EL LIBRO DE LOS DIPUTADOS Y SENADORES. . r j j j j j j j j ...
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EL LIBRO
DE LOS


DIPUTADOS Y SENADORES.




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EL LI BRO
DE LOS


JUICIOS CRÍTICOS DE LOS ORADORES MÁS NOTABLES
DESDE LAS CÚRTES DE C.iDIZ IIAST.\. ¡.¡t"ESTR0S DIAS,


con la insercion integTa


DEL MEJOR DISCURSO QUE CADA UNO DE ELLOS HA PRONUr'CIADO.


(2.' PARTE DE LA HISTORIA POLiTICA y PARLAMENTARIA DF. ESPAf\A.)


POR


D, JUA~ RICO y AJIAT,
Abogado de los Tribunales del Reino,


Secretario honorario de S. M.,
Comendador do la Real Orden nrneric~na de Isabel la CatólicR,


é individuo do varias c~rporacioncs científicas
y literarias.


MADRID :


1862.


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ESTABLEGDIlENTO T1POGnAFlco DE VICENTE, Y LAVAJOS,
calle de llreciados, nú.m. 74.


~ c." 41
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INTHODUCCION.


Cuando hace ocho años acariciábamos la idea de
escribir' la HISTORIA POLÍTICA Y PAltLA.MENTARIA DE Es-
PAÑA, 'publicada recientemente, y trazúbarnos el plan de
tan árdua y comprometida empresa, comprendimos la
necesidad y la conveniencia de acompaüar á aquel tra-
bajo, como su ilusteacion y complemento, una colec-
cion de biografías y discursos de nuestl'OS más distin-
guidos oradores en las Íl'es distintas épocas del go-
biel'llo representativo que intentábamos historial'.


Natmal nos parecia que instruido el lector en los
acontecimientos políticos consignados en nuestra HISTO-
RIA, Y familiarizado con los personajes que los promo-
vieron ó en ellos figuraron, desease detalles más minu-
ciosos respecto á los hombres más importantes de la
revolucion española, procurando conocerlos y juzgarlos
como políticos de doctrina, ya que los conocia y habia
juzgado como políticos de accion; que quisiese apre-
ciarlos como oradores, como hombres de parlamento,




VI lNTUODUCCION.


puesto que por la historia habíalos ya apreciado como
hombres prácticos.


Esta lógica presuncion y el natural y patriótico de-
seo de presentar al juicio de las demás naciones una idea.
algo aproximada del carácter de los congresos españoles
y del mérito de nuestros oradores parlamentm'ios, son
los únicos móviles que nos han impulsado á emprender
hoy este trabajo, ímprobo por la falta de datos y escritos
de la misma especie, y arriesgado sobremanera por la
dificultad de retratar á personajes que aun viven y figu-
ran, sin qne se sospeche que al pintados hemos mojado
el pincel en el negro colorido de la pasion y del odio, ó
en las dulces y suaves tintas de la parcialidad y la li-
sonp.


No siendo escritores noveles en esta clase de traba-
jos, creemos escl1sada toda protesta de imparcialidad é
independfmcia. Los tres tomos de la HISTORIA POLÍTICA Y
PAn:".\.MJ<:~TAn.TA DE ESPA~A que llevamos publicados, y
que forman la primera parte de esta obra, responden
por nosotros.


Ellos son una firme y verdadera garantía de la im-
parcinlidad y exactitud con que hemos dibujado estos re-
tratos histórico-políticos, ya qne no arguyan mucho en
favor del mérito y habilidad del dibujante.


De todos marIas abl'igamos la Íntima persuasion de
que prestamos con este trabajo un especial servicio á
nuestra patria pregonando sus glorias, olvidadas ó más
bien desconocidas de propios y de estraños.


Conócese y aprecia desde inmemorial á los españoles
por su valor y sus hazañas, y aun por sus obras de ima-
ginacion y de talento, figurando muchos de ellos en pri-




Jl'íTRODUCCIO\" • VII


mer lugar en los anales de la fama y de la civilizacion
corno guerreros, corno novelistas y como poelas, siendo
universalmente conocidos y reverellciados en ese con-
cepto los preclaros nombres de GONZALO DE CClRDOVA,
CERVANTES Y CALDERON.


¿Sucede lo mismo ú España respecto de sus orado-
res parlamentarios? De ningun modo.


Escepluando á algun literato, á algun erudito es-
tranjel'o, nadie sabe en las naciones vecinas si han exis-
tido ó si existen en España muchos de nuestros orado-
res, dignos por su talento y sus discursos de UIla fama
europea.


Preguntemos, por el contrario, en nuestro pais por
3ImAflE\u, DANTON, VERG:"!IACD, BENJAlIHN CONSTANT, BEn-
RYER, CASIlILIno PÉRmn, THlEHS, GurZOT y otros orna-
mentos de la tribuna parlamentaria francesa, y pocos
serán los que no nos contesten dúm10nos los menores
detalles sobre esos personajes, esplicanc10 el papel que
han desempeüado en las diversas revoluciones de Fran-
cia, definiendo su mérito y clase de oratoria, y citando
las frases más célebres de sus discursos.


¿,Consiste tal vez en que esos oradores, esos hom-
bres de Estado, esos políticos sean superiores á los ora-
dores, ú los hombres de Estado, á los políticos espa-
flOles?


No ciertamente. Consiste en que los historiadores
franceses han reproducido profusamente los discursos
más notables de sus oradores; en que los biógrafos han
retratado á porfía á sus más famosos personajes, y en
que en aquel pais, donde como en ninguno sobresale e:
noble espíritu de la nacionalidad, no se escasea medie'




vm INTRODUCCION.


ni fatiga para divulgar y enaltecer las glorias naciona-
les, valiéndose del pincel, de la pluma y de la palabra,
hasta con exagerado, si bien disculpable patriotismo,
para dar una publicidad asombrosa á todo cuanto puede
contribuir al aumento del esplendor y brillo de la
Francia.


Es que en ese país, abundando las historias de todas
épocas, las colecciones de discursos, los trabajos bio-
gráficos, y viviendo los franceses más de su pasado que
de su pt'esente, no caen nunca en el olvido los hombres
ilustl'es ni los hechos gloriosos.


Ahora bien: 1,no podremos nosotl'os proclam:1l' con
orgullo las glOl'ias de nuestra nacion, respecto á nues-
tros oradores parlamentarios'? ¿Qué pais podrá presen-
tar como el nuestro un catálogo más numeroso y lucido
de oradores, una coleccion de discul'sos más elocuentes,
más elevados, más brillantes que los pronunciados des-
de 1810 en las cámaras españolas'?


¿No puede competir España ventajosamente en este
punto aun con la Francia misma, pais privilegiado de la
ol'atol'ia parlamentaria?
¿~o pueden ponerse en parangon con sus mús dis-


tingnidos oradores, y sin desmerecer en nada, nuestros
eompatriotas LOPEZ, ALCALÁ GALIANO, :\rARTI~EZ DE LA
BOSA, ARGtELLES, PACHECO, CORTI~A, OLClZAGA, Do-
NOSO CORTÉS, ARRAZOLA, PASTOR DIAZ, firos ROSAS, APA-
RISI y GUIJARRO, RIVERO, GO~ZALEZ ERAno y otros ciento
que con sus magnificas peroraciones han colocado á una
altura inmensa la reputacion y la gloria de nuestros
parlamentos?


¿ Qué pais, como el nuestro, puede exhibir tantas y




Il'iTRODUCCION. IX


tan acabadas muestras de oratoria política, modelos
más perfectos de elocuencia parlamentaria?


Quien conozca la historia de los parlamentos espa-
ñoles; quien corno nosotros haya tenido precision de re-
pasar los numerosos volúmenes del Diario de las se-
siones, habráse sorprendido y admirado do la fecundi-
dad asombrosa de los oradores españoles, estasiándose
al encontrar tantas ignoradas perlas de oratoria, tantos
primores de locucion, tan arrebatadores arranques de
pasion y de sentimiento, tan bellas y tan poéticas imá-
genes como sus páginas encierran.


Más asombro yadmiracion causa todavía el número
de verdaderos y distinguidos oradores que España puede
registrar con orgullo en sus analos parlamentarios.


No cabe duda que el clima de un pais, su carúcler y
SIlS costumbres, y la Índole y estructura de su idioma
influyen poderosamente en el desarrollo, en la brillantez,
en la fecundidad de la oratoria.


A estas causas se deLe en nuestro concepto esa abun-
dancia de oradores parlamentarios con que España cuen-
ta, yesos rnngnífieos y deslumbradores discursos que
con tanta ft'ecuencia resuenan en nuestros parlamentos.


A esas causas principalmente se debe que jóvenes
sin práctica, sin esperiencia, sin grande instruccion po-
lítica con(1uisten en un dia y con un solo discurso los
difíciles laureles de la elocuencia, desmintiendo la añeja
máxima de (Iue el poeta nace ?J el oradol' se hace.


En Espaüa no puede aplicarse con exactitud ese
manoseado axioma.


Los oradores aquí, merced al ardiente clima de la
Península, al carácter abierto y franco de los españoles,




x I:'íTRODUCCION.


á la sonoridad, á la pompa, á la música, digámoslo
así, de nnestro idioma, no se forman lentamente como
en otros paises, sino que nacen formados, brotan de
repente al calor de las revoluciones, corno brotan las
plantas al calor del sol en las regiones tropicales.


En Francia, en Inglaterra, y en cuantos paises están
arraigadas las prácticas del gobierno representativo, es
un fenómeno cada nuevo orador que se ah re paso por
entre las más reputadas celebl'idades y logra se consigne
su nombre en los anales de la oratoria.


En Espaüa á nadie sorprende la frecuente aparicion
de esos artífices de la palabra, de esos declamadores
elocuentes, de esos discutidores sagaces y atinados, de
esos oradores, en fin , apasionados y brillantes, que se
dan á conocer en casi todas las legislaturas sin más
preparacion que unos cuantos años de leyes, algun tomo
de poesías ó una docena de artículos de periódico, y
aun muchos de ellos sin una ordenada carrera y sin un
continuo estudio de los filósofos y publicistas, que sil'-
ven á otros de maestros y de modelos.


Verdad csque los discursos de los oradores españoles
no son por lo general muy profundos, gTaves y ordena-
dos, pero en cambio pocos de los estranjeros les igualan
en lo poéticos, en lo hrillantes, en lo cadenciosos.


Por efecto, pues, del clima, del carácter de los es-
pañoles y de la índole y mecanismo de su lengua, son
sus discursos producto mús bien de la imnginacion que
del talento, de la fantasía que del estlHlio, y srtlen de
sus labios rica y profusrtlDentc csmallados de galrts
poéticas, de imágenes deslumbradoras, de figuras atre-
vidas, de pensamientos sublimes, de arranr¡nes de sen-




INTROnCCClO:-I " XI


timiento, y adornados de giros felices, de frases bellas,
de periodos sonoros, rotundos y cadenciosos, si bien
escasean de dialéctica, de profundidad y de método.


y hé aquí la causa tambien de que tengan doble
mérito los discursos de los oradores espaüoles, oidos
desde la tribuna que leídos en el Diario, porque la vi-
veza de ademanes, la pronunciacion clara é intencionada
ú que se presta el idioma castellano, y el eco armonio-
so, musical y agradable de nuestea lengua, revisten ú la
oratoria esparlOla de galas y adornos que solo puede
prestarles el habla italiana, más dulce y más suave, sin
embargo, que la nuestra, pero no tan grave, tan variada
y tan á propósito para espresar una idea poética, un
pensamiento elevado, un arranque de patriotismo.


Hechas estas ligeras observaciones acerca del objeto
del pl'esente trabajo, y de la índole y carácter de la
oratoria de nuestros parlamentos, réstanos indicar úni-
camente el órden y método con que pensarnos publicar
las biografías de los oradores españoles.


Proponiéndonos tan solo dar uoa idea ligera pero
exacta de sus cualidades oratorias, hemos creído necesa-
rio eliminar de estos bocetos esos detalles empalagosos
y que ú nada conducen sobre la vida privada y aun pú-
blica de los personajes de que vamos á ocuparnos, en
todo aquello que "no tenga relacion con su cualidad de
oradores de parlamento, trazando á grandes rasgos su
fisonomía de tales, para que se reconozca á nuestros
políticos por el lado de la oratoria, principal y casi es-
elusivo objeto de este trabajo.


La insercion integra del mejor discurso que cada
uno de ellos ha pronunciado en las córtes españolas de




XII Il'iTRODUCCION.


las tres épocas en que se ha practicado el sistema re-
presentativo, será el mejor justificante de nuestras apre-
ciaciones crítico-biográficas, formando su coleccion un
tratado completo de derecho público constitucional, y
una obra de estudio y de consulta, por la variedad de las
materias en ella tratadas, y por la vasta y profunda ins-
truccion que encierra, como producto de muchos talen-
tos, de muchos estudios, de muchas ilustraciones.


Respecto al órden de colocacion de los oradores en
nuestra galería, hemos preferido las épocas á las cate-
gorias, de modo que nos iremos ocupando de ellos se-
gun vayan llegando los tiempos de su mayor auge y re-
putacion.


Tambien hemos creido oportuno dar una idea del
carácter de las asambleas donde han figurado, porque
conociendo de antemano la Índole de los congresos y
las circunstancias políticas en que se ha verificado su
convocacion, podrá conocerse mejor el mérito y la im-
portancia de sus oradores.


En este supuesto, ocupémonos ya de las córtes de
Cádiz y de sus miembros más distinguidos, como el
origen aquellas de nuestro actual sistema representati-
vo, y como maestros y modelos los últimos de nuestros
oradores contemporáneos.




CORTES GENERALES Y ESTRAORDINARIAS
DE 1810·


La asamblea española congregada en la Isla de Leon
el 21 de setiembre de 1810, es sin disputa la más nota-
ble de cuantas se han conocido en Europa bajo la forma
de gobierno representativo, si no por los sangrientos re-
sultados de las revoluciones que promoviera, por la so-
lemnidad de su congregacion, por la majestad de sus
actos, por sus gloriosos esfuerzos, por lo grave y terrible
de las circunstancias en que se reunia, y por el carácter
de originalidad y de grandeza que en ella se revelaba.


Ni el la1'go parlamento de Inglaterra, ni la asam-
blea legislativa de Francia fueron, en verdad, más no-
tables que nuestras córtes de Cádiz, compuestas de filó-
sofos y de sábios, al paso que las cámaras citadas se
componian de sangrientos revolucionarios ó de sistemá-
ticos reformadores.


Las córtes generales y estraordinarias de 1810 se
congregaban efectivamente en circunstancias las más
difíciles y arriesgadas.


La nacion desquiciada, abatida, presa de la violen-




14 CÓRTES GENEnALES
cia y arbitrariedad del poder real, ejercido por las tor-
pes manos de un orgulloso favorito; un ejército estl'an-
jero, el más aguerrido del mundo, üueüo de las plazas
más importantes y de las cuatro quintas partes del terri-
torio espaüol; dividido el reino en hntos gobiernos como
provincias; el pueblo resistiendo aisladamente y sin ór-
den ni concierto la usurpacion estranjera; cautivo en es-
traño pais el legítimo monarca, y apoderado del trono
de San Fernando un rey intruso, con su ejército, sü
corte y su gobierno, ¿ qué iba a hacer aquella asamblea
sin recursos, sin centro de accion, sin m~ts territorio que
el que pisaba, aislada en un rincon de la Península, y
viendo solemnizada su congregacion por los caüonazos
de sus enemigos?


¿Con qué medios contaban para dominar al clestino,
para vencer á la desgracia aq uenos ciellto y cuatl'o pro-
curadores de la nacion espaüola, que jurabau al pió de
los altares reconquistar su patria, rescatar á su rey y
defender y salvar á todo trance su libertad é indepen-
dencia?


¡Ah! Contaban con una fé incontrastable, con una
constancia sin límites, con el más puro y ardiente patrio-
tismo.


U na asamblea en tan críticas circunstancias congre-
gada; sin prácticas parlamentarias á que sujetarse; ejer-
ciendo de hecho la suprema soberanía, y cuyos indivi-
duos se reunian sin conocerse, sin combinar de antemano
el plan de su conducta futura; una asamblea, repeti-
mos, sin mayoría y sin minoría, sin fórmulas parlamen-
tarias, sin organizacion, sin reglamento, sin espíritu de
partido, precisamente habia de tener un carácter espe-
cial de originalidad en sus sesiones, de grandeza en sus
miras, de heroismo en sus actos.




y ESTRAORDINARlAS DE 1810. 15
La necesidad y el buen juicio de aquellos legislado-


res obligóles ante todo á adoptar un reglamento que or-
denase el cnrsoc1e los dehates, y estableciese las prácti-
cas más convenientes para evitar la confusion, facilitan-
do sus acuerdos.


Filósofos más bien que publicistas, los discursos de
aquellos diputados eran, en lo general, disertaciones
académicas, sermones políticos, alegatos forenscs, con
su exonlio, su proposicion, su argumentacion y su epí-
logo.


Pecando casi todos aquellos oradores del escolasti-
,cismo ~ bn en moda por entonces en las aulas, ordena-
ban sus discursos con sujccion á reglas retóricas, anun-
ciando el tema en el exordio, sentando premisas y sa-
cando consecuencias.


Esto hacia que aquellas peroraciones apareciesen
lánguidas, acompasadas, monótonas; y que si bien gra-
ves, lógicas y pomposas, careciesen de gracia, de ani-
macíon y de vida.


La poca ó ninguna costumbre de hablar en público,
la falta de liceos, de academias y de otras corporaciones
análogas en que pudiera ejercitarse la palabra, era la
causa de que en un principio muchos de los legisladores
de Cádiz llevat-;en escritos sus discursos, siendo a]gun
catedrático, algun abogado, algun sacerdote, por sus
hábitos de perorar en la cátedra, en el foro ó en el púl-
pito, los únicos que pronunciaban discursos y animaban
las diseusiones.


Eran escepciones de esta regla general algunos pocos
diputados como A1'güelles, ftfejia, Carda Herreros,
G 1ltie7'l'ez de la.! Huerta, y otros que, naturalmente
oradores, daban calor y vida á los debates con sus im-
provisaciones y sus réplicas.




16 CÓRTES GE~ERAL[S
Largos, pesados y monótonos solian ser los discursos


leidos por los diputados de las córtes de Cúdiz, pues re-
dactados en la soledad del gabinete, atestúbanlos de
citas históricas, de máximas y sentencias, y entregá-
banse en ellos á divagaciones metafísicas, haciendo
alarde de una erudicion fatigosa é inoportuna.


A tal grado de estension y pesadez llegaban aquellas
disertaciones, que habiéndose in vertido cerca de dos
horas en la lectura de un discurso, propuso el Sr. Es-
piga ~que en adelante no se permitiese á diputado algu-
no la lectura de escritos que escedieran de un pliego,
sin que antes por una comision se examinasen y decla-
rara si merecian leerse al congreso.»


Como anteriormente indicamos, las córtes de Cádiz
tenian un aspecto de originalidad y de novedad que las
hace distinguirse de todas las asambleas conocidas.


En realidad, ni eran una cámara popular ni un esta-
mento aristocrático, si bien en su composicion entraron
todos los elementos más elevados de la sociedad, pues
el talento y la posicion social fueron entonces los princi-
pales títulos que abrieron ú los espafioles las puertas de
la l'epresentacion nacional.


Entre los ciento ochenta y cuatro diputados que san-
cionaron y firmaron la cOllstitucion de 1812, contúbanse
dos grandes de España de primera clase, cuatro títulos
de Castilla, treinta y dos caballeros hidalgos, nueve
oficiales generales, diez y siete corondes, tenientes co-
roneles y capitanes del ejército y de la marina, tres obis-
pos, un inquisidor, cuatro dignidades, veintiun canóni-
gos, quince curas párrocos, once presbíteros, cuatro
consejeros, once magistrados, ocho oficiale·s de secreta-
ría, nueve catedráticos y treinta y tres abogados.


Por la reseña anterior se observa que entre aquellos




y ESTRAORDINARIAS DE 1810. 17
ciento ochenta y cuatro legisladores no habia uno solo
que perteneciese al estado llano, y sin embargo de su
carácter aristocrático, las córtes de Oadiz iniciaron y
realizaron desde un principio las más populares y demo-
craticas reformas.


¿En qué consistia, pues, estQ fenómeno? En que to-
das las clases de la sociedad estaban ofendidas y me-
nospreciadas por el favoritismo de tiempos anteriores;
en que las ideas de libertad y de derechos políticos ha-
bíanse infiltrado en todas las imaginaciones al atravesar
los Pirineos en 1789; en que por tradicion., por carácter
y por instinto son los españoles, pertenezcan a cualquier
clase, por alta y privilegiada que sea, demócratas en sus
ideas é independientes en sus hechos; y en que aque-
llos legisladores comprendian que siendo popular la
guerra, sostenida tan heróicamente con Napoleon, era
preciso y conveniente alentar al pueblo y re compensarle
sus esfuerzos y sacrificios con útiles y halagüeñas re-
formas.


De aquí las contradicciones, la originalidad de las
córtes generales y estraordinarias.


Debiendo ser monárquicas y conservadoras por la
posicion y calidad de sus individuos, se declaran sobe-
ranas de hecho y de dereeho, adoptan el título de Ma-
jestad, y hablan y obran en sentido popular y revolu-
cionario.


De aquí el que no se estrañara entonces, ni se haya
comprendido despues, que el apasionado monárquico,
obispo de Mallorca, esclamase en la jura de la constitu-
cíon: «¡Ya feneció nuestra esclavitud!. ... ¡Oompatriotas
mius, habitantes de las cuatro partes del mundo, ya he-
mos reeobrado nuestra dignidad y nuestros derechos!. ...
¡Somos españoles!. ... ¡Somos libres!. ... )




18 CÓRTES GEr\ERALES
De aquÍ tambien el fenomeno de que el furioso rea-


lista Ostolaza propusiese el restablecimiento del J usti-
cia mayor de Aragon, y que el absolutista acérrimo
Gutiermz de la Huerta esclamase en cierta ocasion:
,Como el pueblo llegue á persuadirse de estas verdades,
vengan todos los franceses, pues primero es ser libre
que ser espafíol. El nombre sea cualquiera, mas la li-
bertad, la independencia, esto es lo único que el hom-
bre debe apetecer ..... »


Nada prueba tanto esa originalidad en los pensa-
mientos, y esa alta idea que abrigaban todos los consti-
tuyentes de Cádiz respecto á su posicion política, á su
soberanía y á sus derechos, como la célebre frase del di-
putado Zorl'aquin: «Nosotros estamos en el caso en que
estaban los reyes nuestros anteceS01'es.» U na de las cua-
lidades que más resaltan en las discusiones de las cor-
tes generales 'Y estraordinarias es la sobriedad de dis-
cursos sobre una :misma materia, el desembarazo con
que los debates caminaban, y la brevedad con que se
daba el punto en cuestion por suficientemente discutido.


Practicando aquellos legisladores el sistema parla-
mentario con más sencillez y buena fé que los diputados
modernos, no abusaban nunca de las enmiendas y sub-
enmiendas, de las proposiciones, preguntas y demás
pretestos de que los últimos se valen hoy, en uso de su
derecho, para alargar ciertas discusiones ó evitar la
adopcion de una ley que no conviene á la política de las
oposiciones.


Tampoco se abusaba en aquella célebre asamblea de
las réplicas y rectificaciones; así es que hasta las refor-
mas más trascendentales se resolvian y acordaban con
plausible brevedad,)in que por esto dejasen de ser bien
dilucidadas y combatidas. Y solo así se comprende que




y ESTItAORDHíA.RIAS DE 1810. 19


en tres aiios discutieran ámpliamente y votaran una
constitucion, la más estensa y detallada de las constitu-
ciones modernas, y adoptasen imlOvaciones radicales en
todos los ramos de la pública administracion.


Contribuyó y no poco á este resultado la laboriosi-
dad sin ejemplo de los constituyentes de 1812, que ce-
lebraban con mucha frecuencia sesiones nocturnas, y
que pasaban las horas de asueto trabajando todos en sus
respectivas secciones, donde realmente se discutian y
aprobaban las leyes y decretos que casi por fórmula se
presentaban despues á la pública discusion.


La falta d8 prácticas parlamentarias y el carácter
particular de aquella reunion de soberanos eran causa de
que no se observasen en algunos debates la calma y la
gravedad tan propias de los legisladores, y que se al-
terase algunas veces cl órden de la discusion con brus-
cas interrupciones, con imprudentes murmullos y otras
demostraciones ruidosas que alentaban al público á fal-
tar tambien por su parte al decoro, consideracion y res-
peto que debe siempre guardarse en el santuario de las
leyes.


Hállase confirmado nuestro aserto en el estracto de la
sesion secreta de 1. o de julio de 1811 en la que, al tra-
tar de poner freno á los escesos que los espectadores
cometian, esclamaba uno de aquellos diputados: «El
congreso mismo es el que da ocasion á estas libertades
del pueblo, pues nosotros somos los primeros á hablar y
á notar á los compaiieros en público, cuando no hablan
en ciertas materias segun nuestra opinion. D


Otro dato sobre la parte que el público tomaba en
las discusiones de aquellas córtes, en la época en que,
como era natural, habíanse dividido sus miembros en
las indispensables mayoría y minoría, lo tenemos en la




20 CÓRTES GENERALES
sesion del 31 de diciembre del mismo año, en la cual,
tumultuariamente interrumpido por las galerías el dipu-
tado realista Laguna, gritaba en medio del alboroto:
«Yo no me puedo contener; no, señor. Yo soy realista;
quiero para la Regencia una persona real. Vosotros,
dignos militares, que estais en este santo recinto, dos
veces habeis hecho juramento de sostener los derechos
de Fernando VII. Vosotros, clérigos, que estais intimi-
dados con las palmadas del pueblo ..... (murmullos re-
petidos) no temais, que estais apoyados.» (Continuó el
alboroto. El señor presidente volvió á reclamar el
órden).


A pesar de todo, será siempre de admirar el valor
con que las córtes generales y estraorc1inarias acome-
tieron la reorganizacion completa de la desquiciada so-
ciedad española, y la calma y serenidad con que discu-
tian y legislaban en un estremo de la Península, ocupada
casi toda por un ejercito usurpa(lor y aguerrido.


La época de las córtes de Cádiz fu6 un período en la
historia de nuestra patria de gloria y c1e mortandad, de
hazaflas y desventuras, de ilustracion y de audacia. Pe-
ríodo político-parlamentario que empezó por una monar-
quía medio destruida, y terminó con una repúhliea me-
dio edificada; que fue inaugurado por las bombas y gra-
nadas enemigas, y despec1ido por los horrores de una
peste.


Lazo de continuidad entre una sociedad preocupada
y una generacion que quiere despreocuparse. Eslabon
que en la inmensa cadena de los siglos y c1e las ideas
une lo antiguo con lo moc1erno, el derecho divino con la
soberanía nacional, el exagerado absolutismo de los re-
yes con la libertad desmedida ae los pueblos.


Resumiendo lo que llevamos indicado sobre los ora-




y E';TRAORDINARIAS DE 1810. 21


dores de nuestra primera asamblea legislativa, diremos
que sus debates se resintieron naturalmente de inespe-
1'iencla parlamentaria. Sus discursos, leidos muchos de
ellos, eran más bien disertaciones académicas que aren-
gas de pOJ'lamento. Salvo algunas escepciones, hablaban
m{ts aquellos diputados con la cabeza que con el cora-
zon; discutian más que declamaban; pensaban más que
sentian.


Su oratoria era una oratoria natural, sin reglas, sin
formas, sin adornos. Tenia en lo general algo de hincha-
zon y de pedantería; habia en ella más de escolasticis-
mo que de doctrina, más de raciocinio que de entusias-
mo, más de sabiduría que de elocuencia.


Lo que de ninguna manera puede negarse á los cons-
tituyentes de Cádiz, en los primeros tiempos de las CÓl'-
tes, fué el deseo del acierto, la pureza de sus intencio-
nes, la imparcialidad de sus jnicios, el patriotismo de
sus actos, la buena fé de sus palabras. Cualidades y vir-
tudes que oscurecieron más adelante el interés de par-
tido, el esclusivismo de las opiniones, la vanidad ele la
política.


Pero lo que sobresalió siempre y en todos los diputa-
dos de las córtes generales y estraordinarias, fué su
honradez y su probidad, su abnegacion y su desinterés.
El mayor lauro de los soberanos constituventes de Cá-


. "


c1iz es el haber vuelto á sus hogares, despues de ejercer
el gobierno supremo de España, sin una cruz, sin una
gracia, sin un destino.


A pesar de lo nuevo ele "sus ideas, todavía aquellos
hombres no pertenecian al mundo moderno, corrompido
por la ambicion, cancerado por el egoismo, gangrenado
por la inmorali(1art. Eran los antiguos caballeros de la
edad rnedia, nobles', generosos, espiritualistas; no eran




22 CÓRTES GE:'<ERA l.ES


aun los políticos del siglo XIX, mezquinos, materialistas
y especuladores.


Representaban los legisladores de Oádiz la España
caballer'esca de ayer, no la España industrial de hoy;
eran aun los honrados y altivos procuradores de Sego-
via, de Valladolid, de Salamanca y de r.l"oledo, que sin
otra idea que el bien público, cerraban su corazon á todo
sentimiento de medro personal, y escudados en su hon-
radez é independencia, ni adulaban bajamente al tronO,
ni se arrodillaban ,ante el pueblo.


No podemos resistir á la tcntacion dc insertar á se-
guida, como complemento de este ligero exámen de las
famosas cortes de Oádiz, el magnífico discurso pronun-
ciado por su presidente Sr. Gordoa al cerrar las sesiones
de su larga legislatura de tres aflos, pues él da una
exacta y cabal idea del carácter político de aquella
asamblea, de su laboriosidad, de su abnegacion, de sus
sacrificios y de su grandeza.


(1 Señor: entre las aclamaciones del pueblo más generoso de la
tierra se instalaron estas córtes generales y estraordinarias, y ahora
vienen de ciar gracias á Dios, autor y legislador supremo de la socie-
dad, porque les ha concedido la gracia de llegar al término de sus
trabajos, despues de haber puesto las pieuras angulares rlel suntuoso
edificio que ya se levanta para la prosperidad y gloria del suelo es-
pañol.


))Sumida en un sucüo vergonzoso, hundida en el polvo del abati-
miento, destrozada, vendida por sus mismos bijas, despreciada, in-
sultada por los ajenos, rotos los n~rvios de su fuerza, rasgada la ves-
tidura real, humilde y humillada y esdava, yaGia la señora de cien
provincias, la reina qlle dió leyes ú dos lIlundos.-¿Qué fué de Sll~
primeras instituGiones? ¿Qué de sus leyes que contenian mejol'aLla la
sabiduría de toda la anLigüedad, y que sirvieron de ejemplar á lo~
c(ídigos de las naciones modernas? ¿Qué de sus antigllas libcrtades y




y ESTRAORDINARIAS DE 1810. 23
fueros? ¿Qué de su valor, de su constancia y de la severidad de sus
virtudes? ....


nEI mismo peso de su grandeza, el poder de reyes soberbios que
lentamente iban estendiendo sus limites, la ambicion de los poderosos,
la corrupcion de costumbres, hija de la riqueza, la peste de los pri-
varlo~, torlo oontribuyó al olvido y menosprecio de las leyes, y á la
disolucioIl moral del Estado. Entonces los reyes mal aconsejados todo
lo emprendieron; no encontraron pueblos que les resistieran; las que-
jas se calificaban de crímenes de Estado; y en nuestros mismos dias,
á nuestros mismos ojos, una mano sacrilega osó tocar y rasgar el
sagrado depósito de la alianza de los pueblos con el príncipe.


nEn esta deplorable situacion, solamente los adormidos en las ca-
denas no veian los males que tan de cerca nos amenazaban: mas para
aquellos en quienes aun no estaba estinguido el noble orgullo espa-
ñol, para los que impacientes lloraban en secreto la suerte de la pa-
tria, y veian que su tirano feliz habia sustituido al derecho de gentes
el derecho de la espada, la desoladora irrupcion de nuestros pérfidos
vecinos, fué un acontecimiento inevitable por su fuerza y por nuestra
debiliuad, por su exaILacion y por nuestro abatimiento.


))Clamaron los pueblos oprimidos por la fuerza estranjera y por
el despotismo doméstico; clamaron á su tiempo por libertad y por
leyes. Torrentes de sangre corrian por :todas partes, y los perjuros
adelantahan sus conquistas, efímeros gobiernos se sucedian unos á
otros, y no mejoraba la condicion de los pueblos. La miseria comun
reunió entonces todos los ánimos, todos los votos en uno, y este voto
general fué por las córtes.


nLas c61'tes, pues, se presentaron como la única áncora que
podía salvar la nave del Estado en medio de tan horrible tormenta: se
instalan al fin en la época más desgraciada, pero bajo los auspicios
de la Providencia divina tienen al cesar la intima y dulce satisfaccion
de haber dado á los pueblos lo qlle les pidieron con tanta ánsia: leyes
y libertad.


nPara llegar á este fin, las córles encontraron y vencieron obs-
táculos de todo género, insuperables á cualquiera que hubiese tenido
dflseof menos ardientes del bien, menos amO!' á la patria, menos firmc-
zapara resistir á sus enemigos y menos constancia en las adversidades.




24 CÓRTES GENERALES
» El til'ano del continente todo lo tenia subyugado entonces, todo


servia á su ambidon, todo se humillaba ante él, todo menos la vir-
tuosa y constante nacion española.


»El emperador de las Rusias, ó tranquilo en el conocimiento de
su poder, ó engañada su alma noble y candorosa con las aparentes
ventajas dc la neutralidad, ú, lo que es más de ul'eer, no bien infor-
mado de los estraol'dinarios acaecimientos de la Península, nada ha-
cia pOI' la imlepcnclencia general, ni pOI' su propia independencia
amenazada.


)) El Austria, forzada tal vez por la necesidad, acababa de rOI'mal'
poco antes con el bárbaro que la habia invadido y dividido á su placer
esa alianza tan fatal para Al género humano, el enalle demandaba y
le demanda con más ardor en la crisis presente, se apresure á noopA-
l'ar á la obra de la libertad comun en que trabajan de uonsuno nacio-
nes poderosas, y á revestirse ella misma de su antigua grandeza y
dignidad, rompiendo de una vez los lazos que tan sin yentaja ni ho-
nor suyo estrechaba cada dia.


nLa SUAcia y la Prusia casi ni aun mUAstras daban de existir po-
Iílicamente, y en general el influjo maléfico elel que ¡lomina á los
franceses para su oprobio y su desgracia, tenia aletargados á los
príncipes de Europa, ó en la servidumbre ó en la más ominosa indo-
lencia.


»Elrey de Nápoles y Sicilia era, como es hoy, nuestro aliado y
amigo; pero despojado de gran partA de sus pueblos y precisado ú
invertir todos sus recursos en conservar la tranquilidad interior y
esteriOl' de sus Estados, no podia prestarnos auxilios que él nece-
sitaba.


nNu8stro amigo el Portugal, envuelto en la misma luella, ycía
depender su suerte de la nuestra; mas no se hallaha en posibilidad de
atewler á otra cosa qUA á la t!r,fensa de su propio snelo.


))La magnánima Inglatena, seguia en Sil efleaz y generosa ooope-
raoian, que nos prestaba desLle los principios de la contienda; pero
no bastó á impedir ni detener el torrente que lo asoló todo hasta las
puertas de Cádiz. ¿ y quién será el que pueda clesnribir sin incligna-
cion y sin lágrimas la situanion de la patria á flnes del año 1810?


)) Esta nacían huérfana, desarmada y menesterosa 110 contó al




y ESTRAORlil)iAI:JAS DE 1810. 25
emprender la guerra con otro apoyo que con el de Dios, protector
de la inocencia oprimida, y con su propio valor; mas la Proyiucncia
tiene sus arcanos, y los hombres no pueden apresurar los tiempos
escritos en el libro uc los consejos eternos.


))Repetíuose hA muuhas yeces, y todo buen español debe gloriarse
de repetirlo, nosotros cntramos en la lid sin ninguno de los recursos
necesarios para sostenerla, y admiraron los primeros frutos de nues-
tro levantamiento. Pero un desórden general, consiguiente á la ge-
neral y repentina mutacion de cosas, se estendió á todos los ramos
de la administracion; se malgastaron los tesoros que con largueza
dcrramó la América; crecieron las necesidades, y la llama del entu-
siasmo, ó por falta de pábulo, ó siguiendo la suerte de las gramles
pasiones, pareció entibiarse y debilitarse, y las fuerzas que al prin-
cipio nos dió la indignacion debilitáronse tambien.


nLas o.esgracias se SIlcedian; crecia el orgullo de los Yándalos, y
á pesar de los últimos esfuerzos de los pueblos libres, y del calor que
profJllraban inspirar los patriotas con sus palabras y con su ejemplo,
la Península gemia casi toda en la opresion, y no presentaba otro
punto de seguridad m<'ts que la fiel y opulenta Cádiz, cuyo decidido
amor, respeto y adhesion al congreso nacional y á sus decisiones la
harán por siempre acreedora á la gratitud de los pueblos todos. ¿Mas
por qué ocultaremos ya que tampoco fué en aquella época un asilo
seguro este recinto de donde habia de salir, como en otro tiempo de
los montes asturianos, la libertad de España?


nEntonces las córtes presentaron el espectáculo más grande que
ha visto la tierra. Todos los dipntados y ciudadanos se congregaron
en medía de tantos peligros para saIYar la patria, cuando casi ya no
habia más patria qU0 el terreno donde se juntaron. i Oh 21 de se-
tiembre, dia para siempre memorable! Tú y el otro primero de
l1IHlstra revolucion bastaís solos para hacer inmortales nuestros fas-
tos; y nuestros últimos nietos leerán con igual admiracion y gratitud
las sangrientas hazañas del Dos de l}[ayo, y las pacíficas sesiones
primeras del congreso. En el uno sacudirnos el yugo estranjero; en
el otro el yugo doméstico; en el uno escribimos con ~angre el voto
de vengarnos ó morir, y ya esa sangre fecunda de los primeros
m<'trtirc~ produjo lo~ valientes que, ceñidos al principio con laureles


.,
'~


.,;0. ..... >
..... ·.l~·




26 CÓRTES GE~EnALES
andaluces, acaban de coronarse de otros inmarccsibles en las faldas
del Pirineo, en las mál'genes del Vidasoa; en el otro se escribieron
las leyes que nos han reintegrado en los derechos que nos convenian
como á hombres libres y como á españoles.


)jEn efecto, levantar á la nacion de la esclavitud á la soberanía;
distinguir, dividir los poderes antes mezclados y confundidos, reco-
nocer solemne y cordialmente á la religion católica y apostólica ro-
mana por la única verdadera y la única del Estado; conservar á los
reyes toda su dignidad, concediéndoles un poder sin límites para ha-
cer el bien; dar á la escritura toda la natural libertad que deben te-
ner los dones celestiales del pensamiento y la palabra; abolir los an-
tiguos restos góticos del régimen feudal; nivelar los derechos y obli-
gaciones de los españoles de ambos mundos, estos fueron los prime-
ros pasos que dieron las c6rtes en su árdua y gloriosa carrera, y
esas fueron las sólidas bases sobre que levantaron des pues el edificio
de la Constitucion, el alcázar de la libertad.


)) Despues que las córtes nos habian proporcionado tantos bienes,
aún no estaba satisfecha su sed insaciable de hacer bien. Dieron
nueva y más conveniente forma á los tribunales de justicia; arregla-
ron el gobierno económico de las provincias; prOCUl'ill'On fOl'mar una
constitucion para el ejército, y un plan de educacion é instruccion
verdaderamente nacional de la juventud; organizaron la abatida Ha-
cienda; simplificaron el sistema de contrilmcionc.s; y lo que no puede
ni podrá nunca oirse sin adrniracion, en la época dc mayor pobreza
y estrechez, sostuvieron, ó más bien, han crearlo la fé pública.


»Finalrnente, no contentas con haber roto las cadenas de los hom-
bres, librándoles de la servidumbre y de injustos y mal calculados
pecbos y tributos J estendiel'on su liberalidad á Jos animales, á los
montes y á las plantas, derogando ordenanzas y reglamentos contra-
rios al derecho de propie:lad, y al mismo fin que se proponian, y á su
debido tiempo cogerán el fruto de tan heneficiosas providencias l<t
agricultura, la industria, la, artes, el comarcio y la navegacion.


)j Los individuos del congl'eso han procurado mostrarse dignos de
Sil <tIto puesto, no solo por las proyidencias que han dictado en bien
de la nacion, sino tambien por la conducta grave y circunspecta que
han observado interiormente. El desprendimiento general y gene-




y ESTRAOllDINAflTAS DE 1810. 27
roso, y tal vez sin ejemplo, que manifestaron desde el memorable 24
de setiembre, y en que se han sostenido con la más rigl1l'osa austeri-
dad á pesar de las pruebas en que se les puso, los hará siempre
apreciables para los hombres de bien. La maleuicencia llamó á esa
virtud hipocresía ó afectacion ue generosidad. ¡Oh! ipluguiera Dios
que todos, y especialmente esos ingratos, abrazando el mismo sistema,
hubiesen contribuido, siquiera se tuviese por afectada generosidad,
con parte de sus caudales para las urgencias de la patria, ó la hu-
biesen defendido alistándose en sus banderas!


nEste congreso, el primero que se ha visto entre los hombres,
compuesto de indiviuuos de las cuatro partes del mundo, presenta
otro punto de vista igualmente grande y generoso. Los venerables
sucesores tIe los apóstoles, los ministros del Señor, los miembros de
la primera clase del Estado, los militares, los magistrados, los sim-
ples ciudadanos, la respetable y tranquila ancianidad y la fogosa
.iuventud, reuniQos todos dia y noche pOi' espacio de tres años, dan
hoy el singular ejemplo de separarse todos en paz, todos amigos.


