase de Se- Ya conforme al decreto en su lugar mencionado del
»iiia i» central, d e e n e r o } habían empezado á salir de aquella ciu-




LIBRO UNDÉCIMO. 99


dad pasado el 20 varios vocales, enderezándose á la c < m t r a H e m p 0 J
isla de León punto del llamamiento. Mas estrechando en el Tiage de sus
las circunstancias casi todos partieron en la noche , , 1 < u " d u o s '
del 25 y madrugada del 24, unos por el rio abajo y otros por
tierra. Los primeros viajaron sin obstáculo, no asi los otros á
quienes rodearon muchos riesgos alborotados los pueblos del
tránsito, que se creían con la retirada del gobierno abandonados y
expuestos á la ira é invasión enemigas. Corrieron sobre todo in-
minente peligro el presidente que lo era á la sazón el arzobispo de
Laodicea, y el digno conde de Altamira marqués de Astorga, sal-
vándose en Jerez ellos y otros compañeros suyos como por milagro
de los puñales de la turba amotinada.


Aseguróse que contando con la inquietud de los pue-
. . " i , • i i l l c -ii • • Sospechas de
blos, se habían despachado de Sevilla emisarios que insurrección e n
aumentasen aquella y la convirtiesen en un motin S e T i l l a "
abierto para dirigir á mansalva tiros ocultos contra los azorados y
casi prófugos centrales. Pareció la sospecha fundada al saberse la •
sedición que se preparaba en Sevilla, y estalló luego que de alli
salieron los individuos del gobierno supremo. De los manejos que
andaban tuvo ya noticia el 18 de enero Don Lorenzo Calvo de Ro-
zas, y dio de ello cuenta á la central. Para impedir que cuajaran,
mandóse sacar de Sevilla á Don Francisco de Palafox y al conde
del Montijo, que aunque presos se conceptuaban principales pro-
motores de la trama. La apresuracion con que los centrales aban-
donaron la ciudad, el aturdimiento natural en tales casos, y la
falta de obediencia estorbaron que se cumpliese la órdén.


Alejado de Sevilla el gobierno quedaron dueños del verificase
campo los conspiradores de aquella ciudad, y el 24 r ,oa*J'
por la mañana amotinaron el pueblo, declarándose la junta pro-
vincial , á sí misma suprema nacional, lo que dio claramente á en-
tender que en su seno había individuos sabedores de la conjuración.
Entraron en la junta ademas Don Francisco Saavedra, nombrado
presidente^ el general Eguia y el marqués de la Romana que no se
había ido con sus compañeros, y salia de Sevilla en el momento
del alboroto con Mr. Frere, único representante de Inglaterra des-
pués de la ausencia del marqués de Wellesley. Agregáronse tam-
bién á la junta los señores Palafox y conde del Montijo que al
efecto soltaron de la prisión; el último esquivó por un rato acceder
al deseo popular, fuese para aparentar que no obraba de acuerdo
con los revoltosos, fuese que según su costumbre le faltara el brío
al tiempo del ejecutar.


Creóse igualmente una junta militar que fue la que J a n l a d e ^
realmente mandó en los pocos dias de la duración de
aquel extemporáneo gobierno, y la cual se compuso de los indivi-
duos nuevamente agregados. Desde luego nombró esta al marques
de la Romana general del ejército de la izquierda en lugar del du-




100 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


provide.ci«S(l«e 1™ del Parque que destinaba á Cataluña, y encar-
toma. gó el mando del que se llamaba ejército del centro á


Don Joaquín Blake. Expidiéronse ademas á las provincias todo li-
nage de órdenes y resoluciones, que ó no llegaron ó felizmente
fueron desobedecidas, pues de otra manera nuevos disturbios hu-
bieran desgarrado á la nación entonces tan acongojada. Quedaron
sin embargo con el mando, según veremos, los generales Romana
y Blake, habiéndose posteriormente conformado el verdadero go-
bierno supremo con la resolución de la junta de Sevilla.


Procuró esta alentar á los moradores de la ciudad á la defensa
de sus hogares, y excitar en sus proclamas hasta el fanatismo de
los clérigos y los frailes que por lo general se mantuvieron quietos.
Duró el ruido pocos dias poniendo pronto término la llegada de
los franceses. Ya se la temían el conde del Montijo y los principales
instigadores de la conmoción, y alejándose aquel el 26 del lugar
del peligro con pretexto de desempeñar una comisión para el ge-
neral Blake, quedaron los sediciosos sin cabeza, careciendo para
defender la ciudad del ánimo que sobradamente habían mostrado
para perturbarla. Cierto que Sevilla no era susceptible de ser de-
fendida militarmente, y solo los sacrificios y el valor de Zaragoza
hubieran podido contener el torrente de los enemigos, de cuya
marcha volveremos á tomar ahora el hilo de la narración.


continúan los Dueños los franceses de la margen derecha del
franceses sus mo- Guadalquivir, y habiéndose adelantado el general Se-
virmentos. bastiani hasta Jaén, prosiguió este su movimiento
para acabar con el ejército del centro, cuyas dispersas reliquias
iban en su mayor parte la vuelta de Granada. Por decirlo asi no
quedaban ya en pie sino unos 1500 ginetes á las órdenes del
general Freiré, y un parque de artillería compuesto de 30 cañones
situado en Andújar. Los oficiales que mandaban dicho parque no
recibiendo orden ninguna del general en gefe, juzgaron prudente
sabiendo las desaventuras de la sierra, pasar el Guadalquivir y
encaminarse á Guadix, lo que empezaron á poner en obra sin
tener caballería ni infantería que los protegiese. El general Sebas-
tíani al avanzar de Jaén el 26 de enero, tomó con el grueso de
su fuerza la dirección de Alcalá la Real, enviando por su izquierda
camino de Cambil y Llanos de Pozuelo al general Peyremont con


Encuentran en u n a brigada de caballería ligera. El 27 pasado Alcalá
Alcalá la Real la la Real alcanzó Sebastiani la caballería española de
caballería aspa- £ r r e j r e q u e r e sís t ió algún tiempo; pero que después


fue rota y en parte cogida y dispersa, atacada por
un número superior de enemigos, y sin tener consigo infantería
alguna que la ayudase. Tocóle á la otra columna francesa, que tiró
por la izquierda á Cambil, apoderarse de la artillería que dijimos
había salido de Andújar.


Caminaba esta con dirección á Guadix á la sazón que el conde de




LIBRO UNDÉCIMO. 101


Villariezo capitán general de Granada, impelido por el pueblo á
defenderse, ordenó á los gefes de la artillería indicada que desde
Pinos de la Puente torciesen el camino y viniesen á la ciudad en
que mandaba. Obedecieron; pero luego que estuvieron dentro, no-
tando que todo era alli confusión, trataron de salvar sus cañones
volviendo á salir de Granada. Desgraciadamente para continuar su
marcha se vieron forzados á tomar un rodeo, retrocediendo al ya
mencionado Pinos de la Puente, pues entonces no era camino de
ruedas el de losDient.es de la vieja, mas corto y directo


. . , 7 i- ^ . Piérdese en Isna-
que el otro para Diezma y Guadix. Con semejante nozun parque de
atraso perdieron tiempo dando en Isnalloz con los ca- a r t u l e n a -
ballos ligeros del general Peyremont; en donde como no tenían los
artilleros españoles infantes ni ginetes que los protegiesen, tuvie-
ron , bien á pesar suyo, que abandonar las piezas y salvarse en los
caballos de tiro. Asi iba desapareciendo del todo aquel ejército que
dos meses antes inundaba los llanos de la Mancha.


Por fin al espirar enero tomó en Diezma el mando T o m a B l a t e e l
de tan tristes reliquias Don Joaquín Blake, quien yendo ¿»la»
á Málaga de cuartel de vuelta de Cataluña, recibió en ci*odeiceutro.r"
aquel pueblo el nombramiento que le habia conferido
la Junta de Sevilla. Cedióle el puesto sin obstáculo el mismo Don
Juan Carlos de Areizaga, y dio en efecto Blacke prueba de patrio-
tismo en encargarse en semejantes circunstancias de empleo tan
espinoso, sin reparar en la autoridad de que procedía. No habia otro
cuerpo reunido sino el primer batallón de guardias españolas man-
dado por el brigadier Otedo : lo demás del ejército reducíase á dis-
persos de varios cuerpos. Blake retrocedió todavía á Huercal Overa
villa del reino de Granada en los confines de Murcia; y despachando
proclamas y órdenes á todas partes consiguió juntar en los prime-
ros dias de febrero hasta unos cinco mil hombres de todas armas :
no habiéndosele incorporado otros generales de los que mandaban
divisiones en la sierra, sino Vigodet y ademas Freiré con unos
cuantos caballos.


El general Sebastiani entró en Granada el 28 de E n t r a n ] o s
enero. Quiso el pueblo defenderse, mas disuadiéronle franceses en G ™ -
los hombres prudentes y los tímidos con capa de n a
tales : también contribuyó á ello el clero que en estas Andalu-
cías mostróse sobradamente obsequioso á los conquistadores.
Se envió una diputación á recibir á Sebastiani; y agregóse á
este, poco después de su entrada, el regimiento suizo de Reding.
Trató el general francés con ceño y palabras airadas á las auto-
ridades españolas, é impuso una gravosísima y extraordinaria con-
tribución.


Entre tanto el I o y 5° cuerpo avanzaron por dispo- AvamasobreSe-
sicion de José hacia Sevilla, tiroteándose el mismo
diá 28 cerca de Écija con las guerrillas de caballería del duque de




102 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


se retira AI- Alburquerque : noticioso este general de que los ene-
burquerqoe <*- migos avanzaban por el Arahal y Morón, para poner-mino de Cádiz. ° I T . 1 , . J


se en Utrera a su retaguardia, y corlarle asi la retirada
sobre la isla Gaditana, abandonó á Car mona y comenzó su marcha
retrógrada hacia la costa. La caballería y la artillería las envió por
el camino real, dirigiendo la infantería por las Cabezas de San
Juan y Lebrija para unirse todos en Jerez. Fue tan oportuno este
movimiento, que al llegar á Utrera dejóse ya ver desde Morón un
destacamento enemigo. Tomóle pues Alburquerque la delantera ;
y recogiendo en Jerez todas sus fuerzas, pudo entrar al principiar
febrero en la isla de León sin ser particularmente incomodado, y
habiendo solo la caballería sostenido en su marcha algunas escara-
muzas. Sí en esta ocasión hubieran los, franceses andado con su
acostumbrada presteza, habrían tal vez podido interponerse entre
el ejército español y la isla Gaditana; y muy otra fuera entonces la
suerte de aquel inexpugnable baluarte. El duque de Alburquerque


. contribuyó, en cuanto pudo á salvar tan precioso rincón, y con él
quizá la independencia de España. Por ello justas alabanzas le son
debidas.


Los franceses, recelosos en aquellas circunstancias de comprome-
Ganan los fran- t e r s e demasiadamente, midieron sus movimientos ,
ceses á seyíiia. anteponiendo á todo el apoderarse de Sevilla, pose-


sión codiciada por sus riquezas y renombre. Presentóse á vista de
sus muros al finalizar enero el mariscal Victor. De la nueva junta
casi todos los individuos habian desaparecido, por lo que su for-
mación de nada aprovechó, sino de sobresaltará los pueblos,
acrecentar la división de los ánimos, é impedirla salida de cuan-
tiosos é importantes efectos.


Sevilla, ciudad vasta y populosa, y en la que brillan, según se
explica en su lenguaje sencillo la crónica de San Fernando < mu-
« chas y grandes noblezas... las cuales pocas ciudades hay que
« las tengan »habia sido por mandato de la central circunvalada de
triples líneas, para cuya guarnición se requerían 30,000 hombres.
Invirtiéronse por tanto inútilmente en dicha fortificación muchos
caudales, pues nopudiendo defenderse aquel recinto, conforme alas
reglas de la milicia, y solo sí acudiendo al patriotismo y brio del
vecindario, hubiera debido la central pensar mas bien que en for-
talecerla regularmente, en entusiasmar los ánimos y cuidar de su
disciplina y buena dirección.


Preparábanse los franceses á acometer á Sevilla, cuando el 31
les enviaron de dentro parlamentarios. Querían estos entre varias
cosas, que se distinguiese aquella ciudad de las otras en la capi-
tulación , como una de las principales cabeceras de la monarquía ,
y también hicieron la notable petición de que se convocasen cortes.
No accedió el mariscal Victor, como era de presumir, á la última
demanda : y en respuesta alas proposiciones que se le presentaron




LIBRO UNDÉCIMO. 103


envió una declaración, según la cual prometía amparo á los ha-
bitantes y á la guarnición, como también no escudriñar los hechos
ni opiniones contrarias á José, anteriores á aquel dia : otorgaba
ademas otras concesiones y señaladamente la de no imponer contri-
bución alguna ilegal: artículo que pronto se quebrantó, ó que
nunca tuvo cumplimiento.


Accediendo los sevillanos á las condiciones de Victor, entraron
los franceses en la ciudad el I o de febrero á las 3 de la tarde. La
víspera por la noche habia salido la escasa guarnición hacia el con-
dado de Niebla á las órdenes del vizconde de Gand, cuyo camino-
tomaron también algunos de los mas respetables individuos de la
antigua junta provincial, enemigos del desbarato y excesos de los
últimos días, los cuales establecidos en Ayamonte se constituyeron
luego en autoridad legítima de los partidos libres de la provincia.


En Sevilla cogieron los franceses municiones, fusiles, gran nú-
mero de cañones de aquella magnífica fábrica, y muchos pertre-
chos militares. Asimismo otra porción de preciosidades y valores ,
particularmente tabacos y azogues, tan necesarios los últimos para.
el beneficio de las minas de América : botín que debió el enemigo
parte á descuido é imprevisión de la junta central, par te , según
apuntamos, á los alborotos y al atropellamiento que en Sevilla
hubo.


Sojuzgada esta ciudad se encaminó el primer cuerpo p r e S é n t a s e e i
francés á las órdenes de su gefe el mariscal Victor la ^ ^ l i t ¡ ^ ¡
vuelta de la isla Gaditana, cuyos alrededores pisó el
5 de febrero. La anterior llegada á aquel punto del duque de Al-
burquerque previno los hostiles intentos del enemigo, é impidió
todo rebate. Paróse pues Victor á la vista quedando su cuerpo de
ejército destinado á formar el bloqueo. Aprestóse en Morlier va á Ex-
Córdoba la reserva bajo el mando de Dessolles ; y el tomadura.
5 o del cargo del mariscal Mortier, después de dejar una brigada
en Sevilla, asomó á Extremadura y dióse masadelan- Baja también allí
te la mano con el 2 o que desde el Tajo avanzó á las e l 2 ° c u e r p < > '
órdenes del general Reynier. En seguida se encaminó Mortier á
Badajoz, y habiendo inútilmente intimado la rendición á la plaza,
volvió atrás y estableció en Llerena su cuartel general.


Sebastiani por su lado dio á sus operaciones cum- va sobre Müasa
plido acabamiento. Tranquilo poseedor de Granada, Sebastian!,
quiso recorrer la costa, y sobre todo enseñorearse de la rica é im-
portante ciudad de Málaga, con tanta mayor razón cuanto alli se
encendía nueva lumbre insurreccional.


Era atizador y caudillo un coronel de nombre Don Abello alborota
Vicente Abello natural de la Habana, hombre fogoso , a c l u d a < 1 '
y arrebatado, mas falto de la capacidad necesaria para tamaño em-
peño. Siguió su pendón la plebe, tan enemiga alli como en las
démas partes de la dominación extraña. Agregáronse á Abello




104 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


pocos sugetos de cuenta, asustados con los desórdenes que se le-
vantaron y previendo la imposibilidad de defenderse. Los únicos
mas notables que se le juntaron fueron un capuchino llamado
Fr . Fernando Berrocal, y el escribano San Millan con sus herma-
manos ; de ellos los hubo que partieron á Velezmálaga para sub-
levar aquella ciudad y su partido. Cometiéronse tropelías, y se
empezaron á exigir forzadas y exorbitantes derramas, habiendo
embargado y cogido al solo Duque de Osuna unos 50,000 duros.
Prendieron á los individuos de la junta del casco de la ciudad, y
al anciano general Don Gregorio de la Cuesta que vivia allí reti-
rado, pero que al fin pudo embarcarse para Mallorca.


Éntrania los El general Sebastiani procediendo de Granada por
franceses. Loja á Antequera, adelantóse el 5 de febrero á Málaga.


Al atravesar la garganta llamada Boca del Asno dispersó una turba
de paisanos que en vano quisieron defender el paso, y se aproxi-
mó al recinto de la ciudad. Fuera de ella le aguardaba Abello, tan
desacertado en sus operaciones militares como en las políticas y
económicas. Su gente era numerosa, pero allegadiza, y la mitad
sin armas. Al primer choque quedó deshecha, y amigos y enemi-
gos entraron confundidos en la ciudad. Empezó el pillage, media-
ron las autoridades antiguas que habia quitado Abello, ofreció
Sebastiani suspensión de hostilidades, pero no cesaron estas hasta
el dia siguiente. Cayeron en poder del general francés intereses pú-
blicos y privados, incluso el dinero del duque de Osuna; é impuso
ademas a la ciudad una contribución de doce millones de reales, de
que cinco habían de ser pagados al contado.


Don Vicence Abello logró refugiarse en Cádiz, donde padeció
larga prisión, de que las cortes le libertaron. El capuchino Ber-
rocal y otros, cogidos en Málaga y en Motril tuvieron menos ven-
tura, pues Sebastiani los mandó ahorcar. Tratamiento sobrada-
mente duro ; porque si bien este general nos ha dicho haberse
comportado asi, siendo los tales frailes y fanáticos, su razón no
nos pareció fundada, pues ademas de no estar en aquel caso todos
los que padecieron la pena indicada, ¿ porqué no seria lícito á los
eclesiásticos tomar las armas en una guerra de vida ó muerte para
la patria ? Castigáraseles en buen hora, si cometieron otros exce-
sos, mas no por oponerse á la conquista del extrangero.


Al propio tiempo que los franceses se esparcían por las Andalu-
cías, y se enseñoreaban de sus principales ciudades,


en "a'is™ de acontecian importantes mudanzas en la isla de León y
León, s n disoiii- e n carjiz- A. ambos puntos, como también al puerto


de Santa María, habían llegado antes de acabarse
enero muchos vocales de la junta central, los cuales se reunieron
sin tardanza en la citada isla de León. La tormenta que habian
corrido, la voz pública, los temores de no ser obedecidos, todo en
fin ios compelió á hacer dejación del mando antes de congregarse




LIBRO UNDÉCIMO. 105


las cortes, y á substituir en su lugar otra autoridad. Don Lorenzo
Calvo de Rozas formalizó la proposición de que se Decide nombrar
nombrase una regencia de cinco individuos que ejer- ™«R<*e<>cia.
cíese la potestad ejecutiva en toda su plenitud, quedando á su lado
la central como cuerpo deliberante, hasta que se juntasen las cor-
tes. La junta aprobó la primera parte de la proposición y desechó
Ja última; declarando ademas que sus individuos resignaban el
mando, sin querer otra recompensa que la honrosa distinción del
ministerio que habían ejercido, y excluyéndose á sí propios de ser
nombrados para el nuevo gobierno.


También se formó un reglamento que sirviese de Reglamento «ue
pauta á la nueva autoridad, á la que se dio el nombre 1 8 d a '
de supremo consejo de regencia, y se aprobó un decreto por el que
reuniendo todos los acuerdos acerca de la institución y forma de
las cortes, ya convocadas para el inmediato marzo, se trataba de
hacer sabedor al público de tan importantes decisiones.


En el reglamento ademas de los artículos de orden interior, ha-
bía uno muy notable, y según el cual la regencia « propondría ne-
t cesariamente á las cortes una ley fundamental que protegiese y
« asegurase la libertad de la imprenta, y que entre tanto se prc-
c tegeria de hecho esta libertad como uno de los medios mas con-
t venientes, no solo para difundir la ilustración general, sino
« también para conservar la libertad civil y política de los ciudada-
« nos. » Asi la central tan remisa y meticulosa para acordar en su
tiempo concesión de tal entidad, imponia ahora en su agonía la
obligación de decretarla á la autoridad que iba á ser sucesora suya
en el mando. Disponíase igualmente en dicho reglamento que se
crease una diputación compuesta de ocho individuos, celadora de
la observancia de aquel y de los derechos nacionales. Ignoramos
porqué no se cumplió semejante resolución, y atribuimos el olvido
al azoramiento de la junta central, y á no ser la nueva regencia
aficionada á trabas.


En el decreto tocante á cortes se insistía en el pro- S n U t l m i ) d í .
ximo llamamiento de estas, y se mandaba que inme- c r e t o «*" «**-
diatamente se expidiesen las convocatorias á los gran- e s '
des y á los prelados, adoptándose la importante innovación deque
los tres brazos no se juntasen en tres cámaras ó estamentos sepa-
rados sino solo en dos, llamado uno popular y otro de dignidades.


Se ocurría también en el decreto al modo de suplir la represen-
tación de las provincias que ocupadas por el enemigo no pudiesen
nombrar inmediatamente sus diputados, hasta tanto que desem-
barazadas estuviesen en el caso de elegirlos por sí directamente. Lo
mismo y á causa de su lejanía se previno respecto de las regiones
de América y Asía. Había igualmente en el contexto del precitado
decreto otras disposiciones importantes y preparatorias para las
cortes y sus trabajos. La regencia nunca publicó este documento,




106 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


t • Ap n s motivo por el que insertamos íntegro en el apéndice *.
P ' ' Echóse la culpa de tal omisión al traspapelamiento que


de él habia hecho un sugeto respetabilísimo á quien se concep-
tuaba opuesto á la reunión de las cortes en dos cámaras. Pero ha-
biendo este justificado plenamente la entrega asi de dicho docu-
mento como de todos los papeles pertenecientes á la central en
manos de los comisionados nombrados para ello por la regencia,
apareció claro que la ocultación provenia no de quien desapro-
baba las cámaras ó estamentos, sino de los que aborrecían toda es-
pecie de representación nacional.
Regentas que La junta central, después de habersancionado en 29


nombra. de enero todas las indicadas resoluciones, pasó inme-
diatamente á nombrar los individuos de la regencia. Cuatro de ellos
debian ser españoles europeos, y uno de las provincias ultramari-
nas. Recayó pues la eleccioi en Don Pedro de Quevedo y Quin-
tano obispo de Orense, en Don Francisco de Saavedra consejero
de estado, en el general de tierra Don Francisco Javier Castaños,
en el de marina Don Antonio Escaño y Don Esteban Fernandez
de León. El último, por no haber nacido en América, aunque de
familia ilustre arraigada en Caracas y por la oposición que mostró
la junta de Cádiz, fue removido casi al mismo tiempo que nom-
brado, entrando en su lugar Don Miguel de Lardizabal y Uribe, na-
tural de Nueva España. El 2 de febrero era el señalado para la
instalación de la regencia, pero inquieto el público y disgustado
con la tardanza, tuvo la central que acelerar aquel acto, y poniendo
en posesión á los regentes en la noche del 31 de enero, disolvióse


inmediatamente dando en una * proclama cuenta de
(•Ap. n. » • ) . , , . . r


todo lo sucedido.
Rugen «na lama Al lado de la nueva autoridad, y presumiendo de


en Cádiz. igual ó superior, habíase levantado otra que aunque en
realidad subalterna, merece atención por el influjo que ejerció, par-
ticularmente en el ramo de hacienda. Queremos hablar de una junta
elegida en Cádiz. Emisarios despachados de Sevilla por los instiga-
doresde los alborotos, y el justo temor de ver aquella plaza entregada
sin defensa al enemigo, fueron el principal móvil de su nombra-
miento. Dióle también inmediato impulso un edicto que en virtud de
pliegos recibidos de Sevilla publicó el gobernador Don Francisco
Venégas, considerando disuelta la junta central y ofreciendo resignar
su mando en manos del ayuntamiento, si este quisiese confiarle á
otro militar mas idóneo. Conducta que algunos tacharon de repren-
sible y liviana, mas disculpable en tan arduos tiempos.


El ayuntamiento conservó al general Venégas en su empleo, y
atento á una petición de gran número de vecinos que elevó á su
conocimiento el sindico personero Don Tomas Istúriz, abolióla
junta de defensa que había y trató de que se pusiese otra nueva
mas autorizada. El establecimiento de esta fue popular. Cada ve-.




LIBRO UNDÉCIMO. 107


cinc- cabeza de casa presentó á sus respectivos comisarios de barrio
una propuesta cerrada de tres individuos : del conjunto de todas
ellas formóse una lista en la que el ayuntamiento escogió 54 vocales
electorales, quienes á su vez sacaron de entre estos 18 sugetos,
número de que se habia de componer la junta relevándose á la
suerte cada cuatro meses la tercera parte. Se instaló la nueva
corporación el 29 de enero con aplauso de los gaditanos, habiendo
recaído el nombramiento en personas por lo general muy reco-
mendables.


He aqui pues dos grandes autoridades la regencia y la junta de
Cádiz impensadamente creadas, y otra la junta central abatida y
disuelta. Antes de pasar adelante echaremos sobre las tres una rá-
pida ojeada.


De la central habrá el lector podido formar cabal
juicio, ya por lo que de ella dijimos al tiempo de ins- ¡¡¿¡ST^ ¿ « u n í
talarse, y ya también por lo que obró durante su p o - v u a a m t a i s t r a -
bernacion. Inclinóse a veces a la mejora en todos los
ramos de la administración; pero los obstáculos que ofrecían los
interesados en los abusos, y el titubeo y vaivenes de su propia po-
lítica nacidos de la varia y mal entendida composición de aquel
cuerpo, estorbaron las mas veces el que se realizasen sus intentos.
En la hacienda casi nada innovó ni en el género de contribuciones,
ni en el de su recaudación, ni tampoco en la cuenta y razón. Trató á
lo último de exigir una contribución extraordinaria directa que en
pocas partes se planteó ni aun momentáneamente. Ofreció sí por
medio de un decreto una variación completa en el ramo, aproximán-
dose al sistema erróneo de un único y solo impuesto directo. Acerca
del crédito público tampoco tomó medida alguna fundamental. Es
cierto que no gravó la nación con empréstitos pecuniarios, reem-
bolsándose en general las anticipaciones del comercio de Cádiz ó de
particulares con los caudales que venian de América ú otras entra-
das; mas no por eso se dejó de aumentar la deuda, según especifi-
caremos en el curso de esta historia, con los suministros que los
pueblos daban alas partidas y á la tropa. Medio ruinoso, pero ine-
vitable en una guerra de invasión y de aquella naturaleza.


En la milicia las reformas de la central fueron ningunas ó muy
contadas. Siguió el ejército constituido como lo estaba al tiempo de
la insurrección, y con las cortas mudanzas que hicieron algunas
juntas provinciales, debiéndose á ellas el haber quitado en los alis-
tamientos las excepciones y privilegios de ciertas clases, y el haber
dado á todos mayor facilidad para los ascensos.


Continuaron los tribunales sin otra alteración que la de haber
reunido en uno todos los consejos ó sean tribunales supremos. Ni el
modo de enjuiciar ni todo el conjunto de la legislación civil y criminal
padecieron variación importante y duradera. En la última hubo sin
embargo la creación temporal del tribunal de seguridad pública.




108 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


para los delitos políticos; creación conforme en su lugar notamos
mas bien reprensible por las reglas en que estribaba, que por fu-
nesta en sus efectos,


En sus relaciones con los extrangeros mantúvose la junta en los
limites de un gobierno nacional é independiente : y si alguna vez
mereció censura, antes fue por haber querido sostener sobrada-
mente y con lenguaje acerbo su dignidad que por su blandura y
condescendencias. Quejáronse de ello algunos gobiernos. Pocos
meses antes de disolverse declaró la guerra á Dinamarca, motivada
por guardar aquel gobierno como prisioneros á los españoles que no
habian podido embarcarse con Romana, guerra en el nombre, nula
en la realidad.


Sobresalió la central en el modo noble y firme con que respondió
é hizo rostro á las propuestas é insinuaciones de los invasores, sus-
tentando los intereses é independencia de la patria, sin desesperen-
zar nunca de la causa que defendía. Por ello la celebrará justamente
la posteridad imparcial.


Lo que la perjudicó en gran manera fueron sus desgracias, ma-
yormente verificándose su desistimiento á la sazón que aquellas de
todos lados acrecían. Y los pueblos rara vez perdonan á los gobier-
nos desdichados. Si hubiera la junta concluido su magistratura en
agosto después de la jornada de Talavera, é instalado al mismo
tiempo las cortes, sus enemigos habrían enmudecido ó por lo me-
nos faltáranles muchos de los pretextos que alegaron para vituperar
sus procedimientos, y oscurecer su memoria. Acabó pues cuando
todo se habia conjurado contra la causa de la nación, y á la central
echósele exclusivamente la culpa de tamaños males.


Padecimientos Irritados los ánimos aprovecháronse de la coyuntura
T persecución de ] o s adversarios de la junta, y no solo desacreditaron
sus individuos. í i i


á esta, aun mas de lo que por algunos de sus actos me-
recía , sino que obligándola á disolverse con anticipación y atrope-
lladamente , expusieron la nave del estado á que pereciese en desas-
trado naufragio, deleitándose ademasen perseguir á los individuos
de aquel gobierno, desautorizados ya y desvalidos.


Padecieron mas que los otros el conde de Tilly y Don Lorenzo
Calvo de Rozas. Mandó prender al primero el general Castaños, y
aun obtuvo la aprobación de la central , si bien cuando ya esta se
hallaba en la isla y á punto de fenecer. Achacábase al conde haber
concebido en Sevilla el plan de trasladarse á América con una divi-
sión si los franceses invadían las Andalucías, y se susurró que es-
taba con él de acaerdo el duque de Alburquerque. Dieron indicio
de los tratos mal encubiertos que andaban entre ambos, su mutua
y epistolar correspondencia y ciertos viages del duque ó de emisa-
rios suyos á Sevilla. De la causa que se formó á Tilly parece que
resultaban fundadas sospechas. Este, enfermo y oprimido, murió al-
gunos meses después en su prisión del castillo de Santa Catalina de




LIBRO UNDÉCIMO. 109


Cádiz. Comoquier que fuera hombre muy desopinado, reprobaron
muchos el mal trato que se le dio, y atribuyéronlo á enemistad del
general Castaños. La prisión de Don Lorenzo Calvo de Rozas ex-
clusivamente decretada por la regencia, tachóse con razón de mas
infundada é injusta, pues con pretexto de que Calvo diese cuentas
de ciertas sumas, empezaron por vilipendiarle encarcelándole como
á hombre manchado de los mayores crímenes. Hasta la reunión de
las cortes no consiguió que se soltara.


Escandalizáronse igualmente los imparciales y advertidos de la
orden que se comunicó á todos los centrales, según la cual permi-
tiéndoles « trasladarse á sus provincias, excepto á América, se les
« dejaba á la disposición del gobierno bajo la vigilancia y cargo es-
« pecial de los capitanes generales, cuidando que no se reuniesen
« muchos en una provincia. » No contentos con esto los persegui-
dores de la junta, lanzaron en la liza á un hombre ruin y oscuro,
á fin de que apoyase con su delación la calumnia esparcida de que
los ex-centrales se iban cargados de oro. Con tan débil fundamento
mandáronse pues registrar los equipages de los que estaban para
partir á bordo de la fragata Cornelia, y respetables y purísimos
ciudadanos viéronse expustos á tamaño ultraje en presencia de la
chusma marinera. Resplandeció su inocencia á la vista de los asis-
tentes y hasta de los mismos delatores, no encontrándose en sus co-
fres sino escaso peculio y en todo corta y pobre fortuna.


Ayudó á medida tan arbitraria é injusta el celo mal entendido de
la junta de Cádiz arrastrada por encarnizados enemigos de la
central, y por los clamores de la bozal muchedumbre. La regencia
accedió á lo que de ella se pedia, mas procuró antes escudarse con
el dictamen del consejo. Este en la consulta que al efecto extendió,
repetía su antigua y culpable cantilena de que la autoridad ejercida
por los centrales « habia sido una violenta y forzada usurpación
« tolerada mas bien que consentida por la nación... con poderes
« de quienes no tenían derecho para dárselos. » Después de estas
y otras expresiones parecidas, el consejo mostrando perplejidad
acababa sin embargo por decir que de igual modo que la regencia
había encontrado méritos para la detención y formación de causa
respecto de Don Lorenzo Calvo de Rozas y del conde de Tilly, se
hiciese otro tanto con cuantos vocales resultasen « por el mismo
« estilo descubiertos, » y que asi á unos como á otros « se les
< substanciasen brevísimamente sus causas y se les tratase con el
« mayor rigor. » Modo indeterminado y bárbaro de proceder,
pues ni se sabia qué significado daba el consejo á la palabra descu-
biertos ni qué entendía tampoco por tratar á los centrales con el
mayor rigor, admirando que magistrados depositarios de las leyes
aconsejasen al gobierno, no que se atuviera á ellas, sino que resol-
viese á su sabor y arbitrariamente. Dolencia grande la nuestra
obrar por pasión ó aficiones, mas bien que conforme á la letra y




n o REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
tenor de la legislación vigente : asi ha andado casi siempre dé
través la fortuna de España.


Nos hemos detenido en referir la persecución de los miembros de
la junta suprema, no solo por ser suceso importante recayendo en
personas que gobernaron la nación durante catorce meses, sino
también con objeto de señalar el mal ánimo de los enemigos de re-
formas y novedades. Porque el enojo contraía central nacia, no
tanto de ciertos actos que pudieran mirarse como censurables,
cuanto de la inclinación que mostró aquel cuerpo á mudanzas en
favor de la libertad. En esta persecución como después en la de
otros muchos afectos á tan noble causa, partió el golpe de la
misma ó parecida mano, procurando siempre tapar el dañino y
verdadero intento con feas y vulgares acusaciones.


Hubiérase á lo sumo podido tomar cuenta á la junta de su go-
bernación ; pero no atrepellando á sus individuos. La regencia mas
que todos estaba interesada en que los respetasen, y en defender
contra el consejo el origen legítimo de su autoridad, pues atacada
esta lo era también la de la misma regencia, emanación suya.
Ademas los gobiernos están obligados aun por su propio interés
á sostener el decoro y dignidad de los que les han precedido en el
mando, sino el ajamiento de los unos tiene después para los otros
dejos amargos.


Me* d« ia re- Hablemos ya de la regencia y de los individuos que
gencta y d« sos Ja componían. No llegó hasta fines de mayo á Cádiz


u o s" el obispo de Orense residente en su diócesi. Austero
en sus costumbres y célebre por su noble y enérgica contestación
cuando le convidaron á ir á Bayona, no correspondió en el desem-
peño de su nuevo cargo á lo que de él se esperaba, por querer
ajustar á las estrechas reglas del episcopado el gobierno político de
una nación. Presumía de entendido, y aun ambicionaba la dirección
de todos los negocios, siendo con frecuencia juguete de hipócritas
y enredadores. Confundía la firmeza con la terquedad y difícilmente
se le desviaba de la senda derecha ó torcida que una vez había
tomado. Don Francisco Javier Castaños antes de la llegada del
obispo, y aun después, tuvo gran mano en el despacho de los
asuntos públicos. Pintárnosle ya cual era como general. Antiguas
amistades tenían gran cabida en su pecho. Como estadista solia
burlarse de todo, y quizá se figuraba que la astucia y cierta maña
bastaban aun en las crisis políticas para gobernar á los hombres.
Oponíase á veces á sus miras la obstinación del obispo de Orense ;
pero retirándose este á cumplir con sus ejercicios religiosos daba
vagar á que Castaños pusiese en el intermedio al despacho los ex-
pedientes ó asuntos que favorecía. En el libro tercero tuvimos
ocasión de delinear el carácter y prendas de Don Francisco de
Saavedra, hombre dignísimo, mas de corto influjo como regente,
debilitaba su cabeza con la edad, los achaques y las desgracias.




LIBRO UNDÉCIMO. 111


Atendía exclusivamente á su ramo, que era el de marina, Don An-
tonio Escaño, inteligente y práctico en esta materia y de buena
índole. Excusado es hablar de Don Esteban Fernandez de León,
regente solo horas, no asi de su substituto Don Miguel de Lardi-
zabal y Uribe, travieso y aficionado á las letras, de cuerpo contra-
hecho , imagen de su alma retorcida y con fruición de venganzas.
Castaños tenia que mancomunarse con él, mas cediendo á menudo
á la superioridad de conocimientos de su compañero.


Compuesta asi la regencia permaneció fiel y muy adicta á la
causa de la independencia nacional; pero se ladeó y muy mucho
al orden antiguo. Por tanto los consejeros, los empleados de pa-
lacio, los que echaban de menos los usos de la corte y lenian las
reformas, ensalzaron á la regencia, y asiéronse de ella hasta querer
restablecer ceremoniales añejos y costumbres impropias de los
tiempos que corrían.


El consejo especialmente trató de aprovecharse de tan dichoso
momento pora recobrar todo su poder. Nada al efecto Felicitación «ei
íe pareció mas conveniente que tiznar con su repro- c o n s e i ° r e " m d ° -
bacion todo lo que se Irabia hecho durante el gobierno de las juntas
de provincia y de la central. Asi se apresuró á manifestarlo el 2 de
febrero en su felicitación á la regencia, afirmando que las desgracias
habian dependido de la propagación de « principios subversivos,
« intolerantes, tumultuarios y lisonjeros al inocente pueblo, > y
recomendando el que se venerasen c las antiguas leyes, loables
< usos y costumbres santas de la monarquía, » instaba porque se
armase de vigor la regencia contra los innovadores. Apoyada pues
esta en tales indicaciones, y llevada de su propia inclinación,
olvidó la inmediata reunión de cortes á que se había comprometido
al instalarse.


La junta de Cádiz émula de la regencia, y si cabe idea de ia íom»
con mayor autoridad, estaba formada de vecinos *> CMM.
honrados, buenos patriotas, y no escasos de luces. Apegada quizá
demasiadamente á los intereses de sus poderdantes escuchaba á
veces hasta sus mismas preocupaciones, y no faltó quien imputase
á ciertos de sus vocales el sacar provecho de su cargo, traficando
con culpable granjeria. Pudo quizá en ello haber alguno que otro
desliz; pero la verdad es que los mas de los individuos de la junta
portáronse honoríficamente, y los hubo que sacrificaron cuantiosas
sumas en favor de la buena causa. El querer sujetar á regla á los
dependientes de la hacienda militar, á los gefes y oficiales de los
mismos cuerpos y á todos los empleados, clase en general estra-
gada, acarreó á la junta sinsabores y enconadas enemistades. La
entrada é inversión de caudales sin embargo se publicó y pareció
muy exacta su cuenta y razón, cuidando con particularidad de
este ramo Don Pedro Aguirre, hombre de probidad, imparcial é
ilustrado.




112 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Ahora que hemos ya echado la vista sobre la pasada gobernación
de la central, y dado idea del comienzo y composi-


rroTMencms c ¡ o n ( j e j a regencia y ¡unta de Cádiz será bien que
para la defensa y i , • , , . . . ., "
buena adminis- entremos en la relación de las principales providencias
géñdá'yiajunta" q u e e s t a s dos autoridades tomaron en unión ó separa-


damente. Empezaron pues por las que aseguraban la
defensa de la isla gaditana.


La naturaleza y el arte han hecho casi inexpugnable este punto:
Bre™ descrip- e n & s e comprenden la isla de León y la ciudad,


don de ía isia propiamente dicha de Cádiz. Distan entre sí ambas
gaditana. poblaciones: juntándose por medio de un estendido
istmo, dos leguas. Tres tiene de largo toda la isla gaditana, y de
ancho una y cuarto en la parle mas espaciosa. La separa del conti-
nente el brazo de mar que llaman rio de Santi Petri, profundo, y
el cual se cruza por el puente de Suazo, asi apellidado del doctor
Juan Sánchez de Suazo que le rehabilitó á principios del siglo xv.
El arsenal de la Carraca, situado en una islela contigua á la misma
isla de León, y formada por el mencionado rio de Santi Petri y el
caño de las Culebras, quedó también por los españoles. El vecin-
dario de Cádiz, en el dia bastante disminuido, no pasa de 60,000 ha-
bitantes , y el dé la Isla que está en igual caso de unos 18,000. La
principal defensa natural de la última son sus saladares, que em-
pezando á poca distancia de Puerto Real se dilatan por espacio de
legua y media hasta el rio Zurraqne, enlazados entre sí é inter-
rumpidos por caños é impracticables esguazos desuelo inconstante
y mudable. Al sur hay otras salinas llamadas de San Fernando,
rodeando á toda la isla por las demás partes ó el océano ó las aguas
de la había. En medio de los saladares y caños que hay delante del
rio de Santi Pet r i , se levanta un arrecife largo y estrecho que con-
duce al puente de Suazo. En su calzada se practicaron muchas
cortaduras, y se levantaron baterías que hacían inexpugnable el
paso. Al llegar Aíburquerque estaban muy atrasados los trabajos;
pero este general y sus sucesores los activaron extraordinariamente.
Fortificóse en consecuencia con una línea triple de baterías el frente
de ataque del rio de Santi Pe t r i , avanzando otras en las mismas
ciénagas ó lagunajos, y cuidando muy particularmente de poner á
cubierto el arsenal de la Carraca y la derecha de la línea, parte la
mas endeble.


Aun ganada la isla de León no pocas dificultades hubieran estor-
bado al enemigo entrar en Cádiz. Ademas de varias baterías apos-
tadas en la lengua de tierra que sirve de comunicación á ambas
poblaciones, construyóse en lo mas estrecho de aquella y bañada
por los dos mares una cortadura, en que trabajaron con entusiasmo
todos los habitantes, herizada de cañones y de admirable fortaleza,
quedando después por vencer las obras del recinto de Cádiz, ejecu-
tadas según las reglas modernas del ar te , y que solo presentan un




LIBRO UNDÉCIMO. 115


frente de ataque. Para guarnecer punto tao extenso r a e r M 8 ^ ta
como el de la isla gaditana y tan lleno de defensas, gmmocen.
necesitábase gran número de tropas de tierra y no poca fuerza de
mar. El ejército de Alburquerque, aumentado cada dia
con los oficiales y soldados dispersos que de las costas E ! i » i i o l a s -
aportaban á Cádiz, llegó á contar á últimos de marzo de 14 á
15,000 hombres. También los ingleses enviaron una
división compuesta de soldados suyos y portugueses.
Pidió aquel socorro á lord Wellington la junta de Cádiz por medio
del cónsul británico y de lord Burghest, que al efecto partió á
Lisboa antes que se supiese la venida á la isla del duque de Albur-
querque. Llegó á ascender en marzo esta fuerza auxiliar á unos
5000 hombres, reemplazando en el mismo mes en el mando de ella
á su primer gefe Stewart el general Sir Tomas Graham. La guardia
de la plaza de Cádiz se hacia en parte por la milicia urbana y por
los voluntarios, cuyos batallones de vistoso aspecto los formaban
los vecinos honrados y respetables de la ciudad, constando su
número de unos 8000 hombres inclusos los que se levantaron
extramuros y en la isla de León, servicio que si bien penoso era
desempeñado con celo y patriotismo, y que descargaba de mucha
faena á las tropas regladas.


Siendo esencial la marina para la defensa de posición F u e r M „,„„_
tan costanera fondeaban en bahía una escuadra bri- J¡™£¡ ^ ctdíi31
tánica á las órdenes del almirante Purvis, y otra es-
pañola á las de Don Ignacio de Álava. Padecieron ambas gran
quebranto en un recio temporal acaecido en el 6 de marzo y días
siguientes : de la inglesa se perdió el navio portugués María, y de la
nuestra perecieron otros tres de línea, una fragata y una corbeta
de guerra con otros muchos mercantes. Los franceses se portaron
en aquel caso inhumanamente, pues en vez de ayudar á los desgra-
ciados que arrastraba á la costa la impetuosidad del viento lucié-
ronles fuego con bala roja. Varados los buques en la playa ardieron
casi todos ellos. No cesando por eso los preparativos de defensa se
armaron asimismo fuerzas sutiles mandadas por Don Cayetano
Valdés, que vimos herido allá en Espinosa. Eran estas de grande
utilidad, pues arrimándose á tierra é internándose á marea alta por
los caños de las salinas, flanqueaban al enemigo y le incomodaban
sin cesar.


Cuando se supo que los franceses avanzaban, comenzóse, aun-
que tarde, á destruir y á desmantelar todas las baterías y castillos
que guarnecían la costa desde Rota, y se estendian bahía adentro
por Santa Catalina, Puerto de Santa María, rio de San Pedro, Caño
del Trocadero y Puerto Real, pues Cádiz estaba mas bien preparado
para resistir las embestidas de mar que las de tierra, siendo dificul-
toso vaticinar que tropas francesas descolgándose del Pirineo y atra-
vesando el suelo español se dilatarían hasta las playas gaditanas,


ii. 8




114 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


lotiman lo» Confiados los franceses en eslo, en el descuido na-
rmnceses ía tea- tural de los españoles, y en el desánimo que produjo
' °' o n ' la invasión de las Andalucías, miraban á Cádiz como
suyo, y en ese concepto intimaron la rendición á la ciudad y al
ejército mandado por el duque de Alburquerque. Para el primer
paso se valieron de ciertos españoles parciales suyos que creían go-
zar de opinión é influjo dentro dé la plaza, los cuales el 6 de fe-
brero hicieron desde el Puerto de Santa María la indicada intima-
ción. La junta superior contestó á ella con la misma fecha sencilla
y dignamente, diciendo : « La ciudad de Cádiz, fiel á los principios
< que ha jurado, no reconoce otro rey que al señor Don Fernan-
do VIL » Aunque mas extensa igualmente fue vigorosa y noble
la respuesta que dio sobre el mismo asunto al mariscal Soult el
duque de Alburquerque. De consiguiente por ambos lados se tra-
bajó desde entonces con grande ahinco en las obras militares: los
franceses para abrigarse contra nuestros ataques y molestarnos con
sus fuegos; nosotros para acabar de poner la isla gaditana en un
estado inexpugnable. Asi pues corrió el mes de febrero sin choque
ni suceso alguno notable.


Tales y tan extensos medios de defensa pedían por parte de los
españoles recursos pecuniarios, y método y orden en su recauda-


ción y distribución. La regencia solo podia contar con
Cádiz ¿ncaígadl las entradas del distrito de Cádiz y con los caudales
d e u d a ? 0


d * t a " de América. Difícil era tener aquellas si la junta no
se prestaba á ello, y aun mas difícil aumentar sin


su apoyo las contribuciones, no disfrutando el gobierno supremo
dentro de la ciudad de la misma confianza que los individuos de
a'quella corporación, natural del suelo gaditano ó avecindados en él
hacia muchos años.


Obvias reflexiones que sobre este asunto ocurrieron y el triste
estado del erario promovieron la resolución de encargar á la junta
superior de Cádiz la dirección del ramo de hacienda. Desaprobaron
muchos, particularmente los rentistas, semejante determinación,
y sin duda á primera vista parecía extraño que el gobierno supremo
sé pusiera, por decirlo asi, bajo la-tutoría de una autoridad subal-
terna. Pero siendo la medida transitoria, deplorable la situación
de la hacienda y arraigados sus vicios, los bienes que resultaron
aventajáronse á los males, habiendo en los pagamentos mayor re-
gularidad y justicia. Quizá la junta mostróse á veces algún tanto
mezquina, midiendo el orden del estado por la encojida escala de
nn escritorio; mas él otro extremo de que adolecía la administra-
ción pública perjudicaba con muehas creces al interés bien enten-
dido de la nación. Adoptóse en seguida para la buena conformidad


<*Ap n 4 ) X m e Í o r inteligencia un reglamento que mereció en
P" ' o l * de marzo la aprobación de la regencia.


Ya antea, si bien fto con tanta solemnidad, estaba encargada




LIBRO UNDÉCIMO. l i o
del ramo de hacienda, habiéndose susciíado entre S u s e l t „ c s t i m
ella y varios gefes militares, principalmente el du­ <*» Aiirarquer­
que de Alburquerque, desazones y agrios altercados. m '
Escuchó tal vez el último demasiadamente las quejas de los subal­
ternos avezados al desorden, y la junta no atendió del todo en sus
contestaciones al miramiento y respetos que se debían al duque.
Esto y otros diguslos fueron parte para que dicho gefe dejase el
mando del ejército de la isla al acabar marzo, nombrándole la re­
gencia embajador en Londres. En aquella capital es­ D c j a c s [ e d
cribió mas adelante un manifiesto muy descomedido mando del ejftr­
contra la junta de Cádiz, la cual, aunque en defensa £'»ji )<> sa4Lo"­
propia, replicó de un modo atrabilioso y descom­
puesto. Contestación que causó en el pundonoroso carácter del du­
que tal impresión que á pocos dias perdió la razón y la vida; fin no
debido á sus buenos servicios y patriotismo.


Entre no pocos afanes y obstáculos la junta de Cádiz continuó
con celo en el desempeño de su encargo. Impuso una i m p o n e i a j u n .
contribución de cinco por ciento de exportación á to­ ta noe™ contri­
dos los géneros y mercadurías que saliesen de Cádiz, b a c l <" l e s•
y un veinte por ciento á los propietarios de casas, gravandoademas
en un diez á los inquilinos. Con estos y otros arbitrios, y sobre
todo con las remisas de América y buena inversión, no solo se ase­
guraron los pagos en Cádiz y la isla, y se cubrieron todas las aten­
ciones , sino que también se enviaron socorros á las provincias.


Afianzada asi la defensa de aquéllos dos puntos tan importan­
tes , convirtiéronse sus playas en baluarte incontrastable de la li­
bertad española.


José habia en todo este tiempo recorrido las duda­ José en Andaln­
des y pueblos principales de las Andalucías, recrean­ c , a '
dose tanto en su estancia que la prolongó hasta entrado mayo. Cui­
daba Soult del mando supremo del ejército que apellidaron del
mediodía, el cual constaba de las fuerzas ya indicadas al hablar del
paso de la Sierra­Morena. Acogieron los andaluces á Modo con qoe le
José mejor que los moradores de tas demás partes del г e c" ) e n•
reino, y festejáronle bastantemente, por cuyo buen recibimiento
premió á muchos con destinos y condecoraciones, y expidió varios
decretos en favor de la enseñanza y de la prosperidad de aquellos
pueblos. Nombró para establecer su gobierno y administración en
las provincias recien conquistadas comisarios regios, cuyas faculta­
des á cada paso eran restringidas por el predominio y aWfjgancia
de los generales franceses. Manifestó José en Sevilla su intención de
convocar cortes en todo aquel año de 1810, para lo que en decreto
de 18 de abril dispuso que se tomase conocimiento exacto de la po­
blación de España. Por «I mismo tiempo trató igualmente de arre­
glar el gobierno interior de los pueblos, y distribuyó S n s p r 0 T ¡ ( | №
el reino en treinta y ocho prefecturas, las cuales se <*"­




116 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


dividían á su vez en subprefecturas y municipalidades, remedando
ó mas bien copiando en esto y en lo demás del decreto, publicado
al efecto, la administración departamental de Francia. Providencia
que habiendo tomado arraigo hubiera podido mejorar la suerte de los
pueblos, pero que enalgunosnose estableció, desapareciendo en los
mas lo benéfico de la medida con los continuos desmanes de las tro-
pas extrangeras. La milicia cívica ya decretada por José en julio
de 1809, y en la que se negaban por lo general á entrar los habi-
tantes de otras partes, disgustó menos en Andalucía donde hubo
ciudades que se prestaron sin repugnancia á aquel servicio.


Por ello y por el modo con que en aquellos reinos habia sido re-
cibido el intruso, motejaron acerbamente á sus habitadores los de
las otras provincias de España, tachando á aquellos naturales de
hombres escasos de patriotismo y de condición blanda y acomo-
daticia. Censura infundada porque las Andalucías, singularmente
el reino de Granada, no solo habian hecho grandes sacrificios en
favor de la causa común, sino que igualmente al tiempo de la inva-
sión estuvieron muy dispuestos á repelerla. Faltóles buena guia es-
tando abatidas, y siendo de menguado ánimo sus propias autori-
dades. Cierto es que en estas provincias era mayor que en otras el
número de indiferentes y de los que anhelaban por sosiego, lo cual
en gran parte pendía que aVacaAo tarta ac\\ve\ sueXo cmsvítetá-
base' á España como perdida, y también de que habiendo los habi-
tantes sido de cerca testigos de los errores y aun injusticias de los
gobiernos nacionales, ignoraban los perjuicios y destrozos de la ir-
rupción y conquista exlrangera, males que no habian por lo general
experimentado como ío demás del reino. Desengañados pronto em-
pezaron á rebullir, y las montañas de Ronda y otras comarcas mos-
traron no menos brios contra los invasores que las riberas del Llo-
bregat y del Miño.


Las delicias y el temple de Andalucía, que recorda-
viKSfeá siadrw. b a n á j Q s é s u m a n s ¡ o n e n N á p 0 i e s ^ hubieran tal vez
diferido su vuelta á Madrid, si ciertas resoluciones del gabinete de
Francia no\eW\»esen\mpeMo & Tftgtesav á \ a cavjv\a\, «s&vtowte
entró el 15 de mayo: resoluciones importantes, y en cuyo examen
nos ocuparemos luego que hayamos contado los movimientos que
hicieron los franceses en otras provincias de España, algunos de los
cuales concurrieron con los de las Andalucías.


Nueva invado» Tales fueron ios que ejecutaron sobre Asturias y Va-
d e A s t m i f i lencia, juntamente con el sitio de Astorga. Tomó el


primero á su cargo el general Bonnet. Manteníase aquel principado
como desguarnecido, después que al mando de Don Francisco Ba-
llesteros se alejó de sus montañas la flor de sus tropas. Quedaban
4000 soldados escasos en la parle oriental hacia Columbres, y
2000 de reserva en las cercanías de Oviedo; sin contar con unos
10Ü0 hombres de Don Juan Diaz Portier, quien antes de esta inva-




LIBRO UNDÉCIMO. 117


sion de Asturias, abriendo portillo por medio de los enemigos, re-
corrió el pais llano de Castilla, tocó en la Rioja, y divirtiendo gran-
demente la atención de los franceses tornó en seguida á buscar
abrigo en las asperezas de donde se habia descolgado. Linage de
empresas que perturbaban al enemigo, y diferian por lo menos si
no trastrocaban sus premeditados planes.


Continuaban mandando en el principado el general Don Antonio
Arce y la junta nombrada por Romana; permaneciendo al frente de
la línea de Colombres Don Nicolás de Llano-Ponte. L l i i n o . 1 J o n l e ,
Este, no mas afortunado ahora que lo habia sido en la
campaña de Vizcaya, cejó sin gran resistencia cuando en 25 de
enero le atacaron 6000 franceses á las órdenes del general Bonnet.
Los españoles, en verdad inferiores en número, solo hubieran
podido sacar ventaja de algunos sitios favorables por su naturaleza.
Forzaron los enemigos el puente de Puron, en donde nuestra arti-
llería bien servida lescausó estrago. Llano-Ponte replegóse precipi-
tadamente hacia el ínfiesto, y el general Arce con las demás autori-
dades evacuaron á Oviedo, haciendo alto por de pronto en las
orillas del Nalon.


Alteró algún tanto el gozo de los invasores la intrepi- P o r l l e r
dez de Don Juan Diaz Porlier, qujen, noticioso de la ir-
rupción francesa en Asturias, metióse en ¡o interior del principado
viniendo de las faldas meridionales de sus montañas, en donde es-
taba apostado. Atacó por la espalda las partidas sueltas de los ene-
migos , cogió á estos bastantes prisioneros, y caminando la vuelta de
la costa por Jijón y Aviles, se situó descansadamente en Pravia á la
izquierda de las tropas y dispersos que se habían retirado con el ge-
neral Arce. Imitaron á Porlier Don Federico Castañon y otros
partidarios que se colocaron en el camino real de León, por cuyo
parage con sus frecuentes acometidas molestaban á los contrarios.


El general Bonnet ocupó á Oviedo el 30 de enero, E n t r a B o n n ( . t
de cuya ciudad, como en la primera invasión, habían e n Oviedo,
salido las familias mas principales. En esta entrada se portó aquel
general con sobrada dureza, habiendo ejecutado algunos actos in-
humanos : amansóse después y gobernó con bastante justicia, en
cuanto cabe, al menos, en un conquistador hostigado incesante-
mente por una población enemiga.


A pocos dias de estar en Oviedo, temeroso Bonnet E r a c n a I a c h l d a ( j
de los movimientos de Porlier y demás partidarios, des-
amparó la ciudad y se reconcentró en la Pola de Siero. Confiados
demasiadamente los gefes españoles con tan repentina retirada,
avanzaron de sus puestos del Nalon, se posesionaron de Oviedo, y
apostaron en el puente de Colloto la vanguardia mandada por Don
Pedro Barcena. Los franceses, que no deseaban sino ver reunidos á
los nuestros para acabar con ellos mas fácilmente por la superiori-
dad que les daba en ordenada batalla su práctica y disciplina, revol-




418 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ocúpala de nue­ vieron el 14 de febrero sobre las tropas españolas, y


f 0 ' atrepellándolo todo recuperaron á Oviedo y asomaron
el l o á Peñaflor, en cuyo puente los detuvieron algunos paisanos


castellar y de­ m a n d a d o s animosamente por el oficial de estado mayor
leasa dei puente Don José Castellar, que ya se señaló allá en San Payo,
de reñanor. y a h o | . a q u e ( J Ó a ^ u , h e r i { l o


Barcena. Don Pedro Barcena volviendo también á reunir su
D gente, á la que se agregaron otros dispersos, rechazó
Retiranse loa « ' t " o • r ' ( •


españolesai Nar­ a los franceses en Puentes de Soto, y se sostuvo allí al­
gun tiempo. Pero al fin amenazándole continuamente


enemigos numerosos, juzgó prudente recogerse á la línea del Nar­
cea, quedando solo sobre la izquierda en Pravia, orillas del Nalon,
Don Juan Diaz Porlier. Encomendóse entonces el mando del ejér­
cito de operaciones al mencionado Barcena, hombre sereno y de
№ O B Joan Mos­ gran bizarría. Ayudaba en lodo con sus consejos y ejem­


coso. p j 0 e j c o r o r i e [ Don Juan Moscoso gefe de estado mayor,
que en el arte de la guerra era entendido y aun sabio.
E I general Arce ^ general Arce, amilanado á la vista de los peligros


de una invasión que le cogia desprevenido, resolvióse
á dejar el mando de la provincia; mas antes con intento de poder
alegar que estaba concluida la comisión que le habia llevado allí,
determinó restablecer la junta constitucional que Romana á su an­
tojo habia destruido, y para ello ordenó que los consejos nombrasen,
según lo hicieron, diputados que concurriesen á formar ia citada
corporación; desmoronándose de este modo la obra levantada por
Romana, obra de desconcierto y arbitrariedad.


Como quiera que fuese loable la medida de Arce, miróse esta
como nacida de las circunstancias, mas bien que del


candaiosa'ae IT- buen deseo de deshacer una injusticia y de granjearse
re y dei consejero i a s voluntades de los asturianos. DIO fuerza á la opi­


e ' v a ' nion que acerca de su partida enunciamos, el que dicho,
general y su compañero de comisión el consejero Leiva se llevaron
consigo, so color de sueldos atrasados, 16,000 duros. Paso que
debe severamente condenarse en un tiempo en que el hacendado^y
hasta el hombre del campo se privaban de sus haberes por alimen­
tar al soldado, á veces en apuros y en extrema desdicha.


La nueva junta se instaló en Luarca el 4 de marzo,
cion™ M¡mta Y n o desmayando con la ausencia de Don Antonio
general dei prin­ Arce, nombró en su lugar á Don José Cienfuegos, ge­
cipadn. neral de la provincia é hijo suyo; formando al mismo
tiempo un consejo de guerra, con cuyo acuerdo se dirigiesen las
operaciones militares.
An,inode Ga­ De Galicia llegó luego en auxilio de Asturias una


«cía. c o r t a división d e 2,000 hombres, con lo que alentados
los gefes determinaron atacar el 19 de marzo á las tropas france­
sas. Hízose asi acometiendo el grueso de nuestra fuerza del lado dej




LIBRO UNDÉCIMO. 119


puente de Peñaflor al mismo tiempo que se llamaba por la derecha
la atención del enemigo, y que Porlier por la izquierda, embarcán-
dose en la costa, caia sobre las espaldas á la orilla opuesta del Na-
lon. Ejecutada con ventura la maniobra, evacuó Bonnet Desampara Bon-
á Oviedo y no paró hasta Cangas de Onis; asi para re- netapviedo.
forzarse, como también pasa ir en busca de acopios y pertrechos
de guerra, que solo muy escoltados podían llegar á su ejército.


Conmayorcircunspeccionqueenlaocasion anterior S e e n s e f ¡ o r e ( l
se adelantaron esta vez los nuestros, sacando ademas i*» tercera tes
de Oviedo todos los útiles de la fábrica de armas. Pre- " a c l u d a d '
caución tanto mas oportuna, cuanto Bonnet engrosado y de re-
fresco tornó en breve y obligó á los nuestros á retirarse, enseño-
reándose por tercera vez de la capital el 29 del mismo marzo. Los
españoles se recogieron entonces á su antigua linea del Nalon, po-
niendo su derecha en el Padrunc, camino real de León, y su iz-
quierda en Pravia.


Ni aun allí los dejaron quietos por largo tiempo los franceses,
teniendo que refugiarse, después de varios y reñidos choques, las
tropas de Asturias y Porlier á lineo y Somiedo, y la división ga-
llega al Navia. Prosiguieron' durante abril los reencuentros, sin
que les fuese dable á los enemigos dominar del todo el principado.


La ocupación de este no se hubiera prolongado á Estado de Ga-
haber puesto la junta del reino de Galicia mayor es- l i c i a-
mero en cooperar á que se evacuase. Dicha autoridad se hallaba
instalada desde el mes de enero, y si bien contaba entre sus indi-
viduos hombres de conocido celo é ilustración, no desplegó sin
embargo la conveniente energía, desaprovechando los muchos re-
cursos que ofrecia provincia tan populosa. Asi ni aumentó en estos
meses considerablemente su ejército, ni tampoco se atrevió al prin-
cipio á poner debido coto á los atrevimientos y oposición de la
junta subalterna de Betanzos, harto desmandada.


Con las reyertas que de aqui y de otras paites na- A | D O r o t o ^
cian, no solo se descuidaban los asuntos de la guerra, Ferrol. Muerte
r i • . . . , , de Vareas.
únicos entonces de urgencia, sino que se dio margen
á que en el mes de febrero gente aviesa suscitase en el Ferrol un
alboroto. Fue en él víctima del furor popular el comandante de ar-
senales Don José María de Vargas, sirviendo de pretexto para el
motín los atrasos que se debian á la maestranza. Restablecido el
sosiego formóse causa á algunas personas, y castigóse con el último
suplicio á una muger del pueblo que se probó haber sido la que
primero acometió é hirió al desgraciado Vargas.


La junta de Galicia disculpándose ademas, para no ayudar á
Asturias, con los temores de que los franceses invadiesen su propio
suelo por el lado de Astorga, cuya ciudad amenazaban y sitiaron
luego, desatendió las reclamaciones de aquella provincia, ni con-
vino tampoco en adoptar la proposición que su junta le hizo de




120 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


nombrar de acuerdo ambas corporaciones un mismo gefe militar;
puesto que la regencia á causa de la distancia no podia con pronti-
tud acudir al remedio de los males que causaba la división.


Mahy "general $olo e I general Mahy, á quien se habia confiado el
de las tropas do mando superior de las tropas de Galicia, procuró por
ao.uei remo. s j ^ ^ cuanto pudo auxiliar al principado. Mas el
asedio de Astorga, y tener que cubrir el Vierzo, obligábanle á
permanecer en Lugo y Villafranca con las principales fuerzas de
su ejército, que eran poco considerables,
s i t i o de Astorga ^ ° ' e i n c o m ° d a r o n sin embargo tanto como temiera


: los franceses, cuya mira se enderezaba á Portugal; ha-
biéndolos también detenido la defensa deAstorgamas porfiada de lo
que permitía la flaqueza de sus fortificaciones. Ciudad aquella anti-
gua , nunca fue plaza en los tiempos modernos, cercándola un muro
viejo flanqueado de medios torreones. Tres arrabales facilitaban
su acceso careciendo de fosó, estacada y de toda obra exterior.
La población, antes de 600 vecinos, ahora menguada con sus mu-
chos padecimientos. En el intermedio que corrió desde el anterior
ataque del pasado octubre hasta el de esta primavera del año de
1810, se trató de mejorar el estado de sus defensas, fortaleciendo
principalmente el arrabal de Reitibia con fosos, estacadas, corta-
duras y pozos de lobo. Se formaron cuadrillas de paisanos, y la
guarnición ascendía á unos 2,800 hombres. Continuaba siendo go-
bernador Don José María de Santocildes.


En febrero estaban los franceses alojados en las riberas del Or-
bigo hacia donde los nuestros para aumentar el repuesto de sus
víveres extendían las correrías. El 11 del mes el general Loison
con 9000 hombres y seis piezas de campaña se presentó delante de
la ciudad, haciendo el 16 intimación de rendirse. Contestó á ella
negativamente Santocildes, y entonces el general francés se alejó
de la plaza, sin que por eso cesasen sus guerrillas de tirotearse dia-
riamente con las nuestras. Asi se prosiguió hasta que el 21 de mar-
zo pensaron los franceses en formalizar el sitio.


Habíase arrimado hacia aquella parte el general Junot duque de
Abrantes, encargado del mando del 8 o cuerpo, vuelto á formar
de nuevo, y uno de los que habian de componer el ejército que
Napoleón destinaba contra los ¡ngleseá de Portugal. Habiéndose
Santocildes opuesto á recibir un pliego que Junot le expidiera,
comenzó desde luego este los trabajos del sitio. Impidieron su pro-
greso los cercados, y aun el 26 rechazaron una tentativa de los
sitiadores sobre el arrabal de Reitibia. Escaseaban los españoles de
cañones, y los que habia solo eran de menor calibre; carecíase
también de municiones; abundaba sí el entusiasmo de la tropa
y del paisanage. Por ambos lados se escaramuzaba sin cesar,
manteniendo los sitiados la esperanza de ser socorridos por el ge-
neral Mahy que permanecía en el Vierzo, cuyas avenidas observa-




LIBRO UNDÉCIMO. 121


ban atentamente los franceses, trabándose á veces pelea entre unos
y otros.


Mientras tanto concluida el 4 9 de abril la batería de brecha,
rompieron los enemigos el fuego en el siguiente dia con piezas de
grueso calibre, y se dirigieron contra la puerta de Hierro, por
donde aportillaron el muro. Con las granadas se incendió la cate-
dral, quemándose parte de ella y varias casas contiguas. El vecin-
dario y la guarnición se defendían con serenidad y denuedo. Prac-
ticable á poco tiempo la brecha, aunque Junot intimó por segunda
vez la rendición, amenazando pasar á cuchillo soldados y moradores,
se desechó su propuesta y se prepararon todos á repeler el asalto.
Emprendiéronle los enemigos, embistiendo, á la misma sazón que
la brecha abierta en la puerta de Hierro, [el arrabal do Reitibia.
Duró el ataque desde la mañana hasta después de oscurecido.
Los sitiados rechazaron con el mayor valor todas las acometidas
sin que los franceses consiguiesen entrar la ciudad. Vecinos y mili-
tare^ se mostraban resueltos á insistir en la defensa, mas desgra-
ciadamente era imposible. Ya no quedaban sino 24 C a p l t a l a
tiros de cañón, pocos de fusil; estando ademas des- ' 0
fogonadas las piezas y rotas sus cureñas. En tal angustia reunidas
las autoridades determinaron la entrega. Solo en el . Licenciado C o s -
ayuntamiento hubo un anciano de mas de 60 años, y *""-
dé nombre el licenciado Costilla, imagen por su esfuerzo de los
antiguos varones de León, que levantándose de su asiento prorum-
pió en las siguientes y enérgicas palabras : « Muramos como Nu-
< mantinos. »


Decidida la rendición se posesionaron los enemigos de Astorga
el 22 de abril en virtud de capitulación honrosa. Computóse la
pérdida que experimentamos en aquel sitio en 200 hombres^ supe-
rior la de los contrarios.


De esta manera los franceses de Castilla asegurando poco á poco
su flanco derecho, y teniendo en suspenso las provincias del norte
mientras José ocupaba las Andalucías, se disponían al propio
tiempo, según veremos en el libro próximo, á invadir á Por-
tugal.


Por su lado Suchet trató en Aragón de llamar ^
igualmente la atención de los españoles moviéndose
hacia Valencia. Antes habia este general ocupádose en sosegar su
provincia y sobre todo Navarra, cuyo reino, bastantemente tran-
quilo en un principio, comenzó á rebullir en tanto grado que con
trabajo transitaban los correos franceses, y apenas era reconocida
la autoridad intrusa fuera de la plaza de Pamplona.
Mina el mozo causaba tamaña mudanza. Obedecido M i n a e l m o z o "
por todas partes, y nunca descubierto ni vendido, dominaba Ja
comarca y aun obligó en enero al gobernador de Navarra á en-
trar con él en tratos para el cange de prisioneros.




122 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Disgustado el gobierno francés con tener á sus puertas tan osado
enemigo, encomendó al general Suchet el restablecimiento de la
tranquilidad en Navarra. Burló Mina por algún tiempo con su di-
ligencia y maña los intentos de los franceses, y especialmente
los del general Harispe, encargado en particular de perseguirle.
Acosado al lin no solo por este, sino también por tropas que se
destacaron de hacia Logroño y otras que salieron de Pamplona,
desbandó su gente y ocultó sus armas, aguardando reunir de
nuevo aquella luego que los enemigos le dejasen algún respiro. La
osadía de Mina era tal que aun después, yendo Suchet á Pamplona
con objeto de arreglar la administración francesa, bastante desor-
denada , disfrazóse de paisano y se metió cerca de Olite en un
grupo deseoso de ver pasar en el tránsito al general su contrario.
Arrojo á que también impelía la seguridad con que era dado re-
correr la tierra á los españoles que guerreaban contra los fran-
ceses.


Expedición d e El general Suchet, compuestas las cosas de Navar-
s a c h e t sobre r a , y llegando alli de Francia nuevas tropas, tornó á
v a i e n c i i . Aragón disponiéndose á invadir el reino de Valencia.
Proyecto que le fue indicado por el príncipe de Neuchátel, quien
finalizada la campaña de Austria volvió á desempeñar el empleo de
mayor general de los ejércitos franceses en España, no obstante
el mando en gefe dado al rey José : complicación de supremacías
que causaba, por decirlo de paso, encomiadas resoluciones, seña-
ladamente en las provincias rayanas de Francia, Modificáronse al
parecer por otras posteriores las primeras insinuaciones que res-
pecio á Valencia había hecho el príncipe de Neuchátel; pero no
pudiendo tampoco las últimas calificarse de órdenes positivas, pre-
firió Suchet. someterse á una terminante y clara que recibió del in-
truso escrita en Córdoba el 27 de enero, según la cual se le preve-
nía que marchase rápidamente la vuelta del Guadalaviar. No llegó
el pliego á manos de Suchet hasta el 15 de febrero, siendo dificul-
tosa la travesía por hormiguear los guerrilleros.


Resuelto el general francés á la empresa dejó en Aragón alguna
fuerza que amparase las comarcas mas amenazadas por los parti-
darios , y fortaleció varios puntos. Tres divisiones en que se distri-
buían las reliquias del ejército español de Aragón después de la
dispersión de Belchite llamaban con particularidad su atención.
Era una la que estaba á las órdenes de Don Pedro Villacampa, si-
tuada cerca de Villel partido de Teruel, en un campo atrinchera-
do , del que no sin trabajo la desalojó el general polaco Klopicki;
otra la que cubría la linea del Algas, regida por Don Pedro García
Navarro, que luego pasó á Cataluña; y la última la que andaba en-
tre el Cinca y Segre á cargo de Don Felipe Perena : divisiones to-
das no muy bien pertrechadas, pero que contaban unos 15,000
hombres.




LIBRO UNDÉCIMO. 125


Ascendiendo ahora el 3 e r cuerpo enemigo con los refuerzos veni-
dos de Francia á 50,000 combatientes, érale á Suchet mas fácil
tener en respeto á los aragoneses, asegurar las diversas comunica-
ciones y partir á su expedición de Valencia, para la cual llevó de
12 á 14,000 soldados escogidos.


Empezó pues á realizar su plan, y el 23 de febrero llegó en per-
sona á Teruel. En consecuencia el general Habert con una co-
lumna de cerca de 3000 hombres se dirigió el 27 sobre Morella,
debiendo continuar por San Mateo y la costa, y casi al propio
tiempo con la división de Laval y la brigada de Paris, componiendo
en todo unos 9,000 soldados, partió de Teruel siguiendo la ruta de
Segorbe el mismo Súchel. Al ponerse en marcha recibió de Paris
la orden por duplicado (habiendo sido interceptada la primera) de
desistir de la expedición de Valencia y formalizar los sitios de Lé-
rida y Mequinenza; pero tarde ya para variar de rumbo, ápesar
de la responsabilidad en que incurría, llevó adelante su propósito.


La lama de la inminente invasión llegó muy en E s t a d 0 d e 0 5 ( e
breve á Ja ciudad de Valencia, en donde con el temor r e i" 1 0 J O E L A C I U -
se desencadenaron las pasiones. El general Don José
Caro, en lugar de dirigirlas al único y laudable fin de la defensa,
fuese miedo, fuese deseo de satisfacer odios y personales rivalida-
des , dio rienda suelta á todo linage de excesos y á enojosas ven-
ganzas. No compensó hasta cierto punto tan reprensible conducta
con activas y oportunas providencias militares : medio seguro de
reprimir los malévolos, y de tener en su favor la gran mayoría de
los honrados ciudadanos. Un año era corrido desde que Caro man-
daba , y ni se babia fortificado Murviedro ni otros puntos importan-
tes, ni el ejército de línea se había aumentado mas allá de 11,000
hombres. La población en parte se encontraba armada, mas tan
oportuna providencia antes bien habia nacido de Ja espontaneidad
de los habitantes que de disposición enérgica de la autoridad su-,
perior, flojedad común á casi todos los gefes y juntas de España,
suplida, en cuanto era dado, por el buen seso y ánimo de los na-
turales.


En tanto las dos columnas francesas avanzaban. La de Morella
entró sin resistencia en la villa y ocupó el castillo, abandonada
por el coronel Miedes. La de Teruel se aproximó á Alventosa, en,
donde la vanguardia del ejército valenciano estaba colocada detras,
del barranco por donde corre el Mijares. Al principio las guerrillas
capitaneadas por Don José Lámar alcanzaron ventajas; mas luego
recibida orden de Caro de replegarse sobre Valencia, y al tiempo
que los franceses trataban ya de envolver la izquierda española,
se retiraron los nuestros el 2 de marzo sobradamente de prisa,
pues dejaron abandonados cuatro cañones de campaña. Entraron
después los franceses en Segorbe, ciudad que pillaron desamparada
por los habitadores.




124 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Llegó el 3 á Murviedro el general Suchet, en donde se le juntó
con su columna el general Habert. No estando todavía fortificado
aquel sitio, que lo fue de la antigua y célebre Sagunto, se sometió
la ciudad : encaminándose en seguida á Valencia los enemigos, ya
mas gozosos por comenzar á competir desde allí el cultivo del hom-
bre con la lozanía de la vegetación.


Según se iban los franceses aproximando á la ciudad crecía en
ella la fermentación, y mas se desbocaba Don José Caro en come-
ter tropelías. Envió á San Felipe de Játiva la junta superior, y creó
una comisión militar de policía, instrumento de sus venganzas.
Cierto que para ellas habia un pretexto honroso en secretos tratos
que el enemigo mantenía dentro de Valencia; pero en vez de solo
descargar sobre los culpados la justicia de las leyes, arrestáronse
indistintamente y para satisfacer enemistades buenos y malos pa-
triotas.


Malógrasele a En tal estado presentáronse los franceses delante
sucnct su « p e - de Valencia el 5 de marzo, estableciendo Suchet en el


c o n ' Puig su cuartel general. Ocuparon fuera de los muros
y á la izquierda del Guadalaviar el arrabal de Murviedro, el colegio
de San Pió V, el palacio real , el convento de la Zaidia y otros, ex-
tendiéndose al Grao y su comarca en gran detrimento de los pue-
blos. Intimó el 7 el general Suchet á Don José Caro la rendición,
quien en esté caso respondió cual debia. Se mantuvo Suchet hasta
el 10 en las cercanías esperando á que estallase en su favor dentro
de la ciudad una conmoción; mas saliendo fallida su esperanza y
temeroso de las guerrillas que se formaban en su derredor, levantó
el campo en la noche del 10. al 11 y retrocedió por donde había
venido.


Pozobiauco Grande algazara y justa alegría se manifestó en Va-
lencia al saberse el alejamiento del enemigo. Mas no


por eso cesó Caro en sus persecuciones. Varios de los presos aun-
que inocentes continuaron encarcelados, y fue ahorcado el barón,
de Pozoblanco. Dudamos aun si este infeliz era ó no delincuente, y
si en realidad habia seguido correspondencia con el enemigo.
Natural de la isla de la Trinidad unian en otro tiempo á él y á Caro
estrechos vínculos, que tuvieron principio cuando el último visitaba
como marino las costas americanas. Convirtióse después en odio la
antigua amistad, y se acusó á Caro de haber usado en aquel lance
de la potestad suprema no imparcial ni desapasionadamente.


Suchet al retirarse se encontró con muchos paisanos armados
que se habían levantado á su espalda, y también con la noticia de


ventajas de los
< l u e e * r e m o ^ Aragón aprovechándose de su ausencia


españoles en Ara- comenzaba de nuevo á estar muy movido. En efecto
8 0°" Don Pedro Villacampa revolviendo el 7 de marzo so-
bre Teruel habia entrado la ciudad y obligado al coronel Pilque á
encerrarse con su guarnición en el seminario ya de antes fortifi-




LIBRO UNDÉCIMO. 125


cado. No contento aun asi el español había salido á esperar y co-
gido en la venta de Malamadera á corla distancia de Teruel un
convoy enemigo procedente de Daroca. Apoderóse de 4 piezas, de
unos 200 hombres y de muchas municiones. Otro tanto hizo por
opuesto lado con una compañía de polacos avanzada en Alventosa.
El seminario, estrechado por los nuestros y próximo á caer en sus
manos, se libertó el 12 de marzo con la llegada del ejército de
Suchet que forzó á Villacainpa á alejarse. Don Felipe Perena tam-
bién por el Cinca habia hecho sus correrías, destruyendo en Fraga
el puente y los atrincheramientos enemigos.


El 17 volvió Suchet á Zaragoza y quiso ante todo acabar con
Mina el mozo que por su lado se había igualmente adelantado á las
Cinco Villas. Inquietó bastante este caudillo en aquellos C a e
dias á los franceses; mas perseguido en Aragón por M i ° a e l moM>-
el gobernador de Jaca y el general Harispe, y en Navarra por Du-
four, cayó desgraciadamente el 31 en poder de los puestos fran-
ceses que al cogerle le maltrataron. Sin detención lleváronsele á
Francia, y le encerraron en el castillo de Vincennes, donde per-
maneció como tantos otros españoles hasta 1814'. Sucedióle su tio
el renombrado Don Francisco Espoz y Mina, quien s m ^ i e su «o
con sus hechos y mejor fortuna oscureció las breves E s p o í y M i n a -
glorias de su sobrino.


Arregladas las cosas de Aragón trató Suchet de cumplir con lo
que se le habia mandado de París sitiando á Lérida. No por eso
estaba bajo su dependencia Cataluña encomendada al mariscal
Augereau , dejando solo á cargo del primero el asedio de las pla-
zas que formaban, por decirlo asi, cordón entre aquel principado
y las provincias rayanas.


De luto habia cubierto á Cataluña la caida de Ge- E s t a i j 0 d e C a_
roña. Don Joaquín Rlake por su parte no admitiéndole taima.-
la central la dejación que repetidamente habia hecho de su mando,
se separó de autoridad propia en 10 de diciembre de su ejército,
poniendo interinamente á su cabeza al marqués de Portago. Motivó
semejante resolución haber aprobado la central contra el dictamen
de dicho general lo determinado por el congreso catalán de levan-
tar 40,000 hombres de somaten. Blake quería crear cuerpos de
línea y no reuniones informes de indisciplinados paisanos. Pero
los catalanes, apegados á su antigua manera de guerrear, hallaron
arrimo en el gobierno supremo, desatendiéndose las reflexiones jui-
ciosas y militares de Blake, quien en medio de sus conocimientos
no gozaba de popularidad á causa de su mala estrella.


Ausente, este general no quedó Portago largo tiempo en el
mando, pues cayendo enfermo dejó en su lugar á Don Jaime Gar-
cía Conde, sustituido también en breve por el general mas antiguo
Don Juan Henestrosa. El congreso catalán, después de expedir va-
rias providencias en favor de la defensa del principado, tomando




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


para darlas mas bien consejo de los falsos conceptos del provincia-
lismo, qiie de atento é imparcial juicio, se disolvió y quedó sola
para el despacho de los negocios la junta superior.


El somaten que se había levantado no produjo el efecto que
esperaban los catalanes. Apareció tarde y al caer Gerona, y no
queriendo tampoco los partidos desprenderse de sus respectivos
contingentes para prestarse mutuo auxilio, faltó el necesario con-
cierto. Permaneció en Vique el grueso del ejército español, te-
niendo apostado en el Grao de Olot un cuerpo volante. Claros
estaba hacia Besalú, y Rovira camino de Figueras, ambos con
bastante fuerza á causa de los somatenes que se les agregaron.
Para despejar el pais y asegurar las comunicaciones con Francia
marcharon contra ellos los generales Souham y Verdier. Hubo
con este motivo varios reencuentros de los que se contaron algunos
favorables para los somatenes. En los mismos dias el enemigo que
de todos lados acometía hizo de Francia inútiles esfuerzos contra el
valle de Aran.


Dispuso en seguida Augereau que 10,000 hombres suyos
yendo sobre Vique atacasen el ejército español. Trabáronse por
aquella parte desde I o de enero frecuentes y reñidos combates
honrosos para los españoles, pues con fuerza inferior hicieron
rostro á contrarios aguerridos. Pero viendo los nuestros la su-
perioridad de los franceses, celebraron el 12 consejo de guerra
y determinaron replegarse hacia Manresa y Tarrasa, dejando


en Tona una división al mando del general Porta,
vanas acciones. g¡fl . u j e r o r i a u n entonces las refriegas. Los fran-
ceses entraron en Vique, y avanzando se encontraron con los nues-
tros el 14 y 1 5 , siendo de notar la acción habida en Moya, en la
que los generales Odonell y Porta rechazaron á los enemigos de
los que perecieron mas de 200. El primero peleó con ventaja hasta
como soldado y cuerpo á cuerpo.


Urgíale en tantoal mariscal Augereau, aseguradas en algún modo
sos comunicaciones con Francia, abrir las de Barcelona, plaza que
empezaba á estar apurada por falta de bastimentos. Conveniente


Bloqueo de
e r a P a r a e " ° l f t t o m a de Hostalrich, pero no cediendo


h o s i a w c n . el gobernador á las intimaciones, Augereau asi que
ocupó la villa dejó al coronel Mazzuchelli encargado de bloquear el
castillo. Arrimó tambjen alli las fuerzas de Souham para alejar á
ios somatenes, y él en persona dispúsose á marchar prontamente
sobre Barcelona.


La población de esta ciudad habia disminuido careciendo de tra-
bajo los fabricantes y sus operarios, y avergonzada la mocedad de
no acudir al llamamiento que por medio de su congreso y junta
continuamente les hacia la provincia. El general Duhesme mandaba
como antes en Barcelona, y con frecuencia se veía obligado á ir
en busca de víveres teniendo que atacar á los somatenes y á uña




LIBRO UNDÉCIMO. 127
división que siempre permaneció en el Llobregat, cuyas fuerzas re­
unidas estrechaban la plaza, acorralando á veces dentro de ella á
las tropas francesas.


Augereau aunquehostigadopor las guerrillas se ade­ V a A n j e a n ai
lantó con el convoy y 9000 hombres, y Duhesme se­ a e B a r ­
guido de unos 2000 salió de Barcelona hasta Granollers c 0 *'
á su encuentro. De hacia Tarrasa desembocó para interceptar el so­
corro el marqués de Campoverde, al paso que Orozco comandante
de la división del Llobregat llamaba de aquel lado la atención.


Campoverde atacó el 20 en Santa Perpetua á Du­
hesme haciéndole 400 prisioneros : júntesele después D o í e ^ e e n s a n -
Porta que acudió por Casteltersoll, y ambos en Mollet M ^ e ? 6 1 " " 1 *"
cayeron sobre el 2 o escuadrón de coraceros y le cogie­
ron casi entero. Felizmente para la demás tropa del general Du­
hesme llegó á tiempo Augereau libertando á un batallón que se de­
fendía en Granollers. En seguida pudieron los franceses sin obstá­
culo meter el convoy en Barcelona.


Aquel mariscal, cumpliendo de este modo con el principal objeto
de su expedición, quitó á Duhesme el gobierno de Entra Amjereau
aquella plaza, nombró en su lugar á Mathieu, y se re­ e n в<"'" , l0I" ,•
plegó á Hostalrich, temiendo que de nuevo se le estorbara el paso.


Con tanta mayor razón se mostraba desconfiado O d o n c l l n o m
cuanto Don Enrique Odonell iba á capitanear las tro­ general « 8
pas de Cataluña. Asi lo ansiaba el principado, y el 21 * " u n a ­
de enero se recibió la orden de la junta central, á la sazón todavia
existente, confiriendo á aquel general el mando supremo.


Odonell, mozo activo y valiente, codicioso de gloria aunque algo
atropellado, se había atraído las voluntades de los catalanes con su
adhesión á la causa de la independencia y su gran intrepidez, mos­
trada ya en el primer cerco de Gerona. Ahora autorizado empezó á
obrar con diligencia y á mejorar la disciplina. Distribuyó igual­
mente su ejército en nuevas brigadas y divisiones, reconcentrando
el 6 de febrero en Manresa casi toda la fuerza disponible. Solo dejó
en Martorell y línea del Llobregat la 3 a división á las órdenes del
brigadier Martínez.


El nuevo general llegó pronto á tener consigo 8000 Ejército que
infantes y 1000 caballos bien dispuestos. El 14 de fe­ i n n , a "
brero atacó con feliz éxito á los enemigos cerca de Moya, y el 19
se aproximó á Vique con ánimo de desalojarlos. Siguió Acción o>v¡que,
lo principal de su fuerza el camino que de Tona se e l 1 9 1 1 8 febrero,
dirige á aquella ciudad, marchando una columna vía de San Cul­
gat hasta la altura del Vendrell, donde se paró. A las nueve de la
mañana la vanguardia ó sea cuerpo volante mandado por Sarsfield
rompió el fuego. Una hora después cundió por toda la línea soste­
nido con tenacidad de ambas partes. Mandaba á los~ franceses el
general Sonham. Carecían los nuestros de cañones, no habiendo*




128 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


podido traerlos por lo fragoso de la tierra; no mas de dos tenían los
contrarios. A las doce se reforzaron los últimos con 2500 hombres
que se les juntaron de Vique. Entonces Odonell, que conservaba á
sus inmediatas órdenes la división situada en las alturas del Ven-
drell, bajó con ella al llano. Avivóse el fuego y continuó reciamente
hasta las tres de la tarde, en cuya hora flanqueado Porta que regia
el ala izquierda, á pesar de los esfuerzos de Odonell quedaron des-
baratados los nuestros y se retiraron á Tona y Collsuspina. Perdi-
mos entre muertos y heridos 900 hombres, otros tantos prisioneros:
no fue corto el daño que experimentaron los franceses, siendo re-
ñida la acción aunque malograda para los españoles.


Pertinaidefen- Aguardaba en el intermedio el mariscal Augereau á
sa de Hostairich. o r ¡ i ias del Tordera refuerzos de Francia, y apretaba la
división de Pino el bloqueo de Hostalrich. Situado este castillo en una
elevada cima, enseñorea el camino de Barcelona, obstruyendo de
consiguiente en tiempo de guerra las comunicaciones. Don Julián de
Estrada, entonces gobernador resuelto á defenderle hasta el último
trance, decía : « Hijo Hostalrich de Gerona debe imitar el ejemplo
« de su madre.»Cumplió Estrada su palabra desoyendo cuantas pro-
posiciones se le hicieron de acomodamiento. JJesde el 13 de enero
hasta el 20 del mes inmediato, limitáronse los franceses á bloquear
el castillo, mas en aquel dia comenzó horroroso bombardeo.


socorre de míe- ^ propio tiempo fueron llegando á Augereau los
v o Augereau » refuerzos de Francia que hicieron ascender su ejército
Barcelona. ^ c o r n e n z a r raarz0 a 30,000 combatientes sin contar
la guarnición de Barcelona. Escasa nuevamente esta plaza de me-
dios tuvo Augereau que volver á su socorro, y consiguió no obs-
tante pérdidas y tropiezos meter dentro un convoy.


Retirase o d o n - Semejante movimiento obligó á Odonell á reple-
n e i u Tarragona. g a r s e ? mayormente coincidiendo con la correría que
por aquel tiempo hizo Suchet sobre Valencia. El 21 entró en Tar-
ragona el general español, y acampó en las cercanías el grueso de
su ejército. Juntósele la división aragonesa del Algas ó sea de Tor-
tosa compuesta de unos 7000 hombres. No sé estuvo Odonell
quieto allí sino que luego ejecutó otros movimientos.


F e u i ataque de Tal fue el que verificó al concluirse marzo, noticioso
Don Juan c a r o . ¿e q U e e n yiiiafranca del Panadés se alojaba un trozo
bastante considerable de franceses. Envió pues contra ellos á Don
Juan Caro, asistido de 6000 hombres. Viendo los enemigos que los
nuestros se aproximaban se encerraron en el cuartel de aquella vi-
lla, fuerte edificio sito á la entrada, pero en breve á pesar de su
precaución y resistencia tuvieron que capitular cayendo prisione-
ros 700 hombres. Portóse Caro con destreza y bizarría y quedó
herido.


Sucedióle en el mando Campoverde, quien marchó sobre Man-
resa para darse la mano con Rovira, siendo el intento de Odonell




LIBRO UNDÉCIMO. 129
distraer al enemigo y si era posible auxiliar á Hostalrich. El gene-
ral Svvartz hacia por aquellas partes frente á los somatenes, cuya
tenacidad desconcertaba al francés y aun le causaba á veces desca-
labros. En principios de abril tomó la resistencia tal incremento,
que asustado Augereau salió el I I de Barcelona y se dirigió á Hos-
talrich para impedir los socorros que los españoles querían intro-
ducir en el castillo, como ya lo habían conseguido una vez guiados
por el coronel Don Manuel Fernandez Villamil.


Sin embargo todo ya era de mas. La penuria del Evacúan ios es-
fuerte tocaba en su último punto, faltando hasta el 4 H o s~
agua de los aljibes , única que surtía á la guarnición.
El bizarro gobernador, los oficiales y soldados habían lodos sobre-
llevado de un modo el mas constante la escasez y miseria, que igualó
si no sobrepasó la de Gerona. Mas desesperanzado Estrada de re-
cibir auxilio alguno, y prefiriendo correr los mayores riesgos á ca-
pitular, resolvió salvarse con su gente de la que aun le quedaban
1200 hombres. A las diez de la noche del 12 púsose en movimiento
y salió por el Jado de poniente descendiendo la colina de carrera.
Cruzó en seguida el camino real y atravesando la huerta llegó, re-
pelidos los puestos franceses, á las montañas detras de Masanas y á
Arbucias. Mas en aquel parage descarriado el valiente Estrada tuvo
la desgracia de caer prisionero con tres compañías. El resto que as-
cendía á 800 hombres sacóle á buen puerto el teniente coronel de
artillería Don Miguel López Baños, quien el 14 entró en Vique,
ciudad libre entonces de franceses. Estrada no se rindió sino después
de viva refriega, y Augereau, aunque incomodado con que se le es-
capase la mayor parte de la guarnición, hizo alarde en gran ma-
nera de haberse hecho dueño de su gobernador. De poco le sirvió
tan feliz acaso, pues no lardó en desgraciarse con Napoleón quien
nombró para sucederle al mariscal Macdonald. Dícese
que contribuyeron á su remoción quejas de Suchet, MacdonaTdS-
desazonado porque no le ayudaba debidamente en sus i e „ 4 A»s»™ra


r * J en Cataluña.


empresas.
De estas una délas principales era la que por en- p a rte sucnet»


tonces y después de su retirada de Valencia intentaba L é T l ú a -
contra Lérida, conformándose con la orden que se le dio de París.
Asi después de dejar un tercio de su fuerza en Aragón á las órde-
nes del general Laval, se enderezó con lo restante á Cataluña. Pero
destruido por los españoles el puente de Fraga, y estando de
aquel lado próximo el castillo de Mequinenza, prefirió Suchet el
camino mas directo, el de Alcubierre, y estableció en Monzón sus
almacenes y hospitales.


Se hallaba á la sazón en Balaguer Don Felipe Perena Entran sus tropas
con alguna fuerza, y aunque es ciudad en que no que- m laguer,
dan sino reliquias de sus antiguos muros, interesaba á los france-
ses su posesión á causa de un famoso puente de piedra que tiene


ii. 9




150 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


sobre el Segre. Atento á ello ordenó Suchet al general Habert que
atacase á los españoles. Mas Peceña creyendo ser desacuerdo re-
sistir á fuerzas tan superiores cejó á Lérida, y los franceses entra-
ron en Balaguer el 4 de abril.
s i t io de Lérida ^ ' ^ embistió Suchet aquella plaza. Asentada Lé-


rida á la derecha del Segre, rio que también allí se
cruza por hermosa puente, ha sido desde tiempos remotos ciudad
muy afamada. En sus alrededores acabó César con Afranio y Pe-
treyo del partido pomptíyano, y antes cuando estos ocupaban la
ciudad pasó aquel caudillo grandes angustias, acampado en la al-
tura en donde ahora se divisa el fuerte de Carden. Eu la defensa de
este, y sobre todo en la del castillo colocado al extremo opuesto
del lado del norte en la cumbre de un cerro, consiste la principal
fortaleza de Lérida, si bien ambos no se prestan entre si grande
ayuda. Muro sin foso ni camino cubierto, parle con baluartes,
parte con torreones, rodea lo demás del recinto. Algunas obras
nuevas se habían ejecutado, á saber : una á la entrada del puente
y también dos reductos llamados del Pilar y San Fernando en la
meseta de Garden, en el parage opuesto á la plaza, fuera de cuyos
muros está situado aquel fuerte. La población que ya ascendía á
mas de 12,000 almas se hallaba aumentada con los paisanos que
del campo se habían refugiado dentro. Contaba la guarnido!. 8000
hombres inclusa la tropa de Perena. Mandaba como gobernador
Don Jaime García Conde.


Todavía los franceses no habían empezado los trabajos del sitio,
y ya Don Enrique Odonell pensó en hacer levantarle ó por lo menos
en socorrer Iaplaza. Ignoraba su intenioel general francés, por lo que
el 21 de abril avanzó este hasta Tárrega, temiendo solo á Campo-
verde que vimos se adelantara hacia Manreza; tanto sigilo guarda-
ban los catalanes de rara y laudable fidelidad.


Odonell se había el día antes puesto en marcha con
teotat iva^eodo* (¡000 infantes y 600 caballos, y el 22 sabiendo por el
™"laMp™za°cor~ gobernador de Lérida que parte del ejército francés


se habia alejado de la plaza miró como asegurada su
empresa. Empezó pues Odonell en la mañana del 23 á aproximarse
ala ciudad siguiendo el llano de Margalef, repartida su fuerza en
tres columnas, una mas avanzada por el camino real, las otras dos
por los costados. Desgraciadamente sabedor al fin Suchet de la sa-
lida de Odonell de Tarragona tornó de priesa hacia Lérida, y
tomó oportunas disposiciones para que se malograse el plan del ge-
neral español. Caminaba este confiado en su triunfo, cuando de
repente se vio arremetido por fuerzas considerables. El general
Harispe trabó luego pelea con la I a columna, y Musnier saliendo
de Alcoletge acometió á la que iba por la derecha del camino. Los
nuestros se desordenaron, principalmente la caballería arrollada
por un regimiento de coraceros. Odonell aunque sobrecogido con




LIBRO UNDÉCIMO. Í5Í


tal contratiempo pudo juntar parte de su gente, y antes de anoche-
cer retirarse con ella en buen orden camino de Montblanc. La
pérdida de las dos columnas atacadas fue sin embargo considera-
ble, quedando prisioneros batallones enteros.


Los franceses queriendo aprovecharse del terror que aquel des-
calabro infundiría en los leridanos embistieron en la misma noche
los reductos del fuerte de Garden. Dichosos los enemigos al prin-
cipio en el ataque del Pilar, salieron mal en el de San Fernando,
teniendo que retirarse y aun evacuar el primero que ya habian
ocupado.


Al dia siguiente tanteó el general Suchet el ánimo del goberna-
dor, proponiendo á este para hacerle ver lo inútil de la defensa que
enviase personas de su confianza que por sí mismos examinasen la
pérdida que en el dia anterior habian los españoles padecido en
Margalef. La réplica de García Conde fue enérgica y concisa. « Se-
« ñor general, dijo, esta plaza nunca ha contado con el auxilio de
« ningún ejército. » Lástima que á las palabras no correspondiesen
los hechos como en Zaragoza y Gerona.


Empezaron los franceses el 29 de abril los trabajos de trinchera,
escogiendo por frente de ataque el espacio que media entre el ba-
luarte de la Magdalena y el del Carmen, que era por donde embis-
tió la plaza el duque de Orleans en la guerra de sucesión.


Los sitiados no repelieron con grande empeño los aproches del
enemigo. Asi esta defensa no fue larga ni digna de memoria. Me-
rece no obstante honrosa excepción la resistencia que hizo en la
noche del 12 al 13 de mayo el reducto de San Fernando, ya bien
sostenido como arriba hemos dicho en una primera acometida. En
la última se defendió con tal tenacidad que de 500 hombres que le
guarnecían apenas sobrevivieron 60.


Los franceses asaltaron el 15 del mismo mes la ciudad, y la en-
traron sin tropezar con extraordinarios impedimientos. La guar-
nición se recogió al castillo, en donde también se metieron casi
todos loshabitantes viendo que los acometedores no les daban cuar-
tel. Crueldad ejecutada de intento, para que hacinados muchos
individuos en corto recinto obligaran al gobernador á rendirse.
Hubiera sin embargo García Conde podido despejar aquella forta-
leza echando fuera la gente inútil, pero Suchet, para no desapro-
vechar la ocasión de acabar en breve el sitio, empezó desde luego
á tirar bombas, las cuales, cayendo sobre tantas personas apiñadas
en reducido espacio, causaron en poco tiempo el mayor estrago.
Blandeando el ánimo de García Conde con los lamentos de muge-
res , niños y ancianos, y forzado hasta cierto punto
por la junta corregimental que creía que nada impor- CM"S e n ^ í ™ !
taba la defensa del castillo si la ciudad perecía, capi- ™ d e s e s n c a s t u
tuló el 14, habiendo los franceses concedido á la
guarnición los honores de la guerra. Ejemplo que siguió el fuerte




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de Garden. Pérdida sensible la de Lérida, conquista que abria álos
invasores las comunicaciones entre Aragón y Cataluña.


Tachóse á García Conde de traidor, opinión que adquirió cré-
dito con haber después abrazado el partido del gobierno intruso.
Lo cierto es que era hombre de limitados alcances, y juzgamos que
su conducta mas bien dimanó de esto y de fatal desdicha que de
premeditada maldad.
Tamwen ei roer- Por entonces, para que las desgracias vinieran jun-
te de las Medas. t a s > ocuparon también los franceses el fuerte de la
isla de las Medas al embocadero del T e r , puesto importante mala-
mente entregado por el gobernador español Don Agustín Cailleaux.


Asi iban de caida los cosas de Cataluña, no habiendo acontecido
en lo restante de mayo y en el inmediato jumo sino acometidas
parciales de somatenes y guerrilleros que siempre hostigaban al
enemigo. Don Enrique Odonell molestado d e sus heridas dejó
por unos pocos dias su puesto á Don Juan María de Villena. Con-
taba el ejército á pesar de sus pérdidas 21,798 hombres, inclusas
las guarniciones de las plazas, entre las que Tarragona se miraba
como la base de las operaciones. En esta ciudad volvió Odonell á
empuñar el I o de julio el bastón del mando con objeto de instalar
allí el 17 del mismo mes un congreso catalán que de nuevo habia
convocado para reanimar el espíritu algo abatido de los naturales,
y buscar medio dé oponerse con fuerza al mariscal Macdonald,
quien daba muestras de obrar activamente,
sncesos de A r a - Por su parte el general Suchet terminada la expe-


s m - dicion de Lérida pensó en poner sitio á la plaza de
Mequinenza. Mientras duró el de la primera hubo muchos y par-
ciales combates, ya en las comarcas septentrionales de Cataluña
que lindan con Aragón, y ya en Aragón mismo. Aqui hizo contra
los franceses de Alcañiz una tentativa infructuosa Don Francisco
de Palafox destinado por la regencia á aquellas partes, siendo mas
afortunado Don Pedro Villacampa en una sorpresa que dio el 13
de mayo á los enemigos en Purroy partido de Calatayud, en don-
de cogió al comandante Petit con un convoy y mas de 100 hom-
bres.


Las ventajas conseguidas por aquel caudillo irritaron á los fran-
ceses , quienes desde el 14 de mayo se pusieron á perseguirle, par-
tiendo de Daroca el general Klopicki. Fuese retirando Villacampa
y no paró hasta Cuenca. Siguieron de cerca su huella los enemigos
sin llegar á aquella ciudad, pero dejando rastra de su paso en Mo-
lina y demás pueblos del camino. Diversos choques de menor im-
portancia acaecieron también en otros puntos de Aragón : porfia-
do pelear que cansaba sobremanera á los franceses,
s i t i o de Meqni- Del 15 al 20 de mayo embistió el general Musnier


nenza. j a p | a z a d e Mequinenza, importante por su situación
y necesaria para enseñorear el Ebro. Villa esta de 1500 vecinos




LIBRO UNDÉCIMO. 153


estriba su principal defensa en el castillo, antigua casa fuerte de
los marqueses de Ay tona, colocado en lo alto de una elevada mon-
taña de áspera é inaccesible subida por todos lados, excepto por
el de poniente que se dilata en planicie, cuyo frente amparan un
camino cubierto, foso y terraplén abaluartado revestido de mani-
postería. Guarnecían la plaza 1200 hombres. Gobernábala como
antes el coronel Don Manuel Carbón, y dirigía la artillería Don
Pascual Antillon, ambos oficiales muy distinguidos.


No tenia el castillo otros aproches sino los que ofrecía á la parte
occidental la planicie mencionada, y no era cosa fácil traer hasta
ella artillería. Pronto discurrió la diligencia francesa medio de
conseguirlo, abriendo desde Torriente y por la cima de las mon-
tañas un camino que viniese á dar al punto indicado. Tuvieron los
enemigos concluida su obra el I o de junio, y en el intermedio no
descuidaron tomar en rededor y en ambas orillas del E b r o , y en
las del Segre su tributario, los puestos importantes. L a taa„ i o s
Entraron los sitiadores la villa en la noche del 4, al 3 , franceses,
la saquearon y prendieron fuego á muchas casas. Las tropas se
refugiaron en el castillo. El gobernador resistió alli cuanto pudo
los ataques de los franceses, mas arruinadas ya las principales de-
fensas, y no habiendo abrigo alguno contra los fuegos enemigos,
se entregó el 8 quedando la guarnición prisionera de guerra.


La víspera de la rendición habia llegado á Mequinenza el gene-
ral Suchet, quien deseando sacar de su triunfo la T o m a n t a m
mavor ventaja, despachó dos horas después de la en- M™ ei castmo de


i i TU- » • i Morella.
trega al general Montmane para que se apoderase
del castillo de Morella, lo que ejecutó dicho general sin obstáculo
el 13 de junio. Posesión, que aunque no tan importante como la
de Mequinenza, éralo bastante por estar situado aquel fuerte en
los confines de Aragón y Valencia, y porque asi iban los fran
ceses preparándose á nuevas empresas, y afianzaban poco á poco
y de un modo sólido su dominación.


No obstante hallábase esta lejos de arraigarse. Los
pueblos continuaban casi por todas partes haciendo
guerra á muerte á los invasores, y la isla gaditana, punto céntrico
dé la resistencia, no solo mantenía la llama sagrada del patriotismo,
sino que la fomentaba procurando ademas acrecer y mejorar en su
recinto las fortificaciones.


De nada influyó para no llevar adelante semejante T l 0 8 r r a n ,
propósito la pérdida de Matagorda acaecida el 22 de ^ « » Matagor-
abril. Situado aquel castillo no lejos de la costa del
Caño del Trocadero, sostuviéronle con tenacidad los ingleses encar-
gados de su defensa, y solo le abandonaron ya convertido en rui-
nas. Luego mostró la experiencia lo poco que sus fuegos perjudi-
caban á las comunicaciones por agua y sus proyectiles á la plaza.


El mismo día de la evacuación del mencionado fuerte fondeó




134 REVOLUCfON DE ESPAÑA.
Manda Biake


c n b a m a ™ ' e n d o del reino de Murcia Don Joaquín
ei ejército de ía Blake, nombrado por la regencia para suceder al de
l s l a ' Alburquerque en el mando de la isla gaditana, cuyas
fuerzas, sin contar las de los aliados ni la milicia armada, ascendian
de 17 á 18,000 hombres, engrosado el ejército con los dispersos
y reliquias que de la costa aportaban, y con nuevos alistados que
acudían hasta de Galicia. A la llegada de Blake consideróse dicho
ejército como parte integrante del denominado del centro, que se
alojaba en el reino de Murcia, repartiéndose entre ambos puntos
las divisiones en que se distribuía.
Trasudase á cá- El consejo de regencia trasladóse el 29 de mayo


dis ía regencia. ¿e j a ¡ s ] a ¿ e L e o n a Cádiz, y escogió para su morada
el vasto edificio de la aduana. Se le reunió por aquellos dias el
obispo de Orense que no habia hasta el 26 arribado al puerto, re-
tardado su viage, por la distancia, ocupaciones diocesanas y malos
tiempos.


En este mes nada muy importante en lo militar avino
craía 'do's ¿ ^ 0 - en Cádiz, sino el haber varadp en la costa de enfrente
nes de prisione- ¡ o s p O n i O 0 e s Castilla y Argonauta llenos de prisioneros


franceses. Aprovecháronse los que estaban á bordo
del primero de un furioso huracán que sopló en la noche del 15 al
16 para desamarrar el buque y dar á la costa ; eran unos 700 , los
mas oficiales. Imitáronlos el 26 los del Argonauta 600 en número,
sin que pudiesen estorbar su desembarco nuestras baterías y ca-
ñoneras.


Con este motivo han clamoreado muchos extran-
Trato de estos. g e r o s ; Y j [Q e s m a s r a r 0 ^ i n g | e s e S j contra el mal
trato dado á los prisioneros, y sobre todo contra la dureza de man-
tenerlos tanto tiempo en la estrechura de unos pontones. Nos lasti-
mamos del caso y reprobamos el hecho, pero ocupadas ó invadidas
á cada paso las mas de nuestras provincias, imposible era para
custodia de aquellas buscar dentro de la península paraje seguro
y acomodado, La Gran Bretaña libre y poderosa permitió también
que en pontones gimiesen largos años sus muchos prisioneros.
Quisiéramos que nuestro gobierno no hubiese seguido tan de-
plorable ejemplo, dando asi justa ocasión de censura á ciertos his-
toriadores de aquella nación tan prontos á tachar excesos de otros
como lentos en advertir los que se cometen en su mismo suelo.


Pasanaias na gobierno español sin embargo habia resuelto
íeares , su trato suavizar la suerte de muchos de aquellos desgracia-
a l l i" dos, enviando á unos á las islas Canarias y á otros á
las Baleares. Dichosos los primeros, no cupo á los últimos igual
ventura. Alborotados contra ellos los habitantes de Mallorca y Me-
norca á causa de la relación que de las demasías del ejército fran-
cés les venia de la península, necesario fue conducirlos á la isla
de Cabrera, siendo al embarco maltratados muchos y aun algunos




LIBRO UNDÉCIMO. 153


muertos. Aquella isla al sur de Mallorca, si bien de sano temple y
no escasa de manantiales, estaba solo poblada de árboles bravios
sin otro albergue mas que el de un castillo. Suministráronse tien-
das á los prisioneros, pero no las bastantes para su abrigo, como
tampoco instrumentos con que pudiesen suplir la falta de casas fa-
bricando chozas. Unos 7000 de ellos la ocuparon, y llegó á colmo
su miseria, careciendo á veces hasta del preciso sustento, ora por
temporales que impedían ó retardaban los envíos, ora también
por flojedad y descuido de las autoridades. Feo borrón que no se
limpia con haber en ello puesto al fin las cortes conveniente reme-
dio, ni menos con el bárbaro é inhumano trato que al mismo
tiempo daba el gobierno francés á muchos gefes é ilustres españoles
sumidos en duras prisiones y castillos, pues nunca la crueldad
agena disculpó la propia.


Entre tantO el gobierno español no SOlo atendió Resistencia en las
en su derredor á la defensa de la isla gaditana, sino Andalucías,
que también pensó en divertir la atención del enemigo, molestán-
dole en las mismas Andalucías y provincias aledañas. Dos de los
puntos que para ello se presentaban mas cercanos é importantes
eran al ocaso el condado de Niebla, y al levante la serranía de
Ronda. El primero ademas de ser tierra costanera, y en partes
montuosa, respaldábase en Portugal, para cuya invasión tenian
los enemigos que prepararse de intento; y por lo que respecta á
Ronda favorecía sus operaciones y alzamiento la vecina é inexpug-
nable plaza de Gibraltar, depósito de grandes recursos, princi-
palmente de pertrechos de guerra.


La regencia, para dar mayor estímulo á la defensa, Condado de Kíe-
encargó ei mando de aquellos distritos á gefes de su b l a '
confianza. Para el condado escogió á Don Francisco de Copons
y Navia que permanecía en Cádiz después que en febrero arri-
bó alli con su división. Partió pues el general nombrado, y el
14 de abril tomó el mando de aquel pais, muy trabajado con las
vejaciones del enemigo, y solo defendido por unos 700 hombres
remanente de cuerpos dispersos ó situados en otras partes. Procuró
Copons unir y aumentar esta masa bastante informe, recoger los
caudales públicos, mantener libre la comunicación de la costa con
Cádiz, y hostigar con frecuencia á los franceses. Consiguió su ob-
jeto si bien con suerte varia, teniendo á veces que replegarse á
Portugal.


Del lado de Ronda la resistencia fue mayor, mas serranía de
empeñada y duradera. Partido occidental esta serra-
nía de la provincia de Málaga y cordillera de montes elevados que
arrancan desde cerca de Tarifa extendiéndose al este, se compone
de muchos pueblos ricos en producciones y dados al contrabando
á que los convida la vecindad de Gibraltar. Sus moradores aveza-
dos á prohibido tráfico conocen á palmos el terreno, sus angoslu-




136 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ras y desfiladeros, sus cuevas las mas escondidas, y teniendo á
cada paso que lidiar con los aduaneros y las tropas enviadas en per-
secución suya, están familiarizados con riesgos que son imagen délos
de la guerra. Empíéanse las mugeres en los trabajos del campo, y en
otros no menos penosos inherentes á la profesión de los hombres,
y asi son de robustos miembros y de condición asemejada á la va-
ronil. Llena pues de brios población tan belicosa, y previendo los
obstáculos que recrecerían á su comercio si los franceses afianzaban
su imperio, rehusó someterse al yugo extrangero.


Ya dieron aquellos habitantes señales de desasosiego al tiempo
de la ocupación de Sevilla. José pensó que los tranquilizaría con su
presencia y discursos, para lo cual pasó á Ronda antes de concluir
febrero. Satisfecho quizá de su excursión, ó temiendo mas bien
otras resultas, no se detuvo allí muchos días, dejando solamente
alguna fuerza y un gobernador con extensas facultades. Pero la
autoridad del francés redújose pronto á estrechos límites, emen-
dóla á la ciudad la insurrección de los serranos. Acaudillaron á es-
tos varias cabezas, siendo uno de los que mas promovieron al
alzamiento Don Andrés Ortiz de Zarate, que los naturales denomi-
naron el Pastor.


El consejo de regencia por su lado envió de comandante al cam-
po de San Roque, cuyas lineas en frente de Gibraltar se habían
destruido de acuerdo con el gobernador inglés Campbell, á Don
Adrían Jácome con encargo de recoger los dispersos y de soplar el
fuego en la serranía. Hombre Jácome pacato é irresoluto de poco
sirvió á la buena causa. Afortunadamente los serranos siguiendo
los ímpetus de su propio intento solían á veces obrar con mas acierto
que algunos gefes que presumían de entendidos.


A! ánimo de aquellos debióse en breve que el levantamiento
tomase tal vuelo que ya el 12 de marzo se presentaron numerosas
bandas delante de Ronda capitaneadas por Don Francisco Gonzá-
lez. Los franceses viendo el tropel de gente que venia sobre ellos,
evacuaron de noche la ciudad y se retiraron á Campillos. Pe-
netraron luego los paisanos por las calles de Ronda, y comenzó
gran desorden, y aun hubo pillage y otros destrozos. Contu-
viéronlos algún tanto patriotas de influjo que llegaron oportu-
namente.


A poco se reforzaron también los enemigos con tropa que llevó
de Málaga el general Peyremont, y el 21 recobraron á Ronda. No
permaneció alli largo tiempo dicho general, pues entrada en su
ausencia por los paisanos la ciudad de Málaga tuvo que volar á su
socorro. La guerra continuó por toda la sierra sin que los franceses
pudiesen solos dar un paso, y no trascurriendo (lia en que sus
puestos no fuesen inquietados. Formóse en Jímena una junta y
nombró el gobierno comandante del distrito á Don José Serrano
Valdenebro, bajo la inspección de Don Adrián Jácome. Creciendo




LIBRO UNDÉCIMO. 137


los gefes crecieron los zelos y las competencias, y se suscitaron
trastornos y mudanzas.


Por tristes que fuesen tales ocurrencias inevitables „ r L „
^ . T i l "o" J o s *


en guerra de esta clase, no por eso se cedía en la lu- mero: acción, no-
cha , llevando á cumplido remate proezas que recuer-
dan las del tiempo de la caballería. Fue una de las mas memora-
bles la que avino en Montellano, pueblo de 4000 habitantes inme-
diato á la sierra. Era alcalde Don José Romero, y ya el 14 de abril
al frente del vecindario habia repelido de sus calles á 300 franceses.
Tornaron estos el 22 reforzados con otros 1000 para vengar la pri-
mera afrenta. Encontraron á su paso obstáculos en Grazalema;
pero llegando al fin á Montellano tuvieron alli que vencer la bra-
veza de los moradores, lidiando con ellos de casa en casa. Im-
pacientados los franceses de tamaña obstinación recurrieron al
espantoso medio de incendiar el pueblo. Redujéronle casi todo
él á pavesas, excepto el campanario en que se defendían unos
cuantos paisanos y la casa de Romero. Este varón tan esforzado
como Villadrando, haciendo de sus hogares formidable palenque
y ayudado de su muger y sus hijos, continuó por mucho tiempo
con terrible puntería causando fiero estrago en los enemigos, y tal
que no atreviéndose ya estos á acercarse resolvieron derribar á ca-
ñonazos paredes para ellos tan fatales. Grande entonces el aprieto
de Romero, inevitable fuera su ruina si no le salvara de ella la re-
pentina retirada de los franceses, que se alejaron temerosos de
gente que acudia de Puerto Serrano y otras partes. Libre Romero
á duras penas pudo arrancársele de los escombros de Montellano,
respondiendo á las instancias que se le hacian : « Alcalde de esta
« villa, este es mi puesto.»


Imitaban al mismo tiempo en Tarifa la conducta de los X a r l t a .
serranos. No habian los enemigos ocupado antes esta
plaza situada en el extremo meridionalde España, contentándose con
sacar de ella raciones en una ocasión en que se aproximaron á sus
muros. Pudieran entonces haberla fácilmente tomado, pero no juz-
garon prudente exponerse áello sin mayores fuerzas. Los españoles
después aumentaron los medios de defensa, y aun vinieron en su
ayuda algunos ingleses mandados por el mayor Brown. Ignorábanlo
los franceses, y el 21 de abril intentaron entrar la plaza de rebate.
Salióles mal la empresa rechazados con pérdida por el paisanage y
sus aliados.


Vemos asi cuánto distraían á los franceses las conmociones é in-
cesante guerrear de los puntos mas inmediatos á Cádiz. Tampoco
se los dejaba tranquilos en otros mas distantes de las mismas An-
dalucías , ya por la parte de Murcia en que permanecía el ejército
del centro, ya por la de Extremadura en que estaba el de la iz-
quierda.


Puesto aquel á últimos de enero, según queda referido, bajo




158 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Ejército dei cen- las órdenes del general Blake, fue creciendo y disci-
tro en Murcia, picándose en cuanto las circunstancias lo permitían,


y fomentó con su presencia partidas que se levantaron en las mon-
tañas del lado de Cazorla y Ubeda, y en las Alpujarras.


A principios de marzo Don Joaquín Blake con motivo de la en-
trada de .Súchel en el reino de Valencia, movióse hacia aquella
par te ; mas enterado luego de la retirada de los franceses retroce-
dió á sus cuarteles, volviendo á unirse al general Freiré , á quien
con alguna tropa habia dejado en la frontera de Granada. Entonces
fue cuando Blake recibió la orden de pasar á la isla, quedando en
ausencia suya Don Manuel Freiré al frente del ejército, cuya fuerza
constaba de 12,000 infantes y cerca de 2000 caballos con 14 piezas
de artillería.


correr ía de s e - ^ ' z 0 a P o c o u n a c o r r e r í a la vuelta de aquel punto
hast¡an¡ en aquel el general Sebastiani acompañado de 8000 hombres,
reino. Enderezóse por Baza á Lorea, y Freiré se replegó so-
bre Alicante, metiendo en Cartagena le 5 a división de su ejército
al mando de Don Pedro Otedo. Los franceses se adelantaron sin
oposición, y el 25 de abril se posesionaron de la ciudad de Murcia,
siendo aquella la vez primera que pisaban su suelo. Los vecinos de
mas cuenta y las autoridades se habian ausentado la víspera. Se-
bastiani anunció á su entrada que se respetarían las personas y las
propiedades; pero no se conformó su porte con tan solemnes
promesas.


En la mañana del 24 fue á la catedral, y después
u condncta. j e m a n ( ] a r q u e s e u e v a s e preso á un canónigo reves-


tido con su trage de coro hizo que se interrumpiesen ios divinos ofi-
cios , obligando al cabildo eclesiástico á que inmediatamente se le
presentase en el palacio episcopal. Provenia su enojo de que no se
le hubiese cumplimentado al preseutarse en la iglesia. Maltrató
de palabra á los canónigos, y ordenó que en el término de dos ho-
ras le entregasen todos sus fondos. Pidiéndole el cabildo que por
lo menos alargase el plazo á cuatro horas, respondió altanera-
mente : t Un conquistador no deshace lo que una vez manda. »


Con no menos despego y altivez trató Sebastiani álos individuos
de un ayuntamiento que se habia formado interinamente. Repren-
dióles por no haberle recibido con salvas de artillería y repique de
campanas, imponiendo al vecindario en castigo 100,000 duros,
suma que á muchos ruegos rebajó á la mitad. Tomaron ademas el
general francés y los suyos, no contando las raciones y otros su-
ministros, todo el dinero de los establecimientos públicos, y la plata
y alhajas de los conventos, sin que se libertasen del saqueo varias
casas principales.


Esta correría ejecutada, al parecer, mas bien con
Evacúale. ¡ n t e nto de esquilmar el reino de Murcia, aun intacto


de la rapacidad enemiga, que de afianzar el imperio del intruso a




LIBRO UNDÉCIMO. 139


fue muy pasagera. El 26 del mismo abril ya todos los franceses
habian evacuado la ciudad, y bien les vino empezando á reinar
grande efervecencia en la huerta y contornos. Idos los invasores se
ensañaron los paisanos en las personas y haciendas de los que gra-
duaron de afectos á los enemigos, y mataron al corregidor interino
Don Joaquin Elgueta, el cual habia también corrido gran peligro
de parle de los franceses queriendo amparar á los vecinos. ¡Triste
y no merecida suerte! Mejor hubieran los murcianos empleado sus
puños en defenderse contra el común enemigo, que haberse man-
chado con la sangre inocente de sus conciudadanos.


Envió después Freiré la caballería y algunos infan- p a r t i d a s de c a -
tes á la frontera de Granada, quedándose él en Elche, z o r i a y d e í a s A i -
Con tal apoyo volvieron á fomentárselas partidas por p n i a m s '
el lado de Cazorla, y por el opuesto de las Alpujarras, y hubo mu-
chos reencuentros entre ellas y cuerpos destacados del enemigo,
compuestos de 200 á 400 hombres. La conducta de algunas tropas
francesas contribuia también no poco á la irritación de los habitan-
tes, habiéndose mostrado feroces en Velez Rubio y otros pueblos,
por lo que ios vecinos defendían sus hogares de consuno, tocando
á rebato y á manera de leones bravos. En las Alpujarras ásperas
pero deliciosas sierras, y en cuyas vertientes á la mar se dan las
producciones del trópico, señaláronse varios partidarios como Me-
na , Villalobos, García y otros, aspirando los moradores, como
ya en su tiempo decia Mármol, á que se les tuviese por inven-
cibles.


Andaba también á veces la guerra bastante viva en la
,? , r, . Extremadura;


parte de las Andalucías que linda con Extremadura, ejército de i» i z -
La junta de Badajoz, luego que Mortier se retiró el Q U l c r d a -
12 de febrero de enfrente de la plaza, puso gran conato en derra-
mar guerrillas hacia el reino de Sevilla y riberas del Tajo. Caminó
luego hacia las del Guadiana desde San Martin de Trevejos e! ejér-
cito de la izquierda, excepto la división de la Carrera que quedó
apostada para impedir las comunicaciones entre Extremadura y el
país, allende la sierra de Baños. Este ejército, unido á la fuerza
que habia en Badajoz, constaba de unos 20,000 infantes y de mas
de 2000 hombres de caballería, la mitad desmontados. El mar-
qués de la Romana le distribuyó colocando en su iz- R o m a n a
quierda cerca de Castello de Vide y en Alburquer-
que dos divisiones al mando de Don Gabriel de Mendizabal y de
Don Carlos Odonell (hermano de Don Enrique) una, y su cuartel
general en Badajoz mismo, y otras dos á su derecha en Olivenza y
camino de Monasterio á las órdenes dé los generales B a i i e s i e r o s
Ballesteros y Señen de Contreras. Servia de arrimo al
ejército de Romana, ademas de Badajoz, la plaza de Yelbes y
otras no tan importantes que guarnecen ambas fronteras española
y portuguesa, en donde también habia una división aliada que.




140 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


regia el general HUÍ. Se trabaron asi de ambas partes continuos
choques, ya que no batallas, y en algunos sostuvieron los espa-
ñoles con ventaja la gloria de nuestras armas. Ballesteros por la
derecha fue quien mas lidió, siendo notables los combates de 25 y
26 de marzo en Santa Olalla y el Ronquillo, los del 15 de abril y
26 de mayo en Zalamea y Aracena, junto con los de Burguillos
y Monasterio que se dieron al finalizar junio; todos contra las tro-
pas del mariscal Mortier. Era el principal campo de Ballesteros y
su acogida el pais montuoso que se eleva entre Extremadura,
Portugal, y reino de Sevilla, desde donde igualmente se daba la
mano con los españoles del condado de Niebla. Sus servicios
fueron dignos de loa, si bien á veces ponderaba sobradamente sus
hechos.
B o a c a n o s o a o - Don Carlos Odonell no dejaba tampoco de hostigar


•>eii. al enemigo por el lado izquierdo. Tenia alli que habér-
selas con el 2 o cuerpo á cargo del general Reynier, quien en prin-
,. , • cipios de marzo, viniendo del Tajo, sentó sus reales
Varias refriegas. ' , . , , „• ' '


en Menda. s e escaramuzo con írecuencia entre unos
y otros, y Reynier también hacia correrías contra las demás divisio-
nes españolas, formalizándose en ocasiones las refriegas. Tal fue la
que se trabó en 5 de julio entre él y los gefes Imaz y Morillo en
Jerez de los Caballeros : los españoles se defendieron desde por la
mañana hasta la caida de la ta rde , y se retiraron con orden ce-
diendo solo al número. Permaneció Reynier en aquellas partes hasta
el 12 de julio", en cuyo tiempo repasó el Tajo aproximándose á los
cuerpos de su nación que iban á emprender, camino de Ciudad Ro-
drigo , la conquista de Portugal. Observóle en su marcha, movién-
dose paralelamente, la división del general Hill.


Siguió haciendo siempre la guerra en el mediodía de Extremadura
el cuerpo del mariscal Mortier; mas este gefe disgustado con Soult
anhelaba por alejarse, y aun pidió licencia para volver á Francia.
Decreto de sooit Molestaba la pertinaz resistencia de los españoles al


desdemaTo. mariscal Soult en tanto grado que con nombre de re-
glamento dio el 9 de mayo un decreto ageno de naciones cultas. En
su contexto notábase, entre otras bárbaras disposiciones, una que
se aventajaba á todas concebida en estos términos : « No hay nin-
« gun ejército español fuera del de S. M. C. Don José Napoleón;
« asi todas las partidas que existan en las provincias, cualquiera
« que sea su número y sea quien fuere su comandante, serán tra-
« tadas como reuniones de bandidos... Todos los individuos de
« estas compañías que se cogieren con las armas en la mano serán
« al punto juzgados por el preboste y fusilados; sus cadáveres que-
« darán expuestos en los caminos públicos. »


Asi queria tratar el mariscal Soult á generales y oficiales, asi á
soldados, cuyos pechos quizá estaban cubiertos de honrosas cica-
trices, asi á los que vencieron en Bailen y Tamames, confundién-




LIBRO UNDÉCIMO. 141


dolos con foragidos. La regencia del reino tardó algún
tiempo en darse por entendida de tan feroz decreto p o r a t a V V r e -
con la esperanza de que nunca se llevaría á efecto. í 6 n c i a d e Es>>a-
Pero victima de él algunos españoles, publicó al fin en
contraposición otro en 15 de agosto, expresando que por cada es-
pañol que asi pereciese, se ahorcarían tres franceses; y que « mien-
« tras el duque de Dalmacia no reformase su sanguinario decreto...
« sería considerado personalmente como indigno de la protección
« del derecho de gentes, y tratado como un bandido si cayese en
< poder de las tropas españolas. » Dolorosa y terrible represalia,
pero que contuvo al mariscal Soulten su desacordado enojo.


Entibiaban tales providenvias las voluntades aun de Decreto a e N a -
los mas afectos al gobierno intruso, coadyuvando tam- P n l e t m s ° b r e s c -
, . . ., , W T > tiernos militares.


bien a ello en gran manera los yerros que Napoleón pro-
siguió cometiendo en su aciaga empresa contra la península. De los
mayores por aquel tiempo fue un decreto que dio en ( , A p n s
8* de febrero, según el cual seestablecian en variaspro-
vincias de España gobiernos militares. Encubríase el verdadero in-
tento so capa de que , careciendo de energía la administración de
José, era preciso emplear un medio directo para sacar los recursos
del pais , y evitar asi la ruina del erario de Francia, exhausto con
las enormes sumas que costaba el ejército de España. Todos empero
columbraron en semejante resolución el pensamiento de incorporar
al imperio francés las provincias de la orilla izquierda del Eb ro , y
aun otras si las circunstancias lo permitiesen.


El tenor mismo del decreto lo daba casi á entender. Cataluña,
Aragón, Navarra y Vizcaya se ponian bajo el gobierno de los gene-
rales franceses, Jos cuales, entendiéndose solo para las operaciones
militares con el estado mayor del ejército de España, debian « en
« cuanto á la administración interior y policía, rentas, justicia,
« nombramiento de empleados y todo género de reglamentos, en-
« tenderse con el emperador por medio del príncipe de Neuchátel,
* mayor general. » Igualmente los productos y rentas ordinarias y
extraordinarias de todas las provincias de Castilla la Vieja, reino de
León y Asturias, se destinaban á la manutención y sueldos de las
tropas francesas, previniéndose que con sus entradas hubiera bas-
tante para cubrir dichas atenciones.


Ya que tales providencias no hubiesen por sí mos- U n e á s u i m
trado á las claras el objeto de Napoleón, los procedí- r io ios estados
mientos de este á la propia sazón respecto de otras mSO." T la
naciones de Europa probaban con evidencia que su
ambición no conocía limites. Los estados del papa en virtud de un
senado-consulto se unieron á la Francia, declarando á Roma se-
gunda ciudad del imperio, y dando el titulo de rey suyo al que
fuese heredero imperial. Debian ademas los emperadores franceses
coronarse en adelante en la iglesia de San Pedro, después de ha-




142 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


beiio sido en la de Notre Dame de Paris. El senado-consulto osten-
toso en sus términos anunciaba el renacimiento del imperio de occi-
dente, y decia : « Mil años después de Carlo-Magno se acuñará una
c medalla con la inscripción Renovalio imperü.» Agregóse también
á la Francia en este año la Holanda aunque regida por un hermano
de Napoleón, y ocupó su territorio un ejército francés, imaginando
el emperador en su desvarío, pues no merece otro nombre, que
países tan diversos en idioma y costumbres, tan distantes unos de
otros, y cuya voluntad no era consultada para tan monstruosa aso-
ciación , pudieran largo tiempo permanecer unidos á un imperio ci-
mentado solo en la vida de un hombre.


En España muy en breve se empezaron á sentir las consecuencias
del establecimiento de los gobiernos militares. Procuró ocultar
aquella medida en tanto que pudo el gabinete de José conociendo
su mal influjo. Los generales franceses aun en las provincias no com-


prendidas en el decreto «dispusieron luego ásuarbitrio*
( * A p . n. 6.) i ' . . . . , ° . .


« (como afirman Azanza y Ularrill), o sin otra depen-
c dencia directa que la del emperador, de todos los recursos del
€ pais. Por consecuencia de esto las facultades del rey José (añaden
« los mismos) fueron disminuyendo hasta quedarse en una mera
« sombra de autoridad.»


inútn embaja- Sumamente incomodó á José la inoportuna y arbi-
<ia a París de A - traria resolución de su hermano, concebida en me-
ianza. noscabo de su poder y aun en desprecio de su per-
sona. Trastornáronse también los ánimos de los españoles, sus
adherentes, quienes ademas de ver en tal desacuerdo la prolonga-
ción de la guerra, dolíanse de que España pudiese como nación
desaparecer de la lista de las de Europa. Porque entre los de este
bando no obstante sus compromisos conservaban muchos el noble
deseo de que su patria se mantuviese intacta y floreciente.


Menester pues era que por parte de ellos se pusiese gran co-
nato en que el emperador revocase su decreto. Creyeron asi opor-
tuno enviar á París una persona escogida y de toda confianza, y
nadie les pareció mas al caso que Don Miguel José de Azanza, co-
nocido de Napoleón ya en Bayona, y ministro de genio suave y de


índole conciliadora*. Hemos leido la correspondencia.
( * A p . n. 7. ) . . . . . , '


que con este motivo siguió Azanza ¿ y nada mejor que
ella prueba el desden y desprecio con que trataba al de Madrid el
gabinete de Francia.


En principios de mayo llegó á Paris como embajador extraordi-
nario el mencionado Don Miguel. Tardó en presentar sus creden-
ciales, y á mediados de junio de vuelta ya Napoleón desde 1° del
mes de un viage á la Bélgica, no habia aun tenido el ministro es-
pañol ocasión de ver al emperador mas que una vez cuando le pre-


( * A p n s sentaron. Pasados algunos dias mirábase Azanza como
muy dichoso solo porque ya le hablaban* (son sus




LIBRO UNDÉCIMO. 14>


palabras). Saüsfaccion poco duradera y de ninguna resulta. Pro-
longó su estancia en París hasta octubre, y nada logró, como tam-
poco el marqués de Almenara que de Madrid corrió en su auxilio
por el mes de agosto. Hubo momentos en que ambos vivieron muy
esperanzados; hubo otros en que por lo menos creyeron que se
daria á España en trueque de las provincias del Ebro el reino de
Portugal : ilusiones que al fin se desvanecieron diciendo Azanza al
rev José en uno de sus últimos oficios (24 de setiem- , .


* f Aü II 9 1


bre)* :« El duque de Cadore ( Champagny) en una
« conferencia que tuvimos el miércoles nos dijo expresamente que
« el emperador exigia la cesión de las provincias de mas acá del
« Ebro por indemnización de lo que la Francia ha gastado y gas-
« tara en gente y dinero para la conquista de España. No se trata
» de darnos á Portugal en compensación. El emperador no se con-
« lenta con retenerlas provincias de mas acá del Ebro, quiere que
< le sean cedidas. »


Fuéronse por lo mismo estas organizando á la manera de Fran-
cia en cuanto permitían las vicisitudes de la guerra , y cierto que
la providencia de su incorporación al imperio se hubiera mante-
nido inalterable si las armas no hubieran trastrocado los designios
de Napoleón. Suerte aquella fácil de prever después de los acon-
tecimientos de Bayona en 1808, según los cuales, y atendiendo á
la ambiciou y poderío del emperador de los franceses, necesaria-
mente el gobierno de José, privado de voluntad propia, tenia que
sujetarse á fatal servidumbre de nación extraña.


En una de las primeras cartas de la citada corres- ( . A p n ) 0
pondencia * de Don Miguel de Azanza, hablase de un
suceso que por entonces hizo gran ruido en Francia, Tentativa p a -


1 . 1 . . . u . . , ra libertar al rey


y cuyo relato también es de nuestra incumbencia. Femando.
Fue pues una tentativa hecha en vano para que pu-
diese el rey Fernando escaparse de Valencey. Habíanse propuesto
varios de estos planes al gobierno español, los cuales no adoptó
este por inasequibles, ó por lo menos no tuvieron resulta. En la
actual ocasión tomó origen semejante proyecto en el gabinete bri-
tánico , siendo móvil y principal actor el barón de Kolly, empleado
ya antes en otras comisiones secretas. Muchos han tenido á este
por irlandés, y asi lo declaró él mismo; pero el general Savary
bien enterado de tales negocios nos ha asegurado que era francés
y de la Borgoña.


Kolly pasó á Inglaterra para ponerse de acuerdo
con aquel ministerio, del que era individuo el mar- B a r o n d e K o " r '
qués de Wellesley, después de su vuelta de España. Díéronselc á
Kolly los medios necesarios para el logro de su empresa y pape-
les que acreditasen su persona y comprobasen la veracidad de sus
asertos. Desembarcó en la bahía de Quiberon, acercándose tam-
bién á la costa una escuadrilla inglesa destinada á tomar ásu bordo




144 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


á Fernando. En seguida partió Kolly á Paris para dar comienzo á
la ejecución de su plan, de difícil éxito, ya por la extrema vigi-
lancia del gobierno francés, ya por el poco ánimo que para eva-
dirse tenian el rey y los infantes.


v i d a de IOS ^ ° u e m o s hablado de aquellos príncipes después
príncipes en V a - de su confinamiento en Valencey. Su estancia no ha-
íencey. k ¡ a j j a s t a a n o r a ofrecido hecho alguno notable. Ape-
nas en su vida diaria se habían desviado de la monótona y triste
que llevaban en la corte de España. Divertíanse á veces en obras
de manos, particularmente el infante Don Antonio, muy aficio-
nado á las de torno, y de cuando en cuando la princesa de Talley-
rand los distraía con saraos ú otros entretenimientos. No les agra-
daba mucho la lectura, y como en la biblioteca del palacio se veian
libros que, en el concepto del citado infante, eran peligrosos, per-
manecía este continuamente en acecho para impedir que sus so-
brinos entrasen en aposentos henchidos á su entender de oculta
ponzoña. Asi nos lo ha contado el mismo príncipe de Talleyrand. Sa-
lían poco del circuito del palacio y las mas veces en coche, llegando
á punto la desconfianza de la policía francesa que con tretas indig-
nas de todo gobierno casi siempre les estorbaba el ejercicio de á
caballo.


La familia que los acompañó en su destierro antes de cumplirse
el año fue separada de su lado, y confinados algunos de sus
individuos á varias ciudades de Francia, entre ellos el duque de
San Carlos y Escoiquiz. Quedó solo Don Juan Amézaga, pariente
del último, hombre con apariencias de honrado de ocultos mane-
jos , y harto villano para hacerse confidente y espía de la policía
francesa.
„ . , . , . . , En tal situación v con tantas trabas dificultoso era
Préndese a Kolly. , J . . . . .


acercarse a los principes sin ser descubierto, y mas
que todo llevar á feliz término el proyecto mencionado. Ni tanto se
necesitó para que se malograse. Kolly á pocos dias de llegar á Paris
fue preso, habiendo sido vendido por un pseudo-realista, y por un
tal Richard de quien se habia fiado. Metiéronle en Vincennes el 24
de marzo, y no lardó en tener un coloquio con Fouché ministro de
la policía general. Admirábase este de que hombres de buen seso
hubiesen emprendido semejante tentativa, imposible (decía) de
realizarse, no solo por las dificultades que en sí mismo ofrecía,
sino también porque Fernando no hubiera consentido en su
fuga.


insidiosa con- Sin embargo aunque estuviese de ello bien persua-
dncta de ía poli- dida la policía francesa, quisieron sus empleados ase-
cia francesa. 1 1 . , . .


guiarse aun mas, ya mera para sondear el animo de
los príncipes, ó ya quizá para tener motivos de tomar con sus per-
sonas alguna medida rigorosa. En consecuencia se propuso á Kolly
el ir á Valencey, y hablar á Fernando de su proyecto, dorando la




LIBRO UNDÉCIMO. 145


10


policía lo infame de tal comisión con el pretexto de que asi se des-
engañaría Kolly, y veria cuál era la verdadera voluntad del prín-
cipe. Prometiósele en recompensa la vida y asegurar la suerte de
sus hijos. Desechó honradamente Kolly propuesta tan insidiosa é
inicua, y de resulta volviéronle á Vincennes donde continuó encer-
rado hasta la caida de Napoleón, siendo de admirar no pasase mas
allá su castigo.


La policía, no obstante la repulsa del barón, no desistió de su
intento, y queriendo probar fortuna envió á Yalencey al bellaco
de Richard, haciéndole pasar por el mismo Kolly. Abocóse pri-
mero en 6 de abril con Amézaga el disfrazado espía; mas los prín-
cipes rehusando dar oidos á la proposición, denunciaron á Richard
como emisario inglés, al gobernador de Yalencey Mr. Berthemy, ora
porque en realidad no se atrevieran á arrostrar los peligros de la
huida, ora mas bien porque sospecharan ser Richard un echadizo de
la policía. Terminóse aquí este negocio, en el que no se sabe si fue
mas de maravillar la osadía de Kolly, ó la confianza del gobierno
inglés en que saliera bien una empresa rodeada de tantas dificulta-
des y escollos.


Publicóse en el Monitor con la mira sin duda de ¿ a r t a s fle F e r .
desacreditar á Fernando una relación del hecho acom- n a i l t t 0 -
panada de documentos, y antes en el mismo año se habían ya pu-
blicado otros, de que insertamos parte eu un apéndice de los libros
anteriores. Entre aquellos de que aun no hemos hablado, pareció
notable una carta que Fernando había escrito á Na-
poleón en 6 " de agosto de 1809 felicitándole por sus l ' A > ° ' 1 ' ' '
victorias. Notable también fue otra de 4 * de abril ( - A p . n . n j
de 1810 del mismo príncipe á Mr. Berthemy, en que
decia : « Lo que ahora ocupa mi atención es para mí un objeto
« del mayor ínteres. Mi mayor deseo es ser hijo adoptivo de S. M.
« el emperador, nuestro soberano. Yo me creo merecedor de esta
« adopción que verdaderamente haria la felicidad de mi vida, tanto
« por mi amor y afecto á la sagrada persona de S. M., como por
« mi sumisión y entera obediencia á sus intenciones y deseos. > No
se esparcian mucho por España estos papeles, y aun los que los leian
considerábanlos como pérfido invento de Napoleón. A no ser asi
¡qué terrible contraste no hubiera resultado entre la conducta del
rey , y el heroísmo de la nación!




LIBRO DUODÉCIMO.


Ejército francés que se destina á Portugal. Mariscal Massena general en gefe.
Sitio «Je Ciudad Rodrigo. — Herrasti su gobernador. — Situación de


Wellington. — Dan Julián Sánchez. —. Capitula la plaza. — Gloriosa de-
fensa. — Clamores contra los ingleses por no haber socorrido la plaza. —
Excursión de los franceses hacia Astorga y Alcañices. — Toman la Puebla
de Sanabria. •— La pierden. — La ocupan de nuevo. — Campaña de Portu-
gal. — Estado dé esté reino y dé su gobierno. — Plan de lord Wellington.
— Fuerza qué mandaba. — Subsidios que da Inglaterra. — Posición de
•Wellington. —Devastación del pais. —Lincas de Torres-Ved ras. — Dicho
de Wellington á Álava. —Preparativos y fuerza de los franceses. — Esca-
ramuzas. Fuerte dé la concepción. — Combate del Coa. — Sitio de Al-
meida. Vuélase. — Capitula. — Proscripciones y prisiones en Lisboa. —
Temores de los ingleses. — Repliégase Wellington. — Dificultades que tiene
Massena. — Aguíjale Napoleón. — Empieza Massena la invasión. — Posición
de Wellington y medidas que toma. — Descripción del valle de Mondego.
— Distribución de los cuerpos de Massena. — Muévese sobre Celórico y
Viseo. — Entran sus avanzadas en Viseo. — Continua Wellington su reti-
rada. Ataca Trant la artillería y equipages franceses. — DeLiénese Wel-
lington eñ Busaco. — Acción de Busaco. — Cruza Massena la sierra de Ca-
ramula. — Los franceses en Coimbra. — Condeixa. — Desórdenes en el
ejército inglés. — Sorprende Trant á los franceses de Coimbra. — Alcoeutre.


Alenquer. — Los ingleses en las líneas. — Massena no las ataca. —
— Formidable fuerza y posición de- Wellington. —'Únesele con dos divisio-
nes Romana. — Molestase también al enemigo fuera de las lineas. — Don
Carlos de España. — Situación crítica de los franceses. — Galicia. — Astu-
rias. — Expediciones de Porlier por la costa. — Extremadura. — Refriega
en Cantaelgallo. — En Fuente de Cantos. — Expedición de L a c y á Ronda.
— Al condado de Niebla. — Situación de esta comarca. — Operaciones en
Cádiz. — Fuerza sutil de los enemigos. — Fuerzas de los aliados en Cádiz
y la isla. — Blake en Murcia. — Sebastiani se dirige á Murcia. — Medidas
que toma Blake. — Se retira Sebastiani. •— Insurrecciones en el reino de
Granada. — Expedición contra Fuengirola. y Málaga. — Avanza Blake á
Granada. — Acción de Baza, 3 de noviembre. — Provincias de levante.
— Valencia. — Choques en Morella y Albocaser. — Avanza Caro y se retira.
Caro huye de Valencia. — Le sucede Bassecourt. — Cataluña. — Su con-
greso. — Odonell. — Macdonald. — Convoyes que lleva á Barcelona. —
Ejército español de Cataluña. — Intenta Sachet sitiar á Tortosa. — Sus
disposiciones. — Salidas de la plaza y combates parciales, — Adelanta Mac-
douald á Tarragona. — Se retira. — Dificultades con que tropieza. —
Avístase en Lérida con Suchet. — Macdonald incomodado siempre por
los españoles. — Sorpresa gloriosa de La Bisbal. — Y de varios puntos
de la costa. — Guerra en el Ampurdan. — Eróles manda allí. — Campo-
verde en Cardona. — Otro convoy para Barcelona. — No adelantan los
enemigos en el sitio de Tortosa. •— Convoyes que van alli de Mequinenza.
— Los atacan los españoles. — Carvajal en Aragón. — Villacampa infati-
gable en guerrear. — Andorra. — Las Cuevas. — Alventosa. — Combate
de la Fuensanta. — Nuevos convoyes para Tortosa. — Combates parciales.




LIBRO DUODÉCIMO. 147
Los españoles desalojados de Falset. — Movimiento de Bassecourt. Ac-
ción de Ulldecona. — Macdonald socorre á Barcelona y se acerca á Tor-
tosa. — Formaliza el sitio Suchet. — Deja Odonell el mando. —. Partidas
en lo interior de España.—En Andalucía. —En Castilla la Nueva. En Cas-
tilla la Vieja. — Santander y provincias Vascongadas. — Expedición de
Renovales á la costa Cantábrica. — Navarra. Espoz y Mina.'—.Cortes. —
Remisa la regencia en convocarlas. — Clamor general por ellas. — Las
piden diputados de las juntas de provincia. — Decreto de convocación.
— Júbilo general en la nación. — D u d a s de la regencia sobre convocar
ima segunda cámara. — Costumbre antigua. — Opinión común en la na-
ción. — Consulta la regencia al consejo reunido. — Respuesta de este.
Voto particular. — Consulta del consejo de estado. — No se convoca se -
gunda cámara. — Modo de elección. — El antiguo de España. — Poderes
que se dan á los diputados. — Llámanse á las cortes diputados de las pro-
vincias de América y Asia. Elección de suplentes. — Opinión sobre esto
en Cádiz. — Parte que toma la mocedad. — Enojo de los enemigos de re-
formas. — Número que acude á las elecciones. — Temores de la regencia.
Restablece todos los consejos. — Quiere el consejo real intervenir en las
cortes. — No lo consigue. — Señálase el a¡j de setiembre para la instalación
de cortes. — Comisión de poderes. — Congojosa esperanza délos ánimos.


Proseguían los franceses en su intento de invadir el reino de
Portugal y de arrojar de alli al ejército inglés, operación no menos
importante que la de apoderarse de las Andalucías y de mas difi-
cultosa ejecución, teniendo que lidiar con tropas bien
disciplinadas, abundantemente provistas y amparadas , Ejercito fr«n-


J ' , • r , . J r ees que se d e s u -
de obstáculos que a porba les prestaban la naturaleza m a Portugal.
y el arle. Destinaron los franceses para su empresa g e S a e n gire!"
los cuerpos 6 o y 8 o , ya en Castilla, y el 2° que luego
se les juntó yendo de Extremadura. Formaban los tres un total de
66,000 infantes y unos 6000 caballos. Nombróse para el mando en
gefe al duque de Rívoli, el célebre mariscal Massena.


Antes de pisar el territorio portugués, forzoso les era á los
franceses no solo asegurar algún tanto su derecha, como ya lo ha-
bían practicado metiéndose en Asturias y ocupando s u t o de c iudad
á Astorga, sino también enseñorearse de las plazas Rodrigo,
colocadas por su frente. Ofrecíase la primea á su encuentro Ciudad
Rodrigo, la cual, después de varios reconocimientos anteriores,
y de haber hecho á su gobernador inútiles intimaciones, embistie-
ron de firme en los últimos dias del mes dé abril.


A la derecha del Águeda y en parage elevado, apenas se puede
contar á Ciudad Rodrigo entre las plazas de tercer orden. Circuida
de un muro alto antiguo y de una falsabraga, domínala al norte y
distante unas 290 loesas el teso llamado de San Francisco, ha-
biendo entre este y la ciudad otro mas bajo con nombre del Gal-
vario. Cuéntanse dos arrabales, el del Puente al otro lado del r io,
y el de San Francisco bastante extenso, y el cual colocado al nor-
deste fue protegido con atrincheramientos: se fortalecieron ademas
en su derredor varios edificios v conventos como el de Santo Do-




148 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


mingo, y también el que se apellida de San Francisco. Otro tanto
se practicó en el de Santa Cruz situado al noroeste de la ciudad,
y por la parte del rio se levantaron estacadas y se abrieron corta-
duras y pozos de lobo. Despejáronse los aproches de la plaza y se
construyeron algunas otras obras. Se carecia de almacenes y de
edificios á prueba de bomba, por lo que hubo de cargarse la bó-
veda de la torre de la catedral y depositar allí y en varias bodegas
la pólvora, como sitios mas resguardados. La población constaba
entonces de unos 5000 habitantes, y ascendía la guarnición á
5498 hombres, incluso el cuerpo de urbanos. Se metió también
en la plaza con 240 ginetes Don Julián Sánchez é hizo el servicio
H e r m a , sa go- de salidas. Era gobernador Don Andrés Pérez de Her-


bernador. r a s t ¡ t militar antiguo, de venerable aspecto, honrado
y de gran bizarría, natural de Granada como Alvarez el de Ge-
rona , y que asi como él había comenzado la carrera de las armas
en el cuerpo de guardias españolas.


situación de Confiaban también los defensores de Ciudad Ro-
weii ington. drjgo en el apoyo que les daria Jord Wellington,


cuyo cuartel general estaba en Viseo y se adelantó después á Ce-
lórico. Su vanguardia á las órdenes del general Crawfurd se alo-
jaba entre el Águeda y el Coa, y el 19 de marzo en Barba del
Puerco hubo entre cuatro compañías suyas y unos 600 franceses
que cruzaron el puente de San Felices un reñido choque, en el que
si bien sorprendidos al principio los aliados, obligaron no obstante
en seguida á los enemigos á replegarse á sus puestos. Unióse en
mayo á la vanguardia inglesa la división española de Don Martin
de la Carrera apostada antes hacia San Martin de Trevejos.


Viniendo sobre Ciudad Rodrigo apareciéronse los franceses el
25 de abril vía de Valdecarros, y establecieron sus estancias desde
el cerro de Matahijos hasta la Casablanca. Descubriéronse igual-
mente gruesas partidas por el camino de Zamarra, y continuando
en acudir hasta junio tropas de todos lados, llegáronse á juntar
mas de 50,000 hombres que se componían de los ya nombrados
6 o y 8 o cuerpos y de una reserva de caballería que guiaban el ma-
riscal Ney y los generales Junot y Montbrun. El primero había
vuelto de Francia y tomado el mando de su cuerpo con la esperanza
de ser el gefe de la expedición de Portugal. Por de mas hubiera
sido emplear tal enjambre de aguerridos soldados contra la sola y
débil plaza de Ciudad Rodrigo, si no hubiese estado cerca el ejér-
cito anglo-portugués.


Tuvo el 6 o cuerpo el inmediato encargo de ceñir la plaza: si-
tuóse el 8° en San Felices y su vecindad, y se extendió la caballería
Don jniian s a n - por ambas orillas del Águeda. Pasóse el mes de mayo


che¡. e n escaramuzas y choques, distinguiéndose varios ofi-
ciales , y sobre todos D. Julián Sánchez. Maravillóse de las buenas
disposiciones y valor de este el comandante de la brigada británica




LIBRO DUODÉCIMO. 149
Crawfurd que desde Gallegos habia pasado á Ciudad Rodrigo á
conferenciar con el gobernador. Era el 17 de mayo, y de vuelta
á su campo escoltaba al inglés Sánchez, cuando se agolpó contra
ellos un grueso trozo de enemigos. Juzgaba Crawfurd prudente
retroceder á la plaza, mas Don Julián conociendo el terreno disua-
dióle de tal pensamiento, y con impensado arrojo acometiendo al
enemigo en vez de aguardarle, le ahuyentó , y llevó salvo á sus
cuarteles al general inglés.


Intimaron el 12 de nuevo los franceses la rendición, y Herrasti
sin leer el pliego contestó que excusaban cansarse, pues ahora no
trataría sino á balazos.


Los enemigos después de haber echado dos puentes de comuni-
cación entre ambas orillas y completado sus aprestos, avivaron los
trabajos de sitio al principiar junio.


El 6 verificaron los cercados una salida mandada por el valiente
oficial Don Luis Minayo que causó bastante daño á los franceses ,
é hicieron hoyos en las huertas llamadas de Samaniego en donde
se escondían sus tiradores incomodando con sus fuegos á nuestras
avanzadas. Continuaron adelantando los franceses sus apostaderos,
y á su abrigo en la noche del 1S al 16 de junia abrieron la trinchera
que arrancaba en el mencionado teso, y que los enemigos dilata-
ron aunque á costa de mucha sangre por su derecha y por el frente
de la plaza. 400 hombres de las compañías de cazadores y el ba-
tallón de voluntarios de Avila capitaneados por el entendido y va-
leroso oficial Don Antonio Vicente Fernandez se señalaron en los
muchos reencuentros que hubo sostenidos siempre por nuestra
parte con gloria.


Teniendo ya los enemigos el 22 muy adelantadas sus líneas, y
de modo que imposibilitaban el maniobrar de la caballería, resol-
vióse que Don Julián Sánchez saliese del recinto con sus lanceros y
se uniese á Don Martin de la Carrera. Ejecutóse la operación con
intrepidez, y el denodada Sánchez á la cabeza de los suyos diri-
giéndose á las once de la noche por la dehesa de Marti-Hernando,
forzó tres líneas enemigas con que encontró, y matando y atrepe-
llando logró gallardamente su intento.


Acometieron los sitiadores en la noche del 25 el arrabal de San
Francisco y en especial los conventos de Santo Domingo y Santa
Ciara, pero fueron rechazados. Lo mismo practicaron en el arrabal
del Puente si bien tuvieron igual ó semejante suerte. A la verdad
no fueron estos sino simulados ataques.


Apareció como verdadero el que dieron contra el convento de
Santa Cruz situado según queda dicho al noroeste de la plaza.
Cercáronle en efecto por todos lados de noche, escalaron las tapias
de su frente, y quemando la puerta principal se metieron en la
iglesia á cuyas paredes aplicaron camisas embreadas. Pensaron^en!
seguida asaltar el cuerpo del edificio en donde se alojaba la tropa"




450 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


que guarnecía el puesto y que constaba de 100 soldados á las ór-
denes de los capitanes Don Ildefonso Prieto y Don Ángel Castella-
nos. Los defensores repelieron diversas acometidas, y habiendo de
antemano y con mafia practicado una cortadura en la escalera de
subida, al trepar por ella con esfuerzo los granaderos franceses
quitaron los nuestros unos tablones que cubrían la trampa y caye-
ron los acometedores precipitados en lo hondo, en donde perecie-
ron miserablemente, junto con un brioso oficial que los capita-
neaba , el sable en una mano y en la otra una hacha de viento
encendida. Duró la pelea cerca de tres horas, firmes los españoles
aunque rodeados de enemigos y casi chamuscados con las llamas
que consumían la iglesia contigua. Recelosos los franceses con lo
acaecido en la escalera, no osaban penetrar dentro, y al fin fati-
gados de tal porfía y expuestos también al fuego continuo de la
plaza se retiraron dejando el terreno bañado en sangre. Honraron
á nuestras armas con su defensa las tropas del convenio de Santa
Cruz : fue su acción de las mas distinguidas de este sitio.


Ocupados hasta ahora los franceses en los ataques exteriores y
en sus preparativos contra la plaza, molestados asimismo y conti-
nuamente por los sitiados, y prevenidos á veces en sus tentativas,
no habian aun establecido sus baterías de brecha. Atrasó también
las operaciones el haberse retardado la llegada de la artillería gruesa
detenida en su viage á causa del tiempo que lluviosísimo puso in-
transitables los caminos.


Por fin listos ya los franceses descubrieron el 25 de junio 7 ba-
terías de brecha coronadas de 46 cañones, morteros y obuses que
con gran furia empezaron á disparar contra la ciudad balas, bom-
bas y granadas. Se extendía la línea enemiga desde el teso de San
Francisco hasta el jardin de Samaniego.


Respondió la plaza con no menor braveza, acudiendo en ayuda
de la tropa el vecindario sin distinción de clase, edad ni sexo.
Éntrelas mugeres sobresalió una del pueblo de nombre Lorenza,
herida dos veces, y hasta dos ciegos, guiado uno por un perro fiel
que le servia de lazarillo, se emplearon en activos y útiles trabajos,
y tan joviales siempre y risueños entre el silbar y granizar de las
balas, que gritaban de continuo en los parages mas peligrosos :
« ¡ Animo muchachos, viva Fernando VII, viva Ciudad Rodrigo !»


Los enemigos dirigieron el primer dia sus fuegos contra la ciu-
dad para aterrarla, y empezaron el 26 á batir en brecha el torreón
del Rey que del todo quedó derribado en la mañana siguiente.
Hiciéronles los españoles por su parte grande estrago bien mane-
jada su artillería, cuyo gefe era el brigadier Don Francisco Ruiz
Gómez.


El 28 intimó de nuevo el mariscal Ney la rendición á la plaza,
y habiendo ya entonces llegado al campo francés el mariscal Mas-
sena que antes habia pasado por Madrid á visitar á José, hízose á




LIBRO DUODÉCIMO. 151


su nombre dicha intimación, honorífica s í , aunque amenazadora.
Contestó dignamente Herrasti diciendo entre otras cosas:« Después
* de 49 años que llevo de servicios, sé las leyes de la guerra y mis
« deberes militares... Ciudad Rodrigo no se halla en estado de
t capitular. >


Sin embargo imaginándose el oficial parlamentario que parte de
la confianza del gobernador pendia de la esperanza de que le so-*
corriese lord Wellington, propúsole entonces de palabra despa-
char á los reales ingleses un correo por cuyo medio se cerciorase
de cuál era el intento del general aliado. Convino Herrasti, mas
Ney sin cumplir lo ofrecido por su parlamentario renovó el fuego
y adelantó sus trabajos hasta 60 toesas de la plaza.


Descontento el mariscal Massena con el modo adoptado para el
ataque, mejoróle y trazó dos ramales nuevos hacia el glacis y en
frente de la poterna del Rey, rematándolos en la contraescarpa
del foso de la falsabraga. Desde allí socavaron sus soldados unas
minas para volar el terreno y dar proporción mas acomodada al
pie dé la brecha. Contuviéronlos algún tanto los nuestros, y los
ingenieros bien dirigidos por el teniente coronel Don Nicolás Ver-
dejo abrieron una zanja y practicaron otros oportunos trabajos,
contrarestando al mismo tiempo la plaza con todo género de proyec-
tiles los esfuerzos de los enemigos.


En el intermedio en vano estos habían acometido repetidas veces
el arrabal de San Francisco. Constantemente rechazados solo le
ocuparon el 5 de julio en que los nuestros para reforzar los costa-
dos de la brecha le habian ya evacuado excepto el convento de
Santo Domingo.


El gobernador siempre diligente velaba por todas partes, y el 5
ideó una salida á cargo de los capitanes Don Miguel Guzman y Don
José Robledo, cuyas resultas fueron gloriosas. Empezaron los
nuestros su acometida por el arrabal del Puente, y después cor-
riéndose al de San Francisco por la derecha del convento de Santo
Domingo sorprendieron á los enemigos, les mataron gente y des-
truyeron muchos de sus trabajos.


Con esto enardecidos los españoles cadadia se empeñaban mas
en la defensa. Sustentábalos también todavía la esperanza de que
viniese á su socorro el ejército inglés, no pudiendo comprender
que los gefes de este tan numeroso y tan inmediato dejasen á san-
gre fria caer en poder de los franceses plaza que se sostenía con
tan honroso desnuedo. Salió no obstante fallida su cuenta.


Las baterías enemigas crecieron grandemente, y el 8 algunas
de ellas enfilaban ya nuestras obras. La brecha abierta en la fal-
sabraga y en la muralla alta de la plaza ensanchóse hasta 20 toe-
sas, con lo que, y noticioso el gobernador de que los ingleses en
vez de aproximarse se alejaban, resolvió el 10 capitular de acuerdo
con todas las autoridades.




152 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


„ „ . , , A la sazón preparábanse los enemigos á dar el
Capitula la plaza* . * , , _


asalto, y tres de sus soldados arrojadamente se ha-
blan ya encaramado para tantear la brecha. Enarbolada por los
nuestros bandera blanca, salió de la plaza un oficial parlamentario,
quien encontrándose con el mariscal Ney , volvió luego con encargo
de este de que se presentase el gobernador en persona para tratar
de la capitulación. Condescendió en ello Herrasti, y Ney, recibién-
dole bien y elogiándole por su defensa, añadió que era excusado
extender por escrito la capitulación, pues desde luego la concedía
amplia y honorífica, quedando la guarnición prisionera de guerra.


El mariscal Ney dio su palabra en fé de que se cumpliría lo pac-
tado , y según la noticia que del sitio escribió el mismo Herrasti,
llevóse á efecto con puntualidad. Fueron sin embargo tratados ri-
gorosamente los individuos de la junta, porque encarcelados con
ignominia y llevados á pie á Salamanca trasladáronlos después á
Francia.


En este asedio quedaron de los españoles fuera de combate
1400 soldados, del pueblo unos 100. Perdieron por lo menos 3000
los franceses. Massena encomió la defensa, pintándola como de las
Gloriosa defensa


m a s P o r n a d a s . < No hay idea (decía en su relación)
t del estado á que está reducida la plaza de Ciudad


< Rodrigo; todo yace por tierra y destruido, ni una sola casa ha
quedado intacta. »


Enojó á los españoles el que el ejército inglés no
tra los ingeses socorriese la plaza. Lord Wellington habia venido allí
rawídohiabpí¿¿ desde el Guadiana, dispuesto y aun como comprome-


tido á obligar á los franceses á levantar el sitio. No po-
día en este caso alegarse la habitual disculpa deque los españolesno se
de fend íanó de que estorbaban con sus desvarios los planes bien
meditados de sus aliados. El marqués de la Romana pasó de Badajoz
al cuartel general de lord Wellington y unió sus ruegos á los de los
moradores y autoridades de Ciudad Rodrigo, á los del gobierno es-
pañol y auna los de algunos ingleses. Nadabastó. Wellington resuelto
á no moverse permaneció en su porfía. Los franceses aprovechán-
dose de la coyuntura procuraron sembrar cizaña, y el Monitor
decia:« Los clamores de los habitantes de Ciudad Rodrigo se oian
f en el campo de los ingleses, seis leguas distante, pero estos se
« mantuvieron sordos. > Si nosotros imitásemos el ejemplo de cier-
tos historiadores británicos, abríasenos ahora ancho campo para
corresponder debidamente á las injustas recriminaciones que con
largueza y pasión derraman sobre las operaciones militares de los
españoles. Pero mas imparciales que ellos, y no tomando otra guia
sino la de la verdad, asentaremos al contrario, prescindiendo de la
vulgar opinión, que lord Wellington procedió entonces como pru-
dente capitán, si para que se levantase el sitio era necesario aven-
turar una batalla. Sus fuerzas no eran superiores á las de los fran-




LIBRO DUODÉCIMO. 153
ceses, carecían sus soldados de la movilidad y presteza convenientes
para maniobrar al raso y fuera de posiciones, no teniendo tampoco
todavía los portugueses aquella disciplina y costumbre de pelear
que da confianza en el propio valer. Ganar una batalla pudiera ha-
ber salvado á Ciudad Rodrigo, pero no decidía del éxito de la
guerra : perderla destruía del todo el ejército inglés, facilitaba á
los enemigos el avanzar á Lisboa, y dábase á la causa española un
terrible ya que no un mortal golpe. Con todo la voz pública atronó
con sus quejas los oidos del gobierno, calificando por lo menos de
tibia indiferencia la conducta de los ingleses. Don Martin de la Car-
rera, particip ndo del común enfado, se separó al rendirse Ciudad
Rodrigo del ejército aliado y se unió al marqués de la Romana.


Envió en seguida el mariscal Massena algunas fuer- _ ,
11 i i i i Excursión do


zas que arrojasen allende las montañas al general ios franceses M -
Mahy que habia avanzado y estrechaba á Astorga. c a a f c e f s a T A 1 "
Retiróse el español, y el general U. Croix atacó en
Alcañices á Echevarría que de intendente se habia convertido en
partidario y tenido ya 3nter¡ormente reencuentros con los france-
ses. Defendióse dicho Echevarría en el pueblo con tenacidad y de
casa en casa. Arrojado en fin perdió en su retirada bastante gente
que le acuchilló la caballería enemiga.


Por entonces quisieron también los franceses apo- Toman ia Puewa
derarse de la Puebla de Sanabria que ocupaba con al- d e S a n a b r l a -
guna tropa Don Francisco Taboada y Gil. Aquella villa solo ro-
deada de muros de corto espesor y guarecida de un castillo poco
fuerte, ya vimos como la entraron sin tropiezo los franceses al re-
tirarse de Galicia, habiéndola después evacuado. Su conquista no
les fue ahora mas difícil. Taboada la desamparó de acuerdo con el
general Silveira que mandaba en Braganza. Enseñoreóse por tanto
de ella el general Serras, y creyendo ya segura su posesión se re-
tiró con la mayor parte de su gente y solo dejó dentro una corta
guarnición.


Enterados de su ausencia los generales portugués L a p l e r d e n _
y español revolvieron sobre la Puebla de Sanabria el
3 de agosto, y después de algunas refriegas y acometidas, la recu-
peraron en la noche del 9 al 10. Cayó prisionera la guarnición com-
puesta de suizos, á los que se les prometió embarcarlos en la Coruña
bajo condición de que no volverían á tomar las armas contra los
aliados.


En breve tornó y de priesa en auxilio de la plaza el L a ocupan de
general Serras con U000 hombres. A su llegada estaba D u e"°-
ya rendida, pero Taboada y Silveira juzgaron prudente abando-
narla , no teniendo bastantes fuerzas para resistir á las superiores
de los enemigos. Lleváronse los prisioneros, y Serras de nuevo se
posesionó de la villa y su castillo, cuya anterior toma con la pérdida
de los suizos le costaba mas de lo que militarmente valia.




154 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
c a m p a ñ a uePor- Comenzó entre tanto el mariscal Massena la invasión


w g a i . j e Portugal. Pasaremos á hablar aunque con rapidez
de acontecimiento de tanta importancia, refiriendo antes los pre-
parativos y medios de defensa que allí habia, como también la si-
tuación de aquel reino.


Después de la evacuación que en el año pasado de 1809 efectuó
Estado de este


e ' m a r ' s c a ' Soult de las provincias septentrionales de
reino T de so g o - Portugal, puede aseverarse que ni esta nación ni su
w e m o . ejército habían tomado parte activa ó directa en la
lucha peninsular. Achacaron algunos la culpa á la flojedad del go-
bierno de Lisboa, y muchos al influjo que ejercía la Inglaterra,
cuyo gabinete acabó por ser arbitro de la suerte de aquel pais, no
conviniendo á la política británica, según se creía, el que se esta-
bleciese íntima unión entre Portugal y España. Hubo de los gober-
nadores del reino (nombre que se daba á los individuos de la regen-
cia portuguesa) quien se disgustó de tal predominio, y asi se veri-
ficaron por este tiempo mudanzas en las personas que componían
aquella corporación. El marqués de las Minas se retiró, y se agre-
garon á los que quedaban otros gobernadores, de los que fue el mas
notable y principal Sousa, hermano de los embajadores portugue-
ses residentes en el Brasil y en Londres. Poco después en setiembre
entró también en la regencia Sir Carlos Stuart, á la sazón embaja-
dor de Inglaterra en Lisboa. Del ejército, ademas del mando inme-
diato dado á Beresford, disponía en gefe como mariscal general de
Portugal lord Wellington, independiente del gobierno y absoluto
en todo lo relativo á la fuerza combinada anglo-portuguesa de cual-
quiera clase que fuese. Igualmente se confirió la dirección suprema
de ta marina al almirante inglés Berkeley. En fin el gabinete del
Brasil, ó por mejor decir, las circunstancias arreglaron de modo la
administración pública de Portugal que, conforme á la expresión de
un historiador inglés, en esta parte nada sospechoso, aquel rei-


. . . ' no * t fue reducido á la condición de un estado feuda-
( * A p . n. I . )


* taño. »
Por lo mismo no con mayor resignación que el marqués de las


Minas se sometían algunos de los otros gobernadores del reino „
aun de los nuevos, á la intervención extraña. Las reyertas eran fre-
cuentes y vivas, echando los ingleses en cara al gobierno de Lisboa,
que en vez de remover obstáculos los aumentaba, entorpeciendo la
ejecución de medidas las mas cumplideras. Pero tales quejas par-
tían á veces de apasionada irreflexión, pues si bien ciertas resolu-
ciones de los comandantes británicos solían ser eficaces para el éxito
final de la buena causa, producían por el momento incalculables
males, poco sentidos por extrangeros que solo miraban los campos
lusitanos como teatro de guerra, y desoían los clamores de un pais
que no era su patria.


Lord Wellington, para hacer frente á tantas dificultades y no




LIBRO DUODÉCIMO. 155


abrumado con la grave carga que pesaba sobre sus hombros, des-
plegó asombrosa firmeza y se mostró invariable en sus determina-
ciones. Ministróle gran sostenimiento la suprema autoridad de que
estaba proveído, y los socorros y dinero que la Inglaterra profusa-
mente derramaba en Portugal.


De antemano habia Lord Wellington meditado un p , , , , d e , o r , i
plan de defensa y elevádole al conocimiento del go- wéi i ington.
bierno británico, después de examinar detenidamente los medios
económicos y militares que para ello deberían emplearse. Extendió
su dictamen en un oficio dirigido á lord Liverpool, obra maestra
de previsión y maduro juicio. El gabinete inglés, descorazonado con
la paz de Austria y el desastrado remate de la expedición de
Walcheren, habia vacilado en si continuaría ó no protegiendo con
esfuerzo la causa peninsular. Pero arrastrado de las razones de Wel-
lington, apoyadas con elocuencia y saber por su hermano el mar-
quesde Wellesley, miembro ahora de dicho gabinete, accedió al fin
á las propuestas del general británico. Según ellas debiendo aumen-
tarse el ejército anglo-portugués, tenían que ser mayores los gastos
y que concederse nuevos subsidios al gobierno de Lisboa.


Aprobado pues en Londres al plan de Wellington Fuerza que man-
en breve contó este con una fuerza armada bastante d a b a '
numerosa. Habia en la península, no incluyendo los de Gibraltar,
cerca de 40,000 ingleses, y dejando aparte los enfermos y los cuer-
pos que contribuían á guarnecer á Cádiz, quedábanle por lo menos
al general británico de 26 á 27,000 hombres de su nación. Dividíase
Ja gente portuguesa en reglada, de milicias y en ordenanzas, las
últimas mal pertrechadas y compuestas de paisanage. Los estados
que de toda la fuerza se formaron tuviéronse por muy exagerados,
y según un cómputo prudente no pasaba la milicia arriba de 26,000
hombres, y el ejército de 50,000. No es fácil enumerar con pun-
tualidad la fuerza real de las ordenanzas. Por manera que casi al
comenzarse la campaña hallábanse ya bajo el mando de lord Wel-
lington unos80,000 hombres bien mantenidos, armados y dispues-
tos, con los que apoyados por las ordenanzas ó sea la población
debia defenderse el reino de Portugal.


El subsidio con que á este acudía la gran Bretaña s u M o i o s que d»
llegó á ascender por año á cerca de 1,000,000 de li- Inglaterra,
bras esterlinas. Rayaba el costo del ejército puramente británico en
la suma de 1,800,000 libras de la misma moneda, 500,000 mas de
las que hubiera consumido en su propio pais. Encarecióse sobre
manera el enganche de soldados, no permitiendo las leyes inglesas
en el reemplazo de las tropas de tierra conscripciones forzadas. Se
pagaban once guineas de premio por cada hombre que pasase de la
milicia á la linea, y diez por los que se alistasen en la primera.


Lord Wellington, colocado ya en el valle del Mon- posición de w e i -
dego, ó ya avanzando hacia la frontera de España, mu¡a.




156 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
DeMstacioD d. i estaba como en el centro de la defensa, formando las


alas la milicia y ordenanzas portuguesas. Todo el ter­
ritorio hasta cerca de Coimbra por donde se pensaba habia de in­
vadir Massena, fue destruido. Arruináronse los molinos, rompié­
ronse los puentes, quitáronse las barcas, devastáronse los campos,
y obligando á los habitantes á que levantasen sus casas y llevasen
sus haberes, se ordenó que la población entera del modo que pu­
diese hostigase al enemigo por los costados y espalda y le cortase
los víveres, mientras que el ejército aliado por su frente le traia á
estancias en que fuese probable batallar con ventaja.
Linease*тоги». De aquellas se contaban á retaguardia de los anglo­


vedras. portugueses varias que eran muy favorables, sobre­
pujando á todas las que se conocieron después con el nombre de
líneas de Torres­Vedras. Fortaleciéronse estas cuidadosamente,
proviniendo la primera idea de mantenerlas y asegurarlas de planes
que de todos sus puestos mandó levantar en 1799 el general Sir
Carlos Stuart (padre del Stuart por este tiempo embajador en Lis­
boa ) , trabajo que ya entonces se hizo con el objeto de cubrir la
capital de Portugal de una invasión francesa. Wellington desde muy
temprano concibió el designio de realizar pensamiento tan pro­
vechoso.


Dos fueron la principales líneas que se fortificaron. Partía la
primera de Alhandra orillas del Tajo, y corría por espacio de siete
leguas, siguiendo la conformación sinuosa de las montañas hasta el
mar y embocadero delSizandro, no lejos de Torres­Vedras. La
segunda que era la mas fuerte y que distaba de la primera de dos
á tres Jeguas, según la irregularidad del terreno, arrancaba en
Quíntela, y dilatándose cosa de seis leguas remataba en el paraje
en donde desagua el rio llamado San Lorenzo. Habia ademas pa­
sado Lisboa al desembocar del Tajo otra tercera línea, en cuyo
recinto quedaba encerrado el castillo de San Julián, no teniendo la
última mas objeto que el de favorecer, en caso de necesidad, el
embarco de los ingleses. Contábanse en tan formidables líneas ISO
fuertes y unos 600 cañones. Se habían construido las obras bajo la
dirección del teniente coronel de ingenieros Fletcher, á quien auxi­
lió el capitán Chapman.
p i c h o do w e i ­ Puso Lord Wellington particular ahinco en que se
hngton * Aiava. fortificasen estas líneas cumplida y prontamente, pues
como decia al digno oficial Don Miguel de Álava, comisionado por
ei gobierno español cerca de su persona, « no ha podido cabernos
с mayor fortuna que el haber asegurado el punto de la isla gadi­
« tana y este de Torres­Vedras, inexpugnables ambos, y en los
« que estrellándose los esfuerzos del enemigo daremos lugar á
* otros acontecimientos, y nos prepararemos con nuevos bríos á
« ulteriores y mas brillantes empresas. »


Los franceses por su paite habian preparado grandes fuerzas,




LIBRO DUODÉCIMO. 157


para que no se les malograse la expedición de Por- P r e p > r a l , T 0 S
tugal. El mariscal Massena no solo tenia á su disposi- t o e m d e í o s r r a n -
eion los tres cuerpos indicados y la caballería de Mont- c e s e ! '
Brun, sino que comprendiéndose igualmente en su mando las pro-
vincias de Castilla la Vieja y las Vascongadas, el reino de León y
Asturias, de su arbitrio pendía sacar de alli las fuerzas que hubiese
disponibles. Ademas se alojaba entre Zamora y Benavente á las
órdenes del general Serras una columna móvil de 8000 hombres
que amenazaba á Tras-los-Montes, y en agosto entró en España
un 9 o cuerpo de ejército de 20,000 hombres, formado en Bayona
y regido por el general Drouet: á mayor abundamiento en la misma
ciudad se juntaba otro al cargo del general Caffarelli. No eran inú-
tiles semejantes precauciones si querían los enemigos conservar
firme su base, y evitar el que se interrumpiesen las comunicaciones
por las partidas españolas.


Asi fue que el mariscal Massena, próximo á entrar en Portugal,
dio en Ciudad Rodrigo una proclama á los habitadores de aquel
reino, expresando que se haliaba á la cabeza de 110,000 hombres.
Aserción no jactanciosa si se cuentan todos los cuerpos y divisiones
que estaban bajo su obediencia, y que se extendían por España
desde la frontera lusitana hasta la de Francia.


Hubo ya escaramuzas en los primeros dias de julio entre ingleses
y franceses. Aquellos volaron v acabaron de arruinar


i m J i • i / . , , i • i E s c a r a m u z a » .
el 21 del mismo mes el tuerte de la Concepción, en la F a e n e de ia c o n -
raya perteneciente á España, y bien fortificado antes ""P^-
de 1808; pero que al principiarse en dicho año la insurrección se
vio abandonado por los españoles, y destruido en parte por los
franceses. ^


Crawfurd, general de la vanguardia inglesa, se co- combate dei
locó entonces a la margen derecha del Coa, y sin te- C o a -
ner la aprobación de lord Wellington decidióse el 24 á trabar
pelea con los franceses, llevado quizá del deseo de cubrir á Al-
meida, bajo cuyos cañones apoyaba su izquierda. Consistía la
fuerza de Crawfurd en 4000 infantes y 1100 caballos, situados en
una línea que se extendía por espacio de media legua, formación
algo semejable á ias desadvertidas del general Cuesta. Vino sobre
los ingleses el mariscal Ney acompañado de su cuerpo de ejército,
y por consiguiente muy superior á aquellos en número. Y si bien
los batallones de la vanguardia aliada y los individuos combatieron
por separado valerosamente, maniobróse mal en la totalidad, y
los movimientos no fueron mas atinados que lo habia sido la colo-
cación de las tropas. Los franceses rompieron las filas inglesas,
obligando á sus soldados á pasar el Coa. Sirvió á estos para no ser
del lodo deshechos y atropellados por los ginetes enemigos lo des-
igual del terreno y los viñedos, y también el haberse negado á
evolucionar oportunamente con la caballería el general Mont-Brun,




158 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
disculpándose con no tener orden del general en gefe mariscal
Massena. Hallaron asi los ingleses hueco para cruzar el puente,
cuyo paso defendido con grande aliento detuvo al francés en su
marcha. Perdió Crawfurd cerca de 400 hombres; bastantes Ney
por el empeño que puso aunque inútil en ganar el puente.


Tal contratiempo en vez de coadyuvar á la defensa de Almeida
no podia menos de perjudicarla. Los franceses en efecto intimaron
luego la rendición; mas no por eso obraron con su acostumbrada
presteza pues hasta el 15 de agosto en la noche noabrieron trinchera.


Parecia natural que Almeida, plaza bajo todos res­
s i a o d e A i m e i d a . p e ( i t o g preeminente á Ciudad Rodrigo, imitase tan
glorioso ejemplo, prolongando aun por tiempo mas largo la resis­
tencia. Los antiguos muros se hallaban mucho antes de la actual
guerra mejorados, conforme al sistema moderno de fortificación,
con foso, camino cubierto, seis baluartes, seis rebellines, y un
caballero que dominaba la campiña. Habia también almacenes á
prueba de bomba. Filaba ahora la plaza muiúckmada muy bien, \
sus obras mas perfeccionadas. Guarnecíanla 4000 hombres, y
mandaba en ella el coronel inglés Cox.


vuélase Rompieron los franceses el 26 horroroso fuego, y
á poco ardieron muchas casas. Al anocher del mismo


dia tres almaneces los mas principales encerrados en un castillo
antiguo, situado en medio de la ciudad, se volaron con pasmoso
estrépito, y causaron deplorable ruina. Por unas partes resquebra­
járonse los muros, por otras se aportillaron; los cañones casi todos
fueron ó desmontados ó arrojados al foso, perecieron 500 perso­
nas; hubo heridas muchas otras, y apenas quedaron seis casasen pie.
Tal espectáculo ofreció Almeida en la mañana del 27. No faltó quien
atribuyese á traición semejante desdicha : los bien informados á
casualidad ó descuido,


capitula ^ m t a r < ^ a n z a repitieron los franceses la intimación
de rendirse. El gobernador Cox, aunque ya miraba


imposible la defensa, quería alargarla dos ó tres dias esperando
que el ejército aliado acudiese en socorro de la plaza; pero obli­
góle á capitular un alboroto agavillado por el teniente de rey Ber­
nardo da Costa. Presúmese que en él influyeron los portugueses
adictos al francés, y que estaban en su campo. El teniente de rey
fue en adelante arcabuceado, si bien no resultó claramente que
llevase tratos con el enemigo.


proscripciones De resultas la regencia de Portugal también declaró
I i s b o a S i o n e s № t r a ' c ' o r e s a varios individuos que seguían el bando


francés. Entre ellos sonaban los nombres de los mar­
queses de Alorna y de Loulé, del conde de Ega, de Gómez Freiré
dé Andrade y otros de cuenta. Se prendió asimismo en Lisboa á
muchas personas so pretexto de conspiración, sin pruebas ni acu­
sación fundada. Enviáronlas después unas á Inglaterra, otras á las




LIBRO DUODÉCIMO.


Azores. Dieron ocasión á tan vituperable demasía livianos motivos
y privadas venganzas. Extrañóse que lord Wellington, y par-
ticularmente el embajador Sluart miembro de la regencia y de
poderoso influjo, no estorbasen procedimientos en que por lo
menos pudiera achacárseles cierta connivencia, como sucedió.
Pero la regencia de Lisboa, tomando la defensa de ambos, ma-
nifestó no haber tomado parte ninguno de ellos en aquella ocur-
rencia.


Mientras tanto la caida de Almeida, el contratiempo T e m o r e s i e io>
de Crawfurd, y la idea agigantada que entonces te- ingleses,
nian los ingleses del ejército francés, causaban en el británico
grande descaecimiento. Las cartas de los oficiales á sus amigos en
Inglaterra no estaban mas animosas, y su mismo gobierno se mos-
traba casi desesperanzado del buen éxito de la lucha peninsular.
Asi fue que no obstante haber accedido á los planes de lord Wel-
lington indicábase á este en particulares instrucciones que S. M. B.
vería con gusto la retirada de su ejército, mas bien que el que cor-
riese el menor peligro por cualquiera dilación en su embarco. Otro»
general de menos temple que lord Wellington y menos confiado
en los medios que le asistían hubiera quizá vacilado acerca del
rumbo que Convenia tomar, y dado un nuevo ejemplo de escanda-
losa retirada. Mas Wellington mantúvose firme, á pesar de que la
repentina é inesperada pérdida de Almeida aceleraba las operacio-
nes del enemigo.


Acaecida tamaña desgracia se replegó el general Repliégase wei-
inglés á la izquierda del Mondego, estableció en Gou- l l n e l o n -
vea sus reales, colocó detras de Celórico los infantes, y en este
mismo pueblo la caballería. Massena, teniendodificul- D l f l c u i i a d e s „ „ „
tades en acopiar víveres, á causa de las partidas espa- t l C M Massena.
ñolas y de la mala voluntad de los pueblos, retardó la invasión, y
aun dudaba poderla realizar tan pronto. Dos meses eran corridos
después de la toma de Ciudad Rodrigo. Almeida apenas había ofre-
cido resistencia, y el ejército francés aun permanecía á la derecha
del Coa. Tanto ayudaba á los aliados la constante enemistad que
conservaban los habitantes á los invasores.


Napoleón, que no palpaba de cerca como sus gene- A g í a l e N a p o -
rales los obstáculos del país, maravillábase de la di- l e 0 I !-
lacion, mayormente siendo superior en número al anglo-porlugués
el ejército de los franceses. Asi se lo manifestaba á Massena en ins-
trucciones que le expidió en setiembre; pero antes de recibir estas
ya aquel mariscal se habia puesto en marcha.


Fue su primer plan, aseguradas las plazas de Ciudad Rodrigo y
Almeida, moverse por ambas orillas del Tajo. Pero des- Empieza Masse-
pues contando con que las tropas francesas deExtrema- n a , a ' r a s i ó n -
dura y Andalucía amenazarían por el Alentejo, y no creyéndose con
bastante fuerza para dividir esta, limitó sus miras á su solo frente,




160 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


y determinó obrar por uno de los tres principales caminos que por
alli se le ofrecían de Belmonte, Celórico y Viseo.


t n de Wellington, conservando en Gouvea sus cuarteles,
Wel l ingtonyme- extendía los puestos avanzados de su ejercito, corn-
a d a s que toma, pendiendo las fuerzas de Hill y otras sobre la derecha
desde el lado de Almeida por la sierra de Estrella á Guarda y Cas-
tello-Branco : en caso de ataque del enemigo debian todas las di-
visiones replegarse concéntricamente hacia las líneas. El inconve-
niente de esta posición consistía en lo dilatado de ella, pudiendoel
enemigo al paso que amagase á Celórico interponerse por Belmonte
entre lord Wellington y el general Hill, á quienes separaba gran
distancia. El último siguiendo paralelamente, conforme indicamos,
los movimientos del francés Reynier habia llegado á Gastello-Bran-
co el 21 de julio. Dejó aqui una guardia avanzada, y obedeciendo
las órdenes de lord Wellington, que le habia reforzado con caba-
llería, se acampó con 16,000 hombres y 18 cañones en Sarcedas.
Para prevenir el que los franceses se interpusiesen se rompió de


«Covilhá arriba el camino, ejecutáronse otros trabajos de defensa,
se apostó en Fundao una brigada portuguesa, y colocóse entre dos
posiciones que se atrincheraron detras del Cezere, rio tributario
del Tajo, y junto al Alba, que lo es del Mondego,. una reserva
formada en Tomar, y compuesta de 8000 portugueses, y 2000 in-
gleses bajo el mando del general Leith.


Descripción dei ^ ' c u e r P ° principal del ejército de Wellington po-
yaiie do Monde- dia desde Celórico tomar para su retirada ó el camino
e"' que va á la sierra de Murcela, ó el de Viseo. El pri-
mero corre por espacio de quince leguas lo largo de un desfiladero
entre el rio Mondego y la sierra de Estrella, teniendo al extremo
la de Murcela que circunda el Alba. De alli un camino que lleva á
Espinhal facilitaba las comunicaciones con Hill y Leith, y un ramal
suyo las de Coimbra. La otra ruta insinuada, la de Viseo, es de


las peores de Portugal, interrumpida por el Criz y otras corrien-
tes, y también estrechada entre eí Mondego y ía sierra de Cará-
ntula que se une por medio de un pais montuoso á la de Busaco,
límite, por decirle asi, del valle, y que hace frente á la de Mur-
cela, pasando entre las faldas de ambas sierras el mencionado
Mondego. La decisión de Wellington pendía del partido que toma-
sen los franceses.


Distruracion de Massena no conocía á fondo el terreno, y tomando
M a s ^ ñ a r p o s *> consejo de los portugueses que habia en su campo, á


quiénes suponia enterados, resolvió dirigirse á Viseo
y de alli á Coimbra, habiéndosele pintado aquella ruta como fácil y
sin particulares obstáculos. En consecuencia reconcentró el 16 de
setiembre los tres cuerpos de ejército que mandaba : el de Ney y
la caballería pesada en Mazal de Chao; el de Junot en Pinhel, y el
de Reynier en Guarda. Hizo distribuir á los soldados pan para




LIBRO DUODÉCIMO. 161


trece días pensando caminar aceleradamente, y deseando antici-
parse á Wellington en su marcha. Massena colocando asi su ejér-
cito amenazaba los tres caminos indicados de Celó-rico. Belmonte y
Viseo, y dejaba en duda el verdadero punto de su acometida. Rey-
nier habia hecho desde su retirada de Extremadura varios movi-
mientos, ya dando indicios de dirigirse á Castello-Branco, ya ade-
lantándose hasta Sabugal, ya retrocediendo á Zarza la Mayor. Por
fin se incorporó, según acabamos de ver, á los otros cuerpos de
Massena.


De estos el 2 o y 6 o unidos con la caballería de Mont- Muévese sobre
Brun cayeron en breve sobre Celórico, replegándose c e w r i c o y v iseo,
los puestos de los aliados á Cortizá. Wellington entonces comenzó
su retirada por la izquierda del Mondego sobre el Alba, y el 17
notó que los dos mencionados cuerpos franceses se dirigían á Viseo
por Fornos; quedaba el 8° de Junot hacia Trancoso en observación
de 10,000 hombres de milicia al mando del coronel Trant , y de
los gefes Miller y Juan Wilson, recogidos del norte de Portugal,
y que se pusieron á las órdenes del general Bacellar para molestar el
flanco derecho y la retaguardia del enemigo.


Entraron en Viseo las avanzadas francesas el 18. E D t r a n sus avan-
La ciudad estaba desierta. Wellington sin demora ^ d a s e u v i s e o ,
hizo cruzar de la margen izquierda del Mondego á la opuesta la
brigada portuguesa que mandaba Pack, y la apostó mas allá del
Criz rolos sus puentes. En seguida empezó también C o n t l i r a a W e i _
el ejército aliado á pasar el Mondego por Pena-Cova, imgton so r e t í -
Olivares y otras partes: colocóse la división ligera de r a a a '
Crawfurd en Mortagao para sostener á Pack; la 3 a y 4 a del mando
de Picton y Colé entre la sierra de Busaco y aquel pueblo, situán-
dose al frente del mismo en un llano la caballería. Pasó al otro lado
de la citada sierra la I a división regida por el general Spencer, y
se dirigió á Meallada con la mira de observar el camino de Oporto
á Coimbra, pues todavía se dudaba si Massena procuraría desde
Viseo salir hacia aquella ruta, ó continuar lo largo de la derecha
del Mondego. Por igual motivo el coronel Trant con parte de la
milicia debía marchar por San Pedro de Sul á Sardao, y juntarse
al general Spencer. En tanto el general Leith llegaba al Alba, y
siguióle de cerca Hill, quien, sabiendo que Reynier se había jun-
tado á Massena, se anticipó afortunadamente sin que hubiese to-
davía recibido órdenes de Wellington y vino á incorporarse al ejér-
cito aliado.


El grueso del de los franceses llegó á Viseo el 2 0 ; pero su ar-
tillería y equipages se ( detuvieron por los tropiezos del camino, y
por una embestida del coronel Trant. Atacólos este A t a c a T r a m b
caudillo el mismo 20 en Tojal, viniendo de Moimenta artillería y equi-
da Beira, con algunos caballos y 2000 hombres de p a S 6 s í r a a c e s f t *
milicia. Cogióles 100 prisioneros, algún bagage, v su triunfo hu-


ii. " 11




162 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


biera sido mas completo si la gente que mandaba hubiese sido me-
nos novicia. Sin embargo tan inesperado movimiento desasosegó
á los franceses, cuya artillería, equipages y gran parle de la ca-
ballería , no llegó á Viseo hasta el 2 2 , lo cual hizo perder á Mas-
sena dos días, y no desaprovechó á Wellington, á quien hubiera
podido andar el tiempo escaso.


Parecía ahora que este general prosiguiendo en su propósito de
no aventurar batallas no se detendría en donde estaba, sino que
cerciorado de que los franceses iban adelante se replegaria para
aproximarse á las líneas. Suposición esta tanto mas fundada,
cuanto no habiendo querido empeñar acción para salvar dos plazas,
no era regular lo hiciese en la actual ocasión en que no concurría
motivo tan poderoso. Mas no sucedió asi. Presúmese que varió de
parecer á causa de los clamores que contra los ingleses se levanta-
ron en Portugal, viendo que dejaban el país á merced del enemigo.


u c H é n e s c W e i - Wellington determinó pues hacer alto en la sierra
Mngton e n B o s a - de Busaco, y disponer su gente en nuevas y acomo-
e 0 ' dadas posiciones. Corren aquellos montes por espacio
de dos leguas, cayendo por un lado rápidamente, según hemos
apuntado, sobre la derecha del Mondego, y enlazándose por el
opuesto con la sierra de Caramula. Tres caminos llevan á Coimbra:
uno cruza lo mas alto, y allí se levanta un convento, célebre en Por-
tugal, de carmelitas descalzos, en donde lord Wellington estableció
el cuartel general, y aquella morada antes silenciosa y pacifica con-
virtióse ahora en estrepitoso alojamiento de gente de guerra. De
los otros dos caminos uno venia de San Antonio de Cántaro, y el
otro seguia el Mondego á Pena-Cova. A través del último se colocó
el cuerpo de Hill que llegó el 2(j; á su izquierda Leith. Seguia
la 3 1 división, y entre esta y el convento formaba la I a . La 4 a se
puso en el extremo opuesto para cubrir un paso que conduce á
Meallada, en cuyo llano se apostó la caballería, quedando solo en
las cumbres un regimiento de esta arma. La brigada de Pack se
alojaba delante de la I a división, á la mitad de la bajada del lado
de los franceses : tamdien se situó descendiendo y enfrente del
convento la vanguardia de Crawfurd con algunos ginetes. Habia
en ciertos parages á retaguardia de la línea portugueses que soste-
nían el cuerpo de batalla. Hallóse Wellington con toda su fuerza
principal reunida en número de unos 50,000 hombres.
A c e t a de Busa- Túvose á dicha que los franceses se hubiesen parado


c 0- hasta el dia 27, pues á haber acelerado su marcha y
acometido treinta y seis horas antes, conforme se asegura quería
Ney, la suerte del ejército aliado hubiera podido ser muy otra,
reinando alguna confusión en sus movimientos. Leith pasaba el
Mondego, Hill todavía no habia llegado, y apenas estaban en línea
25,000 hombres.


El mariscal Massena después de algunas dudas se resolvió á em-




LIBRO DUODÉCIMO.


bestir la sierra el 27 al amanecer. Tenían sus soldados para llegar
á la cima que trepar por una subida empinada y escabrosa, cuya
desigualdad sin embargo les favorecía, escudando hasta cierto
punto sus personas. El mariscal Ney se enderezó al convento, y
Reynier del otro lado por San Antonio de Cántaro. Junot se quedó
en el centro y de respeto con la caballería y artillería.


Las tropas de Reynier acometieron con tal ímpetu que se enca-
ramaron en la cima, y por un rato se enseñorearon de un punto
de la línea de los aliados, arrollando parle de la 3* división que
mandaba Picton. Pero acudiendo el resto de ella, y también el ge-
neral Leith por el flanco con una brigada, fueron los enemigos des-
alojados, y cayeron con gran matanza la montaña abajo.


Ni aun tan afortunado logró ser por el otro punto el mariscal
Ney. Dueño desde el principio de la acción de una aldea que am-
paraba sus movimientos, comenzó á subir la sierra por la derecha
encubierto con lo agrio y desigual del terreno. El general Crawfurd
que se hallaba alli tomó en esta ocasión atinadas disposiciones.
Dejó acercarse al enemigo, y á poca distancia rompió contra sus
filas vivísimo fuego, cargándole después á la bayoneta por el frente
y los costados. Precipitáronse los franceses por aquellas hondona-
das, perdieron mucha gente, y quedó prisionero el general Simón.
Ganaron después los ingleses á viva fuerza el pueblecillo que ha-
bían al principio ocupado sus contrarios. Lo recio de la pelea duró
poco, el enemigo no insistió en su ataque, y se pasó lo que restaba
del día en escaramuzas y tiroteos. Perdieron los franceses U B O S
4000 hombres : murió el general Graindorge, y fueron heridos Foy
y Merle. De los aliados perecieron 1300, menos que de los otros á
causa de su diversa y respectiva posición.


Convencido el mariscal Massenade las dificultades c r a z a M a s e ™
con que se tropezaba para apoderarse de la sierra por 5 * r a 1 l s r r u d o C a r a '
el frente, trató de salvarla poniéndose en franquía
por la derecha, y obligando de este modo á los ingleses á abando-
nar aquellas cumbres, ya que no pudiese sorprenderlos por el
flanco y escarmentarlos. Lo difícil era encontrar un paso, mas al
fin consiguió averiguar de un paisano que desde Mortagao partía
un camino al través de la sierra de Caramula, el cual se jun-
taba con el que de Oporto va á Coimbra. Contento el mariscal
francés con tal descubrimiento, decidió tomar prontamente aque-
lla via, y disfrazó su resolución manteniendo el 28 falsos ataques
y escaramuzas. Mientras tanto fue marchando á la desfilada lo mas
de su ejército, y hasta en la tarde no advirtieron los ingleses el
movimiento de sus contrarios.


No les era ya dado el estorbarlo, por lo que desampararon á
Busaco antes del alborear del 29. HiU repasó el Mondego, y por
Espinhal se retiró sobre Tomar : hacia Coimbra y la vuelta de
Meállada Wellington con el centro y la izquierda. Cubria la reta-




164 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


guardia la división ligera de Crawfurd á la que se unió la caba-
llería.
. Los franceses, después de cruzarla sierra de Caramida, llegaron


el mismo dia 28 á Boyalvo sin encontrar ni un solo hombre. El
coronel Trant se hallaba á una legua en Sardao adonde habia ve-
nido desde San Pedro de Sul, pero con poca gente. Las partidas
enemigas le arrojaron fácilmente mas allá del Vouga.


Por la relación que hemos hecho de la acción de Busaco aparece
claro que con ella no se alcanzó otra cosa que el que brillase de
nuevo el valor británico y se adquiriese mayor confianza en las
tropas portuguesas, las cuales pelearon con brio y buena disciplina.
Pero no se recogió ninguno de aquellos importantes frutos, pol-
los que un general aventura de grado una batalla. Ni siquiera habia
los motivos que para ello asistían durante los sitios de Ciudad Ro-
drigo y de Almeida. Y hasta la prudencia de lord Wellington falló
en esta ocasión, dejando un portillo por donde no solo se metieron
los franceses, sino que también por él pudieron envolver al ejér-
cito aliado ó á lo menos flanquearle con gran menoscabo. En vano
se alega en disculpa haber mandado Wellington que avanzase el co-
ronel Trant con la milicia : la escasa fuerza y la índole bisoña de
esta tropa no hubiera podido detener cuanto menos rechazar las
numerosas huestes de Massena. Tan cierto es que de un hilo cuelga
la suerte de las armas, aun gobernadas por generales los mas ad-
vertidos.


Puesto el mariscal francés en Boyalvo marchó sobre Coimbra.
En aquel tránsito no estaba el pais tan destruido y talado como
hasta Busaco. No se cumplieron alli rigurosamente las disposiciones
de Wellington, parte por creerse lejano el peligro, parte también
porque á la regencia portuguesa, gobierno nacional, no le era lí-
cito llevar á efecto órdenes tan duras con la misma impasibilidad y
fortaleza que al brazo de hierro de un general que, aunque aliado,
era extrangero.
Los franceses en Hubo por tanto en Coimbra desbarato y confusión,


counbra . y s ¡ j j ¡ e n i o s vecinos desampararon la ciudad, con la
precipitación se dejaron víveres y otros recursos al arbitrio del
enemigo. No le aprovecharon sin embargo á este : Junot, á pesar
de órdenes contrarias del general en gefe, permitió ó no pudo im-
pedir el pillage.


„ „. De aqui nació que agolpándose muchedumbre de
Condena. J , i • , .


población fugitiva de aquella ciudad y otras partes á
los defiladores que van á Condeixa, hubo de comprometerse la divi-
sión de Crawfurd que cubria la retirada del ejército aliado, porque
detenida en su marcha se dio lugar á que se aproximaran los gine-
tes enemigos. A su vista suscitóse gran desorden, y si hubiesen ve-
nido asistidos de infantería, quizá hubieran destronado á Crawfurd.
Este consiguió aunque áduras penas poner en salvo su división.




LIBRO DUODÉCIMO. 163


Lo apacible del tiempo habia favorecido en su reti- Desórdenes en el
rada á los ingleses, abundaban en provisiones, y no e i é r c i t 0 i 0 B l é s -
obstante cometieron excesos á punto de robar sus propios almace-
nes. El cuartel general se estableció en Leiria el 2 de octubre,
y creciendo la perturbación y las demasías hubiéranse quizá repe-
tido en compendio las escenas deplorables del ejército de Moore,
á no haber lord Wellington reprimido el desenfreno con castigos
ejemplares y con vedar que los regimientos mas díscolos entrasen
en poblado.


Él saqueo de Coimbra y sus desórdenes impidieron también por
su parte al mariscal Massena moverse de aquella ciudad antes
del 4 , respiro que aprovechó á los ingleses. Ño obstante acome-
tiendode repente los enemigos á Leiria, se vieron aquellos al pronto
sobrecogidos. Atajados al fin los Ímpetus del francés prosiguieron
la retirada los aliados, yendo su derecha por Tomar y Samaren,
la izquierda por Alcobaza y Obidos, el centro por Batalha y Rio-
mayor : envióse fuerza portuguesa á guarnecer á Peniche, pequeña
plaza orillas de la mar.


No bien hubo el mariscal Massena salido de Coim-
bra, cuando el coronel Trant viniendo desde el Vouga T r a m ^ 0 ^ ™ -
con milicia portuguesa, pudo el 7 sorprender en ™saes d 0 C o l m '
aquella ciudad á los franceses que la custodiaban,
coger á los que se habian fortificado en el convento de Santa Clara
apoderarse en una palabra de 3000 hombres contados heridos y
enfermos, y asimismo de los depósitos y hospitales. Al siguiente
día llegaron también con sus milicianos los gefes Miller y Juan
Wilson, y tomaron, extendiéndose por la línea de comunicación,
500 hombres mas.


No detuvo á Massena semejante contratiempo, ni tampoco las
lluvias que empezaron á ser muy copiosas. En nada reparaba la
impetuosidad francesa, y el 9 en Alcoentre vióse sor- A i c o e n t r e .
prendida una brigada de artillería inglesa y hasta per-
dió sus cañones. Costó mucho recobrarlos. Parecida desgracia
ocurrió el 10 á la división de Crawfurd en Alenquer,
permaneciendo este general muy descuidado cuando e n q t i e r '
tenia cerca un enemigo tan diligente. El terror fue grande, y aun-
que se disipó, no por eso dejó de correr la voz de que aquella di-
visión habia sido cortada, por la cual temeroso Hill de la suerte de
la 2 a línea que era la mas importante, se echó atrás para cubrirla,
y dejó desamparada la primera desde Alhandra á Sobral cosa
de dos leguas. Felizmente los enemigos no lo notaron, y antes de
la madrugada del 11 tornó Hill á sus anteriores puestos. Infiérese
de aqui lo poco firme que todavía andaba el ánimo del ejército
inglés.


Había este ido entrando sucesivamente en las líneas L o s ¡ngieses en
de Torres-Yedras, y admirábase no teniendo de ellas l a s , i n e a S i




166 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


cumplida idea. No menos se maravilló al acercarse el mariscal
Massena, quien hasta pocos dias antes ni siquiera sabia que exis-
tiesen. Ignorancia pasmosa, ya dimanase del sigilo con que se ha-
bían construido obras de tal importancia, ya de la falta de secretas
correspondencias de los enemigos en el campo aliado.


Massena gastó algunos dias en reconocer y tantear las líneas ¡
se trabaron varias escaramuzas, la mas seria e l l 4 cerca de So-
bral. Fue herido el general inglés Harvey, y en Villafranca mató el
fuego de una cañonera al general francés Saint-Croix.
Massena no las No vislumlumbrando Massena después de su exá-


ataca. m e n probabilidad de forzar las líneas, consultó con
los otros gefes principales del ejército, y juntos decidieron pedir re-
fuerzos á Napoleón, y reducir en cuanto fuese dado á bloqueo las
operaciones. Estableció de consiguiente Massena su cuartel general
en Alenquer, situó el cuerpo de Reynier en Villafranca, el de Junot
mirando á Sobral, y mantuvo el de Ney en Otta á retaguardia.


Formidable P ° r s u P a r t e e ' ejército de lord Wellington estaba
íaeraa y posición


distribuido as i : la derecha á las órdenes de Hill en
de w e m n g t o n . A l h a n d r a > l a izquierda que mandaba Picton en Tor-
res-Yedras , Wellington mismo y Beresford en el centro, el último
tenia su cuartel general en Monteagrazo, el primero en Quinta de
Peronegro cerca de Enxara de los Caballeros. Fuese el ejército
británico reforzando, y cubriéronse sus huecos con tropas de In-


cneseie con glaterra y Cádiz, también se le unió de Badajoz antes
dos dhisiones de acabar octubre el marqués de la Romana con dos
itomana. divisiones mandadas por los generales Carrera'y Don
Carlos Odonell, que ambas componían unos 8000 hombres.


Juzgó conveniente ademas lord Wellington no solo tener á su
disposición fuerza real y efectiva bien organizada, sino igualmente
gran avenida de hombres que aumentasen el número y las apañen^
cias. Asi la milicia cívica de Lisboa, la de la provincia de la Extre-
madura portuguesa y sus ordenanzas se metieron en el recinto de
las líneas, pues allí podian ser útiles y representar aventajado
papel. Creció tanto la gente que al rematar octubre recibían racio-
nes dentro de dichas lineas 130,000 hombres de los que 70,000
pertenecían á cuerpos regulares y dispuestos á obrar activamente:
guardaban casi todos los castillos y fuertes de la primera y segunda
línea la milicia y artillería portuguesas, la tercera que era la última
y mas reducida la tropa de marina inglesa.


Tan enorme masa de gente abrigada en estancias tan formidables
teniendo á su espalda el espacioso y seguro puerto de Lisboa, y con
el apoyo y los socorros que prestaban el inmenso poder marítimo
y la riqueza de la gran Rretaña ofrece á la memoria de los hombres
un caso de los mas estupendos que recuerdan los anales militares
del mundo. ¡ Qué recursos asistían al dominador de Francia para
superar tantos y tantos impedimentos !




LIBRO DUODÉCIMO. ¡67
Por de fuera de las líneas no descuidó Wellinjrton


, . . . . . . T ... . . . y . Moléstase tam~


el que se hostilizase al enemigo. La milicia del norte bien ai enemigo
de Portugal le punzaba por la espalda y se comuni- d e l a s
caba con Peniche, hacia donde sé destacó un batallón
español de tropas ligeras y un cuerpo de caballería inglesa, tam-
bién sostenidos por una columna volante que salia de Torres-Ve-
dras á hacer sus excursiones, y por el pueblo de Obidos en estado
de defensa. Del otro lado maniobraba la milicia de la Beira Baja,
dándosela mano con la del norte y apoyada por Don Carlos España
que con una columna móvil había pasado el Tajo y Don c i r i o s E s -
obraba la vuelta de Abrantes, villa esta en poder de p a B a '
los aliados y fortificada. De suerte que los franceses estaban meti-
dos como en una.red, costándoles mucho avituallarse y formar al-
macenes.


En la lejanía dañábales igualmente el continuo pe- S U u a c l 0 B c r ¡ .
lear de los partidarios españoles de León, Castilla y 0 0 'o» fr-an-
provincias Vascongadas que dificultaban los convoyes c e s e s '
y socorros, é interrumpían la correspondencia con Francia. No
menos los desfavoreció la guerra que por las alas hadan las tropas
españolas, ya en la frontera de Galicia, ya en Asturias y también
en Extremadura.


De las primeras Galicia, aunque libre, ceñía sus G a l l e ¡ a
operaciones á hacer de cuando en cuando correrías
hasta el Orbigo y el Esla, de donde según ya quedó apuntado so-
lian los enemigos arrojar á los nuestros obligándolos á replegarse
á los puertos de Manzanal y Fuencebadon y aun al Vierzo. El ge-
neral Mahy continuaba mandando como antes aquel ejército, cuyas
fuerzas apenas llegaban á 12,000 hombres y pocos caballos, lodo
no muy arreglado. Y ¡ cosa de admirar! los gallegos que se habían
esmerado tanto en defender sus propios hogares, mostráronse pe-
rezosos en cooperar fuera de su suelo en triunfo de la buena causa.
Mas esto pendió mucho aquí como en las demás partes, de las au-
toridades y no de reprensible falta en el carácter dé los habitantes.
Aquellas por lo general eran flojas y adolecían de los vicios de los
gobiernos anteriores, careciendo de la previsión y bien entendida
energía que da la ciencia práctica del gobierno.


Las operaciones pues del general Mahy fueron muy limitadas.
Ocuparon sin embargo sus tropas por dos veces á León, é inquie-
taron con frecuencia y á veces con ventaja á los franceses. Distin-
guiéronse en semejantes reencuentros los oficiales superiores Me-
neses y Evia Diósele después á Mahy el mando de las tropas de
Asturias, para que reuniendo este al que ya tenia, se procediese
mas de concierto. Al fin autorizósele también con la capitanía gene-
ral de Galicia, y se creyó de este modo que poniendo en una mano
la supremacía militar del distrito y la de las fuerzas activas de am-
bas'provincias, lomarían los movimientos de la guerra rumbo mas




d68 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


fijo. Mahy en consecuencia y para obrar de acuerdo con la junta
de Galicia, y hacer que de un solo centro partiesen las providen-
cias convenientes, pasó á la Coruña en 2 de setiembre, y dejó en
su lugar al frente del ejército á Don Francisco Taboada y Gil que
vimos en Sanabria. Colocó este general las tropas en Manzanal y
Fuencebadon con puestos destacados sobre las avenidas de la Pue-
bla de Sanabria por un lado, y por otro sobre Asturias via de las
Bávias. Formóse asimismo una columna volante de 2000 hombres
al mando del coronel Mascareñas que particularmente maniobraba
hacia León, la cual desbarató algunas tropas del enemigo en la
Robla, antes de acabar octubre, y en San Feliz de Orbigo al em-
pezar noviembre. También el 26 de aquel mes en Tábara Don Ma-
nuel de Nava sorprendió á los franceses y les hizo algunos prisio-
neros. Mas el único beneficio quede tales operaciones resultó,
ciñóse á obligar al enemigo á que mantuviese fuerzas bastantes en
las riberas del Orbigo y del Esla.


Mahy no alcanzó nada importante con su ida á la Coruña. Ha-
bían traido alli fusiles de Inglaterra y otros auxilios, de que no
se sacó gran fruto. Las autoridades discurrían, es cierto, mucho
entre s í , y aun ideaban planes, pero casi todos ellos ó no llegaron
á plantearse ó se frustraron. Hombre de sanas intenciones, esca-
seaba Mahy de nervio y de aquella voluptad firme que imprime en
la mente de los demás respeto y sumisión.


Dejamos en abril las tropas de Asturias colocadas
en la Navia y en el país montuoso que sigue casi la


misma línea. Las primeras se componian de la división de Galicia,
y las mandaba Don Juan Moscoso : las otras que eran las asturia-
nas Don Pedro de la Barcena, á quien se había, agregado con su
cuerpo franco Don Juan Díaz Porjier. Atacó Moscoso el 17 de mayo
en Luarca á los franceses. Por desgracia nuestras tropas flaquearon,
y con pérdida volvieron á ocupar su primera línea. A Barcena aco-
metido al mismo tiempo sucedióle igual fracaso. Conservóse íntegro
el cuerpo de Parlier que en seguida se situó en el pnente de Salime
á la derecha de Moscoso.


Se retiró á poco este del principado, cuyo mando supremo mi-
litar confirió la regencia de Cádiz á Don Ulises Albergotti, hombre
rnuy anciano é incapaz de desempeñar encargo que en aquel
tiempo requería gran diligencia. El nuevo general permaneció en
Navia, y alli en 5 de julio acometiéronle los franceses penetrando
por el lado de Trelles. Estaba Albergotti desprevenido, y con el
sobresalto no paró hasta Meyra en Galicia. Los enemigos exten-
dieron sus correrías á Castropol, límite de aquel reino y de Astu-
rias. Dos dias antes, el 3, Barcena, que había avanzado hacía Sa-
las, también fue atacado y se recogió á la Pola de Allande.


Mahy entonces, como general en gefe de todas las fuerzas de Ga-
licia y Asturias, quiso poner remedio á tan repelidas desgracias,




LIBRO DUODÉCIMO. 169
hijas las mas de descuidado en algunos gefes y de mala inteligencia
entre ellos, y meditó un plan para desembarazar de enemigos el
principado. Envió pues 600 hombres que reforzasen la división
gallega, mandó que esta partiese á Salime y comunicase con Bar-
cena, y ademas destacó del grueso del ejército de Galicia que es-
taba en el Vierzo un trozo de 1500 hombres al cargo de Don Es-
levan Porlier, el cual cruzando el puerto de Leitariegos debía
obrar mancomunadamente con las fuerzas de Asturias. Al propio
tiempo el otro Porlier (Don Juan Diaz) estaba destín Expediciones
nado á llamar con la infantería de su cuerpo franco la *» r°r«« p o r i a
atención de los franceses del lado de Santander, em- c o $
barcándose á este propósito en Ribadeo á bordo y escoltado de
cinco fragatas inglesas.


Semejante plan habría podido realizarse con buen éxito, si Mahy
usando de su autoridad hubiera hecho que todos los gefes concu-
riesen prontamente á un mismo fin. Porlier dio lávela de Ribadeo,
dirigiendo la expedición maritima el conmodoro inglés Roberto
Mends. Amagaron los aliados varios puntos de la costa, y tomaron
tierra en Santoña, puerto que bien fortificado hubiera sido en el
norte dé España un abrigo tan inexpugnable, como lo eran en el
mediodía las plazas de Gibraltar y Cádiz. Tal deseo asistía á Porlier,
pero su expedición puramente marítima, no llevaba consigo los me-
dios necesarios para fortificar y poner en estado de defensa un
sitio cualquiera de la marina. Desembarcó sin embargo en varios
parages ademas de Santoña, cogió 200 prisioneros, desmanteló las
¿aterías de la costa, alistó en sus banderas bastantes mozos del
país ocupado, y felizmente tornó á la Coruña con la expedición
el 22 de julio.


Repitió este activo é infatigable gefe otra tentativa del mismo
género el 3 de agosto, y aportó á la ensenada de Cuevas entre Lla-
nes y Ribadesella. Dirigióse á Potes, deshizo en las montañas de
Santander algunas partidas enemigas, y retrocediendo á Asturias
obró de consuno con Don Salvador Escandony otros gefes de guer-
rillas que lidiaban al oriente del principado.


Barcena por su parte también avanzó, y el 15de agosto tuvo en
Linares de Cornellana un reencuentro con los franceses. Siguié-
ronse otros, y parecía que pronto se veria Oviedo libre de enemigos,
favoreciendo las empresas de la tropa reglada las alarmas de varios
concejos, nombre que como dijimos se daba al paisanage armado de
la provincia. Pero no fue a s i : cuando unos gefes avanzaban se reti-
raban otros, y nunca se llevó á caBo un plan bien concertado de
campaña. Teníase sí en sobresalto al enemigo, forzábasele á conser-
var en aquellas partes considerable número de gente, mas la guerra
yendo al mismo son en el principado de Asturias que en la frontera
de Galicia, no reportó las ventajas que se hubieran sacado con
mayor unión y vigor en las autoridades y ciertos caudillos.




170 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Fue importante, si no siempre favorable en sus re-
Í rema ura. s u | l a s ^ j a a s ¡ s tencia que dio Extremadura á la cam-


paña de Portugal, pues por lo menos se entretuvo el cuerpo del ma-
riscal Mortier, y se impidió que metiéndose en el Alentejo quitase
á Lisboa los auxilios que aquel territorio suministraba.


Dimos cuenta hasta entrado julio de las operaciones mas princi-
pales del ejército de dicha provincia de Extremadura que sollamaba
de la izquierda. Privado este del apoyo del general Hill había puesto
lord Welüngton en manos del general en gefe marqués de la Ro-
mana la plaza de Campomayor y enviádole á mediados de agosto
una brigada portuguesa á las órdenes de Madden.


Aun sin tales arrimos continuaban las tropas de Extremadura in-
comodando con mayor ó menor ventura al enemigo. Ya al retirarse
Reynierle siguieron la huella lossoldados de Don Carlos Odonell, co-
gieron á los que se rezagaban, y el 31 de j ulio el gefe España se apo-
deró de 100 hombres que guardaban una torre y casa fuerte sita en
la confluencia del Almonte y Tajo, cerca de donde se divisan los fa-
mosos restos del puente romano de Alconélar, que el vulgo ape-
llida de Man tibie, nombre célebre en algunas historias españolas de
caballería. Mas por este lado hubo la desgracia que en Alburquer-
que con la caida de un rayo se volase casi al mismo tiempo que en
Álmeida un almacén de pólvora, accidente que causó daños y
luirías.


La guerra que hasta aqui habia hecho el ejército de Extremadura
no dejó de ser prudente y acomodada á las circunstancias y á la ca-
lidad de sus tropas, si bien se quejaban todos de la indolencia y
dejadez del general en gefé. Y asi mas bien que por premeditado
plan de este dirigiéronse las operaciones según el valor ó el buen
sentido de los generales subalternos, los cuales evitaban grandes
choques, y solo parcialmente hostigaban al enemigo, y le traían en
continuo movimiento. Quiso Romana en agosto probar por sí for-
tuna y dar á la campaña nuevo impulso y mayor ensanche. En con-
secuencia saliendo de Badajoz el 5 se unió á las divisiones de los
generales Ballesteros y la Carrera que se hallaban en Salvatierra,
Refriega en Can- ambas á las órdenes de Don Gabriel de Mendizabal y


taeigaiio. j u n t o s se adelantaron recogiéndose atrás á Llerena los
franceses que habia en Zafra. Aguardaron estos en las alturas deVi-
llagarcía y los nuestros se colocaron en las de Cantaelgallo sepa-
radas de las primeras por un valle. Los enemigos atacaron el 1 1 ,
y valiéndose de diestras maniobras, estuvieron próximos á envolver
á los infantes españoles, si la Carrera con la caballería no los hu-
biera sacado de tan mal paso. Portóse asimismo con habilidad y
honra la artillería. Se retiró Romana á Almendralejo, y los fran-
ceses volvieron á Zafra.


No pasaron por entonces mas adelante, porque como en aquella
guerra tenían á un tiempo que acudir á tantas partes, luego que




LIBRO DUODÉCIMO. 171
en una triunfaban, los llamaba á otra algún suceso desagradable ó
inesperado. Verificóse particularmente en Extremadura este tra-
siego , este continuado ir y venir, distrayendo la atención de las
tropas de Mortier, ya las ocurrencias del condado de Niebla, ya las
de Ronda ú otros lugares.


Después de lo que aconteció en Cantaelgallo fueron
En Fuente de


reforzadas las tropas españolas con los ginetes del ge- C a n t o s -
neral Rutron que ocupaban otros sitios y con los portugueses ya
indicados, al mando de Madden. Quietos los franceses y aun reple-
gados de nuevo, avanzó Butrón á Monasterio, y se colocó la Car-
rera con su división de caballería y la artillería volante en Fuente de
Cantos. Vinieron los enemigos sobre ellos el 15 de setiembre en nú-
mero de 13,000 infantes y 1800 caballos. Butrón se incorporó á
Carrera, y ambos pelearon bien, hasta que oprimidos por la su-
perioridad enemiga empezaron á retirarse. Los franceses tenian
oculta parte de su tropa, casi á espaldas de los nuestros, y car-
gando de improviso, introdujeron desorden, y se apoderaron de
algunos cañones. Mayor hubiera sido la desgracia de- los españoles
á no haber acudido pronto en su favor el inglés Madden apostado
con los portugueses en Calzadilla, quien contuvo á los ginetes fran-
ceses y aun los escarmentó. El general Butrón también después en
Azuaga les cogió 100 hombres. Paráronse los nuestros en Almen-
dralejo, y los enemigos no pasaron de Zafra y de los Santos de
Maymona.


Prosiguió de este modo la gHerra sin ningún considerable em-
peño, y Romana saliendo, como hemos dicho, para Lisboa , se
juntó en octubre con el ejército inglés. Determinación que tomó de
propia autoridad, y no de acuerdo con el gobierno supremo. Cierto
es que no hubiera obtenido Romana la aprobación de aquel á ha-
berle consultado; pues claro era que las tropas que llevó consigo,
hacían mas falta para cubrir la Extremadura española y aun para
impedir la entrada de los franceses en el Alentejo, que en las líneas
de Torres-Vedras abundantemente provistas de gente y de medios
de defensa. Antes de partir nombró Romana para que le reempla-
zase en el mando en gefe á Don Gabriel de Mendizabal, puso á Ba-
dajoz como si estuviera amagado de sitio, y mandó que la junta y
demás autoridades se trasladasen á Valencia de Alcántara.


Tenia inmediata correlación con las operaciones del ejército de
Extremadura la guerra que se hacia en el condado de Niebla, en
la serranía de Ronda y en otros lugares de la Andalucía.


Se daba desde Cádiz pábulo á semejante lucha por Expedición de
medio de auxilios y de algunas expediciones marítimas. L a c y a R o n d a -
Hízose á la vela la primera de estas el 17 de junio compuesta de
5189 hombres de buenas tropas á las órdenes del general Don Luis
Lacy, dirigió su rumbo á Algeciras, en donde desembarcó. Tenia
por objeto dicha empresa fomentar la insurrección de la serranía




172 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de Ronda, adoptando un plan que constantemente mantuviese alli
la guerra. El que proponía Lacy, siguiendo en parte los pensa-
mientos del general Serrano Valdenebro comandante de la sierra,
se presentaba como el mas adecuado, y consistía en establecer de
mar á mar, quedando Gíbraltar á la espalda, una línea de puntos
fortificados que abrigasen respectivamente ambos flancos cuando
se obrase ya en uno ó ya en otro de ellos. Se habilitaban también
en lo interior de la sierra varios castillejos, antiguos vestigios de
los moros, colocados los mas en parages casi inaccesibles. Él ejér-
cito había de obrar no en masa sino en trozos, reuniéndose solo en
determinadas ocasiones, y se dejaba á cargo del paisanage guar-
necer los castillos, y suplir con reclutas las bajas del ejército en
Cádiz. Mas para realizar este plan, necesitábase tiempo, y no era
probable que los franceses se descuidasen y permitiesen el que se
llevara á efecto.


Lacy luego que hubo desembarcado se encaminó á Gausin, desde
donde quiso acercarse á Ronda. En esta ciudad se habían los fran-
ceses fortalecido en el antiguo castillo, y formado varios atrinche-
ramientos : tomar uno y otro á viva fuerza no era maniobra fácil
ni pronta, principalmente conservando los enemigos enGrazalema
una columna móvil.


Limitóse pues Lacy á hacer algunos movimientos, y á contener
á veces los ímpetus del enemigo. Le ayudaban los partidarios fa-
vorecidos del conocimiento que tenían del terreno, siendo los de
mas nombre Don José de Aguilar, Don Juan Becerra y Don José
Valdivia. También los ingleses, de acuerdo con el general español,
enviaron al este de la sierra 800 hombres que sirviesen de apoyo
en qualquiera desmán.


Inquietos los franceses con la expedición , y persuadidos de que
si se mantenía firme en los montes de Ronda, desasosegaría conti-
nuamente las fuerzas que sitiaban á Cádiz, y aun las de Sevilla y
Málaga, diéronse priesa á frustrar tales intentos. Y asi al paso que
el general Girard Buscaba á Lacy hacia el frente, destacó el ma-
riscal Víctor tropas del 1 e r cuerpo por el lado de poniente, y Se-
bastiani otras del 4° por el de levante. De manera que temeroso Don
Luis Lacy de ser envuelto se trasladó á la fuerte posición de Casa-
res , embarcándose después en Estepona y Marbella, Tomó apoco
tierra en Algeciras, y tornando á San Roque se corrió otra vez á
la banda de Marbella, á fin de alentar y socorrer la guarnición de
aquel castillo que bajo el mando de Don Rafael Cevallos Escalera
burló diversas tentativas que para ocuparle hizo el enemigo. Don
Francisco Javier Abadía comandante de San Roque, aunque asis-
tido de escasa fuerza, cooperó igualmente á los movimientos de
Lacy, y llamó por Algeciras la atención de los franceses.


Pero al fin agolpándose estos en gran número á la sierra, se
reembarcó la expedición, y regresó á Cádiz el 22 de julio. No se




LIBRO DUODÉCIMO. 275


sacaron de ella mas ventajas que la de molestar á los enemigos , y
divertirlos de otras operaciones, particularmente de las que inten-
taba en Extremadura tan conexas con las de Portugal. Poca ó mala
inteligencia entre las tropos de línea y los paisanos desfavoreció la
empresa. Para aquellas habia oscura gloria y mucho trabajo en la
guerra de partidarios, única que convenia en la sierra : no asi para
los otros habituados á tales peleas, y cuya ambición de fama estaba
satisfecha con que se pregonasen sus hazañas en el ejido de sus
pueblos.


Ni un mes se pasó sin que el mismo Don Luis Lacy AI condado de
con otra expedición saliese de Cádiz llevando rumbo
opuesto al anterior de Ronda, esto es , al condado de Situación de es-
Niebla. En dicha comarca proseguía el geueral Co- c u m a r c s -
pons entreteniendo al enemigo que bajo el mando del duque de
Aremberg hacia con una columna móvil excursiones en el pais, y
le molestaba. La junta de Sevilla contribuía desde Ayamonte al
buen éxito de Jas operaciones de Copons, y oportunamente formó
de Ja isla llamada Canela en el Guadiana un lugar de depósito res-
guardado de los ataques repentinos del enemigo. En breve aquel
terreno, antes arenoso y desierto, se convirtió en una población
donde se albergaron muchas familias, refugiándose á veces los ha-
bitantes de aldeas enteras y villas invadidas. Construyéronse allí
barracas, almacenes, pozos 'hornos , y se fabricaron en sus talle-
res monturas, cartuchos y otros pertrechos de guerra. Al fin for-
tificáronse también sus avenidas, de manera que se hizo el punto
casi inexpugnable.


Constaba la expedición de Lacy de unos 5000 hombres, y escol-
tábala fuerza sutil española é inglesa al mando la primera de Don
Francisco Maurelle y la segunda al del capitán Jorge Cockburn.
Desembarcó la gente el 25 de agosto á dos leguas de la barra de
Huelva entre las Torres del Oro y de la Arenilla. La fuerza sutil se
metió por la ria que forman á su embocadero las corrientes del
Odiel y el Tinto, con propósito de ayudar la evolución de tierra, y
atacar por agua á Moguer. En este sitio tenían los franceses 500
infantes y 100 caballos que sorprendidos se retiraron, no asistiendo
mayor dicha á otros tantos que corrieron á su socorro de San Juan
del Puerto.


Copons al desembarcar Lacy se hallaba en Castillejos, 12 le-
guas distante, y habiéndose por desgracia retardado el pliego que
le anunciaba el arr ibo, no pudo acudir á la costa con la puntuali-
dad deseada, malográndose asi el coger entre dos fuegos á los
franceses que estaban avanzados. Vino Copons sin embargo á
Niebla y se puso luego en comunicación con Lacy. Los pueblos
recibieron á este con el júbilo mas colmado, y fiados en su apoyo
dieron á los enemigos terrible caza. Pero no teniendo otra mira la
expedición de Don Luis Lacy sino la de divertir al francés de




174 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Extremadura, en tanto que el ejército de Romana también por su
lado se movía, miró aquel general como concluido su encargo
luego que le amenazaron superiores fuerzas, y de consiguieníé se
reembarcó el 26 del mismo agosto. Desagradó en el condado lo rá-
pido de la excursión, y muchos pensaron que sin comprometer su
gente hubiera podido Lacy permanecer allí mas tiempo, y manio-
brar en unión con el general Copons. Desamparados los pueblos
padecieron nuevas molestias del enemigo, en especial Moguer que
se habia declarado y tomado parte desembozadamente. Quiso en
seguida Lacy acometer á Sanlúcar de Barrameda; pero los fran-
ceses ya sobre aviso frustráronle el proyecto,
operaciones de De vuelta á Cádiz el mismo general, estimulado


Cádiz. p 0 r e j gobierno y de acuerdo con él y los otros ge-
fes, verificó el 29 de setiembre una salida camino del puente de
Suazo, consiguiendo con ella destruir algunas obras del enemigo,
siendo esta la sola operación digna de mentarse que hasta finalizar
el presente año de 1810 practicaron en la isla gaditana las tropas de
tierra.


Pudieron las de mar haber tenido ocasión de señalarse, á no
estorbárselo tiempos contrarios. El mariscal Soult, convencido de
Fuerza sntn de quV para cualquiera empresa contra Cádiz y la isla de


ios ejiemigos. León, si habia de ser fructuosa, era indispensable
fuerza sutil, ideo que se construyesentiuques al caso en Sanlúcar y
en Sevilla. Para ello valióse de barcos de aquellos puertos, ordenó
una tala en los montes inmediatos, y recibióde Francia carpinteros,
marinos y calafates. En octubre, dispuesta ya una flotilla, se tras-
ladó en persona á Sanlúcar dicho mariscal, á fin de presenciar
desde la costa la dificultosa travesía que tenían que emprender los
referidos buques desde la boca del Guadalquivir hasta lo interior
de la bahía de Cádiz. Empezóse á poner en obra el proyecto en la
noche del 31 pasando la flotilla por entre los bajos de punta Can-
dor, y atracando siempre á la costa. Se componía en todo de unos
26 cañoneros : dos bararon, nueve se metieron la misma noche
en el puerto de Santa María, y los otros anclaron en Rota, de
donde, aprovechando vientos frescos y favorables, se juntaron á
los que habían ya entrado, sin que les hubiese sido dable impe-
dirlo á las fuerzas de mar anglo-españolas. Pero de nada sirvió
á los franceses suceso en su entender tan dichoso. En balde des-
pués quisieron que su flotilla doblase la punta del Trocadero, en
balde trasladaron por tierra los barcos á Puerto Real. Durante el
sitio ya no se menearon de alli, obligándolos á permanecer quedos
las superiores y mejor marineras fuerzas de los aliados.


No por eso dejaron los franceses de perfeccionar las obras de
tierra, y de establecer una cadena de fuertes que se dilataba
desde la entrada de la bahía hasta Chiclana, por cuya parte y en
una batería inmediata al cerro de Santa Ana, perdieron muerto




LIBRO DUODÉCIMO. 175


de una granada al distinguido general de artillería Senarmont.
Los aliados tampoco se mantuvieron ociosos. Meio-


, 1 . „ . ~Í J Fuerzas de los
raron cada vez mas las fortificaciones, y las tropas «nados en C M U
se engrosaron y adquirieron buena disciplina. Délas í l a ' a l a '
inglesas se contaron en julio 8500 hombres; volviéronse á reducir
á 5000 por los refuerzos que se enviaron á Portugal; mas antes
de fines de año crecieron otra vez á 7000 con gente que llegó de
Sicilia y Gibraltar. Las tropas españolas de línea pasaban de
18,000 hombres. Don Joaquín Blake continuó á su cabeza hasta 25
de julio, en cuyo tiempo se trasfirió á Murcia, extendiéndose
su mando, conforme apuntamos, á las divisiones existentes en
aquel reino, las cuales formaban con las de la isla de León el
ejército llamado del centro.


Llegado que hubo el general Blake á su nuevo des- „,, . . .
, i . r , i Blake en M o m a .


tino, restableció paz y armonía que andaba escasa
entre algunos gefes. El ejército se había aumentado á punto que
poco antes enviara á Cádiz una división de 4000 hombres al mando
del general Vigodet. Blake llegó el 2 de agosto, y la fuerza
disponible era de unos 14,000 soldados, 2000 de caballería.


Al rededor de este ejército revoloteaban, por decirlo asi, muchos
partidarios, en especial del lado de Jaén y de Granada. Entre
los primeros sobresalían los nombrados Uribe, Alcalde y Moreno
puestos á las órdenes del comandante Bielsa, entre los otros el
coronel Don José de Villalobos.


Cuando Blake se incorporó al ejército se hallaba este repartirlo
en Murcia, Elche, Alicante, Cartagena y pueblos délos contor-
nos : algunos batallones estaban destacados en la Mancha, sierra
de Segura y frontera de Granada, en donde permanecía la caba-
llería , extendiéndose hasta cerca de Huesear.


Fijó la idea de Blake la atención de los franceses, y Sebastlani se d i -
desde luego resolvió Sebasliani hacer otra excursión r l g e a M u r c l a -
la vuelta de Murcia, lisonjeándose que de ella saldria tan airoso
como la vez primera, y aun también de que disiparía como humo el
ejército de los españoles.


Informado Blake de las intentos del enemigo prepa- Medidas que t o -
róse á recibirle. Agrupó sucesivamenle?e%la huerta m a B l a t e -
de Murcia sus tropas, y las colocó de esta manera : la 5 a división al
mando del brigadier Creagh ocupó la derecha en Añora; detras
guarnecía un batallón el monasterio de Gerónimos, teniendo apos-
taderos por la izquierda hasta el rio; delante se plantaron cuatro
piezas de artillería. Alojábase la izquierda del ejército en el lugar
de Don Juan, y la componía la 5 a división del cargo del brigadier
Sanz, teniendo un destacamento por su siniestro costado. Enlazá-
base esta posición con la del centro por medio de un molino aspille-
rado y de una batería circular colocada en donde una de las ace-
quias mayores se distribuye en dos alageas. Dicho centro, que




176 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


cubría la 1« división al mando del general Elío, estaba cerca de Al-
cántara en la Puebla.


Dispúsose ademas la inundación de la buena; medio oportuno
pero no del todo hacedero, ya por no ser nunca, y menos en aquella
estación, muy caudaloso el Segura, ya también porque aun en caso
de nna rápida avenida, las obras alli practicadas, estánlo en térmi-
nos que solo sirven para sangrar el r io , y no para favorecer estra-
gos : como construidas con el único objeto de dar á los campos el
necesario y fecundante beneficio del riego. Sin embargo se inunda-
ron los caminos y una faja de bancales por la orilla, amparando lo
demás de la Huerta sus naranjos y sus cidros, sus limoneros y mo-
reras, en fin toda su intrincada y lozana frondosidad.


Siguióse en esto y en lo de armar al paisanage la conducta del
obispo Don Luis Belluga en la guerra de sucesión. Ahora como en-
tonces acudieron todos los partidos, hasta el de Orihuela aunque
perteneciente á Valencia, y se distribuyeron en compañias y seccio-
nes incorporándose al ejército. Manifestaron los paisanos grande
entusiasmo y mucha docilidad ; perfecta armonía reinó entre ellos
y los soldados. Blake declarando á Murcia amenazada de inmediato
ataque, la sometió al solo y puro gobierno militar, providencia
que las autoridades respetaron, y que en aquel lance obedecieron
con gusto.


En el intermedio se habia ido acercando el general Sebasliani, y
echádose airas nuestra caballería á las órdenes de Don Manuel
Fre i ré , que sustentó con destreza varios reencuentros. Según los
enemigos se aproximaban daban aviso de todos sus pasos al gene-
ral Blake los alcaldes de los pueblos y muchos particulares con rara
puntualidad, llegando á su colmo la diligencia de todos. Los fran-
ceses aparecieron el ü8 de agosto en Lebrilla á 4 leguas de Murcia,
y nuestros ginetes se situaron en Espinardo con puestos avanzados
sobre el rio Segura. El partidario Villalobos, que había acompañado
á Freiré , se colocó en Molina.
s e retira Sebas- Luego que el general Sebasliani llegó á Lebrilla


«ani. j j ¡ z o v a r ¡ o s reconocimientos; y arredrado del modo con
que los núes tros le aguardaban, se apartó del intento de penetrar en
Murcia, y en la nocneMél 29 al 30 se replegó á Totana. Hostilizá-
ronle en la retirada los paisanos, particularmente los de Lorca; y
en esta ciudad y en otros pueblos cometió el francés mil tropelías.
Bien le vino á este no insistir en la empresa proyectada, pues á ha-
ber padecido descalabro como era probable en los laberintos de la
huerta de Murcia toda su gente hubiera sido muy maltratada, ya
por los habitantes de este reino, ya por los de Granada, cuyos
ánimos se encrespaban acechando la ocasión de escarmentar á sus
opresores. Haberse expuesto á tal riesgo y cansado inútilmente
la tropa con marchas y contramarchas de mas de cien leguas
en estación tan calurosa, fueron los frutos que reportó Sebasliani




LIBRO DUODÉCIMO. 177


de una expedición que de antemano habia pregonado como fácil.
Entre los que empezaron en el reino de Granada á levantar ca-


beza durante la ausencia del general francés, señalóse íamrecoioiiw
el alcalde de Otivar, de nombre Fernandez, quien g r a e l a d , ' e m o °"
entró en Almuñecar y Motril, y aun se apoderó de sus r , n "
castillos. Estas y otras empresas que propagaron la llama de la?in-
surrección por las sierras y por varios pueblos de la costa, á pesar
de algunos amigos y parciales que tuvieron alli los enemigos, im-
pulsó á los ingleses á dar cierto apoyo á aquellos movimientos. Deci-
diéronse sobre todo á atacar á Málaga, guarida enton- _ A


i • . * L • ¿' i L Expedición


ees de c o r s a r i o s , y en cuyo puerto también fondeaba contraFuengiro-
una flotilla enemiga de lanchas cañoneras. Al efecto se l a 7 """^
preparó en Ceuta una expedición de 2500 hombres españoles é in-
gleses á las órdenes de lord Blayney, la cual dio la vela el 13 de octu-
bre con dirección áFuengirola. Empezaron luego los aliados á em-
bestir este castillo guarnecido por 150 polacos con esperanza de
que asi llamarían hacia aquel punto las fuerzas enemigas, y podrían
reembarcándose caer repentinamente sobre Málaga que se vería
desprovista de gente. Pero dándose lord Blayney torpe maña, en
vez de sorprender á sus contrarios, él fue, por decirlo asi , el sor-
prendido acometiéndole de improviso el general Sebastiani con
5000 hombres. Al querer retirarse fue dicho lord cogido prisione-
ro, y las tropas inglesas volvieron en confusión á sus barcos; solo
un regimiento español, el imperial de Toledo, único de los nuestros
que alli iba, tornó á bordo sin pérdida y en buena ordenanza.


El ruido de semejantes acontecimientos y el deseo de A T l M > m a k e a
ensanchar los límites de su territorio, estimularon al Granad»,
general Blake á avanzar á la frontera de Granada, habiéndose ocu-
pado todo aquel tiempo desde agosto en mejorar la disciplina de su
ejército y en adiestrarle, como igualmente en asegurar sus estan-
cias de Murcia. Envió asimismo á la Mancha con uu trozo de 300
caballos á Don Vicente Osorio, queriendo extraer granos de aquella
provincia para la manutención de su ejército. Las partidas sí bien
fomentadas por Blake en todas partes, f uéronlo en especial del lado
de Jaén, en donde Don Antonio Calvadle sucedió á Bielsa en el
mando de ellas. Mas los enemigos persiguiendo de cerca al nuevo
gefe, después de haber quemado casi toda la villa de Segura, le ma-
taron el 24 de octubre en Villacarrillo.


Don Joaquín Blake, reuniendo sus tropas distribuidas por la
mayor parle, sin coniar las de las plazas, en Murcia, Caravaca y
Lorca, s e puso el 2 de noviembre sobre Cúllar : movimiento he-
cho á las calladas y del que los franceses estaban ignorantes. Dejó
Blake 2000 hombres en dicho Cúllar, y á las doce de la mañana
del 3 se colocó con 7000, de los que unos 1000 eran de caballería
en las lomas que dominan la hoya de Baza, y que lame el rio Gua-
dalquilon.


ii. 12




178 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Los enemigos tenian en el llano: una división de caballería


que acaudillaba el general Milhaud, asistida de artillería volante:
ademas habían situado de 2 á 3000 infantes en las inmedia­
ciones de la ciudad bajo la guia del general Rey. No acudió alli
Sebastiani hasta después de concluida la acción que ahora iba á
trabarse.


Empezó esta á las dos de la tarde, desembocando la caballería
Acción de в а м , española á las órdenes de Don Manuel Freiré por el
3denoviembre, camino real que de Cúllar va á Baza. Nuestros gine­
tes tiraron por la derecha, y formaron en batalla en dos líneas,
sosteniendo sus costados artillería y guerrillas de fusileros. Los
enemigos ciaron hacia sus peones, y entonces el general Blake de­
jando apostados en las lomas la mitad de sus infantes, se adelantó
con los otros y 3 piezas en 4 columnas cerradas, repartidas en
ambos lados del camino.


Nuestros caballos proseguían confiadamente su marcha; mas al
querer efectuar un movimiento se embarazaron algunos, y elcne­i
migo descargando sobre ellos con impetuoso arranque los desor­
denó lastimosamente. Tras su ruina vino la de los infantes que ha­
bían avanzado, y solo consiguieron unos y otros rehacerse al abrigo
de las tropas que habían quedado en las lomas. El enemigo no
persistió mucho en el alcance. Quedaron en el campo 5 piezas; y
se perdieron entre muertos, heridos y prisioneros 1000 hombres.
De los franceses muy pocos.


Descalabro fue el de Baza que causó desmayo y contuvo en
cierto modo el vuelo de la insurrección de aquellas comarcas. Ad­
verso era en esto de batallar el hado de Don Joaquín Blake, y vi­
tuperable su empeño en buscar las acciones que fuesen campales
antes que limitarse á parciales sorpresas y hostigamientos. No per­
maneció después largo espacio al frente de aquel ejército, llamado
á desempeñar cargo de mayor alteza.


Por lo demás y en medio de reveses y contratiempos la tenaci­
dad española, la serie innumerable de combates en tantos puntos y
á la vez, fatigaban á los franceses, y su ejército de las Andalucías
no gozó en todo el año d» 4810 de mucha mayor ventura que la
que tenian los de lasotfíís provincias. Y si bien ordenadas batallas
no menguaban extremadamente las filas enemigas, aniquilábanse
aqui, como en lo demás del reino, en marchas y contramarchas,
y en apostaderos y guerra de montaña.
Provincias dei»­ Del lado de levante las provincias de Valencia, Ca­


vante, taluña, y aun lo que restaba libre de la de Aragón,
hubieran obrando unidas entorpecido muy mucho los intentos del
enemigo, siendo entre ellas tanto mas necesaria buena hermandad,
cuanto para sojuzgarlas estaban de concierto el 3* y el I й cuerpo
francés. Pero la multiplicidad de autoridades, su diversa condición,
los obstáculos mismos que nacían de la Wtnraleza de la actual




LIBRO DUODÉCIMO. 179
guerra estorbaban completa concordia y adecuada combinación.
Por fortuna los caudillos enemigos, aunque no menos interesados
en aunarse, y aqui mas que en otras parles, á duras penas lo con-
seguían, no ya por las rivalidades personales que aveces se susci-
taban , sino principalmente por lo dificultoso de acudir al cumpli-
miento de un plan convenido.


En Valencia Don José Caro mas bien que en la V a l o n c l ^
guerra pensaba eti ir adelante con sus desafueros.
Dejó que se perdiesen Lérida, Mequinenza y hasta el castillo de
Morella, sin dar señales de oponerse al enemigo ni siquiera de dis-
traerle. Al fin viendo Caro que se aproximban los franceses, y
que la voz pública se acedaba contra tan culpable abandono,
mandó á Don Juan Odonojú, prisionero en la batalla de Maria y
ahora libre, que se adelantase con 4000 hombres. El 24 de junio
arrojaron estos de Villabona á los enemigos que se


• . * t i i t i i i i . Choques en


abrigaron á Morella, delante de cuyo pueblo se trabo Moreiia y Aiho-
el 2o un choque muy vivo retirándose después los c a s e r -
nuestros en vista de haberse reforzado los contrarios. Por segunda
vez avanzó en julio el mismo Odonojú, y aun llegó el 16 á intimar
la rendición al castillo de Morella, pero revolviendo sobre él pron-
tamente el general Mont-Marie, le obligó á alejarse y causóle en
Albocaser un descalabro.


No habia Don José Caro tomado parte personal- A y a i l z a C a r o y s o
mente en ninguna de semejantes refriegas, hasta que
en agosto pidiendo su cooperación el general de Cataluña para ali-
viar á Toitosa amenazada de sitio, se movió aquel por la costa len-
tamente y mas tarde de lo que conviniera. Llevó consigo 10,000 hom-
bres de línea y otros tantos paisanos, y se situó en Benicarló y
San Mateo. El general Suchet vino por Calig á su encuentro con
diez batallones y también con artillería y caballería. Caro no le
aguardó, replegándose después de ligeras escaramuzas á Alcalá
de Gisbert, y de allí el 16 de agosto á Castellón de la Plana y Mur-
viedro. No retrocedió en desorden el ejército valenciano, si bien
su gefe Don José Caro dio el triste y criminal ejemplo de ser de
los primeros y aun de los pocos que desaparecieron del campo.
Zahirióle por ello agriamente su hermano Don Juan, hombre li-
gero pero arrojado, de quien hablamos allá en Cataluña.


Con la conducta que en esta ocasión mostró el ge- C a r o n a j 0 „„
neral de Valencia se acreció el odio contra su persona, valencia,
y lo que aun es peor menospreciósele en gran manera. Se descu-
brieron asimismo tramas que urdía y proscripciones que intenta-
ba , propalándose en el público sus proyectos con tintas que ente-
nebrecían el cuadro. Temeroso por tanto se escabulló disfrazado
de fraile (trage harto extraño para un general) , y pasó luego á
Mallorca, sin cuya precaución hubiera tal vez sido blanco de las
iras del pueblo.




180 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Le sncede isa»!»- Sucedióle inmediatamente en el mando Don Luis
court. ( j e Bassecourt que estaba á la cabeza de una división


volante en Cuenca, hombre que si bien alabancioso al dar sus par-
tes y no de grande capacidad, aventajábase en valor y otras pren-
das á su antecesor, procurando también con mayor ahinco acordar
sus operaciones con los generales de los demás distritos, en espe-
cial con ios de Aragón y Cataluña.


En este principado hadase la guerra con otra efi-
cataiuna. c a c ¡ a y obstinación que en Valencia : merced al celo


Su congreso. " 1 .


oooneii " e s u confft'eso y a la pronta diligencia y esmero de su
general Don Enrique Odonell. Luego que en 17 de


julio estuvo reunida aquella corporación, tomó varias resoluciones,
algunas bastantemente acertadas. En la milicia acomodó los alista-
mientos á la índole de los naturales, imponiendo solo la obligación
de un enganche de dos años, con facultad de gozarcadaseis meses
de una licencia de 15 días. Sin embargo los catalanes tan dispues-
tos á pelear como somatenes, repugnaban á tal punto el servicio
de tropa reglada que tuvo su congreso que establecer comisiones
militares para castigar á los desertores, y auna los distritos que no
aprontasen su contingente. Recaudáronse con mayor regularidad
los impuestos y se realizó, á pesar de lo exhausto que ya estaba
el pais, un empréstito de medio millón de duros. Aplicáronse á los
hospitales los productos que antes percibía la curia romana y ahora
los obispos por dispensas y otras gracias ó exenciones. El alma de
muchas de estas providencias era el mismo Don Enrique Odonell,
quien puso ademas particular conato en adestrar sus tropas, en
inculcar en ellas emulación y buen ánimo, y también en mejorar la
instrucción de los oficiales.


Por su parte el mariscal Macdonald apenas podia
Macdonald. . i i • n


ocuparse en otras operaciones que en las de avituallar
á Barcelona : los convoyes de mar estaban interrumpidos, y los de
tierra escasos y lentos tenían con frecuencia que repetirse y ser es-
coltados con la mayor parte del ejército si no se quería que fuesen
presa de los somatenes y de las tropas españolas. Macdonald trató
en un principio de grangearse las voluntades de los habitantes,
contrastando su porte con la ferocidad del mariscal Augereau, que
habia, por decirlo asi, guarnecido las orillas de algunos caminos
con patíbulos y cadáveres. Estaban los ánimos sobradamente lasti-
mados de ambas partes, para que pudiesen olvidarse antiguas y
recíprocas ofensas. Así no surtieron grande efecto las buenas inten-
ciones y aun medidas del mariscal Macdonald, acabando también
él mismo por adoptar á veces resoluciones rigorosas,
convoyesuuei ie- En junio y poco después de tomar el mando, acom-


i a a Barcelona, paitó no sin tropiezos un convoy á Barcelona. Volvió
después á Gerona, y preparóse á conducir otro en mediados de ju-
lio á la misma ciudad. Odonell trató de estorbarlo y destacó á




LIBRO DUODÉCIMO. 181


Granollers 650O infantes y 700 caballos unidos á 2500 paisanos
bajo las órdenes de Don Miguel Iranzo. Trabóse un reñido choque
entre los nuestros y los franceses, pero mientras tanto pasó á la
deshilada el convoy y se metió en Barcelona.


Dolióse mucho Odonell del malogro de aquella Ejército español
empresa, y no faltó quien lo atribuyese á desmaño d e c a t a i u i a .
del general que en Granollers mandaba. El plan que Odonell ha-
bia resuelto seguir en Cataluña pareció el mas acertado. Evitando
batallas generales, quería por medio de columnas volantes sor-
prender los destacamentos enemigos, interceptar ó molestar sus
convoyes y aniquilar asi sucesivamente la fuerza de aquellos. Por
tanto el ejército español de Cataluña que según dijimos constaba
en julio de unos 22,000 hombres, sin contar somatenes ni guerri-
lleros, estaba colocado al principiar agosto del modo siguiente : la
1» división ocupaba las orillas del Llobregat y obserbaba á Barce-
lona, estando también fortificada la montaña de Montserrat: la
2* acampaba en Falset y no perdía de vista á Súchel que, como
poco hace apuntamos, intentaba sitiar á Tortosa : parte de la
5* cubria en Ésterri las avenidas del valle de Aran; la reserva dis-
tribuida en dos trozos, mantenía uno en el Coll de Alba próximo á
Tortosa y el otro en Arbeca y Borjas blancas para enfrenar la
guarnición de Lérida. Un cuerpo de húsares y tropas ligeras se alo-
jaban en Olot y acechaban las comarcas de Besalú y Bañólas; varios
guerrilleros recorrían la demás tierra aprovechándose todos de las
ocasiones que se presentaban para desvanecerlos intentos del enemi-
go é incomodarle continuamente. El cuartel general permanecía en
Tarragona desde donde Odonell gobernaba las maniobras mas no-
tables , tomando á veces en ellas parte muy principal. Con esta dis-
tribución creyó el general de Cataluña que vigilando las plazas y
puntos mas señalados, llevaría á cumplido efecto su plan, y que el
ejército francés se rehundirla poco á poco y en combates parciales.


Si en todo no se llenaron los deseos de Don Enrique Odonell,
se lograron en parte. El mariscal Macdonald, afanado siempre con
el abastecimiento de-Barcelona, no pudo desde el segundo convoy
que metió alli en julio pensar en cosa importante, sino en preparar
otro tercero queconsiguió introducir el 12 de agosto. Entonces mas
libre resolvió, aunque todavía en balde, favorecer directamente las
operaciones del general Suchet.


No desistía este general del indicado propósito de intenta s n c h e t
sitiar á Tortosa, lo que dio ocasión á varios combates sitiar ¿ T o r t o s a .
y reencuentros, algunos ya referidos, con las tropas españolas de
Cataluña, Aragón y Valencia, que precedieron á la formalizacion
del cerco, ligándose de parte de los franceses las mas de las opera-
ciones , aun las lejanas de aquel principado, con tan primario ob-
jeto, por lo que á una y en el mejor orden que nos sea posible, si
bien brevemente, daremos de ellas cuenta.




182 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
sus disposicio- Suchet para emprender el sitio estableció en Me-


" e s- quinenza un depósito de municiones de guerra y boca:
trasportarlas de allí á Tortosa era grande dificultad. Ofrecía el
Ebro comunicación por agua, pero interrumpida en partes con va-
rias cejas ó bajos, solo se podían estos salvar en las crecidas, y
rara vez en los tiempos secos del estío. Del lado de tierra era aun
mas trabajoso y aun impracticable el tránsito, encallejonándose los
caminos que van desde Caspe á Mequinenza entre montañas cada
vez mas escarpadas según avanzan á Mora, las Amias, Jerta y Tor-
tosa; por lo que ya en 21 de julio empezaron los franceses á compo-
ner uno antiguo de ruedas, cuyos rastros al parecer se conservaban
del tiempo de la guerra de sucesión. Suchet, antes de que la ruta
se concluyese, fue arrimando fuerzas á la plaza.


En los primeros dias de julio Indivisión que mandaba el general
Habert dirigióse partiendo de cerca de Lérida por la izquierda del
Ebro, y llegó á García estando pronto ácaer sobre Tivenys y Tor-
tosa. Poco antes salió de Alcañiz la división de Laval, y después de
haberse movido la vuelta de Valencia, retrocedió y se colocó el 3
de julio á la derecha del Ebro , delante del puente de Tortosa,
prolongando su derecha á Amposta, y destacando tropas que ob-
servasen el Cenia, siendo esta división ó parte de ella la que tuvo
que habérselas con los valencianos en los combates parciales acae-
cidos alli por este tiempo y ya relatados. Suchet mantuvo á su lado
la brigada del general Paris , y sentó el 7 sus reales en Mora, dán-
dose la mano con los dos generales Laval y Habert, y echando
para la comunicación de ambas orillas del Ebro dos puentes, sin
que sus soldados consiguiesen, como lo intentaron, quemar el de
barcas de Tortosa.


salida» de la La guarnición de esta plaza hizo desde el principio
pía™ j combates varias salidas é incomodó á Laval que se atrincheraba
parciales. ^ ^ campo. Igualmente parte de la división espa-
ñola que se alojaba en Falset atacó con vigor los puestos enemigos
en Tivisa , y el 15 toda ella teniendo al frente al marqués de Cam-
poverde , rechazó una acometida de los enemigos y aun siguió el
aicance.


Eran tales maniobras precursoras de otras que ideaba Odonell
quien el 29 acometió en persona al general Habert. No pudo el es-
pañol desalojar de Tivisa á su contrario, mas el I o de agosto se
metió en Tortosa y dispuso para el 3 una salida contra Laval. La
mandaba Don Isidoro Uñarte , y embistiendo los nuestros intrépi-
damente al enemigo, le rechazaron al principio y destruyeron va-
rias de sus obras. La población sirvió de mucho, pues llena de en-
tusiasmo auxiliaba á los combatientes aun en los parages en que
había peligro con abundantes refrescos, y aliviaba á los heridos
con prontos y acomodados socorros. Reforzados al cabo los fran-
ceses tuvieron los españoles que recogerse á la plaza, dejando al-




LIBRO DUODÉCIMO. 183


gunos prisioneros, entre ellos al coronel Don José María Torrijos.
Semejantes operaciones hubieran sido mas cumplidas, si Don José
Caro Con quien se contaba, no hubiese por su parte procedido,
según hemos visto, tarde y malamente.


También Don Enrique Odonell se vio obligado á Adelanta Mao-
retroceder en breve á Tarragona, adonde le lia- g ° „ a W a T a r r a "


¿triaban otros cuidados. El mariscal Macdonald, des-
pués de haber introducido en Barcelona el convoy mencionado de
agosto, se adelantó via dé Tarragona ya para cercar si podía
esta plaza, ya para coadyuvar en caso contrario al asedio de
Tortosa. Desistió de lo primero falto de almacenes, y escasos
los víveresen aquella comarca , cuyos granos de antemano reco-
giera Odonell. Éste ademas se apostó de suerte que guarecido
de ser atacado coa buen éxito, trató de reducir á hambre el cuerpo
de Macdonald situado desde el 18 de agosto en Reus y sus contor-
nos^ Frústrasele el 21 al mariscal francés un reconocimiento que
tentó del lado de Tarragona escarmenlándole los nuestros en la
altura de la Canonja. Para evitar mayor desastre re- ^Teun
tiróse Macdonald el 25 de Beus, pidiendo antes la
exorbitante contribución de 136,000 duros, é imponiendo otra
también muy ¡pesada sobre géneros ingleses y ultramarinos.


El camino, que tomó fue el de Lérida para abocarse en esta ciu-
dad con el general Súchel, y desde Álcover dirigién- Diacoitades con
dose á MoBtblanc, pasaron sus tropas por el estrecho q u e t I 0 B " « a -
de la Riva.iAqui las detuvo por su frente la división que mandaba
el brigadier Georget, que de antemano habia dispuesto Odonell
viniese de hacia Urgel en donde estaba. Al mismo tiempo Don Pe-
dro Sarsfield las atacó por flanco y retaguardia en las alturas de
Picamuxons y Coll de las Molas, maniobrando á la izquierda va-
rias partidas. Los enemigos con tan impensado ataque y las aspe-
rezas del camino se vieron muy comprometidos, pero siendo nu-
merosas sus fuerzas alcanzaron por último forzar el paso y ganar
las cumbres/'.ayudándoles mucho una salida que hizo á espaldas
de Georget la- guarnición de Lérida. Con todo perdieron los fran-
ceses unos 400 hombres entre muertos y heridos y 150 prisioneros.


Llegado á Lérida el mariscal Macdonald se avistó Avistase en Leri-
el 29 con el general Suchet que ya le aguardaba. Con- d a c o n S u c h e ' -
vinieron ambos en limitar ahora sus operaciones al sitio de Tortosa,
emprendiéndole el último por si y con sus propios medios, al paso
que el primero.debía protegerle con tal que tuviese víveres, los
que le suministró Suchet en cuanto le fue dable. Entonces creyó
este que podría obrar activamente y apoderarse en breve de Tor-
tosa , sobre todo habiendo empezado á acercar á la plaza, favore-
cido de una crecida del Ebro , piezas de grueso calibre. Pero sus
esperanzas no estaban todavía próximas 4 realizarse.


El ejército francés de Cataluña continuó siempre escaso de




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Macdonaid ir,­ S r a D O S У embarazado para menearse á pesar de toe


comodado slera­ grandes esfuerzos de Suchet y de Macdonal, pues las
p^poriosespa­ p a r t j d a s , j a oposición de los pueblos, la cuidadosa


diligencia de Odonell y sus movimientos desbarata­
ban ó detenían los planes mas bien combinados. Se colocó en los
primeros dias de setiembre en Cervera el mariscal Macdonald : y
el general español vislumbró desde luego que su enemigo tomaba
aquellas estancias para cubrir las operaciones de Suchet, ame­
nazar por retaguardia la línea del Llobregat, y enseñorearse de
considerable extensión de pais que le facilítase subsistencias.
Prontamente determinó Odonell suscitar al francés nuevos es­
torbos, continuando en su primer propósito de esquivar batallas
campales.


Nada le pareció para conseguirlo tan oportuno como atacar los
puestos que el enemigo tenia á retaguardia, cuyos soldados se juz­
gaban seguros fuera del alcance del ejército español, y bastante
fuertes y bien situados para resistir á las partidas. Odonell firme
en su resolución ordenó que se embarcasen en Tarragona pertre­
chos, artillería y algunas tropas, yendo todo convoyado por cua­
tro faluchos y dos fragatas, una Inglesa y otra española. Partió él
en persona el 6 de se setiembre por tierra poniéndose en Villa­
franca al frente de la división de Campoverde quede intento había
mandado venir alli. En seguida dirigióse hacia Esparraguera, co­
locó fuerzas que observasen al mariscal Macdonald, y otras que
atendiesen á Barcelona, y uniendo á su tropa la caballería de la
división de Georget, prosiguió su ruta por San Culgat, Maíaró y
Pineda. Salió de aqui el 12, envió por la costa á Don Honorato
de Fleyres con dos batallones y 60 caballos, y él se encaminó á
Tordera. Marchó Fleyres contra Palamos y San Feliú de Guijols,
y Odonell, después de enviar exploradores hacía Hostalrich y Ge­
rona, avanzó á Vidreras. Para obrar con rapidez tomó el último
consigo, al amanecer del 14, el regimiento de caballería de Nu­
mancia, 60 húsares y 100 infantes que fueron tan de priesa, que las
ocho horas de camino que se cuentan de Vidreras á La Bisbal,
las anduvieron en poco mas de cuatro. Siguió detras y mas des­
pacio el regimiento de infantería de Iberia, situándose Campoverde
con lo demás dé la división en el valle de Aro, á manera de cuerpo
de reserva.


Sorpresa gio­ Luego que Odonell llegó en frente de La Bisbal ocupó
пом de La BÍS­ todas las avenidas, y dióse tal maña que no solo cogió
l i a ' : piquetes de coraceros que patrullaban y un cuerpo de
150 hombres que venia de socorro, sino que en la misma noche del
14 obligó á capitular al general Schwartz con toda su gente que
juntos se habian encerrado en un antiguo castillo del pueblo. Des­
graciadamente queriendo poco antes reconocer por s\ Odonell dí­
rho fuerte, con objeto de quemar sus puertas, fue herido de gra­




LIBRO DUODÉCIMO. 185


vedad en la pierna derecha, cuyo accidente enturbió la común
alegría.


Fleyres afortunado en su empresa se apoderó de San Y de «ríos mui-
Feliú de Guijols, y el teniente coronel Don Tadeo Al- t 0 , d e >»
dea, de Palamós, teniendo este la gloria de haber subido el pri-
mero al asalto. Entre ambos puntos el de La Bisbal y otros de la
costa tomaron los españoles 1200 prisioneros, sin contar al general
Schwartz y 60 oficiales, habiendo también cogido 17 piezas. Mere-
ció mas adelante Don Enrique Odonell por expedición tan bien di-
rigida y acabada el titulo de conde de La Bisbal.


Posteriormente á este suceso creció la guerra contra Guerra en el Am-
los franceses en el norte de Cataluña. Don Juan Cía- puman.
ros los molestaba hacia Figueras y el coronel Don Luis Creeft con
los húsares de San Narciso par Besalú y Bañólas. Marchó á Puig-
cerdá el marqués de Campoverde, acosó un trozo de enemigos
hasta Montluis y exigió contribuciones en la misma Cerdaña fran-
cesa, de donde revolviendo sobre Calaf, estrechó de aquel lado al
mariscal Macdonald al paso que el brigadier Georget le observaba
por Igualada.


El barón de Eróles, que ya se habia distinguido en el sitio de Ge-
rona , se encargó después de Campoverde del mando E r o „ . s manda
de los distritos del norte de Cataluña bajo el título de a U ¡-
comandante general de las tropas y gente armada del Ampurdan.
Empezó luego á hacer grave daño á los enemigos, y al promediar
de octubre les apresó un convoy cerca de la Junquera, acometién-
dolos el 21 con ventaja en su campamento de Liado.


El propio dia junto á Cardona hizo asimismo, frente campoverde en
el marqués de Campoverde á las tropas del mariscal Cardona.
Magdonald. Vinieron estas de hacia Solsona, cuya catedral habían
quemado pocos dias antes, y encontrando resistencia tornaron á
sus anteriores puestos : con la noche también se recogieron los es-
pañoles á Cardona.


No eran decisivas ni á veces de importancia las mas de dichas
acciones ni otras refriegas que omitimos; pero con ellas em-
barazábanse los franceses, y se retardaban sus operaciones, re-
novándose la escasez de víveres, y creciendo la dificultad de su re-
colección.


Motivo por el qu i volvió Barcelona á dar á los ene- ot™ convoy pa-
mígos fundados temores. Dos meses eran ya corridos r a B a r c < 5 , 0 D a -
después de la entrada en la plaza del último socorro, y los apuros
se reproducían en su recinto. Se esperaba el alivio de un convoy
que partiera de Francia; mas como no bastaban para custodiarle
las fuerzas que regia en el Ampurdan el general D'Hilliers, tuvo
Macdonald que ir en noviembre camino de Gerona para conducir
salvo dicho convoy hasta la capital del principado.


Asi el cerco de Tortosa, suspendido en los meses de setiembre y




186 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


a d e l , m i i n octubre, continuó del mismo modo durante el no-
tos enemigos en viembre. No habia aquella interrupción pendido sola-
u>s¡f u ° d e T ° r mente de las razones que estorbaron al mariscal Mac-


donald cooperar á aquel objeto, según habia ofrecido,
sino también de los obstáculos que se presentaron al general Sú-
chel , nacidos unos de la naturaleza, otros del hombre. Los pri-
meros parecían vencidos con las lluvias del equinoccio queempe-
zaron á hinchar el E b r o , y con lo que se adelantaba en el camino
de ruedas arriba indicado; no asi los segundos que llevaban traza
de crecer en lugar de allanarse.


convoyes e ' R e s u e l t o s s ' n embargo los franceses á proseguir en
v*n «ni de Mer su intento habían tratado ya en setiembre de enviar
quinenza. desde Mequinenza convoyes por agua, y de asegurar
el tránsito haciendo el 17 pasar de Flíx á la otra orilla del Ebro un
batallón napolitano. El barón de La Barre, que mandaba una divi-
Los ataeao los sion española en Falset (punto que los nuestros volvie-


españoies. r o n a 0 C U p a r luego que Macdonald en agosto se dirigió
á Lérida), destacó un trozo de gente á las órdenes del teniente co-
ronel Villa contra el mencionado batallón, al cual este gefe sor-
prendió y cogió entero. Afortunadamente para los franceses el
convoy que debió partir, retardó su salida, escaso todavía de agua
el rio Ebro , sin lo cual hubiera'aquel tenido la misma suerte que
los napolitanos. No solo en este sino también en otros lances prosi-
guió el barón de La Barre incomodando al enemigo ío largo de aque-
lla orilla.
carvajal en Ara- Por la derecha desempeñaron igual faena ios ara-


eon. goneses. Gobernábalos en gefe desde agosto Don José
María de Carvajal, á quien la regencia de Cádiz habia nombrado
con objeto de que obedeciesen á una sola mano las diversas parti-
das y cuerpos que recorrían aquel reino. Pensamiento loable; pero
cuya ejecución se encomendó á hombre de limitada capacidad. Car-
vajal paró solo mientes en lo accesorio del mando, y descuidó lo
mas principal. Estableció en Teruel grande aparato de oficinas,
con poca previsión almacenes, y dio ostentosas proclamas. En vez
de ayudar embarazaba á, los gefessubalternos, y mostrábase quisqui-
lloso con sus puntas de zelós.


Importunaba mas que á los otros á Don Pedro Villa-
Villacampa in- r ?


taugabieengner- campa, como quien descollaba soore todos. Este cau-
m ' ~ dillo sin embargo continuando infatigable la guerra,


Andorra. cogió el 6 de setiembre en Andorra un destacamento
Las eneras. enemigo, y al siguiente dia en las Cuevas de Cañart


un convoy con 136 soldados y 3 oficiales. El coronel
Plicque que le mandaba logró escaparse, achacándose á Carvajal la
culpa por haber retenido lejos, so pretexto de revista, parte de las
tropas. Desazonado Súchel con tales pérdidas envió de Mora para
ahuyentar á Viliacampa alguna fuerza á las órdenes del general Ha-




LIBRO DUODÉCIMO. 187


bert , que reunido á los coroneles Plicque y Kliski que estaban hacia
Álcañiz, obligó al español á enmarañarse en las sierras.


Mas pasado un mes volviendo Villacampa á avanzar resolvió de
nuevo Suchet que le atacasen sus tropas, y destacó á Klopicki del
bloqueo de Tortosa con 7 batallones y 400 caballos. Villacampa re-
trocedió , y Carvajal evacuó á Teruel, donde entraron los franceses
el 50. Siguieron estos de cerca á los españoles, y en
, - • • . i i i- Alventosa.


la mañana siguiente alcanzaron su retaguardia mas
allá de la quebrada de Alventosa, y cogieron 6 piezas, varios caba-
llos y carros de municiones.


Klopicki creyó con esto haber dispersado del todo á Combate de la
los españoles; pero luego se desengañó, quedando en F n e n S a n t a
pie la mayor parte de la fuerza del general Villacampa. Po lo mismo
trató de aniquilarla, y se encontró con ella apostada el 12 de no-
viembre en las alturas inmediatas al santuario de la Fuen Santa, es-
paldas de Villel. Don Pedro Villacampa tenia unos 3000 hombres,
manteniéndose Carvajal con alguna gente en Cuervo , á una legua
del campo de batalla. La posición española era fuerte aunque algo
prolongada, y la defendieron los nuestros dos horas porfiadamente,
hasta que la izquierda fue envuelta y atropellada. Perecieron de los
españoles unos 200 hombres, ahogándose bastantes en el Guada-
iaviar al cruzar el puente de Libros, que con el peso se hundió.


Klopicki tornó después al sitio de Tortosa, y dejó á Kliski con
1200 hombres para defender por aquella parte contra Villacampa
la orilla derecha del Ebro.


Entre tanto sosteniéndose altas con mayor constan- n m y o , convoye»
cia las aguas de este rio, apresuráronse los enemigos T o r t o s a
á trasportar lo que exigía el entero complemento del asediocle
aquella plaza. Mas no lo ejecutaron sin tropiezos y combates par-
contratiempos. El 3 de noviembre diecisi ete barcas d e -
partieron de Mequinenza escoltadas con tropa francesa que las se-
guían por las márgenes del Ebro : la rapidez de la corriente hizo
que aquellas tomasen la delantera. Aprovechóse de tal acaso el te-
niente coronel Villa puesto en emboscada entre Fallo y Ribaroya ,
y atacando el convoy cogió varias barcas, salvándose las otras al
abrigo de refuerzos que acudieron. No les faltaron tampoco antes
de llegar á su destino nuevas refriegas. Lo mismo sucedió el 27 de
noviembre á otro convoy, con la diferencia que en este caso las bar-
cas se habían retrasado anticipándose las escoltas : y catalanes en
acecho acometieron aquellas, las hicieron barar, y cogieron 70 hom-
bres de la guarnición de Mequinenza que habian salido á socor-
rerlas.


Como semejantes tentativas y correrías ó eran pro- L o s B o l M
yectadas por la división española alojada en Falset, ó desalojados
por lo menos las apoyaba, había ya determinado Su- a e t
chet, tanto para escarmentarla, cuanto para facilitar la aproxima-




188 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


cion del 7 o cuerpo, al que siempre aguardaba, alacar á los españo-
les en aquel puesto. Verificólo asi el 19 de noviembre por medio
del general Habert, quien no obstante una viva resistencia de los
nuestros, regidos por el barón de La Barre, se enseñoreó del
campo, y cogió 300 prisioneros, de cuyo número fue el general
Gareia Navarro, si bien luego consiguió escaparse.
Movimiento de Don Luis de Bassecourt por el lado de Valencia


Bassecoun. también tentó molestar á los franceses, y aun diver-
tirlos del sitio de Tortosa. En la noche del 23 de noviembre partió
de Peñíscola la vuelta de Ulldecona con 8000 infantes y 800 caba-
llos, distribuidos en tres columnas : la del centro la mandaba el
mismo Bassecourt; la de la derecha que se dirigia camino de Al-
ACCÍOD de üiide- cañar Don Antonio Porta, y la de la izquierda Don Mel-


chor Alvarez. Al llegar el primero cerca de Ulldecona
perdió tiempo aguardando á Porta; pero impaciente ordenó al fin que
avanzasen guerrillas de infantería y caballería, y que al oir cierta se-
ñal atacasen. 11 izóse asi, sustentando Bassecourt la acometida por el
centro con el grueso de los ginetes, y por los flancos con los peones.
Hasta tercera vez insistiéronlos nuestros en su empeño, en cuya oca-
sión no descubriéndose todavía niáPorta, niá Don Melchor Alvarez,
tuvieron que cejar con quebranto, en especial el escuadrón de la
Reina, cuyo coronel Don José Velarde quedó prisionero. Bassecourt
se retiró por escalones y en bastante orden hasta Vinaroz , donde
se le juntó Don Antonio Porta. Los franceses vinieron luego encima
habiendo juntado todas sus fuerzas el general Musnier que los man-
daba, con lo que los nuestros, ya desanimados, se dispersaron.
Recogióse Bassecourt á Peñiscola, en donde se volvió á reunir su
gente, y llegó noticia de haberse mantenido salva la izquierda que
capitaneaba Don Melchor Albarez, ya que no acudiese con pun-
tualidad al sitio que se le señalara. Corta fue de ambos lados la pér-
dida ; los prisioneros por el nuestro bastantes, aunque después se
fugaron muchos. Achacóse en parte la culpa de este descalabro á la
lentitud de Porta : otros pensaron que Bassecourt no habia calcu-
lado convenientemente los tropiezos que en la marcha encontra-
rían las columnas de derecha é izquierda.


Al mismo tiempo que se avanzó hacia Ulldecona, dio la vela de
Peñíscola una flotilla con intento de atacar los puestos franceses de
la Rápita y los Alfaques; mas estando sobre aviso el general Ha-
rispe, que habia sucedido en el mando de la división á Laval,
muerto de enfermedad, tomó sus precauciones, y estorbó el des-
embarco.


Se acercaba en tanto el diaen que Macdonald, des-
Macdonatd so- i i , , > , i .


correáBarceíona pues de largo esperar, ayudase de veras a la completa
f o S ¿ a c e r c a a T o r formalizacion del sitio de Tortosa. Permitióseío el ha-


ber podido meter en Barcelona el convoy que insi-
nuamos fue á buscar via del Ampurdan. Aseguradas de este modo




LIBRO DUODÉCIMO. 180
por algún tiempo las subsistencias en dicha plaza, dejó en ella
G000 hombres; 14,000 á las órdenes del general Baraguey D'Hil-
licrsen Gerona y Figueras, de que la mayor parte quedaba dis-
ponible para guerrear en el campo y mantener las comunicaciones
con Francia, y con 15,000 restantes marchó el mismo Macdonald
la vuelta del Ebro, entrando en Mora el 13 de diciembre. Concer-
táronse él y Snchet, y sentando este en Jerta su cuartel general,
ocupó el otro los puestos que antes cubría la división de Habert, y
se dio principio á llevar con rapidez los trabajos del si- Formaliza <-i s i-
tio de Torlosa, del que hablaremos en uno de los pro- «¡"Suchcu
ximos libros.


A la propia sazón el ejército español de Cataluña, dejando una
división que observase el Llobregat, y continuando el Ampurdan
al cuidado del barón de Eróles, se colocó en su mayor parte fron-
tero á Macdonald en figura de arco, al rededor de Lenl, y apo-
yada la derecha en Montblanc. Fallóle luego el brazo activo y vi-
goroso de Don Enrique Odonell, quien debilitado á causa de su
herida, empeorada con los cuidados, tuvo que embarcarse para
Mallorca antes de acabar diciembre, recayendo el


Deja Odonelt el
mando interinamente, como más antiguo, en Don Mi- n"""lci-
guelde Iranzo.


Por la relación que acabamos de hacer de las operaciones mili-
tares de estos meses en Cataluña, Aragón y Valencia, liarlo enma-
rañadas, y quizá enojosas por su menudencia, habrá visto el lector
comoá pesar de haber escaseado en ellas trabazón y concierto fue-
ron para el enemigo incómodas y ominosas; pues desde principio
de julio que embistió á Torlosa no pudo hasta diciembre formali-
zar el sitio. Nuevo ejemplo de lo que son estas guerras. Sesenta mil
franceses, no obstante los yerros y la mala inteligencia de nues-
tros gefes, nada adelantaron por aquella parte durante varios me-
ses en la conquista, estrellándose sus esfuerzos contra el tropel de
refriegas, y pertinacia de los pueblos.


En el riñon de España, junto con las provincias p a r e a s e n íoin-
Vascongadas y Navarra, se aumentaban las partidas, E«pas«.
y en este año de 10 llegaron á formar algunas de ellas cuerpos nu-
merosos y mejor disciplinados; pues en tales lides, como decia
Fernando del Pulgar, « crece el corazón con las hazañas, y las ha-
« zanas con la gente, y la gente con el interés. » Proseguían tam-
bién alli en algunos parages gobernando las juntas, las cuales, sin
asiento fijo, mudaban de morada según la suerte de las armas, y
ya se embreñaban en elevadas sierras, ó ya se guarecían en recón-
ditos yermos. La regencia de Cádiz nombraba á veces generales
que tuviesen bajo su mando los diversos guerrilleros de un deter-
minado distrito, ó ensalzaba á los que entre ellos mismos sobresa-
lían , autorizándolos con grados y comandancias superiores. Igual-
mente envió intendentes ú otros empleados de hacienda que




190 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


recaudasen las contribuciones, y llevasen en lo posible la correspon-
diente cuenta y razón, inviniéndose los productos en las intencio-
nes de los respectivos territorios. Y si no se estableció en todas par-
tes entero y cumplido orden, incompatible con las circunstancias y
á presencia del enemigo, por lo menos adoptóse un género de go-
bernación que, aunque llevaba visos de solo concertado desorden,
remedió ciertos males, evitó otros, y mantuvo siempre viva la llama
de la insurrección.


No poco por su lado contribuían los franceses al propio fin. Sus
extorsiones pasaban la raya de lo hostigoso é inicuo. Vivían en gene-
ral de pesadísimas derramas y de escandaloso pillage, cuyos exce-
sos producían en los pueblos venganzas, y estas crueles y sangui-
narias medidas del enemigo. Los alcades de los pueblos, los curas
párrocos, los sugetos distinguidos, sin reparar en edad ni aun en
sexo, tenían que responder de la tranquilidad pública, y con fre-
cuencia, so pretexto de que conservaban relaciones con los parti-
darios , se les metia en duras prisiones, se les extrañaba á Francia,
ó eran atropelladamente arcabuceados. ¡ Qué pábulo no daban ta-
les arbitrariedades y demasías al acrecentamiento de las guerrillas!


Asaltados por ellas en lodos lugares tuvieron los enemigos que
establecer de trecho en trecho puestos fortificados, valiéndose de
antiguos castillos de moros, ó de conventos y casas-palacios. Por
este medio aseguraban sus caminos militares, la línea de sus ope-
raciones , y formaban depósitos de víveres y aprestos de guerra.
Su dominio no se extendia generalmente fuera del recinto fortale-
ciáo, teniendo á veces que oir mal de su grado y sin poder estor-
barlo las jácaras patrióticas que en su derredor venian á entonar
con los habitantes los atrevidos partidarios.


Al viajante presentaban por lo común aquellos caminos triste y
desoladora vista : pueblos desiertos, arruinados, continua soledad
que interrumpían de tarde en tarde escoltados convoyes, ó la apa-
rición de los puestos franceses, cuyos soldados recelosamente sa-
lían de entre sus empalizadas. Resultas precisas, pero lastimosas,
de tan cruda y hárbara guerra.


Conservar de este modo las comunicaciones exigía de los fran-
ceses suma vigilancia y mucha gente. Asi en las provincias, de que
vamos hablando, nada menos contaban que unos 70,000 hombres,
24,000 en Madrid, y lo restante de Castilla la Nueva. En la Vieja,
ademas de Segovia y Avila, y de otros puntos de inmediato enlace
con las operaciones de Portugal y Asturias, habia en Valladolid de
6 á 7000 hombres, y 10,000 en Burgos, Soria y sus contornos.
7000 se esparcían por Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, y 22,000 se
alojaban en Navarra. Distribuíase toda esta gente en columnas mó-
viles, ó se juntaba, según los casos, en cuerpos mas numerosos y
compactos.


En orden á los partidarios, causadores de tanto afán, no nos es




LIBRO DUODÉCIMO. 191
dado hacer de todos particular especificación, y menos de sus he-
chos , como agena de una lústoria general. Subía á 200 la cuenta
de los caudillos mas conocidos, apareciendo y desapareciendo otros
muchos con las oleadas de los sucesos.


Los que andaban cerca de los ejércitos en la circunferencia pe-
ninsular, .y de que ya hemos hablado, permanecían mas fijos en sus
respectivos lugares, como dependientes de cuerpos reglados. Los
que ahora nos ocupan, si bien de preferencia tenian, digámoslo asi,
determinada vivienda, trasladábanse de una provincia á otra al son
de las alternativas y vueltas de la guerra, ó según el cebo que ofre-
cía alguna lucrativa ó gloriosa empresa.


En Andalucía, aparte de las guerrillas nombradas y _ , . . .
que recorrían las sierras de Granada y Ronda, die-
ronse á conocer bastante las de Don Pedro Zaidivia, Don Juan Már-
mol y Don Juan Lorenzo Rey, habiendo una que apellidaron del
Mantequero metídose en el barrio de Triana un día de los del mes
de setiembre con gran sobresalto de los franceses de Sevilla.


Continuaban en la 3Iancha haciendo SUS excursiones E n Castilla la
Francisquete y los ya insinuados en otro libro. Oye- N n 0 T a -
ronse ahora los nombres de Don Miguel Diaz y de Don Juan Anto-
nio Orobio, juntamente con los de Don Francisco Abad y Don Ma-
nuel Paslrana, el primero bajo el mote de Chaleco, y el último bajo
el de Chambergo. Usanza está general entre el vulgo, no olvidada
ahora con caudillos que por la mayor parte salian de las honradas
pero humildes clases del puebla.


