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CONSIDERAOI01TES






SOBRE "JI. SIT1JJl.CIOM


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11IPR¡¡~TA llR J¿S~' TAULÓ, eULE DE LA. TAPtl'{..• ~ · •
1840. .:


......






r
PROLOGO.


Cuando las pasiones rugen con feroz
bravura, cuando los partidos se dispu-
tan la arena con tanto encarnizamien-
to, dift'cil es que puedan hacerse escu»
chal', ni siquiera oir , los templados


.acentos de la razon tÍ imparcialidad.
Esta consideracion me ha hecho caer
repetidas veces la pluma de la mano, y
hubiera sucumbido al desaliento, ti. no
refleocionar que mi escrito tenia un me-
rito que nunca deja de producir algun
buen efecto, porque ejerce poderoso as-
cendiente sobre el entendimiento .r el
corazon : este mérito consiste en ser Ja




sencilla c.rprcsiot: de coruncctones pro-
fundas , el eco fiel de sentimientos ge-
nerosos y puros.


Quien se complazca . en denuestos
contra las perso;lás y en calificacionrs
odiosas de las opiniones, no lo busque
aqui: yo respeto dem. asiatlo ti los hom-
bres para que me atreua ti insultarlos,
y se contemplar con serena calma el
vasto circulo eu que Miran las O¡Ji-
nioncs , porque 1/0 tengo la necia P'>:
suncion de que puedan ser verdade-
ras solamente las mias, JYo es esto dc-
cir, que en medio de opiniones dignas
de respeto, no 'vea lamentables c.ctra-
vios , .r hasta monstruosos delirios; mas
en tal caso aborrezco el error, no al
que yerra, y me compadezco de todo
corazori del e.rtraniado y del delirante.


Como no me p,'opongo escribir un a
historia, ni siquiera un res timen , y st
unicamente presentar algunas rp;flexio-
nes que me Ita sugerido la atenta olJ-
sernacioti de nuestras 'vicisitlUlcs ; 110 me
»ere precisado por lo comun , ti descere-




del' al examen de llCc1IOs particulares,
terreno donde tan difi'cil es caminar por
el sendero de la 'l/cnZad, sin. que se
den por oferuZúZas personas determina-
das; ora sea porque se Zas haya de pre-
sentar' como culpables, si no se quieren
1)/tlnerar los derechos de la r azon. y de
La justicia; ora porque habiendo de po-
ner en claro su falta de tilla ode pre-
uision , lzaya de sentirse Lastimado su
amor propIO.


Extraño ti todos los part idos, y exen-
to de odios y rencores, no pronuncinre
una sola pal.alna que pueda excitar La
discordia, ni provocar la venganza; y
sea cual fuere el resultado de tantos
»a¡ ucncs como agitan a esa nacion Iles-
-nenturada , siempre podre decirme con
la entera satisfaccion {le un.a conciencia
tranquila ; "no has pisado el linde pres-
crito por la lc.y , uo has c.casperado Los
animos, no has atizado el incendio, no
has contribuido ti que scvertiera un a
gola de san[;'I'e, ,ti a que se derramara
Hila sola lágrima. _., .






rIIENE1'<10S ya la paz, es decir, qne ha ce-
sado ya la efusion de sangre; pero la ver-
dadera paz, aquella paz en (Jue <l la som-
bra del suave imperio de la ley, y hajo el
benéfico influjo de una política grande, leal,
cuerda y previsora, se reparan las gr¡¡ndes
injusticias, se protegen los intereses legíti-
mas, se calman las pasiones, se concilian
los ¡ínimos, horrando de esta manera la
sangrienta huella de la discordia, asentan-
do sobre firme y anchurosa basa el sosiego
de la nacion , y derramando la semilla de
su prosperidad y gr¡¡ndeza; esta paz, esta
verdadera pal, ¿la tendrémos?


Fatig-ado el cora zou con tan larga cade-




la
na de infortunios, y lastimado con tanto:
padecimientos, como que busca un inst.mt,
de reposo y consuelo, abri<;ndose de huel
grado ,i Iisongeras espcranzas; pero la meno
te recordando tan amargos deseugaúos , ti·
mida y suspicaz il fuerza de escarmientos,
da cn torno de si una escudriñadora mira-
da, recuerda lo pasado, comp.lralo con J(
presente, y cotejando tiempos con tiempos
hombres con hombres, cosas can cosas, des
linda y aprecia sus semejanzas y sus dife-
rencias, esforzándose por penetrar en la
oscuridad del porvenir. Y este ¿cuál serti :
¿qué eSpCl"anZaS uos alientan ? ¿qué peligro:
nos amenazan? ¿qUl: males nos aquejan
¿que circunstancias nos rodean?


Meditemos profundamente sobre nues-
tra situacion , sin hacernos gra tas ilusione:
que se disipen en hrcve , conozcamos •
fondo nuestros males , que mal pueden se
remediados si no son conocidos; pero guar
démonos tambicn de exagerados, y de es
parcir de esta manera el desaliento y la de
sespnranion. El corazon del hombre nccc
sita resortes, y en medio del infortunio e




11
poderoso resorte la esperanza; y si todos
Jos hombres de Lien llegasen ¡í perderla
¿qué sería de nosotros?


Pero, clue? se me dira , ¿soñais todavía
en un porvenir de venturas? ¿ treinta aíios
de calamidades no bastan para desalentar
al hombre mas animoso? A esto responderé
que si la sociedad española no ha de pere-
cer, su reorganización es una necesidad, y
una necesidad de un modo ú otro se sa-
tisfacc. Por 10 demas nadie se figure que
yo sueiio en un porvenir venturoso, y que
vengo ápresentar un cuadro agradable, lle-
nando de falsedad su fondo, y deslumbran-
do la vista con mentidos colores; el curso
del escrito conven cera al lector de 10 COIl-
Irario : la realidad es muy triste, y asi las
pinceladas halagüeñas seran muy pocas; en
Sil mayor parte serán sombr ías , y cuando
la verdad exigiere qu¿ sean negras, negras
serán. He aquí una prueba:


La Heyna está en meuoría , la Constitu-
eion es reciente, grandes y antiguas insti-
tuciones o han desaparecido del todo, ó
han sufrido considerable menoscabo, la ad-




lZ
ministracion eSÍ<t completamente desorga-
nizada, la legislación es un caos, el déficit
un ahismo, la guerra civil ha dejado eu pos
de si horribles regueros de sangre y de
ceniza, las revueltas y los escándalos han
esparcido por do quiera abundante gérmen
de inmoralidad y desérden ; siguen enco-
nados los ánimos, alarmadas las conciencia s,
en choque las opiniones, en lucha grandes
intereses; ,tIa vista de la espaciosa arena
que van á presentar las delicadas y tran-
cendentales cuestiones que sobre tantos ra-
mos deben resolverse cuanto antes, estan
ya en maligno acecho las pasiones crimina-
les, con sus fines perversos, sus miras mez-
quinas, sus palabras falaces, y sus medios
aleves; y para colmo de infortunio , mer-
ced á tan recios sacudimientos corno ha
sufrido la nación por espacio de siete años,
cuanto abriga de mas abyecto y daüino
la sociedad, sobrenada ahora en su super-
ficie, como en tiempos calurosos hormiguean
en un lago cenagoso y revuel to enj auib res
de réptiles y de insectos.


La razou de acuerdo COIl la experiencia,




15
ha puesto fuera de duda las grandes ven-
tajas, mejor diremos , la necesidad de la
sucesion hereditaria en las monarquías;
pero este excelente sistema adolece por
desgracia de un achaque gravísimo, y que
no es posible evitar de ninguna manera:
que en las cosas humanas no cabe perfec-
cion cumplida, ni es dable alcanzar gran-
des Lienes sin tropezar al propio tiempo
en considerables inconvenientes: hablo de
las menorías.


Durante este espacio, que aun en aque-
llas épocas tranquilas en que las sociedades
recorren derroteros bonancibles, es siem-
pre trabajoso para las naciones, sirve de
medio para evitar, ú al menos disminuir
los males, todo cuanto contribuye á qne
se acerque ,1 la realidad la respetable y
necesaria ficcion legal de que el trono está
ocupado, cuando en rigor podría decirse
que está vacante. De esta manera se alcan-
za en lo posible el objeto que se propone
la ley de sucesion hereditaria, cual es ase-
gurar invariabilidad y consistencia al su-
premo poder del estado, poniéndole en




Lf-
cuanto eabe, fuera del torbellino de las yi-
cisitudes humanas , y cerrando sin espe-
ranza la puerta <i las locas pasiones de los
hombres.


En llenar mas ó menos cumplidamente
tamaño objeto, iníiuyen la calidad de las
personas de que se echa mano para ejercer la
regencia, y las instituciones que rodean el
trono. Por lo que toca á personas, es siem-
pre importante que sea una sola, si posible
fuere de real estirpe, y la que ofrezca menos
sospechas de miras interesadas, y menos
eventualidades de cesacion 6 amovilidad; es
decir, aquella en que mas se verifique que la
institucion pasagera se parezca á la perma-
nente, la dignidad del mando á la mages-
tad del trono, el regente al rey.


Cuando la historia estime en su justo
valor las causas que han concurrido asos-
tener el trono de Isabel, cuando se la pre-
guntará, como fué posible que no se hun-
diera un trono combatido por tantos y tan
poderosos elementos, y no pereciese con
él una causa que en su propio seno ahri-
:gaba tantos gérmenes de muerte, entre




15
otros mudws hechos indicara uno en el
que 110 se ha reparado bastante, y al que
se baya fal vez atrihuido pOlo algunos una
influenci.l IIlU y diversa. Este hecho es> que
durante la guerra no ha cambiado nunca
de manos la regencia, siendo notable que
en tantos trastornos políticos , como se han
sucedido, durante el largo espacio de tan
porfiada lucha, un instinto de conserva-
cían atinadamente combinado con la caba-
llerosa generosidad del carácter español, se
han opuesto siempre en este punto, á la
insolencia y á las tramas de las pasiones, y
partidos.


Ni hay pOI'qne mentar enfáticamente la
juventud y el sexo; esto habria podido ser
un pretexto para la ambician, ó un tropie-
zo para miope política; pero ¿se ha pensado
bastante en que si las riendas del mando
se hubieran escapado por un momento de
las manos de la augusta Viuda, en el tor-
bellino que arrebataba, cambiaba y trans-
formaba todas las instituciones religiosas
politicas y civiles, una vez sujetada la re-
gencia á accion tan varia, tan activa y de-




16
sorganizudcrn , habria perdido de golpe to-
da su estabilidad, se hubiera franqueado la
puerta á la ambicion, y convertido el mau-
do supremo en mudable empleo, hubiera
sido elblanco de todos los ataques, siendo
entonces escalado tan alto puesto de la
propia manera que lo han sido Jos minis-
terios? Y á buen seguro que si ahora he-
mos visto al poder siempre flaco, y á ve-
ces casi ahogado, hubiéramos presenciado
entonces una perenne dislocación en el
centro del mando, y combinándose esta
con tantos elementos disolventes como á
la sazon desplegaban su energía, herida de
muerte la causa de la Reina en los órganos
mas vitales, se hubiera completado quizás
la disolucion que tan adelantada estuvo
ya repetidas 'veces, y se hubiera allanado
el camino al triunfo de D. Cárlos.




17


CON respecto ~; la debilidad del poder,
ya que acabo de tocar materia tan gra-
ve, diré en pocas palabras lo que pienso.
Mucho se ha hablado sobre este punto,
y á. la verdad no sin motivo; porque
efectivamente esta debilidad es la enferme-
dad radical de que adolecemos tiempo ha,
y de que podríamos todavía adolecer por
largo espacio. Se han culpado estas ú él(jue-
llas personas, se han seilalado como cau-
sas estos ú aquellos sistemas, pero pres-
cindiendo de la mayor ó'menor verdad
que en todo eso pueda mediar, me pa-
rece que pa ra ver las cosas en su verda-
dero punto de vista, es menester levan-
tarse á mayor altura.


En efecto, la historia cnseún y la razón
demuestra , que para debilitarse en gran


2




18
manera el poder, basta ó una menoría, ó
una guerra de sucesion, ó una revoluciono
Cualquiera de estas tres ca usas, aunque
obre enteramente sola, es suficiente pa-
ra producir tan funesto efecto; porque
bien claro es que la revolucion se dirige
en derechura á combatir' al poder en su
esencia, atacando principalmente al ser
moral que llamamos autoridad, gobierno;
y las menorías, y las guerras de sucesion ,
por solo llevar consigo la eventualidad de
mudanzas, ó personales ó dinásticas, en-
trañan por necesidad cierta disposicíou,
para que durante tal espacio 110 pueda al-
canzar el poder la necesaria firmeza.


Si esto es ti na verdad, qne nadie po-
drá nega rme, ni disputarme siquiera, ¿qué
debia suceder en nuestra desgraciada pa-
tria, que por una combinacion la mas in-
fausta ha tenido que sufrir á la vez, una
menoría, una guerra de sucesion, y una
revolucion? y esa menoría muy larga, y
esa guerra de sucesion muy tenaz, y esa
revolucion muy profunda? ¿Cémo era po-
sible que el poder no fuera débil en ex-




19
u-omo , y no se le viera repetidas veces
.ihogado , desfallecido, moribundo? No, no
es extraúo ; lo quc sí es muy admirable,
10 que hace el mas aIto honor ;í la sensa-
tez espa úola , es que haya podido conser-
varse de un modo ú otro, aunque no fuera
,l veces mas que un mero simulacro.


Desde la muerte de Fernando, el po-
der fué débil, Y por necesidad, porque
desde entonces empezaron la menoría, la
guerra de sucesion y la revoluciono ¿La
revolucion i' SI., la revoluciou , y anda
muy equivocado quien señale su primer pe-
riodo al año 35. ¿Qué son las revoluciones
sino grandes trastornos en que se hunden
las instituciones antiguas? y desde que ba-
jo al sepulcro el monarca no empezaron á
temblar vivamente, y con recio sacudimien-
to, todas nuestras instituciones antiguas?' y
no podrá decirse que desde entonces comen-
zó la revolucion? A contar desde el falleci-
miento del rey, ¿qué fue el ministerio de
Zea sino un penoso comhate, ó mas bien una
angustiosa agonía ? su caida y la de su
sistema ¿ fué acaso otra cosa que la ruina


*




90
de un edificio, bajo cuyos cimientos abre
el terremoto anchurosas hendiduras .'


El señor lila rtinez de la Rosa al ocu-
par el espinoso puesto (fllC la cuida del
señor Zea habia dejado vacante, se pro-
puso cnt ra r eu el ca:r.iIlO de las reformas,
orillando el abismo de las revoluciones: así
lo expresaba de continuo en sus discur-
sos, y así lo deseaba sin duda su cora-
zon. Pero j vanos esfuerzos! el ministro
clamaba por las reformas, conjuraba sin
cesar la revolucion, negaba que la re-
volucion existiese; pero la revolucion
existia , y estaba allí, y crnpexaba á le-
vantar su mano de hierro, y ;f desenvol-
ver sus formas colosales, y con asombro
del ministro se iba extendiendo y agigan-
tando cual la terrible sombra a los ojos
de Edipo: ella era la que le combatia ,
acosaba, agoviaba en aquella tribuna, don-
de la fuerza y gl'avedad de las circuns-
tancias le arrancaban aquellos magníficos
discursos, aquellas brillantes improvisacio-
nes, que si producían escaso efecto po-
lítico, servian cuando menos para cimeri-




21
tal' mas y mas su bien sentada reputacion
de literato ilustre, de orador elocuente.


Pero se me dira ¿acaso con el Estatuto
ya existia la rcvolucion? ¿ las revolucio-
nes no van de abajo arriba? ¿ Y el Esta-
tuto no vino de arriba abajo? mas yo afirmo
y con toda seguridad, y estoy cierto que
todos los hombres sensa tos convendrán
conmigo , que el Estatuto vino en cierto
modo lambicn <le abajo, porqne el go-
hierno fUI: arrastrado ,1 publicarle POl'
aquella fuerza terrible que empezaba á lle-
var rodando delante de 51. cuanto se le
oponia. Con el Estatuto se verificó un
cambio poh tico, y gravisimo, y muy radi-
cal, ¿y se hubiera dado este paso, ó al
menos 11:) se huhiera ¡¡plaz¡¡do para mas
tarde', ,1 no ser por la apremiadora fuer-
za de bs circunstancias? yo apelo confia-
damente :í la buena fe del hombre que
se hallaba á la sazou al frente de ]05 ne-
gocios públicos; estoy seguro 'Iue su con-
ciencia le rcsponrlcr.i qne no.


Lo que sncedió cn el año 3:; y siguien-
les, nud it: lo i;nora: la revoluciou (llIe y,l




22
existia antes, se llamó entonces con su
verdadero nombre, y prosiguió estrepi-
tosamente su camino. El poder continuó
débil, como era muy natural; y poe mas
cargos que se puedan hacer á los hombros
que desde aquella época empuñaron su-
cesivamente las riendas del mando, me
parece que seria injusto achacarles de qll e
fueran precisamente ellos quienes debili-
taron el poder. Es preciso hacer justicia,
ellos le heredaron muy déhil, casi nulo.
Esta debilidad se 11a ido prolongando con
mas Ó menos vicisitndes, con síntomas
mas ó menos alarmantes , y ¡ doloroso es
decirlo ~ continua aun; porque es mas cla-
ro que la luz del dia, que ese ser lUO-
ral que se llama gobiemo, pues que yo
prescindo enteramente de personas, esui
muy léjos de tener toda aquella fuerza
que necesita para llenar el alto objeto ¿[
que está destinado. ¿Y esta fuerzn la ad-
quirirá? continuemos reflexionando.




25


Sr se quiere que alcance á llenar su oh.
jeto un gohierno aplicable ,r grandes masas,
es menester que se le asegure siempre
un gran caudal de fuerza; y como esta
si ha de ser provechosa y duradera, es
inseparable de la estabilidad, ser.i muy
difícil que sea fuerte un gobierno que
este; sujeto con sobrada frecuencia á mo-
dificaciones y mudanzas. Resulta de aquí,
que si en una menoría , las instituciones
<lúe rodean el trono, y que forman corno
su valla, llevaren en su propia naturaleza
el g<h'men de continua variacion , y vivo
movimiento, se complican mas y mas las
dificultades, abriéndose ancho campo para
manifestar su tacto y prevision los ver-
daderos hombres de estado.


Cuando una ley fundamental cuenta





largo espacio de duraeiou, como por ejem-
plo la Constitucioll ingksa, es corno un
arhol antigno, que tiene ya en el suelo
asiento anchuroso, y extendidas y profun-
das raices ; robusta entonces por si misma,
venerable por su an Ligüedad, nutrida con
el jugo del propio ter-rcno , avicnese muy
naturalmente con las ideas, usos y cos-
tumbres de los pueblos, y trabada fuerte-
mente con todo el sistema de legislaeion,
y con las demas insti tu clones , no solo "CS
bastante para resistir los empujes de los
partidos que se agitan en torno de c]Ja,
sino que comunica á cuanto la rodea su
propia consistencia y firmeza. No sucede
así en tratándose de una constitucíon re-
ciente, pues por mas que se le haya dado
el carácter de inviolabilidad, con la dclibe-
racion de un cuerpo legislativo, con la
sanción del monarca, con la religion del
juramento, y con la publicaciou solemne,
es sin embargo imposible que inspire de
repente á los pueblos aquella profunda ve-
neraeion, obra de largo tiempo, hija del
hábito no de un mandato, emanada de los




25
sentimientos del corazon , mas hicn que de
las refle\iolll's : y como es claro (jlle no ha
tenido todavía lugar de proporcionar be-
neficios seusiblcs , no selia grangcado ;¡que-
]J¡¡ viva gratitud, qne engenclra amor, y ex-
cita entusiasmo.


Débil, como todo lo rccien nacido, in-
funde con su fiD (lueza recelos ;í sus amigos,
y esperanzas ,í sus ad versarios , y si p;¡ra
colmo de infortunio hubiere corrido la
sangre al tiempo de su formaciou , si en su
misma CUIla Imhierc sido n cecsm-io defen-
derla con las armas en la m ano , y si se
hubiere presentado á la luz del dia en me-
dio de una atmósfera sohrecargada de ele-
mentos de discordia, aud;¡ acompaúado su
nombre de recuerdos desagradahles, y es
menester que quien se encargne del timan
del estado eche mano de mucha sagacidad
y cordura, para calmar la cxaspcracion de
los ,í]limos, y disipar temores y descon-
fianzas.


Estas son las cansas de que entre noso-
tros lomen ciertas cuestiones jan alta im-
portilnci<l, clcv.l ndosc digarnoslo ¡¡si ,( la




SG
altura misma de la ConsLitueion. Siempre
se oyen inculpaciones de que se atenta
contra la Constitucion, siempre se esta gri-
tando qne peligra la Constitucion, yen las
discusiones del Congreso sobre la ley de
ayuntamientos, hemos visto con cuan lo
empeño se ha tratado de traer la cuestion
al terreno de la ley fundamental. Prescin-
diré de la maYal" ó menor sinceridad que
mediaría en semejantes carsos, pnes no igno-
ro que los partidos eclun mano del primer
objeto que se ofrece, con tal que puedan
herir á sus adversn cios ; pero ciertamente
<¡ue no usarian de tal argumento, si no co-
nocieran que es arma que puede fácilmente
lastimar. O sino hagamos la contraprue}xl:
por acalorada que fuera una con tienda pa 1'-
lamentaria , ¿se verifica ria esto en Inglaterra,
ni aun en Francia? seguramente que no:
y ¿porqué? porque en Inglaterra la ley fun-
damental cuenta siglos de duracion , Y cn
Fruncia aunque no suceda asi, no deja el
gobierno representativo de estar Iiastante
arraigado, y aun la Carta en la formn <]ll('
actualmente tiene, data desde el aúo 181"0,





es decir, que no es de mucho tan reciente
como la nuestra.


La prensa periódica de acuerdo con la
tribuna parlamentaria están reclamando de
continuo que se pongan en armonía con la
Constitucion las demas leyes, dando en
cuanto cabe la misma direccion á la edu-
cacion é instruccion de los pueblos; y en
esto al paso que expresan una necesidad, sí
es que se quiera asegurar á la ley funda-
mental alguna consistencia, recuerdan em-
pero un hecho bien doloroso, aunque evi-
dente; y es que se ha de emprender nada
menos (Iue la delicada obra de cambiar bue-
na parte del sistcrni de legislacion, y de
variar las ideas y costumbres de la nacion
espaúola. Un escritor profundo ha compara-
do la coustitucion de un estado á la com-
plexion del individuo, asi como la admi-
nistracion al n:gimeu de vida, y bien claro
es qne si dable fuera cambiar de repente
la complexion de un individuo, como para
ello hubiera sido necesario alterar la natu-
U!CZiI, proporcinll 'j curso de los humores,
variaudu oul\lllifil:dlldo la construcción de




:28
los órganos vitales, seria indispensable andar
á los principios con mucho tiento en el régi-
men, paraque la salud y hasta la vida del pa-
ciente no corrieran peligros muy inminentes.


No dudo que en esta parte convendrtin
conmigo lodos lbs hombres de estado, y
por viva que sea su fe en los principios y
sistemas que sirvieron de base y norma
para la formacion del código fundamental,
por firme que sea su conviccion de que se
hizo de ellos una aplicaeion juiciosa yacer-
tada, por mas esperanzas que alimenten
de los beneficios que de la Constitucion
puede reportar la nacion española, no po-
drán menos de confesar que atendida la
naturaleza y organizacion de los poderes
por ella creados, y el estado de nuestras
ideas y costumbres, podrian sobrevenir
violentos choques, terribles tormentas, la-
mentables catastrefes, si por infaustas com-
binaciones acaeciere que la dirección de los
negocios püblicos quedase encomendada
pOlo algun tiempo, á manos poco hállilc.>,
Ó á merced de la maligna iuspira cion de
intenciones siniestras.




Es cierto (Iue en ningullo de los paises
de Enrllpa, aun de los mas acostumbra-
dos ;í la libertad politica , no se halla una
Constitueion tan pop1l1ar romo la nuestra.
Este hecho lleva consigo la necesidad
(le que las le lCS org:lllicas es Uhl [lenas
de previsiou y cord u ra , y de que el re-
gimcn administrativo sea vigoroso y se-
vero. Esta ascrcion la ex l rañar.in aquellos
que piensan que proporcionar y armonizar
todos los ramos con la Consti tucio n , es si-
nónimo , de ensanchar pero no lo juzgarán
así los que saben, quc cuando Una consti-
tucion pone enjuego muchos agentes, que
de su yo en t rañan gran fuerza J es ne-
cesario que las leyes org,[nicas y a drninis-
tratíva s rcgulcn y tcmplen el movimiento,
form;índole como un carril para que no se
desvic de la dirección conveniente, y no
produzca sacudimientos y trastornos. Si
esto pareciese extraño á algunos lectores,
si no alcanzaren ;í concebir como una cons-
titucion popular puede exigir un rc'gimen
severo, les preguntaré ¿dónde se necesita
mas vigilancia, mas inteligencia, mas hueu




50
.


orden; es en los carruagcs comunes , u en
los de vapor?


Ahora I.ieu snpongamos fIlie un go-
bierno desatentado se olviJasc de estas
verdadcs, y qne teniendo cerca de si unos
cnerpos colegisladores formados á propo-
silo, se nos dieran un diu leyes imprudentes
sobre elecciones de senadores y dipu tados,
sobre diputaciones provinciales y ayun-
tamientos, sobre milicia nacional, libertad
de imprenta, derecho de asociacion , de
peticion , ele. etc., ¿qué podria suceder?
Suliir.in al poder hombres de diferentes
opiniones, se harán quizás nuevos ensa-
yos, pcro dejemos andar el tiempo, que
en ciertos puntos capitales haLr,{1l al {iu
de ponerse de acuerdo tojos los parti-
dos, si quieren que el gobierno pueda go-
ber nar.


No me gustaria á mi ahora el ver
en nuestros gobernantes al frivolo haLla-
dor, que teniendo á la vista nua nueva
máquina, de vistosa construccion , de com-
plicados y poderosos resortes, y de muy
vivo movimiento, se complace en pende-




31
rar la inmensidad de las fuerzas motrices,
la elegancia de las combinaciones, la varie-
dad de Jos juegos, y Ja finura y primores
en la c1ahoracion de los productos, esfor-
zan do se por arrancar Jos aplausos de al-
gunos espectadores, con ofrecer ,; su vista
algunos cmiayos brillantes y tal vez peli-
grosos; no, sino que quisiera descubrir en
ellos al práctico h,lbil y juicioso, que en-
cargado de la dirección de los trabajos ;~
que se destinan las funciones de la costosa
máquina, se rodea de auxiliares inteligen-
tes y reposados, da con gran tiento el pri-
mer impulso para asegurarse del punto en
que debe graduarse, con el fin de que ten-
gan los movimicn tos la conveniente regu-
laridad, npartnndo cuidadosamente de to-
do el contorno al inocente n iii o , al joven
fogoso, al trabajador mal conceptuado , pre-
viniendo de es la manera que por igno-
rancia, precipitación Ó malicia, no suceda
alguna desgracia que acarree perjuicios de
considerable cuantía.