>lE! que considere que se han agitado aquí tantos asuntos capa-
ces de escitar todas las grandes pasiones; el que conozca que por
nuestro anterior sistema no solo habian de estar en contradiccion
los intereses de algunas provincias, sino tambien los de algunas cla-
ses, y que estos han tenido que ventilarse por individuos de esas
mismas clases y provincias; el que reflexione cuán mdos y terribles
choques debian producir multitud de ideas y proyectos que unos fa-
vorecian por creerlos comlucentes á la libertad, por que todos anhe-
lamos, y otros repugnaban creyendo que nos conducian á la servi-
dumbre que detestamos todos; el que recuerde con cuánto calor se
ha espresado el celo en aquellas augustas asambleas presididas por el
espíritu de caridad y mansedumbre, y compuestas solo de personas
en quienes por la edad, la dignidad y el ministerio se habia hecho
un hábito la virtucl y amortiguado el ímpetu de las pasiones; el que,
finalmente, medite todos los obstáculos y acontecimientos que prece-
dieron y acompañaron hasta hoy al Congreso nacional, y observe
que son tantos los hechos de las córtes que oprimen al tiempo en
que han estado congregadas; ó no sabrá conocer ni apreciar las vir-
tudes, ó habrá de pagar el tributo de alabanza que merecen, no las




28 CORTES GE~ERAL!<.S
de los diputados, las de la nacion española, que no podian desmentir
los que han cirrado toJa su gloria en csforzarse á representarla dig-
namente.


» i Beneméritos ciudadanos, que revestidos de la reprcsentacion
nacional, estais destinados á sucedel'l1os l Yenid á consumar y pel'-
fecGiol13.r la grande oura qne dejamos cn vuestras manos. Kucstro
[uó el honor de prepararos el camino: sea vuestra la gloria de llegar
a! término. Todo nos anuncia quc ya sc acelera el dja de la salud y
libertad de la péllria, y vosotros sois quizú los que el cielo lla se-
ñalado para Ojal' su destino. Y lo fijareis, sin más trahajo qne el de
no impedir ni turbar el CUl'SO de las cosas, y el de éll'l'oveulJaI' las
ventajas que ofrece la situacion política y militar ¡Je la Europa, yes-
pecialmente de ESPCÜÜ1, tan distinta ¡ah! tan distinta de aquella en
(jlle las presentes córtes 59 instalaron.


)) Entonces) conmovidas y vacilantes todas las columnas del edi-
ficio sOI~ial, encontraron casi disuelto el Estarlo; vosotros lo encon-


• trais üonstituillo yú sobre bases sólidas y firmes: al'diente era en-
tonc~es el entusiasmo eSlnfiol) pero e,la llama se habria amortigui1Llo
Illcgo ql¡;~ los plll~blos Illlhiesen adrertido que, subsistiendo las anti-
gllas lf~yes y los alllignos abnsos del poiler) el inestimable sacrificio
de sus vidas se dalla por la valla idea de no mUllar el Hombre de sus
opresores; al prGsenlo üsa llama patriútieCl scrú duradera, inesLingui-
ble, porque los pue',!os pelean ya y \'(;ncen ú mUf'ren por unas be-
néficas instituciones) . 101' U!11 verdadera patria, y por el bien real de
su illllepemlencia.


iJ Entonces casi tOlla la Europl estal,a oell paila y oprimirla; casi
no existia la patria mas qlw eu el coraZOll de los espaf1oles, y I()s
enemigos nos amenaza han basta en las rnlC'rtas de Cüdiz; allüra casi
todo estlt libre ~ y amenazamos ú los enemigos en sus mismas fron-
teras.


» Tenernos hoy con potencias poclcro:::as, alianzas de que antes
eareciamos; y nuestros aul ignos amigos, hallándose por nuestra
conslancia el1 mejor ~ituac¡on, contribuyell más cfic::tzmcnte Ü nues-
tra libertad. Tropas sicilianas lidian con 110:::011'08: el numeroso y
aguerrido ejl'rcito portugués so ha üubicl'to de gloria en nuestros
eaw]los: la gramle y generosa Inglalorra ve á sus hijos coronados ele




y ESTRAORD1NARIAS DE 1810. 29
laureles españoles que no se marchitarán nunca, y además de los
poderosos auxilios que presta á la causa comun, tiene la fortuna y la
gloria de haber dado al siempre invicto Wellington, al inmortal cau-
dillo de los ejérci to:; aliarlos siempre triunfadores.


nElltoIlces lodo el i'lorte estaba adormccido; ahora el magnánimo
sucesor do Catalina ha abatido y destrozado más de una vez las alti-
vas ftgnilas fran.¡csas, y ú su ejemplo SR han levantado tambien los
sucesores de Gustavo y de Federico. El Austria, parece que revis-
tiéndose de su antigua dignidad y desdeñando pactos indecorosos,
se decide ya por la causa de las mciones, por la del género hu-
mano.


nTenemos hoy un millon de enemigos menos que entonces, y los
que re3tan nos son menos temibles por la fuerza moral que hemos
ganado y que ellos han perdido. Teníamos un gobierno que por su
vacilante y mal entendida autoridad no era el q!"~ convenia en aque-
llns ci['cunstnllcia~; y vosotros encontrareis uno, OTIlpuesto de perso-
nas que por su moLleracion, su virtud y su amor al sistema que han
establecido las córles, en bien de los pueblos, puede hacer su fe-
liciLlad.


nDesvelaos i oh beneméritos herederos de nuestro honor y ele
nuostros trabajosl para que no se malogren circunstancias tan favo-
rables. Ell vosotros estún l'undadas todas las esperanzas del pueblo
espaüol; y no, no ellgaüareis las esperanzas ele este pueblo tan
grande, tan virtuoso y tan digno de ser feliz. Consenad ileso el
sagrario y queritl0 depósito tle la constitncion que os legamos y en-
comem!amos con el mayor encarecimiento. Ella hace las delicias ele
los r"r,uüoles que la recibieron can el sacramento más voluntnrio y
mús solemne.


)) Velall cuidadosamente en su obsenancia ,pues ella solo puede
mantener sicmpre vivo el fuego elel amor patrio, ella solo puede ser
el it'is ele paz en las crullas tempestades que agitan ú la desgraciada
América, y ella sola sorá el lazo qlle una y estreche cordialmente á
todus los hernmnu.s lle esta inmcnsa y virtuosa familia.


\)POI'O estos votos que forma la nacion poI' su prosperidad, van
ínlimamenle mezulal:us con otros no menos ardientes y sinceros por
el mils amado 11e sus reyes, por el inocente y desgraciado Fernanelo




30 eón TES GE~ERALES
de Borbon. Y si aun en la época de la esclavitud este amable pr[ncipe
era el ídolo de los pueblos, y todos esperahan que romperia sus cade-
nas con mano fuerte en el dia de su poder, ¿cuáles no serán hoy
nuestros deseos de verle libre en mSilio de nosotros, y cuáles nuestras
e;peranzas de que hará la felicidad de sus pueblos uuando se le ha
oido clamar por la reunion de córtes, que son el baluarte de la Iiber-
tal! española, cuando ha sentido el peso de la persecucion y de la des-
gracia, y cuando para hacer el bien no encontraba ya los obstáculos
que en otro tiempo le habrian puesto el interés de los que vivian en
el desórdcn, la fuerza de la costumbre y el ejemplo respetable de sus
antecesores?


» ¡ Oh 1 j Quiera el cielo cumplir cuanto antes tan justas esperanzas,
y aceptando el largo sacrificio de nuestra sangre, escuchar propicia-
mente los votos que resuenan dia y noche en las plazas p~blicas, en
nuestras paredes domésticas, en nuestros santos templos, y en el au-
gusto techo del congreso nacional!


))Podamos verlo con nuestros mismos ojos en el scno de su gran
familia, y pueda con SUR mismos oirlos oirse llamar el padre y el amigo
de sus pueblos.


)) y vosotroOi, dignos y generosos representantAs del pueblo espa-
ñol, ¡gloriaos de vuestros trabajos y de vuestros afanes! Los aplausos
de las naciones, el parabien de los buenos, las murmuraciones de los
malos, y la indignacion de la envidia, ese es vuestro elogio. El amor
y la gratitud de los españoles es vuestra recompensa.


nSin embargo, yo os diria que llegado el momento de separarnos
se os preparaban males y persecuciones, porque esa es de ordinario
sobre la tierra la suerte de los que, desarraigando los abusos, pro-
mueven el bien y la virtud. Pero no: nuestra singular y gloriosa re-
volucion ha devuelto á los españoles su antiguo carácter y sus prime-
ras virtudes; y yo os anuncio que por do quiera ireis recogiendo la
rica mies de las bendiciones de vuestros conciudadanos.


nld, pues, á instruirle::; de los beneficios que les prepara la Cons-
titucion; decid les como queda pnra, Integra, ilesa la religion de sus
padres; fijad su opinion, si se hubiese estraviado; y á aquellos pueblos
que aun se hallan disidentes porque no conocen los deseos y verdade-
ras intenciones del congreso nacional, decidles que los mayores ene-




y ESTRAORDINARIAS DE' 1810. 31
migas de la esclavitud no pueden desear mayor libertad que la que
les asegura esta memorable carta de nuestros derechos.


nHaced que bien instruidos en sus obligaciones, y noblemente
orgullosos de su dignidad, piensen y obren como españoles; que por
sus virtudes sociales y morales sean el modelo de todos los pueblos
de la tiern; y que la ciudadan!a española SC;1, como fué en otro
tiempo la romana, ambicionada y querida por los reyes .J)


Concluida esta arenga, dice el Dial'io de las sesio-
nes, el numeroso concurso de todas clases y edades que
coronaba las galerías, enternecido hasta el es tremo de
verter lágrimas, derramándolas tambien muchos de los
diputados, prorumpió en repetidos aplausos y aclama-
ciones, distinguiéndose entre las voces del regocijo y de
la gratitud, entusiastas vivas á la nacion, á la Constitu-
cion, á las córtes y al gobierno.




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MUNOZ TORRERO.


En ninguna carrera como en la política ejercen las
circunstancias un imperio tan absoluto, una influencia
tan marcada, un dominio tan despótico y duradero.


Para los hombres públicos, en los pril1leros pasos de
su vida, el talento, la gloria y la fortuna no dependen
de otra cosa que de la oportunidad y las circunstancias.
Un discurso pronunciado en ocasion conveniente, una
palabra dicha en momento oportuno, un ademan ejecu-
tado en situacion apurada y solemne, han sido lo bas-
tante para adquirir cierta celebridad, imposible de con-
seguirse con cien discursos más bellos, con cien pala-
bras más sensatas, con cien ademanes más espresivos
en otras circunstancias menos favorables, en otras oca-
siones menos apropósito.


A la oportunidad, á las circunstancias únicamente,
han debido muchos hombres su fama de oradores, su
reputacion de gobernantes, su celebridad de guerreros.


¡ Las circunstancias! ¡ La oportunidad! lIé aquí el
secreto de ciertas reputaciones inj ustificadas, de ciertas
celebridades inconcebibles.


A ese protector misterioso, á ese talisman invisible,
ú esa verdadera diosa de la fortuna, debió únicamente el





34 I\IUÑOZ TORREItO.


personaje que nos ocupa su renombre en la política es-
pañob, y el primer puesto de nuestra galerh de orado-
res de la primera época constitucional.


No fué ciertamente D. Diego Jfnfíoz J'OlTel'O un
orador de not:1 en las córtes de Oádiz; ni por su facun-
clia, ni p01' su elocuencia poclia compararse con muchos
ele nuestros primeros legisladores; pero tuvo la fortuna,
la oportunidad ele inaugurar los elebates de la primera
cámara española, y ele imprimir con su discur'3o el tono
á la política liberal ele España.


Oomo el abate Sieyés en Francia, á quien tomó por
modelo, se adelantó á sus compa11eros en el camino de
las reformas, y así como aquel enalteció la omnipoten-
cia elel estado llano sobre las demás clases, proclamó
este la soberanía nacional sobre el derecho divino de los
reyes.


Uno y otro, sin ser oradores, sin ser políticos de
gran talla, y sí solo por sabel' aprovecharse de las cir-
cunstancias, adquirieron prestigio y autoridad entre los
suyos, y abrieron la puerta á la revolucion y á las re-
formas.


y es que en momentos de crÍsis, en momentos de
vacilacion y de eluda, el arrojo domina al talento, y la
decision sujeta á la fortuna. Es que en los solemnes ins-
tantes en que se ve de cerca la l'evolucion, pero sin que
aún se escuchen sus rU~'ido~ hablar es perorar indicar


. b , ,


es resolver. Uua palabra terminante es un discurso, UBa
idea nueva un sistema, un pensamiento atrevido una
revoluciono


Al reunirse las córtes espaflOlas en la isla de Leon el
24 de setiembre de 1810, el estado de la nacion era
por demás aflictivo, espantoso, imponente. El reino, sin
monarca, sin política, sin gobierno, alzábase como un




MU~OZ TORRERO. 35
solo hombre peleando como pelea España cuando ve
atacadas su honra, su religion, su nacionalidad.


Las córtes, h~jas de la necesidad y de la convenien-
cia, traian la sagrada y espinosa mision de organizar
aquel combate, de eonstituir sobre sólidas y duraderas
bases la desquiciada sociedad. La antigua monarquía
espaflOla, desprestigiada por el favoritismo de Godoy,
abatida por la debilidad de sus legítimos representantes,
vacilaba en su asiento, carcomido por el tiempo y por
los errores, y al menor empuje debia necesariamente
venir al suelo.


Tal era el estado de la nacion al reunirse nuestras
primeras eórtes en 1810.


Sin práctica de gobierno representativo, rodeada de pe-
ligros y de contrariedades, combatida á la vez de la duda
y de la esperanza, ¿que iba á hacer aquella cámara que
no redundase en su propia ruina, en su.propio descrédito?


En aquella confusion, en tal incertidumbre, solo ha-
bia dos caminos que seguir: parodiar las antiguas córtes
de Castilla, y ceñir su papel á presentar proposiciones,
como cuerpo consultivo del poder real, representado á
la sazon por la regencia, ó imitar á la asamblea consti-
tuyente francesa, y proclamándose soberana como esta,
apoderarse del poder supremo, mandar y administrar á
la vez, y plantear la revoluciono


Todo dependia del primer orador que tomase la ini-
ciativa, de las primeras palabras que resonasen en aquel
recinto, de la primera idea que se arrojase entre aque-
llos inespertos y vacilantes diputados.


El partido reformador, más impaciente, más re-
suelto, más atrevido siempre que su contrario, adclan-
tóse en aquella memorable sesion y pronunció la pri-
mera palabra, arrojó la primera idea.




36 MUÑOZ TORRERO.
D. Diego lJfufíoz Torrero, antiguo rector de la uni-


versidad de Salamanca, sacerdote de alguna fama y no
vulgar instruccion, fué el elegido para inaugurar los
debates y colocar la primera piedra en el proyectado
edificio de las reformas liberales.


En un corto y razonado discurso, con reposado con-
tinente, y con un aplomo y serenidad propios de persona
acostumbrada á las luchas parlamentarias, y no de quien
hablaba por primem vez ante un numeroso congreso y
en presencia de un público escogido y de una plebe im-
presionable y bulliciosa, presentó el Sr. Muí'ío:::, Tor-
rero á la deliberacion de las córtes una especie de tabla
de derechos, en la cual se consignaba, como principal
base, la soberanía nacional, y se proclamaban la dinastía
de Fernando VII, la division de los públicos poderes, la
responsabilidad ministerial, la confiJ'll1acion interina de
todos los tribunales y justicias del reino, y la abs::lluta
inviolabilidad de los diputados.


Aprobad:1s estas proposiciones, la reforma política
estaba planteada, hundida la monarquía de derecho di-
vino, consumada la revoluciono


Desde aquel paso, tan atrevido como inesperado,
adquirió el Sr. lUzdíoz Torrero inmenso prestigio en el
partido reformador y en la mayoría de aquellas córtes,
que lo nombraron presidente ele la comision encargada
de formar la famosa constitucion de CáctÍz, cuyas bases
principales fueron aprobadas por indicacion suya en la
mencionada sesion de 24 de setiembre.


No se distinguió el Sr. ltluñoz Torrero ni por el nú-
mero ni por el mérito de sus discursos. Solia hablar pocas
veces, y solo en asuntos políticos ó religiosos. Dotado de
gran memoria y de espíritu analizador, esplicaba la cons-
titucion, desentrañándola hasta en sus más Ínfimos deta-




MUÑOZ TORRERO. 37
Hes; la descomponia y volvia á componer con rara habi-
lidad, ya reduciéndola á principios, ya consignándola en
fórmulas.


Sacerdote ilustrado, de vasta instruccion adquirida
en las aulas y en la soledad del gabinete, no conocia á
los hombres ni sabia apreciar las circunstancias. Por eso
la constitucion, en cuya redaccion influyó tanto, fué
más bien determinativa que preparatoria, como debió
serlo.


Decíase de Muño% Torrero que era como un libro
que no podia aprovecharle á él mismo, sino al que lo le-
yese. Realmente, en su cabeza pululaban sanos princi-
pios,~ideas sensatas, que solo podia aplicar quien cono-
ciese mejor que él los hombres y los tiempos.


Razonador y analítico, con dificultad se hallará en
sus discursos un arranque declamatorio, una imágen
brillante y deslumbradora. Modesto y de buena fé en el
ejercicio de su cargo de diputado, ofendíale toda mues-
tra de aprobacion popular, así como le desagradaban las
hostiles interrupciones de las galerías dirigidas á sus
contrarios.


Qué majestuosidad y qué noble independencia reve-
lan sus palabras, cuando interrumpido por un murmullo
de aprobacion en su discurso contra el Santo Oficio,
apostrofaba á las galerías, esclamanuo: «Protesto que
no volveré á hablar en el congreso si se repiten estas
señales, bien sean de aprobacion ó de desaprobacion; lo
que todos deberán tener entendido para abstenerse de
hacerlo otra vez.»


El único discurso del Sr. Muño% Torrero en que su
oratoria deja de ser discutidora y fria, es el que pronun-
ció en defensa de la libertad de imprenta, en el cual hay
frases tan elocuentes, tan elevadas y tan significativas




38 ~!Ui\oz TORRERO.
como estas: «La libertad sin la imprenta libre, aun-
que sea el SUBlio del hombre honrado, será siempre 1m
sueño .... »


Notable es por cierto la conclusion de aquel discur-
so, que produjo gran sensacion en la cámara, y que
arrastró ti la mayoría á votar la libertad de imprenta.
,Por fin, decia el venerable sacerdote, creo que haría-
mos traicion á los deseos del pueblo, y que daríamos
armas al gobierno arbitrario que hemos empezado á der-
ribar, si no decretásemos la libertad de imprenta .... La
pr6via censura es el último asidero de la tiranía, que
nos ha hecho gemir por siglos. El voto de las córtes va
á desarraigar hoy esa tiranía, ó á confirmarla para
siempre. »


Aquí se veja ya al orador político, al declamador in-
tencionado, al hombre de parlamento. Pero la oratoria
del St. iUwioz Torrero no pocHa sostenerse á esa altura,
porq ue en su esencia, por el carácter y estudios de aquel
diputado, era la oratoria del filósofo, la oratoria del aca-
démico.


Su discurso en defensa de la soberanía nacional, que
á continuacion insertamos, da una muestra evidente de
las cualidades del orador que nos ocupa, y de sus prin-
cipios como político. En él resaltan su erlldicion, su ra-
ciocinio, su método en la esposicion de las ideas, la cla-
ridad y la llaneza de su estilo.


Elevado más adelante al episcopado de Guadix, ne-
góse el Papa á confirmar su eleccion, y fué perseguido
más tarde como revolucionario y jansenista.


Nadie, sin embargo, podrá negar al Sr. }luiíoz Tor-
rero honradez y bondad de corazon, y buena fé y con-
viccion en las doctrinas que profesaba.


El Sr. lUuñoz Torrero, verdadero patriarea del par-




MU.\OZ TORRERO. 39
ti do liberal de España, representa una noble y respeta-
ble figura en el agradable cuadro de los legisladores de
Cidiz.


Discurso pronunciado en defensa de la soberanía nacional.


«Permítaseme, como á individuo de la comision, fijar el estado
de la cueslion presente, porque veo que se estra vía demasiado, y va
degenerando en varias especulaciones ú ideas vagas é indeterminadas,
que no pueden servir dA base á nuestros razonamientos. El Sr. Pre-
sidente ha mirado la cuestion bajo su verdadero aspecto, citando los
fueros de ~avarra, de los cuales consta que aquel reino ha ejercido
siempre el derecho de establener sus leyes, y de oponerse á las órde-
nes del gobierno cuando hallahiln que eran contra fuero.


nAquí se ve que los reyes no tienen en Navarra la plenitud de la
autoridad suprema, puesto que no pueden por sí solos dar y publicar
las leyes: este es hecho conocido allí por todos, y no es una teoría ó
especulanion Iilosófiea. Las cúrtes, antes de entrar en su carrera po-
lítica, creyeron de su deber empezar haciendo una protesta solemne
contra las usurpaciones de ~apoleon, declarando la libertad é inde-
pendencia y soberanía nacional; y que por consiguiente era nula la
renllnciü llecha en Rayana, no solo por la violencia que intervl~no en
aquel acto, sino prinCI}Jatmente por la falta del consentimiento de la
naClOn.


nEste paso se considerú entonces absolutamente preciso para que
sírviese de cimiento á las ulteriores providencias, cuya fuerza legal
dependia de la autoridad legítima de las córtes, convocadas de un
mojo estraorrlinario y nuevo en España, por exigirlo así la salvacíon
de la patria, quo es la suprema ley ii la que deben ceder en todos los
casos cualquiera otras consideraciones ó intereses particulares. Na,
poleon, sl1poniendo que todos los derechos de la nacion pertenecían
única y privativamente á la familia real, obligó á esta á renunciarlos,
y en virtud de este hecho solo pretende haber adquirido un derecho
legítimo á dar~os una constitucion y á establecer el gobierno de Es-
paña, sin contar para nada con la voluntad general.




40 Dlscunso pnONUNCIADO
)lAhora, pues, pregunto yo: ¿será oportuno repetir al principio


de nuestra constitucion la espresada protesta, y declarar del modo
más auténtico y solemne que la nacion española tiene la potestad so-
berana ó el derecho supremo de hacer sus leyes fundamentales, sin
que se le pueda obligar de ninguna manera legitima á aceptar el go-
bierno que no crea convenirle? Entiendo que es de la mayor impor-
tancia hacer esta declaracion ¡le los espresados derechos, cuya de-
fensa es el grande objeto de la lucha sangrienta en que e"tamos
empeñados, y el medio más legitimo de defender los que correspon-
den al Sr. D. Fernando VII, reconocido y proclamado rey de España
por toda la nacion. En una palabra, el artículo de que se trata, redu-
cido á su espresion más sencilla, no contiene otra cosa sino que Na-
poleon es un usurpador de nuestros más legítimos derechos: que ni
tiene ni puede tener derecho alguno para obligarnos á admitir la
constitucion de Bayona, ni á reconocer el gobierno de su hermano,
porque pertenece esclusívamente á la nacion española el dereeho su-
premo de establecer sus leyes fundamentales, y determinar por ellas la
forma de su gobierno.


»Desdc luego se echa de ver que aquí no hay teorías ni hipótesis
filosóficas, sino una esposicion breve y clara del derecho que han
ejercido nuestros mayores, con especialidad los navarros y aragone-
ses. Para espresar que la nacion no puede ser despojada de este de-
recho ~oberano, por ser un elemento constitutivo de ella en calidad
de Estado libre é independiente, se dice que le pertenece esencialmen-
te. Un Estado se llama libre cuando es dueño de sí mismo, y tiene el
derecho de hacer sus propias leyes, sin que se le pueda precisar á
obedecer sino á aquellas que haya consentido. Así es que el art. 3.°
no es más que el desenvolvimiento ó una consecuencia nocesaria
del 2. 0


»En cuanto al E'jercicio de este supremo derecho ó soberanía, ya
se previene en el capítulo III del título I1, que la potestad de hacer las
leyes reside en las córtes con el rey, y en este solo la de hacerlas
ejecutar, porque el gobierno de la nacion española ha sido siempre
una monarquía model'ada; y no hubiera podido serlo si el ejercicio
de la autoridad suprema perteneciese esclusivamente al rey.


llLa comision, para esponer estas máximas conocida::; y observa-




POR EL SR. ~!TJr::OZ TORRERO. 41
das por nuestros mayores, ha seguido religiosamente el espiritu de
las antiguas constituciones de los diferentes reinos ó provincias que
componen la Península, á fin de manifestarlos á todos y dar á la na-
cion entera una misma ley fundamental. Pues cesen ya las vanas de-
clamaciones, y no se vuelva á oir en este recinto que se quieren in-
troducir teorías filosóficas é innovaciones peligrosas.


¡)Nosotros no hemos hablado una palabra del orígen primitivo de
las sociedades civiles, ni de las hipótesis inventadas en la materia por
los filósofos antiguos y modernos; solo hemos tratado de restablecer
las antiguas leyes fundamentales de la monarquía, y declarar que la
nacion tiene derecho para renovarlas y hacerlas observar; tomando
al mismo tiempo aquellas oportunas providencias y precauciones que
aseguren de un modo estable y permanente su entero cumplimiento
para que no volvamos á caer en los pasados desórdenes.


»Sin embargo de ser esta doctrina tan evidente, se ha dicho aqui
que la soberanía reside originaria y radicalmente en la nacion; pero
que por la institucion misma de la monarquía el pleno ejercicio de
los poderes que constituyen aquella pertenecia al rey. A esto respon-
derán los navarros que sus córtes ejercen la potestad legislativa
cuando consienten en el establecimiento de nuevas leyes; suspenden
en varios casos la publicacion de las cédulas y órdenes del rey, y de-
cretan las contribuciones ó sea donativos. Otro tanto dirán los ara-
goneses respecto á sus antiguas córtes, como se demuestra por la
fórmula usada para la publicacion de las leyes: el rey, de voluntad
de las córles, establece y ordena.


nEl Sr. Inguanzo ha preguntado si en esta cuestion podia hablar
con libertad, porque no tratándose de verdades reveladas, parece que
no se le debe privar del derecho de esponer su dictámen en una ma-
teria puramente política. A esta pregunta responderé con otra. Un
diputado ¿podrá en el congreso impugnar el gobierno monárquico
que la nacion ha establecido y que quiere conservar? Digo que no se
debe hablar aquí contra la institucion de la monarquja, aunque la
conveniencia de este gobierno para la España no sea una verdad re-
velada, y otros Estados antiguos y modernos hayan adoptado la forma
democrática ó aristocrática.


nLa naCÍan tiene el derecho de establecer sus leyes fundamen-




42 DlSCl'RSO i'P,O:'\U:-<CTADO


tales, y habiendo escogido desde los tiempos más remotos la monar-
quía templada, no es lícito á un diputado votar contra la voluntad
nacional manifestada en la presente época de la manera más ~ública
y solemne. Pues esto mismo deberá decirse del decreto del dia 24 de
setiembre, que es una declarado n del supremo derecho que la nacion
juzga pertenecede, y cuyo decreto ha sido consentido y aprobado por
todas las pl'Ovincias, tanto de la Península como de la América. El
artículo que se discute no hace más que repetir esta misma decla-
raciono


))Dispútese muy en hora buena sobre los términos en que está COIl·
cebido el artículo, y háganse las variaciones que se crean más opor-
tunas para cspresar con más exactitud y precision la idea principal;
mas ya no ¡meue ponerse en duda la soberanía nacional, porque este
es un derecho declarado por el único juez legítimo, que es la misma
nacion, y cuya voluntad general debe ser nuestra regla en este ne-
gocio, así como en todos los demás que interesen á su conservacion
y seguridad.


)Ayer dije que me serÍü fácil responder á los argumentos con
que el seilor obispo de Calahorra se propuso probar que en los pri-
meros sigolos de la Iglesia se hahia creido que la potestad de los reyes
traia su origen inmediato de solo Dios) y no de la yoluntad de las
naciones; y para esto cité á San .luan Crisóslomo) que en la homi-
lía 23 sobre la carta de San Pahlo á los romanos, esplica con cla-
ridad la doctrina del apóstol. El Sr. Lera trae eopiadas en parte las
palabras de dicho padre, y me parece oportuno leerlas (leyó). Con-
tinúa el mismo santo diciendo que Dios es autor del órden; y no
pudiendo este conservarse en la sociedaij sin ulla autoridad pública,
quiere que se establezca en ella. Sigue más adelante, y propone el
f'jemplo rIel matrimonio, que ha sido instituido por Dios mismo, y
con loclo es un contrato libremenle hecho entre las personas que le
cclebran.


nDe aquí se infiere que Dios es autor de potestad pública, por-
que lo es de la sociedad y del órden que debe reinar en ella; y esta
es la !'azon por quÁ en el proyecto se invoca el nombre de Dios como
autor y supremo legislador de la sociedad. As! con una sola palabra
se desechan todos los vanos sueños 6 hipótesis inventadas por algunos




POR EL SR. HG~OZ TORRERO. 43


filósofos para dar razon del orígen y condicion primitiva de los hom-
bres, á quienes suponen en un estado salvaje ó de ignorancia y bar-
barie. Pero este no es el estado primitivo y natural del hombre, que
fué criado para la sociedad, y educado por Dios mismo, que fué su
maestro.


nDije tambien que el discurso del señor obispo de Calahorra con-
tenia algunas contradicciones, ent¡'e las cuales referiré dos que tengo
presentes. Despues de haber pretendido probar con los padres de la
Ig'lesia que la potestad de los reyes pro venia inmediatamente de Dios
solo, nos habló largamenl.e de los dereehos del hombre, del origen
primitivo de las sociedades, y dijo que la autoridad real habia sido
eslableeida por el consentimiento ó convenio de los mismos hombres.


llPor último, propone como máxima cierta que la soberanía re-
side esclusivamente en nuestros reyes, y sin embargo pide que las
córtes pongan á la autoridad real aquellas restricciones ó trabas que
parezcan más oportunas para evitar el despotismo. Pero si la sobe-
ranía pertenece eselusivamentc al rey de España, ¿qué derecho tienen
las córtes para poner trabas ó restricciones al ejercic:io de la potestad
real? Lo lIlis podrian hac:er representaciones al rey; mas de ninguna
manera ejercer derecho alguno para limitar su autoridad. Esta es una
contradiccion manifiesta, y la que no es posible evitar cuando se re-
husa reconocer la soberanía de la nacion, y por otro lado se pretende
restablecer particularmente las constituciones de Aragon y de Navar-
ra, por las cuales no se concede al rey la plenitud de la potestad le-
gislativa.


llConcluyo, pues, pidiendo que se apruebe el artículo, que se re-
duce únicamente a hacer una protesta solemne contra las usurpacio-
nes de Napoleon, y á declarar que la nacion española tiene el deredlO
eselusivo de establecer sus leyes fundamentales. lIé aquí el punto de
vista bajo el (mal quisiera que se mirase la cuestion, y uo bajo un
aspecto odioso, contrario á las sanas intenciones de la comision.))






ARGÜELLES.


Si hubiera de juzgarse á los oradores parlamentarios
por la fecundidad de su palabra, por la facilidad de su
espresion, por la variedad de sus conocimientos, ningu-
na nacion podria presentar un orador más acabado, más
perfecLo que D. Agustín Al'güelles.


Ni en el parlamento español ni en ninguno de los
eBtranjeros se hJ. levantado nunca un orador más verbo-
so, más espontáneo, más general, más fácil y más fe-
cundo que el célebre orador de las córtes de Oádiz, cuya
biografía vamos á dibujar á grandes rasgos.


Lo elevado de su estatura, la viveza de sus ojo:;;, lo
suelto de sus ademanes, lo noble y espresivo de su figu-
ra y hasta su poco agradable rostro, daban mayor real-
ce :'t sus ~ualidades oratorias, prestando á sus discursos
la espresion y la elocuencia de que esencialmente ca-
recian.


Dotado de una memoria privilegiada, de una varie-
dad de conocimientos inconcebible á sus cortos años,
de una erudicion vasta y confusa, de una ilustracion
nada vulgar, conocedor profundo de la ciencia política
que tuvo su cuna en la revolucion francesa, enterado á
fondo del mecanismo del gobierno parlamentario inglés,





46 ARGÜELLES.
vivo en sus afectos, dominado por las ideas reformado-
ras, ávido, en fin, de fama y de renombre, por precision
debia sobresalir D. Agustín Argüelles entre los <liputa-
dos de las córtes generales y estraordimrias, donde la
discusion contínua, la libertad y animacion de los deba-
tes y lo crítico y solemne de las circunsr,ancias, motivos
eran para que brillasen hombres que, como el diputado
por Asturias, poseian las aventajadas dotes de político y
de orador.


Así fué en efecto. Desde la primera sesion distinguió-
se Argüelles como argumentador ingenioso, como orador
fácil, como consumado político y hombre <le gobierno,
si bien en ninguna de sus peroraciones no1jabanse eso'3
rasgos de verdadera elocuencia, hijos de una imagina-
cion ardiente ó de un corazon apasionado.


Pecó, por el contrario, D. Agllslin de poco lógico
en sus arengas, de falta de método en la esposicion de
sus i<leas, y de poca fuerz;a y exactitud en sus argumen-
tos. Levantábase por lo comun á hablar sin haber medi-
tado bien la materia de que iba á ocuparse, y confiado
en su afluencia prodigiosa, peroraba sin plan, y era por
consiguiente difuso y destartalado en sus peroraciones.


Brillaba, aunque pocas veces, por lo sentido de sus
frases, si bien para arreb:1tar á sus oyentes faltábale
imaginacion, no siendo por lo mismo sus imágenes no-
tables por la viveza ó por la hermosura.


El metal de su voz, agradable y Ronora, escepto
cuando se acaloraba, que era chillona y desapacible,
daba cierta entonacion y realce á sus discursos, por lo
general acompasados, frias y monótonos, como diserta-
ciones académicas.


Desde las primeras sesiones, como ya hemos indica-
do, adquirió A1'güelles la palma de primer orador, di s-




ARGÜELLES. 47
putada en un pr-incipio por sus compai"íeros ll"Iejia, Gar-
cía Herreros, GulielTez ele l(L Huerta é Inguanzo, ora-
dores, en verdad, tan elocuentes, pero muy inferiores
al diputado asturiano en conocimientos políticos, en fa-
cilidad y en afluencia.


Solo hojeando las Actas de las cortes de Cádiz se
comprende hasta qw'~ grado poseia Al'güelles estas últi-
mas cualidades. Rarísima era la sesion en que su VOJl; no
resonase para tratar de toda clase de asuntos, haciendo
alarde de una variedr.d de instruccion, de una generalidad
de cOllocimientos que sus mayores enemigos no podian
menos de admirar y respetar á la vez. Así es que se le
veía terciar en cliscusiones canónicas con los eclesiásti-
cos más instruidos, sostener puntos de derecho con j u-
risconsultos famosos, y ocuparse con igual lucimiento en
materias políticas, administrEttivas, rentísticas y mili-
tares.


Con cualidades tan superiores á todos sus compai"íe-
ros, fácil le fué al jóven orador de Asturias dar el tono
en un principio á una asamblea inesperta y desorgani-
zada, y arrastrar á la mayoría hacia el lado que más le
interesaba, imponiéndole sus opiniones y hasta sus ca-
prichos.


Desde el primer debate formal de las eórtes de la isla
SOJi'G la libertad de imprenta, ó más bien sobre la abo-
licion de la prévia censura, ya se echaron de ver el
prestigio y la importancia de Argiielles; pues merced á
sus discursos votósc 1;::. imprenta libre por considerable
mayoría, á pesar de la tenaz oposicion del partido anti-
reformista.


y no es que aquellos primeros discursos de A1'giie-
lles fuesen muy notables, ni muy convinc.:ontes y sólidas
sus razones, sino que agradabr. sobremanera oir por pri-
~/,,¡;,_.-....,",


" ... ~1)11 .. ;"-,
(' ... ". -." .. ~':.


;t,.




48 ARGÜELLES.
mera vez en España tratar en público una cuestion se-
mejante, y oirla sustentar como lo hacia Argüelles con
copia de erudicion, con cierto desenfado y desusada osa-
día en el estilo, con frases animadas, en tono declama-
torio y con modales, si bien decorosos y mesurados, más
del trato del mundo y más espresivos é insinuantes que
los empleados en el púlpito ó en los tribunales, únicos
puntos donde hasta entonces habian oido hablar ante
una numerosa concurrencia los españoles.


No hay duda en que la forma influia en el público
tanto ó más que la sustancia de aquellos debates, y que
los ademanes, el tono y el estilo causaban en los espec-
tadores acaso mayor impresion que las ideas y pensa-
mientos, por nuevos y atrevidos que fuesen.


El aspecto del salon, la forma teatral en que se pe-
roraba, la animacion de la cámara, la vista pintoresca
que formaban los representantes del pueblo por sus di-
versos trajes, todo esto era una gran novedad para el
público, que habria de entusiasmarse y simpatizar ne-
cesariamente con quien representase su papel en aquel
teatro político con más desembarazo, con más propie-
dad, con más perfecciono Y como Argüelles era por sus
modales, por su declamacion, por su soltura y serenidad
un orador d;~ parlamento, al paso que casi todos sus
compañeros rliscutian conio académicos, leyendo unos
sus discursos, ó perorando otros sin ademanes, y con ese
tono reposado y frio, y en ese estilo llano y familiar,
usado en amistosas y científicas conferencias, de aquí el
que arrancase con frecuencia entusiastas aplausos á las
galerías, y que dominase sin rival entre sus admirado-
res y envidiosos.


Colocado Argi¿elles al frenie del partido liberal, á su
iniciativa se debieron las principales reformas introdu-




AHGÜELLES. 49
cidas en la política de España, y la formacion del famo-
so código de Cádiz, que defendió tenaz y brillantemente
como el individuo más importante de la comision que lo
redactára.


Empapado D. Agustin en las doctrinas político-filo-
sóficas, tan en boga en Francia en 1789, estribaban las
reformas por él iniciadas, y sobre todo la Constitucion
de 1812, en el exagerado desarrollo del elemento demo-
crático, gérmen de su ruina y su descrédito, si bien tan
perniciosos principios hallábanse mezclados con buenas
miximas de gobiúrno, proclamadas por la escuela ingle-
sa, de la que Al'güelles fué constante panegirista y sec-
tario fervoroso.


Muchos y notables fueron los discursos pronunciados
por él en t1efensa de la Constitucion y en cuantas discu-
siones importantes se suscitaron en las córtes de Cádiz,
primera época <lel gobierno representativo de España y
la más envidiable y gloriosa de la vida parlamentaria de
Al'güelles.


Como quiera que ,este diputado por sus ideas libera-
les, por su prestigio en la cámara popular y por su fama
de orador y hombre de gobierno representa ó mas bien
simboliza á las córtes de 1810, solo en aquella epoca
principalmente debemoEi juzgarle. Entre sus numerosos
discursos de aquel tiempo merecen particular mcncion
los pronunciados en defensa de la libertad de imprenta,
en contra de los señoríos y de la Inq uisicion, y en pró
de una sola cámara.


Pero el discurso que más aumentó la fama de A1'-
güelles y remontó hasta lo infinito su reputacion de ora-
dor parlamentario fué el pronunciado en defensa de aque-
llas mismas cortes, atacadas bruscamente por el diputa-
do Vera y Pantoja, instrumento inocente del bando


4




50 ARGÜELLES.
reaccionario que, débil por su número y sus talentos,
trataba de soliviantar la opinion pública contra la cáma-
ra popular, ya por medio de manifiestos denigrat;vos, ya
con discursos y proposiciones alarm:mtes como la que
motivó aquellos debates.


A D. A[justin Argüelles, como el primer orador y
jefe de la acusada mayoría, tocaba principalmente salir
á la defensa de las córtes, y así lo hizo en un largo dis-
curso, que insertamos á continuacion, no porque sea el
mejor de los que pronunció en su larga vida parlamen-
taria, sino más bien porque fué una cumplida vinuiea-
cion de la conducta de las córtes de Cá<liz, y por consi-
guiente de la suya propia como jefe y director, y sobre
todo porque á él debió el orador de Asturiai'< el sobre-
nombre de divino con que desde entonces le apellidaron
sus parciales y admiradores.


Si se examinan los eliscursos elel SI'. LÍl'[j üelles en
aquella época, se verá que torlos ellos pecan (le la forma
académica y del estilo razonador y frio, propios (le un
congreso (lL1e mas tenia ele junta ó concilio que de par-
lamento. Así es que, á pesar elel inmenso número de sus
peroraciones é improvis¡:wiones, apenas se encuentra en
ellas un periodo, une1- frase que indi(l ue al orador parla-
mentario, al oradO!' de las asambleas modcrnas, de ('11-
tonacion elevada, de pensamientos atrevidos, de imáge-
nes brillantes yarl'chatadoras.


Cuando mas, solo se nohn en sus arengas lle enton-
ces algunas frases Iutl'iótieas y atreviebs, hijas del en-
tusiasmo por la independencia nacional que en todos los
corazones rebosaba, como las siguientes: «No olvidemos
nunea lo que respondió el senado de noma it las propo-
siciones de Aníbal: Sal de nuestro tel'l'itorio, y enton-
ces trataremos contigo.»