Apareció en la provincia de Toledo Don Juan Palarea médico
de Villaluenga, y en la misma murió el famoso partidario Don
Ventura Jiménez de resultas de heridas recibidas el 17 de junio en
un empeñado choque junto al puente de San Martin. Igual y glo-
riosa suerte cupo á Don Toribio Bustamante, alias el Caracol, que
recorría aquella provincia y la de Extremadura. Tomó las armas
después de la batalla de Rioseco, en donde era administrador de
correos, para vengar la muerte de su muger y de un tierno hijo
que perecieron á manos de los franceses en el saco de aquella ciu-
dad. Finó el 2 de agosto lidiando en el puerto de Mirabete.


En las cercanías de Madrid hervían las partidas á pesar de las
fuerzas respetables que custodiaban la capital; bien es verdad que
dentro tenia la causa nacional firmes parciales, y auxilios, y per-
trechos , y hasta insignias honoríficas recibían de su adhesión y
afecto los caudillos de las guerrillas.


Don Juan Martin (el Empecinado), que por lo común peleaba
en la provincia vecina de Guadalajara, era á quien especialmente
se dirigían los envíos y obsequiosos rendimientos. Cuerpos suyos-
destacados rondaban á menudo no lejos de Madrid, y el 13 de julio
hasta se metieron en la Casa de Campo tan inmediata á la capital,
y sitio de recreo de José. A tal punto inquietaban estos rebatos h




192 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


los enemigos, y tanto se multiplicaban que el conde de Laforest,
embajador de Napoleón cerca de su hermano, después de hablar
en un pliego escrito en 5 de julio al ministro Champagny de que
las «sorpresas que hadan las cuadrillas españolas de los puestos
« militares, de los convoyes y correos, eran cada dia mas frecuen-
< tes , > anadia, * que en Madrid nadie se podia sin riesgo alejar
« de sus tapias.»


Mirando los franceses al Empecinado como principal promove-
dor de tales acometidas, quisieron destruirle, y ya en la prima-
vera habian destacado contra él á las órdenes del general Hugo una
columna volante de 3000 infantes y caballos, en cuyo número ha-
bía españoles de los enregimentados por José; pero que comun-
mente soló sirvieron para engrosar las filas del Empecinado.


El general Hugo, aunque al principio alcanzó ventajas, creyó
oportuno para apoyar sus movimientos fortalecer en fines de junio
á Brihuega y Sigüenza. No tardó el Empecinado en atacar á esta
ciudad, constando ya su fuerza de 600 infantes y 400 caballos. Se
agregó á él con 100 hombres Don Francisco de Palafox que vimos
antes en Alcañiz, y que luego pasó á Mallorca donde murió. Jun-
tos ambos caudillos obligaron á los franceses á encerrarse en el
castillo, y entraron en la ciudad. Abandonáronla pronto. Mas des-
de entonces el Empecinado no cesó de amenazar á los franceses en
lodos los puntos, y de molestarlos marchando y contramarchando,
y ora se presentaba en Guadalajara, ora delante de Sigüenza, y
ora en fin cruzaba el Jarama y ponia en cuidado hasta la misma
corte de José.


Servíale de poco á Hugo su diligencia ,• pues Don Juan Martin si
se veia acosado, presto á desparcir su gente, juntábala en otras
provincias, é iba hasta las de Burgos y Soria, de donde también
venían á veces en su ayuda Tapia y 31erino."


El 18 de agosto trabó en Cifuentes, partido de Guadalajara, una
porfiada refriega , y aunque de resultas tuvo que retirarse, apare-
ció otra vez el 24 en Mirabueno, y sorprendió una columna ene-
miga cogiéndole bastantes prisioneros. Volvió en 14 de setiembre
á empeñar otra acción también reñida en el mismo Cifuentes, la
cual duró todo el dia, y los franceses después de poner fuego á la
villa se recogieron á Brihuega.


Ascendió en octubre la fuerza del Empecinado á 600 caballos y
1500 infantes, con lo que pudo destacar partidas á Castilla la Vieja
y otros lugares, no solo para pelear contra los franceses, sino tam-
bién para someter algunas guerrillas españolas que, so color de
patriotismo, oprimían los pueblos y dejaban tranquilos á los ene-
migos.


No le estorbó esta maniobra hostilizar al general Hugo, y el 18
de octubre escarmentó á algunas de sus tropas en las Cantarillas
de Fuentes, apresando parle de un convoy.




LIBRO DUODÉCIMO. 195
Con tan repetidos ataques desflaquecia la columna del general


Hugo, y menester fue que le enviasen de Madrid refuerzos. Luego
que se le juntaron se dirigió á Humanes, y allí en 7 de diciembre
escribió al Empecinado ofreciéndole para él y sus soldados servi-
cio y mercedes, bajo el gobierno de José. Replicó el español brio-
samente y como honrado, de lo cual enfadado Hugo cerró con los
nuestros dos dias después en Cogolludo, teniendo el gefe español
que retirarse á Atienza sin que por eso se desalentase ; pues á poco
se dirigió á Jadraque y recobró varios de sus prisioneros. « Tal
« era, dice el general Hugo en sus memorias, la pasmosa actividad
« del Empecinado, tal la renovación y aumento de sus tropas, ta-
« les los abundantes socorros que de todas partes le suministraban,
« que me veia forzado á ejecutar continuos movimientos. » Y mas
adelante concluye con asentar : « Para la completa conquista de la
t península se necesitaba acabar con las guerrillas... Pero su des-
« truccion presentaba la imagen de la hidra fabulosa. » Testimo-
nio imparcial, y que añade nuevas pruebas en favor del raro y
exquisito mérito de los españoles en guerra tan extraodinaria y
hazañosa.


Don Luis de Bassecourt, conforme apuntamos, mandaba en
Cuenca antes de pasar á Valencia. Entraron los franceses en aquella
ciudad el 17 de junio, y hallándola desamparada cometieron ex-
cesos parecidos á los que alli deshonraron sus armas en las ante-
riores ocupaciones. Quemaron casas, destruyeron muebles y orna-
mentos, y hasta inquietaron las cenizas de los muertos desenterrando
varios cadáveres, en busca, sin duda, de alhajas y soñados tesoros.


Evacuaron luego la ciudad, y en agosto sucedió á Bassecourt
en el mando Don José Martínez de San Martin, que también de
médico se habia convertido en audaz partidario. Recorría la tierra
hasta el Tajo, en cuyas orillas escarmentó á veces la columna .vo-
lante que capitaneaba en Tarancon el coronel francés Forestier.


Cundía igualmente voraz el fuego de la guerra al E n entina ia
norte de las sierras de Guadarrama. Sosteníanse los V l e j a - (
mas de los partidarios en otro libro mencionados, y brotaron otros
muchos. De ellos en Segovia Don Juan Abril, en Avila Don Camilo
Gómez, en Toro Don Lorenzo Aguilar, y distinguióse en Vallado-
lid la guerrilla de caballería, llamada de Borbon, que acaudillaba
Don Tomas Príncipe.


Aquí mostrábase el general Kellermann contra los partidarios
tan implacable y severo como antes, portándose á veces ya él ya
los subalternos harto sañudamente. Hubo un caso que aventajó á
todos en esmerada crueldad. Fue pues que preso el hijo de un
latonero de aquella ciudad, de edad de doce años, que llevaba
pólvora á las partidas, no queriendo descubrir la persona que le
enviaba, aplicáronle fuego lento álas plantas de los pies y á las
palmas de las manos para que con el dolor declarase lo que no que-


I I . 13




194 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ria de grado. El niño firme en su propósito no desplegó los labios,
y conmoviéronse al ver tanta heroicidad los mismos ejecutores de
la pena, mas no sus verdaderos y empedernidos verdugos. ¿Y quién
después de este ejemplo y otros semejantes, solo propios de na-
ciones feroces y de siglos bárbaros, extrañará algunos rigores y
aun actos crueles de los partidarios ?


Don Juan Tapia en Palencia, Don Gerónimo Merino en Burgos,
Don Bartolomé Amor en la Rioja, y en Soria Don José Joaquín
Duran, ya unidos ya separadamente peleaban en sus respectivos
territorios, ó batían la campaña en otras provincias. Eligió la junta
de Soria á Duran comandante general de su distrito. Siendo briga-
dier fue hecho prisionero en la acción de Bubierca, y habiéndose
luego fugado se mantenía oculto en Cascante, pueblo de su natu-
raleza. Resolvió dicha junta este nombramiento (que mereció en
breve la aprobación del gobierno) de resultas de un descalabro
que el 6 de setiembre padecieron en Yanguas sus partidas, unidas á
las de la Rioja. Causóle una columna volante enemiga que regia el
general Roguet, quien inhumanamente mandó fusilar 20 soldados
españoles prisioneros, después de haberles hecho creer que les
concedia la vida.


Duran se estableció en Berlanga. Su fuerza al principio no era
considerable; pero aparentó de manera que el gobernador francés
de Soria Duvernet, si bíená la cabeza de 1600 hombres de la guar-
dia imperial, no osó atacarle solo, y pidió auxilio al general Dor-
senne residente en Burgos. Por entonces ni uno ni otro se movieron,
y dejaron á Duran tranquilo en Berlanga.


Tampoco pensaba este en hacer tentativa alguna hasta que su
gente fuese mas numerosa, y estuviese mejor disciplinada. Pero
habiéndosele presentado en diciembre los partidarios Merino y
Tapia con 600 hombres, los mas de caballería, no quiso desapro-
vechar tan buena ocasión, y les propuso atacar á Duvernet, que á
la sazón se alojaba con 600 soldados en Calatañazor, camino del
Burgo de Osma. Aprobaron Merino y Tapia el pensamiento, y to-
dos convinieron en aguardar á los franceses el 11 á su paso por
Torralba. Apareció Duvernet, trabóse la pelea, y ya iba aquel de
vencida cuando de repente la caballería de Merino volvió grupa y
desamparó á los infantes. Dispersáronse estos, tornaron Tapia y
su compañero á sus provincias, y Duran á Berlanga, en donde sin
ser molestado continuó hasta finalizar el año de 1 0 , procurando
reparar sus pérdidas y mejorar la disciplina.


Tomó á su cargo la Montaña íle Santander el par-
SaMander y . . . , , u . . , . » •


Brovmcias vas- üdario Campillo aproximándose unas veces a Asturias,
congaoas. ^ o t p a s ^ y ¡ z c a v a j m a s siempre con gran detrimento
del enemigo. Mereció por ello gran loa, y también por ser de aque-
llos lidiadores que, sirviendo á su patria, nunca despojaron á los
pueblos.




LIBRO DUODÉCIMO. 193
La misma fama adquirió en esta parte Don Juan de Aróstegui


que acaudillaba en Vizcaya una partida considerable con el nombre
de Bocamorteros. Sonaba en Álava desde principios de año Don
Francisco Longa de la Puebla de Arganzon, quien en breve contó
bajo su mando unos 500 hombres. Pronto rebulló también en Gui-
púzcoa Don Gaspar Jáuregui llamado el Pastor, porque soltó el
cayado para empuñar la espada.


Estas provincias Vascongadas asi como toda la costa Expedición de
cantábrica, de suma importancia para divertir al ene- R <™wies *. i»


7 . \ . * , i . c o s t a cantábrica.
migo y cortarle en su raíz las comunicaciones, habían
llamado particularmente la atención del gobierno supremo, y por
tanto ademas de las expediciones referidas de Portier se idearon
otras. Fue de ellas la primera una que encomendó la regencia á
Don Mariano Renovales. Salió este al efecto de Cádiz, aportó á la
Coruña, y hechos los preparativos dio de aqui la vela el 14 de oc-
tubre con rumbo al este. Llevaba 1200 españoles y 800 ingleses
convoyados por 4 fragatas de la misma nación y otra de la nuestra
con varios buques menores. Mandaba las fuerzas de mar el como-
doro Mends.


Fondeó la expedición en Gijon el 17 á tiempo que Porlier pelea-
ba en los alrededores con los franceses; mas no pudiendo Renovales
desembarcar hasta el 1 8 , dióse lugar á que los enemigos evacuasen
aquella villa, y que Porlier atacado por estos unidos á los de afuera
se alejase. Renovales se reembarcó y el 23 surgió en Santoña:
vientos contrarios no le permitieron tomar tierra basta el 2 8 : espa-
cio de tiempo favorable á los franceses, que, acudiendo con fuerzas
superiores en auxilio del punto amagado, obligaron á los nuestros
á desistir de su intento. Ademas la estación avanzaba, y se ponía
inverniza con anuncios de temporales peligrosos en costa tan brava:
por lo mismo pareciendo prudente retroceder á Galicia, aportaron
los nuestros á Vivero. Alli arreciando los vientos se perdió la fra-
gata española Magdalena y el bergantín Palomo con la mayor parte
de sus tripulaciones. Grande desdicha que si en algo pendió de los
malos tiempos, también hubo quien la atribuyese á imprevisión y
tardanzas.


Causó al principio desasosiego á los franceses esta Navarra. Espoz
expedición que creyeron mas poderosa; pero ti anquí- * M m a -
lizándose después al verla alejada, pusieron nuevo conato, aunque
inútilmente, en despejar el pais de las partidas, perturbándolos en
especial Don Francisco Espoz y Mina que sobresalió por su intrepi-
dez y no interrumpidos ataques.


A poco de la desgracia de su sobrino habia allegado bastante
gente que todos los dias se aumentaba. Sin aguardar á que fuese
muy numerosa, emprendió ya en abril frecuentes acometidas, y
prosiguió los meses adelante atajando las escoltas, y combatiendo
ios alojamientos enemigos. Impacientes estos y enfurecidos del fati-




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


goso pelear determinaron en setiembre destruir á tan arrojado
partidario. Valióse para ello el general Reille que mandaba en Na-
varra de las fuerzas que allí liabia y de otras que iban de paso a
Portugal, juntando de este modo unos 30,000 hombres.


Mina acosado para evitar al exterminio de su gente, la despar-
ramó por diversos lugares encaminándose parle de ella á Castilla y
parte á Aragón. Guardó él consigo algunos hombres; y mas desem-
barazado no cesó en sus ataques, si bien tuvo luego que correrse
á otras provincias. Herido de gravedad tornó después á Navarra
para curarse, creyéndose mas seguro en donde el enemigo mas le


-buscaba. ¡ Tal y tan en su favor era la opinión de los pueblos,
tanta la fidelidad de estos!


Antes de ausentarse dio en Aragón nueva forma á sus guerrillas,
vueltas á reunir en número de 3000 hombres, y las repartió en tres
batallones y un escuadrón : confirió el mando de dos de ellos á Cu-
ruchaga y á Gorriz gefes dignos de su confianza. La regencia de
Cádiz le nombró entonces coronel y comandante general de las
guerrillas de Navarra ; pues estos caudillos en medio de la indepen-
dencia de que disfrutaban, hija délas circunstancias y de su posi-
ción, aspiraban todos á que el gobierno supremo confirmase sus
grados y aprobase sus hechos, reconociéndole como autoridad so-
berana y único medio de que se conservase buena armonía y unión
entre las provincias españolas.


Recobrado Mina de su herida, comenzó al finalizar octubre otras
empresas, y su gente recorrió de nuevo los campos de Aragón y
Castilla con terrible quebranto de los enemigos. Restituyóse en di-
ciembre á Navarra, atacó á los franceses enTievas, Monrealy
Aibar : y cerrando dichosamente la campaña de 1810 se dispuso á
dar á su nombre en las sucesivas mayor fama y realce.


Juzgúese por lo que hemos referido cuantos males no acarrea-
rían Jas guerrillas al ejército enemigo. Habíalas en cada provincia ,
en cada comarca, en cada rincón: contaban algunas 2000 y 3000
hombres, la mayor parte 500 y aun 1000. Se agregaron las mas
pequeñas á las mas numerosas ó desaparecieron, porque como
eran las que por lo general vejaban los pueblos, faltábales la pro-
tección de estos, persiguiéndolas al propio tiempo los otros guer-
rilleros interesados en su buen nombre y á veces también en el au-
mento de su gente. No hay duda que en ocasiones se originaron
daños á los naturales aun de las grandes partidas; pero los mas
eran inherentes á este linage de guerra , pudiéndose resueltamente
afirmar que sin aquellas hubiera corrido riesgo la causa de la inde-
pendencia. Tranquilo poseedor el enemigo de extensión vasta de
pais se hubiera entonces aprovechado de todos sus recursos transi-
tando por él pacíficamente, y.dueño de mayores fuerzas ni nuestros
ejércitos, por mas valientes que se mostrasen, hubieran podido re-
sistir á la superioridad y disciplina de sus contrarios, ni los aliados




LIBRO DUODÉCIMO. 197


se hubieran mantenido constantes en contribuir á la defensa de una
nación, cuyos habitantes doblaban mansamente la cerviz á Ja coyun-
da extranjera.


Tregua ahora á tanto combale, y lanzándonos en el
campo no menos vasto de la política, hablemos de lo G o r l a "
que precedió á la reunión de cortes, las cuales en breve congrega-
das , haciendo bambonear el antiguo edificio social, echaron al
suelo las partes ruinosas y deformes, y levantaron otro, que si no
perfecto, por lo menos se acomodaba mejor al progreso de las lu-
ces del siglo , y á los usos, costumbres y membranzas de las pri-
mitivas monarquías de España.


Desaficionada la regencia á la institución de cortes R e m i s a l a I6_
habia postergado el reunirías, no cumpliendo debida- sendaenconvo-
mente con el juramento que habia prestado al insta-
larse « de contribuir á la celebración de aquel augusto congreso
« en la forma establecida por la suprema junta central, y en el
« tiempo designado en el decreto, de creación de la regencia. >
Cierto es que en este decreto, aunque se insistía en la reunión de
cortes ya convocadas para el 1" de marzo de 1810, se anadia : « Si
t la defensa del reino... lo permitiere. > Cláusula puesta alli para
el solo caso de urgencia, ó para diferir cortos dias la instalación
de las cortes; pero que abría ancho espacio á la interpretación de
los que procediesen con mala ó fria voluntad.


Descuidó pues la regencia el cumplimiento de .SU SO- Clamor general
lemne promesa, y no volvió á mentar ni aun la pala- poreua».
bra cortes sino en algunos papeles que circuló á América las mas
veces no difundidos en la península, y cortados á traza de entreteni-
miento para halagar los ánimos de los habitantes de ultramar. Conduc-
ta extraña que sobremanera enojó, pues entonces ansiaban los mas la
pronta reunión de cortes, considerando á estas como áncora de espe-
ranza en tan deshecha tormenta. Creciendo los'clamores públicos se
unieron á ellos los de varios diputados de algunas juntas de provincia
los cuales residían en Cádiz y trataron de promover legalmente asunto
de tanta importancia. Temerosa la regencia de la común opinión y sa-
bedora délo que intentaban los referidos diputados, resolvió ganar
átodos por la mano, suscitando ella misma la cuestión de cortes, ya
quecontasedeslumbrar asi y dar largas, ó ya que obligada á conceder
loque la generalidad pedia, quisiese aparentar que solo la estimulaba
propia voluntad y no ageno impulso. A este fin llamó el 14 de ju-
nio á Don Martin de Garay, y le instó á que esclareciese ciertas
dudas que ocurrian en el modo de la convocación de cortes, no ha-
llándose nadie mas bien enterado en la materia que dicho sugeto,
secretario general é individuo que habia sido de la junta central.


No por eso desistieron de su intento los diputados , „ ..
i i • • . . « i i . . . . . Las piden dipn-


de las provincias, y el 17 del propio junio comisiona- mas de l a s j u n ,
ron á dos de ellos para poner en manos de la regencia


; de p r o ú i u i a .




198 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


una exposición enderezada á recordar la prometida reunión de cor-
tes. Cupo el desempeño de este encargo áDon Guillermo Hualde
diputado por Cuenca, y al conde de Toreno (autor de esta histo-
ria) que lo era por León. Presentáronse ambos, y después de ha-
ber, el último, obtenida venia, leido el papel de que eran portado-
res, alborotóse bastantemente el obispo de Orense, no acostumbrado
á oir y menos á recibir consejos. Replicaron los comisionados, y
comenzaban unos y otros á agriarse, cuando terciando el general
Castaños, amansáronse Huelde y Toreno, y templando también el
obispo su ira locuaz y apasionada, humanóse al cabo; y asi él
como los demás regentes dieron á los diputados una respuesta sa-
tisfactoria. Divulgado el suceso, remontó el vuelo la opinión de
Cádiz, mayormente habiendo su |unta aprobado la exposición he-
cha al gobierno, y sostenídola con otra que á su efecto elevó á su
conocimiento en el dia siguiente.


Amedrentada la regencia con la fermentación que reinaba, pro-
mulgó el mismo 18 * un decreto, por el que man-


Decreto de con- . V , . . . f » i i i
vocación. dando que se realizasen á la mayor brevedad las elec-


c A p . n . s.) ciones de diputados que no se hubiesen verificado
hasta aquel dia, se disponía ademas que en todo el


próximo agosto,concurriesen los nombrados á la isla de León, eu
donde luego que se hallase la mayor parte, se daria principio á las
sesiones. Aunque en su tenor parecía vago este decreto, no fiján-
dose el dia de la instalación de cortes, sin embargo la regencia
soltaba prendas que no podía recoger, y á nadie era ya dado con-
trarestar el desencadenado ímpetu de la opinión,
jubilo general en Produjo en Cádiz y seguidamente en toda la monar-


1« nación. q U ¡ a extremo contentamiento semejante providencia,
y apresuráronse á nombrar diputados las provincias que aun no
lo habían efectuado, y que gozaban de la dicha de no estar impo-
sibilitadas para aquel acto por la ocupación enemiga. En Cádiz em-
pezaron todos á trabajar en favor del pronto logro de tan deseado
objeto.


La regencia por su parte se dedicó á resolver las
Dudas de la re- , , u 1 .T .


«encía sobre con- dudas que , según arriba insinuamos, ocurrían acerca
í a ° c l m a ? a ! e s n n del modo de constituir las cortes. Fue una de las pri-


meras la de si se convocaría ó no una cámara de pri-
vilegiados. En su lugar vimos como la junta central dio antes de
disolverse un decreto, llamando bajo el nombre de estamento ó cá-
mara de dignidades á los arzobispos, obispos y grandes del reino;
pero también entonces vimos como nunca se había publicado esta de-
terminación. En la convocatoria general de I o de enero ni en la ins-
trucción que la acompañaba nohabia el gobierno supremo ordenado
cosa alguna sobre su posterior resolución : solo insinuó en una nota
que igual convocatoria se remitiria < á los representantes del brazo
« eclesiástico y de la nobleza, s Las juntas no publicaron esta cir-




LIBRO DUODÉCIMO. 199


cunstancia, é ignorándola los electores, habían recaído ya algunos
de los nombramientos en grandes y en prelados.


Perpleja con eso la regencia empezó á consultar á las corpora-
ciones principales del reino sobre si convendría ó no llevar á cum-
plida ejecución el decreto de la central acerca del estamento de pri-
vilegiados. Para acertar en la materia de poco servia acudir á los
hechos de nuestra historia.


Antes que se reuniesen las diversas coronas de Es- costomt.ro am¡-
paña en las sienes de un mismo monarca, habia la g o a -
práctica sido varia, según los estados y los tiempos. En Castilla
desaparecieron del todo los brazos del clero y de la nobleza después
de las cortes celebradas en Toledo en 1558 y 1539. Duraron
mas tiempo en Aragón; pero colocada en el solio al principiar el
siglo XVIII la estirpe de los Borbones dejaron en breve de congre-
garse separadamente las cortes en ambos reinos, y solo ya fueron
llamadas para la jura de los príncipes de Asturias. Por primera vez
se vieron juntas en 1709 las de las coronas de Aragón y Castilla, y
asi continuaron hasta las últimas que se tuvieron en 1789; no asis-
tiendo ni aun á estas á pesar de tratarse algún asunto grave sino
los diputados de las ciudades. Solo en Navarra proseguía la costum-
bre de convocar á sus cortes particulares el brazo eclesiástico y el
militar, ó sea de la nobleza. Pero ademas de que allí no entraban
en el primero exclusivamente los prelados, sino también priores,
abades y hasta el provisor del obispado de Pamplona; y que del
segundo componían parte varios caballeros sin ser grandes ni ti-
tulados , no podia servir de norma tan reducido rincón á lo res-
tante del reino, señaladamente hallándose cerca como para con-
trapuesto ejemplo las provincias Vascongadas, en cuyas juntas del
todo populares no se admiten ni aun ios clérigos. Ahora habían
también que examinar la índole de la presente lucha, su origen y
su progreso.


La nobleza y el clero, aunque entraron gustosos en ella, habían
obrado antes bien como particulares que como corporaciones, y
lo mas elevado de ambas clases, los grandes y los prelados no ha-
bían por lo general brillado ni á la cabeza de los ejércitos, ni de los
gobiernos, ni de las partidas. Agregábase á estola tendencia de la
nación desafecta á gerarquias, y en la que reducidos á estrechísi-
mos límites los privilegios de los nobles, todos podian ascender á
los puestos mas altos sin excepción alguna.


Mostrábase en ello tan universal la Opinión , que no Opinión comnn
solo la apoyaban los que propendían á ideas demo- ™ l a n a c l o n '
cráticas, mas también los enemigos de cortes y de todo gobierno re-
presentativo. Los últimos no en verdad como un medio de desor-
den (habia entonces en España acerca del asunto mejor fé) , sino
por no contrarestar el modo de pensar de los naturales. Ya en
Sevilla en la comisión de la junta central encargada de los trabajos




20« REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de cortes, los señores Riquélme y Caro, que apuntamos desama-
ban la reunión de cortes, una vez decidida esta, volaron por una
sola cámara indivisa y común, y el ilustre Jovellanos por dos : Jo-
vellanos acérrimo partidario de cortes y uno de los españoles mas
sabios de nuestro tiempo. Los primeros seguían la voz común :
guiaban al último reglas de consumada política, la práctica de In-
glaterra y otras naciones. Entre los comisionados de las juntas resi-
dentes en Cádiz fue el mas celoso en favor de una sola cámara Don
Guillermo Hualde, no obstante ser eclesiástico, dignidad de chan-
tre en la catedral de Cuenca y grande adversario de novedades.
Contradicciones frecuentes en tiempos revueltos, pero que nacían
aqui, repetimos, de la elevada y orgiillosa igualdad que ostenta la
jactancia española : manantial de ciertas virtudes, causa á veces de
ruinosa insubordinación.


consmia ia re- La regencia consultó sobre la materia y otras rela-
reunluo" C O B S e J° l ' v a s ^ c o r t e s a l consejo reunido. La mayoría se con-


formó en todoconla opinión mas acreditada, y se inclinó
también á una sola cámara. Disintieron del dictamen varios indivi-


Respuesta de dúos del antiguo consejo de Castilla, de cuyo número
este, voto pañi- fueron el decano Don José Colon, el conde del Pilar,


y los señores Riega, Duque Estrada, y Don Sebastian
de Torres. Oposición que dimanaba, no de adhesión á cámaras,
sino de odio á todo lo que fuese representación nacional: por lo
que en su voto insistieron particularmente en que se castigase con
severidad á los diputados de las juntas que habian osado pedir la
pronta convocación de cortes.


Cundió en Cádiz la noticia de la consulta junto con la del dicta-
men de la minoría, y enfureciéronse los ánimos contra esta, ma-
yormente no habiendo los mas de los firmantes dado al principio del
levantamiento en 1808 grandes pruebas de afecto y decisión por la
causa de la independencia. De consiguiente conturbáronse los di-
sidentes al saber que los tiros disparados en secreto, con esperanza
de que se mantendrían ocultos, habian reventado á la luz del dia.
Creció su temor cuando la regencia, para fundar sus providencias,
determinó que se publicase la consulta y el dictamen particular. No
hubo entonces manejo ni súplica que no empleasen los autores del
último para alcanzar el que se suspendiese dicha resolución. Asi
sucedió, y tranquilizóse la mente de aquellos hombres, cuyas con-
ciencias no habian escrupulizado en aconsejar á las calladas injus-
tas persecuciones, pero que se estremecían aun de la sombra del
peligro. Achaque inherente á la alevosía y á la crueldad, de que
muchos de los que firmaron el voto particular dieron tristes ejem-
plos años adelante, cuando sonó en España la lúgubre y aciaga
hora de las venganzas y juicios inicuos.
consulta dei con- Pidió luego la regencia acerca del mismo asunto de


sejo de estado, cámaras el parecer del consejo de estado, el cual




LIBRO DUODÉCIMO. 201


convino también en que no se convocase la de privilegiados. Voló
en favor de este diclámen el marqués de Astorga, no obstante su
elevada clase : del mismo fue Don Benito de Hermida adversario
en otras materias de cualesquiera novedades. Sostuvo lo contrario
Don Martin de Garay, como lo habia hecho en la central, y con-
forme á la opinión de Jovellanos.


No pudiendo resistir la regencia á la universalidad No se convoca
de pareceres decidió que las clases privilegiadas no s c 6 u n d a cámara,
asistirían por separado á las cortes que iban á congregarse, y que
estas se juntarían con arreglo a! decreto que habia circulado la cen-
tral en I o de enero.


Según el tenor de este y de la instrucción que le Modo de eiec-
acompañaba, innovábase del todo el antiguo modo de c l o n '
elección. Solamente en memoria de lo que antes regia se dejaba que
cada ciudad de voto en cortes enviase por esta vez, en representa-
ción suya, un individuo de su ayuntamiento. Se concedía igual-
mente el mismo derecho á las juntas de provincia como premio de
sus desvelos en favor de la independencia nacional. Estas dos clases
de diputados no componían ni con mucho la mayoría, pero sí los
nombrados por la generalidad de la población conforme al método
ahora adoptado. Por cada 50,000 almas se escogía un diputado, y
tenían voz para la elección los españolesde todas clases avecinda-
dos en el territorio, de edad de 25 años, y hombres de casa abierta.
Nombrábanse los diputados indirectamente, pasando su elección
por los tres grados de junta de parroquia, de partido y de provin-
cia. No se requerían para obtener dicho cargo otras condiciones
que las exigidas para ser elector y la de ser natural de la provincia,
quedando elegido diputado el que saliese de una urna ó vasija en
que habian de sortearse los fres sugetos que primero hubiesen
reunido la mayoría absoluta de votos. Defectuoso si se quiere este
método, ya por ser sobradamente franco, estableciendo una espe-
cie de sufragio universal, y ya restricto á causado la elección in-
directa , llevaba sin embargo gran ventaja al antiguo ó á lo menos á
lo que de este quedaba.


Én Castilla hasta entrado el siglo XV hubo corles El antiguo do
numerosas y á las que asistieron muchas villas y ciu- España,
dades, si bien su concurrencia pendió casi siempre de la voluntad
délos reyes y no de un derecho reconocido é inconcuso. A los dipu-
tados ó sean procuradores, nombrábanlos los concejos formados
délos vecinos, ó ya los ayuntamientos, pues estos, siendo entonces
por lo común de elección popular, representaban con mayor ver-
dad la opinión de sus comitentes, que después cuando se convirtie-
ron sus regidurías, especialmente bajo los Felipes austríacos, en
oficios vendibles y enagenables de la corona; medida que, por
decirlo de paso, nació mas bien délos apuros del erario que de mi-
ras ocultas en la política de los reyes. En Aragón el brazo de las




202 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


universidades ó ciudades, y en Valencia y Cataluña el conocido
con el nombre de real, constaban de muchos diputados que lleva-
ban la voz de los pueblos. Cuáles fuesen los que hubiesen de gozar
de semejante derecho ó privilegio no estaba bien determinado, pues
según nos cuentan los cronistas Marlel y Blancas solo gobernaba la
costumbre. Este modo de representar la generalidad de los ciuda-
danos, aunque inferior sin duda al de la central, aparecía, repe-
timos, muy superior al que prevaleció en los siglos XVI y XVII,
decayendo sucesivamente las prácticas y usos antiguos, apunto
que en las cortes celebradas desde el advenimiento de Felipe V
hasta las últimas de 4789 solo se hallaron presentes los caballeros
procuradores de 37 villas y ciudades, únicas en que se reconocia
este derecho en las dos coronas de Aragón y Castilla. Por lo que
con razón asentaba lord Oxford, al principio del siglo XVIII, que
aquellas asambleas solo eran ya niagni nominis umbra.


Poderes que se Conferíanse ahora á los diputados facultades ani-
dan ¿ios dimita- plias, pues, ademas de anunciarse en la convocatoria,
d o s entre otras cosas, que se llamaba la nación á cortes
generales « para restablecer y mejorar la constitución fundamental
« de la monarquía, » se especificaba en los poderes de los diputa-
dos t podian acordar y resolver cuanto se propusiese en las cortes,
« asi en razón de los puntos indicados en la real carta convocatoria,
« como en otros cualesquiera, con plena, franca, libre y general
c facultad, sin que por falta de poder dejasen de hacer cosa alguna,
« pues todo el que necesitasen les conferian (los electores) sin ex-
« cepcion ni limitación alguna. »


Otra de las grandes innovaciones fue la de convocar
Liamanse i las a c órtes las provincias de América y Asia. Descubier-


córtes diputados T . , .
de las provincias tos y conquistados aquellos países á la sazón que en
de América y A- j ¡ S p a f t a j i j a T 1 ¿ e ^ [ ¿ ^ i a s j u n t a s nacionales, nunca se


pensó en llamar á ellas á los que allí moraban. Cosa
por otra parte nada extraña atendiendo á sus diversos usos y cos-
tumbres, á sus distintos idiomas, al estado de su civilisacion, y á
Jas ideas que entonces gobernaban en Europa respecto de colonias
ó regiones nuevamente descubiertas, pues vemos que en Inglaterra
mismo donde nunca cesaron los parlamentos, tampoco en su seno
se concedió asiento á los habitadores allende los mares.


Ahora que los tiempos se habían cambiado, y confirmádose
solemnemente la igualdad de derechos de todos los españoles, eu-
ropeos y ultramarinos, menester era que unos y otros concurrie-
sen á un congreso en que iban á decidirse materias de la mayor
importancia, tocante á toda la monarquía que entonces se dilataba
por el orbe. Requeríalo asi la justicia, requeríalo el interés bien
entendido de los habitantes de ambos mundos, y la situación de la
península, que para defender la causa de su propia independencia
debia grangear las voluntades de los que residían en aquellos pai-




LIBRO DUODÉCIMO. 203
ses, y de cuya ayuda había reportado colmados frutos. LodiflcuK
toso era arreglar en la práctica la declaración de la igualdad. Re-
giones extendidas como las de América, con variedad de castas,
con desvío entre estas y preocupaciones, ofrecían en el asunto pro-
blemas de no fácil resolución. Agregábase la falta de estadísticas,
la diferente y confusa división de provincias y distritos, y el tiempo
que se necesitaba para desenmarañar tal laberinto, cuando la
pronta convocación de cortes no daba vagar, ni para pedir noti-
cias á América, ni para sacar de entre el polvo de los archivos las
mancas y parciales que pudieran averiguarse en Europa.


Por lo mismo la junta central, en el primer decreto que publicó
sobre cortes en 22 de mayo de 1809, contentóse con especificar que
la comisión encargada de preparar los trabajos acerca de la ma-
teria viese «la parte que las Américas tendrían en la representa-
« cion nacional. > Cuando en enero de 1810 expidió la misma
junta de España las convocatorias para el nombramiento de cor-
tes, acordó también un decreto en favor de la representación de
América y Asia, limitándose á que fuese supletoria, compuesta de
26 individuos escogidos entre los naturales de aquellos países resi-
dentes en Europa, y hasta tanto que se decidiese el modo mas con-
veniente de elección. No se imprimió este decreto, y solo se mandó
insertar un aviso en la Gaceta del mismo 7 de enero, dando cuenta
de dicha resolución, confirmada después por la circular que al des-
pedirse promulgó la central sobre celebración de cortes.


No bastaba para satisfacer los deseos de la América tan escasa y
ficticia representación, por lo cual adoptóse igualmente un medio
que, si no era tan completo como el decretado para España, se
aproximaba al menos á la fuente de donde ha de derivarse toda
buena elección. Tomóse en ello ejemplo de lo determinado antes
por la central, cuando llamó á su seno individuos de los diversos
vireinatos y capitanías generales de ultramar, medida que no tuvo
cumplido efecto á causa de la breve gobernación de aquel cuerpo.
Según dicho decreto, no publicado sino en junio de 1809, los
ayuntamientos después de nombrar tres individuos debían sortear
uno y remitir el nombre del que fuese favorecido por la fortuna al
virey ó capitán general, quien, reuniendo los de los candidatos de
las diversas provincias, tenia que proceder con el real acuerdo á
escoger tres y en seguida sortearlos, quedando elegido para indi-
viduo de la junta central el primero que saliese de la urna. Asi se
ve que el número de los nombrados se limitaba á uno solo por cada
vireinato ó capitanía general.


Conservando en el primer grado el mismo método de elección,
habia dado la regencia en 14 defebrero mayor ensanche al nombra-
miento do diputados á cortes. Los ayuntamientos elegían en sus
provincias sus representantes, sin necesidad de acudir á la apro-
bación ó escogimiento de las autoridades superiores, de manera




204 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


que, en vez de un solo diputado por cada vireinato ó capitanía gene-
ral , se nombraron tantos cuantas eran las provincias, con lo que
no dejó de ser bastante numerosa la diputación americana" que
poco á poco fue aportando á Cádiz, aun de los paises mas remotos,
y compuso parte muy principal de aquellas cortes.
Elección de su- No estorbó esto que, aguardando la llegada de los


pientes. diputades propietarios, se llevase á efecto en Cádiz el
nombramiento de suplentes, asi respecto de las provincias de ul-
tramar como también de las de España , cuyos representantes no
hubiesen todavía acudido impedidos por la ocupación enemiga ó por
cualquiera otra causa que hubiese motivado la dilación. Para Amé-
rica y Asia en vez de 26 suplentes resolvió la regencia se nombra-
sen dos mas, accediendo á varias súplicas que se le hicieron : para
la península debía elegirse uno solo por cada una de las provincias
indicadas. Tocaba desempeñar encargo tan importante á los res-
pectivos naturales, en quienes concurriesen las calidades exigidas en
el decreto é instrucción de I o de enero. La regencia había el 19 de
agosto determinado definitivamente este asunto de suplentes, con-
viniendo en que la elección se hiciese en Cádiz, como refugio del
mayor número de emigrados. Publicó el 8 de setiembre un edicto so-
bre la materia, y nombró ministros del consejo que preparasen las
listas de los naturales de la península y de América que estuvie-
sen en el caso de poder ser electores.
Opinion sobre es- Aplaudieron todos en Cádiz el que hubiese suplen-


t» en cadü. l e s > ] 0 inismo los apasionados á novedades que sus
adversarios. Vislumbraban en ello unos carrera abierta á su noble
ambición, esperaban otros conservar asi su antiguo influjo y con-
tener el ímpetu reformador. Entre los últimos se contaban conseje-
ros , antiguos empleados, personas elevadas en dignidad que se fi-
guraban prevalecer en las elecciones y manejarlas á su antojo,
asistidos de su nombre y de su respetada autoridad. Ofuscamiento
de quien ignoraba lo arremolinadas que van, aun desde un princi-
pio , las corrientes de una revolución.
Parte une toma En breve se desengañaron, notando cuan perdido


ia mocedad, andaba su influjo. Levantáronse los pechos de la mo-
cedad, y desapareció aquella indiferencia á que antes estaba ave-
zada en las cuestiones políticas. Todo era juntas, reuniones,
corrillos, conferencias con la regencia, demandas, aclaraciones. Ha-
blábase de candidatos para diputados, y poníanse los ojos, no pre-
cisamente en dignidades, no en hombres envejecidos en la antigua
corte ó en los rancios hábitos de los consejos ú otras corporaciones,
sino en los que se miraban como mas ilustrados, mas briosos y
mas capaces de limpiar la España de la herrumbre que llevaba co-
mida casi toda su fortaleza.


Los consejeros nombrados para formar las listas, lejos de trope-
zar, cuando ocurrían dudas, con tímidos litigantes ó con sumisos y




LIBRO DUODÉCIMO. 205
necesitados pretendientes, tuvieron que habérselas con hombrea
que conocían sus derechos, que los'defcndian y aun osaban arros-
trar las amenazas de quienes antes resolvían sin oposición y con el
ceño de indisputable supremacía.


Desde entonces muchos de los que mas habían de- E n o - o d e l o s
seado el nombramiento de suplentes empezáronse á enemigos de re-
mostrar enemigos, y por consecuencia adversarios de f o r m a s -
las mismas cortes. Fuéronlo sin rebozo luego que se terminaron
dichas elecciones de suplentes. Se dio principio á estas el 17 de se-
tiembre, y recayeron por lo común los nombramientos de diputados
en sugetos de capacidad y muy inclinados á reformas.


Presidieron las elecciones de cada provincia de España individuos
de la cámara de Castilla, y las de América Don José Pablo Va-
liente del consejo de Indias. Hubo algunas bastante


. . , , . , , , . . Numero que


ruidosas, culpa en parte de la tenacidad de los presi- acude áias eiec-
dentes y de su mal encubierto despecho, malogrados c , 0 , i e s '
sus intentos. De casi ninguna provincia de España hubo menos de
100 electores, y llegaron á 4000 los de Madrid, todos qn general
sugetos de cuenta : infiriéndose de aqui que á pesar de lo defec-
tuoso de este género de elección , era mas completa que la que se
hacia por las ciudades de voto en cortes; en que solo tomaban parle
20 á 30 privilegiados, esto es , los regidores.


Como, al paso que mermaban las esperanzas de los T e m o r e s d e , a i . „
adictos al orden antiguo, adquirían mayor pujanza las e e°da.
de los aficionados á la opinión contraria, temió la regencia caer de
su elevado puesto, y buscó medios para evitarlo y afianzar su autori-
dad. Pero , según acontece, los que escogió no podían servir sino
para precipitarla mas pronto. Tal fue el restablecer Restablece todos
todos los consejos bajo la planta antigua por decreto l 0 S consejos,
de 16 de setiembre. Imaginó que, como muchos individuos de estos
cuerpos, particularmente los del consejo real, se reputaban ene-
migos de la tendencia que mostraban los ánimos, tendría en sus
personas, ahora agradecidas, un sustentáculo firme de su potestad
ya titubeante. Cuenta en que gravemente erró. La veneración que
antes existia al consejo real habia desaparecido, gracias á la incierta
y vacilante conducta de sus miembros en la causa pública y á su
invariable y ciega adhesión á prerogativas y extensas facultades.
Inoportuno era también el momento escogido para su restableci-
miento. Las corles iban á reunirse, á ellas tocaba la decisión de
semejante providencia. Tampoco lo exigía el despacho de los ne-
gocios, reducida ahora la nación á estrechos límites, y resolviendo
por sí las provincias muchos de los expedientes que antes subian á
los consejos. Asi pareció claro que su restablecimiento encubría
miras ulteriores y quizá se sospecharon algunas mas dañadas de
las que en realidad habia.


El consejo real desvivióse por obtener que su gobernador ó




206 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Qoiere ei con- decano presidiese las cortes, que la cámara exami-
teio reai interve- nase los poderes de los diputados, v también que va-
nir en las cortes. . . . . . . . - „ i ,


nos individuos suyos tomasen asiento en ellas bajo el
nombre de asistentes. Tal era la costumbre seguida en las últimas
cortes, tal la que ahora se intentó abrazar, fundándose en los ante-
cedentes y en el texto de Salazar, libro sagrado á los ojos de los defen-
sores de las prerogativas del consejo. Mas al columbrar el vuelo de la
opinión, delirio parecia querer desenterrar usos tan encontrados


con las ideas que reinaban en Cádiz y con las que ex-
No io consigne. p 0 n ¡ a n j o s <üpUi a íJos de las provincias que iban lle-
gando, quienes, fuesen ó no inclinados á las reformas, traian con-
sigo recelos y desconfianzas acerca de los consejos y de la misma
regencia.


De dichos diputados varios arribaron á Cádiz en agosto, otros
muchos en setiembre. Con su venida se apremió á la


seueníbre1 "ara regencia para que señalase el dia de la apertura de
cortos"11*0""1 * c o r t e s > rehacía siempre en decidirse. Tuvo aun para


ello dificultades, provocó dudas, repitió consullas,
mas al fin fijóle para el 2 i de setiembre.
comisión de po- Determinó lambien el modo de examinar previa-


deres. mente los poderes. Los diputados que habían llegado
fueron de parecer que la regencia aprobase por sí los poderes de
seis de entre ellos, y que luego estos mismos examinasen los de sus
compañeros. Bien que forzada dio la regencia su beneplácito á la
propuesta de los diputados, mas en el decreto que publicó al
efecto, decía que obraba asi, « atendiendo á que estas cortes eran
< extraordinarias, sin intentar perjudicar á los derechos que pre-
« servaba á la cámara de Castilla. » Los seis diputados escogidos
para el examen de poderes fueron el consejero Don Benito de Her-
mida por Galicia, el marqués de Viilafranca, grande de España,
por Murcia, Don Felipe Amat por Cataluña, Don Antonio Olive-
ros por Extremadura, el general Don Antonio Samper por Va-
lencia, y Don Ramón Power por la isla de Puerto-Rico. Todos
eran diputados propietarios, incluso el último, único de los de
ultramar que hubiese todavía llegado de aquellos apartados países.


congojosa es- Concluidos los actos preliminares, ansiosamente y
pBraniadeíosa- con esperanza varia aguardaron todos á que luciese
n i n i o s ' aquel dia 24 de setiembre, origen de grandes mudan*
zas, verdadero comienzo de la revolución española.




LIBRO DECIMOTERCERO.


Instalación de las cortes generales y extraordinarias. — Publicidad de sus
sesiones. — Malos intentos de la regencia. — Conducta mesurada y noble
délas cortes, *—Nombramiento de presidente y secretarios. — Proposiciones
del señor Muñoz Torrero. — Primera discusión muy notable. — Los dis-
cursos pronunciados de palabra. — Engaña de la regencia. — Palabras de
Lardizábal. — Decreto de 24 de setiembre. — Opiniones diversas acerca de
este decreto, y su examen. — Número de diputados que concurrieron el
primer dia. — Aplausos que de todas partes reciben las cortes. — Trata-
miento. — Aclaración pedida por la regencia. — Debate sobre las facultades
de la potestad ejecutiva. —Empleos conferidos á diputados. — Proposición
del señor Capmany. — Juicio acerca de ella. — Elecciones dé Aragón. —
El duque de Orleans quiere hablar á la barandilla de las cortes. — Relación
sucinta de este suceso. — Altercado con el obispo de Orense sobre prestar
el juramento. — Some'tese al fin el obispo. — Revueltas de América. — Sus
causas. — Levantamiento de Venezuela. — Levantamiento de Buenos Aires.
— Juicio acerca de estas revueltas. — Medidas tomadas por el gobierno
españoj. — Providencia fraguada acerca del comercio libre. — Nómbrase
á Cortavarria para ir á Caracas. — Gefes y pequeña expedición enviada al
rio de la Plata. — Ocúpanse las cortes de la materia. — Decreto de i5 de
octubre. — Discusión sobre la libertad de la imprenta. — Reglamento por
el que se concedia la libertad de la imprenta. — Su eximen. — Lo que se
adopta para los juicios en lugar del jurado. — Promúlgase la libertad de
la imprenta. — Partidos en las cortes. — Remueven las cortes á los indivi-
duos de la primera regencia. — Causas de ello. — Nómbrase una nueva
regencia de tres individuos. — Suplentes. —. Incidente del marque's del
Palacio. — Discusión que esto motiva. — Término de este negocio. — Cier-
tos acontecimientos ocurridos durante la primera regencia, y breve no-
ticia de los diferentes ramos — Monumento mandado erigir por las cortes
á Jorge III. — Sigue la relación de algunos acontecimientos ocurridos d u -
rante la primera regencia. — Modo de pensar de los nuevos regentes


Varios decretos de las cortes. — Nómbrase una comisión especial para for-
mar un proyecto de constitución. — Voces acerca de si se casaba ó no en
Francia Fernando VII. — Proposiciones sobre la materia de los señores
Capmany y Borrull. — Discusión. — Nuevas discusiones sobre América. —
Alborotos en Nueva-España. — Decretos en favor de aquellos países. —
Providencias en materia de guerra y hacienda. — Cierran las cortes sus
sesiones en la isla. — Fiebre amarilla. — Fin de este libro.


¡ Estrella singular la de esta tierra de España! Arrinconados
en el siglo VIH algunos de sus hijos en las asperezas del Pirineo y
en las montañas de Asturias, no solo adquirieron brios para opo-
nerse á la invasión agarena, sino que también trataron de dar re-
glas y señalar límites á la potestad suprema de sus caudillos, pues
al paso que alzaban á estos en el pavés para entregarles las riendas
del estado, les imponían justas obligaciones, y les recordaban
aquella célebre y conocida máxima de los godos : Rex eris si rede




208 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


facías; si non facías, non eris; echando asi los cimientos de nuestras
primeras franquezas y libertades. Ahora en el siglo XIX, estrecha-
dos los españoles por todas partes, y colocado su gobierno en el otro
extremo de la península, lejos de abatirse se mantenían firmes, y
no parecía sino que á la manera de Anteo recobraban fuerzas
cuando ya se les creía sin aliento y postrados en tierra. En el redu-
cido ángulo de la isla gaditana como en Covadonga y Sobrarve,
con una mano defendían impávidos la independencia de la nación,
y con la otra empezaron á levantar bajo nueva forma sus abatidas,
libres y antiguas instituciones. Semejanza que, bien fuese juego del
acaso ó disposición mas alta de la providencia, presentándose en
breve á la pronta y viva imaginación de los naturales, sustentó el
ánimo de muchos é inspiró gratas esperanzas en medio de [infortu-
nios y atropellados desastres.


Según lo resuelto anteriormente por la ¡unta central,
Instalación do


u s corles gene- era la isla de León el punto señalado para la celebra-
n a r ? a s M t r a o r d l


c i ° n cortes. Conformándose la regencia con dicho
acuerdo, se trasladó alli desde Cádiz el 22 de setiem-


bre , y juntó, la mañana del 24 , en las casas consistoriales á los
diputados ya presentes. Pasaron en seguida^todos reunidos á la
iglesia mayor, y celebrada la misa del Espíritu Santo por el carde-
nal arzobispo de Toledo Don Luis de Borbon, se exigió acto con-
tinuo de los diputados un juramento concebido en los términos si-
guientes : « ¿Juráis la santa religión católica, apostólica, romana, sin
« admitir otra alguna en estos reinos? — ¿ Juráis conservar en su
c integridad la nación española, y no omitir medio alguno para
« libertarla de sus injustos opresores?—¿Juráis conservará nues-
« tro amado soberano el señor Don Fernando VII todos sus domi-
« nios, y en su defecto á sus legítimos sucesores, y hacer cuantos
« esfuerzos sean posibles para sacarle del cautiverio y colocarle
« en el trono? — ¿Juráis desempeñar fiel y legalmente el encargo
« que la nación ha puesto á vuestro cuidado, guardando las leyes
« de España, sin perjuicio de alterar, moderar y variar aquellas
« que exigiese el bien de la nación? — S i asi lo hiciereis, Dios os
< lo premie, y si no, os lo demande. » Todos respondieron : « Sí
« juramos. »


Antes en una conferencia preparatoria se habia dado á los dipu-
tados una minuta de este juramento, y los hubo que ponian reparo
en acceder á algunas de las restricciones. Pero habiéndoles hecho
conocer varios de sus compañeros que la última parte del mencio-
nado juramento removía todo género de escrúpulo, dejando ancho
campo á las novedades que quisieran introducirse, y para las que
les autorizaban sus poderes, cesaron en su oposición y adhirieron
al dictamen de la mayoría sin reclamación posterior.


Concluidos los actos religiosos se trasladaron los diputados y la
regencia al salón de cortes, formado en el coliseo, ó sea teatro de




LIBRO DECIMOTERCERO.


aquella ciudad, parage que pareció el mas acomodado. En toda la
carrera estaba tendida la tropa y los diputados recibieron de ella,
á su paso, como del vecindario é innumerable concurso que acudió
de Cádiz y oíros lugares, Víctores y aplausos multiplicados y sin fin.
Colmábanlos los circunstantes de bendiciones, y arrasadas en lá-
grimas las mejillas de muchos, dirigían todos al cielo fervorosos
votos para el mejor acierto en las providencias de sus representan-
tes. Y al ruido del cañón español que en toda la línea hacia salvas
por la solemnidad de tan fausto dia, resonó también el del francés,
como si intentara este engrandecer acto tan augusto, recordando
que se celebraba bajo el alcance de fuegos enemigos. ¡Dia por
cierto de placer y buena andanza, dia en que de júbilo casi querían
brotar del pecho los corazones generosos, figurándose ya ver á su
patria, si aun de lejos, libre y venturosa, pacifica y tranquila den-
tro , muy respetada fuera!


Llegado que hubieron los diputados al salón de cortes, saludaron
su entrada con repetidos vivas los muchos espectadores que llena-
ban las galerías. Habíanse construido estas en los antiguos palcos
del teatro : el primer piso le ocupaba á la derecha el cuerpo diplo-
mático , con los grandes y oficiales generales, sentándose á la iz-
quierda señoras de la primera distinción. Agolpóse á los pisos
mas altos inmenso gentío de ambos sexos, ansiosos todos de pre-
senciar instalación tan deseada.


Esperaban pocos que fuesen desde luego públicas pnoiicidaadesns
las sesiones de cortes, ya porque las antiguas acos- sesiones,
tumbraron en lo general á ser secretas, y ya también porque no
habituados los españoles á tratar en público los negocios del estado,
dudábase que sus procuradores consintiesen fácilmente en admitir
tan saludable práctica, usada en otras naciones. De antemano algu-
nos de los diputados que conocían no solo lo út i l , pero aun lo
indispensable que era adoptar aquella medida discurrieron el
modo de Hacérsela entender asi á sus compañeros. Dichosamente
no llegó el caso de entrar en materia. La regencia de suyo abrió
el salón al público, movida según se pensó, no tanto del deseo de
introducir tan plausible y necesaria novedad, cuanto con la inten-
ción aviesa de desacreditar á las cortes en el mismo dia de su con-
gregación.


Hemos visto y a , y hechos posteriores confirmarán M a , o s l n [ e i l t o s d e
mas y mas nuestro aserto, como la regencia habia l a "se""'»-
convocado las corles mal de su grado 1, y como se arrimaba en
sus determinaciones á las doctrinas del gobierno absoluto de los
últimos tiempos. Desestimaba á los diputados, considerándolos
inexpertos y noveles en el manejo de los asuntos públicos; y nin-
gún medio le pareció mas oportuno para lograr la mengua y des-
concepto de aquellos que mostrarlos descubiertamente á la faz de
la nación, saboreándose ya con la placentera idea de que á guisa


ii. 14




210 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de escolares se iban á entretener y enredar en fútiles cuestiones y
ociosas disputas. Y en verdad nadie podía motejar á la regencia
por haber abierto el salón al público, puesto que en semejante pro-1
videncia se conformaba con el común sentir de las mismas per-
sonas afectas á corles, y con la índole y objeto de los cuerpos re-
presentativos. Sin embargo la regencia erró en la cuenta,- y con la
publicidad ahondó sus propias llagas y las del partido lóbrego de
sus secuaces, salvando al congreso nacional de los escollos, contra
los que de otro modo hubiera corrido gran riesgo de estrellarse.


El consejo de regencia, al entrar en el salón, se había colocado
en un trono levantado en el testero, acomodándose en una mesa
inmediata los secretarios del despacho.'Distribuyéronse los dipu-
tados á derecha é izquierda en bancos preparados al efecto. Senta-
dos todos pronunció el obispo de Orense, presidente déla regen-
cia, un breve discurso; y en seguida se retiró él y sus compañeros
junto con los ministros, sin que ni unos ni otros hubiesen tomado
disposición alguna que guiase al congreso en los primeros pasos
de su espinosa carrera. Cuadraba tal conducta con los indica-
dos intentos de la regencia; pues en un cuerpo nuevo como el
de las cortes, abandonado á sí mismo, falto de reglamento y an-
tecedentes que le ilustrasen y sirviesen de pauta, era fácil el
descarrío, ó á lo menos cierto atascamiento en sus deliberaciones,
ofreciendo por primera vez al numeroso concurso que asistía á la
sesión tristes muestras de su saber y cordura.


conducta me- Felizmente las cortes nq se desconcertaron, dando
surada y noMede principio con paso firme y mesurado al largo y glo-
tas cortes. rioso curso de sus sesiones. Escogieron momentánea-
menle para que la presidiese al mas anciano de los diputados, Don
Benito Ramón de Hermida, quien designó para secretario en la
misma forma á Pon Evaristo Pérez de Castro. Debían estos nom-
bramientos servir solo para el aclo de elegir sugetos que desem-
peñasen en propiedad dichos dos empleos, y asimismo para dirigir
cualquiera discusión que acerca del asunto pudiera suscitarse. No


Nombramiento habiendo ocurrido incidente alguno se procedió sin
de presidente y tardanza á la votación de presidente, acercándose cada
ecretarios. diputado á la mesa en donde estaba el secretario, para
hacer escribir á este el nombre de la persona á quien dabasu voto.
Del escrutinio resultó al cabo elegido Don Ramón Lázaro de Dbu,
diputado por Cataluña, prefiriéndole muchos á Hermida por
creerle de condición mas suave y no ser de edad tan avanzada. Re-
cayó la elección de secretario en el citado señor Pérez de Castro,
y se le agregó al dia siguiente en la misma calidad para ayudarle en
su ímprobo trabajo á Don Manuel Lujan. Los presidentes fueron
en adelante nombrados todos los meses, y alternativamente se re-
novaba el secretario mas antiguo, cuyo número se aumentó hasia
cuatro.




LIBRO DECIMOTERCERO. 2 H


Terminadas las elecciones se leyó un papel que al despedirse
habia dejado la regencia, por el que deseando esta hacer dejación
del mando, indicaba la necesidad de nombrar inmediatamente un
gobierno adecuado al estado actual de la monarquía. Nada en el
asunto decidieron por entonces las cortes, y solo s¡ declararon que-
dar enteradas: fijándose luego la atención de. todos los asistentes
en Don Diego Muñoz Torrero, diputado por Extremadura, que to-
mó la palabra éa materia de señalada importancia.


A nadie tanto como á este venerable eclesiástico to- „
. , . . . Proposiciones


caba abrir las disousiones, y poner la primera piedra <w >«aor MOÜOK .
de los cimientos en que habían de estribar los traba- T o r r e r o -
jos de la representación nacional. Antigua rector de la universidad
de Salamanca «ra varón docto,- pürísimaen ¡SUSO costumbres, de
ilustrada y muy tolerante piedad; y en cuyo; exterior, sencillo al
par que grave, se pintaba no menos la bondad de su alma, que la
extensa y sólida capacidad de su claro entendimiento.


Levantóse pues el señor Muñoz Tori<ero, y apoyaudo su opinión
en muchas y luminosas razones^fortalecidas con ejemplos sacados
de autores respetables, y con lo que prescribían;antiguas leyes é
imperiosamente dictaba la situación actual del reino, expúsolo
conveniente que seria adoptar una serie de proposiciones que fue
sucesivamente desenvolviendo, y <te las: q u e , añadió, traía una
minuta extendida en forma de decreto su particular amigo Don
Manuel Lujan.


Decidieron las cortes que leyera el último ¡dicha, minuta, cuyos
puntos eran los siguientes: — I o Que los diputados que componían
el congreso y representaban la nación española, se declaraban le-
gítimamente constituidos en cortes generales y extraordinarias, en
las que residía la soberanía nacional. — 2 o Que conformes en todo
con la voluntad general, pronunciada del modo mas enérgico y
patente, reconocían, proclamaban y juraban,de nuevo por su único
y legítimo rey al señor Don Fernando Vil de Barbón, y declaraban
nula, de ningún valor ni efecto la cesión de la corona que se decía
hecha en favur de Napoleón, no solo por la violencia que habia
intervenido én aquellos actos injustos, é ilegales,,sino principalmente
por haberle faltado.el wnsentiuijent© de Ja nación. - r - 5" Que no
convenieudo quedasen reunidas las tres potestades, legislativa,
ejecutiva y judicial, las cortes se reservaban solo el ejercicio de la
primera en toda su extensión. - - 4 ° Que las personas en quienes se
delegase la potestad ejecutiva, eu ausencia del señor Don Fernan-
do VII, serian responsables por los actos de su administración, con
arreglo á las leyes : habilitando al que era entonces consejo de re-
gencia , para que interinamente continuase desempeñando aquel
cargo, bajo la expresa condición de que inmediatamente y en la
misma sesión prestase el juramento siguiente. < ¿ Reconocéis la so-
« beranía de la nación represeniada por los diputados de estas cor-




2 1 2 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
« tes genérales y extraordinarias У ¿ Juráis obedecer sus decretos,
« leyes y constitácion que se establezca, según los santos fines
« para que se han reunido, y^mandar observarlos y hacerlos eje­
« cutar ? — Conservar la independencia < libertad é integridad de
« la nación ? — La religión católica, apostólica, romana ? — El
t gobierno monárquico del reino? — Restablecer' en el trono á
« nuestro amado • rey Don Fernando VII do Borbon ? — Y mirar
« en todo por el bien deb estado 9 — Si asi lo hiciereis Dios os
* ayude, y s ino seréis responsables á la nación ton arreglo á
с bis leyes. » S° Se^cenfirmabán por entonces todosdos tribunales
y justicias del reino, asi como las autoridades civiles y militares
de cualquiera clase <jue fuesen, Y 6 o y último: se declaraban in­
violables las personas­de les diputados, no pudiéndose intentar
cosa alguna contra ellos, sino en los términos que se establecerían
en un reglamento próximo á formarse.


Siguióse á la lectura una detenida discusión que
Primera discn- » , • / i • - i i i , •


sion m w пои­ resplandeció en elocuenciasiendo sobre todo admi­
W e" rabte el tino y circeélpeccion con «jue procedieron los
diversos oradores. De «líos en lo esencial, pocos discordaron ; y
los hubo que, profundizando el asunto, dieron interés y brillo á
una sesión en la cual se estrenaban las cortes. Maravilláronse los
espectadores; no contando, ni aun de lejos ¿­con que los diputados
en vista de su inexperiencia, desplegasen tanta sensatez y conoci­
mientos. Participaron de la común admiración los extrangeros allí
presentes, «n especial los ingleses, jueces experimentados y los
mas competentes en la materia.
LOS discorsos discursos se pronunciaron de palabra, enta­


prononciaoos de blándose asi un verdadero debate. Y casi nunca, ni
palabra. а ц п e n losticesivo, leyeron los diputados sus dictáme­
nes : solo alguno que otro se tomó tal licencia, de aquellos que
no tenían costumbre de mezclarse activamente en las discusiones.
Quizá se debió á esta práctica eb interés que desde un principio
excitaron las sesiones de las cortes. Ageno entendemos sea de
cuerpos deliberativos Manifestar por escrito los pareceres: congré­
ganse los representantes de una ilación para ventilar los negocios
y desentrañarlos, no para hacer pomposa gala de su saber, y desper­
diciar el tiempo en digresiones baldías. Discursos de antemano pre­
parados aseméjense, cuando mas, á bellas producciones acadé­
micas; pero que no se avienen ni con los incidentes, ni con. los
altercados, ni eon las vueltas que ocurren en los debates de un par­
lamento.


Prolongáronse los de aquella noche hasta pasadas las doce, ha­
biendo sido sucesivamente aprobados todos los artículos de la mi­
nuta del señor Lujan. En la discusión, ademas de este señor dipu­
putado y del respetable Muñoz Torrero, distinguiéronse otros,
como Don Antonio Oliveros y Don José Mejía; empezando á




LIBRO DECIMOTERCERO. 213


descollar, á manera de primer adalid, Don Agustín de Arguelles.
Nombres ilustres con que á menudo tropezaremos, y de cuyas
personas se hablará en oportuna sazón.


Mientras que las cortes discutían, acechaba la regencia por me-
dio de emisarios fieles lo que en ellas pasaba. No que solo temiera
la separasen del mando, conforme á la dimisión que había hecho
de mero cumplido, sino y principalmente porque contaba eon el
descrédito de las cortes, figurándose ya ver á estas, desde sus pri-
meros pasos, ó atolladas ó perdidas. Acontecimiento que á haber
ocurrido la reponía en favorable lugar, y la convertía en arbitro
de la representación nacional.


Grande fue el asombro de la regencia al oír el marvilloso modo
con que procedían las corles en sus deliberaciones; grande el des-
ánimo al saber el entusiasmo con que aclamaban á las mismas solda-
dos y ciudadanos.


Manifestación tau unánime contuvo á los enemigos Engaño de ia re-
de la libertad española. Ya entonces se hablaba de 6 e i l c i a -
planes y torcidos manejos, y de que ciertos regentes , si no todos,
urdian una trama, resueltos á destruir las corles ó por lo menos á
amoldarlas conforme á sus déseos. No eran muchos los que daban
asenso á tales rumores, achacándolos á invención de la malevolen.
cia; y dificultoso hubiera sido probar lo contrario, si un año des-
pués no lo hubiese pregonado é impreso quien estaba P a l a b r a 8 u e L a t .
bien enterado de lo que anotaba.« Vimos claramente ditabai.
« ( dice en su manifestó * uno de los regentes el señor n
« Lardizabal) que en aquella noche no podíamos con-
« tar ni con el pueblo ni con las armas, que a n o haber sido asi ,
« todo hubiera pasado de otra manera. »


¿Qué manera hubiera sido esta? Fácil es adivinarla. ¿Mas cuáles
las resultas si se destruían las cortes, ó se empeñaba un conflicto
teniendo el enemigo á las puertas ? Probablemente la entrada de
este en la isla de León, la dispersión del gobierno y la caida de la


- independencia nacional.
Por fortuna, aun para los mismos maquinad ores, no se llevaron


á efecto intentos tan criminales. Desamparada la regencia, some-
tióse silenciosa y en apariencia con gusto á las decisiones del con-
greso. En la misma noche del 24 pasó á prestar el ju-
ramento conforme á la fórmula propuesta por el señor l a r "ge"da r »*-
Lujan que habia sido aprobada. Notóse la falta del s d 6 °g a e n ^ 0 l ) ' S B 0
obispo de Orense, pero por entonces se admitió sin
réplica ni observación alguna la excusa que se dio de su ausencia,
y fué de que siendo ya tarde,, los años y los achaques le habían
obligado á recogerse. Con el acto del juramento de los regentes se
terminó la primera sesión de las cortes, solemne y augusta bajo
todos respectos; sesión cuyos ecos retumbarán en las generaciones
futuras de la nación española.




214 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Aplaudióse entonces umversalmente el decreto *
^ ' é t í e m b r e 4 * ' acordado en aquel dia , comprensivo de las proposi-


< • A P . n. a. j ciones formalizadas por los señores Muñoz Torrero y
Lujan, de que hemos dado cuenta, y que fue conocido


bajo el título de Decreto de 24 de setiembre. Base de todas las re-
soluciones posteriores de las cortes, se ajustaba 4 lo que la razón
y la política aconsejaban.


Sin embargo pintáronle después algunos como sub-
Te? S as"ac n erea*' ¡ versivo del gobierno monárquico y atentatorio de los
este decreto,y so derechos de la magestad real. Sirvióles en especial de


asidero para semejante calificación el declararse en el
decreto que la soberanía nacional residía en las cortes, alegando
que habiendo estas en el juramento hecho en la iglesia mayor ape-
llidado soberano á Don Fernando VII, ni podían sin faltar á tan so-
lemne promesa trasladar ahora á la nación la soberanía, ni tampoco
erigirse en depositarías de ella.


A la primera acusación se contestaba que en aquel juramento,
juramento individual y no de cuerpo, no se habia tratado de exa-
minar si la soberanía traia su origen de la nación ó de solo el mo-
narca : que la regencia habia presentado aquella fórmula y apro-
bádola los diputados, en la persuasión de que la palabra soberano
se habia empleado allí según el uso común por la parte que de la
soberanía ejerce el rey como gefe del estado, y no de otra manera;
habiendo prescindido de entrar fundamentalmente en la cues-
tión.


Si cabe mas satisfactoria era aun la respuesta á la segunda acu-
sación, de haber declarado las cortes que en ellas residía la sobera-
nía. El rey estaba ausente, cautivo; y ciertamente que á alguien
correspondía ejercer el poder supremo, ya se derivase este de la
nación, ya del monarca. Las juntas de provincia soberanas habían
sido en sus respectivos territorios; habíalo sido la central en toda
plenitud, lo mismo la regencia : ¿porqué, pues , dejarían de dis-
frutar las cortes de una facultad no disputada á cuerpos mucho
menos autorizados?


Por lo que respecta á la declaración de la soberanía, nacional,
principio tan temido en nuestros tiempos, si bien no tan repugnante
á la razón como el opuesto de la legitimidad, pudiera quizá ser
cuerda que vibrase con sonido áspero en un pais, en donde sin sa-
cudimiento se reformasen las instituciones, de consuno la nación y
el gobierno : pues por lo general declaraciones fundadas en ideas
abstrusas, ni contribuyen al pro común, ni afianzan por sí la bien
entendida libertad de los pueblos. Mas ahora no era este el caso.


Huérfana España, abandonada de sus reyes, cedida como re-
baño y tratada de rebelde, debia y propio era de su dignidad ,
publicar á la faz del orbe, por medio de sus representantes, el
derecho que la asistía de constituirse y defenderse; derecho de




LIBRO DECIMOTERCERO. 215
que no podían despojarla las abdicaciones de sus príncipes, aunque
hubiesen sido hechas libre y voluntariamente.


Ademas los diputados españoles, lejos de abusar de sus faculta-
des , mostraron moderación y las rectas intenciones que les ani-
maban ; declarando al propio tiempo la conservación del gobierno
monárquico, y reconociendo como legítimo rey á Fernando VIL


Que la nación fuese origen de toda autoridad no era en España
doctrina nueva ni tomada de extraños: conformábase con el dere-
cho público que habia guiado á nuestros mayores, y en circuns-
tancias no tan imperiosas como las de los tiempos que corrían. A la
muerte del rey Don Martin ¡untáronse en Caspe * pa-
ra elegir monarca los procuradores de Aragón, Cata-
luña y Valencia. Los navarros y aragoneses, fundándose en las
mismas reglas, habían desobedecido la voluntad de Don Alonso el
Batallador * que nombraba por sucesores del trono á
los templarios : y los castellanos, sin el mismo ni tan ' A p ' 4 1
justo motivo, en la minoría de Don Juan el II* ¿no p n 5 )
ofrecieron la corona, por medio del condestable Rui-
Lopez Dávalos al infante de Antequera? Asi que las cortes de 1810,
en su declaración de 24 de setiembre, ademas de usar de un dere-
cho inherente á toda nación, indispensable para el mantenimiento
de la independencia, imitaron también y templadamente los varios
ejemplos que se leían en los anales de nuestra historia.


A la primera sesión solo concurrieron unos cien di- „. ' • * ...
r . . Numero de di-


putados: cerca de dos terceras partes nombrados en putados <raeW
propiedad, el resto en Cádiz bajo la calidad de su- Z?ZZ elpri"
píenles. Por lo cual mas adelante tacharon algunos
de ilegítima aquella corporación; como si la legitimidad pendiese
solo del número, y como si este sucesivamente y antes de la diso-
lución de las cortes no se hubiese llenado con las elecciones que las
provincias, unas tras otras, fueron verificando. Tocaremos en el
curso de nuestro trabajo la cuestión de la legitimidad. Ahora nos
contentaremos con apuntar que desde los primeros dias de la insta-
lación de las cortes se halló completa la representación del popu-
loso reino de Galicia, la de la industriosa Cataluña, la de Extre-
madura, y que asistieron varios diputados de las provincias de lo
interior, elegidos á pesar del enemigo, en las claras que dejaba este
en sus excursiones. Tres meses no habían aun pasado, y ya toma-
ron asiento en las cortes los diputados de León, Valencia, Murcia,
islas Baleares; y lo que es mas pasmoso, diputados de la Nueva
España nombrados allí mismo: cosa antes desconocida en nuestros
fastos.


De todas partes se atrepellaron las felicitaciones, y A p U o S ( ) s u u e
nadie levantó el grito respecto de la legitimidad de í e todas panes
las cortes. Al contrario ni la distancia ni el temor de íes."""1 h s c o r
los invasores impidieron que se diesen multiplicadas




2f<5 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


pruebas de adhesión y fidelidad: espontáneas en un tiempo y en
lugares en que carecieron las cortes de medios coactivos, y cuando
los mal contentos impunemente hubieran podido mostrar su opo-
sición y hasta su desobediencia.


En las sesiones sucesivas fue el congreso determi-
Nombramiento Dando el modo de arreglar sus tareas. Se formaron


de comisiones y . . , . . . . . . . ,


orden llevado en comisiones de guerra , hacienda y justicia: las cuales
ios debates. después de meditar detenidamente las proposiones ó
expedientes que se les remitían, presentaban su informe á las cor-
tes , en cuyo seno se discutía el negocio y votaba. Posteriormente
se nombraron'nuevas comisiones, ya para otros ramos ó ya para
especiales asuntos. También en breve se adoptó un reglamento in-
terior, combinando en lo posible el pronto despacho con la atenta
averiguación y debate de las materias. Los diputados que, según
hemos indicado, pronunciaban casi siempre de palabra sus discur-
sos , poníanse en un principio para recitarlos en uno de dos sitios
preparados al intento, no lejos del presidente, y que se llamaron
tribunas. Notóse luego lo incómodo y aun impropio de esta cos-
tumbre , que distraia con la mudanza y continuo paso de los ora-
dores; por lo que los mas hablaron después sin salir de su puesto
y en pie, quedando las tribunas para la lectura de los informes de
las comisiones. Se votaba de ordinario levantándose y sentándose:
solo en las decisiones de mayor cuantía daban los diputados su opi-
nión por un si ó por un no, pronunciándolo desde su asiento en voz
alta.


Tratamiento Asimismo tomaron las cortes el tratamiento de ma-
gostad á petición del señor Mejía: objeto fué de crí-


tica, aunque otro tanto habian hecho la junta central y la primera
regencia; y era privilegio en España de ciertas corporaciones. Al-
gunos diputados nunca usaron de aquella fórmula, creyéndola
agena de asembleas populares, y al fin se desterró del todo al re-
nacer de las cortes en 1820.


Aclaración ^ ° ^ i e Q s e n u k ° a P I O D a ( i o el primer decreto, acu-
dida por ia re- dio la regencia pidiendo que se declarase: I o «cuáles
g e n c l ° « eran las obligaciones anexas á la responsabilidad
« que le imponía aquel decreto, y cuáles las facultades privativas
« del poder ejecutivo que se le habia confiado ; 2 o qué método ha-
e bria de observase en las comunicaciones que necesaria y conti-
« nuamente habian de tener las cortes con el consejo de regencia.»
Apoyábase la consulta en no haber de antemano fijado nuestras
leyes la línea divisoria de ambas potestades, y en el temor por tan-
to de incurrir en faltas de desagradables resultas para la regencia,
y perjudiciales al desempeño de los negocios. A primera vista no
parecía nada extraña dicha consulta: antes bien llevaba visos de ser
hija de un buen deseo. Con todo los diputados miráronla reco-
losos , y la atribuyeron al maligno intento de embarazarlos y de




LIBRO DECIMOTERCERO.
promover reñidas y ociosas discusiones. Fuera este el motivo oculto
que impelía á la regencia, ó fuéralo el recelo de comprometerse,
intimidada con la enemistad que el público le mostraba, á pique
estuvo aquella de que por su inadvertido paso le admitiesen las
cortes la renuncia que antes habia dado.


Sosegáronse sin embargo por entonces los ánimos, y se pasó la
consulta de la regencia á una comisión, compuesta de los señores
Hermida, Gutiérrez de la Huerta y Muñoz Torrero. No habiéndose
convenido estos en la contestación que debia darse, cada uno de
ellos al siguiente dia presentó por separado su dictamen Se dejó á
un lado el del señor Hermida que se reducía á reflexio-
nes generales y ciñóse la discusión al de los otros dos laĝúVeíae
individuos de la comisión. Tomaron en ella parte, en- ¡,atp™testa<1 e i c"
tre otros, los señores Pérez de Castro y Arguelles.
Sobresalió el último en rebatir al señor Gutiérrez dé la Huerta,
relatar del consejo real , distinguido por sus conocimientos legales,
y de suma facilidad en producirse, si bien sobrado verboso, que
carecía de ideas claras en materias de gobierno, confundiendo unas
potestades con otras : achaque déla corporación en que estaba em-
pleado. Asi fué que en su dictamen trabando en extremo á la re-
gencia, entremetíase en todo, y hasta desmenuzaba facultades solo
propias del alcalde de una aldehuela. Don Agustin de Arguelles
impugnó al señor Huerta deslindando con maestría los límites de las
autoridades respectivas: y en consecuencia se atuvieron ¡as cortes
ala contestación del señor Muñoz Torrero, terminante y sencilla.
Decíase en esta «que en tanto que las cortes formasen acerca del
« asunto un reglamento usase la regencia de todo el poder que
« fuese necesario para la defensa, seguridad y administración del
« estado en las críticas circunstancias de entonces; é igualmente
« que la responsabilidad que se exigía al consejo de regencia, úni-
« camente excluia la inviolabilidad absoluta que correspondía á la
« persona sagrada del rey. Y que en cuanto al modo de comunica-
« cion entre el consejo de regencia y las cortes, mientras estas
« estableciesen el mas conveniente, se seguiría usando el medio
« usado hasta el dia.»


Era este el de pasar oficios ó venir en persona los secretarios del
despacho, quienes por lo común esquivaban asistir á las cortes, no
avezados á las lides parlamentarias.


Meses adelante se formó el reglamento anunciado, en cuyo texto
se determinaron con amplitud y claridad las facultades de la re-
gencia.


No se limitó esta á urgar á las cortes y hostigarlas Empleos conreri-
con consultas, sino que procuró atraer los ánimos de d o s a d í ' m t a d o s -
los diputados y formarse un partido entre ellas. Escogió para con-
seguir su objeto un medio inoportuno y poco diestro. Fue , pues,
el de conferir empleos á varios de los vocales, prefiriendo á los




218 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


americanos, ya por miras peculiares que dicha regencia tuviese
respecto de ultramar, ya porque creyese á aquellos mas dóciles á
semejantes insinuaciones. La noticia cundió luego, y la gran mayo-
ría de los diputados se embraveció contra semejante descaro, ó mas
bien insolencia que redundaba en descrédito de las cortes. Atemo-
rizáronse los distribuidores de las mercedes y los agraciados, y
supusieron para su descargo que se habian concedido los empleos
con antelación á haber obtenido los últimos el puesto de diputados,
sin alegar motivo que justificase la ocultación por tanto tiempo de
dichos nombramientos. De manera que á lo feo de la acción agre-
góse desmaño en defenderla y encubrirla; falta que entre los hom-
bres suele hallar menos disculpa.
proposición dei Él enojo de todos excitó á Don Antonio Capmany á
sr. capmany. formalizar una proposición, que hizo preceder de la
lectura de un breve discurso, salpicándole de palabra con punzan-
tes agudezas, propio atributo de la oratoria de aquel diputado,
escritor diligente y castizo. La proposición estaba concebida en los
siguientes términos: « Ningún diputado asi de los que al presente
t componen este cuerpo, como de los que en adelante hayan decom-
» pletar su total número, pueda solicitar ni admitir para sí, ni para
« otra persona, empleo, pensión y gracia, merced ni condecora-
« cion alguna de la potestad ejecutiva interinamente habilitada, ni
« de otro gobierno que en adelante se constituya bajo de cual-
* quiera denominación que sea; y si desde el día de nuestra insta-
« lacion se hubiese recibido algún empleo ó gracia sea declarado
« nulo.» Aprobóse asi esta proposición salvo alguna que otra le-
vísima mudanza, y con el aditamento de que «la prohibición se
« extendiese á un año después de haber los actuales diputados de-
« jado de serlo.»


JUMO acerca de Nacida de acendrada integridad fiaqueaba semejante
e«a providencia por el lado de la previsión, y se aportaba


de lo que enseña la práctica de los gobiernos representativos. El
diputado que se mantenga sordo á la voz de la conciencia, falto de
pundonor y atento solo á no traspasar la letra de la ley, medios ha-
llará bastantes de concluir á las calladas un ajuste que sin compro-
meterle satisfaga sus ambiciosos deseos ó su codicia. La prohibición
de obtener empleos siendo absoluta, y mayormente extendiéndose
hasta el punto de no poder ser escogidos los secretarios del despa-
cho entre los individuos del cuerpo legislativo, desliga áeste del
gobierno, y pone en pugna á entrambas autoridades. Error gra-
vísimo y de enojosas resultas, pero en que han incurrido casi todas
las naciones al romper los grillos del despotismo. Ejemplo la Fran-
cia en su asemblea constituyente, ejemplo la inglaterra cuando el
largo parlamento dio el acta llamada selfdenytng ordinance : bien
que aquí en el mismo instante hubo sus excepciones para Crom-
vvell y otros en ventaja de la causa que defendían. Sálese entonces




LIBRO DECIMOTERCERO. 219


de una region aborrecida: desmanes y violencias del gobierno han
sido causa de los males padecidos, y sin reparar que en la mudanza
se ha desquiciado aquel, ó que su situación ha variado ya , olvi-
dando también que la potestad ejecutiva es condición precisa del
orden social, y que por tanto vale mas empuñen las riendas manos
amigas que no adversas, clámase contra los que sostienen esta doc-
trina , y forzoso es que los buenos patricios, por temor ó mal en-
tendida virtud, se alejen de los puestos supremos, abandonándolos
asi á la merced del acaso, ya que no al arbitrio de ineptos ó revol-
tosos ciudadanos. En España no obstante siguióse un bien de
aquella resolución: el abuso en materia de empleos de las juntas y
de las corporaciones que las habian sucedido en el mando , tenia
escandalizado al pueblo con mengua de la autoridad de sus gobier-
nos. La abnegación y el desapropio de todo interés de que ahora
dieron muestra los diputados, realzó mucho su fama: beneficio que
en lo moral equivalió algún tanto al daño que en la práctica resul-
taba de la muy lata proposición del señor Capmany.


Metió también por entonces ruido un acontecimien- E l e c ( . l o n e 3 Q 6 A .
t o , en el cual si bien apareció ¡nocente la mayoría de r"6on.
la regencia, desconceptuóse esta en gran manera, y todavía mas
sus ministros. Don Nicolas María de Sierra, que lo era de gracia y
justicia, para ganar votos y aumentar su influjo en las cortes, ideó
realizar de un modo particular las elecciones de Aragón. Y violen-
tando las leyes y decretos promulgados en la materia, dirigió una
real orden á aquella junta, mandándole que por sí nombrase la to-
talidad de los diputados de la provincia, con remisión al mismo
tiempo de una lista confidencial de candidatos. En el número no
había olvidado su propio nombre el señor Sierra ni el de su oficial
mayor Don Tadeo Calomarde, ni tampoco el del ministro de estado
Don Eusebio de Bardaxí, y por consiguiente todos tres con varios
amigos y deudos suyos, igualmente aragoneses, fuesen elegidos,
entremezclados á la verdad con alguno que otro sugeto de indispu-
table mérito y de condición independiente. Llegó arriba la noticia
del nombramiento, é ignorando la mayoría de los regentes lo que se
había urdido, al darles cuenta dicho señor Sierra del expediente,
« quedaron absortos (según las expresiones del señor Saavedra)
« de oír una real orden de que no hacían memoria.» Los sacó el
ministro de la confusion exponiendo que él era el autor de la tal
orden, expedida de motu propio, aunque si bien después pesaroso
la habia revocado por medio de otra que desgraciadamente llegaba
tarde. ¿ Quién no creería con tan paladina confesión que inmedia-r
mente se habría exonerado al ministro,, y perseguídole como á fal-
sario digno de ejemplar castigo? Pues n o : la regencia contentóse
con declarar nula la elección y mantuvo al ministro en su puesto.
Presúmese que enredados en la maraña dos de los regentes, se
Jiuyó de ahondar negocio tan vergonzoso y criminal. Mas de una




220 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
vez en las cortes se trató de él en público y en secreto, y fueron
tales los impedimentos, que nunca se logró llevar á efecto me-
dida alguna rigorosa.


Otros dos asuntos de la mayor importancia ocuparon á las cortes
durante varias sesiones que se tuvieron en secreto, método que ,
por decirlo de paso, reprobaban varios diputados, y que en lo
venidero casi del lodo llegó á abandonarse.


Cuando el 30 de setiembre comenzaban las cortes á andar muy
atareadas en estas discusiones secretas, ocurrió un incidente que,
aunque no de grande entidad para la causa general de la nación,
liízose notable por el personage augusto que le motivó. El duque
de Orleans apeándose á las puertas del salón de cortes, pidió con
instancia que se le permitiese bablar á la barandilla.


Para explicar aparición tan repentina conviene vol-
o r i e , n f Tuiere ver atrás \ En 1808 el príncipe Leolpoldo de Sicilia
bawar a ía ba- arribó á Gibraltar en reclamación de los derechos que
randilla de las . . . , , . , „ 1


«irles. creía asistían a su casa a la corona de España. Acom-
pañábale el duque de Orleans. La ¡unta de Sevilla no


( ' Ap. o. 6.) 1 J


dio oídos a pretensiones, en su concepto mtempesti-
"dee't" 1


S t t C i n l i v a s ' v ^ e r e s u ' t a s t 0 I ' n 0 el de Sicilia á su tierra, y
s n c e s ° ' el de Orleans se encaminó á Londres. No habrá el


lector olvidado este suceso de que en su lugar hicimos mención.
Pocos meses habian trascurrido y ya el duque de Orleans de
nuevo se mostró en Menorca. De alli solicitó directamente ó por
medio de Mr. de Broval agente suyo en Sevilla, que se le emplease
en servicio de la causa española. La junta central ya congregada
no accedió á ello de pronto, y solamente poco antes de disolverse
decidió en su comisión ejecutiva dar al de Orleans el mando de un
cuerpo de tropas que habia de maniobrar en la frontera de Cata-
luña. Acaeciendo después la invasión de las Andalucías, el duque
y Mr. de Broval regresaron á Sicilia, y la resolución del gobierno
quedó suspensa.


Instalóse en seguida la regencia, y sus individuos recibiendo
avisos mas ó menos ciertos del partido que tenia en el Rosellon y
otros departamentos meridionales la antigua casa de Francia, acor-
dáronse de las pretensiones de Orleans y enviáronle á ofrecer el
mando de un ejército que se formaría en la raya de Cataluña. Fue
con la comisión Don Mariano Carnerero á bordo de la fragata de
guerra Venganza. El duque aceptó , y en el mismo buque dio la
vela de Palermo el 22 de mayo de 1810. Aportó á Tarragona, pero
en mala ocasión, perdida Lérida y derrotado cerca de sus muros
el ejército español. Por esto y porque en realidad no agradaba á los
catalanes que se pusiera á su cabeza un príncipe cxtrangero y so-
bre todo francés, reembarcóse el duque y fondeó en Cádiz el 20 de
junio.


Vióse entonces la regencia en un compromiso. Ella habia sido




LIBRO DECIMOTERCERO. 221


quien habia llamado al duque, ella quien le habia ofrecido un
mando, y por desgracia las circunstancias no permitían cumplir lo
antes prometido. Varios generales españoles y en especial Odo-
nell miraban con malos ojos la llegada del duque, los ingleses re^
pugnaban que se le confiriese autoridad ó comandancia alguna, y
las cortes ya convocadas imponían respeto para que se tomase re-
solución contraria á tan poderosas indicaciones. Él de Orleans re-
clamó de la regencia el cumplimiento de su oferta, y resultaron
contestaciones agrias. Mientras tanto instaláronse las cortes, y des-
aprobando el pensamiento de emplear al duque, manifestaron á la
regencia, que por medios suaves y atentos indicase á S. A. que eva-
cuase á Cádiz. Informado el de Orleans de esta orden decidió pasar
á las cortes, y verificólo según hemos apuntado el 50 de setiembre.
Aquellas no accedieron al deseo del duque de hablar en la baran-
dilla , mas le pontestaron urbanamente y cual correspondía á la alta
clase de S. A. y á sus distinguidas prendas. Desempeñaron el men-
sage Don Evaristo Pérez de Castro y el marqués de Viilafranca
duque de Medinasidonia. Insistió el de Orleans en que se le reci-
biese, mas los diputados se mantuvieron firmes: entonces per-
diendo S. A. toda esperanza se embarcó el 3 de octubre y dirigió el
rumbo á Sicilia á bordo de la fragata de guerra Esmeralda.


Dicese qué mostró su despecho en una carta que escribió á
Luis XVIH á la sazón en Inglaterra, Sin embargo las cortes en nada
eran culpables, y causóles pesadumbre tener que desairar á un prín-
cipe tan esclarecido. Pero creyeron que recibir á S. A, y no acceder á
sus ruegos, era tal vez ofenderle mas gravemente. La regencia cierto
que procedió de ligero y no con sincera í e , en hacer efrecimientos
al duque, y dar luego por disculpa para no cumplirlos que él era
quien habia solicitado obtener mando, efugio indigno de un go-
bierno noble,y de porte desembozado. Amigos de Orleans hau atri-
buido á influjo de los ingleses la determinación de las cortes: se
engañan. Ignorábase en ellas que el embajador británico hubiese
contrarestado la pretensión de aquel príncipe. El no escuchar á
S. A. nació solo de la íntima convicción de que entonces desplacia á
los españoles general que fuese francés: y de que el nombre de Bor-
bon lejos de grangear partidarios en el ejército enemigo, solo servi-
ría para hacerle á este mas desapoderado, y dar ocasión á nuevos
encarnizamientos.


De los dos asuntos enunciados que ocupaban en se- A l u m M d 0 c o n
creto á las cortes tocaba uno de ellos al obispo de A obispo de o-
Orense. Este prelado que, como dijimos, no habia- wr" iu*M¡mto
acudido con sus compañeros en la noche del 24 á
prestar el juramento exigido de la regencia, hizo al siguiente dip.
dejación de su puesto, no solo fundándose en la edad y achaques
(excusas que para no presentarse en las cortes se habían dado la
víspera), sino que también alegó la repugnancia insuperable de




222 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


reconocer y jurar lo que se prescribía en el primer decreto. Re-
nunció también al cargo de diputado que confiado le había la pro-
vincia de Extremadura^ y pidió que se le permitiese sin dilación vol-
verá su diócesi. Las cortes desde luego penetraron que en semejante
determinación se encerraba torcido arcano, valiéndose mal inten-
cionados de la candorosa y timorata conciencia del prelado, como
de oportuno medio para provocar penosos altercados. Pero pres-
cindiendo aquel cuerpo de entrar en explicaciones, accedió á la
súplica del obispo, sin exigir de él antes de su. partida juramento
ni muestra alguna de sumisión, con lo que el negocio parecía que-
dar del todo zanjado. No acomodaba remate tan inmediato y pací-
fico á los sopladores de la discordia.


El obispo en vez de apresurar la salida para su diócesi, detúvose
y provocó á las cortes á una discusión peligrosa sobre la manera de
entender el decreto de 24 de setiembre : a las cortes que no le ha-
bían en nada molestado, ni puesto obstáculo á que regresase como
buen pastor en medio de sus ovejas. En un papel fecho en Cádiz
á 3 de octubre, después de reiterar gracias por haber alcanzado
loque pedia, expresadas de un modo que pudiera calificarse de
irónico, metíase á discurrir largamente acerca del mencionado de-
creto, y parábase áobre todo en el articulo de la soberanía nacional.
Deducía de él ilaciones á su placer, y trayendo á la memoria la re-
volución francesa, intentaba comparar con ella los primeros pasos
de las cortes. Es cierto que ponía á-salvo las intenciones de los di-
putados , pero con tal encarecimiento que asomaba la ironía como
en lo de las gracias. Motejaba á los regentes sus compañeros por
haberse sometido al juramento, protestaba por su parte de lo he-
cho, y calificaba de nulo y atentado el haber excluido al consejo de


tante aquel, según entendía el obispo, de la prerrogativa real en
toda su extensión. Traslucíase ademas el despique del prelado por
habérsele admitido la renuncia, con señales de querer llamar la
atención de los pueblos y aun de exórtar ala desobediencia.


Conjetúrese la impresión que causaría en las cortes papel tan
descompuesto. Hubo vivos debates; varios diputados opinaron
porque no se tomase resolución alguna y se dejase al obispo regre-
sar tranquilamente :á la ciudad de Orense. Inclinábanse á este dic-
tamen no solo los patrocinadores del ex-regente, mas también? al-
gunos de los que se distinguían por su independencia y amor á la
libertad, rehusando los últimos dispensar coronas de martirio á
quien quizá las ansiaba por lo mismo que no habían de conferírsele.
Se manifestaron al contrario opuestos al prelado eclesiásticos de
los nada afectos á novedades, enojados de que se desconociese la
autoridad de las cortes. Uno de ellos Don Manuel Ros, canónigo
de Santiago de Galicia, y años después ejemplar obispo de Tortosa,
exclamó : e El obispo de Orense hase burlado siempre de la auto-




LIBRO DECIMOTERCERO. 225


« ridatl. Prelado consentido y con fama de santo, imagínase que
« todo le es lícito, y voluntarioso y terco solo le gusta obrar á su
« antojo; mejor fuera que cuidase de su diócesi, cuyas parroquias
« nunca visita, faltando asi á las obligaciones que le impone el
« episcopado : he asistido muchos años cerca de su ilustrísíma y co-
« uozco sus defectos como sus virtudes. »


Las cortes adoptando un término medio entre ambos extremos,
resolvieron en 1 8 de octubre que el obispo de Orense hiciese en
manos del cardenal de Borbon el juramento mandado exigir por
decreto de 25 de setiembre de todas las autoridades eclesiásticas,
civiles y militares, el cual estaba concebido bajo la misma fórmula
que el del consejo de regencia.


Los atizadores, que lo que buscaban era escándalo, alegráronse
de la decisión de las cortes con la esperanza de nuevas reyertas ,
y aprovechándose de la escrupulosa conciencia del obispo y tam-
bién de su lastimado amor propio, azuzáronle para que desobede-
ciese y replicase. En su contestación renovaba el de Orense lo ale-
gado anteriormente, y concluía por decir que si en el sentido que
las cortes daban al decreto quería expresarse « que la nación era
« soberana con el rey, desde luego prestaría S. lima, el juramento
t pedido; pero si se entendía que la nación era soberana sin el rey,
« y soberana de su mismo soberano; nunca se sometería á tal doe-
< t r ina; «añadiendo : « que en. cuanto á jurar obediencia á los
« decretos, leyes y constitución que se estableciese lo haria sin per-
« juicio de reclamar, representar y hacer la oposición que de de-
c recho cupiera á lo que creyese contrario al bien del estado, y á la
< disciplina, libertad é inmunidad de la Iglesia. > He aquí entabla-
da una discusión penosa, y en alguna de sus partes mas propia de
profesores de derecho público que de* estadistas y cuerpos cons-
tituidos.


Es verdad que los gobiernos deberían andar muy detenidos en
esto de juramentos, especialmente en lo que toca á reconocer
principios. Casi siempre hasta las conciencias mas timoratas hallan
fácil salida á tales compromisos. Lo que importa es exigir obedien-
cia á la autoridad establecida, y no juramentos de cosas abstractas
que unos ignoran y otros interpretan á su manera. En todos tiem-
pos, y sobre todo en el nuestro ¿ quién no ha quebrantado, aun
entre las personas mas augustas, las mas solemnes y mas sagra-
das promesas ? Pero las cortes obraban como los demás gobiernos
con la diferencia sin embargo de que en el caso de España, no
era , repetimos, ni tan fuera de propósito ni tan ocioso declarar
que la nación era soberana. El mismo obispo de Orense habia pro-
clamado este principio, cuando se negó á ir á Bayona. Porque si
la nación, como ahora sostenía, hubiese sido soberana solo con el
rey ¿ qué se hubiera hecho en caso que Fernando concluyendo un
tratado con su opresor, y casándose con una princesa dé aquella




224 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


familia, se hubiese presentado en la raya después de estipular
bases opuestas á los intereses de España ? No eran sueños seme-
jantes suposiciones, merced para que no se verificasen al inflexible
orgullo de Napoleón, pues Fernando no estaba vaciado en el mol-
de de la fortaleza.


Insistieron las cortes en su primera determinación, y sin conver-
tir el asunto en polémico, ageno de su dignidad y cual deseaba el
prelado, mandaron á este que jurase lisa y llanamente. Hasta aqui
procedieron los diputados conformes con su anterior resolución,
pero se deslizaron en añadir < que se abstuviese el obispo de ha-
« blar ó escribir de manera alguna sobre su modo de pensar en
« cuanto al reconocimiento que se debia á las cortes. » También
se le mandó que permaneciese en Cádiz hasta nueva orden. Eran
estos resabios del gobierno antiguo, y consecuencia asimismo del
derecho peculiar que daban á la autoridad soberana, respecto al
clero, las leyes vigentes del reino, derecho no tan desmedido
como á primera vista parece en países exclusivamente católicos, en
donde necesario es balancear con remedios temporales el inmenso
poder del sacerdocio y su intolerancia.


Enmarañándose mas y mas el asunto empezóse á convertir en
judicial, y se nombró una junta mixta de eclesiásticos y seculares,
escogidos por la regencia para calificar las opiniones del obispo.
En tanto diputados moderados procuraban concertar los ánimos,
señaladamente Don Antonio Oliveros canónigo de San Isidro de Ma-
drid , varón ilustrado, tolerante, de bella y candorosa condición
que al efecto entabló con su ilustrísima una correspondencia epis-
tolar. Estuvo sin embargo dicho diputado á pique de comprome-
terse, tratando de abusar de su sencillez los que socapa inflamaban
las humanas pasiones del pío mas orgulloso prelado.


En fin malográndose todas las maquinaciones, reconociendo las
provincias con entusiasmo á las cortes, no respondiendo nadie á la
especie de llamamiento que con su resistencia á jurar hizo el de
Orense, cansado este, desalentados los incitadores, y teniendo lodos
las resultas del proceso que, aunque lentamente, seguía sus trámi-
tes, amilanáronse y resolvieron no continuar adelante en su porfía,
sométese ai ña ei El prelado sometiéndose pasó á las cortes el 3 de


obispo. febrero inmediato, y prestó el juramento requerido
sin limitación alguna. Permitíósele en seguida volver á su diócesi,
y se sobreseyó en los procedimientos judiciales.


Tal fue el término de un negocio , que si bien importante con
relación al tiempo, no lo era ni con mucho lanío como el otro que
también se ventilaba en secreto, y que perteneciendo á las revolu-
ciones de América interesaba al mundo.


Apartaríase de nuestro propósito entrar circunstanciadamente
en la narración de acontecimiento tan grave é intrincado, para lo
que se requiere diligentísimo y especial historiador.




LIBRO DECIMOTERCERO. 225


Tuvieron principio las alteraciones de América al
. i . - i " i i r RevueltasdeA-


saberse en aquellos países la invasión de los franceses mwica. suscau-
en las Andalucías, y el malhadado deshacimiento de
la junta central. Causas generales y lejanas habian preparado
aquel suceso, acelerando el estampido otras particulares é inme-
diatas.


En nada han sido los extrangeros tan injustos ni desvariado
tanto como en lo que han escrito acerca de la dominación española
en las regiones de ultramar. A darles crédito no parecería sino que
los excelsos y claros varones que descubrieron y sojuzgaron la
América, habian solo plantado alli el pendón de Castilla para de-
vastar la tierra y yermar campos, ricos antes y florecientes; como
si el estado de atraso de aquellos pueblos hubiese permitido civili-
zación muy avanzada. Los españoles cometieron, es verdad, exce-
sos grandes, reprensibles, pero excesos que casi siempre acompa-
ñan á las conquistas, y que no sobrepujaron á los que hemos visto
consumarse en nuestros días por los soldados de naciones que se
precian de muy cultas.


Mas al lado de tales males no olvidaron los españoles trasladar
allende el mar los establecimientos políticos, civiles y literarios de
su patria, procurando asi pulir y mejorar las costumbres y el es-
tado social de los pueblos indianos. Y no se oponga que entre di-
chos establecimientos los había que eran perjudiciales y ominosos.
Culpa era esa de las opiniones entonces de España y de casi toda
Europa, no hubo pensamientos torcidos de los conquistadores, los
cuales presumían obrar rectamente, llevando á los países recien
adquiridos todo cuanto en su entender constituía la grandeza de
la metrópoli, gigantea en era tan portentosa.


Dilatábanse aquellas vastas posesiones por el largo espacio de
92 grados de latitud, y abrazaban entre sus mas apartados esta-
blecimientos 1900 leguas. Extensión maravillosa cuando se consi-
dera que sus habitantes obedecieron darante tres siglos á un go-
bierno que residía á enorme distancia, y que estaba separado por
procelosos mares.


Ascendía la población, sin contar las islas Filipinas, á 13 millo-
nes y medio de almas, cuyo mas corto número era de europeos,
únicos que estaban particularmente interesados en conservar la
unión con la madre patria. En el origen contábanse solamente dos
distintas razas ó linages, la de los conquistadores y la de los con-
quistados , esto es, españoles é indios. Gozaron los primeros de los
derechos y privilegios que les correspondían, y se declaró á los se-
gundos, conforme á las expresiones de la recopilación de Indias,
t ...libres y no... sujetosá servidumbre de manera alguna.»Sabido
es el tierno y compasivo afán que por ellos tuvo la reina Doña Isa-
bel la Católica hasta en sus postrimeros dias, encargando en su
testamento «que no recibiesen los indios agravio alguno en sus per-


ii. 15




226 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« sonas y bienes, y que fuesen bien tratados. » No por eso deja-
ron de padecer bastante, extrañando Solórzano que « cuanto se
« hacia en beneficio de los indios resultase en perjuicio suyo : »
sin advertir que el mismo cuidado de segregarlos de las demás ra-
zas para protegerlos, excitaba á estas contra ellos, y que el aleja-
miento en que vivian bajo caciques indígenas dificultaba la instruc-
ción , perpetuaba la ignorancia, y los exponía á graves vejacio-
nes apartándolos del contacto de las autoridades supremas, por lo
general mas imparciales.


Se mnltiplicó infinito en seguida la división de castas. Preséntase
como primera la de los hijos de los peninsulares nacidos eu aque-
llos climas de estirpe española, que se llamaron criollos. Vienen
después los mestizos ó descendientes de españoles é indios, termi-
nándose la enumeración por los negros que se introdujeron de
África, y las diversas tintas que resultaron de su ayuntamiento con
las otras familias del linage humano allí radicadas.


Los criollos conservaron igualdad de derechos con los españo-
les : lo mismo con cortísima diferencia los mestizos, si eran hijos
de español y de india; mas no si el padre pertenecía á esta clase y
la madre á la otra, pues entonces quedaba la prole en la misma lí-
nea del de los puramente indios : á los negros y sus derivados, á
saber, mulatos, zambos, etc. , reputábalos la ley y la opinión infe-
riores á los demás, si bien la naturaleza los había aventajado en
las fuerzas físicas y facultades intelectuales.


De los diversos linages nacidos en Ultramar era el de los
criollos el mas dispuesto á promover alteraciones. Creíase agra-
viado , le adornaban conocimientos, y superaba á los demás natu-
rales en riqueza é influjo. A los indios, aunque numerosos é incli-
nados en algunas partes á suspirar por su antigua independencia,
fallábales en general cultura, y carecían de las prendas y medios
requeridos para osadas empresas. No les era dado á los oriundos
de África entrar en lid sino de auxiliadores, á lo menos en un prin-
cipio ; pues la escasez de su gente en ciertos lugares, y sobre todo
el ceño que les ponían las demás clases, estorbábalos acaudillar
particular bandería.


Comenzó á mediados del siglo XVIII á crecer grandemente la
América española. Hasta entonces la forma del gobierno interior,
los reglamentos de comercio y otras trabas habían retardado que
se descogiese su prosperidad con la debida extensión.


Bajo los diversos títulos de vireyes, capitanes generales y go-
bernadores, ejercían el poder supremo gefes militares, quienes
solo eran responsables de su conducta al rey y al consejo de In-
dias que residía en Madrid. Contrapesaban su autoridad las au-
diencias , que, ademas de desempeñar la parte judicial, se mezcla-
ban con el nombre de acuerdo en lo gubernativo, y aconsejaban á
los vireyes ó les sugerían las medidas que tenian por convenientes.




LIBRO DECIMOTERCERO. 227
No hubo en esto alteración sustancial, fuera de que en ciertas
provincias como en Buenos -Aires se crearon capitanías generales
ó vireinatos independientes, en gran beneficio de los moradores
que antes se veian obligados á acudir para muchos negocios á
grandes distancias.


En la administración de justicia, después de las audiencias que
eran los tribunales supremos, y de las que también en determi-
nados casos se recurría al consejo de Indias, venian los alcaldes
mayores y los ordinarios á la manera de España, los cuales ejercían
respectivamente su autoridad, .ya en lo judicial, ya en lo econó-
mico, presidiendo á los ayuntamientos, cuerpos que se hallaban
establecidos en los mismos términos que los de la península con
sus defectos y ventajas.


Los alcaldes mayores al tiempo de empuñar la vara practicaban
una costumbre abusiva y ruinosa; pues so pretexto de que los in-
dígenas necesitaban para trabajar de especial aguijón, ponían por
obra lo que se llamaba repartimientos. Palabra de mal significado,
y que expresaba una entrega de mercadurías que el alcalde ma-
yor hacia á cada indio para su propio uso y el de su familia á pre-
cios exorbitantes. Dábanse los géneros al fiado y á pagar dentro de
un año en productos de la agricultura del pais , estimados según
el antojo de los alcaldes, quienes, jueces y parte en el asunto,
cometían molestas vejaciones, saliendo en general muy ricos al
cumplirse los cinco años de su magistratura, señaladamente en los
distritos en que se cosechaba grana.


Don José de Galvez, después marqués de Sonora, que de cerca
había palpado los perjuicios de tamaño escándalo, luego que se le
confió en el reinado de Carlos III el ministerio general de Indias,
abolió los repartimientos y las alcaldías mayores, substituyendo á
esta autoridad la de las intendencias de provincia y subdelegacion de
partido, mejora de gran cuantía en la administración americana,
y contra la que sin embargo exclamaron poderosamente las corpo-
raciones mas desinteresadas del pais , afirmando que sin la coer-
ción se echaría á vaguear el indio en menoscabo de la utilidad pú-
blica y privada, asi como de las buenas costumbres. Juicio errado
nacido de preocupación arraigada, lo que en breve manifestó la
experiencia.


Creados los intendentes ganó también mucho el ramo de ha-
cienda. Antes oficiales reales por sí ó por medio de comisionados
recaudaban las contribuciones, entendiéndose con el superinten-
dente general que residia lejos de la capital de los gobiernos res-
pectivos. Fijado ahora en cada provincia un intendente creció la
vigilancia sobre los partidos, de donde los subdelegados y oficia-
les reales tenian que enviar con puntualidad á sus gefes las sumas
percibidas, y estados individuales de cuenta y razón, asegurando
ademas por medio de fianzas el bueno y fiel desempeño de sus




228 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
cargos. Con semejantes precauciones tomaron las rentas increíble
aumento.


Eran las contribuciones en menor número, y no tan gravosas
como las de España. Pagábase la alcabala de todo lo que se intro-
ducía y vendia, el 40 por 100 de la plata y del 5 del oro que se
sacaba de las minas, con algunos otros impuestos menos notables.
El conocido bajo el nombre de tributo recaia solo sobre los indios,
en compensación de la alcabala de que estaban exentos : era una
capitación en dinero, pesada en si misma, y de cobranza muy ar-
bitraria.


Al tiempo de formar las intendencias hizóse una división de ter-
ritorio, que no poco coadyuvó al bienestar de los naturales. Y del
mismo modo que con la cercanía de magistrados respetables se ha-
bía puesto mayor orden en el ramo de contribuciones, asi tambieu
con ella se introdujeron otras saludables reformas. Desde luego ri-
giéronse con mayor fidelidad los fondos de propios : hubo esmero
en la policía y ornato de los pueblos, se administró la justicia sin
tanto retraso y mas imjfarcialmente; y por fin se extinguió el per-
nicioso influjo de los partidos, terrible azote y causador allí de ri-
ñas y ruidosos pleitos.


Con haber perfeccionado de este modo la gobernación interior,
se dio gran paso para la prosperidad americana.


Aviváronla también los adelantamientos que se hicieron en la
instrucción pública. Ya cuando la conquista empezaron á propa-
garse las «scuelas de primeras letras y los colegios, fundándose
universidades en varías capitales. Y si no se siguieron los mejores
métodos, ni se enseñaron las ciencias y doctrinas que mas hubiera
convenido, dolencia fue común á España, de que se lamentaban los
hombres de ingenio y doctos que en todos tiempos honraron á nues-
tra patria. Pero luego que en la península profesores hábiles die-
ron señales de desterrar vergonzosos errores, y de modificar en
cuanto podían rancios estatutos, lo propio hicieron otros en Amé-
rica, particularmente en las universidades de Lima y Santa Fé.
Tampoco el gobierno español en muchos casos se mostró hosco á
las luces del siglo. Diéronse en ultramar como en España ensan-
ches al saber, y aun alli se erigieron escuelas especiales : fue la mas
célebre el colegio de minería de Méjicio, sobre el pie del de Frey-
berg de Sajonia, teniendo al frente maestros que habían cursado
en Alemania, y los cuales perfeccionaronrel estudio de las ciencias
exactas y naturales, sobre todo el de la mineralogía, provechoso y
necesario en un país tan abundante de metales preciosos,


Deplorable legislación se adoptó desde el descubrimiento para
el comercio externo, mantenida en vigor hasta mediados del siglo
XVIII. Porque ademas de solo permitirse por ella el tráfico con la
metrópoli ( falta en que incurrieron todos los otros estados de Eu-
ropa ) , circunscribióse también á los únicos puertos de Sevilla pri-




LIBRO DECIMOTERCERO. 229


mero, y después de Cádiz, adonde venian y de donde partian las
flotas y galeones en determinada estación del año, sistema que
privaba al norte y levante de España y á varias provincias america-
nas de comerciar directamente entre s í , cortando el vuelo á la
prosperidad mercantil, sin que por eso se remontase, cual debiera,
Ja de las ciudades privilegiadas. Carlos V habia pensado extender
á los puertos principales do las otras costas la facultad del libre y
directo tráfico; pero obligado á condescender con los deseos de
compañías de genovesesy otros extrangeros avecindados en Sevilla,
cuyas casas le anticipaban dinero para las empresas y guerras de
afuera, suspendió resolución tan sabia, despojando asi á la peri-
feria de la península de los beneficios que le hubieran acarreado
los nuevos descubrimientos. Felipe II y sus sucesores hallaron las
arcas reales en idéntica ó mayor penuria que Carlos, y con desafi-
ción á innovar reglas ya mas arraigadas : pretextaron igualmente
para conservar estas el aparecimiento de los filibusteros, como si
convoyes que navegaban invariables tiempos, con rumbo á puntos
fijos, no facilitasen Jas acometidas y rapiñas de aquellos audaces y
numerosos piratas.


Dióse traza de modificar legislación tan perjudicial en los reina-
dos de Fernando VI y Carlos III, aprobándose al intento y sucesiva-
mente diferentes reglamentos que acabaron de completarse en 1789.
Permitióse por ellos el comercio de América desde diversos puertos
y con todas las costas d& la península, siempre que fuesen subdi-
tos los que lo hiciesen de la corona de España. Tan rápidamente
creció el tráfico que se dobló en pocos años, esparciéndose las ga-
nancias por las varias provincias de ambos emisferios.


Con tales mejoras de administración y el aumento de riqueza
enrobustecianse las regiones de ultramar^y se iban preparando á
caminar solas y sin los andadores del gobierno español. Ño obstan-
te eso el vínculo que las unia era todavía fuerte y muy estrecho.


Otras causas concurrieron á aflojarle paulatinamente. Debe con-
tarse entre las principales la revolución de los Estados Unidos an-
glo-americanos. Jefferson en sus cartas asevera que ya entonces
dieron pasos los criollos españoles para lograr su independencia.
Si fue asi, debieron provenir tales gestiones de particulares pro-
yectos, no de Ja mayoría de la población ni de sus corporaciones
adictas á la metrópoli con inveterados y apegados hábitos. Incur-
rió en error grave la corte de Madrid en favorecer la causa anglo-
americana, mayormente cuando no la impelían á ello filantrópicos
pensamientos, sino personal pique de Carlos III contra los ingleses,
y consecuencias del desastrado pacto de familia. Dióse de ese modo
un punto en que con el tiempo se habia de apoyar la palanca des-
tinada á levantar los otros pueblos del continente americano. Lo
preveía el ilustre conde de Aranda cuando precisado á firmar el
tratado de Versalles aconsejó que se enviasen á aquellas provincias




230 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


infantes de España, quienes al menos mantuviesen con su presen-
cia y dominación las relaciones mercantiles y de buena amistad en
que se interesaban la prosperidad y riqueza peninsulares.


Tras lo acaecido en las márgenes del Delaware sobrevino la revo-
lución francesa, estímulo nuevo de independencia, sembrando en
América como en Europa ideas de libertad y desasosiego. Hasta
entonces los alborotos ocurridos habían sido parciales; y nacidos
solo de tropelías individuales ó de vejaciones en algunas comarcas.
Graves aparecieron las turbulencias del Perú, acaudilladas por
Tupac-Amaro; mas como los indios que tomaron parte cometieron
grandes crueldades, lo mismo con criollos que con españoles, obli-
garon á unos y á otros á unirse para sofocar insurrecciones difíci-
les de cuajar sin su participación. Quiso conmoverse Caracas en
4796, luego que se encendió la guerra con los ingleses. Pero aun
entonces fueron principales promovedores el español Picornel y el
general Miranda, forasteros ambos, por decirlo asi, en el pais.
Pues el primero, corazón ardiente y comprometido en la conspira-
ción tramada en Madrid en 4795 contra el poder absoluto, hijo de
Mallorca, no conocía bastantemente la tierra; y el segundo, aun-
que nacido en Venezuela, ausente años de alli, y general de la re-
pública francesa, amamantado con sus doctrinas tenia ya estas mas
presentes que la situación y preocupaciones de su primitiva patria.
Por consiguiente se malogró la empresa intentada, permaneciendo
aun muy hondas las raices del dominio español para que se las pu-
diera arrancar de un solo y primer golpe. Mr. de Humboldt, nada
desafecto á la independencia americana, confiesa « que las ideas
< que tenían en las provincias de Nueva-España acerca de la me-
< trópoli, eran enteramente distintas de las que manifestaban las
• personas que en la ciudad de Méjico se habían formado por libros
t franceses é ingleses. J>


Requeríase pues algún nuevo suceso, grande, extraordinario,
que tocara inmediatamente á las Américas y á España, para rom-
per los lazos que unían á entrambas, no bastando á efectuar seme-
jante acontecimiento ni lo apartado y vasto de aquellos países, ni
la diversidad de castas y sus pretensiones, ni las fuerzas y riqueza
<|ue cada dia se aumentaban, ni el ejemplo de los Estados Unidos,
ni tampoco los terribles y mas recientes que ofrecía la Francia;
cosas todas que colocamos entre las causas generales y lejanas de la
independencia americana, empezando las particulares y mas pró-
ximas en las revueltas y asombros que se agolparon en el año
de 1808.


En un principio y al hundirse el trono de los Borbones manifes-
taron todas las regiones de ultramar en favor de la causa de España
verdadero entusiasmo, conteniéndose á su vista los pocos que an-
helaban mudanzas. Vimos en su lugar la irritación que produjeron
alli las miserias de Bayona, la adhesión mostrada á las juntas de




LIBRO DECIMOTERCERO. 251
provincia y á la central, los donativos, en fin, y los recursos que
con larga mano se suministraron á los hermanos de Europa. Mas
apaciguado el primer hervor, y sucediendo en la península desgracias
tras de desgracias, cambióse poco á poco la opinión, y se sintieron
rebullir los deseos de independencia, particularmente entre la moce-
dad criolla de la clase media y el clero inferior. Fomentaron aquella
inclinación los ingleses, temerosos de la caida de España, fomen-
táronla los franceses y emisarios de José, aunque en otro sentido
y con intento de apartar aquellos paises del gobierno de Sevilla y
Cádiz, que apellidaban insurreccional: fomentáronla los anglo-ame-
ricanos, especialmente en Méjico; fomentáronla, por último, en
el rio de la Plata los emisarios de la infanta Doña Carlota, resi-
dente en el Brasil, cuyo gobierno independiente de Europa no era
para la América meridional de mejor ejemplo que lo habia sido
para la septentrional la separación de los Estados Unidos.


A tantos embates necesario era que cediese y empezase á crujir
el edificio levantado por los españoles mas allá de los mares, cuya
fábrica hubo de ser bien sólida y compacta para que no se resque-
brajase antes y viniese al suelo.


Contrarestar tamaños esfuerzos parecía dificultoso si no imposi-
ble , abrumado el reino bajo el peso de una guerra desoladora y
exhausto de recursos. La junta central no obstante hubiera quizá
podido tomar providencias que sostuviesen por mas tiempo la do-
minación peninsular. Limitóse á hacer declaraciones de igualdad
de derechos, y omitió medidas mas importantes. Tales hubieran
sido en concepto de los intelligentes mejorar la suerte de las
clases menesterosas con repartimiento de tierras; halagar mas de
lo que se hizo la ambición de los pudientes y principales criollos
con honores y distinciones á que eran muy inclinados, reforzar
con tropa algunos puntos, pues hombres no escaseaban en España,
y el soldado mediano acá, era para allá muy aventajado, y fi-
nalmente enviar gefes firmes prudentes y de conocida probidad.
Y ora fuera las circunstancias, ora descuido, no pensó la central
como debiera en materia de tanta gravedad, y al disolverse con-
tenta con haber hecho promesas, dejó la América trabajada ya
de mil modos, con las mismas instituciones, desatendidas las cla-
ses pobres y al frente autoridades por lo general débiles é in-
capaces , y sospechadas algunas de connivencia con los indepen-
dientes.


Verificóse el primer estallido sin convenio anterior entre las di-
versas partes de la América, siendo difíciles las comunicaciones y
no estando entonces extendidas ni arregladas las sociedades secre-
tas que después tanto influjo tuvieron en aquellos sucesos. El mo-
vimiento rompió por Caracas, tierra acostumbrada á conjuracio-
nes ; y rompió, según ya insinuamos, al llegar la noticia de la pér-
dida de las Andalucías y dispersión de la junta central.




232 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Levantamiento El 19 de abril de 1810 apareció amotinado el pue-
de venemeía. jblo de aquella ciudad capital de Venezuela, al que se


unió la tropa; y el cabildo ó sea ayuntamiento , agregando á su
seno otros iudividuos, erigióse en junta suprema, mientras que
conforme anunció, se convocaba un congreso. El capitán general
Don Vicente Empáran sobrecogido y hombre de ánimo cuitado no
opuso resistencia alguna, y en breve desposeyéronle y le embar-
caron en la Guaira con la audiencia y principales autoridades es-
pañolas. Siguieron el impulso de Caracas las otras provincias de
Venezuela, excepto el partido de Coro y Maracaibo, en cuya ciu-
dad mantuvo la tranquilidad y buen orden la firmeza del goberna-
dor Don Fernando Miyares.


El haberse en Caracas unido la tropa al pueblo decidió la que-
rella en favor de los amotinados. Ayudaba mucho para la determi-
nación del soldado el sistema militar que se habia introducido en
América en el último tercio del siglo XVIII; en cuyo tiempo se
crearon cuerpos veteranos de naturales del pais, que si bien en
gran parte eran mandados por coroneles y comandantes europeos,
tenian también en sus filas oficiales subalternos, sargentos y cabos
americanos. Del mismo modo se organizaron milicias de infantería
y caballería á semejanza las primeras de las de España, y en ellas
se apoyó principalmente la insurrección. Cierto es que al principio
solo la menor parte de las tropas se declaró en favor de las noveda-
des, y que hubo parages particularmente en Méjico y en el Perú en
donde los militares contribuyeron á sofocar las conmociones, mas
con el tiempo cundiendo el fuego, llegó hasta las tropas de linea.


El motivo principal que alegó Caracas para erigir una junta
suprema é independíenle, fundóse en estar casi toda España su-
jeta ya á una dinastía exlrangera y tiránica, añadiendo que solo
haría uso de la soberanía hasta que volviese al trono Fernando VII,
ó se instalase solemne y legalmente un gobierno constituido por
las cortes, á que concurriesen legítimos representantes de los rei-
nos, provincias y ciudades de Indias. Entre tanto ofrecía la nueva
junta á los españoles que aun peleasen por la independencia pe-
ninsular, amistad y envío de socorros. El nombre de Fernando
tuvo que sonar á causa del pueblo muy adicto al soberano desgra-
ciado : esperanzados los promovedores del alzamiento que conlle-
vando asi las ideas de la mayoría la traerían por sus pasos conta-
dos adonde deseaban, mayormente si se introducían luego innova-
ciones que le fueran gratas. No tardaron estas en anunciarse,
pues se abolió en breve el tributo de los indios, repartiéronse los
empleos entre los naturales, y se abrieron los puertos á los extran-
geros. La última providencia halagaba á los propietarios que veian
en ella crecer el valor de sus frutos, y ganaban al propio tiempo
la voluntad de las naciones comerciantes, codiciosas siempre de
multiplicar sus mercados.




LIBRO DECIMOTERCERO. 233


Asi fue que el ministerio inglés poco explícito en sus declaracio-
nes al reventar la insurrección, no dejó pasar muchos meses sin
expresar por boca de lord Liverpool « que S. M. B. no se consi-
t deraba ligado por ningún compromiso á sostener un pais cual-
< quiera de la monarquía española contra otro por razón de dife-
« ferencias de opinión, sobre el modo con que se debiese arreglar
« su respectivo sistema de gobierno; siempre que conviniesen en
* reconocer al mismo soberano legítimo, y se opusiesen á la usur-
e pación y tiranía de la Francia... » No se necesitaba testimonio
tan público para conocer que forzoso le era al gabinete de la Gran
Bretaña, aunque hubieran sido otras sus intenciones, usar de se-
mejante lenguaje, teniendo que sujetarse á la imperiosa voz de sus
mercaderes y fabricantes.


Alzó también Buenos-Aires el arito de independen-
• í i - n> u • i - , , r . „ Levantamlen-


cia al saber allí por un barco ingles, que arribo a Mon- to de BOOIH»-AI-
tevideo el 13 de mayo, los desastres de las Andalucías. r e s"
Era capitán general Don Baltasar Hidalgo de Cisneros hombre apo-
cado y sin cautela, quien á petición del ayuntamiento consintió en
que se convocase un congreso, imaginándose que aun después pro-
seguiría en el gobierno de aquellas provincias. Instalóse dicho con-
greso el 22 de mayo, y como era de esperar fue una de sus prime-
ras medidas la deposición del inadvertido Cisneros, eligiendo
también á la manera de Caracas una junta suprema que ejerciese el
mando en nombre de Fernando VIL Conviene notar aqui que la
formación de juntas en América nació por imitación de lo que se
hizo en España en 1808, y no de otra ninguna causa.


Montevideo, que se disponia á unir su suerte con la de Buenos-
Aires, detúvose noticioso de que en la península todavía se respi-
raba , y de que existia en la isla de León con nombre de regencia
un gobierno central.


No asi el nuevo reino de Granada que siguió el impulso de Ca-
racas, creando una junta suprema el 20 de julio. Apearon del
mando los nuevos gobernantes á Don Antonio Amat, virey seme-
jante en lo quebradizo de su temple á los gefes de Venezuela y
Buenos-Aires. Acaecieron luego en Santa F é , en Quito y en las
demás partes altercados, divisiones, muertes, guerra y muchas


.lástimas, que tal esquilmo coge de las revoluciones la generación
que las hace.


Entonces y largo tiempo después se mantuvo el Perú quieto y
fiel á la madre patria, merced á la prudente fortaleza del virey Don
José Fernando Abascal y á la memoria aun viva de la rebelión
del indio Tupac Amaro y sus crueldades.


Tampoco se meneaba Nueva España, aunque ya se habian fra-
guado varias maquinaciones, y se preparaban alborotos de que
mas adelante daremos noticia.


Por lo demás tal fue el principio de irse desgajando del tronco




234 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


juicio acerca de paterno, y una en pos de otra ramas tan fructíferas
estas repelías. ¿e[ imperio español. ¿ Escogieron los americanos


para ello la ocasión mas digna y honrosa ? A medir las naciones
por la escala de los tiernos y nobles sentimientos de los individuos,
abiertamente diriamos que no, habiendo abandonado á la metrópoli
en su mayor aflicción, cuando aquella decretara igualdad de dere-
chos , y cuando se preparaba á realizar en sus cortes el cumpli-
miento de las anteriores promesas. Los Estados Unidos separá-
ronse de Inglaterra en sazón en que esta descubría su frente
serena y poderosa, y después que reiteradas veces les había su
metrópoli negado peticiones moderadas en un principio. Por el
contrario los americanos españoles cortaban el lazo de unión,
abatida la península, reconocidas ya aquellas provincias como
parte integrante de la monarquía, y convidados sus habitantes á
enviar diputados á las cortes. No : entre individuos graduaríase
tal porte de ingrato y aun villano. Las naciones desgraciadamente
suelen tener otra pauta, y los americanos quizá pensaron lograr
entonces con mas certidumbre lo que á su entender fuera dudoso
y aventurado, libre la península y repuesto en el solio el cautivo
Fernando.


Controvertible igualmente ha sido si la América habia llegado
al punto de madurez é instrucción que eran necesarias para des-
prenderse de los vínculos metropolitanos. Algunos han decidido
ya la cuestión negativamente atentos á las turbulencias y agitación
continua de aquellas regiones, en donde mudando á cada paso de
gobierno y leyes, aparecen los naturales no solo como inhábiles
para sostener la libertad y admitir un gobierno medianamente
organizado, pero aun también como incapaces de soportar el es-
lado social de los pueblos cultos. Nosotros sin ir tan allá creemos
sí , que la educación y enseñanza de la América española será lenta
y mas larga que la de otros paises : y solo nos admiramos de que
haya habido en Europa hombres y no vulgares que al paso que ne-
gaban á España la posibilidad de constituirse libremente, se la
concedieran á la América, siendo claro que en ambas partes ha-
bían regido idénticas instituciones, y que idénticas habían sido las
causas de su atraso; con la ventaja para los peninsulares de que
entre ellos se desconocía la diversidad de castas, y de que el in-
mediato roce con las naciones de Europa les habia proporcionado
hacer mayores progresos en los conocimientos modernos, y me-
jorar la vida social. Mas si personas entendidas y gobiernos sabios
olvidaban reflexiones tan obvias, ¿ qué no seria de ávidos especu-
ladores que soñaban montes de oro con la franquicia y amplia
contratación de los puertos americanos ?


Medidas toma- ^a reSmc^ a l instalarse habia nombrado sugetos
das por eigoMer- que llevasen á las provincias de Ultramar las noticias
noespauoL ^ j o o c u r r ¡ ( j 0 e n p r ¡ n c ip¡os de año, recordando al




LIBRO DECIMOTERCERO. 235


propio tiempo en una proclama la igualdad de condición otorgada
á aquellos naturales, é incluyendo la convocatoria para que acu-
diesen á las cortes por medio de sus diputados. Fuera de eso no
extendió la regencia sus providencias mas allá de lo que lo había
hecho Ja central, si bien es cierto que ni la situación actual permitía
el mismo ensanche, ni tampoco era político anticipar en muchos
asuntos el juicio de las cortes, cuya reunión se anunciaba cercana.


Sin embargo publicóse en 17 de mayo de 1810 á
nombre de dicha regencia una real orden de la mayor fraguada* aceíra
importancia, y por la que se autorizaba el comercio c o m e r c i ° l ¡ -
directo de todos los puertos de Indias con las colonias
extrangeras y naciones de Europa. Mudanza tan repentina y com-
pleta en la legislación mercantil de Indias, sin previo aviso ni otra
consulta, saltando por encima de los trámites de estilo aun usados
durante el gobierno antiguo, pasmó á todos y sobrecogió al comer-
cio de Cádiz interesado mas que nadie en el monopolio de ultramar.


Sin tardanza reclamó este contra una providencia en su con-
cepto injustísima y en verdad muy informal y temprana. La regen-
cia ignoraba ó fingió ignorar la publicación de la mencionada
orden, y en virtud de examen que mandó hacer, resultó que sobre
un permiso limitado al renglón de harinas, y al solo puerto de la
Habana, había la secretaría de hacienda de Indias extendido por sí
la concesión á los demás frutos y mercaderías procedentes del ex-
trangero y en favor de todas las costas de la América. ¿Quién no
creyera que al descubrirse falsía tan inaudita, abuso de confianza
tan criminal y de resultas tan graves, no se hubiese hecho un escar-
miento que arredrase en lo porvenir á los fabricadores de mentidas
providencias del gobierno ? Formóse causa, mas causa al uso de
España en tales materias, encargando á un ministro del consejo
supremo de España é Indias que procediese á la averiguación del
autor ó autores de la supuesta orden.


Se arrestó en su casa al marqués de las Hormazas ministro de
hacienda, prendióse también al oficial mayor de la misma secreta-
ría en lo relativoáIndias Don Manuel Albuerne y ¿algunos otros
qué resultaban complicados. El asunto prosiguió pausadamente, y
después de muchas idas y venidas, empeños, solicitaciones, todos
quedaron quitos. Hormazas había firmado á ciegas la orden sin leer-
la , y como si se tratase de un negocio sencillo. El verdadero cul-
pado era Albuerne de acuerdo con el agente de la Habana Don
Claudio María Pinillos, y Don Esteban Fernandez de León, siendo
sostenedor secreto de la medida según voz pública uno de los re-
gentes, Tal descuido en unos, delito en otros, é impunidad ilimi-
tada para todos probaban mas y mas la necesidad urgente de pur-
gar á España de la maleza espesa que habian ahijado en su gobierno,
deGodoy acá, los patrocinadores de la corrupción mas descarada.


La regencia por su parte revocó la real orden, y mandó recoger




236 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


los ejemplarse impresos. Pero el tiro habia ya partido, y fácil es
adivinar el mal efecto que produciría, sugiriendo á los amigos de
las alteraciones de América nueva y fundada alegación para prose-
guir en su comenzado intento.


Supo la regencia el 4 de julio las revueltas de Caracas, y al con-
cluirse agosto las de Buenos Aires. Apesadumbráronla noticias para
ella tan impensadas y para la causa de España tan funestas, mas
vivió algún tiempo con la esperanza de que cesarían los disturbios,
luego que allá corriese no haber la península rendido aun su cer-
viz al invasor extrangero. ¡Vana ilusión! Alzamientos de esta clase
ó se ahogan al nacer, ó se agrandan con rapidez. La regencia inde-
cisa y sin mayores medios, consultó al consejo no tomando de pronto
resolución que pareciera eficaz.


Nómbrase á Aquel cuerpo opinó que se enviase á ultramar un
conavarria para sugeto condecorado y digno, asistido de algunos bu-
ir a Caracas. j . i • i .


ques de guerra y con ordenes para reunir las tropas
de Puerto Rico, Cuba y Cartagena, previniéndole que solo em-
please el medio de la fuerza cuando los de persuasión no bastasen.
La regencia se conformó en un todo con el dictamen del consejo, y
nombró por comisionado revestido de facultades omnímodas á Don
Antonio Cortavarría individuo del consejo real, magistrado respe-
table por su pureza, pero anciano y sin el menor conocimiento de
lo que era la América. Figurábase el gobierno español equivocada-
mente que no eran pasados los dias de los Mendozas y los Gaseas,
y que á la vista del enviado peninsular se allanarían los obstáculos y
se remansarían los tumultos populares. Llevaba Cortavarrk ins-
trucciones que no solo se extendían á Venezuela , sino que también
abrazaban las islas, Santa Fé y aun la Nueva España, debiendo
obrar con él mancomunadamente el gobernador de Maracaibo Don
Fernando Miyares, electo capitán general de Caracas, en recom-
pensa de su buen proceder.


Gefes oe- Respecto de Rueños Aires ya antes de saberse el
na expedición en- levantamiento habia tomado la regencia algunas medi-
P t a a . a l r i o d e l < l das de precaución, advertida de tratos que la infanta


Doña Carlota traia allí desde el Brasil; y como Mon-
tevideo era el punto mas á propósito para realizar cualquiera pro-
yecto que dicha señora tuviese entre manos, se habia nombrado
para prevenir toda tentativa por gobernador de aquella plaza á Don
Gaspar de Vigodet militar de confianza.


Mas después que la regencia recibió la nueva de la conmoción de
Buenos Aires no limitó áeso sus providencias, sino que también
resolvió enviar de virey de las provincias del rio de la Plata á Don
Francisco Javier Elio acompañado de 500 hombres, de una fragata
de guerra y de una urca, con orden de partir de Alicante, y de
ocultar el objeto del viage hasta pasadas las islas Canarias. Se le re-
comendó asimismo lo que á Cortavarría en cuanto á que no em-




LIBRO DECIMOTERCERO. 237
please la fuerza antes de haber tentado todos los medios de conci-
liación.


He aqui lo que por mayor se sabia en Europa de las turbulencias
de América, y lo que para cortarlas habia resuelto la regencia al
tiempo de instalarse las cortes. Hallándose en el seno ocupan» las
de estas diputados naturales de ultramar, concíbese cortes en la m a -
fácilmente que no dejarían huelgo á sus campaneros t e n a '
antes de conseguir que se ocupasen en tan graves cuestiones. Las
propuestas fueron muchas y varias, y ya el 25 de setiembre tra-
tándose de expedir el decreto del 24 , expuso la diputación ameri-
cana que al mismo tiempo que se remitiese aquel á Indias, era
necesario hablar á sus habitantes de la igualdad de derechos que
tenian con los de Europa, de la extensión de la representación
nacional como parte integrante de la monarquía, y conceder una
amnistía ú olvido absoluto por los extravíos ocurridos en las desa-
venencias de algunos de aquellos países. La dicusion comenzó á
encresparse, y Don José Mejía suplente por Santa Fe de Bogotá,
y americano de nacimiento, fuese prudencia, fuese temor de que
resonasen en ultramar Jas palabras que se pronunciaban en las cor-
tes^ palabras que pudieran ser funestas á los independientes, apoya-
dos todavía en terreno poco firme, pidió que se ventilase el asunto
en secreto. Accedió el congreso á los deseos de aquel señor dipu-
tado , si bien por incidencia se tocaron á veces en público en las pri-
meras sesiones algunos de ios muchos puntos que ofrecía materia
tan espinosa.


Después de reñidos debates aprobaron las cortes los Decreto de u de
términos de, un decreto * que se promulgó con fecha octubre,
de 15 de octubre, en el que aparecieron como esen- ( * A p ' "•
cíales bases: I o la igualdad de derechos ya sancionada ; 2 o una am-
nistía general sin límite alguno.


En pos de esta resolución vinieron á manera de secuela otras de-
claraciones y concesiones muy favorables á la América, de las que
mencionaremos las mas principales en el curso de esta historia. Por
ellas se verá cuánto trabajaron las cortes para grangearse el ánimo
de aquellos habitantes, y acallar los motivos que hubiera de justa
queja, debiendo haber finalizado las turbulencias, si el fuego de un
volcan de extensa crátera pudiera apagarse por la mano del hombre.


La víspera de la promulgación del decreto sobre
Discusión so—


América entablóse en público la discusión de la líber- bre la libertad de
tad de la imprenta. Don Agustín de Arguelles era , a l m D r e n t "
quien primero la habia provocado, indicando en la sesión de la tarde
del 27 de setiembre la necesidad de ocuparse á la mayor brevedad
en materia tan grave. Sostuvo su dictamen Don Evaristo Pérez de
Castro, y aun insistió en que desde luego se formase para ello una
comisión, cuya propuesta aprobaron las cortes inmediatamente sin
obstáculo alguno.




238 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Dedicóse con aplicación continua á su trabajo la comisión nom*
brada, y el 14 de octubre cumpleaños del rey Fernando VII leyó
el informe en que babian convenido los individuos de ella ; casual
coincidencia ó modo nuevo de celebrar el natalicio de un príncipe,
cuyo horóscopo vióse después no cuadraba con el festejo. Al día si-
guiente se trabó la discusión, una de las mas brillantes que hubo
en las cortes, y de la que reportaron estas fama esclarecida. Lás-
tima ha sido que no se hayan conservado enteros los discursos allí
pronunciados, pues todavía no se publicaban de oficio las sesiones,
según comenzó á usarse en el promedio de diciembre, habiéndose
desde entonces establecido taquígrafos que siguiesen literalmente
la palabra del orador. Sin embargo algunos curiosos y entre ellos
ingleses tomaron nota bastante exacta de las discusiones mas prin-
cipales , y eso nos habilita para dar una razón algo circunstanciada
de lo que ocurrió en aquella ocasión.


Antes de reunirse las cortes la libertad de la imprenta apenas
contaba otros enemigos sino algunos de los que gobernaban; mas
después que el congreso mostró querer proseguir su marcha con
hoz reformadora, despertóse el recelo de las clases y personas
interesadas en los abusos que empezaron á mirar con esquivez
medida tan deseada. No pareciéndóles con todo discreto impug-
narla de frente, idearon los que pertenecieron á aquel número,
y estaban dentro de las cortes pedir que se suspendiese la delibe-
ración.


Escogieron para hacer la propuesta al diputado que entre los
suyos juzgaron mas atrevido, á Don Joaquín Tenreyro, quien des-
pués de haber el dia 14 procurado infructuosamente diferir la lec-
tura del informe de la comisión, persistió el 15 en su propósito de
que se dejase para mas adelante la discusión, alegando que se de-
bería pedir con antelación el parecer de ciertas corporaciones, en
especial el de las eclesiásticas, y sobre todo aguardar la llegada de
diputados próximos á aportar délas costas de levante. Manifestó
su opinión el señor Tenreyro acaloradamente, y excitó la réplica
de varios señores diputados que demostraron haber seguido el ex-
pediente no solo los trámites de costumbre, sino que tamkien
viniendo ya instruido desde el tiempo de la junta central, habia re-
cibido con el mayor detenimiento la dilucidación necesaria. Repro-
dujo no obstante sus argumentos el señor Tenreyro, pero no por
eso pudo estorbar que empezase de lleno la discusión. El señor
Arguelles fue de los primeros que entrando en materia hizo palpa-
bles los bienes que resultan de la libertad de la imprenta. «Cuan-
« tos conocimientos, dijo, se han extendido por Europa han nacido
« de esta libertad, y las naciones se han elevado á proporción que
« ha sido mas perfecta. Las otras oscurecidas por la ignorancia
« y encadenadas por el despotismo, se han sumergido en la pro-
« porción contraria. España, siento decirlo, se halla entre las úlli-




LIBRO DECIMOTERCERO. 239


mas : fijemos la vista en los postreros 20 años, en ese período
henchido de acontecimientos mas extraordinarios que cuantos
presentan los anteriores siglos, y en él podremos ver los por-
tentosos efectos de esa arma, á cuyo poder casi siempre ha ce-
dido el de la espada. Por su influjo vimos caer de las manos de
la nación francesa las cadenas que la habían tenido esclavizada.
Una facción sanguinaria vino á inutilizar tan grande medida, y
la nación francesa ó mas bien su gobierno empezó á obrar en
oposición á los principios que proclamaba... El despotismo fue
el fruto que recogió... Hubiera habido en España una arreglada
libertad de imprenta, y nuestra nación no habría ignorado cual
fuese la situación política de la Francia al celebrarse el vergon-
zoso tratado de Basilea. El gobierno español dirigido por un fa-
vorito corrompido y estúpido, incapaz era de conocer los ver-
daderos intereses del estado. Abandonóse ciegamente y sin tino


« á cuantos gobiernos tuvo la Francia, y desde la convención hasta
t el imperio seguimos todas las vicisitudes de su revolución, siem-
« pre en la mas estrecha alianza, cuando llegó el momento des-
« graciado en que vimos tomadas nuestras plazas fuertes, y el
c ejército del pérfido invasor en el corazón del reino. Hasta enton-
« ees á nadie le fue lícito hablar del gobierno francés con menos
« sumisión que del nuestro; y no admirar á Bonaparte fue de los
« mas graves delitos. En aquellos dias miserables se echaron las
« semillas, cuyos amargos frutos estamos cogiendo ahora. Exten-
« damos la vista por el mundo: Inglaterra es la sola nación que
« hallaremos libre de tal mengua. ¿Y á quién Jo debe? Mucho
c hizo en ella la energía de su gobierno, pero mas hizo la libertad
< de la imprenta. Por su medio pudieron los hombres honrados
« difundir el antídoto con mas presteza que el gobierno francés su
« veneno. La instrucción que por la via de la imprenta logró aquel
t pueblo, fue lo que le hizo ver el peligro y saber evitarlo... »


El señor Morros diputado eclesiástico sostuvo con fuerza, «ser
« la libertad de la imprenta opuesta á la religión católica, apostó-
« lica,romana, y ser por tanto detestable institución. * Añadió :
« que según lo prevenido en muchos cánones ninguna obra podía
s publicarse sin la licencia de un obispo ó concilio, y que todo lo
t que se determinase en contra, seria atacar directamente la re-
c ligion. >


Aqui notará el lector que desesperanzados los enemigos de la li-
bertad de la imprenta de impedir los debates, trataron ya de im-
pugnarla sin disfraz alguno y fundamentalmente.


Fácil fue al señor Mejía rebatir el dictamen del señor Morros,
advirtiendo « que la libertad de que se trataba, limitábase á la
« parte política y en nada se rozaba con la religión ni la potestad
« de la iglesia... Observó también la diferencia de tiempos y la
« errada aplicación que había hecho el señor Morros de sus textos,




240 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« los cuales por la mayor parte se referían á una edad en que
t todavía no estaba descubierta la imprenta...» Y continuando
después dicho señor Mejia en desentrañar con sutileza y profundi-
dad toda la parte eclesiástica en que , aunque seglar, era muy ver-
sado, terminó diciendo : «Que en las naciones en donde no se
« permitía la libertad de imprenta, el arte de imprimir habia sido
« perjudicial, porque habia quitado la libertad primitiva que exis-
< tia de escribir y copiar libros sin particulares trabas, y que si
« bien entonces no se esparcían las luces con tanta rapidez y ex-
« tensión, á lo menos eran libres. Y mas vale un pedazo de pan
« comido en libertad, que un convite real con una espada que
< cuelga sobre la cabeza, pendiente del hilo de un capricho. »


El señor Rodríguez de la Barcena, bien que eclesiástico como el
señor Morros, no recargó tanto en punto á la religión pero con
maña trazó una pintura sombría, « de los males de la libertad de
« la imprenta en una nación no acostumbrada á ella, se hizo cargo
< de las calumnias que difundía, de la desunión en las familias, de
« la desobediencia á las leyes y otros muchos estragos, délos que
« resultando un clamor general, tendría al cabo que suprimirse
t una facultad preciosa, que coartada con prudencia era fácil con-
t servar. Yo, continuó el orador, amo la libertad de la imprenta,
< pero la amo con jueces que sepan de antemano separar la cizaña
* de con el grano. Nada aventura la imprenta con la censura
t previa en las materias científicas que son en las que mas importa
« ejercitarse, y usada dicha censura discretamente, existirá en
« realidad con ella mayor libertad que si no la hubiera, y se evi-
« taran escándalos y la aplicación de las penas en que incurrirán
« los escritores que se deslicen, siendo para el legislador mas her-
t moso representar el papel de prevenir los delitos que el de cas-
« ligarlos. »


Replicó á este orador Don Juan Nicasio Gallego que , aunque
revestido igualmente de los hábitos clericales, descollaba en el sa-
ber político, si bien no tanto como en el arte divino de los Herre-
ras y Leones. t Si hay en el mundo, dijo, absurdo en esle género,
« eslo el de asentar como lo ha hecho el preopinante, que la li-
< bertad de la imprenta podia existir bajo una previa censura.
« Libertad es el derecho que todo hombre tiene de hacer lo que le
« parezca, no siendo contra las leyes divinas y humanas. Esclavitud
« por el contrario existe donde quiera que los hombres están su-
« jetos sin remedio á los caprichos de otros, ya se pongan ó no
« inmediatamente en práctica. ¿Cómo puede, según eso, ser la
* imprenta libre, quedando dependiente del capricho, las pasio-
« nes ó la corrupción de uno ó mas individuos? ¿Y porqué tanto
« rigor y precauciones para la imprenta, cuando ninguna legisla-
< cion las emplea en los demás casos de la vida y en acciones
« de los hombres no menos expuestas al abuso ? Cualquiera es li-




LIBRO DECIMOTERCERO. 241


« bre de proveerse de una espada, y dirá nadie por eso que se le
« deben atar las manos no sea que cometa un homicidio? Puedo en
« verdad salir á la calle u robar á un hombre, mas ninguno llevado
« de tal miedo aconsejará que se me encierre en mi casa. A,todos
t nos deja la ley libre el albedrío, pero por horror natural á los
* delitos, y porque todos sabemos las penas que están impuestas
c á los criminales, tratamos cada cual de no cometerlos... J


Hablaron en seguida otros diputados en favor de la cuestión,
tales como los señores Lujan, Pérez de Castro y Oliveros. El pri-
mero expresó : « que los dos encargos particulares que le habia
« hecho su provincia (la deExtremudura) habían sido que fuesen
t públicas las sesiones de las cortes y que se concediese la libertad
< de la imprenta. » Puso el último su particular cuidado en demos-
trar que aquella libertad « no solo era contraria á la religión, sino
« que era compatible con el amor mas puro hacia sus dogmas y
« doctrinas... Nosotros (continuó tan respetable eclesiástico) que-
* remos dar alas á los sentimientos honrados, y cerrar las puertas
« á los malignos. La religión santa de los Crisóstomos y de los Isi-
« doros no se recata de la libre discusión, temen esta los que de-
« sean convertir aquella en provecho propio ¡ Qué de horrores y
c escándalos no vimos en tiempo de Godoy! Cuánta irreligiosidad
« no se esparció! y ¿ habia libertad de imprenta? Si la hubiera
t habido dejáranse de cometer tantos excecos con el miedo de la
« censura pública, y no se hubieran perpetrado delitos, sumidos
» ahora en la impunidad del silencio. ¿ Ciertos obispos hubieran
* osado manchar los pulpitos de la religión, predicando los tríun-
< fos del poder arbitrario, y por decirlo asi, los del ateismo ?
« ¿ Hubieran contribuido ala destrucción de su patria y á la tibieza
« de la fé, incensando impíamente al ídolo de Baal, al malaven-
c turado valido ?... >


Contados fueron los diputados que después impugnaron la liber-
tad de la imprenta, y aun de ellos el mayor número antes provocó
dudas que expresó una opinión opuesta bien asentada. Los seño-
res Morales Gallego y Don Jaime Creus fueron quienes con mayor
vigor esforzaron los argumentos en contra de la cuestión. Dirigióse
el principal conato de ambos á manifestar « la suelta que iba á
« darse á las pasiones y personalidades, y el riesgo que corria la
i pureza de la fé, siendo de difisultoso deslinde en muchos casos
t el término de las potestades política y eclesiástica. » El señor
Arguelles rechazó de nuevo muchas de las objeciones, pero quien
entre los postreros de los oradores habló de un modo luminoso,
persuasivo y profundo fue el dignísimo Don Diego Muñoz Torrero,
cuya candorosa y venerable presencia, repetimos, aumentaba peso
á la ya irresistible fuerza de su raciocinación. « La materia que
« tratamos, dijo, t iene, según lo miro, dos partes, la una de jus-
* .tkia, la otra de necesidad. La justicia es el principio vital de la


ii. 16




242. REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« sociedad civil, é hija de la justicia es la libertad déla imprenta...
« El derecho de traer á examen las acciones del gobierno, es un
« derecho imprescriptible, que ninguna ración puede ceder sinde-
« jar de ser nación. ¿ Qué hicimos nosotros en el memorable de-
« creto de 24 de setiembre? Declaramos los decretos de Bayona
« ilegales y nulos. Y ¿ porqué ? Porque el acto de renuncia se ha-
« bia hecho sin el consentimiento de la nación. ¿ A quién ha enco-
« mendado ahora esa nación su causa ? A nosotros, nosotros somos
« sus representantes, y según nuestros usos y antiguas leyes fun-
« damentales, muy pocos pasos pudiéramos dar sin la aprobación
« de nuestros constituyentes. Mas cuando el pueblo puso el poder
<¡ en nuestras manos, ¿ se privó por eso del derecho de examinar
* y criticar nuestras acciones ? ¿ Porqué decretamos en 2 4 d e s e -
« tiembre la responsabilidad de la potestad ejecutiva, responsabi-
« iidad que cabrá solo á los ministros cuando el rey se halle entre
* nosotros? ¿ Porqué nos aseguramos la facultad de inspeccionar
« sus acciones ? Porque poníamos poder en manos de hombrees, y
< los hombres abusan fácilmente de él si no tienen freno alguno
« que les contenga, y no habia para la potestad ejecutiva freno
« mas inmediato que el de las cortes. Mas, ¿ somos por acaso in-
t falibles? ¿ Puede el pueblo que apenas nos ha visto reunidos
« poner tanta confianza en nosotros que abandone toda precaución ?
i ¿ No tiene el pueblo el mismo derecho respecto de nosotros que
« nosotros respecto de la potestad ejecutiva en cuanto á inspec-
* donar nuestro modo de pensar y censurarle?... Y el pueblo
« ¿ qué medio tiene para esto? No tiene otro sino el de la imprenta;
« pues no supongo que los contrarios á mi opinión le den la íacul-
« tad de insurreccionarse, derecho el mas terrible y peligroso que
« pueda ejercer una nación. Y si no se le concede al pueblo un
« medio legal y oportuno para reclamar contra nosotros ¿ qué le
« importa que le tiranice uno, cinco, veinte ó ciento?... El pue-
« blo español ha detestado siempre las guerras civiles , pero quizá
« tendría desgraciadamente que venir á ellas. El modo de evitarlo
< es permitir la solemne manifestación de la opinión pública. Toda-
« vía ignoramos el poder inmenso de una nación para obligar á
« los que gobiernan á ser justos. Empero prívese al pueblo de la
« libertad de hablar y escribir ¿ cómo ha de manifestar su opi-
t nion ? Si yo dijese á mis poderdantes de Extremadura que se
i establecía la previa censura de la imprenta ¿ qué me dirían al
« ver que para exponer sus opiniones tenían que recurrir á pedir
t licencia?... E s , pues, uno de los derechos del hombreen las
f sociedades modernas el gozar de la libertad de la imprenta, sis-
« tema tan sabio en la teórica, como confirmado por la experien-
« cia. Véase Inglaterra: á la imprenta libre debe principalmente
« la conservación de su libertad política y civil, su prosperidad.
« Inglaterra conoce lo que vale arma tan poderosa: Inglaterra




LIBRO DECIMOTERCERO. 243
c por tanto ha protegido la imprenta, pero la imprenta en pago
« ha conservado la Inglaterra. Si la medida de que hablamos es
t justa en sí y conveniente, no es menos necesaria en el dia de hoy.
« Empezamos una carrera nueva , tenemos que lidiar con un ene-
« migo poderoso, y fuerza nos es recurrir á todos los medios que
« afiancen nuestra libertad y destruyan los artificios y mañas del
c enemigo. Para ello indispensable parece reunir los esfuerzos
t todos de la nación, é imposible seria no concentrando su energía
« en una opinión unánime, espontánea é ilustrada, á lo que con-
* tribuirá muy mucho la libertad de la imprenta, y en lo que
« están interesados no menos los derechos del pueblo, que los
« del monarca... La libertad sin la imprenta libre aunque sea el
t sueño del hombre honrado, será siempre un sueño... La dife-
« rencia entre mí y mis contrarios consiste en que ellos conciben
« que los males de la libertad son como un millón y los bienes
« como veinte; y o , por lo opuesto , creo que los males son como
« veinte y los bienes como un millón. Todos han declamado contra
« sus peligros. Si yo hubiera de reconocer ahora los males que
« trae consigo la sociedad, los furores de la ambición, los horrores
« de la guerra, la desolación de los hombres y la devastación de
« las pestes, llenaría de pavor á los circunstantes. Mas por hor-
« rible que fuese esta pintura, ¿ se podrían olvidar los bienes de
i la sociedad civil, á punto de decretar su destrucción ? Aqui
c estamos, hombres falibles, con toda.la mezcla de bueno y malo
t que es propia de la humanidad, y solo por la comparación de
e ventajase inconvenientes podemos decidirnos en las cuestiones...
« Un prelado de España, y lo que es mas, inquisidor general,
« quiso traducir la Biblia al castellano. ¿ Qué torrente de invecti-
t vas no se desató contra ?... ¿ Cuál fue su respuesta ? Yo no nie-
« go que tiene inconvenientes , ¿ pero es útil pesados unos con otros ?
« En el mismo caso estamos. Si el prelado hubiera conseguido su
« intento, á él deberíamos el bien, el mal á nuestra naturaleza.
« Por fin, creo que haríamos traición á los deseos del pueblo, y
« que daríamos armas al gobierno arbitrario que hemos empezado
«• á derribar, si no decretásemos la libertad de la imprenta... La
* previa censura es el último asidero de la tiranía que nos ha he-
< cho gemir por siglos. El voto de las cortes va á desarraigar esta,
c ó á confirmarla para siempre. »


Son pálido y apagado bosquejo de la discusión los breves extrac-
tos que de ella hacemos y nos han quedado. Raudales de luz sa-
lieron de las diversas opiniones expuestas con gravedad y circuns-
pección. Para darles el valor que merecen conviene hacer cuenta
de lo que habia sido antes España y de lo que ahora aparecía :
rompiendo de repente la mordaza que estrechamente y largo
tiempo habia comprimido, atormentándolos, sus hermosos y deli-
cados labios.




214 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
La discusión general duró desde el 15 hasta el 19 de octubre,


en cuyo dia se aprobó el primer artículo del proyecto de ley con­
cebido en estos términos. « Todos los cuerpos y personas particú­
« lares, de cualquiera condición y estado que sean, tienen libertad
c de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin nece­
« sidad de licencia, revisión y aprobación alguna anteriores á la
« publicación bajo las restituciones y responsabilidades que se
« expresarán en el presente decreto.» Votóse el articulo por 70 vo­
tos contra 32, y aun de estos hubo 9 que especificaron que solo
por entonces le desechaban.


Claro era que pasarían después sin particular tropiezo los demás
artículos explicativos por lo general del primero. La discusión sin
embargo no finalizó enteramente hasta el 5 de noviembre, inter­
puestos á veces otros asuntos.


El reglamento contenia en todo 20 artículos, tras
«i que°see°on№­ del primero venían los que señalaban los delitos y
ia*m P r i eDtaf d d e determinaban las penas, y también el modo y trámí


tes que habían de seguirse en el juicio. Tacháronle
algunos de defectuoso en esta parte y de no definir bien los di­
versos casos. Pero pendiendo los límites entre la libertad y el abuso
de reglas indeterminadas y variables, problema es de dificultosa
resolución conceder lo uno y vedar debidamente lo otro. La liber­
tad gana en que las leyes' sobre esta materia pequen mas bien
por lo indefinido y vago que por ser sobradamente circunstan­
ciadas; el tiempo y el buen sentido de las naciones acaban por
corregir abusos y desvíos que no le es dado impedir al mas atento
legislador.


Chocó á muchos, particularmente en el extran­
Su examen. i i , • , i i


gero, que la libertad de la imprenta decretada por las
cortes se ciñese á la parte política, y que aun por un artículo ex­
preso (el 6 o ) se previniese, « que todos los escritos sobre mate­
< rías de religión quebadan sujetos á la previa censura de los ordi­
« narios eclesiásticos. > Pero los que asi razonaban, desconocían el
estado anterior de España, y en vez de condenar debieran mas
bien haber alabado el tino y la sensatez con que las cortes proce­
dían. La inquisición habia pesado durante tres siglos sobre la na­
ción , y era ya caminar á la tolerancia, desde el momento en que se
arrancaba la' censura de las manos de aquel tribunal para deposi­
tarla en solo las de los obispos, de los que si unos eran fanáticos,
habia otros tolerantes y sabios. Ademas quitadas las trabas para
lo politico, ¿ quién iba á deslindar en muchedumbre de casos los
términos que dividían la potestad eclesiástica de la secular ? El artí­
culo tampoco extendía la prohibición mas allá del dogma y de la
moral, dejando á la libre discusión cuanto temporalmente intere­
saba á los pueblos.


El señor Mejía, no obstante eso, y el conocimiento que tenia de




LIBRO DECIMOTERCERO.


la nación y de las cortes se aventuró á proponer que se , n c l ( l c n U . s „e , a
ampliase la. libertad de la imprenta á las obras reli- discusión,
giosas. Imprudencia que hubiera podido comprometer la suerte de
toda la ley, si á tiempo no hubiera cortado la discusión el señor
Muñoz Torrero.


Por el contrario al cerrarse los debates Don Francisco María
Riesco, diputado por la junta de Extremadura é inquisidor del
tribunal de Llerena, pidió que en el decreto se hiciese mención ho-
norífica y especial del santo oficio; á lo quejio hubo lugar, mos-
trando asi de nuevo las cortes cuan discretamente evitaban viciosos
extremos. Libertad de la imprenta y santo oficio nunca correrán á
las parejas , y la publicación aprobativa de ambos establecimientos
en una misma y sola ley, hubicrala graduado el mundo de mons-
truoso engendro.


No se admitió el jurado en los juicios de imprenta,
aunque algunos lo deseaban no pareciendo todavía ser dopta para los
aquel oportuno momento. Pero á fin de no dejar la j j ^ - " ' ^ " . , u g a t
nueva institución en poder solo de los togados des-
afectos á ella, decidióse por uno de los artículos, que las cortes nom-
brasen una junta suprema , dicha de censura, que residiese cerca
del gobierno formada de nueve individuos, y otra semejante de
cinco á propuesta de la misma para las capitales de provincia. En
la primera había de haber tres eclesiásticos y dos en cada una de
las otras. Tocaba á estas juntas examinar los impresos denunciados,
y calificar si se estaba ó no en el caso de proceder contra ellos y
sus autores, editores é impresores, responsables á su vez y res-
pectivamente. Los individuos de la junta eran en realidad los jueces
del hecho, quedando después á los tribunales la aplicacion-de las
penas.


El nombre de junta de censura engañó á varios entre los exlran-
geros, creyendo que se trataba de censura preventiva y no de una
calificación hecha posteriormente á la impresión, publicación y cir-
culación de los escritos, y solo en virtud de acusación formal. Tam-
bién disgustó, aun en España, que entrase en la junta un número
determinado de eclesiásticos, pues los mas hubieran preferido que
se dejase al arbitrio de las corles. Sin embargo los altamente enten-
didos columbraron que semejante providencia tiraba á acallar la
voz del clero, muy poderosa entonces, y á impedir sagazmente
que acabase aquel cuerpo por tener en las juntas decidida mayoría.


La práctica hizo ver que el plan délas cortes estaba bien combi-
nado, y que la libertad de la imprenta existe asi que cesa la previa
censura, sierpe que la ahoga al tiempo mismo de recibir el ser.


En 9 de noviembre eligieron las cortes la mencio- P r o m W B a s e
nada junta suprema, y el 10 promulgóse el * decreto uberudde°a e i m -
de la libertad de la imprenta, de cuyo beneficio em- ' " e n l a p v t
pelaron inmediatamente á gozar los españoles, pu-




246 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


blicando todo género de obras y periódicos con el mayor ensan-
che y sin restricción alguna para todas las opiniones.
Partidos en las Durante esta discusión y la anterior sobre Amé-


cortes. r j c a j manifestáronse abiertamente los partidos que en-
cerraban las cortes, los cuales como en todo cuerpo deliberativo
principalmente se dividían en amigos de las reformas, y en los que
les eran opuestos. El público insensiblemente distinguió con el ape-
llido de liberales á los que pertenecían al primero de los dos parti-
dos , quizá porque empleaban á menudo en sus discursos la frase
de principios ó ideas liberales, y de las cosas según acontece, pasó
el nombre á las personnas. Tardó mas tiempo el partido contrario
en recibir especial epíteto, hasta que al fin un 1 autor de despejado
ingenio calificóle con el de servil.


Existia aun en las cortes un tercer partido de vacilante conducta,
y que inclinaba la balanza de las resoluciones al lado adonde se ar-
rimaba. Era este el de los americanos : unido por lo común con los
liberales, desamparábalos en algunas cuestiones de ultramar, y
siempre que se quería dar vigor y fuerza al gobierno peninsular.


A la cabeza de los liberales campeaba Don Agustín de Arguelles,
brillante en la elocuencia, en la expresión numeroso, de ajustado
lenguaje cuando se animaba, felicísimo y fecundo en extemporá-
neos debates, de conocimientos varios y profundos, particular-
mente en lo político, y con muchas nociones de las leyes y gobier-
nos extrangeros. Lo suelto y noble de su acción nada afectada, lo
elevado de su estatura, la viveza de su mirar, daban realce á las
otras prendas que ya le adornaban. Señaláronse junto con él en ¡as
discusiones y eran de su bando , entre los seglares Don Manuel
García Herreros, Don José María Calatrava, Don Antonio Porcel y
Don Isidoro Antillon, afamado geógrafo; los dos postreros entra-
ron en las cortes ya muy avanzado el tiempo de sus sesiones. Tam-
bién el autor de esta Historia tomó con frecuencia parte activa en
los debates, si bien no ocupó su asiento hasta el marzo de 4811, y
todavía tan mozo que tuvieron las cortes que dispensarle la edad.


Entre los eclesiásticos del mismo partido adquirieron justo re-
nombre Don Diego Muñoz Torrero, cuyo retrato queda trazado,
Don Antonio Oliveros, Don Juan Nicasio Gallego, Don José Es-
piga y Don Joaquín de Villanueva, quien en un principio incierto,
al parecer, en sus opiniones, afirmóse después y sirvió al libera-
lismo de fuerte pilar con su vasta y exquisita erudición.


Contábanse también en el número de los individuos de este par-
tido diputados que nunca ó rara vez hablaron , y que no por eso
dejaban de ser varones muy distinguidos. Era el mas notable Don


1 Don Kugenio Tapia en una composición poética bastante notable, y sepa-
ramio maliciosamente con una rayita dicha palabra, escribióla de este modo.
Ser-vi!. ,




LIBRO DECIMOTERCERO. 247


Fernando Navarro, vocal por la ciudad de Tortosa, que habiendo
cursado en Francia en la universidad de la Sorbona, y recorrido
diversos reinos de Europa y fuera de ella, poseia á fondo varias
lenguas modernas, las orientales y las clásicas, y estaba familiari-
zado con los diversos conocimientos humanos, siendo, en una pa-
labra, lo que vulgarmente llamamos un pozo de ciencia. Venían
tras del Don Fernando los señores Ruiz , Padrón y Serra, ecle-
siásticos venerables, de quienes el primero habia en otro tiempo
trabado amistad en los Estados Unidos con el célebre Franklin.


Ayudaban asimismo sobremanera para el despacho de los nego-
cios y en las comisiones los señores Pérez de Castro, Lujan, Ca-
neja y Don Pedro Aguirre, inteligente el último en comercio y
materias de hacienda.


, No menos sobresalían otros diputados en el partido desafecto á
las reformas, ora por los conocimientos que les asistían, ora por
el uso que acostumbraban hacer de la palabra, y ora , en fin, por
la práctica y experiencia que lenian en los negocios. De los segla-
res merecerán siempre entre ellos distinguido lugar Don Francisco
Gutiérrez de la Huerta, Don José Pablo Valiente, Don Francisco
Borrull y Don Felipe Aner, si bien este se inclinó á veces hacia el
bando liberal. De los eclesiásticos que adhirieron á la misma opi-
nión anti-reformadora deben con particularidad notarse los seño-
res Don Jaime Creus, Don Pedro lnguanzo y Don Alonso Cañedo.
Conviene sin embargo advertir que entre lodos estos vocales y los
demás de su clase los habia que confesaban la necesidad de intro-
ducir mejoras en el gobierno, y aun pocos eran los que se negaban
á ciertas mudanzas, dando demasiadamente en ojos los desórdenes
que habían abrumado á España, para que á su remedio pudiese
nadie oponerse del todo.


Entre los americanos divisábanse igualmente diputados sabios,
elocuentes, y de lucido y ameno decir. Don José Mejía era su pri-
mer caudillo, hombre entendido, muy ilustrado, astuto, de ex-
tremada perspicacia, de sutil argumentación, y como nacido para
abanderizar una parcialidad que nunca obraba sino á fuer de auxi-
liadora y al son de sus peculiares intereses. La serenidad de Mejía
era tal, y lal el predominio sobre sus palabras, que sin la menor
aparente perturbación sostenía á veces al rematar de un discurso
lo contrario de lo que habia defendido al principiarle, dotado para
ello del mas flexible y acabado talento. Fuera de eso, y aparte de
las cuestiones políticas, varón estimable y de honradas prendas.
Seguíanle de los suyos entre los seglares, y le apoyaban en las de-
liberaciones, los señores Leiva, Morales Duarez, Feliu y Gutiér-
rez de Teran. Y entre los eclesiásticos los señores Alcocer, Arispe,
Larrazaba! : Gordoa y Castillo : los dos últimos á cual mas
digno.


Apenas puede afirmarse que hubiera entre los americanos dipu-




2 4 8 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


tado que ladease del todo al partido anti-reformador. Uuíase á el
en ciertos casos, pero casi nunca en los de innovaciones.


Este es el cuadro fiel que presentaban los diversos partidos de
las" cortes, y estos sus mas distinguidos corifeos y diputados.
Otros nombres también honrosos nos ocurrirán en adelante,
Por lo demás en ningún parage se conocen tan bien los hom-
bres, ni se coloca cada uño en su legítimo lugar, como en las
asambleas deliberativas : son estas piedra de toque, á la que
no resisten reputaciones mal adquiridas. En el choque de los
debates se discierne pronto quién sobresale en imaginación,
quién en recto sentido, y cuál en fin es la capacidad con que la
naturaleza ha dotado respectivamente á cada individuo : la natu-
raleza que nunca se muestra tan generosa que prodigue á unos
dones perfectos intelectuales, ni tan mísera que prive del todo á
otros de alguno de aquellos, inapreciables bienes. En nuestro en-
tender el mayor beneficio de los gobiernos representativos con-
siste en descubrir el mérito escondido, y en dar á conocer el ver-
dadero y peculiar saber de las personas, con lo que los estados
consiguen á lo último ser dirigidos, ya que no siempre por la vir-
tud, al menos por manos hábiles y entendidas, paso agigantado
para la felicidad y progreso de las naciones. Hubiérase en España
sacado de este campo mies bien granada, si al tiempo de reco-
gerla un ábrego abrasador no hubiese quemado casi toda la espiga.


Mientras que las cortes andaban ocupadas en la
cortoTfo?ínou discusión de la libertad de imprenta, mudaron tam-
merrregelTcia'1" ^ien ' a s m ' s m a s l ° s individuos que componían el con-


sejo de regencia. A ellas incumbía durante Ja ausencia
del rey constituir la potestad ejecutiva del modo que pareciera mas
conveniente. De igual derecho habían usado las cortes antiguas en
algunas minoridades; de igual podían usar las actuales, mayor-
mente ahora que el principe cautivo no habia tomado en ello pro-
videncia determinada, y que la regencia elegida por la central lo
habia sido hasta tanto que las cortes ya convocadas « estableciesen
< un gobierno cimentado sobre el voto general de la nación. »


Inasequible era que continuasen en el mando los individuos de
dicha regencia, ya se considerase lo ocurrido con el obispo de
Orense, y ya la mutua desconfianza que reinaba entre ella y las
cortes, nacida de las causas arriba indicadas y de una providencia
aun no referida que pareció maliciosa, ó hija de liviano é inexcusa-
ble proceder.
cansas de euo * u e e s t a u n a orden al gobernador de la plaza de


Cádiz y al del consejo real « para que se celase sobre
« los que hablasen mal de las cortes. » Los diputados atribuyeron
esmero tan cuidadoso al objeto de malquistarlos con el público, y
al pernicioso designio de que la nación creyese era el congreso
muy censurado en Cádiz. Las disculpas que la regencia dio, lejos




LIBRO DECIMOTERCERO. 249


de disminuir el cargo le agravaron; pues habiendo dado la orden
reservadamente y en términos solapados, pudiera dudarse si
aquella disposición provenia de las cortes ó de solo la potestad
ejecutiva. Los diputados anunciaron en público que miraban la or-
den como contraria á su propio decoro, aspirando únicamente á
merecer por su conducta la aprobación de sus conciudadanos, en
prueba de lo cual se ocupaban en dar la libertad de la imprenta
para que se examinasen los procedimientos legislativos del gobierno
con amplia y segura franqueza.


Unido el incidente de esta orden á las causas anteriormente in-
sinuadas y á otras menos principales, decidiéronse por fin las
cortes á remover la regencia. Hiriéronlo no obstante de un modo
suave y el mas honorífico, admitiendo la renuncia que de sus
cargos habian al principio hecho los individuos del propio cuerpo.


Al reemplazarlos redujeron las cortes á tres el número de cinco,
y el 28 de octubre pasaron los sucesores á prestar


. . • . , . - i . . - i Nómbrase una


en el salón el juramento exigido, retirándose en nueva regencia
consecuencia de sus puestos los antiguos regentes. d n o s ' r e s i n t l i Y l "
Habia recaido la elección en el general de tierra Don
Joaquin Blake, en el gefe de escuadra Don Gabriel Ciscar, y en el
capitán de fragata Don Pedro Agar : el último como americano en
representación de las provincias de ultramar. Pero de los tres
nombrados hallándose los dos primeros ausentes en
T - , . ~ . . . Suplentes.
Murcia, y no pareciendo conveniente que mientras
llegaban gobernase solo Don Pedro Agar, eligieron las cortes dos
suplentes que ejerciesen interinamente el destino, y fueron el ge-
neral marqués del Palacio y Don José María Puig, del consejo
real.


Este y el señor Agar prestaron el juramento lisa y llanamente,
sin añadir observación alguna. No asi el del Palacio, í n t í i m M dei
quien expresó « juraba sin perjuicio de los juramen- marques dei ra-
« tos de fidelidad que tenia prestados al señor Don a c ' 0 '
« Fernando VII.» Déjase discurrir qué estruendo movería en las
cortes tan inesperada cortapisa. Quiso el marqués explicarla; mas
para ello mandósele pasar á la barandilla. Alli cuanto mas procuró
esclarecer el sentido de sus palabras, tanto mas se comprometió


, perturbado su juicio y confundido. Insistiendo sin embargo el
marqués en su propósito, Don Luis del Monte que presidia , hom-
bre de condición fiera, al paso que atinado y de luces, impúsole
respeto, y le ordenó que se retirase. Obedeció el marqués, que-
dando arrestado por disposición de las cortes en el cuerpo de
guardia.


Con lo ocurrido dióse solamente posesión de sus destinos, el
mismo dia 28 , á los señores Agar y Puig, quienes desde luego se
pusieron también las bandas, amarillo encarnadas, color del pa-
bellón español, y distintivo ya antes adoptado para los indviduos




250 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de la regencia. En el dia inmediato nombraron las cortes como re-
gente interino en lugar del marqués del Palacio al general mar-
qués del Castelar, grande de España. Los propietarios ausentes
Don Joaquin Blake y Don Gabriel Ciscar no ocuparon sus sillas
hasta el 8 de diciembre y el 4 del próximo enero.
Discusiónqnsos- En las cortes enzarzóse gran debate sóbrelo que se


te motiya. habia de hacer con el marqués del palacio. No se
graduaba su porfiado intento de imprudencia ó de meros escrúpu-
los de una conciencia timorata, sino de premeditado plan de los
que habían estimulado al obispo de Orense en su oposición. Hizo el
acaso para aumentar la sospecha que tuviese el marqués un her-
mano fraile, que , algún tanto entrometido, habia acompañado á
dicho prelado en su viage de Galicia á Cádiz, motivo por el que me-
diaba entre ambos relación amistosa. Creemos sin embargo que el
desliz del marqués provino mas bien de la singularidad de su con-
dición y de la de su mente, compuesto informe de instrucción y
preocupaciones, que de amaños y anteriores conciertos.


Entre los diputados que se ensañaron contra el del Palacio, hubo
algunos de los que comunmente votaban del Jado anti-liberal. Se-
ñalóse el señor Ros , ya antes severo en el asunto del obispo de
Orense, y el cual dijo en esta ocasión: «Trátese al marqués del Pa-
« lacio con rigor, fórmesele causa, y que no sean sus jueces indi-
« viduos del consejo real, porque este cuerpo me es sospechoso. »


Al fin, después de haber pasado el nogocio á una comisión de
las cortes, se arrestó al marqués en su casa, y la regencia nombró
para juzgarle una junta de magistrados. Duró la causa hasta fe-
brero , en cuyo intermedio habiéndose disculpado aquel, escrito
un manifiesto, y mostrádose muy arrepentido, logró desarmar á
muchos, y en particular á sus jueces, quienes no dieron otro fallo
sino « que el marqués estaba en la obligación de volver á presen-
« tarse en las cortes , y de jurar en ellas lisa y llanamente asi para
« satisfacer á aquel cuerpo como á la nación de cualquiera nota
« de desacato en que hubiese incurrido... > En cumplimiento de
Término do esto


e s t a decisión pasó dicho marqués el 22 de marzo á
negocio. prestar en las corles el juramento que se le exigía,


con lo que se terminó un negocio, solo al parecer grave por las
circunstancias y tiempos en que pasó , y quizá poco atendible en
otros, como todo lo que se funda en explicaciones y conjeturas
acerca del modo de pensar de los individuos,


cienos aconte- Ahora, antes de proseguir en nuestra tarea, será
rltaDdnranteUíá


c l u e I 1 0 S detengamos á echar una ojeada sobre,
primera regencia Varías medidas que tomó la última regencia, y sobre
de te'düer^tes acaecimientos que durante su mando ocurrieron, y de
ramos. los que no hemos aun hecho memoria.


En la parte diplomática casi se habian mantenido las mismas re-
laciones. Limitábanse las mas importantes á las de Inglaterra, cuya




LIBRO DECIMOTERCERO. 2fíl


potencia habia enviado en abril de ministro plenipotenciario á sir
Enrique Wellesley, hermano del marqués y de lord Welíington.
Consistieron las negociaciones principales en lo que se referia á
subsidios, no habiéndose empeñado aun ninguna esencial acerca
de las revueltas que iban sobreviniendo en ultramar. La Inglaterra
pronta siempre á suministrar á España armas, municiones y ves-
tuario, escatimaba los socorros en dinero, y al fin los suprimió casi
del todo.


Viendo que cesaban los donativos de esta clase, pensóse en
efectuar empréstitos bajo la protección y garantía del mismo go-
bierno inglés. La central habia pedido uno de 50,000,000 de
pesos que no se realizó : la regencia al principio otro de 10,000,000
de libras esterlinas que tuvo igual suerte; mas como la razón dada
para la negativa por el gabinete británico se fundó en que la suma
era muy cuantiosa, rebajóla la regencia á 2,000,000. No por eso
fue esta demanda en sus resultas mas afortunada que las anterio-
res , pues en agosto contestó el ministro * Wellesley
« que siendo grandísimos los subsidios que habia 1 * P - " > • » • )
« prestado la Inglaterra á España en dinero, armas, municiones y
« vestuario, á fin de que la nación británica apurada ya de me-
t dios, siguiese prestando á la española los muchos que todavía
« necesitaba para concluir la grande obra en que estaba empeñada,
« parecía justo que en recíproca correspondencia franquease su
< gobierno el comercio directo desde los puertos de Inglaterra con
« las dominios españoles de Indias bajo un derecho de 11 por 100
« sobre factura, en el supuesto que esta libertad de comercio solo
« tendría lugar hasta la conclusión de la guerra empeñada enton-
« ees con la Francia.» Don Eusebio de Bardají, ministro de estado,
respondió (mereciendo después su réplica la aprobación del go-
bierno ) : « que no podria este admitir la propuesta sin concitar
« contra sí el odio de toda la nación, á la que se privaría, acce-
« diendo á los deseos del gobierno británico, del fruto de las
« posesiones ultramarinas, dejándola gravada con el coste del em-
« prestito que se hacia para su protección y defensa. > Aquí que-
daron las negociaciones de esta especie, no yendo mas adelante
otras entabladas sobre subsidios.


Las cortes con todo para estrechar los vínculos entre
. . , . MÍ\ i • Monumento


ambas naciones, resolvieron en 19 de noviembre mandado erigir
que « se erigiese un monumento público al rey del j^í gé aiií° r l e s *
« reino unido de la Gran Bretaña é Irlanda Jorge III
« en testimonio del reconocimiento de España a tan ' A P " - < 0 - )
« augusto y generoso soberano. » Lo apurado de los tiempos no
permitió llevar inmediatamente á efecto esta determinación, y los
gobiernos que sucedieron á las cortes tampoco la cumplieron,
como suele acontecer con los monumentos públicos cuya fundación
se decreta en virtud de circunstancias particulares.




252 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Motejaron algunos á la primera regencia que hubiese permitido
la entrada de las tropas inglesas en Ceuta, y motejáronla no con
justicia puesto que admitidas en Cádiz no habia razón para mos-
trarse tan recelosa respecto de la otra plaza. Y bueno es decir que
aquella regencia tampoco accedía fácilmente en muchos casos á
todo lo que los extrangeros deseaban. Lo hemos visto en lo del em-
préstito , y vióse antes en otro incidente que ocurrió al principiar
junio. Entonces el embajador Wellesley pidió permiso para que
lord Wellington pudiese enviar ingenieros que fortificasen á Vigo y
las islas inmediatas de Bayona, á fin de que el ejército inglés tu-
viese aquel refugio en caso de alguna desgracia que le forzase á
retirarse del lado de Galicia. Respondió la regencia que ya por
orden suya se estaban fortaleciendo las mencionadas islas, y qu e
en cualquiera contratiempo seria recibido alli lord Wellington y su
ejército, tan bien como en las otras partes del territorio español, y
con el agasajo y cariño debidos á tan estrechos aliados.


signe ia reía Púsose igualmente bajo la dependencia del ministe-
cion de algunos riO de estado una correspondencia secreta que se or-
wurtdwáMzn- ganizó en abril con mayor cuidado y diligencia que
te ía primera re- anteriormente, á las órdenes de Don Antonio Ranz
genca. Romanillos magistrado hábil y despierto, quien esta-
bleció cordones de comunicación por los puntos que ocupaban los
enemigos, estando informado diaria y muy circunstanciadamente
de todo lo que pasaba hasta en lo intimo de la corte del rey
intruso.


Por aqui también se despacharon las instrucciones dadas á una
comisión puesta en el mismo abril á cargo del marqués de Ayerbe.
Enlazábase esta con la libertad de Fernando Vil , y habíase ya tra-
tado de ello con el arzobispo de Laodicea, último presidente de la
central, con el duque del infantado y e¡ marqués de las Hormazas.
Presumimos que traia este asunto el mismo origen que el del ba-
rón de Kolly, sin tener resultas mas felices. El de Ayerbe salió de
Cádiz en el bergantín Palomo, con 2,000,000 de reales, metióse
después en Francia, y no consiguiendo nada alli, tuvo la desgracia
al volver de ser muerto en Aragón por unos paisanos que le mira-
ron como á hombre sospechoso.


En junio propuso el gobierno inglés al español entrar en un
concierto de cange de prisioneros de que se estaba tratando con
Francia. Las negociaciones para ello se entablaron, principalmente
en Morlaix entre Mr. Mackenzie y Mr. de Moustier. Tenian los
franceses en Inglaterra unos 50,000 prisioneros, y no pasaban de
12,000 los ingleses que habia en Francia, ya de la misma clase,
ya de los detenidos arbitrariamente por la policía al empezar las
hostilidades en 1802. De consiguiente queriendo el gabinete bri-
tánico, según un proyecto de ajuste que presentó en 23 de setiem-
bre , cangear hombre por hombre y grado por gradó, hadase indis-




LIBRO DECIMOTERCERO. 255


pensable que formasen parle en el convenio España y los demás
aliados de Inglaterra. Mas Napoleón, que no se curaba de llevar á
cabo la negociación sobre aquella base, y quizá tampoco bajo otra
ninguna admisible, pedia que se le volviesen á bulto los prisioneros
suyos de guerra en cambio de los ingleses, ofreciendo entregar
después los prisioneros españoles. La negociación por tanto conti-
nuada sin fruto, se rompió del todo antes de finalizar el año de
1810. Y fue en ella de notar lo desvariado á veces de la conducta
del comisario francés Mr. de Moustier que quería se considerase
prisionero de guerra al ejército inglés de Portugal: Mr. de Mous-
tier, el mismo que tiempos adelante embajador en España de Car-
los X de Francia, se mostró muy adicto á las doctrinas del mas
puro y exaltado realismo.


Manejada la hacienda por la junta * de Cádiz desde A p n ^
el 28 de enero, dia de su instalación, no ofreció aquel
ramo en su forma variación sustancial hasta el 31 de octubre
en que se rescindió el contrato ó arreglo hecho con la regencia
en 31 de marzo anterior. Las entradas que tuvo la junta durante
dicho tiempo pasaron de 551,000,000 de reales. De ellas en rentas
del distrito unos 84; en donativos é imposiciones extraordinarias
de la ciudad 17,- en préstamos y otros renglones (inclusas 249,000
libras esterlinas del embajador de Inglaterra) 5 4 ; y en fin mas
de 195 procedentes de América, siendo de advertir que en esta
cantidad se contaban 27 millones que pertenecían á particulares
residentes en pais ocupado, y de cuya suma se apoderó la juuta
bajo calidad de reintegro : tropelía que cometió sin que la desapro-
base la regencia muy contra razón. Invirtiéronse de los caudales
recibidos mas de 92,000,000 en la defensa y atenciones del distrito,
mas de 146 en los gastos generales de la nación, y enviáronse á
las provincias unos 112, en cuya enumeración asi de Ja data como
del cargo hemos suprimido los picos para no recargar inútilmente
la narración. Las rentas de las demás partes de España se consu-
mieron dentro de su respectivo territorio aprontando los natura-
les en suministros lo que no podían en dinero.


Circunscribióse la primera regencia, en cuanto á crédito pú-
blico , á nombrar en 19 de febrero una comisión de tres individuos
que examinase el asunto y preparase un informe, encargo que
desempeñó cumplidamente Don Antonio Ranz Romanillos, sin
que se tomase en su consecuencia sobre la materia resolución al-
guna.


En 24 de mayo, antes de entrar el obispo de Orense en la re-
gencia , decidió esta que se reservase para las urgencias públicas
la mitad del diezmo, providencia osada y que no se avenía con
el modo de pensar de aquel cuerpo en otras cuestiones. Asi fue
que pasó como relámpago, anulándose en breve, y en virtud de
representación de varios eclesiásticos y prelados.




254 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


El ejército que al tiempo de instalarse la regencia, estaba en
muchas partes en casi completa dispersión, fuese poco á poco re-
uniendo. En junio contaba ya 440,000 hombres, y creció su nú-
mero hasta unos 470,000. Ño dejó para ello de tomar la regen-
cia sus providencias, particularmente en la isla de León, pero
lejos de alli debióse mas el aumento al espiritu que animaba á los
soldados y á la nación entera, que á enérgicas disposiciones del
gobierno central, mal colocado ademas para tener uu influjo di-
recto y efectivo.


Una de las buenas medidas de esta regencia fue introducir en
el ejército el estado mayor general. Sugirió la idea Don Joaquín
Blake cuando mandaba en la isla. Por medio de dicho estableci-
miento se aseguraron las relaciones mutuas entre todos los ejérci-
tos , y se facilitó la combinación de las operaciones, pudiendo to-
das partir de un centro común. Según la antigua ordenanza
desempeñaban aisladamente las facultades propias de dicho cuerpo
el cuartel maestre y los mayores generales de infantería, caballería
y dragones, desavenidos á veces entre sí. Blake formó el plan que
aprobado por el gobierno se circuló en 9 de junio, quedando nom-
brado el mismo general gefe del nuevo estado mayor, plantel en
lo sucesivo de excelentes y beneméritos militares.


Desde el principio del levantamiento fija en el ejército toda la
atención, habíase desatendido la marina, sirviendo en tierra mu-
chos de sus oficiales. Pero arinconado el gobierno en Cádiz, hízose
indispensable el apoyo de la armada, no queriendo depender del
lodo de la de los ingleses.


Las fragatas y navios que necesitaban entrar en dique ó no se
podían armar por falla de tripulaciones, se destinaron á Mahon y
la Habana. Los otros cruzaron en el Mediterráneo ó en el Océano,
y traían ó llevaban auxilios de armas, municiones, víveres, cau-
dales y aun tropa. Los buques menores y la fuerza sutil ademas
de defender la bahía de Cádiz, la Carraca y los caños de la isla,
contribuían á sostener el cabotage defendiendo los barcos costa-
neros de las empresas de varios corsarios que se anidaban con
perjuicio de nuestra navegación en Sanlúcar, Málaga y varias
calas de la Andalucía.


Por lo que respecta á tribunales, si bien, según dijimos, habia
la regencia restablecido con gran desacierto todos los consejos,
justo es no olvidar que también antes habia abolido acertadamente
el tribunal de vigilancia y seguridad, fundado por la central para
los casos do infidencia. En 16 de junio desapareció dicha institu-
ción, que por haber sido comisión criminal extraordinaria me-
rece vituperarse, pasando su negociado á la audiencia territorial.
Ya manifestamos que los jueces de aquel primer cuerpo no se ha-
bian mostrado muy rigurosos, siendo quizá menos que sus suce-
sores, quienes condenaron á muerte al abogado Don Domingo Rico




LIBRO DECIMOTERCERO. 255
Villademoros del tribunal criminal del intruso José, cogido en
Castilla por una partida, y que en consecuencia de la sentencia
dada contra su persona padeció en Cádiz la pena de garrote. Do-
loroso suceso, aunque el único que de esta clase hubo por en-
tonces en Cádiz, al paso que en Madrid los adictos al gobierno
intruso se encrudecían á menudo en los patriotas.


Recorrido habernos ahora y anteriormente los hechos mas nota-
bles de la primera regencia, y de ellos se colige, que esta á pesar
de sus defectos y amor á todo lo que era antiguo, no por eso
dejó las cosas en peor postura de aquella en que las habia
encontrado : si bien pendió en parte tal dicha de la corta du-
ración de su gobierno y de no poder el mal ir mas allá á no
haberse rendido al enemigo, villanía de que eran incapaces los pri-
meros regentes, hombres los mas, si no todos, de honra y cum-
plida probidad.


Los nuevos regentes se inclinaban al partido refor- , „
_ . T,i i i i - i i Mododepensar


mador. De Don Joaquín Blake y de sus calidades de ios Duetos re-
como general hemos hablado ya en diversas ocasio- g (" l l e s '
nes : tiempo vendrá de examinar su conducta en el puesto de re-
gente. Los otros dos gozaban fama de marinos sabios, en especial
Don Gabriel Ciscar, dotado también de carácter firme, distin-
guiéndose todos tres por su integridad y amor á la justicia.


Las cortes proseguían sin interrupción en la carrera
. ..* c - i Varios decretos


de sus trabajos y reformas. A propuesta del señor de i u cortes.
Arguelles decretaron * en I o de diciembre que se sus- ( . A p n ) 2 5
pendiese el nombramiento de todas las prebendas ecle-
siásticas , excepto las de oficio y las que tuviesen anexa cura de
almas. Al principio comprendiéronse en la resolución las provincias
de ultramar, mas después se excluyeron, no queriendo por en-
tonces disgustar al clero americano, de mayor influjo entre aque-
llos pueblos que el de la península entre los de acá.


El 2 del mismo mes, * en virtud de proposición del
señor Gallego, rebajáronse los sueldos mandando que 1 A p ' l 8 , )
ningún empleado disfrutase de mas de 40,000 reales vellón, fuera
de los regentes, ministros del despacho, empleados en cortes ex-
trangeras, y generales del ejército y armada en servicio activo. Ya
antes se habia establecido hasta para los sueldos inferiores á
40,000 reales una escala de diminución proporcional, no cobrando
tampoco los secretarios del despacho mas allá de 120,000 reales.
Se modificaron alguna vez estas providencias, pero siempre en
favor de la economía y buen orden como era justo, y mas entonces
apurado el erario, y con tantas obligaciones en el ramo de la
guerra atendido con preferencia á otro alguno.


Experimentaron alivio en sus persecuciones muchos individuos
arrestados arbitrariamente por la primera regencia, ó por los
tribunales, ordenando que se activasen las causas, y que se hicie-




256 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


1 Los nombrados fueron : europeos, Don Diego Muñoz Torrero, Don
Agustín de Arguelles, Don José Pablo Valiente, Don Pedro María Ríe , Don
Francisco Gutiérrez de la Huerta, Don Evaristo Pérez de Castro, Don Alonso
Cañedo; Don José' Espiga, Don Antonio Oliveros, Don Francisco Rodríguez de
la Barcena ¡ americanos, Don Vicente Morales Duarez, Don Joaquin Fernandez
de Leiva , Don Antonio Joaquín Pérez: y entraron después Don Andrés de
Jauregui diputado por la ciudad de la Habana y Don Mariano Atendióla por
Querétaro. Agregóse de fuera á Don Antonio Ranz Romanillos, del consejo de
hacienda, ocupado ya en Sevilla por la central en igual trabajo.


sen visitas de cárceles. Las corles, en medidas de esta clase,
nunca mostraron diversidad de opinión. Asi quien primero insistió
en la visita de cárceles fue el señor Gutiérrez de la Huerta, expre-
sando « que en ella se descubrirían muchos inocentes. » Porque el
mal de España no consistía precisamente en los fallos crueles y
frecuentes, sino en las prisiones arbitrarias y en su indefinida pro-
longación.


Aunque ocupadas en estas y otras providencias del momento y
urgentes, no olvidaron tampoco las cortes pensar en aquellas que
en lo futuro debían afianzar la suerte y libertad de España. Rever
las franquezas y fueros de que habían gozado antiguamente los
diversos pueblos peninsulares, mejorándolos, uniformándolos y
adaptándolos al estado actual de la nación y del mundo, había
sido uno de los fines de la convocación de cortes y del cual nunca
prescindieron estas. Por tanto el 23 de diciembre, y conforme á


una propuesta de Don Antonio Oliveros hecha el 9 ,
côoíespecSu nombróse una comisión ' especial que preparase un
para formar un proyecto de constitución política de la monarquía. En
proyecto de cons- n i i i* • •
titucion. ella entraron europeos de las diversas opiniones que


había en las cortes y varios americanos.
„ Por el mismo tiempo confundiéronse también los
v oces acerca i • ¿» i - i * i*


de si se casaia * diferentes y opuestos modos de sentir en una discu-
FerneandoFvií.cla sion ardua, trabada en asunto que de cerca tocaba á


Fernando VII. De resultas de la correspondencia in-
serta en el Monitor en este año de 1810, en la que habia cartas su-
misas á Napoleón del rey cautivo, esparcióse por España que se
trataba de unir á este con una princesa de la familia imperial y de
restituirle, asi enlazado, al trono de sus abuelos, bajo Ja sombra
y protección del emperador de los franceses, y con condiciones
contrarias al honor é independencia de la nación. A haberse
realizado semejante plan siguiéranse consecuencias graves, y
quizá por este medio mejor que por ningún otro hubiera alcan-
zado él extrangero la completa supeditación de España. Mas por
dicha el proyecto no convenia á la indomeñable alma de Napo-
león , no sujeto á mudar de consejo, ni á alterar una primera re-
solución.




LIBRO DECIMOTERCERO. 257


Movido de tales voces Don Antonio Capmany, cen-
tinela siempre despierto contra todo lo que tirase á d e P ^ 6 * ° ™
menoscabar la independencia nacional, habia en 10 de capnm»- T Bor-
diciembre formalizado la proposición siguiente. « Las ™J¡» i r e i , l m a -
« corles generales y extraordinarias deseosas de ele-
< var á ley la máxima de que en los casamientos de los reyes debe
« tener parte el bien de los subditos, declaran y decretan : Que
« ningún rey de España pueda contraer matrimonio con persona al-
lí guna de cualquiera clase, prosapia y condición que sea sin previa
« noticia, conocimiento y aprobación de la nación española, repre-
* sentada legítimamente en las cortes. » También el señor Borrull
hizo otra proposición sobre el asunto, aunque en términos mas ge-
nerales, pues decía : « Que se declaren nulos y de ningún valor ni
« efecto cualesquiera actos ó convenios que ejecuten los reyes de
« España estando en poder de los enemigos, y puedan causar al-
f gun perjuicio al reino. »


Amigos de las reformas, los contrarios á ellas, americanos, euro-
peos, todos los diputados en una palabra concurrieron á dar su
asenso á la mente ya que no á la letra de ambas proposiciones, cuya
discusión se entabló el 29 de diciembre: unidad hija del amor que
habia por la independencia, ante la cual callaban las demás pa-
siones.


El mismo señor Borrull* decia entonces... « En el DtSCDgiOD.
« fuero de Sobrarbe que regía á los aragoneses y na- ( • A p . n.<4.>
« varros, fue establecido que los reyes no pudieran
« declarar guerras, hacer paces, treguas, ni dar empleos sin el
« consentimiento de doce ricos-homes, y de los mas sabios y ancía-
« nos. En Castilla se estableció también en todas las provincias de
« aquel reino, que los hechos arduos y asuntos graves se hubiesen
« de tratar en las mismas cortes, y asi se ejecutaba y de otro modo
« eran nulos y de ningún valor y efecto semejantes tratados. Asi
« que atendiendo á la ley antigua y fundamental de la nación y á
« estos hechos, cualquiera cosa que resulte en perjuicio del reino
< debe ser de ningún valor... Esta aprobación nacional debe servir
« siempre á los reyes, como una barrera contra los esfuerzos ex-
t traordinarios de sus enemigos, porque sabiendo los reyes que sus
« caprichos no han de ser admitidos por el estado, se abstendrán
« de entrar en ellos... »


De la misma bandera anti-liberal que el señor Borrull era Don
José Pablo Valiente, y sin embargo no solo aprobaba las proposi-
ciones sino que deseaba fuesen mas claras y terminantes. « Podría
* suceder muy bien, decia , que nuestro incauto, sencillo y cán-
« dido príncipe, sin la experiencia que da el mundo se presentase
« con una princesa joven para sentarse tranquilamente en el trono.
« Y entonces las cortes acertarían en determinar que no fuese ad-
* mitido, porque este matrimonio de ningún modo puede convenir


ii. 17




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« á España... Sea ó no casado Fernando, nunca le admitiremos
c que no sea para hacernos felices... »


Hablaron en igual sentido otros diputados de la misma opinión.
Los de la contraria como los señores Arguelles , Oliveros, Gallego
v otros pronunciaron también extensos y notables discursos. Entre
ellos el señor García Herreros se expresaba asi : < Desde el princi-
« pió han estado los reyes sujetos á las leyes que les ha dictado la
« nación... Esta les ha prescrito sus obligaciones y les ha señalado
« sus derechos, declarando nulo de antemano cuantíen contrario
c hagan. La ley 2 9 , tít. 11 de la Partida 5 a dice: Si el rey jurase
< alguna cosa que sea en daño o menoscabo del reyno, non es tenido
« de guardar tal jura como esta. Siempre ha podido la nación recon-
« venirles sobre el mal uso del poder, y á ese efecto dice la ley 10 ,
c tít. I o , Partida 2 a : Que si el rey usase mal de su poderío le puedan
« decir las gentes tirano é lomarse el señorío que era de derecho en tor-
« liccro... Los que se escandalizan de oir que la nación tiene derecho
« sobre las personas y acciones de sus monarcas, y que puede anular
« cuanto hagan durante su cautiverio, repasen los fragmentos de
t leyes que he citado, lean las leyes fundamentales de nuestra mo-
« narquía desde su origen, y si aun asi no se convencen de la sobe-
« rania de la nación, de que esta no es patrimonio de los reyes , y
« de que en todos tiempos la ley ha sido superior al rey, crean que
« nacieron para esclavos y que no deben ser miembros de esta na-
« cion, que jamas reconocerá otras obligaciones que las que ella
« misma se imponga... » Todo este discurso del cual no copiamos
sino una parte , llevaba el sello de la rígida y profunda severidad del
orador, de condición muy desenfadada, claro y desembozado en
su estilo, y de extensos conocimientos en nuestra legislación é his-
toria de las cortes antiguas, como procurador que había sido de los
reinos.


No quedaron atrás en la discusión los americanos compitiendo
con los europeos en ciencia y resolución , señaladamente los señores
Mejía y Leiva. Merece asimismo entre ellos particular memoria Don
Dionisio Inca Yupangui diputado por el Perú, verdadero vastago
de la antigua y real familia de los Incas, pintándose todavía en su
rostro el origen indiano de donde procedía. Dijo pues el Don Dio-
uisio: « Órgano de la América y de sus deseos (y en verdad
« ¿quién podría serlo con mas justicia?) declaro á las corles que
« sin la libertad absoluta del rey en medio de su pueblo, la total
< evacuación de las plazas y territorio español, y sin la completa
» integridad de la monarquía, no oirá la América proposiciones ó
t condiciones del tirano Napoleón, ni dejará de sostener con todo
« fervor los votos y resoluciones de las cortes. »


En fin después de unos debates muy luminosos que duraron por
espacio de cuatro días, y teniendo presentes las proposiciones de
los señores Capmany y BorrulJ, y otras indicaciones que se hicieron,




LIBRO DECIMOTERCERO. 259


extendió el señor Pérez de Castro un decreto que se aprobó en es-
tos términos el I o de enero de 1811. « Las cortes generales y ex-
« traordinarias en conformidad de su decreto de 24 de setiembre
« del año próximo pasado en que declararon nulas y de ningún
« valor las renuncias hechas en Bayona por el legítimo rey de Es-
4 paña y de las Indias el señor Don Fernando VII, no solo por
t falta de libertad, sino también por carecer de la esencíalísíma é
i indispensable circunstancia del consentimiento de la nación, de-
« claran que no reconocerán, y antes bien tendrán y tienen por
« nulo y de ningún valor ni efecto todo acto, tratado, convenio ó
« transacción de cualquiera clase y naturaleza que hayan sido ó
« fueren, otorgados por el rey , mientras permanezca en el esta-
« do de opresión y falta de libertad en que se halla, ya se verifi-
« que su otorgamiento en el pais enemigo, ó ya dentro de España,
« siempre que en este se halle su real persona rodeada de las ar-
« mas, ó bajo el influjo directo ó indirecto del usurpador de su
i corona; pues jamas le considerará libre la nación, ni le prestará
€ obediencia hasta verle • entre sus fíeles subditos en el seno del
« congreso nacional que ahora existe ó en adelante existiere , ó
« del gobierno formado por las cortes. Declaran asimismo que
« toda contravención á este decreto será mirada por la nación como
« un acto hostil contra la patria, quedando el contraventor res-
« ponsable á todo el rigor de las leyes. Y declaran por último las
t cortes que la generosa nación á quien representan, no dejará un
« momento las armas de la mano, ni dará oidos á proposición de
< acomodamiento ó concierto de cualquiera naturaleza que fuese,
« como no preceda la total evacuación de España y Portugal por
« las tropas que tan inicuamente los han invadido; pues las cortes
« están resueltas con la nación entera á pelear incesantemente hasta
« dejar asegurada la religión santa de sus mayores, la libertad de
< su amado monarca, y la absoluta independencia é integridad de
« la monarquía. » La votación de este decreto fue nominal, y re-
sultó unánime su aprobación por ciento catorce diputados que se
hallaron presentes, en cuyo número contábanse ya propietarios
venidos de América. Las cortes celebrando de este modo entradas
de año, puede afirmarse sin parcial ni exagerado afecto que se en-
cumbraron en aquella ocasión á par del senado romano en sus me-
jores tiempos.


Volvieron durante estos meses á ocupar á las cortes w
. . . . . , , r „ . . . Nueras discu-


diversas veces las provincias de ultramar. Estimulaban sumes sobre A -
á ello sus diputados y el deseo de hacer el bien de raénca-


aquellas regiones, como también el de apagar el fuego insurrec-
cional que cundía y se aumentaba.


Llegó al Paraguay y al Tucu man propagado por Buenos-Aires.
Lo mismo á Chile en donde por dicha haciendo á tiempo demisión
dé su empleo el brigadier Carrasco que allí mandaba, y reempla-




260 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


zado por el conde de la Conquista, no se desconoció la autoridad
suprema de la península, aunque ya caminaba aquel país por pen-
diente resbaladiza.
Alborotos en Mas recias y de consecuencias peores aparecieron
Nuera Espala. j a s r e v . , e i t a s ¿ e Nueva España. Empezaron ya á te-


merse desde el tiempo del virey Don José Iturrigaray á quien de-
pusieron el 16 de setiembre de 1809 los europeos avecindados en
aquel reino, sospechándole de confabulación con los criollos, y au-
torizados para ello por la audiencia. Y aunque es cierto que dicho
Iturrigaray fue absuelto de toda culpa en la causa que de resultas
se le formó en Europa, quedaron sin embargo contra él en pie
vehementísimos indicios de haber querido establecer un gobierno
independiente, poniéndose él mismo á la cabeza. Nombró la cen-
tral para suceder á este en el cargo de virey al arzobispo Don
Francisco Javier de Lizana, anciano, débil, y juguete de pasiones
agenas.


El ejemplo que se habia dado en desposeer á Iturrigaray aunque
con recto fin, la pobreza de ánimo del arzobispo virey, y por
último los desastres de España en 1810 dieron osadia á los descon-
tentos para declararse abiertamente en setiembre de este año.
Quien primero se presentó como caudillo fue un clérigo por lo ge-
neral desconocido : su nombre Don Miguel Hidalgo de la Costilla ,
cura de la población de Dolores en los términos de la ciudad de
Guanajuato. Instruido en las materias de su profesión no descono-
cía la literatura francesa, y era hombre sagaz, de buen entendi-
miento y modales cultos. Odió siempre á los españoles, y empezó
á tramar conspiración después de unas vistas que tuvo con un ge-
neral francés enviado por Napoleón para abogar en favor de su
hermano José, y á quien prendieron en provincias internas, y lle-
varon en seguida á ¡a ciudad de Méjico.


Hidalgo sublevó á los indios y mulatos, y entró con ellos el 16 de
setiembre en el pueblo de su feligresía, y obrando de acuerdo con
los capitanes del Provincial de la Reina Don Ignacio Allende y Don
Juan Aldama, llegó á San Miguel el Grande donde se le unió dicho
regimiento casi en su totalidad. Engrosado cada día mas el cuerpo
de Hidalgo, prosiguió este adelante « prorumpiendo en vivas á
« Fernando VII y muerte á los gachupines; » nombre que alli se
da á los europeos. Llevaban los amotinados un estandarte con la
imagen de la virgen de Guadalupe, tenida en gran veneración por
los indios: obligados los gefes á cubrir aqui como en lo demás
de América sus verdaderos intentos bajo el manto de la religión y
de fidelidad al rey.


Avanzaron de este modo Hidalgo y sus parciales, consiguiendo
en breve apoderarse de Guanajuato, una de las poblaciones mas
ricas y opulentas á causa de las minas que en su territorio se labran.
El 18 de octubre extendiéronse los sublevados hasta Valladolid de




LIBRO DECIMOTERCERO. 261
Mechoacan , y reinando en Méjico gran fermentación, parecía casi
seguro el triunfo de aquellos, si por entonces y muy á tiempo no
hubiese aportado de Europa Don Francisco Javier Venégas nom-
brado virey en lugar del arzobispo. Tan oportuna llegada compri-
mió el mal ánimo de los descontentos dentro de la ciudad, y to-
mándose para lo de afuera activas providencias, se paró el golpe
que de tan cerca amagaba.


Hidalgo viniendo por el camino de Toluca, hallábase ya á 14
leguas de Méjico, cuando le salió al encuentro con 1500 hombres
el coronel Don Torcuato Trujillo enviado por Venégas : corto nú-
mero el de su gente sí se compara con la q t e acompañaba á Hi-
dalgo , allegadiza en verdad, pero que al cabo pudiera llevar ven-
taja por su muchedumbre á los soldados veteranos del gefe español.


Avistáronse arabas partes en el monte délas Cruces, y empeñóse
vivo choque, costoso para todos, y de cuyas resultas el coronel
Trujillo aunque victorioso juzgó prudente á causa del gran golpe
de enemigos, retroceder por la noche á Méjico, en donde con su
llegada creció en unos la zozobra, y en otros renació la esperanza.


De nuevo estaba comprometida la suerte de aquella ciudad y
quizá sin remedio si Don Félix Calleja no la hubiera sacado del
apuro. Era este gefe comandante de la brigada de San Luis de
Potosí, y al saberla marcha de Hidalgo sobre Méjico, siguióle
la huella con 3000 hombres de buenas tropas. No descorazonado
por eso el clérigo general, sino antes animoso con la retirada de
Trujillo del monte de las Cruces, revolvió contra Calleja y en-
contróle cerca de Acúleo el 7 de noviembre. Trabóse desde luego
pelea entre las fuerzas contrarias, y quedaron los insurgentes del
todo desbaratados.


Mas poco después habiéndoseles dado tiempo, se rehicieron y
tuvo Calleja que embestirles otra vez y en varias acciones. De estas
la principal y que acabó , por decirlo asi, con Hidalgo , dióse el 17
de enero de 1811 en el puente llamado de Calderón, provincia de
Guadalajara. Aquel gefe y sus adherentes tuvieron en consecuen-
cia que refugiarse en provincias internas, en donde cogidos el 21
de marzo inmediato, mándeseles arcabucear.


Hacia la costa del mar del sur en la misma Nueva España apa-
reció también otro clérigo llamado Don José María Morelos, igno-
rante, feroz, en sus costumbres estragado y sin recato alguno,
pero audaz y propio para tales empresas. Con todo tuvo al fin ,
si bien largo tiempo después, la misma y desgraciada suerte de
Hidalgo, habiendo él y otros gefes trabajado mucho la tierra, y
alimentado el fuego de la insurrección mal encubierto aun en
las provincias tranquilas. Lo que perjudicó á los levantados de
Méjico y tal vez los perdió por entonces, fue que no empezaron
su movimiento en la capital, quedando por tanto en pie para
contenerlos la autoridad central de los españoles. En Venezuela




262 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
y Buenos Aires sucedió al contrario, y asi desde el primer dia
apareció en aquellas provincias mas asegurada la causa de los
independientes.


La guerra que se encendió en Méjico al tiempo de levantarse
Hidalgo , fue guerra á muerte contra los europeos, quienes á su
vez procuraron desquitarse. Los estragos de consiguiente graví­
simos y los daños para España sin cuento, pues aumentándose
los desembolsos, y disminuyéndose las entradas con las turbu­
lencias y con la ruina causada en las minas sobre todo de Guana­
juato y Zacatecas, tuvieron que emplearse en aquellos países los
recursos que de otro fnodo hubieran venido á Europa para ayu­
da de la guerra peninsular.


Las cortes aquejadas con los males de América se esforzaron por
calmarlos acudiendo á medidas legislativas que eran las de su com­
petencia. Discutióse largamente en diciembre y enero sobre dar á
ultramar igual representación que á España. Los diputados de


aquellas provincias pretendieron fuese la concesión
Decretos en fa- ^ , 1 . 1 . . . _^


тог de aquellos para las Górtes que entonces se celebraban. Pero
países. atendiendo á que por la mayor parte se habían efec­
tuado en ultramar las elecciones hechas por los ayuntamientos con
arreglo á lo prevenido por la regencia, y á que cuando llegasen los
elegidos por el pueblo teniendo que venir de tan enormes distan­
cias, habrían cesado ya probablemente los actuales diputados en


su ministerio, ciñóse el congreso á declarar * en 9 de
("Ap. n. 1!.) i . o j l l - . •


febrero de 1811 € que la representación americana
« en las cortes que en adelante se celebrasen, seria enteramente
« igual en el modo y forma á la que se estableciese en la penín­
« sula, debiéndose fijar en la constitución el arreglo de esta re­
« presentación nacional sobre las bases de la perfecta igualdad
« conforme al decreto de 15 de octubre, г


Se mandó asimismo entonces que los naturales y habitantes de
aquellas regiones pudieran cultivar y sembrar cuanto quisieran,
pues habia frutos como la viña y el olivo que estaba prohibido be­
neficiar. Veda que en muchos parages no se cumplía, y que no era
tan rigurosa como la del tabaco en la España europea, adoptada
en gran parle la última medida en favor de los plantíos de aque­
lla producción en América. Dióse también opción para toda clase
de empleos y destinos á los criollos , indios é hijos de ambas cla­
ses como si fueran europeos.


Tampoco tardó en eximirse á los indígenas de toda la América
del tributo que pagaban, y aun de abolirse los repartimientos abu­
sivos que consentía la práctica en algunos distritos. La misma
.suerte cupo á Ja mita ó trabajo forzado de los indios en las minas,
prohibida en Nueva­España hacia muchos años, y solo permitida
en algunas partes del Perú.


Asi que las cortes decretaron sucesivamente para la América




LIBRO DECIMOTERCERO. 2 6 5 .


lodo lo que establecía igualdad perfecta con Europa ; pero no de-
cretando la independencia poco adelantaron, pues los promovedo-
res de las desavenencias nunca en realidad se contentaron con me-
nos , ni aspiraban á otra cosa.


En hacienda y guerra es en lo que en un principio P r o v l d e o c , a 5 o n
no se ocuparon mucho las cortes, y no faltó quien materia de gner-
por ello las criticase. Pero en estos ramos deben dis- N ' 1 1 ^ " " " 1 ' -
tinguirse las medidas permanentes de las transitorias , y que solo
reclaman premiosas circunstancias. Las primeras requieren tiempo
y madurez para escogerlas mas convenientes, teniendo que ajus-
tar las alteraciones á antiguos hábitos, señaladamente en materia
de contribuciones, en las que hay que chocar con los intereses de
todas las clases sin excepción y con intereses á que el homfcre
suele estar muy apegado.


Las segundas toca en especial el promoverlas á la potestad eje-
cutiva : ella conoce las necesidades, y en ella residen los dalos y
la razón de las entradas y salidas. El tener- entendido la primera
regencia que seria pronto removida, no la estimuló á ocuparse con
ahinco en el asunto, y la que le sucedió en el mando, no hallán-
dose , digámoslo asi , del todo formada hasta primeros de enero
por ausencia de dos de los regentes, no pudó tampoco al principio
poner en ello toda la diligencia necesaria. Ademas pedia tiempo-el
penetrarse del estado del ejército, del de los pueblos y de ser* j*b-
bernacion; tarea no fácil ni breve si se atiende á la ocupación ene-
miga , á los desórdenes que eran como indispensable consecuen-
cia , y al estrecho campo que á veces habia para trazar planes dé"
medios y recursos.


Sin embargo no se descuidaron ambos ramos al punto que algu-
nos han afirmado. En 15 de noviembre ya autorizaron las corles á
la nueva regencia para levantar 80,000 hombres que sirviesen de
aumento al ejército, tomando oportunas disposiciones sobre el
modo é igualdad de los alistamientos.


Fomentóse también por una ley la fabricación de fusiles con
otras providencias respecto de lo demás del armamento y municio-
nes. Las fábricas de la frontera, las de Aragón, Granada y otras
partes las habia destruido el enemigo. La central no habia pensado
en trasladar á tiempo el parque de artillería de Sevilla, ni su
maestranza, ni su fundición, ni la sala de armas. Los ingleses su-
ministraron muchos de estos artículos, pero aun no bastaban. El
patriotismo de los españoles, el de sus juntas , el de la primera re-
gencia , el de las sucesivas y las resoluciones de las cortes suplie-
ron la falta. Se estableció de nuevo en la isla de León un parque
de artillería y una maestranza, y se habilitaron en la Carraca algu-
nos talleres. Se fabricaron fusiles en Jubia y en el arsenal del F'er-
rol , lo mismo en las orillas del Eo , entre Galicia y Asturias, en el
señorío de Molina y otros parages , algunos casi inaccesibles, es-




264 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
lableciéndose en ellos fábricas volantes de armas, de municiones y
de lodo género de pertrechos que mudaban de sitio al aproximarse
el enemigo.


En el ramo de hacienda ademas de las providencias económicas
que hemos referido y otras que por su menudencia omitimos,
mandaron las cortes que se reuniesen en una sola tesorería ge­
neral los caudales de la nación que distribuyéndose antes por
mas de un conducto, íbanse ó se extravasaban en menoscabo del
erario.
cierran i»» cor­ Tales fueron los principales trabajos de las cortes


tes sus sesiones y sus discusiones en los primeros meses de su inslala­
en la Isla. . 1 . . . .


cion, y en tanto que permanecieron en la isla, en
donde cerraron sus sesiones el 20 de febrero de 1811 para volver­
las á abrir en Cádiz el 24 del mismo mes.
Fieiro amarina. Desde el 6 de octubre habían pensado trasladarse


á dicha ciudad como mas populosa, mas bien res­
guardada y de mayores recursos. Suspendieron tomar resolución
en el caso por la fiebre amarilla ó sea vómito prieto que se mani­
festó en aquel otoño : terrible azote que en 1800 y 1804 había es­
parcido en Cádiz y otros pueblos de la Andalucía y costa de levante
la desolación y la muerte. No habia desde entonces vuelto á apa­
recer en Cádiz, á lo menos de un modo sensible, y solo en este
año de 1810 repitió sus estragos. Haya sido ó no esta enfermedad
introducida de las Antillas, en lo que todavía no andan confor­
mes los facultativos de mayor nombradla, contribuyó mucho
ahora á su aparecimiento y propagación la presencia de los foras­
teros que á la sazón se agolparon á Cádiz con motivo de la inva­
sión de las Andalucías : en cuyas personas pegó el azote con
extrema saña, pues los naturales estaban mas avezados á sus gol­
pes , ya por haber pasado antes la enfermedad, ya por haber
nacido ó críádose en ambiente impregnado de lan funestos mias­
mas. La epidemia picó también en Cartagena y otros puntos,
por fortuna apenas cundió á la isla. Hubo de ello al principio
agudos temores á causa del ejército; pero no siendo nume­
rosa aquella población ni apiñada, y hallándose oreada bastante­
mente por medio de sus anchurosas calles, mantúvose en estado
de sanidad. En cuanto á la tropa acampada en parages bañados
por corrientes atmosféricas muy puras, gran preservativo de tal
plaga, gozó de igual ó mayor beneficio. De los moradores ó resi­
dentes en la isla los que padecieron la enfermedad cogiéronla en
viages que hacían á Cádiz, cuya aserción podríamos atestiguar por
experiencia propia. La fiebre conforme á su costumbre duró tres
meses . empezó á descubrirse en setiembre, tomó en octubre
grande incremento, y desapareció del todo al acabar de diciembre.
№ <ie este ubro Rodeaban por tanto en su cuna á la libertad espa­


ñola la guerra , las epidemias y otros humanos pade­




LIBRO DECIMOCUARTO. 263
cimientos, como para acostumbrarla á los muchos y nuevos que la
afligirían según fuera prosperando, y ames de que afianzase en el
suelo peninsular su augusto y perpetuo imperio.


LIBRO DECIMOCUARTO.


Nueva distribución de los ejércitos españoles.—La que tienen los ejércitos
franceses. — Acontecimientos militares en Portugal. — Retirase Massena á
Santaren. •— Sigúele Wellington lentamente. —Nuevas estancias de Mas-
sena. — De Wellington. — Apuros de Massena. — Convoy de Gardanne.—
Avanza a Portugal el 9 0 cuerpo. —Júntase á Massena. — Claparede per-
sigue á Silveira. —General Foy. — Beresford manda en la izquierda del
Tajo. — Vuelven á Extremadura las divisiones de Romana y Don Carlos de
España. — Muerte de Romana. — Operaciones en las Andalucías y Extre-
madura. — Situación de Soult. — Medidas que toma. —• Parte á Extrema-
dura. — Estado aqui de los españoles. — Sitio y toma de Olivenza por los
franceses.— Ballesteros en el condado de Niebla.— Acción de Castillejos. —
Avanza Ballesteros hacia Sevilla. — Sitio de Badajoz. — Menacho gober-
nador. — Acción delGévora ó Guadiana el 19 de febrero. — Fonturvel en
Badajoz. — Muerte gloriosa de Menacho. — Sucédele Imaz. — Ríndese Ba-
dajoz. — Ocupan los franceses otros puntos. — Sitio y capitulación de Cam-
pomayor.— Acontecimientos en Andalucía. — Expedición y campaña de Ja
Barrosa. — Batalla del 5 de marzo. — Desavenencias entre los generales.—
Debates que de resultas hay en las cortes. — Resoluciones en la materia. —
Bombardeo de Cádiz.— Breve expedición de Zayas al condado.— Temporal
en Cádiz. — Principia Massena á retirarse de Santaren. — Combates en la
retirada con los ingleses. — Destrozos que causan los franceses en la reti-
rada.—Destaca Wellington á Beresford á Extremadura.— Prosigue Massena
su retirada. — Entra en España.—Pasa Wellington á Extremadura. — Acon-
tecimientos militares en esta pi ovincia. — Evacúan los franceses á Campo-
mayor. — Castaños manda el 5 o ejército español. — Sitian los aliados á
Olivenza y se les entrega. — Llega Wellington á Extremadura. — Solicitan
los ingleses el mando militar dé las provincias confinantes de Portugal.—
Niégaseles. — Vuelve Wellington á su ejército del norte. — Batalla de
Fuentes de Oñoro. —Evacúan los franceses á Almeida. — Sucede á Mas-
sena en el mando el mariscal Marmont. — Wellington vuelve á partir para
Extremadura. — Beresford sitia á Badajoz. — Expedición que manda
Blake y va á Extremadura. — Anteriores instrucciones de Wellington. —
Avanza Soult á Extremadura. — Leranta Beresford el sitio de Badajoz. —
Batalla de la Albuera. — Manifestación del parlamento británico y de las
cortes en favor de los ejércitos. — Celebra la victoria Lord Byron. — Llega
Wellington después de la batalla. — Empréndese de nuevo el sitio de Ba-
dajoz. — Gran quema en los campos. — Vuelve á avanzar Soult. — El ma-
riscal Marmont viene sobre el Guadiana. — Retírase Wellington sobre Caín-




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
pomayor. — Júntasele su ejercito del norte de Portugal. — Blake se se-
para del ejercito aliado. — Su desgraciada tentativa contra Niebla. — Soult
retrocede á Sevilla. — Correrlas de Morillo. —Repasa el Tajo Marmortt. —
También Wellinglon. — Fin de este libro.


Distribuyó la nueva regencia en 16 de diciembre la
ISueva distrí- . - u , ,. .


i.udüc ne los superficie de España en seis distritos militares com-
ejemtos espano- p r e i K ] ¡ e n ( i 0 e n e n o s a s ¡ i a s provincias libres como las


ocupadas, y destinando á la defensa de cada uno otros
tantos ejércitos con la denominación de 1° de Cataluña, 2 o d e Ara-
gón y Valencia, 3 o de Murcia, 4 o de la isla de León y Cádiz, 5 o de
Extremadura y Castilla, 6 o de Galicia y Asturias. Añadióse poco
después á esta distribución un 7° distrito que abrazaba las provin-
cias Vascongadas, Navarra y la parte de Castilla la Vieja situada á
la izquierda del Ebro , sin excluir las montañas y costa de Santan-
der. Bajo la autoridad del general en gefe de cada distrito se man-
daban ponerlas divisiones, cuerpos sueltos y partidas que hubiese
en su respectivo territorio; con lo cual parecía introducirse mejor
orden en la guerra y apropiada subordinación. Hasta ahora no se
habia realmente variado la primera determinación de la junta cen-
tral que repartió en cuatro los ejércitos del reino : las circunstan-
cias , los desastres y providencias parciales la habían solo alterado,
careciendo de regla fija respecto de las guerrillas ó cuerpos que
campeaban francos en medio del enemigo.


La q»e «enen P e r o e s , a coordinación de distritos y ejércitos no
los ejércitos tran- podrá á veces guiarnos en nuestro trabajo, pendiendo
m s e s ' casi siempre las grandes maniobras militares de los
planes de los franceses,- quienes al fin de 1810 y comienzo de 1811
tenían apostados en el ocaso, mediodía y levante sus tres grandes
cuerpos de operaciones, hallándose el primero en Portugal frente á
los ingleses; el segundo en las Andalucías y Extremadura, y el
otro en Cataluña y mojoneras de Aragón y Valencia. No se in-
cluyen aquí las divisiones francesas;que guerreaban sueltas, ni los
ejércitos ó cuerpos que llamaban del centro y norte , cuyas tropas
á mas de servir de escudo al gobierno intruso de Madrid, cubrían
los caminos militares en los que hormigueaban á la continua parti-
darios españoles. La posición del enemigo para obrar ofensivamente
llevaba ventaja á la de los aliados que diseminados por la circunfe-
rencia de la península, no podían en muchos casos darse tan pronto
la mano ni concertarse.


Por lo general seguiremos ahora en la relación de los sucesos mas
prominentes los movimientos ú operaciones de las tres grandes ma-
sas francesas arriba indicadas.


Acontecimien- Dejamos en noviembre de 1810 al ejército aliado en
í"*r™gai tóre5 ' a s ' ' n e a s f ' e Torres-Vedras, y fronteros áél los cuerpos


enemigos que capitaneaba el mariscal Massena. Indivi-




LIBRO DECIMOCUARTO. 267


dualizamos en su lugar las respectivas estancias y fuerza de las partes
beligerantes; y de creer era , según uno y otro, que el general
francés á fuer de prudente se hubiese retirado sin tardanza , teme-
roso de la hambre y otros contratiempos. Mas avezado á la victoria
repugnábale someterse á los irrefragables decretos de su hado ad-
verso. Y no le movían ni las muchas enfermedades de que adolecía
su ejército, ni las bajas de este, picado á retaguardia y hostigado
por el paisanage portugués. Aguardó para resolverse á variar de
asiento á que estuviesen devastadas las comarcas en derredor, y en-
tonces no trató aun de replegarse á la raya de España, sino solo dé
buscar algunas leguas airas nueva posición en donde le escaseasen
menos las vituallas, y ácuyo punto pudiera llamar á los ingleses,
sacándolos de sus inexpugnables líneas.


Tomó en consecuencia Massena con mucha destreza Retirase masse-
disposiciones preparatorias que disfrazasen su intento, n a a S n i i t a r e n -
pues á no obrar asi, sucediérale lo que en tales casos se decía an-
tiguamente en Castilla : « Si supiese la hueste qué hace la hueste,
« mal para la hueste :» máxima que indica lo necesario que es ocul-
tar al enemigo los planes que se hayan premeditado. El mariscal
francés después de enviar delante bagages, enfermos, todo lo que
los romanos conocían tan propiamente bajo el nombre de impedi-
menta, hizo desfilar á las calladas algunas de sus tropas, y él se
alejó en persona de las líneas inglesas en la noche del 14 al 45 de
noviembre. Parte de la fuerza enemiga marchó por la calzada real
sobre Samaren, parte por Alcoentre, la vuelta de Alcanede y Torres-
Novas. Los ingleses no se cercioraron del movimiento hasta entrada
la mañana del 15 , siendo esta nebulosa. Aun entonces no interrum-
pió Wellington la retirada, conservando en los atrincheramientos
y fuertes casi todo su ejército, y enviando solo dos divisiones que
siguiesen al enemigo. Dejaba este en pos de sí un rastro horrible de
cadáveres, hediondez y devastación.


Vacilaba Wellington acerca del partido que le con- S i g n e l e W e i -
venia tomar, cierto de que caminaban por Ciudad Ro- 'ms"» '«o»»-
drigo refuerzos á Massena. Pues el movimiento retro- m o n t e "
grado podría serlo de reconcentración, ó un armadijo para sacar
fuera de las líneas á los ingleses, y revolver el enemigo sobre su
propia izquierda á Torres-Vedras por el Monte Junto, mientras los
aliados le perseguían á retaguardia. Sin embargo muchos pensaron
que sin arriesgar la suerte de las líneas, hubiera podido lord Wel-
lington soltar mayor número de sus tropas, picar vivamente á los
contrarios, y aun causarles grande estrago en los desfiladeros de
Alenquer.


Prosiguiendo los franceses su marcha, vióse claramente cuál era
su intento; solo quedó la duda de si dirigirían su retirada por el
Cecere ó por el Mondego. Wellington quiso entonces estrecharlos,
y aun tuvo determinado acometer á Samaren , para lo que se pre-




268 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


paró disponiendo antes que el general Hill cruzase el Tajo con una
division y un regimiento de dragones, y que se moviese sobre
Abrantes.
Nue»as estancias Fundábase Ja resolución de Wellington en creer que


deMassena. | o s f i a n c e s e s babiau solo dejado en Santaren una re-
taguardia : pero no era asi. Massena habíase parado, y no pensaba
llevar mas allá sus pasos. En Torres-Novas tenia sentado su cuartel
general en donde se alojaba la izquierda del 8 o cuerpo, cuya res-
tante tropa extendíase hasta Alcanede, y dealli por Leiria ocupaba
la tierra la mayor fuerza de ginetes. Permanecía de respeto en Tho-
mar el 6 o cuerpo, del cual la division mandada por el general Loi-
son dominaba los fértiles llanos de Gollegao, ayudada del 2 o cuerpo
dueño de Santaren, cabecera, por decirlo asi, de toda la posición.


Era muy fuerte la de esta villa, singularmente en la estación rigu-
rosa de invierno. Sita en un alto arrancando casi del Tajo, tiene
por su frente al rio Mayor, en cuyos terrenos bajos, rebalsadas las
aguas, apenas queda.otro paso sino el de una calzada angosta que
empieza á mas de 800 varas de la eminencia.


Massena en su actual posición ocupaba un pais susceptible de
proporcionar bastimentos, teniendo ademas establecidas sus co-
municaciones con España por medio de puentes echados en el Ce-
cere, y sin que por eso se le ofreciese nuevo obstáculo para volver
á emprender sus operaciones por el frente, ó pasar á la izquierda
del Tajo.


Continuando Wellington en el engaño de que solo quedaba en
Santaren una retaguardia enemiga, decidióse el 19 á acometer
aquella posición con dos divisiones y la brigada portuguesa del
mando de Pack, pero suspendió el ataque habiéndosele retrasado
la artillería con que contaba. Cuando el 20 renovó tentativas de em-
bestir, sospechaba ya que en Santaren y sus contornos habia mas
tropa que la de una retaguardia; y amagando entonces los enemi-
gos hacia rio Mayor, confirmóse Wellington en sus temores, retro-
cedió y ordenó á Hill que hiciese alto en Chamusca, orilla izquierda
del Tajo. Las muchas lluvias, la excesiva prudencia del general in-
glés , y el estado de cansancio y apuros del ejército contrario impi-
dieron que hubiese señalados combates ó notable mndanza en las
respectivas posiciones hasta el inmediato marzo.


Avanzado Wellington sentó sus reales en Cartaxo,
De weiungion. a t r ¡ n c n e r o sus acantonamientos y fortificó aun mas
las lineas de Torres-Vedras No contento todavía con eso empezó á
levantar á la izquierda del Tajo una nueva línea de defensa desde
Aldeagallega á Setúval, y una cadena de fuertes entre Almada y
Trataría para asegurar también por aquel lado la boca del rio.
Apuros de Mas- Igualmente Massena afirmaba sus estancias, y se-


sena. g u j a c lj,V]adoso Jos movimientos de los aliados. Tam-
poco dejaba de volver los ojos hacia su espalda, ansioso de que le




LIBRO DECIMOCUARTO. 269


llegasen refuerzos; rota la comunicación con su base de operacio-
nes , ya por las partidas españolas del reino de León y Castilla, y
ya porque el general Silveira, abalanzándose el 29de octubre desde
el Duero, habia bloqueado á Almeida, é inlerpoládose entre Portu-
gal y España. Auxilios estos grandes, y que nunca debieran olvidar
los ingleses. En tan enojosa situación se hallaba el mariscal Mas-
sena cuando el 9 o cuerpo á las órdenes del general Drouet conde
de Erlon llegó á Ciudad Rodrigo con un gran convoy de provisio-
nes de boca y guerra recogidas en Francia y Castilla, cou» 0 y de car-
Destinado el socorro áMasscna, envióle Drouet delante d a n n e -
escoltado con 4000 infantes y tres escuadrones de caballería á las
órdenes del general Gardanne, quien en 13 de noviembre obligando
á Silveira á levantar el bloqueo de Almeida, penetró hasta Sabu-
gal. No por eso se desalentó el general portugués, sino que al con-
trario siguiendo lahuella de los enemigos, alcanzólos el 16 entre Val-
verde y otro pueblo inmediato ; les mató gente y cogióles bastantes
prisioneros. Gardanne sin embargo continuó su camino, y el27ha-
llábase ya en Cardigos; mas molestado por las ordenanzas de
aquella tierra, y dando oidos á la falsa noticia de que el general
Hill se apostaba en Abrantes, replegóse precipitadamente á Sabu-
gal con pérdida de mucha gente y de parte del convoy.


A poco pisando Drouet el suelo lusitano cruzó el Avanza a Portn-
Coa el 17 de diciembre con 14000 infantes y 2000 ca- e a l 0 1 9 ° c » e r P °
ballos, y avanzó á Gouvea. Destacó de su fuerza contra Silveira
una división y mucha caballería bajo el mando del general Clapa-
réde, y uniéndose Gardanne al cuerpo principal del ejército, mar-
chó este por el Alba abajo, y llegó á Murcella el 24. Dióse
luego Drouet la mano por Espinhal con Massena, se J n [ U a s e a S ias-
situó en Leiria, y dilatándose hacia la marina corló s e n a -
la comunicación entre Wellington y las provincias septentrionales
de Portugal, mantenida hasta entonces principalmente por los ge-
fes Trant y Juan Wilson.


Claperéde en tanto vino á las manos con el general ciaparede persi-
Silveira que sobradamente confiado trabando pelea í o e a s n , e i r a -
fuera de sazón, se vio deshecho en Ponte do Abade hacia Tran-
coso, y acosado desde el 10 hasta el 13 de enero tuvo con bas-
tante pérdida que replegársela vuelta del Duero. Entró Ciaparede
después en Lamego, y amenazó á Oporlo antes que el general
Raccellar siempre al fíente de las milicias de aquellas parles pudiera
acudir en su socorro. Felizmente el francés no prosiguió adelante,
sino que tornó á Moimenta da Reirá; con lo que los portugueses
pudieron cubrir la mencionada ciudad.


Por entonces entró asimismo en Portugal con 3000 G e n e r a l F o y
hombres el general F o y , el cual enviado por Mas-
sena á Napoleón, si bien á costa de mil peligros de haber per-
dido parte de su escolta y los pliegos en las estrechuras de Pan-




270 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


corbo, tornaba de Francia después de haber desempeñado cumpli-
damente tan dificultoso encargo. El emperador ignoraba el verdadero
estado del ejército del mariscal Massena, y tenia que acudir para
averiguar noticias á la lectura de los periódicos ingleses. Tal era
el tráfago belicoso de. las ordenanzas portuguesas y partidas espa-
ñolas. Quien primero le informó de todo fue el general Foy, ha-
llándose este de vuelta en Santaren el 2 de febrero.


Ambos ejércitos francés y anglo-lusitano permanecieron en pre-
sencia uno de otro hasta principio de marzo. En el intervalo hicie-
ron los enemigos para proveerse de víveres muchas correrías que
dieron lugar á infinidad de desórdenes y á inauditos excesos. En
nada estorbaron los ingleses tan destructora pecorea, y antes te-
mieron continuamente ser atacados por los enemigos que solo se
limitaron á meros reconocimientos, habiendo en uno de ellos sido
herido en una mejilla el general Junot.
„ . ., En diciembre pasando Hill á Inglaterra enfermo,
Reresford man- 1 u


da en ía izqmer- rué reemplazado en el mando de su gente, que casi
da dei Tajo. siempre maniobraba á la izquierda del Tajo, por el
mariscal Reresford. Era el principal objeto de estas tropas impe-


di r la comunicación de Massena conSoult, y las tenia Wellington
destinadas á cooperar con los españoles en Extremadura. Aguar-
daba para efectuarlo la llegada de refuerzos de Inglaterra que
tardaron mas de lo que creia en aportar á Lisboa, y por lo cual
se difirió el cumplimiento de resolución tan oportuna.


No sucedió asi con la de que regresasen á la mencio-
tremadTa "dfri-


n a d a provincia las dos divisiones españolas que al
siones de Ro- mando del marqués de la Romana se habían unido
mana y Don Car- . . . . J . , , . . . , ~ ~ , ,


loa de España. antes al ejercito ingles, y también la de Don Carlos
de España que obraba del lado de Ábranles. Todas


se movieron después de promediar enero, y la última compuesta
de 1500 infantes y 200 caballos estaba ya el 22 en Campomayor.
Las dos primeras continuaban bajo el mando inmediato de Don
Martin de la Carrera y de don Carlos Odonell y las guió en gefc
durante el viage Don José Virues.
Muerte de Ro- Debió Romana dirigirlas, pero en 25 de enero,


mana. próximo ya á partir, falleció de repente de una
aneurisma en el cuartel general de Cartaxo. Muchos sintieron su
muerte, y aunque conforme en su lugar se expresó, le faltaban
á aquel caudillo varias de las prendas que constituyen la esencia
del hombre del estado y de gran capitán, perdióse á lo menos con
su muerte un nombre que pudiera todavía haber contribuido al
feliz éxito de la buena causa. Las cortes honraron la memoria
del difunto decretando que en su sepulcro se pusiese la siguiente
inscripción, c AI general marqués de la Romana la patria reco-
« nocida. »


Trasladar á Extremadura las indicadas divisiones españolas,




LIBRO DECIMOCUARTO. 271


exigíalo lo que se preparaba en las Andalucías v en
° . ! . , . . . . " . Operaciones en


aquella provincia, de cuyas operaciones militares, ín- las Andalucías y
timamente unidas con las de Portugal, ya es tiempo E 5 t r e m a < m r a -
de hablar en debida forma.


Tenia Napoleón resuelto que Soull ayudase á Massena en su
campaña, y aun parece se inclinaba á que se evacuasen las An-
dalucías, reconcentrando aquellas fuerzas en la margen izquierda
del Tajo, y poniéndolas de este modo en contacto por Ábranles
con las tropas francesas de Portugal. Soult tardó en recibir las
órdenes expedidas al efecto, interceptadas las primeras por los
partidarios. Y aun después tampoco se movió aceleradamente
embarazado con sus propias atenciones, y porque le desagradaba
favorecer á Massena en una empresa de la que resultaría á este
en caso de triunfo la principal gloria.


Rodeábanle en verdad apuros de cuantía. Sebas- situación de
tiani necesitaba todo el 4 o cuerpo de su mando para S o u l t -
atender á Granada y Murcia. Ocupaban al I o y á su gefe Victor el
sitio de Cádiz y serranía de Ronda, y el 5 o mandado todavía por
el mariscal Mortier empleaba toda su gente en velar sobre la Ex-
tremadura y el condado de Niebla, siendo ademas indispensable
mantener tropas que asegurasen las diversas comunicaciones.


Abandonar las Andalucías érale á Soult muy doloroso conside-
rándolas ya como conquista y patrimonio suyo, y penetrar en el
Alentejo con limitados medios, quedando á la espalda las plazas de
Badajoz y Olivenza y las fuerzas españolas del condado y Extre-
madura, parecíale demasiadamente arriesgado. Queriendo evitar
uno y otro y no desobedecer las órdenes de su gobierno, pidió
permiso para atacar dichas plazas antes de invadir el Alentejo.
Napoleón consintió en ello, y Soult, al tiempo que así caminaba
con paso mas firme en su expedición, satisfacía también sus zelos
y rivalidades, dejando á Massena solo y entregado á su suerte hasta
que muy comprometido no pudiese este salir de ahogos, sino con la
ayuda del ejército del mediodía. Tal fue al menos la voz mas valida,
y á la que daban fundadamente ocasión las desavenencias y dis-
turbios que por lo común reinaban entre unos y otros mariscales.


Antes de partir tomó Soult sus precauciones. Puso Medidas que to-
en Córdoba al general Godinot en lugar de Dessolles m a -
que habia vuelto á Madrid. En Écija apostó una columna bajo el
mando del general Digeon destinada á mantener las comunicacio-
nes ; atrincheró del lado de Tríana la ciudad de Sevilla, cuyo go-
bierno entregó en manos del general Daricau, y envió en fin re-
fuerzos al condado de Niebla á las órdenes del coronel Remond.


Al entrar enero tenia Soult preparada su expedición p a r t e ¿ E n r o -
que debia constar en todo de unos 19,000 infantes y madura.
4000 caballos, M piezas, un tren de sitio, convoy de provisiones
y otros auxilios. Esta fuerza componíala el cuerpo de Mortier y




272 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
parte del de Victor, viniendo ademas de Toledo, y no compren-
diéndose en el número indicado unos 3000 hombres de infantería
y 500 ginetes del ejército francés del centro, con que se adelantó
á Trujillo el general Lahoussaie.
Estado aquí de Por parte de los españoles proseguía mandando en


ios españoles. Extremadura desde la ausencia de Romana Don Ga-
briel de Mendizabal, no habiendo ocurrido allí en todo aquel tiempo
hecho alguno notable. La división de Ballesteros que pertenecía
entonces al mismo ejército, continuaba obrando casi siempre hacia
el condado de Niebla, y dándose la mano con Copons era la que
mas bullía. Al tiempo de avanzar los franceses, Mendizabal, cuyas
partidas se extendían á Guadalcanal, replegóse por Mérida bus-
cando la derecha de Guadiana, y Ballesteros tiró á Frejenal. Latour-
Maubourg apretó al primero de cerca con la caballería, y Gazan
persiguió al último con objeto de proteger la marcha de la arti-
llería y convoyes. Volvió pie atrás de Trujillo la fuerza que man-
daba Lahoussaie para cubrir el Tajo de las irrupciones de Don
Julián Sánchez, y despejar también la comarca de otras partidas.
El mariscal Soult con la infantería caminó sobre Olivenza.


sitio toma do Portuguesa antes esta plaza, pertenecía á España
Olivenza por los desde el tratado de Badajoz de 1801. Tenia fortifica-
franceses. c j o n r e g U j a r c o n c a m i n 0 cubierto y nueve baluartes,
pero flaca de suyo y descuidada no podía detener largo tiempo los
ímpetus del francés. Era gobernador el mariscal de campo Don
Manuel Herk. La plaza fue embestida el 11 de enero, y el ^ a b r i e -
ron los enemigos trinchera del lado del oeste. Mendizabal cometió
el desacuerdo de enviar un refuerzo de 3000 hombres, los cuales
en vez de coadyuvar á la defensa de aquel recinto, claro era que
no servirían sino para embarazarla. El 20 rompieron los enemigos
el fuego con cañones de grueso calibre, y batieron el baluarte de
San Pedro por donde estaba la brecha antigua. Ofreció el 21 el
gobernador Herk sostener la plaza hasta el último apuro; y no
obstante capituló al dia siguiente sin nuevo y particular motivo.
Tuvieron algunos á gran mengua este hecho; pero debe conside-
rarse que apenas habia dentro municiones de guerra , apenas ar-
tillería gruesa, y solo sí ocho cañones de campaña [que manejados
diestramente por Don Ildefonso Diez de Ribera, hoy conde de
Almodóvar, contribuyeron á alucinar al enemigo sobre el verda-
dero estado de la plaza, y á imponerle respeto. Quizá sí faltó el
gobernador en prometer mas de lo que le era dado cumplir.


Al propio tiempo Ballesteros cavendo al condado de
Ballesteros en i 1 . . . . . , . , , , , - •


ei condado de Niebla, recibió de la regencia el mando de este distn-
S l w l" a- t o , y el aviso de que su división pertenecía en ade-
lante al 4° ejército que era el de la isla de León. Copons el 25 de
enero se embarcó para este punto con la tropa que capitaneaba,
excepto la caballería y el cuerpo de Barbastro que quedó al lado




LIBRO DECIMOCUARTO. 275


de Ballesteros : quien el mismo dia sostuvo en Villanueva de los
Castillejos contra los franceses una acción bastante gloriosa.


Bajo aquel nombre comprenden algunos dos pue- A c c i o n d e C a s .
blos; el citado de Villanueva y el de Almendro sitúa- t u l e J ° s -
dos á la caída de la sierra de Andévalo, por muchas partes de
áspera y escarpada subida. En dos cumbres las mas notables, co-
locó Ballesteros 5 á 4000 peones que tenia, y al costado derecho
en terreno algo mas llano 700 ginetes de que constaba la caballería.
Lo mas principal de esta división procedía de la que en 1809 había
sacado aquel general de Asturias, conservándose de los oficiales
casi todos excepto los que habia arrebatado la guerra ó los tra-
bajos. Asi sonaban en la hueste los nombres de Lena y Pravia, de
Cangas de Tineo, Castropol y el Infiesto: á que se añadía el pro-
vincial de León.


Ballesteros colocó su gente en dos líneas, y atacado por Gazan
y Remond sostuvo su puesto con firmeza hasta entrar la noche,
habiendo causado al enemigo una pérdida considerable. Retiróse
después por escalones con mucho orden, llegó á Sanlúcar de Gua-
diana y repasó tranquilamente este rio. Remond entonces quedó
solo en el condado: marchó Gazan sobre Frejenal y Jerez de los
Caballeros, tomó un destacamento suyo por capitulación en I o de ,
febrero el torreón antiguo de Encinasola de poca importancia; y
continuó después el mismo general á Badajoz, dejando en Frejenal
una columna volante.


Luego que Ballesteros notó que los enemigos po- A v a m a B > l l e s .
nian toda su atención del lado de aquella plaza, co- t B r o s S e -
menzó de nuevo sus correrías. El 16 de febrero em- T
bistió á Frejenal, y cogió 100 caballos, 80 prisioneros y bagage.
Rondó por los contornos; y engrosadas sus filas con prisioneros
fugitivos de Olivenza, resolvió al finalizar el mes acometer á Re-
mond en el condado. Temeroso el comandante francés se retiró mas
allá del rio Tinto, de donde el 2 de marzo le arrojaron los nuestros;
suceso que alteró en Sevilla los ánimos de los enemigos y de sus se-
cuaces. Daricau, gobernador de esta ciudad, corrió en auxilio de
Remond con cuanta gente pudo recoger; mas serenóse habiendo
Ballesteros hecho alto, y repasado después el Tinto. Incansable el
español tornó el 9 desde Veas en busca de Remond, sorprendióle
de noche en Palma, le deshizo, y tomóle bastantes prisioneros y
dos cañones. Guerra afanosa y destructora para los franceses. Ba-
llesteros preparábase el 11 á hacer decididamente una incursión
hasta Sevilla mismo, cuando malas nuevas que venian de Extrema-
dura , le obligaron á suspender el movimiento proyectado.


Habían los enemigos embestido va á Badajoz el 26 de „
, , . , " , . , . •« . . , , , Sillo de Badajoz-


enero. Aquella plaza está situada a la izquierda del
Guadiana que la baña por el norte, y cubre una cuarta parte del
recinto. Guarnécela del lado de la campiña un terraplén revestido


ii. 18




274 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
dé manipostería, con ocho baluartes, fosos secos, medias lunas,
camino cubierto y esplanada. Desagua allí al nordeste y corre por
fuera un riachuelo de nombre Ribillas, cerca de cuya confluencia
con el Guadiana álzase un peñón coronado de un antiguo castillo,
el cual resguarda junto con dos de los baluartes el lado que mira al
nacimiento del sol. En la derecha del Ribillas, á 200 toesas del re-
cinto principal, y en un sitio elevado, se muestra el fuerte de la
Picuriña, y al sudoeste el hornabeque de Pardaleras, con foso es-
trecho y gola mal cerrada. Estas dos obras exteriores se hallan
como la plaza ala izquierda del Guadiana; descollando á la derecha
enfrente del castillo viejo, poco ha indicado, un cerro que se dilata
al norte, y en cuya cima se divisa el fuerte de San Cristóbal casi
cuadrado. Lame la falda de este por levante el Gévora, que tam-
bién se junta allí con el caudaloso Guadiana. No esguazable el último
rio en aquellos parages, tiene un buen puente á la salida de la puerta
de las Palmas, abrigado de un reducto. La población yace en bajo,
y está rodeada de un terreno desigual que pudiéramos llamar un-
doso , con cerros á corta distancia.
Menacho gobér- Gobernábala el mariscal de campo Don Rafael Me-


nador. nacho, soldado de gran pecho. Manejaba la artillería
Don Joaquín Caamaño, y dirigía á los ingenieros Don Julián Albo.
Llegó á haber de guarnición 9000 hombres. Poblaban la ciudad
de 11 á 12,000 habitantes.


Empezaron los franceses el 28 de enero á abrir la trinchera y ata-
car por varios puntos; mas solo á la izquierda del Guadiana y con
horroroso bombardeo. En el cerro de San Miguel establecieron una
batería de cuatro piezas de á ocho y un obús : en el inmediato del
Almendro otra enfilando el fuerte de la Picuriña : lo mismo á la la-
dera del de las Mallas entre el Ribillas y el arroyo Calamón; plan-
tando aqui también á la izquierda de este una batería de obuses y
cañones, con otra en el cerra del Viento; y abriendo entre ambas
una trinchera y camino cubierto muy prolongado, cuyo ramal flan-
queaba el frente de Pardaleras. Llamaron los franceses al último
ataque el de la izquierda; del centro al que partia del Calamón; de
la derecha al que indicamos primero.


El 50 verificaron los españoles una salida, y dos dias después
respondió Menachoconbrio á la intimación que le hicieron los fran-
ceses de rendirse. Hincháronse el 2 de febrero las aguas del Ribi-
llas , causando daño en los trabajos de los contrarios, y el 3 matá-
rouies ios nuestros, en una nueva salida de Pardaleras, mas de
100 hombres, y arruinaron parte de las obras.


Don Gabriel de Mendizabal reuniendo con las suyas las divisiones
españolas que habían venido del ejército anglo-portugues, trató de
meterse en Badajoz, engrosar la guarnición y retardar asi las ope-
raciones del enemigo. Para ello, y facilitar á la infantería un ca-
mino seguro, mandó á Don Martin de la Carrera que arremetiese




LIBRO DECIMOCUARTO. 275


el 6 por la mañana contra la caballería francesa, que en gran fuerza
había pasado el 4 á la derecha del Guadiana, y la arrojase mas allá
del Gévora. Ejecutó Carrera su encargo gallardamente, y entonces
Mendizabal se introdujo con los peones en la plaza.


Hicieron el 7 los cercados una salida contra las baterías enemi-
gas del cerro de San Miguel y del Almendro. Mandaba la empresa
Don Carlos de España, y aunque puso este e! pie en la primera
de las indicadas baterías, solo inutilizó en ella una pieza, no ha-
biendo llegado á tiempo los soldados que traían los clavos y demás
instrumentos propios al intento. La del Almendro fue también asal-
tada, y pudiéronse clavar allí mas piezas. Sin embargo rehechos los
franceses repelieron á los nuestros; y como por el descuido ó re-
lardo arriba indicado no se habia destruido toda la artillería, causó
esta en nuestras filas al retirarse mucho estrago, y perdimos, entre
muertos y heridos, unos 700 hombres, de ellos varios oficiales.


Salió el 9 de Badajoz el general Mendizabal, y la plaza quedó
entonces custodiada con los 9,000 hombres, que según dijimos ha-
bían llegado á componer su guarnición; evacuando el recinto suce-
sivamente los enfermos y gente inútil. Mendizabal se acantonó en la
margen opuesta de Guadiana, apoyó su ala derecha en el fuerte de
San Cristóbal, y aseguró de este modo la comunicación con Yelves
y Campomayor.


Receloso en seguida Soult de que el sitio se dilatase, puso su
ahínco en llevarle pronto á cima. Por tanto, adelantada ya la se-
gunda paralela á sesenta toesas de Pardaleras, rodearon á las 7 de
la noche este fuerte unos 400 hombres, y abriéndose paso entre
las empalizadas, se metieron dentro por la parte que les mostró á
la fuerza un oficial prisionero. Pudo salvarse no obstante la mayor
parte de la guarnición. Prolongaron entonces los franceses hasta
el Guadiana la paralela de la izquierda, y construyeron un reducto
que barriendo el camino de Yelves, completaba el bloqueo por
aquel lado.


Con todo menester era para acelerar la toma de Badajoz, des-
truir ó alejar á Mendizabal de las cercanías del fuerte de San Cris-
tóbal. Lord Wellíngton habia aconsejado oportunamente al gene-
ral español mantenerse sobre la defensiva y fortalecer su posición
con acomodados atrincheramientos, hasta tanto que pudiese so-
correrle y obligar á los franceses á levantar el sitio. No dio Mendi-
zabal oidos á tan prudentes advertencias; y confiado en que iban
muy crecidos Guadiana y Gévora, no destruyó ni aseguró los vados
que en aguas bajas se encuentran en ambos rios corriente arriba ;
contentóse solo con demoler un puente que habia en el Gévora , y
trabajó lentamente en el reducto de la Atalaya, situado al norte á
800 toesas de San Cristóbal.


Desde el 12 habia el mariscal Soult enviado 1500 hombres para
cruzar el Guadiana por el Montijo, y empezó el 17 á arrojar bom-




276 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Acción ¿el Ge- ^ D s sobre el campo de Mendizabal, hacia el lado del


vora 6 Guadiana fuerte de San Cristóbal con intento de apartarle de
el i 9 de febrero.


semejante amparo.
Quedábanle á Mendizabal unos 8000 infantes y 1200 caballos; y


siendo muy superior la fuerza que podia atacarle, debiera por lo
mismo haber andado mas cauto.


El 18 menguaron las aguas, y descendió aquel dia por la dere-
cha del Guadiana la caballería enemiga que habia tomado la vuelta
del Montijo, cruzando los infantes por la tarde á legua y media de
la confluencia del Gévorá, y siempre corriente arriba. Mendizabal
no ignoraba el movimiento de los franceses, pero no por eso evitó
el encuentro.


Temprano en la mañana del 19, 6000 infantes enemigos y 3000
caballos estaban ya en batalla á la derecha del Guadiana, dispues-
tos también á pasar el Gévora. Una niebla espesa favorecia sus
operaciones; y exhortados por el mariscal Soult y reforzados, co-
menzaron á vadear el último rio. Ejecutó el paso por la derecha
con toda la caballería Latour-Maubourg con intención de envolver
la izquierda española; y por el lado opuesto cruzó la infantería al
mando del general Girard, que logró asi interponerse entre el
fuerte de San Cristóbal y el costado derecho de los españoles , co-
giendo en medio ambos generales á nuestro ejército casi del todo
desprevenido.


El mariscal Mortier, que gobernaba de cerca los movimientos
ordenados por Soult, cerró de firme con los españoles. Nació
luego en nuestras filas extrema confusión ; los caballos, en cuyo
número se contaban los portugueses de Madden no sostenidos bas-
tantemente por Mendizabal, dieron los primeros el deplorable
ejemplo de echar á huir, no obstante los esfuerzos valerosos de su
principal gefe Don Fernando Gómez de Butrón, que se puso á la
cabeza de los regimientos de Lusitania y Sagunto. Mendizabal
formó con los infantes dos grandes cuadros que resistieron algún
tiempo en la altura de la Atalaya; pero que rotos al fin y penetra-
dos por todas partes, disipáronse á la ventura. 800 hombres que-
daron heridos, ó muertos en el campo ; 3000 prisioneros, de
ellos muchos oficiales con el general Virues; otros dispersáronse ó
se acogieron á las plazas inmediatas. Cañones, muchos fusiles, ba-
gaje , municiones, todo fue presa del enemigo. Salvóse en Campo-
mayor con alguna gente Don Carlos de España; en Yelves Butrón
y 800 hombres con Don Pablo Morillo que dio en tan aciago dia
repetidas pruebas de valentía y ánimo sereno.


La pelea comenzada á las ocho de la mañana, terminóse una
hora después, no habiendo costado á los franceses mas de 400
hombres : pelea ignominiosamente perdida, y por la que se le-
vantó contra Mendizabal un clamor universal harto justo. Fue
causa de tamaño infortunio singular impericia que no disculpan ni




LIBRO DECIMOCUARTO. 277


los bríos personales ni la buena intención de aquel desventurado
general. Llamaron unos esta acción la del Gévora, otros la de San
Cristóbal: los españoles casi solo la conocieron bajo el nombre de
la del 19 de febrero.


Ganada la batalla bloqueó la plaza el mariscal Soult por la de-
recha del Guadiana, aseguró con puentes las comunicaciones de
ambas orillas, y continuó el sitio reposadamente.


Creyó también que los ánimos se amilanarian con la derrota de
Mendizabal, y envió un parlamento con nuevas propuestas. Mas
Don Rafael Menacho manteniéndose impávido, no le admitió ; y
habitantes y militares merecieron á porfía ser colocados al lado de
tan digno caudillo.


Hubo diversos hechos muy señalados. Digno es de Fontnrveí on
contarse entre ellos el de Don Miguel Fonturvel, te- na°»ioz-
niente de artillería de la brigada de Canarias. De avanzada edad,
pidió no obstante que se le confiase uno de los puestos de mas
riesgo; y perdiendo las dos piernas y un brazo, asi mutilado, ani-
maba antes.de espirar á sus soldados, y exclamó mientras pudo
con interrumpidos acentos: « ¡Viva la patria! contento muero
» por ella, >


Los enemigos proseguían en sus trabajos, y se enderezaban
principalmente contra los baluartes de San Juan y Santiago. El
26 extendiéndose por alli y batiendo la plaza con vivo cañoneo, se
prendió fuego á un repuesto detras de uno de los baluartes; pero
la presencia inmediata de Menacho impidió el desorden y evitó
desgracias. Valeroso y activo este gefe disponíase á defender la
ciudad hasta por dentro, y cortó calles, atroneró casas y tomó
otras medidas no menos vigorosas.


Todo anunciaba que llevaría al cabo su propósito , cuando el 4 de
marzo observando desde el muro u n a salida, en que se causó bas-
tante daño al enemigo, cayó muerto de una bala de Moert« gloriosa
cañón. Glorioso remate de- su anterior é ilustre car- í e M e n a c n o -
re ra , y pérdida irreparable en tan apretadas circunstancias. Las
cortes hicieron mención honrosa del nombre de Menacho, y pre-
miaron á su familia debidamente.


Sucedióle el mariscal de campo Don José de Imaz,
. . . . . r , „ Saeédele Imaz.


que correspondió de mala manera a tamaña confianza;
pues capituló el 10 , no aportillada bastantemente la brecha en la
cortina de Santiago, ni maltratados todavía los flancos; y á tiempo
en que por telégrafo se le avisó de Yelves que Massena se retiraba,
y que la plaza de Badajoz no tardaría en ser socorrida.


Quiso Imaz cubrir su mengua con el dictamen del comandante
de ingenieros Don Julián Albo y el de otros srefes que


, • ,. i ~ - i i . . Ríndese Badajoz.
estuvieron por rendirse. No as i Caamano el de arti-
llería que dijo: « Pruébese un asalto, ó abrámonos paso por medio
« de las filas enemigas. » Igualmente fue elevado y noble el parecer




278 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


del general Don Juan José García, que si bien anciano, expresó
con brio : « Defendamos á Badajoz hasta perder la vida. » Mas
Imaz con inexplicable contradicción, votando en el consejo, que al
efecto se celebró, con los dos últimos gefes, entregó la plaza en el
mismo dia sin que hubiese para ello nuevo motivo. Como goberna-
dor solo á él tocaba decidir en la materia, y él era el único y ver-
dadero responsable. Equivocóse si creyó que resolviendo de un
modo y votando de otro, conservaría al mismo tiempo intactos su
buen nombre y su persona. Formósele causa, que duró, según te-
nemos entendido, hasta la vuelta del rey Fernando á España,
caminando y terminándose al son de tantas otras de la misma
clase.


Ocuparon los franceses á Badajoz el 11 de marzo. Salieron por
la brecha y rindieron las armas 7155 hombres : había en los hos-
pitales 1100 enfermos, y en la plaza 170 piezas de artillería con
municiones bastantes de boca y guerra.


ocupan ios En seguida el general Latour-Maubourg marchó so-
franceses otros b r e Alburquerque y Valencia de Alcántara, de que se


sitio y capitn-
a P°deró en breve, no hallándose aquellas antiguas y


íacion de cam- malas plazas en verdadero estado de defensa. El ma-
pomayor. riscal Morder sitió el 12 de marzo á Campomayor.
Guarnecían el recinto, de suyo débil, unos pocos soldados de mi-
licias y ordenanzas, y era gobernador el valeroso portugués José
Joaquin Talaya. Los enemigos situaron sus baterías á medio tiro de
fusil, amparados de las ruinas del fuerte de San Juan, demolido
en la guerra de 1800. Intimaron inútilmente la rendición el 15, y
arrojando sin cesar dentro infinidad de bombas, y batiendo el
muro con vivísimo y continuado fuego, abrieron el 21 brecha muy
practicable. Pronto al asalto no quiso todavía entregarse el bizarro
gobernador, no obstante sus cortos medios y escasa tropa : y solo
ofreció que se rendiría si pasadas veinticuatro horas no le hubiese
llegado socorro. Frustada esta esperanza, salió por la brecha,
cumplido el plazo, con unos 600 hombres entre milicianos y or-
denanzas que era toda su gente.
acontecimientos Nuevos cuidados llamaron á Sevilla al mariscal


en Andalucía. Soult. Luego que este se ausentó de aquella ciudad,
tratóse en Cádiz de distraer las fuerzas de la línea sitiadora y aun
de obligar al enemigo, si ser podia, á alzar el campo. Pensóse lle-
var á efecto tal propósito al fenecer enero, y obraban de acuerdo
españoles é ingleses. En consecuencia partió de Cádiz alguna tropa
que desembarcó en Algeciras; y que con otra gente de la serranía
de Ronda formó la primera division del 4° ejército á las órdenes de
Don Antonio Begines de los Ríos. Debiendo este gefe dar la señal
de los movimientos proyectados, marchó sobre Medinasidonia, y
el 29 del mismo enero rechazó á Jos franceses cogiéndoles 150 hom-
bres. El mayor inglés Brown que continuaba gobernando á Tarifa,




LIBRO DECIMOCUARTO. 279


apoyó la maniobra avanzando á Casas Viejas. Paró allí esta tenta-
tiva , habiéndose retardado la ejecución del plan principal.


Un mes trascurrió antes de que se realizase; mas E S pedidon y
entonces combinóse de modo que todos se lisonjeaban d e I a
con Ja esperanza de que tuviese buena salida. Debia
componerse la expedición de las indicadas tropas de Begines y
Brown, y de las que acompañasen de la isla y Cádiz á los gene-
rales Graham y Don Manuel de la Peña. Había el último de mandar
en gefe, como quien llevaba mayor fuerza; y escogióle la regencia
no tanto por su mérito militar, cuanto por ser de índole concilia-
dora y dócil bastante para escuchar los consejos que le diese el
general inglés, mas experto y superior en luces.


Las tropas británicas fueron las primeras que dieron la vela;
luego las españolas el 20 de febrero. Conducía nuestra expedición
de mar el capitán de navio Don Francisco Maurelle; escoltábanla
la corbeta de guerra Diana y algunas fuerzas sutiles, y la compo-
nían mas de 200 buques. Navegó la expedición con el mayor orden,
y pusieron las tropas pie en tierra en Tarifa al anochecer del 27.
Incorporáronse alli á los nuestros el cuerpo principal de los ingle-
ses , y efectos y tropa de algunos buques que impelidos del viento
y corrientes del Estrecho, habían aportado á Algeciras,


Reunido en Tarifa todo el ejército combinado, excepto la divi-
sión de Begines que se unió el 2 de marzo en Casas Viejas, distri-
buyóle el general la Peña en tres trozos, vanguardia, centro ó
cuerpo de batalla, y reserva. La primera la guiaba Don José de
Lardizabal, el centro el príncipe de Anglona, y la última el ge-
neral Graham. En todo con los de Begines 11,200 infantes, entre
ellos 4500 ingleses. Había ademas 800 hombres de caballería, 600
nuestros, los otros de los aliados : mandaba los ginetes el mariscal
de campo Don Santiago Whittingham. Se contaban 24 piezas de
artillería.


Púsose el 28 en marcha el ejército con dirección a! puerto de
Facinas, por cuyo sitio atraviesa, partiendo del mar á las sierras
de Ronda, la cordillera que termina al ocaso el campo de Gibraltar.
Desde ella se desciende á las espaciosas llanuras que se dilatan
hasta cerca de Chiclana, Santi Petri y faldas del cerro de Medi-
nasidonia; adonde descolgándose de las sierras arroyos y torrentes,
atajan-y cortan la tierra, y causan pantanos y barranqueras. Con
la muchedumbre y unión de las vertientes fórmanse, sobre todo en
aquella estación, rios de bastante caudal, como el Barbate que
recoge las aguas de la laguna de Janda. Estos tropiezos y el fatal
estado de los caminos, malos de suyo, retardaron la marcha par-
ticularmente de la artillería.


De Facinas podía el ejército dirigirse sobre Medinasidonia por
Casas Viejas, ó sobre Santi Petri y Chiclana por la costa siguiendo
Ja vuelta de Veger. Evacuaron precipitadamente los franceses este




280 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


pueblo el 2 de marzo, amenazados por algunas tropas nuestras,
al paso que el grueso del ejército marchaba á Casas Viejas, camino
que al principio se resolvió tomar. De aqui fueron también arroja-
dos los enemigos, y se les cogieron unos cuantos prisioneros, dos
piezas y repuestos de vituallas.


En las alturas frente á Casas Viejas y á la izquierda del Barbate
permaneció el ejército combinado hasta la mañana del 3 : en cuyo
tiempo desistiendo el general en gefe de proseguir por el mismo
camino de antes, emprendió la marcha por Veger, orillas de la
mar ; y solo destacó hacia Medina para alucinar á los franceses que
la ocupaban, el batallón ligero de Alburquerque y el escuadrón de
voluntarios de Madrid.


Desaprobaron muchos que se hubiese mudado de rumbo en la
persuasión de que era preferible la primera ruta, que daba á es-
paldas del enemigo y se apoyaba en la serranía de Ronda, baluarte
natural y con los arrimos de Gibraltar y Tarifa. No pareció dis-
culpa la circunstancia de ser Medina posición fuerte y estar artilla-
da con 7 piezas, pues ademas de que no hubiera resistido á la aco-
metidadelejército combinado, tampoco se necesitaba tomar empeño
en su conquista, sino solamente observar lo que allí se hacia. Yen-
do por aquella parte se podia también contar con la belicosa y bien
dispuesta población de la sierra; y en caso de malaventura no cor-
ría nuestra tropa riesgo de ser acorralada contra insuperables obs-
táculos, como era el de la mar del lado de Veger y Santi Petri. Mas
la Peña, hombre pusilánime y sobrado meticuloso, quiso ante todo
abrir comunicación con la isla, creyéndose mas seguro en la vecin-
dad de tan inexpugnable abrigo; y desconociendo que, si aconte-
cía algún descalabro, la confusión y el tropel no permitirían ni
oportuna ni dichosa retirada.


Había quedado mandando en la isla Don José de Zayas con orden
de ejecutar movimientos aparentes en toda la línea, ayudado de las
fuerzas de mar. Tenia igualmente encargo de echar un puente de
barcas al embocadero de Santi Petr i , en cuya orilla izquierda en-
señoreada por los franceses forma el r io, la mar y el caño de Al-
cornocal una lengua de tierra que habían con flechas cortado aque-
llos , dueños también de la torre y colinas de Bermeja, colocadas á
la espalda. Nuestra posición en la orilla derecha dominaba la de los
contrarios; y dos fuertes baterías y el castillo de Santi Petri bar-
rían el terreno hasta las indicadas flechas.


Establecióse conforme á lo prevenido y en el parage insinuado
un puente flotante bajo la dirección del capitán de navio Don Ti-
moteo Roch; y desde el 2 de marzo comenzaron ya las fuerzas de
mar de los diversos apostaderos del rio de Santi Petri á hostilizar
la costa : mas en la noche después de echado el puente, por des-
cuido ó por otra razón que ignoramos, asaltando tiradores france-
ses á 250 españoles que le custodiaban, fueron sorprendidos estos




LIBRO DECIMOCUARTO. 281


v hechos prisioneros. Se tuvo á dicha que no penetrasen los enemi-
gos mas adelante; pues con la oscuridad y el desorden, ya que no
se hubiesen apoderado de la isla, por lo menos hubieran causado
mayores daños.


De resultas mandó Zayas cortar algunas barcas del puente, no
sabiendo tampoco de fijo el paradero del ejército expedicionario.
Como el primer pensamiento acerca de la marcha de este fue el de
ejecutarla por Medina, habíase al partir convenido que las tropas
aliadas advertirían su llegada á aquel punto por medio de señales,
que no se verificaron cambiado el plan. Un oficial que envió la Peña
para avisar dicha mudanza, detuviéronle los ingleses dos dias en
el mar , pareciéndoles emisario sospechoso. Esto y el haber cor-
tado algunas barcas del puente, impidió que de la isla se auxiliasen
con la prontitud deseada las operaciones de afuera.


A la caida de la tarde del 4 de marzo tomó el ejército expedicio-
nario el camino de Conil, continuando después la vuelta de Santi
Petri. Acompañaban á las tropas muchos patriotas y escopeteros de
los pueblos inmediatos y de la sierra. Llegó el ejército al cerro de
la cabeza del Puerco, ó sea de la Barrosa, al amanecer del 5 ; y
de alli, hecho un corto descanso, prosiguió la vanguardia engro-
sada con un escuadrón y fuerzas del centro, via del bosque y al-
tura de la Bermeja. Quedó en el cerro del Puerco el resto de las
tropas que componían el centro, y á su retaguardia la reserva ;
adelantándose por el flanco derecho el grueso de los ginetes. La
marcha de las tropas en la anterior noche había sido larga y sobre
todo penosa, no calculados competentemente de antemano los obs-
táculos con que iba á tropezarse.


Desasosegaban á los franceses los movimientos de los aliados;
inciertos del punto por donde estos atacarían y faltos de gente. La
que tenia el mariscal Viclor delante de la isla y Cádiz no pasaba
de 15,000 hombres, y ascendían á 5000 mas los que se alojaban
en Medina, Sanlúcar y otros sitios cercanos. Aseguradas las lineas
con alguna tropa, interpolada de españoles juramentados (que
unos de grado y muchos por fuerza, no dejaban en estas Andalu-
cías de prestar auxilio á los enemigos) colocóse el mencionado
mariscal en las avenidas de Coníl y Medina asistido de unos 10,000
hombres, en disposición de acudir ala defensa de cualquiera de
dichos dos caminos que trajesen los aliados.


Cerciorado que fue de ello, y después de escara- Batana dei a de
muzar las tropas ligeras de ambos ejércitos, seré- raarzo-
concentró Víctor en los pinares de Chiclana, puso á su izquierda
la división del general Ruffin, en el centro la de Leval, y á Villatte
con la suya en la derecha; guarneciendo el último la tala y flechas
que amparaban el siniestro costado de su propia línea enfrente de
la isla.


A este punto se dirigía la vanguardia española para atacar por




282 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


la espalda los atrincheramientos y baterías enemigas que impedia»
la comunicación entre el ejército de dentro de la isla y el expedi-
cionario. Con la mira de estorbar semejante maniobra, habíase co-
locado el general Villatte delante del caño del Alcornocal y molino
fortificado de Almansa, favorecido de un pinar espeso que ocul-
tando parte de su t ropa, dejaba solo al descubierto unos cuantos
batallones apoyados en Torre Bermeja.


La vanguardia bajo el mando de Lardizabal atacó bravamente
las fuerzas de Villatte: la pelea fue reñida, en un principio dudosa;
pero decidióla en nuestro favor conteniendo al enemigo y cargán-
dole luego con ímpetu el regimiento de Murcia al mando de su co-
ronel Don Juan María Muñoz, y tres batallones de guardias espa-
ñolas que con el regimiento de África llegaron en seguida, y dieron
al reencuentro feliz remate. Villatte, repelido asi, pasó al otro
lado del caño y molino de Almansa, quedando de consiguiente
franca la comunicación con la isla de León; aunque se retardó el
paso por el tiempo que pidió la reparación del puente de Santi
Petri , poco antes cortado.


En el mismo instante la Peña que deseaba aprovechar la ventaja
adquirida, y continuar tras el enemigo por el espeso y dilatado
bosque que va á Chiclana, llamó hacia allí lo mas de su t ropa, y
dispuso que el general Graham abandonando el cerro del Puerco,
se acercase al campo de la Bermeja distante tres cuartos de legua,
y que cooparase á las maniobras de la vanguardia, dejando solo
en dicho cerro para protejer aquel puesto la división de Don Anto-
nio Begines, un batallón inglés á las órdenes del mayor Brown, y
los de Ciudad Real y guardias walonas, unidos antes á la reserva.


Victor, que vigilaba los movimientos de los aliados, luego que
notó el de Graham, y que caminaba este por el pinar con direc-
ción al campo de la Bermeja, apareció en el llano; y dirigiendo la
división de Leval contra los ingleses que iban marchando, se ade-
lantó él en persona con las fuerzas de Ruffin al cerro del Puerco
por la ladera de la espalda, posesionándose de su cima, verda-
dera llave de toda la posición, y cortando asi Jas comunicaciones
entre la gente que habia quedado apostada en Casas Viejas y las tropas
que acababan los españoles de dejar en el citado cerro del Puerco, las
cuales precisadas á retirarse se movieron hacia el grueso del ejército.


Mostrábase ahora á las claras que la intención del enemigo era
arrinconar á los aliados contra el mar y envolverlos por todos
Jados. El general Graham que Jo habia sospechado, confirmóse
en ello al verse acometido y al noticiarle el mayor Brown el movi-
miento y ataque que los franceses habian hecho sobre el cerro del
Puerco. Para remediar el mal contramarchó rápidamente el gene-
ral británico : hizo que 10 cañones á las órdenes del mayor Duncan
rompiesen fuego abrasador contra el general Leval á quien en con-
secuencia déla evolución practicada tenían los ingleses por su flanco




LIBRO DECIMOCUARTO. 283
izquierdo, y mandó al coronel Andrés Barnard empeñar la lid con
los tiradores y compañias portuguesas. Formó ademas de los res-
tantes cuerpos dos trozos: de estos uno bajo el general Dilkies
acometió á Ruffin, otro bajo el coronel Wheately á Leval. La ar-
tillería mandada por Duncan contuvo la división del último y causó
en ella gran destrozo.


El mayor Brown se habia aproximado por orden de Graham al
cerro de que era ya dueño Ruffin, y antes que Dilkies llegara ha-
bia tenido que aguantar vivísimo fuego. Juntos ambos gefes arre-
metieron vigorosamente cuesta arriba, para recobrar la posición
defendida por los franceses con su acostumbrado valor. El combate
fue porfiado y sangriento. Cayó herido mortalmente Ruffin, sin
vida el general Rousseau, y los ingleses al fin encaramándose á la
cumbre, se enseñorearon del campo de los enemigos. Huyeron es-
tos precipitadamente, y Graham contento con el triunfo alcanzado
no los persiguió, fatigada su gente con las marchas de aquellos
dias. Al rematar la acción llegaron de refresco los de Ciudad Real
y guardias walonas, que antes estaban con él unidos perteneciendo
á la reserva, los cuales sin orden de la Peña acudieron adonde se
lidiaba movidos de hidalgo pundonor.


Las divisiones de Ruffin y Leval se retiraron concéntricamente :
en \ano quiso el mariscal Víctor restablecer la refriega : el fuego
sostenido y fulminante de los cañones de Duncan desbarató tal
intento.


El combate solo duró hora y media; pero tan mortífero que los
ingleses perdieron mas de 1000 soldados y 50 oficiales : los france-
ses 2000 y 400 prisioneros, en cuyo número se contó al general
Ruffin tan mal herido que murió á bordo del buque que le tras-
portaba á Inglaterra.


Los enemigos durante la pelea quisieron también extenderse por
la playa al pie del cerro de la cabeza del Puerco; mas se lo estorba-
ron las tropas deBegines y la caballería de Wbittingam. Este no
persiguió en la retirada cual pudiera á los franceses, que no tenían
arriba de 250 ginetes. Solo los húsares británicos que eran 180 se
destacaron del cuerpo principal, y guiados por el coronel Federico
Ponsomby embistieron con los enemigos. Whittingham dio por dis-
culpa para no seguir tan buen ejemplo, el haber tomado por fran-
ceses á los españoles que habian quedado de observación en Casas
Viejas, y que se acercaron al campo en el momento de concluirse
la batalla.


No cesó en tanto el tiroteo entre la vanguardia del mando de
Lardizabal y la división dé Villatte, quien también quedó herido.
Los españoles perdieron unos 590 hombres, no menos los contra-
rios.


La Peña no dio paso alguno para auxiliar al general Graham, ni
se meneó de donde estaba, como si temiera alejarse de Santi Pet r i ;




284 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


cuyo puente al cabo se reparó, pudiendo el general Zayas pasarle
y colocarse cerca de las flechas y molino de Almansa. Excusó la
Peña su inacción con haber ignorado la contramarcha de Graham ,
y con el poco tiempo que dio la corta duración de la pelea. Pero
pareció á muchos que bastaba para aviso el ruido del cañón, y que
ya que no hubiese el general español podido concurrir al primer
momento del triunfo, por lo menos encaminándose al punto de la
acción hubiera su asistencia servido á molestar y deshacer del todo
al enemigo en la retirada.


Graham, ofendido de tal proceder, v disminuida su
i ) 6 S El V6I1GIIC 13,3 I * «i


entre jos gene- gente y fatigada, metióse él 6 en la isla, rehusó coo-
r a l e s " perar activamente fuera de las líneas, y solo prometió
favorecer desde ellas cualquiera tentativa de los españoles.


En aquellos dias las fuerzas sutiles de estos al mando de Don
Cayetano Valdés, sostenidas por las de los ingleses, se habian des-
plegado en la parte interior de la bahía, amenazando el Trocadero
y los otros puntos del mismo modo que el rio de Santi Petri y
caños de la isla. En la mañana del 6 se verificó un pequeño des-
embarco en la playa del puerto de Santa María, y en la noche
anterior Don Ignacio Fonnegra habíase posesionado de Rota, y
destruido las baterías y artillería enemiga.


Derrotado el mariscal Victor en el cerro de la cabeza del Puerco
ó sea torre de la Barrosa, tomó medidas de retirada, y envió á
Jerez heridos y bagages : llamó de Medinasidonia la división man-
dada por Cassagne, la cual no había asistido á la batalla, y se re-
concentró con lo principal de sus tropas en la vecindad de Puerto
Real.


Por su parte la Peña no se atrevió á emprender solo cosa alguna,
y entró en Santi Petri el 7 con todo su ejército, excepto los patrio-
tas de la sierra y la división de Begines que quedaron fuera, y ocu-
paron el 8 á Medinasidonia rechazando á 600 franceses que inten-
taron atacarlos.


Todas estas operaciones y sobre lodo la batalla del 5 excita-
ron quejas y recriminaciones sin fin. Miróse como fuente y causa
principal de ellas la irresolución y desconfianza que de sí pro-
pio tenia la Peña. Craham, aunque con razón ofendido de va-
rias acusaciones que se le hicieron, llevó muy allá el resentimiento
y enojo.


Debates qne de En las cortes se promovieron acerca del asunto
resoltas hay en largos debates. Muchos querian que en todos los casos


s e r es. ^ e a c c ¡ o n e s 0 s u c e s o s desgraciados, se formase causa
al general en gefe : opinión sobrado lata, pues las armas tienen
sus dias y los mayores capitanes han perdido batallas y equivocá-
doseá veces en sus maniobras. Por lo mismo limitáronse las cor-
tes á decidir que la regencia investigase con lodo el rigor de las
leyes militares lo oceurrido en tan notable suceso, quedándole




LIBRO DECIMOCUARTO. 28o
expeditas sus facultades para obrar conforme creyera conveniente
al bien y utilidad del estado.


Nombró al electo la regencia una junta de generales, la cual in-
formó meses después no resultar hecho alguno por el que se pu-
diese proceder contra Don Manuel de la Peña. En virtud de esta
declaración cierto era que no debia la regencia poner en juicio á
aquel general, pero tampoco habia motivo para premiarle, como
lo hizo mas adelante condecorándole con la gran cruz de CarlosIII,
y con la manifestación de que asi él como los demás generales y
tropa se habian portado dignamente.


Las cortes anduvieron por entonces mas cuerdas Resoluciones en
dando gracias á los aliados, y declarando que estaban l a m a l e r i a -
satisfechas déla conducta militar de la oficialidad y tropa del 4 o ejér-
cito. De este modo no mentaron en su declaración al general en ge-
fe, é hicieron justicia á las tropas y á los oficiales que se condujeron
en los lances en que se empeñaron con valor y buena disciplina. Pos-
teriormente instadas las cortes por empeños, y apoyándose en los
dictámenes que dieron varios generales, manifestaron también que-
dar satisfechas de la conducta de D. Manuel de la Peña en la expedi-
ción de la Barrosa. Resolución que con razón desaprobaron muchos.


En sesión secreta agraciaron las mismas al general Graham con
la grandeza de España, bajo el título de duque del cerro de la ca-
beza del Puerto. Al principio pareció aceptar dicho general la mer-
ced que se le otorgaba, pues confidencialmente su ayudante y par-
ticular amigo lord Stanhope asi lo indicó, mostrando solo el deseo
de que se variase la denominación, teniendo en inglés la palabra
Pig peor sonido que la correspondiente en español. Convínose en
ello; mas luego no admitió Graham, ya fuese resentimiento del
proceder de la regencia, ó ya mas bien, según creyeron otros, te-
mor íle lastimar á lord Wellington todavía no elevado á tan en-
cumbrada dignidad.


Después de lo acaecido, imposible era continuasen mandando en
la isla el general Graham y Don Manuel de la Peña. Explicaciones,
réplicas, escritos se multiplicaron por ambas partes, y llegaroná
punto de provocar un duelo entre Don Luis de Lacy gefe del estado
mayor del ejército expedicionario y el general inglés : felizmente
se arregló la pendencia sin lidiar. Sucedió en breve al último en su
cargo el general Cook, y á la Peña, contra quien se desenfrenó
la opinión, el marqués de Coupigny que vimos en Bailen y Ca-
taluña.


El mariscal Victor, pasado el primer susto, y viendo que nadie
le seguía ni molestaba, volvió el 8 tranquilamente á Chiclana, y
ocupó de nuevo y reforzó todos los puntos de su linea.


A pOCO empezaron los Sitiadores á arrojar proyec- Bombardeo de
tiles que alcanzaron á Cádiz. Ya habian hecho ensayos C i d b -
en los dias 15, 19 y 20 de diciembre anterior desde la batería de




286 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


la Cabezuela junto al Trocadero, y conseguido que cayesen algunas
bombas en la plaza de San Juan de Dios y sus alrededores, esto e s ,
en la parte mas próxima á los fuegos enemigos. No reventaban
sino las menos, y de consiguiente fue casi nulo su efecto, pues
para que llegasen á tan larga distancia (3000 toesas), era menester
macizarlas con plomo, y dejar solo un huequecillo en que cupiesen
unas pocas onzas de pólvora. Estos proyectiles lanzábanlos unos
morteros que llamaban á la VUlantroys, del nombre de un antiguo
ingeniero francés que los descubrió, mas el modelo de las bombas
le hallaron los franceses en el arsenal de Sevilla, invento antiguo
de un español, que ahora parece perfeccionó un oficial de artillería
también español en servicio de los enemigos, cuyo nombre no es*
tampamos aqui en la duda de si fue ó no cierta acusación tan fea.
Los franceses tuvieron al principio un corto número de morteros de
esta clase, descomponiéndoseles á cada paso por la mucha carga
que se les echaba. Aumentáronlos en lo sucesivo y aun los mejo-
raron según en su lugar veremos.


Murmurándose mucho en Cádiz acerca de la expedición de I a
Peña, el consejo de regencia para apaciguar los clamores y distraer
al enemigo del sitio de Badajoz, cuya caida aun se ignoraba, ideó
otra expedición al condado de Niebla de 5000 infantes y 250 caba-
llos á las órdenes de Don José deZayas, que debia obrar de acuer-
do con Don Francisco Ballesteros.