Todas las formas de gobierno necesitan
cierto grado de elasticidad á fin de que sin




perder nada de su naturaleza, puedan aco-
modursc ;;b inrcsan le varí,'dad (lue trans-
forma y aJLcra todas las cosas luunauns;
porque todo lo que es sobrado rlgido , si se
ha de manejar mucho, lastima; y ademas
10 (Iue 110 se puede doblegar corre riesgo
de quebrantarse. Pero sohre todo las ins-
titucioues liberales son de 'suyo muy flexi-
bles, lIlUY ,í propósito para que pueda
echarse mano de ellas en los sentidos mas
opuestos; por manera que la misma institu-
cion que es hoy un arma de partido, po-
tId ser maúaua unexcclente mediode go-
bierno, y la misma que podria servir de
sólido andamio para const ruir toda clase de
edificios; se' la vení tal vez convertida cu
máquina de guerra, para socavar hondos
cimientos; y derribar robustos muros. y'
no es que yo desconozca la diferencia que
va de unas á 'otras, ni que se me oculte
que algunas envuelven en si propias gran-
des peligros, . asi como otras cst.in como
erizadas de precauciones saludables; pe!',.
no es raro' que el' curso dt; los sucesos
venga ¡~ desmentir las previsiones del hom-




35
bre , y no puede sicrn pre pOI' mas que
se esfuerze , seúorea r las ci rcu ns ta ucias,
impidiendo que se false'e lastimosamente
UDa insti tu ciou , y que se haga de clLi un
uso del lodo contrario á su primit ivo des-
tino.


No olvidemos una verdad CJne está es-
crita ;í cada paso en toda la historia del
linage humano. Lo que f:tlta PO!' lo comu n
al hombre y ,í la sociedad, lJO son buenas
reglas sino su aplicacioll, no son huellas
leyes, sino su cumplirniento , no son' hue-
nas instituciones, sino su genuina real iza-
cion. La mano del hombre es terrible p.ua
estropear y falsear, dejadle que toque una
cosa cualquiera, ó la quebran ta tI la tuer-
ce. Por esto he pensado varjas veces (¡ue
cuando se trata de examinar el mérito de
una iustitucion , lIO tanto se la debe mirar-
en si, como en las garautias que ofl'ece de
lIO ser falseada: llO son las mejores institu-
ciones hs que entrañan mas perfeccion, sino
las que llevan mejor escudo. Los hcmhres
que hayan estudiado la historia, compren-
derau est.e peusamieuto, y har.iu íacilmenta


3




5'¡
numerosas a plicariunes ; esta es un" ver-
dad Íumiuosa que esdarece sobremanera
el horizonte de la filosofía de la historia,
y es u ua Guia qne puede servil' de m ucÍro
CJl los intrincados senderos de la pr.ictica .


Esta falsiíicociou se verifica mas ó menos
en todas las revoluciones, pero la espaúo-
la en particular, ]JlJ ofrecido en esta parte
ejemplos tan palpables y singulares, qLl~
hien puede asegurarse que na Ilay otra qu<:
pueda disputarle la ventaja. Por no ex-
tenderme demasiado me ceúire á uu solo
ejemplo. ¿Qué puede haber de mas ámplio
en pro de las facultades populares que la
Constitucjon de 1812? ¿ Qué código le lle-
va [a delantera en asentar y aplicar doctri-
nas democr.i ticas , en consignar derechos;
en disposiciones á propósito para revolver
las masas, y Ilamarlas á lomar parte en
.materias de gobierno? y sin embargo, est,;
fuera de duda para todo hombre imparcial
'y entendido, clue 11111.ca fué menos eOll:-
sultarIa la voluntad del pueblo español, y
riuuca íué menor su influencia eu Jos ne-


'socios püblicos, que en tus breves épOWl:S




5S
en que ha estado en vigor aquel código.
Que si alguno quisiere contradecirme en
este punto, solo le diré que dé una ojeada
tÍ las sesiones de córtes , colecciones de
decretos, en una palabra, á casi todos lo~
documentos de la época, y que reflexione
un momento si h" y allí algo que se purea-
ca á las ideas y costumbres del pueblo e~·:"
pañol tal como se hallaba entonces; y abau-
dono eon en l.e ra confianza la resolución al
juicio de mi adversario, si es que quiera
mantenerse en el terreno de la buena fe.


Aqui no se trata de opiniones, sino de
hechos, aqui no se examina si el pueblo
pensaba bien ú mal pensando osi; sino úni-
camente si pensaba IIsi.


j Ay de la nación en que esto se verifico,
si né se acude muy pronlo con eficaz re-
medio! la ley fundamental ofrece entonces
todos sus inconvenien tes sin contrapesar-
los COIl ninguna ventaja, puesta en las in-
morales manos de facciones turbulentas,
se la ve cual Proteo tomar todas las formas
para acomodarse á lo que exigen intencio-
nes siniestras, y víctimas los puébJós ·ae


."




36
las pasiones é intereses de UTIll escasa por-
cion de ilusos ode malvados, se cansan al
fiu de padecer y callar, se exasperan, cla.-
man , hasta que apurado por {in el sufri-
míen to, npelnn ,¡ la fuerza, se traba en-
caruizada lucha entre los gobernantes y go-
bernarlos, y se derramau copiosos torren-
tes de sangre y de Jágril.lws.


{aPITI.'LO IV.


APRECIAR basta (Iue punto pnedan ame-
nazarnos los indicados peligros, investigar
cuales son los medios mas á propusitopara


. precavemos de ellos, determinar con atina-
do acierto la oportunidad de aplicacion, no
.dejando Ilasar ocasiones que ,í esto se
brinden, es tarea que seguramente en la
actualidad debe de traer ocupados á nues-
tros hombres de estado, Como quiera, siem;-




37
prc me temo (IHe medidas desatentadas na
vengan á complicar nuestra cnmnraúa de
situacion , temor cIne se acrecienta mas,
cuando se repara en la tan increible como
comun ignorancia de nuestras cosas, defec-
to de que con frecuencia han adolecido no
p0COS de Jos hombres, qne á todo trance se
han empeiiado en dirigimos.


Ya ha llegado ,í ser proverbial la expre-
~i(l!lde (]11r ES/Jaita es el pais de las a~1O­
mnlias : pero traducido el proverbio á len-
guage mas cxncto , dch--ria decirse (fue Es-
paña es una nación muy poeo conocida.
¿Somos acaso nosotros una absu rda excep-
eion de a¡¡uel principio de que los efectos
son proporcionn les con sus causas? si los
resultados vienen á desmentir con frecuen-
cia las conjeturas y pronósticos que aven-
turan sobre nuestras cosas políticos aveú-
tajados, selial es que ellos se hall colocado
en un PUll to de vista falso; y ape}m' luego
:í las palalwas de e.rtrañcza " anomalia
exepcion. biirbara , y oteas semejantes, po-
dr.\ seriunplansihle velo para la i;;r.orIlQ-
~i:r p..esuntuosa y s'¡úojrd,r, lJe'wOI{!tIJ:'




3¡.}
(Ieja¡'¡¡ de ser' un conjunto de palabras va.
cías de sentido.


El explicar los fenomenossin tomarse la
.pena de examinarlos de cerca, es método
que á la verdad expone a tremendos clJas-
cos ; pel'O en cambio tiene el aliciente de
ser el mas eomodo , mas amplio , menos su-
jeto ¡í trahns y cmbaravcs, Recogidos los
datos en paises imnginarios , coloca da la
cuestión en un terreno ideal, campea a los
lilil maravillas el brillante talento de un
escritor; á faha de sólidos cimieu tos se
hriudan 1'a.m llenar el yacía las ingeuicsas
hipo teses , y lev.intanse sobre ellas magní-
ficos y elegantes cast.i1Jos: COIUO el pintor
))0 tiene que consultar otro tipo que el
IJUÍ! se ha creado él propio aJIá eu su men-
te, multiplica á su placer )OS1'Ullt05 de
vista , los varia, los engrandece y llcrmo-
soa ; traza cuadros , cllraderiza las 650no-
mias , representa los trages , y mauejaudo
en todas materias el pince! con inirnitah]e
maestría, extiendo sobre el lienzo mi] 1)\'0-
digios J primores.


Ach¡¡(!lleeS este del entendimiento hu-




~9
mano, y achaque hicu rebelde debe de ser.
cuando en todas las ciencias cuesta tan lo
trabajo desan-aigarle. Mucho tiempo I.a¡,ia
{J'1e un filósofo juicioso y profundo habia
<id vertido á los fisicos que para }¡ahlar de
la naturaleza era necesario observarla an-
tes con detenimiento, pero los físicos con-
tinuaban escrihieudo voluminosas obras,
sin curarse de consultar la experiencia.
En esta parte se ha remediado mucho el
<laúo, y los resultados han satisfecho el
trabajo con usura ; por lo que toca á otras
ciencias, y entre ellas la política, empic-
zase también á sentir la necesidad de la
observacicn de los hechos; pero este ffi(·;-
todo como á trabajoso es poco seguido;
siendo cosa de ver cual se maneja la poli-
tica, de improviso, al acaso, como á mane-
ra de recreacioll y esparcimiento. Que si
por fortuna la cuestion es española , en ton-
ces sale de madre la osadia y no conoce
límites el desacuerdo; esta est.ierra puesta
á saco, todo es del primer ocupante, todo
el mundo tiene ámplia facultad de mano-
sear, trastrocar, malharatar , llevarse todo




/¡O
cuanto le vrrnere en gana, y aun L vore-
cieudo como de paso ¡í Jos dueños con al-
gUll epíteto mal souau te,


Treint« años de inquietud y de rcvuel-,
tas, tauta huella de s.uig re, y tantos mon-
tones de ruinas, manifiestan bien alas cla-
ras que hay en Espaúa alguna gravisima
causa de enfermedad; causa profundamen-
te arraigada ya que es tan duradera, cau-
sa poderosa y muy daúina cuando se ha
seúalado con tan terribles estragos . .so es
menos evidente que los remedios hasta
a.hora empleados para combatirla, ú hall si-
do mal escogidos Ó <JI menos mal ilplicados,
puesto que no solo no lJa desapa reciclo el
ma l , pero ni siquiera I,a menguado en fuer-
za; antes al coutrario ha ido toma ndo siem-
llre creces, pl'eseu tanda en cada época de su
lluevo desarrollo.ismtomas mas alarmantes,
y mas terribles destrozos. O se ha de COl"-
tal' el mal en su raiz, ó la naciou pere-
(~er~; lIinguna .sociedad puede subsistir en
\JIl estado de continuos vaivenes y tras tor-
}lOS; PI)l' la propia raz ou que muere el
individuo lilas robusto, si se l'rolotlgi-lll por




41
mucho tiempo la oouvu lsion y el delirio:


Créese por Jo COlllUI1 que se ha, dicho
alguna cosa de provecho" cuando se ha ob-
servado que luchan tiempo ha en Espaúa
jos dos principios que tienen dividida la
Europa; esto es una verdad, pero verdad
estéril, porque en política, como en todo
lo demas (¡ue ha de llegar á la pr.ict.ica , no
basta un hecho general, sino que son me-
nester hechos precisos, dcterminados , con
sus calidades y circu nstu nuias peeuliaresy'
características; de otra manera teudranse
tal vez fecuudos temas para espaciarse en,
vagos discursos, no dalos para resolver un
problema.


Para conducir una nacion ¡{ un iestado
tan complicado y espinoso COIllO el actual
de Espaüa , cornhmanse un sin número de
cansas de distintos órdenes, con l.rihuyen~
do [; que unas pongan mas o mellas de lo
suyo cJue .Íus xitras , mil y milcircunstau-.
cias diferentes, y ,; veces imperceptibles;,.
y por lo mismo illúlil ernpeúo sería «l. de
asignar un hecho único, del cual d imane n
todos los males. Pero nu .cs im posible: POf"




4~
1{) cornun , el señalar una causa que des-
f:llella sohre las dCUlUS, ({ue forma como el
centro del sistema. que extiende ,; todas
las otras su influencia, comunic.iridoles
en cuanto cabe, su índole y carácter. lina
larga y rebelde enfermedad rara vez debe
SI,I origen y du ra cion ,í una sola causa; pe-
ro hay siempre una que reclama con pre-
fe rencia la atencion y los cuidados del fa-
cultativo.


En España hay revoluciones, hay rc·
vueltas, hay guerras civiles parecidas á
las que ha habido en otras partes, en Fs-
paila se invocan los mismos nombres que se
han invocado en otras partes; pero ¿cual
es la causa de que con tales semejanzas
eoincidnn tan capitales diferencias que
alcancen á producir tan diversos resul-
tados, burlando las. previsiones qnc se fun-
dan en esas analoGías? Para apreciar en
su justo valor un fen'omeno político, es
necesario asistir por decido asi, rí su naci-
miento, indagar las' causas que le han en-
gendrndo, seguirle luego en su desarrollo, .
observando cuales son los elementos que·




4')
le nutren y avivan, cuales le cnflaquecea
y amortig-uan, y de este modo ya no se-
r.; tan difIcil medir en la actualí dad su ex-
tension , dete rminar su forma, é indicar su
teudcncin, ASI, y solo así, se ll<;gárá á for-
mar de él una idea cabal y exacta, una idea
oí proposito para suministrar reglas fijas,
precisas, aplicahles desde luego para pre-
venir nuevos males, at.ajar el pro¡;reso de
los presentes, enmonda r yerros, y endere... a!'
la torcida conducta. A tan importante ob-
jeto voy á consagrar algunos capitulos , no
con vanos pensamientos, sino con un seve-
1'0 ex,ímen de los hechos.


POR causas que no es ahora oportuno
examinar, ni siquiera indicar, y en cuyo'
llÚIU~l'O y calificaciou anda rían, como 'es;




44
natural, muy discordes las opiniones, en-'
coutruse Espaüa por largo espacio 11 con-
lar desde el primer tercio del siglo de-
cimosexlo, en nna posición excepcional, que
la man tenia como separada de casi todo el
resto de Europa. Innovaciones religiosas
con Sil correspondiente acompaüamiento
de guerras civiles porfiadas y sangrientas,
earnhios y trastornos polrticos , a('alora(loS
controversias sobre las mas altas y delica-
das materias, trancendentales revoluciones
en lns ideas filosoficas ; lJé aquí el elladw'
tIlle ofrecian las naciones europeas: entre- ·;1
tanto la España permanecia en sosiego-y .
tranquila, sin que el tener asns inmedia-
ciones tanta agitaeion, tanla efervescencia,
tanlas convulsiones y sacudimientos, al-
canzase ni aun ;1 eslremecerla.


Extinguida con la 'muerte de Carlos II
la dinastía austriaca, y escogidos Jos cam-
pos españoles por arena donde habian de
luchar las rivalidades é intereses de pode-
rOSaS potencias, l¡aHúse· empeiiado el r~js
en una guen'¡¡ de sucesion lllrgll y eucar-
niz.ada , é inundado de ejt'rcitos de tan ex-




45
t rañ as nnciones , pnesto 1'J1 íntima y peren~
ne comunicucion con la Francia, queen·-
torrees como ahora podia considerarse como
el corazou de Europa, conducido por el
resultado de los sucesos H participar mu-
chn de su influencia, y afectado de aquel
calor y a¡:;itacíon, que mas ú menos, son
siempre el dejo de prolongados sacudimien-
tos, era imposible que no se resintiese ya
por de prolltO <1e considerable mudanza,
gérmen y preludio de un lluevo porvenir.
Así acoutecio en cfecto , bastando pal'a
palpar el cambio, comparar el reinado de
e.ldos H con los de Felipe V, Y de Fer-
nuudu Y1.


\TenlaJ es, que solo se perciben;í pri-
mera ~·isLa algunas re íormns il(lIllinistrati-
vas, y el comienzo de una llueva era lite-
raria, pew ¿quien ignora las delicadas é
ru timus relaciones COH que en In. soeiedad
se enlazan todos los ramos, aun los mas-
distan tes y diferentes ?C¡¡balmcn le á la sa-
zon , tomahu en Europa la ciencia humana
Un ca r.icter peligroso; porque extraviada
de su objelo, y olvidada de su origen ¡se




4G
bllbiaflpartado de su nativa direccion, y
preteudia arrogarse facultades ilegítimas,
Rica con la pingüe herencia que le hahian
trasmitido los siglos anteriores, ufana con
sus adquisiciones frecuentes, engreida con
la cousideracion y los aplausos que se le
prodigaban en todas partes, escudada COI1
la proleccion que le grangeaba su mérito,
reclamando la gratitud de la sociedad lHu'
Jos beneficios que le dispensnba , é inspi-
rando afecto y confianza con su aspecto de
eandor , sus modales pacíficos, y sus pala-
bras de beneficencia, deslubr-lndose á si
propia con Jos brillan tes ata vías elabora-
dos por sus manos, y con que sabia pre-
sentarse tan vistosamente engalanada, su-
f'rió 10 que sufre la debilidad cuando con
vivo sacudimiento se la eleva á exagerada
altura, se desvaneció: y tomando entonces
el desvanecimiento del orgullo pcr el fuego
de inspiracíon creatriz.cconfundiendo el des-
templado latido de-un corazon fogoso, con
el sentimien to de la robustez y verdadera
fuerza, lanzaba en torno de si una desde-
oosa mirada, y concebía elmas osado y el




4'
mas insensato dI? Jos proycetos: era -nada
menos que derribar cuanto llevaba el seno
del tiempo, y alzar sobre sus ruinas mo-
numeutos improvisados pOl' el pensamiento
del hombre. /l medida que se ihan reu-
niendo medios deataque,y por mil maneras


\se iban debilitando los que los adversarios
podian empleal" en Sil defensa, aumentabase
mas y mas la osadía en manifestar el pro-
yecto, por manera que znuy anteriormen-
te á su ejccucion , estaba ya apenas cuhier-
to con velo muy transparente.


Pero por mas que así se verificase en
una nacion vecina. 110 podia suceder lo
luismo en España donde las circunstancias
eJ'1l11 lIIuy diferentes. Las iust ituciones ya
fuertes de SIlYo , y robustecidas ad cmas
ron el tiempo, los j¡;l1)ilos arraigados pro.-
fundamente, el grado de extraordinaria
cousistencia y Iirrneze que hahian adquirj-
do las idcas , natural efecto de haber per-
manecido por lal'go tiempo en. un estado
invariable, todas estas causas trabadas por
naturaleza entre si, y basta secundadas p(H'
el carácter nacional UlULgO de la grave y




45
severo , formahan un muro de hronce qué
apenas alca nzura n á estremecer los recios
golpes que combatían sus cimientos.


Al contemplar el trono de Cárlos Hl,
rodeado de poder y magestad, amado é
iluminado con el esplendoroso circulo
que en su torno formaban las letras y las
ciencias, que celebraban sus recientes
adelantos con aquel alborozo propio de la
mocedad, nótanse ya serpear en las gra-
das del solio algunas centellas, activas,
vivisimas , que en sus formas, mOI'imien-
tos, y colores, manifestaban los eleme» los
que les servían de pábulo; y á buen se-
guro que el cJ nclido monarca las tomarla
por uno de tantos deslumbradores refle-
jos, COIllO lanzaban en todas direcciones
el oro y pedrería de su rica diadema.


A la propia sazón se verificaban en va-
rios puntos de Europa acontecimientos
singulares: y al observar la tendencia y
medidas de varios gobiernos, pudiera de-
cirse que influía en sus deliberaciones
una inspiracíon en cuyo carácter no ha-
bian rellos bastante reparado. Ahora. que




49
aquella epoca se va ya alejando de no-
sotras , que han descendido al sepulcro
los personages que en ella figuraron, y
que el sucesivo desarrollo de tantos y tan
colosales acontecimientos ha puesto en cla-
ro la naturaleza de las causas, mostrando
el carácter, las afinidades y las tenden-
cias de las doctrinas, y presen tando en
toda su extension el resultado de algunas
medidas, es ciertamente curioso, yademas
no escaso de provecho, el volver los
ojos hácia aquellos tiempos, y encontrar-
se á cada paso con datos preciosos, y do-
cumentos interesantes.
, Construiase entonces una gran má-
quina de guerra, reuníanse abundantes
preparativos para el gigantesco ataque
(;011 que se trataba de embestir ladas
las instituciones que llevasen el sello de
los siglos; estos trabajos que naturalmen-
te debian llevar consigo tan variadas com-
binaciones, tantos esfuerzos y'movimien-
tos, despliegan á los ojos del atento ob-
servador una escena grandiosa, intere-,
sante, y que hasta de vez en cuando


4




50
haria asomar en Jos labios una ligera son-
risa, si en tratándose de herir los grandes
intereses de la sociedad , no inspirara la
misma gravedad de la materia severo so-
brecejo. Intenciones inocentes secundan-
do miras perversas, expresiones sencillas
é incautas viniendo en apoyo de pala-
bras preñadas de maligno sentido, y la
sesga mirada, la' media palabra de insi-
diosos directores confundiéndose con el
aire distraido del operario que atiende ape-
Has al objeto que tiene en sus manos, tales
son Jos contrastes que ofrece á cada paso
aquel cuadro. Los dos poderes blanco prin-
cipal del ataque, inspeccionan tambien las
obras; y cuando uno de ellos indica el pe-
ligro, aconseja la precaucion , y sugiere
los preservativos y remedios, es cosa de
ver la astucia profunda con que se pro-
cura atajar el eco de su voz, y prevenir
que no se le presten oidos para que sus
saludables avisos no entorpezcan el curso
de los trabajos, y no expongan á con-
tingencias el resultado de la empresa.


Divide y reinarás: repetia secretamen-




51
te, pero sin cesar el genio del mal que
dirigia csta obra, y siguicndo puntual-
mente su consejo, se despertaban sagaz-
mente antiguas rivalidades, se avivaba la
suspicacia, se abul taban y creaban pe-
ligros, se nu trian y enconaban con pro-
longadas rencillas los resentimientos, y ren-
cores: lagníndose de esta manera enflaque-
cer álos ad versarios con vivas disensiones,
y ofreciendo una distracción ruidosa y des-
lumbradora flue no dejaba percibir como
era menester, la gravedad é inminencia del
riesgo. Entretanto íbanse amontonando los
combustibles para el incendio y explosión
que debia ser ,í la vez la seña y el principio
de la ejecncian del proyecto, y el espí-
ritu del siglo, encaminado por manos
hábiles y mal intencionadas, soplaba so-
bre el peligroso montan con su aliento
abrasador y robusto.


Rebentó por fin la revolución francesa,
ese acontecimiento único en los fastos de
la historia, verdadero monstruo por su
magnitud, por sus formas, por su carác-
ter y resultados, y ¡í impulsos de tan re-


*




52
cio sacudimiento, temhlaron á la vez todos
los tronos é instituciones antiguas, como en
la erupcion de Un volean se extremece la
tierra á largo trecho, y bambolean los mas
fuertes edificios. Verificado tamaño suceso
era ya imposible que la Europa permane-
ciese en el mismo estado que antes, de-
bía precisamente cambiar de faz en muchos
sentidos, y de consiguiente era menester
que los gobiernos pensasen muy seriamen-
te sobre el partido que debian tomar, para
dirigir con acierto los pueblos, en el nue-
vo rumbo por donde iban á encaminarse.


No bastaba una confederacion para abo-
gar en su orígen el incendio; el éxito
era aventurado, y tcniéndose ademas que
luchar con ideas, sabido es que no es da-
ble vencerlas con la sola fuerza de las ar-
mas. Un triunfo momentáneo podrá lison-
gear con halagüeñas esperanzas, pero tarde
ó temprano vendrá á disiparlas el tiempo
cargado de amargos desengaños, y doloro-
sos escarmientos.


Era mas considerable la mudanza depo-
sicion, y por tanto mas grave el peligro




53
de trastornos y calamidades, con respecto
á una nación que por cualesquiera cau-
sas, se hubiera hallado largo espacio fue-
ra del circulo de movimiento que llevaba
revueltas, ó cuando menos inquietas y
agitadas ya tiempo habia, á las otras na-
ciones: en lal caso el gobierno que se ha-
llaba al frente de ella, necesitaba reunir
en sumo grado la prevision, y la altura
de las miras, combinándolo todo atina-
damente con un gran oaudal de pruden-
cia y firmeza. No es necesario recordar
si á la sazon era tanta nuestra dicha: y
desgraciadamente ni el trono conservaba
aquel puro esplendor, aquella elevacion
magestuosa, que le grangea la veneracion y
acatamiento de los pueblos.




Cl.PITIJU) "l.


EL atronador y espantoso mido de los
gritos de un pueblo en delirio, el es-
treipito del choque de sus armas contra las
armas de la Europa entera, la palabra de
fuego de tantos tribunos que encomenda-
da al papel circulaba nipidamente en to-
das direcciones, el presenciar, aun cuan-
do fuera al traves del polvo y humareda
del comba te, la escena que á la sazon pre-
sentaba la Francia, cran causas sobrado ac-
tivas y poderosas, para que no fecundáran
la semilla de innovaciones sembrada ya de
antemano en nuestro pais. Era mucha la
trabazón de las antiguas ideas é institucio-
nes, era grande la firmeza que habian ad-
quirido con el trascurso del tiempo, pero
¿como podian resistir aquella conflagra-
gacion tan espantosa, capaz de derretir




53
los masJuros metales.' Muy dificil era queya
por de pronto no sufriese considerable me-
noscaho el antiguo apego ~ sosegada estabi-
lidad, y que no sintiesen muchas cabezas
una fermentación á propósito para hacerles
concebir nuevos y atrevidos proyectos.


Sentada la revolucion francesa sobre un
horrible tablado bailado de sangre, y ro-
deado de montones de víctimas palpitantes,
inspiraba espanto y horror al verla levan-
tar con nervudo y ensangrentado brazo
aquel hacha descomunal que en pocos mo-
mentos habia hecho astillas todas las puer-
tas y vallas, y arrojado al suelo las mas au-
gustas cabezas ; y este espectáculo, tan á
propósito para enagenarle la volun tad has-
ta de sus mas celosos partidarios, causaba
en el ánimo de los pueblos una reac-
ciou saludable. Pero habia en cambio, que
antes de entregarse á tan inauditos exce-
sos, se liahia presentado como un tribu-
nal fuudado por la Iilosofía , y creado con
el fin de abrir una residencia general de
todas las creencias y poderes; y ejecutando
puntualmente las astutas inspiraciones de




56
6U maligna madre la filosofía del siglo XVIrl,
se habia erigido corno cn protector nato
de todo cuanto tu viese inclinacion á sacu-
dir el yugo de la autoridad religiosa ó po-
litica, y dispertaLa pOL' consiguiente vivas
simpatras en cuantos abrigasen semejantes
miras, ó al menos ideas, que por secretas
afinidades se dirigiesen con mas ó menos
determinacion y viveza hácia el mismo
polo.