ARGÜELLES. 51
y mas adelante: «Mientras haya españoles habrá


quien pelee por la libertad; habrá quien haga la guerra
al tirano. Las provincias están prontas á sacrificarse con
gloria antes que sucumbir á la ignominia de ceder. Esta
disposicion subliele es característica de los españoles.
Ellos defenderán constantemente su independencia, y
cuando solo quedase un español, ese clamada en el mo-
mento mismo de espirar por la libertau de su patria. »)


El uso ue las prácticas parlamentarias, los estuuios
sobre el mecanismo de los gobiernos representativos, y
acaso más que todo el aprenuizaje de las costumbres
políticas de otros paises, hecho por los liberales en sus
forzosas emigracicmes, dieron á las córtes de la segunc1a
época constitucional, y señaladamente á los estamentos
de 1837, ese tinte de parlamentarismo, ese carácter de
asambleas deliberantes, ese aspecto de cuerpos políticos
de que carecieron las córtes ue 1812. Así es que el mis-
mo A1'güelles, al aparecer como ministro de la Goberna-
cion en 1820, no era ya el antiguo uiputauo por Asturhs,
el raciocinauor tranquilo, el razonauor metódico, el dis-
cutidor acompasado, de estilo sencillo, de entonacÍon fa-
miliar, de erudiciol1 empalagosa, sino el moderno dipu-
tado, fogoso, declamador, poético y elocuente.


V óase, en prueba de e!lo, cómo se espresaba AJ'-
güeUes en la célebre sesion del 7 de setiembre del ci-
tado al1o, conocida por la de las páginas, en la cual,
aconsejando á los impacientes que trataban de introdu-
cir en el gobierno la anarquía y la revobcion, esclama-
ba: «Las convulsiones populares no son una cosa nueva;
y la esperiencia debe haber demostrado á los más ilusos
que las convulsiones políticas devoran como Saturno á
sus propios hijos.»


Censurando en otra ocasion la conducta de Riego que




52 AB,GÜELLES.
queda poner su esplda sobre la cabeza del gobierno y
sobre la misma Constitucion, prorum pía con acento de
noble indignacion 6 independencia: « ¡Quél ¿No hay más
valor que el militar?»


» Ciudadanos hay que han sabido acreditarlo en cala-
bozos, no desmintiendo jamás la dignidad de su inves-
tidura.


)¡No puede disputarse el valor cívico de los que ac-
tualmente componen el gobierno. Ya han acreclitado su
entereza y que no les arredran las amenazas, porque así
como han arrostrado con pecho firme los mayores peli-
gros, sabrán morir por salvar su patria. Si seis años han
aguardado con firmeza una muerte ignominiosa, tendnln
el mismo valor para arrostrar la que les cubriria de
gloria. .


y más adelante: «¡Pero hablar de transacciones!
¿Qué significa esta palabra? ¡Cómo! ¿Cuándo un gobier-
no ha transigido con un súbdito? Indigno seria de gober-
nar á una nacion grande, ú la nacion española, el que
transigiera con un individuo. ~


i Qué diferencia de estilo y de entonacion con la
usada en sus discursos en las córtes extraordinarias
de 1812!


A esa misma altura de orador político, de orador par-
lamentario, vemos al S1'. Al'güelles en las importantes
discusiones en que tomó parte en los congresos de 1820
á 1823, en los cuales no usó de la palabra con la fre-
cuencia que en las córtes de Cádiz, ni tuvo en ellos la
autoridad y el prestigio antiguos como orador, cuya pal-
ma le arrebataron Jlal'tine% de la Rosa, Toreno, Galia-
na, y algunos otros diputados nuevos en el estadio del
parlamento.


Sin embargo, en las grandes ocasiones, en los mo-




ARGÜELLES. 53
mentos más críticos y solemnes la palabra y la autoridad
de Al'güelles eran respetadas y obedecidas, imponiendo
sus opiniones á la mayoría de aquella cámara popular,
más desorganizada é independiente que la de 1812, y
elevándose como orador á la altura de los más distin-
guidos.


Notables fueron entonces sus discursos en defensa del
proyecto de ley para refrenar las sociedades patrióticas,
y rebatiendo una proposicion sobre el punto, tan debati-
do entonces, de que los diputados no pudieran recibir
empleos ni merced alguna de la corona hasta dos años
despues ~e cerradas las córtes en que hubiesen tomado
asiento. Echase de ver en ellos al hombre de gobierno,
al político previsor, al orador moderado y juicioso que
aconseja con razones fundadas en ~a esperiencia el ver-
dadero camino que debe seguir la revolucion, pero no al
orador elocuente y fogoso que arrastra á la mayoría de
una cúmara con un pensamiento atrevido, con una imá-
gen seductora.


Los principios de órden que sustentaba Al'güelles
como jefe de los ministeriales enajenáronle su antigua
popularidad, decayendo su prestigio entre los impacien-
tes reformadores, cuyo partido capitaneaba Alcalá Ga-
liano desde el primer dia en que abrió los labios en
aquel impresionable congreso y vertió á torrentes su elo-
cuencia tribunicia y arrebatadora.


Sin embargo, Argüelles no era en realidad modera-
do ni realista, corno entonces se llamaba á los que de-
fendian el órden; era, sí, lo que ha sido toda su vida: un
constitucional severo é inflexible que no tenia más ídolo
que el Código de 1812, y que proclamaba su estricta
observancia aunque ella fuese causa del menoscabo del
trono y de los escosos de la libertad.




54 ARGÜELLES.


No obstante, no dejaba el tenaz doceafíista de mirar
con ojos de envidia la preponderanci'1 del demagogo
Galiano, y ávido de compartir con él los aplausos de la
muchedumbre y el favor de los revolucionarios, no titu-
beó en cambiar su papel de orador modera(~o por el de
agitador de la plebe.


Con este carácter le vemos ya en las célebres sesio-
nes de 9 y 11 de enero 1823, proponiendo y apoyando
con Galiano la traslacion del gobierno á Sevilla, y pre-
parando y llevando á cabo despues en esta ciudad el
temporal y ridículo destronamiento de Fernando VII,
en cuyos memorables debates arrancó entusiastas aplau-
sos, haciendo uso por primera vez de esa elocuencia tri-
bunicia, de esas ideas demagógicas que, más que por
su brillantez, por su atrevimiento causan tan viva imprc-
sion en los oidos de la plebe.


Aplaudíale esta con freneSÍ, cuando anatematizando
la proyectada intervencion de las potencias del Norte la
calificaba de una injusticia todavía más illülme que la
del mismo Napoleon, aüadiendo: « y lo digo con tanta más
lihertad, cuanto que fuí en mi pequeüez un enemigo de
Bonaparte, y le hice cuanto darlo pude; pero á lo caste-
llano, cara á cara.))


Iguales aplausos arrancaba en la sesion de 23 de
mayo del mismo año, abogando por la resistencia á la
invasion francesa, y esclamando: « Si la nacion por Sl1
propia voluntac1 quisiera rendir la cerviz á sus opreso-
res, en todo caso hágalo sin participaeion de sus repre-
sentantes. Por lo que á mí toca, mientras estos labios
puedan pronunciar una sola palahra, será la de sostener
á todo trance unidas la independencia y la libertad. ))


y más adelante: «Se afecta por nuestros enemigos
que S. M. no está libre. S. M. lo está tan completamen-




ARGÜELLES. 55


te, que solo puede decirse con propiedad que si le falta
alguna libertad es únicamente para hacer mal .... »


Por lo que dejar:.l0s trascrito, Al'güelles aquí no es ya
el radical inglés, ni el enciclopedista de Francia, ni el
filósofo de las córtes de Cádiz, sino el declamador inten-
ciollado, el demagogo, el tribuno de 108 tiempos moder-
nos que sacrifica el ónlell á la popularidad, la justicia,
la moeleracion y la conveniencia á la vanidad, a la lison-
ja y {t los aplausos de la muchedumbre.


Huwlido el gobierno representativo en 1823, perma-
neció Argüelles en la emigracion hasta que, amnistiado
1)01' la reina o'obernadora en 18:33 reOTesó de Ino laterra <:) '<:) \:)
á ocupar en la política española el elevado puesto que
por su mérito, sus desgracias y sus servicios le corres-
pondia.


Siempre h:1n sido el tiempo, los desengaños y la des-
gracia los mejores consejeros del hor~lbl'e, y á tan bue-
nos maestros debieron los liberales emigrados en 1823
la moderacíon ele sus antiguas ideas exaltadas, la solidez
y corclura de sus principios políticos, la marcada tras-
formacion en su lenguaje y aspiraciones con que se pre-
sentaron ele nuevo en la escena política al inaugurarse la
tercera época constitucional. J.1Ial'tinez de la Rosa, To-
TeIlO y Gal'clly, liberales moderados al emigrar, regre-
sakm ahora haciendo alarde de retroceso y monarquis-
mo. 1stú1"iz, Galiano y el dz¿que de Rivas, demagogos
en 1823, se afiliaban en 1835 en el partido moderado,
manifestando así que no en balde habian pasado para
ellos el tiempo, los desengaños y la desgracia.


Solo AJ'güelles dejó de someterse á su natural influ-
,io; solo él desoyó sus consejos, despreció sus lecciones.
Vol vió, pues, ú la península el antiguo y famoso orador
de las córtes de Cádiz, con su inflexible constituciona-




56 ARGÜELL~.
lismo de lR12, con sus tendencias revolucionarias de
1820, con su carácter suspicaz y desconfiauo, con la pre-
vencion, si no ojeriza, con que aparentaba mirar siempre
á los reyes.


Guiado por estas añejas cualidades, dominado porsu
primitivo e impaciente espíritu innovador, aconsejado
de sus instintos democráticos, hallámosle en el estamen-
to de procuradores alIado y casi capitaneando á los más
fogosos y exigentes, como Lopez, Cctballero, Trueba y
Cosío y conde de las Navas, pidiendo ilimitados dere-
chos y garantías populares, abogando rencorosamente
por la rebaja de los presupuestos de la casa real, censu-
rando con saña la conducta de la córte de Roma y exi-
giendo la reforma del reglamento en menoscabo de las
prerogati vas de la corona y de la jurada observancia del
Estatuto.


En aquella época soñaba Al'güelles como ha soñado
siempre, con.la restauracion del Código de Cádiz, obra
en su concepto perfecta y acabada, y á la que ha tribu-
tauo siempre un cariño extremado, una iuolatría ciega,
disculpables como prouucto de su vanidad de autor, de
sus afecciones de padre.


Cuidadoso como nunca de su popularidad, avaro como
el que más de los aplausos de la plebe, sostenia en las
épocas á que nos referimos todas las cuestiones de par-
tido, todas las reformas más revolucionarias, todos los
principios más democráticos y desorganizadores. Así le
vemos prestar su apoyo á la c1esamortizacion, anárqui-
camente planteada por Mendizabal, y atacar violenta-
mente al ministerio presidido por Mal'tinez de la Rosa
á consecuencia del tmtado de ElUot, aconsejado única-
mente por el orgullo del partidario, por la vanidad del po-
lítico, por sus compromisos de sistemático oposicionista.




ARGÜELLES. 57


En el largo y violento discurso pronunciado por el
Sr. Argüelles cn tan encarnizados debates, tuvo un
rasgo de verdadera elocuencia, de esa elocuencia tribu-
nicia que tanto agrada en los parlamentos, el más poé-
tico y brillante que se encuentra en sus numerosas pe-
roraciones, y que si bien no habla muy alto en favor de
sus ideas humanitarias, revela imaginacion, erudicion y
buen gusto oratorio. H6 aquí sus palabras: «Por lo de-
más, yo bien sé qt1e muchas veces la misma severidad
evita que se derrame más sangre, y no me he olvidado
de que Bruto se cubrió con la toga para no ver correr la
de sus hijos, necesaria en la república para evitar ma-
yores males.»


Sin embargo de estas pequeñas ráfagas de elocuen-
cia, su rcputaeion de orador desmereció notablemente
en esta última 6poca, no comprendiendo muchos al oirle
cómo habia adquirido tanta fama y renombre en tiempos
pasados sin poseer dotes y cualidades que justificasen, ni
con mucho, su general nombradía, su dictado de divino.


La esplicacion de este fenómeno es fácil y clara. Por
un:t parte los afio s y los achaques debilitaron natural-
mente el ardor de su imaginacion, la viveza de sus mo-
vimientos, la cntonacion de su palabra. Los defectos de
su oratoria aumentaron con la edad; así es que en algu-
nos de sus últimos discursos era por demás difuso, mo-
nótono, prolijo y desbarahustado.


Por otra, y es la causa principal, la ciencia política
y el buen gusto en materia de elocuencia se han desar-
rollado sobremanera en la moderna sociedad, al paso
que en 1812 eran las lides parlamentarias un espectáculo
enteramente nuevo para el público, que acudia á ellos
sin reglas y sin práctica, y era muy fácil seducirle y
fascinarle.




58 DISCURSO PRONUNCIADO
Además, Al'[Jüelles entonces en que no habia cos-


tumbre de perorar en público, en aquellas córtes en que
los más de sus representantes en un principio escribian
sus arengas y las recitaban como si fuesen memorias ó
disertaciones, pudo y debió conseguir fácilmente su in-
mensa reputacion de orador, que por necesidad tenia
que quedar oscurecida en los tiempos modernos ante un
público acostumbrado ya á la verdadera oratoria parla-
mentaria, y en parlamentos donde tanto han abundarlo
los oradores de imaginacion más brillante, de palabra
tan fácil como la suya, y de elocuencia más ardiente y
desl umbraclora.


Á pesar de todo, D. Agnstin A1'[jiielles ocupará siem-
pre una gloriosa página en los anal e,., parlamentarios de
nuestro pais, y servirá de modelo como lwmbre honra-
do, político consecuente y ciudadano modesto y vir-
tuoso.


Despues de una larga carrera parlamentaria, en la
que desempeüó el ministerio de la G obe1'11<1cion, y pOl'
dos veces la presidencia de las eórtes, rué elevado al
alto y delicado puesto de tutor de 8 .. M. Y A., ¡x~jando
al sepulero á los 68 aüos (le edad, sin Ulla banda; sin
una cruz, Siíl la menor insignia que indicase orgullo y
vanidacl, pobre de bienes cuanto rico de fama y (le
virtudes.


Discurso pronunciado en defensa de las córtes de Cádiz.


((~o necesito asegurar al señor preopinante que yo no me perso-
nalizaré. Creo haber dado pruehas de que lo repugna mi carácter.
Soy el primero á convenir, que por parte del Sr. Vera hay el mis-
mo celo por la causa pública que en todos los dem¡'ls señores dipula-




EN DEFE~SA DE LAS CÓRTES DE CÁDlZ. 59
dos. Cualesquiera que sean sus opiniones, son para mí muy respeta-
bles. La impugnacion que yo haga al papel que ha presentado deja.
cn su fuerza el espíritu patriótico que le anima. Estoy de él bien con-
vencido. Pero aunque se presenta al congreso bajo la firma de un
diputado; aunque el mismo Sr. Vera, escitado á esponer las razo-
nes que ha tenido para presentarlas, asegura que son suyas, el ca-
rácter del papel en el todo de sus circunstancias, y el añadir que las
ha estendido con arreglo á lo que tiene oido á sus amigos, y á otras
personas con quienes ha tratado sobre la materia; todo esto, digo,
me autoriza á examinarle con la libertad y desembarazo que convie-
ne á un diputado, que ve acusado públicamente al congreso á la faz
de la nacion por otro diputado. Señor, es triste y doloroso ver que
sea necesario hacer la defensa de las córtes. Aunque e,l señor dipu-
tado no lo crea así, cl preámbulo de sns proposiciones es una acu-
sacion formal contra cl congreso, hecha en sesion pública, provo-
cada la atenciOll y espectacion general.


))Scñor, no hayequivocacion, porque yo no hablo de lo ocurrido
antes dCl leer las proposiciones. Ni lo sé, ni me importa saberlo. Es
un hocho que so ha dado cuenta de este papel on sosion públiea, de
lo que yo me al~gro, porqne puntos do esta trascendencia deben dis-
cutirse y rosolverse con publicidad; además hay una resolucion del
congreso para que se discuta en público toda proposicion relativa á
poner en la regencia una persona real; véase la resolllcion. Prosigo.
«El papel del Sr. Vera concluye pidiendo que se inserte en las actas
su papel. En ellas tambien debe constar el juicio que hagan de su
mérito los diputados que le analizan. Todo el preámbulo de las pro-
posiciones va dirigido á apoyar la segunda de ellas. Y todo el papel
no tieno más objeto quo entregar el gobierno de España á un prín-
cipe estranjero,bajo el disfraz ele poner al frente de la regencia una
persona roal. El artiflcio con que está escrito el preámbulo; el estu-
dio con que se presentan hechos aislados, inconexos, resultados de
causas que preexistieron á la instalacion de las córtes; el singular
cuidado con que se habla de la desnudez del soldado, ele la pérdida
de plazas, de derrota de ejércitos, y de todo cuanto puede escitar
más el interés, y aun las pasiones ele los que lean este escrito ó sepan
su contenido, exige que se examine, que se desentrañe con toda es-




60 DlSCUllSO PllOl'iUi\"CIADO
crupulosidad un papel cuyas consecuencias, con la mejor huena fé
por parte del señor diputado qne le presenta, serian entregar el reino
á nuestros enemigos. Hablo siempre bajo la suposicion de estar au-
sente el rey.


nDice el preámbulo que las córtes no han llenado la espectacion
pública. Si esta se estendia á que se terminase en pocos meses una
guerra pOi' su natlll'aleza larga, difícil y tan arriesgada, que tal vez
la imprmlencia ó la inconsideracion hubieran acarreado un éxito mi!
veces más funesto, puede ser así. ¡Ah! jA. cuántos se oye maldecir
el gobierno porque no consigue victorias, que se reian al principio de
los que creian se podia resistir á los franceses! ¡Cuántos otros hay
que solo sienten que la lucha se prolongue tG.nto! Su lenguaje los
descubre, y Y9 los he conocido, cuando más creian ocultarse. Mús,
si la buena fé en reconocer cl estado de la nacion al cesar la última
regencia; si el juicio y cordura de los homhres sensatos y verdaderos
patriotas han de entrar á rectificar la opinion pública en esta parte,
la espectacion general no pudo tener aquella latitud.


nNada más natural que el que reclamc contra las desgracias el
que sufre el peso de ellas en su persona ó su familia; que se desen-
tienda y aun desconozca las verlladerds causas que la~ han acarrea-
do; los insLlper~Lles obstáculos que se oponen á su pronto remedio.
Pero nada es más de admirar q,¡e el qne un señOl' diputado, qne lo
conoce todo, que ha visto al congreso, de que es indil'iduo, afanarse
dia y noche en buscar medios, arbitrar recl1l'SOS, eX<lminar proyectos,
desvivirse, en fin, por hacer cuanto estaba de su parte para conse-
guir el objeto de su gloriosa reunion, haya condescendido en pre-
sentar contra las c(¡rtes una denllncia trel1lencla por torlas sns cir-
cunstancias, sin ofrecer comprobantes, sin declararse dispuesto á
hacer bueno el cargo sosteniendo la aeusacion, como debia esperarse
del aparato y estruendo con que se anuncian las proposiciones en el
preámbulo.


nEI señor diputado, (¡ se ha olvidado de cuanto ha ocurrido en
el congreso en sesiones públicas y secretas, ó no son suyas las pro-
posiciones. Yo creo esto último, porque para ello le he oillo lo bas-
tante, cuando dijo que sus amigos y otras personas, y varios impre-
sos, le han sugerido las ideas que contienen. Su coincidencia con la




El'i DEFE;,\SA DE LAS CÓR'IES liE CÁPIZ. 61
doctrina y deseos de algunos, manifestados en otras ocasiones fuera
del congreso, me seüala el rumbo que debe seguir mi impugna-
cion. Lo que yo aseguro, sí, al señor diputado, es que sin la instala-
cion del congreso, y sin Sil permanencia. basta el dia, esas plazas
perdidas de que habla el preámbulo que nos ha traido no hubieraIl
sido defendidas con tanta gloria. Esas derrotas de ejércitos tan exa-
geradas hubieran servido de pretesto para capitular con el enemigo;
esa desnudez del soldado, tan artificiosamente ponderada, no estaria
en parte cubierta con el lisonjero prospecto de una reforma que está
próxima á verillcarse bajo los ausllicios de una constitucion libre; en
una palabra, sin esas mismas córtes, que tan poco han correspon-
dillo á lo que esperaban de ellas los autores del preámlmlo, el pabe-
Han enemigo tremolaria hoy sobre los muros de Cádiz.


))Sin entrar en un exámen histórico de los sucesos ocurridos en
tiempo de la primera regencia, de un gobierno, digo, absoluto y sin
más freno que la buena voluntad de sus individuos, con un prelado
tan respetable al frente, IIlle como ya se ha dicho en otra ocasioll,
casi se le atribuian milagros sin córte~ que entorpeciesen ó espiasen
sus providencias; sin libertad de imprenta que censurase su conduda;
sin insurreccion de Aml~l'ica que distraj0se su atencion y disminu-
yese la fuerza necesaria en la Península; con ingresos cuantiosos que
llegaron de ultramar en diferentes ocasiones, sin haber acometido la
árdua empresa de contener el desarreglo y dilapidacion de los cauda-
les públicos y otros abusos de la administracion; sin entrar, repito,
en este exámen, debe tener entendido el señor diputado, que el pro-
gTeso inevitable de las desgracias que hemos sufrido, solo pudo con-
trabalancear la reunion de un cuerpo soberano, cuya fuerza moral y
cuyo influjo son muy superiores á lo que puede concebir el genio
mezquino y limitado de los que se dejen alucinar por los lugares co-
munes de que tanto abunda el preámbulo.


nAsí es visto tambien que no está el defecto en la falta de poder
absoluto por que tanto suspira el preámbulo. Sus autores se desen-
tíenden que á lo que acabo de indicar se une un hecho esencialísimo.
La primera regencia tuvo además á su favor por administradora á
una corporacion respetable por la opulencia personal de sus indivi-
duos, por la riquezu. del pueblo que los haLia nombrado, por el in-




62 DISCURSO PRONUNCIADO
memo crédito do que podia disponer. Hablo do la junta de Cádiz,
que habiendo hecho de tesorero mayor del primer consejo de regen-
cia, puJo sacarle de todos los apuros, ninguno de los cuales es com-
parable al menor de los que afligen en el dia al congreso nacional.
Túvose buen cuidado de deshacer el cOIlVenio que existia entre el
gobierno y lajunta de Cádiz, precisamente en el momento de insta-
larse las córtes.


))Privadas estas de aquel recurso, exhausto el erario de fondos,
carecienJo de ingresos de las provincias, acabadas las remesas de
América, y perdida hasta la esperanza de ulteriores socorros con el
progreso de la insurreccion, el congreso se vió envuelto en un caos
de dificultades y de urgencias. Fomentada, como se sabe, la rivali-
daJ y desunion entre los cuerpos y personas á que recurrian las c(¡r-
tes en solir;itud de préstamos y anticipaciones por la misma mano
oculta de que se vale el enemigo para lograr su 11n, fué imposible
pmporcionar medios para socorrer las necesidades públicas.


»La urgencia se aumentaba, como se aumcnta caua dia. Los re-
cursos se disminuian: fué inevitable acuuir á las reformas, á evitar
gastos poco necesarios. Este paso, por más útil que aparezca, es
siempre el más odioso, el que más descontentos produce, el que au-
menta los enemigos del gobierno que le intenta: y el señor diputado
que ha traido las proposiciones, testigo como yo del conflicto y
amargura del congreso al decretar estas reformas, y á que ha con-
tribuido oon su voto, no ve que es instrumento de los que no le quie-
ren bien, pues le precipitltrl basta el punto de que acuse al congreso,
porque es jnsto y severo á costa de su ternura paternal.


))Las provincias de acá y allá del mar no envian á Cádiz un solo
maravedí para atenuer á los gastos de la guerra. En Cádiz no cae
alguna lluvia de oro. Lo que producen sus ingresos no bastan ni con
mucho para cubrir las atenciones de este importantísimo recinto. La
penuria no iJay para qué disimularla. El preámbulo acusa de falta
de providencias al congreso. En las provincias, en América, en Eu-
ropa, es preciso que se sepa que atendidos los recursos de que pode-
mos disponer, es prouigioso cuanto se hace; y que el preámbulo es
una impostura dirigida á sorprende!' ti los que ignoran ó no pueden
conocer nuestra amarga pero gloriosa situacion. Es necesario que




El" DEFE~SA DE LAS CORTES DE CÁDlZ. 63
conozcan que nuestra resistencia es por tOllas sus circunstancias es-
traonlinaria: que cmtnlo S8 hace en Españ::t parece milagroso. Es
preciso quc conozcan que es debiclo ú causas de úrden muy superior á
las miserables ideas del preúmbulo. El amor á la libertad, el deseo
de la independencia, el ódio implacable de los pueblos á la domina-
cion estranjera, la alteza de los sentimientos de gloria y pundonor
de nuestros venlillleros militares; hé aquí el suplemento al défi'cit de
tt~sorería, que en vano se intentaria reemplazar con un príncipe es-
tl'anjel'o Ú la cabezCl. del gobiel'llo, revestido clel poder absoluto, que,
segun por tocios los poros llol preámbulo traspirCl., se intcIllCl. arran,
ear á la irwautil sem:il1ez de los dipulados.


))Pe1'o no anticipemos las ideas, Conviene no perder nunca de vista
el pOLler por que suspira el preámbulo en el gobierno. Lo que quiere
es un poder absoluto sin freno Cl.lguno que le contenga, cuanclo quie-
ra vellller á la mcion ú atropellar sus derechos. Dejemos la apología
del congreso; hág'anlu sus decretos y la série de sus resoluciones. Ni
loo autores del prcúmbu]o ni yo podemos ser jueces imparciales. La
mcion y 1:1 postcrichll juzgarún ú las córtes, cuando hayan cesado las
pasiones Llo la envidia y del údío, y las miras particulares de los que
prefieren la ruina Lle la patria á que se salve por medio de instittwio-
nes que detesta su comzon.


))Preriso es que entremo~ en el exámen de los principales puntos
del preúmblllo. La libertar! de imprenta, dice, ha producido muchos
111eJ.leo, ningnll bel1cflcio. Ha injuriado á pcrsonas respetables en toc]¡¡s
bs c!élses. XI) lny para qué reproducir lo que tantas veces se ha es-
puesto en la lmtcria. El ahuso es hijo de la impunidad, y esta está
promO\"ida con el objPlo ele haGe¡- odioso el establecimiento de la ley.
¿Quién ha ilbusal10 de ella? ¿Los que la promovieron y sostuvieron?
Seguramente no. Tal vez no han usado de ella en ningun sentido.
Pero los que la dC:iacl'editan y aborrecen no están en este caso. Re-
cuerde el congrcso, aunquc sea solamente los escritos dirigidos á des-
truir abiertamente la institucion de córtes. Compare la trascendencia
de sus escritos con las indiscretas declamaciones del autor del Robes-
pierre, quc olvidado qllizá por los que le persiguieron, yace medio podri-
do en una cárcel, sin que se sepa todavía el éxito de su causa, cuando
autores ele otra clase de libelos gozan de toda libertad y proteccion.




DISCURSO PRO:-¡U;-;CIADO


))Pero, y el daño ocasionado por la libertad de imprenta, ¿dónde
está demostrado en el preámbulo? ¿Bastan pequeños inconvenientes,
inscparables de todos los establecimientos humanos, para desacredi-
tar una medida que tiene por objeto la felicidad de una nacían, to-
mada en la latitud á que no alcanza la cortedud de génios limitados?
La libertad de imprenta es ciertamente incompatible con la impostu-
ra; rasga el velo y quita la máscara que encubre al hipócrita, al mal-
vado y al inepto: destruye las reputaciones usurpadus. En este senti-
do podrá ser un mal para el que vive á costa del misterio ó del en-
gaño; pero no para la nacion, que tiene el mayor interés en exami-
nar la conducta pública de los que la gobiernan. La vida doméstica
hasta ahora ha sido respetada; las virtudes privadas apreciadas; y el
preámbulo mismo da á conocer que no es de esto de lo que se quejan
sus autores. Hágase cumplir la ley, yel abuso si existe cesará.


neuando el preámbulo se contrae á injurias dichas al gobierno,
lo hace con tul ambigüedad, que no sé si alude á los debales de las
córtes, ó á los impresos que puedan circular en el público. En este
último caso el congreso no es responsable. Hu señalado con la ley el
camino que debe seguirse para perseguir á los calumniadores. Lo
que yo puedo decir es, que aun en ese punto ignoro que haya abuso.
Los regentes han sido tratados con la consideracion que merecen sus
virtudes. Los demás agentes del gobierno podrán haber esperimen-
tado más ó menos censura en sus operaciones. Esto no es de mi in-
cumbencia. Si se alude en cl preámbulo á nuestras discusiones, yo
satisfaré á este cargo, al mismo tiempo que conteste al que se nos ha-
ce sobre tmbas puestas al gobierno; pero antes deshagamos otro, cuya
naturaleza irrita al más pacífico.


nL08 diputados intentan perpetuarse para disfrutar' unos sueldos
que la nacion no puede pagar. La diputacion en Cortes es de suyo
temporal, y en vano se presume escitar recelos de que quiera. :con-
vertirse en plazas de magistratura ni otros empleos vitalicios, que
con tanto patriotismo conservan ó buscan los que sugirieron las ideas
del preámbulo. La nacion no se dejará sorprender en un lazo tan
grosero. Sus diputados no han perdido su confianza. La constitucion,
el decreto de señoríos, la abolicion de la ordenanza de montes, y tan-
tos otros decretos de esta naturaleza, la convencerán que es una ca-




EN DEFENSA DE lAS CÓRTES DE CADIZ. 65
lumnia contra sus procuradores la idea de perpetuidad promovida por
los enemigos del bien público. La duracion de su encargo se habrá
de determinar por la urgencia de las circunstancias. Concluida y con-
solidada la obra, los diputados dejarán con gusto sus asientos. Re-
nunciarán unos destinos que solo tienen amargura y odiosidad, no
provision de empleos, ni pingües dietas, como se sienta en el preám-
bulo. Este caq;o no sé si deshonra más á quien le hace, que al con-
greso contra quien se dirige. Me lleno de rubor, porque creo inde-
coroso contestar a él. La lista de tesorería tal vez desharía mejor la
calumnia. En ella se vr,ria que, observadas todas I:l.S circunstancias, el.
que presenta este cargo no ha echado de ver que le han comprome-
tido l1:l.sta el punto de faltar á la decencia.


))Como se pide que este escrito se inserte en las actas, y como la
publiciLlad con que se ha leido hará que sea llevado, no por las cien
lJoeas de la fama, sino por mil y mil conductos á todos los puntos en
que se intenta produzca su efecto, es preciso que se sepa al mismo
tiempo quc, además de no ser cierto el cargo, se descubre en él todo
el espíritu de sus autores. Se clama en el escrito altamente contra el
gasto que hace la nacion en las dietas de sus diputados.


nVea ahora. el congreso que el ardiente celo y el espíritu de par-
simonia. elel preámbulo concluye con pedir que el modesto y económico
consejo de regeneia se convierta A11 el ostentoso y pródigo gobierno
de una cúrte estranjera. ¡Qué contradiccion! ¡Qué hipocresía tan cho-
cante! No quiero distraer al congTeso con reflexiones que para todos
son obvias.


)) Vamos á otro cargo. Que las córtes no han dado facultades al
consejo de regeneia. Para hacer el mal es verdad; para hacer el bien
no es cicdo. Si las providencias del gobierno no han de poder ser
cxamínadas por las c(¡rtes; si diselltit' libremente eada uno con la
calma ú vehemeneia propia de su temperamento es entorpecer las fa-
cultades del gobierno, dlgase que no debe haber eúrtes, que el go-
bierno no deber ser responsable, que debe ser absoluto, que debe
obrar segun su capricho. Pero si no ha de ser así; si la regencia se
ha de dirigir, como yo creo, por el camino de la ley, debe entenderse
que el congreso no es culpable de que el gobierno no sostenga sus
proyectos y sus providencias por el medio legal y conveniente que se


5




66 DISCUnsO PRONUNCIADO
acostumbra en otras partes, y que tantas, tantas veces se ha recla-
mado aquí. ¿Por qué no asisten á las discusiones los secretarios del
despllcho? ¿No está abierta la puerta del congreso para que vengan á
apoylll' lo que propone la regencia en todas las materias de grave-
dad'? ¿No seria esle el moJo de volver á su camino las discusiones es-
traviadas, los diputados equivocados? Por lo demás, si la alusion es
á opiniones manifesladlls en el congreso, que pudieran ofender la
buena opinion del gobierno, yo no puedo menos de decir que el señor
diputado se olvida de lo que llllya ocurrido acerca de esto. Yo no sé
cómo no ha advertido á sus amigos que este cargo, si fuera cierto,
iba á recaer sobre ..... El sagrado del secreto me impone la obliga-
cion de respetarle, y esta reticencia podrá recordar al congreso cómo
se abusa de su moderacion.


llYO sostengo contra el preámbulo que el gobierno jamás ha en-
contrado en las c(Jrtes el menor obstáculo á sus providcneias, aun en
los casos en que pudieron haber mirado eomo insulto lo que tal vez
fué solo efecto de inadvertencia. El congreso, en el acto de manifestar
la mayor confianza á un general, depositando en él las riendas del
gobierno, esperimenta cuando menos un desacato. Insep8.l'able de los
principios de conciliacion y clemencia que le distinguen, se desentiende
de la injuria recibida, y conviene en l[ue se rehabilite al l[ne habia
estado suspenso en la confianza de las córtes. El gobierno á poco
tiempo le rla el mando de tres provincias y de tres ejércitos; y el con-
greso, aunque veja que cuando no otra consideracion, bastaba la
delicadeza para no esponel'le á manifestar ~u desagrado, sin embargo,
más prudente, más sabio que lo que supone el preámbulo, supo dis-
cernir lo l[ne importaba á su decoro y al honor del gobiel'llo, soste-
ner una proviLlcncia que pudo dr,saprobar con to,la jnsticia y discre-
cion. Se desentenrlió de todo, y honró á la regenc;,t contestando sola-
meate l[ue quedaba entemdo. Este suceso, seüalaLlo por todas cir-
cunstancias, hace ver que ni el gobierno carece de facultades, ni el
congreso entorpece su ejercicio.


llHe elegido cutre otros este hecho porque es capital; y cuando
en asuntos de esta clase proceden así las córtes, no es capaz el preám-
bulo de sorprender á otras personas que á las quc no observan y me-
ditan. Estas siempre están sorprendidas. Si estuviera presente el mi-




EN DEFE\~A DE LAS CÓHTES DE c\D1Z. 67
nistro de la Guerm, y uuu sus COmpa118rOS, no dudo harian justicia
al congreso, CO!lviniendo en que jamás ha entorpecido bs operaciones
del gobierno en los puutos que influyen esencialmente en el servicio
público.


nEI preúmbulo solo presenta declamaciones, y estas pueden estra-
vial' 1)01' un momento b opinion de los irreflexivos. No contento con
haLlar vagamente sobre el entol'penimiento que esperimenta el go-
bierno, quiere suponer que la respollsabiliLlad á que se le sujeta cles-
trnyr. su rlllr.rgía. Solo la persona del rey puede ser imiolable; todas
las delIlú, personas que gobiernen han de estar sujetas ú residencia
legal, á no proclamarse antes por el congreso, que para oaharnos es
preciso establecer el sistema arbitrario. Crecria llaccr una injuria ú
las curtes si me detuviera 8n 8xaminar la tendennia de la doeLrina del
prfúmbulo (][l esle punto. Sus principios e.,tán bien maniflestos. No
uomprenden sus autores que pueda haber gobierno que nos ~ülre cin
que sea ahsoluto. No permita Dios que la nacion se deje sorprender
por un instaute uoa idea tan falsa y tan perjudicial. Los dl'spolaR ja-
más salvaron las naniones que se hallaron como nosotros. Los espa-
ñoles pelean por ser libres, y en el instante que tan noble y digno
objeto desapareciese de su vista, el gobierno que llesconociese el prin-
cipio y fomento de nuestra lucha, seria víctima ele su imprudencia Ó
estupidez. Luego daré más estensiOll á estas ideas. Preciso es seguir
el hilo del preámbulo.


llContinÍla este haciendo cargos al congreso, acumulando inepcia
sobre inepcia. Entre otl'US i!lLlica que las córtes hun clescuidado las
negociaciones con las potencias estranjeras, etc. Si la discrecion y la
delicadeza pudieran abandonnl' á los diputados en la rliscusion de es-
tas matcrias, el pl'cúmbulo no triunful'ia con una impostora deelama-
cion del silencio que me impone la prudencia. llago con gusto el sa-
crificio más costoso para mí en estas uiruuIlstancias. Conozco dema-
siado lo que exige el deuaro de una disnnsion pública. Mas separán-
dome por ahora de tollas las razone~, véase si el consejo de regencia
no está. plenamente autorizado para [mtar con absoluta libertad y
desembarazo con tollas las potencias estranjeras. Véase si la bue-
na fé puede Llesear más fauultades que las que le están concedi-
das, atendida la naturaleza y circunstancias de un gobierno proviso-




68 DISCURSO PRONUNCIADO
rio; de un gobierno que en el estado en que se halla la nacion inva-
dirla, ¿qué uigo? ocupada en gran parte por el enemigo más astuto y
elepravarlo que existe, no puede menos de tener suborelinaua su auto-
ridau á la del congreso en el esencialísimo punto ele la ratificacion de
tratados.


))Los gobiernos mismos estranjeros no podrían menos de desearla,
atendidas las circunstancias de la revolucion en que nos hallamos en-
vueltos. Ellos serian los primeros á solicitar que interviniesen las
córtes con su sancion para dar más ¡¡rmAza á las estipulaciones, es-
pecialmente en el dia, en que nuestras leyes fundamentales nada [ie-
nen establecido con respecto á este punto. Pero sobre todo, ¿qué más
quisiera Napoleon que ver al frente del gobieruo personas plonamenle
autorizadas para concluir y ratificar tratarlos, sin que la nacian !m-
diese atajar los males que produjese tan funesta facultad, sin reeur-
rir á otro nuevo dos de mayo? El que presAnta el preámbulo pudo ha-
ber indicarlo á los que le sugirieron tan absmclo cargo, cuúnto se
afana el congreso eaLla dia para facilitar 'pOl' su parte el bueJl éxito
ele convenios y alianzas. No es ciertamente á las c(Jl'tes á rluien el
Sr. Vera debió presentar la recon vencion. El eong¡'()so pudo, yen
mi dictámen debió, pedir algunas veces que se le instruyese del es-
tado de las negociaciones, sin perjurliear por eso al seereto y direreion
que hayan merecido al consejo de regencia. Mas un esceso de delica-
deza le aülLlTea tal vez un eargo tanto más injusto, cuanto apal'eee
hecho por un señor diputado, que no ha debiLlo omitir lo que no
puede ignorar ó callar sin faltar á sus obligaciones. Los ministros en
Inglaterra satisfacen á las cámaras cuando üonvicne informarlas de
los negocios diplomáticos. El congreso pudo haber observarlo igu:lI
eonducta. Y hubiera sido muy digno ele un diputado hacer justicia Ú
las córtes por SIl eircunspeccion en esta materia, en vez de acusarlas
de un descuido en que no han ineurrido ..... no deuo decir mús.


))El preámbulo mira corno defecto la amovilidad Lle los regentes.
Confieso, sellar, que esta idea para mí es original. Es un fenómeno
en política. ¿Pues qué? ¿Se queria acaso que la regencia se obtuviese
por juro de heredad? ¿No solo habian de estar absueltos de respon-
sabilidad, sino que tambien hahian de ser inamovibles los regentes
del reino? ¿Si será tambien defecto el no haber organizado el gouier-




E:-i DEFEI'\SA m: LAS CÓRTES DE CÁDlZ. 69
no á la manera de la junta suprema de :\fadrid, para que pudiese co-
locar á su frente, como lo hizo esta con Murat, otro príncipe igual-
mente benéfico y am~nte de los españoles? ¡Qué poco se han acor-
dado al estender el preimbulo sus autores de la conducta que obser-
"aban nuestros padres cuando nombraban regentes del reino! Amo-
"ibles y responsables i la nacion los elegian, en lo que manifestaLan
tener ideas más exactas y caLales de la ciencia del gobierno que las
que al parecer tenemos hoy nosotros. Pero en este punto tal vez hay
en el preámbulo más hipocresía que ignorancia.


Mas dejemos ya los cargos, y vamos á examinar lo que i:TIporta.
Hablo de la propuesta de persona real, que es en la composiciol1 el
verdadero héroe de este cuadro. Como la proposiciol1 no designa per-
sonas, me abstendré de hacer aplicaciones que no sean en general,
y así se guardari mejor el decoro de la diseusion. Se quiere suponer
que el gohierno no puede ser obedecido ni respetado mientras no ten-
ga á su frente una persona real. La obedieneia y el respeto son inse-
parables do todo g'olJierno, cuando procede con justificacíon y energía.
Es/as doles 1a3 hay y las ha habido entre los españoles, aun conside-
nulos como particulares, y es una calumnia contra la revolucion su-
!J0ller lo contrario. 11~s nna injuria hecha á la nacion, es desconocer
sus virtudes, es poner en duda lo que ha manifestado la esperiencia.
La nacion es por carácLer oherlíente ú las leyes, sumisa á las autori-
dades 0lwndo obran con rectitud y acierto. La nacían ha obedecido
gustosa COi! respeto y deferencia á las juntas provinciales, á la junta
l'enLriLl, y á Jos consejos de regeneia, y hasta jef/;s y autoridades muy
sllhalternas, siempre que le han ofrecido la libertad y la independen-
cia por objeto de sus sacrificios. Si la ineptitud, la ignorancia tí el
desacierto han desconocido los grandes y verdaderos medios de go-
bernar, cúlpense á sí mismos los que estén en este caso, y no con-
fllndan las \'erdad0ras causas de nuestros desastres. No omitan tam-
poco los antores del prelllIlLulo lo que ha contribuido á nuestras des-
grllcias, la falta de auxilios de toda especie que la nacían no tiene den-
tro de sí misma; que solo puede solicitar con ruegos, y sin los cuales
es inevitahle que padezca descalabros.