Breve espedí- Dio la vela de Cádiz aquel general el 48 de marzo,
tmiiL Z a í " s a ' y desembarcado el 49 en las inmediaciones de Huelva,


echó á los franceses de Moguer y trató de ir tierra
adentro. Mas antes de verificarlo, reforzados los enemigos con tro-
pa suya de Extremadura, y no unidos todavía Zayas y Ballesteros,
tuvo el primero que reembarcarse el 23, previniéndole sus instruc-
ciones que no emprendiese nada sin tener certidumbre de buen
éxito, y se colocó en la isla de la Cascajera al embocadero del
Tinto. Los caballos hubo que abandonarlos apretando de cerca el
enemigo, y solo las sillas y arreos junto con los ginetes fueron
trasportados á la mencionada isla, y es digno de notar que varios
de aquellos animales entregados á su generoso instinto cruzaron á
nado el brazo de mar que los separaba de sus dueños.


Acampado Zayas en la Cascajera quiso ponerse de acuerdo con
Ballesteros, quien celoso é indisciplinado daba buenas palabras,
mas casi nunca las cumplía, y en el caso actual trató ademas de so-
bornar á los soldados de la expedición para engrosar sus propias
filas. Zayas no obstante permaneció allí algunos dias, y aun divir-
tió al enemigo en favor de Ballesteros, señaladamente el 29 de
marzo que enviando gente sobre la torre de la Arenilla, sorpren-
dió á los franceses de Moguer, les hizo perder 400 hombres, y aun
recobró algunos de los caballos que habían quedado en tierra reco-
gidos por los paisanos.




LIBRO DECIMOCUARTO. 287
Al fin Zayas sin alcanzar otro fruto que este y el de haber


de nuevo inquietado á los enemigos, tornó á Cádiz el 3 1 , ha-
biendo los barcos de la expedición corrido riesgo de perecer en
un temporal que sobrevino en aquella costa durante la noche del 27
al 28.


En Cádiz se mostró tan furioso que no quedaba me- Temporal en c a -
moria de otro igual, soplando un levante mas bravo d i í-
que el del año de 1810 de que en su lugar hablamos. Por fortuna no
se perdieron ahora buques de guerra, pero sí infinidad de mercan-
tes, desamarrándose y chocando unos contra otros ó encallando en
la costa. Mas de 300 personas se ahogaron, y como ocurrió de noche,
la oscuridad y violencia del viento dificultó los auxilios. Los mari-
nos , en particular los ingleses, dieron pruebas relevantes de intre-
pidez , pericia y humanidad, por la diligencia que pusieron en so-
correr á los náufragos. Entonces se volvió á abrir la llaga aun
reciente de la expedición de la isla, y á clamar contra Peña ,
pues no cabia duda de que si se hubiera levantado el sitio de Cádiz,
fondeados los barcos en parajes de mayor abrigo, no se hubieran
experimentado tantas desdichas.


Emprendía el mariscal Massena su completa reti- p r i n cipia Mas-
rada, mientras que ocurrieron en el mediodía de Es- 8 6 1 1 3 a retirarse
paña los sucesos relatados. Firme en las estancias de 6 M a i m '
Samaren en tanto que su ejército pudo subsistir en ellas y procu-
rarse bastimentos, resolvió desampararlas luego que vio apurados
sus recursos y que menguaba cada vez mas el número de su gente,
al paso que crecia el de los ingleses y sus medios. Empezó el ma-
riscal francés su movimiento retrógrado en la noche del 3 al 6 de
marzo, y empezóle como gran capitán. Rodeábanle dificultades
sin cuento, y para vencerlas necesitaba valerse de la movilidad de
sus tropas en que tanta ventaja llevaban á las de los ingleses. El
camino que hizo resolución de tomar fue hacia el Mondego, de ar-
duo comienzo, pues exigía maniobras por el costado. Envió de-
lante, y con anlipacion al dia 5 , lo pesado y embarazoso, y ordenó
al mariscal Ney que evolucionase sobre Leiria como si quisiese di-
rigir sus pasos á Torres-Vedras. Entonces y en la citada noche
del 5 al 6 , alzando Massena el campo reconcentró el 9 en Pombal,
por medio de marchas rápidas, todo su ejército, excepto el segun-
do cuerpo al mando de Reynier, y la división de Loison que quemó
las barcas de Punhete, tomando ambos generales la ruta de Es-
pinhal, y cubriendo asi el flanco de la linea principal de retirada.


Echó lord Wellington tras el enemigo, aunque con C o m b a l e s M
cautela , receloso siempre de descubrir las líneas. Y ia retirada con
por eso y haberle también Massena ganado por la ma- l o s m g I e s e s -
no desapareciendo disimuladamente, no pudo aquel reunir hasta
el 11 tropas bastantes para operar activamente. Ño le aguardó el
mariscal francés, pues por la noche continuó su marcha, amparada




288 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


del 6 o cuerpo y de la caballería del general Montbrun que se situa-
ron á la entrada de un desfiladero que corre entre Pombal y Re*
dinha. Desalojáronlos de allí los ingleses, y Massena paróse el-13
en Condeixa. Era su intento caminar por Coimbra, y detenerse
en las fuertes posiciones de la derecha del Mondego. Pero los por-
tugueses dirigidos por el coronel Trant habian roto los puentes, y
preparado aquella ciudad para una viva defensa, recogiéndose
también dentro los habitantes de la orilla izquierda que la dejaron
convertida en desierto. Adelantóse sobre Coimbra el general Mont-
brun , y el 12 hizo ya algunas tentativas de ataque y arrojó gra-
nadas. En vano intimó la rendición, y desengañado de poder entrar
la ciudad de rebate, advirtió de ello al general engefe, creído ade-
mas en que habian llegado refuerzos por mar desde Lisboa al
Mondego.


No pudiendo Massena detenerse á forzar el paso del r io , aco-
sado de cerca hallábase muy comprometido, no quedándole otra
ruta sino la dificilísima de Ponte da Murcella por Miranda do Corvo.
Vislumbró Wellington que á su contrario le estaba cerrado el ca-
mino de Coimbra, porque sus bagajes tiraban hacia Ponte da Mur-
cella. En esta atención hizo el general inglés marchar por su dere-
cha, atravesando las montañas, una division bajo las órdenes de
Picton, movimiento de sesgo que forzó á los franceses á desampa-
rar á Condeixa, y echarse una legua atrás situándose en Casalnovo.
Wellington entonces abrió inmediatamente su comunicación con
la ciudad de Coimbra, y trató de arrojar á los franceses de su
nueva posición.


Siendo esta muy respetable por el frente, maniobró el inglés
hacia los costados. Envió por el derecho al general Cole, que des-
pués debia dirigirse al Alentejo, y encargóle asegurar el paso del
rio Deuza y la ruta de Espinhal en cuyas cercanías estaba ya desde
el 10 el general Nightingale en observación de Reynier y Loison,
los cuales, según dijimos, habian por allí seguido la retirada. We-
llington ademas envió del mismo lado, pero ciñendo al enemigo,
al general Picton, y destacó por el costado izquierdo al general
Erskine y la brigada portuguesa de Pack, al tiempo mismo que
ordenó á las tropas ligeras que escaramuzasen por el frente, apoya-
das en la division de Campbell. Quedó de reserva el resto del ejér-
cito anglo-portugués.


Parte del de los franceses se habia replegado ya, posesionándose
del formidable paso de Miranda do Corvo y márgenes del rio
Deuza. Aqui se juntó también á los suyos el general Montbrun,
que avanzado á Coimbra se vio muy expuesto á que le envolviesen
los ingleses cuando Massena desamparó á Condeixa. Los cuerpos
6° y 8 que se mantenían en Casalnovo, abandonaron la posición
en virtud de las maniobras del inglés por el flanco, y se incorpora-
ron al mariscal en gefe alojado en Miranda.




LIBRO DECIMOCUARTO. 289


En el entretanto unióse en la tarde del 14 á Nightingale e) ge-
neral Colé, y dueños los ingleses de Espinhal, pasado el Deuza
podían forzar abrazándola la nueva posición que ocupaban los fran-
ceses en Miranda do Corvo, motivo por el que los últimos la eva-
cuaron en aquella misma noche, y tomaron otra no menos respe-
table sobre el rio Ceiras, dejando un cuerpo de vanguardia enfrente
de la Foz d'Arouce. El 15 se trabó en este punto un porfiado
combate que duró hasta después de anochecido: con la Oscuridad
y el tropel hubo de los franceses muchos que se ahogaron al paso
¿el Ceiras. No obstante Ney que siempre cubría la retirada, con-
siguió salvar los heridos, y los carros y bagajes que aun conserva-
ban , estableciéndose sin tropiezo el general Massena detras del
Alba. Dio Wellington descanso á sus tropas el 16, y situó el 17 sus
puestos sobre la sierra de Murcella.


Puede decirse que se terminó aquí la primera parte de la reti-
rada de los franceses comenzada desde Samaren. En toda ella
marcharon los enemigos formados en masa sólida, cubiertos
por uno ó dos cuerpos de su ejército que sacaron ventaja del
terreno quebrado y áspero con que encontraban. Massena des-
plegó en la retirada profundos conocimientos del arle de la
guerra , y Ney á retaguardia brilló siempre por su intrepidez y
maestría.


Pero los destrozos que causaron sus huestes exce- Destrozos
den á todo lo que puede delinear la pluma. Ya en las cansan ios tran-


. i i o i ceses en la reti-
pnmeras estancias, ya en las de Santaren, ya en el rada,
camino que de vuelta recorrieron no se ofrecía á la
vista otra imagen sino la de la muerte y desolación. Los frutos en el
otoño no fueron levantados ni recogidos, y de ellos los que no con-
sumió el hambriento soldado, podridos en los árboles ó caidos por
el suelo, sirvieron de pasto á bandadas de pájaros y á enjambre
de inmundos insectos que acudieron atraídos de tan sabroso y
abundante cebo. La miseria del ejército francés llegó á su colmo :
cada hombre, cada cuerpo robaba y pillaba por su cuenta, y for-
móse una gabilla de merodeadores que se apellidaron á sí mismos
décimo cuerpo de operaciones: dispersarlos costó mucho al mariscal
Massena. Pero no eran estos, según acabamos de decir, los solos
que causaban daño : la penuria siendo aguda para todos, todos
participaron de la indisciplina y la licencia, acordándose única-
mente de que eran franceses cuando se trataba de lidiar y combatir
a\ inglés. Algunos habitantes que se quedaron en sus casas ó torna-
ron á ellas confiados en halagüeñas promesas, martirizados á cada
instante unos perecieron del mal trato, ó desfallecidos, otros pre-
firieron acogerse á los montes y vivir entre las fieras, antes que al
lado de seres mas feroces que no aquellas, aunque humanos. Hubo
mansión en cuyo corto espacio se descubrieron muertos hasta 50
niños y mugeres. Los lobos agolpábanse en manadas, adonde como


I I . 19




2 9 0 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


apriscados, de montón y sin guarda yacian á centenares cadáveres
de racionales y de brutos. Apurados los franceses y caminando de
priesa, tenían con frecuencia que destruir sus propias acémilas y
equipages. En una sola ocasión toparon los ingleses con 500 burros
desjarretados, en lánguida y dolorosa agonía, crueldad mayor
mil veces que la de matarlos. Las villas de Torresnovas, Thomar
y Pernes, morada muchos meses de los gefes superiores, no por
eso fueron mas respetadas, ardieron en parte, y al retirarse en-
tregáronlas los enemigos al saco, También quemó el francés á
Leira, y el palacio del obispo fue abrasado por orden de Drouet ;
y por otra especial del cuartel genera! cupo igual suerte ai famoso
monasterio cislerciense de Alcobaza, enterramiento de algunos
reyes de Portugal, señaladamente de Don Pedro I o y de su esposa
Doña Inés de Castro, cuyos sepulcros fueron profanados en ¡busca
de imaginados tesoros, y las reliquias esparcidas al viento : y
cuéntase que aun se conservaba entero el cuerpo de Inés, desven-
turada beldad, que al cabo de siglos, ni en la huesa pudo lograr
reposo. En seguida todos los pueblos del tránsito se vieron des-
truidos ó abrasados : el rastro del asolamiento indicaba la ruta del
invasor, tan insano como si empuñara la espada del Vándalo ó del
Huno. Y como estos, por donde pasó corrasit toda la tierra,


• Ap n t j P a ' a v a l e i n o s * de una palabra significativa de que
c 1 u s ó en semejable ocasión un escritor de la baja latini-


dad. Una vez suelto el soldado, sea ó no de nación culta, guíale
montaraz instinto : aniquila, tala, arrasa sin necesidad ni ob-
je to , mas por desgracia , según decia Federico II, « esa es la
guerra »


No faltó quien censurase en lord Wellington el no haber á lo
menos en parte estorbado tales lástimas, creyendo que mientras
permanecieron ambos ejércitos en las líneas y en Samaren, ama-
gado el enemigo con movimientos ofensivos se hubiera visto en la
necesidad de reconcentrarse, no siendo arbitro de llevar hasta 20 y
50 leguas, como solia, el azote de la destrucción. Otros han mote-
jado que después en la retirada no se hubiese el general inglés apro-
vechado bastantemente de las ventajas que le daba el número y buen-
estado de sus fuerzas, superiores en todo á las del enemigo, las
cuales menguadas con muchos enfermos y decaidas de ánimo no te-
nían otros víveres que los que llevaba cada soldado en su mochila ó
los escasos que podía hallar en pais tan devastado. Los desfiladeros
y tropiezos naturales, anadian los mismos críticos, que embaraza-
ban y retardaban la marcha de los franceses, especialmente en
Redinha, Condeixa, Casalnovo y Miranda do Corvo, facilitaban ata-
car á los contrarios y vencerlos, y quizá se hubiera entonces ano-
nadado sin gran riesgo un ejército que dos meses adelante ya
rehecho peleó con esfuerzo y á punto de equilibrar la victoria. Es-
tribaban tales reflexiones en fundamentos no destituidos de solidez.




LIBRO DECIMOCUARTO. 291


Prosigamos nuestra narración. Lord Wellington á
i . , , Destaca Wcl-


s u llegada a Condeixa, luego que v io asegurado a ungon á B e r e s -
Coimbra y que los franceses s e retiraban precipitada- Jj¡£f E l U e m a -
mente, habia vuelto los ojos á la Extremadura espa-
ñola , y el 15 de marzo resolvió destacar á las órdenes del mariscal
Beresford una brigada de caballería, artillería correspondiente,
dos divisiones inglesas de infantería y una portuguesa de la misma
arma con dirección á aquellas partes. Dícese si Wellington habia
pensado ejecutar antes esta maniobra, y que le habia detenido la
dispersión de Mendizabal, acaecida e n 19 de febrero. Dudamos que
asi fuese. El verdadero motivo de la dilación consistió en que Wel-
lington no quería desasirse de fuerza alguna hasta que le llegasen
de Inglaterra las nuevas tropas que aguardaba. Contaba con ellas
para fines de eneto, y manteniendo esta esperanza habia indicado
que socorrería la Extremadura en febrero. Frustróse aquella y
suspendió la ejecución de su plan, achacando la mudanza los que
ignoraban la causa al descalabro padecido y no al retardo de los
refuerzos, que n o aportaron á Lisboa sino al principiar marzo. Lle-
gados que fueron, uniéronse en breve al ejército, y Lord Welling-
ton cierto ya de la marcha decidida y retrógrada de los franceses,
juzgó que sin riesgo podia desprenderse de la expresada fuerza y
contribuir con su presencia en Extremadura á operaciones mas e x -
tensas y de combinación mas complicada.


Por consiguiente en la sierra de Murcella, donde le dejamos
el 17, estaba ya privado de aquellas tropas, si bien por otra parte
engrosado con las de refresco llegadas de Inglaterra, y que ascen-
dían á cerca de 10,000 hombres.


Massena asent afio a la derecha del Alba destruyó prosigue Mas-
Ios puentes, pero n o quedó e n aquella orilla largo s e n a s » r e c a d a ,
tiempo, porque continuando Wellington, según su costumbre, los
movimientos por el flanco, obligó al mariscal francés á reunir el 18
casi todo su ejército en la sierra de Moita , que también evacuó este
en la misma noche. Desde alli no se detuvo ya Massena hasta Celó-
rico , por cuyo camino recto iba lo principal de su ejército, yendo
solo el 2 o cuerpo la vuelta de Gouvea para cruzar la sierra y pasar
á Guarda.


Cogieron los inglésese! 19 bastantes prisioneros, sobre todo de los
ginetes que s e habían desviado á forrajear, y persiguieron á Mas-
sena con la caballería y división ligera al mando del general Erskine,
que favorecían fuerzas enviadas á la derecha del Mondego, y las mi-
licias portuguesas que no cesaron de inquietar al francés por aquel
lado. Hizo alto el resto del ejército para descansar de nuevo y
aguardar que le llegasen víveres del Tajo, pues el pais vecino de
poco ó nada proveía. El grueso de las tropas francesas en vez de
seguir de Celórico á Pinhel, temeroso de hallar ocupados aquellos
desfiladeros, varió de ruta, y el 23 continuó la retirada yendo há-




293 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


cia Guarda. Aquel dia fue cuando el mariscal Ney se separó de su
ejército y partió para España mal avenido con Massena.


Los aliados al fin aparecieron reunidos el 26 en Celórico y sus in-
mediaciones, con intento de desalojar al enemigo de una posición
respetable que ocupaba sobre la ciudad de Guarda, y el 29 se mo-
vieron resueltos á atacarla. Pero los franceses recogiéndose á Sabu-
gal del Coa, mantuvieron en la orilla derecha nuevas estancias.


Colocóse Wellington en la margen opuesta, tratando el 3 de
abril de cruzar el rio. Para ello echó las milicias portuguesas á las
órdenes de los gefes Trant y Juan Wilson por mas abajo de Al-
meida con trazas de querer cruzar por alli el Coa, al paso que in-
tentaba verificarlo por el otro extremo del lado de Sabugal en
donde permanecía el 2 o cuerpo francés. Hubo aquí dicho día un
recio combate, dudoso algún tiempo, en el que los ingleses expe-
rimentaron bastante pérdida, pero logrando alo último que los ene-
migos abandonasen sus puestos.


Pasó el 3 Massena la frontera de Portugal, y pisó
EntraeuEspaña. t j e ¡ i r a ¿ e £ S p a n a ( j e S p U e s ¿ e muchos meses de ausen-
cia, y de una campaña desgraciada, si bien gloriosa con relación al
talento y pericia militar que desplegó en ella. Pudiera tachársele
de haber consentido desórdenes y de no haberse retirado á tiempo,
mas lo primero se debió á la escasez del pais y á la penuria y afán que
traen consigo las guerras nacionales, y lo segundo á la voluntad
del emperador, sordo á todo lo que fuese recejar en una empresa.


Wellington permaneciendo en los confines de Portugal, colocó
lo principal de su ejército en ambas orillas del Coa, embistió á AI-
meida, y puso una división ligera en Gallegos y Espeja.


Remató asi la expedición de Massena en que vino á eclipsarse la
estrella de aquel mariscal, conocido antes bajo el nombre de « hijo
t mimado de la victoria. » Contada la gente con que entró en Por-
tugal y los refuerzos que llegaron después, puede asegurarse que
ascendieron á 8 0 , 0 0 0 nombres los empleados en aquella campaña.
Solos 4 5 , 0 0 0 salieron salvos, los demás perecieron de hambre, de
enfermedad ó á manos de sus contrarios. Y sin la extremada pru-
dencia de lord Welington, y la destreza y celeridad del mariscal
francés, quizá ninguno hollara de nuevo los linderos de España,


rasa weiung- Entonces el general británico persuadido de que
ton a Estrema- Massena no intentaría por de pronto empresa alguna,
d ° r a ' pensó concordar mejor las operaciones de Extrema-
dura con las del Coa, y dejando el mando interino del ejército aliado
á sir Brent Spencer, se encaminó en persona hacia el Alentejo.


Acontecimien- Las instrucciones que había dado á Reresford se
tos militares en


dirigían principalmente á que este general socorriese
e 8 l E ™ u a T a ¡ o s


A Campomayor» c u Y a t o m a s e ignoraba entonces en
franceses á Cam- los reales ingleses, y á que recobrase las plazas de
pomayor. Olivenza y Badajoz. La primera la habían ocupado




LIBRO DECIMOCUARTO. 293


ya los franceses, según hemos visto, el 22 de marzo, y Beresford
cruzando el Tajo el 17 en Tancos y siguiendo por Crato y Porta-
legre, no dio vista á Campomayor hasta el 25, en cuyo dia eva-
cuaron los enemigos el recinto, del que se posesionaron los alia-
dos sin resistencia alguna. Beresford persiguió á los franceses en
su retirada embarazados con un gran convoy que escoltaban tres
batallones de infantería y 900 caballos á las órdenes del general
Latour Maubourg. Los aliados atacándole le desconcertaron, mas
el ardor de los ginetes anglo-portugueses, llevándolos hasta Bada-
joz , les hizo experimentar cerca de los muros una pérdida con-
siderable.


Debia Beresford en seguida echar un puente de barcas sobre el
Guadiana, y pasar este rio por Jurumeña. Y cierto que á usar en-
tonces de presteza, quizá de rebato hubieran recobrado á Olivenza
y Badajoz, escasas de víveres, abiertas todavía las brechas, y
desprevenidos los franceses para un suceso repentino como la lle-
gada de una fuerza inglesa tan respetable. Pero Beresford anduvo
esta vez algo remiso. Imprevistos obstáculos contribuyeron también
á impedir Ja celeridad de los movimientos. La tropa con las conti-
nuas marchas estaba fatigada, y carecía de varios pertrechos esen-
ciales. Necesitábase ademas construir el puente y no abundaban en
Yelves los materiales, y cuando el 3 de abril estaba concluida ya
la obra, una creciente sobrevenida en la noche inutilizó el puente,
teniendo después que cruzar el rio en balsas, penosa faena empe-
zada el 5 y no concluida basta bien entrado el dia 8.


Por el mismo tiempo Don Francisco Javier Castaños C a s f a n o s m a i )_
se habia encargado del mando del 5 o ejército, suce- <><> ei s» ejercito
diendo á Romana que mientras vivió le tuvo en pro- e s p a ° 8 1 '
piedad, y al interino Mendizabal desgraciado momentáneamente
de resultas de la aciaga jornada del 19 de febrero. Castaños habia
ocupado á Alburquerque y Valencia de Alcántara, plazas igual-
mente desamparadas por los franceses, y distribuido las reliquias
de su ejército en dos trozos bajo las órdenes de Don Pablo Morillo
y Don Carlos España, poniendo la caballería al cargo del conde
Penne Villemur. Evolucionó en seguida hacia la derecha del Gua-
diana en tanto que lo permitieron sus cortas fuerzas, y procuró
granjearse la voluntad del general inglés, estableciendo entre am-
bos buena y amistosa correspondencia.


Los franceses volviendo en breve del sobresalto que les causó el
aparecimiento de Beresford, repararon con gran diligencia las
plazas, las avituallaron y pusiéronlas á cubierto de una sorpresa,
capitaneando interinamente el 5* cuerpo el general Latour Mau-
bourg en lugar del mariscal Mortier de regreso á Francia.


Beresford, después de pasar el Guadiana, intimó el 19 de abril
la .rendición á Olivenza. No habiendo el gobernador cedido á la
propuesta, hubo que traer de Yelves cañones de grueso calibre ,




294 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA. .


sitian IOS ana- Y s i t i a r e n r e S l a , a P } a z a > quedando el general Colé
dosaonrenza T encargado de proseguir el asedio, mientras que Be-
se es entrega. resford se apostó en la Albuera para cortar con Ba-
dajoz las comunicaciones del ejército enemigo, replegado en Lle-
rena. Castaños por la derecha del Guadiana continuó favoreciendo
las operaciones de los aliados con tropas destacadas hasta Almen-
dralejo, y lo mismo Ballesteros del lado de Frejenal.


Abierta brecha se rindió el 15 la plaza de Olivenza á merced del
vencedor, y se cogieron prisioneros 370 hombres que la guarne-
cían. Luego construido ya en Jurumeña un puente de barcas, el
ejército inglés reconcentró en Santa Marta, y pasó en seguida á
Zafra todo el ejército inglés, resguardada siempre su izquierda
por Castaños, cuya caballería á las órdenes del conde de Penne
Villemur avanzó á Llerena, retrocediendo el 18 Latour Maubourg
á Guadalcanal.


Liega weiiing- En aquellos días llegó asimismo á Yelves lord Wel-
ton a Extrema- lington, y el 22 hízosobre Badajoz un reconocimiento.
d u r a ' Era su anhelo recuperar la plaza en el término de dieci-
seis días, espacio de tiempo que según su cálculo tardaría Soult
en venir á socorrerla. Y en consecuencia presentándole el coman-
dante de ingenieros inglés el plan de acometer el fuerte de San
Cristóbal, como único medio de alcanzar el objeto deseado, apro-
bó Wellington la propuesta. Pero como exigiese su presencia lo
que se aparejaba en el Coa, tornó á sus cuarteles y dejó encomen-
dado á Beresford el acometimiento de Badajoz.


solicitan ios
c a e r Wellington á Extremadura esperaba lam-


tngieses ei man- bien obtener del gobierno español una señalada prue-
pTortMias "conn- ba de particular confianza. En marzo el ministro inglés
ñames de Porm- s ¡ r Enrique Wellesley habia pedido que se diese á su


hermano el mando militar de las provincias aledañas
de Portugal, para emplear asi con utilidad los recursos que pre-
sentaban , y combinar acertadamente las operaciones de la guerra.
Súpole mal á la regencia tan inesperada solicitud ; mas deseosa de


Niégaseles
c ' a r a su dictamen mayor fuerza, trató de sustentarle


con el de las cortes. Al efecto en los primeros dias de
abril pasó en cuerpo una noche con gran solemnidad al seno de
aquellas, habiendo de antemano pedido que se celebrase una sesión
extraordinaria. Indicaba asunto de importancia tan desusado modo
de proceder, porque nunca se correspondían entre sí las cortes y
la potestad ejecutiva, sino por medio de oficios ó de los secretarios
del despacho. Entró pues en el salón la regencia, y refiriendo de
palabra el señor Blake la pretensión de los ingleses, expuso varias
razones para no acceder á ella, conceptuándola contraria á la inde-
pendencia y honor nacional, y añadiendo que antes dejaría su puesto
que consentir en tamaña humillación. Entonces los otros dos re-
gentes , los señores Agar y Ciscar, poniéndose en pie repitieron




LIBRO DECIMOCUARTO. 295


las mismas expresiones con tono firme y entero. Las cortes conmo-
vidas, como lo serán siempre en un primer arrebato los grandes
cuerpos populares al oir sentimientos nobles y elevados, aplaudie-
ron la resolución de la regencia, y diéronle entera aprobación.
Desmaño fue en los ingleses entablar pretensión semejante poco
después de lo ocurrido en la Barrosa, suceso que habia agriado
muchos ánimos, y después igualmente de no haber socorrido á
Badajoz, contra cuya omisión clamaron hasta sus mas parciales.
En los regentes si bien nacia tanto interés y calor de patriotismo
el mas acendrado, no dejaron también de tener parte en ello otras
causas; pues á la verdad ya que fuese justo, como pensamos,
desechar la solicitud, debiera al menos no haber, aparecido la re-
pulsa empeño apasionado. Pero los tres regentes, varones entendi-
dos y purísimos, adolecieron en esta ocasión de humana fragilidad.
Blake irlandés de origen, y marinos Agar y Ciscar resintiéronse,
el uno de las preocupaciones de familia, los otros dos de las de
la profesión.


Estuvo Wellington de vuelta en sus reales, ahora vuelve wciiins-
colocados en Villa-Formosa, el 28 de abril. Tiempo t m a s n e i é r d t 0
era que llegase. Massena al entrar en España habia " "° r e '
dado descanso por algunos dias á su ejército, y acantonádole en las
cercanías de Salamanca con destacamentos hasta Zamora y Toro.
Dejó solo una división del 6 o cuerpo cerca de los muros de Ciudad
Rodrigo, y el 9 o en San Felices en observación del ejército aliado.
Cuidó también desde luego de acopiar víveres para abastecer
á Almeida, escasa de ellos y estrechamente bloqueada por los
ingleses.


Preparado ya un convoy en los campos fértiles de Castilla, y re-
puesto algún tanto el ejército francés, decidió Massena socorrer
aquoila plaza, y el 23 de abril dio indicio de moverse. Tenia consigo
el 2 o , 6 o y 8 o cuerpos, una parte del 9 o agregóse á estos, y dis-
poníase la otra á marchar á Extremadura bajo las órdenes de su
gefe el general Drouet, quien debía encargarse en dicha provincia
del mando del 5 o cuerpo; pero la última fuerza no habiendo toda-
vía partido á su destino, asistió también á las operaciones que em-
prendió Massena en los primeros dias de mayo. Muchos soldados de
todos estos cuerpos quedaron en los acantonamientos imposibilita-
dos para el servicio activo, y llenaron sus huecos hasta cierto punto
tropas apostadas en Castilla, entre las que se distinguía un her-
moso cuerpo de artillería y caballería de la guardia imperial, fuerza
que cedió á Massena el mariscal Bessiéres á la cabeza ahora de lo
que se llamaba ejército del norte, y oprimía á Castilla la Vieja y las
provincias Vascongadas. El total de hombres que de nuevo salía á
campaña con Massena ascendía á cerca de 40,000 infantes, y á mas
de 5000 caballos, todos ágiles, bien dispuestos, y olvidados ya de
sus recientes y penosos trabajos.




290 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Batana de Fnen- A poco de unirse Wellingtoii á su ejército, recogióle
tesdeOñoru. y situóse entre el rio Doscasas y el Turones, esten-


diendo su gente por un espacio de cerca de dos leguas. La izquierda,
compuesta de la 5 a división, la colocó junto al fuerte de la Concep-
ción ; el centro, que guarnecía la 6 a , mirando al pueblo de Ala-
meda , y la derecha en Fuentes de Oñoro, en donde se alojaron la
4 a , 3 a y 7 a división. Por el mismo lado se encontraba la caballe-
ría , y á cierta distancia en Navabel Don Julián Sánchez con su
cuerpo franco. La brigada portuguesa al mando de Pack y un re-
gimiento inglés bloqueaban á Almeida. Wellington presentaba en
batalla de52 á 34,000 peones, l,500ginetes y 43 cañones, inferior
por consiguiente en fuerza á Massena, sobre todo en caballería.


No obstante eso y su acostumbrada prudencia, resolvió el gene-
ral inglés arrostrar el peligro, y trabar acción. Tanto le iba en
impedir el socorro de Almeida. El 2 de mayo todo el ejército fran-
cés empezó á moverse, y cruzó el Azavá, antes hinchado, retirán-
dose las tropas ligeras inglesas apostadas en Gallegos y Espeja. El
Doscasas corre acanalado, y no es su ribera de fácil acceso. El
pueblo de Fuentes de Oñoro está asentado en la hondonada á la iz-
quierda del r io , excepto una ermita y contadas casas que aparecen
en una eminencia roqueña y escarpada. Los franceses el 3 atacaron
con impetuosidad dicho pueblo, y aun se apoderaron después de
una lid porfiada de la parte baja, de donde á su vez los desaloja-
ron los ingleses, forzándolos á repasar el rio, ó mas bien riachuelo
de Doscasas. En lo demás de la línea se escaramuzó reciamente,
por lo que las tropas ligeras inglesas que se habian acogido á Fuen-
tes de Oñoro; enviólas Wellington á reforzar el centro.


Todavía no' estaba el 3 en su campo el mariscal Massena. Llegó
el 4 , y en su compañía Bessiéres que regia los de la guardia impe-
rial. Wellington, según lo ocurrido el 3 y otras maniobras del ene-
migo , sospechó que este, para enseñorearse del sitio elevado que
ocupaban en Fuentes de Oñoro las tropas inglesas, cruzaría el Dos-
casas en Pozovelho, y procuraría ganar una altura hacia Navavel,
la cual domina toda la comarca : por tanto con la mira Wellington
de evitar tal contratiempo, movió por su derecha la 7 a división que
se puso asi en contacto con Don Julián Sánchez, prolongándose


desde entonces media Jegua mas la línea de los alia-
* A p . l ) . 2 . ) , / 7 . 1 . - 1


dos, aunque, conforme a la máxima ya de nuestro
gran capitán, Gonzalo de Córdoba, « no hay cosa tan peligrosa
« como extender mucho la frente de la batalla. »


En la mañana del 5 se presentó en efecto el tercer cuerpo francés,
y toda la caballería del lado opuesto de Pozovelho, y el 6 o á las ór-
denes ahora de Loison con lo que quedaba del 9°, se meneó por su
izquierda. Sin tardanza reforzó Wellington la 7 a división del mando
de Houston con las tropas ligeras á la orden de Crawfurd, las cua-
les habían vuelto del centro con la caballería gobernada por sir




LIBRO DECIMOCUARTO. 297


Stapleton Cotton. Hizo también que la I a y 3 a división se corriesen
á la derecha, siguiendo las alturas paralelas al Turones y Doscasas,
en correspondencia á la maniobra ejecutada en la parte frontera
por el 6 o y 9 o cuerpo de los franceses.


Embistió luego el enemigo por Pozovelho, y arrojó de alli un
trozo de la 7 a división inglesa : fu ése apoderando sucesivamente de
un bosque vecino, y entre la espesura de este y Navavel formó en
un llano la caballería de Mont-Brun. Don Julián Sánchez si bien con
flacos medios entretuvo á los ginetes enemigos no cruzando el Tu-
rones hasta cosa de una hora después, y cedió entonces no solo por
la superioridad de la fuerza que le cargaba, sino también enojado
de que á un oficial suyo que enviaba á pedir auxilio le hubiesen ma-
tado los ingleses tomándole por un francés.


Durante algún tiempo recobró la división ligera inglesa el ter-
reno perdido de Pozovelho ,• pero el general Mont-Brun , desemba-
razado de don Julián Sánchez, ciñó la derecha de la 7 a división bri-
tánica , y la caballería de Cotton en tanto grado que tuvieron que
replegarse, aunque reprimieron la impetuosidad francesa con acer-
tado fuego.


Llegado que se hubo á este trance Welíington, decidido poco an-
tes á mantener por medio de sus maniobras la comunicación con la
orilla izquierda del Coa, via de Sabugal, al mismo tiempo que el
bloqueo de Almeida, abandonó la primera parte de su plan y se
concretó á la postrera. En ejecución de lo cual reconcentróse en
Fuentes de Oñoro, y ocupó con la 7 a división un terreno elevado
mas allá del Turones, tratando de asegurar de este modo su flanco
derecho y el camino que va al puente de Caslellobom sobre el Coa.


Practicaron los ingleses la evolución, aunque ardua, con felici-
dad y maña, y resultó de ella alojarse ahora su derecha en las al-
turas que median entre el Turones y Doscasas. Alli en Fresneda se
incorporó la infantería de Don Julián Sánchez al ejército británico,
viniendo por un rodeo de Navavel, y á dicho gefe con su caballería
envióle Welíington á interceptan las comunicaciones del enemigo
con Ciudad Rodrigo.


Los mas pensaban que Massena insistiría en cerrar con la dere-
cha délos ingleses, y envolverla moviéndose hacia Castellobom.
Pero en vez de ejecutar una maniobra que parecía la mas oportuna
y estaba indicada, limitóse á cañonear por aquella parte, y á ha-
cer amagos y algunas acometidas con la caballería sobre los pues-
tos avanzados, fijando todo su anhelo en apoderarse de Fuentes de
Oñoro, y romper lo que ahora en realidad era centro de los in-
gleses.


Hasta la noche persistieron los franceses en este ataque reñidí-
simo , y con varia suerte. El 6 o cuerpo y el 9 o eran los acometedo-
res, y Welíington mas tranquilo en cuanto á su derecha, reforzó
con "las reservas de ella la I a y 5 a división que llevaron en el centro




298 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


el principal peso de la pelea, portándose varios cuerpos portugue-
ses con la mayor bizarría.


Lo recio del combate solo duró por la derecha hasta las doce : en
Fuentes de Oñoro continuó, como hemos dicho, todo el dia, y cesó
repasando los franceses el Doscasas, y quedándose los aliados en lo
alto, sin que ni unos ni otros ocupasen el lugar situado en lo hondo.


Mientras que la acción andaba tan empeñada por la derecha y
centro, el 2 o cuerpo del mando de Reynier aparentó atacar el ex-
tremo de la línea izquierda de los aliados que cubría sir Guillelmo
Erskine con la 5 a división, defendiendo al mismo tiempo los pasos
del rio Doscasas por el lado del fuerte de la Concepción y Aldea
del Obispo. Reynier no se empeñó en ninguna refriega importante
al ver al inglés pronto á aceptarla. Tampoco ocurrió suceso notable
delante de Almeida, en donde se apostaba la 6 a división que regia
el general Campbell. El convoy que los franceses tenían preparado
con destino á Almeida , estuvo aguardando en Gallegos todo el dia
coyuntura favorable que no se le presentó para introducirse en la
plaza.


La batalla por tanto de Fuentes de Oñoro puede mirarse como
indecisa, respecto á que ambas partes conservaron poco mas ó
menos sus anteriores puestos, y que el pueblo situado en lo bajo,
verdadero campo de pelea, no quedó ni por unos ni por otros. Sin
embargo las resultas fueron favorables á los aliados, imposibilitado
el enemigo de conservar y de avituallar á Almeida, que era su
principal objeto. El ejército anglo-portugués perdió 1500 hombres,
de ellos 500 prisioneros. El francés algunos mas por su porfía de
querer ganar las alturas de Fuentes de Oñoro.


Temía Wellíngton que los enemigos renovasen al dia siguiente el
combate, y por eso empezó á levantar atrincheramientos que le
abrigasen en su posición. Mas los franceses, permaneciendo tran-
quilos el 6 y el 7 , se retiraron el 8 sin ser molestados. Cruzaron el
10 el Águeda, la mayor parte por Ciudad Rodrigo, los de Reynier
por Barba de Puerco.


Evacúan los Este dia la guarnición enemiga evacuó á Almeida.
franceses á Al- Era gobernador el general Brennier, oficial inteligente
mema. brioso. No pudiendo Massena socorrer la plaza man-
dóle que la desamparase. Fue portador de la orden un soldado
animoso y aturdido de nombre Andrés Tillet, que consiguió es-
quivar, aunque vestido con su propio uniforme, la vigilancia de los
puestos ingleses. El gobernador á su salida trató de arruinar las
fortificaciones, y preparadas las convenientes minas al reventar de
ellas avalanzóse fuera con su gente, y burló á los contrarios que le
cerraban con dobles líneas. Se encaminó en seguida apresurada-
mente al Águeda con dirección á Barba de Puerco, en donde le
ampararon las tropas del mando de Reynier, conteniendo á los in-
gleses que le acosaban.




LIBRO DECIMOCUARTO. 299


La conducta, en la jornada de Fuentes de Oñoro, de los gene-
rales en gefe Wellington y Massena sorprendió á los entendidos y
prácticos en el arte de la guerra. Tan circunspecto el primero al
salir de Torres Vedras; tan cauto en el perseguimiento de los con-
trarios ; tan cuidadoso en evitar serios combales cuando todo le fa-
vorecía , olvidó ahora su prudencia y acostumbrada pausa; ahora
que su ejército estaba desmembrado con las fuerzas enviadas al
Guadiana, y Massena engrosado y rehecho, aventurándose á trabar
batalla en una posición extendida y defectuosa que tenia á las es-
paldas la plaza de Almeida, todavía en poder de los enemigos, y
el Coa de hondas riberas y de dificultoso tránsito para un ejercito
en caso de precipitosa retirada. Y¿ qué impelió al general inglés á
desviarse de su anterior plan seguido con tal constancia ? El deseo, sin
duda, de impedir el abastecimiento de Almeida. Motivo poderoso;
pero ¿ era comparable acaso con la empresa mucho menos arries-
gada de desbaratar al enemigo y destruirle en su marcha ? No solo
Almeida entonces, quizá también Ciudad Rodrigo hubiera caido en
manos de los aliados, y el aniquilamiento del ejército francés de Por-
tugal hubiera influido ventajosamente hasta en las operaciones de
Extremadura, y de todo el mediodia de España.


Por su parte Massena mostróse no tan atinado como de cos-
tumbre , pues á haber proseguido vigorosamente la ventaja alcan-
zada sobre la derecha inglesa, á la sazón que tuvo esta que reple-
garse y variar de puesto, la victoria se hubiera verisímilmente
declarado por el ejército francés, y los nuevos laureles encubriendo
los contratiempos pasados, quizá cambiaran la suerte entera de la
guerra peninsular. Dícese que varios generales, sabiendo que iban
á ser reemplazados, obraron flojamente y desavenidos.


En efecto Junot y Loison partieron en breve para sucede a Mas-
Francia. Massena mismo cedió el mando el 11 de mayo e s mariscal Mar-
ai mariscal Marmont, duque de Ragusa: y Drouet con m o " u
los 10 á 11,000hombres que le restaban del 9 o cuerpo, marchó la
vuelta de las Andalucías y Extremadura.


El recien llegado mariscal acantonó su ejército en las orillas del
Tórmes, y solo dejó una parte entre este rio y el Águeda, debiendo
hacer mudanzas y arreglos en el orden y la distribución.


Acampó Wellington su gente desde el Coa al Dos-
casas ; y el 16 del mismo mayo volvió á partir con dos wemnrton
divisiones á Extremadura, porque Soult asistido de ™ a T e ¿^^"1
bastante fuerza se adelantaba otra vez camino de d u r a
aquella provincia.


Habia desde el 4 de mayo embestido Beresford la ueresford sitia a
plaza de Badajoz por la izquierda del Guadiana con Badajoz.
5,000 hombres, reforzados por la I a divison del 5 o ejército español
bajo .el mando de Don Carlos de España. El 8 verificólo por la
margen derecha, completando asi el acordonamiento de la plaza,




300 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


y decidió abrir aquella misma noche la trinchera por delante de
San Cristóbal, punto señalado para el principal ataque. Como era
el primer sitio que los ingleses emprendían en España, sus inge-
nieros no se mostraron muy prácticos; faltos también de muchas
cosas necesarias.


Disponíanse al propio tiempo los anglo-portugueses á obrar ofen-
sivamente contra el ejército enemigo en la misma Extremadura,
aguardando apoyo de parte de los españoles. No se miraba como
de importancia el que podia dar por sí solo el general Castaños, y
de consiguiente se contaba con otras fuerzas.


Eran estas las de Ballesteros y una expedición que
manda aBiake ay dio la vela de Cádiz el 16 de abril. A su cabeza ha-
nÜr a a


E x l r e m a - biase puesto Don Joaquín Blake, presidente de la re-
gencia, para lo que obtuvo especial permiso de las


cortes, vedando el reglamento dado á la potestad ejecutiva, el que
mandase ninguno de sus individuos la fuerza armada. Blake tomó
tierra el 18 en el condado de Niebla, y marchó por la sierra á Ex-
tremadura. Alli se unió con la división de Don Francisco Balles-
teros ; hallándose todo el cuerpo expedicionario acantonado el 7 de
mayo en Frejenal y en Monasterio. Se componía de las divisiones
5 a y 4 a del 4 o ejército y de una vanguardia. Esta la mandaba Don
José de Lardizaba!; era la 3 a división la de Don Francisco Balles-
teros; capitaneaba la 4„ Don José de Zayas, y los ginetes Don
Casimiro Loi. En todo 12,000 hombres, entre ellos 1200 caballos
con doce piezas. Ejercia la función de gefe de estado mayor Don
Antonio Burciel, oGcial safcio y amigo particular de Don Joaquín
Blake.


Cuando Wellington estuvo en Yelves quiso ponerse de acuerdo
con los generales españoles para las operaciones ulteriores; mas no
pudiendo Castaños atravesar el Guadiana á causa de una avenida
repentina, la misma que se llevó el puente de campaña establecido
frente de Jurumeña, le envió Wellington una memoria comprensiva
de los principales puntos en que deseaba convenirse, y eran los
siguientes : I o que Blake á su llegada se situaría en Jerez de los Ca-
balleros, poniendo sobre su izquierda en Burguillos á Ballesteros :
2 o que la caballería del 5 o ejército se apostaría en Llerena para ob-
servar el camino de Guadalcanal y comunicar con el dicho Balles-
teros por Zafra : 3 o que Castaños se mantendría con su infantería
en Mérída para apoyar sus ginetes, excepto la división de España
reservada al asedio de Badajoz : y 4 o que el ejército británico se
alojaría en una segunda línea, debiendo en caso de batalla unirse
todas las fuerzas en la Albuera, como centro de los caminos que
de Andalucía se dirigen á Badajoz.


Antenotes ios- En la memoria indicó también Wellington que si se
muingtÓn.


4° juntaban para presentar la batalla diversos cuerpos
de los aliados, tomaría la dirección el general mas au-




LIBRO DECIMOCUARTO. 501


te-rizado por su antigüedad y graduación militar. Obsequio en rea-
lidad hecho á Castaños á quien, en tal caso, correspondía el
mando; pero obsequio que rehusó con loable delicadeza susti-
tuyendo alo propuesto que gobernaría en gefe, llegado el mo-
mento , el general que concurriese con mayores fuerzas: alteración
que mereció la aprobación de todos. Asistieron los generales espa-
ñoles en los demás puntos al plan trazado por el inglés.


Instaba á Soult ir al socorro de Badajoz. Mas antes Avanza sonit a
tomó disposiciones que amparasen bastantemente las Extremadura,
líneas de Cádiz y la isla en donde no dejaba de inquietar á los ene-
migos el marqués de Coupigny, sucesor, según vimos, de la Peña.
Fortificó también el mariscal francés mas de lo que ya lo estaban
las avenidas de Triana y el monasterio cercano de la Cartuja para
abrigar á Sevilla de una sorpresa; y hechos otros arreglos partió
de esta ciudad el 10 de mayo. Llevaba consigo 50 cañones, 5,000
dragones, una división de infantería reforzada por un batallón de
granaderos perteneciente al cuerpo que mandaba Víctor, y dos re-
gimientos de caballería ligera que lo eran del de Sebasliani. Llegó
el 11 á Santa Olalla y júntesele alli el general Maransin : al mismo
tiempo una brigada del general Godinot acuartelado en Córdoba
avanzaba por Constantina. Unióse el 13 á Soult el general Latour
Maubourg, que tomó el mando de la caballería pesada, encargán-
dose del 5 o cuerpo el general Girard. Los franceses contaban en
todo unos 20,000 infantes y cerca de 5000 caballos, con 40 ca-
ñones. Sentaron el 14 en Villafranca su cuartel general.


No habian entre tanto los ingleses adelantado en el L e T a n t a B e
sitio de Badajoz. Philippon, gobernador fi 'anCeS, ford el sitio de
aventajábase demasiado en saber y diligencia para no B a d a J o z -
contener fácilmente la inexperiencia de los ingenieros ingleses é
inutilizar los medios que contra él empleaban, insuficientes á la
verdad. Al aproximarse Soult mandó Beresford descercar la plaza,
y en los días 13 y 14 empezó á darse cumplimiento á la orden,
siendo del todo abandonado el sitio en la noche del 1 5 , en que se
alejó la 4 a división inglesa y la de Don Carlos de España, últimas
tropas que habian quedado. Perdieron los aliados en tan infruc-
tuosa tentativa unos 700 hombres muertos y heridos.


Tuvieron el 14 vistas en Valverde de Leganés con Bataiia de ia AI-
el mariscal Beresford los generales españoles, y con- l u e r a -
vinieron todos en presentar batalla á los franceses en las cercanías
de la Albuera. En consecuencia expidieron órdenes para reunir alli
brevemente todas las tropas del ejército combinado.


Es la Albuera un lugar de corto vecindario situado en el camino
real que de Sevilla va á Badajoz, distante cuatro leguas de esta
ciudad y á la izquierda de un riachuelo que toma el mismo nombre
formado poco mas arriba de la unión del arroyo de Nogales con el
de Chicapierna. En frente del pueblo hay un puente viejo y otro




302 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


nuevo al lado, paso preciso de la carretera. Por ambas orillas el
terreno es llano y en general despejado con suave declive á las ri-
beras. En la de la derecha se divisa una dehesa y carrascal llamado
de la Natera, que encubre hasta corta distancia el camino real, y
sobre todo la orilla rio arriba por donde el enemigo tentó su prin-
cipal ataque. En la margen izquierda por la mayor parte no hay
árboles ni arbustos, convirtiéndose mas y mas aquellos campos que
tuesta el sol en áridos sequerales, especialmente yendo hacia Val-
verde. Aqui la tierra se eleva insensiblemente y da el ser á unas lo-
mas que se extienden detras de la Albuera con vertientes á la otra
parte, cuya falda por alli lame el arroyo de Valdesevilla. En las
lomas se asentó el ejército aliado.


El expedicionario llegó tarde en la noche del 1 3 , y se colocó á
la derecha en dos líneas : en la primera, siguiendo el mismo or-
den, Don José de Lardizabal y Don Francisco Ballesteros que to-
caba al camino de Valverde : en la segunda, á 200 pasos, Don
José de Zayas. La caballería se distribuyó igualmente en dos lí-
neas , unida ya la del 5 o ejército bajo las órdenes del conde de
Penne Villemur que mandó la totalidad de nuestros ginetes.


El ejército anglo-portugués continuaba en la misma alineación
aunque sencilla : su derecha en el camino de Valverde, dilatándose
por la izquierda perpendicularmenle á los españoles. El general
Guillermo Stewart con su 2 a división venia después de Ballesteros,
y estaba situado entre dicho camino de Valverde y el de Badajoz;
cerraba la izquierda de todo el ejército combinado la división de!
general Hamilton que era de portugueses. Ocupaba el pueblo de la
Albuera con las tropas ligeras el general Alten. La artillería britá-
nica se situó en una línea sobre el camino de Valverde : los caba-
llos portugueses junto á sus infantes al extremo de la izquierda , y
los ingleses avanzados cerca del arroyo de Chicapierna de donde
se replegaron al atacar el enemigo. Los mandaba el general Lum-
ley que se puso á Ja cabeza de toda la caballería aliada.


Colocado ya asi el ejército, llegó Don Froncisco Javier Castaños
con seis cañones y la división de infantería de Don Carlos de Es-
paña, la cual se situó á ambos costados de la de Zayas, ascen-
diendo los recien venidos con los de Penne Villemur, lodos del
5 o ejército, á unos 5000 hombres. También se incorporaron al
mismo tiempo dos brigadas de la 4 a división británica que regia el
general Colé, y que formaron con una de las brigadas de Hamilton
otra segunda línea detras de los anglo-portugueses, los cuales
hasta entonces carecían de este apoyo. La fuerza entera de los alia-
dos rayaba en 31,000 hombres, mas de 27,000 infantes y 5600 ca-
ballos. Unos 13,000 eran españoles, los demás ingleses y portu-
gueses ; por lo que siendo mayor el número de estos, encargóse
del mando en gefe, conforme á lo convenido, el mariscal Beres-
ford.




LIBRO DECIMOCUARTO. 505


Alboreaba el dia 15 de mayo y ya se escaramuzaban los ginetes.
El tiempo anubarrado pronotiscaba lluvia. A las ocho avanzaron
por el llano dos regimientos de dragones enemigos que guiaba el ge-
neral Briche con una batería ligera, al paso que el general Godinot
seguido de infantería daba indicio de acometer el lugar de la Al-
buera por el puente. Los españoles empezaron entonces á cañonear
desde sus puestos.


A la sazón los generales Castaños, Beresford y Blake con sus
estados mayores y otros gefes, almorzaban juntos en un ribazo
cerca del pueblo entre la I a y 2 a linea, y observando el maniobrar
del enemigo opinaban los mas que acometiera por el frente ó iz-
quierda del ejército aliado. Entre los concurrentes hallábase el
coronel Don Bertoldo Schepeler, distinguido oficial alemán que ha-
bía venido á servir de voluntario la justa causa de la libertad espa-
ñola ; y creyendo por el contrario que los franceses embestirían el
costado derecho, tenia fija su vista hacia aquella parte, cuando colum-
brando en medio del carrascal y matorrales déla otra orilla el relucir
de las bayonetas, exclamó : « por alli vienen.» Blake entonces le en-
vió de explorador, y en pos de él, á otros oficiales de estado mayor.


Cerciorados todos de que realmente era aquel el punto amena-
zado , necesitóse variar la formación de la derecha que ocupaban
los españoles : mudanza difícil en presencia del enemigo y mas
para tropas que , aunque muy bizarras, no estaban todavía bas-
tante avezadas á evolucionar con la presteza y facilidad requeridas
en semejantes aprietos.


No obstante verificáronlo los nuestros atinadamente pasando
parte de las que estaban en segunda línea á cubrir el flanco dere-
cho de la primera, desplegando en batalla y formando con la úl-
tima martillo, ó sea un ángulo recto. Acercábase ya el terrible
trance : los enemigos se adelantaban por el bosque; á su izquierda
traían la caballería mandada por Latour Maubourg, en el centro la
artillería bajo el general Ruty, y á su derecha la infantería com-
puesta de dos divisiones del 5 o cuerpo mandadas por el general
Girard, y de una reserva que lo era por el general Werlé. Cruza-
ron el Nogales y el arroyo de Chicapierna, y entonces hicie-
ron un movimiento de conversión sobre su derecha, para ceñir
el flanco también derecho de los aliados, y aun abrazarle , cor-
tando asi los caminos de la sierra, de Olivenza y de Valverde,
y procurando arrojar á los nuestros sobre el arroyo Valdesevilia y
estrecharlos contra Badajoz y el Guadiana. Mientras que los enemi-
gos comenzaban este ataque; que era, repetimos, el principal de
su plan, continuaban el general Godinot y Briche amagando lo
que se consideraba antes en la primera formación centro é izquierda
del ejército combinado.


Trabóse, pues, por la derecha el combate formal. Empezóle
Zayas, le continuó Lardizabal que habia seguido el movimiento




504 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de aquel general, y empeñáronse al fin en la pelea todos los es-
pañoles , excepto dos batallones de Ballesteros, que quedaron ha-
ciendo frente al rio de la Albuera : mas lo restante de la misma
división favoreció la maniobra de Zayas, é hizo una arremetida
sobresaliente por el diestro flanco de las columnas acometedoras,
conteniéndolas y haciéndolas alli suspender el fuego. Los enemigos
entonces rechazados sobre sus reservas, insistieron muchas veces
en su propósito si bien en balde; pero al cabo ayudados de la ca-
ballería mandada por Latour-Maubourg se colocaron en la cuesta
de las lomas que ocupaban los españoles.


Acorrió en ayuda de estos la división del general Stewart ya en
movimiento y marchó á ponerse á la derecha de Zayas; siguióle la
de Colé á lo lejos, y se dilató la caballería al mando de Lumley la
vuelta del Valdesevilla para evitar la enclavadura de nuestra dere-
cha en las columnas enemigas, siendo ahora la nueva posición del
ejército aliado perpendicular al frente en donde primero había for-
mado. Alten se mantuvo en el pueblo de la Albuera, y Hamilton
con los portugueses, aunque también avanzado, quedóse en la
línea precedente con destino á atajar las tentativas que hiciese con-
tra el puente el general Godinot.


Por la derecha prosiguiendo vivísimo el combate y adelantán-
dose Stewart con la brigada de Colbourne, una de las de su divi-
sión, retrocedían ya de nuevo los franeeses cuando sus húsares y
los lanceros polacos arremetiendo al inglés por la espalda disper-
saron la brigada insinuada, y cogiéronle cañones, 800 prisioneros
y 3 banderas. Ráfagas de un vendaval impetuoso, y furiosos agua-
ceros unidos al humo de las descargas impedían discernir con cla-
ridad los objetos, y por eso pudieron los gineles enemigos pasar
por el flanco sin ser vistos, y embestir á retaguardia. Algunos po-
lacos llevados del triunfo se embocaron por entre las dos líneas
que formaban los aliados; y la segunda inglesa, creyendo la pri-
mera ya rola , hizo fuego sobre ella y sobre el punto donde estaba
Blake : afortunadamente descubrióse luego el engaño.


En tan apurado instante sostúvose sin embargo firme un regimien-
to de los de la brigada de Colbourne, y dio lugar á que Stevvard
con la de Houghton volviese á renovar la acometida. Ilizolo con el
mayor esfuerzo; ayudóle, colocándose en línea la artillería bajo el
mayor Dickson, y también otra brigada de la misma división que
sedirigió á la izquierda. Don José de Zayas con los suyos empeñóse
segunda vez en la lucha, y lidió valerosamente. La caballería apos-
tada á la derecha del flanco atacado, reprimió al enemigo por el
llano, y se distinguió sobre todo y favoreció á Stewart en su des-
gracia la del 5 o ejército español acaudillada por el conde de Penne
Villemur y su segundo Don Antolin Riguilon.


La contienda andaba brava, y el tiempo habiendo escampado
permitía obrar á las claras. De ningún lado se cejaba, y hacíanse




LIBRO DECIMOCUARTO. 505


descargas á medio tiro de fusil: terrible era el estruendo y tumulto
de las armas, estrepitosa la altanera vocería de los contrarios. Por
toda la línea habíase trabado la acción; en el frente primitivo y en
la puente de la Albuera también se combatía. Alten aquí defendió
el pueblo vigorosamente, y Ramillón con los portugueses y los dos
batallones españoles^, que dijimos habian quedado en la posición
primera, protegiéronla con distinguida honra.


Dudoso todavía el éxito cargaron en fin al enemigo las dos bri-
gadas de la división de Colé; la una portuguesa bajo el general
Harvey se movió por entre la caballería de Lumley y la derecha de
las lomas, sobre cuya posesión principalmente se peleaba, y la
otra que conducía Myers encaminóse adonde Stewart batallaba.


A poco Zayas , animado en vista de este movimiento, arremetió
en columna cerrada arma al brazo, y hallábase á diez pasos del
enemigo á la sazón que flanqueado este por portugueses de la bri-
gada de Harvey, volvió la espalda, y arremolinándose sus sol-
dados, y cayendo unos sobre otros, en breve fugitivos todos, ro-
daron y se atrepellaron la ladera abajo. Su caballería numerosa y
superior á la aliada pudo solo cubrir repliegue tan desordenado.
Repasó el enemigo los arroyos, y situóse en las eminencias de la
otra orilla, asestando su artillería para proteger en unión con los
ginetes sus deshechas y casi desbandadas huestes.


No los persiguieron mas allá los aliados, cuya pérdida habia sido
considerable. La de solos los españoles ascendía á 1365 hombres
entre muertos y heridos : de estos fueron Don Carlos de España;
de aquellos el ayudante primero de estado mayor Don Emeterio
Velarde que dijo a! espirar: « Nada importa que yo muera si hemos
« ganado la batalla. » Los portugueses perdieron 363 hombres :
los ingleses 3614 y 600 prisioneros, pues los otros se salvaron de
las manos de los franceses en medio del bullicio y confusión de la
derrota. Perecieron de los generales británicos Houghton y Myers :
quedó herido Stewart, Colé y otros oficiales de graduación.


Contaron los franceses de menos 8000 hombres : murieron de
ellos los generales Pepin y Werlé, y fueron heridos Gazan, Maran-
sin y Bruyer. Sangrienta lid, aunque no fue de larga duración.


El 19 ambos ejércitos se mantuvieron en línea en frente uno de
otro: retiróse Soult por la noche, yendo tan despacio que no llegó
á Llerena hasta el 23. Los aliados dejáronle ir tranquilo. Solo le
siguió la caballería que mandada por Lumley tuvo luego en Usagre
un recio choque en que fueron escarmentados los ginetes enemigos
con pérdida de mas de 200 hombres.


El parlamento británico declaró « reconocer alta-
« mente el distinguido valor é intrepidez con que se de^^'í»™™"
« habia conducido el ejército español del mando de f^11,!™,,,/ en
« S. E. el general Blake en la batalla de la Albuera,» f a™ de ios ejér-
auñque parece no habia ejemplo de demostraciones


«. 20




506 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


semejantes en favor de tropas extranjeras. Las cortes hicieron igual
ó parecida declaración respecto de los aliados, y ademas decreta-
ron ser el ejército español benemérito de la patria, pon orden de que
finalizada la guerra, se erigiese en la Albuera un monumento.
Agracióse también con un grado á los oficiales mas antiguos de cada
clase.
ceieira la victo- Mereció tan gloriosa jornada honorífica conmemora-
ría íordByron. c i o n del estro sublime de * lord Byron, expresando


(«Ap.n.3.) q u e e D i 0 venidero seria el de la Albuera asunto digno
de celebrarse en las jácaras y canciones populares.


Liesa weiiing- E l *9 u e & ó lord Wellington al Guadiana acom pa-
tón después de ía ñádo de las dos divisiones con las que, según dijmos,
batana. habia salido de sus cuarteles del norte. Visitó el mismo
día el campo de la Albuera, y ordenó al mariscal Beresford que
no hiciese sino observar al enemigo y perseguirle cautelosamente.
Fue luego enviado dicho mariscal á Lisboa con destino á organizar
nuevas tropas. Hubo quien atribuyó la comisión á la sombra que
causaban los recientes laureles; otros, al parecer mas bien informa-
dos, á disposiciones generales y no á zelosas ni mezquinas pasiones:
debiéndose advertir que las dotes que adornaban al Beresford an-
tes se acomodaban á organizar y disciplinar gente bisoña, que á
guiar un ejército en campaña. El general Hill, de vuelta en Portu-
gal, recobrada ya la salud, volvió á tomar el mando de la 2 a divi-
sión británica encomendada en su ausencia á Beresford con las de-
mas tropas anglo-portuguesas que por lo común maniobraron á la
izquierda del Tajo.


No viéndose Soult acosado paróse en Llerena, y llamó hacia si
todas las tropas de las Andalucías que podían juntársele sin detri-
mento de los puntos fortificados y demás puestos que ocupaban. Se
esmeró al propio tiempo en acopiar subsistencias que no abundaban,
y su escasez produjo disgusto y quejas en el campo, pues los natu-
rales desamparando en lo general sus casas, procuraban engañar
al enemigo y deslumhrarle para que no descubriese los granos que,
siendo en aquella tierra guardados en silos, ocultábanse fácilmente
al ojo lince del soldado que iba á la pecorea. Por la espalda inco-
modaban asimismo al ejército de Soult partidarios audaces que se
interponían en el camino de Sevilla y cortaban la comunicación,
teniendo para aventarlos que batir la estrada, y destacar á varios
puntos algunos cuerpos sueltos.


Dispuso Wellington que una gran parte del ejército aliado se
Empréndese de acantonase en Zafra, Santa Marta, Feria, Almendral


nuero ei sitio de y otros pueblos de los alrededores, con la caballería
Badajoz. e n jabera y Villafranca de Barros. El 18 habia ya la
división de Hamilton renovado por la izquierda del Guadiana el
bloqueo de Badajoz, á cuya parte acudió también la nuestra que
antes mandaba Don Carlos de España, y ahora Don Pedro Agustín




LIBRO DECIMOCUARTO. 307


Girón segundo de Castaños. Dudóse algún tiempo si se emprende-
ría entonces el sitio formal, no siendo dado apoderarse en breve
de la plaza, y temible que en el entretanto tornasen los franceses
á socorrerla. No obstante decidióse Wellington al asedio, y el
22 convino, después de madura deliberación con los ingenieros y
otros gefes, en seguir el ataque resuelto para la anterior tentativa,
si bien modificado en los pormenores.


De consiguiente el 2o la 7 a división británica del mando de
Houston embistió á Radajoz por la derecha del Guadiana, y el
27 la 3 a reforzó la de Hamilton colocada á la izquierda del mismo
rio. Empezóse el 29 á abrir la trinchera contra el fuerte de San
Cristóbal, divirtiendo al propio tiempo la atención del enemigo con
falsos acometimientos hacia Pardaleras. Del 30 al 31 comenzaron
igualmente los sitiadores un ataque por el mediodía contra el cas-
tillo antiguo.


Abierta brecha al este en San Cristóbal, tentaron los ingleses
creyéndola practicable asaltar el fuerte, y se aproximaron á su re-
cinto teniendo á la cebeza al teniente Forster. De cerca vio este que
se habían equivocado, pero hallándose ya él y los suyos en el foso
y animados, quisieron en vano trepar á la brecha repeliéndolos
el enemigo con pérdida : entre los muertos contóse al mismo
Forster.


En el castillo tampoco se habia aportillado mucho el muro á pe-
sar de los escombros que se veían al pie. El 9 repitióse otro aco-
metimiento contra San Cristóbal si bien no con mayor fruto. Desde
entonces convirtióse el sitio en bloqueo con intención Wellington
de levantarle del todo. No se comprende como se empezó siquiera
tal asedio, careciendo allí los ingleses de zapadores, y desproveí-
dos hasta de cestones y faginas. «


Entonces fue cuando de resultas de una hoguera G r a n q u e m a e n
encendida por artilleros portugueses, acampados al ios campos
raso no lejos de Badajoz en la margen izquierda del Guadiana, se
prendió fuego á las heredades y chaparros vecinos, cundiendo la
llama con violencia tan espantosa que en el espacio de tres días se
acercó á Mérida, ciudad que se preservó de tamaña catástrofe por
hallarse interpuesto aquel anchuroso rio. Duró el fuego quince
dias, y devoró casas, encinares, dehesas, las mieses ya casi ma-
duras, todo cuanto encontró.


Reforzado Soult mas y mas determinó ponerse en V t , e l T „ a a v a n z a r
movimiento la vuelta de Badajoz, y abrió su marcha souit.
el 12 de junio juntándosele por entonces el general Drouet que se
habia encaminado con los restos del 9 o cuerpo por Avila y Toledo
sobre Córdoba, y de alli torciendo á su derecha habia venido á dar
á Belalcázar y al campo de los suyos en Extremadura. Incorporá-
ronse estas fuerzas con el 5° cuerpo que empezó desde luego á go-
bernar dicho Drouet. Tenia por mira Soult libertar á Badajoz,




508 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


pero no osando aunque muy engrosado ejecutarlo por sí solo, quiso
aguardar á que se le acercase Marmont en marcha ya para el
Guadiana.


Apenas había tomado á su cargo este mariscal el
Marmontma"¡en¿ ejército de Portugal, cuando le dio nueva forma, dis-
sobre e l ^ i* 1 " 1 1 - tribuyendo en seis divisiones sus tres anteriores cuer-


pos. Su conato luego que abasteció á Ciudad Rodrigo,
se dirigió principalmente según las órdenes de Napoleón á coope-
rar con Soult en Extremadura, habiendo acudido allí la mayor
parte del ejército combinado. Cuatro divisiones de Marmont par-
tieron de Alba de Tórmes el 3 de junio, y las otras dos habíanse
todavía quedado hacia el Águeda, atento el mariscal francés á ex-
plorar los movimientos de sir Brenl Spencer que mandaba en au-
sencia de Wellington las trapas del Coa. Pero habiendo hecho
Marmont un reconocimiento el 6 , y persuadido de que el general
inglés no le incomodaría, y que solo seguiría paralelamente el mo-
vimiento de las tropas francesas, salió en persona para Extrema-
dura, acompañado del resto de su fuerza con dirección al puerto
de Baños. Cruzó el Tajo en Almaraz habiendo echado al intento un
puente volante, y su ejército puesto ya en la orilla izquierda mar-
chó en dos trozos, uno de ellos por Trujillo á Mérida, otro ses-
gueando á la izquierda sobre Medellin.


Retirase we i - Cuando Wellington averiguó que Soult avanzaba,
Hngton sobre apostóse en la Albuera para contenerle y empeñar ba-
campomayor. talla. Mas después noticioso de que Marmont estaba
ya próximo á juntarscal otro mariscal, con razón no quiso conti-
nuar en una posición en que tenia á la espalda á Badajoz y Guadiana,
sobre todo debiendo habérselas con fuerzas tan considerables como
las de los dos mariscales reunidos, y por tanto abandonó la Albuera
descercó á Badajoz, y repasando el Guadiana, se acogió el 17 á
Yelves. Lo mismo hicieron los españoles vadeando el rio por Juru-
meña. Aproximáronse de consiguiente sin obstáculo Marmont y
Soult, y se avistaron el 19 en el mismo Badajoz.


júntasele su Habia sir Brent Spencer en el entre tanto marchado
ejército dei norte ¿ lo largo de la raya de Portugal, pasado el Tajo en
de Portugal. Villavelha, y reunídose á Wellington en las alturas de
Campomayor. Preparábase aqui el último á pelear extendiéndose
su ejército por los bosques deleitosos de ambas orillas del Caya.
Constaba en todo su fuerza de 60,000 hombres. Otros tantos tenian
los enemigos quienes haciendo el 22 reconocimientos por Yelves y
Badajoz, se abstuvieron de comprometerse; no considerando fácil
deshacer á los aliados situados ventajosamente.


Biake se separa
e s t o s s e n a w a separado Blake el 18 seguido por


dei ejército alia- el ejército expedicionario, la división de Ballesteros,
d 0 ' la de Girón y caballería de Penne Villemur, no bien
avenido con la supremacía de Wellington, por lo que se ofreció á




LIBRO DECIMOCUARTO. 309


hacer una correría al condado de Niebla. Dio el general en gefe su
aprobación á la propuesta, y Blake caminando por dentro de Por-
tugal , repasó el Guadiana en Mértola el 25. En el tránsito pade-
cieron nuestras tropas muchas escaseces á causa de las marchas
rápidas que hicieron; y desmandáronse muy reprensiblemente los
soldados de Ballesteros, molestando sobremanera y maltratando á
los naturales.


Parecia que Blake llevaba la mira en su expedición do ponerse
sobre Sevilla casi abandonada en aquel tiempo, y no defendiéndola
sino escasas tropas francesas y unos pocos jurados españoles, gente
en la que no confiaba el extrangero. Para que no se malograre tal
empresa, conveniente era marchar aceleradamente, pues de otro
modo volviendo Soult pie atrás apresuraríase á ir en socorro de la
ciudad. Pero Blake sin motivo plausible detúvose y resolvió antes
apoderarse de Niebla, villa á la derecha del Tinto ro- S n teíracla(ia
deada de un muro viejo y de un castillo cuyas paredes tentativa contra
en especial las de la torre del Homenage, son de un N i e b ! a '
espesor desusado. Cabecera de la comarca y en buen parage para
enseñorearla, habíanla los franceses fortalecido cuidadosamente
aprovechándose de sus antiguos reparos, entre los que se descu-
brieron (según nos ha dicho el mismo duque de Aremberg princi-
pal promotor de aquellos trabajos) bastantes restos de la domina-
ción romana. Mandaba ahora allj el coronel Fritzherds al frente de
600 suizos.


Encomendóse el ataque á la división de Zayas, y tuvo comienzo
en la noche del 50 de junio. Mas no habia cañones de batir, y las
escalas, aunque añadidas y empalmadas, resultaron cortas: con lo
que se desistió del intento, y sin conseguir cosa alguna en Niebla,
perdió Blake la ocasión de hacer una correría á Sevilla y sembrar
entre los enemigos el desasosiego y tribulación.


Tan solo produjo su movimiento el buen efecto de alejar parte
de la fuerza enemiga de las cercanías de Badajoz; la cual viniendo
sobre Blake al condado, le obligó á retirarse el 2 de julio, y repa-
sar el Guadiana el 6 en Alcoutin, desde donde meditando el gene-
ral español otra empresa á levante, se dirigió á Villareal de San
Antonio y Ayamonte; reembarcándose el 10 con la fuerza expedi-
cionaria y una parte déla división primitivamente al mando de Don
Carlos de España. La de Ballesteros permaneció en el condado; y
Don Pedro Agustín Girón con algunos infantes y el conde de Peone
Viliemur asistido de la mayor parte de la caballería, se quedaron
por las márgenes del Guadiana acercándose á Extremadura.


En este tiempo los calores fueron excesivos y abra-
sadores atribuyéndolo algunos á la presencia de un co- o m c a '
meta resplandeciente que se dejó ver en la parte boreal de nuestro
emisferio durante muchos meses, y tuvo suspensa la atención de la
Europa entera. Percibíase en Cádiz por el dia, y alumbraba do




3 1 0 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


noche al modo de una luna la mas clara, acompañado de larga y
rozagante cabellera. Tales apariciones aterraban á los pueblos de la


antigüedad, siendo pocos los astrónomos y contados
( Ap.n.4.) , o s f ¡ i o s o f o s » q U e conociesen en aquella era la verdadera


naturaleza de estos cuerpos. En los siglos modernos la antorcha de
la ciencia empuñada en este caso por el gran Newton y el ilustre


Halley * ha difundido gran luz sobre las leyes que di-
( A P .n .s . ) r¡gen [ o s movimientos y revoluciones de los cometas,


y disipado en parte los vanos temores de la crédula y tenebrosa
ignorancia.


Según insinuamos la correrla de Blake al condado, aunque ma-
lograda , desvió de la Extremadura una porción de las tropas fran-
cesas. Soult salió de Badajoz el 27 de junio, y tornó á Sevilla diri-
souit retrocede giendo una división á las ordenes del general Conroux


a seviiia. p 0 r Frejenal la vueha de Niebla. Al retirarse avitualló
de nuevo la plaza de Badajoz, y voló los muros de Olivenza, re-
cinto que los ingleses habian abandonado cuando se pusieron detras
del Guadiana. Quedó á la izquierda de estos el general Drouet con
el S° cuerpo.
correrías de Mo- Guardó la derecha algunos dias el mariscal Mar-


rillo, mont, cuyas espaldas eran á menudo molestadas por
partidarios españoles. Quien mas inquietó al enemigo hacia aque-
lla parte fue Don Pablo Morillo á la cabeza de la 2 a división del
5 o ejército, que en vez de maniobrar unido con el cuerpo principal
campeó sola y destacada de acuerdo con el general en gefe. Sor-
prendió en junio Morillo en Belalcázar al coronel Normant, matóle
48 hombres y le cogió 111. Lo mismo hizo en Talarrubias el 1° de
julio tomando al comandante 4 oficiales et 140 soldados, Acosado
entonces por tres columnas enemigas, sorteó sus movimientos con
bien entendidas, aunque penosas marchas y contramarchas, por
lo intrincado de la Sierra-Morena. Envió salvos al 3 e r ejército los
prisioneros que cruzaron sin tropiezo todo el pais ocupado por los
franceses, y defendiéndose contra los que le iban al alcance revol-
vió en seguida contra otros que se alojaban en Villanueva del Du-
que : escarmentólos el 2 2 , y combatiendo siempre, entró en Cá-
ceres el 31 y se abrigó de los suyos después de una correría de dos
meses, fetife y gloriosa.


Tales inquietudes y otras no menos continuas, asi como lo devas-
Ropasa ei Tajo tarlo del país, dificultaban al mariscal Marmont las


Marmom. provisiones, teniéndole que venir convoyadas hasta de
Madrid por fuertes escoltas, hostigadas siempre, á veces disper-
sas. Por tanto fortificando los antiguos castillos de Medellin y
Trujillo, apostó aquí la división del general Foy con gran parte de
la caballería, y el 20 de julio repasando el mismo mariscal el Tajo,
se colocó en rededor de Almaraz y Plasencia.


Wellington también cruzó aquel r io , via de Castellobranco,




LIBRO DECIMOCUARTO. 311


contramarchando al mismo son ambos ejércitos, y También w e i -
solo dejó al general Hill en Arronches y Estremoz para ungí™,
cubrir el Alentejo. Don Francisco Javier Castaños con la fuerza en-
tonces corta del 5 o ejército se acuarteló en Valencia de Alcántara y
sus cercanías, explorando la caballería bajo el mando de Penne
Viliemur las comarcas vecinas. Ibanse asi tornando los respectivos
ejércitos y cuerpos á los puntos desde donde habían partido, y de
cuya inmediata y peculiar conservación estaban antes como encar-
dados.


Y vemos que en estos seis ó siete meses primeros F m d e e s [ e l i b r 0
del año de 1811 hubo desde Tarifa corriendo por el
mediodía y ocaso hasta el Duero plazas perdidas y tomadas, ba-
tallas ganadas, fieros trances. Los aliados por una parte perdieron
á Radajoz ; pero por la otra recobraron á Almeida y libertaron el
reino de Portugal, inclinándose de este modo á su favor la balanza
de los sucesos. Cometiéronse faltas, y no solo las cometieron los
españoles, cometiéronlas también ingleses y franceses, pudiéndose
inferir de nuestra relación cuánto pende de la fortuna la fama de
los generales mas esclarecidos, absolviendo por lo común el mun-
do, si aquella es propicia, de enormes é indisculpables yerros.




LIBRO DECIMOQUINTO.


Operaciones militares á los extremos de los eje'rcitos combinados anglo-his-
pano-portugueses. — Ronda. — Murcia y Granada. — Pasa Sebastiani á
Francia. — Galicia y Asturias. — Evacuación de Asturias. — Acción de
Cogorderos. — 7° Ejército : Porlier i su frente.—Partidas de este distrito.
— Sorpresa de un convoy en Arlaban por Mina. —Ejército francés del
norte de España. — Cataluña, Aragón y Valencia. — Sitio de Tortosa.
— r La toman los franceses. — Sensación que causa en Cataluña. — Sen-
tencia contra el gobernador Alacha. — Toman los franceses el castillo
del Coll de Balaguer. .— Providencias de Suchet. —- Vuelve á Aragón.
— Alborotos en Tarragona. — El marqués de Campoverde nombrado
general de Cataluña. — Asoma Macdonald á Tarragona. — Se ret ira.—
Reencuentro con Sarsficld en Figuerola. — Nuevos alborotos en Tar-
ragona. — Nuevo congreso catalán. — Disuélvese luego. — Providencias,
de Suchet en Aragón contra las partidas.— Facultades nuevas y mas am-
plias que Napoleón da á Súchel. — Vistas con este motivo de Suchet y
Macdonald. — Pasa Macdonald á Barcelona. — Quema de Manresa. — Pro-
clama de Campoverde. — Movimientos de este general. — Tentativa malo-
grada contra Barcelona. —Sorpresa y toma de Figueras por los españoles.—
Marcha á Figueras del barón de Eróles. — Ocupa á Olot y Castelfollit. —
Estado crítico de los franceses. — Va también Campoverde á Figueras. —
No consigue sino en parte socorrer el castillo. — Vacilación de Suchet.
— Medidas de precaución que toma en Aragón.— Resuélvese á sitiar á Tar-
ragona. — Principia el esreo.—Llega Campoverde áTarragona.— Atacan
y toman los franceses con dificultad el fuerte del Olivo. — Sale Campoverde
de la plaza : se encarga el mando de ella á Don Juan Señen de Contreras.
— Encarnizada defensa de los españoles. — Tropas que llegan de Valencia.
— Diversión de Eróles y otros fuera de la plaza. — Toman los franceses el
arrabal. — Quejas contra Campoverde. — Tentativa infructuosa de este
para socorrer la plaza. — Tropas inglesas que se presentan delante del
puerto. — No desembarcan. — Otras ocurrencias desgraciadas. — Baten
los franceses la ciudad. — La asaltan. — La entran. — Gloriosa resistencia
de los sitiados. — Muerte de Don José González. — Horrible matanza. —
Reflexiones. — Suerte de Contreras y noble respuesta. — Ceremonia reli-
giosa á que asiste Suchet. — Resuelve Campoverde evacuar el principado.
— Deserción. —: Suchet pasa á Barcelona. — Actos suyos crueles. — Torna
Suchet á Tarragona. —Desiste Campoverde de evacuar el principado. —
Se embarcan los valencianos. •— Sucede á Campoverde en el mando Don
Luis Lacy. —Lacy y la Junta del principado en Solsona. Su buen ánimo.—
Marcha admirable del brigadier Gasea.—Suchet trata deactacarla montaña
de Monserrat. — Es elevado á mariscal de Francia.—Eróles en Monserr&t.—
Descripción de este punto. — Le ataca y toma Suchet. — Macdonald estre-
cha á Figueras. — Se rinde el castillo. — No por eso cesala guerra en Ca-
taluña. — Suchet pasaá Aragón , inquieto siempre este reino. — Valencia.
Convoca Bassccour un congreso. •—• Se disuelve.—Don Carlos Odonell sucede
á Bassecour. — Operaciones militares del 1° ejercito, ó sea de Valencia. —
Sucede el marqués del Palacio á Odonell. — Castilla la Nueva. — Juntas y
guerrilleros. — El Empecinado. —Villacampa.— Ataque contra el puente de




LIBRO DECIMOQUINTO. 513
Auñon. — Diversos movimientos y sucesos. — Otros guerrilleros. — Malos y
crueles tratamientos. — Mas partidarios. — Resultas importantes de este
género de guerra. — Situación de José. — Desengaños que recibe. — Estado
de su ejército y hacienda. — Diversiones que José promueve. — Ilusiones de
José. — Desazonaba su lenguaje á Napoleón. — Disgusto de José. — Su
viage á Paris. — Nacimiento del rey de Roma. — "Vuelve José á Madrid. —
Escasez de granos. — Providencias violentas del gobierno de José. — Trata
José de componerse con el gobierno de Cádiz. •—Emisarios que envia. —
Inutilidad de los pasos que estos dan.


A los opuestos y distantes extremos de los puntos „ , ¡ , [ ^ " 4 ° ™
en donde se ejecutaban las grandes y principales ma- erremos ne ios
niobras del ejército anglo-portugués y anglo-español, Md«'« n gí£«s-
descubríanse por un lado las montañas de Ronda y el pano-portugue-
3 e r ejército acantonado en la raya de Granada y Mur-
cia, y por el otro Galicia y Asturias con el ahora llamado 6 o ejér-
cito. En ambas partes pudiera haberse molestado mucho al ene-
migo, si se hubiese sacado ventaja de los medios que proporcionaba
el pais, señaladamente Galicia, y de la favorable oportunidad que
ofrecía el agolparse de las huestes francesas hacia la raya de Por-
tugal. Pero por desgracia ciñéronse solo los esfuerzos á divertir la
atención del enemigo, y á ponerle en la necesidad de emplear
tropas que bastasen á observar y contener á las nuestras.


La serranía de Ronda, foco importante de insurrec- R o m t e
cion, dividía, por decirlo asi, el cuerpo francés sitia-
dor de Cádiz, del de Sebastiani alojado en Granada. Gobernaba
aquellas montabas, como antes, el general Valdenebro, presidente
de la junta de partido; mas por lo común guiaban de cerca á los
serranos caudillos naturales del pais. Begines de los Rios con la
primera división del 4 P ejército apoyaba los movimientos de los ha-
bitadores, y contribuía á mantener el fuego. Peleábase sin cesar, y
ni las fuerzas que los franceses conservaban siempre en la misma
sierra, ni las columnas que aveces destacaban de Sevilla, Granada
ó sitio de Cádiz, eran suficientes para reprimir la insurrección. El
paisanage dispersábase cuando le atacaban numerosas fuerzas, y
reconcentrábase cuando estas se disminuían, apellidando guerra
por valles y hondonadas con instrumentos pastoriles, ó usando de
otras señales como de fogatas y cohetes. Inventaron los róndenos
mil ardides para hostigar á sus contrarios, y en Gausin subieron
cañones hasta en los riscos mas escarpados. Las mugeres continua-
ron mostrándose no menos atrevidas que los hombres, y en vano
tentó el enemigo domar tal gente y tales breñas : desde principios
de este año de 1811 hasta agosto anduvo la lid empeñada, y en-
tonces animóla, como veremos mas adelante, la venida del general
Ballesteros.


No son muy de referir los acontecimientos que Murcia j Grana-
ocurrieron por el mismo tiempo en el tercer ejército d a-




,"14 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


que antes componía parte del que llamaron del centro. Sucedió á
Blake cuando pasó á ser regente, el general Freiré , quien en di-
ciembre de 1810tenia asentados sus reales en Loica, y puesta su
vanguardia en Albox, Huesear y otros pueblos de los contornos.
Franceses y españoles registraban á menudo el campo; y en febrero
de 1811 quisieron los primeros internarse en Murcia, como para
hacer juego con los movimientos de Soult en Extremadura. Exten-
diéronse hasta Lorca, ciudad que evacuó Freiré; no llevando Se-
bastiani mas allá sus incursiones, acometido de una consunción
peligrosa.


Retirados los franceses, tornaron los nuestros á sus anteriores
puestos y renovaron sus correrías y maniobras. Fué de las mas
notables la que practicaron el 21 de marzo. Don José Odonell gefe
de estado mayor dirigióse con una división volante sobre Huercal
Overa, y destacó á Lubrin al conde del Montijo asistido de ocho
compañías. Los enemigos alli alojados resistieron al conde, mas re-
tirándose á poco camino de Ubeda, viéronse perseguidos y expe-
rimentaron una pérdida de 180 hombres con algunos prisioneros.


Menguado cada dia mas el 4 o cuerpo francés, tuvo el general Se-
bastiani que ordenar la reconcentración de sus fuerzas cerca de
Baza, aproximándolas por último á Guadix el 7 de mayo. De re-
sultas avanzó íYeire, y colocó su vanguardia en la venta del Baúl,
destacando por su derecha camino de Ubeda y Baeza á Don
Ambrosio de la Cuadra con una división y las guerrillas de la
comarca.


Este movimiento hecho con dirección á parages por donde pu-
dieran cortarse las comunicaciones de las Andalucías, alteró álos
franceses que acudieron aceleradamente de Jaén, Andújar y otras
guarniciones inmediatas para contener á Cuadra y atacarle. Trabóse
el primer reencuentro el 15 de mayo en la misma ciudad de Ubeda.
Tres veces acometieron los enemigos y tres veces fueron rechaza-
dos , obligándolos á huir la caballería española qué trató de coger-
los por la espalda. Los franceses perdieron mucha gente, sirviéndoles
de poco un regimiento de juramentados que á los primeros tiros se
dispersó. Afligió sobremanera á los nuestros la muerte del coman-
dante del regimiento de Burgos Don Francisco Gómez de Barreda,
oficial distinguido y de mucho esfuerzo.


También el 24 intentaron los enemigos desalojar á los españoles
de la venta del Baúl, mandados estos por Don José Antonio de
Sanz. Cargó intrépidamente el francés, mas no pudo conseguir su
objeto, impidiéndoselo un barranco que habia de por medio, y el
acertado fuego de nuestra artillería que manejaba Don Vicente Cha-
mizo. Se limitó de consiguiente la refriega á un vivo cañoneo
que terminó por retirarse los franceses á Guadix y á la cuesta de
Diezma.


A poco pensó igualmente Freiré en distraer por su izquierda al




LIBRO DECIMOQUINTO. 515


enemigo, y á este propósito envió la vuelta de las Alpujarras con
dos regimientos al conde del Montijo. En tan fragosos montes causó
este algún desasosiego á la guarnición de Granada, y aproximán-
dose á la ciudad llegó hasta el sitio conocido bajo el nombre del
Suspiro del moro.


Estrechado Sebastiani hubo ocasión en que pensó abandonar á
Granada, cuyas avenidas fortificó, no menos que el célebre palacio
morisco de la Alhambra. Alivióle en situación tan penosa la llegada
de Drouet á las Andalucías, habiendo entonces sido reforzado el
4 o cuerpo; socorro con el que pudo este respirar mas desahoga-
damente.


Pero Sebastiani al finar junio pasó á Francia, ya p a s a sebastiani
por lo quebrantado de. su salud, ó ya mas bien por a F r a n c i a -
las quejas del mariscal Soult, ansioso de regir sin obstáculo ni em-
barazo las Andalucías. El primero durante su mando no dejó de
esmerarse en conservar las antigüedades arábigas de Granada, y
en hermosear algo la ciudad; mas no compensaron ni con mucho
tales bienes los otros daños que causó, las derramas exorbitantes
que impuso, los actos crueles que cometió. Tuvo Sebastiani por
sucesor al general Leval.


En Galicia y Asturias, el otro punto extremo de los Galicia y A s a -
dos en que ahora nos ocupamos, no anduvo en un r i a s -
principio la guerra mejor concertada que en Granada y Murcia.
Don Nicolás Mahy conservó el mando hasta entrado el año de 1811,
y ocupóse mas que en la organización de su ejército en disputas y
reyertas provinciales. El bondadoso y recto natural de aquel gefe
le inclinaba á la suavidad y justicia; pero desviábanle á veces
malos consejos ó particulares afectos puestos en quien no los me-
recia.


El ejército gallego permanecía casi siempre sobre el Vierzo y
otros puntos del reino de León, y fue de alguna importancia la
sorpresa que en 22 de enero hizo Don Ramón Romay acometiendo
á la Bañeza, en donde cogió á los enemigos varios prisioneros,
efectos y caudales. De este modo proseguió por aquí la guerra du-
rante los primeros meses del año.


En Asturias mandaba Don Francisco Javier Losada; pero subor-
dinado siempre á Mahy, general en gefe de las fuerzas del prin-
cipado como lo era de las de Galicia. Tan pronto en aquella
provincia se adelantaban los nuestros, tan pronto se retiraban,
ocupando las orillas del Nalon, del Narcea, ó del Navia, según los
movimientos del enemigo. Los choques eran diarios ya con el ejér-
cito, ya con partidas que revoloteaban por los diversos puntos del
principado. El mas notable acaeció el 19 de marzo de este año de
1811 en el Puelo, distante una legua de Cangas de Tineo yendo
camino de Oviedo, lugar situado en la cima de unos montes cuyas
faldas por ambos lados lamen dos diferentes rios. Losada se colocó




516 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


en lo alto que forma como una especie de cuña, y aguardó á los
contrarios que le atacaron á las órdenes del general Valletaux.
Nuestra fuerza consistía en unos 5000 hombres, inferior la de los
franceses. Estaban con el general Losada Don Pedro de la Barcena
y Don Juan Diaz Porlier, sirviendo este de reserva con la caballe-
r ía , y aquel con los asturianos de vanguardia. Tiroteóse algún
tiempo, hasta que herido Barcena en el talón entró en los nuestros
un terror pánico que causó completa dispersión. Losada y el mismo
Barcena, aunque desfallecido, hicieron inútiles esfuerzos para con-
tener al soldado, y solo salvó á los fugitivos y álos generales la se-
renidad de Porlier y sus ginetes que hicieron frente y reprimieron
á los enemigos.


Tal contratiempo probaba mas y mas la necesidad en que se es-
taba de refundir todas aquellas fuerzas y darles otra organización,
introduciendo la disciplina que andaba muy decaida. En la prima-
vera de este año empezóse á poner en obra tan urgente providen-
cia. El mando del 6° ejército se había confiado á Castaños al mis-
mo tiempo que conservaba el del 5 o ; acumulación de cargos mas
aparente que verdadera, y que solo tenia por objeto la unidad en
los planes, caso de una campaña general y combinada con los an-
glo-portugueses. Y asi quien en realidad gobernó, aunque con el
título de segundo de Castaños, fue Don José María de Santocildes,
sucesor de Mahy, teniendo por gefe de estado mayor á Don Juan
Moscoso, Ambas elecciones parecieron con razón muy acertadas :
Santocildes habíase acreditado en el sitio de Astorga, logrando
después escaparse de manos de los enemigos, y á Moscoso ya le
hemos visto brillar entre los oficiales distinguidos del ejército de la
izquierda. Se notaron luego los buenos efectos de estos nombra-
mientos. En el pais agradaron á punto que se esmeraron todos en
favorecer los intentos de dichos gefes, y hubo quien ofreció dona-
tivos de consideración.


Distribuyóse el ejército en nuevas divisiones y brigadas y se me-
joró su estado visiblemente, siguiéndose en el arreglo mejor or-
den y severa disciplina. La I a división al mando del general Losada
quedó en Asturias; la 2 a al de Taboada se apostó en las gargantas
de Galicia camino del Vierzo; y la 5 a bajo Don Francisco Cabrera
en la Puebla de Sanabria. Permaneció una reserva en Lugo, punto
céntrico de las otras posiciones. En principios de junio marchó á
Castilla todo el ejército, excepto la división de Losada que se ende-
rezó á Oviedo. Esta maniobra ejecutada á tiempo que el mariscal
Marmont babia partido para Extremadura produjo excelentes re-
Evacuacion ae sultas. Los enemigos por un lado evacuaron el princi-


Asiurias. p a f ] 0 Asturias, saliendo de su capital el 14 de ju-
nio, en donde se restablecieron inmediatamente las autoridades le-
gítimas. Por el otro destruyeron el 19 las fortificaciones de Astorga
y se retiraron á Benavente, entrando el 2 2 en aquella ciudad el ge-




LIBRO DECIMOQUINTO. 317


neral Santocildes en medio de los mayores aplausos, como teatro
que habia sido de sus primeras glorias.


Colocóse el ejército español á la derecha del Orbi- Acción de Co-
go, en donde se Je juntó una de las brigadas de la di- sonetos.
visión que se alojaba en Asturias. Bonnet, después que abandonó
esta provincia, quedóse en León, vigilándoleensus movimientos los
españoles. Limitáronse al principio unas y otras tropas á tiroteos,
hasta que en la mañana del 23 el general Valletaux partiendo del
Orbigo , atacó á la una del dia á Don Francisco Tabeada , situado
hacia Cogorderos en unas lomas á la derecha del rio Tuerto. Sos-
túvose el general español no menos que cuatro horas; en cuyo
tiempo acudiendo en su socorro la brigada asturiana á las órdenes
de Don Federico Castañon, tomó este á los enemigos por el flanco
y los deshizo completamente. Pereció el general Valletaux y con-
siderable gente suya : cogimos bastantes prisioneros , entre ellos
11 oficiales; y se vio lo mucho que en poco tiempo se habia ade-
lantado en la formación y arreglo de las tropas.


Tampoco se descuidó el de las guerrillas del distrito; habién-
dose facultado al coronel Don Pablo Mier para que compusiese con
ellas una legión llamada de Castilla. Muchas se unieron, y otras
por lo menos obraron de acuerdo y mas concertadamente.


Al entrar julio hizo Santocildes un reconocimiento geneial so-
bre el Orbigo; y rechazando al enemigo mostraron cada vez mas
los soldados del 6 o ejército su progreso en el uso de las armas y en
las evoluciones. Asi se fue reuniendo una fuerza que con la de
Asturias rayaba en 16,000 hombres, llevando visos de aumentarse
si los mismos caudillos proseguían á la cabeza.


lbase á dar la mano con este ejército el 7 o que co- , 0 P o r_
menzaba á formarse en Ja Liébana; habiendo sentado i¡eru su trente.
enPotes su cuartel general Don Juan Díaz Porlier, 2 o en el mando.
Estaba elegido 1 e r gefe Don Gabriel de Mendizabal, quien retardó
su viage con lo acaecido en el Gévora el 19 de febrero : desventura
que le obligó, para rehabilitarse en el concepto público , á pelear
en la Albuera voluntariamente como soldado raso en los puestos
mas arriesgados. Porlier en consecuencia se halló solo al frente del
nuevo ejército, cuyo núcleo le componían el cuerpo franco de dicho
caudillo, y las fuerzas de Cantabria engrosadas con quintos y parti-
das que sucesivamente se agregaban. Renovales fue enviado hacia
Bilbao para animar á las partidas y enregimentar batallones suel-
tos : tocó hasta en la Rioja, y contribuyó á sembrar zozobra é in-
quietud entre los enemigos.


Quisieron estos apoderarse del principal depósito del 7" ejército,
y acometieron á Potes en fines de mayo. Los nuestros habian por
fortuna puesto al abrigo de una sorpresa sus acopios, y con eso
desvanecieron las esperanzas del general Roguet, que asistido de
2000 hombres entró en aquella yilla, teniéndola en breve que des-




3 1 8 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


amparar , á causa de la vuelta repentina de Don Juan Diaz Por-
lier que habia reunido toda su tropa, antes segregada,
partwas de este Los invasores por tanto no disfrutaban aqüi de


distrito. mayor respiro que en las demás partes : causándoles
el 7 o naciente ejército, y las guerrillas que en el distrito lidiaban,
irreparables daños. Comprendíanse en este las de Campillo, Longa,
el Pastor, Tapia, Merino y la del mismo Mina, aunque con especial
permiso el último de obrar con independencia. Comprendíanse
también las otras de menos nombre que recorrían las montañas de
Santader, ambas márgenes del Ebro hasta los confines de Navarra,
y carretera real de Burgos. No entraba en cuenta la de Don José
Duran, si bien en Soria; pues por su proximidad á Aragón se
agregó con lacle Amor, como las demás de aquel reino, al2° ejér-
cito ó sea de Valencia. No pudiendo el francés exterminar contra-
rios tan porfiados y molestos, trató de espantarlos haciendo la
guerra al comenzar este año de 1811 con mayor ferocidad que an-
tes, y ahorcando y fusilando á cuantos partidarios cogia.


Y estos no hallando va para ellos puerto alguno de
Sorpresa de un . - 1 1 "


convoy en Aria- salvación, en vez de ceder, redoblaron sus esfuerzos
banporMma. anegando, por decirlo asi, con su gente todos los ca-
minos. Los mariscales, generales y casi todos los pasageros, siendo
enemigos, veíanse á cada paso asaltados con gran menoscabo de
sus intereses y riesgo de sus personas. Entre los casos de esta clase
mas señalados entonces (todos no es posible relatarlos), sobre-
sale el de Arlaban; que asi llaman á un puerto situado entre los
lindes de Álava y Guipúzcoa, por donde corre la calzada que va
á Irun.


Don Francisco Espoz y Mina sabedor de que el mariscal Mas-
sena caminaba á Francia juntamente con un convoy, ideó sorpren-
derle : y marchando á las calladas y de noche por desfiladeros y
sendas extraviadas, remaneció el 23 de mayo sobre el mencionado
puerto. Casualmente Massena, á gran dicha suya, retardó salir de
Vitoria; mas no el convoy que prosiguió sin detención su ruta. Las
6 de la mañana serian, cuando Mina, emboscado con su gente, se
puso en cuidadoso acecho. Constaba el convoy de 150 coches y
carros, y le escoltaban 1200 infantes y caballos, encargados tam-
bién de la custodia de 1042 prisioneros ingleses y españoles. Dejó
Mina pasar la tropa que hacia de vanguardia; y atacando á los que
venian detras, trabóse la refriega, y duró hasta las 3 , hora en
que cesó cayendo en poder de los españoles personas y efectos.
Mas de 800 hombres perdieron los franceses, 40 oficiales; cogiendo
el mismo Mina al coronel Laffite. Parte del caudal y las joyas se
reservaron para la caja militar : lo demás lo repartieron los ven-
cedores entre sí. Se permitió á las mugeres continuar su camino á
Francia; y trató bien Mina á los prisioneros, á pesar de recientes
crueldades ejercidas contra los suyos por el enemigo. Se calculó el




LIBRO DECIMOQUINTO. 519


t>otin en unos 4,000,000 de reales, poderoso incentivo para acre-
centar las partidas!


Conociendo Napoleón cuanto retardaba tal linage m a t 0 f r a n_
de pelea la sumisión de España, habia ya pensado j*»^* a < , t u > i a
desde principios de 1811 en dar nuevo impulso á la
persecución de los guerrilleros, poniendo en una sola mano la di-
rección suprema de muchos de los gobiernos en que habia dividida
la costa cantábrica, y las orillasdel Ebro y Duero. Asi por decreto
de 15 de enero formó el ejército llamado del norte, de que ya he-
mos hecho mención, y cuyo mando encomendó al mariscal Bes-
siéres, duque de lstria. Extendíase á la Navarra, las tres provin-
cias Vascongadas, parte de las de Castilla la Vieja, Asturias y reino
de León; y llegó á constar dicho ejército de mas de 70,000 hom-
bres. Nada sin embargo consiguió el emperador francés, pues
Bessiéres no disipó en manera alguna el caos que producia guerra
tan aturbonada, y para los enemigos tan afanosa : volviéndose á
Francia en julio, con deseo de lidiar en campos de mas gloria, ya
que no de menos peligros. Tuvo por sucesor en el mando al conde
Dorsenne.


Muy atrás nos queda Cataluña, y con ella Aragón catalana, Ar«-
y. Valencia ; provincias cuyos acontecimientos cami- e o n y V a J e n c i a -
naban hasta cierto punto unidos, y á las que hacían guerra los
cuerpos de Suchet y Macdonald, obrando de concierto para suje-
tarlas. Cuando en esta parte suspendimos nuestra narración, for-
malizaba Suchet el sitio de Tortosa, y se cautelaba para que no le
inquietasen las tropas y guerrillas de las provincias aledañas;
ayudándole Macdonald colocado en parage propio á reprimir los
movimientos hostiles del ejército de Cataluña, que á la sazón regia
Don Miguel Yranzo. Reduplicó Suchet sus conatos al fenecer del
año de 1810; y el bloqueo de aquella plaza comenzado en julio , y
todavía no completado, convirtióse el 15 de diciembre en perfecto
acordonamiento.


Asiéntase Tortosa á la izquierda del Ebro en el re- „,. ' „
i i , / i , , Sitio de Tortosa.


cuesto de un elevado monte, á cuatro leguas del Me-
diterráneo. Su población de 11 á 12,000 habitantes. Las fortifica-
ciones irregulares, de orden inferior, construidas en diversos
tiempos, siguen en el torno que toman los altos y caídas la des-
igualdad del terreno. Al sudeste é izquierda siempre del r io , se le-
vantan loibaluartes de San Pedro y San Juan, con una cortina no
terraplenada, que cubre la media luna del Temple. El recinto se
eleva después en parage roqueño, amparado de otros tres baluar-
tes , por donde embistió la plaza el duque de Orleans en la guerra
de sucesión, y desde cuyo tiempo, considerado este punto como el
mas débil, se le enrobusteció con un fuerte avanzado , que todavia
llevaba el nombre de aquel príncipe. Pasados dichos tres baluartes,
precipítase la mnralla antigua por una barranquera abajo, aproxi-




320 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


mandóse en seguida al castillo, situado en un peñasco escarpado,
y unido con el Ebro por medio de un frente sencillo. Otro recinto
que parte del último de los tres indicados baluartes, se extiende
por de fuera, y abrazando dentro de sí al castillo, júntase luego
cerca del rio con el muro mas interno. Defienden los aproches de
todo este frente tres obras exteriores : llaman á la mas lejana las
Tenazas, sita en un alto enseñoreador de la campiña. Comunica la
ciudad con la derecha del Eb ro , aqui muy profundo, por un
puente de barcas, cubierto á su cabeza con buena y acomodada
fortificación. Entre el rio y una cordillera, que se divisa á poniente
dilátase vasta y deliciosa vega, poblada antes del sitio de muchas
caserías, y arbolada de olivares, inoreros y algarrobos, que rega-
ban mas de 600 norias. Parte de tanta frondosidad y riqueza talóse
y se perdió para despejar los alrededores de la plaza en favor de
su mejor defensa. Se hallan por el mismo lado el arrabal de Jesús
y las Roquetas. Desde mediados de julio gobernaba á Tortosa el
conde de Alacha, que se señaló el año de 1808 en la retirada de
Tudela. Era su segundo Don Isidoro de Uriarte, coronel de Soria.
Constaba la guarnición de 7179 hombres, y el vecindario en su
conducta no desmereció al principio de la que mostraron otras ciu-
dades de España en sus respectivos sitios.


Para cercar del todo la antes solo semibloqueada plaza, habia
Suchet ordenado el 14 de diciembre que el general Abbé quedase
en las Roquetas, derecha del rio; y que Habert, que antes mandaba
en este parage, pasase á la izquierda y ocupase las alturas inme-
diatas á la plaza, arrojando de alli á los españoles; lo cual acaeció
el 1 3 , después de haber los nuestros defendido la posición con te-
nacidad. Los enemigos echaron puentes volantes rio arriba y rio
abajo de Tortosa, con objeto de facilitar la comunicación de ambas
orillas.


Resolvieron también los mismos verificar su principal ataque por
el baluarte, ó mas bien semibaluarte de San Pedro, teniendo para
ello primero que apoderarse de las eminencias situadas delante del
fuerte de Orleans, las cuales enfilaban el terreno bajo. En su cima
habia Uriarte empezadoá trazar un reducto; obra que Alacha mal
aconsejado decidió no se llevase á cumplido efecto. Los franceses
por tanto se enseñorearon fácilmente de aquellas cumbres, y abrie-
ron el 19 la trinchera contra el fuerte de Orleans, ataque auxiliador
del ya indicado como principal.


Dieron también comienzo á este último en la noche del 20, y para
no ser sentidos favorecióles el tiempo ventoso y de borrasca. Rom-
pieron la trinchera partiendo del r io , y prolongáronla hasta el pie
de las alturas fronteras al fuerte de Orleans, distando solo de la
plaza la primera paralela 85 toesas. El general Rogniat dirigía los
trabajos de los ingenieros enemigos : mandaba su artillería el ge-
neral Valée.




LIBRO DECIMOQUINTO. 321


A la propia sazón reforzó á Suchet una division del ejército
francés de Cataluña á las órdenes del general Frère , en la que se
incluía la brigada napolitana del mando de Palombini. Envió Mac-
donald este socorro el 18 en ocasión que escaso de víveres y teme-
roso de alejarse demasiado, volvía atrás de una correría que había
emprendido hasta Perelló. Colocó Suchet la division recien llegada
en el camino de Amposta.


Iba este adelante en los trabajos del asedio, y ponía su conato en
el ataque del baluarte de San Pedro, que era , según hemos dicho,
el mas principal, sin descuidar el de su derecha, aunque falso,
contra el frente de Orléans, como tampoco otro de la misma natu-
raleza que empezó á su izquierda á la otra parte del r io , destinado
á encerrar á los sitiados en sus obras.


En los dias 23 y 24 hicieron los últimos algunas salidas; mas el
2o terminó el enemigo la segunda paralela, lejana solo por el lado
siniestro 33 toesas del baluarte de San Pedro, distando por el otro
del recinto unas 50, recogida alli en curva á causa de los fuegos do-
minantes del fuerte de Orléans. Hicieron de resultas los españoles
la noche del 25 al 26 dos salidas, una á las once y otra á la una.
En vela los enemigos rechazaron á los nuestros, sí bien después
de haber recibido algún daño.


No abatidos por eso los cercados repitieron nueva tentativa en la
noche del 26 al 2 7 , en la que igualmente fueron repelidos, situán-
dose entonces los franceses en la plaza de armas del camino cu-
bierto, en frente del baluarte de San Pedro. Semejantes reen-
cuentros y los fuegos de la plaza retardaban algo los trabajos
del sitiador, y le mataban mucha gente con no pocos oficiales dis-
tinguidos.


Firmes lodavia los españoles, efectuaron nueva salida en la tarde
del 28 de mayor importancia que las interiores. Para ello desem-
bocaron unos por la puerta del rastro para atacar la derecha de los
enemigos, y otros se encaminaron rectamente al centro de la trin-
chera , protegiendo el movimiento los fuegos de la plaza, y los del
fuerte de Orléans ; acometieron con intrepidez, desalojaron á los
franceses de la plaza de armas que habían ocupado, y los acorrala-
ron contra la segunda paralela. Parte de las obras fueron arruina-
das, y por ambos lados se derramó mucha sangre. Al cabo se
retiraron los nuestros acudiendo gran golpe de contrarios, pero
conservaron hasta la noche inmediata la plaza de armas recobrada
á la salida.


Puede decirse que este fue el último y mas señalado esfuerzo que
hicieron los cercados. En lo sucesivo se procedió flojamente Alacha
herido ya desde antes en un muslo y aquejado de la gota, mostró
gran flaqueza; y aunque es cierto que habia entregado el mando á
su segundo, habíale solo entregado á medias, con lo que se empeoró
mas bien que favoreció la defensa, desmandando á veces uno lo que


ii. 21




322 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


olio ordenaba, é inutilizándose asi cualesquiera disposiciones.
La población con tal ejemplo amilanóse también y no coadyuvó
poco al caimiento de ánimo de algunos soldados y á la confusión :
manejos secretos del enemigo tuvieron en ello par te , como asi-
mismo personas de condición dudosa que rodeaban al abatido
Alacha.


Construidas entre tanto y acabadas las baterías enemigas, rom-
pieron el fuego al amanecer del 29. Diez en número , tres de ellas
dirigieron sus tiros contra el fuerte de Orleans y las obras de la plaza
colocadas detras, cuatro contra la ciudad y baluarte de San Pedro,
las tres restantes á la derecha del rio apoyaban este ataque y batían
ademas el puente y toda la ribera.


En breve los fuegos del baluarte de San Pedro , los de la media
luna del Temple y los de casi todo aquel frente fueron acallados, y
se abrió brecha en la cortina. Ya anteriormente se hallaban las
obras en mal estado, y solo el estremecimiento de la propia artillería
hundía ó resquebrajaba los parapetos. La caida de las bombas pro-
dujo en el vencidario conturbación grande, aumentada por el des-
cuido que habia habido en lomar medidas de precaución. En balde
se esforzaron varios oficiales en reparar parte del estrago, y en
ofrecer al sitiador nuevos obstáculos.


Quedaron el 31 apagados del todo los fuegos del frente atacado;
ocuparon los franceses, á la derecha del rio, la cabeza del puente
abandonada por los españoles, añadieron nuevas baterías, y ha-
ciéndose cada vez mas practicable la brecha de la cortina junto-a!
flanco del baluarte de San Pedro, acercábase al parecer el mo-
mento del asalto.


Mal dispuestos se hallaban en la plaza para rechazarle, los ve-
cinos consternados, el soldado casi sin guia : Alacha metido en el
castillo no resolvía cosa alguna, mas Jo empantanaba todo. Uriarte
viéndose falto de arrimo en el mayor apuro, y hombre de no grande
expediente, juntó á los gefes para que decidiesen en tan estrecho
caso. Los mas opinaron por pedir una tregua de 20 días, y por
entregarse al cabo de ellos, si en el intervalo no se recebia auxilio.
Disimulado modo de votar en favor de la rendición, pues claro era
que no convendría el francés en cláusula tan extraña. Otros, si bien
los menos, querían que se defendiese la brecha.


Prevaleció, como era natural y no mas honroso, el parecer de la
mayoría al que daba gran peso el desaliento de los vecinos, de
tanto influjo en esta clase de guerra. Por consiguiente el I o de enero
enarboló el castillo, constante albergue de Alacha, bandera blan-
ca; y advirtió este á Uriarte que enviaba al coronel de ingenieros
Veyan al campo enemigo á proponer la tregua que se deseaba. Salió
en efecto el último con el encargo, y recibió de Suchet la consi-
guiente repulsa. Sin embargo el general francés envió al mismo
tiempo dentro de la plaza al oficial superior Saint-Cyr Nucques,




LIBRO DECIMOQUINTO.


facultado para estipular una capitulación mas apropiada á sus
miras.


Avocóse primero el parlamentario con Uriarle, quien insistió en
la anterior propuesta. Lo mismo hizo luego Alacha, añadiendo las
siguientes palabras : * El deseo de que no se vertiese mas sangre
* del vecindario me habia inclinado á la tregua ; no concedida esta
t nos defenderemos. » Pero replicándole el francés: i Que conocía
Í el estado de la plaza, y que la resistencia no seria larga, » cambió
Alacha inmediatamente de parecer, y propuso venir á partido con
tal que se diese por libre á la guarnición. Veleidad incomprensible
y digna del mayor vituperio. Rehusó Saint-Cyr entrar en ningún
acomodamiento de aquella clase, cierto de que en breve pisaría el
ejército francés el suelo de Tortosa. Varios esforzados gefes alli pre-
sentes quedaron yertos y atónitos al ver la mudanza repentina del
gobernador : y se sospecha que desde entonces allegados de este
pactaron la entrega de la plaza en secreto, medrosos del soldado
que se mostraba asombradizo y ceñudo.


Los franceses, sin omitir las malas artes, continuaron con ahinco
en sus trabajos para asegurar de todos modos su triunfo; y esta-
blecieron en la noche del 1 al 2 de enero una nueva batería distante
solo 40 toesas de una de las caras del baluarte de San Pedro. En
7 horas dé tiempo abrieron con los nuevos fuegos dos brechas, sin
contar la aportillada primeramente en la cortina; y por último todo
se apercibía para dar el asalto.


Uriarte, en aquel aprieto y no tomadas de antemano medidas que
bastasen á repeler al enemigo, quiso que la ciudad capitulase, y
que guardasen los españoles los principales fuertes. Propuesta
que parecería singular si no la explicase hasta cierto punto el
deseo que por una parte tenían los soldados de defenderse, y el
descaecimiento que por la otra se habia apoderado de los mas de los
vecinos.


No era tampoco menor el de Alacha, que sordo ya á toda adver-
tencia , participó á Uriarte su final resolución de capitular asi pol-
los fuertes como por la plaza.


Aparecieron tremoladas en consecuencia 3 banderas blancas, que
despreció el enemigo continuando en su fuego. Provenia tal con-
ducta de no querer tratar el francés antes de que se le entregase en
prenda el fuerte llamado Bonete, temiendo algún inesperado arran-
que de la irritación del soldado español.


A todo se avenía Alacha, y creciendo en él la zozobra, avisó al
general enemigo que relajados los vínculos de la disciplina, le era
imposible concluir estipulación alguna si no le socorría ¡ Oh men-
gua ! Aguijado Suchet con la noticia, y cada vez mas receloso de
que se prolongase la defensa por algún súbito acontecimiento, re-
solvió poner cuanto antes término al negocio. Y para ello cor-
riendo en persona á la ciudad, acompañado solo de oficiales y ge-




524 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
nerales del estado mayor y de una compañía de granaderos, avanzó
al castillo, y anunciando á los primeros puestos la conclusión de
las hostilidades, se presentó al gobernador. Paso que se pudiera
creer temerario, si no hubiera asegurado su éxito anterior inteligen­
cia. Trémulo Alacha serenóse con la presencia del general enemigo
que miraba como á su libertador. Eterno baldón que disculparon
algunos con la edad y los achaques del conde, condenando todos á
varios de los que le rodeaban, en cuyos pechos parjcia abrigarse
bastardía alevosa.
и toman IOS Urgía sin embargo á los franceses ajustar la capitu­


tranceses. lacíon. Los soldados españoles, aun los del castillo,
intentaban defenderse, y necesitó emplear tono muy firme el ge­
neral enemigo y abreviar la llegada de sus tropas para huir de un
contratiempo. Hizo en seguida también él mismo escribir acelera­
damente un convenio que se firmó sirviendo de mesa una cureña.
No apresuró menos el que desfilase la guarnición con los honores
correspondientes y entregase las armas , debiendo conforme á lo
estipulado quedar prisionera de guerra. Ascendía todavía el número
de soldados españoles á 3974 hombres : los demás habían perecido
durante el sitio; de los franceses solo resultaron fuera de combate
unos 500.


sensación 4 a e Embravecióse la opinión en Cataluña con la rendí­
causa en cata­ c ion de Tortosa, y con lo descaminado y flojo de su
'"semencia con defensa. Un consejo de guerra condenó en Tarragona
tra el goberna­ al conde de Alacha á ser degollado, y el 24 de enero
dor Aiacba. ausente el reo, se ejecutó la sentencia en estatua. A la
vuelta á España en 1814 del rey Fernando, se abrió otra vez la
causa, dio el conde sus descargos, y le absolvió el nuevo tribunal,
no la fama.


En este ejemplo se nota cuanto daña al hombre público carecer
de voluntad propia y firme. Alacha en la retirada de Tudela habia
recogido gloriosos laureles que ahora se marchitaron. Pero enton­
ces escuchó la voz de oficiales expertos y honrados, y no tuvo en
la actualidad igual dicha. Y si es cierto que los franceses en Tortosa
dirigieron el sitio con vigor y maestría, y acertaron en atacar por
el llano, lo que no habían hecho en Gerona, facilitóles para ello
medios el descuido de Alacha, abandonando los trabajos empren­
didos en las alturas inmediatas al fuerte deOrleans, y no pensando
desde julio en que empezó su mando, en plantear otros, á cuyo
progreso no obstaba el semibloqueo del enemigo.


No queriendo Suchet desaprovechar tan feliz coyun­
смеГй'салшо t u r a como le ofrecia la­toma de Tortosa, previno al
dei con de Baia­ general Habert, adelantado ya á Perelló, que tantease
e u e r ' conquistar el fuerte de San Felipe en el Coll de Bala­
guer, angostura entre un monte de la marina y una cordillera á la
mano opuesta, pelada casi toda ella de plantas mayores, á la manera




LIBRO DECIMOQUINTO. 525


de tamas otras de España, pero odorífera con los muchos rome-
rales y tomillares que llenan de fragancia el aire. Dicho castillo
construido en el siglo XVIII para ahuyentar á los forajidos que alli
se guarecían, y á los piratas berberiscos que acechaban su presa
ocultos en las inmediatas ensenadas, era importante para los fran-
ceses, interceptándoles y dominando aquella posición el camino de
Tarragona á Tortosa. Habert rodeó el 8 de enero el fuerte de San
Felipe, é intimó la rendición. El gobernador, capitán anciano,
de nombre Ser rá , en vez de mantenerse tieso se limitó á pedir
4 días de término para dar una respuesta definitiva. Negósele tal
demanda, y desde luego comenzaron los franceses su ataque. Los
españoles sin gran resistencia abandonaron los puestos exteriores.
Volóse en breve dentro del fuerte un almacén de pólvora, y fluc-
tuando con la desgracia el ánimo de la tropa, ya no muy seguro
por lo de Tortosa, escalaron los franceses la muralla, huyendo
parte de la guarnición via de Tarragona y salvándose la otra en
un reducto, donde capituló, y cayeron prisioneros el goberna-
dor, 13 oficiales y unos 100 soldados. Tanto cunde el miedo, tanto
contagia.


Para asegurar Suchet aun mas las ventajas conseguidas y el em-
bocadero del Ebro , fortificó el puerto de la Rápita, y invidencias
tomó otras disposiciones. Encargó á Musnier que con «e sncnet. vuei-
su división vigilase las comarcas de Tortosa, Albar- T e i l A r a ^" 1 -
racin, Teruel, Morella y Alcañiz; y dejó á Palombini y sus napo-
litanos en Mora y sobre el Ebro en resguardo de la navegación del
rio, cuya izquierda ocupó el general Habert y su división para fa-
vorecer los movimientos que el mariscal Macdonald trataba de ha-
cer contra Tarragona. Reservó consigo Suchet lo restante de su
fuerza, y partió á Zaragoza á entender en arreglos interiores, y
atajar de nuevo las excursiones de los guerrilleros y cuerpos fran-
cos que con la lejanía de las principales tropas francesas andaban
mas sueltos.


En tanto acaecían en Tarragona, de resultas de la Alborotos en Tar-
entrega de Tortosa, conmociones y desasosiegos. Los r a g o n a -
catalanes ya no veían por todas partes sino traidores. Desconfiaban
del general engefe Yranzoydelosdemas , poniendo solo su espe-
ranza en el marqués de Campoverde, quien gozaba de aura popu-
lar , ya por su buen porte como general de división, ya por los
muchos amigos que tenia, y ya también por las fuerzas que ha-
bían ido de Granada, cuyo núcleo quedaba aun, y á las cuales
perlenecia aquel caudillo. En la ciudad querían proclamarle por
capitán general de la provincia, adhiriendo á ello los pueblos
circunvecinos, que llevados de igual deseo se agolparon un dia
de los primeros de enero al hostal de Serafina, inmediato á Tar-
ragona.


"Muchos pensaron que el marqués no ignoraba el origen de los




526 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
albrotos, y que no los desaprobaba en el fondo, aun­


El marqués de t i • • . i , •
campoverde es que aparentando lo contrario quena alejarse del pnn­
ra1°?eracata№a" cipado. No sabemos si en secreto tomó par te , pero


sí hubo allegados suyos y personas respetables que
sostuvieron y fomentaron la idea del pueblo por amistad á Campo­
verde, y por creer que su nombramiento era el único medio de li­
bertar á Cataluña de la anarquía y del entero sometimiento al ene­


(migo. Por fin y al cabo de idas y venidas, de peticiones y altercados,
j untos todos los generales hizo Yranzo dejación del mando, y no
admitiéndole otros á quienes correspondía por antigüedad, recayó
en Campoverde, el cual le aceptó interinamente bajo la condición
de que se atendrían todos á lo que en último caso dispusiese el go­
bierno supremo de la nación.


Tranquilizó los ánimos este nombramiento, y evitó que el ejér­
cito se desbandase, frustrándose también de este modo los intentos
del mariscal Macdonald que se habia acercado á Tarragona con es­
peranzas de enseñorearla, cimentadas en el acobardamiento que se
había apoderado de muchos, y en secretas correspondencias.


Asoma Mac­ ^ ^e e n e r 0 habia vuelto Macdonald á reunir al
donaid a Tarra­ grueso de su ejercito la division de Frère cedida tem­
8 0 n a ' poralmente á Suchet ; y yendo por Reus dio vista á
los muros tarraconenses el 10 del mismo mes. La quietud resta­
blecida dentro desconcertó los planes de los franceses, que no pu­
diendo detenerse largo tiempo en las cercanías por la escasez de


víveres y el hostigamiento de los somatenes, deter­
Se relira. . J > • i


minaron pasar á Lérida con proposito de prepararse
en debida forma al sitio de Tarragona.


Reencuentro ^ ° r e a i ' z ó Macdonald su marcha reposadamente,
con sarsûeid en Don Pedro Sarsfield situado con una division en Santa


igueroia. Coloma de Queralt recibió orden de Campoverde
para caer sobre Valls, y cerrar el paso á la vanguardia enemiga ;
al propio tiempo que las tropas de Tarragona debían picar y aun
embestir la retaguardia. Abria la marcha de los franceses la divi­
sion italiana al mando del general Eugeni (diversa de los napolita­
nos de Palombini ) , y encontróse el 15 entre Valls y Plá con Sars­
field. Los españoles acometieron el pueblo de Figuerola; adonde se
habia dirigido el enemigo para atacar nuestra derecha, y le ocupa­
ron arrollando á los contrarios y acuchillándolos los regimientos
de húsares de Granada y maestranza de Valencia, que á las órde­
nes de sus coroneles Don Ambrosio Foraster y Don Eugenio Ma­
ría Yebra se señalaron en este dia. El perseguimiento continuó
hasta cerca de Valls, alli reforzada la vanguardia enemiga pará­
ronse los nuestros, y se libertó la division italiana de un completo
destrozo. Campoverde no tuvo por su parte tanta dicha como
Sarsfield ; pues si bien salió de Tarragona para incomodar la reta­
guardia francesa, tropezando con fuerzas superiores, no seem­




LIBRO DECIMOQUINTO. 327
peñó en acción notable, y Macdonald de noche y de prisa atravesó
los desfiladeros y se metió en Lérida. Costóle el choque de Figue­
rola, glorioso para Sarsfield, 800 hombres. Murió de sus heridas
el general Eugeni.


Érale imposible al marqués de Campoverde tomar desde luego
parte mas activa en la campaña. Tenia que acudir al N u e ? o s а 1 Ы_
remedio de los males dimanados de la reciente pérdida rotos de т а ™ ­
de Tortosa y del Coll de Balaguer, no menos que á s o m '
mejorar las defensas de Tarragona. Quizá requería también su
presencia en esta plaza la necesidad de afirmar su mando caedizo
en tales circunstancias. El fermento popular, aun vivo, servíale de
instrumento. Sustentaba la agitación el saberse que habia la re­
gencia nombrado capitán general de Cataluña á Don Carlos Odo­
nell, hermano del Don Enrique, habiendo motin ó síntomas cada
vez que se sonrugia la llegada. Campoverde no reprimía los bulli­
cios bastantemente , escaseándole para ello la fortaleza, y siendo
patrocinadores, según fama, personas que le eran adictas.


Encrespóse la furia popular estando á la vista de Tarragona el
navio América, en Ja persuasión de que venia á bordo el sucesor,
mas se abonanzó aquella cuando se supo lo contrario. Renováronse
sin embargo los alborotos el 17 de febrero, y á ruegos de la junta,
de los gremios y de otras personas se posesionó Campoverde del
mando en propiedad en lugar de proseguir ejerciéndolo como in­
terino.


Para distraer el enojo del pueblo, apaciguar á este del todo, y
ganar la opinión de la provincia entera convocó Campoverde un
congreso catalán, destinado principalmente á proporcionar medios
bajo la aprobación de la superioridad. En rigor no prohibía la ley
tales reuniones extraordinarias, no habiendo todavía las cortes
adoptado para las juntas una nueva regla, conforme hicieron poco
después.


Se instaló aquel congreso el 2 de marzo, y de él S m c o n greso
nacieron conflictos y disputas con la junta de la pro­ catalán,
vincia, teniendo Campoverde que intervenir y hasta que atrope­
llar á varias personas, si bien al gusto del partido popular. Modo
impropio é ilícito de arraigar la autoridad suprema. El congreso
se disolvió á poco y nombró una junta que quedó en­ D ¡ s n é l r e s e l a e g 0
cargada, como lo habia estado la anterior, del go­
bierno económico del principado.


Nuevos sucesos militares, tristes unos y otros momentáneamente
favorables para los españoles, sobrevinieron luego en esta misma
provincia. Interesaba á Napoleón no perder nada de lo mucho que
habian últimamente ganado allí sus tropas, y cifrando toda con­
fianza en Suchet, principal adquiridor de tales ventajas, resolvió
encomendar al cuidado de este las empresas importantes que hacia
aquella parte meditaba.




328 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


„ , De vuelta Suehet á Zaragoza, y antes de recibir
Providencias . . ¡> i i . , ,


de suchet en nuevas instrucciones y facultades, trato de destruir
¡apartidas?'''" 1 las partidas que habían renacido en Aragón , alenta-


das con la ausencia de parte de. aquellas tropas, y
con el malogro que ya se susurraba de la expedición de Massena
en Portugal. Don Pedro Villacampa andaba en diciembre en el
término de Ojosnegros, famoso por su mina de hierro y por sus
salinas, en el partido de Daroca, de cuya ciudad saliendo al encuen-
tro del español el coronel Kliski, púsole en la necesidad de ale-
jarse. Pero en enero el general de Valencia Bassecourt queriendo
divertir al enemigo que se presumía intentaba el sitio de Tarra-
gona , dispuso que Villacampa y Don Juan 31artin el Empecinado,
dependientes ahora por el nuevo arreglo de ejércitos del 2 o ó sea
de Valencia, hiciesen diversas maniobras uniéndosele ó movién-
dose sobre Aragón. Barruntólo Suchet y envió de Zaragoza con
una columna al general Paris, y orden á Abbé para que partiese
de Teruel, debiendo ambos salir de los lindes aragoneses y exten-
derse al pueblo de Checa, provincia de Cuadalajara, en donde se
creia estuviese Villacampa. En su ruta encontróse Paris el 30 de
enero con el Empecinado en la vega de Pradoredondo, y al día in-
mediato contramarchando Villacampa que se había antes retirado
trabóse en Checa acción, cooperando á ella el Empecinado, que
combatió ya la víspera con el enemigo : el choque fue violento,
hasta que los gefes españoles cediendo al número acabaron por re-
tirarse.


Andando mas tardo el general Abbé no se juntó con Paris hasta
el 4 de febrero, en cuyo dia combinando uno y otro sus movimientos
se dirigieron el último contra Villacampa, el primero contra el Em-
pecinado, separados ya nuestros caudillos. No pudo Paris sor-
prender en la noche del 7 al 8 como esperaba á Villacampa, y se
limitó á destruir una armería establecida en Peralejos, replegándose
el gefe español hacia la hoya del Infantado.


Fue Abbé hasta la provincia de Cuenca tras del Empecinado que
tiró á Sacedon, espantando el francés al paso en Moya á la junta
de Aragón y al general Carjaval su presidente, quien luego pasó á
Cádiz, sin que se hubiese granjeado mientras mandó en aquella
provincia, las voluntades, ni adquirido militar nombre. Los gene-
rales Paris y Abbé habiendo permanecido en Castilla algunos
dias, y no conseguido en su correría mas que alejar del confín de
Aragón al Empecinado y á Villacampa, tornaron á los antiguos
puestos.


Otros combates sostuvieron también en aquel tiempo las tropas
de Suchet contra partidas de gefes menos conocidos en ambas orillas
del Ebro y otros puntos. El capitán español Benedicto sorprendió
y destruyó en Azuara cerca de Belcliile un grueso destacamento á
las órdenes del oficial Milawski: y Don Francisco Espoz y Mina,




LIBRO DECIMOQUINTO. 329


apareciendo en los primeros dias de abril en las Cinco Villas, atacó
en Castiliscar á los gendarmes y cogió 130 de ellos, llegando tarde
en su socorro el general Klopicki.


Entre tanto autorizó Napoleón á Suchet con las fa-
, . , 1 .. . , . Facultades rme-


cultades que tenia pensado y mas arriba indicamos. vas y mas am-
Fecha Ja resolución en 10 de marzo, encargábase por J ¡ ? S S ¡ ;
ellaá dicho general el sitio de Tarragona, y se le daba
el mando de la Cataluña meridional, agregándosele ademas la fuerza
activa del cuerpo que regia Mácdonald : desaire muy sensible para
este, revestido con la elevada dignidad de mariscal de Francia que
todavía no condecoraba á Suchet.


Inmediatamente, y para tratar de poner en ejecu- vistas con este
cion las órdenes del emperador, se avistaron en Lé- motivo de sncnet
• , i ^ %̂ ,, • i , • • . , y Mácdonald.


rida ambos gefes. Quedábale de consiguiente solo a
Mácdonald la incumbencia de conservar á Barcelona y la parte sep-
tentrional de Cataluña, asi como la de apoderarse de las plazas
y puntos fuertes de la Seu de Urgel, Berga, Monserrat y Cardona.


Retirado aquel mariscal á Lérida después del reencuentro de
Figuerola, habia disfrutado poco sosiego, no abatiendo á los intré-
pidos catalanes reveses ni desgracias. Obligábanle los somatenes á
no dejar salir lejos de la plaza cuerpos sueltos, y Sarsfield apos-
tado en Cervera le impedia excursiones mas considerables.


De acuerdo ahora en sus vistas Suchet y Mácdonald, pasaron sin
dilación á cumplir ambos la voluntad de su amo. Encargóse el pri-
mero de la nueva fuerza activa que se agregaba á su ejército y cons-
taba de unos 17,000 hombres, como también del mando de la parte
que se desmembraba al general de Cataluña. Partió Mácdonald de
Lérida el 26 de marzo camino de Barcelona, en cuya p a s a Macdonaw
ciudad debia principalmente morar en adelante para * B 8 r c e l 0 I i a -
dirigir de cerca las operaciones y el gobierno del pais que aun que-
daba bajo su inmediata dirección. Mas para realizar el viagede un
modo resguardado, ya que no del todo seguro, facilitóle Suchet
9000 infantes y 700 caballos á las órdenes del general Harispe, los
cuales, á lo menos en su mayor número, pertenecían ahora al
cuerpo de Aragón, y tenían que reunírsele, desempeñado que hu-
bieran la comisión de escoltar á Mácdonald.


Tomó este mariscal su rumbo vía de Manr esa y Quema de MaD-
acampó el 30 de marzo con su gente en los alrededores r e s a '
de la ciudad. Seguia el rastro Don Pedro Sarsfield con quien se
juntó el barón de Eróles en Casamasana acompañado de parte de
las tropas que se apostaban en Jas márgenes del Llobregat: ya
unidos marcharon ambos gefes en la noche del mismo 3 0 , y lle-
garon al hostal de Calvet, á una legua de Manresa. La junta de esta
ciudad habia convocado á somaten, y los vecinos acordándose
de anteriores saqueos de los franceses habian casi lodos aban-
donado sus hogares. A la vista de ellos todavía estaban, cuan-




330 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


do descubrieron las llamas que salían por todos los ángulos del
pueblo.


Habíale puesto fuego el enemigo incomodado por el somatén, ó
mas bien deseoso del pillaje que disculpaba la ausencia de los ve-
cinos. 31acdonald situado en las alturas de la Culla á un cuarto de
legua presenció el desastre y dejó que ardiese la rica y antes fortu-
nada Manresa sin poner remedió. 700 á 800 casas redujéronse á
pavesas ó poco menos, incluso el edificio de las huérfanas, varios
templos, dos fábricas de hilados de algodón, éinfinitos talleres de
galonería, valería y otros artefactos. Tampoco respetó el enemigo
los hospitales, llevando el furor hasta arrancar de las camas á
muchos enfermos y arrastrarlos al campamento. Solo se salvaron
algunos en virtud de las sentidas plegarias que hizo el médico Don
José Soler al general Salme, comandante de una de las brigadas de
Harispe, recordándole el convenio estipulado entre los generales
Saint-Cyr y Reding, convenio muy humano, y por el que los en-
fermos y heridos de ambos ejércitos debian mutuamente ser respe-
tados y remitidos, después de la cura, á sus respectivos cuerpos.
Los nuestros habían cumplido en todas ocasiones tan puntualmente
con lo pactado que el general Suchet no puede menos de atesti-


C A p a i j guarió en sus memorias, * diciendo : « Vimos en Valls
4 muchos militares franceses é italianos heridos, y nos


« convencimos de la fidelidad con que los españoles ejecutaban el
< convenio. »


Véase sin embargo como eran remunerados. Los ftianresanos
claniaron por venganza y pidieron á Sarsfield y á Eróles que ata-
casen y destruyesen sin misericordia á los transgresores de toda
ley, á hombres desproveídos de toda humanidad. Cerraron los
nuestros contra la retaguardia enemiga en donde iban los napoli-
tanos bajo Palombini. Desordenados estos rehiciéronse, mas Eróles
cargando de firme los arrolló y vengó algún tanto los ultrajes de
Manresa. Distinguióse aqui el después malaventurado Don José
María Torrijos, entonces coronel y libre ya de las manos de los
franceses, entre los que según dijimos habia caido prisionero meses
airas.


Macdonald con tropiezos y molestado siempre prosiguió su ruta,
padeciendo de nuevo bastante en un ataque que le dio en el Coll de
David, Don Manuel Fernandez Villamil comandante, de Monserrat.
A duras penas metióse en Barcelona el mariscal francés con 600
heridos, y una pérdida en todo de mas de 1000 hombres. Harispe
el 5 de abril volvió á Lérida yendo por Villafranca y Montblanch
no dejándole tampoco de inquietar' por aquel lado Don José Manso
que de humilde estado ilustrábase ahora por sus hechos militares.


No solo á los manresanos mas á toda Cataluña enfureció el pro-
ceder de los franceses en aquella marcha, y sobre todo la quema
de una ciudad que en semejante ocasión no les habia ofendido en




LIBRO DECIMOQUINTO. 334
nada. Encruelecióse de resultas la guerra, tuvo crecimientos la saña,
El marqués de Campoverde expidió una circularen que decia:« La
« conducta de los soldados franceses se halla muy en p r o c i a r a a d 0
« contradicción con el trato que han recibido y re- campoverde.
« ciben de los nuestros... y la del mariscal Macdonald no se ajusta
« en nada con las circunstancias de su carácter de mariscal, de du-
< que ni de general que ha hecho la guerra á naciones cultas, que
« conoce el derecho de gentes, los sentimientos déla humanidad.
« No ha limitado su atrocidad este generala reducirá cenizas una
* ciudad inerme y que ninguna resistencia le ha opuesto, sino que
« pasando de bárbaro á perjuro, no ha respetado el asilo de nues-
« tros militares enfermos, transgrediendo la inviolabilidad del con-
« trato formado desde el principio de la guerra. > Y después
concluía Campoverde : < Doy... orden... á las divisiones y par-
« tidas de gente armada... mandándoles que no den cuartel á
« ningún individuo de cualquiera clase que sea del ejército francés
« que aprehendan dentro ó á la inmediación de un pueblo que haya
« sufrido el saqueo, el incendio ó asesinato de sus vecinos... y
t adoptaré y estableceré por sistema en mi ejército el justo derecho
< de represalia en toda su extensión. » Las obras siguieron á las
palabras y á veces con demasiado furor.


Antes desde Tarragona habia dispuesto Campoverde Movimientos de
realizar algunos movimientos. Tal fue el que en 5 e s l e e e n e r a l -
de marzo mandó ejecutar á Don Juan Courten con intento de re-
cobrar el castillo del Coll de Balagirer, lo cual no se consiguió,
aunque sí el rechazar al enemigo de Cambrils hasta la Ampolla con
pérdida de mas de 400 hombres. De mayor consecuencia hubiera
sido á tener buen éxito otra empresa que el mismo general dirigió
en persona, y cuyo objeto era la toma de Barcelona ó á lo menos la
de Monjuích. Intentóse el i 9 de marzo y con antelación por tanto
á la entrada de Macdonald en aquella plaza.


La comunicación de uuestros generales con lo interior del re-
cinto era frecuente, facilitándola la línea que casi siempre ocupaban
los españoles en el Llobregat, y la imposibilidad en que el enemigo
estaba de tener ni siquiera un puesto avanzado sin exponerle á in-
cesante tiroteo y pelea.


Particular y larga correspondencia se siguió para T e n t a t i T a m a .
apoderarse por sorpresa de Barcelona, y creyendo '«erada comr»
Campoverde que estaba ya sazonado el proyecto, se E a r c c , o n a -
acercó á la plaza con lo principal de su fuerza , dividida entonces
en tres divisiones al mando de los gefes Courten, Eróles y Sars-
field. La vanguardia en la noche del 19 llegó' hasta el glacis de.
Monjuich, y hubo soldados que saltaron dentro del camino cu-
bierto y bajaron al foso. Desgraciadamente el gobernador de Bar-
celona Maurice Mathieu vigilante y activo habia tenido soplo de lo
que andaba, y en vela impidió el logro de la empresa. Los france-




332 MYOLUCION BE ESPAÑA.
ses castigaron á varios habitantes como á cómplices, arcabuceando
en el glacis de la plaza el 10 de abril al comisario de guerra Don Mi-
guel Alcina. En cuanto á Campoverde tornó á Tarragona sin haber
padecido pérdida, y antes bien Eróles escarmentó á los que qui-
sieron incomodarle, obligándolos á encerrarse dentro de la plaza.
sorpresaytoma ^ a s f e n z ^ a e ' a t e n t a l < v a de la misma clase ideada


de agüeras por y llevada á cima contra el castillo de San Fernando
ios españoles. ^ e Figueras. Por aquella comarca, como en todo el
Ampurdan y los lugares que le circundan, Fabregas, Llovera,
Milans á veces, Claros, otros varios, y sobre todo Rovira , traian
siempre á mal traer al enemigo é inquietaban la frontera misma de
Francia. En medio del estruendo de las armas un capitán llamado
Don José Casas mantuvo inteligencia por el conducto de un estu-
diante, Juan Floreta, con Juan Marques criado de Bouclier,
guarda almacén de víveres del mencionado castillo ó fortaleza, y
principal autor de aquella idea. Entraron otros en el proyecto, en-
tre ellos y como primeros confidentes Pedro y Ginés Pou ó Pons,
cuñados de Marques. Todos se avistaron y arreglaron en varios co-
loquios el modo de abrir á los nuestros á favor de llave falsa, que
de la poterna adquirieron por molde vaciado en cera, la entrada de
punto tan importante, cuya guarda descuidaba el gobernador
francés Guillot, confiado en lo inexpugnable del castillo y en la
falta de recursos que tenían los españoles para atacarle. Convenidos
pues el Casas y sus confidentes, enteraron de todo á Don Francisco
Rovira y este á Compoverde, mereciendo el plan la aprobación de
ambos.


Inmediatamente ordenó el último á Don Juan Antonia Martínez
que reclutaba gente y la organizaba en el cantón de Olot, que se
encargase de acuerdo con Rovira de la sorpresa proyectada, dispo-
niendo al propio tiempo que el barón de Eróles se acercase al Am-
purdan para apoyar la tentativa. El 6 de abril, sábado de Ramos ,
Martínez y Rovira salieron de Esquirol cerca de Olot con 500 hom-
bres y pasaron á Ridaura. A,quí se les incorporaron otros 500, y
el 7 llegaron todos á Oix; fingiendo que iban á penetrar en Fran-
cia. Prosiguieron el 8 su camino y por Sardenas se enderezaron á
Llerona, en donde permanecieron hasta el mediodía del 9, Lo
próximos que estaban á la frontera la alborotó , y alucinó á los
franceses en la creencia de que iban á invadirla. Diluviando y á
aquella hora partieron los nuestros, y torciendo la rula fueron á
Vilaritg, pueblo distante tres leguas de Figueras, y situado en
una altura término entre el Ampurdan y el pais montañoso. Ocul-
tos en un bosque aguardaron la noche y entonces Rovira á fuer de
catalán habló á los suyos y noticióles el objeto de la marcha, dán-
doles en ello suma satisfacción.


A la una de la mañana del 10 se distribuyeron en trozos y pusié-
ronse en movimiento. Casas como mas práctico iba el primero.




LIBRO DECIMOQUINTO. 353
Dentro del castillo habia 600 franceses de guarnición, en la villa
de Figueras se contaban 700. Subió Casas con su tropa por la
esplanada frente del hornabeque de San Zenon, metióse por
el camino cubierto y descendió al foso : sus soldados llevaban
cubiertas las armas para que no relumbrasen si acaso habia
alguna luz, y se adelantaron muy agachados. Llegado que hubie-
ron al foso franquearon la entrada de la poterna con la llave fabri-
cada de antemano, y embocáronse lodos sin ser sentidos en los al-
macenes subterráneos, de donde pasaron á desarmar la guardia
de la puerta principal. Siguieron al de Casas los otros trozos, y se
desparramaron por la muralla, apoderándose de todos los puntos
principales. Dresaire sorprendió el cuartel principal, Bon el de ar-
tillería , y Don Estevan Llovera cogió al gobernador en su mismo
aposento. Apenas encontraron resistencia, y todo estaba concluido
en menos de una hora rindiéndose prisionera la guarnición.


Martinez y Rovira que se habían mantenido en res- ., „ „ „
J 1 . Marcha á Fi-


peto, fuera en los arcos o sea acueducto, se metie- güerasdoi uaron
ron también dentro, y con los que llegaron en breve d e E r o l e s -
compusieron unos 2600 hombres para guardar el castillo. Los
franceses de la villa nada supieron hasta por la mañana, y no pu-
díendo remediar el mal, quedóles solo el duelo. De Martorell ha-
bia el 9 partido Eróles para apoyar la sorpresa. 0 c u p a a 0 l 0 t y
Dióse el gefe español en su marcha tan buena diligen- casteiroim.
cia que el 12 se posesionó de los fuertes que ocupaban los france-
ses en Olot y Castelfollit; les cogió 548 prisioneros, y reforzado
se dirigió en seguida á Liado y penetró el 16 en Figueras, ani-
quilando al paso en la sierra de Puigventós un regimiento ene-
migo.


Con la toma repentina de aquel castillo estreme- Estado critico de
cióse Cataluña de alborozo y júbilo, figurándose que afranceses.!
despuntaba ya la aurora de su libertad. Crítica por cierto era la
situación de los franceses; Rosas mal provisto, Gerona y Hostal-
rich rodeados de bandas y somatenes, notable la deserción y no
poco el espanto del soldado enemigo con la venganza del catalán,
casi bravio después de la quema de Manresa.


Regia aquellas partes como antes el general francés Baraguay
d'Hilliers, y no sobrándole gente en tal aprieto, abandonó varios
puestos y algunos de consideración, asi en lo interior como en la
costa, señaladamente Palamós y Bañólas; llamó asi al general Ques-
nel próximo á sitiar la Seu de Urgel, y reconcentrando cuanto
pudo sus fuerzas, apellidó á guerra hasta la guardia nacional fran-
cesa de la frontera que esquivó entrar en España.


Grandes ventajas hubiera Campoveide podido sacar del entusias-
mo de los nuestros y del azoramiento y momentáneo apuro de los
contrarios. Llegó la noticia de lo de Figueras á Macdonald, y con-
movióle tanto que escribió á Suchet en 16 de abril desde Barcelona:




334 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« Que el servicio del emperador imperiosamente y sin dilación exi gia
« los mas prontos socorros, pues de otro modo estaba perdida la
« Cataluña superior... y que le enviase todas las tropas pertene-
« cientes poco antes al 7 o cuerpo francés, y que acababan de agrc-
« garse al de Aragón. »


Fuese descuido en Compoverde ó carencia de recur-
va también , . i ,. i •


campoyerde a sos, no se aprovecho cual pudiera de acontecimiento
Fieneras. [ a n j e ¡ j z ^ 0 j j r a n d 0 c o n lentitud. Supo el 12 de abril la
toma de Figueras y no partió de Tarragona hasta el 20. Con mayor
celeridad, probable era que hubiese impedido á Baraguay d'Hil-
liers la reconcentración de parte de sus fuerzas, dado impulso y
mejor arreglo al levantamiento de los pueblos y obligado á Súchel
á venir hacia alli y diferir el sitio de Tarragona.


NO consigo* Campoverde llegó el 27 á Vique. Le acompañaban
s i"°er neuaíinT caballos y 2000 infantes que sacó de aquella plaza


con"3000 hombres de la división de Sarsfield. Mas de
4000 hombres de tropa reglada y somatenes guarnecían ya á Figue-
ras , falta todavía de artilleros y de ciertos renglones de primera
necesidad. Estaba circunvalada la plaza por 9000 bayonetas y 600
caballos enemigos, número que competía con el de los españoles y
era superior en disciplina, si bien con la desventaja de dilatarse
por un amplio espacio en rededor de la fortaleza, cortado el ter-
reno al Oeste con quebradas y estribos de montes.


En la noche del 2 al 5 de mayo se aproximó Campoverde, y al
amanecer del 5 atacó por el camino real para meter el socorro
dentro de Figueras. Sarsfield iba á la cabeza y rodeó la villa situa-
da al pie de la altura en donde se levanta la fortaleza, rechazando
á los ginetes enemigos que quisieron oponérsele. Al mismo tiempo
Rovira que anteriormente habia salido del castillo, unido con otro
gefe de nombre Amat, y mandando juntos unos 2000 hombres,
llamaban la atención del enemigo por Liado y Llers. Eróles toda-
vía dentro trataba por su parte de ponerse en comunicación con
Sarsfield haciendo pronta salida, y ya se miraba como asegurada
la entrada del socorro sin pérdida ni descalabro alguno. Mas de re-
pente los enemigos que estaban muy apurados en la villa, se diri-
gieron al coronel de Alcántara Pierrard, emigrado francés que des-
embocaba del castillo para ejecutar de aquel lado y conforme á las
órdenes de Eróles la operación concertada, y le propusieron capitular.
Engañado el coronel anunció la propuesta á Campoverde que tam-
bién cayó en el lazo, y suspendiendo este el ataque autorizó á di-
cho Pierrard para que concluyese el convenio pedido.


No era la demanda del enemigo sino un ardid de guerra. Cierto
ahora del punto por donde se le acometía, quería dar largas para
traer de la otra parte un refuerzo, como lo hizo, y seis cañones.
El fuego de estos desengañó á Campoverde, atacando Sarsfield
inmediatamente la villa de Figueras, lo mismo Eróles viniendo del




LIBRO DECIMOQUINTO. 555


castillo. Ya se hallaba el primero en las calles cuando le flanquearon
por la derecha 4000 hombres que salieron de un olivar. Tuvo en-
tonces que retirarse, y á dos de seis batallones dispersáronlos los
dragones franceses. Campoverde sin embargo consiguió meter den-
tro de la fortaleza 1500 nombres escogidos y algunos renglones,
pero no todo lo que deseaba, y á costa de perder varios efectos
y 1100 hombres entre muertos, heridos y prisioneros. Con menos
confianza y mas decisión hubiera evitado tal menoscabo, y conse-
guido la completa introducción del socorro. A los franceses que
perdieron 700 hombres les era quizá permitida, según leyes de la
guerra, la treta que imaginaron : tocaba á Campoverde vivir sobre
aviso.


La escuadra inglesa y algunos buques españoles recorrieron al
propio tiempo la costa ; tomaron y destruyeron barcos, arruinaron
muchas baterias de la marina, malográndoseles una tentativa con-
tra Rosas que se lisenjearon de tomar por sorpresa.


Faltaba ahora ver como Suchet obraría después de vacilación de
la pérdida tan grande para ellos de Figueras, y si suchet.
arreglaría su plan á los deseos arriba indicados de Macdonald, ó
si se conformaría con las primeras órdenes del emperador que no
previendo el caso habia determinado se sitiase á Tarragona. Dudoso
estuvo Suchet al principio; hasta que pesadas las razones por ambos
lados resolvió no apartarse de lo que de París se le tenia prevenido.
Pensaba que Figueras acordonado se rcndiria al fin, y que urgia é
importaba sobremanera posesionarse de Tarragona, punto marí-
timo y base principal de las operaciones de los españoles en Cata-
luña. Las resultas probaron no era falso el cálculo, y menos des-
caminado : bien que para el acierto entró en cuenta el propio interés.
En recuperar á Figueras ganaba solo Macdonald : acrecíase la glo-
ria de Suchet con la toma de Tarragona. Asi el primero tuvo que
limitarse á sus únicas y escatimadas fuerzas para acudir á recobrar
lo perdido, y el segundo se ocupó exclusivamente en adquirir ,
snV participación de o t ro , nuevos triunfos y preeminencias.


Antes de saber la sorpresa de Figueras, y luego M e d i d M d e p r e .
que recibió la orden de Napoleón, preparóse Suchet canción que toma
para el sitio de Tarragona, cuidando de dejar en e n A r a 6 0 1 1 -
Aragón y en las avenidas principales, tropa que en el intermedio
mantuviese tranquilo aquel reino. Mas de 40,000 combatientes
juntaba Suchet con los 17,000 que se le agregaron de Macdonald.
Tres batallones, un cuerqo de dragones y la gendarmería ocupa-
ban la izquierda del Ebro ; á Jaca y Venasque guardábanlos 1500
infantes, y habia puntos fortificados que asegurasen las comunica-
ciones con Francia. El general Compére mandaba en Zaragoza
puesta en estado de defensa y guarnecida por cerca de 2000 infan-
tes y dos escuadrones, extendiéndose la jurisdicción de este gene-
ral á Borja, Tarazona y Calatayud, en cuya postrera ciudad forti-




536 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ficaron los enemigos y abastecieron el convento de la Merced res-
guardados por dos batallones que gobernaba el general Ferrier.
Cubría á Daroca y parte del señorío de Molina, fortalecido su cas-
tillo , el general París, teniendo á sus órdenes 4 batallones, 300
húsares y alguna artillería. En Teruel se alojaba el general Abbé
con mas de 3000 infantes, 300 coraceros y dos piezas; y se coloca-
ron en los castillos de Morellay Alcañiz, 1400 hombres, asi como
4200 de los polacos en Batea, Caspe y Mequinenza, favoreciendo
estos últimos los trasportes del Ebro. Excusamos repetir lo ya
dicho arriba dé las tropas dejadas en Tortosa, y su comarca hasta
la Rápita, embocadero de aquel rio. Quedó además Klopicki con
4 batallones y 200 húsares en el confin de Navarra ; infundiendo
siempre gran recelo al enemigo las excursiones de Espoz y Mina.
Detenémonos á dar esta razón circunstanciada de las medidas pre-
ventivas que tomó Suchet, para que de ella se colija cuál era el
estado de Aragón al cabo de tres años de guerra, de Aragón de
cuya quietud y sosiego blasonaba el francés. No hubiera sido extra-
ño que hubiesen permanecido inmobles aquellos habitadores re-
lazados asi con castillos y puestos fortificados. Sin embargo á cada
paso daban señales de no estar apagada en sus pechos la llama
sagrada que tan pura y brillante habia por dos veces relumbrado
en la inmortal Zaragoza.
Resuélvese a si- En fin Suchet tomadas estas y otras precauciones
tiaraTarrasona. y aseguradas las espaldas del lado de Aragón y Lérida,
adelantóse el 2 de mayo á formalizar el sitio de que estaba encar-
gado, almacenando en Reus provisiones de boca y guerra en abun-
dancia , y acompañado de unos 20,000 hombres,


principia ei Forma Tarragona en su conjunto un paralelogramo
cerco. rectángulo, situada la ciudad principal en un collado


alto, cuyas raices por oriente y mediodia baña el Mediterráneo. A
poniente y en lo bajo está el arrabal , adonde lleva una cuesta nada
agria, corriendo por allí el rio Francolí que fenece en la mar y se
cruza por una puente de seis ojos sobrado angosta. Cabecera de la
España citerior y célebre colonia romana, conserva aun Tarra-
gona muchas antigüedades y reliquias de su pasada grandeza. No
la pueblan sino 1 1,000 habitantes. La circuye un muro del tiempo
ya de los romanos, cuyo lado occidental, destruido en la guerra de
sucesión, se reemplazó después con un terraplén de 8 á 10 pies de
ancho y cuatro baluartes, que se llaman, empezando á contar por
el mar, de Cervantes, Jesús, San Juan y San Pablo. Por esta parte,
que es la de mas fácil acceso, y para cercar el arrabal, habíase
construido otra línea de fortificaciones que partia del último de los
cuatro citados baluartes, y se terminaba en las inmediaciones del
fuerte de Francolí, sito al desaguadero de este rio : varios otros
baluartes cubrían dicha linea, y dos lunetas, de las que una nom-
brada del Príncipe, como también la batería de San José y dos




LIBRO DECIMOQUINTO. 557
cortaduras, amparaban la marina y la comunicación con el ya
mencionado castillo de Francoli. En lo interior de este segundo re-
cinto y detras del baluarte de Orléans, colocado en el ángulo hacia
la campiña, se hallaba el fuerte Real, cuadro abaluartado. Habia
otras obras en los demás puntos ; si bien por aqui defienden princi-
palmente la ciudad las escarpaduras de su propio asiento. Eran tam-
bién de notar el fuerte de Lorito ó Loreto, y en especial el del
Olivo al norte, distante 400 toesas de la plaza sobre una eminencia.
Tenia el último hechura de un hornabeque irregular con fosos por
su frente y camino cubierto, aunque no acabado; en la parte in-
terna y superior habia un reducto con un caballero en medio y dos
puertas ó rastrillos del lado de la gola, la cual escasa de defensas
protegían la aspereza del terreno y los fuegos de la plaza.


Necesitaba Tarragona para ser bien defendida, que la guarne-
ciesen 14,000 hombres, y solo tenia al principio del sitio 6,000 in-
fantes y 1,200 milicianos, en cuyo tiempo la gobernaba Don Juan
Caro, sucediendo á este en fines de mayo Don Juan Señen de Con-
treras. Era comandante general de ingenieros Don Carlos Cabrer,
y de artillería Don Cayetano Saqueti.


Trataron los enemigos el 4 de mayo de embestir del todo la plaza.
El general Harispe, acompañado del de ingenieros Rogniat, pasó el
Francoli y caminó hacia el Olivo. Ofreciéronle los puestos españo-
les gran resistencia, y perdió la brigada del general Saline cerca
de 200 hombres. Al mismo tiempo la dePalombini, que con la otra
componía la division de Harispe, se prolongó por la izquierda y se
apoderó del Lorito y del reducto vecino llamado del Ermitaño,
abandonados ambos antes por los españoles como embarazosos. Co-
locó Harispe ademas tropas de respeto en el camino de Barcelona,
próximo á la costa. Del lado opuesto y á la derecha de este gene-
ral se colocó Frère y su division, y en seguida Habert con la suya
frontero al puente de Francoli, y apoyado en la mar, completán-
dose asi el acordonamiento.


El o hicieron los españoles cuatro salidas en que incomodaron al
enemigo, y empezó la escuadra inglesa á tomar parte en la defensa.
Constaba aquella de tres navios y dos fragatas á las órdenes del
conmodoro Codrington que montaba el Blake de 74 cañones.


Precaviéronse los franceses como para sitio largo, y en Reus su
principal almacenamiento atrincheraron varios puestos y fortalecie-
ron algunos conventos y grandes edificios, temerosos de los mique-
letes y somatenes que no cesaban de amagarlos é incomodar sus
convoyes.


Asi fué que el 6 de mayo un cuerpo de aquellos acometió á
Montblanc, punto tan importante para la comunicación entre Tar-
ragona y Lérida, é intentó prender fuego al convento de la virgen
de laSierra que guardaba un destacamento francés. Emplearon los
miqueletes al efecto, aunque sin fruto, la estratagema de cubrirse


ii. 22




358 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


con unas tablas acolchadas para poder arrimarse á las puertas, imi-
tando en ello el testudo de los antiguos. Los franceses de resultas
reforzaron aquel punto.


Continuando los enemigos sus preparativos de ataque contra Tar-
ragona , corlaron el acueducto moderno que sortia de agua á la ciu-
dad , y que empezó á restablecer en 1782, aprovechándose de los
restos del famoso y antiguo de los romanos, el digno arzobispo Don
Joaquín de Santiyan y Valdivieso. No causó á Tarragona aquel corle
privación notable, provista de aljibes y de un profundísimo pozo
de agua no muy buena, pero potable y manantial. Mas dañó al
francés : los somatenes sabiendo lo acaecido hicieron cortaduras
mars arriba, y como aquellas aguas necesarias por el abasto del si-
tiador, venían de Pont de Armentera junto al monasterio de San-
tas Cruces seis leguas distante, tuvo Suchet que emplear tropas
para reparar el estrago, y vigilar de continuo el terreno.


Decidieron los franceses acometer á Tarragona por el Francolí
del lado del arrabal, ofreciéndoles los otros frentes mayores obstá-
culos naturales. Requeríase sin embargo en el que escogieron co-
menzar por despejar la costa de las fuerzas de mar, con cuya mira
trazaron allí el 8 y al cabo remataron, á pesar del fuego vivo de la
escuadra inglesa, un reducto sostenido después por nuevas baterías
construidas cerca del embocadero del Francolí.
Liegacampover- En lo interior de la plaza reinaba ánimo ensalzado
<ie á Tarragona. q u e s e af i rmó con la llegada el 10 del marqués de Cam-


poverde, quien noticioso de los intentos del enemigo se habia dado
priesa á correr en auxilio de Tarragona. Vino por mar, procedente
de Mataré con 2000 hombres, habiendo dejado fuera la tropa res-
tante bajo Don Pedro Sarsfield, con orden de incomodar á Suchet
en sus comunicaciones.


Tenia el enemigo para asegurar su ataque contra el recinto que
tomar primero el fuerte del Olivo, empresa no fácil. Le incomoda-
ban mucho de este lado las incesantes acometidas de los españoles;
por lo que para reprimirlas y adelantar en el cerco embistió en la
noche del 13 al 14 unos parapetos avanzados que amparaban dicho
fuerte. Los defendió largo tiempo Don Tadeo Aldea, y solo se re-
plegó oprimido del número. En el Olivo muy animosos los que le
custodiaban respondieron á cañonazos á la proposición que de ren-
dirse les hizo el francés; y pensando Aldea en recobrar los parape-
tos perdidos, avanzó de nuevo y poco después en tres columnas.
Los contrarios que conocían la importancia de aquellas obras, ha-
bíanlas sin dilación acomodado en provecho suyo, y en términos de
frustrar cualquiera tentativa. Acometieron sin embargo Jos nues-
tros con el mayor arrojo, y hubo oficiales que perecieron plantando
sus banderas dentro de los mismos parapetos.


Por de fuera molestaban los somatenes el campo enemigo, y
también se verificó el 14 un reconocimiento orilla de la mar, á las




LIBRO DECIMOQUINTO. 559
órdenes de Don José San Juan, protegido por la escuadra. Se en­
cerraron los franceses en el reducto que habían construido, y apre­
suróse á auxiliarlos el general Habert.


El mismo Don José San Juan destruyó el 18 parte de las obras
que construía el sitiador á la derecha del Francolí, poniéndole en
vergonzosa fuga y causándole una pérdida de mas de 200 hombres.
Señalóse este día una muger de la plebe conocida bajo el nombre
de la Calesera de la Rambla. Multiplicáronse las salidas con mas ó
menos fruto, pero con daño siempre del sitiador.


No descuidó Don Pedro Sarsheld desempeñar el encargo que se
le habia encomendado de llamar á sí y atraer lejos de la plaza al
enemigo. El 20 se colocó en Aléover, y tuvieron los franceses que
acudir con bastante fuerza para alejarle, costándoles gente su
propósito. Tres dias después incansable Sarsfield se enderezó
á Montblanc y puso en aprieto al gefe de batallón Année que
allí mandaba; y si bien se libró este socorrido á tiempo, vióse
Suchet en la necesidad de abandonar aquel punto, á cada paso
aomelído.


Ahora fijóse el francés en tomar el fuerte del Olivo,
v con tal intento abrió la trinchera á la izquierda de Ata«№ r to­
í . . . m a n '°s iranco­IoS parapetos que poco antes babia ganado, dingien­ ses con UÍIÍL UI­
doseá un terromontero distante 60 toesas de aquel o i1 , o . í a e r t e d e l
castillo. Adelantó ea su trabajo dificultosamente por
encontrar con peña viva. Al fin terminó el 27 cuatro baterías, que
no pudo armar hasta el 2 8 , teniendo los soldados que tirar de los
cañones á causa de lo escabroso de la subida. Cada paso costaba a!
sitiador mucha sangre; y en aquella mañana la guarnición del fuerte
haciendo una salida de las mas esforzadas, atropello á sus contra­
rios y los desbarató. Para infundir aliento en los que cejaban tuvo
el general francés Saluie que ponerse á la cabeza , y víctima de su
valerosa arrogancia, al decir adelante, cayó muerto de un metra­
llazo en la sien.


Vueltos en sí los franceses á favor de auxilios que recibieron, co­
menzaron el fuego contra él Olivo el mismo dia28. Aniquilábalos la
metralla española hasta que se disminuyó su estrago con el desmon­
tar de algunas piezas, y la destrucción de los parapetos. En el án­
gulo de la derecha del fuerte aportillaron los enemigos brecha sin
que por eso arriesgasen ir al asalto. Los contenia la impetuosidad
y el coraje que desplegaba la guarnición.


A lo último desencabalgadas el 29 todas las piezas y arruinadas
nuestras balerías, determinaron los sitiadores apoderarse del fuerte
amagando al mismo tiempo los demás puntos. La plaza y las obras
exteriores respondieron con tremendo cañoneo al del campo con­
trario , apareciendo el asiento en que á manera de anfiteatro des­
cansa Tarragona como inflamado con las bombas y granadas, con
las balas y los frascos de fuego. Tampoco la escuadra se mantuvo




540 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ociosa, y arrojando cohetes y mortíferas luminarias, añadió hor-
rores y grandeza al nocturnal estrepitoso combate.


Precedido el enemigo de tiradores acorrió por la noche al asalto,
distribuido en dos columnas; una destinada á la brecha, otra á ro-
dear el fuerte y á entrarle por la gola.


Tuvo en un principio la primera mala ventura. No estaba toda-
vía la brecha muy practicable, y resultando cortas las escalas que
se aplicaron, necesario fué para alcanzar á lo alto que trepasen los
soldados enemigos por encima de los hombros de un camarada
suyo que atrevidamente y de voluntad se ofreció á tan peligroso
servicio.


Burláronse los españoles de la invención, y repeliendo á unos,
matando á otros y rompiendo las escalas, escarmentaron tamaña
osadía. En aquel apuro favorecieron al francés dos incidentes. Fué
uno haber descubierto de antemano el italiano Vaccani, ingeniero
y autor diligente de estas campañas, que por los caños del acue-
ducto que antes surtían de agua al fuerte y conservaron malamente
los españoles, era fácil encaramarse y penetrar dentro. Ejecutá-
ronlo asi los enemigos, y se extendieron lo largo de la muralla an-
tes que los nuestros pudiesen caer en ello.


No aprovechó menos á los contrarios el otro incidente aun mas
casual. Mudábase cada ocho dias la guarnición del Olivo; y pasando
aquella noche el regimiento de Almería á relevar al de lliberia,
tropezó con la columna francesa que se dirigía á embestir la gola.
Sobresaltados los nuestros y aturdidos del impensado encuentro,
pudieron varios soldados enemigos meterse en el fuerte revueltos
con los españoles; y favorecidos de semejante acaso, de la confu-
sión y tinieblas déla noche, rompieron luego á hachazos junto con
los de afuera una de las dos puertas arriba mencionadas, y unidos
unos y otros, dentro ya todos apretaron de cerca á los españoles
y los dejaron, por decirlo asi, sin respiro, mayormente acudiendo
á la propia sazón los que habían subido por el acueducto, y estre-
chaban por su parte y acorralaban á los sitiados. Sin embargo estos
se sostuvieron con firmeza, en especial á la izquierda del fuerte y
en el caballero, y vendieron cara la victoria disputando á palmos
el terreno y lidiando como leones, según la expresión del mismo


C A P N 2 ) Suchet. * Cedieron solo á la sorpresa y á lá muche-
dumbre, llegando de golpe con gente el geueral Ha-


rispe, el cual estuvo á pique de ser aplastado por una bomba que
cayó casi á sus pies. Perecieron de los franceses 500, entre ellos
muchos oficiales distinguidos. Perdimos nosotros 4100 hombres :
los demás se descolgaron por el muro y entraron en Tarragona.
Rindióse Don José María Gamez gobernador del fuerte; pero Iras-
pasado de diez heridas, como soldado de pecho. Infiérase de aqui
cuál hubiera sido la resistencia sin el descuido de los caños, y el
fatal encuentro del relevo. Ciega iracundia, no valor verdadero




LIBRO DECIMOQUINTO. 541


guiaba en la lucha á los militares de ambos bandos. Dícese que el
enemigo escribió en el muro con sangre española:«Vengada queda
« la muerte del general Salme; > inscripción de atroz tinta, no
disculpable ni con el ardor que aun vibra tras sañuda pelea.


En la misma noche providenciaron los franceses lo necesario á la
seguridad de su conquista, y por tanto inútii fue la tentativa que
para recobrarle practicó al dia siguiente Don Edmundo O-Ronani,
en cuya empresa se señaló de un modo honroso el sargento Do-
mingo López.


Mucho desalentó la pérdida del Olivo, sin que bastasen á dar
consuelo 1600 infantes y 100 artilleros poco antes llegados de Va-
lencia , y unos 400 hombres que por entonces vinieron también de
Mallorca. Hablase pregonado como inexpugnable aquel fuerte, y
su toma por el enemigo frustró esperanzas sobrado halagüeñas.


Juntó en su apuro el marqués de Campoverde un
. . i • i». i ' i Sale Campo-COnSejO de guerra, en cuyo seno se decidió que dicho yerdedeiapiaza.


general saliese de Tarragona, como lo verificó el 5 ! de ^ a ™ ^ * ^ ^
mayo. Antes de su partida encargó la plaza á Don n»n Juan señen
T c . , • ' ' i r de Contreras.


Juan Señen de Contreras, enviando en comisión a Va-
lencia en busca de auxilios á Don Juan Caro. Contreras acababa de
llegar de Cádiz, y siendo el general mas antiguo no pudo eximirse
de carga tan pesada. Parécenos injusto que, perdido el Olivo y á
mitad del sitio, se impusiese á un nuevo gefe responsalidad que
mas bien tocaba al que desde un principio habia gobernado la
plaza. Hasta el mismo Caro debiera en ello haberse mirado como
ofendido. No obstante nadie se opuso, y todos se mostraron con-
formes. Incumbió á Don Pedro Sarsfield la defensa del arrabal de
Tarragona y de su marina, encargándose el barón de Eróles,
que habia salido de Figueras, de la dirección de las tropas que
antes capitaneaba aquel del lado de Montblanc. Campoverde;
fuera ya de la plaza, situó en Igualada sus reales el 5 de junio.
Salieron también de la ciudad muchos de los habitantes principales
huyendo de las bombas y de las angustias del sitio. Habíalo antes
verificado la junta, y trasladádose á Monserrat, pues como auto-
ridad de todo el principado justo era quedase expedita para aten-
der á los demás lugares.


Dueños los franceses del Olivo empezaron su ataque contra el
cuerpo de la plaza, abrazando el frente del recinto que cubria el
arrabal, y se terminaba de un lado por el fuerte de Francolí y ba-
luarte de San Carlos, y del otro por el de Orleans, que llamaron
de los Canónigos los sitiadores-


Abrieron estos la primera paralela á 130 toesas del baluarte-de
Orleans y del fuerte de Francolí, la cual apoyaba su derecha en
los primeros trabajos concluidos por el francés en la orilla opuesta
del rio, amparando la izquierda un reducto : establecieron también
por detras una comunicación con el puente del Francolí y con otros




342 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


dos qna construyeron de caballetes, validos de lo acanalado de la
corriente.


En la noche del I o al 2 de junio habian los sitiadores comenzado
los trabajos de trinchera, y los continuaron en los dias siguientes
sin que los detuviesen las salidas y fuego de los españoles. Zanja-
ron el 6 la segunda paralela que llegó á estar á 30 toesas del fuerte
de Francolí , batiendo en brecha sus muros al amanecer del 7.
Le mandaba Don Antonio Roten, quien se mantuvo firme y con
gran denuedo. Al caer de la tarde apareció practicable la brecha, y
los enemigos se dispusieron á dar el asalto á las diez de la noche.
Juzgó prudente el gobernador de la plaza Seneu de Contreras que
no se aguardase tal embestida, y por eso Roten, conformándose
con la orden de su gefe, evacuó el fuerte y retiró la artillería.


Prosiguiendo también los franceses en adelantar por el centro
la segunda paralela, se arrimaron á 33 toesas del ángulo saliente
del camino cubierto del baluarte de Orleans. Incomodábalos sobre-
manera el fuego de la plaza, y á punto de acobardar á veces á los
trabajadores ó de entibiar su ardor. Asi fue que en la noche del 8
al 9 yacian rendidos de cansancio y del mucho afán, á la sazón que
300 granaderos españoles hicieron una salida y pasaron á degüello
á los mas desprevenidos. No menos dichosa resultó otra que del 41
al 42 dirigió en persona con 3000 hombres Don Pedro Sarsfield,
comandante, según queda dicho, del arrabal y frente atacado.
Ahuyentó á los trabajadores, destruyó muchas obras, y llevólo
lodo á sangre y fuego. En este trance, como en otros anteriores y
sucesivos, distinguiéronse varios vecinos, y hasta las mugeres que
no cesaron de llevar á los combatientes refrigerantes y auxilios en
medio de las balas y las bombas.


Reparado el mal que se le habia causado tuvo el francés ya el
45 trazados tres ramales delante de la segunda paralela; uno di-
rigido al baluarte de Orleans, otro á una media luna inmediata
llamada del Rey, y el tercero al baluarte de San Carlos, logrando
coronar la cresta del glacis. Comprendían los sitiadores en el ata-
que la luneta del Príncipe al siniestro costado del postrer baluarte,
la cual acometieron en la noche del 46. Mandaba por parle de los
españoles Don Miguel Subirachs. Se formaron los franceses para
asaltar dicha luneta en dos columnas; una de ellas debía embestir
por un punto débil á la izquierda, en donde el foso no se prolon-
gaba hasta el mar , y la otra por el frente. Inútiles resultaron los
esfuerzos déla última estrellándose contra el valor délos españoles,
á manos de los cuales pereció el francés Javersac que la comandaba
y otros muchos. Al revés la primera, pues favorecida de lo flaco del
sitio entró en la luneta, pereciendo 400 de nuestros soldados, que-
dando varios prisioneros, y refugiándose los demás en la plaza. A
estos los siguieron los enemigos; quienes con el ímpetu se metieron
por la batería de San José y cortaron las cuerdas del puente leva-




LIBRO DECIMOQUINTO. 54o


dizo. En poco estuvo no penetrasen en el arrabal: impidiólo un so-
corro llegado á tiempo que los repelió.


Con la posesión de la luneta del Principe cerró el Encanalada
sitiador cada vez mas el frente atacado. Por ambas defensa de ios
partes se encarnizaba la lucha, brillando el denuedo e s p a n o I e s
délos nuestros, ya que no siempre el acierto en la defensa. Tan
enconados andaban los ánimos de unos y otros que acompañaban
á la pelea palabras injuriosas y desaforados baldones. La matanza
crecía en grado sumo, y por confesión misma de los franceses,
nada ponderativos en sus propias pérdidas, contaban ya en el es-
tado actual del sitio (el 16 de junio) entre muertos y heridos un
general, 2 coroneles, 15 gefes de batallón, 19 oficiales de ingenie-
ros , 13 de artillería, 140 de las demás armas, en fin con los sol-
dados 2500 hombres. Y todavía tenían que apoderarse del arrabal,
y empezar después el acometimiento contra la ciudad.


Dos dias antes, el 14 de junio, habia llegado á Tropas que íte-
Tarragona Don José Miranda con una división de Va- e < m d e v « , e n d a
lencia, compuesta de mas de 4000 hombres armados y de unos
400 desarmados. Los últimos se equiparon y quedaron en la plaza.
Los otros con su gefe siguieron y tomaron tierra en Villanueva de
Sitges, juntándose el 16 en Igualada con el marqués de Campo-
verde. Reunia este asistido de tan buen refuerzo 9456 infantes y
1183 caballos, y en consecuencia se determinó á maniobrar en fa-
vor de la ciudad sitiada.


Por aquellos dias el barón de Eróles que obraba D I í e r s i o n de
unido á Campoverde, atacó cerca de Falset un gran rsroies y otros
convoy enemigo, y cogióle 500 acémilas. Poco an- t u e r a d 6 l a P | 8 z a -
tes hacia Mora de Ebro en Gratallops Don Manuel Fernandez Vi-
llamil rodeó igualmente un grueso destacamento á las órdenes del
polaco Mrozinski, y acabó con 300 de sus soldados entre muertos,
heridos y prisioneros, obligando al resto de ellos á encerrarse en
la ermita de la Consolación, de donde vinieron á sacarlos dificul-
tosamente tropas suyas de Mora.


Pérdidas diarias dé esta clase fueron parte para que Suchet lla-
mase Ja brigada de Abbé y un regimiento que habia enviado á ob-
servar á Eróles, á Villamil y otros gefes la vuelta de Mora y Falset,
y también para que procurase acelerar la conquista de Tarragona,
alterándole pensamientos varios en vista de la enérgica bizarría de
la guarnición y del aumento de las fuerzas de Campoverde, y
muestras que daba este de moverse.


El 18 de junio tenia el sitiador concluida la tercera paralela, y
emprendió la bajada al foso enfrente del baluarte de Orleans,
perfeccionando las obras de ataque por los demás puntos. En la ma-
ñana del 21 empezó á batir el muro, y á las cuatro de la tarde
aparecieron abiertas tres brechas; dos en los baluartes de Or-
leans y San Carlos, la otra en el fuerte Real aunque colocado




5 4 4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


detras : lo mal parado del terraplén facilitó al enemigo su pro-
greso.


Hasta ahora había defendido el arrabal desde los primeros dias
de junio Don Pedro Sarsfield, portándose con valor é inteligencia.
Pero el 2 1 , dia mismo del ataque, como hubiese Campoverde pe-
dido al gobernador que le enviase para mandar una división á Ro-
ten ó al citado Sarsfield, escogió Contreras al último, y le hizo sa-
lir de la plaza en el momento en que ya el enemigo había dado
principio á su acometida. Inexplicable proceder y de consecuen-
cias inmediatas y desastradas. Porque si bien se puso á la cabeza
del punto atacado Don Manuel Velasco, oficial intrépido y enten-
dido, sábese cuanto perjudica al buen éxito de todo combate la
mudanza repentina de gefe.
Toman los han- A las siete de la tarde caminó el enemigo al asalto
ceses ei arrabal. e n t r e s trozos contra el baluarte de Orleans, el de
San Carlos, y el lado de la marina : llevaba todas sus reservas.


No obstante una vigorosa resistencia se metieron los franceses
en el baluarte de Orleans, deteniéndolos buen rato en la gola los
españoles, de los que muchos fueron alli pasados por la espada.
Y sin vengarse cual pudieran no habiendo encendido á tiempo dos
hornillos ya cargados. Se apoderaron también los enemigos de
los demás puntos, hasta del fuerte Real por escalada, estando aun
la brecha poco practicable. Hacia la marina rechazó Velasco los
primeros ataques, sostúvose con notable esfuerzo, y no se retiró
sino cuando avanzaron por el flanco los franceses que venían de
los baluartes de San Carlos y de Orleans. Contreras, puesto en lo
alto del muro de la ciudad, tomó precauciones para evitar cual-
quiera sorpresa de aquel segundo recinto, y logró que Velasco y
los suyos se salvasen entrando por la puerta de San Juan. Dispara-
ron los ingleses andanadas de todos sus buques, que no hicieron
gran mella en el enemigo. Nosotros perdimos 500 hombres, no
pocos se ocultaron, y á la deshilada se guarecieron sucesivamente
en la ciudad. Mataron los acometedores á muchos vecinos del arra-
bal sin distinción de sexo. Quemaron almacenes en el puerto, y
dueños del muelle incomodaron en breve el embarcadero del Mi-
lagro, que ahora servia para las comunicaciones de mar. Ufanos
los franceses con el buen suceso de su ataque, hicieron señales á
la plaza por ver si el gobernador quería entrar en capitulación;
pero este las desdeñó con altanero silencio.


Ofendióse Suchet, y la misma noche del 21 al 22 dispuso que
se abriese la primera paralela contra la ciudad, apoyando la iz-
quierda en el baluarte llamado Santo Domingo, y la derecha en el
mar. No le restaba ya al enemigo que vencer sino este último re-
cinto , sencillo y débil.
Quejas contra Los habitadores de Tarragona, Señen de Contreras
campoverde. ¡ a j u n t a ¿ e Cataluña, en una palabra todos murmu-




LIBRO DECIMOQUINTO.


raban y quejábanse amargamente del marqués de Campoverde,
cuya inacción la echaban algunos á mala parte. Se figuraban ser
superiores á lo que lo eran en realidad las tropas que aquel man-
daba , y por el contrario disminuían en su imaginación sobrada-
mente Jas de los franceses. Contribuyó al común error el mismo
Campoverde por sus ofertas y encarecimientos : también Contre-
ras , que en vez de obrar , consumía á veces el tiempo propalando
indiscretamente que la plaza tendria luego que rendirse si en breve
no era socorrida.


Cediendo en fin Campoverde al clamor universal y ^ ^
al propio impulso, resolvió hacer el 25 de junio una fructuosa'Je es"¡
tentativa contra los sitiadores. En su virtud Don José p ? a I z a ( l . 8 0 c o r r e r "
Miranda al frente de la división valenciana, y de
4000 infantes de la de Eróles con 700 caballos, fue destinado á ala-
car los campamentos franceses de Hostalnou y Pallaresos, al paso
que Campoverde debia situarse á la izquierda en el Callas para
sostener la columna de ataque, y favorecerla ademas por medio de
un falso movimiento al cargo de Don José María Torrijos.


En espera de los nuestros reunió Suchet sin alejarse sus princi-
pales fuerzas, contando con que se le atacaría del lado de Villa-
longa. Excusada era tanta prevención. Miranda no desempeñó su
encargo so pretexto de que no conocía el terreno, y alegando du-
das y temores que no le occurrieron la víspera, y para las que no
había nueva razón. Un escarmiento ejecutivo y severo hubiera ser-
vido en este caso de lección provechosa, y estorbado la repetición
de actos tan indignos del nombre español. Lavó hasta cierto punía
la Mancha Don Juan Caro de vuelta de Valencia, sorprendiendo y
acuchillando en Torredenbarra á unos 200 franceses. Mas se per-
dió la ocasión de aliviar á Tarragona, y Campoverde, aunque
mal de su grado, tiró la vuelta del Vendrell.


Parecía sin embargo no estar todo aun perdido. El
, . V m , . r,, Tropas inglesas


2o llegaron delante de larragona, procedentes de Cá- que se presentan
diz, 1200 ingleses al mando del coronel Skerret. Es- d e ' """"
tas tropas ya uniéndose á Campoverde, ó ya reforzando
la plaza, hubieran sido de gran provecho, no tanto por su número,
cuanto por los alientos que infundiesen con su presencia. Mas
cuando la suerte va de caída, esperada ventura cambiase en aguda
desdicha. Skerret y otros gefes británicos tomaron tierra, y des-
pués de examinar el estado de la plaza mostráronse muy abatidos.
Contreras viendo esto, si bien le dijeron aquellos que se hallaban
prontos á obedecerle, no quiso forzarles la voluntad, y dejó á su
arbitrio desembarcar ó no su gente. Entonces los gefes
ingleses se decidieron por mantenerla á bordo, y de K o d e s e m , ) a r < ; a n -
consiguiente en mala hora aparecieron en las playas de Tarragona,
trastornando del todo con semejante determinación ánimos ya muy
inquieto? después de las precedentes desgracias.




546 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


otras ocurren- Otra occurrencia habia aumentado antes dentro de
«as desgracia- ] a p ] a z a j a desunión y discordia. Mal avenido Campo-


verde con Señen de Gontreras á causa de continuos é
indiscretos razonamientos de este, le escribió para que si no estaba
contento se desistiese del mando, previniendo al propio tiempo á
Don Manuel Veiascole tomase en caso, de la dejación de Contreras,
ó en cualquiera otro en que el último tratara de rendirse. Comu-
nicó igual orden á los demás gefes, autorizándolos á nombrar go-
bernador si Velasco no aceptase el cargo. Conformábase la resolu-
ción de Campoverde con una circular de la regencia de principios de
abril, aprobada por las cortes, según la cual se mandaba que en
tanto que hubiese en una plaza un oficial que opinase por la defensa,
aunque fuese el mas subalterno de la guarnición, no se capitularía,
y que por el mismo hecho se encargase dicho oficial del mando.
Habíase originado esta providencia de lo que pasó con Imaz en Ba-
dajoz. Pero en Tarragona no se estaba en el mismo caso. Contre-
ras no pensaba en rendirse, y justo es decir que sobrábanle brios
y honra para cometer villanía alguna. Era solo hombre de mal con-
tentar, presuntuoso, y que usaba con poco recato de la palabra y
de la pluma. En este lance altamente ofendido lejos de despojarse
del gobierno dio á Velasco pasaporte para que saliese de Tarragona,
y se incorporase al cuartel general. Privábase asi ala plaza de bue-
nos oficiales, nacían partidos, y desmayaban hasta los mas firmes.
Baten ios irance- Provechoso lucro para el francés. Avivaba este sus


ses ía ciudad. 0 b r a s , y estableciendo la 2 a paralela á 60 toesas de la
plaza, ó sea del último recinto que era el atacado, tuvo prontas y
armadas en la noche del 27 al 28 las baterías de brecha. Sabedor
Suchet de la llegada de los ingleses, apremiábale posesionarse de
Tarragona. Estaba distante de imaginar que !a presencia de aque-
llas tropas fuese nuevo agasajo que le hacia la fortuna. Abrieron
los sitiadores temprano el fuego en la mañana del 2 8 , intentando
principalmente aportillar el muro en la cortina del frente de San
Juan por el ángulo que forma con el flanco izquierdo del baluarte de
San Pablo. El terreno es de piedra sin foso ni camino cubierto.


Correspondieron los nuestros á los fuegos enemigos de un modo
terrible y acertado, y destruyéndoles los espaldones de las baterías,
dejaron en descubierto á sus artilleros y mataron á muchos. Por
nuestra parte hubo la desgracia de volarse un repuesto de pólvora
en el estrecho baluarte de Cervantes, y de que se apagasen sus
fuegos. Mortíferos continuaban en los otros puntos, mas recio el
enemigo en asestar furibundos tiros contra el lienzo de la muralla
que queria rasgar, empezó á conseguirlo y franqueó al fin anchu-
roso boquerón.


A las cinco de la tarde conceptuaron los sitiadores
a «saltan. practicable la brecha, y dispuso Suchet el asalto bajo


las órdenes de los generales. Habert, Ficatier y Montmarie. Tam-




LIBRO DECIMOQUINTO. 347


bien Señen de Contreras se preparó á recibir y rechazar á los fran-
ceses en la misma brecha, y aun á defenderse dentro de las calles,
cortadas varias y señaladamente la Rambla. 8000 hombres de bue-
nas tropas le quedaban, y con ellas y alguna ayuda del vecindario
podría Tarragona durante muchos días repetir el ejemplo de Ge-
rona y Zaragoza. La suerte adversa determinó lo contrario. El go-
bernador español formó en frente de la brecha dos batallones de
granaderos provinciales y el regimiento de Almería, y dio á sus
gefes acertadas órdenes. Quizá hubiera debido Contreras agolpar
allí mas gente , y no esparcirla como lo hizo por otros puntos que
no estaban amagados.


Abalanzóse pues el enemigo desde la trinchera contra la brecha.
A los primeros acometedores derríbalos la metralla que vomitan
nuestras piezas, los reemplazan otros y caen también ó vacilan;
acude la reserva, los ayudantes mismos de Suchet y hasta se forma
para dar ejemplo un batallón de oficiales, que todo se necesitaba,
arredrado el soldado francés con el arrojo y serenidad


. ~ , T - La entran.


que muestran los españoles. Una y mas veces se
rompen las columnas enemigas, y una y mas veces se rehacen y
quedan desbaratadas. A cabo de dura porfía y á favor del nú-
mero suben los franceses á la brecha y penetran en la cortina y
baluarte de San Pablo, procurando extenderse á manera de relám-
pago por lo largo del adarve.


Asi lo tenia proyectado el general enemigo con mu- G l o r I o s a r e s i 9_
cha prudencia, pues dueños los suyos de todo el cir- tencta de ios si-
cuito del muro, sobrecogían á los sitiados é imposibi- " a d o s '
litaban probablemente la defensa interior de la ciudad. Sin embargo
en las cortaduras de la Rambla resistió valerosamente el regimiento
de Almansa los ímpetus de los contrarios, y solo cedió al verse
flanqueado y acometido por la espalda. Furibundo el francés pe-
netró á lo último por todas partes, pilló, quemó, mató, violó, ar-
reboló con sangre las calles y edificios de Tarragona.


En las gradas de la catedral murió, defendiéndose M oerte de D . JO-
con otros hombres esforzados Don José González, s e G o n M l e i -
hermano del marqués de Campoverde. Señen de Contreras herido
en el vientre de un bayonetazo cayó prisionero en la puerta de San
Magín. Perecieron mas de 4000 personas del vecin- Horrible matan-
dario, ancianos, religiosos, mugeres y hasta los mas z a-
tiernos párvulos, porque si bien muchos de los principales mora-
dores habían desamparado la plaza antes del asalto , la masa de la
población habíase quedado á guardar sus hogares. Entre varios
objetos de curiosidad é importancia que se destruyeron , contóse
el archivo de la catedral. De los soldados quedaron prisioneros in-
cluyendo los heridos de los hospitales 7800; los generales Courten,
Cabrery y otros oficiales superiores fueron de este número. Hubo
tropas que intentaron escaparse por la puerta de San Antonio ca-




548 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


mino de Barcelona, pero el general Harispe apostado hacia aquella
parte los envolvió ó acosó contra la plaza. i


Reflexiones Cometieron los españoles en la defensa diversas fal-
tas. Fueron las de Campoverde no perfeccionar de an-


temano las fortificaciones, mudar de gobernados á mitad del sitio,
y ofrecer confiadamente socorro para después no proporcionarle.
Reprenderse deben en Contreras sus piques y quisquillas, sus ma-
nejos para malquistar al pueblo contra los demás gefes, lastimosas
ocupaciones en que perdía el tiempo con desdoro suyo y en per-
juicio de la causa que sostenía. Descansó también sobradamente en
los auxilios que esperaba de fuera, y aunque oficial de saber y
práctico, anduvo á veces desatentado en el modo de repeler las
acometidas del enemigo ó de preverlas. Una voluntad única y sola
de inflexible entereza, y superior á zelosas y míseras competencias
retardado hubiera los ataques del sitiador, y aun inutilizado varias
de sus tentativas.


Con todo eso la defensa de Tarragona, plaza de suyo irregular y
defectuosísima, honró á nuestras armas, y afianzará por siempre
á Contreras un puesto glorioso en los fastos militares de España.
El enemigo para apoderarse de aquel recinto tuvo que abrir nueve
brechas, dar cinco asaltos , y perder según su propia cuenta 4293
hombres, pues según la de otros pasaron de 7000.


suene de con- Llevado Don Juan Señen de Contreras en unas an-
treras y noiie garíllas delante de Suchet, reprochóle este lo pertinaz


de la resistencia, y drjole : « que merecía la muerte
« por haber prolongado aquella mas allá de lo que permiten las
« leyes de la guerra, y por no haber capitulado abierta la brecha.»
Con dignidad le replicó Don Juan : « Ignoro qué ley de guerra
« prohiba resistir al asalto, ademas esperaba socorros : mi persona
t. debe ser inviolable como la de los demás prisioneros. La respe-
« tara el general francés, donde no el oprobio será suyo, mia la
« gloria. •» Suchet tratóle después con atenta cortesanía, agasajóle
y le hizo muchos ofrecimentos para que pasase al servicio del rey
intruso. Desechólos Contreras, y de resultas le condujeron al cas-
tillo de Bouillon en los Países Bajos, de cuyo encierro logró esca-
parse, no habiendo nunca empeñado su palabra de honor.


ceremonia re- Suchet bajo palio y á pie fue en Reus á la iglesia á
ugiosa á qno dar gracias al Todopoderoso por el triunfo que le ha-
asiste Suchet i


bia concedido con la toma de Tarragona. En vez los
invasores de granjearse con eso las voluntades, las enagenaban mas
y muy mucho pues el religioso pueblo aqui como en otras partes
que ya hemos visto, calificaba tales actos de sacrilego fingimiento
y mera juglería. Y á la verdad ¿ cómo pudiera graduarlos de otro
modo, recordando que dias antes en Tarragona los mismos que
ahora se mostraban tan píos y devotos, habian prostituido los tem-
plos, profanado los sagrarios, quemado los óleos, pisoteado las




LIBRO DECIMOQUINTO. 349


formas ? No cuadran con la gravedad y pausa española tránsitos
tan repentinos y contradictorios, ni engaños tan mal solapados.


Difundida en Cataluña la nueva de la pérdida de Tarragona, se
apoderó de los ánimos exasperación y desmayo. Cundió el mal al
ejército y, notóse mucha deserción, porque los catalanes que en él
habia preferían la guerra de somatenes á la de tropa reglada, po-
niendo ademas en sus propios gefes mayor confianza que en los
forasteros, y los que eran valencianos ansiando por R e s o e w o cam-
volver á defender su propio suelo que creían amena- ^ " J ^ e y ^ a a T
zado, reclamaban la promesa que les habían hecho de
un pronto retorno. Acrecentaban tal inclinación las mismas medi-
das de Campoverde, fuera de sí y apesarado con los infortunios.
Yendo el 4 o de julio de Igualada á Cervera congregó un consejo de
guerra en el que por cuatro votos de siete se decidió la evacuación
del principado, dejando solo en la tierra guerrillas de catalanes.
Inconcebible resolución cuando se conservaba aun Figueras, é in-
tactas las plazas de Berga, Cardona y Seu de Urgel.


Con ella se aumentó la deserción insistiendo ahin- Deserción
cadamente el general Miranda en su embarco y vuelta
á Valencia, temeroso de que se alejase el ejército de los confines
de este reino, al retirarse de Cataluña. No se oponian Campoverde
ni los otros gefes á tan justo deseo, en todo conforme á lo que se
habia ofrecido al capitán general de Valencia, pero dificuldades
casi insuperables estorbaron en un principio darle cumplimiento,
habiendo Suchet extendido sus tropas lo largo de la costa hasta
Barcelona,


En efecto el general francés con el propósito de im- S l ¡ c h e t p a s a a
pedir el embargo de los valencianos, y aun con el de Barcelona,
disipar sí podía el ejército de Campoverde, después de haber
ordenado en Tarragona lo mas urgente, destacó en la noche
del 29 al 30 dos divisiones camino de la capital del principado,
y marchó también él en la misma dirección con una brigada
y la caballería. Cañoneóle la escuadra inglesa en la ruta, mas
no evitó que en Víllanueva de Sitges cogiese el francés algunos
barcos, bastantes heridos y partidas sueltas. Señaló el general
Suchet su viage con reprensibles actos. Cogió en Actos snyoscme-
Molíns de Rey algunos prisioneros, soldados todos l e s-
y entre ellos á uno de 23 años de servicio y mandólos ahorcar.
Hincados de rodillas pidiéronle aquellos desgraciados que tuviese
consideración al uniforme que vestían, mas Suchet implacable
mandó ejecutar su fallo, y la misma suerte cupo á varios paisanos
y mugeres. En vano creia abatir con el rigor al indómito catalán.
Don José Manso, á cuyo cuerpo pertenecían aquellos soldados,
hizo en consecuencia una enérgica declaración, y ahorcó á seis de
los enemigos que habia cogido prisioneros. Embaza tanta sangre.


Noticioso Suchet de que Campoverde se internaba no dando ya




550 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Toma sochet a indicio de querer embarcar á los valencianos, lirai-
Tarragona. t o s e a v¡ s¡tar la ciudad de Barcelona y á tomar ciertas


medidas para la prosecución de la campaña de acuerdo con él go-
bernador Maurice Mathieu, y tornó en seguida á Tarragona. Aqui
puso la plaza y su campo bajo las órdenes del general Musnier, y
aseguró aun mas las riberas del Ebro y la ciudad de Tortosa con la
división del general Habert, en tanto que él se preparaba á nuevas
empresas.


Desiste campo- P ° r s u ' a c * 0 Cámpoverde, adelante en el propósito
verde de evacuar de evacuar la Cataluña, encaminábase á Agramunt
ei prmcipado. p a r a s a j v a r s e p 0 r j a s r a j c e s <jel Pirineo. La deserción


de su gente y los clamores del principado le detuvieron. A dicha
ocurrió en el intermedio que Suchet se replegase sobre Tarragona,
y dejase libre y despejada la costa. Cámpoverde, aprovechándose
de tan oportuna clara, se dirigió á la marina, y sin tropiezo con-
se enmarcan los siguió embarcar el 8 de julio en Arenys de mar la di-


Taienciaoos. visión valenciana. Púsose á bordo toda ella excepto
unos500 hombres, que, disgustados de no tornar á su pais nativo,
se habian derramado por Aragón, y juntádose á Mina y otras par-
tidas. Advertido Suchet del movimiento de Cámpoverde, revolvió
apriesa sobre Barcelona en donde entró el 9 partiendo inmediata-
mente Maurice Mathieu para oponerse á los intentos que mostraba
el general español. Llegó tarde el francés, pues los valencianos
habian ya dado la vela.


Habíase al propio tiempo alejado Cámpoverde to-
p o v c r d f \ ! i"ei mando el camino de Vique : en esta ciudad se encontró
Lacya°


D- L u i s con un sucesor que le enviaba de Cádiz la regencia ,
con Don Luis Lacy, á quien entregó el mando en 9 de


julio. Perdido ya aquel general en la opinión y desestimado, me-
nester le era ceder el puesto á un nuevo gefe. En tiempos ásperos
y de revuelta aceleradamente se gasta el crédito, que á duras pe-
nas mantiene propicia y constante fortuna.


Viendo Lacy que el general Suchet daba traza de
drtprtnc¡paau'cneñ perseguirle, salió de Vique y pasó á Solsona, adonde
soisona-suimen j e s ¡ g u ¡ 0 | a j u r n a del principado, la cual después de


la pérdida de Tarragona, había desamparado á Mon-
serrat. En los nuevos cuarteles y favorecido de las plazas de GaP-
dona ySeu de Urge), (destruyó la de Berga ) no menos que de lo
agrio de la tierra, empezó Lacy á rehacer su ejército y á reunir
gente: fomentó también las guerrillas y encomendó al barón dé
Eróles la guarda de Monserrat, punto importante que amagaba ef
enemigo.


Marcha admi- Igualmente no sirviéndole sino de inútil y pesad*
rabie dei briga- carga un gran número de oficiales y caballos, despidió


asea. ^ muchos de aquellos y á 500 de estos con otros sol-
dados desmontados, permitiéndoles i r á plantar bandera de ven-




LIBRO DECIMOQUINTO. 531


lura, ó á unirse á otros ejércitos en que pudieran ser empleados con
utilidad y mantenerse mas fácilmente. De contar es por cierto el
rumbo que tomaron. Partieron todos el 25 de julio á las órdenes
del brigadier Don Gervasio Gasea, faldearon los Pirineos, vadea-
ron rios, y aunque perseguidos por las guarniciones francesas lle-
garon felizmente á Luesia el 5 de agosto. Alli les causó Klopicky
alguna dispersión, pero juntándose de nuevo en Eybar en Navarra
dióies Mina guias, y cruzaron el Ebroel 12 de agosto. Gasea pro-
siguiendo su marcha se incorporó al ejército de Valencia, sin que
le fuese posible al enemigo el estorbarlo. Los mas de los soldados
y oficiales acompañaron á aquel gefe hasta su destino, excepto
unos cuantos que perecieron en el viage y las peleas, y otros que
tomaron sabor á la vida de los partidarios: de hambre y fatiga
murieron bastantes caballos. Rodeo fue este y marcha de 186 le-
guas; prodigiosa, imposible de realizarse en otra clase de guerra.


Cebado Suchet con los favores que le dispensaba la
suerte, quiso proseguir la carrera de sus triunfos. ^ ^ " ¿ ' ^ " í !
En la distribución que Napoleón habia hecho de las J¡* a e M»oser-
operaciones de Cataluña, al paso que encargó á dicho
Suchet el sitio de Tarragona dejó á la incumbencia de Macdonald,
conforme en su lugar apuntamos, la reconquista de Figueras y la
toma de Monserrat y plazas al norte. Pero absorvida la atención de
este mariscal en recuperar aquella primera é importante fortaleza,
circunvalábala asistido de la flor de sus tropas, y no le quedaba
fuerza suficiente con que atender á otros objetos. Suchet ahora mas
libre se encargó de la toma de Monserrat. Para ello después de
perseguir á Campoverde hasta Vique, no habiendo podido impedir
el embarco de los valencianos, dejó alli en observación de las reli-
quias del ejército español bastantes fuerzas y regresó á Reus el 20
de julio decidido á verificar su intento. En este pueblo se halló con
pliegos en que se le noticiaba haberle elevado el em- E s e l e T l d 0 a
perador á la dignidad de mariscal de Francia, y en mariscal de Tran-
que también se le daba la orden de demoler las forti- c i a '
ficaciones de Tarragona excepto un reducto, y la de tomar á Mon-
serrat , debiendo en seguida marchar sobre Valencia. Cumplíanse
asi con sobras los deseos de Suchet: se veía altamente honrado, y
encargábasele concluir la empresa que él mismo meditaba.


Mercedes tales servian de espuela al celo ya fervoroso del nuevo
mariscal. Derribó en breve según se le prevenia las obras exterio-
res de Tarragona , mas no el recinto de la ciudad ni el fuerte rea l ,
disposición que aprobaron en París. Dejó dentro al general Berto-
letti con 2000 hombres, y tuvo el 24 de julio reunidas ya en las
cercanías de Monserrat sus principales fuerzas, asi como una co-
lumna procedente de Barcelona. Eróles mandaba alli Eróles en Mon-
y tenia á sus órdenes 2500 á 5000 hombres, los mas s e r r a t -
de ellos somatenes.




332 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Descripción do Es Monserrat encumbrada montaña que por su na-
esteponto. turaleza singular, y religiosas fundaciones, se presen-


ta como una de las curiosidades mas notables de España. A siete
leguas de Barcelona domina los caminos y principales eminencias
del riñon de Cataluña. Tiene 8 leguas de circunferencia por la base
compuesta de rocas altísimas y escarpadas, de ramblas y torrente-
ras que no dejan sino pocas y angostas entradas. A la mitad de la
subida y algo mas arriba está asentado en un plano estrecho un
monasterio de benedictinos vasto y sólido, bajo la advocación de la
virgen. A partir de allí pelada del todo la montaña forma en varios
parages hasta la cima picachos y peñoles, á manera de las torre-
cillas de un edificio gótico, que algunos han comparado á un juego
de bolos. Para llegar desde el monasterio á lo alto se camina obra
de dos horas, y en aquel trecho se hallan trece ermitas con sus orato-
rios pegadas unas contra los lados déla peña viva, puestas otras en las
mismas puntas. Llegando á la última que nombran de San Geróni-
mo se descubren las campiñas, los pueblos y los rios , las islas y la
mar : vista que se espacia deleitosamente por el claro y azulado
cielo del mediterráneo. En moradas tan nuevas, en otro tiempo
tranquilas, residían de ordinario solitarios desengañados del mundo
y únicamente entregados á la oración y vida contemplativa. De muy
antiguo siendo este uno de los lugares mas afamados por la de-
voción de los fieles, constantemente ardían en la iglesia del monas-
terio 80lámparas de muchos mecheros cada una, y en lo que lla-
maban tesoro de la virgen veíanse acumuladas ofrendas de siglos,
á punto de ser innumerables las alhajas de oro y plata y las piedras
preciosas. Un solo vestido de la imagen, dádiva de una duquesa de
Cardona, tenia sobre exquisito recamado mas de 1200 diamantes
montados en forma de 12 estrellas. Bien vino para que no fuesen
presa del invasor, que los prevenidos monjes hubiesen trasferido
con oportunidad á Mallorca lo mas escogido de aquellas joyas.


Tan venerable albergue habíanle convertido los españoles en mi-
litar estancia durante la actual guerra, fortificando las avenidas.
Está al cierzo la mas importante de ellas que desciende culebrean-
do por medio de tajos y precipicios y va á dar á Casamasana. Dos
baterías con cortaduras eu la roca cubrian este lado , habiéndose
ademas establecido un atrincheramiento á la entrada del monas-
terio , cuyas paredes se hallaban igualmente preparadas para la
defensa. Por el mediodía corre un sendero que lleva á Collbató, y
en él se había plantado otra bateria. Cuidóse no menos de los
otros puntos, si bien los amparaba lo fragoso del terreno, en es-
pecial á levante, de caidas muy empinadas.


Preparóse el barón de Eróles á sostener la estancia, y con
tanta confianza que proveyó de mantenimientos para ocho dias las
baterías avanzadas. Al alborear del 25 de julio comenzaron los
enemigos la embestida, mandándolos Suchet en persona. Dirigióse




LIBRO DECIMOQUINTO. 535


el general Abbé hacia la subida principal apoyado por Maurice
Mathieu. Los otros caminos fueron igualmente amagados sol-
tando ademas tiradores que procurasen trepar por las quiebras
y vericuetos de la montaña con el objeto de flanquear nuestros
fuegos.


Empeñóse el ataque por el frente, y los contrarios u ataca y toma
no adelantaban ni un paso, firmes los españoles y S u c h e t -
acompañando sus fuegos de todo género de instrumentos mortífe-
ros , y de piedras y galgas. Mas á cabo de largo rato encaramán-
dose por la montaña arriba las ya mencionadas tropas ligeras, lo-
graron dominar á nuestros artilleros y acribillarlos por la espalda.
Ni aun asi cedieron los atacados, pereciendo casi todos sobre las
piezas antes que Abbé se posesionase de ellas.


Vencida por este término la mayor de las dificultades, prosiguió
aquel general via del monasterio. Le habían precedido como para
el ataque anterior muchos tiradores que hicieron esfuerzos por
adelantarse y molestar desde los picachos y ermitas á los que de-
fendían el edificio. Consiguieron los enemigos su objeto y aun se
metieron dentro por una puerta trasera. Mas aqui como el combate
era singular ó sea de hombre á hombre, escarmentáronlos los so-
matenes ; y cierta era la derrota de los contrarios, si Abbé no hu-
biese llegado al mismo tiempo y terminado en favor suyo la pe-
lea. Evacuaron los españoles el convento, y los mas junto con su
gefe Eróles pudieron salvarse conocedores y prácticos de la tierra.
Tres monjes ancianos y alguno que otro ermitaño fueron víctimas
de la braveza del soldado francés. A dicha llegó á tiempo Suchet
para poder salvar á dos de ellos que todavía quedaban vivos. Co-
lígese de lo sucedido en Monserrat cuan dificultoso sea sostener ta-
les puestos por inexpugnables que parezcan, pues ó menester es
emplear fuerzas considerables que los defiendan, y entonces des-
aparece la utilidad de su conservación, ó no es posible tapar las
avenidas de modo que no columbre el acometedor resquicio por
donde introducirse é inutilizar las precauciones mas bien concer-
tadas.


A pocos dias de haber tomado á Monserrat, dejó allí de guarni-
ción el mariscal Suchet al general Palombini asistido de su brigada
y alguna artillería, poniendo en Igualada al general Frére, cuyas
comunicaciones con Lérida por Cervera estaban asimismo asegu-
radas. Palombini no gozó de gran sosiego molestado siempre, y el
5 y 9 de agosto Don Ramón Mas al frente de los somatenes atacóle
y le causó una pérdida de mas de 200 hombres.


En el perseverar de los catalanes conoció Suchet no podia des-
amparar aquel principado hasta que los suyos recobrasen á Figue-
ras , y pudieran las tropas que bloqueaban esta fortaleza enfrenar
los desmanes del somaten y las empresas de Don Luis Lacy. Apro-
ximábase por desgracia tan fatal momento.


ii. 25




354 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Tenia el enemigo estrechamente cercado aquel cas-
trecha k Figne- tillo con línea doble de circunvalación. El mariscal
r a s Macdonald habia en vano intimado varias veces la ren-
dición al gobernador Don Juan Antonio Martínez, á quien no aba-
tían los infortunios. Púsose el soldado á media ración, mermada
esta aun mas , y consumidos sucesivamente los víveres, los caba-
llos, los animales inmundos : en fin hambreada del todo la gente,
y sin esperanza de socorro, trató Martínez el 10 de agosto de sal-
varla arrostrando peligros y abriéndose paso con la espada. Mas
se rinde ei cas- muy en vela el enemigo, y casi exánimes los nuestros,


uno. frustróse la tentativa, teniendo Martínez que rendirse
el 19 del mismo agosto. Cayeron con él prisioneros 2000 hombres,
sin que entren en cuenta los heridos y enfermos : entre los prime-
ros hallaron á Floreta, Marques y otros confidentes en la sorpresa
que fueron ahorcados en un patíbulo que el francés colocó en un
rebellín del Castillo. Los Pous con mejor estrella se salvaron, ha-
biendo salido cuando Eróles, y en premio de su servicio se les
nombró capitanes de caballería.


Ni por eso «eso la guerra en Cataluña, antes bien
No por eso cesa ; , " . . _


ía guerra en c a - renacía como de sus propias cenizas. Lacy activo y
taiuna. bravo formaba batallones, sostenia á los débiles, enar-
decía á los mas valerosos, y metiéndose por aquellos días en la
Cerdañafrancesa repelió á 1200 hombres, exigió contribuciones y
sembró el espanto en el territorio enemigo. Por todas partes rebu-
llían los somatenes, Claros apareció cerca de Gerona, en Besos
Milans, otros en diversos lugares, y no les era lícito á los invaso-
res caminar sino como primero con fuertes escoltas. La junta del
principado y Lacy decían en sus proclamas : « ¿ No hemos jurado
« ser libres ó envolvernos en las ruinas de nuestra patria? Pues á
c cumplirlo. » Podíase exterminar tal gente, no conquistarla.


Sin embargo el mariscal Suchet codicioso de tomar
AMson'^uTeto á Valencia, dejando por algún tiempo parte de su
siempre este reí- ejército en Cataluña, pasó á Zaragoza para hacer los


preparativos convenientes á la empresa que meditaba,
y se le habia ya encomendado en Francia. También urgia diese or-
den en las cosas de Aragón, en donde con su ausencia comenzaba
la tierra á andar revuelta. En la ribera izquierda del Ebro los va-
lencianos y el general Gasea, de que hemos hecho mención, con
otros varios habían meneado aquellas comarcas y metido gran bulla.
En la derecha los generales Villacampa, obispo enviado de Va-
lencia, y Duran acudiendo de Soria, incomodaban á los destaca-
mentos y guarniciones enemigas, de las que la de Teruel se vio
muy apurada. Suchet procuró despejar el país y tranquilizarle al-
gún tanto, estorbándole con todo para conseguirlo los partidarios
de las otras provincias, y en especial los temores que le inspiraba
la vecindad de Valencia.




LIBRO DECIMOQUINTO.


En este reino habia continuado mandando algún valencia,
tiempo Don Luis Alejandro de Bassecourt, no muy C o n T o c a B a s
atinado ni en lo político ni en lo militar, y que con se«mrt un con-
deseos de grangearse el aura popular y de imitar á í r e s o '
Cataluña, habia convocado para 1° de enero de 1811 un congreso
compuesto de la junta y de diputados de la ciudad y la provincia.
Las discusiones de esta corporación extemporánea fueron públicas
y en un principio se limitaron á proporcionar auxilios, y á las
cuestiones puramente económicas ; mas tomando los nuevos dipu-
tados gusto á su magistratura, quisiéronle dar ensanches y empe-
zaron á examinar la conducta del general. Escocióle á este la idea,
llevando muy á mal que hechuras que consideraba como suyas se
tomasen tal licencia, por lo que el 27 de febrero puso término á
los debates y prendió á Don Nicolás Gareli y á otros de los mas fo-
gosos. Las cortes, á cuyo superior conocimiento subió la decisión
de todo el negocio, mandaron soltar á los presos, cerrando al pro-
pio tiempo la puerta á los ambiciosos é inquietos de las provincias
con el reglamento que por entonces dieron á las jun-
tas , del que luego haremos mención, y al cual se so- S e ( U s u e l T e


metieron todas. La regencia nombró interinamente á Don Garios
Don Carlos Odonell por sucesor de Bassecourt, cuyos f B^mtT*'
procedimientos se miraron como nada cuerdos.


Tampoco en lo militar se habia el Don Luis mos- ,.
r t Operaciones mi-


trado muy atentado. Vimos en el año ultimo sus des- mares dei « -
aciertos en esta parte. Ahora habia sí fortificado á «te valencia."
Murviedro; pero no coadyuvado cual pudiera al ali-
vio de Cataluña. Hasta el 22 de abril que entregó el mando á
Odonell, tornando á Cuenca, apenas hizo en estos meses movi-
miento alguno de importancia, no siéndolo uno que intentó sobre
Ulldecona el 12 del mismo abril.


Odonell ayudado de la marina inglesa ordenó al principiar
mayo una maniobra hacia el embocadero del Ebro. El conmodoro
Adams á bordo del Invencible, con dos fragatas y dos jabeques
españoles cañoneó la torre de Codoñol, á 800 toesas de la Rápita,
y el 9 obligó al enemigo á que la evacuase. Al mismo tiempo el
conde de Romré con unos 2000 españoles avanzó por tierra, y Pi-
not , comandante francés de la Rápita, acometido de ingleses y
amenazado por españoles se replegó sobre Amposta, punto que
inmediatamente rodearon los nuestros. Mas acudiendo sin tardanza
los franceses de Tortosa y de los alrededores con fuerza superior,
libraron á los suyos, no ocupando sin embargo la Rápita hasta des-
pués de la toma de Tarragona, y limitándose por esta vez á reco-
brar la torre de Codoñol.


En lo demás no tentó Odonell operación alguna notable sino la
de. enviar á Cataluña la división de Miranda de que ya se habló, y
hacer' amagos via de Aragón, los cuales no dieron motivo á empresa




3S6 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
alguna señalada. El mando interino de Don Carlos Odonell cesó


„ A . al fenecer junio, empuñando el bastón en su lugar el
Sucede el mar- , , ' , „ , . ' „ , . . . . . *>


aues dei palacio marques del Palacio. I" ueronde allí en adelante prepa-
& odoneii. rendóse en Valencia acontecimientos de funesto re-
mate , que reservamos para otro libro.
casulla ta «ne- Réstanos en este contar lo que pasó en Castilla la


™- Nueva en la mitad del año de 1811, tiempo que ahora
nos ocupa: seremos breves. Tenian los franceses encomendada la
defensa de aquel territorio al ejército que llamaban del centro,
puesto á las inmediatas órdenes de José, y casi el único de que podia
disponer el intruso con libertad bastante amplia. En ayuda de este
ejército acudian á veces tropas de otras partes. Y como no fuesen
de ordinario suficientes las suyas propias para cubrir los distritos
de su incumbencia , que eran Avila, Segovia, Madrid, Toledo,
Guadalajara, Cuenca y Mancha, apostábase en el último una di-
visión del 4 o cuerpo, ó sea de Sebastiani, bajo el mando del gene-
ral Lorge, con especial encargo de conservar libre el tránsito entre
las Andalucías y la capital del reino. Cada distrito tenia un gefe
militar, y sumaban las fuerzas de todos ellos de 25 á 50,000 hom-
bres.
juntas y guerri- La eontrarestaban los guerrilleros, rara vez tropas


ueros. regladas, manteniéndose siempre en pie las juntas de
Guadalajara y Cuenca : inducidora algún tanto la primera de des-
avenencias y discordias. Otra se formó en la Mancha tampoco muy
pacífica, la cual se albergaba en los montes de Alcaraz y por lo co-
mún en Elche de la sierra, conservando como abrigo y apoyo de
operaciones el castillo de las Peñas de San Pedro , fábrica de ro-
manos, sito en un peñón empinado. Mandaba.'el canto Don Luis de
Ulloa. Imprimía esta junta una gaceta de composición no muy
culta, pero en idioma propio á divertir y embelesar á la muche-
dumbre.


Pocos partidarios de los del año anterior habían desaparecido ó
sido aquí presa de los franceses. Cupo tal desdicha á algunos no
muy conocidos, y entre ellos á uno de nombre Fernandez Garrido,
cogido en abril en Chapinería, partido de Madrid, por el marqués
de Bermuy al servicio de José, encargado de perseguir las guerri-
llas hacía las riberas del Alberche. Los mas nombrados permane-
cían casi ilesos. Hubo unos cuantos que salieron por primera vez á
plaza ó adquirieron mayor fama. De este número fueron Don Eu-
genio Velasco y Don Manuel Hernández, dicho el Abuelo. En oca-
siones los animaban tropas del 5 " ejército, y sobre lodo la caba-
llería al mando de Osorio, que como ya se apuntó, acudía al
granero de la Mancha en busca de bastimentos.
EI Em cinado Q u ' e n 1 , 0 c e s o m u n punto de sobresalir entre los


mpecna o. p a , , t j ( j a [ 1 ¡ o s ^ Castilla la Nueva fué Don Juan Martin
el Empecinado. Después de su vuelta de Aragón lidió en el mes de




LIBRO DECIMOQUINTO. 357


febrero varias veces contra fuerzas superiores, ya en Sacedon, ya
en Priego. Pasó en marzo á Molina, y en los dias 8 y V U t a c W B „
9 encerró en el castillo malparada á la guarnición fran- A C » M P A
cesa. De allí se encaminó á Sigüenza, y mancomunándose con Don
Pedro Villacampa que andaba rodando por la tierra, decidieron
ambos embestir la villa y puente de Anfión, provincia de Guadala-
jara. Era este puente el solo que permanecía intacto, habiendo roto
el francés los de Pareja y Trillo, y quemado el de Valtablado; to-
dos sobre el Tajo. Partía dicho puente término entre la villa de su
nombre y la de Sacedon, y por su importancia fortificábanle los
enemigos, habiendo hecho otro tanto con las calles y casas de am-
bos pueblos : tenía de guarnición 600 hombres, y mandaba allí el
coronel Luis Hugo, hermano del general que estaba á la cabeza del
distrito de Guadalajara.


Franqueando aquel punto ambas orillas del Tajo, A í > ( m U : ¡
interesaba su ocupación á los nuestros y á los contra- ei puente de A U -
rios. Llegó á las cercanías en la mañana del 23 de mar- "° n
zo Don Pedro Villacampa, y por medio de una atinada maniobra ,
acometió á los franceses por el frente y espalda. Los desalojó del
puente apoderándose de las obras que habian construido para su
defensa. Se refugieron en seguida aquellos en la iglesia de Auflon,
muy fortalecida, y dudaba Villacampa atacarlos, cuando acudiendo
Don Juan Martin empezaron ambos á verificarlo. Una tronada y
copiosísima lluvia retardó los ataques y favoreció á los enemigos ,
dando lugar á que viniese de Brihuega Hugo el comandante de Gua-
dalajara , y de Tarancon el gefe Blondeau á la cabeza de otra co-
lumna. Con este motivo destruidas las obras, se retiraron los espa-
ñoles llevando mas de 100 prisioneros, y habiendo muerto y herido
á otros tantos hombres; entre los postreros se contó al comandante
del puesto Hugo. Evacuó de resultas el enemigo á Auflon; y Villa-
campa y el Empecinado tiraron cada uno por diverso lado.


Tan continuos choques determinaron al gobierno
, , ~* i . r. Diversos mo-


mtruso a hacer un esfuerzo para destruir todas estas virolentos y so-
partidas , especialmente la del Empecinado, reuniendo s e s Q S '
al efecto á las fuerzas de Hugo las del general Lahoussaie que
mandaba en Toledo y algunas otras. ¡ Vana diligencia! Don Juan
Martin traspuso entonces los montes, acometió á los franceses en
la provincia de Segovia, los escarmentó en Somosierra, en el real
sitio de San Ildefonso, y hasta envió destacamentos camino de
Madrid cuando le buscaban al Este á doce leguas de distancia. Tuvo
por tanto Hugo gue volver a t rás , costándole gente las marchas y
contramarchas. Lahoussaie pasó en 22 de abril á Cuenca, de donde
se retiró Don José Martínez de San Martin , y aquella ciudad tan
desventurada en las anteriores entradas del enemigo, de que hemos
referido las mas principales, no fue mas dichosa en esta, por no
desviarse nunca de la senda del patriotismo, honrosa pero llena de




358 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


abrojos. Huele, Huertahernando, Alcázar de San Juan, Herencia,
oíros pueblos, entonces, después y antes, padecieron no menos
desgracias. Volúmenes serian necesarios para contarlas todas, junto
con ios rasgos de heroicidad de muchos habitantes.


No siendo, pues, dado á los enemigos acabar con Don Juan Mar-
tin , pusieron en práctica secretos manejos- Causaron con ellos al-
tercados, una notable dispersión en Alcocer de la Alcarria, y lo
que fue peor, el paso á su bando de algunos oficiales, si bien conta-
dos. También la junta con su ambicioso desasosiego é imprudentes
medidas, desavino los ánimos no menos que la inoportuna elección
del marqués de Zayas (que no debe confundirse con Don José de
Zayas) como comandante de la provincia, poniendo bajo sus órde-
nes al Empecinado. De poco nombre dicho marques entre los ge-
nerales del ejército, era pernicioso para gobernar partidas, á cuya
cabeza podían solo mantenerse los que las habían formado, hom-
bres activos, prácticos de la tierra, avezados á todo linage de esca-
seces, á los peligros de una vida arriesgada y venturera, manos
encallecidas con la esteva y la azada, ablandadas solo en sangre
enemiga. Separarse de camino tan derecho motivó considerables
daños. Al principiar julio estaba como dispersa la fuerza que antes
mandaba Don Juan Martin, y que ascendía á mas de 3000 hombres.
Por fortuna pusieron las cortes término al nial, ordenando que se
disolviese la junta, y se nombrase otra conforme al nuevo regla-
mento, del que hablaremos después; y previniendo al marqués de
Zayas que dejase el mando, según lo realizó, tornando á Valencia,
embolsados sueldos y atrasos, ya que no con acrecentamiento de
fama. Recobró Don Juan Martin la comandancia de su división, y á
pocos dias revivió esta con no menor brillo que antes,
otros pierrine- Entre los demás partidarios de menor nombre inco-


r o s- modaba Don Juan Abril á los franceses desde fas
sierras de Guadarrama y Somosierra hasta Madrid, atravesando
con frecuencia los puertos, y habiendo tenido la dicha esta pri-
mavera des rescatar 14,000 cabezas de ganado merino que lleva-
ban fuera del reino. Saornil había ahora tomado á su cargo princi-
palmente la provincia de Avila y las confinantes; pero en I o de julio
sorprendido de noche por el comandante Monligny junto á Peña-
randa de Bracamonte, en donde descuidado dormía al raso con los
suyos, perdió alguna gente, si bien no se retiró hasta después de
un combate muy encarnizado. Recorría solo ó uniéndose con otros
el término de Toledo Don Juan Palarea, el médico, y en Cebolla y
sus contornos como en otros parages sorprendió diversas partidas
enemigas, cogiendo en junio en Santa Cruz del Retamar á M. Le-
jeune, ayudante de campo del príncipe de Neuchatel, quien ha re-
presentado el lance con presumido pincel, y valiéndose de la licencia
que se concede á los pintores y á los poelas.


Casi siempre respetaron nuestros partidarios á sus enemigos; lo




LIBRO DECIMOQUINTO. 359


cual no impedía que so pretexto de ser foragidos, O Malos y crueles
soldados juramentados de José, los ahorcasen aquellos '«'«miemos,
ó arcabuceasen á menudo sin conmiseración alguna. La venganza
entonces era pronta y con usura. A veces lo largo del camino del
Pardo, en las otras avenidas de Madrid, y junto á sus tapias mismas
amenecian colgados tres y mas franceses por cada español muerto
en quebrantamiento de las leyes de la guerra. Forzosa represalia,
pero cruda y lamentable.


Al lado opuesto de Toledo y del campo de las lides M m p a r t l d a r l o s
de Palarea, el otro médico Don José Martinez de San
Martin que mandó en Cuenca, hasta que volvió de Valencia Basse-
court , tampoco desperdició el tiempo. Combinaba á veces acertada-
mente sus operaciones, entendiéndose con otros partidarios, y el 7
de agosto unido á Don Francisco Abad (Chaleco), escarmentó re-
ciamente á los franceses en la Osa de Montiel, y les cogió bastantes
prisioneros y efectos. No menos bulla y estruendo de guerrillas y
franceses andaba en Ciudad Real , Almagro, Infantes, por todas
las comarcas y villas de la Mancha como en las demás provincias de
Castilla la Nueva. Los enemigos en todas ellas continuaban teniendo
puntos fortalecidos en que se yeian frecuentemente obligados á en-
cerrarse , y á veces aun á rendirse.


De poco valer y harto cansados parecerán á algunos
. r , . * . . . , . . i ! . Resultas im-


tales acontecimientos, si bien nos limitamos a dar de portantes de este
ellos una sucinta y compendiosa idea. A la verdad mi- « é D e r o d ° 8 n e i ' r *
nuciosos se muestran á primera vista y tomados separadamente;
pero mejor pesados, nótase que de su conjunto resultó en gran
parte la maravillosa y porfiada defensa de la independencia de Es-
paña que servirá de norma á todos los pueblos que quieran en lo
venidero conservar intacta la suya propia. Mas de tres años iban
corridos de incesante pelea; 300,000 enemigos pisaban todavía el
suelo peninsular, y fuera de unos 60,000 que llamaba á sí el ejér-
cito anglo-portugués, ocupaban á los otros casi exclusivamente
nuestros guerreros; lidiando á las puertas de Madrid, en los límites
y á veces dentro de la misma Francia, en los puntos mas extremos,
cuan anchamente se dilata la España.


En medio de tan marcial estrépito apenas reparaba situación de
nadie y menos los generales franceses en la persona J u s é -
de José, á quien podríamos llamar la sombra de Napoleon con mas
fundamento del que tuvieron los partidarios de la casa de Austria
para apellidar á Felipe V en su tiempo la sombra de *
Luis XIV. Pues á este permitíanle por lo menos di- c A p ' 3 ' '
rigir sus reinos, si bien en un principio sujetándose á reglas que le
dieron en Francia, cuando el primero ni sus propios amigos le deje-
ban , por decirlo asi, suelo en que mandar; habiéndole arrebatado
de hecho su hermano muchas provincias con el decreto de los go-
biernos militares, y escatimándole mas y mas el manejo de otras :




560 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de suerte que en realidad el imperio de la corle de Madrid se encer-
raba en circulo muy estrecho.


De ello quejábase sin cesar José, que era gran desautoridad de
su corona, ya harto caediza, tratarle tan livianamente. Mas no por
eso dejaba de obrar cual si fuese arbitro y tranquilo poseedor de
España. Daba empleos en los diversos ramos, promulgaba leyes,
expedia decretos, y hasta trataba de administrar las Indias. Y
¡ cosa maravillosa, si no fuese una de tantas flaquezas del corazón
humano! motejaba en los periódicos de Madrid á las cortes, y los
redactores mostrábanse á veces donairosos por querer las últimas
gobernar la América : siendo asi que José intentaba otro tanto,
con la diferencia de que nunca le reconocieron alli como á rey de
España, al paso que á las cortes las obedecían entonces, y las
obedecieron todavía largo tiempo las mas de aquellas provincias.
Desengaños que Todo concurría ademas á probar á José que si re-


reeibe. c ¡} 3 j a desaires de los suyos, tampoco crecía en favor
respecto de los que apellidaba subditos. Lejos le hacían casi todos
estos cruda guerra : en derredor mostrábanle su desafecto con e!
silencio, el cual si se rompía era para patentizar aun mas el desvío
constante de los pechos españoles por todo loque fuese usurpación é
invasión exlrangeras. Hubo circunstancia en que reveló sentimiento
tan general hasta la niñez sencilla. Y cuéntase que llevando á la
corte Don Dámaso de la Torre, corregidor de Madrid, á un hijo
suyo de cortos años vestido de cívico y armado de un sablecillo, se
acercó José al mozuelo, y acariciándole le preguntó en qué em-
plearía aquella arma; á lo que el muchacho con viveza y sin dete-
nerse le respondió : « En matar franceses. » Repite por lo común
la infancia los dichos de los que la rodean, y si en la casa de quien
por empleo y afición debia ser adicto al gobierno intruso, se ver-
tían tales máximas y opiniones, ¿ cuáles no serian las que se abri-
gaban en las de los demás vecinos ?


Estado de su Inútilmente trató José de mejorar los dos impor-
cjercito y ha- tantes ramos de la guerra y hacienda para ponerse
"™ en el caso de manifestar que no le era ya necesaria la
asistencia de su hermano, quien de nuevo le envió al mariscal
Jourdan , como mayor general. Apenas habia José adelantado ni
un paso desde el año anterior en dichos dos ramos. Sus fuerzas
militares no crecían, y cuando en los estados sonaban 14,000 hom-
bres , escasamente llegaba su número á la mitad : y aun de estos
á la primera salida íbanse los mas á engrosar, como antes, las filas
del Empecinado y de otros partidarios.


Con respecto á las contribuciones, ahora como en los primeros
tiempos, no podia disponer José de otros productos que de los de
Madrid. Había ofrecido variar aquellas y mejorar su cobranza;
pero nada habia hecho ó muy poco. Introdujo y empezó á plan-
tear la de patentes, según la cual cada profesión y oficio, á la




LIBRO DECIMOQUINTO. mi
manera de Francia, pagaba un tanto por ejercerle. Conservólos
antiguos impuestos, inclusos los diezmos y la bula de la cruzada,
respetando la opinión y aun las preocupaciones del pueblo, en
tanto que servían á llenar las arcas del erario. Dolencia de casi to-
dos los gobiernos.


En Madrid se aumentaron á lo sumo las contribuciones. Recar-
gáronse los derechos de puertas : á los propietarios de casas se les
gravó al principio con un diez por ciento; á los inquilinos con un
quince, y en seguida con otro tanto á los mismos dueños : por ma-
nera que entre unos y otros vinieron á pagar un cuarenta por
ciento, de cuya exorbitancia junto con otros males, nació en parte
la horrorosa miseria que se manifestó poco después en aquella
capital.


Para distraer los ánimos promovió José banquetes Diversiones que
y saraos; y mandó que se restableciesen los bailes de Jw*pn>»iuoTe.
máscaras, vedados muchos años hacia por el sombrío y espanta-
dizo recelo del gobierno antiguo. También resucitó las fiestas de
toros, de las que Carlos IV habia por algún tiempo gustado con
sobrado ardor, prohibiéndolas después el último, llevado de des-
pecho por un desacato cometido en cierta ocasión contra su per-
sona, mas no impelido de sentimientos humanos. De notar es que
semejante espectáculo, tan reprendido fuera de España y tachado
de feroz y bárbaro, se renovase en Madrid bajo la protección y
amparo de un monarca y de un ejército ambos á dos extrangeros.
Pero ni aun asi se grangeaba José el efecto público : habia llaga
muy encancerada para que la aliviasen tales pasatiempos.


Verdad sea que la conducta y desmanes de los ge- ilusiones de jo-
nerales y tropas francesas contribuían grandemente á S 0 ,
enagenar las voluntades. A ello achacaba José casi exclusivamente
el descontento délos pueblos, figurándose que sino disfrutaría en
paz de solio tan disputado. Enfermedad apegada á los monarcas,
aun á los de fortuna, esta del alucinamiento. Asi lo expresaba José
á punto de mostrar deseo de verse libre de tropas D esaionaba s n
extrañas. Disgustaba tal lenguaje á Napoleón, infor- lenguaje a Ña-
mado de todo, quien con razón decia * : «Si mi her- p o l e o ° '
« mano no puede apaciguar la España con 400,000 ( A p - n ' 4 )
« franceses, ¿ cómo presume conseguirlo por otra via? añadiendo :
« no hay ya que hablar del tratado de Bayona; desde entonces
« todo ha variado; los acontecimientos me autorizan á tomar to-
« das las medidas que convengan al interés de Francia. > Cada vez
arrebozaba menos Napoleón su modo de pensar. La muger de José
escribía á su esposo desde París : « ¿ Sabes que hace mucho
« tiempo intenta el emperador tomar para sí las provincias del
« Ebro acá? En la última conversación que tuvo conmigo díjome
« que para ello no necesitaba de tu permiso, y que lo ejecularia
« luego que se conquistasen las principales plazas, »




3Ü2 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Afligido é incomodado José codiciaba unas veces entrar en tra-
, , . tos con las mismas cortes, v otras retirarse á vida


Disgusto de José. . „ , .. , J . , , , . , .


particular. « Mas quiero, decía, ser subdito del em-
« perador en Francia, que continuar en España rey en el nombre :
« allí seré buen subdito, aqui mal rey. » Sentimientos que le hon-
raban; pero siendo su suerte condición precisa de lodo monarca
que recibe un ceiro, y no le hereda ó por si le gana, pudiera José
haber de antemano previsto lo que ahora le sucedía,
su vioge a París. Sin embargo primero de tomar una de las dos re-


soluciones extremas de que acabamos de hablar, y
para las que tal vez no le asistían ni el desprendimiento ni el valor
necesarios, trató José de pasar á Paris á avistarse con su hermano;
aprovechando la ocasión de haber dado á luz la emperatriz su cu-
Nacimiento dei nada en el 20 de marzo un príncipe que tomó el título


rey de Roma, ¿e r e v R o r n a . Creía José que era aquella favorable
coyuntura al logro de sus pretensiones, y que no se negaría su
hermano á acceder á ellas en medio de tan fausto acontecimiento.
Pero no era Napoleón hombre que cejase en la carrera de la ambi-
ción. Y al contrario nunca como entonces tenia motivo para pro-
seguir en ella. Tocaba su poder al ápice de la grandeza, y con el
recien nacido ahondábanse y se afirmaban las raices antes someras
y débiles de su estirpe.


El efecto que tan acumulada dicha producía en el ánimo del em-
perador francés vese en una carta que pocos meses adelante es-
cribía á José su hermana Elisa. « Las cosas han variado mucho,
« decia; no es como antes. El emperador solo quiere sumisión,
« y no que sus hermanos se tengan respecto de él por reyes inde-
« pendientes. Quiere que sean sus primeros subditos. »


Salió de Madrid José camino de París el 23 de abril, acompa-
ñado del ministro de la guerra Don Gonzalo Ofarril y del de estado
Don Mariano Luis de Urquijo. No atravesó la frontera hasta el 10
de mayo. Paradas que hizo, y sobre todo 2000 hombres que le es-
coltaban, fueron causa de ir tan despacio. No le sobraba precau-
ción alguna : acechábanle en la ruta los partidarios. Llegó José á
Paris el 16 del mismo mes, y permaneció allí corto tiempo. Asistió
vuelve José a el 9 de junio al bautizo del rey de Roma, y el 27 ya


Madrid. de vuelta cruzó el Bidasoa. Entró en Madrid el 13 de
julio, solo, aunque sus periódicos habían anunciado que traería
consigo á su esposa y familia. Reducíase esta á dos niñas, y ni
ellas ni su madre , de nombre Julia, hija de Mr. Clary rico comer-
ciante de Marsella, llegaron nunca á poner el pie en España.


Poco satisfecho José del recibimiento que le hizo en Paris su
hermano, convencióse ademas de cuáles fuesen los intentos de
este por lo respectivo á las provincias del Ebro , cuya agrega-
ción al imperio francés estaba como resuelta. No obtuvo tam-
poco en otros puntos sino palabras y promesas vagas; limitan-




LIBRO DECIMOQUINTO. 363


ilose Napoleón á concederle el auxilio de un millón de francos
mensuales.


No remediaba subsidio tan corto la escasez de me- E s c a s e i d e g r a .
dios, y menos reparaba la falta de granos tan notable 1 , 0 3
ya en aquel tiempo que llegó á valer en Madrid la fanega de trigo á
cien reales, de cuarenta que era su precio ordinario. Por lo cual
para evitar el hambre que amenazaba, se formó una junta de aco-
pios, yendo en persona á recoger granos el ministro de policía Don
Pablo Arribas, y el de lo interior marqués de Almenara : encargo
odioso é impropio de la alta dignidad que ambos eier- „ , .


. r '. . " , \ •' Providencias


cían. La imposición que con aquel motivo sé cobró de violentas dei so -
los pueblos en especie recargólos excesivamente. De 1 , e r n o J o s 6 -
las solas provincias de Guadalajara, Segovia, Toledo y Madrid
se sacaron 950,000 fanegas de trigo y 750.000 de cebada, ade-
mas de los diezmos y otras derramas. Efectuóse la exacción con
harta dureza, arrancando el grano de las mismas eras para tras-
ladarle á los pósitos ó alhóndigas del gobierno, sin dejar á veces al
labrador con que mantenerse y con que hacer la siembra. Providen-
cias qiie quizas pudieron creerse necesarias para abastecer por de
pronto á Madrid; pero inútiles en parte, y á la larga perjudiciales:
pues nada suple en tales casos al interés individual, que temiendo
hasta el asomo de la violencia, huye con mas razón espantado de
donde ya se practica aquella.


Decaido José de espíritu, y sobre todo mal enojado
, . . > i i Trata José de


contra su nermano, trato ele componerse con los es- componerse con
pañoles. Anteriormente habia dado indicio de ser c ^ d i ^ W e n " > d 0
este su deseo : indicio que pasó á realidad con la lle-
gada á Cádiz algún tiempo después de un canónigo de Burgos lla-
mado Don Tomas la Peña, quien encargado de abrir una negocia-
ción con la regencia y las cortes, hizo de parte del intruso todo
género de ofertas, hasta la de que se echaría el último sin reserva
alguna en los brazos del gobierno nacional, siempre que se le re-
conociese por rey. Mereció la Peña que se le diese comisión tan
espinosa por ser eclesiástico, calidad menos sospechosa á los ojos
de la multitud, y hermano del general del mismo nombre , al cual
se le juzgaba enemigo de los ingleses de resultas de la jornada de la
Barrosa. Extraño era en José paso tan nuevo, y podemos decir des-
atentado ; pero no menos lo era, y aun quizá mas, en sus minis-
tros que debian mejor que no aquel conocer la índole de la actual
lucha, y lo imposible que se hacia entablar ninguna negociación,
mientras no evacuasen los franceses el territorio y no saliese José
de España.


La Peña se abocó con la regencia, y dio cuenta de Emisarios q u e
su comisión, acompañándola de insinuaciones muy m y i ' -
seductoras. No necesitaban los individuos del gobierno de Cádiz
tener presentes las obligaciones que les imponía su elevada magis-




364 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


tratura para responder digna y convenientemente : bastábales to-
mar consejo de sus propíos é hidalgos sentimientos. Y asi dijeron


inutilidad de * l u e D l e n cuerpo ni separadamente faltarían nunca á
t o s d a n ° s q u e e s " 'a confianza que les habia dispensado la nación, y


que el decreto dado por las cortes en 4 o de enero seria
la invariable regla de su conducta. Añadieron también con mucha
verdad que ni ellos, ni la representación nacional, ni José tenian
fuerza ni poderío para llevar á cima, cada uno en su caso, negocia-
ción do semejante naturaleza, Porque á las cortes y á la regencia
se les respetaba y obedecía en tanto que hacían rostro á la usur-
pación é invasión extrangeras; pero que no sucedería lo mismo si
se alejaban de aquel sendero indicado por la nación. Y en cuanto
á José claro era que faltándole el arrimo de su hermano, único po-
der que le spstenia, no solamente se hallaría imposibilitado de
cumplir cosa alguna, sino que en el mismo hecho vendría abajo su


frágil y desautorizado gobierno. Terminóse aqui la
negociación *. Las cortes nunca tuvieron de oficio co-


nocimiento de ella, ni se traslució en el público á gran dicha del
comisionado. En los meses siguientes despacháronse de Madrid con
el mismo objeto nuevos emisarios, de que hablaremos, y cuyas
gestiones tuvieron el mismo paradero. Otras eran las obligaciones,
otras las miras , otro el rumbo que habia tomado y seguido el go-
bierno legítimo de la nación.




LIBRO DECIMOSEXTO.


Abren las cortes sus sesiones en Cádiz. — Presupuestos presentados por el m i -
nistro de hacienda. — Reflexiones acerca de ellos. — Debates en las cortes.
— Contribución extraordinaria de guerra. — Reconocimiento de la deuda
pública. — Nombramiento de una junta nacional del cre'dito público.
Memoria del ministro de la guerra. —Aprueban las cortes el estado mayor,
Cre'ase la orden de San Fernando. — Reglamento de juntas provinciales. —
Abolición de la tortura. — Discusión y decreto sobre señoríos y derechos
jurisdiccionales. — Primeros trabajos que se presentan á las cortes sobre
constitución. — Ofrecen los ingleses su mediación para cortar las des-
avenencias de Ame'rica. — Tratos con Rusia. — Sucesos militares. — Ex-
pedición de Blake á Valencia. — Facultades que se otorgan á Blake. —
Desembarca en Almería. — Incorpóranse las tropas de la expedición
momentáneamente con el 3 " eje'rcito. — Operaciones de ambas fuerzas
reunidas. — Medidas que toma Soult. — Acción de Zújar y sus consecuen-
cias. — Nuevos cuarteles del 3" r eje'rcito, y separación de las fuerzas
expedicionarias. — tíñese Montijo al ejercito. — Sucede en el mando á
Freiré el general Mahy. — Los franceses no prosiguen á Murcia. — Va-
lencia. — Estado de aquel reino. —Llegada de Blake. — Providencias de
este general. — Se dispone Suchet á invadir aquel reino. — Pisa su ter-
ritorio. — Su marcha y fuerza que lleva. —Las que reúne Blake y otras
providencias. — Sitio del castillo de Murviedro ó Sagunto. — Su descrip-
ción. — Vana tentativa de escalada. — Reencuentro en Soneja y Segorbe.


— En B¿tera y Benaguacil. — Buena defensa y toma del castillo de Oro-
pesa. — Resistencia honrosa y evacuación de la torre del Rey. — Activa el
enemigo los trabajos contra Sagunto. — Asalto intentado infructuosamente.
— Prepárase Blake á socorrer á Sagunto. — Batalla de Sagunto. — Rendi-
ción del castillo. — Diversiones en favor de Valencia , Cataluña. — Toma
de las islas Medas. — Muerte de Montardit. — Empresas de Lacy y Eróles
en el centro de Cataluña. — Ataque de Igualada. — Rendición de la guar-
nición de Cervera. — De Bellpuig. — Revuelve Eróles sobre la frontera
de Francia. — Acertada conducta de Lacy. — Pasa Macdonald á Francia.
— Le sucede Decaen. — Convoy que va á Barcelona. — Aragón , Duran y
el Empecinado. — Mina. — Tropas que reúnen los franceses en Navarra y
Aragón. — Atacan á Calatayud Duran y el Empecinado. — Hacen prisio-
nera la guarnición. Viene sobre ellos Musnier. — Se retiran. — División de
Severoli en Aragón. — Se separan Duran y el Empecinado. — Mina. —
Ponen los franceses su cabeza á precio. — Tratan de seducirle. — Penetra
Mina en Aragón. — Ataca á Egea. — Coge una columna francesa en Pla-
sencia de Gallego. — Embarca los prisioneros en Motrico. — Distribuye
Musnier la devision de Severoli. — Abandonan los franceses á Molina. —
Nuevas acometidas del Empecinado. — De Duran. — Ambos bajo las ór-
denes de Montijo. — Ballesteros en Ronda. — Acción contra Rignoux. —
Avanza Godinot. — Retirase Ballesteros. — Vanas tentativas de Godinot.
— Tarifa socorrida. — Retírase Godinot. — Se mata. — Sorprende Balles-
teros á los franceses en Bornos. — Juan Manuel López. — Crueldad de
Soult.




566 REVOLUCÍON DE ESPAÑA.


Abren las cor- Trasladadas las cortes de la isla de León á Cádiz,
tes sns sesiones abrieron las sesiones en esta ciudad el 24 de febrero,
en cuan. según ya apuntamos. El sitio que se escogió para ce-
lebrarlas fué la iglesia de San Felipe Neri espaciosa y en forma de
rotunda. Se construyeron galerías públicas á derecha y á izquierda
en donde antes estaban los altares colaterales, y otra mas elevada
encima del cornisamento de donde arranca la cúpula. Era la pos-
trera galería angosta, lejana y de pocas salidas, lo que dio ocasión
á alguno que otro desorden que á su tiempo mencionaremos, si
bien enfrenados siempre por la sola y discreta autoridad de los
presidentes.


En 26 de febrero se leyó en las cortes por primera
p r e s S í s 1 1 6 ^ ve 2 u n presupuesto de gastos y entradas. Era obra de
c i O T d a S l r o a e h a " Don José Canga Arguelles, secretario á la sazón del


despacho de hacienda. La pintura que en el contexto
se trazaba del estado de los caudales públicos aparecía harto dolo-


rosa. « El importe de la deuda *, expresaba el minis-
c Ap. n . 1 . ) 4 t r Q ^ a s c j e o j e ¿ 7,194,266,839rs. vn., y losréditos


« vencidos á 219,691,473 de igual moneda. » JVo entraban en este
cómputo los empeños contraidos desde el principio de la insurec-
cion, que por lo general consistían en suministros aprontados en
especie. El gasto anual sin los réditos de la deuda, le valuaba el
señor Canga en 1,200,000,000 de reales, y los productos en solo
255,000,000. « Tal es , continuaba el ministro, la extensión de los
« desembolsos y délas rentas con que contamos para satisfacerlas,
« calculadas aproximadamente por no ser dado hacerlo con exac-
« titud, por la falta á veces de comunicación entre ¡as provincias y
< el gobierno, por las ocurrencias militares de eJJas... « « Si la
< santa insurrección de España hubiera encontrado desahogados á
« los pueblos, rico el tesoro, consolidado el crédito y franqueados
« todos los caminos de la pública felicidad, nuestros ahogos serian
€ menores, mas abundantes los recursos, y los reveses hubieran
« respetado á nuestras armas ,• pero una administración desconcer-
« tada de veinte años, una serie de guerras desastrosas, un siste-
« ma opresor de hacienda, y sobre todo la mala fé en los contratos
« de esta y el desarreglo de todos los ramos, solo dejaron en pos
' de sí la miseria y la desolación : y los alboi-es de la independen-
« cia y de la libertad rayaron en medio de las angustias y de los
« apuros.., n A pesar de todo hemos levantado ejércitos ; y coro-
« batiendo con la impericia y las dificultades, mantenemos aun el
« honor del nombre español, y ofrecemos á la Francia el espectá-
c culo terrible de un pueblo decidido que aumenta su ardor al
« compás de las desgracias... »
nefiei¡on«s acer- Y ahora habrá quien diga: ¿ cómo pues las cortes


ca de eiios. hicieron frente á tantas atenciones, y pudieron cubrir
desfalco tan considerable ? A eso responderemos : 1 ° que el presu-




LIBRO DECIMOSEXTO. 567


puesto de gastos estaba calculado por escala muy subida, y por
una muy ínfima el de las entradas ; 2 o que en estas no se incluían
las remesas de Amériea, que , aunque en baja, todavía producían
bastante, ni tampoco la mayor parte délas contribuciones ni su-
ministros en especie; y 5 o que tal es la diferencia que media entre
una guerra nacional y una de gabinete. En la última los pagos tie-
nen que ser exactos y en dinero, cubriéndolos solamente contribu-
ciones arregladas y el crédito que encuentra con límites: en la pri-
mera suplen al metálico, en cuanto cabe, los frutos, aprontando los
propietarios y hombres acaudalados, no solo las rentas sino á veces
hasta los capitales, ya por patriotismo, ya por prudencia; sobre-
llevando asimismo el soldado con gusto, ó al menos pacientemente
las escaseces y penuria, como nuevo timbre de realzada gloria. Y
en fin en una guerra nacional poniéndose enjuego todas las facul-
tades físicas é intelectuales de una nación, se redoblan al infinito
los recursos; y por ahí se explica como la empobrecida mas noble
España pudo sostener tan larga y dignamente la causa honrosa de
su independencia. Favorecióla es verdad la alianza con la Inglater-
ra , yendo unidos en este caso los intereses de ambas potencias; pero
lo mismo ha acontecido casi siempre en guerras de semejante natu-
raleza. Díganlo sino la Holanda y los Estados Unidos, apoyada la
primera por los príncipes protestantes de aquel siglo, y los últimos
por Francia y España. Y no por eso aquellas naciones ocupaban
en la historia lugai* menos señalado.


Al día siguiente de haber presentado el ministro de Debates en tas
hacienda los presupuestos, se aprobó el de gastos c ó r l e s
después de una breve discusión. Nada en él habia superfluo; la
guerra lo consumía casi todo. Detuviéronse mas las cortes en el de
entradas. No propuso por entonces Canga Arguelles ninguna mu-
danza esencial en el sistema antiguo de contribuciones, ni en el de
su administración y recaudación. Dejaba la materia para mas ade-
lante como difícil y delicada.


Indicó varias modificaciones en la contribución ex- contribución
traordinaria de guerra, que según en su lugar se vio, eitraodinaru de
habia decretado la junta central sin que se consiguiese B u e r r a '
plantearla en las mas de las provincias. Con ella se contaba para
cubrir en parte el desfalco de los presupuestos. Adolecía sin em-
bargo esta imposición de graves imperfecciones. La mayor de to-
das consistía en tomar por base el capital existimativo de cada con-
tribuyente, y no los réditos ó productos líquidos de las fincas.
Propuso con razón el ministro sustituir á la primera base la pos-
trera ; pero no anduvo tan atinado en recargar al mismo tiempo
en un 30 , 45 , 50 , 60 y aun 65 por ciento los diezmos eclesiásti-
cos y la partición de frutos ó derechos feudales, con mas ó menos
gravamen, según el origen de la posesión. Fundaba el señor Canga
la última parte de su propuesta en que los desembolsos debían ser




368 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


en proporción de lo que cada cual expusiese en la actual guerra;
y á muchos agradaba la medida por tocar á individuos cuya ge-
rarquía y privilegios no disfrutaban del favor público. Mas a la
verdad el pensamiento del ministro era vago, injusto y casi im-
practicable; porque, ¿cómopodía graduarse equitativamente cuá-
les fuesen las clases que arriesgaban mas en la presente lucha ? Iba
en ella la pérdida ó la conservación de la patria común, é igual
era el peligro, é igual la obligación en todos los ciudadanos de
evitar la ruina de la independencia. Fuera de esto tratábase solo
ahora de contribuciones, no de examinar la cuestión de diezmos,
ni la de los derechos feudales, y menos la temible y siempre im-
política del origen de la propiedad. Mezclar y confundir puntos tan
diversos era internarse en un enredado laberinto de averiguacio-
nes, que tenia al cabo que perjudicar á la pronta y mas expedita
cobranza del impuesto extraordinario.


Cuerdamente huyó la comisión de tal escollo; y dejando á un
lado el recargo propuesto por el ministro sobre determinados de-
rechos ó propiedades, atúvose solo á gravar sin distinción las uti-
lidades líquidas de la agricultura, de la industria y del comercio.
Hasta aqui asemejábase mucho el nuevo impuesto al income tax de
Inglaterra, y no flaqueaba sino por los defectos que son inheren-
tes á esta clase de contribuciones en la indagación de los rendi-
mientos que dejan ciertas grangerias. Pero la comisión admitiendo
ademas otra modificación en la base fundamental del impuesto in-
trodujo una regla, que sino tan injusta como la del ministro ni de
consecuencias tan fatales, aparecía no menos errónea. Fué pues la
de una escala de progresión, según la cual crecía el impuesto á
medida que la renta ó las utilidades pasaban de 4000 reales vellón.
Dos y medio por ciento se exigía á los que estaban en este caso ;
mas y respectivamente de alli arriba, llegando algunos á pagar has-
ta un 30 y un 76 por ciento : pesado tributo tan contrario á la
equidad como á las sanas y bien entendidas máximas que enseña la
práctica y la economía pública en la materia. Porque gravando
extraordinariamente y de un hiodo impensado las rentas del rico,
no solo se causa perjuicio á este, sino que se disminuye también ó
suprime, en vez de favorecer, la renta de las clases inferiores, que
en el lodo ó en gran parte consiste en el consumo que de sus pro-
ductos ó de su industria hacen respectiva y progresivamente las
familias mas acomodadas y poderosas. Dicho impuesto ademas llega
á devorar hasta el capital mismo, destruye en los particulares el
incentivo de acumular, origen de gran prosperidad en los estados;
y tiene el gravísimo inconveniente de ser variable sobre una can-
tidad dada de riqueza, lo que no sucede en las contribuciones
de esta especie, cuando solo son proporcionales sin ser pro-
gresivas.


Las cortes sin embargo aprobaron el 24 de marzo el informe de




LIBRO DECIMOSEXTO. 569


la comisión reducido á tres principales bases : I a que se llevase á
efecto la contribución extraordinaria de guerra impuesta por la
central; 2 a que se fijase la base de esta contribución con la relación
á los réditos ó productos líquidos de las fincas, comercio é industria;
5 a que la cuota correspondiente á cada contribuyente fuese pro-
gresiva al tenor de una escala que acompañaba á la ley. La pre-
mura de los tiempos y la inexperiencia disculpan solo la aprobación
de un impuesto no muy bien concebido.


Adoptaron igualmente las cortes otros arbitrios introducidos
antes por la central, como el de la plata de las iglesias y particu-
lares, y el de los coches de estos. El primero se hallaba ya casi
agotado, y el último era de poco ó ningún valor: no osando nadie,
á menos de ser anciano ó de estar impedido, usar de carruage en
medio de las calamidades del dia.


Tampoco fue en verdad de gran rendimiento el arbitrio conocido
bajo el nombre de represalias y confiscos, que consistía en bienes
y efectos embargados á franceses y á españoles del bando del in-
truso. Tomaron ya esta medida los gobiernos que precedieron á
las cortes, autorizados por el derecho de gentes y el patrio, como
también apoyados en el ejemplo de José y de Napoleón. Las luces
del siglo han ido suavizando la legislación en esta parte, y el buen
entendimiento de las naciones modernas acabará por borrar del
todo los lunares que aun quedan, y son herencia de edades menos
cultas. En España apenas sirvieron las represalias y los confiscos
sino para arruinar familias, y alimentar la codicia de gente rapaz
y de curia. Las cortes se limitaron en aquel tiempo á adoptar re-
glas que abreviasen los trámites, y mejorasen en lo posible la parte
administrativa y judicial del ramo.


Dias después, en 50 de marzo, presentóse de nue-
1 . . . i , - , i r Reconocimien-


vo al congreso el ministro de hacienda, y leyó una to de ia deuda
memoria circunstanciada * sobre la deuda y crédito p u b h c a -
público. Nada por de pronto determinaron lar cortes ( * A p ' 2 - 1
en la materia, hasta que en el inmediato setiembre dieron un de-
creto reconociendo todas las deudas antiguas, y las contraidas
desde 1808 por losgobiernos y autoridades nacionales, exceptuando
por entonces de esta regla las deudas de potencias no amigas. A
poco nombraron también las mismas cortes una junta llamada na-
cional del crédito público, compuesta de tres indivi-
duos escogidos de entre nueve que propuso la regen- junta' m *
cia. Se depositó en manos de este cuerpo el manejo c l M i a l d e l « M i -
de toda la deuda, puesta antes al cuidado de la teso- 1 0 P" 1C°
rería mayor y de la caja de consolidación. Las cortes hasta mucho
tiempo adelante no desentrañaron mas el asunto, por lo que sus-
penderemos ahora tratar de él detenidamente. Dióse ya un gran
paso hacia el restablecimiento del crédito en el mero hecho de re-
conocer de un modo solemne la deuda pública, y en el de formar


ii. 24




570 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


un cuerpo encargado exclusivamente de coordinar y regir un ramo
muy intrincado de suyo, y antes de mucha maraña.


memoria dei También se leyó en las cortes el 1° de marzo una
ministro de ía memoria del ministro de la guerra *, en que larga-
goerra. mente se exponían las causas de los desastres padeci-


( • A p . n. 3.) ( j o s e n j Q S e j e r c ¡ t o S ) y i a s medidas que convenia adoptar
para poner en ello pronto remedio. Nada anunciaba el ministro que
no fuese conocido, y de que no hayamos ya hecho mención en el curso
de esta historia. Las circunstancias hacían insuperables ciertos ma-
les : solo podia curarlos la mano vigorosa del gobierno, no las dis-
cusiones del cuerpo legislativo. Sin embargo excitó una muy viva
el dictamen que la comisión de guerra presentó dias después acerca
del asunto. Muchos señores no se manifestaron satisfechos con lo ex-
puesto por el ministro, que casi se limitaba á reflexiones genera-
les; pero insistieron todos en la necesidad urgentísima de restaurar la
disciplina militar, cuyo abandono, ya anterior á la presente lucha,
miraban como principal origen de las derrotas y contratiempos.


Debiendo contribuir á tan anhelado fin, v á un bien
Aprueban las ' J


cortes ei estado entendido, uniforme y extenso plan de campaña el
m a y < > r" mayor general creado por la última regencia, afir-
maron dicha institución las cortes en decreto de 6 de julio. Necesi-
tábase para sostenerla de semejante apoyo, estando combatida por
militares ancianos, apegados á usos añejos. Cada dia probó mas y
y mas la experiencia lo útil de aquel cuerpo, ramificado por todos
los ejércitos, con un centro común cerca del gobierno, y com-
puesto en general de la flor de la oficialidad española,


crease la orden Asimismo las cortes, al paso que quisieron poner
de san Feman- c o t o a la excesiva concesión de grados, 'á la de las


órdenes y condecoraciones de la milicia, tampoco ol-
vidaron excogitar un medio que recompensase las acciones ilustres,
sin particular gravamen de la nación; porque, como dice nuestro


Don Francisco de Quevedo *, « dar valor al viento es
« mejor caudal en el principe que minas. » Con este


objeto propuso la comisión de premios, en 5 de mayo, el estable-
cimiento de una orden militar, que llamó del Mérito , destinada á
remunerar las hazañas que llevasen á cima los hombres de guerra,
desde el general hasta el soldado inclusive.


No empezó la discusión sino en 25 de julio, y se publicó el de-
creto á fines de agosto inmediato, cambiándose á propuesta del
señor Morales Gallego el título dado por la comisión en el de orden
nacional de San Fernando. Era su distintivo una venera de cuatro
aspas, que llevaba en el centro la efigie de aquel santo : Ja cinta
encarnada con filetes estrechos de color de naranja á los cantos.
Habia grandes y pequeñas cruces, y las había de oro y plata con
pensiones vitalicias en ciertos casos. Individualizábanse en el re-
glamento las acciones que se debían considerar como distinguidas,




LIBRO DECIMOSEXTO. 371


y los trámites necesarios para la concesión de la gracia, á la cual
tenia que preceder una sumaria información en juicio abierto con-
tradictorio, sostenido por oficiales ó soldados que estuviesen ente-
rados del hecho ó le hubiesen presenciado. Hasta el año de 1814
se respetó la letra de este reglamento, mas entonces al volver Fer-
nando de Francia, prodigóse indebidamente la nueva orden y se
vilipendió del todo en 1823, dispensándola á veces con profusión
á muchos de aquellos extrangeros contra quienes se habia estable-
cido , y en oposición de los que la habían creado ó merecido legí-
timamente. Juegos de la fortuna nada extraños, si el distribuidor
de las mercedes no hubiera sido aquel mismo Fernando, cuyo tro-
no, antes de 1814, atacaban los recien agraciados y defendían los
ahora perseguidos.


Mejoraron también las cortes la parte gubernativa Reglamento da
de las provincias, adoptando un reglamento para las jumas proíincia-
juntas, que se publicó en 18 de marzo y gobernó has-
ta el total establecimiento de la nueva constitución de la monarquía.
En él se determinaba el modo de formar dichos cuerpos, y se des-
lindaban sus facultades. Elegíanse los individuos como los diputados
de cortes, popularmente: nueve en número excepto en ciertos pa-
rajes. Entraban ademas en la junta el intendente y el capitán ge-
neral, presidente nato. Fijábase la renovación délos individuos por
terceras partes cada tres años, y se establecían en los partidos co-
misiones subalternas.


A las juntas tocaba expedir las órdenes para los alistamientos y
contribuciones, y vigilar la recaudación de los caudales públicos :
no podian sin embargo disponer por sí de cantidad alguna. Se les
encargaban también los trabajos de estadística, el fomento de es-
cuelas de primeras letras, y el cuidado de ejercitar á la juventud
en la gimnástica y manejo de las armas. No menos les correspondía
fiscalizar las contratas de víveres y el repartimiento de estos , las
de vestuario y municiones, las revistas mensuales y otros porme-
nores administrativos. Facultades algunas sobrado latas para cuer-
pos de semejante naturaleza; mas necesario era concedérselas en
una guerra como la actual. Reportó bienes el nuevo reglamento,
pues por lo menos evitó desde luego la mudanza arbitraria de las
juntas al son de las parcialidades ó del capricho de cualquiera pue-
blo, según á veces acontecia. Las elecciones que resultaron fueron
de gente escogida : y en adelante medió mayor concordia entre los
gefes militares y la autoridad civil.


No menos continuaron las cortes teniendo presente Atención do ia
la reforma del ramo judicial, sin aguardar al total tortura,
arreglo que preparaba la comisión de constitución. Y asi en virtud
de propuesta que en 2 de abril habia formalizado Don Agustín de
Arguelles, promulgóse en 22 del mismo mes un decreto aboliendo
la tortura é igualmente la práctica introducida de afligir y molestar




372 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


á los acusados con lo que ilegal y abusivamente llamaban apremios.
La medida no halló oposición en las cortes; provocó tan solo cier-
tas reflexiones de algunos antiguos criminalistas, entre otros del
señor Hermida, que, avergonzándose de sostener á las claras tan
bárbara ley y práctica, limitóse á disculpar la aplicación en excep-
tuados casos. La tortura, infame crisol de la verdad, según la ex-


presión del ilustre * Beccaria, no se empleaba ya en
C A P . n. 5.) j¡ Spaña sino raras veces : merced á la ilustración de


los magistrados. Usábase con mas frecuencia de los apremios, in-
troducidos veinte años airas por el famoso superintendente de po-
licía Cantero, hombre de duras entrañas. Los autorizaba solo la
práctica : por loque siendo de aplicación arbitraria solíase con ellos
causar mayor daño que con la misma tortura. ¡ Quién hubiera
dicho que esta y los mismos apremios, si bien ¡ prosiguiendo
abolidos después de 1814, habian de imponerse á las calladas


por presumidos crímenes de estado, y á veces * en
(* AP. n. e.) viptud de consentimiento ú orden secreta emanada del


soberano mismo!
Asunto de mayor importancia, sino de interés mas


cret« C so\re T se- humano, fue el que por entonces ventilaron también
ñnrios y oere- las cortes, tratando de abolir los señoríos jurisdic-
n a i > e s . í u n s ' U c " 0 ~ cionales y otras reliquias del feudalismo : sistema este


que , como dice Monlesquieu *, se vio una vez en el
i ' A P . n. ?.) raun(j0 > y q u e quizá nunca se volverá á ver. Traia ori-


gen de las invasiones del norte, pero no se descogió ni arraigó del
todo hasta el siglo X. En España aunque introducido como en los
demás reinos, no tuvo por lo común la misma extensión y fuerza ;


mayormente si, conforme al dictamen de un autor*
CAp.n . a.) moderno , era « la feudalidad una confederación de


« pequeños soberanos y déspotas, desiguales entre s í , y que te-
« niendo unos respecto de otros obligaciones y derechos, se halla-
« ban investidos en sus propios dominios de un poder absoluto y
c arbitrario sobre sus subditos personales y directos. » Las dife-
rencias y mitigación que hubo en España tal vez pendieron de la
conquista de los sarracenos, ocurrida al mismo tiempo que se es-
parcía el feudalismo y tomaba incremento. Verdad es que tampoco
se ha de entender á la letra la definición trasladada, no habiendo
acaecido estrictamente los sucesos al compás de las opiniones del
autor citado. Edad la del feudalismo de guerra y de confusión, ca-
minábase en ella como á tientas y á la ventura; trastornándose'á
veces las cosas á gusto del mas poderoso , y digámoslo asi. á punta
de lanza. Por tanto variaban las costumbres y usos no solo entre


las naciones, pero aun entre las provincias y ciudades ;
( A P . n. 9.) n o t a n ( | 0 * Qiannone con respecto á Italia que en unos


lugares se arreglaban los feudos de una manera, y en otros de
otra. No menos discordancia reinó en España.




LIBRO DECIMOSEXTO. 575


Al examinar las cortes este negocio, presentábanse á la discusión
tres puntos muy distintos : el de los señoríos jurisdiccionales ; el de
los derechos y prestaciones anejas á ellos con los privilegios del
mismoorígen,llamadosexclusivos,privativos y prohibitivos; ye lde
las fincas enagenadas de la corona, ya por compra ó recompensa,
ya por la sola voluntad de los reyes.


Antes de la invasión árabe el fuero juzgo ó código de los visigo-
dos , que era un complexo de las costumbres y usos sencillos de
las naciones del norte, y de la legislación mas intrincada y sabia de
¡os Teodosios y Justinianos, habia servido de principal pauta para
la dirección de los pueblos peninsulares. Según él * ( - A p „ , 0 -
desempeñaban la autoridad judicial el monarca y los
barones á quien este la delegaba, ó individuos nombrados por el
consentimiento de las partes. Solían los primeros reunir las facul-
tades militares á las civiles. Intervenían también * los
obispos: disposición no menos acomodada á las eos- 1 A p - " ' ;
lumbres del septentrión, trasmitidas á la posteridad por la sencilla
y correcta pluma de César *, y por la] tan vigorosa de ( , A p ^
Tácito *, cuanto conforme al predominio que en el an-
tiguo mundo romano habia adquirido el sacerdocio ' A p ' , 3 , )
después que Constantino habia con su conversión afirmado el im-
perio de la cruz.


InundadaEspaña por las huestes agarenas, y establecida en lo mas
del suelo peninsular la dominación de los califas y de sus tenientes,
como igualmente de la creencia del Koran, se alteraron ó decaye-
ron mncho en la práctica las leyes admitidas en los concilios de To-
ledo, y promulgadas por los Euricos y Sisenandos. En el pais con-
quistado prevaleció de consiguiente, sobre todo en lo criminal, la
sencilla legislación de los nuevos dueños; decidiéndose los procesos
y las causas por medio de la verbal y expedita justicia del cadí ó
de un * alcalde particular : siempre que no las cortaba


i i í . . i • , ( * Ap. n. (4.)
el alfange o antojo del vencedor.


Pocos litigios en un principio debieron de suscitarse en las cir-
cunscriptas y ásperas comarcas que los cristianos conservaron
libres; sujetándose probablemente el castigo de los delitos y críme-
nes á la pronta y severa jurisdicción de los caudillos militares. En-
sanchando el territorio y afianzándose los nuevos estados de Astu-
rias , Navarra, Aragón y Cataluña, restableciéronse parte de las
usanzas y leyes antiguas, y se adoptaron poco á poco con mayor
ó menor variación las reglas y costumbres feudales, introducidas
con especialidad en las provincias aledañas de Francia : tomando
de aquí nacimiento la jurisdicción que podemos llamar patrimo-
nial.


Conforme á ella nombraban los señores, las iglesias y los mo-
nasterios ó conventos en muchos parages jueces de primera instan-
cia y de segunda, que no eran sino meros tenientes de los dueños.,




5 7 4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


bajo el título de alcaldes ordinarios y mayores, de bailes ú otras
equivalentes denominaciones. El gobierno de reyes débiles, pródi-
gos ó menesterosos, y las minoridades y tutorías acrecentaron ex-
traordinariamente estas jurisdicciones. De muy temprano se trató
de remediar los males que causaban, aunque sin gran fruto por
largo tiempo. Las leyes de partida, como el fuero juzgo, no cono-
cieron otra derivación de la potestad judicial que la del monarca,
( * A P . n . i 5 . )


0 ' a ^ e ' o s v e c u l 0 S de los pueblos, diciendo < Es-
« tos tales (los juzgadores) non los puede otro poner


« si non ellos (emperadores ó reyes ) ó otro alguno á quien ellos
t otorgasen señaladamente poder de lo fazer, por su carta ó por
« su privilegio, ó los que pusiesen los menestrales... » Adviértase
que esta ley llamaba privilegio á la concesión otorgada á los parti-
culares , y no asi á la facultad de que gozaban los menestrales de
nombrar sus gefes en ciertos casos : lo que muestra, para decirlo
de paso, el respeto y consideración que ya entonces se tenia en


C A P n España á la clase media y trabajadora. Otra ley*
del mismo código dispone que si el rey hiciere dona-


ción de villa ó de castillo ó de otro lugar « non se entiende que él
« da ninguna de aquellas cosas que pertenecen al señorío del reg-
f no señaladamente; asi como moneda ó justicia de sangre... »
Y añade que aun en el caso de otorgar esto en el privilegio «.... las
« alzadas de aquel logar deben ser para el rey que fizo la dona-
« cion é para sus herederos. » No obstante lo resuelto por esta y
otras leyes, y haberse fundado una protección especial sobre los
vasallos dominicales, creando jueces ó pesquisidores que conocie-
sen de los agravios, asi en los juicios como en la exacción de derechos
injustos; continuaron los señores egerciendo la plenitud de su po-
der en materia de jurisdicción, hasta el reinado de Don Fernando
el V y de Doña Isabel su esposa.


Ceñidas entonces las sienes de estos monarcas con las coronas de
Aragón y Castilla, conquistada Granada, descubierto un nuevo
mundo, sobreviniendo de tropel tantos portentos; hacedero fue
acrecer y consolidar la potestad soberana, y poner coto á la de los
señores. El sosiego público y el buen orden pedian semejante mu-
danza. Coadyuvaron á ella el arreglo y mejoras que los menciona-
dos reyes introdujeron en los tribunales, la nueva forma que dieron
al consejo real y la creación de la suprema santa hermandad : ma-
gistratura extraordinaria que entendiendo, por via de apelación,
en muchas causas capitales, dio fuerza y unidad á las hermandades
subalternas, y enfrenó á lo sumo los desmanes y violencias que se
cometían bajo el amparo de señores poderosos, armados del capa-
cete ó revestidos del hábito religioso.


Jiménez de Cisneros, Carlos V, Felipe II ensancharon aun mas
la autoridad y dominio de la corona. Lo mismo aconteció bajo los
reyes sus sucesores y bajo la estirpe borbónica : llegando á punto




LIBRO DECIMOSEXTO. 575


que en 1808, si bien proseguían los señores nombrando jueces en
muchos pueblos, tenían los elegidos que estar dotados de cualida-
des indispensables que exigían las leyes, sin que pudiesen conocer
de otros asuntos que de delitos ó faltas de poca entidad, y de las
causas civiles en primera instancia; quedando siempre el recurso
de apelación á las audiencias y cnancillerías.


Aunque tan menguadas las facultades de los señores en esta
parte, claro era que aun asi debían desaparecer los señoríos juris-
diccionales : siendo conveniente é inevitable uniformar en toda la
monarquía la administración de j usticia.


En cuanto á derechos, prestaciones y privilegios exclusivos,
había mucha variedad y prácticas extrañas. Abolidos los señoríos,
de suyo lo estaban las cargas destinadas á pagar los magistrados y
dependientes de justicia que nombraban los antiguos dueños. La
misma suerte tenia que caber á toda imposición ó pecho que sonase
á servidumbre, no debiendo sin embargo confundirse, como que-
rían algunos, el verdadero feudo con el foro ó enfiteusis, pues
aquel consiste en una prestación de mero vasallaje, y el último se
reduce á un censo pagado por tiempo ó perpetuamente en trueque
del usufructo de una propiedad inmueble. Servidumbre por ejem-
plo era la luctuosa, según la cual á la muerte del padre recibía el
señor la mejor prenda ó alhaja, añadiéndose al quebranto y duelo
la pérdida de la parte mas preciosa del haber ó hacienda de la fa-
milia. Igualmente aparecía carga pesada y aun mas vergonzosa la
que pagaba un marido por gozar libremente del derecho legítimo
que le concedían sobre su esposa el contrato y la bendición nupcial.
Tan fea y reprensible costumbre no se conservaba en España sino
en parajes muy contados : mas general habia sido en Francia dando
ocaw'on á un rasgo festivo de la pluma de Montesquieu * f ^ ( ,
en obra tan grave como lo es el Espíri tu de las Leyes.
No le imitaremos, si bien prestaba á ello ser los monjes de Poblet.Ios
que todavía cobraban enla villa de Verdú 70 libras catalanas al año
en resarcimiento de uso tan profano, y conocido por nuestros mayo-
res bajo el significativo nombre de derecho de pernada. Los privi-
legios exclusivos de hornos, molinos, almazaras, tiendas, mesones
con otros, y aun los de pesca y caza en ciertas ocasiones, debían
igualmente ser derogados como dañosos á la libertad de la industria
y del tráfico, y opuestos á los intereses y franquezas de los otros
ciudadanos. Mas también exigía la equidad que, asi en esto como en
lo de alcabalas, tercias y otras adquisiciones de la misma natura-
leza , se procurase indemnizar, en cuanto fuese permitido y en se-
ñaladas circunstancias, á los actuales dueños de las pérdidas que
con la abolición iban á experimentar. Pues reputándose los expre-
sados privilegios y derechos en los tiempos en que se concedieron
por tan legítimos y justos como cualquiera otra propiedad, recia
cosa era que los descendientes de un Guzman el Bueno, á quien




376 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


en remuneración de la heroica defensa de Tarifa se hizo merced
del goce exclusivo del almadraba ó pesca del atún en la costa de
Conil, resultasen mas perjudicados por las nuevas reformas que
la posteridad de alguno de los muchos validos que recibieron en
tiempo de su privanza tierras ú otras fincas, no por servicios, sí
por deslealtades ó por cortesanas lisonjas. El distinguir y resolver
tantos y tan complicados casos ofrecía dificultades que no allanaban
ni las pragmáticas, ni las cédulas, ni las decisiones, ni las consul-
tas que al intento y en abundancia se habian promulgado ó exten-
dido en los gobiernos interiores : por lo que menester se hacia to-
mar una determinación, en la cual, respetando en lo posible Jos
derechos justamente adquiridos de los particulares, se tuviese por
principal mira y se prefiriese á todo la mayor independencia y bien
entendida prosperidad de la comunidad entera.


Venia, después de las jurisdicciones feudales y de' los derechos y
privilegios anexos á ellas, el examen del punto aun mas delicado-,
de los bienes raices ó fincas enagenadas de la corona. Cuando la
invasión de las naciones septentrionales en Ja península española,
dividieron los conquistadores el territorio en tres partes, reser-
vándose para sí dos de ellas, y dejando la otra á los antiguos po-
seedores. Destruyeron los árabes ó alteraron semejante distribu-
ción , de la que sin duda hasta el rastro se habia perdido al tiempo
de la reconquista de los cristianos. Y por tanto no siendo posible,
generalmente hablando, restituir las propiedades á los primitivos
dueños, pasaron aquellas á otros nuevos, y se adquirieron : I o por
repartimiento de conquista ; 2 o por derecho de población ó cartas
pueblas ; 3 o por donaciones remuneratorias de servicios eminentes;
4 o por dádivas que dispensaron los reyes llevados de su propia
ambición ó mero antojo, y por enagenacion con pacto de retro;
5 o por compras ú otros traspasos posteriores.


Justísima y gloriosa la empresa que llevaron á cima nuestros
abuelos de arrojar á los moros del suelo patrio, nadie podia dispu-
tar á los propietarios de la primera clase el derecho que se deri-
vaba de aquella fuente. Tampoco parecía estar sujeto á duda el de
los que le fundaban en cartas pueblas, concedidas por varios prín-
cipes á señores, iglesias y monasterios, para repoblar y cultivar
yermos y terrenos que quedaron abandonados de resultas de la
irrupción árabe, y de las guerras y otros acontecimientos que so-
brevinieron. Solo podia exigirse en estas donaciones el cumpli-
miento de las cláusulas, bajo las cuales se otorgaron ; mas no otra
cosa.


Respetaban todos.las adquisiciones de bienes y fincas que pro-
cedían de servicios eminentes, ó de compras y otros traspasos le-
gales. No asi las enagenaciones de la corona hechas con pacto de
retro por la sola y antojadiza voluntad de los reyes, inclinándose
muchos á que se incorporasen á la nación del mismo modo que an-




LIBRO DECIMOSEXTO. 577
tes se hacia á la corona ; doctrina esta antigua en España, mante-
nida cuidadosamente por el fisco, y apoyada en general por e!
consejo de hacienda que á veces extendía sus pretensiones aun
mas lejos. La fomentaron casi todos los principes *, y
apenas se cuenta uno de los de Aragón ó Castilla que ( A p n , , 8 - )
habiendo cedido jurisdicciones, derechos y fincas, no se arre-
pintiese en seguida y tratase de recuperarlas á la corona.


Pero no era fácil meterse ahora en la averiguación del origen de
dichas propiedades, sin tocar al mismo tiempo al de todas las otras.
Y ¿ cómo entonces no causar un sacudimiento general, y excitar
temores los mas fundados en todas las familias? Por otra parte el
interés bien entendido del estado no consiste precisamente en que
las fincas pertenezcan á uno ú á otro individuo, sino en que redi-
túen y prosperen, para lo que nada conduce tanto como el disfrute
pacífico y sosegado de la propiedad. Los sabios y cuerdos repre-
sentantes de una nación huyen en materias tales de escudriñar en
lo pasado : proveen para lo porvenir.


Ño se apartaron de esta máxima en el asunto de que vamos tra-
tando las cortes extraordinarias. Dio principio á la discusión en 30
de marzo Don Antonio Lloret diputado por Valencia y natural de
Alberique, pueblo que habia traido continuas reclamaciones con-
tra los duques del Infantado : formalizando dicho señor una pro-
posición bastantemente racional dirigida á que * « se
V • , • , . 1 l • • . • • (*Ap.n.)¡>.)
« reintegrasen a la corona todas las jurisdicciones,
« asi civiles como criminales, sin perjuicio del competente reinte-
« gro ó compensación á los que las hubiesen adquirido por COH-
« trato oneroso ó causa remuneratoria. » Apoyaron al señor Llo-
ret varios otros diputados, y pasó la propuesta á la comisión de
constitución. Renovóla en I o de junio y le dio mas ensanches el se-
ñor Alonso y López diputado por Galicia, reino aquejado de mu-
chos señoríos, pidiendo que ademas del ingreso en el erario, me-
diante indemnización de ciertos derechos, como ter-
cias reales, alcabalas, yantares * etc. « se desterrase c A p ' n í 0 ' )
« sin dilación del suelo español y de la vista del público el feuda-
« lismo visible de horcas, argollas y otros signos tiránicos é in-
« sultantes á la humanidad, que tenia erigido el sistema feudal en
« muchos cotos y pueblos...»


Mas como indicaba que para ello se instruyese expediente por el
consejo de Castilla y por los intendentes de provincia, levantóse el
señor García Herreros y enérgicamente expresó*...
« Todo eso es inútil... En diciendo, abajo lodo, fuera ' Ap'n- 21''
« señoríos y sus efectos, está concluido... No hay necesidad de que
« pase al consejo de Castilla, porque si se manda que no se haga no-
« vedad hasta que se terminen los expedientes, jamas se verificará.
* Es preciso señalar un término como lo tienen todas las cosas, y no


hay que asustarse con la medicina, porque en apuntando el can-




378 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« cer hay que cortar un poco mas arriba.» Arranque tan inespe-
perado produjo en las cortes el mismo efecto que si fuese una cen-
tella eléctrica, y pidiendo varios diputados á Don Manuel García
Herreros que fijase por escrito su pensamiento, animóse dicho se-
ñor, y dióle sobrada amplitud, añadiendo « á la incorporación de
< señoríos y jurisdicciones la de posesiones, fincas y todo cuanto se
t hubiese enagenado ó donado, reservando á los poseedores el re-
« integro á que tuviesen derecho...» Modificó después sus pro-
posiciones, que corrigió también la misma discusión.


Empezó esta el 4 del citado junio leyéndose antes una represen-
tación de varios grandes de España, en la que en vez delimitarse á
reclamar contra la demasiada extensión de la propuesta hecha por
el señor García Herreros, entrometíanse aquellos imprudentemente
á alegar en su favor razones que no eran del caso, llegando hasta
sustentar privilegios y derechos los mas abusivos é injustos. Lejos
de aprovecharles tan inoportuno paso dañóles en gran manera.
Por fortuna hubo otros grandes y señores que mostraron mayor
lino y desprendimiento.


La discusión fue larga y muy detenida, prolongándose hasta fi-
nalizar el mes. Puede decirse que en ella se llevó la palma el señor
García Herreros, quien con elocución nerviosa, á la que daba
fuerza lo severo mismo y atezado del rostro del orador, exclamaba
en uno de sus discursos : « ¿Que diria de su representante aquel
« pueblo numantino (llevaba la voz de Soria, asiento de la antigua
« Numancia) que por no sufrir la servidumbre quiso ser pábulo
« de la hoguera? Los padres y tiernas madres que arrojaban á
« ella sus hijos, me juzgarían digno del honor de representarlos,
« si no lo sacrificase todo al ídolo de la libertad? Aun conservo en
« mi pecho el calor de aquellas llamas, y él me inflama para ase-
« gurar que el pueblo numantino no reconocerá ya mas señorío
* que el de la nación. Quiere ser libre, y sabe el camino de serlo.»


En los debates no se opuso casi ningún diputado á la abolición
délo que realmente debía entenderse por reliquias de la feudalidad.
Hubo señores que propendieron á una reforma demasiado amplia
y radical, sin atender bastante á los hábitos, costumbres y aun
derechos antiguos, al paso que otros pecaron en sentido contrario.
Adoptaron las cortes un medio entre ambos extremos. Y después
de haberse empezado á votar el I o de julio ciertas bases que eran
como el fundamento de la medida final, se nombró una comisión
para reverlas y extender el conveniente decreto. Promulgóse este


C A P n as} c o n f e c n a de * 6 de agosto concebido en términos jui-
ciosos, si bien todavía dio á veces lugar á dudas. Abo-


líanse en él los señoríos jurisdiccionales, los dictados de vasallo y
vasallage, y las prestaciones asi reales como personales del mismo
origen : dejábanse á sus dueños los señoríos territoriales y solarie-
gos en la clase de los demás derechos de propiedad particular,




LIBRO DECIMOSEXTO. 379


excepto en determinados casos, y se destruían los privilegios lla-
mados exclusivos, privativos y prohibitivos, tomándose ademas
otras oportunas disposiciones.


Con la publicación del decreto mucho ganaron en la opinión las
cortes, cuyas tareas en estos primeros meses de sesiones en Cádiz
no quedaron atrás por su importancia de las emprendidas anterior-
mente en la isla de León.


Mirábase como la clave del edificio de las reformas remeros tra-
ía constitución que se preparaba. Los primeros traba- b a i ° s ( I 0 ° M p r e -


, 1 1 i jr» i sentan á las cor-
JOS presentáronse ya á las cortes el l o de agosto, y no tes soire «mati-
tardaron en entablarse acerca de ellos los mas empe- t u c i 0 ° '
nados y solemnes debates. Lo grave y extenso del asunto nos obliga
á no entrar en materia hasta uno de los próximos libros que des-
tinaremos principalmente á tan esencial y digno objeto.