Bien claro es que semejante influencia
debia sentirse tambien en Espaiía; pero á
pesar de todo eso, tal era el estado de las
ideas y costumbres de la nacion , que no
solo no se habia extendido it las masas el
'espíritu de novedad, pero ni siquiera en
ninguna clase hahia alcanzado á formar
un partido que pOl' si solo pudiese ser te-
mible: pudiendo á mi juicio decirse, que
si hubiera sido dable prevenir un sacu-
dimiento tan extraordinario, como cl del
año 1808, probablemente se hubiera apla-
zado para época mas distan te todo g(;nero
de capitales innovaciones.


Nlas u menos larde, 1lUbiera cambiado




57
la nacion de rumbo , porque as! lo llacia
necesario la situacion de Europa, pero sin
entrar ahora en conjeturas sobre lo que
cntonces hubiera sucedido, es tanto lo que
1Ia padecido esta nacion desgraciada, que
puede muy bien asegurarse, qne peor suer-
te de la que nos ha cabido, difícilmente
podíamos sufrirla.


Oyóse entretanto el grito de alurrna , y
el pueblo español , solo, sin rey, sin go-
bierno, siu candillos , se levantó como un
atleta, y se arrojo con brioso denuedo so-
bre las numerosas y aguerridas legiones,
que inundaban ya sus campos, y ocupaban
sus principales ciudades y fortalezas: y
este pue1Jlo era el mismo pueblo á quien
apellid;íran flaco, aletargado y envilecido,
y aquellas era n las legiones del hombre á
quien servian de rodillas los entusiastas de
la igualdad, y ¡i cuya mirada temblaban
medrosamente los altos potentados de Eu-
ropa. i Pueblo grande y genero~o, tan ilus-
tre corno infortunado! tanto valor y he-
roismo , debian sacarte airoso de la de-
manda, y (jucbrantar las cadenas que aher-




58
rojaban la Europa, pero (Iehia ser para tí
el comienzo de una larga cadena de desas-
tres; asi queria permitirlo la Providencia,
(! ibau ¿l acometer la empresa de labrar tu
desgracia, el ciego orgullo y miras mez-
quinas y villanas.


Un suceso de tal naturaleza y tamaño
nunca pasa sin graves resultados para el
pais en que se verifica : la gravedad elel pe-
ligro, la sorpresa, la repentina desapari-
cion del rey y de todo gobierno, la con-
siguiente relajacion de los lazos sociales, el
desorden y la confusión que de suyo ya
llevaban tales circuustunr-ias , los medios
que debian de emplearse por los agentes del
invasor, procurando la disolucion para fa-
cilitar la conquista; claro es que tantas
causas reunidas, creaban una excelente
oportunidad para que fermentase todo
linage de ideas, y campeasen ¡[ su talante
toda clase de proyectos.


Muy natural era tambien flllC todos los
elementos, que tenia n mas Umenos anti-
patía can los dominantes ¡í la sazun en el
pais , salieran de aquel estado de invisibi-




59
Jidad é ineficacia en que Jos mantenia su
separación y aislamiento ; y que obede-
ciendo á las leyes de sus afinidades, se
buscasen, se pusiesen en contacto, y como
;í heterog(~neos con respecto á la masa de
la nacion , se segregasen de ella, despren-
diéndose en porcion separada, donde pu-
dieran manifestar su cantidad y naturale-
za. Reflexionando sobre esta crisis de nues-
tra historia, y sobre los efectos que pro-
dujo en España la entrada del ejército
franees y la sacudida del alzamiento, he
pensado varias veces en lo que sucede cuan-
do un liquido contiene en disolucion un
considerable nrimero de moléculas que
perteneccn ,í otras materias: en cesando
la causa que las mantenía separadas se bus-
can, se aproximan, se reunen, y se deposi-
tan en el fondo del vaso: y observan los
químicos que se decide la cris talizacion
con un movimiento brusco, ó la presencia
de un cuerpo extraño.


Trazar ni siquiera en bosquejo los su-
cesos que luego se verificaron, no lo con-
sien ten los límites de es le escrito, ni lo




60
necesita tampoco el objeto: los recuerdos
son bien recientes, los documen tos autén-
ticos, y á buen seguro que los efectos son
palpables. Bastar.i decir que se abrió en la
prensa una cátedra de la escuela apeIJida-
d,( del siglo XVII! , (Iue en la tribuna resa-
no un mezquino eco ele los oradores de la
asamblea constituyente, y para que nada
faltase en la semejanza, para acabar de en-
venenarlo todo, salieron tamhien á cam-
paña los discípulos de Port-Royal: por
manera que las palabras fueron un reme-
do, los medios y procedimientos una irni-
tacion y las instituciones una copia. Yo
refiero lo que hallo escrito; ahí est,í la his-
toria que sale en mi abono , COIl sus colec-
ciones de periódicos, de sesiones de cór-
tes, de leyes, de decretos, de proyectos,
y sobre todo ahí está el sepulcro de la
famosa Constitucion de 1812: observad su
fisonomía y allí encon trareis en bien seúa-
lados rasgos cual era su orígen , cual su
genio, ó si os place mas , dud una mirada
á los trofeos (Iue rodean su lUIIlLa: ellos os
recordarán sus hazaúas.




(j]
En una nacion que en sus ideas ~ cos-


tumbres y usos era entonces, y no podia
menos de serlo, altamente monárquica,
erigir en ley fundamental una constitu-
cion esencialmente democrática, en una
nacion altamente religiosa prodigar abier-
tamente á la Hcligion la sátira y el escarnio,
en una nacion tan grave y severa sustituir
á la. sesuda gravedad de los consejos cas-
tellanos la precipitacion y el mas desaten-
tado desacuerdo; y todo esto de repente,
sin mediar ninguna gradacion, que pudie-
ra influir en las ideas y costumbres; ¿ qué
debia suceder? ¡Ah! Lo que sucede siem-
pre que se encaran de improviso dos ene-
migos irreconciliahles: debia empezar la
lucha, y encarnizada, y duradera, resultan-
do de aquí el sumirse la nacion en un pié-
lago de revueltas, de sangre y de lágri-
mas. Tan singular concurso de circunstan-
cias no se verificó en Francia ni en las re-
voluciones de otros paises, y hé aquí el
origen de tantas anomalías como se notan
en nuestras prolongadas convulsiones, hé
aquí porque es muy impertinente el traer




a comparaciou la revolucion de Francia,
cuando 5\' trate de explicar lo (Jlle ha su-
cedido y est,; sucediendo entre nosotros.
En Francia tenia la revoluciou el mismo
espíritu, iguales tendencias; pero el ele-
mento donde obraban era muy diferen-
te. En Francia habia tamLicn monarquia
absoluta y Religion Catolica ; pero sobre la
Francia habian pasado ya las guerras civi-
les de los Hugonotes, la Francia habia
visto ya la libertad de culto mas omenos
establecida, habia oido las ruidosas con-
troversias sobre puntos capitales de dog-
ma , habia presenciado las escandalosas de-
savenencias del altivo Luis XIV con el Papa,
hahia recibido las inspiraciones de la es-
cuela de Port-Hoyal, 1lahia visto la (:pOC;¡
de la Regencia, y finalmente lialiia senti-
do por largo tiempo el influjo de la escuela
de Voltaire , como una de aquellas cons-
telaciones malignas que vienen á desenvol-
ver los dañinos elementos de una atmós-
fera preñada de enfermedades y tormen-
tas. ¿Qué tiene que ver posicion semejante
con la posición de Espaúa jl 1~0 niego yo




63
que la n~v()lucion francesa sea un gran li-
bro donde tengan mucho fluC aprcudcr los
reyes y los pueblos, pero cuenta con fiar
demasiado en semejanzus , que si bien sue-
len servir mucho á la poesía y á la dccla-
ruaciou , por lo CO!IlUll SOIl débiles para ci-
mientos de cieucia , y el confiar sobrado
en ellas es arriesgado en la práctica.


Esta es la diferencia capital entre nues-
tra revolución y la francesa: la Francia es-
taba preparada, la Espalía no. La revolu-
cion francesa era hija en gran parte de una
escuela que por antonomasia se ha llamado
francesa, y ya se ve que este solo nombre
indica bastante que sus doctrinas no eran
nuevas para la Francia. La revolucion es-
patio la fut: hija de la misma escuela, es-
cuela que lejos de hallarse aclimatada en
nuestro suelo, lo tenia todo contra si., y
solo pudo penetrar entre nosotros, y ha-
cer aplicaciones de sus sistemas, en me-
dio de la confusion y trastorno que consi-
go trajo la guerra de la independencia,
en medio de la distraccion en que se
hallaban los pueblos: lo diré en una pala-




61¡
bra, aquello fué ulla/JcrL!arlcl'{l sor-
presa.


COLOQUÉMONOS en este punto de vista
único verdadero, y entonces podremos
facilmcnte explicar las auouialms que ha
presentado nuestra rcvoluciou , anomalías
que han causado tanta novedad porque se
ha olvidado que no se trataba simplemente
de una revol ueiou , sino de uua rcvolucion
en España,


Si se considera cuul merece este hecho,
no será dificil explicar porque en el año
catorce desapareció como de un soplo la
Constitucion; y como habiendo revivido
algun tiempo despues , basto que se colum-
brase en la cima del Pirineo una bandera
para que corriese á encerrarse en los mu-
ros de la ciudad (Iue la habia visto nacer;




65
se explicará tamLien como pereció luego
completamente á la sola vista de un ejérci-
to bisoño que maniobraba en parada, ni
se exlraíiar¡~ tampoco que se malogmsen


todas las tcnta tivas hechas despues para
restablecerla: eran teas arrojadas en una
atmósfera que no las alimentaba, desfalle-
cian i¡} entrar en ella, y se apagaban.


De la propia causa ha dimanado una sin-
gulariJad muy notable, y que ha distingui-
do deun modo muy particular la revolucion
de España de la de Francia. En Francia
vimos la revolución primero sojuzgada por
su protector , y vencida despues por los
ejércitos de Europa; pero si bien se mi-
ra, la rcvolucion 110 JJa desaparecido jamas
completamente; pues que ha sobrevivido
en algunas instituciones ({ue eran sus hijas,
y en el respeto que se ha profesado á to-
dos los hechos que habia consumado.
En España ha sido muy de otra manera,
las épocas de constitucion han pasado co-
mo un metéoro, se han oido truenos, se
han visto relámpagos, se han presenciado
catástrofes, pero la constitucion ha desa-


s-
;)




66
parecido en breve, el orden de cosas an-
tiguo se ha restablecido completamente,
se han allanado los sulcos y las excavacio-
nes, se ha derribado cuanto se edificrira
de nuevo, y en cuanto cabe en la na tura-
Íeza de las cosas, todo ha quedado como
si no hubiese ocurrido novedad alguna.


y notaré de paso que teniendo presen-
tes las anteriores observaciones, no es di-
ficil expli eal' lo que á algunos causa tanta
extrañeza, y es que en España no se res-
petan los hechos. reMirad las otras naciones,
dicen, allí en siendo consumado un hecho
se le respeta, entre nosotros no i y esta es
la causa de que andarémos sin cesar giran-
do por un círculo de reacciones." Obser-
vacíen que parece muy exacta ;; primera
vista, y que encierra no obstante un error
muy grave. Abrid la historia, consultad la
experiencia, y veréis que en todos los gran-
des cambios políticos, Jos hechos consu-
mados por el adversario son respetados, si
pueden hacerse respetar; es decir, si es-
t~n sostenidos ó por una opinion muy ge-
nera], ó por intereses que no sea posible




67
atacar de frente. J'~sto 110 se ha verificado
en Espaiia, y lié aqui el origen de la dife-
rencia. ¿ Queréis mas? Figuraos que por
una causa cualquiera, se consum.ira en In-
glaterra, en Francia, en Alemania, un lJe-
cho contrario á la opinion dominante, ó á
los intereses mas prepo ten tes; ¿se respe-
taria i' no: vosotros mismos diriais al verlo:
esto es violento, no puede durar, caerá.


A buen seguro que mas provechoso
hubiera sido reflexionar s011'e las leccio-
nes que de sí arrojaba la célebre década,
que no abandonarse á vanas declamaciones
espaciándose en pomposos discursos, en
que se tronaba contra la opresión y tira-
nin, Cuando se pinta .í una nacion como
la cspaüola, gimiendo por espacio de diez
atlas bajo la planta del despotismo, y for-
cejando por recobrar su libertad, seria ne-
cesario no olvidar que es esta aquella mis-
ma nacion que humilló el orgullo del Ven-
cedor de Europa, y que si tan de mala ga-
na hubiera sufrido la nacion española el go-
bierno de Fernando , por cierto que no
hubieran bastado ¡í contenerla las escasas


*




68
fuerzas militares de (Ille podia disponer el
gabinete de Madrid. !ji, Y es muy impor-
tante decirlo con toda claridad: un gobier-
no no puede subsistir por espacio de diez
años en pacifica posesion del mando, si este
es tan contrario como se ha querido supo-
ner, á la voluntad de la mayoria de la na-
cion. Digase lo que se quiera, este es el
resul tado de los hechos, lo demas son pa-
labras.


Cabalmente en la época de 1820 á 1823,
el gobierno representativo tal como se ha-
llaba en España, tenia en contra de si has-
ta cierto punto, el mismo espíritu del si-
glo; circunstancia que acrecentando su de-
bilidad y aislamiento, debia aumentar su
violencia, sus delirios y oscilaciones, con-
tribuir á su mas pronta ruina, y diferir
su restablecimiento, una vez se le hu-
biera derrocado. Los excesos de la revolú-
cion francesa, y las dilatadas guerras que
de ella resultaron, habian ofrecido lecciones
de saludable escarmiento: la Francia em-
pezaba á entender lo que significaban cier-
tas palabras, los gobiernos habian conocí-




69
do la necesidad de abroquelarse contra
nuevas tentativas, y ademas se desplegaba
en toclas partes un gran movimiento indus-
trial y mercantil, que disipaba en las ca-
vezas esa manía de renovar en los tiempos
modcruos las turbulencias de las antiguas
repúblicas. La ciencia conocía tambien sus
yerros, y empezaba á confesarlos paladi-
namente; echaba ya de ver que sentar
la sociedad sobre las ruinas de toJa reli-
gion y de toda moral, era un imposible: y
.que el crear las asambleas de los represen-
tantes de los pueblos en tal forma que es-
tuvieran en lucha continua con el gobierno,
era zapar el edificio social en su misma ba-
sa era inocular en las venas de las naciones
un elemento de eterna inquictud, de ma-
lestar y de muerte. Por eso iba perdiendo
terreno la escuela de Vol taire , se iban
desacreditando rápidamentc las constitu-
ciones de un solo cuerpo legisla ti va, se
conocia la necesidad dc robustecer el po-
der real, los malos resultados de la pre-
eipitacion en materias de gobierno; no se
confiaba ya tanto en la sabiduría de las




70
asambleas, y se conocia cuan funesto ha-
bia de ser ¡tia tranquilidad de las naciones,
presentarles á la cima del edificio socia 1un
rey maniatado, y rodeado continuamente
de suspicaces y descomedidos celadores.


Pero por descaminadas que hubiesen
andado en España las ideas liberales, y por
mas fuerte oposición quc hubieran encon-
trado en el pais sus ensayos, no habia de-
jado de formarse un nucleo mas ó menos
homogéneo, en cuyo torno se apiñaban
insensiblemente todas las ideas y simpatías,
que no estuviesen conformes con las mi-
ras y la marcha del gobierno. Desde la re-
volucion francesa las ideas liabian sufrido
en Europa muchas modificaciones en buen
sentido, pero á cualquiera que tenga al-
gun conocimiento de la historia política y
literaria de aquella (:poca, se le alcanzará
fácilmentc que ni aun el sistema de los
gobiernos absolutos estaba en armonía con
el sistema del gobierno español, y que la
direccion que se daba ¡( las ideas en Espa-
ña era muy diferente del curso general
que tenían en el resto de Europa. La lec-




il
tura de los periódicos extrangeros , la de
tantas obras cuya circulacion mas ome-
nos clandestina, era imposible evitar, los
recuerdos , los resentimientos, el menos-
cabo de intereses, eran causas sobrado po-
derosas para que no mantuvieran una fer-
mentacion secreta que tenia al gobierno en
perenne cuidado y zozobra.


So que fuera f'lcil, ni casi posible una
revolucion que explotase repentinamen-
te, porque el gobierno tenia muchos me-
dios par impedirlo, y como escarmenta-
do andaba suspicaz y receloso; pero sí,
que una vez provocado un movimiento en
un sentido cualquiera, no habia de ser
obra tiíejl el atajar su progreso. Verificada
en Francia la revolucion de 183'0 se com-
plicaba mucho el negocio; porque aun cuan-
do este acontecimiento presentase un ca-
racter muy diferente de la de 1789, y no
abrigase proyectos de propagacion, sepa-
raba no obstante la Francia de [a Santa
Alianza, y las revoluciones de otros paises,
ya que no pudieran prometerse de ella
ejércitos auxiliares, tampoco tenian que to-




medos enemigos. t:.sta sola. circunstaneia
era ya de mucho peso; porque se ha po-
dido conocer por experiencia, que las revo-
luciones por mas enemigo que les sea el pais
en que rebientan, por mas débiles que sean
para establecerse completamente, son sin
embargo bastante fuertes para que no alean-
ze fácilmente á derribarlas la sola fuerza de
las sublevaciones.


Seguia en el ma ndo el partido realista,
pero su lenguage y procederes indicaban
bien á las claras los peligros de que se veía
amenazado, pudiendo decirse que los par-
tidos estaban como dos ejércitos prontos á
acometerse á la primera señal de combate.


El nacimiento de la Princesa de Astu-
rias vino á cambiar la faz de los negocios;
y excluido del trono el príncipe en cuyas
ideas y sentimientos tenian depositadas
muchos realistas sus mayores esperanzas,
hallábanse una gran parte de estos separa-
dos del trono; y era bien fácil prever, que
si el príncipe excluido tratase de 'sostener
sus pretensiones con las armas en la mano,
se aprestarían gustosos para combatir á su




73
laelo, pues que mien tras serian ellos el es-
cuela y apoyo ele sus prctcusioncs , servi-
riales su trono como un pUll to de reunion,
sus derechos COm0 un titulo, y su nombre
como una bandera.


As! con la guerra de succsion se compli-
co la guerra de principios, as! (Iued() cada
rama representan te de un principio, y es-
to fué por un encadenamiento de hechos
tan extraordinario, y al mismo tiempo tan
natural, que para producirle ni evitarle
apenas podian servir de nada las previsio-
nesdel hombre. Cuando han pasado los
sucesos, cuando se ha visto su desarrollo y
enlace, en ton ces es Gcil decir 10 que se
habria podido llacer para prevenir estos ó
aquellos males, y proporcionar estos ó aque-
llos bienes; pero ¿quién penetra el porvenir
cuando está cubierto con velo túpido,
cuando los sucesos están como arrollados
en los hondos arcanos de la Providencia?
Que la muerte de una reyna , el casamien-
to de un rey, el nacimiento de una prin-
cesa, la enfermedad dd moua rca , la apa-
riencia de su muerte, la prolongacion de




74
su existencia pOI' un afio mas , todo, abso-
lutamcntc todo, hubiese de combinarse
del modo mas ;í propósito para que por
necesidad se ligase la cuestion de p!'ineipios
á la cuestiou <le l)crsonas, ¿quién po-
dia eolumbrarlo? ¿Y qué consecuencias?
¿quién es capaz de medirlas? Cuando
se han verificado tan colosales aconte-
cimientos, cuando se divisan tantos otros
en el confin del horizonte; ¿qué hombre
pensador al fija!' su vista en la !'cgia carro-
za, puede contempla!' sin asombro aquel
augusto grupo, donde hay una Muger que
recuerda una historia, donde hay una Niña
que encierra un porvenir i'


Complicadas de esta manera las cuestio-
nes, creabase con la muer te del Rey una
situacion tan grave, tan difícil, que para
salir airoso de ella el hombre que dirigiera
los negocios ptiblicos, no podian bastarle ni
los mas grandes talentos. No hacía poco
salvando por de pron~o la causa que tenia
encomendada, y orillando la dificultad,
ya que no fuera posible resolverla. Bien
se penetró de lo crítico de la posiciou el




75
hábil minis tro que á la sazon estaha al
frente de los negocios, y conociendo que
en semejantes momentos conviene sobre-
manera ganar tiempo por poco que sea,
publicó su célebre Manifiesto , que puede
mirarse como uno de los mayores ohst.icu-
los qne impidieron el triunfo de D. CitrlOS.


Al Sr. Zea que ciertamente no es novi-
cio en semejan tes ma terias, no pouia ocul-
t.irscle que el trono de Isabel estaba sobre
el cráter de un volean, cuya erupción á
lluras penas podia contenerse, y asi es que
aun cuando es luUy probable que él no creia
posible por mucho tiempo , el cumplimien-
to exacto y puntual del contenido del
Manifiesto, úó no ohstnntc (¡Uc era de la
mayor importancia el sepa ra r en cuanto
cahia , la causa de D, Ceídos de los intere-
ses qnc tan gratos y preciosos eran para la
mayor parte de los españoles. Vió que
convenia altamente dejarlos al menos en
incierta expectat.iva ; entretanto ibas e pres- r:
tanda homenage al trono de la Heina, ]or· '
;ínimos se dividían sobre la mayor ó me!-"
llar probabilidad de los peligros del porvé-




7(;
nir , ganábase tiempo, creábanse compro~
misas, empeú.ihansc palabras, y al cabo
de poco ya el hermano ue Fernando debia
presentarse de hecho, no corno un rival que
lucha con otro rival para ocupar un trono
(lue la muerte del monarca habia dejado va-
cante, sino como un pretendiente que tiene
ya en contra de sí un gobierno establecido
y reconocido en todo el ámbito de un reino.


Sintióse el efecto de la medida de Zea
en tOU¡lS partes, con teniéndose enteramen-
te la explosión en unas, uebilit,ínuose en
otras, y no presentando aquel carácter de
universalidad que tanto realce le hubiera
dado á los ojos de las otras naciones. A pe-
sar de la poca seguridad que ofrecían se-
mejantes garantías, fueron bastantes sin
embargo para minorar en mucho el movi-
miento que se hubiera pronunciado en to-
das las provincias ¿y quien ignora los po-
derosos elementos de que para el efccto
podia disponerse?


El célebre manifiesto del 3 de octubre
ha sido para los adversarios de Zea uu te-
ma de agrias reconvenciones; pero los (¡Ue




77
asi han hablado tendrían seguramente muy
poco conocida la nacion española. Si ~l la
muerte del rey hubiese manifestado el go-
hierno la mellar tendencia á ins tituciones li-
berales, si hubiera cometido el error de inci-
tar la efervescencia del momento con algun
acto en que el trono se hubiese compro-
metido ,í concesiones alarmantes, la ex-
plosion ya de si muy fuerte, hubiera si-
do mucho mas terrible, como mas ex-
tensa, vigorosa y repentina; y si como
no es creible una mano poderosa no hu-
biera volado ¡í sofocarla, tal vez el Trono
de Isabel se hubiera hundido par:! siempre.
(~Pues qm:? era este un buen medio para


prevenir la guerra civil? no: ¿creyó el mi-
nistro que fuese bastan le su medida? se-
guramente que no: pero no ignoraba por
cierto que en crisis semejantes todo lo
que es capaz de amenguar la violencia de la
explosion , todo lo que pueda ama ynar el
furor de las pasiones, todo 10 que pueda
causar alguna ilusion aun momentánea,
todo debe aprovecharse cou cuidado; pues
de esta manera, aun cuando no se consiga




78
desarmar al advcrsario , siempre se es-
parce la divisioD, Ó al menos la iudccision
en sus filas, ventajas qnc en momentos
tan preciosos y fugaces, obt.ioncu el lugar
de repetidas victorias. ¿Quién sabe lo (lue
hubiera sucedido si con un manifiesto iu -
prudente se hubiera corrido el vele, y se
hubieran presentado en perspectiva las ne-
gras y preñadas nubes de qae estaba carga-
do el horizonte político? ¿si los temores
y zozobras de que estaban poseídos tantos
,ínimos se hubieran podido jnstificar con
un acto auténtico, COIl la Gacela CIl la
mano? Los hombres que "tanto han decla-
mado contra el ,Manilleslo tal vez hubieran
tributado sus elogios al ministro, pero qui-
zás hubieran tenido que hacerlo desde los
muros de Cádiz oJe Bill-celona.


Bien recientes están los hechos: y ellos
dicen de una manera eJocuente cuajes fue-
ron las principales causas de que se en-
cendiese mas y mas la guerra. ¿ Queréis
saber en que estado se halla la guerra,
hasta que punto están enardecidas ó ador-
mecidas las pasiones, los pasos de adelanto




79
ó de retroceso que da la causa de D. C~r­
los, y la mayor ú menor probabilidad de
su triunfo? Para apreciar todo eso en su
justo valor Icnr'is ,; la mano un excelente
barómetro, manejable por una regla muy
sencilla: siempre la mejora de la causa de
D. Carlos esui en razón directa de la exa-
geracion de ideas y violencia de medidas
del gobierno de Madrid.


(JAPITULO VIII.


I~A r,ípida ojeada que acabamos de echar
sobre nuestra historia, deberia bastar pa-
ra convencerse de cuan profundas raí-
ces tenia en el pais el principio que ali-
mentaba la guerra ,l favor de D. Cár-
los; pero si esto no fuera suficiente, bas-
tará notar un hecho que se ha verificado
constantemente en lodos los' puntos de




80
la península donde ha licgado ,ítrabarse la Iu-
chao Los partidarios ele O. Gírlos han podi-
do siempre mauiohrar con todo desemba-
razo, escogiendo para el efecto aquella
unidad militar que mas bien les ha pa-
recido. Una division, un batallan, una
compañía, un individuo, todo han podido
emplearlo siempre en sus operaciones. Vil
carlista con su fusil recorria sin peligro
una grande extension de pais , llegaba has-
ta tocar los muros de los pnutos fortifi-
cados; cuande las tropas de la Reina para
hacer una marcha de alguuas leguas con
seguridad, necesitaban reunirse en núme-
ro considerable, y segun el terreno y las
circuustaucins , era menester un ejercito
entero. Acamptibense siete tí ocho mil car-
listas en pais tan pohre y pelado corno las
rocas que los rodeaban, y vivian alli mu-
el.os meses; y un ejercito de la Reina ha-
hia de regresar á un punto fortificado en
acabándose laprovision de los morrriles:
una derrota con dispersion era siempre
mortal á una division de la Heina , los
carlistas las teniau de continuo, y sin




81
!-iesgo ele la fuerz« prindpal; sin hajai ·9i.~
quiera,


Los gencrales que han hecho la guer-
ra durante est e período, pueden decir
sino es verdad que encoutralian en mu-
chas parte~ una resistencia sorda, pero pO'"
derosa , una fuerza secre la que desvirt.ua-
ha todos sus triunfos; queagravaba basta el
extremo todas sus derrot as ; al páso que
daba nueva vida á las nacientes bandas de
carlistas, siempre dispersadas y nunca ex-
terminadas. Aun prescindiendo de los
tiempos y lugares en que los partidarios
de D. CirIos negaron á formar un verda-
dero ejercito ; ¿quien podr,l negarme que
siempre y dondc quiera, qne ,; fnerz« de
energía de canlcter de aJgun caudillo, llc-
gaba á penetrar en aquellos pelotones al~
guna subordiuacion y disciplina; forina n-
do no mas que una sombra de cuerpos mi-
lilares, las ventajas de parte del enemigo
DO fueran incalculables, bastando apenas
toda la pericia militar para detenerlos en
su impetu, yllUir el cuerpo á sus amañosos
golpes?