E! preámbulo provoca la discusion; más yo no debo decir mis. Yo
80ria el primero á votar que se autorizase la regencia con una persona




70 DISCURSO PRONUNCIADO
real, si no viese el inminente peligro en que está la libertad de la na-
dan, y los mismos derechos del sellor don Fernamlo VII, que tantas
veces hemos reconocido y jurado. Supongamos. por un momcnto lIue
se coloca un príncipe al frente de la regeneia. Aunque no apareee de
la proposicion cuál sea el designado, no dudo que sus autores inten-
tarán que se tome de entre las personas qne tengan derecho á la su-
cesion de la corona. Este príncipe durante su gobierno ha de ser fe-
liz ó desgraciado. En el primer caso quedan inevitablemente compro-
metidos los derechos del rey.


))Es preciso ignorar la historia de las usurpaciones, y señalada-
mente las oeurridas en España; es preciso no tener el menor conoci-
miento del corazon humano para creer qno un príncipe victorioso
gobernando el reino dejase pacíficamente el trono á nuestro desgra-
ciado y cautivo rey. La ambicio n de mandar, el atractivo de la co-
rona son más poderosas que la virtud de la modcracion. Y la loy de
Castilla, que prohibe la guarda elel rey menor al que tenga derecho
á succderle, acusarla siempre al congreso de imprudencia y aun de
temeridad. El reyes todavía ele peor condicioll quo un menor. Este
podria estar en el reino, criarse entre sus súbditos, conllrmar con su
presencia de tanto en tanto su obeLlírJtlcia y lralta(l. ~Ias el Sr. don
remando vn está ausente, está cautivo, y sohre todo es rJesgraeiado.
Se halla en poder de un inrame usurparlor, para quien la viltud y el
pundonor son un juguete y un motiro de ejercitar su inmoraliclad.
¿Quó de ardides no formaria su fecunda detlrC1Vacioll para dividimos
y clesacreditarnos para con nosotros mismos y para con los esl¡'aüos?
¿f;uánto no perderia la nacion en el concepto de los soheranos de En-
ropa, que tanto han sabido apreciar la gcncrosa resolucion (¡no he-
mos tomado de vengar á toda costa el ultraje cometido en la persona
dell'ey, si \'iesl~ll (¡Ile hs c(¡rtes incurrian en el dcséuJuerc10 de dar
ocasion á que un príncipe más 6 menos estraño le suplantase al favor
ele un trataclo secreto, de una victoria, de un partillo, de ulla guerra
civil, ú de una intriga eloméstica?


)) ¿ Qué medio reserva el congreso á la Ué10ion para conservar el
reino á quien hu jurado rescatar y restablecer cn su trono? ¿Podrian
entonces las córLes despedir con urbanidad y cortesanía al príncjpc
ó princesa regente, eliciéndole: «V. A. puede retirarse á sus estados;




Eri DEFEriSA DE LAS CÓRTES DE CÁDlZ. 71
la nacion queda sumamente agradecida á los favores que le ha mere-
cido en su gobierno; en recomponsa le declara benemérito de la pa-
tria, le erige estátuas y toda especie de monumontos que perpetúen
entre los españoles su memoria .... » Señor, ¿á dónde vamos á pa-
rar?Delirios de esta especie no son para distraer á las córtes espa-
ñolas.


>lCuamlo no otras razones, bastaba el respeto á lo moralidad de
la nacion, al decoro debido á la persona del rey, para que, mientras
exista, no so hiciera en el congreso proposicion somejante. Yo no es-
toy acostumbrado á hacer más que un solo reconocimiento y ju-
ramento que se nos ba exigido con toda solemnidad el dia de nuestra
instaIucion; y 01 congreso debe mirar como una ocasion próxima de
prevaricar lo que se pide en la proposicion.


>lPor otra parto, ya quo se intenta probar nuestra constancia,
¿cómo no so presenta un aliciente que puoda disculpar la tontacion sí
cayésemos en ella? ¿Cuál es el príncipe destinado para salvarnos?
¿Cómo no se nos manitlostan sus cualidades personales para que vea-
mos si podemos oponer á nuestro onemigo un advorsa['io cupaz do
vencerle y rescatarnos? ¿Cuáles sus recursos pecuniarios, sus fuer-
zas de mar y tierra, sus titulos, en fin, que lo hagan acroodor á la
eontlanza nacional? ¡A.h señor! yo veo, por desgracia, que los prínci-
pes de Europa, á que puede aludir la proposicion, se hallan en situa-
cion muy diferente de la que era necesario para que se adoptase.
Esta insinuacion, al paso que no puede ofender á determinada porsona,
es mús que suficiente para pulverizar un proyecto fundado en una
verdadera qnimera. Pet'O, señor, si 01 regente fuese desgraciado,
¡qué de males no acarrearia sobre nosotros la proposicion!


)) Nótese que entre otras cosas pide que se den á la regencia, que
propone, las mismas facullacles Cjue concede al rey la Constitucion.
Entre ellas so comprendo el terrible derecho de la paz, de la guerra y
de los tratados. Esta guerra, señor, es nacional. Setenta batallas
perdidas solo han servido para convertirnos en potencia militar. Adop-
tada la proposicioIl, la guerra, como domostraré bien pronto, pasa-
ria á ser guerra de gabinete; y en tal caso un desastre, una derrota
produciria los mismos resullados Cjue la batalla de Jona ó la de Wa-
gran. El que desconozca estas verdades es incapaz de escarmiepto.




72 DlSCURSO PRONUNCIADO
No pasaria mucho tiempo sin que la nacion viese otros tratados como
el de Fontainebleau.


))Señor, seamos circunspectos, . seamos suspicaces, conozcamos
alguna vez ú nuestro enemigo; el estado de la Europa y las miras de
los que meditan nuestra destruccion, sin que para ello sea necesario
recurrir á lo que pensaba Napoleon hace catorce años, cuando era
general en Italia, cuya política se nos ha querido eomo descubrir el
otro dia: política que nunca fué un misterio para los que quisieron
penetrarla, y que por desgracia solo parece que fué desconocida de
los que tuvieron en su mano prevenir lo que tan á costa suya ha
aprendido la nacion.


))EI éxito inevitahle del gobierno de un príncipe estraño y des-
graciado, revestido de las facultades que pide la proposicion, especial-
mente antes que el sistema constitucional se consolide y que los prin-
cipios de libertad é independencia se arraiguen en el corazon de los
españoles, seria la ruina de la patria. Dasta solo ver lo que ha suce-
dido á tantos estados de Europa, euyos soberanos debian preferir mil
muertes á la humillacion de rendirse á un enemigo tan vil y tan
perverso; pero vuelvo á decir que sobre este punto no debo es tender-
me más.


))Todavía me falta contestar á otro argumento del preámbulo en
que se supone que la regencia de España no será respetada de las po-
t~neias estranjeras mientras no vean á su frente una persona real.
Yo me atrevo á asegurar que solo la mala fé y la doblez de un gabi-
nete, podria alegar este pretesto para cubrir sus miras hostiles eon
una razan tan frívola y aun tan ridícula. Las potencias que clesern
nuestra amistfld la solicitarán por la conveniencia y po!' el interés que
les ofrezca una nacion grande, leal y generosa, no porquo se lmlle
accidentalmente en su gobierno un príncipe ú qnien jamás podrian
considerar como permanente, sin concebir por el mismo heeho ideas
poeo ventajosas á la eslabilillad y legitimidad de este mismo gobier-
no. Además las potencias estranjeras observarian con mucha atou-
cion su conducta, y si no correspondiese á la espectacion pública; si
conociesen que la nacion !la estaba satisfecha de sus procedimientos,
la persona real no seria capaz de suplir por sí sola la confianza ú que
no se hacia acreedor su gobierno.




E:'\ DEFE~SA DE LAS CÓRTES DE c.Á.DJZ. 73
))Las naciones amigas y aliadas estiman demasiado el precio de la


independencia, para que desconozcan estas y otras muchas razones que
yo podria esforzar. Lil costosa leccion de los gobiernos que entraron
en las coalicionos les ha heeho eonocer euanto debe esperarse de una
guerra nacional, dirigilla por principios de verdauera libertad. Tienen
innllmerilbles testimonios de la lealtad de los españoles; de su perse-
"erilncia en las r.esolllciones; de S11 solemne declarilcion en el dia 21 de
setiembre, en el que sancionaron libre y esponlúlle,lluente una mo-
narquía hcreLlitilriil, proclamando y juranuo de nuevo por su rey al
señor n. Fernanclo VII y sus legítimos sucesores, sin que puedan ig-
norar que todo esto acaba de adquirir nueya firmeza por la ley fun-
damental que estú sancionada en el congreso. Así que, señor, este
miserable subterfugio, que solo puede dar recelos á ineptos ó cobar-
des, queda deshecho en humo.


\)Conviene que examinemos ahora la proposicion con respeeto al
influjo, que, por uecirlo ilsí, puede tener en nuestros asun;os Llomésti-
coso Mas hú de tres meses que se han visto por el congreso documen-
tos auténticos que illaniJlestan una abierta guerra contra la lihertad
de la nacion, declararla y sostenida por los que solo pueden prosperar
bajo el sistema arbitrario. Sus disfraces, sus ardilles, sus proyectos
todos, todos lliln silla desbaratados en diferentes oCilsiones. Pero ad-
heridos ú un sistema ú que no s\lben renunciar, se reunen de contí-
nuo y vuelven de nuevo ú la carga. Las Lliscusiolles del congreso so-
bre los principios en qne estriba el proyecto de Constitueion hill1 dado
un golpe mortal al régimen arbitrario. La naciol1 lla recono¡;iclo sus
dCl'(-:nhos, las luces cunden, y el espíritu lJúblico se difunde por Ladas
las clasE's gananuo Lle día en dia nuevos defensores de la libertad na-
cional. Oponerse de frenLe ú su progreso, no solo conocen (iue es
inúLil, sino qne produce deutos contrarios. Por tanto, solo les queda
un recurso: nombrar un gobierno ele quien puedan esperar que jamás
se plantee la Conslítueion. Puesto al frente de él un príncipe estran-
joro ó nna persona real, quo necesariamenLe ha de desconocer los
principios y verdadero objeto de nuestra lucha, por no haberse halla-
do en ella, les ofrece un punto de reunion en que poderse atrincherar
lJara resistir 01 ímpetu de los decretos y loyes del congreso.


»)Estil persona real, rodeada necesarimllente de personas que tie-




74 DISCURSO PRONUNCIADO


nen poca costumbre de oir las necesidades de los pueblos, de ente-
rarse de sus sacrificios, y cuyos intereses no están lntimamente en-
lazados con los de todos los españoles, que no se han comprometido á
defender y promover los de la comunidad, no podrán evitar que sea
sorprendida y engañada por los que aborrecen la libertad. El fausto
y la etiqueta de este gobierno alejará inevitablemente á los que pu-
dieran acercarse á aconsejarle y dirigirle en la árdua empresa de
salvarnos.


nNo serán los diputados de la nacion ni los verdaderos patriotas
los que tengan cabida ni acceso libre á los que gobiernen. Por el
contrario, la mano oculta que los persigue en todas sus operaciones,
siempre que en ellas se advierte algun calor y vehemencia en favor de
la buena causa, acabará de desterrarlos de todos los parajes en que
puedan reclamar la libertad y derechos de la nacion. Todos los que
se crean agraviados por la constitucion formarán una barrera im-
penetrable al rededor del gobierno. El plan de deshacer la grande
obra se trazará al momento. Su ejecucion se confiará á las personas
más señaladas por su oposicion á la libertad. Yo preveo todos los
males de un retroceso, que miro como inseparable de lo que pide la
proposicion.


HPor poco que se haya observado no puede menos de advertirse
que aun ahora que hay un gobierno creado por las eórtes, revestido
de una autoridad emanada de su seno, de una autoridad verdadera-
mente nacional, existe un desvío, una frialdad inesplicahle para con
todas las personas que han pl'Omovido y rooperado de buena fé á la
revolucion. Esta observacion es cierta, y solo el iluso puede desco-
nocerla. Pues si tal sucede en el dia, ¿qu(~ podemos esperar instalado
el gobierno como pide la proposieion? Disueltas las c(¡rtes dentro de
un mes, diferida la convocaeion de las ordinarias basta el aüo 13,
¿qué? Un trastorno general antes de pocos meses. Sí, señor, tal vez
no pasará uno sin que la nacion viese revocado el decreto de 24 de
setiembre, abolida la libertad de imprenta, derogado el decreto de
señoríos, anulada la constitucion, proscrita la institueion de córtes,
acusados, encarcelados y perseguidos los diputados de este congreso;
en una palabra, dada la señal de una guerra civil y entregada la na-
cion á si misma. Sí, señor, á si misma, porque un pueblo valiente




EI'i DEFE:'lSA DE LAS CÓRTES DE CÁDIZ. 75
y generoso puede ser sorprendido por una coojuracion ó una trama;
pero jamás subyugado por los enemigos de su libertad.


llTal seria, scflor, ell'esullado do una proposicion adoptada con
poco acuerdo, tle una proposidon que presentada bajo el seductor
aliciente de autorizar al gobierno y hacerle más respetable, envuelve
todos los elementos de nuestra destruccion.


II Yo fatigo al congreso con estenderme más en una materia en
que basta solo hacer indicaciones. Por lo mismo no hallo medio más
propio para contrarestar la funesta tendenoia de este escrito, que
oponer á las proposiciones que contiene otras enteramente contrarias.
Si, seiíor, este es el caso en que contraria conlrariis curanlur.


II Yo sé, señor, qne estas proposiciones darán motivo á que se
alce el grito contra mí. En hora buena; me resigno á todo. Yo pro-
pongo que no se disuelva el congreso hasta que haya provisto á todo
lo que sea necesario para que el gobierno pueda salvarnos. Sí, señor,
yo lo propong'o, Llámesome, si se quiere, ambicioso. Yo lo soy; pero
no de perpetuarme en un cargo que me abmma, que no tiene el
atractivo que afectan atribuirle los enemigos de esta institucion.


II Yo anllelo más que nadie, si se quiere, por pouer contribuir,
aunque sea en un ápice, ú la libertad de mi patria. No tengo otro ob·
jeto ni otras miras. Fortalecido con el sentimiento íntimo de mi C011-
cinncia, yo, yo pi Jo al congreso que no se disuelva hasta ver asegu-
rada la rjecucion de la constitucion.


llPara ello piclo con el señor diputado Vera que se forme á la ma·
yor brevedad un gobierno correspondiente, pero sin persona real. Que
en seguida se nombre el ConsAjo de Estarlo yel Tribunal Supremo de
Jllsticia, compuestos Je personas amantes de la constitucion, sincera-
mente dispuestas á sostenerla y á sacrificarse por la libertad de su pa-
tria; porsonas que en yez Je tramar conjuraciones para restablecer el
sistema arbitrario que nos ha perdido, se dirijan por los principios
de justiCÜ1, ele libertad y de verdadera política; finalmente, personas
que cstén íntimamente convencidas de que solo la Constitucion, de
donde emana su autoridad, puede legitimar sus providencias, hacer-
las obedecer y respetar. Pido tambien que se espida, sin pérdida de
momento, la convocatoria para las futuras córtes, sin que bajo ele ,:
Ilillgun preLesto pueda dejarse al gobierno este encargo. De la mism{:',


''''-


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76 DISCURSO PRONUNCIADO EN DEFENSA DE LAS CÓRTES DE CÁDIZ.
suerto pido que en el intermedio de estas á las futuras córtcs se nom-
bre en el seno del congreso una diputacion numerosa con las faculta-
des que parezcan oportunas. Digo numerosa, porque atendidas las
circunstancias estraordinarias en que se halla el reino, solo por este
medio puede ser respetable é incorruptible en el ejereieio de sus fun-
ciones.


»Por último, señor, pido que mientras se forma el gobierno, se-
gun la proposicion del Sr. Vera, se nombre una comision que pro-
ponga á las córtcs lo que deba hacerse para asegurar el aeicl'to do
tan importante negocio.))





o/VVVVVVVVVVVVVVvVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVV~


NIEJÍA.


Entre los diputados de la primera época constitucio-
nal descuella indud2Nemente el americano D. José Me-
fía como el orador mas fogoso, mas elocuente, mas par-
lamentario de la cámara popular de 1810.


Hombre entendido, muy ilustrado, astuto, <le estre-
mada perspicacia, de sutil argumentacion, rivalizó con
A1'güelles desde las primeras sesiones y disputóle el
triunfo de la popularidad y de la oratoria, que no pudo
alcanzar, no obstante su mejor imaginacion y superior
agudeza de ingenio, por parecerle al público algo sospe-
chosas sus manifestaciones en favor de la libertad y un
tanto falaz é interesado su patriotismo.


Jefe de los li!Jerales americanos, como lo era A1'güe-
lles de los espaiioles, dirigia con suma sagacida<l y acier-
to las opiniones y la conducta de su parcialidad, y au-
xiliaba con sus votos á la de los reformadores en las
resoluciones que podian convenir de algun modo á los
intereses y aspiraciones de la América.


Hombre de mundo, y conocedor como nadie de las
personas y de las circunstancias, preveia los aconteci-
mientos y esplotaba su posicion en beneficio de su pais.
A preciábanle los liberales españoles como liberal, pero




78 ~IEJíA.
le temian como americano, porque sabia muy bien cómo
se iba y venia de América por las discusiones, sin que
lo notasen los diputados que respecto á este asunto an-
daban allí muy alerta.


Con una habilidad portentosa, con admirable ingenio
sabia torcer el curso de los debates, y de la discusion
mas nacional y nus española en su fondo, hacia él una
discusion americana que fuera preparí1ndo 1:1 proyectada
independencia de aquella parte del globo. Los argücllis-
tas viéronse burlarlos mas de una vez por la sagacidad
de llIcj ia, pues creyendo decretar en sus acuerdos el
bien de España decretaron el de América, á pesar suyo.


La elocuencia de Mcjia era por lo general una elo-
cuencia declamatoria, brillante y apasionada; y no obs-
tante su ardiente y poética imaginacion, su agudeza y
su sentimentalismo, deslustraba los primores de esas
arengas con el mal gusto de su estilo, fruto cle sns des-
ordenados estudios.


En las réplicas era donde mostraba Mejía sus cuali-
dades de orador parlamentario, de argumentador inge-
nioso, discutidor atinado y profundo. Afectando gener[LI-
mente en sus discursos indiferencia y frialdad, no po-
dia comprender su contrincante á dónde iban á parar sus
consideraciones, vagas y confusas, ni cuil era el objeto
á que se encaminaban sus peroraciones. Yaliéndose de
esta táctica insidiosa, preparab:1 astutamente una embos-
cada á su contrario, y en las réplicas qlle se lo hacian
se aprovechaba por sorpresa de la imprevision ajena, y
era imposible resistir á la lógica de sus argumentos, á la
exactitud y fuerza de sus raciocinios.


Era llIejia, de esos oradores que dan mas valor á la
oportunidad que á su talento, y que saben hablar y ca-
llar cuando les conviene, dando á sus c1isclJl'sOS mas au-




MEJÍA. 79
toridad é importancia, por lo mismo que son mas opor-
tunos.


Esceptuando á Al'(Jüelles, nadie aventajaba al dipu-
tado americano en la universalidad de conocimientos,
pues aparentaba no serle estraña ninguna de las infinitas
y diversas materias que se ventilaron en aquellas cór-
tes. Si se trataba de disciplina eclesiástica, parecia un
casuista; si de leyes civiles, un jurisconsulto; si de mili-
cia, un general; si de política, un embajador; si de Ha-
cienda, un economista; si de epidemias, un médico.


Indudablemente el constituyente iYlejía aparenhba
saber mas de lo que en realidad sabia, y lo que no com-
prendia lo adivinaba. Mucho de arte y mañosida,d habia
ciertamente en presentar todo el caudal de sus conoci-
mientos en cada materia que trataba, como si fuese solo
una corta parte del que poseia, dando diestramente á su
saber una ilusion óptica que aumentase su magnitud;
pero esto no se hace sin poseer un gran talento, un in-
genio privilegiado y una fértil y brillante imaginacion.


Una de las cualidades sobresalientes del diputado
M~j'ia era la serenidad pasmosa con que improvisaba
sobre cualquier materia, aunque no la conociese ni se
hallase preparado. Era tal su impasibilidad, y tal el pre-
dominio que ejercia sobre sus palabras, que sin la menor
turbacion aparente sos tenia á veces al remate de un dis-
curso lo contrario de lo que habia defendido al principiar-
le, dando estos giros á sus ideas y estos cambios á su
pensamiento con tal maestría, con tal serenidad, con tal
ingenio, que lo que era falta de conocimientos ó de sis-
tema, pasaba á los ojos de todos como un ardid oratorio,
como un alarde de imaginacion y de destreza.


En medio de tantas y bellas cualidades que consti-
tuian 3.1 Sr. Mejín en el primer orador de las córtes es-




80 MEJÍA.
traordinarias de Cádiz , ya hemos indicado que tenia el
defecto de usar de metáforas de mal gusto, de frases im-
propias y de estilo pedantesco y estravagante.


Habland') de la revolucion que empezaba á minar
sordamente varios Estados de América, aconsejaba á las
córtes que concediesen mas derechos y franquicias á
aquel país, y decia entre otras cosas: «Apague V. l\T. ese
fuego con el fado de la justicia. ))


En otra ocasion, abogando por la reforma de nuestra
antigua legislacion, esclamaba: « ¿Cómo podrún saber
todos tan intrillcadas leyes como las que forman el in-
1l1Cll.SO pielago de nuestra legislacion? ¡Cu:íntas propieda-
des, honras y viclas habrán naufrag~tlló en la inculpable
impericia COlllun, preeariamente suplida por unos pocos
que hacen profesion lle pilotos de Astl'ea! Así que, aun
cuando creamos que todas las perlas preciosas de la jus-
ticia se encierran en nuestrJS códigos, como no todos los
españoles son buzos, á lo menos tan diestros como los
autores del reglamento, bueno será que, aprovechánclo-
nos de sus fatigas, regalemos este joyel á Esparta.))


No obstante la exactitud de In comparacion, no pue-
de darse una metáfora mas cstravagank y un lenguaje
mas rebuscado y gongorino.


P0r el contrario, cuánta prudencia y energía, cuán-
ta sensatez, cuánta dignidad revela la conclusion del clis-
eúl'SO en que se oponia tÍ, la clisoh~cion precipitada de las
cÓl'tes; yeso que sus palabras emn sencillas, llano su
cstilo, desnudo de todo adorno y sin el mas pcqncño ras-
go de imaginaeion ni de oratoria. "lIemos empezado la
obra, decia; hemos cmpuüaclo la esteva; cuidado con
volver la cara. La patria nos impone obligaciones casi
I'61igiosas. Vea V. M. si aquello por que se ha decidido
es lo que conviene á la patria, y si convienc no debe




MEJÍA. 81
abandonarae. Abandonar V. M. su obra, es abandonarse
á sí misma.»


Pero ns,da demuestra tanto la oratoria pintoresca del
constituyente 1t[(~jía, como su célebre discurso sobre la
nulidad de las renuncias de Bayona, y sobre todo trata-
do 6 transaccion que hiciese Fernando VII mientras du-
rase su cautiverio en Francia. No obstante que en tan
famosos debates tomaron parte los mas notables orado-
res de las córtes, elevóse sobre todos ellos el diputado
americano, quien conquistó en aquella ocasion el titulo
de orador elocuente, erudito y apasior.ado.


Su discurso, tan vehemente como los mejores de
Danton y tan patriótico y elevado como los mas sobre-
s:::,lientes de jUimbean, es sin disputa uno de los mas
bellos que en ese género de elocuencia ueslumbrauora se
han pronunciauo en nuestros parlamentos, pues en él,
mezclados á veces con ideas vulgares y frases impro-
pias, resaltan primores de oratoria clásica, arranques de
verdadera elocuencia, bellezas de locucion , máximas
profundas é imágenes delicadas o arrebatadoras.


Muy corta fué la vida parlamentaria de itlejía. Ata-
cado de la fiebre amarilla en Cádiz, al disolverse las cor-
tes estraordinarias, fue víctima de tan pestífera enferme-
dad, encargándose la muerte de desmentir así su aser-
cion, hech::t en el congreso pocos días antes, de que no
existia en Cádi~ semejante epidemia.


Discurso pronunciado por D. José Mejía contra todo tratado
que hiciese Fernando VII durante su cautiverio en Francia.


«Señor: bastante circunspecto V. l\L por si mismo, ha sido más
y más ilustrado por los llignos diputados de E8paña que me han pre-
cedillo en este día. Oiga V. M. por fin ti la América.


s




82 DISClJRSO CO:'\TRA
))501101', sé muy hien clcJ:1ile hablo, quién es el que viene ú hablar,


y Ú Cjuié;¡ e~toy J¡ablanrlo, Húllome en la tribuna dI:! congreso na-
cional (lo la poJel'ma monarquía espaflOla, en mudio de tollas las ¡Ja,-
sus del Estallo, y d::lanle ele los respetables ministros de las potencias
aliadas, atentos ahora todos el mi balbuciente voz, Quisiera aUll (igu-
rarme otro génel'o de oyente:;, un nuevo úrelen de eircunslante
público, qne, soterrado bajo este salon, sufriese el ardor y peso de
los sentimientos que la grandiosidall de la causa y los discursos émtl'-
rim'es me han inspirado, Si rocleado do sns armarlos s:lt¡>! ites el so-
berbio Bonaparte sacase bajo mis pié s Sil am('nazclIlora cabeza, con
la misma serenidad, sí, sel1or, y acaso con más \'alentia: ((Coronado
))Jlaquiabelo! (le dijera): ticmbla sobre tu enot'mt1, pero vacilanle


))trono: cuando el último de los españoles te habla así, ¿quó te resta
})que esperar de la nacion entera?))


))Pero ¡ah! felizmente solo veo á la dócil gente castellrl.l111, á los
venerables padres de la patria y al amalllc y adora(lo rcy nuestro,
¡ Inviolables representantes de la sobcmuíll del pueblo, llIirad y estre-
meceos! Ya tocais el úpice de la sublime clignid:ul dI'! hombrn, Anles
de ahol'a grandes príncipcs han slIjetaclo sus causas ú vncstrll dccision
soberana; ahora viene vuestro rey á ser por vosotros jnzgarlo, ¡ (Jn6
de riesgos! ¡cuánta respon~abilidad! Ka es un retrato el que allí esLú:
en mi pecho vive su original; aqní le vco, lo oigo y le venero",.
(1 ¡Desgraciado príncipe; iluslre empero, no por el resplall'loi' ¡Ir VIlC:S-
))tro solio; si porque reinais seguro en nueslros denodados corazones!


nEI lenguaje que he de halJIaros, scrú cl eco lle la razon; escu-
llchad las leeciones de la verdad, pues muy pOl~O mand:l.c;teis para que
)) hayais llegado ú odiarlas; inspíranme su tono vuestras dcsgTacias
))para mi clesellgaüo, y mi obligacion (\ vuestros altos rrcprtos, Los re-
nconocen las cúrtcs, y su madura dclilJeracioll reeomienda la Ileccsi-
nelad de la más enérgica y s,'L!Jia providencia en tan úrduil eoyunlura,
nPor eso resuenan hoy reanimarlas las elocuentes yaces de los diputa-
))dos de vuestros pueblos; ¡vuestros, rcy católico! porqne vuestra ClU-
))gusta dignidad y persona son y serün de ellos, n


lJlnteresantísimas proposiciones he oido, sellor, Toelas deben exa-
minarse, y aun la :nia tambien: ¡tal es la gravedad del asunto!-
Primera proposicion del Sr, Borrltll: «Que se declarc nulo torJo lo he-




TODO TRAL\DO DE FERl'iA:'íDO \'II, 83
lloho y pactado por los reyes ele Espaüa que estén Cllllli\'os, y ceda en
np(1I'jniuio del ';':,[éll]O)) .-Segunda Jel Sr. Capmany (primer molor de
esta ¡liscllsioa illl portante:) Itl}U J se l1cc[llrcn lIU[O) [0,:103 los malrimo-
linios (juu [os lllisluiJ:i conlrélig;m siu el eonsentimiento Il(lcion;:t!I).-
Tercera. de[ SI'. Oliveros: ((QllC l1(l111l se trate con los franceses sin que
))lll'imcl'o C\'élClICll la Pcnínsnla. n-Cuarta del 81'. Pere:, de Castro:
«(Que se est icm[a \lll decreto iutimando ú, lodo., los espaüoles h obliga-
))cicH! do IlO olJI:,leccl'las ('Jl'Jcmes del H\y, si se 1l0S presenLa roclüaelo
))lli3lus enelnig"-I, 1) "liS s8;:uacc"; y que se forme y circule un malll/iesto
)¡(lUü espouga y fll11l1e los del'cdJOs üe esLa getlerosa naeion en tim lle-
I)ligl'osas Cil'Ct1ilSlanl~ias. ))-Quinta del Sr. Jiu!!r: (¡{jugase entcl1ller al
))pucblo (lUf: las cúrles están obligadas y dispueslas ú, clcfentler ú, tollo
)) lrétllCC la integt'iLlaLlé independenciél de la monarquía)) .-Sestadcl se-
flOr Gallego: ((Dcc]úresc traidor ú. lo. p,tlriét ú, todo el que propague,
))pl'Oleja Ú o.pruebc) 103 :lccretos y proclamas qur: salgiln ú nombre del
IIrey, JJliUllll'as 11('1'Jll,lllCZUl ClJ poder ú lJujo el influjo elo Xapoleon.»


IlSdima, ¡¡nalmellle, la mia: ((Que V. M., como pocos dias hú' rati-
n!icú m Íulima alianza con laGl'ílu-Dl'etaüa, asimismo, y siguiendo el
))lalllbblo r:jem[l[o de lajunta central que, cuando se acercaba un de-
n"asl,dor rjl"rcito á las frágiles puertas de MaLll'ill (y aunque es lo
)Ino era necesariu, pues nnajl1sta, general y ~irnnlUll1ea revolucion lo
»)habia llecrelaclo mucho anles) dec:lo.rú solcrrllleIlleute la guerra á Na-
ll)lOleOIl, alwm qlle esliUllOS sobre el último borde de la Península, y
l)cuanll0 tal \"eZ so crecrú que Yamo~ Ú pr:re,;er oprimidos por el tiro.uo,
))ú ser, huyéndole, sumergidos en el Océano, declare y ratiüque una
)¡guerra eterna, no yo. solo al pérfido "'apoleon y su raza, sino ú, tOlla
))ía Fl'llncia misma y SllS coh1rde~ aliados; intimú'ndolos Je una vez
npará siempre, que jmnús oirú V. M. proposieion alguna de capitu-
nlétcion 6 acomodo, mientras FcrlUwdo VII con toda su real familia
Ilno S8,t restituido libre al seno de su nacion, desembarazada en todos
»sus puntos de bs fcroccs huestes que la mancillan.»


1l,\trc\'iL!o pal'eeerú' mi pensamiento á algunos; pero los grandes,
los inllomables p11eJ)103, Ú mayores reyeses, ú, más inminentes peli-
gros oponen m{Ls cntera constancia, mús osadéls resolueiones. Grande
es la causa, señur, y el solo tratarla no puede menos ele inspirar gran-
des ideas. Las quo se han manifestado "n este augusto congreso lo




84 DISCURSO CONTRA
son, no tanto por la santidaLl de los designios y la nobleza del valor
que respiran, cuanto por la solidez L1e las verdaues en que se fundan,
pues nacen y se uemuestran por las brillantísimas fuentes de la justi-
cia, de la cspcricnáa y de la poUtica,


))La justiáa, señor, no es más que la exacta propol'cion entre el
deber y su desempeño, Pero ¿cm'tl es el deber de los 1'cyes? ¿euál el
de los pueblos? Erigiéronse aquellos para que cuiLlaran de estos, pues
estos no fueron criados por cl imparcial cuanto omnipotente Autor de
la naturaleza para el servicio de ningun hombre, ¿Y quién ignora
que siendo todos iguales, pues constan de iguales (1 y ciertamente bien
miserables!) principios, las respectivas necesidades é insuficientes re-
cursos de cada uno les inspiraron á muchos la idea de reunirse, y L1e
oponer á sus comunes enemigos y males la conjunta fuerza é industria
ue todos, conviniéndose para recom:entrarlas y darles aülividaLl y
energía, en depositi.lr en una 6 pocas personas el saluuable ejercicio
del poder y derechos populares, conforme II los pactos y reglas que
voluntariamente establecieron?


»SacriOcaron, puos, las gentes ulla pequeña parte de su libertad
para oonservar tranquilos el resto; y prestando obelliencia á unos jefes
cuya subsistencia y respetos aseguraban, les impusieron la obligacion
ele dirigirlas al bien comutl, y do vclar y sacrificarse por ellas, Tal es
el orígen de la sociedad, En la tierra y cntrc los esr:al'mentaLlos hom-
bres nació: jamás ha llovido reyes el cieio, y es propio solo de los
oscuros y aborrecidos tt'ranos, de esas negras y ensangrentadas aves
de rapiña, el volar á esconderse entre las pardas nubes, buscando
sacrílcgarnente en el trono del Altísimo los rayos desoladores del
despotismo, en que trasforman su precaria y ceüidísima ilutoriLlad,
toda destinada en su establecimiento y fin ti la felioidad general.


))Bieu persuadidos de osto los españoles desde la fundacion de la
monarquía, han regulado la instalacioll y sucesion Lle sus reyes por
el solo santo principio de ser la suprema, la única inviolable ley la
salud del Estado, Así es que on Aragon se les docia al colocarlos
sobre el trono: Nosotros que cada uno de por sí, somosiguates á
vos, y todos juntos tlmy supcr/'ores á vos, etc,; y la corona Lle Célsti-
Ha no dejó la augusta frente de los infantes de la Cerda pal'él ceñir la
del príncipe D. Sancho su tia; ni el conde de Trastarnara fué prefe-




TODO TRATADO DE FERt'iANDO VII. 85
rido al legítimo suceoor D. Pedro el Cruel (de cuyos troncos descien-
den, y por cuya sucesion reinan los Barbones de España), sino por la
utilidad y exigencia pública, manifestada la decisiva voluntad de la~
córles, aunque débil representacion entonces de la soberanía del
pueblo.


))¿Quién es, pues, señor, entre nosotros el rey? El primero de los
ciudadanos, el padre de los pueblos, el supremo administrador del
Estado, responsable esencialmente á la naCÍan de sus desgracias y
desaciertos, y deudor á cualquiera súbdito de la seguridad, la justi-
cia y la paz. ¿Seria despnes de esto justicia que por llevar adelante
las funestas consecuencias de la involuntaria situacion lastimosa de un
príncipe tan inespcrto como amable, se perdiese la nacion española?
PreguIlto: representándonos en la mano de los destinos un peso equi-
librado, si cn un platillo se pano un hombre, y en otro veinte y cinco
millones de ellos, ¿á dóndc ~e inclinará la balanza?


))Jlás: aun prescil1llie~,lo de la justicia inherente á la naluraleza
de las cosas, y atendiendo solo á la que dan las circunstancias de los
sueesos, vuelvo á pl'eguntar: si en una dolorosa pero inevitable co-
yuntura hubiese de perecer un hombre á quien nada deben los pue-
blos, más que la compasion y el respeto consiguiente á su desventura
y persecuciones no merecillas, á trueque de que no perezca una na-
cion generosa que está her6icamcnte sacrificándose por aliviarle, ¿de-
beria esta perderse porque no dejasen de triunfar los caprichos, la
ignorancia (¡ la flaqueza lle aquel?


» j Ah! ¡perezca una y mil veces por la salud de su pueblo, á quien
le debe tanlo amor, tantas privaciones y tantas vidasl Y pnes á su
real nomhre se exige, tres años há, de todos los españoles que estén
siempre dispuestos á perecer antes que recibir otro rey; la inflexible
justicia pille á V. }I., por mis trémulos labios, que ya no se tarde más
en declarar de una vez que este rey mismo debe perecer, y ser 5a- .
crificado primero que concurrir á sacrificar con la más negra ingra-
titud tí la benemérita España, mártir sin ejemplar de lealtad y de
honor.


))Por esta misma resolncion clama, señor, la voz de la esperiencia.
~o hablo de aquella que es fruto de los acontecimientos de todos los
siglos, sino de la bija de nuestros propios sentidos; de la que siéndo~




86 DISCURSO COXTRA
nos más dolorosa, debe hacernos más impresiono ¿:\ qué Gil acudir á
la historia, cuando tenemos á la vista el mayor de los tiranos y el
más clóeil de los príneipes? ....


nSeñor; ¿ por cruó nos hallamos en este sitio, reducida la España
libre á tan estrechos rincones? Porque nUflstro jr')\'(m monarca, en el
lleno de su candor, besó la cadena con que un falso amigo le ataba,
y corrió preeipitaLlo ú pcnlerse creyendo ljue tal vez á su eosta nos
ahorraria tan lastimosa ea[ús[rofo. ¡ Ojal;'( llllbiera escuchado los me-
gos del puelJlo fiel, que preyiendo la triste suerte quo le 8speraha,
no temió ineurrir en 'u desagrado por l](leerse acreedor el su agra-
decimiento! 1 :\febles veeinos de Yitoria! ¡ IIcrúicll jJle])8 de "Iadrid,
reina de todos los pueblos! I CU{lllto de amarg'lll'a y d8 srll1gre os I~ost¡'¡
la respetuosa pero imperturbable cntercz~t eon qU8 os al'l'ojústeis á
detener el despeño de vuestro rey y de su régia familia I Dijo, seüor,
que iha á traernos la felioiclacl, y no volvimos ú verlc. ¿ Cómo habia
[le volrer del lago de los Leones, de ese avcrno donde no hay I'C-
dencion?


n Pero aun C111ntlo hnbiese vuelto ú nosotros, ¿ !in(' feliciL1ad podria
traernos (\e la mazmOLTa de la esclavitud) de la fragua de los frau-
lles, la impiedéll:l y la muerte'? ¿ Ka vió [oda la Ellrnpa empellado el
tirano comun en obligar ú FcrnaIlílo {l publioar que restituia, corno
si fuese robadll, una oorona que habia pasado á sus sienes Jlor la alJ-
dioaGion más cspOnUl!lCil y más jnsta? ¿ Ignora Y. -'1. lo lIno en el
palacio do AranjuPl pasó en su memorahlo rryolucion entre el asluto
Beau!wrnm's y el desengañado Cárlus 1 V, Pll cuyo ¡'lllimo pUllo m¡ís
el tedio ú los trabajos elel mamlo y sn decidida y antigua dütlje:wj(JJl ti
las materias privadas que el amor del mejor Ile los purblos, rcli¡Isado
solo por el enternecillo entusiasmo y simpúticit !,a~ioll al jll'lsc;;'uido
Fernando, antes víctima de sus cle3amomclos lladres que del IlS11rp,l-
dor amhicioso?


nTodn esto es eOllstante, señor; prro no Jo es ml'nos ú tollo el
mundo que esa serpiente de Francia rlerram¡'¡ la ponzoü<t r]8 la discor-
dia en el seno de la l'llmiJia reinall te , y (llle comprlí!', ú rsle inocentA
uordero ú despojarsr, de las hrillantes insignias eOIl que le balJian
allornado, no menos los derechos del nacimirnlo que la gracie~ll
eleGüÍon del pueblo; es decir, tollo lo mús sagrado de III sociúllad y




TODO TnAT.\Il0 DE FErrl'lA:'fDO VII. 87
de la naturaleza. (\ Cuanto me es útil se me vuehe licito (dijo Napo-
nleon); y pues me conviene la España, no cabe duda en que es mia,
j) Tal es la modestia do los tiranos: tales los títulos de los conquista-
)¡dores.


nLa constilllcioll y actas de Bayona serún eternamente la prueba
Mle esta verdad, y el más propio y peculiar adorno de los archivos
j¡ im pcriales tle Francia.))


nIIubo sin embargo un prelado españollmstante virtuoso y resuelto
para recol'llar ;l la nacion sus derechos, y demasiado ilustrado para
que no previese las miras y resllltarlo de aquel congre20. Hubo tam-
hien (¡licho Sl'a en obsequio do la justicia y para honor do la patria)
hubo ministros y srcretarios del rey que con agrado de su amo y COIl
noblc alegría tlel valientc infante D. elidas propusiel'on y recomenda-
ron el glorioso ejemplo de Leónidas, la envidiable muerte de Codro y
el conocido heroismo de Guzman el Bueno, vástago inmortal de los
antiguos reyes de Espaüa.


)) Celebn'¡se no oh:::tante afluel conventículo, y los magnates y ma-
gistrados que concurrieron (bien ajenos sin duda del precipicio que
les ocultaban las flores de los hulag'üeños Sinones franceses ..... por-
(lue si uo, i.. cómo hahrian vola(lo en pos de un delito e¡ c1esgraciu (lue
llabia de cubrirlos pcrpétuamente de dolor y yergücnza?) formaron
fuera LIc1 reino estas cúrLes esclavas que sancionaron la forzada re-
lluncia de unos derechos inenajenables en obsequio de un soldado es-
triwjero, para cuya exaltaeion derribaba un padre desnaturalizado {¡,
todos sus hijos y cles(;enc1ientes riel plausible poseido trono de sus
abllclos. ¡ Hasta p'lra esto hay congresos!.... Cuidado, señor,
i euillaLlo! que el estar juutos los hombres no impide que cada uno
leng'a su flaco; pues una lllultitud do preocupados y débiles no es
mús que HIla lllultiplicada obstinacion ó flaqueza.


)) y en vista de tan clamoroso, tan escandaloso suceso, ¿ hay toda-
vía algo de bueno que prometerse del inmoral BonaparLe, do ese
lllónstruO que de~t1c entonces m[lS descaradamente se gloría de tener
su ciencia, su religioll, SIl- política aparte: es decir, tan privativa y
o]'igimtl que d solo es su ley, su felicidad y su Dios?