También empezaron entonces á tratar en secreto las 0 f r e c e n l 0 S
cortes de un negocio sobradamente arduo. Habia la e' e s e 8 m l M d i »-


.... . . i . i i T i . c i o n Para cortar
regencia recibido una nota del embajador de Inglaterra las desavenencias
con fecha de 27 de mayo, incluyéndose en ella un d e A m é r l c a -
pliego de su hermano el marqués de Wellesley de 4 del mismo
mes, en cuyo contenido, después de contestar á varias reclama-
ciones fundadas del gabinete español sobre asuntos de ultramar,
se anadia como para mayor satisfacción *,«que el ob- , . A p „ 2 3 5
i jeto del gobierno de S. M. B. era el de reconciliar P "
« las posesiones españolas de América con cualquier gobierno
« (obrando en nombre y por parte de Fernando VII) que se re-
« conociese en España... » Encargándose igualmente al mismo
embajador que promoviese « con urgencia la oferta de la me-
« diacion de la Gran Bretaña con el ¡ objeto de atajar los pro-
c gresos de aquella desgraciada guerra Civil, y de efectuar á
< lo menos un ajuste temporal que impidiera mientras durase la
« lucha con la Francia hacer un uso tan ruinoso de las fuerzas del
« imperio español... » Se entremezclaban estas propuestas é in-
dicaciones con otras de diferente naturaleza, relativas al comercio
directo de la nación mediadora con las provincias alteradas, como
medio el mas oportuno de facilitar su pacificación; pero manifes-
tando al mismo tiempo que la lnglatera no interrumpiría en ningún
caso sus comunicaciones con aquellos países. Pidió ademas el em-
bajador inglés que se diese cuenta á las cortes de este negocio.


Obligada estaba á ello la regencia, careciendo de facultades para
terminar en la materia tratado ni convenio alguno; y en su conse-
cuencia pasó á las cortes el ministro de estado el día I o de junio, y
leyó en sesión secreta una exposición que á este propósito habia
extendido.


Nada convenia tanto á España como cortar luego y felizmente
las desavenencias de América, y sin duda la mediación de Ingla-
terra presentábase para conseguirlo como poderosa palanca. Pero




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


variar de un golpe el sistema mercantil de las colonias, era causar
por de pronto y repentinamente el mas completo trastorno en los
intereses fabriles y comerciales de la península. Aquel sistema ha-
bíanle seguido en sus principales bases todas las naciones que te-
nían colonias, y sin tanta razón como España, cuyas manufacturas
mas atrasadas imperiosamente reclamaban, á lo menos por largo
tiempo, la conservación de un mercado exclusivo. Sin embargo las
cortes acogiendo la oferta de la Inglaterra, ventilaron y decidieron
la cuestión en este junio bastante favorablemente. Omitimos en la
actualidad especificar el modo y los términos en que se hizo; reser-
vándonos verificarlo con detenimiento en el año próximo, durante el
cual tuvo remate este asunto, si bien de un modo fatal é imprevisto.


Por el mismo tiempo en que ahora vamos, se entabló
Tratos con Rusia. . . . 1 . . , , , •


otra negociación muy sigilosa y propia solo de la com-
petencia de la potestad ejecutiva. Don Francisco Zea Bermudez
habia pasado á San Petersburgo en calidad de agente secreto de-
nuestro gobierno, y en junio de vuelta á Cádiz anunció que el em-
perador de Rusia se preparaba á declararse contra Napoleón, pi-
diendo únicamente á España que se mantuviese firme por espacio
de un año mas. Despachó otra vez la regencia á Zea con amplios
poderes para tratar, y con respuesta de que no solo continuaría el
gobierno defendiéndose el tiempo que el emperador deseaba, sino
mucho mas y en tanto que existiese, porque prescindiendo de ser
aquella su invariable y bien sentida determinación, tampoco po-
dría tomar otra exponiéndose á ser víctima del furor del pueblo
siempre que intentase entrar en composición alguna con Napoleón
ó su hermano. Partió Zea, y víéronse á su tiempo cumplidos pro-
nósticos tan favorables. Bien se necesitó para confortar los ánimos
de los calamitosos desastres que experimentaron nuestras armas al
terminarse el año.
sucesos mima- La campaña cargó entonces de recio contra el le-


r e s- vante de la península, llevando el principal peso de
la guerra los españoles. Y del propio modo que los aliados escar-
mentaron y entretuvieron en el occidente de España durante los
primeros meses de 1814 la fuerza mas principal y activa del ejér-
cito enemigo, asi también en el lado opuesto, y en lo que restaba
de año distrajeron los nuestros exclusivamente gran golpe de fran-
ceses, destinados á apoderarse de Valencia, y exterminar las tro-
pas alli reunidas, las que si bien deshechas en ordenadas batallas,
incansables según costumbre, y felices á veces en parciales reen-
cuentros , dieron vagar á lord Wellington, como las otras partidas
y demás fuerzas de España, para que aguardase tranquilo y sobre
seguro el sazonado momento de atacar y vencer á los enemigos.


Expedición de Luego que hubo el general Blake abandonado el
Biake á valen- condado de Niebla, determinó pasar á Valencia asís-


tido del ejército expedicionario, ya para proteger




LIBRO DECIMOSEXTO. 381
aquel reino muy amenazado después de la caida de Tarragona, ya
para distraer por levante las fuerzas de los franceses. Ibale bien
semejante plana Don Joaquín Blake, mal avenido con el impe-
rioso desabrimiento de lord Wellinglon, á quien tompoco des-
agradaba mantener lejos de su persona á un general en gran ma-
nera autorizado como presidente de la regencia de España, y
de condición menos blanda y flexible que Don Francisco Javier
Castaños.


Necesitó Blake del permiso de las cortes para coló- „ , .,
, , . . ¡ . ^ A , , c . Facultades que


carse a la cabeza de la nueva empresa. Obtúvole fa- se otorgan a
cilmente, y la regencia dando á dicho general poderes B ! a k e '
muy amplios, puso bajo su mando las fuerzas del 2 o y 3 o ejércitos
con las de las partidas que dependían de ambos, y ademas las tro-
pas expedicionarias.


Se componían estas de las divisiones de los gene- Desembarca en
rales Zayas y Lardizabal, y de la caballería á las A l m e n a -
órdenes de Don Casimiro Loy, de 9 á 1 0 , 0 0 0 hombres en todo.
Aportaron á Almería el 5 1 de julio, y tomaron pronto tierra,
excepto la artillería y parte de los bagages que fueron j> desem-
barcar á Alicante. En seguida y de paso para su des-


n J , , Incorpóranse
tino se incorporaron aquellas momentáneamente con las tropas de i a
el 3 e r ejército que al mando de Don Manuel Freiré S a n e a m e m e "
ocupaba las estancias de la venta del Baúl, teniendo <*>a «i 'ercer
fuerzas destacadas por su derecha é izquierda. Per- < ! l é r c i" > '
maneció allí hasta el 7 de agosto Don Joaquín Blake día en
que partió camino de Valencia, anticipándose a sus divisiones
con objeto de preparar y reunir los medios mas oportunos de de-
fensa.


Delante de Freiré alojábase el general Leval que operaciones de
regia el 4° cuerpo francés bastante apurado por el brio a m B a s '"eras
que en su derredor habia cobrado el ejército español y r e u m a s '
los partidarios. Esto y el temor que inspiraba el movimiento de las
fuerzas expedicionarias impelió al mariscal Soult á marcharen
auxilio de Granada, maniobrando de modo que pudiese envolver
y aniquilar al ejército español. Con este propósito or- M e d ¡ d a s ,„„ t a .
denó al general Godinot que en la noche del 6 al 7 de m a S o a I ' -
agosto cayese con su división compuesta de unos 4 0 0 0 hombres y
6 0 0 caballos sobre Baeza, y ciñese y abrazase la derecha de los
españoles que al cargo de Don Ambrosio de la Cuadra permanecía
apostada en Pozohalcon : al propio tiempo determinó que se pu-
siese el 7 en movimiento el general Leval dirigiéndose sobre el
centro de los españoles, adonde el 8 acudió también en persona el
mismo mariscal. Quedaron en la ciudad de Granada algunas fuer-
zas, asi para atender á la conservación de la tranquilidad, como
para evolucionar del lado de las Alpujarras contra le gente que
mandaba el conde del Montijo.




382 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Acción de zo- Aunque Don Manuel Freiré sospechó desde luego


jar r sos conse- los intentos del enemigo, no juzgó oportuno abando-
n a d a s . n a r j a p 0 s i c i o n de i a venta del Baúl que conside-
raba fuerte, y pensó solo en reforzar su derecha, enviando al
efecto la división expedicionaria del mando de Don José Zayas.
compuesta de 5000 hombres y la caballería que gobernaba Don Ca-
simiro Loy. Ausente momentáneamente el citado Zayas, tomó la
dirección de esta fuerza Don José Odonell gefe de estado mayor
del 3 e r ejército, quien se encaminó á los vados del Manzano en
Guadiana menor, para obrar en unión con Don Ambrosio de la
Cuadra, contener á los franceses y aun atacarlos. Mas como hu-
biese ya el último echado pie atrás receloso de la cercanía del ene-
migo, no recibió las órdenes del general en gefe sino en Castril, á
cuyo punto habia llegado el 9.


Entre tanto Don José Odonell se colocó junto á Zújar en las al-
turas de la derecha del rio Barbate, que otros llaman Guardal, y
Godinot adelantándose sin tropiezo le atacó en sus puestos. Cruza-
ron los franceses el Barbate, vadeable por todos lados, á las once
de la mañana del 9 , protegiéndoles su artillería de que carecían los
nuestros. Envió Godinot contra la izquierda española gran número
de tiradores, al paso que trabó recio combate por la derecha. Ció
aquí el regimiento de Toledo escaso de gente y le siguieron otros,
retirándose al principio con buen orden, que se descompuso en
breve á gran desdicha. La caballería del mando de Loy que vino de
Benamaurel fue igualmente rechazada y se retiró á Cúllar, adonde
se le juntó la infantería. Perdiéronse en esta ocasión 433 muertos y
heridos, y unos 1100 prisioneros y extraviados, recibiendo tan
desventurado golpe á las órdenes de Don José Odonell una división
que bajo Zayas habia sobresalido poco antes en los campos de la
Albuera.


Felizmente no se aprovechó Godinot cual pudiera de la victoria
temiendo le atacase por la espalda Don Ambrosio de la Cuadra,
por lo cual dirigió contra este toda la caballería y la brigada del
general Rignoux, limitándose á enviar la vuelta de Cúllar y Baza
algunas tropas de la vanguardia.


A semejante acaso debió Don Manuel Freiré poder retirarse, sin
que se le interpusiese á su espalda el enemigo. Sostúvose aquel
general firme en la posición del Baúl lodo el dia 9 , repeliendo
acertadamente el ataque de los franceses. Mas sabedor á las cinco
de la tardede lo acaecido en Zújar, resolvió abandonar por la noche
el campo, y replegarse al reino de Murcia. Consiguió atravesar
sin tropiezo la ciudad de Baza, y entrar en Cúllar adonde habia
llegado antes Don José Odonell. De allí marchando todo el ejército
á las Vertientes, dispuso Freiré que la caballería del 3 e r ejér-
cito mandada por el brigadier Osorio, y la expedicionaria á las
órdenes de Don Casimiro Loy cubriesen el movimiento. Acosaba á




LIBRO DECIMOSEXTO. 583
nuestros ginetes el general Soult hermano del mariscal, y el 10
dióles tan violenta acometida que los obligó á cejar y á ponerse al
abrigo de los infantes. Freiré entonces determinó proseguir la reti-
rada á pesar del cansancio de la tropa, distribuyendo la fuerza ha-
cia las montañas de ambos lados del camino.


Por las de la derecha yendo á Murcia tiró Don José Antonio de
Sanz con la 3 a división propia de su mando, y con la 2 a que tam-
bién debia obedecerle. Por las de la izquierda y en la dirección de
la ciudad maniobraba Don Manuel Freiré. Sanz al comenzar su re-
tirada se vio rodeado él y la 3 a división en el peñón de Vertientes;
mas impuso respeto al enemigo por medio de una diestra manio-
bra de amago, y enderezándose á Oria , se unió el 11 en^Iboa con
la 2 adivisión. Juntas ambas marcharon por Huercal, Orla y Agui-
lar, en donde encontrándose con 300 dragones enemigos, los ar-
rollaron y les cogieron caballos y efectos. Después hecho alto y
tomado algún descanso, llegaron el l o sin otra desventura á Pal-
mar de DonJuan, habiendo andado 37 leguas en 6 dias, y comido
solo tres ranchos. Penuria que nadie soporta con tanta resigna-
ción como el soldado español. Mereció Sanz en aquel lance justas
alabanzas por el arrojo y tino con que guió su tropa.


Acosado de peor estrella se vio casi perdido Don
. . I T I . - I i i i i ftnevos cnar-


Manuelfreiré, teniendo su gente desarrancada de las teu» dei tercer
banderas, que encaramarse por lugares ásperos, y J,™ u¡
pasar el puerto del Chiribel con dirección á Murcia. , n e r z a s ^w®-
Al cabo de mil afanes y de haber marchado á veces
sin respiro 15 y mas leguas, reunió aquel general sus soldados el
11 en Caravaca, en donde permaneció el 12, y se le incorporó
Don Ambrosio de la Cuadra que se habia retirado por su cuenta
y hacia aquella parte con la I a división. Sentó luego Freiré sus
cuarteles en Alcantarilla, y colocó debidamente sus fuerzas redu-
cidas ahora á la caballería del brigadier Osorio y á tres divisiones
propias del 5 e r ejército, por haberse á la sazón separado vía de Va-
lencia las expedicionarias.


El general Leval llegó el 14 á Velez el Rubio, y se extendieron
al desfiladero de Lumbreras á tres leguas de Lorca los generales
Latour Maubourg y Soult con los ginetes. Hicieron todos ellos en
otras excursiones muchos daños, y hubo parage en que abrasaron
hasta 22 alquerías.


A! mismo tiempo no dejaron al del Montijo tranquilo r j n e s e M o n U J O „,
las fuerzas qne el mariscal Soult habia enviado sobre ^ « t o -
las Alpujarras y la costa, y que ascendían á 1800 peones y 1000
caballos. Llegaron estas á Almería á tiempo que todavía desem-
barcaba un batallón de la expedición de Blake que pudo librarse.
Lo mismo aconteció á Montijo que no dejó de molestar al enemigo
y aun de sorprender la guarnición de Motril, con cuyo trofeo y
otros prisioneros se reunió al cuerpo principal del ejército. Otros




384 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


partidarios desasosegaban también no poco á los franceses, reco-
brando á menudo el botin que recogían estos por las montañas y
tierra de Murcia. Se distinguieron especialmente Villalobos, Mar-
ques, y sobre todo Don Juan Fernandez, alcalde de Utivar.


suman en ei Entregó el mando Don Manuel Freiré en Muía el 7
mando a Freiré ¿e setiembre á Don Nicolás Mahy que vimos en Gali-
ei general Many. ^ a r̂ ^ s l u r ¡ a s p r o v ¡ n o la desgracia de aquel aunque
solo temporal, de la aciaga jornada de Zújar y sus consecuencias,
acerca de la cual se hizo una sumaria información á instancia de
las cortes. Los comprometidos salieron salvos : con justicia Freiré
no teniendo culpa de lo sucedido en el Barbate, pues sus órdenes
fueron bastante acertadas. No juzgaron lo mismo muchos en cuan-
to á Don José Odonell y á Don Ambrosio de la Cuadra, habiendo
el primero empeñado y sostenido malamente una acción, y no
cumplido el segundo como quizá pudiera con lo que el general en
gefe le habia prevenido.


No insistieron por entonces los franceses en proseguir hasta
LOS franceses Murcia. Daban cuidado al mariscal Soult nuevas que


no prosiguen a le venian de Extremadnra, y el aparecimiento en la
u r c m serranía de Ronda del general Ballesteros : hablare-


mas de esto mas adelante.
Ahora pondremos los ojos en el reino de Valencia,


tadVoadenaqueire7- adonde habia llegado Don Joaquim Blake. Mandaba
B Í a n e L l e g a d a


0 8 antes, según ya apuntamuntos, el marqués del Pala-
cio, cuyas providencias eran por lo común mas pro-


pias de la profesión religiosa que de la de un general entendido y
diligente. Pensaba mucho en procesiones, poco en las armas, pre-
gonando inexpugnables los muros valencianos después que habia
en su derredor paseado á la virgen de los Desamparados, imagen
muy venerada de los habitadores. A este son caminaba en lo de-
mas. No era culpa de Palacio mas sí de la regencia de Cádiz, que
en sus elecciones anduvo á veces sobrado desatentada.


Gefe Don Joaquín Blake de otra capacidad, puso término á las
Providencias de singularidades y desbarros del mencionado marqués.


este general. Activó las medidas de defensa, reforzó los regimien-
tos , ejercitó los reclutas, perfeccionó las obras del castillo de Mur-
viedro, y fortificó el antiguo de Oropesa que dominaba el camino
real de Cataluña. Urgia tomar tales medidas, amenazando Suchet
invadir aquel reino.


se dispone su- Habíale ya para ello dado Napoleón la orden en 23
cnet á invadir de agosto, con prevención de que el 15 de setiembre
aquel reino. . , . . . , i- i i


estuviese el ejercito lo mas cerca que ser pudiera de la
ciudad de Valencia. Para cumplir Suchet con lo que se le mandaba
trató primero de asegurar las espaldas; dejó 7000 hombres bajo
el general Frére en Lérida, Monserrat y Tarragona con destino á
cubrir estos puntos y la navegación del Ebro. Igual número en Ara-




LIBRO DECIMOSEXTO. 385


gon al cargo del general Musnier. El ejército francés del norte de
la Calaluña y un cuerpo de reserva que se formaba en Navarra de-
bían también apoyar en cuanto les fuera dado las operaciones. Lo
mismo por la parle de Cuenca el ejército del centro, y por la de
Murcia el del mediodía.


Tomados estos acuerdos púsose Suchet en moví- pisa su ten-ito-
miento el 15 de setiembre la vuelta de Valencia : as- r i 0
cendia la fuerza que consigo llevaba á 22,000 hom- f u s c "J n a " 1 , 1 a l e T *
bres. Distribuyóla en tres columnas de marcha. Par-
tió una de Teruel á las órdenes del general Ilarispe, la cual, en vez
de seguir el camino de Segorbe, torció á su izquierda para jun-
tarse mas pronto con las otras. Formaba la segunda la división
italiana del cargo de Palombini en la que iban los napolitanos, y
tiró por Morella y San Mateo. Salió Suchet con la tercera de Tor-
tosa compuesta de la división del general Ilabert, de una reserva
que capitaneaba Robert , de la caballería y de la artillería de cam-
paña. Yendo sobre Benicarló tomó el mariscal francés la ruta
principal que de Cataluña se dirige á Valencia. Al paso dejó en
observación de Peñíscola un batallón y 25 caballos, y llegando á
Torreblanca el 19 aventó de Oropesa algunos soldados españoles,
encerrándose en el castillo los que de estos debían guarnecerle.
Entraron los franceses aquella villa de corto vecindario, y habien-
do intimado inútilmente la rendición al castillo, barriendo este con
sus fuegos, colocado en lo alto, el camino rea l , tuvo Suchet que
desviarse y caer hacia Cabanes. Unióse en aquellos alrededores
con las columnas de Harispe y Palombini, y marchó adelante
junto ya todo su ejército. Ocupó el 21 á Villareal y cruzó el Mija-
res vadeable en la estación de verano, ademas de un magnífico
puente de trece ojos que facilita el paso. La vanguardia de la caba-
llería española estaba á la margen derecha y se vio obligada á re-
tirarse : con lo que sin otro tropiezo asomó Suchet á la villa y fuerte
de Murviedro.


La llegada fue mas pronto de lo que hubiera que- i j a s q , 1 0 rCu„e
rido Don Joaquin Blake, quien necesitaba demás es- •''"te * o t r o s


:„ . . . . . providencias.
pació para uniformar y disciplinar su gente, y tam-
bién para agrupar cerca de sí todas las fuerzas que habían de in-
tervenir en la campaña. Eran estas las del reino de Valencia ó sea
segundo ejército, las que dependían de él y guerreaban en Ara-
gón bajo los gefes Don José Obispo y Don Pedro Villacampa, parte
de las del tercer ejército y las expedicionarias. Las últimas se ha-
bían detenido por causa de la fiebre amarilla que picó reciamente
durante el eslío y otoño en Cartagena, Alicante, Murcia y varios
pueblos de los contornos. Retardáronse las otras con motivo de
marchas ú operaciones que hubieron de.ejecutar antesde unirse al
cuerpo principal. Blake no obstapteguarneció á Murviedro, forta-
leció mas y mas los atrincheramientos de Valencia y fas orillas del




386 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Guadalaviar, é hizo que el marqués del Palacio y la junta se trasla-
dasen á la villa de Alcira, situada á cinco leguas de la capital en
una isla que forma el Júcar, cuyas riberas debían servir de se-
gunda línea de defensa. El del Palacio conservaba el mando par-
ticular del distrito, y por eso y quizá también para desemba-
razarse de persona tan engorrosa, le alejó Rlake de Valencia so
pretexto de poner al abrigo de las contingencias de la guerra las
autoridades supremas de la provincia.


Era la toma de Murviedro el primer blanco de la
uito'de. Mur^el expedición de Suchet. Alli tuvo su asiento la im-
SaVícr? rioñ1"' m o r t £ ^ Sagunto. Con el trascurso del tiempo cambió


a escrpcion. ^ e nombre, derivándose el actual del latín muri vete-
res, ó según otros, del limosino murt vert. Yacia la antigua Sa-
gunto en derredor de un monte, á cuyo pie por la parte septen-
trional se extiende hoy Ja población que apenas pasa de 6000 almas.
Lame sus muros el Palancia que corre á la mar apartado ahora
dos leguas; antes, según Polibio, siete estadios, unos mil pasos :
lo cual prueba lo mucho que se han retirado las aguas, á no ser


* A P n que se dilatase por alli la antigua ciudad. Opulentí-
p n sima la llama Tito Livio *, y en efecto grande hubo


de ser su riqueza cuando después de haber los moradores que-
mado en la plaza pública personas y efectos, quedaron tantos
despojos que pudo el vencedor repartir entre su gente mucho bo-
tín, enviar no poco á Cartago, y reservar todavía bastante para
emprender la campaña que meditaba contra Roma. Vestigios nota-
bles declararon su pasada grandeza que celebraron muchos poe-
tas , en particular Bartolomé Leonardo de Argensola, que se duele
del empleo humilde que en su tiempo se hacia de aquellos mármo-
les y de sus nobles inscripciones. La resistencia de Sagunto fue tan


•a n 15) empeñada, que según cuenta el ya citado Polibio*,
( ap. n . í5 . Aníbal, herido en un muslo, que animar con su


ejemplo al abatido soldado, sin perdonar cuidado ni fatiga alguna,
y aun asi no entró la ciudad sino al cabo de ocho meses de sitio y
en medio de llamas y ruinas. Muy atrás quedó de la antigua de-
fensa la que ahora vamos á trazar. Verdad es que no era ni con
mucho parecido el caso.


La población moderna ya tan reducida, no se hallaba muradaá
punto de impedir una embestida seria del enemigo. Fundábase la
resistencia en una nueva fortaleza elevada en el monte vecino, el
cual, al invadir la primera vez Suchet el reino de Valencia, vimos
que no estaba fortificado. Notóse la falta y tratóse en seguida de
remediarla : tuvo para ello que destruirse en parte un teatro anti-
guo , preciosa reliquia conservada en los últimos tiempos con mucho
esmero. La actual fortaleza, á que pusieron nombre de San Fer-
nando de Sagunto, abrazaba toda la cima del cerro, habiendo
aprovechado para la construcción, paredones de un castillo de mo-




LIBRO DECIMOSEXTO. 587


ros y otros derribos. Formaba el recinto como cuatro porciones ó
reductos distintos bajo el nombre de Dos de mayo, San Fernando,
Torreón y Agarenos, susceptible cada uno de separada defensa.
Habia dentro 17 piezas, dos de á doce. Impidió el envío de otras
de mayor calibre la repentina llegada de Suchet. Era la fortaleza
atacable solo por el lado de poniente, inaccesible por los demás,
de subida muy pina y de peña tajada. Habia delineado las obras
modernas el comandante de ingenieros Don Juan Sánchez Cisneros.
Encargóse del gobierno en 16 de setiembre el coronel ayudante ge-
neral de estado mayor Don Luis María Andriani. Ascendía la guar-
nición á unos 3000 hombres.


Cercanos los franceses cruzó el general Habert el 23 de setiem-
bre el Palancia, y rodeando el cerro por oriente, dispuso al mismo
tiempo que parte de su tropa se metiese en la villa cuyas calles
barrearon los enemigos, atronerando también las casas ahora soli-
tarias y sin dueño. Tiró á occidente la división de Harispe, y ex-
tendiéndose al sur se dio la mano con el general Habert. Situáronse
los italianos en Petrés y Gilet camino de Segorbe, quedando de
este modo acordonado el cerro en que se asentaban los fuertes.
Destacó reservas Suchet hacia Almenara via de Cataluña : exploró
la tierra del lado de Valencia.


Entonces impaciente y ensoberbecido con su buena vana tentativa
fortuna determinó tomar por sorpresa la fortaleza de d e R*a,«a«-
Sagunto. Registró con este objeto el circuito del monte, y oídos los
ingenieros, creyó poder tentar una escalada por la falda inmediata
á la villa, en donde le pareció vislumbrar restos de antiguas bre-
chas mal reparadas.


Fijó Suchet las tres de la mañana del 28 de setiembre para dar
la embestida. El mayor de ingenieros Chulliot mandaba la primera
columna francesa. Debia seguirle el coronel Gudin , y adelantar á
todos y apoyarlos el general Habert. También trataron los enemi-
gos de distraer á los nuestros por los demás parages.


Reuniéronse aquellos para efectuar la escalada á media subida
en una cisterna distante 40 toesas de la cima. Vigilante Andriani
descubrió por medio de una salida los proyectos del enemigo, y
alerta con los suyos cerró los accesos que establecían comunicación
entre los diversos fuertes. Un tiro ú arma falsa de los acometedo-
res abrevió una hora el ataque, respondiendo los nuestros al fusi-
lazo con descargas y grandes alaridos. Andriani arengó á los solda-
dos, recordóles memorias del suelo que pisaban, ¡ Sagunto! y
embistiendo á la sazón Chulliot, enardecidos los españoles le recha-
zaron completamente, y á Gudin que cayó herido de una granada
en la cabeza, y Habert cuyos soldados espantados huyeron y deja-
ron sembradas de cadáveres las faldas del monte, cuan largamente
se extendían entre un baluarte que llevaba el apellido ilustre de
Daoiz y el fuerte de Dos de mayo. Asi en presencia de venerables




588 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
restos se confundían antiguos y nuevos trofeos; apoderándose los
cercados de varios fusiles, de mas de 50 escalas, de otras herra-
mientas. Perdieron los franceses 400 hombres. Escarmentado Sú-
chel aprendió á obrar con mayor cordura, y preciso le fue sitiar
en forma mas arreglada, fortaleza tan bien defendida.


Ibánsele entre tanto aproximando á Don Joaquín Rlake las fuer-
zas que aguardaba, y dispuso que Don José Obispo con cerca de
5000 hombres se quedase del lado de Segorbe para incomodar al
enemigo mientras permaneciese este enMurviedro. También colocó
por su izquierda en Rétera con el mismo fin á Don Carlos Odonell,
asistido de una columna de igual fuerza compuesta de la división
Reencuentro en ^ e ^ o n P e ( , r 0 Villacampa procedente de Aragón, y


Soneja y Segor- de la caballería del ejército de Valencia mandada por
h e- Don José Sanjuan. Quiso Suchet alejar de sí vecinos
tan molestos. y al propósito ordenó á Palombiui que ahuyentase
al general Obispo, quien, habiéndose adelantado hasta Torres-Tor-
res dos leguas de Murviedro, se había replegado después dejando
en Soneja una corta vanguardia bajo Don Mariano Moreno. Atacó
á esta Palombini el 50 de setiembre, que si bien reforzada tuvo
que echar pie atrás para unirse con lo restante de la división. En-
tonces situó Obispo por escalones delante de Segorbe en el camino
real la caballería y en las alturas inmediatas los infantes. Mas el
enemigo acometiendo con impetuosidad y fuerza lo arrolló todo, y
tuvo Obispo que retirarse á Alcublas.
En Betera y Be- En seguida pasó Suchet á atacar en persona el 2 de


naguacii. octubre á Don Carlos Odonell, cuyas tropas con des-
tacamentos en Bétera se alojaban en los collados de Renaguacil á la
salida de la huerta en que se halla situada la Puebla de Valbona.
Resistieron los nuestros bastante tiempo hasta que Odonell juzgó
prudente repasar el Guadalaviar, como lo verificó por Villamar-
chanle, imponiendo aqui respeto á los enemigos con la ocupación
de dos alturas escarpadas que dominan el camino. Dirigióse des-
pués sin ser incomodado á Ribaroja. Perdimos en estos reencuen-
tros alguna gente, sobre todo en el primero en que perecieron
oficiales de mérito. Motejóse en Blake no haber hecho el menor
amago para sostener ni á uno ni á otro de ambos generales, mirán-
dose ademas como muy expuesta ¡a estancia que habia señalado á
Don José Obispo. Influían también malamente en el buen ánimo
del soldado tales-retiradas y descalabros parciales, siendo repren-
sible en un gefe no precaverlos al abrir de una campaña.


Buena defensa * > a r a n ü desperdiciar tiempo y alejadas ya las tro-
y toma dei cas- pas vecinas, pensó el mariscal Suchet apoderarse del
mío de ompesa. c a s t ¡ | [ 0 Oropesa, que cerraba el paso del camino
real de Cataluña. Ofrecióle buena ocasión el atravesar por.alli ca-
ñones de grueso calibre que traian de Tortosa contra Sagunto, de
los que mandó detener algunos para batirlos muros. Se componía




LIBRO DECIMOSEXTO. 389
el castillo de un gran torreón cuadrado, circuido por tres partes
de otro recinto sin foso, pero amparado del escarpe del terreno.
Tenia de guarnición unos 250 hombres, y solo le artillaban cuatro
cañones de hierro. Mandaba Don Pedro Gotti, capitán del regi-
miento de América. A cuatrocientas toesas y orilla de la mar había
otra torre llamada del Rey, muy al caso para favorecer un em-
barque, en la cual capitaneaba 170 hombres el teniente Don Juan
José Campillo.


Después que los franceses habían penetrado en el reino de Va-
lencia , habian en vano tentado tomar de rebate el castillo de Oro-
pesa. Unieron ahora para conseguirlo sus esfuerzos, y fácil era
apoderarse de un recinto tan corto y con flacos muros. Empezó el
8 de octubre á batirlos el enemigo, dueño ya antes de la villa. Di-
rigía el general Compére á los sitiadores. El 10 llegó Suchet, y
derribado un lienzo de la muralla, prontos los franceses á dar el
asalto, capituló el gobernador honrosamente. No por eso se rindió
el de la torre del Rey, Campillo, que desechó con brío toda pro-
puesta. Constante en su resolución hasta el 12 , y de-
fendiéndose valerosamente, tuvo la dicha de que acu- n o ^ ™ f ^ e v a -
diesen entonces para protegerle el navio inglés Mag- ™ a d c ¡ ™ . f a l o r "
niñeo, comandante Eyre, y una división de faluchos
á las órdenes de Don José Colmenares. No siendo dado sostener
por mas tiempo la torre , pusiéronse unos y otros de acuerdo, y
se trató de salvar y llevar á bordo la guarnición. Presentaba difi-
cultades el ejecutarlo, pero tal fué la presteza de los marinos
británicos, tal la de los españoles, entre los que se distinguió
el piloto Don Bruno de Egea, tal en fin la serenidad y diligen-
cia del gobernador, que se consiguió felizmente el objeto.
Campillo se embarcó el último y mereció loores por su proce-
der : muchos le dispensó la justa imparcialidad del comandante
inglés.


Libre Suchet cada vez mas de obstáculos que le de-
tuviesen , paró su consideración exclusivamente en el mtgT¡m


el2t
cerco de Murviedro. Volvieron también de Francia, i ™ B t o t o n , n i S a "
ausentes con licencia después de lo de Tarragona, los
generales de artillería Vallée y Rogniat, con cuya llegada se acti-
varon los trabajos del sitió.


Empezólos el enemigo contra la parte occidental de la fortaleza
en donde estaba el reducto dicho del Dos de mayo, y plantó á ciento
cincuenta toesas una batería de brecha. Ofrecíansele para conti-
nuar en su intento muchos estorbos nacidos del terreno; y si los es-
pañoles hubiesen tenido artillería de á 24 , siendo imposible en tal
caso los aproches, quizá se hubiera limitado el cerco á mero blo-
queo.


Pudieron al fin los franceses después de penosa faena romper
sus fuegos el 17, mas hasta el 18 en la tarde no juzgaron los inge-




390 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


nieros practicable la brecha abierta en el reduelo del Dos de mayo,
en cuya hora resolvió Suchet dar el asalto.


Asalto míen-
c o ' u m n a escogida al mando del coronel Matis


tao-o mrractoosa- debía acometer la primera. Notaron los españoles
m e n ' 6 ' desde temprano los preparativos del enemigo, y aper-
cibiéronse para rechazarle. Hombres esforzados coronaban la bre-
cha, y con voces y alaridos desafiaban á los contrarios sin que los
atemorizase el fuego terrible y vivo del cañón francés.


Comenzóse la embestida, y los mas ágiles dé los sitiadores lle-
garon hasta dos tercios de la subida, cuya aspereza y angostura
les impidió ir mas arriba, destrozados por el fuego á quemaropa
délos nuestros, por las granadas y las piedras. Cuantas veces re-
pitió el enemigo la tentativa, otras tantas cayeron sus soldados del
derrumbadero abajo. Entróles desmayo, y á lo último como ano-
nadados desistieron de la empresa con pérdida de 300 hombres, de
ellos muchos oficiales y gefes. Por medio de señales entendíase la
guarnición del fuerte con la ciudad de Valencia, y Blake ofreció al
gobernador y á la tropa merecidas recompensas.


Embarazábale mucho á Suchet el malogro de su empresa, yaun-
que procuró adelantar los trabajos y aumentar las baterías, temía
fuese infructuoso su afán, atendiendo á lo escabroso y dominante
del peñón de Sagunto. Confiaba solo en que Blake deseoso de
soccorrer la plaza viniese con él á las manos, y entonces parecíale
soguro el triunfo.


Asi sucedió. Aquel general tan afecto desgraciadamente á bata-
llar , é instado por el gobernador Andriani, trató de ir en ayuda


preparase del fuerte. Convidábale también á ello tener ya reuni-
Biakeá socorrer das todas sus fuerzas que juntas ascendían á 23,500
a sagooto. hombres, de los que 2530 de caballería, poco mas ó
menos. Llegaron á lo último las que pertenecían al tercer ejército
bajo las órdenes de Don Nicolás Mahy. Pendió la tardanza de ha-
berse antes dirigido sobre Cuenca para alejar de allí al general
Darmagnac que amagaba por aquella parte el reino de Valencia.
Consiguió Mahy su objeto sin oposición, y caminó después á engro-
sar las filas alojadas en el Guadalaviar,


Pronto á moverse Don Joaquín Blake encargó la custodia de la
ciudad de Valencia á la milicia honrada, y dio á su ejército una
proclama sencilla concebida en términos acomodados al caso; Abrió
la marcha en la tarde del 24 , y colocó su gente en la misma noche
no lejos de los enemigos. La derecha, compuesta de 3000 infantes
y algunos caballos á las órdenes de Don José Zayas, y de una re-
serva de 2000 hombres á las del brigadier Velasco, en las alturas
del Puig. Allí se apostó también el general en gefe con todo su es-
tado mayor. Constaba el centro, situado en la cartuja de Ara
Christi, de 3000 infantes que regia Don José Lardizábal, y de 1000
caballos que eran los expedicionarios del cargo de Loy, y algunos




LIBRO DECIMOSEXTO. 591
de Valencia, todos bajo la dirección de Don Juan Caro : había
ademas aqui una reserva de 2000 hombres que mandaba el coro­
nel Liori. Extendíase la izquierda hacia el caminó real llamado de
la Calderona. Cubría esta parte Don Carlos Odonell, teniendo á
sus órdenes la división de Don Pedro Villacampa de 2500 hombres,
y lá de Don José Miranda de 4000 con 600 caballos que guiaba Don
José Sanjuan. El general Obispo bajo la dependencia también de
Odonell estaba con 2500 hombres en él punto mas extremo hacia
Naquera. Amenazaba embestir por la parte del desfiladero de Santi
Espíritus todo nuestro costado izquierdo, debiendo servirle de re­
serva Don Nicolás Mahy al frente dé mas 4000 infantes y 800 gi­
netes. Tenia orden este general de colocarse en dos ribazos llama­
dos los Germanells. Cruzaban al propio tiempo por lá costa unos
cuantos cañoneros españoles y un navio inglés.


Concurrieron aquella noche al cuartel general de Don Joaquín
Blake oficiales enviados por los respectivos gefes, y con presencia
de uh diseño del terreno trazado antes por Don Ramón Pírez, géfe
de estado mayor, recibió cada cual sus instrucciones con la orden
de la hora en que se debía romper el ataque.


Hasta las once de la misma noche ignoró Suchet el roovimento
de los españoles, y entonces informóle de ello un confidente suyo
vecino del Piiig. No pudiendo el mariscal ya tan tarde retirarse sin
levantar el sitio de Sagunto con pérdida de la artillería, tomó el
partido, aunque mas arriesgado, de aguardar á los españoles y
admitir la batalla que iban á presentarle. Resolvió á ese propósito
situarse entre el т а г у las alturas de Valí de Jesús y Sancti Espíri­
tus, por donde se angosta el terreno. Puso en consecuencia á su
izquierda del lado de la costa la división del general Habert, á la
derecha hacia las montañas la de Uárispe. En segunda línea á Pa­
lombini y una reserva de dos regimientos de caballería á las órde­
nes del general Broussard; Por el extremo de la misma derecha
reforzada por Klopicki 4 al general Robert con su brigada y un
cuerpo de caballería ^ teniendo expresa orden de defender á todo
trance el desfiladero de Sancti Espíritus qué consideraba Suchet
como de la mayor importancia. Quedaron en Petrés y Gilet Com­
pare y los napolitanos ademas de algunos batallones que perma­
necieron delante de la fortaleza de Sagunto, contra la cual las ba­
terías de brecha no cesaron de hacer fuego. Contaba en línea
Suchet cerca de 20,000 hombres.


A las ocho de la mañana del 25 marchando ade­ Batana de sa ­
lante de su posición rompieron á un tiempo el ataque g™t0­
las columnas españolas, y rechazaron las tropas ligeras del ene­
migo. Trabóse la pelea por nuestra parte con visos de buena ven­
tura. Las acequias, garrofales y moreras, los vallados y las cercas
no. consentían maniobrase el ejército en línea contigua, ni tampoco
que el general en gefe, situado como antes en las alturas del Puig,




592 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


pudiese descubrir los diversos movimientos. Sin embargo las co-
lumnas españolas, según confesión propia de los enemigos, avan-
zaban en tal ordenanza, cual nunca ellos las habian visto marchar
en campo raso. La de Lardizábal se adelantaba repartida en dos
trozos, uno por el camino real hacia Hostalets, otro dirigiéndose á
un altozano via del convento de Valí de Jesús. Por Puzol la de Za-
yas , tratando de ceñir al enemigo del lado de la costa. También
nuestra izquierda comenzó por su parte un amago general bien con-
certado.


Acometiendo Lardizábal con intrepidez, el trozo suyo que iba
hacia Valí de Jesús, apoderóse á las órdenes de Don Wenceslao
Prieto del altozano inmediato, en donde se plantó luego artillería.
Causó tan acertada maniobra impresión favorable, y los cercados
de Sagunto, creyendo ya próximo el momento de su libertad, pro-
rumpieron en clamores y demostraciones de alegría. Rien conoció
Suchet la importancia de aquel punto; y para tomarle, trató de
hacer el mayor esfuerzo. Sus generales puestos á la cabeza de las
columnas arremetieron ásubir con su acostumbrado arrojo. Encon-
traron vivísima resistencia. Paris fue herido; lo mismo varios ofi-
ciales superiores; muerto el caballo de Harispe; arrollados una
y varias veces los acometedores, que solo cerrando de cerca á
los nuestros con dobles fuerzas se enseñorearon al cabo de la
altura.


Mas los españoles bajando al llano, y unidos á otros de los suyos,
se mantuvieron firmes é impidieron que el enemigo penetrase y
rompiese el centro. Era instante aquel muy critico para los contra-
rios, aunque fuesen ya dueños del altozano; pues Zayas maniobran-
do diestramente comenzaba á abrazar el siniestro costado de los
franceses, acercándose á Murviedro, y por la izquierda Don Pedro
Villacampa también adquiría ventajas.


Urgíale á Suchet no desaprovechar el triunfo que habia conse-
guido en la altura, tanto mas cuanto los españoles de Lardizábal no
solo se conservaban tenaces en el llano, sino que sostenidos por Ja
caballería de Don Juan Caro conlramarchaban ya á recuperar el
punto perdido, después de haber atropellado y destrozado á los hú-
sares enemigos, apoderándose también el coronel Ric de algunas
piezas. En tal aprieto movió el mariscal francés la división de Pa-
lombini que estaba en segunda línea, y se adelantó en persona á
exhortar á los coraceros que iban á contener el ímpetu de la caba-
llería española. Se empeñó entonces una refriega brava, y Suchet
fue herido de un balazo en un hombro; mas siéndolo igualmente los
generales españoles Don Juan Caro y Don Casimiro Loy que caye-
ron prisioneros, desmayaron los nuestros, arrollólos el enemigo, y
hasta recobró los cañones que poco antes le habian cogido. Don
Joaquin Blake envió para reparar el mal á Don Antonio Burriel,
gefe del estado mayor expedicionario, y al oficial del mismo cuerpo




LIBRO DECIMOSEXTO. 393


Zarco del Valle. Nada lograron estos sugetos que gozaban en el
ejército de distinguido concepto. Los dragones de Numancia los ar-
rastraron en la fuga.


También por la izquierda la suerte favorable al principio volvía
ahora la espalda. Don Carlos Odónell, con objeto de reforzar á Obis-
po, que tenia delante á Robert , dispuso que avanzara Don Pedro
Villacampa, quien ganando terreno obligó á los enemigos á ciar
algún tanto. Pero en ademan Klopicki de amenazar al general es-
pañol por el costado, mandó Odonell á Don José Miranda que sa-
liese al encuentro. Tuvo este general el desacuerdo de marchar en
una dirección casi paralela á la del enemigo y con distancias cerra-
das , exponiéndose á que resultara confusión en sus líneas si los
franceses, como se verificó, le acometían de flanco. Comenzó luego
el desorden, y siguióse mucha dispersión. No pudieron los esfuer-
zos de Villacampa y Odonell reparar tamaño contratiempo. Unas y
otras tropas vinieron sobre las de Mahy atacadas no solo ya por
Klopicki, sino también por parte de la división de Harispe que
venia del centro. Hubiera quizá sido completa la dispersión sin los
regimientos de Molina, Avila y Cuenca, que se portaron con ar-
rojo y serenidad. Por desgracia se había Mahy retardado en su
marcha, y no llegó bastante á tiempo para apoyar la primera ar-
remetida, ni para contener el primer desorden. Los franceses vic-
toriosos cogieron muchos prisioneros, y obligaron á Mahy y á las
otras tropas de la izquierda á que se refugiasen por Bétera en Ri-
baroja.


Don José Zayas en la derecha tuvo mayor fortuna, y no se retiró
sino cuando ya vio roto el centro y en completa retirada y confu-
sión la izquierda. Hízolo en el mayor orden hasta las alturas del
Puig, y antes en Puzol se defendió con el mayor valor un batallón
suyo de guardias valonas, que por equivocación se habia metido
dentro del pueblo.


Se abrigaron sucesivamente del Guadalaviar todas las divisiones
españolas, parándose el ejército francés en Bétera, Albalat y el
Puig. Nuestra pérdida 12 piezas y 900 hombres entre muertos y
heridos; prisioneros ó extraviadas 3922. Suchet en todo unos 800.
A pesar de la derrota aumentaron por su buen porte la ante-
rior fama las divisiones expedicionarias, y la de Don Pedro Villa-
campa : ganáronla algunos cuerpos de las otras. No Don Joaquín
Blake que indeciso apenas tomó providencia alguna. Hábil general
la vispera de la batalla, embarazóse, según costumbre, al tiempo
de la ejecución, y le faltó presteza para acudir adonde convenia,
y para variar ó modificar en el campo lo que habia de antemano
dispuesto ó trazado. También le desfavorecía la tibieza de su con-
dición. Aficiónase el soldado al gefe que, al paso que es severo,
goza de virtud comunicable. Blake de ordinario vivia separadamente
y como alejado de los suyos.




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Rimdrcron ám Siguióse á la derrota la rendición del castillo de
casuno. Sagunto. Quería prevenirla el general español volvienr


do á hacer otro esfuerzo, de cuyo intento trató de avisar al gober-
nador Andriani por medio de señales. Mas impidió el que aquel
las advirtiese la cerrazón y el viento fresco que soplaba norte sur ,
y hacia que encubriese el asta á los defensores del castillo la ban-
dera y gallardete que se empleaban di efecto en el Miquelet ó torre
de lá catedral de Valencia. Aunque rto hubiese ocurrido tal incidente
dudamos pudiera Rlake haber vuelto tan pronto á dar batalla, á no
exponerse imprudentemente á otro desastre como el de Belchite.


Ganado que hubo la de Sagunto el mariscal Suchet, propuso al
gobernador del castillo Don Luis María Andriani honrosa capitula-
ción , convidándole á que enviase persona de su confianza que viese
con sus propios ojos todo lo ocurrido, y se desengañase de cuan
inútil era ya aguardar socorro. Convino Andriani, y pasó dé su or-
den al campo francés el oficial de artillería Don Joaquín de Miguel.
De vuelta este al castillo, y conforme á su relación, capituló el go-
bernador en la noche del 2 6 ; y á poco en la misma, sin aguadar a!
dia, salieron por la brecha con los honores de la guerra él y la
guarnicidn, compuesta de 2572 hombres. Tanto instaba á Súchel
terminar aquel sitio.


Por mucho desaliento en que hubiese caido el soldado después
de la pérdida de la batalla, se reprendió en Andriani la precipita-


(*Ap n se j c ' o n í I u e P u s o e n v e n ' r * partido. « La brecha, * dice
t Suchet, era de acceso tan difícil que los zapadores


< tuvieron que practicar una bajada para que pudiesen descender
t los españólese » Y mas adelante añade que aun tomado el Dos de
mayo, se presentaban muchos obstáculos para enseñorearse de los
demás reductos, por manera (son sus palabras) < que el arte de
« atacar y el valor de las tropas podían estrellarse todavía contra
« aquellos muros. » Habíase Andriani conducido hasta entonces
con inteligencia y brío. Atolondróle la batalla perdida, y juzgó que-
dar bieú puesto el honor de las armas rindiéndose abierta brecha,
Zaragoza y Gerona nos habian acostumbrado á esperar otros es-
fuerzos , y no era la hacha ni la pala oficiosa del gastador ene-
migo la que debiera haber allanado la salida á los defensores dé
Saguntth


La toma de este castillo miráronla con razón los franceses como
de mucha entidad por el nombre, y por el desembarazo que ella
les daba. Sin embargo no se atrevieron á acometer inmediatamente
la ciudad de Valencia. Era todavía numeroso el ejército de Blake,
amparábanle fuertes atrincheramientos, y no estaba olvidado el
escarmiento que delante de aquellos muros recibiera Moncey en
1808, como tampoco la inútil y malhadada expedición de Suchet
en 1810. Por lo mismo parecióle prudente al mariscal flanees
aguardar refuerzos, y se contenió en el intermedio con situarse al




LIBRO DECIMOSEXTO. 595


comenzar novíehibre en Paterna)* frente de Cuarte, prolongándose
hacia la marina, izquierda del Guadalaviar¡ En la derecha se alo-
jaron los españoles : el ejército desde Manises hasta Moiiteolivéte,
y de alli hasta el embocadero del rio los paisanos armados de la
provincia.


Trabajaba en Cataluña Don Luis Lacy* y éntrete- D ! í e r s i 0 I l e S e n
nia á los franceses de aquel principado, ya que no pu- '<« «<> yaien-
diese activa y directamente coadjuvar al alivio de Va- c i a ' C a t a l n i i a
lencia. Severo y equitativo, ayudado de la junta provincial, levantó
el espíritu de los catalanes, quienes, á fuer de hombres industriosos
vieron también en las reformas de las cortes, y sobré todo en el de-
creto de señoríos, nueva aurora de prosperidad. Reforzó Lacy á
Cardona, fortificó ciertos puntos que se daban la mano, y forma-
ban cadena hasta el fuerte de la Seu de Urgel ; no descuidó á Sol-
sona, y atrincheró la fragosa y elevada montaña de Abusa* á cier-
ta distancia de Berça , en donde ejercitaba los reclutas. ¡ Y todo
eso rodeado de enemigos y vecino á la frontera de Francia ! Pero
¿ qué no podia hacerse con gente tan belicosa y pertinaz como la
catalana '! Dueños los invasores de casi todas las fortalezas, no les
era dado, menos aun aqui que en otras partes * extender su domi-
nación mas allá del recinto de las fortificaciones * y aun dentro de
ellas, según la expresión de un testigo de vista impar- ^ ^
cial * « no bastaba ni mucha tropa atrincherada para P '
« mantener siquiera en orden á los habitantes. » Mas de una vez
hemos tenido ocasión de hablar de semejante tenacidad , á la ver-
dad heroica, y en rigor no hay en ello repetición. Porque crecien-
do las dificultades de la resistencia, y esta con aquellas, tomaba la
Jucha semblantes diversos y colores mas vivos, desplegándose la
ojeriza y despechado encono de los catalanes, al compas del hosti-
gamiento y feroz conducta de los enemigos.


Apoderados éStOS de todos ÎOS puntOS marítimos Toma dé las islas
principales, determinó Lacy posesionarse de las islas M e d a>-
Medas al embocadero del Ter, de que ya hubo ocasión de hablar.
Dos de ellas bastante grandes* con resguardado surgidero al sud-
este. Los franceses, aunque las tenían descuidadas* conservaban
dentro una guarnición. Parecióle á Lacy lugar aquel acomodado
para un depósito, y buena via para recibir por ella auxilios y dar
mayor despacho á los productos catalanes. Tuvo encargo de con-
quistarlas el coronel inglés Green, yendo á bordo de la fragata
de su nación, Indomable* con 150 españoles que mandaba el baron
de Eróles. Verificóse el desembarco el 29 de agosto, y el 5 de
setiembre abierta brecha se apoderaron los nuestros del fuerte.
Acudieron los franceses eh mucho número á la costa vecina, y em-
pezaron á molestar bastante con sus fuegos á los que ahora ocupa-
ban las islas. Opinaron entonces los marinos brilánicos que se de-
bían estas abandona)', lo cual se ejecutó á pesar de la resistencia




596 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de Eróles y de Green mismo. Volaron los aliados antes de la
evacuación el fuerte ó castillo.


No era hombre Don Luis Lacy de ceder en su empresa, é insis-
tiendo en recuperar las islas persuadió á los ingleses á que de nuevo
le ayudasen. En consecuencia se embarcó el 11 en persona con 200
hombres en Arenys de Mar á bordo de la mencionada fragata , co-
mandante Thomas : fondeó el 12 á la inmediación de las Modas, y
dividiendo la fuerza desembarcó parte en el continente para sor-
prender á los franceses y destruir las obras que alli tenian, y parte
en la isla Grande. Cumplióse todo según los deseos de Lacy, quien
ahuyentados los enemigos, y dejando al teniente coronel Don José
Masanes por gobernador del fuerte y director de las fortificaciones
que iban á levantarse, tornó felizmente al puerto de donde habia
salido. Restablecióse el castillo, y se fortalecieron las escarpadas
orillas que dominan la costa. En breve pudieron las Medas arrostrar
las tentativas del enemigo que, acampado enfrente, se esforzaba
por impedir los trabajos y arruinarlos. Puso el comandante español
toda diligencia en frustrar tales intentos, y cuando momentánea
ausencia ú otra ocupación le alejaban de los puntos mas expuestos,
manteníase firme alli su esposa Doña María Armengual á seme-


n 2 8 janza de aquella otra * Doña María de Acuña, que en
p n ' 2 8 ' ) el siglo XVI defendió á Mondéjar ausente el alcaide


su marido. Sacóse provecho de la posesión de las Medas militar
y mercantilmente, habiendo las cortes habilitado el puerto.


Apellidólas el general en gefe islas de la Restauración, como in-
dicando que de alli renacería la de Cataluña, y á un baluarte á que
Muerte de Mon- querían dar el nombre de Lacy púsole el de Montardh:


tardu . c honor, dijo, que corresponde á un mártir de la pa-
«tria, j Tal suerte en efecto habia poco antes cabido á un Don
Francisco de Montardit, comandante de batallón, muy bien quisto,
hecho prisionero por los franceses en un ataque sobre la ciudad de
Balaguer, y arcabuceado por ellos inhumanamente. Dirigió Lacy
con este motivo en 12 de octubre al mariscal Macdonald una recla-
mación vigorosa, concluyendo por decirle :«Amo, como es debido,
« la moderación; mas no seré espectador indiferente de las atro-
je cidades que se ejecuten con mis subalternos : haré responsables
* de ellas á los prisioneros franceses que tengo en mi poder, y
« pueda tener en lo sucesivo.»


Incansable Don Luis trató en seguida de romper la
L a r ^ E r o L en


u n e a ( ' e puestos fortificados que desde Barcelona á Lé-
t a i n í a " 0


d° °a~ r ^ a t e m a n establecidos los franceses. Empezó su mo-
vimiento, y el 4 de octubre acometió ya la villa de


A l a q u L d a e . I g " a " igualada con 1300 infantes y 500 caballos. Le acompa-
ñaba el barón de Eróles, segundo comandante general


de Cataluña, cuyo valor y pericia se mostraron mas y mas cada dia.
Los franceses perdieron en el citado pueblo 200 hombres, refugian-




LIBRO DECIMOSEXTO. 397
dose los restantes en el convento fortificado de capuchinos, que no
pudo Lacy batir falto de artillería. Parason después ambos caudi-
llos á sorprender un convoy que iba de Cervera, para lo cual re-
partieron sus fuerzas en dos porciones. Dio primero con él según
lo concertado, el barón de Eróles, y sorprendióle el 7 del mismo
octubre perdiendo los enemigos 200 hombres, sin que dejase aquel
general nada que hacer á Don Luis Lacy.


Aterráronse los franceses con la súbita irrupción de los nuestros
y con las ventajas adquiridas, y juzgando imprudente mantener
tropas desparramadas por lugares abiertos ó poco fortificados,
abandonaron al fin, metiéndose depriesa en Rarcelona, el convento
de Igualada, la villa de Casamasana, y aun Monserrat. Quemaron
á la retirada este monasterio, y lo destrozaron todo, sagrado y
profano.


Requiriendo los asuntos generales del principado la presencia de
Lacy cerca de la junta, tornó este á Berga, y dejó al cuidado del
barón de Eróles la conclusión de la empresa tan bien comenzada,
y proseguida con no menor dicha.


Atacó el barón á los franceses de Cervera y el 11 „ ...
•J Rendición de


los obligó á rendirse : ascendió el número de los pri- ia guarnición de
sioneros á 643 hombres. Estaban atrincherados los e r Y c r s '
enemigos en la universidad, edificio suntuoso, no por la belleza de
su arquitectura sino por su extensión y solidez propias para la de-
fensa. Habia fundado aquella Felipe V cuando suprimió las otras
universidades del principado en castigo de la resistencia que á
su advenimiento al trono le hicieron los catalanes. Cogió tam-
bién Eróles á Don Isidoro Pérez Camino, corregidor de Cervera
nombrado por Jos franceses, hombre feroz que á los que no paga-
ban puntualmente las contribuciones, ó no se sujetaban á sus ca-
prichos, metía en una jaula de su invención, Ja cabeza solo fuera,
y pringado el rostro con miel para que atormentasen á sus vícti-
mas en aquel potro hasta las moscas. A la manera del cardenal de
La Balue en Francia, llególe también al corregidor su vez, con la
diferencia de que la plebe catalana no conservó años en la jaula al
magistrado intruso como hizo Luis XI con su ministro. Son mas
ardorosas y por tanto caminan mas precipitadamente las pasiones
populares. El corregidor pereció á manos del furor ciego de tantos
como habia él martirizado antes, y si la ley del talion fuese lícita
y mas al vulgo, hubiéralo sido en esta ocasión contra hombre tan
inhumano y fiero.


Se rindió en seguida en 14 del mismo octubre al D e B o „ ,
barón de Eróles la guarnición de Bellpuig, atrinche-
rada en la antigua casa de los duques de Sesa. Muchos de los ene-
migos perecieron defendiéndose, y se entregaron unos 150.


Escarmentado que hubo el de Eróles á los franceses del centro de
la Cataluña, y cortada la línea de comunicación entre Lérida y




398 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ReraeiyeEro- Barcelona, revolvió al norte con propósito hasta de
íes soLre ia fron- penetrar en Francia. Obró entonces mancomunada-
tera de Francia. m e n t e c o n D o n M a n u e ] Fernandez Villamil gobernador
á la sazón de la Sen de Urgel, y sirvióle este de comandante de van-
guardia. Rechazó ya al enemigo en Puigcerdá el baron el 26 de
octubre, y le combatió bravamente el 27 en un ataque que el úl-
timo intentara. Al propio tiempo Villamil se dirigió á Francia por
el valle de Querol» desbarató el 29 en Marens á las tropas que se
le pusieron por delante, saqueó aquel pueblo que sus soldados
abrasaron, y entró el 30 en Ax. Exigió alli contribuciones, é in-
quietó toda la tierra, repasando después tranquilamente la fron-
tera. Sostenía Eróles estos movimientos.
Acertada con- P e r 0 e ' centro de todos ellos era Don Luis Lacy,


ducta de Lacy. quien cautivó con su conducta la voluntad de los ca-
talanes, pues al paso que procuraba en lo posible introducir la
disciplina y buenas reglas de la milicia, lisonjeábalos prefirien-
do en general por gefes á naturales acreditados del pais, y fomen-
tando el somaten y los cuerpos francos á que son tan aficionados.
La situación entonces de la Cataluña indicaba ademas como mejor
y casi único este modo de guerrear.


Y al rededor de la fuerza principal que regia Lacy ó su segundo
Eróles, y cerca de las plazas fuertes y por todos lados, se descu-
brían los infatigables gefes de que en varias ocasiones hemos hecho
mención, y otros que por primera vez se manifestaban ó sucedían
á los que acababan gloriosamente su carrera en defensa de la pa-
tria. Seríanos imposible meter en nuestro cuadro la relación de
tan innumerables y largas lides.


pasa Macdo- Mirando los franceses con mucho desvío tan mortí-
naid a Francia, fera é interminable lucha, gustosamente la abando-


Le sucedo De- naban y salían de la tierra. Macdonald duque de Ta-
ca™' rento regresó á Francia partiendo de Figueras el 28


dé octubre. Era el tercer mariscal que habia ido á Cataluña, y vol-
vía sin dejarla apaciguada. Tuvo por sucesor al general Decaen.


Apenas podia moverse del lado de Gerona el ejército francés del
principado, teniendo que poner su principal atención en mantener
libres las comunicaciones con la frontera. No mas le era permitido
menearse á la division de Frère perteneciente al cuerpo de Suchet,
la-cual, conforme hemos visto, ocupaba la Cataluña baja, dándole
bastante en que entender todo lo que por alli ocurría y en parte
hemos relatado. De suerte que la situación de aquella provincia en
cuanto á la tranquilidad que apetecían los franceses, era la misma
que al principio de la guerra, y una misma Ja pecesidad de mante-
ner dentro de aquel territorio fuerzas considerables que guarne-
ciesen ciertos puntos y escoltasen cuidadosamente los convoyes,
convoy que va Solo por este medio se continuaba abasteciendo á
a Barcelona. Barcelona, y Decaen preparó en diciembre uno muy




LIBRO DECIMOSEXTO. 599
considerable en el Ampurdan con aquel objeto. Tuvo aviso de ello
Lacy, y queriendo estorbarlo puso en acecho á Rovira, colocó á
Eróles y á Milans en las alturas de San Celoni, dirigió sobre Tren-
tapasos á Sarsfield y apostó en la Gárriga con un batallón á Don
José Casas. Las fuerzas que Decaen habia reunido eran numerosas
ascendiendo á 14,000 infantes y 700 caballos con ocho piezas, sin
contar unos 4000 hombres que salieron de Barcelona á su encuen-
tro. Las de Lacy no llegaban á la mitad, y asi se limitó dicho ge-
neral á hostilizar á los franceses durante su marcha emprendida
desde Gerona el 2 de diciembre. Padeció el enemigo en ella bas-
tante, y Sarsfield se mantuvo firnie contra los que le atacaron y ve-
nian de la capital. Los nuestros ya que nó pudiera impedir la entrada
del convoy, recelando se retirase Decaen por Vique, trataron de
cerrarle el paso de aquel lado. Para ello mandó Lacy á Eróles que
ocupase la posición de San Feliú de Codinas, y él se situó con Sars-
field en las alturas de la Gárriga. Se vieron luego confirmadas las
sospechas de los españoles, presentándose el S e n la mañana los
enemigos delante del último punto con 5000 infantes, 400 caballos
y cuatro piezas. Rechazólos Lacy vigorosamente y siguieron el al-
cance hasta Grano||ers Don José Casas y Don José Manso, por lo
que tuvieron todas las fuerzas de Decaen que tornar por San Celoni
y dejar libre y tranquila la ciudad y pais de Vique.


Útil era para defender á Valencia esta continuada
diversión de la Cataluña, pero fue mas directa la que Arae<™
se intentó por Aragón. Aquí conforme á órdenes de Blake se habían
reunido e l24 de setiembre en Ateca, partido de Calatayud, Don
José Duran y Don Juan Martin el Empecinado. Temo-
res de esto y las empresas en aquel reino y en Navarra D n r p^ c l ™ e a<> E m ~
de Don Francisco Espoz y Mina habían motivado la
formación en Pamplona y sus cercanías de un cuerpo
de reserva bastante considerable, pues que las fuerzas que en am-
bos parajes mandaban los generales Reille y Musnier no bastaban
para conservar quieto el pais y hacer rostro á tan osados cau-
dillos.


Entre las tropas francesas que se juntaban en Na-
varra , contábase una nueva división italiana que atra- r m n l n T s fraS-
vesando las provincias meridionales de Francia y vi- '^ason 5 1 *™™*
niendo de la Lombardia, apareció en Pamplona el 31 *
de agosto. La mandaba el general Severoli, y se componía de 8955
hombres y 722 caballos : permaneció el setiembre en aquella pro-
vincia, mas al comenzar octubre pasó á reforzar las tropas francesas
de Aragón.


Ademas de los de Severoli habían ido á Zaragoza tres batallones
también italianos procedentes de los depósitos de Gerona, Rosas y
Figueras, los cuales para unirse á la división de Palombini que con
Suchet se habia dirigido sobre Valencia, rodearon y metiéronse




400 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


en Francia para entrar camino de Jaca en Aragón por lo peligroso
que les pareció la ruta directa. Y, sea dicho de paso, de 21,288 in-
fantes y 1905 ginetes, unos y otros italianos, que fuera de los de
Severoli habían penetrado en España desde el principio de la guer-
ra , ya no quedaban en pie sino unos, 9000 escasos.


Los tres batallones que iban de Cataluña no se unieron inmedia-
tamente al ejército invasor de Valencia : quedáronse en Aragón
para auxiliar á Musnier. Habían llegado á este reino antes de pro-
mediar setiembre, y uno de ellos fue destinado á reforzar la guar-
nición enemiga de Calatayud.


Atacan á caía Aqui tuvieron luego que lidiar con los ya menciona-
taynd Duran j el dos Don José Duran y Don Juan Martín, quienes desde
Empecinado. Ateca habian resuelto acometer á los franceses alo-
jados en aquella ciudad. No tenia el Empecinado consigo mas que
la mitad de su gente, habiendo quedado la otra bajo Don Vicente
Sardina.en observación del castillo de Molina. Al contrario Duran,
á quien acompañaba lo mas de su división junto con Don Julián An-
tonio Tabuena y Don Bartolomé Amor que mandaba la caballería,
gefes ambos muy distinguidos. Uno y otro tuvieron principal parte
en las hazañas de Duran que nunca cesó de fatigar al enemigo, ha-
biendo tenido entre otros un reencuentro glorioso en Aillon el 23
de julio.


Ascendía el número de hombres que para su empresa reunieron
Duran y el Empecinado á 5000 infantes y 500 caballos. El 26 de
setiembre aparecieron ambos sobre Calatayud, desalojaron á los
franceses de la altura llamada de los Castillos, y les cogieron al-
gunos prisioneros, encerrándose la guarnición en el convento forti-
ficado de la Merced, cuyo comandante era Mr. Muller. Duran se
encargó particularmente de sitiar aquel punto, é incumbió á la gente
del Empecinado observar las avenidas del puerto del Frasno, en
donde el I o de octubre repelió el último una columna francesa que
venia de Zaragoza en socorro de los suyos, y tomó al coronel Gil-
lot que la mandaba.


Cercado el convento y sin artillería los nuestros, se acudió para
rendirle al recurso de la mina, y aunque el gefe enemigo resistió
cuanto pudo los ataques de los españolos, tuvo al fin el 4 de octubre
que darse á partido, quedando prisionera la guarnición que cons-
Hacen prisione- taba de 566 soldados, y con permiso los oficiales de
raía guarnición. Volver á Francia bajo la palabra de honor de no ser-
vir mas en la actual guerra.
viene sobre eiia Muy alborotado Musnier gobernador de Zaragoza


Musnier. c o n v e i . | 0 q u e a m a g a b a p 0 l . Calatayud, y con que
hubiese sido rechazada en el Frasno la primera columna que habia
enviado de auxilio, reunió todas sus fuerzas de la izquierda del
Ebro , y llegó, á petición suya, de Navarra con el mismo fin,
destacado por Reille, el general Bourke, que avanzó lo largo de




LIBRO DECIMOSEXTO. 401
la izquierda del Jalón. Musnier asomó á Calatayud el g e
6 de octubre, pero los españoles se habian ya retirado 6 r e i r a n '
con sus prisioneros, quedando solo alli según lo estipulado los ofi-
ciales , á quienes sus superiores formaron causa por haber sepa-
rado su suerte de la de los soldados.


Viendo los franceses que se habian alejado los nuestros de Cala-
tayud , retrocedieron tornando Bourke á Navarra, y los de Musnier
á la Almunia. Ocuparon de seguida y nuevamente la ciudad los es-
pañoles.


Semejante perseverancia exigió de los franceses D i T i s i o n ú e S e T e .
otro esfuerzo que facilitó la llegada á Zaragoza de la r o l I e n Aragón,
división de Severoli en 9 de octubre. Venia esta á instancias de Su-
chet, incansable en pedir auxilios que directa ó indirectamente
cooperasen al buen éxito de la campaña de Valencia. Musnier par-
tió con la mencionada división via del Frasno, y uniéndose á la ca-
ballería de Rlicky entró en Calatayud. Duran y el „


. . . . . . / i • i i • SeseparanDn-
Empecmado habían vuelto a evacuar la ciudad, retí- rao y ei Empe-
rándose en dos diferentes direcciones. Para perse- c m a d 0 '
guirlos tuvieron los enemigos que separarse, yendo unos á Daroca
y Used y otros á Ateca camino de Madrid.


No persistieron mucho en el alcancé, llamados á la
parte opuesta á causa de una súbita irrupción en las " a '
Cinco Villas dé Don Francisco Espoz y Mina. Habian los france-
ses acosado de muerte á este caudillo durante todo el estío, ir-
ritados con la sorpresa de Arlaban. Y él ceñido de Un lado por
los Pirineos, del otro por el Ebro , sin apoyo ni punto alguno
de seguridad, sin mas tropas que las que por sí habia formado, y
sin mas doctrina que la adquirida en la escuela de la propia expe-
riencia, burló los intentos del enemigo y escarmentóle muchas ve-
ces, algunas en la raya y aun dentro de Francia.


Arreció en especial el perseguimiento desde el 20 de Junio hasta
el 12 de julio. 12,000 hombres fueron tras Mina entonces; mas
acertadamente dividió este sus batallones en columnas movibles con
direcciones y marchas contrarias, incesantes y sigilosas, obligando
asi al enemigo ó á dilatar su línea á punto de no poderla cubrir
convenientemente, ó á que reunido no tuviese objeto importante
sobre que cargar de firme.


Desesperanzados los franceses de destruir á Mina P o D e n í 0 3
á mano armada, pusieron á precio la cabeza de aquel 5)^°^^™ ra"
caudillo. 6,000 duros ofreció por ella el gobernador i a a r r e c i ° -
de Pamplona Reille en bando de 24 de agosto, 4000 por la de su
segundo Don Antonio Cruchaga, y 2000 por cada una de las de
otros gefes. Reuniéronse á medios tan indignos los de Tratan de sedó-
la seducción y astucia. A este propósito y por el mis- c l r l e -
mo tiempo personas de aquella ciudad y entre otras Don Joaquín
Navarro de la diputación del reino, con quien Mina habia tenido


I I . 26




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


anterior relación, enviaron cerca de su persona á Don Francisco
Aguirre Echechurri para ofrecerle ascensos, honores y riquezas
si abandonaba la causa de su patria y abrazaba la de Napoleón.
Mina; que necesitaba algún respiro, tanto mas cuanto de nuevo se
veia muy acosado entrando á la sazón en Navarra la división de Se-
veroli y otras fuerzas, pidió tienipo para contestar sin acceder á
la proposición, alegando que tenia antes que ponerse de acuerdo
con su segundo Cruchaga. Impacientes de la tardanza los que ha-
bían abierto los tratos, despacharon en seguida con el mismo ob-
jeto, primero á un francés llamado Pellou, hombre sagaz, y des-
pués á otro español conocido bajo el nombre de Sebastian Iriso.
Deseoso Mina de ganar todavía mas tiempo, indicó para el 14 de
setiembre una junta en Leoz, cuatro leguas de Pamplona, adonde
ofreció asistir él mismo con tal que también acudiesen los tres indi-
viduos que sucesivamente se le habían presentado, y ademas el Don
Joaquín Navarro y un don Pedro Mendiri gefe de escuadrón de
gendarmería. Accedieron los comisionados á lo que se les propo-
nía, y en efecto el día señalado llegaron á Leoz todos excepto
Mendiri. La ausencia de este disgustó mucho á Mina, quien á pe-
sar de las disculpas que los otros dieron concibió sospechas. Vi-
nieron á confirmárselas cartas confidenciales que recibió de Pam-
plona, en las cuales le advertían se le armaba una celada, y que
Mendiri recorría los alrededores acechando el momento en qué
deslumhrado Mina con las ofertas hechas, se descuidase y diese
lugar á que cayeran sobre él los enemigos y le sacrificasen.


Airado de ello el caudillo español arrestó á los cuatro comisio-
nados, y se alejó de Leoz llevándoselos consigo. Desfiguraron des-
pués el suceso los franceses y sus allegados calificando á 3íina de
pérfido : traslucíase en la acusación despecho de que no se hubiese
cumplido la alevosía tramada. Con todo habiendo venido los comi-
sionados bajo seguro, y no pudiéndose evidenciar su traición ó
complicidad, hubiérale á Mina valido mas el soltarlos que dar lu-
gar á que debiesen su libertad, como se verificó, á los acasos de
la guerra.
penetra Mina en Poco después de este suceso y de haber Severoli y


Aragón. 0 t r a s tropas salido de Navarra, fue cuando penetró
dicho Mina en Aragón, conforme arriba enunciamos. El 11 de oc-
tubre atacó en Ejea un puesto de gendarmería, cuyos soldados lo-
graron evadirse en la noche siguiente, con pérdida en la huida de
algunos de ellos. Marchó luego Mina sobre Ayerbe, y el 16 forzó
á la guarnición francesa á encerrarse en un convento fortificado
que bloqueó; mas en breve tuvo que hacer frente á otros cuidados.
El comandante francés que en ausencia de Musnier gobernaba a


Zaragoza, sabedor de la llegada de los españoles i
Ataca a Ejea. Y$t% destacó una columna para contenerlos. Encon-


tróse en el camino Ceccopieri gefe de ella con los gendarmes poco




LIBRO DECIMOSEXTO. 403
antes escapados; y juzgando ya inútil la marcha hacia Ejea, cam-
bió de rumbo y se dirigió á Ayerbe en busca de Mina. Mas llegado
que hubo á esta villa, en cuyas alturas inmediatas le aguardaban
los españoles, parecióle mas prudente, después de un fútil amago,
retirarse y caminar la vuelta de Huesca. Envalentonáronse con eso
los nuestros, y no pudieron los contrarios verificar impunemente
su marcha como se imaginaban. Mina, empleando sa-
gacidad y arrojo, los estrechó de cerca y rodeó, por i n r o „f fr°ncSa"
manera que tuvieron que formar el cuadro. Asi andu- Q a l £! . a s e i l c i a d *
vieron siempre muy acosados hasta mas allá de Pla-
sencia de Gallego, en donde opresos con la fatiga y el mucho
guerrear, y acometidos impetuosamente á la bayoneta por Don
Gregorio Cruchaga , vinieron á partido : 640 soldados y 47 ofi-
ciales fueron los prisioneros; muchos de ellos heridos, gravemente
el mismo comandante Ceccopieri. Habían muerto mas de 300.


Azorado Musuier y temiendo hasta por Zaragoza, tornó preci-
pitadamente á aquella ciudad, en donde ya mas sereno trató de
marchar contra Mina, y de quitarle los prisioneros obrando de
concierto con los gobernadores y generales franceses de las pro-
vincias inmediatas. ¡ Trabajo y combinación inútil! Mina escabu-
llóse maravillosamente por medio de todos ellos, y atravesando el
Aragón, Navarra y Guipúzcoa, embarcó al principiar _ _


• i « 1 • , • • • r . r , Embarca los
noviembre en Motnco todos los prisioneros a bordo prisioneros e n
de la fragata inglesa Iris y de otros buques, después M o t n c ° -
de haber también rendido la guarnición francesa de aquel puerto.


Concíbese cuan incómodos serian para Suchet ta- „,,. .
i • • • i i . i - i i Distribuye
les acontecimientos, pues ademas de la perdida rea! Musnier ia d¡vi-
que en ellos experimentaba, distraíanle fuerzas que 8 1 0 1 1 d o S e ¥ e r o h -
le eran muy necesarias. Con impaciencia había aguardado la divi-
sión de Severoli, y en vano por algún tiempo pudo esta incorpo-
rársele. Musnier ni aun con ella tenia bastante para cubrir el Ara-
gón , y mantener algún tanto seguras las comunicaciones. Una de
las dos brigadas en que dicha división sé distribuía se vio obligado
á colocarla al mando de Bertoletti en las Cinco Villas , izquierda
del E b r o , y la otra al de Mazzuchelü en Calatayud y Daroca.


Tuvo la última que acudir en breve á Molina, cuyo Abandonan ios
castillo se hallaba de nuevo bloqueado por Don Juan franceses a M 0I¡-
Martin. Llegó en ocasión que el comandante Brochet M '
estaba ya para rendirse. Le libertó Mazzuchelli el 25 de octubre,
mas no sin dificultad , teniendo empeñada con el Empecinado en
Cubillejos una refriega viva en que perdieron los enemigos mucha
gente. Abandonaron de resultas estos, habiéndoles antes volado
el castillo de Molina.


Don Juan Martin, solo ó con la ayuda ó de Duran K n e T M a c o m i > .
ó de tropas suyas bajo Don Bartolomé Amor, cont'- «das dei Empe-
nuó haciendo correrías. Rindió el 6 de noviembre la c m a




404 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


guarnición de la Almunia, compuesta de 150 hombres, hizo ros-
tro á varias acometidas , batió la tierra de Aragón , cogió prisione-
ros y efectos, interceptó á veces las comunicaciones con Valencia,
via de Teruel.


Por su parte Duran cuando obraba separado tam-
D e r m ' poco permanecía tranquilo : en Manchones , y sobre


todo el 30 de noviembre en Osunilla, provincia de Soria, alcanzó
ventajas. Regresó después á Aragón, y reincorporándose por
nueva disposición de Blake con el Empecinado, se pusieron am-


Amios bajo las
D 0 S e ' ^ ^ e diciembre en Milmarcos, provincia


órdenes de Mon de Guadalajara, bajo las órdenes del conde del
" l 0 , Montijo, que trayendo igualmente 1200 hombres de-
bía mandará todos.


En grado tan sumo como el que acabamos de ver, divertían los
nuestros en Cataluña y Aragón las huestes del enemigo, entorpe-
BaUesteros en ciéndole para su empresa de Valencia. También coo-


Ronda. p e r 0 ¿ j 0 m i s m o jo q u e pasaba en Granada y Ronda.
Alli privado el 3 e r ejército de la fuerza que habia sacado Mahy, se
encontraba muy debilitado, y hubieran probablemente acometido
los franceses y amenazado á Valencia del lado de Murcia, sin el
desembarco que ya indicamos de Don Francisco Ballesteros en Al-
jeciras. Tomó este general tierra el 4 de setiembre, teniendo en-
lace su expedición con el plan de defensa que para Valencia habia
trazado Don Joaquín Blake. Sentó Ballesteros sus reales en Jimena,
y medidas que adoptó, unas de conciliación y otras enérgicas,
reanimaron el espíritu de los serranos.


Para procurar apagarle vino inmediatamente sobre el general
español el coronel Rignoux á quien de Sevilla habían reforzado.
Amagó á Jimena, y Ballesteros evacuó el pueblo con intento de
atraer y engañar al enemigo, lo cual consiguió. Porque Rignoux,
Acción contra adelantándose ufano sobre San Roque, fue de sú-


Rignom. j j - ^ a C ometido por costado y frente,y deshecho con
pérdida de 600 hombres. Tomó entonces el mariscal Soult contra
Avanza Godinot Ballesteros disposiciones mas serias; y mandando al


general Godinot que avanzase de Prado del Rey con
unos 5000 hombres , dispuso que se moviesen al propio tiempo
la vuelta de la sierra los generales Semelé et Barroux, yendo el pri-
mero de Veger, y el último del lado de Málaga. Componían juntas
todas estas fuerzas de 9 á 10,000 hombres, y jactábanse ya de en-
Retirase Bailes-


volver las de Ballesteros. Mas este se retira á tiempo
teros. y c o n f ] e s t r e z a abrigándose el 14 de octubre del ca-


ñón de Gibraltar. Los franceses llegaron al campo de San Roque,
y se extendieron por la derecha á Aljeciras, cuyos vecinos se refu-
giaron en la isla Verde.
Vanas tentativas Malográndosele asi á Godinot el destruir á Bailes-


de Godinot. t e r o s ? q U j S 0 ^ g m jgjgj. d e observarle, explorar la




LIBRO DECIMOSEXTO. 405


comarca de Tarifa, y aun enseñorearse por sorpresa de esta plaza.
No anduvo en ello tampoco muy afortunado. El camino que toma-
ren sus tropas fue el del Boquete de la Peña, orilla de la mar ;
paso angosto que, dominado por los fuegos de los buques británi-
cos, no pudieron los franceses atravesar, teniendo el 18 de octubre
que retroceder á Aljeciras. Aun sin eso nunca hubiera
Godinot conseguido su intento. La guarnición de Ta-
rifa habia sido por entonces reforzada con 1200 ingleses al mando
del coronel Skerret que vimos en Tarragona, y con 900 infantes
y 100 caballos españoles bajo las órdenes del general Copons.


En el intermedio renovaron los róndenos sus acostumbradas
excursiones, molestaron por la espalda á los ene- Retirase QOÜ-
migos, y les cortaron los víveres : de los que es- n o t -
caso Godinot hubo de replegarse picándole Ballesteros la retaguar-
dia. Se restituyó á Sevilla el general francés, y reprendido por
Soult que ya le queria mal desde la acción de Zújar, por no haber
sacado de ella las oportunas ventajas , alborótesele g ( j m a [ a
el juicio, y se suicidó en sa cama con el fusil de un
soldado de su guardia. Habia antes mandado en Córdoba, y come-
tido tales tropelías, y aun extravagancias que mirósele ya como á
hombre demente.


No desaprovechó Ballesteros la ocasión de la reti-
rada de los enemigos, y esparciendo su tropa para n^^TA¡ B]0¡
disfrazar una acometida que meditaba, juntóla des- franceses en Bor-
pues en Prado del Rey; marchó en seguida de noche m s '
y calladamente, y sorprendió el 5 de noviembre en Bornos, dere-
cha del Guadalete, al general Semelé, á quien ahuyentó y tomó
100 prisioneros, muías y bagajes.


Fatigado Soult de tan interminable guerra, trató juan Manuel
de aumentar el terror poniendo en ejecución contra L o p e z
un prisionero desvalido el feroz decreto que habia dado el año an-
terior. Llamábase aquel Juan Manuel López : era sargento, con
veinte años de servicio, de la división de Ballesteros, y arrebatá-
ronle desempeñando una comisión que le habia confiado su general
para recoger caballos, y acabar con ciertos bandoleros que so capa
de patriotas robabany cometíanexcesos.Las circunstanciasqueacom-
pañaron á la causaque se le formó hicieron muy horrible el caso. Ne-
gábase á juzgar áLópez lajuntacriminal de Sevilla, obligóla Soult
mandándole al mismo tiempo que á pesar de estar prohibida por el
rey José la pena de horca, laaplicase ahora en lugar de la de garro-
te. Lajunta absolvió sin embargo al supuesto reo. Muy disgustado
Soult ordenó que se volviese á ver la causa, sin conseguir tampoco
su odioso intento. Irritado el mariscal cada vez mas, creó una comi-
sión criminal compuesta de otros ministros, quienes también ab-
solvieron á López, declarándole simplemente prisionero de guerra.
La alegría fue entonces universal en Sevilla , y mostráronlo abier-




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


crueldad de souit emente por calles y plazas todas Jas clases de ciu-
dadanos. Pero ¡ ó atrocidad 1 todavía estaba el infeliz


López recibiendo por ello parabienes, cuando vinieron á notificarle
que una comisión militar escogida por el implacable Soult acababa
de condenarle á la pena de horca sin procedimiento ni diligencia
alguna legal. Ejecutóse la inicua sentencia el 29 de noviembre.
Desgarra el corazón crudeza tan desapiadada y bárbara ; é increí-
ble pareciera á no resultar bien probado que iodo un mariscal de
Francia se cebase encarnizadamente en presa tan débil, en un sol-
dado , en un veterano lleno de cicatrices honrosas.




APÉNDICES.


LIBRO NOVENO,


NTJMEBO 1.


Nota pasada por Mr. Canning ministro de relaciones exteriores de
S. M- B. á Don Martin de Garay secretario de estado y de la junta, fe-
cha en Londres á 20 de julio de 1809. Véase el manifiesto de la junta cen-
tral , ramo diplomático, documento núm. 141.


NtiMEKO 2.


Real decreto de S. M.


El pueblo español debe salir de esta sangrienta lucha con la certeza de
dejar á su posteridad una herencia de prosperidad y de gloria, digna de
sus prodigiosos esfuerzos y de la sangre que vierte. Nunca la junta su-
prema lia perdido de vista este objeto que en medio d,e la agitación con-
tinua causada por los sucesos de la guerra , ha sido siempre su principal
deseo. Las ventajas del enemigo , debidas menos á su valor que á la su-
perioridad de su número, llamaban exclusivamente la atención del go^
bierno; pero al mismo tiempo hacian mas amarga y vehemente la reflexión
de que los desastres que la nación padece han nacido únicamente de
haber caído en olvido aquellas saludables instituciones que en tiempos
mas felices hicieron la prosperidad y la fuerza del estado.


La ambición usurpadora de los unos, el abandono indolente de los
otros las fueron reduciendo á la nada , y la junta desde el momento de
su instalación se constituyó solemnemente en la obligación de restable-
cerlas. Llegó ya el tiempo de aplicar la mano á esta grande obra, y de
meditar las reformas que deben hacerse en nuestra administración, ase-
gurándolas en las leyes fundamentales de la monarquía que solas pueden
consolidarlas, y oyendo para el acierto, como ya se anunció al público,
á los sabios que quieran exponerla sus opiniones.


Queriendo pues el rey nuestro señor Don Fernando VII, y en su real
nombre la junta suprema gubernativa del reino , que la nación española
aparezca á los ojos del mundo con la dignidad debida á sus heroicos es-
fuerzos ; resuelta á que los derechos y prerogativas de los ciudadanos se
vean libres de nuevos atendados, y a que las fuentes de la felicidad pú-
blica, quitados los estorbos que hasta ahora las han obstruido , corran
libremente luego que cese la guerra, y reparen cuanto la arbitrariedad
inveterada ha agostado y la devastación presente ha destruido; ha decre-
tado lo que sigue :


1° Que se restablezca la representación legal y conocida de lamonar-




408 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
quía en sus antiguas cortes, convocándose las primeras en todo el año
próximo, ó antes si las circunstancias lo permitieren.


2 o Que la junta se ocupe al instante del modo, número y clase con que
atendidas las circunstancias del tiempo presente se ha de verificar la
concurrencia de los diputados á esta augusta asamblea; á cuyo fin nom-
brará una comisión de cinco vocales que con toda la atención y diligencia
que este gran negocio requiere, reconozcan y preparen todos los traba-
jos y planes, los cuales examinados y aprobados por la junta han de ser-
vir para la convocación y formación de las primeras cortes.


3 o Que ademas de este punto, que por su urgencia llama el primer
cuidado, extienda la junta sus investigaciones á los objetos siguientes
para irlos proponiendo sucesivamente á la nación junta en cortes.— Me-
dios y recursos para sostener la santa guerra en que con la mayor justicia
se halla empeñada la nación hasta eonseguir el glorioso fin que se ha pro-
puesto. — Medios de asegurar la observancia de las leyes fundamentales
del reino. — Medios de mejorar nuestra legislación, desterrando los
abusos introducidos y facilitando su perfección. — Recaudación, admi-
nistración y distribución de las rentas del estado.•—Reformas necesarias
en el sistema de instrucción y educación pública.—Modo de arreglar y
sostener un ejército permanente en tiempo de paz y de guerra, confor-
mándose con las obligaciones y rentas del estado. — Modo de conservar
una marina proporcionada á las mismas. — Parte que deban tener Jas
Américas en las juntas de cortes.


4 o Para reunir las luces necesarias á tan importantes discusiones la
junta consultará á los consejos , juntas superiores de las provincias ,
tribunales, ayuntamientos, cabildos, obispos y universidades, y oirá á
los sabios y personas ilustradas.


5 o Que este decreto se imprima, publique y circule con las formali-
dades de estilo para que llegue á noticia de toda la nación.


Tendréislo entendido y dispondréis lo conveniente para su cumpli-
miento.— EL MAKQTJÉS DE ASTOKGA presidente. — Real Alcázar de Se-
villa 22 de mayo de 1809.—A Don Martin de Garay.


NUMEBO 3.


Los pocos dias que pasaron en Jaraicejo los ingleses no tuvieron grande
escasez, pues se les suministró bastante pan y abundó el ganado. Asi lo
dice y con las siguientes palabras lord Londonderry, testigo no sospe-
choso para los ingleses. « During the first few days of our sojourn at
« Jaraicejo we were tolerably well supplied with bread; and cattle being
« plenty we had no cause to complain...» (Narrativeof the peninsular
wor, vol. 4, ch. A7,page 451.)




LIBRO DÉCIMO.


NUMERO 1.


Precios de los comestibles en la plaza de Gerona durante el sitio de 18og
desde el mas módico hasta el mas subido según crecía la escasez y
la imposibilidad de introducirlos.


Precios módicos. Precios subidos.


2 cuartos. . . . 10 cuartos.
27 cuartos. . . . ídem.


Carne de caballo la libra de id. . . 40 coartos. . . . ídem.
40 cuartos. . . . ídem.
14 rs. v n . efect. 16 duros.
2 cuartos. . . . 4 rs. v n . efect.


12 rs. v n . efcct. 80 rs. v n . efect.
6 rs. v n . efect. 40 rs. v n . efect.
1 rl. v n . efect. 5 rs. v n . efect.
8 rs. v n . . . . 30 rs. v n .


40 rs. VD. . . . 200 rs. vn.
18 cuartos. . . . 32 rs. v n .


Pescado del rio Ter la libra . . . . 4 rs. vn. . . . 36 rs. vn.
20 cuartos. . . . 24 rs. v n .
24 cuartos. . . . 96 rs. vn .
12 cuartos. . . . 32 rs. v n .


Café la libra 8 rs. v n . . . . 24 rs. vn.
16 rs. v n . . . . 64 rs. vn.
4 rs. vn. . . . 40 rs. v n .
6 cuartos. . . . 8 rs. v n .
4 cuartos. . . . 8 rs. v n .


80 rs. vn . . . . 112 rs. v n .
64 rs. v n . . . . 96 rs. vn.
50 rs. vn. . . . 36 rs. VD.
40 rs. v n . . . . 80 rs. vn.
4 rs. v n . . . . 24 rs. v n .
4 rs. vn. . . . 10 rs. v n .


12 rs. v n . . . . 52 rs. vn.
5 rs. v n . . . . 40 rs. v n .
3»/i rs. v n . . . . 40 rs. VD.


24 rs, v n . . . . 100 rs. v n .
Por moler una quartera de trigo. . 3 rs. vn . . . . 80 rs. v n .


Gerona 10 de diciembre de 4809. — EPIFANIO IGNACIO DB RUIZ.


Notas.


I a Los precios de Jas carnes no fueron alterados por disposición del
gobierno mientras duraron.


2 a Los demás artículos seguían el precio que ocasionaba la escasez ,
y muchos de ellos variaban según las introducciones, y aquí solo se han




4 1 0 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


figurado los precios regulares al principio del sitio y los mas subidos y
corrientes en su largo discurso; habiéndose visto el gobierno precisado á
permitir el precio que querían fijar á los víveres, los que los introdu-
cían á lomo y en cortas cantidades, pasando las líneas del enemigo,
atendidos los riesgos que probaban en la entrada y salida de la plaza, y
la pena de muerte que sufrían en caso de ser habidos.


3 a Pío obstante de haberse figurado el precio de todos los artículos ar-
riba expresados , muchos de ellos solo podían conseguirse casualmente
en los días que había alguna introducción. Mataré 22 de diciembre de 1809.
—EPIFANIO IGNACIO DE RUIZ. —Don Epifanio Ignacio de Ruiz, capitán
de la 3 a compañía de la Cruzada Gerundense, comisario de guerra de los
reales ejércitos.—Certifico : que desde I O de agosto de 1809 hasta el 1 0
de diciembre del mismo en que capituló la plaza de Gerona, en virtud de
orden del intendente de provincia Don Carlos Beramendi, ministro prin-
cipal de hacienda y guerra de ella, tuve confiada la inspección del ramo
de víveres, y que los precios que están continuados en la antecedente
relación son los corrientes en la citada plaza durante su último sitio.
Mataré 22 de diciembre de 1809.—EPIFANIO IGNACIO DE RUIZ.


NUMERO 2 .


Capitulación de la ciudad de Gerona y fuertes correspondientes fir-
mada el lo de diciembre de 180c) á las 7 déla noche.


ART. I o . La guarnición saldrá con los honores de la guerra , y en-
trara en Francia como prisionera de guerra. — 2" Todos los habitantes
serán respetados.—3o La religión católica continuará en ser observada
por los habitantes y será protegida. — 4 ° Mañana A las ocho y media de
ella la puerta del Socorro y la del Areny serán entregadas a las tropas
francesas, asi como las de los fuertes. — 5 o Mañana 11 de diciembre á las
ocho y media de ella la guarnición saldrá de la plaza y desfilará por la
puerta del Areny. — Los soldados pondrán sus armas sobre el glacis.—•
fi°Un oficial de artillería, otro de ingenieros y un comisario de guerra en-
trarán al momento en que se tomará posesión de las puertas de la ciudad
para recibir la entrega de los almacenes, mapas, planos, etc. Fecho en Ge-
rona á las 7 de la noche á 10 de diciembre de 1809.—JULIÁN DE BOLÍ-
VAR.—ISIDRO DE LA MATA.—BLAS DE FURNAS.—JOSÉ DE LA IGLESIA.
— GUILLERMO MINALI.—GUILLERMO NASCH.—El general engefedel
estado mayor general del 7O cuerpo , REY. — Aprobado por nos el maris-
cal del imperio, comandante en gefe del 7O cuerpo del ejército de España.
—AUGEREAU, DUQUE DE CASTIGLTONE.—Yo, brigadier de los reales
ejércitos, encargado de los poderes del gobernador interino de la plaza
de Gerona Don Julián de Bolívar y de la junta militar, certifico : que la
capitulación antecedente es conforme á la original firmada con la fecha
que expresa. — BLAS DE FUKNAS. — El general en gefe del estado mayor
general del 7° cuerpo del ejército de España, REY. —Lugar del sello. >»


Notas adicionales á la capitulación de la plaza de Gerona.


Que la guarnición francesa que esté en la plaza esté acuartelada y no
alojada por las casas , é igualmente que los oficiales deben presentarse,




A P É N D I C E S . 411
procurándose su posada, pagándoseles el tanto que se pagaba de uten­
silio á la guarnición española.—Que todos los papeles del gobierno que­
den depositados en el archivo del ayuntamiento, sin poder ser extravia­
dos , ni extraídos ni quemados. — Que á los que habrán sido vocales 'ó
empleados en las juntas en tiempo de esta guerra de opinion, no les sir­
va de nota ni perjuicio alguno en sus ascensos y carreras, quedando
igualmente salvas y respetadas las personas, propiedades y haberes. —
Que á los forasteros que se hallan dentro de la plaza por expatriación ú
otra causa, tanto si han sido vocales ó empleados de las juntas corno no,
se les permitirá restituirse á sus casas con su équipage y haberes. —
Que cualquiera vecino que quiera salirse de la ciudad y trasladarse á
otra se le permita, llevándose su équipage y haberes, quedándoles salvas
las propiedades, caudales y efectos en aquella ciudad. — Yo , brigadier
de los reales ejércitos, certifio : que las notas antecedentes habiendo sido
presentadas al Excmo. Sr. general en gefe del ejército francés, se han
aprobado en su contenido en cuanto no se opongan á las leyes generales
del reina, y á la policía establecida en los ejércitos. Fornells 10 de di­
ciembre 1809. — BLAS DE FÜRNAS. — Visto por nosotros etc.


Notas adicionales y particulares aprobadas por el Excmo. Sr. duque
/le Castiglione, mariscal del imperio, comandante en gefe del
7 ° cuerpo del ejército de España, convenidas entre el Sr. general
de brigada , gefe del estado mayor, general del sobredicho cuerpo
del ejército , comandante de la legión de honor, y el Sr. Don Blas
de Fumas, brigadier de los ejércitos españoles.


Авт. I o . Un teniente ó subteniente elegido entre los oliciales del
ejército español estará autorizado con pasaportes para pasar al ejército
de observación español, y llevar á su general comandante en gefe la ca­
pitulación de Ja plaza y de los fuertes de Gerona, solicitando se sirva dis­
poner el pronto cange de los oficiales y soldados de la guarnición de Ge­
rona y sus fuertes contra igual número de oficiales y soldados franceses
detenidos en las islas de Mallorca y otros destinos. S. E. el Sr. duque de
Castiglione , comandante en gefe del ejército, promete que dicho cange
se verificará luego que el general en gefe del ejército español le habrá
dado á conocer el dia en que aquellos prisioneros habrán llegado á uno de
los puertos de Francia para el referido cange. — ART. 2". En los tres
dias que seguirán á la rendición déla plaza de Gerona, el limo. Sr. obis­
po de dicha ciudad quedará autorizado para dar á los sacerdotes que
están bajo sus órdenes los pasaportes que pidan para pasar á las 'villas,
en las que tenían su domicilio anterior, para quedar y vivir en él, se­
gún lo deben unos ministros de paz, bajo la protección de las leyes que
rigen en España.— El general en gefe del estado mayor general del séti­
mo cuerpo del ejército de España.^REY.—BLAS DE FURSAS.— Yo bri­
gadier de los reales ejércitos encargado de los poderes del gobernador
interino de la plaza de Gerona Don Julián de Bolivar, y de la junta mi­
litar , certifico que los artículos antecedentes son traducidos fielmente
del original en 10 de diciembre de 1809.— BLAS DE FURNAS.—Le géné­
ral en chef de l'état major général du septième corps de l'armée d'Es­
pagne, REY. — Lugar del sello.




412 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Nota adicional á la capitulación de la plaza de Gerona.


Los empleados en el ramo político de guerra son declarados libres,
como no combatientes, y pueden pedir un pasaporte con sus equipages
para donde gusten. Estos son el intendente, comisarios de guerra,
empleados en hospitales y provisiones, y médicos y cirujanos del ejérci-
to. —Yo , brigadier de los reales ejércitos, certifico : que la nota prece-
dente habiendo sido presentada al Excmo. Sr. general en gefe del ejérci-
to francés, queda aprobada. Fornells 10 de diciembre de 1809. —BLAS
DE FUBNAS. — Don Blas de Furnás, brigadier de los reales ejércitos,
certifico : que la copia antecedente de la capitulación hecha en Gerona,
y notas adicionales es en todo su contenido conforme á los originales
firmados por mí; y para que conste doy la presente en la plaza de Gerona
á 12 de diciembre de 1809. — BLAS DE FURNAS.


NUMERO 3.


Entre los documentos originales y de oficio que acerca de la muerte
del gobernador Alvarez hemos tenido á la vista , uno de los mas
curiosos es el siguiente.


Excmo. Sr.—Por el oficio de V. E. de 26 de febrero próximo pasado,
que acabo de recibir, veo ha hecho V. E. presente al supremo consejo de
regencia de España é Indias el contenido de mi papel de 4 del mismo,
relativo al fallecimiento del Excmo. Sr. Don Mariano Alvarez digno go-
bernador de la plaza de Gerona; y que en su vista se ha servido S. M.
resolver procure apurar cuanto me sea posible la certeza de la muerte
de dicho general, avisando á V. E. lo que adelante, á cuya real orden
daré el cumplimiento debido, tomando las mas eficaces disposiciones
para descubrir el pormenor y la verdad de un hecho tan horroroso; pu-
diendo asegurar entre tantoá V. E. por declaración de testigos oculares
la efectiva muerte de este héroe en la plaza de Figueras adonde fiíe tras-
ladado desde Perpiñan, y donde entró sin grave daño en su salud, y
compareció cadáver tendido en una parihuela al siguiente dia cubierto
con una sábana, la que destapada por la curiosidad de varios vecinos, y
del que me dio el parte de todo, puso de manifiesto un semblante cár-
deno é hinchado, denotando que su muerte habia sido la obra de breves
momentos; á que se agrega que el mismo informante encontró poco
antes en una de las calles de Figueras á un llamado Rovireta , y por
apodo el fraile de S. Francisco, y ahora canónigo dignidad de Gerona
nombrado por nuestros enemigos, quien marchaba apresuradamente
hacia el castillo, adonde dijo «iba corriendo á confesar al Sr. Alvarez
« porque debia en breve morir. » — Todo lo que pongo en noticia de
V. E. para que haga de ello el uso que estime por conveniente. Dios
guarde á V.E. muchos anos. Tortosa 31 de marzo de 1810. — Excmo.
Sr. — CAJRLOS DE BERAMENDI. — Excmo. Sr. marqués de las Horma-
zas.


NUMERO 4.


Léase el manifiesto de la junta central, sección 2 A , ramo diplomá-
tico, pág. 6.




LIBRO UNDÉCIMO.


NUMERO i .


TovtóV» ÍÜo-s[5mv «TrXaiTs / w p o v xat-ro HXÚítiov ttsiÍíov.


( S T B A B . lib. 3.)


NUMERO 2.


El Rey y ásu nombre la suprema junta central gubernativa de Es-
paña ¿Indias.


Como haya sido uno de mis primeros cuidados congregar la nación
española en cortes generales y extraordinarias, para que representada
en ellas por individuos y procuradores de todas las clases, órdenes y
pueblos del estado, después de acordar los extraordinarios medios y re-
cursos que son necesarios para rechazar al enemigo que tan pérfidamente
la ha invadido, y con tan horrenda crueldad va desolando algunas de
sus provincias, arreglase con la debida deliberación lo que mas conve-
niente pareciese para dar firmeza y estabilidad á la constitución, y el or-
den, claridad y perfección posibles á la legislación civil y criminal del
reino, y á los diferentes ramos de la administración pública : á cuyo fin
mandé, por mi real decreto de 13 del mes pasado, que la dicha mi junta
central gubernativa se trasladase desde la ciudad de Sevilla á esta villa de
la isla de León, donde pudiese preparar mas de cerca, y con inmediatas
y oportunas providencias la verificación de tan gran designio : conside-
rando :


I o Que los acaecimientos que después han sobrevenido, y las cir-
cunstancias en que se halla el reino de Sevilla por la invasión del ene-
migo, que amenaza ya los demos reinos de Andalucía, requieren las
mas prontas y enérgicas providencias.


2 o Que entre otras ha venido á ser en gran manera necesaria la de
reconcentrar el ejercicio de toda mi autoridad real en pocas y hábiles
personas que pudiesen emplearla con actividad, vigor y secreto en defensa
de la patria : lo cual he verificado ya por mi real decreto de este dia, en
que he mandado formar una regencia de cinco personas, de bien acre-
ditados talentos, probidad y celo público.


3 o Que es muy de temer que las correrías del enemigo por varias
provincias, antes libres, no hayan permitido á mis pueblos hacer las
elecciones de diputados á cortes con arreglo á las convocatorias que les
hayan sido comunicadas en I o de este mes, y por lo mismo que no
pueda verificarse su reunión en esta isla para el dia I o de marzo próxi-
mo , como estaba por mí acordado.


4 o Que tampoco seria fácil, en medio de los grandes cuidados y aten-
ciones que ocupan al gobierno, concluir los diferentes trabajos y planes
de reforma, que por personas de conocida instrucción y probidad se ha-
bían emprendido y adelantado bajo la inspección y autoridad de la co-




•414 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
misión de cortes, que á este fin nombré por mi real decreto de
15 de junio del año pasado, con el deseo de presentarlas al examen de
las próximas cortes.


5o Y considerando en fin que en la actual crisis no es fácil acordar con
sosiego y detenida reflexión las demás providencias y órdenes que tan
nueva é importante operación requiere, ni por la mi suprema junta cen-
tral, cuya autoridad, que hasta ahora ha ejercido en mi real nombre, va
á trasferirse eu el consejo de regencia, ni por este, cuya atención será
enteramente arrebatada al grande objeto de la defensa nacional.


Por tanto yo, y á mi real nombre la suprema junta central, para
llenar mi ardiente deseo de que la nación se congregue libre y legalmente
en cortes generales y extraordinarias, con el fin de lograr los grandes
bienes que en esta deseada reunión están cifrados, he venido en mandar
y mando lo siguiente.


I o La celebración de las cortes generales y extraordinarias que están
ya convocadas para esta isla de León, y para el primer dia de marzo
próximo, será el primer cuidado de la regencia que acabo de crear, si la
defensa del reino en que desde luego debe ocuparse lo permitiere.


2 o En consecuencia, se expedirán inmediatamente convocatorias in-
dividuales á todos los R.R. arzobispos y obispos que están en ejercicio de
sus funciones, y á todos los grandes de España en propiedad , para que
concurran á las cortes en el dia y lugar para que están convocadas, si
las circunstancias lo permitieren.


3 o No serán admitidos á estas cortes los grandes que no sean cabezas
de familia, ni los que no tengan la edad de 25 años, ni los prelados y
grandes que se hallaren procesados por cualquiera delito, ni los que se
hubieren sometido al gobierno francés.


4 o Para que las provincias de América y Asia; que por estrechez del
tiempo no pueden ser representadas por diputados nombrados por ellas
mismas, no carezcan enteramente de representación en estas cortes, la
regencia formará una junta electoral compuesta de seis sugetos de carác-
ter, naturales de aquellos dominios, los cuales poniendo en cántaro los
nombres de los demás naturales que se hallan residentes en España y
constan de las listas formadas por la comisión de cortes, sacarán á la
suerte el número de cuarenta, y volviendo á sortear estos cuarenta solos,
sacarán en segunda suerte veintiséis, y estos asistirán como diputados
de cortes en representación de aquellos vastos países.


5» Se formará asi mismo otra junta electoral compuesta de seis per-
sonas de carácter naturales de las provincias de España que se hallan
ocupadas por el enemigo, y poniendo en cántaro los nombres de los na-
turales de cada una de dichas provincias que asimismo constan de las lis-
tas formadas por lo comisión de cortes, sacarán de entre ellos en primera
suerte hasta el número de dieciocho nombres, y volviéndolos á sortear
solos, sacarán de ellos cuatro, cuya operación se irá repitiendo por cada
una de dichas provincias , y los que salieren en suerte serán diputados de
cortes por representación de aquellas para que fueren nombrados.


6» Verificadas estas suertes, se hará la convocación de los sugetos que
hubieren salido nombrados por medio de oficios que se pasarán á las
juntas de los pueblos en que residieren, á fin de que concurran alas cor-
tes en el dia y lugar señalado, si las circunstancias lo permitieren.


7» Antes de la admisión á las cortes de estos sugetos, una comisión




APÉNDICES. 4.15
nombrada por ellas mismas examinará si en cada uno concurren ó no las
calidades señaladas en la instrucción general y en este decreto para tener
voto en las dichas cortes.


8o Libradas estas convocatorias, las primeras cortes generales y ex-
traordinarias se entenderán legítimamente convocadas : de forma que,
aunque no se verifique su reunión en el dia y lugar señalados para ellas,
pueda verificarse en cualquiera tiempo y lugar en que las circunstancias
lo permitan, sin necesidad de nueva convocatoria : siendo de cargo de la
regencia hacer á propuesta de la diputación de cortes el señalamiento de
dicho dia y lugar, y publicarle en tiempo oportuno por todo el reino.


9o Y para que los trabajos preparatorios puedan continuar y con-
cluirse sin obstáculo , la regencia nombraráuna diputacionde cortes com-
puesta de ocho personas, las seis naturales del continente de España , y
las dos últimas naturales de América, la cual diputación será subrogada
en lugar de la comisión de cortes nombrada por la misma suprema junta
central, y cuyo instituto será ocuparse en los objetos relativos á la cele-
bración de las cortes, sin que el gobierno tenga que distraer su atención
de los urgentes negocios que la reclaman en el dia.


10° Un individuo de la diputación de cortes de los seis nombrados por
España presidirá la junta electoral que debe nombrar los diputados por
las provincias cautivas, y otro individua de la misma diputación de los
nombrados por la América presidirá la junta electoral que debe sortear
los diputados naturales y representantes de aquellos dominios.


11° Las juntas formadas con los títulos de junta de medios y recursos
para sostener la presente guerra, junta de hacienda, junta de legislación,
junta de instrucción pública, junta de negocios eclesiásticos, y junta de
ceremonial de congregación, las cuales por autoridad de la mi suprema
junta y bajo la inspección de dicha comisión de cortes, se ocupan en pre-
parar los planes de mejoras relativas á los objetos de su respectiva atri-
bución , continuarán en sus trabajos hasta concluirlos en el mejor modo
que sea posible , y fecho, los remitirán á la diputación de cortes, á lin de
que después de haberlos examinado, se pasen á la regencia y esta los
ponga á mi real nombre á la deliberación de las cortes.


12° Serán estas presididas á mi real nombre, ó por la regencia en
cuerpo, ó por su presidente temporal, ó bien por el individuo á quien
delegaren el encargo de representar en ellas mi soberanía.


13° La regencia nombrará los asistentes de cortes que deban asistir y
aconsejar al que las presidiere á mi real nombre de entre los individuos
de mi consejo y cámara según la antigua práctica del reino, ó en su de-
fecto de otras personas constituidas en dignidad.


14° La apertura del solio se hará en las cortes en concurrencia de los
estamentos eclesiástico, militar y popular y en la forma y con Ja solem-
nidad que la regencia acordará á propuesta de Ja diputación de cortes.


15° Abierto el solio, las cortes se dividirán para la deliberación de las
materias en dos solos estamentos , uno popular compuesto de todos los
procuradores de las provincias de España y América, y otro de dignida-
des , en que se reunirán los prelados y grandes del reino.


16° Las proposiciones que á mi real nombre hiciere la regencia á las
cortes se examinarán primero en el estamento popular, y si fueren apro-
badas en él, se pasarán por un mensagero de estado al estamento de dig-
nidades para que las examine de nuevo.




416 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


17° El mismo método se observará con las proposiciones que se hicie-
ren en uno y otro estamento por sus respectivos vocales, pasando siem-
pre la proposición del uno al otro , para su nuevo examen y deliberación.


18° Las proposiciones no aprobadas por ambos estamentos, se enten-
derán como si no fuesen hechas.


19° Las que ambos estamentos aprobaren serán elevadas por los men-
sageros de estado á la regencia para mi real sanción.


20" La regencia sancionará las proposiciones asi aprobadas, siempre
que graves razones de pública utilidad no la persuadan á que de su ejecu-
ción pueden resultar graves inconvenientes y perjuicios.


21° Si tal sucediere, la regencia, suspendiéndola sanción de la propo-
sición aprobada, la devolverá á las cortes con clara exposición de las ra-
zones que hubiere tenido para suspenderla.


22° Asi devuelta la proposición , se examinará de nuevo en uno y otro
estamento, y si los dos tercios de los votos de cada uno no confirmaren
la anterior resolución, la proposición se tendrá por no hecha , y no se
podrá renovar hasta las futuras cortes.


23° Si los dos tercios de votos de cada estamento ratificaren la aproba-
ción anteriormente dada á la proposición, será esta elevada de nuevo por
los mensageros de estado á la sanción real.


24" En este caso la regencia otorgará á mi nombre la real sanción en
el término de tres dias; pasados los cuales, otorgada ó no, la ley se en-
tenderá legítimamente sancionada, y se procederá de hecho á su publica-
cacion en la forma de estilo.


25° La promulgación de las leyes asi formadas y sancionadas se hará
en las mismas cortes antes de su disolución.


26° Para evitar que en las cortes se forme algún partido que aspire á
hacerlas permanentes , 6 prolongarlas en demasía, cosa que sobre tras-
tornar del todo la constitución del reino, podría acarrear otros muy gra-
ves inconvenientes; la regencia podrá señalar un termino á la duración
de las cortes, con tal que no baje de seis meses. Durante las cortes, y
hasta tanto que estas acuerden, nombren é instalen el nuevo gobierno,
ó bien confirmen el que ahora se establece, para que rija la nación en
lo sucesivo, la regencia continuará ejerciendo el poder ejecutivo en toda
la plenitud que corresponde á mi soberanía.


En consecuencia las cortes reducirán sus funciones al ejercicio del
poder legislativo, que propiamente les pertenece, y confiando á la re-
gencia el del poder ejecutivo, sin suscitar discusiones que sean relativas
á él, y distraigan su atención de los graves cuidados que tendrá á su
cargo, se aplicarán del todo á la formación de las leyes y reglamentos
oportunos para verificar las grandes y saludables reformas que los des-
órdenes del antiguo gobierno, el presente estado de la nación y su fu-
tura felicidad hacen necesarias : llenando asi los grandes objetos para que
fueron convocadas. Dado, etc. en la real isla de León á 29 de enero
de 1810.


NUMEBO 3.


Españoles. La junta central suprema gubernativa del reino, siguiendo
la voluntad expresa de nuestro deseado monarca y el voto público, habia
convocado á la nación á sus cortes generales para que reunida en ellas,




APÉNDICES. 417
adaptase las medidas necesarias á su felicidad y defensa. Debia verifi-
carse este gran congreso en I o de marzo próximo en la isla de León, y la
junta determinó y publicó su traslación á ella cuando los franceses, como
otras muchas veces, se hallaban ocupando la Mancha. Atacaron después
los puntos de la sierra, y ocuparon uno de ellos ; y al instante las pasio-
nes de los hombres, usurpando su dominio á la razón, despertaron la
discordia que empezó á sacudir sobre nosotros sus antorchas incendia-
rias. Mas que ganar cien batallas valia este triunfo á nuestros enemigos,
y los buenos todos se llenaron de espanto oyendo los sucesos de Sevilla
en el dia 24, sucesos que la malevolencia componía, y el terror exage-
raba para aumentar en los unos la confusión, y en los otros la amargura.
Aquel pueblo generoso y leal, que tantas muestras de adhesión y respeto
habia dado á la suprema junta, vio alterada su tranquilidad aunque por
pocas horas. No corrió, gracias al cielo, ni una gota de sangre, pero la
autoridad pública fue desatendida, y lamagestad nacional se vio indigna-
mente ultrajada en la legítima representación del pueblo. Lloremos, es-
pañoles , con lágrimas de sangre un ejemplo tan pernicioso. ¿ Cuál seria
nuestra suerte si todos le siguiesen ? Cuando la fama trae á vuestros
oidos que hay divisiones intestinas en la Francia, la alegría rebosa en
vuestros pechos, y os llenáis de esperanza para lo futuro, porque en
estas divisiones miráis afianzada vuestra salvación, y la destrucción del
tirano que os oprime. ¿ Y nosotros, españoles, nosotros cuyo carácter
es la moderación y la cordura, cuya fuerza consiste en la concordia ,
iríamos á dar al déspota la horrible satisfacción de romper con nuestras
manos los lazos que tanto costó formar , y que han sido y son para él
¡a barrera mas impenetrable ? No , españoles, no : que el desinterés y la
prudencia dirija nuestros pasos, que la unión y la constancia sean nues-
tras áncoras, y estad seguros de que no pereceremos.


Bien convencida estaba la junta de cuan necesario era reconcentrar
mas el poder. Mas no siempre los- gobiernos pueden tomar en el instante
las medidas mismas de cuya utilidad no se duda. En la ocasión presente
parecía del todo importuno, cuando las cortes anunciadas, estando ya
tan próximas, debian decidirla y sancionarla. Mas los sucesos se han
precipitado de modo que esta detención, aunque breve, podría disolver
el estado, si en el momento no se cortase la cabeza al monstruo de la
anarquía.


No bastaban ya á llevar adelante nuestros deseos ni el incesante afán
con que hemos procurado el bien de la patria, ni el desinterés con que
la hemos servido, ni nuestra lealtad acendrada á nuestro amado y des-
dicha^ rey, ni nuestro odio al tirano y á toda clase de tiranía. Estos
principios de obrar en nadie han sido mayores, pero han podido mas
que ellos la ambición , la intriga y la ignorancia. ¿ Debíamos acaso dejar
saquear las rentas públicas que por mil conductos ansiaban devorar el
vil interés y el egoísmo ? ¿ Podíamos contentar la ambición de los que
se creían bastante premiados con tres ó cuatro grados en otros tantos
meses ? ¿ Podíamos, á pesar de la templanza que ha formado el carácter
de nuestro gobierno, dejar de corregir con la autoridad de la ley las
faltas sugeridas por el espíritu de facción que caminaba impudentemente
á destruir el orden, introducir la anarquía y trastornar miserablemente
el estado ?


La malignidad nos imputa los reveses de la guerra ; pero que la equi-
II. 27




418 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


dad recuerde la constancia con que los hemos sufrido, y los esfuerzos
sin ejemplo con que los hemos reparado. Cuando la junta vino desde
Aranjuez á Andalucía, todos nuestros ejércitos estaban destruidos : las
circunstancias eran todavía mas apuradas que las presentes, y ella supo
restablecerlos, y buscar y atacar con ellos al enemigo. Batidos otra
vez y deshechos, exhaustos al parecer todos los recursos y las esperan-
zas , pocos meses pasaron, y los franceses tuvieron en frente un ejército
de ochenta mil infantes y doce mil eaballos. ¿ Qué no ha tenido en su
mano el gobierno que no haya prodigado para mantener estas fuerzas y
reponer las enormes pérdidas que cada dia experimentaba? ¿ Qué no ha
hecho para impedir el paso a la Andalucía por las sierras q«e la defien-
den ? Generales, ingenieros, juntas provinciales, hasta una comisión de
vocales de su seno han sido encargados de atender y proporcionar to-
dos los medios de fortificación y resistencia que presentan aquellos pun-
tos , sin perdonar para ello ni gasto , ni fatiga, ni diligencia. Los sucesos
han sido adversospero la junta tenia en su mano la suerte del combate
en el campo de batalla ?


Y ya que la voz del dolor recuerda tan amargamente los infortunios,
¿ porqué ha de olvidarse que hemos mantenido nuestras íntimas rela-
ciones con las potencias amigas, que hemos estrechado los lazos de fra-
ternidad con nuestras Américas, que estas no han cesado de dar pruebas
de amor y fidelidad al gobierno, que hemos en fin resistido con dignidad
y entereza las pérfidas sugestiones de los usurpadores ?


Mas nada basta á contener el odio que antes de su instalación se habia
jurado á la junta. Sus providencias fueron siempre mal interpretadas
y nunca bien obedecidas. Desencadenadas con oeasion de las desgra-
cias públicas todas las pasiones, han suscitado contra ella todas las
furias que pudiera enviar contra nosotros el tirano á quien combatimos.
Empezaron sus individuos á verificar su salida de Sevilla con el objeto
tan público y solemnemente anunciado de abrir las eórtes en la isla de
León. Los facciosos cubrieron los caminos de agentes, que animaron
los pueblos de aquel tránsito á la insurrección y al tumulto, y los
vocales de la junta suprema fueron tratados como enemigos públicos,
detenidos unos, arrestados otros, y amenazados de muerte muchos,
hasta el presidente. Parecía que dueño ya de España era Napoleón el que
vengaba la tenaz resistencia que le habíamos opuesto. No pararon aquí
las intrigas de los conspiradores: escritores viles, copiantes miserables
de los papeles del enemigo les vendieron sus plumas, y no hay género
de crimen, no hay infamia que no hayan imputado á vuestros gobernan-
tes , añadiendo al ultrage de la violencia la ponzoña de la calumnia.


Asi, españoles, han sido perseguidos é infamados aquellos hombres
que vosotros elegisteis para que os representasen, aquellos que sin
guardias, sin escuadrones, sin suplicios, entregados a la fé pública,
ejercían tranquilos á su sombra las augustas funciones que les habíais
encargado. ¿ Y quiénes son, gran Dios, los que los persiguen? los mis-
mos que desde la instalación de la junta trataron de destruirla por sus
cimientos, los mismos que introdujeron el desorden en las ciudades, la
división en los ejércitos, la insubordinación en los cuerpos. Los indivi-
duos del gobierno no son impecables ni perfectos; hombres son y como
tales sujetos á las flaquezas y errores humanos. Pero como administra-
dores públicos, como representantes vuestros, ellos responderán á las




APÉNDICES. 419


imputaciones dé esos agitadores y les mostrarán donde ha estado la
buena fé y patriotismo, donde la ambición y las pasiones que sin cesar
han destrozado las entrañas de la patria. Reducidos de aqui en adelante
á la clase de simples ciudanos por nuestra propia elección, sin mas pre-
mio que la memoria del zelo y afanes que hemos empleado en servicio
público, dispuestos estamos 6 mas bien ansiosos de responder delante de
la nación en sus cortes, ó del tribunal que ella nombre, á nuestros in-
justos calumniadores. Teman ellos, no nosotros : teman los que han
seducido á los simples, corrompido á los viles, agitado á los furiosos :
teman los que en el momento del mayor apuro, cuando el edificio del
estado apenas puede resistir el embate del extrangero, le han aplicado las
teas de la disensión para reducirle á cenizas. Acordaos, españoles, de
la rendición de Oporto. Una agitación intestina excitada por los france-
ses mismos abrió sus puertas a Soult, que no movió sus tropas á ocu-
parla hasta que el tumulto popular imposibilitó la defensa. Semejante
suerte os vaticinó la junta después de la batalla de Medellin al aparecer
los síntomas de la discordia que con tanto riesgo de la patria se han
desenvuelto ahora. Volved en vosotros y no hagáis ciertos aquellos fu-
nestos presentimientos.


Pero aunque fuertes con el testimonio de nuestras conciencias, y se-
guros de que hemos hecho en bien del estado cuanto la situación de las
cosas, y las circunstancias han puesto á nuestro alcance, la patria y
nuestro honor mismo exigen de nosotros la última prueba de nuestro
zelo y nos persuaden dejar un mando, cuya continuación podrá acarrear
nuevos disturbios y desavenencias. Sí, españoles : vuestro gobierno, que
nada ha perdonado desde su instalación de cuanto ha creido que llenaba
el voto público, que, fiel distribuidor de cuantos recursos han llegado á
sus manos, no les ha dado otro destino que las sagradas necesidades de
la patria, que os ha manifestado sencillamente sus operaciones, y que
ha dado la muestra mas grande de desear vuestro bien en la convocación
de cortes, las mas numerosas y libres que ha conocido la monarquía ,
resigna gustoso el poder y la autoridad que le confiasteis, y la traslada
á las manos del consejo de regencia que ha establecido por el decreto
de este dia. j Puedan vuestros gobernantes tener mejor fortuna en sus
operaciones! y los individuos de la junta suprema no les envidiarán
otra cosa que la gloria de haher sidvado la patria y libertado á su rey.


Real isla de León 29 de enero de 1810. — Siguen las firmas.


NUMEBO 4.


Véase el manifiesto de la junta suprema de Cádiz.


NUMEBO 5.


En el palacio de las Tullirías á 8 de febrero de 1810.


Napoleón etc. Considerando por una parte que las sumas enormes que
nos cuesta nuestro ejército de España empobrecen nuestro tesoro y obli-
gan á nuestros pueblos á sacrificios que ya no pueden soportar; y con-
siderando por otra parte que la administración española carece de energía
y .es nula en muchas provincias, lo que impide sacar partido de los re-
cursos del pais y los deja por el contrario á beneficio de los insurgen-
tes ; hemos decretado y decretamos lo que sigue.




420 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


T Í T U L O Р В Ш Е В О .


Del gobierno de Cataluña.


Авт. I o . El sétimo cuerpo del ejército de España tomará el título
de ejército de Cataluña. 2 o La provincia de Cataluña formará un go­
bierno particular con el título de gobierno de Cataluña. 3 o El coman­
dante en gefe del ejército de Cataluña será gobernador de la provincia y
reunirá los poderes civiles y militares. 4° La Cataluña queda declarada en
estado de sitio. 5o El gobernador queda encargado de la administración
de la justicia y de la real hacienda, proveerá todos los empleos y hará
todos los reglamentos necesarios. 6 o Todas las rentas de la provincia
en imposiciones ordinarias y extraordinarias entrarán en la caja militar,
á fin de subvenir á los sueldos y gastos de las tropas, y á la manuten­
ción del ejército.


T Í T U L O S E & U N D O .


Del gobierno de Aragón. Segundo gobierno.


El general Suchet será gobernador de Aragón con toda la autoridad
militar y civil; nombrará toda clase de empleados, hará reglamen­
tos, etc. etc., y desde I o de mayo no enviará nuestro tesoro público fun­
dos algunos para la manutención del ejército, sino que el pais suminis­
trará lo que necesite para él.


T Í T U L O Т Е В С Е В О .


Del gobierno de Navarra. Tercer gobierno.


La provincia de Navarra se llamará gobierno de Navarra.
El general Dufour será gobernador de Navarra, y conducirá allá los


cuatro regimientos de su división : en cuanto á su autoridad, y manu­
tención del ejército, lo mismo que lo dicho con respecto á Aragón.


T Í T U L O cu А В Т О .


Del gobierno de Vhcay a. Cuarto gobierno.


La Vizcaya se llamará gobierno de Vizcaya.
El general Thouvenot será gobernador y lo mismo que lo dicho res­


pecto á Navarra.
T Í T U L O Q U I N T O .


Los gobernadores de estos cuatro gobiernos se entenderán con el es­
tado mayor del ejército de España en lo que tenga relación con las ope­
raciones militares; pero en cuanto á la administración interior y policía,
rentas, justicia, nombramiento de empleados y todo género de regla­
mentos, se entenderán con el emperador por medio del príncipe de
Neuchatel, mayor general.




APÉNDICES. 421


TÍTULO SEXTO.


ART. I o . Todos los productos y rentas ordinarias y extraordinarias
de las provincias de Salamanca, Toro, Zamora y León, proveerán a la
manutención del 6o cuerpo del ejército, y el duque de Elchingen cuidará
de que estos recursos sean bastantes para este fin , haciendo que todo
se invierta en utilidad del ejército. 2° Lo que produzcan las provincias
de Santander y Asturias para la manutención y sueldos de la división de
Bonnet. 3° Las provincias situadas desde el Ebro á los límites de la de
Valladolid lo entregarán todo al pagador de Burgos para el sueldo y ma-
nutención de las tropas que allí haya y gasto de las fortificaciones.
4° Las provincias de Valladolid y Palencia proveerán á la manutención y
sueldo de la división de Rellerman. 5 o El duque de Elchingen y los ge-
nerales Bonnet, Thiébaut y Rellerman se entenderán en todo lo que
tenga relación con las rentas de las provincias de su mando con el em-
perador por medio del príncipe de Neuchatel. 6 o La ejecución de este
decreto se encarga al príncipe de Neuchatel y á los ministros de la
guerra, en la administración de la guerra , de rentas y del tesoro pú-
blico.


NUMERO 6.


Memoria de los Sres. Azanza y Ofarril, pág. 177.


NUMEHO 7.


Algunas de estas cartas fueron interceptadas por las guerrillas cerca
de Madrid y se insertaron en la gaceta de la regencia de Cádiz. Las he-
mos confrontado con la correspondencia manuscrita del Sr. Azanza, y
las hemos encontrado del todo exactas. He aqui las que nos han pare-
cido mas importantes. — Excmo. Sr. Ha llegado el caso de que yo
pueda escribir á V. E. sobre asuntos que directamente nos conciernen.
Antes de ayer por la tarde tuve una larga conversación con el Sr. duque
de Cadore, ministro de relaciones exteriores, que anteriormente me
habia dicho quería-comunicarme algo de orden del emperador. Referiré
todo lo substancial de esta conferencia, en la cual se tocaron varios
puntos, y todos de importancia.


Me dijo el ministro que S. M. I. no puede enviar mas dinero á España,
y es preciso que ese reino provea á la subsistencia y gastos de su ejér-
cito : que bastante hace en haber empleado 400,000 franceses en la re-
ducción de España : que la Francia ha agotado su erario, habiendo en-
viado ahí desde el principio de la guerra mas de 200 millones de libras :
que nuestro gobierno no ha hecho uso de los recursos que ofrece el pais
para juntar fundos : que debieron exigirse contribuciones en Andalucía,
especialmente en Sevilla y Málaga, y también en Murcia : que S. M.
ha impuesto á Lérida una contribución de 6 millones de libras (no estoy
cierto si fue esta cantitad ú otra mayor la que me dijo) r que debieron
confiscarse los efectos ingleses encontrados en Andalucía, y S. M. I.
está en el concepto de que solo los de Sevilla habrían importado 40 mi-
llones : que debió echarse mano de la plata de las iglesias y conventos r
que en España ha de circular necesariamente mucho dinero del que ha»




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


introducido los franceses y los ingleses, y del que ha venido de Amé-
rica : que el emperador siempre ha hecho lá guerra sacando de los países
que ha subyugado toda la manutención y gastos de sus ejércitos : que
si no tuviera que emplear tantas tropas en la reducción de la España,
habría licenciado muchas de ellas, y se habría ahorrado el dispendio que
están ocasionando : que los fundos de nuestra tesorería no han tenido,
la inversión preferente que correspondía, es á saber, pagar las tropas
que han de hacer la conquista y pacificación del reino : que ha habido
muchas prodigalidades y gastos de lujó : que las gratificaciones justas
pudieron suspenderse hasta los tiempos tranquilos y felices : que se
mantienen estados mayores demasiado numerosos y costosos : que se
han formado y forman cuerpos españoles, los cuales no solo son inútiles
sino perjudiciales, porque ademas de absorber sumas que podrían tener
provechosa aplicación desertan sus individuos y pasan a aumentar la
fuerza de los enemigos, y últimamente que es excesiva la bondad con que
el rey tratar a los del partido contrario, concediéndoles gracias y venta-
jas, lo que solo sirve a disgustar y desalentar á los que desde el princi-
pio abrazaron el suyo.
' Estas son las principales especies que me dijo el ministro; y ahora
expondré á V. E. las respuestas que yo le di. El punto mas grave de to-
dos y el que á mi parecer ocupa mas la atención del emperador, es el de
querer escusar que de Francia vaya á España mas dinero que los dos
millones de libras mensuales, prefijados en las disposiciones anterio-
res. Acordándome de las notas que sobre este punto se pasaron estando
yo encargado del ministerio de negocios extrangeros, y teniendo muy
presente la situación de nuestras provincias y de nuestra tesorería, dije
al ministro que el rey mi amo reconocía las grandes erogaciones que la
guerra de España ocasionaba al erario de Francia, pero que veia con
mucho dolor y sentimiento suyo ser imposible alcanzasen nuestros me-
dios y nuestros recursos á libertarlo de esta carga : que las rentas ordi-
narias habian sido hasta ahora casi nulas, asi porque no habían podido
recaudarse sino en muy reducidos distritos sojuzgados, como porque
aun en estos las continuas incursiones de los insurgentes y de las parti-
das de bandidos habian inutilizado los esfuerzos y diligencias de los ad-
ministradores y cobradores : que en muchas partes los mismos genera-
les y gefes de las tropas francesas habian servido de obstáculo al recobra
de los derechos reales en lugar de auxiliarlo : que las provincias estaban
arruinadas con las suministraciones de toda especie que habian tenido
que hacer para la subsistencia , trasportes y hospitalidades de las tropas
francesas, y con la cesación de todo tráfico de unos pueblos con otros :
que cuantos fondos han podido juntarse, asi por los impuestos antiguos
como por los arbitrios y medios que se han excogitado, han sido desti-
nados con preferencia a las necesidades del ejército francés, distrayendo,
únicamente algunas cortas sumas para la guardia real, la cual casi
siempre ha estado en crecidos descubiertos; para la lista civil de S. M.
que no ha sido pagada sino en una muy corta parte, y para otras aten-
ciones urgentísimas, de modo que ni se han pagado viudedades, ni pen-
siones , ni sueldos de retirados, y muchas veces ni los de los empleados
mas necesarios, pues ha habido ocasión en que los ministros mismos
han estado durante cinco meses sin recibir los suyos por ocurrir á los.
gastos de las tropas.




APÉNDICES. 425
En cuanto á los recursos de que se supone haberse podido echar ma-


no , achacando á impericia, falta de energía ó excesiva contemplación
del gobierno para con los pueblos el no haberse asi ejecutado, he dicho
al ministro que se han puesto en práctica cuantos han permitido las cir-
cunstancias ; que es preciso no perder de vista para juzgarnos las cir-
cunstancias en que nos hemos hallado; esto es, que eran pocas las pro-
vincias sometidas, y muy rara ó ninguna la administrada con libertad;
que se han exigido contribuciones extraordinarias y empréstitos forzados
donde se ha creído posible, venciendo no pequeños obstáculos; que ha-
bía sido necesario no vejar ni apurar hasta el extremo las provincias so-
metidas para conservarlas en su fidelidad, y no dar á las que estaban en
insurrección una mala idea de la suerte que las esperaba en el caso de su
rendición ; que habrían podido efectivamente sacarse mas contribucio-
nes como lo hacen los generales franceses en las provincias que están
administrando; pero que nunca hubieran producido lo suficiente á cu-
brir todos los gastos del ejército; especialmente demorándose este dos
años y medio ó mas en los mismos parajes; que estas contribuciones no
podrían repetirse, como lo enseñará la experiencia en Castilla y en León,
porque en las primeras se agota todo el numerario existente y no se vé
el modo de que prontamente vuelva á la circulación, sobre todo cuando
las tropas están en movimiento, y la caja militar desembolsa sus fondos
en distritos distantes de donde los ha recogido; que S. M. I . se conven-
cerá de la imposibilidad de juntar caudales que sufraguen á todos los
dispendios de la guerra por lo que sucede en las provincias que están
confiadas á la administración de generales franceses, quienes no podrán
ser culpados ni de indolencia, ni de demasiado miramiento para con los
pueblos; antes bien es de temer se valgan de durezas y violencias que
ningún gobierno del mundo puede ejercer para con sus propios subditos,
aquellos con quienes ha de vivir, y cuya protección y amparo es su pri-
mer deber : y que lo que haya sucedido en Lérida tal vez no podrá ser-
vir de ejemplo en otras partes, porque según he sabido aqui, en aquella
plaza, creyéndose muy difícil su Conquista, se había depositado el di-
nero y alhajas de muchos pueblos é iglesias; ademas de que todavía no
se sabe que haya podido satisfacer toda la cantidad que se le ha im-
puesto.


Hice presente al ministro que en Andalucía se habían exijido algunas
contribuciones de que yo tenia noticia, pues en Granada, no obstante ha-
berse entregado sin hacer la menor resistencia, se pidieron cinco millo-
nes de reales con el nombre de préstamo forzado, y en Málaga mucho
mayor cantidad, parte de la cual me acuerdo haberse aplicado á la caja
militar del 4 o cuerpo; que por haberme hallado ausente de Sevilla al
tiempo de su rendición no sé con exactitud lo que alli se hizo; pero es-
toy cierto de que se secuestraron con intervención de las autoridades
francesas los efectos ingleses encontrados en aquella ciudad, y que lo
mismo se hizo también en Málaga; que siempre los primeros cálculos
del valor de géneros aprehendidos suelen ser muy abultados, como oí
haber sucedido en Málaga á la entrada del general Sebastiani, y no será
mucho que el concepto formado por S. M. I . sobre el importe de los de
Sevilla estribe en las primeras relaciones exageradas que llegarían á su no-
ticia.


Como estoy bien informado de las diligencias activas que se han prac-




424 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ticado para recoger la plata de las iglesias, y de las resultas que esta
operación ha tenido, me hallé en estado de decir al ministro que este ar-
bitrio no se habia descuidado; que no solo se habia procurado recoger
y llevar directamente á la casa de la moneda todas las alhajas de plata y
oro encontradas en los conventos suprimidos, sino también las que per-
tenecían á iglesias, catedrales, parroquiales y de monjas de todo el
reino, dejando en ellas solamente los vasos sagrados indispensables
para el culto; que este arbitrio no habia sido tan cuantioso y productivo
como se podría suponer, y nosotros mismos lo esperábamos : primero
porque todas las iglesias de los pueblos por donde habian transitado las
tropas francesas habian sido saqueadas y despojadas : segundo porque
las partidas de insurgentes ó bandidos habian hecho otro tanto en los
pueblos que habian ocupado ó recorrido; y tercero porque la plata de las
iglesias vista en frontales, nichos ó imágenes, aparece de gran valor y
riqueza, y cuando vá á recogerse y fundirse, se halla generalmente que
es una hoja delgada dispuesta solo para cubrir la madera que le sirve de
alma; y que este recurso tal cual ha sido, y todos los otros que se han
adoptado, son los que han dado los fondos con que se ha podido atender
á las obligaciones imprescindibles de la tesorería entre las cuales se ha
contado siempre con preferencia la subsistencia, la hospitalidad y demás
gastos de la tropa francesa.


Sobre el mucho numerario que se piensa debe haber en circulación
dentro de España por el que han introducido los franceses y los ingle-
ses y el que ha venido de América, he asegurado al ministro que no se
nota todavía semejante abundancia, sea que la mayor parte va a parar á
los muchos cantineros y vivanderos franceses que siguen al ejército, sea
que otra parte está diseminada entre nuestros vendedores de comestibles
y licores , ó sea principalmente porque la moneda de cuño español haya
desaparecido en el tiempo del gobierno insurreccional en pago de arma-
mentos , vestuarios y otros efectos recibidos del extrangero, especial-
mente de los ingleses, y de géneros que el comercio ha introducido.
Conlieso que en esta parte carezco de nociones bastante exactas, y que
solo me he gobernado por los clamores y señales bien evidentes de po-
breza que be presenciado por todas partes.


Para satisfacer plenamente sobre el cargo ó queja de que los fondos de
nuestra tesorería no se han aplicado con preferencia á los gastos militares
y se han empleado en prodigalidades y objetos de lujo, yo habria querido
tener un estado que demostrase la inversión que se ha dado á todos los
caudales introducidos en tesorería desde que el rey está en España : y creo
que no sería muy difícil el quese me enviase esta noticia. Entonces veria
estacortequé cantidades se habian destinado á la guerra, y cuáles eran las
que se habian distraídoá superfluidades y alujo. Entre tanto no compren-
diendo yo qué era lo que se quería calificar de prodigalidad y lujo, pues el
rey nuestro señor no ha estado en el caso de hacer gastos excesivos con su
lista civil, de que no ha cobrado, según creo, ni la mitad, y mas presto
ha carecido de lo que pide el decoro y el esplendor de la magestad; pude
entender por las explicaciones del ministro que se hacia principalmente
alusión á las gratificaciones que S. M. ha distribuido á algunos de sus
servidores, tanto militares como civiles. En esta inteligencia expuse
que estas gratificaciones, hechas con el espíritu que se hacen todas de pre-
miar servicios y estimular á que se ejecuten otros, en ninguna manera




APÉNDICES. 425
habían minorado los fondos de la tesorería aplicables á la guerra; pues ha-
biendo consistido en cédulas hipotecarias , solo útiles para la adquisición
de bienes nacionales, no podían servir para la paga del soldado ni otros
dispendios que precisamente piden dinero efectivo. A esto me repuso el
ministro que pues las cédulas hipotecarias tenian un valor, este valor
podía ¿reducirse á dinero. Y mi contestación fue que por el pronto y
hasta que establecida plenamente la confianza en el gobierno, se multi-
pliquen las ventas de bienes nacionales , las cédulas se puede decir que no
tienen un valor en numerario por la grande pérdida que se hace en su
reducción; pero que no se ha omitido el arbitrio de la enagenacion de
bienes para ocurrir á los gastos del dia, entre los cuales siempre los de
guerra se han mirado como los primeros : antes bien para poder conse-
guir por este medio algún fondo disponible se han concedido ventajas á
los que hicieran compras pagando una parte en efectivo; y asi las cédu-
las hipotecarias dadas por gratificación, indemnización ú otro título no
han quitado el recurso.que por el pronto los bienes nacionales podían
ofrecer á la tesorería.


Acerca de estados mayores que se suponen numerosos y costosos, he
dicho al ministro que á mi juicio habían informado mal á S. M. I., que yo
no creia que el rey hubiese nombrado mas generales y oficiales de es-
tado mayor que los que eran precisos, ni admitido de los antiguos mas
que aquellos que en justicia debían serlo por haber abrazado el partido
de S. M. y haberse mantenido fieles en él; y que estos últimos no ha-
bían consumido hasta ahora fondos de la tesorería , pues yo dudaba que
á ninguno se le hubiese satisfecho todavía sueldo. También en este punto
había yo deseado hallarme mas exactamente instruido, porque estoy en
el concepto de que ha habido mucha exageración en lo que han dicho al
emperador. Una relación por menor de todos los estados mayores, que
me parece no sería difícil formase el ministerio de la guerra, desvanecería
la mala impresión que puede haber en este particular.


La opinión de que los regimientos y cuerpos españoles son perjudi-
ciales, porque desertan y van á engrosar el número de los enemigos des-
pués de ocasionar dispendios al erario, está aqui bastante válida, y de
consiguiente se mira como prematura la formación de ellos. Yo he re-
presentado al ministro que ninguna medida era mas necesaria y política
que esta, porque no hay gobierno que pueda existir sin fuerza; que
aunque es cierto que al principio hubo mucha deserción, nunca fue tan
absoluta ó completa como se pondera; que cada vez ha ido siendo me-
nor á medida que el espíritu público ha ido cambiando, y extendién-
dose la reducción de las provincias; que actualmente es de esperar que
será muy corta ó ninguna, pues casi han desaparecido las masas gran-
des de insurgentes que tomaban el nombre de ejércitos, y solo quedan
las partidas de bandidos que ofrecen poco atractivo á los que estén alis-
tados bajo las banderas reales; que los cuerpos españoles empleados en
guarniciones dejarían expeditas las tropas francesas para las operacio-
nes de campaña, como lo deseaban los generales franceses, lamentán-
dose de haber de tener diseminados sus cuerpos para conservar la tran-
quilidad en las provincias ya sometidas. El ministro pareció dudar de
que hubiese generales franceses que conviniesen en la utilidad de la for-
mación de cuerpos españoles, al paso que ereía aprobaban la de guar-
dias cívicas. Como yo sé positivamente que hay generales y de mucha




426 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
nota, que no solo opinan por la erección de cuerpos regulares, sina
que la promueven y persuaden con ahinco, pude afirmar y sostener mi
proposición. Pero yo desearía por la importancia de esté asunte, que
los mismos generales hiciesen saber aquí su modo de pensar con los só-
lidos fundamentos en que lo pueden apoyar, porque nosotros no mere-
ceremos en esta parte mucho crédito, y acaso, acaso, inspiraremos sos-
pechas de mala naturaleza.


Solo resta hablar de la sobrada bondad con que se dice haber tratado
el rey á los del partido contrario concediéndoles gracias y ventajas. Yo
quise explicar al ministro las resultas favorables que habia producido la
amnistía general acordada á las Andalucías cuando el rey penetró por la
Sierra Morena : cómo su benignidad le ganó el corazón de los habitan-
tes de aquellas provincias y le facilitó la ocupación de ellas sin derra-
mamiento de sangre, y con cuánta facilidad y prontitud terminó una
campaña que habria sido la mas gloriosa posible sin la desgraciada resis-r
tencia de Cádiz, fomentada por los ardides y por el oro de los ingleses;
pero el ministro hizo recaer el exceso de la bondad de S. M. sobre algu-.
nos individuos que, habiendo seguido el partido contrario, obtuvieron
mercedes y empleos en su real servicio. Dije entonces ser pocos los que
se hallaban en este caso, y que estos eran sugetos notables por sus
circunstancias, y por el papel que habían hecho entre los insurgentes;
que S. M. estimó conveniente hacer estos ejemplares para inspirar con-
fianza en los que todavía vacilaban sobre prestarle su sumisión, y no ha
tenido motivo hasta ahora de arrepentirse de haberlos Colocado en los
puestos que ocupan; que por todos medios se procuró debilitar la fuerza
de los insurgentes, y no fue el menos oportuno el admitir al servicio de
S. M. los generales y oficiales que voluntariamente quisiesen entrar en
él, haciendo el correspondiente juramento de fidelidad; y que si esto ha
desagradado á algunos de los antiguos partidarios del rey, es un egoísmo
indiscreto que no ha debido estorbar la grande obra de reunir la nación.


He referido ó V. E. lo que se trató en mi conferencia con el Sr. duque
de Cadore. Nada hablé yo ni sobre el número de tropas francesas em-
pleadas en la guerra de España, ni sobre la cantidad de dinero que ha en-
viado el tesoro de Francia á este reino, ni sobre algunos otros puntos
que tocó el ministro, porque no tenia datos seguros sobre ellos, ni creí
que debian ser materia de discusión. Tenga V. E. la bondad de trasla-
darlo todo á S. M. para su soberana inteligencia, é indicarme lo que con-
forme á su real voluntad deberé añadir ó rectificar en ocasiones suce-
sivas sobre estas mismas materias. No será mucho que á mí se me hayar
escapado no pocas reflexiones propias á probar la regularidad, la pru-
dencia y las sabias miras con que S. M. ha procedido en los particularef
que han dado motivo á los reparos y observaciones que de orden del em-
perador se me han puesto par delante.


Durante la conversaciou con el ministro, tuve ocasión de leerle lt
carta que el Sr. ministro de la guerra me remitió escrita por el inten-
dente de Salamanca en 24 de marzo último, haciendo una triste pinturí
del estado en que se hallaba aquella provincia y de las dificultades qu<
ocurrían para hacer efectivas las contribuciones impuestas por el ma-
riscal duque de Elchingen. Y antes de levantar la sesión le leí también
la carta que el regente del consejo de Navarra dirigió al Sr. ministro se-
cretario de estado con fecha de 30 de abril quejándose de la conducta qu<


»




APÉNDICES. 427
había tenido el gobernador M. Dufour instigando al consejo dé gobierno,
erigido por él mismo, á que hiciera una representación ó acto incompa-
tible con la soberanía del rey. Sobre esto sin aprobar ni desaprobar el
hecho de M. Dufour, se me dijo solamente que los gobiernos estableci-
dos en Navarra y otras provincias eran unas medidas militares. Volveré
á tratar mas de propósito de este asuntó luego que tenga oportunidad.
Dios guarde á V. E. muchos años. —Paris 10 de junio de 1 8 1 0 . —
Excmo. Sr. — EL DUQUE DE SAWTAFÉ. — Excmo. Sr. ministro de ne-
gocios extrangeros.


NUMERO 8.


Señor : Me ha parecido conveniente enviar á V. M. abiertas las cartas
que dirijo con un correo al ministro de negocios extranjeros por si qui-
siese enterarse de ellas antes de pasárselas. Por fin ya me hablan. Yo no
noto acrimonia alguna en las explicaciones que se tienen conmigo. A mi
juicio las cartas que V. M. escribió al emperador y á la emperatriz con
motivo del casamiento han sortido buen efecto. Nada me ha hablado to-
davía el emperador sobre negocios ; pero cuando asisto al lever me saluda
con bastante agrado. El ministerio español se habiâ representado aquí
por muchos como antifrancés. El difunto conde de Cabarrús era el que
se había atraído mayor odio. Sobre esto me he explicado con algunos
ministros y creo que con fruto. Aunque parece indubitable el deseo de
unir á la Francia las provincias situadas mas acá del Ebro, y se prepara
todo para ello, no es todavía una cosa resuelta según el dictamen de al-
gunos y se deja pendiente de los sucesos venideros. Juzgo, señor, que
por ahora nada quiere de nosotros el emperador con tanto ahinco, como
el que no le obliguemos á enviar dinero á España. El estado de su erario
parece que le precisa á reducir gastos. Debo hacer á M. Dennié la jus-
ticia de que en sus cartas habla con la mayor sencillez sin indicar siquiera
que haya poca voluntad de nuestra parte para facilitar los auxilios que
necesita su caja militar.


¿ Creerá V. M. que algunos políticos de Paris han llegado á decir que
en España se ¡.preparaba una nueva revolución muy peligrosa para los
franceses, es á saber, que los españoles unidos á V. M. se levantarían
contra ellos ? Considere¡V. M. si cabe una quimera mas absurda, y cuan
perjudicial nos podria ser si llegase á tomar algún crédito. Y espero,
que semejante idea no tenga cabida en ninguna persona de juicio, y que
caerá prontamente porque carece hasta de verosimilitud.


Dos veces he hablado al príncipe de Neuchatel sobre la justa queja
dada por V. M. contra el mariscal Ney. En la primera me dijo que el
emperador no le había entregado la carta de V. M., y significó que no
era de aprobar la conducta del mariscal ; y en la segunda me respondió,
que nada podia hacer en este asunto.


Se ha sostenido aquí por algunos dias la opinion de que los nuevos,
movimientos de la Holanda acarrearían la reunion dé aquel pais al im-
perio francés ; pero ahora se cree que no se llegará á esta extremidad.


Sé con satisfacción que la reina mi señora experimenta algún alivio en
las aguas de Plombières. Las señoras infantas gozan muy buena salud. He
oido que la reina de Hollanda está enferma de bastante cuidado en
Plombières. Quedo como siempre con el mas profundo rendimiento, —.




428 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Señor. — De V. M. el mas humilde, obediente y fiel subdito. — EL DU-
QUE DE SANTAFÉ. — Paris 20 de junio de 1810.


NUMERO 9.


Paris 22 de setiembre de 1810. — Señor. — Según nos ha dicho ano-
che el príncipe de Neuchatel, ademas de haberse declarado que á V. M.
corresponde el mando militar de cualquiera ejército á que quisiese ir,
se va á formar uno en Madrid y sus cercanías que estará á sus inme-
diatas órdenes; pero todavía nada ha resuelto S. M. I. sobre la abolición
de los gobiernos militares, y restitucióná V. M. de la administración
civil. Sobre esto instamos mucho conociendo que es el punto principal
y mas urgente. Nos ha dicho también el príncipe que ha comunicado
órdenes muy estrechas, dirigidas á impedir las dilapidaciones de los
generales franceses, y que se examine la conducta de algunos de ellos
como Barthélemy.


El duque de Cadore, en una conferencia que tuvimos el miércoles,
nos dijo expresamente que el emperador exigía la cesión de las pro-
vincias de mas acá del Ebro por indemnización de lo que la Francia ha
gastado y gastará en gente y dinero para la conquista de España. No
se trata de darnos el Portugal en compensación. Nos dicen que de
esto se hablará cuando esté sometido aquel pais, y que aun entonces es
menester consultar la opinión de sus habitantes, que es lo mismo que
rehusarlo enteramente. El emperador no se contenta con retener las pro-
vincias de mas acá del Ebro, quiere que le sean cedidas. No sabemos si
desistirá de esto como lo procuramos. Quedo con el mas profundo res-
peto, etc. — (Sacada de la correspondencia manuscrita de Don Miguel
José de Azanza, nombrado por el rey José duque de Santafé.)


Entre las cartas cogidas por los guerrilleros había algunas en cifra :
las hemos leido descifradas en dicha correspondencia del Sr. Azanza y
nada añaden de particular.


NUMERO l o .


Paris 18 de mayo de 1810. — Excmo. Sr. — Es imponderable la im-
presión que han hecho en Francia las noticias publicadas en el Monitor
sobre la aprehensión del emisario inglés barón de Kolly en Valencey y
las cartas escritas por el príncipe de Asturias. Cuando yo entré en
Francia en todos los pueblos se hablaba de esto. El vulgo ha deducida
mil consecuencias absurdas. Lo que se cree por los mas prudentes es
que Kolly fue enviado de aquí, donde residió muchos años , para ofre-
cer sus servicios á la corte de Londres, y que consiguió engañarla per-
fectamente. El príncipe por este medio se ha desacreditado y he-
cho despreciable mas y mas para con todos los partidos. Se cree na
obstante que el emperador piensa en casarle, y que tal vez será con
la hija de su hermano Luciano. El prefecto de Blois que ha estado
muchos dias en Valencey me ha dicho que esto es verosímil y que
él mismo ha visto una carta escrita recientemente por el emperador, al
príncipe en términos bastante amistosos y asegurándole que le cumpli-
ría todas las ofertas hechas en Bayona. El príncipe insta por salir de
Valencey, y pide que se le dé alguna tierra, aunque sea hacia las fron-




APÉNDICES. 429
teras de Alemania, lejos de las de España é Italia, y da muestras de
sentir y desaprobar lo que se hace en España á nombre suyo, ó con pre-
texto de ser á su favor.— EI/DUQUE DE SANT AFÉ.— Sr. ministro de nego-
cios extrangeros. ( Sacada de la correspondencia manuscrita del Sr.
Azanza.)


NUMERO 11.


Carta de Fernando VII al emperador en 6 de agosto de 1809.


Señor. — El placer que he tenido viendo en los papeles públicos las
victorias con que la providencia corona nuevamente la augusta frente
de V. M. imperial y real, y el grande interés que tomamos mi herma-
no , mi tio y yo en la satisfacción de V. M. imperial y real, nos esti-
mulan á felicitarle con el respeto, el amor, la sinceridad y reconoci-
miento en que vivimos bajo la protección de V. M. imperial y real.


Mi hermano y mi tio me encargan que ofrezca á V. M. su respetuoso
homenage , y se unen al que tiene el honor de ser con la mas alta y res-
petuosa consideración, señor, de V. M. imperial y real el mas hu-
milde y mas obediente servidor. FERNANDO. — Valencey 6 de agosto de
1809. (Monitor de 5 de febrero de 1 8 1 0 . )


NUMERO 12.


Carta inserta en el Monitor de 26 de abril de 1810.


» » » « « « «


LIBRO DUODÉCIMO.


NUMERO l .


« Portugal was reduced to the condition of a vassal state.»
( History ofthe war iti the península by W. E. P. Napier, vol. 5,


prnje 3 7 2 . )


NUMERO 2.


El consejo de regencia de los reinos de España é Indias, queriendo dar
á la nación entera un testimonio irrefragable de sus ardientes deseos
por el bien de ella, y de los desvelos que le merece, principalmente la
salvación de la patria, ha determinado en el real nombre del rey N . S.
Don Fernando VII que las cortes extraordinarias y generales mandadas
convocar se realicen á la mayor brevedad, á cuyo intento quiere se eje-
cuten inmediatamente las elecciones de diputados que no se hayan hecho




430 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


hasta este día, pues deberán los que estén ya nombrados y los que se
nombren congregarse en todo el próximo mes de agosto en la real isla
de León; y hallándose en ella la mayor parte se dará en aquel mismo
instante principio á las sesiones, y entre tanto se ocupará el eohsejo de
regencia en examinar y vencer varias dificultades para que tenga su
pleno efecto la convocación. Tendréislo entendido y dispondréis lo que
corresponda á su cumplimiento. — JAVIER DE CASTAÑOS , presidente.
— PEDRO , obispo de Orense. — FRANCISCO DE SAAVEDRA. — ANTO-
KIO DE ESCAÑO. — MIGUEL DE LARDIZABAL Y URIBE. — En Cádiz í
18 de junio de (810. A Don Nicolás María de Sierra.


LIBRO DECIMOTERCERO.


NUMERO l .


Manifiesto que pVesenta á la nación Don Miguel de Lardizabal y Uri-
be, impreso en Alicante año de 1811, pág. 21 .


NUMERO 2.


Colección de los decretos y órdenes de las cortes generales y extraor-
dinarias, tomo I o , pág. 1« y siguientes.


NUMERO 3.


Zurita, Anales de Aragón, libro 2 o , cap. 87 y siguientes.


NUMEBO 4.


Zurita, Anales de Aragón, lib. I o , cap. 49 y 50.


NUMERO 5.


Mariana, Historia de España, lib. 19, cap. 15.


NUMERO 6.


He aquí lo que refiere acerca de este asunto el manifiesto ó sea dia-
rio manuscrito de la primera regencia que tenemos presente, extendidí
por Don Francisco de Saavedra unp de los regentes y principal promoto;
de la venida del duque.




APÉNDICES. 431
Dia 10 de marzode 1810. « En este dia se eoneliiyó un asunto grave


sobre que se había conferenciado largamente en los días anteriores. Este
asunto que traia su origen de dos años atrás, tuvo varios trámites, y se
puede reducir en substancia á los términos siguientes.


« Luego que se divulgó en Europa la feliz revolución de España acae-
cida en mayo de 1808, manifestó el duque de Orleans sus vivos deseos
de venir á defender la justa causa de Fernando VII : con la esperanza
de lograrlos pasó á Gibraltar en agosto de aquel año, acompañando al
príncipe Leopoldo de Ñapóles que parece tenia igual designio. Las cir-
cunstancias perturbaron los deseos de uno y otro; pero no desistió el
duque de su intento. A principios de 1809, recien llegada á Sevilla la
junta central, se presentó allí un comisionado suyo para promover la
solicitud de ser admitido al servicio de España, y en efeeto la promovió
con la mayor eficacia, componiendo varias memorias que comunicó á
algunos miembros de la central, especialmente á los Sres. Garay, Val-
dés y Jovellanos. No se atrevieron estos á proponer el asunto á la
junta central como se pedia, por eiertos reparos políticos; y á pesar de
la actividad y buen talento del comisionado no llegó este asunto á
resolverse, aunque se trató en la sesión de estado; pero no se divulgó.


« En julio de dicho año escribió por sí propio el duque de Orleans,
que se hallaba á la sazón en Menorca, repitiendo la oferta de su perso-
na ; y expresando su anhelo de sacrificarse por la bella eausa que los es-
pañoles habían adoptado. Entonces redoblo el comisionado sus esfuer-
zos, y para prevenir cualquier reparo, presentó una carta de Luis XVIII
aplaudiendo la resolución del duque, y otra del Lord Portland, manifes-
tándole en nombre del rey británico no haber reparo alguno en que pu-
siese en práctica su pensamiento de pasar á España ó Ñapóles á defen-
der los derechos de su familia.


« En esta misma época llegaron noticias de las provincias de Francia
limítrofes á Cataluña, por medio del coronel Don Luis Pons, que se
hallaba á esta sazón en aquella frontera, manifestando el disgusto de
los habitantes de dichas provincias, y la facilidad con que se subleva-
rían contra el tirano de Europa, siempre que se presentase en aquellas
inmedíaeiones un príncipe de la casa de Borbon, acaudillando alguna
tropa española.


« De este asunto se trató eon la mayor reserva en la seceion de estado
de la junta, y se comisionó á Don Mariano Carnerero oficial de la se-
cretaría del consejo, mozo de muchas luces y patriotismo, para que pa-
sando á Cataluña, conferenciando con el general de aquel ejército y con
Don Luis Pons, y observando el espíritu de aquellos pueblos, exami-
nase si seria bien recibido en Cataluña. Salió Carnerero á mediados de
setiembre, y en menos de dos meses evacuó la comisión con exactitud ,
sigilo y acierto. Trató con el coronel Pons y el general Blake que se
hallaban sobre Gerona, y observó por sí mismo el modo de pensar de
los habitantes y de las tropas. El resultado de sus investigaciones de
que dio puntual cuenta fue , que el duque de Orleans, educado en la es-
cuela del célebre Dumouriez y único príncipe de la casa de Borbon que
tiene reputación militar, seria recibido con entusiasmo en las provin-
cias de Francia, y que en Cataluña, donde se conservan los monumen-
tos de la gloria de su bisabuelo y la reciente memoria de las virtudes de
su madre, encontraría general aceptación.




432 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
« Mientras Carnerero desempeñaba su encargo, el comisionado del


duque se marchó á Sicilia, adonde le llamaban á toda priesa. En el
mismo intervalo se creó en la junta central la comisión ejecutiva, encar-
gada , por su constitución, del gobierno. En esta comisión pues donde
apenas habia un miembro que tuviese la menor idea de este negocio, se
examinaron los ñápeles relativos á la comisión de Carnerero. Todo fue
aprobado y quedo resuelto se aceptase la oferta del duque de Orleans, y
se le convidase con el mando de un cuerpo de tropas en la parte de Ca-
taluña que se aproxima á las fronteras de Francia; que se previniese á
aquel capitán general lo conveniente por si se verificaba; que se comisio-
nase para ir á hacer presente á dicho principe la resolución del gobierno
al misino Carnerero, y que se guardase el mayor sigilo Ínterin se reali-
zase la aceptación y aun la venida del duque por el gran riesgo de que la
trasluciesen los franceses.


« Ya todo iba á ponerse en práctica cuando la desgraciada acción de
Ocaña y sus fatales resultados suspendieron la resolución de este asunto,
y sus documentos originales, envueltos en la confusión y trastorno de
Sevilla, no se han podido encontrar. Por fortuna se salvaron algunas
copias; y por ellas se pudo dar cuenta de un negocio nunca mas intere-
sa nte que en el dia.


« El consejo pues de regencia, enterado de estos antecedentes, y per-
suadido por las noticias recientemente llegadas de Francia de todas las
fronteras, y por la consideración de nuestro estado actual, de lo opor-
tuna que seria la venida del duque de Orleans á España , determinó : que
se lleve á debido efecto lo resuelto y no ejecutado por la comisión ejecu-
tiva de la central en 30 de noviembre de 1809 ; que en consecuencia con-
descendiendo con los deseos y solicitudes del duque, se le ofrezca el
mando de un ejército en las fronteras de Cataluña y Francia; que vaya
para hacérselo presente al mismo Don Mariano Carnerero encargado
hasta ahora de esta comisión, haciendo su viaje con el mayor di-
simulo para que no se trascienda su objeto; que para el caso de acep-
tar el duque esta oferta , hasta cuyo caso no deberá revelarse en Sicilia
el asunto á nadie, lleve el comisionado cartas para nuestro ministro
en Palermo, para el rey de Ñapóles y para la duquesa de Orleans ma-
dre , que se comunique desde luego todo á Don Enrique Odonnell gene-
ral ¿el ejército de Cataluña y al coronel Don Luis Pons, encargándoles
la reserva hasta la llegada del duque. Últimamente para que de ningún
modo pueda rastrearse el objeto de la comisión de Carnerero, se dispuso
que se embarcase en Cádiz para Cartagena, donde se previene esté
pronta una fragata de guerra que le conduzca á Palermo, y traiga al du-
que á Cataluña. »


Dia 20 de junio. « A las siete de la mañana llegó á Cádiz Don Ma-
riano Carnerero comisionado á Palermo para acompañar al duque de Or-
leans en caso de venir, como lo habia solicitado repetidas veces y con
el mayor ahinco, á servir en la justa causa que defendía la España.
Dijo que la fragata Venganza en que venia el duque iba á entrar en el
puerto; que habían salido de Palermo en 22 de mayo y llegado á Tar-
ragona que era el puerto de su destino; que puntualmente hallaron la
Cataluña en un lastimoso estado de convulsión y desaliento con la der-
rota del ejército delante de Lérida, la pérdida de esta plaza y el inespe-
rado retiro que habia hecho del ejército el general Odonell; que sin em-




APÉNDICES. 455
bargo que en Tarragona fue recibido el duque con las mayores mues-
tras de aceptación y de júbilo por el ejército y el pueblo, que su llegada
reanimó las esperanzas de aquellas gentes, y que aun clamaban porque
tomase el mando de las tropas, él juzgó no debia aceptar un mando que
el gobierno de España no le daba, y que aun su permanencia en aquella
provincia, en una circunstancia tan crítica, podría atraer sobre ella to-
dos los esfuerzos del enemigo. En vista de todo se determinó á venir
con la fragata á Cádiz á ponerse á las órdenes del gobierno. En efecto el
duque desembarcó, estuvo á ver á los miembros de la regencia y á la no-
che se volvió á bordo.»


Dia 28 d,e julio. « El duque de Orleans se presentó inesperadamente
al consejo de regencia, y leyó una memoria en que, tomando por funda-
mento que habia sido convidado y llamado para venir á España á tomar
el mando de un ejército en Cataluña, se quejaba de que, habiendo pasado
mas de un mes después de su llegada, no se le hubiese cumplido una
promesa tan solemne; que no se le hubiese hablado sobre ningún punto
militar, ni aun contestado á sus observaciones sobre la situación de
nuestros ejércitos, y que se le mantuviese en una ociosidad indecorosa.
Se quiso conferenciar sobre los varios particulares que incluía el papel
y satisfacer á las quejas del duque; pero pidió se le respondiese por
escrito , y la regencia resolvió se ejecutase asi reduciendo la respuesta á
tres puntos : 1° Que el duque no fue propiamente convidado sino admi-
tido, pues habiendo hecho varias insinuaciones, y aun solicitudes por
sí, y por su comisionado Don Nicolás de Broval, para que se le permi-
tiese venir á los ejércitos españoles á defender los derechos de la augusta
causa de Borbon; y habiendo manifestado el beneplácito de Luis XVIII
y del rey de Inglaterra, se habia condescendido á sus deseos con la ge-
nerosidad que correspondía á su alto carácter, explicando la condes-
cendencia en términos tan urbanos que mas parecía un convite que una
admisión. 2 o Que se ofreció dar al duque el mando de un ejército en
Cataluña, cuando nuestras armas iban boyantes en aquel principado y
su presencia prometía felices resultados; pero que desgraciadamente su
llegada á Tarragona se verificó en un momento crítico, cuando se ha-
bia trocado la suerte de las armas, y se combinaron una multitud de
obstáculos que impidieron cumplirle lo prometido, y que tal vez se hu-
bieran allanado si el duque, no dándose tanta priesa á venir á Cádiz, hu-
biese permanecido allí algún tiempo finas. 3 o Que el gobierno se ha ocu-
pado y ocupa seriamente en proporcionarle el mando ofrecido, ú otro
equivalente; pero que las circunstancias no han cuadrado hasta ahora
con sus medidas. »


Dia 2 de agosto. «. A primera hora se trató acerca del duque de Or-
leans, áquien por una parte se desea dar el mando del ejército, y por
otra parte se halla la dificultad de que la Inglaterra hace oposición á ello.
En efecto el embajador Wellesley ha insinuado ya, aunque privada-
mente , que en el instante que á dicho duque se confiera cualquiera
mando ó intervención en nuestros asuntos militares ó políticos, tiene
orden de su corte para reclamarlo... »


Dia 30 de setiembre. « El duque de Orleans vino á la isla de León
y quiso entrar á hablar á las cortes; pero se excusaron de admitirle , y
sin avisar ni darse por entendido con la regencia, se volvió en seguida
,'í Cádiz. Casi al mismo tiempo se pasó orden al gobernador de aquella


ii. 28




454 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


plaza para que con buen modo apresurase la ida del duque. Se recibió
respuesta de este al oficio que se le pasó en nombre de las cortes, y decía
en substancia en términos muy políticos que se marcharía el miércoles
3 del próximo mes. »


Dia 5 de octubre. « A la noche se recibió parte de haberse hecho á la
vela para Sicilia la fragata Esmeralda que llevaba al duque de Orleans, y
se comunicó inmediatamente á las cortes. »


NUMERO 7.


Colección de los decretos y órdenes de las cortes, tomo I o , pág. 10.


NUMEBO 8.


Colección id., tomo I o , pág. 14 y siguientes.


NUMERO 9.


Manifiesto manuscrito de la primera regencia.


NUMEBO 10.


Colección délos decretos y órdenes délas cortes, tomo lo , pág. 19.


NUMEBO 11.


Veáse el manifiesto de la junta superior de Cádiz.


NUMEBO 12.


Colección de los decretos y órdenes de las cortes, tomo 1°, pág. 32 y
siguientes.


NUMEBO 15.


Colección id , tomo 1», pág. 37 y siguientes.


NUMEBO 14.


Diario délas discusiones y actas de las cortes, tomo 2 o , pág. 153y
siguientes.


NUMEBO 15.


Colección de los decretos y órdenes de las cortes, tomo I o , pág. 72
y 73.




LIBRO DECIMOCUARTO.


NUMERO 1.


« Ingens bellum et priore majus per Attilam regem nostris inflic-
« tum, pene totam Europam, excisis invasisque civitatibus atque cas-
« tellis, corrasit.»


En otras ediciones se dice corrosit.
Indictione XV, 447, Marcellini comitis chronicon.


NUMERO 2.


Tratado de re militan, por el capitán Diego de Salazar. El autor en
el libro 4 o de sus diálogos pone esta máxima en boca del gran capitán,
bajo cuyas órdenes sirvió, según dice él mismo, en Italia.


NUMERO 3.


Oh Albuera, glorious field of grief!
As o'er thy plain the pilgrim pricked his steed,
"Who could foresee thee, in a space so brief,
A scene where mingling foes should boast and bleed.'
Peace to the perished! may the warrior's meed
And tears of triumph their reward prolong!
Till others fall where other chieftains lead
Thy name shall circle round the gaping throng,
And shine in worthless lays, the theme of transient song!


Load Byron, Childe Harold's Pilgrimage, canto i", strophe 45.


NUMERO 4.


Es notable lo que acerca de los cometas dice Lucio Anneo Séneca y
el género de predicción con que acompaña su opinion. « Ego nostris
« non assentior. Non enim existimo cometen subitaneum ignem, sed
« inter seterna opera natura?. » Y después: « Veniet tempus quo ista, quae
« nunc latent, in lucem dies extrahat et longioris aevi diligentia...
« Veniet tempus, quo posteri nostri tam aperta nos nescisse mirentur. »
(Lib. VII L. Annaei Senecae Naturalium qusestionum.) Daba verda-
deramente á tan ilustre cordobés su penetración una especie de don
profético, pues no es menos notable lo que en su tragedia de Medéa
anuncia respecto de los descubrimientos que de nuevas tierras se harían
en lo sucesivo.


Venient anm's saecula seris,
Quibus Oceanus vincula rerum
Laxet, et ingens pateat tellus
Tethysque novos detegat orbes,
Nec sit terris ultima Thule.


Actus 2,scena 5. (Habla el coro.)




456 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Parece que estaba destinado fuese un español quien primero pronos-
ticase el futuro descubrimiento de la América, y españoles los que le
verificasen.


NUMEBO 5.


Traite de Mécanique celeste, par M. le marquis de Laplace; liv. 15,
tome 5.


Halley empezó á calcular antes que nadie la vuelta de los cometas
anunciando era posible se mostrase de nuevo en 1758 ó 59 el que habia
aparecido en 1682, y cuya revolución es de unos 76 años poco mas ó
menos. En la citada y profunda obra de Laplace y en muchas otras de
astronomía puede verse cuan remota es la probabilidad, pues casi toca
en lo imposible, de un encuentro ó choque de nuestro globo con los co-
metas , cuando estos se acercan á la órbita que describe la tierra en su
curso anual.


»»»»<«<«


LIBRO DECIMOQUINTO.


NUMERO 1.


« D'après une convention conclue entre les généraux français et espa-
•' gnols, en Catalogne, les blessés et les malades étaient mis récipro-
« quement sous la protection des autorités locales, et avaient la faculté,
« après guérison, de rejoindre leurs corps respectifs. A Valls, où nous
« vîmes plusieurs militaires français et italiens blessés, nous nous con-
« vainquîmes de la fidélité avec laquelle les Espagnols exécutaient cette
« convention. »


Mémoires du maréchal Suchet, tome 2, chap. 2, page 29.


NUMERO 2.


« Les Espagnols s'y défendent en lions, quoique gênés par leur
« propre nombre. »


Mémoires du maréchal Suchet, tome 2, ehap. 2, page 59.


NUMEBO 5.


•i Memorial historial y política cristiana que descubre las ideas y
« máximas del cristianísimo Luis XIV para librar á la España de los
•> infortunios que experimenta, por medio de su legitimo rey Don
« Carlos III, asistido del señor emperador para la paz de Europa, y
« útil de la religión : puesto á las plantas de la sacra cesárea y real
« magestad del señor emperador Leopoldo I : por Fr. Benito de la So-




APÉNDICES. 457


<- ledad, predicador apostólico, hijo de nuestro padre S. Francisco, re-
•< forma de S. Pedro de Alcántara. »


Tal es el nombre del autor y el titulo de una obra impresa en Viena
en 1703 en favor de la casa de Austria que pretendía la corona de
España.


En dicha obra mal escrita y peor digerida se hallan hechos curiosos,
y noticias importantes ; llamándose en ella casi siempre á Felipe V la
sombra de Luis XIV.


NUMERO 4 .


Se toman estas citas y la de las cartas siguientes de una correspon-
dencia cogida con otros papeles en el coche de José Bonaparte despues
de la batalla de Vitoria en 1813.


NÜMEHO 5.


De aqui sacó sin duda M. de Pradt la peregrina historia de que habla
en su obra intitulada : Mémoires historiques sur la révolution d'Espagne,
y según la cual habían enviado las cortes diputados á Sevilla antes de la
batalla de la Albuera para tratar de componerse con José. No es la pri-
mera ni sola vez que confunde dicho autor hechos muy esenciales, y que
toma por realidad los sueños de su imaginación.


»>»>:5 « « «


LIBRO DECIMOSEXTO.


NUMERO 1.


Diario de las cortes, tomo 4, pàg. 19.


NUMERO 2 .


Diario de las cortes, tomo 4, pàg. 398.


NUMERO 3.


Diario de las cortes, tomo 4 , pàg. 64 .


NUMERO 4.


Historia y vida de Marco Bruto, por Don Francisco de Quevedo.


NUMERO 5.


«Questo infame crogiuolo della verità è un monumento ancora esis-
tente dell' antica e selvaggia legislazione...»


BECCARIA, Dei delitti è delle pene.




458 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NUMERO 6.


Entre otros á Don Juan Antonio Yandiola en 1817, como compli-
cado , según aseguraban, en la conspiración de Richard. El mismo
Fernando V I I permitió que le aplicasen el horrible apremio conocido
bajo el nombre de grillos á salto de trucha. Y sin embargo el mencionado
Don Juan tuvo la generosidad de contribuii* desde 1820 hasta 1823 como
diputado y como ministro á sostener la autoridad y defender la persona
de aquel monarca.


NUMERO 7.


« Un événement arrivé une fois dans le monde, et qui n'arrivera peut-
« être jamais. »


MONTESQUIEU, De l'esprit des lois, livre 3 0 , chap. 1.


NUMERO 8.


Essais sur l'Histoire de France, par M. Guizot, 5 E essai.


NUMERO 9.


Dell' istoria civile del regno di ¡Vopoíi, da Pietro Giannone, lib. 13 ,
cap. ult.


NUMERO lo.


« Dirimere causas nulli licebit, nisi aut a principibus potestate con-
« cessa, aut consensu partium electo judice... »


Lib. 2 , tit. 1 , 1 4 , Codicis legis Wisigothorum.
También puede verse en el mismo título y libro la ley 26.


NUMERO 11.


« Sed ipsi qui judicant ejus negotium, unde suspecti dicuntur haberi,
« cum episcopo civitatis ad liquidum discutiant atque pertractent... »


Lib. 2 , tit. 1 , 2 3 , Codicis legis Wisigothorum.


NUMERO 12.


« Fere de omnibus contro versus publicis privatisque constituunt...
« Si caedes facta, si de haereditate, de tinibus controversia est, iidem
« decernunt prœmia, penasque constituunt... »


César hablando de los druidas en sus Comentarios, lib. 6, cap. 5.


NUMERO 13.


« Caeterum ñeque animadvertere, ñeque vincire, ñeque verberare qui-
« dem nisi sacerdotibus permissum... »


TACITUS, De situ, moribus etpopulis Germanice.


Despues en otros capítulos vuelve á hablar de la autoridad de los sa-




APÉNDICES. 439


cerdotes, á quienes también correspondía en las assembleas públicas
« coercendi jus.»


NUMERO 14.


Hubo ciudades que en las capitulaciones ó pleitesías con los moros
sacaron ventajas particulares. Asi aconteció en Toledo, en donde, según
Ayala (Crón ica del rey D. Pedro, año 2, cap. 18), otorgaron los moros á
los conquistados que estos « oviesen alcalde cristiano ansí en lo criminal
« como en lo civil entre ellos, é que todos sus pleitos se librasen por el
« su alcalde. »


NUMERO 15.


Partida 3 , tit. 4 , ley 2 .


NUMERO 16.


Partida 5 , tit. 4 , ley 9 .


NUMERO 17.


MONTE SQUIEÜ , de l'Esprü des Lois, liv. 28 , hablando de los établisse-
ments de San Luis.


NUMERO 18.


Hasta los mismos reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de-
clararon en 1480 « que las mercedes que se hicieron por sola la volun-
« tad de los reyes que se puedan del todo revocar... »


Ley 1 8 , tit. 5 , lib. 3 , Novísima recopilación.


NUMERO 19.


Diario de las cortes, tomo-4, pág. 426 .


NUMERO 20.


Diario de las cortes, tomo 6 , pag. 143.


NUMERO 2 1 .


Diario de las cortes, tomo 6 , pag. 145. , •


NUMERO 22.


Colección de los decretos y órdenes de las cortes r tomo 1, pág. 193.


NUMERO 23.
Secretaría de estado. — Archivo.— América. — Pacificación.—1811.


Legajo 2 .




440 KEVOLUCION DE ESPAÑA.


F I N D E L T O M O S E G U N D O .


,-'-,:.\ AHÍ


' V '


P A B I S . — E N L A I M P R E N T A DE C A S I M I R


c a l l e d e la V i i i l l c - M o n n a i e , u» 1 2 .


NUMERO 24.


Civitas ea longe opulentissima ultra Iberum fuit.
TITI LIVII, lib. xxi.


NUMERO 25.


T O T S (Avviëaç) ¡ÍSV úiroístyfia ro irkiiHei Î T O I W V a-jTÒv... Èv O ' X T W pitre, ( i l o -
XvSiov IoTopiwcu.)


NUMERO 26.


Mémoires du maréchal Snchet, tome 2, chap. 14.


NUMERO 27.


Storia delle campagne e degli assedii degl' Italiani in Ispagna, da
Camillo Vacani, voi. 3, parte 3 , 2 .


NUMERO 28.


Historia del rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada
por Luis del Marmol, lib. 1, cap. 17.




COLECCIÓN


DE LOS MEJORES


AUTORES ESPAÑOLES.


TOMO VIII.


HISTORIA
DEL


L E V A N T A M I E N T O , G U E R R A Y R E V O L U C I Ó N


DE ESPAÑA.


TOMO III.




PARCS. — EN LA ШРПЕРГТЛ UK CASIMIR ,
Calle de la Vieille-Monnaie, 13.




HISTORIA
DEL


L E V A N T A M I E N T O , G U E R R A Y REVOLUCIÓN


DE ESPAÑA.
POR


EL CONDE DE TORENO.


TOMO TERCERO.


PARIS.
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CALLE DU COQ-SAINT-nONOBE,


CERCA DEL LOOTRRi
v'V.




Qula nesclt primam esse historia legem ne


quid falsl dlcere [audeat? delude ne quid veri non


aadeat? ne qaa snsplclo gradee slt fn scribendo?


ne qua tlmultatls?


CICERO, De Oralore^ tib. 2 , c. \5.




HISTORIA
DEL


L E V A N T A M I E N T O , G U E R R A Y R E V O L U C I Ó N


DE E S P A Ñ A .


LIBRO DÉCIMOSÉTIMO.


Lord Wellington en Fuenteguinaldo. — Sexto ejército español.-^- Abadia su-
cede á Santocildes. — Posición de aquel ejército.— Le atacan los franceses.
— Se retira. — Combates en la retirada. — Se repliegan los franceses. —
Posición de Wellington en Fuenteguinaldo. — Se combinan para socorrer
á Ciudad Rodrigo Dorsenne y Marmont. — La socorren y atacan á Welling-
ton; — Combate del i 5 de setiembre. — Combates del i^. — Nuevas estan-
cias de Wellington. — Se retiran los franceses. — Wellington en Freineda.
— Se prepara a sitiar á Ciudad Rodrigo. — Coge Don Julián Sánchez al
gobernador francés de aquella plaza.— Carta de don Carlos de España al de
Salamanca.— Quinto ejército español. — Severidad de Castaños. — Pedre-
zuela y su muger. — E l corregidor C i ñ a . — Temprano el partidario.—Com-
bínanse para una empresa en Extremadura ingleses y españoles. — Acción
gloriosa de Arroyomolinos. — Otra Tez el 6° ejército.— Medidas desacorda-
das de Abadia.— Invaden de nuevo los franceses á Asturias.— Sétimo ejér-
cito. — Le manda Mendizábal. — Porlier. — Entra en Santander. — Don
Juan López Campillo. — Longa , el Pastor y Merino. — Mina. — Decreto
suyo de represalias. — Sucesos militares en Valencia. — Pasa Suchet el
•26 de diciembre. — Mahy con parte'de las tropas se retira al Júcar. —
Blake con las otras á Valencia. — Acordonan los franceses la ciudad. —


Reflexiones. — Vana tentativa de Blake el 28 jiara salvar su ejército.
Briosa conducta del coronel Michelena. — Desasosiego en Valencia y re-
flexiones. — Convocación de una junta. — Reuniones tumultuarias. — Las
contiene Blake y disuelve la junta. — Adelanta Suchet los trabajos de
sitio. — Se retira Blake al recinto interior de la ciudad Empieza el 5 de
enero el bombardeo. —• Pocas precauciones tomadas. — Destrozos. — T i -
bieza de Blake para animar á los habitantes. — Desecha Blake la propuesta
de rendirse. —División en el modo de sentir de los habitantes. — Estado
critico de la plaza. — Disienten los jefes acerca de tratar con los enemigos.
— Capitula Blake el 9. — Entra Suchet en Valencia. — Blake. — Parte
que dá. — Recompensas de Napoleón á Suchet y á su ejército. — Provi-
dencias severas de Suchet Frailes llevados á Francia y arcabuceados.
Conducta del clero y del arzobispo. — De los Valencianos. — Avanza


III. i




2 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Montbrun á Alicante. — Posición del general Mahy. — Se aleja Montbrun.
— Suchet. — Toma á Denia. Situación del 2° y 3 e r eje'rcito. — El general
Soult en Murcia. — Le ataca Don Martin de la Carrera, -r- Muerte glo-
riosa de este. — Honores que se le tributan. — Sitio de Peiiíscok. — La to-
man los franceses. — Conducta infame del gobernador García Navarro; —
Serranía de Ronda y Tarifa. — Movimientos de Ballesteros. — Sitian los
franceses á Tarifa. — Gloriosa defensa. — Levantan los franceses el sitio. —
Ciudad Rodrigo. — Cerca Lord Wellington la plaza. — La asaltan los
aliados y la toman. — Gracias y recompensas. — Nuevas esperanzas.


Mientras iba sobre Valencia denso nublado, sin que bastaran á
disiparle ni los esfuerzos de aquella provincia, ni las inmediatas,
será bien que veamos lo que ocurría por el occidente de España y
lugares á él contiguos.


Lordweiiing- Cruzado que hubo Lord Wellington el rio Tajo si-
tcm en Fuente- guiendo en julio el movimiento retrógrado del mariscal
e , l u i a l d 0- Marmont, caminó al norte y sentó sus reales el 10 de
agosto en Fuenteguinaldo con visos de amagar á Ciudad Rodrigo.


Permaneció no obstante inmoble hasta promediar setiembre, de
lo que se aprovechó el francés, ansioso de extender el campo de
su dominación, para atacar al 6 o ejército español ; lisonjeándose
de deshacerle, y verificar quizá en seguida una incursión rápida en
el reino de Galicia.


Tocaba ejecutar el plan al general Dorsenne que mandaba en
gefe las tropas y distritos llamados del norte; y favorecíanle en su
entender no solo la inacción de Lord Wellington, sino también mu-
danzas sobrevenidas en el gobierno de las fuerzas españolas,
s e n o ejército Vimos cuan atinadamente capitaneaba el 6 o ejér-


españoi. c ¡ t 0 Don José Santocildes, y cuánto le adestraba de
acuerdo con el jefe de estado mayor D. Juan Moscoso. En virtud
de tan loable porte parecia que hubiera debido continuar en el
mando. No lo permitió la suerte aviesa. Reemplazóle en breve Don
Ab«dia «cede 4 Francisco Javier Abadía. Se atribuyó la remoción al


santocildes. general Castaños, que conservaba, si bien de lejos, la
supremacia del 6" ejército, y susurróse que le impelieron á ello
inspiraciones de ágenos celos, ú otros motivos no menos reprensi-
bles. Abadía se presentó á sus tropas á mediados de agosto.
Posición de aqoei Situábase en aquel tiempo el mencionado ejército


ejercito. podo siguiente: la vanguardia bajo Don Federico
Castañon en San Martin de las Torres y puente de Cebrones : la
3 a división del cargo del brigadier Cabrera en la Bañeza : la
2 a , ahora á las órdenes del conde de Belveder, en el puente de
Orbigo : se alojaba en Astorga una reserva, y permanecía en As-
turias, como antes, la I a división. Indicamos en otro lugar el to-
tal de la fuerza, que mas bien que disminuido se habia desde en-
tonces aumentado.


No cesó esta de hostilizar al enemigo, á pesar de lo ocurrido en
primeros de julio que ya referimos, siendo de notar la sorpresa




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 3


que el 16 de agosto hicieron algunos destacamentos de la guarni-
ción francesa del pueblo de Almendra, en donde cogieron mas de
130 prisioneros.


Fue el 25 del citado mes cuando Dorsenne iniejató L e a l a c a „ l o s
acometer á los nuestros, que se dispusieron á reti- franceses,
rarse , viniendo sobre ellos superiores fuerzas. Abadía, como recien
llegado y sin conocimiento á fondo de la disciplina de sus soldados,
recelábase del éxito; por lo que con moderación laudable dejó á
Santociides y á Don Juan Moscoso la principal dirección de las ope-
raciones.


Tuvieron estas por mira efectuar una retirada en parte excén-
trica, por cuyo medio se consiguiese no agolpar las tropas á un
solo punto, cubrir las diversas entradas de Galicia, algunas de As-
turias , y establecer communicaciones á la derecha con los portu-
gueses que mandaba en Tras-los'-Montes el general Silveira. Ma-
niobra útil en aquella ocasión, y muchas veces conveniente en las
guerras nacionales, según expresa, y con razón,
Mr. de Jominy \ ( ' A p - M ' 1


Los franceses avanzando acometieron primero la S e r c l i r a
división que se alojaba en la Bañeza; la cual después
de sostener briosamente una arremetida de los lanceros enemigos,
se replegó en buen orden sobre Castrocontrigo, y de allí, según se
le tenia mandado, á la puebla de Sanabria. En seguida y por la
tarde de dicho dia 25 atacaron los franceses la vanguardia y la
2 a división, las cuales se enderezaron al punto de Castrillo, para
unirse con la reserva.


Juntos los tres últimos cuerpos, ó sean divisiones, tomaron el
26 la ruta del puerto de Fuencebadon, excepto el re- combates en ia
gimentoI o del Ribero, que, reforzado después con el retirada.
2 o de Asturias, defendió el 27 valerosamente el puerto de Man-
zanal.


En este dia también penetró el francés por Fuencebadon, de-
fendiéndose largo tiempo Castaüon y la reserva en las alturas co-
locadas entre Riego y Molinaseca. Aqui no menos que en Manzanal
fueron escarmentados los enemigos, pues tuvieron mucha pérdida,
y contaron entre los muertos al general Corsin y al coronel Bar-
thez, quedando á los nuestros por trofeo el águila del 6° regi-
miento de infantería.


Sin embargo engrosados los contrarios pasaron adelante y se
derramaron por el Vierzo. Abadía, al propio tiempo que sentó su
cuartel general en el puente de Domingo Florez, cubriendo a Ga-
licia por este lado, retiró de Villafranca la artillería, camino de
Lugo, destacó hacia allí fuerzas que amparasen las alturas de Val-
caree, y colocó en Toreno, para cerrarlas avenidas inmediatas de
Asturias, los cuerpos que habían combatido en Manzanal.


De resullas de estas medidas, de la buena defensa que en los




4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


puertos habian hecho los españoles, y á causa de los temores que
infundia Galicia por su anterior resistencia, detúvose Dorsenne y
no avanzó mas allá de Villafranca del Vierzo, desesperanzado de
poder realizar en aquel reino pronta y venturosa irrupción. Sa-
quearon sí sus tropas los pueblos del tránsito, y al retirarse en los
dias 30 y 31 de agosto se llevaron consigo varias personas en re-
henes por el pago de presadas contribuciones que habian impuesto.
Abadía de nuevo ganó terreno, y hasta entonces portóse de modo
que su nombramiento no produjo en el ejercito trastorno ni parti-
cular novedad, habiendo obrado, según apuntamos, en unión con su
antecesor. ¡ Ojalá no hubiera nunca olvidado proceder tan cuerdo!
So relegan los El avanzar de nuestras tropas y un amago de las


franceses. ¿e j a p U ebla de Sanabria aceleraron la retirada de
Dorsenne, que se limitó á conservar y fortalecerá Astorga. Agui-
jple también para ello el mariscal Marmont que necesitaba de ayuda
en un movimiento que proyectaba sobre el Águeda y sus cercanías.


Posición de * ^ n aquellas partes firme Lord Wellington en Fuen-
weiimgion en teguinaldo, hacia resolución de rendir por hambre á
Foeniegumawo. £¡¡ u { j a ¿ Rodrigo, escasa de vituallas. Coa este objeto
y persuadido del triunfo, á no ser que acudiese al socorro gran
golpe de gente, formó una línea que desde el Azava inferior se
prolongaba por el Carpió, Espeja y el Bodón á Fuenteguinaldo.
Asiento el último punto del cuartel general, reforzóle con obras
de campaña, y situó en él la 4 a división : destacó á la derecha del
Águeda la división ligera, y puso en las lomas de la izquierda del
mismo rio la 3 a con la caballería* apostando una vanguardia en
Pastores á una legua de Ciudad Rodrigo. El general Graham, que de
la Isla de León habia pasado á este ejército, y sucedido á Sir Uren
Spencer en calidad de segundo de Wellington, regia las tropas de
la izquierda alojadas en la parte inferior del Azava, ocupando la su-
perior, en donde formaba el centro, Sir Stapleton Cotton con casi
todos los ginetes. De los españoles solo habia Don Julián Sánchez,
y también Don Carlos de España, enviado por Castaños para alis-
tar reclutas en Castilla la Vieja y mandar aquellos distritos : ambos
gefes recorrían el Águeda rio abajo. Destinóse la 5 a división inglesa
á observar el punto de Perales, permaneciendo á retaguardia de
la derecha. Servia de reserva la 7 a en Alamedilla. Lo restante de
la fuerza anglo-portuguesa, se acordará el lector que la dejó Lord
Wellington á las órdenes del general Hill en el Alentejo, para aten-
der á la defensa de la izquierda del Tajo, y á las ocurrencias de la
Extremadura española. <r


El movimiento que intentaba Marmont sobre el
se combinan Águeda, y para el que hubo de contar con el general


para socorrer a J , , . , , ' / T j i T. i •
cindad Rodrigo Dorsenne, dirigíase a socorrer a Ciudad Rodrigo,
° o n T . " " e í M a r " cuyos apuros crecían demasiadamente. Abrió el ma-


riscal francés su marcha desde Plasencia el 13 de se-




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO.


liembre, tomando antes varias precauciones, como construir un
reducto en el puerto de Baños, asegurar los pueriles y barcas de
ciertos rios, y poner al general Foy con la 6 a división en vela del
camino militar y pasos de la sierra.


Yendo á encontrarse Dorsenne y Marmont, cada uno por su lado,
juntáronse el 22 cerca de Tamames. Con el primero hallábase ya
incorporada una división que mandaba el general Souham, la cual
pertenecía á las fuerzas que habían entrado últimamente en España
cuando las italianas de Severoli. Y sin riesgo de error puédese comr
putar que las tropas enemigas que marchaban ahora la vuelta de
Ciudad Rodrigo ascendían á 60,000 hombres, 6000 de cabaJle'
ría con gran número de cañones.


Próximos los franceses no hizo Lord Wellington u t o c o r r e n ,
ademan alguno para impedirla introducciondesocor- * wei-
ros en lá plaza, v solo aguardó al enemigo en la posición
que ocupaba. Vino aquel á atacarla el 23. Trabó el ^ B t L ! !
combate con 14 escuadrones el general Wathier por
la parte inferior del Azava que guarnecía Graham,. y arrolló los
puestos avanzados, los cuales, volviendo en sí y apoyados, reco-
braron el terreno perdido. No era esta tentativa mas que un amago.
Encaminábase la principal atención de los contrarios á embestir la
3 a división inglesa situada en las lomas que se divisan entre Fuen-
teguinaldo y Pastores. Puso Marmont para ello en movimiento de
30 á 40 escuadrones guiados por el general Montbrun y mucha ar-
tillería, debiendo favorecer la maniobra 14 batallones. Lord Wel-
lington dudó un instante si atacarían los enemigos aquella posición
por el camino real que va á Fuenteguinaldo ó por los pueblos de
Encina y el Bodón. Cerciorado de que seria por el camino real ,
dispuso reforzar en gran manera aquel punto. Los ingleses allí
apostados, si bien a! principio solos y en corto número , se defen-
dieron denodadamente contra la caballería y artillería enemigas, y
recobraron dos piezas abandonadas en una embestida.


No habían aun llegado los infantes franceses, mas advirtiendo
Wellington que se aproximaban, y calculando probablemente con-
currirían al sitio del ataque antes de los principales refuerzos britá-
nicos llamados de partes mas lejanas, resolvió abandonarlas lomas
asaltadas, y retirar á Fuenteguinaldo las tropas que las defendían.
Verificaron estas el repliegue formando cuadros y en admirable
ordenanza, sin que la pudiesen romper los arrojados acometimien-
tos de la caballería francesa. Quedó solo como cortada la pequeña
vanguardia que cubría el alto de Pastores y mandaba el teniente
coronel Williams ; pero este oficial lejos de atribularse mantú-
vose reposado, y con acertada inteligencia subió el Águeda la orilla
derecha arriba hasta Robledo, en donde repasó el rio logrando por
la tarde unirse felizmente al grueso del ejército en Fuenteguinaldo.


Aqui en el mismo día estableció su centro Lord Wellington, al-




6 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


terando la anterior posición con la derecha del lado del puerto de
Perales, y la izquierda en Navavel. Apostó á Don Carlos de España
y la infantería española junto al Coa, enviando la caballería bajo
Don Julian Sanchez á retaguardia del enemigo.


Reunieron el 26 los franceses toda su gente, y examinado que
hubieron la estancia de Fuenteguinaldo, creyéronla tan fuerte que
combatesdeiw desistieron de atacarla. No lo pensaba asi Wellington,


por lo cual retrocedió tres leguas, poniendo el 27 la
derecha en Aldea Velha, la izquierda en Bismula y el centro en
Alfaiates, antiguo campo romano y hoy villa de Portugal, en sitio
alto cercada de viejos muros. En este dia dos divisiones de los fran-
ceses , siguiendo la huella de los aliados, trabaron vivos reencuen-
t ros , y la cuarta de ios ingleses perdió y recobró dos veces á
Aldea da Ponte.


,s,-u.vasejiancias No satisfecho aun Wellington con su última posi-
de wofflngton. c j o n ^ y ateniéndose á un plan general de operaciones
anteriormente trazado, retiróse una legua atrás á estancias que se
dilataban por la cuerda del arcó que forma el Coa cerca de Sabu-
gal , dejando á la derecha Ja sierra das Mesas, y á la izquierda el
pueblo de Rendo, en cuyo sitio presentó batalla á los franceses,
que esquivaron estos cumplido su deseo de socorrer á Ciudad
Rodrigo.


En los combates del 25 y 27 perdieron los ingleses unos 260
hombres, no mas los franceses. Vio en aquellos dias por primera
vez el fuego y se distinguió el príncipe de Orange, que alli asistía
en calidad de ayudante de campo de Lord "Wellington, exponiendo
su persona por Ja independencia de un país muy desamado dos
siglos antes de sus ilustres y belicosos abuelos los Guillermos y Mau-
ricios. Asi anda y voltea el mundo.
se retiran ios Separáronse á poco los dos generales franceses,


franceses. n 0 p U C ] j e ndo mantenerse unidos por zelos, falta de
subsistencias y por amagos que tenian de otros Jugares. Dor-
senne se retiró hacia Salamanca y Valladolid : Marmont á tierra
de Plasencia.
weiimeton en También Lord Wellington tomó nuevos acantona-


Freineda. mientos sentando en Freineda su cuartel general.
Vinole bien no le hubiesen los franceses atacado el 25 con todo su
ejército, ni embestido el 26 la posición de Fuenteguinaldo. Las
muchas fuerzas que consigo traian hubiéranle podido causar gran
menoscabo. Tan cierto es que en la guerra representa Ja fortuna
papel muy principal.


Dio entonces Lord Wellington comienzo á los pre-se prepara a
átiar á andad parativos que exigía la rormalizacion del sitio de


Rodrigo. Ciudad Rodrigo. Le dejó para su empresa, según
ya indicamos, sumo despacio lo que ocurría en las demás partes
de España, y tampoco le perjudicaron las operaciones de los




LIBRO DÉC1MOSÉT1MO. 7


partidarios que andaban cerca, singularmente las de Don Julián
Sánchez.


Entre otros hechos de este por entonce^ notables,
cuéntase el acaecido el 15 de octubre en las cercanías ^ X ^ u S ^
de Ciudad Rodrigo. Sacaban los enemigos su ganado á tomador »an-


r* • i-» í i i r cés de aquello


pastar fuera, y deseoso Sánchez de cogerle, armo p l a Z a .
una celada con 560 infantes y 150 ginetes en ambas
orillas del Águeda corriente abajo. A la propia sazón que acecha-
ban los nuestros y se preparaban á la sorpresa, salió de la plaza
á hacer un reconocimiento con 12 de á caballo el gobernador
francés Renaud, y emparejando parte de los emboscados con él
y su escolta, apoderáronse de su persona por la izquierda del r io ,
al paso que ppr la derecha apresaron los otros unas 500 reses de
ganado vacuno y cabrío. Desesperábase Renaud por su infortunio,
y Don Julián, tratando de consolarle, le dio una cena acompañada
de música y tan espléndida como permitían las circunstancias de
su vario é instable campo.


También molestaba España á los enemigos, é irri- C a r [ a d e D
tado de que el general Mouton, comandante de unas cários deEspa-
tropasque entraron en Ledesma, hubiese arcabuceado ^ d l ' s'"""
á 6 prisioneros nuestros 24 horas después de haberlos
cogido, hizo otro tanto con igual número de franceses, escribiendo
en 12 de octubre al gobernador de Salamanca Thielbaud una carta
en que se leian las cláusulas siguientes * : « Es pre- n s
« ciso que V. E. entienda y haga entender á los de-
« mas generales franceses, que siempre que se cometa por su
« parte semejante violación de los derechos de la guerra, ó que
« se atrepelle algún pueblo ó particular, repetiré yo igual castigo
i inexorablemente en los oficiales y soldados franceses... y de
« este modo se obligará al fin á conocer que la guerra actual no es
« como la que suele hacerse entre soberanos absolutos, que sacri-
« fican la sangre de sus desgraciados pueblos para satisfacer su
c ambición ó por el miserable interés, sino que es guerra de un
« pueblo libre y virtuoso, que defiende sus propios derechos y la
« corona de un rey á quien libre y espontáneamente ha jurado y
« ofrecido obediencia, mediante una constitución sabia que asegure
« la libe: tad política y la felicidad de la nación. > ¡ Esto decia
España en 1811!


A la derecha de Lord Wellington D. Francisco Ja- Q U i„ t 0 ejército,
vier Castaños con el 5 o ejército, y auxiliado por las «paaoi.
tropas del general Hill, dio no poco que hacer á los franceses.


Aunque se extendia el mando de aquel jefe al 6 o severidad de
ejército, y después comprendió también el del 7 o , su castaños,
autoridad inmediata aparecia por lo común solo en Extremadura
y puntos vecinos. Mostróse Castaños alli riguroso con desertores,
infidentes y otros reos , lo que desdecía de su carácter al parecer




8 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


blando. Bien es verdad! que bubo ocasión en que ejerció la justicia
contra delincuentes, cuya conducta estremece aun y pone espanto.
Pedreiueía y ra Fue horrible el caso de José Pedrezuela y de su


mus». muger Maria Josefa del Valle. Barba el primero algún
tiempo del coliseo del Príncipe de Madrid, fingióse comisionado
regio del gobierno legítimo , y desempeñó el supuesto cargo en
Piedraláves y Ladrada, pueblos de tierra de Toledo. Los habi-
tantes y guerrillas de la comarca le obedecian ciegamente en la
creencia de ser enviado por el gobierno de Cádiz. La ocupación
enemiga daba favor al engaño. El Pedrezuela y su esposa fueron
convictos de haber condenado á suplicios bárbaros sin facultad ni
debido juicio á mas de 13 personas. Ejecutaba aquel las sentencias
por sí mismo, ó las hacia ejecutar á medía noche en un monte ó
heredad, cosiendo á sus víctimas á puñaladas, ó matándolas de
un fusilazo en el oido. Iba á veces la muerte acompañada de otros
horrores, y si bien se probaron solo 13 asesinatos, se imputaban
á los reos fundadamente mas de (SO. La muger, hembra de feroci-
dad exquisita, condenaba en ausencia del marido y superaba á
este en saña y encarnizamiento. Querían cohonestar sus crueldades
con el patriotismo, y sacrificaron á varios sujetos respetables, entre
otros á Don Marcelino Quevedo asesor de las guerrillas de la pro-
vincia de Toledo. Alucinados asi los pueblos y contenidos por el
respeto que tributaban al gobierno legítimo, se sometieron al
seudocomisionado por espacio de tres meses. Descubierta á lo
último la falsía y enredo, dióse orden de prender á matrimonio tan
sanguinario y bien apareado, y mandó Castaños formarles causa.
Vista esta, condenaron los jueces al marido á la pena de horca, y
á ser en seguida descuartizado; á la muger á la ele garrote. Ajus-
ticiáronlos el 9 de octubre en Valencia de Alcántara. Digno cas-
tigo, aunque tardío, de tamaños crímenes.


E I corregidor Si no de color mas subido, eran también sobrado
cin«. feos j 0 s que se achacaban á Don Benito María de Ci-


ria, capitán retirado y actual corregidor del rey José en Almagro.
Llamábanle el Nerón de la Mancha. Obtuvo tal nombre por las
extorsiones que causó, por los varios inocentes que llevó al cadalso.
Le prendió el 29 de setiembre cerca de aquella ciudad el capitán
Don Eugenio Sánchez, a! tiempo que su jefe el sargento mayor
Don Juan Vaca, de la partida o sean usares francos de Don Fran-
cisco Abad (Chaleco), atacaba la guarnición enemiga, la deshacía y
lomaba bastantes prisioneros. Un consejo de guerra reunido por
Castaños condenó á Ciria á la pena de garrote, ejecutada el 25 de
octubre en el mismo Valencia de Alcántara. Pero apartemos los
ojos de escenas tan melancólicas, deplorables efectos de disensio-
nes civiles.
Temprano el Otros hechos verdaderamente nobles y sin rastra


partiaariQ, ^ e ¿m\0 realizábanse entre tanto por aquellos pasa-




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 9


ges. No nos detendrán los muchos y diversos dé las guerrillas,
aunque sí merece honrosa mención el partidario Don Antonio
Temprano, quien el 8 del citado octubre á las puertas mismas de
Talavera libertó al coronel inglés J. Grant, cogido antes prisionero
en el Aceuche.


Combate de mayores resultas y muy glorioso pa-
sará á delinear nuestra pluma. Habian los enemigos combinanse


1 , ° para ana empre-


tratado de estrechar el corto ámbito que ocupaba el «a en Eitrema-
o° ejército en Extremadura, con la mira de privarle e S ™Bo°£. e s e s T
de los limitados recursos que sacaba de allí, y aumen-
tar los suyos propios, también harto circunscriptos. Con tan doble
objeto colocóse en Cáceres y se extendió hasta las Brosas el general
Girard asistido de una columna de 4000 infantes y 1000 caballos,
perteneciente al 5 o cuerpo francés que seguia bajo el general
Dronet enseñoreando las márgenes de Guadiana. Esta operación
habíanla los franceses diferido, recelosos de empeñar choque no
solo con los españoles, sino igualmente con los anglo-portugueses
de Hill. Mas la inmovilidad de los últimos, metidos allá en el Alen-
tejo sin ayudar á los nuestros, dio aliento á los enemigos para ex-
tenderse por los puntos arriba indicados. Hambreando de ese
modo á los españoles, y no pudiendo la junta de la provincia esta-
blecida en Valencia de Alcántara ni siquiera suministrar las mas
indispensables raciones, acudió Don Francisco Javier Castaños á
Lord WelUngton y le propuso un movimiento en unión con las tro-
pas aliadas.


Accedió el general inglés á los dóteos del español, A c c ¡ 0 n giorio-
y en consecuencia marchó Hill la vuelta de nuestra 8»4«A"°y» r a ° -
Extremadura. Tomó este consigo la mayor parte de
su fuerza, que según dijimos ascendia á 14,000 hombres, y el 25
de octubre asomó ya por Alburquerque. Se le juntó el 24 en Aliseda
Don Pedro Agustín Girón, segundo de Castaños y comandante de
la columna destinada á obrar con los ingleses, la cual se componía
de 5000 hombres distribuidos en dos trozos á las órdenes inmedia-
tas del conde de Penne Villemur y de Don Pablo Morillo.


Continuando en Cáceres la fuerza principal de Girard, tenia des-
tacamentos en algunos pueblos y señaladamente 500 caballos en
Arroyo del Puerco, los cuales se recogieron el 25 á Malpartida por
avanzar Penne Villemur con la caballería española. Quisieron los
aliados atacarlos en aquel pueblo, mas los enemigos se replegaron
á Cáceres, cuya ciudad también abandonó el general francés diri-
giéndose á Torremocha.


Prosiguieron los nuestros su camino y el 27 se reunieron todos
en Alcuescar, en donde supieron con admiración que Girard se
mantenía en Arroyomolinos, distante una legua corta. Pendía la
confianza de los franceses de la persuasión en que siempre estaban
de que el inglés no se metería muy adentro en España, y también




10 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de la fidelidad con que los habitantes guardaron el secreto de nues-
t ra marcha.


Hill, que mandaba en gefe á los hispano-anglo-portugueses, de-
terminó entonces acometer, y á las dos de la madrugada del 28
puso en movimiento todas las tropas. Diluviaba soplando recio
viento, mas el temporal, por d a r á los nuestros de espalda, fue mas
bien favorable que contrario. Avanzando así en buen orden y ca-
lladamente, formáronse las columnas siendo todavía de noche en
una hondonada no lejos de Arroyomolinos.


Pertenece esta villa, distante de Cáceres seis leguas, al partido
de Mérida, y se apellida de Montanches por hallarse situada á la
falda de la sierra de aquel nombre. Está como aislada y sin otras co-
municaciones que pocas y penosas subidas con malas veredas. Pues-
tos los aliados en orden de ataque en el sitio indicado» moviéronse
á las 7 de la mañana para sorprender al enemigo. Una columna
anglo-portuguesa con artillería mandada por el teniente coronel
Stuart marchó en derechura al pueblo : otra compuesta de la in-
fantería española bajo Morillo se encaminó á flanquear las casas por
la izquierda, y una tercera también de peones anglo-portuguesa
del cargo de Howard tomó por la derecha y se adelantó á cortar
los caminos de Mérida y Medellin, para de allí revolver sobre el
francés y atacarle. Por el diestro costado de esta última columna
iban los ginetes españoles, y por el opuesto los británicos, algo
retrasados los postreros á causa de un extravío que padecieron en
la noche.


Ignoraba del todo Girard el movimiento y proximidad de los alia-
dos , manteniéndose hasta lo último los habitadores inmudables en
su fidelidad. Asi fue que llegaron aquellos sin ser sentidos, y en
sazón que Girard emprendía su ruta á Mérida. Una brigada al
mando de Remond le había precedido saliendo de Arroyomolinos
antes del quebrar del alba, mas la retaguardia con alguna caballe-
ría y los bagages aun se conservaban dentro del pueblo. Cubria
espesa niebla la cima de la sierra, y marchaba Girard descuidada-
mente , cuando le avisaron se acercaban tropas. No pensaban fue-
sen regladas, y menos inglesas. Figurósele que eran partidarios,
por lo que mandó apresurar el paso , y no detenerse á repeler
las acometidas.


Pero desengañado, grande fue.su sorpresa y la de sus soldados.
Resintiéronse de ella al tiempo de pelear, pues columbrarlos los
nuestros, atacarlos y romperlos, casi fue todo uno. Parte de la co-
lumna anglo-portuguesa, que se habia dirigido al pueblo, entró en
su casco; el resto persiguió á Girard ya en marcha, quien en vano
formó dos cuadros, encerrados estos entre los fuegos de los que
venian de Arroyomolinos, y los dé la columna de Howard que se
habia antes adelantado á corlar los caminos. La caballería española
dio también sobre el general francés, y la llegada de la inglesa á




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 11
las órdenes de Sír W . Erskine acabó de trastornarle. Entonces
aquel se salvó con pocos, trepando por peñas y riscos, y se acogió
á la sierra. Continuó el alcance Morillo por el puerto de las Que-
bradas hasta la altura que da vista á Santa Ana. El cansancio de
la gente no consintió ir mas allá. Tenia ya la pelea ventajosísimo y
honroso resultado. Perdieron los enemigos 4GQ muertos y heridos,
entre ellos al general Dombrouski; quedaron prisioneros el gene-
ral Brun, el duque de Aremberg, el gefe de estado mayor Idr i ,
gran número de oficiales y 1400 soldados, cabos y sargentos. Se
cogieron dos cañones y un obús, el t r en , dos banderas, una por
los españoles, otra por los anglo-portugueses; muchos fusiles, sa-
bles, mochilas, caballos : el bagage entero. Desapareció en fin
aquella división, excepto contados hombres que acompañaron á
Girard, y la brigada de Remond que, como habia salido con anti-
cipación de Arroyomolinos, ni tomó parle en el combate, ni tuvo
de él noticia hasta llegar á Mérida. Acrecióse la satisfacción de los
aliados en vista de la poca gente que perdieron : 71 hombres los
anglo-portugueses, unos 50 los españoles. Obraron todos los gefes
muy unidos y con destreza y tino : cierto que los nuestros, Girón,
Morillo y Penne señalábanse; el primero en el dirigir, los otros en
el ejecutar. Gran terror se apoderó de los franceses. Badajoz per-
maneció cerrado dos dias y dos noches, muy vigilados los vados del
Guadiana, y recogidos los destacamentos sueltos en los parajes mas
fuertes. Penne Villemur llegó á Mérida, tras de él Hill, en donde
ambos se mantuvieron hasta que volviendo en sí Drouet y avanzan-
do , se retiraron los españoles á Cáceres, y los anglo-portugueses á
sus antiguos acantonamientos.


Mas si por la derecha de Lord Wellington habia ca- otra m ei &
bido tal fortuna y gloria, no acaeció lo mismo por la ejército,
izquierda en Galicia y Asturias, yendo las cosas allí muy de caida.
Don Francisco Javier Abadía, prudente en un principio y cuerctó,
cambió después de conducta. Trató de dar nueva or- „ „M ,


. . , . . „ Medidas des-


ganizacion a su ejercito sin motivo fundado, y alte- acordadas de
rando la actual mudó gefes, oficiales, sárjentos, ca- A b a d i a -
bos, soldados; trasladólos de unos cuerpos á otros, confundiólo
todo; y á punto que resultó, hasta en los uniformes, mezcla rara
de colores y variedades, y eso en presencia del enemigo. Liviano
porte, ageno de la reputación militar de que gozaba aquel gefe,
haciéndose asi mas dolorosa la remoción súbita y poco meditada
de Santocildes. Representó contra la organización nueva el gefe de
estado mayor Moscoso, mas inútilmente. Sostuvo el capricho y la
tenacidad lo que al parecer habia dictado la irreflexión. Notóse
también que Abadía, en vez de presenciar el planteamiento de su
obra, ausentóse á tomar baños, pasando después á la Coruña. En
su lugar envió al marqués de Portago, hombre de sana intención
pero de limitada capacidad, originándose de tan indiscretas, mal




12 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


dispuestas reformas y providencias que no saliese del Vierzo el
ejército, ni asomase á sus antiguas estancias para inquietar al ene-
migo y distraerle de otras excursiones.


ínyaden de Viendo los franceses la mucha inacción , y persua-
d e ™ los fran- didos de que á lo menos durante el invierno no se mó-
cese* a Asturias. y e r ¡ a n ¿e p o r t U g a i [ o s ingleses, pensaron en invadir
de nuevo á Asturias, ya para tener mas medios con que sustentar
su ejército, ya porque agradaba al general Bonnet tornar adonde
él campeaba con mayor independencia que bajo Drouet en Castilla.
Alentaba también á ello el haber Abadía sacado de Asturias tropas
aguerridas y enviado otras menos disciplinadas.


Que iba Bonnet á entrar en aquel principado, sonrugíase por
todas partes, y el gefe de estado mayor Moscoso enderezóse á Ovie-
do á marchas forzadas, sino para evitar el golpe, al menos para
disponer con orden la retirada de nuestras tropas y disminuir el
desastre.


En Asturias mandaba como antes Don Francisco Javier Losada :
tenia á su cargo la I a división del 6 o ejército, recompuesta ó tras-
trocada segun el nuevo arreglo de Abadía. No habia por eso el Don
Francisco dejado de tomar durante su gobierno medidas militares
bastante oportunas. En la puente de los Fierros habia levantado al-
gunas obras de campaña, y colocado allí y en los puntos mas fuer-
tes de la avenida de Pajares una de sus secciones al mando de Don
Manuel Trevijano.


El general Bonnet no solo pensó eu acometer al principado por
dicho puerto, sino también por el de Ventana, mas al occidente.
Contaba para su expedición con 12,000 hombres, que dividió en
dos trozos. E l principal mandábalo Bonnet mismo, y se encaminó
á Pajares; el otro lo regía el coronel Gauthier.


Informado Losada del plan del enemigo, trató de burlarle, po-
niendo en movimiento de antemano sus tropas sobre el Narcea;
pues de este modo impedia le cortasen los franceses la retirada ha-
cia Galicia. En consecuencia el 5 de noviembre, dia en que se pre-
sentó Bonnet delante de la puente de los Fierros, no se hizo en ella
otra resistencia sino la suficiente para ocultar lo proyectado; cuyo
éxito fue tan feliz que el 7 reuniéndose todas las tropas en Grado,
marcharon sin detenerse á tomar puesto en las alturas del Fresno,
y cubrir el paso del Narcea. La celeridad y buen orden con que se
ejecutó la maniobra destruyó los intentos del enemigo, no siéndole
dado á Gauthier ponerse á nuestra espalda : al bajar del puerto de
Ventana, tuvo que contentarse con perseguir á los españoles, y al-
canzó en Doi'iga la retaguardia; de donde repelido cejó en breve,
pensado ya solo en darse la mano con Bonnet que habia entrado en
Oviedo. Acompañaban á Losada Don Pedro de la Barcena, resta-
blecido de anteriores y honoríficas heridas, y Don Juan Moscoso :
la presencia de ambos en la retirada favoreció la diligente actividad




LIBRO DÉCÍMOSÉTIMO.


del primero. Artillería, municiones, efectos pertenecientes al ejér-
cito y real hacienda, lodo se salvó, embarcándolo en Gijon ó t ías-
portándolo por tierra. Los vecinos d é l a capital del principado,
como los moradores de todos los pueblos, abandonaron por lo ge-
neral sus casas : daban el ejemplo los pudientes, siendo aquella
provincia una de las mas constantes en su adhesión á la causa de la
patria, y de las que mas prodigaron la sangre de sus hijos y sus
caudales.


Dolióle amargamente á Bonnet entrar en Oviedo y ver la ciudad
tan solitaria, porque si bien los asturianos le habían acostumbrado
á ello, esperaba que los trabajos y el tiempo comenzarían ya á do-
meñar ánimos tan inflexibles. Pesóle no menos encontrar vacías las
fábricas de armas y los almacenes; lo cual le embarazaba para suplir
los menesteres de su t ropa, y emprender otras operaciones.


Sin embargo trató de probar fortuna, y obligó á Gauthier á
revolver inmediatamente sobre los españoles. Losada juzgó en-
tonces prudente retirarse aun mas allá del Narcea, y el francés
llegó á Tinéo el 12 de noviembre. Mantúvose allí muy poco, por-
que combinando nuestros jefes un movimiento, atacóle Barcena
con una sección y le forzó á retroceder. También Abadia quiso
amagar por Astorga y el Oí bigo para divertir la atención de los
franceses de Asturias; pero la idea no tuvo resulta dejándose para
mas adelante. A pesar de eso Bonnet apenas poseyó esta vez en el
principado otro terreno sino la línea de Pajares á Oviedo, pues por
el ocaso fuéronle estrechando sucesivamente Losada y Barcena,
y por el oriente Don Juan Diaz Porlier.


Este caudillo y todos los que mandaban las divi- sétimo ejerci-
siones y cuerpos francos de que constaba el 7 o ejér- t 0-
cito, hicieron por el mismo tiempo guerra continua al enemigo
desde Asturias hasta la Navarra inclusive. La composición de las
tropas de aquel distrito no era uniforme, ni para obrar á la vez
en línea : no lo permitían las circunstancias del pais en que se
lidiaba, como tampoco lo vario del origen de la gente y la indepen-
dencia tan necesaria entonces de sus distintos comandantes. Don
Gabriel de Mendizábal, general en gefe elegido meses L e manda Meo-
atrás, apareció allí en el verano. No se puso al frente «««MI.
de ninguna división ni cuerpo especial. Recorriólos todos princi-
piando por el de Porlier alojado comunmente en Potes, montañas
de Santander, y acabando por el de Merino en Burgos, y el de
Mina en Navarra. La presencia del Don Gabriel alentaba á los pue-
blos , en particular á los de Vizcaya, de donde era natural. Algunas
operaciones se ejecutaban con su anuencia; otras sin ella, y solo
por dirección de los mismos jefes. Húbolas señaladas.


Desde junio habia organizado mejor y aumentado P o r l i e r
Porlier su fuerza que pasaba de cuatro mil hombres,
ílabia también acopiado en la Liebana ocho mil fanegas de trigo y




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


muchos otros bastimentos , para lo cual teniendo que recorrer la
tierra é internarse en Castilla, hubo de marchar dia y noche,
burlar con ardides al enemigo, y combatir bizarramente en peli-
grosos reencuentros. Hechas estas correrías preliminares y necesa-
Entr» en san- rías, revolvió en agosto sobre Santander, y atacó el 14


tanoer. j a ciudad y los fuertes de Solia, Camargo, Puente
de Arce y Torre la Vega ; porque aquí á semejanza de las demás
partes, habían los franceses fortalecido casi en cada pueblo algún
grande edificio, ó mejorado fuertes antiguos. Mandaba en San-
Rouget ; y rompiendo Portier el fuego por el sitio de los Molinos de
Viento, colocóse el general francés á la cabeza de la guarnición
compuesta de 500 hombres, la cual, acorralada en las calles y las
casas, quiso en vano sostenerse ; y destrozada, con trabajo se sal-
varon de ella 100 hombres y el jefe. Al mismo tiempo ó sucesiva-
mente atacaron los de Porlier los demás puntos arriba indicados,
y se apoderaron de Solia, Puente de Arce y Camargo, cuyos fuertes
arrasaron. Mantuvieron los contrarios el de Torre la Vega. La pér-
dida de estos en las diferentes acometidas pasó de 400 hombres,
sin incluir muchos prisioneros, algunos de ellos oficiales de gra-
duación. Recogieron asimismo los nuestros abundante botin, y es-
tuvieron por cierto tiempo enseñoreados de casi toda la provincia
de Santander. Tuvo Rouget que aguardar refuerzos antes de poder
tornar á la ciudad que evacuaron luego los españoles sin detenerse,
inferiores en número, á hacer resistencia.
Don Juan López Ademas dispuso Porlier que Don Juan López Cam-


campiíio. p ¡ ¡ | 0 j q U e maniobraba desde la carretera del Escudo
hasta las provincias Vascongadas, fuese engrosado con cuadros
instruidos por Renovales, y que ascendían á 800 hombres. Asi se
distrajo al enemigo, y Campillo consiguió el 26 de setiembre ven-
tajas cerca de Valmaseda. Lo mismo Don Francisco de Longa en
diversos ataques, especialmente el 2 del mismo mes en la Peña
nueva de Orduña ; dando uno y o t r o , junto con el Pastor y mas
jefes, mucho en que entender al general Caffarelli que allí man-
Lon 8a, ci Pastor daba. Longa fue quien por lo común acompañó á Men-


j Merino. dizábal en sus viages, y en diciembre se avistaron
ambos con Merino en tierra de Burgos. Unidos los t res , redoblóse
el celo de los pueblos, y se llamó grandemente hacia Castilla la
atención de los franceses : diversión que servia al ingles en Portu-
gal , y á los caudillos españoles que gobernaban en los puntos in-
mediatos.


M ¡ n 8 No necesitaba Mina de tales ejemplos para prose-
guir por el camino espinoso y de gloria que había


emprendido. Yímosle maniobrando en Aragón para ayudar á Va-
lencia , y vímosle alcanzar victorias y embarcar sus prisioneros en el
Golfo de Vizcaya : ahora al cerrar del año hizo mansión en Na-
varra , mas desembarazada de tropas enemigas á causa de las que




LIBRO DÉCIMOSÉT1MO. 15


habían corrido en socorro de Aragón, Valencia y Castilla. Respiró
por tanto Mina momentáneamente en cuanto á ser perseguido, sin
que por eso dejasen de afligirle otros cuidados. En Pamplona ha-
bía el francés acrecido sus rigores , y poblado las cárceles y con-
ventos con los padres, parientes y familias de los voluntarios que
servian bajo las banderas de la patria, ahorcando á unos y condu-
ciendo á otros á Francia desapiadadamente. Mina con razón airado
dio en 14 de diciembre un decreto en que anunciaba
represalias terribles. Decia en el preámbulo *: « Ni los "p™¡ui d e


< sentimientos de humanidad, ni las leyes de la guerra C A P . D . 3 . )
< admitidas entre los militares civilizados, ni la con-
« ducta generosa de los voluntarios de Navarra han contenido
< el espíritu sanguinario y desolador de los generales franceses y
« autoridades intrusas... no se da un paso sin oir tristes alaridos
« causados por la tiranía. Navarra es el pais del llanto y amargura;
« se vierten lágrimas continuas por la pérdida de sus mejores ami-
« gos : padres que ven á sus hijos colgados en una horca por su
« heroicidad en defender la patria; estos á sus padres consumidos
« en la prisión, y por último, espirar en un palo sin mas delito
« que ser padres de tan valientes defensores. Continuamente he
« pasado á los generales franceses de la Navarra los oficios mas
« enérgicos, capaces de reprimirlos y hacerlos entrar en el orden :
« no he perdonado diligencia alguna para reducir la guerra á su
f debida comprensión; estoy justificado de mis procedimientos...
« Para colmo... de la iniquidad francesa y perfidia de algunos
« malos españoles, he visto 12 paisanos afusilados en Estella,
« 16 en Pamplona, í oficiales y 58 voluntarios pasados por las ar-
« mas en dos días...» Después, en el primer articulo, « decla-
« raba guerra d muerte y sin cuartel á jefes y á soldados, incluso
« el emperador de los franceses. » Eran los otros artículos del
propio tenor. En uno de ellos también se consideraba á Pamplona
en estado de verdadero sitio, y proclamábanse de consiguiente
varias resoluciones. Injusto y aun sañudo parecería este decreto á
no haberle provocado sobradamente las crueldades inauditas del
enemigo. La ejecución correspondió á la amenaza , y mas adelante
tuvieron loslfranceses que entrar en razón.


Asi corrían por acá las cosas : tristes eran las que sonsos milita-
se preparaban en Valencia. Dejamos aqui al principiar r e s e n valencia,
noviembre ambos ejércitos español y francés, fronteros uno de
otro, en las opuestas orillas del Guadalayiar ó Turia. Ocupaban
los enemigos en la izquierda casi dos leguas de extensión, y forti-
ficaron su línea con obras defensivas. En la derecha habían los
españoles aumentado las suyas después de las anteriores tentativas
de los franceses contra Valencia, de cuya ciudad dimos breve idea
cuando hablamos del primer sitio de 1808. Habían ahora los nues-
tros cortado los puentes de la Trinidad y Serranos, dos de los




16 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


cinco de piedra que cruzan el rio, de cauce este no muy profundo,
y sangrado ademas para el riego por muchas acequias. Conserva-
ron los españoles por algunos dias en la izquierda del Guadalaviar
unas cuantas casas, el colegio de San Pió V, y el convento de Santa
Clara: levantaron en los puentes no destruidos varias obras, y der-
ribaron para facilitar la defensa el suntuoso palacio llamado del
Real. En el recinto principal y antiguo se hicieron algunas mejo-
ras ; pero se atendió con particularidad á construir un terraplén
de 16 pies de alto y otro tanto de espesor, con flancos y foso, que
empezaba al oeste junto al rio en frente del baluarte de Santa Cata-
lina , y continuaba exteriormente por Cuarte, abrazando el arrabal
de este nombre y los de San Vicente y Ruzafa hasta Monte Olívete,
en donde se levantó un reducto. De aquí al mar se practicaron
cortaduras, y se fabricaron escolleras, fortaleciendo también el
lazareto al embocadero del rio. Por el otro extremo, vía de Ma-
nises, se establecieron parapetos y otras fortificaciones de cam-
paña no cerradas. Sin embargo de tales obras estaba Valencia lejos
de haberse convertido en una plaza respetable. Figuraban mas bien
aquellas la imagen de un campo atrincherado, y ese fue el objeto
que se llevó al realizarlas. Y con razón advirtieron los inteligentes
que para ello se habían desaprovechado muchas de las ventajas
que ofrecía el terreno, porque ni se dispuso inundar debidamente
los campos con las aguas de riego, ni tampoco se robustecieron,
varios conventos y edificios por allí esparcidos, cuya solidez se
acomodaba muy mucho al establecimiento de una cadena de puntos
fortificados.


Considerada de este modo la defensa, hallábase la clave de ella
á una legua de Valencia en Manises, sitio en que yacen las com-
puertas de las acequias mayores. Tenia en dicho punto Don Nicolás
Mahy su cuartel general, y en él y en San Onofre estaban las di-
visiones de Víllacampa y Obispo, permaneciendo apostada á la iz-
quierda, y algo detras, en Aldaya y Torrente, la caballería. Por
la derecha en Cuarte se situaba la otra división del mismo general,
á las órdenes de Don Juan Creagh. En el pueblo de Mislata alojá-
base la de Don José Zayas; y próximo á Valencia la de Lardizá-
bal. Se mantenía en el Monte Olívete la de Miranda; componiendo
la totalidad de las tropas unos 22,000 hombres-. Proseguían guar-
dando los puntos hasta el mar guerrilleros y paisanos. Recorrían la
costa barcos cañoneros españoles y buques de guerra aliados.


No se descuidó Suchet por su parte en afianzar mas y mas desde
el puerto del Grao hasta Paterna su línea, que podía llamarse jus-
tamente de contravalacion. Proponíase en ello no solo enfrenar los
ataques del ejército de Valencia y de cualesquiera partidas que se
descolgasen de lo interior, sino también conservar con menos gente
su estancia para tener disponible mayor número de tropas, llegado
el caso de obrar ofensivamente. Por lo mismo y ansioso de despe-




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 17


jar toda la orilla izquierda, pensó antes de nada en arrojar á los
españoles de las casas y edificios que alli ocupaban. Costóle bas-
tante, habiéndose defendido los nuestros con grande empeño, so-
bre todo en el convento de Santa Clara, que no evacuaron hasta
que el enemigo, abierta brecha con sus hornillos, se preparaba al
asalto. En lo demás apenas se hizo durante mes y medio otra de-
mostración hostil por ambas partes que fuego de artillería gruesa.


Blake llamó aun hacia el reino de Valencia mas fuerza del tercer
ejército, de cuyas tropas quedaron con eso ya muy pocas en la
frontera de Granada. Las que ahora se alejaron componíanse de
unos 4000 hombres á las órdenes de Don Manuel Freiré , quien se
dirigió primero á Requena, punto amagado por Darmagnac de
vuelta en Cuenca. Antes había destacado Blake hacia aquella parte
á Don José Zayas con mas de 4000 hombres, por lo mucho que
importaba cubrir flanco de tal entidad. Entró el último en la men-
cionada villa el 28 de noviembre. A su vista se retiraron los enemi-
gos, temerosos también de las tropas del tercer ejército que habian
ya llegado á Hiniesta. Adelantóse en seguida Freiré á Requena, é
hizo alli alto. Zayas entonces restituyóse á su antigua posición de
Mislata, y la ocupó otra vez el dos de diciembre.


Fuera de eso no pensó Blake en incomodar al enemigo, ni en fo-
mentar guerrillas por la espalda y flanco; siendo asi que algunas
se habían mostrado en Nules, Castellón de la Plana y Villareal.
Desentendíase par lo general de cualquiera otro linage de pelea
que no fuese la reglada y puramente militar; de suerte que no
hubo en Valencia en favor de la defensa aquel ardor que se notó en
las ocasiones pasadas. Entibiábase por el despego del gefe hacia el
paisanage y su sobrada y casi exclusiva confianza en las tropas
de linea.


Se desvivía en tanto Suchet por la tardanza de los refuerzos que
debían llegarle, sin los cuales juzgaba imprudente arremeter á los
españoles en sus atrincheramientos, y difícil encerrarlos dentro de
la ciudad. Cuanto mas dias pasaban, mas crecía el desasosiego
del mariscal francés, por el tiempo que se daba á Blake para for-
talecerse , y huelgo á los naturales para rebullir y empezar por si
solos una guerra popular y destructiva.


Pero en medio de tan justos recelos, imposible se le hacia á
Suchet acelerar el momento de la acometida. Dirigíase su plan á
embestir nuestra izquierda y envolverla por flanco y espalda, ama-
gando al propio tiempo nuestro centro y derecha. La ejecución re-
quería previo y detenido examen, mayormente cuando no se tra^
taba de presentar batalla en descampado, modo de combatir tan
ventajoso para los franceses, sino de romper por medio dé atrin-
cheramientos, acequias y vallados, en donde pudiera su tropa
recibir lección rigurosa y de consecuencias muy fatales.


Han motejado algunos á Blake por haber permanecido quieto
ni . 2




18 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


con el ejército en los alrededores de Valencia en lugar de ir á bus-
car al enemigo ó de retirarse á otros puntos. Parécenos en esta
parte la acusación injusta. Lo que mas importaba era conservar
aquella ciudad de muchos recursos, de nombradia y grande influjo.
Aventurar una acción exponía los muros valencianos á inminente
riesgo; alejarse, los descubría. Y en tanto que se consideró á nues-
tro ejército bastante numeroso y fuerte, ya que no para batallar,
á lo menos para defender las líneas, debieron sus soldados mante-
nerse en ellas, como poderoso y casi único medio de impedir la
conquista. Varió el caso, cuando, aumentadas las tropas francesas,
pudieron rodear á las nuestras y bloquearlas.


Acabaron aquellas de engrosarse, después de promediar diciem-
bre. Napoleón, que deseaba dar un golpe y ganar terreno en Es-
paña para imponer respeto en el norte de Europa ya conmovido,
determinó que no solo la división de Severoli, sino también la de
Reille acudiesen á Valencia y se pusiesen bajo el mando de Suchet,
la última momentáneamente; debiendo en el intermedio ser reem-
plazada en Navarra y frontera de Aragón con tropas de la división
de Caffarelli, si bien este harto afanado en Vizcaya. Severoli y
Reille trajeron consigo cerca de 14,000 hombres. Llegaron á Se-
gorve el 24 de diciembre, y en la noche del 25 empezaron á
incorporarse al ejército de Suchet, quien juntó entonces unos
54,000 combatientes, 2644 de caballería, excelentes tropas, muy
aguerridas.


No se limitó Napoleón al envío de las citadas divisiones; insistió
también en que Darmagnac, del ejército del centro, continuase
en amagar por Cuenca, y mandó ademas que Marmont destacase
del de Portugal una fuerte columna, que, atravesando la Mancha,
cayese á Murcia.


„ „ t , Tan reforzado ya el mariscal Suchet y sostenido,
Pasa Suchet el . , •> . . •> '


GuadaiMviar ei decidió poner en práctica su primer plan de atacar la
2 6 <ie diciembre. p O S ¡ c ¡ o n e s pañola por la izquierda. Verificólo en efecto
el 26 de diciembre, pasando por Ribaroja el Guadalaviar. Había
preferido este punto con la mira de cruzar el rio agua arriba de
Manises, de no enmarañarse por el laberinto de las acequias, y de
evitar cualquiera inundación apoderándose de las compuertas.


Durante la noche los enemigos echaron tres puentes, protegie-
ron á los trabajadores 200 húsares, que llevando en las ancas á
unos cuantos soldados de tropas ligeras vadearon el rio y ahuyen-
taron los puestos españoles. Por la mañana el primero que atacó
en lo mas estremo de nuestra izquierda fue el general Harispe.
Precedíale caballería que tropezó con la de Don Martin de la Car-
rera hacia Aldaya, entre la acequia de Manises y el barranco de
Torrente, en medio de garroferos y olivos. Nuestros ginetes recha-
zaron á ¡os contrarios, y el soldado del regimiento de Fernando VII
Antonio Frondoso, hombre esforzado, hirió y dejó en el campo




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 19
por muerto al general Boussard, en cuyo derredor perecieron de-
fendiéndole un ayudante suyo y varios húsares. Mas rehechos los
enemigos arremetieron de suevo con superiores fuerzas, y reco-
braron á Boussard. Vióse entonces obligado Don Martin de la Car-
rera á retirarse, tomando la dirección de Alcira. Casi al mismo
tiempo embistió el general Musnier á Manises y San Onofre, de
donde se alejó Don Nicolás Mahy, después de corta defensa, en
busca también del Júcar por Chirivella.


Advertido Blake del ataque salió de Valencia, y á las diez de la
mañana estando á medio camino de Mislata recibió noticia de Mahy,
pintándole su apuro y pidiendo instrucciones. La línea en aquella
sazón estaba ya por todas parles acometida ó amenazada. Zayas en
Mislata andaba á las manos con la división de Palombini. Acudió
por orden de Mahy, á socorrerle desde Cuarte Creagh con alguna
gente; mas Zayas no necesitando de aquel auxilio, mayormente
por esperar de Valencia dos batallones, le despidió, y guardó solo
dos obuses, defendiendo con brio su posición. Nuestro fuego aquí
fue tan vivo y acertado que desordenó la brigada enemiga de
Saint-Paul, y la arrojó contra el Guadalaviar. En vano Palombini
quiso rehacerla, amenazando igual suerte á la otra suya de Bala-
thier. Asegurada pues parecía de este lado la victoria, si no la inu-
tilizaran el descuido y flojedad de que se adoleció en las otras
partes.


Porque adelantando Harispe sobre Catarroja, y posesionado
Musnier de Manises y San Onofre, vinieron algunos cuerpos ene-
migos sobre Cuarte, y venciendo los primeros atrincheramientos
obligaron á las tropas que guarnecian el pueblo á evacuarle. Vol-
via Creagh entonces de su excursión á Mislata, y á pesar de sus
esfuerzos y de los de Don José Pérez al frente del batallón de la
Corona, no.se pudo contener el progreso de los franceses, te-
niendo al cabo los nuestros que retirarse. Se distinguieron aquí el
cuerpo que acabamos de citar, el de tiradores de Cádiz, de Bur-
gos , Princesa y Alcázar de San Juan con sus respectivos gefes. Los
enemigos cada vez mas impetuosamente cargaban, pues llegando
á la sazón el general Reille marchó en la dirección de Chirivella,
y favoreció las operaciones de Harispe y de Musnier. Inútilmente
quisieron los españoles hacer rostro en dicho pueblo, y defender
la posición cubierta con unas flechas. Los enemigos los arrollaron,
y con eso salió de ahogo Palombini, viéndose Zayas obligado á des-
amparar su estancia.


Anhelaba Suchet envolver todo el ejército español, y acorra-
larle en Valencia, por lo que puso todo su conato en que la divi-
sión de Harispe llegara pronto á Catarroja. Entonces yendo ya los
nuestros de retirada, corrió el mariscal francés á Chirivella con
riesgo de ser cogido prisionero. Habíase allí apeado y subido al
campanario. Solo le acompañaban sus ayudantes con pequeña es-




20 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


colta. Y cuando atento atalayaba aquel una y otra orilla del Turia,
acercóse al pueblo un batallón español, dando indicio de querer
penetrar por las calles. Al instante los pocos franceses que habia
se pusieron en ademan de defender á su jefe, y aparentando ser
muchos, engañaron á los nuestros que pronto se alejaron.


Por su parte Don Joaquín Blake anduvo lento y escaso en tomar
medidas. Los batallones que de Valencia debían reforzar á Zayas
llegaron tarde, y tampoco hubo providencia notable que enmen-
dase en algo el precipitado repliegue de Mahy, ó que contribuyese
á prolongar la resistencia en Chirivella.


Los generales españoles al retirarse tomaron cada
te^íasTropI» u n 0 e ' ' ' u m b o que les permitió su respectiva situación,
se retira ai J Ü - Dicha fue que Suchet no lograse estrecharlos á todos
c a r - en Valencia. Don Nicolás Mahy, con Creagh, Car-
rera, Villacampa y Obispo, se separaron del grueso del ejército, y
se encaminaron á las riberas de Júcar. Blake con Zayas, Lar-


dizábal y Miranda encerróse en los atrincheramientos
Blake con las . J .


otras a valen- exteriores de la ciudad, que se dilataban desde en-
c i a ' frente de Santa Catalina hasta Monte Olívete.


Acordonan ios En este punto Habert , encargado de pasar por allí
franceses la ciu- el rio cerca del desaguadero, lo habia conseguido di-
d a d ' ficultosamente, costándole afán y horas alejar por me-
dio de sus baterías en el Grao los barcos cañoneros españoles, y
los buques de guerra aliados. Solo á las doce del dia cruzó el Gua-
dalaviar por un puente que echó casi á la boca. Apoderóse después
del Lazareto, y arrolló con facilidad al paisanage. Miranda situado
en Monte Olívete apenas tomó parte en la pelea. Pisado que hubo
el general Habert la orilla derecha, anduvo solícito en estenderse y
darse la mano con las otras tropas de su nación que habían forzado
la izquierda de los españoles. Ponían en ello los franceses grande
ahinco, queriendo que no se les escapase el general Blake, ya que
Mahy lo habia conseguido. Por la noche completaron el acordona-
míento de Valencia, y cortaron la comunicación con el camino real
de Madrid, y el que coi\re por el istmo entre la Albufera y el mar,
desconocido antes al enemigo.


Perecieron en aquel dia de cada parte 500 á 600 hombres. Ade-
mas cogieron los franceses algunos prisioneros y cañones. Recibie-
ron los enemigos el principal daño en su acometida contra Zayas y
Creagh, en donde perdieron 40 oficiales.


Esta jornada provocó severa crítica contra la con-
Retieiiones. ¿^.^ ¿e D o n Joaquín Blake : defendiéronle sus apa-


sionados, imputando la culpa de la desgracia á Don Nicolás Mahy.
Ambos generales tuvieron en ella par te ; pero mayor fue la del pri-
mero. Faltó el último en no haber sostenido con mas empeño su
posición, y en haber algún tanto desguarnecido á Cuarte, queriendo
sin necesidad auxiliar á Zayas. Pecó y mucho Don Joaquín Blake




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 21


en no poner mejores tropas en su izquierda, punto el mas flaco, y
sobre todo en no haber construido alli obras cerradas que no pu-
dieran ser embestidas de revés por el enemigo, para lo cual tuvo
sobrado tiempo en los dos meses que el ejército casi permaneció
inactivo. Consistió este descuido en no pensar Blake sino en el
frente, imaginándose que los franceses le atacarían solo de aquel
lado. Error grave,, y apenas creíble, si no se mostrara á las claras
por el género de obras que construyó abiertas todas.


También vituperaron en Mahy sus censores que se hubiese reti-
rado hacia el Júcar, y no recogídose en Valencia. Difícil era conse-
guir lo postrero interpuesto el enemigo entre Mislata y Cuarte, y
derramado hasta Gatarroja. Mas. aunque asi no fuese, ¿ que suerte
hubiera cabido á aquellas tropas metidas una vez en la ciudad ? La
misma que cupo á las de Blake en verdad harto lastimosa.


Este general, tan poco diligente y atinado el 26, mostróse des-
pués (menester se hace el confesarlo) aun mas desatentado y flojo.
Acordonada la ciudad no le quedaba ya mas arbitrio para salir con
honra y airoso sino salvar á todo trance su ejército, ó convertir á
Valencia en otra Zaragoza. Veamos si empleó convenientes medios
para alcanzar uno ú otro de ambos extremos.


Hubiérale §ido todavía el 26 muy asequible libertar á su ejército
y sacarle de Valencia. Primero á la hora de mediodía, antes que
Habert comunicase con Harispe, dirigiéndose al istmo entre la Al-
bufera y e l mar : después por la noche, no preparado bastante-
mente el enemigo para detener una súbita irrupción y salida de
nuestras tropas. Asi opinaron los generales que juntó Blake, quien
no obstante decidió lo contrario, fundado en que siendo preciso
distribuir de antemano víveres hadase imposible verificarlo en tan
breve espacio. Dejóse pues la partida para el dia siguiente. Renovó
entonces Blake al anochecer el consejo de guerra , cuyos individuos
insistieron en el dictamen dado la víspera de poner al ejército
cuanto antes en salvo. Mas ocurrióle al general en gefe otra dificul-
tad. La artillería de batalla permanecía en los atrincheramientos,
y removerla á deshora, como era indispensable para ejecutar de
noche la salida, parecíale imprudente y motivo de espanto al pue-
blo. Asi difirióse la operación por segunda vez. En vista de lo cual,
¿á quien no admirará tal negligencia después de dos meses que
hubo para precaver todos los casos? ¿á quién no tanta lentitud é
incertídumbre delante de un enemigo tan activo como el francés?


Por último fijóse la noche del 28 al 29 para efectuar
la salida. Encargóse antes á Don Carlos Odonnell el ^ S T e " ^
cuidado de Ja plaza, asistido de pocas tropas, con ór- v*™ sal«ir *»


* ejército


den de capitular á su debido tiempo, consultando los
intereses del vecindario. El resto del ejército, bajo Don Joaquín
Blake, debia dirigirse por la puerta de San José y puente inme-
diato, y salvarse, penetrando por las líneas enemigas via de Bur-




22 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


jasot, punto menos guarnecido de franceses, y terreno ya á las
cuatro leguas quebrado. Era el orden de la marcha el siguiente. A
la cabeza la división de Don José dé Lardizábal, formando en ella
vanguardia con un corto trozo el coronel Michelena : luego Don
Joaquín Blake, la gente de Zayas, bagages y varias familias, de-
tras Don José Miranda y su tropa.


Briosa con- Abrió pues Michelena la marcha, ypasó entre Ten-
ÜdMicheieM^ detesYCampanar: ímitóleLaídizábál,noencontrando


c eena. a | p r ¡ í l c j p ¡ 0 n ¡ n g U n estorbo. El enemigo se mantenía
tranquilo, si bien algo cuidadoso por haber los nuestros explorado
en la tarde aquel sitio. Yendo adelante cruzaron ambos gefes una
acequia que habia primero, y llegaron á la de Mestalla, en donde
les escasearon tablones que facilitasen el paso. Diligente Michelena
no por eso se ar redró , y descubriendo un molino ó casa con co-
municación que daba á entrambas orillas trató de atravesar por
alli. Tenían los enemigos apostado cerca un piquete, y preguntan-
do « ¿quién vive?» respondieron los españoles en lengua francesa :
« húsares del 4 o regimiento;» y prosiguieron su camino con brio.
Por desgracia solo Michelena y su corta vanguardia tuvieron tan
laudable y valerosa resolución. Lardizábal titubeó, y parándose
detuvo el movimiento de lo restante del ejército. Hallábase todavía
Blake en el puente inmediato á la puerta de San José, y no tomó
partido alguno, aunque vio el entorpecimiento que experimenta-
ban sus columnas. Impaciente Zayas propúsole continuar y dirigir-
se, tomando rio arriba, al pueblo de Campanar distante menos de
media legua. Nada determinó el general en jefe.


Entre tanto Michelena caminando sin interrupción tropezó cerca
de Beniferri con una patrulla enemiga, y para que esta no diese
aviso á los suyos se la llevó consigo prisionera. Al atravesar los
nuestros la mencionada población acaeció que algunos soldados de
la artillería italiana que estaban en las calles, notando lo silencioso
y apresurado del caminar de aquella t ropa, tuvieron sospecha de
que eran españoles, y encerrándose dentro de las casas empezaron
á hacer fuego desde las ventanas, poniendo asi en arma el campo
francés. No impidió eso á Michelena proseguir su ru ta , con la
dicha de llegar salvo por la mañana á Liria.


Mas Blake fijo en el puente é irresoluto, sin escuchar en su ata-
miento consejo alguno, después de permanecer inmoble por un
ra to , temiendo al fin un ataque dpi enemigo por las demás partes,
ordenó la retirada á la ciudad, y que cada uno volviese á ocupar
su anterior y respectivo puesto : término infeliz del intentado mo-
vimiento. Erró Blake en haberle emprendido por solo un parage,
exponiendo asi todo el ejército á una misma y precaria suerte.
Merece también poca disculpa no haberse provisto de las herra-
mientas y útiles necesarios para el paso de las acequias, y no haber
en el aprieto tomado una atrevida y pronta determinación. Tam-




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 25


poco Lardizábal correspondió aquella noche á su fama de hombre
intrépido y arrestado. Al revés el coronel Michelena que se portó
con inteligencia y esforzadamente.


Malograda la salida redoblaron los franceses su cuidado, y cre-
cieron mas y mas los obstáculos para los españoles. Con todo pensaba
Blake en repetir la tentativa dos ó tres dias después, como si fuera
ya entonces fácil burlar la vigilancia de los enemigos, y romper por
medio de sus líneas. Detuviéronle, según dijo, seña- D e M 5 U S l e 5 0 e „
les tumultuarias del pueblo de Valencia, que aquel valencia, y re-
general calificó de inconsideradas, y no asi nosotros. fleilones-
Porque si bien somos opuestos á tal linage de intervención en los
asuntos públicos, graduándole de medio solo oportuno de favore-
cer las maquinaciones de los malévolos, nos parece que en el caso
actual la paciencia de aquella ciudad había excedido los límites del
sufrimiento mas resignado. Durante dos meses dejaron sus habita-
dores á Don Joaquín Blake en entera libertad de obrar. Facilitá-
ronle cuanto deseaba, no le ofrecieron resistencia alguna, ni si-
quiera levantaron un quejido. Y ¿qué resultó? Ya lo hemos visto.
Y ¿ será dado callar á los vecinos cuando se trata de la vida, de la
hacienda, y de que no despeñe en su perdición la ciudad en que
nacieron? N o , mayor silencio tachárase de servidumbre humilde.


Pero lo que aun es mas, el mismo Don Joaquín Blake conTocacion de
fue quien dio impulso á los primeros mormullos del pai- a W í l u"*-
sanage. Empezaron estos el 29. Antes el 28 habia aquel general co-
municado al ayuntamiento y á la comisión de partido su resolución
de salir por la noche con el ejército, y prevenídoles al mismo tiempo
haber dispuesto que el gobernador Don Carlos Odonnel convocase
una junta extraordinaria compuesta de las principales clases y au-
toridades , la cual atendería en circunstancias tan críticas á todo
cuanto juzgase útil respecto de los intereses del vecindario. Los
preparativos para este llamamiento y las reuniones que provocó
despertaron la atención de los ciudadanos, y descubrieron el dis-
gusto común, que se aumentó con la tentativa de evasión del mismo
día 28 y su mal éxito. Congregóse la nueva junta en la noche del
30 al 3 1 , no advirtiéndose sin embargo hasta entonces otra cosa
que fermentación y suma desconfianza. Mas luego de instalada
aquella corporación se encrespó la furia popular, y Regiónos t n-
menester fue nombrar comisionados que pasasen á mnitoanu.
examinar el estado de la línea. Entre ellos habia individuos de
diversas clases, y algunos frailes.


Prendiéronlos á todos al salir por la puerta de Cuarte , y los
enviaron á Blake que se hallaba en el arrabaLde Ruzafa. Era la una
de la madrugada, y desazonóle mucho al general en jefe el apare-
cimiento de los tales comisionados, por lo que no solo no consintió
en que fuesen á visitar la línea; sino que guardando en rehenes á
algunos de ellos, despachó á los otros con escolta á Zayas para que




24 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


este les hiciese desfogar los ímpetus del patriotismo en las baterías.
Igualmente ordenó á la junta disolverse, no permitiendo hubiese


Las contieno
m a s a u t o r ' d a d popular que la comisión de partido


Biake y «Bsueire aumentada con cuatro ó cinco individuos, para faci-
ia joma. j j t a r e j ¿ggpggjjQ j e j o s negocios. De este modo que-
bró su enojo Blake, deshaciendo lo mismo que antes había deci-
dido , y mostrándose severo y resuelto en ocasiones en que quizá
no era muy necesario.


Obedecieron todos las determinaciones del general, y se notó á
las claras cuan dueño era de llevar á cabo cualquiera plan sin que
pudiesen los vecinos ponerle impedimento alguno, manteniéndose
siempre el ejército obediente y subordinado. No obstante ya hemos
visto como alegó Blake, para no intentar nueva salida, el desaso-
siego del pueblo, añadiendo después que no quería con su ausencia
dar ocasión á desórdenes y contratiempos. Razón singular, si no le
asistía o t ra , para comprometer la suerte de un ejército entero.


Adelanta Su- Aprovechaban semejantes disturbios y desaciertos
chet ios tranajos al mariscal Suchet, quien, estrechando el sitio, reforzó


e a i " 0 ' mas la orilla izquierda del Ouadalaviar, construyó re-
ductos, fortificó conventos, y rodeó á Valencia de manera que se inu-
tilizasen cuantas tentativas por escaparse hiciesen los nuestros. Co-
menzó también el ataque contra la ciudad, dirigiendo el principal por
la derecha del rio y arrabal de San Vicente, y otro por Monte Olí-
vete. En ambos frentes abrieron los ingenieros enemigos en la noche
del I o al 2de enero las primeras paralelas á 60 y 80 toesas de distan-
cia. Experimentaron alguna pérdida, contando entre los muertos al
coronel Henri oficial inteligente y bizarro. Sus artilleros plantaron
breve siete baterías, y empezaron á batir nuestras obras.


Viendo entonces Don Joaquín Blake la dificultad
ai S rednío u^e- de sostener la línea exterior desde Monteolivete hasta
rior do la c¡n- Santa Catalina, metióse dentro de la ciudad con todo


el ejército en la noche del 4 al 5 : solo dejó fuera las
tropas que guarnecían el arrabal del Remedio y las cabezas de
puente. TamBTSn conservó un camino cubierto tirado desde la
puerta del Mar hasta el baluarte de Ruzafa. Retiró la artillería de
batalla y la gruesa de bronce : mandó clavar la que habia de hierro.


Empieza «i J ^ ° advirtieron los enemigos la retirada de Blake
de enero ei bom- hasta por la mañana. Creyeron al principio que era
b a r d e o ' un ardid, mas cerciorados luego de que no , ocuparon
el recinto abandonado, y empezaron el 5 el bombardeo entre una
y dos de la tarde desde tres reductos levantados á la izquierda del
rio. Mil bombas y granadas cayeron en el espacio de 24 horas.


Pocasprecau- Considérese el estrago, mayor cuanto no se habia
dones tomadas, tomado medida alguna para disminuirle, ni blindages,
ni almacenes á prueba de bomba ; la pólvora esparcida y al des-
abrigo ; el ejército alli amontonado, y la población aumentada




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 25


con la mucha gente que de la huerta había acudido; las calles
ademas angostas, altas las casas y endebles, pocos los sótanos.
No cesó después el bombardeo : en los dias 7 y 8 fue- D e s l r o z o s
ron los destrozos muy grandes. Depósito aquella ciu-
de muchas preciosidades y rica sobre todo en letras y bellas ar tes ,
pereció la biblioteca arzobispal y la de la universidad, y con esta
manuscritos de gran estima recogidos por el docto Don Francisco
Pérez Bayer, su principal fundador. Así en un instante arrasa la
guerra y convierte en polvo lo que ha producido en siglos el inge-
nio , el talento, ó la asidua laboriosidad.


Consoláranse á lo menos hasta cierto punto de tamaña ruina el
político, el guerrero y aun el literato , con tal que en cambio se
hubiesen podido sacar de la defensa ejemplos vivos qué instruyesen
á la mocedad y realzasen las glorias de la nación. Mas
Blake si había andado perdido en las operaciones me- m,̂ 1"^™ a f -
ramente militares, no era de esperar se mostrase mas ™r * l0» taM-
bien encaminado en las luchas populares, en las de
calles y casas, á semejanza de la inmortal Zaragoza. Iba con su an-
terior carrera la primera clase de peleas, oponíase la segunda.
Para esta ademas necesítase fuego y ardiente inspiración que solo
da naturaleza, y no suplen el saber adquirido ni el mas acendrado
honor.


En nada había Don Joaquín Blake levantado el ánimo de los ha-
bitantes, habíale mas bien amortiguado. En nada tampoco habia
dado indicio de querer defender lo interior de la ciudad, pues no
solo, según poco ha hemos visto, escaseaban; abrigos contra la
caida y explosión de los proyectiles, sino que tampoco se habían
cortado las calles ni atronerado las casas, ni adoptado ninguno de
tos muchos medios que el arte y la práctica enseñan en tales
casos.' • :


No obstante Don Joaquín Blake desechó el 6 la Desecha Biaws
propuesta que de rendirse le hizo el mariscal Suchet. ' r a e o ^ u e 8 l a d 6
Entre tanto el estrago y lástimas crecian, y se pre-
sentaron al general en jefe dos diputaciones, una de la comisión de
partido, y otra á nombre del pueblo, para que capitulase. Respetó
Blake á estos emisarios. No así á otros que de tropel
acudieron á su casa, pidiendo que continuase la de- J ^ ^ ^ l
fensa. De ellos retuvo el general presos á algunos que d e l o s «awum-
subieron á su habitación , y capitaneaban la multitud.
El disenso por tanto era grande: tuvo Blake que llamar tropa para
apaciguar á los alborotados y dispersarlos. Con esto acabó toda
oposición y pudo el general disponer á su arbitrio de la suerte dé
Valencia.


Era cada vez mas crítica la situación de la plaza. Estado critico de
Los enemigos al favor de las cercas y las casas cons- l a p l a M -
truian sus baterías muy inmediatas. Habíanse establecido en los ar-




26 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


rabies de Ruzafa, San Vicente y Cuarte; la toma de este y la del
convento de Santa Úrsula costóles sangre. En ciertos parages dis-
taban los sitiadores de 15 á 20 varas del muro , cuyo espesor era
de solos 10 pies con endeble parapeto y almenas, el foso angosto,
la artillería colocada sobre tablados sostenidos por fuertes pies de-
rechos. Sin embargo Zayas prosiguió defendiendo con vigor la puer-
ta de San Vicente, siendo aquel general el único que hacia aquella
entrada preparó para la resistencia interior las calles vecinas. Inu-
tilizó también una mina de los enemigos, quienes entonces dirigie-
ron sus trabajos contra una convexidad mas desamparada que for-
ma la muralla entre la puerta de Cuarte y la mencionada de San
Vicente.


Cinco baterías nuevas habían los sitiadores construido y armado
sin que los nuestros pudiesen contraponer cosa de importancia á
tantos fuegos. Amenazaban ya estos abrir brecha, cuando en la
larde del 8 envió Rlake al campo enemigo oficiales que prometie-
sen de su parte capitular bajo la condición de que se le dejaria eva-
cuar la ciudad con todo su ejército, armas y bagajes, y retirarse á
Alicante y Cartagena. Desechó Suchetla propuesta, y en su lugar
fijó los artículos de una capitulación pura y sencilla, con el adita-
mento de canjear 2000 hombres por otros tantos de los prisioneros


que hubiese en la isla de la Cabrera, ú otras parte»,
lefra'«'OTO»'de Reunió entonces Blake un consejo de guerra á que
tratar con ei asistieron 12 gefes. Los pareceres fueron discordes,
enemigo. queriendo unos aceptar las proposiciones dé Suchet,
y otros no. En realidad era ya infructuosa toda resistencia, fuese
militar, fuese de pueblo; la una no la consentía la naturaleza de la
plaza, no estaba preparada la otra.
Capitula Biato Decidióse Don Joaquín Blake á admitir la ¡capkula-


e l 9 - cion. Por ella debian los enemigos respetar la religión
y proteger las propiedades y á los habitantes, no 'permitir pesquisa
alguna en cuanto á lo pasado, y conceder tres meses de término á
los que quisiesen abandonar la ciudad con sus bienes y familia.
Otorgábase al ejército salir con los honores de la guerra por la puer-
ta de Serranos, conservando los oficiales las espadas, caballos y
equipages, y los soldados las mochilas. También se convino en el
canje propuesto.


Firmóse la capitulación en 9 de enero, en cuyo dia ocuparon los
enemigos la puerta del Mar y la ciudadela. Al siguiente salieron
para Francia los españoles prisioneros junto con D. Joaquín Blake.
El número de ellos inclusos los 2000 destinados para el canje que
fueron camino de Alcira, le hacen subir los franceses á 18,219
hombres : cuenta que nos parece exagerada si no se comprenden
en la suma paisanos armados. De gente reglada pueden en verdad
computarse unos 16,000. No se verificó el canje ajustado, por no
haber consentido en él la regencia del reino.




LIBRO DÉGIMOSÉTIMO. 27


Hasta el 14 no hizo su entrada en Valencia el ma- E n l l . a S m h e l e n
riscal Suchet. Hízola con gran pompa y acompañado valencia,
de la mayor parte de sus tropas por la puerta de San José, al mis-
mo tiempo que con el resto de ellas penetró por la de San Vicente
el general Reille. Quedó nombrado gobernador el general Robert.


Concluida que fue la capitulación ansió por alejarse m ^
de Valencia Don Joaquín Blake. Obraba en ello con
prudente mesura. El estado á que se hallaba reducido aparecía
harto deplorable para que no quisiera apartarse cuanto antes del
teatro infausto en donde acababan de tener fatal desenlace sus casi
continuas y lastimosas desventuras. Hombre recto é ilustrado, pro-
pio para dirigir en tiempos tranquilos las tareas de un estado
mayor, carecía Blake de las prendas que componen la esencia del
verdadero general en gefe, las cuales, como decia Napoleón á cier-
tos oficiales rusos, no se adquieren con la mera lectura de autores
militares. Aferrado Blake en su opinión no sacaba fruto ni de las
lecciones que Je suministraba su propia y larga experiencia. Los
muchos desastres que empañaron el brillo de su carrera descubren
también lo siniestra que le fue siempre la fortuna. Grave perjuicio
en un general por la desconfianza que en los otros y en sí mismo
infunde, y que ha dado ocasión á que escritores de peso y Cice-
rón * entre ellos señalen como una de las calidades n 4
principales de un gran capitán la'de la felicidad.


Luego que llegó á Francia Don Joaquín Blake, le p a r t e m tfj
encerraron en Vincennes cerca de París, lo mismo que
habian hecho con Palafox y otros españoles distinguidos. ¡ Injusto
y bárbaro procedimiento! Alli hubiera aquel general finado quizá
susdiassin los sucesos de 1814. Antevia loque le aguardaba, cuan-
do^ dando partéala regencia del reino de la capitulación de Valen-
cía, deciá: t Por lo que á mí toca... miro como determinada la
« suerte de toda mi vida, y asi en el momento de mi expatriación,
« que es un equivalente á la muerte, ruego encarecidamente á
« vuestra alteza, que si mis servicios pueden haber sido gratos á
« la patria, y no hubiesen desmerecido hasta ahora, se digne to-
« mar bajo su protección á mi dilatada familia. » Palabras muy
sentidas que aun entonces produjeron favorable efecto, viniendo
de un varón que, en medio de sus errores éinfortunios, habia cons-
tantemente seguido la buena causa, que dejaba pobre y como en
desamparo á su tierna y numerosa prole, y que resplandecía en
muchas y privadas virtudes.


Si por nuestro lado con la caida de Valencia abun- Recompensas
daron solo Jas lágrimas, se manifestaron por el de los de Napoleón á
franceses sumas las alegrías, y se derramaron con lar- ^¡L.y 4 s o
gueza gracias y distinciones. Nombró Napoleón por
decreto de 24 de enero al mariscal Suchet duque de la Albufera ,
concediéndole en propiedad y perpetuamente la laguna de aquel




28 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


nombre con la caza, pesca y dependencias, en premio de los re-
cientes servicios y para dotación de la nueva dignidad. Cuantioso
don y de los mas fructíferos que se pueden otorgar en España. Por
decreto también de la misma fecha queriendo Napoleón recompen-
sar igualmente á los generales, oficiales y soldados del ejército de
Aragón, mandó-que se reuniesen á su dominio extraordinario de
España (son sus expresiones) bienes de los situados en la provin-
cia de Valencia, por el valor de 200 millones de francos, no con-
sultando primero si para ello eran bastantes los llamados naciona-
les que alli pudiera haber, ni especificando en el caso contrario de
dónde debiera suplirse lo que faltase. De este modo se despojaba
también á José sin consideración alguna délos derechos que le com-
petían como á soberano, y se privaba á los interesados en la deuda
pública, que aquel había reconocido ó contratado, de una de las
mas pingües hipotecas. Napoleón sucesivamente con la prosperidad
desarrebozaba sus intentos respecto de España y descubría del to-
do la determinación en que estaba de arrancar á José hasta la som-
bra de autoridad que este conservaba todavía.


Providencias Al día siguiente de la rendición de Valencia fueron
nueras de Su- desarmados los vecinos y muchos conducidos á Fran-
c h e t " cía, so pretexto de que eran provocadores de motín.
Lo mismo, por orden especial despachada de París, lodos los frai-
les que pudieron haberse, que ascendieron á 1500. Hubo mas : á


Frailes íieía- c ' n c 0 ^ e e " o s i ¡ o s padres Rubet, Lledó, Pichó, Igual
dos* Francia y y Jérica arcabuceáronlos junto á Murviedro, á otros
arcabaceados. ^ e n Castellón de la Plana. Igual suerte cupo desde
Segorbe á Teruel á 200 prisioneros que se rezagaban de cansados.
Asi se cumplía la capitulación pactada.


Figurábanse ahora los franceses, como ya en un principio, ser
los frailes los fraguadores del levantamiento y de la resistencia na-
cional , y de consiguiente se ensañaban en sus personas. Juicio, se-
gún hemos advertido otras veces, hasta cierto punto errado. Hubo
religiosos que en efecto tomaron parte honrosa en la causa de la pa-
tria commun, pero no todos ni exclusivamente. Y en Valencia pensó
el mavor número, mas que en la defensa, en sus particulares inte-
reses, en vender ajuar y alhajas y en repartirse el peculio, porte que


conducta dei
e x c ' t 0 descontento y murmuración. El clero secular


clero y dci arzo- acogió bien á los invasores á imitación del prelado de
nispo. j a ^ ¡ o c e s j ^ e j a r z O D i S p o Company, Franciscano escon-
dido en Gandía durante el sitio, y que tornó á Valencia después de
conquistada la ciudad, esmerándose en obsequios y lisonjas hacia
Napoleón y sus huestes.
De ios valencia- Verdad sea que hasta de la población recibió Suchet


ao». mayores pruebas de afición que en otras partes. Las
causas, las mismas que las que indicamos al tiempo de ser ocupada
la Andalucía, ó á lo menos muy parecidas á las de entonces. Con-




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 29
tribuyó también mucho á semejante disposición de los ánimos el in-
concebible proceder de Blake, y su tibieza con los moradores. No
obstante eso y de procurar Suchet, conforme veremos mas adelante,
introducir en la administración mejor arreglo que otros generales
compatriotas suyos, no tardaron largo tiempo en levantarse por
aquel reino varias partidas.


Mientras ocurrían en Valencia los sucesos que acaba- A T a M a M o n t .
mos de referir, adelantábase por la Mancha el auxilio i > r " n a «te"*»-
que enviaba á Suchet el mariscal Marmont, desde las riberas del
Tajo, en Extremadura. Consistía la fuerza en tres divisiones, dos
de infantes y una de caballos, bajo las órdenes de general Monl-
br un. Llegó este el 9 de enero á Almansa, y aunq ue con fecha d e l l l
recibió indicación de Suchet para que se volviera, pues tomada
Valencia excusado era el socorro, prosiguió sin embargo su marcha
y se adelantó á Alicante, cuya plaza pensó ganar por sorpresa
aprovechándose del decaimiento que había causado la pérdida de la
capital de la provincia. No era la empresa tan fácil como se imagi-
naba.


Don Nicolás Mahy y las tropas que con él se retira- poswon dei ge-
ron después del 26 de diciembre á las riberas del "««iMahx.
Júcar, habían abandonado estas harto de priesa, y evacuando ape-
nas sin oposición el punto importante de Alcira, habíanse venido
á Alcoy, y pasado en seguida, unas á Alicante, otras á Elche.
También Don Manuel Freiré se habia alejado de Requena y acer-
cádose á los mismos puntos.


Aunque poco gloriosos los mas de estos movimien- s e aieja Mont-
tos, resultó no obstante de ellos que se agolpasen hacia b r u n -
Alicante tropas bastantes para desbaratar los proyectos de los ene-
migos contra dicha plaza. Se presentó delante de ella el general
Montbrun, y habiendo intimado en vano la rendición y arrojado
dentro algunas granadas, se retiró de alli muy pronto. Su pre-
sencia, si bien efímera, dejó en la comarca mal rastro. Porque
después de haber desalojado de Elche y pueblos cercanos las tro-
pas españolas, impuso de contribución á los habitantes sumas
enormes, y causóles extorsiones graves.


Esto y otras atenciones impidieron á Suchet em-
prender cosa alguna contra Alicante y Cartagena, sncnei.
cuyos boquetes, fomento de guerra, habia pensado cerrar el ma-
riscal francés apoderándose en breve de aquellos muros. La ma-
lograda tentativa de Montbrun, sirviendo de despertador para una
defensa mas cumplida, frustraba todo rebate.


Tuvo por tanto Suchet que limitar sus deseos, y contentarse con
situar mas allá del Júcar al general Harispe y la bri-


Tonta á Donia
gada de Delort, poniendo por la izquierda de estos
en Gandia al general Habert. También se enseñoreó de Denia
puerto de mar, plaza en el nombre, con un castillo en lo alto. La




50 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


abandonó sin hacer resistencia su gobernador Don Estovan Eche-
nique. Tuvo de ello culpa en parte Don Nicolás Mahy que pri-
mero envió 200 hombres de socorro y luego los retiró. Sin em-
bargo ya que se hubiese evacuado ía ciudad, convenido hubiera
sacar, como no se hizo, varios efectos é inutilizar la artillería.


situación dei Después de tamañas desgracias las tropas que res-
segnndo Í tercer taban del 2 o ejército, y se habían retirado con las
ejército. ^ m a n c i a d a s por Don Nicolás Mahy, y las que de
este mismo se habían antes adelantado con Don Manuel Freiré
hacia Requena, ó quedádose en la frontera de Granada, continua-
ron alojadas ya en Alicante y sus alrededores, y ya en Cartagena
y pueblos del reino de Murcia. El número de ellas, incluyendo las
guarniciones de las citadas últimas dos plazas, al pié de 18,000 hom-
bres. Tomó luego el mando interino de todas Don José Odonnell
gefe del estado mayor del tercer ejército. Las del general Villa-
campa, que entraban en cuenta, se alejaron al fenecer enero y no
tardaron mucho en regolfar á Aragón, principal sitio de sus
proezas.


No solo se vieron acosadas todas estas fuerzas por las de Suchet
y por las del general Montbrun, sino también por parte de las del
ejército francés del mediodía que acudieron al cebo de los despojos.
EI general sonit Llegaron las postreras á la vista de la ciudad de Murcia


en Mnrcia. e j ¿ e e n e r 0 ) y el 26 entró en ella con 600 caballos
el general Soult, hermano del mariscal. La víspera le había pre-
cedido un destacamento, y unos y otros impusieron al vecindario
muy pesadas contribuciones, imposibles de realizar. A estos gra-
vámenes quiso el general francés añadir otro nuevo con sus festines,
y mandó se le preparase para aquel dia en el palacio episcopal,
donde se albergaba, un espléndido y regalado banquete. Gustaba


Le ataca Don Ya deliciosos manjares, cuando vino á interrumpirle
Martin de ia car- en su ocupación sensual una voz que decía: «Lastropas
r 6 r a " «españolas han entrado, los enemigos son perdidos. »


En efecto Don Martin de la Carrera, que se apostaba no lejos con
gran parte de la caballería del segundo y tercer ejército, después
de reunir un trozo de ella en Espinardo á media legua de la ciudad,
acababa de penetrar por la puerta de Castilla á la cabeza de 100
ginetes. Tenian otros la orden de acometer al mismo tiempo por los
demás puntos. Era el intento de Carrera sorprender á los enemigos
que á la verdad no le aguardaban, cogerlos ó aventarlos, y libertar
á la ciudad de huéspedes en tal manera molestos.


Sobresaltado el general Soult levantóse de la mesa, y con la pre-
cipitación tropezó y bajó la escalera casi rodando. Aunque mal
parado, montó sin embargo á caballo : le siguieron todos los suyos.
No asi por desgracia á Carrera los de su bando, quienes, excepto
los que él mismo capitaneaba, ó no entraron en la ciudad ó retro-
cedieron luego por equivocación ó desmayo. Tuvo de consiguiente




LIBRO DÉCTMOSÉTIMO. 51
el Don Martin que hacer cara solo con sus cien hombres á las fuer-
zas del enemigo tan superiores. No por eso se abatió, y antes de
ser estrechado paseó calles y plazas acuchillando y matando á
cuantos contrarios topaba. Duró tiempo la lid. Costó el Muerte gloriosa
terminarla sangre al francés; mas á lo último cogidos, d e e s t e-
muertos ó destruidos los soldados de Carrera, quedó este solo y
rodeado por,seis de los enemigos en la plaza nueva. Defendióse
gran trecho, mató á dos, y si bien herido de un pistoletazo y de
varios sablazos, sostúvose aun, no quiso rendirse, y peleó hasta
que exánime y desangrado cayó tendido en la calle de San Nicolás
donde espiró. Ejemplo dé hombres valerosos era Carrera, mozo y
membrudo, de estatura elevada, noble en el rostro, de arrogante
y gentil apostura.


Antes de finalizarse el combate ya habían los enemigos entre-
gado al saco la ciudad de Murcia. Robáronlo lodo, y cometieron
los mayores excesos, particularmente en el barrio del Carmen.
Despojaban en la calle á las mismas mugeres de sus propias vesti-
duras, y no perdonaron ni aun el ochavo que en el mugriento bolso
escondía el mendigo. Cargados de botín y temerosos de que tor-
nasen los nuestros, se retiraron por la noche, y en Alcantarilla y
en casi todo el camino hasta Lorca repitieron iguales ó mayores
demasías.


Como quiera que lacerados de dolor, tributaron los Honores q n o s e
murcianos al día siguiente honores fúnebres al cadáver l e ""«tan.
del inmortal Don Martin de la Carrera, y le sepultaron con la pompa
que les permitía su triste azar. Un mes después celebró también en
memoria del difunto solemnes exequias el general en gefe Don José
Odonnell, y dióse el nombre de 1A Carrera á la calle de SanNico-
las, en la cual terminó aquel caudillo sus dias, peleando como bueno.
La junta provincial determinó igualmente erigirle un cenotafio en
el sitio mismo de su fallecimento.


A los muchos desastres que de tropel sucedieron en esta parte de
España agregóse otro mancillado de afrenta. Dueño de Valencia
el mariscal Suchet, y enviadas á la derecha del Júcar las fuerzas
qué hemos arriba expresado, púsose asimismo en relación, ocu-
pando á Buñol, con el ejército francés del centro, destacó á Cata-
luña la división de Musnier necesaria allí por lo que ocurría; y des-
tinó al general Severoli con los italianos á formalizar el sitio de
Peñíscola.


Se eleva esta población sobre una empinada roca, s ino ae Peaís-
mar adentro á 120 toesas de la orilla con la cual no c o U -
comunica sino por medio de una lengua de tierra bastante angosta.
Escarpados y buenas obras rodean la plaza por todas partes, do-
mínala interiormente un castillo, y se asemeja en compendio por
su natural fortaleza á Gibrallar. Fue largo tiempo mansión de aquel
papa-Luna de condición tan obstinada, cuyo nombre lleva todavía




52 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


una torre en donde parece moraba. Cubren al istmo en los tempo-
rales las oleadas, y estaba ahora reforzado el frente con baterías
de varios pisos. Mas allá y paralelo á unas montañas vecinas se ex-
tiende un marjal perenne, cuya inundación se habia aumentado
artificialmente, é interrumpido con cortaduras la calzada que le
atraviesa y conduce á la citada lengua de tierra , único punto acce-
sible para los franceses, no señores de la mar. Tenia la plaza mil
hombres de guarnición y estaba abundantemente provista. Cruzaban
por aquellas aguas barcos cañoneros y buques de guerra nuestros
y aliados. Era gobernador Don Pedro García Navarro.


Acercóse el general Severoli el 20 de enero á Peñíscola, y envió
un parlamentario con proposiciones que fueron desechadas. De re-
sultas empezaron los enemigos á preparar el sitio y se colocaron en
las colinas y playas inmediatas. El 28 arrojaron bombas desde una
batería de morteros distante 600 toesas. En la noche del 51 al I o de
febrero formaron la línea paralela de faginas y gabiones que se
prolongaba por detras de la inundación, y torcía á su extremo me-
ridional para continuar lo largo de la costa. En el opuesto construye-
ron baterías en las alturas. Las dificultades que tenían los sitiadores
que vencer antes de aproximarse al cuerpo de la plaza parecían in-
superables. No obstante prosiguieron los trabajos.


En el intermedio aconteció que viniese a parar á manos de los
La toman loa franceses un pliego que el gobernador García Navarro


franceses. escribía al general español de Alicante: quejábase en
su contenido del porte de los ingleses, y hablaba como si intentasen
estos apoderarse de Peñíscola; añadiendo que preferiría en tal caso
someterse á los enemigos. Barruntos tenia Suchet de la propensión
de ánimo del García Navarro, si ya no ocultas relaciones; y en
vista ahora del expresado pliego se apresuró á establecer con él
negociación directa, para lo cual despachó al oficial de estado
mayor Mr. Prunel. García Navarro inmediatamente se rindió á
partido, y se rindió bajo la sola condición de que se permitiera á los
suyos retirarse libremente adonde quisieren. En consecuencia se
posesionaron los franceses de Peñíscola el 4 de febrero. Escandalosa
entrega; pero aun mas escandalosos y sin ejemplo los términos si-


• A n. s gniéntes con que encabezó la capitulación *. t El go-
i p .n .5 . ^ bernador y la junta militar... convencidos de que


t los verdaderos españoles son los que unidos al rey Don José Na-
t poleon procuran hacer menos desgraciada su patria. » Basta.


¡ Qué gobernador! ¡ Qué junta militar! No paró aquí
fame del gober- la desbocada conducta del primero. Entró después á
K a n ™ . G a r c i * s e , v ' r a ' intruso, y recibió en premio honores y eon-


C A P n 6 ) decoraciones, escribiendo antes al mariscal Suchet
entre otras cosas *: « V. E . debe estar bien seguro


« de m í : la entrega de una plaza fuerte que tiene víveres y todo
< lo necesario para una larga defensa... es un garante de mis




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 35


* promesas...» Memorial con relación de méritos sacados de la
propia infamia.


Tal baldón, tales infortunios compensáronlos en parte dos acon-
tecimientos felices y honrosos que ocurrieron casi por el mismo
tiempo.


Fue el uno la defensa de Tarifa. Dióse cuenta en su serranía de Ron-
lugar de los refuerzos anglo-españoles que habian en d a * T a r i f a -
octubre entrado en aquella plaza, como también de los movimientos
concomitantes que hasta I o de noviembre ejecutó en la serranía de
Ronda Don Francisco Ballesteros. El glorioso avance Molimientos d»
que hizo dicho general sobre Bornos en 5 de aquel Ballesteros,
mes, y otro que en su apoyo verificaron á la propia sazón, la
vuelta de Veger, el general Copons y el coronel ingles Skerret ,
pararon ahincadamente la consideración del mariscal Soult. Pero
no hallándose este con suficientes fuerzas á causa de las que le
ocupaban las inmediatas atenciones, y de tropas que habia enviado
á Extremadura por lo de Arroyomolinos, creyó necesario echar
mano en parte de las de Granada para contener á Ballesteros y
embestir á Tarifa. Asi ordenó que Leval se acercase á la serranía
de Ronda con 6800 combatientes infantes y caballos, y que se le
juntase en ella el general Barrois con 4200 , debiendo también di-
rigirse un trozo de 5000 hombres de los que sitiaban á Cádiz so-
bre Facinas y otros puntos inmediatos. Tal avenida de fuerzas
obligó á Ballesteros á refugiarse otra vez bajo el cañón de Gibral-
ta r , dejando no obstante en las montañas una vanguardia á las
órdenes de Don Antonio Sola, quien, asisiido ademas de los ser-
ranos , tenia encargo de cortar al enemigo la comunicación é inter-
ceptarle las subsistencias. Cumplió debidamente este gefe con lo que
le habian encomendado, y estrechando de cerca el 6 de diciembre
á los franceses de Estepona, los obligó á huir y les cogió mochilas
y equipages. También Copons y Skerret evolucionaron para dis-
traer al enemigo por la parte de Algeciras; mas sabedores de que
Tarifa era amenazada, tornaron de priesa á cubrir sus muros.


El deseo de enseñorearse de ellos, y la escasez de sitian ios fran-
vituallas que las correrías de Sola y del paisanage cau- C M M a T a r l I a -
saban en el campo francés, decidieron á Leval á abandonar á San
Roque y aproximarse cuanto antes á la citada plaza de Tarifa. Se
halla esta colocada en la punta mas meridional de España y en lo
mas angosto del estrecho : tiene de población dos mil y cien veciy
nos, y le dio renombre la defensa que contra moros hizo Don
Alonso Pérez de Guzman, llamado el Bueno, por hazaña lan ¡lustre,
sin par en sus circunstancias. No guarnecían a Tarifa sino un anti-
guo y frágil castillo, y débil muralla de poco espesor, con torreo-
nes cuadrados y foso: los reparos nuevos, no muchos, y poco
robustos. A corta distancia y al sudoeste plántase una isla circular
y peñascosa, de media hora de bojeo, que se denomina como la ciu-


ni . 3




54 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


dad. Antes separaba á dicha isla del continente un canal decorrienle
rápida, amanera de pequeño Euripo, que se acabó de cerrar en
1808 por el zelo y personales sacrificios del intendente Don Anto-
nio González Salmón , quien formó alli un fondeadero acomodado.
Habíanla actualmente fortalecido y artillado con 12 cañones: punto
de retirada conveniente y que infundía aliento. Fueron habilitadas
en su recinto una cisterna y una antigua torre , y se sirvieron los
sitiados para almacén de pólvora de una especie de subterráneo
apellidado Cueva de moros, guarida en otro tiempo de corsarios
berberiscos. Prevención necesaria la última, estando la isla domi-
nada por las alturas vecinas. De ellas la mas cercana al oeste, la de
Santa Catalina, fortificóla Copons, ejecutando también al este,
frontero de la Galeta, algunas obras. Cortáronse ademas en la ciu-
dad las calles, y se atajaron con rejas arrancadas de las ventanas :
atroneráronse muchas casas. Constaba la guarnición entre ingleses
y españoles de 2500 hombres. Los tarifeños se señalaron de va-
lientes y proporcionaron 300 marineros. Era gobernador el coronel
Don Manuel Davan, y jefes de ingenieros y de artillería Don Eu-
genio Iraurgui y Don Pablo Sánchez. Mandaba las fuerzas sutiles
españolas Don Lorenzo Parra. Había también buques de guerra in-
gleses. La defensa sin embargo dirigióla con especialidad Don Fran-
cisco Copons y Navia ayudado de los consejos del coronel ingles
Skerret.
Gloriosa deten- Presentáronse los franceses á la vista de la plaza el


19 de diciembre, después de dejar fuerza en observa-
ción de Ballesteros, y también del lado de Algeciras. Obligaron á
Copons el 20 á meterse dentro, y empezaron en seguida los tra-
bajos de sitio; adelantáronlos el 28 hasta 50 toesas de los muros,
y el 29 abrieron el fuego con 6 cañones de á 18 y 3 obuses de á 9
pulgadas. En la tarde del mismo dia hallábase ya practicable una
brecha de 300 toesas por la parte contigua á la puerta del Retiro,
y destruido casi del todo el torreón de Jesús. Intimaron luego los
enemigos la rendición , y desechada la propuesta por Copons, pre-
paráronse al asalto.