6




~:J
. " :Muúho se lÚl hablarlo del espíritu devan-
dalismo, de rapiña, de pillage, señalando lo--
do esto COl1l0 causa del engrosamiento de las
filas carlistas, y de que en sus operaciones
[levaran ventajas al ejército de la Reyna.
Claro es que entre los carlistas no faltarían
hombres perdidos que so co101' de pelear
por D. C¡ído~, tratarían de vivir á sus an-
churas: esto sucede en toda clase de in-
surrecciones j pero si á hecho semejante se
le quiere dar una importancia excesiva, si
se pretende tomarle como 11a ve para expli-
car Jo que solo puede explicarse por causas
políticas , me parece que en refutar estas
ideas se interesan dos cosas, el honor de los
-milita res y el honor del pais ; porque si los
carlistas no eran mas que Landas de ladrones
.y foragidos ¿como es que los ejércitos no po-
.dian destruirlos? se me dirá que el pais los
.protegia; pero entonces yo preguntare si el
.pais es algun establecimiento de ladrones,
.pues que tanta proteccion habrá dispensa-
.do á gabillas de ladrones.


Nu he tratado de cerca á los habitantes
de otras pr-ovincias donde la insu rrecciou




S3
BaLta tomado cuerpo; pero sí á lo!
moradores de las mon ta ñas de Catalu.-
ña , y emplazo á toda hombre que los
haya tratado, para que me diga, sidejan
nada que desear su aGcion al trabaja, su
honradez, y su aversión al latrocinio J al
piJ1age.


Todo esto, que para mi es mas claro que
la luz del dia , manifiesta que la causa de
D. CirIos estaba ligada con Un principio que
tiene en el pais raices extensas y profun-
das; principio que ha sobrevivido á los es"
fuerzos que mas de treinta años ha se es..
tan haciendo pam extirparle, y que ;; juz'"
gar por los efectos, debia de ser muy fuer-
te; pnes qne ha sostenido la guerra por es-
pacio de siete alias, y contra un gobierna
establecido, dueño de todas las ciudades 1
fortalezas , y aliado con la Francia y la In-
glaterra. Se dirá que este principio no ha
prevalecido, y que el éxito de la guerra
no le ha sido favorable; pero esto no prue-
-ha (Ine el principio 1I0 fuera muy fuerte;
!;IIlO únicamente que su adversario habr~
dispuesto de mas medios. Pero aun hay


11




84
mas, y es la manera singulal' con que h:l
terminado la guerra; manera que no es del
caso examinar ahora, porque es sobrado
reciente, pero que bien de bulto manifies-
ta la terrible diGcultad que mediaba en
dar fin á la contienda con la sola fuerza
de las armas, Los consejeros de D, C,írlos
que eonocian los poderosos elementos con
que contaba su causa, creyeroll quc sien-
do dificil derriba r el gobierno de Ma-
drid por medio de un golpe militar, no
era prudente aventurarle; y pensaron
que dando lugar el tiempo, y dejando qne
obrasen los elementos disolventes, que tan-
tas veces amenazaron de muerte la causa
de la Reyna, andarian madu r.in dnse las
cosas, y podriase por [in conseguir el
triunfo. Este pensamiento era fundado
hasta cierto punto, pel'o en cambio á fuer-
za de calcular la posición enemiga, olvi-
daron la propia; y este olvido los ha echa-
do á perder á ellos y ¡í su causa.


El genio de Zumalacarregui habia for-
mado el ejército de las provincias, y habia
comprendido muy bien, que la posición era




85
excelente p<lra un centro de organizaeion,
1~:Ha UI\:1 lnse de operaciones l y para un
abrigo y refugio en las derrotas. Pero
mnerto Zumalacarregui, no parece sino
qlle los consejeros de D. C,írlos Se figu-
rarou , que situaciou semejante era pro-
longahle indefinidamente; y asi es que
eonvirtierou las provincias en una gran for-
taleza guarnecida por trcin la mil hombres.
Aun cuando no les hubiera inspirado
recelos la aíl ueucia de tantos extrangcros
fiue con tantos títulos y pretextos inun-
daban aquel pais, las entradas y salidas de
tantos oficiales como concurrían allí de
todas partes, y cuya conducta era impo «
sihle vigilar escrupulosameute , el cansan-
cio del pais agobiado con tantas cargas, y
hasta con la presencia de tan ta gen te, el
mal efecto que debia de producir el regre-
sO de esas expediciones siempre á medias,
siempre malogradas; aun cuando hubieran
querido prescindir de' todo esto , ¿ cótilo
pudieron oh'idar qne un ejl:rcilO en in-re-
Clan y cercado por todas partes, es preciso
fIlIe se debilite y al fin perezca, por la mis-




M
ma ley que enfermaría y morma un in-
dividuo, si mantuviera su cuerpo siempre
en una misma posicion , y en una atmós-
fera muy reducida y ahogada?


De esta manera han conseguido que su
causa haya perecido de tal modo, que ni
siquiera se le ha dejado el honor de su-
eumhir en una batalla gerWl'al y decisiva:
nada de eso \ silla que se ha disuelto, ha
muerto de gangre11a ; y 111 presentarse fu-
gitivo D. Cárlos en pais e~;tr¡¡ngero, no
ha teuido el consuelo de hablar aquel len-
gnage que ennoblece la desgracia de una
gran. derrota: "la sue rte de las armas me
~, ha sido adversa, he visto perecer ,i mis
"valientes en porfiado combnte , y rengo
~, 'l pediros un asilo en nombre del in[Ol"-
tunio.j, Qllé no basta no para encubrir el
verdadero IIspeclo de las cosas el llamar
traidor ,1 Maroto ; pues qne sino hubiera
habido mucha predisposicion de ¡luimos,
si el mal no hubiera tenido raices muy
profundas, no hubiera este geueral podi-
do llevar adelante sus planes. ]\'Icdió aquí
~ill duda el plUl\ de un homlire ; pla11 11e...




87
"ado .:. cabo con una audacia increíble¡
pero medió tamhien algo mas: el germen
oc muerte estaba en traúado POl' la misma
naturaleza de las cosas; de otra suerte,
¿como se explica el que en 2~ dias , casi
siu una accion, desaparezca un ejen.:ito
de 30 mil aguerridos combatientes, apo.,.
yados cn la opinion del pais tan decidida
por espacio de 6 aíios , atrincherados en
plaz;as de armas, en fuertes respetables,
en posiciones y cordilleras iuacccsihles , y
todo esto teniendo á su frente á su rey.
protestando contra la traición del gene~
ral, y exci tando á los soldados y á los
paisanos á continuar cn la lllcha?


Es mencster confesarlo: los consejeros
de D. Gídos I¡an guiado muy mal á este
prmcipc : ellos le hicieron olvidar su ver--
dadera posicion , ellos fluisieron qu~ fuera
un rey cuando t.odavia no era menester
que figurase sino como el primero de sus
soldados, convirtieron en corte lo que no
debia ser mas que un cuartel general; so-
hrevi nicron las intrigas, cambiáronse tam..
bien ministerios '. rnudúse repetidas weces




88
de política, 'cs decir que en una causa'
que por S~IS principios, por sus elemen-
tos, por su misma posícioll tenia ,í la ma-
no el medio mas poderoso de victoria cual
es la unidad, se introdujo el cisma, y la
mas encarnizada discordia; hasta que lle-
gadas las cosas al extremo, concibió Marola
el plan mas osado que pudo caher en ca-
heza alguna; abrió la escena en Estella y
la cerró en Vergara,


Pero pOLo mas que sea verdad que .los
representantes de un principio no 1111Jan
sabitlo llenar la misión que se les hahia
encomendado, 110 se sigue que el princi-·
pio ya no exista: podra perder fuerza
como principio político, es decir en cuan-
to era el apoyo de una determinada [01"-
.ma de gobierno o se proponía en trouizar
una familia; pero como principio moral y
social el principio vive aun: es el mismo
que. ha comba tido siete a úos ; aun ha y


.mas es impasible sufocarle , porque esLí
.arraigado prcfundamente en el pais, y
.sus ramificaciones son extensas, su con-
textura es robusta, y es prcciso.rcspetal'~




8!J
le, haciéndole entrar con justas modifi..
cnciones como un elomen lo de gobierno·"
Es preciso IlO hacerse i1usion con la vista
de grómdes ejercitas sobre las armas , de
caudillos ilustres que marchan ,\ su fren-
te; estos ejercitas se disolverán, porque
po!itica y ccouomicamcntc cs imposible
su duracion por largo tiempo, esos cau-
(tillos pasar,íll tamhien , y ubajados a1 se-
pulcro de aqui á pocos a iios , ureducidos
á su vida privada, ten dr.iu en los negocios
públicos la mera influencia de ciudada-
danos distinguidos: en una palabra sean
cuales fueren los sucesos que por de pron-
to se verifiquen, pasado cierto tiempo la
suerte de la naciou española ha de que-
dar- encomendada ,í sus Jeycs y ,í sus ins-,
titucioues: y jay de nosotros! si no acer-
tamos á que sean bastante sabias y pode ..
rosas papa llenar los altos objetos á (fue
deben estar des tinadas.


La gnerra fJlle acahn de terminar era
profundamente social 'j poJitica: esta es
una verdad (lile c()lJyiell(~ mucho no ol~
vidal'para CIl adelautc; y fllle se ha pre ... :




90
sentado muy de bullo en todo el curso.
de Jos SIl cesas. Por esta causa un militar
que no hubiere sido mas que militar no
lJabria servido para nada, y así es qu e
han sobresalido mas aquellos militares que
al propio tiempo hall sido mas politicos.


CUANDO' se contempla á esa nacion gran-
de y generosa, tan agnlJia da de males, tan
cargada de infortuuios , tan sedienta de
encontrar el verdadero camino que la
conduzca ¡í la felicidad, oque al menos
le proporcione ill?nJl descanso y reposo
para cicatrizar sus heridas ; cuando se oye
tanta gritcría de partidos que se disputan
el mando, cuando se oye el rugido feroZ
(le las pasiones provocando discordias y
sangre, en medio de tanto dcsorden , pre ...




!H
glÍ.ntase á SI mismo el oI)ser..ador : ¿qmen
se eneargar;í de sacar ¡ípuerto esa llave tan
combatida i' ¿quién reorganizara esta socie-
dad disuelta? ¿serán los hombres, o las
institucioues i' Es menester notar, qUQ
median en esta parte diferencias mur
capitales: tiempos y circunstancias hay en
que las mismas instituciones &uian á loo:
hornbres , pero tarnhien hay tiempos s
circunstancias en que los hombros han de
guiar las instituciones. Esto último se ve-
l,ifica después de una revolucion , porque
entonces son las instituciones demasiado
débiles \ y desgraciadamente nosotros nos
11al1amos en este caso.


¿ y quienes seran estos hombres, y cual
lla de ser su sistema? Creen algunos qne
hall formulado ya un sistema de gobierno
cuando han prnuuur-iado Constitucicn. do
1837; mayormente si pueden añadir el que
se desenvuelva la Constitllcion conforme
asu espíritu, y hasta sus últimas COJlS e-
cuencias. No negan: (IUe en cierto modo
no tenga la Constitucion es pu-it.u propio, y
(jne puedan seúalarse alg unas canse cueu-




92
eias que hayan de mirarse como suyas; sin
embargo para convencerse de cuan gene-
ral, cuan vago y cuan üuitil para la pr.ic-
tica es todo esto, si se considera solo y
aislado, ]JasÍ<ml observar que la Conslitn-
cion es de si In uy ílexibl e, propiedad que
aun cuando en cierto modo pueda mirarse
corno una perfeccion , no deja por ello de
hacerla capaz de servir para cuan lo se
quiera, si no se eclulra mano de las precau-
ciones necesarias. La ley electoral, la ley de
ayuntamientos, la de diputaciones provin-
ciales, libertad de imprenta , milicia nacio-
nal, derecho de asociacion , de peticion y
otres muchas, SOIl susceptibles de arreglar-
se sobre infinil a variedad de bases, sin to-
(lar en lo mas minimo .l la COIJslitllcjon.
¿y quién no repara en la inmensa escala
de esas graduaciones? ¿quien no ve ql1C
esta escala comprende desde el sistema del
Estatuto Real hasta el sistema de la Cons-
titucion de lS12? Entregad la Conslitu-
ciou al Sr. Marlincz de la Rosn ; y sin fal-
tar ¡l su jurarnen to , sin quebrantar lli cs-
satimar la Coustituciou vigente, se valdra:




9')
de ella parll condnci r Ia nación nI sistema
del E~tatllto: entregndla al Sr. Argüelles,
y tambicu sin ser quehran tada ]01 Consti-
tu cion de 183,:" ~ varase la nacion con-e
ducidn al sistema del aíio 12. Esto no tie-
ne replica : y si se (Inisiera una prueba mas
de la verdad y exactitud de estas observa-
cioncs, ahí est.i una muy palpable y re-
cientc: los debates del congreso sobre la
ley de ayuntamientos.


Indica todo esto cuan escasa significa-
do tiene la palabra de espíritu aplicada ¡~
esta ma teria, pues cada cual la interpreta rá
á su moJ.o: lo mismo puede decirse con res-
pecio ,1 lo que se llama consecuencias, pues
qne siendo estas tan varias y tan opuestas
como hemos visto, equivale .í decir que ne-
cesaria y determinada, no tiene nin-
guna.


¿ Pero qué? No hay en la COllstitucion
:t.lgun principio dominante? Ellllowírqui-
co ó dcrnor-r.i tico? Los mon.irquicos dicen
que es menester desenvolverla en un sen-
tido mou.irquico , pues que el principio
dominante de ella es la monarquía; pero




94
los democratices responderán que es ne ..
cesario desenvolverla en un sentido dcrno-
cratico , pues que su principio dominante
es la democracia: y si se les piden prue~
has de ello, sabr.in señalar muchas de las
disposiciones contenidas en la Constitucion,
sabrán recordar la época en que se formó,
los hechos que la precedieron, el origcn
de las cortes const.ituyentes, y sobre to-
do las opiniones políticas de ]05 hombres
que Ía formaron; u mas bien podt'án de-
cir : "nosot.ros somos democráticos, noso-
tros la hicimos, como será pues posible
que la hiciéramos monárquica? Eso hu-
biera sido abjurar nuestras ideas , derribar
nuestros sistemas, dar por el pie á todos
nuestros planes y proyectos, reducir ¡í la
nulidad nuestro partido, en una palabra,
suicida mas, .1l


¿Quién resuelve esta ctrestion P ¿quién
termina la contienda? ¿cual dirémos que
es el principio dominaute, el rnou.irqnico
ó el democnítico ? Si he de decir lo que
pienso, dit'é que uiuguno; ambos esuín en
comhinacion , ambos entran en cantidad




95
considerable, pero tra t.indose de dominar,
nillgllw domina; y segun sea el curso de
las cosas, podrá desenvolverse mas ó me-
nos uno Ú otro, y desvirtuar á su adver-
sario. Esto ~ primera vista puede parecer
extraño, mayormente ,1 aquellos hombres á.
quienes no se les cae jnmás de la boca la
palabra de leOI'ÚlS coustiuicionales , y que
hablan del espnítu y consecuencias de las
coustitucioues como de cosa determinada,
fija, incapaz de tomarse en diferentes senti-
dos; pero me palOtee que hay en esto una
equivocacion mu y grave, que resul la de no
comprender ,[ fondo lo que son las formas
politicas , y de /10 dislinguir paises, tiem-
pos y demas circunstancias. Suele Ilamar-
se lcy fumlamon ta] , la ley que determina
las formas políticas ; y esta palahra funda-
mental induce sin duda á algunos ,1 creer
que las consti Luciones son ]0 mas funda-
mental que hay en un pais. No puede
nega¡'se (Jlle con respecto á las institu-
ciones civiles son las formas políticas un
verdadero fundamento; pero estas á Sil
,"'ez han de asentarse sobre otro cimiente




90
formado de aquella masa , digámoslo así;
en cuya composición entran las ideas
y costumbres del pais , y aquellas insti-
tuciones (Iue por antonomasia se apellidan
sociales.


Aclaradas estas ideas que son de la ma-
yor importancia, si algo se ha entender en
estas ma terias , pasare á observar la dife-
rencia que debe mediar entre paises .y
paises, y entre tiempos y tiempos; y de esta
manera quedan; manifiesto como es que una
constitucion que en un pais dado, pudiera
decirse que ticne un espíritu fijo y det.ermi-
nado, en otro le tenga sumamente vario, Ú
mejor diremos indeterminado y vago. Cuan-
do una conslilucion es antigua entonces se
llalla en armonía con las ideas y costum-
bres del pais , con aquellas instituciones fJue
se llama 11 sociales, y con aquellas otras que
se denominan civiles. Como es evidente que
en lodo este complexo entra la orgllniza-
cion general de una sociedad en todos los
ramos, y tambieuIas opiniones dominantes
sobre las materias en que puede ella iute-
resarse , es claro qua encierra mucho (le




9~


determinado y fijo en las ideas ,.nlllc1lO <1"
¡¡plical1o ¡[ la pr.ict ica ; y en tonces es iin-
posible que no se pueda señalar un prin-
cipio dominante, un elemento que cutre
el! mayor cauticlad y fuerza, y por consi-
glliellte un car.ict.er propio y distintivo de
aquella sociedad. Hé aquí el esprritu
de su constitucion , que no será o í ro
que el mismo del pais; porque alh ,
como todo habr;{ nacido de un mismo orr-
gen, todo ]¡,il)rá marchado en armomn ; ó
si es que allá en tiempos antiguos hubiera
hahido violencias, choques, y hasta catris-
trofes , el transcurso de los anos habrá bor-
rado la huella de las an tiguas discordias; y
calmada la efervcsccm:ill, olvidados lo~
rencores, y aquietudas las oscilaciones de
los antiguos sacudimien tos, todo estar.i á
nivel , todo en equilibrio, ocupando cada
cosa el lugn r que le corresponde pOI' su
propia naturaleza, Pero muy al reves su-
cede cuando una consti tucion es nueva,
porque entonces ha y que disponer el suelo
mismo sobre que debe ascn tarse ; y adema"
es menester ponerla en proporción y aJ;_.


7




98
monía, con todo aquello, que por su natu-
raleza Jebe e<~trihiH sobre ella. Puede su-
ceder que las ideas y costumhres de un
pais y sus instituciones sociales, se hallen
en estado muy diferente del de otros
paises, en que haya constituciones mas
ó menos semejantes; y entonces crece
Ja dificultad de atinar en el verdadero pun-
to para conciliar extremos opuestos, Por-
que si se quiere acomodar la constitucion
al estado social del peis, parecerá que se la
falsea; y si se lc quiere dar un desarrollo
conforme al estado social de otros paises
donde hay constituciones semejantes, en-
tonces se chocará con la sociedad, y serán
.inevitahles males de la mayor cuantía.


Aun cuando ]05 goLenlantes penet,·án.
dose de los peligros fJlIC siempre Ilevan
consigo aquellas innovaciones, que estén en
oposicion con el estado de la sociedad , tra-
'ten de ceñirse exclusivamente á la parte
civil y administrativa, extendiendo digá-
moslo así, solo po,' aquella parte los resul-
tados de la ceustitucíon , y dejando intacto
todo lo relativo á materias propiamente so-




9"9
ciales ; no se evita sin embargo el riesg()
como á IJl"imera vista quizás pudiera pal"e"
ce!". Y esto no es tan solamente por el roce
que tienen con las materias sociales las mate-
rias civiles y administrativas; sino, y princi-
palmente, porque tal es el estado de las opi-
niones, que lo que para unos es puramente
objeto de leyes muy secundarias, es en con-
cepto de otros, profundamente social , y de
una g~avedad é importancia superior á
cuanto puede imaginarse.


No será difícil encontrar ejemplos: el
a rreglo del clero es en concepto de al,-
gunos, objeto de una ley secundaria como
otra cosa cualquiera; segun ellos no se ne-
cesita mas que calcular el número de mi-
nistros, la distrihucion de parroquias y
obispados, la dota cían del cul to y clero,
todo conforme á las necesidades del país,
y en armoma con las instituciones poli-
ticas y civiles; sujetar estos datos al
exámen de una comision, formar un
proyecto, hacerle p:¡sar por los trámi-
tes de las leyes comunes, y obligar á SO~
meterse al nuevo arreglo, tanto al clero


"




100
como ~ los pueblos. Cosn por cierto bien
wneilla; ni mas ni menos que quien arre-
gla el sistema municipal ó cual(flÚCl' otro
ramo : y sin cmbargo los hombres sensa-
tos, y qne llevan mas alto sus miras, sean
cuales fueren sus ideas religiosas, est;; 11
acordes en que no se puede andar por
ese camino ; y todos los hombres verda-
dcramente católicos est.in intimamente
persuadidos, de que un proceder semejante
seria un atentado sncrílego contra el snn~
tiario ; y si menester fuere, sabriau arros-
trar la persecucion , antes que someterse
á disposiciones que violasen el sagrado de
su conciencia.


Aun hay mas: hemos visto ya repeti-
das veces discutirse la famosa cuestion
sobre diezmos: en sen tir de unos solo se
trata de una contribucion , el problema
es puramente económico, y esta mu y lé-
jos de levantarse á tal altura, que pueda
rozarse con los grandes in tereses de la so-
ciedad; pero á juicio de otros uo se trata
solamente de una contribucion , pues que
JlO miran el diezmo como tal; sino COmo




101
verrladeL'.l propiedad. Segun estos, no es
la cncstion purameu te económica, sino
(JIte es altamente polrtica , reli¡;iosa y le-
gal; como que adema s de rozarse con el
sistema de contribuciones, enltiz ase con
el sagrado derecho de propiedad, con
las ideas religiosas, con las leyes canóni-
cas y civiles, y hasta con el derecho de
gentes; :í causa de los concordatos, que
sise los quiere mirar despojados de todo
ca ractcr religioso, al menos se los habrá de
considerar como tratados entre gobierno y
gobierno. Por manera, que cuando uno con-
sultar.i únicamente obras de economía polí-
tica, otro revolved los códigos civiles y ecle-
si;;~ticos, preguntad á los jurisconsultos,
e studiar.i el derecho de gentes, exami-
nará lo que vale la palabra propiedad, y
hasta pedir,; á Sll coraz on que le diga 10
(Iu::, se entiende por buena fe.


lIr; aquí como una misma cuestion
puede ser colocada en muy diversos
terrenos, y mirada bajo aspectos muy di-
ferentes: hé aquí corno lo que pa.ra unos
¡erá ünicameute objeto de cálculo, ó cuan-




102 €
do mas de oportunidaJ y prudencia, será
para otros objeto de política, de religion,
de alto derecho, de buena fe: he aquí
la dernostracion mas concluyente de los
gravisimos riesgos que hay de cometer er-
rores muy funestos, atacando el corazón
de la sociedad cuando solo pareeia tocarse
su superficie; y hé aquí finalmente lo
que dará mucho que entender á todos Ios
filósofos, á todos los políticos, á todos los
hombres de estado, que traten de resol-
ver el problema que con tanta urgencia
y apremio se ha de resolver en España:
armonizado todo sin pasar por nlle'vos
trastornos.


(J,\PITUL6 x.


Tono cuanto llevamos expuesto sirve á
demostrar lo crítico de nuestra posicion,




lO,)
pues que manifiesta, que nuestras institu-
cienes no pueden guiar á nues tros hom-
bres , sino que estos hau de guia.' á aque-
Has; resultando de aquí que pueden ser
muy diferentes los caminos (fue sigamos,
segun lo sean los sistemas que sirvan de
norma á nuestros gobernantes; y que es.,.
tán estos sistemas distribuidos en una in -:
mensa escala, sin que pueda decirse que
uinguuo de los grados de ella este fuera
de los límites marcados Dar la Constitll-
cion , Ahora se ha de señalar el punto de
esa escala , se ha de fijar la graduacion,
y esta es la causa porque los partidos
procuran con tantos esfuerzos apoderarse
de la direccion de los negocios, para de-
senvolver cada cual la Consti tucion , con ..
forme á sus respectivas opiniones, y .~ pro-
pósito de sus miras. La nave ha de hacerse
;Í la vela, Jos rumbos que pueden seguic-
se son muy diferen {es; ¿qué extraño pU~5
qne cada partido quiera ser el piloto? In-
fiérese tamhien, que nos hallamos en aque-
llas .circunsí aneias en que se necesitan
~ucho los hombres , porque no. bastan




tO.¡
hs cosas; y esto cs cahalmcnte lo que
presenta mas triste y uebuloso el por-
verur,


¿ Qllé les pcdin:mos ;Í los horn hrcs ,
cuando si ellos nos responden sincera-
mente, haLnÍn de confesarnos que son tan
insuficien tes, y tan dcbiles como las cosas?
Ó sino, ¿donde se hallan, en qlH: filas se
encuentran, ,í qué partido pertenecen, jos
que poseen el pensamiento poderoso, ca-
paz de dominar tamnúas circunstancias,
P;lstante benéfico pa ra en rar nuestros ma-
Ies , bastante fecunJo para producir nues-
tra prosperidad y ventura? Revoluciona-
rios, progresistas , moderados: viles son
Jos nombres de que se glorian, (í q'le se
dan unos j otros Jos partidos que en la
actualidad se disputan la arena, dejando
á parle los apodos can que se motejan.
En esta serie de nombres que significan
Jos partidos principales, podrían intcrca-
Iarse muchas otras denominaciones, que
t'xpresall varias clases en que se subdivide
caela uno de ellos; subdivisiou que 110 es de
iJ'ítraliar, pol'tlue tal es el estado de [us




]05
COSM; y de lal morlo se han dehido frac-
cionar los partidos, que no es de admi-:
rar (lue se haya presentado á la vez tan-
ta ~'arjcdad de matices. Al principio de
nuestra revolucion , es decir, durante la
gllerr;t de la inclcpe ndeucia , pOl' mas que
oÍ primera vista no se vieran mas flue los
dos grandes bandos de realistas y libera-
les, no dejaban ya de divisarse los g(:r-
menes de nuevas divisiones; gérmenes
fIne p:(ra su desarrollo, solo estaban es-
perando la aceion dcl tiempo. Andando
este, se han ido presentando las suhdivisio-
nes , hastu Ilegal' al extremo, de que así
como hombres qne se glorian de perte-
neccr al partido de la monarquía pu-
ra, representan sistemas tan diferentes
y tan distantes, como el del obispo de
Lean y el de Zea Bermudez; «s! entre
los liberales, aun Iimi t.iudonus á los que
fi¡;nraron desde mucho tiempo, y á la sola
c!asificacion de progresistas y modera-
dos, se ven opiniones tan opnestas como
son la~ de Al'güellcs y l\Iartiuez de la
Rosa.