)j Hesllelvo, pues, valerse de este mismo Fet'l1ando para cautivar á
sus indolllables libertadores; y encarnizada su rabia al ver cuán poco




88 DISCURSO CONTRA
ha conseguido en arrebatarlo del trono y sepultarlo en el interior de
la Francia, emprende la oSlldía de vestido de su librea, y volvirnrlole
á nuestros ojos odioso, arrancarle hasta del fondo de nuestros cora-
zone3, último, pero in vio labIo asilo de su inocencia, de sus derechos
y de su esperanza. Si le hubiera casado con alguna de sus antiguas
sohrinas, habria sido tan pasajero el triunfo como Sil efímera raza,
qlle ap3.l'eció hoy dia y no existirá mañana. Pero su orgullo aspira á
perpetuar su memal'Ía en las inmensas usurpaciones de la embrute-
cida y ensangrentada Fl'ancia, y para consegliirlo tocante á España,
viéndose y,l enlazado con las primems casas de la Europa, forma de
estos dorados eslahones la pesada cadena con que ha de atarnos) im-
poniendo á nuestro mismo de.;;graciado monarca la dolol'Osa necesidad
de echárnosla con sus propias manos al cuello.


))Sustituye á una aventurera de ~lartinica una hija del emperador
de Austria, y aquel antiguo imperio, que tantos agravios tiene que
vengar en la nueva dillClslía francesa, se halla comprometido al bár-
b3.ro empeño de consolidarla, envileciendo más y más ú sns imbéciles,
pero todavía veIlenL1lo'l sellores. Tal es el mecanismo ele ][ls ideas y
operaciones de Bonaparte; aquí estll la usurera enmienda del malo-
grado plan primitivo ele su rastrera política, y arrní es, señor, donde
deben brillar los aciertos de la venbdera y sublime de V. M.


nEn vano se lisonjean los que pretenden limitar su justo resenti-
m:ento y enojo á la persona y familia de este Atila moderno, y espe-
ran que algun dia, vol viendo la Francia en sí misma, 1 e aborrecerá
pal'a amarnos, le destronará para exaltar á nuestro idolatrado Fer-
nando. i La Francia amiga de España! i Qué caprichoso delirio I Dcsdr,
que las dos naciones existen, ban sido siempre ri vales; la recindad lo
exigía, y habria mucho hit sucumbido una de ellas si el poder físico
de la una no hubiera sido constantemente, aun1lue con fortuna varia,
contrapesado por la fuerza moral de la otra.


nGuerra eterna; guerra de sangre y muerte contra la pérfida
Francia: antes perecC'!' mil veces que capítular con ella. Si hemos de
dar oídos á sas insultantes cuanto falsas promesa') , i que vcinte bom-
bas caigan ahoril en este salan y nos aplanen á todos! .... ¡.\Ialhacla-
dos asilos del heroismo, Zaragoza, Gerona, Ciudild-Rodrigo! ¿ Por
IJu6 no os sepuILi'lsLeis bajo de vuestras gloriosas ruinas ante~ que ~ll-




TODO TRATADO DE FERNANDO YII. 89
frir la l'abiosa afrenta de ver entrar triunfantes por vuestras calles, y
atropellando los palpitantes cadáveres de vuestros oprimidos, pero no
espantados defensores, á esos cobardes Brenos que no habian osado
presentárseles en los combates?


)) l Señor! Sea la Espafla toda otra N umancia ó Sagunto, y vere-
mos desdc el empíreo si estos impíos espíritus fuertes se atreven á
pasearse tranqtlilos por la silenciosa morada de nuestros tremendos
manes: pero (¡necio de mí!) ¿ cómo nos hemos de ver reducidos á se-
mejante trance, cuando nuestro denuedo se apoya en la poderosa
alianza de la Gran-Bretafla, en la inagotable generosidad fraternal
dc la Amét'Íca y en los sagrados aerechos de todo el género humano
y nuestros constantes y redoblados sacrificios, última tabla del pre-
sente mufragio de la libertad del hombre?


))Los mismos principios que n05 constituyen enemigos natos de
Fran(jia, nos ponen en la dulce obligacion y necesidad de ser eterna-
mente aliados de la Gran-Bretaña, único contrapeso capaz de equili·
brar la enormc preponderancia del impe]' io francés, que como un3-
inmensa montaña oprime ya todo el continenle ele h Europa. Por
otra parte, cuanclo nosotros nos vimos acometidos y casi opresos,
cuando sentirnos [tIlles que el amago la herida, ¿ quién se acordó de
auxiliamos? ¿ No fué sola la Inglaterra, esa poderosa, esa gener08:1,
esa sábia socieda(l de hombres libres? Su generosidad la movió á
compasion de un pueblo tan valiente y leal como el nues[ro, y su po-
der la ha presentado sufieientes recursos ¡Jara sostenernos de mil ma-
neras, y mantener todavía dudoso el éxito de lucha tan desigual. Mí
es que mira Inglaterra como suyos nuestros peligros.


)) ¿ Quién podrá pues eludar ele (Iue no continuará protegiénelonos
sinreramente con eS[!'aordinal'ios esfuerzos? Repútese enemigo nues-
tro al que nos indujese á desconfiar de la estrecha amistad de la In-
glaterra. La Inglaterra ha visto, señor, por la esperiencia de un si-
glo, que los inagotables metales del Perú y Méjico han pasado por
nuestras manos, como por un insensible canal, á la Francia, y que
todo nuestro poder se ha convertido en formillable arsenal contra
ella. ¿ Y querremos que en caso de tener la menor condescendencia
de los enlaces que podrian hacerle firmar á nuestro amado Fernando,
no procurase la Gran-Bretaña vengarse justamente en nueslras ricas




90 DlSCURSO CO~TRA
Américas y en todo cuanto nos pertenece, esa tierra de proruision
sin la cual ya nada valemos ni somos?


»Sin pensarlo me hallo, señor, en mi patria ospncial. Pnro ¿ cómo
he de olvidarme dellugm> de mi nacimiento, si el Espíritu Santo mo
dice: Rene rae loco iUi. in qua na!ns es? l Cuán lamontahle es su
estado! Aclos hostiles y sangriontísimos; escenas lan lr{lgicas é irre-
pambles como la del !Jos de J[aya en Ma!lrid; ejeeuciones horribles
en personajes que no há mucho eran sus ídolos; guerras eiviles de
pueblo á pueblo, llamando los unos esclavos á sus hermanos, detes-
tando los otros eorno t!'aidores ú sus propio.'] padres, é invocllndo
lod03 el augusto nombre de Fomando VII para (lnrramar sin motivo
ni objeto hl escasa y preciosa sangre española, esa rubicunda sangre
en cuyos torrentes hllbíamos pensado ahogar la perfidia y altanería
francesa.


II Tal es la situacion dolorosa de algunas provincias de Am6rica.
Yo pregunto, señor, ¿ de dónde procede t11 imitarion? ¿De dónde ha
de proeeelur sino ele esa multitud de cstranjcl'os quc contra la rigurosa
proltibiciol1 de las s:íbias leyes de Indias (jamás obsenadas sino en
lo que presentan de Ollioso) S8 han establecido en aqucllos pLiises para
sembrar la discordia, y aprovechúl1Llose de las divisiones doméstieas
atraen al partido ele sus respectivas naciones cuantos personajes y
familias pudieren?


llNo han faltado muchos entre estos, que tal vez vibrando los (lar-
dos de los sofismas polítieos, tal vez abmando del favor y elel nombre
de los gobernadores enviados ti osas remolas provÍIwias, las han que-
rielo iniciar en las profanas no\'eclaeles elel catecismo de la indolencia,
\'cngLinza é irreligion. A vanzáronse hasta predicar la tolerancia !le la
¡nf,une raza de nonap1rte sobre el trollO rle San Fernando, y horro-
rizados Liquellos mturales con tan escandalosa propuesta, que lal vez
se les hizo r.:omo espres:on elel gobierno de la metrópoli, gritaron to-
rios Ú llna : « l\Iomentáneamente nos separamos, no elel gremio ele la
!lnacion española, no de la vener:.tcion ú la madrü patria, sino de los
II proYisiOt1ales gobiernos que la dirigen con tan varia y éUTiesg,llla
llSUel'tc, porque tcmcmos que plisando nuestra obediencia ¡Jn unas
II manos á otras, acaso segun la inevitable vicisilml de los sucosos
)) llUlllauos y la yolubiliLlael de la fortuna, tan fugaz en la gncl'l'a,




TODO THATADO DE FEl\:'iA\DO nI. 91
))cn.ign.mos n.l fln, y sill poder remediarlo, en las impurus de los
))franceses, torlavía empctpadas en la inocente sn.ngrc de nuestros pa-
n elros y hermanos. ))


)) Esto han temido, señor, las di3irlentr:s provincias de América, y
yo no digo con el derecho de inviolabili(lall que V. JI. decretó á 10'\
ruprcscnlluitcs del [llwblo, pero con salo lener una lengua en lLL boen.,
me hallo suficientemente resuelto y autorizado á decir que, si seme-
jante temor Illlb!e,e sido fllll lhl do , serin. su conductn. plansible; por-
(Ille la A:n(~rieJ, toda, ~cílol', anles se sUi11crgirú en ln.s cn.vcrnas tlel
mar, como en otro tiempo la isla dl~ Delos, y postüriol'mente la
gnmle :\ll:'tnlida, qlle l'el~ihir el yugu ele es le tirano, que ha degra-
dado ft Sll rry, asobtlo h sn patria y profanado su religion. Para (;SO
lictlo el Au(;ro-}Illl1l]O un FCl'ilaI1l10, y este posee en aquel un trollo,
(L llolllle no n.Icn.nzarán los tiros de su enemigo mortal.


Ill3ien pncLle Napoleon onviar emisarios ú Porsia, persuaLlido que
donclú ellu~ pellolran ~o a])]'(;¡] las puertas ~L sus ejércitos; pues Filipo
de :llaccdon;[l ha oIl~eíiado Ú loo cOllqui>,taLlores tlel antiguo mundo
IJlW desde qllo la plaza m{ts fuerte arista lln asno cilrgacln de oro, to-
das ,us mnrallas se 11csrnnronan y yan ú ticrra. Pero en América,
pa! ria de la ii(lelidarl y (lel oro, no hallar:'lll los apústoles del protedor
del ,Índaismo u~rlt acogiila que la que b,Ul esperimen!aclo yn. lus lemo-
rM'ios (Ino éLrrillaron {L In. lIabana, Cal'll.CéLS, Bueuo:3-Aires y Filipinas.


))Aeaso en 1111 acto 11e su fariosa epilepsia cn.rr{l el eorzo en el de-
lirio de cmiar escLlculras contra la Arnériea. Pero ¡ah! Neptuno en-
lonces, clrsearg:'ll1clole nn duro golpe con su tridente, «( Jlliserable
))so}Jrano ((liria) : tú que pisa, osado mi imperio, siente el fimni-
))dable effcto de mi indl!¡l/acúm subc)'ana.)) Y como el Coloso lle
UOllas, se sopultarin. en los abismos del mar el gig'ante orgl1lloso.


nJTahlamlo L!e n.SUlltos grandcs es necesario hablar con grandeza.
No abogo, señor, aqní por la causa ele España; y no porque Españn.
de.ie de ser dignísillla ele que el mundo entero hable por ella, sino
porque en I'sta CLlUsa se yersan los intereses y los derechos de todos
lo" lwmlJres; y así, aun cllando el teatro de estos sucesos fuera el
Japoll ó Laponia, miraria yo su fayorable ó adverso éxito como muy
llIio pl'Opio : /Jomo sllm, lwmani nihil it me alienum pulo.


))La suerte del género lJUl1lano pende actualmente ele la Europa;




92 DISCURSO CONTRA
la de Europa de España; la de España ele la sabidurfa y firmeza de
estas córtes estraordinacias; y si la nave del Estarlo zozobra) la úl-
tima tabla que ha de salvar á las córtes) á la patria y á la humani-
dad) es la América.


)) Es preciso, pues, que no olvidemos que los cetros pasan de lme-
blo en pueblo, segun la iniquidad va or;upando el solio de la .iusticia.
Estoy en un congreso católico; ¿ por qué he de avergonzarme de ha-
blar católicamente?


))En vano buscaríamos hoy los antiguos imperios: ¿dúnrle están
los egipcios, los babilonios, los medos, los persas, los macedonios,
los sirios y los romanos? i Ah! donde á vuelta de poco tiempo estarán
los franceses y sus ejércitos, su saber y su gloria. Todo lo flue nace
muere: todo se disipa y elesaparece; solo snbsiste la verdad, que es
eterna; y de la verdad se derivan los derechos del hombre, las obli-
gaciones de los monarcas y la responsabilidad de los jueces que se
sientan á decidir del destino de estos y aquellos.


nHacerlo con imparcialidrtd y decoro, es el primer principio de la
jastida universal; y V. M. faltaria criminalmente ti ella, si desenten-
di6mlose de sus preceptos, ohidando la propirt esperiencla, y despre-
ciaI1llo las máximas de la sana po{(lica, dudase siquiera un punto en
declarar derna guerra it la Francia, cerrando (como la avisarla ser-
piente á los encantos del mago) los oidos á cualquiera proposicion
que nos haga, mientras sus tropas no evacuen el territorio español,
y Fernando VII sea restituido á su trono libre de toda conrlieioIl,
tratado y pacto; pues todos son sospechosos y nulos, corno hechos en
la cueva de Polifemo entre un inocente cautivo y un envejecido tira-
no, euyo lenguaje es seduccion, sus ofrecimientos disfrazada amena-
za, y SIl mayor generosidad la dilatada muerte de sus enemigos.


nPrescimlo del divulgado matrimonio, no porque (como alguno
ha dir;ho) sea su validez superior á la esfera de las facultades de este
augusto congreso; pues para castigar al malvado con su misma mal-
dad, no hllbria más que aplicar ú Feruamlo la ley do que Napolcon
se valió para anular el casamiento de su hermano Gerónúno con la
americana Patersson, para luego ingerlarle en el árbol de los reyes
de Sajonia.


llApenas hay quien ignore que siendo el matrimonio uno de los




TODO TRATADO DE FERl\'Ai\DO "J[. 93
contratos civiles, y pudiendo los soberanos lig'ar el valor de estos á
cualesquiera condiciones honestas, no es ajeno de su autoridad el
poner impedimentos dirimentes al matrimonio; pues necesariamente
ha de ser este un contrato válido para poderse elevar á sacramento.
DAjO aparte el examinar si en Francia bay matrimonio sacramental,
porque aunque me seria muy fácil probar que no, es justo no moles-
tar más tiempo la ocupada atencion de V. M. con inútiles 6 no nece-
sarias reflexiones.


))Repasen pues los franceses el Pirineo: venga Fernando YII como
salití; detestemos para siempl'e al encarnizado perseguidor de 103
augustos Borbones; ojo alerta con las lisonjeras arterías de Francia,
risueña mansion de tigres; y todo, todo está concluido. Para esto nos
desvivimos los diputarlos de la nacion; para esto el respetable pueblo
español ha jurado morir y aniquilarse mil veces antes que retroceder
un paso en la espinosa carrera de su árdua empresa. ¿ Quién podl'd,
arl'edrarle por el tenlOr?


)) ¡Pero qué espuesta se baila su candorosa generosidad II rendirse
á las persuasiones, á la compasion, al respeto! Crea V. 1\1. quc quien
le lisoujca, Ijuiere perderle: en el arte de los engaños somos niños Jos
españoles, y tOlla la sabiduría de V. 11. será infructuosa, será nin-
guna, desde que olvide que las habemos con el refinador del maquia-
velismo, con el padrc dc los ardides cuyas lecciones recibirian ad-
mirallos los Ulises, los Silas y los Mahomas.


n'fema V. M. y prepárese aun para lo que parezca imposible .....
Habria, señor, ctírtes contra c61'tes, como hay autores que defienden
opiniones comunes c<,mtm comunes. Y ¿qué resultaria flnalmente? qne
el mismo FCl'llando \'11 sin saber lo que se hiciera, 6 tal vcz n? siendo
nalla (porque suplantarian su real firma), nos haria esclavos misera-
bles de los franecses. Y entonces ¿qué dirian, señor, los varones sen-
satos, y aun los labradores sencillos en quienes no se haya estinguido
del todo el luminoso instinto del bien, ni el innato amor á la libertad?
¿Qué dirian los valientes suecos, que desde los estl'eehos rincones de
sus pantanosos bosques, han desafhido al poderoso Alejandro, com-
prado con la molicie para instrumento de la presente destruccion de
sus animosos vecinos, y de la inevitable ruina futura de su mismo
imperio? .....




91 DISCURSO CÜ'iTRA
n ¡Funesta insnfkieneill de los rprmrsos hnmllllOS! :\1 nuevo Poro,


Gnstavo IV, le hll faltado por fin su pueblo; y al infatigable puchlo
e~paüol dicen que empieza á f;dtarle F"l'l1:tndo VII"", Pi'ro pal\L 8S0
consena la P¡'ovillencia las inconrjuistalJles islas brilúnicas, asilo de
l,)s elüsgraeiados, pero pundonorosos reyes: para eso los libres y hon-
¡'lldos castellanos tienen Américas; y los americanos haceu alarde ele
~\l fratel'LllLlbimo [tlnor, olJseencrltíJ llOspitali,laLl é il imit,ula filautropia,


»XO es llegado toLlll"la, sellor, el doloroso 1fI0111rn[o (le srpal'ar-
IIU] Lle Troya con lúgrimas ¡Je pieclad en el 1'0:;11'0, lJCI'o cOilül segmo
c(jn~urlo en el pecho dA yolver Lien pronto dr nlle,stra llwjoratla Ilalill
ú besar las J'escllladas tumbas de nuestros parlres, y lIemr la espada
y el fuego ele la venganza á las soberhias c(¡rtes cl(~ estos ¡Jesa¡¡iacla-
dos Aquiles y Agamemnolles, P(1rÍs y PeLrrsbllrgo, ¿Üll(; dirian de nues-
tra prematura retiracla esas nobles pI'O\'illc:ias , más viGlOl'iosas mien-
tras mús desoladas? Pero ¡ay! ¿cuánto mús tendrian dor¡llé qnrjarsc,
si hubieran de ser wndiclas Ú llll rellcoro~o y vil cnemigo, ú cuyos
ojos 01 mayor mérito es músmotivo de pcrsccllcion y (le ;::añil?


» Todo yo mc trastorno cuando imagino qnc haya n:1 solo espa-
fiol qne consienta en entregar atadas con un infame tralado ú esas
ltcróicas poblaciones Llel Ebro, antemurales Ürl la itll1cl'cl1L1r!lf'ia espa-
flola, Llande trwtos ej(\rGÍtos de \f,ncetlnres ¡Jo Austerlilz y Jena se han
estrellado COil10 las yallllS espumas en jos pl'lIllSCOS., .. ,


n¿c;s o,:;to el premio qne el heroísmo espera de la gratitud caste-
llana? ¿para esto se ha uerramaLlú tanlll sangre inocente? ¿p(1ra esto
sacriflcamos tantas preciosas YÍctimas'? ¿para Asto se han llec!lO corno
ú porfia tan las viulbs y huérfanos? ¿eon que les jlrivaremos lwsia del
santo l:opsuclo de llamarse m{lrtircs rIel pnJriolismo? ¿conrertircl1los
con nuestm ignorilnlc (¡ Mbil cOlllle;::ci'lltlcncül en villano::: y traidores
é ilTeligiosos Ú tantos cspatriatlos lllilgnates y padres conscriptos, ú
tantos laurea(los campeones, ú tantos sahadores ele! cnlto de nuestro
Dios? .. , ,


nJlalditas sean entonces las victorillS de Bailen, Talavera y Ta-
mames; bórrense de la memoria de los palriotas los oLliosos nombrcs
de Tortosa, Valencia, Badajoz y Cádiz; Cllvernas entonces de obslina-
cion y rebeldía, no ya a!cúzares como hasta aquí gloriosísimos de va-
lar, de lealllld y de rcligion.




TODO TRATADO DE FEIl:'iAI'iDO VII. 95
))Seüor, señor, ocúpese V. M. esclusivamente de tan importante


como difícil materia. Decl;irese en ses ion pcrm:illente hasta su feliz
condusion. Padl'es de la p'ltria, ¿por flllé no hemos de trabajar sin
cesar por tantos millones de patriotas que no cesan de combatir más
bien por nuestra felicillau que por la suya propia?


))Pensacllo que por esta misma patria hicieron en más apuradas
angustias los Pelayos, los Cieles, los Íñigos y Jaimes; y tened enten-
elido que á eso y á mucho más somos hoy obligados; pues gozando
ele los mismos derechos, tenemos para más cargo el estímulo de sus
ejemplos y las IU0es ele nuestro siglo. He dicho.))






GUTIERREZ DE LA HUERTA.


Solian deeir los amigos y parciales de Gutiel'1'ez:
de la Huerta que cuando hablaba sobre la legislacion
ó sobre la práctica de los tribunales, era un Ciceron.
Leidos hoy sus discursos sobre aquellas materias, á
cuya discnsion tenia realmente una aficion marcaJa,
solo pued(~ decirse que era un jurisconsulto profun-
do, un entendido y prúctico abogado. ¿A qué debió,
sin embargo, esa gran repuLacion de orador que alcanzó
entre sus contemporáneos, y que ha llegado hasta nos-
otros aumentada por la tradicion y por el tiempo? Ya lo
hemos il1L1icado en otra ocasion: Ú 1.:1, falta de verdaderos
oradores <le parlamento; al carácter pacífico y académico
que resaltaba en los éÍebates de las eórtes de 1810, en
las cuales sobresalia y fijaba la atencion del público el
diputado que peroraba con algun calor, y que se espre-
saba eOl! faeilida(l y desembarazo.


Acostumbrado Gutierl'ez de la Huerta, como uno
de los ab0ts'ac1os de más crédito, á hablar ante los tribu-
nales, hízose notar pronto en aquellas córtes por sus
improvisaciones y sus réplicas, hechas con fácil locu-
cion, sueltos ademanes y entonacion de estilo.


Fué Gutierre% de la Hue1'11l en los primeros tiempos




93 GUTlERREZ DE LA HUERTA.


de las córtes de Cáaiz, uno de los oradores que trataron
de ctsputar á Argüelles la pahua de la elocuencia y de
la popularidad; pero notablemente inferior en l::l.S artes
de la oratoria, desistió de su empeño, y dedicóse á or-
ganizar un partido ael que se nombró, ó le nombraron,
jefe y director. Este cambio de posicioll vino á reflejarse
inmediabmente en :sus ideas de tal rno(lo, que el liberal
exagerado, el apailionado reformador d(~ HHO era ya en
el año siguiente el encarnizado caudillo del bando reac-
cionario.


Desde que por de apecho ó por cálculo hizo tan 1'c-
perüino cambio 811 su conducta política GutieJ'l'C,7" de la
Huerta, viósele incansable y tenaz oponerse á cuantas
innovaciones proyectaban los liberales, disputándoles el
terreno palmo á palmo, y flescoacertándoles algunas ve-
ces, no con su elocuencia, porque en verdad no era mu-
cha, sino con la lógica irresistible de sus peroraciones.


Metódico en SU'l ideas, claro en sus argumentos, ra-
ciocinador hábil, discutidor profundo, sus discursos, frios
como la lógica, gr:1\'es y acompasados como el racioci-
nio, no conmovian, pero ilustraban; no entasiasmaban,
pero pe:'suadian. Aunque Cutle/'re:::, de la lllleJ'ta tenia
facilidad para espresarse y no carecia c1e ingenio y de
instrucclon, faltáhanle much,ls dotes para ser un orador
perfecto y pasar á la posterichd como modelo en la elo-
cuencia parlamfmtaria.


Declamador poco profundo, na¿h, verboso, fueron po-
cos sus discursos y sobradamente cortos, habbndo casi
siempre incidentalmente, y como haciendo alarle de su
autoridad y suprem:1cÍa para encaminar por donde le
acomodaba el curso rle las discllsioues. Toda la illlpor-
t:mcia de aquel diputado provenia de su espedicion en
los trabajos legislati vos, alcanzando grande influencia en




GUTIERREZ DE LA HUERTA. 99
las ~omisione8 principales por el buen criterio con que
orilhba las dificultades.


Como por lo regular solo tomaba parte en los deba-
tes sobre puntos de derecho, organizacion de tribunales
y formalidades de los juicios, con dificultad se encuen-
tea en sus peroraciones una frase leva!ltaela, una idea
desl urnbradora, una imágen poética, un arranq ne ora-
torio.


Entre sus discursos, que tienen más ele disertaciones
académicas, de alegatos forenses, que de arengas parla-
mentarias, no se halla uno siquiera que por su intencion
y por sus formas pueela acreditarle de orador sobresa-
liente, de discutidor elocuente y arrebatado.


Fué sin duda notabilísimo, y así lo hemos visto eali-
ficado en resefias y flpuntes d0 escritores contrarios en
polítiea al orador de quien nos oeupamos, el que pro-
nUllció en defensa de los sefiorÍos jurisdiccionales, sin-
tiendo IlJ podcr copiarlo al pi0 de esta biografía, por la
imposiLilidad en q He se vi~ron los taquígrafos de orde-
narlo en sus notas y reproducirlo con exactitud, á causa
de la velocidad con que fué pronunciado y de la enfer-
medad del autor, que le impidió corregirlo.


El que como nosotros se haya entretenido en leer
todos los discursos de los legisladores de 1812, habrá
notado tal contracliccion de ideas y de principios políti-
cos entre los primeros y los últimos tiempos de la dipu-
tacion de Gutierrez de l(t Huerta, que no dejará de sor-
prenderse de tan repentino cambio, de tan brusca evo-
lucion. Solo el despeeho, como ya indicamos, de no
hab(~r podido alcanzar entre los bulliciosos espectadores
de las galerias una popularidad su perlor á la de Argüe-
lles, (;arcia HelTeros y otros corifeos del bando liberal,
pudo contribuir á que el diputado por Búrgos se mostra-




100 GUTIERREZ DE LA HUERTA.


se tan realista, tan ultramon:"lllo, tan reaccionario en sus
últimos discursi)s contra las pl'erogativas ele las córtes,
en d{~L~ll'n ,Iel VC\t:J de S:wtiag-o, de la, eontinuacion del
Swt" Okiu y oti',):j asu:1tos pal'eci(lus, sill :lcordal'se de
lubl~l' scnLulo al principio de la legislatura entre otras
máximas demoerit",icas, las siguientes: «Elre!J es 1'e!J p01'
la volunttul de la nacton.» y lllÚS adelante, atacando la
régia prerogativa, consignada en la constitncion, de
proveer el monarca todos los emplcos civiles y milita-
res, decia: «La razon que tengo es la desconfianza que
tiene y ha tenido b nacion y que ha debido tener (le los
anteriores empleados; porque hasta aquí el rey ha, sido
árbitro en dar los destinos. ¿QuereIlH'S conCe(1e1' al mo-
narca un poder que sea infInito para hacer el bien? Crco
que esto es lo ciue quiere el congreso, y yo soy el pri-
mero á convenir en ello; pero concedáse le de modo que
no lo pueda convertir en daüo del Estado. Siempre y
cuando se den al rey facultades absolutas para elegir á
los que se le antoje, es muy probable que convierta ese
poder en daüo de la nacion. En adC'lante no clelJe tencr
más, facultades q ne laR que necesita para pl'OpOreiOlJal'
el bien del Estado. iYo debe perderse de vistn que ell'ey
es para los pueblos y no los ]Jlleblos parn el '}'{~y .... )


No usaban un lenguaje más antilllonúrquico 103 más
fogosos liberales de aquellas cÓl'tes.


Terminada la discusipll del código, de cuya comision
fue inclividuo, y vienclo derrotado su partido y más pro-
bable el pronto regreso ele Fernando, se aUS(~IÜÓ repen-
tinamente de las córtes para marcar llJás con )iU ausen-
cia su protesta y oposicion á las reformas que sc pl'aeti-
caban.


Al disolverse el congreso de 181;~ por la v()luntad so-
berana de Fernando VII, justo y natural pal'ecia que, al




GUTIERREZ DE LA HUERTA. 101


paso que se castigaba con encarnizamiento á los liberales
reformadores, se premiase con largueza á los apasiona-
dos defensores de la monarquía absoluta. Gntierrez de la
lflle1'ta rué uno ele los agraciados con la fiscalía d81 Con-
sejo ele Castilla, üe"tino á que era muy acreedor, no por
su tardío y sospcehoso m0'1arquisl110, sino por sus bue-
1l0S y anteriores Fiervicios en la magistratura, por su
gran prüctica en los negocios y por sus justos y mereci-
(los titulos de profundo .i urisconsulto y de hombre ilus-
trado.


Discurso en defensa de una proposicion para que ciettos
negocios se tratasen en junta, de ministros.


((Scüor: por car{li:lcJ', [lUI' convencimiento y por esperiencia soy
enemigo d!.] lacIo minislro; tolo lo que sea darles unas facultades ili-
mitadas, ns para mí lo mismo (J110 dool'etar la ruina de la patria. Pa-
nel' 1111 [1I)(lel' ilimitado en manos ele lIn hombro que puede abusar de
61, es hacerle efectivamente malo, y ponerle en una tentacion de que
no se plleda librar. Para mí, señor, no hay Ull ministro íntegTo en
el mundo ell el llcr;ho que no quiera sujetarse al parecer de otro; por-
quo OIÜ'J:WUS os claru que no 113sea el bien ~ino que ama la arbitra-
I'ieda 1, Y pmtrmrle dar ú todos los negocios el üaráctrr ele sus pasio-
nes: Ll2 modo que yu s¡Jlo tendré por !llenos injusto al que menos
rehuse sll,ietarse ;'\ las restricciones qne las leyes le imponen.


»PilI'IIJ de e,te principio para decir que el pl'Oyeoto de la comísion
tielle en mi enl"llclcl' tolla la justieia qne cxige la salud de la patria:
pOI'l¡ue su único objeto es jlonel' márgen ú esas voluntrrdes capricho-
sas de ]0,;; ministros quc han decidido dc l:J. suerte del reino estos
treinla (¡ eunrenl.a aIlDs últimos. Seilor, se ha objetado que lajunta
que so va ú eslahle¡··'j[' destruirá el poller dol ('onsejo de Estado, y li-
mitará el rIela reg·p,ncia. Yo siento por lo contrario la [Jl'oposicion si-
gniente: siempre que los ministl'os queden libres PaJ'¡l hacer ó no la
couslllta al rey, dejarán de existir el consejo de Estado y las córtes ..




102 DISCURSO EN DEFENSA


yel rey vendrá á ser un esclavo de sus ministros. Voy á pro-
barlo.


llPor el órden establecido antiguamente, la ejecucion de las leyes
estaba distribuida en varios tribunales, y el poder supremo residia
en distintas comisiones. En los negocios que se estimaban guberna-
tivos entendian el Consejo de Castilla y su l~ámara, y tenia negocios
conocidos. Teníalos tambien el de 6rdenes, el de Indias, el tribunai
de comercio y moneda y otros tribunales que antes existian, y ahora
quedan suprimidos por la constitucion, pues que no habrá más que
un supremo tribunal de Justicia y el Consejo de Estado. Por consi-
guiente touos los negocios gubernativos que iban á aquellos diferen-
tes tribunales, pasarán ahora ó al consejo de Estado ó á los mi-
nistros.


nSupongamos que van á los ministros. La forma antigua de exa-
minar estos negocios era distinta: unos los despachaban los tribuna-
les por si mismos, y otros prévia consulta con el rey: otros disfruta-
ban de las dos nuturalezas, ó se despéwhaban por las vias reservadas.
Las vías reservadas se inventaron para quitar el conocimient.o á los
tribunales, de milnera qua esta forma ele despachar los minislros por
sí solos dí6 el último golpe á la libertad del reino . .No se diga que
esto fué por falla de los reglamentos. A pesar de ellos y de su sabi-
duría, ningun negocio se despachaba si no era avoeado por el minis-
tro. Mandado estaba que el Consejo de Castilla entendiese en el ramo
de baldíos, concesion de terrenos, institutos religiosos, etc., etc., y
jamás iban á la cámara estos negocios si no querian enviarlos los
ministros ....


n No acabaria de referir la multitud de negocios que estaban adju-
dicados á los tribunales, que jamás iban á ellos, porque los minis-
tros se los reservaban para hacer el uso que mejor les parecia. Pues
si ahora se les deja este paJel', para lo sucesivo no enviarán más ne-
gocios al Consejo de Estado que aquellos que sean más odiosos y
que puedan comprometer su responsabilidad y opinion; pero todos
los demás en que tenga interés en despachados, ¿crce Y. JI. que los
enviará? No, señor; porque no habiendo dieho V. M. que el Consejo
ele Estado haya de eonOl;eL' ell; tales y tales t1l'goeios determinada-
Ill'.mto, ser<Ín ¡j,rhilro' los minisLros en dirigir los negoc:ios qlll) les




DE C:\A JUNTA DE }IlNISTROS. 103
acomode al Consejo de Estado, y solo en ellos oir su dictámen. Esto
exige la naturaleza de las pasiones humanas; y mucho más las de
los ministros, cuya ambicion es como una hidra, que cuanto más se
le da, menos se halla satisfecha.


La espericllcia nos ha hecho ver que las vías reservadas han sido
la desolaeion del Estado. Si S8 ha conservado entre nosotros algo de
cal'áder nacional, creamos de buena fé que no ha dependido del go-
bierno ministerial, sino de lo que han trabajado los tribunales cole-
giados, [¡ue eonservaron ciertas sabias rutinas que mantenian el
órden Ile los ncgoeios. Las vías reservadas hoy dicen negro, y maña-
na dicen blanco; hoy bueno, mañana malo: esto es lo que haeian las
vías reservadas; por euyo medio han desaparecido de entre nosotros
nuestras venerables costumbres, la sinceridad, buena fé y homadez
que tanto ennobleció al carácter español.


))Digo que no pueele haber ConsAjo de Estado si no se quita esta
funesta inOuenria ministerial. V. M. ha dicho que en los asuntos de
paz y guerra, cte., sel'ú oido el Consejo de Estado por la regencia;
lllUS 110 lla señalado los demás negocios que tocan á este Consejo. r
¿(',nAntas recrs se ofrrer,fú en un siglo haeer tratados de paz y de
suhsidios, y deelarar la gl.lcrra? ¿Para [¡ué se habra creado un euerpo
llumeroso eonstitucional, Ull cuerpo de quien se dice que pende la
f'al\'acioll de la ¡mlria, si la constitlleion no le da más oeupaeioll que
lct (¡tle C¡:1Íeran Ji.lrlc los ministros, los euales si no quieren solo ten-
dril que harer en diez años tres ó cuatro ncgocios ... ?


)) ¿ Es este el fin que V. 1\1. se ha propue"to con este estableei-
miento? V. JI. le ha LIado nombre, pero no facultades: no ha dicho
que habrá asuntos que no se puedan resolver sin la consulta de est'e
Consejo de Estado, ni ha dieho euáles eran, ni ha deslinrlado todas
sus atribuciones; y mientras no lo haga, triunfará el minislerio de
esta corporacion, y de las inteneiones de V. JI. Si queremos evitar
este inconveniente, es necesario establecer una línea de dernarcacion
que separe los negocios; porque el Consejo de Estado no puede exis-
tir si no se señala en los términos más preeisos la potestad de los mi-
nistl'os que pueden abusar de la confianza del rey.


))Por otril parte, ¿cómo es posible que tantos negocios que antes
ot.:lI jlaball las luces de distintos trihunales, sean ahora bien despacha-




104 DlSCURSO EN DEFENSA


dos por un hombre solo? ¿B,eposará tranquilo V. M. en este punto
confiado en que Ull ministro, jefe en su ramo, coja un espediente que
solo ha sido examinado por un oficialito criado entre vidrieras, y sin
más exámen que pasar por las mllnos del mayor en la secretaría? No,
señol', no es esle el modo Je asegurar el aeierlo. Podrá suceJer que
llegue el dia en que no sea así; pero siempre estaremos un uescon-
fianza. No es esto para lo que se ha reunido V. M. La nacíon qniere
que se establezcan las bases de su felicidad, y que hayit segnridad pú-
blica, borrándose de la memoria Je los hombres las injusticias que
hasta aqllí hemos sufrido.


»Vuelvo á decü', seüor, que no pueJe salvarse el reino si Y.;\l. no
señala las facultades del Consejo de Estado; no hablo para las circulls-
tancias del dia, en que todo es bueno, porque hay pocos negocios,
sino para cuando tengamos nacion y las co,as mel van ú su calma:
digo que en el dia todo es bueno, porque las provincias, ú están ocu-
padas en sacudir la esclavitud que las oprime, ó preparámlosc para
resistirla. La parte de América es la que solo tenemos y la que alta-
mente reclama la consideracíoll de V. M.; porque sejJaL'llda la aulo-
ridad qne estaba reunida en el Consejo de Indias, si no se señalan
estas atribuciones que digo, queJarán todos los asunlos en manos de
los ministros, y los uaños que de aquí han eJe resultar solo pueden
calcularlos los que han manejado estos negocios y han reconoeido su
carácter.


» Aseguro á V. JI. que los espedientes que de un golpe van ú
parar:i los ministerios, adoptado el sistema de la conslilucioll, llAg'a-
rán á ocho ú diez mil, los cuales antes ocupaban siAle Íl or,l1o secre-
tarías encargadas de estos particulares, y más de ciento sesenla hum-
bres que pasaban dias enteros para leerlos y resolverlos; ¡,y ahora
deberá fiarse esto al único informe de un otlcialito, con cuyo es tracto
y sin olL'll preparacion, informe el ministro de palabra á la regencia
(¡ al rey? Señor, ¿dónde estamos? ¿y es de creer que salga esto bien'?
No puede ser ....


»Creen muchos seüores que establecidas las juntas propueslas se
entorpece el despacho de los negocios. Yo creo lodo lo contrario. Aquí
se han confundido los negocios con los espedientes. Hay negocios,
como los militares, en que se necesita una suma rapidez. Hay otros,




DE U:'iA JUNTA DE MI:'iISTROS. 105
como los puramente legislativos, en que es necesaria la mayor paU8a
y circunspeccion. Entre estos hay otros que son los de la ejecucion
de las leyes, y que resuelven las dudas que se ofrecen en el curso de
los negocios. Estos necesitan exámen y deliberacion más ó menos
prolija, la cual no debe quedar espuesta á un solo ministro, porqu e
puede haber peligro de ignorancia; no siendo posible que pueda. de-
cidirlo todo bien: puede haber tambien malicia, porque queda en en
arbitrio sorprender ú la regencia ó al rey, puesto que no se le puede
hacer cargo de los espedientes en ningun caso.


))Se elice que habrti disensiones entre los ministros, y que se li-
mitará al ('onsejo de regencia en sus decisiones. Disensiones entre 103
ministros siempre las habr{t, y solo se unirán cuando se trate de ello·
ear contra llll poder estraño: sí, seüor, se unirán contra cualquiera
cuerpo ó particular que les d.ispute sus facultados; pero cuando se
trate d.e sus respectivas facultades siempre estarán divididos, procu- -
raudo usurjlltl'se mútuamente los neg-ociac1Qs. Este es el carácter del
hombre. Destruya, pues, V. M. esta enemistad, dígales: «no os po-
ndreis quejar si el otro ministro conoce en tal y tal negocio, porque
nla ley lo previene.))


llDícese tambien que esto causará dilaciones; y yo digo que causará
brevedad; porque no hemos de considerar la celeridad de nn nego-
cio por el tiempo que se tarde en resolver, sino por el que se gasta
en ejeeutar. De lo que resulta que cuando no hay nnion en los minis-
tros, es menes te!' que usen de la violencia para ejeeutar las órclene~,
y así el remedio es establecer prineipios fijos.


nSe dice que se debilita el pOLler de la regeneia, y yo digo que se
aumenta. Porque yo no tengo por poderoso al rey, á quien se le puede
sOl'prender; al contrario, el que está sujeto tí, los que le rodean es el
mas impotente. Esto sucede cuando un hombre solo y sin consrjo de-
libera; pero no cuando tiene que poner sus opiniones á, la crnsura de
los demás. En una junta donde cada uno espone su dictámen, no
puede haber engaüo) y sí cuando el ministro tellga arbitrio tIe dar al
negocio la forma que quiera. En esta pürte hay grandes ventajas, y
únicamente la eseepeion que hallo que poner en el artículo es que
deben esceptultrse todos los casos que exigen grande celeridad; pero
yo todavía, en consecuencia de mis principios y ele mi larga eSjle-




106 DISCURSO E:'l I>EFEl\SA


riencia sobre los males de las secretarías, digo: que despues de acor-
dada la resolucion, se haga presente en junta tle ministros para lIue
coadyuven, y no haya necesidad de competencias, de contestaciones,
de oficios, tic dutlas , y de todo lo tiemás que ocurre constantemente.


nSeñol', no puedo desechar de mi cabeza el pensamienlo de cómo
se ha de establecer el Consejo de Estado, en que se apoya nuestra
seguridad, y que es la base sobre que descansa el bien de la nacion,
y como ha dicho el Sr. Espiga, es quien la ha de salvar. El Consejo
de Estado, tal cual se ha puesto en la constitllcion, he dicho qUD es
nada, porque todas sus faeultades se las alJsorberán los ministros.
Yo qllisiera> señor, que para prevenir estos inconvenientes hiciéra-
mos una sencilla declaracion, y dijéramos: (( Haorá junta de minis-
))t1'os para examinár los asuntos graycs de los ministerios, á escep-
))CÍon de los que requieran celeridad, entendiAnoose los que son
))propios de las secretarías del rlespacho, y no los que eran propios
nele la anclicncill de los consejos.» De este modo salmmos todos los
inconvenientes, y no hacomos que soan iÍroitros los mi¡¡istros; por-
(IlIe ~i so dicCl « corran todos los dcmCls negocios por las secretarías
))del despacho, n uada hemos llc(~ho, y 1;1 espericncia IIOS hará ver
qtle no Jwmos COIlOI;ic1o pI lf·rrcno quu pi::amos; y así conviene qne
se apl'll9be el artíunlo como está en todas sus p:irtes, con la escep-
-cion que he indicado. ))




11 J ~VV'V'VVVVV'V'VV·-.lVVVVV I./VVVVVVVVVV", rv .:'V'VVVVVVVVVVVVV'l!


GARClA Hrmp.EROS.