Se verificó este el 31 á las nueve y media de la mañana, acu-
diendo de una vez á embestir la brecha 23 compañías al cargo del
general Chassereaux, á las que apoyaban las demás fuerzas. L09
acometedores se arrojaron con ímpetu, pero parólos en su ataque
una escarpadura interior hecha en la muralla y varios parapetos de
colchones levantados detras, junto con el fuego incesante que salia
de los lugares vecinos y las casas. Descorazonados los enemigos no
insistieron en romper adelante, y retrocedieron con gran mengua,
dejando alli mas de 500 heridos y muertos. Para recoger los pri-
meros pidieron los franceses un armisticio que se les concedió,
ayudándolos generosamente en la faena nuestros soldados y paisa-
nos : ejemplo de humanidad raro y no menos digno de imitar que




LIBRO DÉCIMOSÉTIMO. 35


los muchos que de valor habian dado todos ellos poco antes. Apro-
vechóse Copons de la ventaja, y á su vez incomodó al sitiador por
cuantos medios pudo. Vinieron también en auxilio de la plaza las
lluvias que anegaron las trincheras enemigas, los caminos y los
campos, sin dejar al fatigado francés ni siquiera un palmo de ter-
reno enjuto en que reclinar la cabeza. Apurado Leval alzó el sitio
el S de enero yéndose via de Veier v Medina. Costóle
, . , J i • i «. Levantan los


la malograda tentativa entre muertos, heridos, enfer- franceses a st-
mos y desertores al pié de dos mil hombres. Perdió t 1 0 '
toda la artillería gruesa, y dejó sembrados por el tránsito efectos y
municiones. Asi se estrellaron los esfuerzos de diez mil franceses
en las murallas de una fortaleza, flacas en s i , mas sostenidas por
brazos vigorosos y por el buen concierto de los gefes españoles é
iugleses.


El segundo de los dos acontecimientos que hemos C i n d a i l R o d r i o
anunciado como favorables y gloriosos fue la toma de " 0 n g 0 '
Ciudad Rodrigo, mas importante por sus consecuencias que la de-
fensa de Tarifa. Resuelto lord Wellington, según apuntamos al
principio de este libro, á formalizar el sitio de aquella plaza, con-
tinuó tomando varias disposiciones desde sus acantonamientos de
Freineda, y juntó en Almeida al acabar noviembre el parque cor-
respondiente de artillería. Completó en seguida y con mucho orden
los demás preparativos, habiendo ejercitado algunas tropas en las
tareas propias del ingeniero y del zapador, en lo que antes se habian
los suyos mostrado harto bisónos. Mandó también al general HUÍ
que se moviera hacia la Extremadura española, y colocó á Don Car-
los España y á Don Julián Sánchez en el Tormes con objeto de que
los últimos cortasen aquellas comunicaciones. Estos gefes, particu-
larmente Sánchez, desempeñaron bien su comisión, y los pueblos
de Castilla mostraron, según escribía el mismo Wellington, grande
adhesión á la causa de la patria; guardando ademas tal fidelidad,
que pasaron días primero que supiesen los franceses de Salamanca,
aunque tan próximos, haber los aliados emprendido el sitio.


Debió este tener principio el 6 de enero; pero se re- cerca ion w e i -
tardó hasta el 8 por el mal tiempo. Describimos á i l n e t o n 1 4 p l a í a -
Ciudad Rodrigo cuando el cerco de 1810, tan honorífico para las
armas españolas. Desde entonces habian los franceses reparado los
daños causados en aquella defensa, fortalecido los principales edi-
ficios del arrabal, y el convento de Santa Cruz al nordeste, como
también levantado en el cerro ó sea teso de San Francisco un re-
ducto que apellidaron de Renaud en memoria del malhadado go-
bernador de aquel nombre que cogiera Don Julián Sánchez.


Ocuparon los ingleses esta obra en la noche misma del 8 al 9 ;
estreno feliz de su empresa. Por alli dirigieron los trabajos, si-
guiendo el mismo camino que habian tomado los franceses en el
anterior cerco. Establecieron los sitiadores la primera paralela en




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


el mencionado teso, y plantaron tres baterías de á once piezas cada
una. Rompieron el 14 el fuego, y abriendo los aproches, formaron
la segunda paralela á 70 toesas de la plaza. Favoreció el progreso
la toma que el general Graham verificó el 13 del convento de Santa
Cruz, con lo cual se vio protegida la derecha de los sitiadores. Su-
cedió otro tanto respecto á la izquierda, habiéndose enseñoreado
los aliados en la noche del 14 del convento de San Francisco en el
arrabal. Continuaron los ingleses completando del 15 al 19 Ja se-
gunda paralela y sus comunicaciones, y no descuidaron adelantar
la zapa hasta la cresta del glacis.


Entre tanto habia previsto Wellington que tal vez convendría an-
tes de que se concluyeran debidamente los trabajos dar el asalto;
por lo que recibiendo de los ingenieros seguridad de que era po-
sible abrir brecha solo con los fuegos de las baterías de la primera
paralela, ordenó que se pusiese en ello todo el conato. Asi se hizo, y
en la tarde del 19 hallóse ya aportillado el muro de la falsabraga
y el del cuerpo de la plaza. Ademas de la brecha principal practi-
cóse otra mas á la izquierda de los aliados, por medio de una nueva
batería plantada en el declive que va desde el cerro al convento de
San Francisco.


Hasta entonces habían los sitiados procurado retardar las opera-
ciones del inglés, y el 14 hicieron una salida en que le causaron
daño. Sin embargo, ni estas tentativas, ni otros arbitrios fueron
parte á impedir que llegase el momento crítico del asalto.


Dispúsole Wellington desechada que fue por el gobernador fran-
cés la propuesta de rendirse, y aceleróle en consecuencia de tristes
nuevas que empezaba á recibir de Valencia, como también por
reunir tropas en Yalladolid el mariscal Marmont, quien desde To-
ledo y Talavera habia llegado en los primeros dias de enero á
aquella ciudad con parte de su ejército en busca de víveres, y sos-
pechando que los ingleses iban á poner sitio á Ciudad Rodrigo.


,. , Por tanto el mismo dia 19 en que se abrieron Jas
La asaltan los . T . .


aliados y ía to- brechas, determino Wellington que al cerrar de la
m a n ' noche se asaltase la plaza. Destinó al efecto cinco co-
lumnas. La quinta de ellas á las órdenes del general Pack estaba
encargada de hacer un ataque falso por la parte meridional: debia
la cuarta, guiada porCrawfurd, embestir la brecha pequeña, y
cubrir la izquierda del acometimiento dé la mas principal, cuyo
asalto se habia reservado á las tres columnas restantes bajo el ge-
neral Picton. Dióse principio á la empresa, arrostrando los anglo-
portugueses con serenidad los mayores peligros, y superando obs-
táculos. Se defendieron los franceses con denuedo; mas sucediendo
bien los diversos ataques, aflojaron, y pudieron los aliados al cabo
de media hora extenderse lo largo de las murallas, y enseñorearse
de la plaza. Cayeron prisioneros 1709 franceses y el comandante
Barrié que hacia de gobernador; los demás hasta 2000 que com-




LIBRO DÉCIMOSÉT1MO. 37


ponían la guarnición habian perecido en la defensa. Conservaron
los aliados al entrar en la ciudad buen orden : su pérdida ascendió
en todo á 1300 hombres. Entre los muertos contóse desgraciada-
mente á los generales Mackinson y Crawfurd. En- (¿ráelas y re-
tregó lord Wellington la plaza en manos de Don Fran- compensas,
cisco Javier Castaños, y las corles decretaron las debidas gracias
al ejército anglo-portugués, y concedieron al general en jefe la
grandeza de España bajo el título de duque de Ciudad Rodrigo.
También el gobierno y parlamento británico dispensaron honores
y pensiones, ordenando ademas que se erigiese un monumento
en memoria del valiente y malogrado general Crawfurd.


Otros sucesos felices y nuevas esperanzas acompa- Nuevas esperan-
ñaron á estos triunfos. No habian los franceses re- z a s-
forzado sus filas en 1811 con mas de 50,000 combatientes, auxilio
que ni con mucho bastaba á llenar los claros que hacia la guerra ,
ni los huecos que dejaban algunas tropas que ahora partieron;
pudiendo aseverarse que por el tiempo en que vamos no conserva-
ban los enemigos en la península arriba de 240,000 hombres. En-
tre los llegados últimamente muchos eran conscriptos, y en el di-
ciembre de 1811 y primeros meses de 1812 marcharon á Francia
•unos 14,000 veteranos; 8000 de la guardia imperial y restos de
otros cuerpos, y 6000 polacos del ejército de Aragón, queriendo
el emperador francés emplearlos en Rusia, cuya guerra parecía ya
inminente. Albores todos de las dichas que nos aguardaban en
aquel año.




LIBRO DECIMOCTAVO.


LA COKSTITUCIOH . — Presenta la comisión su proyecto. — Entusiasmo que-
produce. — Obstáculos que algunos quieren poner á su discusión. — E m -
pieza esta. — Titulo i ° . De la nación española y de los españoles.—Titulo 2°.
Del territorio de las Españas, su religión y gobierno. — Título 3 o . De las
Cortes. — Título 4 » . Del r e y . — Título 5°. De los tribunales.— Título 6". Del
gobierno interior de las provincias y de los pueblos. — Tílulo 7 0. De las
contribuciones.— Título 8 o. De la fuerza militar nacional. — Título 9 0 . De
la instrucción pública. — Titulo 10 o y último. De la observancia de la
constitución y modo de proceder para hacer variaciones en ella. — Re-
flexiones generales acerca de la constitución. — Descontentos fuera de las
cortes. — Asunto de Lardizábal. — Del consejo. — Papel de la España vin-
dicada. — Tribunal especial para entender en estos negocios. — Exposi-
ción del decano del consejo. — Desagradable ocurrencia con el diputado
Valiente. — Curso y final término de estos negocios. — Manejos para poner
al frente de la regencia á la infanta Doña María Carlota. — Carta á las
cortes de esta señora. — Proposiciones para ponerla al frente de la regencia.
— Del señor Laguna. — Se desecha. — Del señor Vera y Pantoja. — Aprué-
banse otras en contrario del señor Arguelles. — Nueva regencia compuesta
de cinco individuos. — La anterior regencia. Juicio acerca de ella. — Su
administración y algunos acontecimientos de su tiempo. — Reglamento
dado á la nueva regencia. — Se firma, jura y promulga la constitución el
18 y 19 de marzo. — Aumentase y cunde el entusiasmo en su favor. — Fe-
licitaciones y aplausos que reciben las cortes.


LA constitBcton.
4 Q u e precediese el establecimiento de las leyes


c entre nosotros á la creación de los reyes*, > dijolo
1 A P . N I . ) ^ a respecto á Aragón el historiador Jerónimo


Blancas. Y si en el origen de la restauración de la monarquía,
tiempo de oscuridad é ignorancia, se cautelaron tanto nuestros
mayores contra los abusos y desmanes futuros de Ja autoridad
real, ¡con cuánta y mas poderosa razón no debieron mostrarse
precavidos y aun umbrosos los españoles de la era actual y sus
diputados! Los antiguos podían tener presentes los excesos de los
Witizas y de los Rodrigos, de donde manaron para la nación rau-
dales de sangre y lágrimas; pero ahora ofrecíanse ademas á la
contemplación moderna los muchos y funestos ejemplos de las
edades posteriores, y el tremendo y reciente del reinado de Car-
los I V , en el que hasta la independencia tocó al borde del preci-
picio. Por lo mismo conveniente fué poner diligencia extrema y
muy atenta en procurar adoptar francas y buenas instituciones,
aun en medio de una guerra desastrada; pues la ocasión de dar
la libertad, como sea presurosa, perdida una vez con dificultad
vuelve á hallarse.




LIBRO DECIMOCTAVO. 39


Anunciamos en otro libro la lectura hecha á las p r e S enta iaco-
cones en 18 de agosto de 1811 de los primeros tra- s « pro-
bajos de la comisión de constitución nombrada en el
diciembre anterior. Comprendían aquellos las dos primeras partes,
ó sea todo lo concerniente al territorio, religión, derechos y obli-
gaciones de los individuos, como igualmente la forma y facultades
de las potestades legislativa y ejecutiva. La tercera parte se leyó
en 6 de noviembre del mismo año, y abrazaba la potestad judicial;
habiéndose presentado la cuarta y última el 26 de diciembre inme-
diato , en la cual se determinaba el gobierno de las provincias y
de los pueblos, y se establecían reglas generales acerca de las con-
tribuciones, de la fuerza armada, de la instrucción pública, y de
los trámites que debian seguirse en la reforma ó variaciones que
en lo sucesivo se intentasen en la nueva ley fundamental.


Acompañó al dictamen de la comisión un discurso elocuente y
muy notable, en que se daban las razones de la opinión adoptada,
fundándola en nuestras antiguas leyes, usos y costumbres, y en
las alteraciones que exigian las circunstancias del tiempo y sus
trastornos. Le habia extendido Don Agustín de Arguelles, encar-
gado por tanto de su lectura : hizo la del texto Don Evaristo
Pérez de Castro.


El lenguage digno y elevado del discurso, la C í a - Entusiasmo que
ridad y orden del proyecto de la comisión y sus ha- prosee,
lagüeñas y generosas ideas, entusiasmaron sobremanera al pú-
blico; no parándose los mas en los defectos ó lunares que pudieran
deslucirle, porque en España se conocían los males del despo-
tismo, no los que á veces acarrean en punto de libertad ciertas
y exageradas teorías. Asi fue que Don Juan José Güereña, dipu-
tado americano por la nueva Vizcaya, y presidente de las cortes,
á la sazón que se leyeron las dos primeras partes, si bien desa-
fecto á reformas, arrastrado como los demás por el torrente de
la opinión, señaló para principiar los debates el 25 del propio
agosto : plazo sobradamente corto. Duró la discusión por espacio
de cinco meses, no habiéndose terminado hasta el 23 del próximo
enero ; fué grave y solemne, y de suerte que afianzando la auto-
ridad de las cortes, ensalzó al mismo tiempo la fama de los indi-
viduos de esta corporación.


Por eso los obstáculos que quisieron presentarse al
. , i , - , . f> •, , , ' Obstáculos qne


progreso de las deliberaciones venciólos fácilmente la algunos quie^n
voz pública, y el vivo y común deseo de gozar pronto 2 » . á s u d i s"
de una constitución libre. De aquellos, húbolos de
fuera de las cortes, y también de dentro, aunque no muy dignos
de reparo. Hablaremos de los primeros mas adelante. Comen-
zaron los últimos ya en el seno de la comisión, no habiendo que-
rido uno de sus individuos, Don José Pablo Valiente, firmar el
el proyecto á pesar de haber concurrido á la aprobación de las




40 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


bases mas principales. Crecieron algún tanto al abrirse los debates
en el congreso. Los contrarios al proyecto, frustradas las espe-
ranzas que habian fundado en el presidente Güereña, reempla-
zaron á este el 24 , dia de la remoción de aquel cargo, con Don
Ramón Jiraldo, á quien tenían por enemigo de novedades, y no
menos resuelto para suscitar embarazos en la discusión, que fe-
cundo , á fuer de togado antiguo, en ardides propios del foro.
Mas también en eso se equivocaron. Jiraldo, luego que sesenta
en la silla de la presidencia, mostróse muy adicto á la nueva cons-
titución , y empleó su firmeza en llevar á cabo y en sostener con
tesón las deliberaciones.


Desbaratadas de este modo las primeras tentativas
Empieza esta. j e oposición, no quedaba ya otro medio á los ene-


migos del proyecto, sino prolongar los debates, moviendo cues-
tiones y disputas sobre cada articulo, y sobre cada frase. Pero
sábese que en un congreso, como en un ejército, si se malogran
los Ímpetus de una embestida, cuanto mas fogosos fueren estos
en un principio, tanto mas pronto aflojan después y del todo
cesan.


Distribuíase la nueva constitución en artículos, ca-
iteía'na'S'oTe^ pítulos y títulos. No ha de esperarse que entremos á
pafioia y de los hablar por separado de cada una de estas partes :
españoles. limitaréroonos á dar una idea general de la discusión,
ateniéndonos para ello á la última de las divisiones insinuadas que
se componía de diez títulos. Era el 1°: de la nación española y de
los españoles. Renovábase en su contexto el principio de la sobe-
ranía nacional, admitido en 24 de setiembre anterior, y declarado
ahora como fuente en España de todas las potestades, y raíz hasta
déla constitución. 128 diputados contra 24 aprobaron el artículo;
y los que le desecharon, no fué en la substancia sino en los tér-
minos en que se hallaba extendido. Tratamos con cierta detención
de este punto en el libro 13°; y allí indicamos que, aunque con-
viniese no estampar en las leyes ideas abstrusas, la situación par-
ticular de la monarquía y su orfandad disculpaban se hiciese en el
caso actual excepción á aquella regla. Individualizábanse igual-
mente en dicho título los que debían conceptuarse españoles, ora
hubiesen nacido en el territorio, ora fuesen extrangeros, exigién-
dose de los últimos carta de naturaleza ó diez años de vecindad.
Se insertaba también allí mismo una breve declaración de derechos
y obligaciones, que aunque imperfecta evitaba algún tanto el
peligroso escollo de generalizar demasiadamente, habiéndose re-
probado en los debates alguno que otro artículo del proyecto de
la comisión, mas bien sentencioso que preceptivo. En todos estos
puntos como había vasto campo de sutileza en que apacentar el
ingenio, detuviéronse mas de lo regular ciertos vocales, avezados
á la disputa con la educación escolástica de nuestras universidades.




LIBRO DECIMOCTAVO. M


Hablaba el 2 o titulo del territorio, de la religión y
del gobierno. Hubo en la comisión muchos altercados ^ " ¡ ¡ ^ E S ;
sobre lo primero, en especial respecto de América, no Españas, s n
pudiendo conformarse ni aun entenderse á veces sus trienio,
propios diputados. Cada uno presentaba una divi-
sión distinta de territorio, y quería que se multiplicasen sin fin
ni término Jas provincias y sus denominaciones. Provenia esto
del deseo de agasajar vanidades de la tierra nativa, y también de
la confusión y alteraciones que habia habido en la repartición de
regiones tan vastas, soliendo llevar el nombre de provincia lo que
apenas se diferenciaba de un desierto ó paramera. También se
suscitaron algunas reclamaciones en cuanto á la España peninsular,
y todos estaban de acuerdo en la necesidad de variar y mejorar la
división actual; pues aun acá en Europa era harto desigual, asi
en lo geográfico como en lo administrativo, judicial y eclesiástico,
y tan monstruosa á veces, que entre otros hechos citóse el de
la Riofa, en donde se contaban parajes que correspondían ya á
Guadalajara, ya á Soria y ya á Burgos. Pero á pesar de eso, como
el poner acomodado remedio pedia espacio y gastos, ciñéronse
por entonces las cortes á hacer mención en un artículo de las mas
señaladas provincias y reinos de ambas Españas, anunciando en
otro que luego que las circunstancias lo permitiesen, se efectuaría
una división mas conveniente del territorio de la monarquía.


Esta cuestión, si bien rie importancia para el buen gobierno
interior del reino,-no era t a n peliaguda como la otra del mismo
título, tocante á la religión. La comisión habia presentado el artí-
culo concebido en los términos siguientes : « La nación española
« profesa la religión católica, apostólica, romana, única verda-
« dera, con exclusión de cualquiera otra.» Tan patente declaración
de intolerancia todavía no contentó á ciertos diputados, y entre
otros al señor Inguanzo, que pidió se especificase que la religión
católica t debía subsistir perpetuamente, sin que alguno que no la
« profesase pudiese ser tenido por español, ni gozar los derechos
« de tal.» Volvió por lo mismo el artículo á la comisión, que le
modificó de esta manera. « La religión de la nación española es , y
c será perpetuamente, la católica, apostólica, romana, única
t verdadera. La nación la protege por leyes sabias y justas, y pro-
ir hibeel ejercicio de cualquiera otra.» Le aprobaron asi las cortes,
sin que se moviese discusión alguna ni en pro ni en contra. Ha
excitado entre los extrangeros ley de intolerancia tan insigne un
clamor muy general, no haciéndose el suficiente cargo de las cir-
cunstancias peculiares que la ocasionaron. En otras naciones en
donde prevalecen muchas y varias creencias, hubiera acarreado
semejante providencia gravísimo mal; pero no era este el caso de
España. Durante tres siglos habia disfrutado el catolicismo en aquel
suelo de dominación exclusiva y absoluta, acabando por extirpar




42 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


todo otro culto. As! no hería la determinación de las cortes, ni los
intereses, ni la opinión de la generalidad, antes bien la seguía y
aun la halagaba. Pensaron sin embargo varios diputados, afectos á
la tolerancia, en oponerse al artículo, ó por lo menos en procurar
modificarle. Mas pesadas todas las razones les pareció por entonces
prudente no urgar el asunto, pues necesario es conllevar á veces
ciertas preocupaciones para destruir otras que allanen el camino,
y conduzcan al aniquilamiento délas mas arraigadas. El principal
daflo que podia ahora traer la intolerancia religiosa consistía en el
influjo para con ios extranjeros, alejando á los industriosos, cuya
concurrencia tenia que producir en España abundantes bienes.
Pero como no se les vedaba la entrada en el reino, ni tampoco pro-
fesar su religión, solo sí el culto externo, era de esperar que con
aquellas y otras ventajas que les afianzaba la constitución, no se
retraerían de acudir á fecundar un terreno casi virgen, de grande
aliciente y cebo para grangerías nuevas. Ademas el artículo, bien
considerado, era en sí mismo anuncio de otras mejoras : la reli-
gión, decia, «será protegida por leyes sabias y justas. » Cláusula
que se enderezaba á impedir el restablecimiento de la inquisición,
para cuya providencia preparábase desde muy atrás el partido
liberal. Y de consiguiente en un pais en donde se destruye tan
bárbara institución, en donde existe la libertad de la imprenta y se
aseguran los derechos políticos y civiles por medio de instituciones
generosas, ¿podrá nunca el fanatismo ahondar sus raices, ni me-
nos incomodar las opiniones que Je sean opuestas? Cuerdo pues
fue no provocar una discusión en la que hubieran sido vencidos los
partidarios de la tolerancia religiosa. Con el tiempo y fácilmente
creciéndola ilustración, y naciendo intereses nuevos, hubiéranse
propagado ideas mas moderadas en la materia, y el español hu-
biera entonces permitido sin obstáculo que , junto á los altares
católicos, se alzasen los templos protestantes, al modo que muchos
de sus antepasados habian visto durante siglos no lejos de sus igle-
sias mezquitas y sinagogas. .


Era el otro extremo del título en que vamos el del gobierno.
Reducíase lo que aqui se determinaba acerca del asunto á una
mera declaración de ser el gobierno de España monárquico, y á
la distribución de las tres principales potestades, perteneciendo
la legislativa á las cortes con el rey, la ejecutiva exclusivamente á
este, y la judicial á los^ tribunales. No fue larga ni de entidad
la discusión suscitada, -si bien algunos señores querian que la
facultad de hacer las leyes correspondiese solo á Jas cortes,
sobre lo cual volveremos á hablar cuando se trate de la sanción
real.


Especificábase en el mismo título quienes debian conceptuarse
ciudadanos, calidad necesaria para el uso y goce de los derechos
políticos. Con este motivo se promovieron largos debates respecto




LIBRO DECIMOCTAVO. 45


de los originarios de África, cuestión que interesaba á la América,
pues por aquella denominación entendíanse solo los descendientes
de esclavos trasladados á aquellas regiones del continente africano,
á quienes no se declaraba desde luego ciudadanos corno á les de-
mas españoles, sino que se les dejaba abierta la puerta para con-
seguir la gracia según fuese su conducta y merecimientos. En un
principio los diputados americanos no manifestaron anhelo porque
se concediese el derecho de ciudadanía á aquellos individuos, y
húbolos, como el señor Morales Duarez, que se indignaban al oir
solo que tal se intentase. En el decreto de 15 de octubre de 1810,
cimiento de todas las declaraciones hechas en favor de América, no
se extendió la igualdad de derechos á los originarios de África, y
en las proposiciones sucesivas que formalizaron los diputados ame-
ricanos tampoco esforzaron estos aquella pretensión. No asi ahora,
queriendo algunos que se concediese en las elecciones á los men-
cionados originarios voz activa y pasiva, aunque los mas no pidie-
ron sino que se otorgase la primera, motivo por el que se sospechó
que en ello se trataba mas bien que del interés de las castas, de
aumentar el número de los diputados de América; pues debiendo
ser la base de las elecciones la población, claro era que incluyén-
dose entre los ciudadanos á los descendientes de África, crecería
el censo en favor de las posesiones americanas.


No lenian los españoles contra dichas castas odio ni oposición
alguna, lo cual no sucedió á los naturales de ultramar, en cuyos
países eran tan grandes la enemistad y desvío q u e , según dijo el
señor Salazar diputado por el Pe rú , se'advertía hasta en los libros
parroquiales, habiendo de estos unos en que se sentaban los nom-
bres de los españoles y de los reputados por tales, y otros en que
solo los de las castas. Lo mismo confirmaron varios diputados tam-
bién de América, y entre ellos el señor Larrozábal por Guatemala,
y de los mas distinguidos, quien, á pesar de que abogaba por los
originarios, decia: « Déjese á aquellas castas en el estado en que
« se hallan, sin privarlas de la voz activa... ni quererlas elevar
< á mas alta gerarquía, pues conocen que su esfera no las ha co-
« locado en el estado de aspirar á los puestos distinguidos. » Era
espinosísima la situación de los diputados europeos en los asuntos
de América, en los que caminaban siempre como por el filo de
una cortante espada. Negar á los originarios de África los dere-
chos de ciudadano era irritar los ánimos de estos; concedérselos
ofendia sobremanera las opiniones y preocupaciones de los demás
habitantes de ultramar. Al contrario la de los diputados america-
nos , quienes ganaban en cualquiera de ambos casos, inclinándose
el mayor número de ellos á excitar disturbios que abreviasen la
llegada del dia de su independencia. A sus argumentos, de gran
fuerza muchos, respondió con especialidad y profundamente el
señor Espiga. « He oido, decia, invocar con vehemencia sagrad(*s




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


derechos de naturaleza y bellísimos principios de humanidad j-
pero yo quisiera que los señores preopinantes no perdieran de
vista que habiéndose establecido la sociedad, y formádose las "na-
ciones para asegurar los derechos de la naturaleza, ha sido pre-
ciso hacer algún sacrificio poniendo aquellas limitaciones y con-
diciones que convenia no menos al interés general de todos los
individuos que al orden, tranquilidad y fuerza pública, sin la
cual aquel no podia sostenerse... Los principios abstractos no
pueden tener una aplicación rigurosa en la política... Esta es
una verdad conocida por los gobiernos mas ilustrados y» que no
son despóticos y tiranos... ¿Gozan por ventura las castas en la
Jamaica y demás posesiones inglesas del derecho de ciudadano
que aqui se solícita en su favor con tanto empeño?... Vuélvase
la vista á los innumerables propietarios de la Carolina y de la
Virginia pertenecientes á estas castas, y que viven felizmente
bajo las sabias leyesdel gobierno de losEslados Unidos: ¿son acaso
ciudadanos ? No , señor, todos son excluidos de los empleos ci-
viles y militares. Y cuando el sabio gobierno de la Gran Bretaña,
que por su constitución política y por su justa legislación, y por
una ilustración de algunos siglos, ha llegado á un grado superior
de riqueza, de esplendor y de gloria, al que aspiran los demás,
no se ha atrevido á incorporar las castas entre sus ciudadanos,
¿lo haremos nosotros, cuando estamos sintiendo el impulso de
mas de tres siglos de arbitrariedad y despotismo, y apenas ve-
mos la aurora de la libertad política? Cuando la constitución
anglo-americana, que con mano firme arrancó las raices de las
preocupaciones, y pasó quizas los límites de la sabiduría, las
excluyó de este derecho, ¿ se le concederemos nosotros que ape-
nas damos un paso sin encontrar el embarazo de los perjuicios
y de las opiníona?, cuya falsedad no se ha descubierto por des-
gracia todavía ? ¿ Podrá acusarse á estos gobiernos de falta de
ilustración, y de aquella firmeza que sabe vencer todos los es-
torbos para llegar á la prosperidad nacional? Tal e s , señor, la
conducta de los gobiernos cuando desentendiéndose de bellas
teorías consideran al hombre no como debe ser, sino como ha
sido, como es y como será perpetuamente. Estos respetables
ejemplos nos deben convencer de que son muy diferentes los de-
rechos civiles de los derechos políticos, y que si bien aquellos
no deben negarse á ninguno de los que componen la nación por
ser una consecuencia inmediata del derecho natural, estos pue-
den sufrir aquellas limitaciones que convengan á la felicidad pú-
blica. Cuando las personas y propiedades son respetadas; cuando,
lejos de ser oprimidos los individuos de las castas, han de hallar
sus derechos civiles la misma- protección en la ley que los de
todos los demás españoles, no hay lugar á declamaciones paté-
ticas en favor de la humanidad, que por otra parte puedencom-




LIBRO DECIMOCTAVO. 45


« prometer la existencia política de una gran parte de los dominios
« españoles... »


Pasó &\ cabo el articulo coa alguna que otra variación en los tér-
minos , y substituyendo á la expresión de t á los españoles que por
< cualquiera línea traen origen del África...»la de « á los espa-
« ñolos que por cualquiera línea son habidos y reputados por orí-
« ginarios de África... » Medio de evitar escudriñamientos do
origen, y de no asustar á los muchos que por allá derivan de es-
clavos , y se cuentan entre los libres y de sangre mas limpia.


Honró á las cortes también exigir aqui que < desde el año 1850
« deberían saber leer y escribir los que de nuevo entrasen en el
« ejercicio de los derechos de ciudadano,» señalando de este modo
como principal norte de la sociedad la instrucción y buena ense-
ñanza. Antes ya estaba determinado lo mismo en Guipúzcoa, y en
el reino de Navarra habíase establecido por auto de buen gobierno
que ninguno que no supiera leer y escribir pudiera obtener los
empleos y cargos municipales.


Llegó después la discusión del tercer título del Títnlo tercero,
proyecto, uno de los mas importantes por tratarse de D e l a s c ó r t e s '
la potestad legislativa. Aparecían en él como cuestiones mas gra-
ves : I o si habían de formarse las cortes en una sola cámara, si en
dos, ó en estamentos ó brazos como antiguamente; 2 o el nom-
bramiento de los diputados; 3 o la celebración de las cortes;
4 o sus facultades; y 5 o la formación de las leyes y la sanción
real.


Proponía la comisión que se juntasen las cortes en una cámara
sola compuesta de diputados elegidos por la generalidad de los
ciudadanos. Sostuvieron principalmente el dictamen de la comisión
los señores Arguelles, Jíraldo y coñete de Toreno. Impugnáronle los
señores Borrnll, Inguanzo y Cañedo. Inclinábanse estos á la for-
mación de las cortes divididas por brazos ó estamentos; opinando
el primero que ya que no concurriese toda la nobleza por su mu-
chedumbre y diferencias, fuese llamada á lo menos en parte. Es-
forzó el diputado Inguanzo las mismas razones á punto de dar por
norma para «los temperamentos de la potestad real»la constitu-
ción y gobierno de la iglesia que consideraba como una monarquía
mixta con aristocracia, olvidándose que en este caso la cabeza era
electiva y electivos todos sus miembros. Mas moderado el señor
Cañedo, si bien adicto á aquel género de representación, no se
oponía á que se hiciese alguna reforma en el sistema antiguo. La
comisión y los que la seguían fundaban su dictamen en la difi-
cultad de restablecer los brazos antiguos, en los inconvenientes
de estos, y en la diferencia también que mediaba entre ellos y
las dos cámaras ó cuerpos establecidos en Inglaterra y otros
países.


Muy varias hablan sido en la materia las costumbres y usos de




46 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


España, no siendo unos mismos en los diversos siglos, ni tampoco
en los diferentes reinos. Se conocieron por lo común tres eslamen-
tos en Cataluña y Valencia. Cuatro en Aragón, en donde no asistió
el clero hasta el siglo XIII, y en donde ademas estaba tan poco
determinado los que de aquel brazo y del de la nobleza debian con-


CAp.n.s.) cm ' i r á cortes, que dice Jerónimo Blancas *: « De
« los eclesiásticos, de los nobles, caballeros é hijos-


« dalgo no se puede dar regla cierta, de cuales han de ser nece-
« sanamente llamados, porque no hallo fuero ni acto de corte que
« la dé. Mas parece que no deberían dejar de ser llamados los se-
« ñores titulados, y los otros señores de vasallos del reino.» En
Castilla y León celebráronse cortes, aun de las mas señaladas, en
que no hubo brazos; y en las congregadas en Toledo los años
1538 y 1539 no concurieron otros individuos de la nobleza sino los
que expresamente convocó el rey; diciendo el conde de la Coruña


, A n ^ en su relación manuscrita *: « Y ño se acaba la gran-
( p .n.3 . ) ^ ^ e estos reinos en estos señores nombrados,


< pues aunque no fueron llamados por S. M. hay en ellos muchos
« señores de vasallos, caballeros, hijosdalgo de dos cuentos de
« renta, y de uno que tienen deudo con los nombrados. »


En adelante ni aun asi asistieron en Castilla los estamentos, y en
la corona de Aragón hubo variedad en los siglos XVI y XVII. En
el XVIII sábese q u e , luego que se afianzó en el solio español Ja
estirpe de Borbon, ó no hubo cortes, ó en las que se reunieron
los reinos de Aragón y Castilla, nunca se mezclaron en las dis-
cusiones los brazos, ni se convocaron en la forma ni con la solem-
nidad antiguas.


De consiguiente no habiendo regla fija por donde guiarse, ne-
cesario era resolver como y de quiénes se habían de formar dichos
brazos; y aqui entraba la dificultad. Decían los que los rehusaban:
« ¿ Se compondrá el de la nobleza de solos los grandes ? Pero esta
« clase, como ahora se halla constituida, no lleva su origen mas
« allá del siglo XVI, cuando justamente cesaron los brazos en
« Castilla, y acabó en todas partes el gran poder de las cortes:
< siendo de notar que en Navarra, donde todavía subsisten, en-
« tran en el estamento noble casas sí antiguas, mas no todas con-
« decoradas con la grandeza. ¿ Asistirán lodos los nobles ? Su
« muchedumbre lo impide. ¿Haráse entre sus individuos una
* elección proporcionada? Mas, ¿cómo verificarla con igualdad,
* cuando se cuentan provincias como las del norte en que el nú-
€ mero de ellos no tiene límite, y otras como algunas del medio-
< día y centro en que es muy escaso? Aumenta las dificultades,
« añadían, la América, en donde no se conocen sino dos ó tres
« grandes, y se halla multiplicada y mal repartida la demás no-
« bleza. No menores, proseguían, aparecen los embarazos res-
« pecto de los eclesiásticos. Si en una cámara ó estamento sepa-




LIBRO DECIMOCTAVO. 47


i radp han de concurrir los obispos y primeras dignidades, ademas
« de los daños que resultarán en cuanto á los de América en
« abandonar sus sillas é iglesias, no será justo queden entonces
« clérigos en el estamento popular á menos de convertir las cortes
« en concilio : y desposeer á los últimos de un derecho ya adqui-
t r ido , ofrécese como cosa ardua y de dificultosa ejecución. Por
« otra parte, decian los mismos señores, los bienes que trae la
« separación del cuerpo legislativo» en dos cámaras, no se consi-
< guen por medio de los estamentos. En Iglalerra júntanse aquellas,
c y deliberan separadamente con a r r e g l o t r á m i t e s fijos, y con
« independencia una de otra. En España sentábanse los brazos en
< diversos lados de una sala, no en salas distintas; y si alguna vez
» para conferencias preparatorias y examen de materias se segre-
« gabán, ni eso era general ni frecuente; y luego por medio de
« sus tratadores deliberaban unidos y votaban juntos. De lo que
« nacia haber en realidad una cámara sola, excepto que se hallaba
« compuesta de personas á quienes autorizaban privilegios ó dere-
« chos distintos. »


En medio de tan encontrados dictámenes, hablando con la im-
parcialidad que nos es propia y con la experiencia ahora adquirida,
parécenos que hubo error en ambos extremos. En el de los que
apoyaban los estamentos antiguos, porque ademas de la forma
varia é incierta de estos, agregábanse en su composición á los
males de una sola cámara los que suelen traer consigo las de pri-
vilegiados. En el opuesto, porque si bien los que sostenían aquella
opinión trazaron las dificultades é inconvenientes de los estamen-
tos , y aun los de una segunda cámara de nobles y eclesiásticos, no
satisficieron competentemente á todas las razones que se descu-
bren contra el establecimiento de una sola y única, ni probaYon la
imposibilidad de formar otra segunda tomando para ello por base
la edad, los bienes, la antigua ilustración, los servicios eminen-
tes , ó cualesquiera otras prendas acomodadas á la situación de
España.


Pues ya que una nación al establecer sus leyes fundamentales,
ó al rever las añejas y desusadas, tenga que congregarse en una
sola asamblea, como medio de superar los muchos é inveterados
obstáculos con que entonces tropieza, llano es que varía el caso,
una vez constituida y echados los cimientos del buen orden y feli-
cidad pública, debiendo los gobiernos libres para lograr aquel fin
adoptar una conveniente balanza entre el movimiento rápido de in-
tereses nuevos y meramente populares, y la permanente estabili-
dad de otros mas antiguos, por cuya conservación suspiran las
clases ricas y poderosas.


Atestiguan la verdad de esta máxima los pueblos que mas largo
tiempo han gozado de laliberdad, y varones prestantísimos de las
edades pasadas y modernas. Tal era la opinión de Cicerón, que en




48 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


su tratado De república * afirma que óptimamente se
( A P . n. 4.) h a | | a c o n s t i t u ¡ d o un estado en donde ex tribus gene-


ribus Mis : regalij et optimali, et populan, confusa modice. Y Po-
libio piensa que lo que mas contribuyó á la destrucción de Cartago,
fue hallarse entonces todo el poder en manos del pueblo, cuando
en Roma habia un senado. Lo mismo sentia el profundo Maquiavelo,
lo mismo Montesquieu y hasta el célebre conde de Mirabeau, se-
ñalándose entre todos Mr. Adams, si bien republicano, y que
ejerció en los Estados Unidos de América las primeras magistratu-


l p n n ras , quien escribía*: < Si no se adoptan en cada
i constitución americana las tres órdenes (elpresi-


« dente, senado y cámara de representantes) que mutuamente se
« contrapesen, es menester experimente el gobierno frecuentes é
« inevitables revoluciones, que aunque tarden algunos años en es-
« tallar, estallarán con el tiempo. >


Las cortes no obstante aprobaron por una gran mayoría de votos
el dictamen de la comisión que proponía una sola cámara, escasas
todavía aquellas de experiencia, y arrastradas quizá de cierta igual-
dad no popular, sino, digámoslo asi, nobiliaria, difundida en casi
todas las provincias y ángulos de la monarquía.


Tomaron las cortes por base de las elecciones la población, de-
biendo ser nombrado un diputado por cada 70,000 almas, y no
exigiéndose ahora otro requisito que la edad de 25 años, ser ciu-
dadano y haber nacido en la provincia ó hallarse avecindado en
ella con residencia á lo menos de siete años. Indicábase en otro ar-
tículo que mas adelante para ser diputado seria preciso disfrutar
de una renta anual procedente de bienes propios, y que las cortes
sucesivas declararían cuando era llegado el tiempo de que tuviese
efecto aquella disposición. Y ¡cosa extraordinaria! diputados como


* el señor Borrul, prontos siempre á tirar de la rienda á cuanto fuese
democrático, contradijeron dicho artículo, temiendo que con él se
privase á muchos dignos españoles de ser diputados. Cierto que es-
tancada todavía casi toda la propiedad entre mayorazgos y manos-
muertas, no era fácil admitir de seguida y absolutamente aquella
base; pues los estudiosos, los hombres de carrera, y muchos ilus-
trados pertenecían mas bien á la clase desprovista de renta terri-
torial, como los segundos de las casas, que á los primogénitos ; y
exigir desde luego para la diputación la calidad de propietario,
como única, antes que nuevas leyes de sucesión y otras distribuye-
sen con mayor regularidad los bienes raices, hubiera sido expo-
nerse á defraudar á la nación de representantes muy recomen-
dables.


Pasaba la elección por los tres grados de juntas de parroquia,
de partido y de provincia : lo mismo, con leve diferencia, que se
exigió para las cortes generales y extraordinarias, según referimos
en el libro XII : y con la novedad de no deber ya ser admitidos los




LIBRO DECIMOCTAVO. 49


diputados de las villas y ciudades antiguas de voto en cortes, ni los
de las juntas que se hallaron al frente del levantamiento en 1808.
También se igualaban con los europeos los americanos, cuyas elec-
ciones quedaban á cargo de los pueblos, en lugar que las últimas
las verificaron los ayuntamientos. Superfluo parecia que esta ley
reglamentaria formase parte de la constitución , mas el señor Mu-
ñoz Torrero insistió en ello, queriendo precaver mudanzas pron-
tas é intempestivas. Podian ser nombrados diputados individuos
del estado seglar ó del eclesiástico secular. Mas de una vez provo-
caron ciertos señores la cuestión de que se admitiesen también los
regulares; pero las cortes desecharon constantemente semejantes
proposiciones.


Se excluían de la elección los secretarios del despacho, los con-
sejeros de estado, y los que sirviesen empleos de la casa real. Pasó
el artículo sin oposición : tan arraigado estaba el concepto de se-
parar en todo la potestad legislativa de la ejecutiva, como si la úl-
tima no fuese un establecimiento necesario é indispensable de la
mecánica social, y como si en este caso no valiera mas que sus in-
dividuos permaneciesen unidos con las cortes y afectos á ellas, que
no que estuviesen despegados ó fuesen amigos tibios. Tocante á la
exclusiva dada á los empleados en la casa real, era uso antiguo de
nuestros cuerpos representativos, particularmente de los de Ara-
gón , según nos cuentan sus escritores y entre ellos el secretario
Antonio Pérez.


Todos los años debían celebrarse las cortes, no pudiendo man-
tenerse reunidas sino tres meses, y uno mas en caso de que el rey
lo pidiese, ó lo resolviesen asi las dos terceras partes de Jos di-
putados. Adoptóse aquella limitación para enfrenar el demasiado
poder que se temia de un cuerpo único y de elección popular, y
para no conceder al rey la facultad de disolver las cortes ó proro-
garlas. Providencia de la que pudiera haberse resentido el des-
pacho de los negocios, causando mayores males que ios que se
querían evitar.


Proponía la comisión en su dictamen que se nombrasen los di-
putados cada dos años, y que fuese lícito el reelegirlos. Aproba-
ron las cortes la primera parte y desecharon la última, adoptando
en su lugar que no podría recaer la elección en los mismos indivi-
duos, sino después de haber mediado una diputación ó sea legisla-
tura. Desacuerdo notable, y con el que, según oportunamente dijo
en aquella occasion el señor Oliveros, se echaba abajo el edificio
constitucional. Porque en efecto al que ya le faltaba eí fundamento
sólido de una segunda y mas duradera cámara ¿ qué apoyo de es-
tabilidad le restaba, variándose cada dos años y completamente
los individuos que componían la única y sola á que estaba encar-
gada la potestad legislativa? Dificultoso se hace que haya, por de-
cirlo asi, de remuda cada dos años en un pais 300 individuos ca-


iii. 4




50 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
paces de desempeñar cargo tan a r d u o ; sobre todo en un pais
que se estrena en el gobierno representativo. Mas aunque los hu-
biera, una cosa es la aptitud y otra la costumbre en el manejo de
los negocios : una el saber, y otra hallarse enterado de los motivos
que hubo para tomar tal ó cual determinación. Eso sin contar con
las pasiones, y el prurito de señalarse que casi siempre acompaña
á cuerpos recien «instalados. Ademas no hay profesión, no hay
ar te , no hay magistratura que no requiera ejercicio y conocimien-
tos prácticos : no todos los años se relevan los militares, ni se mu-
dan los jueces ni los otros empleados; ¿ y se podrá cada dos cam-
biar y no reelegir los legisladores ? Verdaderamente encomendábase
asi el estado á una suerte precaria y ciega. Y todo por aquel mal
aconsejado desprendimiento ..admitido desde un principio, y tan
ageno de repúblicos experimentados. Rayaba ahora en frenesí,
teniendo que dejar á unas cortes nuevas el afirmamiento de una
constitución todavía en mantillas, y en cuyos debates no habían
tomado parte.


Siguiendo la misma regla y la adoptada en el año anterior, se
decretó por artículo constitucional, que no pudieran los diputados
admitir para sí, ni solicitar para otro, empleo alguno de provisión
real ni ascenso sino los de escala durante el tiempo de su diputa-
ción, ni tampoco pensión ni condecoración hasta un año después.
La prolongación del término en el último caso, estribaba en la razón
de no haber en él sino utilidad propia, cuando en el primero po-
dría tal vez ser perjudicial al estado privarle por mas tiempo de la
asistencia de un hombre entendido y capaz.


Se extendían las facultades de las cortes á todo lo que corres-
ponde á la potestad legislativa, habiéndose también reservado la
ratificación de los tratados de alianza ofensiva, los de subsidios, y
los especiales de comercio, dar ordenanzas al ejército , armada y
milicia nacional, y estatuir el plan de enseñanza pública y el que
hubiera de adoptarse para el príncipe de Asturias.


En la formación de las leyes se dejaba la iniciativa á todos los
diputados sin restricción alguna, y se introdujeron ciertos trámites
para la discusión y votación, con el objeto de evitar resoluciones
precipitadas. Hubo pocos debates sobre estos puntos. Promovié-
ronse sí acerca de la sanción real. La comisión la concedía al mo-
narca restricta, no absoluta, pudiendo dar la negativa ó veto hasta
la tercera vez á cualquiera ley que las cortes le presentasen; pero
llegado este caso, si el rey insistía en su propósito, pasaba aquella
y se entendía haber recibido la sanción. Ya los señores Castelló y
conde de Toreno se habian opuesto al dictamen de la comisión en
el segundo título, en que se establecía que la facultad de hacer las
leyes correspondía á las cortes con el rey. Renovaron ahora la
cuestión los señores Terreros, Polo y otros, queriendo algunos
que no interviniese el monarca en la formación de las leyes, y mu-




LIBRO DECIMOCTAVO. 51
chos que se disminuyese el término de la negativa ó veto suspen-
sivo. Los diputados que impugnaban el artículo apoyábanse en
ideas teóricas, plausibles en la apariencia * pero en el uso engaño-
sas. Había dicho el conde deToreno entre otras cosas...« ¿Cómo
« una voluntad individual se ha de oponer á la suma de voluntades
« representantes de la nación? ¿ No es un absurdo que solo uno
« detenga y haga nula la voluntad de todos ? Se dirá que no se
« opone á la voluntad de la nación, porque esta de antemano la ha
<r expresado en la constitución, concediendo al rey este veto por
« juzgarlo asi conveniente á su bien y conservación. Esta razón,
« que al parecer es fuerte, para mí es especiosa; ¿ cómo la nación
« en favor de un individuo ha de desprenderse de una autoridad
< tal, que solo por sí pueda oponerse á su voluntad representada ?
« Esto seria enagenar su libertad, lo que no es posible ni pensarlo
« p o r ú n momento, porque es contrario al objeto que el hombre
« se propone en la sociedad, lo que nunca se ha de perder de
« vista, Sobre todo debemos procurar á la constitución la mayor
« duración posible; y ¿ se conseguirá si se deja al rey esa facultad?
« ¿No nos exponemos á que la negativa dada á una ley traiga
I consigo el deseo de variar la constitución, y variarla de manera
« que acarree grandes convulsiones y grandes males ? No se cite á
« la Inglaterra : alli hay un espíritu público formado hace siglos :
« espíritu público que es la grande y principal barrera que existe
t entre la nación y el rey, y asegura la constitución que fue for-
« mada en diferentes épocas y en diversas circunstancias que las
< nuestras. Nosotros ni estamos en el mismo caso, ni podemos
« lisonjearnos de nuestro espíritu público. La negativa dada á dos
< leyes en Francia, fue una de las causas que precipitaron el
c trono... » Varias de estas razones y otras que inexpertos enton-
ces dimos, mas bien tenian fuerza contra el veto suspensivo de la
comisión que contra el absoluto; pues aquel no esquivaba el con-
flicto que era de temer naciese entre las dos primeras autoridades
del estado, ni el mal de encomendar á la potestad ejecutiva el cum-
plimiento de una ley que repugnaba á su dictamen. Fundada-
mente decia ahora el señor Pérez de Castro... « No veo qué abusos
« puedan nacer de este sistema, ni porqué cuando se trata de re-
« frenar los abusos se ha de prescindir del poderoso influjo de la
« opinión pública á la que se abre entre nosotros un campo nuevo.
« La opinión publica apoyada de la libertad de la imprenta, que
t es su fiel barómetro, ilustra, advierte y contiene, y es él mayor
« freno de la arbitrariedad. Porque ¿qué seria en la opinión pú-
< blica de los que aconsejasen al rey la negativa de la sanción de
« una ley justa y necesaria? ¿Ni cómo puede prudentemente su-
« ponerse que un proyecto de ley conocidamente justo y conve-
« niente sea desechado por el rey con su consejo en una nación
« donde haya espíritu público, que es una de las primeras cosas




2 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
que ha de criar entre nosotros la constitución ó nada habremos
adelantado, ni esta podrá existir ? El resultado de una obstina-
ción tan inconcebile seria quedar expuesto el monarca al des-
aire de una nación forzada y á perder de tal modo el crédito
ó la opinión sus ministros, que vendrían al suelo irremisible-
mente. Y supongamos (caso raro en verdad) que alguna vez
estas precauciones impidan la formación de alguna ley, no nos
engañemos, esto no puede suceder cuando el proyecto de ley es
evidente, y ta! vez urgentemente útil y necesario, pero ha-
blando de los casos comunes estoy firmemente persuadido que
el dejar de hacer una ley buena es menor mal que la funestí-
sima facilidad de hacer y deshacer leyes cada día, plaga la mas
terrible para un estado.
« Juzgo (continuaba) que la experiencia y sus sabias lecciones
no deben ser perdidas para nosotros, y que el derecho público,
en esta parle, de otras naciones modernas que tienen represen-
tación nacional, no debe mirarse con desden por los legislado-
res de España. No hablaré de esa Francia que quiso al principio
de sus novedades darse un rey constitucional, y donde, á pesar
del infernal espíritu desorganizador de demagogia y democracia
revolucionaria que fermentó desde los primeros pasos, se con-
cedió al monarca la sanción con estas mismas pausas. Tampoco
hablaré de lo que practica una nación vecina y aliada, cuya
prosperidad, hija de su constitución sabia, es la envidia de to-
dos, porque todos saben la inmensa extensión que por ella tiene
en este y otros puntos la prerogativa real. Solo haré mención de
la ley fundamental de un estado moderno mas lejano, de los
Estados Unidos del norte' de América, cuyo gobierno es demo-
crático , y donde propuesto y aprobado un proyecto en una de
las dos cámaras, esto es, en la cámara de los representantes ó
en el senado, tiene que pasar á la otra para su aprobación; si es
alli también aprobado, tiene que recibir todavía la sanción del
presidente de los Estados Unidos; si este la niega, vuelve el
proyecto á la cámara donde tuvo su origen; es alli de nuevo dis-
cutido, y para ser aprobado necesita la concurrencia de las dos
terceras partes de votos : entonces recibe fuerza, y queda hecho
ley del estado...'Pues si esto sucede en un estado democrático,
cuyo gefe es un particular revestido temporalmente por la cons-
titución de tan eminente dignidad, lomado de los ciudadanos in-
distintamente, y falto por consecuencia de aquel aparato res-
petuoso que arranca la consideración de los pueblos; si esto
sucede en estados donde la ley se filtra, por decirlo así, por
dos cámaras, invención sublime dirigida á hacer, en favor
de las leyes, que el proyecto propuesto en una cámara no
sea decretado sino en otra distinta, y aun después ha menester
la sanción del gefe del gobierno, ¿ qué deberá suceder en una




LIBRO DECIMOCTAVO.


« monarquía como la nuestra, y en la que no existen esas dos
« cámaras...»


Prevaleció el dictamen de la comisión, y es de advertir que
entre los señores que le impugnaban, y repelían la sanción real
con veto absoluto ó suspensivo, habíalos de opiniones las mas en-
contradas. Sucedía esto con frecuencia en las materias políticas : y
diputados, como el señor Terreros , muy aferrados en las eclesiás-
ticas, eran de los primeros á escatimar las facultades uel rey , y á
contrastar á los intentos de la potestad ejecutiva.


En este artículo 3 o establecíase la diputación permanente de cor-
tes , y se especificaba el modo y la ocasión de convocar á cortes
extraordinarias. Se componía ahora la primera de siete individuos
escogidos por las mismas cortes, á cuyo cargo quedaba durante la
separación de las últimas velar sobre la observancia de las leyes,
y en especial de las fundamentales, sin que eso le diera ninguna
otra autoridad en la materia. Antiguamente se conocía un cuerpo
parecido en los reinos de Aragón, y en la actualidad en Navarra,
y juntas de las provincias vascongadas y Asturias. Nunca en Cas-
tilla hasta que se unieron las coronas y se confundieron las cortes
principales de la monarquía en unas solas. Entonces apareció una
sombra vana, á que se dio nombre de diputación, compuesta tam-
bién de siete individuos que se nombraban y sorteaban por las ciu-
dades de voto en cortes. Pudo ser útil semejante institución en
reinos pequeños, cuando la representación de los pueblos no se
juntaba por lo común todos los años, y cuando no habia imprenta
ó se desconocía la libertad de ella, en cuyo caso era la diputación,
según expresó oportunamente el señor Capmany, * el censor pú-
c blico del supremo poder. » Pero ahora si se ceñía este cuerpo á
las facultades que le daba la constitución, era nula é inútil su cen-
sura al lado de la pública; si las traspasaba, ademas de excederse,
no servia su presencia sino para entorpecer y molestar al gobierno.
Tuvieron por conveniente las cortes respetar reliquia tan antigua
de nuestras libertades, confiándole también la policía interior del
cuerpo, y la facultad de llamar en determinados casos á cortes ex-
traordinarias.


Dábase esta denominación no á cortes que fuesen superiores á
las ordinarias en poder y constituyentes como las actuales, sino á
las mismas ordinarias congregadas extraordinariamente y fuera
de los meses que permitía la constitución. Su llamamiento verifi-
cábase en caso de vacar la corona, de imposibilidad ó abdicación
del rey, y cuando este las quisiese juntar para un determinado ne-
gocio, no siéndoles licito desviarse á tratar de otro alguno. Con
esto se cerraba el titulo tercero.


En el cuarto entrábase á hablar del rey, y se cír- T M O cuarto,
cunstanciabansu inviolabilidad y autoridad, la suce- D e l r e T
sion á la corona, las minoridades y regencia, la dotación de la familia




54 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
/
real 6 sea lista civil, y el número de secretarios de estado y del
despacho con lo concerniente á su responsabilidad.


El rey ejercía con plenitud la potestad ejecutiva, pero siempre
de manera que podia reconocer, como dice Don Diego de Saave-
c A p n.«) dra % « que no era tan suprema que no hubiese que-


« dado alguna en el pueblo. » Concediósele la facul-
tad de € declarar la guerra y hacer y ratificar la paz, » aunque
después de una larga y luminosa discusión, deseando muchos se-
ñores que en ello interviniesen las cortes, á imitación de lo orde-


i*Ap n 7 ) n a d ° e n e l fuero antiquísimo de Sobrarve *. Las res-
tricciones mas notables que se le pusieron, consistían


en no permitirle ausentarse del reino, ni casarse sin consentimiento
de las cortes. Provocó ambas la memoria muy reciente de Bayona,
y los temores de algún enlace con la familia de Napoleón. Autori-
zábanlas ejemplos de naciones extrañas, y otros sacados de nuestra
antigua historia.


Se reservó para tratar en secreto el punto de la sucesión á la
corona. Decidieron las corles cuando llegó el caso, que aquella se
verificaría por el orden regular de primogenitura y representación
entre ios descendientes legítimos varones y hembras de la dinastía
de Borbon reinante. Tal había sido casi siempre la antigua cos-
tumbre en los diversos reinos de España. En León y Castilla auto-
rizóla la ley de partida; y antes nunca había padecido semejante
práctica alteración alguna, empuñando por eso ambos cetros Fer-
nando I , y luego Fernando III el Santo : tampoco en Navarra en
donde se contaron multiplicados casos de reinas propietarias, y á
la misma costumbre se debió la unión de Aragón y Cataluña en
tiempo de Doña Petronila, hija de Don Ramiro el Monge. Bien es
Yeidad que allí hubo algunas variaciones, especialmente en los
reinados de Don Jaime el Conquistador y de Don Pedro IV el Ce-
remonioso , no ciñendo en su consecuencia la corona las hijas de
Don Juan el I o , sucesor de este, la cual pasó á las sienes de Don
Martin su hermano. Pero recobró fuerza en tiempo de los reyes
católicos, ya al reconocer por heredero al malogrado Don Miguel
su nieto, príncipe destinado á colocarse en los solios de toda la
península , incluso Portugal; ya al suceder en los de España Doña
Juana Ja Loca y su hijo Don Carlos. Por la misma regia ocupó
también el trono Felipe Y de Borbon, quien sin necesidad trató de
alterar la antigua ley y costumbre y las disposiciones de los reyes
D. Fernando y Doña Isabel, y de introducir la ley sálica de Fran-
cia. Ilízolo asi hasta cierto punto, pero bastante á las calladas y
con mucha informalidad y oposición, según refiere el marqués de
San Felipe. En las cortes de 1789 ventilóse también el negocio y se
revocó la anterior decisión , mas muy en.secreto. Las cortes po-
niendo ahora en vigor la primitiva ley y costumbre, en nada cho-
caban con la opinión nacional, y asi fue que en el seno de ellas




LIBRO DECIMOCTAVO. Sfi


obraron en ei asunto de acuerdo los diversos partidos que las com-
ponían, mostrando mayor ardor el opuesto á reformas.


Esto en parte pendía del ansia por colocar al frente de la re-
gencia y aproximar á los escalones del trono á la infanta Doña María
Carlota Joaquina, casada con Don Juan príncipe heredero de Por-
tugal , é hija mayor de.los reyes Don Carlos IV y Doña María Luisa,
en quien debia recaer la corona á falta de sus hermanos, ausentes
ahora, cautivos y sin esperanza de volver á pisar el territorio es-
panol. Había en ello también el aliciente de que se reuniera bajo
una misma familia la península entera; blanco en que siempre
pondrán los ojos todos los buenos patricios. Tenia el partido anii-
reformador empeño tan grande en llamar á aquella señora á suce-
der en el reino, que para facilitar su advenimiento promovió y
consiguió que por decreto particular se alejase de la sucesión á la
corona al hermano menor de Fernando VII el infante Don Fran-
cisco de Paula y á sus descendientes; siendo asi que este por su
corta edad no habia tenido parte en los escándalos y. flaquezas de
Bayona, y que tampoco consentían las leyes ni la política, y menos
autorizaban justificados hechos, tocar á la legitimidad del men-
cionado infante. En el propio decreto eran igualmente excluidas
de la sucesión la infanta Doña María Luisa, reina viuda de Etruria,
y la archiduquesa de Austria del mismo nombre, junto con la des-
cendencia de ambas; la última señora por su enlace con Napoleón,
y la primera por su imprudente y poco mesurada conducta en los
acontecimientos de Aranjuez y Madrid de 1808. En el decreto sin
embargo nada se especificaba, alegando solo para la exclusiva de
todos « ser suíucesion incompatible con el bien y seguridad del
« estado.» Palabras vagas, que hubiera valido mas suprimir, ya
que no se querían publicar las verdaderas razones en que se fun-
daba aquella determinación.


Las cortes retuvieron para si en las minoridades el nombra-
miento de regencia. Conformábanse en esto con usos y decisiones
antiguas. Y en cuanto á la dotación de la familia real se acordó que
las cortes la señalarían al principio de cada reinado. Muy zelosas
anduvieron á veces las antiguas en esta parte , usando en ocasiones
hasta de términos impropios aunque significativos, como acon-
teció en las cortes celebradas en Valladoiid el año 1518, en las
que * se dijo á Carlos V « que el reu era mercenario de
n „ ' 1 , 3 CAp. i i . a.)


sus vasallos.»
Instrumentos ios ministros ó secretarios del despacho de la au-


toridad del rey, gefe visible del estado, son realmente en los go-
biernos representativos la potestad ejecutiva puesta en obra y
conveniente acción. Se fijó que hubiese siete: de estado ó rela-
ciones exteriores; dos de la gobernación, uno para la península
y otro para ultramar; degrWciá y Justicia; de guerra; de hacienda
y de marina. La novedad' corfsistia en los dos ministerios de la




56 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


gobernación, ó sea de lo interiov, que tvopeió coa obstáculos pov
cuanto ya indicaba que se querían arrancar á los tribunales lo
económico y gubernativo en que habian entendido hasta entonces.


Debían los secretarios del despacho ser responsables de sus pro-
videncias á las cortes, sin que les sirviese de disculpa haber obrado
por mandato del rey. Responsabilidad esta por lo común mas bien
moral que efectiva; pero oportuno anunciarla y pensar en ella,
porque como decia bellamente el ya citado Don Diego de Saave-


< A n 9 j dra *: « dejar correr libremente á los ministros, es
c p' ™" c soltar las riendas al gobierno, »
También en este título se creaba un consejo de estado. Bajo el


mismo nombre hallábase establecido otro en España desde tiempos
remolos, al que dio Carlos V particulares y determinadas atribu-
ciones. Elevaba ahora la comisión el suyo dándole aire de segunda
cámara. Debían componerle cuarenta individuos : de ellos cuatro
grandes de España, y cuatro eclesiásticos; dos , obispos. Inamo-
vibles todos, los nombraba el rey, tomándolos de una lista triple
presentada por las cortes. Eran sus mas principales facultades
aconsejar al monarca en los asuntos arduos, especialmente para
dar ó negar la sanción de las leyes, y para declarar la guerra ó
hacer tratados; perteneciéndole asimismo la propuesta por ternas
para la presentación de todos los beneficios eclesiásticos y para la
provisión de las plazas de judicatura. Prerogativa de que habian
gozado las antiguas cámaras de Castilla y de Indias; porción, como
se sabe , integrante y suprema de aquellos dos consejos. Aplau-
dieron hasta los mas enemigos de novedades la formación de este
cuerpo, á pesar de que con él se ponían trabas mal enteníUHas á la
potestad ejecutiva, y menguaban sus facultades. Pero agradábales
porque renacia la antigua práctica de proponer ternas para los des-
tinos y dignidades mas importantes.
Timiüquinto.Do Comprendía el título 5° el punto de tribunales :
ios tribunales, punto bastante bien entendido y desempeñado, y que
se dividía en tres esenciales partes : I a reglas generales, 2 a admi-
nistración de justicia en lo civil, 3 a administración de justicia en lo
criminal-. Por de pronto apartábase de la incumbencia de los tri-
bunales lo gubernativo y económico en que antes tenian concurso
muy principal, y se les dejaba solo la potestad de aplicar las leyes
en las causas civiles y criminales, Pohíbíase que ningún español
pudiese ser juzgado por comisión alguna especial, y se destruían los
muchos y varios fueros privilegiados que antes habia, excepto el
de los eclesiásticos y el de los militares. No faltaron diputados como
los señores Calalrava y García Herreros que con mucha fuerza y
poderosas razones atacaron tan injusta y perjudicial exención; mas
nada por entonces consiguieron.


Centro era de todos los tribunales'uno supremo llamado de jus-
ticia , al que se encargaba el cuidado de decidir las competencias




LIBRO DECIMOCTAVO. 57


de los tribunales inferiores; juzgar á los secretarios del despacho,
á los.consejeros de estado y á los demás magistrados en caso de que
se les exigiese la responsabilidad por el desempeño de sus funciones
públicas; conocer de los asuntos contenciosos pertenecientes al real
patronato; de los recursos de fuerza de los tribunales superiores
de la corte, y en fin de los recursos de nulidad que se interpusiesen
contra Jas sentencias dadas en última instancia.


Después poníanse en las provincias tribunales que conservaban
el nombre antiguo de audiencias, y á las cuales se encomenda-
ban las causas civiles y criminales. En esta parte adoptábase la
mejora importante de que todos los asuntos feneciesen en el res-
pectivo territorio; cuando antes tenían que acudir á grandes dis-
tancias y á la capital del reino, á costa de muchas demoras y
sacrificios. Mal grave en la península, y de incalculables perjuicios
en ultramar. En el territorio de las audiencias, cuyos términos se
debian fijar al trazarse la nueva división del reino, se formaban
p a r t i d o s ^ en cada uno de ellos se establecía un juez de letras con
facultades limitadas á lo contencioso. Hubieran algunos querido que
en lugar de un solo juez se pusiese un cuerpo colegiado compuesto
á lo menos de t res , como medio de asegurar mejor la administra-
ción de justicia, y de precaver los excesos que solian cometer los
jueces letrados y los corregidores; pero la costumbre y el temor
de que se aumentasen los gastos públicos inclinó á aprobar sin obs-
táculos el dictamen de la comisión.


Hasta aquí todos estos magistrados, desde los del tribunal su-
premo de justicia hasta los mas inferiores, eran inamovibles y de
nombramiento real á propuesta del consejo de estado. Venian des-
pués en cada pueblo los alcaldes, á los q u e , según en breve vere-
mos, elegíanlos los vecinos, y á su cargo se dejaban litigios de
poca cuantía, ejerciendo el oficio de conciliadores, asistidos de dos
hombres buenos, en asuntos civiles ó de injurias, sin que fuese
lícito entablar pleito alguno antes de intentar el medio de la conci-
liación. Cortáronse al nacer muchas desavenencias mientras se
practicó esta ley, y por eso la odiaron y trataron de desacreditar
ciertos hombres de garnacha.


En la parte criminal se impedia prender á nadie sin que proce-
diese información sumaria del hecho, por el que el acusado mere-
ciese castigo corporal; y se permitía que en muchos casos dando
fiador no fuese aquel llevado á la cárcel; á semejanza del habeas
corpus de Inglaterra, ó del privilegio hasta cierto punto parecido
de Ja antigua manifestación de Aragón. Abolíase la confiscación, se
prohibía que se allanasen las casas sino en determinados casos, y
adoptábase mayor publicidad en el proceso con otras disposiciones
no menos acertadas que justas. La opinión habia dado ya en Es-
paña pasos tan agigantados acerca de estos puntos que no se suscitó
al tratarlos discusión grave. '




58 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Mas no pareció oportuno llevar la reforma hasta el extremo de
instituir inmediatamente el jurado. Anuncióse sí por un artículo
expreso que las cortes en lo sucesivo cuando lo tuviesen por con-
veniente introducirían la distinción entre los jueces del hecho y del
derecho. Solo el señor Golfín pidió que se concibiese dicho artículo
en tono mas imperativo.


El título 6 o fijaba el gobierno interior de las pro-
Titulo sesto. yjncías y de los pueblos. Se confiaba el de estos á los


Del gobierno ín- J . R


terior de las pro- ayuntamientos, y el de aquellas a las di putaciones con
ín*"».1 d e 1 0 3 l ° s gef e s políticos y los intendentes. En España, sobre


todo en Castilla, había sido muy democrático el go-
bierno de los pueblos, siendo los vecinos los que nombraban sus
ayuntamientos. Fuese alterando este método en el siglo XV, y del
todo se vició durante la dinastía austríaca, convirtiéndose por lo
general aquellos oficios en una propiedad de familia, y vendién-
dolos y enagenándolos con profusión Ja corona. En tiempo de
Carlos III , reinado muy favorable al bien de los pueblos, dispúsose
en 1766 que estos nombrasen diputados y síndicos, con objeto en
particular de evitar la mala administración de los abastos; teniendo
voto, entrada y asiento en los ayuntamientos , y dándoles en años
posteriores mayor extensión de facultades. Mas no habiéndose ar-
rancado la raiz del mal, trató la constitución de descuajarla; deci-
diendo que habría en los pueblos para su gobierno interior un
ayuntamiento de uno ó mas alcaldes, cierto número de regidores,
y uno ó dos procuradores síndicos elegidos todos por los vecinos,
y amovibles por mitad todos los años. Pareció á muchos que faltaba
á esta última rueda de la autoridad pública un agente directo de la
potestad ejecutiva, porque los ayuntamientos no son representantes
de los pueblos, sino meros administradores de sus intereses; y asi
como es justo por una parte asegurar de este modo el bien y feli-
cidad de las localidades, asi también lo es por la otra poner un
freno á sus desmanes y peculiares preocupaciones con la presencia
de un alcalde ú otro empleado escogido por el gobierno supremo y
central.


No quedaba á dicha semejante hueco en el gobierno do las pro-
vincias. Había en ellas un gefe superior, llamado gefc político, de
provisión real , á quien estaba encargado todo lo gubernativo, y
un intendente que dirigía la hacienda. Presidia el primero la dipu-
tación compuesta de siete individuos nombrados por los electores
de partido, y que se renovaban cuatro una vez, y tres otra cada
dos años. Tenia este cuerpo latamente y en toda la provincia las
mismas facultades que los ayuntamientos en sus respectivos distri-
tos , ensanchando su círculo hasta en la política general y mas allá
de lo que ordena una buena administración. Las sesiones de cada
diputación se limitaban al término de noventa días para estorbar
se erigiesen dichas corporaciones en pequeños congresos, y se la-




LIBRO DECIMOCTAVO. 59


deasen al federalismo : grave perjuicio, irreparable ruina, por lo
que hubiera convenido restringirlas aun mas. Podia el rey, siempre
que se excediesen, suspenderlas, dando cuenta alas cortes.


Se formaron estas diputaciones á ejemplo de las de Navarra,
Vizcaya y Asturias, las cuales, si bien con facultades á veces muy
mermadas, conservaban todavía hastante manejo en su gobierno
interior, especialmente las dos primeras. Todas las otras provin-
cias del reino habían perdido sus fueros y franquezas desde el ad-
venimiento al trono de las casas de Austria y de Borbon : por lo
que incurren en gravísimo error los extranjeros cuando se figu-
ran que eran arbitras aquellas de dirigir y administrar sus nego-
cios interiores; siendo asi que en ninguna parte estaba el poder tan
reconcentrado como en España, en donde no era lícito desde el
último rincón de Cataluña ó Galicia hasta el mas apartado de Se-
villa ó Granada, construir una fuente, ni establecer siquiera una
escuela de primeras letras sin el beneplácito del gobierno supremo
ó del consejo real, en cuyas oficinas se empozaban frecuentemente
Jas demandas, ó se eternizaban los expedientes con gran menos-
cabo de los pueblos y muchos dispendios.


El sétimo título era el de las contribuciones. Pasó T ¡ t a l 0 s M a ¡ 0 _
todo él sin discusión alguna. Tan evidente y claro se 1 ) 0 l a s contrita-


ciónos
mostró á los ojos de la mayoría. En su contexto se
ordenaba que las cortes eran las que habian de establecer ó con-
firmar las contribuciones directas é indirectas. Preveníase también
que fuesen todas ellas repartidas con proporción á las facultades
de los individuos sin excepción ni privilegio alguno. Ratificábase el
establecimiento de una tesorería mayor, única y central con subal-
ternos en cada provincia ; en cuyas arcas debian entrar todos los
caudales que se recaudasen para el erario : modo conveniente de
que este no desmedrase. Tomábanse ademas otras medidas opor-
tunas , sin olvidar la contaduría mayor de cuentas para el examen
de las de los caudales públicos: cuerpo bastante bien organizado
ya en lo antiguo, y que tenia que mejorarse por una ley especial.
Se declaraba el reconocimiento de la deuda pública, y se la consi-
deraba como una de las primeras atenciones de las corles ; reco-
mendándose sú progresiva extinción, y el pago de los réditos que
se devengasen.


Importante era el título octavo ; pues concernía á la T i t u ] 0 o c [ a T O
fuerza militar nacional, y abrazaba dos parles : I a las 1 ) c l a r u e ™ m i -


. . t . , . litar nacional.


tropas de continuo servicio, o sea ejercito y armada;
2 a las milicias. Respecto de aquellas se adoptaba la regla funda-
mental de que las cortes fijasen anualmente el húmero de tropas,
que fuesen necesarias, y el de buques de la marina que hubieran
de armarse ó conservarse armados : como también el que ningún
español podría excusarse del servicio militar cuando y en la forma
que Fuere llamado por la ley. Quitábanse asi constítucionalmenlo




60 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


los privilegios que eximían á ciertas clases del servicio militar: pri-
vilegios destruidos ó en parte modificados, por disposiciones ante-
riores, y abolidos de hecho desde el principio de la actual guerra.


Al cuidado de una ley particular se dejaba el modo de formar y
establecer las milicias, base de un buen sistema social, y verdadero
apoyo de toda constitución, siempre que las compongan los hom-
bres acomodados y de arraigo de los pueblos. Tan solo se indicaba
aqui que su servicio no seria continuo; previniéndose que el rey,
si bien, podia usar de aquella fuerza dentro de la respectiva pro-
vincia , no asi sacarla fuera antes de obtener el otorgamiento de las
cortes. Hubo quien queria se determinase desde luego que los ofi-
ciales de las milicias fueran nombrados y ascendidos por los mis-
mos cuerpos, confirmando la elección las diputaciones ó las mismas
cortes; pues opinaba quizá algo teóricamente que siendo dicha
fuerza valladar contra las usurpaciones de la potestad ejecutiva,
debian mantenerse sus individuos independientes de aquel influjo.
Nada se resolvió en la materia dejándose la decisión de ios diversos
puntos para cuando se formase la ley enunciada.


Habia también un título especial sobre la instrucción
Titulo noveno. r


D e í a instrucción publica que era el noveno. Instituía este escuelas de
powica . primeras letras en todos los pueblos de la monarquía,
y ordenaba se hiciese un nuevo arreglo de universidades, coro-
nando la obra con el establecimiento de una dirección general de
estudios, compuesta de personas de conocida instrucción, á cuyo
cargo se dejaba bajo la inspección del gobierno celar y dirigir la
enseñanza pública de toda la monarquía. Todo se necesitaba para
introducir y extender el buen gusto y el estudio de las útiles y ver-
daderas ciencias, por cuya propagación tanto, y casi siempre en
vano, clamaron y escribieron los Campomanes, los Jovellanos, y
muchos otros ilustres y doctos varones. Se elevaba en este titulo á
ley constitucional la libertad de la imprenta, declarando que los
españoles podían escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas,
sin necesidad de licencia, revisión ó aprobación anterior á la pu-
blicación : propio lugar este de renovar y estampar de un modo
indeleble ley tan importante y sagrada; pues ella bien concebida,
y enfrenado el abuso con competentes penas, es el fanal de la ins-
trucción , sin cuya luz navegaríase por un piélago de tinieblas, in-
compatible con las libertades constitucionales.


Titnio décimo ^ ' décimo Y último título hablada de la observancia
y « t i m o . De i" de la ley fundamental y del modo de proceder en sus
ucSSlrtonfí mudanzas ó alteraciones. Las cortes al instalarse de-
modo de proce- b j a n ejercer una especie de censura, y examinar las
der para hacer . „ J . . r . i i • I - J U


Tariwiones en infracciones de constitución que hubieran podido na-
*"*• cerce durante su ausencia. Se declaraba también con
el propio motivo el derecho de petición de que gozaba todo espa-
ñol. No se presentaron óbices ni reparos especiales á esta part<;




LIBRO DECIMOCTAVO. 61


del titulo. Por el contrario á la en que se trataba del modo de ha-
cer modificaciones en la constitución. Decíase en el proyecto que
aquellas no podrían ni siquiera proponerse hasta pasados ocho
años después de planteada la ley en todas sus partes, y aun enton-
ces se requerían expresos poderes de las provincias; precediendo
ademas otros trámites y formalidades. Contradecían esta determi-
nación los desafectos á las nuevas reformas, y algunos de sus parti-
darios los mas ardientes; sobre todo los americanos. Los primeros
porque querían que se deshiciese en breve la obra reciente; los
otros por desearla aun mas liberal, y los últimos con la esperanza
de que acudiendo mayor número de los suyos á las próximas cortes
ordinarias, podrían legalmente, ya que no decretar la separación
de las provincias de ultramar, ir por lo menos preparando cada
vez mas la independencia de ellas.


Consecuencia era inmediata de todo el artificio de la constitución
poner particulares trabas á su fácil reforma. Porque no habiendo
sino una cámara, y no correspondiendo al rey mas veto que el sus-
pensivo , claro era que siempre que se hubiese autorizado á las
cortes ordinarias para alterar las leyes fundamentales, lo mismo
que lo estaban para las otras, de su arbitrio pendía destruir legal-
mente el gobierno monárquico, ó hacer en él alteraciones sustan-
ciales. Verdad es que en Inglaterra no se conoce diferencia entre


' la formación de las leyes constitucionales y las que no lo son; pero
esto procede de que allí no pasa acta alguna del parlamento sin la
concurrencia de las dos cámaras y el asenso del rey, cuyo veto ab-
soluto es salvaguardia contra las innovaciones que tirasen á alterar
la esencia de la monarquía. Esforzaron los argumentos en favor del
dictamen los señores Arguelles, Oliveros, Muñoz Torrero y otros;
quedando al fin aprobado.


Termináronse aquí los mas importantes debates de esta consti-
tución, que se llamó del año doce, porque en él se promulgó, cir-
culó y empezó á plantear. Constitución que fue en la España
moderna el primer esbozo de la libertad, y que graduándola unos
de sobreexceliente, la han deprimido otros, y aun menospreciado
con demasiada pasión.


Hemos tocado algunas de sus faltas en el curso de la
t * Reflexiones ge —


anterior narración y examen; advirtiendo que pecaba neraies acerca
principalmente en la forma y composición de la potes- ^ o a ' a c o n s " t u -
tad legislativa, como también en lo que tenia de espe-
culativa y minuciosa. Aparecía igualmente á primera vista gran
desvarío haber adoptado para los paises remotos de ultramar las
mismas reglas y constitución que para la península; pero desde el
punto que la junta central había declarado ser iguales en derechos
los habitantes de ambos hemisferios, y que diputados americanos se
sentaron en las cortes, ó no habian de aprobarse reformas para
Europa, ó menester era extenderlas á aquellos paises. Sobrados




62 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


indicios y pruebas de desunión había ya para que las corles aña-
diesen pábulo al fuego; y en donde no exíslian medios coactivos de
reprimir ocultas ó manifiestas rebeliones, necesario se hacia atraer
los ánimos, de manera que ya que no se impidiese la independen-
cia en lo venidero, se alejase por lo menos el instante de un rompi-
miento hostil y total.


En lo demás la constitución pregonando un gobierno represen-
tativo, y asegurando la libertad civil y la de la imprenta, con
muchas mejoras en la potestad judicial y en el gobierno de los
pueblos, daba un gran paso hacia el bien y prosperidad de la na-
ción y de sus individuos. El tiempo y las luces cada dia en au-
mento hubieran acabado por perfeccionar la obra todavía muy
incompleta.


Y en verdad, ¿ cómo podría esperarse que los españoles hubie-
ran de un golpe formado una constitución exenta de errores, y sin
locar en escollos que no evitaron en sus revoluciones Inglaterra y
Francia ? Cuando se pasa del despotismo á Ja libertad, sobreviene
las mas veces un rebosamiento y crecida de ideas teóricas, que solo
mengua con la experiencia y los desengaños. Fortuna si no se der-
rama y rompe aun mas allá, acompañando á la mudanza atropella-
mientos y persecuciones. Las cortes de España se mantuvieron
inocentes y puras de excesos y malos hechos. ¡ Ojalá pudiera os-
tentar lo mismo el gobierno absoluto que acudió en pos de ellas y
las destruyó!


No ha faltado quien piense que si hubieran las cortes admitido
dos cámaras y dado mayores ensanches á la potestad real , se hu-
biera conservado su obra estable y firme. Dudárnoslo. El equilibrio
mas bien entendido de una constitución nueva cede á los empujes
de la ignorancia, y de alborotadas y antiguas pasiones. Los ene-
migos de la libertad tanto mas la temen, la aborrecen y la acosan,
cuanto mas bella y ataviada se presenta. Camino sembrado de
abrojos es siempre el suyo. Emprendímosle entonces en España;
mas para llegar á su término, aguantar debíamos caídas y muchos
destrozos.


Puso grima á los contrarios de las cortes fuera de
Descon tenf os


mera de las cor- su seno el partido que estas ganaron y los elogios que
merecieron ya en el mero hecho de presentarse á sus


deliberaciones el proyecto de la constitución. Despechados mani-
festaron mas á las claras su enemistad, y á punto de comprome-
terse ciertas personas conspicuas y cuerpos notables en el estado.
Asdeto de Lar- Dio la señal desde un principio un escrito publicado


dizaoai. e n Alicante en el mes de setiembre de 1811, y que
llevaba por título :« Manifiesto que presenta á la nación el conse-
« jero de estado Don Miguel de Lardizábal y Uribe, uno de los
« cinco que compusieron el supremo consejo de regencia de Es-
i paña é Indias, sobre su política en la noche del 24 de setiembre




LIBRO DECIMOCTAVO. 63


* de 1810. » Comenzó en octubre á circular el papel en Cádiz, y
como salia de la pluma no de un escritor desconocido y cualquiera,
sino de un hombre elevado en dignidad y de un ex-regente, metió
gran ruido y causó impresión muy señalada, mayormente cuando
no se trataba solo en él de opiniones que tuviera el autor; mas
también de los pensamientos é intenciones aviesas que al instalarse
las cortes había abrigado la regencia de que Lardizábal era in-
dividuo.


Excitados los diputados por el clamor público, llamaron algunos
eu 14 de octubre acerca del asunto la atención del congreso; siendo
el primero Don Agustin de Arguelles apoyado por el conde de
Toreno. Presentó el impreso el señor García Herreros, que se
mandó leer inmediatamente. Era su contenido un ataque violento
contra las cortes, dirigido e á persuadir la ilegitimidad de estas;
« y asentando que si el consejo de regencia las reconoció y juró en
« la noche del 24 de setiembre, fue obligado de las circunstancias,
« por hallarse el pueblo y eljejército decididos en favor de las
« cortes. » El señor Arguelles calificando este impreso du libelo
dijo que contenia dos partes. « La primera, añadió, abraza las opi-
« niones de un español, que como ciudadano y estando en el goce
* de sus derechos ha podido y ha debido manifestarlas, y está
« bien que diga lo que quiera, y sostenga su opinión hasta cierto
« punto. Pero la otra parte no es opinión, son hechos que atacan
« á las cortes, á la nación y á la causa pública... ¿ Qué quiere de-
t cir que si el consejo antiguo de regencia hubiera podido disponer
« del pueblo ó de la fuerza en la noche del 24 de setiembre, la
« cosa no hubiera pasado asi ? ... Si ese autor se reconoce tan im-
< pertérrito, ¿porqué no tuvo valor... en Bayona?» (Había el
Don Miguel de Lardizábal sido individuo de la junta que allí reunió
Napoleón en 1808.) « La grandeza de los hombres, concluía el
« señor Arguelles, se descubre en las grandes ocasiones. En los
« peligros está la heroicidad. » Fue de la misma opinión el señor
Mejía, y propuso que pasase el papel á la junta de censura de la
libertad de la imprenta. Arrojóse mas allá el conde de Toreno,
pidiendo con vehemencia que se tomasen providencias severas y
ejecutivas. Al cabo y después de largos y vivos debates se resolvió",
según propuesta del señor Morales Gallego ampliada y modificada
por otros diputados, que « se arrestase y condujese á Cádiz desde
« Alicante, donde residía, á Don Miguel de Lardizábal, siempre
í que fuese autor del referido manifestó, como también que se re-
* cogiesen los ejemplares de este y se ocupasen los demás papeles
< de dicho Lardizábal; todo bajo la mas estricta responsabilidad
« del secretario del despacho á quien correspondiese.»


Al dia siguiente continuóse tratando del mismo
asunto, y Don Antonio de Escaño, compañero de re- " c o n s e j 0 '
genc.ia con Lardizábal, hizo una exposición desmintiendo cuanto




64 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


había publicado el último acerca de las ideas é intenciones de aquel
cuerpo. Igual ó parecido paso dieron mas adelante los señores
Saavedra y Castaños. La discusión pues siguió el 15 muy animada,
porque sonrujíase que el consejo de Castilla obraba de acuerdo
con Lardizábal, y que en secreto habia extendido recientemente
una consulta comprensiva de varios particulares relativos á lo
mismo, y contra la autoridad de las cortes. También paró la con-
sideración de estas una protesta remitida por el obispo de Orense,
de que hablaba Lardizábal en su manifiesto: é impelido el señor
Calatrava de ambos motivos, pidió : I o « Que se nombrase una
< comisión de dos diputados para que inmediatamente pasase al
« consejo real y recogiese dichas protesta y consulta; 2 o que otra
€ comisión de igual número pasase á recoger la exposición ó pro-
« testa del mismo reverendo obispo, que se decía archivada en la
< secretaria de gracia y justicia; 3 o que se nombrase una comisión
« de cinco diputados que jusgaze al autor del manifiesto, y en-
« tendiese en la #ausa que debía formarse desde luego para descu-
« brír todas sus ramificaciones...» Aprobáronse las dos primeras
propuestas, y se nombraron para desempeñar la comisión del con-
sejo al mismo señor Calatrava y al señor Gíraldo, y para la de la
secretaría de gracia y justicia á los señores García Herreros y Zu-
maíacárregui. Se opuso el señor del Monte á la tercera proposi-
ción, y se desechó que fuesen diputados los que juzgasen á Don Mi-
guel de Lardizábal, aprobándose en su lugar « que una comisión
* del congreso propusiese en el dia siguiente doce sujetos que ac-
« tualmente no ejerciesen la magistratura, para que entre ellos
i eligiesen las cortes cinco jueces y un fiscal que juzgazen al autor
« del manifiesto y entendiesen en la causa que debía formarse
< desde luego para descubrir todas sus ramificaciones, procediendo
« breve y sumariamente con amplias facultades, y con la actividad
c que exigía la gravedad del asunto. »


Tal vez parecerá que hubo demasía en ingerirse las cortes direc-
tamente en este asunto, y en nombrar un tribunal especial, sepa-
rándose de los trámites regulares y ordinarios. Pero el aconteci-
miento en sí era grave; tratábase de^personas de categoría, de las
que constantemente se habían opuesto á las reformas y actuales
mudanzas, y de un cuerpo como el consejo, enemigo por lo común
de cuanto le hiciese sombra y no se acomodase á sus prerogativas
y extraordinarias pretensiones. Ademas íbase á juzgar á Lardizábal
como á regente, y á los consejeros , si habia lugar á ello, como á
magistrados. Era caso de responsabilidad; las leyes antiguas esta-
ban silenciosas en la materia, ó confusas y poco terminantes, y la
constitución no se habia acabado de discutir. Necesario pues era
llenar por ahora el vacío. En Inglaterra acusa la cámara de los
comunes en causas iguales ó parecidas; juzga la de los lores; y en
ofensas particulares y que les son propias, ellas mismas, cada una




LIBRO DECIMOCTAVO. 65
en su sala, examinan y absuelven ó condenan. Y ¡ qué diferencia'.
alli existe una constitución antigua bien afianzada, árbol revejecido
y de siglos que contrasta á violentos huracanes; mas aqui todo era
tierno y nuevo, y cañaveral que se doblaba aun con los vientos mas
suaves. *


En la misma sesión del 15 dieron cuenta los diputados de las
comisiones nombradas de haber cumplido con su encargo. Los que
fueron á la secretaría de gracia y justicia encontraron la exposición
del obispo de Orense, altanera en verdad y ofensiva; pero que no
era otra sino la que presentó aquel prelado á las cortes en 5 de
octubre de 1810, de la cual hicimos mención en el libro XIII. Los
que se encaminaron al consejo no descubrieron la consulta de que
se trataba, y solo sí tres votos contra ella de los señores que habían
disentido, y eran Don José Navarro y Vidal, Don Pascual Quilez y
Talón y Don Justo Ibar Navarro. Estaba encargado de extender la
consulta el conde del Pinar, quien dijo haberla destruido de enojo,
porque cuando la presentó al consejo le habian puesto reparos al-
gunos de sus compañeros hasta en las mas mínimas^expresiones.
irritó la disculpa, y pocos dieron á ella asenso, creyendo los mas
que dicho documento se habia inutilizado ahora y después del su-
ceso. Con su desaparecimiento y lo que resultaba de los votos de
los tres consejeros que discordaron, encrespóse el asunto, y se
agravó la suerte de los de la consulta, habiéndose aprobado dos
proposiciones del conde de Toreno concebidas en estos términos :
« I a Que se suspendiesen los individuos del consejo real que habian
« acordado la consulta de que hacían mérito los votos particulares
< de los ministros Ibar Navarro, Quilez Talón y Navarro Vidal;
< remitiendo estos votos y todos los papeles y documentos que
« tuviesen relación con este asunto al tribunal que iba á nombrar
« el congreso para la causa de Don Miguel de Lardizábal. 2 a Que
«r mientras tanto entendiesen en los negocios propios délas atri-
i buciones del consejo los tres individuos que se habian opuesto
< á la consulta", y los ausentes que hubiesen venido después y se
« hallasen en el ejercicio de sus funciones. »


Golpe fue este que achocó á los enemigos de las reformas,
viendo caido á un cuerpo gran sustentáculo á veces de preocupa-
ciones y malos usos. En todos tiempos, á pesar de la censura que
tapaba los labios, han clamado los españoles, siempre que han
podido, contra las excesivas facultades de los togados y sus usur-
paciones. « Amigos (decia de ellos * Don Diego Hur-
c tado de Mendoza) de traer por todo, como supe- ( * * P - » • < « • >
« riores, su autoridad. » Y después mas cercano á nuestros dias
(en los de Felipe V) Fr . Benito de la Soledad *, que
ya tuvimos ocasión de citar, afirmaba que «todos 1 A p 1 l )
« los daños de la monarquía española habian nacido de los toga-
« dos Ellos (continua dicho escritor) han malbaratado los mi-


ni. 5




GG REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« llones y nuevos impuestos Ellos han quitado la autoridad á
« todos los reinos de la monarquía, y desvanecidoles las cortes »
Y mas adelante; «los togados deben limitarse d mantener y ejer-
<c citar la justicia sin embarazarse en tales dependencias Sala de
« gobierno (añade) en los togados es buena para que nunca le
« haya con utilidad ni decencia; pues esto pertenece á estadis-
< tas » Omitimos otras expresiones harto duras, y quizá algo
apasionadas. Por lo demás admira que en principios del siglo XVIII
se tuviesen ideas tan claras sobre varios de los males administrativos
que agobiaban á España, y sobre la necesidad de separar la parte
gubernativa de la judicial. Ahora el descrédito del consejo y la
oposición á sus providencias se habian aumentado con la conducta
equivoca é incierta que habia seguido aquel cuerpo al momento de
levantarse las provincias del reino, y su conato en atacar á estas
y contrariar casi todas las reformas que emanaban de aquella
fuente.


p o p e l d e í a E S - No paró aqui negocio tan importante, si bien en-
vana vindicada. f ; K j 0 so. Imprimíase entonces en Cádiz en la oficina de
Bosch un papel intitulado: « España vindicada en sus clases y ge-
t rarquías, » el cual se presumía tener enlace con lo que en la
actualidad se trataba; por lo que en el mismo dia 15 extendió una
proposición el señor García Herreros, de cuyas resultas se remi-
tieron á las cortes dos ejemplares impresos de dicho escrito con ei
original. Era esta producción una larga censura de lodos los pro-
cedimientos del congreso, en la que el autor, aunque á cada paso
y en tono suave afirmaba ser hombre sumiso y obediente á las
cortes, excitaba contra ellas á los clérigos y á los nobles que decía
injuriados por no haberse admitido los estamentos; añadiendo que
no podían las mismas entender sino en negocios de guerra y ha-
cienda para rechazar al enemigo. Sonaba y se decia autor del papel
Don Gregorio Vicente Gil, oficial de la secretaría del consejo y
cámara; pero asegurábase y luego se probó que el verdadero autor
era Don José Colon, decano del consejo real. Por eso, mirando el
asunto como conexo con el de esta corporación y con el de Lardi-
zábal, se pasó el 21 del propio octubre un ejemplar impreso con
el original manuscrito al tribunal especial que iba á entender en las
otras dos causas.


Habia sido aquel nombrado el 17, escogiendo las
Tribunal espe- , . / , i


cial para e n t e n - cortes de entre los doce sugetos propuestos por la co-
gÜcio"


e i ' ° s m i s i ó n , cinco jueces y un fiscal. Fueron los primeros
Don Toribio Sánchez Monasterio, Don Juan Pedro


Morales, Don Pascual Bolaños de Novoa, Don Antonio Vizmanos
y Don Juan Nicolás Undaveytia, y el último Don Manuel María
Arce. Prestaron todos juramento ante las cortes, y consideróse
dicho tribunal como supremo dispensándole el tratamiento de
alteza.




LIBRO DECIMOCTAVO. 67


Tuvo el negocio incidentes muy desagradables, E s p o s i c i ü „„„ '
siendo el campo de lides del partido reformador, y í e c l m o d e l c o"-
del antireformador. Dio lugar á varias discusiones una s e j °
representación del mencionado decano del consejo Don José Colon,
en la que « sometiéndose como individuo á comparecer ante el tri-
« bunal especial, pedia como persona pública la venia mas atenta,
t para que el juicio y cuanto se obrase en él fuese y se entendiese
« con la reserva de exponer (por sí, si vivia, ó por el que le suce-
J diese) á las cortes presentes y futuras cuanto conviniese á su
« alto cargo y á su tribunal. > Algunos diputados miraron dicha
exposición como ambigua y como una protesta anticipada de las re-
formas judiciales de la constitución. Pidiéronse al Don José expli-
caciones acerca del sentido; diólas, y no satisfaciendo con ellas,
dijo el señor García Herreros : « Todo individuo de la sociedad
« tiene derecho para representar al soberano cuanto le parezca.
« En sustancia esa venia que Don José Colon pide ¿ no es para re-
« presentar lo que le convenga, ya sea antes ó después de la sen-
tí tencia ? Pues, ¿ á quién ha negado la ley ni las cortes el que acuda
« á hacer presente lo que juzgue útil y preciso á su derecho?.. . .
« Asi que (concluyó manifestando el señor García Herreros) yo
« no comprendo á qué es pedir esa venia, y me parece inútil con-
« cederla. Mi dictamen pues es que se diga que use de su derecho
i y nada mas. » A esto respondió el señor Gutiérrez de la Huerta:
i que según el derecho español era necesario para instaurar un
< recurso extraordinario al soberano, pedir antes la venia, y
« que siendo extraordinario el tribunal creado, podian ocurrir
« casos en que los acusados tuviesen que usar de este medio, por
« lo que justamente el decano del consejo pedia dicho permiso para
4 ocurrir á las cortes siempre que él ó sus compañeros se sintiesen
« agraviados. » Práctica forense esta no aplicable al caso, ni tam-
poco muy usada y clara: por lo que con razón expresó Don Juan
Nicasio Gallego « que no era fácil desenmarañarla, sobre todo
t cuando los señores jurisperitos, que ademas del estudio tenían
« la práctica del foro y estrados, hablaban con tanta variedad en
« el negocio. »


Fuese este enredando cada vez mas, y enardeciéndose las pa-
siones se llegó al extremo de que las galerías hasta entonces tran-
quilas , y que escuchaban con respetuoso silencio las demás discu-
siones, tomaron parte y se excedieron.


Creció el desasosiego el 26 de octubre en cuyo día
continuó el debate, dando ocasión á ello un discurso ocurrencia con
pronunciado por Don José Pablo Valiente. Tenia el S'1(n1 t*auu l0 V a "
pueblo de Cádiz contra este diputado antigua ojeriza,
que habia empezado ya en 1800, por atribuírsele la introducción
alli de la fiebre amarilla volviendo de ser intendente de la Habana.
La acusación era infundada; y en todo caso, culpa hubiera sido




68 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


mas bien que suya de las autoridades de la ciudad. Odiábanle tam-
bién porque patrocinaba el comercio libre con América á causa de
sus relaciones y amistades en la isla de Cuba; pues aquel diputado,
enemigo constante de las reformas, sostenía esta con fuerza, al
paso que los vecinos de Cádiz muy adictos á todas las otras, era la
sola á que se oponían como interesados en el comercio exclusivo.
Tanto influjo tienen en nuestras determinaciones las miras pri-
vadas. Valiente ademas asistía poco á las cortes, y sabíase que era
el único individuo de la comisión de constitución que habia rehu-
sado firmar el proyecto. Motivos todos que aumentaban la aversión
hacia su persona, y por lo que debiera haber procedido con mucha
mesura. Mas no fue asi ; y acudiendo inopinadamente á las cortes,
púsose luego á hablar, usando de expresiones tales que presumie-
ron los mas ser su intento excitar al desorden, y convertir por este
medio, según prevenia el reglamento, la sesión pública en secreta.
Confirmóse la sospecha cuando se vio que Valiente al primer leve
murmullo de las galerías reclamó el cumplimiento de aquel artículo
reglamentario : con lo cual indispuso aun mas los ánimos, y á poco
los irritó del todo, añadiendo que entre los circunstantes habia
intriga; y también, según oyeron algunos, gente pagada. Palabras
que apenas las pronunció, causaron bulla y desorden en términos
que el presidente alzó la sesión pública á pesar de vivas reclama-
ciones del señor Golfín y conde de Toreno.


Permanecieron sin embargo los espectadores en las galerías, y
aunque después las evacuaron, mantuviéronse en la calle y puertas
del edificio. Cundió en breve el tumulto á toda la ciudad, y se em-
braveció al divulgarse que era Valiente la causa primera de aquel
disgusto. De resultas cesaron las cortes en la deliberación pública y
secreta del asunto pendiente, y solo pensaron en tomar precau-
ciones que preservasen de todo mal la persona del diputado ame-
nazado. A este fin vino á la barandilla el gobernador de la plaza
Don Juan María Víllavicencio, quien respondió de la seguridad
individual del Don José Pablo; mas atemorizado este, no quiso
volver á su casa y pidió que se le llevase al navio de guerra Asia
fondeado en bahía. Hubo de condescenderse con sus deseos, y
puesto á bordo mantúvose alli y después en Tánjer muchos meses
por voluntad propia, pues era medroso y de condición indolente;
aunque, según mas adelante veremos, no permaneció en su retiro
desocupado, procurando sostener y fomentar sus conocidas máxi-
mas y principios. Por lo demás el lance ocurrido, doloroso y de
perjudicial ejemplo, si bien fue provocado por la indiscreción y
temeridad de Valiente, dio armas á los que después quisieron que-
jarse de falta de libertad,


curso anal ^ e r o t ' e P r o n l ° amilanáronse los enemigos de las
término de estos reformas, y Don José Colon mismo desistió de sus
negocios. peticiones, las que sin embargo pasaron al tribunal




LIBRO DECIMOCTAVO. 69


especial. Siguieron en este todos sus trámites las causas encomen-
dadas á su examen y resolución. Lardizábal llegó de Alicante al
principiar noviembre, y arrestado en Cádiz en el cuartel de San
Fernando, hizo á las corles varias representaciones procurando
sincerar su conducta y escritos. Duraron meses estos negocios. El
de la España vindicada empantanóse con una calificación que en su
favor dio la junta suprema de censura, en oposición á otra de la
de provincia, excediéndose aquella de sus facultades. A los con-
sejeros procesados, catorce en número, absolviólos de toda culpa en
29 de mayo de 1812 el tribunal especial. Menos dichoso el señor
Lardizábal pidió contra él el fiscal la pena de muerte, y el tribunal,
si bien no se confirmó con dicho parecer, condenó al acusado
en 14 de agosto del propio año « á que saliese expulso de todos
« los pueblos y dominios de España en el continente, islas adya-
t centes y provincias de ultramar, y al pago de las costas del pro-
« ceso, mandando que los ejemplares del manifiesto se quemasen
ii públicamente por mano del verdugo. » Apeló Lardizábal del
fallo al tribunal supremo de justicia, ya entonces establecido; el
que en sala 2 a revocó y anuló la anterior sentencia, que confirmó
después en todas sus partes la sala I a en virtud de apelación que
hizo el fiscal del tribunal especial. Finalizaron asi tan ruidosos
asuntos, en los que si hubo calor y quizá algún desvío de autoridad,
dejáronse por lo menos á los acusados todos los medios de de-
fensa; formando en esto contraste con los inauditos atropella-
mientos que ocurrieron después al restaurarse el gobierno absoluto.


Volviendo poco á poco del asombro el partido anti-
liberal , causó á su contrario nuevas turbaciones, na- VMev'e!ti rrénte
ciendo la primera de querer poner al frente de la a e , a regencia a


, i r r • • l a infama Doña


regencia a una persona real. Hemos visto en el curso M a n a c a r i o t a ,
de esta historia los príncipes que en diversas ocasiones
reclamaron sus derechos á la corona de España, ó solicitaron to-
mar parte en los actuales acontecimientos. No disminuyeron des-
pués los pretendientes á pesar de la situación mísera y atribulada
de la península, teniendo abogados hasta la antigua casa de Saboya,
cuyo príncipe reinante moraba en la isla de Cerdeña, viviendo en
mucho retiro, y habiéndole casi olvidado el mundo. Mas sobre
todos reunía poderoso número de parciales la infanta Doña María
Carlota, de la que poco hace hablamos. Queríanla los anti-refor-
madores como apoyo de sus pensamientos. Queríanla los antiguos
palaciegos, y participaban también del mismo deseo muchos libe-
rales ansiosos de incorporar el reino de Portugal á España. Pero
délos últimos, los mas eran opuestos á la medida; pues aunque
partidarios como los otros de la unión de la península, no estimaban
prudente por un bien lejano é incierto aventurar ahora el inmediato
y mas seguro de las libertades públicas; persuadidos de que el
bando contrario á ellas adquiriría notable fuerza con la ayuda y




70 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


prestigio de una persona real. Sostenía la idea Don Pedro de
Sousa, ahora marques de Pálmela, ministro entonces del reino de
Portugal y de la corte del Brasil en Cádiz, hombre diestro y muy
solícito en el asunto, si bien le oponía resistencia su compañero el
ministro británico Sir Henry Wellesley.


Tampoco se descuidó la infanta procurando por sí
Carta a las . * , . , . E i • i


c ó n e s de esta misma lisonjear a las cortes, y hacer bajo de mano
señora. ofrecimientos muy halagüeños. Con todo á veces no
anduvo atinada; y, entre otros casos acordámonos de uno en que
por lo menos probó imprudencia extraña y suma. Había por este
tiempo entre España y la corte del Brasil motivos de desavenencia
y quejas que nacian de antiguas usurpaciones de aquel gobierno
en la orilla oriental del rio de la Plata, y también de reciente y
desleal conducta en Montevideo. La infanta, para desvanecer ciertas
dudas que había sobre la parte que S. A. había tomado en el último
procedimiento, escribió una carta á las cortes como para satisfa-
cerlas y desahogar con ellas su pecho, informándolas acerca de
aquel punto y de otros; y terminaba por rogar que no se descu-
briese á su esposo aquella correspondencia. Singular confianza y
encargo, como si pudiera guardarse sigilo en una corporación
compuesta de 200 individuos, de dictámenes y condiciones di-
versas. Dióse cuenta del asunto en secreto, y sobre él resolvieron
las cortes se hiciese saber á la infanta que en materias tales tuviese
á bien S. A. dirigirse á la regencia, á cuyas facultades corres-
pondía el despacho. Mas adelante repitió sin embargo sus cartas
la misma princesa, aunque alguna de ellas, según veremos, con
motivo plausible.


En tanto los manejos ocultos para colocar á dicha
Proposiciones s e n o r a al frente del gobierno de España tomaron


para ponerla al i • i T i


trente de la r e - mayor incremento; y el diputado Laguna, de poco
gencia. nombre é influjo, testa de ferro en este lance, hizo
Dei señor L a g o - el 8 de diciembre de este año de 1811 entre otras pro-


n a posiciones la de que « se eligiese nueva regencia corn-
il puesta de cinco personas, de las que una fuese la persona real
« á quien tocase. » Resultaba claro que esta, aunque no se nom-
braba , era la infanta Doña María Carlota; pues destruida la ley
sálica, y ausentes y cautivos sus hermanos, á ella pertenecía por
su inmediación á la corona presidir en aquel caso la regencia. La


proposición, á pesar de lo mucho que se habia maqui-
S e desecha. -. • • • i * • i ' •*


nado, no fue ni siquiera admitida a discusión.
Dci señor verr» Pocos dias depues promovió en secreto la misma


T pantoja. cuestión Don Alonso Vera y Pantoja, pero habién-
dose decidido que no era asunto que debiera tratarse á las calladas,
renovóla dicho diputado en la sesión pública del 29 del propio di-
ciembre. Era Don Alonso diputado por la ciudad de Mérida,
anciano, buen caballero, pero pazguato, y mas para poco que el




LIBRO DECIMOCTAVO. 71


ya mencionado Laguna. Présenlo pues aquel una exposición poco
medida en sus términos, de agria censura contra las cortes, y que
por ahí descubría ser no solo de ajena mano, mas también de fo-
rastera y no amiga de aquella corporación. Concluia el escrito con
varias proposiciones, de las cuales las mas esenciales eran :
« I a que se nombrase una regencia, y presidente de ella á una
« persona real, concediéndole el ejercicio pleno de las facultades
« asignadas al rey en la constitución. 2 a Que en el término peren-
« torio de un mes después de elegir dicha regencia, se finalizasen
« las discusiones de la constitución, y se disolviesen las cortes.
« 3 a Que no se convocasen otras nuevas hasta el año 1815. » Con-
jura poco disfrazada y demasiadamente grosera. El señor Cala-
trava, pidiendo que conforme al reglamento explayase el autor sus
proposiciones, puso al D. Alonso en grande aprieto estando este ya
muy confuso, y próximo á nombrar la persona que se las habia
apuntado. Pero después, tomando el mismo señor Calatrava tono
mas grave, dijo : « Una porción de protervos se valen de hombres
« buenos, como lo es el señor Vera que acaso no tendrá las luces
* necesarias. Es ya tiempo de quitarles la máscara. Hombres mal-
* vados se valen de estos instrumentos para desacreditar á las
« cortes y encender la tea de la discordia entre nosotros... ¿Qué ha
« hecho el autor de las proposiciones en los quince meses que están
» instaladas las cortes ? ¿Qué proposiciones ha hecho para ayudar
« á estas? ¿Qué planes ha presentado para salvar la patria? Re-
« gístrense las actas, bájense los expedientes de la secretaría.
« Allí se verá lo que cada uno ha hecho. ¿ Qué ha dicho y hecho
« el señor Vera para acusar á las cortes ahora ? Dice que estas se
« han ocupado en expedientes particulares : pregunto ¿ quién los
« ha promovido mas ? ¿De qué se trata en ese papel ? De cul-
« par á las cortes como la causa de los defectos del gobierno. ¿ Y
* esto lo dice un diputado?... . ¿A qué se dirigen estas proposi-
i ciones ? A desacreditar á las cortes y al gobierno. Esto no puede
« tener origen sino en personas descontentas por las reformas que
t se han intentado. >


Siguió la discusión, v el señor Arguelles hizo otras
. i \ p rué Lia ti so


proposiciones en sentido inverso á las del diputado o t r a s c . « m i r a -
Vera, terminándose por aprobar el I o de enero tres J a ^ " " * * ' "
de las de dicho señor Arguelles : dos de las cuales
eran importantes y se dirigían la una á que « en la regencia que
« ahora se nombrase para gobernar el reino con arreglo á la cons-
i titucion, no se pusiese ninguna persona real ; » y la otra » á quese
« eligiese una comisión de las mismas cortes para que propusiera
« las medidas que conviniese lomar entre tanto que se organizaba
« el gobierno, á fin de asegurar mejor la decisión de tan impor-
« tante negocio. » No tuvieron de consiguiente resulta las del señor
Vera , que de suyo cayeron en el olvido.




72 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Por lo demás urgía nombrar regencia : era en eso unánime la
opinión de los diputados. La antigua estaba ya usada y como manca.
Lo primero acontecía fácilmente en tiempos desasosegados iy de
tanto apuro como los que corrían; pendía lo segundo de la ausencia
casi continua de Don Joaquín Blake, y de haber ahora este aca-
bado de perderse quedando prisionero en la toma de la ciudad de
Valencia.


Nueva r e g e n - Pasaron pues las cortes á ocuparse en la elección de
c¡a compuesta de la regencia nueva, y se pusieron con este motivo to-
cincoindividuos. ^ j o s p ^ ^ o s m U y s 0 ¿ r e a v i s o . Precedió para ello
una lista de candidatos y un examen de condiciones presentadas
por la comisión elegida á propuesta del señor Arguelles. Hubo en
la materia discusiones secretas, largas y reñidas. Al cabo fueron
el 21 de enero nombrados regentes « el teniente general, duque
« del Infantado; Don Joaquín Mosquera y Figueroa, consejero en
c el supremo de Indias ; el teniente general de la armada Don Juan
s María Villavicencio; Don Ignacio Rodríguez de Rivas, del con-
« sejo de S. M., y el teniente general conde del Abisbal; » entre
los cuales debia turnar la presidencia cada seis meses por el orden
en que fueron elegidos, que era el que va indicado.


Estos señores, excepto el duque del Infantado, ausente en Lon-
dres como embajador extraordinario, juraron en las cortes el 2 2 ,
y el mismo dia tomaron posesión de sus plazas. Habían hecho en
gran parte la elección los antireformadores, por habérseles unido,
en especial para la del duque del Infantado, los americanos, con-
fiados estos en que asi serian mejor sostenidas sus pretensiones y
sus candidatos, en lo cual se engañaron. Recibióse mal en Cádiz
el nombramiento, vislumbrando ya el público el lado adonde se in-
clinarían los nuevos regentes.


La anterior Los que acababan, ya que no fuesen los mas ade-
regencia . ju ic io cuados para aquel puesto, distinguiéronse por su pa-
acerca de el la. • • • - i r ,


tnotismoy sanas intenciones, y las cortes, en atención
á ello, nombraron á todos t res , á saber: á los señores Blake, Agar
y Ciscar del consejo de estado que iba á formarse, sin excluir al
primero aunque ya camino de Francia.


Junto á unas cortes de tanto poder como las ac-
S u adminis tra- . . . . . - j i i •


n o n y algunos tuales aminorábase la importancia del gobierno, y no
de™'«ei^o"' 0 8 P a r e c i a s u autoridad tan principal como lo habia sido


la de los anteriores. Asi el examen de su administra-
ción no puede ahora detenernos igual tiempo que nos detuvo la
de la junta central y I a regencia; habiendo ya hablado de muchos
asuntos en que se ocuparon las cortes, y se rozaban con los otros
de la potestad ejecutiva. En la parte diplomática los dos mas graves
que ocurrieron fue el de la mediación inglesa para América, y
el comienzo de la alianza con Rusia, de los que ya hicimos men-
ción , y estaban todavía ahora pendientes.




LIBRO DECIMOCTAVO. 73


No hubo tratado de subsidios ni algún otro posterior al de 1809
con la Inglaterra, qué menguaba sus socorros directos particular-
mente en metálico al gobierno supremo, reduciéndose por lo co-
mún los que aprontaba á anticipaciones sobre entradas de América
6 sobre libranzas dadas contra aquellas cajas. Sin embargo las
cortes habian dado varias providencias en cuanto á algodones,
muy útiles á las manufacturas británicas. Fue la primera en mayo
de 1811, por la cual se permitió * « que los géneros t . A p . B . M . )
« finos de aquella clase á la sazón existentes en las
c provincias de España pudieran embarcarse y conducirse á Amé-
« rica en el preciso término de seis meses, con la circunstancia de
« que á su salida de la península satisficiesen los derechos que de-
€ bian adeudar á su entrada en ultramar, con la rebaja de un dos
t por 100 en los expresados derechos. » Luego en noviembre del
mismo año se dieron mayores ensanches á la concesión, extendién-
dola á los algodones ordinarios, y prorogándose por mas tiempo el
término de los seis meses. Véase cuánta no seria la introducción en
América de aquella y otras mercadurías al abrigo de tales permisos
y cuántas las ganancias de los subditos ingleses.


La marina se mantuvo con corta diferencia en el mismo ser y
estado que antes, y también los ejércitos, pues si por una parte se
aumentaron de estos el 4 o , 5 o y 6°, empezando á formarse el 7 o ,
las pérdidas experimentadas por la otra en las plazas de Cataluña
y la última y sensibilísima de Valencia disminuyeron el I o , 2 o y 3 o y
hasta el mismo 4 o ejército. Recibieron las partidas bastante incre-
mento , y cada vez mejor organización.


Continuaba siendo varia é incierta la entrada de caudales en las
provincias, pero crecieron sus recursos en especie con una provi-
dencia que dieron las cortes en 25 de enero de 1811, mandando
que para la manutención de los ejércitos y formación de almacenes
de víveres, ademas de los frutos que pertenecían al erario por ex-
cusado, noveno y demás ramos, se aplicase la parle de diezmos,
aunque con calidad de reintegro, que no fuese necesaria para la
subsistencia de los diversos partícipes, habiéndose después preve-
nido que fuesen las juntas de provincia las que determinasen la
cuota de dicha subsistencia. Aquellas corporaciones se habian pro-
pagado mas y mas, formándose hasta en los territorios de Toledo
y Avila, y en otros nuevos de los ocupados. Su orden y gobierno
interior había continuado también perfeccionándose con el último
reglamento que se dio para las juntas; las cuales permanecieron al
frente de las provincias hasta que mas adelante se fueron nombrando
las diputaciones que creaba la constitución.


En Cádiz subsistía el ramo de hacienda administrado directa-
mente por el gobierno supremo después que en 51 de octubre
de 1810 se rescindió el contrato con la junta de aquella ciudad.
Las "entradas en los dos restantes y últimos meses del mismo año




74 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ascendieron á 36,740,380 reales vellón , en <que se comprenden
50,388,672 idem reales conducidos de ultramar por el navio Ba-
luarte : y las de 1811 desde I o de enero hasta 51 de diciembre in-
clusive á 201,678,121 reales vellón: de ellos 70,973,592 de la misma
moneda, procedentes también de América: suma esta y la anterior
todavía considerables en medio de las revueltas que agitaban á
aquellos paises. El ministro británico anticipó en el último año
15,758,200 reales vellón; se le reintegraron luego 10,000,000 en
letras á la vista contra las cajas de Lima, que pasó á recoger el
capitán inglés Fleming en el navio de guerra el Estandarte. Antes,
en diciembre de 1810, igualmente se entregaron al cónsul de la
propia nación en Cádiz 6,000,000 en pago de cantidades pres-
tadas.


Por tanto si el estado de los negocios públicos no se habia mejo-
rado desde la instalación de la regencia cesante, y antes bien se
habían padecido dolorosos descalabros en la parte militar, vese con
todo que la causa de la nación no estaba aun perdida, ni falta de
esperanzas, mayormente si se atiende, según insinuamos ya, á los
acontecimientos ocurridos en Portugal y á otros que se columbra-
ban ; á la perseverancia de nuestros ejércitos; al revuelo y muche-
dumbre de las partidas, y en fin al impulso que dieron y aliento
que infundían las cortes con sus providencias, las muchas reformas
útiles y la nueva constitución.


Reglamento ^ n t a ' e s circunstancias, favorecida por algunas ven-
dado a la nueva tajas y rodeada en verdad de muchos obstáculos, co-
regencia


menzó á gobernar la regencia de los cinco, recien
nombrada. Modificaron las cortes el reglamento interior de esta,
según proposición que habia ya formalizado en 21 de octubre
Don Andrés Ángel de la Vega Infanzón, diputado por Asturias, y
el mismo que vio el lector en Londres en 1808, hombre de vasta
capacidad y de muchos y profundos conocimientos. Se hacia ahora
mas precisa la alteración del anterior reglamento con motivo de las
novedades que ibaá introducir la constitución, y por oso una co-
misión especial, á la que habia pasado la propuesta del diputado
Vega acompañada de un proyecto del mismo señor sobre la mate-
ria, presentó un nuevo arreglo, cuya discusión comenzó el 2 de
enero, terminándose esta y aprobándose el dictamen en 24 del
pi'opio mes. La comisión había seguido casi en todo los pensamien-
tos del señor Vega, quien habia observado de cerca y atenta-
mente el método que prevalecía en las secretarías de Inglaterra, y
en el modo de proceder de sus ministros.


Se componía el reglamento ahora formado de tres capítulos :
1° de las obligaciones y facultades de la regencia; 2 o del modo con
que la regencia debía acordar sus providencias con el consejo de
estado y secretarios del despacho, y de la junta que habian de
formar estos entre sí; 3 o de la responsabilidad de la regencia y de




LIBRO DECIMOCTAVO. 7o


la de los secretarios del despacho. La discusión fue importante en
ciertos puntos. No era el primer capítulo sino una mera aplicación,
por decirlo asi, de los artículos de la constitución, dando á la re-
gencia las mismas facultades que tenia el rey, salvo algunas restric-
ciones. Establecíase muy sabiamente en el capítulo segundo que los
ministros formasen entre sí una junta, y también el modo de asen-
tar sus acuerdos y resoluciones para hacer efectiva en su caso la
responsabilidad. Tuvo aquella propuesta contradictores, acordán-
dose algunos de la junta llamada de estado que en 1787 había in-
troducido el conde de Florídablanca, y por cuyo medio habíase
este convertido realmente en ministro universal de la monarquía;
pero no se hacían cargo de que lo mismo que pudo quizá ser un
mal en un gobierno absoluto reconcentrando todavía mas la auto-
ridad suprema, se cambiaba en un bien, y era necesario en un go-
bierno representativo, asi para aunar las providencias, como para
resistir á los grandes embates de la potestad legislativa. Se particula-
rizaban en el capítulo tercero, según anunciaba ya su título, los trá-
mites que habían de preceder para examinar la conducta de los in-
dividuos del gobierno y la de los ministros, y decidir cuando se
estaba en el caso de formarles causa.


Aprobado pues este reglamento, escogida é insta- g e f r m a
lada la regencia, y nombrados en febrero hasta veinte y promulga la
consejeros de estado (se reservaba la elección de los íaylg'oemarzo!
restantes para mejores tiempos), púsose en ejercicio
y concertado orden la potestad ejecutiva conforme á las bases de la
nueva ley fundamental, no quedando ya que hacer en esta parte,
sino firmar la constitución y llevar á efecto su jura y promulgación
solemne.


Verificóse el primer acto el 18 de marzo de 1812, firmando los
diputados dos ejemplares manuscritos, de los cuales uno debia
guardarse en el archivo de cortes, y otro entregarse á la regencia.
Concurrieron 184 miembros: veinte mas se hallaban enfermos ó
ausentes con licencia. Entre los de Europa no solo habia dipu-
tados propietarios por las provincias libres, sino también otros
muchos por las ocupadas; siguiendo estas aprovechándose para
hacer las elecciones de ¡os cortos respiros que les dejaban la in-
vasión y vigilancia francesa. Contábanse ya de América vo-
cales aun de las regiones mas remotas, como lo eran algunos
del Perú y de las islas Filipinas, escogidos allá por sus propios
ayuntamientos.


El 19 juraron la constitución en el salón de cortes los diputados
y la regencia : se prefirió aquel día como aniversario de la exalt
cion al trono de Fernando VII. Ambas potestades pasaron en»^
guída juntas á la iglesia del Carmen á dar gracias al Todopoífei^só:
por tan plausible, motivo. Ofició el obispo de Calahorra, ypSis^er'
ron los miembros del cuerpo diplomático, incluso el nunciM§'|tf/


Vi




76 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Santidad, los grandes, muchos generales, magistrados, gefes de
palacio é individuos de todas clases. Por la tarde hízose la promul-
gación con las formalidades de estilo, y hubo en aquella noche y
en las siguientes regocijos y luminarias, esmerándose^en adornar
sus casas los ministros de Inglaterra y Portugal, sobre todo el úl-
timo marques de Pálmela.


Auméntase Aunque lluvioso el dia, en nada se disminuyó el
cunde ei enm- contento y la satisfacción. Veíanse los diputados elo-
sbumo en su ra- g j a ( j o s y aplaudidos, y los bendecían muchos por ir 1


realizando las esperanzas concebidas al instalarse las
cortes. En todas partes no se oian sino vivas, y alborozados cla-
mores, y en teatros, calles y plazas se entonaban á porfía cancio-
nes patrióticas alusivas á festividad tan grata. Arrobados los mas
de placer y júbilo, ni reparaban en las bombas, frecuentes á la
sazón : las cuales alcanzando ya á la plaza de San Antonio, ame-
nazaban de consiguiente como mas cercanos los edificios donde te-
nían sus sesiones las cortes y la regencia, que no por eso muda-
ron de sitio. Al contrario el empeño del francés fortalecía á los
españoles en su propósito, y realzábase asi, y aun mas ahora
que antes en la isla, la situación del gobierno legítimo y la de
las cortes; magnificada ya por la inalterable constancia de am-
bas autoridades, por sus sabias resoluciones, y por otros afa-


ines y tareas en que habian acudido á tomar parte diputados de
paises tan lejanos y diversos, hombres de tan varias y distintas
estirpes.


Para perpetuar la memoria de la publicación de la constitu-
ción se acuñaron medallas, y hubo á este fin donativos cuan-
tiosos. También los ingenios españoles celebraron en prosa y
verso acontecimiento tan fausto; brillando en muchas compo-
siciones el talento y buen gusto, y en todas el patriotismo mas
acendrado.


Con igual alegría y fiestas que en Cádiz se promulgó
Felicitaciones . . . . i • i


y aplausos que y juro la constitución en la isla, y sucesivamente en
reciben las cor- "
tes.


las otras provincias y ejércitos de España, tratando á
cual mas todos de manifestar su gozo y adhesión cum-


plida. Lo mismo hicieron las corporaciones ya civiles, ya eclesiás-
ticas ; lo mismo muchedumbre de particulares que á competencia
enviaban al congreso sus parabienes y felicitaciones. Los diarios,
las gacetas y los papeles del tiempo comprueban la verdad del he-
cho, y dan por desgracia sobrado testimonio de la frágil condición
humana y sus vaivenes. Cundió en seguida el ardor á ultramar, y
prodigáronse á las cortes desde aquellas apartadas regiones, com-
prendidas todavía bajo el imperio español, reiteradas alabanzas y
sentidos encomios.


Representábase pues como asentada de firme la constitución.
Pero si bien la libertad echó raices que al cabo es de esperar den




LIBRO DECIMONONO. 77


fruto : aquella ley, aunque planteada entonces en todo el reino, y
restablecida años después con general aplauso, derribada siempre,
parece destinada á pasar, como decia un antiguo de la vida, á ma-
nera de sueño de nombra.


LIBRO DECIMONONO.


Acontecimientos en las provincias. —Primer distrito. —Combate de Villaseca.
— De San Feliu de Codinas. — De Altafulla. — Sarsfield en Francia.
Acción de Roda. — Otros combates y sucesos. — Divide Napoleón la Cata-
luña en departamentos. — Da el mando de ella á Suchct. — Segundo dis-
trito. — Segundo y tercer ejército. — Partidas. — Divisiones de Roche y
Whittingham.— Guerrillas en Valencia.— Empresas del Empecinado, de
Villacampa y de Duran. — El Manco. — Gayan. — Toma Duran á Soria y
á Tudela. — Cuarto distrito.'—'Ballesteros. — Quinto distrito. — Penney
Morillo. — Partidas. — Sexto distrito. — Evacuación de Asturias. — Pro-
clama del general Castaños. — Nueva entrada de los franceses en Asturias.
Su salida. — Séptimo distrito. — Porlier. — Otros caudillos y junta de
Vizcaya. — Renovales. — El Pastor. — Individuos de la junta de Burgos
ahorcados por los franceses. — Venganza que toma Merino. — Decretos no-
tables de Napoleón. — Espoz y Mina- —r Acción de Sangüesa. —Presa de un
segundo convoy en Arlaban. — Muerte de Mr. Deslandes, secretario de José.
— Muerte de Cruchaga. — Medidas administrativas de Mina. — juicio de
Wellington sobre las guerrillas. — Movimiento de Wellington. — Pone el
ingle's sitio á Badajoz. — Asalto dado á la plaza. — Tómanla los anglo-por-
tugueses. — Maltratan á los vecinos. — Gracias concedidas. — Avanza
Soult y se retira. — Acércanse los españoles á Sevilla. — Movimientos de
Marmont hacia Ciudad-Rodrigo. —Wellington vuelve al Águeda. —Des-
truye Hill las obras de los franceses en el Tajo. — Soult y Ballesteros. —
Choques en Osuna y Alora. — Acción de Bornes ó del Guadalete. — Guerra
entre Napoleón y la Rusia. — Opinión en Alemania. — Medidas preventivas
de Napoleón. — Proposiciones de Napoleón á la Inglaterra. — Contestación.
— Empieza la guerra de Francia con Rusia. — Influjo de esta guerra res-
pecto de España. — Manejos en Cádiz del partido de José. — Sociedades
secretas. •— Esperanzas del partido de José en los tratos con Cádiz. — Des-
vanécense. — Aserción falsa del Memorial de Santa Elena. — Proyecto de
José de convocar cortes. — Escasez y hambre, sobre todo en Madrid.—
Providencias desastradas. — Escasez en las provincias. — Abundancia y
alegría en Cádiz. — Tareas de las cortes. — Libertad de la imprenta y sus
abusos. — Diccionario manual y Diccionario critico-burlesco. — Sensación
que causa el Diccionario crítico-burlesco. — Sesión de cortes y resolución
que provoca. — Tentativa para restablecer la Inquisición. — Estado de
aquel tribunal. — Sesión importante para restablecer la Inquisición. — Se
esquiva el restablecimiento de la Inquisición. — Promuévese que se disuel-




78 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


rr imer distrito.


van las cortes. •— Para el golpe la comisión de constitución. — Se convo-
can las cortes ordinarias para i8i3.


Antes de referir los combinados y extensos movimientos que
ejecutaron, al promediar del año de 1812, las armas aliadas, ectia-


Acoi i t edmien-
r e m o s u n a ojeada rápida sobre los acontecimientos


tos en las p r o - parciales ocurridos durante los primeros meses del
« a c i a s . a f l o e n j a s (jjygpggg provincias de España. Comenzare-
mos por la de Cataluña, ó sea el primer distrito.


Alli Don Luis Lacy, ayudado de la junta del prin-
cipado y de los demás gefes, mantenía cruda guerra;


habiéndose situado á mediados de enero en Reus, con amago á
Tarragona. Escasez de víveres y secretos tratos habían dado espe-
ranza de recuperar por sorpresa aquella plaza. Avisado Suchet
previno el caso, y comunicó para ello órdenes al general Musnier
que mandaba en las riberas del Ebro hacia su embocadero: quien
por su parte encargó al general Lafosse, comandante de Tortosa,
que avanzase mas allá del Coll de Balaguer, y explorase los movi-
mientos de los españoles. Confiado este sobradamente imaginó que
Lacy se habia alejado, al saber la noticia de la rendición de Va-
lencia ; por lo que sin reparo, y participándoselo asi á Musnier,


c o m b a t e de prosiguióá Villaseca, en donde acampó e l l9 de enero,
ví i iaseca . Consistía la fuerza de Lafosse en un batallón y 60 ca-


ballos , con los que se metió en Tarragona, dejando á los infantes,
para que descansasen, en dicho Villaseca. Don Luis Lacy apro-
vechó tan buena oportunidad, y arremetió contra los últimos; lo-
grando, á pesar de una larga y vivísima resistencia, desbaratarlos
y coger el batallón casi entero con su gefe Dubarry. En vano quiso
Lafosse revolver en socorro de los suyos : habíanlos ya puesto en
cobro los nuestros. Se distinguieron en tan glorioso combate el
barón de Eróles y el comandante de coraceros Casasola.


Llamado entonces el general en gefe español á otras partes,
dejó apostado en Reus á Eróles, y marchó con Don Pedro Sars-
field la vuelta de Vique, á donde había acudido el general francés
Decaen. Al aproximarse los nuestros evacuaron los enemigos la
De s. Feuu do ciudad; y en San Feliu de Codinas trabóse sangrienta


c o d i n a s . lid. Al principio cayó en ella prisionero Sarsfield;
masa poco libertáronle cuatro de sus soldados, y cambiando la
suerte, tuvieron los franceses que retirarse apresuradamente.


De \ i iatui ia ^ n t a n t ° L r o l e s sostuvo el 24 de enero otra acome-
tida del enemigo. Embistiéronle los generales Lamar-


que y Maurice Mathieu en Altafulla, acorriendo ambos de Barce-
lona con superiores fuerzas. Acosado y envuelto el general español,
vióse en la precisión de dispersar sus tropas, á las que señaló para
^>unto de reunión el monasterio de Santas-Cruces. Sacrificáronse
dos compañíasdel batallón de cazadores de Cataluña con intento de




LIBRO DECIMONONO. 79
salvar la división, y lo consiguieron, arrostrando y conteniendo el
ímpetu del enemigo en un bosque cercano. Nuestra pérdida con-
sistió en 500 hombres y 2 piezas : no escasa la de los franceses que
quisieron vengar en este reencuentro el revés de Yillaseca.


Rehecho luego Eróles caminó por disposición de Lacy al norte
de Cataluña, via del valle de Aran, con orden de apoyar á Don
Pedro Sarsfield; quien penetró bravamente en Fran- Sarsíiold en
cia el 14 de febrero, siguiendo el valle del Querol, y Francia-
derrotando en Ilospitalet á un batallón que le quiso hacer frente.
Recorrió Sarsfield varios pueblos del territorio enemigo; exigió
50,000 francos de contribución; cogió mas de 2,000 cabezas de
ganado, y también pertrechos de guerra.


Acabada que fue la incursión de Sarsfield en Fran-
. . . T-, i , i Acción líe Roda.


cía, revolvió Eróles con su gente sobre Aragón, y se
adelantó hasta Benasque y Graus. Andaba por aquí la brigada del
general Bourke, perteneciente al cuerpo llamado de reserva de
Reille, que después de la conquista de Valencia había tornado
atrás, y tomado el nombre de cuerpo de observación del Ebro.
Atacó Bourke á Eróles en Roda, partido de Benavarre, el 5 de
marzo, hallándole apostado en el pueblo que se asienta en un
monte erguido. Duró la refriega diez horas, y al cabo quedó la
victoria del lado de los españoles, teniendo los franceses que re-
tirarse abrigados de la noche, muy mal herido su general, y con
pérdida de cerca de 1,000 hombres. Refugióse Bourke en Barbas-
tro , y después en la plaza de Lérida temeroso de Mina. A poco
vino en su ayuda parte de la división de Severolí, que era otra de
las del cuerpo de Reille, la cual penetró tierra adentro en Cataluña
en persecución de Eróles infructuosa é inútilmente.


Con suerte varia empeñáronse por el mismo tiempo o t r o s combates
diversos combates en los demás distritos de aquel prin- 1 ^ « « o s .
cipado. De notar fue el que sostuvo en 27 de febrero cerca de la
villa de Darnius el teniente coronel Don Juan Rimbau, al frente
del primer batallón de San Fernando; en el que quedaron des-
truidos 500 infantes y 20 caballos enemigos. Lo mismo aconteció
en otras refriegas trabadas en abril, no lejos de Aulot y Llavaneras,
por Milans y Rovira. Repetíanse á cada instante parecidos choques,
si no todos de igual importancia, á las órdenes de Fábregas, Gay,
Manso y otros gefes. Continuaba por nosotros la montaña de Abusa,
lugar propio para instrucción de reclutas : también la plaza de
Cardona y la Seu de Urgel; desde cuyo punto su gobernador Don
Manuel Fernandez Villamil, atalayando el territorio francés, no
desaprovechaba ocasión de incomodar á sus habitantes y sacar
contribuciones. Del lado de la mar manteníanse en nuestro poder
las islas Medas, impenetrable asilo, gobernado ahora por Don Ma-
nuel Llauder, que molestaba á los enemigos hasta con corsarios que
se destacaban de aquella guarida.




80 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Y como si no bastasen los hechos anteriores para sustentar trá-
fago tan belicoso, vino aun á avivarle un decreto


león la Cataluña dado por Napoleón en 26 de enero, según el cual se
«n d e p a n a m e n - dividía \ a Cataluña, como si ya perteneciese á Francia,


en cuatro departamentos, á saber: I o del Ter, capital
Gerona; 2 o de Monserrat, capital Barcelona; 5 o de las Bocas del
Ebro , capital Lérida; y 4° del Segre, capital Puigcerdá. Para llevar
á efecto esta determinación, llegaron en abril á la ciudad de Barce-
lona varios empleados de Francia, y entre ellos Mr. deChauvelin,
encargado de la intendencia de los llamados departamentos de
Monserrat y Bocas del Ebro ; y Mr. Treilhard, nombrado prefecto
del de Monserrat. Los instaló en sus puestos el lf> del mismo mes el
general Decaen. Burlábanse de tales disposiciones aun los mismos
franceses, diciendo en cartas interceptadas : « Aquí deberían en-
« viarse, por diez años á lo menos, ejércitos y bayonetas, no prefec-
« tos.»Los moradores por su parte despechábanse mas y mas viendo
en aquella resolución , no ya la mudanza de dinastía y de gobierno,
sino hasta la pérdida de su antiguo nombre y naturaleza : senti-
miento arraigado y muy profundo entre los españoles, y sobre
todo entre los habitantes de aquella provincia,
rm e i mando de Por entonces, aunque continuó al frente de Ca-


e i i a á S u c n e t . taluña el general Decaen, dieron los franceses la
supremacía del mando de toda ella, como ya la tenia de una
parte de la misma provincia y de Aragón y Valencia, al maris-
cal Suchet. Con este motivo y el de prevenir desembarcos que se
temian por aquellas costas, avistáronse él y Decaen en Reus el
o i r á s ocurren- 10 de julio. Nacían semejantes recelos de unaexpedi-


c l a s cion inglesa que se dirigía á España procedente de
Sicilia, de la cual hablaremos después como conexa con la cam-
paña general é importante que empezó en este verano. También
inquietaban á dichos generales movimientos de Lacy hacia la costa,
y anuncios de conspiraciones en Barcelona y Lérida. En la pri-
mera de las dos ciudades prendieron los franceses y castigaron á
varios individuos; y en la última el gobernador Henriod, conocido
ya como hombre cruel, halló ocasión de saciar su saña con motivo
de haberse volado el 16 de julio un almacén de pólvora, de cuya
explosión resultaron muchas víctimas y abrirse una brecha en el
baluarte del Rey. Atribuyó el general francés este suceso no á
casualidad, sino á secretos manejos de los españoles. Sospechas
fundadas; si bien nada pudo Henriod descubrir ni poner en claro
en el asunto.


Segundo dlatrl- El fatal golpe de la caida de Valencia comprimió
'"• por algún tiempo el fervor patriótico de aquel reino;


no habiendo ocurrido en él al principio acontecimiento notable. Sin
embargo, el gobierno supremo de Cádiz envió por comandante
general de la provincia á Don Francisco de Copons y Navia, quien




LIBRO DECIMONONO. 81


gozando de buen nombre por la reciente defensa de Tarifa, trató
ya en abril de animar con proclamas á los valencianos


Segando y t e r -


desde el punto de Alicante. Rehacíanse en Murcia «>r ejercito,
el segundo y tercer ejército, todavía al mando de Don José Odon-
nell; ascendiendo el número de gente en ambos á unos 18,000 hom-
bres. Limitáronse sus operaciones á varias correrías, ya por la
parte de Granada, ya por la de la Mancha, ya en fin por la de
Valencia : todas entonces no muy importantes, pero que de nuevo
inquietaban al enemigo. Don Antonio Porta, coman- P l i r l W u
dante del reino de Jaén bajo la dependencia de este " **"
ejército, cogió en 5 de abril, entre Bailen y Guarroman, porción
de un numeroso convoy que iba de Madrid á Sevilla. Se señalaba
también por alli el partidario Don Bernardo Márquez, como igual-
mente hacia la Carolina Don Juan Baca, segundo de Don Fran-
cisco Abad (Chaleco), quien proseguía en la Mancha sus empre-
sas. En esta provincia mandaba aun Don José Martínez de San
Martin : y recorriendo á veces la tierra con feliz estrella se abri-
gaba en las montañas ó en Murcia; habiendo repelido el 16 de
marzo en la ciudad de Chinchilla una columna francesa que vino
en busca suya.


Mirábase como refuerzo importante para el segundo y tercer
ejército una división española que se formaba en Ali- „ . , .


J . , , í i i . Divis iones de


cante, equipada a costa del gobierno británico, y re- Roche y wh¡t-
gida por el general Roche, inglés al servicio de Es- tíBgbím-
paña : asimismo otra de la misma clase que adestraba en Mallorca
el general Whíttingham ; debiendo ambas obrar de acuerdo con el
segundo y tercer ejército, y con la expedición anglo-sicilianamen-
cionada arriba.


Tampoco perjudicaban á la tropa reglada algunas Guerrillas en
guerrillas que empezaban á rebullir hasta en las mismas va lenc ia ,
puertas de la ciudad de Valencia; principalmente la del Fraile,
denominada asi por capitanearla el franciscano descalzo Fr . Asen-
sio Nebot, que importunaba bastantemente al enemigo con acome-
timientos y sorpresas.


Pero las partidas que se mostraban incansables en sus trabajos
eran las ya antes famosas del Empecinado, Villacampa
y Duran, pertenecientes á este segundo distrito. El E JpSdo 9 , a ¿ ¡ l
conde del Montijo, á quien Blake había nombrado J " ¡ . * c u a m p a y d "
gefe de todas tres, retiróse verificada la rendición de
Valencia, y se incorporó a l a s reliquias de aquel ejército, cam-
peando de nuevo por sí los mencionados caudillos según deseaban,
y cual quizá convenia á su modo de guerrear.


Tuvo Don Juan Martin el Empecinado que deplorar en 7 de fe-
brero la pérdida de 1,200 hombres, acaecida en Re-


' ' , . El Manco.


bollar de Siguenza en un reencuentro con el general
Gní, estando para ser cogido el mismo Empecinado en persona,


ni . 6




82 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
quien solo se salvó echándose á rodar por un despeñadero abajo.
Achacaron algunos tal descalabro á una alevosia de su segundo
Don Saturnino Albuir, llamado el Manco; y parece que con razón,
si se atiende á que hecho prisionero este tomó partido con los
enemigos, empañando el brillo de su anterior conducta. Ni aun
aqui paró el Manco en su desbocada carrera; preparóse á querer
seducir á Don Juan Martin y á otros compañeros, aunque en
balde, y á levantar partidas que apellidaron de contra-Empecina-
dos : las cuales no se portaron á sabor del enemigo, pasándose los
soldados á nuestro bando, luego que se les abria ocasión.


Al regresar Don Pedro Viílacampa de Murcia á Aragón escar-
mentó, durante el marzo, á los generales PalombiniyPannetier en
Campillo, Ateca y Pozohondon. Unióse en seguida con el Empeci-
nado; y obrando juntos ambos gefes amenazaron á Guadalajara.
Separáronse luego, y Viílacampa tornó á su Aragón, al paso que
Don Juan Martin acometió á los franceses en Cuenca, entrando en
la ciudad el 9 de mayo, y encerrando á los enemigos en la casa de
la inquisición y en el hospital de Santiago. No siéndole posible al
Empecinado forzar de pronto estos edificios, se retiró y pasó á
Cifuentes; y hallándose el 21 en la vega de Masegoso, dudaba si
aguardaría ó no á los enemigos que se acercaban, cuando sabedo-
res los soldados de que venia el Manco, quisieron pelear á todo
trance. Lograron los nuestros la ventaja, y el Manco huyó apresu-
radamente ; que no cabe por lo común valor muy firme en los
traidores.


También Don Ramón Gayan estuvo para apode-
G a í a " ' rarse el 29 de abril del castillo deCalatayud, muy


fortificado por los franceses. No lo consiguió; pero á lo menos tuvo
la dicha de coger á su comandante, de nombre Favalelli, y
á 60 soldados que se hallaban á la sazón en la ciudad.


Toma D u r a n * s u P a r t e ' " e v 0 igualmente entonces á cabo
Soria y i T u d a - Don José Duran dos empresas señaladas, que fueron la
l a toma deSoria y el asalto de Tudela. Ejecutó la primera
el 18 de marzo, auxiliado de un plano y de noticias que le dio el ar-
quitecto Don Dionisio Badiola. Inútilmente quisieron los enemigos
defender la ciudad : penetraron dentro los nuestros, rompiendo las
puertas, y obligando á los franceses á recogerse al castillo con pér-
dida de gente y de algunos prisioneros. Alcanzaron la libertad
muchos buenos españoles alli encarcelados. Guarnecían á Tudela
de 800 á 1,000 infantes enemigos, y la embistiéronlos nuestros
el 28 de mayo. Habíanla los franceses fortalecido bastantemente;
mas todo cedió al ímpetu de los soldados de Duran, que asaltaron
la ciudad por el Carmen Descalzo y por la Misericordia, guiando
las columnas Don Juan Antonio Tabuenca y Don Domingo Murcia.
Los enemigos se metieron también esta vez en el castillo, dejando
en nuestro poder 100 prisioneros y muchos pertrechos.




LIBRO DECIMONONO. 85


En el cuarto distrito manteníase la mayor parte de
su ejército en la isla de León con buena disciplina y l 0 '
orden, y«ndo en aumento su fuerza mas bien que en mengua. Las
salidas en este tiempo no fueron muchas ni de entidad. Continuaba
maniobrando por el flanco derecho en Ronda el ge-
neral Ballesteros, habiendo atacado el 16 de febrero B* l l e 8" ! r 0 8
en Cártama al general Marransin. Desbaratóle con pérdida con-
siderable, siendo ademas herido gravemente de dos balazos el
general francés. En seguida tornó Ballesteros al Campo de Gibral-
tar, por venir tras de él con bastante gente el general Rey : tomó
el español la ofensiva no mucho tiempo después con objeto, según
veremos, de atraer á los enemigos de Extremadura.


Aquí y en todo el quinto distrito se hallaba redu- 0 u l I l t o d i 6 t r i t o
cido el ejército por escasez de medios, si bien apoyado
en el cuerpo que gobernaba el general Hill. Consistía su principal
fuerza en las dos divisiones que mandaban el conde de Penne Vi-
llemur y Don Pablo Morillo. Coadyuvaron ambas á
las operaciones que favorecieron el sitio y reconquista e " M y M o n " 0 -
de Badajoz, de que hablaremos mas adelante. Penne solía acudir
al condado de Niebla y libertar de tiempo en tiempo aquellos
pueblos que enviaban de continuo provisiones á Cádiz, y formaban
como el flanco izquierdo de tan inexpugnable plaza. Morillo con su
acostumbrada rapidez y destreza hizo en enero una excursión en
la Mancha, y llegó hasta Almagro. Entró el 14 en Ciudad-Real,
en donde le recibieron los vecinos con gran júbilo, y volvió á Ex-
tremadura después de molestar á los franceses, de causarles pér-
didas , cogerles algunos prisioneros, y alcanzar otras ventajas.


Las partidas de este distrito, sobre todo las de To- p a r „ d a s
ledo, seguían molestando al enemigo; y Palarea,
uno de los principales guerrilleros déla comarca, recibió del prín-
cipe regente de Inglaterra, por mano de Lord Wellington, un
sable, « en prueba de admiración por su valor y constancia. >


El ejército del sexto distrito contribuyó con sus mo-
vimientos á acelerar la evacuación de Asturias verifi- S e i t ° d i s t r i t 0 -
cada nuevamente á últimos de enero, en virtud de Evacuación do
órdenes de Marmont, apurado con el sitio y toma de A s t u n a s -
Ciudad Rodrigo. No pudieron los franceses ejecutar la salida del
principado sinoá duras penas por las muchas nieves, y molesta-
dos por los paisanos y tropas asturianas, como asimismo por Don
Juan Díaz Porlier que los hostilizó con la caballería, cogiendo ba-
gages y muchos rezagados. También perecieron no pocos hombres,
dinero y efectos á bordo de cinco trincaduras que tripularon los
enemigos en Gijon, de las cuales se fueron cuatro á pique acome-
tidas de un temporal harto recio.


Por lo demás, las operaciones del sexto ejército en el invierno
se limitaron á algunos amagos, á causa de lo riguroso de la esta-




84 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


don , y en espera de los movimientos generales cfue preparaban
los aliados. Mandábale como antes Don Francisco Javier Abadía,
conservando la potestad suprema militar el general Castaños, que,
según indicamos, gozaba también de la del quinto y séptimo
ejército.


Trasladóse este último gefe á Galicia, yendo de Ciudad Rodrigo
por Portugal, y pisó á principios de abril aquel territorio. Para


J , alentarconsupresenciaálos habitantes, juzgó del caso
Proclama del . , J .


general casta- no solo tomar providencias militares y administrativas,
flos' sino también halagar los ánimos con la deleitable pers-
pectiva de un mejor orden de cosas. Decíales por tanto en una


proclama datada en Pontevedra á 14 de abril... *« Mi
(Ap.ii.io ( buena suerte me proporciona ser quien ponga en


« ejecución en el reino de Galicia la nueva constitución del impe-
« rio español, ese gran monumento del saber y energía de nuestros
« representantes en el congreso nacional, que asegura nuestra
« libertad, y ha de ser el cimiento de nuestra gloria venidera. »


Nueva entrada Volvieron los franceses á mediados de mayo á ocu-
de ios franceses par á Asturias; ya por lo que agradaba al general
en Asturias. jjonnet residir en aquella provincia donde obraba con
independencia casi absoluta, ya por disposición del mariscal Mar-
mont, en busca de carnes de que escaseaba su ejército en Castilla.
La permanencia entonces no fue larga ni tampoco tranquila, siendo
de notar, entre otros hechos, la defensa que el coronel de Laredo,
Don Francisco Rato, hizo en el convento de San Francisco de
Villaviciosa contra el general Gaulier, que no pudo desalojarle de
alli á la fuerza. Tuvo Bonnct que evacuar el principado en junio,
aguijados los suyos hacia Salamanca por los movimientos d é l o s


su salida anglo-portugueses. Verificaron los franceses la salida
del lado de la costa, vía de Santander, temerosos de


encontrar tropiezos si tomaban el camino de las montañas que par-
ten términos con León. El mando del sexto ejército español, des-
pués de una corta interinidad del marques de Portago, recayó de
nuevo en Don José María de Santocildes con universal aplauso.


s é p t i m o d i s - Muchos continuaban siendo los reencuentros y cho-
trito. q u e s d e | o s ¿¡versos cuerpos y guerrillas que forma-


ban el séptimo ejército bajo Don Gabriel de Mendizabal, quien,
poniéndose al frente, cuando de unas fuerzas cuando de otras ,
juntábalas ó las separaba, según creía conveniente , estrechando
eu una ocasión á los franceses de Burgos mismo.


De los gefes que le estaban subordinados, mamo-
p°r i i er . braba Porlier, conforme hemos visto, al este de As-


turias , siempre que el principado se hallaba en poder de enemigos,
acudiendo en el caso contrario á los llanos de Castilla, ó á San-
tander, ó bien embarcándose á bordo de buques ingleses y espa-
ñoles en amago de algunos puntos de la costa.




LIBRO DECIMONONO. 83


Lo mismo ejecutaban en Cantabria el ya nombrado Don Juan
López Campillo, con Salcedo, La Riva y otros va- 0 t r o ¡ ¡ m
rios caudillos.


En las provincias Vascongadas instalóse en febrero Junta de Viz -
la junta del Señorío, que comunmente residía ahora c a y a '
en Orduña. Por el esmero que dicha autoridad puso, y bajo la ins-
pección del general Mendizabal, acabó Don Maríano-
t ; , , „ i 11 Reámales .


Renovales de formar entonces tres batallones y un
escuadrón, los primeros de á 1,200 hombres cada uno, que empe-
zaron á obrar en la actual primavera. Alimentáronse asi los diver-
sos focos de insurrección, creados ya antes en gran parte por la
actividad y cuidado especial del Pastor y Longa. En
sus correrías, extendíase Renovales por la costa,
mancomunando sus operaciones con las fuerzas marítimas británi-
cas , que á la orden de sír Home Popham cruzaban por aquellos
mares; y hubo circunstancia en que ambos cerraron de cerca ó
escarmentaron á Jos franceses de Rilbao, y otros puertos. Bien asi
como Don Gaspar Jáuregui (el Pastor) , poco ha nombrado, á quien
se debió., sostenido por dicho Popham, la toma en Lequeitio, el
18de junio, de un fuerte ganado por asalto, y la de un convento
en donde se cogieron cañones, pertrechos y 290 prisioneros.


Perseguían los enemigos con encono á las juntas de este séptimo
distrito, que, auxiliadoras en gran manera de las guerrillas y cuer-
pos francos, fomentaban ademas el espíritu hostil de los habitado-
res por medio de impresos y periódicos publicados en los lugares
recónditos en donde se albergaban. Así avínole terrible fracaso á
la de Burgos, una de las mas diligentes y tenaces. Cuatro de sus
vocales, Don Pedro Gordo, Don José Ortiz Covarru-
bias, Don Eulogio José Muro y Don José Navas (nom- i a jnn'ta d ° B ú r -
bres que no debe olvidar la historia) tuvieron la fatal p ü r i o s f r a í m * * !
desgracia de que sorprendiéndolos los enemigos el 21
de marzo en Grado, los trasladasen á la ciudad de Soria, y los
arcabuceasen ilegal é inhumanamente suspendiendo sus cadáveres
en la horca. Irritado con razón Don Gerónimo Merino, adalid de
aquellas partes, pasó por las armas á 110 prisioneros v e n g a n z a q u e
franceses : 20 por cada vocal de la junta, y los demás toma Merino,
por otros dependientes de ella que igualmente sacrificó el francés.
Tal retorno tiene la violenta saña.


No querían entonces nuestros contrarios reconocer en el ciuda-
dano español los derechos que á todo hombre asisten en la defensa
de sus propios hogares, y trataban á los que no eran soldados
como salteadores ó rebeldes. Sin embargo, Napoleón, „ ,
cuando en 1814 locaba ya al borde de su ruina, dio b i e s d e N a p o i e ™ .
un decreto en Fismes á 5 de marzo en el que decía*: ( . A p n 2 ,
« I o que todos los ciudadanos franceses estaban no
«• solo autorizados á lomar las armas, sino obligados á hacerlo,




86 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« como también á tocar al arma... á reunirse, registrar los bos-
« ques, cortarlos puentes, interceptarlos caminos, y acometer
« al enemigo por flanco y espalda... 2 o Que todo ciudadano francés
« cogido por el enemigo y castigado de muerte seria vengado in-
« mediatamente en represalia con la muerte de un prisionero ene-
t migo. » Otros decretos del mismo tenor acompañaron ó prece-
dieron á este, señaladamente uno en que se autorizaba el levanta-
miento en masa de varios departamentos, con facultad á los
generales de permitir la formación de partidas y cuerpos francos.


Defensa esta mejor que otra ninguna de la conducta de los espa-
ñoles : lección dura para conquistadores sin previsión ni piedad,
que en el devaneo de su encumbrada alteza prodigan improperios,
é imponen castigos á los bijos valerosos de un suelo profanado é
injustamente invadido.
e s Í m í m ^ n e s t e ópt imo distrito quédannos por referir al-


spoiy na. g U n 0 S h e c n o s de Don Francisco Espoz y Mina, no
desmerecedores de los ya contados. A vueltas siempre con el ene-
migo pasaba aquel caudillo de una provincia á otra, juntaba su
fuerza, la dispersaba, reuníala de nuevo, obrando también á
veces en compañía de otros partidarios. En I I de enero, presente
Acción de S a n - Don Gabriel de Mendizabal, general en gefe del sép-


gnesa. ^ M O e j é r c i t o , y en compañía de la partida de Don
Francisco Longa, hizo Espoz y Mina firme rostro al enemigo á la de-
recha del rio Aragón, inmediato á la ciudad de Sangüesa. Mandaba
á los franceses el general Abbé, gobernador de Pamplona, quien
envuelto y acometido por todas partes tuvo que salvarse al abrigo
de la noche, después de perder 2 cañones y unos 400 hombres.


Presa do Aunque amalado, no cesó Espoz y Mina en sus
segando conYoy lides, cogiendo en 9 de abril de un modo muy notable
en A r i a i a n . m c o r j v o v e n Arlaban; lugar célebre por la sorpresa
ya relatada del año anterior. Presentábanse para el logro de aquel
intento varias dificultades : era una la misma victoria antes alcan-
zada , y otra un castillo que habian construido allí los franceses, y
artílládole con cuatro piezas. Cuidadoso Mina de alejar cualquiera
sospecha maniobró diestramente; y todavía le creían sus contra-
rios en el alto Aragón, cuando haciendo en un día una marcha
de 15 leguas de las largas de España, se presentó con sus batallones
el 9 al quebrar del alba en las inmediaciones de Arlaban y pueblo
de Salinas, en donde formó con su gente un círculo que pudiese
rodear todo el convoy y fuerza enemiga. Cruchaga, segundo de
Mina, contribuyó mucho á los preparativos, y opuso á la van-
guardia de los contrarios al bravo y después mal aventurado co-
mandante Don Francisco Ignacio Asura.


Era el convoy muy considerable ; escoltábanle 2,000 hombres,
llevaba muchos prisioneros españoles, y caminaba con él á Fran-
cia Mr. Deslandes, secretario de gabinete del rey intruso, y por-




LIBRO DECIMONONO. 87


tador de correspondencia importante. Al descubrir el convoy y
tras la primera descarga, cerraron los españoles bayoneta calada
con la columna enemiga, y punzáronla antes de que volviese de la
primera sorpresa. Duró el combate solo una hora, destrozados los
enemigos y acosados de todos lados. 600 de ellos quedaron tendi-
dos en el campo, 150 prisioneros; y se cogió rico botin y 2 bande-
ras. Parte de la retaguardia pudo ciar precipitadamente protegida
por los fuegos del castillo de Arlaban. Mr. Deslandes, M n e r t e d 0 M r
al querer salvarse saliendo de su coche, cayó muerto D™IW*» , se-
de un sablazo que le dio el subteniente Don León c r
Mayo. Su esposa Doña Carlota Aranza fue respetada, con otras da-
mas que alli iban. Cinco niños, de quienes se ignoraban los padres,
enviólos Mina á Vitoria, diciendo en su parte al gobierno: « Estos
t angelitos, víctimas inocentes en los primeros pasos de su vida,
« han merecido de mi división todos los sentimientos de compasión
» y cariño que dictan la religión, la humanidad, edad tan tierna
* y suerte tan desventurada Los niños por su candor tienen
f sobre mi alma el mayor ascendiente, y son la única fuerza que
« imprime y amolda el corazón guerrero de Cruchaga. » Expre-
siones que no pintan á los partidarios españoles tan hoscos y fieros
como algunos han querido delinearlos.


Poco antes el general Dorsenne (que aunque tenia sus cuarteles
en Valladolid, hacia excursiones en Vizcaya y Navarra) combi-
nándose con tropas de Aragón, y juntando en todo unos 20,000
hombres, penetró en el Valle del Roncal, abrigo de enfermos y
heridos, depósito de municiones de boca y guerra. Grande peli-
gro estrechó entonces á Mina, que consiguió superar burlándose
de los ardides y maniobras del francés, y ejecutar en seguida la
empresa relatada de Arlaban.


Tanto empeño en concluir del todo con Espoz, no solo lo moti-
vaban los daños que de sus acometidas se seguian al enemigo, sino
la resolución cada vez mas clara de agregar á Francia la Navarra
con las otras provincias de la izquierda del Ebro. Asi se lo mani-
festó Dorsenne por este tiempo á las autoridades y cuerpos de
Pamplona, entre los que varios replicaron oponiéndose con el mayor
tesón. Esta resistencia, y los acontecimientos que sobrevinieron en
el norte de Europa, impidieron que aquella determinación pasase
á ejecución abierta.


Después de lo de Arlaban se trasladó Mina al reino de Aragón, y
habiéndose introducido en el pueblo de Robres, se vio cercado al
amanecer del 23 de abril, y casi cogido en la misma casa donde mo-
raba, y en cuya puerta se defendió con la tranca no teniendo por
de pronto otra arma, hasta que acudió en auxilio suyo su asis-
tente el bravo y fiel Luis, que llamando al mismo tiempo á otros
compañeros, Je sacó del trance, y lograron todos esquivar la vigi-
lancia y presteza de los enemigos.




88 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Asi siguió Mina de un lado á o t ro , y no paró antes de mediar
Muerte de Cra-


mayo; en cuya sazón habiéndose dirigido á Guipúz-
ch8Ba. c o a > o c u r r i ó la desgracia de que al penetrar por la


carretera de Tolosa, en el pueblo de Ormástegui, una bala de
cañón arrebatase las dos manos al esforzado Don Gregorio Cru-
chaga, de cuya grave herida murió á poco tiempo. También en-
tonces en Santa Cruz de Campezu recibió Mina un balazo en el
muslo derecho, por lo que estuvo privado de mandar hasta el
inmediato agosto. Con esto respiraron los franceses algún trecho,
necesario descanso á su mucha molestia.


Medidas admi- admira tanto guerrear , mas destructivo y enfa-
nistrat ivasdeMí- doso para los franceses, cuanto se asemejaba al de
1 1 8 los pueblos primitivos en sus lides, igualmente eran
de notar varios actos de la administración de Mina. Estableció este
cerca de su campo casi todos los cuerpos y autoridades que resi-
dían antes en Pamplona, saltando de sitio en sitio al son de la
guerra, pero desempeñando todos, no obstante, sus respectivos car-
gos con bastante regularidad, ya por la adhesión de lospueblosá la
causa nacional, ya por el terror que infundía el solo nombre de
Mina, cuya severidad frisaba á veces con cruel saña, si bien algo
disculpable y forzosa en medio de los riesgos que le eircuian, y de
los lazos que los enemigos le armaban.


Cubría principalmente Espoz y Mina sus necesidades con los
bienes que secuestraba á los reputados traidores, cOn las presas y
botín tomado al enemigo, y con el producto de las aduanas fron-
terizas. Modo el último de sacar dinero, quizá nuevo en la econó-
mica de la guerra. Resultó de un convenio hecho con los mismos
franceses, según el cual nombrándose por cada parte interesada
un comisionado, se recaudaban y distribuían entre ellos los dere-
chos de entrada y salida. Amigos y enemigos ganaban en el trato ,
con la ventaja de dejar mas expedito el comercio.


ju ic io de w e i - La utilidad y buenas resultas en la guerra de este
íinsrton sobre las fuego lento y devorador de las partidas, reconocíalo
guerni ias . Wellíngton, quien decía por aquel tiempo en
uno de sus pliegos, escrito en su acostumbrado lenguaje verí-


dico , severo y frió *: « Las guerrillas obran muy acti-
* (Ap. n. 3.) ' J ,


u
, „ i_ • l


« vamente en todas las partes de España, y han sitio
« felices muchas de sus últimas empresas contra el enemigo. »


Movimiento de Dicho general proseguía con pausa en sacar ven-
w e i i i n g t o n . t a ] a , j e s u s t r ¡u n f o s > Tomado que hubo á Ciudad Ro-


drigo , destruidos los trabajos de sitio, reparadas las brechas y
abastecida la plaza, pensó moverse hacia el Atentejo, y emprender
el asedio de Badajoz. Ejecutáronse los preparativos con el mayor
sigilo, queriendo el general inglés no despertar el cuidado de los
mariscales Soult y Marmont. Dispuesto todo, empezaron á po-
nerse en marcha las divisiones anglo-portuguesas, dejando solo




LIBRO DECIMONONO. 89


una con algunos caballos en el Águeda. Lord Wellington salió
el 5 de marzo, y sentó ya el I I en Yelves su cuartel general.


En seguida, mandó echar un puente de barcas
P o n e el inglés


sobre el Guadiana, una legua por bajo de Badajoz; 8 i l i 0 * v^i™-
y pasando el rio su tercera y cuarta división, embistieron estas la
plaza, juntamente con la división ligera, el 16del mismo marzo :
agregóseles después la quinta, que era la que habia quedado en
Castilla. La primera, sexta y séptima con dos brigadas de caba-
llería se adelantaron á los Santos, Zafra y Llerena, para contener
cualquiera tentativa del mariscal Soult, al paso que el general
Hill avanzó con su cuerpo desde los acantonamientos de Albur-
querque á Mérida y Almendralejo, encargado de interponerse
entre los mariscales Soult y Marmont, si , como era probable,
trataban de unirse. Coadyuvó á este movimiento el quinto ejército
español, cuyo cuartel general estaba en Valencia de Alcántara.


El gobernador francés Philippon no solo habia» reparado las
obras de Badajoz, sino que las habia mejorado, y aumentado
algunas. Por lo mismo, pareció á los ingleses preferible empren-
der el ataque por el baluarte de la Trinidad, que estaba mas al
descubierto, y se hallaba nías defectuoso, batiéndole de lejos,
y confiando para lo demás en el valor de las tropas. Dicho ataque
podia ejecutarse desde la altura en que estaba el reducto de la
Pícuriña, para lo cual menester era apoderarse de esta obra, y
unirla con la primera paralela : operación arriesgada, de cuyo
éxito feliz dudó Lord Wellington.


Metiéndose el tiempo en agua desde el 20 al 2 3 , creció tanto
Guadiana que se llevó el puente de barcas; á cuya desgracia aña-
dióse también la de que el 19, haciendo los franceses una salida
con 1,300 infantes y 40 caballos, causaron confusión y destrozo en
los trabajos. Con todo, los ingleses continuaron ocupándose en
ellos con ahinco, y rompieron el fuego desde su primera paralela
el 23 con 28 piezas en 6 baterías; 2 contra la Picuriña, y 4 para
enfilar y destruir el frente atacado.


Al anochecer del mismo dia asaltaron los ingleses aquel fuerte,
defendido por 250 hombres, y le tomaron. Establecidos aqui los
sitiadores, abrieron á distancia de 130 toesas del cuerpo de la plaza
la segunda paralela.


En esta se plantaron baterías de brecha para abrir una en la
cara derecha del baluarte de la Trinidad, y otra en el flanco
izquierdo del de Santa María, situado á la diestra del primero.
Los enemigos habian preparado por este lado, por donde corre el
Rivillas, una inundación que se extendía á doscientas varas del
recinto, y cuya esclusa la cubría el rebellín de San Roque colocado
á la derecha de aquel rio, y en frente de la cortina de la Trinidad y
San Pedro, en la cual también se trató de aportillar una tercera
brecha. Los ingleses, para inutilizarla mencionada esclusa, qui-




90 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


sieron asimismo apoderarse del rebellín, pero tropezaron con difi-
cultades que no pudieron remover de golpe.


Prosiguió el sitiador sus trabajos hasta el 4 de abril , esforzán-
dose el gobernador Philippon en impedir el progreso, y empleando
para ello suma vigilancia, y todos los medios que le daba su valor
y consumada experiencia.


Mientras tanto viniendo sobre Extremadura el mariscal Soiilt,
aunque no ayudado todavía, como deseaba, por el mariscal Mar-
mont , preparóse Wellington á presentar batalla si se le acercaba,
y resolvióse á asaltar cuanto antes la plaza.


Ya entonces estaban practicables las brechas. Por tres puntos
principalmente debia empezarse la acometida; por el castillo, por
la cara del baluarte de la Trinidad, y por e\ naneo del de Santa
María. Encargábase la primera á la tercera división del mando de
Picton, y las otras dos á las divisiones regidas por el teniente coro-
nel Barnard,, y el general Colville. Doscientos hombres de la
guardia de trinchera tuvieron la orden de atacar el rebellín de San
Roque, y la quinta división, al cargo de Leith, la de llamar la
atención del enemigo desde Pardaleras al Guadiana, sirviéndose al
propio tiempo de una de sus brigadas para escalar el baluarte de
San Vicente y su cortina hacia el rio.
Asallo dado ti la Dióse principioá la embestida el 6 de abril alas diez


piaza. ¿e j a n o c i i e > y i e dieron los ingleses con su habitual
brio. Escalaron el castillo, y le entraron después de tenaz resisten-
cia. Enseñoreáronse también del rebellín de San Roque, y llega-
ron por el lado occidental hasta el foso de las brechas : mas se
pararon, estrellándose contra la maña y ardor francés. Allí apiña-
dos, desoyendo ya la voz de sus gefes, sin ir adelante ni atrás ,
dejáronse acribillar largo rato con todo linaje de armas y mortí-
feros instrumentos.


Apesadumbrado Lord Wellington de tal contratiempo, iba á
ordenar que se retirasen todos para aguardar al dia, cuando le
detuvo en el mismo instante el saber que Picton era ya dueño del
castillo, é igualmente que sucediera bien e,l ataque que había dado
una de las brigadas de la quinta división al mando de Walker : la
cual, si bien á costa de mucha sangre, vacilaciones y fatiga, había
escalado el baluarte de San Vicente y extendídose lo largo del muro.
Incidente feliz que amenazando por la espalda á los franceses de
las brechas, los a te r ró , y animó á los ingleses á acometerlas de
nuevo y apoderarse de ellas.
Témanla losan- Lográronlo en efecto, y se rendió prisionera la
gio-poriujucses. g u a r n i c i o n enemiga. El general Philippon con los
principales oficiales se recogió al fuerte de San Cristóval y capituló
en la mañana siguiente. Ascendía la guarnición francesa al prin-
cipiar el sitio á unos 5,000 hombres. Perecieron en él mas de 800.
Tuvieron los ingleses de pérdida, entre muertos y heridos, obra




LIBRO DECIMONONO. 91


de 4,900 combatientes : menoscabo enorme, padecido especial-
mente en los asaltos de las brechas.


Los franceses desplegaron en este sitio suma bizarría y destreza:
los ingleses sí lo primero, mas no lo último. Probólo el mal suceso
que tuvieron en el asalto de las brechas, y su valor en el triunfo
de la escalada. Asi les acontecía comunmente en los asedios de
plazas.


Trataron bien los ingleses á sus contrarios : mala- Maltratan a tos
mente á los vecinos de Badajoz. Aguardaban estos con
impaciencia á sus libertadores, y preparáronles regalos y refrescos,
no para evitar su furia, como han afirmado ciertos historiadores
británicos, pues aquella no era de esperar de amigos y aliados,
sino para agasajarlos y complacerlos. Mas de cien habitantes de
ambos sexos mataron allí los ingleses. Duró el pillage y destrozo
toda la noche del 6 y el siguiente dia. Fueron desatendidas las
exhortaciones de los gefes, y hasta Lord Wellingtonse vio amena-
zado por las bayonetas de sus soldados, que le impidieron entrar en
la plaza á contener el desenfreno. Restablecióse el orden un dia
después con tropas que de intento se trajeron de fuera.


Sin embargo, las cortes decretaron gracias al ejér- Gracias c o n c e -
cito inglés, no queriendo que se confundiesen los d l d 8 8
excesos del soldado con las ventajas que proporcionaba la recon-
quista de Badajoz. Condecoró la regencia áLord Wellington con la
gran cruz de San Fernando. Pusieron los ingleses la plaza en ma-
nos del marques deMonsalud, general de la provincia de Extre-
madura.


El 8 de aquel abril se habia adelantado Soult hasta Avanza so«n y
Villafranca de los Barros , y retrocedió mal enojado s e , e " r a -
luego que supo la rendición de Badajoz; atacó el 11 á su caballería
y la arrolló la inglesa.


Al propio tiempo el conde de Penne Villemur con A c e r c a r e ios
un trozo del quinto ejército español se acercó á Sevilla ^ ¡ ¡ a 5 o l e s a S e "
por la derecha del Guadalquivir, y peleó con la guar-
nición francesa de aquella ciudad, y con la que habia en el con-
vento de la Cartuja. Culpóse á Ballesteros de no haberle ayudado
á tiempo .por la otra orilla del r io , y de ser causa de no arrojar de
alli á los franceses. Retiróse Penne Villemur el 10 por orden de
Wellington, habiendo contribuido su movimiento á acelerar la re-
tirada de Soult á Sevilla, después de dejar este á Drouet apostado
entre Fuente-Ovejuna y Guadalcanal.


Luego que acudió al sitio de Badajoz, como ya in- M o í i m t e n t 0 f c
dicamos, la quinta división británica, no quedaron Marmont hacia
mas tropas por el lado de Ciudad Rodrigo que algunas C i a i ! , i F , o d r l s ° -
partidas y la gente de D. Carlos de España junto con el regimiento
inglés primero de húsares, bajo el mayor general Alten, encar-
gado de permanecer alli hasta fines de marzo. Parecióle, pues, al




92 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


mariscal Marmont buena ocasión aquella de recuperar á Ciudad
Rodrigo ú Almeida, y de hacer una excursión en Portugal, mas
atento á mirar por las cosas de su distrito, que á socorrer á Ba-
dajoz que se hallaba comprendido en el del mariscal Soult, traba-
jados continuamente estos generales con rivalidades y celos. En
aquel pensamiento partió Marmont de Salamanca asistido de20,000
hombres, entre ellos 1,200 de caballería. Intimó en vano la rendi-
ción á Ciudad Rodrigo, desde cuyo punto, no bien hubo apostado
una división de bloqueo, se enderezó á Almeida, donde tampoco
tuvo gran dicha. Muy estrechado se vio Don Carlos de España,
colocado no lejos de Ciudad Rodrigo, y á duras penas pudo unirse
con milicias portuguesas que habían pisado las riberas del Coa. Por
su parte el mayor general Alten se retiró, y le siguió á la Beira baja
la vanguardia francesa, que entró el 12 de abril en Castello-Branco,
de donde volvió pies atrás. Pero Marmont, habiendo espantado á las
milicias portuguesas y dispersádolas, se adelantó mas allá de Ja
Guarda, y Uegó el 15 á la Lagiosa. Mayores hubieran sido entonces
los estragos, sí, noticioso el general francés de la toma de Badajoz,
no hubiese comenzado el 16 su retirada, levantado en seguida el
bloqueo de Ciudad Rodrigo, y replegádose en fin á Salamanca.


w e i i i n g t o n Aguijóle también á ello el haberse puesto en movi-
Tnehe ai Agüe- miento Lord Wellington caminando al norte, después


a ' que Soult tornó á Sevilla. El general inglés sentó en
breve sus cuarteles en Fuenle-Guinaldo, acantonando sus tropas
entre el Águeda y el Coa.


Adelante Wellington en su plan de campaña, pero yendo poco
á poco y con mesura, determinó embarazar y aun des-


Destruye 11111 ' . i r . i , i , ,


las obras de los truir las obras que aseguraban al enemigo el paso del
T a j o " * 6 3


e" d l a J ° e n Extremadura, y por consiguiente sus comu-
nicaciones con Castilla. Los franceses habían suplido


en Almaraz el puente de piedra, antes volado, con otro de barcas,
y afirmádole en ambas orillas de Tajo con dos fuertes denominados
Napoleón y Ragusa. A estas obras habian añadido otras, como lo
era la reedificación y fortaleza de un castillo antiguo situado en el
puerto de Mirabete á una legua del puente, y único paso de car-
ruages.


Encomendó Wellington la empresa al general Ilill, que regia ,
como antes el cuerpo aliado que maniobraba á la izquierda del
Tajo. Le acompañó el marques de Alameda, individuo de la junta
de Extremadura, de quien no menos que del pueblo recibió Hill
mucha ayuda y apoyo.


Al despuntar del alba atacaron los ingleses el 19 de mayo y to-
maron por asalto el fuerte de Napoleón, colocado en la orilla
izquierda : lo cual infundió tal terror en los enemigos que aban-
donaron el de Ragusa, sito en la opuesta, huyendo la guarnición
en el mayor desorden hacia Navalmoral. Cogieron los ingleses 250




LIBRO DECIMONONO. 93
prisioneros; arrasaron ambos fuertes; destruyeron el puente, y
quemaron las demás obras , las oficinas y el maderaje que encon-
traron. Libertóse el castillo de Mirabete por su posición que estor-
baba se le tomase de sobresalto. Sacó la guarnición dosdiasdespucs
el general d'Armagnac del ejército francés del centro, viniendo
por la Puente del Arzobispo. Otros auxilios que intentaron enviar
Marmont y Soult llegaron tarde. Con el triunfo alcanzado quitóséles
á los franceses la mejor comunicación entre su ejército del Me-
diodía y el que llamaban de Portugal. *


Por su lado-el mariscal Soult de vuelta de Extre- S*„H ? s,»*,-
madura había atendido á contener á Don Francisco t e r o s -
Ballesteros; en particular después que Penne Villemur se habia
alejado de la margen derecha del Guadalquivir. El Don Francisco,
desembocando del campo de Gibraltar para cooperar á los movi-
mientos del último, habia hecho alto en Utrera el 4 de abril, sin pa-
sar adelante; con lo cual se dio tiempo á la llegada de Soult de Ex-
tremadura , y á que Penne Villemur se viese obligado á retroceder
á sus anteriores puestos. Ballesteros hubo de hacer otro tanto y
replegarse vía de la sierra de Ronda. Sin embargo, haciendo un
movimiento rápido, tuvo la fortuna de escarmentar á los ene-
migos el 44 dé abril en Osuna y Alora. En la primera choques en
ciudad se peleó, en las calles, viéndose los franceses osuna y Alora,
obligados á encerrarse en el fuerte que habían construido, pi-
cándoles de cerca, y avanzando hasta el segundo recinto el regi-
miento de Sigüenza á las órdenes de su valiente gefe Don Rafael
Cevallos Escalera. Y en Alora trabándose refriega, con una división
enemiga se le tomaron bagages, dos cañones y algunos prisioneros.
Lo mismo aconteció el 23 entre otra columna enemiga y la van-
guardia española al cargo de Don Juan de la Cruz Mourgeon : la
cual en una reñida lid, y hasta el punto de llegar á la bayoneta,
arrolló á los contrarios, y les causó mucha pérdida y daño.


Tales excursiones, marchas y embestidas con lo que amagaba
por Extremadura y Castilla, pusieron muy sobre aviso al mariscal
Soult, quien, temeroso de que Ballesteros fuese reforzado con
nueva gente de desembarco, y dificultase las comunicaciones entre
Sevilla y las tropas sitiadoras de Cádiz, trató de asegurar la línea
del Guadalete, fortificando con especialidad , y como parage muy
importante, áBornos. Mandaba allí el general Corroux, teniendo
bajo sus órdenes una división de 4500 hombres. Salió entonces
Ballesteros de Gibraltar, bajo cuyo cañón habia vuelto á guare-
cerse, y pensó en impedir los trabajos del enemigo y de tentar de
nuevo la fortuna.


Asi fue que avanzando vadeó el Guadalete el I o de A c c ¡ o n d e B o r -
junio, y acometió á los franceses en Bornos mismo. n o s ó d e i G u a d a -
Embistieron valerosamente los primeros Don Juan de l e t e '
la Cruz Mourgeon y el principe de Anglona con la vanguardia y




94 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
tercera división. Fueron al principio felices, mas ciando la izquierda
en donde mandaba D. José Aymerich y el marques de las Cuevas,
cundió el desmayo á las demás tropas, y creció con un movi-
miento rápido y general de los enemigos sobre los nuestros, y el
avance de su caballería superior á la española, viniendo al trote y
amagando nuestra retaguardia. Consiguieron, no obstante, las
fuerzas de Ballesteros repasar el r io, si bien algunos cuerpos con
trabajo y á costa de sangre. Favoreció el repliegue D. Luis del
Corral, que gobernaba los ginetes, quien se portó con tino y deno-
dadamente : también sobresalió alli por su serenidad y brío Don
Pedro Tellez Girón, príncipe de Anglona, deteniendo á los fran-
ceses en el paso del G-uadalele, ayudado de algunas tropas, y en
especial del regimiento asturiano de Infíesto. Recordarse no menos
debe el esclarecido porte de Don Rafael Cevallos Escalera, ya
mencionado honrosamente en otros lugares; quien mandando el
batallón de granaderos del general, aunque herido en un muslo,
siempre al frente de su cuerpo, menguado con bastantes pérdidas,
avanzó de nuevo, recobró por sí mismo una pieza de artillería,
sostúvola, y cuando vio cargaban muchos enemigos sobre el re-
ducido número de su gente, no queriendo perder el canon cogido,
asióse á una de las ruedas de la cureña, y defendióle gallarda-
mente, hasta que cayó tendido de un balazo junto á su trofeo. Las
cortes tributaron ¡justos elogios á la memoria de Cevallos, y dis-
pensaron premios á su afligida familia. No prosiguieron los ene-
migos el alcance, siendo considerable su pérdida, mas la nuestra
ascendió á 1,500 hombres, muchos en verdad extraviados.


Seguro entre tanto Wellington de que los españoles á pesar de
infortunios y descalabros distraerían á Soult por el mediodía, y
de que avituallado Badajoz y guarnecida la Extremadura con el
cuerpo del general Hill y el quinto ejército, quedaría toda aquella
provincia bastantemente cubierta, resolvióse á marchar adelante
por Castilla, y abrir una campaña importante, y tal vez decisiva.
Animábale mucho lo que ocurría en el norte de Europa, y los
sucesos que de alli se anunciaban.


Conforme á lo que en el año pasado había indicado en Cádiz
Don Francisco de Zea Bermudez, disponíase la Rusia á sustentar
« u e r r a entre Na- guerra á muerte contra Napoleón. El desasosiego de
s o i e o n y i a R n s i a . e s t e > s u desapoderada ambición, el anhelo por do-
minar á su antojo la Europa toda, eran la verdadera y fundamental
causa de las desavenencias suscitadas entre las cortes de París y
San Petersburgo. Mas los pretextos que Napoleón alegaba nacían :
I o de un ukase del emperador de Rusia de 31 de diciembre de 1810,
que destruía en parte el sistema continental adoptado por la Fran-
cia en perjuicio del comercio marilimo; 2 o una protesta de Ale-
jandro contra la reunión que Bonaparte habia resuelto del ducado
de Oltemburgo; 3 o los armamentos de Rusia. Figurábase el em- '




LIBRO DECIMONONO. 93


perador francés que una batalla ganada en las márgenes del Niemen
amansaría aquella potencia y le daria á él lugar para redondear sus
planes respecto de la Polonia y de la Alemania, y continuar sin
obstáculo en adoptar otros nuevos, siguiendo una carrera que no
tenia ya otros límites que los de su propia ruina. Pero el emperador
Alejandro, amaestrado con la experiencia, y trayendo%iempre á la
memoria el ejemplo de España, en donde la guerra se prolongaba
indefinidamente convertida en nacional, y en donde Wellmgton
iba consumiendo con su prudencia las mejores tropas de Napoleón,
no pensaba aventurar en una acción sola la suerte y el honor de
la Rusia.


Aunque todavía tranquila, poetia también la Ale- o p i n i o n c n
mania entrar en una guerra contra lá Francia, según Alemania ,
cálculo di-buenas probabilidades. Llevaba allí muy a mal el pueblo
la insolencia del conquistador y la influencia extranjera, y se la-
mentaba de que los gobiernos doblasen la cerviz tan sumisamente.
Alentados con eso ciertos hombres atrevidos que deseaban en
Alemania dar rumbo ventajoso á ladisposicion nacional, empezaron
á prepararse, pero á las calladas, por medio de sociedades secretas.
Parece que una de las primeras establecidas, centro de las demás,
fue la llamada de Amigos de la virtud. Advirtiéronse ya sus efectos,
y se vislumbraron chispazos en 1809, en cuyo año, á ejemplo de
España, plantaron bandera de ventura Katt , Darnberg, Schill, y
hasta el duque mismo Guillermo de Brunswick.


Tuvieron tales empresas éxito desgraciado, mas no por eso
acabó el fómes, siendo imposible extirparle á la policía vigilante
de Napoleón, pues se hallaba como connaturalizado con lodos los
alemanes, y no repugnaba ni á los generales, ni á los ministros,
ni á principes esclarecidos, que le excitaban, si bien muy encu-
biertamente. Una victoria de los rusos ó un favorable incidente
bastaba para que prendiese la llama, tanto mas fácil de propagarse,
cuanto mayores y mas extendidos eran los medios de abrirle paso.


Por tanto Napoleón procuró impedir, en lo posible, M e d l d a s
una manifestación cualquiera de insurrección popular, yent ivas de N a -
mas peligrosa al comenzar la guerra en el Norte. p o l e t " ) -
Creyó pues oportuno y prudente tomar prendas que fuesen seguro
de la obediencia. Asi que se enseñoreó sucesivamente de varias
plazas de Alemania en los meses de febrero y marzo, y concluyó
tratados de alianza con Prusia y Austria, persuadiéndose que afian-
zaba de este modo labase de su vasto y militar movimiento contra
el imperio ruso. No le sucedia tan bien en cuanto á las potencias
que formaban, por decirlo asi, las alas; Suecia, y Turquía. Con
la primera no pudo entenderse, y antes bien se enagtenaron las
voluntades á punto de que dicho gobierno, no obstante hallarse á
su frente un príncipe francés (Bernadotte), firmó con la Rusia un
tratado en marzo del mismo año. Con la segunda tampoco alcanzó




m REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Bonaparte ninguna ventaja, porque si bien en un principio mante-
nía guerra el sultán con el emperador Alejandro, irritado después
con los efugios y tergiversaciones del gabinete de Francia, y aca-
riciado por la Inglaterra, hizo la paz, y terminó sns altercados
con Rusia en virtud de un tratado concluido en Bucharest, al fina-
lizar mayo.«


proposic iones Napoleón, aunque decidido á la guerra , deseoso
de Napoleón a i « sin embargo de aparentar moderación, dio antes de
ingiaierra. romper las hostilidades un paso ostensible? en favor
de la paz. Tal era su costumbre al emprender nuevas campañas;
mas siempre en términos inadmisibles.


Dirigiéronse las proposicipnes al gabinete inglés, cuya política
no habia variado, aun después de haber hecho dejación este año
de su puesto el marques de Wellesley, fundándose en que no se
suministraban á su hermano Lord Wellington medios bastante
abundantes para proseguir la guerra con mayor tesón y esfuerzo.
Las propuestas del gobierno francés, fechas en 17 de abril, las
recibió Lord Castlereagh, ministro á la sazón de negocios extran-
jeros. En ellas, tras de un largo preámbulo, considerábanse los
asuntos de la península española y los de las Dos Siciüas como los
mas difíciles de arreglarse, por lo cual se proponía un ajuste
apoyado en las siguientes bases. « I a (decia el gabinete de las
* Tullerías) : Se garantirá la integridad de la España. La Francia
« renunciará toda idea de extender sus dominios al otro lado de
« los Pirineos. La presente dinastía será declarada independiente,
« y la España se gobernará por una constitución nacional de
« cortes. Serán igualmente garantidas la independencia é inte-
» gridad de Portugal, y la autoridad soberana la obtendrá la casa
« de Braganza. »


« 2 a : El reino de Ñapóles permanecerá en posesión del monarca
« presente, y el reino de Sicilia será garantido en favor de la actual
« familia de Sicilia. Como consecuencia de estas estipulaciones la
« España, Portugal y la Sicilia serán evacuadas por las fuerzas
« navales y de tierra, tanto de la Francia como de la Inglaterra. »


contestación ^ o n ^eca3t ^ e ^ ^el mismo abril contestó Lord
Castlereagh, á nombre del príncipe regente de Ingla-


terra (que ejercía la autoridad real por la incapacidad mental que
habia sobrevenido años atrás á su augusto padre) que « si como
€ se lo recelaba su alteza real el significado de la proposición : la
* dinastía actual será dectarada independiente, y la España gobernada
< por una constitución nacional de cortes, era que la autoridad real
« de España y su gobierno serian reconocidos como residiendo en
€ el hermano del que gobernaba la Francia y de las corles reunidas
< bajo su autoridad, y no como residiendo en su legítimo monarca
« Fernando VII y sus herederos, y las cortes generales yexlraor-
« diñarías que actualmente representaban á la nación española; se




LIBRO DECIMONONO. 97
« le mandaba que franca y expeditamente declarase á S. E. (el
« duque deBassano) que las obligaciones que imponía la buena fe
« apartaban á S. A. R. de admitir parala paz proposiciones que
« se fundasen sobre una base semejante. »


Que « si las expresiones referidas se aplicasen al gobierno que
« existia en España, y que obraba bajo el nombre de Fernando VII;
« en este caso, después de haberlo asi asegurado S. E. , S. A. R.
« estaría pronto á manifestar plenamente sus intenciones sobre las
« bases que habían sido propuestas á su consideración...»


No entró Lord Castlereagh á tratar de los demás puntos, como
dependientes de este mas principal, y la negociación tampoco tuvo
otras resultas; debiendo las armas continuar en su impetuoso
curso.


De consiguiente, el emperador francés, prevenido y E n ¡ e i e a l a
aderezado para la campaña, salió de París el 9 de t**™<ie
mayo, y después de haberse detenido hasta últimos c i a c o n " s a '
del mes en Dresde, donde recibió el homenage y cumplidos de los
principales soberanos de Alemania, encaminóse al Niemen, límite
de la Rusia. Mas de 600,000 hombres tomaban el mismo rumbo,
entre ellos unos pocos españoles y portugueses, reliquias de los
regimientos de la división de Romana, que quedaron en el Nor te ,
y de la del marques de Aloma, que salió de Portugal en 1808, con
algunos prisioneros que de grado ó fuerza se les habían unido. De
tan inmenso tropel de gente armada 480,000 hombres estaban ya
presentes, y comenzaron á pasar el Niemen en la noche del 23al 24
de junio, siendo Napoleón quien primero invadió el territorio ruso,
y dio la señal de guerra; señal que resonó por el ámbito de aquel
imperio, y fue principio de tantas mudanzas y trastornos.


En medio de la confianza que inspiraba á Napoleón , „. „
1 1 r ínfimo dd (wta


tandas á aflojar, por lo menos temporalmente, en el 6 s p a u a '
proyecto de ir agregando á Francia las provincias de España. Sin
embargo, aferrado en sus decisiones primeras, no varió ni tornó
ahora esta, sino muy entrada la primavera, y cuando ya había
fijado el momento de romper con Rusia. Notóse por lo mismo que
José continuaba quejándose, aun en los primeros meses del año ,
del porte de su hermano; resaltando su descontento en las cartas
interceptadas á su desgraciado secretario Mr-. Deslandes. Entre
ellas las mas curiosas eran dos escritas á su esposa y una al empe-
rador ; todas tres de fecha 23 de marzo. Y la última inclusa en una
de las primeras, con la advertencia de solo entregarla en el caso
de que « se publicase el decreto de reunión (son sus expresiones),
« y de que se publicase en la gaceta. » Por la palabra « reunión »
entendía José la de las provincias delEbro á Francia, pues aunque
estas, según hemos visto, sobre todo Cataluña, se consideraban
ya -como agregadas, no se habia anunciado de oficio aquella reso-


í i i .




98 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


lucion en los papeles públicos. En la caria á su hermano le pedia
José « que le permitiese deponer en sus manos los derechos que se
«. había dignado trasmitirle á la corona de España hacia cuatro
« años; porque no habiendo tenido otro objeto en aceptarla que la
« felicidad de tan vasta monarquía, no estaba en su mano el reali-
t zarla. » Explayaba en la otra carta á su esposa el mismo pensa-
miento, é indicaba la ocasión que le obligaría á permanecer en
España, y las condiciones que para ello juzgaba necesarias. Decía
I o : « Si el emperador tiene guerra con Rusia y me cree útil aqui,
c me quedo con el mando general y con la administración general.
« Si tiene guerra y no me da el mando, y no me deja la adminis-
< tracion del país, deseo volver á Francia. » 2 o : « Si no se verifica
« la guerra con Rusia, y el emperador me da el mando ó no me
« lo d a , también me quedo; mientras no se exija de mi cosa alguna
« que pueda hacer creer que consiento en el desmembramiento de
« la monarquía, y se me dejen bástanles tropas y territorio, y se
« me envié el millón de préstamo mensual que se me ha prome-
« tido... Un decreto de reunión del Ebro que me llegase de iinpro-
« viso, me haria ponerme en camino al dia siguiente. Si el empe-
« rador difiere sus proyectos hasta la paz, que me dé los medios de
« existir durante la guerra. » Triste situación y necesaria conse-
cuencia de haber aceptado un trono que afirmaba solo la fuerza
extraña: debiendo advertirse que la hidalguía de pensamientos que
José mostraba respecto de la desmembración de España desapa-
recía con el período último de la postrer carta; pues en su contexto
ya no manifiesta aquel oposición á la providencia en sí misma, sino
á la oportunidad y tiempo de ejecutarla.


De poco hubieran servido los duelos y plegarias de José, si los
acontecimientos del Norte no hubieran venido en su ayuda. Napo-
león, atento á eso, pero sin alterar las medidas tomadas respecto de
Cataluña y otras partes, cedió en algo á la necesidad , y autorizó
á su hermano con el mando de las tropas; dejándole en todo
mayores ensanches, y aun consintiendo que entrase en habla con
las cortes y el gobierno nacional.


Hicimos antes mención del origen de semejantes tratos, y de la
repulsa que recibieron las primeras proposiciones. No por eso
desistieron de su intento los emisarios de José en Cádiz, anima-
dos con el disgusto que produjo la caida de Valencia en todo el
reino, con el que produciría en el mismo Cádiz el incesante bom-
bardeo, y esperanzados también en las alteraciones que consigo
trajese en la política la regencia últimamente nombrada.


Dos eran los principales medios de que solian valerse dichos
emisarios; uno, procurar influir en las determinaciones del go-
bierno ó empantanarlas; ot ro , agitarla opinión con falsas nuevas,
con el abuso de la imprenta ó con otros arbitrios; sirviéndose para
ello á veces de logias masónicas establecidas en Cádiz.




LIBRO DECIMONONO. 99


Apenas habia tomado arraigo ni casi se conocía en sociedades
España esta institución antes de 1808, perseguida por secretas,
el gobierno y por la inquisición. Tampoco ni ella ni ninguna otra
sociedad secreta coadyuvaron al levantamiento contra los franceses,
ni tuvieron parte; pues entonces todos se entendían como por
encanto; y no se requería sigilo ni comunicación expresa en
donde reinaba umversalmente correspondencia natural y simul-
tánea.


Derramados los franceses por la península fundaron logias ma-
sónicas en las ciudades principales del reino, y convirtieron ese
instituto de pura beneficencia, en instrumento que ayudase á su
parcialidad. Trataron luego de extender las logias á los puntos
donde regia el gobierno nacional; proyecto mas hacedero después
que la libertad fundada por las cortes estorbaba que se tomasen
providencias arbitrarias ó demasiado rigorosas.


Fue Cádiz uno de los sitios en que mas paró la consideración el
gobierno intruso para propagar la francmasonería. Dos eran las
logias principales; y una sobre todo se mostraba aviesa á la causa
nacional y afecta á la de José. Celábalas el gobierno, y el influjo
de ellas era limitado; porque ni los individuos conspicuos de la
potestad ejecutiva, ni los diputados de cortes, excepto alguno que
otro por América, aficionado á la perturbación , entraron en las
sociedades secretas. Y es de notar que asi como estas no soplaron
el fuego para el levantamiento de 1808 , tampoco intervinieron en
el establecimiento de la constitución y de las libertades públicas.
Lo contrario de Alemania : diferencia que se explica por la diversa
situación de ambas naciones. Hallábase la última agobiada y opresa
antes de poder sublevarse; y España revolvióse á tiempo y pri-
mero que la coyunda francesa pesase del todo sobre su cuello. Mas
adelante, cuando otra de distinta naturaleza vino á abrumarle en
el aciago año de 1814, se recurrió también entre nosotros al
mismo medio de comunicación y á los mismos manejos que en Ale-
mania : representando gran papel las sociedades secretas en las
repetidas tentativas que hubo después, enderezadas á derrocar de
su asiento al gobierno absoluto.


Lisonjeábanse los emisarios de José de alcanzar
« í - i i • Esperanzas del


mas pronto sus fines por medio de la nueva regencia, partido de jóse
en especial al llegar en junio á presidirla de Ingla- C N A , J ° Z S L R A L O S T Ü N
térra el duque del Infantado. No porque este procer
se doblase á transigir con el enemigo, ni menos quisiera faltar á lo
que debia á la independencia de su patria, sino porque distraído y
flojo daba lugar á que se formasen en su derredor tramoyas y con-
juras. Igualmente esperaban los mismos emisarios sorprender la
buena fe de cierto ministro , y sobre todo contaban con el favor de
otro, quien, travieso y codicioso de dinero y honores, no se mos-
traba hosco á la causa del intruso José. Omitiremos estampar




100 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


aquí el nombre por carecer de pruebas materiales que afiancen
nuestro aserto, ya que no de muchas morales.


Lo cierto es que en la primavera y entradas de verano se dupli-
caron los manejos, las idas y venidas, en disposición de que el
canónigo Peña, ya mencionado en otro libro, consiguió pasará
Galicia con el titulo de vicario de aquel ejército, resultando de
aqui que él y los demás emisarios de José anunciasen á este, como
si fuera á nombre del gobierno de Cádiz, el principio de una nego-
ciación , y la propuesta de nombrar por ambas partes comisionados
que se abocasen, y tratasen de la materia siempre que se guardara
el mayor sigilo. Debían verificarse las vistas de dichos comisiona-
dos en las fronteras de Portugal y Castilla, obligándose José á
establecer un gobierno representativo fundado sobre bases consen-
tidas recíprocamente, ó bien á aceptar la constitución promul-
gada en Cádiz con las modificaciones y mejoras que se creyesen
necesarias.


Ignoraban las cortes semejante negociación, ó , por mejor decir,
embrollo, y podemos aseverar que también lo ignorábala regencia
en cuerpo. Todo procedía de donde hemos indicado, de cierta
dama amiga del duque del Infantado, y de alguno que otro su-
geto muy revolvedor. Quizá habia también, entre las personas que
tal trataban, hombres de buena fe que no creyendo ya posible
resistir á los franceses, y obrando con buena intención, querian
proporcionar á España el mejor partido en tamaño aprieto. No fal-
taban asimismo quienes viviendo de las larguezas de Madrid, á fin
de que estas durasen, abultaban y encarecían mas allá de la rea-
lidad las promesas que se les hicieran.


Tantas en efecto fueron las que á José le anunciaron sus emisa-
rios , que hasta le ofrecieron grangear la voluntad de alguno de
nuestros generales. A este propósito, y al de avistarse con los


comisionados que se esperaban de Cádiz, nombró
Desvanecense. t ' . n ' i i j


José por su parte otros; entre ellos a un abogado de
apellido Pardo , que si bien llegó á salir de Madrid , tuvo á poco
que pararse y desandar su camino, noticioso en Valladolid de la
batalla de Salamanca. Suceso que deshizo y desbarató como de
un soplo tales enredos y maquinaciones.


Preséntanse siempre muy oscuros semejantes negocios, y difi-
cultoso es ponerlos en claro. Por eso nos hemos abstenido de narrar
otros hechos que se nos han comunicado, refiriendo solo y con
tiento los que tenemos por seguros. Basta ya lo que hubo para que
escritores franceses hayan asegurado que las cortes se metieron


Aserción raisa
e n t r a t o s c o n J ° s e . " é igualmente para que en el Me-


der Mcmor/ai de morial de Santa Helena ponga Mr. de Las Casas en
h a n t a Helena. , i h t i * i > / i


t • Ap n 4 > 0 3 Napoleón : £ que las cortes (por el tiempo
« en que vamos) negociaban en secreto con los fran-


« ceses. » Aserción falsísima y calumniosa : pues repetimos, y




LIBRO DECIMONONO. 101


nunca nos cansaremos de repetir lo ya dicho en otro libro, que
para todo tenian poder y facultades las cortes y el gobierno de
Cádiz, menos para transigir y componerse con el rey intruso : por
cuya imprudencia, que justamente se hubiera tachado luego de
traición, hubiérales impuesto la furia española un ejemplar y me-
recido castigo.


Ni José mismo tuvo nunca gran confianza, al pare- ^ „ , 0 d e
cer, en la buena salida de tales negociaciones, pues José do convocar
pensaba por sí juntar cortes en Madrid siguiendo el con- c ó r t e s '
sejo del ministro Azanza, que le decia ser ese el medio de levantar
altar contra altar. Ya antes habia nombrado José una comisión que se
ocupase en el modo y forma de convocar las cortes, y ahora se pro-
vocaron por su gobierno súplicas para lo mismo. Asi fué que el
ayuntamiento de Madrid en 7 de mayo, y una diputación de Va-
lencia en 19 de julio, pidieron solemnemente el llamamiento de
aquel cuerpo. Contestó José á los individuos de la última, « que
t los. deseos que expresaban de la reunión de cortes eran los de
« la mayoría inmensa déla nación, y los déla parte instruida, y que
t S. M. los tomaría en consideración para ocuparse seriamente de
« ellos en un momento oportuno.» Añadió :« que estas cortes serian
« mas numerosas que cuantas se habían celebrado en España.... »
Los acontecimientos militares, el temor á Napoleón, que hasta en
sus mayores apuros repugnaba la congregación de cuerpos popula-
res, y también los obstáculos que ofrecían los pueblos para nom-
brar representantes llamados por el gobierno intruso, estorbaron
la realización de semejantes cortes, y aun su convocatoria.


De todas maneras inútiles é infructuosos parecían ,,
r escasez y h a m -


cuantos planes y beneficios se ideasen por un go- « r e s o b r e todo
bienio que no podia sostenerse sin puntal extrangero. ™ a' ! r"''
Entre las plagas que ahora afligían á la nación, y que eran conse-
cuencia de la guerra y devastación francesa, aparecían entre las
mas terribles la escasez y su compañera el hambre. Apuntamos
como principió en el año pasado. En este llegó á su colmo, espe-
cialmente en Madrid, donde costaba en primeros de marzo el pan
de dos libras á 8 y 9 reales, ascendiendo en seguida á 12 y 15.
Hubo ocasión en que se pagaba la fanega de trigo á 550 y 540 rea-
les ; encareciéndose los demás víveres en proporción, y yendo la
penuria á tan grande aumento, que aun los tronchos de berzas y
otros desperdicios tomaron valor en los cambios y permutas, y se
buscaban con ansia. La miseria se mostraba por calles y plazas, y
se mostraba espantosa. Hormigueaban los pobres, en cuyos ros-
tros representábase la muerte, acabando muchos por espirar des-
fallecidos y ahilados. Mugeres, religiosos, magistrados, personas
antes en altos empleos, mendigaban por todas partes el indispen-
sable sustento. La mortandad subió por manera, que desde el
setiembre de 18 H que comenzó el hambre hasta el julio inme-




102 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


diato, sepultáronse en Madrid unos 20,000 cadáveres : estrago
tanto mas asombroso, cuanto la población habia menguado con la
emigración y las desdichas. La policía atemorizábase de cualquier
reunión que hubiese, y puso 200 ducados de mulla á los dueños
de tiendas si permitían que delante se detuviesen las gentes, según
es costumbre en Madrid, particularmente en la Puerta del Sol.
Presentaba en consecuencia fa capital cuadro asqueroso, triste y
horrendo que partia el corazón. Deformábanla hasta los mismos
derribos de casas y edificios, que si bien se ordenaban para her-
mosear ciertos barrios, como nunca se cumplían los planes, queda-
ban solo las ruinas y el desamparo.


Providencias No era factible al gobierno de José reparar ahora
desastrosas, t a n p r o fundos males, ni tampoco aquietar el desaso-


siego que asomaba con motivo de buscar alimento. La escasez pro-
venia de malas cosechas anteriores, de los destrozos de la guerra
y sus resullas, de muchas medidas administrativas, poco cuerdas
y casi siempre arbitrarias. Hablamos de las providencias de mono-
polio y logrería que tomó el gobierno intruso en el año pasado :
las mismas continuaron en este, acopiándose granos para los ejér-
citos franceses, y encajonando á este fin galleta en Madrid mismo,
cuando faltaba á los naturales pan que llevar á la boca. Las contri-
buciones , en vez de aminorarse, crecían; pues, ademas de las
anteriores ordinarias y extraordinarias, y de una organización y
aumento en la del sello, mandó José antes de finalizar junio á las
seis prefecturas de Madrid, Cuenca, Guadalajara, Toledo, Ciudad
Real y Segovia (que era á donde llegaba su verdadero dominio),
que sin demora ni excusa aprontasen 570,000 fanegas de trigo,
275,000 de cebada, y 75,000,000 de reales en metálico; cuya
carga en su totalidad, aun regulando el grano á menos déla mitad
del precio corriente, pasaba de 250,000,000 de reales; exacción
que hubiera convertido en vasto desierto pais tan devastado; pero
que no se realizó por los sucesos que sobrevinieron, y porque, se-


gún hermosamente dice el rey Don Alonso* : • Lo
(*Ap. n.S.1 « , " 1 1


« que es ademas no puede durar. »
Escasez en las En las provincias sometidas á los franceses, sobre


provincias. t 0 [ ] 0 e n j a s centrales, la carestía y miseria corría pa-
rejas con la de Madrid. Casi á lo mismo que en esla capital valia
el grano en Castilla la Vieja. En Aragón andaba la fanega de trigo
á 450 reales, y no quedó en zaga en las Andalucías, si á veces no
excedió. Hubo que custodiar en la ciudad de Sevilla las casas de
los panaderos; y en aquel reino ya antes habia mandado Soult que
se hiciesen las siembras, como también aconteció en otras partes;
porque al cultivador faltábale para ejecutar las labores semilla ó
ánimo, privado á cada paso del fruto de su sudor. Mas adelante
haremos mención, según se vayan desocupando las provincias, y
según esté á nuestro alcance, de las contribuciones que los pueblos




LIBRO DECIMONONO. 105


pagaron, de las derramas que padecieron. Cúmulo de males todos
ellos que asolaban las provincias ocupadas, y las trasformaban en
cadáveres descarnados.


¡ Cuan otro semblante ofrecía Cádiz, á pesar del Abundancia y
sitio y de los proyectiles que caian! Gozábase alli de ^nenctóiz.
libertad, reinaba la alegría, arribaban á su puerto mercaderías de
ambos mundos , abastábanle víveres de todas clases, hasta de los
mas regalados; de suerte que ni la nieve faltaba traida por mar de
montañas distantes para hacer sorbetes y aguas heladas. Sucedíanse
sin interrupción las fiestas* y diversiones, y no se suspendieron ni
los toros ni las comedias; construyéndose al intento del lado del
mar una nueva plaza de toros , y un teatro fuera del alcance de las
bombas, para que se entregasen los habitantes con entero sosiego
al entretenimiento y holganza.


Alli las cortes prosiguieron atareadas con aplauso Tareas de las
muy universal. Organizar conforme á la constitución c 6 r l e s -
las corporaciones supremas del reino , no menos que la potestad
judicial y el gobierno económico de los pueblos, con los ramos
dependientes de troncos tan principales, fue lo que llamó en estos
meses la atención primera. Expidiéronse pues reglamentos indivi-
dualizados y extensos para el consejo de estado y tribunal supremo
de justicia. Los recibieron también los tribunales especiales de
guerra y marina, de hacienda y de órdenes, conocidos antes bajo
el nombre de consejos; los cuales quedaron en pie, ó por ser ne-
cesarios á la buena administración del estado, ó por no haberse
aun admitido ciertas reformas que se requería precediesen á su
entera ó parcial abolición. Las audiencias, los juzgados de primera
instancia y sus dependencias se ordenaron y fueron planteando
bajo una nueva forma. En el ramo económico y gobernación de los
pueblos se deslindaron por menor las facultades que le compe-
tían, y se dieron reglas á las diputaciones y ayuntamientos. Faena
enredosa y larga en una monarquía tan vasta que abrazaba en-
tonces ambos hemisferios, de situación y climas tan lejanos, de
prácticas y costumbres tan diferentes.


Abusos de la libertad de imprenta dieron ocasión m m u a 4 e , a
á disgustos y altercados, y acabaron por excitar vi- imprenta y sus
vos debates sobre restablecer ó no la inquisición. A U S U 5 '
tanto llegó por una parte el desliz de ciertos escritores, y á tanto
por otra la ceguedad de hombres fanáticos ó apasionados. Se pu-
blicaban en Cádiz, sin contar los de las provincias, periódicos que
salían á luz todos los dias, ó con intervalos mas ó menos largos.
Pocos había que conservasen el justo medio, y no se sintiesen del
partido á que pertenecían. Entre los que sustentaban las doctrinas
liberales distinguíanse el Semanario patriótico, que apareció de
nuevo después de juntas las cortes, el Conciso,' el Redactor de
Cádiz, el Tribuno y otros varios. Publicaba uno el estado mayor




104 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


general, moderado y circunscrito comunmente al ramo de su in-
cumbencia. Se imprimía otro bajo el nombre del Robespierrev,
cuyo título basta por sí solo para denotar lo exagerado y violento
de sus opiniones. En contraposición daban á la prensa y circula-
ban los del bando adverso periódicos no menos furiosos y desafo-
rados. Tales eran el Diario mercantil, el Censor y el Procurador
de la Nación y del Rey, que se publicó mas tarde, y superó á to-
dos en iracundos arranques y en personalidades. Otros papeles
sueltos ó que formaban parte de un cuerpo de obra salían á luz de
cuando en cuando, como las Cartas del Filósofo rancio, sustentá-
culo de las doctrinas que indicaba su título ; el Tomista en las cor-
tes, producción notable concebida en sentir opuesto; y la Inquisi-
ción sin máscara, cuyo autor enemigo de aquel establecimiento le
impugnaba despojándole de todo disfraz ó velo, con copia de ar-
gumentos y citas escogidas. Semejantes escritos ú opúsculos arro-
jaban de sí mucha claridad y difundían bastantes conocimientos,
mas no sin suscitar á veces reyertas que encancerasen los ánimos.
Males inseparables de la libertad , sobre todo en un principio, pero
preferibles por el desarrollo é impulso que imprimen, al encogi-
miento y aniquilación de la servidumbre.


Pararon mucho en este tiempo la consideración
manMUy0DÍc- pública dos producciones intituladas, Ja una «Diccio-
tar°eMoc"tico" nario razonado manual, > y la otra « Diccionario


crítico-burlesco, » no tanto la primera por su mérito
intrínseco, como por Ja contestación que recibió en la segunda,
y por el estruendo que ambas movieron. El Diccionario manual,
parto de una alma aviesa, enderezábase á sostener doctrinas
añejas, interpretadas según la mejor conveniencia del autor. Cen-
suraba amargamente á las cortes y sus providencias, no respetaba
á los individuos, y bajo pretexto de defender la religión, perjudi-
cábala en realidad, y la insultaba quizá no menos que al entendi-
miento. Guardar silencio hubiera sido la mejor respuesta á tales
invectivas; pero Don Bartolomé Gallardo, bibliotecario de las
cortes, hombre de. ingenio agudo, mas de natural acerbo, y que
manejaba la lengua con pureza y chiste, muy acreditado poco
antes con motivo de un folleto satírico y festivo nombrado « Apo-
logía de los palos, » quiso refutar ridiculizándole al autor de la
mencionada obra. Hízolo por medio de la que intituló « Dicciona-
rio crítico-burlesco, » en la que desgraciadamente no se limitó á
patentizar las falsas doctrinas y las calumnias de su adversario, y
á quitarle el barniz de hipocresía con que se disfrazaba, sino que
se propasó, rozándose con los dogmas religiosos, é imitando á
Ciertos escritores franceses del siglo XVIH. Conducta que repro-
baba el filósofo por inoportuna, el hombre de estado por indis-
creta , y por muy escandalosa el hombre religioso y pío. Los que
buscaban ocasión para tachar de incrédulos á algunos de los que




LIBRO DECIMONONO. 105


gobernaban y á muchos diputados, halláronla ahora, y la hallaron
al parecer plausible por ser el Don Bartolomé bibliotecario de
cortes, y llevar con eso trazas de haber impreso el libro con
anuencia de ciertos vocales. Presunción infundada, porque no era
Gallardo hombre de pedir ni de escuchar G o n s e j o s ; y en este lance
obró por sí, no mostrando á nadie aquellos artículos qne hubieran
podido merecer la censura de varones prudentes ó timoratos. La
publicación -del libro produjo en Cádiz sensación ex-
trema , y contraria á lo que el autor esperaba. Des- cansoT^cdo-
aprobóse umversalmente, v la voz popular no tardó y1";0 c r i t l c ° -


1 , . , i r . Burlesco.


en penetrar y subir hasta las cortes.
En una sesión secreta celebrada el 18 de abril fue S e s l o n d e c ó r .


cuando alli se oyeron los primeros clamores. Vivos y t c s ' y « s o i u c i u n
agudos salieron de la boca de muchos diputados, de , u e p r m ° ° '
cuyas resultas enzarzáronse graves y largos debates. Había señores
que querian se saltase por encima de todos los trámites, y se im-
pusiese al autor un ejemplar castigo. Otros mas cuerdos los apaci-
guaron,- y consiguieron que se ciñese la providencia de las corles
á excitar con esfuerzo la atención del gobierno. Ejecutóse asi en
términos severos, que fueron los siguientes : « que se manifieste á
« la regencia la amargura y sentimiento que ha producido á las
« cortes la publicación de un impreso titulado « Diccionario crí-
« tico-burlesco, » y que en resultando comprobados debidamente
« los insultos que pueda sufrir la religión por este escrito, pro-
« ceda con la brevedad que corresponda á reparar sus males con
« todo el rigor que prescriben las leyes; dando cuenta á Jas cortes
« de todo para su tranquilidad y sosiego. >


Aunque impropia de las cortes semejante resolución, y agena
quizá de sus facultades, no hubiera ella tenido trascendencia m u y
general, si hombres fanáticos ó q u e aparentaban serlo, validos
de tan inesperada ocurrencia, no se hubiesen cebado ya con la
esperanza de establecer la inquisición. Nunca en efecto se les
habia presentado coyuntura mas favorable; cuando atizando unos
y atemorizados otros, casi faltaba arrimo á los que no cambian
de opinión ó la modifican por solo los extravíos ó errores de un
individuo.


En la sesión pública de 22 de abril levantóse, pues, T ( M 1 , a i l T a p a r a
á provocar el restablecimiento del santo oficio Don restablecer í a i n -
Francisco Riesco, inquisidor del tribunal de Llerena, í u l M C l ° "
hombre sano y bien intencionado, pero afecto á la corporación á
que pertenecía. No era el Don Francisco sino un echadizo; detras
venia todo el partido aniireformador, engrosado esta vez con mu-
chos tímidos, y dispuesto á ganar por sorpresa la votación. Pero
antes de referir lo que entonces pasó, conviene detenernos y contar
el estado de la inquisición en España desde el levantamiento
de 1808.




106 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Estado de aquel En aquel tiempo hallóse el tribunal como suspen-
irihuDai. á'ióo. Le quiso poner en ejercicio, según insinuamos,


la junta central, cuando en un principio inclinando á ideas ran-
cias, nombró por inquisidor general al obispo de Orense. Pero en-
tonces, ademas del impedimento que presentaron los sucesos de la
guerra, tropezóse con otra dificultad. Nombraban los papas á pro-
puesta del rey los inquisidores generales, y les expedían bulas
atribuyéndoles á ellos solos la omnímoda jurisdicción eclesiástica;
de manera que no podian reputarse los demás inquisidores sino
meros consejeros suyos. Estos, sin embargo, sostenían que en la va-
cante correspondía la jurisdicción al consejo supremo; pero sin
mostrar las bulas que lo probasen, alegando que habían ¿tejado
todos los papeles en Madrid, ocupado á la sazón por los enemigos.
Excusa al parecer inventada, é inútil aun siendo cierta, no pudiendo
considerarse como vacante la plaza de inquisidor general, pues el
último, el señor Arce, no habia muerto, y solo sí se había quedado
con los franceses. Cierto que se aseguraba haber hecho renuncia
de su oficio en 1808; mas no se probaba la hubiese admitido el
papa, requisito necesario para su validación, por estar ya inter-
rumpida la correspondencia con la Santa Sede; cuya circunstancia
impedia asimismo la expedición de cualquiera otra bula que con-
firmase el nombramiento de un nuevo inquisidor general. En tal
coyuntura, no siéndole dado á la junta suplir la autoridad eclesiás-
tica por medio de la civil, y no constando legalmente que le fuese
lícito al consejo supremo de la inquisición sustituirse en lugar de
aquella, se estancó el asunto, coadyuvando á ello los desafectos al
restablecimiento, que se agarraron de aquel incidente para llenar
su objeto y aquietar las consciencias tímidas. Sucedió la primera
regencia á la junta central, y en su descaminado celo ó mal enten-
dida ambición, ansiosa de reponer todos los consejos, conforme en
su lugar apuntamos, repuso también el de la inquisición. Mas los
ministros de este tribunal prudentes, conociendo quizá ellos mis-
mos su falta de autoridad , y columbrando á donde inclinaba la ba-
lanza de la opinión, mantuviéronse tranquilos sin dar señales de
vida, satisfechos con cobrar su sueldo y gozar de honores en ex-
pectativa quizá de mejores tiempos.


Instaláronse las cortes, cuyo comienzo y rumbo parecía desva-
necer para siempre las esperanzas de los afectos al santo oficio. Una
imprudencia entonces, semejante á la de Gallardo ahora, aunque
no tan inconsiderada, reanimóselas fundadamente. Poce después
de la discusión de la libertad de la imprerta, hallándose todavía las
cortes en la isla de León, se publicó un papel intitulado la Triple
Alianzasu autor Don Manuel Alzaibar, su protector el diputado
Don José Mejía, su contenido harto libre. Tomaron las cortes mano
en el asunto, que provocó una discusión acalorada, decidiendo la
mayoría que el papel pasase á la calificación del santo oficio. Con-




LIBRO DECIMONONO. 107


tradiccion manifiesta en una asamblea que acababa de decretar la
libertad de la imprenta, é inexplicable á los que desconocen la
instabilidad de doctrinas de que adolecen cuerpos todavía nuevos,
y la diferencia que en la opinion mediaba en España entre la liber-
tad política y la religiosa; propendiendo todos á adoptar sin obstá-
culo-la primera, y rehuyendo muchos de la otra por hábito, por
timidez, por escrupulosa conciencia ó por devoción fingida. Entre
los diputados que admitieron el que pasase á la inquisición el
asunto de la Triple Alianza, los habia de buena fe, aunque escasos
de luces; y habia otros muy capaces que se fueron al hilo de la opi-
nion extraviada. Mas adelante convirtiéronse muchos de ellos en
acérrimos antagonistas del mismo tribunal, ó por haber adquirido
mayor ilustración, ó por no ver ya riesgo en mudar de dictamen.


En aquella sazón, no obstante lo resuelto, tropezóse para llevar
á efecto la providencia de las cortes con los mismos obstáculos que
en tiempo de la junta central; y se nonlbró para removerlos y
tratará fondo el asunto una comisión, compuesta de los señores
obispo de Mallorca, Muñoz Torrero, Valiente, Gutierrez de la
Huerta, y Perez de la Puebla. Creíase entonces que estos señores
por la mayor parte se desviarían de restablecer la inquisición. No
cabia duda en ello respecto del señor Muñoz Torrero, y también
se contaba como de seguro con el obispo de Mallorca, quien , si
no docto á la manera del anterior diputado, no por eso carecia de
conocimientos, manifestando ademas celo por la conservación de
los derechos del episcopado, usurpados por la inquisición. A los
señores Valiente y Gutierrez de la Huerta los reputaban muchos
en aquel tiempo por hombres despreocupados y entendidos, y de
consiguiente adversarios de dicho tribunal; No asi se pensaba del


< señor Perez , que fue siempre muy secuaz suyo.
Llegado en fin el momento de que la comisión evacuase su in-


forme, opinó la mayoría, por convicción , por recelo ó por per-
sonal resentimiento que se dejasen expeditas las facultades de la
inquisición, y que dicho tribunal se pusiese desde luego en ejerci-
cio. Hízose este acuerdo en julio de 1811. Mas como la cuestión se
habia ido ilustrando entre tanto y tomado revuelo la oposición al
santo oficio, empozóse por mucho tiempo lo resuelto en la comi-
sión. Agacháronse , por decirlo así, los promovedores*, aguardando
ocasión oportuna ; y preséntesela , según queda dicho, el libro de
Don Bartolomé Gallardo, y no la desaprovecharon.


Y ahora siguiendo de nuevo el curso de la narración
suspendida arriba, referiremos que en aquel dia 22 de ( a ^ j f ' ^ a ' ^ a T
abril el ya citado Don Francisco Riesco, doliéndose b]ecer i » i = q < n -
amargamente de lo postergado que se dejaba el ne-
gocio de la inquisición , pidió se diese sin tardanza cuenta del ex-
pediente que presumía despachado por la comisión. En efecto aca-
baban de recibirlo los secretarios ; y tanta priesa corría la apro-




108 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


bacion del informe dado, que ni siquiera permitían los partidarios
de la inquisición que se registrase, según era costumbre. Diligente
conato que les dañó en vez de favorecerlos.


Dañáronles también ciertas precauciones que habían tomado,
pues se figuraron que no les bastaba contar con la mayoría en las
cortes, si no se escudaban con el público de las galerías. Asi fue
que muy de madrugada las llenaron de ahijados suyos, con tan
poco disimulo que entre los concurrentes se divisaban muchos
frailes, cuya presencia no se advertía en las demás ocasiones.
Pensamiento muy desacordado, ademas de anárquico, porque
daban asi armas al bando liberal que no pecaba de tímido, y vol-
vían contra ellos las mismas de que se habían valido en sus recla-
maciones contra los susurros, y alguna vez desmanes de los asis-
tentes á las sesiones.


La del 22 de abril amaneció muy sombría, pues el triunfo de la
inquisición socavaba por sus cimientos las novedades adoptadas, y
pronosticaba persecuciones con la completa ruina ademas del par-
tido reformador. Por lo tanto decidióse este á echar el resto y
aventurarlo todo antes de permitir su total destrucción ; mas trató
primero de maniobrar con destreza para evitar estruendos; lo
cual consiguió bien y cumplidamente.


Entablado asunto tan grave dióse principio á los debates por
leer el dictamen de la comisión, que llevaba la fecha atrasada
del 30 de octubre de 1811 , y le había extendido el señor Valiente
estando ya en el navio Asia. Indicamos en su lugar, cuando la
desgracia ocurrida á dicho diputado en 26 de octubre, que mas
adelante referiríamos en qué se había ocupado luego que se halló
á bordo de aquel buque. Pues esta fue su tarea, á nuestro enten-
der no muy digna, en especial siendo el señor Valiente de ideas
muy contrarias, y llevando su opinión visos de venganza por el
ultraje padecido.


Reducíase el dictamen de la comisión, según apuntamos antes,
á reponer en el ejercicio de sus funciones al consejo de la suprema
inquisición , añadiendo solo ciertas limitaciones relativas á los ne-
gocios políticos y censura de obras de la misma clase. No firmó el
dictamen, como era natural, el señor Muñoz Torrero , ni tampoco
puso su voto por separado : pendió de falta de tiempo. « La vís-
« pera por la tarde, dijo, habíanle llamado los señores de la co-
<¡ misión que estaban presentes; y convenídose, á pesar de las
i reflexiones que les hizo, en adoptar el dictamen extendido por
« el señor Valiente sin variación alguna.» No negó en su contes-
tación el señor Gutiérrez de la Huerta la verdad de lo alegado
por el señor Muñoz Torrero; mas conceptuaba ser el asunto de-
masiadamente obvio para sobreseer en su discusión por tiempo in-
determinado.


Prosiguiendo el debate se encendieron mas y mas los ánimos,




LIBRO DECIMONONO. 109


á punto que las galerías, compuestas al principio de los espectado-
res que hemos dicho , se desmandaron y tomaron parte en favor
de los defensores de la inquisición : y acordémonos haber visto
algunos frailes desatarse en murmullos y palmoteos sin cordura,
y olvidados del hábito que los cubría. No se arredraron los libera-
les ; antes bien Jes sirvió de mucho un celo tan indiscreto.


Avezados los que de ellos habia en las cortes á no „ . ,
' Se esquiva e!


acometer de frente ciertas cuestiones, y conociendo restablecimiento
Jo mucho que ayudan en los cuerpos los antecedentes e a ' n q t " s l c , o n -
para no precipitar las resoluciones, y dar buena salida á los vocales,
que deseosos de no comprometerse, ansian hallar alguna á fin de
no decidirse ni en pro ni en contra en asuntos peliagudos, habían
tomado de antemano medidas que llenasen su objeto. Fue una
introducir en un decreto aprobado en 25 de marzo último, sobre
la creación del tribunal supremo de justicia, un artículo que de-
cía : « Quedan suprimidos los tribunales conocidos con el nombre
« de Consejos. » Estaba en este caso la inquisición , y , ó se concep-
tuaba abolida por la decisión anterior, ó á lo menos exigíase por
ella que, dado que se restableciese, se verificase bajo otro nom-
bre y forma : lo cual daba largas y proporcionaba plausible efugio
para esquivar cualquiera sorpresa. Mayor le ofrecía otro acuerdo
de las mismas cortes , propuesto con gran previsión por Don
Juan Nicasio Gallego al acabarse de discutir el 13 de diciembre la
segunda parte del proyecto de constitución. Se hallaba concebido
en estos términos : « Que ninguna proposición que tuviese relación
« con los asuntos comprendidos en aquella ley fundamental, fuese
« admitida á discusión, sin que examinada previamente por la
« comisión que habia formado el proyecto, se viese que no era
o de modo alguno contraria á ninguno de sus artículos aproba-
« dos. » Hizo ya entonces el diputado Gallego esta proposición
pensando en el santo oficio, como recordamos que nos dijo al
extenderla. Acertó en su conjetura. Mas antes de determinar so-
bre ella, y en vista ya de lo resuelto en cuanto á supresión de
consejos, habíase aprobado después de largo debate: « Suspéndase
« por ahora la discusión de este asunto (el de la inquisición), se-
« halándose dia para ella. » En seguida fue cuando, suscitándose
nueva reyerta, se logró que , conforme á Ja propuesta aprobada
del señor Gallego, pasase el expediente á la comisión de consti-
tución. Providencia que paró el golpe preparado tan de antemano
por el partido fanático , y dio esperanzas fundadas de que mas
adelante se destruiría de raiz y solemnemente el santo oficio; por-
que tanto confiaban todos en la comisión de constitución, cuya
mayoría constaba de personas prudentes, instruidas y doctas. No
desayudó este triunfo á Don Bartolomé Gallardo, origen de seme-
jante ruido. Permaneció dicho autor preso tres meses : duró bas-
tante tiempo su causa, de la cual se vio al cabo quito y libre , no




110 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


á tanta costa como era de recelar, y anunciaba en un principio la
tormenta que levantó su opúsculo.


p r o m o é T e s e ^ras e s t 0 e x a s P e r a d o s cada vez mas los enemigos
que se disuelvan de las reformas, y viendo que cuanto intentaban otro
ias cortes. lamo g g j e g f r u s l r a j j a y Voívia contra ellos, idearon
promover que se disolviesen las actuales cortes, y se convocasen
las ordinarias conforme á la constitución. Lisonjeaba el pensa-
miento á muchos diputados, aun de los liberales, y retraía á otros
manifestar francamente su opinión el temor de que se les atri-
buyesen miras personales ó anhelo de perpetuarse, según propa-
laban ya sus émulos.


Para ei golpe En l a ' e s t a d o de cosas presentó el 25 de abril la
ia comisión de comisión de constitución un informe acerca del
constitución. * i t 1 1 * i


asunto, siendo de parecer que deberían reunirse las
cortes ordinarias en el año próximo de 1813, y no disolverse las
actuales antes de instalarse aquellas, sino á lo mas cerrarse.
Apoyaba la comisión en este punto juiciosamente su dictamen, di-
ciendo : * que si se disolviesen las cortes, sucedería forzosamente
« que hasta la reunión de las nuevas ordinarias quedaría la nación
« sin representación efectiva, y consiguientemente imposibilitada
« de sostener con sus medidas legislativas al gobierno, y de inter-
« venir en aquellos casos graves que á cada paso podían y debían
« ocurrir en aquella época.» Y después añadía que si se cerrasen
las actuales cortes, pero sin disolverse, * los actuales diputados
« deberían entenderse obligados á concurrir á extraordinarias, si
t ocurriese su convocación una ó mas veces, hasta que se consti-
« tuyesen las próximas ordinarias. >


Por lo que respecta al mes en que convenía se juntasen las últi-
mas que se llamaban para el año de 1815, opinaba la misma comi-
sión que en vez del I o d e marzo, como señalaba la constitución,
fuese el I o de octubre, por quedar ya poco tiempo para que se
realizasen las elecciones, y acudiesen diputados de tan distantes
puntos, en especial los de ultramar. A la exposición de la comisión •
mesurada y sabia, acompañaba la minuta de decreto de convoca-
toria , y dos instrucciones, una para la península, y otra para
América y Asia, necesarias por las circunstancias peculiares en
que se hallaban los españoles de ambos hemisferios; acá con la
invasión francesa , allá con las revueltas intestinas,


se convocan las ^ n ' o s ^ i a s 41 y 6 de mayo aprobaron las cortes el
cortes ordina- dictamen de la comisión, después de haberse pronun-
nas para isla. c ¡ a ( j 0 e n p r 0 y e n C O n t ra notables discursos; con cuya
resolución vinieron a! suelo hasta cierto punto los provectos de los
que ya presumían derribar, disolviéndose las cortes, la obra de
las reformas, todavía no bien afianzada.




LIBRO VIGÉSIMO.


Campaña de Salamanca. — Movimiento de Wellington. •— Fuertes de Sala-
manca. — Los ataca Wellington. —Se apodera de ellos. — Va Wellington
tras del eje'rcito de Marmont. — Movimientos de los franceses y de los in-
gleses en el Duero.—> Empieza Wellington á retirarse. —Varias maniobras
de ambos ejércitos. — Sitúase Wellington cerca de Salamanca. — Batalla
de Salamanca. — Gañanía los aliados. — Gracias concedidas á Wellington.
Continúan retirándose los franceses. — Avanza José' de Madrid á Custilla
la Vieja. — Guerrilleros en Castilla. — Sexto ejercito español : bloquea va-
rios puntos. — Toma el de Tordésillas. — Revuelve Wellington contra
José. — Reencuentro en Majalalionda. — Retírase José" de Madrid. — En-
trar* ÍQS aliados en la capital. — Publicase y júrase la constitución. —
Wellington ataca el Reliro. — Le toma. — Proclama del general Álava.—
Reprehensible porte de Don Carlos de España. — Otras medidas desacertadas.
— La de monedas. — Toma el Empecinado á Guadalajara. — Abandonan
el Tajo los franceses del centro, y se dirigen á Valencia. — Trabajos que
tuvieron en el camino. — Algunos sucesos en Castilla la Vieja — La guar-
nición de Astorga se entrega á los españoles. — Se'ptimo ejército español. —
Evacúan los franceses á Santander. — Sucesos de Vizcaya. — Sale Welling-
ton de Madrid , y pasa á Castilla la Vieja. — Sucesos en Andalucía. — Le-
vantan los franceses el sitio de Cádiz. — Marcha de Cruz Mourgeon sobre
Sevilla. — Evacúa Soult á Sevilla. — Arremete Cruz Mourgeon en Triana
contra la retaguardia francesa. — Downie. — Entra Cruz en Sevilla. —
Sigue Soult su retirada hacia Murcia. — Ballesteros. Reencuentros de este.
— Drouet abandona la Extremadura. — Se dirige por Córdoba á Granada. —
Va tras el en observación el coronel Schepeler. — Entra Schepeler en Cór-
doba. •— Desmanes de Echavarri. — Sigue Drouet retirándose. — Entra
en Granada el ejército de Ballesteros. — Administración francesa en las
Andalucías. — Objetos.de bellas artes llevados de las mismas provincias.—
Sigue su retirada Soult. — Acontecimientos en Valencia. — Acción de
Castalia. — Discusiones sobre esto en las cortes. — Resoluciones de las cortes.
— Renuncia que hace del cargo de regente el conde del Abisbal. — Se la
admiten las cortes. — Nómbrase regente á Don Juan Pérez Villamil.—
Jura Villamil. — Expedición anglo-siciliana.— Se le junta la división de
Víhittingham. — Desembarca la expedición en Alicante.—Algunas manio-
bras y sucesos. — Entra José' en Valencia. — Llega Soult al reino de Valen-
cia. — Acomete Drouet el castillo de Chinchilla. —Le toma. — Elío sucede
á Don José Odonell en el mando del segundo y tercer ejército. —Excur-
siones suyas en la Mancha. — Medidas de precaución de Suchet. — Sucesos
en Aragón. — Sucesos en Cataluña. — Situación de Lord Wellington en
Castilla la Vieja. —Avanza á Burgos. — Se le reúne el sexto ejército es-
pañol. — Entran los aliados en Burgos. — Atacan el castillo. — Nombran
las corles general en gefe á Lord Wellington. — Incidentes que ocurren en
este negocio. — Desobediencia de Ballesteros. •—• Se le separa del mando. —•
Continua el sitio del castillo de Burgos. — Descércanle los aliados. — Mo-
vimientos de los franceses. — De José sobre Madrid. — Retíranse los alia-
dos de Madrid. — Estado triste de la capital. — Don Pedro Sainz de Ba-
randa. — Entra José en Madrid. — Sale otra vez. — Va José á Castilla la
Vieja. — Movimiento de Wellington. •— Avanzan á Castilla la Vieja los




112 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
ejércitos franceses de Portugal y el norte. — Empieza Wellington á reti-
rarse. — Maniobras de los ejércitos. — Repasa Wellington el Duero. —
Únesele Hill. — Wellington en Salamanca. — Júntase José á los ejércitos
suyos del norte y de Portugal — Pasan los franceses el Tórmes. — Se reti-
ran los ingleses via de Portugal. — Desorden en la retirada. —• Cae pri-
sionero el general Paget. — (intra Lord Wellington en Portugal. — Pasan
á Galicia y Asturias el sexto ejército español y Porlier. — Defensa honrosa
del castillo de Alba de Tórmes. — Cuarteles de Wellington en Portugal.
Divídense los franceses Vuelve José áMadrid. — Circular de Lord Wel-
lington.— Pasa á Cádiz Lord Wellington. — Recibo lisonjero que se le
hace.'—Se leda asiento en las cortes. — Varias disposiciones de la re-
gencia. — Nueva distribución de los ejércitos españoles. — Pasa Welling-
ton á Lisboa. — Se prepara á nuevas campanas.


campaña de Rumbo cierto y que conducía á puerto mas seguro
saiamama. y c e r c a n 0 j t o m o a hora la guerra peninsular. Decidido


Lord Wellington á obrar activamente en lo interior de Castilla,
constituyóse, por decirlo asi , centro de todos los movimientos
militares, que si bien eran antes muchos y gloriosos, carecían de
union, y no estribaban en una base sólida, cual se requiere en la
milicia para alcanzar prontos é inmediatos resultados.


MUTÍmienteue Empezó el general inglés su marcha, y levantó sus
Wellington. reales de Fuenteguinaldo el 13 de junio. Llevaba


repartido su ejército en tres columnas; la de la derecha, mandada
por el general Graham, tomó el camino de Tamames; la del centro,
á cuyo frente se divisaba Lord Wellington, el de San Muñoz; y se
dirigió al de Sancti Spiritus la de la izquierda mandada por Picton.
Agregábase á la última la fuerza de Don Carlos de España, que for-
maba como una cuarta columna. El 16 se pusieron los aliados sobre
el Valmuza, riachuelo á dos leguas cortas de Salamanca, cuya
ciudad evacuó aquella noche el ejército enemigo, yendo la vuelta
de Toro, después de dejar unos 800 hombres en las fortificaciones
erigidas sobre las ruinas de conventos y colegios que los mismos
franceses habían demolido.
inertes * sa- Tres eran los puntos fortalecidos que se contaban


lamanca. e n Salamanca, defendiéndose uno á otro por su posi-
ción y distancia : el principal el de San Vicente, trazado en el
sitio del colegio de benedictinos del propio nombre, que se hallaba
colocado en el vértice del ángulo interior de la antigua muralla
sobre un peñasco perpendicular al rio. Habían los franceses tapiado
y aspillerado las ventanas del edificio, y unídole por cada lado con
el antiguo recinto, tirando unas líneas que amparaban foso y
camino cubierto, con escarpas y contraescarpas revestidas de
manipostería. No resultaba encerrado dentro de aquellas el ángulo
entrante del convento, y por eso le cubrieron con una batería de
faginas, protegida de una pared ó muro atronerado, que tenia
ademas por delante una empalizada. A la distancia de 250 varas
levantábanse los otros dos fuertes ó reductos, el de San Cayetano




LIBRO VIGÉSIMO. 113


y gl de la Merced; el último cercano al rio. Llamábanse asi por
haberse formado con los escombros de dos conventos de la misma
denominación, dispuestos por los franceses de manera que se
convirtieron en dos fuertes con escarpas verticales, fosos profundos,
y contraescarpas acasamatadas. Construyéronse varias obras á
prueba de bomba, y otros reparos.


En el espacio intermedio de los puntos fortificados y en su der-
redor, como igualmente en otros parages, habían derribado los
franceses para despejar el terreno, ó con otros intentos, muchos
de los famosos edificios que adornaban á Salamanca. De veinticinco
colegios, hubo veintidós mas ó menos arruinados, señaladamente
los de Cuenca y Oviedo, fundación de los ilustres prelados Villa-
escusa y Muros; y el del Rey, magnífico monumento erigido en el
reinado de Felipe I I , según el plan del muy entendido arquitecto
Juan Gómez de Mora, ¡ Suerte singular y adversa! Que cuanto la
piedad y la ciencia de los españoles habia levantado en aquella
ciudad, morada célebre del saber, casi todo fuese destruido ó tras-
tornado por la mano asoladora de soldados de Francia, nación por
otra parte tan humana y culta.


Servían las fortificaciones alli construidas, no pre- L o s a t a c a
cisamente para reprimir á los habitadores de Sala- weiungtoo.
manca, sino mas bien para vigilar el paso del Tórmes y su puente,
antigüedad romana de las mas notables de España. Como le domi-
naban los fuegos del enemigo, tuvieron los ingleses que pasar el
rio el dia 17 por los vados del Canto y San Martin, asediando
después é inmediatamente los fuertes; para cuyo objeto destinaron
la sexta división del cargo del general Clinton. Al penetrar los
aliados por la ciudad, prorumpieron los vecinos en increíbles
demostraciones de júbilo y alegría, no pudiendo contener sus
pechos aliviados repentinamente de la opresión gravosa que los
habia molestado durante tres años. Corrían todos á ofrecer como-
didad y regalos á sus libertadores; y á la hora del pelear hasta las
mugeres anduvieron solícitas, sin distinción de clase, en asistir á
los heridos y enfermos. Superabundaron á los aliados en Salamanca
víveres y todo lo necesario, especialmente buena y desinteresada
voluntad, muestra del patriotismo de Castilla que les causó pro-
funda y apacibilísima sensación.


Los 800 franceses que guarnecían los fuertes habían sido entre-
sacados de lo mas granado del ejército, y sus gefes eran mirados
como selectos: al paso que los aliados, azarosos en esto del sitiar,
se sorprendieron al ver obras mas robustas de lo que se imaginaban,
hallándose por tanto desprevenidos para atacarlas, sin municiones
ni tren correspondiente. Conociendo la falta, dieron modo de
abastecerse de Almeida; principiando empero los trabajos y el
fuego que continuaron hasta el 20 , en cuyo dia tornó á aparecer
el-mariscal Marmont, apoyada su derecha en el camino real de


ni. 8




114 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Toro, su izquierda en Castellanos de los Moriscos, y colocado el
centro en la llanura intermedia. Los aliados se situaron enfrente,
teniendo la izquierda en un ribazo circuido por un barranco, el
centro en San Cristóval de la Cuesta, y la derecha en una eminencia
que hacia cara al Castellanos nombrado. Permanecieron en mutua
observación ambos ejércitos el 20, 21 y 2 2 , sin mas novedad que
una ligera escaramuza en este dia.


Tomaron por su parte diversas precauciones los sitiadores de
los fuertes, desarmaron las baterías, y pasaron los cañones al otro
lado del rio. Sin embargo el 22 levantaron una nueva, con intento
de aportillar la gola del reducto de San Cayetano, y con la espe-
ranza de apoderarse de esta obra, cuya ocupación facilitaría la
toma de San Vicente, la primera y mas importante de todas. Mal-
tratado el parapeto y la empalizada de San Cayetano, resolvieron
los sitiadores escalar el fuerte el 2¿5, como asimismoel de la Mer-
ced, mas seles malogró la tentativa , pereciendo en ella 120 hom-
bres y el mayor general Bowes.


En el propio dia Marmont, que ansiaba introducir socorro en
los fuertes, varió de posición tomando otra oblicua, de que se si-
guió quedar alojada su izquierda en Huerta de Tórmes, su derecha
en las alturas cerca de Cabezavellosa, y el centro en Aldearubia.
Lord Wellington, para evitar que al favor de este movimiento se
pusiesen los enemigos en comunicación con los fuertes por la iz-
quierda del Tórmes, mudó también el frente de su ejército prolon-
gando la línea, de forma que cubriese completamente á Salamanca,
y pudiese ser acortada en breve, caso de una reconcentración
repentina : se extendían los puestos avanzados á Aklealengua.
El 21 antes de la aurora 10,000 infantes franceses y 1,000 ginetes
cruzaron el Tórmes por Huerta ; contrapúsoles Wellington su pri-
mera y séptima división , que pasaron también el r ío , al mando de
sir Thomas Graham, juntamente con una brigada de caballería:
se apostó lo restante del ejército inglés entre Castellanos y Cabre-
rizos. Hora de mediodía seria cuando avanzó el enemigo hasta Cal-
varrasa de abajo; mas vislumbrando á sus contrarios apercibidos,
y que estos le seguian en sus movimientos, paróse, y tornó muy
luego á sus estancias del 25.
se apodera de Entre tanto recibieron los ingleses el 26 las muñi-


d l o s , ciones y artillería que aguardaban de Almeida, y re-
novaron el fuego contra la gola del reducto de San Cayetano, en la
que lograron romper brecha á las diez de la mañana del dia si-
guiente : al propio tiempo consiguieron también incendiar, tirando
con bala roja, el edificio de San Vicente.


En tal apuro los comandantes de todos tres fuertes dieron muestra
de querer capitular , pero sospechando Wellington que era ardid
á fin de ganar tiempo y apagar el incendio , solo les concedió cor-
tos minutos para rendirse, pasados los cuales ordenó que sin tar-




LIBRO VIGÉSIMO.


danza fuesen asaltados los reductos de San Cayetano y la Merced.
Se apoderaron los aliados del primero por la brecha de la gola,
del segundo por escalada. Entonces el comandante del fuerte de
San Vicente pidió ya capitular , y Wellington accedió á ello , si
bien enseñoreado de una de las obras exteriores. Quedó prisionera
la guarnición, y obtuvo los honores de la guerra. Cogieron los
ingleses vestuarios y muchos pertrechos militares, pues los enemi-
gos habían considerado por muy seguros aquellos depósitos, en
cuyasobras habian trabajado cerca de tres años, y expendido su-
mas cuantiosas. Eran acomodados los fuertes para resistir á las
guerrillas, comprimir cualquier alboroto popular, y evitar una sor-
presa ; no para contrarestar el ímpetu de un ejército como el aliado.
Después de la toma se demolieron por inútiles, lo mismo que otras
obras que habian levantado los franceses en Alba de Tórmes, de
donde escarmentados sacaron á tiempo la guarnición. El mariscal
Marmont, que no parecía sino que había acudido á Salamanca para
presenciar la entrega de los fuertes, se alejó la noche del 27 , lle-
vando distribuida su gente en tres columnas, una la vuelta de Toro,
las otras dos hacia Tordesillas. Al retirarse, pusieron fuego los
franceses á los pueblos de Huerta, Babila-Fuente, Villoría y Villo-
ruela : causaron estrago en los demás, y talaron y quemaron la
cosecha que ofrecía rico y precioso esquilmo. Prosiguieron los
ingleses en su marcha el 28 tras sus contrarios, y poniéndose sobre
el Trabáncos, se alojó su vanguardia en la Nava del Rey.


Tampoco se pararon aqui los franceses , juzgando V a W e ] l l n „ t
prudente , antes de emprender cosa alguna, aguardar tras I M ejército
refuerzos de su ejército del norte; por lo cual hosti- , d e - V I a r m o n l -
gados de los ingleses atravesaron el Duero en Tordesillas el dia 2 de
julio por su hermoso puente, de estructura, según se cree, del
tiempo de los reyes católicos. Situáronse en esta nueva estancia,
apoyando su derecha en frente de Pollos , el centro en el mismo
Tordesillas, y la izquierda en Simancas sobre Pisuerga. No des-
aprovechó Marmont aqui su tiempo; y tardando en llegar los refuer-
zos- del ejército del norte, viendo también que la superioridad
inglesa consistía principalmente en su caballería, trató de aumentar
la suya propia , despojando de sus caballos á los que no corres-
pondía tenerlos por ordenanza, y lo mismo á los que gozando de
este derecho se hallaban con un número excedente de ellos, por
cuyo medio aumentó su fuerza con mas de 1,000 ginetes. También
se aumentó esta con la división de Bonnet, que se juntó al ejército
francés el 7 de julio, viniendo de Asturias por Reinosa.


Animado con esto Marmont, y sabedor ademas de
que el sexto ejército español, saliendo de Galicia, daba l 0 f7rMce"e? d y
muestra de venir sobre Castilla, decidió repasar el <ie ios ingleses en
Duero, y acercarse al inglés para empeñar batalla. Pero
receloso de cruzar aquel rio en presencia de ejército tan respetable,




116 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


efectuó antes marchas y contramarchas desde el 15 al 16 de julio,
encaminándose orilla abajo hacia Toro, en donde empezó á ocu-
parse en reparar el puente que habia destruido.


Durante este tiempo, Lord Wellington habia colocado en un
principio su derecha en la Seca, y su izquierda en Pollos. Aqui
existe un vado no muy practicable entonces para la infantería, asi
por su naturaleza, como por el lugar en que se alojaba el enemigo.
No ofrece el Duero en su curso desde la unión del Pisuerga, y aun
quizá desde mas arriba hasta la del Esla, muchos parages cómodos
y apropiados para cruzarle delante de un enemigo que ocupe la
derecha. Corre en gran parte por llanuras bastante anchas , solo
ceñidas por ribazos y alturas mas ó menos lejanas del rio , resul-
tando de aqui que el sitio mas acomodado para pasarle en todo
aquel terreno, teatro á la sazón de los ejércitos beligerantes, era
el de Castro Ñuño, dos leguas corriente arriba de Toro, en donde
se divisa un buen vado y una curva que forma el terreno, pro-
picia á las operaciones de tropas que enseñoreen la margen iz-
quierda.


Empieza we i - Pensaba Lord Wellington en verificar el paso, cuando
advirtiendo el movimiento de Marmont hacia Toro, v


r a r s e ' aun noticioso de que algunas fuerzas francesas atrave-
saban el Duero el dia 16 por el puente de aquella ciudad, se corrió so-
bre su izquierda, y trató de reconcentrarse á las márgenes del Gua-
reña. Con efecto hizo maniobrar en este sentido á lodoso ejército,
excepto á las divisiones primera y ligera con una brigada de caba-


- Hería á las órdenes de sir Stapleton Cotton, fuerza apostada en
Castrejon. Pero el mariscal francés, contramarchando entonces
rápidamente, se dirigió en la rfoche del 16 al 17 sobreTordesillas;
cruzó el rio, y juntó lodo su ejército en la mañana del mismo dia
en la Nava del Rey, habiendo andado sin parar no menos de diez
leguas. Con tan inesperado movimiento, no solo consiguió repasar
el Duero y burlar la vigilancia de los ingleses, sino que puso casi
á merced suya á Cotton, muy separado del cuerpo principal del
ejército británico. Asi fue que al amanecer del 18 le atacaron los
franceses, y aun rodearon la izquierda de su posición por Alaejos.
Dichosamente pudo Cotton, á pesar de fuerzas tan superiores,
mantenerse firme, y dar tiempo á que acudiesen refuerzos de
Wellington, que le ayudaron á replegarse ordenadamente, si bien
hostigado por retaguardia y flanco, á Torrecilla de la Orden, y de
allí á incorporarse al grueso del ejército aliado.


Colocáronse en seguida los franceses en unas lomas á la derecha
del Guareña, y Wellington, después de situar en otras opuestas
tres de sus divisiones, decidió que lo restante de su ejército
atravesase aquel rio por Vallesa, para impedir que el enemigo en-
volviese su derecha como intentaba.


Atravesó este también dicho rio Guareña por Castrillo, tratando




LIBRO VIGÉSIMO. 117


el general Clausel, que mandaba una de las colum- vanas mamo-
nas principales, de apoderarse de cierta situación ven- »™* ° e ambos
tajosa, y caer sobre la izquierda inglesa, operación c i e r c i t 0 ' "
que se le frustró con pérdida de bastantes prisioneros, entre ellos
el general Carrier.


El 19 ya en la tarde sacó el enemigo muchos cuerpos de su
derecha, y los trasladó á la izquierda, lo que obligó á Wellington
á ejecutar maniobras análogas con el objeto de inutilizar cualquiera
tentativa de sus contrarios. Se preparó también el general inglés á
admitir batalla, si se la presentaban ¡os franceses en las llanuras de
Val lesa.


No era todavía tal la intención del mariscal enemigo, quien mas
bien quería maniobras, que aventurar acción alguna. Asi fue que
en el dia 20 se puso todo el ejército francés en plena marcha sobre
su izquierda, y obligó á Wellington á emprender otra igual por
su propia derecha, de que resultó el singular caso de que dos
ejércitos enemigos no detenidos por ningún obstáculo, y movién-
dose por lineas paralelas á distancia cada uno de medio tiro de
canon, no empeñasen entre sí batalla ni reencuentro notable. Mar-
chaban ambos aceleradamente y en masas unidas. Uno y otro se
observaban aguardando el momento de que su adversario cayese
en falta.


Amaneció el 2 1 , y reconcentrando Lord Wellington S i l í m s 9 W d _
su ejército hacia el Tórmes, se situó de nuevo en San iington cerca de
Crislóval, á una legua de Salamanca, posición que S a l a n i a n c a -
ocupó durante el asedio de los fuertes. Los franceses pasaron
aquel rio por Alba, en donde dejaron una guarnición, alojándose
entre esta villa y Salamanca. Atravesaron los aliados en seguida el
Tórmes por el puente de la misma ciudad y por los vados inme-
diatos , y solo apostaron á la margen derecha la tercera division con
alguna caballería.


Entonces se afianzó Wellington en otra posición nueva: apoyó su
derecha en un cerro de dos que hay cerca del pueblo, llamado de los
Arapiles, y la izquierda en el Tórmes, mas abajo de los vados de
Santa Marta. Los franceses situados al frente estaban cubiertos
por un espeso bosque, dueños desde la víspera de Calvarrasa de
arriba, y de la altura contigua apellidada de Nuestra Señora de la
Peña. A las ocho de la mañana desembocó rápidamente del men-
cionado bosque el general Bonnet, y se apoderó del otro Arapil
apartado mas que el primero de la posición inglesa, pero muy im-
portante por su mayor elevación y anchura. Descuido imperdonable
en los aliados no haberle ocupado antes; y adquisición ventajosí-
sima para los franceses, como excelente punto de apoyo caso que
se trabase batalla. Conoció su yerro Lord Wellington, y por lo
mismo trató de enmendarle retirándose, no siéndole fácil desalojar
de allí al enemigo, y temiendo también que le llegasen pronto á




« 8 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Marmont refuerzos del ejército francés del norte, y otros del lla-
mado del centro con el rey José en persona. Pero presuntuoso el
mariscal francés, probó en breve estar lejos de querer aguardar
aquellos socorros.
Batana de saia- En efecto empezó á maniobrar y girar en torno del


manca. Arapil grande en la mañana del 22 , ocupando ambos
ejércitos estancias paralelas. Constaba el de los franceses, después
que se le había unido Bounet, de unos 47,000 hombres: lo mismo
poco mas ó menos el de los anglo-portugueses. Apoyaba este su
derecha en el pueblo de los Arapiles, delante del cual se levantan
los dos cerros del propio nombre ya indicados; y su izquierda en
Santa Marta. Afianzaba aquel sus mismos y respectivos costados
sobre el Termes y Santa María de la Peña; Wellington trajo cerca
de sí las fuerzas que había dejado al otro lado del rio, y las colocó
detras de Aldea Tejada, al paso-que los franceses, favorecidos
con la posesión del Arapil grande, iban tomando una posición
oblicua, que á asegurarla fuera muy molesta para los aliados en su
retirada.


Diose prisa por tanto Wellington á emprender esta , y la comenzó
á las diez de la mañana, antes de que los contrarios pudiesen estor-
bar semejante intento. En él andaba, cuando observando las ma-
niobras del enemigo, advirtió que queriendo Marmont incomodarle
y estrecharle mas y mas, prolongaba su izquierda demasiadamente.
Entonces con aquel ojo admirable de la campaña, tan solo dado á
los grandes capitanes, ni un minuto trascurrió entre moverse el
enemigo, notar la falta el inglés, y ordenar este su ataque para no
desaprovechar la ocasión que se le presentaba.


Fue la embestida en la forma siguiente : reforzó Wellington su
derecha, y dispuso que la tercera división bajo del general Pac-
kenham y la caballería del general Urban con dos escuadrones
mas, se adelantasen en cuatro columnas, y procurasen envolver
en las alturas la izquierda del enemigo, mientras que la brigada
de Bradford, las divisiones quinta y cuarta del cargo de los gene-
rales Leith y Colé, y la caballería de Cotton le acometían por el
frente, sostenidas en reserva por la sexta división del mando de
Clinton, la séptima de Hope, y la española regida por Don Carlos
de España. Las divisiones primera y lijera se alojaban en el ala
izquierda , y sonaban como de respeto. Ademas debia apoyar el
general Pack la izquierda de la cuarta división , y arremeter contra
el cerro del Arapil que enseñoreaba el enemigo.


Correspondió el éxito á las buenas disposiciones del general
aliado. Flanqueó Packenham al francés, y arrolló cuanto se le
puso por delante. Las divisiones inglesas que atacaron al centro
enemigo, desalojaron las tropas de este de una en otra altura,
avanzando á punto de amenazar sus costados. No fue permitido
con todo al general Pack apoderarse del Arapil grande, aunque le




LIBRO VIGÉSIMO. 119


asaltó con el mayor denuedo : solo distrajo la atención de los que
le ocupaban.


En aquella hora que era la de las cuatro y media Ganania ios
de la tarde , al ver el mariscal Marmont arrollada una aliados,
de sus alas y mal parado el centro, se dirigió en persona á resta-
blecer la batalla, mas su mala estrella se lo impidió, sintiéndose
en el mismo instante herido gravemente en el brazo y costado de-
recho : la misma suerte cupo á su segundo el general Bonnet, te-
niendo al cabo que recaer el mando en el general Clausel. Contra-
tiempos tales influyeron siniestramente en el ánimo de las tropas
francesas; sin embargo, reforzada su izquierda, y señoras todavía
las mismas del Arapil grande, hicieron cejar, muy maltratada,
á la cuarta división inglesa. Relevóla inmediatamente Wellington
con la sexta, é introdujo de nuevo allí buena ordenanza, á punto
que ahuyentó á los franceses de la izquierda, obligándolos á aban-
donar el cerro del Arapil. Manteníase no obstante firme la derecha
enemiga, y no abandonó su puesto sino á eso del anochecer. En-
tonces comenzó á retirarse ordenadamente todo el ejército francés
por los encinares del Tórroes. Persiguióle Wellington algún tanto,
si bien no como quisiera, abrigado aquel de la oscuridad de la
noche. Repasaron los enemigos el rio sin tropiezo, y continuaron
los aliados el alcance. Cargaron estos la retaguardia francesa
el 23, la cual, abandonada de su caballería, perdió tres batallones.
Los ingleses se pararon después en Peñaranda, reforzado el ene-
migo con 1,200 caballos procedentes de su ejército del norte.


Apellidaron los aliados esta batalla la de Salamanca por haberse
dado en las cercanías de aquella ciudad; los franceses de los Ara-
piles por los dos cerros que antes hemos mencionado; cerros fa-
mosos en las canciones populares de aquel pais, que
recuerdan las glorias de Bernardo del Carpió *. c i v ' " ' 1 ' '


Sangrienta batalla por ambas partes; pues en ella y en sus inme-
diatas consecuencias, contaron los franceses entre los heridos á los
arriba indicados Marmont y Bonnet, y entre los muertos á los de
la misma clase J/ercy, Thomiéres y Desgraviers. Ascendió á mu-
cho su pérdida de oficiales y soldados, con 2 águilas, 6 banderas
y unos-11 cañones : cerca de 7,000 fueron los prisioneros. Costó
también no poco á los aliados la victoria, y no menos que á 5,520
subieron los muertos y heridos : hubo de estos muchos gefes, y
entre los primeros se contó al general Le Marchant. Don Carlos
de España y Don Julián Sánchez tuvieron algunos hombres fuera
de combate; y aunque no lomaron parle activa en la batalla, por
mantenerse de reserva con otras divisiones del ejército aliado , no
por eso dejaron de ejecutar con serenidad y acierto las maniobras
que les prescribió el general en gefe.


En recompensa de jornada tan importante, y á propuesta de
la regencia del reino, concedieron las corles á Lord Wellington la




120 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


orden del Toisón de oro; regalándole el collar Dona
Gradas conce- . . ,


d i d a s á W e i B n g - María leresa de Borbon, princesa de la Paz, cono-
t o u" cida en este tiempo bajo el título de condesa de Chin-
chón , collar que había pertenecido á su padre el infante Don Luis,
y de que hacia don aquella señora á tan ilustre capitán en prueba
del aprecio y admiración que le merecían sus altos hechos. Tam-
bién recibió Lord Wellington del parlamento británico gracias, mer-
cedes y nuevos honores.


continúan re- Prosiguieron los franceses su retirada, y se recon-
urandose ios centraron en Tudela y Puente de Duero, á la derecha
franceses. ^ e s t e r ¡ 0 > p u e r o n t r a s e } | o s . \ m ingleses, si bien te-
nían que parar su consideración en el rey José, que con la mayor
parte de su ejército del centro y otras fuerzas se adelantaba por
Castilla la Vieja.


Avanza José Había salido de Madrid el 21 de julio trayendo con-
do Madrid á sigo mas de 10,000 infantes y 2,000 caballos. En su
tasni.a ía vieja. n u m e r 0 s e c o n t a b a la división italiana de Palombini,
procedente de Aragón. Habíala llamado José para engrosar sus
fuerzas, y en el mismo dia 21 habia entrado en Madrid. Estaban
ya el 25 los puestos avanzados de este ejército en Blasco Ñuño,
y alli les cogieron los aliados unos cuantos de sus ginetes con
dos oficiales. Supo José á poco la derrota de Salamanca, y desde la
fonda de San Rafael en donde se albergaba, tomó el 27 la ruta de
Segovia, en cuyo punto adoptando una estancia oblicua sobre el
Eresma, sin abandonar las faldas de las sierras de Guadarrama ni
alejarse mucho de Madrid, conseguía proteger la marcha retró-
grada de Clausel, amagando el flanco de los ingleses.


No dejó por eso Lord Wellington de acosar á sus contrarios, obli-
gándolos á continuar su retirada via de Burgos, y á abandonar á
Valladolid, Entró en esta ciudad el general en gefe inglés el 30 de
julio, y acogiéronle los moradores con júbilo extremado.
Guerrilleros en Derramados los guerrilleros de Castilla la Vieja en


castuia. torno del ejército británico, ayudaban á molestar al
francés en su retirada, y el llamado Marquinez cogió el mismo
dia 30 en las cercanías de Valladolid unos 300 prisioneros.


s e n o ejercito Igualmente favoreció los movimientos de Lord Wel-
«spañoi. «loquea lington el sexto ejército español, compuesto en su
vanos puntos. totalidad de 15,300 hombres , entre ellos unos 600 de
caballería. Se adelantó en parte desde el Vierzo aquende los


Toma a de montes, y bloqueó los puntos de Astorga, Toro y
Tordesüías. Tordesillas. En este pueblo abrigábanse fortificados


en la iglesia 250 hombres, que se entregaron el 5 de agosto al
brigadier Don Federico Castañon. Se metió al propio tiempo en
España con la milicia portuguesa de Tras-los-Montes el conde de
Amarante, y coadyuvó al plan general de los aliados cercando á
Zamora.




LIBRO VIGÉSIMO. m
No hizo en Valladoíid larga parada Lord Wellington, queriendo


impedir la unión que se anunciaba del ejército enemigo de Portu-
gal hacia la parte superior del Duero, con el otro que mandaba
José. Por eso, dejando al cuidado de su centro é izquierda el per-
seguimiento de Clausel, movió el general inglés su derecha á lo
largo del Cega, y sentó sus reales en Cuéllar el I o de agosto ; dia
en que el rey intruso, desistiendo de todo otro intento, abandonó
á Segov/a pensando solo en recogerse á Jladrid. No dudó sin em-
bargo Wellington en proseguir inquietándole, porque persuadido
de que el ejército francés de Portugal maltratado ahora no podría
en algún tiempo empeñarse en nuevas empresas, resolvió estrechar
á José y forzarle á evacuar la capital del reino, cuya ocupación
por las armas aliadas resonaría en Europa, y tendría venturosas
resultas.


Con este propósito levantó Lord Wellington sus R e T n e i v e w e i -
cuarteles de Cuéllar el 6 de agosto ; y atravesando »» í 'o n «»"•»
por Segovia, llegó á San Ildefonso el 8 , en donde o s e '
hizo alto un dia para aguardar á que cruzase su ejército las sierras
de Guadarrama. Había dejado en el Duero al salir de Cuéllar la
división del general Clinton, y la brigada de caballería del general
Anson á fin de observar aquella linea. El grueso de su ejército vi-
niendo la vuelta de Castilla la Nueva pasó sin tropiezo alguno en
los dias 9 , 1 0 y I I los puertos de Guadarrama y Navacerrada. El
general d'Urban, que precedía á todos con un cuerpo de caballería
portuguesa y alemana y tropas ligeras , trOpeZÓ COn R e e n c u e n t r o de
2,000 ginetes enemigos, que si bien al principio h¡- Ma j . i auo i .da .
cieron ademan de retirarse, tornaron en busca de los aliados, á
quienes hallaron en frente de Majalahonda. Ordenó d'Urban el
ataque, mas los portugueses aflojaron, dejando en poder del ene-
migo 3 cañones y al vizconde de Barbacena, que se portó briosa-
mente. Los alemanes, que estaban formados detras del mismo
pueblo de Majalahonda, sirvieron de amparo á los fugitivos y con-
tuvieron á los franceses. Perdieron los aliados 200 infantes y 120
caballos en este reencuentro.


Antes y desde que se susurró entre los parciales Re t í r a se José de
del gobierno intruso el progreso de los ingleses y su M a d r w .
descenso por las sierras de Guadarrama, trataron todos de poner
en salvosus personas y sus intereses. Cualesquiera precauciones no
eran sobradas: los partidarios que en todos tiempos batían sin
cesar los caminos y sitios cercanos á la capital habian acrecido
¿hora su audacia, y apenas consentían que impunemente ningún
francos suelto ni aficionado suyo asomase por fuera de sus cercas.


En momento tan crítico renovóse hasta cierto punto el caso del
dia de Santa Ana en el año de 1809. Azorados los comprometidos
con el gobierno intruso acongojábanse, y previendo un porvenir
desventurado, enfardelaban y se disponían á ausentarse. Los que




122 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


les eran opuestos corrían alborozados las calles , y se agolpaban á
las puertas por donde presumían entrasen los que miraban como
libertadores. Llegó el 11 de agosto, y José salió de Madrid con
parte de su ejército encaminándose al Tajo : hicieron lo mismo en
la mañana del dia siguiente aun temprano las fuerzas que queda-
ban dentro y demás allegados, dejando tan solo en el Retiro una
guarnición de 2,000 hombres con el especial objeto de custodiar á
los enfermos y heridos.
E n t r a n los a l i a -


Dadas las diez y echadas las campanas á vuelo,
. i o s e n í a cap i ta l , empezaron poco después á pisar el suelo de la capital
los aliados y varios gefes de guerrilla, ^señaladamente entre ellos
Don Juan Martin el Empecinado y Don Juan Palarea. No tardó ên
presentarse por la puerta de San Vicente Lord Wellington, á quien
salió á recibir el ayuntamiento formado de nuevo, y le llevó á la
casa de la villa, en donde asomándose al balcón acompañado del
Empecinado , fué saludado por la muchedumbre con grandes acla-
maciones. Se le hospedó en palacio en alojamiento correspon-
diente y suntuoso. Las tropas todas entraron en la capital en medio
de muchos vivas, habiéndose colgado y adornado las casas como
por encanto. Obsequiaron los moradores á los nuestros y á los
aliados con esmero y hasta el punto que lo consentían las estre-
checes y la miseria á que se veian reducidos. Las aclamaciones no
cesaron en muchos dias, y abrazábanse los vecinos unos á otros,
gozándose casi lodos no menos en e! contentamiento ageno que en
el propio.


Recayó el nombramiento de gobernador de Madrid
r a s e la c o n s t i - en Don Carlos de España ; y el 13 por orden de Lord
t u c i o n . Wellington, conforme á lo dispuesto por la regencia
del reino, se proclamó la constitución formada por las cortes ge-
nerales y extraordinarias. Presidieron el acto Don Carlos de España
y Don Miguel de Álava. El concurso numerosísimo, los aplausos
universales. Se prestó el juramento el 14 por parroquias, según lo
prevenido en decreto de 18 de marzo del año en que vamos. Los
vecinos acudieron con celo vivísimo á cumplir con este deber,
pronunciando dicho juramento en voz alta, y apresurándose es-
pontáneamente muchos á responder aun antes que les llegase su
turno : considerando en este acto no solo la constitución en sí
misma, sino también y mas particularmente creyendo dar en él
una prueba de adhesión ala causa de la patria y de su independen-
cia. Don Carlos de España y Don Miguel de Álava prestaron el
juramento en la parroquia de Santa María de la Almudena. Llamó
el primero la atención de los asistentes por los extremos que hizo,
y palabras que pronunció en apoyo de la nueva ley fundamental,
que,.según manifestó, quería defender aun á costa de laúllima gota
de su sangre.


A pesar de tales muestras de confianza y júbilo no se aquietaba




LIBRO VIGÉSIMO. 125


Wellington hasta posesionarse del Retiro; y por tanto weiimeton
le cercó y le empezó á embestir á las seis de la a l a c a e l R e t i r o
larde del 13. Habian establecido allí los franceses tres recintos. El
primero ó exterior le componían el palacio, el museo y las tapias
del mismo jardín con algunas flechas avanzadas para flanquear los
aproches. Formaba el segundo una línea de nueve frentes construí-
dos á manera de obras de campaña, con un rebellín ademas y una
media Juna. Reducíase el tercero á una estrella de ocho puntas ó
ángulos que cenia la casa llamada de la China, por ser antes fá-
brica de este artefacto.


El Retiro, morada antes de placer de algunos reyes austríacos,
especialmente de Felipe IV, que se solazaba alli componiendo de
repente obras dramáticas con Calderón y otros ingenios de su
tiempo, y también de Fernando VI y de su esposa Doña Bárbara,
muy dada á oír en su espléndido y ostentoso teatro los dulces acen-
tos de cantores italianos: este sitio, recuerdo de tan amenas y
pacíficas ocupaciones, habiendo cambiado ahora de semblante, y
llenádose de aparato bélico, no experimentó semejante trasfor-
macion sin gran detrimento y menoscabo de las reliquias de bellas
artes que aun sobrevivían, y la experimentó bien inútilmente, si
hubo el propósito de que alli se hiciese defensa algo duradera.


Porque en la misma tarde del 13 que fue acorné- L e t o m a
tida la fortaleza, arrojó el general Packenham los
puestos enemigos del Prado y de todo el recinto exterior, pene-
trando en el Retiro por las tapias que caen al jardín botánico, y
por las que dan en frente de la plaza de toros junto á la puerta de
Alcalá. V en la mañana del 14, al ir á atacar el mismo general el
segundo recinto, se rindió á partido el gobernador, que lo era el
coronelLefond. Tan corta fue la resistencia, bien que no permitía
otra cosa la naturaleza de las obras, suficientes para libertar aquel
parage de un rebate de guerrillas, pero no para sostener un asedio
formal. Concediéronse á los prisioneros los honores de la guerra,
y quedaron en poder de los aliados, contando también empleados
y enfermos, 2,506 hombres. Ademas 189 piezas de artillería,
2,000 fusiles, y almacenes considerables de municiones de boca y
guerra.


Para calmar los ánimos de los comprometidos con proclama <iei
José residentes todavía en Madrid, y atraer á núes- e e o e r a l A ' a , a -
tras banderas á los alistados en su servicio, ó sean jurados, como
los apellidaban, dio el general Álava una proclama concebida en
términos conciliadores. Su publicación produjo buen efecto, y tal ,
que en pocas horas se presentaron á las autoridades legítimas mas
de 800 soldados y oficiales. Sin embargo las pasiones que reinaban,
y sobre todo la enemistad y el encono contra la parcialidad de José
de los que antes se consideraban oprimidos bajo su yugo, fueron
causa de que se motejase de lene y aun de impolítica la conducta




m REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
del general Álava. Achaque común en semejantes crisis, en donde
tienen poca cabida las decisiones de la fria razón, y sí mucho sé-
quito las que sugieren propias ofensas, ó irritantes y recientes
memorias. Subieron las quejas hasta las corles mismas, y costó
bastante álos que solo apetecían indulgencia y concordia, evitar
que se desaprobase el acertado y tolerante proceder de aquel ge-
neral.


Otro rumbo siguió Don Carlos de España. Incli-
porte de Don nado a escudriñar vidas pasadas, y a molestar al
paüas d e E s caído, de condición en todos tiempos perseguidora,


tomó determinaciones inadecuadas y aun violentas,
publicando un edicto en el que , teniéndose poca cuenta con la des-
gracia, se ordenaban malos tratamientos con palabras irónicas, y
se traslucían venganzas. Desacuerdo muy vituperable en una au-
toridad suprema, la cual, sobreponiéndose a! furor ciego y mo-
mentáneo de los partidos, conviene que solo escuche al ínteres bien
entendido y permanente del estado, y que exprese sus pensamien-
tos en lenguaje desapasionado y digno. En Don Carlos de España
graduóse tal porte hasta de culpable, por notarse en sus actos
propensión codiciosa, de que dio en breve pruebas palpables,
apropiándose haberes ágenos atropellada y descaradamente.


Ahogaron pues en gran manera el gozo de los madrileños seme-
otras medidas jantes procedimientos. También el no sentir inme-
desacertadas. ¿¡ato alivio en la miseria y males que los abrumaban,


habiendo confiado sucedería asi luego que se alejase el enemigo y
se restableciese la autoridad legítima. Esperanzas que consolando
en la desdicha, casi nunca se realizan ; porque en los tránsitos y
cambios de las naciones, ni es dable tornar á lo pasado, ni subsa-
nar cumplidamente los daños padecidos, como tampoco premiar
Jos servicios que cada cual alega, á veces ciertos, á veces fingidos
ó exagerados.
La de monedas Destemplaron asimismo la alegría varías medidas


de la regencia y de las cortes. Tales fueron las decre-
tadas sobre empleados y sus purificaciones, de que hablaremos en
otro lugar. Tales igualmente las que se publicaron acerca de las
monedas de Francia introducidas en el reino, y de las acuñadas
dentro de él con el busto del rey intruso. Tuvieron origen las reso-
luciones sobre esta materia en el año de 1808, á la propia sazón que
invadieron nuestro territorio las tropas francesas; pues sus gefes,
solicitando entonces que sus monedas circulasen con igual ventaja
que las españolas, consiguieron se nombrase una comisión mixta
de ensayadores naturales y extrangeros, cuyos individuos, par-
ciales ó temerosos, formaron una tarifa en gran menoscabo de


nuestros intereses*, la cual mereció la aprobación del
' p " 2 1 consejo de Castilla, amedrentado ó con poco conoci-


miento déla materia.




LIBRO VIGÉSIMO. 125


No es dado afirmar si esta comisión verificó los debidos ensayes
de las monedas respectivas, ni tampoco si se vio asistida de los
conocimientos necesarios acerca de la ley metálica ó grado de fino
y del peso legal, con otras circunstancias que es menester con-
curran para determinar el verdadero valor intrínseco de las monedas.
Pero parece fuera de duda que lomó por base general de la re-
ducción el valor que correspondía entonces legalmente al peso
fuerte de plata reducido á francos, sin tener cuenta con el remedio
ó tolerancia que se concedía en su ley y peso, ni con el desgaste
que resulta del uso. Asi evaluábase la pieza de 5 francos en 18 reales
25 maravedises, , y el escudo de 6 libras tornesas en 22 reales
y 8 maravedises.


En el oro la diferencia fue mas leve, habiéndosele dado al na-
poleón de 20 francos el valor de 75 reales, y al luis de oro de
24 libras tornesas el de 88 reales y 32 maravedises : consistió esto
en no haber tenido presente la comisión de ensayadores, entre
otras cosas, la razón diversa que guardan ambos metales en las
dos naciones; pues en España se estima ser diez y seis veces mayor
el valor nominal del oro , cuando en Francia no lle^a ni á quince y
medio.


Siguióse de esta tarifa en adelante para los españoles en las
monedas de plata un quebranto de 9 y 11 por 100, y en las de oro
de 1 y 2 por 100: de manera que en las provincias ocupadas apenas
circulaba mas cuño que el extrangero.


Los daños que de ello se originaron, junto con la aversión que
habia á lodo lo que emanaba del invasor, motivaron dos órdenes
fechas, una en 4 de abril de 1811, y otra en 16 de julio de 1812.
Dirigíase la primera á prohibir*el curso de las piezas acuñadas en
España con busto de José, previniéndose á los tenedores las lleva-
sen á la casa de la moneda, en donde recibirían su justo valor en
otras legales y permitidas. Encaminábase la segunda, ó sea la
circular de 1812, á igual prohibición respecto de la moneda fran-
cesa , especificándose lo que en las tesorerías se habia de dar en
cambio; á cuyo fin se acompañaba una tarifa apreciativa del valor
intrínseco de dicha moneda, y por tanto bastante diverso del que
calcularon en 1808 los ensayadores nombrados al intento. Este
trabajo, aunque imperfecto, se aproximaba á la verdad, en espe-
cial respecto de las piezas de 5 francos, si bien no tanto en los
escudos de 6 libras, y menos todavía en las monedas de oro.


La prohibición de las fabricadas con busto del rey intruso no
tuvo otro fundamento sino odios polílicos ó precipitada irreflexión,
pues sabido es que se acuñaban los pesos fuertes de José con el mismo
peso y ley que los procedentes de América : debiendo también
notarse que en Francia se estiman los primeros aun mas desde
que el arte perfeccionado de la afinación ha descubierto en ellos
mayor porción de oro que en los antiguos, habiendo sido común-




126 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


mente fabricados los modernos del tiempo de la invasión con vajillas
y alhajas de iglesia, en que entraba casi siempre plata sobre-
dorada.


Estas dos providencias, tan poco meditadas como lo había sido
la tarifa de 1808, excitaron clamor general, lo mismo en Madrid
que en los demás puntos á medida que se evacuaban, por el que-
branto insinuado arriba que de súbito resultó, mayormente pe-
sando las pérdidas sobre ¡os particulares, y no sobre el erario, v


. . . , alterándose* repentinamente por sus disposiciones el
l*Ap. n. 3.) 1 • '


valor de las cosas. En muchos parages suspendieron
sus efectos las autoridades locales, y representaron al gobierno
legítimo, el cual á lo último, aunque lentamente, pues no lo ve-


( * A N 4 r ' n C 0 * n a s t a el setiembre de 1813, mandó que por
p ' entonces se permitiese la circulación de la moneda del


rey intruso acuñada en España, y también la del imperio francés,
arreglándose casi en un todo á la tarifa de 1808, perjudicialísima
esta en sí misma, mas de difícil derogación en tanto que no fuese
el erario, y no los particulares, el que soportase la pérdida ó dife-
rencia que existia entre el valor real ó intrínseco de la circular
de 1812, y el supuesto de la tarifa de 1808.


Habiendo tardado algún tiempo en efectuarse la suspensión, aun
por las autoridades locales, de las órdenes de 1811 y 1812, el
trastorno que ellas causaron fue notable y mucha la desazón,
encareciéndose los víveres en lugar de abaratarse, y acreciéndose
por de pronto el daño con las especulaciones lucrosas é inevitables
de algunos tragineros y comerciantes. Asi que necesidad hubo del
odio profundo que se abrigaba en casi todos los corazones contra
el extrangero, y también de que prosiguiesen cogiendo laureles las
armas aliadas, para que no se entibiasen los moradores de los
pueblos, ahora libres, en favor de la buena causa.


„ A dicha continuaron sucediéndose faustos acon-
T o m a el E m -


p e c i n a d o á Gua- tecimientos al rededor y aun lejos de la capital. En
< h" a j a r a- Guadalajara 700 á 800 hombres que guarnecían la
ciudad á las órdenes del general Preux, antiguo oficial suizo al
servicio de España, se rindieron el 16 de este agosto á Don Juan
Martin el Empecinado. Desconfiado Preux á causa de su anterior
conducta, queria capitular solo con Lord Wellington, mas este le
advirtió que si no se entregaba á las tropas españolas que le cer-
caban, le haría pasar á cuchillo con toda la guarnición.


Fueron evacuando los franceses la orilla derecha
TatotosTrancé3-


f ' e ' Tajo, y uniéndose sus destacamentos al cuerpo
s e s d e i c e n t r o , y principal de su ejército del centro, que proseguía
taici'a!ee"a


V* retirándose via de Valencia. Salieron de Toledo el
día 14 , en donde entró muy luego la partida del


Abuelo, recibida con repique general de campanas, iluminaciones
y otros regocijos. Por todas partes destruía el enemigo la artillería




LIBRO VIGÉSIMO. 127


y las municiones que no pocha llevar consigo, y daba indicio de
abandonar para siempre, ó á lo menos por largo X r a b a j o s 4 0 e
tiempo, las provincias de Castilla la Nueva. En su trán- t up ie ron e» H
sito á Valencia, encontraron José y los suyos tropiezos
y muchas incomodidades, escaseándoles los víveres y sobre todo
el agua, por haber los naturales cegado los pozos y destruido las
fuentes en casi lodos los pueblos, que tal era su enemistad y en-
cono contra la dominación extraña. Padecieron mas que todos los
comprometidos con el intruso y sus desgraciadas familias, pues
hubo ocasión en que no tuvieron ni siquiera una sed de agua que
llevar á la boca, según aconteció al terrible ministro de policía Don
Pablo Arribas.


En Castilla la Vieja viendo los enemigos la suerte A l g n n o s s u c e 5 0 S
que habia cabido á su guarnición de Tordesillas, y «» casuu» i«
temerosos de que acaeciera otro tanto á las ya blo- l e í a
queadas de Zamora, Toro y Aslorga, destacaron del ejército suyo,
llamado de Portugal, 6,000 infantes y 1,200 caballos á las órde-
nes del general Foy, para que, aprovechándose del respiro que
les daba el ejército aliado en su excursión sobre Madrid, libertasen
las tropas encerradas en aquellos puntos. Consiguiéronlo con las
de Toro, alejándose los españoles que bloqueaban la ciudad. No
fueron tan dichosos en Aslorga, adonde se dirigió Foy engrosado
en el camino con otro cuerpo de igual fuerza al que llevaba. 500 de
sus ginetes se adelantaron á las cercanías, mas la guarnición, com-
puesta de 1,200 hombres, y mandada por el general
Remond, se habia rendido el 18 de agosto en conse- . L a e u a r a i < , ¡ 0 "


' » de Astorga se


cuencia de las repetidas y mañosas intimaciones del en t r ega a ios e s -
coronel Don Pascual Enrile, ayudante general del p a i l 0 l e s '
estado mayor del sexto ejército.


Recibió Foy lan sensible nueva en la Bañeza, y no pasando ade-
lante se enderezó hacia Carvajales con intento de sorprender al
conde de Amarante, que, habiendo levantado el bloqueo de
Zamora , tornaba á su provincia de Tras-los-Montes. Se le frustró
el golpe proyectado al general francés, quien tuvo que contentarse
con recoger el 29 la guarnición de aquella plaza, no habiendo lle-
nado sino á medias el objeto de su expedición.


Ni dejaron tampoco de inquietar al enemigo por el s é p t i m o e jérc i to
propio tiempo los diferentes cuerpos de que se com- espanoi .
ponía el séptimo ejército, y que ascendían á unos 12,000infantes
y 1,600 caballos, ayudados en las costas de Cantabria por las
fuerzas marítimas inglesas. Colocóse Don Juan Diaz Porlier entre
Torrelavega y Santander, y ejecutando diversas maniobras dis-
poníase á atacar esta ciudad, cuando los enemigos la


. . . . . ° E v a c ú a n los


evacuaron, como también toda aquella costa, excepto f ranceses i s a n -
el punto de Santoña. Porlier entró en Santander el t a n d e r '
2 de agosto , y allí proclamó con pompa la constitución, haciendo




128 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


el saludo correspondiente por tan fausto motivo los buques britá-
nicos fondeados en el puerto,


sucesos Avanzó Porlíer en seguida á Vizcaya, cuya capital
en Vizcaya. Bilbao habían desamparado los enemigos en los pri-


meros dias de agosto. Reunido allí con Don Gabriel de Mendizábal,
general en gefe del séptimo ejército , y con Don Marianñ Reno-
vales, que mandaba la fuerza levantada por el señorío, se apos-
taron juntos en el punto llamado de Bolueta, para hacer rostro al
francés, que engrosado revolvía sobre la villa de Bilbao. Le recha-
zaron los nuestros completamente el 13 y 14 del mismo agosto.
El 21 insistieron los enemigos regidos por el general Rouget en
igual propósito, mas no con mayor ventura ; teniendo al fin que
acudir en persona el general Caffarelli para penetrar en aquella
villa, como lo verificó el dia 28. Pero siendo el princifialobjeto
de los franceses socorrer y avituallar á Sanloña, luego quelé'con-
siguieron , abandonaron otra vez á Bilbao el 9 de setiembre. En-
tonces celebráronse allí grandes festejos, se presentó la junta di-
putación, y convocándose la general, se instaló esta el 16 de
octubre presidida por Don Gabriel de Mendizábal, se publicó la
constitución, y conforme á ella, después de haber examinado
dicha junta el estado de armamento y defensa de la provincia, hi-
cieron sus individuos dejación de sus cargos, para que los habitantes
usasen á su arbitrio de los nuevos derechos que les competían.


A poco depositaron la confianza en Don Gabriel de Mendizábal,
á fin de que indicase los individuos que juzgase mas dignos de com-
poner la nueva diputación, recayendo el nombramiento en las
mismas personas que designó aquel general. Unidos todos, conti-
nuaron haciéndose notables esfuerzos en los meses que restaban
de 1812, con deseo de inquietar al enemigo, y poner en mas
orden la tropa alistada y la exacción de arbitrios. Longa , depen-
diente de este distrito, coadyuvó á estos fines, molestando á los
franceses, señaladamente en un encuentro que tuvo en el valle de
Sedaño al acabar noviembre, en donde sorprendió al general Fro-
mant, matándole á él y á mucha gente suya, y cogiéndole bastantes
prisioneros. Después atacó á los que ocupaban las salinas de
Anana, y les tomó el punto y 230 hombres, habiendo también des-
truido los fuertes de Nanclares y Armiñon, que abandonó el ene-
migo. No bastaron sin embargo tales conatos para impedir que
al cerrar del año, el mismo 31 de diciembre, ocupasen nuevamente
los franceses la villa de Bilbao. Contratiempo que era de temer
sobreviniera por la situación topográfica de aquellas provincias
aledañas de Francia, y de conservación indispensable para el ene-
migo , en tanto que permanecieron sus tropas en Castilla; pero que
compensó grandemente la suerte en el año inmediato de 1813, en
que amanecieron dias prósperos para el afianzamiento de la inde-
pendencia peninsular.




LIBRO VIGÉSIMO. 129


Salió Lord Wellington de Madrid el 1° de setiembre, ^
habiendo alcanzado con la toma de la capital dar ton de Madrid y
aliento á los defensores de la patria, libertar varias ^ ¡ e j a C a s U 1 ' a
provincias, y mas que todo producir en la Europa en-
tera una impresión propicia en favor de la buena causa. Para aña-
dir otras ventajas á las ya conseguidas, pensó en continuar la
guerra sin dar descanso al enemigo, y mandó que en Arévalo se
juntasen en su mayor parte las fuerzas aliadas.