106
Dando una mirada sobre la actual si-


tuacion de esos partidos, lo primero que
se echa de ver es su debilidad extrema.
su postracion la mas completa; todos cla-
man, todos se agitan, todos pretenden
ser fuertes, todos se creen capaces de
dirigir Jos destinos de la nacion: pero
todos son flacos, todos se extremecen á
la sola vista de sus adversarios. ¡ Cosa
notable! el principio político que de-
fendian acaba de triunfar, y parece que
no saben qne hacerse de [a victoria. ¿Qué
indica esto? ¿no indica que todos en-
trañan mucho de falso, y que ninguno
se ha levantado ;~ bastante altura para
comprender y dirigir la nacion espa-
ñola?


Empecemos por los revolucionarios: ¿qué
6ignifica la palabra reuolucion , aplicada á
nuestra si tun cion actual? ¿ qué es lo que se
quiere revolver? qué es 10 que no se lHlya
revuel to i' ¿se quiere toda vía destruir mas?
y entonces puede preguntarse, ¿qué es
lo que ha quedado en pie? ¿Quién puede
pedir ahora la rcvolucion ? ¿será la eierr-




107
cia politica? pero esta ciencia ha visto
deshojar mllchas de sus ilusioues , ha pal-
pado ]0 funesto de muchas de sus teorras,
y por esto se ha declarado enemiga de
la revolucion: ¿ ser.i el pueblo, cuando tan
repetidas veces ha manifestado su voluntad
de una manera tan inequivaca, tan ter-
minante? ¿serán los intereses del pueblo,
cuando du rante la revolucion no ha sen-
tido el menor alivio, antes al contrario
se han agravado excesivamente sus males?
¿quiérense formas politicas mas popula-
res, cuando la Constitucion de 1837 es
la mas popular de Europa?


Digámoslo de una vez: la revolución en
Espaila no tiene en su ap~yo, ni ideas ni
intereses , carece de motivo, de pretexto;
y si se hiciera, ni objeto tendria contra
el cual pudiese dirigirse; á no ser que se
pensase en aplicar teorías, cuyo solo nom-
Lre haria extrernecer la Europa. Cuando
hay privilegios antiguos, instituciones an-
tiguas, entonces si se hace la revolucion
sabemos ¡í dond e se dirige; será ;í la des-
trucciou de aquellos privilegios é insti tu ~




IO~
dones; si el (',~l:lcl() de la opinion ~ ó el
poderlo de al¡';HlJos nuevos intereses exige
el estn hlccimicn to de nuevas Iot-mas (>011-
tiras, en tonccs sahrdmos ,l donde va la
revoluciou ; va ¡; conquistar el terreno
cIne se disputa, va á promover y asegu-
rar el triunfo de las nuevas ideas, ,í ase-
gurar influencia en el goLierno ;; aqur-llos
intereses, que eran ya de antemano porle-
rosos en la sociedad. Pero si privilegios,
é iustituciones , y todo lo que era antiguo
se ha echado por el suelo, si las formas
politicas son muy ámplias y populares, si
lIO ha y una iden que no tenga su expre-'
siou libre, si no hay un nuevo interes
que no estL' represen tado, entonces; (1 qué
objeto tcudr.i la revoluciou i' (:r[lll: se pro-
pondrá destruir? (lué conquistar i' qué es-
taLlecer?


Si se tra Lfra de nna revolucion en
Francia, oen otra nación que pueda con-
tar con poderosa influencia sobre el res-
to de Europa; y cuya organizacion social
la tuviera dispuesta para UIJO de aqucllo s
¡;randes sacudimientos , en (jue masas ;11-




109
mensas se [evan tan como las olllS de 1"
ma r, y acometen furiosas todo lo que exis-
te sea i\ohierno, sean dases, sea propie-
dad, sea la contextura de los mas sagrados
laz os sociales y domcsticos ; entonces te-
davla fuera comprensible la revolución:
diriamos que van á realizarse allí Jos de-
lirios de Saint-Simon, Ó del abate de
Lnuienuais : diriurnos íJUC allí se har.ín los
primeros ensayos, y que la fuerza mate-
rial de que dispone aquel la nacio n , se
empleará en seguida para regenerar <t los
otros pueblos. Pero en España , donde ni
se ha presentado, ni se presen tará toda-
vía de muchu tiem po el problema que se
nana del paupcrtsn:o , con todas las difi-
Clllta(L~s y pcli;;ros <jlle eu traúu para otras
naciones; en Espaún donde las masas pro-
piamentc t.rles , son profundamente reli-
giosas, y enemigas de innovaciones; en
España que ejerce tan poca influencia en.
el resto de Europa, que figura en un ór-
den m ny secundario en la linea de las
potencias, y qne dispone de tan escasos
medios p:ua hacer triunfal' las ideas que




110
ella adoptase, ;, (J111: puede significar, vuel-
vo á repetir, qué puede significar la re-
volucion i' No puede ser mas que una
época de motines pasageros, de tras tor-
nos, de violencias y desgracias; pero sin
producir ningun resultado, ni político, ni
social; sin asegnrar el triunfo de una
idea, de un sistema, ni la preponderan-
cia de un lluevo interes: en una palilbra
solo puede ser la repetición de aquel es-
tado de incertidumbre, de zozobra, de
agitacion, que hemos ya presenciado otras
veces, teniéndose al fin que vol ver al
sendero que poco antes se habia aban-
donado.


TANTA es la verdad de estas aserciones,
tal la evidencia con (1 ue saltan á los ojos,




11r
que salvas algunas es ccpr iones muy raras.
apenas se encuentra quien se alreva á
defender lo contrario. Todos los hombres
que por una ri otra causa desean toda-
'/ia otras innovaciones, se han agrupado
en torno de una nueva bandera; y aun
es de natal', que bajo ella se apiñan tam-
bien algunos fjUe desean de veras la re-
volucion ; pero fjUe no se atreven á lla-
marla por su nombre, ni juzgan pruden-
te pl'esentarse solos en campaña. Esta
nueva bandera se llama del progreso; 'Y
á veces como para prevenir diíicultades y
disipar sospechas, se ha unido al nombre
de progreso , un epíteto muy inocente,
muy cuerdo, que saliera dig;ímosJo asi,
por fiador de su cornpnúcro ; form,índo-
se de esta manera la expresión ; progreso
legal. Llamo nueva á esta bandera, no
porque yo la juzgue nueva, sino única-
mente porque se ha presentado bajo esta
nueva forma; puesto que 110 es nueva sino
DlUy vicja, gastada por el tiempo, y no
tiene de nuevo, sino flue se ha escrito en
eUa un nombre nuevo.




112
Es menester confesar que no lHl si(lf1


malo el ardid; '1 que si el partido que se
empeña en denominarse progresista, pu-
diera apmpiarse este nombre, y hacer
olvidar el de e.valtado, haln-ia ganado no
poco en el cambio. Eso de exal tado es
muy mal sonaute ; porque legislador exal-
tado, ministro exaltado, hombre de estado
exaltado, magistrado exaltado, hombre ptÍ-
hlico de un úrden cualquiera, y exaltndo ,
son palabras que encierran extrañeza , re-
pugnancia; porque suponen falta de tino y
cordura, prendas altamente necesarias en
materias de gobierno. Pero progreso, y
sobre todo progrew legal, ya es otra cosa
muy diferente: esto expresa no una pasion
en efervescencia, sino un pensamiento, y
pensamiento brillan te , deslumbrador, uua
idea generosa y activa, dirigida empero
por la justicia, y templada por la pruden-
cia. Bien se deja entender que hablo yo
del significado de esta cxpresion , por lo
que ella debiera significar segun su ver-
dadero sentido, nntcs de ser como iusig-
u ia arrastrada por el cieno de los partidos,




115
CIntes ele haber pasado por la terrible plu-
ma de escritores como Abenamar. En las
revoluciones todo se aja, todo se manci-,
Jla, todo se disloca, y no es de lo que
menos sufre el Diccionario de la lengua.


Sea como fuere, y prescindiendo de las
nuevas signific<Jciones que se hayan dado
á la' palabra progreso, procuraré analizarla
lal corno es en si, porque juzgo de la
mayor importancia el no dejarla en circula-
cion con cuño ambiguo, pues solo de esta ma-
nera se puede apreciar la mayor ómenor jus-
ticia, con que se la apropian los partidos.


Progresar es marchar hacia delante;
y si esto se ha de aplicar ¡; la sociedad
en senti do razonable, solo puede signifi-
car, marcliarhacia la perfcccion. Cuando
la sociedad se perfecciona, progresa, cuan-
do pierde de su perfeccion , retrograda:
para' saber si hay progreso ó no, toda la
cuestion está en si hay nueva perfeccion
ó no: pues aunque la palabra, progreso
suele tornarse por algunos como sinoníma
de tendencia democrática, para ser esto
admisible seria necesario probar, que las


8




114
leyes é instituciones son tanto mas per-
fectas cuanto mas democr,íticas; y que
la perEeccion de la sociedad consiste en
el absoluto predominio de b demoer.icia:
proposicion insostenible porque con la his-
toria y la filosofía se puede demostru r
que no existe tal dependencia ni enlace;
y que segun las circunstancias, podr,í la
perEeccion de la sociedad exigir con respec/o
al elemento democrático, ahora un sistema
de restriccion , y después quizás un sistema
de ensanche.


Existia el fcudalismo, poderoso, dominan-
te, y con él los males que eran su necesaria
consecuencia: comenzó el desarrollo de las
municipalidades, es decir del elemento po-
pular, ¿ era esto un progreso P sí; pOH/ue
tendia á mejorar la condicion del pueblo,
neutralizaba y desvirtuaba la excesiva 'fuer-
za del feudalismo, prestaba apoyo al po-
der de los reyes, á la sazón tan déhil, y
allanaba el camino para gobiernos mas
regulares, mas [ustos , mas á propósito
para la seguridad y felicidad pública. Des-
envuelto el sistema municipal, y comhi-




115
nado con los inquietos y turbulentos res-
tos del fcudalismo , germinaha por todas


t 1 't ' 'f, t'par es a allar'1Ula; en onees se niam es o
una viva tendencia á centralizar el poder,
;t robustecer los tronos; y como conse-
cuencia necesaria se cercenó y limitó el
poder de las municipalidades. lIt: aquí
una tendencia antidemocr.i tica ; y sin em-
bargo ¿quien duda que fué un progreso?
¿quién duda que naciones de la extensión
y organizacion de las europeas, necesitaban
un poder central, grande y fuerte, para
que pudieran protegerse y fomentarse ]05
grandes intereses de la sociedad? hé aquí
dos tendencias opuestas; la nna favore-
ciendo al poder real, la otra al elemento
popular; y ambas dignas del nombre de
progreso, porque ambas conducian á la
perfección de la sociedad.


Ciüámonos á un ejemplo mas reciente:
la Francia después de haberse precipitado
sin freno por el camino de la revolución,
pagaba su ligereza y fogosidad hallándose
sumida en la mas espantosa anarquía. Pre-
sentase Napolcon, da en torno de sí una


..




116
sagaz y penétrante mirada, conoce la opor-
tunidad, la aprovecha, levanta su mano
de hierro, sojuzga la revolueion , la COll-
centra en su persona, y se sienta sobre el
trono de Carlomagno. Se restringió la li-
bertad, todas las formas políticas perdie-
ron su democracia, estableciósc la monar-
quía mas absoluta, el despotismo en toda
su extension ; y sin embargo ¿no fllé aque-
llo un progreso, y progreso grande para
la Francia? ¿podia dejar de ser un progre-
so el salir del caos? Se robusteció el po-
del', se restablecieron los hábitos de obe-
diencia, se organizó y vigorizó la admi-
nistracion, se formaron los códigos, se
fomentó la industria y comercio; pel'O Na-
palean lo hacia todo á caballo, porque era
de aquellos monarcas que no se pueden
apear; y veinte años de guerras tenian fa-
tigada la Francia, é indignada la Europa.
La Francia se habia acostumbrado á seguir
el carril de un gobierno regular, Napoleon
na era ya necesario, su nombre no era ya
tan mágico, y se empezaba á conocer y ,í
sentir, (Iue una nacion tan grande valia de-




117
masiado para ser el instrumcn t.o y la víc-
tima de la ambición de un hombre. Fer-
mentaron muchas cabezas, se llevaba con
impaciencia el yugo dc tanto despotismo,
la Francia se acordaba de sus derechos,
queria ser mas respetada, mas consultada,
propendia de nueva á otras formas, y ó
miraba con indiferencia la caida de Napo-
lean ó la precipitaba: h¡; aquí otra ten-
dencia .opuesta, y no obstante tenden-
cia de progreso; porque progreso era res-
tituir á la Francia su dignidad, y restañar
la sangre que corria á torrentes.


Presentada la cosa bajo este punto de
vista, salta á Jos ojos que para saber si un
sistema que se apel1ida de progreso con-
viene ú no ,í Ja sociedad, es menester exa-
minar si se toma esta palabra en su acep-
cion genuina; es decir si con aquel siste-
ma se carnina h.icia la perfecciono Y qué
se entiencl c en Espaüa por progreso? to-
mando esta palabra en un sentido que no
signifique rcvolucion; (qué es lo que ex-
presa? Antes de determinarlo, examine-
mos cuales son sus doclrinas, cuales sus




118
hechos. Se ofrece explicar alguna preroga-
tiva de la corona, concederle algun dere-
cho, extender alguna de sus facultades;
¿ ¡í qué parte se iuclinar.in los progresistas?
no es dudoso: ¡l la que limite y restrinja.
Se trata de alguna clase antigua, tal como
el clero Ó ]005 restos de la nobleza; ¿qué
harán los progresistas? combatirla. Estos
dos hechos que aparecen siempre co-
mo dominantes en la conducta de este
partido, indican bien á las claras que es hi-
jo de aquella escuela cuyos principios fun-
damentales eran, mirar con suspicacia y des-
confianza el poder, y profesar una profun-
da aversión á aquellas clases, que en la
antig-ua organizacion social, formaban las
dos principales gerarquias. Ji consecucncia
de tales principios, natural es que propen-
da en sus doctrinas y en sus hechos á fa-
vorecer el elemento dcmocr.itico ; y de
aquí ese apelar siempre al pueblo , in vacar
siempre la autoridad del puehlo , seña-
landole como origen de todos los poderes,
y llamándole il tornar parte en to.los los ne-
gocios. Sin emba rgo ¡¡tUI'llle ,í primera visla




119
parezca ese partido esencialmente demo-
crático, mirada la cosa en el fondo se
descubre una singularida d digna de ex-
plicarse. Cuando los progrcsistas invocan
el pueblo, invocan. solamente aquel ¡me-


1¡10 fIne participa de sus ideas y que favo-
rece sus miras; pero si el .genuino desar-
1'0110 del elemento popular los contraría,
entonces se oponcn á este desarrollo con
todas sus fuerzas, no quieren seguir hasta
las últimas consecuencias el espíritu de-
mocrático de sus principios.


Tachados SOI1 de inconsecuencia los pro-
gresistas por semejante conduota ; recha-
zan ellos el cargo, señalando como es na-
tural varias razoncs , segun lo exige la cues-
lion (IUC se ven tila ; pero me parcce que
harto mejor se defenderían aceptando fran-
c.uueu tc el cargo, y haciendo notar que
tal iucousecucucia es resultado de una ley
general, que extiende su dominacion sobre
todos los partidos. Aquí llamo muy parti-
cularmente la a tencion del lector, porque
voy á expouer una doctrina que na he vis-
to explicada en ninguna parte; y que no




1 ZO
obstante es muy verdadera, muy cierta, y
adema s muy eÍ propósito para señalar las
causas de fenómenos los mas extraños.


EXAMINANDO á fondo la historia y con-
sultando la experiencia, se puede notar
que las revoluciones, las restauraciones, y
en general todos los grandes hechos polí-
ticos, aunque presenten decidida tenden-
cia il ciertas formas políticas, aUllque pa-
rezcan animados de un principio exclusi-
vamente político, no es sin embargo así:
la cuestion en la superficie es política, pe-
ro en el fondo es social; el ruido se mete
en las formas, pero la vista estti fija en ob-
jetos que afectan el corazon de la socie-
dad. Se suele decir que las formas politi-
cas deben mira rse como un medio, y que




12l
es una equivocacion el mirarlas como un
fin; pues bien, esta doctrina que se enseña
como un adelanto, es ya conocida de muy
antiguo; sino con toda la claridad teórica,
al menos en confuso, y so bre todo es sen-
tida vivamente, y lo que es mas, es siem-
pre rea liz.i d .i.


Este es un hecho que explica muchas
inconsecuencia s de las revoluciones, res-
tauraciones, partidos, en una palabra de
todo lo tocante ,; política. La cosa es
muy sencilla: los encargados de la propa-
gacian de ciertas ideas, de la conservacion,
pro teccion y fomento de ciertos intereses,
juzgan que les es conveniente esta ó aque-
]h forma politica, este ó afIlIel sist cma po-
1J"tico, yen consecuencia los ensalzan, los
proclaman, y procuran de todos modos es-
tablecerlos, y asegurarles predominio. Tan-
to es el ruido, tantas las protestas, que la
cuestion política llega ,; parecer la domi-
nante; y entonces las ideas y los intere-
ses que han de medrar al abrigo de a que-
11as formas Ó sistemas, quedan como invo-
lucrados, ocultos, ;¡penas se divisan. Pero




122
¿queréis descubrir el secreto? es muy fá-
cil: observad atentamente la marcha de
los sucesos, y bien pronto la incesante
movilidad de las cosas humanas, y la extre-
ma variedad de los objetos que se tocan,
se rozan y complican en la sociedad, os
uCL'eCCr;ln alguna ocasion oportuna.


Por mas grande que sea la prevision de
los que comunican el primer movimiento.
y señalan su direcciou; las formas ú siste-
mas políticos, escogidos como el instrumen-
to mas adaptado, no siempre llenan el ob-
jeto á que estan destinados. ¿Qué hacer
cutonces i' la eleccion no es dudosa; lo mc-
nos principal debe ccrler ii Ío mas principal,
la institucion política se adultera , si esto no
basta se la qucliranta ; y ]l<1s1(l se abjuran los
principios políticos en flue se hahiacimen1a-
do. Esto no hay que extrañarlo; la historia y
la experiencia nos lo confirman á cada paso;
y no puede ser de otra manera, pues que
esta eula misma naturaleza de las COSilS.


No consiente el g<;nero del escrito expla-
yarse en las numerosas aplicaciones, que ele
tamaua verdad podrían hacerse; pero como




Hl3
quiera no hc dc dejarla sin algun ejemplo:
porquc ta] me parcce la importancia de
esta doctrina, es tan huuinosn para com-
prender fenómenos muy singulares, ilus-
tra de tal modo la verdadera si: lIacion de
Espaua, que no ser,; tiempo perdido el que
gastemos en aclara ,-la.


Nadie iguora el profundo arraigo qne
tienen en Ingla lena las forrnaS , los siste-
mas, y hasta los hábitos de libertad poh -
t ica ; y sin cmbargo esta liberlad se ha vis-
to por mucho tiempo limitada, comprimi-
da, en tratando de un principio, que estaba
en oposición con otro principio, que se huhia
seiiureudo de la sociedad inglcsa: y la poste-
ridad pregllll lar:í eon admiracion; ¿ como
en posible que en Inglaterra, en esa lllgla-
tena que ha llegado á obtener e! titulo de
pais cLísieo de la libert ud, hubiese ya trans-
currido el primer tercio de! siglo XIX, Y
todavía fueran menester grandes esfuerzos
para obtener la cniancipaciots de los cató-
licos? ¿Q"uicn creyera qne el principio poli-
ticoquc tan arraigado, tan dominante estaba
en el pais.fuese CUIJo trcúido por tanto l icru-




I ZI¡
po, impedido dc extenderse, privado de un
desarrollo (flIe le era tan natural y tan pro-
pio? Y sin cm bargo no es dificil explicar la
extrañeza, si se recuerda la verdad (Iue acabo
de establecer, y se la aplica i[ Iuglaterra.


Observando el curso de las revoluciones
de ese pais , se notu que ha tomado en ellas
mucha parte, y ejercido poderoso influjo,
el principio protestante. Triunfó este prin-
cipio, apoderase de la sociedad inglesa; no
tan solo estableciendo el predominio de las
ideas que eran su consecuencia, sino ligán-
dose con muchos y grandes intereses mate-
riales. En el Catolicismo veia su adversario
mas temible: este era un rival lIcno de vi-
da y robustez por su misma naturaleza,
poderoso en muchas regiones del globo, y
que una vez introducido cn la arena, podia
disputar el terreno con probabilidades de
victoria. Y esta es la razon porque cn tra-
tándose de los ca to licos , no se ha rplericlo
que el principio político dominante diera
sus consecuencias, se le ha desnaturalizado;
y si el espn-itu del siglo, y d imperio de las
circunstancias hall recabado alguna medida




125
favurahlc ;t los cat¿licos , 110 se los pierde
por esto de vista; no se levanta la mano que
comprime csa Irlanda, cuyo grito de in-
dignacion resuena tan enc:rgicamcnte por
boca de su famoso representante.


Ya que me viene corno á la mano, desva-
neceré de paso el error en que podrian es-
tar al gunos, creyendo que el principio de
libertad política ha sido contrario de los ca-
tólicos, porque ellos eran el apoyo como sí
dijéramos nato, del despotismo. La voz mas
robusta y atronadora que se oye en Europa
invocando la libertad, sale de Irlanda: ¿ y
porqué? porque en Inglaterra el trono y la
aristocracia están in timamente ligados con el
protestantismo: nueva con Iirmacion, prueba
evidente, de que las formas y sistemas po-
líticos figuran como secundarios, como ins-
trumentos con respecto á las grandes ideas
é int ercses que afectan el mismo corazón de
la sociedad.


Aducirt! todavía otro ejemplo : sabido
es que la escuela que se propuso en el siglo
pasado hacer un cambio radical en la orga-
nizácion social de Europa, dirigía COIl pre-




1%
t(~r(,l1f~ia sus í iros contra el objeto , qne
miraba corno 11110 de SllS principales ohs-
ticu los. Era el clero; y as! es que todas
sus miras se <lirigian siempre á quchrautnr
su. poder, él disminuir sn influencia, ,( des-
pojarle de todo brillo, ¡í dejarle sin repre-
sentacion , y ,í que los pueblos cesasen de
prestarle veucracion y obediencia, Sabi-
do es también que esta escuela, por prin-
cipios, por interéses , y POi' todo linage de
níinidadcs , se Iiermanaha intimamente cou
todo cuanto tendia á disminuir el pocler de
los reyes. No habia rebentado la revolución
francesa, la monarquía en Europa era toda-
vía muy robusta, y esta institución que (lis-
ponia de tanta fuerza, y que est;]I);¡ ro-
deada de tanto prestigio, era un instru-
mento excelenle para derriha r ó desmoro-
nar clases ó corporaciones, que con el tiem-
po habían aelqui rielo gran consis tencia y
poderío. Olvíelanse entonces los derechos de
ciudadano, los límites del poder real, las
consideraciones debidas al liombre : en una
palahrn , todo lo qne fOl'm¡¡ha la divisa de
aquella escuela filosMica. Se trata del clero:




HJ7
entonces Jos reyes Jo son lodo; las clases,
los individuos no son nada; el derecho de
propiedad, la libertad individual, todo des-
aparece bajo la mano de los reyes, todo se
hunde en presencia del trono; paracIue los
hechos se subordinen al pensamiento prin-
cipal y dominante. Es decir que ,í trueque
de hacer triunfar su idea principal, se olvi-
da de las secundarias, á saber de las políti-
cas; ya no es amiga de la libertad, apela al
poder de los reyes, les concede toda clase
de facultades, no seiiala limites á la ex-
tension de su poder, IHodama el despo-
tismo.


Estalla Iarcvolucion, crease un poder ter-
rible para derrihat'; 1'11 Lances Jos t rouos de-
saparecen, el pueblo lo es todo; porque así
conviene para el triunfo de aquel mismo
pensamiento, que habia sujetado á su dircc-
cion el mismo poder de los reyes. La revo-
lucion peligra p01:' sus propios excesos, se
necesita un hombre que personificándola
en si mismo, pueda asegurar el triunfo de
las nuevas ideas, y garantizaL" la seguridad
de los nuevos intereses: ahi está Napolcon.




J~R
La libertad Jesaparecc, el despotismo mas
puro se entroniza, mas no importa: este
hombre por su. origen, por su posicion y por
todas sus circunstaucias, no puede favore-
cer el orden social antiguo: el representa el
nuevo urden de cosas, el sacar.i vencedora
la revolucíou ; despues de haLeda impedi-
do de suicidarse, la organizará, la regulari-
zad, la cubrid de gloria en cien com lia les;
él consumará el hecho que expresa el pcnsa-
miento dominante de la revolucion : ope-
rar un cambio profundo, radical, en el co-
raz on de la sociedad. ¿ Veis que diferencia
de fases? pues todo marchaba al mismo fin,
todo se dirigia 11 derribar para siempre la
organizuciou social antigua,;~ asegurar el
nuevo orden de cosas fundado en los prin-
cipios de la escuela dominante: se cambia-
ba de formas políticas, se echaba mano de
varios principios políticos, es decir se mu-
daba el ins trumento; el instrum en to es cosa
indiferente, lo que conviene es que sirva, y
que sirva bien. Esta es la causa porque ."apo-
leoll se cncont ro rodeado de Iirmisimos apo-
yos, y rué aplaudido con vivo entusiasmo; no




IZ9
solo por parte de aquellos que le agrade-
cian el que por de pronto sacase la Fran-
cia del caos, no solo de aquellos que se ar-
robaban de entusiasmo a la vista de sus gran-
des hazañas, sino tnmbien de aquellos otros
que llevaban mas alU sus miras, y que parecia
debian tener menos simpa tías con el des-
potismo de .Vapoleou; hé aquí porque ape-
nas encon traréis á uno que sea enemigo de
la organizacion social antigua , y par-
tidario del nuevo orden de cosas creado
por las revoluciones, que no pronuncie con
respeto, con vivo interés, con entusiasmo,
el nombre de Napoleon.