No fué seguramente D. Manuel García Herl'cl'oS de
los diputados que usaron con más frecuencia de la pala-
bra en las córtes extraordinarias de Oádi7" y sin embar-
go, desde sus primeras sesIones se colocó en primera lí-
nea como orac~ol' y hombre de gobierno, siendo uno de
los jefes reconocidos del bando liberal, entre cuyos in-
dividuos ejerció siempre suma influencia y no poca au-
toridad.


Antiguo procurador general del reino, abogado de fa-
ma y hombre instruido y de alguna erudicion, tenia
cierbt superioridad sobre sus compañeros, y más desell1-
baraw y espedicion para tratar los c1istintos negocios que
tÍ la discusion se presentaban, nuevos m1lchos de ellos
en ]D, esfera de la teoría, y c::tsi to(los en la práctica.


Por estas cualidades especiales, más bien que por su
mérito como orador, figuró tan notablemente Gat'ciaHcJ'-
1'eros entre los constituyentes de 1810. En las comisio-
nes, sobre toc1o, era donde aquel diputado ejercia un
inmenso influjo, pues incansable en el trabajo y con ar-
diente afan por plantear reformas en todos los ramos de
la administracion, redactaba informes, ~resentaba pro-




108 GARCíA HERI1EROS.


posiciones, iniciaba los debates más df~licac10s y peligro-
sos, dejando á otros oradores que sostuviesen sus doc-
trinas y que defendiesen las reformas por él propuestas.


y no es porque G({'l'cia HC1'J'ems caréciese de talen-
to y de elocuencia pam ter~iar en las discusiones y dis-
tinguirse en ellas; sino que, hombre de accioll más que de
palabra, dedicóse desde un principio :i preparar la mar-
cha innovadora de aquellas córtes, y á dirigir sus pasos
por la senda liberal, de la que unos se apartaban y otros
no querian atravesar por los escollos y peligros que la
ilJterrumpian.


Puede decirse que A.J'güelles y GMcia Herreros
constituian pOI' sí solos el p~trticlo reformador de las cór-
tes extraordinarias, el último como iniciador y el prime-
ro corno abogado de la. reforma; 'lieado el uno el filó so-
t(), el político, el publicista qtW pensaba y meditaba en
la soleJad de su gabiuete, yel otl'O el oráculo que reve-
laba alll':lfJIíeo 'lql!.cllos pct1S:1micmtos, aquellas medita-
ciones, aclornándol:1s, para q uo más fascinas'en, con el
majestuoso ropaje de la p::Llabra, con las galas desl'1m-
bradoras de la oratoria.


y no era, como ya indicamos, q ne á Gal'cín Iler-
J'eros le faltasen üato~ y cnalirLules ele orador. Al con-
trario; su palabra era fácil, su instrue(~ion notable, y su
imaginacion i veces demasiado fogosa y apasionada. Lo
severo ele su aspecto, lo atez:trlo de Sil rostro, lo grave c1p,
sus ademanes da1mn á sus PC1'Ol'itciones un sello de auto-
ridad y de conviccion que producían gran efecto entre
su::-: oyentes.


Impetuoso, acalorado en SU~ afectos, er.érgico yac-
tivo, le imp::teientaban las dilacionc:'i en el p1alltl~amiento
<le las ref'wmas, y pretenclia que todos participa'lcn dd
conveneimient,o que {~l alJl'igaha al proponerlas. Por eso:




GARciA !IERREROS. 109


a.l tratarse de hJ abolicion de los sei'íoJ'íos, y oponiéndose
:í qll~ pasase el asunto á informe del Consejo de Hacien-
da, csclamaba: « V. M. puede hacerlo con un solo rcn-
glon. En dicicndo: Ab(~jo todo, a{lle1'[(, los señoríos y
sus ereelos, está concl u ido. ))


Comprenuienc1o que la energía contribuyc más en las
t'cvo:llcioIles que la Jiscusion, y que en las situaciones
criticas se adelanta más con UGa medida pronta y vigo-
rosa que COIl cien arengas padamentarias, aconsejaba
como Danton el rigor y la fmcrgía para conjurar el pe-
ligro, aprcmiando á la asamblea para que antepusiese los
hechos á las pa labras.


Proponiendo quc se forr~mse un consejo de guerra
para jUJigar á los generales torpes ó desgraciados, decia:
o, COllq ue sa.biendo V. :1\1. que la caasa Je nuestros males
ha sido la falta de gobierno y vigor, es menester que
Y. lVI. tomc sobre sí este cn~Jado; es menester que apa-
rezca un Iwq neCIO l{obespiul'e. En la sit'JacioIl en que
nos hallamos todo es inútil si no hay energía. rrodos co-
nocemos que se deben e.iecutar las cesas con fuerza y
con sanp:r(~. V. 1\1. llccnsita derramar más sangre de es-
paüoles que de franceses, y sino no salimos del letargo.
Esto est,i ll~ás clar0 q uc la luz del dia. l)


Por jo general tomó parte Garria Herreros en las
discusiones sobre materias eclesiásticas y de legislacion,
siendo notables sus peroraciones sobre los puntos de de-
recho ó práctica de los teibunales, en cuyos debates mos-
traba profulldos conocimientos, suma eruc1icion, y un
criterio fi~osótlco en armonía con los adelantos de la
ép()(~a y las exigencias ele las circclllstancias, no sin pre-
cipitar algunas reformas ó plant,earlas inj usta y atrope-
lladamente, ofuscarlo por su exagerado liberalismo.


A sus esfuerzos, á su mas acabado discurso, se uebió




110 GAHCÍA HEllREROS.


entonces el planteamiento de l:na de las principales re-
formas llevadas á cabo por las córtes de Cádiz, cual fué
b abolicion de los sefíotíos. Aquella peroracion notabi-
lí'lima por más de un cC'llcepto, y que más adelante co-
pÍCU110S, acrerlitó al S7'. G(¿l'cía lIcl'/'el'os (k oradvl' par-
bil121ltario, de atinado razonador, de hombre erudito 6
instruido en la m::tteria q ne trataba.


A pes],r de ser esta tan áril1a, y de prestarse muy
poco, como cuestion histórica y de derecho, á las galas
(k la imaginacion, á los primores de la elocuencia, ¡q1lé
al"l'a:1q ues de sentimiento y de patriotismo, de oratoria
tribunicia, de estilo elevado y patdico se descubren en
esa peroracion entre reflexiones filosóficas, entre argu-
mentos jurídicos, cntre datos históricos!


¡Con qué talento, con qué habilidad, con qué destreza
sabe mezclar la política con la ciencia, y escudar el espí-
ritu de partido con la justicia! Pocos pasajes se enCOll-
trar:'m en los anales parlamentarios de nuesLro pais más
bellos, más sentidos y elevados que el siguiente: «¿Qué
diría de su representante aquel pueblo numantino (era
diputado por la provincia de Soria), que po!' no sufrir la
servidumbre quiso ser pábulo de la hoguera? Los padres
y tiernas madres que arrojaban á ella á sus hijos, ¿me
j uzgarian digno del honor de representarlos, si no lo sa-
crificase todo al ídolo (le la libertad? Aun conservo en
mi pecho el calor de aquella,,> llam3.s, y él me inflama
para asegurar á V. M. que el pueblo numantino no reco-
nocerá ya más sellorío que el de la naciorl. Quie1'e sel'
libre, y sabe el camino de set'lo.


Aq uel fogoso liberalismo, aquel insflciable afan por
las reformas fueron calmando con el tiemp8 y los desen-
gaños, y al aparecer de nuevo García HerJ'eros en la
escena política en 1820, ocu pa1ll1o el ministerio de Gra-




GARCÍA HERREROS. 111


cia y Justicia, sus id8as como su oratoria respiruban más
gravedad, más calma, más moderacion.


En las raras veces que como ministro usó de la pa-
labra en el primer Congreso de la segunda época cons-
titucional, mostl'ábase hombre de órden y gobierno,
acérrimo campean de la ley, enemigo de toda anarquía,
y como constitucional inflexible, contrario á toda refor-
ma que no estuviese basada en los principios constitu-
'2ionales del Código de 1812.


Emigrado el año 2;j, regresó á España al iuaugnrar-
se pOl' tercera vez el gobierno representativo, y decidi-
damente afiliado ya en el partido moderado, fué nom-
brado prócer y secretario del despacho de Gracia y Jus-
ticia en 1835 en el gabinete presidido por el conde de
TOl'eno.


Discurso pronunciado en contra de los señoríos.


«Para Ojal' el sentido de esta proposicion diré como antor de ella
alguna ea 'él con el ohjeto tambien de que la cliscusion no vague sin
concretarse iÍ lmnto~ determinados como le slleede á la rel'resenta-
t:ion que élI3aha de leerse.


llCuanrlo hice la pl'oposicion no dudaba que habria tantas re(~la­
maciones eomo interesados en kl1strar Sil aprobacion, que bien ha-
llados con las cuantiosas rentas que les producen sus pretendidos
dCl'I;chos, no podl'{w oir sin susto que V. M. quiera examinar sus
titulos de üllqllisicion, pues de C'llus ha de resultar la injusticia de su
eri¡;en en HilOS, y la natul'üleza de reversibles en otros, debiendo este
cx,imen producir una provillencia, que restituyendo á la nacion al
gocr~ de sus impre:::eriptihles derechos, despoje de ellos á los CJlle los
obtengan sin justo tílulo, é incorpore los de natUl'aleza revol'sible
]Alr las reglas establecidas.


}) El reino, .imito en cúrtes, ha clamado incesante y vigorosamente
por csta providencia; y hasta 1m; reyes más pródigos dietaron algu-




DISCURSO PRONUNCIADO


nas reglas al efecto; pero estaba reservado á V. M. el consumar esta
obra, vclllciendo los obstáculos que hasta ahora la habian entorpecido.
lIay reglas muy justas y sábias que prescriben los medios y modos
de hacer estas incorporaciones; pero la esperiencia ha mostrado que
no ,O(Jll suflcientes: la prepotencia de los intel'esados ha sahido frus-
trarlas; !l1!l'0 la justicia de V. :\1. sabrá restableeerlas de un modo qne
ponién:lolas á cubierto de sus asechanzas fije su observancia.


nDiee la proposicion que se ineorporen á la corona todos los se-
Jloríos juris(liceionales y territoriales, y todo lo lIue se haya vendido ó
donado de los bienes pertenecientes á ella, y de aquellos que por su
naturaleza tengan la. condicion de retro ó revcl'sion. No se trata de
los bienes adquiridos por otros títulos.


)) Dos pal'le'l principales contiene la [1l'oposicion: señoríos jurisdic-
cionales y territoriales, en que se eomprenden los derechos anejos á
ellos, y lineas pertenecientes á la eorona que se hayan segregado de
ella por ventas, donaciones gratuitas ó remuneratorias, ya di) gran-
des servicios ó en especie de pagos de eróditos, en que pueden COlTI-
prenill'rse los privilegios, ú seaIl derechos esclusi\'os, Ijue algunos
disfrulan, como son los de caza, pesca, molinos, ete.


nEn enllllto Ct 103 señ.oríos juselic:;iollales no se Imede oir sin escán-
dalo que se quiera süstener que pueda haber otra j nrisdiceion que la
inherente á la soberanía que reside en V. ~I., pues por ese mero he-
cho se Llisloc:lrian y destruirian los primeros y má', esenciales fUIllla-
mentos de la sociedad. V. M. decretó solemnemente el clia 24 de se-
tiembre próximo que la soberanía reside inherentemente en la nacion;
decreto justísimo y fundamental ele la gramle obra ~l Ijuc Y. 1\1. C~
!amado, y con el que sou incompatibles semejantes señoríos; pues
siendo inhol'l'llte á la soberanía el soñorío de la justi~ia, ¿cómo poLlrCl
existir s8j,arado de aquellar Y si al seliorío es inltercnte la solJcrauía,
¿cómo pueLl8 haber otro que la Ilaeion en quien resido? Disfr;tcese
como se qniera el señorío juriscliceional, ó estas voces naLla significan,
ó son una verdadera desmembraeion de la soberanía, mas 6 menos
úmplia, segun los términos de la concesion; y si lJinglln particular
puede llamarse sob~rano, ¿cómo podrá obtener el seüorío de la juris·
diecion? ¿cómo es tolerable que se llame sellor ele Y!lcallos? y no como
C¡U[<2!'il sino SellOl' natural. La soberanía reside en la nacion, que no




EN CONTRA DE LOS SEÑORíos. 113
es otra cosa que el pueblo espaüol, ¿y si estando este reunido es el so-
berano, cómo podrá tener otro señor estando separado? á no ser que
se quiera sostener la paradoja de que muchos esclavos reunidos son
soberanos de sus seüores.


))La soberanía, ya se considere en sí misma ó por atribuciones
esenciales, es indivisible; á nudll puedo comparllrla mejor que á la
alma racional, que está torla en todo el cuerpo, y si este separa dA
s1 aiguna parte, no p¡wlle enajenarle prrrUl del alma. ¿ Concibe
Y. M. 110sible que á una parle del cucrpo, por principal que sea, se
le puclle atribuir la potencia intelectiva, ó parte de ella? Pues tan in-
herente y esencial es á la soberanía el señorío jurisdiccional eOIIlO al
alma ¡a potencia inteleetiva, y por consiguiente tan inseparable é in-
divisible es Ulla como otra atribucion; porque ambas son esenciales.
y á presencill de estos incontestables principios, ¿ qué significan esos
señorío~ con alto y mero misto imperio, con facultlld de nombrar
jucces, y ('on atrevimiento de poner horcas y cuchillos en los lugares
de que se titulan señores?


))Drsde quo los espaüoles se reunieron para constituir una familia;
euando eligieron la naturaleza y forma ele su golJierno y establecieron
las leyes que lo afianzasen; cuando restringieron la autoridad de sus
príncipes de modo que Sil ejel'l:ieio no pudiese Jegenemr en arbitrario
y despútino; cuando les prescribieron sus obligaciones y les deslinda-
ron con rnudla eSGl'lllmlosidaLl sus derechos; ¡JUando esplicaron con
elaridlld Ill, franquicias, libertades y derechos de los pueblos, sujeta-
ron los príncipes á la ley CUyll obscnancia juraban) y la primera de
todas es la del Fuero Viejo, ley 1. a, tít. 1) lib. 1, que dice: (( Estas
líquatl'o cosas son naturales al señorio del rey no , que non las debe
nrlar rí ninglln home, uin las partir de sí; ca pertenecen á él por
n/'{lzon det sei¡orío, justicia, moneda, fonsadera é suos yantares.ll
A esta ley se reficre y la reproduce la 5: det tít. xv de la Partida II
cuando diGe : « Fuero é establecimiento (u eran antiguamel/te en Es-
))plllta que el sellaría del reyno non fuese departido nin enagenado;
»11 por ende pusieron que cuando el rey Fuese finado, é el otro nuevo
»elltrase en su [ligar, que luego jurase que nunca en la vida depar-
») liese el sellar io nin lo enage nase. ))


)) y para asegurar más esta dispo~icion, previene la misma ley que
8




114 DISCURSO PRONUJ:\CIADO


el reino jure de no permitirle al rey ejecutar lo contrario. (1 Todos los
))que se acercasen é eOIl el que jurasen de guardar siempre que el
»senodo sea uno, é que nunca en dicho nin (echo consientan m' (a-
ngan porque se enagclle nin parta. E de esto deben (acer !wtl/enage
))los mas kmrados dell'eyno , así como los pertados, los ricos-lwmes
))é los caballeros, é los f/jos-dalgo, é los homes buenos de las cillda-
))des é villas.» El rey D. Alonso juró esta ley en las c(¡rtes de Valla-
dolid, y jamás se ha derog'allo; antes por el contrario , ~c ha llevado
y confirmado sU8esivamente, de modo que ha llegallo hasta nosotros
con tollo su vigor. (Véase la ley 8.a, tí!. v, lib. 111 de la n~copilacion.)


))Aun no habia reyes: todavía los esp!floles no tmbian esperirnen-
tado los alentarlos de la arbitrariedad y despotismo; pero conocian
bien el corazon humano, y que era imposible que el orgullo) la am-
bician y otras pasiones de lns príncipes, incollt;iliahles con la libertad
de los pueblos, no destl'uypsell la obra que iban á odilicar, sino la
construian sobre cimientos sólidos. Sujetaron la autoridad de los re-
yes con el sagrado freno de la ley, y su poder no se üstendia más allá.
de los límites que ella le sefl,llaba.


))Por principio fundamental les prohibieron partir y enajenar el
seclOrío; y mientras estas y otras leyes coet~lllea3 estuvicJ'O!I en ob-
servancia, el pueblo español.floreciú en armas y letras, ['u(' rico y fe-
liz, venció á sus enrmigos y oel1pú el primer lugar en la Europa. Pero
la ambieion, esta pasion primogénita de los pl'íneipes, que sirlllpre
está en acecho para sacudir el yugo de la ley, sobreponerse á ella y
haeerse árbitra del reino, aprovechó las frecnentes ocasiones que le
proporcionaron las contínuas guerras de aquellos tiempos, las rivali-
dades de familias y pl'oyincias, el carácter guerrero de los españoles
y el espíritu de conquista, para romper el lazo moral que une al prin-
cipe con el pueblo: cesó el imperio de la ley, y su subrogó la arbi-
trariedad.


» lIé aquí el orígen de los seltoríos y de las desmembraciones de
que tratamos. En yana clamó el pueblo por el restablecimiento tle sus
leyes, porque 103 príncipes supieron interesar á los encargados de su
custodia, uniendo su fortuna á la infraccíon de la ley para que jamás
se restableciese. ¿ Cómo babian de ser señores si la ley lo prohibia?
¿ y cómo habían de procurar su observancia, Ú, que estaban obligaé' os




EN CONTRA DE LOS SEÑORios. 115
por juramento, si querian ser señores? Roto el lazo moral, que es la
ley, ya no hubo union entre pueblo y príncipe; se desquició la so-
ciedad española, y los pueblos pasaroIl á ser recompensa de servicios
hechos para subyugarlos.


»PosLeriormente se fueron dando por dichos motivos verdaderos ó
aparentes, pero siempre injustos, y la prostitucíon ha llegado hasta
la abycccíon de venderlos como manauas de cerdos. No obstante esta
infame degradacion, no ha habido siglo ni reinado en que no se haya
clamado con tanta fuerza como inutilidad por el remedio de este abuso;
pero la propension al despotismo lo ha sostenido, pues al mismo
tiemp9 y por la misma autoridad que se dictaba el remedio se conce-
dian gracias de esta especie, indicando que sus providencias eran
para sus predecesores ú sucesores, mas no para ellos.


»Asi ha continuado este asunto hasta nuestros dias; y cuando un
representante del pueblo español \lama la atencion á V.M. hácia este
punto; CUi.lUUO pidc que restituya á la nacion al goce de sus natura-
les é imprescriptibles derechos, espresados y sancionauos en sus leyes
funuam';ntales, desde la primera que se escribió, entonces al mismo
tiempo se le lee á V. M. una representacion fria é insulsa en que con
arrogancia se le alegan derechos adquiridos para qne no se corrija el
abuso, propasándose hasta la temeridall de llamarse señores naturales
de los pueblos.


))¿Qué es esto, señor? ¿Hasta qué punto ha de llega, el sufrimiento
de V. Al.? ¿ Así se le habla á la nacÍon española por los poseedores de
aquellas inicuas egrüsionas de la corona? ¡ Aun se atreven á pretender
que subsista la nacíon sumergida en el vilipendio á que la condujeron
aquellas dilapidaciones! ¡Así cumplen con el pleito-homenaje de opo-
nerse á que el rey venda 6 departa el señoríol ¡Pero no es esto lo
másl Sil arrogancia se avanza hasta querer persuadir á V. M. que la
nacion 110 podrá estar bien gobernada sin tales señoríos; que la pro-
yidencia que los estinguiese causaria UIl trastorno general y acos-
tumbraria al pueblo á no obedecer, siguiéndose de todo esto la más
horrorosa anarquía. Todo esto equivale á decir que estas fmcciones
de la soberanía son necesarias para el buen gobierno de la naCÍon y
para mantener los pueblos en la obediencia al soberano ó á las leyes.
¡Se podrá forjar otra paradoja más descabellada!




116 DISCURSO PRO:'iUNCIADO
»Estas desmembraciones son hijas de la arbitrariedad y el despo-


tismo, que es decir, que mientras la nacion se gobernó por sus sábias
leyes, aquellas que prohibieron dividil' el señorio, las que mandaban
á los ricos homes que hiciesen homenaje de no consentírsnlo á los
reyes, no hubo ni pudo haber semejantes señoríos. La naeion era en-
tonces rica y feliz, y su decadencia se empieza ft contar desde la mis-
ma fecha de los señoríos; y no obstante esta verdad tan conocida, tan
recomendada hasta por los mismos tiranos de la libertad española,
los poseedores de ellos quieren vincular en su goce el buen gobierno
y prosperidad de la nacion: quieren persuadir que sin ellos se intro-
ducirá en el pueblo el desórden y la anarquia.


n¿Y cuándo dicen esto? ¿en qué ocasion? Cuando el pueblo español
por sI solo, y á impulsos de su generosidad y hcroismo, ha jurado
morir primero que sucumbir al yugo; cuando no hay género de sa-
crificio que no ofrezca para conservar el decoro y libertad de la patria;
cuando todos sus esfuerzos se dirigen á restituir al trono á Sil amado
monarca, y ha jurado no dejar las armas de la mano hasta conseguir_
lo; cuando en medio de la verdadora anarqlJía en que nos sumergió
la perfidia francesa, ha estado clamando por un gobiemo sabio, justo
y legítimo. Cuando ha celebrado la instalacion de V. \L con unos
trasportes de alegría que han debido servir de ejcmplo á muchos, y ha
jurado su obediencia con tanta pureza, como era vehemente el rleseo
de que se reuniesen las córtes: cuando á sus representantes les ha dado
un poder ilimitado para que salven la patria, y últimamente cuando
su heroismo ha fijado la admiracion de la Europa, y el mundo entero
tributa alabanza á sus virtuues; entonces aparecen unos individuos
que lo deshonran, y que á pretesto de unos derechos injustos en Sil
orígen, y reclamados en todos tiempos, quieren impedirles que reco-
bren la dignidad de hombres libres.


))¿Oirá V. M. con indiferencia sus clamores? ¿Dejará por más
tiempo sumergido en la ignominia al pueblo que representa? ¿Titu-
beará V . .\1. un momento en declarar li~re de la servidumbre domés-
tica á un pueblo que con su sangre libra á V. M. de la estranjera?
No me lo puedo persuadir así; más si por una desgracia, y por los
motivos que hasta ahora han frustrado el decreto que propongo,
V. M. suspendiese su sancion para otro tiempo que jamás llegaría, me




EN CONTRA DE LOS SEÑORíos. 117
atrevo á anunciarle que el pueblo no lo sufrirá; no quiere ni debe
reconocer más señorío que el de la nacion, el del mismo pueblo re-
unido, que ef¡ V. i\I. De él ha recibido V. M. la soberanía que ejerce;
él dictó la ley fundamental en que prohibia departir el señariu con
otro hame, pide su observancia; los pretendidos señores piden su in-
fraccion: ¿cuál duda en la deliberacion'?


)JLa representacion habla de contratos, recompensas y títulos
onerosos en que afianza el derecho que reclaman, y la posesion en
que se hallan, pretendiendo que esos títulos tengan más fuerza que
una ley constitucional. ¿Con quién hicieron esos contratos, de quién
recibieron esas recompensas? ¿No estaban prohibidas pOI' la ley cons-
titucional que jamús se derogó, y siempre se reclamó? Por dichos tí-
tulos no pueden tener Illás derecho que el que se le reserva al com-
prador de una alhaja robada cuando aparece su legítimo dueño, y
para restituírsela no se le exige que deposite el precio por que la ad-
l[uil'ió el comprador, aunque 10 fuese de buena fé. Pero en mi pro-
posicion no avanzo tanto; soJo aspiro en la incorporacion que reclamo
á que dcsde hoy se estingan los señoríos jurisdiccionales por cual-
(luiera título que se hayan segregado; que igualmente se incorporen
y cstingan respectivamente los privilegios y derechos esclllsivos; yen
euanto á las fincas ú posesiones que por su naturaleza deban incor-
porarse, se deelaren incorporadas desde I llego , recogiéndose los títulos
de adqllisicion, y permaneciendo dichas flncas en poder de los dona-
tarios ó compradores Goma hipoteeas, hasta que Se les reintegre el
precio de la egresion, yel de las mejoras si las hubiese.


nPor este medio se precaven esos tan poderosos inconvenientes
couljue se quiere hacer de tanta gravedad este asunto, que por su
naturaleza es tan sencillo. Lus grandes dificultades han consistido en
todos tiempos en 1<1 presentar,ion de los títulos de adquisicion, y en el
influjo de los poseedores pam entorpecer el curso de los espedientes;
y en las mismas tropezamos ahora si V. M. accede á la solicitud de
que una junta ú el Consejo de Hacienda conozca de este asunto por el
método qne hasta aqllÍ: véanse las incorporaciones qne se están re-
clamando, y se convclwcrú cualquiera de que por ese es tilo jamás se
reintegrará el Estado ele los bienes enagenados.


))Otra clase de dificultades hay, que consisten en la imposibilidad




118 DlSCtJRSO PRONUNCIADO


de la nacion para el reintegro, sin el cual seria injusta la providencia
de incol'poracion. ¿Yen qué se funda esta opinion? Supongamos que
el medio propuesto no ocurriese á esa dificultad, y que la nacíon jamás
pudiese reintegrar el precio de la egresion, ¿cnál seria mayor injusti-
cia, que la nacion perdiese los bienes de que injustamente se la despo-
jó, ó que pierdan el capital los que por siglos enteros lo han disfru-
tado por un título vicioso en su orígen, que no han querido presen-
tarlo cuando se les ha pedido, y habia disposicion para el reintegro?


)) Yo no sé, señor, de qué principios parten los que arrugan la
frente cuando oyen estas opiniones. ¿QUé dase de clerecho privilegia-
do tendrian estos acreedores que no sea comun á los demás del esta-
do? Será el de hipotecarios, y por eso el despojo seria injusto sin la
devolucion del capital; ¿pues qué, los demás créditos no lo tienen es-
pecíal y general? Concretémonos á los vales realcs, y véanse las hi-
potecas especiales y generales con que se afianza Sil crédito, y no por
una escritllra cualqlliera, sino por una pragmática-sancioll, y no obs-
tante eso se hacen esos aspavientos porque á los tenedores de los
vales se les haya despojado de Sil hipoteca sin abonarles rf!tlilo y prin-
cipal. Y porque no faltará quicn diga 'lue estos no estún en posesion
de la hipoteca, y no es igual el argumento, recordaré á V. M. otros
acreedores tan iguales, que creo no habrá sutileza que aplicarles para
distinguirlos.


)JEI año de 36 del siglo pasado se vendió por órden del Sr. Fe-
lipe V, y prévias muchas y largas consultas, una porcion de baldíos,
separando en cada pueblo los que necesitaba con proporcion al ganado
que tenia; y no obstante esta precaucion, el reino y Al ConsAjo oe Cas-
tilla reclamaron hasta que consiguieron, no solo que se suspendiesen
las ventas, sino que se restituyese á los pueblos lo enajenado, despo-
jando á los compradores de las fincas; y á consulta del mismo Consejo
mandó S. M. que en tesorería general quedase impuesto el capital
que desembolsaron hasta que los apuros, que no eran pocos, permi-
tiesen redimirlos . No graduó de injusto el Consejo este despojo, por-
que lo habia sido la enajenacion , y no se detuvieron en restituir las
fincas sin dcpositar el precio de la egresion, ni obligar á los pueblos á
que lo aprontasen; ¿pues por qué no se ha de hacer ahora lo mismo?
¿Qué diferencia se puede hallar entre uno y otro caso? Y si aun esto




EC\ CONTRA DE WS SEÑORíos. 119
no caracterizaría de justa la providencia, retl'Ocedamos hasta el origen
de estas adquisiciones, y hallará V. M. que han caducado por los


mIsmos principios que se adquirieroll y se quieren sostene/'.
))EI orígen más noble es el de aquellas que descienden de contrato


celebrauo con los poseedores para que auxiliasen á las conquistas, y
aunque dejo á los señores valencianos que espliquen y reclamen los
pretendidos derechos que por este título creen algunos aragoneses te·
ller sobre la misma ciudau Ull Valencia, deduciré mi argumento de
otras provincias GOllquistadas. Si el conquistauor por solo este título
se pudo apropiar y trasmitir á otro unas fincas que no eran suyas sin
que quedasen afectas al dominio Je su antiguo poseedor, ¿por qué no
han de regir ahora los mismos principios? ¿Por qué no ha de adqui-
rir ahora el pueblo español, que reconquista su patria, los mismos
derechos que estos conquistadores de la ajena? Si con la irrupcion
de los moros penlieron los üueüos su propiedad, de modo que el re-
conquistador la pudo hal;er suya, ¿pOl' qué no la pCl'derán ahora con
la irrupcion de los franceses?


))Si con la conqnista desaparellen esos daüos, ¿por qué especie
de milagTo reviven en la conquista? ¿Por la donacion ó enajenacion
del seilOrío pudo imponérseles á los pueblos la obligacion de defen-
derlo y reconquistarlo para el señor? Esa obligacion se contrae para
la patria, y los pueblos le restituyen el Lel'reno que reconquistan tan
libre como estaba cuando se reunieron para constituir una familia y
una nacion, sin mtlS obligaciones que las impuestas por aquella pri-
miiiva constitueion, y las naturales y legitimas que desciendan de ella,
entre las cuales seguramente que no se pueden contar las que se re-
elaman. Si el pueblo reGono¡}c y cumple las obligaciones del pacto
social, ¿,se podrá V. M. deseutender de las recíprocas? ¿Y son estas
compatibles con los señoríos?


))euando el pueblo espaüol pide á V. 1\1. que le resitllya al goce
de sus inherentes dereehos, no pide una gracia que pueda negarse sin
injusticia; no habla como Ull esclavo á su señor, se presenta con la
digllidau de hombre libre, pidiendo como miembro del Estado el cum-
plimiento de las leyes 4ue se impuso á sí mismo como legislador. La
primera y más principal es la que prohibe los señoríos, otras igual-
mente fllllllamentales hay que prescriben el uso de los terrenos y




120 DÍSCURSO PRONUi'iCIADO
demás cosas de que pnede aprovecharse el hombre que tambien las
reclama. ¿Qué obstáculo puede haber para no administrarle justicia?
¿Le merecerán á V. NI. más considcracion 1111 puñado de hombres
que el resto de la nacion? ¿ Son ellos á quien V. M. representa, (¡ de
ellos ha recibido la soberanía que ejerce'? Han concUlTido con los üe-
más, y en ese acto que es el mayor, el más digno y apreciable de
cuantos el hombre ejeroo, tod:JS son iguales.


nSi los españoles pudieran persuadirse que ~llS herlÍicos sacri-
!idos no habian de producir otro efecto qne el de vol ver á quedar su-
mergidos en la ignorancia á que los condujo el despotismo de los go-
biernos antCl'iores, que todavía se les habia de enajenar como mana-
das de bestias pam constituir ó aumentar el patrimonio de algunos
particulares, que por el mismo motivo se habian do conservar los
odiosísimos cuanto injustos privilegios ó derechos esclusivos; y últi-
mamente, que no Imbian de ser considerados como homhres libres,
nombrarian otros representantes que se ocupasen más del decoro y
dignidad del pueblo que representan.


»¿Qu6 diria de su re¡wesentante aquel pueblo numantino que por
no sufrir la servillumbre quiso ser pábulo de la hoglleril~ Los padres
y tiernas madres que arrojaban ü ella á sus hijos, ¿me juzgarian
digno del honoí' de representados si no lo S:lt;L'illcusü to([o al ídolo
de la libertad'? Aun conseno en mi pecho el calor de aquellas llamas,
y ól me inflama para asegurar á V. M. que el pueblo numantino no
reconocerá ya más señorío que el de la nacion. Quiere 3Cl' libre, y
sabe el camino de serlo.


ll¿ Y qué dirian los demás pueblos de la monarquía que con tanlo
heroismo han imitarlo aquel terrible ejemplo? Habitantes de Manresa
y Molina, y otros mil que habeis abandonado vuestras üasas y fortu-
nas á la voracidad de las llamas y del saqueo, ¿por qué lo hicisteis?
1,A. quién ofreüisteis este sacrificio? Trasladaos aquÍ y vereis una re-
presentacion en que se asegura que no puede haher órden ni buen
gobiemo si se estinguen los señoríos particulares; que esta providen-
cia produciria una horrorosa anan[uía, Y otras es presiones que os de-
gmdan más que la servidumbre ell que pretenden üonservaros. Oireis
que no pudiendo actualmente la naCÍon reintegrar á los posee-
dores del precio de la egresion, no hay justiüia para despojarlos de




EN CONTRA DE LOS SEÑORÍOS. 121


esos títulos, por m;¡s que se reconozcan injustos en su orígen.
n¿Qué recompen~a ó reintegro le pide á V. M. el pueblo, que no


solo contribuye con los impuestos ordinarios y estraúrdinaros, sino
que da Cll:lnto tieD8, hasta qnit.ar á Sll~ hijos el preciso alimento por
dárselo al soldado? En lugar de exigir reintegro, cuando ni aun casa
le ha quedado en qué recogerse, va al campo á consumar con su vida
el sacrificio que le exige la patria. Coteje Y. 'L este mudo lenguaje
de la conducta del pueblo con el de esta representacion. i Qué con-
traste! Pero entretanto se quieren ha0er valer unos derechos que
descienden de un contrato injusto, de una recompensa, las mú's veces
imaginada, y rl8una venta lw}ha sin autoridad.


»Ya es tiempo, señor, (le poner remedio á estas cosas. Decre-
te Y. '1. la estincion de los señoríos jurisdicr:ionales con todos los
privile;;io3 y dcrechos que le son anejos, cualquiera que sea el título
de su egre~ion.


nEn cuanto ú los territoriales deberú examinarse si por su parte
han cumplido los poseedores con las condiciones de la concesion. En
lo" de CartapueLla se pueele asegurar que ninguno ha cumplido, pues
tocla la poblacion qne han lleeho se reduce al palacio elel señor que
hasta en llamarle así á su casa han querido marcar su soberanía; un
meson, si ('s lug';u' de tránsito, y algun otro corral ó pajar, con lo
ljue ciertamente no han cumplirlo con el objeto para que se les die-
ron. Si el seüorío contenia alguna poblacion, ha iclo á menos. Díganlo
las provincias de Castilla y Leon; y no podia ser otra cosa, porque
el interés del señor está en contradiceion con el de la poblaeion.


>lEn las inmeJiaciones de la c6rte llay ejemplares de esta verdad.
Pero si no obstante esto se les ha de tener tanta consirleracion á esos
contratos y clonaciones por el dercdlO que les trasmitió el eonqllist a-
dor contratanln que adqnirió dominio 8n 10 conquistado, diremos
ahora qll8 nuestro ejército se hace dueño de lo que se reconquista, y
podrá contratar con quien le parezca, (¡ sea la nacion á qllien sirye el
ejército, pero siempre re~llltará que por la reconquista adquiere V. M.
un clominio y propiedad corno los otros conquistadores.


IlSeñor, V. II. se ha reunido pan correg'ir los estravÍos y arbi-
trariedades de los gohiernos anteriores. El que reclamo es ele los más
ominosos ó injustos: bastantes siglos ha gemido la nacion bajo su




122 DISCURSO PRONUNCIADO
yugo; ya es tiempo de que recobre sus derechos naturales. ¿Qué ha-
brá hecho el pueblo con arrojar á sus enemigos más allá del Pirineo,
si al volver el rostro á su patria encuentra en ella una servidumbre
más indecorosa que la que ha sacudido? ¿Será ese el fruto de tanta san-
gre derramada? Cuando vea los pueblos desiertos, las casas arruina-
das, las familias errantes y misembles, los campos cubiertos de vícti-
mas inmoladas por la suspirada libertad; ¿no podrá hacerle á V. M.
esta terrible reconvencion: ((\Iira lo que yo he hecho por conservar
ntu dignidad de nacion libre, qué has hecho tú por conservarme la
nmia?n


nSeñor, el dia que V. M. aspedida el rlecl'eto por el tenol' de la
proposicion, recobrará el pueblo español su verdadera libertad: desde
este dia pondrá la fecha á su existencia política: ese dia serú más
gmnde que el Dos de Mayo, porque si en aquel de~plegó el puehlo su
carácter, en este otro recobrará el (jerecho y la dignidad de hombre
libre. No se vea ya por mús tiempo emancipada la soberanía: reine
la ley en (:liya presenl1Ía no hay rliferencia de un grande á un carbo-
nero; estos son los verJaderos derechos del homhre, tantas veces re-
damatlos, pero la gloria de san¡:ionarlos estaba reservada á V. M.))




o/VVV\JVVV'V"JVVVVVVVVVVVV\JVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVvVVVV~


INGUANZO.


Si alglln orador pudo disputar dignamente á Argüe-
lles la palma de la oratoria en las Córtes de Cádiz, fué
sin disputa el canónigo Inguanzo, uno de los jefes, aca-
so el de mús importancia y valer del banuo llamado ser-
vil en aquella epoca, ó antireformista.


Instruido como el que más, con esquisita erudicbn,
con facilidau para espresarse, con convicciones profun-
das en las materias que se ventilaban, distinguió se el
señor Inguanzo desde un principio entre los constitu-
yentes de Cádiz como orador concienzudo, como político
hábil, como hombre de gobierno, profundo yesperimen-
tado.


Acaso fue el diputado lnguanzo el único que resis-
tió desde un principio á la fascinacion que causaba en
sus compañeros la idea de la reforma i regeneracion de
España. Sin vacilar en sus opiniones y en sus actos,
como Gutierrezde la Huerta, Terrero y otiOS individuos
notables de su partido, opúsose con habilidad y constan-
cia á cuantas innovaciones exageradas se proyectaron ó
introdujeron en los distintos ramos de la pública admi-
nistracion.


Defensor desapasionado de lo antiguo, solo deseaba




INGUANZO.


y aprobaba las alteraciones y novedades que corregian
añejos abusos, ó que podian servir para evitarlos en lo
sucesivo. Así lo vemos combatir con teson y talento
cuantas reformas innecesarias se presentaban á la deli-
beracion de las Córtes, sin llevar otro objeto que destruir
lo antiguo porque lo era, ó dar culto á las ideas filosó-
ficas del siglo pasado, que á la sazon fascinaban las
imaginaciones de casi todos aquellos diputados.


Apenas hubo en la célebre y popular Asamblea de
1812 una cuestion importante que se rozase con la polí-
tica, con el gobierno ó con la Iglesia, en q,le el canónigo
Inguanzo no tornase una parte muy activa, sosteniendo
los principios conservadores, el elemento monárquico
ante todo, la ortodoxia y los fueros de la Iglesia.


Antagonista temible de Argüelles, terc:iaLa con d
en los más solemnes debates, y á las vagas declamacio-
nes filosóficas del mador de Astúrias oponia el diputado
lnguanzo una lógica tan indestructible, una a~'gumenta­
cion tan ingeniosa, tal solidez de principios, tal copia y
profundidad de doctrina, que más de una vez salia ven-
cedor en la contienda, sostenida con desventaja por su
parte, pues tenia que vencer á las cir~unstancias anLes
que vencer á su enemigo.


Sin ser Inguanzo un orador elocuente por la entona-
cion de su estilo y la elevaCÍ:m de sus ideas, sobresalía
en <:l.quellas Oórtes por la variedad y profundidad de sus
conocimientos, por el tino con que heria las dificnltades:
por la calma y la gravedad de sus peroraciones.


En la improvisacion particularmente tenia pocos que
le igualasen. Dotado de una Illemoria feliz, y de un gol-
pe de vista pronto y exacto, recordaba los discursos de
sus contrarios hasta en sus menores detalles, y com-
prendiendo el objeto de algunas peroraciones, por ocul-




INGUANZO. 125


to y embozado que vini~se, lo atacaba de frente, y deja-
ba á sus compañeros descubiertos y desarmados.
~o 'obstante su impasibilidad, su lenguaje mesurado,


y el tono nada prov8cativo de sus disel!l'sos, era inter-
l'llmpicb con frecuencia por los voceadores de las gale-
rías, al sentar iaeas contraria,:; á las reformas liberales,
y fué el unico diputado en nquellas Córtes llamado á la
barra por muchos de sus compafíeros en medio del ma-
yor desórden, por haber manifestado en cierta ocasion
crítica «que el acuerdo sobre que el COI.igreso quedase
en sesion permanente, sin admitirse acerca de él ningu-
na discusion como prevenía el reglamento, 2ra propio de
la Convencion francesa .•


il'Iuchos fueron los discursos de In{Jllanzo en las
constituyentes Je Cádiz, siendo muy notables los pronull-
ciaJos en defensa de la nobleza al abolirse el privilegio
de clases para la entrada en el colegio militar; el en que
atacaba la consignacion de la SOL(TanÍa popular en el
código de 1812; el en que apoy'1ba la formacion de una
regencia con una persona real al fre'1te, durante la cau-
tividad de Fernando vn y sin cortapisa alguna para
ejercer el poder ejecutivo; el en que def-:ndia la instala-
cion de la Cámara alta, y 81 pl'onunciado en defensa de
la Inquisícion, y que fué acaso el más importante de
euantos se oyeron en pro y en contra en los ruidosos
cuanto célebres debates que su abolicion produjo.