Alli le dejaremos ahora para volver los ojos á las sucesos
Andalucías. La victoria de Salamanca, la entrada de ™ A n d a l° c i ,>-
los aliados en Madrid, el impulso que por todas partes recibió la
opinión, y la necesidad de reconcentrar el enemigo sus diversos
cuerpos, eran sucesos que naturalmente habían de ocasionar pron-
tas y favorables resultas en aquellas provincias : mayormente
desamparadas las de Castilla la Nueva y recogido á Valencia José
y su ejército del centro; movimiento que embarazaba la corres-
pondencia con los franceses del mediodía, ó permitía solo comu-
nicaciones tardías é inciertas.


Nada digno de referirse habia ocurrido en las Andalucías desde
la acción de Bórnos, ni por la parte de la sierra de Ronda, ni
tampoco por la de Extremadura. La expedición que el general
Cruz Mourgeon habia llevado en auxilio de Don Francisco Balles-
teros , después de volver á la isla de León , y de hacer un nuevo
desembarco y amago en Tarifa, tornó á Cádiz por última vez en
los primeros "días de agosto; y rehecha y aumentada se envió á las
órdenes del mismo general Cruz al condado de Niebla, tomando
tierra en Huelva en los dias 11 y 15 del propio mes.


Por su lado Lord Hill, después de su excursión al Tajo, en que
habia tomado los fuertes de Napoleón y Ragusa, permanecía en la
parte meridional de Extremadura con las fuerzas anglo-portugue-
sas de su mando, y asistido del quinto ejército español, no muy
numeroso. Observaban alli unos y otros los movimientos del cuerpo
que regia el general Drouet. Mas ahora tratóse de maniobrar de
modo que hostilizasen al mariscal Soult y á los cuerpos depen-
dientes de su mando las tropas aliadas que andaban en su torno,
y les obligasen á acelerarla evacuación dé las Andalucías, cuya
posesión no podía el enemigo mantener largo tiempo, después de
lo ocurrido en las Castillas durante los meses de julio y agosto.


Dieron los franceses muestras claras de tales inten-
. , , , . Levantan los


tos, cuando sin aguardar a que los acometiesen co- franceseseisitio
menzaron á levantar el sitio de la isla gaditana el 24 de d 0 C M Í I '
agosto de este año de 1812; quedando enteramente libre y despe-
jada la línea en el día 25 , después de haberla ocupado los enemigos
por espacio de mas de dos años y medio. Las noches anteriores y
en particular la víspera arrojaron los franceses bastantes bombas á
la plaza; y aumentando sobremanera la carga de los cañones, v


ni. 9




130 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


poniendo á veces en contacto unas bocas con otras, reventaron y
se destrozaron muchas piezas de las 600 que se contaban entre
Chiclana y Rota.


Repique general de campanas, cohetes, luminarias, todo ünage
en fin de festejos análogos á tan venturoso suceso, anunciaron el
contentamiento y universal alborozo de la población. Las cortes
interrumpieron sus tareas, suspendiendo la sesión de aquel dia; y
los vecinos y forasteros residentes en Cádiz salieron de tropel fuera
del recinto para examinar por si propios los trabajos del enemigo,
y gozar libremente de la apacible vista y saludable temple del
campo de que habian estado privados por tanto tiempo. Distrac-
ción del ánimo inocente y pura, que consolaba de males pasados, y
disponía á sobrellevar los que encerrase la inconstante fortuna en
su porvenir oscuro.


En los mismos días que los enemigos levantaron el sitio de Cá-
diz , abandonaron también los puntos que guardaban en las már-
genes del Guadalete y serranía de Ronda, clavando por todas partes
la artillería, y destruyendo cuanto pudieron de pertrechos y mu-
niciones de guerra. Cogieron sin embargo los españoles una parte
de ellos, como también 30 barcas cañoneras que quedaron intactas
delante de la línea de Cádiz.


Llano era que á semejantes movimientos se seguiría la evacua-
„ , r cion de Sevilla. Impelió igualmente á que se verifi-


M a r e h a d o C r n í i u , , . i i , . ,


M o u r g e o n s o b r e case, la marcha que sobre aquella ciudad emprendió
s e í i i i a . e j g e n e r a [ Qruz jjourgeon conforme á la resolución
tomada de molestar al mariscal Soult. Le sostenía y ayudaba en
esta operación el coronel Skerret con fuerza británica. Los france-
ses se habian retirado del condado de Niebla á mediados de agasto,
después de haber volado el castillo de la villa del mismo nombre,
dejando solo de observación en Sanlúcar la Mayor unos 500 á
600 hombres infantes y gínetes. Los dos gefes aliados trataron de
aproximarse á Sevilla, y creyendo ser paso previo atacar á los
últimos, lo verificaron arrojándolos de allí con pérdida. En se-
guida reconcentraron los nuestros sus fuerzas en aquel pueblo, y
les sirvió de estímulo para avanzar el saber que Soult desamparaba
á Sevilla con casi toda su gente.


E v a c ™ s o a i t Habíalo en efecto verificado á las doce de la noche
a s o í i H a . dejando solo en la ciudad parte de su retaguar-


dia , que no debía salir hasta las 48 horas después. Lejos estaban
de recelar los enemigos un pronto avance de nuestras tropas, y
por tanto continuaron ocupando sosegadamente las alturas que se
dilatan desde Tomares hasta Santa Brígida, en donde tenían un
reducto. El general Cruz Mourgeon, destacando algunas guerrillas
que cubriesen sus flancos, se adelantó á Castilleja de la Cuesta, en
cuyos inmediatos olivares se alojaban los enemigos, teniendo unos
40 hombres; en Santa Brígida sin artillería por haberla sacado en




LIBRO VIGÉSIMO, 151
los dias anteriores. Acometieron los nuestros con brío á sus contra-
rios y los desalojaron de los olivares, obligándolos á precipitarse
al llano. Protegía á los franceses su caballería; pero estrechada
esta por los ginetes españoles abandonó á los infantes que se vieron
perseguidos por nuestra vanguardia al mando del escocés D. Juan
Downie, quien habia levantado una legión que se apellidaba de
Leales Extremeños, vestida á la antigua usanza; servicio que dio
ocasión á que la marquesa de la Conquista, descendiente de Fran-
cisco Pizarro, ciñese al Don Juan la espada de aquel ilustre guer-
rero , que se conservaba aun en la familia.


Al propio tiempo se atacó el reducto; pero malo-
gradamente hasta que vieron les que le guarnecían n , A r r e m « e erm


. . . . . . . . . . . . 7 Mourgeon en


ser imposible su salida, e inútil resistencia mas pro- triana contra
longada. El general Cruz, queriendo también aprove- ftLN¿MAGU,NI11
charse de la ventaja ya conseguida en los olivares de
Castilleja, destacó algunos cuerpos para que, yendo por la derecha,
camino de San Juan de Alfarache, se interpusiesen entre los ene-
migos y el puente de Triana, á fin de evitar la rotura ó quema de
este; cosa hacedera siendo de barcas. Mas río parándose la van-
guardia española ni el coronel Skerret en perseguimiento de los
franceses, impidieron que se realizase aquella maniobra, pues cer-
raron de cerca por .el camino real no solo á las fuerzas rechazadas
de Castilleja, sino también á todas las que el enemigo allí reunía,
las cualesfueron replegándose en tres columnas con 2 piezas de arti-
llería y 200 caballos, y se apostaron teniendo á su derecha el rio y
á sus espaldas el arrabal de Triana. Motivo por el que resolvió Cruz
Mourgeon, consultando al tiempo, que Don José Canterac, en vez
de sostener con la caballería, como había pensado, los cuerpos de
la derecha, ayudase el ataque que daban Downie y Slserret, veri-
ficándolo con tal dicha que su llegada decidió la completa retirada
del enemigo de la llanura que todavía ocupaba.


Avanzaron los aliados y se metieron en Triana, em-
peñándose reciamente el combate en la cabeza del
puente. Quien mas se arriscó fué Downie con su legión : dos veces
la rechazaron, y dos le hirieron; á la tercera arremetiendo casi
solo, saltó á caballo por uno de los huecos que los franceses habían
practicado en una parte del puente quitando las tablas traviesas, y
fué derribado, herido nuevamente en la mejilla y en un ojo, y
hecho prisionero. Conservó sin embargo bastante presencia de
ánimo para arrojar á su gente la espada de Pizarro, logrando asi
que no sirviese de glorioso trofeo á los enemigos.


Estos , aunque ufanos de haber cogido á Downie, viéndose
batidos por nuestra artillería colocada en el malecón E n t r a cm en
de Triana, y atacados por nuestras tropas ligeras S e í i " a
que cruzaron el puente por las vigas, ni pudieron acabar de cortar
este, ni les quedó mas arbitrio que meterse en la ciudad cerrando




132 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


la puerta del Arenal. Pero habilitado sin tardanza el puente con
tablones que pusieron los vecinos, fueles permitido á todas las
tropas aliadas ir pasando el rio con celeridad, infundiendo asi
aliento á las guerrillas que iban delante y á los moradores. Pronto
se vieron felices resultas, pues abierta la puerta del Arenal sin que
los enemigos lo notasen, echadas á vuelo las campanas, colgadas
muchas casas, y siendo universal el júbilo y la algazara, metié-
ronse los nuestros por las calles, y subió á tanto grado el aturdi-
miento de los franceses y su espanto, que á pesar de los esfuerzos
de sus generales, empezaron los soldados á huir hasta el punto de
arrojar algunos las armas, teniendo todos al fin que salir por la
puerta Nueva y la de Carmena con dirección á Alcalá, abando-
nando 2 piezas, muchos equipages, rico botin, caballos, y per-
diendo 200 prisioneros. En desquite lleváronse consigo á Downie
gran trecho; y solo le dejaron libre, aunque malparado, á unas
cuantas leguas de Sevilla.


s¡gue souit su ^ ° persiguieron los nuestros á los franceses en la
retirada hacia retirada, observándolos tan solo de lejos la caballería.
Murcia. Cvuz j i o u r g e o n s e detuvo en la ciudad, en donde se
publicó la constitución el 29 de agosto, dos dias después de la en-
trada de los aliados. Se celebró el acto en la plaza de San Fran-
cisco, acompañado de las mismas fiestas y alegría que en las demás
partes.


Continuó el mariscal Soult su marcha, obligado á estar siempre
en vela por la aversión que le tenian los pueblos, y por atender á los


movimientos de Don Francisco Ballesteros, quedes-
Ballesteros


embocando de la serranía de Ronda, le amagaba con-
tinuamente , engrosado algún tanto con tres regimientos que de la isla
de León destacó la regencia bajo el mando de Don Joaquín Virués.


En el tiempo que promedió desde la funesta acción de Bórnos
hasta la evacuación de Sevilla, no dejó Ballesteros de molestar al
enemigo, ya amenazando á Málaga, aunque irreflexivamente, ya


R e e n c u e n t r o s entrando en Osuna con la dicha de sorprender á su
de es te . gobernador y de coger un convoy, ya en fin distrayendo


la atención de los franceses de varios modos. Mas ahora, no sién-
dole tampoco dado atacar á Soult de frente á causa de la superiori-
dad de las fuerzas de este, se limitó para incomodarle á ejecutar
maniobras de flanco, amparado de las breñas y pintorescas rocas
de la sierra de Torcal. Acometió el 5 de setiembre en Antequera á
la retaguardia francesa mandada por el general Sémélé, y la acosó
tomándole algunos prisioneros, bagages y 3 cañones. Lo mismo re-
pitió al amanecer del 5 en Loja, apretando de cerca los españoles
á sus contrarios hasta Santa Fe.


Drouet aban- Permaneció el mariscal Soult algunos dias en Gra-
sura* E 5 t r e n a d a , donde se le juntaron varios destacamentos que


fueron sucesivamente evacuando los pueblos y ciuda-




LIBRO VIGÉSIMO. 133


des de aquella parte , entre ellas Málaga, que habia sido abando-
nada en los últimos dias de agosto después de haber volado el
castillo de Gibralfaro. Dio también con eso lugar á que se le aproxi-
mase el quinto cuerpo francés á las órdenes del general Drouet
conde d'Erlon, quien, acantonado en Extremadura hacia Llerena,
se habia mantenido alli desde mayo sin ser incomodado por el ge-
neral Hill ni por los españoles. Asi lo habia querido LordWelling-
ton , temeroso de algún desmán que comprometiese sus operaciones
de Castilla la Vieja, de cuya resolución no se apartó hasta que, yendo
de ventura en ventura , y habiéndose dispuesto, según insinuamos,
á hostilizar á Soult y cuerpos dependientes de su mando, recibió
orden Hill de coadyuvar á este plan : por lo cual, S e d I r j g e p o r
al paso que Cruz y Skerret se movieron la vuelta de c ó r d o b a a G r a -
Sevilla, marchó también aquel general inglés sobre I i a d < u
Llerena el 29 de agosto, formado en cuatro columnas, con ánimo
de espantar á Drouet de aquellos lugares; mas llegó cuando los
franceses habian ya levantado el campo, y se retiraban por Azuaga
camino de Córdoba. Desistió Hill de ir tras ellos; y conforme á
instrucciones de Lord Wellington se enderezó al Tajo, acompañado
de las divisiones españolas de Morillo y de Penne Villemur, para
obrar de concierto con las demás tropas británicas, ya á la sazón
en Castilla la Nueva.


Deiósele pues á Drouet continuar tranquilamente
, . . P , i , ,, Va t r a s el en


su marcha, y ni siquiera lúe rastreando su huella otra obse rvac ión ei
fuerza que un corto trozo de caballería que el general f e 0 ™ " e l S c b " ^ -
español Penne Villemur destacó á las órdenes del
coronel alemán Schepeler, de quien hablamos con ocasión de la
batalla de la Albuera. Desempeñó tan distinguido oficial cumplid
damente su encargo, empleando el ardid y la maña á falta de otros
medios mas poderosos y eficaces. Replegábase el enemigo lenta-
mente, como que no era incomodado, conservando todavia cerca
del antiguo Castel de Belmez , ahora fortalecido, una retaguardia.
Deseoso el coronel Schepeler de aventarle, y careciendo de fuerzas
suficientes, envió de echadizos á unos franceses que sobornó , los
cuales con facilidad persuadieron á sus compatriotas ser tropas de
Hill las que se acercaban, resolviendo Drouet en su consecuencia
destruir las fortificaciones de Belmez el 31 de agosto, y no detenerse
ya hasta entrar en Córdoba. Schepeler avanzó con su pequeña co-
lumna, y desparramándola en destacamentos por las alturas de
Campillo y salidas de la sierra, cuyas faldas descienden hacia el
Guadalquivir, ayudado también de los paisanos, hizo fuegos y
ahumadas durante la noche y el dia en aquellas cumbres , como si
viniesen sobre Córdoba fuerzas considerables, apariencias-que sir-
vieron de apoyo á las engañosas noticias de los espías. No tardó el
enemigo en disponer su marcha, y á la una de la madrugada del
5 de setiembre tocó generala, desamparando los muros de Cor-




154 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


doba al quebrar del alba. Tomaron sus huestes el camino del puente
de Alcolea, yendo formadas en tres columnas. Otros ardides con-
tinuó empleando Schepeler para alucinar á sus contrarios, y él
mismo dia 3 por la tarde se presentó delante de la ciudad, cuyas
puertas halló cerradas, temerosos algunos vecinos de las guerrillas


Entra sctiepe- y sus tropelías. Pero cerciorados muy luego de que
ier en córdoba. e r a n t r 0 p a s del ejército las que llegaban, todos, hasta
los mas tímidos, levantaron la voz para que se abriesen las puertas ;
y franqueadas, penetró Schepeler por las calles, siendo llevado en
triunfo y como en vilo hasta las casas consistoriales con aclamación
universal, y gritando los moradores:«¡ Ya somos libres I»En el ar-
robamiento que se apoderó del coronel con tan entusiasmada aco-
gida , figurósele, según nos ha contado él mismo, que renacían los
tiempos de los Umeyas, y que volvía victorioso á Córdoba el inven-


cible * Almanzor después de haber dado feliz remate
( A p . n. 5.) ^ a i g u n a de sus muchas campañas, tan decantadas y


aplaudidas por los ingenios y poetas árabes de aquella era : simili-
tud no muy exacta, y vuelo harto remontado de la fantasía del
coronel alemán, hombre por otra parte respetable y digno.


D e s m a n e s d e Mas á pesar de su triunfo se vio este angustiado no
E c h a v a r r i . asistiéndole las fuerzas que se imaginaban en la ciudad,


y manteniéndose todavía no muy lejos el general Drouet. Aumentó su
desasosiego la llegada de Don Pedro Echavarri , quien, valido del
favor popular de que gozaba en aquella provincia, habia acudido
allí al saber la evacuación de Córdoba. Hombre ignorante el Don
Pedro y atropellado quiso, arrogándose el mando, hacer pesquisas,
y ejecutar encarcelamientos, procurando cautivar aun mas la afi-
ción que ya le tenia el vulgo con actos de devoción exagerada. Con-
tuvo Schepeler al principio tales demasías; mas no después, siendo
nombrado Echavarri por la regencia comandante general de
Córdoba; merced que alcanzó por amistades particulares, y por
haber lisonjeado las pasiones del dia, ya persiguiendo á los ver-
daderos ó supuestos partidarios del gobierno intruso, ya publi-
cando pomposamente la constitución : pues este general adulaba
bajamente al poder cuando le creía afianzado, y se gallardeaba en
el abuso brutal y crudo de la autoridad siempre que la ejercía
contra el flaco y desvalido.


Sigue D r o n e t Afortunadamente no le era dado á Drouet, á pesar
r e t i r á n d o s e . ¿e c o n s t a r l e las pocas fuerzas nuestras que habia en


Córdoba y de los desvarios de Echavarri , revolver sobre aquella
ciudad. Impedíaselo el plan general de retirada; por lo que prosi-
guió él la suya, aunque despacio, via de Jaén con rumbo á Hues-
ear, donde se puso en inmediato contacto con el ejército del maris-
cal Soult.


Rodeado ya este de todas sus fuerzas evacuó á Granada el 16,
encaminándose al reino de Murcia. Noticioso de ello Ballesteros




LIBRO VIGÉSIMO. 155


trató de inquietarle algún tanto , haciendo que el brigadier Barru-
tell pasando por Sierra Nevada le acometiese en los Dientes de la
Vieja; lo cual se ejecutó causando al enemigo mucho azoramiento
y alguna pérdida.


Libre Granada pisó su suelo el 17 de setiembre el _ ,. „
1 , E n t r a en Gra>


eiercito del general Ballesteros, siendo el primero que » * i » e l e jerci to .
. . . . . . , i » i • i de Ba l les te ros .


penetro allí el principe de Anglona, acogido con no
menores obsequios,, alegría y festejos que los demás caudillos en
las otras ciudades.


Respiraron asi desahogadamente las Andalucías; y A d m i n i s t r a c i ó n
será bien que ahora, antes de apartar la vista de pais ' r a n e e s » e o i »
tan deleitoso y bello, examinemos aunque rápidamente " a u m s '
la administración francesa que rigió en ellas durante la ocupación,
y refiramos algunos de los males y pérdidas que alli se padecieron.
Apareció en general desastrada y ruinosa dicha administración.
Eran las contribuciones extraordinarias, como casi en todos los
países en que los enemigos dominaban, de dos especies ; una que
se pagaba en frutos aplicada á la manutención de las tropas y á los
hospitales, otra en dinero, y conocida bajo el nombre de contri-
bución de guerra. Fija esta , variaba la primera según el número
de tropas estantes ó transeúntes, y según la probidad de los gefes
ó su venal conducta. Adolecían especialmente de este achaque al-
gunos comisarios de guerra , quienes con frecuencia recibían de
los ayuntamientos gratificaciones pecuniarias para que no hiciesen
pedidos exorbitantes de raciones, ó para que las distribuyesen
equitativamente conforme á lo que prevenían los reglamentos
militares.


Con dificultad se podrá computar lo que pagaron los pueblos de
la Andalucía á los franceses durante los dos y mas años de su ocu-
pación. No obstante si nos atenemos á una liquidación ejecutada
por el comisario regio de José, conde de Montarco, la cual no
debiera ser exagerada atendiendo á la situación y destino del que
la formó, aquellos pueblos entregaron á la administración militar
francesa 600,000,000 de reales. Suma enorme respecto de lo que
antes pagaban; siendo de advertir no so incluyen en ella otras der-
ramas impuestas al antojo de gefes y oficiales sin gran cuenta ni
razón, como tampoco auxilios en metálico que venían de Francia
destinados á su ejército.


Para dar una idea mas cabal é individualizada de lo que estas
provincias debieron satisfacer, y para inferir de ahí lo gravadas
que fueron las demás de España, según la duración mayor ó menor
de su ocupación, manifestaremos en este lugar lo que pagó la pro-
vincia de Jaén, de la que hemos podido haber á las manos dalos
mas puntuales y circunstanciados. Echósele á esta provincia por
contribución de guerra la suma de 800,000 reales mensuales, ó»
sean 21,600,000 reales al año. Y pagó por este solo impuesto y por




136 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


el de subsistencias, desde febrero de 1810 hasta diciembre de 1811,
60,000,000 de reales : cantidad que resulta de las oficinas de cuenta
y razón, y á la cual, si fuese dable, debería añadirse la de las
exacciones de los comandantes de la provincia y de su partido, y
de los comisarios de guerra y otros gefes para su gasto personal;
de las que no daban recibos, considerándolas como cargas locales.
Lo molesto y ruinoso de semejantes disposiciones aparece clara-
mente comparando estos gravámenes con los que antes de la guerra
actual pesaban sobre la misma provincia, y se reducían á unos
8,000,000 de reales en cada un año; á saber, mitad por rentas
provinciales, y mitad por ramos estancados. Asi una comarca
meramente agrícola, y cuya población no es excesiva , aprontó en
menos de dos años lo que antes pagaba casi en ocho.


Las cargas llegaron á ser mas sensibles en 1811. Hasta entonces
los ayuntamientos buscaban recursos para los suministros en los
granos del diezmo, exigiéndolos de los cabildos eclesiásticos, ya
como contribuyentes en los repartimientos comunes, ya por via
de anticipación con calidad de reintegro. Pero en aquel año dispuso
el mariscal Soult que los granos procedentes del diezmo se deposi-
tasen en almacenes de reserva para el mantenimiento del ejército,


orden que se miró como inhumana y algo parecida á
i * A P . n. «o j o s * e ¿ i c t o s sobre granos del pretor romano de Sicilia;


principalmente entonces cuando el hambre producía los mayores
estragos, y cuando el precio del trigo se habia encarecido á punto
de valer á mas de 400 reales la fanega.


Consecuencia necesaria tamaña escasez del agolpamiento de
muchas causas. Habia sido la cosecha casi ninguna; y después del
guerrear y de los muchos recargos, teniendo por costumbre el
ejército enemigo embargar para acarreos y trasportes las caballe-
rías de cualquiera clase que fuesen , y robar sus soldados en las
marchas las que por ventura quedaban libres, vínose al caso de
que desapareciese casi completamente el tráfico interior, y de que
las Andalucías, en el desconcierto de su administración, ofreciesen
una ¡mágen mas espantosa que la de otras provincias del reino.


A tanta ruina y aniquilamiento juntóse el descon-
oeii¡!f a r t e s n e - suelo de ver despojados los conventos y los templos de
vados de ias mis - las galas y arreo que les daban las producciones del
m a s p rov inc ia s . debidas al diestro y delicado pincel de los Mu-
rillos y Zurbaranes. Sevilla, principal depósito de tan inestimables
tesoros, sintió mas particularmente la solícita diligencia de la codi-
ciosa mano del conquistador, habiéndose reunido en el alcázar
una comisión imperial con el objeto de recoger para el museo de
Paris los mejores cuadros que se hallasen en las iglesias y con-
ventos suprimidos. Cúpoles esta suerte á ocho lienzos históricos
que habia pintado Murillo para el hospital de ia Caridad , alusivos
á las obras de misericordia que en aquel establecimiento se prac-




LIBRO VIGÉSIMO. 137


tican. Aconteció lo mismo al Santo Tomas de Zurbarán, colocado-
en el colegio de religiosos dominicos, y al San Bruno del mismo
autor, que pertenecía á la cartuja de las Cuevas de Triana, con
otros muchos y sobreexcelentes, cuya enumeración no toca á este
lugar.


Al ver la abundancia de cuadros acopiados, y la riqueza que re-
sultaba de Ja escudriñadora tarea de la comisión, despertóse en
el mariscal Soult el deseo vehemente de adquirir algunos de los
mas afamados. Sobresalían entre ellos dos de Bartolomé Murillo;
á saber, el llamado de la Virgen del reposo, y el que representaba
el nacimiento de la misma divina Señora. Hallábase el último en el
testero á espaldas del altar mayor de la catedral, á donde le ha-
bían trasladado á principios del corriente siglo por insinuación de
Don Juan Cean, sacándole de un sitio en que carecía de buena
luz. Gozando ahora de ella creció la celebridad del cuadro, y aun
la devoción de los fieles, excitada en gran manera por el interés
mismo del argumento, y por el gusto y primores que ( . A p „ ,
brillan en la ejecución; los cuales acreditan* (según
la expresión de Palomino)«la eminencia del pincel de tan superior
« artífice. »


Han creido algunos que el cabildo de Sevilla hiciera un presente
con aquel cuadro al mariscal Soult; mas se han equivocado, á no
ser que diesen ese nombre á un don forzoso. Habían los capitulares
ocultado dicho cuadro recelosos de que se lo arrebatasen ; precau-
ción que fué en su daño, porque sabedor el mariscal francés de
lo sucedido, mandó reponerle en su sitio, y en seguida dio á en-
tender sin disfraz, por medio de su mayordomo, al tesorero de la
iglesia Don Juan de Pradas, que le queria para sí , con otros que
especificó , y que sise los negaban mandaría á buscarlos. Confe-
renció el cabildo, y resolvió dar de grado lo que de otro modo
hubiera tenido que entregar por fuerza.


Los cuadros que se llevó el mariscal Soult no han vuelto á Es-
paña, ni es probable vuelvan nunca. Se recobraron^ en 1813 del
museo de París varios de los que pertenecían á establecimientos
públicos, entre los cuales se contaron los de la Caridad , restituidos
á aquella casa, excepto el de Santa Isabel, que se ha conservado
en la academia de San Fernando de Madrid. Con eso los morado-
res de Sevilla han podido ufanos continuar mostrando obras maes-
tras de sus pintores, y no limitarse á enseñar tan solo, cual en
otro tiempo los sicilianos, los lugares que aquellas ocupaban antes
de la irrupción francesa.


Yendo, pues, de marcha á Murcia y Valencia el sigue su retira-
mariscal Soult, y unidas con él las tropas del general d a S o u l t -
Drouet, aproximándose al mismo punto las mandadas por José
en persona, y tratando unos y otros de incorporarse al ejército de
la corona de Aragón que regia el mariscal Suchet; nos parece ,




158 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


antes de pasar adelante, ocasión oportuna esta de referir lo que
ocurrió durante estos meses en aquellas provincias.
Acontecimientos Inquietaba especialmente á Suehetel arribo qne se


en vaienei*. anunciaba, y ya indicamos , de una escuadra anglo-
siciliana procedente de Palermo. En julio creyó el mariscal ser
buques de ella unos que por el 20 del propio mes se presentaron
á la vista de Denia y Cullera, entre la Albufera y la desemboca-
dura del Júcar, pues bastóle el aviso para abandonar los confines
de Valencia y Cuenca aunque invadidos por Villaeampa y Basse-
court , y reconcentrar sus fuerzas hacia la costa. Sin embargo
el amago no provenia aun de la expedición que se temia, sino
de un plan de ataque que trataban de ejecutar los españoles. Ha-
bíale concebido Don JoséOdonell, general como antes del segundo
y tercero ejército; y para llevarle á efecto había juzgado conve-
niente amenazar la costa con un gran número de bajeles españoles
é ingleses, con cuya aparición, si bien no iban á bordo mas tropas
que el regimiento de Mallorca, se distrajese la atención del ene-
migo , y fuese mas fácil acometer por tierra al general Harispe,
que gobernaba la vanguardia francesa colocada en primera linea,
vía de Alicante.
Acción de cas- Era en los mismos días de julio cuando intentaba el


taiia. general español atacar á los enemigos. En cuatro
trozos distribuyó su gente, cuyo número ascendía á 12,000 hom-
bres. El ala derecha, que se componía de uno de los dichos trozos,
bajo el mando de Don Felipe Roche, se alojaba entre Ibi y Jijona.
Ot ro , formando el centro , acampaba á media legua de Castalia,
y le regia el brigadier Don Luis Michelena. Servia de reserva el
tercero alas órdenes del conde del Montijo, á una legua á reta-
guardia en la venta de Tibí. El cuarto y último t rozo , que era
el ala izquierda, constaba de infantería y caballería : dependia
aquella del coronel Don Fernando Miyares, y esta del coronel
Santistévan , situándose los peones en Petrel , y los gineles en
Villena : parece ser que los postreros tuvieron orden de ponerse
entre Sax y Biar, y no donde lo verificaron , para caer sobre Ibi
si los enemigos abandonaban el pueblo. Don Luis Bassecourt, por
su lado, vino con la tercera division del segundo ejército sobre la
retaguardia de los franceses.


Habiendo agolpado Suchet mucha de su gente hacia la costa
para observar la escuadra que se divisaba, no quedaban por los
puntos que los nuestros se disponían á atacar sino fuerzas poco
considerables : en Alcoy una reserva á cuya cabeza permanecía el
general Harispe ; en Ibi una brigada deeste á las inmediatas ór-
denes del coronel Mesclop, estando avanzado hacia Castalia con
el séptimo regimiento de linea el general Delort: acantonábase el
veinticuatro de dragones en Onil y Biar.


Rompieron los nuestros la acometida en la mañana del 21 . Re-




LIBRO VIGÉSIMO. 133


pelido Mesclop por las tropas de Roche trató de buscar amparo al
lado de Delort, dejando en el fuerte de Ibi dos cañones y algunas
compañías. Mas acometido también el mismo Delort por nuestra
izquierda y centro, se vio obligado á desamparar á Castalia,
cuyo pueblo atravesó Michelena, situándose el francés en un par
rage mas próximo á Ibi, y dándose asi la mano con Mesclop
aguardó de firme á que se juntasen los dragones. Verificado lo
cual y advirtiendo que los españoles se mostraban confiados por
el éxito de su primer avance, tomó la ofensiva, y dispuso que
saliendo sus ginetes de los olivares acometiesen á nuestros bata-
llones no apoyados por la caballería , con lo que consiguió des-
baratarlos y aun acuchillar algunas tropas del centro. En balde
intentó la reserva protegerlos : el enemigo se apoderó de una ba-
tería compuesta de solo dos cañones por no haber llegado los de-
mas á tiempo, y cogió prisionero á un batallón de walones aban-
donado por otro de Badajoz : retiróse en buena ordenanza el de
Cuenca, que dio lugar á que se le reuniesen dos escuadrones
del segundo regimiento provisional de línea, únicos que presen-
ciaron la acción, si bien fueron también deshechos.


Desembarazados los enemigos por el lado de Castalia tornó Mes^
clop á Ibi, y arremetió á los nuestros del mando de Roche. Reci-
bieron los españoles con serenidad la acometida, y aun permane-
cieron inmobles, hasta que acudiendo de Alcoy el general Harispe
con un regimiento de refresco, se fueron retirando con bastante
orden por el pais quebrado y de sierra que conduce á Alicante, en
donde entraron sin particular contratiempo. Perdieron los españoles
en tan desastrosa jornada 2,796 prisioneros, mas de 800 entre
muertos y heridos, 2 cañones, 3 banderas> fusiles y bastantes
municiones.


Mengua y baldón cayó sobre Don José Odonell, ya por haberse
acelerado á atacar estando en vísperas de que aportase á Alicante I»
división anglo-siciliana, ya por sus disposiciones mal concertadas,.
y ya porque afirmaban muchos haber desaparecido de la acción ea
el trance mas apretado.


Hubo también quien echase la culpa al coronel Santistévan por
no haber acudido oportunamente con su caballería; y acreditó e a
verdad impericia extrema el no haber calculado de antemano los t ro-
piezos que encontraría la artillería para llegar á tiempo, hallándose*
nuestro ejército en terreno que á palmos debían conocer susgefes.


Indignados todos, y reclamando severa aplicación de las leyes
militares, tuvo necesidad la regencia de mandar se t formase causa
« á fin de averiguar los incidentes que motivaron la desgracia d e
« Castalia. »


No poco contribuyó á esta resolución el desabrí- B i Scms¡one S se-
miento y enojo que mostraron los diputados de Va- k r e e s t 0 e"
leñcia; acabando por provocar en las cortes discusiones c o ' e "




140 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


empeñadas y muy reñidas. Clamaron con vehemencia en la sesión
del 17 de agosto contra tan vergonzosa rota Jos señores Traver y Vi-
llanueva, y en el caluroso fervor del debate acusaron á la regencia
de omisión y descuido, habiendo quien intentase ponerla en juicio.
En enero habían pedido aquellos diputados se mudasen los gefes,
autorizando ampliamente á los que se nombrasen de nuevo, y aun
habían indicado las personas que serian gratas á la provincia. La
regencia se habia conformado con la propuesta de los diputados de
dar plenas facultades á los gefes, mas no con la que hicieron res-
pecto de las personas; disposición notable y arriesgada si se advierte
que el general en gefe y el intendente del ejército eran los señores
Odonell y Rivas, hermanos ambos dedos regentes. Hizo resaltar
este hecho en su discurso el señor Traver, y por eso y arrastrado
de inconsiderado ardor llegó á expresar « que no mereciéndole el
« gobierno confianza , los comisionados que se nombrasen para la
« averiguación de lo ocurrido en la acción del 21 de julio fuesen
« precisamente del seno de las cortes. »


Concurrió también para enardecer los ánimos la poca destreza
con que el ministro de la guerra, no acostumbrado á las luchas par-
lamentarias, defendió las medidas tomadas por la regencia; y el
haber acontecido á la propia sazón la batalla de Salamanca, cuyas
glorias hacían contraste con aquellas lástimas de Castalia : por lo
que aquejado de agudo dolor exclamó un diputado ser bochornoso
y de gran deshonra« que al mismo tiempo que naciones extranget as
« lidiaban afortunadamente por nuestra causa y derramaban su
« sangre en los campos de Salamanca, huyesen nuestros soldados
« con baldón de un ejército inferior en Castalia y sus inmedia-
c ciones. »
Resoluciones de Las cortes, aunque no se conformaron con la opinión


lascortes. ¿e\ señor Traver en cuanto á que individuos de su seno
entrasen en la averiguación de lo ocurrido, resolvieron, oida la
comisión de guerra, que la regencia mandase formar la sumaria
correspondiente sobre la jornada de Castalia, empezando por exa-
minar la conducta del general en gefe; de todo lo cual debia darse
cuenta a las cortes con copia certificada. Ordenaron también estas
que se continuase y concluyese el proceso á la mayor brevedad,
desaprobando el que se hubiese nombrado á Don José Odonell
general de una reserva que iba á organizarse en la isla de León,
según lo habia verificado ya la regencia incauta é irreflexivamente.


Entrometíanse las cortes adoptando semejante providencia mas
allá de lo que era propio de sus facultades. Desacuerdo que solo
disculpaban las circunstancias y el anhelo de apaciguar los ánimos
sobradamente alterados. Consiguióse este objeto; mas no el que se
refrenase con la conveniente severidad el escándalo que se habia
dado en Castalia; puesto que al son de las demás terminó la pre-
sente causa: siendo grave y muy arraigado mal este de España, en




LIBRO VIGÉSIMO. 141


• Del Abisbal, Escribimos asi este nombre, porque comunmente se firmaba
de ese modo : El conde del Abisbal. Mas el pueblo de donde tomó el título,
e n Cataluña , se escribe La Bisbal.


donde casi siempre caminan á la par la falta de castigo y la arbitra-
riedad ; y hasta que ambos extremos no desaparezcan de nuestro
suelo, nunca lucirán para él dias de felicidad verdadera.


El golpe disparado contra Don José Odonell hirió
de rechazo á su hermano Don Enrique. conde del * . R e n m \ c | ! > que


1 . nace del cargo


Abisbal, regente del remo, quien, agraviado de algunas de regente ci
palabras que se soltaron en la discusión, juzgó com- < i e l A I ) I S"
prometido su honor y su buen nombre si no hacia de-
jación de su cargo, como lo verificó, por medio de una exposición
que elevó á las cortes.


Varios diputados, especialmente los mas distinguidos entre los de
la opinión reformadora, se negaban á admitir la renuncia del Don
Enrique, conceptuándole el mas entendido de los regentes en asun-
tos de guerra, empeñado cual ninguno en la causa nacional, no
desafectoá las mudanzas políticas y de difícil sustitución, atendida
la escasez de hombres verdaderamente repúblicos. Muchos de la
parcialidad antireformadora y los americanos fueron s e ía admiten
de distinto dictamen; estos llevados siempre del mal lascónos,
ánimo de desnudar al gobierno de todo lo que le diese brio y
fortaleza, aquellos por creer al del Abisbal hombre de partes aven-
tajadas y de arrojo bastante para abalanzarze por las nuevas sendas
que se abrían á la ambición honrosa. Hubo también diputados que
sensibles por una parte á lo de Castalia, de cuya infeliz jornada
achacaban alguna culpa á Don Enrique por el tenaz empeño de
conservar á su hermano en el mando, y enojados por otra de que se
mostrase tan poco sufrido de cualquiera desvío inoportuno, ó per-
sonalidad ofensiva que hubiese ocurrido en la discusión, se arri-
maron al dictamen de los que querían aceptar la dimisión que
voluntariamente se ofrecía : lo cual se verificó por una gran mayoría
de votos en sesión celebrada en secreto. Esta resolución apesad umbró
al conde del Abisbal, quien arrepentido de la renuncia dada hizo
gestiones para enmendar lo hecho. A este fin nos habló entonces el
mismo conde; mas era ya tarde para borrar en las cortes el mal
efecto que había producido su exposición poco meditada.


Nació discordancia en los pareceres acerca de la persona que de-
bería suceder al conde del Abisbal, distribuyéndose los mas de los
votos entre Don Juan Pérez Villatnii y Don Pedro Go- N o n , D r a s e re_
mez Labrador, recien llegados ambos de Francia, gente i Donjuán
en donde los habian tenido largo tiempo mal de su e r e z > > l a m i 1 -
grado. El primero volvía con permiso de aquel gobierno; el se-
gundo escapado y á escondidas de la policía imperial. Humanista
distinguido Yillamil y erudito jurisconsulto al paso que magistrado




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


íntegro y adicto á la causa de la independencia, como autor que
fue, según apuntamos, del célebre aviso que dio el alcalde de Mós-
toles en 1808 á las provincias del mediodía, disfrutaba de buen
concepto entre los ilustrados, realzado ahora con su presentación
en Cádiz. Pues si bien tornó á Madrid de Francia con la corres-
pondiente licencia de la policía, y bajo el pretexto de continuar
una traducción que había empezado años antes del Columela,
mantuvo intacta su reputación y aun la accedo con haber usado de
aquel ardid solo para correr á unirse al gobierno legítimo. No
obstante los que tuvieron ocasión de tratarle á su llegada á Cádiz
advirtieron la gran repugnancia que le asistía en aprobar las inno-
vaciones hechas, y su inalterable apego á rancias doctrinas y á la
gobernación de los consejos, tan opuestos á las cortes y sus pro-
videncias. Por eso desconfiando de él la parcialidad reformadora
no pensó en nombrarle, sino que al contrario fijó sus mirasen Don
Pedro Gómez Labrador, á quien se reputaba hombre firme des-
pués de las conferencias de Bayona, en las que , según dijimos,
tuvo intervención, y se le creía ademas sugeto de luces é inclinado
á ideas modernas; principalmente viendo que le sostenían sus an-
tiguos condiscípulos de la universidad de Salamanca, de que varios
eran diputados, y alguno como Don Antonio Oliveros tan amigo
suyo que meses antes anduvo allegando dineros en Cádiz para fa-
cilitarle la evasión y el costo del viage. El tiempo probó lo errado
de semejante juicio.


Disputóse de consiguiente la elección; pero vencieron en fin los
anlirefonnadores, quedando electo regente, aunque por una
mayoría cortísima , Don Juan Pérez Villamil, quien tomó posesión
de su dignidad el 29 de setiembre de este año de 1812. La expe-
riencia acreditó muy luego que el partido liberal no se habia equi-


vocado en el concepto que de «1 formara, bien que
joravuiamu. a [ p r e s t a r Yillaniil en el seno de las cortes el jura-


( • A p . n. *.) mentó debido, manifestó entre otras cosas *: «que le
t alentaba la confianza de que le facilitaría su desem-


< peño en tan ardua carrera el rumbo señalado ya de un modo
< claro y distinto por los rectos y luminosos principios del admi-
< rabie código constitucional que las cortes acababan de dar á la
•< nación española. » Expresiones que salieron solo de los labios,
y cuya falsía no tardó en mostrarse.


Volvamos á Valencia. Alli en medio de la aflicción que produjo
^pedición el desastre de Castella, repusiéronse los ánimos con


¡angio-siiiciana. | a p r 0 n t a llegada de la expedición anglo-siciliana ya
enunciada. Habia salido de Palermo en junio : constaba de 6,000
hombres sin caballería á las órdenes del teniente general Tomas
Maitland , y la convoyaban buques de la escuadra inglesa del Medi-
terráneo, bajo el mando del contra-almirante Hallowell. Arribó á
Mahon á mediados del propio mes. Debía reunírscle, como lo veri-




LIBRO VIGÉSIMO. 143
ficó, la división que formaba en Mallorca el general S e h í o n t a
Whittingham, de composición muy varia y no la mas d i v i s i ó n d e w n u -
escogida, cuya fuerza no pasaba de 4,500 hombres. U n g h d m -
Tomadas diferentes disposiciones, y juntas todas las tropas, salió
de nuevo la expedición á la mar en los últimos dias de julio, y an-
cló el I o de agosto en las costas de Cataluña hacia la boca del Tor-
dera.


Dio señales Maitland de querer desembarcar, pero dejó de rea-
lizarlo, conferenciado que hubo con Eróles, quien se acercó alli
autorizado por el general en gefe Don Luis Lacy. Temían los gefes
del principado no llamase sobradamente la atención del enemigo la
presencia de aquellas fuerzas, en especial siendo inglesas, y prefe-
rían continuar guerreando solos como hasta entonces, á recibir
auxilio extraño; por lo cual aconsejaron á Maitland dirigiese el
rumbo á Alicante, cuya plaza pudiera ser amenazada después de
lo acaecido en Castalia. Pareciéronle fundadas al general inglés las
razones de los nuestros, y levando el ancla surgió el 9
. X . , . ' . " , D e s e m b a r c a la


de agosto con su escuadra en Alteante, saltando sus exped ic ión e »
tropas en tierra al día siguiente. A l i c a n t e .


A poco, saliendo los aliados de aquel punto, avanzaron, y Su-
chet juzgó prudente reconcentrar sus fuerzas al rededor de San
Felipe dejativa, en cuya ciudad estableció sus cuar- A l g n c 5 s „ , a _
teles, engrosado con gente suya de Cataluña, y con n i o n r a s y- suc« -
dos regimientos que de Teruel le trajo el general
París. Levantó en San Felipe obras de campaña , y construyó so-
bre el Júcar cerca de Alberique un puente de barcas. Era su pro-
pósito no retirarse sin combatir, á no ser que le atacasen superiores
fuerzas.


Pudieron luego desvanecerse cualesquiera recelos que le inquie-
taran, porque el 19 volvieron á replegarse los aliados sobre Ali-
cante, noticiosos de que se acercaba al reino de Valencia José con
su ejército del centro. Súpolo Suchet el 23 , y mas alentado mandó
al general Ha rispe que se adelantase camino de Madrid para faci-
litar los movimientos del intruso. El 25 estaban ya reunidos todos,
verificando en breve lo mismo, aunque muy mal parado, el general
Maupoint, quien saliendo de Madrid con un regimiento de línea y
algunos húsares, y habiendo libertado en su paso á Valencia Ja
guarnición de Cuenca estrechada de los nuestros, vióse acometido
cerca del rio Utiel por Don Pedro Villacampa, y deshecho con
pérdida de 2 cañones, de los bagajes y de mas de 300 hombres.


Las fuerzas que traía José se componían de las di- E m r a JOSÓ e n
visiones de los generales d'Armagnac y Treilhard, de v a l e n c i a ,
muchos destacamentos y depósitos de los ejércitos suyos de Portu-
gal , del centro y del mediodía 4 de la división de Palombini, y de
algunos cuerpos españoles á su servicio, inclusa su guardia real ,
ascendiendo la totalidad á unos 12,000 combatientes. Los militares




144 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


inválidos, los empleados y los que seguían á aquel ejército por sus
compromisos aumentaban mucho la cuenta, subiendo el consumo
á 40,000 raciones de víveres, y á 10,000 de paja y cebada. José
entró en Valencia el 26 de agosto, esmerándose el mariscal Suchet
en el recibo que le preparó.


Acrecidos en tan gran manera por esta parte los
r e ino de V a l e n - medios del enemigo, dificultoso era tomasen los alia-


dos la ofensiva, y asi muchas de sus fuerzas mantu-
viéronse en Alicante; otras emprendieron acometimientos y corre-
rías hacia la Mancha, en donde -se juntaron con el general Hill :
obligaban las circunstancias á obrar cada dia mas precavidamente.
El mariscal Sonlt habia ido adelantándose hacia el reino de Valen-
cia por el camino de Ciézar, después de haber pasado el Segura
en Calasparra. Su ejército habia padecido bastante; pues aunque
no le molestaron los españoles, desamparando los moradores sus
hogares, le escasearon mucho los mantenimientos y demás auxilios.


Púsose este en comunicación el 2 de octubre con los ejércitos
de Suchet y el centro, ocupando las estancias de Yecla, Albacete,
Almansa y Jorquera. Pidió el mariscal Soult al rey José unos dias
de reposo, indispensable para sus tropas harto cansadas, y con-
veniente para meditar con detención el plan que debía adoptarse
en dias apurados como los que corrían.


Entre tanto aquel mariscal no dejó ociosa una parte de su ejér-
cito, pues d io orden á Drouet, conde d 'Erlon, gefe del quinto
A c o m e t e D r o u e t c« e rPO Y a h o r a también de la vanguardia, de que se


•di cast i l lo do apoderase del castillo de Chinchilla, antiguo y de poco
c h i n c h i l l a . valer, guarnecido por 200 hombres que capitaneaba
el teniente coronel de ingenieros Don Juan Antonio Cearra. En 3


L e toma
o c t u f r r e embistieron los franceses el recinto, y


abrieron brecha al cabo de pocos dias. Mantúvose el
gobernador sordo á las propuestas que se le hicieron de rendirse ,
insistiendo en su negativa, hasta que el dia 8 tuvo la mala suerte de
que cayese un rayo y le hiriese, matando ó lastimando á unos 50 de
sus soldados. Forzoso se hizo entonces el capitular; pero se ve-
rificó con honor, y dejando sin mancilla el lustre de nuestras armas.


En los primeros dias de setiembre había tomado el
üUEnHojoS«eodo^


m a n d o del segundo y tercer ejército, como sucesor de
nel l en el m a n d o Don José Odonell, el general Don Francisco Javier
tercerijércíio7 Elío, de vuelta á España del mando que vimos se Je


habia dado en el Rio de la Plata. Aunque su llegada
no influyese notablemente en mejorar las operaciones de aquel
distrito, no dejaron por eso de realizarse con ventaja algunas ex-


cursiones, sobretodo las ya indicadas de la Mancha que
E x c u r s i o n e s ' . , , i . -J\


*uy*s en la M a n . capitaneo el mismo Elio, en donde se recobro el 22 de
c h í ' setiembre el castillo de Consuegra, que tenia 290
hombres de guarnición, después de siete dias de resistencia esfor-




LIBRO VIGÉSIMO. 14o


zada. Suceso este con otros parecidos que molestaban al francés,
no parando sin embargo en ellos su principal consideración, fija en
los acontecimientos mas generales de los ejércitos aliados de Cas-
tilla ; por los que vislumbrando el mariscal Suchet ios peligros á
que se hallaría expuesto mas adelante, redobló su cuidado ya tan
vivo, fortificando varios pasos y avituallando y mejorando las pla-
zas fuertes. Ni desatendióla ciudad misma de Valencia, en donde
entre otros preparativos y defensas dispuso aislar el M e d ¡ f l ! l s „„ p r e .
edificio de la aduana vasto y sólido, derribando una canción de su-
iglesia que le dominaba, y colocando ademas unos c e
morteros que infundiesen respeto en la población, caso de que
intentara desmandarse. Llevaba Suchet la mira, al tomar estas
providencias, no solo de repeler cualquier ataque del ejército
aliado y de enfrenar á los habitadores, sino también la de con-
servar ciertos puntos que le ofreciesen mayor comodidad de recon-
quistar la provincia, si las vicisitudes de la guerra le obligasen á
evacuarla momentáneamente.


No fueron por este tiempo de mayor entidad com- S l l c e s n s d e
paradas con las de ambas Castillas y Andalucía, las A r a s o n -
ocurrencias de las otras provincias del mando del mariscal Suchet,
como lo eran Aragón y Cataluña. Incesantes peleas, reencuentros,
sorpresas difíciles de relatar, si bien inquietadoras para el ene-
migo, fueron el entretenimiento afanoso y bélico de aquellas co-
marcas. Y la regencia, deseosa de darle impulso, multiplicando
focos de resistencia, nombró comandante general de Aragón á Don
Pedro Sarsfield, á cuyo reino pasó este desde Cataluña acompa-
ñado de algunos cuadros del ejército bien aguerridos y disciplina-
dos. En su primera incursión avanzó Sarsfield á Barbastro, entró
en la ciudad el 28 de setiembre, y se hizo dueño de los muchos
repuestos que habia acopiado alli el enemigo. En los otros meses
hasta fin del año este gefe, Mina y otros partidarios desasosegaron
mucho al enemigo por la izquierda del Ebro , y por la derecha
Gayan, Villacampa, y en ocasiones Duran, el Empecinado y di-
versos caudillos no cesaron de maniobrar poniendo en aprieto en
diciembre á los que guarnecían el castillo de Daroca, y en mucho
riesgo de perderse al general Severoli al frente de una columna
bastante considerable. Zaragoza misma, en donde continuaba man-
dando el general Paris, estuvo á punto mas de una vez de caer en
manos de los españoles.


En Cataluña procuraba Don Luis Lacy que no sucesos en
se abatiese el valor de los habitantes, dando pábulo Cataluña,
a! ardimiento común en cuanto lo consentían sus recursos,
cada día mas limitados con la pérdida de las plazas fuertes y
principales puertos, y no teniendo apenas otro abrigo ni apoyo
mas que el de la lealtad y constancia catalanas.


Eróles, Manso, Milans y otros gefes sostenían la lucha con el
ni . * 10




146 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


mismo brio que antes; favoreciendo las empresas siempre que
eran del lado de la costa el comodoro inglés Codringlon, que sur-
caba por aquellos mares, é incendió y cogió varios buques surtos
en el puerto de Tarragona. Frecuentemente encruelecíase la guerra
por ambas partes , sin haber causa fundada que disculpase encar-
nizamiento tan porfiado. Era sin embargo por lo común primer
móvil de los rigores mas inhumanos el gobernador francés de Lé-
rida Henriod, en otra ocasión citado, á cuyas demasías respondía
y á veces con sobras Don Luis Lacy. Cierto que inquietaban con
razón á los franceses continuadas tramas; mas un leve indicio,
una delación infame ó una mera cavilación bastaban á menudo
para sumir en calabozos y aun para llevar al cadalso á respetables
ciudadanos. Nos inclinamos á contar en las de este número una
conspiración preconizada por el general Decaen, que dio lugar á
la prisión del comerciante de Barcelona Don José Baiges y de
otros 22 individuos. Impulábaseles el crimen de querer envenenar
la guarnición entera de aquella plaza : atrocidad q u e á ser cierta
hubiera merecido un ejemplar castigo; pero á la cual no dio cré-
dito Don Luís Lacy, y la conceptuó invención de la malevolencia,
ó traza buscada de intento para deshacerse de los que por su patrio-
tismo y arrojo causaban sombra á los invasores y sus secuaces :
razón que le impelió á publicar con toda solemnidad un decreto
mandando tratar con la misma severidad con que fuesen tratados
los últimamente perseguidos en Barcelona á otro igual número de
prisioneros franceses. La amenaza impidió se verificasen poste-
riores procedimientos por ambas partes; y duélenos ver emplea-
dos á guerreros ilustres en retos tan carniceros é impropios de la
noble profesión de las armas.


Páginas mas gloriosas, si bien deslustradas alguna
L o r d W e ' í ¡ n g i o n vez, va ahora á desdoblar la historia, refiriendo las
v " e ¡ a C a s l i " a c a m P a ñ a s sucesivas de Lord Wellington, importantes


y de pujanza para acabar de afianzar la libertad espa-
ñola. Recordará el lector que anunciamos en otro lugar haber sa-
lido aquel caudillo de Madrid el I o de setiembre con dirección á
Arévalo, en donde habia mandado reunir sus principales fuerzas.
Le acompañaron en sus marchas las divisiones de su ejército pr i-
mera, quinta, sexta y séptima, quedando en Madrid y sus cer-
canías la tercera con la ligera y cuarta.


A v a n z a * Al aproximarse los anglo-portugueses evacuaron
Burgos . i o s enemigos á Valladolid, cuya ciudad habían ocu-


pado de nuevo, entrando Clausel en Burgos ya de retirada el
17 del propio setiembre. No continuó este mandando su gente
largo tiempo, pues reuniéndosele luego que salió de Burgos el
general Souham con 9,000 infantes del ejército del Norte, se en-
cargó al último la dirección en gefe de toda esta fuerza.


Habían proseguido su movimiento las tropas aliadas, y el 10 juntó-




LIBRO VIGÉSIMO. 147


seles el sexto ejército español entre los pueblos de Vi- S e l e r e i m e e l
llanueva délas Carretas, Pampliega y Villazopeque. ««toeiércitoes-
Capitaneábalo Don Francisco Javier Castaños, y p a n o 1 '
habíase ocupado mucho en su organización y mejora el general
gefe de estado mayor Don Pedro Agustín Girón. Constaba su
fuerza de unos 16,000 hombres, seguu arriba indicamos.


Pisaron los aliados las calles de Burgos el 18 de E m r a n i o s a i ¡ a -
setiembre, acogiéndolos el vecindario con las usuales <**« Burgos,
aclamaciones, turbadas un instante por desmanes de algunos guer-
rilleros que no tardó en reprimir Don Miguel de Álava.


El 19 procedieron los aliados á embestir el castillo Anean ei cas-
de Burgos, circuido de obras y nuevas fortificaciones. t ü l 0 -
Para ello colocaron una división á la izquierda del Arlanzon, é
hicieron que otras dos con dos brigadas portuguesas vadeasen este
rio y se aproximasen á los fuertes, arrojando á los enemigos de
unas flechas avanzadas. Situóse en el camino real lo demás del
ejército para cubrir el ataque.


En la antigüedad era este'castillo robusto, magestuoso, casi
inaccesible; y fortalecióle en gran manera Don Enrique I I , el de
las mercedes : arruinándose los muros notablemente en la resis-
tencia empeñada que dentro de é l , y contra los Reyes católicos,
hizo la bandería que llevaba el nombre del rey de Portugal. Man-
dóle no obstante reedificar la reina Doña Isabel, y todavía se
mantenía en pie cuando por los años de 1756 un cohete tirado de
la ciudad en una fiesta le prendió fuego, sin que nadie se moviese
á apagar las llamas, cuya voracidad duró algunos dias. Domina el
castillo los puntos y cerros que se elevan en su derredor, excepto
el de San Miguel, del que le divide una profunda quebrada, y en
cuya cima habían construido los franceses un hornabeque muy
espacioso. Los antiguos muros del castillo eran bastante sólidos
para sostener cañones de grueso calibre, y en una de las principales
torres levantaron los franceses una balería acasamatada. Dos líneas
de reductos rodeaban la colina, dentro de las cuales quedaba en-
cerrada la iglesia de la Blanca , edificio mas bien embarazoso que
propio para la defensa. Componíase la guarnición de 2 á 3,000
hombres, y la mandaba el general Du Bretón.


Fiados los ingleses en su valor y en los defectos que notaron en
la construcción de las obras, resolvieron tomarlas por asalto unas
tras otras, empezando por el hornabeque de San Miguel, ense-
ñoreador de todas ellas. Consiguieron apoderarse de este recinto
en la noche del 19 al 20 de setiembre, si bien á costa desangre, y
con la desventura de no haber podido impedir la escapada furtiva
de la guarnición francesa, que se acogió al castillo, cuyas murallas
pensaron los aliados acometer inmediatamente, casi seguros de
coronar luego con sus armas hasta las almenas mas elevadas.


Pero frustrándoseles sus esperanzas, dásenos vagar para que re-




M 8 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


íiramos lo que ocurrió con motivo de una medida lo-
r6r?Mm bg*nera"


, I i a d a por las cortes en este tiempo, que, aunque mo-
nn gete a Lord tejada de algunos, fue en la nación umversalmente
\ e mgion. aplaudida. Queremos hablar del mando en gefe de los
ejércitos españoles conferido á Lord Wellington. Vimos en un libro
anterior la resistencia de las cortes en acceder á los deseos de aquel
general, que por el conducto de su hermano sir Enrique Wellesley
había pedido el mando de las provincias españolas limítrofes de
Portugal. Pareció entonces prematuro el paso por la sazón en que
se dio, y por no concurrir todavía en la persona del LordWellington
condiciones suficientes que coloreasen la oportunidad de la medida.
Mas orlada ahora la frente de aquel caudillo con los laureles de
Salamanca, y con los que le proporcionaron las inmediatas y felices
resultas de tan venturosa jornada, habían cambiado las circuns-
tancias : juzgando muchos que era llegado el tiempo de poner bajo
la mano firme, vigorosa y acreditada de Lord Wellington, duque
de Ciudad Rodrigo, la dirección de todos los ejércitos españoles;
mayormente cuando se hallaba ya á la cabeza de las tropas britá-
nicas y portuguesas, convertidas por sus victorias en principal
centro de las operaciones activas y regulares de la guerra. Tomó
cuerpo el pensamiento que rodaba por la mente de hombres de
peso, entre varios diputados, aun de aquellos que antes habían
esquivado la medida, y que siempre se mostraban hoscos á inter-
venciones extrañas en los asuntos internos. El diputado por Asturias
Don Andrés Ángel de la Vega, afecto á estrechar la alianza inglesa,
apareció como primer apoyador de la idea, ya por las felices con-
secuencias que esperaba resultarían para la guerra, ya por estar
persuadido de que cualquiera mudanza política en España, intrin-
cada selva de intereses opuestos, necesitaba para ser sólida de un
arrimo extraño, no teniéndole dentro; y que este debia buscarse
en Inglaterra, cuya amistad no comprometía la independencia na-
cional , como sucedía entonces con Francia, sujeta á un soberano
que no soñaba sino en continuas invasiones y atrevidas conquistas.


Al Don Andrés Ángel agregáronsele Don Francisco Ciscar, Don
Agustín de Arguelles, Don José María Calatrava, el conde de To-
reno, Don Fernando Navarro, Don José Mejía, Don Francisco
Golfín, Don Juan María Herrera y Don Francisco Martínez de
Tejada. Juntos todos estos examinaron la cuestión con reserva y
detenidamente; decidiendo al cabo formalizar la propuesta ante las
cortes, en la inteligencia que se verificase en sesión secreta, para
evitar, si aquella fuese desechada, el desaire notorio que de ello se
seguiríaáLord Wellington, y también la publicidad de cualquiera
expresión disonante que pudiera soltarse en el debate y ofender al
general aliado, con quien entonces mas que nunca tenia cuenta
mantener buena y sincera correspondencia. No ignoró el ministro
inglés nada de lo que se trataba : dio su asenso y aun suministró




LIBRO VIGÉSIMO. 149


apuntes acerca de los términos en que convendría extender la
gracia; mas sin provocar su concesión ni acelerarla por vivo que
fuese su deseo de verla realizada.


Encargóse Don Francisco Ciscar, diputado por Valencia, de
presentar la proposición por escrito, firmada por los vocales ya
expresados. Ño encontró la medida en las cortes resistencia nota-
ble, preparado ya el terreno. Hubo con todo quien la rechazase,
en particular varios diputados de Cataluña, y entre ellos Don Jaime
Creux, mas adelante arzobispo de Tarragona, é individuo en 1822
de la que se apellidó regencia de Urgel. Nació principalmente esta
oposición del temor de que se diesen ensanches en lo venidero al
comercio británico en perjuicio de las fábricas y artefactos de aquel
principado, en cuya conservación se muestran siempre tan celosos
sus naturales. Mañosamente usó de la palabra el señor Creux ,
mirando la cuestión por diversos lados. Dudaba tuviesen las cortes
facultades 'para dispensar á un exlrangero favor tan distinguido;
añadiendo que la propuesta debia proceder de la regencia, única
autoridad que fuese juez competente de la precisión de acudir á
semejante y extremo remedio, y no dejando tampoco de alegar en
apoyo de su dictamen lo imposible que se hacia sujetar á respon-
sabilidad á un general subdito de otro gobierno, y obligado por
tanto á obedecer sus superiores órdenes. Razones poderosas contra
las que no habia mas salida que la de la necesidad de aunar el
mando, y vigorizarle para poner pronto y favorable término á
guerra tan funesta y prolongada.


Convencidas de ello las cortes, aprobaron por una gran mayo-
ría la proposición de Don Francisco Ciscar y sus compañeros, re-
solviendo asimismo que la regencia manifestase el modo mas con-
veniente de extender la concesión , con todo lo demás que creyese
oportuno especificaren el caso. Evacuado este informe, dieron las
cortes el decreto siguiente. « Siendo indispensable para la mas
« pronta y segura destrucción del enemigo, que haya unidad en
« los planes y operaciones de los ejércitos aliados en la Península,
< y no pudiendo conseguirse tan importante objeto, sin que un
< solo general mande en gefe todas las tropas españolas de la
« misma, las cortes generales y extraordinarias, atendiendo á la
« urgente necesidad de aprovechar ¡os gloriosos triunfos de lasar-
« mas aliadas, y las favorables circunstancias que van acelerando
« el deseado momento de poner fin á los males que han afligido á
« la nación; y apreciando en gran manera los distinguidos talentos
< y relevantes servicios del duque de Ciudad Rodrigo, capitán ge-
« neral de los ejércitos nacionales, han venido en decretar y decre-
» tan : Que durante la cooperación de las fuerzas aliadas en de-
« fensa de la misma Península, se le confiera el mando en gefe de
« todas ellas, ejerciéndole conforme á las ordenanzas generales,
1 sin mas diferencia que hacerse, como respecto al mencionado




150 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


( duque se hace pop el presente decreto, extensivo á todas las pro-
< vinclas de la Península cuanto previene el artículo 6°, título I o ,
* tratado 7 o de ellas : debiendo aquel ilustre caudillo entenderse
« con el gobierno español por la secretaría del despacho universal
« de la guerra. Tendrálo entendido la regencia del reino, etc.
i Dado en Cádiz á 22 de setiembre de 1812. .


rnddentes auc ^ o a s u m 0 reconocimiento y agrado recibió la notí-
ocurrea en este cía Lord Wellington, contestando en este sentido desde
negocio. Villatoro con fecha de 2 de octubre; mas expuso al
mismo tiempo que antes de admitir el mando con que se le hon-
raba, érale necesario obtener el beneplácito del príncipe regente
de Inglaterra, lo que dio lugar á cierto retraso en la publicación
del decreto.


Motivó semejante tardanza diversas hablillas, y aun siniestras in-
terpretaciones y deslenguamientos, acabando por insertar á la letra
el decreto de las cortes un periódico de Cádiz intitulado la Abeja.
Dióse por oténdida de esta publicación la regencia, temiendo se la
tachase de haber faltado á la reserva convenida; y por lo mismo
trató de justificarse en la Gaceta de oficio : otro tanto hizo la secre-
taría de corles, como si pudiera nadie responder de que se guar-
dase secreto en una determinación sabida de tantos, y que había
pasado por tantos conductos. Se enredó sin embargo el negocio á
punto de enlabiarse contra el periódico una demanda judicial.
Cortó la causa el diputado Don José Mejía, quien á sí propio se
denunció ante las cortes como culpable del hecho, si culpa habia
en dar á luz un documento conocido de muchos, y con cuya publi-
cación se conseguía aquietar los ánimos sobrado alterados con las
voces esparcidas por la malevolencia, y aumentadas por el misterio
mismo que se había empleado en este asunto. Hubo quien quiso se
hiciesen cargos al diputado Mejía, graduando su proceder de abuso
de confianza. Las cortes fallaron lo contrarío, bien que después de
haber oido á una comisión, y suscitádose debates y contiendas. Li-
vianos incidentes en que se descarrian con frecuencia los cuerpos
representativos, malgastando el tiempo tanto mas lastimosamente,
cuanto en discusiones tales toman parte los diputados de menor va-
lia , aficionados á minucias y personales ataques.


Envió entre tanto Lord Wellington su aceptación definitiva en
virtud del consentimiento alcanzado del príncipe regente, y las
cortes dispusieron que se leyese en público el expediente entero,
como se verificó en la sesión del 20 de noviembre, cesando con esto
las dudas y el desasosiego, y quedando asi satisfecha la curiosidad
de la muchedumbre.


No faltaron sin embargo personas, aunque contadas, que censu-
raban acerbamente la providencia. Los redactores del Diario mer-
cantil de Cádiz, socolor de patriotas, alzaron vivo clamor, repren-
diendo de ilegal el decreto de las cortes. Eran eco de los parciales




LIBRO VIGÉSIMO. 151


del gobierno intruso, y de la ambición inmoderada de algunos
gefes.


Acaudillaba á estos en su descontento Don Fran- Desobed ienc ia
cisco Ballesteros 1 , quien abiertamente trató de deso- d e Ba l l e s t e ros ,
bedecer al gobierno. Capitán general de Andalucía, encontrábase
á la sazón en Granada al frente del cuarto ejército, y mal avenido
en todos tiempos con el freno de la subordinación, gozando de
cierta fama y popularidad, parecióle aquella acomodada coyun-
tura de ensanchar su poder y dar realce á su nombre, lisonjeando
Jas pasiones del vulgo , opuestas en general al influjo extrangero.
Descubrió á las claras su intento en un oficio dirigido al ministro
de la guerra con fecha 23 de octubre, en cuyo contenido , haciendo
inexacta y ostentosa reseña de sus servicios en favor de la causa de
la independencia antes y después del 2 de mayo de 1808, que se
hallaba en Madrid, y no hablando con mucha mesura de la fe in-
glesa, requería que antes de conferir el mando á Lord Wellington,
se consultase en la materia á los ejércitos nacionales y á los ciuda-
danos , y que si unos y otros consintiesen en aquel nombramiento,
él aun asi.y de todos modos se retiraría á su casa, manifestando
en eso que solo el honor y bien de su pais le guiaban, y no otro
interés ni mira particular. Dañoso tan mal ejemplo, si hubiera
cundido , no tuvo afortunadamente seguidores, á lo que contribuyó
una pronta y vigorosa determinación de la regencia del reino,
la cual resolviendo separar del mando á Ballesteros, Se le s e p a r a del
envió á Granada para desempeñar este encargo al m a n d o ,
oficial de artillería Don Ildefonso Diaz de Ribera, hoy conde de
Almodóvar, el cual ya conocido en el sitio de Olivenza, habia pa-
sado últimamente á Madrid á presentar de parte del gobierno á
Lord Wellington las insignias de la orden del Toisón de oro. Iba
autorizado Ribera competentemente con órdenes firmadas en blanco
para los gefes, y de las que debía hacer el uso que juzgase pru-
dente. Era segundo de Ballesteros Don Joaquín Virués, y á falta
del general en gefe recaia en su persona el mando según ordenanza;
mas no conceptuándose sugeto apto para el caso, echóse mano del
príncipe de Anglona , de condición firme y en sus procederes ati-
nado, quien todavía se mantenía en Granada, si bien pronto á
separarse de aquel ejército, disgustado con Ballesteros por sus
demasías. Avistáronse el príncipe y Ribera, y puestos de acuerdo ,
llevaron á cumplido efecto las disposiciones del gobierno supremo.
Pata ello apoyáronse particularmente en el cuerpo de guardias es-
pañolas, sucediendo que las otras tropas, aunque muy entusiasma-
das por Ballesteros, luego que vislumbraron desobedecía este á la


' Hemos escrito siempre el apellido de Ballesteros con B, con arreglo á la
verdadera ortografía de su procedencia seguida por todos los periódicos de
aquel tiempo. Sin embargo, este general se firmaba ballesteros con y.




152 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


regencia y las cortes, abandonáronle y le dejaron solo. Intentó
Ballesteros atraerlas, pero desvaneciéndosele en breve aquella es-
peranza, sometióse á su adversa suerte, y pasó á Ceuta, á donde
se le deslinó dé cuartel. En el camino no se portó cuerdamente,
dando ocasión con sus importunas reclamaciones, tardanzas y des-
manes á que no se desistiese de proseguir contra él una causa ya
empezada, la cual á dicha suya no tuvo éxito infausto, tapando
las faltas hasta el mismo príncipe de Anglona, quien en su decla-
ración favoreció á Ballesteros generosamente. La regencia sin em-
bargo graduó el asunto de grave, y publicó con este motivo en di-
ciembre un manifiesto especificando las razones que había tenido
presentes para separar del mando del cuarto ejército á aquel gene-
ral de suyo insubordinado y descontentadizo siempre. Cierto que
Ja popularidad de que gozaba Ballesteros, y el atribuir muchos su
desgracia al ardiente deseo que le asistía de querer conservar in-
tactos el honor y la independencia nacional, eran causas que re-
clamaban la atención del gobierno para no consentir se extraviase
sin defensa la opinión pública. Adornaban á Ballesteros, valeroso
y sobrio, prendas militares recomendables en verdad, mas oscu-
recidas algún tanto con sus jactancias y con el prurito de alegar
ponderados triunfos que cautivaban á la muchedumbre incauta.
Creíala dicho general tan en favor suyo, que se imaginó no pendía
mas de tener universal séquito cualquiera opinión suya, que de
cuanto él tardase en manifestarla. Pone también maravilla que hu-
biera quien sustentase que en conferir el mando á Wellington se
comprometía el honor y la independencia española. Peligra esta y
se pierde aquel, cuando un paisse expone irreflexivamente á una
desmembración, ó concluye estipulaciones que menoscaban su
bienestar ó destruyen su prosperidad futura. En la actualidad ni
asomo habia de tales riesgos, y cuando estos no amagan, todos los
pueblos en parecidos casos han solido depositar su confianza en
caudillos aliados. La Grecia antigua vio á Temístoeles sometido al
general de Esparta tan inferior á él en capacidad y militares acier-
tos. Capitaneó Vendóme las armas aliadas hispano-francesas en la
guerra de sucesión, y en nuestros dias el mismo Wellington ha
tenido bajo sus órdenes los ejércitos de las principales potencias
de Europa, sin que por eso resultase para ellas desdoro ni man-
cilla alguna.


continua ei si- ^ ' a insubordinación y desobediencia de Balleste-
twdei casiuiode ros acompañó también el malograrse Ja toma del cas-
uurgo,. tillo de Burgos. Dejamos alli á los ingleses dueños
del hornabeque de San Miguel, preliminar necesario para conti-
nuar las demás acometidas. Establecieron en seguida una batería
por el lado izquierdo del hornabeque, decidiendo Lord Wellington,
aun antes de concluirla, escalar el recinto exterior en la noche
del 22 al 25 de setiembre. Frustróse la tentativa, y entonces hi-




LIBRO VIGÉSIMO. 153


cieron resolución los anglo-portugueses de continuar sus trabajos,
queriendo derribar por medio de la mina los muros enemigos.
Abrieron al efecto una comunicación que arrancaba del arrabal de
San Pedro, y convirtieron en una paralela un camino hondo colo-
cado á 50 varas de la línea exterior. En la noche del 29 jugó con
poco fruto la primera mina, siendo rechazados los aliados en el
asalto que intentaron. No por eso desistieron todavía de su em-
presa, y con diligencia practicaron una segunda galería de mina,
también enfrente del arrabal de San Pedro. Lista ya esta el 4 de
octubre, se puso fuego al hornillo : habíase apenas verificado la
explosión cuando ya coronaban las brechas las columnas aliadas.
Fue en el trance gravemente herido el teniente coronel de inge-
nieros Jones, diligente autor de los sitios de estas campañas.


Alojados los ingleses en el primer recinto, comenzaron á caño-
near el segundo, y á practicar al propio tiempo un ramal de mina
que partía desde las casas cercanas á San Román, antes iglesia,
ahora almacén de los franceses. La estación mostrábase lluviosa é
inverniza, y las balas de á 24 no dejaban ya de escasear para los
sitiadores. Sin embargo juzgando estos accesible la Descércamelos
brecha del segundo recinto, le asaltaron el 18 de octu- aliados,
bre , mas con éxito desgraciado y á punto que los desalentó en
gran manera. Por eso, y porque los movimientos del enemigo po-
nían en cuidado á Lord Wellington, determinó este descercar el
castillo, como lo verificó el 22 del propio mes á las cinco de la ma-
ñana, sin conseguir tampoco, según intentó, la destrucción del
hornabeque de San Miguel.


Bien preparados los ingleses hubieran debido tomar los fuertes
de Burgos en el espació de solo ocho días. Dis-culparon su descalabro
con la falta de medios, y con no haber calculado bastantemente la
resistencia con que encontraron. Mas entonces ¿para qué empren-
der un sitio tan inconsideradamente?


Eran dé gravedad los movimientos que forzaron á Mov imien tos de
Lord Wellington á alejarse de Burgos. Verificábanlos l o s f r a n c e s e s -
los ejércitos franceses del mediodía y centro y los llamados de Por-
tugal y el norte. Los primeros pusiéronse en marcha luego que en
Fuente la Higuera celebró el rey José una conferencia con los ma-
riscales Jourdan, Soultry Suclict. Hizo este grandes esfuerzos para
que no se evacuase á Valencia, y lo consiguió; revolviendo solo
sobre Madrid por Cuenca y por Albacete las tropas de los otros
mariscales.


Creían los franceses trabar refriega en el tránsito D e J o s e S o n r e
con sirRowland Ilill, quien después de su venida de Madr id .
Extremadura manteníase á orillas del Tajo en Aranjuez y Toledo,
engrosado con la fuerza anglo-portuguesa que compuso parte de
la guarnición de Cádiz durante el sitio, y con ¡as tropas que trajo
de Alicante JDon Francisco Javier Elío, y ascendían á 6,000 infan-




№ REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
tes, 1,200 caballos y 8 piezas de artillería que se situaron á la
izquierda del ejército británico en Fuentidueñas. Mas advertido el
general inglés de los intentos del ejército enemigo, avisóselb á
Wellington, y poniéndose en camino de Madrid abandonó sus es­
tancias y voló uno de los ojos del puente llamado Largo sobre
el Jarama, en cuyas riberas dejó con algunas tropas al coronel
Skerret.


R e t ¡ r a n s e los Tuvo este alli un choque con el ejército de José que
a l i ados de Ma­ seguía la huella de sus contrarios, quienes de resultas


desampararon del todo las orillas del Jarama. El ge­
neral Hill pasó por Madrid el 31 de octubre; desocupó los almace­
nes de los franceses; hizo volar la casa de la China ; destruyó las
obras del Retiro, y recogiendo las divisiones que Lord Wellington
habia dejado apostadas dentro y en los alrededores de la capital,
continuó su viage y traspuso las sierras de Guadarrama dirigiéndose
sobre Alba de Tórmes, con objeto de unirse á Jas demás fuerzas
de su nación que guerreaban en Castilla la Vieja. Acompañáronle
las divisiones principales del quinto ejército español que trajera de
Extremadura; mas no las del segundo y tercero que con Elío ha­
bían avanzado á la Mancha, y se le habían juntado lasque tornaron
á su respectivo distrito de Valencia y Murcia, cruzando el Tajo por
el puente de Auñon, y dando lugar á que José avanzase á Madrid,
para continuar ellas su marcha por los lindes de la provincia de
Cuenca.
E s t a d o t r i s i e do Presentaba Madrid en aquellos dias penoso y me­


ia c a p i u i . lancólico aspecto. Las autoridades se habían alejado
apresuradamente de la villa, y aun el ayuntamiento ya establecido
constitucionalmente habíase quedado reducido á cuatro regidores
por la huida de los otros. Hubieran sobrevenido gravísimos males sin
Don P e d r o samz la presencia de ánimo de Don Pedro Sainz de Baranda,


de B a r a n d a . y e \ sacrificio que hizo este de su persona. Respetable
vecino de Madrid y también regidor, se puso al frente de todo,
erigido en primera y única cabeza de la capital. Las disposiciones
de Baranda fueron vigorosas y cuerdas, impidiendo con ellas se
realizasen los desórdenes que amagaban, y eran de temer en una
gran población, sola y entregada á sí misma en circunstancias cri­
ticas y dolorosas.


E n t r a José en Entró José en Madrid á Jas dos de la tarde del 2 de
Madrid . noviembre. No fué su mansión larga ni duradera,


pues de nuevo evacuó la capital el 7 del propio mes, no viéndose
entonces los vecinos expuestos á la precaria suerte de


Sa le o t r a vez. . . , 1 . ,
pocos días antes, por conocer ya el remedio a su des­


amparo. Baranda, que se habia recogido á su casa durante la breve
permanencia de José en Madrid, fué repuesto en el ejercicio de sus
facultades, y continuó portándose atinadamente, hallando recursos
que satisficiesen los excesivos pedidos de varios guerrilleros que se




LIBRO VIGÉSIMO. 155


ton á retirarse. teza que el enemigo no advirtió hasta tarde el movi-
miento de los aliados, quienes pudieron continuar retirándose sin
molestia, y pasar tranquilamente el Pisuerga por Torquemada y
Cordobilla. Varios batallones ligeros de caballería al mando de sir
Sfapleton Colton, Don Julián Sánchez y alguna que otra partida
española componían la retaguardia. El enemigo adelantándose
trabó refriegas parciales con los aliados, cuyas tropas, colocadas á
la margen del Cairion, sentaron el 24 su ala derecha en Dueñas y
su izquierda en Villamuriel. Por aqui se exlendia el Maniobras de ios
sexto ejército español á las órdenes del general Casta- ejércitos. x
ños, cuyo gefe de estado mayor era Don Pedro Agustín Girón.
Habíansele agregado guerrillas y gente del séptimo ejército, como
lo era la división de Don Juan Díaz Porlier. Atacó el enemigo la
izquierda de los aliados sin fruto; hizo Wellington en seguida mar-
char alguna fuerza sobre Palencia con deseo de cortar los puentes
delCarrion, pero malógrasele habiendo agolpado alli los franceses
suficiente tropa que se lo estorbase.


Pasó el enemigo aquel rio por Palencia, y hubo entonces Wel-
lington de cambiar su frente, consiguiendo volar dos puentes que
hay también sobre el Carrion en Villamuriel y cerca de Dueñas.
No acertaron los aliados á destruir otro sobre el Pisuerga en Ta-
riego, por donde cruzaron aquel rio los enemigos como también el
Carrion, siguiendo un vado peones suyos y ginetes. Ordenó Wel-
lington que se contuviese á los contrarios en su ataque, y se trabó
una pelea en la que tuvieron parte los españoles. De estos el re-
gimiento de Asturias ció un momento, y notándolo Don Miguel de
Álava, que asistía al lado de Lord Wellington, se adelantó para


agolparon á la capital, y los del general Bassecourt, que el dia 11
pisó también sus calles.


Enderezó su marcha José tras de los ingleses hacia va José a cas -
Castilla la Vieja con intento de obrar mancomunada- t I l l a , a V i e i a -
mente con sus ejércitos de Portugal y el norte. Lord Wellington,
antes de levantar el sitio del castillo de Burgos, prevínose para no
ser sorprendido por las masas enemigas que de encontrados puntos
venían sobre sus huestes; y ya desde el 18 de octubre Movimiento de
se situó en ademan de defenderse y de estar dispuesto weiimgton.
para la retirada, colocando la derecha de su ejército anglo-hispano-
portugués en Ibear sobre el Arlanzon, el centro en Mijaradasy la
izquierda en Solopalacios.


A la propia sazón habian reunido los franceses sus
fuerzas disponibles de los ejércitos de Portugal y el t „ " ° f v i e i a C í o s
norte en Monasterio, empezando á avanzar el 20 á ejércitos trance-
Quintanapalla, de donde tuvieron otra vez que reple- e t S n o r f e ° r t u 8 a ' y
garse flanqueándolos por su derecha sir Eduardo Pa-
get. Wellington sin embargo no difirió levantar el sitio del castillo
de Burgos según hemos visto ; é hízolo con tal pres- E m p i e Z a w e i ] i n g .




156 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


reprimir el desorden, y evitar que hubiese quiebra en la honra de
las filas de sus compatriotas á la vista de tropas extrangeras. Intré-
pido Álava avanzó demasiadamente, y recibió una herida grave en
la ingle. Pero los españoles entonces sin descorazonarse volvieron
en sí y repelieron al enemigo, ayudándolos y completando la co-
menzada obra los de Brunswick, y el general Oswald con la quinta
división de los aliados.


Luego cejó Lord Wellinglon repasando el Pisuerga por Cabezón
de Campos. En la mañana del 27 apareció Souham, general en gefe
del ejército enemigo, á cierta distancia, sin que intentase ningún
ataque de frente, limitándose, según se advirtió después, á enviar
destacamentos via de Cigales por su derecha para posesionarse del
puente de Pisuerga en Valladolid, y colocarse asi á espaldas del
ejército aliado. Prolongaron los franceses su derecha aun mas allá
el dia 2 8 , siendo su intento enseñorearse del puente del Duero en
Simancas; pero defendido este paso como el de Valladolid por el
coronel Halkett y el conde Dalhousie, volaron los aliados el primer
puente, y á prevención también el de Tordesillas. Mas no bastándole
á Lord Wellington estas precauciones, y temeroso de ser envuelto
Repasa w e i u n g - por su izquierda, se echó atrás, y pasó el Duero por


ion ei D u e r o . j o s p u e D i 0 S ( j e p u e n t e Duero y Tudela, cuyos puentes
voló lo mismo que el de Quintanilla y los de Zamora y Toro. Adver-
tido Wellington de que los enemigos cruzando á nado el Duero
habian caido de golpe sobre la guardia inglesa de Tordesillas, y
que reparaban el puente para facilitar la comunicación de ambas
riberas, se encaminó al punto en donde se alojaba el ala izquierda,
apostando el 30 sus tropas en las alturas que se elevan entre Rueda
y Tordesillas. Nada sin embargo intentaron los enemigos por de
pronto, contentándose con posesionarse nuevamente de Valladolid
y Toro, y extenderse por la derecha de sus márgenes. Tampoco
Wellington se movió antes del 6 de noviembre, ora por desistir el
enemigo de su acosamiento, ora por ser necesario dar descanso á


únese lo H u í s u s
t r o P a s y treguas al general Hill para que s e le jun-


tase. Aquel mismo dia llegó dicho general á Arévalo,
y púsose en comunicación .con Wellington, quien le mandó pro-
seguir sin tardanza su movimiento por Fontiberos sobre Alba de
Tórmes. La marcha de Hill pecó de fatigosa por escasez de víveres,
cuya falta se achacó al comisariato inglés, impróvido y mas cui-
dadoso á la sazón del interés propio que del de sus tropas. También
habia decaído algún tanto la virtud militar en las divisiones que
mandaba Hill.
Wel l ing ton en Aparejados ya los puentes de Tordesillas y Toro por


s a l a m a n c a . e ¡ enemigo, no alargó mas tiempo Wellinglon su per-
manencia en las últimas estancias, colocándose el 8 de noviembre
en las que antes había ocupado frente de Salamanca. Pasó el mismo
dia sir- Rowland Hill el Tórmes por Alba, y guarneció el castillo.




LIBRO VIGÉSIMO. 157


Detenidos los franceses en recoger provisiones, y
atentos á unirse con los ejércitos del mediodía y centro,
como lo fueron verificando en estos dias, no moles- P ° s r t u ^ 1 , l 0 1 ' , e y
taron á los aliados en sus marchas. Las fuerzas ene-
migas que se reunieron ahora ascendían á 80,000 infantes y 12,000
caballos, lo mas florido de lo que tenían en España, si no con-
tamos algunas de las tropas de Suchet. Constaba el ejército aliado
de 48,000 infantes y 5,000 caballos, y ademas 18,000 españoles,
fuera de las guerrillas, y déla gente de Extremadura que venia con
Hill.


Comenzaron los enemigos á hacer ademan de atacar el 9 á los
aliados por el lado de Alba, mas no se trabó pelea impor- p . 1 S a n i o s (pau-
tante hasta el 14. En este dia vadearon los franceses el c i 5 s , , s 0 1 T ó r m < ! S -
'formes por tres puntos, dos leguas por cima de Alba. Quiso Lord
Wellington poner estorbos al paso del francés por aquel r io , pero
siendo ya tarde y conociendo estar muy afianzados los enemigos en
sus posiciones, determinó alejarse. Puso en ejecución su pensamiento
después de haber recogido en la misma tarde del 14 las tropas
suyas apostadas en las cercanías de Alba, y de haber destruido los
puentes del Tórmes, ciñéndose á dejar en el castillo de aquella villa,
palacio de sus duques, una guarnición española de 300 hombres á
las órdenes de Don José Miranda Cabezón.


Abandonó Wellington del todo el 15 las estancias S e r e M r a n
de Salamanca, y partió distribuido su ejército en tres ingleses ?ia de
trozos que conservaban paralelas distancias, en cuanto r ° r " i s a ' -
lo consentía el terreno doblado de aquella comarca. Mandaba la
primera columna el general Hill, la segunda ó centro sir Eduardo
Paget; componían la tercera los españoles. Cruzaron todos el Zur-
guen, y acamparon por la noche en los olivares que lame el Val-
muza , tributario del Tórmes. El tiempo lluvioso, las aguas rebal-
sadas en las tierras bajas, los víveres escasos, sí bien se habia
surtido al soldado de pan para seis dias, pero inútilmente por la
relajación de Ja disciplina sino en los casos de pelear. Los caballos
desprovistos de forrage y pienso, teniendo que acudir para alimen-
tarse á pacer la yerba ó á ramonear y descortezar los árboles. Des-
aprovecharon los franceses, asistidos como se hallaban de fuerzas
superiores, esta oportunidad de introducir desorden y aumentar
la turbación en el ejército aliado.


Permanecieron los nuestros al raso el 16 en un bosque á dos
leguas de Tamámes. Al dia siguiente dirigieron su marcha por
unos encinares, y detras el enemigo sin perder la huella de la re-
taguardia. Aqui pastaban unas piaras, y con ellas Desordénenla
rompieron recia escaramuza los soldados asi espa- retirada,
ñoles como ingleses y portugueses, echándose la culpa unos á
otros : hubo ocasión en que el fuego indujo á error, creyendo ser
lid con hombres la que solo lo era contra desdichados animales.




158 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
El desconcierto que nacia de tales incidentes junto con lo panta­


noso é intransitable de los caminos, y lo hinchado de los arroyos
que desunian las divisiones ó columnas, fue causa de que resultase
entre dos de ellas un espacioso claro. Disgustado sir Eduardo
Paget, y deseoso de averiguar en qué consistía, cabalgó de una á
otra, en sazón justamente en que se interponía entre las columnas
separadas un cuerpo de caballería enemiga que , cayendo de re­


cae prisionero
pente sobre el general inglés, le hizo prisionero sin


ei general Faget. resistencia. Afortunadamente ignoraban los franceses
la verdadera situación de los aliados, sino otros perjuicios pudieran
haberse seguido. Desde el Tórmes no hubo mas que cañoneo y
escaramuza por ambas partes, con amago á veces de formalizarse
campal batalla. Lord Wellington, cuya serenidad y presencia por
do quiera alentaba y contribuía á que el soldado no diese suelta á
su indisciplina, estableció en la noche del 18 sus cuarteles en
Ciudad Rodrigo, y cruzando en los días 19 y 20 el Águeda, pisó


Entra Lord e n breve tierra de Portugal. Los españoles se dirigie­
Por'iu°aí° a e ° r o n P o r ^° ' n t e r ' o r ^ e e s t e v ^ n 0 á Galicia; alojándose


otra vez en el Vierzo el sexto ejército para rehacerse
y prepararse á nuevas campañas. Tornó Porlier á Asturias, y las


fuerzas de Extremadura que habían venido con Hill
c i a P y T s t a r i a f e í s e acuartelaron durante el invierno en Cáceres y pue­
soxio ejército es­ blos inmediatos: quedando cerca de Wellington po­
pañol y Porlier. - n i , i


eos cuerpos y guerrillas, de las que algunas regolfa­
ron otra vez á Castilla. .


Entre tanto el gobernador de Alba de Tórmes Don
ro S° edeTca S ht№ J o s é Miranda Cabezón, á quien encargó Wellington
de Ama deTór­ sustentar el punto, condújose dignamente : reani­


mando su espíritu, si menester fuera, la vista de
aquellas paredes en donde se representaban todavía las princi­
pales batallas de que saliera vencedor en otro tiempo el inmortal
duque de Alba Don Fernando Alvarez de Toledo. Solo Miranda, y
ya lejos los ejércitos aliados, empezaron los enemigos á inti­
marle la rendición. Respondió Miranda siempre con brío á los di­
versos requerimientos, no desperdiciandocoyuriturade hacer salidas
y coger prisioneros. Ocuparon luego los franceses los lugares altos
para descubrir á los nuestros que se defendian bravamente detras
de ¡os muros, de las ruinas y parapetos del castillo. Asi continua­
ron hasta el 24 de noviembre, en cuya noche resolvió el goberna­
dor evacuar aquel recinto, dejando solo dentro al teniente de
voluntarios del Ribero, Don Nicolás Solar, con 20 hombres,
33 enfermos y 112 prisioneros hechos en las anteriores salidas.
Ordenó á este su gefé sostener fuego vivo per algún tiempo para
cubrir al sitiador la escapada de la guarnición. Al ser de dia llegó
Miranda con los suyos al Carpió, pero teniendo que andar por
medio de los enemigos y de sus puestos avanzados, vióse obligado




LIBRO VIGÉSIMO. 159


para evitar su encuentro á marchar y conlramarchar durante los
rlias 2 5 , 2 6 y 27, hasta que el 28 , favorecido por un movimiento de
los contrarios, y ejecutando una marcha rápida, se desembarazó de
ellos, y se acogió libre al puerto del Pico. Antes de salir Miranda
del castillo se correspondió con el general francés que le sitiaba,
y en el último oficio díjole*: « Emprendo la salida a ^
« con mi guarnición ; si las fuerzas de V. S. me en-
t contrasen, siendo compatibles, pelearemos en campo raso. Dejo
« á V. S. el castillo con los enseres que encierra, particularmente
« los prisioneros , á quienes he mirado con toda mi consideración,
« y omito suplicar á V. S. tenga la suya con el oficial, enfermos
c y demás individuos que quedan á su cuidado, supuesto que sus
« escritos me han hecho ver la generosidad de su corazón. » Ce-
lebró debidamente Lord Wellington el porte de Miranda, y tribu-
táronle todos justas alabanzas.


Penetrado que hubo en Portugal el general inglés c „ a r t c i e s d 6
tomó cuarteles de invierno, acantonando su gente en Wel l ing ton en
una linea que se exlendia desde Lamego hasta las o r í u g , i I -
sierras de'Baños y Béjar, asi para proporcionarse vituallas con
mayor facilidad, como para atalayar todos los pasos, y de manera
que pudieran sus diferentes cuerpos reconcentrarse con celeridad
y presteza. Los franceses por su parte tomaron varios D m d e n s e ios
rumbos y posiciones, esparciéndose por Castilla la franceses.
Vieja á las órdenes de Souham y Caffarelly sus ejércitos de Portu-
gal y el norte, y revolviendo sobre Castilla la Nueva, regidos
siempre por el rey intruso y los mariscales Jourdan y Soult, los
del centro y mediodía.


En la tarde del 3 de diciembre entró de nuevo José v u e l v e José a
en Madrid, enluteciéndose los corazones de los veci- M a d r i d -
nos, comprometidos cada vez mas con idas y venidas de unos y
otros, y abrumados de cargas y de no interrumpidas infelicidades
y desventuras. Mandó no obstante el gobierno intruso que se ilu-
minasen las casas por el espacio de tres dias en celebridad del
retorno de su monarca, quien se mostró aun mas placentero y apa-
cible que lo que tenia de costumbre. Las demostraciones de alegría
apesadumbraban á los moradores en vez de divertirlos y entrete-
nerlos, mirándolas como mofa de sus miserias: ocasión bastante,
cuando no fuera ayudada de tantas otras, para que creciese la in-
dignación en los pechos.


Repartidas las tropas británicas, según hemos di- a r o m a r de L o r d
cho, y aseguradas en sus puestos , pasó Wellington Wel l ing ton ,
una circular á todos los comandantes de los cuerpos, notable por
sus razones y oportunos reparos, y por inferirse también de su
contexto el desarreglo y la insubordinación á que habían llegado
los soldados ingleses. « La disciplina del ejército d e mi mando
« (decia Wellington) en la última campaña ha decaido á tal punto,




160 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« que nunca he visto ni leido cosa semejante. Sin tener por dis-
e culpa desastres ni señaladas privaciones Hanse come-
« tido desmanes y excesos de toda especie, y se han experimen-
« tado pérdidas que no debieran haber ocurrido Í


Achacaba en seguida el general inglés muchas de estas faltas al
descuido y negligencia de los oficiales en los regimientos, y pres-
cribía atinadas reglas para aminorar el mal y destruirle en lo
sucesivo. Produjo esta circular maravilloso efecto.


Pasa á Cádiz


Poco después se trasladó Lord Wellington á Cádiz,
L o r d W e i i i n g t o n . ¿ g n c o n c e r t a r s e con el gobierno español acerca de
la campaña que debia abrirse en la primavera, y también para
dar descanso y recreo al ánimo después de tan continuadas fatigas.
Recibo l isonjero Llegó Wellington á aquella ciudad el 24 de diciem-


q u e s e i e h a c e . D r e . y ¡ a regencia y las cortes, y los grandes y los
vecinos, todos se esmeraron en su obsequio. Diéronle los regentes
el 26 un convite espléndido, al que asistió una comisión de las
cortes. En correspondencia hizo otro tanto el embajador británico
sir Enrique Wellesley, hoy Lord Cowley, hermano del general,
con la singularidad de haber invitado á todos los diputados. Feste-
jóle la grandeza de España, casi toda ella reunida en Cádiz, como
muy adicta á la causa de la patria , celebrando un suntuoso baile á
que concurrió lo mas florido y bello de la población. Quisieron
turbar la fiesta mal intencionados, ó gente enojada de no haber
sido parte en el convite , escribiendo una carta anónima á la con-
desa-duquesa de Benavente, duquesa también viuda de Osuna,
que por sus particulares respetos y elevadas circunstancias presidia
la función : tratábase en su contenido de atemorizar á esta señora
con el anuncio de que la cena estaba envenenada. Vislumbróse luego
el objeto de tan falso y oficioso aviso, y lejos de alterarse la ale-
gría , aumentóse, dando lugar tal incidente á donaires y chistosas
agudezas. Otra casual ocurrencia hizo aquella noche subir mas de
punto el común gozo, y fue la noticia que entonces llegó de ios
desastres y completa ruina que iba sufriendo el ejército francés al
retirarse de su campaña de Rusia: suaves recuerdos de hechos que
presenciamos, tanto mas indelebles para nosotros, cuanto acaecie-
ron en nuestra primera mocedad.


A tales diversiones y fiestas, grandes atendiendo á la estrecbeza
de los tiempos, nacidas todas del entusiasmo mas puro y desinte-
resado , acompañaron ciertas y honoríficas muestras de aprecio,
dispensadas á la persona de Lord Wellington. Debe considerarse
como notable la de una comisión que nombraron las cortes para
irle á cumplimentar á su casa luego de su arribo á Cádiz ; paso
preparatorio de una nueva y mayor distinción con que se le honró,
se i e da as ien to Fue esta recibirle las cortes dentro de su mismo
en las c o r t e s . s e n 0 ? y c o n C e d e r I e asiento en medio de los diputados.
Merced que Wellington tuvo en grande estima, como hijo de un




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 161


pais en cuyo gobierno tienen tanta parle los cuerpos representati-
vos. Verificóse esta ceremonia el 50 de diciembre. Presidia las cortes
Don Francisco Ciscar*. Leyó Lord Wellington un dis- ^
curso sencillo en castellano, pero enérgico, realzando A p " ' 1 0 '
el vigor de las palabras el acento mismo aspirado y fuerte con
que le pronunció. Respondióle el presidente de las cortes atina-
damente, si bien de un modo algo ostentoso, y propio solo de los
tiempos en que Alejandro Farnesio * y el duque de Feria domi-
naron en Francia, y dentro mismo de los muros pa-


J r (*Ap. n. 11,)


nsienses.
No se crea que solo á ceremonias y apacibles entre- V a r i a s d j s p o s l_


tenimientos se limitaron las ocupaciones de Lord Wel- «iones de m re-
linglon en Cádiz. Otras disposiciones y acuerdos se g°'" ; i a '
tomaron enderezados á dar impulso á la guerra, é introducir may or
sencillez en la administración. La regencia habia por este tiempo
refundido en cuatro ejércitos de operaciones con dos
de reserva los que antes se bailaban distribuidos en bnc¡°n T ade J S líos
siete. Formaba el primero el de Cataluña, y se puso á ^ r c i l o s españo-
las órdenes del general Copons y Navia. El segundo
componíase del segundo y tercero de antes, y continuaba mandán-
dole D o n Francisco Javier Elío. El cuarto antiguo daba el ser al
tercero nuevo, y á su frente el duque del Parque. Constaba el
cuarto de ahora de los anteriores quinto, sexto y séptimo, y regíale
el general Castaños. D e los de reserva debia organizarse uno en
Andalucía al cuidado del conde del Abisbal : otro en Galicia al de
Don Luis Lacy. De esta fuerza 30,000 hombres lenian que manio-
brar á las inmediatas órdenes de Lord Wellington. También á instan-
cia de la regencia promulgaron las corles un * decreto
con fecha 6 de enero del año entrante de 1813, en el 1 A p ' 1 2 1
que se deslindaban ias facultades de I os generales, de los gefes
políticos y de los intendentes, con otras disposiciones dirigidas á
destruir, ó por lo menos suavizar todo ludimiento ó roce de las
autoridades entre sí ; tratándose igualmente de mejorar la cuenta
y razón , y toda la parte administrativa: asunto arduo de suyo, y
mas en aquella sazón, fecunda en pretextos y disculpas que onecían
los reveses y azares de la guerra misma.


En breve salió Lord Wellington de Cádiz y pasó á r„ s a weiungton
Lisboa, siendo acogido en los pueblos portugueses a l i s b o a -
por donde transitó desde Yelbes hasta el Tajo con regocijos públi-
cos y arcos de triunfo muy engalanados. Acorde en estos viages
con los gobiernos de la Península, pudo sosegadamente S e p r e p a r a a
prepararse á la ejecución del plan de la campaña pro- nueras campa-
xima, que pronosticaban dichosa los trofeos adqui-
ridos entonces contra Napoleón, no menos en los templados y
calurosos climas que bañan el Tórmes y el Manzanares, que en las
frias y heladas regiones del Setentrion.


n i . 11




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO.


Las cortes.— Enajenación de baldíos y propios. — Abolición por las corles
del \oto de Santiago. — Declárase patrona de España á santa Teresa de Je-
sús. — Españoles comprometidos con el gobierno intruso. — Decretos de las
cortes sobre este asunto. — Mediación inglesa para arreglar las desavenen-
cias de America. — Tratado con Rusia. — Con Suecia. —• Felicitación de
la princesa del Brasil Doña Carlota. •—Nueva proposición para nombrarla
regenta. —1 Se rechaza. — Abolición de la inquisición. — Decreto de la
abolición de la inquisición y manifiesto de las cortes. — Reforma de con-
ventos y monasterios. — Mudanza de la regencia y sus causas. — Elección
de nueva regencia. — Su instalación en 8 de marzo. — Administración de
la regencia cesante. — Nuevo reglamento dado á la regencia. — Oposi-
ción de prelados y cabildos á la publicación de decretos sobre inquisición.
— Conducta del nuncio del papa. — Drbates y resoluciones en las cortes
sobre esta materia. — Causa formada á algunos canónigos de Cádiz. —.
Quejas de e;tos contra el ministro Cano Manuel. — Resolución sobre ello
y debates en las cortes. — Altercados con el nuncio, y su extrañamiento.
— Disputa de precedencia con la Rusia.


Las c o r t e s . Tiempo es ya que volvamos á las cortes. En el que
va corrido desde la primavera de 1812, tratáronse


en ellas muchas y varias cuestiones. La de reducir á propiedad
particular los terrenos de baldíos ó realengos, y los de propios y
arbitrios de los pueblos, se empezó á ventilaren abril, y se pro-
longó hasta meses después, interrumpida con otros debates. Al


examinarla llevaron las cortes el propósito de fomen-
Enagenac ion de . , , , . , .


l a i d i o s y p r o - tar la riqueza agrícola, aumentando el numero de pro-
p i o s pietarios, atender al pago de una parte de la deuda
pública, y premiar debidamente á los defensores de la patria.


Hubo sobre la utilidad de esta medida pareceres diversos. Quien
la ensalzaba esperando de su favorable resolución cuantiosos bienes;
quien la deprimía no viendo en ella sino engaño con apariencias
falaces. Porque creían muchos y no infundadamente que el atraso
de la agricultura en España y la despoblación de sus campos, no
tanto pendia de ¡os baldíos y los propios, como de otras diferentes
y complicadas causas.


Contaban entre estas y de mas alto origen las conquistas, seña-
ladamente la sarracénica, cuyas incursiones y destrozos, durando
siglos, obligaron á preferir como mas segura y movible la grange-
ría meramente pecuaria á la rural ó de labor. También las acumu-
ladas y abusivas amortizaciones civil y eclesiástica y otros errores
políticos, económicos y administrativos, que si'bien comunes á
otras naciones, sembráronse en la nuestra como á granel, y se re-
produjeron y perpetuaron al amor de la desidia y de arraigadas




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 163
costumbres. La naturaleza misma ha puesto estorbos en el suelo
peninsular á la extensión del cultivo; pues en medio de comarcas y
valles fértilísimos y amenos, abundan, según había notado ya
nuestro geopónico Herrera, los montes y las sierras peladas, Tos
declives de capa vegetal muy somera, y las desnudas y pedregosas
llanuras que al paso que desadornan y afean la tierra, conviértenla
á veces en árida y de poco provecho. Aumentan el daño la escasez
de caudal de aguas en muchas provincias, y las frecuentes sequías
que agostan los campos prematuramente. Ademas hanse confun-
dido en repetidas ocasiones terrenos incultos pertenecientes á par-
ticulares con los baldíos; exagerando la importancia de estos,
cuando aquellos quedaban eriales por la incuria de sus dueños ó
por la dificultad de romperlos y desbrozarlos.


En la discusión délas cortes luminosa bastante no todos se alu-
cinaron imaginándose resultarían abultados beneficios de la ena-
genacion y venta de los baldíos y los propios. Notable fue el dis-
curso del señor Aner, quien sin oponerse díó en contra razones
sólidas que rebatieron en parte las de otros vocales no tan podero-
sas. Al fin aprobóse un decreto sobre la materia que se promulgó
en enero de 1813. Disponía este en sustancia : I o reducir los ter-
renos baldíos ó realengos y de propios y arbitrios asi en la Penín-
sula como en ultramar á propiedad particular; "2° emplear la mitad
de los baldíos ó realengos en el pago de la deuda nacional, prefi-
riendo los créditos que tuviesen los vecinos de los pueblos en cuyo
término se hallasen los terrenos; 3 o distribuir en suertes con el
nombre de premio patriótico las tierras restantes de los mismos
baldíos, ó las labrantías de propios y arbitrios, entre los oficiales de
capitán abajo, y entre los sargentos , cabos y soldados rasos que
hubiesen servido en la guerra de la independencia, y se hubiesen
retirado con documento legítimo que acreditase su buen desem-
peño ; y 4 o repartir gratuitamente y por sorteo las tierras entre los
vecinos que las pidiesen, y no gozasen de propiedad.


Juzgaban los entendidos que no se seguiría utilidad grande y real
de este decreto , porque conforme á su contexto poníanse muchas
porciones de los terrenos enagenados en manos casi infructíferas, no
asistiendo á la mitad quizá de los nuevos adquiridores la industria
y el capital que se requieren para introducir y adaptar una opor-
tuna y variada labranza. Pues sabido es que el progreso y la per-
fección de esta no consiste precisamente en dividir y subdividir las
propiedades, sino en que estas no queden abandonadas; ni tam-
poco en cultivar mucho , sino en cultivar bien y de modo que el
producto neto de un terreno dado sea superior al de otro terreno de
la misma extensión y naturaleza; cuyo objeto no se logra por los
escasos y débiles medios que acompañan al desvalido bracero, mas
sí por los que concurren en el hombre industrioso y acaudalado.


Ofrecíanse asimismo para la ejecución de la medida tales obsta-




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


culos que hubo de dejarse al arbitrio de las diputaciones provin-
ciales señalar el tiempo y los términos de llevarla á cabo; pues
únicamente asi y « acomodando las providencias (según se expresa
t el sabio autor de la ley agraria) á la situación de cada provincia,
t y prefiriendo en cada una las mas convenientes,» pueden sacarse
ventajas de la enagenacion de los baldíos y los propios.


Abolición por P ° r e n t o n c e s también abolieron las cortes el voto
ias cortes dei de Santiaqo. Dábase tal nombre á un antiguo tributo
voló de Santiago. i • . r i r i • i i


de cierta medida del mejor pan y del mejor vino que
pechaban los labradores de algunas provincias de España para
acudir á la manutención del arzobispo y cabildo de Santiago y hos-
pital de la misma ciudad; percibiendo también una porción, aunque
muy corta, otras catedrales del reino. Fundábase particularmente la
legitimidad de esta exacción en un pretendido privilegio que resul-
taba de un diploma falsamente atribuido al rey Don Ramiro I de
León con la data en Calahorra del año de 872 de la era de César.
Apoyados en semejante documento, lleno de inverosimilitudes, ana-
cronismos y aun de extravagancias propias de la ignorancia de los
tiempos en que se fraguó , siguieron realizando los canónigos de
Santiago durante siglos valores considerables sacados de las parvas
y lagares de los agricultores de varias y distantes comarcas del
reino : bien que no siempre sin resistencia. Pues hubo controver-
sias y litigios sin fin, negando á veces los pueblos hasta la auten-
ticidad misma del privilegio : de donde nacieron fallos jurídicos,
concordias y transacciones aboliendo ó alterando aquella carga en
determinados distritos. El diploma extendía la obligación del pago
á toda España, como si ios dominios de Don Ramiro no se encerra-
sen en estrechos límites , y no fuese su autoridad desconocida mas
allá del territorio que comprendía la corona entonces de León. Al
conquistarse Granada tuvieron sus habitantes que soportar aquel
tributo, habiéndolo dispuesto asi los Reyes católicos por la persua-
sión en que estaban de ser legítimo y auténtico el privilegio de Don
Ramiro el I. Después, aunque pareciese apócrifo, y aunque los
pueblos fuesen obteniendo en su favor sentencias y decisiones de
los tribunales, continuó el cabildo de Santiago exigiendo el pago
del voto, y hasta alcanzó del débil y piadoso Felipe III jurisdic-
ción privativa para verificar la cobranza por medio de jueces que


, A los mismos canónigos nombraban. Célebre fué el me-
( P ' ' moriaP que contra el voto y en representación de mu-


chas ciudades, villas y lugares escribió en el siglo XVII Lázaro Gonzá-
lez de Acebedo, y mas célebre aun, si cabe, el del duque de Arcos
en 1770 á Carlos III sobre igual materia. Producía el voto en sus
buenos tiempos muchos millones de reales, rindiendo en los nues-
tros apenas tres líquidos por la baja en el valor de los frutos y
por el mayor retraimiento de los pueblos en satisfacerle con exac-
titud.




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO.


En el marzo de 1812 hicieron la propuesta de su abolición en las
cortes treinta y seis diputados,y discutióse el asunto en aquel octubre.
Durante los debales distinguiéronse varios vocales por la profunda
erudición, copia de doctrina y acendrada crítica que emplearon en
sus discursos; descollando sobre todos los señores eclesiásticos
Villanueva y Ruiz Padrón, y afirmando el segundo con fervorosa
elocuencia, y después de haber sostenido su dictamen con incon-
testables datos que *« el origen del voto era una ver- p n s
t gonzosa fábula, tejida con artificio y astucia bajo la
« máscara de la piedad y religión, abusando descaradamente de
e la ignorancia y credulidad de los pueblos. « En consecuencia las
cortes decretaron en términos compendiosos y sencillos «que abo-
t lian la carga conocida en varias provincias de la España europea
c con el nombre de voto de Santiago. »


Tres meses antes v como en contraposición habian
, , , , " 1 . Declarase pa-


adoptado las cortes una resolución muy diversa, de trona de España
índole extraña, agena al parecer de los tiempos ac- * ¡ , J Ü " U T A T E R E I A
tuales y de las (ateas que incumben á los cuerpos re-
presentativos de nuestra edad , declarando solemnemente por un
decreto patrona de España á santa Teresa de Jesús. Pidiéronlo los
carmelitas descalzos de Cádiz en conmemoración de haberse cele-
brado en su templo las festividades eclesiásticas de la jura de la
constitución, y también otras con motivo de acontecimientos plau-
sibles. Apoyaron su solicitud en dos acuerdos de las cortes de 1617
y 1656, aunque no llevados á efecto, por la oposición que hizo el
cabildo de Santiago en defensa del patronato de su apóstol, cuyo
origen, según asentaban aquellos capitulares, se perdía en la oscu-
ridad de los tiempos. Abogaba no menos por sania Teresa el señor
Larrazábal, diputado por Goaiemala, conformeá especial encargo de
su provincia; pues es de notar y curioso para la historia que las re-
giones españolas de ultramar, que tan ansiosa y desventuradamente
se han lanzado por el despeñadero de las revueltas, mezclaron entre
instrucciones prudentes dadas entoncesá sus representantes, otras
solo propias de la ignorancia y atraso del siglo onceno. La comisión
eclesiástica en un largo y erudito informe se inclinó á que se aprobase
la propuesta, y asi lo decidieron las corles el 27 dejunio sin delibe-
ración alguna, declarando patrona de las Españas, después del após-
tol Santiago, á santa Teresa de Jesús. El silencio guardado probó en
unos el respeto con que acataban el nombre de una religiosa escla-
recida , á quien por sus virtudes habia canonizado la Iglesia, y
en otros la persuasión en que estaban de cuanto convenia no em-
peñar discusión acerca de un decreto que , sin perjudicar al bien
público, halagaba las aficiones de la nación por una sania hija
de su sucio, y en cuyos * suavísimos escritos (como dice el obispo
Palafox) « primero nos hallamos cautivos que venci-


, ' 1 . . . 1 ( ' A p . n . l.l


«.dos. y aprisionados que presos. »




166 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Mayor gravedad y complicación envolvía el expe-
prometidos c°oñ diente de las personas comprometidas con el gobierno
[ 3 m S o 0 b l e r n o


i n" m t r u s o - Interesábase en su decisión la suerte de bas-
tantes españoles y de no pocas familias; mas la diver-


sidad de casos y de tiempos, y lo enojada y aun embravecida que
la opinión se mostraba, entorpecían el pronto despacho de este
negocio y casi siempre le dilataban, mayormente cuando no ter-
minada la lucha de la independencia no cabia tomar providencias
generales ni de olvido, sin exponerse á que las desairasen y no las
admitiesen los mismos en cuyo favor se expedían. Dijimos en su
lugar fuera Napoleón quien en Burgos dio en 1808 los primeros
decretos de proscripción, añadiendo que replicó á ellos la junta
central con otros que hacían juego como para despicarse del agra-
vio y desafueros del invasor. No tener culpa en la agresión primi-
tiva, y conceptuarse tan nacional y fundada nuestra causa, ante-
cedentes eran que favorecían mucho en sus decisiones al gobierno
español, é inclinaban grandemente á su lado la balanza de la razón
y de [ajusticia. No por eso disculparíamos cualquiera exceso ó
desmán en que se hubiese incurrido, pues siempre, y mas en se-
mejantes guerras, toca á la autoridad suprema reprimir, no fo-
mentar las venganzas y sanguinarias pasiones.


Fuera de contados casos, verdad es que ni el gobierno ni los tri-
bunales aplicaron nunca las leyes I a y 2 a , tít. 2 o , partida 7 a , y otras
antiguas, que deslindaban y definían las diversas infidencias ó trai-
ciones , y señalaban las penas. Impedíalo la equidad, é imposibili-
taba su ejecución el gran número de los que hubieran resultado cul-
pables tomadas á la letra las disposiciones de aquellas leyes, hechas
en otros siglos y en circunstancias y con objetos muy diversos.


Para aclarar las muchas dudas que ocurrieron dio la junta cen-
tral ciertas reglas que apareciendo muy imperfectas en la práctica,
motivaron posteriores consullas y expedientes. Ni aquel gobierno
ni la primera regencia que le sucedió tuvieron tiempo ni comodi-
dad para satisfacer á todos los puntos, dejándolos á la decisión de
las cortes.


Congregadas estas, ya en el dia 12 de octubre de 1810 se en-
tabló la cuestión y se mandó al consejo real presentase el regla-
mento que le pareciese mas adecuado para sentenciar y fallar las
causas por delitos de infidencia. Evacuó la consulta aquel cuerpo
en el próximo enero; y si bien en términos vagos, mostrábase en
ella moderado, y circunscribía á pocos casos la aplicación de la
ley I a citada de partida, recomendando ademas indulgencia en
favor de los que hubiesen ejercido empleo, sin mezcla de juris-
dicción criminal, cuya conducta la sujetaba al mero examen de
un expediente instructivo. Reducía asi el consejo á estrechos lími-
tes las pesquisas y averiguaciones judiciales que querían ensanchar
olios, y caminaba con pulso y madura deliberación,




LIBRO V1GÉS1MOPRIMO. 167


Pasó la consulta del consejo á examen de la comisión de jus-
ticia de las corles, y juntamente diferentes informes de cuerpos é
individuos, y proposiciones de algunos diputados. En mayo pre-
sentó la comisión su informe sin desvanecer las dudas, ni proponer
á las cortes una resolución fija y bien determinada; pues era de
parecer que para los casos urgentes bastaban las leyes antiguas,
y que páralos demás aventurábase mucho en descenderálos por-
menores que apetecían los poco reflexivos. Aun entonces esquivaron
las corles providenciar en el negocio, y no le tomaron en seria con-
sideración hasta el marzo de 1812, en que renovados los debates,
procuraron todavía aplazarle para mas adelante, acordando el 6 de
aquel mes á propuesta del señor Calatrava, que se suspendiese toda
resolución final hasta que se publicase la constitución.


Tampoco el cumplimiento de este acto, celebrado pocos dias
después, bastó para hacer revivir la discusión de asunto tan enfa-
doso : necesitóse para ello del agolpamiento de sucesos militares y
felices, que libertando gran parte del territorio peninsular del
yugo enemigo, dieron margen en unos lugares á encarnizados
atropellamientos contra los empleados del intruso y sus parcia-
les, y en otros á prolecciones y favores que no agradaron, y les
dispensaban ciertas autoridades y algunos generales. Quejas y
clamores en diversos sentidos se levantaron de resultas, y su-
bieron al gobierno y á las cortes.


Yiéronse pues obligadas estas á entrar de lleno „ , „ ,
1 o Decreto de las


nuevamente en la cuestión, en especial por lo que cenes sobreesté
respectaba á empleados; y de sus deliberaciones si- a M i n ' 0 '
guióse la aprobación de un primer decreto promulgado en 11 de.
agosto de este año de 1812. Conforme á su contexto adoptá-
banse varias medidas acerca de las provincias que iban quedando
libres, y se mandaba cesasen todos los empleados nombrados ó
consentidos por el gobierno intruso, sin excluir á los jueces ni á
los eclesiásticos; reservándose tan solo á la regencia el permitir
continuasen en el ejercicio de sus destinos aquellos que le constase
liaber prestado servicios á la buena causa. También se la facul-
taba para suspender, hasta que se purificasen, si se hubiesen he-
cho sospechosos, á los prelados eclesiásticos de cualquiera con-
dición que fuesen. Por vivo y áspero que pareciese este decreto,
tenia color apagado y suave al lado de lo que muchos apetecían ,
y de lo que ordenaba un reglamento enviado por la regencia al
examen y aprobación de las cortes, según el cual debiendo sus-
penderse la constitución durante dos meses, nombrábanse comisio-
nes pesquisidoras y se proponían otras medidas tan desacordadas,
nue, como dijo un señor diputado, tiraban á que*


i I • • i i l l - ( «Ap 0.4.)
« decayese el animo de los pueblos, y a que se tras-
i formase en aversión el amor que entonces tenian al gobierno
i legítimo. >




168 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Sin embargo el decreto de las cortes no aquietó la impaciencia
pública, ni la satisfizo, tachándole en casi todos los pueblos de be-
nigno y de contemporizador. Excitó por tanto mas bien disgustó, y
en Cádiz se aumentó al leer la proclama tolerante y conciliadora
que al entrar los aliados en Madrid publicó el general Álava , y
de la cual hemos hecho mención en el libro anterior. Provocó este
papel en las cortes reñidos debates, enviado indiscretamente por
la regencia, á la que solo incumbia reprender ó alabar al general,
según conviniese á su política y á sus fines. La comisión de cons-
titución , y una especial, que formaron el decreto de 11 de agosto,
estuvieron encargadas también ahora de dar su parecer en el
asunto, y lo verificaron, proponiendo « se hiciese entender al ge-
« neral Álava por medio de la regencia, que omitiese en lo su-
« cesivo recomendaciones de aquella especie, cuando no tuviese
« particular encargo del gobierno : > y pidiendo ademas las mismas
comisiones el expediente suscitado con motivo de varias providen-
cias tomadas por Don Carlos de España, presentaron al propio
tiempo otro decreto aclaratorio del de 11 de agosto, si bien mas
severo.


La discusión trabada en las cortes el 4 de setiembre prolongóse
bastante, interrumpida a! empezarse por una exposición de los
oficiales del estado mayor general dirigida no solo contra los indi-
viduos militares que hubiesen tomado partido con el enemigo,
sino también y muy particularmente contra los que habian perma-
necido ocultos en pais ocupado por los franceses, sin acudir á las
banderas de sus respectivos cuerpos. Creciendo de punto por este
incidente el ardor de la discusión, resaltaron en varios discursos
los afectos apasionados de los tiempos, y si bien tuvo patrocina-
dores el general Álava defendiendo algunos diputados sus medidas,
acordóse no obstante un decreto que llevó la fecha de 21 de se-
tiembre, severísimo en cuanto á empleados y ciertas clases. Vedá-
base en él agraciar á los primeros con deslinos de cualquiera es-
pecie , y aun nombrarlos para oficios de concejo, diputaciones de
provincia y diputación á cortes; no dándolos ni siquiera voto en
las elecciones, y pudiendo sujetárseles á la formación de causa si
lo merecían por su conducta. A los que se hubiesen condecorado
con insignias del intruso gozando de otras antiguas, privábaseles
del uso de estas, y lo mismo del de sus títulos, durante su vida, á los
duques, condes, marqueses, barones, que hubiesen solicitado ó ad-
mitido de dicho gobierno la confirmación de aquellas dignidades. No
se consideraba como á empleados á los individuos de ayuntamiento,
ni á los que desempeñasen cargos nombrados por el pueblo, ni á
los maestros y profesores de ciencias, ni á los médicos y ciruja-
nos, ni á los cívicos ni á otros varios. Y se anadia que si alguno de
los comprendidos entre los empleados hubiese hecho servicios im-
portantes á la patria, las cortes se reservaban atenderle, oido antes




LIBRO YIGÉS1MOPRIMO. 169


el parecer de la regencia y el de los ayuntamientos constitucionales
de los pueblos. También se prevenía á ¡os que pretendiesen de nuevo
destinos, y fuesen contados entre las clases excluidas, que hiciesen
preceder sus solicitudes de la purificación de su conducta, cuyo
acto se cumpliacon hacer una información en juicio abierto contra-
dictorio , que se remitía al gobierno acompañado del dictamen del
ayuntamiento respectivo.


Pero este decreto expedido por las cortes en virtud de peticiones
y repetidas instancias de ayuntamientos y personas de cuenta de
los pueblos, que según iban quedando libres solo hablaban de ri-
gores y persecución, desazonó sobremanera, y valió á la repre-
sentación nacional censuras y sinsabores. Los cuerpos mismos y los
individuos que antes se habian desbocado contra la conducta del
general Álava, y contra las mismas disposiciones de las cortes que
graduaron de blandas, pidieron luego se modificasen estas, y aun
que se derogasen, viendo las dificultades con que se tropezaba en
la práctica, y los muchos á quienes se podia extender la aplicación
severa de las medidas promulgadas.


De aqui nació nuevo decreto con fecha 14 de noviembre, repo-
niendo en sus empleos anterioresá todos los que , según declara-
ción expresa y formal de los ayuntamientos respectivos, hubiesen
dado pruebas de lealtad y patriotismo, y gozado de buen con-
cepto. Excluíase sin embargo todavía á los magistrados, á los in-
tendentes y á otros individuos de las oficinas generales del reino,
y á los que hubiesen adquirido ó comprado bienes nacionales.
Excepción la última que aconsejó siempre mucho Lord Wellington,
convencido de cuanto convenia escarmentar á esta clase codiciosa,
como la mas interesada en la conservación y afianzamiento de un
gobierno nuevo. Hubo aun otras aclaraciones y decretos sobre el
asunto, en particular uno sobre militares de 8 de abril de 1813.


Hubiéranse evitado ó abreviado al menos tan prolijas discusiones,
si la regencia, nombrando para las provincias que se desocupaban
autoridades prudentes y conciliadoras, las hubiera facultado con
adecuadas instrucciones, y encargádolas no confundiesen á los ve-
cinos pacíficos y á los empleados de honrado porte con los ayuda-
dores oficiosos y aun delincuentes del gobierno intruso. Tomó la
regencia desgraciadamente diverso rumbo, mostrándose desacor-
dada y escudriñadora, y dando pábulo á pesquisas y purificaciones;
manantial este cenagoso y hediondo de manejos injustos y descara-
dos sobornos, movido ya en tiempo de la centra!, y peor mil veces
que el de las llamadas epuraciones (épurations) en las oficinas de
Francia, yendo las primeras acompañadas de los abusos y cavila-
ciones propias del foro, que no conocían las últimas, y destituidas
de los medios de defensa y amparo que sugieren las leyes en los
delitos comunes. Dulzura y tolerancia acompañadas de cierto rigor
y una prudente severidad, hubieran atraido á unos y contenido á




170 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


otros, mereciendo alabanzas de todos; principalmente si se com-
pletaban las medidas peculiares del caso con una ley de olvido,
amplia y general, que preparada en las cortes hubiérase promul-
gado al terminar de la ludia empeñada, según se ha practicado casi
siempre desde Trasíbulo, quien, conseguido el triunfo, perdonó y
tuvo la dicha de usar el primero de la hermosa palabra de amnistía,
siendo la suya de las mas célebres y afamadas del mundo.


Un literato distinguido y varón apreciable * publicó
t Ap . n . 5.) e Q j " r a n c ¡ a a n o s a t r a s e n ¿efensa de los comprometi-


dos con el intruso, á cuyo bando pertenecía, una obra muy esti-
mada de los suyos, y en realidad notable por su escogida erudición
y mucha doctrina. Lástima ha sido se muestre en ella su autor tan
apasionado y parcial; pues al paso que maltrata á las cortes, y cen-
sura ásperamente á muchos de sus diputados, encomia á Fernando


C A p . n e ) altamente, calificándole hasta de * celestial. Y no se
crea pendió el desliz del tiempo en que se escribió la


obra; porque si bien suena haberse concluido esta al volver aquel
monarca á pisar nuestro suelo, su publicación no se verificó basta
dos años después, cuando serenado el ánimo podría el autor, en-
cerrando en su pecho anteriores quejas, haber dejado en paz á los
caidos, ya que quisiera prodigar lisonjas é incienso á un rey que,
restablecido en el solio, no daba indicio de ser agradecido con los
leales, ni generoso con los eslraviados ó infieles. El libro que nos
ocupa hubiera quizá entonces gozado de mas séquito entre todos los
partidos, como que abogaba en favor de la desgracia, y no se le hu-
biera tachado de ser un nuevo tejido de consecuencias erróneas ma-
ñosa y sofísticamente sacadas de principios del derecho de gentes, só-
lidos en sí, pero no aplicablesá la guerray acontecimientos de España.


Celebradas en público las sesiones en que se ven ti-
siesfpa^rarre- ' a b a n semejantes materias, resolviéronse á la propia
t-iar las uesave- sazón en secreto otras de no menor entidad, y señala-
b a s de Ame- damente | a [ a m e c )¡acion para arreglar las desave-


nencias de América ofrecida en el año pasado por la
Inglaterra, de que empezamos entonces á dar cuenta, obligándo-
nos á acabalarla luego que tocásemos en nuestra narración al
tiempo presente en que finalizaron las negociaciones de asunto tan
importante.


Traemos á la memoria haber referido en aquel lugar como las
cortes recibieron favorablemente los ofrecimientos del gabinete
británico, quedándonos ahora por especificar el modo y términos


que tuvieron de verificarlo. En I o * de junio de 1811
i* AP•"•?•) f u e c u a n c i o el ministro de estado se presentó á las


cortes para informarlas de los primeros pasos dados por la Ingla-
terra acerca de la materia, en cuya consecuencia habiendo entrado
aquellas de lleno en la discusión durante el propio mes, determina-
ron adoptar la mediación ofrecida bajo seis bases que fijaron, y




LIBRO VIGÉS1MOPRIMO. 171


cuyo tenor á la letra era como sigue : ! " * : « Para que (- 4 p n 8 5
« tenga (la mediación) el efecto deseado, es indispen-
« sable que las provincias disidentes de América se allanen á re-
« conocer y jurar obediencia á las corles generales y extraordi-
« narias y al gobierno que manda en España á nombre de S. M.
« el señor Don Peinando VII, debiendo allanarse igualmente á
< nombrar diputados que las representen en el congreso, y se in-
« corporen con los demás representantes de la nación. » 2 a : « Du-
« rante las negociaciones que se entablen para efectuar la media-
« cion , se suspenderán las hostilidades por una y otra par te , y en
« su consecuencia las juntas creadas en las provincias disidentes
« pondrán desde luego en libertad á los que se hallen presos ó de-
« tenidos por ellas como adictos á la causa de la metrópoli, y les
« mandarán restituir las propiedades y posesiones de que hayan
« sido despojados: debiendo ejecutarse lo mismo reciprocamente
« con las personas que por haber abrazado el partido de las men-
« cionadas juntas estuviesen presas ó detenidas por las autoridades
« sujetas al gobierno legitimo de España, con arreglo á lo que se
« previene en el decreto de l o de octubre de 1810. > ó ' H Como
« en medio de la confusión y desorden que traen consigo las tur-
« bulencias intestinas es inevitable que se cometan algunas injusti-
« cias por los encargados de defender la autoridad legitima,
« aunque estén animados del mejor celo, y poseídos de un verda-
« dero amor á la justicia, el gobierno de España, fiel siempre á la
« rectitud de sus principios, está dispuesto á escuchar, y atender
« con paternal solicitud las reclamaciones que se le dirijan por los
« pueblos é individuos de las provincias que hayan sido agravia-
« dos. í 4« : « En el término de ocho meses contados desde el dia
« en que empiece á negociarse la reconciliación en las provincias
« disidentes, ó antes de este término (si ser pudiese) deberá infor-
« marse al gobierno español del estado en que se halle la negocia-
« cion. » nf : i A fin de que la Gran Bretaña pueda llevarla á
« cabo, y para dar á esta potencia un nuevo testimonio de la sincera
« amistad y gratitud que le profesa la nación española , el gobierno
i de España, legítimamente autorizado por las cortes, le concede
« facultad de comunicar con las provincias disidentes mientras dure
« la referida negociación, quedando al cuidado de las mismas cór-
« tes el arreglar definitivamente la parle que habrá de tener en el
i comercio con las demás provincias de Ja América española, j
(J 1: « Deseando el gobierno de España ver concluido cuanto antes
« un negocio en que tanto se interesan ambas polencias, exige como
« condición necesaria que haya de terminarse la negociación en el
< espacio de quince meses contados desde el dia en que se entable.»


Estas bases no se extendían á otras provincias sino á las del rio
de la Plata, Venezuela, Santa Fe y Cartagena, permaneciendo
aun tranquilas las demás de la América meridional, y no habiendo




172 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


en las de la setentrional, como Nueva España, mas que levanta-
mientos parciales , conservándose ileso en Méjico el gobierno su-
premo dependiente del legitimo establecido en la Península. El tenor
de dichas bases era arreglado, y no parecía deber provocar, obrando
de buena fe, obstáculos á la negociación. Mas la regencia del reino,
al contestar en 29 de aquel junio al ministro de Inglaterra, des-
pués de defender atinadamente y con ventaja al gobierno español
de varias inculpaciones hechas por el británico en anteriores notas,
y de admitir de oficio la mediación ofrecida bajo las seis bases
prefijadas por las cortes , añadió otra reservada no menos impor-


( • A P D s ) t a n t e '
C U 7 0 S términos eran los siguientes. 7 a * : « Por


« cuanto seria enteramente ilusoria la mediación de la
« Gran Bretaña, si malograda la negociación, por no querer pres-
« tarse las provincias disidentes á las justas y moderadas condi-
« ciones que van expresadas, se lisonjeasen de poder continuar sus
« relaciones de comercio y amistad con dicha potencia, y aten-
« diendo á que frustradas en tal caso las benéficas intenciones del
t gobierno español, sin embargo de haber apurado por su parte
* todos los medios de conciliación, aspirarían sin duda dichas pro-
« vincias á erigirse en estados independientes, en cayo concepto se
«juzgarían reconocidas de hecho por la Gran Bretaña, siempre
« que esta potencia mantuviese las mismas conexiones con ellas;
« debe tenerse por acordado entre las dos naciones que, no veri-
« ficándose la reconciliación en el término de quince meses, según
« se expresa en el artículo anterior (el 6 o ) , la Gran Bretaña sus-
< penderá toda comunicación con las referidas provincias, y ade-
« mas auxiliará con sus fuerzas á la metrópoli para reducirlas á su
« deber. »


Artículo fué este inoportunamente añadido , y que desde luego
debió temerse serviría de tropiezo para llevar adelante la negocia-
ción ; cuanto mas presentándose de improviso y sin anterior acuerdo
con la potencia aliada. En primeros de julio replicó el ministro de
S. M. B. en Cádiz algo sentido, y dejando ya vislumbrar no se
accedería á la condición secreta agregada por la regencia á las
otras seis de las cortes.


En efecto asi sucedió; y con tanta tardanza que solo al rematar
enero de 1812 recibió el gabinete español la respuesta del de Lon-
dres. Tal negativa parecía indicar haberse roto del todo las nego-
ciaciones pendientes, cuando se supo que comisionados británicos
llegaban á Cádiz para renovar los tratos y pasar en seguida á Amé-
rica con intento de llevarlos á cabo. Desembarcaron pues dichos
comisionados, que se llamaban Mrs. Sydenhain y Cockburn, siendo
el último el mismo que en 1815, ya almirante, condujo á Bona-
parte á la isla de Santa Helena : y aunque entraron en Cádiz por
abri l , el ministro inglés, ya embajador, no hizo gestión alguna
hasta el 9 de mayo en que pasó una nota recordando el asunto, sí




LIBRO VIGÉSIMOPR1MO. 175
bien insistiendo siempre en desechar la condición séptima, y con la
añadidura ahora de que no hubiese en la negociación articulo al-
guno secreto. Don José Pizarro, sucesor de Don Eusebio de Bardazi
y Azara en el ministerio de estado, habiéndose opuesto constan-
temente á que se suprimiese la base origen de disenso, quiso re-
tirarse del ministerio mas bien que variar de dictamen: á lo menos
asi lo ha dejado consignado en una apuntación escrita de su puño
que hemos leído en el expediente. Sustituyóle interinamente Don
Ignacio de la Pezuela, ministro entonces de gracia y justicia,
quien en el mismo mayo celebró varias conferencias con sir Henry
Wellesley , cruzándose al propio tiempo entre ambos algunas no-
tas acerca del asunto.


De aquí resultó el convenirse recíprocamente las dos potencias
contratantes en la supresión del artículo 7 o ; pero refundiendo parte
de su contenido en el 6o, aunque no tan lata y explícitamente.
Mas cuando el gobierno español crcia allanadas por este medio to-
das las dificultades, hallóse con que el embajador inglés dando por
supuesta la total desaparición de la base 7 a , sin añadir nada en
la 6 a , pedia en una nota de 21 de mayo á nombre y por orden es-
pecial de su gabinete que la mediación se extendiese á todas las
provincias de Méjico, ó sea Nueva España. Admirada la regencia
del reino de tan inesperado incidente, y ofendido el recto é inflexi-
ble ánimo del ministro Pezuela de las tergiversaciones que parecía
querían darse á las conferencias celebradas, respon- , . A p „ 1 0 ^
dio * en 25 del propio mes con entereza amistosa, re-
cordando al de Inglaterra no olvidase que lo ajustado no era su-
primir del todo el artículo 7" sino refundirlo en el 6 o , concluyendo
por afirmar que la Nueva España « no podía ser comprendida en
« la mediación, no habiendo sido provincia disidente ni computada
« para el efecto. »


No desistió por eso Wellesley de su demanda, pasando una nota
en * 12 de junio, en que fijaba diez proposiciones que ^, A p n „ ^
debían servir de base á la nueva negociación. Entre
ellas notábase una para restablecer la libertad de comercio dando
ciertas ventajas y preferencia á la madre patria; y otras dos , la
9 a y la 1 0 a , muy reparables, pues de su contexto inferíase que
mas bien que á mantener la antigua monarquía unida y compacta
se tiraba á formar con las provincias de ultramar un nuevo go-
bierno federativo, exigiéndose solo de ellas cooperación y auxilios
para sustentar la guerra actual contra la Francia , y no la obliga-
ción de concurrir al propio fin por los mismos medios y en iguales
proporciones que las provincias peninsulares. Esto y el alegar el
embajador inglés en otra nota del 4 de julio ser meramente gratui-
tos los servicios hechos á la causa española, como si no tuviese la
Gran Bretaña interés directo en la empeñada lucha, desazonó
bastante á nuestro gobierno, y también disgustó en el público luego




174 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


que se traslució mas el punto de que se trataba. En la nota citada
„ arriba afirmaba el embajador Welleslev * « que los


t gastos del armamento naval y terrestre de la Gran
« Bretaña en la Península no eran menos que de 17,000,000 de li-
« bras esterlinas al año , á cuya suma debía añadirse el socorro
t anual de 2,000,000 de libras esterlinas á Portugal y 1,000,000
« á la España en letras giradas contra la tesorería de S. M. B. , de
« las armas, aprestos , etc. , etc.... »


Singular cuenta en que figuraban como principales partidas y á
manera de cargo contra España el coste de la marina y ejército
británico empleados en la Península, los auxilios suministrados á
Portugal, y un millón de letras giradas por nuestra tesorería
contra la de Inglaterra; sin que al propio tiempo apareciese en
descargo el hallarse la Gran Bretaña tan interesada como los penin-
sulares en derrocar de su asiento al coloso de Francia, el no per-
tenecer á España el abono de los socorros suministrados á Portu-
gal , y el haber en fin reembolsado á su aliada sucesivamente las
cantidades anticipadas por el giro de letras en valores recibidos de
América, ó en pagarés librados contra las arcas del Perú y de
Méjico que en lo general fueron puntualmente pagados. No aña-
diremos en este recuento los muchos mercados que se abrieron á
la industria y comercio inglés en toda la América y también en la
Península, los cuales hubiéranse mantenido cerrados sin el levan-
tamiento contra Napoleón, y no acrecieran con abundantes ingre-
sos , como se verificó , la suma de sus exportaciones. Ademas , ya
lo insinuamos , pero bueno será repetirlo ; grande sacrificio fue el
de la expedición de Walkeren y mayores otros que en distintos
puntos del continente había hecho la Inglaterra sin fruto ni favo-
rable salida, y no por eso se pregonaron tanto como los nues-
tros, ni se echaron en cara tan injusta ni rudamente.


La sensación y desagrado que produjeron tan intempestivas
observaciones y las oportunas con que contestó á ellas la regencia
del reino, desesperanzaron al embajador inglés del logro de la ne-
gociación ; tomando de aquí pie para despedirse de nuestro go-
bierno en 9 de julio los comisionados ingleses con resolución de
regresar á su patria. Suspendieron sin embargo estos su partida
por algunos dias aguardando se tratase del asunto en las cortes, á
cuya deliberación se habia elevado el expediente á instancias repe-
tidas del embajador inglés, creído de hallar alli firme apoyo.


Examinóse pues la materia en secreto y se discutió detenida-
mente á mitad de julio, pronunciándose en pro y en contra discur-
sos muy notables. Don Andrés Ángel de la Vega sostuvo con talento
y esfuerzo la mediación aun bajo los mismos términos y bases que
últimamente habia indicado la Inglaterra : rebatiéronle con espe-
cialidad Don Agustín de Arguelles y el conde de Toreno, que aun-
que no opuestos á la mediación, y antes bien apoyadores de ella




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO.


siempre que se verificase conforme á las seis bases propuestas por
las cortes, la desechaban, según ahora se ofrecía, variadas las
primeras condiciones y sustituidas con las diez insinuadas. Arri-
móse la gran mayoría de las cortes al dictamen de estos dos voca-
les , y redújosela decisión á dar una respuesta vaga que, envolviendo
la tácita aprobación de la conducta de la regencia, no llenaba en
manera alguna los deseos de sir Enrique Wellesley. Decíase en ella
sencillamente al gobierno: « que las cortes quedaban enteradas de
e la correspondencia seguida sobre la mediación entre el embaja-
« dor inglés y el secretario de estado : > con lo cual desmayó del
todo el primero en su intento, embarcándose luego para Inglaterra
los comisionados que al efecto habían aportado á Cádiz.


Terminóse asi , y tan poco satisfactoriamente este asunto por
cierto de grande ínteres, pero empezado y seguido con desconfianza
mutua y temores nimios. Porque receloso el gobierno español so-
bradamente de que no obrase de buena fe la Inglaterra, imaginóse
sin fundamento bastante que aquel gabinete andaba solo tras de la
independencia de América, y exigió de él en la base 7a un seguro
exagerado y fuera de razón. Manejaron los ingleses las negocia-
ciones con harto desmaño é irresoluto giro, alegando beneficios,
que aunque fuesen tales como los pintaban, no era ni generoso ni
político traerlos entonces á la memoria, pidiendo de súbito y li-
vianamente se extendiese á Méjico la pacificación, y esquivando
siempre soltar prendas que los comprometiesen con los indepen-
dientes, á cuyos gobiernos agasajaban por miras mercantiles, y
temerosos de los acontecimientos diversos que podría acarrear la
guerra peninsular.


En setiembre del mismo año volvieron los ingleses á resucitar el
negocio, mas flojamente y de modo que no tuvo otra resulta sino
el de que pasase el expediente al consejo de estado. Permaneció alli
hasta el mayo de 1813, que se devolvió al gobierno supremo
acompañado de una consulta muy larga, y cuyo trabajo sirvió tan
solo para aumentar en los archivos el número de documentos que
hace olvidar el tiempo por mucho esmero que se haya puesto al
escribirlos.


De referir es aqui un tratado que por entonces se n-aiado con
concluyó entre la Rusia y |a España; de cuyo acón- R" s i a-
tecimiento, aunque no tuviese intima conexión con las tareas de
las cortes, dióse á ellas cuenta como de asunto de la mayor im-
portancia para el pronto y buen éxito de la guerra de la indepen-
dencia , y de venturoso influjo para el afianzamiento de las institu-
ciones liberales. Habíale ajustado D. Francisco de Zea Bermudez
de vuelta á Rusia, y competen teniente autorizado para ventilar todos
los negocios que alli ocurriesen por la muerte acaecida á la sazón
del cónsul general Don Antonio Colombi, á cuya hija la honraron
las corles, en premio de los servicios de su difunto padre, con título de




176 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


condesa, tomando la denominación de suapellido. El tratado se ter-
minó y firmó en Weliky-Louky á 20 de julio de 1812 , y se llamó
de « amistad y sincera unión y alianza, > comprendiéndose en él
un artículo, que fue el 3 o , concebido en estos términos *: c S. M. el


i emperador de todas las Rusias reconoce por legíti-
( * A p . n . 13.) i ' „ I » l - • •


t mas las cortes generales y extraordinarias, reuni-
« das actualmente en Cádiz, y la constitución que estas han decre-
€ lado y sancionado. > Acto de reconocimiento desusado y no
necesario, pero precioso como defensa y escudo de la causa pa-
triótica y liberal que sustentaban las cortes, y también como irre-
fragable prueba de la sanción y apoyo que daba entonces á aquellas
opiniones el emperador Alejandro, tan enconado después contra
ellas, y tan opuesto á su propagación. Fue cangeado este tratado
de Weliky-Louky en debida forma por ambas partes contratantes,
nombrando en seguida la regencia enviado extraordinario y mi-
nistro plenipotenciario en San Petersburgo á Don Ensebio de Bar-
dají y Azara, y la Rusia en la misma calidad cerca de nuestro go-
bierno al consejero de estado y senador Tatischeff.


Potencia estala primera que reconoció solemnemente las nuevas
y liberales instituciones españolas , la primera fué también que
en adelante las desechó, apellidando guerra para destruirlas. Ne-
cesitaba de nosotros en el año de 1 8 1 2 , y nos necesitaban tam-
bién los demás tronos europeos titubeantes hasta en sus cimientos:
inútiles les parecimos en 1820 , 23 y 2 4 , á lo menos á los del
Norte; y hasta nos miraron como de poco valer, y dañosas á las
suyas nuestras doctrinas: por lo que antes buena acogida y aplau-
sos, después ningún aprecio, sino desden y reprobación completa.


Posteriormente, y pasados algunos meses, parecido
c o n s u e c i a . tratado concluyó con nosotros la Suecia, que se fir-


( * A p . n . it. i nió en Siockolmo * á 19 de marzo de 1 8 1 3 , encer-
rando su contexto otro artículo 3 o que decía : « S. M.


« el rey de Suecia reconoce por legítimas las corles generales y ex-
« traordinarias reunidas en Cádiz, asi como la constitución que
t ellas han decretado y sancionado. > No era tan extraño como el
otro el ajuste de este tratado, haciendo alli cabeza un príncipe nacido
de las revoluciones y trastornos ocurridos en Francia. A su tiempo
veremos cómo la Prusia suministró ejemplo idéntico, aunque no se
hallase su soberano en igual caso que el que regia á la Suecia.


La princesa del Brasil Doña Carlota Joaquina ya
Fel ic i tac ión de 1 . . , . . . i *


ía p r incesa de i que no dio su asenso con estipulaciones y tratados a
B r a s u Doña c a r - | a s innovaciones adoptadas por las cortes, aprobólas al


menos , agregándose al coro armónico de parabienes
y felicitaciones por medio de una carta fecha en Rio Janeiro á 28 de
junio de 1812 que dirigió á la regencia del reino, y esta trasladó
' * Ap. n is ) ^ * a s c o r t e s *• " Yo os ruego (decia en ella) que ha-


« gais presente al augusto congreso de las cortes mis




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 177


« sinceros y constantes sentimientos de amor y fidelidad á mi muy
« querido hermano Fernando, y el sumo interés que tomo por el
« bien y felicidad de mi amada nación, dándoles al mismo tiempo
« mil enhorabuenas y mil agradecimientos por haber jurado y pu-
« blicado la constitución. Llena de regocijo voy á congratularme
« con vosotros por la buena y sabia constitución que el augusto
e congreso de las cortes acaba de jurar y publicar con tanto aplauso
« de todos, y muy particularmente mió; pues la juzgo como base
« fundamental de la felicidad é independencia de la nación , y como
* una prueba que mis amados compatriotas dan á todo el mundo
« del amor y fidelidad que profesan á su legítimo soberano, y del
* valor y constancia con que defienden sus derechos y los de toda
« la nación. Guardando exactamente la constitución, venceremos
« y arrollaremos de una vez al tirano usurpador de la Europa.
« Dios os guarde muchos años. Palacio del Rio Janeiro, á los 28 de
« junio de 1812. — Vuestra infanta Carlota Joaquina de Borbon.
« Al consejo supremo de regencia de las Españas á nombre de
t Fernando VIL »


Se leyó esta carta en la sesión del día 24 de setiembre, y man-
daron las corles se insertase íntegra en el diario de sus discusiones
declarando haberla oido con la mayor satisfacción.


Mas la lectura de tal documento no fue sino proe- v a r o o
mial de la manifestación de ciertos manejos en favor s ic ion ¿ a r a i w w -
de declarar regenta de España á aquella princesa. An- h r a r l a r e , ; e" t a-
daban ahora en ellos algunos americanos, quienes para facilitar
su buen éxito idearon y consiguieron se nombrase presidente de
las cortes en aquel mismo dia 24 á Don Andrés Jáuregui, hombre
moderado y que gozaba de buen concepto, pero patrocinador del
proyecto, como diputado que era por la Habana. Asegurados con
tan buen apoyo, encargóse de hacer la proposición Don Ramón
Feliú, diputado por el Perú; mas hízola en secreto, y no mas
tarde que en el propio día, con la nueva y singular cláusula de
que la princesa nombrada regenta pasaría desde el Brasil, antes
devenir á España, á la ciudad de Méjico para apaciguar y arre-
glar alli las disensiones de las provincias ultramari-
nas. Al oir proposición tan inesperada y fuera del
común sentido , un estrépito desaprobador salió de todos los ban-
cos que ocupaban los europeos, rechazándola con indignación aun
los mismos que apetecían la regencia de la infanta : pues que-
ríanla acá, no allá, en donde hubiera servido solo de instrumento
para mayores discordias y desavenencias. Feliú, luego que advirtió
el estruendo, atemorizóse y aflojó en su resolución. Quiso soste-
nerle el presidente Jáuregui, mas viéndose acometido por algunos
diputados con acrimonia impetuosa, desistió de su porfía; y aban-
donando la silla no la volvió á ocupar en el mes que duró su cargo,
creyéndose ofendido y negándosele satisfacciones que pedia. La


I I ! . 12




178 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


propuesta de Feüú empantanóse para siempre, y no levantaron
tampoco de nuevo cabeza los demás partidarios de la princesa
Carlota, acobardados todos con el fiero golpe que recibieran los
americanos por su imprudente conducta.
Abolición de ta Anunciar debemos ahora con altos pregones la


inquisición. caída del santo oficio de la inquisición que decretaron
las cortes después de una discusión prolongada y sabia, derra-
madora de puras y vivificantes lumbres, muy otras de las mortí-
feras y abrasadoras que durante siglos habia encendido aquel tri-
bunal tan inexorable y duro. Leyó en 8 de diciembre la comisión
de constitución el dictamen que sobre la materia se le habia man-
dado extender ; y si bien sus individuos no habían estado del todo
acordes, decidióse la mayoría por la abolición, pero de modo que
no se asustasen las almas piadosas que creían perdida la religión
no habiendo tribunales especiales protectores de ella; que tan hon-
das raices habia echado en España el imperio de la intolerancia y
de erradas y abusivas doctrinas. Asi no mostraba querer desmo-
ronar del todo ó derribar á la vez aquel antiguo alcázar sólido
todavía, de construcción severa y sillares ennegrecidos, sino edi-
ficaba en su lugar otro que , aunque guardián tí»a la fe, se cimen-
tase sobre bases verdaderas é incontrastables, y cuyas dimensiones
y formas se acomodasen á la regularidad y galanura de tiempos
modernos y mas cultos.


La comisión, á la que seguiremos compendiosamente en nues-
tro relato, queriendo probar que el santo oficio era una novedad
reciente en la Iglesia introducida en el reino contra la voluntad de
sus naturales, descendía á un examen prolijo y erudito de la ma-
teria desentrañándola, y poniendo de manifiesto la legislación
española antigua en causas de fe; según la cual expeditas las fa-
cultades de los obispos para exhortar y convertir á los extravia-
dos, encomendábase á jueces civiles el castigo de los empedernidos
y contumaces, graduándolos de infractores de las leyes, de que
era una y fundamental la religión del estado.


Indicaba en seguida la comisión las mudanzas sucesivas que tu-
vieron origen en Francia con motivo de la heregía de los albigenses
y otras sectas; cuyas doctrinas propagándose con rapidez provo-
caran para atajarlas la formación de comisiones especiales, com-
puestas de clérigos y frailes, que inquiriesen y averiguasen quienes
eran los seductores y los seducidos para abandonarlos después á
jueces eclesiásticos y seglares que los castigaban rigurosamente.
Llamaron inquisidores á los comisionados, y aprobó su institución
en 1204 el papa Inocencio III. Las provincias españolas aledañas
de Francia, como Aragón y Cataluña , se inficionaron en breve de
los errores que aquejaban á aquellas, y para contenerlos y descua-
jarlos , ya en ;4232 usaron sus reyes de remedios idénticos á los de
la nación vecina. No aconteció otro tanto en Castilla, porque no




LIBRO VIGÉSIMOPR1MO. 479
difundiéndose el contagio tan pronta ni umversalmente, bastó á
cortarle echar mano de temperamentos ordinarios y conocidos.
Pero padecióse otro mal no menos grave por causa de ios moros
y judíos tolerados y aun con permiso de profesar su respectivo
culto. Ambos linages componían dos pueblos muy diversos del de
los cristianos; y aborrecíanlos estos, ya por la diferencia de reli-
gión y costumbres , ya por pertenecer los moros á nación domina-
dora y antigua, y ser los judíos hombres ricos y acaudalados á
quienes se encomendaba comunmente la odiosa aunque lucrativa
faena de recaudar los pechos y cargas públicas. Tenían que
aguantar á menudo persecuciones y acosamientos : reventando
contra ellos en varios puntos horrorosa sublevación el año de 1591,
en que los judíos especialmente lloraron estrago y mortandad ter-
rible. Aterrados unos y otros convirtiéronse muchos; pero siendo
á la fuerza no dejaron los mas de profesar en secreto su antigua
religión. El siglo XV, tan fecundo en desórdenes, señalóse también
por el crecimiento de daños á que dieron ocasión los conver-
sos, tocando á los Reyes católicos reprimir tales excesos como lo
habían verificado con los otros desmanes de que tanto adoleció
Castilla á fines de la propia centuria.


Inclinóse Don Fernando V á emplear desde luego rigores y
severidad , particular distintivo de su carácter, valiéndose de las
comisiones inquisitoriales introducidas tiempo había en Aragón.
Opúsose á tal novedad en Castilla la reina Doña Isabel su esposa,
no solo llevada de su condición mas apacible y suave, sino también
por Ja cabida que en su pecho tenian los consejos de su confesor
Don fray Fernando de Talavera, hombre docto al par que piadoso
y conciliador. Sin embargo insistiendo el rey en su intento, y ci-
tándose á cada paso profanaciones sacrilegas de los conversos,
ciertas unas y otras supuestas ó exageradas, hubo al fin la reina
de ceder en su repugnancia : é impetrándose la bula del estableci-
miento de la inquisición , la otorgó y expidió el pontífice Sixto IV
en noviembre de 1478. Por ella facultábase á los Reyes católicos
para eligir inquisidores y removerlos á su antojo, echando casi
por tierra la autoridad de los obispos. Dos años trascurrieron sin
ejecutársela bula; pero planteada al cabo, abusaron de su poder
los inquisidores en tan gran manera que á poco levantóse contra
ellos y su institución universal clamor. No desoyó Roma las quejas;
sino que al revés las acogió favorablemente, realizando el papa
algunas mudanzas, hasta la de nombrar por sí otros inquisidores.


Desagradó intrusión tan contraria á las prerogativas de la corona
á los Heves católicos, quienes representando vigorosamente alcan-
zaron se revocase lo hecho, y se diese á la inquisición una forma
mas regular y estable. Verificóse esta alteración por medio de una
bula expedida en 1485, que designaba para inquisidor general al
arzobispo de Sevilla Iñigo Manrique. No conservó largo tiempo su




180 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


cargo el agraciado, pues nombróse en el mismo año para suce-
derle á fray Tomas de Torqueraada, confesor del rey, y de natu-
ral parecido al suyo, astuto y rígido. La bula concedida al efecto,
y cuyo rastro no pudo descubrir la comisión de las cortes á pesar
de su diligencia, proveía al nuevo inquisidor general de poderes
amplios trasferibles á oíros, no usando de ellos los inquisidores
particulares ó subalternos sino « en virtud de subdelegacion y fa-
« cuitad que aquel les daba. »De consiguiente arregló Torquemada
los tribunales inferiores á medida de su deseo, y aun formó el con-
sejo real supremo de la inquisición, que, no instituido por bula
particular, carecia de autoridad propia en las vacantes de inquisi-
dores generales.


Nunca autorizaron las cortes la introducción del santo oficio en
el reino, siendo asi que á ellas juntamente con el rey correspondía
permitirla ó desaprobarla ; pecando por tanto la inquisición hasta
en su origen de la falta de verdadera legitimidad. Al contrario,
siempre que se ofreció ocasión mostraron las cortes desvío é hicie-
ron reclamaciones y-demandas vivas locante á las injusticias y desa-
fueros de la inquisición, pidiendo á veces su reforma con vehe-
mencia no escasa. En algunas villas y ciudades desasosegáronse los
vecinos, hubo en otras conmociones serias, y viéronse en casi
todas atropellados los ministros y dependientes del santo oficio.
La resistencia á que se plantease fué muy general en las vastas
provincias que ya entonces componían la monarquía española. En


Aragón, refiere* Zurita, « comenzáronse de alterar
c a p . t e . ) s y alborotar los que eran nuevamente convertidos
« del linage de los judíos, y sin ellos muchos caballeros y gente
« principal, publicando que aquel modo de proceder era contra
« las libertades del reino, porque por este delito se les confisca-
« ban los bienes, y no se les daban los nombres de los testigos
t que deponían contra los reos : que eran dos cosas muy nuevas
« y nunca usadas, y muy perjudiciales al reino.... Y como era
« gente caudalosa y por aquella razón de la libertad del reino
« hallaban gran favor generalmente, fueron poderosos para que
« todo el reino y los cuatro estados de él se juntasen en la sala de
« diputación como en causa universal que locaba á todos, y deli-
« beraron enviar sobre ellos al rey sus embajadores.... > Lo mismo


en León y Castilla, según lo atestigua* Mariana, tan
d A p ° ' " ' ) poco sospechoso en la materia como Zurita.... « Al
« principio, dice, pareció muy pesado (el establecimiento déla
« inquisición) á los naturales; lo que sobre todo extrañaban era
* que los hijos pagasen por los delitos de los padres; que no se
« supiese ni se manifestase el que acusaba, ni se confrontase con
c el reo , ni hubiese publicación de testigos; todo contrario á lo
« que de antiguo se acostumbraba en los otros tribunales. Demás
« de esto ¡es parecía cosa nueva que semejantes pecados se casti-




LIBRO VIGÉS1MOPRIMO. 181
« gasen con pena de muerte, y lo mas grave que por aquellas
« pesquisas secretas les quitaban la libertad de oir y hablar entre
« s í , por tener en las ciudades , pueblos y aldeas personas á pro-
« pósito para dar aviso de lo que pasaba, cosa que algunos tenían
« á figura de una servidumbre gravísima á par de muerte.... »


La voz y los clamores sonaron tan viva y constantemente, que
Carlos V creyó oportuno impedir á la inquisición continuase en el
ejercicio de sus funciones en el año de 15oo; suspensión que duró
hasta diez años después, en que recibió aquel tribunal nuevo ser
de Felipe II , que gobernaba estos reinos en ausencia de su padre :
y después monarca ya propietario, amplió la autoridad del santo
oficio aprobando los reglamentos que dio el inquisidor general Val-
dés, y privando á los procesados de la protección del recurso de
fuerza. Usó Felipe también del mismo medio para mantener ilesa la
religión católica, y como única en sus muchos é incoherentes esta-
dos, figurándosele seria aquel estrecho vínculo entre sus apartadas
provincias, é instrumento político y acomodado de conjífrvaciüfi y
orden. Los prelados mas esclarecidos de la nación por sus virtudes
y ciencia no cesaron en los mejores tiempos de oponerse á la per-
manencia de un establecimiento que socavaba los derechos y pree-
minencias del episcopado. No hubo tampoco en fin corporación
alguna importante y grave que no pugnase de cuando en cuando
contra las prácticas, usurpaciones y tropelías de la inquisición, cuya
autoridad desapoderada aseguraban los magistrados mas doctos y
dignos de respeto se entrometía hasta en los * « puntos ,
« de gobernación política y económica, ostentando
< independencia, y desconociendo la soberanía. » Después de dis-
currir asi pasaba la comisión á probar cuan incompatible era el
santo oficio con la nueva constitución política de la monarquía,
proponiendo ademas lo que debería adoptarse, abolido que fuese
aquel tribunal. No seguiremos á la comisión en todo su relato, pero
trasladaremos sí cuanto expresaba acerca del modo de proceder de
la inquisición en sus juicios. Los reos, decía, « son conducidos á
« la prisión sin haber visto antes á sus jueces; se les encierra en
« aposentos oscuros y estrechos, y hasta la ejecución de ia sen-
il tencia jamas están en comunicación; se Íes pide la declaración
« cuándo y cómo parece á los inquisidores; en-ningún tiempo se
« les instruye, ni del nombre del acusador, si lo hubiere, ni de los
e testigos que deponen contra ellos, leyéndoles truncadas las de-
« claraciones, y poniéndose en tercera persona los dichos de aque-
« líos mismos que lo han visto ú oido.... El proceso nunca llega á
< ser público, y permanece sellado en el secreto de la inquisición ;
« se extracta de él lo que parece á los inquisidores, y con ello solo
« se hace la publicación de probanzas, y se invita al tratado como
i reo á que haga por sí ó por el abogado que se le ha dado su de-
« fensa, y ponga tacha:; á ios testigos : mas ¿qué defensa puede




182 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


t hacer con unas declaraciones incompletas y truncadas? ¿qué
« tachas poner á unas personas cuyos nombres ignora?... En el
« tribunal de la inquisición siempre acompaña á la prisión el se-
« cuestro de todos los bienes, y se atormenta y gradúa el tor-
« mentó por indicios, cuya suficiencia se deja á la conciencia
« délos inquisidores que asisten y presencian el tormento.... »
¡ Siendo sacerdotes todos ellos!


Vese por esta muestra cuan en contradicción se hallaba la nueva
ley fundamental con las reglas que servían de paula al santo oficio
en sus procedimientos y en las causas de su competencia : probado
lo cual largamente por la comisión, opinaba esta resolviesen las
cortes las dos proposiciones siguientes : primera : « La religión ca-
« tólica, apostólica romana será protegida por leyes conformes á la
< constitución. > Segunda : « El tribunal de la inquisición es in-
« compatible con la constitución.» Modo muy diestro de presentar
el asunto á la deliberación de las cortes, porque nadie podia resis-
tirse fundadamente á votar la primera proposición, ni nadie tam-
poco negar después la incompatibilidad de la constitución con el
santo oficio, como se encontraba establecido en España. Siguiendo
este rumbo los hombres timoratos, pero de buena fe, arreglaban
fácilmente con su conciencia asentir al dictamen de la comisión :
aquietábanse también los tímidos que, si no escrupulosos, recelá-
banse del porvenir, y ansiaban dar su voto de una manera indirecta
y mas embozada. Tampoco ponían reparo los ilustrados y de for-
taleza, siempre que lograsen su objeto, fuese á las claras ó tapada-
mente. Precauciones tales podian mirarse como nimias y aun
sobrado ridiculas, quedando ya tan atrás los tiempos en que se
ventiló semejante materia. Pero reflexiónese cuáles eran aquellos,
de dónde se salia, y cómo se habían criado los españoles, hasta los
de influencia entonces, y que manejaban los negocios públicos. La
comisión procediendo asi dio pruebas de gran tino y circunspec-
ción, debiéndose á su andar pausado y firme el triunfo de Ja razón
y de la humanidad afligida.


De la decisión de ambas cuestiones, y en especial de la segunda,
pendía verdaderamente abolirse ó no el santo oficio. Asi fué que
al tratarla se empeñaron los debates, no siendo las que vinieron
después mas que una secuela y de inferior importancia.


Habíase señalado el 5 de enero para abrir la discusión y dar asi
plausible comienzo al año de 1813. Escaramuzóse no poco primero
que se entrase plenamente en el asunto, según acontece en materias
graves, procurando Jos que se consideran vencidos interponer de
antemano incidentes que alejen la final derrota, ó la suavicen y
conviertan en mas llevadera.


Burlados Jos ardides y desvanecidas las estratagemas, entablá-
ronse Jos debates con detenimiento y mucha solemnidad. Imposible
se hace dar aguí un traslado, ni deslucido siguiera, de Jo que fue-




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 183
ron, y de su brillo, profundidad y grandeza. Duraron hasta el 23 de
enero, solo por lo que respecta á las dos proposiciones insinuadas.
Todos los oradores y hombres de cuenta tomaron parte. Los ada-
lides mas principales en favor de la inquisición fueron el señor
lnguanzoy el inquisidor Don Francisco Riesco. Casi dos sesiones
ocupó el discurso del último orador, verdadero panegírico y de-
fensa completa de aquel tribunal, no desnudo de razones, y fun-
dado algún tanto en la parte de censura que hacia de los tribunales
que la comisión deseaba sustituir al del santo oficio, y de los que
hablaremos mas adelante. El señor Inguanzo, sentando doctri-
nas las mas ultramontanas, quejábase del artificio con que la comi-
sión presentaba su dictamen*. « Este ataque, decia,
« no se presenta de frente, como parece lo pedia la ( A p ' " ' " '
« buena fe.... Loque se ha hecho es urdir u n plan de proposi-
« ciones ambiguas y de cierta apariencia, las cuales, envolviendo
« sentidos diferentes, den lugar á que se saque por consecuencia
« y por ilaciones lo que se pretende, y á hacer después un su-
« puesto de la dificultad. » Dias adelante respondió á este dis-
curso el eclesiástico Don Joaquín de Yillanueva, quien dióautoridad
ásus palabras empezando por asentar que le* « habían
« honrado con su amistad cinco inquisidores gene- ' A p ' M "
« rales y otros respetables ministros é individuos de la inquisi-
« cion ; » pues suponíase haber hallado el orador poderosos
motivos de desengaño, cuando á pesar de tales conexiones se de-
claraba tan opuesto á la permanencia de aquel tribunal. Usó el
señor Villanueva en su discurso de ironía amarga, lanzando tiros
envenenados contra el señor Inguanzo en tono humilde y suave, la
mano puesta en el pecho, y los ojos fijos en tierra, si bien á veces
alzando aquella y estos, y despidiendo de ellos centelleantes mira-
das, ademanes propios de aquel diputado, cuya palidez de rostro,
cabello cano, estatura elevada y enjuta, y modo manso de hablar re-
cordaban al vivo la imagen de alguno de los padres del yermo; aunque
escarbando mas allá en su interior, descubríase que, como lodos,
pagaba tributo de flaquezasá la humanidad, las que asomaban en
Ja voz y gesto al enardecerse ó al estar el orador seguro de su triunfo.
E n uno de los pasages de su arenga, aludiendo al mencionado
señor Inguanzo, decia : « *Como algunos señores , ,


.„*» ' . . . . « . . . ("Ap.ii . SI. )


« sencillamente creyeron no in jur iar a la comisión de
« constitución, salvando la intención con que suponen haber caido
« en heregías y errores la mayoría de sus individuos, asi yo, guar-
« dándome de tratarlos á ellos de calumniadores, atribuyo sus
« falsedades á olvido de los primeros elementos del derecho pú-
i blíco, civil y eclesiástico. ¡ Ojalá pudiera desentenderse la caridad
c cristiana de lo que en este caso le corresponde! Pues siendo lan
« católica como la fe, prohibe estrechamente la osadía y la ligereza
« de los que sin causa y contra toda razón denigran la doctrina de




184 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« personas mas sabias que ellos y no menos católicas.... Espán-
« tame (siempre contra el señor Inguanzo) sobre todo el furor
« con que se asegura que si debe protegerse la religión conforme
« á la constitución, no puede ó no debe ser protegida la santa
« Iglesia.... No dijera mas Celso ni Juliano el apóstata.... » De
este modo con tiento de blanda mano profundiza y hiere el devoto
alli donde al parecer solo acaricia ó palpa. Algunas sesiones antes,
de haberse pronunciado este discurso, articuló otro el señor Mejía,
esmerado y de los mas selectos entre los muchos buenos que salieron
de los labios de aquel diputado. No le fue en zaga el del digno
eclesiástico Ruiz Padrón, sustentando constantemente el dictamen
de la comisión los señores Muñoz Torrero, Espiga y Oliveros,
también eclesiásticos, con copia de doctrina, cúmulo de razones, y
manteniendo el predominio de la verdad por medio de la per-
suasión mas viva.


Al fin votáronse y se aprobaron las dos proposiciones de la co-
misión; ganándosela segunda que realmente envolvía la destruc-
ción de la inquisición por 90 votos contra 60 en el dia 22 de enero.
Desplomóse asi aquel tribunal, cuyo nombre solo asombraba y
ponia aun espanto. Se pasó en seguida á tratar de lo restante del
dictamen de la comisión, que debía adoptarse, según esta, des-
pués de aprobadas las dos proposiciones de que acabamos de
hablar. Reducíase lo propuesto á un proyecto de decreto sobre tri-
bunales protectores de la religión; manera de cobertizo que bus-
caba la comisión para guarecerse de la nota de irreligiosa y de las
censuras que le preparaban los hombres interesados y de mala fe,
ó los fanáticos y de menguado seso. Comprendía el proyecto dos
capítulos. En el I o se trataba del restablecimiento en su primitivo
vigor de la ley 2 1 , título 26 de la partida 7 a para las causas de fe,
y de! modo de proceder en estos juicios según varios trámites y
variaciones que especificaba la comisión : y en el 2 o de la prohibi-
ción de los escritos contrarios á la religión.


El restablecimiento de la ley de partida era providencia oportuna
y muy sustancial en cuanto dejaba expeditas las facultades de los
obispos y sus vicarios para proceder con arreglo á los cánones y
derecho común , sin confundirlas con las de los jueces á quienes
incumbía imponer las penas. Asi estaban divididas las dos potesta-
des , y tenian los acusados todas las defensas y patrocinio que la
ley concede en los delitos comunes. Sin duda rigorosas y de tiempos
bárbaros eran las penas de las partidas contra los hereges; pero
ademas de estar ya aquellas en desuso indicaba la comisión en el
modo mismo de extender su artículo que se modificarían.


Nuevos debates se empeñaron sobre este proyecto de decreto.
Aprobóse con gran mayoría el primer artículo que comprendía el
restablecimiento de la ley de partida, siendo muy señalado el dis-
curso que en su favor y en apoyo de la jurisdicción episcopal pro-




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 185


nuncio el diputado eclesiástico Serra , venerable anciano, de saber
tan profundo en materias sagradas, como excesiva su modestia y
grande su compostura. Los dernas artículos del primer capítulo de
dicho decreto siguieron discutiéndose, y se aprobaron todos los
que favorecían la defensa de los reos, al paso que no se admitieron
dos de ellos, según Jos cuales se formaba en cada diócesi una espe-
cie de tribunal de fe compuesto de los cuatro prebendados de ofi-
cio de la iglesia catedral. Este pensamiento habíanlo sugerido los
diputados jansenistas que ocupaban asiento en las cortes; y se unie-
ron para reprobarle el partido jesuítico y el de los inclinados á
opiniones mas filosóficas, que en otras ocasiones andaban siempre
muy desunidos. Pasó con poca variación y no discusión larga el se-
gundo capítulo del proyecto, que hablaba de la prohibición de los
escritos contrarios á la religión, limitados por la ley de la libertad de
la imprenta á solo aquellos que tocasen al dogma y á puntos de la
disciplina universal de la Iglesia. Mejorábase aun en este caso la
suerte de los autores, poniéndose freno á la arbitrariedad ó engaño
en que pudieran incurrir los ordinarios eclesiásticos.


Concluyóse la discusión de tan importante asunto
el 5 de febrero; mas no se promulgó el decreto hasta l 0"c c i 0 r„e d°e'Ja
el 22 del propio mes, ya con el objeto de extenderle quisicion y « -


r - l i , , - , 1 riifmsto (Je las


conforme a lo aprobado, y ya también con el de es- c o r t e s .
cribir un manifiesto exponiendo los fundamentos y
razones que habian tenido las cortes para abolir la inquisición y
sustituir á ella los tribunales protectores de Ja fe : el cual junta-
mente con el decreto debia leerse por tres domingos consecutivos
en las parroquias de todos los pueblos de la monarquía antes del
ofertorio de la misa mayor. Asi lo habia propuesto el señor Teran
con el mejor deseo, y asi lo habian determinado las cortes sin ptei
ver las malas consecuencias que pudiera acarrear semejante reso-
lecion como en efecto las acarreó, según referiremos mas adelante.
El decreto aprobado llevó el título ó epígrafe de Decreto de aboli-
ción de la inquisición, y establecimiento de tribunales protectores de
la (e: estampándose como primeros artículos las dos proposiciones
que habian sido discutidas y aprobadas con antelación y separada-
mente, y eran el tiro mas cierto de destrucción y ruina despedido
contra el santo oficio.


Inmarcesible gloria adquirieron por haber derribado á este las
cortes extraordinarias congregadas en Cádiz. Paso previo era su
abolición á toda reforma fundamental en España; resultando sino
infructuosos cuantos esfuerzos se hiciesen para difundirlas luces y
adelantar en la civilización moderna. * No consistía el ( . ^p „ „2 }
principal daño de la inquisición en sus calabozos y en
sus hogueras : obraba asi tiempos atrás cuando también se que-
maba y perseguía en Alemania, en Inglaterra, en Francia, y lo
misino entro católicos que entre protestantes. Consistía sí cu ser




186 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


una magistratura clerical, uniforme, sola, omnipotente, armada
de la excomunión y los tormentos; cuyas inalterables máximas
pugnaban por cerrar la puerta al saber, y cortar los vuelos al en-
tendimiento en todas las épocas, del mismo modo y en cualesquiera
ángulos del reino, sin variación sensible ni por la serie progresiva
de los años, ni por la mudanza de los individuos; debiendo aquella
institución, según su índole, mantenerse perpetuamente, y conti-
nuar siendo opresora tenaz de la razón, y tirana del hombre hasta
en el retirado asilo del pensamiento.


Reforma >¡e Durante estos meses, y conforme se fueron eva-
cuaremos y mo- cuando las Andalucías y gran parte del pais ocupado,
aastenoü. tratóse largamente en el gobierno y en las cortes de
las providencias que convenia adoptar acerca de las comunidades
religiosas. Hemos visto como las habia suprimido Napoleón en
parte, y después José en su totalidad. Coyuntura por tanto favo-
rable esta, ya que no para extinguirlas absolutamente, á lo menos
para reformarlas con arreglo á los primitivos institutos de muchas
de ellas , y á lo que reclamaban con todo empeño la índole de los
tiempos y la conveniencia pública.


Aunque siguió España el mismo camino que los otros países de
Ja cristiandad en el establecimiento y multiplicación de los monas-
terios y conventos, hubo en ella particulares motivos para que se
aumentasen, en especial á últimos del siglo XVI y principios del
inmediato. La superstición que el santo oficio y la política de
nuestros monarcas esparció en aquella sazón sobre toda la haz del
reino, el crecimiento de capitales atesorados en América é inver-
tidos con larga mano en dolar establecimientos piadosos en expia-
ción á veces del modo como se adquirieron y por Ja dificultad tam-
bién de hallar sino imposiciones seguras y lucrativas, la diligencia
y apresuramiento con que se agolparon á vestir el hábito religioso
las clases inferiores atraídas por el cebo de cautivar la veneración
de la muchedumbre y lograr entrada y aun poderoso influjo en
las moradas de los grandes y hasta en los palacios de los reyes;
estas causas juntas concurrieron á engrosar aquella avenida de
fundaciones, que saliendo de madre, inundó el suelo peninsular
de con ventos y monasterios, de santuarios y ermitas con séquito
de funciones y aniversarios, de hermanos y cofrades que, ahogando
la reproducción útil , dejaron brotar casi exclusivamente punzantes
y estériles matorrales no menos dañosos al estado que al verdadero
culto. Entonces fue cuando se introdujo con frecuencia en los tes-
tamentos la extraña cláusula de que se dejaba por heredera d su atina;
queriendo significar por esto que se dabaá la Iglesia cuanto se poseía,
con el objeto de que se emplease todo en misas y obras piadosas.


No impidió sin embargo eso el que se clamase constantemente
en España contra las donaciones excesivas hechas al clero , y con-
tra la multiplicación de casas religiosas. Hiciéronse peticiones




V


LIBRO VIGESIMOPRIMO. 187


acerca de la materia por las cortes en el siglo XVI, diciendo las
de Valladolid de 1518 * que si no se ponia coto á ese A p a 3 )
género de adquisiciones, en breve tiempo seria lodo del
estado eclesiástico secular y regular. Manifestaron los daños que de
ellas se seguían los escritores del mismo tiempo y de los posterio-
res , los Sanchos de Moneada, los 31artinez de Mata, losNavarretes.
Conocida es la representación * de la universidad de , . A p „ a 4 }
Toledo hecha en 1618 á la junta formada por el duque P " '
de Lerma para examinar los medios de restablecer la nación, en
la cual hablando del aumento del estado eclesiástico, dícese: « Hoy
« se ve que no habiendo la mitad de gente que solía, hay doblados
« religiosos, clérigos, estudiantes, porque ya no hallan otro modo
« de vivir » No menos conocida es también la fa- , . . ,„ „


1 AD. n. 25. |


mosa consulta* ^ef consejo de 1619, en cuyo contexto,
entre los varios recursos que se excogitan para aliviar los males
de la monarquía , se indica como uno de ellos el « que se tenga la
€ mano en dar licencias para muchas fundaciones de religiones y
• monasterios » con otras reflexiones muy oportunas al asunto,
añadiendo que aunque para los regulares sea aquel camino el« mejor
« y mas seguro y de mayor perfección , para el público venia á ser
« muy dañoso y perjudicial. » De las cortes del reino que en el
propio siglo representaron vigorosamente sobre !o mismo, señalá-
ronse las convocadas en Madrid * año de 1626 por Fe- p n ^ )
Jipe IV, explicándose los procuradores en esta sus-
tancia : « Que se tratase con mas veras de poner límite á los bienes
« que se sacaban cada dia del brazo seglar al eclesiástico....
« Que las religiones eran muchas , los mendicantes en exceso, y
« el clero en grande multitud. Que habia en España 9,088 monas-
* terios, aun no contando los de monjas (número que nos parece
« harto exagerado). Que iban metiendo poco á poco con dotacio-
« nes, cofradías , capellanías ó con compras á todo el reino en
« su poder. Que se atajase tanto mal. Que hubiese número en los
« frailes, modelación en los conventos, y aun en los clérigos se-
« glares. Que siendo menos vivirían mas venerados y sobrados, y
« no habría nadie que juzgase por impío y duro aquel remedio
« del cual mirase resultar mayor defensa y reverencia de nuestra
« patria y religión. > Y si de este modo se expresaban ya nuestros
antepasados en siglo tan cubierto de herrumbre supersticiosa,
¿ podría esperarse menos de cortes reunidas en la era actual, y
después de los sacudimientos sobrevenidos en la nación ?


Computábanse antes de 1808 * en España 2,051 n ,¡7
casas de religiosos y 1,075 de religiosas, ascendiendo
el número de individuos de ambos sexos, inclusos legos , donados,
ci'iados y dependientes, á 92,727. Con la invasión y las providen-
cias del emperador francés y de José los mas de aquellos estable-
cimientos habían desaparecido, subsistiendo solo en los puntos que




188 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


se mantuvieran libres, ó en donde la ocupación no habia sido du-
radera. Favorecia mucho al gobierno legítimo semejante estado de
cosas; y fácil le era adoptar cualquiera medida que juzgase pru-
dente y discreta para impedir la repoblación de todas las casas re-
ligiosas , mayormente hallándose muchas destruidas, y destinadas
otras á objetos de pública utilidad.


A esto se enderezaba el prevenido ánimo de las cortes, cuando
al dar en 17 de junio de 1812 un decreto sobre confiscos y se-
cuestros , dispusieron estas en el artículo 7 o : « que tendría lugar
« el secuestro y la aplicación de frutos á beneficio del estado cuando
« los bienes , de cualquiera clase que fuesen, pertenecieran á
« establecimientos públicos, cuerpos seculares, eclesiásticos ó re-
>< ligiosos de ambos sexos, disueltos, extinguidos ó reformados
« por resultas de la invasión enemiga, ó por providencias del go-
« bierno intruso; entendiéndose lo dicho con calidad de reinle-
« grarlos en la posesión de las fincas y capitales que se les ocupa-
« sen, siempre que llegara el caso de su restablecimiento; y con
« calidad de señalar sobre el producto de sus rentas los alimentos
< precisos á aquellos individuos de dichas corporaciones que de-
« biendo ser mantenidos por las mismas se hubiesen refugiado á
« las provincias libres, profesasen en ellas su instituto, y careciesen
« de otros medios de subsistencia. > La ejecución puntual de este
artículo efectuaba insensiblemente y de un modo hasta plausible la
reforma del clero regular, que pudiera haberse verificado en tér-
minos mas ó menos latos, según lo consintiesen el bien del estado
y las necesidades del culto; alcanzándose tan deseado fin, ya que
no por senda corta y derecha, á lo menos por rodeos y serpen-
teando , como sucedió en lo de la inquisición y en otras materias
en que procedieron aquellas corles muy cuerda y previsoramenle.


Tocaba á la regencia el desempeño cabal de semejante cuidado,
y dio en realidad muestra de ser tal su designio, mandando á los
intendentes en una instrucción que circuló en agosto, cerrasen los
conventos y lomasen oportunas medidas para estorbar el deterioro
de los edificios y sus enseres, que debian quedar á disposición del
gobierno. Mas desgraciadamente no persistió la regencia en tan
acertado propósito, cediendo al clamor de muchos religiosos y de
algunos pueblos que pedían su restablecimiento, ó mas bien lle-
vada de su propia inclinación, después que el conde del Abisbal
cedió el puesto á Don Juan Pérez Villamil, sostenedor activo y cen-
tro firme de los desafectos á novedades. (


Antes del advenimiento al mando del Don Juan ya la regencia,
incierta sobre lo que convenia determinar, habia acudido á las
corles pidiendo manifestasen cuáles eran sus intenciones en asunto
de tal entidad. La comisión de hacienda opinó se llevase adelante
lo prevenido en el artículo 7 o del citado decreto sobre confiscos y
secuestros, y lo que la regencia misma había mandado á Sos iu-




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 189


tendentes en la instrucción de agosto, encargando ademas á esta
que propusiese todo lo que « conceptuase conveniente á la utilidad
« pública y al verdadero interés de los regulares. » Atinado dic-
tamen que abria las zanjas de una reforma progresiva y lenta. Mas
detúvose en 18 de setiembre de este año de 1812 la aprobación de
lo que la comisión indicaba, poniéndose de por medio algunos dipu-
tados patrocinadores de los religiosos, y entre ellos D o n Joaquín
de Villanueva, quien consiguió empantanar el asunto introduciendo
en la discusión otras proposiciones, que , si bien se dirigían á la
reforma de los regulares, favorecían igualmente su restablecimiento
y conservación. Muchos pensaron que el Villanueva se entendia en
secreto con la regencia. Los debates no se renovaron hasta el 50 del
propio setiembre, en cuyo dia pasó á las cortes el ministro de
gracia y justicia una memoria acerca de la materia, acompañada
de una instrucción compuesta de 19 artículos, bien extendida en
lo general, y encaminada á un nuevo arreglo y disminución de las
comunidades religiosas. Recogió en consecuencia sus proposiciones
el diputado Villanueva, y se decidió pasase todo el expediente á
tres comisiones reunidas; ideada traza de dilatar la resolución final,
y de dejar á la regencia nías desembarazada para que por sí á las
calladas y sucesivamente permitiese á muchos regulares volver á
ocupar sus conventos so pretexto de ser necesarios en los pueblos,
faltos los fieles de auxilios espirituales. Asi sucedió : mientras que
negocio tan grave estaba aun pendiente en las cortes, y sobre todo
después que se traslució que las comisiones reunidas se inclinaban
á una reforma algo lata, empezó la regencia á permitir el resta-
blecimiento de varios conventos, y á fomentar bajo de mano la
pronta ocupación de otros : siendo de notar circulase estas dispo-
siciones por conducto del ministerio de hacienda, diverso de aquel
en que habia radicado el expediente, y era el de gracia y justicia.
Especie de dolo ageno de una potestad suprema que excitó enojo
en las cortes y reñidos debates.


Vino á disculparse en ellas Don Oistóval de Góngora, entonces
ministro interino de hacienda, quien, en la sesión del 4 de febrero
de 1813, sacando á plaza con poco pulso las desatentadas provi-
dencias del gobierno, acreció la irritación en vez de apaciguarla.
Las comisiones encargadas de informar acerca del expediente ge-
neral habíanle estado meditando largo tiempo, y no antes de enero
habian presentado su parecer á las cortes. Proponían en él una re-
forma equitativa y bastante completa del clero regular, sin que por
eso ni aun entonces cejase la regencia en dar su consentimiento
para que se restableciesen varias casas religiosas: no descuidándose
en solicitarle los interesados, sabedores del golpe que los amagaba,
y de la propensión favorable que hacia ellos tenia el gobierno de
Cádiz. El haber mandado este se expidiesen las órdenes por la se-
cretaría de hacienda no tanto pendía de que estuviesen aquellos




190 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


establecimientos á la disposición del mencionado ramo en calidad
de bienes nacionales, cuanto de ser mas aficionado su gefe á la re-
población de los conventos que no su compañero el de gracia y
justicia Don Antonio Cano Manuel, quien lidiaba en sentido opuesto,
trocada asi la índole respectiva de ambos ministerios; pues parecía
mas propia de la del primero querer la reforma de regulares pro-
ductora de medios, que de la del segundo no ganancioso con la
desaparición de instituciones de mucho valer que corrían bajo su
dependencia.


Entre los flojos descargos que alegó Don Cristóval de Góngora
en respuesta á las fundadas y vigorosas razones que le presenta-
ron en la sesión indicada los diputados García Herreros y Traver,
graduóse á primera vista como de alguna fuerza el de que la re-
gencia se había visto obligada á obrar asi por el espectáculo las-
timoso que se presentaba en los pueblos de andar los religiosos á
bandadas sin encontrar asilo en donde recogerse. Mas bien exami-
nado este descargo, carecía de fundamento lo mismo que todos los
otros , porque si en realidad era tan desgraciada la suerte de los
exclaustrados, ¿ qué causa impedia auxiliarlos, según estaba pre-
venido, echando mano de las rentas de los mismos conventos, y
bastando las de los ricos con muchas sobras á sufragar, no solo los
gastos suyos, sino los de los que se consideraban pobres? ¿No era
preferible semejante medio al de permitir se apoderasen de las
casas y los bienes, antes de decretar la conveniente reforma? Pues
ó esta no se verificaba entonces, y patentes daños resultarían para
el estado y aun para la Iglesia; ó si después, claro era que mayo-
res obstáculos se ofrecerían , y mayor y mas doloroso el sacrificio
pedido á los regulares. Y por otra parle, ¿ probábase de un modo
cierto que la suerte de los exclaustrados fuese tan aciaga y mísera?
¿ Imploraban la piedad de los fieles públicamente y de montón du-
rante el dominio de los franceses ? No. ¿ Osaron aparecer vestidos
con el hábito de religioso? Menos aun. Y ¿en qué consistía dife-
rencia tan notable? En que el gobierno de José, vigoroso con el
auxilio extrangero, y no protector de aquellas casas, estorbaba se
representasen escenas tales de puro escándalo, al paso que la re-
gencia y sus autoridades las aplaudían y quizá las preparaban , re-
buscando pretextos de restablecer sin mesura y tasa las comunida-
des religiosas. No se diga motivó la vista repentina de tantos
frailes en las ciudades y poblaciones evacuadas el que se agolparon
á ellas los residentes en las libres, porque pocos y muy contados
fueron los que abandonaron su domicilio ordinario : habíanse los
mas quedado en sus respectivos distritos. Ni durante aquel tiempo
se oyó hablar de sus apuros y extremada escasez : todos ó los mas
tuvieron modo de subsistir honesto. Y ¿ era imposible ahora lo
que entonces nó. . . . ? ¿ Escaseaba de proporción el gobierno legí-
timo para suministrarles el debido sustento y una decente manuten-




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. idi


cion, dueño de los muchos recursos que en sus manos ponia la
suspensión mandada de repoblar semejantes establecimientos ?
Tampoco pedian eso los vecinos de los países desocupados, ni si-
quiera pensaban en ello los mas. Acordámonos que en los domina-
dos mucho tiempo por el invasor habíanse las gentes desacostum-
brado en tan gran manera á ver el hábito religioso, tan venerado
antes, que los primeros regulares que se pasearon asi vestidos en
las poblaciones grandes, como Madrid y otras, tuvieron que escon-
derse para huir de la curiosidad y extrañeza con que los miraba y
seguía el vulgo, en particular los muchachos que nacieran ó ha-
bian crecido durante la ocupación francesa. Por tanto las peti-
ciones sobre restablecer las comunidades procedieron tan solo de
manejos de los ayuntamientos ó de algunos interesados, siéndole
muy fácil al gobierno patentizar tales amaños para caminar en se -
guida con paso firme á la reforma prudente de los regulares, y de
modo que, cubriendo las justas necesidades de estos, no se viesen
desatendidos ni Jos intereses del estado ni los del culto.


Pero restablecidas ya varias casas, y tornadas por la regencia
otras providencias, ofrecía obstáculos retroceder y desbaratar lo
hecho, según querían las comisiones reunidas. Por lo tanto, pidióse
á las mismas nuevo dictamen, que dieron en 8 de febrero y apro-
baron las cortes en sesiones sucesivas, promulgándose de resultas
un decreto acerca de la materia en 18 del propio mes. Considéresele
á este como provisional y sin perjuicio de las medidasgenetales que
en adelante pudieran adoptarse. Las del actual decreto eran en
sustancia : I o permitir la reunión de las comunidades consentidas
por la regencia, con tal que los conventos no estuviesen arruina-
dos , y vedando pedir limosna.para reedificarlos; 2 o rehusar la
conservación ó restablecimiento de los que no tuviesen doce indivi-
duos profesos; 3 o impedir que hubiese en cada pueblo mas de uno
del mismo instituto; y 4 o prohibir que se restableciesen mas con-
ventos y se diesen nuevos hábitos hasta la resolución del expe-
diente general.


A pesar de que á algunos parecerán mancas y no bastantes para
su objeto tales resoluciones, seguro es que si se hubieran puesto
en práctica con tesón y cumplido á la letra durante sucesivos años
el decreto que las comprendía, la reforma del clero regular hu-
biérase verificado ampliamente y por medios suaves. Pero la mano
destruidora del bien que, empuñando en 1814 una aguzada y cor-
tante hoz, la extendió á ciegas y locamente sobre todas las provi-
dencias que emanaron de las cortes, tampoco olvidó esta, y la segó
muy por el pie.


A otras mudanzas también de entidad dieron origen
„ ... c i i • • • • • i i - , i Mudanza de la


estas reformas de la inquisición y los regulares. Debe regencia y ¡m»
contarse como la mas principal la remoción de la re- c a n s a 8


gencia que gobernaba entonces la monarquía. Casi nunca conforme




192 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


en sus procedimientos con los deseos de las corles, desvióse cada
vez mas y se apar tó , si cabe, del todo , luego que Don Juan Pérez
Villainil ocupó el puesto que dejó vacante por dimisión voluntaria
el conde del Abisbal, lo cual habiendo ocurrido en setiembre
de 1812, coincidió con los importantes acontecimientos que sobre-
vinieron en la propia sazón. Ibase en ella desembarazando de ene-
migos nuestro territorio, tocando al gobierno en ocasión tan critica
obrar con el mayor pulso, y bien le era menester, cuando de nada
menos se trataba que de plantear la administración en todas sus
partes, introducir las nuevas leyes, apaciguar las pasiones, re-
compensar servicios, aliviar padecimientos, echar un velo sobre
extravíos y errores, y ganar en fin las voluntades de todos, usando
de suavidad con unos y de firmeza con otros. Requeríase para ello
maestría suma, el tino de hombres resueltos y probados, que su-
piesen sobreponerse á las preocupaciones y exageradas demandas
de partidos extremos y resentidos. Tres eran estos en los pueblos
evacuados : el del rey intruso, el délos opuestos á Jas reformas, y
el de sus amigos y defensores. No muy numeroso el primero, tenia
sin embargo raices, no tanto por afición, cuanto por el temor de
que ahondando en vidas pasadas, se descubriesen compromisos,
aun en donde ni siquiera se recelaban : dolencia que acompaña a
las disensiones largas y domésticas. Era de todos el segundo partido
el mas crecido y fuerte, y en el que si bien muchos anhelaban por
reformas respecto del gobierno antiguo, no las querían amplias,
ni tan allá como las cortes, desfavoreciendo á estas el que se ase-
mejasen varias de sus mudanzas á otras de José, no permitiendo á
veces los intereses individuales y los apasionados afectos de aque-
llos tiempos distinguir la diferencia que mediaba entre ambas
autoridades de tan opuesto origen. Aunque mas circunscrito el
partido tercero y último (el de los amigos de las reformas) era su
influjo grande y su pujanza mucha, abanderizándose generalmente
en él la mocedad y los hombres ilustrados que tcnian á las cortes
por apoyo y principal arrimo. .


En vez la regencia de mostrarse desnuda de aficiones, declaróse
casi abiertamente por los enemigos de las reformas, tirando á in-
comodar á los comprometidos con José, y desatendiendo indebida-
mente á los que pertenecían al tercer partido; por lo cual estribando
su política en medidas exclusivas y de intolerancia, adolecieron sus
providencias de este achaque y de inclinaciones parciales. El nom-
bramiento de empleados y jueces , asunto difícil siempre y en tales
crisis muy arduo, tachóse, y en general fundadamente, de desacer-
tado , escogiendo hombres poco discretos que atizaban el fuego en
lugar de apagarle, y desunían los ánimos lejos de concordarlos.
Nacieron deaqui universales quejas, hijas algunas de males reales,
muchas, como acontece, de imaginarios ó muy ponderarlos, á que
daban plausible pretexto el desacuerdo y desvarios de la regencia,




LIBRO VIGÉSIMOPR1MO. 195


poco cauta en su conducta, y nada cuidadosa de evitar se le atri-
buyesen las desgracias que procedían de trastornos anteriores,
como tampoco de moderar las esperanzas sobrado lisonjeras que
se formaban los pueblos con la evacuación enemiga. Cosa en que
deben reparar mucho los repúblicos advertidos, porque la mu-
chedumbre irrefleja, propensa en demasía á esperar venturas, y
á que se cicatricen añejas llagas con solo cambiar de gobierno, en-
furécese al verse chasqueada, y se desalienta en igual proporción
y en contrario sentido de aquello mismo que primero le daba
bríos.


Al ruido de las representaciones y lamentos desatentada la re-
gencia, antes de examinar bien el origen de ellos y de apurar si
provenían de determinaciones equivocadas ó de desmaño y mane-
jos torcidos de sus empleados, ó bien de males inherentes á los
tiempos, ó si de todo junto, para ir aplicando los convenientes re-
medios, sin espantarse ni inclinar su balanza á uno ni á otro lado,
atropellóse; y achacando á las trabas que se ponían al gobierno por
las nuevas instituciones los desmanes y osadía de muchos y la culpa
del desasosiego y daños que aquejaban á los pueblos, pidió á las
cortes se suspendiesen varios artículos de la constitución. Error
grave querer suspender en parte aquella ley apenas planteada,
que gozaba de popularidad, y cuyos efectos ventajosos ó perjudi-
ciales no podían todavía sentirse.


Sirvió de particular motivo para la demanda una conspiración
descubierta, según se contaba, en Sevilla contra las cortes y la
regencia, habiéndose de resultas formado causa á varios individuos,
para cuya prosecución pronta y fácil exigíase á dicho del gobierno
la suspensión de ciertos artículos constitucionales, entre los que es-
taban comprendidos algunos que no pertenecían á la dispensa do
formalidades que en los procesos y en determinados casos consen-
tía la nueva ley fundamental, sino á otras disposiciones de mas
sustancia. Las cortes no accedieron á la demanda de la regencia
por no creer fuese grave la conspiración denunciada, y tener sos-
pechas de que se abultaba su importancia para arrancar de ellas el
consentimiento apetecido.


No muy satisfechas ya desde antes del proceder del gobierno,
quedáronlo aun menos con este incidente, entibiándose la buena
avenencia entre ambas autoridades, y aumentándose la discre-
pancia que rayó en aversión de resullas del asunto de los frailes ,
cuyos trámites y final remate por el propio tiempo hemos refe-
rido ya.


En consecuencia no desperdiciando coyuntura las cortes de hos-
tigar al gobierno, ofrecióseles una oportuna con motivo de discu-
tirse el dictamen de cierta comisión encargada del examen de
memorias presentadas por los secretarios del despacho en que
cada uno daba cuenta del estado de sus respectivos ramos. Apa-


iii. 15




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


recieron los ministros durante los debates en mala y desgraciada
postura, trayéndolos los diputados á mal traer con preguntas y
réplicas. El de la guerra, Don José Carvajal, que vimos desafor-
tunado y de fofo y mermado seso allá en Aragón, fingióse malo poí-
no comparecer, y los de hacienda y estado , Don Cristóval Gón-
gora y Don Pedro Gómez Labrador, tampoco representaron lu-
cido papel, escasos de razones y confundiendo ó desfigurando los
hechos en sus discursos. Como individuo de la comisión dijoles el


conde de Toreno entre otras cosas en la sesión de 7
( Ap. n. as.) ^ febrero *: « El dictamen de la comisión está redu-
« cido á dos puntos : examen de las memorias de los secretarios
1 del despacho, acompañado de las reflexiones que han parecido
« oportunas , y su dictamen particular deducido del juicio que
« de ellas ha formado. Las memorias y discursos de los secreta-
« rios del despacho fueron provocadas por unas proposiciones del
« señor Arguelles aprobadas por el congreso, y pasadas á la re-
« gencia para que contestase á ellas. Cuatro son las proposicio-
« nes.... La primera se dirigía á averiguar las providencias adop-
• tadas por la regencia para levantar y organizar ejércitos ,
« particularmente en las provincias de Andalucía, Extremadura y
« las dos Castillas : la segunda á las medidas que hubiese tomado
< para recoger los efectos abandonados por el enemigo : la ter-
t cera enderezábase á saber la opinión de la regencia sobre las
« causas que habían producido Ja diminución y deplorable estado
« del ejército de Galicia: y la cuarta la confianza que le inspi-
« raban los gefes políticos enviados á las provincias. Quiere de-
« cir que tres de las cuatro proposiciones inmediata y directamente
« hablan de la parte militar, y asi es que el secretario del des-
« pacho de la guerra dio un informe mas extenso que los demás
« compañeros suyos. Siento que la indisposición que ha acorae-
« tido á este señor le impida asistir al congreso, pues nos podría
« ilustrar sobre las contradicciones que aparecen en su memoria,
« deshacer las equivocaciones en que haya incurrido Ja comisión,
« y satisfacer á los reparos y réplicas que de nuevo se nos ofrecía
« hacerle. Reproduciré algunos de los puntos mas esenciales,
< ya para que si se hallan instruidos tengan á bien respondernos
c los secretarios del despacho que se hallan presentes, ya también
« para que los diputados con todo acuerdo apoyen ó impugnen á
« la comisión. Con dolor ha encontrado esta al examinar la parte
« de guerra un desorden que no era concebible. No se halla, ni
« se espere hallar una organización vasta y perfecta que abrace
« la distribución de ejércitos, el repartimiento de su fuerza, el
« número de divisiones de que debiera constar cada uno, la pro-
c porción entre las respectivas armas de caballería, infantería y
t artillería; no la relación indispensable y necesaria entre los gas-
t tos de su manutención y los medios con que se contaba; no ór-




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 195


t den en la parte de hacienda militar ; no una táctica uniforme y
c fija: no, nada de esto; tal vez parecería demasiado: pero ni
c siquiera se ha pensado en la menor de estas cosas : por lo que
t resulta de la memoria del secretario del despacho, providencias
« escasas y descosidas, abandono en su misma ejecución, y una
« inconexión tan grande entre ellas que solo puede ser hija del
t descuido mas culpable. La comisión se ha hecho cargo de las
« circunstancias en que la nación se ha visto; ofrecían grandes
« obstáculos para seguir una misma regla en todas las provincias;
« pero no cree que impidiesen adoptar en unas un plan fijo, y en
« otras acomodarlo á las variaciones que dictase su posición. Ade-
« mas, después que la España se ha ido evacuando, ¿qué causas
« estorbaban el haber meditado un plan general para estas pro-
< vincias del mediodía ? ¿ Qué el tener un sistema arreglado en
< Galicia, provincia extensa y de recursos, y que afortunadamente
t se halla libre de enemigos hace tanto tiempo ?... La falta de
« medios es la queja mas frecuente del secretario del despacho de
« la guerra para cubrir el desorden que se nota; pero ¿ cómo nos
« podrá persuadir de su verdad cuando el gobierno procura por
« todos los medios aumentar el número de hombres de los ejér-
« citos, los que, según la memoria de este secretario, han recibido
« un incremento considerable desde el mes de febrero del año
« pasado acá? Pues, ¿cómo la regencia acrecentaría este número,
• si no fuera porque antes liabia consultado los medios con que
* contaba? Y ¿ cómo entonces se lamenta de su escasez el secre-
« tario del despacho? Una de dos, ó este señor se equivoca, ó la
« regencia procedió ligeramente, cuidándose solo de amontonar
« hombres que nominalmente y nada mas reforzasen nuestros ejér-
< citos. La comisión en su informe ha desentrañado bien esta
« cuestión....»


Omitimos otros pormenores del citado discurso y del rumbo que
la discusión llevó, por no apartarnos demasiadamente de nuestro
propósito. Pero en ella trazóse un cuadro fiel, si bien lóbrego y de
tintas muy pardas, del estado administrativo de la nación, de que
fueron causa descuidos de la regencia, los estragos é índole de la
guerra, y antes que todo el atraso y escasez entre nosotros de co-
nocimientos prácticos de verdadera y bien entendida administra-
ción : los cuales se alcanzan tarde aun en los paises mas cultos,
engañados los hombres al estallar de los trastornos políticos con
el falso halago de teorías nuevas, en apariencia perfectas, aunqueen
realidad defectuosas; y llegándose solo á razón poco á poco y después
de muchas caídas. Tenían estas que ser mayores y mas frecuentes
en España, nación rezagada, en donde los ministros por ilustrados
que sean vagarán errantes, todavía durante años, faltos de buena
ayuda ó circuidos tan pronto de hombres meramente especulati-
vos, tan pronto de empleados antiguos llenos de preocupaciones y




196 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


añejos estilos : siendo de advertir ademas que los experimentos en
semejante materia son casi siempre' costosos y muy contingentes
en sus resultas por rozarse en la aplicación con los intereses mas
esenciales de toda sociedad humana, y hasta con su vida y andar
habitual.


Pero la discusión suscitada perjudicó al gobierno en la opinión,
y acreciéronse entre él y las cortes los disgustos y sinsabores, á
punto que se creia próximo un rompimiento desagradable y rui-
doso. Y no falló quien sospechase irían las cosas muy allá, supo-
niendo en la regencia, ó en alguno de sus individuos, la mira
siniestra de destruir las cortes, ó de lomar por lo menos provi-
dencias violentas con los principales caudillos del partido libera!.
Daban para ello pie indiscreciones de amigos de la misma regencia,
artículos amenazadores de periódicos que la defendian, conversa-
ciones livianas de alguno de sus ministros, tanteando el modo de
pensar de ciertos gefes de la guarnición; también el acercarse al
puerto de Santa María tropas bajo pretexto de que se fuera for-
mando el ejército de reserva llamado de Andalucía, y en fin, la
presencia alli del conde del Abisbal, á quien se le consideraba ofen-
dido por su salida de la regencia, y capaz de meterse en cualquier
empeño, por arrojado que fuese, con tal que satisficiese rencorosos
enojos : y eso que no se le tachaba aun de veleidoso y mudable, ni
con justicia podía comparársele entonces, como quizá después,


(Ap n s9 ) a a c I u e ' P'anco, de quien los antiguos dijeron que era *
morbo proditor.


Traia muy alterados los ánimos la coincidencia de tales hechos,
llegando á su colmo el desasosiego y la inquietud de los liberales
a! cundir la nueva en la noche del 7 de marzo de que Don Cayetano
Valdés, gobernador de Cádiz, acababa de ser exonerado de su
puesto por la regencia, acto que se miró como precursor de vio-
lencias , é indicante de que se quería seguir por el escabroso y ahora
olvidado sendero de lo que antes se llamaba razón de estado.


Confirmaba mas y mas semejante recelo el haber recaído el
mando militar y político en Don José María Alós, gobernador de
Ceuta, sugeto á quien se tenia entonces por de opiniones del todo
opuestas á las del partido reformador, y que habiendo venido á
Cádiz pocos días antes y conferenciado largamente con la regencia,
parecía destinado á cumplir órdenes ilegales y de alropellamiento,
ya respecto de las cortes, ya de sus individuos. A lo menos hubo
de esto entre los diputados repetidos indicios y aun avisos, los
cuales ahora mismo creemos no carecían de fundamento.


El Don Cayetano, de quien ya hemos tenido tanta ocasión de
hablar honrosamente, infundía en todos confianza ciega, y mien-
tras él permaneciese mandando, nadie temia que la regencia sal-
tase fuera del círculo de sus facultades, no siendo hombre Valdés
de entrar en manejos ni ligas, ni de apartarse del orden legal, y sí




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 197


solo marino rígido, cortado á la traza y modelo que en nuestra
mente formamos de un español antiguo, de un Don Alvaro de
Bazan, ó de un Antonio de Leyva.


Para descubrir la causa primera de la separación de Valdés,
será bien volver al asunto de la abolición del santo oficio. Dijimos
entonces habían decidido las cortes se leyese en todas las parroquias
de la monarquía por tres domingos consecutivos un manifiesto en
que se exponían los fundamentos que se habían tenido presentes
para decretar dicha abolición; providencia que tomada solo con el
buen deseo de ilustrar la opinión de los pueblos, interpretáronla
torcidamente los partidarios de la inquisición, y la miraron como
inmoderado é insultante abuso del triunfo obtenido. Con eso en
Cádiz y otros puntos crecieron cada dia mas los enredos y maquina-
ciones de los fanáticos y sostenedores de rancias y falsas doctrinas,
ya porque victoriosas las armas aliadas, y libres muchas provin-
cias, despertábase á la esperanza la ambición de lodos, ya porque
dando la reforma agigantados pasos, temíanse sus enemigos que
si se descuidaban no podrían contener el rápido progreso de aque-
lla , ni avasallar á los que la protegían y le daban impulso. Era
centro de semejantes manejos el nuncio de su santidad Don Pedro
Gravina, hermano del general Don Federico que mandaba la es-
cuadra española en el combate de Trafalgar, y pereció gloriosa-
mente de heridas recibidas allí. Apoyaban al nuncio varios obispos
que tenían sus diócesis en provincias ocupadas, y se habían acogido
á las libres, señaladamente á Mallorca y Cádiz, é igualmente,
aunque por debajo de cuerda, estimulábale á la oposición la misma
regencia, gobernada ahora por Don Juan Pérez Yillamib


Que se urdía trama entre individuos del clero contra el decreto
de la inquisición y la lectura del manifiesto, traslucíase por muchas
partes; y al fin se tuvieron noticias ciertas de ello por medio de un
aviso secreto que recibió el diputado eclesiástico Don Antonio
Oliveros, de que se había pasado al cabildo de la catedral de Cádiz
cierta circular, haciéndole sabedor de un acuerdo tomado en la
misma ciudad entre varios prelados y personas conspicuas para
impedir sin embozo la publicación en los templos del citado mani-
fiesto. Directamente también el nuncio ofició sobre ello á la re-
gencia * en 5 de marzo, extendiendo sus reclamaciones
i' , . . . . . , . ( * Ap. n. 30. )
hasta contra el decreto mismo de la supresión de la
inquisición, que ofendía (según expresaba) « á los derechos y
c primacía del romano pontífice, que la había establecido como
« necesaria y muy útil al bien de la Iglesia y de los fieles. » Y es
de advertir que esta nota se escribió en derechura á la regencia,
y se puso en manos de su presidente, sin remitirla por el conducto
regular del ministerio de estado.


Requeríase para la ejecución de lo que se proyectaba la separa-
ción de Yaldés, aunque no fuesen tan allá, como algunos se imagi-




198 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


naban, los aviesos intentos de los maquinadores, y se limitasen
solamente á estorbar la lectura del manifiesto y publicación en las
iglesias del decreto de abolición del santo oficio. Porque Valdés
no chanceaba cuando hablaban las leyes, y á él correspondía,
como autoridad suprema de Cádiz, hacer que en esta ciudad se
cumpliesen las dadas por las cortes respecto de la inquisición. Que
no era ademas partidario suyo habíalo probado ya felicitando á las
cortes, por haberla suprimido, á la cabeza del ayuntamiento gadi-
tano, cuya corporación presidia.


Tocaba ser el domingo 7 de marzo, cuando en Cádiz debían
leerse por primera vez el manifiesto y decretos insinuados. Con
los rumores y hablillas que habían corrido ansiaban todos llegase
aquel dia, y asombrados quedaron al cundir la noticia en la noche
del sábado 6 , de haber la regencia del reino quitado el mando al
gobernador militar y gefe político Don Cayetano Valdés. No tuvo
por tanto efecto en la mañana del domingo lo providenciado por
las cortes, permaneciendo silenciosos los templos, sin que se leyese
en sus pulpitos nada de lo mandado acerca de inquisición. Tal
desobedecimiento alteró sobremanera á los diputados liberales y
al público sensato, recelándose muchos fuese cierto que se quería
atrepellar alevemente á varios individuos de las cortes; plan atri-
buido á la regencia, cuyos malos deseos, por mas que se compri-
miesen y ocultasen, traslucíanse y reverberaban;


Preparados los diputados liberales creyeron ser coyuntura aquella
de arrojarse á todo y jugar á resto abierto. Aguardaron sin em-
bargo á que la regencia se explicase. Llegó luego este caso en la
sesión del lunes 8 , en que dio parte el ministro de gracia y jus-
ticia, por medio de un oficio, de tres exposiciones que le habían
dirigido el vicario capitular de la diócesi de Cádiz, los curas pár-
rocos de la misma ciudad, y el cabildo de la iglesia catedral;
alegando las razones que les habían impedido llevar á debido cum-
plimiento el decreto de 22 de febrero que mandaba se leyese en
todas las parroquias de la monarquía el manifiesto de la abolición
de la inquisición. Paso descaminado de parte de la regencia, y por
el que resulta contra ella, ó que obraba de connivencia con el clero,
ó que carecía de suficiente firmeza para hacer se obedeciesen las
determinaciones supremas.


Los diputados que estaban concertados de antemano pidieron , y
asi se acordó, que se declarase permanente aquella sesión hasta
que se terminase el negocio del dia. Habló primero el señor Teran,
pronunciando un discurso que conmovió al auditorio, diciendo en


- Ap n 3 1 ) contestación á varias razones alegadas por el clero *:
( Ap.n.ai . ^ ¡Ojalá se hubiese tenido siempre presente el de-


t coro y respeto debido á tan santos lugares, y que no se hubiese
« profanado la casa del Señor y la cátedra del Espíritu Santo,
t alabando, ¿á quién?... al perverso Godoy; á ese infame fa-




LIBRO YIGÉSIMOPRIMO. 199


« vorilo, símbolo de la inmoralidad y corrupción que ha precipi-
« tado á la nación en un abismo de males!.... ¡Profanación de
« templo por leer el decreto de Y. M., cuando hemos visto colo-
« cado el inmundo retrato de aquel privado á la derecha del altar
< mayor! . . . ¿Cómo no lo rehusaron entonces?... ¡Ah, señor!
« El celo y la piedad parece estaban reservadas para oponerse
« únicamente á las resoluciones soberanas dictadas con toda ma-
« durez, y para frustrar las medidas que con la mas sana inten-
* cion proponemos los que nos gloriamos de conocer y amar la
« verdadera religión, y procuramos en todo el mayor bien de la
« patria.... Señor, yo no puedo mas.. . . > Embargaron aquí abun-
dantes lágrimas la voz del orador ; lágrimas sentidas que brotaban
del corazón , y que produjeron efecto maravilloso, como que no
eran fingidas ni de aparato, á la manera de otras que en seme-
jantes casos hemos solido ver.


Tomó en seguida la palabra el señor Arguelles, y después de un
discurso notable concluyó por formalizar esta proposición. « Que
« atendiendo á las circunstancias en que se hallaba la nación, se
« sirviese el congreso resolver que se encargasen provisional-
« mente de la regencia del reino el número de individuos del
€ consejo de estado de que hablaba la constitución en el arti-
« culo 189, agregándole, en lugar de los individuos de la diputa-
« cion permanente, dos individuos del congreso; y que la elec-
« cion de estos fuese en público y nominal. »


El artículo de la constitución que aquí se citaba decía : « En
« los casos en que vacare la corona siendo el príncipe de Asturias
« menor de edad, hasta que se junten las cortes extraordinarias,
« sino se hallaren reunidas las ordinarias, la regencia provisional
« se compondrá de la reina madre, si la hubiere, de los diputados
« de la diputación permanente de las cortes, los mas antiguos por
« orden de su elección en la diputación, y de.dos consejeros del
» consejo de estado los mas antiguos, á saber : el decano y el que
* le siga : si no hubiere reina madre, entrará en la regencia el con-
« sejero de estado tercero en antigüedad. »


Idéntico en nada este caso con el actual podia solo descubrirse la
conformidad entre ambos, ó á lo menos la semejanza, atendiendo
ala urgencia y sazón del tiempo, y á querer ciertos diputados pre-
caver, madrugando, los malos designios que suponían en la regen^
cía. Asi que aprobóse con gran mayoría la proposición del señor
Arguelles, si bien no se puso en ejecución mas que la primera
par te , esto es la de < que se encargasen de la regencia provisional
« los tres consejeros de estado mas antiguos, » suspendiéndose
la otra en que se hablaba de diputados por consideraciones per-
sonales y laudables, rehuyendo siempre estos de que se les acha-
casen miras interesadas en donde no llevaban sino las del bien del
estado.




200 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Elección de . m e - Los tres consejeros de estado mas antiguos presen-
v» regenc ia . t e s entonces en Cádiz eran Don Pedro Agar, Don Ga-


briel Ciscar, y el cardenal de Santa María de Scala, arzobispo de
Toledo, Don Luis de Borbon, hijo del infante Don Luis, hermano
que fué del rey Carlos III. A los dos primeros, ya antes regentes,
bien que no asistidos de todas las exquisitas y raras prendas que
á la sazón requería la elevada magistratura con que se les investía
de nuevo, por lo menos teníaseles con razón por leales y afectos á
las reformas. Adornaban al cardenal acendrada virtud, juicio muy
recto é instrucción no escasa; mas criado en la soledad y retiro de
un palacio episcopal de España era su cortedad tanta que oscure-
cíanse casi del todo aquellas dotes, apareciendo á veces pobreza de
entendimiento lo que tan solo pendía de falta de uso y embarazo
en el trato de gentes. Aunque por antigüedad tercero este en nú-
mero , escogiósele á propuesia del conde de Toreno para presi-
dente de la nueva regencia , según lo indicaba la excelsa clase que
ocupaba en el estado y su alta dignidad en la Iglesia,
su ins ta lación en Verificados estos nombramientos, y extendidos alli


a de m a r z o . mismo los decretos, comunicáronse sin tardanza las
respectivas órdenes. A poco juraron en el seno de las cortes los
tres nuevos regentes, y pasaron inmediatamente á posesionarse de
sus cargos. Era ya entrada la noche y hora de las nueve, sereno el
tiempo y rodeados los regentes y los diputados de la comisión que
los acompañaba, y en cuyo número nos incluyeron, de una mu-
chedumbre inmensa que poblaba el aire de vítores y aplausos. Ins-
talamos en sus sillas los que para ello íbamos encargados, á los
nuevos regentes, sin que los cesantes diesen señal alguna de resis-
tencia ni oposición. Solo pintóse en el rostro de cada cual la imagen
de su índole ó de sus pasiones. Atento y muy caballero en su
porte el duque del Infantado mostró en aquel lance la misma indi-
ferencia , distracción y dejadez perezosa que en el manejo de los
negocios públicos : despecho Don Juan Pérez Villamil y Don Joa-
quín Mosquera y Figueroa, si bien de distintos modos; encubierto
y reconcentrado en el primero, menos disimulado en el último
como hombre vano y de cortos alcances, según representaba su
mismo exterior, siendo de estatura elevada, de pequeña cabeza y
encogido cerebro. Aunque enérgico y quizá violento á fuer de ma-
rino, no dio senas de enojo Don Juan María Villavicencio; y justo
es decir en alabanza suya, que poco antes habia escrito á los dipu-
tados proponedores de su nombramiento que vista la división que
reinaba entre los individuos del gobierno, ni é l ni sus colegas, si
continuaban al frente de los negocios públicos, podían ya despa-
charlos bien, ni contribuir en nada á la prosperidad de la patria.
Casi es por demás hablar del último regente, de Don Ignacio Ro-
dríguez de Rivas, cuitado varón que acabó en su mando tan poco
notable y significativamente como habia comenzado; debiendo ad-




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 201
vertirse que al nombrarle de la regencia, estando todos convenidos
en que hubiese en ella dos americanos, no se buscó en la persona
del elegido ni en la de Don Joaquín Mosquera otra circunstancia
sino la del lugar de su nacimiento : agradando también el que ni
uno ni otro se inclinaban á proteger la separación é independencia
de las provincias de ultramar, cualidad no común y á veces pere­
grina en los que allá recibieran el ser.


Llamaron á esta regencia la del Quintillo, por com­ Administración
ponerse de cinco y en signo de menosprecio; desesti­ de ia regencia
mador siempre suyo el partido liberal, de influjo ya № ' a , " e ­
en la opinión y de mucha pujanza. Hubo tres tiempos en su gober­
nación : el anterior á la llegada de Inglaterra del duque del Infan­
tado , el posterior hasta la salida del conde del Abisbal, y el último
que tuvo principio entonces con la entrada de Don Juan Pérez Vi­
llamil, y terminó en la separación de la regencia entera y nombra­
miento de otra nueva. En el primer período no se apartó la antigua
del partido reformador que componía la mayoría de las cortes; en
el segundo algún tanto, aunque no aparecía mucho el desvío por
ser cabecera y guia el conde del Abisbal,'nacido con natural predo­
minio en materia de autoridad y de aventajadas partes para el go­
bierno , á pesar de los lunares que le deslucían. En el tercero salló
á los ojos de todos el desapego, acabando por aversión no disfra­
zada que acrecía el carácter envidioso y acre de Villamil, contrares­
tado en sus inclinaciones y deseos por los dictámenes de las cortes
y sus providencias. Verdad es que en esta sazón salieron de tropel á
la escena pública cuestiones graves, origen de mayor discrepancia
en las opiniones, y que nacieron de la evacuación de varias pro­
vincias , del asunto de la inquisición y de los frailes, bastante cada
uno de por sí para sentar bandera de desunión y de lid muy reñida.


Acontécenos al tener que hablar de la administración de esta re­
gencia y de sus medidas en los respectivos ramos lo mismo que en
el caso de su antecesora, sobre la cual dijimos que al lado de au ­
toridad tan poderosa como la de las cortes disminuíase la impor­
tancia de otra, no siendo la misma potestad ejecutiva sino mera
ejecutora de las leyes y aun reglamentos que emanaban de la re­
presentación nacional, y de cuyo tenor hemos hablado sucesiva­
mente al dar cuenta de las sesiones mas principales y sus resultas.
Sin embargo recordaremos ahora algunos puntos de que hicimos
ya mención en su lugar, y locaremos otros no referidos aun. Fueron
los tratados con Rusia y Suecia y el asunto de la mediación los
expedientes de verdadero interés despachados en este tiempo por
la secretaria de estado. Las de la gobernación y gracia y justicia
entendieron en todo lo relativo á la nueva organización y planta de
las oficinas y tribunales de las provincias, conforme á la constitución
y á varias leyes y decretos particulares. Tarea penosa y ardua, y
para la que no tuvo la regencia ni la fortaleza ni el saber necesarios




202 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


y aun menos la voluntad, prendas que se requieren en sumo grado
si se ha de salir de tales empresas con aplauso y buen aire : mayor-
mente tropezándose en la práctica, según sucede al establecer leyes
nuevas, con dificultades y obstáculos que nunca prevé en la espe-
culativa el ojo mas suspicaz y lince. Por lo que respecta á guerra
el mando dado á Lord Wellington y la nueva división de los ejér-
citos indicada en su lugar, pueden mirarse como las determinaciones
mas principales lomadas en este ramo durante el gobierno de la
regencia de los cinco; pero que nacieron en particular la primera
mas bien del seno de las cortes que de disposición y propio mo-
vimiento de la potestad ejecutiva. Habia también ordenado esta en
punto á suministros que para estorbar que se viesen acumuladas
las obligaciones y pedidos de diferentes ejércitos sobre unas mismas
provincias, se recogiesen los productos de diezmos, excusado,
noveno y otros ramos en las comarcas que se iban libertando de
enemigos, y se formasen grandes almacenes en señalados puntos
con depósitos intermedios, cuyos acopios debían después distri-
buirse , en cuanto fuese dable, arreglada y equitativamente. Por
desgracia la súbita retirada en otoño del ejército aliado desde las
márgenes del Ebro hasta la frontera de Portugal, malogró en parte
la recolección de cereales en el abundoso granero de Castilla, apro-
vechándose el invasor de nuestro abandono y apresuramiento. En
el inmediato verano no hubo en esto tan escasa dicha. Por lo demás
continuó el ramo de hacienda en lo general como hasta aqui. Las
mudanzas que en él ocurrieron verificáronse meses después. La
recaudación en las provincias desocupadas ejecutóse con lentitud
y tropiezos, no planteándose sino á medias ó malamente la con-
tribución extraordinaria de guerra, y siendo muy poco fructuosas
las otras, relajada la administración, y teniendo en muchos pa-
rages un exclusivo influjo en ella los gefes militares y sus depen-
dientes sin gran cuenta ni razón : inevitable consecuencia de tantos
trastornos, invasiones y lides, y que solo remedia la mano repa-
radora del tiempo y un gobierno entendido y firme. En la tesorería
central de Cádiz no entraban otros caudales que los de su provincia
y aduana, inviniéndose desde luego los restantes en sus respec-
tivos distritos: ascendiendo aproximadamente la suma de los re-
cibidos en dichas arcas de Cádiz á unos 158,000,000 de reales en
todo el año de 1812 : de ellos solo unos 15 procedían de América
inclusos los derechos devengados por plata perteneciente á parti-
culares; que á tal punto iban menguando las remesas de aquellas
regiones: y otros 14 ó 15 de letras facilitadas por el cónsul inglés
pagaderas en Londres. Otros auxilios suministró directamente Lord
Wellington al ejército que avanzó á los Pirineos, pero de ello ha-
blaremos mas adelante : si bien fueron todos limitados para aten-
ciones tantas.


Al estrecho á donde habían llegado los asuntos públicos, indis-




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 205


pensable se hacia encontrar inmediata salida cambiando la regencia
del reino. Desunidas y en lid abierta las dos potestades ejecutiva y
legislativa, una de ellas tenia que ceder y dejar á la otra desem-
barazado el paso. No ausente el rey y alterada la constitución en
alguna de sus partes, hubiérase presentado en breve á tamaño
aprieto un desenlace obvio y fácil; pues, ó los ministros se hubieran
retirado, ó hubiérase disuelto el poder legislador, convocándose al
propio tiempo otro nuevo; con lo cual se desalaba el nudo legal y
sosegadamente. No se estaba entonces por desgracia entre nosotros
en el caso de usar de ninguno de ambos remedios; y por tanto dis-
culpable aparece la resolución que tomaron las cortes, y de absoluta
necesidad, bien considerado el trance en que se hallaban; pues si
no , juzgaríamos su hecho altamente reprensible y de pernicioso
ejemplo.


A la nueva regencia quitósele en 22 de marzo la N n O T 0 r<.gla_
condición transitoria de provisional, quedando nom- m e M o . d a d 0 a I a
brada en propiedad, asi ella como su digno presidente,
sin que se despojase á ninguno de los tres de las plazas que obte-
nían en el consejo de estado. El reglamento que gobernaba á la
anterior regencia dado en 2G de enero de 4812 se modificó con
otro promulgado en * 8 de abril de este año de 1815,
mejorándole en alguno de sus artículos. Tres indivi-
duos solos en lugar* de cinco debian componer la regencia : las
relaciones de esta con los ministros y las de los ministros entre sí
se deslindaban atinadamenle, y sobre todo se declaró álos últimos,
que fue lo mas sustancial, únicos responsables, quedando irrespon-
sable la regencia, ya que la inviolabilidad estaba reservada á solo
el monarca : creyendo muchos se afianzaría por aquel medio la
autoridad del gobierno, y se le daria mayor consistencia en sus
principales miembros; porque de no ser asi , decia un diputado,
resultan *« varios y graves males. Primero la instabi- ( . A p „ 3 3 ^
« lidad de la regencia, á la que se desacredita : se-
« gundo la dificultad de defenderse esta por s í , y verse obligada
« á defenderse por medio de sus ministros, que quizá piensan
< de un modo contrario : tercero las revueltas á que se expone
« el estado en la continua variación de regencia que es inevita-
« ble. » Doctrina cuya verdad confirmaba cada día la serie de los
sucesos.


Por la separación de la regencia de los cinco no se
destruía del todo la oposición intentada contra la lee- oposición do
tura del manifiesto y decretos de las cortes sobre la d o f a ^ u n ñ c ' a -
abolicion del santo oficio : quedando aun latente cen- ?° n ?e d O T r


. 1 tos soore inqui-


tella que pudiera estallar y producir en el remo extenso smon.
y voraz incendio.


Para dar idea cabal de este incidente, forzoso nos es volver airas
y añadir algo á lo ya referido, bien que nunca sea nuestro propó-




204 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


sito entrar en muchos pormenores. Fue primer indicio de lo que
( • Ap n 34 ) s e f r a 8 u a ' 3 a u n a * pastoral ó manifiesto con fecha de


Palma de Mallorca á 12 de diciembre de 1812, aunque
impreso y circulado mas tarde, y que firmaban los obispos de
Lérida, Tortosa, Barcelona, Urgel, Teruel y Pamplona, acogidos
á aquella isla huyendo de la invasión francesa. Comprendía la pas-
toral varios puntos, dividiéndose en capítulos encaminados á probar
que la Iglesia se hallaba ultrajada en sus ministros, atropellada en
sus inmunidades, y combatida en sus doctrinas. Desencadenábanse
sus autores contra el Diccionario crítico-burlesco de Don Bartolomé
Gallardo, y refutaban con ahinco las opiniones de algunos dipu-
tados, en especial de los que eran eclesiásticos y se tenían por jan-
senistas y partidarios del sínodo de Pistoya. Hacían también gala
de doctrinas inquisitoriales y ultramontanas, apartándose de los
grandes ejemplos que presentaban nuestros insignes prelados del
siglo XVI, de quienes decia Melchor Cano al emperador Carlos V :
« No fuera mucho que su escuadrón y el de hombres doctos de acá
* hiciera mas espanto en Roma que el ejército de soldados que
« S. M. allá tiene. »


Por el mismo estilo y en un rincón opuesto de España, en la Co-
( • Ap n 35 ) r u n a > preparó otro * papel el obispo de Santander, si


bien concebido en términos solo asonantes con el des-
barro mental de que solia adolecer aquel prelado, subido ahora de
punto hasta en el título y forma del escrito, que publicaba actual-
mente , compuesto en octavas rimas.


Coincidian con la publicación de tales impresos los pasos dados
en Cádiz por su cabildo y clero, cuyos individuos empezaron á
tratar de resistencia ya en 6 de febrero, dirigiéndose también á los
cabildos comprovinciales de Sevilla, Málaga, Córdoba y Jaén,
pidiéndoles « poderes ó instrucciones para representarlos; » y en-
cargándoles el mayor secreto respecto de los legos y de los sacer-
dotes que no mereciesen su confianza.


c o n d u c t a dei Alma y centro de tan cautelosos manejos el nuncio
nunc io dei p a p a . ¿e s u santidad, no se contentó con la nota que de un
modo irregular y según indicamos habia pasado á la regencia en 5
c * A p n se ) m a r z o , sino que con la misma fecha * escribió igual-


mente al obispo de Jaén y á los cabildos de Málaga y
Granada exhortándolos á formar causa común con el clero de Es-
paña , y á oponerse al manifiesto y decretos de las cortes sobre la
abolición del santo oficio.


Deba te s e ^ e ' ' S 3 Y P e n g r ° s o bando calificaron algunos este
s o l u c i o n e s e . i l a s suceso, no dándole otros tanta importancia, persua-
u m ^ t o r i a ' 8


e s" didos de que todo se cortaría mudada la regencia-de
los cinco, gran patrocinadora del enredo ó trama. No


se engañaron los últimos, pues el 9 de marzo, día inmediato al de
la separación, habiendo hecho Don 3Iiguel Antonio de Zuñíala-




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 205


cárregui y aprobado las cortes la proposición de que « en la mañana
« siguiente y en los dos domingos consecutivos se leyesen los
« decretos... , » conformóse el clero con lo mandado, sometién-
dose á ello pacíficamente y sin linage alguno de oposición.


Ilabia una segunda parte que también aprobaron
las cortes en lo propuesto por el señor Zumalacárre- akí^,al™l-
gui , y era que « en lo demás se procediese con arreglo d™ , g o s d e C i _
« á las leyes y decretos; J lo cual equivalía á mandar
se examinase la conducta de las autoridades eclesiásticas que se
habian mostrado desobedientes á las providencias soberanas : y en-
tendiéndolo asi la regencia determinó por medio de Don Antonio
Cano Manuel, ministro de gracia y justicia, que se formase causa
á Don Mariano Martin Esperanza, vicario capitular del obispado de
Cádiz sede vacante, y á tres prebendados de la misma iglesia co-
misionados por el cabildo para entender en la materia, y ponerse
de acuerdo con los de otras catedrales. Decidió ademas la regencia
quedasen todos cuatro suspensos de las temporalidades mientras
durase el proceso. Severa resolución , pero merecida por el motivo
que la provocó; pues el mandato de las cortes á cuyo cumplimiento
se oponía el clero, si bien indiscreto y quizá fuera de sazón, no era
contrario á los usos de la primitiva iglesia, ufana de que se publi-
casen en el templo las leyes civiles de los emperadores, ni tampoco
á lo que se acostumbraba en España, desde cuyos pulpitos se leían
á veces hasta los reglamentos penales sobre tabacos, sin que nadie
motejase semejante práctica, ni la apellidase desacato cometido
contra la magestad del santuario.


Aunque asustados en un principio los canónigos,
y por tanto sumisos, volviendo después en sí, cobra- toPmmrati mi-
rón ánimo poco á poco, y envalentonándose al fin « i ^ r o C a n o M a -
por el amparo que les dieron algunos cuerpos y per-
sonas , y sobre todo por el que esperaban encontrar en el seno de
las mismas cortes, elevaron á estas en 7 de abril representaciones
enérgicas, y se querellaron acerbamente de los procedimientos de
que se decian víctima, pidiendo ademas Don Mariano Esperanza
« la responsabilidad del ministro de gracia y justicia porlainexcu-
« sable infracción de constitución hecha en su persona, y por la
« de otros decretos que expresaba. » Traíanle los clérigos á aquel
ministro sobre ojo, por achacarle falsía en su porte, obrando,
según afirmaban, de consuno con ellos, mientras la suerte se les
mostró propicia, y abandonándolos cuando cambiada la regencia
se trocó aquella, y se trocó también la política del gobierno.
Creyeron muchos no carecían de fundamento tales quejas, tachando
al ministro, quién de doble en su conducta, quién de inconsecuen-
cia liviana. Nos inclinamos á lo postrero, según concepto que de
él formamos entonces, y aun en tiempos mas recientes.


La exposición del vicario y la de los canónigos pasaron ambas




206 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


„ , , . á una comisión délas cortes, la cual se manifestó dis-
Resolución so- 7


m-e eiio, y deba- corde, declarando la mayoría no haber mfraccioa de
tes en ias cortes. c o n s t ¡ t u c ¡ o n e n j a providencia del ministro, y la mi-
noría por el contrario, que sí. Hasta el 9 de mayo no se discutió
el punto en las cortes, en donde también hubo diversidad y aun
confusión de pareceres, votando diputados liberales con los que no
lo eran, y mezclándose indistintamente unos y otros, por sospe-
char los primeros connivencia en un principio del ministro con los
canónigos, y acusar los segundos al mismo sin rebozo de haber
obrado engañosa y falazmente. Sin embargo Cano Manuel pro-
nunció entonces en defensa propia un discurso que le honrará
siempre, y superior quizá á cuantos hemosoido de su boca : pro-
bando ventajosamente que el gobierno, aun después de publicada
la constitución, tenia facultades para proceder conforme habia
hecho, y que teniéndolas las habia ejercido con oportunidad. En
el conflicto de opiniones é intereses tan diversos prolongáronse los
debates por varios dias; no se admitieron los informes de la mayo-
ría ni de la minoría de la comisión; desecháronse otras proposi-
ciones , y solo en la sesión del 17 de mayo se aprobó una que
extendió el señor Zorraquin concebida en estos términos : t Sin
« perjuicio de lo que resuelvan las cortes, para no entorpecer el
« curso de la causa, devuélvase el expediente al juez que conoce
« de ella. > Esquivóse asi tomar una resolución definitiva y bien
expresa, permaneciendo en respeto los partidos en que se dividían
las cortes, pues ni se accedió á la demanda de que se exigiese la
responsabilidad al ministro, ni tampoco se aprobó claramente su
conducta, quedando todo como en suspenso. Manera de terminar
en ciertas crisis los asuntos espinosos, nunca agradable á los hom-
bres de opiniones encontradas y extremas, pero preferible á man-
tener en el público excitación viva é inquietudes peligrosas. Los
canónigos procesados fueron después expelidos de Cádiz en virtud
de fallo del juez que entendía en la causa; y aunque continuó sin-
tiéndose por algún tiempo cierta agitación respecto* de este nego-
cio , en breve se apaciguó, yendo á perderse en el remolino de
acontecimientos graves que á cada instante sucedían, y unos á otros
se arrebataban.


Tocaba ahora á la nueva regencia habérselas con el
Altercados con . . " . . . ,


ei nuncio y su nuncio que tan desmedidamente se había propasado,
extrañamiento. M o s t r o l e a q u e | | a su enojo en oficio de 23 de abril di-
rigido por conducto del ministro de gracia y justicia, en cuyo
contenido después de echarle con razón en cara su desacordado
porte, finalizábase por decirle que aunque la obligación que incum-


bía á S. A. de* t defender el estado y proteger la
( Ap. n. 37.) ^ religión, la autorizaba para extrañar á S. E. de es-
« tos reinos y ocuparle las temporalidades; con todo, el deseo de
« acreditar la veneración y el respeto con que la nación' española




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 207


« habia mirado siempre la sagrada persona del papa.... detenían
< á S. A. para tomar esta providencia, habiéndose limitado á man-
« dar que se desaprobase la conducta de S. E. > El nuncio en vez
de amansar replicó en 28 de abril al de gracia y justicia altamente,
y escribió ademas con la misma fecha á Don Pedro Gómez Labra-
dor, ministro á la sazón de estado, extrañando no viniese esta cor-
respondencia por su conducto. Singular queja, procediendo de un
nuncio que habia enviado en derechura su primera nota á la ante-
rior regencia, olvidando las formalidades de estilo, y sin contar
para nada con los ministros del despacho. Hízoselo asi entender
Labrador en respuesta de 5 de mayo, pidiéndole al propio tiempo
nuevas y varias explicaciones. No las dio el nuncio satisfactorias ;
por lo que oido el consejo de estado, é insistiendo siempre Gravina
en su propósito, resolvió la regencia tomar en el caso una pronta
y enérgica resolución. Asi lo verificó, comunicando la orden al
nuncio por medio de Don Pedro Gómez Labrador, de salir de estos
reinos, y el aviso de que se le ocupaban sus temporalidades, re-
mitiéndole igualmente sus pasaportes fechos en 7 de julio. Se le
hizo la oferta de la fragata Sabina, que no admitió, para trasla-
darle con el decoro debido á donde gustase, retirándose por sí
solo á la ciudad de Tavira en Portugal, punto cercano á España, y
desde donde no cesó de atizar el fuego de la discordia sacerdotal.
La regencia publicó por entonces un manifiesto acerca de lo ocur-
rido ; también otro el nuncio, bien que el de este no salió á luz
hasta el inmediato enero de 1814.


Sin motivos tan graves los reyes mas piadosos de España hicie-
ron á veces en tiempos antiguos lo que ahora la regencia, extra-
ñando de sus tierras á los legados de Roma que se
desmandaban*.» Muy determinados estamos (decia 1 i t ' ° ' ! l ' i
t en cierta ocasión Don Fernando el Católico al conde de Riba-
« gorza), si S. S. no revoca luego el breve é los autos en virtud de
« él fechos, de le quitar la obediencia de todos los reinos de Cas-
« tilla é de Aragón, é facer otras cosas é provisiones convenientes
« á caso tan grave é de tanta importancia.... » Y después en la
misma carta.... « al cursor que os presentó dicho breve.... si
« le pudiérades haber, faced que se renuncie ó se aparte.. . . é
« mandadle luego ahorcar.... é ellos a! papa é vos á la capa. »
Lo mismo ejecutaron los reyes sus sucesores, incluso Felipe I I ,
quien, cansado una vez de las malas pasadas que le jugaba la corte
de Roma, expulsó al fin de estos reinos al nuncio, aunque para
honrarle hízole llevar en un coche de la casa real.


Hubo en el enfadoso é intrincado negocio de la publicación en
los templos del manifiesto y decretos sobre inquisición, imprudente
porte en unos, error y tenacidad en otros, pasión en casi todos.
Mas hubiera valido que las corles, contentándose con la abolición
de aquel tribunal, no se hubiesen empeñado, aunque con sana in-




208 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


tención, en llevar mas allá su triunfo, pregonándole en las iglesias:
también que el cabildo y clero de Cádiz, ya que no hubiese obede-
cido cual debiera los preceptos soberanos, se hubiese á lo menos
limitado á representar acatadamente, sin propasarse á entablar
correspondencia con prelados y otras corporaciones que llevaba
asomo de bando ó liga. Por ambas partes enardecidos los ánimos
achacáronse todos mutuamente culpas no merecidas quizá, y se
abultaron en extremo las miras siniestras y los malos hechos, in-
terpretándose torcidamente en las cortes y en los clérigos lo que
en ellas solo fue efecto de un laudable pero equivocado celo, y en
ellos, mas bien que otra cosa, extravíos de una piedad poco ilus-
trada , movida por afanosos temores del porvenir. Adoleció de lo
mismo la regencia de los cinco, agravado el mal en ella por la
secreta y profunda aversión contra las cortes de algunos de sus
individuos. Quien faltó, y sin disculpa, fue el nuncio de S. S. En
sus procedimientos no hizo cuenta ni del estado de España ni del
suyo particular. Dar pábulo entonces á desavenencias entre las au-
toridades civil y eclesiástica, era acarrear desventuras á la causa
peninsular, en gran detrimento del Vaticano mismo, cuyo nuncio
desempeñando ahora un ministerio muy disputable en cuanto á la
legitimidad de su ejercicio, por hallarse incomunicado y cautivo el
papa, expúsose á que se le desconociese, comprometiendo asi los
intereses mas sagrados de la religión, y en especial los de la silla
apostólica. Su extrañamiento pareció á todos tan justo, que no
vaciló en llevarlo á ejecución Don Pedro Gómez Labrador, en quien
mediaban motivos de afecto á los romanos ponlifices, como com-
pañero que habia sido de Pió VI, antecesor del actual en sus viages
de persecución y destierro.
Disputa de pre- ^ste ^ 0 u Pedro <l u e niostró en aquel acto laudable


cedencia con la entereza, convirtió luego esta en obstinación porfiada
R u s , a ' ai tratarse de un asunto que en sus resultas hubiera
podido ser grave, aunque fuera en sus apariencias leve, reducién-


i * A p n 39) ^ 0 s e * u n a disputa de nueva/etiqueta *. Fue el caso
que con la llegada á Londres del conde, hoy príncipe


deLieven, embajador de Rusia cerca de aquella corte, ocurrió
allí la duda de quién tendría el paso de precedencia, si este emba-
jador ó el de España, que era á la sazón el conde, después duque
de Fernan-Nuñez. Asaltó por primera vez semejante duda con
motivo de un convite que debia dar al recien llegado, en diciembre
de 1812, Lord Castlereagh, ministro de relaciones exteriores; quien
embarazado, aunque inclinándose en favor del ruso, consultó pri-
mero con nuestro embajador, y le manifestó deseos de que se arre-
glase el asunto de común acuerdo y amistosamente. Abocáronse al
efecto Fernan-Nuñez y Lieven, y desde luego convinieron ambos
en adoptar la alternativa, empezando á usar de ella el de Rusia.
Acomodamiento al parecer prudente y honroso, por el que entró




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO. 209
nuestro embajador, anhelando evitar choques con la corte de
San Petersburgo y desabrimientos con la de Londres. Pero antece-
dentes que en el negocio había, y de los que no era sabedor Fer-
nan-Nuftez, fueron causa de que no agradase el convenio ajustado,
y de que se calificase en Cádiz al que lo hizo de estadista ligero y
no muy cuerdo. Para determinar de qué lado estaba la razón,
menester se hace traer á la memoria cosas pasadas, y enterar al
lector de cuales eran los antecedentes enunciados.


Al tomar Pedro el Grande de Rusia el título de emperador, en
vez de solo el de czar de que antes usaba, circuló á las potencias
que le fueron reconociendo una reversal en prenda de que la mu-
danza de titulo no alteraría en nada el ceremonial establecido an-
teriormente entre las diversas cortes. Renovábase por lo común
esta reversal á cada sucesión que ocurría en el trono moscovita, y
con ella, y bajo esta condición, reconoció el rey Carlos III á la
emperatriz de las Rusias Isabel, acto que habían rehusado verificar
hasta entonces los reyes sus predecesores. Al advenimiento al solio
de Pedro III repitió la misma reversal la corte de San Petersburgo,
y solo * Catalina II se negó á ello cuando ciñó la co-
rona , si bien sustituyendo una declaración firmada c A p " ' 4 o 1
en Moscou á 3 de diciembre de 1762, en la que, al paso que se
anunciaba que en adelante no se renovarían las reversales de uso,
manifestábase igualmente que el título de imperial no causaría
« mudanza alguna en el ceremonial usado entre las cortes, el cual
« debía de subsistir en el mismo pie que antes. » Respondieron á
este documento por medio de contra-declaraciones la Francia y la
España , diciendo nuestro gabinete en la suya, fecha en 5 de fe-
brero de 1763, que consentía en continuar dando el título de im-
perial al soberano de Rusia , siempre que este paso no influyese en
nada respecto de la clase y de la precedencia establecidas entre las
potencias, pues á no ser asi, la España volvería á tomar su antiguo
estilo, y rehusaría dar á la Rusia el título de imperial. Acordes en
ello ambos gabinetes de Madrid y San Petersburgo, y no habiendo
habido posteriormente tratado ni acto alguno que invalidase lo
convenido en 1762 y 1763 , claro era que la precedencia quedaba,
y de derecho pertenecía á España, y que no podía disputársela
fundadamente. Mas las variaciones de los tiempos, y lo obrado por
nuestro embajador en Londres, aconsejaban se echase tierra al
negocio, y se aprobase sin dilación la alternativa adoptada, re-
prendiendo solo al conde de Fernan-Nuñez por haber procedido
con demasiada facilidad , y sin pedir instrucciones que le guiasen
acertadamente en asunto para él nuevo. La razón y el interés pú-
blico dictaban se hubiese seguido este rumbo, pero no fue asi. Don
Pedro Labrador , cual si estuviera en los dias de poderío y gloria
de Fernando el Católico ó de Carlos Y, no solo desaprobó la con-
ducta del conde de Fernan-Nuñez, sino que también le mandó


m. 14




210 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


pasar una nota, reclamando del gobierno inglés la observancia de
lo determinado y convenido entre Rusia y España en los años de
1762 y 1763 ; adviniéndole ademas que en caso de no accederse
á tan justa demanda « se abstuviese él (conde de Fernan-Nuñez) de
« concurrir con el de Rusia en toda ocasión en que fuese preciso
« ocupar un puesto determinado , protestando de lo hecho para
< que no sirviese de ejemplar , por haberse ejecutado sin orden
« de la regencia. » Desacordada resolución que enfrió la amistad
de Rusia con España , dando lugar á que la corte de San Peters-
burgo exigiese, como paso previo de toda negociación , el que se
retirase la nota citada. Labrador, pertinaz en su propósito, insistió
no obstante á punto de decir en un oficio de 7 de junio dirigido á
Don Eusebio de Bardaji, nuestro ministro en Rusia, que * aun era
« muy dudoso se creyesen las cortes con facultades para variar lo
« determinado en tiempo de Carlos III. » Pasmosa ceguedad que
no descubría este poder en un cuerpo en el que Labrador mismo
había voluntariamente reconocido otro mucho mayor, cuatera el
de hacer la guerra y cambiar muy de raiz las leyes fundamentales
del reino. Subió por fin el asunto á las cortes, en cuyo seno desa-
zonó á lo sumo el modo de conducirse del ministro de estado;
queriendo algunos vocales de la comisión diplomática , entre ellos
D. Jaime Creux, arzobispo después de Tarragona, y mas adelante
individuo de la llamada regencia de Urgel, que se le exigiese la
responsabilidad : otros , d j que fuimos.parte , templaron el justo
enojo de sus compañeros, y de acuerdo con el consejo de estado
lograron se limitase la decisión á recomendar á la regencia con-
cluyese prontamente un amigable arreglo con la Rusia, desapro-
bando ademas en 11 de julio el proceder de Labrador durante el
curso de toda esta negociación, y en términos que á poco salió
aquel del ministerio. Sin embargo no se concluyó tan en breve este
asunto, empeñada la Rusia en que se retirase, antes de entrar
en cosa alguna , la malhadada nota de Don Pedro Labrador, te-
niendo todo cumplido remate solo en mayo de 1814, en cuyo tiempo
se adoptó la base de perfecta igualdad entre ambas coronas , y la
alternativa en la precedencia.


Hemos narrado hasta aqui las reformas y las providencias polí-
ticas y de universal gobernación que en los referidos meses de los
años de 1812 y 1813 se ventilaron y decidieron en las cortes y en
la regencia; muchas oportunas y grandiosas, otras no tan ade-
cuadas y de menor tamaño, pudiendo las mas mejorarse con lo que
trae el tiempo, y la experiencia enseña; la cual, gran maestra en
todo, corrige y modera hasta el saber mas profundo, convinién-
dole en seguro medio de asentar de macizo las instituciones-y las
leyes introducidas de nuevo en un estado.




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO.


Estado en Europa de las potencias beligerantes. — En España. — Ejercito
anglo-portugués. — C u a r t o ejército español. — Tercer ejército. —Fuerzas
francesas. — Ejército suyo del mediodia y del centro. -—• Ejército de Por-
tugal. — Ejército del norte. — Tropas francesas que salen de España.
Partida de Soult. — Mando de José. — Su partida de Madrid. — Sucesos
varios. — Toman los españoles el fuerte del Cubo. — Sorpresa y refriega
en Poza. — Peleas en las provincias Vascongadas. — Ataque de los france-
ses contra Castro-Urdiales. — Frústraseles su intento. — Segundo ataque
contra Castro. — Toman los franceses la villa. — Correrías y hechos de
Mina y los suyos. — Acontecimientos en la corona de Aragón. — Cataluña,
primer ejército. — Segundo ejército. — División mallorquína. — Expedi-
ción anglo-síciliana. •— Movimiento y situación del segundo ejército y de
los anglo-sicilianos.—Disposiciones de Sucbet.—Acción de Yecla. — Ataque
de Villena por los franceses y pérdida de los españoles. — Refriega en Biar.
— Acción de Castalia.—Campaña principiada en el norte de-Europa.—^Tam-
bién en España. — Movimiento de los aliados hacia el Duero.—Cooperación
del cuarto ejército. — Prosiguen su marcha los aliados. — Abandonan los
franceses y vuelan el castillo de Burgos. — Cruzan los aliados el Ebro. —
Penalidades del ejército aliado.—Movimientos de los franceses y algunos
choques. — Situación respectiva de los ejércitos. — Juicio sobre la marcha
de Wellington. — Evacúan por última vez á Madrid los franceses. — G r a n
convoy que llevan consigo y manda Hugo. — Despajo de las pinturas y de
los establecimientos públicos en algunas partes. — Prosigue Hugo su retira-
da. — Se junta al grueso de su ejército. — Movimiento del tercer ejército
y del de reserva de Andalucía.—Ejércitos en las cercanías de Vitoria.—Ba-
talla de Vitoria. — Gran presa que hacen los aliados. — Gracias que se con-
ceden á Lord Wellington.—Testimonio de agradecimientos al general Álava.


— Persigúese á los franceses por el camino de Pamplona. — Y por el de
Irun. — Encuentro en Mondragon. — En Villafranca. — En Tolosa. — Ar-
roja el general Girón á los franceses del otro lado del Bidasoa. — Se rinden
los fuertes dePasages. — También los de Pancorbo. — Persiguen los ingle-
ses por Navarra hasta Francia á José. — Clausel, su avance y retirada. —.
Entra en Zaragoza, y se mete después en Francia.—Estancias de los aliados.
Pone Wellington sitio á San Sebastian y á Pamplona. — Resultado de la cam-
p a ñ a . — Valencia. —Expedición aliada sobre Tarragona. — Se desgracia.
— Otros sucesos en Cataluña. — En Valencia. — Evacúa Suchet la ciudad.
Prosigue su retirada. — Evacúan los franceses á Zaragoza. — E n t r a alli Du-
ran. — Mina desbarata á P a r í s . — Le toma un convoy. — Sitia Duran la
Aljaferia. — Manda Mina en Aragón. — Se rinde la Aljafería. — Sucbet se
retira mas allá de Tarragona. — Le incomodan y avanzan los españoles.—
Estado de Aragón. — Contribuciones que pagó. — E s t a d o de Valencia. —
Contribuciones también que pagó. — Bellas artes.


Habia cesado algún tanto en el invierno de 1813 el
ruido de las armas harto estrepitoso en el otoño y es- ropa1de°ia"
tío anteriores, asi por el norte como por el mediodía í e ° ? . a s
de la Europa : conviniendo a todos hacer pausa en los




212 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
combales, para cobrar aliento y emprender de nuevo otras cam-
pañas.


Vencido Napoleón en Rusia, y destrozadas sus huestes por el
furor de los hombres y la cruda inclemencia del cielo, hallábase
de regreso en Paris al terminar' del año de 1812, y menester le era
cierto respiro para reponerse de sus descalabros, y allegar medios
con que hacer frente, no solo ya á las numerosas tropas regladas
y tribus bárbaras que poco ha le habian acosado hasta el Berezina,
sino también á casi todas las demás potencias de Europa que , se-
gregándose de la alianza francesa, se confederaban entre s í , que-
riendo vengar injurias pasadas , y asegurar su independencia tan
en riesgo antes y á la continua. El estado que todavía tenían los
asuntos políticos y militares obligabaá la Rusia á caminar despacio,
y á no internarse ligeramente en el riñon de Europa , esperando
se le uniesen los pueblos y gobiernos de Alemania, que unos y
otros procedían de conformidad en la ocasión actual. Verificólo en
febrero el rey de Prusia, meses después el emperador de Austria,
agrupándose en seguida al rededor de ambos monarcas, como mas
grandes y poderosos, otros príncipes y estados inferiores en im-
portancia. Asi podía de firme y confiadamente la Rusia continuar
en su marcha progresiva y triunfal, sin temor de que la incomo-
dasen por la espalda, é interrumpiesen sus comunicaciones las
fuerzas francesas que ocupaban aun las respetables plazas que am-
paran los países y riberas del Vístula, Oder y Elba.


No menor necesidad teníamos en España de lomar
" fcsp"™- descanso, porque si bien se había señalado la campaña


última por sus agigantados pasos hacia un feliz remate, pre-
ciso era para empujar al enemigo mas allá, y aun arrojarle del
otro lado del Pirineo, obrar al son de los intentos y operaciones de
las potencias beligerantes del norte, y dar lugar á que Wellington
reparase las pérdidas que experimentó en su retirada, como tam-
bién á que los españoles uniformasen sus ejércitos, é introdujesen
en ellos mayor disciplina y orden.


Siguióse pues este plan, huyendo de empeñar acciones cam-
pales y reñidas contiendas antes de asomar el verano, y conten-
tándose con lidiar á veces en aquellas comarcas, en donde mezcla-
dos y sin distinción dominaban todavía soldados amigos y enemigos.
Por tanto mantuviéronse en lo general quietos durante el invierno
los ejércitos aliados, no separándose de sus respectivas provincias
y estancias.
Ejercito angio- El anglo-portugués continuó ocupando las mismas


portugués. e n q U e n ¡ z 0 parada al retirarse en el pasado otoño,
teniendo sus reales en Freineda, y dilatando sus acantonamientos
por la frontera que hace cara á Ciudad Rodrigo. Considerábase
á este ejército como principal base de las grandes maniobras y ope-
raciones militares de la península hispana. A su derecha é izquierda




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 215


por Extremadura, Galicia, Asturias y demás partes de los distritos
del norte se alojaba el cuarto ejército, compuesto aho- cuarto ejército
ra , según indicamos en otro libro, de los apellida- «p»soi.
dos antes quinto, sexto y séptimo. Seguia á cargo de Don Francisco
Javier Castaños. Su gente habia mejorado en disciplina, éinstruíase
esmeradamente tomando para ello acertadas disposiciones el gene-
ral Don Pedro Agustín Girón, gefe de estado mayor.


Fue una de las primeras subdividir en febrero todo aquel ejér-
cito en tres cuerpos bajo el nombre cada uno de ala derecha,
centro y ala izquierda, medida necesaria por hallarse las fuerzas
desparramadas, permaneciendo unas en Extremadura y Castilla,
otras en el Vierzo y Asturias, y las restantes en las montañas de
Santander, provincias Vascongadas y Navarra. El ala derecha cons-
taba de dos divisiones , 1 a y 2 a , á las órdenes de Don Pablo Morillo
y de Don Carlos de España; el centro de tres, 5 a , 4 a y 5 a , que go-
bernaban Don Francisco Javier Losada (hoy conde de San Román),
Don Pedro de la Barcena, y Don Juan Díaz Porlier : el ala iz-
quierda, organizada mas tarde, componíase de la 6 a división, que
algunos llamaron de Iberia y era acaudillada por Don Francisco
Longa; de la 7 a , que formaban los batallones reunidos de las tres
provincias Vascongadas, á cuya cabeza hallábase Don Gabriel de
Mendízábal, considerado también supremo gefe de toda esta ala;
y de la 8 a , que regia Don Francisco Espoz y Mina. Debe no menos
agregarse á la cuenta una división de caballería bajo del conde de
Penne Villemur, que por lo común maniobraba unida con el
centro.


Los tres cuerpos juntos contaban 59,953 hombres, de ellos
3,600 ginetes. Las dos divisiones del ala derecha anduvieron casi
siempre en compañía del ejército anglo-portugués y se amaestraron
á su lado. Las tres que constituían el centro, antes sexto ejército,
y cuyo total sumaba por sí solo 15,305 infantes y 1,577 caballos,
se ejercitaron en sus respectivos acantonamientos, en donde la
oficialidad tenia continuas academias, y el soldado, á pesar de lo
lluvioso de la estación, evolucionaba casi diariamente, sobresa-
liendo todos por su aseo, subordinación á los gefes y respeto á las
personas y bienes de los habitantes. El ala izquierda, ó sean las
divisiones 6 a , 7 a y 8 a , que recorrían distritos ocupados por el
enemigo, apenas hallaban vagar para instruirse en pueblos ni cam-
pamentos, y solo podían adiestrarse al propio tiempo que trababan
lides; de las que no tardaremos en dar razón.


Desde Granada, Jaén y Córdoba, donde se apostó ,„
. . . . . J , j . i i i i l e r c e r e j é rc i to .


el tercer ejercito al evacuar los franceses las Andalu-
cías, fue avanzando á la Sierra Morena y Mancha. Le guiaba el
duque del Parque. Ascendían sus fuerzas á unos 22,800 hombres
y 1,400 caballos, distribuidos todos en tres divisiones de infantería
y "una de ginetes, mandadas respectivamente por el príncipe de




214 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Anglona, marques de las Cuevas, Don Juan de la Cruz Mourgeon
y Don Manuel Sistemes. Dábase la mano con este ejército el de
reserva, que pronta y muy atinadamente arregló é instruyó en las
Andalucías el conde del Abisbal, caudillo entendido en la materia
y presto en la ejecución, teniendo ya bien organizados y dispuestos
antes de concluirse la primavera unos 15,600 infantes y 700 ca-
ballos repartidos en tres divisiones que mas de una vez variaron
degefes.


Esta reserva y los dos mencionados ejércitos cuarto y tercero
fueron los que por el lado de Vizcaya y Pirineos occidentales coope-
raron, si bien el último mas tarde, con los anglo-lusitanosála pro-
secución de las célebres campañas que se abrieron allí durante el
estío. Porque el otro, llamado también de reserva, que formaba en
Galicia Don Luis Lacy, no llegó el caso de que saliese de los con-
fines de aquella provincia, y el primero y segundo peleando de
continuo, ayudados en un principio por el tercero en Cataluña,
Valencia y Aragón, seguían separado rumbo, sirviendo mas bien
sus lides para distraer al enemigo y auxiliar de lejos las otras ope-
raciones , que para llevar por sí mismos la guerra á un término de-
cisivo y pronto.
F a e n a s í r a n c e - Siendo pues aquellas fuerzas las que tenían cerca


M s - mayor número de contrarios, será bien especifique-
mos cuáles eran estos y cuáles sus estancias. Durante el invierno


_,. . permanecieron en Castilla la Nueva todas ó la mayor
Eje rc i to suyo 1 J


dei mediodía y parte de las tropas que componían los ejércitos del
dei c e n t r o . mediodía y centro de España ; á las órdenes el pri-
mero del mariscal Soult con sus cuarteles en Toledo, y el segundo
á las inmediatas de José mismo en la capital del reino, cubriendo
ambos las orillas del Tajo, y haciendo sus correrías en la Mancha.
Ocupaba á Castilla la Vieja y parte del reino de León el ejército


Eje rc i to de que llamaban de Portugal, manteniéndose en observa-
p o n u g a i . c ¡ o n [ o s a i j a f Jos y del cuarto de los españoles.


Tenia en Valladolíd su cuartel general, y después de haber pa-
sado su dirección, como en sus respectivos lugares dijimos, por las
manos de Marmont, Clausel y Souham, paraba ahora en las del
general Reille, ayudante de Napoleón, y gefe antes de una de las
divisiones pertenecientes al cuerpo del mariscal Suchet. Acudia á
amparar las costas de Cantabria, y hacer rostroá los españoles que
guerreaban en aquellas provincias y Navarra, el ejército apellidado


E j é r c i t o d e i del norte, cuyo principal asiento era Vitoria, y áve-
n o n e . c e s ¡ 0 r u e ] } u r j j 0 S j sucediendo á Caffarelli en el mando


al remalar febrero el general Clausel. Todas estas huestes no veían
acrecida su fuerza, sino que al revés notábase menguada, habiendo
ido sacando Napoleón hombres, y especialmente cuadros desde el
noviembre, sin esperanza de nuevos socorros, acaecidas ya las
derrotas tan aciagas para él en el setenlrion de Europa, y aumen-




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 213


lados sus apuros en disposición de irse desplomando T r r a n c e
por lodos lados el edificio de sus conquistas, tan ro- sasquesaien de
busto al parecer pocos meses antes. El total de estos E s [ i a " a '
cuatro ejércitos reunidos ascendia á unos 80,000 hombres, entre
ellos 6 á 7,000 de caballería.


Al llegar marzo comenzáronse á divisar señales de movimientos
y marchas que tomaron incremento y se realizaron al finalizar la
primavera. Quien primero dejó su puesto y salió de España fue
el mariscal Soult atravesando la frontera en fines partida do
del propio mes : le acompañaban unos 6,000 hom- S o u "-
bres. Llamábale Napoleón para que le ayudase en Alemania.
Mientras aquel mariscal permaneció en Toledo impuso contribu-
ciones gravosas, prendiendo para realizarlas al ayuntamiento y.á
varios vecinos de la ciudad y cometiendo otros desmanes.


También se movió por entonces el rey José para
pasar á Valladolid y tomar el mando en gefe por dis- " 0 0 o s '
posición del emperador de todas estas fuerzas que hemos enume-
rado, y debían servir de dique contra el ímpetu de las acometidas
que proyectasen los aliados. Salió aquel de Madrid el 17 de
marzo, y salió para no volver á pisar el suelo de la S u „a r t¡da da
capital, llevándose consigo parte de las tropas que Madrid,
había en Castilla la Nueva. Dejó sin embargo en Madrid al general
Leval con una división, apostando en el Tajo otras fuerzas, y sobre
lodo caballería ligera. Hacia aquel tiempo, y con la ausencia de
Soult y nuevo poder de José, capitanearon los ejércitos france-
ses del mediodía y centro los generales Gazan y Dtouet conde
d'Erlon.


Nada por eso hubo todavía de importante en lo mi-
litar por estas parles de España, reduciéndose lodo
á reencuentros y correrías no del mayor momento. El ejército de
reserva mandado por Abisbal no había, digámoslo asi , entrado
aun en línea, y el tercero apenas tuvo otro choque notable con el
enemigo sino uno acaecido el 26 de marzo cerca de Orgaz, en el
que se distinguió el regimiento de Ubrique, animado con la pre-
sencia y cuerdas disposiciones del ayudante primero de estado
mayor Don Mariano Villa. Esquivó peleas en cuanto pudo, y aun
escaramuzas el ejército anglo-lusitano, é imitaron en gran parte su
ejemplo el ala derecha y el centro del cuarto ejército español, con-
forme al sabio y concertado plan que seguía Lord Wellington. No
sucediólo mismo al ala izquierda, ni era posible le sucediese, en-
clavijadas constantemente sus fuerzas con las francesas. Esta ala,
que debía componerse de tres divisiones, no tomó dicha forma sino
lentamente, según apuntamos, conservándose excéntricos sus di-
versos trozos, y no pudiendo por lo tanto mantener comunica-
ciones muy frecuentes ni regulares con el cuerpo principal del ejér-
cito hasta que este avanzase al Ebro. Asi continuaron maniobrando


Sucesos y a r l o s .




216 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


en el invierno, no separándose de su anterior arreglo y distribu-
ción. El mando que sobre todos ellos tenia Don Gabriel de Mendi-
zábal era, mas bien que real, aparente; pero bastó aun asi para
que amohinándose el general Renovales, en cierta manera antece-
sor suyo, se alejase de aquel pais, y fuese en busca de Lord Wel-
lington, á quien quería exponer sus quejas : lo cual puso en ejecu-
ción con tan fatal estrella, que hallándose en territorio cercano al
que ocupaban los enemigos, descubriéronle estos, y le cogieron
prisioneros á él y á otros seis oficíales en Carvajales de Zamora.


Referiremos pues aquí las refriegas y sucesos militares de mas
cuenta que hubo entre esta ala izquierda del cuarto ejército, y el
de los contrarios llamado del norte por los meses de invierno y
primavera, antes de abrirse la gran campaña, en la que jugaron
casi á la vez las fuerzas combinadas de Inglaterra, Portugal y Es-
paña contra las francesas destinadas á combatir en la península
hispana.


Dando ^principio á la tarea, diremos que Don Francisco Longa,
acompañado de su partida y de dos batallones vascongados, aco-
metió en 28 de enero un punto que los enemigos tenían fortalecido
en Cubo, camino de Burgos á Pancorbo, y le rindió cogiendo su


Toman IOS es- guarnición prisionera. Demolió Longa el fuerte, de
panoles ei merte cierta importancia por su posición. Enderezóse en
dei cubo. seguida á Briviesca, mas se halló entre dos fuegos
viniendo sobre él Caffarelli que todavía mandaba el ejército francés
del norte, y Paiombini al frente de sus italianos, enviado de re-
fuerzo por José desde Madrid , de donde habia salido el 8 de fe-
brero , tomando la ruta por Segovía y Burgos. Evitó Longa el
encuentro de ambos, y no siéndole dado á Caffarelli escarmentar
cual deseaba al partidario español, retrocedió á Vitoria, después
de haber asegurado aun mas las guarniciones del tránsito, y apos-
tado á Paiombini en Poza.
sorpresa y re- Era la posesión de esta villa importante, ya por
(riega en poza. n a | [ a r s e e n j a carreta que conduce de Burgos á San-
toña , ya por servir de guarda y amparo al laboreo de los ricos mi-
nerales y salinas que producen aquellos contornos, cuyos rendi-
mientos no descuidaba recoger la codicia del invasor. Está Poza
situado al pie de una empinada roca, sobre la cual asiéntase el cas-
tillo estrecho, y que guarnecían solos 50 hombres. Confiado Pa-
iombini y creyéndose del todo seguro, destacó algunas fuerzas
con intento de echar derramas y juntar víveres de que carecía. En
acecho Longa, avisó á Don Gabriel de Mendizábal, y unidos am-
bos acometieron á los italianos de Poza al amanecer del 11 de
febrero, con lo que les dieron buena alborada. Traían los espa-
ñoles 5,000 hombres, que distribuyó Mendizábal en tres trozos,
mandando á Longa que con uno sorprendiese al enemigo en sus
alojamientos. Consiguiólo el español hasta cierto punto, apoderan-




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 217


dose de bagajes, de hombres y de bastantes armas. Y completo
hubiera sido el triunfo, si Palombini, á fuer de veterano en la
guerra de España fatigosa y de incesante afán, no hubiera estado
vigilante, alejándose al primer ruido para apostarse en el campo
por donde sus soldados habian salido á forragear y proveerse de
bastimentos ,• con lo cual y manteniéndose á cierta distancia,
aguardando el día claro y la vuelta de las fuerzas segregadas que
en parte tornaron luego, no solo se salvó, sino que reanimado
trató á su vez de atacar á los españoles, dándoles en efecto impe-
tuosa arremetida. Fue esta empeñada, y el terreno disputado á
palmos; mas al fin no queriendo los nuestros aventurarse á perder
lo ganado, se retiraron poniendo en cobro casi toda la presa. No
permaneció Palombini en aquel sitio, para él no de gran dicha,
enderezando sin dilación sus pasos á las provincias Vascongadas.


En ellas proseguia sin interrupción el tráfago de la P e l c a s e n ] a s
guerra, y los batallones del pais se portaron con va- p rov inc ia s V a s -
lentia en repetidas peleas que se sucedieron desde c o " g a d a s -
entradas de año hasta el junio, amenazando en ocasiones á Bilbao,
y aun metiéndose hasta en la misma villa, según aconteció el 8 de
enero y el 10 de mayo, mereciendo ademas honrosa mención los
reencuentros habidos en Ceberio, Marquina y Guernica.


Tuvieron también los franceses mala salida en un A t a i l , ] 0 d e , o s
primer ataque que intentaron contra Castro-Urdiales. ,™'e5™rj™,tBr*
Mandaba ya el ejército enemigo del norte el general
Clausel, sucesor de Caffarelli, y queriendo asegurar mas y mas la
costa de cualquier desembarco que trazasen los ingleses, pensó en
apoderarse de Castro-Urdiales, puerto abrigado y bueno para el
cabotage y buques menores, situado en la provincia de Santander,
partido de Laredo. Tiene la villa 5,000 habitantes, y la circuye
un muro antiguo torreado que corre de mar á mar, y cierra el
istmo que sirve de comunicación á península tan reducida. En ambos
extremos de la muralla habíanse establecido dos baterías, divisán-
dose en la parte opuesta al istmo avanzada al mar la iglesia parro-
quial , y el castillo fundado sobre un peñasco que domina la playa;
saliendo de aquí hacia el este, unidas por.dos arcos, escarpadas
rocas que á causa de su mucha altura resguardan de los noroestes
el puerto, hallándose colocada en su remate una ermita con la
advocación de Santa Ana. Había de guarnición en la plaza 1,000
hombres, y artillaban sus adarves unas 22 piezas. Era goberna-
dor Don Pedro Pablo Alvarez.


Vinieron sobre Castro el 13 de marzo Palombini con su división
italiana, y el mismo Clausel acompañado de un batallón francés
y 100 caballos. Llegados que fueron, examinaron las avenidas del
puerto, y se decidieron á acometer los muros por escalada en la
noche del 22 al 2 3 ; lo que se les frustró rechazándolos la guarni-
ción gallardamente, ayudada del fuego de buques ingleses que




218 DEVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


por alli cruzaban. Aguardó Clause! entonces refuerzos de Bilbao,
que no acudieron, amagada aquella villa por algunos cuerpos espa-
ñoles de las mismas provincias Vascongadas. Y con eso y adelan-
tarse por un lado á Castro Don Juan López Campillo al frente del
segundo batallón de tiradores de Cantabria, y por otro Don Ga-
briel de Mendizábal seguido de algunas fuerzas, desistió Clausel
de su intento, yéndose en la noche del 25al 26 de mayo, después
de haber abandonado escalas y muchos pertrechos. En seguida, y
para no perder del todo el fruto de su expedición, se acercaron los


Frús t r a se l e s su enemigos á Santoña, y metieron dentro socorros de
i n t en to . q u e e s t a k a falta la plaza , tornando á Bilbao hostiga-


dos por los nuestros, y llenos de molestia y cansancio,
s e g u n u o a t a q u e Al principiar mayo emprendieron de nuevo los


c o n t r a c a s t r o , franceses el cerco de Castro-Urdiales, sirviéndose
para ello de la división de Palombini y de la del general Foy pro-
cedente de Castilla la Vieja. La guarnición se preparó á rebatir los
ataques, aproximándose en su auxilio fuerzas inglesas de mar que
mandaba el capitán Bloye. Verificaron los enemigos su propósito,
teniendo para lograrle que asediar con regularidad tan débil plaza.
Los cercados hicieron sus salidas y retardaron los trabajos , pero
no pudieron impedir que la flaqueza de los muros cediese pronto
al constante fupgo del sitiador. Aportillada brechase halló practica-
ble el 11 de mayo en el ángulo inmediato al convento de San Fran-
cisco. No por eso se dieron los nuestros á partido, y una y dos
veces rechazaron las embestidas de los acometedores, alentando á
los nuestros el brioso gobernador Don Pedro Pablo Alvar ez. Duró
tiempo la defensa, á la que contribuyó no poco el vecindario, hasta
que, cargando gran golpe de enemigos, y entrando á escalada por
otros puntos, refugiáronse los sitiados en el castillo, y desde alli
fuéronse embarcando con muchos habitantes á bordo de los buques
ingleses por el lado de la ermita de Santa Ana. Quedáronse en el
castillo dos compañías, aguantando los acometimientos del francés
sin alejarse hasta haber arrojado al agua los cañones y varios ense-
res. De los postreros que dejaron la orilla fue el gobernador Don
Pedro Pablo Alvarez, digno de loa y prez. El historiador Vacanni
allí presente dice en su narración: « La gloria déla defensa si no
« igualó á la del ataque (cuenta que habla boca enemiga), fue tal
« empero que la guarnición pudo jactarse de haber obligado al
« ejército sitiador á emplear muchos medios y muchas fuerzas.... *
T o m a n los t r a n - Era por tanto acreedora la población á recibir buen


ceses la v ina . l r a t 0 . q u e j o s i - , r ¡ o s ( | e [ adversario mas bien que ven-
ganza é ira, infundir deben admiración y respeto enun vencedor de
generoso sentir. Aqui sucedió muy al revés : los invasores entraron
á saco la villa, pasaron á muchos por la espada, pusieron fuego á
las casas, y ya no hubo sino lástimas y destrozos. En vano quiso
impedir estos males el general Foy : los italianos dieron la señal de




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 219


muerte y ruina, y no tardaron los franceses en seguir ejemplo tan
inhumano.


Compensábanse tales quebrantos y agravios con los C D r r e r ¡ a ¡ 1 T
que padecían los enemigos en otros lugares. Espoz y hechos de Mina
Mina era de los que mas pronto procuraban tomar de ? 0 s s u y u s '
ellos cumplida satisfacción y desquite. Su pelear no cesaba ni tam-
poco sus movimientos, comenzando el año de 1813 por arrimarse á
Guipúzcoa, y recoger en Deva municiones, vestuarios y dos cañones
de batir que los ingleses le regalaron; con cuya ayuda pudo ya
en 8 de febrero poner cerco á Tafalla, recinto guardado por 400
franceses. En esto andaba cuando noticioso de que venia sobre él
de Pamplona el general Abbé, á quien habia escarmentado el 28
de enero en Mendibil, dividió sus fuerzas dejando una parte en el
sitio, y saliendo con la otra al encuentro de los enemigos. Dio con
ellos en parage inmediato á Tievas, y logró aventarlos revolviendo
sin dilación sobre Tafalla para continuar estrechando el asedio.
Abrió allí brecha, y al ir á asaltar el fuerte, en 10 de febrero rin-
diéronsele los franceses. Inutilizó Mina las obras que estos habian
practicado, y demolió los edificios en que aun podían volver á en-
castillarse , y de los que tenian fortalecidos algunos. Otro tanto
ejecutó en Sos, si bien la guarnición se salvó ayudada por el gene-
ral Paris que á tiempo vino en socorro suyo de Zaragoza. Des-
truíanse asi en grave perjuicio de los enemigos los puntos fortifi-
cados que tenian para asegurar sus comunicaciones.


Oficiales y partidas dependientes de Mina hacían á veces excur-
siones, algunas muy de contar. Atrevida y aun temeraria fue la de
Fermín de Leguia, quien, acercándose con solos quince hombres
muy á las calladas y hora de media noche al castillo de Fuenterrabía,
subió primero acompañado de otro á lo alto, y matando al centi-
nela , apoderáronse ambos de las llaves dando entrada por este
medio á Jos que se habian quedado fuera. Juntos desarmaron y co-
gieron á ocho artilleros enemigos que estaban dentro, clavaron un
cañón y arrojaron al mar las municiones que no pudieron llevar
consigo, prendiendo por último fuego al castillo. luciéronlo todo
con tal presteza, que al despertarse la corta guarnición que dormía
en la ciudad, habian los nuestros tomado viento, y no osaron los
franceses perseguirlos recelando fuese mucho su número, encubier-
tos los pocos con la oscuridad de la noche.


Por su lado incansable siempre Mina tuvo el 51 de marzo otro
reencuentro en Lerin y campos de Lodosa con una columna ene-
miga que desbarató, llevando la palma en aquella jornada la ca-
ballería , cuyos ginetes cogieron 500 prisioneros. Incomodado
Clausel de tan continuadas pérdidas y menoscabo en su gente,
quiso como gefe del ejército francés del norte, poniéndose de
acuerdo con el general Ábbé que mandaba en Pamplona, estrechar
áltfina batiendo el país, y cercándole como si fuera á ojeo y cace-




220 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ria de reses. Cada uno de dichos generales salió de diverso punto,
y Clausel, después de reforzar á Puente la Reina, y de apostar
en Mendigorria un destacamento, avanzó yendo la vuelta del valle
de Berrueza. Pero Mina haciendo una rápida contramarcha ha-
bíase ya colocado á espaldas del francés, obligando en 21 de abril
á los de Mendigorria á que se rindiesen. En lo que restaba de mes
y posteriormente no alzó mano Clausel en el acosamiento de Mina,
entrando asimismo Abbé en el valle de Roncal, en donde si por
una parte trató bien á los prisioneros, por otra no dejó de quemar
los hospitales y sus enseres, y de abrasar en Isaba muchas
casas y edificios. Hubo aun nuevas marchas y contramarchas
inútiles todas; por lo que desesperanzado Clausel de aniquilar al
guerrillero español, escribía al rey intruso no poder verificarlo sin
mayores fuerzas, pues su contrario no arriesgaba choques sino
sobre seguro, acometiendo solo á cuerpos sueltos inferiores en
número. Sin embargo Mina vivamente estrechado tuvo ya en una
de sus maniobras que lomar rumbo á Vitoria para guarecerse del
ejército aliado que avanzaba, y á cuyos movimientos favore-
cieron también los suyos, trayendo siempre á Clausel divertido y
embarazado.


Estos fueron los acontecimientos mas de referir que ocurrieron
por estas parles de la Península antes de abrirse la gran campaña
que empezó con el estío. Veamos lo que pasó en la corona de Ara-
gón por el propio tiempo.


A c o n t e c i m i e c - Allí sostenían el peso de la guerra los ejércitos espa-
tos en ta co rona ñoles primero v segundo auxiliados de ta expedición
de Aragón . . 1 . . . . J , r


anglo-sicihana y de somatenes y cuerpos trancos.
Campeaba aquel en Cataluña, el otro en Valencia : algunas divi-
siones dentro de Aragón mismo. Tenia de ordinario el primer
ejército su cuartel general en Vique, y constaba de unos 17,700 in-
fantes y de S50 caballos. No estaban comprendidos en este número


Cataluña. los somatenes. Era general en gefe Don Francisco de
pnmer ejército. c 0 p 0 ns y Navía sucesor de Don Luis Lacy, y hasta
su llegada que se verificó en marzo, mandó interinamente el barón
de Eróles. No desaprovechó este ocasión de molestar al francés,
si bien estrenóse por un acto de humanidad muy laudable, ajus-
tando con el general enemigo un convenio dirigido á mejorar el
trato de los prisioneros conforme á lo dispuesto antes y al derecho
de gentes, hollado sobradas veces por ambas partes.


Los franceses de esta provincia, aunque sometidos como todos
los demás de la corona de Aragón al mariscal Suchet, dependían
inmediatamente del general Decaen, bajo cuyas órdenes se halla-
ban dos divisiones capitaneadas la una por el general Maurice Ma-
thieu , gobernador al propio tiempo de Barcelona, y la otra por el
genera! Lamarque, que residía casi siempre en Gerona, ascen-
diendo la totalidad de ambas á 14,091 hombres de infantería con




LIBRO YIGÉSIMOSEGUNDO. 221


876 ginetes. Habia ademas en Tarragona una brigada de italianos
compuesta de 2,000 hombres que mandaba el general Bertoletti.


Seguian los españoles ahora en Cataluña un plan de campaña
acomodado á las circunstancias del pais y según el prudente querer
de Lord Wellington. Era este huir de acciones generales, estre-
char al enemigo en las plazas, interrumpir sus comunicaciones,
y arruinar y desfortalecer los puntos que se le tomasen. Obró de
este modo el barón de Eróles, ayudado á veces cuando se acercaba
á la costa por los buques británicos : asi aconteció yendo sobre Ro-
sas ; asi en una tentativa del lado de Tarragona, teniendo también
la dicha de rechazar á los franceses en un reencuentro que tuvo
con ellos en la Cerdaña.


Al promediar marzo tomando Copons el mando, lleváronse ade-
lante las empresas contra el enemigo fundadas en probabilidad de
buen éxito, tocando á Eróles como diligente y osado ejecutar las
mas difíciles y arriesgadas. En el propio mes y antes de su remate se
determinó acometer y desmantelar los puestos fortificados que
conservaba el francés entre Tarragona y Tortosa, y amparaban co-
municación tan importante. Tomó Eróles de su cuenta el empeño,
y favorecido por la ayuda que le dio Mr. Adam, comandante del
navio inglés Invencible, arrasó en el término de tres dias varios de
aquellos fuertes colocados en Perelló, Torre de la Granadella,
venta de la Ampolla y otros sitios vecinos, cogiendo cañones, pri-
sioneros , ganado y algunos buques menores.


Poco antes el brigadier Rovira habia penetrado en Francia y me-
tídose en Prats de Molo, pueblo murado en medio de las montañas
con un castillo fortalecido á la traza de Vauban. Ayudaron mucho
á Rovira en su empresa el coronel Llauder y el capitán Don Nicolas
Iglesias. Saquearon parle de la población , apoderáronse de dinero,
y se llevaron rehenes y prisioneros, entre ellos á los comandantes
de la plaza y del castillo. A la guardia nacional de los contornos
que acudió en socorro de los suyos, escarmentáronla los españoles,
y cogieron á dos de sus gefes.


El Coll de Ralaguer, Olot y otros puntos solían permanecer blo-
queados por los nuestros, y hallándose durante el mes de mayo en
observación de las avenidas del segundo Don Manuel Llauder,
quisieron los franceses espantarle, y para ello aproximaron por
la espalda una columna de 1,500 hombres dirigida por el coronel
Marechal; de lo que noticioso Llauder le salió al encuentro eldia7
del propio mes la vuelta del valle de Ribas, por donde los enemi-
gos enderezaban su marcha. Trabóse alli porfiado choque, y no solo
se vieron los enemigos repelidos del lodo, sino que también fueron
desalojados por los nuestros de las alturas de Grast y Coronas, per-
siguiéndoles hasta mas allá Llauder en persona, que se portó brio-
samente. En el espacio de siete á ocho horas que duró la refriega
perecieron de los enemigos unos 300 hombres, quedando en nuestro




222 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


poder 290 prisioneros, fusiles, mochilas y otros pertrechos. Por
esta acción, en verdad señalada, agracióse años adelante á Don
Manuel Llauder con el título de marques del Valle de Ribas.


No pudieron sin embargo los españoles impedir que los enemi-
gos , después de un movimiento hábil y concertado de todas sus
fuerzas en Cataluña, socorriesen á miiad de mayo las plazas de
Tarragona y Coll de Balaguer, escasas de medios, capitaneándolos
Maurice Mathieu. Pero al tornar de su expedición espiólos Don
Francisco Copons, que tuvo entonces tiempo de reunir alguna
gente, y los aguardó en La Bisbal del Panadés, situándose en el
Coll de Santa Cristina. Desde alli incomodándolos bastante los re-
pelió en cuantas tentativas hicieron para destruirle, ó á lo menos
ahuyentarle, y les causó una pérdida de mas de 600 hombres,
segundo ejercí- Alojábase por lo común el cuartel general del se-


">• gundo ejército en Murcia á las órdenes de Don Fran-
cisco Javier Elío, apoyándose para sus operaciones en las plazas
de Cartagena y Alicante, y consistiendo su fuerza en 34,900 hom-
bres de infantería y 5,400 de caballería distribuidos en seis divi-
siones que regían Don Francisco Miyares, Don Pedro Villacampa,
Don Pedro Sarsfield, Don Felipe Roche, Don Juan Martin el
Empecinado y Don José Duran, si bien alguna de ellas varió des-
pués de gefe. Contábanse por separado y permanecían en Alicante
y sus alrededores la expedición anglo - siciliana y la división ma-
llorquína del mando de Whittingham. Las de Sarsfield, Villacampa,
el Empecinado y Duran fueron las que sosteniéndose en Aragón
guerrearon mas en el invierno, arrimándose las de los dos pri-
meros á Cataluña para favorecer aquellas maniobras, la del ter-
cero á Soria y Navarra, y la del cuarto y último á Castilla la
Nueva, poniéndose á veces todas de concierto para hacer incur-
siones que distraian al enemigo y le hostigaban. Parecidas estas pe-
leas á las muchas ya referidas del mismo linage, inútil se hace
entrar aqui en sus pormenores, particularmente no habiendo entre
ellas ninguna muy señalada, aunque molestas siempre al enemigo
por do quiera, y en Madrid mismo, á cuyas puertas acercábase el
Empecinado á la manera de antes, éinterceptaba las comunicacio-
nes con pueblos tan vecinos como Alcalá y Guadalajara, burlán-
dose de los ardides y evoluciones que para destruirle verificó en
abril el general Soult.