Los hechos que acabo de citar manifies-
tan hasta la evidencia, que las formas y sis-
temas po]iticos son siempre instrumentos
de ideas é intereses sociales; que si dejan
de serlo, quedan un mero simulacro, son
una máquina que no sirve, un objeto que
no puede excitar sino un intercs muy débil
y pasagero. Si reflexionamos un instante ,
encoutraremos la razón de esto en el mismo
corazon del hombre. Lo que mueve al hom-
bre; lo que le estimula para obrar, lo que le


9




150
comunica actividad y energía, cual se necesi-
tan para consumar grandes hechos políticos,
es aquello que le afecta de cerca, que está
en continuas relaciones , en CaD tacto
con su existencia. Es á veces una idea
grande que le señorea y sojuzga, que
sin cesar est~ presen te á su alma, que bajo
misterioso velo le revela su origen y le seña-
la su destino; es quizás un interés material
que se le ofrece como el único recurso para
satisfacer sus necesidades; será un tenor
de vida en que pueda hacer mas amplio y
libre uso de sus facultades, ó que sea mas
conforme á sus gustos é inclinaciones; pero
siempre es menester que sea alguna cosa que
no se separe de (~J,que seacomo la atmósfera
que le rodea, como el aire que respira;
nunca sera bastante una influencia inter-
rumpida por largos trechos, y que además
solo llegue á tocarle de un modo débil é indi-
recto. Las formas poli ticas por mas la tas que
se su.pongan, y por mas operarios que nece-
siten, es bien claro que pa ra el movimiento
ordinario de la máquina, han de necesitar un
número de brazos, que con respecto á la




131
generalidad de la nacion ha de ser siempre
muy escaso ; y si bien es verdad que llega
de tiempo en tiempo el uso de los dere-
chos políticos , que se extiende :t mucho
mayor número de ciudadanos, pero esto es
á trechos distantes, solo de vez en cuando;
y además el ciudadano aunque experimenta
en este acto algo que lisongea su amor pro-
pio, vuelve luego á entrar en la obscuridad
de lasocupaciones domésticas, y á verse ex-
cluido de la arena política, donde mira que
unos pocos encuentran gloria y provecho.


Siguese de esto que la aficion á las for-
mas puramente poli ticas ha de ser siem-
pre muy pasagera, si estas no se miran
como el apoyo de ciertas ideas é intereses;
los entusiastas puramente políticos son
muy pocos, y si penetramos en el corazon
de un hombre sea cual fuere el color po-
litiso á que pertenezca, enconlrarémos
la razón de sus opiniones ó aficiones poli-
ticas, Ó bien en ciertas opiniones suyas que
afectan de cerca ó al individuo, ó la fa-
milia; ó las relaciones que forman como
la trama de la sociedad; ó bien en ciertos


*




13Z
intereses de qne no puede prescindir , y
que por una ú otra causa, se habrán vin-
culado con este ó aquel sistema.


Esta doctrina en cuya verdad han de
convenir Jos hombres de fodas opinio-
nes, explica las anoma has que presentan [[
cada paso los partidos políticos. EsL;n do-


,minados de uua idea principal, y esta tie-
ne bajo su direccion la idea poJitica qne
han adaptado; viene un caso de lucha, la
idea poJitica ha de ceder, porque es de
un orden secundario; y como á fuerza
de meter ruido había figurado como pl'in-
cipal, hace mas visible la contradiccion, y
deja en su desnudez la apostasía. Clnro
es que de esta regla no radia exceptuarse
el partido Ilnmado progresista: todas sus
opiniones y simpatías estan por Jos siste-
mas populares, pero no puede desenten-
derse de su pensamiento dominante cual
es, comunicar al individuo y ¡[ la sociedad,
aquellas ideas y sistemas que son la nor-
ma de la escuela i[ que ha debido su ori-
gen. No es menester preguntar si las ideas
y sentimientos de una gran parte del




153
pueblo espaiíol estan en favor de esa escuela:
basta recordar cual ha sido su educación,
cual su conducta durante los 50 añns de
nuestras revueltas; hasta traer á la memoria
hechos bien recientes, y sobre todo basta
dar una mirada il tanta sangre que está
todavía humeando. Un señor diputado cu-
yas opiniones son bien conocidas, el señor
Sancho, dijo que el actual congreso era
una minoria con respecto á la generalidad
de la nacion : y cuenta, que no lo dijo
porque el congreso fuera moderado, sino
que se expresaba asi para significar, que
aun las ideas de este congreso eran mas
adelantadas que las dominantes en la ge-
lleralíebd de la nacían. Sí esto se verifica
con rcspecto ,í las ideas de los hombres
del actual congreso: ¿que ser.i con relacion
áotros, que tanto mas se apartan de las
ideas, sentimientos y habitudes del pueblo
español?


H.esulta de 10 expuesto hasta aquí, que
el partido progresista ó habrá de abjurar
sus ideas sociales, ó nunca podradesenvol-
ver en España de un modo franco y ge-




]54-
nuino sus principios políticos. Estos son
muy latos; muy populares; pues bien qUtl
apele al pueblo, al verdadero pueblo, y
este condenará sus sistemas. Los gefes de
este partido lo conocen muy bien; y pa-
ra eludir semejante compromiso habrán
de prOCUf¡lr que bastardeen institucio-
nes políticas , que ellos mismos ensal-
zan ; habrán de apelar al pueblo, pero te-
merosos de su fallo cuidarán que en su
mayor parte no se interese "en la contien-
da: hé aquí una posicion eminentemente
falsa, que por necesidad habrá de acarrear


•gravísimos males, y presentar á cada pa-
so complicaciones muy difíciles. Cuando
se trate de elecciones de diputados y se-
nadores, se verán precisados á defender la
eleccion por provincias y á combatir la
flue se haga por partidos; porque solo de
esta manera podrán arrastrar la cuestion ¡í.
la arena donde de vez en cuando pueden
contar con probabilidades de victoria;
cuando de armamentos, invocarán las cla-
sificaciones , las excepciones , con variados
pretextos , pero en realidad para que las




135
armas no vayan a parar con abundancia
á manos de aquel pueLlo que llO los se-
cunda; en una palabra siempre habnin de
procurar que el elemento democrdtico no
se desarrolle sino en ciertos puntos, y
bajo determinadas condiciones; es decir
que incurrirán á cada paso en una contra-
diceion , abjurando sus propios principios,
y desvirtuando sus instituciones.


Pero quiero precindir de todo esto,
quiero suponer que la generalidad del
pueblo estuviera de su parte, y que pu~
diesen desenvolver sus sistemas con toda
extension, sin ningun recelo de suicidarse.
Ni aun en este caso ¿podria convenirnos
esa escuela que mira siempre con des-
confianza el ppder, que profesa aversión
á las gerarquías antiguas, que dando una
exagerada importancia á la libertad indi-
vidual se olvida de asegurar cual conviene
el orden público; de esa escuela que ve
siempre al individuo nunca la sociedad?


No cumpliría á mi propósito entrar en
ruestion sobre tantos puntos como se han
ccatrovertido, y se controvierteu aun so-




156
bre semejantes materias; pero si que diré
dos palabras sobre los objetos mas capi-
tales. Es una verdad evidente, y en
que convienen en la actualidad todos los
publicistas, qlle sea cual fuere el porve-
nir que haya de caber á las formas po-
líticas de las sociedades europeas; por
ahora, y atendida la organizacion de estas
sociedades, nccesitan un podcr central,
robusto y fuerte. Es cierto tambien que
este poder en Europa es sinónimo dc po-
der real; y esta es la razon porque todas
las naciones de Europa, aun aquellas qne
se rigen por instituciones mas liberales,
miran el trono como la principal salva-
guardia, como el paladion de los grandes
intereses de la sociedad; ¿que bienes pues
podrá traernos un sistema, que tan facil-
mente se alarma por cualquiera extensión
de las facultades de la corona, y que siem-
pre es de parecer de limitarlas y cerce-
nadas ~ -


Otro de los principios dominantes del
progreso, es el reducirlo todo al indivi-
duo; es esa aversion, ese horror á todo




1)7
lo que es clase; ese temor de que no
adquier.l preponderancia, aquella que está
encargada de la educacion religiosa y
moral de los pueblos. Estas tendenrias
¿;í donde se encaminan? ¿es acaso ,í satis-
faceL' alg una de las grandes necesidades
de la sociedad? ¿ ,í que ese prurito de
igualarlo todo " de nivelado todo? cuan-
do es IDas claro qUd la luz del dia, que
si algun grave peligro amenaza á las so-
ciedades modernas, no es por la prepoten-
cia de las gerarquías , sino porque á fuer-
za de individualizarlo todo, ha quedado la
sociedad como pulverizada.


SE ha formado entre nosotros un partido
que cuenta entre sus miembros u na parte
muy selecta de la nacion ; fjUe apelli-




138
dándose con distintos nombres, y pre-'
sentándose con formas mas ó menos cons-
tantes , ha ejercido mucha influencia en
los negocios de nues Lra pa tria; y <!ue al
parecer, alimenta una conviccion profuu-
da, de que solo él es capaz de sacar la Es-
paña á puerto seguro , y de labrar su
prosperidad y grandeza. Pronunciando
sin cesar las palabras, moderacion , opor-
tunidad, tino y lentitud en las reformas,
sin descuidar el afianzamiento de la liber-
tad, se halla persuadido de que posee la
feliz comhinacion de las dotes, que se ne-
cesitan para gobernar bien en la presente
época: como son, vasto saber, buena vo-
luntad, y un gran fondo de prevision y
cordura.


No trato yo de rebajar en nada el mé-
rito de los hombres que militan bajo tal
enseña; no ignoro que figuran entre ellos,
esclarecidos literatos, aventajados políti-
cos, hábiles diplomáticos, magistrados
ilustres; y á decir verdad, al leer sus
nombres ensartados en lista, sea cual fue-
re el concepto que se forme de sus opi-




139
niones y conducta, parece como que el
ánimo se inclina á tratarlos con indulgen-
cia, al menos por consideraciou al rele-
vante mérito de sus personas. Pero ya
que ellos han manifestado aquella tole-
rancia de opinion es, que es resultado na-
tural de su mo deracion y templanza; séa-
me permitido pre guntarles , ¿ como es que
llayan presentado el extraño fenómeno de
parecer fuertes mientras estaban por su-
bir al poder, mientras combatian á sus
adversarios, mostrándose luego vacilantes,
tlacos, incapaces de dominar las circuns-
tancias, asi que han empuñado las riendas
del mando? ¿como es esto posible? ¿ no
se han aprovechado de las amargas leccio-
nes que ha recibido la Europa por espa-
cio de medio siglo? ¿ cual pues podrá ser
la causa? ¿ser.i la guerra? ¿ serán circuns-
tancias pasageras, pero inevitables? No
negaré que haya sido mucha la influencia
de estas causas para producir semejante
efecto, pero la causa mas radical, la mas
profunda, la mas eficaz, es otra muy dife-
rente: es que los moderados han estado




14-0
por lo comun , en una posicioll muy falsa,'
no se han levantado á bastante altura pa-
ra comprender la verdadera situacion de
Espaií-t ; y asi es que sus palabras no han
tenido un eco universal en la nacion es-
paiíoLt , y sus sistemas han encontrado,
cuando no abierta resisteucia , al menos
una terrible inercia.


No se me oculta que en esta última
época no han faltado hombres de ese par-
tido, que han levantado muy alto la voz
para señalar la senda del bien; y que aun-
que pertenezcan á las ideas de modera-
cion , han mostrado no obstante qne ha-
bian meditado seriamente sobre la nación
espaúola ; a rroj.lndosc con noble resolución
á señalar los yerros, que hahian cometido
sus propios amigos. As! es que si se ob-
serva atentamente el curso de las ideas,
se notará desde luego, qne va formándose
un nuevo partido moderado; y que si
bien su nombre es el mismo, su bandera
es muy diferente de la que habian enar-
bolado algunos de los antiguos modera-
dos. Aun hay mas: y es también muy de




141
notar, que se van aproximando los viejos
moderados á los nuevos, hecho que es
muy Ud percibir en el lengulIge que han
empleado de algun tiempo .í esta parte.


y ,i la verdad ¿CUIIlO era posible qU,e
hombres de tan claro entendimiento pu-
dieran desconocer, que mientras su siste-
ma llevara el sello, aUllf/ue retocado, de
una escue!« muy aborrecida en Espaua,
no era posible r¡lte encontrase en la gene-
ralidad de la nacion, ni apoyo ni simpa-
tías? Los excesos de la revolución fran-
cesa dieron origen ,íuna nueva escuela, que
si bien reciLia muchas de sus inspiraciones
Je la del siglo xv 111, habia tomado por di-
visa: CJl.'tll'IIÚClllo, flcsclIgaiio Para esta es-
cuela, los principios d(~ la del siglo XVIII
eran excelentes, sus miras muy altas y ge-
nerosas, solo que tuvo Ia desgracia de ser
demasiado amiga de teorías , de cuidar po-
co del ex;;mcll de les hechos, y sobre-
todo los hombre, encargarlos de rea-


·¡izarla, fueron hombres de mucho estu-
dio, pero de ninguna pr.ictica ; y asi es
que si brillaron en el gabinete como sabios,




14~
cometieron gravísimos yerros cuando se
vieron convertidos en homhres de gobierno.


Como esta escuela ha estado mu y en bo-
ga eu Francia, puesto que algnnos de los
hombres mascelebres de esta nacion , óla han
fundado, óhan tomado en ella sus lecciones;
como las vicisitudes de nuestra patria han ar-
rojado repetidas veces ápaises extraüos,;í los
hombres que figuraron desde un principio en
el partido liberal; como nuestras revolu-
ciones y restauraciones han tenido alguna
semejanza con las de Francia; no es extra-
ño que á muchos de nuestros hombres los
hayan deslumbrado semejantes doctrinas;
mayormente cuando la instruccion de al-
gunos de ellos fué bajo las inspiraciones
de la filosofía del siglo XVIlI, y no eran
tampoco para desconocidos ni olvidados,
los escarmientos y desengaños que en tan-
ta abundancia, habian podido recogerse en
España.


En Francia puede ser mas ó menos pe-
ligrosa esta doctrina, podrá dar mas ome-
nos resultados, bien que al fin por necesi-
dad se irá debilitando, á causa del gérmen




145
oe muerte que entraíía en su seno; pero
en España esta doctrina es inaplicable, en-
cuentra siempre resistencia; y si hubiera
empeño en seguirla, no haria mas que pro-
longar nuestra inquietud y desdichas. En
ciertas épocas hemos visto que el sistema
moderado podia formularse en estos tér-
minos: eslo es bueno pero no oportuno: y
la generalidad de la nacion que pensaba
que ni era oportullo ni era bueno; ola con
recelo semejantes palabras, y miraba á los
moderados con aversion, ó cuando menos
con suspicaz desconfianza.


Si estos hombres quieren dominar el
porvenir de la nacion , si quieren que se
les encomiende el curar los males de nues-
tra patria, y labrar su prosperidad y ventu-
ra, es menester que se despojen completa-
mente de las preocupaciones que les ins-
piraron sus primeros maestros; preocn pa-
ciones que los ciegan todavía , aun cuando
les parece que han abandonado enteramen-
te, la enseñanza recibida en la escuela del
siglo XVIII. Es menester que no muestren
tanto apego á sus primeros recuerdos, tan-




144-
to iuterés pOI' ciertos principios, tanta es-
quivez h.iciu cuanto pudiera ,1 estos opo-
nerse; y qlLC examinen con cuidado su co-
razon, para ver si quiz;ísalgllnas veces, obe-
deccr.i á la illllllencia de antiguos rencores,
fomentados y agriados mas y mas por las
privaciones y pudecimieutcs , que les han
acarreado las vicisitudes políticas de nues-
tra patria.


No bastan ya no, esos sistemas indecisos
y Hacas, que no parece sino que tratan de
transigir con las pasiones de todos los ban-
dos, y que al fiu no consiguen otra COsa
que ser odiados de todos, viéndose en la
necesidad de sucumbir al primer choque;
¿tantas y tan costosas experiencias no pue-
den ya haber desengn ñndo i' Los excesos de
la revoluciou le han enagenado muchas vo-
luntades, y han ido separando de la lista
de sus fautores á todos los hombres mas
notables por sus talen tos, por su saber y
dernas calidades; únanse de una vez con
franqueza, con entera cordialidad á la na-
cían espaúola , abandónese ese lenguage
irritante , que por mas que sea el coruedi-




145
miento con que venia involucrado, al fin
podia traducirse: l'c.\j!elo lit 1'('/ip,ion por-
quc CUIIU::;CO que eres 11/1. .laluílieo; 7/0 te
duy lilas p,rados de /ilJci'lad pon/l/c eres
brutalv abusarias de el/a; mucstrese mas
respeto á las crccucins de ese pueblo, re-
ligioso si, catl;lico SI, pero noble, pero
grande, pero generoso; haya seguridad
de qne no se erigir,; en derecho la in-
justicia, que en lugar de la libertad no
se P011(1r;; la licencia, que con mil va-
nos pretextos no se falsearán las insti-
tuciones; llámese bien al bien, y mal al
mal j y esto sin paliativos ni rodeos, y
á buen seguro fIue no es ingrata la na-
cion española para no agradecer Jos be-
neficios, ni es t,1I1 poco entendida que
no alcance á distinguir el verdadero mé-
rito, ni tan falta de hidalguía, que no
quiera tributarle la consideracion mere-
cida.


10




N° hay otro medio: los hombres que
han de gobernar la nacion , es menester
cIue respeten altamente los principios
que ella respeta; de otra manera no hay
que esperar remedio á nuestros males.
Cuando una nacion ha estado por largo
tiempo exclusivamente sujeta á la in-
fluencia de a19nn principio, llévale siem-
pre gl'ahado en el cara 7,011 , y expresado
en su fisonomía; asi como un indivi-
duo apenas puede despojarse en toda su
vida, de las ideas, costumbres y moda-
les que se le han comunicado con la leche.
El principio mon.irquico , y aun mas el ca-
túlico , han tenido pOL' largo tiempo, bajo
su influencia ,í la nacion española ; y hé
aquí la razon de la gran fuerza que
tienen en España estos dos principios;




147
hé aquí porque han sobrevivido á tan-
tos trastornos, porque han resistido á
tantos elementos disolventes como los han
atacado; hé aquí por fin la causa de que
después de siete a[IOS de la mas deshe-
cha borrasca, cuando parece que ambos
debieran haber naufragado y descendido
al fondo del abismo, vuelven á presen-
tarse todavía sobre la superficie del pié-
lago]a monarqura y la Re]igion católica,
ofreciendo una tabla de salvacion , y conso-
lando el alma COn lisongeras esperanzas. Ob.
servad ¿ sino el curso de las ideas, es-
cuchad esa voz que se levanta por los
cuatro ,rngu]os de la Península, para que
se robustezca sin demora el poder, pa-
ra I]lle nada pierda el trono de su es-
plendor y magestad , para que se res-
pete la Heligioll Catclica , para que se
asegure la subsistencia á sus ministros y
no se les disputen las consideraciones y
la veueracion , que por su alto ministe-
rio les son debidas. l~ Qué significa todo
eso, sino que vuelven á tomar su ascen-
diente aquellos mismos principios, que


'*




148
aun cuando parecieran casi ahogados por
el torbellino de las pasiones y partidos,
conservaban no obstante su vida en el
fondo de los corazones, único asila que
les habia quedado? Estos dos princi-
pios son como los dos polos en torno
de los cu.i les debe gi¡"ar la nacion espa-
ñola. Si se la saca de aquí, será sacarla
de su quicio; yerro tanto menos perdo-
nable, cuando se reunen p3.ra prevenir-
le las lecciones de nuestra historia, y
de bien reciente y dolorosa experien-
CIa.


Admitida como ha de serlo por los
hombres de todas opiniones, la fuer-
za que en España tienen los dos prin-
cipios, el monárquico y el religioso; aun
conviene notar, que el principio religioso
excede mucho en energía al principio
monárquico. Esta diferencia que podría
ya esplicarse a tendiendo solo él los ob-
jetos sobre que versan esos principios,
y á las relaciones que tienen con el co-
razon humano, fúndase con respecto á
España en hechos propios y caracterís-




149
tices de la nacion. La Religion Católica
ha sido desde Rccaredo la única religión
de los c,;p;1ll01es; y bajo su principal y
casi exclusiva iufluencia , se han formado
nuestras ideas, nuestros luihitos , nuestras
costumbres, nuestrns instituciones, nues-
tras leyes: en una palabra, todo cuanto
tenemos, y todo euanto somos. Así es
que en España las únicas ideas religio-
sas son las católicas, los únicos senti-
mientos religiosos son los catolicos , y
que el principio ca tolico es fuerte, enér-
gico, exclusivo, incapaz de ceder ter-
reno ,í. ninguno de sus adversarios. En
España no hay como en otras naciones
aquel scntimiento medio religioso, medio
íilosotico y Íitc-r.u-io , (lue se alimenta de
las vaguedades del Protestantismo, y de
las inspiraciones de la filosofia , y que
no experimentando ni choques, ni re-
sistencia, y accrc.inrloso ya de suyo al
fria indiferentismo, carece de suspicacia,
asi como de calor y de fuerza. En Es-
paña hay convicciones católicas las mas
vigorosas, sentimientos católicos los mas




150
profundos, y como adeunís la introduc-
cion repentina de la filosoíia de Voltaire
hizo que se haJ1ascn encaradas de golpe,
y sin ninguu preparativo la Il eligion Ca-
tólica y h impiedad , ha resultado qne
entre nosotros los seutimieutos católicos
son recelosos, suspicaces, se alarman
con mucha hcilidad, porque se les ha
dado demasiado motivo para hacerlo.


Es menester na perder nunca de vista esas
verdades, pues que ellas indican que por lo
que toca á materias religiosas no cabe en Es-
paila transacción, sino qne es menester que
el Catolicismo sea respetado y acatado en
toda la extension de la palabra. No se ve-
rifica la mismo con respecto ,í la forma de
la monarquía , pues que si bien es vcrrlu d
que el principio monárquico es mu y robus-
to en Espaüa, y que aun tomado en el
sentido absoluto no deja de tener, co-
mo es evidente, numerosos partidarios;
sin embargo no me parece que ha ya en
esta parte tanta fijeza de ideas, tanto
apego á determinadas formas, que la gene-
calidad de los españoles 110 se acomodase




lSI
de buen grado ,í las instituciones políti-
cas que COIl tanta tenacidad han sido com-
batidas. La preponderancia del principio
religioso sobre el mou.irquieo no se extra-
üal\í si se observa, (Iue es te no se ha pre-
sentado bajo la misma forma en todos los
periodos de nuestra historia, ni en todas
las proviu.ias de cuya agregacioll se ha for-
mado eJ R.eyno. Las leyes de CastiIJa , de
Savarra, de Aragon, de Valencia, de Ca-
taluíia, las colecciones de fueros, privilc-
jios y libertades; algunos hechos no muy
antiguos, y ademas muy ruidosos; y restos
bastante notables de los an tiguos usos, re-
cuerdan todal'Ía ¡l los espaúoles, que la mo-
narquía no ha sido siempre entre nosotros
tan absoluta eilimitada corno en tiempo de
Cldos lIJ. 1Vo !legan' yo que la monar-
quía absoluta no estuviera profundamen-
te arraigada, y que los hábitos de la na-
cion no se le hubiesen completamente aco-
modado: observan' no obstante, que bas-
taron las escandalosas escenas del reynado
de Carlos IV para que el pueblo espaíio]
escuchase sin alarmarse mucho, al prin-




15Z
cipio de la guerra de la independcncia, que
era conveniente poner cortapisas á la auto-
ridad del poder supremo, para(Iue no abu-
sase de su fuerza en contra de los ver-
daderos intereses de la uacion : y tengo
para mi , (]ue si los hombres del alto 12
se hubieran convencido, que la nacion espa-
íiola estaba fatigada de la tiranía de los
privados, pero que no quería en cumhio
la tiranía filosófica, con todo el séCluito de
las teorras descabelladas de la escuela del
siglo XVIlI , y de la Asamblea constituyen-
te, no hubieran encontrado tan tenaz re-
sistencia, ni hubi(:ramos visto nuestra des-
graciada patria anegada en un pidago de
sangre y de Ugrimas.


Ahí ese; el origen de nuestros majes:
en ese muro de divisiou que se ha le-
vantado entre la religion y la política ,
en haberse hecho el nombre de nove-
dad sinónimo de irreligion , el de refor-
ma sinónimo de destruccion, el d« libertad
de licencia: y este pueblo grande y gene-
roso, que ;; pesar de ser motejado de b~r­
baro pOr miserables habladoros cIue no son




155
capaces de conocerle, conserva un fondo
de nohloz» (Iue pocas naciones suhrian imi-
tar, lla dicho ya mus de una vez; "si
qnercis la libertad, si qncicis Huevas ins-
tituciones políticas, onhor.ihucn.r , h;ígasc
Jo que se juzgue couvcuieutc ; jWrrJ si me
cngalIais conozco mi fuerza y saLn; em-
pIcarla::, palahras terribles en Loca de
un pueblo como el cspañol , que tiene
tan vivo sentimiento de su fuerza, y
fIne snbe echar mano de ella con tanto
brio y euergiu , con tan heroica constancia.
Yo no se si se ha reparado, que este pueblo
á quien algunos hun querido pintarnos tan
iudifercn tc , LIJI :IJliítico y tan abutido , es
sin cnzIJar;;o el pucJ¡Jo mas terriblemente
tenit? (: illd c;cil, cnuulo se lc (luiere mane-
jar contra su voluntad, cuando se le quie-
re imponer la ley ¡~ la fuerza.


Todos los grandes cjcrcitos , todos los
inmensos rccursos , toda la habilidad y as-
tucia del oapi í an del siglo se estrellaron
contra la firmeza y licroismo de los esp1.-
ñolcs. Las granlles naciones di: Europa,
esas naciones tan hrillautes y poderosas




15";
habían doblado humildemente su cerviz y
la tenían aplastada bajo la planta del vence-
dor de Marengo, Austerlitz y Jeua; y los bi-
solios soldados espa úoles peleaban imper-
territos COIl los veteranos imperiales (Iue
venían orlados con los trofeos de la Euro-
pa veucida ; y cuando las grandes capitales
de EllI'opa y sus mas inexpugnables forta-
lezas se habían humillado ante los ej(:rei[os
franceses, contemplando sus triunfantes
entradas con asombro y espanto, Zaragcza,
Tarragona y Gerona burlaban con su cons-
tancia y denuedo todos los esfuerzos del
valor, de la experiencia y del arte. Sadie
ignora cuales eran las grandes ideas que
pusieron ,í la saz on en movimicn tn al pue-
blo espaúo l : ReLigioll, Patria y Rey; he;
aquí las palabras que circulaban por todas
las bocas, hé aquí lo que resonaba en todas
partes, lo que se aclamaba en el combate,
lo que se oia en los himnos de victoria, lo
que daba aliento y espel'anza en la adver-
sa fortuna; hé aqu r lo que comunicaba ¡í
los españoles aquel brio y energia que les
grangeó la admiración de la Europa ,entera.