Nombl'ado más tarde cardenal y arzohis}!o de Toledo,
fa,lleció á una edad avanzada, dejando una grata memo-
ria como prelado virtuoso, tolerante y sabio.


", '




126 DISCURSO PRONUNCIADO


Discurso pronunciado en defensa de la Cámara alta.


«Dos son los objetos para los cuales se han eongregauo estas oór-
tes. El primero, para atender al estado y urgencias de la patria, y
proveer de remedio á las calamidades que la afligen. El segundo,
para precaver que en lo futuro se reproduzcan iguales males) asegu-
rando los derechos é independencia de la nacion con providencias sá-
bias que afiancen su constitucion. ¿Y cuál es el medio, pregunto yo,
de afirmar esta, ue mantener los derechos nacionales, de impedir que
la monarquía degenere en un poder absoluto y arbitrario? ¿Serán las
leyes? ¿Serán las modificaciones y restricciones parciales que se ha-
gan de aquella autoridad en la constitucion misma? Nada de esto. Con
las disposiciones y leyes mejores del mundo un monarca se hará ar-
bitrario, despótico, y todo cuanto quiera, si no se pone el remedio
radical conveniente.


))El gobierno de la nacion española es una monarquía moderada.
dice otro capítulo de la constitucion. ¿Pero Lasta que lo diga para que
lo sea en la práctica? ¿Podremos contentamos y quedar satisfechos
de haberlo declarado así? ¿Qué quiere deeir, vuelvo á preguntar, (¡
en qué consiste que una monarquía sea moderada ó deje de serlo?
Estarnos en el caso de averiguar sobre qué fundamentos podremos
contar para que esta moderacion se verifique.


))Las córtes, las córtes son sin duda el contrapeso que puede tener
la autoridad real para mouerar su poder . .Mas aquí está la gran difi-
cultad. Cómo yen qué forma deben constituirse las córtes, para que
sean un verdadero contrapeso del poder monárquico, y resulte un go-
bierno misto.


))ElIo es una verdad indudable que la templanza ó moderacion de
una monarquía pende no de ideas ni planes arbitrarios, sino de re-
gias y principios constantes de política, principios reconocidos inva-
riables. Pende ab:iolutamente de la combinacion que se haga de las
diferentes formas de gobierno, del monárquico, uel aristocrático y
tlel democrático. De manera que segull que estos tres ónlenes, ó al-




EN DEFENSA DE LA CÁMARA ALTA. 127
gunos de ellos, se enlacen, casen y combinen unos con otros, resulta-
rá 6 dejará de I'esullal' lo que se llama una mOllul'q uía mista, templada
6 lIlodcratla.


IlEstu supuesto, veamos ahora cuál es la combinucion que se for-
ma por el plan l[LlC en esta eOllstitucion se presenta. Segun este plan,
los elementos que entran en la composicion del gobiel'llo español, son
·le una parte el rey, ele otra parte las córtes, y estas meramente po-
pularcs, una vez que sean, corno dice el artículo, la reunion de todos
los diputados que representan la nacion nombrarlos por los ciudadanos.
Es decir, que entra la democracia con la monarquía, y que las dos en-
[I'e sí constituyen la forma del gohiel'llo moderado.


nPero, señor, ¿cabe en ningun principio de política, ó hay publi-
cista sensato que diga qne la monarquía y la democracÍJ. puedan cons-
tituir un gobierno mOllerado? ¿Estas dos potencias contrarias y ene-
migas, que cada una titme una tendencia esencial y directa á destruir
á la otra? Tan imposible me parece esto, como el que el fuego y el
agua puedan formar un Guerpo físiGo.


))Esta es la cuestioll del dia, y este es el punto de vista bajo del
cllal deLe mirarse sin prevencion ele clases ni e~tados, cuyo derecho
es lo menos, ni procede de él, SillO del que tiene la naeion á que se
la consolide un gobierno verdaderamente moderado por medio de las
partes y elementos que encierra.


)) y oy á manifestar mi opinion, que apoyaré en la historia y la
política, y en las ["flexiones que una y otra ofrecen; como tambien
ca los al'g'llJncntos tIlle produce la comision en Sil discurso pt'elimi-
nar, para fundar la suya, de todos los Guales, ó de los principales)
rne haré cargo, y los traeré al medio para darles su justo valor. El
campo es muy vasto; pero he procurado compendiarIo, y reducirme
todo lo posible, contrayéndome á los puntos capitales de la materia.


lleuando se trata de la forma y organizacion de las córtes, se
trata, á mi entender, de su consisteneia, ó de su instabilidad: quiero
decir, para decirlo en una palabra, se trata de saber si la naeiotl ten-
Jrá c61'tes 6 no las tcudrá: porque lo mismo es decir qlle no habrá
cúrtes, que estab!neerlas sobre bases que no sean sólidas, ó sobre
fundamentos deleznables, incapaees de asegurar su subsistencia. Sien-
do, pues, las eórles una de las parles esenciales Lle la antigua cons-




128 DISCURSO PRONUNCIADO
titucíon de España, una de sus leyes fundamentales, el mayor, el úni-
co recurso que tiene la nacion para conservar sus derechos, y para
contener los abnso'i y estravíos ucl poder rcal y rninistel'ial, considero,
señol', ele suma, ue la primera importancia, que 110 nos equivoquemos
en cl plan y estructura ue este grande edificio, y que examillemos
este punlo con toda 1ft madurez y con toda la profuncliuad que mcrece
por su gravedad, y que el bien de la patria exige de nosotros.


IlLa angustia del tiempo, la agitacion en quc vivimos, y más que
todo la absolutn, dcstitucion en que yo 11IC hallo dA todo género de
auxilios literarios, no me permite á la verdad ilustrar la materia
Clllnto hn, menester y convcnia; pero en medio dc ello, apelando úni-
camente ú la meditacion y á las reflexioncs que ofrece, he podido Ojar
mi opinion, y es la que voy á esponer á V, JI.


llEsta cuestion, señor, se puede y se debe mirar bajo de dos as-
podo.): b \jo el aspecto histórico y bajo el aspecto político; y yo
al1ul1cialhlo desde luego mi opinion, afirIno que la historia, la política,
f'l in ('oré:=; del Estado y de las mismas cúrtcs, y toJas las raZOlles per-
suaden que estas no deben ser un cucrpo simple homogéneo, sino
compuesto de cámaras (¡ estamentos.


llSi se consulta la historia, será en vano buscar en las monarquías
antiguas estas I'epresentaeiones nacionales en nillgun sentido; siendo
as! qne enanto rl1ás nos l'I'montásemos al orígen dc ellas, n,llí era don-
ele debíamos encon~rar mús pura y vigorosa la constitucion del Estado,
y más elaramente marcados los dereühos (]e las naciones ó de los pue-
blos. No será fácil tampoco hallar el orígen y forma que hayan te-
nido las eOl'poraeiones de esta clase en las naeiones que las han co-
nocido; y aunque yo no trato, ni puello apurarlo en estas l:ircumta!l-
cias, me atrevo á asegllrar desde luego erne no ha existido en el mUlldo
imp8rio ni ffionarquia alguna, en la cual se hayan visto córtes, dietas
ú asambleas constitutivas de su forma de gobierno que se hayan es-
tablecido por el rnétouo y sistema popular que aquí se propone, y que
no ha habido un solo ejemplo, hasta la asamblea nacional ú conven-
cion de Francia, cou la eual pereció aquella monarquía,


») POi' el contrario, en todos los estados monú'rquicos en que han
existido, se hallará uonstantemente seguido otro si,tellla, y organiza-
diB por estamentos ú cámaras, ya más, ya menos en número, que




129


en esto ha habido variedad. Así han existido en Fl'ilncia los estados
generales; en Sueeia, e11 donde constaban Lle cuatro; en Alemania,
Hungría, Polonia, Inglaterra; y sobre todo en España en los diferentes
reinos, quo en otros tiempos la dividian, como Lean, Castilla, Valen-
cia, \'anlrra, Aragoll y Cataluña, todos los cuales tuvieron sus eórtes
y conserV:lll algunos, y en todos se observó inviolablemente el sistema
de estamentos.


))"\[¡ora, puos, sellor, una cosa on que las naciones han conve-
nido goneralmente; que cn cuanto á la mstaIlcia ó al sistema, ha sido
adoptada y observada pOl' todas nniformemente, constituye ya un
derecho tIe gentes que tieno á su favor la prcsullcion de la razon y
conveniencia pública, la política y tOlla la fuerza de la autoridad: fuerza
á que no pucde rcsistirsc sin muy concluyentes y evidenles razones.


llConlrayéudome á nuestra España, no se hallará hasta el tiempo
de la momrquía gOlla rastro ni monumento alguno que iudique haber-
se conocido en ell:l córles ni estados representativos de ningun género.
Ni esto es de c.slraüal', lo mismo que de las monarquías más antiguas,
cuando la fuerza sola y el poder militar era quien dominaba y decidia
la suerte de los imperios. La época verdadera ele nuestras c(lrtes es
sabido que rué la de la cOll\'cl'sion de los godos á nuestra santa fé,
y de Sil incorporacion en el gremio de la Iglesia católica. La constitu-
ciLl!1 y gobierno de la Iglesia, que es una monarquía mista con aristo-
cracia, rué la norma que dictó los primeros temperamentos del poder
real; y ciertamente que no podia hacerse una cosa mejor que imitar
la forrna de un gobierno planteado por el divino y soberano Autor de
ladas las potestades ele la tierra.


))L05 concilios que en España se cell'bl'Uban antes de aquella épo-
ca, y en uno de los cuales abrazaron los godossolemnementc la reli-
gion católica, fueron el tipo y la cuna de nuestras córtes. AlIi se
estrecharon los (los brazos ó potestades de la tierra; se unió el impe-
rio con el sacenlor;io, buscando en el seno de la religion las luces y la
sabiduría para asrgurar el acierlo del gobierno. Allí la córte real y
la eGlesiástica forrnaron las cúrtes; esto es, un cuerpo en el eual se
yentilaban los negocios Illás importantes del Estado, se propollian las
leyes, y se decretaban con Ir. confirmacÍon Ó sanrÍon elel rey. Aun
mandaban los reyes á los gobernadores y jueces de las provincias
~




130 DISCURSO PRO:'\UNCIADO
que aprendiesen [1 ser jueces rectos. Consta tambien por los mismos
monumentos que hacian á los obispos inspectores de los jueces
reales, sujetándolos á su correccion como á tntol'es y padres de los
pueblos, qU8 velasen s0bre su buem administracion, y los libertasen
de malos tralos y vejaciones.


nTal fué. el orígen y lu forma primitiva de nuestras córtes, y con
la misma continuaron y progresaron antes y clespues Je la irrupcioIl de
los sarracenos por los tiempos <le la restaurarion: (le suerte que á
aquellas sagradas congregaciones debemos los españoles el haberse
üonsoiídado entre nosotros una representacion nacional, que bien ei-
mentada será siempre el baluarte más firme de nuestra libertad.


))Despues de muchos siglos (de seis ó siete á lo menos) se agre-
garon diputétdos de algunas villas y ciudades principales, con que se
formaron los tres estadüs ó brazos, con los cuales continuaron rele-
bránrlose las córles, segun comenia CIl la clase de a:,arnblcas pu-
ramente civiles. La ópoca de Sil der:adencia fué aquella en que los mo-
narcas elevados á un grado más <lito ele poder, por el qllo habia
adquirido la nacion, asestaron los primcl'I}s golprs á los estamentos, ;l
los graneles y miembros princi¡nlcs que [es lweian sombra, y cuya re-
solucion y firmeza no podian sufrir, para dominar dcspues m;'lS libre-
mente sobre los diputados del pueblo, lo') cua[o~ sol,os, y natural rnen te
más déhiles y dependientes del influ.io riel gobierno, cayeron abruma-
rlos de Sil peso bajo de Sil imperio absoluto, y quedaron con ellos
reducidas las córtes á un vano simulacro, y á la nulidad; y aun [o que
es peor que esto, á suscribir servilmente á todos los antojos yarbitra-
riedades de los ministros.


llPor manera, e.eñor, que las eúrtes fueron c(Jrtes, tuvieron consi-
derarion y valimiento mielltms que se observú el antiguo sistema de los
brazos; mientras que reuniendo en sí la ,irtud Üe todos los elementos
de una monarquía constituyeron un cuerpo perfecto, qne ostentando
toda la digniJad y fuerza que reconcentraba, podia obrar con la ener-
gía correspondiente. Decayeron yaeabaron por el lodo cuando la po-
lítiea ministerial barrenó este sistema, invadió los brazos, y redujo las
córles á un estado simple de los diputados de los pueblos.


lJEs de notar tambien que aquellas provincias, tan justamente
alabadas por haber sabido conservar sus fuel'Os, como Aragon y




E~ DEFENSA DE LA CÁMARA ALTA. 131


;\Iavar!'a, mantuvieron sus córtes compuestas invariablemente de esla-
mentm; y al cOlltrario Astúrias, que hasta lloy 1mo tambien las
suyas con el nomLre de juntas generales trienales con su diputacioll
intcrmrdia; pero constituidas en forma simple y popular, perdió poco
á poco los suyos, y ca~i hasla su cOIlSideracioIl politica.


))Y Líell, sOllor, si la historiCi presenta estas yerdades y estos ejem-
plos, ¿po(lrl'mos negarnos á lo que ella nos dieta, y ú, seguir el cami-
no que SC-IUlit? ¿Hayal¡;nna más cierta, mú's sabida ni más prudente
en materias de ¡;obierno que la 1m de la esperiencia, y una observa-
cion atenta del r:urso ordinario de las cosas humanas? ¿Diela la pru-
dencia q\lP abramos 1111 camino torIo nuevo y desconocido, y aun pe-
ligroso, y que nos ilpartemos de ar¡l1rl que la historia ofrece corno el
único, y consagra como el mús seguro, para llevarnos al término de
nuestros deseos?


llNo quiero salir ¡]fl este punto sin hacer algunas observaciones
sobre lo que se lee en el discurso preliminar relativamente al objeto.
Dice la comision, aunque solo lo propone como conjetura, que el ori-
gen de los brazos (¡ estamentos ha sido el sistema feudal, que lmjo Ú
España los derechos selloriales, como es notorio. "Xo quiero por ahora
c1etenerme en esto; y solo diré, que sea el orígen el llllC fuere, debe-
mos ectar muy recono¡¡i(los á quien quiera que hayil introducido en-
trI: nosotros Hila iusliLucion [an salullable, fuente y apoyo de los de-
rer:hos m;:lS preciosos de la nacion.


))Si el sÍslerml fmlllal ha sido el orígen de los brazos, ó lo que es
lo mismo du las I.;{¡¡·tes, dAbemos bajo de este punto (le vista yenerar
Ull ól'llcll ¡le cosas que nos ¡¡a traido y supo plantar en la monarquía
un cw'rpo na(;ional presnJ'Y¡ltiro de sus derechos; y no corresponde al
carlldcJ" hÚIlJ"ado, noble y demllo de los e~pañoles menguar el con-
celJtü y estilJlucion dehida Ú llucstros mayores, por haber fundado y
tra:::rnití.lollos lo qlle tanto aprecimno.s , :,in los cuales, y sin su esfor-
zadu y paLriótico celo, ni se hubieran conocido córtes en Esparm, ni
nosotros existiríamos aquí.


))Pero dista mucho de la vcrdad lo que asienta el discurso citado
en apoyo de su conjetura, qlle los magnates y los prelados asistian á
los congresos uacionales como dueños de tiArra con jurisdiceion, y que
no podian menos de asistir como talc~, pues que en ellos se habian de




132 DISCURSO PRONUXCJADO
ventilar negocios graves, que podian perjudicar sus intereses y privi-
legios: añade que iban á ellos, no por eleccion ni en rcpl'esentaeion
de ninguna clase, sino como defensopes de sus fueros y partes, directa
y pe!'30nalmente interesadas en su conservacioll.


» Pilra hablar así era menester presuponer las córtes constituidas
sin grandes ni prellldos, una vez qne estos coneurrian á ellas acciden-
talmente por lo quo pudieran perjudicarles on sus inloreses privados.
Pero desde que se considere que no habia en aquellos tiempos más
córtes que las juntas de dichas dos clases, queda dosvaneciJa seme-
jante idea; pues seria contradietorio yaun ridículo pensar que los
prelados y grande3 asistian á las córtes como defensores de sí mis-
mos, ó para evitar que estas le;; dañasen personalmente cuando no so
conocian otras cÓl'tes que las que ellos solos componian. JIas están
por otra parte desmentidas tales aserciones con solo volver la vista so-
bre el principio de las cLÍrtes.


» ~s constante que estas principiaron y continuaron en los COl1L'i-
lios de Toledo desde rl tercero hasta el diez y siete, ósea d diez y
ocho, último de los que se celebraron antes de la irrupc,ion sarracé-
nica, y fué la primera época de nuestras cLÍrtes, de que no tenernos
otros documentos que los mismos concilios. Ahora, pues, en aquc-
llos tiempos no poseian los obispos tales tierras señoriales, con juris-
diccion ni sin ella, ni podian tenerlas cuando los goclos abrazaron la
santa fé católica en aquel concilio. Existieran hasta entonces en Es-
paña luchando con las potestades seculares, que losaborrecian, y aun
perseguian. No fué sino mucho despUéS cuando adquirieron señoríos
por los importantes servicios que hicieron á la patria en la época de
la restauracion.


» Y si antes de poseer tales señoríos tuvieron los obispos parte en
las córtes, y aun, puode decirse asl, dieron á estas 01 sel' y la consis-
tencia, sin otro titulo ni carácter que el de prelados de la Iglesia, yel
de constituir como tales un cuerpo y clase tan principal, que aun á
la luz de la polilica entra necesariamellte en la composinion de los 0S-·
tados católicos, y respectivamente ele los [la católicos: ¿podrá aGr-
Illarse, señor, t¡ne no tm<ieron lugar en las córtes, sino como defen-
sores {le sus fueros y señoríos? ¿Será justo, será buena fé figurar su
antigua intervcncion en ellas bajo un aspecto dA odiosidacl que puede




EN DEFE:\SA n¡,; LA CÁMARA ALTA. 133
imponer á los incautos, é inclinar cl ánimo de cualquiera que no ob-
sene atentamente los pasos de la historia?


))Si no terniel'il alargarme demasiado, y molestar á V. M., yo ha-
ria ver aquí otro principio y causa más legitima de los brazos, seña-
hJamente del eclesiástico, ell todos los eotados católicos, en los cua-
les ha tenido siempre el primer lugar; que no es mucho cuando en-
tre los paganos y gentiles ban tenido sus sacerdotes la primera con-
sideracion on la r('p(¡bliea. Haria ver cúmo siendo la religion el alma
y e[ apoyo más súlido de uu eslulIo, porque sin ella no hay obedien-
cia ú las lryes, ú no es mús que aparente y forzada, el respeto á las
alItoridacltJs es nulo; las costumbres se corrompen, y una nacion sin
costumbres perece; los principales miembros ú ministros de la religion
han sido en toclas rcputados por el brazo derecho de sus estados por
razones de muy alta política. Ptlro vuelvo <Í. las que presenta el dis-
curso preliminal'.
))nencxi()ne~e la pintura que hace ~n el asunto para persuadir el


oríg-en vinioso de los estalllent.os, como,:dimiwados del sistema fcudal,
ó de un pi'ill'Jipio de intereses privados y personales a efecto de des-
terrarlos tIc las cúrtes. Vuélvase la vista pocas páginas mas atrás,
cuando trata de la soberanía y dercGhos del pueblo, y alli se verá
discurrir en un scntido inverso. Allí se verán justamente encomiados
los desvelus antigllos dG la !lacioa paril cstablecer su cOIlstitucion.
AlU se confiesan con entusiasmo afianzados los derechos de la nacían,
Llell'l?y y de los nilldadanos sobre las leyes elel Fuero Juzg'o. Allí se
hace COl1 razon mrrito g-rallllc de la eleccion del rey por los magnates
y prelados del reino, de las úblig'ac;ioIlcs prcscritas á aquel, del dcre-
r:!1O de Imeo]" las ll'yes con cl rey, de la subordinaeion de este á las
mismlls leyes, y [le los ¡lerecllos ele tocios y de cada l1no de los ciuda-
llano:,: se ensalza ell fin el vigor, la firmeza y hasta la fuerza que se
ha opuesto frecuBrllecnente á los monarcas pura resistir sus empresas
ú los abusos de su autoridad.


)) Así habla la comision cuando trata de comprobar el punto de la
solJenlllía llllcional. Y pregunto yo ahora, aque!la antig'ua constítucion
y aquellas leyes, ¿,qnién las establecía? Aquellas rcslrieeiones del po-
der real, aqncllos derechos del pueblo y riel ciudadano, ¿quién los
presci'l"t'l? Allllella re~istcllt'ia, aquel valor resuelto y firme) con que




134 DISCURSO rRONU1iCIADO
en ocasiones se hizo frente á la autoridad de los reyes, ¿á quién se
debe? ¿No fueron esos mismos mag'nates y prelados los autores de
todo esto'? ¿~o eran estos los que componian las córtes, los que ha-
cian los brazos del estado, los que ordenaron esas leyes fundamenta-
les, esa soberanía muchos siglos ántes que en las córtes se conocie-
sen otros diputados? ¿Es posible que un mismo ónlen de cosas haya
sido el fundamento de los derechos de la nacion, y al mismo tiempo
se represente como destructivo de ellos?


))Los brazos del reino crearon y consolidaron nuestras cúrtes,
fundaron los d~rechos nacionales, ¿y estos mismos brazos han de ser
hoy escluidos, figurando no haber sido admitidos en ellas sino para
atender á intereses y privilegios personales? ¿Y quc lliga la C'omision,
que no teniendo en el (Ha los grandes, {ítulos, ni prelados dcrrc!ws
ni privilegios I'sclusivos que los ljongall fllcra dc la comunidad de
SMS conciudadanos, ni les dé intereses diferentes Ijll(', los del ¡irocO/llIl-
nal de la nadon, falta la causa que en fuicio de oque{[ll (M ori!Jen á
los brazos? Así una misma verdad es forzQcla [1 presentar sistemas con·
trarios, y tan cierto es, señor, que es preciso im:t1l'l'ir en contradic-
ciones cuando uo se examinan con imparcialirlacllos bochos.


nDemostrado pOI' lél hisloI'iil que las córtes rlrben su sel' y exis-
tencia á los estamentos (¡ hrazos riel reino, y l'esllltanllo de ella mis-
ma la importancia de este sistema, poco resta que a[¡aclir para com-
probarlil tambien pOI' el lado de la política. En esta parte puede ase-
gurarse que está demostri:lda en política la misma verdad si son cier-
tos los hechos, como no puede negarse. Porquc la historia es madre
<le la polílica; y lo repito, la primera regla del gobierno es conducir á
las naciones, no por especulaciones ó planes de imaginaeion, sino por
[as lecciones ele la esperiencia y el conocimiento práctico (le los hombres,


Si todas las monarquías de dentro y fuera de España, aquellas que
fueron más celosas de su libertad é indepemlencia, aquellas que me-
jor la conservaron, convinieron todas eIl un mismo principio, usaron
de unos mismos medios) ¿será prudencia, serft política emprender
nosotros un rumbo nuevo, y arrojarnos ;í un piélago, que si alguno
quiso surcarle fué para sumergirse y anegarse en sus aguas?


.))Las instituciones, señor, rle cualquiera estado deben ser análo-
gas al carácter y naturaleza de su gobierno. Unas son las que convÍc-




El\' DEFE[\'SA DE I,,\ C.,\.\JARA ALTA. 135
nen á la monarquía, otras las que se adoptan á la democracia, etc. Un
estarlo monárquico es un estado gerárquico. Las diferentes clases en
que se divide son los elementos que le componen, y forman aquella
armonía y enlace de un03 miembros con otros, para constituir un
lodo perfecto por aquella gradual y reciproca correspondencia de ill-
lcreces y relaciones, ¡Je justicia y solicitud en unos, de obedienciB
y respeto en otros, sin lo cual no puede compaginarse el compuesto
nacional en una vasta estension de territorio. De aquí la imposibili-
dad de acomodar á una region muy estensa la forma de gobierno Fe-
pnblicano, y de aquí la dinll'sa manera de que son estos susceptibles
en sus representaciones políticas.


»Pong-amos las córtes constituidas como se propone en un cuel'po
simple y forma toda popular, y calculemos sus resultados. Debe su-
ponerse ante todas cosas que el caráeter de monarquía templada ó
moderarla que tiene y debe tener la nacían, segun consta de otro ca-
pítulo ¡Jt' la constitllcion, ppnric tocio de la combinacion ele los dos po-
deres, del rey y las cúrle". OrgllJizauas estas de aquella manem, re-
sulta, puos, que la moclcJ'aciun do la monarquía consiste en la mez-
cla del gobicruo lllOW'u'qllico con el democrático, y en el equilibrio de
estas dos fuerzas. Pero, señor, estas dos fuerzas no IlllcLlen chocar
entre sí sin romper el equilibrio. La democracia está en oposicion
directa con la monarquía. Es forzoso (jue, () una de estas dos polen-
cias 'se paralice, ú q\l'\ aproximálldose, se snsc,iten intereses encon-
trados que puodan turhar su eoncierto yarmonía; armonía qne si una
yez se rompe entran en una lucha de que habrá de resulLar una de
dos cosas: (¡ qne las c(¡r!.es opriman al rey y peligre la monarquía, él
que el rey oprima á las c(¡rtes y perezcan estas.


»i,Cnál es, pues, Al intcré'l de uno y otro? El que haya una fner-
za intcrmeclia que reuna los intereses de todos, que trnga los conm-
nes de la nadon y riel pueblo, y que le tenga tambien en mantener
los derechos del rey. He este modo, si estp emprende algo contra los
de la nacioll, tendrán las c(¡rtcs una fuerza doble (¡ triple que opo-
nede, y lo harán con toda la dignidad y enerp:ia que presta la in-
fluencia de todos los estarlos del reino: esta fuerza moral, que tanto
necesitan, y la única que Pllede arredrar al gobierno; y al contrario,
si se ato.ellsen los justos derechos del monarea, habrá un medio legal




136 DISCURSO I'RO:'\UIíC1ADO
y llano pal'a contenerlo, é impedir de3avenpncia~ funestas. Por eso
no hay publicista juicioso que no enseñe que la verdadera tempera-
tura (¡ moderacion de nn gobierno está cifrada en la meu:la de los
tres poderes (¡ formas de gobierno, y en e~to consiste la eSCC1CllGia
de la COtlstitllciotl inglesa, que las renne todas, af1allzarla eu las d¡;¡s
cámaras del parlamento y el rey.


nLos españoles tenem03 la prueba de la misma \'erchd sin salir
de casa. Mientra~las cÚl'les reunieron con los estamentos esta [ripIe
fuerza, tuviel~on consideracion y porlerío, enfrenaron el poder rral, y
no hubo ministros que levantasen la cabeza. Abalió CÚI'lo~ V ú las
clases altas en las cúrtes de Toledo de j 5:)t¡ po!' un go)pe dn mano y
de política, y desde entonce:;, como ya he dicho, puede tlel'i)'sn qne
espiraron las córtes. De allí adelante los procuradores de las villas y
ciudades, y cuantos concurrian ú ellas, no hicieron mús papel que el
tie la debilidad y condescendencia para todo; otorgar y deferir ciega-
mente á las ideas de los ministros; se olyielaron los derechos de la
mcion, y se convirtió cada lino á los suyos propios; lo mismo que
probablemente sucederá en todos tiempos, porque las mismas causas
producirán siempre los' mismos efectos.


))Desengaliérnonos, selior, si alguna cosa ¡mOlle consolidar las
cúrtes, darles vigor y energÍrr, y hacerlas respetables, es su constilll-
cion intrínseca, orgánica; que lIO sean una masa informe y confusa,
sino un compuesto de partes ú miembros combinados, que reuna la
poteneia de cada uno, es decir, la fuerza de todas las formas rle go·
bierno. Sin esto las córles no SCI'ÚIl más que un nombre vano, no se-
rán córtes snfleienle.3 Ú la presencia de un monarca; la monarr¡llía
pierde la calidad de templada ó mOllcrada, y vnehe á SIT absoluta,
despótica, y todo Clnnto se fluiera.


»Col1vieue esto mismo á las córtes bajo de otro aspecto. Porque
hasta un ligero conocimiento del corazon humano para eomencerse
de que las asambleas muy numerosas no son siempre las mús re-
flexivas. Los partidos, la rivalidad, 103 intereses particulares se eru-
zan fácilmente, las pasiones se exaltan, y si uIla faecion (lomina, pue-
de arrastral' á los demás y al cuerpo entpro á su ruina; por lo que
nada es tan impvrtante para este como cl con)Lar de elementos flue
nonlrapescn y equilibren sus fuerzas.




EN DEFENSA DE LA C . .\MARA ALTA. 137
nEjemplo bien triste nos ofrece la Francia cuando I'edujo sus es-


tados generales á uno simple en la asamblea nacional y la convencion.
Los facciosos, que en ella dominaron, no solo arruinaron a.l rey yal
reino, sino tambien ú sus propios compañeros; y los tumultos, des-
(I/'denes y atentados i'jue se esperimentaron hicieron conocer, aunque
tarde, el yerro de haber constituido la representacion nacional de
aquella manera; por lo que luego en la segunda ó tercera constitu-
cion volvieron á <l.rloptar la forma compuesta, si no con el nombre de
estados, quc ya no los hilbia, pues habian desterrado el clero y la
nobleza, diridiemlo la autoridad en dos consejos, el de Quinientos y el
de los Ancianos, bien que ya esto no podia alcanzar, por otras cau-
sas, y porque no eran verdaderos elementos.


\)XO me detongo, seltor, ú rofutar las dificultades que tanto exa-
gera la comision como irl'mpcrables para restablecer los estamentos;
porque mientras no se arlrnita esta base, es ocioso cansarnos en lo que
toca al modo. Poro no ilUodo mOllaS do decir que es, á mi entender,
á cuanto puede llegar la cavilaGion, querer desechar por impractica-
bl() lo qnu ~e ha practicado por tantos siglos, y lo que torlavÍh se
practiea (Ientro de España y fuera de ella, como en Inglaterra.


llConvengo en que debe haber modificaciones y aclaraciones; mas
esto pel'tr,nr,re á los accidentes, no á la sustancia du la cosa; y a(!uí
entra la autoridarl de las córtes, que es para afirmar y mejorar nuestra
imponderable constitnciol1, no para destruirla, como en mi conceplo
se c!f1strllyil, por el sistema cont.rario en la parte tan esencial de sus
córles, por las razones históricas y políliG:ls que dejo cS¡JUestas . . luz-
gol, pues, qne 8S c!f1 nuestra obligacion la más üstreuha restableeer las
t:ól'les en Sil furma legítima constitucional, conforme á la cllal debe-
rán componerse, !lO de un estado c.irnple lodo popular, como propo-
ne la comision, sino del misto, tí sea lle dos partes ó cámaras; una
de los dos 6rdenes Jel reino, los prelarlos ele la Iglesia y la alta lloble-
za; y otra de la Ilni\'crsalidarl del pueblo poI' medio de sus diputados.


))Si [ludiera descontlarse de nuestras instituciones por ser viejas,
tenernos 01 ejemplo de las na()iunes más sabias é ilustrarlas. Todo el
mUl1llo COlJoce la osceleneia ele la eonstil.ueion inglesa: en la organi-
zar:ion y combinaeion do sus poJel'cs, e~ sustancialmente la misma que
la española antigua; sigámosla. Este es mi voto.))






'!tV\JVVVVVVVVVVV'V'VVJ\../VVVVV·JVVVVVVV·"",VVVVVVVVVVV"VVVVVV~


CAP~IANY.


~uelen llamar la atencion en las asambleas delibe-
rantes ciertos individuos para .quienes son lo menos en
los trabajos legislativos las ideas de un discurso, la in ten-
cion política ele un elictámen, el objeto alarmante de una
proposicion. Esos diputados, idólatras de la forma, enco-
miadores ele la apariencia, son los eruelitos, los hombre8
de letras, los literatos.


Tmpasibles y graves en las discusiones, puesto el co-
razon en el oido, sacrifican la política á la gramática, y
anteponen gustosos el lenguaje á la elocuencia, la pnJa-
bra al pensamiento. Por más elocuente, por más poéti-
co, pUl' más elevado que sea el orador á quien escuchan,
los diputados litcrat08 ni se conmueven ni se entu-
siasman.


Por el contrario; asombrados é indignados de que
los espectadores acojan con frendicos aplausos una imá-
gen atrevida, un pensamiento delicado, un arranque de
sentimiento ó de patriotismo, clavan sus ojos en ellos, y
con sonrisa ele ira, de lástima ó de desprecio, exclaman:
«¡Illlbé~cilesl ¡Pues no aplauden y se entusiasman sin no-
tar la impropiedad de ese verbo y la mala colocacion ele
ese artículo!»




140 CAPMANY.
Artífices del lenguaje, los literatos se apoderan de un


dictámen, de cualquier documento parlamentario, y lo
desmenuzan, lo descomponen y lo pulimentan, variando


,


la colocacion de un adverbio, suprimienr10 un adjetivo,
ó sustituyendo un vocablo moderno, de orígen sospecho-
so, son otro clásico, castizo y anticuad,) de que hicieron
uso en sus obras Cervantes y Quevedo.


Á esta clase de diputados pertenecia en 11:oS córtes ex-
traordinarias de Oádiz el catalan D. Antonio Capmany.
Desde las primeras sesiones se constituyó en dÓ~Dine de
la asamblea, y al repetirse la lectura de su reglamento
interior, rronunció un discurso alabando las escelencias
de la gramática, rccomen(lando la pureza de lenguaje,
tanto en 103 discursos como en los escritos ele los diputa-
dos, y censurando varias palabras del reglamento nada
propias y castizas. En la redaccion de los decretos l~l'a
(londe Capmany lucia sus conocimientos filológic.os, dan-
elo rienda suelta á su m::tn:a (le al:Llll}Jicar y purificar el
lenguaje de todo modismo ó espresion que no trajese la
patente ele una remota antigüedad; manía que 10 arras-
traba á usar de palabras ridículas é intolerables ar-
caísmos .


. ( tal estl'emo llegaban su escrupulosidad y pulcritud
de lenguaje, que más de una vez eran objeto de sus dis-
cursos la colocacion de una coma, la eti


'
llología de un


nombre ó el uso de una letra; y un pl'ctl~rito perfedo Ó
un gerundio serdanle otras ele proteste para cntr(~tener
á las rórtes un largo rato. ~olian oir ~sbs con gusto sus
disertaciones gramaticales~ pero apurábaseles tambi8I1 la
paciencia alguna vez, y le atajahan eon bl'usea:o inter-
rupciones, él el público con sus l11mmullos, p~lCs no Pl-
dian tolerar que en ocasiones críticas en que ::;e discutian
medidas urgentes ó se ventilaban punto." de suma impol'-




CAPMA;\Y. 141


tancia, ter~ia.se el Sr. Capmany y emplease una hora
para esplicar el verdadero significado de una palabra o
el odgen etimológico de una frase.


Mas no se crea que el diputadCl catalan se acobardaba
y elllllUdecia al verse tan inconsideradamente interrum-
pido. :Nada de eso. Oon la mayor impasibilidad recla-
maba el orden y seguia, el hilo de sus pedagogicas es-
plicaciones. Aclarando en cierta ocasioll, y solo para rec-
tificar, el sentido genuino y verdadero de la palabra
mando, y la (liferencia que mediaba entre aquella voz
y las de grado y empleo, rué estrepitosamente interrum-
pido por los diputados y el público de las galerías, y di-
rigiéndose al presidente, esclamaba: «Sírvase V. S. oir-
me, y lllandar que se me oiga. Ya que permite á los de-
más seüores haeer preámbulos y exordios, déjeme á mí
hacer epílJgus.»


Su vanidad de escritor, su ol'gullo de literato, obl i-
gábale á censurarlo todo, y uo pudiendo descollar como
orador, procuraba distinguirse comu sabio, haciendo es-
fuerzos ridículos, y cometiendo [10 pocas veces estrava-
gancias é inconveniencias. Lo raro era que, no obstante
su afectada maestría en el lenguaje, s01ia caer Capma-
ny como sus compaüeros, en algunos deslices, y no eran
por cierto sus peroraciones las que menos abundaban de
faltas gramaticales, de voces impropias y de marcados
galicismos.


No se crea, por ]0 que llcvalllos dicho, que el cons-
tituyente catalall era uno :le 8su', ol'ador,;s l'cmilg::cclu;s y
empalagosos qlH~ b\l6Can antes las palabras que las ideas,
y que dan tortura al pensamiento en una frase atildada
y escogida. Al contrario. El diputado Capnwny, el maes-
tro ele cel'emoni,ts de la asamble.1 popular de 1812, era
llano y hasta vulgar en su estilo, agudo y aun choear-




142 CAPlIIANY.
rero en algunas ocasiones, rara vez elocuente, nunca
peético y levantado.


Distinguióse además Cctpmany en las famosas cons-
titeycntcs de Các1iz por su cxag8rado españolismo, por
su ciego amor á la patria, q I]e le hacia prorumpir en fie-
ras amenazas contra Napül(~()n y Sl;S secw,ces, C01110 cuan-
do decia que la guerra debin hace1'se con {¡¿I'OI', y CU3,n-
do refiriéndose á la espedicion de D. l\~dr() 111 para la
conq uista de Sicilia, exclamaba: « De las costas ele Afri-
ca se dirigió á Sicilia, de cuya espedicion resultaron las
famosas Víspems sicilianas ¡que ~jnla se l'cpitiemn
alwrft entre 'nosotros toel(tS las se IíULn(U;! ))


H;se mismo espíritu de insensato patriotismo y de cie-
go cariño á las córtes y sus reformas le inspiró las si-
guientes frases contra el ex-regente [aJ'{liznbal, que
neg'aba en un manifiesto la soberanía nacional. «(El modo


'-'


de que ese cscl'itor rcconozea la soheranía de las córtes
e:-,; castiga,l'le; así la cOnfeSill':í., scfwr; tcnorr cntendido
quc el verdugo de Cádi:;; Iw mudado ele oficio, ]Jm'fj/w
l/(u.'c dos (UIOS fjlle está con los úrazos crnzados.)) La in-
(lit'(~cta no podia ser más clara ni m:is cruel.


Hablando tambien sobre la necesidad de que el con-
greso sustanciase por sí la causa formada ti dicho ex-re-
gente por desacato á las mismas córtes, decia: "La es-
periencia ele be enseüarnos en este momento las provic1en-
C.i;L~ que de bemos tomar . Nuestra manu es la CJ ue ha ele
sal val' el E:-,;bdo; nuestra mano es l::t q lle ha de conducir
la nacion á la independencia, nuestra Illano es la que ha
de hacer la justícia, el verdugo la ejecutarú" .. )


No dejaba algunas veces Capmany de teller alTan-
ques oratorios de buen efecto. Véase cómo esclamaba en
la acalorada discusioll que produjo la derrota de nuestro
ejército en las llanuras de Castalla. d!Jl daño ya está




CAPMA:"Y. 143


hecho, pero la indignacion debe provocarnos á echar
mano del último remedio sin perder la esperanza de sal-
varnos, animando á los amedrentados ó desconfiados. En
la gucna de los 1)(U'tos, Marco Craso, despues dc perdi-
da la batalla, vió la cabeza de su hijo llevada en la punta
de una lauza de los enemigos. Lloró el padre; y vienflo
el abatimiento de sus soldados, les alentó diciendo: sol-
daaos, d~iad el dolor pum mi, y gnardad Zn venganza
para vosotros.»


Inspirado de su patriotismo, de su desinter~s y de su
almegacion, en cuyas cualidades, si alguno le igualaba
nadie le esccdia, propuso el célebre decreto de las córtes
de Cidiz en el que se prohibia á los diputados solicitar y
admitir para sí y sus parientes gracia ó empleo del go-
bierno (1urante el ejeréicio de la diputacion, y un año
despucs. Al apoyar su proposicion el Sr. Capmany con-
clnia su discurso con estas frases tan tiernas y sentidas~
tjlle honraban su corazon y revelaban su carácter, y que
interpretaban fielmente el patriotismo, la pureza de sen-
timientos y la buena fé con que aquellos padres de la
patria se dedicaban á la defensa y á la regeneracion de
Espaüa, ~\jellos á todo cálculo personal, desnudos de Loda
aspiracion intei'~sada, de toda ambicion, de toda mira de
medro y egoismo. q La confianza, decia, que la llacion
tiene en nosotros, se ael'editará con el voto público y so-
lemne de huir hasta la tentacion ele acordarnos ele nU8S-
tras propias personas, para no despojar á la virtud del
nombre de austeridad que debe ser nuestra divisa. Cuan-
do la mala ventura nes redujese á la pobreza, el Estado
nos dará pan como lo reciben los padres ancianos de los
buenos hijos. ¡Y qué pan tan sabroso el que comeremos
¡le Illanos de la caridad nadonal! D
i()U(~ delic::vleza, que sublimidad encierran las últi-




144 DISCURSO CONTRA


mas palabras dichas con la verdad, con el candor, con
el sentimiento con que en aquellos tiempos pensaban, ha-
blaban y sentian los diputados espaüoles!


Era una creenc~a, muy generalizada entre 1m; políti-
cos de entonces, que el SI'. Capmany tenia dos opiniones,
una pública, liberal, y otra secreta, absol utista, sostenien-
do la primera con el propósito de contrapesar el crédito
que tenia Al'güelles entre los aplaudidores de las ga-
lerías.