Hubiera valido mas se redujesen á semejantes correrías las ope-
raciones de este segundo ejército hasta que se abriese la campaña
general proyectada por Lord Wellington; pero el acaso ó mas bien
reprehensible negligencia empeñóle en refriegas en las que tocó
desgraciadamente la peor parte á las divisiones suyas que se alber-
gaban en Murcia, cuyos cuerpos habían comenzado á moverse en
niTision maiior- marzo de acuerdo con la división mallorquína del


quina. mando de Whittingham y la expedición anglo-sicíliana.




LIBRO VIGESIMOSEGUNDO. 225


Aquella tenia ahora unos 8,939 infantes y 1,167 caballos, hallándose
la última reforzada con 4,000 hombres que en diciembre anterior
habia traído de Palermo el general J. Campbell : Expedic ión a n -
mandaba á esta en la actualidad sir Juan Murray gi» s ic i l iana,
después de haber pasado su gobernación por las manos de Clinton
y del mismo Campbell, ausente ya su primer caudillo el general
Maitland por causa de enfermedad. Lord Guillermo Bentínck era
el destinado para ponerse al frente, mas retardó su viageocupado
en Sicilia en otros asuntos: por manera qué á esta porción del ejér-
cito británico le cupo la misma suerte en cuanto al mando que al
otro suyo de Portugal en 1808, pendiendo la sucesión rápida ocur-
rida en los gefes de accidentes inesperados y de abusos y descui-
dos que nunca faltan aun en los mejores gobiernos.


Avanzándolos aliados formaron una línea que cor-
ria desde Alcoy á Yecla por Castalia, Biar y Villena, Movimien to y


J 1 7 J ' s i tuación del s e -


conservando tropas en Sax y Elda. Aqui estaba el ge- s u n d o e jérc i to y
neral Roche con su división ; en Yecla ocupando )a iz- í a n o s " " 1 ^ ™ 1 "
quierda Don Fernando Miyares, de que era centro
Castalia guarnecida por el general Murray; y la derecha Alcoy, que
cubria Don Santiago Whittíngham, quien primero se habia pose-
sionado en 15 de marzo de aquel pueblo arrojando á los franceses
y dilatando sus movimientos hasta Concentaina, en donde hizo un
reconocimiento de venturosas resultas con pérdida para el enemigo
de unos 100 hombres. La reunión amenazadora de estas tropas y
el temor de que se engrosasen cada vez mas obligó al Disposiciones de
mariscal Suchet á vivir muy sobre aviso, y dispuesto s u c h e t .
á no desperdiciar ocasión de precaver los intentos hostiles de los
españoles. Acechábala el francés, y le pareció llegada en los pri-
meros días de abril, bien informado de la distribución de las tropas
de los aliados y de cuáles eran las mas flacas por su organización
y disciplina. Creía se hallaban en este caso las de la división apos-
tada en Yecla á las órdenes de Miyares, y trató Suchet de cogerla
entera, confiado ademas en nuestro habitual descuido y en la dis-
tancia que la separaba de los otros cuerpos. Escogió con este pro-
pósito lo mas florido de su gente, y juntóla el 10 de abril por la
noche en Fuente ¡a Higuera, en cuyo pueblo repartida en dos tro-
zos , mandó marchase uno de ellos en donde él iba, compuesto de
la división del general Habert y de otras fuerzas con golpe de ca-
ballería la vuelta de Villena, y que el otro, formado de la división
que regia Harispe, cayese rápidamente y á las calla-


Acción de Yecla


das sobre Yecla y sobre los españoles allí situados. No
pudieron Jos enemigos marchar tan silenciosamente que no fuesen
sentidos de los nuestros, los cuales al aparecer aquellos poníanse
ya en camino con dirección á Jumilla. Eran los de Miyares de 5 á
4,000 peones y pocos ginetes; más los franceses, quienes atacando
el 11 muy de mañana y de recio, encontraron en los nuestros resis-




224 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
tenciahidalga, trabándose la pelea dentro del mismo pueblo, aun
no evacuado del todo, cuyas calles defendieron á palmos los regi-
mientos de Burgos y de Cádiz, replegándose en seguida á una er-
mita cercana. Junta entonces la división, pasando de loma en loma
retirábase en buen orden, disputando con brío cada puesto, cuando


impaciente Harispe y queriendo desconcertar á los es-
t A p . n . 1 0 pañoles *, apresuró su carga é hizo punta de sus tro-


pas sobre el centro nuestro, que, cansado y perdiendo la conve-
niente serenidad, flaquéó en disposición que , rota la linea, cundió
el desánimo, echándose unos atrás precipitadamente, y arrojándose
otros al llano, en donde, si bien lidiaron largo rato sustentando la
militar honra, rodeados y opresos, muertos y heridos muchos, tu-
vieron los demás que deponer las armas en número de unos 1,000
con 68 oficiales y el- coronel Don José Montero.


Entre tanto siempre en vela Suchet manteníase en
i i m " p o r e i M i r a n " Caudete, ya para reforzar si era necesario á los suyos
deTos ¡«ptóota ^e Yecla, ya para impedir cualesquiera socorros que


enviasen Murray y Elío. Continuó en aquel sitio mien-
tras alumbró el sol; pero adelantándose á explorar su estancia ca-
ballería inglesa, movióse el francés ala caída de la tarde, y llegó
á Villena después de oscurecido. Retiráronse á su avance los ginetes
británicos, mas Elío, á pesar de instancias juiciosas que se le hicie-
ron , dejó en el antiguo y mal acomodado castillo de aquella ciu-
dad , sito en la cumbre del cerro apellidado de San Cristóval, al ba-
tallón de Velez Málaga que mandaba su coronel Don José Luna.
Imaginóse se hallaba este provisto de suficientes municiones de
boca y guerra para mantenerse firme durante dos ó tres dias, y
sobre todo que el enemigo no acometeria aquel sitio antes de que
despuntase el día 12. Persuasión liviana tratándose de contrarios
tan audaces y prestos como son los franceses. Fue en vano pensar
en contenerlos: no dieron vagar, pues hundiendo las puertas á ca-
ñonazos , penetraron en Villena muy luego , y á poco tuvieron que
capitular los del castillo. Eran sobre 1,000 hombres.


Anhelando el mariscal Suchet no pararse en carril
Reniega en B¡ar. J a n v e n t u r o s o f ¿¡f, principio en el mismo día 12 á sus
acometidas contra los ingleses. Tenían estos su vanguardia capi-
taneada por Federico Adam en el puerto y angosturas de fiiar,
con orden de replegarse á Castalia, disputando antes al enemigo
el paso. Cumpliéronlo asi aquellos soldados, y su gefe mostró pe -
ricia suma, apresurando su retirada tan solo al caer de la noche,
si bien después de haber perdido alguna gente, y tenido que
abandonar dos cañones de montaña.


Posesionáronse los enemigos de Biar, y se acamparon á la
salida que va á Castalia ; en donde ufanos con los lauros conse-
Accion<¡e cas- guidos aguardaron impacientes la llegada del día,


t a n a . seguros casi de coger otros mayores, y de singular




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 225


y gustosa prez para ellos, por ser ganados en parte contra in-
gleses. No abatido por su lado el general Murray, preparóse á
hacer rostro á sus contrarios tranquila y confiadamente. Colocó la
división mallorquína de Whittingham con la vanguardia que guiaba
el coronel Adam en unas alturas á la izquierda, roqueñas y de
escabrosa subida que terminan en Castalia : á cuya población,
puesta á la raíz de un monte coronado por un castillo, la encu-
bría en ruedo la división del general Mackenzie, y un regimiento
de la de Clinton. Seguia lo restante de la fuerza de este por la
derecha, sirviéndole de resguardo naturales defensas, y de reserva
tres batallones de la gente de Don Felipe Roche. Habian los aliados
construido por acá, y al frente del castillo, diversas baterías. No
se hallaba presente, ni tampoco acudió á la acción que se prepa-
raba, el general Elío, retirado en Petrel con algunos batallones,
después de lo acaecido en Villena.


Amaneció por fin el dia 1 3 , y desembocando el enemigo de las
estrechuras de Biar, desplegó sus fuerzas por la hoya de Castalia,
fecunda y en productos rica. Ascendían estas á 18,000 infantes
y 1,600 caballos. No inferiores los nuestros en número, éranlo
bastante en ginetes. Empezó Suchet el combate explorando el
campo y enviando hacia Onil la caballería. Luego teniendo fijo su
principal conato en trastornar la izquierda de los contrarios, soltó
600 tiradores acaudillados por el coronel d'Arbod, con orden de
que trepando por la posición arriba la envolviesen y dominasen.
Al mismo tiempo amagó el mariscal francés á los aliados por lo
largo de toda la línea, ostentando gallardía y mucha firmeza.
Corrieron en aquel trance los nuestros algún riesgo, debilitada
la izquierda por la ausencia momentánea de Don Santiago Whit-
tingham, que se habia alejado poco antes para hacer un reconoci-
miento ; pero á dicha y oportunamente llegó de Alcoy con fuerza
Don Julián Romero, quien reprimió la audacia de los enemigos,
que ya se encaramaban á las cimas. También Whittingham, noti-
cioso de lo que ocurría, tornó á su puesto, y él y Adam y los
demás arrollaron á los acometedores, quedando muerto el coronel
d'Arbod. Infructuosamente envió en apoyo de los suyos el mariscal
Suchet al general Robert con cuatro batallones: todos ellos bajaron
desgalgados la montaña, y muchos coloraron con sangre el suelo.
Whiltingham y Adam, principales gefes, alentaban á la tropa que
por la mayor parte era española, dándole ellos mismos ejemplo,
y lo propio los que mandaban en las cumbres, Romero, Casas,
Campbell, Casteras y el teniente coronel Ochoa, brillando á cual
mas todos no solo en denuedo,, sino también en habilidad y des-
treza : porque, á dicho de nuestros antiguos *, c las
c fuerzas del cuerpo non pueden ejercer acto loado ' A p '
« de fortaleza, si non son guiadas por corazón sabidor. » Igual-
mente se le malogró al francés el amago que habia hecho contra


ni. 15




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


el centro y derecha de los anglo-sieilianos : por lo que recogiendo
Suchet su gente la apostó en escalones, apoyándola por retaguardia
en la división del general Harispe, y defendiéndola por el frente
con la artillería que plantó en las entradas del camino de Biar.


Entonces mas animoso Murray resolvió avanzar, y lo verificó en
dos líneas, dejando en las alturas las tropas de su izquierda, y
cubriendo su derecha con la caballería. Pero intimidado Suchet
no se detuvo en la hoya ó valle, sino que triste tornó á cruzar por
la tarde un desfiladero que , como decía Murray en su parte, había
atravesado por la mañana triunfante y alegre. Prosiguió Suchet
retirándose hacia Villena, y no paró hasta Fuente la Higuera y
Onteniente; volviéndose los aliados, anochecido ya, á sus estancias
de Castalia. Perdieron los franceses en esta jornada algo mas de
1,000 hombres, nosotros de 670, la mayor parte españoles, como
que representaron alli el mas glorioso y sobresaliente papel, despi-
cándose del golpe recibido en los dias anteriores; que son nuestros
soldados bravos é intrépidos, siempre que los guian caudillos de
buen entendimiento y brio. Procuró Suchet ocultar su descalabro
presentando con cuidadoso estudio por los caminos de Valencia y
Cataluña, á manera de trofeo, los prisioneros de Villena y Yecla.
Bien lo necesitaba para mantener en alguna quietud los pueblos,
muy conmovidos con lo que pasaba en España y en toda Europa,
y con lo que se preveía. Empezó Suchet en Castalia á probar los
reveses de la fortuna, tan propicia para él hasta entonces; pero que
varia y antojadiza, adversa ya á las armas francesas, perseguíalas
en muchas partes, y les preparaba en todas largos días de entris-
tecimiento y luto.


Dieron abril y mayo las primeras señales del asom-
c ¡ p i a d a P a I e n P r l e í b^oso estremecimiento que iba de nuevo á conmover
n o r t e de E u r o - e ) mundo, y hacer mas caediza la suerte de cuerpos é
p a ' individuos, de estados y coronas. Fue una de ellas la
salida de Napoleón de París en 45 de abril para empezar la campaña
en Alemania; y fue otra el haber Lord Wellington alzado sus cuar-
teles á mitad de mayo para abrir también la suya en Castilla y
continuarla hasta los Pirineos, y aun dentro de la Francia misma.
En aquella vióse todavía equilibrado en un principio el poder del
emperador francés con el de los soberanos del norte, cautivadas
algún tiempo las fantasías de la fortuna por el coloso que la había
tenido como aprisionada y rendida no pocos años : en la última
También en E s - salieron vencedores siempre en los mas empeñados


p a n a . reencuentros, rompiendo por cima de valladares y
obstáculos, los intrépidos aliados. Siendo solo propio de esta his-
toria el detenernos á referir lo tocante á los acontecimientos pos-
treramente indicados, pasaremosá verificarlo, prescindiendo, á
lo menos por ahora, de los demás ocurridos fuera del suelo pe-
ninsular.




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 227


Al moverse tenia Lord Wellington bajo de sus inmediatas ór-
denes 48,000 hombres de su nación, 28,000 portugueses, y ademas
las divisiones españolas del cuarto ejercito que se alojaban á su
derecha, con las que del mismo permanecían en el M o r i m l e i i t o d e
Yíerzo y Asturias, ascendiendo juntas á 26,000 com- ios aliados hacia
batientes. Fue la marcha de los aliados por este orden. 6 1 D ° e r 0 '
La caballería, que había invernado en los alrededores de Coimbra,
púsose en movimiento por Oporto á Braga para pasar desde allí á
Braganza, en donde debían darse la mano con la izquierda de los
suyos, gobernada por sir Thomas Graham, quien cruzó el Duero
en Portugal cerca de Lamego; maniobra que se practicó sin que
los franceses la barruntasen, proveyéndose los aliados fácilmente
de barcas sin excitar sospecha, por la abundancia q-ue de ellas
había con motivo de haber Jos ingleses habilitado para su abaste-
cimiento la navegación del Duero hasta donde el Águeda descarga
en él sus aguas. Colocáronse asi á la derecha de aquel rio cinco
divisiones de infantería y dos brigadas de caballería, sobrecogiendo
á los enemigos, que se figuraban vendrían sus contrarios solo por
la izquierda. Tuvieron los anglo-portugueses tropiezos en sumar-
cha por lo escabroso del país y estrechuras de los caminos, mas
todo lo venció la perseverancia británica. Asegurada la izquierda,
y amagado el francés por la derecha del Duero, alzó Lord Wel-
lington sus reales á la propia sazón, saliendo de Freineda el 22 de
mayo, acompañado de dos divisiones inglesas, otra portuguesa,
y alguna fuerza de caballería. Júntesele en Tamames la mayor pane
de la segunda división española del mando de Don Carlos España
(la restante quedó en Ciudad Rodrigo), perteneciendo á ella los
ginetes de Don Julián Sánchez : y todos se encaminaron al Tórmes,
via de Salamanca. Sobre el mismo r ío , pero del lado de Alba, for-
mando la derecha, movióse sir Rowland Hill, y con él la primera
división española, que capitaneaba Don Pablo Morillo, quien venia
de la Extremadura, habiendo pasado los puertos que la dividen de
León y Castilla.


Disponíanse los enemigos á contrarestar la marcha de los aliados,
reunidos en Castilla la Vieja los ejércitos suyos llamados del centro,
mediodia y norte y á su frente José en persona, manteniendo aun
sus cuarteles en Valladolid. Fuera su primer intento defender el
paso del Duero, si no se lo desbarataran las acertadas maniobras
de los ingleses poniéndose á la derecha del mismo rio. Sin embargo
se trabaron choques antes de abandonar aquella linea. Guarnecía
á Salamanca la división de Villatte con tres escuadrones, quien
evacuó la ciudad al aproximarse Lord Wellíngton, colocándose en
unas alturas inmediatas de donde le arrojaron el general Fane
atravesando el Tórmes por el vado de Santa Marta, y el general
Alten que lo verificó por el puente. Villatte perdió municiones,
equipages y muchos hombres entre muertos y heridos con 200 pri-




228 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


sioneros. Retiróse por Encina á Babilafuenle, uniéndosele cerca
del lugar de Huerta un cuerpo de infantería y caballería proce-
dente de Alba de Tórmes, de cuyo punto los habia echado Don
Pablo Morillo., cruzando el rio con gran valentía, y distinguiéndose
al enseñorearse de Ja puente los cazadores de la Union y Doyle.
c o o p e r a c i ó n aoi El centro del cuarto ejército español, antes sexto,
c o a r t o e j é r c i t o . a c a n tonado en el Vierzo, y la quinta división tam-
bién suya situada en Oviedo concurrieron, según hemos insi-
nuado , al movimiento general y de avance. Preparábase el 29 de
mayo el general Don Pedro Agustín Girón, que mandaba en gefe
en ausencia de Don Francisco Javier Castaños, á celebrar el 30 en
Campo Naraya los días del rey Fernando por medio dé paradas y
simulacros guerreros, cuando recibió orden de Lord Wellington,
duque de Ciudad Rodrigo, para ponerse sin dilación en marcha
sobre Benavente y en contacto con la izquierda del ejército aliado,
huyendo de dar la suya al enemigo, en términos de evitar cual-
quiera refriega que no fuese general ó de concierto. No lardó
Don Pedro en cumplir con lo que se le encargaba, y trasladando
el mismo dia 29 su cuartel general á Ponferrada, entró ya el 2 de
junio en Benavente. Vadearon sus tropas el Esla al amanecer del 5
en Castro Pepe y Castillo, arruinado por los enemigos el puente
de Castro Gonzalo, y llegaron por la noche á Villalpando en donde
descansaron el 4 , agregándoseles ahi la quinta división que venia
de Asturias y mandaba Don Juan Díaz Porlier. Hiciéronse las mar-
chas muy ordenadamente, y empezáronse á coger los frutos de los
ejercicios militares del invierno y primavera, y los de una rígida y
conveniente disciplina.


P r o ^ a e n su Hacia estas partes y derecha del Duero habíase diri-
m a r c u a IOS a l i a - gido ya no solo la izquierda inglesa guiada por el ge-


o s neral Graham, sino también el centro de su ejército
capitaneado por Lord Wellington en persona. Dueño este de Sala-
manca hizo allí alto dos días, reuniendo su centro y derecha entre
el Tórmes y el Duero inferior. Marchó el 29 la vueltade Miranda,
ciudad de Portugal fronteriza á las márgenes del último rio, cuyas
aguas cruzó por aqui el general inglés acompañado solo del centro
que se juntó el 30 con la izquierda en Carvajales : todos los puen-
tes , excepto el de Zamora, habian permanecido destruidos desde
la retirada del ejército británico en el otoño, ó habíanlo sido de
nuevo por el francés cuando se hallaban reparados. Quisieron en
seguida los ingleses pasar el Esla, tributario del Duero, por un
vado próximo al mismo Carvajales, pero siendo de dificultoso trán-
sito echaron un puente y lo verificaron el 51 .


Desprevenidos los franceses no tenían en aquellas orillas sino un
piquete, y por tanto no ofrecieron resistencia notable. Los movi-
mientos de los aliados habíanse ejecutado con tales precauciones y
celeridad que los ignoraba del todo el enemigo : quien percibió




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 229


ahora claramente el sabio y bien entendido plan de Lord Welling-
ton; conociendo aunque tarde ser inútil y ya imposible sostener la
línea del Duero. En consecuencia inhabilitaron sus tropas en Za-
mora el puente que habían conservado reparado, retirándose de
aquella ciudad y de Toro, en donde entraron los aliados, trabán-
dose después en Morales, via de Tordesillas, un choque en que
los franceses experimentaron bastante pérdida, y lució por su brío
la caballería de Don Julián Sánchez.


Paróse Lord Wellington en Toro asi para dar tiempo á que toda
su gente se le reuniese, como también para que las tropas de su
derecha que guiaba sir Rowland Hill pasasen el Duero. Todo se
ejecutó á su sabor y cual tenia ordenado; hallándose ya en comu-
nicación y aun en inmediato contacto el ejército de Galicia, ó sea
centro, del cuarto español, cuyos reales alojáronse el 6 de junio
en Cuenca de Campos, dia en que los de Wellington se establecie-
ron en Ampudia, pueblo vecino.


Cruzado el Duero por los cuerpos que ocupaban antes la izquier-
da, correspondiéndose ya todos entre s í , prosiguió su marcha el
general inglés, dejando en Zamora municiones y efectos de guerra,
y para su custodia á la segunda división española que tenia tam-
bién gente suya repartida en Ciudad Rodrigo, Salamanca y Toro.
Andaban los franceses algo desalentados con irrupción tan súbita,
en especial por ser inesperado el modo como Wellington la verifi-
cara. Asi sus medidas resintiéronse de apresuramiento, é indicaban
sobresalto y dudas.


Distribuidas ahora sus fuerzas entre Valladolid, Tordesillas y
Medina se retiraron detras del Pisuerga, que también abandonaron,
marchando en líneas convergentes camino de Burgos. Alli se tras-
ladó el intruso habiendo salido de Palencía el 6 de junio, en cuya
ciudad hizo corta parada viniendo de Valladolid. Le siguieron sus
tropas, estrechadas cada vez mas por Lord Wellington, quien
atravesó el Carrion el 7, y adelantando su izquierda en los dias 8,
9 y 10 , cruzó también el Pisuerga, no apresurando su marcha
el 11, y dando el 12 descanso á su gente excepto á la de la derecha,
á la cual ordenó avanzar á Burgos y reconocer la situación del ene-
migo con deseo de obligarle á que desamparase el castillo, ó á que
para defenderle reconcentrase alli sus fuerzas. Al poner en obra el
general Hill por mandato de Wellington esta operación, descubrió
á los enemigos apostados en unas alturas próximas al pueblo de
Hormaza con su siniestro costado en frente de Estepar. Acometió-
los, mas ellos se echaron atrás si bien en la mejor ordenanza,
aguantando sin descomponerse repetidas descargas de la artillería
volante manejada con destreza por el mayor Gardiner. Perdieron
sin embargo los franceses varios prisioneros y un cañón, y se
situaron después en las riberas de los ríos Arlanzon y Ürbel, que
con las lluvias habían cogido mucha agua, retirándose solo de




230 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


aquel puesto durante la noche, después de haber evacuado á Bur-
gos el 14 de junio.


Verificáronlo asi acosados constantemente y ceñidos de cerca por
los aliados, que llevaban casi siempre abrazada la derecha enemiga.
También por la opuesta hostigábalos Don Julian Sanchez y otros
guerrilleros revueltos y á la continua, como si ya no tuviesen bas-
tante los franceses con sentir sobre sí el fatigoso y no interrum-
pido látigo de un ejército bien ordenado que marchaba á sus


alcances con presunción de vencer. Abandonaron los
ton^e"y""»™ enemigos el castillo de Burgos, desfortaleciéndole
u n e l c a s l i " ° d e antes v arruinándole hasta en sus cimientos. El modo
Burgos . ; , , . . .


como lo ejecutaron dio lugar a siniestras interpreta-
ciones ; porque conservándose dentro desde el último sitio muchos
proyectiles todavía cargados, acaeció que al reventar las minas
practicadas para derribar los muros, volaron también muchas
bombas y granadas que causaron estrago notable. Escritores in-
gleses han afirmado que el enemigo procedió asi para aniquilar
los cuerpos de las tropas aliadas que se arrimasen á tomar pose-
sión de la ciudad y del castillo. Por el contrario los franceses, que
achacan tan lamentable contratiempo á mero olvido de la guarni-
ción. Nos inclinamos á lo último ; mas sea de ello lo que fuere,
cierto que de la explosion resultaron destrozos grandes, pade-
ciendo la catedral bastante con el estremecimiento, no menos que
muchas casas y otros edificios. Redújose el castillo á un confuso
montón de ruinas y escombros.


Tomó José al desocupar á Burgos la ruta de Vitoria yendo por
Pancorbo y Miranda de Eb ro , si bien no muy de priesa. Era su
propósito trasladarse al otro lado de este rio para poner mas en
resguardo las estancias de su ejército, aproximándole á la raya de
Francia, y engrosándole ademas con el suyo del norte y otras
tropas que lidiaban en aquel distrito. Desbaratar en todo ó en
parle semejantes intentos, y asegurar sin tropiezo el paso del
E b r o , debía ser la mira del general británico, para aprovechar
después la primera oportunidad de combatir con ventaja. Tal fue
en efecto, no teniendo que hacer para alcanzarla mas que perse-
verar en el plan de marchas y movimientos que desde un principio
habia trazado. Firme en él , dispuso que su izquierda siguiese ma-
niobrando para amagar siempre la derecha enemiga, y ganarle á
cruzan ios ana- veces la delantera. Asi fue que dicha izquierda buscó


dos ei Ebro. j a ^ e r a alta del Ebro para pasarle, marchando á su
derecha no muy lejos con el centro Lord Wellington, y después á
las inmediaciones y siniestro lado de la carretera que va á Pancorbo
y Miranda el general Hill. Tocando ya al Ebro todo el ejército, le
cruzaron el 14 por Polienies los españoles del mando de Don Pe-
dro Agustín Girón, que formaban el extremo del costado de
Graham, y cruzóle también el mismo día este general por San




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 251


Martin de Liaés , lugares ambos situados en el valle de Yalderre-
dible. Las demás tropas aliadas con Wellington é Hill á su cabeza
atravesaron el Ebro el 15 : algunas por los mismos parages que
Graham y los españoles, el mayor número por Puente de Arenas
en la merindad de Valdivielso. Al dia siguiente todo el ejército se
movió sobre la derecha, si bien apartándose algún tanto los espa-
ñoles , que tuvieron orden de tirar mas á la izquierda por el valle
de Mena con dirección á Valmaseda, á donde llegaron el 18.
Agregóse á Graham en Medina de Pomar Don Francisco Longa
con su división.


La marcha fue en realidad penosa, señaladamente penalidades dci
en los últimos dias : los caminos ásperos de suyo é e i é r e "° a" a < i 0-
impracticables para el carruage, estábanlo ahora mas con las co-
piosas lluvias que sobrevinieron, teniendo á menudo el brazo del
gastador que allanar el terreno, y aun abrir paso que franquease
la ruta al soldado, y diese á la artillería transitable carril. Hubo
escasez de víveres, y á veces apretó el hambre por la priesa del
caminar, la pobreza de la tierra y la devastación que había
producido guerra tan prolongada; pero hízose todo llevadero con
la esperanza de un cambio próximo y venturoso obtenido por
medio de inmediatos triunfos.


Azoró á los franceses y los desconcertó el rápido M o v l i m e n t o s d e
andar de los aliados, y el verlos al otro lado del i»» franceses y


. . i i algunos choques.


E b r o , casi impensadamente, teniendo con eso que
desistir de cualquiera empresa enderezada á defender el paso de
aquel rio. Por tanto el dia 18 salió el grueso del ejército enemigo
de Pancorbo, dejando solo de guarnición en el castillo sobre 1,000
hombres, y se encaminó á Vitoria. Al avanzar los aliados, tenían
de observación los franceses algunos cuerpos apostados en Frías
y en Espejo, que se replegaron el 18 á San Millan y á Osma de
Álava. Atacó á los primeros el general Alten, y los ahuyentó co-
giéndoles 500 prisioneros : obligó Graham á los últimos á ret i-
rarse, acometiendo el 19 Wellington mismo asistido de sir Lowry
Colé á la retaguardia francesa situada en Subíjana de Morillas y
en Póbes, con la dicha de forzarla á desamparar su puesto, y á
que buscase abrigo en el grueso de su ejército que venia de Pan-
corbo. Esta aparición repentina é inesperada de los aliados en las
montañas de Vizcaya y Álava, y el haberse aproximado á Rilbao,
hallándose ya en Valmaseda el centro del cuarto ejército español
bajo Jas órdenes de Don Pedro Agustín Girón, impelió igual-
mente á los enemigos á reconcentrar las fuerzas suyas de aquellas
partes, conservando solo los puntos de la mayor importancia, y
abandonando los que no lo eran tanto. Con este propósito em-
barcaron los franceses el 22 de junio con premura la guarnición de
Castro-Urdiales trasladándola á Sanloña , que avituallaron compe-
tentemente, y en breve también dejaron librea Guetaría , mame-




232 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


n ¡endose firmes en Bilbao, donde se alojaban italianos de los que
Palombini, ahora ya ausente, habia traido de Castilla. Foy, que
recorría antes la t ierra, tomó asimismo disposiciones análogas,
según veremos después. Bloqueaba á Santoña Don Gabriel de
Mendizábal con parte de la séptima división del cuarto ejército, ó
sean batallones de las provincias Vascongadas.


C 1 , , De este relato coügese claramente la situación res-
S i t u a c i o n r e s - * i i . ' •


pect iva de los pectiva de los ejércitos enemigos, y cuan próxima
e jé rc i tos . s e a n u n c ¡ a i j a u n a batalla campal. Deseábala Lord
Wellington, y para empeñarla habia tratado de reconcentrar sus
fuerzas algo desparramadas, llamando á si- la izquierda extendida
hasta Valmaseda, y haciéndola venir por Orduña y Munguia sobre
Vitoria. Tenia el general ingles su centro y sus cuarteles el 20 en
Subijana de Morillas, no lejos de su derecha, manifestándose todo
el ejército muy animoso é impaciente de que se trabase pelea. Ocu-
paban ya entonces los franceses mandados por José las orillas del
Zadorra y cercanías de Vitoria.


j u i c i o sob re ia ^1 modo glorioso y feliz con que en menos de un
m a r e t a de w e i - mes habían los aliados llevado á cabo una marcha que,
u n g t o n . concluyendo en las provincias Vascongadas, habia em-
pezado en Portugal y en los puntos opuestos y distantes de Galicia,
Asturias y Extremadura, alentaba á todos, recreándose de ante-
mano con la placentera idea de una victoria completa y cercana.
Mas de una vez hemos oido de boea de Lord Wellington en
conversación privada, que nunca habia dudado del buen éxito de
la acción que entonces se preparaba, seguro de los brios y concer-
tada disciplina de sus soldados. Tan ilustre caudillo acreció justa-
mente su fama en el avance y comienzo de esta nueva campaña.
Calcular bien y con tino las marchas, anticiparse á los designios del
enemigo y prevenirlos, tener á este en continua arma y recelo, y
obligarle á abandonar casi sin resistencia sus mejores puestos,
estrechándole y jaqueándole siempre, digámoslo asi, por su flanco
derecho, maniobras son de superior estrategia, merecedoras de
eterno loor; pues en ellas, según expresaba el mariscal de Sa-
jorna, aunque en lenguaje mas familiar, consiste el secreto de la
guerra.


Enfrente ahora uno de otro los ejércitos combatientes, parecía
ser esta ocasión de hablar de la batalla que ambos trabaron luego.
Mas suspenderémoslo por un rato, atentos á echar antes una
ojeada sobre la evacuación de Madrid y ocurrencias habidas con
este motivo.


Desde el tiempo en que José saliera de aquella capi-
úitimTi-Támi tal en marzo, fueron también retirándose muchas de
dr id los f r ance - ] a s tropas francesas que allí habia, quedando reducido


á número muy corto las que se alojaban en toda Cas-
tilla la Nueva. Motivo por el cual los invasores trataron con mas




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 235
miramiento y menor dureza á los vecinos, aunque no por eso deja-
sen de gravarlos con contribuciones extraordinarias y pesadas.
Mandaba últimamente en Madrid el general Hugo, y á él le tocó
evacuar por postrera vez la capital del reino. Refiere este en las
memorias que ha escrito lo que entonces le acaeció, y entre otras
cosas cuenta* que poco antes de su salida habíansele
hecho proposiciones, de que tuvo noticia José, según
las cuales ofrecía pasarse á las banderas del intruso un cuerpo en-
tero del ejército español. Presumimos quiera hablar del tercero,
como mas inmediato. El duque del Parque le mandaba, y guiaban
sus divisiones generales fieles siempre, honrados y de prez; y si lo
fueron en losdias de mayor tribulación para la patria, ¿ qué traza
lleva que pudieran variar y tener aviesos intentos en los de prospe-
ridad y ventura? Ahora ni el interés hubiera estimulado áe l loá
hombres que fuesen de poco valer y baja ralea : ¡cuánto menos á
caudillos ilustres, de muchos servicios y de esforzados pechos!
Nosotros hemos tratado de apurar la verdad del hecho, y ni si-
quiera hemos hallado el menor indicio ni rastro de tan extraña
negociación, y eso que nos hemos informado de personas impar-
ciales muy en disposición de saber lo que pasaba. Creemos por
tanto que hay grave error en el aserto del general francés, hacién-
dole la merced, para disculpar su proceder liviano, d e q u e sor-
prendieron su buena fe embaidores ó falsos mensageros.


El embargo de caballerías v carruages, anunciador
. . . , 1 1 • t G r a n convoy


de la partida de los enemigos y sus secuaces, empezó qne i ievan c o n -
el 25 de mayo, y el 27 quedó evacuada del todo la ca-
pital; rompiendo el 26 la marcha un convoy numero-
sísimo de coches y calesas, de galeras, carros y acémilas en que
iban los comprometidos con José, sus familias y enseres, y ademas
el despojo que los invasores y el gobierno intruso hicieron de los
establecimientos militares, científicos y de bellas artes, y de los
palacios y archivos; despojo que fue esta vez mas colmado, por-
que sin duda le consideraron como que seria el último y de des-
pedida.


Habia comenzado el primero ya desde 1808, y se
habia extendido á Toledo, al Escorial y á las ciudades *¡£W* fe^¡
y sitios que encerraban en ambas Castillas, asi como e s tab lec imien tos
en las Andalucías y otras provincias, objetos de valor ¡ S ' p a r t » "
y estima. Recogió Murat en su tiempo varios de ellos,
principalmente del real palacio y de la casa del príncipe de la Paz,
parando mucho su consideración los cuadros del Correggio, de que
casi se llevó los pocos que España poseia, entre los cuales merece
citarse el llamado la Escuela del amor*, que fue de los , . u. ,


í Ad> n. 3 bis» (


duques de Alba, prodigiosa obra de aquel inimitable
ingenio.


Después contóse entre las señaladas rapiñas la que verificó cierto




254 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


general francés, muy conocido, en el convento de dominicas de
Loeches, lugar de la Alcarria, y fundación del conde


c * A p . n. 4 0 duque de Olivares, de donde se llevó afamados * cua-
(•• Ap. n. 5.) dros de Rubens, que al decir de Don Antonio Ponz eran**


« de lo mas bello de aquel artífice en lo acabado, ex-
« presivo, bien compuesto y colorido. »


En Toledo sí bien las producciones del Greco, de Luis Tristan
y Juan Bautista Maino estuvieron mas al abrigo del ojo escudriña-
dor del francés, no por eso dejaron de sentirse allí pérdidas muy
lamentables, pues en 1808 estrenáronse las tropas del mariscal
Víctor con poner fuego por descuido ó de propósito al suntuoso
convento franciscano de San Juan de los Reyes, que fundaron los
católicos monarcas Don Fernando y Doña Isabel, cuyo edificio se
aniquiló, desapareciendo entre las llamas y escombros su impor-
tantísimo archivo y librería; y ahora para despedirse en 1815 los
soldados del invasor que á lo último ocuparon la ciudad, quemaron
en gran parte el famoso alcázar, obra de Carlos V, y en cuyo
trazo y fábrica tuvieron parte los insignes arquitectos Covarrubias,
Vergara y Herrera. Que no parece sino que los franceses querían
celebrar sus entradas y salidas en aquel pueblo con luminarias de
destrucción.


No podia en el rebusco quedar olvidado el Escorial, y entre los
muchos despojos y riqueza que de allí salieron, deben citarse los
dos primorosos y selectísimos cuadros de Rafael, Nuestra Señora
del Pez y la Perla. Varios otros los acompañaron muy escogidos,
ya que no de tanta belleza.


En Madrid habíanse formado depósitos para la conservación de
las preciosidades artisticas de los conventos suprimidos, en las
iglesias del Rosario, Doña María de Aragón, San Francisco y San
Felipe, y nombrádose ademas comisiones á la manera de Sevilla
para poner por separado las producciones del arte que fuesen de
mano maestra y pareciesen mas dignas de ser trasladadas á Paris
y colocadas en su museo. Varias se remitieron, y se apoderaron
de otras los particulares, siendo sin embargo muy de maravillarse
libertasen de esta especie de saqueo las mas señaladas obras que
salieron del pincel divino de nuestro inmortal Don Diego Velazquez.
Arrebataron si los encargados de José entre otros muchos y primo-
rosos cuadros las Venus del Ticiano que se custodiaban en las
piezas reservadas de la real academia de San Peinando, y el in-
comparable de Rafael perteneciente al real palacio, conocido bajo
el nombre del Pasmo de Sicilia, que se aventajaba á todos y sobre-
salía por cima de ellos maravillosamente.


Estas últimas pinturas junto con las de Nuestra Señora del Pez
. v n 6 y la Perla*, aunque se las apropió José, restituyé-


1 " •"• 6 , ) ronse á España en 1815 al propio tiempo que las des-
tinadas al museo de París; mas hallábase ya la madera tan careo-




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 235


mida y tan arruinadas ellas que se hubieran del todo descascarado
y perdido , en especial la del Pasmo, si Mr. Bonnemaison, artista
de aquella capital, no las hubiese trasladado de la tabla al lienzo
condestrezay habilidad admirables : invento no muy esparcido en-
tonces y de que quisieron burlarse los que no le conocían.


Los archivos, las secretarías, los depósitos de artillería é inge-
nieros y el hidrográfico, el gabinete de historia natural, y otros
establecimientos, viéronse privados también de muchas preciosi-
dades , modelos y documentos entresacados de propósito para lle-
varlos á Francia. Seria largo y no fácil de relatar lodo lo que de
acá se extrajo. Estos objetos y los cuadros expresados de Bafael y
Ticiano ademas de otros muchos iban en el convoy que escoltaba el
general Hugo al salir de Madrid.


En Castilla la Vieja padeció mucho el archivo de* t . A p n , v
Simancas, de donde tomaron los franceses documentos
y papeles de grande interés, en especial los que pertenecían á los
antiguos estados de Italia y Flandes : asimismo el testamento de
Carlos II , de que á dicha se conservaba un duplicado en otra parte.
Algunos han sido devueltos en 1816 : han retenido otros en Francia
reclamados hasta ahora en vano. Hubo en aquel archivo gran con-
fusión y trastorno no solo por el destrozo que la soldadesca causó,
sino igualmente porque habiéndose después metido dentro los pai-
sanos de los alrededores, arrancaron los pergaminos que cubrían
los legajos y sobre todo las cintas que los ataban, con lo que suel-
tos los papeles mezcláronse muchos y se revolvieron. También las
bellas artes tuvieron sus pérdidas en aquella provincia, y sin
detenernos á hablar de otras, indicaremos el desaparecimiento por
algunos años de tres pinturas de Rubens, muy famosas y de pri-
mer orden, que adornaban el retablo mayor y los dos colaterales
del convento de religiosas franciscas de la villa de*
TI i ( Ap. n. 8.)


t uensaldaña.
JVo iremos mas allá en nuestro escudriñamiento sobre tanto sa-


queo y despojos, que ya parecerá á algunos fuera de lugar; si
bien en medio del ruido y furor bélico se esparcía el ánimo y des-
cansa hablando de otros asuntos, y sobretodo del ameno y suave
de bellas artes, aunque sea para lamentar robos y pérdidas de
obras maestras y su alejamiento del suelo patrio.


Cierto que mucha de tanta riqueza yacía como sepultada y
desconocida, ignorando los extraños la perfección y muchedumbre
de los pintores de nuestra escuela. El que se difundiesen ahora sus
producciones por el extrangero los sacó de oscuridad y les dio
nuevo lustre y mayores timbres á la admiración del mundo ; resul-
tando asi un bien real y fructuoso de la misma ruina y escandaloso
pillage. Madre España de esclarecidos ingenios, dominadora en
Italia y Flandes cuando florecían allí los mas célebres artistas de
aquellos estados , recogió inmenso tesoro de tales bellezas guar-




236 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


dándole en sus templos y palacios. Mucho le queda aun á pesar de
haber soltado los diques á la salida, ya la guerra, y ya la desidia
de unos y los amaños y codicia de otros. Tiempo es que los repare
y cierre el amor bien entendido de las ar tes , y la esperanza de
días mas venturosos.


Desgraciadísimos los de entonces no lo fueron menos para am-
bas Castillas en la exacción de pesadas contribuciones impuestas
por los franceses durante los años que las dominaron. Difícil es
formar un cómputo exacto de su total rendimiento, pero por datos
y noticias que han llegado hasta nosotros, asegurar podenvos que
excedieron, habida la proporción conveniente, á lo que importa-
ron las de Andalucía por la permanencia mas larga en ellas del ene-
migo , y el continuado y afanoso pelear.


Luego que evacuó el 27 de junio á Madrid el general Hugo, en-
traron alli partidas de guerrillas que acechaban la marcha de los
franceses, volviendo á poco las autoridades legítimas que antes se
habían alejado. Nada á su regreso ocurrió muy de contar,
p r e g u e Hugo Hugo superando obstáculos traspasó el Guadarra-


su retirada. m a t y t o m a n d o desde la fonda de San Rafael cami-
nos de travesía se dirigió á Segovía y en seguida á Cuéllar, en
donde pensó tener que defenderse contra las guerrillas guarecién-
dose en su castillo, antiguo y bueno, fundado en parage elevado,
con dos galerías alta y baja construidas por Don Beltran de la
Cueva, en que se custodiaba una armería célebre de la casa de los
duques de Alburquerque, extraviada ó destruida en parte ínterin
que duró la actual guerra. No tuvo el general francés que acudir á
este medio peligroso que le hubiera retardado en su marcha y
quizá comprometido, sino que valiéndose de ardides y mudando á.
veces los dias de ruta que José le habia trazado, y aun las horas ,
aceleró el paso consiguiendo cruzar' el Duero por Tudela de noche,
y tan á tiempo, que mayor demora le hubiera privado de aquel
puente, reparado solo con tablones y al que á su llegada iban á
prender fuego las últimas tropas de su nación que se retiraban.


se ¡unta at J u n t o s e el convoy enemigo al grueso de su ejército
grueso de su o- en Valladoiíd, y salvóse entonces, si bien después
jercito. pereció en parte, ganada que fue la batalla de Vitoria.
Le mandó Hugo hasta llegar á la ciudad de Burgos.


La evacuación de Madrid permitió disponer del
tercer'eiércuo y tercer ejército que habia avanzado á la Mancha, y tam-
And d ain r da e r T a d e ^ien d e r e s e r v a organizado en Andalucía por el


conde del Abisbal. El primero partió la vuelta de Va-
lencia, uniéndose el6dejunio en Alcoy y Concentaina al segundo
ejército, con el cual por resolución de Wellington debia maniobrar
ahora para impedir destacase Suchet fuerzas contra las tropas com-
binadas que lidiaban en elEbro, sin perjuicio de que se juntase mas
adelante con estas mismas, según lo verificó. El segundo saliendo




LIBRO VIGÉSIMOSEGÜNDO. 237


de Andalucía marchó por Extremadura, camino mas resguardado,
y se enderezó á Castilla la Vieja. Llegó alli cuando los aliados es-
taban ya muy adentro y en completa retirada los franceses, pene-
trando en Burgos por los días 24 y 2o de junio. Encargóle Lord
Wellington estrechar el castillo de Pancorbo hasta tomarle; en
donde los enemigos habian dejado de guarnición , conforme apun-
tamos, unos 1,000 hombres.


Reconcentradas de este modo las fuerzas de la Península amigas
y enemigas, y agrupadas todas, por decirlo asi, en dos principales
puntos , que eran , uno, las inmediaciones del Ebro y provincias
Vascongadas, y o t ro , la parte oriental de España, iráse simplifi-
cando nuestra narración, y convirtiéndose cada vez mas en guerra
regular lucha tan empeñada.


Dejamos á los ejércitos combatientes próximos uno E j é r c i t o s e„ „,
á otro y dispuestos á trabar batalla en las cercanías «reamas de v¡-
de Vitoria, ciudad de 11 á 12,000 habitantes situada "*'
en terreno elevado y en medio de. una llanura de dos leguas, ter-
minada de un lado por ramales del Pirineo, y del otro por una
sierra de montes que divide la provincia de Álava de la de Viz-
caya. Teníanlos aliados reunidos, sin contar la división de Don
Pablo Morillo y las tropas españolas que gobernaba el general Gi-
rón , 60,440 hombres, 35,090 ingleses, 25,550 portugueses, y de
elios 9,290 de caballería. La sexta división inglesa en número de
6,300 hombres se había quedado en Medina de Pomar.


Mandaba á los-franceses José en persona , siendo su mayor ge-
neral el mariscal Jourdan. Su izquierda, compuesta del ejército
del mediodía bajo las órdenes del general Gazan, se apoyaba en
las alturas que fenecen en la Puebla de Arganzon, dilatándose por
el Zadorra hasta el puente de Víllodas. A la siniestra margen del
mismo rio, siguiendo unas colinas, alojábase su centro, formado
del ejército que llevaba el mismo título y dirigia Drouet, conde
d'Erlon ; estribando principalmente en un cerro muy artillado de
figura circular que domina el valle á que Zadorra da nombre. Ex-
tendíase su derecha al pueblo de Avechuco mas allá de Vitoria, y
constaba del ejército de Portugal gobernado por el conde de Reille.
Todos tres cuerpos tenían sus reservas. Abrazaba la posición cerca
de tres leguas, y cubría los caminos reales de Bilbao, Bayona,
Logroño y Madrid. Su fuerza era algo inferior a la de los aliados,
ausente en la costa Foy y los italianos, ocupado Clausel en perse-
guir á Mina, y Maucune en escoltar- un convoy que se enderezaba
á Francia.


Proponíase José guardar la defensiva, hasta que todas ó la
mayor parte de las tropas suyas que estaban alli separadas se le
agregasen, para lo que contaba con su ventajosa estancia, y con
el pausado proceder de Wellington que equivocadamente gradua-
ban algunos de prudencia excesiva. Sustentábale en su pensamiento




258 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


el mariscal Jourdan, hombre irresoluto y espacioso, hasta en su
daño, y mas ahora que recordaba pérdidas que padeció en Ans-
berg y Wurtzburgo por haber entonces destacado fuerzas del
cuerpo principal de batalla.


También Wellinglon titubeaba sobre si emprendería ó no una
acción campal, y proseguía en su incertidumbre, cuando hallán-
dose en las alturas de Nanclares de la Oca, recibió aviso del al-
calde de San Vicente de como Clausel había llegado alli el 20 , y
pensaba descansar todo aquel dia. Al instante determinó acometer
el tjeneral inglés calculando los perjuicios que resultarían de dar
espera á que los enemigos tuviesen tiempo óe ser reforzados.
B a t a n a de v i t o - Rompió el ataque desde el rio Bayas, moviéndose


r i a- primero al despuntar de la aurora del día 21 de junio
la derecha aliada que regia el general Hill. Consistía su fuerza en
la segunda división británica, en la portuguesa del cargo del conde
de Amarante, y en la española que capitaneaba Don Pablo Mo-
rillo , á quien tocó empezar el combale contra la izquierda ene-
miga atacando las alturas : ejecutólo Don Pablo con gallardía,
quedando herido, pero sin abandonar el campo. Reforzados los
contrarios por aquella parte , sostuvo Hill también á los españoles,
los cuales consiguieron al fin ayudados de los ingleses arrojar al
francés de las cimas. Entonces Hill cruzó el Zadorra en la Puebla,
y embocándose por el desfiladero que forman las alturas y el r io ,
embistió y ganó á Subijana de Álava que cubria la izquierda de las
líneas del enemigo , quien conociendo la importancia de esta posi-
ción trató en vano de recobrarla, estrellándose sus ímpetus y r e -
petidas tentativas en la firmeza inmutable de las filas aliadas.


Movióse también el centro británico compuesto de las divisiones
tercera, cuarta , séptima y ligera. Dos de ellas atravesaron el Za-
dorra tan luego como Hill se enseñoreaba de Subijana, la cuarta
por el puente de Nanclares , la ligera por Tres Puentes, llegando
casi al mismo tiempo á Mendoza la tercera y séptima que guiaba
Lord Dalhousie, cruzando ambas el Zadorra por mas arriba :
siendo de notar que no hubiesen los franceses roto ninguno de los
puentes que franquean por allí el paso de aquel rio : tal era su
zozobra y apresuramiento.


Puesto el centro británico en la siniestra orilla del Zadorra, debía
proseguir en sus acometimientos contra el enemigo y su principal
arrimo, que era el cerro artillado. Providenciólo asi Wellinglon,
como igualmente que el general Hill no cesase de acosar la izquierda
francesa, estrechándola contra su centro, y descantillando á este,
si ser podía. Mantuviéronse firmes los contrarios, y forzados se
vieron los ingleses á acercar dos brigadas de artillería que batiesen
el cerro fortalecido. Al fin cedieron aquellos , si bien después de
largo lidiar, y su centro é izquierda replegáronse via de la ciudad,
dejando en poder de la tercera división inglesa 18 cañones. Prosi-




LIBRO V1GÉSIMOSEGUNDO. 259


guieron los aliados avanzando á Vitoria, formada su gente por
escalones en dos y tres lineas, y los franceses, no desconcertados
aun del todo , recejaban también en buen orden, sacando ventaja
de cualquier descuido, según aconteció con la brigada del gene-
ral Colville, que mas adelantada desvióse, y le costó su negligencia
la pérdida de 550 hombres.


Mientras que esto ocurría en la derecha y centro de los aliados,
no permanecía ociosa su izquierda , junta toda ó en inmediato con-
tacto : porque la gente de Don Pedro Agustín Girón , que era la
apostada mas lejos, saliendo de Valmaseda llegó el 20 á Orduña
yendo por Amurrio, y al dia siguiente continuó la marcha avistán-
dose su gefe el día 21 con el general Graham en Murguía. Allí con-
ferenciaron ambos breves momentos, aguijado el inglés por las
órdenes de Wellinglon para lomar parte en la batalla ya empezada;
quedando la incumbencia á Don Pedro de sustentar las maniobras
del aliado, y entrar en lid siempre que necesario fuese.


No antes de las diez de la mañana pudo Graham llegar al sitio
que le estaba destinado. En él tenían los enemigos alguna infante-
ría y caballería avanzada sobre el camino de Bilbao, descansando
toda su derecha en montes de no fácil acceso, y ocupando con
fuerza los pueblos de Gamarra mayor y Abechuco, considerados
como de mucha entidad para defender los puentes del Zadorra en
aquellos parages. Atacaron las alturas por frente y flanco la brigada
portuguesa del general Pack, y la división española de Don Fran-
cisco Longa , sostenidas por la brigada de dragones ligeros á las
órdenes de Anson, y la quinta división inglesa de infantería, man-
dada toda esta fuerza por el mayor general Oswald. Portáronse
valientemente españoles y portugueses. Longa se apoderó del pue-
blo de Gamarra menor, enseñoreándose del de Gamarra mayor con
presa de tres cañones la brigada de Robinson, que pertenecía á la
quinta división. Procedió Graham en aquel momento contra Abe-
chuco asistido de la primera división británica, y logró ganarle co-
giendo en el puente mismo tres cañones y un obús. Temiendo el
enemigo que dueños los nuestros de aquel pueblo quedase cortada
su comunicación con Bayona, destacó por su derecha un cuerpo nu-
meroso para recuperarle. En balde empleó sus esfuerzos : dos veces
se vio rechazado , habiendo Graham previsamente y con pronti-
tud atronerado las casas vecinas al puente, plantado cañones por
los costados , y puesto como en celada algunos batallones que hi-
cieron fuego vivo detras de unas paredes y vallados. Logró con
eso el inglés repeler un nuevo y tercer ataque.


Pero no le pareció aun cuerdo empeñar refriega con dos divi-
siones de infantería que mantenían de reserva los franceses en la
izquierda del Zadorra, aguardando para verificarlo áque el centro
é izquierda de los enemigos fuesen arrojadas contra Vitoria por
el centro y derecha de los aliados. Sucedió esto sobre las seis de la




240 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


tarde, hora en que abandonando el sitio las dos divisiones citadas,
temerosas de ser embestidas por la espalda, pasó Graham el Za-
dorra , y asentóse de firme en el camino que de Vitoria conduce
á Bayona, compeliendo á toda la derecha enemiga á que fuese via
de Pamplona.


No hubo ya entonces entre los franceses sino desorden y confu-
sión : imposible Jes fué sostenerse en ningún sitio, arrojados contra
la ciudad ó puestos en fuga desatentadamente. Abandonáronlo todo,
artillería, bagages, almacenes, no conservando mas que un cañón
y un obús. Perdieron los enemigos 151 eañones, y 8,000 hombres
entre muertos y heridos; 5,000 no completos los aliados, de los
que 5,300 eran ingleses, i ,000 portugueses y 600 españoles. No
mas de 1,000 fueron los prisioneros por la precipitación con que
los enemigos se pusieron en cobro al ser vencidos, y por ampa-


G r a n p r e s a que
r a r l ° s ' ° áspero y doblado de aquella tierra. José es-


h a c e n ios a n a - trechado de cerca tuvo al retirarse que montar á ca-
o s ' • bailo y abandonar su coche, en el que se cogieron


correspondencias , una espada que la ciudad de Ñapóles le habia
regalado, y otras cosas de lujo y curiosas, con alguna que la de-
cencia y buenas costumbres no permiten nombrar.


Igual suerte cupo á todo el convoy que estaba á la izquierda del
camino de Francia saliendo de Vitoria. Era de grande importancia,
y se componía de carruages y de varios y preciosos enseres per-
tenecientes á generales y á personas del séquito del intruso : tam-
bién de artillería alli depositada, y de cajas militares llenas de
dinero, que se repartieron los vencedores, y de cuya riqueza alcanzó
parte á los vecinos de la ciudad y de los inmediatos barrios. Esta-
blecióse en el campo un mercado á manera de feria, en donde se
trocaba todo lo aprehendido, y hasta la moneda misma, llegando á
ofrecerse ocho duros por una guinea como de mas fácil trasporte.
Perdido quedó igualmente el bastón de mando del mariscal Jourdan,
que viniendo á poder de Lord Wellington, hizo este con él rendido
y triunfal obsequio al príncipe regente de Inglaterra, quien remu-
neró al ilustre caudillo con el de feld-mariscaí de la Gran Bretaña,
merced otorgada á pocos.


¡Qué de pedrería y alhajas, qué de vestidos y ropas, qué de
caprichos al uso del dia, que de bebidas también y manjares, qué
de municiones y armas , qué de objetos en fin de vario linage no
quedaron desamparados al arbitrio del vencedor, esparcidos mu-
chos por el suelo, y alterados después ó destruidos! Atónitos igual-
mente andaban y como espantados los españoles del bando de José
que seguían al ejército enemigo, y sus mugeres y sus niños, y Jas
familias de los invasores, poniendo unos y otros en el cielo sus que-
jidos y sus lamentos. Quién lloraba la hacienda perdida, quién al
hijo extraviado, quién á la muger ó al marido amenazados por la
soldadesca en el honor ó en la vida. Todo se mezcló alli y confun-




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 241


dio. Aquel sitio representábase caos de tribulación y lágrimas, no
liza solo de varonil y carnicero combate.


Quiso Lord Wellington endulzar en algo la suerte de tanto infeliz
enviando á muchos, en especial á las mugeres de los oficiales, á
Pamplona con bandera de tregua. Y esmeróse en dar á la condesa
Gazan particular muestra de tan caballeresco y cortesano porte,
poniéndola en libertad después de prisionera, y permitiéndole
ademas ir á jun-tarse con su esposo conducida en su propio coche,
que también habia sido cogido con la demás presa.


Asemejóse el campo de Vitoria en sus despojos á lo
que Plutarco * nos ha trasmitido del de la batalla de p ' 9 5
Iso, teniendo solo los nuestros menor dicha en no haber sido com-
pleta la toma del botin, como entonces lo fue con la entrega de
Damasco, pues ahora salvóse una parte en un gran convoy que salió
de Vitoria escoltado por el general Maucune á las cuatro de la ma-
ñana del mismo dia 21 . En él iban los célebres cuadros del Ticiano
y de Rafael expresados antes, muestras y ejemplares del gabinete de
historia natural, y otros efectos muy escogidos. Impidieron el
alcance y el entero apresamiento del convoy refuerzos que este
recibió, y azares de que luego daremos cuenta.


Han comparado algunos esta jornada de Vitoria á la que no lejos
del propio campo vio España en el siglo XIV, en cuya contienda
también se trataba de la posesión de un trono, apareciendo por
un lado ingleses y el rey Don Pedro, y por el otro franceses y Don
Enrique el Bastardo. Pero si bien allí, según * nos


/ , , . , ( * Ap. n. 10. i
cuenta la crónica, empezaron las escaramuzas cerca
de Ariñez, y por lo mismo en parage inmediato al sitio de la pre-
sente batalla, en un recuesto que desde entonces lleva en el pais
el nombre de Inglesmendi, que quiere decir en vascuence cerro de
los ingleses; no se empeñó formalmente aquella sino en Navarrete y
márgenes del Najerilla, no siendo tampoco exacto ni justo formar
parangón entre causas tan desemejantes y entre principes tan opues-
tos y encontrados por carácter y origen.


Golpe terrible fue para los franceses la pérdida de batalla tan
desastrada, viéndose desnudos y desposeídos de todo, hasta de
municiones; y acabando por destruirse la disciplina y virtud militar
de sus soldados ya tan estragada. Sus apuros en consecuencia cre-
cieron en sumo grado, porque abandonadas tantas estancias en lo
interior de España, no defendidas las del Ebro , y repelidos y deshe-
chos sus batallones en el pais quebrado de las provincias Vasconga-
das , nada les quedaba, ni tenian otro recurso sino evacuar á
España, y sustentar la lid dentro de su mismo territorio. Notable
mudanza y trastrocamiento que convertía en invadido al que se
mostraba poco antes invasor altanero.


Por tan señalada victoria vióse honrado Lord Wellington con
nuevas mercedes y recompensas, ademas de la del cargo de feld-ma-


m. 16




212 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


„ , riscal de que va hemos hecho mención. El parlamento
Gracias que se , . ^ f . . . .


f o n c c d e n á L o r d británico voto acción de gracias a su ejercito, y tam-
w e i i m g i o n . kjeo a | nuestro: lo mismo las cortes del reino, las que,
á propuesta de Don Agustin de Arguelles, concedieron á Lord Wel-
lington por decreto de 22 de julio, para sí , sus herederos y suce-
sores, el sitio y posesión real conocido en la vega de Granada bajo el
nombre del Soto de Roma, con inclusión del terreno llamado de las
Chanckinas, dádiva generosa de rendimientos pingues.


„ . , „ Vióse también justamente galardonado, si bien de
Tes l imon io de ' " '


ag r adec imien to otra manera, el general Don Miguel de Álava, reci-
al genera l Aiava. b ¡ e n d o d e ] a y u n t ó m ¡ e n t o de Vitoria T á nombre del ve-
cindario, una espada de oro, en que iban esculpidas las armas de
su casa y las de aquella ciudad, de donde era natural. Testimonio
de amor y reconocimiento muy grato al general, por haber con-
seguido la eficacia y celo de este preservar á sus compatriotas de
todo daño y tropelías después de la batalla dada casi á sus puertas.


Encomendóse al centro y derecha del ejército aliado
Per s igúese a los . • i i i i • i


f ranceses por ei la persecución del grueso del enemigo que se retiraba
pkm'a . 0


d e l w en desorden camino de Pamplona, quemando, aso-
lando y cometiendo mil estragos en los pueblos del


tránsito. Una intensa lluvia que duró dos días estorbó á Lord Wel-
lington acosar mas de cerca á sus contrarios, los cuales iban tan
de priesa y despavoridos, que al llegar á Pamplona quisieron
saltar por cima de las murallas , estando cerradas las puertas, y
deteniéndolos solo el fuego que les hicieron de dentro. Celebraron
alli los gefes enemigos un consejo de guerra en que trataron de
volar las fortificaciones y abandonar la plaza. Opúsose José, pen-
sando seria útil su conservación para proteger la retirada y no
causar en los suyos mayor desánimo; mandando de consiguiente
abastecerla de cuanto á la fuerza ó de grado pudiera recogerse en
aquellos contornos : último acto de soberanía que ejerció, ins-
table siempre la suya, transitoria y casi en el nombre. Llegaron
los aliados á la vista de Pamplona en sazón en que no estaba aun
lejana la retaguardia francesa, que caminaba, como lo demás del
grueso de su ejército, en busca de la tierra nativa.


En tanto que asi obraba el centro y derecha de los
Y por el de I r u n . . . l , . . , i i • •


aliados, otra incumbencia cupo a toda la izquierda.
La parte de esta que se componía de las tropas españolas bajo
Don Pedro Agustin Girón y la división que se le agregó de Don
Francisco Longa tuvieron orden de dirigirse por la calzada que
va de Vitoria á Irun tras del convoy que habia salido de aquella
ciudad en la madrugada del 2 1 ; y así lo verificaron el 22, aunque
tarde, aguardando subsistencias, y forzados también á contramar-
cha!' durante corto rato por la voz esparcida de que Clausel se
hallaba próximo con rumbo á Vitoria. Incidentes que retrasaron
algo en aquel dia el movimiento del general Girón, si bien la pre-




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 243
sencia de la fuerza de Loriga, que iba delantera, aceleró la par-
tida de los enemigos de Mondragon, á quienes se cogieron 90 pri-
sioneros , quedando herido levemente el general Foy y 300 hombres
fuera de combate.


Y noticioso Wellington de que los españoles de Girón podrían
tener que habérselas, no solo con la división francesa de Maucune
que escoltaba el convoy antes expresado, sino ademas con Foy y
los italianos, determinó que Graham con toda la izquierda britá-
nica fuese en apoyo de los nuestros, tomando la ruta traviesa del
puerto de San Adrián que enlaza el camino real de Irun con el
de Pamplona, y que se enderezase á Víllafranea, poniéndose , si
dable fuera, á la espalda del general Foy. Dilación en el recibo de
las órdenes, el mal tiempo y lo perdido de aquel camino, de suyo
agrio y muy escabroso, no consintieron que sirThomasGraham
se menease tan pronto como era de desear.


Bien le vino á Foy la tardanza para proceder mas desahogada-
mente. Este general, de condición activa y emprendedora, no
había descansado desde el momento en que lomó á Castro-Urdia-
les, afanado de continuo en perseguir á los batallones vascongados,
en cuyas peleas distinguióse por nuestra parte el coronel Don An-
tonio Cano. Nada importante habia Foy alcanzado cuando José le
ordenó acudir á Vitoria en socorro suyo. Apresuróse Foy á cum-
plir con lo que se le prevenía, y se colocó entre Plasencia y Mon-
dragon, llamando á sí para engrosar su gente las guarniciones de
varios puntos fortalecidos. Entre ellas contábase como de las prin-
cipales la de Bilbao, en donde estaban los italianos y el general
Rouget, quienes el 20 evacuaron la villa, y tan de priesa, que si
bien clavaron la artillería, dejaron intactas las fortificaciones, agui-
jados por las órdenes de Foy, y también por Don Gabriel de Men-
dízábal, que dejando alguna fuerza en el bloqueo de Santoña,
unióse sobre aquella comarca con casi toda la séptima división que
componían los batallones vascongados.


Uniéronse los italianos y franceses en Vergara, á R e e n c u e n t r o en
cuyo movimiento, feliz para ellos, favoreció mucho Mondragon .
la resistencia que, aunque costosa, hizo al efecto en Mondragon el
general Foy. Este capitaneó en seguida la retirada de aquellas
tropas que juntas ascendían á 12,000 hombres, con gran valor y
presencia de ánimo, desvelándose por su conservación, expuesta
bastantemente, porque amenazábalos por el frente Don Pedro
Agustín Girón, y por la espalda el general Graham. Afortunada-
mente para Foy libróle de infausto suceso su presteza, y la t a r -
danza en la marcha del inglés nacida de lo que hemos apuntado.
Por manera que al llegar Graham á Villafranca, en- „ ,..„,


. n, i . • . . i - E o Vi l lafranca.


controse el día 24 de junio solo ya con la retaguardia
enemiga, desalojada también en breve de los puestos que ocupaba
á la derecha del Oria, fronteros al pueblo deOlaverria. Situáronse




244 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


en seguida cerca deToíosa de Guipúzcoa todas las fuerzas que go-
bernaba Foy, cubriendo el camino de Francia y el que de allí se
dirige á Pamplona con ademan,de hacer rostro á los aliados. Aquella
noche se unió al general Graham la división de Longa,y tres cuer-
pos de la gente de Don Pedro Agustín Girón; quien maniobró
acertadamente al avanzar á Vergara, destacando por su derecha
camino de Oñate al citado Longa con intento de que apretase al
enemigo por su flanco izquierdo del lado de la cuesta de Descarga.
Evolución que aceleró la marcha de los enemigos y los molestó.


En Toio* Tratóse ahora de ahuyentar de Tolosa al francés,
y de enseñorear la posición que ocupaba. Entre seis


y siete de la tarde del dia 25 empezó el ataque general. Apoyábase
la izquierda del enemigo en un reducto casi inexpugnable, contra
cuyo sitio marchó Longa por Alzo sobre Lizarza : descansaba su de-
recha en una montaña que corlaba por el frente un profundo y en-
riscado barranco, y se encargó á Don Gabriel de Mendizábal, que se
había adelantado de Azpeitia, el maniobrar por este lado del mismo
modo que Longa por el opuesto. Enseñoreaban ademas los franceses
la cima de una montaña interpuesta entre las carreteras de Vitoria
y Pamplona, de donde los arrojó con gran valor y maestría el te-
niente coronel británico de nombre Williams. Perdieron también
los enemigos las demás posiciones atacadas vigorosamente por todas
las tropas combinadas, distinguiéndose las españolas en varios pa-
rages. Foy , presente en muchos, hizo en todos gloriosa y atinada
resistencia. Al fin abrigóse á la villa, la cual hallábase fortificada,
y era arduo tomarla y mas de rebate. Las puertas de Castilla y
Navarra barreadas, y aspillerados los muros, diversos conventos
y edificios fortalecidos, dándose entre sí la mano, y ademas en la
plaza ó centro un forlin portátil de madera, á traza de los fijos
y por lo común de piedra ó material, que ahora llaman blockhaus:
formando el todo un conjunto de defensas que podia ofrecer resis-
tencia vigorosa y larga. Sin embargo acometida de firme la villa,
abandonáronla los franceses y la entraron los aliados ya muy de
noche con aplauso y universales victores de los vecinos.


Se replegó á Andoain el general Foy y corló el puente; dete-
niéndose Graham dos dias en Tolosa, por querer cerciorarse antes
del avance de Wellington por su derecha camino de Pamplona.
Don Pedro Agustín Girón paróse menos y prosiguió adelante
yendo tras Foy, que cejó metiéndose en Francia sin gran deten-
ción , sabedor de la retirada de José; y puesto ya en cobro el
convoy que Maucune escoltaba, y por cuya salvación suspiraban los
contrarios tanto.


Llegado que hubo á Irun el general Girón, pensó
raArGiJron f "M en atacar la retaguardia enemiga, que todavía conser-
i'SZ^eTBuiIso™ v a D a a ' í ? u n o s puestos en la frontera española, encar-


gando la ejecución al brigadier Don Federico Casta-




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 245
ñon, quien desalojó bizarramente á los enemigos que estaban co-
locados delante del puente del Bidasoa, siendo destinados para la
acometida el regimiento de la Constitución, que guiaba su coronel
Don Juan Loarte, y la compañía de cazadores del segundo regi-
miento de Asturias. Permanecieron los franceses no obstante inmo-
bles en las cabezas fortificadas del puente, y para arrojarlos de
ellas dispuso Girón traer una compañía de artillería de á caballo
manejada por Don Pablo Puente, y pidió á los ingleses otra de la
misma arma, que se presentó luego al mando del capitán Dubour-
dieu, juntas las cuales dióse comienzo á batir vigorosamente las
obras de los contrarios, quienes sufriendo mucho volaron las de la
izquierda del r io , y quemaron el puente. Sucedió esto en 1° de
julio á las seis de la tarde ; dia y hora memorable en la que adqui-
rió Don Pedro Agustín Girón, primogénito entonces del marques
de las Amarillas y hoy duque de Ahumada, la apetecida gloria de
haber sido el primero que por este lado arrojó fuera del suelo
patrio las tropas de los enemigos.


Al propio tiempo apoderóse Don Francisco Longa S a m i e B l 0 i
de los fuertes de Pasages, puerto importante, rin- f u e r t e s i e P i -
diéndosele 147 hombres de que constaba la guarni- **"
cion, incluso el gobernador. Y como iba de dicha; también se hizo
dueño de los de Pancorbo el conde del Abisbal, situados en gar-
ganta angosta que circuyen empinadísimos montes, por donde
corre estrechado el camino que va de Vitoria á Búr- También ios <ie
gos. Eran dos, el llamado de Santa María, en parage Pancorbo.
inferior, y el de Santa Engracia, que se miraba como el mas prin-
cipal. Ganóse aquel por asalto el 28 de junio, y capituló el otro
dos dias después, privado de agua y amenazado de ruina por los
fuegos de una batería que con gran presteza se construyó bajo la
direccíon'del comandante de ingenieros Don Manuel Zapino en la
loma de la Cimera; habiendo ideado el modo de subir las piezas,
y ejecutádolo hábil y rápidamente los oficiales de artillería Ferraz,
Saravia y Don Bartolomé Gutiérrez. También se distinguió el bri-
gadier Don José Latorre, que se hallaba á la cabeza de la infantería
empleada en el sitio. Quedaron prisioneros unos 700 hombres junto
con su comandante apellidado de Ceva. No tardó Abisbal en po-
nerse en marcha, debiendo encaminar sus pasos, según órdenes
de Lord Wellington, por Logroño y Puente la Reina á Pamplona,
á cuyos alrededores llegó en los primeros dias de julio.


No le podía estorbar ya en su marcha el general
„ . . 1 , J , " . Persiguen los


Clausel, de cuyas operaciones daremos en breve ¡ngu¡ses p ü r r ía-
cuenta, teniendo antes que terminar la narración de I . a a r ™ j ' 0 S s c s F r í m "
las maniobras de las tropas aliadas que dejamos á la
vista de Pamplona. De ellas las que componían la derecha del ejér-
cito siguieron al mando de sir Rowland Hill el rastro de José y su
ejército, el cual se metió en Francia por tres de las cinco princi-




246 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


pales comunicaciones que tiene la Navarra con aquel reino, á sa-
ber : Io por el puerto de Arraiz en el valle de Ulzama con rumbo á
Donamaria y talle de San Esteban de Lerin hasta Lesaca y Vera,
partido de las Cinco Villas de la Montaña, internándose luego en
Francia con dirección á Urrugne. Iba por aqui el ejército enemigo
llamado del centro, y en su compañía José afligido y triste. AI
tobar las cumbres que parten términos entre ambos reinos saluda-
ron los soldados franceses con lágrimas de regocijo el suelo de la
patria que muchos no habían visto años hacia, echando sus miradas
deleitosamente por las risueñas y frondosas márgenes del Níve y el
Adour, verdegueantes, tranquilas y ricas, y á sus ojos aun mas
bellas en la actualidad, comparándolas con la tierra de España in-
quieta y turbada ahora, de naturaleza por este lado desnuda, y de
severo y ceñudo aspecto. 2 o Por Veíate y valle de Bastan, pasando
el puerto de Maya, y de alli á Urdax hasta salir de los lindes es-
pañoles. Y 3 o y último por Roncesvalles, de recuerdo triste para
el francés á dicho d,e romanceros, atravesando por Valcárlos, y
yendo á parar á San Juan de Pie de Puerto. Los ejércitos de Por-
tugal y mediodia, que fueron los que marcharon por los dos pun-
tos postreros, diéronse la mano entre sí y con el del centro,
alargándola luego á las demás tropas de su nación que habían
cruzado por el Ridasoa. Púsose Hill á caballo en las montañas
observando la tierra enemiga, mas sin emprender cosa importante,
conforme á instrucciones de Lord Wellingtou, no olvidándose este
tampoco de Clausel, contra quien destacó fuerzas considerables de
su centro.
c i a a s c i , s o a- Aquel general habíase acercado á Vitoria al día


raacey retirada. sjrjUj ente de la batalla, ignorando lo que ocurría y en
cumplimiento de mandato expreso de José. Observábale siempre
Don Francisco Espoz y Mina, á quien se había agregado Don
Julián Sánchez con sus gínetes, y ambos por orden de Lord Wel-
lington circuíanle y le molestaban de modo que marchaba como
aislado y á ciegas. Estaba ya adelantada á estas horas en Vitoria
la sexta división inglesa del cargo del mayor general Pakenham,
única que no tomara parle en la batalla, habiendo quedado apos-
tada en Medina de Pomar para asegurar el arribo al ejército de
socorros y municiones de boca y guerra. Su presencia y la cer-
teza de lo sucedido retrajo á Clausel de proseguir adelante, y
retrocediendo abandonó á Logroño el 24 de junio acompañado de
la guarnición, y marchó lo largo de la izquierda del Ebro, cuyo
río pasó por el puente de Lodosa, llegando á Calahorra el 23.
Supo el 26 entrando en Tudela que venían sobre él respetables
fuerzas de los aliados, y llevándose igualmente consigo la gente
que custodiaba aquella ciudad, partió la vuelta de Zaragoza. No
era demás su precaución y recelos, pues en efecto Wellinglon,
según apuntamos antes, había destacado ya de las cercanías de




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 247


Pamplona tres divisiones suyas, y mandado ademas á Pakenham y
á otra división que se hallaba en Salvatierra siguiesen detras del
enemigo por las orillas del Ebro, juzgando seria aquella suficiente
fuerza para escarmentar á Glausel, si insistía en mantenerse en
Navarra. No lo hizo este asi, y por tanto avanzaron los ingleses
mas allá de Tudela, dejando al cuidado de Mina picar la retirada
de los contrarios y observar sus movimientos.


Entró Clausel en Zaragoza el I o de julio, en cuya
ciudad se detuvo poco, situándose sobre el Gallego, goaa y se meta
de donde igualmente partió muy en breve, inclinan- *^ p u e s 6 0 F r < " 1 "
dose en un principio al camino de Navarra, de lo
que se arrepintió luego marchando en seguida á Francia por
Jaca y Canfranc. Llegó á Oloron, y desde alli entendióse y obró en
adelante de acuerdo con las demás tropas de su nación que se
habían retirado de España por las vertientes setentrionales del
Pirineo y riberas del Bidasoa. Mina persiguiéndole paróse á cierta
distancia de Zaragoza, en donde no tardaremos en volver á encon-
trarle.


Desembarazado asi Lord Wellington de Jos ejér- Estancias <ie ios
citos franceses que pudieran incomodarle de cerca ««««ios.
en España, sentó sus reales en Hernani como punto mas céntrico,
y colocó el ejército anglo-hispano-portugués en las provincias de
Guipúzcoa y Navarra, aquende los montes, corriendo desde el
Bidasoa arriba hasta Roncesvalles, en cuyo mas apartado sitio y al
nacimiento del sol hallábase Don Pablo Morillo, del mismo modo
que se extendia al ocaso y en el extremo opuesto, por Vera, Irun,
Fuenterrabía y Oyarzun, el grueso del cuarto ejército español.


Diligentemente resolvió entonces Wellington em-
prender los sitios de San Sebastian y Pamplona. ton,°sI¡tioAa"sa!ñ
Encargó el de la primera plaza á sir Thomas Graham ^ 0 b n a a s l i a n í P a m "
con la quinta división británica del mando del general
Osvvald y algunas fuerzas mas; y el de la segunda, que se redujo
á bloqueo, al conde del Abisbal asistido del ejército de reserva de
Andalucía, al que se agregó poco después la división de Don Carlos
de España que dejamos repartida en Zamora, Ciudad Rodrigo y
otros puntos. Empezóse el cerco de San Sebastian en los primeros
días de julio, y no tardó mucho en estrecharse el de Pamplona.


De este modo, y en menos de dos meses, despejóse rieinita.io <ie ia
de enemigos el reino de León, ambas Castillas, las campaña,
provincias Vascongadas y Navarra, viéndose también reconquis-
tados ó libres todos los pueblos alli fortalecidos, excepto Santoña
y las dos plazas recien nombradas. Campaña rápida y muy dichosa
que ayudó á mejorar igualmente la suerte de nuestras armas, no
tan feliz, en las provincias de Cataluña, Aragón y Valencia.


En ellas quedaron hasta cierto punto descubiertos
los enemigos con tales sucesos, columbrando pronto a c ° c a




248 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


el mariscal Suchet lo crítico de su estado. Antes y en los meses
de mayo y junio llevadero se le hizo todo con su diligencia y
maña, inutilizando por aquella parte los esfuerzos de los aliados
ó equilibrándolos: mayormente cuando fortalecida la línea del
Júcar después de la acción de Castalia, había acercado á Valencia
la división de Severoli que estaba en Aragón, é interpuesto la bri-
gada de Paunetier entre aquella ciudad y Tortosa; con lo que
amparaba su flanco derecho y espalda, y podía no menos caer
sobre cualquiera parage que se viese amenazado repentinamente.


Expedición a- Obstáculos estos que impedían á los españoles y
nada sobre Tar- anglo-sícilianos obrar cual quisieran y con arreglo al
iagona. k j e n gjjtgjjdjrjQ p | a n , j e campaña de Wellington, quien
había ordenado se distrajese por allí á los franceses para obligarlos
á mantener siempre unidas sus fuerzas de levante, sin consentir
destacasen ninguna del lado de Navarra. En cumplimiento de seme-
jante mandato, y pasando por cima de dificultades, determinaron
los gefes aliados amagar y aun acometer al enemigo por varios
y distantes puntos, enviando una expedición marítima á las costas
de Cataluña, al mismo tiempo que los ejércitos españoles segundo
y tercero atacasen por frente y flanco la línea del Júcar, de manera
que se pusiese á Suchet en el estrecho ó de abandonar á la suerte
el Ebro y las plazas cercanas, ó de enflaquecer, queriendo ir en
socorro suyo, las fuerzas que defendían y afianzaban la dominación
francesa en el reino de Valencia.


Por masque se intentó preparar la expedición á las calladas, tras-
lució Suchet lo que había, y de consiguiente púsose muy sobre-
aviso. Lista aquella, embarcáronse las tropas en número de 14,000
infantes y 700 caballos, todos de los anglo-sicilianos y de la división
española de Whittingham, á las órdenes unos y otros de sir Juan
Murray. Dieron la vela desde Alicante el 31 de mayo, dirigiendo
el convoy y escuadra el contra-almirante británico Hallowel. Hicie-
ron rumbo los buques á las aguas de Tarragona, y surgieron en
la tarde del 2 de junio frente á Salou, puerto poco distante de
aquella ciudad.


Efectuóse el 3 muy ordenadamente el desembarco, y ante todo
destacó Murray una brigada á las órdenes del teniente coronel
Prevost para apoderarse del castillo del Coll de Balaguer que sojuz-
gaba el camino que va á Tarragona, único transitable para la arti-
llería. Cooperó al ataque con cuatro batallones Don Francisco de
Copons y Navia, general en gefe del primer ejército, quien, adver-
tido de antemano de la expedición proyectada, se arrimó á la costa
ocupando ya á Reus cuando aquella anclaba. Fué embestido viva-
mente el castillo el 5", y tomado el 7; amedrentada la guarnición
francesa de solos 80 hombres con la explosión de un almacén de
pólvora y las pérdidas que se siguieron.


Mientras tanto aproximóse á Tarragona el general Murray, y




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 249


determinó acometer la plaza por poniente, lado mas flaco y prefe-
rible para la embestida, que favoreció Copons colocándose en el ca-
mino de Altafulla con objeto de interceptar los socorros que pudie-
ran enviarse de Barcelona.


Continuaba mandando en Tarragona por parte de los franceses
el general Bertoletti, quien, lejos de acobardarse por lo que le ama-
gaba , tomó brios y convenientes disposiciones, rehabilitando va-
rias obras anteriores arruinadas y aun demolidas en parte después
del primer sitio. Al contrario Murray, que, si bien se mostró vale-
roso , á manera de los de su nación, careció de tino y de suficiente
serenidad de ánimo. Necesitábase en el caso usar de presteza y en-
señorearse de la plaza casi de rebate; pero diéronse largas, y sin
unión y flojamente se comenzó y siguió el ataque, teniendo espacio
los contrarios para aumentar sus defensas y aguardar á los socor-
redores que se acercaban.


No anduvo al efecto perezoso el mariscal Suchet, pues dejando
en el Júcar al generafTIarispe, marchó con fuerzas considerables
la vuelta de Tarragona, presentándose ya su vanguardia el 10 de
junio en el Perelló. También llegaron el H á Villafranca, proceden-
tes de Barcelona, 8,000 hombres que traia el general Maurice Ma-
thieu, anunciando ademas que venia tras él Decaen con el grueso
del ejército de Cataluña.


Recibió avisos Murray de estos movimientos, y aun- „ ,
que próximo á asaltar el mismo dia 11 una de las
obras exteriores mas importantes, azoróse de modo que sin dar
oídos á consejo alguno determinó reembarcarse y abandonar la ar-
tillería de sitio y otros aprestos, antes de empeñarse en acción
campal que creía arriesgada. Y como se requiriesen tres dias para
poner á bordo la expedición entera, empezó Murray á verificarlo
desde el dia 12. Notaron los franceses de la plaza, asomados á los
muros, lo que ocurría en el campo de los aliados, y apenas daban
crédito á lo que con sus propios ojos veían, temiendo fuese ardid
y encubierta celada, por lo que permanecieron quietos dentro y
muy recogidos.


Sir Juan se embarcó el mismo dia 12 por la tarde, dirigiendo
parte de la caballería y artillería con alguna fuerza mas al Coll de
Balaguer para destruir el castillo y sacar á los que le guarnecían. A
la sazón avanzaba Suchet por aquel lado, y tropezando con los in-
gleses y descubriendo no lejos la escuadra, ignorante de lo que pa-
saba, admiróse; y no encontrando explicación ni salida á cuanto
notaba, suspendió el juicio, y en la duda echóse atrás vía del Pe-
relló.


Otros movimientos de los franceses, y recelos de Murray de que
no pudiera acabar de embarcarse á tiempo toda su caballería, ¡e
obligaron á echar nuevamente á tierra la infantería, y colocarse en
puesto favorable y propio para rechazar cualquiera acometida de




250 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


los enemigos. Mas estos no lo intentaron, y habiendo metido so-
corros en Tarragona, retrocedieron unos á Tortosa y otros á Bar-
celona.


Entonces juntó Murray un consejo de guerra, en el que se acordó
proseguir el reembarco y volver á Alicante, atendiendo al estado
en que ya se encontraban. En momento tan critico arribó alli Lord
Guillermo Bentinck, que venia de Sicilia para suceder á sir Juan
Murray en el mando, del que se encargó inmediatamente confor-
mándose luego con Ja resolución que acababa de tomar el consejo
de guerra. Prosiguió de resultas el embarco, y se halló á bordo la
expedición entera á las doce de la noche del dia 19, hora en que
los aliados volaron también el castillo del Coll de Balaguer.


Quedaron en poder de los franceses 18 cañones de grueso cali-
bre , y tuvo Copons que alejarse por no exponer su gente, que-
dando sola, á pérdidas y descalabros. Expedición fue esta que
ejecutada con poca meditación terminó vergonzosa y atropellada-
mente. Formóse en Inglaterra un consejo de guerra á sir Juan
Murray, á quien se le declaró exento de culpa, si bien tachóse su
proceder de erróneo y poco juicioso. Fallo que ponia á salvo la in-
tención del general, pero que le vulneraba en su capacidad y pe-
ricia.


Otro amago hicieron por entonces los ingleses con buques de
guerra del lado de Palamós. Favorecióle por tierra el barón de
Eróles, dando ocasión á un empeñado reencuentro el 2o de junio
con el general Lamarque en Bañólas, cuyo fuerte sitiaban los nues-
tros. Portóse con bizarría Eróles y lo mismo su tropa, en especial
los ginetes que lidiaron largo rato al arma blanca, separando á
unos y á otros la noche y un recio aguacero,
otros sucesos en En julio el mismo general Lamarque aproximóse


cátalos». a vique, deteniéndole en el Esguirol tres batallones es-
pañoles. Reforzó Eróles á estos y también Copons, ya por aqui; y
ambos escarmentaron en los dias 8 y 9 en las alturas de la Salud al
enemigo, quien engrosado tomó en balde Ja ofensiva, teniendo
que retirarse y tornar al Ampurdan con poca gloria, y menoscabo
de gente. Fatigosas é inacabables peleas que impacientaban al
francés, y le aburrían y descorazonaban.
„ „ , . En el intervalo de la expedición aliada á Cataluña,
En Valencia. . , . , í . . , r , .


vinieron también a las manos en el reino de Valencia
los españoles y el general Harispe; atacando aquellos el 11 de junio
la retaguardia del último mandada por el general Mesclop, la cual
se recogía de San Felipe á la línea del Júcar. Obraban unidos los
ejércitos españoles segundo y tercero, y acosaron bastante á los
franceses hasta que, advirtiendo estos descuido en los nuestros, re-
volvieron sobre ellos y los desordenaron en el pueblo de Roglá,
con lo cual pudieron continuar tranquilamente su marcha al rio.


Renovaron los españoles el 13 sus ataques avanzando y sitúan-




LIBRO V1GÉSIMOSEGUNDO. 251


dose en unas alturas á la derecha del Júcar. Desde ellas cañoneó
Ello á los enemigos, y aun intentó apoderarse de una casa fuerte,
lo que no consiguió; pero sí sustentar honradamente los puestos
ocupados, de dondeHarispe no pudo desalojarle. Menos dichoso el
duque del Parque padeció en Carcajente un recio descalabro que
costó 700 hombres, de los cuales quedaron prisioneros los mas.
Andaban sin embargo cuidadosos los franceses, y temían aun por
Valencia, cuando los sacó de recelos el mariscal Suchet que des-
embarazado de lo de Cataluña tornó al Guadalaviar el 24 de junio,
después de una marcha asombrosa por su rapidez.


Malos tiempos retardaron la navegación de la escuadra inglesa y
dificultaron su regreso á Alicante, con la desgracia de haber en-
callado en los Alfaques y desembocadura del Ebro 18 buques ó
trasportes, de que 15 se salvaron, cogiendo los otros los franceses
junto con las tripulaciones. Mas averías ocurrieron aun, pero al fin
llegó Bentinck á Alicante , y situó á poco sus tropas en Jijona para
sostener á los españoles, que habian retrocedido hasta Castalia com-
pelidos á ello por las tropas francesas.


Queria Suchet aprovechar la coyuntura propicia que le ofrecía
el malogro de la expedición sobre Tarragona, y ya empezaba á
verificarlo no solo adelantándose por el lado del Júcar, según aca-
bamos de ver, sino también aventando de hacia Requena y Liria
gente de Elío allí avanzada y la división de Villacampa que ma-
niobraban por aquella parte para favorecer las operaciones de
la línea del Júcar, y estrechar por el flanco derecho á los fran-
ceses de Valencia. Animoso Suchet ahora con su buena ventura
en Cataluña, nada le hubiera arredrado ya en la ejecución de
sus intentos, si no hubiera venido á desvanecerlos la noticia de la
batalla de Vitoria, y la de haber repasado los Pirineos José y su
ejército muy mal parados. Con tales nuevas suspendiólo todo, y
resolvió desamparar á Valencia, retirándose camino de las orillas
del Ebro.


Tiempo atrás el ministro de la guerra de Francia habíale indicado
conservase sus conquistas tenazmente, dando lugar á que libre Na-
poleón en el norte de compromisos y estorbos, pudiese acudir á lo
de España. Tal era el anhelo de Suchet muy apesarado de abandonar
á Valencia en donde poseía opulentos estados, y de cuya tierra con-
siderábase señor y régulo. Por eso determinó mantener ciertos
puntos fortificados como medio de facilitar á su vez nuevas invasio-
nes y aun la reconquista.


El 5 de julio evacuó á Valencia el mariscal francés, Evama suchet
casíalcumplirselosdiezyochomesesdeocupacion. Iba iatind»d.
al frente de sus columnas con dirección á Murviedro, haciendo la re-
tirada por escalones, é inclinándose á Aragón; todo muy ordenada-
mente. Tan luego como se verificó la salida entró en la ciudad Don
Francisco Javier Elío viniendo de Requena; lo mismo que la división




252 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de Don Pedro Villacampa, con alguna caballería y la gente del
brigadier Don Francisco Miyares.


Al retirarse arruinó Suchet en Valencia las obras que babia cons-
truido mas para enfrenar desmanes de la población, que para
defender la ciudad contra ataques exteriores. No dejó por tanto alli
ningún punto fortalecido. Al mediodía y mas avanzado guardó el
reducido castillo de Denia con 120 hombres al mando del gefe de
batallón Bin. Metió en el de Murviedro, ó sea Sagunto, 1,200 á
las órdenes del general Rouelle con vituallas para un año; repa-
rados sus muros y muy aumentados. Tampoco desamparó á Peñís-
cola, punto marítimo no despreciable, y púsole al cuidado del gefe
de batallón Bardout con 500 hombres. Igualmente dejó 120 bajo del
capitán Boissonade en el castillejo de Morella que atalayaba el
camino montuoso y de herradura que viene de Aragón, y por
donde podía en todo tiempo embocarse dentro del reino de Valencia
un cuerpo de infantería á la ligera y sin cañones. Daba fuerza y
servia como de apoyo á esta ocupación la plaza de Tortosa, de cuya
importancia persuadido Suchet aumentó la guarnición hasta con
4,500 hombres, poniendo á su cabeza al general Robert, militar
de su confianza.


Prosigue su Inclinóse Suchet en su retirada, conforme apum-
retirada. tamos, hacia Aragón, noticioso de que Clausel, apre-


miado por las circunstancias, se alejaba y metia en Francia, dejando
su artillería en Zaragoza bajo la custodia del general Paris. Libertar
á este amenazado por Mina y Duran, y cubrir los movimientos de
las demás tropas que en Aragón había, fueron causa del rodeo ó
desvío que en su camino hizo aquel mariscal. Consiguió asi que se
reuniese á Musnier, que caminaba por el pais montuoso, una brigada
de la división de Severoii apostada en Teruel y Alcafliz, cuyos castillos
al ser evacuados fueron destruidos también. Y juntos todos caye-
ron el 12 de julio hacía Caspe, alojando Suchet entonces su derecha
en este pueblo, su centro en Gandesa y su izquierda en Tortosa.


Tenia asimismo orden el general Paris de abandonar á Zaragoza
y de arrimarse á Mequinenza, caso de que pudiese ejecutar seme-
jante movimiento libre de compromisos y desahogadamente. Deseos
de verificarlo sin desprenderse de un grueso convoy, y la proxi-
midad de Duran y Mina pusieron á la ejecución insuperables estor-
bos. Dejamos al último de los expresados caudillos no lejos de
Zaragoza, y alli permanecía á dos leguas en el pueblo de las Casetas
teniendo fuerza en Alagon, y en Pedrola á Don Julián Sánchez,
cuando el coronel Tabuenca, enviado por el general Duran que se
hallaba en Richa, vino á avistarse con é l , y proponerle atacar á Za-
ragoza , obrando ambos mancomunadamente. No se mostró Mina
al principio muy propicio, ya porque no le pareciese fácil lo que
se proyectaba, ya porque no le gustase tener en el mando compa-
ñeros y menos rivales. Solo al fin y después de largo conferenciar




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNÜO. 253


avínose y ofreció concurrir á la empresa. Pero antes los enemigos,
que se preparaban á abandonar la ciudad, queriendo encubrir su
intento adelantáronse en busca de los nuestros. Fué Mina con quien
encontraron, y viéronse rechazados, haciendo también estrago en
ellos por el flanco y del lado del puente de la Muela el coronel Ta-
buenca asistido de su regimiento. Avanzó este á la Gasa Blanca y
Monte Torrero, y Mina á las alturas de la Bernardona, alejándose
los franceses de aquellos puestos sin resistencia. Intentó á pesar
de eso Paris nueva arremetida que Mina repelió sustentado por el
mismo Tabuenca y los lanceros de Don Julián Sánchez, escarmen-
tando á los enemigos con pérdida de mas de 200 hombres. Alli se
le juntó Duran habiendo ocurrido estos acontecimientos en los dias
5 , 6 y 7 de julio.


Pensaron entonces los nuestros apoderarse por Evacúan ios
fuerza de Zaragoza, aunque todavía rehacio Mina : franceses a zara*
y apercibíanse á verificarlo cuando recibieron aviso g 0 Z 1 '
de que los enemigos desamparaban la ciudad. Era en efecto asi;
saliendo toda la guarnición francesa y sus parciales al caer de la
tarde del 8 , con numeroso convoy de acémilas y carruage, de
grande embarazo para una marcha que tenia que ser rápida y afa-
nosa. Solo dejaron 500 hombres al mando del gefe Roquemont en
la Aljafería, y volaron un ojo del puente de piedra con deseo de
retardar el perseguimiento de los nuestros.


Tocaba á Don José Duran el mando de todas las tro- Entra aiu
pas y el de la ciudad de Zaragoza por antigüedad, D u r a " '
y por hallarse asentada aquella á la margen derecha del Eb ro ,
pais puesto bajo sus órdenes; pero cuya supremacía incomodaba á
Mina y motivaba tal vez su tibieza, nacida de ocultos celos. En con-
secuencia ordenó Duran, de conformidad con el ayuntamiento y
para prevenir excesos, que penetrase en la ciudad aquella misma
noche Don Julián Sánchez con sus lanceros. Aparecieron de re-
pente iluminadas las calles y el gentío en todas inmenso, especial-
mente en el Coso, prorumpiendo los habitadores en unánimes acla-
maciones de júbilo y contentamiento. Al día inmediato entró
también Duran en Zaragoza, al paso que Mina, vadeando el Ebro ,
ocupóse solo en seguir las pisadas del general Paris.


Alcanzó aquel en breve al enemigo en una altura M i n a desbarata
cerca de Lecínena, de donde le desalojó, y lo mismo 4 1 , a r l 8 ,
de otra que estaba próxima á la ermita de Magallon; teniendo los
franceses que retirarse via de Alcubierre. Fueron alli alcanzados,
y viéndose en gran congoja abandonaron la artillería, y el convoy,
y los coches, y las calesas, y casi todo el pillage cogido L e l o m a u n
en Zaragoza, representando en compendio este campo C ü n T o y -
las lástimas y confusión del de Vitoria. Paris, aunque con orden ex-
presa de recogerse á Mequinenza, no pudo cumplirla, y á duras
penas tirando por Huesca y Jaca internóse en tierra de Francia.




254 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


suia i>nran la Don José Duran, á quien festejaron mucho en Za-
Aijaforia. ragoza, no desatendió por eso poner cerco á la Alja-


fería, ni tampoco apoderarse de una corta guarnición que dejara
el enemigo en la Almunia. Logró lo último sin gran tropiezo, y
empezaba á formalizar el sitio del castillo cuando tornó Mina de s u
perseguimiento^ Quedóse este en el arrabal sin pasar el Ebro ,
como pais el de la izquierda perteneciente á sus anteriores mandos,
al paso que el de la derecha incumbía mas bien, según dijimos, al
de Don José Duran. Desvío y comportamiento propio solo de
ánimos apocados y ageno de quien cenia gloriosos laureles,
manda mina e n Para cortar semejantes desavenencias, aunque no


Aragón. quizá con justa imparcialidad, nombró el gobierno á
Mina comandante general de Aragón con licencia de añadir á sus
fuerzas las que quisiese entresacar de la de Duran, mandando al
último partiese con las demás la Vuelta de Cataluña,


se ie rinde la Dueño de lodo Mina y solo, cual deseaba, apretó
Aijateria. c o n ah¡nco el sitio de la Aljafería. No creía sin em-


bargo enseñorearse tan luego de aquel castillo, mas á dicha ha-
biendo caido en la mañana del 2 de agosto una granada en el
reducto del camino de Aragón, que es el mas próximo á la ciudad,
y prendídose fuego á otra porción de ellas alli depositadas, re-
sultó tremenda explosión, muertes y desgracias, y el desmorona-
miento de un lienzo de la muralla; por lo que descubriéndose lo
interior del castillo quedó este sin defensa ni amparo. Por lanío
forzoso le fue al gobernador francés capitular el mismo día 2 , co-
giendo nosotros sobre 500 prisioneros, muchos enseres y muni-
ciones de boca y guerra. Entregóse en breve Daroca, y también
poco después al capitán Don Ramón Elorrio el fuerte de Mallen.


Tomado el castillo de la Aljafería recibió Mina orden de Wel-
lington para avanzar á Sangüesa y favorecer el asedio de Pamplo-
na , guarneciendo á Zaragoza con un batallón, y destacando contra
Jaca y Monzón otros dos que debian comenzar el bloqueo de aque-
llas plazas.


snchet se r e - Claramente advirtió Súchel entonces cuan imposi-
u r a m a s aüa de ble le era sostenerse en sus estancias, y cuan ocioso


arragona. ademas, dueños ya los españoles de casi todo Aragón.
Por tanto dispuso cruzase su ejército el Ebro del 14 al 15 de julio
por Mequinenza , Mora y Torlosa, ordenando antes al general Isi-
doro Lamarque recoger y poner en cobro las cortas guarniciones
de Belchite, Fuentes, Pina y Bujaraloz; difícil sino el desencer-
rarlas después. Conservó á Mequinenza y de gobernador con 400
hombres al general Bourgeois; no desamparando tampoco á Mon-
zón , por considerar ambos puntos como avanzados resguardos de
la plaza de Lérida, cuyos muros visitó, removiendoá su goberna-
dor el aborrecido Henriod molestado de gota y de inveterados
achaques, y poniendo en su lugar al citado Lamarque.




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNDO. 235
Paso en seguida Súchel con su ejército á Reus, Valls y Tarra­


gona , en cuyo recinto mandó preparar hornillos para volar las for­
tificaciones en caso de que se aproximasen los aliados, encargando
la ejecución á la diligencia y buen tino del general Bertoletti. He­
cho lo cual trasladóse á Villafranca del Panadés, tierra feraz y
pingüe, y de donde sin alejarse mucho de Tarragona dábase la
mano con Barcelona y el general Decaen.


Por su parte los españoles moviéronse también: , e l n c o m o d a n
Copons para incomodar el flanco derecho de Suchet y ajaman к » « 9 ­
y cortarle los víveres : Lord Bentinck y la expedición p a n o l ! ! S ­
anglo­siciliana con ­la división de Whittingham y el tercer ejército
bajo del duque del Parque avanzando al Ebro y cruzándole por
iin puente volante que echaron en Amposta, protegidos en sus
maniobras por la marina inglesa. Tampoco omitieron destacar ai
paso gente que ciñese la plaza de Tortosa, empezando á embestir
ya el 29 de julio la de Tarragona. Siguió ocupando el segundo
ejército el reino de Valencia , y bloqueó los puntos en que había
quedado guarnición enemiga, excepto la división de Sarsfield,
que no tardó en pasar á Cataluña.


Aqui los dejaremos por ahora á unos y á otros, E s t a d o de Ara­
queriendo echar una ojeada sobre el estado de estas í o n ­
provincias recien evacuadas. En Aragón habíase mantenido viva la
llama del patriotismo, especialmente en ciertas comarcas, bien
que yacesen los ánimos caidos y amortiguados por el yugo que de
continuo pesaba sobre ellos. Invariables los naturales en sus pen­
samientos , ayudaban debajo de mano, si no podian de público,
la buena causa, y elevaban siempre al ciclo fervorosas oracio­
nes por el triunfo de ella, después de servirla á la manera que
les era lícito; y en Zaragoza no se limitaban á encerrar en sus
pechos la tristeza y duelo, sino que aun vestían luto en lo in­
terior de las casas en los días y anuales de calamidades y desdichas
públicas.


Hiciéronse alli sentir mucho las cargas y exacciones, contriimdones
sobre todo en un principio que fueron pesadas y sin i " e f a g < > ­
cuento. Mas llevaderas parecieron al encargarse Suchet del mando,
no porque se aminorasen en realidad, sino por el orden y mayor
justicia que adoptó aquel mariscal en el repartimiento. Entraron
en las arcas de los recibidores generales franceses de Aragón
desde 1810 hasta la evacuación en 1813 gruesas sumas, no in­
cluyéndose en ellas lo exigido en 1809, ni el valor de las raciones,
ni otras derramas de cuantía echadas por los gefes y por varios
subalternos. Y si á esto se agrega lo que por su lado cobraron los
españoles, calcularse ha fácilmente lo mucho que satisfizo Aragón,
aproniando tres y cuatro veces mas de lo que acostumbraba en
tiempos ordinarios cuando la riqueza y los productos, siendo muy
superiores, favorecían también el pago de los impuestos.




256 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA..


Estado de vaicn- Lo mismo aconteció on Valencia, ascendiendo la
d a - suma de los gravámenes á cantidades cuya realización


hubiera antes parecido del todo increíble. En 1812, primer año de
la ocupación francesa, impusieron los invasores á aquel reino una


contribución extraordinaria de guerra de * doscientos
t • Ap. n. ÍI. ) millones de reales, cuya mitad ó mas se cobró en
Contribuciones dinero, y la otra en granos , ganado, paños y otras


que tamwen pa- m a t e r ¡ a s necesarias al consumo del ejército enemigo.
Al comenzar el segundo año, esto e s , el de 1813,


convocó Suchet una junta compuesta de los principales empleados
civiles y militares, ele individuos del comercio, y de un diputado
por cada distrito de recaudación de los catorce en que habia divi-
dido aquel reino. Debatióse en ella el modo y forma de llenar las
atenciones del ejército francés en el año entrante, procurando fue-
sen puntualmente satisfechas aquellas, y distribuidas las cargas
entre los pueblos con equidad. Fijóse la suma en setenta millones
de reales. Dificultoso es concebir cómo pudieron aprontarse; ex-
plicándose solo con la presencia de un conquistador inflexible para
recaudar los tributos, como pronto también á mantener igualdad
y justicia en el repartimiento y cobranza, no menos que á reprimir
los desmanes de la tropa, conservando en las filas orden y disci-
plina muy rigurosa. Objetos diversos que hizo resolución de al-
canzar en su gobierno el mariscal Suchet, y que en cierta manera
logró : mereciendo por lo mismo su nombre loor muy cumplido.
Asi fue que Valencia formaba contraste notable con lo demás del
reino, en donde no se descubría ni tráfico ni rastro alguno de
bienestar ni de prosperidad, al paso que alli, seguros los habitan-
tes, aunque sobrecargados de impuestos, de que no se les arranca-
ría violentamente ni por mero antojo el fruto de su sudor y afanes,
entregábanse tranquilamente al trabajo, y recogían de él abun-
dante esquilmo en provecho suyo y de los dominadores. Que en
los pueblos de la Europa moderna reposo interior y disfrute pací-
fico y libre de la propiedad é industria son ansiados bienes, y
bienes mas necesarios para la vida y acrecentamiento de las na-
ciones cultas que las mismas instituciones políticas, que mal inter-
pretadas son origen á veces ó pretexto de bullicios y atropellamien-
tos, antes que prenda cierta de estabilidad, y que supremo amparo
y privilegiada caución de cosas y personas.


Tampoco las bellas artes tuvieron que deplorar por
Bellas artes* r < r i * i i * •


acá las perdidas que en otros lugares ; y si desapare-
cieron en Zaragoza algunos cuadros de Claudio Coello, del Güer-
cino y del Ticiano , no en Valencia, en donde casi se conservaron
intactos los que adornaban sus iglesias y conventos; producciones
célebres de pintores hijos de aquella provincia, como lo son entre
otros y descuellan los Juanes, los Ribaltas y el Españólelo.




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO.


Nombra Napoleón á Soult su lugar teniente en España. — Medidas que
toma Soult. — Proclama que da. — Sitian los ingleses á San Sebastian.
— Asalto infructuoso. — Intentos de Soult. .—• Estancias de los ejér-
citos. — Se estrecha de nuevo á San Sebastian. — La asaltan los alia-
dos. — La entran á viva fuerza. — Se incendia y la saquean los anglo-por-
tugueses. —• Cuarto ejército español. — Donde se acantona. — Acción de
San Marcial. — Victoria que consiguen los españoles. — Atacan los aliados
el castillo de San Sebastian. — Se rinde. — Estado de Cataluña. — Reen-
cuentro en Sadurní. — Socorren y vuelan los franceses i Tarragona. —
Sarsfield. — Tercer ejército en el Ebro. — Reencuentro que tiene. — Pasa
á Navarra. — Bentinck en Villafranca. — Pelea en Ordal. — Sucesos poste-
riores. — Estado de los negocios en Alemania. — Armisticio de Plesswitz.—
Rómpese. — Únese el Austria á los aliados. — I.as cortes y su rumbo. -—
Discusión sobre trasladarse á M a d r i d . — S e dilata la traslación. -— Otros
debates sóbrela materia. — El diputado An tillo o. — Varias medidas útiles
de las cortes. — Resoluciones de las mismas en hacienda. — El diputado
Porccl. — Nombran las cortes la diputación permanente. — Cierran las
cortes extraordinarias sus sesiones el 14 de setiembre. — La fiebre amarilla
en Cádiz. — Vuélvense á abrir el 16 las cortes extraordinarias. — Motivo
de ello la fiebre amarilla. — Acalorados debates. — Ciérranse de nuevo
el 20 las cortes extraordinarias. — Su legitimidad. — Su forma y rara com-
posición. — Sus faltas. — Constitúyense y abren sus sesiones en Cádiz las
cortes ordinarias. — Se trasladan á la isla de León. — S u composición al
principio. — Lo que hubo en las elecciones. — Estado de los partidos en
las nuevas cortes. — Diputados que se distinguen en ellas. — Antillon
y sus riesgos. — Martínez de la Rosa. — Primeros trabajos de estas cortes.


— Contienda sobre el mando de Lord Wellington. — Nada se resuelve.
— Trasládanse las cortes y el gobierno de la isla á Madrid. — Estado de la
guerra. — Ejército aliado en el Bidasoa. — Ejército del mariscal Soult. —
— Se dispone Wellington al paso del Bidasoa. — Verifícalo. — Se distin-
gue el cuarto ejército español. — También el de reserva de Andalucía. —
Pisan los aliados el territorio francés. — Providencias de Wellington
Bloqueo de Pamplona. — S e rinde la plaza á los españoles. .— Exacciones
y pérdidas de Navarra y provincias Vascongadas. — Situación de Soult en
el Nivelle. — Proyecto de Wellington. — Lord Wellington en Saint-Pé. —
Cura de este pueblo. — Venida del duque de Angulema. — Wellington en
San Juan de Luz : su línea. —Disciplina y estado del ejército anglc-his-
pano-portugués. — Vuelven á España casi todo el cuarto ejército y el de
reserva de Andalucía. — Movimientos y combates en el Nive. — Estancias
de los respectivos ejércitos. — El general Harispe. —Sucesos en Cataluña.


— Valencia. —Ríndense á los españoles Morella y Denia.—Sucesos en Ale-
mania y norte de Europa.


En medio de los graves cuidados que rodeaban á
Napoleón en Alemania y demás partes del norte, no
ponia él en olvido las cosas de España. Enojóle á lo
sumo lo acaecido en Vitoria ; y como achacase á impe-


ni.


Nombra Napo-
león á Soult su
lugarteniente en
España.


17




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ricia de José y del mariscal Jourdan tamaña desgracia, separólos
del mando, nombrando por sucesor de ambos al mariscal Soult
bajo el título de lugarteniente del emperador en España; deter-
minación que tomó en Dresde por decreto de I o de julio.


Medidas que Posesionóse del nuevo cargo aquel mariscal el 12
loma soult. j e [ propio mes en San Juan de Pie de Puerto, y re-


fundió en uno solo los diversos ejércitos que antes se apellidaran
del norte, Portugal, mediodia y centro, denominando al formado
ahora ejército de España, y distribuyéndole en nueve divisiones
repartidas en tres grandes trozos, á saber : el de la derecha á las
órdenes del conde de Reille, el del centro á las del conde d 'Erlon,
y el de la izquierda á las del general Clausel. Compuso ademas
una reserva que gobernaba el general Villatte, junto con dos divi-
siones de caballería pesada conducidas por los generales Tilly y
Treilhard, y otra ligera de la misma arma que regia el general
Soult, hermano del mariscal.


Proclama que Al encargarse este del mando en gefe dio á las tro-
d a- pas una proclama, en cuyo tenor al paso que com-


prometía la fama y buen nombre de sus antecesores, mostraba
abrigar en su pecho esperanzas harto lisonjeras sobre la campaña
que ¡ba á emprenderse.«Culpa es de otros, decía, el estado actual
< del ejército : sea gloria nuestra el mejorarle. — He dado parte
« al emperador de vuestro valor y de vuestro celo. — Son sus ór-
f denes echar al enemigo de esas cumbres, desde donde atalaya
« nuestros fértiles valles, y forzarle á repasar el Ebro. — Planta-
« remos en breve nuestras tiendas en tierra española, y de ella
( sacaremos los recursos que nos sean necesarios. — Fechemos en
« Vitoria nuestros primeros triunfos, y celebremos allí el dia del
« cumpleaños del emperador. » No correspondiendo los hechos á
confianza tan sobrada y ciega, convirtióse esta proclama en simple
despavorizadero de pomposas palabras.


El dia mismo en que tomó el mando el mariscal Soult partieron
de San Juan de Píe de Puerto el rey José y el mariscal Jourdan,
este para lo interior de Francia, aquel para Saint-Esprit, arrabal
de Bayona, al otro lado del Adour. Terminó José asi y de un modo
tan poco airoso su transitorio reinado, graduando con razón de
ofensa el que le desposeyera del trono hasta su propio hermano,
quien sin tener cuenta con su persona había conferido á Soult la
lugartenencia de España, á nombre solo y en representación de
la corona de Francia.


Queriendo pues el nuevo general dar principio al plan anunciado
en su proclama, hizo resolución de socorrer desde Juego á Pam-
plona y San Sebastian, asediadas ya ; animándole también á ello
el malogro de las primeras tentativas de los aliados contra la última
de dichas plazas, cuyo cerco empezaremos á narrar.


Asiéntase San Sebastian, ciudad de 13,000 habitantes, con




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 239


puerto de reducida concha y no muy hondable, en una S l t ¡ a n l o s i n
especie de península al pie de un monte entre dos s l o s e s * San s*
brazos de mar, desaguando en el que está mas al a s i d °
cierzo el Urumea, rio de caudal no abundoso. Comunica con tierra
la plaza solo por un istmo, representándose á primera vista, yendo
de lo interior, como muy robusta, no teniendo otro camino para
llegar á ella sino el del referido istmo, amparado del hornabeque
de San Carlos y del recinto principal, dominados y defendidos
ambos por el castillo de Santa Cruz de la Mota, puesto en lo alto
del monte en que se respalda la ciudad. Mas su flaqueza descú-
brese en breve; pues si la resguardan por tierra convenientes
obras provistas de doble recinto, contraescarpa y camino cubierto,
no asi del lado de la Zurrióla y el Urumea; fiado quizá quien
trazó allí el muro en las aguas que por el pie le bañan, sin echar
de ver los puntos que quedan vadeables y aun en seco á baja
mar, con el padrastro ademas de ciertas dunas ó méganos que cor-
ren lo largo de la margen del rio y sojuzgan la línea. Defecto de
que ya se aprovechó en 1719 el mariscal de Berwick para rendir
la plaza, y en que no se habia puesto remedio, á pesar de ir tras-
currido desde entonces casi un siglo.


Habían aumentado los franceses la guarnición de San Sebastian
hasta el número de unos 4,000 hombres bajo del general Rey,
militar de concepto; y si bien los españoles bloquearon en un prin-
cipio la plaza, solo formalizaron el sitio los anglo-portugueses,
según se apuntó en otro libro, á las órdenes siempre de sir Tho-
mas Graham, quien resolvió encaminar el ataque contra el lado
descubierto y débil de la Zurrióla.


Plantaron al efecto los aliados fuertes baterías en las alturas á la
derecha del Urumea, anhelando abrir brecha entre el cubo de los
Hornos y el de Amezqueta, situados en el lienzo de muralla fron-
tero. Dirigieron los demás fuegos contra el castillo y hornabeque
de San Carlos, adelantando por la lengua ó istmo otros trabajos.


En él y á su entrada levantábase á 700 ú 800 varas de la plaza el
convento de San Bartolomé, del cual quisieron apoderarse los
aliados, juzgándolo paso conveniente y previo al acometimiento de
las otras obras y del recinto principal.


Comenzó el ataque en la noche del 13 al 14 , tirando los ingleses
hasta con bala roja. Destruyóse el convento, mas los sitiadores
todavía no le entraron, permaneciendo en las ruinas los contrarios
y sosteniéndose vigoiosamente : de lo que enojados los ingleses
cargaron á la bayoneta, acabando por apoderarse el dia 17 de
aquellos escombros, después de quedar tendidos 250 de los de -
fensores. Avanzaron de resultas los aliados, pero no mucho, de-
tenidos hasta el 20 por un reducto circular que en el istmo habia.


En vano Graham intimó al dia siguiente la rendición Asalto iof-uc-
á la plaza, pues ni siquiera admitió al parlamento el t u o s o




260 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


gobernador Rey : motivo por el cual decidieron los ingleses dar
el asalto, juzgando ya practicable la brecha aportillada entre los
dos cubos. Efectuóse la embestida al amanecer del 2S, formando la
columna de ataque la brigada del mayor general Hay, que tenia en
reserva otras bajo el mando todas del mayor general Oswald. Pero
malogróse la tentativa á pesar del brío y esfuerzos de los aliados,
ya por estar todavía intactos los demás fuegos de la plaza que
abrasaron á los acometedores, ya por la distancia considerable que
mediaba entre las trincheras y la brecha, y ser aquel tránsito de
piso muy pedregoso, lleno de plantas marinas y aguazales.


Acercóse poco después Wellington á San Sebastian viniendo de
Lesaca, en donde ahora tenia sus cuarteles, y trataba ya de re-
petir el asalto, cuando sabedor de ciertos movimientos de Soult,
suspendiólo, y aun dispuso convertir en bloqueo el sitio, embar-
cándola artillería en Pasages, sin desamparar por eso las trincheras
y algunos trabajos.


i m e n t o s No eran en realidad engañosos los avisos que recibió
dcsonit. Wellington, porque entonces dio Soult la señal de


abrir su proyectada campaña. Socorrer á Pamplona y San Sebas-
tian debían ser los estrenos de ella, empezando por acudir á la
primera, pudiendo la otra alcanzar mas fácilmente auxilios con la
cercanía y proporción del mar.


Ponían á Lord Wellingto» en apurado estrecho los intentos del
mariscal Soult, incierto todavía de cuáles fuesen. Porque teniendo
que atender á dos puntos bloqueados, distante uno de otro diez y
seis leguas, y que cubrir muchos pasos en pais montañoso, á veces
inaccesible, ó falto de comunicaciones laterales, arduo se hacia
salir airoso de tamaña empresa, importando por una parte no dejar
indefenso ningún parage, y siendo arriesgado por otra debilitarse,
subdividiendo su fuerza en sazón que el enemigo era dueño de es-
coger el punto de ataque y de acometerle con golpe de gente muy
superior y mas respetable.
Estancias de jos De antemano se habia preparado Soult para me-


ejercitos. t e r s e j e nuevo en España, recogiendo en San Juan de
Píe de Puerto gran copia de víveres y muchos pertrechos. Acampa-
ban ambos ejércitos en las respectivas fronteras sobre cumbres
distantes entre sí medio tiro de cañón, aproximándose las centinelas
ó puestos avanzados hasta unas ISO varas. Los franceses alegres y
joviales según su natural condición, y mas gozosos por estar en su
t ierra: los ingleses al contrario taciturnos y con pensativo y serio
ademan, si bien satisfechos, complacido su nacional orgullo con
poder amenazar de cerca la Francia, su antigua y poderosa rival.


Tenían los aliados las siguientes estancias : la brigada del gene-
ral Bying y la división de Don Pablo Morillo ocupaban la derecha,
cubriendo el puerto de Roncesvalles. Las sostenía apostado en Vis-
earret sir Lowry Colé con la cuarta división británica, formando




LIBRO "VIGÉSIMOTERCERO. 261


la reserva la tercera del cargo de sir Thomas Picton, que se alo-
jaba en Olague. Extendíase por el valle de Bastan a las órdenes
del general Hill parte de la segunda división inglesa y la portu-
guesa del conde de Amarante, destacada solo la brigada de Camp-
bell en los Alduídes. La división ligera y séptima acantonábanse
en la altura de Santa Bárbara, villa de Vera y puerto de Echalar,
y se daban la mano con los que guarnecían el Bastan. Servia de
reserva á estas tropas en Santistéban la sexta división inglesa.
Don Francisco Longa con la suya mantenía las comunicaciones
entre esta izquierda de los aliados y las divisiones del cuarto ejér-
cito español alojadas á orillas del Bidasoa y en los pueblos de
Guipúzcoa.


Llevaba Soult la mira de acometer á un tiempo por Ronces-
valles y por el puerto de Maya, término del valle de Bastan, reu-
niendo para ello en San Juan de Pie de Puerto el 24 de julio sus
alas derecha é izquierda con una división del centro y dos de
caballería. Dirigia Soult en persona el movimiento del lado de
Roncesvalles con unos 55,000 hombres, al paso que embestia con
15,000 por Maya Drouet conde d'Erlon. Se trabó la refriega el 25
en la mañana hacia las entradas de Roncesvalles, cuya posición
mantuvo vigorosamente el general Bying apoyado por sir Lowry
Colé, hasta que en la tarde yendo á ser-envuelta la posición se
replegaron ambos á Lizoain y cercanías de Zubiri. Defendió en-
tonces largo rato y con brio el edificio de la fábrica de municiones
de Orbaizeta el regimiento de León que capitaneaba el teniente
coronel Aguier. También por su parte empezó Drouet á maniobrar
en el mismo día desde temprano por el puerto de Maya, que-
riendo habérselas especialmente con la división del conde de Ama-
rante colocada á la derecha. En un principio limitóse todo á solo
amagos, recogiendo en seguida Drouet su fuerza en una montaña
detras de un paso angosto, de donde intentando un súbito y rá-
pido avance, vióse favorecido de la suerte, porque soñolientos con
el calor del día dos centinelas puestas en un alto, durmiéronse y
pudieron los franceses acercarse sin ser sentidos, y aun desalojar
de su posición á los aliados mal de su grado. Recobráronla estos
después ayudados de la brigada del mayor general Barnes, y hu-
biéranla conservado, si noticioso Hill de lo ocurrido en Ronces-
valles, no hubiese dado orden de que se replegasen todos álrurita.
Pelearon los aliados en este día por espacio de siete horas per-
diendo 4 cañones y 600 hombres. Weilington en camino de San
Sebastian ignoró hasta la noche lo que por el día había pasado.


Permanecieron quedos los franceses el 26 en el puerto de Maya.
No sucedió asi por el otro punto, adelantándose á dar nuevo ata-
que en la tarde del mismo dia. Se hallaban los aliados prevenidos
y mas fuertes, habiendo avanzado el general Picton á sostener á
los de Lizoain : y juntos todos replegáronse escaramuzando á un




262 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


puesto ventajoso, en donde se mantuvieron firmes y formados en
batalla hasta después de cerrada la noche. Continuaron el 27 reti-
rándose en busca de un sitio mas acomodado para cubrir el bloqueo
de Pamplona, apostando á este propósito su derecha enfrente de
Huarte, y su izquierda en los cerros que hacen cara al pueblo de
Villaba, descansando parte ( inclusos los regimientos españoles
Príncipe y Pravia) en un viso que resguarda el camino de Zubiri
y Roncesvalles, y parte en una ermita detras de Sorauren via de
Ostiz. Colocáronse cerca de respeto la división de Don Pablo Mo-
rillo y el conde del Abisbal con todo su ejército de Andalucía, ex-
cepto 2,000 hombres que continuaron en el bloqueo de Pamplona,
quedando la caballería británica del mando de sir Stapleton Col-
ton á la derecha sobre Huarte, único descampado en que le era
dable evolucionar.


Supieron en el ínterin los franceses de la plaza que se aproxi-
maba Soult, y contentos y fuera de sí prorumpieron en grandes
demostraciones de júbilo, é hicieron alguna salida. Unido Abisbal
al ejército aliado de operaciones, dirigía el bloqueo Don Carlos de
España, estando á sus órdenes Don José Aymerich con los 2,000
hombres del ejército de Andalucía que quedaron allí. Los fran-
ceses acometieron al último gefe, le desordenaron y aun le cogie-
ron cañones; y mas daños se seguirían, si sereno y reportado Es-
paña en aquella ocasión, no hubiese por su parte rechazado á los
sitiados y arrinconádolos con ira los muros.


El 27 llegó Lord Wellington á las estancias en que Picton y
Colé se habían situado aquel dia, casi á tiempo que Soult teniendo
á sus inmediatas órdenes á los generales Reille y Clausel empezaba
á formar su gente en una montaña que se dilata desde Ostiz hasta
Zubiri. Aqui y en otros puntos vecinos colocó dicho mariscal un
cuerpo numeroso de caballería -r destacando por la tarde una co-
lumna para apoderarse de una eminencia empinada, á la derecha
de la división del general Colé. Ocupábala un regimiento portu-
gués y el español de Pravia que tenia por coronel al bizarro Don
Francisco Moreda, defendiendo ambos el puesto gallardamente y
á la bayoneta. Reforzólos Wellington por ser importante la con-
servación de aquel sitio, enviando el 40 inglés y el del Príncipe
también español que mandaba su benemérito teniente coronel Don
Javier Llamas; con lo que allí se le frustró á Soult su intento, si
bien se apoderó de Sorauren en el camino de Ostiz, sustentando
un fuego vivo de fusilería todo lo largo de la línea hasta boca de
noche.


Amaneció el 2 8 , dia que fuera de mayor empeño. Temprano en
la mañana incorporóse á los de Wellington la división del general
Pack, que destinaron á ocupar las alturas del valle de Lanz á reta-
guardia de Colé. Apenas la divisó el mariscal Soult, atacóla con
superiores fuerzas viniendo de Sorauren ; pero vióse repelido y




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 263


privado de mucha genle. Insistió no obstante el francés en enseño-
rearse de una ermita cercana, y si bien en un principio venció,
sucedióle al fin como antes, teniendo que echarse atrás. Encen-
dióse entonces la batalla por todas las cimas, logrando los fran-
ceses solo ventajas del lado en que se alojaba la brigada de la
cuarta división británica que mandaba el general Ross, á punto de
colocarse en la misma línea de los aliados. En breve acudió Wel-
lington al remedio, y recuperó lo perdido. Rechazado el mariscal
Soult en todos los lugares, empezó á perder la esperanza de auxi-
liar á Pamplona, y para aligerar su hueste, en caso de retirada,
envió cañones, heridos y mucho bagage, camino de San Juan de
Pie de Puerto.


Ni uno ni otro ejército se movió el 2 9 , en acecho cada cual de
las maniobras de su contrario. Tuvo orden el general Hill de apro-
ximarse á donde estaba Wellington, marchando sobre Lízaso : lo
mismo Dalhousie , con la diferencia este de tener que extenderse
hasta Marcalain para afianzar las comunicaciones del ejército, que
se puso asi todo él en inmediato contacto. Igual caso sucedió al de
los franceses, arrimándose al cuerpo principal el general Drouet
en seguimiento y observación de sir R. Hill.


Alerta Soult no quiso desaprovechar la ocasión, y ya que se le
habia malogrado lo de Pamplona discurrió auxiliar á San Sebas-
tian , y sacó al propósito tropas de su izquierda para enrobustecer
su derecha, tratando de abrirse paso por el camino de Tolosa,
abrazando y ciñendo la izquierda de los aliados. Advirtió Lord
Wellington esta maniobra al alborear del 30 , y descubriendo la
intención que el enemigo llevaba, determinó atacar á los franceses
en sus puestos, mirados como muy fuertes. En consecuencia or-
denó á Lord Dalhousie envolver la derecha enemiga, encaramán-
dose á la cresta de la montaña que tenia delante, y otro tanto
mandó respecto de la izquierda á sir Thomas Picton debiendo di-
rigirse camino de Roncesvalles. Efectuados estos movimientos por
los flancos, arremetió Wellington por el frente y con tal acierto y
vigor que los franceses retiráronse y abandonaron unas estancias
qué ellos mismos conceptuaban de dificilísimo acceso.


Mientras tanto no quedaron tampoco parados el general Drouet
y sir R. Hill. Fue aquel quien primero atacó , consiguiendo por
medio de un rodeo envolver la izquierda del último, y obligarle á
retroceder hasta colocarse en unos cerros cerca de Eguarás, en
los que firme el inglés repelió cuantas arremetidas intentó su con-
trario para desalojarle. Y desembarazado ya entonces Wellington
del mariscal Soult, sirvió de mucho á Hill, hallándose á puesta de
sol en Olague á retaguardia de Drouet, quien sabedor de ello
escabullóse diestramente durante la noche por el paso de Dona-
maria, dejando dos divisiones que cubriesen la retirada. Reforzado
Hill fue tras ellos y logró aventarlos.




264 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Al propio tiempo se movió Lord Wellington via de Veíate sobre
Irurila, inclinándose á Donamaría, con la dicha el general Bying
de coger en Elizondo un convoy de municiones de boca y guerra.
Continuóse el perseguimiento el dia 1° de agosto por los valles
del Bidasoa y del Bastan, posesionándose los aaglo-portugueses
del punto de Maya, y de modo que al cerrar de la tarde hallábanse
restablecidas las divisiones aliadas casi en el mismo campo en donde
habían empezado las operaciones ocho dias antes.


También el enemigo tornó á pisar la tierra de Francia, dejando
solo dos divisiones en el puerto de Echalar, á las que desalojó Wel-
lington por medio de una combinada maniobra de las divisiones
cuarta, séptima y ligera, que sucedió bien y completamente.


Aunque lejana la fuerza principal del cuarto ejército español
del teatro de estos combates, no por eso permaneció ociosa. Supo
su general Don Pedro Agustín Girón al amanecer del I o lo acaecido
cerca de Pamplona, y previendo que alguna columna enemiga se
replegaria por Santistéban permitió inquietarla á Don Francisco
Longa que se lo propuso, mandando ademas á Don Pedro de la
Barcena ocupar con la primera brigada de su división los puntos
de Vera y Lesaca. Sobreaviso Longa y noticioso de que los ene-
migos iban de retirada, adelantó tres compañías al puente de Yanci,
que si bien ciaron en un principio, volvieron en sí acudiendo Bar-
cena, y disputaron juntos el paso á los franceses, durante cinco
horas, el dia I o de agosto. Obligados los enemigos á rehacerse,
tomaron nuevas precauciones para vencer tan inesperada resisten-
cia , pero gastando en ello mucho tiempo, dieron lugar á que des-
pacio y ordenadamente se replegasen los nuestros refugiándose en
las alturas. Reencuentro fue este glorioso y que mereció alabanzas
de Lord Wellington. Ascendió la pérdida del ejército aliado en tan
diversos combates y peleas á 6,000 hombres entre muertos, heridos
y extraviados. Pasó de 8,000 la de los franceses.


Capacidad y consumada pericia desplegaron Lord Wellington y
el mariscal Soult en aquellas jornadas que malamente llamaron
algunos batalla de los Pirineos. Fueron por ambos lados muy acer-
tadas y bien entendidas las marchas y movimientos, ya perpendi-
culares ya en dirección paralela, que cada cual imaginó ó se vio
obligado á practicar, graduándose esta de parte muy importante
y difícil en el arte de la guerra, si bien adecuada para que el
hombre de profundo ingenio desdoble sus facultades empleadas á
la vez en percibir muchos objetos y en abrazar número grande de
combinaciones; sobre todo siendo como aquí el campo de la lid un
pais quebrado y montuoso, lleno de desfiladeros, tropiezos, tor-
nos y revueltas, en donde no es muy hacedero al general en gefe
obrar desembarazadamente y con voluntad exclusiva y pronta.


Pensaron ahora los aliados en apretar mas y mas el sitio de San
Sebastian. Suspendido este en julio emprendióse de nuevo el 24 de




LIBRO VIGÉSIMOTERGERO. 265


agosto haciendo propósito los ingleses de franquear g e c s t r e c n a u e
mas las brechas anteriores y abrir otra en el semiba- nuevo a san s e -
luarte de Santiago á la izquierda del frente principal. 1 1 < l s l"m•
Para ello aumentaron baterías en el istmo y también al otro lado
del Urumea. Igualmente desembarcaron fuerzas en la isla de Santa
Clara, roca erguida á la boca del puerto, y la tomaron, como
asimismo á unos treinta soldados que la guardaban.


Apareciendo ya entonces buenas y practicables las brechas,
dispúsose todo para dar el asalto el 31 de agosto. Las once de la
mañana eran y hora de la baja marea cuando salieron de las trin-
cheras las columnas de ataque. Fue este impetuoso recibiéndole los
enemigos serena y briosamente. Larga y reñida contienda se trabó
con visos ya de malograrse para los aliados, si á di- L» asaltan ios
cha no se hubiese prendido fuego á un acopio de ma-
terias combustibles almacenadas cerca de la brecha, causando tal
estampido y retumbo que se sobrecogieron los enemigos y espanta-
ron , aprovechándose de ello los anglo-portugueses para apode-
rarse de la cortina y meterse dentro de la ciudad. Retiráronse
apriesa los franceses y se refugiaron en el castillo , cogiendo los
aliados unos 700 prisioneros. Tuvieron los sitiadores mas de 500
muertos y sobre 1,500 heridos: contóse entre los primeros al ilustre
ingeniero sir Ricardo Fletcher, principal trazador de las lineas de
Torres-Vedras. Con la lluvia y el humo denso oscurecióse la tarde
del 3 1 : por el contrario la noche que brilló clara y res- L a entran
plandeciente, si bien con llamas lúgubres encendidas a í ¡ ' * r u e r z a -
quizá ó al menos atizadas por el vencedor desalumbrado y per-
dido.


Melancolízase y se estremece el ánimo solo al re-
. , , , , . , Se Incendia y


cordar escena tan lamentable y trágica, á que no die- ta saquean ios
ron ocasión los desapercibidos y pacíficos habitantes, a °sio-portu B ue-
que alegres y alborozados salieron al encuentro de los
que miraban como libertadores, recibiendo en recompensa amena-
zas , insultos y malos tratos. Anunciaban tales principios lo que te-
nían aquellos que esperar de los nuevos huéspedes. No tardaron
en experimentarlo comportándose en breve los aliados con San Se-
bastian como si fuese ciudad enemiga, que desapiadado y ofendido
conquistador condena á la destrucción y al pillage. Robos , violen-
cia, muertes, horrores sin cuento sucediéronse con presteza y
atropelladamente. Ni la ancianidad decrépita , ni la tierna infancia
pudieron preservarse de la licencia y desenfreno de la soldadesca,
que furiosa forzaba á las hijas en el regazo de las madres, á las
madres en los brazos de los maridos, y á las mugeres todas por
do quiera. ¡ Qué deshonra y atrocidad!!! Tras ella sobrevino al
anochecer el voraz incendio; si casual, si puesto de intento, igno-
rárnoslo todavía. La ciudad entera ard ió , solo 60 casas se habían
desfruido durante el sitio: ahora consumiéronse todas excepto 40,




266 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de 600 que antes San Sebastian contaba. Caudales, mercadurías ,
papeles, casi todo pereció , y también los archivos del consulado
y ayuntamiento , precioso depósito de exquisitas memorias y anti-
güedades. Mas de 1,500 familias quedaron desvalidas, y muchas,
saliendo como sombras de en medio de los escombros, dejábanse
ver con semblantes pálidos y macilentos , dasarropado el cuerpo y
martillado el corazón con tan repetidos y dolorosos golpes. Ruina
y destrozo que no se creyera obra de soldados de una nación aliada,
europea y culta , sino estrago y asolamiento de enemigas y salva-
ges bandas venidas del África. Las autoridades españolas pusieron
sus clamores en el cielo, y el ayuntamiento y muchos vecinos reu-
nidos en la comunidad de Zubieta elevaron á Lord Wellinglon
enérgicas y sentidas, aunque inútiles, representaciones ; lo mismo
que al gobierno supremo de la nación: siendo dignas de inmortal
memoria las actas de tres sesiones que se celebraron en aquel sitio
dirigidas á enjugar las lágrimas de tantos infelices, y á poner algún
remedio en tales desdichas y á tan acerbos males. Pues no des-
mayados ni abatidos los que alli acudieron , no solo emplearon sus
tareas en tan laudable y santo objeto, sino que quisieron también
hacer que de entre sus cenizas renaciese la ciudad, á ejemplo de lo
que practicaron sus mayores con el antiguo y arruinado pueblo de
Óeaso en los siglos XII y XV, reinando Don Sancho el Sabio de
Navarra y los Reyes católicos. Reedificóse ahora San Sebastian
en pocos años á expensas de los moradores y á impulso de sus in-
fatigables esfuerzos , siguiéndose en su construcción una nueva y
hermoseada traza , con lo que volvió á levantarse aquella ciudad
mas galana, elegante y bella.
cuano ejército Pensaron los franceses en socorrer á San Sebastian


español. desde el momento en que por agosto se renovó el
asedio, intentando verificarlo por donde estaba el cuarto ejército,
que tenia ya otro general en gefe en lugar de Don Francisco Ja-
vier Castaños (que aunque ausente continuaba antes siéndolo), y
destinado también á Cataluña el que hacia sus veces Don Pedro
Agustín Girón. Sucedió á ambos Don Manuel Freiré, que tomó po-
sesión el 9 de agosto en Oyarzun, quedándose asimismo Girón por
acá al frente del ejército de reserva de Andalucía, de resultas de
haber partido para Córdoba con licencia temporal el conde del
Abisbal aquejado de antiguas dolencias.


Donde se A la sazón situábase el cuarto ejército en los parages
acantona. donde antes, si bien mas avanzado hacia la frontera,


hallándose la tercera división en los campos de Sorueta y Enaco-
leta, parte de la quinta en San Marcial, y la séptima en Irun y
Fuenterrabía. Eran estos los puntos de la primera estancia. A reta-
guardia formaban segunda línea ó reserva detras de la tercera
división, ó sea derecha, la de Don Francisco Longa y dos brigadas
de la cuarta división británica, que ocupó unas alturas al diestio




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 267


lado del monte de Aya muy elevado, y como nudo que enlaza las
cordilleras de Guipúzcoa y Navarra. Púsose en Lesaca una brigada
portuguesa, y por la izquierda y á espaldas de Irun permaneció
la primera división británica del cargo del mayor general Howard
y la brigada del Lord Aylmer.


Despuntaban ya los arreboles de la mañana cuando Acción de s a n
se presentaron los enemigos el 31 de agosto con gran- Marcial,
desfuerzas en los vados de Socoa y Saraburo para pasar con rapi-
dez el Bidasoa por el último, como lo verificaron arrollando los
puestos avanzados de los españoles, y posesionándose de la altura
de lrachával, punto arbolado y por lo tanto propio para ocultar las
columnas de ataque y moverlas encubiertamente. Preparáronlo asi
amagando por su derecha á San Marcial, via del monte de los Lo-
bos , y procurando por su izquierda apoderarse de la posición im-
portante de Soroya, penetrando para ello en la cañada de Ercuti.
Aqui malógreseles su propósito, rechazándolos completamente el
regimiento de voluntarios de Asturias, el primero de tiradores cán-
tabros y algún otro que los ayudó. Mas felices en un principio
hacia San Marcial también cedieron..'. fin, acudiendo el regimiento
deLaredo y nuevos refuerzos; por loque tornaron escarmentados
al punto de donde habian partido.


Nuevos ataques, pero igualmente infructuosos, repitió el francés
para apoderarse de Soroya; con la desgracia no obstante para nos-
otros de que en una arremetida que dio el regimiento de Asturias
cayó muerto su coronel Don Fernando Miranda, esforzado mozo
que lloraron muchos, doliéndose todos de que desapareciese en flor
tan preciosa vida.


Temprano aun en la mañana echaron los enemigos al amparo de
la artillería, que tenían plantada á la derecha del Bidasoa en la
altura que lleva el nombre de Luis XIV, un puente volante junto
al parage llamado de las Nasas, por el que habiendo atravesado
aceleradamente sus columnas, trataron estas de penetrar hasta el
puesto de San Marcial acometiendo el centro nuestro y parte de la
derecha; pero repeliólas con valor sumo hasta desgalgar á sus sol-
dados la falda abajo la primera brigada de la quinta división, á
cuya cabeza iba su comandante general el intrépido cuanto desdi-
chado Don Juan Diaz Porlier; habiendo también sostenido la ma-
niobra el segundo batallón de marina que acudió al socorro desde
la eminencia de Portó.


Atacar este punto y toda la izquierda de los españoles fue la
última tentativa que hicieron los enemigos en aquella jornada.
Guarnecíale principalmente la segunda brigada de la tercera divi-
sión que regia Don José María Ezpeleta, quien recibió de firme y
con serenidad á un sin número de cazadores que apoyados en dos
columnas de infantería le arremetieron vivamente. Apoderáronse
sin embargo algunos de los contrarios en el primer ímpetu de las




268 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


barracas de un campamento establecido en una de aquellas cimas;
mas concurriendo á tiempo la cuarta división, y cooperando no
menos la primera de Porlier con el segundo batallón de marina á
las órdenes ahora todos de Don Gabriel de Mendizábal, arrollaron á
los franceses, y los acosaron en tanto grado que expelidos de todos
los puntos y también del de Portó que, cerraba por allí la linea,
comenzaron á repasar el r io , hostigados siempre por nuestras tro-
pas. Distinguiéronse en este trance, ademas de los ya expresados,
los regimientos de Guadalajara, segundo de Asturias y la Corona,
y en la última carga tres batallones de voluntarios de Guipúzcoa que
guiaba Don Juan Ugartemendia. También brilló la segunda com-
pañía de artilleros manejada por Don Juan Loriga.


Al propio tiempo que el enemigo se replegaba por el puente de
las Nasas, abandonó igualmente en nuestra derecha el monte de
Irachával y cruzó el Bidasoa por el vado de Saraburo, no sin moles-
lia, hinchándose ya el rio con la lluvia que empezó á la larde, y
arreció después extraordinariamente.


No dejaron tampoco los franceses de amenazar hacia los vados
superiores, y aun de atacar por el extremo de la derecha espa-
ñola enfrente de donde se alojaba la novena brigada portuguesa ;
en ayuda de la cual envió Wellington al general Inglis, quien, re-
forzado ademas, y mejorado que hubo de estancia colocándose en
las alturas vecinas á San Antonio, impuso respeto á los enemigos
obligándolos á desistir de su porfía.


victoria que Vencidos pues los franceses en todos los puntos y
consiguen ios es- rechazados hasta dentro de su territorio, tuvo re-
panoies. mulé esta acción del 31 de agosto muy gloriosa para
los españoles, y que dirigió con acierto Don Manuel Freiré. La
llamaron de San Marcial del nombre de la sierra asi dicha : sierra
aciaga en verdad para el extrangero, como lo atestigua la ermita
que se divisa en su cumbre, fundada en conmemoración del gran
descalabro que padecieron alli los franceses el dia de aquel santo
y año de 1522 en un combate que les ganó Don Beltran de la Cue-
va , primogénito de los duques de Alburquerque.


Perdieron los españoles en esta jornada entre muertos y heri-
dos 1,658 hombres , mas los franceses; muy pocos los anglo-lu-
sitauos, no habiendo apenas tomado parte en la acción. Lord
Wellington se presentó solo á lo último, excitando su vista gran
entusiasmo y aclamaciones en los españoles, de cuyas tropas
dijo aquel general c se habian portado en San Marcial cual las me-
«jores del mundo. »


Firme no obstante se mantuvo aun el castillo de
liados el castillo San Sebastian desechando el general Rey proposi-
ítánSan S e b a s ciones que le hicieron los aliados el 3 de setiembre;


por lo cual resolvieron estos avivar sus ataques y car-
gar de recio. Para ello empezaron el 5 por tomar el convento de




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 269


Santa Teresa, contigua su huerta al cerro del castillo, y desde
donde por las cercas molestaban los enemigos á los sitiadores.


Terminadas después las baterías de brecha, y en
especial una de 17 piezas que ocupaba el terraplén e r n
del hornabeque de San Carlos, descubriéronse el 8 los fuegos,
asestándolos el inglés contra el castillo y las obras destacadas del
mirador y batería de la Reina, y contra otras defensas situadas por
bajo : 59 cañones, morteros y obuses vomitaron á la vez destruc-
ción y estrago, de manera que no pudiendo el enemigo aguantar
su terrible efecto, tremoló á las doce del mismo día 8 bandera
blanca, capitulando en seguida. De toda la guarnición restaban vi-
vos solo 80 oficiales y 1,756 soldados : los demás hasta 4,000 habían
perecido en la defensa de la plaza y del castillo. Costó á los ingle-
ses el sitio 2,490 hombres entre muertos , heridos y extraviados.


Vese cuan próspera se mostraba la fortuna á los Estado de
nuestros por esta parte : no tanto por Cataluña. Deja- Cataluña,
mos á Lord Bentinck, al finalizar julio, sitiando á Tarragona con
la división de Whíttingham y la primera de! tercer ejército, apos-
tadas las otras en las inmediaciones. La plaza quedó del todo em-
bestida el I o de agosto. También se avecindó allí el general
Copons con su ejército, y molestó á los franceses en sus comuni-
caciones , y les destruyó ó atajó sus subsistencias.


Provecho de este género resultó de la súbita acó- Reencuentro en
metida que al abrir el alba del 7 de agosto dio Don sadumi.
José Manso á un batallón de italianos que custodiaba en San Sa-
durní los molinos que en grande abundancia suministraban harinas
á los contrarios. Había aquel coronel querido antes sorprender un
convoy que Suchet enviaba la vuelta de Villafranca; pero en-
contrando dificultades en su realización, limitóse á la otra empresa
tan feliz en su remate que solo se salvaron 500 de los 700 italianos
apostados en San Sadurni. Los demás fueron ó muertos ó prisio-
neros, inutilizando Manso los molinos, y apoderándose de gran por-
ción del acopio de harinas que en aquel sitio había, repartidas las
otras entre los paisanos.


Urgía á Suchet socorrer á Tarragona, anhelando socorren yvue-
sobre todo no cayese en poder de sus contrarios el l a n ios franceses
gobernador Bertoletti y 2,000 hombres que guarne- a T a r r a g 0 " a
cían la plaza. Ibase sin embargo despacio, y aguardó á que se le
juntasen con golpe de gente los generales Decaen, Maurice Mathieu
y Maximiliano Lamarque, cuyas fuerzas juntas ascendían á 30,000
hombres, inferiores tal vez en número á las de los aliados, pero
superiores en calidad, siendo compactas y mas aguerridas. Por
eso Lord Bentinck procedía también detenidamente, receloso de
algún contratiempo. Los enemigos viéndose reunidos determinaron
avanzar, yendo Decaen la vuelta de Valls y del Francolí, y el ma-
riscal Suchet por el camino de Vendrell y Altafulla. Colocóse Lord




270 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Bentinck en orden de batalla delante de Tarragona; mas no con
ánimo de combatir, retirándose en la noche del 15.


Le siguieron los franceses durante los dias 16 y 17 hasta los
desfiladeros del Hospitalet que no franquearon, pensando solo Su-
chet en demoler y evacuar á Tarragona. Llevólo á efecto haciendo
volar en la noche del 18 el recinto antiguo y las demás fortifica-
ciones que quedaban aun en pie, pereciendo y desmantelándose
aquella plaza, célebre ya desde el tiempo de los romanos. Berto-
letti salió con sus 2,000 hombres y se incorporó á su ejército, que
se reconcentró en la línea del Llobregat.


La división española del segundo ejército , la cual
a r s ' 6 ' regia Don Pedro Sarsfield, metióse al día siguiente


en medio de aquellas ruinas, y empezó á querer descombrar el
recinto, posesionándose desde luego de cañones y otros aprestos
militares que se conservaron no obstante el casi universal destrozo
de las fortificaciones. Quedó en Reus y Valls la división de Whit-
tingham, si bien parte acompañó al Ebro a! tercer ejército, y
volvió á avanzar Lord Bentinck-situándose en Villafranca, ayudado
por su izquierda del general Copons apostado en Martorell y San
Sadurni.
Tercer ejercito Recogióse á la derecha del Ebro el tercer ejército,


en n Ebro. yendo desde las inmediaciones de Tarragona por Ti-
visa y Mora la primera y segunda división bajo del principe de
Anglona, y la tercera con artillería, bagages y algunos ginetes por
Amposta á las inmediatas órdenes del general en gefe duque del
Parque. Tenia este para verificar el paso solo una balsa y cuatro
botes, por lo que no pudo trasportarse con la deseada rapidez á la


Reencuentro margen derecha, no obstante lo mucho que al intento
que tiene. s e t r a o a j 0 e n los días 17 y 1 8 , dando vagar á que


el 19 , saliendo el general Robert de Tortosa, hiciese una fuerte
arremetida que hubo de costar caro. Reprimióse sin embargo al
francés, y consiguió el duque pasar con sus tropas el rio sin parti-
cular quebranto.


Se acantonaron las divisiones que componían este ejército á la
distancia de algunas leguas del Ebro, revolviendo después el prin-
cipe de Anglona con la primera sobre Tortosa. La razón que hubo
para el retroceso del tercer ejército provino de una determinación
Pasa a x a r a r r a . de Lord Wellington, enderezada á que dichas fuerzas


se trasladasen á Navarra y se juntasen con las que alli
lidiaban. Empezaron por tanto su marcha llegando á Tudela al
promediar setiembre, de donde parte de ellas se dirigió á reforzar
el bloqueo de Pamplona, teniendo á su frente al príncipe de An-
glona , quien á poco lomó el mando de todo aquel ejército, can-
sado el duque del Parque y afligido de achaques.


Llenaron el hueco que dejaba este ejército en Cataluña otras
divisiones del segundo, ademas de la de Sarsfield, no ocupadas en




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 271


el bloqueo de las plazas y fuertes del reino de Valencia, yendo á
estrechar el de Torlosa la quinta, que capitaneaba Don Juan Martin
el Empecinado.


Entre tanto habíase afirmado Suchet en su línea del S u L . h e t e n e ,
Llobregat, fortificando la cabeza del puente de Molins L iooreja i
de Rey, y construyendo varios reductos á la izquierda de aquel rio.
Formaba la vanguardia el general Slesclop y observaba ambas
orillas, encomendándose el lado de Martorell á un batallón prote-
gido por un escuadrón de húsares. Tuvo esta fuerza algún descuido
de que se aprovechó Don José Manso, muy diligente en su caso
aunque hombre de espera, dando de sobresalto en ellos el 10 de
setiembre en Palleja y desbaratándolos. Rechazó igualmente á otros
que vinieron en ayuda de los primeros, mejorada su posición y muy
afianzada.


Ni Bentinck desamparó tampoco á Villafranca y Bentmck <•»
pueblos de enfrente, apostando en el ventajoso y vni«fr*nca.
difícil paso de Ordal, distante tres leguas, al coronel Adams con
un trozo respetable de gente compuesto de un regimiento británico
y de otro calabrés y de una brigada de lá división española de
Sarsfield, que mandaba Don José de Torres. Colocóse á este en la
izquierda con dos compañías inglesas, y en lo alto de la eminencia
llamada la Cruz de Ordal á los calabreses, metidos en un reducto
antiguo y dueños de cuatro cañones pequeños, alojándose en la de-
recha lo que restaba de fuerzas inglesas.


Discurrió Suchet atacar este punto y aventar de alli ^
álos aliados, para lo que se concertó con Decaen. No
era fácil la empresa, siendo Ordal escarpado sitio con avenida que
culebrea por largo espacio y ciñen vecinos cerros. Asi fue que tomó
el mariscal francés las correspondientes precauciones, pareciéndole
la mas oportuna acometer de repente y de noche á los aliados con
propósito de sobrecogerlos.


Se trabó la pelea en la noche del 12 al 1 3 , habiendo lanzado el
general Mesclop, que se hallaba á la cabeza de la columna del ge-
neral Harispe, muchos tiradores apoyados de otra fuerza contra la
izquierda aliada, en donde se apostaban los españoles, que tenian
también parte de su gente en el camino real. Vanos fueron por dos
veces los ímpetus del enemigo, estrellados en el valor y serenidad
de nuestros soldados. Generalizóse en breve el fuego por toda la
línea, con la desgracia de quedar herido á poco gravemente el co-
ronel Federico Adams, por lo que recayó el mando en Don José
de Torres. Renovando los enemigos esforzadamente su ataque,
desalojaron á los nuestros de un puesto importante que se recobró
luego; debiéndose en particular el triunfo á los granaderos y ca-
zadores de Aragón, á dos compañías inglesas, y á los tiros de
metralla de la artillería británica en la Cruz de Ordal. Pero frus-
tradas al francés sus tentativas por este lado, ideó otra sobre la




272 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


derecha que amparaban los ingleses destacando en contra suya la
división de Habert , la cual logró su objeto, distinguiéndose el co-
mandante Bugeaud con el batallón 116 que arrolló brioso é los
que se le oponian. Entonces tuvieron también que ciar los de la
izquierda y centro, y tomaron hacia San Sadurní en busca de las


s u c e s o s fuerzas del general Copons que andaban por allí y
posteriores. p 0 r Martorell. Los españoles se unieron á los suyos,


mas no los calabreses, que encontrándose con tropas de Decaen
que avanzaban por la derecha de Suchet, retrocedieron, logrando
sin embargo cruzar el camino real de Barcelona y embarcarse en
Sitges con la buena ventura de no encontrar al paso con Suchet ni
con gente de su ejército. Perdieron si los cañones, mas no los
extraviados, que consiguieron incorporarse con Don José Manso.
Los restos de la derecha aliada del cuerpo lidiador en Ordal se
unieron á Bentinck, quien avanzó al ruido de la contienda trabada.
Pero no fue muy allá, tornando atrás luego que supo el infeliz
desenlace. Tampoco Suchet porfió en el perseguimiento, ya por-
que tardó en adelantarse el general Decaen con quien contaba,
entretenido por los calabreses y Don José Manso, ya porque ad-
virtiendo firmeza en el ademan de Bentinck, y por haber sido
escarmentados sus ginetes en una refriega con los británicos, no
creyó prudente empeñar nueva acción. No hubo después ninguna
otra de importancia, replegándose al Llobregat el mariscal Suchet
y los aliados á Tarragona, cuyo gefe Bentinck dejó en breve el
mando, trasladándose otra vez á Sicilia.Sucedióle sir Guillermo
Clinton, esclarecido general y de fama bien adquirida.


A pesar de vaivenes y desengaños de la suerte varia y aun ad-
versa en Cataluña, no se siguió á España grave perjuicio , asi pol-
los trofeos cogidos en otros lugares, como también por los señala-
dos acontecimientos que á la propia sazón ocurrieron en Alemania.


Estado de los Eclipsábase alli cada vez mas la estrella en otro
negocios en Ale - tiempo tan resplandeciente y clara del emperador Na-
m m , s ' poleon. Porque si bien brilló de nuevo en los campos
de Lutzen, Bautzen y Wurtchen, no fue sino momentáneo su
esplendor, y para ocultarse y desaparecer del todo sucesiva y


Armist ic io lamentablemente. Habíase firmado un armisticio el 4
de r iesswitz . de junio eú Plesswitz entre las potencias beligerantes,


estipulando ademas el Austria en Dresde el 30 del propio mes una
convención con la Francia, en la que ofrecía su mediación, y á cuyo
efecto debía reunirse un congreso en Praga , prolongándose hasta
el 10 de agosto el armisticio pactado. Dificultades sin número se
opusieron á la pacificación general, nacidas ya de los aliados, que
mal contentadizos con los favores de la fortuna querían sacar mayor
provecho de sus anteriores lauros, ya de Napoleón, que avezado á
dominar siempre y á dictar condiciones, no se avenía á recibirlas,
temiendo descender mal parado de la cumbre de su poderío y gran-




LIBRO' V1GÉSIMOTERCERO. 275
deza. Por tanto rompióse el armisticio, y uniéndose R < m ^
el Austria á la confederación europea, declaró la guerra , o m P t o e
á la Francia el 12 de agosto de 1815 sin que los vínculos de la san-
gre que enlazaban á las familias reinantes de ambos estados bastasen
á detener el movimiento bélico, ni á trocar frias re- Vaese e i A n s t r l a i
soluciones de la desapegada política. Las que tomó en a l o s a l i a d 0 3 -
este caso el augusto suegro de Napoleón acabaron de inclinar la
balanza de los sucesos del lado de la liga europea. Ventura sobre
todas esta que confortaba los ánimos de los españoles, creciendo
en ellos la esperanza de ver concluida pronta y felizmente la lucha
de la independencia; como afianzado también el establecimiento
de las nuevas reformas, á lo menos de aquellas que se conceptua-
sen mas útiles y necesarias.


Tras de lograr objeto tan importante caminaban afanadas las
corles generales y extraordinarias , llevando en las cortes y sn
discusiones el anterior rumbo con mayoría casi igual r " m 0 ° -
aunque no siempre tan numerosa y compacta; allegándose al
partido opuesto á las mudanzas muchos diputados de los última-
mente elegidos por las provincias que iban quedando libres de la
dominación extraña : en donde una porción considerable de las
clases que se creían perjudicadas por las reformas ó recelaban del
porvenir, había influido poderosamente en las elecciones con no-
table daño de la opinión liberal.


Equilibráronse principalmente los dictámenes al _. .
^ ' r . f Discusión 50 -


exammarse en las cortes si convenía o no trasladar »re trasladarse a
á Madrid el asiento del gobierno : cuestión que pro- M a d n U -
movida en 1812, se renovó ahora con visos de mejor éxito, obrando
de concierto en el asunto diputados de sentir muy diverso en otras
materias, unos por agradar á sus poderdantes que eran de las
provincias de lo interior, muy interesadas en tener cerca al go-
bierno y las cortes ; otros por alejar á estas del influjo , en su en-
tender pernicioso , de los moradores de Cádiz declarados del todo
en favor de mudanzas y nuevos arreglos.


Dio en la actualidad impulso al negocio una exposición del ayun-
tamiento de Madrid, atento este á las ventajas que reportaría aquel
vecindario de la permanencia allí del gobierno, y temeroso igual-
mente de que se escogiese en lo sucesivo otro pueblo para cabecera
del reino. Dictamen á que se inclinaban varios diputados, y del
que en todos tiempos han sido secuaces hombres muy entendidos
y de estado. Porque en efecto notable desacuerdo fue sentar en
Madrid la capital de la monarquía, cuando el imperio español
abrazando ambos mundos contaba entre sus ciudades no solo ya
á la bella y opulenta Sevilla, sino también á la poderosa y bien si-
tuada Lisboa : emporios uno y otro de comercio y grandeza, mas
propios á infundir en el gobierno peninsular sanas y generosas
ideasdeeconomía pública y administración que un pueblo fundado


ni. 18




274 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


en pais estéril, nada industrioso, metido muy tierra adentro , y
compuesto en general de empleados y clases meramente consumi-
doras.


La exposición del ayuntamiento de Madrid pasó á informe de la
regencia y del consejo de estado , y ambas corporaciones opinaron
que por entonces no se moviese el gobierno de donde estaba : dueño
todavía el enemigo de las plazas de la frontera y con posibilidad,
en caso de algún descalabro, de volver á intentar atrevidas incur-
siones obligando á las autoridades legitimas á nuevas y peligrosas
retiradas. Juicioso parecer que prevaleció en las cortes, si bien des-
pués de acalorados debates; aprobándose en la sesión del 9 de
agosto lo propuesto por la regencia, reducido : I o á que no se fijase
por entonces el dia de la mudanza; y 2 o á que cuando esta se ve-


se anata ía rificase fuese solo á Madrid: con lo que, sin desagradar
traslación. a | o s vecinos de la antigua capital del reino, tratóse


de serenar algún tanto á los de Cádiz, muy apesadumbrados é in-
quietos por la traslación proyectada.


otros delates Mas ni aun asi aflojaron en su intento los diputados
sobreíamateria. q u e | a deseaban , proponiendo en seguida uno de ellos
que las sesiones de las cortes ordinarias, cuya instalación estaba
señalada para I o de octubre, se abriesen en Madrid y no en otra
parte. Tan impensado incidente suscitó discusión muy viva y tal
que al decidirse el asunto resultó empatada la votación. Preveía
semejante caso el reglamento interior de las cortes, ordenando para
cuando sucediese, que se repitiera el acto en el inmediato dia, lo cual
se verificó quedando desechada la proposición por solos 4 votos
pasando de 200 el número de vocales. Aunque ufana la mayoría con
el triunfo, recelábase de la maledicencia, que muy suelta esparcía
la voz de que los diputados de las extraordinarias querían eterni-
zarse en sus puestos. Para desvanecerla é imponer silencio á tan
falso y mal intencionado decir, hicíéronse varias proposiciones,
enderezadas todas ellas, y en particular una del señor Mejía, á re-
mover estorbos para acelerar la llegada de los diputados sucesores
de los actuales. Laudable conato, bien que inútil para acallar las
maliciosas pláticas y fingidos susurros de partidos apasionados;
siendo la mas acomodada y concluyente respuesta que pudieron dar
las cortes á sus detractores el modo con que se portaron cerrando
sus sesiones al debido é indicado tiempo.


Eidipmado En estos debates continuaron distinguiéndose al-
Aniiuon. gunos diputados de los que no habían asistido á las


cortes extraordinarias en los dos primeros años. Descolló entre
todos ellos Don Isidoro Antillon, de robusto temple, aunque de salud
muy quebrantada, formando especial contraste las poderosas fuer-
zas de su entendimiento con las descaecidas y flacas de su cuerpo
achacoso y endeble. Adornaban á este diputado ciencia y erudición
bastante, no menos que concisa y punzante elocuencia, si bien con




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 275
asomos alguna vez de impetuosidad tribunicia que no á lodos gus-
taba. Fueron muy contados sus dias, que abreviaron inhumanamente
malos tratos del feroz despotismo.


Otras medidas de verdadera utilidad común, y en V a r i a s m c i i j a i ¡
que rara vez despuntó notable disenso, ocuparon tam- UUM de ia S cor-
bien por entonces á ¡as cortes extraordinarias. La
agricultura y ganadería estante recibieron particular fomento en
virtud de un decreto de 6 de junio de este año, en que se permi-
tió cerrar y acotar libremente á los dueños las dehesas, heredades
y demás tierras de cualquiera clase que fuesen, dejando á su arbi-
trio el beneficiarlas á labor ó pasto como mejor les acomodase.
Igual licencia y franquía se dio respecto de los arrendamientos, pu-
diendo concluirse estos á voluntad de los que contrataban, y obli-
gando su cumplimiento á los herederos de ambas partes, por cuya
disposición desaparecían los niales que en el caso se originaban de
las vinculaciones, según las cuales la fuerza y conservación de la
escritura ó contrato no dependían de la ley, sino de la vida del
propietario y del buen ó mal querer del sucesor: prendas frágiles
y muy contingentes de duración ó estabilidad. Decretaron asi-
mismo las cortes se fundasen escuelas prácticas de agricultura y
economía civil, no de tanto provecho como imaginan algunos ; de-
biéndose el progreso de la riqueza pública antes que á lecciones y
discursos de celosos profesores, al conato é impulsión del ínteres
individual y al estado de la sociedad y sus leyes.


Ni descuidaron aquellas ventilar al mismo tiempo la espinosa
cuestión de la propiedad de los escritos; derecho de particular ín-
dole muy necesario de'afianzar en los paises cultos, sobre todo en
los que se admite la libertad de la imprenta, con la cual concuerda
maravillosamente, sirviendo de resguardo á las producciones del
ingenio. Para no privar á este del fruto de su trabajo y desvelos,
ni poner tampoco al público bajo la indefinida dependencia de he-
rederos quizá indolentes, fanáticos ó codiciosos, declararon las
cortes ser los escritos propiedad exclusiva del autor, y que solo á
él ó á quien hiciere sus veces pertenecía la facultad de imprimir-
los, conservándola después de su muerte á los herederos, si bien
á estos por espacio de solos diez años. Se daba el de cuarenta á
las corporaciones por las obras que compusiesen ó publicasen,
contados desde la fecha de la primera edición.


Habíanse abolido ó modificado ya antes, según apuntamos, va-
rias disposiciones y prácticas en lo criminal, repugnantes á la opi-
nión y luces del siglo. Prosiguióse después en el mismo afán, qui-
tando la pena de horca, y sustituyendo á ella la de garrote, con
supresión total de la de azotes, infamatoria y vergonzosa. Loables
tareas que tiraban á suavizar las costumbres, y á introducir me-
joras dignas de un pueblo culto.


Mereció la hacienda peculiar atención de las cortes extraordi-




276 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


„ , . ' narias en los últimos meses de sus sesiones. Habíase
Resoluciones de . . . . ,


las mismas en dado la incumbencia de este ramo a dos comisiones
hacienda. suyas, una especial encargada de todas las materias
pertenecientes al crédito público, y otra llamada extraordinaria
que debia examinar los presupuestos y extender un nuevo plan de
contribuciones y administración. Principió esta por dar cuenta el


E I diputado 6 de julio de sus trabajos en la última parte, leyendo
porcei. u n informe, obra del señor Porcel, vocal que llegado


también de los postreros como el señor Antillon, colocóse en breve
al lado de los mas ilustres por su saber, y por ser hombre de gran
despacho y muy de negocios. Trataba en su dictamen la comisión
mas que de todo, de uniformar en el reino y simplificar las con-
tribuciones muchas y enredosas, de varia y opuesta naturaleza y
muy diversas en unas provincias respecto de otras. No descendía
sin embargo á todos los pormenores de tan intriqcado asunto,
contentándose con dividir para mayor claridad en cuatro clases las
rentas existentes mas principales ; á saber : I a las eclesiásticas, asi
llamadas, no porque en realidad lo fuesen, sino por traer origen
de las destinadas á mantener el culto y sus ministros ,• 2 a las de
aduanas, que se distinguían bajo el nombre de rentas generales;
3 a las provinciales ó sean alcabalas, cientos y millones; y 4 a las
estancadas. La 5 a y 4 a clase eran como desconocidas en las pro-
vincias Vascongadas y en Navarra : lo mismo en Aragón la 5 a , su-
pliéndose el hueco en cada uno de sus reinos respectivamente con
la contribución real, el catastro, el equivalente y la talla. Quería
la comisión medir por la misma regla á España toda, igualando
los impuestos; á cuyo fin proponía un plan en gran parte nuevo,
creyéndole conducente al caso. Según su contexto manteníase la
I a clase de impuestos; y limitándose en la 2 a á recomendar un
cuerdo y periódico arreglo de aranceles y derechos, recaía la re-
forma esencialmente sobre la 3 a y 4 a , esto es, sobre las rentas
provinciales y estancadas. Suprimíanse ambas, y se establecía en
lugar de las primeras una contribución única y directa, debiéndose
reemplazar las segundas con un recargo á la entrada y salida de
los géneros en las costas y fronteras, y con un sobreprecio al pie
de fábrica cuando estas fuesen propiedad del estado.


Bienes sin duda redundaban al reino entero del nuevo plan,
mayormente en la parte en que se igualaban los gravámenes, tan
pesados antes en unas provincias respecto de otras. Pero pecaba
aquel de especulativo en adoptar una contribución directa y única,
mirada de reojo por los pueblos, poco aficionados á pagar á sa-
biendas sus cargas y obligaciones; de lo que convencidos los go-
biernos expertos prefirieron gravar al contribuyente en lo que
compra mas bien que en lo que produce , y confundir asi el im-
puesto con el precio de las cosas. Fuera de eso justo es se advierta
que siguiendo los impuestos indirectos en el curso de sus valores




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 277
Jas mutaciones y variedades de la industria, crecen aquellos ó
menguan al son de esta, sin perjudicarlas notablemente, ni andar
encontrados los ingresos del erario con la prosperidad pública.


Acrecíanse en el plan de la comisión los males que son inheren-
tes á los tributos directos por recaer el suyo no solo sobre la renta
de la tierra, sino también sobre las utilidades de la industria y del
comercio, enmarañada selva de dificultosas averiguaciones : aña-
diéndose para mayor daño la falta de un catastro bien individua-
lizado y exacto, por no consentir la premura del tiempo y las cir-
cunstancias de entonces la formación de otro nuevo, tarea larga y
de dias sosegados. Motivo que obligó á adoptar por base del re-
parto el censo de la riqueza territorial é industrial de 1799, publi-
cado en 1803, imperfeclisimo y muy desigual, en que se mezcla á
menudo y confunde el capital con los rendimientos, y se juzga
como á tientas de los productos y valores de las diversas provin-
cias del reino.


En la materia no solo los gobiernos y hombres prácticos, según
arriba hemos dicho, pero aun los economistas teóricos, al modo
de Smith y Say, suelen graduar de error el establecimiento de una
contribución directa y exclusiva, prefiriendo á la aparente y enga-
ñosa sencillez de esta una combinación proporcional y bien ajustada
de varios impuestos : razón por la que se opuso discretamente
Necker á refundir en uno los veintinueve de que habla en sus escri-
tos, resultando á Francia de no haberle escuchado gran trastorno
en la hacienda; bien que con la dicha aquel reino de volver en sí
años adelante, y adoptar á tiempo un concertado plan de imposi-
ciones de diversa índole; amaestrado su gobierno á costa de su
propia y fatal experiencia.


Disculpábase ahora en España la introducción de un impuesto
directo y único con estar destruidos y sin fuerza, á causa de la
guerra, casi todos los antiguos, y no considerarse el nuevo sino á
manera de provisional, en tanto que se meditaba otro mejor y mas
completo, llevando ya el último la ventaja de igualar desde luego
á todas las provincias del reino en la cuota y distribución de sus
respectivas cargas. Suscitó en las cortes el plan de la comisión
extraordinaria largos debates, no escasos de saber y abundantes en
curiosas noticias; acabándose por aprobar aquel en sus principales
partes con gran mayoría de votos y general aplauso. Pero al esta-
blecerle tocáronse de cerca las dificultades, tantas y tan grandes que
nunca fue dado superarlas del todo; acarreando alas cortes la nueva
contribución directa malquerencia y mucho desvío en los pueblos.


La misma comisión extraordinaria de hacienda presentó el 7 de
setiembre el presupuesto de gastos y entradas para el año próximo
de 1814, remitido antes por el ministro del ramo; trabajo informe
y desnudo de los datos y pormenores que requiere el caso. Otros
presupuestos habían pasado del gobierno á las cortes después del




278 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
(|ue en 1811 había leído en su seno el señor Canga : pero ninguno
completo ni satisfactorio siquiera. Tampoco lo fue el actual, sub-
sistiendo los mismos obstáculos que antes para extenderle debida-
mente, pues no se alcanza tan importante objeto sino á fuerza de
años, de muchas y puntuales noticias, y de vagar y desahogo
bastante para examinarlas todas y cotejarlas con perseverancia y
juicioso discernimiento.


Ascendía el total de gastos á 950,000,000 de reales, consu-
miendo solamente el ejército 560,000,000, y 80,000,000 la marina.
Calculábase aproximadamente el total de la fuerza armada en
150,000 infantes y -12,000 caballos; y se contaba para cubrir los
gastos con las rentas de aduanas, las eclesiásticas y las que á
ellas solían andar unidas, cuyo producto se presumía fuese de
463,956,293 reales, debiendo llenarse el desfalco con la contribu-
ción directa que se sustituía ahora á las antiguas suprimidas.
Alegres pero someros cómputos que nunca llegaron á realizarse.


El día 8 aprobáronse ambos presupuestos apenas sin discusión;
sucediendo como en los de 1811 ser ningunos los gastos que pu-
dieran graduarse de superfluos por no merecer tal nombre los que
resultaban todavía de antiguos abusos ó de errores en la adminis-
tración. Nacia también el pronto despacho de no gustar aun mucho
las cortes de materias prácticas, saboreándose con las teóricas mas
fáciles de aprender y de mayor lucimiento si bien momentánea-
mente. Agregábase á esto el aguijón del tiempo que presuroso
corría y anunciaba ya el remate y conclusión final de las cortes
extraordinarias.


Por esta razón celebrábanse en aquellos dias sesiones de noche
para dejar terminados los trabajos pendientes de mas importancia,
con el que en la del mismo 7 de setiembre leyó la comisión espe-
cial de hacienda sobre la deuda pública. Habíanla reconocido solem-
nemente las cortes, conforme en su lugar dijimos, y nombrado
una junta que entendiese en el asunto; separando de intento esta
dependencia de las demás del ramo de hacienda, no como regla
de buena administración, sino como medio de alentar á Jos acree-
dores del estado, que chasqueados tantas veces, vivían en suma
desconfianza de todo lo que corriese inmediatamente por el mi-
nisterio y se pagase por tesorería mayor.


Antes había elevado ya á las cortes la misma junta un plan de
liquidación de la deuda, y otro de su clasificación y pago. Dio mar-
gen el primero á la publicación de un decreto con fecha del 15 de
agosto de este año en que se prescribían reglas á los liquidadores,
distinguiendo la deuda en anterior al 8 de marzo de 1808, y en
posterior; atendiendo principalmente en la última á todo Jo con-
cerniente á suministros, préstamos y anticipaciones de los pueblos
y particulares, cuyo reconocimiento, para evitar fraudes y vitupe-
rables abusos, exigía peculiar examen.




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 279


Respecto de la clasificación y pago de la deuda, obraron de
acuerdo la junta del crédito público y la comisión de las cortes : y
haciendo fundamento y diferencia, como para la liquidación, de
las dos épocas arriba insinuadas, distribuían toda la deuda en
deuda con ínteres y en deuda que no le gozaba, comprendiendo en
la primera, asi la procedente de capitales de amortización civil y
eclesiástica, como la de los que eran de disposición libre; y en la
segunda los réditos y sueldos no pagados con los atrasos y alcances
de tesorería mayor, no menos que lo relativo á suministros y anti-
cipaciones délos pueblos é individuos.


Señalábase á la deuda con interés el uno y medio por ciento de
rédito, durante la guerra con Francia y un año después; excep-
tuando los vitalicios que eran mejor tratados, y debiendo volver á
entrar la clase entera de acreedores de esta deuda en sus respecti-
vos y antiguos derechos en pasando aquel término. Destinábanse
para el pago arbitrios correspondientes.


La deuda sin interés aparecería por su nombre como cosa de
mala sonada, si no se supiese que bajo él se encerraban solo débitos
que nunca habian cobrado rédito alguno, ni contraídose por lo ge-
neral con semejante condición ni promesa. Se extinguía esta deuda
por medio de la venta de bienes nacionales, practicada no atrope-
lladamente ni de una vez, sino á pausas y conforme á un reglamento
que tenia que extender la junta del crédito público.


Otras distinciones y particularidades para la ejecución se especi-
ficaban en el plan, en las que no entraremos : debiendo sin em-
bargo advertir que no se incluian en este arreglo los empréstitos
y deudas de cualquiera clase, contraidos hasta entonces, ó que en
adelante se contrajesen con las potencias extrangeras.


Por muy defectuoso que fuese el presente plan, acarreaba venta-
jas , ofreciendo á los acreedores de la nación nuevas y mas seguras
prendas del pago de sus títulos: por lo que le aprobaron las cortes
en todas sus partes con leves variaciones. Su complicación y fallas
hubieran desaparecido con el tiempo y adoptádose al cabo reglas
mas justas y equitativas de reintegro y amortización, de lo cual
sabíase en España muy poco entonces.


Igualmente ordenaron las cortes por los mismos dias el cumpli-
miento de otra disposición muy útil al crédito en lo venidero,
yendo dirigida á la cancelación y quema de 6,401 vales reales que
paraban en poder de la junta del crédito público y le pertenecían.
Ejecutóse lo mandado, y en ello hicieron ver las corles aun mas
claramente cuan decididas estaban á no desautorizar sus promesas,
permitiendo circulasen de nuevo documentos amortizados ya;
como á veces se ha practicado en menosprecio de la buena fe y
honradez españolas.


Nombraron las corles en 8 de setiembre la diputación perma-
nente, la cual según la constitución había de quedar instalada en el




280 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Nombran las intermedio de unas cortes á otras; y aunque se anun-
córtes ia diputa- ciaba seria corto el actual, fuerza sin embargo era
d o n permanente. c u m p i ¡ r c o n a f , u e i artículo constitucional, teniendo la
permanente que presidir ya el 15 del propio mes las juntas prepa-
ratorias de las cortes ordinarias que iban á juntarse.


Siendo el 14 el dia señalado para cerrarse las ex-
c i erran las traordinarias, asistieron estas á un Te Deum cantado


cortes e i t r a o r - i i i • i , i i i


diñarías sos s e - en la catedral volviendo después al salón de sus sesio-
s


S e ™ e m b r e . 1 4 nes; en donde leido que fue por uno de los secreta-
rios el decreto de separación acordado antes, pronun-


ció el presidente, que lo era á la sazón Don José Miguel Gordoa,
diputado americano por la provincia de Zacatecas, un discurso
apologético de las cortes y especificativo de sus providencias y re-
soluciones, el cual acogieron los circunstantes con demostraciones
y aplausos repetidos y muy cordiales. A poco, y guardado silencio,
tomó nuevamente la palabra el mismo presidente, y dijo en voz
elevada y firme : «Las cortes generales y extraordinarias de la na-
« cion española, instaladas en la isla de León el 24 de setiembre
t de 1810, cierran sus sesiones hoy 14 de setiembre de 1815 : »
con lo que, y después de firmar los diputados el acta, separáronse
y se consideraron disuéltas aquellas cortes.


Al salir los individuos suyos de mayor nombradla fueron acom-
pañados hasta sus casas de muchedumbre inmensa que victoreán-
dolos , los llenaba de elogios y bendiciones descasadas de todo
interés. Continuaron por la noche los mismos obsequios, con ilumi-
nación ademas y músicas y serenatas que daban señoras y caballe-
ros de lo mas florido de la población de Cádiz, lo mismo que de los
forasteros.
La fleire a m a - Pero ah! tanta algazara y júbilo convirtióse luego
riiia en Cádiz. e n tristeza y llanto. La fiebre amarilla ó vómito prieto,


que desde el comenzar del siglo habia de tiempo en tiempo afligido
á Cádiz, y que vimos retoñar con fuerza en 1810, picaba de nuevo
este año, propagada ya en Gibraltar y otros puntos de aquellas
costas. Nada se habia hablado del asuntó en las cortes; pero al dia
siguiente de cerrarse estas, creyendo el gobierno que se aumen-
taba el peligro rápidamente, resolvió á las calladas trasladarse al
puerto de Santa María para desde alli, si era necesario, pasar mas
lejos. Traslucióse la nueva en Cádiz y mostróse el pueblo cuidadoso
y desasosegado, oficiando de resultas y sobre el caso al gobierno
la diputación permanente temerosa de lo que pudiera influir
aquella providencia en la instalación de las cortes ordinarias, cuyas
juntas preparatorias habíanse abierto aquel mismo dia.


Detúvose la regencia al recibir las insinuaciones de la diputación
y algunas particulares de! diputado Villanueva; y á fin de no com-
prometerse mas de lo que ya estaba, acordó precipitadamente ex-
citar á dicha diputación á que convocase las cortes para tratar del




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 281


negocio en su seno. No era fácil determinar cuáles debian llamarse,
pues las ordinarias todavía no se hallaban constituidas; y volver
á juntar las extraordinarias recien disueltas parecía desusado y
muy fuera de lo regular; pero urgiendo el pronto despacho no se
encontró otro medio mas que el último para salir de dificultad la-
maña.


Asi las cortes extraordinarias, cerradas el 14 de se- V n é l e a ,
tiembre, abriéronse de nuevo el 1 6 , celebrando sesio- br¡r ei ie ia*
nes esta noche y los días siguientes 1 7 , 1 8 y 20. Ven- d¡ n r ari a s. e ' I l r a o r"
filóse largamente en ellas el punto de la traslación,
acusando muchos con aspereza al gobierno de haberla determinado
por sí de tropel é irreflexivamente. Procuraron defen- M o t ¡ , 0 d e e ¡ ] 0 ! a
derse los ministros, mas luciéronlo con poca maña , 0 e b , e a m a r i l l a -
embargado alguno de ellos por aquel pavor que á veces se apodera
de las gentes al aparecimiento súbito de cualquiera peste ó epide-
mia mortífera, y de cuya enojosa impresión no suelen desembara-
zarse ni aun los hombres que en otras ocasiones sobresalen en sere-
nidad y buen ánimo.


La cuestión en sí no dejaba de ser grave, sobre todo en las cir-
cunstancias. Moverse las cortes desplacía á la ciudad de Cádiz, in-
teresada en la permanencia del gobierno dentro de sus muros; y
moverse también si la epidemia cundia y tomaba incremento, era
expuesto á llevarla á todas partes, provocando el odio y animad-
versión de los pueblos. Mas por otro lado quedarse en Cádiz y dar
lugar al desarrollo y completa propagación del mal, ponia al go-
bierno en grande aprieto, corlándole las comunicaciones, é impi-
diendo quizá la llegada de los diputados que debian componer las
cortes ordinarias.


No ilustraba tampoco el punto cual se apetecia la facultad médica,
ya por miedo de arrostrar la opinión interesada de Cádiz, ya por
no conocer bastante la enfermedad que amagaba : andando tan
perplejos sus individuos que casi lodos decian un día lo contra-
rio de lo que habían asentado en otro. Entre los diputados hubo
igualmente notable disenso; y el señor Mejía, que se preciaba
de médico, llegó en uno de sus discursos hasta apostar la cabeza á
que no existia entonces allí la fiebre amarilla. Pero después pegó-
sele y le costó la vida. Amenazó la de otros el vulgo, desabrido con
los que se inclinaban á apoyar las providencias del gobierno y su
salida de Cádiz; corrió algún riesgo la de Don Agustín de Arguelles,
tan querido y festejado dos días antes : que tan mudables son los
amores y aficiones del pueblo.


Inciertas las cortes, y no sabiendo cómo atinar en Acalorados de-
asunto tan espinoso, nombraron varias comisiones una b a t c s '
tras de otra, y oyeron en su seno diversas y encontradas pro-
puestas. Los debates muy acalorados y ruidosos no remataron en
nada que fuese conveniente y claro : por lo que no dando ya vagar




282 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


el tiempo, y aproximándose cada vez mas el de la apertura de las
cortes ordinarias, dejóse á la resolución de estas la de lodo el
expediente, según indicó el señor Antillon con atinada oportu-
nidad.


La inquietud y desasosiego de aquellos dias, los alborotos que
por instantes amagaban, y un viento caluroso y recio que sopló de
levante con singular pertinacia, irritando en extremo los ánimos,
provocólos á la alteración y enfado, y contribuyó no poco á desen-
volver la epidemia rápida y dolorosamente. De los diputados que
asistieron á las sesiones, aunque ahora en mas reducido número,
no menos de 60 cayeron enfermos, y pasados de 20 murieron en
breves dias, contándose entre ellos algunos de los mas distinguidos,
como lo eran el señor Mejía mencionado ya , y los señores Vega
Infanzón y Lujan. Y aquellas cortes, que dias antes se habian sepa-
rado gozosas y celebradas, verificáronlo ahora de nuevo, pero aba-
tidas y en gran desamparo.


En el discurso de su dominación distinguirse pueden
noíc.""'"^ ias tres tiempos bien diversos : I o el inmediato á su insta-
ncias C I t t r a o r ( i i~ l f lcion, en el que con esfuerzo, aunque á veces con


inferioridad, luchó siempre el partido reformador :
2 o el de mas adelante, cuando triunfando este adquirió mayoría
haciendo de continuo prevalecer su dictamen; y 3 o y último, al
cerrar de las cortes y en ocasión en que acudiendo muchos diputa-
dos de lo interior, equilibráronse las votaciones, ganándolas no
obstante en lo general los liberales ó reformadores, por lo halagüeño
de sus doctrinas, por su mayor arrojo y por la superioridad en fin
que les proporcionaba la práctica adquirida en las discusiones y
modo de llevarlas, no desperdiciando resquicio que diese á su causa
mayor cabida ó ensanche.
sn letiimidad Españoles ha habido y aun exlrangeros que han sus-


citado dudas acerca de la legitimidad de estas cortes.
Apasionada opinion que ha cedido al tiempo y á las poderosas ra-
zones que la impugnaban. Fúndase la legitimidad de un gobierno ó
de una asamblea legislativa en Ja naturaleza de su origen, en el modo
con que se ha formado, y en la obediencia y consentimiento que
le han prestado los pueblos. Abandonada España y huérfana de sus
príncipes, necesario le fue mirar por sí y usar del indisputable
derecho que la asistía de nombrar un gobierno que la defendiese y
conservase su independencia. Diósele pues en las juntas de provin-
cia y en la centra] y primera regencia sucesiva y arregladamente.
Vinieron al cabo las cortes, conforme al deseo manifestado por la
nación entera, y á lo resuelto también por Fernando VII desde su
cautiverio : llevando por tanto el llamamiento y origen de aquel
cuerpo el doble y firme sello de la autoridad real y de la autoridad
popular, que no siempre van á una ni corren á las parejas.


Objetaráse quizá en seguida contra su legitimidad Ja forma que




LIBRO V1GÉSIMOTERCERO. 283
se dio á las cortes, desusada en la antigua monarquía; pero en su
lugar apuntamos los fundamentos que hubo para semejante reso-
lución , atropellados ó en olvido los venerandos y primitivos fueros,
y teniendo ahora que acudir á la representación nacional diputados
délas Américas, las cuales carecían antes de voz, y otros de va-
rias provincias de Europa que estaban en igual ó parecido caso :
haciéndose indispensable igualar en derechos á los que se había
igualado en cargas y obligaciones.


Mayor el reparo de no haber concurrido desde un principio á
las cortes todos los diputados propietarios, ocupando sus puestos
suplentes elegidos en Cádiz, desvaneceráse si advertimos que ya
en los primeros meses se hallaron presentes muchos vocales de los
que gozaban de aquella calidad, aumentándose su número consi-
derablemente al discutirse y firmarse la constitución, acto de los
mas solemnes, y estando casi todos ya en Cádiz al cerrar de las
cortes : con la particularidad notable de haber elegido entre ellos
las mas de las provincias á los que eran suplentes, dando asi á lo
obrado anteriormente la aprobación mas explícita y cumplida.


¿Y para qué cansarse ? Todas ellas, lo mismo las de Europa que
las de América, excepto Venezuela y Buenos-Aires ya en insurrec-
ción , reconocieron á las cortes generales y extraordinarias, con-
gregadas en la isla gaditana, libre y espontáneamente, sin que
fuerza alguna las obligase á ello. Por el contrario el remolino de
turbulencias en que andaba metida la América y la ocupación ex-
trangera que afligia á varias provincias de España facilitaba la
oposición, en caso de desearla. Lejos de eso mostrábanse todas
muy diligentes en reconocer á las cortes, llegando á Cádiz pruebas
repetidas de lo mismo, aun de aquellas en donde dominaba el
francés. Tanto era su conato en tributar rendimiento y obsequios
á la autoridad legítima, y tanto su anhelo por apiñarse en derredor
suyo, como único y verdadero centro de representación nacional.
Cítese pues otro gobierno ó asamblea pública que ni por su orí-
gen, ni por su forma, ni menos por el libre consentimiento y
espontánea sumisión que hubiese recibido de los pueblos, pueda
alegar títulos mas fundados de legitimidad que las cortes generales
y extraordinarias instaladas en 1810.


Corporación insigne, que lo será siempre en los su forma j rara
anales del mundo, por ir sus hechos unidos y mez- composición,
ciados con la gloriosa guerra de la independencia, y por ser lamas
singular de cuantas representaciones nacionales se han conocido
hasta ahora, estando compuesta de hombres de tan diversa oriun-
dez y venidos de regiones tan apartadas, hablando todos la bella y
magesluosa lengua española. Ayudó á su fama, junto con sus des-
velos y tareas, la fortuna ó fuerza mas alta; pues habiendo dichas
cortes abierto sus sesiones en el estrecho límite de la isla gaditana,
muy alteradas las Américas, é invadido por do quiera el territorio




284 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


peninsular, cerráronlas no mas alborotadas aquellas y casi del todo
libre este, sin que apenas le hollase ya planta alguna enemiga,


sos ranas Adolecieron á veces sus diputados, comenzando por
los mas ilustres, de ideas teóricas, como ha aconte-


cido en igual caso en los demás países; no bastando solo para go-
bernar lectura y saber abstracto , sino requiriéndose también roce
del mundo y experiencia larga de la vida ; que de todo ha me-
nester el estadista ó repúblico, llamado antes bien á ejecutar lo que
sea hacedero , que á extender en el retiro de su estudio planes
inaplicables ó estériles. Pero las faltas en que incurrieron los in-
dividuos de las extraordinarias escasos de práctica , resarciéronlas
con otros aciertos y con su buen celo y noble desinterés : dando
justo realce á su nombre la lealtad é imperturbable constancia que
mostraron en las adversidades de la patria y en los mayores pe-
ligros.


Constituyéronse las cortes ordinarias el 26 de se-
^"*uf¿stnss¿ tiembre con arreglo á lo que prevenia la nueva ley


siooes en cadií fundamental, en cuanto consentian las circunstancias ;
na Sr¡ás. n e s


o r d l é instaláronse en Cádiz solemnemente el I o de octu-
bre , habiendo nombrado antes por presidente á Don


Francisco Rodríguez de Ledesma, diputado por Extremadura.
Prosiguieron sus tareas en aquella plaza hasta el 13 del propio
m e s , dia en que las cortes, como también la regencia , se tras-
ladaron á la isla de León, donde volvieron á abrir el 14 sus sesio-
nes en el convento de carmelitas descalzos preparado al efecto.
Impelió á la mudanza el ir aumentándose en Cádiz la fiebre ama-
rilla y no picar tan reciamente en la isla, desde cuya ciudad ,
se trasladan á la pacífica y no tan populosa, era también mas fácil reali-


isia do León. z a r e | proyectado viage á Madrid, luego que cesase la
epidemia reinante.
so composición Al principio no se compusieron las corles ordina-


ai principio. r j a s ? n j c o n mucho t d e todos los diputados que las
provincias peninsulares y de América habían nombrado; no vi-
niendo los últimos tan pronto por la lejanía y falta de tiempo, y
deteniéndose los otros despavoridos con la fiebre amarilla , ó esti-
mulados del deseo de obligar al gobierno á trasladarse á Madrid,
en donde pensaban tendrían mayor cabida y séquito sus ideas y
opiniones, por lo común opuestas á reformas y cambios.


Para llenar el hueco de los ausentes habian resuelto de antemano
las cortes, siguiendo lo prevenido en la constitución, que mien-
tras que llegaban los diputados propietarios, hiciesen sus veces
como suplentes los de las extraordinarias : con lo cual conse-
guíase no dejar sin representación á ninguna provincia, poner re-
medio paliatorio al menos ó momentáneo al articulo constitucional
que vedaba las reelecciones, y no entregar la suerte del estado
á un cuerpo del todo nuevo, no apreciador por tanto cabal ni




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 285


justo de los motivos que hubiese habido para anteriores resolu-
ciones.


Instaba mas en la actualidad y era de la mayor im- L« q u e hubo en
portancia, si se querían conservar las reformas, el " s <»ecciones.
que quedasen en las cortes antiguos diputados, por haber recaído
generalmente los nombramientos para las ordinarias en sugetos
desafectos á mudanzas y novedades. Coadyuvaron á esto los que
se creían ofendidos en sus personas y cercenados en sus intereses
por las alteraciones y nuevos arreglos, y que oteaban mayores
daños en un porvenir no lejano. Estaban en ese caso algunos indi-
viduos de la nobleza, si bien los menos; bastantes magistrados,
muchos cabildos eclesiásticos y casi todo el clero regular ; los que
juntos ó separados influyeron sobradamente y cada uno á su ma-
nera en las elecciones, ayudados de una turbamulta de curiales y
dependientes de justicia que vivían de abusos : siendo estos y los
religiosos mendicantes los mas bulliciosos é inquietos de todos,
como herrumbre la mas pegadiza y roedora de las que consumían
á España hasta en sus entrañas; habiendo los últimos llegado á for-
mar en parte del pueblo, de cuya plebe comunmente nacian, una
especie de singular demagogia pordiosera y afrailada, supersticiosa
y muy repugnante.


Sirvió á todos de fiel instrumento para sus fines la misma ley
electoral, que adoptando un modo indirecto de elección que pasaba
por nada menos que por cuatro grados ó escalones, favorecía sor-
dos manejos y muy deplorables amaños, mas fáciles de ejercer en
esta ocasión por no haberse exigido de los votantes propiedad al-
guna ni especial arraigo ; dando asi, con desacuerdo grave, franca
y anchurosa entrada al goce de los derechos políticos á hombres
de poco valer y á la vulgar muchedumbre, muy sometida natural-
mente al antojo y voluntad de las clases poderosas y privilegiadas.


Hechas las elecciones en este sentido, déjase dis- E s i a d 0 ( l e l o s
currir cuan útil fue para la conservación del nuevo puníaos en i a s
orden de cosas que no llegasen á las corles de tropel u m ' a s c o r l e s '
todos los recien elegidos, y que permaneciesen en su seno muchos
diputados de los antiguos. Sucediendo asi, mantuviéronse en equi-
librio los partidos y casi en el mismo estado en que se encontraban
al cerrarse las extraordinarias, yendo desapareciendo poco á poco
el de los americanos; pues muertos sus principales gefes tuvieron
que ceder los otros en sus pretensiones y unirse á los europeos li-
berales , amenazados como ellos en su suerte futura si llegase á
triunfar del todo el bando contrario.


Délos diputados de las extraordinarias que conti- Diputados que
nuaron tomando asiento en las actuales cortes resplan- ^ | a d s l s l i n e u e n m
deció á la cabeza Don Isidoro Antillon, ya antes nom-
brado, cuyas opiniones incomodando á ciertos hom- A n t F ' " ° n J s a s
bres "desalmados que por desgracia contaba entre




286 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


los suyos el partido antireformador, provocaron de parte de ellos
en la isla de León una tentativa de asesinato contra la persona de
este diputado, tanto mas aleve , cuanto hallábase Antillon imposi-
bilitado de emplear defensa alguna por el estado achacoso y flaco
de su salud. A dicha no consiguieron del lodo los homicidas su de-
pravado objeto, si bien le maltrataron amparados de la soledad y
lobreguez de la noche que los puso en salvo. Precursor indicio del
fin lastimoso y no merecido que habia de caber á este diputado cé-
lebre mas adelante, dado que con visos de proceder jurídico. Dis-
tinguióse también desde luego, pero entre los nuevos, Don Fran-
Maninezdeia cisco Martínez de la Rosa, cuya fama creciendo en


liosa. breve colocóle pronto al lado de los primeros cam-
peones de la libertad española y de las buenas ideas, brillando por
su instrucción y acabadas dotes, de las que eran las mas señaladas
incontrastable entereza, y bellísimo, florido, fácil y muy elo-
cuente decir. Descubríanse después, aunque en mayor ó menor
lontananza, las personas de Don Tomas Isturiz, Don José Canga
Arguelles y Don Antonio d ia r i e ro ; arrimándose á este partido que
era el liberal algunos eclesiásticos de los recien llegados, entre los
que merece particular noticia Don Manuel López Cepero, infor-
mado en letras, de ameno trato y de gusto probado y bueno en el
estudio de las bellas artes. Hubo diputados que se dieron á cono-
cer también en el partido opuesto ó sea antíreformador, pero
estos en lo general mas tarde; por lo que solo iremos mentándo-
los según vayan dando ocasión los debates y los acontecimientos.


Primeros tra- Luego que se abrieron las cortes ordinarias pre-
»ajos de estas sentó, conformeá lo dispuesto en la constitución, el se-
c o r l e s cretario del despacho de hacienda el estado de esta y
los presupuestos de ingresos y gastos, lo cual parecía á primera
vista ser redundante, ya discutidos y aprobados los de 1814 al
concluirse las sesiones de las extraordinarias. Pero forzoso era pro-
ceder asi mandándolo expresamente la constitución, y no siéndole
lícito al ministro, sin incurrir en responsabilidad, separarse en
nada de lo que aquella prevenía en su letra.


Los presupuestos ahora presentados eran idénticos á los de antes
con alguna rectificación, aunque muy leve, respecto del total
de la fuerza armada. Trazaba en su contexto el encargado á la
sazón de aquel ministerio Don Manuel López Araujo un cuadro muy
lamentable del país y sus recursos; consecuencia precisa de guerra
tan larga y devastadora, y de los desórdenes de la administración
aumentados con el sistema de suministros hechos por los pueblos,
que acumulaba á veces sobre unas mismas provincias las obligacio-
nes y pedidos que debían repartirse entre otras.


Proponía el ministro, para cubrir el desfalco que resultaba, el
medio que se habia adoptado en las cortes extraordinarias, esto
e s , el de la nueva contribución directa. Agregaba á este el de un




LIBRO VIGÉS1MOTERCERO. 287


empréstito en Londres de diez millones de duros que, como otras
veces, quedó solo en proyecto, no conocidas aun bien en España
semejantes materias. Hubo anticipaciones del gobierno británico en
que nos ocuparemos después; escaseando cada vez mas las remesas
de América, de las que, como de las entradas en Cádiz, no hare-
mos ya especial recuerdo, abrazándolas todas ahora el presupuesto
general de la nación.


Los otros asuntos en que anduvieron atareadas las cortes ordi-
narias durante su permanencia en Cádiz y la isla de León, redujé-
ronse por lo común á mantener intacta la obra de las extraordina-
rias, y á aclarar dudas y satisfacer escrúpulos. Mandaron sin
embargo ademas que aprontasen los pueblos un tercio anticipado de
la contribución directa, y admitieron el ofrecimiento de ocho millo-
nes de reales que por equivalente de varias contribuciones hizo la
diputación de Cádiz : aprobando asimismo un reglamento circuns-
tanciado que para su gobierno y dirección habia extendido la junta
del crédito público.


Espinosa en sí misma y grave fue otra cuestión que
por entonces ventilaron también las cortes. Trataban bre el mando de
en ella nada menos que del mando concedido á Lord J;°nrd W e l , i n « -
Wellington, versando la disputa acerca de las faculta-
des que habia este de tener como generalísimo del ejército. Deseaba
Wellington que se le ampliasen para dar mas unidad y vigor á las
operaciones militares, y oponíase á ello la regencia del reino, na-
ciendo de aqui una correspondencia larga y enfadosa, en la cual
medió para empeorar el asunto enemistad personal del ministro de
la guerra Don Juan de Odonojú , irlandés de origen, mal avenido
con los ingleses.


Temiendo la regencia que resultasen de la querella compromi-
sos funestos, resolvió para descargar su responsabilidad someter el
negocio á la determinación de las cortes. Verificólo asi en la isla de
León , y hubo con este motivo largas discusiones y vivas reyertas;
queriendo valerse de la ocasión, unos para privar del mando á
Lord Wellington , y otros para acriminar al gobierno , y tal vez
obligarle á dejar su puesto.


Por fortuna estando ya las cortes en vísperas de Nada se resuei-
trasladarse á Madrid, dilatóse el decidir cuestión tan ve-
grave; y al instalarse aquellas en la capital del reino corrieron tan
veloces y prósperos los sucesos políticos y militares, que el mismo
Lord Wellington y los que promovían su causa en las cortes, sa-
tisfechos con ver alejado del ministerio á Don Juan de Odonojú,
atizador de la discordia, desistieron de su intento, conociendo cuan
importuno seria resucitar semejante contienda; por lo que no hubo
que tomar resolución ninguna sobre un asunto que al principio ha-
bía excitado tanto calor y porfía.


En esto aflojando la fiebre amarilla y mejorándose por días el




288 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


estajo de la salud pública, levantóse en toda España
cóne! 'T"'^o- u n deseo general y muy vivo de que se restituyese el
* MÍdrfd


a i s ' a S ° b i e i ' n 0 a ' centro de la monarquía y á su capital an-
tigua. Condescendiendo en ello las cortes decretaron


suspender sus sesiones en la isla de León el 29 de noviembre de
1815 para volverlas á abrir en Madrid el l o del próximo enero
de 1814. Tuvo lo cual efecto, poniéndose sin tardanza en camino
la regencia y las cortes con sus oficinas, dependencias y largo
acompañamiento. Consentían también la traslación los acontecí-


Estado de ta míenlos de la gnerra, favorables siempre y mas dicho-
guerra. s o s c a d a j j j g n e j setiembre permanecieron sin em-


bargo quietos los ejércitos en lapa r l e occidental de los Pirineos,
queriendo Lord Wellington dar respiro y algún descanso á las
tropas aliadas, reparar sus pérdidas, aguardar municiones y apres-
tos militares, y proceder en todo con detenimiento, para asegurar
el logro de sus ulteriores planes.
Kjército aliado Conservaban los ejércitos casi las mismas estancias
en ei Bidasoa. ¿e a n t e s , prolongándose desde la desembocadura del


Bidasoa hasta los Alduides, en donde formaba ahora la extremidad
de la linea la octava división del cargo de Don Francisco Espoz y
Mina, de la cual un trozo bloqueaba el castillo de Jaca, y otro
amagaba á San Juan de Pie de Puerto y valle de Baigorry. Por el
lado opuesto colocóse el general Graham, luego que se desemba-
razó del sitio de San Sebastian, hacia el estribo mas fuerte del
Aya, cubriendo el valle que forma con el Jaizquivel, entre cuyos
dos montes construyéronse obras á manera de segunda línea, re-
forzada la primera que se extendía por las orillas del Bidasoa, ca-
mino arriba de aquellas asperezas. Mantenía Lord Wellington sus
cuarteles en Lesaca.


Ejército dei Los suyos el mariscal Soult en San Juan de Luz,
mariscal s o u l t . a c u v 0 ejército se iban incorporando 30,000 conscrip-
tos sacados al intento del mediodía de Francia, poniendo aquel
caudillo especial conato en mejorar la organización y en castigar
cualquier descarrío y falta de sus soldados con inflexible severidad.
Había también él mismo enrobustecido las obras de campaña de su
primera línea y levantado otros resguardos, según iremos viendo
en el curso de nuestra narración.
s e dispone w c i - Resuelto Wellington á acometer, recomendó de


íington ai paso nuevo el buen orden y la disciplina, dando vigor á
dei Buiasoa. s u s a n t e r j o r e s disposiciones, cuya observancia hacíase
ahora mas necesaria yendo los ejércitos combinados á pisar el ter-
ritorio enemigo. Repartió el 5 Lord Wellington á los principales
gefes una instrucción para el ataque, empezando los preparativos
en la noche del 6, que fue muy borrascosa con relámpagos, lluvia
y truenos; pero favorable á los aliados que encubrían mejor asi su
marcha y maniobras, no ofreciéndoles bajo otro respeto el tempo-




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 289
ral impedimento alguno. Imposible con todo era emprenderla ar-
remetida hasta dadas las siete de la inmediata mañana á causa de la
marea, debiendo servir de señal para los ingleses un cohete dispa-
rado desde un campanario de Fuenterrabía, y para los españoles
una bandera blanca plantada en San Marcial, ó en su defecto tres
grandes ahumadas.


Estaba convenido verificar á un tiempo el avance por toda la
línea y cruzar el Bidasoa, término de España, cuyo reino acaba
allí á la dereeha del rio, según se ve establecido desde muy antiguo
y explícitamente reconoció * Luis XI de Francia en .
las vistas que tuvo con Enrique IV de Castilla por los p " '* '
años de 1463, conferenciando ambos monarcas en aquella misma
ribera.


Dada la señal moviéronse por la izquierda del ejér-
cito coligado las divisiones primera y quinta británicas V " ^ » 1 " -
y la brigada portuguesa del cargo de Wilson distribuidas en cuatro
columnas, y atravesaron el rio por tres vados fronteros á Fuenter-
rabia, y por otro que se divisaba cerca del antiguo puente de Beo-
via, en donde debia echarse prontamente uno de barcas. Verifica-
ron los aliados el paso con distinguido valor, y tocando tierra de
Francia acometieron desde Andaya la altura de Luis XIV, que
ganaron esforzadamente, tomando siete cañones en los reductos y
baterías. Al propio tiempo empezó también la embestida Don Ma-
nuel Freiré, que continuaba rigiendo el cuarto ejér- „ A. „


' ' i. • • , . S e distingue el


cito, con su tercera y cuarta división y con la primera e n a n o ejército
brigada déla quinta, bajo la dirección inmediata de e s p a ñ 0 ' -
Don Pedro de la Barcena y de Don Juan Díaz Porlier. Habíalo
Freiré dispuesto todo atentamente para atravesar el rio por vados
mas arriba de los que cruzaban los anglo-portugueses : junto á
los cuales y por el de Saraburo se adelantó la segunda brigada de
la tercera división á las órdenes de Don José Ezpeleta, cuyo gefe
viendo vacilar por un instante á sus tropas de resultas de la muerte
del bizarro coronel de Benavente Don Antonio Losada, empuñó
una bandera y arrojándose al rio con intrepidez esclarecida, man-
tuvo el ánimo en los suyos que á porfía le siguieron entonces, apo-
derándose sin dilación de los puestos fortificados y casas de la
parte baja de Biriatou. Cruzó la cuarta división al mando interino
de Don Rafael de Goicoechea el Bidasoa por los vados superiores
al de Saraburo que llevan el nombre de Alunda y las Cañas, y
queriendo trepar hasta la parte alta del mismo Biriatou, consi-
guiólo y rodeó ademas los atrincheramientos que tenían los ene-
migos en el descenso de la montaña de Mándale, cogiéndoles tres
cañones. Distinguióse aqui el regimiento de voluntarios de la Co-
rona capitaneado por Don Francisco Balanzat. En seguida acome-
tieron los nuestros la Montaña Verde y desalojaron á los franceses,
persiguiéndolos camino de Urogne obstinadamente. Apovaba las


in. 19




290 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


maniobras contra Biriatou, yendo de reserva y á las Órdenes de
Don Francisco Plasencia, la primera brigada de la quinta división.
La también primera de la tercera vadeó el rio por Orañibar, La-
miarri y Picagua, teniendo á su cabeza á Don Diego del Barco,
y encaramóse por la derecha de Mándale con sumo brío, posesio-
nándose de la cumbre casi de corrida. De este modo ganaron los
españoles del cuarto ejército todos los puntos que se les indicaron
fortalecidos y escabrosos, pero que cedieron á su valentía probada
ya tantas veces, y no desmentida ahora.


_, , A Tampoco se dormían á la propia sazón las tropas
También el de r . . . , . . . r , " . y . , 1


reserva de Anda- de la derecha aliada, embistiendo el barón Alten con
incia. I a ( j ¡ v ¡ s ¡ o n üjjepa británica, sostenida por la española
de Don Francisco Longa, los atrincheramientos de Vera, y á su
diestro costado la montaña de La Rhune el ejército de reserva de
Andalucía que gobernaba Don Pedro Agustín Girón. Felizmente
consiguió Alten su objeto, y tomó 22 oficiales y 700 soldados pr i -
sioneros. Por su lado tratando nuestro general también de cum-
plir con lo que se le habia prevenido, dispuso acometer la ya
expresada montaña de La Rhune, atalaya de aquellos contornos y
lugar de sangrientas lides en la campaña de 1794. Verificólo Girón
distribuida su gente en dos columnas que regían Don Joaquín
Virués y Don José Antonio Latorre, arrollando ambos cuanto en-
contraron , y obligando al enemigo á guarecerse en la cima peñas-
cosa y en muchas partes inaccesible, en donde se divisa una ermita
ó santuario muy venerado de los naturales y aun del país vecino.
Mas en vano intentó Girón arrojar á los contrarios de su refugio ;
retardando la marcha de los españoles lo dificultoso y áspero del
terreno, y poniendo fin al combate la noche que sobrevino. Pu-
dieron durante toda ella y á su sombra permanecer los franceses
en aquel sitio, y en una loma inmediata, pero no por mucho mas
tiempo. Porque acudiendo alli Lord Wellington en la mañana del 8,
registrado que hubo el campo, determinó pelear, persuadido de
que lo verificaría ventajosamente por la derecha, si unia este ata-
que con el que á la vez se diese á unas obras de campaña que
tenian los enemigos al frente del campo de Sare. De acuerdo Lord
Wellington con Don Pedro Agustin Girón, y reconcentrado el
ejército de este, mandóse á poco al regimiento de Ordenes bajo la
guia de su coronel Don Alejandro Hore arremeter contra la loma
de que estaban enseñoreados los enemigos, próxima á La'Rhune
y sobre la derecha nuestra: lo cual se ejecuto tan cumplidamente
que el mismo Wellington dijo en su parte t que aquel ataque era
i tan bueno como el mejor, ya por eldenuedo en él desplegado,
« ya por su bien entendido orden. »


Alcanzado semejante triunfo, los cazadores del propio cuerpo
de Ordenes y los del de Almería desalojaron á los enemigos de
unos atrincheramientos que cubrían la derecha de su campo de




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO.


Sare; recogiéndose á este de golpe los vencidos, otros que venian
en su socorro y la división de Conroux que ocupaba el llano. Des-
tacamentos británicos de la división de Lord Dalhousie enviados
por el puerto de Echalar guarnecieron las diversas obras que ha-
bían evacuado los contrarios : quienes antes de la madrugada del 9
desampararon también la cumbre y ermita de La Rhune, de cuyos
puestos se posesionaron al instante las tropas del general Girón,
acampadas al raso en aquellas faldas; con lo que se dio fin dichoso
á la disputada refriega.


Ascendió la pérdida total de los aliados en los diversos dias y
combates á 579 ingleses, 235 portugueses y 750 españoles; mayor
la de estos por habérseles encomendado la arremetida de los sitios
mas arriesgados y expuestos. Los franceses á pesar de sus desca-
labros no se abatieron, y antes cobraron aliento el 12 de resultas
de haber sorprendido ellos por la noche un reducto y hecho unos
cuantos prisioneros : queriendo el 15 atacar los puestos avanzados
del ejército de Don Pedro Agustín Girón y recuperar las obras
que habían perdido; pero inútiles sus esfuerzos viéronse sus hues-
tes repelidas y escarmentadas.


Dentro ahora de Francia el ejército anglo-híspano- P ! s ¡ m
portugués tuvo la gloria de ser el primero de todos dos ei territorio
los de las potencias coligadas contra Napoleón que pisó f r a n i ! e s '
aquel territorio, mirado poco antes como sagrado y casi impene-
trable, guarecido del todo de invasiones extrañas. Al p r o , i d enctas do
entrar allí dificultoso era contener por una parte los weiimgton.
excesos de los soldados, y por otra los desmanes del paisanage
desordenado y suelto. En ambos extremos paró Wellington su
atención muy cuidadosamente. Hizo en el último saludable escar-
miento pocos dias antes del paso del Bidasoa, con ocasión de haber
hecho fuego á los soldados hacia Roncesvalles algunos paisanos
franceses de los contornos : pues á catorce de ellos que se cogieron
enviólos á Pasages, y los mandó embarcar como prisioneros de
guerra para Inglaterra. Providencia que causó en la gente rústica
efecto maravilloso, y mayor que la de arcabucearlos, que pudiera
haber introducido despecho en sus ánimos.


No menos solícito anduvo Wellington en reprimir al ejército.
Fueron los ingleses los primeros que en él se desmandaron, que-
mando en Urogne casas, y cometiendo otros desórdenes sirvién-
doles de ejemplo varios oficiales suyos*, según cuentan
sus propios historiadores; siendo en parte estas las 1 A p '
mismas tropas que entraron á saco y arrasaron la malaventurada
ciudad de San Sebastian. Impúsoles Wellington recio castigo. No
dieron motivo á tanta queja los españoles, si bien mas disculpables
en sus excesos que para algunos hubieran llevado visos de mera y
justa represalia. Los prevostes ingleses tan solo arrestaron á unos
pocos zagueros que por ladrones ahorcaron : eran de la división




292 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


de Longa y por lo mismo soldados de origen guerrillero, atentos
Bloqueo de alcebo del pillage y la pecorea. Observaron los demás
ramplona. rigorosa disciplina, aguantando con admirable pa-


ciencia escaseces y privaciones duras.
Asegurado Lord Wellington en estancias ventajosas allende los


Pirineos, y echados tres puentes en el Bidasoa, no juzgó conve-
niente proseguir en sus operaciones antes de que se rindiese la
plaza de Pamplona. A esta ciudad, capital del antiguo reino de
Navarra con 15,000 almas de población, riégala el Arga, y la ro-
dean fortificaciones irregulares que afianza una ciudadefa erigida
casi al sur, de figura pentágona, empezada á construir én el rei-
nado de Felipe II, y mejorada ella y el recinto entero sucesivamente
con obras trazadas al modo de las que practicó en diversas partes
de Europa el insigne Vauban. Determinóse desde un principio,
según hemos visto, someter por bloqueo la plaza; mas los cercados
mostráronse firmes en tanto que mantuvieron viva la esperanza de
que los socorriesen de Francia. Era gobernador por parte de los
enemigos el general Cassan, y por la nuestra continuaba diri-
giendo el asedio Don Carlos de España, aunque presente el prín-
cipe de Angiona con una división de 4,000 hombres del tercer
ejército, de que era general en gefe.


Trascurriendo el tiempo y menguando los víveres, inlrodújose
desmayo en los defensores, los cuales propusieron ya el 5 de oc-
tubre que se permitiese la salida á los paisanos, 5,000en número,
ó que se facilitase á estos para su manutención 7,000 raciones
diarias, diputando persona de confianza que asistiese á la distri-
bución. Respondióseles que como por edicto de los mismos fran-
ceses se hubiese prevenido á los vecinos y residentes en Pamplona,
que hiciesen acopio de víveres para solo tres meses, espirados estos
en 26 de setiembre, tocaba á las autoridades de la plaza y era
incumbencia suya propia subvenir á las necesidades de sus mora-
dores, ó de lo contrario capitular : intimando ademas Don Carlos
de España al gobernador que se le tomaria estrecha cuenta, al
tiempo de la rendición, de la vida de cualquier español que hubiese
perecido por la escasez ó el hambre. No cejando aun asi los cerca-
dos en su propósito, verificaron el 10 una salida en que al prin-
cipio lo atrepellaron lodo, alojándose en atrincheramientos colo-
cados en el demolido fuerte del Príncipe; mas acudiendo a! combate
unas compañías que acaudillaba el ayudante segundo de estado
mayor Don José Antonio Fació, pertenecientes á la fuerza del
príncipe de Angiona, detuvieron á los acometedores y los arrojaron
á bayonetazos del puerto que habían ganado, oprimiéndolos y
acosándolos hasta el glacis de la plaza.


Entre tanto noticioso Don Carlos de España de que los sitiados
pensaban en el arrasamiento total de Pamplona, trató de impedirlo
haciendo saber el 19 al gobernador que si tal sucediese tenia orden




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 293


de Lord Wellington de pasar por la espada la plana mayor y la
oficialidad, y de diezmar la guarnición entera. Replicó el francés
con desden y altaneramente, yendo adelante en el terrible intento
de desmantelar la plaza. Pero creciendo el hambre moderáronse
Ímpetus tan arrebatados, y ya el 24 comenzó el gobernador á
querer entrar en algún ajuste, pidiendo se le dejase á él y á los
suyos tornar libremente á Francia. Se negó España á esta demanda
que creyó excesiva, corriendo algunos dias en conferencias y plá-
ticas. Los últimos de octubre habían llegado ya , cuando vinién-
dose á buenas el gobernador, firmóse el 31 la capitulación , según
Ja cual quedaba la guarnición francesa prisionera de ^ r i n d e í a p u m
guerra. Posesionáronse los españoles de laplaza'in- * 1 0 9 e 9 P « a o l m -
mediatamente , no habiendo padecido las fortificaciones perjuicio
ni deterioro.


Reconquistada Pamplona aun respiró mas libre y desembarazada
toda esta parte del norte de España, no restando ya en poder del
enemigo mas que Santoña, cuyo bloqueo estrechaban los nues-
tros.


No menos que otras provincias de España , expe-
rimentaron pérdidas y cercenamiento en sus bienes .Eí. a i, c c l oi e s 1„ y


1 t perdidas de N a -


Navarra y las provincias vascongadas; opresas siem- varra y provín-
pre , y no cesando el tráfago de la guerra en su( sue- V a s c o n e ""
l o , semillero fecundo de partidarios y numerosas
cuadrillas. Según noticias que conservan los pueblos y los particu-
lares , hay quien gradué subieron á veces las cargas y exacciones
á un 200 por 100 de la renta anual. Cómputo no tan exagerado
como á primera vista parece , si se atiende á que solo el señorío de
Vizcaya aprontó al gobierno intruso por contribuciones ordena-
das 58,729,335 reales vellón : suma enorme y muy superior á lo
usado en aquel pais; no incluyéndose en las partidas otras cobran-
zas y derramas extraordinarias impuestas sin cuenta ni razón y
antojadizamente.


Luego que supo Lord Wellington la rendición de „. ,
1 , . . . , . Situación d e


Pamplona, con lo que se poma libre y se despejaba su s o u i t en ei m-
derecha, pensó en internarse en Francia, y en alejar v e" e '
á Soult mas y mas de la frontera de España. Este mariscal hallá-
base apostado en puntos ventajosos y muy fortalecidos á las már-
genes del Nivelle, que descarga sus aguas en el mar por San Juan
de Luz. Descansaba la derecha del ejército francés enfrente de
este pueblo y á la izquierda del rio en una eminencia que domina
á Socoa , puerto ruin á la desembocadura ; habiendo los enemigos
construido alli y en derredor de una ermita un reducto, cuyas de-
fensas se unian por atrincheramientos y árboles cortados con Uro-
gne, protegiendo ademas aquellos puntos inundaciones que cubrían
á Ciboure. Alojábase el centro del propio ejército en alturas que
se levantan detras del pueblo de Sare y también en la que llaman




294 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


la Petitc Rhune, la cual, si bien sojuzgada por la otra del mismo
nombre mas erguida, ganada por los españoles y de la que la di-
vide un angosto valle, todavía se alza bastante y domina las caña-
das v país vecino'. Y en fin la izquierda colocada á la derecha del
Nivelle buscaba arrimo y aun asentábase en un cerro á espaldas
del pueblo de Ainhoue, no menos que en la montaña de Mondarin,
que ampara la avenida ó entrada del propio lugar. Describía la
posición entera un semicírculo desde Urogne hasta Espelette y
Cambo, resalido en Sare , que era el centro de ella. Todo su frente
hallábase por lo general cubierí> con una cadena de reductos y
atrincheramientos que se eslabonaban por cerros, colinas y alto-
zanos. Conservaba el enemigo en San Juan de Pie de Puerto algu-
nas fuerzas empleadas en la defensa de esta plaza y en observar al
general Mina y otros cuerpos aliados.


No arredró á Wellington ver á su contrario tan encastillado y
fuerte, y solo las lluvias le pararon algunos dias. Pero aclarando
luego el tiempo , decidióse el general inglés á trabar refriega em-
pezando por forzar el cuerpo enemigo para establecerse después mas
allá del Nivelle.


proyecto <je Sii" Rolando Hill capitaneaba la derecha aliada com-
weiiingtoti. puesta de dos divisiones inglesas á las órdenes de sir


Guillermo Stewart y sir Enrique Clinton, de la portuguesa del
cargo de sir Juan Hamilton y de la primera española del cuarto
ejército que dirigía Don Pablo Morillo, sin contar cañones y algu-
nos ginetes. En el centro estaban por la diestra parte el mariscal
Beresford y tres divisiones británicas que mandaban los gcfes Col-
ville, Le-Cor y sir Lovyry Colé; y por la siniestra Don Pedro Agus-
tín Girón acompañado del ejército de reserva de Andalucía. Desti-
nábanse la división ligera del barón Alten, y la sexta española del
cuarto ejército bajo Don Francisco Longa , al acometimiento de la
Petite Rhune; moviéndose al compás del centro sir Stapleton
Cottoncon una brigada de caballería y tres de artillería. Don Ma-
nuel Freiré, asistido déla tercera y cuarta división y de la primera
brigada de la quinta del cuarto ejército español, había de marchar
desde Mándale en dos columnas que gobernaban Don Diego del
Barco y Don Pedro de la Barcena, una con dirección á Ascain y
otra mas allá á la izquierda nuestra y casa de Choquetemborde,
permaneciendo algunos cuerpos en Arrequicoborde y caseríos de
Oleto como de reserva y para afianzar las comunicaciones de las
columnas. A sir Juan í lope , sucesor del general Graham en el
mando, correspondíale obrar por lo largo de la línea desde donde
estaba Don Manuel Freiré hasta la mar ; no pudiendo el último ni
tampoco sir Juan, con arreglo á instrucción recibida, empeñar
refriega y sí solo aprovecharse de los descuidos en que el enemigo
incurriese.


Colocado Lord Wellington en el centró, dióse principio al com-




LIBRO VIGÉSIMO-TERCERO. 295


bale en la madrugada del 10 de noviembre, embistiendo p a s a n ] 0 S M c i i o s
sir Lowry Colé con la cuarta división británica un eiNiveii».
reducto construido muy esmeradamente en un terromontero que
se divisa por cima de Sare, en donde hicieron los franceses firme
rostro por espacio de una hora, hasta que le abandonaron rece-
lándose de un movimiento de los españoles á retaguardia, y colum-
brando asimismo que se disponía á la escalada la infantería britá-
nica : sucedió igual caso con otra obra alli cercana. Esto y haber
acudido Wellington al primer reducto ganado, entusiasmó á las
tropas, adelantándose briosamente la tercera y séptima división
británicas bajo el mariscal Beresford, al paso que los nuestros de
Giren acometieron el pueblo de Sare por la derecha y que sir
Lowry abruzaba su izquierda. Arrolláronlo todo los aliados, en-
trando, con gran gallardía en dicho pueblo de Sare un cuerpo de
españoles guiado por Don JuanDownie, quien mandó repicarlas
campanas para anunciar su triunfo con ruidoso pregón. Enseño-
reóse también Colé de las cumbres mas bajas que están detras de
Sare, en donde hizo parada. Feliz igualmente en sus acometidas el
barón Alten forzó por su lado los atrincheramientos enemigos uno
en pos de otro, hasta apoderarse de la Pelite Rhune, yendo después
adelante para concurrir al total desenlace de las operaciones co-
menzadas.


Eran las diez de la mañana en ocasión que Wellington se disponía
á dar un general y simultáneo ataque contra la estancia mas formi-
dable de los enemigos en el centro, la cual se prolongaba largo
espacio por detrás de Sare. Sucedió bien por todas partes la tenta-
tiva, ala que coadyuvaron los españoles de Don Pedro Agustín Girón
y los de Longa, abandonando los enemigos sus puestos y fortifi-
caciones construidas y rematadas á costa de trabajo y tiempo. Re-
sistió con empeño un solo reducto el mas fuerte de todos, pero que
al fin, se entregó con un batallón de 560 hombres que le guar-
daba, después de muchos coloquios y de idas y venidas.


No menos que por el centro favorecia la fortuna á las aliados por
su derecha, en donde cruzando el Nivelle sir Enrique Clinton con
la s,exta división británica ayudada de la portuguesa que regia sir
Juan Hamillon, desalojó á.los franceses de los sitios que ocupaban,
y les tomó reductos y bastantes despojos. La.segunda división tam-
bién; británica del cargo de sir Guillermo Slewart enseñoreóse de
una obra á retaguardia, y Don Pablo Morillo, á la cabeza de la
primera división española del cuarto ejército, acometió los aposta-
deros enemigos en las faldas del Mondarin, y los repelió, amparando
asi las maniobras de los ingleses dirigidas contra los cerros que
yacen por detras de Ainhoue, los cuales tomó sir R. Ilill, arrojando
al enemigo via de Cambo. Las dos de la tarde eran, y ya los aliados
tenían por suyas las posiciones de los contraríos á espaldas de Sare
y Ainhoue.




296 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Por la izquierda corrieron igual y dichosa suerte las tropas com-
binadas. Se posesionó Don Manuel Freiré de Ascain por la tarde-, y
sir Juan Hope desalojó á los franceses del reduelo plantado en la
eminencia cercana á Socoa, de que hemos hablado, hostigándolos
hasta llegar á las inundaciones que cubrían á Ciboure.


Durante una hora había Lord Wellington hecho alto para dar
respiro á sus tropas é informarse de cómo andaba el combate por
los demás puntos. Conseguido el primer objeto y cerciorado de cuan
venturosa por do quiera corría su estrella, dispúsose á formalizar
una arremetida bien ordenada contra las eminencias y cerros que
aparecen por detras de Sainl-Pé, pueblo á una legua de distancia
de los aliados, situado á la margen derecha del Nivelle, por donde
se había ido retirando el centro enemigo. Verificó el general inglés
su intento atravesando pronto aquel r io , de corriente rápida y allí
no vadeable, por un puente de piedra frontero á Saint-Pé y por
otros dos situados mas abajo. No era tan factible tomar después las
alturas de intrincado acceso, y asi trabóse combate muy reñido, en
que a! cabo ciando los contrarios vencieron los nuestros y se ense-
ñorearon del campo. Situóse de resultas el mariscal Beresford á re-
taguardia de la derecha francesa, quedándose lo demás del ejército
en los puntos que había ganado antes, no queriendo arriesgarse á
mas por causa de la noche que se acercaba.


Pero en ella temerosos los franceses de que el mariscal Beresford
no se interpusiese entre San Juan de Luz y Bayona, evacuaron la
primera de ambas ciudades y sus obras y defensas, y llevaron
rumbo hacia la segunda por el camino real, rompiendo de antemano
los puentes del Nivelle en su parte inferior; destrozo que retardó
lograr el perseguimiento que meditaba sir Juan Hope, obligado
este general á reparar el puente que une á Ciboure con San Juan de
Luz, como indispensable para facilitar el paso de las tropas y los
cañones. También en aquel dia, que era el 11 , adelantaron el centro
y la derecha aliada, mas solo una legua, no permitiendo mayor
progreso el cansancio y lo perdido y arruinado de los caminos.
Niebla muy densa impidió el 12 moverse desde temprano, y no
hubo necesidad ni apuro de verificarlo mas tarde, noticioso Lord
Wellington de que en el intervalo el mariscal Soult se habia reco-
gido á un campo atrincherado y fuerte, dispuesto de tiempo atrás
junto á Bayona para resguardo y sostenimiento de sus tropas
en retirada. Logró asi el general inglés lo que apetecía , ha-
biendo ganado la margen derecha del Nivelle y los puestos y forti-
ficaciones del enemigo, y arrojado también á este contra Bayona
y sus ríos.


Perdieron los aliados en estos combates unos 5,000 hombres en
todo; más los franceses, dejando en poder de aquellos 51 cañones,
1,500 prisioneros y 400 heridos que no pudieron llevarse.


Se detuvo Lord Wellington en Sa'mt-Pc dos ó tres dias, y alber-




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 297


góse en casa del cura párroco, hombre de agudo in- Lord Wel l ington
genio y de autoridad en la tierra vasca, muy conoce- <»> s»int-p«-
dor del mundo y sus tratos. Ocurrencia que recorda- c u r a de este
mos como origen de un suceso no desestimable en su p m i ] 0 '
giro y resultas. Fue el caso que complacido Lord Wellington con
la buena acogida y grata conversación del eclesiástico , conferen-
ciaba con él en los ratos ociosos sobre el estado del pais, acabando
un dia por preguntarle « qué pensaba acerca de la llegada á la
« frontera de un príncipe de la casa de Borbon , y si creia que su
t presencia atrajese á su bando muchos parciales. » Respondió el
cura : « que los veinticinco años trascurridos desde la revolución
« de 1789 y los portentos agolpados en el intermedio daban poca
« esperanza de que la generación nueva conservase memoria de
« aquella estirpe. Pero (añadió) que nada se perdia en hacer la
« prueba, siendo de ejecución tan fácil. » Wellington, que proba-
blemente revolvía ya en su pensamiento semejante plan, trató de
ponerle por obra , alentado sobre todo con la reflexion última del
eclesiástico, por lo que al efecto escribió á Inglaterra recomendando
y apoyando la idea. No desagradó esta al gabinete de San James,
consintiendo á poco en que diese la vela para España el duque de
Angulema, primogénito del conde de Artois , á quien llamaban
Monsieur , como hermano mayor del que ya entonces era tenido
entre sus adictos por rey de Francia bajó el nombre de Luis XVIII.
Desembarcó en la costa de Guipúzcoa el de Angulema ven ida dei duque
encubierto con el título de conde de Pradel , y acom- d e A n s u i e m a .
panado del duque de Guiche y de los condes Étienne de Damas y
D'Escars , yendo á buscarle de parte de Lord Wellington á San
Sebastian el coronel Freemantle, de donde se trasladaron todos á
San Juan de Luz, lugar á la sazón de los cuarteles ingleses.


Alli le dejaremos por ahora, guardando para mas adelante el
volver á anudar el hilo de la narración de este hecho, que casiim^
perceptible en sus principios, agrandóse después y se convirtió en
mas abultado.


Habiendo entre tanto las lluvias y lo crudo de la estación hin-
chado los rios y los arroyos y puesto intransitables los caminos,
en particular los de travesía, aflojó Lord Wellington en sus opera-
ciones , y haciendo mansion en San Juan de Luz , for- W e w „ g t o n en
zosole fue, para evitar sorpresas ó repentinos ata- s a n j u a n d e t m :
ques del ejército francés, mas temible por cuanto s" ' ° e a '
estaba mas reconcentrado, establecer una línea defensiva que em-
pezando en la costa á espaldas de Biarritz se prolongaba por el ca-
mino real viniendo á parar al Nive enfrente de Arcangues y cerca
de una quinta de Mr. Garat, famoso ministro de la justicia en
tiempo de la convención. Proseguía después dicha línea lo largo
de la izquierda de aquel rio por Arrauntz, Uslaritz, Larresore y
Cambo, cuyo puente habían los contrarios inutilizado del todo.




298 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Cada día se esforzaba mas Wellington en manlener
« « a ^ o e l ' e i é r - en sus tropas rígida disciplina, siempre receloso de
noVo°*mj»tePi' 1 u e ' a c o n t ' n u a c ' o n de la guerra en,pais enemigo no


diese margen á que se traspasasen los límites de la
obediencia y buen orden, mayormente teniendo el ejército aliado
que padecer privaciones y acerbas penalidades : no bastando á im-
pedirlas los inmensos recursos de que disponía la Gran Bretaña,
inciertas las arribadas por mar con lo invernizo de Ja estación y lo
bravo de aquellas orillas, y lentos y nada seguros los abastecimien-
tos por tierra, que venían, á costa de muchos dineros y desembol-
sos , hasta del corazón y provincias lejanas de España, en donde
el ganado lanar y vacuno llegó á tomar un valor excesivo, arre-
batándole los comisarios ingleses á cualquiera precio de los campos
y mercados. Si temores tenia Wellington respecto de sus soldados,
mas le asaltaban en cuanto á los nuestros, escasos de torio, acam-
pados al desabrigo ó bajo miserables barracones, comiendo corta
ó escatimada ración, sin vestuario apenas algunos cuerpos, des-
truido el calzado de los mas ó roto , muchos los enfermos y des-
provistos los hospitales aun de regular ó pasadera asistencia. Con-
secuencia necesaria, ya de los males que abrumaban á todos y
procedían del mismo origen, y ya de los que eran peculiares á los
españoles, agotados sus haberes y caudales con la prolongada,
guerra y no ayudados por la administración pública, nunca bien
entendida en sus diversos ramos , y no mejorada ahora : dolencia
añeja y como endémica del suelo peninsular, á los remedios muy
rebelde y de curación enfadosa y tarda.


Cierto que los nuestros sobrellevaban sus padecimientos con ad-
mirable resignación, sin queja ni desman notables. Mas previendo
Wellington cuan imposible se hacia durasen las cosas largo espacio
en el mismo ser, resolvió tornasen los españoles al pais nativo por
huir de futuros y temibles daños, y también por no necesitar en-
tonces de su apoyo y auxilios, decidido á no llevar muy adelante
la invasion comenzada, en tanto que no abonanzase el tiempo y
que no penetrasen en Francia los aliados del norte. Asi fue que


Don Manuel Freiré estableció su cuartel general en
vneimi a.ES- j r u n regresando á España las divisiones tercera,


pana casi todo el 7 c i i i ' i •


cuarto ejercito y cuarta y sexta y la primera brigada de la quinta, to-
Andaiuc ia" a < l e das del cuarto ejército, quedándose solo con los in-


gleses la de Don Pablo Morillo que era la primera. La
segunda, séptima y octava, y la segunda brigada de la quinta con-
tinuaron donde estaban; á saber , guarneciendo á Pamplona y San
Sebastian, y en los bloqueos de Santoña y Jaca ; si bien la segunda
division no lardó en acercarse alNivelle. Poca caballería habia pa-
sado antes á Francia, yéndose lo mas de ella en busca de subsisten-
cias á Castilla, á donde igualmente fue destinada la sexta division
del cargo de Don Francisco Longa. Permanecieron las demás en




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 299


las provincias fronterizas para acudir al primer llamamiento de
Wellington y cubrir sus espaldas en caso de necesidad. Acantonóse
en el valle de Bastan el ejército de reserva de Andalucía, alejándose
después basta Puente la Reina y pueblos inmediatos.


Aunque no tuviese Lord Wellington el proyecto de Movimientos j
extender ahora sus incursiones , quería sin embargo, combates en ei
antes de hacer su última y mayor parada, cruzar el
Nive y enseñorearse de parte de sus orillas. Empresa no fácil,
apoyado el mariscal Soult en el fortalecido y atrincherado campo
de Bayona, cuyos aproches cubrían los fuegos de aquella plaza,
situada en donde el Adour y Nive se juntan en una madre : por lo
cual hizo solo resolución el general inglés de adelantar su derecha,
conservando en la izquierda la misma línea, y limitando sus aco-
metidas á apoderarse de los puntos que defendían los enemigos en
el Nive superior , cuya posesión ofrecíale mas desahogo para su
gente y afianzaba sus estancias.


Para alcanzar su objeto empezó Wellington á moverse el 8 de
diciembre, disponiendo que el 9 atravesase el Nive por Cambo sir
R. Hill, sostenido en la maniobra por el mariscal Beresford, á
cuya sexta división del mando del general Clinton tocó pasar aquel
rio por Ustaritz. Ambas operaciones sucedieron bien, recogiéndose
los enemigos á unos montes que corren paralelos al Adour, apoyada
su derecha en Villefranche, de donde los arrojaron en breve los
anglo-portugueses, obligándolos á retirarse mas lejos. Ayudó al
buen éxito Don Pablo Morillo con la primera división española del
cuarto ejército, quien pasó el mismo día el Nive por los vados de
la Isleta y Cavarre, y se enseñoreó del cerro de TJrcuray y otros
inmediatos en los que quisieron los franceses hacerse firmes.


Por su lado favorecieron los movimientos de lia derecha aliada
sir Juan Hope y el general barón Alten, arrollando el primero á
los enemigos en Biarrilz y Angiet, y distrayéndolos el segundo y
causándoles daños por Bassussarry, á punto de tener que refugiarse
en su campo la vuelta de Marrac, palacio ahora arruinado y teatro
años antes de los escándalos referidos en su lugar.


Al siguiente día 10 yendo sir R. Ilill á proseguir sus operaciones,
suspendiólas en vista de que sus contrarios se habían también re-
cogido y metídose por aquel lado en su atrincherado y bien forta-
lecido campo; y ocupó la estancia que de antemano le habia seña-
lado Lord Wellington, descansando Ja derecha de dicho cuerpo
de Hill hacia el Adour, su izquierda en Villefranche, y parándose
el centro en la calzada inmediata á Saint-Pierre. La división del
general Morillo se apostó en Urcuray y una brigada de dragones
ligeros británicos enHasparren, destinadas ambas á observar y
mantener en respeto al general Paris, quien al cruzar los aliados
el Nive habíase corrido via de Saint-Palais.


Mas en la mañana del mismo día 10 habia trocado ya de papel




300 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


el francés, convirtiéndose de acometido en acometedor. Para ello
moviéronse todas sus tropas, menos las que guarnecían las obras
colocadas delante del general Hill, y tomaron la vuelta de las es-
tancias de la izquierda del ejército aliado y de las de la división
ligera, arrollando los puestos avanzados y aun empezando á batir
los sitios fortalecidos. Pero el barón Alten y sir Juan Hope repe-
lieron todas las arremetidas y aun cogieron 500 prisioneros. Hacia
propósito el enemigo, al intentar esta maniobra, de poner á la
derecha inglesa en la necesidad de regresar á la izquierda del Nive,
y quedarse él solo en la otra mas desembarazado para sus comuni-
caciones : lo cual no logró en grave perjuicio suyo.


Ni aun aqui paró su desgracia, porque concluida la refriega y
ya anochecido, dos batallones alemanes, uno de Francfort y tres
de Nassau Usingen, en número de 1,500 hombres, guiados por el
coronel Krusse, bávaro de nación y criado en Hanóver, pasaron á
las banderas aliadas, si bien con la condición honrosa de ser tras-
ladados á su pais nativo, y de no hacer armas contra los que aca-
baban de pelear á su lado y ser sus conmilitones. Fatal golpe y
de nocivo ejemplo para los enemigos, causador de disturbios y
desconfianza suma entre los soldados que eran franceses y los ex-
trangeros á su servicio.


Renovaron los contrarios sus ataques en los dos dias inmediatos
al 10 contra la izquierda inglesa, mas sin fruto, mostrando ga-
llardía notable sir Juan Hope, y los oficiales de su estado mayor
heridos todos ó contusos.


Entonces proyectó el mariscal Soult revolver el 13 del lado de
la derecha de los anglo-portugueses, y efectuólo dando contra ella
un furibundo y desapoderado acometimiento. Habíalo previsto Lord
Wellington, y anticipóse á reforzar su línea por aquella parte con
la sexta división británica. Dirigieron los enemigos su principal
ataque por el camino real que va de Bayona á San Juan de Pie de
Puerto, teniendo que resistir al impetuoso choque la brigada in-
glesa del general Barnes y la portuguesa del mando de Ashvvorth,
sostenidas por la división también británica que regia Le-Cor; la
cual recobró un puesto importante, avanzando esforzadamente por
el lado izquierdo y hacia donde lidiaba, en frente de Villefianche,
el general Pringle. Otro tanto sucedió por el derecho, enseño-
reándose de una altura y sustentándola con mucho brío las bri-
gadas británica y portuguesa que gobernaban respectivamente los
generales Bying y Buchan. Hubo otros reencuentros y choques
igualmente gloriosos á los aliados, cuyas sólidas y macizas huestes
no le fue dado romper, ni siquiera descantillar al experto mariscal
francés ni á sus arrojadas tropas.


En los cinco dias que duraron los diversos choques tuvo de baja
el ejército combinado 5,029 hombres, casi la mitad portugueses,
como que fueron quienes llevaron el principal peso de la refriega




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO. 301


en la última jornada, la mas mortífera y destructora. Perdieron
los franceses sobre 6,000 hombres entre muertos, heridos y pri-
sioneros.


Desesperanzado el mariscal Soult de lograr por en- E s l a n c ¡ a s d e
tonces cosa alguna de entidad, levantó mano y cesó en ios respectivos
sus empresas, á pesar de acaudillar todavía 50,000 e í e r c l l o s -
infantes y 6,000 caballos. Acantonóse por tanto, manteniéndose
sobre la defensiva, con su derecha en el campo atrincherado en
rededor de Bayona, su centro á la diestra margen del Adour, ex-
tendiéndose hasta Port - de-Laune en donde colocó su principal
depósito, y su izquierda lo largo de la derecha del Bidouse desde
su junta con el otro rio hasta Saint-Palais : cubrió varios pasos de
la orilla derecha de ambas corrientes, y no descuidó las fortifica-
ciones de San Juan de Pie de Puerto y de Wavarreins, atrincherando
también á Dax para almacén y abrigo de los auxilios y refuerzos
que le llegaban de lo interior.


Conforme á lo que ya insinuamos, tampoco Wellington insistió
en batallar, dejándolo para mas adelante, y afianzando solo y con
mayor ahinco sus atrincheramientos. Púsose, si cabe, mas en vela
respecto de la disciplina; pues internado en Francia, mal le hu-
biera venido que molestados y oprimidos los pueblos se hubiesen
alterado y tomado parte en la guerra, lo que en verdad deseaba
el mariscal Soult, procurando por eso que acudiese del ejército de
Suchet al pais vasco el general Harispe, baigorrianoy E I general
muy dispuesto para organizar cuerpos francos, según Harispe.
tenia acreditado en las campañas de 1793 y 1794. No dejaron sus
esfuerzos de incomodar á los aliados, atajándoles á veces los pasos
por retaguardia, y conteniendo las tentativas de Don Francisco
Espoz y Mina, que con parte de sus tropas asomaba por aquellos
valles, con amagos de embestir la plaza de San Juan de Pie de
Puerto, que , aunque pequeña, estaba bastante fortalecida ahora.


De poca importancia represéntase lo ocurrido en secesos
Cataluña por este tiempo y hasta fines de 1813 , pa- e n C a t a l u n a -
rangonado con lo que hemos referido ya de la parte occidental de
los Pirineos. Habia Napoleón elegido para coronel general de su
guardia al mariscal Suchet, y agregado al ejército de Aragón y
Valencia el de Cataluña; lo cual en realidad no alteraba suslan-
cialmente el estado de las cosas, debiendo por disposición anterior
juntarse todas aquellas fuerzas bajo la misma mano, siempre que
se operase de un modo activo. Simplificóse sin embargo con la
nueva medida la administración , y se excusaron disputas y com-
petencias. Retiróse á Francia Decaen que todavía gobernaba en
Cataluña, cediendo á Suchet el puesto. Formaba este ejército asi
reunido un total que pasaba de 32,000 soldados.


Pero disminuyóse poco después su número en no menos que en
9,000 llamado en breve á Italia el general Severoli con su división




502 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


compuesta de 2,000 combatientes, desarmados de súbito en Barce-
lona por decreto de Napoleón 2,400 alemanes , y retirados á Fran-
cia los gendarmes y gente escogida, sin que se enviase tropa
alguna para llenar los huecos.


Proseguía Cataluña abrumada baio el peso de sus
Sus carcas j i • .


cargas y no interrumpidas pérdidas y estragos, en
particular Barcelona, que , asiento de la dominación francesa,
sentía de mas cerca y á la continua el daño, habiendo sido como
entregada al saco. Tuvieron sin embargo los franceses que traer
frecuentemente auxilios de Francia para poder subsistir, agotada
la provincia, y ofreciendo obstáculos á las exacciones la irreconci-
liable enemistad y profundo odio que abrigaban los catalanes
constantemente en sus pechos contra la usurpación extrangera; al
paso que sobrellevaban con noble desprendimiento los sacrificios y
desembolsos que pedia de su fidelidad é inalterable celo el gobierno


legítimo. No menos de * 283,727,453 reales vellón
( Ap. n. 3.) c o m p ú ¡ a s e aprontó aqueHa provincia para el ejército


nacional en los cinco años corridos desde 1809 hasta 1815, sin
contar derramas y repartimientos que no ha sido dable se incluyan
en la suma : exorbitante por cierto, sí se atiende á lo que por su
lado arrancaron de los pueblos los invasores, y al deterioro y
merma que causaba en los productos y haberes aquella guerra tan
devastadora y de conquista, mas sensibles y dolorosos en provincia
de suyo tan industriosa y fabril como lo es la Cataluña.


En cuanto á los reencuentros y combates que hubo en ella por
este tiempo, apenas los hay que sean dignos de mencionarse. No
dejaron sin embargo las tropas del primer ejército y los cuerpos
francos y guerrillas á él agregados de molestar al enemigo y conse-
guir algunos trofeos por los meses de setiembre, octubre, noviem-
bre y fines de año en Montalla, Sant Privat, Santa Eulalia, San
Feliu de Codinas y otros lugares, regidos nuestros soldados por
los entonces coroneles Valencia , Llauder, Manso y demás gefes ya
conocidos y de nombre. Mandaba como antes este ejército Don
Francisco Copons y Navia, teniendo por lo común sus reales en
Vique. Se mantenían los anglo-sicilianos en las mismas estancias;
y solo en diciembre queriendo el mariscal Suchet sorprenderlos en
Villafranca donde tenian sus cuarteles, retiráronse advertidos á
tiempo, yendo la división española del general Sarsfield, que los
acompañaba, camino de la izquierda, y ellos mas de dos leguas
atrás la vuelta de Arbós, para mejorar de puesto y reconcentrar
todas sus fuerzas. Tornó Suchet burlado en sus esperanzas á las
orillas del Llobregat y á la capital del principado, en cuya ciudad
residía de ordinario ahora.


Por esta parte oriental de España tampoco levan-
vaiencia. m 3 í n 0 el segundo ejército bajo la guia de Don


Francisco Javier Elío en los bloqueos de las plazas y castillos que




LIBRO VTGÉS1MOTERCERO. 303
se encomendaron á su cuidado, con la dicha de que se fuesen to-
mando algunos. Asi sucedió con el de Morella, que se R i n Q C n s e , l 0 ,
entregó el 22 de octubre al ayudante de estado mayor españoles More-
Don Francisco del Rey , quedando prisioneros 100 " a y D e m a '
hombres que le guarnecían con su comandante Boissomacs. Vinie-
ron también el 6 de diciembre á partido otros tantos que defendían á
Denia y mandaba el gefe de batallón Bin , quien pactó la rendición
con Don Diego Entrena, que dirigía el asedio.


Al mismo compás y de tan buena medida para Es- S n c e s o s „„ A ! e .
paña ibanse arreglando las cosas de Alemania y de manía y norte de
todo el Setentrion. Alli comenzadas de nuevo las hos- u r o p a '
tilidades y unida el Austria á la coalición europea, según dijimos,
llovieron sobre la Francia infortunios y tremendas desdichas,
siendo para sus ejércitos de mortal ruina é indecible fracaso la
derrota que padecieron sus huestes en Leipsick durante los días
16, 17 , 18 y 19 de octubre, de cuyas resultas casi solo Napoleón
y sin aliados repasó el Rin con los remanentes de sus destrozadas
ti'opas, y regresó á Paris el 8 de noviembre, desgajándose as i , y
una á una ó muchas á la vez, las ramas del excelso y robusto árbol
dé su poco antes encumbrada dominación , cuyo tronco mismo iba
luego á sentir los pesados golpes de dura , cortante y desapiadada
hacha enemiga.




LIBRO VIGÉSIMOCÜARTO.


Viage á Madrid de la regencia y las cortes, y su llegada. — Abren las cortes
alli sus sesiones. — Napoleón en Poris y sus medidas. — Declaración de los
aliados del Norte. — Entran en Francia. —Entabla Napoleón negociaciones
con Fernando. — Su carta á este rey. — Conferencias de los príncipes en
Valencey con el conde de Laforest. — Llegada á Valencey del duque de San
Carlos. — Tratado concluido en Valencey. — Viage de San Callos á España.
— E n v í a Napoleón á Valencey á otros españoles. — Nuevas reflexiones. —
Comisionados franceses enviados á España. — Llega San Carlos á Madrid.
— Disgusto que causa su llegada. — Viage también de Palafox á Madrid.
•—• Contestación de la regencia y sus cartas al rey. — Vuelven á Francia
San Carlos y Palafox. — Da cuenta á las cortes de este negocio la regencia
del reino. — Se recibe con aplauso. — Manifiesto que debe acompañarle. —•
Cambio en la opinión , y reflexión sobre esto. — Ligas y manejos contra las
nuevas reformas. — Extraño discurso del diputado Reina. — Alboroto que
causa en las cortes y sus resultas. — T r a t a n algunos de mudar la regencia.


— Nolo consiguen ; con otros incidentes. — Cierran las cortes ordinarias sus
sesiones. — Las \uelven á abrir. — Reconocimiento del Austria y tratado
con Prusia. —Sucesos militares. — Cataluña. — S e retira Suchet á Gerona.
— Van-Halcn. — Se pasa á los españoles; sus proyectos y ardides. — Ten-
tativa contra Tortosa. — Frústrase esta. — Sale bien en Lérida, Mequi-
nenza y Monzón. — Se cogen prisioneras las guarniciones. — Apuros, ges-
tiones y molimientos de S u c h e t . — Ríndese el castillo de Jaca. — Ataques
contra Santoña y sus obras exteriores. — Tómanse algunas de estas. —
Muerte de Barco. — Movimientos de Wellington. — Paso del Adour. — Se
cerca del todo á Bayona. — Échase un puente sobre el Adour. — Avances
de Wellington. — Batalla de Orlhez, 27 de febrero. — Movimientos poste-
riores. — Intentos de los partidarios de la casa de Borbon. — Envia Wel-
lington vía de Burdeos á Eeresford. — Se declara esta ciudad en favor de
los ÍSorbones. — Entran alli el 11 de marzo Beresford y el de Angulema.


— Proclama de Soult. — Estado critico de Napoleón y medidas que toma.


— ^aVe V ^ s ñ s . — V ^ t j ^ ^ ^ ^ t t ^ W . — VfetóteK.. — T t a U d o de
Cbaumont. —Resultas de esto. — Suelta TsapcAeotv á VercMcrAo. —Vtecftáe
Zayas al rey : su viage. — Sale el rey de Valencey. — L l e g a á Peipiñan. —
Quédase allí el infante Don Carlos. — Entra el rey en España. — Piecibe
Copóos al rey en el Fluviá.—Entra el rey en Gerona. — Llega también alli
el iuf.mte Don Carlos. — Carta del rey á la regencia. — Monumento que
decretan las cortes. — Dádiva del duque de Frias. — Trabajos y discusiones
de las cortes. — Presupuestos. — Secretarías. — Dotación de la casa real,


— Impostor Audinot. — Acontecimientos militares. — Movimientos d e l
4» ejército español. — Auxilios que facilita Wellington. — Conducta de
conde del Abisbal. — Pasa á Francia el 3" ejército español. — Sigue Wel-
lington moviéndose. — Llega Soult á Tolosa. — Llegan los aliados enfrente
de la ciudad. — Tentativas para pasar el Garona. — Le pasan los aliados.


— Otros movimientos. — Tolosa y su estado de defensa. — Batalla de To-
losa. — Evacúa Soult la ciudad. — Entran los aliados. — Son bien re-
cibidos. — Acontecimientos y mudanzas en Paris. — Caída de Napoleón,
— Otros sucesos militares.— En Burdeos. — En Bayona. — Santoña. — Ca-
taluña. — La abandona Suchet. — Conducta de Soult y Surhct con motive




LIBRO VIGÉS1MOCUARTO.
de lo ocurrido en Paris. — Concluyese un armisticio enlre Wellington y ios
mariscales franceses. — Asuntos políticos. — Salen el rey y los infantes de
Gerona. — Llegan á Tarragona y Reus. — Ya el rey á Zaragoza. — Buen
recibo en esta ciudad. — Junta en Duroca. — Entrada en Teruel.— Junta
en Segorbe. — Entrada del rey en Valencia. .— El general Elío. — Lo que
sucedió con el cardenal de Borbon. — Sale Elío á recibir al rey. — Lo mismo
el cardenal. — Representación de los diputados llamados tersas. — Con-
ducta de los liberales en las cortes. — Se trasladan estas á Doria María de
Aragón. — Función fúnebre del i de mayo. — Lo que pasa en Valencia.
— Se acerca Whittingham á Madrid. — Conducta del embajador inglés. —
Sale el rey de Valencia. — Lo que ocurre en el camino. — Diputación' de
las cortes para recibir al rey. — Otras ocurrencias. — Prisión en Madrid
de la regencia , ministros y muchos diputados. — Disolución de las corles
por orden del rey. — Asonadas en Madrid. — Manifiesto ó decreto del 4 de
mayo. — Autores y cooperarios de él. — Reflexiones. — Entrada del rey en
Madrid. — Llegada de Lord Wellington á la capital. — Recompensas que
este recibe en su patria. — Evacuación de las plazas que aun conservaba
el francés en España. — Tratado de paz y amistad con Francia. — Ministros
de Fernando. — Política errada y reprehensible de estos. — Cuál hubiera
convenido adoptar. — Conclusión de esta obra.


En medio de aclamaciones las mas vivas y sinceras
, , i j - i -l • • . . > Viage a Madrid


y de solemnes y esplendidos recibimientos, atravesó de i« regencia y
la regencia del reino las ciudades, villas y lugares ¡¡¡.yí».1**'TSn
situados entre la isla de León y la capital de la mo-
narquía. Habíase aquella puesto en camino el 19 de diciembre,
viajando á cortas jornadas y haciendo algunos descansos para cor-
responder al agasajador anhelo de los naturales, por lo que no
llegó á Madrid hasta el 5 de enero de 1814; en donde no fue menos
bien acogida y celebrada que en los demás pueblos, alojándose en
el real palacio. Los diputados á cortes, aunque por la índole de su
cargo no iban juntos ni en cuerpo, tuvieron también parte en los
obsequios y aplausos, ensanchados los corazones de ios habitantes
con la traslación á Madrid del gobierno supremo: indicante, al
entender de los mas, de la confianza que este tenia en que el ene-
migo no perturbaría ya con irrupciones nuevas la paz y sosiego de
las provincias interiores del reino.


Abrieron las cortes sus sesiones el 15 de enero, .„ . .
' Abren las cor -


suspendidas antes en Ja isla de León, y nombraron tes aii¡ 5 u s «>-
por su presidente á Don Gerónimo Diez, diputado por S I 0 D e s '
Salamanca. El sitio en que se congregaron fue el teatrode Jos Caños
del Peral, arruinado luego después, y en cuyo terreno y plazuela,
denominada del Oriente, construyese desde años hace otro nuevo
con suntuoso salón para bailes y grandes fiestas.


No ofrecieron al principio particular ínteres los negocios que las
cortes ventilaron en público, sí alguno de los que trataron en se-
creto; pero del cual no será bien hablar antes de volver airas y
referir, como necesario proemio, lo que por entonces habia ocur-
rido en Francia.


m. 20




506 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Napoleón en Llegado que hubo Napoleón á Paris el 9 de no-
Pan.i y ™ me- viembre de 1813, buscó con diligencia suma modo
< Í K l a 8 de aventar lejos el nublado que le amagaba. Alista-
mientos, conferencias, manejos, nada olvidó, lodo lo puso por
obra , aunque prefiriendo á los demás medios el de las armas, re-
huyendo, en cuanto podia, de una pacificación última y formal.
Hiriéronle para ella los aliados desde Francfort proposiciones mo-
deradas, atendiendo á los tiempos, según las cuales concedíanse á
Francia por límites los Pirineos, los Alpes y el Rin, con tal que
su gobierno abandonase y dejase libre la Alemania, la España y la
Italia entera; pero Napoleón, esquivando dar una contestación clara
y explícita, procuraba solo ganar tiempo avivando impaciente la
ejecución de un decreto del senado que disponía se levantasen
500,000 hombres en los ámbitos del imperio.


. . . . .„ Puestos los aliados en algún sobresalto con esla
Declaración de 5>


ios aliados dei nueva y hostil resolución, y descontentos de la evasiva
N o r l e ' respuesta que el emperador francés había dado á las
proposiciones hechas, publicaron una declaración fecha en Franc-
fort el I o de diciembre, por la que anunciaban al mundo no ser á
la Francia á la que hacían guerra, sino á la preponderante superio-
ridad que por desgracia suya y de la Europa habia ejercido Napo-
león aun fuera de su mismoimperio, cuyos límites habían consentido
los soberanos aliados en ensanchar, clavando las mojoneras mas
allá de donde concluía el territorio de la antigua monarquía fran-
cesa ; deseosos de labrar la felicidad de la nueva, y penetrados de
cuan importante seria su conservación y grandeza para el afianza-
miento de todas las partes del edificio social europeo. A los dis-
cursos siguiéronse las obras; y resueltos los aliados del Norle á
internarse en Francia con tres ejércitos y por lies punios distintos,


E..tran pisaron aquella tierra por primera vez, cruzando sus
en Francia. tropas el Rin al concluir el año de 1815 y comenzar


el de 1814 : las cuales correspondieron asi á las operaciones de los
anglo-hispano-portugueses, que por el mediodía habían llevado ya
la guerra anticipadamente hasta las orillas del Adour y el Nive.


Diestro Napoleón en las artes del engaño y de enre-
Enlabia Ñapo- , , . , . * „ , . . . " ?


león negociado- dadora política, figuróse ser también oportuno para
XVu" F e "" m " enflaquecer á sus enemigos y sembrar entre ellos cizaña


y fatal disensión tener á hurtadillas y por medio de
emisario seguro algún abocamiento con Fernando VII, á quien
corno antes guardaba cautivo en el palacio deValencey.


No bien lo hubo pensado, cuando al efecto envió allá bajo el fin-
gido nombre de Mr. Dubois al conde de Laforest, consejero de
estado, sugelo práctico y de sus confianzas, quien desde luego y
ya ei 17 de noviembre de 1815 se presentó á Fernando y á los in-
fantes Don Carlos y Don Antonio, siendo su primer paso entre-
gar al rey de parte de Napoleón una carta del tenor siguiente:




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 507


« Primo mió : Las circunstancias actuales en que se su carta a esta
< halla mi imperio y mi política me hacen desear re*-
« acabar de una vez con los negocios de España. La Inglaterra
* fomenta en ella la anarquía y el jacobinismo, y procura ani-
i quilar la monarquía y destruir la nobleza para establecer una
« república. No puedo menos de sentir en sumo grado la destruc-
« cion de una nación tan vecina á mis estados, y con la que tengo
t tantos intereses marítimos y comunes.


t Deseo pues quitar á la influencia inglesa cualquier pretexto
i y restablecer los vínculos de amistad y de buenos vecinos que
« tanto tiempo han existido entre las dos naciones.


< Envío á V. A. R. (todavía no le trataba como á rey) al
« conde de Laforest, con un nombre fingido, y puede V. A. dar
« asenso á todo lo que le diga. Deseo que V. A. esté persuadido
« de los sentimientos de amor y estimación que le profeso.


t No teniendo mas fin esta carta ruego á Dios guarde á V. A.,
« primo mío, muchos años. Sainl-Cloud, 12 de no- , ¡ A p n J
t viembre de 1813.—Vuestro primo.—NAPOLEÓN'.»


Siguióse á la lectura de esta carta, de la cual to-
maron conocimiento el rey y los infantes con reserva . c ° n r C T e n c | a s


J 1 de los pr inc ipes


y aparte, un largo discurso que de palabra pronunció en Valencey con
el conde de Laforest, inculcando lo expresado en S U fores t ,
misión con nuevas explicaciones, y tratando al rey
Fernando, á imitación de su amo, solo de príncipe y de alteza
real, i El emperador, decía, que ha querido que me presente bajo
( de un nombre supuesto para que esta negociación sea secreta,
t me ha enviado para decir á V. A. R. que queriendo componer las
« desavenencias que habia entre padres é hijos, hizo cuanto pudo
« en Bayona para efectuarlo; pero que los ingleses lo han destruido
« todo, introduciendo la anarquía y el jacobinismo en España,
« cuyo suelo está talado y asolado, la religion destruida, el clero
« perdido, la nobleza abatida, la marina sin otra existencia que el
> nombre, las colonias de América desmembradas y en insurrec-
« cion,-yenfin todo en ella arruinado. Aquellos isleños no quie-
« ren otra cosa que erigir la monarquía en república, y sin em-
« bargo, para engañar al pueblo, en todos los actos públicos
« ponen á V. A. B. á la cabeza. Yo bien sé , señor, que V. A. R.
i no ha tenido la menor parte en todo lo que ha pasado en este
« tiempo; pero no obstante se valen para todo del nombre de
« V. A. R., pues no se oye de su boca mas que Fernando VIL
« Esto no impide que reine allí una verdadera anarquía, pues al
t mismo tiempo que tienen las corles en Cádiz y aparentan querer
« un rey, sus deseos no son otros que el de establecer una república.
« Este desorden ha conmovido al emperador, que me ha encargado
« haga presente á V. A. R. este funesto estado, á fin de que se
« sirva decirme los medios que le parezcan oportunos, ya para




308 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


i conciliar el interés respectivo de ambas naciones, ya para que
i vuelva la tranquilidad d un reino acreedor á que le posea una
« persona del carácter y dignidad de V. A. R. Considerando pues
t S. M. I. mi larga experiencia en los negocios (pues hace mas de
« cuarenta años que sigo la carrera diplomática, y he estado en
« todas las cortes), me ha honrado con esta comisión, que espero
« desempeñar á satisfacción del emperador y de V. A. R . , de-
« seando que se trate con el mayor secreto, porque si los ingleses
« llegasen por casualidad á saberla, no pararían hasta encontrar
« medios de impedirla.
« . . . »


Concluida la arenga respondió el rey : « Que un asunto tan serio
« como aquel, y que le había cogido tan de sorpresa, pedia mucha


« reflexión y tiempo para contestarle, y que cuando
(Ap. n. 2.i ^ llegase este caso se lo haría avisar *. »


No aguardó á tanto el desvivido emisario, sino que al día si-
guiente pidió nueva audiencia. Reprodujéronse en ella por ambas
partes las mismas razones y pláticas, hasta que Laforest terminó
por decir al rey : « Que si aceptaba la corona de España que el
« emperador queria volverle, era menester que se concertase con
« él sobre los medios de arrojar á los ingleses de ella. > Contestó
Fernando y apoyáronle su hermano y tío : « Que de nada podia
« tratar hallándose en las circunstancias en que estaba en Valen-
« cey, y que ademas no podia dar ningún paso sin el consenti-
« miento de la nación representada por la regencia. » Hubo su-
cesivamente de una y otra parte nuevas vistas, observaciones y
réplicas, variando de tema en uno de los casos Mr. de Laforest, para
quien ya no era república lo que querían introducir los ingleses en
España, sino otra estirpe real en unión con los portugueses, cual
era la de Braganza. Tan mudable y poco seguro mostrábase el
francés en sus alegaciones y propósitos. En fin un dia exigió del
rey que le dijera, si al volver á España seria amigo ó enemigo del
emperador. Contestó S. M . : « Eslimo mucho al emperador; pero
« nunca haré cosa que sea en contra de mi nación y de su felicidad;
« y por último declaro á V. que sobre este punto nadie en este
« mundo me hará mudar de dictamen. Si el emperador quiere que
« yo vuelva á España, trate con la regencia, y después de haber
« tratado, y habérmelo hecho constar, lo firmaré; pero para esto
« es preciso que vengan aqui diputados de ella, y me enteren de
« todo. Dígaselo V. asi al emperador, y añádale que esto es lo que
« me dicta mi conciencia. ¡> Firme y noble respuesta si así fue dada,
propia de quien cenia la diadema de antiguos, gloriosos y dila-
tados reinos.


Viniendo á cabo la negociación puso S. M. en manos de Mr. do
Laforest una carta en contestación á la del emperador concebida
en estos términos :




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 309


* Señor : El conde de Laforest me ha entregado la carta que
« V. M. I. rae ha hecho la honra de escribirme fecha 12 del cor-
« riente; é igualmente estoy muy reconocido á la honra que
« V. M. I. me hace de querer tratar conmigo para obtener el fin
« que desea de poner un término á los negocios de España.


< V. M. I. dice en su carta que la Inglaterra fomenta en ella la
t anarquía, el jacobinismo, y procura aniquilar la monarquía espa-
i ñola. No puedo menos de sentir en sumo grado la destrucción de una
« nación tan vecina á mis estados y con la que tengo tantos intere-
t ses marítimos comunes. Deseo pues quitar {prosigue V. M.) á la
* influencia inglesa cualquiera pretexto, y restablecer los vínculos
€ de amistad y de buenos vecinos que tanto tiempo han existido entre
< las dos naciones. A estas proposiciones, señor, respondo lo
< mismo que á las que me ha hecho de palabra de parte de V. M.
« I. y R. el señor conde de Laforest; que yo estoy siempre bajo
< la protección de V. M. L, y que siempre le profeso el mismo
t amor y respeto de lo que tiene tantas pruebas V. M. I . ; pero no
« puedo hacer ni tratar nada sin el consentimiento de la nación es-
« pañola, y por consiguiente de la junta. V. M. I. me ha traído á
« Valencey, y si quiere colocarme de nuevo, en el trono de España,
« puede V. M. hacerlo, pues tiene medios para tratar con la junta
< que yo no tengo; ó si V. M. I. quiere absolutamente tratar con-
« migo, y no teniendo yo aqui en Francia ninguno de mi con-
<¡ fianza, necesito que vengan aqui con anuencia de V. M. dipu-
« tados de la junta para enterarme de los negocios de España, »
(S. M. tenia idea muy confusa de ellos, según se ve por el modo
como habla, no estando informado sino por el vicioso conducto de
los diarios censurados del imperio) « ver los medios (prosigue la
« carta) de hacerla verdaderamente feliz, y para que sea válido en
« España todo lo que yo trate con V. M. I. y R.


« Si la política de V. M. y las circunstancias actuales de su im-
« peiio no le permiten conformarse con estas condiciones, enlon-
•t ees quedaré quieto y muy gustoso en Valencey, donde he pa-
« sado ya cinco años y medio, y donde permaneceré toda mi vida
« si Dios lo dispone asi.


< Siento mucho, señor, hablar de este modo á V. M. ; pero mi
« conciencia me obliga á ello. Tanto interés tengo por los ingleses
* como por los franceses; pero sin embargo debo preferir á todo
« los intereses y felicidad de mi nación. Espero que V. M. I. y R.
« no verá en esto mismo mas que una nueva prueba de mi ingenua
« sinceridad y del amor y cariño que tengo á V. M. Si prometiese
« yo algo á V. M. y que después estuviese obligado á hacer todo
« lo contrario, ¿ qué pensaría V. M. de mi ? Diria que era un in-
« constante y se burlaría de mí, y ademas me deshonraría para
« con toda la Europa.


« Estoy muy satisfecho, señor, del conde de Laforest, que ha




310 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« manifestado mucho celo y ahinco por los intereses de V. M., y
< que ha tenido muchas consideraciones para conmigo.


t Mi hermano y mi tio me encargan los ponga á la disposición
c de V. M. I . y R.


« Pido, señor, á Dios conserve á V. M. muchos años. — Va-
lencey, 2 1 de noviembre de 1 8 1 3 . — FERNANDO \ >


c A p . n . 3.) ^ imparcialidad histórica nos ha impuesto la obli-
gación de sacar estos hechos de la obra que, al volver á España,


publicó Don Juan Escoiquiz, bajo el título de * Idea
c AP . n. 4 > sencnia> e t C i t c u y 0 relato en el asunto da este á enten-


der haberle tomado de las apuntaciones que de su puño extendiera
en Valencey Fernando mismo. Nada tenemos que oponer á seme-
jante aseveración, y menos á una autoridad de esfera tan elevada.
Mas con todo, atendiendo á la anterior conducta, vacilante, débil
y aun sumisa de los príncipes cautivos en Francia y á los aconteci-
mientos que luego sobrevinieron, como también á una singular
ocurrencia de que se hablará después, pudiera el lector sensato y
desapasionado suspender el juicio sobre la veracidad en sus diver-
sas partes de la narración citada, y aun inclinarse á creer que hubo
olvidos en ella, ó algunas variantes entre lo que S. M. escribió y
el extracto ó copia que hizo D. Juan Escoiquiz.


Sea de ello lo que fuere, peregrinas por cierto aparecen no
poco las expresiones de sentimiento y pesar que vertió Mr. de La-
forest por la suerte deplorable de España, como si no fuera su
amo el principal autor; y aun mas las noticias y avisos que dio
acerca de las maquinaciones ó intentos del gabinete británico:
pues pintar á este afanándose por introducir en España una repú-
blica, ó por mudar la dinastía sustituyendo á la antigua la de
Braganza, invención es que traspasa los límites de la imaginación
mas desvariada ó que se hunde en las cavilosidades de grosera
vulgaridad. ¿ Cómo ni siquiera pensar que los sucesores de Pitt y
de sus máximas tratasen de fundar una república, y una república
en España? ¿ Cómo, que les pluguiese unir aquella corona y la
de Portugal, y unirlas bajo la rama de Braganza, enlazada con
la de Borbon ? Ah! Menester fue gran desmemoramiento de cosas
pasadas y presentes, y confianza suma en la ignorancia é impericia
de los príncipes españoles, para producir en apoyo de la política
de Napoleón argumentos tales, y tan falsas y ladeadas razones,
expuestas con tanta desmaña. Asombra en verdad, mayormente
viniendo la idea y su manifestación de un soberano diestro al par
que astuto, y de un estadista envejecido en los negocios, ambos
de una nación en donde *, al decir ya del gran duque de Alba, son


(*Ap. n. s.) l a n grandes maestros en colorar cosas mal¡ hechas.
Llegad a v a Prosigamos en nuestra relación. No desistiendo el


l encey dei d a q a e emperador francés de su propósito á pesar de la res-
d e s a n e a r l o s . p U e S | a q u e p a r e c e le dio el rey Fernando, repitió sus




LIBRO V1GÉSIMOCUARTO. SII


instancias y continuó la negociación entablada, al llegar á Valenccy
el duque de San Carlos, traído allí de su orden de Lons-le-Saul-
nier, en donde le tenia confinado cosa había de cinco años. Reno-
váronse entonces las conferencias á que asistieron S. M. y AA.,
Laforest y San Carlos, acordándose unánimemente entre ellos,
que los dos últimos, autorizados competentemente con plenos po-
deres de sus respectivos soberanos, hiciesen y firmasen un tratado
concebido en términos ventajosos para España, si bien no debia con-
siderarse este concluido hasta que llevado á Madrid por el du-
que, fuese ratificado por la regencia y también por el rey cuando,
restituido al trono, estuviese en el goce de verdadera y plena
libertad.


Yase por aquí viendo de qué modo empezaba Fernando á ceder
en su repugnancia de meterse en tratos con Napoleón antes de
averiguar cuáles fuesen los deseos del gobierno legítimo establecido
en España; ora que en realidad no se hubiese mostrado nunca tan
opuesto como nos lo encarece Escoiquiz, ora que torciesen aquel
buen ánimo los consejeros españoles que iban llegando á Valencey
fieles á su persona, pero bastante desacertados en sus miras y
rumbos políticos.


No tardaron en estar conformes los plenipotencia- T m s
rios Laforest y San Carlos, estipulando el 8 de di- cinido en vaien-.
ciembre un tratado cuyo tenor era en sustancia: c e y i
i I o Reconocer el emperador de los franceses á Fernando y sus
« sucesores por reyes de España y de las Indias, según el dere-
< cho hereditario establecido de antiguo en la monarquía, cuya
« integridad manteníase tal como estaba antes de comenzarse la
< actual guerra; con la obligación por parte del emperador de
« restituir las provincias y plazas que ocupasen aun los franceses,
« y con la misma por la de Fernando respecto del ejército britá-
« nico, el cual debia evacuar el territorio español al propio tiempo
* que sus contrarios; 2 o conservar recíprocamente ambos sobe-
« ranos (Napoleón y Fernando) la independencia de los derechos
< marítimos conforme se habia estipulado en el tratado de Ulrecht,
« y conlinuádose hasta el año de 1792 ; 3 o reintegrar á lodos los
« españoles del partido de José en el goce de sus derechos, hono-
« res y prerogalivas, no menos que en la posesión de sus bienes,
< concediendo un plazo de diez años á los que quisieran vender-
< los para residir fuera de España ; 4 o obligarse Fernando á pa-
< gar á sus augustos padres el rey Carlos y la reina su esposa
« (quienes en busca de región mas templada se habían trasla-
« dado de su anterior residencia á Marsella, como después á
« Roma) treinta millones de reales al año y ocho á la última en
* caso de quedar viuda; y S° convenirse las partes contratantes
< en ajustar un tratado de comercio entre ambas naciones, subsis-
« tiendo hasta que esto se verificase las relaciones comerciales




512 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


t en el mismo pie en que estaban antes de la guerra
( * A p - n - 6 - ' « d e 1792 ' . »


J „ Confióse al duque de San Carlos el encargo de íle-
Vtage de S a n , „ "


c i r i o s ¿ E s p a ñ a , var este tratado a España con carta del rey para la
c A P n 7) regencia, que sirviese de credencial, y una instruc-


ción ostensible que escudase á Fernando cerca del
gobierno francés. Exigíase del de Madrid en el primer documento
la ratificación del tratado : pensamos que lo mismo en el segundo,
bien que nada nos asegura sobre esto Escoiquiz ; y solo sí que
S. M. hizo de palabra á San Carlos las advertencias siguientes:
« I a Que en caso de que la regencia y las cortes fuesen leales al
« rey y no infieles é inclinadas al jacobinismo, como ya S. M. sos-
« pechaba, se les dijese era su real intención que se ratificase el
« tratado, con tal que lo consintiesen las relaciones entre España
« y las potencias ligadas contra la Francia, y no de otra manera;
« 2 a que si la regencia, libre de compromisos, le ratificase, podía
t verificarlo temporalmente entendiéndose con la Inglaterra, re-
ii suelto S. M. á declarar dicho tratado forzado y nulo á su vuelta
t á España por los males que traería á su pueblo semejante con-
« firmacion ; y 5 a que si dominaba en la regencia y en las cortes
« el espíritu jacobino, nada dijese el duque y se contentase con
« insistir buenamente en la ratificación, reservándoseS. M., luego
c AP n s ) * c I u e s e v ' e s e ^ r e ' e ' c o n t ' n u a r 0 n o l f l guerra según


« lo requiriese el interesó la buena fe de la nación *.»
Después de esto partió el de San Carlos de Valencey el 11 de


diciembre, bajo el falso nombre de Ducos para ocultar mas bien su
viage, é impedir hasta el trasluz del objeto de la comisión. En su
ausencia quedó encargado de continuar tratando con el conde de


Laforesl Don Pedro Macanaz, traído también allí al-
leonT'vafencey gunos días antes por orden del emperador, lo mismo
* « i " » españo- q ¡ j e | o s g C n e r a l e s Don José Zayas y Don. José de Pala-


fox encerrados en Vincennes, no habiéndose Napo-
león olvidado tampoco en su llamamiento de Don Juan Escoiquiz;
quien el 14 de diciembre llegó de Bourges en donde le tenian con-
finado, y al instante tomó parte por disposición de Fernando en
las conferencias de Macanaz y Laforest, sin que por eso mejorasen
los asuntos de semblante, ni él adquiriese mayor fama de la que
ya gozaba y habíale cabido como estadista y negociador en los su-
cesos de Madrid y Bayona.


N c e v a s Apesárase el alma al contemplar, y desgracia es de
reues .oues. España, que los mismos hombres (no se alude en este


caso á Palafox ni á Zayas) que por sus errados consejos habian
influido poderosamente en meter á la nación y al rey en un mar de
desdichas sin suelo apenas ni cabo, volviesen á salir al teatro político
para representar papeles parecidos á los de antes, trabajando por
extremarse en idénticos desvíos de discernimiento y buen juicio.




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 313


Porque en efecto si examinamos con atención el tratado de Va-
lencey, cuya letra no ha podido alterarse , patente se hace per-
manecían aun vivas las inclinaciones de Bayona entre los cortesanos
que asistieron alli en 1808 : pues en el contexto del referido tra-
tado ni siquiera se nombra al gobierno nacional, que durante la
ausencia del rey , habia agarrado con gloria y dichosa estrella el
timón de los negocios públicos, ni tampoco se hace mención de los
aliados, acordándose solo de los ingleses para repelerlos fuera del
territorio español á manera de enemigos. Y si del tratado pasamos
á las instrucciones que de palabra se comunicaron á San Garios, y
cuenta Escoiquiz, ¿habrá nadie que no las gradué de mal sonantes,
falaces é impropias de la dignidad real ? En ellas queriendo por
una parte engañar á Napoleón mismo y faltarle á lo pactado, sus-
cítanse por la otra recelos contra la regencia y las cortes, y aun
se sospecha de su lealtad, anunciando en su escrito Don Juan Es-
coiquiz, que sin las precauciones adoptadas « hubiera podido llegar
« por la infidelidad de la regencia la noticia de las intenciones del
« rey al gobierno francés y echarlo todo á per- ( , J p i | S )
« der *. » Enhorabuena desagradasen al tal autor y á
los suyos las opiniones de las cortes y sus providencias en materia
de reformas, aunque no las conociese bien ; pero tildar á sus in-
dividuos del modo que lo hicieron, y aun creer que la regencia
fuese capaz de descubrir á Napoleón un secreto del rey , como en
su folleto estampa osadamente el Don Juan, cosa es que alborota
el ánimo y provocará á ira al español mas pacífico y templado,
siempre que sea amante de la verdad y de la justicia. Qué! ¿Hom-
bres íntegros y de incontrastable firmeza en tiempos procelosos y
desesperados mudaríanse de repente y ahora , cuando iba á en-
trarse en otros serenos y bonancibles ? No , ni imaginado lo hu-
bieran antes ni después, ni entonces , aun dado caso que hubiese
ya zumbado en sus oídos el ruido de los grillos y cadenas que
preparaban para ellos y la patria, en recompensa de tribulaciones
pasadas y grandes servicios, los de Valencey y secuaces.


Que fuese el encubierto deseo de los consejeros de Fernando
rehuir de otras alianzas y estrechar la del emperador francés, ya
por miedo , ya por la ciega admiración que aun conservaban á su
persona, colígese del tratado referido que no consiente interpreta-
ciones ni posteriores variantes, y de la conducta que todos ellos
tuvieron é ¡remos observando hasta la final caída de Bonaparte; no
siendo de menospreciar tampoco en comprobación una ocurrencia
que arriba apuntamos, y es oportuno contar aquí.


Por el mismo tiempo en que andaban los tratos de r . . ,
Yaiencey, vinieron a España unos comisionados lran- franceses envía-
ceses, que bajo de cuerda dirigía y manejaba desde su d o s a E s p a í a -
pais un tal Mr. Tassin , sugeto inquieto muy entremetido y de se-
cretos amaños. Traían aquellos encargo de introducir desconfianza




514 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


respecto de los ingleses, y trabajar ahincadamente para que estos
saliesen de España. Dos eran los principales comisionados revesti-
dos de poderes y con autorización competente. Presentóse uno de
ellos al general Mina, y esquivó el otro encontrarse hacia Irun con
Lord Wellinglon y Don Manuel Freiré, encaminando sus pasos á
Bilbao , en donde se abocó con un cierto Echevarría, amigo y cor-
responsal de los de Valencey desde los sucesos de Bayona, á quien
de intendente vimos convertido en guerrillero allá en Alcañices.
Mezcláronse con los expresados emisarios algunos otros, entre los
cuales merece mentarse un Mr. Magdeleine, hombre muy gordo y
de aparente buen natural , del que se sirvió para engañar á Don
Miguel de Álava y á Lord Weliington á punto de sacarles dinero y
recomendaciones. El comisionado ó agente que se avistó con Mina,
de nombre Mr. Ducierc, descubrióse áeste y le manifestó el objeto
de su comisión , entregándole diversos papeles. Informada de todo
la regencia del reino y cierta de lo avieso y torcido de la trama
urdida, dispuso proceder contra los ejecutores de ella , y ordenó
en consecuencia la prisión de varios sugetos, señaladamente la del
que hemos dicho haberse enderezado á Bilbao, de cuya persona,
ya devuelta, se apoderó dentro del territorio francés Don Miguel
de Álava, en virtud de. orden superior y por medio del comisario
de policía Mr. Latour. Trataba la regencia de que se castigase
ejemplarmente á semejantes enredadores, cuando tuvo que dete-
nerse, sabedora de que entre los documentos había algunos que
aparecían firmados de puño y letra de persona muy elevada y au-
gusta. Suspendiéronse de resultas las diligencias judiciales, y pro-
curóse dar treguas al asunto y aun echarle tierra. No faltó quien
entonces pensase y fundadamente que lodo ello habia sido pura


fragua y falsificación * de Don Juan Amézaga, hombre
c A P - » « ) p e p U t adoé instrumento secreto del gobierno fran-
cés; pero mudaron de dictamen, ó quedaron perplejos al averiguar
que los arrestados recobraron su libertad al tornar Peinando á Es-


paña , y que recibieron en 1815 * una suma conside-
(• Ap. n, H.) i i • . i i i


rabie a trueque de que entregasen papeles al parecer
importantes que todavía conservaban en su poder, y con cuya
publicación amenazaban al rey Fernando soberbia y desacatada-
mente.
L i e g a s a u c á r i m Mientras tanto el duque de San Carlos iba acer-


a M a a n d . candóse á Madrid, si bien no llegó á aquella capital
hasta el 4 de enero, impidiéndole las circunstancias verificarlo con
mayor presteza. También se dilató el despacho del negocio que le
traía, por hallarse á la propia sazón todavía de viage la regencia
y las cortes, y lardar estas algunos días en instalarse; con lo que
se dio lugar á muchas hablillas, y á que se pusiese la opinión muy


Disgusto q u e hosca y embravecida contra el de San Garlos, recor-
tausasu n egad» . <j a r ) t[o Jo de Bayona; y saltando á veces la valla de lo




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 513


licito los dichos y alusiones ofensivas que insertaban los periódicos
y se repetían en fiestas teatrales y en jácaras que entonaban y
esparcían los ociosos por calles y plazas.


En Valencey impacientes cada vez mas los que allí V 1 l a r a b l e n
quedaron, y temerosos de que el duque de San Carlos de Palafox á Ma-
enfermase ó tuviese tropiezos en el camino, idearon d r l d '
enviar con igual comisión á Don José de Palafox, cuyo nombre era
mas popular en conmemoración de Zaragoza, y por tanto menos
expuesto á excitar enojo dentro de España, y causar quebrantos
y detenciones. Púsose asi el Don José en camino, trayendo los
mismos papeles que el que le habia precedido, acompañados de
otra instrucción * comprensiva de varios puntos rela-


• i- • . i i . , (* Ap. n. 12.)


tivos al cumplrmrento del tratado, y una nueva carta
ó credencial para la regencia , con expresiones ademas, según
parece, halagüeñas y de agradecimiento, si bien verbales, dirigidas
al embajador de Inglaterra. Partió Palafox de Valencey el 24 del
propio diciembre bajo el nombre de Mr. Taysier, y llegó á Madrid
en el mes inmediato, dias después que San Carlos.


Enterada la regencia de la comisión del último ya á C o m e s t a c ¡ o n d o
su paso por Aranjuez, ni un momento vaciló en lo ia reséñela y sos
que debía contestar. Teníale la ley trazado el sendero, c a r a > a reí
habiendo declarado las cortes extraordinarias á la unanimidad por
su decreto de I o de enero de 1811, conforme en su lugar dijimos,
< que no reconocerían, y antes bien tendrían por nulo y de ningún
c valor ni efecto, lodo acto, tratado, convenio, ó transacción de
* cualquiera clase ó naturaleza.... otorgados por el rey mientras
» permaneciese en el estado de opresión y falla de libertad en que
« se hallaba.,., pues jamas le consideraría libre la nación, ni le
« prestaría obediencia hasta verle entre sus fieles subditos en el
« seno del congreso nacional.... ó del gobierno formado por las
* cortes. » Remitió pues la regencia copia auténtica á S. M. de este
decreto con una carta del tenor siguiente: • Señor : La regencia de
< las Españas nombrada por las corles generales y extraordinarias
« de la nación ha recibido con el mayor respeto la carta que V. M.
« se ha servido dirigirle por el conducto del duque de San Carlos,
« asi como el tratado de paz y demás documentos de que el mismo
< duque ha venido encargado.