155
Cuando los pueblos est.ín dominados de


ideas tan grandiosas, adquieren aquel tem-
ple de alma necesario para salir airosos de
las mayores empresas. Como ideas seme-
jantes se ligan cnn lodo lo mas caro que
tiene el corazou JclllOmbre, y cou cuanto
le inspira mas vcucracion y acatamiento;
la accion qne de ellas rcsul ta es irresistible,
durndcra , tenaz, á la prueba del tiempo:
y si ha Ilegado ;( cucrudcccrse con el com-
bate, es menester ó respetar las ideas del
pueblo ó uuiquilurlc. Los choques vivos,
la compresiou lenta y poderosa no cousegui-
nín mas que aumentar la fuerza y elastici-
dad del resorle; este gastará siempre el
agente que le COI! ITa res la , y si una mano
impnldenle se le opone de golpe para de-
tenerle del todo, esta malla sení hecha
pedazos.




156


EN medio de la gril ndc actividad y ener-
gía que distingue el car.icter eS])ilüol, nú-
tase con dolor que hay una inmensa masa
de ciudadanos que se abstienen de tomar
parte en los negocios públicos, limitándo-
se á comunicar sus ideas y desahogar sus
sentimientos, en el seno de la amistad y
de la confin nza. Para convencerse de la
verdad de este hecllo, Lasta rccordar]o que
sucede casi siempre en toda clase de elec-
ciones. No negaré yo que esta conducta
ha ya acarr eado gravísimos males; pero no
me parece que d ebe buscarse la causa
de tal comportamiento, en algull defecto
del carácter espaiiol ; antes sí en las cir-
cunstancias particulares en que se ha en-
contrado nuestra patria.


Desde fIue sucumbieron las comunida-




157
des de Castilla en los cnmpos de ViJlalar,
escasa parte cupo por mucho tiempo á la
nación Espniíola en el manejo de sus ne-
gocios. ¡inojados de las Córtes el Clero y
la Sobleza , falseado omejor diremos ani-
quilada de mil modos in represcntacion de
los Procurndorcs , c('rcerlndas, escatimadas,
ú olvidadas por el desuso las amplias liber-
tades de Jos pueblos de la corona de clra-
gon, conceu traronse talios los poderes en
el consejo de Jos reyes, sin que por largo
espacio cuidase la nación de otra cosa que
de obedecer.


Vino el aiio 1,1, (; introdujéronse las
formas reprcsentativos ; y como éstas se
amoldaron euteramente ,í la coustitucion
formada por la Asamblea constituyente,
fue' todo Lan lluevo para el pueblo espa-
llol, que en su generalidad apenas Lomó,
ni tomar pudo parte alguna. En 30 años
de guerras, disturbios y revuel Las, son ya
muy repetidos y sobrado costosos los es-
carmientos que se han llevado los hombres
que se arrojaron ,[ figurar en uno ú otro
sentido: unas reacciones se han sucedido




]58
á otras reacciones; unas violencias, á otras
violencias, y tantas cmigraciones , persecu-
ciones y patibulos han debido dejar en los
ánimos una impresión harto profunda.


No hahiéndosc visto en toda esa ('poca
ningun gobierno que contase con estabili-
dad y firmeza, pues que en los intervalos
de paz se mantcuia el gohierno cn el acle-
miu de quien siente temblar la tierra bajo
sus plantas, ha debido cundir entre todos
los que tenian algo que perder, cierto es-
píritu de concentruciou dirigido exclusiva-
mente á la conservacion de sus familas é
intereses; resultando de a qui esa aversion
á figurar en público, ese miedo que se tie-
ne á los compromisos polilicos, y ese ais-
lamiento en (¡ue se hallan unos con res-
pecto á otros tan tos ciudadanos, que por
otra parte están muy acordes en sus opi-
nioncs.


Para que los hombres se reunan es me-
nester un punto de reuuion , una bandera
que los guie , un nombre que les sirva de
seúa , una cabeza inteligente que plantée y
dirija la organizacion , y una mano robus-




159
ta capaz de empuñar el estandarte, de enar-
bolarle y de marchar con resolucion á su
destino. Todo esto lo han tenido los par-
tidos, pero no la nacion ; é incline ndose
ahora á unos y des pues á otros, se ha vis-
to al fin burlada de todos; sin que niugu-
no de ellos haya sido capn ni de hacer su
dicha, ni de curar sus males, ni siquiera
de asegurarle sosiego.


Quejanse a1gunos ..leque no 11aya en Es-
paila entusiasmo por la libertad, de que
una parte del pueblo la combata, y otra
la mire con indiferencia; y esta cantinela
se repite sin cesar, mayormente en tiempo
de elecciones; pero deberia reflexionarse
que los pueblos no pueden amar aquello
que no les proporciona bcncficios ; y no
beneficios imaginarios y de palabra, sino
reales, y posi tivos, Y pregunto yo ¿cua-
les son hasta ahora los beneficios que
nos 1m traiJo la libertad? yo quisiera
que se me señalase con el dedo uno so-
lo diciéndome "al pueblo se le ha ali-
viado de tal ó cual carga, tal ramo de
industria ó de comercio ha progresado,




160
Lal ciencra ha dado algunos pasos, tal
instiLucion ¡j establecimiento público ha
recibido considerables mojoras ; yo creo
que nadie poe]r;; decírmelo, y asi es (JIle ))0
ha de parecer cx lraúo que el puci.'o es-
paltol lIO se tome por las nuevas formas
políticas el iu l.crds que ellos dcseariau.
Si las Cúrl:es no han de se 1" otra COsa
fjllC una arena donde lucllen la iluJ1Ji-
cion y demas pasiones; ó cuando ma s
un liceo donde ostenten sus talentos y
saber algunos hombres ilustres, sin que
de tan Lo aparato descienda hasta los pue-
blos una sola gota de provecho; bien
claro es que todos los hombres que no
estuviesen interesados en figurar dirían
para sí (: de que sirve todo eso? _"-ji JO
pago COIllO a u tcs , si yo traba]o como
antes, si además hallo menos protec-
cion para mis intereses, atendidas las
revueltas y dis turbios, que han sohreve-
nido cada vez que se ha tratado de libertad
¿qué gano yo con ella? porqué t(;lIgo
que hacer costosos sacrificios para alcan-
zarla, si veo que en vez de dárseme la




161
verdadera libertad no se me dá mas que
un nombre?


Si no se consigue ;t fuerza de cordura y
sabiduría, inspirarla confianza necesaria
para que desaparezca ese indiferentismo, no
llay esperanza de vcnlura para esa nación
desgraciada. La razon es clara: las institu-
ciones vigentes son instituciones de repre-
sentacion , institnciones cuyo objeto es dar
á la inteligencia y á la voluntad de la na-
cion una influencia en los negocios pú-
blicos. Mientras dure el indiferentismo,
na tomarán parte en las elecciones una
gran parte de los españoles ó al me-
nos lo har.in con flojedad, con indife-
rencia, solo por condescender á 105 ru e-
gas tI instancias dc algunos impm-tunos.
En tal caso estará una gran parte de los
españoles sin ser representados, ni en los
ayuntamientos, ni en las diputaciones pro-
vinciales, ni en las córtes ; es decir que
teniendo por la ley un gobierno de mayo-
rías, en la práctica lo tendremos de mi-
norías. Y siendo gobernada la nacion de
un modo tan irregular, ¿qué podremos


11




16Z
prometernos de bueno? Siempre que se
trata de elecciones, observo que para co-
nocer el desarrollo que va teniendo el es-
píritu electoral, se echa mano de un me-
dio que, ¡1 mi juicio puede inducir ¡t equi-
vocaciones muy graves. Hahlo del medio
de contar el número de electores, que han
tomado parte en la eleccion; infiriendo que
la eleccion es tanto mas genuina cuan to
mayor es el número de electores que han
usado de su derecho.


No diré yo que sea este un barómetro
inútil; pero si que su manejo requiere algu-
nas consideraciones, que no se pueden
olvidar so pena de que los resultados sal-
gan muy diferentes de la rcalidad. Pueden
darse ciertas circunstancias en que un par-
tido despliegue una grande actividad, y que
para alcanzar victoria, inste vivamente á
la masa de ciudadanos indiferentes; y lle-
gue á obtener que estos, ó porqne necesi-
ten proteccion á causa de las circunstan-
cias del tiempo, ó por pura condescenden-
cia, se dejen como arrastrar hasta la urna
para echar allí una lista que se les ha en-




163
Lregado, pero «ne ellos 110 han leido, ni
consultado tampoco con los hombres re-
presentantes de la opinión á que los YO-
tantes perteuecen. Cuando esto se verifi-
que, el número de votos scrri crecido;
y sin embargo el pais uo estara represen-
tado, porque los votos se habrán dado sin
conviccion sin voluntad, sin conocimiento
siquiera. A lo que entiendo, debería aten-
derse al número de votos sí, pero no ais-
ladamente, sino que deberian llevarse en
cuenta las circunstancias en que se en-
cuentra el pais; de otra manera no se po-
dr,í formar juicio cabal y exacto. Si quisie-
ra insistir en la comparacion del baróme-
tro, recordaria que para hacer buen uso
de este instrumento cuando se le aplica á
la medida de alturas, no basta mirar la ele-
vacion del mercurio, sino que es necesa-
rio ademas atender á la latitud del lugar,
y ,~ la temperatura del aire. Quizás uno
de los mejores indicios de que se vaya
desarrollando el espíritu electoral, y de
que las elecciones son genuinas, sería el
ver que estan representadas las varias opi.


,..




164
niones del pais, y que no está sin repre-
sentante ninguna de aquellas de cuya exis-
tencia no puede dudarse.


Si se quiere que las instituciones repre-
sentativas no sean un fecundo semillero
de males, es menester no perder nunca de
vista la necesidad que hay de hacer todos
los esfuerzos para que el país sea represcn-
Vida legitimamente. Si esto pudiera alcan-
zarse tengo para mí que no serian temibles
para España ni aun las instituciones mas
latas; porque el pueblo español es de los
pueblos mas sensatos del mundo. ¿Se quie-
re una prueba de gravedad y cordura de
este pueblo? hé aqui 10 que sobre él refe-
rirá Ia his Loria : "circunstancias aciagas en-
tregaron á esa nacion desventurada il mer-
ced de las pasiones; repetidas veces vió
cambiada su ley fundamental, y la menar-
quía absoluta, el Estatuto Real, la expec-
tativa de su reforma, la Constitucion de
1812, Y la de 183'7, todo eso recorrió en
brevísimo tiempo; y en medio de una guer-
ra de sucesion, en una menoría, estando
la nacion entera como pirámide asentada




165
sobre su vértice resistiósc siempre á las ins-
tigaciones de los perversos; y si bien hu-
bo de presenciar que se cometian crímenes
atroces, no se pudo recabar jamas de ella
que los secundase, ni que los aprobase, ni
que hiciera ninguno de aquellos terri-
bles movimientos en que los pueblos se le-
vantan en masa, y se precipitan como nna
inmensa mole sobre las leyes é institucio-
nes aniquilando tIe un golpe el orden so-
cial, y ofreciendo aquellas horrorosas ca-
tástrofes de que nos presentan tan lamen-
tables ejemplos algunas naciones vecinas."
Esto dirá la historía , y la posteridad res-
pondera que un tal pueblo era bien digno
de mejor suerte.


CAPITULO x,rI.


IIAY entre nosotros un elemento de bien
que si se aprovecha cual merece puede




166
producirnos inmensas vcntajas: hablo de
la unidad religi()sa. No falta entre noso-
tros quien la haya comba tido , pero ¿ se ha
pensado bastante en el hondo abismo cn
que nos suminamos si por desgracia llegá-
semos á perderla? ¿se ha pensado bastan-
te en que tal es el estado de las sociedades
modernas y tantas las fuerzas que tienden
á su disolucion, que tal vez nos envidien
esta dicha, este elemento de conservacion
los primeros políticos de Europa? El mal
que aqueja á las sociedades modernas, la
tremenda enfermedaJ que corroe sus en-
trañas, y amenaza darles la muerte, es la
falta de trahazon , de enlace, y el no sa-
ber siquiera de que ec1li1r mano para reme-
diarla. Jam;;s se habia visto la sociedad con
un desarrollo tan general, tan grande, y
tan simultáneo de fuerzas morales y fisi-
cas , jamás se hahia visto tanta accion , tan-
to movimiento; pero observando atenta-
mente la verdadera situacion de las cosas
sin dejarse fascinar por varias apariencias,
se nota la falta de un principio regulador,
de una accion directriz que encamine esa




167
muchedumbre de agentes hácia el bien de
la sociedad, impidiendo que no tomen una
dirección divergente, y que no acaben por
destrozarla y disolverla.


Los gobiernos son muy dd)iles cuando
no están asentados sobre un sistema llOIIlO-
{;(;neo y compacto de sabias instituciones¡
v cuando 110 obra sobre la sociedad algun
¡)rineipio robusto, que seguro del ascen-
diente que ejerce sobre los ánimos, tome
couliudamentc á su cargo el prevenir las
escisiones y los choques, oremediar el mal
efecto cuando hubieren sobrevenido.


Mayormente cuando una nacion ha pa-
sado lan largo espacio eu una guerra san-
grienLl y a 1. roz ,aUlllJlW IIa ya llegado á
sos(';;arse, (lneda siempre con aquel dejo
de rualestar, resultado natural de cnfer-
rucdades muy largas y crueles: y es nece-
sario dilatado tiempo paraque los lazos so-
ciales vuclvan ,[ recobrar aquella firmeza y
suavidad, que formando por decirlo asi el
buen punto y saz ou de la salud social,
es prenda de úrden púhlico y la garan-
tia de la libertad bien euteudidu. El h,í-




168
bito de desobediencia y resistencia que con
la guerra se ha hecho familiar; el espirita
de despotismo dc que se resienten las au-
toridades por aquel sentimiento tan natu-
ral que nos llcva á emplear un exceso de
fuerza cuantlo contamos con grande resis-
tencia; el tránsito repentino de la extre-
mada violencia á la excesiva dcbilidad ; la
ferocidad que mas ó menos ha cundido
por todas partes, creada por el continuo
espectáculo de combates, de patíbulos de
asesinatos y de incendios, fomentada por
la exasperación de los ,ínimos , avivada por
el choque de toda clase de opiniones é
intereses, y sostenida, disculpada, legiti-
marla y hasta consagrada con los nombres
de virtud, de justicia y de licroismo , por
aquella lógica ciega y cruel que en épocas
tan desastrosas saben emplear los partidos;
todas estas cansas se reunen y se combi-
nan de un modo terrible para producir un
desorden moral, que reclama cuidados
muy solicitas y DlUY cuerdos, si se quie-
re evitar el quc degenere en un verdade-
ro desorden físico.




169
Es imposible cica trizar de golpe todas


las llagas, es imposible satisfacer todos los
intereses vulnerados, es imposible lograr
que vivan en pacifica comunion opiniones
tan diferentes y tan opuestas, como que
poco antes se peleaba por ellas en las ca-
lles y en los campos; empiezan entonces á
murmullar los sentimientos y rencores,
sobrevienen las venganzas particulares exí-
jese (lue ¡( ellos se prostituya la justicia pú-
blica , y ¡ ay de la nacion que no echando
mano de un principio moral, fuerte y po-
deroso 110 procura borrar suavemente la
huella de los antiguos males, conciliando
los ánimos, y haciendo que transijan cuan-
do menos las opiniones y los intereses que
han soslcniLlo la lucha.


Cabalmente en semcjantes circunstan-
cias por mas fuerte que sea el gobierno,
ya por el prestigio de grandes y recientes
victorias, ya por tener á la mano podero-
sos recursos militares, tiene cmpero la des-
ventaja de 110 inspirar entera confianza.
Una gran parle de sus gobernados se con-
sideran corno vencidos, y aun cuando los




170
proteja se lrallau en poslClOn semejante á
los prisioneros en campo de batalla, que
contcmplan con cierto despecho al gene-
ral enemigo auuque esté recorriendo las fi-
las dc los vcnccrlorcs , recomendando ge-
nerosidad y buen comportamiento.


Al contemplar ¡[ esa nacion tan desgra-
ciada, aquejada de tantos males, agohiada
de tantos infortunios, dcsengnúadu de tan-
tos sistemas, fastidiada de tantos, tan va-
rios y errados gobiernos, fatigada de SCI"
el instrumento, el juguete y la víctima
de los intereses, pasiones y mezquindad
de los partidos; al oirla clamar ¡í voz en
grito por orden, por leyes, por gobierno,
al verla cual busca alimosa el equilibrio
perdido y el soeiego de que tanto necesi-
taban sus males; ensanchase suavemente
el corazon y discurre la fant asia por un
porvenir venturoso , al pcnsar en la dicha
que nos cupiera si la Providencia nos de-
parase un buen gohierno. Un gobierno fJlll~
aprovechándose de tantos ckmentos de
bien como se hallan esparcidos entre noso-
tras, echando ruano de tantos medios de




171
accion como le rodean, se levantase con
(lignidad y nobleza sobro la infectada at-
mósfera de los partidos, se colocase al fren-
te de la nacion espaiiola , se uniese estre-
chamente con ella en ideas y sentimientos,
y mostr.iudole el verdadero camino de la
dicha y de la prosperjda d le dijcse : "mar-
chemos por es le sendero, sígneme con en-
tera confianza; tu me prestaras el apoyo
de tu fuerza, y yo te corresponderé leal-
mente con mi direccion y mis desvelos."


Cuando sobreviene alguna de esas gran-
des crisis como en la que se halla actual-
mente la nación cspañola , ofrecese una
ocasion mny ¡l propósito para conducir á
un pneblo por el camino que mas le con-
viene. E., menester aprovechar la ocasiou
porque es fugaz; y ya hemos visto mas de
una vez, que por no haberla aprovechado
nuestros gobiernos en las épocas críticas,
se ha dejado en el seno de la nacion el gér-
men de tantas cat.ist.rofcs. Preccüpause
entonces los hombres superficiales con el
restablecimiento de la paz y del orden;
sin advertir que una nación conmovida




17Z
hasta sus cimientos 110 es posible que rece-
bre de un golpe elaplomo perdido. Sea en-
horabuena que el pueblo sencillo se aban-
done con elusion al júbilo y alborozo á la
sola llegada de una noticia que asegure el
término de la guerra civil y parezca dar
fin á la cadena de nuestras desgracias; pero
los hombres pensadores deben mirar mas
alU, deben recordar que á los hombres
del año 12 los sorprendieron los sucesos
del año 14, que en pos de estos vino la
revolucion de 18~.w, que en el aíio 2'3 en-
traron los ejércitos de la santa alianza para
derrocar la Constitncion y entregar el
mando á los realistas; y cuando estos pa-
recia que afianzaban su poder arrebatando
á los liberales toda esperanza, villa á po-
nerlos en alarma la revolucion francesa
de 183'0 y apenas se recobraban del primer
susto, cuando el nacimiento de la princesa
de Asturias, la enfermedad del rey, y
luego su muerte, cambió enteramente la
faz de las cosas, resonando pOL' los cuatro
ángulos de la peuinsula el grito de li-
bertad.




175
¿Qué significa todo eso? significa que si


una nacían no tiene en sus instituciones la
sólida garuntla de su tranquilidad, que si
tiene librada la suerte en la vida de algu-
na persona, que si por no haberse acerta-
do ,í: ponerlo todo á plomo se la man-
tiene en una posiciou violenta, nunca fal-
ta una circunstancia para causar un sacu-
dimiento; y entonces se manifiesta de gol-
pe la debilidad del edificio. Hasta ahora,
preciso es confesarlo; ninguno de nuestros
gobiernos ha acertado ,í cerrar el cráter de
las revoluciones, y por eso se han repro-
ducido estas sin cesar y mas terribles cada
vez, y se reproducir.in en adelante, si la
miíquilla de golJierno 110 se asienta sobre
una basa, qne con su anclmra y solidez
pueda ser una segura prenda de que no
bastará un empuje cualquiera para sumir-
nos en nuevas catástrofes. Si aS1 fuere to-
dos los sucesos que vayan vcrific.lndose,
ya en Esra lía, ya en lo restante de Euro-
pa, no teudr.iu para nosotros mas impor-
tancia de la que esté comprendida en 511
natural esfera; del contrario un casamiento,




174
una muerte, una guerra con una nacion
cualquiora , un camhio político en un PUCd
blo vecino, una desavenencia ent re las
grandcs potencias, en una palabra el su-
ceso mas insignificante, tendr.i en con ti-
nua alarma al gobierno, pondrá en zozo-
bra las instituciones y la dinastín : y con-
tinuar.i la nación en aquella sorda inquie-
tud que no deja solidar nada, ni prosperar
nada, y sentiránse de vez en cuando aque-
llas oscilaciones que indican un terreno
minado, y anuncian para mas tarde esplo-
siones espantosas. Lo diré de una vez, no
habrá paz sino treguas, se divisar;ln de
continuo en el confin del horizonte la re-
volucion y la guerra civil; y yo no sé si
puedo imaginar el tr:nnino ,t donde po-
driamos ser conducidos, si algun dia vol-
viese á resonar entre nosotros el grito de
guerra. Si no acertásemos á tener cordura,
por cierto que no seria por faIta de buenos
maestros; ya que hemos tenido los mas
excelentes que se conocen, cuales son la
experiencia y la desgracia.




175


Despues de haber hecho una fiel pintura
de nuestra situacion , despues ue haber
traillo ,L examen todas las opiniones fIlie se
disputaban la preponderancia, después de
haber hecho como una residcncia general
de todos los partidos, despues haber ma-
nifestado, st'¡jun me parece hasta la evi-
den cia, COl! cuan la verdad dccia en el pró-
logo flue era c.rtra/io tÍ torios ellos; des-
pues de haber indicado las causas de nues-
tra rcvclucion , fijado su caractcr , y ex-
plicado varias de sus anomalías ; despues de
lJaber seúaludo varios escollos y de haber
indico do tnmbien un rumbo; no quiero
soltar la pluma de la mano sin expresar
claramente 10 que pienso sobre las reglas
generales á que dcbe ajustarse la conducta




176
del gobierno. Lo diré con brevedad pero
liso y llano, sin rodeos ni embozo; porque
estamos en el caso de hacerlo asi. Para
poder decir algunas verdades sobre nuestra
situacionno es necesario haber mediado en
los negocios públicos, lo que se necesita es
haber observado y meditado. Aqul no se
trata de negocios, sino de revolucioncs ; no
de hechos encerrados en el secreto de un
gabinete, sino de hechos que tienen sus ra-
mificaciones en toda la sociedad, que se
presentan á la luz del dia ; no son precio-
sidades, ni objetos raros, patrimonio ex-
clusivo de un museo; sino fenómenos gran-
des, ruidosos, que puede estudiarlos cual-
quiera que guste de observar la naturaleza.
¿Y quien nos asegura que algullos hechos
no se vean mejor de una cierta distancia?
los mas grandes son como las figuras colo-
sales, que para verlas en su verdadero
punto de vista es necesario retirarse hasta
cierto trecho. Por lo demas , y aUllque en
cierto modo me proponga formular un sis-
tema, daré otro testimonio solemne de que
no me anima ningun espíritu de partido,




177
en la encumbraua altura en que voy á le-
vantar la cuestiono


Dando una ojeada sobre la sociedad es-
pañola la institución política que mas alto
descuella, la que se presenta en la cima
como coronando el edificio, es la monar-
quía. Por lo (ILle éí esta toca, me parece ó
mejor diré estoy profundamente convenci-
do de (¡UC es altamente necesario afirmar-
la, robustecerla, y de todos modos desen-
volver la Constitucion del estado en senti-
do monárquico , tantc corno fuere posible.
Ya llevo demostrado que el principio mo-
llélrql1lco es muy poderoso en la sociedad
española , y que es menester respetarle, si
no se quiere arrojar la nacion cn un cír-
cuJo de vaivenes y trastornos. HJ:stame
ahora observar, que lejos de que los hom-
bres de mando hayan de mirar esto como
un obst.iculo han de considerarlo mas bien
como el medio mas poderoso de gobierno.
EIl efecto, el peligro que amenaza á las
sociedades modernas no es la esclavitud,
sino la ana rquía : siendo conducidos á ella
por dos causas, la una su misma orgalll-
l~




178
zacion material, y la otra su estado mora].
Abolida enteramente la esclavitud, derri-
bados hasta los restos del feudalismo , ni-
veladas las antiguas gerarquías, y confun-
didas casi enteramente las clases, se pre-
senta un cúmulo inmenso de fuerzas indi-
viduales que obran todas ,í la vez, de tras-
te, en una misma línea; y que si no han
de producir grandes trastornos, necesi tan
una accion directriz rápida, fuerte, acer-
tada, y al mismo tiempo muy suave. Al
tal estado se iban encaminando ya de mu-
cho tiempo las sociedades europeas, y
como hay una Providencia que GUilla de
que se satisfagan las grandes necesidades,
vemos en Europa la monarquía con varias
formas, con mas ó menos poder, con ma-
yor ó menor extensión de facultades .. pero
presentándose siempre como una institu-
cion tntelar y vivifican te , reuniendo las
condiciones de gobierno, del mejor modo
posible. Sí: la monarquía, tal como se ha
encontrado entre los pueblos cristianos,
pero no en ninguna otra parte ha resuelto
el difícil problema de gobernar grandes




179
naciones donde fermenta ha con vivo ca-
lor la inteligencia, donde bullia todo lina-
je de pasiones, donde no hahia el medio
de sacar de juego una parte de las fuerzas
por medio de la esclavitud, sino formadas
de millones de hombres , todos en su dig-
nidad, todos libres.


Esta es la causa porque se ha visto á los
pueblos Europeos propender instintiva-
mente hácia la monarquía , esforzándose
por adquirirla cuando no la tenian, por
consolidarla cuando vacilaba, por robuste-
cerla cnando era débil, por extenderla
cuando era demasiado circunscrita, y agi-
tándose en terrible convulsión por restau-
rarla, si por algunos momentos la han lle-
gado á perder. En Inglaterra hubo las re-
voluciones mas duraderas y profundas que
imaginarse pueden; todas las opiniones
tuvieron su curso, todos los sistemas su
aplícacion , todos los planes su ensayo;
pero todo naufragó; y en medio de launi-
versal catástrofe volvió la monarquía á so-
brenadar, volvió á establecerse y á conso-
lidarse, y á pesar de la popularidad de la¡




180
formas y de un espíritu de la mas amplia
libertad, el trono ~e conserva en Inglaterra
poderoso, brillante, rodeado de la venera-
cion y acatamien to de los pueblos, En
Francia hemos presenciado el mismo f;~nó­
meno, y es bien sing ulnr (Jlle en ninguno
de los pueblos mas no l.ahles de Europa
ninguna revolución ha sido basLante para
anonadar la monarquía.