« La regencia no puede expresar á V. M. debidamente el con-
* suelo y júbilo que le ha causado el ver la firma de V. M., y quedar
« por ella asegurada de la buena salud que goza en compañía de
< sus muy amados hermano y tío los señores infantes Don Carlos
« y Don Antonio, asi como de los nobles sentimientos de V. M.
c por su amada E§pana.


« La regencia todavía puede expresar mucho menos-cuáles son
« los del leal y magnánimo pueblo que lo juró por su rey , ni los
« sacrificios que ha hecho, hace y hará hasta verlo colocado en el




316 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« trono de amor y de justicia que le tiene preparado; y se contenta
« con manifestar á V. M. que es el ainado y deseado de toda la
< nación.


« La regencia que en nombre de V. M. gobierna á la España se
« ve en la precisión de poner en noticia de V. M. el decreto que
« las cortes generales y extraordinarias expidieron el día I o de
« enero del año de 1811 , de que acompaña la adjunta copia.


« La regencia al trasmitir á V. M. este decreto soberano se ex-
< cusa de nacer la mas mínima observación acerca del tratado de
« paz; y sí asegura á V. M. que en él halla la prueba mas auténtica
« de que no han sido infructuosos los sacrificios que el pueblo
« español ha hecho por recobrar la rea! persona de V. M., y se
« congratula con V. M. de ver ya muy próximo el dia en que lo-
< grará la inexplicable dicha de entregar á V. M. la autoridad
< real, que conserva á V. M. en fiel depósito, mientras dura el
« cautiverio de V. M. Dios conserve á V. M. muchos años para bien
« de la monarquía. —Madrid, 8 de enero de 1814. — Señor.—
« A. L. R. P. de V. M. — Luis »E BORBON , cardenal de Escala,
« arzobispo de Toledo, presidente, -y— JOSÉ LUYANDO, ministro de
« estado. *


Casi en los mismos términos y con fecha de 28 del propio mes
respondió también la regencia á la nueva carta que le dirigió el
rey por conducto de Don José de Palafox, recordando solo que á
S. M. se debía « el restablecimiento, desde su cautiverio, de las
« cortes , haciendo libre á su pueblo, y ahuyentando del trono de
« la España el monstruo feroz del despotismo. > Aludía esta indi-
cación al decreto que diera el rey en 1808 muy á las calladas en
Bayona para convocar las cortes, trayéndole sin duda á la memoria
la regencia por recelarse ya del rumbo que querían algunos si-
guiera S. M. al volver á España. Anunciábase también en la misma
carta, haber el gobierno « nombrado embajador extraordinario
« para concurrir á un congreso en que las potencias beligerantes
« y aliadas iban á dar la paz á la Europa. »
vuehenirran- Sucesivamente tornaron á Francia, siendo porta-


da san caries y dores de las respuestas, el duque de San Carlos y
a " D o n José de Palafox, no muy satisfechos uno ni otro,


y algo despechado el primero por los desaires que habia recibido y
los insultos á que se viera expuesto.


Comunicó la regencia á las cortes lodo el negocio,
Da cueütü a l a s . • . « *


cur tes de e s te como de suma gravedad, inquiriendo ademas de ellas
e c n c í a d e i ' r e i n o " ' ° ° i u e convendría practicar, en caso de que Napoleón,


prescindiendo de su propuesto tratado, soltase al rey,
según ya se susurraba, con ánimo de descartar á España cuanto
antes de la alianza europea, é introducir entre nosotros discordias
y desazones nuevas. Primero que se satisficiese á cuestión tan ardua,
decidieron las cortes oir acerca de la misma al consejo de estado,




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 5 1 7


cuya corporación, sin titubear en nada, fue de dictamen de « que
« no se permitiese ejercer la autoridad real á Fernando VII hasta
« que hubiese jurado la constitución en el seno del congreso, y de
« que se nombrase una dipuiacion que al entrar S. M. libre en
• España le presentase la nueva ley fundamental, y le enterase del
« estado del pais y de sus sacrificios y muchos padecimientos : »
con otras advertencias respecto de los españoles comprometidos con
José, algo rigurosas y de temple áspero como el ambiente que
corría.


En vista de esta consulta y de lo manifestado por la regencia ,
deliberaron en secreto las cortes sobre el asunto; y bastante unidos
sus vocales convinieron en dar un decreto que se publicó con fe-
cha 2 de febrero, por el cual se declaraba que « conforme á lo
« decidido por las cortes generales y extraordinarias en I o de
« enero de 1811, no se reconocería por libre al rey, ni por lo tanto
« se le prestaría obediencia hasta que en el seno del congreso na-
« cíonal prestase el juramento que se exigia en el artículo 175 de
« la constitución : que al acercarse S. M. á España los generales de
« los ejércitos que ocupasen las provincias fronterizas pusiesen
< en noticia de la regencia, la que debia trasladarla á las cortes ,
« cuantas hubiesen adquirido acerca de la venida del rey y de su
< acompañamiento, con las demás circunstancias que pudiesen ave-
« riguar : que la regencia diese á los generales las instrucciones y
« órdenes necesarias á fin de que , al llegar el rey á la frontera,
« recibióse copia de este decreto del 2 de febrero y una carta de
< la regencia con la solemnidad debida , enterándole del estado de
« la nación y de las resoluciones tomadas por las cortes para ase-
« gurar la independencia nacional y la libertad del monarca : que
« no se permitiese entrar con el rey ninguna fuerza armada, y que
« en caso que esta intentase penetrar por nuestras fronteras ó las
« líneas de nuestros ejércitos, fuese rechazada conforme á las
« leyes de la guerra : que si la fuerza armada que acompañare al
« rey fuere de españoles, los generales en gefe observasen las
« instrucciones que tuviesen del gobierno, dirigidas á conciliar el
« alivio de los que hayan padecido la desgraciada suerte de pri-
<¡ sioneros con el orden y seguridad del estado : que el general
« del ejército que tuviese el honor de recibir al rey, le diese de su
« mismo ejército la tropa correspondiente á su alta dignidad y
« honores debidos á su real persona: que no se permitiese á nin-
« gun extrangero acompañar al rey, ni tampoco en manera alguna
« á los españoles que hubiesen obtenido de Napoleón ó de José
« empleo, pensión ó condecoración de cualquiera clase que fuese,
« ó hubiesen seguido á los franceses en su retirada. Confiábase al
« celo de la regencia el señalar la ruta que habia de seguir S. M.
« hasta llegar á la capital, y se autorizaba á su presidente, para
« que, en constando la entrada del rey en territorio español, sa-




318 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« liese á recibirle hasta.encontrarle y acompañarle A la capital con
« la correspondiente comitiva; presentando á S. M. un ejemplar
« de la constitución , á fin de que bien instruido pudiese prestar
i con cabal deliberación y libertad cumplida el juramento que di-
c cha constitución prescribía, cuya formalidad hablase de llenar
« yendo el rey en derechura al salón de cortes, y pasando
c después acto continuo á palacio para recibir de manos de la
t regencia el gobierno de la monarquía, todo lo cual debían las


t corles anunciarlo á la nación por medio de un
( • A p . n . 43.) J . *


t decreto . »
se r e d b e con El actual ensalzáronle entonces los mas, y le aplau-


ap i auso . dieron vivamente los aliados, calificándole de prudente
y muy oportuno. Aprobáronse sus artículos y la totalidad en sesión
secreta, por una mayoría muy crecida, sentándose y levantándose,
y no por votación nominal; habiéndole desechado solo diez ó doce
diputados. Firmaron el acta para mas cumplida solemnidad todos
los que de ellos estuvieron presentes, proponiendo en la sesión
del 3 el diputado Sánchez y decidiendo en la del 8 las cortes que
se publicase y circulase, juntamente con el decreto del 2 y demás


Manifiesto que documentos en el negocio, un manifiesto en que se es-
debe a c o m p a - pecificaseti los fundamentos de la determinación to-
n a r l e ' mada. Hízose asi , leido que fue este y aprobado en
el día 19 de febrero, distinguiéndose por su lenguaje elevado y
bien sentido, como producción elocuente de Don Francisco Mar-
tínez de la Rosa.


c a m b i o en ía ^ c a e r Napoleón y las cortes, sucedieron á las
opinión y r e n e - alabanzas prodigadas al decreto agrias censuras, y
i i o n s o b , e e » i o . | l u j - , 0 muchos que le tacharon de nimio y aun depresivo
de la autoridad real. Tuvieran en ello razón tratándose de tiempos
ordinarios, no de revueltos y de tempestad y ventisca como los
que entonces corrían y se oteaban; en arma todavía los gobiernos
y los pueblos contra el dominador de Francia , quien, no abatido
del todo, esforzábase por mantenerse firme y aun por empinarse
de nuevo con no menos presunción que astucia.


Ciertoque hubiera valido mas no poner tantas trabas al viage del
r e y , ni tanto retardo en la reintegración de su autoridad; prefi-
riendo á minuciosas precauciones otras de seguro y feliz éxito, y de
viso no tan desapacible; procurando sobre todo rodear á Fernando
desde su entrada en España de varones de buen consejo y tino, que
atajasen en su origen cualquiera derivación que tirase á formar en
el curso de los negocios públicos extravasado y peligroso caz.


Los contados vocales que desaprobaron en las eór-
j o s " ' S c o n r t ™ a " a s tes el decreto del 2 de febrero no lo hicieron por ser
™ e s í a s r e f o r " partidarios ó fautores de la usurpación extrangera,


sino antes bien porque mirando ya á esta como colga-
diza y próxima á desprenderse y dar en el suelo, vagueaban su




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 519


pensamiento, siendo enemigos de toda mudanza, sobre el modo
mas conveniente de destruir las nuevas reformas y reponer las co-
sas en el estado que tenían en España de muy antiguo. En Sevilla,
Córdoba, Madrid y otros lugares, en donde, meses pasados, per-
manecieran ociosos ellos y varios de sus compañeros, no pudiendo
á causa de la fiebre amarilla trasladarse á la isla de León , liabian
menudeado las juntas y las conferencias enderezadas todas á la
buena salida del indicado objeto; andando en ellas el conde del
Abisbal, con licencia á la sazón en Córdoba, quien desde entonces
llevó secretas inteligencias con Don Bernardo Mozo Rosales, Don
Antonio Gómez Calderón y otros diputados, principales gefes del
partido antireformador.
• El recelo aun de Franceses, impensados embarazos, y la falta


de un apoyo efectivo y bien sólido, lejano y no seguro Abisbal de
su ejército, impidieron entonces tomase cuerpo el plan proyecta-
do, y bastantes vocales délos mismos que en él entraban no deja-
ron de coadyuvar con su voto á la aprobación del decreto de 2 de
febrero; predominando entre ellos la idea de que Napoleón, no
derrocado todavía del trono , podría influir malamente en el rey y
en sus inadvertidos é ilusos consejeros.


Pero firmes en llevar adelante su propósito, removido que fuese
aquel obstáculo, abocáronse varios diputados y otros sugetos con
el duque de San Carlos, procurando grangearle la voluntad para
que indujese al rey á favorecer semejantes manejos. Aunque oculto
el luego, columbrábanse de cuando en cuando llamaradas que le
descubrían, siendo en ello parte la vanagloriosa indiscreción, ó
algunos aventurados pasos de echadizos poco diestros.


En este caso podemos decir estuvo Don Juan López E 5 l r a n o d¡,_
Reina, diputado por Sevilla, quien en la sesión del ">rso d ¡pi-
5 de febrero causó en las cortes inaudito escándalo, ° 1 0 '
levantándose á hablar después de admitida á discusión en aquel dia
la propuesta del manifiesto arriba indicado, y diciendo sin preám-
bulos y dcsarrebozadamente : « Cuando nació el señor Don Fer-
« nando VII, nació con un derecho á la absoluta soberanía de la
i nación española; cuando por abdicación del señor Don Carlos IV
« obtuvo la corona, quedó en propiedad del ejercicio absoluto de
« rey y señor.... » Al oír estas palabras, gritos y clamores salieron
contra el orador de todas partes, llamándole al orden. Pero no
contenido por eso, ni reportado, exclamó el señor Reina :« Un re -
« presentante de la nación puede exponer lo que juzgue conveniente
« alas cortes, y estas estimarlo ó desestimarlo....—Sí, > (interrum-
piéronle varios diputados) « si se encierra en los límites de la cons-
« titucion; no si se sale de ellos.... — Luego que ¡» (prosiguió tran-
quilamente el señor Reina)« restituido el señor Don Fernando VII
« á la nación española, vuelva á ocupar el trono, indispensable es
« que.siga ejerciendo la soberanía absoluta desde el momento que




520 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« pise la raya.... » Si grande fue el tumulto quepro-
rauiaTX cor- dujeron las primeras palabras de este diputado, inex-
1 « y susresui- plieablc fue el que excitaron las últimas, exclamando
'° s ' muchos que « no se le permitiese continuar hablando,
« que se escribiesen sus expresiones, y que expulsándole del salón
« pasasen estas, que eran contrarias á la ley fundamental del
« estado, al examen de una comisión especial. > Decidióse asi al
cabo de largo debate y no poco acaloramiento, habiendo pasado el
asunto al examen de una comisión y en seguida al tribraal de cortes
donde no tuvo resulta, escondido y ausente poco después el señor
Reina, á quien en premio y á petición suya concediósele á la vuelta
del rey á España nobleza personal. Era antes este diputado hombre
de escaso valer y de profesión escribano, instrumento ciego en
aquella ocasión del bando anticonstitucional á que pertenecía.
Traspié el suyo de escándalo solo y pernicioso ejemplo, sobresaltó
mas que por lo que sonaba, por lo que suponía de soterrado y
oculto.


Tratan ai-unos Realizáronse estas sospechas a! traslucirse que se
de mudar la re- fraguaba el cambiar de súbito la regencia actual del
scnc.a. reino. Varones de probidad los individuos que la com-
ponían, y á sus juramentos muy fieles, no daban entrada á ma-
quinaciones ni á miras torcidas; y menester era separarlos del
mando para socavar mas desembarazadamente el edificio consti-
tucional recien levantado, y preparar su entero hundimiento al
tiempo que el rey volviese. Tantearon al efecto los promovedores
á muchos diputados, y entre ellos á algunos de la opinión liberal,
alegando en favor de la propuesta razones plausibles y de conve-
niencia pública. Pero no satisfechos los mismos de las resultas de
los pasos dados, arrojáronse á ganar en silencio y por sorpresa lo
que dudaban conseguirá las claras y francamente, intentando po-
ner en práctica su pensamiento en una sesión secreta de las de fe-


No io consí brero. Salióles vana la tentativa, porque maniobrando
guen; con otros el partido reformador con destreza y maña, previno
incidentes. e j g 0 i p e , y aun lo paró del todo, aprobándose por
gran mayoría de votos una proposición muy oportuna que hizo
el 17 del propio mes el señor Cepero, según la cual se declaró
que solo podría tratarse de mudanza de gobierno en sesión pública
y con las formalidades que prevenía el reglamento. Proposición á
que también movió un informe del ministro de gracia y justicia y
una representación en aquel día del general Don Pedro Villacampa
que mandaba en Madrid, dando cuenta de las causas que habían
impelido al arresto de un tal Don Juan Garrido y de cierto pres-
bítero de nombre Don José González, como también al de algunos
soldados; dispuestos los primeros á excitar trastornos, y gratifi-
cados los segundos por mano oculta con una peseta diaria ,
aguardiente y pan. Descompusieron semejantes providencias la




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 321


maraña tejida entonces de * intrincada urdimbre, y ( . v „ 1 6
hubieron sus tramadores de aguardar á que llegase 1 6 1


tiempo mas propicio para la ejecución de sus planes; el cual en
verdad no anduvo en su curso ni perezoso ni lento.


Terminaron las cortes ordinarias las sesiones del r j d . . ,
. l n , . , . Cierran lascor-


pnmer año de su diputación el í y d e lebrero, inver- tes ordinarias sos
tido el tiempo y orden constitucional á causa de las s e 5 l 0" 8 s-
circunstancias particulares en que se habian juntado; y por lo
que para volver á é l , en cuanto fuese dable, y sujetarse á las mi-
nuciosas formalidades de la constitución, extremas por cierto y
nada conducentes al breve y acertado despacho de los negocios,
empezaron el 20 del mismo mes las juntas prepara- L a s , m h m ¡,
torias, abriéndose el I o de marzo las sesiones del.,:. a b r i r -
segundo año, ó sea segunda legislatura de estas cortes.


A la propia sazón ensancháronse también las reía- ., .
\ r . . . . Rciconoeímiento


cíones de buena amistad y alianza con otros estados, deiAusiriayira-
recibiendo la regencia del reino á Mr. Genotle como , , d 0 C 0 , , P r ° 8 Í a -
encargado de negocios de Austria, y concluyendo con la Prusia un
tratado, hecho en Basilea el 20 de enero de este año de 1814, á
semejanza de los celebrados en el anterior con Rusia y Suecia, y
en cuyo artículo 2 o decíase : < S. M. prusiana reconoce á S. M. Fer-
t nando VII como solo legítimo rey de la monarquía española en
< los dos hemisferios, asi como á la regencia del reino que du-
« rante su ausencia y cautividad le representa, legítimamente ele-
« gida por las cortes generales y extraordinarias, según la consti-
« tucion sancionada por estas y jurada por la nación. » Artículo
que aunque no tan directo ni explícito en algunas de sus cláusulas,
como el correspondiente en los otros dos convenios, citados ya, de
Rusia y Suecia, éralo bastante para probar que la Prusia no se
desviaba en esta parte de la política de las demás potencias aliadas,
ni desconocía la legitimidad de las cortes, ni por consiguiente la
de sus actos.


Tornemos ahora la vista á las cosas de la guerra. sucesos
En Cataluña manteníase todavía en Barcelona el ma- »>l!"»«>s-
riscal Suchet, bien que preparado á la retirada, con- ° l a u"a"
servando ademas la línea del Llobregat que se extendia desde Mo-
lins de Rey hasta San Boy y el desaguadero del rio. El 16 de enero
resolviéronse á embestir estos puntos las fuerzas anglo-sicilianas á
las órdenes de sir Guillermo Clinton , en unión con las del primer
ejército que mandaba el general Copons, y la tercera división del
segundo regida por Don Pedro Sarslield. Tuvo origen este plan en
un arreglo concluido entre el general Clinton y Don José Manso,
locando al inglés acometer de frente con 8,000 hombres por la
calzada de Barcelona, y al español situarse á espaldas de Molins de
Rey en un ventajoso puesto que dominaba el camino p'or donde los
enemigos tenían forzadamente que retirarse. Mas al ir á ejecutar


m. 21




522 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
lo proyectado, aunque ya con la venia Manso de Don Francisco
Copons, general en gefe, prefirió esle tomar sobre sí la empresa y
cooperar en persona á la acometida de sir Guillermo Clinton. No
correspondió á su deseo el éxito, porque habiendo el Don Fran-
cisco calculado mal el tiempo sin atender á la oscuridad de la noche,
ni á lo perdido de los caminos, llegó tarde y presentóse no á la re-
taguardia de los franceses, según lo convenido, sino por el flanco;
con lo que pudieron los enemigos, á las órdenes del general Mes-
clop, replegarse a la izquierda del Llobregat por el puente fortifi-
cado deMolins de Rey, y recibir ayuda de Pannetier que mandaba
toda la división. Don Pedro Sarsfield con la suya y caballería in-
glesa los apretó de cerca señalándose el primer batallón de volun-
tarios de Aragón, cuyo teniente coronel Don Juan Teran quedó
gravemente herido. Acorrieron en seguida tropas de Barcelona al
son de guerra, y procuró Suchet atraer á los aliados hacia San
Feliú del Llobregat para cogerlos como en una red; pero viviendo
los nuestros muy sobre aviso, retrocedieron y contentáronse con el
reconocimiento hecho, y haber aventado á los franceses de la de-
recha del rio.


La suerte de estosen Cataluña se empeoraba cada dia, dismi-
nuyéndose su fuerza considerablemente :. dos terceras partes de
gineles, 8 á 10,000 peones, y casi toda la artillería recibieron or-
den de dirigirse sobre León de Francia; apremiado el emperador
por los reveses y descalabros en tal grado que mandó se verificase
este movimiento, tuviese ó no buen paradero la comisión del du-
que de San Carlos. Asi sucedió emprendiendo su marcha aquellas
tropas en el enero, y saliendo de Barcelona el I o del inmediato
se r e t i r a S u c n e t mes el mismo general Suchet, quien se reconcentró.


«•Gerona . e n Gerona y sus cercanías con dos divisiones y una re-
serva de caballería á que estaba ahora reducido todo su ejército.
Quedó Robert en Tortosa con escasa fuerza, y Habert en la Cata-
luña baja con unos 9,000 hombres, obligado bien pronto á encer-
rarse dentro de Barcelona, porque adelantándose los alíalos,
bloquearon la plaza, y estrecháronla del todo ya en 8del piopio-
febrero.


van Haien Golpes tras golpes que, si bien herían mucho al
a o " ' francés, no le hicieron quizá tanta mella como otro


singular y muy recio que le sobrevino improvisamente de parte de
quien no podía esperarlo, de un oficial español destinado cerca de
su persona y de nombre Don Juan Van-Halen. Había sido esté al-
férez de navio de la real armada, y abrazado en los primeros me-
ses de 1808 la causa santa de la independencia hasta que hecho
prisionero en el Ferrol , variando de rumbo tomó partido con los
contrarios, y reconoció por reyá José Bonaparte, á quien sirvió
durante algunos años dentro y fuera del reino. Estaba el Don Juan
con una comisión en París en 1815, cuando empezaba á desplomarse




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 525


el imperio napoleónico, y después de muchos pasos y empeños, ob-
tuvo se le emplease en el estado mayor del mariscal Suchet, á cuyo
cuartel general llegó el 20 de noviembre de aquel mismo año. Cuenta
Van-Halen, en un opúsculo* que publicó en 1814, haber n
solicitado semejante destino con el anhelo de prestar al- p 1 5
guna asistencia meritoria y digna á la patria que habia abandonado, y
con la que quería reconciliarse. Púsose de consiguiente, tan luego
como volvió á España, en correspondencia con el barón de Eróles,
la que continuó por espacio de dos meses, en cuyo tiempo agen-
ciando dicho Van-Halen la clave de la cifra del ejército francés, la
pasó á manos del barón, indicando ser este servicio preludio de
otros que meditaba.


Dio principio á ellos saliendo de Barcelona el 17 de enero por la
..oche, y haciendo que le siguiesen, en virtud de ór-
denes falsas, dos escuadrones de coraceros apostados e^ñl^* k'™
en las cercanías de la ciudad, con intento de que caye- 5[°Jc c t 0 S J a r "
sen en una celada que debía armarles el barón de
Eróles. Pero retrasado casualmente un aviso remitido al efecto,
frustróse la sorpresa, teniendo Van-Halen que pensar solo en sal-
varse, uniéndose al de Eróles en San Feliú de Codinas.


No arredrado ni por eso aquel, metióse en otro empeño aun mas
atrevido é importante que el anterior; tratándose de nada menos
que de fraguar un convenio, que se diría firmado én Tarrasa entre
los generales de los respectivos ejércitos, á fin de recuperar per
medio de esta estratagema, fundamento de otras de ejecución, las
plazas de Tortosa, Peñíscola, Murviedro, Lérida, Mequinenza y
Monzón, en poder todavía de los enemigos. Propuso Van-Halen la
idea al barón de Eróles, quien la aprobó, como asimismo el gene-
ral en gefe Don Francisco Copons, si bien este después de ciertas
vacilaciones y juiciosos reparos, desconfiando algún tanto del buen
éxito de la empresa, por parecerle muy complicada y harto difi-
cultosa.


Finalmente acordes todos, determinaron empezará T e n t a t i v a c o n t r a
probar ventura por Tortosa, cuya ciudad bloqueaban T o r i o s » ,
las divisiones segunda y quinta del segundo ejército bajo la coman-
dancia de Don José Antonio de Sanz, asentados sus reales en Jerta.
Allí llegaron el 2o de enero el barón de Eróles y en su compañía
t i capitán Don Juan Antonio Daura, sugeto práctico y hábil en el
arle de la delincación y dibujo, Don José Cid, vocal de la diputa-
ción de Cataluña, y el teniente Don Eduardo Bart, muy ejerci-
tado y suelto en la lengua francesa.


Conferenciaron con Sanz los recienvenidos, resolviendo sin dila-
ción circuir la plaza mas estrechamente de lo que lo estaba; siendo
necesario preliminar, el que ni dentro ni fuera de ella se vislum-
brase cosa alguna de lo que iba tratado. Eu seguida entendiéronse
también los mismos acerca de los pasos que convenía dar y el




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


modo; arreglando primero los papeles y documentos indispen-
sables al caso, cuya imitación y falsia hízose á favor de la idónea
y diestra mano del capitán Daura, y de la cifra, firmas y sello que
liabia Van-Halen sustraído del estado mayor francés. Dispuesto
todo pasóse á poner por obra el ardid, que consistía en enviar por
un lado secretamente pliegos contrahechos al gobernador de Tor-
tosa Robert, como si procediesen del mariscal Suchet, anuncián-
dole la negociación que se suponía entablada en Tarrasa, para que
estuviese preparado á evacuarjj§tplaza al recibir el aviso de verifi-
carlo, y én participar por otro él general del bloqueo al deTortosa
públicamente y con posterioridad haberse concluido ya el tratado
pendiente, y haber llegado al campo español un ayudante del
mariscal Suchet, con quien podría el gobernador abocarse y pla-
ticar á su sabor cuanto gustare: excusando casi añadir nosotros
aqui ser Van-Halen quien había de representar el papel del ayu-
dante fingido. Fuese efectuando la estratagema con dicha, no
obstante un contratiempo ocurrido al portador de los pliegos secre-
tos, yendo el ajuste tan adelante que estuvo próximo á cerrarse y


Heear á venturoso fenecimiento. Mas impidiólo, según
Frus t r a se es ta . u . . . . . . . . , 1 . - " ,


unos, cierto aviso recibido por el gobernador francés
al irse á terminar los tratos; según otros, la resistencia que opuso
Van-Halen á meterse en la plaza, receloso de que se le tendia^un
lazo, lo cual despertó las sospechas de los contrarios. Nosotros
inclinarémonos á creer lo primero, y también á que hubo indis-
creciones y demasía en el hablar.


'„, „. Malograda la tentativa en Tortosa, pareció acertado
S a l e b ieu en u _ , »1


L é r i d a , Mequ i - no repetirla en Pemscola ni Murviedro, y si en Lérida,
„ e M a y M o n z o n . ] y j e q U ¡ n e n z a y Monzón. Para ello pusiéronse en camino
el 7 de febrero el inventor y los ejecutores de la traza, albergán-
dose el 8 en Flix, desde donde envió á Mequinenza el barón de
Eróles á Don Antonio Maceda, ayudante suyo, y al ya citado Don
José Cid, con orden ambos de levantar allí los somatenes, bloquear
la plaza, y dirigir después á su gobernador por un paisano pliegos
y documentos que apareciesen despachados por Suchet, al modo
mismo de lo que se fingió en Tortosa. Por su parte tiraron hacia
Lérida Eróles, Daura, Van-Halen y Bart, pernoctando juntos á
una jornada de la ciudad, pero con la precaución de separarse en
la mañana inmediata, no queriendo despertar recelos, y yéndose
por de pronto á Torres del Segre los dos últimos, y el de Eróles
a! campo de Lérida. Alli hizo ostentosa reseña de las tropas, apa-
rentando designio de formalizar el sitio, para introducir después y
de oculto en la plaza por confidente seguro pliegos concebidos en
términos iguales á los enviados antes á Tortosa y Mequinenza, que
servían siempre de preparativo á las negociaciones públicas y for-
males, que se entablaban después para alcanzar la evacuación y
próxima entrega del punto en que se había puesto la mira.




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 525


Sucedió bien el ardid en Mequinenza, sin que encontrase el por-
tador del primer pliego tropiezo alguno, creyéndose alli verdadero
emisario de Suchet; por lo que apresuróse el de Eróles á expedir
la segunda comunicación, como en Tortosa, valiéndose ahora para
ello (leí ayudante de estado mayor Don José Baeza; quien, bien
recibido y agasajado por el gobernador francés, de nombreBour-
geois, consiguió evacuasen los enemigos la plaza el 15 , precedido
un coloquio entre un oficial francés nombrado al efecto y Van*
Halen, presente también Eróles, habiendo acudido ambos á Me-
quinenza con esta ocasión.


Después tornó el último á Lérida, y en el camino llegó á sus
manos la respuesta de aquel gobernador, de nombre Isidoro La-
marque , al mensage secreto, extendida en la forma que se deseaba.
Aproximóse en consecuencia Eróles á aquellos muros, y despachó el
segundo pliego á la manera de lo ejecutado en las demás partes, al
que contestó dicho Lamarque favorablemente, nombrando para
tratar de la evacuación de la plaza á Mr. Polwerell, gefe de su es-
tado mayor. Escogió por su lado para Jo mismo el general español
á Don Miguel López Baños. Mientras arreglaban estos los artículos
de la entrega, hubo una conferencia bastante larga entre Van-
Halen y el gobernador francés, en la cual pr^ur^j tqnel desvanecer
las dudas que aun inquietaban á su interlocutor. Por fin ocuparon
el 15 nuestras tropas á Lérida y todas sus fortalezas.


Fallaba Monzón para completar por esta parle obra, tan bien
comenzada y seguida. Encargóse Don Eduardo Bart de la comisión,
para cuyo desempeño debían emplearse los mismos medios que en
los otros lugares. Pero tropezóse aqui con resistencia obstinada;
muy animosa la guarnición por haberse sostenido briosamente
contra algunos batallones de Mina qué la asediaban, y dirigida la
defensa con ciencia y tino por un tal Saint-Jacques, piamontés de
nación y subalterno en el cuerpo francés de ingenieros, á coya
superioridad de conocimientos en la materia habíase sometido el
comandante del castillo modesta y laudablemente. Alegábase por
pretexto de no rendirse el depender Monzón del gobernador de
Lérida, añadiendo los de dentro que no saldrían de los muros que
guardaban, antes de que un oficial suyo se desengañase por sus
propios ojos de no ser falso lo que se les anunciaba respecto de
aquella plaza. Condescendió Bart con este deseo, no aventurando
en ello nada, evacuada ya Lérida. Y acertólo de suerte, que no
bien se aseguraron los de Monzón de la verdad del hecho, cuando
cesaron en su porfía, abriendo el 18 á los españoles las puertas
del castillo.


Tan dichosamente se apoderaron los nuestros de las plazas de Lé-
rida, Mequinenza y Monzón. Tenían todas ellas víveres para muchos
meses, y con su reconquista salváronse de la miseria gran número
de habitantes; desembarazáronse 6,000 hombres ocupados en sus




52« REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


respectivos bloqueos; quedaron libres las comunicaciones del Ebro
v sus tributarios, y encumbráronse á mayor remonte los bríos tan
probados ya de las comarcas vecinas.


se cogen pri- Coger prisioneras en su marcha las guarniciones,
sionerasiasgnar- cuyo número en su totalidad ascendía á 2,500 hom-
imiones. bres, acabalaba el triunfo : no se descuidó Eróles en
poner los medios para conseguirlo enviando fuerzas que precedie-
sen á los enemigos, y en pos suyo á Don José Carlos con dos bata-
llones y 200 gineles. Quería el general español rodear á los
contrarios y sorprenderlos en los desfiladeros de Igualada; pero
prevenidos ellos y recelosos esquivaron el peligro redoblando la
marcha. No desistió por eso Eróles de su pensamiento, y obrando
de acuerdo con los gefes de las tropas aliadas que asediaban ya á
Barcelona , obtuvo viniesen estas al encuentro de los franceses en
su ru ta , para que unidas con las que rastreaban su huella, los cer-
casen y estrechasen del todo al llegar á Martorell.


Asi sucedió, y allí quitándosele á los franceses la venda que aun
cubría sus ojos, prorumpieron en expresiones de ira y desespera-
ción. Inútiles ya los duelos y las reconvenciones, tuyo su valor que
ceder al adverso hado , y entregarse prisioneros á los españoles,
en vez de juntarse á los suyos según confiaban. Pero cuentan se les
prometiera entonces la libertad de volver á Francia aunque sin
armas ni equipages militares, lo cual no se cumplió bajo simulados
motivos y malamente, porque lícito antes el emplear las estratage-
mas referidas y lícito el ceñir' las guarniciones y someterlas en su
marcha como secuela del primer ardid , no lo era después faltar á
una estipulación, ajustada libremente á ley de guerra por las opues-
tas partes, ni autorizaban tampoco á proceder semejante otros
engaños de los mismos franceses, ni su omisión en cumplir pareci-
dos empeños ó pactos.


Muy irritados los enemigos con la conducta de Don Juan Van-
Ilalen, afeáronla á lo sumo, y la graduaron de deserción y de
abuso de confianza , nacido, según afirmaban, no de sentimientos
honrosos, sino de mudanzas de la fortuna que torva ahora volvía
al francés la espalda y le desamparaba. Juzgáronla de otro modo
los españoles por redundar de ella á la patria señalado servicio,
digno de recompensa notable; bien que de aquellos cuya imitación


y ejemplo, al decir de Horacio *, puede traer daños
en futuros tiempos.


Apuros gestio. Hirió en lo vivo á Súchel el golpe de la pérdida de
r.es y inovimien- las tres plazas, no restándole ya en España dia de
ios de suchei. g | o r ¡ a B j s o s i e g o ; pues á poco llególe también de
Francia orden del ministro de la guerra para negociar con Don
Francisco Copons la entrega de las demás plazas de su distrito ,
excepto la de Figueras, á cuyo fin avistáronse el gefe de estado
mayor francés y el del español, brigadier Cabarres, no terminando




LIBRO V1GÉS1MOCUARTO. 527


en nada la conferencia por subir de punto los nuestros en sus de-
mandas , y no ceder mucho los franceses en las suyas á pesar de
sus contratiempos. Crecían sin embargo los apuros del mariscal Su-
cbet, obligado por disposición del emperador á enviar de nuevo, en
los primerosdias de marzo, otros 10,000 hombres la vuelta de León
de Francia por donde iban penetrando los aliados del Norte. Afli-
gido el mariscal francés de tener asi que perder el fruto de sus
campañas, y desesperanzado de sacar las guarniciones lejanas que
le quedaban en Cataluña y Valencia, vióse en la necesidad de jun-
tar lo que ya pudiera llamarse reliquias de su ejército, y colocarlas
bajo el cañón de Figueras, después de haber volado los puestos
fortalecidos de Besalú, Olot, Bascara, Palamós y otros, como tam-
bién desmantelado á Gerona : de suerte que no siéndole dado á di-
cho mariscal continuar aqui la guerra, limitóse para no perderlo
todo vergonzosamente á ocuparse en negociaciones de que habla-
remos adelante.


Por lo demás en todos los puntos cundía la desgra- R índese ei c a 5 ~
cia para los franceses. El castillo de Jaca, que cerca- ' ¡ l l u d e J a c a -
ban, según se apuntó, tropas de Mina, vino á partido el 17 de fe-
brero, quedando su comandante Mr. de Sorlis y la guarnición obli-
gados á no tomar parte en la guerra, hasta que hubiese un perfecto
y verdadero cange, clase por clase, é individuo por individuo, lo
cual no cumplieron los capitulados , empuñando luego las armas
en perjuicio y quiebra de su honra.


También avanzaban los trabajos contra Santoña,
único parage que permanecía por aquellas partes y t r a A santoaá°°r
costas del Océano en manos del enemigo; habiéndose ¡" i ,0sre0sbras e a"~
reforzado las tropas del bloqueo con una brigada que
trajo Don Diego del Barco, encargado de dirigir y acelerar el sitio.


Acometióse de resultas y se ganó el fuerte del Pun- i - omanse a i p i -
tal el 12 y 15 de febrero. Se entró el de Laredo el 21 d e e s t a s -
y se ocupó luego del todo, enseñoreándose asimismo de las obras
del Gromo y el Brusco principal, aunque con la desgracia de que
pereciese el 26 de heridas recibidas dias antes Don M u e r l < , d 0
Diego del Barco, umversalmente sentido como ofi- B a r c o


cial dotado de buenas prendas y de alto esfuerzo. Le sucedió Don
Juan José San Llórente.


Corrió enero sin que los ejércitos de operaciones á M o l i m i e n t o s de
las orillas del Adour y el Níve hiciesen apenas movi- w e i u n g t o n .
miento ni ademan alguno. Pero al empezar febrero ablandando el
tiempo y desnevada la tierra por las cañadas y montes bajos, dis-
púsose Lord Wellington á cruzar el Adour, no menos que á em-
bestir á Bayona, y llevar la guerra, si necesario fuese, hasta el ri-
ñon de la Francia misma. Tuvieron principiólas maniobras en 14 del
mencionado febrero por el ala derecha del ejército aliado, acome-
tiendo el general Hil! los piquetes del enemigo apostados en el rio




528 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Joyeuse, y obligando al general Harispe á replegarse de Hellette,
via de San Martin; y de alli á Garrís, en cuyo frente aseguróse el
francés en un puesto ventajoso, engrosado con tropas de su centro
y la división de París, que, en marcha hacia lo interior, retrocedió
con este motivo y agregóse al general Harispe. Cortó entonces HtlI
la comunicación del ejército enemigo con San Juan de Píe de
Puer to , bloqueando esta plaza tropas de Mina, situadas en el valle
de Bastan y que avanzaron via de Baigorry y de Bidarry.


En la mañana del 15 movióse con la primera división española
del cuarto ejército Don Pablo Morillo eu dirección de Saint-Palais,
paralelamente á la posición de Harispe, á fin de envolver la iz-
quierda de los enemigos, al paso que la segunda división británica
del cargo de sir Guillermo Stewart los atacaba por el frente. Co-
menzó tarde la acometida que se prolongó hasta muy cerrada la
noche, experimentando el francés bastante pérdida, y teniendo al
fin que ciar, mas con la fortuna para él de llegar á Saint-Palaís an-
tes que Morillo, cruzando el Bidouze y destruyendo sus puentes.
Reparólos luego Hill y atravesó aquel rio, favoreciendo sus evolu-
ciones la derecha del centro aliado. Cejaron entonces mas los con-
trarios y pasaron el gave de Mauleon, nombre que se da en los Pi-
rineos á los torrentes que se descuelgan de sus cimas, pudiéndose
considerar como mas principales el ya dicho de Mauleon y los de
Oloron y Pau , tributarios los dos primeros del último, que des-
carga en el Adour sus aguas.


Fueron los franceses abandonando por esta parte un puesto tras
otro sin detenerse largo espacio, ni á defender los rios que los pro-
tegían , ni otras favorables estancias, decidiéndose de consiguiente
el mariscal Soult á inutilizar todos los puentes excepto los de Ba-
yona , á dejar esta plaza entregada á sus propios recursos, y á re-
concentrar en fin las fuerzas de su ejército detras del gave de Pau,
fijando en Orthez sus cuarteles.


Prosiguió observando á Bayona el ala izquierda bri-
P a s o de l A d o u r . , . c • i i n - •


tánica, y fueronse acumulando allí preparativos para
cruzar el Adour por bajo de aquella ciudad; faena penosa y de
difícil ejecución. Reforzaron tropas de esta ala las de la derecha
bastante empeñada y en continua pelea y riza con el enemigo.
Llenó los huecos Don Manuel Freiré , quien volvió á entrar en
Francia el 23 de febrero llevando consigo la cuarta división de su
ejército, mandada por Don José Ezpeleta, y la primera y segunda
brigada de la quinta y tercera , que gobernaban respectivamente
Don Francisco Plasencia y Don Pedro Méndez de Vigo.


Cuanto mas se acercaba el tiempo de cruzar el Adour, tanto
mas se descubrían los obstáculos é impedimentos para atravesarle
por donde se intentaba , á causa de lo anchuroso del rio y de la
estación inverniza y contraria que estorbó en un principio favore-
cer por mar la empresa proyectada. También era no pequeño




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 329


embarazo la defensa que preparaba el enemigo, teniendo en el rio
botes armados y cañoneras junto con la corbeta Safo, anclada
donde amparase con sus fuegos la inundación que protegía la de-
recha del campo atrincherado de Bayona.


Habían los ingleses reunido en Socua barcos costaneros, y hecho
otras prevenciones para formar el puente que había de echarse
en el Adour, quedando al cuidado del almirante Penrose lo respec-
tivo á las operaciones navales. Era el día 21 de febrero el señalado
para la ejecución, pero soplando el viento del N. N. E. y siendo
grande y de leva la marejada, tuvo el convoy que permanecer
en Socoa sin serle dado salir á la mar.


Pero sir Juan Hope, que continuaba mandando el ala izquierda
de los aliados , apremiado por el tiempo no consintió en mas lar-
gas , y quiso por sí y sin aguardar á Penrose y sus buques tentar
el paso y arriesgarse á todo. Empezó su movimiento en la noche
del 22 al 2 5 , acompañando á sus tropas la artillería correspon-
diente y un destacamento de coheteros á la Congreve'. Al princi-
pio giraron los ingleses hacia Anglet, mas á corta distancia de este
pueblo variaron , tomando un camino de travesía estrecho, cena-
goso y con fosos á los lados; lo cual y la noche lóbrega retardaron
su marcha, si bien llegaron antes del alba á los maganos que co-
ronan la playa desde Biaritz hasta la boca del Adour. Cubre un
bosque el trecho que mediaba entre ellos y el campo atrincherado
de Bayona, de donde fueron arrojados los piquetes enemigos,
amagando por las alturas de Anglet Don Carlos de España, cuya
segunda división de nuestro cuarto ejército ya dijimos había pene-
trado antes en Francia acercándose al Nivelle.


Para distraer al enemigo y ocupar sus fuerzas navales, desem-
bocó la primera brigada inglesa bajo el coronel ¡Vlaitland del bos-
que referido, y por el parage que llaman la Balíse oriéntale. A su
vista tremendo fuego vomitaron las baterías enemigas, y la Safo y
Jas cañoneras; pero disparados algunos cohetes de los á la Con-
greve, que á manera de serpientes ígneas deslizábanse por el agua
y traspasaban los costados de los buques, aterráronse los marine-
ros franceses, y de priesa trataron de abandonar el puesto y subir
corriente arriba. Resistió la Safo en su ancladero hasta que muerto
su capitán y perdida bastante gente, refugióse bajo la protección
de la cindadela.


Tales demostraciones contra los buques y el campo atrincherado
causaron diversión al enemigo, y le alejaron de pensar en la boca
del Adour, encubierta ademas por un torno ó rodeo que toma alli
el curso del r io, y descuidada su defensa por considerar los fran-
ceses aquel punto muy fuerte y de ardua acometida, sobretodo
estando el mar bravo é intransitable la barra , en todos tiempos
peligrosa y de crecida y mudable ceja.


A esta ocupación y confianza del enemigo debióse en gran parte




350 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


que pudiera la primera división británica ir desahogadamente en
busca de un paso que no estuviese lejos del desaguadero del rio. La
acompañaban diez y ocho pontones y seis pequeñas lanchas portea-
das en carros, cuarenta coheteros y algunos soldados de arlilleria
para clavar las piezas que tuviera el francés en la margen derecha.
Habíase hecho resolución, para verificar la travesía, de construir
seis balsas puestas sobre tres pontones cada una, y conducir en
dos veces al otro lado y antes de la aurora 1,200 hombres, soste-
nidos por igual número y por doce piezas planteadas en la ribera
izquierda.


Imposible de practicarse cosa alguna en la noche por mas esfuer-
zos que se hicieron, no empezó la faena del paso hasta el 25 en la
tarde, habiéndose escogido para ello un parageque tenia doscien-
tas varas de ancho en baja mar y á distancia unas ciento de la boca
del rio. Echáronse de pronto al agua los seis botes, y se pasó una
maroma de una orilla á otra para sujetar (res balsas listas ya, y de
Jas que cada una trasportó á la vez sobre sesenta hombres, consi-
guiendo desembarcar- luego en la orilla opuesta hasta quinientos,
entre ellos algunos coheteros. Pero subiendo la marea con fuerza ,
hubo de suspenderse la maniobra, teniendo los que habían pasado
que abrigarse detras de unas colínas de arena ó sean méganos á las
órdenes del coronel Stopford. Dos regimientos franceses salieron
muy animosos de la ciudadela para atacarlos, pero una descarga
de cohetes reprimió sus ímpetus, y los forzó á retirarse, no acos-
tumbrados á la novedad y estrago de proyectiles tan singulares. A
favor de buena y despejada luna cruzaron aquella noche el rio mas
tropas inglesas, y afianzaron el puesto de los que habían tomado
¡a delantera.


En esto arribó al embocadero del Adour la flotilla procedente de
Socoa; pero furiosa y encrespada la barra no era fácil salvarla, y
los que lo intentaron tuvieron que desistir, después de padecer
trabajos y muchas averías. Mas alta después la marea, renová-
ronse las tentativas para entrar , y perecieron algunos buques;
pero metidos en el empeño los marineros británicos y no tan im-
pedidos por el viento, que fue amansando , venciéronlo todo con
su arrojo y experiencia, y regolfaron por el rio arriba treinta bu-
ques en la tarde del 24. Quedó lo demás del convoy sotaventeado.


Seis mil ingleses estaban ya por la noche á la derecha del rio,
no habiendo cesado en su paso, y verificándolo aun á nado algunos
caballos, luego que abonanzó el tiempo y lo consintió1 la marea.
Acamparon al raso, y por la mañana marcharon sobre la ciudadela;
la derecha tocando al Adour, y dilatada la izquierda por el camino


so acerca det real que conduce de Bayona á Burdeos; con lo que
todo a Bayona. c o ¡ t ando las comunicaciones con el norte del r io ,
completaron el acordonamienlo de la plaza y el de todas sus obras,
incluso el campo atrincherado. Ayudó á este movimiento un falso




LIBRO YIGÉSIMOCUARTO. 351


alaque, por la siniestra margen , de la brigada de Lord Aylmer y
de la quinta división británica en unión con los españoles del ejér-
cito de Don Manuel Freiré.


Ni se dejaba de la mano el trabajo del puente, que E C h a na pnento
se finalizó el dia 2 5 , estableciéndole en donde tiene » « ™ « i ^ o « -
de anchura el rio 370 varas, y yendo á dar el cabo opuesto cerca
del pueblo deBoucaut. Formóse dicho puente con veintiséis ca-
chamarines ó barcos pequeños de la costa cantábrica, asegurados
á proa y á popa con anclas ó cañones de hierro cogidos en los re-
ducios del Nive, con cables fijos en ambas orillas para resistir á
los embates del flujo y reflujo, y extendidos por cima de las cu-
biertas tablones á manera de esplanadas, que facilitasen la roda-
dura y peso de la artillería. Una cadena colocada mas arriba del
puente le protegía contra las arremetidas y abordage de las lan-
chas cañoneras y buques enemigos fondeados al abrigo de la
ciudadela.


Era esta obra de grande importancia por afianzar la comunica-
ción entre ambas riberas durante el bloqueo y sitio intentado de
Bayona, y franquear las calzadas de la derecha del Adour, de
cuyos pueblos parecía mas hacedero abastecerse de todo lo necesa-
rio , muy quietos por alli los naturales, libres de molestias y se-
guros de puntual y cumplido pago.


Mientras que maniobraba asi el ala izquierda del Avance
ejército aliado y que embestía también á Bayona, trató d e W e l l i I i e t o n .
Wellington , reforzada que fue su derecha, de ejecutar un avance
general por aquel lado contra las huestes del enemigo. En conse-
cuencia atacó el mariscal Beresford, seguido de la cuarta y séptima
división y una brigada, los puntos fortificados de Hastingues y
Oyergave á la izquierda del rio de Pau , y forzó á los enemigos á
recogerse á Peyrehorade, en sazón que Hill cruzó el gave de Olo-
ron sin resistencia por un vado en Víllenave, y lo mismo Clinton
entre Montfort y Laas , amagando Picton el puente de Sauveterre,
que volaron los franceses. Don Pablo Morillo rodeó por su parte
la plaza de IVavarreins, la cual no era dable reducir de pronto sino
con artillería gruesa.


Los aliados, yendo adelante, enderezáronse á Orthez, pasando
Beresford el gave de Pau por bajo de su confluencia con el de
Oloron, y continuando lo largo del camino real de Peyrehorade
en dirección de aquella ciudad sobre el diestro costado del ene-
migo, haciendo otro tanto Picton rio abajo del puente de Bourenx,
y también sir Stapleton Cotton con la caballería, sostenidos ambos
por un movimiento de flanco que hicieron otras dos divisiones.
Ocupó Hill las alturas fronteras de Orthez á la izquierda del gave
de Pau , no pudiendo forzar su puente.


Cabeza de suprefectura aquella ciudad, y residencia antigua y
célebre de los príncipes de Bearn antes de su traslación á Pau ,




552 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Batana de o - m a ^ P r e s e n e ' a 1 , ahora reñida contienda trabada á sus
ihez, i? de te- puertas y en los alrededores. Habia escogido en ellos
b r e r o ventajosa estancia el mariscal Soult á lo largo de unas
lomas por espacio de media legua. Su derecha bajo del general
Reille descansaba sobre el camino real que va á Dax ocupando el
pueblo de Saint-Boés : su centro , que regia Drouet, alojábase en
una curva por donde se metiaii y giraban las colinas, y su izquierda
al cargo de Clausel se apoyaba en la ciudad y defendía el paso del
rio. Las divisiones de los generales Villatle y Ilarispe y tropas del
general Paris manteníanse, de respeto en parage elevado y en el
camino que se dirige á Mont-de-Marsan por Sault de Navailles,
Componía esta tuerza un total de mas de 40,000 hombres.


Dispuso Lord Wellington para empeñar la refriega que Beres-
ford con las divisiones cuarta y séptima y la brigada de ginetes de
Vivían atacasen la derecha de los enemigos, y se esforzasen por en-
volverla ; debiendo á la propia sazón arremeter contra el centro é
izquierda de aquellos el general Picton asistido de la tercera y
sexta división, y apoyado por Cotton con otra brigada de caballe-
ría. Incumbía al varón Alten quedar de reserva, y á sir R. Hill for-
zar el paso del gave, y trabar pelea con la izquierda de los fran-
ceses.


A las nueve de la mañana del 27 de febrero se enredó la acción,
con mala estrella para los aliados en un principio por la parte de
Beresford, con buena por el centro; si bien disputada la victoria
largo rato, cejando aqui el enemigo, pero pausada y admirable-
mente, formado en cuadros. Semejante repliegue precisó sin emr
bargo al mariscal Soult á recoger sus alas y á ordenar una retirada
general, acarreándole luego este movimiento otros daños, sin que
le bastase la maestría y pericia militar que mostró; porque cru-
zando el general Hill el gave y adelantándose sobre la izquierda
francesa en ademan de atacarla en su marcha retrógrada, tuvo
aquel mariscal que avivar sus maniobras, aunque inútilmente, avi-
vando también las suyas al mismo compás el general* Hill: de ma-
nera que acabaron los franceses por desparramarse é ir en completa
huida, teniendo detras á los ingleses, que á carrera abierta pugna-
ban por alcanzarlos y hundirlos. Alli vinieron lástimas y mas lás-
timas sobre los vencidos, quienes perdieron 12 cañones y 2,000
prisioneros; pereciendo ó extraviándose infinidad de fugitivos pun-
zados por la bayoneta británica y acuchillados ó cosidos por el sable
de sus ginetes. Hubo no obstante de costar á los ingleses muy caro
tan glorioso triunfo, habiendo corrido riesgo la vida de Lord Welr
língton, contuso de una bala de fusil que dio en el pomo de su es-
pada, y le tocó en el fémur, causándole el golpe tal estremeci-
miento, que le derribó al suelo, estando apeado y en el momento
mismo en que se chanceaba con el general Álava,*herido este poco
antes, no de gravedad, pero en parte sensible y blanda que siem-




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 533


pre provoca á risa. Hizo alto el ejército británico al anochecer en
Süult de Navailles : su pérdida consistió en 2,500 hombres, de
ellos 600 portugueses; no asistió á la aceion fuerza alguna espa-
ñola. Tuvieron los enemigos en sus filas una baja enorme que, se-
gún cuentan relaciones suyas, pasó de 12,000 hombres; pero pro-
ducida en mucha parte por la deserción, siendo grande el número
de conscriptos y gente nueva. Fue gravemente herido el general
Foy y muerto el general Bechaud.


Prosiguieron los franceses por la noche su retirada, Movimientos
y paráronse detrás del Adour junto á Saint-Sever, posteriores,
para allegar y recomponer su hueste, juntándoseles algunos re-
fuerzos que venían de camino. En pos suyo fueron los aliados al día
inmediato; pero esquivaron aquellos el reencuentro yendo la
vuelta de Agen. Entonces repartiéronse los anglo-portugueses en-
trando su ala izquierda sin resistencia en Mont-de-Marsan, capital
del departamento de las Landas, colocándose el centro en Gazé-
res, y moviéndose el 2 de marzo la derecha á las órdenes de Hill
del lado de Aire, margen izquierda del Adour, en donde tuvo este
general un recio choque con la división de Harispe, no empeñada
en Orthez, y llevó al fin la palma de la victoria cogiendo ó des-
truyendo muchos almacenes y efectos acopiados alli.


Frutos opimos fueron de todas estas operaciones acordonar las
plazas de Bayona, San Juan de Pie de Puerto y Navarreins, atra-
vesar el Adour , enseñorearse de sus principales comunicaciones
y pasos , y coger ó destrozar vituallas , enseres y otros abundan-
tes recursos del enemigo.


Libertó á este de mayores daños el tiempo lluvioso en demasía;
intransitables de resullas los caminos, rebalsadas las tierras, hin-
chados los torrentes y arroyos, y aplayados los ríos. Vióse por
tanto Lord Wellington obligado á detenerse, y pudo Soult mudar
de rumbo, yendo hacia Tarbes é inclinándose á los Pirineos, con
intento de recibir por la espalda auxilios del mariscal Suchet, si
bien incomodando á los pueblos con exacciones, falto de víveres
perdidos en los almacenes de Aire, y dejando descubierto á Bur-
deos y sus comarcas , en la confianza de que Wellington no osaría
internarse tanto.


Equivocóse en esto, pues yendo de caída Napoleón I o t e i l l o d e l o s
v su imperio, alzaron cabeza y se multiplicaron los partidarios de i«
" . • i . , , I T . 1 tasa de Borbon.


partidarios de. la casa de Borbon mas numerosos en
aquella parte de Francia que en otras , y alentaron á Wellington
á que les prestase ayuda , y saliese de su acostumbrada pausa y
circunspección. Hablamos de la llegada al cuartel general ingles del
duque de Angulema y de la protección que le dispensó Lord Wel-
lington. El aparecimiento de un príncipe como esle de la antigua
y real estirpe de Francia cebó con esperanzas nuevas á los de su
partido,convirtiéndosemuchos, socolor de leales, en trazadores




554 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


<Jc revueltas" y levantamientos. Amortiguó Wellinglon por algún
tiempo tales ímpetus , y aun dejó como á un lado al duque de
Angulema después de haber contribuido á traerle; ora por temor
de que no correspondiese el pais á cualquiera demostración que
se hiciese en favor de los Boibones, y ora mas bien por las dudas
y perplejidad de los aliados del Norte, que , no resueltos todavía
á concluir con Napoleón , hiciéronle sucesivamente varias proposi-
ciones de acomodamiento, temerosos de no poder sobrepujarle del
todo y vencerle.


Mas rotos luego con él todos los tratos, según en breve veremos,
y no detenido ya Wellington por empeños anteriores ni otros res-
petos , soltó la rienda á su inclinación, y consintió en dar apoyo
á los que propendían á querer restablecer la dinastía borbónica.
Por el tiempo mismo de la batalla de Orthez fue cuando acudieron
emisarios de Tolosa y Burdeos en busca del de Angulema , mos-
trando vivo deseo de que se pusiera este príncipe al frente de los
suyos, ciertos de que se conseguiría asi y sin dificultad la restau-


ración en el trono de la antigua y real familia de Fran-
i ¡ i i g t o n " T i * V ° ! ¡ cía. Abocáronse todos en Saint-Sever con Wellington,
reTforT ' " e quien, e D v ' s t a d e ' ° q u e ' e expusieron, accedió á sus


encarecidas súplicas, y resolvió encaminar hacia Bur-
deos tres divisiones bajo el mando del mariscal Beresford, haciendo
adelantar al propio tiempo fuerzas de Don Manuel Freiré , que
llenasen el vacío que dejaban las otras.


s e declara esta Luego que los ingleses se fueron acercando á Bur-
ciudad en (ator déos, retiráronse las autoridades imperiales y las tro-
deíos orones. ^ quedando solo el arzobispo y el maire ó corregi-
dor, llamado Mr. Lynch. Determinaron entonces los realistas de-
clararse del todo y alzar banderas por la casa de Borbon, estando
ya los ingleses á las puertas de la ciudad. Salió á recibir á estos el
niaire, quien dijo á Beresford : « Si el señor mariscal quiere entrar
« en Rurdeos como conquistador, podrá coger las llaves, no ha-
« biendo medio alguno de defensa; pero sí viene á nombre del rey
« de Francia y de su aliado el de Inglaterra, yo mismo en calidad
t de maire se las presentaré con gusto. » Respondióle Beresford
satisfactoriamente, y al oírle, gritando Mr. Lynch: t ¡Viva el
« rey! » púsose la escarapela blanca, antigua de Francia, y se
quitó la banda (echarpe) tricolor, distintivo de su autoridad. A poco


y siendo el 12 de marzo, entraron en Burdeos el du-
ísdernTriolie- que de Angulema y el mariscal Beresford, muy bien
A n S g u i e m I d e acogidos y victoreados, amigo siempre el pueblo de


novedades, y cansada aquella ciudad de la guerra
marítima y bloqueo continental tan dañoso á su comercio y expor-


í'rociama taciones agrícolas. Dio el mariscal Soult con esta oca-
de sooit. s ¡ 0 1 1 tremenda proclama, condenando á la execración


de los venideros y vergüenza pública á los franceses que hubiesen




LIBRO VIGÉSIMOCUÀRTO. 355
llamado y recibido al extranjero, y echando en cara al general in-
glés el favor y ayuda que daba á la rebeldía y sedición.


No tuvo Wellington sin embargo motivo de arrepentirse, con-
formándose luego los aliados con loque él practicó entonces, y co-
brando ellos mismos cada dia mayor espíritu con Jos sucesos prós-
peros , desengañados de lograr nada bueno con Napoleón,
indómito é intratable siempre.


En efecto, echadas á un lado las proposiciones de E s [ í i o a
Francfort, nunca procedió este derechamente ni con de Napoleón y
verdaderos deseos de concluir una paz acomodada á ™ ¡ ? l d " * "
los tiempos, desoyendo á los hombres mas adictos á
su persona como también los pareceres de las principales corpora-
ciones de su imperio, hasta disolver apresuradamente el cuerpo
legislativo, usando en aquel trance de palabras singulares y de
mucho destemple. Cierto que el estado del emperador francés era
muy otro del que tenían los que daban consejos: no aventurando
los últimos nada en ello cuando Napoleón, en el recejar solo, ex-
poníase á grandes riesgos y á interiores perturbaciones, decaído
del militar poderío, fundamento de su elevación y grandeza.


Instó por tanto en que se activasen los convenientes preparativos
para abrir la campaña dentro del territorio francés, pero por mas
diligente que anduvo, casi todo enero corrió antes de que le fuese
dable ponerse en camino. Verificólo al fin saliendo
de París el 25 del propio mes, después de haber con- s " h d e P a r l 3 '
ferido el 25 Ja regencia á la emperatriz su esposa, y agregado á
ella el 24 ásu hermano José bajo el título de lugarteniente del im-
perio.


No por eso quiso Napoleón que se creyese cerraba congreso
las puertas á la pacificación apetecida, sino que por dechamion.
el contrario, aparentando inclinarse á lo propuesto en Francfort,
procuró por conducto del príncipe de Meltcrnich se renovasen los
interrumpidos tratos. No era sin embargo de presumir que ias po-
tencias aliadas se conformasen ahora con lo ofrecido anteriormente,
vista la situación actual de las cosas tan favorable á la coalición
como contraria á Bonaparte, á quien á las claras iba torciendo el
rostro la fortuna. Juntáronse pues en Chátillon del Sena nego-
ciadores autorizados : celebróse alli la primera sesión en 5 de
febrero, y se hallaron presentes por una parte los plenipotencia-
rios de Rusia, Prtisia, Inglaterra y Austria representando los
intereses de la Europa confederada, y por la opuesta el de Francia
Mr. de Caulaincourt, duque de Vicenza. En otra sesión que tuvie-
ron el 7 del propio febrero, pidieron aquellos , con arreglo á ins-
trucciones de sus soberanos, que para tratar se sentase la base d e
que t la Francia se conformaba con entrar en los límites que la
« ceñían antes de la revolución de 1789 : » á lo cual no asintió
Mr.-de Caulaincourt, reclamando se conservasen los mismos que




356 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


los aliados < habian propuesto en Francfort y eran los del Rin. i
Promoviéronse después explicaciones, réplicas y conferencias, y
aun hubo una suspensión momentánea de la negociación ; hasta
que el 17 presentó el ministro de Austria la minuta de un tratado
fundado en la base enunciada de antiguos limites , con la especifi-
cación de que la Francia abandonaría lodo lo que poseyese ó pre-
tendía poseer en España, Alemania, Italia, Suiza y Holanda;
ofreciendo la Inglaterra devolver como en remuneración la mayor
parte de las conquistas que durante la guerra había hecho á aqueila
potencia en África, América y Asia.


Lejos estaba Napoleón de consentir en semejantes proposiciones,
y menos ahora que había recobrado aliento y ensoberbecídose
con la campaña emprendida, cuyos movimientos dirigió maravillo-
samente contra fuerzas muy superiores, excediéndose á sí mismo
v á su anterior y militar fama tan bien sentada ya y tan esclarecida.
Asi fue que en respuesta á la última proposición de los aliados redú-
jose á enviar un contra-proyecto , obstinándose en pedir los límites
del Rin y ademas otros territorios é indemnizaciones exorbitantes
para aquella sazón ; de lo que enojadas las otras potencias rompie-


ron las negociaciones, disolviéndose el congreso el 19
Disué lvese . . " "


de marzo.
T r a t a d » de Antes y en primero de dicho mes habian firmado
c h a m n o n t . | a s mismas en Chaumont un convenio, según el cual


formando entre sí una liga defensiva por veinte años, comprome-
tíanse á no tratar separadamente con el enemigo, y á mantener
en pie cada una de ellas 130,000 hombres sin contar las guarnicio-
nes ; con la obligación la Inglaterra de aprontar cinco millones de
libras esterlinas que debían distribuirse entre las potencias belige-
rantes para sostener la guerra permanente y viva.


Tales arreglos y el rompimiento de las negociacio-
esu a» e s ^ Chátillon acrecían probabilidades en favor de


la restauración de los Borbones, cuyos príncipes y sus partidarios
meneábanse diligentemente, habiendo acudido Monsieur conde de
Artois al cuartel general de los aliados, y diriyídose la vuelta de
la Bretaña el duque de Berry , al paso que el de Angulema, con-
forme hemos visto, soplaba en el mediodía de Francia levanta-
mientos y sediciones contra Napoleón.
s u e l t a Kapo ieon Estrechado este por todos lados apresuróse á con-


a F e m a n d o . c i u ¡ r ¡ a negociación entablada con Fernando, ponién-
dole en libertad , y trató también de restituir á su silla de Roma al
soberano pontífice, á quien tenia como aprisionado hacia años. Ali-
gerábase con esto de embarazos y odiosas enemistades, esperando
igualmente sacar útil fruto de esta generosidad, aunque aparente y
forzada. Cuenta Escoiquiz que la libertad repentina del'rey debióse
á lo que él y Mr. deLaforest alegaron en su apoyo ; pero parécenus
no fue asi , y que solo la provocó el apuro en que Napoleón se veia




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 557


y el anhelo de que se le juntasen en lodo ó parte las tropas suyas
que quedaban en Cataluña y algunas de las que combatían en el Pi-
rineo , dejando á los ingleses solos y privados del sostenimiento de
España.


Coincidió la resolución del emperador francés con la vuelta á
Valencey del duque de San Carlos trayendo la negativa de la re-
gencia al tratado de que habia sido portador. Grandes temores se
suscitaron alli de que desbaratase tal incidente la determinación de
Napoleón, y por eso pasó á Paris San Carlos tras del emperador,
para remover cualesquiera estorbos que pudieran nacer; pero no
le encontró ni en la capital ni en ninguna parte por donde le bus-
cara, mudando Napoleón de lugar á cada paso, según lo exigia la
guerra que llevaba entonces, andando siempre por caminos y ve-
redas, y como quien dijera, á campo travieso. Sin embargo ab-
sorbido él mismo en asuntos de la mayor importancia, no paró
mientes en lo que la regencia respondiera, y aguijado por el tiempo
y por los acontecimientos no desistió de su propósito sobre dejar
á Fernando libre y en disposición de restituirse á España. En con-
secuencia mandó se le expidiesen los convenientes pasaportes, que
se recibieron en Valencey el 7 de marzo á las diez y media de Ja
noche con indecible júbilo de S. M. y AA., bien asi como de los
demás que alli asistían : no estuvo devuelta el de San Carlos hasta
el 9. Quiso el rey le precediese en su viage el mariscal P r i , c e ú e / a
de campo Don José Zayas, quien salió de Valencey el al rey en su
10 con carta para la regencia y orden de que se pre- " a e c
parase lo necesario para el recibimiento de S. M. en los pueblos
del tránsito. Llegó Zayas el 16 á Gerona, á Ja sazón cuartel general
del primer ejército, y al dia siguiente, acompañado de un oficial de
estado mayor, partió en posta para Madrid, en donde fue bien
acogido, ya por lo que s» estimaba su nombre, ya
por la caria * de que era portador, en cuyo contexto A p " 1 8 '
no se esquivaba, como en las otras, hablar de cortes ni de lo que
se habia hecho durante la ausenciade S. M., dando á entender que
merecería lo obrado su real aprobación en cuanto fuese útil al
reino: modo de expresarse ambiguo, pero preferible al silencio
guardado hasta entonces. Produjo la lectura de la carta en el seno
de la representación nacional gran regocijo por anunciarse la
próxima llegada de S. M., y también por lo que hemos dicho de
no advertirse en su contenido aquella extrañeza y estudiado desvío
que se habia notado en las anteriores. Dióse en conformidad un
decreto que atestiguaba la satisfacción de las cortes y el aprecio
que las mismas hacían con tan fausto motivo del general Don José
Zayas.


No tardó S. M. en seguir los pasos de este, sa- s a i c oí rey de
tiendo de Valencey el 15 de marzo, acompañado vaicncey.
de SS. AA. los infantes Don Carlos y Don Antonio y demás per-


ni. 2 2




358 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


sonas que concurrían á su lado. Dirigióse por Tolosa con rumbo á
Perpiñan según orden de Napoleón, para huir de cualquiera en-
cuentro ó relación con los ingleses. Venia el rey bajo el nombre de
Llega'á Perpi-j conde de Rarcelona. Entró en Perpiñan el 19 de marzo


Bl"1- * en donde le aguardaba el mariscal Súchel, á quien
recibió S. M. con distinción, dándole gracias por el modo como se
habia portado en las provincias donde habia hecho la guerra. Mas
aqui empezaron ya los tropiezos. Quería el rey continuar su viage
y pasar á Valencia sin detenerse; pero oponíanse á ello las instruc-
ciones que tenia el mariscal, según las cuales debía pasar .el rey
Fernando á Barcelona y permanecer en aquella plaza en rehenes,
hasta que se realizase la vuelta á Francia de las guarniciones ^blo-
queadas en las plazas de Cataluña y Valencia. Precaución ofensiva
que siendo ignorada de Fernando al salir de su confinación , repre-
sentábase como alevosía nueva que afortunadamente no se consumó


Quédase ai» ei ^ 1 todo, persuadido Súchel de cuan odioso é inútil
¡nfante Don car- seria llevarla á cabo. Pidió en consecuencia nuevas
! o s instrucciones á Paris , aviniéndose á que en el entre-
tanto quedase solo en Perpiñan como en prendas el infante Don
Carlos.
Entra ei rey en Pisó el 22 el territorio español S. M. Fernando VII,


España. y paróse el 23 en Figueras á causa de las muchas aguas
que habia cogido el Fluviá, furioso y muy aplayado. Suplicó en
aquel dia al rey el mariscal Suchet que se suavizase la suerte de los
prisioneros, reiterando sus instancias para la vuelta á Francia de
las diversas guarniciones de Cataluña y Valencia. Contestósele dán-
dole buenas y seguras palabras en cuanto á lo primero, y exten-
diendo San Carlos en cuanto á lo segundo una promesa formal por
( • Ap n i» > peri to i e n la que puso el rey de su * puño al margen:


« Apruebo este oficio. FERNANDO. » Dícese si también
ofreció entonces S. M. á dicho mariscal que le conservaría la propie-
dad de la Albufera de Valencia, que Napoleón le habia donado en
premio de la conquista de aquella ciudad.


Recibe o p o n s Habíase dispuesto á recibir al rey á su entrada en
«i rey en ei Fin- España Don Francisco de Copons, general del primer


ejército, trasladando el 21 de marzo de Gerona á
Bascara su cuartel general. Avisado de que S. M. se acercaba, co-
locó el Don Francisco sus tropas el dia 24 al nacer del sol á la derecha
del Fluviá. Lo mismo hicieron los gefes franceses en la orilla opuesta
con las suyas, formando unas y otras vistoso anfiteatro. Oyéronse
muy luego alternativamente en ambos campos salvas y músicas
que retumbaban por el valle, y se mezclaron al ruido y algazara
de los soldados y paisanos que acudieron á bandadas de las comar-
cas vecinas. Un saludo de nueve cañonazos precedido de un parla-
mento anunció la llegada del rey Fernando, quien á poco dejóse
ver en la ribera izquierda del Fluviá, acompañado de su tío el




LIBRO YIGÉStMOCUARTO. 359
infante Don Antonio y del mariscal Suchet con alguna caballería.
El gefe de estado mayor francés Mr. Saint-Cyr Nugues adelantóse
para poner en conocimiento del general español Don Francisco de
Copons que iba á pasar S. M. el r io , límite entonces de ambos
ejércitos. Sucedió asi, y al sentar el rey á hora de mediodía el pie
en la margen derecha, solo ya con el infante su tío y la comitiva
española, ofrecióle Don Francisco de Copons, hincada la rodilla en
tierra y con el acatamiento correspondiente, sus respetos, y pro-
nunció un breve y gratulatorio discurso adecuado a! caso, poniendo
ademas en las reales manos un pliego cerrado y sellado que le había
sido remitido por la regencia del reino, conforme á lo que prevenía
el artículo 3 o del decreto de 2 de febrero, bajo cuya cubierta venia
una carta para S. M. informándole del estado de la nación con
varios documentos y comprobantes adjuntos. Llegó entonces al
mayor colmo la alegría y entusiasmo, dando los asistentes crédito
apenas á sus ojos, viendo al rey entre ellos al cabo de seis años de
ausencia y después de tropel tan grande de sucesos y portentos.
Revistó en seguida S. M. acompañado del infante Don Antonio
las tropas, que desfilaron por delante formadas en columna, acla-
mando los soldados unánimemente al rey con vivas de efusión ver-
dadera, no prorumpidos en virtud de mandato anterior y expreso.


Continuaron S. M. y A. su viage llevando al lado á E l l t r a e, r e y „„
Don Francisco de Copons y escoltados por algunos g¡- c«ona.
netes. Entraron todos el mismo dia 24 en Gerona , cuyos adornos y
colgaduras eran ruinas y escombros, y su alfombrado arreboles
aun y salpicaduras de la sangre, que durante el sitio había corrido
en abundancia y arroyado sus calles. Espectáculo sublime si bien
triste, cuya vista debió conmover al monarca y excitarle á medita-
ción profunda, destinado á labrar la felicidad de un pueblo que al
defender los propios hogares, había sustentado también y confun-
dido con los suyos los intereses de la corona.


Fiado el mariscal Suchet en la promesa del rey, y L l e s a t a m b i ( , n
no autorizado quizá bastante para detener en rehenes, nlli el infante
como lo hizo, al infante Don Carlos (si atendemos á D o n C a r l o s '
lo mucho que por ello le reprendió el gobierno provisional de Fran-
cia * sucesor de Napoleón), púsole en libertad, y el 26 { , n M )
le acompañó hasta el Fluviá, cuyo rio cruzó S. A . ,
entrando en Gerona aquel dia en unión con el rey su hermano, que
había salido á recibirle.


No tuvo sin embargo cumplido efecto lo ofrecido con relación á
las plazas, resistiéndose á ello Don Francisco de Copons, quien
guardando al rey los miramientos debidos, no creyó serle lícito
apartarse de los decretos de las cortes, terminantes en la materia,
y contrarios á tratar con el francés en tanto que no fuese de confor-
midad con los aliados. Resolución á la que de grado ó fuerza tu-
vieron que adherir todos; siendo ademas arreglada al interés pú-




540 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


blico y buena salida dé la campaña, impidiendo se engrosasen las
huestes del enemigo con aquellas tropas veteranas1 y muy aguer-
ridas.
C a r t a del r ey a. Desde Gerona escribió Fernando á la regencia del


ia regenc ia . r e ¡ n 0 j a c a r t a siguiente, toda de puño de S. M.
f Acabo de llegar á esta perfectamente bueno, gracias á Dios,


t y el general Copons me ha entregado al instante la carta de la
« regencia y documentos que la acompañan: me enteraré de todo,
t asegurando á la regencia que nada ocupa tanto mi corazón como
t darla pruebas de mi satisfacción y mi anhelo por hacer cuanto
« pueda conducir al bien de mis vasallos.


« Es para mí de mucho consuelo verme ya en mi territorio en
« medio de una nación y de un ejército que me ha acreditado una
« fidelidad tan constante como generosa. Gerona, 24 de marzo
« de 1814. —Firmado : Yo EL REY.—A la regencia de España.»


Desazonó á los amigos de las cortes y de las reformas el conte-
nido de esta carta, en la que tornóse al lenguaje ambiguo de las
primeras, huyendo siempre de soltar prendas que comprometie-
sen las decisiones del porvenir. Las cortes no obstante abstuvié-
ronse de dar muestras de descontento; y por el contrario dieron,
dias después, un decreto para levantar á la orilla derecha del rio


Fluviá frente del pueblo de Bascara un monumento
M o n u m e n t o q u e •


d e c r e t a n las co r - que perpetuase la memoria de lo ocurrido alli á la lle-
t e s" gada del rey Fernando.
D á d i v a de l d a - También quiso el duque de Frias y de Uceda dar
q u e do F r í a s . u n a p r u e j j a ¿ e señalado afecto á la persona de S. M.,


y de su ardiente deseo por verle de vuelta en el reino, poniendo
de antemano á disposición de las cortes mil doblones que debian
darse de sobrepaga al ejército que tuviese la dicha de recibir al rey.
Admitieron las cortes tan generosa dádiva ofrecida por un grande
de los primeros de España, y que siendo aun conde de Haro , tí-
tulo de los primogénitos de su casa, habíase mantenido, durante la
actual lucha, á la cabeza de un regimiento de caballería de que
era coronel, honrándose en tiempos bélicos de servir á la patria
con las armas quien en los pacíficos la ilustraba con sus versos y
producciones literarias.


Antes de continuar hablando del viage del rey, parécenos opor-
tuno volver la vista á lo que pasaba en las cortes y en el teatro
principal de la guerra; dejando por ahora á S. M. en la ciudad de
Gerona.
T r a b a j o s y d i>- Instaladas que aquellas fueron en I o de marzo para


cus iones d e las dar principio á la legislatura ordinaria correspon-
c o r t e s . diente al año de 1814, ocupáronse en las tareas que
conforme á la constitución debian llamar primero su cuidado ;


leyendo los ministros del despacho sus respectivas me-
r r e s n p u e s t w . m o r j a S j y e j ¿e hacienda los presupuestos de gastos




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 541


y entradas, como también el de guerra ei estado general del ejér-
cito. Poco discrepaban los trabajos presentados ahora en ambos
ramos de los que acerca de lo mismo examinaron las cortes ex-
traordinarias y ordinarias en setiembre y octubre anterior, cau-
sando solo enfado la diferencia que se advertía entre la fuerza ar-
mada real y disponible y la total que se pagaba: diferencia muy
notable en verdad, nacida de la muchedumbre de comisionados y
asistentes que se han consentido siempre en nuestro ejército, y
de otros abusos de la administración militar; roedora lepra, honda
y muy añeja, de difícil y penosa cura, pero á la que ha de apli-
carse tarde ó temprano remedio eficaz y vigoroso, si se quiere en
España orden y economía prudente en la inversión de los caudales
públicos.


Por lo demás siguiendo esta legislatura los pasos de la anterior,
no se ventilaron por lo común en ella cuestiones que acarreasen
sustanciales reformas, no pudiendo el partido liberal aspirar á
otra cosa sino á conservar lo hecho por las extraordinarias, ni
tampoco propasarse el opuesto á indicar medidas de retroceso ó
ruina. Dieron sin embargo ahora las cortes nueva


. , . r , . . . . Secretarias.


planta a las secretarias del gobierno, en la que se
atendió á la parsimonia y ahorro mas bien que á una atinada distri-
bución de negociados, y al pronto y conveniente despacho de
ellos. También aprobaron las mismas un reglamento para la milicia
nacional, en la que estaban obligados á entrar todos los españoles,
excepto contadas clases, desde la edad de 50 años hasta la de 50;
siendo elegidos los oficiales, sargentos y cabos, ante los ayunta-
mientos y á pluralidad de votos, por las compañías respectivas,
con la precisión de usar todos del uniforme que alli se les señalaba.
Reputábanse gefes natos de estos cuerpos los gobernadores ó co-
mandantes militares de nombramiento real en los pueblos en donde
los hubiese.


Paró no menos la consideración de las cortes la do- Dotación i a
tacion del rey y de la familia real. Fijóse aquella en c a s a r e a l -
cuarenta millones de reales al año, anticipando á S. M. por esta
vez un tercio para los gastos que á su vuelta pudiesen ocurrirle.
Agregábase á la suma en dinero la posesión de todos los palacios
que hubiesen disfrutado los reyes predecesores del actual, y ade-
mas los bosques, dehesas y terrenos que destinasen las cortes para
recreo de S. M. Asignóse á cada uno de los infantes Don Carlos y
Don Antonio la cantidad de 150,000 ducados pagaderos por teso-
rería mayor, y no se mentó al infante Don Francisco por hallarse
ausente y al lado de los reyes padres, en quienes por entonces
nadie pensó. Semejantes asuntos y otros debates á que dieron lugar
en público ó en secreto las cartas del rey, su viage é incidentes
análogos, consumieron en gran parle el tiempo de las sesiones del
año que corría.




342 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


impostor A U U Í - No dejó también de robar alguno el negocio de un
B 0'- impostor que diciéndose general francés, y tomando


el nombre fingido de Luis Audinot, ganado para ello por personas
poco conocidas de Granada y Baza, pertenecientes á la parcialidad
antireformadora, trató de comprometer y hacer odiosos á varios
habitantes de aquellas comarcas y á los principales cabezas del par-
tido liberal, señaladamente á Don Agustín Arguelles; figurando
obraban estos de acuerdo con Napoleón y sus agentes, llevados del
deseo de fundar en la Península una república bajo el título de
Iberiana, apoyada y sugerida, á dicho del impostor, por el prín-
cipe de Talleyrand. Invención que si bien extravagante y ridicula,
tenia aceradas puntas de perversa y atroz intención; persuadidos
los forjadores de que una patraña ó fábula cuanto mas inverosímil
ó absurda aparezca, tanto mas ha de cundir y ser aplaudida entre
la muchedumbre ignorante que la Convierte en sabroso apacenta-
dero de su incauta y ciega credulidad. Díó por tanto este suceso
pie á muchas hablillas, á varias proposiciones en las corles, á una
representación del señor Arguelles pidiendo se le oyese judicial-
mente en desagravio de su honor ofendido, y al proseguimiento en
fin de una causa que duró hasta después de haber vuelto el rey á
España; queriendo entonces ciertos y malos hombres aprovecharse
de semejante maquinación para empeorar la suerte bastante desdi-
chada ya de los encarcelados por opiniones políticas. Pero feliz-
mente hundiéronse tan dañinos intentos en el lodazal inmundo de
la misma calumnia, acabando por confesar el supuesto Audinot,
que aunque de nación francés no era general, ni su nombre otro
que el de Juan Barteau; implicando ademas en sus declaraciones á
varios personages del partido antireformador, que mandaban á la
sazón ó influían en los que mandaban: quienes temerosos de que se
descubriese todo el enredo, apresuráronse á echar tierra al negocio,
dejando solo y sepultado en un calabozo al impostor, que desespe-
rado y fuera de sí suicidóse dentro de su prisión.
Acontecimientos Mientras que tales sucesos y lástimas ocurrían en lo


militares. civil y político, caminaban dichosamente á su fin los
asuntos de la guerra. Dada que fue la batalla de Orthez y hechos
los movimientos que de ella se siguieron, quiso de nuevo el maris-
cal Soult tomar la ofensiva, temeroso de lo que iba á acontecer en
Burdeos, y deseoso de distraer la atención de Lord Wellington.
En consecuencia revolvió el 13 aquel mariscal de Rabasteins, en
donde estaban sus cuarteles, sobre Lembége y Conchez, amagando
la derecha aliada. Afirmó entonces su puesto sir R. Hili detras del
rio Gros Lees y de Garlin en el camino de Pau á Aire, reforzándole
Lord Wellington con dos divisiones, quien hizo también ademan de
reconcentrar toda su gente en las cercanías del último pueblo. Visto
lo cual no insistió en su pensamiento el mariscal Soult, antes bien
replegóse yendo la vuelta de Vic-Bigorre para evitar la lid.




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 343


Tras él fue el general inglés, habiéndosele juntado tropas suyas
desparramadas por la tierra, reservas de artillería y caballería
procedentes de España y otros refuerzos. Entre ellos enumerarse
deben las divisiones de nuestro cuarto ejército que mandaba Don
Manuel Freiré , cuyas maniobras al pasar del Adour referimos ya,
en las que prosiguieron favoreciendo después el total acordona-
miento de Bayona y las operaciones generales del ejército aliado :
sucesos que con otros que entre sí se enlazan será bien narremos
antes de ir adelante en la de los movimientos de Lord Wellington.


La segunda división del cargo de Don Carlos de Es- M o , i m i e n t o s
paña púsose en un principio á la derecha del Adour del cuarto ejcr-
para repasar en seguida este rio y situarse entre su c l t u e s p a n o L
corriente y la del Ni ve, á fin de coadyuvar al bloqueo de Bayona.
Evolución opuesta practicaron la cuarta división y las brigadas se-
gunda y primera de la tercera y quinta que formaban ahora una
nueva división llamada provisional, trasladándose esta y la otra á
la derecha del Adour marchando rio arriba y uniéndose a! movi-
miento del centro aliado, sin alejarse por algunos diasde aquellas
márgenes, pisando ya una ya otra ribera, según lo requerían las
diversas operaciones de la campaña. Agregóse igualmente á los
ingleses, pero á su derecho costado, la segunda brigada de la di-
visión que regia Don Pablo Morillo, quedando solo la primera en
el cerco de Navarreins.


A estas fuerzas habíales Lord Wellington suminis- A u 5 l l l 0 S q i m
trado auxilios desde que abrieron en unión con su racima weiims-
ejército la campaña del año anterior, que empezó en t0""
los lindes de Portugal. Dos millones de reales mensuales recibía el
cuarto ejército de la pagaduría inglesa para el abono del prest y de-
mas atenciones de la misma clase. También tuvieron particulares so-
corros las divisiones de Morillo, España y Don Julián Sánchez, que
aunque pertenecientes á aquel ejército, militaban separadamente y
por lo común cerca de las tropas inglesas. Fue asimismo muy
atendido el ejército de reserva de Andalucía en tanto que se man-
tuvo en Francia y le gobernara Don Pedro Agustín Girón.


Cuando en este año de 1814 tornaron á marchar sobre Bayona
las tropas del cuarto ejército, que meses antes habian regresado á
España, no solo continuaron los ingleses suministrando los mismos
auxilios en dinero, sino que ademas facilitaron víveres y otros re-
cursos. Y queriendo Wellington acudiese también á Francia el
ejército de reserva de Andalucía acantonado en la frontera, insí-
nuóselo asi á su general, que lo era otra vez el conde del Abisbal
de vuelta de la licencia que obtuviera para pasará Cor- _ „
, , , . , i i TI» i - . „ Conducta del


doba á restablecer su salud. Mas dicho gefe respon- conde dei AWS-
dió al inglés desabridamente poniendo muchos obsta- M '
culos, y pidiendo antes bien que se le permitiese internar sus tro-
pas en los pueblos de Castilla la Vieja para darles algún descansa




544 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


y mejor temple, menesterosas y destrozadas de resultas de fatigas
y grandes quebrantos, y también del abandono que suponía Abis-
bal haber habido en su disciplina y buena organización. Desazonó
á Wellington semejante excusa y petición extraña, ya por constarle
no ser cierto estuviese aquel ejército en la disposición que se le pin-
taba, ya también por haber recibido avisos de que siguiendoAbisbal
secretas inteligencias con los diputados del partido antireformador,
que encontró en Córdoba, ansiaba por acercarse á la capital para
sostener con su ejército los proyectos de aquellos, y trastornar el
gobierno y las cortes, presentada que fuese ocasión oportuna.


Rehusóle por tanto Wellington avanzar á Castilla, y señalándole
Pa<a a F r a n - P ° r acantonamientos las orillas del Eb ro , no pensó ya


d a ei c u a r t o e - en traerle á su lado enojado con é l , por lo cual vol-
jorc i to e s p a ñ o l . y\en¿0 j a v ¡ s t a a ] tercer ejército, dio orden á su gefe
príncipe de Anglona, que se mostró comedido y tratable, de pasar
con su gente á Francia en lugar del otro, franqueándole ademas un


auxilio de seis millones de reales* y seis mil vestua-
rios. No verificó sin embargo Anglona su avance hasta


los primeros dias de abril.
S i g n e W e l l l n g - Continuemos ahora narrando las maniobras y mar-


ión m o v i é n d o s e . c n a s ¿e L o r ( j Wellington, las cuales dejamos mas
arriba en suspenso. Reforzado aquel y muy animoso prosiguió
moviéndose el 17 de marzo, llevando la derecha por Conchez, el
centro por Castelnau y la izquierda por Plaisance. Fueron los fran-
ceses retirándose, aunque mantuvieron una gruesa retaguardia en
los viñedos que circundan á Vic-Bigorre, aparentando querer sus-
tentar una resistencia que no verificaron. Juntáronse los aliados
en aquel pueblo y en el de Rabasteins, y encaminóse el enemigo
durante la noche via de Tarbes.


El 20 divisábanse en esta ciudad los puestos avanzados de la iz-
quierda francesa que se retiraba con el centro, apostada la derecha
en los altos no muy distantes del molino de viento de Oléat. Avan-
zaron á la sazón los aliados, distribuido su ejército en dos masas ó
columnas, resueltos á embestir á los contrarios, quienes en vez
de aguardar continuaron su marcha retrógrada, y de dos caminos
principales que de Tarbes guian á Tolosa, uno por Auch y otro
por Saint-Gaudens, escogieron el último, y siguiéronle hasta el
mismo pueblo, en donde reunidas sus tropas le abandonaron en
parte, tomando el otro las mas de ellas atravesando la tierra. Alige-
rado Soult de sus bagajes mas pesados y de muchos carros que


Llega Sou l t á habia despachado antes, ejecutó su retirada á Tolosa
Toiosa . c o n p r e s t e z a f entrando en la ciudad el dia 24 , sin que


nadie le incomodase, ni le detuviese.
Tres dias de delantera llevaba el mariscal Soult á los aliados en


su marcha, mas lentos estos por la precisión de conducir pontones
y otros materiales para reparar ó echar puentes y remover otros




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 343


obstáculos que pudieran ofrecérseles, caminando con tiempo muy
lluvioso, en tierra enemiga y de fe dudosa. Aparecieron pues los
aliados el 27 en frente de Tolosa, ordenando Wel- .,


, , . , , Llegan loa a-


lington el 28 que se estableciese un puente en el lugar ítaaos enfrente
de Portet , situado mas arriba de la ciudad y por bajo d e l a c l°' 1* d '
de la junta de los dos rios Ariége y Garona. Deseaba el inglés co-
locarse por aquella parte, como medio oportuno de obligar á Soult
á abandonar su estancia, ó de estorbarle, interponiéndose, unirse
al mariscal Suchet. Imposible fue armar el puente allí por la ra-
pidez excesiva de la corriente y su anchura, mayor que la que
podían cubrir los pontones preparados. Frustrada esta tentativa,
tuvo mejor éxito otra que se ensayó y puso en planta T e n ta t i raspa-
el 31 en Roques, sitio mas favorable aunque por cima ra pasar ei c a -
de la confluencia de los expresados rios : por donde r o n a '
atravesó el Garona sir Rolando Híll, apoderándose en breve en
Gintegabelle del puente del Ariége no destruido aun.


Pero advirtiendo Lord Wellington lo intransitable de aquel ter-
reno pegadizo y gredoso, desistió de seguir obrando por aquella
parte , y dispuso repasasen el Garona Jas tropas del general Hill
que le habían cruzado poco antes. Registróse entonces la ribera
por bajo de Tolosa, y se descubrió un parage media legua mas
arriba de Grenade, en donde el rio corre casi lamiendo el camino
real, muy veloz en su curso, y teniendo sobre 130 varas de ancho:
trazóse alü el puente y se remató la mañana del 4 de abril en el
espacio de pocas horas.


Determinado Wellington á atacar cuanto antes al i e pasan ios
mariscal Soult, hizo cruzasen el Garona en aquel dia a l i a d o s -
algunos ginetes y tres divisiones suyas de infantería á las órdenes
de Beresford. Debían seguir á estas las divisiones españolas cuarta
y provisional y la ligera británica; mas hincháronse tanto las aguas,
y empezó á ir tan arrebatada la corriente, que hubo que suspender
el paso y aun levantar el puente para impedir que se le llevase el
r io , quedando repartidas las fuerzas del ejército aliado con grave
peligro suyo entre las dos orillas, expuestas las de la derecha á
ser acometidas por las huestes muy superiores del mariscal Soult.
A dicha no se meneó este prefiriendo mantenerse sobre la defen-
siva. Amansó la crecida el 8 , y aparejado de nuevo y sin dilación
el puente, cruzaron por él entonces las divisiones ya nombradas,
la artillería portuguesa y Wellington con su cuartel general; mo-
viéndose todos la vuelta de Tolosa. Tuvo al avanzar un reencuentro
en La Croix-Daurade el general Vivían estando al otros mo»¡-
frente del regimiento diez y ocho de húsares, y si bien miemos,
fue gravemente herido, no por eso dejó de coger cien prisioneros,
cerrando al francés tan de cerca que no le dio tiempo para inutilizar
en el rio Lhers , tributario del Garona, un puente único queque-
daba en pie por aquel lado.




346 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Al dia siguiente hacia resolución Wellington de atacar, y detú-
vose al ver que apostado sir R. Hill á la otra parte del rio, frontero
del arrabal de Saint-Cyprien , hallábase este general muy á tras
mano del puente de barcas; razón por la que antes de emprender
cosa alguna determinó alzar dicho puente y trasladarle á Blagnac
una legua mas arriba. Duró la faena bastante en términos que no
se pudo hasta el 10 , domingo de pascua florida, dar principio al
acometimiento contra el francés: lo que tampoco ni aun entonces
era muy hacedero, fortalecido y atrincherado el mariscal Soult en
Tolosa y sus alrededores.


Toiosa T su Ciudad aquella de 60,000 almas capital del antiguo
e<iodo de de.cn- Languedoc y ahora del departamento del Garona su-
s a ' perior (Haute-Garonne), asiéntase á la derecha del
rio de este nombre que corre por el ocaso, quedando á la izquierda
el arrabal de Saint-Cyprien, que comunica con lo interior de la
población por medio de un puente de piedra que apellidaban Nuevo.
Rodea á Tolosa del lado del norte y este el famoso canal de Lan-
guedoc llamado también del Mediodía ó de ambos mares, el cual
desemboca en el Garona á mil toesas de la ciudad, si bien enlazado
ya antes con el mismo rio por el canal de Brienne, dicho asi del
nombre del cardenal que le construyó para facilitar la navegación;
interrumpida la del Garona con las represas de las aceñas ó molinos
harineros de Basacle que se divisan mas abajo del puente de pie-
dra. De manera que excepto por el mediodía, circundan á Tolosa
por las demás partes rios y canales que la protegen , y retardan
cualquiera tentativa dirigida contra sus muros.


A estas defensas que pudieran mirarse como naturales, agregá-
banse otras levantadas por el ar te , ya en tiempos antiguos, ya en
los recientes. Entre las primeras contábanse las murallas viejas,
espesas y torreadas, que todavía en pie abrazaban entonces casi
todo el recinto. Comenzáronse á construir las segundas después de
la batalla de Orthez y de la entrada en Tolosa del mariscal Soult.
Consistían estas por el lado de Saint-Cyprien en una cabeza de
puente y en obras que ceñían el arrabal, apoyándose á derecha é
izquierda en el Garona. Pusieron los enemigos particular conato
en fortalecer este punto, creyendo seria por donde intentasen los
aliados su principal acometimiento. Pero luego que advirtieron lo
contrario, afanáronse por aumentar y fortalecer las defensas de la
derecha del Garona. Por tanto ampararon con obras bien entendidas
de campaña los cinco puentes que se divisan en el canal de Lan-
guedoc desde el del Embocadero hasta el de Lemoisetles, atro-
nerando las casas y almacenes vecinos, lo mismo que la antigua
muralla, dispuesta ademas en muchas partes para recibir artillería
de grueso calibre. Unas colínas que se elevan al este de la ciudad
y corren paralelamente entre el canal y el rio Lhers, conocidas
bajo el nombre de Montrave ó del Catvinet, fortificáronse con




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 347


líneas avanzadas, y en especial con cinco reductos distantes entre
sí ios mas lejanos unas 1,200 toesas, sirviéndoles de comunicación
por detras un camino formado de tablones enrasados en lugar de
otro resbaladizo y gredoso que retardaba antes el traspaso rápido
de la artillería y municiones. Por el sur dispusiéronse y se artillaron
varios edificios, trazándose también diversas obras que se daban la
mano con las del Calvinet. Se ejecutaron semejantes trabajos en
breve tiempo y con admirable presteza, obligados á tomar parte
en ellos hasta los habitadores, quienes dolíanse ya de ver conver-
tido en suelo de sangrientas lides el de sus moradas pacíficas: pre-
cursores tales preparativos de ruinas y desolación muy triste.


Pasaban de 30,000 hombres , sin contar la guardia urbana, los
que tenia Soult á sus órdenes, distribuidos como antes en tres
grandes trozos bajo el mando de los generales Clausel, d'Erlon y
Reille, y repartidos estos en varias divisiones que se colocaron en
varias divisiones que se colocaron en torno de la ciudad y en sus
fortificaciones y reductos. Excedían mucho á los franceses en nú-
mero los aliados, bien que no favorecidos como los otros por sus
estancias.


A las siete de la mañana del 10 de abril trabóse la Bata¡ia de Toio-
accion anunciada ya, empezando sir Tomas Picton al s a-
frente de la tercera división por arrojar las avanzadas francesas de
donde los canales de Languedoc y Brienne se juntan en un mismo
álveo, y extendiéndose por su izquierda la división ligera bajo el
barón Alten hasta dar con el camino de Albi, parage destinado al
ataque que se reservaba á los españoles. Habíanse estos movido al
amanecer y encontrádose en La Croix-Daurade con el mariscal Be-
resford, quien se desvió allí tirando vía de Monlblanc y Montau-
dran, para encargarse de los acometimientos concertados por
aquella parte. Eran el punto principal de la embestida las colinas de
Montrave y el Calvinet en donde los franceses , haciendo cara al
Lhers , aguardaban á los aliados con sereno y fiero ademan. Cor-
respondía á los españoles acometer la izquierda y centro de seme-
jantes estancias, y á los de Beresford la derecha; recayendo por
tanto sobre unos y otros el mayor y mas importante peso de la ba-
talla.


Marcharon con bizarría suma al ataque las divisiones españolas
cuarta y provisional regidas por Don José Ezpeleta y Don Antonio
Garcés de Marcilla. Asistía también allí el general en gefe Don Ma-
nuel Freiré que llevaba á su lado , haciendo de segundo , á Don
Pedro de la Barcena y asimismo á Don Gabriel de Mendizábal, si
bien este solo como voluntario. Fue de furioso ímpetu la primera
acometida de los españoles, que arrollaron á los franceses, y desa-
lojaron del altozano de la Pujade, delantero de la posición ene-
miga , la brigada de Saint-Paul perteneciente á la división del gene-
ral Villatte, la cual estrechada por los nuestros tuvo que refugiarse




348 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


en las lineas del reducto grande, que era el mas robusto de los cinco
construidos en las cumbres. Dueños los nuestros de la Pujade, plan-
taron alli la artillería portuguesa á las órdenes del teniente coronel
Arentschild, y dejaron de reserva en el mismo parage una brigada
de la división provisional, manteniéndose detras la caballería de
Ponsonby. La otra brigada y la cuarta división dispusiéronse á pro-
seguir en su avance, esta por la izquierda de Ja carretera de Albi,
aquella en derechura contra dos reductos de los cinco de las coli-
nas , situados en la parte setentrional, á saber; el grande ya nom-
brado , y el triangular, dicho asi á causa de su figura. Mientras
t anto habia ido marchando el mariscal Beresford por el Lhers arriba
con las divisiones cuarta y sexta británicas del cargo ambas de sir
Lowry Colé y de sir Enrique Clinton, y continuado hasta el punto
por donde debian sus fuerzas ceñir y abrazar la derecha enemiga.
Luego que llegó aviso de estar Beresford pronto ya á realizar su
ataque, emprendió Don Manuel Freiré el suyo en el indicado or-
den. Aguardábanle fuerzas de Villalte y Harispe y la división d'Ar-
magnac, aquellas en las líneas y reductos, la última emboscada
entre estos y el canal en unas almácigas y jardines, favorecidos
Jos enemigos del terreno y de las fortificaciones, en cuya parte
baja colocaron alguna artillería por disposición del general Tirlet,
para que rasantes los fuegos causasen mayor estrago en nuestras
filas. Metralla horrorosa, granadas , balas inundaron á porfía el
campo y esparcieron el destrozo y la muerte por las batallones
españoles, que serenos é impávidos, llevando á su cabeza al mismo
general Fre i ré , adelantaron sin disparar casi un tiro hasta gallar-
dearse en el escarpe de las primeras obras de los enemigos, titu-
beantes y próximos á abandonarlas. Era dirigido dicho ataque
contra los reductos. El otro de la carretera de Albi, auxiliar suyo,
venturoso al comenzar, estrellóse después contra fuegos muy vivos
y á quema ropa, que de repente descubrieron los enemigos en el
puente de Matabiau, conteniendo á los nuestros y haciéndolos
vacilar en su marcha. Advirtiólo Soult, y no desaprovechó tan feliz
coyuntura, lanzando contra la izquierda de los españoles al general
d'Armagnac , quien arrancó de su puesto dando una arremetida á
la bayoneta que desconcertó á los nuestros , muy acosados ya y
oprimidos con mortíferos y cruzados fuegos. Ciaron pues algunos
atropelladamente en un principio, pero volvieron luego en sí , por
acudir á sostenerlos en su repliegue la brigada española que habia
quedado de reserva en Pujade , y también algunos cuerpos portu-
gueses de la división ligera del barón Alten, que se corrió hacia
nuestro costado derecho; infundiendo tales movimientos respeto á
los enemigos y causándoles diversión. Señaláronse entonces entre
los nuestros unos cuantos húsares de Cantabria al mando de Don
Vicente Sierra, y brilló extraordinariamente el regimiento de ti-
radores de igual nombre , que se mantuvo firme y denodado bajo




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 349


los atrincheramientos enemigos hasta que Wellington mismo le
mandó retirarse; dando ejemplo su valeroso coronel Don Leonardo
Sicilia, quien pagó con la vida su noble y singular arrojo. Muchos
y grandes fueron los esfuerzos de los caudillos españoles, y en es-
pecial los del general Freiré para contener al soldado é impedirle
hacer quiebra en Ja honra, muchos los del Lord Wellington que
voló en persona al sitio del combate acompañado de los generales
D. Luis Wimpffen y Don Miguel de Álava, consiguiendo rehacer
la hueste y ponerla en estado de despicarse y correr de nuevo á la
lid. Pero ah! ¡ qué de oficiales quedaron alli tendidos por el suelo,
ó le coloraron con pura y preciosa sangre ! Muertos fueron, ade-
mas de Sicilia, Don Francisco Balanzat, que gobernaba el regimiento
de la Corona, Don José Ortega, teniente coronel de estado mayor
y otros varios, contándose entre los heridos á los generales Don
Gabriel de Mendizábal y Don José Ezpeleta, como también á Don
Pedro Méndez de Vigo y á Don José María Carillo, gefes los dos
de brigada, con muchos mas que no nos es dado enumerar, bien
que merecedores todos de justa y eterna loa.


Afortunadamente reparábase á la sazón tal contratiempo por el
lado de Beresford, á quien tocaba embestir la derecha enemiga.
Habia en efecto empezado este mariscal á desempeñar su encargo
con tino y briosamente, acaudillando la cuarta y sexta división
británicas del mando de sir Lowry Colé y de sir Enrique Clinton,
cuyos soldados formados en tres líneas marchaban como hombres
de alto pecho, sin que los detuviese ni el fuego violentísimo del
cañón francés ni lo perdido de la campiña , llena en varios parajes
con las recientes lluvias de marjales y ciénagas. Enderezóse parti-
cularmente el general Colé contra la parte extrema de la derecha
enemiga y contra el reducto de la Sijpiire alli colocado, al paso
que el general Clinton avanzaba por el frente para cooperar al
mismo intento. Sucedieron bien ambos ataques, alojándose los in-
gleses en las alturas, y enseñoreándose del reducto dicho, que
guarnecía con un batallón el general Dauture. Pero habiendo de-
jado los ingleses su artillería en la aldea de Montblanc por causa
de los malos caminos, corrió algún tiempo antes de que llegase
aquella y pudiesen ellos proseguir adelante; lo que también dio
vagar á que reforzase el mariscal Soult su derecha con la división
del general Taupin, la cual ya de antes se habia aproximado á las
colinas para sostener las operaciones que por alli se efectuasen.
Vino pues sobre los aliados esta división y vinieron otras t ropas,
mas todo lo arrolló la disciplina y valor británico, quedando
muerto el general Taupín mismo. Acometieron en seguida los in-
gleses los dos reductos del centro llamados les Augustins y le Co-
lombier, y entrólos la brigada del general Pack, herido alli. En
vano quiso entonces el enemigo recobrar por dos veces el de la
Sypiere, como clave de la posición : vióse rechazado siempre, no




350 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


restándole ya al francés en las colinas sino los dos reductos situados
al norte. Hacia ellos se dirigieron los aliados victoriosos, cami-
nando lo largo de las cumbres, y ayudándolos por el frente Don
Manuel Freiré , seguido de sus divisiones rehechas, ya y bien dis-
puestas. Cedieron ios enemigos y abandonaron reductos, atrin-
cheramienios, todas sus obras en fin por aquella parte , y las deja-
ron en poder de las tropas aliadas, recogiendo solo la artillería que
salvaron por un camino hondo que iba al canal.


Por su lado el general Piclon , al propio tiempo que atacaban los
de Beresford la derecha francesa, quiso también probar ventura
con la tercera división aliada, tratando de apoderarse del puente
doble ó Jumeau en el embocadero del canal, y amagar al inme-
diato llamado de los Mínimos. Mas opúsosele y le rechazó el ge-
neral Berlier, y herido este, Fririon ; teniendo que ciar el inglés
para evitar terrible fuego de fusilería y artillería que le abrasaba
por su frente y flanco, no habiendo guiado aquí á su valor ventu-
rosa ni alegre estrella.


Distrajo durante la batalla el general Hill con sus fuerzas (en las
que se comprendía una brigada de Morillo) al general Reille, que
defendía con la división Maransin el arrabal de Saint-Cyprien, y
le arrojó de las obras exteriores, obligándole á refugiarse dentro
de la antigua muralla.


A las cuatro de la tarde concluyóse la acción, dueños los aliados
de las colínas de Montrave ó Calvinet, sojuzgada la ciudad con ar-
tillería que plantaron en las cumbres. D i o también orden á la
misma hora el mariscal Soult al general Clausel de no insistir en
nuevos ataques contra el terreno perdido, y ceñirse á rodear solo
con varias divisiones el canal de ambos mares, escogido para servir
entonces como de segunda línea. Fogueáronse sin embargo y aun
se cañonearon hasta el anochecer por lo mas extremo de la dere-
cha francesa algunas tropas de los aliados provocadas á ello por
otras de los enemigos.


Sangrienta y empeñada lid esta de Tolosa , en la que tuvieron de
pérdida los anglo-hispano-portugueses 4,714 hombres : á saber ,
2,124 ingleses, 4,985 españoles y b07 portugueses. Presúmese no
fue tanta la de los enemigos, abrigados de su posición : contaron
sin embargo estos entre sus heridos á los generales Harispe, Gas-
que t , Berlier, Lamorandiére, Baurot y Dauture.


Los habitantes de Tolosa amedrentados ocultáronse al princi-
pio en lo mas escondido de sus casas : mas animosos después salie-
ron de su retiro y se pusieron á contemplar la batalla desde los
tejados y campanarios, adelantándose algunos hasta las líneas;
pero suspensos y pendientes todos del progreso y conclusión de
una refriega en la que les iba la vida, la hacienda, y quizá la honra.
Mal estaban por eso con el mariscal Soult, á quien culpaban de ha-
berlos comprometido y puesto en trance tan riguroso y duro.




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO.


Han pintado los franceses la acción de Tolosa como victoria
suya, y aun esculpídola á fuer de tal hasta en sus monumentos
públicos. Pero abandonar muchos lugares, perder las principales
estancias, y retirarse al fin cediéndolo todo á los contrarios, nunca
se graduará de triunfo, sino de descalabro, y descalabro muy funesto
para los que le padecieron. Enhorabuena ensalzasen los franceses
y aun magnificasen la resistencia y bríos quealli mostraron, grandes
por cierto y sobreexcelentes, mas no estaba bien en ellos robar
glorias agenas ; en ellos que no las necesitan, teniéndolas propias
y muy calificadas.


En la noche del 11 al 12 de abril desamparó el ma- E T a n i a S o i í l l ,„
riscal Soult á Tolosa, y tomó el camino de Carcasona, c i u d a d -
que le quedaba abierto, y por donde le era dable juntarse con el
mariscal Suchet. Dejó en la ciudad heridos, artillería y aprestos
militares en grande abundancia. Entraron los aliados E n l r a n l o s a,,a_
el mismo 12 en medio de ruidosísimas aclamaciones d o s-
de los habitantes, que se agolpaban por ver á sus nuevos huéspedes
y darles buena acogida, ya por los muchos partidarios y adictos
que tenia alli la familia de Borbon, ya mas bien S o n M e a r e c ¡ b i .
por creerse libres los vecinos de los daños que les hu- d o s -
biera acarreado el continuar de la guerra en derredor de sus
muros.


Por la tarde de aquel día súpose de oficio en Tolosa Acontecí míen-
la entrada el 31 de marzo en Paris de los aliados del y mudanzas
Norte. Susurrábase esto ya antes, y se piensa no lo c" a n s '
ignoraban los generales de los respectivos ejércitos; por lo que
algunos censuráronlos agriamente de haber empeñado acción tan
sangrienta en coyuntura semejante, siendo ya inútil cuando iba á
terminarse la guerra. Trajeron ahora la noticia el coronel ingles
Cook y el coronel francés Saint-Simon; el primero encargado par-
ticularmente de comunicársela á Lord Wellington, el segundo á
los mariscales Soult y. Suchet.


Ni se limitaban las novedades ocurridas á la mera ocupación de
la capital de Francia. El senado había establecido alli el I o de abril
un gobierno provisional, á cuyo frente estaba el príncipe de Tal-
leyrand , y desposeído al día siguiente del cetro im- C a ida de Napo-
perial á Napoleon Bonaparte, quien, abandonado de l < , o n
casi todos sus amigos y secuaces, habíase visto forzado á abdicar
la corona en su hijo, y luego á despojarse de ella absolutamente y
sin restricción alguna, á nombre suyo y de toda su estirpe; reci-
biendo como por merced para que le sirviese de refugio la isla de
Elba en el Mediterráneo; concesión que llevaba apariencias de es-
tudiada mofa , mas que hubo de costar bien cara meses adelante.
Decidió también el senado, en 6 del propio abril, llamar de nuevo
al solio de Francia á la familia de los Borbones, y proclamar por
rey á Luis XVIII, ausente todavía en Inglaterra; tomando el mando,




352 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


ínterin llegaba este, su hermano el conde de Artois, bajo el título
de lugarteniente del reino. Conformáronse con tales mudanzas las
potencias invasoras, y aun las aplaudieron y quizá apuntaron.


Anunciáronse por la noche en el teatro de Tolosa las noticias traí-
das de París por los coroneles Cook y Saint-Simon, y se celebraron
extraordinariamente por los espectadores, muchos en número y
muy entusiasmados con la ópera de Ricardo Corazón de León, que
de intento se escogió aquel dia por las arias y pasos que encierra
aquella pieza, alusivos á las circunstancias de entonces. Prodigá-
ronse igualmente vítores y palmoteos á Lord Wellíngton, que asis-
tía á la representación : que tales por lo común son los pueblos en
punto de novedades, aunque sean muy en su daño y mengua; sí
bien aquí los aplausos y loores iban dirigidos mas que al general
inglés, vencedor en tantas lides, al que se consideraba como á res-
taurador de la paz tan ansiada en Tolosa, y prenda estable y firme
del sosiego que en la ciudad reinaba.


otros sucesos No tardaron los coroneles Cook y Saint-Simon en
militares. j r a j encuentro de los mariscales Soult y Suchet para


acabar de desempeñar su comisión y poner término pronto y cum-
plido á la guerra. Pero primero que continuemos refiriendo lo que
en esto ocurrió, nos parece oportuno cerrar antes la narración de
los sucesos militares de esta tan prolongada lucha, siendo ya pocos
los que nos quedan y no de grande importancia.


En Burdeos, luego que entraron allí los aliados,
n ur eos. p r e p a r a r o n s e j o s parciales de la casa de Borbon á re-


peler cualquier ataque que intentasen sus contrarios los bonapar-
tístas, recelándose en particular de las fuerzas del general Lhuillier,
recogido al otro lado de los r ios , y de las del general Decaen, que
había formado una división de orden del emperador, destinada á
marchar por Périgueux sobre aquella ciudad. Pero no trataron
ambos generales de formalizar cosa alguna, ni se lo permitió
Wellington, puesto que al reunir su gente para perseguir á Soult
vía de Tarbes y Tolosa, sacó mucha de la que tenia en Burdeos,
dejando solo al general Dalhousíe con 5,000 hombres. Bien es ver-
dad que afirmábase por otro lado y al mismo tiempo la posesión de
aquella ciudad, acudiendo el 27 de marzo á la boca del Gironda el
almirante Penrose con tres fragatas y varios buques menores, quien
penetró rio arriba sin pérdida particular ni resistencia empeñada.
Coincidió con la expedición marítima una excursión que el general
Dalhousie verificó por tierra sobre el Dordoña para espantar al
general Lhuillier. Esto y las maniobras y ataques de los marineros
británicos causaron al enemigo mucho daño, desmantelando fuertes,
clavando cañones y ahuyentando ó cogiendo barcos, de modo que
en 9 de abril estaban despejadas las riberas hasta el castillo de Blaye,
cuyo gobernador, el general Merle, no quiso entrar en pactos hasta
el 16 de aquel mes, en que se cercioró de lo ocurrido en París.




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 555


Supo también luego en Bayona las novedades de E n B a y o n a
esta capital sir Juanílope, avisado por el corone! Cook
desde Burdeos, pero no las comunicó al gobernador de la plaza ,
general Thouvenot, por no constarle de oficio. Hizolas sí correr
por los puestos avanzados, mas no dieron crédito á ellas los fran-
ceses , y antes bien se irritaron ejecutando el 14 una salida bien
meditada y fogosa. Fingieron pues atacar del lado de Anglet, y lo
verificaron entre Saint-Étienne y Saint-Bernard, tan de rebate é
improvisamente que tomaron varios puestos. Acudió á remediar
el mal sir Juan Hope con su estado mayor; pero sorprendiéronle
los enemigos y le rodearon, cogiéndole prisionero después de
muerto su caballo y herido él mismo. Al cabo tornaron los franceses
á la plaza y recuperaron los aliados los sitios antes perdidos, te-
niendo los últimos que deplorar la baja de 600 hombres entre
muertos y heridos, ademas 251 prisioneros. Fue este el último y
lamentable suceso militar que ocurrió en Francia por el mediodía.


En España habíase dado á partido el 27 de marzo S a n ( 0 ¡ ¡ 0
el gobernador francés de Santoña; pero pasando la
capitulación á que la aprobase Lord Wellington, notando este al
leerla la cláusula de que los sitiados tornarían á Francia bajo pa-
labra de no tomar las armas durante la presente guerra, negóse
á ratificar aquella, escarmentado con lo sucedido en Jaca, en donde
otorgadas condiciones iguales, quebrantáronlas los franceses luego
que pisaron su territorio y se vieron libres.


En Cataluña, al colocarse en Figueras el mariscal
Suchet, guardó consigo y en las cercanías la división C a m l u n a
deLamarque, poniendo la reserva de Mesclop en la Junquera y
Coll de Pertús, y enviando á Perpiñan algunos infantes y caballos,
á donde también iba él mismo á veces para tomar sin alejarse de
España providencias convenientes á la defensa del territorio nativo.
El total de combatientes que le quedaban ascendía á 11,527 hom-
bres comprendidos 1,088caballos. Quiso Suchet acrecer el número
trayéndose á Figueras 5,000 hombres que tenia Robert en Tortosa,
y 8,000 Habert en Barcelona, lo que pensó seria factible uniéndose
el primero al último por medio de una marcha rápida, y abriéndose
paso los dos al frente de sus guarniciones respectivas. Mas frus-
tróse al francés su proyecto, no pudiendo Robert menearse, muy
observado por los españoles, y viéndose repelido Habert con pér-
dida por Don Pedro Sarsfield, tentado que hubo el 16 de abril una
salida de Rarcelona, ya que insistiese en llevar á cabo el plan del
mariscal Suchet, ya que se animase á ello sabedor de que las tropas
anglo-sicilianas al mando de sir Guillermo Clinton evacuaban la
Cataluña de orden de Lord Wellington y pasaban á otros puntos.


En los primeros días del mismo abril salió por fin u abandona
de España el mariscal Suchet como también su ejér- s ° c l ' < i l
cito, después de haber volado las fortificaciones de Rosas, diri-


III. 25




554 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


giendo sus columnas via de Narbona. Dejó solo guarniciones en
í igueras , Hostalrich, Barcelona, Tortosa, Benasque, Murviedro
y Peñíscola, cuyas plazas y fuertes bloqueaban los españoles, ha-
biendo perecido en la última el gobernador francés con su estado
mayor y muchos otros por la explosión de un almacén de pólvora.


Volvamos ahora á Tolosa. Salieron de alli, según
c o n d u c t a d e a n t e s empezamos á referir, los coroneles Cook v Saint-


Soul t y S u c h e t < '


c o n m o t i » o d e lo Simón, y encamináronse a los cuarteles de Soult y
o c u m d o en a - g u c n e t p a p a informarles de las grandes mudanzas y


acontecimientos ocurridos, como también para entre-
garles las órdenes del gobierno provisional establecido en Paris.
Ño quiso por de pronto someterse el primero á lo que se le orde-
naba, manifestando carecían tales nuevas y comunicaciones de la
autenticidad debida; y solo añadió que entraria en un armisticio con
los aliados, hasta recibir órdenes ó avisos del emperador, si Lord
Wellington convenía en ello. Desechó el inglés la propuesta creyén-
dola por lo menos intempestiva y fuera de su lugar. Avínose mejor
Suchet, pues habiendo reunido los principales gefes de su ejército,
decidió de conformidad con ellos reconocer el gobierno provisional
de Paris y someterse á sus mandatos y resoluciones. Al saber el
mariscal Soult. esta determinación forzoso le fue ceder y obrar al
son de los demás.


Abriéronse en seguida y sin dilación tratos para
arm^íc'rentre , j n a suspensión de armas, la cual se concluyó en los
weiungton y los dias 18 y 19 de abril entre los mariscales Soult y Su-
mar i sca l e s f r an - , . T I I T T I I*


ceses. chet por una parte, y Lord Wellmgton por o t r a ,
como general en gefe de todas las tropas aliadas. Ce-


lebráronse para ello dos convenios, exigiéndolo asi el mariscal
Suchet, que no quería reconocer ninguna supremacía en el otro,
tenido por orgulloso y por de predominante condición. En conse-
cuencia cesaron las hostilidades no solo en los ejércitos respectivos,
sino también delante de las plazas bloqueadas, debiendo entre-
garse á los españoles en un breve término las que todavía estuvie-
sen en poder del francés.


Finalizó aquí y de este modo la guerra gloriosa de la indepen-
dencia peninsular, fecunda en acontecimientos varios, y muy ins-
tructiva para el militar y hombre de estado : habiéndose combinado
tn ella las operaciones regulares de sitios, marchas y peleas con
los trances descompuestos, repetidos y azarosos de una lucha na-
cional y, por decirlo asi, perdurable. Inmarcesibles lauros cogie-
ron en el prolongado curso de tanto lidiar los diferentes ejércitos
que lomaron par te ; pero como naciones descollaron en el caso ac-
tual y levantarán por ello siempre su cabeza erguida Portugal y
España, escenario vivo de perseverancia constante.
Asuntos poi.u Mas al propio tiempo que cesaron honrosa y feliz-


™s- mente los estruendos bélicos, crecieron los políticos,




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO.


cuyo retemblor y zumbido abrieron grietas por donde se alrope-
llaron lástimas y desdichas. Pero necesario es para narrar lo acae-
cido en el asunto volver atrás y seguir en su viage al rey Fer-
nando VII, á quien dejamos en Gerona con los infantes S a l e n e l r c y
Don Carlos y Don Antonio. Salieron de esta ciudad i<w ¡ufantes de
S. M. y AA. el 28 de marzo, yendo á Tarragona sin e r 0 I i a '
pasar por Barcelona ; bien que asi en esta plaza como en las de-
mas en que aun se conservaba guarnición francesa, recibieron or-
den los gobernadores de no cometer hostilidad alguna al paso por
ellas ó sus cercanías de Fernando VII, y de tributar á S. M. los
honores y obsequios que eran debidos á su augusta persona.


De Tarragona trasladáronse el rey y los infantes á Llegan a Tarra-
Reus, en donde permanecieron el 2 de abri l , no indi- g o m * R e u s
cando nada hasta ahora el rumbo cierto que en lo político tomaría
S. M. Generales, autoridades y pueblos habíanse conformado con
lo dispuesto por las cortes, y la familia real y sus consejeros tam-
poco se desviaban de ello, á lo menos en público. Verdad es que
crecian los manejos y ofrecimientos reservados de descontentos y
•ambiciosos; pero sin difundirse por fuera, ni dar lugar mas
que á leves rumores y sospechas. Agrandáronse estas aqui en
Reus. Según la ruta señalada por la regencia con arreglo al
decreto de 2 de febrero, tenia el rey que continuar su viage
siguiendo la costa del Mediterráneo á Valencia, para de allí pa-
sar á Madrid. Estábase en vía de dar cumplimiento á esta pro-
videncia, cuando la diputación provincial de Aragón, movida por
sí ó por sugestión agena, dirigió á Don José de Palafox, que
acompañaba al rey, una exposición gratulatoria pidiendo se dig-
nase S. M. en su tránsito para la capital del reino honrar con
su presencia á los zaragozanos, ansiosos de verle y contem-
plarle de cerca. Accedió Fernando á la súplica, ora que no qui-
siese este desairar á ciudad tan ilustre y tan merecedora de su
particular atención, ora que mirasen sus consejeros aquella coyun-
tura como muy propicia para comenzar á romper las trabas que los
ligaban, molestas en sumo grado y depresivas á su entender de la
magestad real.


Salió el rey de Reus el 3 y por Poblet encaminóse V a ei r ey & z a-
á Lérida. Iba ya solo con su hermano Don Carlos, ha- " s a -
biéndose quedado en la primera villa el infante Don Antonio á
causa de una indisposición leve, y de estar resuelto á tomar en de-
rechura el camino de Valencia.


Llegaron el rey y Don Carlos á Zaragoza el 6 de B uen recibo en
abril, tiempo de semana santa. Fueron recibidos allí ««ta ciudad,
ambos príncipes con indecible amor y entusiasmo, realzado uno
y otro por el aparecimiento de Don José de Palafox, ídolo entonces
muy reverenciado y querido de los habitadores. Mostrábase S. M.
aqui todavía incierto sobre el partido á que se inclinaría en la parle




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA..


política; pudiendo solo colegirse de algunas palabras que vertió,
que no desaprobaba del todo lo que se habia hecho durante su au-
sencia en punto á reformas. Sin embargo aguijón grande era para
que procediese á su antojo la adhesión sin limites que manifestaban
los pueblos hacia su persona, y las insinuaciones y consejos extra-
viados que le venían de varías partes; muy diligentes en esta oca-
sión los enemigos de novedades no menos que Jos descontentos de
cualquiera linage que con ellos se abanderizaban. Partió el rey de
Zaragoza el 1 1 , y llegó á Daroca aquel mismo día.


Estrechando el tiempo, afanábanse los que venían
J u n t a en Da roca . . . . .


con el rey porque se tomase una determinación res-
pecto de la conducta política que convenia se adoptase, celebrando
al efecto una junta en la noche del 1 1 , en la que se apareció el
conde del Montíjo. Fueron de dictamen todos los que allí concur-
rieron que no jurase el rey la constitución, excepto solo Don José
de Palafox, quien no pudiendo rebatir los argumentos de los de-
mas y apurado ya, llamó en su ayuda á los duques de Frías y de
Osuna, quehabian acudido á Zaragoza á cumplimentar al rey y le
seguían en el viage. Juzgaba Palafox que su dictamen en la materia
se arrimaría al suyo, y le daria gran peso por la elevada clase y ri-
queza de ambos duques y por su porte desde 1808; habiendo el de
Frías, según ya hemos dicho, no desamparado nunca los estandar-
tes de la patria, y expuéstose mucho el de Osuna por haberse fu-
gado de Bayona en aquel año; no queriendo autorizar con su firma
los escándalos que á la sazón ocurrían á la misma ciudad. Reunidos
pues uno y otro á las personas que se hallaban ya en junta, sentó
el de San Carlos la cuestión de si convendría ó no que jurase el rey
la constitución. Opinó él mismo que no , mostrándose en especiali-
dad muy contrario el conde del Montíjo, abultando los riesgos y las
dificultades que resultarían de la jura. Apartóse de este parecer Don
José de Palafox y le apoyó el duque de Frías, bien que respetando
este los derechos que compitiesen al rey para introducir ó efectuar
en la constitución las alteraciones convenientes ó necesarias. An-
duvo indeciso el de Osuna, separándose todos de la junta sin con-
venirse en nada; pero acordes en que antes de resolver cosa alguna
acerca de semejante cuestión, se congregarían de nuevo. A pesar
de eso determinó el rey pocos instantes después, siguiendo el con-
sejo de San Carlos sugerido por el del Montíjo, que sin tardanza y
en derechura saldría este para Madrid, á fin de calar lo que trata-
sen allí los liberales, y de disponer los ánimos del pueblo á favor de
las resoluciones del rey, cualesquiera que ellas fuesen, ó mas bien
de pervertirlos; en lo que era gran maestro aquel conde, muy li-
gado siempre con gente pendenciera y bulliciosa.
K n t r a u a en T e - Continuando S. M. el viage á Valencia entró en Te-


rue l . r u e ] e j | 5 ^ e n c u y a c ¡ u d a d , muy afecta á la constitu-
ción, esmeráronse los habitantes en poner entre los ornatos escogí-




LIBRO VIGÉS1MOCUARTO. 557
dos para el recibimiento del rey, muchos alegóricos al caso, que
miró S. M. atentamente y aun aplaudió, amaestrado desde la
niñez en la escuela del disimulo. Hasta aqui habia acompañado al
rey en el viage el capitán general de Cataluña Don Francisco de
Copons y Navia, cuya presencia contuvo bastante á los que inten-
taban guiar al rey por sendero errado y torcido. Volvió el Don
Francisco á su puesto, y con su ausencia no quedó apenas nadie
al lado de S. M. de influjo y peso que balancease los consejos desa-
certados de los que aprisionaban su voluntad ó le daban deplorable
sesgo.


El 15 llegaron Fernando y su hermano el infante á, ¡ m í s ™ se,
Segorbe y multiplicáronse allí las marañas y enredos, s u r b e -
arreciando el temporal declarado contra las cortes. Juntóse en
aquella ciudad con su sobrino el infante Don Antonio, viniendo de
Valencia, en donde habia entrado el 17 acompañado de Don Pe-
dro Macanaz. Acudieron también á Segorbe el duque del Infantado
y Don Pedro Gómez Labrador, procedentes de Madrid; quienes
en unión con Don José de Palafox y los duques de Frias, Osuna y
San Carlos celebraron la noche del mismo 15̂ nuevo consejo, siem-
pre sobre el consabido asunto de si juraría ó no el rey la constitu-
ción. No asistió Don Juan Escoiquiz, que se habia adelantado á
Valencia para avistarse con sus amigos, y sondear por su parle el
terreno y los ánimos. Prolongóse la reunión aquella noche hasla
tarde, y ventilábase ya la cuestión, cuando se presentó como de
sorpresa el infante Don Carlos. Frías y Palafox reprodujeron en
la, junta los dictámenes que dieron en Daroca. También Osuna,
pero mas flojamente, influido, según se creia, por una dama de
quien estaba muy apasionado, la cual, muy hosca entonces contra
los liberales, amansó después y cayó en opinión opuesta y muy
exagerada. Dijo el duque del Infantado: « Aqui no hay mas que tres
« caminos: jurar, no jurar ó jurar con restricciones. En cuanto ano
« jurar participo mucho de los temores del duque de Frias.. . .»
dando á entender en lo demás que expresó, aunque no á las cla-
ras, que se ladeaba á la última de las tres indicaciones hechas. Se
limitó Macanaz á insinuar que tenia ya manifestado su parecer al
rey, lo mismo que al infante, sin determinar cuál fuese. Otro tanto
repitió San Carlos, perdiendo los estribos al especificar la suya Don
Pedro Gómez Labrador, quien en tono alborotado y feroz votó
« porque de ningún modo jurase el rey la constitución, siendo n e -
« cesario meter en un puño á los liberales.... » con otras palabras
harto descompuestas, y como de hombre poco cuerdo y muy apa-
sionado. Disolvióse no obstante la junta actual como la anterior de
Daroca, esto es , sin decidirse nada en ella, pero sí descubriéndose
va cuál seria la resolución final.


Al día inmediato 16 de abril pasó el rey á la ciudad Entrada del rey
de Valencia, adonde le habían precedido personas de r ! 1 V a l e ü C i a




558 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


partidos opuestos y de diversa categoría. Por de pronto el cardenal
arzobispo de Toledo Don Luís de Rorbon, presidente de la regen-
cia, acompañado de Don José Ltiyando, ministro interino de es-
tado, y de algunas personas de la secretaría. También Don Juan
Pérez Villamil y Don Miguel de Lardizábal, ambos muy resentidos
contra las cortes y de grande influjo en las resoluciones que se to-
maron en Valencia, si bien no tanto el último por la imposibilidad
á que le redujo, durante algún tiempo, un vuelco que dio en el
camino.


Pero quien mas que todos imprimió impulso y de-
El general Ello. ! 1 , 1 . r . , 1 . J


terminado rumbo a los negocios, lúe el capitán gene-
ral de Valencia Don Francisco Javier Elío, desafecto á las reformas
y agraviado por lo que de él se dijo en las cortes y en los diarios,
después de la segunda acción de Castalia. Habíale también desazo-
nado entonces un acontecimiento ocurrido en aquellos días. Fue
pues que al llegar á Valencia el infante Don Antonio, pasando aquel
á cumplimentar á S. A. , pidióle el sanio por inadvertencia ó de
propósito para mostrar su aversión á las disposiciones de las cortes,


1.0 une sncedió
e s t a n £ l ° allí presente el cardenal arzobispo de Borbon.


con ei cardenal Pero apenas habia Elío soltado semejante palabra,
cuando el prelado, tenido por hombre manso y sin


hiél, alteróse en extremo é increpóle de ignorancia en el cumpli-
miento de su obligación, debiendo saber que á él solo como presi-
dente de la regencia tenia que dirigirse para pedir el santo. Que-
daron todos atónitos de arranque tan inesperado en el cardenal,
que no se aplacó sino á ruegos del mismo infante. Callóse Elío y
aguardó á que llegase el rey para despicarse y tomar venganza,
saie EIÍO a reci- En efecto al aproximarse S. M. le salió al encuentro


bir ai rey. aquel general, y pronunció un discurso en el que no
solo vertió amargas quejas en nombre de los ejércitos, sino que
también suplicó al rey empuñase el bastón de general que llevaba,
cuya señal de mando (decia Elío) adquiriría con eso valor y forta-
leza nueva.


LO mismo ei A poco encontróse también S. M. con el cardenal
cardenal. arzobispo cerca de Puzol, é imbuido ya malamente


contra la persona de este, recibióle con ceño ofreciéndole la mano
para que se la besase. Hay quien dice tardó el cardenal en ceder á
semejante insinuación, creyendo se lo prohibía el decreto de las
cortes, y que Fernando le mandó claramente entonces que obede-
ciese y que le besase la mano; hay quien asienta por el contrario
no haberse opuesto S.Ema. á los deseos del rey, no viendo en aquel
acto sino una muestra de puro respeto conforme al uso. De todas
maneras cosas eran estas que descubrían sobradamente lo que ama-
gaba ya.


Entró por fin el rey en Valencia el 16, y al dia siguiente pasó á
la catedral á dar gracias al Todopoderoso por los beneficios que




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 359
le dispensaba ; presentándole aquella tarde el general Elío la ofi-
cialidad del ejército que mandaba, á la cual preguntó estando de-
lante de S. M.: t ¿ Juran VV. sostener al rey en la plenitud desús
« derechos? » Respondieron todos : < Sí juramos.» Y con eso
empezó Fernando á ejercer en Valencia la soberanía sin miramiento
alguno á lo que las corles habían resuelto ; envalentonándose los
adversarios de las reformas, y desbocándose del todo un papel
subversivo que se publicaba en aquella ciudad bajo el título de
Litando, ó Fernandino, obra de un lal Don Justo Pastor Pérez,
empleado en rentas decimales.


Tenían íntimo enlace con semejantes pasos y suce-
sos otras tramas que se urdían en Madrid á fin de ern- o e S i t a d o s
penar á muchos diputados á que pidiesen ellos mismos 1 6 1 ¿ m a d ü S v e r "
la destrucción de las cortes. Húbolos que tal osaron,
principalmente de los que anduvieron mezclados en las marañas de
Córdoba con el del Abisbal, y en las de Madrid , cuando quisieron
algunos mudar de súbito la regencia del reino. Hacia cabeza Don
Bernardo Muzo R ízales, ya mencionado, quien acordó con otros
compañeros suyos elevar á S. M. una representación enderezada al
deseado intento. Llevaba esta la fecha de 12 d& abril, y era una
reseña de todo lo ocurrido en España desde 1808, ¡. A p „ )
como también un elogio de * « la monarquía abso-
« luta.... obra (decíase en su contexto) de la razón y de la inteli-
c gencía.... subordinada á la ley divina.... » acabando no obstante
por pedirse en el¡a,« se procediese á celebrar cortes con la solem-
« nidad y en la forma que se celebraron las antiguas. » Contradic-
ción manifiesta, pero común á los que se extravian, y procuran
engubrir sus yerros bajo apariencias falaces. Llevaba la represen-
tación por principal mira alentar al rey á no dar su asenso ni apro-
bación á la nueva ley constitucional, ni tampoco á las otras refor-
mas planteadas en su ausencia. Llamaron en el público á esla
representación la de los persas por comenzar del modo siguiente :
« Era costumbre en los antiguos persas.... » cláusula que pareció
pedantesca y risible como fuera de su lugar, y propio el nombre
de un pueblo que Jos antiguos tenían por bárbaro para ser apli-
cado á los autores de un papel que recordaba tales actos, y soste-
nía ideas rancias opuestas á las que reinaban en el siglo actual.


Fueron pocos los diputados que firmaron en un principio esta
representación, creciendo el número hasta el de 69 , al derribarse
la constitución; unos por temor, por ambición otros y bastantes
por irse al hilo de la corriente del día. Jacharon los desapasiona-
dos de muy culpables á los autores y primeros firmantes, pues
como colegas faltaron á los miramientos que debían á los otros
diputados, y como hombres públicos á sus mas sagradas obliga-
ciones ; no forzándolos nadie á permanecer en el asiento que ocu-
paban, ni á dar con su presencia y voló, aunque fuese negativo,




560 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


sello de aprobación y legitimidad á lo que juzgaban nulo y hasta
dañoso al orden social. Mas excusables se presentaban los que
firmaron después rendidos al miedo ó á flaquezas á que está tan
sujeta la humanidad. Desapareció de las cortes Don Bernardo
Mozo Rosales, llevando en persona á Valencia la representación,
entre cuyos nombres distinguíase el suyo como el primero de
todos.


c o n d u c t a de ^ P o r e s 0 s e persuadieron en Madrid destruiría
ios l ibera les en de raiz el rey todo lo hecho durante su cautiverio,
las c o r t e s . escuchando S. M. solo á un partido y no sobreponién-
dose á los diversos que habia en la nación para dominarlos y re-
girlos sabia y cuerdamente. Confiados en esto y asistidos entonces
de intencione$ muy puras, permanecieron tranquilos los diputados
liberales y sus amigos, no bastando para desengañarlos las noti-
cias cada vez mas sombrías que de Valencia llegaban. Por tanto no
provocaron en las cortes medida alguna con que hacer rostro á
repentinos y adversos acontecimientos, ni tampoco se cautelaron
contra asechanzas personales que debieron suponer les armarían
sus enemigos, implacables y rencorosos.


Contentáronse pues con escribir nuevamente al rey dos cartas
que no merecieron respuesta, y con ir disponiendo el modo de
recibirle y agasajarle á su entrada en Madrid y jura en el salón de


se t r a s l a d a n c o r t e s - A este propósito decidieron trasladarse del
es tas a Doña Ma- que ocupaban en el teatro de los Caños del Peral á
n a de A r a g ó n . o t r o construido expresamente y con mayor comodi-
dad y lujo en la casa de estudios y convento de agustinos calza-
dos de Doña María de Aragón, dicho asi del nombre de su funda-
dora dama de la reina Doña Ana de Austria. Señalóse para esta
mudanza el 2 de mayo, en que se celebró con gran pompa un


„ , ,. aniversario fúnebre en conmemoración de las víctimas
Func ión f u n e - . ,


b r e dei dos de que perecieron en Madrid el año de 1808, en el mismo
m a y o ' día : sirviendo asi de función inaugural del salón
nuevo una muy lúgubre, como para presagiar lo astroso y funesto
en el porvenir de aquel sitio, en donde se hundieron luego y mas
de una vez las instituciones generosas y conservadoras de la liber-
tad del estado.
. LO que p a s a En Valencia llevaban los acontecimientos traza de


en v a l e n c i a , precipitarse y correr á su desenlace. Renováronse y
se multiplicaron allí los conciliábulos y las juntas, muy á las ca-
lladas, y no llamando ya á ellas á ninguno de los que tenían fama
de inclinarse á opiniones liberales. Concurrieron varios sucesos
para tomar luego una determinación decisiva : tales fueron las ofer-
tas del general Elío, la representación de los diputados disidentes,
y la caida en fin del emperador Napoleón. Antes de esta catástrofe
contábanse algunos que titubeaban todavía sobre destruir las cor-
tes súbiíamente y por razón de estado, recelosos de la desunión que




LIBRO YIGÉS1MOCUARTO. 561


resultaría de ello en provecho del enemigo común ; mas después
nada hubo que los detuviese ya, dando rienda suelta á sus resen-
timientos y miras ambiciosas. Y ¡ cosa rara ! habiendo sido Napo-
león y sus enviados los que aconsejaron primero al rey el aniquila-
miento de las cortes y de la constitución, debia al parecer su caida
producir efecto contrario y afianzar de lleno las instituciones nue-
vas ; pero no fue asi, andando como unida con el nombre del
emperador francés la suerte y desgracia de España: lo cual se
explica reflexionando que el odio y aversión de los antireformado-
res contra Bonaparle no tanto pendia de la politica interior é incli-
naciones despóticas de este, arregladas en un todo á las de ellos
ó muy parecidas, como de sus empresas é invasiones exteriores,
y de ser él mismo hombre nuevo y de fortuna, hijo de la revo-
lución.


A nublado tan oscuro y denso nada tenian que oponer las cortes
en Valencia para prevenirle ó disiparle, sino los esfuerzos del car-
denal de Borbon y de Don José Luyando, débiles por cierto; pues
los que procediesen de su autoridad nulos eran, habiendo de
hecho cesado esta desde la llegada del rey, y pocos los que podian
esperarse de su diligencia y buena maña. Uno y otro visitaban al
rey con frecuencia, pero limitándose á preguntarle cómo le iba de
salud; hecho lo cual volvíanse en seguida á su posada sin detenerse
á mas ni dar siquiera por fuera señal alguna de movimiento y vida.
Y aunque el cardenal mostró en un principio, según apuntamos,
entereza laudable, no le fue posible conservarla faltándole apoyo
y estímulo en su ministro, hombre de bien y muy arreglado, pero
pobre de espíritu y sin expediente ni salidas en los casos arduos.


Una indisposición del' rey, aquejado de la gota, y S e a c e r c a
el coordinar ciertas medidas previas, retardaron al- whutingham a
gunos dias la ejecución del plan que se meditaba para M a d n < L
destruir las cortes. Era una de ellas acercar á Madrid tropas á
devoción de los de Valencia, lo cual se verificó trayendo estas á su
frente á Don Santiago Whittingham, quien gefe en Aragón de la
caballería, siguió al rey en su viage de resultas de habérselo orde-
nado asi S. M. mismo. Llegó Whittingham á Guadalajara el 30 de
abril, y habiéndole preguntado el gobierno de la regencia, que
porqué venia, respondió que por obedecer disposiciones del rey
comunicadas por el general Elío.


El ser Don Santiago subdito británico y muy favo- C o n m i c t a d c l
recido de aquel dio ocasión á que creyeran muchos embajador tn-
obraba en el caso actual por sugestión del embajador 8 l e s '
de Inglaterra sir Enrique Wellesley, que á la sazón se hallaba en
Valencia para cumplimentar al rey. Mas engañáronse : sir Enrique
no aprobó la conducta de aquel general, ni aconsejó ninguna de
las medidas que se tomaron en Valencia; disgustábale, es cierto,
la constitución, y como particular hubiera querido se reformase,




562 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


mas como embajador mantúvose indiferente, y no se declaró en
favor de una causa ni otra, bastantes por sí las pasiones que rei-
naban entonces, sin ayuda extraña, para trastornar el -estado y
confundirle.


Sale el r ey de Dispuesto todo en Valencia según los fines áque se
v a l e n c i a . tiraba, salió el rey de aquella ciudad el 5 de mayo,


trayendo en su compañía a los infantes Don Carlos y Don Antonio,
y escoltando á todos una división del segundo ejército regida por
el general en gefe Don Francisco Javier Elío. Venían en la comi-
tiva varios de los que se habían agregado en el camino, y los de
Valencey, excepto Don Juan Éscoiquiz, que desde Zaragoza ganaba
siempre la delantera, haciendo de explorador oficioso. Recibieron
al propio tiempo una real orden para regresar á Madrid el car-
denal de Borbon y Don José Luyando, ignorando ambos del todo
lo que de oculto se trataba ; y sin que el último, segun obligación
mas peculiar de su cargo, gastase mucho seso ni aun siquiera en
averiguarlo.


LO que o c u r r e Fue acogido el rey en los pueblos del tránsito con
cu ci c a m i n o , regocijo extremado que rayó casi en frenesí, aunán-


dose todavía para ello los hombres de todas clases y partidos.
Enturbiaron sin embargo á veces la universal alegría soldados de
Elío y gente apandillada de los antireformadores, prorumpiendo
en vociferaciones y grita contra las cortes, y derribando en algunos
lugares las lápidas que con el letrero de Plaza de la Constitución se
habían colocado en las plazas mayores de cada pueblo, conforme
á un decreto promulgado en Cádiz á propuesta del señor Capmany,
desacertado en verdad y que sirvió después de pretexto á parcia-
lidades extremas para rebullir y amotinarse en rededor de aquella
señal.


Luego que supieron las corles que se acercaba el
l a f c o í t í p a r a


r e Y á Madrid, nombraron una comisión de su seno
i r a rec ib i r a i p a r a q u e saliera á recibirle al camino y cumplimen-


tarle. Componíase esia de seis individuos, teniendo á
su frente á Don Francisco de la Dueña y Cisneros, obispo de
Urgel, de condición algo instable, aunque no propenso á exage-
raciones ni destemplanzas. Encontró la diputación al rey en la Man-
cha y en medio del camino mismo, por lo que juzgó oportuno
retroceder, para presentar á S. M. en el pueblo inmediato sus ob-
sequiosos respetos y felicitaciones. Mas no lo consiguió, negándose
el rey á darle allí audiencia, y mandando á sus individuos que
aguardasen en Aranjuez, esquivando asi todo contacto ó ludimiento
con la autoridad representativa, próxima ya á desplomarse, como
todas las que se derivaban de ella.


Tal habia sido la resolución acordada en Valencia, cuyo cum-
plimiento tuvo ya principio alli donde el rey estaba; mandando
S. M. al cardenal de Borbon y á Don José Luyando que se retira




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 363


sen ambos, yendo el primero destinado a su diócesi de Toledo,
y el segundo, como oficial de marina, al departamento de Car-
tagena.


Casi á la propia sazón llevábanse también á efecto
en Madrid providencias semejantes, aunque, si cabe, M p"™de'1 ™


• » . i i • ri Madrid a los re—


mas inauditas en los anales de España. .Fueron pues g_™tes,y a va-
arrestados en virtud de real orden durante la noche d ipl ta¡tos . l r o s J
del 10 al 11 de mayo los dos regentes Don Pedro
Agar y Don Gabriel Ciscar, los ministros Don Juan Alvarez Guerra
y Don Manuel García Herreros, y los diputados de ambas cortes
Don Diego Muñoz Torrero, Don Agustín Arguelles, Don Fran-
cisco Martínez de la Rosa, Don Antonio Oliveros, Don Manuel
López Cepero, Don José Canga Arguelles, Don Antonio Larraza-
bal , Don Joaquín Lorenzo Villanueva, Don Miguel Ramos Arispe,
Don José Calalrava, Don Fiancisco Gutiérrez de Teran y Don
Dionisio Capaz. Estuvieron en igual caso el literato ilustre Don
Manuel José Quintana, y el conde, hoy duque, deNoblejas, con
su hermano y otros varios.


Procedió á ejecutar estas y otras prisiones Don Francisco Eguía,
nombrado al propósito de antemano y calladamente por el rey
capitán general de Castilla la Nueva, obrando bajo sus órdenes
asistidos de mucha tropa y estruendo con el título de jueces de
policía Don Ignacio Martínez de Villela, Don Antonio Alcalá Ga-
liano, Don Francisco Leiva y Don Jaime Alvarez de Mendieta,
diputados á cortes algunos de ellos en las extraordinarias, y cole-
gas por tanto de varios de los perseguidos. Negóse á desempeñar
encargo tan criminal y odioso Don José María Puig, magistrado
antiguo, á quien ensalzó mucho ahora proceder tan noble como
poco imitado. Fueron encerrados los presos en el cuartel de guar-
dias de corps y en otras cárceles de ftladrid, metiendo á algunos
en calabozos estrechos y fétidos, sin luz ni ventilación, á manera
de lo que se usa con forajidos ó delincuentes atroces.


Continuaron los arrestos en los dias sucesivos, y extendiéronse á
las provincias de donde fueron traidos á Madrid varios sujetos y
diputados esclarecidos, entre ellos, Dou Juan Nicasio Gallego,
acabando por henchirse de hombres inocentes y dignísimos todas
las cárceles, en las que de día y noche, sigilosamente y sin guar-
dar formalidad alguna, vaciaban encarnizados enemigos la líor y
gloria de España. No pudieron ser habidos á dicha suya los seño-
res Caneja, Diaz del Moral, Don Tomas de Iztúriz, Tacón, Ro-
drigo y conde deToreno, que pasaron á otras naciones.


En la misma noche del 10 al 11 de mayo presentóse • D ¡ S ü l n c , o n d
el general Eguía á Don Antonio Joaquín Pérez, di- las cortes por
?utado americano por la Puebla de los Angeles y ac- u r d e n d e l r e í '
tial presidente délas cortes, intimándole de orden del rey quedar
e.tas disueltas y acabadas del todo. No opuso Pérez á ello óbice ni




564 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


reparo alguno, y antes bien créese que obedeció de buena volun-
tad , estando en el número de los que firmaron la representación
de los sesenta y nueve, y en el secreto, según se presumió, de
todo lo que ocurría entonces. Una mitra con que le galardonaron
después, dio fuerza á la sospecha concebida de haber procedido
de connivencia con los destruidores de las cortes, y por tanto in-
digna y culpablemente.


A s o n a d e n Soltáronse en la mañana del M los diques á la
¡\iadrid. licencia de la plebe mas baja, arrancando esta brutal-


mente la lápida de la constitución que arrastró por las calles, lo,
mismo que varias estatuas simbólicas y ornatos del salón de cor-
tes. Lanzaban también los amotinados gritos de venganza y muerte
contra los liberales y en especial contra los que estaban presos :
llevando por objeto los promovedores encrespar las olas populares
á punto de que se derramasen dentro de las cárceles, y sofocasen
aili en medio de la confusión y ruido á los encerrados en aquellas
paredes. Pero malogróseles su feroz intento, que muy somera y
no de fondo era la tempestad levantada, como impelida solo por
la iniquidad de unos pocos y muy contados.


ManiBesio o Amaneció igualmente en aquel dia puesto en las es-i
d e c r e t o dei 4 de quinas un manifiesto con título de decreto, firmado
m a T ° ' de la real mano y refrendado por Don Pedro de Ma^
canaz, que aunque fecho en Valencia á 4 de mayo, habíase tenido


hasta entonces muv reservado y oculto. * En su con-
( * A p . n . 23.) . 1 . , « i • • i


texto, si bien declaraba S. M. que no juraría la
constitución, y que desaprobaba altamente los actos de las cortes
y la forma que se había dado á estas, afirmaba no menos que
aborrecía y detestaba el despotismo, ofreciendo ademas reunir
cortes y asegurar de un modo duradero y estable la libertad indi-
vidual y real, y hasta la de la imprenta en los límites que la sana
razón prescribía. Mas hacer promesas tan solemnes y de seme-
jante naturaleza á la faz de la nación y del mundo, al propio tiempo
que se decretaba subrepticiamente la disolución de las cortes y que
se atropellaban sin miramiento alguno las personas de tantos dipu-
tados y hombres ilustres, no parecía sino que era añadir á prOT
ceder tan injusto y desapoderado befa descarada y dura.


A u t o r e s y r o o - Asegúrase escribió este manifiesto ó decreto Don
pera . i o sdnc i . j , í a n p e r e z Villamíl, auxiliado de Don Pedro Gómez


Labrador, aunque al cabo riñeron los dos entre sí y descompa-
draron. Llevó la pluma haciendo de secretario Don Antonio Mo-
reno, ayuda de peluquero que había sido de palacio, y en seguida
consejero de hacienda.


Atropéllanse á la mente reflexiones muchas al con-
Reflexiones. 1 . . .


templar semejantes acontecimientos y sus resultas
Por una parte muy de lamentar es , ver convertido al rey en instri-
mento ciego de un bando implacable é interesado, haciendo suyas




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO.


las ofensas y agravios ágenos, y forzado por tanto á entrar en una
carrera enmarañada de reacciones y persecución en daño propio
y grave perjuicio del estado, y por otra admira la imprevisión y
abandono de las cortes que, dejándose coger como en una red, no
tomaron medida alguna ni intentaron parar el golpe que las ame-
nazaba, madrugando primero y anticipándose á sus enemigos.
Nacia en el rey semejante conducta de su total ignorancia de las
cosas actuales de España, y de aquella inclinación á escuchar erra-
dos consejos que se habia advertido ya desde el principio de su
reinado ; y en las cortes de inexperiencia y de la buena fe que rei-
naba entonces entre los reformadores, no imaginándose cabria
nunca á su causa ni caeria tampoco sobre ellos la suerte y trato
que experimentaron, no menos inicuo que poco merecido.


Dudamos también contra el dictamen de muchos que hubieran
podido las corles, aun permaneciendo muy unidas, resistir al rau-
dal arrebatado que de Valencia vino sobre ellas. El nombre de
Fernando obraba por aquel tiempo en la nación mágicamente; y
al sonido suyo y á la voluntad expresa del rey hubiera cedido todo
y hubiéranse abatido y humillado hasta los mayores obstáculos.
Tampoco era dable contar mucho con los ejércitos. Mantúvose el
llamado primero fiel á las cortes, pero tibio ; y declaróse en contra
el segundo. Empleó en el de reserva de Andalucía juego doble,
conforme á costumbre antigua, su gefe el del Abisbal, enviando
para cumplimentar al rey á un oficial de graduación con dos feli-
citaciones muy distintas y en sentido opuesto, llevando encargo
de hacer uso de una ú otra, según los tiempos y el viento que
corriese. Formaron algunos oficiales en el tercer ejército bando ó
liga contra el príncipe de Anglona por creerle afecto á las corles
y sobre todo fiel á sus juramentos; hecho muy vituperable, pero
que descubría desavenencia allí en cuanto á opiniones políticas,
y por el cual, para decirlo de paso, reprendió ásperamente Lord
Wellington en Oyarzun á los principales fautores. Hubo sí señales
mas favorables á la causa de las cortés en el cuarto ejército ; mas
entre oficiales subalternos, no entre los gefes. De aquellos abocá-
ronse algunos con su general Don Manuel Freiré fiados en la cono-
cida honradez de este que no desmintió, haciéndoles juiciosas re-
flexiones acerca de los impedimentos que presentaría la ejecución
de la empresa, siendo en su entender el mayor de todos ei soldado
mismo, de propensión dudosa, si no contraría á lo , . v 2 4 b ¡ .
que ellos premeditaban. * Esto y lo que de súbito se ' p n 2 4 b '"- )
fue agolpando, desvió á todos de proseguir por entonces en el in-
tento de sostener abiertamente á las cortes y la constitución.


Entró el rey en Madrid el 13 de mayo, y si bien FMtrsú3 <¡ci rey
quedó en Aranjuez la división del segundo ejército e " > l s i r U I -
que le habia acompañado desde Valencia, acudió por otro lado y
al mismo tiempo á la capital la de Don Santiago Whiltingham,




566 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


compuesta de 6,000 infantes, 2,500 caballos y seis piezas, no tanto
para agrandar la pompa en obsequio de la celebridad del dia,
cuanto para impedir se perturbase la pública tranquilidad. Asi
sucedió que el mismo Fernando que en 24 de marzo de 1808 habia
penetrado por aquellas calles sin escolta, y resguardado solo con
los pechos de los fieles habitadores, aun en medio de huestes ex-
trangeras poco seguras, tuvo ahora, expulsadas estas y vencidos
tantos otros obstáculos, que precaverse y custodiar su persona,
como si estuviese circuido de enemigos los mas declarados. A tal
estrecho le habian conducido hombres que preferían á todo saciar
personales venganzas por ofensas que ellos mismos se habian gran-
geado, queriendo que el rey, á imitación de lo que cuentan de un


emperador romano, acabase á la vez y * de un golpe
con lo mejor quiza y mas espigado de España.


Cruzó Fernando á su entrada el puente de Toledo, y atravesó
la puerta de Atocha ; yendo después por el Prado y las calles de
Alcalá y Carretas hasta hacer pausa en el convento de Santo To-
mas para adorar, según costumbre de sus antepasados, la imagen
depositada allí de Nuestra Señora de Atocha. Dirigióse en seguida
por la plaza Mayor y las Platerías á palacio, que ocupó de nuevo
al cabo de mas de seis años de ausencia. Arcos de triunfo y otros
festejos embellecían la carrera y le daban realce ; no escaseando
en ella el clamor, alabanzas y vítores, si bien no con aquel desa-
hogo y universal contentamiento que era de esperar en ocasión tan
plausible; lastimado el oido de muchos y quebrantado su corazón
con los sollozos y lágrimas de las familias de tantos inocentes, se-
pultados ahora en oscuros encierros y calabozos.


Liegaaa á ía El ^ c ' e ' m ' s m 0 mayo hizo también su entrada pú-
capuai de Lord blica en Madrid por la puerta de Alcalá Lord Wel-


'"° ' lington, duque de Ciudad-Rodrigo, recibiendo en el
tránsito los honores debidos á sus triunfos y elevada clase.
Creyóse entonces que dado no se tocara al gobierno absoluto res-
tablecido por el rey, al menos cesarían los malos tratos y las per-
secuciones contra tantos hombres aprecíables y dignos, en atención
siquiera á la buena correspondencia que habian seguido muchos
de ellos con Lord Wellington. Mas no fue asi, continuando todo
en el mismo ser que antes sin la menor variación ni alivio. Cierto
que el 5 de junio, víspera de la partida del general inglés para
París y Londres, hizo este á S. M. una exposición que entregó
Don Miguel de Álava al duque de San Carlos, muy notable, y
según nos han asegurado, llena de prudentes consejos de toleran-
cia y buena gobernación. Pero los que no consintieron escuchar
estos presente Wellington, menos lo quisieran en ausencia suya y
muy lejos ya ; traspapelándose la exposición en las secretarías, ó
haciéndola ciertos individuos perdidiza como cosa de ningún valor.


De Madrid restituyóse el general inglés á Londres, donde le




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO. 567


confirió S. M. británica el titulo de duque con ia misma
i - • i i « r ii- Recompensas


denominación que tenia antes, esto es, la de VVelling- que este r e c i b e
ton. Concedióle el parlamento la suma de 500,000 li- e" s ° i w l r i a -
bras esterlinas para que se le comprase un estado correspondiente
á su gerarquía, ascendiendo á 17,000 libras también esterlinas lo
que le abonaban las arcas públicas por sueldos y otras mercedes. .
Galardón proporcionado á los muchos y grandes servicios que
habia hecho á su patria Lord Wellington, y digno de una nación
esclarecida y poderosa.


Entre tanto fuéronse evacuando las plazas que es-
taban aun en poder del francés, y que debían entre- ísf T p , ™ ' , 1 0 " d °
garse á los españoles, según los convenios ajustados « u n c o n s e r v a b a
en Tolosa el 18 y 19 de abril. Rindióse Benasque el e ^ u c e s E > ~
25 del propio mes, aunque á costa de algrun fuego y
escaramuzas. El 18, 22, 25 y 28 de mayo Tortosa, Murviedro,
Peñíscola, Santoña y Barcelona, las dos últimas en un mismo dia.
EJ 5 y í de junio Hostahich y Figueras; quedando con esto del
todo libre de enemigos el territorio peninsular. Regresaron tam-
bién á su patria respectiva los prisioneros de guerra, y los espa-
ñoles que bajo el nombre de reos de estado y contra todo derecho
y buena razón se habia llevado Napoleón á Francia, de los que
murieron muchos, rendidos á las fatigas y largo padecer. Fueron
también desocupando la Francia sucesivamente las tropas britá-
nico-portuguesas y las nuestras.


Y para complemento en fin de todos estes aconte- T r a l a [ l 0 d e p i z
cimientos, dio España su accesión en 20 de julio al r ami s t ad c o n
tratado de paz y amistad que habían concluido los r a n c i a '
aliados con Francia en 50 de mayo, debiendo en el término de dos
meses enviar las potencias respectivas á Viena ministros ó embaja-
dores que ventilasen en un congreso ios asuntos pendientes y gene-
rales de Europa.


En principios de mayo habia formado el rey Fer- M l n i s t o r l o q i j e
nanclo un ministerio que modificó antes de finalizarse n o m b r a ei r ey


, . í i i i - i i F e r n a n d o .


el mes, aunque a la cabeza de ambos siempre el du-
que de San Carlos. Siguióse por uno y otro la política comenzada
en Valencia, creciendo cada dia mas las persecuciones y la intole-
rancia contra todos los hombres y todos los partidos P o m ! c a e r r a d 8
que no desamaban la luz y buscaban el progreso de Y REPREHENSIBLE
la razón : siendo en verdad muy dificultoso, ya que I L C S t 0 ' ' -
no de todo punto imposible á los ministros salir del cenagal en que
se metieran los primeros y malhadados consejeros que tuvo el rey.
Error fatal y culpable, del que todavía nos sentimos y nos sentire-
mos por largo espacio; pudiendo aplicarse desde entonces á la in-
feliz España lo que decía un antiguo de los atenienses *: « Desór-
« den v torbellino los gobierna , expulsada ha sido


" , ' ( * A p . n. 3P.¡


« toda providencia conservadora. »




568 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


cuai hubiera Otro rumbo hubiera convenido tomase el rey á su
contenido. vuelta á España, desoyendo dictámenes apasionados,


y adoptando un justo medio entre opiniones extremas. Érale todo
hacedero entonces, y hubiérase Fernando colocado con tal proce-
der junto á los monarcas mas gloriosos é insignes que han ocupado
el solio español.
conclusión de El trasmitir fielmente á la posteridad los hechos sil-


esia obra, ccsivos de su reinado y sus desastrosas consecuen-
cias será digna tarea de mas elocuente y mejor cortada pluma.
Detiénese la nuestra aqui, cansada ya, y no satisfecha de haber
acertado á trazar la historia de un período, no muy largo en dias,
pero fecundo en sucesos notables, en actos heroicos de valor y
constancia, en victorias y descalabros. ¡Quiera el ciclo que su-
ministre su lectura provechosos ejemplos de imitación á la juventud
española, destinada á sacar á la patria de su actual abatimiento, y
á colocarla en el noble y encumbrado lugar, de que la hizo mere-
cedora el indomable empeño con que supo entonces contrarestar
la usurpación extraña, y contribuir tan eficaz y vigorosamente al
triunfo de la causa europea!


F I N .




A P É N D I C E S .


LIBRO DÉCIMOSÉTIMO.


NUMERO 1.


Tablean analytiqñe des principales cornbinaisons de la guerre, par le
barón de Jominy, chap. 2, section 1 , de la Stratégie.


N U M E R O 2.


Gacela de laRegencia, del martes 12 de noviembre de 1811.


NUMERO 3.


Gaceta de la Regencia de las Españas, del martes 17 de marzo de 1812.


NUMERO 4.


Ego enim sic existimo, in summo imperatore quatuor has res inesse
oportere : scientiam rei militaris, yirtutem, auctoritatem, felicitatem.
(Oratio pro lege Manilia, 10.)


NUMERO 5.


Gacetas de Madrid del gobierno de José, del 21 de febrero de 1812.


NUMERO 6.


Gacetas de Madrid del gobierno de José, año 1812, 22 de marzo.


I N . 24




LIBRO DECIMOCTAVO.


NUMERO 1.


« Apud nos priùs leges conditas , quara reges creatos fuisse. » (Ara-
gonensium rerum Commentarli. )


NUMERO 2 .


En su obra intitulada : Coronaciones de los serenísimos reyes de Ara-
gón , y del modo de tener corles.


NUMERO-3.


Se encuentra en la colección manuscrita de las cortes de Castilla,
tomo 8 .


NUMERO 4 .


De República, lib. 2 , cap. 2 3 .


NUMERO 5 .
A defence óf the conslitutions of government of the United States of


America , by John Adams..,.. Preface.


NUMERO 6 .


Empresas políticas, 2 0 .


NUMERO 7.


Decia este fuero, según el ya citado Jerónimo Blancas en su obra
Aragonensium rerum Commentarii: « Bellum aggredì, pacem inire,
« inducías agere seniorum annuente Consilio. »


NUMERO 8 .


Fr. Prudencio de Sandoval, Historia de la vida y hechos de Carlos Y.


NUMERO 9 .


Empresas políticas, 1 3 .


NUMERO 10 .
Guerra de Granada.


NUMERO 1 1 .


Memorial historial y política cristiana, e tc . , páginas 1 4 7 , 1 7 5 .


NUMERO 1 2 .


Diario de las discusiones y actas de las corles, tomo 5 , pág. 3 5 5 .




LIBRO DECIMONONO.


NUMERO 1.


Véase la Gaceta de la Regencia de 7 de mayo de 1812.


NUMERO 2.


Véase el Monitor de 7 de marzo de 1814, y el de 3 de enero del misino
año.


NUMERO 3.


Parte de Lord Wellington á Don Miguel Pereyra Forjaz, de 13 de
mayo (Gaceta de la Regencia de 9 de junio de 1812 ).


NUMERO 4.


Mémorial de Sainte-Hélène, tom. 4 , 7 m c partie. 11 novembre 1810.
Edición en 8 o , áLondres, 1823.


NUMERO 5 .


Partida 2 , tít. 3 , l ey 3.


LIBRO VIGÉSIMO.


NUMERO 1.


Harto conocida es la canción popular que empieza por estos versos :


« En el Carpió está Bernardo
« Y el moro en el Arapil,
« Como el Tórmes va por medio
« Non se pueden combatir, etc. »


NUMERO 2.


Los males que en España se han seguido de las mudanzas interesadas
ó. poco meditadas en el valor de la moneda pueden verse enumerados




5 7 2 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
con científica puntualidad en el tratado de Mariana intitulado De mo­
net№ Mulatione.


NUMERO 3 .


En diversas ocasiones en lo antiguo sucedió lo mismo entre nosotros,
señaladamente en los reinados de San Fernando, de Alfonso el Sabio,
de Enrique I I , Juan el I I , y sobretodo en el de Enrique IV, sin venir
á épocas posteriores. En el último reinado, dice el padre Saez, con refe­
rencia á un anónimo, que fue tal el trastorno y la confusión que resultaron
de las alteraciones hechas en el valor de la moneda , « que la vara de
« paño que solia valer 200 maravedís, llegó á valer 600, y el marco de
« plato, que valia 1,500 , llegó á valer 6,000 » {Demostración histó­
rica del verdadero valor de las monedas, por el padre fray Liciniano
Saez.)


NUMERO 4 .


He aqui esta tarifa casi igual á la de 1808, sin mas diferencia que la
de reducir á ochavos enteros los maravedises y sus quebrados , que ex­
presaba la última. « Las cortes generales y extraordinarias, en vista de
« varias representaciones sobre la urgente é indispensable necesidad de
« que por las actuales circunstancias las monedas del intruso rey y las
« del imperio francés se admitan, asi en los pagamentos públicos, como
« en los tratos particulares de todos géneros, decretan:


« I o Se suspenden los electos de la orden de 4 de abril de 1811, y
« circular de 16 de julio de 1812, y en consecuencia autorizan por aho­
« ra, y entre tanto que sin ningún perjuicio otra cosa se provea, la
" circulación de la moneda del rey intruso por el valor corriente que á
* cada pieza se le da, según corresponde con la española.


« 2 o La de la moneda del imperio francés, conforme al valor con que
« ha corrido, y expresa el siguiente


Arancel expresivo del valor de la moneda del imperio francés, cuya
circulación se autoriza por ahora en España.


M O N E D A S D E O B O . RS. DE VN. OCHAVOS.


1 napoleón de veinte francos 75
1 idem de cuarenta francos 150
1 luis de veinticuatro libras tornesas 88 15
1 idem de cuarenta y ocho libras tornesas 1 7 7 1 4


M O N E D A S D E P L A T A .


A de franco 15
A de franco 1 1 4
1 franco s 12
2 francos 7 8




APÉNDICES. 575
Rs. Je vn. Ochavos.


5 francos
Pieza de una libra y diez sueldos tomeses
De tres libras tornesas
Escudo de seis libras tornesas


18
5


11
22


12
9
1
3


« Lo tendrá entendido la regencia del reino para su cumplimiento , ha-
« ciéndolo imprimir , publicar y circular. — Dado en Cádiz á tres
o de setiembre de 1 8 1 3 . — JOSÉ MIGUEL GORDOA Y BARRIOS , presi-
« dente. — J U A N MANUEL SUBKIÉ, diputado secretario.—MIGUEL
« RIESCO Y PUENTE , diputado secretario. — A la regencia del reino. »
(Colección de los decretos y órdenes délas cortes extraordinarias de
Cádiz , lom. 4 , pág. 1 7 9 . )


La celebridad deAlmanzor, sus hazaílas'y relevantes prendas cuén-
tanse y se individualizan detenidamente en el capítulo 96 y siguientes de
la tan apreciable Historia de la dominación de los árabes en España ,
por Don José Antonio Conde, tomo 1.


Cicer. In C. Verrem, actio s e c , liber 3 . De Re frumentaria. Cap. X.
Edictum de judicio in octuplum.


Don Antonio Palomino , tomo 3 , Vidas de los Pintores, en la de Bar-
tolomé Murillo.


Diario de las discusiones y acias de las cortes extraordinarias de Cádiz,
tomo 15, pag. 291. Sesión del 29 de setiembre de 1812.


NUMERO 5.


NUMERO 6.


NUMERO 7.


NUMERO .8.


NUMERO 9.


Véase la Gaceta de la Regencia de las Españas de 29 de diciembre
de 1812.


NUMERO 10.


Véanse estos discursos en el Diario de las discusiones y actas de las
cortes extraordinarias de Cádiz, tomo 16 , pág. 461 y 462. Sesión de
30 de diciembre de 1812.




574 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NUMERO 1 1 .


Las guerras de los Estados Bajos, por Don Carlos Coloma, lib. 7 .
Alli se verá cómo mandaba el duque de Feria durante la ocupación de
Paris por los españoles.


NUMERO 1 2 .


La regencia del reino se ha servido expedir el decreto siguiente:
D. Fernando VII, por la gracia de Dios y por la constitución de la mo-
narquía española rey délas Españas, y en Su ausencia y cautividad la
regencia del reino, nombrada por las cortes generales y extraordinarias,
á todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed : Que las cortes
han decretado lo siguiente : « Las cortes generales y extraordinarias ^
constantemente animadas del mas vivo deseo de promover en cuanto esté
de su pártela pronta expulsión de los injustos y crueles invasores de la
península española, proporcionando para ello á la regencia del reino
todos los recursos y medios que dependen de la potestad legislativa, han
tomado en la mas seria consideración lo que con fecha de 2 3 y 3 1
de diciembre último les ha expuesto la misma sobre un mejor y mas
terminante arreglo de las facultades y responsabilidad de los generales
en gefe de los ejércitos nacionales : y queriendo que sea mas eficaz y
expedita la cooperación que á dichos generales deban prestar los
gefes políticos y ayuntamientos, como los intendentes de los ejércitos
y provincias, sin que se confundan sus diferentes funciones, ni se
choquen sus providencias, antes bien se facilite y asegure el ser-
vicio militar por medidas conformes á la constitución política de la mo-
narquía ; han venido en decretar y decretan que mientras lo exijan las
circunstancias, se observen puntualmente las disposiciones contenidas en
los artículos siguientes : I o Se autoriza á la regencia del reino para que
pueda nombrar á los generales en gefe de los ejércitos de operaciones
capitanes generales de las provincias del distrito, que según crea con-
veniente asigne á cada uno de estos ejércitos. 2 O En cada provincia de las
que compongan el distrito referido habrá un gefe político, el cual, y lo
mismo el intendente, alcaldes y ayuntamientos, obedecerán las órdenes
que en derechura les comunique el general en gefe del ejército de opera-
ciones en las eosas concernientes al mando de las armas y-servicio del
mismo ejército, quedándoles libre y expedito el ejercicio de sus faculta-
des en todo lo demás. 3 O Los generales en gefe délos ejércitos de opera-
ciones podrán , siempre que convenga, destacar oficiales para que cuiden
de la conservación de algún distrito ó provincia de las de la demarcación
de su ejército, ó para hacer la guerra, en cuyo caso, y en el de que el
oficial destacado se introduzca en alguna plaza, cuando sea importante
al servicio de la nación, se observará lo prevenido en el artículo 7 , tí-
tulo 3 , tratado 7 , de las ordenanzas generales. Los generales en gefe
serán responsables por todos sus actos y los.de los oficiales que obren
bajo sus órdenes. 4" El general del ejército de reserva de Andalucía po-
drá ejercer en las provincias de Sevilla , Córdoba y Cádiz , si la regencia
lo estima conveniente, las facultades de capitán general de provincia,
con arreglo á ordenanza. Los trefes políticos, intendentes, alcaldes y




APÉNDICES. 575
ayuntamientos de las tres provincias expresadas obedecerán las órdenes


. que en derechura les comunique el general del referido ejército de re-
serva en las cosas concernientes al mando de las armas y servicio del
mismo ejército, quedándoles libre y expedito el ejercicio de sus fa-
cultades en todo lo demás. 5 O En cada ejército de operaciones habrá un
intendente general del mismo, cuya autoridad en lo relativo á guerra se
extenderá á todas las provincias de la demarcación de aquel ejército ,
quedándole en esto subordinados los intendentes de ellas con arreglo á
la instrucción de 2 3 de octubre de 1 7 4 9 , y á la real orden de 2 3 de fe-
brero de 1 7 5 0 . G° Consiguiente á este plan , y sin perjuicio de las pro-
videncias que la regencia tome para que desde luego se ponga en ejecu-
ción, propondrá la misma á las cortes la planta de las oficinas de cuenta
y razón de intendencias de ejército. 7 ' La recaudación é inversión de los
fondos de todas las provincias se hará por el orden prescrito en la cons-
titución, leyes y decretos de las cortes. 8 O El gobierno asignará sobre
el producto de las rentas y contribuciones délas provincias de la demar-
cación de cada ejército lo que sea necesario para la manutención del
mismo, sin perjuicio de que provea á ella con otros fondos en caso de
que nobasten dichas rentas y contribuciones. 9" En su consecuencia la
regencia presentará sin demora á las cortes el presupuesto de los gastos
de los ejércitos y el estado de los productos de las rentas y contribucio-
nes de las provincias de la demarcación de cada uno. 10° Los inten-
dentes generales de los ejércitos estarán á las órdenes de sus generales
en gefe, con arreglo á los artículos 1 y 2 , título 1 8 , tratado 7 de las orde-
nanzas generales, en cuanto no se opongan al artículo 3 5 3 de la consti-
tución. 11° Ningún pago , de cualquier clase que sea, para los individuos
ó gastos de un ejército, se abonará, sin que ademas de la intervención
necesaria, y del visto bueno del intendente, lleve también el del ge-
neral en gefe , el cual por su parte será responsable de la legitimidad del
pago. Lo tendrá entendido la regencia del reino, y dispondrá lo necesario
á su cumplimiento, haciéndolo imprimir, publicar y circular. — FRAN-
CISCO CISCAR , presidente.— FLORENCIO CASTILLO, diputado secre^
tario. — JOSÉ MARÍA GOUTO, diputado secretario. — Dado en Cádiz
á 6 de enero de 1 8 1 3 . — A la regencia del reino. »


Por tanto mandamos á todos los tribunales, justicias, gefes, gober-
nadores y demás autoridades, asi civiles como militares y eclesiásticas,
de cualquiera clase y dignidad . que guarden y hagan guardar , cumplir
y ejecutar el presente decreto en todas sus partes. Tendréislo entendido
para su cumplimiento, y dispondréis se imprima, publique y circule.
JOAQUÍN DE MOSQUERA Y FIGUEROA. — El duque del INFANTADO. —
JUAN VILLAVICENCIO. — IGNACIO RODRÍGUEZ DE RIVAS. — JUAN
PÉREZ VILLAMÍL. — En Cádiz, á 7 de enero de 1 8 1 3 . — A DON JOSÉ
MARÍA DE CARVAO AL. — Gaceta de la Regencia de las Españas de 19,
de enero de 1 8 1 3 .




LIBRO VIGÉSIMOPRIMO.


N Ü M E B . 0 3.


Intitúlase esta obra : « Memorial y discursos del pleito que las ciudades,
« villas y lugares de los arzobispados de Burgos y Toledo de Tajo á esta
« parte, y obispados de Calahorra, Palencia, Osma y Sigüenza tratan en
« la real chancillería de Valladolid con el arzobispo, deán y cabildo de
« la santa iglesia del señor Santiago, dirigidos á Don Juan Hurtado de
•i Mendoza, duque del Infantado, compuesto por Lázaro González de
« Acevedo, agente y defensor de los concejos.» Se imprimió por segunda
ves en Madrid , año de 1771.


También son muy de consultar en la materia « el memorial que el
« duque de Arcos dirigió á la magestad del señor Don Carlos III, » y
el « Discurso sobre el voto de Santiago, ó sea demostración de la fal-
« sedad del privilegio en que se funda: » escrito el último por el licen-
ciado Don Francisco Rodríguez de Ledesma , impreso en Madrid
en 1805.


NUMERO 2.


Diario de las discusiones y actas de las cortes generales y extraordi-
narias, tomo 15, pág. 373.


NUMERO 3.


« Carta del ilustrísimo señor Don Juan de Palafox y Mendoza, obispo
« de Osma, á fr. Diego de la Visitación.» Inserta en las obras de santa
Teresa y en el primer tomo de sus cartas, de la edición de Madrid
de 1793.


NUMERO A .


Diario de las discusiones y actas de las cortes generales y extraordi-
narias, tomo 15.


NUMERO 5.


Examen de los delitos de infidelidad á la patria. Obra publicada sin
nombre de autor en Auch, en Francia, año de 1816. Se atribuye gene-
ralmente á Don Félix José Reinoso.


NUMERO 6.


En la obra que acabamos de citar : Examen1 de ios delitos....
pág. 436.




APÉNDICES. 377


NUMERO 7.


Secretaría de estado.—América.—Año de 1811.— Legajo 2.


NUMERO 8.


Secretaria de estado. — ídem.


NUMERO 9.


Secretaría de estado. — ídem.


NUMERO 10.


Secretaría de estado.— América.— Año de 1812.— Legajo 3.


NUMERO 11.


He aqui estas diez bases :
I a Cesación de hostilidades, bloqueos y todo otro acto de mutuo de-


trimento.
2» Amnistía, perdón y olvido general de toda ofensa de los america-


nos á la madre patria, autoridades reconocidas en el pais ú oficiales
suyos en la América.


3 a Confirmación de los privilegios concedidos ya á las Américas de.
una completa, justa y libre representación en las cortes, procediendo
desde luego á la elección de sus diputados.


4 a Libertad de comercio de tal modo modificada, que quede una con-
veniente preferencia á la madre patria y países á ella pertenecientes.


5 a Admisión de los naturales de América, indiferentemente con los
españoles europeos, á los destinos de vireyes, gobernadores, etc., en las
Américas.


G;< Concesión del gobierno interno ó provincial bajo los vireyes ó go-
bernadores á los cabildos ó ayuntamientos, y admisión en estos cuerpos
de americanos nativos igualmente que de españoles europeos.


7 a Reconocimiento por las Américas de fidelidad á Fernando VII, sus
herederos y al gobierno que rija en su nombre.


8 a Reconocimiento de la supremacía del consejo general representa-
tivo, ó de las cortes residentes en la Península, concediendo en ellas ,
como queda dicho , proporcionada parte de representación á los diputa-
dos americanos. *


9 a Obligación de determinados socorros y auxilios con que la América
deba contribuir á la madre patria.


10 a Obligación de la América á cooperar con los aliados en la conti-
nuación de la presente guerra contra la Francia.


Secretaría de estado. — América. —Año de 1812. — Legajo 3.




378 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NUMERO 12.


Secretaría de estado. — El mismo año y legajo que en el anterior nú-
mero.


NUMERO 13.


Este es el tratarlo á la letra : — S. M. C. D. Fernando VII, rey de
España y de las Indias , y S. M. el emperador de todas las Rusias, igual-
mente animados del deseo de restablecer y fortificar las antiguas rela-
ciones de amistad que han subsistido entre sus monarquías, lian nom-
brado á este efecto; á saber : de parte de S. M. C , y en su nombre
y autoridad el consejo supremo de regencia residente en Cádiz, á Don
Francisco de Zea Bermudez; y S. M. el emperador de todas las Rusias
al señor conde Nicolás deRomanzoff, su canciller del imperio, presi-
dente de su consejo supremo, senador, caballero de las órdenes de San
Andrés, de San Alejandro Newsky, de San Wladimir de la primera
clase, y de Santa Ana y varias órdenes extrangeras, los cuales, después
de haber cangeado sus plenos poderes hallados en buena y debida forma,
han acordado lo que sigue:


Art. I o Habrá entre S. M. el rey de España y de las Indias y S. M. el
emperador de todas las Rusias , sus herederos y sucesores, y entre sus
monarquías, no solo amistad sino también sincera unión y alianza.


Ia Las dos altas partes contratantes en consecuencia de este empeño.
se reservan el entenderse sin demora sobre las estipulaciones de esta
alianza, y el concertar entre sí todo lo que puede tener conexión con
sus intereses recíprocos y con la firme intención en que están de hacer
una guerra vigorosa al emperador de los franceses, su enemigo común ,
y prometen desde ahora vigilar y concurrir sinceramente á todo lo que
pueda ser ventajoso á la una ó á la otra parte.


3° S. M. el emperador de todas las Rusias reconoce por legítimas las
cortes generales y extraordinarias reunidas actualmente en Cádiz, como
también la constitución que estas han decretado y sancionado.


4 o Las relaciones de comercio serán restablecidas desde ahora, y fa-
vorecidas recíprocamente : las dos altas partes contratantes proveerán
los medios de darles todavía mayor extensión.


5 o El presente tratado será ratificado, y las ratificaciones serán can-
jeadas en San Petersburgo en el término de tres meses, contados desde
el dia de la firma ó antes si ser pudiese.


En fe de lo cual: Nos los infrascritos en virtud de nuestros plenos
poderes hemos firmado el presente tratado, y hemos puesto en é) los
sellos de nuestras armas.


Fecho en Veliky-Louki á 8 (20) de julio del año de gracia mil ocho-
cientos y doce. (L. S.) FRANCISCO DE ZEA BERMUDEZ. (L. S.) El
conde NICOLÁS DE ROMAKZOFF.


NUMERO 11.


El de Suecia es como sigue :




APÉNDICES. 37!)
En el nombre de la santísima é indivisible Trinidad.
S. M. Don Fernando VII , rey de España y de las Indias, y S. M. el


rey de Suecia, igualmente animados del deseo de establecer y asegurar
las antiguas relaeiones de amistad que ha habido entre sus monarquías,
han nombrado para este efecto, á saber : S. ¡VI. C., y en su nombre y
autoridad la regencia de España, residente en Cádiz, á Don Pantaleon
Moreno y Daoiz , coronel de los ejércitos de S. M. C. y caballero de la
orden militar de Santiago de Compostela; y S. M. el rey de Suecia al
señor Lorenzo, conde de Engestrom, uno de los señores del reino de
Suecia, ministro de estado y de negocios extrangeros, canciller de la
universidad deLund, caballero comendador de las órdenes del rey, ca-
ballero de la orden real de Carlos X I I I , gran águila de la Legión de
Honor de Francia; y al señor Gustavo, barón de VVeterstedt, canciller
de la corte, comendador de la Estrella Polar, uno de los diez y ocho
de la academia sueca, los cuales, después de haber cangeado sus plenos
poderes hallados en buena y debida forma, han convenido en los artí-
culos siguientes :


Art. I o Habrá paz y amistad entre S. M. el rey de España y de las
Indias, y S. M. el rey de Suecia, sus herederos y sucesores, y entre sus
monarquías.


Art. 2 o Las dos altas partes contratantes, en consecuencia de la paz y
amistad establecidas por el artículo que precede, convendrán ulterior-
mente en todo lo que pueda tener relación con sus intereses recíprocos.


Art. 3 o S. M. el rey de Suecia reconoce por legítimas las cortes gene-
rales y extraordinarias reunidas en Cádiz, asi como la constitución que
ellas han decretado y sancionado.


Art. 4o Las relaciones de comercio se establecerán desde este mo-
mento, y serán mutuamente favorecidas. Las dos altas partes contra-
tantes pensarán en los medios de darles mayor extensión.


Art. 5° El presente tratado será ratificado, y las ratificaciones serán
eangeadas en el espacio de tres meses contados desde el dia de la firma,
ó antes si fuese posible.


En fe de lo cual nos los infrascritos, en virtud de nuestros plenos
poderes , liemos firmado el presente tratado, y hemos puesto en él el sello
de nuestras armas. Fecho en Stockolmo á 19 de marzo del año de gracia
de 1813. ( L . S.) PANTALEON MORENO Y DAOIZ. (L. S.) El conde de
ENGESTROM. (L . S.) G. barón de WETERSTEDT.


NUMERO 15.


Véase el Diario de las discusiones y acias de las corles generales y
extraordinarias, tomo 15 , página 276.


NUMERO 16.


Zurita , Anales de Aragón, libro 20 , cap. 65.


NUMERO 17.


Mariana, Historia de España , libro 2 4 , capítulo 17.




380 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


N L M E H O 18.


Véase la respuesta á Felipe V de los fiscales de Castilla y de Indias
D. Melchor de Macanaz y D. Martin Mirabal del año 1714, en donde se
insertan las expresiones citadas, que se sacaron de la consulta que hizo
una junta en tiempo de Carlos II.


NUMERO 19.


Véase el volumen intitulado Discusión del proyecto de decreto sobre
el tribunal de la inquisición, pág. 109.


NUMERO 20.


Véase el mismo volumen, pág. 427.


NUMERO 21.


En el mismo volumen, pág. 428.


NUMERO 22.


Algunas de las reflexiones que aqui ponemos las tomamos, como nos
ha sucedido ya en otra ocasión, de un opúsculo que anónimo "publicamos
en Paris en español á principio del año de 1820, bajo el título de No-
ticia de los principales sucesos ocurridos en el gobierno de España
desde 1808 hasta 1814. Se tradujo esta compendiosa producción en
francés y otras lenguas de Europa.


NUMERO 23.


Petición 55 de las cortes dé Valladolidde 1518.— Sandoval, Historia
de la vida y hechos del emperador Carlos Y, libro 3, pág. 10.


NUMERO 24.


Véase el memorial de Francisco Martínez de Mata en el 4 o tomo del
Apéndice á la educación popular, por el conde de Campomanes.


NUMERO 25.


Inserta esta consulta del consejo Navarrete en su Conservación de
monarquías.


N U M E R O 2 6 .


\ éase Céspedes , Historia de Don Felipe IV, capítulo 9, lib. <>•




APÉNDICES. 5 8 1


NUMERO 27.


Este cómputo está sacado del censo de la población de España del
año de 1797 , publicado de orden del rey en 1801. Después ha dismi-
nuido el número, como puede verse en la memoria del ministro de
gracia y justicia, fecha en 1» de marzo de 1822, que fue leida á las
cortes de entonces, y también en los cálculos que se han presentado en
las celebradas durante los años de 1834 y 1835 , y publicado con motivo
de la reforma de regulares decretada en este último año.


NUMERO 28.


Véase Diario de las discusiones y acias de las corles generales y ex-
traordinarias , tomo 17, pág. 153 y 154.


NUMERO 29.


C. Velleii Paterculi Historia Romana, liber 2, cap. 83. « Plancus non
«judicio recta legendi,ñeque amore reipublicse aut Caesaris.... sed morbo
« proditor....»


NUMERO 30.


Esta nota ó representación del nuncio, de 5 de marzo de 1813, forma
el número 6 de documentos del apéndice de su manifiesto, publicado en
Madrid en la imprenta de Repullos, año de 1814.


NUMERO 31.


Diario de las discusiones y actas de las cortes, tomo 17, pág. 367.


NUMERO 32.


Este reglamento de 8 de abril se halla en el tomo 4 de la Colección
de los decretos y órdenes de las cortes generales y extraordinarias.


NUMERO 33.


Diario de las discusiones y actas de las cortes, tomo 18, pag. 119,
120 y siguientes.


NUMERO 34.


Se intitulaba Instrucción pastoral.... al clero y pueblo de sus diócesis.
Impreso en Mallorca en casa de Brusi, ano de 1813.




382 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NUMERO 35.


El título de esta singular producción era : El sin y el con de Dios
para con los hombres; y reciprocamente de los hombres para con Dios,
con su sin y con su con. La publicaba el obispo de Santander bajo el
nombre simbólico de Don Clemente Pastor de la Montaña.


NUMERO 36.


Estas cartas léanse en tos números 7 y 8 del apéndice al manifiesto
ya citado del nuncio.


NUMERO 37.


Este oficio ú orden compone el n° 10 del apéndice al mismo manifiesto
del nuncio.


NUMERO 38.


« Carta del rey Don Fernando el Católico al conde de Ribagorza, su
« virey en Ñapóles, á 2 2 de mayo de 1508, » tomo 1 del Semanario eru-
dito publicado por Valladares.


NUMERO 39.


Secretaría de estado, 1812.... 1813.—Inglaterra. « Precedencia entre
« los embajadores de España y Rusia. »


NUMERO 40.


Véase el tomo 1 de la obra Recueil des principaux traites.... de l'Eu-
rope,par M. de Martens, 1762 y 1763, pág. 29 y siguientes.


NUMERO 41.


En el legajo citado en el número 39 de la Secretaría de estado se hall;
esta nota.




LIBRO VIGÉSIMOSEGUNÜO.


NUMERO 1.


Usamos de las expresiones apresurar la carga y hacer punta de sus
tropas, á imitación de autores nuestros del mejor tiempo. Ha habido
quien poco versado en ellos se ha imaginado que estas ú otras parecidas
eran tomadas del francés; pero no es asi. Cargar, dar una carga, apre-
surar la carga, modos son de hablar que á menudo han empleado Ma-
riana, Mendoza y otros autores de los mas escogidos. Lo mismo sucede
con los que mas particularmente han escrito sobre el arte de la guerra.
Don Bernardino de Mendoza en su Teórica y práctica de ella, libro
impreso en Amberes en 1596, sírvese con frecuencia de las palabras car-
gas, cargar, etc., en vez de acometidas, acometer, etc.; y el capitán
Diego de Solazar, en su obra de Re militan, ya en otra ocasión citada,
usa de la frase hacer una punta de ejército. Estos autores y Montero de
Espinosa, Urrea, Eguiluz, Londoíio, con otros varios que escribieron
en tiempo de las campañas de Flandes, seminario de guerreros ilustres,
debían ser mas estudiados por los que se ocupan en cosas militares y
quieren hablar con propiedad de ellas, no oponiéndose las alteraciones
que desde entonces ha habido en el arte de la guerra, siempre que haya
discernimiento y tino en la elección de las frases y los términos, y en su
aplicación.


NUMERO 2 .


« Doctrinal de los caballeros, que hizo é ordenó el muy reverendo
« señor Don Alonso de Cartagena. »


NUMEHO 3 .


Mómoires du general Hugo, tom. 3 , chapitre 3 2 .


NUMERO 3 (BIS).


El cuadro de La Escuela del Amor está ahora en Londres en el museo
que se llama National Gallery en la calle de Pall Malí. Lo vendió en
Viena, según nos han informado (junto con el Ecce Homo del mismo
autor, procedente del palacio Colonna en Roma), la viuda de Murat al
actual marques de Londonderry, por 11,000 guineas. El de la Oración
del Huerto, también del Correggio, que pertenecía al palacio real de
Madrid, lo tiene al presente el duque de Wellington. Hay una repetición
de este cuadro en National Gallery, como igualmente una Sacra Fa-
milia del mismo Correggio, que estaba en el citado palacio de Madrid
en tiempo de Carlos IV.




384 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NlJMERO 4.


Estos cuadros han sido vendidos en los años últimos por ocho mil
libras esterlinas (sobre unos 800,000 reales vellón) á Lord Grosvenor,
marques de Westminster, excepto el de) Triunfo de laReligión, que es-
taba en el antiguo senado, y se halla colocado ahora en el museo del
Louvre.


NUMERO 5.


Viagede España de Don Antonio Ponz, tomo 1 , carta 6.


NUMERO 6.


Estos cuadros, con muchos de los objetos extraídos del Gabinete de
Historia natural de Madrid, devolviéronse á nuestro gobierno en 1814.
Pero como llegase repentinamente Napoleón de la isla de Elba, no hubo
tiempo para trasportarlos á España, y desaparecieron por el momento.
Repuesto Luis XVIII , ganada que fue la batalla de Waterloo, en el
trono de Francia, y hallándose en París de ministro interino de España
el general Don Miguel de Álava, presentóse á este el marques de Al-
menara con deseo de indicarle, como lo verificó, y movido puramente de
amor á su patria, el paradero de dichos cuadros y efectos. Reclamólos
en consecuencia aquel ministro, y entregáronsele, aunque deteriorados
los cuadros y en lamentable estado; motivo por el que juzgó el general
Álava ser prudente y aun necesario el que se restaurasen y aun trasla-
dasen de la tabla al lienzo, antes de enviarlos á España, saltando ya la
pintura por lo carcomido de la madera. Nuestro gobierno resistiólo
algún tiempo; pero cedió á las instancias y justas reflexiones de aquel
general, apoyadas en un informe juicioso que le dieron el célebre es-
cultor Canova y los pintores Palmarolli y Benvenuti, que habian á la
sazón pasado á Paris para reclamar y recoger las preciosidades artísticas
de Roma y Florencia. Encargóse la obra, según apuntamos en el texto,
áMr. Bonnemaison; concluida la cual, remitiéronse los cuadros á Es-
paña , en donde se hallan ahora, excepto uno de las Venus que el rey
Fernando VII regaló á su aliado el emperador de Rusia.


La regencia del reino, ayudada por el celo ilustrado de la real Aca-
demia de San Fernando, no cesó desde la primera evacuación de los
franceses de Madrid en 1812 de dar providencias que evitasen en lo po-
sible el extravío ú ocultación de los cuadros sacados por los franceses ó
por orden del gobierno intruso, de iglesias, conventos ú otros estable-
cimientos públicos. Existen los antecedentes en el archivo de lít referida
Academia.


NUMERO 7.


El despojo del archivo de Simancas empezó en 1811, en cuyo año se
presentó alli á recoger papeles para llevárselos á Francia el archivero
del imperio J. Guite. He aqui copia literal de los documentos que lo
comprueban.




APÉNDICES. 58o
o Real archivo de Simancas. —Con licencia del señor Don Manuel


de Ayaiay Rosales, secretario del archivo real de Simancas, he sacado
yo un libro con cubiertas de pergamino sobre la primera de las cuales
en el verso se halla escrito : Libro de la dicha tercera arca, número
diez y nueve, y será el dicho libro remitido en dicho archivo cuando vol-
veré en Simancas. ñ¿cho en Simancas, 25 marzo de 1811. J. GüiTE.Real
archivo de Simancas. — Yo comisario del gobierno francés infraescrito:
declaro haber sacado del real archivo de Simancas para llevar en Francia
en virtud de !a orden de S. E. el ministro de lo interior, comunicada
al señor gobernador del sexto gobierno, los papeles siguientes : — I o Los
de Estado del Cubillo bajo. — 2 o Los de las negociaciones de Ñapóles ,
Sicilia y Milán, de la pieza segunda. — 3 o Los del Patronato Real. —
4° Los del Cubillo alto. — 5 o Siete registros de órdenes y seis legajos de
órdenes. — 6 o Tres registros de cédulas de la Emperatriz. — 7° Cuatro
registros de los caballeros de la cuantía. — 8 o Siete legajos de hidalguías.
— 9 o Quince legajos de Cortes. — 10° Veintiún libros de Juan de Ber-
zosa. —11° Las bulas de los obispados y arzobispados de Castilla y
León. — i r La planimetría de Madrid. — 13° Los papeles del Estado
misivo con los inventarios correspondientes. De los cuales papeles é in-
ventarios, que van colocados enciento setenta y dos cajones, el señor
Don Manuel de Ayala y Rosales, secretario del dicho archivo , es legíti-
mamente descargado. Hecho en Simancas, á 28 de mayo de 1811.»


«El infraescrito comisario del gobierno francés, encargado del re-
conocimiento y trasporte de los papeles existentes en el real archivo
de Simancas, certifico haber extraído del referido real archivo los
legajos que contienen las materias siguientes : — I o Todos los legajos
que existían en la pieza baja de estado , concernientes á negociacio-
nes de varias partes de Europa. — 2 o Los libros y registros de la
cancillería del consejo que habia en Aragón. — 3 o Los papeles de
la secretaría de la negociación de Cataluña, excepto los intitulados
Carlas. —4" Treinta y siete legajos de mercedes de los reyes Don Juan
y Don Enrique. — 5 o Cuatro legajos tocantes á las cortes de Valen-
cia. Los cuales papeles con sus correspondientes inventarios han sido
sacados por mí á consecuencia de orden del Excmo. señor ministro
del interior para ser conducidos á Francia. Y para descargo del señor
Don Manuel de Ayala, archivero principal del mencionado real ar-
chivo de Simancas, le doy la presente certificación que en todo caso
le deberá servir de resguardo y recibo, firmada de mi mano, y datada
en Simancas á seis de junio de mil ochocientos once. J. G U I T E . »


Devolviéronse á Simancas en 1816 estos papeles, excepto varios do-
cumentos importantes que entresacaron en Francia de los mismos le-
gajos , la correspondencia íntegra diplomática con la corte de Paris, y
asimismo los tratados y convenios hechos con su gobierno , con otros
que indicamos en el texto , y fueron extraídos del archivo entonces ó
después.


En la carta á Mr. Mole, que sirve de prefacio á l'Hisloire de la Re-
forme , de la Ligue et du Régne de Henri IV, par M. Capefigue, danse
pormenores curiosos sobre estos despojos, no menos que sobre las
contestaciones que en el asunto han mediado entre los gobiernos de
España y Francia.


También se infiere de la citada obra (tomo 2, pág. 80) no haber pa-
I I I . 25




586 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
sado á Francia, según presume Llórente en su Historia crítica de la
Inquisición (tomo 3 , cap. 3 1 , párraf. 181 y 1 8 2 ) , la causa del príncipe
Don Carlos, sino que la caja de nogal en que se sospechaba estar encer­
rados los papeles comprensivos de la misma , no contenia mas que los
autos de la formada á Don Rodrigo Calderón , remitidos á Simancas
por orden de Felipe IV en 2 2 de junio de 1G23. Noticia que confirma
lo misino que de palabra hemos oido varias veces á personas respeta­
bles de Valladolid.


NUMERO 8 .


Estos cuadros se extrajeron del convento de Fuensaldana el 11 de
abril de 1 8 0 9 , y se trasportaron á Madrid , de donde no salieron hasta
el año de 1 8 1 4 , que fueron restituidos á dicho convento.


Alli permanecieron encajonados cerca de tres años por carecer la
comunidad de medios para ponerlos de nuevo en los altares. Al fin se
verificó esto , y se celebró la colocación el 15 de agosto de 1 8 1 7 á expen­
sas del doctoral de Toledo D. Pedro Nolasco Sánchez Morón. (Noticia
dada por la abadesa del convento de Fuensaldana sor Josefa de San Fe­
lipe Neri en 2 1 de julio de 1 8 3 6 . )


NUMERO 9 .


Дя^гГои phj oüx £ í ) s y e . . . . то хрцх xad то t ó ^ g v « u t o b AaCwv sVaví j / í íéV ххт£-
>a£ev t o - j s Ma/.;cTov«5 t ¿ v /лги á ) J c v , í t/gí>tov ix т о у fi'xptcupwtv втрхтьккЯьч ? é ( : g v t í < í
7x1 a y o v T a s ик£уз£я/).0Ут« rt)ij^££, xxlitsp eó f 'úvwv про$ ri¡y fJ-zXW ^xpx'/z-JQiJ.íwJ, xxc
x a тг^еГск rvjs a^oa/.tuTtí iv Д * / л а ? х ш x i í t c ^ í i t u v t w v


(Y mas adelante :)


M s ­ « d« t í i v ffÁxV J r ' i v ^ v Гс5ш , izkp¡>xs £I? \xu.xi/.o-í, ¿'/¡TÍ£V т а хруритх xxl т а ^
á i r o f f x s v á s , xxl Та rkxvx xxl t ¿ s yyjxZxx$ П Г Л Г Ш У Z W kIsigtx ¡jXv oiyEXÍdycx'j oí
tüj'J 0 £ j f f K / ó ) V íTtirsfí EVEÍRL.FJF?!] a"s xxl то' luurb-j eunopíx$ rjrpXTÓxs J g v (Xle'ZxvJpW}.


NUMERO 1 0 .


Crónica del rey Don Pedro, por Don Pedro López de Ayala, año 1 8 ,
desde el cap. 4 hasta el 1 4 inclusive : y el Diccionario geográfico histó­
rico de España por la real academia de la Historia, secc. 1 , tom. 1 , art.
Ariñez.


NUMERO 1 1 .


Mémoires du maréchal Suchet, tom. 2 , chap. 1 8 .




LIBRO VIGÉSIMOTERCERO.


NUMERO 1.


« Y al tiempo que quiso hablar (Enrique IV, rey de España)
" con el rey Luis (deFrancia), tenia un bastón en la mano : desembar-
« cado en la orilla y arenal donde el agua podia llegar en la mayor ere-
« cíente, dijo que allí estaba en lo suyo, y que aquella era la raya dentre
« Castilla y Francia, y poniendo el pie mas adelante, dijo : Ahora estoy
« en España y Francia , y el rey Luis respondió en su lengua : / / cst
« vcrité: decís la verdad. »(Historia general de España,j>or el padre Juan
de Mariana, lib. 23, cap. 5.)


NUME.RO 2.


« Some of the officers were more culpable than the troops, for they
« used no exertions to prevent the outrages which they saw. Lord Wei-
ll lington, as soon as he was informed of this misconduct, republished
« his former orders, and accompanied them with a severe reprimand,
« declaring his determination not to command officers who would not
« obey his , and of sending, some of them who had been thus grossly
« unmindful of their duty to England, that their names might be brought
« under the notice of the Prince Regent. » (History of the peninsular
war, by Robert Southey, esq., vol. 3 , chapter XLV.)


NUMERO 3 .


Vease la gaceta de Vique de 16 de marzo de 1814, en que se hallara
uiserto el estado que publico D. Joaquin de Acosta y Montealegre,
tesorero del ejercito y principado de Cataluna.




LIBRO VIGÉSIMOCUARTO.


NÚMEROS 1 y 2.


Idea sencilla, por Don Juan Escoiquiz. — Cap. 6 , página 86.
Asi esta carta como los demás documentos y conferencias que inser-


tamos en el texto. las liemos copiado sin alteración alguna de la obra
de Escoiquiz, á pesar de lo flojo del estilo y sus faltas, sacrificando á la
exactitud la belleza y la corrección.


NUMERO 3.


Ibidem, página 95 y siguientes.


NUMERO 4.


Hemos tenido ya ocasión de hablar en el primer volumen de esta his-
toria de la obra de Don Juan Escoiquiz, impresa en Madrid en la im-
prenta real, año de 1814, bajo el título de Idea sencilla de las razones que
motivaron el viage de el rey Don Fernando VII á Bayona , e tc . , la
cual empieza á ser bastante rara.


NUMERO 5.


Véase la carta del duque de Alba, siendo gobernador de Flandes, á
Don Juan de Zúñiga, embajador en Roma , fecha en Amberes á 10 de
mayo de 1570. La ha publicado la academia de la Historia en el tomo 7
de sus Memorias.


NUMERO 6.


En consecuencia de este acuerdo y bajo de estas condiciones se efectuó
dicho tratado y se firmó el dia 8 de diciembre en los términos siguientes :


« S. M. católica y el emperador de los franceses, rey de Italia, protec-
tor de la Confederación del Rin, y mediador de la Confederación Suiza ,
igualmente animados del deseo de hacer cesar las hostilidades y de con-
cluir un tratado de paz definitivo entre las dos potencias, han nombrado
plenipotenciarios á este efecto, á saber: S. M. Don Fernando á Don
José Miguel de Carvajal, duque de San Carlos, conde del Puerto , gran-
maestro de postas de Indias, grande de España de primera clase, mayor-
domo mayor de S. M. C , teniente general de los ejércitos, gentilhombre
de cámara con ejercicio, gran cruz y comendador de diferentes ór-
denes, etc., etc., etc.; S. M. el emperador y rey á Mr. Antonio Renato
Carlos Mathurin, conde de Laforest, individuo de su consejo de estado,
gran oficial de la Legión de Honor, gran cruz de la orden imperial de la




APÉNDICES. 38!)
Reunión, etc., etc., etc. Los cuales, después de cangear sus plenos po-
deres respectivos, han convenido en los artículos siguientes :


ARTICULO I.


« Habrá en lo sucesivo y desde la fecha de la ratificación de este tratado,
paz y amistad entre S. M. Fernando VII y sus sucesores, y S. M. el
emperador y rey, y sus sucesores.


A R T . 2.


« Cesarán todas las hostilidades por mar y tierra entre las dos naciones,
á saber : en sus posesiones continentales de Europa, inmediatamente
después de las ratificaciones de este tratado; quince dias después, en
los mares que bañan las costas de Europa y África de esta parte del
ecuador; cuarenta después, en los mares de África y América en la
otra parte del ecuador; y tres meses después, en los países y mares
situados al este del cabo de Buena Esperanza.


ART. 3


« S. M. el emperador de los franceses, rey de Italia, reconoce á Don
Femando y sus sucesores según el orden de sucesión establecido por las
leyes fundamentales de España, como rey de España y de las Indias.


A R T . 4 .


« S. M. el emperador y rey reconoce ia integridad dd territorio de
España, tal cual existia antes de la guerra actual.


A R T . 5.


« Las provincias y plazas actualmente ocupadas por las tropas francesas
serán entregadas en el estado en que se encuentran á los gobernadores
y á las tropas españolas que sean enviadas por el rey.


A R - I . 6.


'< S. M. el rey Fernando se obliga por su parte á mantener la integridad
del territorio de España, islas, [liazas y presidios adyacentes, con espe-
cialidad Mahon y Ceuta. Se obliga también á evacuar las provincias,
plazas y territorios ocupados por los gobernadores y ejército británico.


A R T . 7.


« Se hará ua convenio militar, entre un comisionado francés y otro




590 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
español, para que simultáneamente se haga la evacuación de las provin­
cias españolas, ú ocupadas por los franceses ó por los ingleses.


A R T . 8.


л S. M. С. y S. M. el emperador y rey se obligan recíprocamente á
mantener la independencia de sus derechos marítimos, tales como han
sido estipulados en el tratado de Utrecht, y como las dos naciones los
habían mantenido hasta el año de 1 7 9 2 .


A R T . 9 .


« Todos los españoles adictos al rey José, que le han servido en los
empleos civiles ó militares, y que le han seguido, volverán á los honores,
derechos y prerogativas de que gozaban : todos los bienes de que hayan
sido privados les serán restituidos. Los que quieran permanecer fuera
de España tendrán un término de diez años para vender sus bienes y
tomar todas las medidas necesarias á su nuevo domicilio. Les serán
conservados sus derechos á las sucesiones que puedan pertenecerles, y
podrán disfrutar sus bienes y disponer de ellos sin estar, sujetos al dere­
cho del fisco ó de retracción, ó cualquier otro derecho.


A R T . 1 0 .


« Todas las propiedades muebles ó inmuebles,pertenecientes en España
á franceses ó italianos, les serán restituidas en el estado en que las
gozaban antes de la guerra. Todas las propiedades secuestradas ó con­
fiscadas en Francia ó en Italia á los españoles, antes de la guerra, les
serán también restituidas. Se nombrarán por ambas partes comisarios
que arreglarán todas las cuestiones contenciosas que puedan suscitarse
ó sobrevenir entre franceses, italianos ó españoles, ya por discusiones
de intereses anteriores á la guerra, ya por los que haya habido después
de ella.


A R T . 1 1 .


a Los prisioneros hechos de una y otra parte serán devueltos, ya se
hallen en los depósitos, ya en cualquiera otro parage, ó ya hayan tomado
partido : á menos que inmediatamente después de la paz no declaren
ante un comisario de su nación, que quieren continuar al servicio de la
potencia á quien sirven.


A R T . 1 2 .


« La guarnición de Pamplona, los prisioneros de Cádiz, de la Coruña,
de las islas del Mediterráneo, y los de cualquier otro depósito que hayan
sido entregados á los ingleses, serán igualmente devueltos, ya estén en
España, ó ya hayan sido enviados á América,




APÉNDICES. 591


A R T . 1 3 .


« S. M. Fernando VII se obliga igualmente á hacer pagar al rey Car-
los IV y á la reina su esposa la cantidad de treinta millones de reales,
que será satisfecha puntualmente por cuartas partes de tres en tres me-
ses. A la muerte del rey, dos millones de francos formarán la viudedad
de la reina. Todos los españoles que estén a su servicio tendrán la liber-
tad de residir fuera del territorio español todo el tiempo que SS. MM. lo
juzguen conveniente.


A R T . 1 4 .


« Se concluirá un tratado de comercio entre ambas potencias, y hasta
tanto sus relaciones comerciales quedarán bajo el mismo pie que antes
de la guerra de 1 7 9 2 .


ART 1 5 .


«La ratificación de este tratado se verificará en Paris en el término de
un mes, ó antes si fuere posible.


« Fecho y firmado en Valencey á 1 1 de diciembre de 1 8 1 3 . — El duque
de SAN CARLOS. — El conde de LAFOREST. »


NUMERO 7.


Carla autógrafa de Fernando VII al duque de San Carlos.


Duque de San Carlos mi primo,
Deseando que cesen las hostilidades, y concurrir al establecimiento


de una paz sólida y duradera entre la España y la Francia, y habiéndome
hecho proposiciones de paz el emperador de los franceses, rey de Italia,
por la íntima confianza que hago de vuestra fidelidad, os doy pleno y
absoluto poder, y encargo especial, para que en nuestro nombre tratéis,
concluyáis y firméis con el plenipotenciario nombrado para este efecto
por S. M. I. y R.. el emperador de los franceses y rey de Italia, tales
tratados, artículos, convenios ú otros actos que juzguéis convenien-
tes, prometiendo cumplir y ejecutar puntualmente todo lo que vos,
como plenipotenciario, prometáis y firméis en virtud de este poder,
y de hacer expedir las ratificaciones en buena forma, á fin de que sean
cangeadas en el término que se conviniere. — En Valencey, a 4 de
diciembre de 1 8 1 3 . — F E R N A N D O -


NUMERO 8 .


¡dea sencilla, por Don Juan Escoiquiz, cap. 6 , pág. 1 0 9 .


NUMERO 9 .


Jdcm, ídem, pág. 110.




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NUMERO 1 0 .


Don Juan Amézaga, de cuyo mal proceder hemos hablado ya en el
tomo tercero de nuestra historia con motivo de la comisión del barón de
Kolly, y á quien también censura severamente Escoiquiz en su citada
obra (pág. 8 2 ) , á pesar de los vínculos de parentesco que unian á en-
trambos, tuvo la imprudencia de regresar á España al volver el rey á
ocupar el trono. Preso, púsosele en juicio; y acusado de culpables ma-
nejos durante la residencia del rey en Valencey, vióse condenado á
muerte por la audiencia de Zaragoza, en cuya consecuencia y de haber
perdido Amézaga la esperanza de obtener perdón de la clemencia real,
suicidóse con una navaja de afeitaren la cárcel en donde estaba.


NUMERO 1 1 .


En el año de 1 8 1 5 Tassin y Duclerc pidieron que se les indemnizase ,
amenazando sino publicar las cartas que decían tener del rey con otras
anécdotas suyas y de los infantes en Valencey. Don Miguel de Álava, á
la sazón ministro plenipotenciario de España en Paris , escribió al rey
con este motivo, y le envió una carta de Tassin. S. M. contestó al pri-
mero diciéndole entre otras cosas : « que las cartas fueron fabricadas
por quien tendría interés en el lo, y con el objeto que él se sabría : » lo
cual hizo sospechar que todo habia sido intrigas y amaños de Amézaga.
Sin embargo insistieron aquellos agentes en sus reclamaciones, bajo los
embajadores conde de Peralada y duque de Fernan-Nuñez; y se les dio
en tiempo del último para acallarlos doscientos mil ó mas francos en
cambio de los papeles que tenían y entregaron. Esto y el tono insolente
de las demandas aumentó los recelos anteriores de que mano mas alta
que la de Amézaga habia tomado también parte en la correspondencia.


NUMERO 1 2 .


Instrucción dada por S. M- el señor Don Fernando VII á Don José
Pala fox y Melci.


La copia que se os entrega de la instrucción dada al duque de San
Carlos os manifestará con claridad su comisión, á cuyo feliz éxito de-
beréis contribuir, obrando de acuerdo con dicho duque en todo aquello
que necesite vuestra asistencia, sin separaros en cosa alguna de su dic-
tamen , como que lo requiere la unidad que debe haber en el asunto de
que se trata , y ser el expresado duque el que se halla autorizado por mí.
Posteriormente á su salida de aquí, han acaecido algunas novedades en
la preparación de la ejecución del tratado que se hallan en la apuntación
siguiente.


Téngase presente que inmediatamente después de la ratificación,
pueden darse órdenes por la regencia para una suspensión general de
hostilidades; y que los señores mariscales generales en gefe de los ejcr-




APÉNDICES. 595


citos del emperador accederán por su parte á ella. La humanidad exige
que se evite de una y otra parte todo derramamiento de sangre inútil.


Hágase saber que el emperador queriendo facilitar la pronta ejecu-
ción del tratado ha elegido al señor mariscal duque de la Albufera por
su comisario en los términos del artículo sétimo. El señor mariscal ha
recibido los plenos poderes necesarios de S. M., á fin de que, asi que se
verifique la ratificación por la regencia, se concluya una convención
militar relativa á la evacuación de las plazas, tal cual ha sido estipulada
en el tratado, con el comisario que puede desde luego enviarle el go-
bierno español.


Téngase entendido también que la devolución de prisioneros no ex-
perimentará ningún retardo , y que dependerá únicamente del gobierno
español el acelerarla; en la inteligencia de que el señor mariscal duque
de Albufera se halla también encargado de estipular, en la convención
militar, que los generales y oficiales podrán restituirse en posta á su
pais, y que los soldados serán entregados en la frontera hacia Bayona y
Perpiñan , á medida que vayan llegando á ella.


En consecuencia de esta apuntación, la regencia habrá dado sus
órdenes para la suspensión délas hostilidades, y habrá nombrado comi-
sario de su confianza para realizar por su parte el contenido de ella. —
—Valencey , á 23 de diciembre de 1813 .—FERNANDO. — A Don José
Palafox.


NUMERO 1 3 .


He aquí el texto literal de este decreto de 2 de febrero de 1814:
« Deseando las cortes dar en la actual crisis de Europa un testimonio


público y solemne de perseverancia inalterable á los enemigos, de fran-
queza y buena fe á los aliados, y de amor y confianza á esta nación he-
roica, como igualmente destruir de un golpe las asechanzas y ardides
que pudiese intentar Napoleón en la apurada situación en que se halla,
para introducir en España su pernicioso influjo, dejar amenazada nuestra
independencia, alterar nuestras relaciones con las potencias amigas , ó
sembrar la discordia en esta nación magnánima, unida en defensa de
sus derechos y de su legítimo rey el señor Don Fernando VII, han venido
en decretar y decretan :


« 1° Conforme al tenor del decreto dado por las cortes generales y
extraordinarias en I o de enero de 1811 que se circulará de nuevo á los
generales y autoridades que el gobierno juzgare oportuno, no se reco-
nocerá por libre al rey, ni por lo tanto se le prestará obediencia, hasta
que en el seno del congreso nacional preste el juramento prescrito en el
artículo 173 de la constitución.


« 2° Asi que los generales de los ejércitos que ocupan las provincias
fronterizas sepan con probabilidad la próxima venida del rey, despa-
charán un extraordinario ganando horas, para poner en noticia del
gobierno cuantas hubiesen adquirido acerca de dicha venida, acompaña-
miento del rey, tropas nacionales ó extrangeras que se dirijan con S. M.
hacia la frontera, y demás circunstancias que puedan averiguar concer-
nientes á tan grave asunto, debiendo el gobierno trasladar inmediata-
mente estas noticias á conocimiento de las cortes.




594 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


« 3 o La regencia dispondrá todo lo conveniente y dará á los gene-
rales las instrucciones y órdenes necesarias, á fin de que al llegar el rey
á la frontera reciba copia de este decreto, y una carta de la regencia con
la solemnidad debida, que instruya á S. M. del estado de la nación, de
sus heroicos sacrificios, y de las resoluciones tomadas por las cortes
para asegurar la independencia nacional y la libertad del monarca.


« 4 o No se permitirá que entre con el rey ninguna fuerza armada. En
caso que esta intentase penetrar por nuestras fronteras, ó las líneas de
nuestros ejércitos, será rechazada con arreglo á las leyes de la guerra.


« 5 o Si la fuerza armada que acompañare al rey fuere de españoles,
los generales en gefe observarán las instrucciones que tuvieren del go-
bierno, dirigidas á conciliar el alivio de los que hayan padecido la des-
graciada suerte de prisioneros, con el orden y seguridad del estado.


» 6 o El general del ejército que tuviese el honor de recibir al rey, le
dará de su mismo ejército la tropa correspondiente á su alta dignidad y
honores debidos á su real persona.


« 7° No se permitirá que acompañe al rey ningún extrangero, ni aun
en calidad de doméstico ó criado.


« 8 o No se permitirá que acompañen al rey, ni en su servicio, ni en
manera alguna aquellos españoles que hubiesen obtenido de Napoleón, ó
de su hermano José, empleo, pensión ó condecoración de cualquiera
clase que sea, ni los que hayan seguido á los franceses en su retirada.


« 9 o Se confia al celo de la regencia el señalar la ruta que haya de se-
guir el rey hasta llegar á esta capital, á fin de que en el acompañamiento,
servidumbre , honores que se le hagan en el camino, y á su entrada en
esta corte, y demás puntos convenientes á este particular, reciba S.M.
las muestras de honor y respeto debidos á su dignidad suprema, y al
amor que le profesa la nación.


« 10° Se autoriza por este decreto al presidente de la regencia para
que en constando la entrada del rey en territorio español, salga á reci-
bir á S. M. hasta encontrarle y acompañarle á la capital con la corres-
pondiente comitiva.


« 11° El presidente de la regencia presentará á S. M. un ejemplar de
la constitución política de la monarquía, á fin de que instruido S. M. en
ella, pueda prestar con cabal deliberación y voluntad cumplida el jura-
mento que la constitución previene.


« 12° En cuanto llegue el rey á la capital vendrá en derechura al con-
greso á prestar dicho juramento, guardándose en este caso las ceremo-
nias y solemnidades mandadas en el reglamento interior de cortes.


« 13° Acto continuo que preste el rey el juramento prescrito en la
constitución, treinta individuos del congreso, de ellos dos secretarios,
acompañarán áS. M. á palacio, donde formada la regencia con la debida
ceremonia , entregará el gobierno á S. M. conforme á la constitución y
al artículo 2 o del decreto de 4 de setiembre de 1813. La diputación re-
gresará al congreso á dar cuenta de haberse asi ejecutado, quedando en
el archivo de cortes el correspondiente testimonio.


» 14° En el mismo dia darán las cortes un decreto con la solemnidad
debida, á fin de que llegue á noticia de la nación entera el acto solemne,
por el cual y en virtud del juramento prestado, ha sido el rey colocado
eoustitucionalmcnte en su trono, liste decreto después de leído en las
cortes se pondrá en manos del rey por una diputación igual á la prece-




APÉNDICES. 595


dente, para que se publique con las mismas formalidades que todos los
demás, con arreglo á lo prevenido en el artículo 14 del reglamento in-
terior de cortes.


« L o tendrá entendido la regencia del reino para su cumplimiento, y
lo hará imprimir, publicar y circular.


« Dado en Madrid á 2 de febrero de 1814. — (Siguen las firmas del
presidente y secretarios.) — A la regencia del reino. »


NUMERO 14.


Manifiesto de las corles á la nación española.


Españoles : Vuestros legítimos representantes van á hablaros con la
noble franqueza y confianza que aseguran en las crisis de los estados
libres aquella unión íntima, aquella irresistible fuerza de opinión contra
las cuales no son poderosos los embates de la violencia, ni las insidiosas
tramas de los tiranos. Fieles depositarios de vuestros derechos, no
creerían las cortes corresponder debidamente á tan augusto encargo, si
guardaran por mas tiempo un secreto que pudiese arriesgar ni remota-
mente el decoro y honor debidos á la sagrada persona del rey, y la tran-
quilidad é independencia de la nación : y los que en seis años de dura y
sangrienta contienda han peleado con gloria por asegurar su libertad
doméstica, y poner á cubierto á la patria de la usurpación extrangera,
dignos son, sí, españoles, de saber cumplidamente á donde alcanzan
las malas artes y violencias de un tirano execrable, y hasta qué punto
puede descansar tranquila una nación cuando velan en su guarda los re-
presentantes que ella misma ha elegido.


Apenas era posible sospechar que al cabo de tan costosos desengaños
intentase todavía Napoleón Bonaparte echar dolosamente un yugo á esta
nación heroica, que ha sabido contrastar por resistirle su inmensa fuerza
y poderío, y como si hubiéramos podido olvidar el doloroso escarmiento
que lloramos por una imprudente confianza en sus palabras pérfidas;
como si la inalterable resolución que formamos, guiados como por
instinto, á impulso del pundonor y honradez española, osando resistir
cuando apenas teníamos derechos que defender, se hubiera debili-
tado ahora que podemos decir tenemos patria, y que hemos sacado
las libres instituciones de nuestros mayores del abandono y olvido en
que por nuestro mal yacieran ; como si fuéramos menos nobles y cons-
tantes , cuando la prosperidad nos brinda, mostrándonos cercanos al
glorioso término de tan desigual lucha, que lo fuimos con asombro del
mundo y mengua del tirano en los mas duros trances de la adversidad,
ha osado aun Bonaparte, en el ciego desvarío de su desesperación, li-
sonjearse con la vana esperanza de sorprender nuestra buena fe con pro-
mesas seductoras, y valerse de nuestro amor al legitimo rey para sellar
juntamente la esclavitud de su sagrada persona y nuestra vergonzosa
servidumbre.


Tal ha sido, españoles, su perverso intento, y cuando, merced á
tantos y tau señalados triunfos, veíase casi rescatada la patria, y seña-
laba como el mas feliz anuncio de su completa libertad la instalación del
congreso en la ilustre capital de la monarquía, en el mismo dia de este




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
fausto acontecimiento, y al dar principio las cortes á sus importantes
tareas, halagadas con la grata esperanza de ver pronto en su senoal cau-
tivo monarca, libertado por la constancia española y el auxilio de los
aliados , oyeron con asombro el mensage , que, de orden de la regencia
del reino, les trajo el secretario del despacho de estado acerca de la ve-
nida y comisión del duque de San Carlos. No es posible, españoles,
describiros el efecto que tan extraordinario suceso produjo en el ánimo
de vuestros representantes. Leed esos documentos , colmo de la alevosía
de un tirano; consultad vuestro corazón, y al sentir en él aquellos mis-
mos afectos que lo conmovieron en mayo de 1808 , al experimentar mas
vivos el amor á vuestro oprimido monarca y el odioá su opresor in cuo,
sin poder desahogar ni en quejas ni en imprecaciones la reprimida indig-
nación, que mas elocuente se muestra en un profundísimo silencio,
habréis concebido, aunque débilmente, el estado de vuestros represen-
tantes cuando escucharon la amarga relación de los insultos cometidos
contra el inocente Fernando, para esclavizar á esta nación magná-
nima.


No le bastaba á Bonaparte burlarse de los pactos, atrepellar las leyes,
insultar la moral pública; no le bastaba haber cautivado con perfidia á
nuestro rey é intentado sojuzgar á la España, que le tendió incauta los
brazos como al mejor de sus amigos; no estaba satisfecha su venganza
con desolar á esta nación generosa con todas las plagas de la guerra y
de la política mas corrompida : era menester aun usar todo linage de
violencias para obligar al desvalido rey á estampar su augusto nombre
en un tratado vergonzoso; necesitaba todavía presentarnos un concierto
celebrado entre una víctima y su verdugo como el medio de concluir una
guerra tan funesta á los usurpadores como gloriosa á nuestra patria;
deseaba por último lograr por fruto de una grosera trama, y en los
momentos en que vacila su usurpado trono, lo que no ha podido con-
seguir con las armas , cuando á su voz se estremecían los imperios y se
veia en riesgo la libertad de Europa. Tan ciego en el delirio de su im-
potente furor, como desacordado y temerario en los devaneos de su
próspera fortuna, no tuvo presente Bonaparte el temple de nuestras
almas, ni la firmeza de nuestro carácter, y que si es fácil á su astuta
política seducir ó corromper á un gabinete ó á la turba de cortesanos ,
son vanas sus asechanzas y arterias contra una nación entera, amaestrada
por la desgracia, y que tiene en la libertad de imprenta y en el cuerpo
de sus representantes el mejor preservativo contra las demasías de los
propios y la ambición de los extraños.


Ni aun disfrazar ha sabido Bonaparte el torpe artificio de su política.
Estos documentos , sus mal concertadas cláusulas , las fechas, hasta el
lenguaje mismo descubren la mano del maligno autor, y al escuchar en
boca del augusto Fernando los dolosos consejos de nuestro mas cruel
enemigo, no hay español alguno á quien se oculte que no es aquella la
voz del deseado de los pueblos , la voz que resonó breves dias desde el
trono de Pelayo; pero que anunciando leyes benéficas y gratas promesas
de justa libertad nos preservó por siempre de creer acentos suyos los
que no se encaminaran á la felicidad y gloria de la nación. El ¡nocente
príncipe, compañero de nuestros infortunios, que vio víctima á la patria
de su ruinosa alianza con la Francia, no puede querer ahora bajo este
falso título sellar en este injusto tratado el vasallage de esta nación he-




APÉNDICES. 397


róica, que ha conocido demasiado su dignidad, para volverá ser esclava
de voluntad agena : el virtuoso Fernando no pudo comprar á precio de
un tratado infame, ni recibir como merced de su asesino el glorioso
título de rey de las Españas : título que su nación le ha rescatado, y
que pondrá respetuosa en sus augustas manos , escrito con la sangre de
tantas víctimas , y sancionados en él los derechos y obligaciones de un
monarca justo. Las torpes sospechas, la deshonrosa ingratitud , no pu-
dieron albergarse ni un momento en el magnánimo corazón de Fer-
nando, y mal pudiera, sin mancharse con este crimen, haber querido
obligarse por un pacto libre á pagar con enemiga y ultrajes los bene-
ficios del generoso aliado , que tanto ha contribuido al sostenimiento de
su trono. El padre de los pueblos, al verse redimido por su imitable
constancia, ¿ deseará volver á su seno rodeado de los verdugos de su
nación, de los perjuros que le vendieron, de los que derramaron la
sangre de sus propios hermanos , y acogiéndolos bajo su real manto,
para librarlos de la justicia nacional, querrá que desde alli insulten
impunes y como en triunfo á tantos millares de patriotas, á tantos
huérfanos y viudas como clamarán en derredor del solio por justa y
tremenda venganza contra los crueles parricidas? ¿ ó lograrán estos, por
premio de su traición infame, que les devuelvan sus mal adquiridos te-
soros las mismas víctimas de su rapacidad , para que vayan á disfrutar
tranquila vida en regiones extrañas, al mismo tiempo que en nuestros
desiertos campos, en los solitarios pueblos, en las ciudades abrasadas
no se escuchen sino acentos de miseria y gritos de desesperación ?


M< ngua fuera imaginarlo, infamia consentirlo : ni el virtuoso mo-
narca, ni esta nación heroica se mancharán jamas con tamaña afrenta,
y animada la regencia del reino de los mismos principios que han dado
lustre y fama eterna á nuestra célebre revolución, correspondió digna-
mente á la confianza délas cortes y de la nación entera, dando por
única respuesta á la comisión de! duque de San Carlos una respetuosa
carta dirigida al señor Don Fernando VII, en que guardando un deco-
roso silencio acerca del tratado de paz, y manifestando las mayores
muestras de sumisión y respeto á tan benigno rey, le habrá llenado de
consuelo, al mostrarle que ha sido descubierto el artificio de su opresor, y
que con suma previsión y cordura, ya al principiar el aciago año de 1811,
dieron las cortes extraordinarias el mas glorioso ejemplo de sabiduría y
fortaleza; ejemplo que no ha sido vano, y que mal podríamos olvidar
en esta época de ventura, en que la suerte se ha declarado en favor de
la libertad y la justicia.


Firmes en el propósito de sostenerlas, y satisfechas de la conducta
observada por la regencia del reino , las cortes aguardaron con circuns-
pección á que el encadenamiento de los sucesos y la precipitación misma
del tirano les dictasen la senda noble y segura que debían seguir en tan
críticas circunstancias. Mas llegó muy en breve el término de la incer-
tidumbre : cortos dias eran pasados, cuando se presentó de nuevo el
secretario del despacho de estado á poner en noticia del congreso de
orden de la regencia los documentos que habia traído D. José dePalafox
y Melci. Acabóse entonces de mostrar abiertamente el malvado designio
de Bonaparte. En el estrecho apuro de su situación, aborrecido de su
pueblo, abandonado de sus aliados, viendo armadas en contra suya á
casi todas las naciones de Europa, no dudó el perverso intentar sembrar




598 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


la discordia entre las potencias beligerantes, y en los mismos dias en
que proclamaba á su nación que aceptaba los preliminares de paz, dic-
tados por sus enemigos, cuando trocaba la insolente jactancia de su
orgullo en fingidos y templados deseos de cortar los males que babia
acarreado á la Francia su desmesurada ambición, intentaba por medio
de ese tratado insidioso , arrancado á la fuerza á nuestro cautivo mo-
narca, desuniros de la causa común de la independencia europea, des-
concertar con nuestra deserción el grandioso plan formado por ilustres
príncipes, para restablecer en el continente el perdido equilibrio, y
arrastrarnos quizá al horroroso extremo de volver las armas contra
nuestros fieles aliados, contra los ilustres guerreros que han acudido
á nuestra defensa. Pero aun se prometía Bonaparte mas delitos y es-
cándalos por fruto de su abominable trama : no se satisfacía con pre-
sentar deshonrados ante las demás naciones á los que han sido modelo
de virtud y heroísmo : intentaba igualmente que cubriéndose con la apa-
riencia de fieles á su rey los que primero le abandonaron, los que ven-
dieron á su patria, los que, oponiéndose á la libertad de la nación, minan
al propio tiempo los cimientos del trono, se declarasen resueltos á sos-
tener como voluntad del cautivo Fernando las malignas sugestiones del
robador de su corona, y seduciendo á los incautos, instigandoá Jos dé-
biles, reuniendo bajo el fingido pendón de lealtad á cuantos pudiesen
mirar con ceño las nuevas instituciones , encendiesen la guerra civil en
esta nación desventurada, para que, destrozada y sin alientos, se entre-
gase de grado á cualquier usurpador atrevido.


Tan malvados designios no pudieron ocultarse á los representantes de
la nación, y seguros de que la franca y noble manifestación hecha por la
regencia del reino á las potencias aliadas les habrá ofrecido nuevos tes-
timonios de la perfidia del común enemigo, y de la firme resolución en
que estamos de sostener á todo trance nuestras promesas, y de no dejar
las armas hasta asegurar la independencia nacional, y asentar digna-
mente en el trono al amado monarca, decidieron que era llegado el mo-
mento de desplegar la energía y firmeza, dignas de los representantes de
una nación libre, las cuales, al paso que desbaratasen los planes del ti-
rano , que tanto se apresuraba á realizarlos, y tan mal encubría sus per-
versos deseos, le diesen á conocer que eran inútiles sus maquinaciones ,
y que tan pundonorosos como leales, sabemos conciliar la mas respe-
tuosa obediencia á nuestro rey con la libertad y gloria de la nación.


Conseguido este fin apetecido, cerrar para siempre la entrada al per-
nicioso influjo de la Francia, afianzar mas y mas los cimientos de la
constitución tan amada de los pueblos, preservar al cautivo monarca, al
tiempo de volver á su trono, de los dañados consejos de extrangeros, ó
de españoles espurios, librar á la nación de cuantos males pudiera temer
la imaginación mas suspicaz y recelosa, tales fueron los objetos que se
propusieron las cortes al deliberar sobre tan grave asunto , y al acordar
el decreto de 2 de febrero del presente año. La constitución les prestó el
fundamento : el célebre decreto de I o de enero de 1811 les sirvió de
norma, y lo que les faltaba para completar su obra, no lo hallaron en
los profundos cálculos de la política, ni en la difícil ciencia de los legis-
ladores , sino en aquellos sentimientos honrados y virtuosos que ani-
man á todos los hijos de la nación española, en aquellos sentimientos
que tan heroicos se mostraron á los principios de nuestra santa insur-




APÉNDICES. 599
reccion, y que no hemos desmentido en tan prolongada contienda. Ellos
dictaron el decreto, ellos adelantaron, de parte de todos los españoles,
la sanción mas augusta y voluntaria, y si el orgulloso tirano se ha des-
deñado de hacer la mas leve alusión en el tratado de paz á la sagrada
constitución que ha jurado la nación entera, y que han reconocido los
monarcas mas poderosos; si al contrahacer torpemente la voluntad del
augusto Fernando, olvidó que este príncipe bondadoso mandó, desde su
cautiverio, que la nación se reuniese en cortes para labrar su felicidad ,
ya los representantes de esta nación heroica acaban de proclamar solem-
nemente, que, constantes en sostener el trono de su legítimo monarca,
nunca mas firme que cuando se apoya en sabias leyes fundamentales,
jamas admitirán paces, ni conciertos, ni treguas con quien intenta ale-
vosamente mantener en indecorosa dependencia al augusto rey de las
Españas, ó menoscabar los derechos que la nación ha rescatado.


Amor á la religión, á la constitución y al rey, este sea, españoles, el
vínculo indisoluble que enlace á todos los hijos de este vasto imperio ,
extendido en las cuatro partes del mundo, este el grito de reunión que
desconcierte como hasta ahora las mas astutas maquinaciones de los ti-
ranos , este en fin el sentimiento incontrastable que anime todos los co-
razones, que resuene en todos los labios, y que arme el brazo de todos
los españoles en los peligros de la patria. Madrid, 1 9 de febrero de 1 8 1 4 .
— ANTONIO JOAQUÍN PEBEZ , presidente. — ANTONIO DÍAZ , diputado
secretario. — JOSÉ MARÍA GUTIÉRREZ DE TERAN , diputado secretario.


NUMERO 1 5 .


Restauración de las piusas de Lérida, Mcquinenza y castillo de Mon-
zón. — Madrid, en la imprenta real, año de 1 8 1 4 . — Pág. 1 2 y 1 3 .


NUMERO 1 6 .


Podrá verse cuan ciertos fuesen estos planes en la representación que
llamaron délos Persas, hecha á S. M., y de la que hablaremos después,
por muchos de los diputados que tomaron parte en dichas tramas; seña-
ladamente en la página 5 6 desde donde empieza :


« Determinamos por primer paso separar la regencia.... » y acaba :
« Dictó la prudencia suspender nuestra deliberación.... »


Y en la pág. 57 toda ella hasta el fin desde donde dice : « Tratamos de
proponer la cesación de la regencia.... y poner al frente del gobierno....
á la infanta Doña Carlota Joaquina de Borhon ... »


NUMERO 1 7 .


.... exemplo trahenti
Perniciem veniens in ajvum.


HOKATII Carminum liber I I I , 5 .




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NUMEBO 18.


Decia S. M. en esta carta fecha en Valencia á 10 de marzo de 1814 :
« En cuanto al restablecimiento de las cortes, de que me habla la re-
gencia , como á todo lo que puede haberse hecho , durante mi ausencia,
que sea útil al reino, merecerá mi aprobación, como conforme á mis
reales intenciones. »


NUMERO 19.


Mémoires du maréchal Súchel, tom. 2, en las notas y documentos cor-
respondientes al cap. 2 1 , pág. 525.


.NUMERO 20.


Mémoires du maréchal Súchel, tom. 2 , pág. 377 y 378.


NUMERO 2 1 .


Tenia este papel, impreso en Madrid en la imprenta de Ibarra, año
de 1814, el título ó portada siguiente :


« J. (Jesús) M. (María) J. (José). »


« Representación y manifiesto que algunos diputados á las cortes or-
dinarias firmaron en los mayores apuros de su opresión en Madrid, para
que la magestad del señor Don Fernando el VII, á la entrada en España
de vuelta de su cautividad, se penetrase del estado de la nación, del
deseo de sus provincias y del remedio que creían oportuno : todo fue
presentado a S. M. en Valencia por uno de dichos diputados, y se im-
prime en cumplimiento de real orden. »


NUMERO 22.


Decreto de 4 de mayo de 1814.


Desde que la divina Providencia, por medio de la renuncia es-
pontánea y solemne de mi augusto padre, me puso en el trono de
mis mayores, del cual me tenia ya jurado sucesor el reino por sus
procuradores juntos en cortes , según fuero y costumbre de la nación
española usados de largo tiempo, y desde aquel fausto dia, que en-
tré en la capital en medio de las mas sinceras demostraciones de amor
y lealtad, con que el pueblo de Madrid salió á recibirme, imponiendo
esta manifestación de su amor á mi real persona á las huestes francesas,
que con achaque de amistad se habían adelantado apresuradamente hasta
ella, siendo un presagio de lo que un dia ejecutaría este heroico pueblo
por su rey y por su honra, y dando el ejemplo que noblemente siguie-




APÉNDICES. 401
ron todos los demás del reino; desde aquel dia , pues, puse en mi real
ánimo para responder á tan leales sentimientos y satisfacer á las grandes
obligaciones en que está un rey para con sus pueblos, dedicar todo mi
tiempo al desempeño de tan augustas funciones y á reparar los males á
que pudo dar ocasión la perniciosa influencia de un valido, durante el
reinado anterior. Mis primeras manifestaciones se dirigieron á la resti-
tución de varios magistrados, y de otras personas á quienes arbitraria-
mente se había separado de sus destinos ; pero la dura situación de
las cosas, y la perfidia de Bonaparte, de cuyos crueles efectos quise ,
pasando á Bayona, preservará mis pueblos, apenas dieron lugar á mas.
Reunida allí la real familia, se cometió en toda ella y señaladamente
en mi persona un tan atroz atentado, que la historia de las naciones
cultas no presenta otro igual, asi por sus circunstancias , como por la
serie de sucesos que allí pasaron; y violado en lo mas alto el sagrado de-
recho de gentes , fui privado de mi libertad , y de hecho del gobierno
de mis reinos, y trasladado á un palacio con mis muy caros hermano
y tio , sirviéndonos de decorosa prisión asi por espacio de seis años
aquella estancia. En medio de esta aflicción siempre estuvo presente
á mi memoria el amor y lealtad de mis pueblos, y era gran parte de
ella la consideración de los infinitos males á que quedaban expuestos,
rodeados de enemigos, casi desprovistos de todo para poder resistirles,
sin rey y sin un gobierno de antemano establecido, que pudiese poner
en movimiento y reunir á su voz las fuerzas de la nación, y dirigir su
impulso, y aprovechar los recursos del estado para combatir las con-
siderables fuerzas que simultáneamente invadieron la Península, y es-
taban pérfidamente apoderadas de sus principales plazas. En tan lasti-
moso estado expedí en la forma, que rodeado de la fuerza lo pude hacer,
como el único remedio que quedaba, el decreto de 5 de mayo de 1808,
dirigido al consejo de Castilla , y en su defecto á cualquiera chanci-
llería ó audiencia que se hallase en libertad, para que se convocasen las
cortes, las cuales únicamente se habian de ocupar por el pronto en pro-
porcionar los arbitrios y subsidios necesarios para atender á la defensa
del reino quedando permanentes para lo demás que pudiese ocurrir; pero
este mi real decreto por desgracia no fue conocido entonces , y aunque
lo fue después, las provincias proveyeron, luego que llegó á todas la
noticia de la cruel escena de Madrid por el gefe de las tropas francesas
en el memorable dia 2 de mayo, á su gobierno por medio de las juntas
que crearon. Acaeció en esto la gloriosa batalla de Bailen; los franceses
huyeron hasta Vitoria, y todas las provincias y la capital me aclamaron
de nuevo rey de Castilla y León, en la forma en que lo han sido los
reyes mis augustos predecesores. Hecho reciente de que las medallas
acuñadas por todas partes dan verdadero testimonio, y que han con-
firmado los pueblos por donde pasé á mi vuelta de Francia con la efusión
de sus vivas, que conmovieron la sensibilidad de mi corazón á donde se
grabaron para no borrarse jamas. De los diputados que nombraron las
juntas se formó ía central, quien ejerció en mi real nombre todo el poder
de la soberanía desde setiembre de 1808, hasta enero de 1810, en cuyo
mes se estableció el primer consejo de regencia , donde se continuó el
ejercicio de aquel poder hasta el dia 24 de setiembre del mismo año, en
el cual fueron instaladas en la isla de León las cortes llamadas generales
y extraordinarias, concurriendo al acto del juramento, en que prome-


m . 2 6




REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


tieron conservarme todos mis dominios como á su soberano , 104 dipu-
tados ; á saber : 57 propietarios y 47 suplentes, como consta del acta que
certificó el secretario de estado y del despacho de gracia y justicia Don
Nicolás María de Sierra. Pero á estas cortes , convocadas de un modo
jamas usado en España, aun en los casos mas arduos , y en los tiempos
turbulentos de minoridades de reyes , en que ha solido ser mas numeroso
el concurso de procuradores que en las cortes comunes y ordinarias, no
fueron llamados los estados de nobleza y clero , aunque la junta central
lo habia mandado , habiéndose ocultado con arte al consejo de regencia
este decreto y también que la junta le habia asignado la presidencia de
las cortes , prerogativa de la soberanía, que no habría dejado la regen-
cia al arbitrio del congreso, si de él hubiese tenido noticia. Con esto
quedó todo á la disposición de las cortes , las cuales, en el mismo dia de
su instalación y por principio de sus actas, me despojaron de la sobe-
ranía , poco antes reconocida por los mismos diputados, atribuyéndola
nominalmente á la nación , para apropiársela asi ellos mismos , y dar á
esta después , sobre tal usurpación, las leyes que quisieron , imponién-
dole el yugo de que forzosamente las recibiese en una nueva constitu-
ción , que sin poder de provincia , pueblo ni junta , y sin noticia de las
que se decían representadas por los suplentes de España ó Indias , es-
tablecieron los diputados , y ellos mismos sancionaron y publicaron
en 1812. Este primer atentado contraías prerogativas del trono, abusando
del nombre déla nación , fue como la base de los muchos que á este si-
guieron , y á pesar de la repugnancia de muchos diputados, tal vez del
mayor número, fueron adoptados y elevados á leyes que llamaron fun-
damentales , por medio de la gritería, amenazas y violencias de los que
asistían á las galerías de las cortes con que se imponía y aterraba, y á
lo que era verdaderamente obra de una facción, se le revestía del es-
pecioso colorido de voluntad general, y por tal se hizo pasar la de unos
pocos sediciosos que en Cádiz y después en Madrid ocasionaron á los
buenos cuidados y pesadumbres. Estos hechos son tan notorios , que
apenas hay uno que los ignore , y los mismos diarios de las cortes dan
harto testimonio de todos ellos. Un modo de hacer leyes tan ageno de
la nación española, dio lugar á la alteración de las buenas leyes con que
en otro tiempo fue respetada y feliz. A la verdad , casi toda la forma de
la antigua constitución de la monarquía se innovó, y copiando los prin-
cipios revolucionarios y democráticos de la constitución francesa de J791,
y faltando á lo mismo que se anuncia al principio de la que se formó en
Cádiz , se sancionaron, no leyes fundamentales de una monarquía mo-
derada , sino las de un gobierno popular con un gefe ó magistrado,
mero ejecutor delegado, que no rey , aunque al]i se le dé este nombre
para alucinar y seducir á los incautos y á la nación. Con la misma falta
de libertad se firmó y juró esta nueva constitución; y es conocido de to-
dos, no solo lo que pasó con el respetable obispo de Orense, pero también
la pena con que á los que no la firmasen y jurasen , se amenazó. Para pre^
parar los ánimos á recibir tamañas novedades, especialmente las respecti-
vas á mi real persona y prerogativas del trono, se procuró por medio de
los papeles públicos , en algunos de los cuales se ocupaban diputados de
cortes, y abusando de la libertad de imprenta establecida por estas, hacer
odioso el poderío real, dando á todos los derechos de la magestad el nom-
bre de despotismo, haciendo sinónimos los de rey y déspota, y llamando




APÉNDICES. 405


tiranos á los reyes; al mismo tiempo en que se perseguía á cualquiera que
tuviese firmeza para contradecir, ó siquiera disentir de este modo de pen-
sar revolucionario y sedicioso, y en todo se aceptó el democratismo, qui-
tando del ejército y armada y de todos los establecimientos, que de largo
tiempo habían llevado el título de reales, este nombre, y sustituyendo el
de nacionales, con que se lisonjeaba al pueblo, quien á pesar de tau per-
versas artes conservó con su natural lealtad los buenos sentimientos que
siempre formaron su carácter. De todo esto, luego que entré dichosa-
mente en el reino, fui adquiriendo fiel noticia y Conocimiento, parte por
mis propias observaciones, parte por los papeles públicos, donde hasta
estos dias con impudencia se derramaron especies tan groseras é infames
acerca de mi venida y de mi carácter, que aun respecto de cualquier otro
serian muy graves ofensas, dignas de severa demostración y castigo. Tan
inesperados hechos llenaron de amargura mi corazón, y solo fueron parte
para templarla las demostraciones de amor de todos los que esperaban mi
venida , para que con mi presencia pusiese fin á estos males, y á la opresión
en que estaban los que conservaron en su ánimo la memoria de mi persona,
y suspiraban por la/verdadera felicidad de la patria. Yo os juro y prometo
á vosotros, verdaderos y leales españoles, al mismo tiempo que me com-
padezco de los males que habéis sufrido, no quedareis defraudados en
vuestras nobles esperanzas. Vuestro soberano quiere serlo para vosotros,
y en esto coloca su gloria, en serlo de una nación heroica que con hechos
inmortales se ha grangeado la admiración de todas y conservado su liber-
tad y su honra. Aborrezco y detesto el despotismo; ni las luces y cultura
de las naciones de Europa lo sufren ya, ni en España fueron déspotas
jamas sus reyes, ni sus buenas leyes y constitución lo han autorizado,
aunque por desgracia de tiempo en tiempo se hayan visto, como por
todas partes y en todo lo que es humano, abusos de poder, que ninguna
constitución posible podrá precaver del todo, ni fueron vicios de la que
tenia la nación, sino de personas, y efectos de tristes pero muy rara
vez vistas circunstancias, que dieron lugar y ocasión á ellos. Todavía
para precaverlos cuanto sea dado á la previsión humana, á saber, con-
servando el decoro de la dignidad real y sus derechos , pues los tiene de
suyo,y los que pertenecen á los pueblos, que son igualmente inviolables,
yo trataré con sus procuradores de España y de las Indias , y en cortes
legítimamente congregadas, compuestas de unos y otros, lo mas pronto
que, restablecido el orden, y los buenos usos en que ha vivido la nación
y con su acuerdo han establecido los reyes mis augustos predecesores,
las pudiere juntar, se establecerá sólida y legítimamente cuanto convenga
al bien de mis reinos para que mis vasallos vivan prósperos y felices en
una religión y un imperio estrechamente unidos en indisoluble lazo:
en lo cual y en solo esto consiste la felicidad temporal de un rey y un
reino que tienen po/ excelencia el título de Católicos; y desde luego se
pondrá mano en preparar y arreglar lo que parezca mejor para la reu-
nión de estas cortes, donde espero queden afianzadas las bases de la
prosperidad de mis subditos, que habitan en uno y otro hemisferio.
La libertad y seguridad individual y real quedarán firmemente aseguradas
por medio de leyes, que afianzando la pública tranquilidad y el orden,
dejen á todos la saludable libertad, en cuyo goce imperturbable,
que' distingue á un gobierno moderado de un gobierno arbitrario y
despótico, deben vivir los ciudadanos que estén sujetos á él. De esta




404 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


justa libertad gozarán también todos, para comunicar por medio de la
imprenta sus ideas y pensamientos, dentro, á saber, de aquellos límites
que la sana razón soberana é independientemente prescribe á todos, para
que no degenere en licencia, pues el respeto que se debe á la religión y
al gobierno , y el que los hombres mutuamente deben guardar entre sí,
en ningún gobierno culto se puede razonablemente permitir que impu-
nemente se atropelle y quebrante. Cesará también toda sospecha de di-
sipación de las rentas del estado, separando la tesorería de lo que se
asignare para los gastos que exijan el decoro de mi real persona y fa-
milia , y el de la nación á quien tengo la gloria de mandar, de la de las
rentas que con acuerdo del reino se impongan y asignen para la con-
servación del estado en todos los ramos de su administración : y las
leyes que en lo sucesivo hayan de servir de norma para las acciones de
mis subditos, serán establecidas con acuerdo de las cortes. Por manera
que estas bases pueden servir de seguro anuncio de mis reales intencio-
nes en el gobierno de que me voy á encargar, y harán conocer á todos,
no un déspota, ni un tirano, sino un rey y un padre de sus vasallos.
Por tanto, habiendo oido lo que unánimemente me han informado per-
sonas respetables por su celo y conocimientos, y lo que acerca de cuanto
aqui se contiene se me ha expuesto en representaciones que de varias
partes del reino se me han dirigido, en las cuales se expresa la repug-
nancia y disgusto con que asi la constitución formada en fas cortes
generales y extraordinarias, como los demás establecimientos políticos
de nuevo introducidos son mirados en las provincias, y los perjuicios y
males que han venido de el los, y se aumentarían si yo autorizase con mi
consentimiento, y jurase aquella constitución; conformándome con tan
decididas y generales demostraciones de la voluntad de mis pueblos, y
por ser ellas justas y fundadas, declaro, que mi real ánimo es no sola-
mente no jurar, ni acceder á dicha constitución, ni á decreto alguno de
las cortes generales y extraordinarias, y de las ordinarias actualmente
abiertas; á saber : los que sean depresivos de los derechos y prerogativas
de mi soberanía establecidas por la constitución y las leyes , en que de
largo tiempo la nación ha vivido, sino el declarar aquella constitución
y decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno,
como si no hubiesen pasado jamas tales actos, y se quitasen de en medio
del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y subditos, de cualquiera
clase y condición, á cumplirlos ni guardarlos. Y como el que quisiere
sostenerlos y contradijese esta real declaración, tomada con dicho
acuerdo y voluntad, atentaría contra las prerogativas de mi soberanía y
la felicidad de la nación, y causaría turbación y desasosiego en estos
mis reinos, declaro reo de lesa magestad á quien tal osare é intentare,
y que como á tal se le imponga pena de la vida, ora lo ejecute de hecho,
ora por escrito, ora de palabra moviendo ó incitando ó de cualquier
modo exhortando y persuadiendo á que se guarden y observen dicha
constitución y decretos. Y para que entre tanto se restablece el orden,
y lo que antes de las novedades introducidas se observaba en el reino,
acerca de lo cual sin pérdida de tiempo se irá proveyendo lo que con-
venga, no se interrumpa la administración de justicia, es mi voluntad,
que entre tanto continúen las justicias ordinarias de los pueblos que se
hallan establecidas, los jueces de letras á donde los hubiere, y las au-
diencias , intendentes y demás tribunales de justicia en la administra-




APÉNDICES. 405


cion de ella, y en lo político y gubernativo los ayuntamientos de los
pueblos, según de presente están, y entre tanto se establece lo que con-
venga guardarse, hasta que oidas las cortes que llamaré, se asiente el
orden estable de esta parte del gobierno del reino. Y desde el dia que
este mi decreto se publique, y fuere comunicado al presidente que á la
sazón lo sea de las cortes, que actualmente se hallan abiertas, cesarán
estas en sus sesiones; y sus actas y las de las anteriores y cuantos expe-
dientes hubiere en su archivo y secretaria ó en poder de cualesquiera in-
dividuos, se recojan por la persona encargada de la ejecución de este mi
real decreto, y se depositen por ahora en la casa de ayuntamiento de la
villa de Madrid , cerrando y sellando la pieza donde se coloquen : los li-
bros de su biblioteca se pasarán á la real, y á cualquiera que tratare de
impedir la ejecución de esta parte de mi real decreto , de cualquier modo
que lo haga, igualmente le declaro reo de lesa magestad, y que como á
tal se le imponga pena de la vida. Y desde aquel dia cesará en todos los
juzgados del reino el procedimiento en cualquiera causa que se hallare
pendiente por infracción de constitución , y los que por tales causas se
hallaren presos ó de cualquier modo arrestados, no habiendo otro motivo
justo según las leyes, sean inmediatamente puestos en libertad. Que asi
es mi voluntad por exigirlo todo asi el bien y la felicidad de la nación.


Dado en Valencia, á 4 de mayo de 1 8 1 4 . — Yo EL BEY. — Como se-
cretario del rey con ejercicio de decretos, y habilitado especialmente
para este. — PEDBO DE MACANAZ.


NUMEHO 2 3 .


No es ya de nuestra incumbencia hablar de estas causas y persecucio-
nes. Hijas al principio de la iniquidad mas insigne, continuaron del
mismo modo hasta su terminación, que fue en las mas por medio de una
providencia gubernativa condenando á presidios y destierros , ó encer-
rando en conventos á varones dignísimos, después de haberlos ajado
villanamente, y afligido con todo género de tropelías y molestias. Tres
comisiones, escogidas sucesivamente entre los mayores adversarios de
los perseguidos, no osaron condenarlos. Ordenó Fernando por sí mismo
lo que repugnaron fallar hombres feroces y sedientos de venganza. Ne-
cesitaríase la pluma de un Tácito para pintar ciertos rasgos y sucesos
de aquel tiempo, dignos en esta parte de ponerse al lado de los de un
Tiberio ó de un Calígula, y de hacer con ellos buen juego.


NUMEHO 2 4 .


Asi sucedió en la causa formada al brigadier (hoy mariscal de campo)
Don Juan Moscoso, en la cual, al paso que acusaban á otros de sus com-
pañeros por haber hablado en favor de la constitución, motejaban en él
su reserva y silencio, fundando en estas cualidades un cargo que repu-
taba el fiscal merecedor de la pena de muerte. Cosa que recuerda lo que
pone L. An. Séneca en la tragedia de Edipo, act. 3 , en boca de Creon ,
que dice: Ubi non licel lacere, quid cuiquam licet ?




406 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


NüMERO 25.


Parece que entonces no se quiso en España sino acabar de un golpe
con toda su flor, á la manera de lo que expresa Tácito en la Vida de Agrí-
cola , hablando de Domiciano : « Non jam per intervalla ac spiramenla
temporum, sed continuó et velut uno ictu rempublicam exhausit. »


NUMERO 26.


\tvo¡ /3a«),eúK, r¿v Aíe£e>ii ixx'Jn- « Torbellino manda, habiendo sido
expulsado Júpiter. » (Aristófanes, comedia de las Nubes. )




N O T A J I ' S T I F I C A T I V A


SOBRE


UN HECHO IMPORTANTE.


En una obra que se publica en Paris en lengua francesa bajo el título-
de Memorias del príncipe de la Paz , ha querido darse una desmentida a
lo que dijimos en el primer tomo y libro de esta historia respecto de una
comisión que tuvo en Londres Don Agustín Arguelles por los años
de 1806. En comprobación de la verdad de lo que entonces referimos,
insertamos aqui íntegra una carta documentada del mismo señor Ar-
gue l l e s , cuyo original conservamos en nuestro poder.


Madrid, 12 de abril de 1837.


Querido Toreno : No puedo explicar á V. lo que me ha sorprendido la
nota impresa del tomo 4° de las Memorias del príncipedelaPaz, pág. 210 ,
que V. rne incluye en su estimada carta,


Es incomprensible que el autor de dichas Memorias niegue lo que pasó
entre los dos, estando vivo el que afirmándolo no oree tener menor de-
recho á ser creído que el que lo contradice. Si él es un caballero en su
patria, V. sabe muy bien que yo lo soy igualmente en ella; y este ca-
rácter de nacimiento en ambos, anterior é independiente de vicisitudes
humanas, me impone el deber de vindicar y sostener como cierto lo que
comuniqué á V. en Londres en junio de 1 8 0 8 , y le repetí después en
varias ocasiones. Una sencilla relación de las principales circunstancias
del hecho, que se intenta oscurecer con artificio en la referida nota ,
pondrá á V. en estado de juzgar con conocimiento de causa de la verdad
de lo que aseguré á V. en la primer época en Inglaterra y después re-
petidas veces en España.


Hacia fines de setiembre de 1 8 0 6 , un dia á cosa de las diez de la ma-
ñana me llamó á su despacho en la caja de consolidación el señor Don
Manuel Sixto Espinosa, y quedando á solas los dos, me dijo en sustancia
lo que sigue :


«Acabo de llegar de Aranjuez, y es preciso que V. se disponga para
ir a Londres á una comisión importante y de la mayor reserva. A fin de
asegurar esta reserva me he comprometido á que V. se encargue de la
comisión , por lo mismo que V. no llamará la atención con su salida ds
aqui ni con su permanencia en aquella capital. La pérdida de Buenos Ai-
res no puede menos de acarrear una catástrofe en la América, y de resul




408 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
tas la bancarrota del estado, si no se ataca prontamente el mal reconci-
liándonos con los ingleses. Asi lo he declarado francamente en Aran-
juez , añadiendo que yo no podia continuar al frente de la caja en medio
de tantos Tiestos como se iban á correr con \a. yjto\ongac\or\deVa guerra
con Inglaterra. De resultas se ha convenido en intentarlo del mejor
modo que sea posible. »


V. me ha oido diferentes veces hablar de mi sorpresa al verme de-
signado por el señor Espinosa para una comisión semejante, siendo yo
tan joven, sin experiencia de negocios, y con tan poca propensión á
entrar en ellos. Finalmente, después de resistirlo cuanto pude, cedí con
indecible repugnancia á sus reflexiones y salí de su despacho á disponer
mi viage. El 3 de octubre por la mañana me llevó el señor Espinosa en
su propia berlina á casa del príncipe de la Paz. Tengo muy presente que
en la escalera hallamos que bajaba el señor Noriega entonces tesorero
general, con quien se detuvo minutos el señor Espinosa. Noté que este
último señor,habiendo hablado con una persona, al parecer como secre-
tario , entró sin preceder recado, y yo me quedé en una antesala. A poco
rato la misma persona me hizo pasar adelante, y hallé en un salón in-
mediato al príncipe de la Paz con el señor Espinosa, ambos en pie.
Como era la primera vez que yo veia al príncipe de cerca , le observé con
suma atención y recuerdo todavía muy distintamente su fisonomía, su
tono de voz y hasta que tenia vestida una bata de seda de color oscuro.
Después de haberme recibido con mucho agrado me dijo con muy poca
diferencia lo siguiente:


« Ya el señor Don Manuel ha enterado á V. de la naturaleza del en-
cargo que se le. confia. Aprovechándose V. de las recomendaciones que
V. lleve procurará V. persuadir á aquellos magnates (expresión que
tengo muy presente) de que el gobierno está muy deseoso y dispuesto á
entrar en negociaciones; y que admitirá gustoso cualquiera persona
debidamente autorizada que quieran enviar al intento; y asegúreles V.
desde luego que este gobierno no pondrá ninguna condición, sino una
satisfacción por el insulto de las fragatas. V. se entenderá en derechura
con el señor Don Manuel avisando sin pérdida de momento cuanto V.
adelante, y en su consecuencia se le autorizará á V. para cuanto sea
necesario y conveniente, según las circunstancias lo exigieren. Por lo
que me ha informado el señor Don Manuel, no dudo que V. corres-
ponderá á esta confianza con todo celo, actividad y reserva. »


Contesté del mejor modo que me fue posible, y recuerdo también que
el señor Espinosa, al volvernos en su berlina, se manifestó muy satis-
fecho del modo como yo me habia expresado. Al dia siguiente 4 de
octubre por la mañana, salí en posta para Lisboa donde entregué en
propia mano al conde de Campo Alange, nuestro embajador en aquella
corte, la carta de que acompaño copia autorizada en debida forma, pues
acaba de hallarse y existe original en el archivo de nuestra legación.
Antes de embarcarme recibí cartas del señor Espinosa en que me encar-
gaba que lo hiciese sin pérdida de momento, y aprovechando el primer
paquete salí para Falmouth, no obstante que me hallaba en cama con
calentura. Desde Londres avisé puntualmente al señor Espinosa cuanto
mehabian contestado las personas con quienes hablé, lo que consta y




NOTA JUSTIFICATIVA. 409


se conserva original en el expediente respectivo, archivado con los
demás pertenecientes á la correspondencia extrangera de aquel estableci-
miento.


De esta relación resulta que la comisión ha existido. Ni los términos
en que me fue conliada, ni las circunstancias que la acompañaron, ni las
intenciones con que pueda publicarse hoy la nota en que intenta oscurecer
la verdad el autor de las Memorias pueden destruir el hecho. Yo no pude
inventarle. Tan joven entonces, pues tendría poco mas de veintiocho
años, sin ningún carácter público que me hiciese conocido, siéndolo del
señor Espinosa por una casualidad; entregado, como V. sabe, al estudio
de libros y materias poco á propósito para hacer fortuna en ninguna
carrera; reducido á un corto círculo de amigos, que V. conocía bien,
modestos todos ellos y aficionados como yo á la vida retirada y labo-
riosa: ¿cómo era posible que yo fraguase encargo semejante? Me
abstengo de bacer otras reflexiones en un punto en que la evidencia del
hecho ni las reclama, ni las necesita. Espero que esta relación sea sufi-
ciente para que V. pueda vindicar el aserto de su obra, y si V. consi-
derase conveniente aprovecharse de esta carta, autorizo á V. para que
haga de ella y del documento adjunto el uso que su prudencia le dicte.


Celebraré que V . se conserve bueno y que disponga como guste del
corazón de su afectísimo amigo Q. B. S. M. — AGUSTÍN ABGUELLES. —
Excelentísimo señor conde de Toreno.


o Legación de S. M. católica en Lisboa. — Copia de un despacho del
príncipe de la Paz de tres de octubre mil ochocientos seis al excelentísimo
señor conde de Campo Alange, entonces embajador de S. M. católica en
esta corte. — Excelentísimo señor : Don Agustín Arguelles, que va á
esa ciudad con el objeto de embarcarse para Londres a tratar de nego-
cios de su propio interés, lleva al mismo tiempo un importante encargo
reservado del real servicio; y asi espero que V. E. se servirá no sola-
mente proporcionarle los medios deque pase prontamente á su destino,
sino también facilitarle los auxilios que pendan de su autoridad y las re-
comendaciones oportunas. Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid, á
tres de octubre de mil ochocientos seis. — El príncipe DE LA P A Z . —
Señor conde de Campo Alange. — Don Evaristo Pérez de Castro y Colo-
mera , del consejo de estado, caballero gran cruz de la real y distinguida
orden española de Carlos III, gran cruz de la orden de Cristo en Portu-
gal, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de S. M. católica
Doña Isabel II cerca de S. M. fidelísima Doña María II, etc., etc. — Cer-
tifico que la copia que antecede de un despacho del príncipe de la Paz,
dirigido al señor conde de Campo Alange con fecha de tres de octubre
de mil ochocientos seis es auténtica y literal y la firma la j>ropia del refe-
rido príncipe de la Paz de mí bien conocida, cuya copia he hecho sacar
á mi vista del original existente en el archivo de esta legación de mi
cargo : y para que conste lo firmo y sello con el sello de mis armas en
Lisboa, á veinticinco de febrero de mil ochocientos treinta y siete. —
EVABISTO PEHEZ DE CASTBO. —(Hay un sello.)— Don Ildefonso Diez
de Rivera, conde de Almodóvar, secretario de estado y del despacho de
la guerra é interino del de estado, etc., etc. — Certifico que la firma que
antecede es verdadera y la misma que usa siempre en sus escritos el
señor Don Evaristo Pérez de Castro, enviado extraordinario y ministro




410 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


plenipotenciario de S . M . católica, cerca de S . M . fidelísima la reina de
Portugal. Madrid , diez y ocho de marzo de mil ochocientos treinta y
siete. —El conde de A L M O D O V A B . — Corresponde con su original, que
me ha sido exhibido por el señor Don Agustín Arguelles, á quien lo
devolví, y firmó su recibo, de que doy fe y á que me remito. Y para
que conste donde convenga , á su instancia yo el infrascrito escribano
de número de esta villa de Madrid pongo el presente que signo y firmo
en ella á primero de abril de mil ochocientos treinta y siete. — DON
CLAUDIO SANZ Y BABEA. —Recibí el original.— AGUSTÍN ARGUELLES.
— Legalización. — Los escribanos del número de esta M . H. villa de
Madrid que aqui signamos y firmamos, damos fe que el doctor Don
Claudio Sanz y Barea por quien va dado y signado el testimonio que an-
tecede es tal escribano del número, nuestro compañero como se titula
y nombra, y en actual ejercicio de su destino, y para que conste donde
convenga damos la presente sellada con el de nuestro cabildo en Madrid,
fecha ut supra. — ( Hay un sello. ) — JOSÉ GARCÍA VÁRELA. — MARTIN
SANTIN Y VÁZQUEZ.— MIGUEL MARÍA S I E R R A . — D O N LUIS MAYANS ,
ministro togado de primera instancia en esta M . EL villa de Madrid.—
Certifico que Don Martin Santin y Vázquez, Don José García Várela y Don
Miguel María Sierra por quien va autorizada la legalización anterior son
tales escribanos de número de esta misma villa é individuos de su cabildo
como se titulan y nombran, los cuales desempeñan sus respectivos oficios.
Y para que conste donde convenga firmo esta en Madrid á primero de abril
de mil ochocientos treinta y siete. — Luís M A Y A N S . — Don JoséLan-
dero, notario mayor de los reinos y secretario del despacho de gracia y
justicia de España é Indias, etc., etc. — Certifico : que Don Luis Mayans
por quien aparece autorizado el documento que precede es tal juez de
primera instancia de Madrid como se titula, y de su puño y letra al pa-
recer la firma que pone. Y para que conste doy el presente en Madrid á
cinco de abril de mil ochocientos treinta y siete.—JOSÉ LANDERO.—Don
José María Calatrava, secretario de estado y del despacho, presidente
del consejo de ministros, etc., etc., etc. — Certifico que Don José Lan-
ífero por quien va autorizada la anterior partida es tal secretario de estado
y del despacho de gracia y justicia como se titula, y la firma que pone a'
su final de su puño y letra. Y para que conste doy el presente en Madrid
á seis de abril de mil ochocientos treinta y siete. — (Hay un sello.)—JOSÉ
MARÍA CALATRAVA. — Primera secretaría de estado. — Registrado
núm. 445. — « Nous , ambassadeur de S. M. le roi des Français près
S. M. Catholique, certifions véritable la signature ci-dessus de M. José
Maria Calatrava, premier secrétaire d'état de S. M. Catholique et pré-
sident du conseil des ministres. Madrid, le 8 avril 1837.—Pour M. l'am-
bassadeur, et par autorisation. —Le premier secrétaire d'ambassade.—
E. DROUYN DE LHUY.»


Y si el autor de las Memorias ha perdido la suya sobre un hecho de
tamaña entidad, ¿ qué crédito podrán merecer los demás sucesos que relata
en su obra?


El público ha hecho ya justicia de esta, considerándola como uua
fastidiosa compilación falta de verdad é interés histórico, y desnuda de
todo mérito literario; no queriendo por lo tanto nosotros manchar las
páginas de nuestra historia, destinada á un objeto grandioso, con res-




NOTA JUSTIFICATIVA.
ponder ápersonalidades que nos tocan, falsas ó ridiculas, comunes
todas y expresadas en lenguaje vulgar; por otra parte maltratados en
dichas Memorias con casi todos los hombres célebres y dignos que ha
contado la España desde Carlos III acá, holgámonos de estar en medio
de compañía tan buena y honrosa, y solo nos dolemos de que el príncipe
de la Paz, nada versado en letras, haya querido aparecer convertido en
autor al fin de su carrera, poniendo á ella funesto colmo, y sirviendo de
instrumento torpe y ciego á tres ó cuatro de sus antiguos aduladores ó
secuaces, verdaderos componedores de las Memorias, quienes escudados
con el nombre del príncipe han derramado en su obra á manos llenas la
hiél y las falsedades, desfigurando sin recato alguno la historia entera
del reinado de Carlos IV.


F I N D E L T O M O T E R C I i K O Y U L T I M O .




I N D I C E G E N E R A L .


TOMO I.


Causa del Escorial pág. 12
Entrada de Junot en Portugal 20
Fuga de la familia real del Brasil 22
Entrada de Dupont en España • 26
Primera conmoción en Aranjuez 4 1


Segunda. Prisión de Godoy ¿¡3
Abdicación de Carlos IV 46
Conmoción en Madrid 4 7
Entrada de Murat en la capital -̂'i
Venida á Madrid del rey Fernando. ihid.
Salida del rey para Burgos 64
Su llegada á Bayona 68
Dos de mayo 77
Renuncia Je Carlos IV en Napoleón 88
Levantamiento en Asturias 9 9


de Galicia 106
de Santander 111
de León y Castilla la Vieja 113
de Sevilla. 116


Sucesos de Cádiz. Muerte del general Solano 120
Bendición de la escuadra francesa 124
Levantamiento de Granada ia5


de Extremadura 128
de Cartagena y Murcia i 3 i
de Valencia i33


Matanza de los franceses en esta capital
Suplicio del canónigo Calvo i3o.
Levantamiento de Aragón t4°


de Cataluña i4-¡
de las Baleares ! 4 5


Sublevación en Portugal contra los franceses i52
Napoleón renuncia la corona de España en José 158
Congreso y constitución de Bayona 162
Entrada de José en España 1 7 !




ÍNDICE GENERAL. 413


Derrota de Cabezón Pág- >7 2
Acción del Bruch en Cataluña. 176
Entrada de Dupont en Andalucía 181
Expedición de Moncey contra Valencia i85
Defensa de esta capital. 188
Saqueo de Cuenca por Caulaincourt ig4
Batalla de Rioseco 198
Entrada de José' en Madrid 202
Batalla de Bailen 207
Salen de Madrid los franceses 216
Primer sitio de Zaragoza 2 I 9
Fin de este sitio a 36
Embisten los franceses la plaza de Gerona, y son vencidos 240
Venida de tropas inglesas á Portugal al mando de sir Arturo Wellesley. ifo
Acción de Roliza 2 4 4
Batalla de Vimeiro ^47
Juramento de las tropas españolas en Langeland al mando del marques


de la Rumana y su vuelta ¿ España 258
Proclamación solemne de Fernando "VII en Madrid 266
Instalación de la junta central en Aranjuez 270
Acción de Lerin 282
Entra Napoleón en España 287
Acción de Zornova ibid.
Batalla de Espinosa 290
Acción de Burgos 2g3
Entrada de Napoleón en esta ciudad 296
Batalla de Tudela 299
Paso de Somosierra por los franceses 3o2
Napoleón sobre Madrid : capitulación 3o5
Asesinato del general San Juan 3io
Retirada del conde de Alacha 3i3
Llega la junta central á Sevilla 3 1 7
Sale Napoleón de Chamartin en seguimiento de los ingleses 32o
Batalla de la Coruña. Muerte del general Moore 333
Vuelta de Napoleón á Francia 338
Ataque de Tarancon 33g
Batalla de Ucle's 341
Silio de Rosas 34<3
Batalla de Lunas ó Cardedeu 35o
Batalla de MOIÍDS de Rey 352
Segundo sitio de Zaragoza 353
Capitulación de esta ciudad 363
Declaración de las Amé"ricas en favor de la causa de la Península. . . . 3jo
Tratado de la junta central con Inglaterra 372




4 1 4 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Ataque de Mora Pág. 377
Batalla de Medellin 38t
Batalla de Valls en Cataluña 3ga
Ataca Romana en Villafranca del Vierzo á los franceses 4°5
Derrota del general Fournier 4°8
Derrota del general Maucune 4 ' 2


Entrada de Soult en Oporto 4'3
Recóbralo Wellesley 4'^
Acción del puente de San Payo 4 '9
Prisión del general Franceschi 4 2 0


TOMO II.


Decreto de la junta central anunciando el restablecimiento de las
cortes 5


Apodérame los franceses de Juca y de Monzón 6
Son rechazados en Mequinenza 7
Salen de Monzón, y no pueden recobrar esta plaza 9
Batalla de Alcañiz 11
Batalla de María i 3
Batalla de Belehite i 5
Conspiración de Barcelona contra los franceses 16
Batalla de Talayera ?5
Batalla de Almonacid 34
Sitio de Gerona 44
Honrosa capitulación de esta plaza 60
Muerte del gobernador Alvarez 61
Convocatoria de las cortes para el i" de marzo j 5
Paz entre Napoleón y el Austria 76
Batalla de Tamames 78
Batalla de Ocaña 8}
Acción de Medina del Campo 86
La de Alba de Termes 87
Prisión de Palafox y Montijo 89
Decreto de la central para trasladarse á la isla de León 91
Divorcio de Napoleón gi
Su nuevo enlace con la archiduquesa María Luisa ibid.
Invasión de las Andalucías o4
Entran las franceses en Jaén y Córdoba 97
Retírase á los puertos la junta central 98
Ocupan los franceses á Granada y Sevilla 101
Sitia Victor la isla gaditana io3
Alborotos de Málaga ibid.




ÍNDICE GENERAL. 413


Disolución ríe la junta central, y nombramiento de la primera regencia. 104
Junta de Cádiz Pág-
Intiman los franceses la rendición i esta plaza i ;¡i
Sitio y defensa de Astorga 120
Invasión del reino de Valencia ia3
Amaga Suchet sitiar esta ciudad y tiene que retirarse 124
Descalabro de Duhesme en Cataluña 127
Acción de Vique y defensa de Hostalrich ibid.
Sitio de Lérida i3o
De Mtquinenza < . . . . , . i3a
Toma Víctor el castillo de Matagorda 133
Tentativa para libertar al rey Fernando 14^
Sitio de Ciudad Rodrigo i47
Campaña de Masséna en Portugal i 5 |
Combate del Coa y sitio de Almeida 157
Acción de Busaco , 162
Expediciones de Porlier en las costas del norte 169
Acción de Baza 178
Sorpresa de la Bisbal 184
Acción de Ulldecona 188
Expedición de Renovales á la costa cantábrica ig5
Decreto activando la convocación de cortes 198
Modo de elegir los diputados 199
SeAálase para su reunión el i'\ de setiembre 206
Su instalación 208
Decreto de 24 de setiembre ai4
Venida del duque de Orleans á Cádiz 220
Altercado con el obispo de Orense sobre la prestación del juramento. . 221
Revueltas en Ame'rica 225
Decreto de las cortes en t 5 de octubre sobre este negocio 237
Discusión acerca de la libertad de imprenta ibid.
Nombramiento de nuevos regentes del reino 249
Incidente del marques del Palacio ibid.
Alborotos en Nueva España 260
Cierranse las cortes en la isla para trasladarse á Cádiz. . . . . . . . . 264
Retirada de Masscna á Santaren 267
Muerte del marques de la Romana 270
Toma de Olivenza por los franceses 272
Acción de Castillejos . 27^
Sitio de Badajoz por los enemigos ibid.
Acción de Gévora ó del Guadiana 276
Muerte del gobernador de Badajoz Metiacho 277
Batalla de Chiclana ó de la Barrosa 281
Bombardeo de Cádiz 285




416 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.


Sigue Masse'na su retirada Pág. 291
Recobro de Olivenza por los aliados 294
Batalla de Fuentes de Oñoro 296
Evacúan á Almeida los franceses 298
Batalla de la Albuera 3oi
Acción de Cogorderos y muerte del general Valletaux. 317
Sorprende Mina un convoy en Arlaban 3i8
Sitio y toma de Tortosa por los franceses 319
Reencuentro de Figuerola 326
Quema de Manresa , 3>f)
Sorpresa y toma de Figueras por los españoles 332
Sitio y toma de Tarragona por Suchet 336
Recobran los franceses á Figueras 354
Viage de José á Paris y su regreso 36a
Abren las cortes sus sesiones en Cádiz 366
Creación de la orden de San Fernando 370
Decreto de la abolición de señoríos 3^8
Expedición de Blake á Valencia 38o
Acción de Zújar 382
Invade Suchet el reino de Valencia 384
Reencuentros en Soneja y Segorbe 388
Toman los enemigos el castillo de Oropesa ibid.
Sitio de Murviedro por Suchet 389
Batalla de Sagunto 391
Rendición del castillo 3g4
Toma de las Medas por Lacy 3g5
Ataque de Igualada y rendición de los franceses en Cervera 3y6
Ríndese al barón de Eróles la guarnición de Bellpuig 397
Queda prisionera la guarnición francesa de Calatayud 4 ° °
Rinde Mina una columna enemiga en Plasencia de Gallego 4°3
Acción de Ballesteros junto á San Roque 4°4
Sorpresa de Bornos por el mismo 4°^


TOMO III .


El gobernador de Ciudad Rodrigo prisionero de Don Julián Sánchez. 7
Acción de Arroyomolinos 9
Sucesos militares en Valencia i5
Bombardeo de esta ciudad por Suchet 24
Toma de la misma 26
Muerte de Don Martin de la Carrera en Murcia 31
Entran en Peñíscola los enemigos 32
Sitio de Tarifa 33
Sitio y toma de Ciudad Rodrigo por los aliados 35




ÍNDICE GENERAL. 41'


La comisión de constitución presenta á las cortes su proyecto. . . Pág.
Examen de sus principales artículos
Manifiesto contra las cortes escrito por Don Miguel de LardizábaL . . .
Alboroto contra el diputado Valiente
Carta de la princesa Carlota de Portugal á las cortes j
Nombramiento de nueva regencia 5
Promúlgase la constitución 7
Combates de Villaseca, AltafuUa y Roda 78
Nueva entrada de los franceses en Asturias 8
Varios individuos de la junta de Burgos ajusticiados por los franceses. . 8
Otro convoy pillado por Mina, y muerte del secretario de José' 81
Muerte de Don Gregorio Cruchaga 8!
Sitio y toma de Badajoz por Lord Wellington S
Acción del Guadalete 9
Guerra entre Francia y Rusia 9 +
Sociedades secretas de España 99
Hambre en Madrid 10
Abusos de la libertad de imprenta 10
Tentativa de restablecimiento de la inquisición 10
Convocatoria de las cortes ordinarias 11
Campaña de Salamanca 11
Batalla de Salamanca , ó de los Arapiles 11
Betirase José de Madrid, y lo ocupan nuestras tropas 12
Rendición de Astorga á los españoles 12
Evacuación de Santander ibid
Levántase el sitio de Cádiz. 129
Entrada de Cruz Mourgeon en Sevilla i3
Queda libre Córdoba i3
Entra en Granada la división de Anglona i3
Robo de pinturas por los franceses en Sevilla I3i
Acción de Castalia i3l
Renuncia el conde del Abisbal el cargo de regente i 4
Toma Drouet el castillo de Chinchilla ífc
Entrada de los aliados en Burgos i4"
Nombran las cortes general en gefe á Lord Wellington i 4 <
Desobediencia de Ballesteros, y sus resultas i5
Retíranse los aliados de Burgos y Madrid i5
Vuelve José á Madrid y se dirige á Castilla la Vieja ibid
Entra de nuevo Lord Wellington en Portugal 1E
Ocupan otra vez á Madrid José y los suyos i5¡
Va Lord Wellington á Cádiz 161
Suprimen las cortes el voto de Santiago 16:
Mediación de los ingleses en las desavenencias de América 17
Tratados de alianza con Rusia y Succia 17


1 1 1 . 27




418 REVOLUCIÓN DE ESPAÑA.
Abolición del santo oficio de la inquisición Pág. 178
Reforma de regulares : 186
Nueva elección de regentes del reiDÓ. . , 1 9 1
Conducta del nuncio de S. S. sobre el decreto contra el santo oficio. . 204
Causa formada á varios canónigos de Cádiz 2o5
Extrañamiento del nuncio 206
Segunda acción de Castalia 224
Deja Wellington á Portugal y emprende su nueva campana 227
Vuelan los franceses el castillo de Burgos y abandonan la ciudad. . . . 2З0
Evacúan á Madrid los franceses por última vez 2З2
Robo de pinturas y otros efectos 2ЗЗ
Batalla de Vitoria, y presa de ricos equipages 2З8
Sitio de San Sebastian y Pamplona 247
Evacuación de Valencia por Suchet 251
Abandonan los franceses á Zaragoza 253
Derrota del general Paris por Mina ibid.
Toma de San Sebastian por los ingleses, y su ruina y saqueo 265
Victoria de San Marcial por los españoles 26S
Rindese el castillo de San Sebastian 2 6 9
Evacúa Suchet la plaza de Tarragona ibid.
Combate del paso de Ordal 271
Cierran sus sesiones las cortes extraordinarias 280
Abrense de nuevo con ocasión de la fiebre amarilla. . . . . . . . . . . 281
Cesan por último en 20 de setiembre 282
Instálense las cortes ordinarias 284
Su traslación y la del gobierno á Madrid 288
Pasan los ejércitos coligados el Bidasoa ibid.
Recobran los españoles á Pamplona 292
Pasan las tropas aliadas el Nivelle 295
Movimientos y combates en el Nive. . _ 299
Ríndense Morella y Denia i los españoles 3o3
Venida de la regencia y las cortes á Madrid 3o5
Tratado de Napoleón con Fernando en Valencey 3i 1
Llegada del duque de San Carlos á Madrid
Decreto de 2 de febrero de 1814, y manifiesto que le acompañó З17
Discurso del diputado Reina З19
Proyecto de Van­Halen para sacar de poder de los franceses varias


plazas de Cataluña З23
Toma de Lérida, Mequinenza y Monzón З24
Ríndese el castillo de Jaca,. З27
Paso del Adour por las tropas aliadas З28
Batalla de Orthez ЗЗ2
Deja Napoleón en libertad á Fernando . 336
Entra este en España 338




ÍNDICE GENERAL. 419


F IN .


Impostura del fingido Audinot. Pág. 342
Batalla de Tolosa 347
Caída de Napoleón 351
Entra el rey en Valencia 35y
Representación de los diputados llamados persas 359
Prisión en Madrid de la regencia, ministros y varios diputados 363
Decreto de 4 de mayo 364
En Irada del rey en Madrid 365




E R R A T A S .


TOMO SEGUNDO.


PAGINA. LINEA. DICE. LEASE.


1Ò1 opinión que adquirió opinión que adquirió eré-
crédito con haber después dito con divulgarse dcs-
abrazado el partido.... pues, si bien falsamente,


que habia abrazado ei
partido....


TOMO TERCERO.


io 4 de Santa Clara


26 •i de Santa Ursula


28 »4 Rubet


63 28 ( Habia el Don Miguel de
Lardizàbal sido indivi-
duo.... )


OS 38 Corroux


94 i3 de


id. lili. Oltemburgo


i 7 3


308


3 , -


33


~T "Ifctfdazi


nùéi^V


4 1


V,
V


•è
/


de la Trinidad


de Corpus Christi


Hubert


( Aludia i creer el orador
equivocadamente que
Dun Miguel de Lardi/á-
bal habia sido indivi-
duo.... )


Conroux


del


Oldemburgo


Bardaji


mera


TARIS. — EN LA IMPRENTA DE CASIMIR ,
calle de la Vieille-Monnaie, »» 42.