A mas de las convicciones profundas
que á favor de la monarquia han debido
crear en Europa hechos tan grandes y pal-
pables; y á mas de las habitudes que en el
propio sentido han debido formarse en los
pueblos, h;¡y todavía algo mas: es el sen-
timiento mnn.irquico , ese scntimien Lo que
se hermana admirahlemen le con el de la
propia dignidad, que pertenece esclusiva-
mente á los pueblos cristianos, que nada
tienen de comun con la ahyecta humilla-
ciou de los esclavos de Oriente, (pIe es uu
abundante semillero de pensamientos pun-
donorosos, un resorte para nobles accio-
nes, que se enlaza íntimamente con el
amor de la patria, y que hace llevaderos,




181
suaves, dulces los lazos de la obediencia.
Este sentimiento no tiene solo por objeto la
iustituciou de la monarquía, sino tambienla
conscrvacion de las familias que ocupan el
trono, circunstancia notable que da Jugal' ,í
observaciones delicadas, y sobre las que no
se ha repara do tal vez lo bastante. La Euro-
pa moderna ha heredado de la vieja Europa,
una porción de razas reales, de familias
ilustres, cuya cuna está cubierta cou la
obscuridad de los tiempos: y esto flue á
primera vista podría parecer una cosa in-
significante , y que á los ojos de una filo-
sofía mezquina y seca, pudiera presentarse
como un mal, ha producido y produce
1Jellefieios inmensos. Las instituciones muy
grandes no son para improvisadas, y las
personas que han de flgurar en la cima es
menester quc estén como encubiertas con
un velo misterioso. VOl' esta razon , y ex-
ceptuando algun caso estmordinario en que
la Providencia lanza sobre la tierra algun
gCllio para que se realicen cxt.raordinarios
destinos, IIn hombre COUlUII no puede de
repente ser Ilcy, No fué poca suc rte para




182
las provincias unidas el tener en su seno la
casa de Orange que bajo distintas formas
pudiera en cierto modo reemplazar el trono
la Francia en la revolucion de 1830, al
quedar el trono vacante por la espulsion
de la primera rama, puede dar ciertamen-
te gracias á la Providencia por haberse en-
contrado con la casa de Orleans; y algu-
nos pueblos de América, ni hubieran su-
frido tanto, ni tendrian á su vista un por-
venir tan nebuloso, si al emanciparse de la
dominación Europea hubieran tenido algu-
nas familias que por antigüedad é ilustre
sangre, se hubiesen hallado como preparada
para ocupar un trono. Sobre ellas se hubie-
ra fijado naturalmente la vista; y en medio
de Jos vítores á la independencia y á la
libertad, se las hubiera colocado en la cima
del poder, y se hubieran ahorrado tor-
rentes de sangre. Estas son verdades, y ver-
dades grandes que absorven al filósofo
en meditacion profunda sobre los secretos
del corazón del hombre, y sus íntimas
relaciones con los destinos de In socie-
dad.




185
Este sentimiento momírquico que existe


en todas las demas naciones de Europa se
halla tambien en Espaua , y no como quie-
ra, sino muy vivo, muy enérgico, como
que está radicado en las ideas religiosas
por tanto tiempo invariables, est¡í robuste-
cido con la antigiiedad identificado con los
¡Hihitos, y cnlazado con los mas grandes
reo uerdos nacionales. Este mismo senti-
miento, que tan vivo se manifiesta en to-
das partes donde puede expresarse el pue-
blo español , y qne 110 han podido desar-
raigar los mayores trastornos, ha puesto á
cubierto el trono en las azarozas épocas
que ha recorrido esta nación desgraciada;
haciendo que la revolucion cspaüola no se
manch,íra con los horrendos crímenes de
las revoluciones de otros paises. No: en
España no ha rodado sobre un cadalso la
augusta cabeza de un Rey: en España no
se ha derramado una sola gota de sangre
real: en Espaíia , en ese pueLlo á quien se
insul la llamándole burbaro , no se encuen-
tran como en Inglaterra y en Francia ase-
sinos de reyes.




184
¿Qué hermoso contraste nos ofrece en


esta parte, la historia de nuestra pa tria!
Ved esa Francia donde se cuenta una lar-
ga serie de reyes asesinados alevosamente,
serie terminada por el horroroso suplicio dc1
infortunado Luis xv r : vcd cual despues
de la restauración no faltan todavía sicii-
rios que manchan sus manos con la sa ngre
de la real familia, despues de la rcvolucion
de 183'0 asestan de continuo sus tiros con-
tra el pecho de Luis Felipe. En Inglaterra,
despues de los crímenes que nos recuerda
su historia ¿no hemos visto recientemente
un atentado cantea la vida de su jáven
reina? era un loco j Ah! en España no toma
la locura esos temas. Entl·c muchas glorias
del pueblo español que no olvidara la llÍs-
toria, entre los hechos que cifrará como
pruebas evidentes de su generalidad é hi-
dalguía , podrá referir que este era el pue-
blo mas valiente del mundo, el pueblo que
en la guerra de independencia, y en la
última de succecion ha manifestado un
heroismo que ,1 no ser tan reciente ra-
yara en fabuloso, el pueblo que mas




185
sabia despreciar sus haciendas y su vi-
da; y en medio de una revolución ter-
rible, de una guerra de sucesion la
mas encarnizada no se enconlró jam;ís
un hombre Ilue levantara su mano par-
ricida contra las augustas [teynas, ni
tampoco un asesino Ilue vibrase su pu
[¡al contra el pecbo del P rincipe, que
sostenia sus pretenciones desde Es leIla.


Mediten sobre tales hechos Jos hom-
bres que en adelante pueden influir en
los destinos de la naciou , aprecicnlos en
su justo, valor y vean de no debilitar, de
na desvirtuar de ninguna manera, este sen-
timiento mon.ir quieo , qne se conserva en
el fondo de la sociedad espnllob , como un
poderoso preservativo de gr<llldes males, co-
mo un precioso gJrmen de grandes bienes.
Ahora no hay ya el pretexto de que sean
temibles las privanzas; ya no hay que decir
que el trono pueda esclaviznr ; son imagi-
narios los temores de despotismo. El so-
lo peligro que nos amenaza es la anar-
quia : si, la anarquia ; porque este es
el escollo, el principal escollo, en flue




186
pueda estrellarse las naciones modernas:
y prescindiendo de circunstancias extraor-
dinarias y de consiguiente pasageras, ¿es
acaso tan f.:cil esclavizar? porque aun en
aquellas naciones de Europa que están
bajo la forma de una monarquía absoluta,
cuando se les aplica la palabra de esclavi-
tud , se usa de una palabra sin significado,
se las calumnia. En el estado actual de la
sociedad Europea es desmasiado grande
el numero de las cabezas que piensan,
tienen sobrada fuerza las pasiones que bu-
llen, tienen sobrado ascendiente los in-
tereses que figuran, imponen demasiado
respeto millones de hombres que conocen
y sienten su dignidad, para que un go-
bierno abuse mucho de su fuerza, y se ar-
roje á esclavizar. ¿Y que será en aquellos
paises, donde hay formas latas donde en
muchos sentidos tiene el poder real señala-
dos sus lindes, donde está en vigor la li-
bertad de imprenta; esa palanca colosal
capaz de levantar el mundo. Consérvese,
pues el tronco con toda magestad, no se
ofusque su esplendor, no se esca timen sus




187
prerrogativas, no se le disputen mezqui-
namente sus facultades, desenvuélvase la
Constitucion en un sentido mon.irquico ; y
no se olvide que sin trono no tendriamos
poder, sin poder no hay orden , sin orden
no hay obediencia ,'las leyes, y sin ohe-
diencia á las leyes no hay libertad, porque
la verdadera libertad consis te en ser escla-
vo de la ley.


Otra de las causas que conducen á los
pueblos modernos á la anarquía es su es-
tado moral; es esa anarquía de ideas, esa
duda: ese vértigo que ha herido tantas
cabezas, esa confusión que reina en todas
partes que amenaza envolver en las tinie-
blas las ideas del bien y del m3.1, borrar
Lodo rastro de moralidad, destrozar los
cimientos de las sociedades y quebrantar
los lazos de las familias. De todo se duda,
hasta de la duda misma: la impiedad no
domina, la indiferencia no satisface, pero
la fe tampoco prevalece: el principio del
interes privado no triunfa, pero los gran-
des principios de la moral tampoco re ca -
bran el debido ascendiente. No es peque-




18<3
tia la porcion de Lau funesta ann rqu ia CJuC'
ha cundido entre Jos españoles, pero es me-
nester coufesar (jlW los principios relijiosos
conservan todavía m nclro poJer, que el
principio cal.ulico es muy rohusto , que la
impiedad no se !la extendido :í las masas, y
(Iue en su g;~neralidad el pueblo español
toda vía cree: ventaja impouIcrcble que
puede producir ;í la uacion cspaúo la los
mayores beuelicios.


En efecto: hay otros pueblos que des-
pues de haber sufrido el disolvente influ-
jo de todas las sectas, fatigados de agi-
tarse por el torbellino de las revoluciones,
huscau otra vez el apoyo de la religion:
pero como en ellos el j>1-illCipio católico, ú
hubia perecido, ó se hallaha Illuy de1¡j]j-
tado , el sentimiento religioso es entre ellos
indefinido, vago, sin fe, ni esperanza:
sombra vana que abraza el hombre en me-
dio de sus desengalíos y cscarruieu Los, ta-
bla débil y resbaladi;¡;a , ~ que pretende
asirse hijadeando de cansuucio en medio
de los horrores de un lIaUfl'" ¡~-io, En la na-
cion española 110 es asr , la rcvoluciou ha.




189
pasado por e]la , pero el catolicismo vive
aun, con sus principios fijos é invariables,
con sus convicciones robustas , con sus al-
tos pensamientos, COIl aquel lengunge de
segn ridad qn e revela al hombre con toda
certeza su ori;ell y Sil destino, con aquel
ademan magesLnoso que le marca la linea
de sus deberes. Ahí cst.i , en medio de
esa sociedad disuelta, conserv.indose como
coluua en pie, en medio de un campo de
ruinas. Ay de nosotros si llegásemos él per-
der esa alhaja presiosa, si Ileg.isernos ,~ de-
sasimos de esa ,;ncora qne solo puede sal-
varnos en tan deshecha tormenta, si per-
diéramos de vist a ese [;11'0 luminoso que
esclarece, uu hmizoutr- de tinieblas.


y que debe [raccr el gobierno COIl res-
pecto á la Relígion? <¡ué es lo qne se le
pide? sus deberes 5011 bien claros no es
menester indicarlos; y lo que se le pide
es bien poca cosa; que 110 destruya. Res-
peje el s'lgrado de las conciencias, apli-
cado ,( este objeto el mismo principio de
la lihcrtn el , respete Jos legitimas derechos
del clero como se respetan los de los otros




190
ciudadanos, no consienta que en las uni-
versidades y demas establecimientos de
enseñanza se hahran cátedras de impiedad
6 de otras sectas anticatolicas , no tolere
que la prensa pervierta ni corrompa; y 10
demas ya ir,í marchando por si mismo,
que la obra de Dios no necesita la débil
mano del hombre.


¿ l'io se ha dicho que debia reformarse
el clero? ¿no se ha dicho que el clero era
enemigo de reformas, porque medraba al
abrigo de los abusos? pues hágase la prue-
ba : imagínese un plan, un arreglo cual-
quiera, sobre los gastos de culto, sobre
la manutencion de los ministros, sobre los
puntos mas delicados de disciplina; pero
hágase todo en la debida forma. con la
debida autorizacion del Sumo Pontífice,
sepa el clero que puede adherirse al nue-
vo arreglo, sin faltar á sus sagrados de-
beres; entonces se verá si el clero español
tiene esa ciega terquedad que se ha que-
rido suponer, y si obra por convicción ó
por miras interesadas. ¿ Es posible que to-
do se haya disculpado, que los mayores




191
crímenes se hayan atribuido á ciertas teo-
rias de suyo extraviadoras , que se haya
siempre alegado la inexperiencia, la fogo-
sidad , las iluciones i es decir que se haya
siempre procurado poner á cubierto la
moral del hombre, y se haya respetado
su intencion; y solo en tratando del cle-
ro se haya tenido el empeño de presen-
tarle sin convicciones, suponiendo que
obraba por meros intereses?


Con mucha tiento es menester que an-
de el gobierno, siempre que trate de to-
car semejantes materias: un yerro en este
punto sería inexcusable. Ya no estamos en
aquellas épocas en que se alarmaba fácil-
mente :í los monarcas y á los pueblos,
poniéndoles ,í la vista como un espantajo
el engrandecimiento del poder de la clÍ-
ria romana, ya no hay ni pretexto siquie-
ra para hablar de exageradas pretensiones
de la corte de Roma; solo se tra ta del ca-
tolicismo de los derechos inherentes á la
cátedra de San Pedro, de puntos de dis-
ciplina acatados en toda la Iglesia católica.


Eu Francia ¿ no triunfó la revolución?




192
¿No es Luis Felipe el monarca de julio'?
y véase no ohstant.c , si se trata allí de en-
trometerse en el s~grado de las conci,~n­
r.ias , véase CO)lJO no prevalece alli aquel
espíritu peque¡-1O y rcucilloso , inspirado
por cllluli;110 aliento de los discípulos de
Port-Royal, up01' el mal humor y desabri-
miento du canonistas ilusos. Y es lJue allí
se ha palpado (¡ue es una desgracia ínm en-
su el subordinar las altas miras de un go-
bierno <l las miserables miras de algunos
sectarios, el ser un gobierno el instrumen-
to de la ambicien de unos pocos hombres,
el eco del resentimiento de algunas per-
sonas que se creen agra viudas , es (PlC allí
se ha conocido (Iue un gobierno pierde su
dignidad, su iníluencia , se rodea de em-
harazos, de obs t.iculos, de compromisos, al
momento (rUe so pretexto de conservar y
extender prerrogativas, se hace esclavo
de las inspiraciones de un pnúado de di-
sidentes; pero qlle nada pierde lle su ele-
vaciou , lli,da de su poder, nada ha de
sufrir de humillante cuando respeta las
augustas prerrogativas de aque] , que en




195
nombre de Dios ejerce su vigilanCia pasto-
ral por los cuatro ángulos de la tierra.


Esta es la politica grande, generosa,
digna de un gobierno que se halla al fren-
te de una nacion como la española. j Qué
pequeños, qué niños, me parecen aquellos
hombres que en el siglo actnal, despues de
la eonílagracion espantosa que ha puesto
la Europa á pique de disolverse, hacen re-
sonar todavía aquel acento rencoroso que
es ahora un tan palpable anacronismo! Di-
simuláralo yo á la caducidad que se ali-
menta de juegos y gastados rccuerdos, al
orgullo herido que mira como se levanta
lozana una nueva generacion ácuya altura
no puede encumbrarse, al mérito falso y
postizo que pOlo extraña casualidad, y como
por sorpresa se hubiese apoderado del titulo
de verdadero; pero á la verdadera sabidu-
ría , al verdadero talento, al hombre que
sea capaz de ser grande entre los grandes,
que no haya de temer los sistemas francos
y generosos, que no haya de cimentar su
reputacion sobre circunstancias escepcio-
tules, que para figurar y medrar no nene-


13




194
site las épocas de rencillas y disensiones,
que no haya de conservar su nombradía
como débil pantalla sostenida por los par-
tidos , solo por ciertas miras, y quizás con
burlona sonrisa; á este tal no se lo consin-
tiéra , no se lo perdonara , tu te olvidas de
quien eres, le diria, te oscureces, te achi-
cas.


Fijados ya los dos puntos capitales que
nunca debe perder de vista el gobierno, in-
dicado con toda claridad el espiritu que
en esta parte debe presidir á su conducta,
observaré que lo primero que debe hacer
el gobierno, es salir cuanto antes sea posi-
ble del terreno de la política. ¿ Qué r ¿Os
parece esto una paradoja? escuchad, y
convendreis conmigo. Las naciones qne tie-
nen gobierno representativo, mayormente
si es de poco tiempo, adolecen por lo co-
mun de una falta, y es el tratar demasiado
de política : siempre están con los ojos so-
bre el gobierno, siempre sobre las formas
políticas, asemejándose al que se entretu-
viera siempre en contemplar y retocar una
máquina y no cuidase cua I debe de la ela-




195
horacion de las manufacturas. Este es Un
mal muy grave que es preciso remediar, ó
¡; lo menos disminuir; no conviene ocuparse
tanto en esto; bien asi como andaria, mal
encaminado quien hablase de contínuo de
su complexion, de su construccion orgáni-
ca, del régimen de vida que le conviene,
y descuidara el cumplir sus obligaciones,
olvidando sus tareas, y no mirando por sus
intereses.


El tratar demasiado de política, el ha-
blar siempre de Constitucion, de leyes
electorales, diputaciones, ayuntamientos
etc. etc., tiene el inconveniente de que
hace fermentar los partidos existentes, da
oríjen á otros nuevos, renueva recuerdos
desagradables, divide los ánimos, provoca
disturbios y trastornos y excitando la am-
bician franquea la puerta para que hombres
indignos puedan subir á los altos puestos
del estado. Es de la mayor importancia pe-
netrarse de estas verdades; afortunadamen-
te no puede decirse que no se sepa en que
pasar el tiempo: el arreglo de la hacienda,
la formacion de los códigos, de buenos pla-




196
nes de educacion y cnseñanza , los estable-
cimientos de Leneiieenr:ia, el fomento de la
agricultura ,industria y comercio ofrecen
por cierto espaciosa arena donde poddu
campear el talento, el saber y la experien-
cia. Conviene por consiguiente, lo mas
pronto posible, corriendo, digámoslo asi,
salir del terreno politico; y pasar á ocu-
parse en otras materias, donde puedan rea-
lizarse mejoraspositivas, prácticas, que des-
ciendan hasta aquella parte del pueblo que
trabaja, paga, sufre y calla. Es menester
mas práctica, mas positivismo; basta ya de
esas cuestiones que tan á propósito son pa-
ra tenernos en contínuo sacudimiento , en
ese sacudimiento que ¡lace sobrenadar en
la superficie lo mas vano, lo mas lijero que
hay entre nosotros; mientras está oculto
en el fondo todo lo que hay de mas grave y
precioso. Y á la verdad, ¿quién no se pas-
ma al ver tantos hombres improvisados,
mientras yacen en la obscuridad tantos
otros por muchos titulas respetables?


Ni existe en Espaiía como en otras par-
tes un cuerpo de nobleza , que por su po-




197
sicion y circunstancias, pueda ejercer mu-
cho inlIujo sobre los destinos de la nacion,
ni la ley fundamental le reconoce como
cuerpo político, ni el espíritu del siglo está
en tal sentido, ni las costumbres de Espa-
ña quizá las mas populares y niveladas dc
Europa se avendrian con una aristocrácia
que solo contára con títulos de nacimiento.
Sill embargo entre nosotros como en todas
partes no deja de haber una considerable
porcion de ciudadanos que por la intima
fuerza de las cosas, se levantan con mu y
justos títulos sobre el nivel de sus compa-
tricios. La propiedad muy cuantiosa, mien-
tras no recuerde una fortuna improvisada
con malas artes, la capacidad extraordinaria,
á 10 menos muy distinguida, los grandes
servicios hechos al estado, el haber ocupado
por largo tiempo los puestos mas eminen-.
tes, y tambien un nacimiento de antigua
é ilustre alcurnia, son circunstancias que
por mas que se diga, rodean á la persona
de cierto esplendor y lc grangean la con-
fianza y el respeto de los pueblos. Una
ley en cuya fonnacion hayan ellos inter-




198
venido, un decreto donde se lea su firma,
una alocucion un proyecto donde figure su
nombre, adquiere álos ojos del público cier-
to realce que no deja de contribuir en gran
manera á que los resultados en beneficio del
pro-comun sean mas prontos, mas amplios
y mas cumplidos.


Por desgracia en la actualidad, como
sucede siempre despues de grandes re-
vueltas, se hallan oscurecidas, ajadas las
reputaciones, y apenas se nota que figu-
ren tantos hombres, que sin duda parece
que tienen á ello algun derecho. En una
nación como la española; l cómo es posi-
ble que no haya una porcion numerosa de
hombres que habiendo encanecido en dis-
tinguidos puestos no hayan recogido uu
respetable caudal de saber y de experien-
cia? No conocemos á muchos? lno habrá
variosotros en quienes nadie piensa, ácausa
de haberse ellos mismos condenado de pro-
pósito á la obscuridad, ó de haber sido en-
vueltos en ella, despues de arrumbados
por tan continuados vaivenes? Esta es una
especie de aristocnicia que yo desearia




199
que se respetase, este es un cadáver que
se habria de reanimar despreciando á mi-
serables habladores que todo lo tachan de
trasto viejo é inútil, que sin miramientos
de ninguna clase prodigan á los hombres
mas respetables todo linage de apodos.
Tengo esperanzas en la generacion que
entra, pero tampoco quisiera que dejára-
mos de aprovecharnos de la que pasa; por-
que las canas infunden mucho respeto,
porque algunos hombres que se llaman
gastados, precisamente han de haber co-
nocido el pueblo español á quien han po-
dido estudiar por largo tiempo, y creo que
es excelente maestro una larga experiencia.
En una nacion bien arreglada todo se apro-
vecha, todo sirve; y en circunstancias co-
mo las nuestras todo se necesita.


¿Cuándo saldremos de este círculo de
reacciones, causándose con cada una de
ellas la caida de millares de hombres que
se quedan sin pan, y que de consiguiente
están siempre preparados para empeñarse
en promover una nueva reaccion, por el
sencillo motivo de que con ella encontrarán




200
de comer? l cuándo se dejará tiempo á los
hombres que ocupan los puestos para en-
terarse siquiera de los negocios mas comu-
nes? con esa inconstancia, con esa movi-
lidad, con esas sacudimientos tan recios,
l como queremos que nada prospere, que
nada se arraigue?


Triste es á la verdad nuestra situación
triste perspectiva nos ofrece el porve-
nir; pero una esperanza debe alentarnos.
Hay en el fondo de nuestra sociedad algu-
nos elementos de vida, ellos se mueven
rebullen, l Y porqué no podrían de nuevo
fecundar nuestro suelo? si este es el ter-
reno clásico de las anomalías; ¿porqne no
podremos esperar una anomalia feliz, ano-
malía que tendria su origen cn esos ele-
mentos de vida, que aunque ofuscados, y
casi perdidos de vista no dejan de hallar-
se entre nosotros, en bastante abun-
dancia?


No olvide nunca el gobierno que nues-
tras discordias intestinas son profunda-
mente sociales; no olvide <fue bajo la con-
tienda política hay lucha de ideas é intc-




20l
reses que afectan lo mas intimo de la so-
ciedad ; y que esta no se cambia en poco
tiempo, sino con el trascurso de muchos
años y con el influjo de poderosas causas.
La violencia, la precipitacion , el esprritu
reaccionario con que se ha obrado en Es-
paña de tantos años á esta parte, confun-
diéndose monstruosamente las ideas y en-
carándose de golpe sistemas los mas opues-
tos ha producido una situacion tan singu-
lar y extraordinaria, una tal confusión; que
apenas se acierta ,ipensar como será posible
introducir en ese caos el orden y concier-
to. De una poblacion á otra poco distante,
de Ull pais á otro pais su limitrofe, de una
clase á otra clase, se notan en las ideas y
costumbres , diferencias tan enormes, que
no parece sino que se pasa de repen te de
una nacion á otra la mas estraíia del mun-
do. Mas ó menos sucede algo de semejan-
te en todas partes pero tanto como entre
nosotros no lo creo; porque ni han me-
diado causas para ello ni se ve que asi lo
indique el curso de los sucesos. Aqui hay
todas las opiniones, todas las cscnelas .




202
hombres de todos los siglos, y espa-ñoles
que pertenec en al tiempo de Carlos I1,
tropiezan con frecuencia can partidarios de
la convencion. Y sin embargo, si ha de
haber gobierno, si ha de haber nacion,
es necesario arreglarlo todo, armonizado
todo, ver como se puede conseguir que vi-
van en paz, sin chocarse, y sin hacerse
mil pedazos, enemigos tan violentos é ir-
reconciliables.


Cuando las naciones se hallan en situa-
cion tan difícil y espinosa, cuan do es tan
extraordinaria la complicación de las cir-
cunstancias , son muy vanos los planes de
los hombres; y es preciso escuchar con
suma desconfianza las promesas y los con-
sejos de los partidos. El iinico medio que
queda al gobierno es aprovechar ,por de
pronto todo lo que puede servir, es cui-
dar que no se destruya mas, y para la
marcha sucesiva no adoptar esclusivamen-
te este ó aquel sistema, sino apelar á los
grandes principios conservadores de la so-
ciedad , á aquellos principios que no son
exclusivamente de ninguna escuela tIlle no




203
son nuevos, silla antigüos como el mundo,
existentes desde la eternidad en el tipo de
toda perfeccion, comunicados á las socie-
dades como un soplo de vida. No han va-
riado estos, no han desaparecido de la so-
ciedad española, circulan por ella como su
sangre, conservándole la escasa vida que
le resta, despues de tantos padecimientos.
Razon , justicia , buena fe; estas son las
palabras que debe escribir el gobierno en
su bandera, este es el polo que nunca de-
be perder de vista: y por lo demas de-
be alzar velas can entera confianza, y ar-
rostrar los bramidos de las pasiones qne se
ajitan en su torno. Dejar á los partidos que
clamen; bien pronto parecerán miserables
iusensa tos que se arrojan al mar en pos de
un navio para detenerle en su marcha.
Gritarán, prodigarán dietérios y amenazas
pero la nave proseguirá majestuosamente
su camino, y ellos tendrán que volverse
de nuevo ;í la orilla, y murmullando de
despecho desaparecerán de la escena. Que
no es el acaso quien rige los destinos del
mundo. Dios vela sehre la suerte de los in-




204
dividuos y de las naciones, y su benéfica
y omnipotente mirada suele fijarse sobre
el infortunio,




En 'ti "';SIIUF lib,'elrilt se h"II'1"'"
"e 'l'rn'" Il's 06""'8 ciglfien'es:
-~


OBSERVA~IONES


SORRE LOS BlE~r:S DEL CU:RO.
POR EL


A OCHO REALES VELLON IlIJ5TICA.




pon liL


Tra.tuccion libre al espanot


;.·~.i...,'.
.~


POR


Esta obra contiene la solucion de las
mas importantes cuestiones que en el mun-
do político se ventilan entre la escuela con-
servadora y la escuela revolucionaria. A 8
rs. VD. en rustica , á 6 para los Sres. sus-
criptores al periódico La Religion.


6__