A pesar de que usó de la palabra con algUlllt frecuen-
cia en el primer aíio de aquella larga legislatura, no hay
un discurso suyo (lue por la estcnsion, por la importan-
cia del objeto, y por lo notable de las formas pucela rc-
producirse como modelo ó como munsLl'a ele 1<1 elocuen-
cia de nuestros primeros ol'adores padamen tarios. A
continuacion, sin embargo, insertamos dos cortas pero-
raciones que dan idea del género de oratoria ele aquel
diputado, y en las que no faltan entonaciün de estilo,
pensamientos felices y arranques de sentimiento y elo-
cuencia.


Discurso contra la proposicion de que se colocase al frente de
la regencia una persona real.


((Pues que el seitor cura de Algeciras (Terrero) en la sesion de
ayel' tuvo la ocurrencia de citarme como testo de furor patriótico, á.
cuyo favor le estoy mlly agradecillo, no pude escu~arrne ue COl'l'es-
pn!1,ler á su memoria pidiendo la palabra para esponer en pocas mi
opillion, ['undada en mi ciencia y coneicDcia: lbmo cienl~ia á la previ-
sion. ¿lJué poclré yo añadir, ni ron q1lÁ corrobor;lrlo, á lo qlJe solJl'e
el espíritu de la proposicion ha dicho nuestro digno compañero el
Sr. A.rgüelles? ¿Necesita de ilustl'acion mia lo que acaba de leer
y de glosar tan oportuna, científica y politicamente el Sr. Calatrava?
Pues que la imprudencia é inoportunidad de la pl'oposicion que pr8-




LA REGE:'iCIA DE UNA PERSONA REAL. 145
sentó el Sr. Vera nos ha conducido tí, la necesidad de manifestar
nuestro modo de pensar, y un nuevo macla de hablar; es menester
que no se nos interprete á los que espaDemos un dictámen contrario el
sentido de las palaoras, que siempre se dehen tornar en el más recto,
sano y patriótieo.


)¿,Habia n8cesirlad de hacer estas proposiciones, tratándonos Sil
autor de descuidados, euando trabajamos dia y noche para la felicidad
de la patria? ¿Yen ljué momento? Precisamente cuando se iba á
echal' la bóveda á la magnilica obra de la constitucion, que cs su par-
te tercera, desp'les ele tantos aranes y desvelos como ha costado á
V. M. levantarla hasta la cortina? ¿Y cuándo, repito? Cuando se
acercaba aquel dia tan deseado de todos, de ver cerrado y encumbra-
do el edilicio de la l'estauracion española, como otro etel'l1o capitolio,
fijando el orazo de V. M. en su cúpula la bandera de la libertad na-
cional. Y al punto de conclnir esta grande obra, ¡se pretendia atar las
manos á los arquitectos! iY á estos arquitectos, yo el primero, yo el
último, y todos iguales los que estamo::; aquÍ presentes, se nos injuria
con la Ilota (le descuidaclos y desavenidos!


»Aquí podrá habor opiniones diversas, y cOIl\'iene que las haya:
como dice Sllll Pablo, podrá haber voces y estilos diferentes; pero una
sola es la voz y una la voluntad cuando se trata ele la defe nsa y sal-
"aeion ele la patria. Me abstengo de combatir estas acusaciones con
las armas que me son propias, una vez que las de otro señor preopi-
nante cortaron antes de ayer las cabezas ele esta hidra.


» i Que impaciencia la del autor de las proposiciones cuanelo solo
fallan estas pocas piedras para cubrir y consolidar el templo de nues-
tras leyes y de nuestra futura felicidarl! Este edificio, levantado á la
visladel enemigo y ele sus baterías, para cuyo diseñLl no nos dió lu-
gar el apuro de las circunslancias, ni la precipitacion del plazo para
.iuntamos á concertar tamaña empresa! ¡Tuvimos que cortar la piedra
y hacer la Géll y 01 la(lrillo (digámoslo así)~ ¡Tuvimos que ser peones,
oficiales, maestros ysobrostantes, y sufrir los temporales de la mur-
muracion é íngraliluLl! Algun dia haré, con líceneia de V. M., la apo-
logía de los trabajos del congreso; presentaré su historiadesde el pri-
mer dia en que ~e encelTó en la Isla de Leon á los diputaLlos sin co-
nocerse; ~in amarse y sin 1l0ral'se, como se lliee de otra gente.


10




146 DISCURSO CONTRA
)) Bien sabe el público el mouo cómo nos juntó el gobiemo en aquel


sitio, á manera de 1I1I rebaño de ovejas de distintos dueños y comar-
cas metidas en un corral. No tuvimos 11Igar ¡Je hablarnos ni de salu-
darnos, no ¡Jigo de abrazamos; y ahora pareee no nos quisieran ¡Jar
lugar ni para rIamos el último abrazo qlIe touos deseamos, y yo el
primero. ¡ Ojalá pasado mañana pudiéramos despedirnos! Hoy no po-
demos, porque seria dejar la patria huérfana y desamparada y sin
abrigo eontra la inclemeneia de sus enemigos. Pronto nos despedire-
mos, digo yo á los impacientes, por no darles otl'O nombre; pero
será cuando quedemos satisfechos de haber cumplido con nuestro
deber. La posteridad juzgará la obra, y despreciará, si quiere, á
sus autores.


))Se nos trata de descuidados, de indolentes y de ... en el muy
estudiado y venenoso proemio del referido escrito, antipolítieo por las
circunstancias actuales, injusto en los cargos que se hacen al con-
gres o , indiscreto y precipitado en sus consejos, cubiertos torpemente
con el velo del bien público. Este mismo preámbulo manitlesta las
miras de su autor; los que lo hayan oido verán si son patriótieas , si
conspiran á la conveniencia pública, y si encierran en su espíritu el de
alguna ley nacional. La nacion no tiene más ley en esta crísis que la
necesidad de eonservarse contra sus enemigos, así esteriores corno
interiores.


ll¿Estamos ahora en una pacífica córte como en tiempo de
Cárlos III? Estamos in castris, ó, por decirlo mejor, en un castillo y
sitiados. Repásense las historias antiguas y modernas, y véase qué
nacion se ha hallado en igual conflicto y peligro, ni qué senado re-


l uucido á tanta estrechez y angustia. Pues en medio de estas apuradas
circunstancias y terribles cuidados se nos viene á presentar nuevos
peligTos sobre nuevos insultos. Perdono los insultos; no perdono los
designios. Sepa el mundo que ahora es cuando debemos mostrar más
entereza, más serenidad, más constancia, y más desprecio de toda
prcocupacion y temor. ¿ Acaso está vacante el trono '1 ¿ No vive Fer-
nando VII? ¿ No viven sus hermanos? ¿ No tenemos en este saloll la
efigie de nuestro monarca para que nunca sc nos caiga de la memoria
ni de la vista para el respeto y la compasion? Yo ie veo ahora, y
quisiera que me oyera; así hablall los patriotas.




¡,A REGENCIA DE U:'iA PERSONA REAL. 147


»Hombres repúblicos somos los diputados, y no republicanos:
tan necesario es entender bien nuestra propia lengua. Por el bien de
la república trabajamos: república quiere decir tambien en castellano
estado, la C03a pública, y no democracia. Nuestro estado es monár-
quico, y hereJitaria la monarqula; la regencia no es hereditaria. Ha
dicho muy bien el Sr. Calatrava que el artículo sancionado Jel pro-
yecto Je constitucion que citó en su lectura supone que el rey se ha-
lla entonces dentro del reino, y tambien su sucesor. Este caso nu
tiene lugar ni aplicacion en la ocasion presente.


)) Vuel va la vista ahora al estado politico en que algunos señores
preopinantes han querido pintar la Europa, proponiéndose si las po-
tencias estranjeras tendrian reparo de tratar con nuestro gobierno,
no estando presidido por una persona real. Los estados tratan con los
otros estados cuando hay un gobierno constituido y reconocido para
sus reciprocas relaciones. ¿ Con quién han tratado las potencias, em-
pezando por nuestra noble aliada? Hasta ahora con España, y con !~l
gobierno supremo que nos ha regido y rige. Si alguna vez pueden te-
ner alguna desconfianza ó tibieza los gabinetes en sus oficios de amis-
tad y buena correspondencia, no será por no ser las personas reales,
imperiales 6 ducales, ni por la forma constitutiva del gobierno que se
elige una nacion, sino por la fi.llta de energía, de actividad, de con-
formidad, y de aquella franca armonía que debe siempre reinar entre
aliados que hacen causa comun en una lucha comun.


))Se ha dicho tambicn que seria más venerada una persona real:
si es por lo real, tan venerada será antes como despues de ser re-
gente: la virtud y los talentos roban la veneracion y el amor de los
pueblos, y no las personas ... ¿Acaso se nos ha presentado, para es- •
coger la más digna, algun largo catálogo de todas las adornadas de
aquellas eminentes dotes? Reducirnos quisieran algunos, segun pa-
rece, á unaeleccion forzada por una alternativa más forzada todavía,
riolentamlo á la voluntad con capa de necesidad ó de peligro.


»La8 personas que forman la persona real y moral de una regen-
cia deben tener por carácter y divisa, y por primera recomendacion,
la sabiduría, el rigor y el patriotismo acrisolado. Me aparto de tra-
tar ahora la cuestion si solo en las personas reales se pueden hallar
dichas (~alidades, y especialmente la última, la más importante en




148 DISCURSO CONTRA
estos críticos contratiempos. Sin escluir al mismo Felipe II, que era
tan español y tan empeñado en estendor su nombre en las cuatro
partes del mundo, la palabra patria j::unás ha salido de boca de sobe-
rano alguno: mi corona, mis estados, mis vasallos, son los únicos
nombres que han pl'Onunciado para defender sus derechos, y alguna
vez para abandonarlos.


))] Lamentable recuerdo para los que vivimos y lo padecernos! La
palabra patria, tan magnífica y halagüeña en este calamitoso tiempo,
esta patria que antes no era más que un vano nombre en la vida po-
lítica, hoy la vemos realizada en nuestros corazones. La invasion del
tirano del mundo le ha dado á nuestros ojos y á nuestra compasion
un ser que antes no tenia; de necesidad nos ha constituido á todos
soldados para deFenderla. Todo español, Je cnalquier clase, con di-
cio~ y estado, es hijo legítimo y natural de esta madre, cuya sa-
lud está á cargo de todos y de cada uno, para no e~ponerla á nue-
vos peligros sobre los muchos lIue la ccrcan, sin llecesidad de
buscarle otros. Suspendo alargar más mis reflexiones sobre este
punto.


nMe abstengo de decir tantas y tantas cosas á que provoca la ma-
teria ... Me abstengo, repito, de estendenne á otros puntos, porque
el cruel y astuto Napoleon, que estudia nuestras obras y palabras, lo
habria de saber y leer. Yo le conozco y él me conoce, y {'I sabe tam-
bien que le conozco: no quisiera enseñarle tal vez á ser peol" de Jo
que ha sido y de lo que será. ~o le demos con lIuestros recelos y
pronósticos más motivos para que forme nuevos designios, que todos
serán tan infernales como suyos.


4 nSeñor, hay algun desórden en la série de mi razonamiento¡ lo
confieso, porque despues de tres dias de sesiones, y de babel' oido tan
varios discursos y opiniones ventilando esta rlelicada materia, traigo
poco LJordinadas las ideas, y algo confundida la memoria. Sin embar-
go, conservo aun dos de los puntos principales que presentó á nuestra
admiracion uno de los señores preopinantes, defensorAs de las p1"OpO-
sido.oes del Sr. Vera. Se trató de si el consentimiento general de la
nacíon presidia á las deliberaeiones de V. M., y si en una cuestion
tan importanto como la que ahora se ventila, tiene dApositada la con-
fianza de todas las clases elel Estarlo.




LA REGE'\CIA DE UNA PERSONA REAL. 149
)) Yo podria responderle, sin lener necesidad de amplificar mi


pensamiento, que V. M. tiene reasumida toda la soberanía nacio-
nal, viva y en ejen;icio. Todos los estamentos están aquÍ refundidos
ron ónlen rlesonlenadamente. Aquí está el clero, afluí la nobleza,
aqllÍ el pueblo, uciuí la milicia. A esta llamo y la dibo: hace tres años
y medio que careeemos de la presencia y vista de la persona de nues-
tro amado rey Fel'l1ando, cuya vida guarde Dios Omnipotente, ¿qué
pretensiones han tCllido ni deseos nuestros ejél'{:itos sino los de espe-
lel' al enemigu que le roLó su rey? ¡,No le han defendido hasta ahora,
y le deflen,len? ¿:'{o pelean en su nombre los guerreros para defender
su persona y la patria que les di(¡ el ser, y que los mantiene y debe
mantenerlos?


nSe di6 á entender entonces qUfl seria menester consultar á los
e.iército~; espresion que me escandalizó, por no decir que me indignó.
No se hubiera dicho más en tiempo ele las revoluciones del imperio
romano, cuando las legiones disponían de la aclamaeion del empera-
dor sin esperar la eleccion del senado; así se vieron en un mismo
dia treinta tiranos á la vez. Corramos el velo á estos rasgos de la bis-
toria antiglld, que no sin'en de leccion sino de escarmiento. Invoco
ahora á los defensores armados de la patria, á esos gueneros que
pelmm y derraman Sil sangre, y les preg'unto: ¿por quién pelean? y me
responderán: por la patria, por esta España eterna, que lo será, si,
lo será, como los nombres de los que la defienden. ¿Acaso no han
jurado cl reeolloeirnienlo :l V. M.? ¿Acaso no obedecen con ejemplar
cOllstancia las órdene3 del cuerpo supremo que representa al mismo
Fenmlldo Vil? ¡,POI' ventura vaca la soberana autoridad que sostiene
la unidad de la nadon'? .....


)) Yo quisiera que aquella flspresion se borrara de la memoria de
los hombres; pero, pues HO ti:me lugar, suplico oJ señor diputado que
la prollrió se sirva recog'erla en su pecho, si salió de allí, declarando
que Sil intencion y el espíritu de aquellas palabras no rué llamar la
atcnciOll de los guerreros, sino para que continúen peleando y defen-
diendo la patria con nuevo brio, á fin de ver prontamente realizada
la cOl1:;titucion polttiea de la nacÍon, que ha de abrazar todas las par-
tes que constituyen un estado en la guerra y en la paz. Entonces sa-
brán llue Y. M. estiende los ojos á todas las clases, cuanuo vean plan-




150 DISCURSO CO!'iTRA


teada una nueva constitucion militar, en la que está entendiendo este
augusto congreso.


ll8in necesidad de recapitularme, sino de acogerme á mi opinion,
no apruebo que se ponga por ahora á la cabeza de la regencia perso-
na real; y solo aprobaré que se constituya el nuevo gobierno en la
forma y con las personas que más convengan á la nacion; pues creo
que la proposicion del Sr. Al'güelles se debe rrlÍral' como un decreto
de necesidad y de conveniencia pública.))
~---------


Discurso pidiendo castigos para los afrancesados.


«Señor: ninguna enfermedad corporal puedo alegar que me obli-
gue á pedir á V. M. la licencia que se ha servido conceder á tantos
señores diputados para salir á lomar aires. Mi enfermedad no es fI-
sica, es moral, es enfermedad de amor, de amor de la patria, dolen-
cia que no la curan ni médicos ni medicinas. Deseo, no la salud, que
á Dios gracias la disfruto, sino la prolongacion de la vida sobre mi
avanzada edad! y este remedio solo de la benigna mano de V. ]U.
puedo recibirlo. Necesito, para dilatar y refrescar mi razon, besar las
piedras de ;\ladrid rescaLado, suelo santo, que trasforma á cuantos le
habitan en criaturas de acerado temple. Pero, señor, no oiga V. M.
mi ruego, no; porque ni debe concederme esta gracia, ni yo puedo
admitirla, aunque aquÍ fallezca.


ll¡Qllé me importa que hayan salido de la eapitallos enemigos ar-
mados de la España por una puerta, si entran por la otra les enemi-
gos de la patria, teniéndose por más seguros entre los mismos pacien-
tes patriotas á quienes habian oprimido cuatro años continuos, con su
insolencia y despt'ecio unos, con sus escritos y discursos otros; otros
con el terror y la amenaza, y algunos con la prision y el dogal! Por
más seglJ;'os, repito, se creen que entre las bayonetas francesas, que
habian sido hasta ahora su guarda y su defensa. Muchos no han sa-
lido de sus nuev,s domicilios, levantados de las ruinas de otros tími-
dos y vacilantes; y muchos han tenido que volver despachados de sus
mismos infames valedores, que se han desprendido de ellos como ins-
trumenLos viles de que ya no necesitan.




LOS AFRA'iCESADOS. 151
~Cobardes y avergonzados huyeron de la vista de los buenos, y


vuelven con rostro sereno, esto es, con esperanza de prot~ccion, á
presentarse en aquella desolada capital, sepulcro de mártires y cuna
de héroes, sin temor de que las piedras ensangrentadas de sus calles
se levanten contra ellos, ya que la discrecion y paciencia de aquel
pueblo magnánimo les permita respirar.


lJNo faltarán algunos que aun padirán premio por el mal que han
dejado de hacer, ó por el menor mal que hicieron pudiéndole haber
hecho mayor. Parece que muchos, no solo esperan la impunidad, se-
gun la confianza con que se presentan allí y aquí, sino gracias por su
pasada conducta.


)¡No faItarán escusas y diseulpas de la pérfida inaecion de mu-
ehos y de muchas clases, quienes no quisieron comprometerse con los
leales ni con los desleales,porque así como CIlIos espías, hay tambien
hipócritas dobles; pero aparenerá al fin la luz, que descubrirá las sen-
das ocultas de los que las aborrecian.


)) V. lH., que 85 el centro de la justicia como de la representacion
nacional, debe enjugar las I{igrimas de los que han p,lliecido tantas
afrentas y tormentos, haciendo que esperimenten que solo los buenos
son sus hijos pl'imog(mitos, no confundiéndolos con los malos.


))Purifír¡ucse antes, y muy pronto, el suelo y entresuelo de Ma-
drid, manchado por las inmundas plantas, é inficionado por el aliento
pestífero de los sacrílegos y bárbaros satélites del gran ladron de
Europa, y ahora profalJado por la presencia de Hluchos infelices hijos
de la madre España, yif:\ja elema, á pesar del que la queria remozar,
y de los que d8 entre nuestra familia le habian vllelto la espalda des-
pues de haberla escarnecido y acoceado. Lloren ahora de alguna ma-
nera su pecado, como pide la justicia, los que de tantas lágrimas de
inocentes han sido causadores. ¡Yo me despido de ti, córtc de Fer-
nando, cabeza y nentro (le los patriotas españoles! Seré yo el dester-
rado mientras vivan otros dentro de tus muros (indignos ele ser tus
moradorcs) salvos y salvados, justificados, y quién sabe si despues en-
salzados.


»Gran dia de juicio aguarda la nacion en todas partes, pues en
todas hay rincones apestados que desinficionar, para que nunca más
pueda retoñar tamaño mal. Y no hay que esconderse allá los desleales




Hi2 mSCUHSO CO;liTflA


eclesiásticos, porque allí serún iJUSCULlos: no hay sagrado para ellos.
La ley, la pall'ia y la religion los llamará á juicio; les hará cargos, y
muy rigurosos, porque han pocado á dos !t111nOS, como hombres y
como ministros del SAñor. Claman por este dia de juicio los desrlicha-
Ilos inocentes, los robado'3, los apaleados, los hollados, los martiriza-
dos pOI' los desleales españoles, servidores y siervos del intruso rey, á
quien tan á costa de S11 propia patria han complaoirlo. Claman jnsti-
cia los niños qne quedaron sin padre, quo murió por Ii.t patria, ó en
batalla, (¡ en la horca. Claman las esposas, desamparadas de SIlS es-
pmos fugitivos de la cruelclacl de los tlelalores y jlleces intrusos. Cla-
man los ancianos, que no verán más su familia reunicla como antes,
comiendo debajo de la hig'uera: todo desapareció, ]¡ombres, animales
y árboles.


))Ya es tiempo de regenerarnos: la constit.ncion, esta sagTada dá-
diva que la benéfica mano de V. M. ha hecho á los pueblos, les da
reglas para que sea conservada su libertad y gnal'(kda la justicia: esta
está escrita en la frente de todos los españoles, como lo está el nomo
bre de Dios. La gran diflcultar! consiste en hacerla observar, en ha-
llar pagadores cuya incorruptible rectitud y patri(¡tico celo les haga
olvidar de que son de carne y sangre; que no conowan paisanaje,
Oompadrazgo, amistad, intercesion, confabulacion, parenteseo, COfl-
discipulado, colegialismo, confllosofismo, jansenismo, ni francmaso-
nismo literario ni teológico, etc.


l) Todos los que han padecido constantes los trabajos que ha des-
carg'ado sobre ellos la inhumanidad de los fr:lllccses, deben llamarse
propiamente héroes, porque la virtud característica del egoismo es la
fortaleza: esta será para siempre la virtud y la dil'isa del pueblo espa-
ñol, y por esceleneia del de Madl'id, en donde se encAnclió el primer
fllego de la libertad, y se ha guardado hasta hoy inestinguible, aun-
que escondido á los ojos infieles: semejante al fuego eterno de Ves-
ta, nl1 cuya conservacion estaba librada la duracion del imperio ro-
mano. Ahora se trata de merecer otro título y otro nombre, el de lu-
rias; sí, furias contra nuestros opresores: guerra nueva, y valor de
otra especie, quiero decir; coraje, furol' sagrado. El que no teng;l
rilsolllcion pal'a mostrarlo con obras ó palabras, renuncie al nombre
de espaüol. Ya es pl'eciso que seamos lodos delincuentes ante Napo-




LOS AFRAl'iCESADOS. 153
leon: este es el uesafio que todos debemos anunciarle. ¿Qué nos res-
ta, pues, que hacer? Quemar las naves como hizo Hernan-Cortés para
no esperar retirada.


nHe dicho más arriba ante ~apoleon, y he dicho mal, porque Na-
¡Jalean ni es santo, ni es hombre, ni es nombre, ni monstruo tampo-
co, porque no estú en el catálogo de los animales raros elo la natu-
raleza. Con miÍs propiedad pudiera haberse llamado volean ó peste,
esto es, estrago y azote del género humano.


))Perdúneme la cirGun;peccion de V. M. si me hubiese estraviado
del aSlllllo principal íjU3 está destinado hoy al eXilmen y discusion de
este aug'U';to congreso: Sl he rocleadD, nunca he perJido de yista el
punto adonoe c1it"ijo mis reflexiones. Sina á lo menos esta esposiciot1
preparatoria de (l~~ahogo (¡ mi combatido corazon, y como 00 preli-
minar ;i la grétvo cuostion elel dia: ¡dia memorable y dichoso si acer-
tamos á unir á su tronco tantas ramas desgajadas por la ventisca d(~
pasiones y de opiniones! He dicho tooo esto con protesta de no renun-
ciar la palabra en el curso de la discusion. ))




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tl,i ,-::'
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ESPIGA.


Entre los muchos e ilustrados eclesiásticos que con-
currieron á las Córtes estraordinarias de 1810, figuraba
en primer tl~l'mino el diputado cuya biografía vamos á
trazar ligeramente, no solo por la facilidad de espresar-
se en público, sino tambien, yacaso más principalmente,
por la solidez de sus juicios, la lógica de sus apreciacio-
nes, su no vulgar erudicion, sus estensos conocimientos
en la ciencia política y sus profundos estudios del dere-
cho público constitucional, tan roco generalizados en
aq uella época, y casi ignorados de la mayoría de los
españoles.


Afiliado desde un principio en el partido liberal, sos-
tuvo alIado de Argüelles y demás jefes reformadores
cuantas innovaciones se propusieron y llevaron á cabo
por aquellas Córtes soberanj,s en los distintos y variados
ramos de la pública administracion, con copia de razo-
nes y persuasivos argumentos, fundados en la lógica
más irrebatible y en ejemplos de nuestra historia anti-
gua y moderna.


Nombrado individuo de la célebre comision confec-


.... "




156 ESPIGA.


cionadora del Código de 1812, defendió como tal sus
principales y más combatidos artículos, llevamlo la con-
viccion al ánimo de la mayoría, no por los arranques de
su elocuencia, ni las galas (le su oratoria, sino por sus
juicios'ls consideraciones, pOl' sus citas opürtunas sobre
el gobierno constitucional ele otros paises, y por el t0!10
de persuasion que sabia dar á sus cliscursos y que rCY8-
laba su buena fé política, y la profundidad de sus con-
vicciones.


Sin grandes dotes de orador parlamentario, sin esa
oratoria que conmueve y afrastra en ocasiones criticas,
sin usar en sus peroraciones ele imágenes de efecto, de
frases espresi vas y elevadas, ejercia una influencia suma
en aquellas córtes la palabra grave y reposada del sefwr
Espiga, y tenian inmensa autoridad sus peroraciones
por la intencion conciliadora que las inspü'aba, y por la
lógica, la claridad y la mocleracion que en todas ellas
sobresalian.


Discutidor hábil y sereno, razonador lógico y atina-
do, argumentador diestro y oportuno, logró llamar la
atencion del púhlico y de sus compañeros desde las pri-
meras sesiones, y á pesar de carecer en su entonacion,
en su estilo y en sus ideas de todo tint~ tribunicio,
alcanzó por algun tiempo las simpf1,tías y los aplausos de
las tribunas, hast3. que Argüelles, con su elocuencia po-
pular, su si~llpático acento y entonado estilo, oscureció
con su inusitada popularidad la del diputado Espiga y
la de otros como Gutierl'e::: de la Hllel'tn, Garria Her-
reros Ó Inguanzo, que pugnah:m en un principio por
conseguir las ruidosas aprobaciones ele las galerías.


Sin embargo, lllel'Cert á las cualidades que dejamos
insinuadas, representó Espiga mientras duraron aquellas
córtes un papel principal en el partido reformador, dis-




ESPIGA. 157


tinguiéndose sobremanera en su oposIClOn á las exigen-
cias de la fraccion de los americanos, que luchf'.ban sin
descanso por alcanzar derechos -y franquicias para su
pais, en recompensa del apoyo que prestaban para el
planteamiento de las l'eformas liberales en la Península .


.Más prudente, más previsor, más espafiol Espiga
que muchos de sus compaüeros reformadores, resistía
tenazmente los cálculos y aspiraciones de la fraccioll
americana, y preferia perder su interesado apoyo y sus
votos en pró de las reformas liberales, antes que coad-
yuvar con el suyo á la indepenrlencia y cmancipacion de
América, á que indit'ectamente y con sobrada astucia
aspiraban los diputados de aquel pais.


Notables son sus discursos oponiéndose á la exage-
rada representacion que se pretem1ia dar á los estados
ele América en el gobierno de Espaüa, rcvclándose en
ellos el diplomático, el publicista, el verdadero pa-
triota.


Oscurecido durante los seis aüos de la restauracion
del gobierno absoluto, apareció en la pública escena en
1820, y fué 1l00abrado arzobispo de Sevilla y presidente
de las primeras córtes de aquella época, dirigien(~o á
Fernando VIl en el acto de la apertura un discurso es-
tremadamente atinado y hábil, atendida la necesidad de
recordar al rey sus pasados enores y rigurosa eonducta
con los que ahora, merced ~t una sublevacion militar, le
imponian el yugo de sus ideas, y con su sola presencia
le recordaban su,.; agravios.


La posieion ó los c1esengaüos produjeron como en
otros muchos yen clistintas l~pocas, notable mudanza en
las opiniones y conc1uda c1el ex-eonstituyente Espiga,
en virtud ele h cual lllostróse en el congreso de 1820
1I1ÚS moderarlo en las reformas, ruellOS enemigo de las




158 DISCURSO SOBRE
reglas prerogativas, menos constitucional y casi ultra-
montano en s us doctrinas religiosas.


Apenas tomaba parte en aquella época en las cuestio-
nes políticas, 1 solo terciaba en las canónicas y religio-
sas en favor del Papa y de los fueros de la Iglesia, olvi-
dando sus idelis liberales de 1810, y casi abjurando de
hecho de sus antiguos principios constitucionales.


La Santa Sede, no obstante su arrepentimiento y tar-
día aclhesion, le negó las bulas, y murió más adelante sin
arzobispado y con fama de político inconsecuente.


Discurso en defensa del artículo constitucional que conferia al
rey la facultad de declarar la guerra.


«Señor: habiendo tenido el disgusto de haber estado indispuesto
en estos dos últimos dias en que se ha discutido este grande objeto
qne ocupa tan dignamente á V. M., no he podido tener la satisfaccion
de oir los sábios discursos que se han dieho sobre este importante
arlíeulo; y V. M. me disimulará si no contesto á. todas las reflexiones
que se hayan hecho en contrario, y si acaso repito lo que ya puede
haberse hecho presente.


)¡Nadie duda, señor, que la facultad de declarar la guerra, te-
niendo su origen en aquel derecho que tuvieron los hombres de de-
fenderse á si mismos contra cualquiera agresor, se trasmitió, como
todos los demás derechos, al cuerpo soberano de la nacion, quc esta-
blecieron para asegurar la felicidad comnn; pero nadie duda tampoco
que el ejercicio de estos derechos se dividió entre varios poderes,
para que fijándose así el equilibrio polilico, y formándose una sábia
constitucion, se conciliasfl la libertad civil y la independencia nacional
con la activídad y energía del gobiemo. Fué fácil marcar los límites
que habian de separar el poder judicial del ejecutivo; pcro no lo rué
lanto señalar la línea divisoria entre el ejecutivo y el legislativo.


nEste es el orígen de las diversas formas de gobierno que se ob-
servan en las naciones, y este es tambien el principio de la Yílrieclad y




LA FACULTAD DE DECLARAR LA GUERRA. 159
diversa modificacion que se halla en las monarquías templadas, y de
que en unas se concedan al rey los mismos derechos y facultades que
se da en otras al cuerpo legislativo. Asi es que no son los principios
generales del derecho público los que han de decidir esta cuestion,
sino, como ha dicho el señor preopinante, la conveniencia pública.
¿Conviene á la nacion española que el rey tenga el derecho de decla-
rar la guerra, ó será más conveniente que le tengan las córtes? Esta
es la cuestioll que debe decidirse.


» Yo no he podido dejar de estrañar que el señor preopinante,
que ha fijado estos mismos principios de conveniencia pública, haya
querido decidir la cuestion por l~s leyes generales del derecho públi-
co. Tal es, señor, su primer raciocinio. Si pertenece á la nacion for-
mar las leyes, debe igualmente pertenecerle el derecho de declarar la
guerra; pues al mismo á quien cOITesponde lo primero, debe asimis-
mo concedérsele lo segundo. Señor, ¿en dónde estamos? Si la conve-
niencia pública ha de decidir esta cucstion, ¿no se ve la grande dife-
rencia que hay entre declarar una guerra y establecer una ley? ¿Pue-
de ignorarse que es tan necesario para formar una ley el reposo, la
calma, la circuospeccion, un madlll'o exámeo y la opinion pública,
como lo es para declarar la guerra el secreto, la celeridad y la opor-
tunidad de los momentos?


»¿Se duda que mientras que no puede haber el menor inconve-
niente en que se dilate la publicacion de una ley, se puede esponer la
libertad é independencia de la nacion si se embaraza ó dilata la de-
claracion de una guerra? Igual diferencia se halla respecto de las
contribuciones, cuyo derecho pertenece justamente á la nacion.
¿üuién no ve que para imponer contribuciones con aquella propor-
cion que exigen los haueres de los ciudadanos, y los gastos que ha de
presentar el gobierno, basta saber los productos generales de la na-
cion y de las provincias, cuyos estados deben manifestarse al congreso
nacional con tanta exactitud como evidencia, y la necesidad y verdad
de los gastos que eslún sujetos á un cálculo matemático; mientras
que para declarar una guerra es necesario conocer las grandes y
cOlIllJlicadísirnas relaciones de los gabinetes, los encontrados yopues-
tos intereses de las naciones, su sistema político, y los tortuosos ca-
minos que suelen abrirse para lle~'ar á sus fines ocultos?




160 DISCURSO SOBRE
))Confesemos que la conveniencia pública es el principio de donde


debemos partir en esta discusion; y desde luego yo no puedo menos
de observar que tollas los señores que han opinado por la facultad
de declarar la guerra en favor de las c6rtes, no han presentalla una
prueba deducida de la conveniencia esencial) inherente é inseparable
de la naturaleza y circunstancias de la cosa; que todos sus funda-
mentos consisten en inconvenientes que solo son posibles, y que pue-
den ser comunes, ora se conceda el dereehu de declarar la guerra al
rey, ora á las c6rtes; es decir: que los mismos señore~ preopinantes
que pretenden que se dé ú la nacion el derecho dé dedara!' la guer-
ra, deben convenir en que si esta cucstion se hubiera de resolver por
los principios de la natnraleza dl~l ohjeto, se c1eh8ria decidir en rayor
del rey. ¿Y t:uúles son estos inconveniente3 qlIe rBI;olaIl'(


))El Sr. Capman!J ha obscrya~lo jll~tamclltll ljUO so habla del rey
como de un enemigo de 103 derechos ¡Je la nacion; y este modo de
hablar ni es exacto, ni es justo, ni es decoroso ú ¡¡m naciun grande
y generosa, que se ha constituido en una monarquía, y que ha puesto
ú la cabeza de su gobierno ú un rey que hable en su nombre ú la Eu-
ropa y al mundo entero con dignidad y majestad. Yo convengo en
CJllB el poder ejecutivo tíelle una natural tendencia ú aumentar su au-
toriLlad; ¿pero no es menos cíerto que un cuerpo nacional la tiene
ig'ual á la democnwia? ¿Y por esto se han inspirado temores de par-
tidos, de cOllvulsiunes, de dísoluGion y de anarquía? Sin emharg'o, yo
no sé cllúl es mús rál'ÍLlo, si el paso de este cuerpo legis¡aliyo Ú QlliCll
se concedBll facultades desmedidas á la anarquía, y por consiguiente
al despotismo, él el de una monarquía templada con una justa ba-
lanza.


, nConl'undirnos los tiempos, y no es JJlucho I¡lle eonfuuclamos las
iJeas. Salimos de un tiempo de esclavitud en que si habio, alguna ley
fUllLlamcntal era solamente conocida por los sClbios como Ull monu-
mento .tu erllclicion antigua, y el citarla IllllJiera sido un lTíml'n ele
lesa majestar.l; y ocupados todavía de aquellos temores no nos acol'-
claIDos de que una constitucion sancionada sulemnemente pOI' la ua-
cioll, y sellada con la sangre de nuestros ilustres defensores, es una
D,llTera irnpeuetrable que 110 I'Urnper:l jamás pI tlC'spot ísmo. Ya no
voh'Crán aquellos tiempos en que Jos reyes disponian L1e lus derechos




LA FACULTAD DE DECLARAR LA GUERRA. 161
de los pueblos como de un patrimonio familiar; porque se borrarán
de nuestros códigos las leyes que inspiraban estas ideas, y recobra-
rán su vigor las que la arbitrariedad del último gobierno pretendió
que no volvieran á ver los españoles.


)) ¿ Qué podremos temer de los reyes, cuando juntándose las cór-
tes anualmente se reformará cualquiera infraceion para que nunca se
introduzcan los abusos, y se presentará al rey la constitucioIl, este
evangelio político de la nacían, para elecirle: estas son vuestras facul-
tades, estos vuestros deberes? ¿Cuál puede ser el influjo de un minis-
tro, á quien una efectiva responsabilidad anuncia sus destinos? Hubo,
es verdad, UIl Seyan, un GOlloy, un Caballero; pero ¿qué era ya el
senado en tiempo de Tiberio, y cuál la constitucion en los dias de
Cúrlos IV? Parece, señor, que no son temibles los incomenientes que
se proponen, y es justo que examiüemos ahora las razones de con-
veniencia pública, por las cuales el rey debe tener la facuItad de de-
clarar la guerra.


))Si para declarar la gnerra no fuera necesario más que conoeer
la justicia de las quejas quc la puedan haber c3citado, quizús las eól'-
tes pOllrÍln declararla con acierto y con oportunidad; pero cuando es
preciso ser tan sabio y prudente, como justo, en una empresa que
compromete la existencia de h nacion; cuando es nece8ario comparar
nuestras fuerzas con las del enemigo, los aliados con quienes pode-
mos contar con los que aquel puede tener en su ayuda; cuando deben
tenerse preseutes todos los intereses y relaciones recíprocas de las na-
ciones y penetrar todos los mistArías ocultos de sus gabinetes, ¿ po-
drá espf'rarse que un cuerpo na¡;ional que no es permanente, cuyos
individuos han Je renovarse de dos en dos años, y saliendo de sus
privados destinos, ni pueden haber observado la conducta de los ga-
binetes, ni tener aquella esperiencia y sabiduría que se nccesita en
los negocios Jiplomúticos, tenga aquella tan difícil como oscura cien-
cia que se ha procurado siempre cubrir con nubes misteriosas y tan
necesaria para elegir el momento oportuno de la guerra?


l) ¿ Podrán tenerla unos diputados ocupados, UIlOS en sus negocio~
domésticos, otros An pequeños objetos municipales, quién en la in-
dustria, quién en el comercio, este en el foro, aquel en la ense-
ñanza, y ninguno en el sistema político de la Europa y en los grun-


11




162 DISCURSO SODRE


des intereses que tienen en perpétua lucha á las naciones? ¿ QUé
importa que haya de presentarse á las córtes el espediente en donde
se espresarán las causas y motivos para declarar la guerra y esperar
un suceso feliz? Cualquiera que conoce la naturaleza de los negocios,
¿ ignora por ventura que no se puede concebir por una sola lectura
una idea tan clara como la habrán adquirido los que han observado
los negocios, los que han seguido su marcha desde el principio
hasta el cabo, los que han descubierto los caminos tortuosos por
donde venia encubierta la injusticia?


ll¿Se ignora que, como los hombres, así los gabinetes tienen sus
pasiones, sus intereses, su carácter, que es preciso observar) estu-
diar y conocer? Si cuando el emperador Cárlos V pretendió subyugar
los príncipes de Alemania con pretesto de religion hubiera de haberse
resueIto en un congreso católico de la misma naturaleza que estas
córtes la declaracion de guerra contra esta empresa, ¿ es creiblc que
la Francia se hubiera opuesto á las ambiciosas pretensiones del empe-
rador? :\fo, señor; pero Francisco 1 conoció bien pl'esto que no era
la religion la causa de esta guerra; sostuvo la libertad con los prín-
cipes de Alemania, y evitó un golpe que amenazaba á la Fl'ancia,


)) Tal es la previ3ion con que debe conducirse un gobierno si quiere
evitar funestas consecuencias que de8pues tendrán muy difícil reme-
dio; pero no es ménos necesario el secreto en las negociaciones si se
ha de aprovechar aquel feliz momento que suele decidir de los glorio-
sos sucesos de una guerra. ¿ Y podrá guardarse estc secreto, sin el
cual no habrá correspondencia política, entre naciones cuyos intere-
ses son opuestos y complicados, por trescientos diputados que, sin
haberse formarlo por los hábitos y lecciones de la política, han de vol-
ver á la libertad de su vida privada?


llIncautos, inespertos y sencillos, ¿ estarán prevenidos para re-
sistir la astucia, la sagacidad y otras usadas artes de IOR ministros de
las potencias estranjeras? Yo no solo no lo puedo concebir. sino que
estoy seguro que ni tendrian un suceso feliz nuestras empresas, ni las
naciones querrian negociar con quien habia de descubrir sus miras
políticas á su rival. He oido decir á un señor preopinante que ni es
necesario secreto ni se puede observar. Yo convengo en que por úl-
timo llega á saberse cualquiera negociacion; pero tambien es preciso




LA~FACULTAD DE DECLARAR LA GUERRA. 163
confesar que esto suele suceder cuando el golpe ya no se puede evitar.


nPor lo demás, es preciso negarse á todo lo que dicta la espe-
riencia y la conducta de todas las naciones para empeñarse en per-
suadir la inutilidad del secreto. Podria ser quizás poco importante
alguna vez el deliberar sobre la paz y la guerra en un congreso per-
manente y poco numeroso de una nacion cuyos intereses no tuvieran
grandes relaciones, y que no teniendo contactos con grandes poten-
cias uo tuviera tampor:o que tem0r. Pero cuando la España es tiende
sus relaciones á todas las potencias, y sus intereses están unidos con
todas ella.s ; cuando desde el gabinete de Cádiz se da un impulso que
se hace sentir en Constantinopla y An San PetcrsiJurgo; cuando debe
t1jarse más que nunca nuestra vigilancia sobre los preciosos dominios
Je la América, que han escilado siempre los celos de las cortes de
París y de Lónures, y que actualmente son el objeto de sus especu-
laciones, ¿ podrá ser conveniente que se discllta la paz ó la guerra,
que trae consigo intereses y relaciones de potencias rivales y pode-
rosas, en un congreso numeroso, para qlle se hagan públicas nues-
tras deliberaciones, nuestras intAnciones y nuestras providencias?
Cllando las demás naciones más poderosas y más sagaces que la nues-
tra deliberan en lo más secreto de SllS gabinetes el modo más seg'uro
de prevenirnos y de sorprendernos, ¿ nosotros deliberaremos en un
cllerpo nacional?


» i Qué desigualdad! I Qué desnivel! I Qup desgraciados resulta-
dos! Si las naciones que están quizás meditando en este momento las
providencias y medidas que han de tomar sobre las Américas en las
criticas circunstancias en que se hallan, las discutieran en sus congre-
sos, ¿ dudaríamos nosotros 'Io que debiéramos hacer? Si las intere-
~antes negociaciones de Tilsit se hubieran tratado en los congresos de
San Petersbul'go y de París, ¿ no se hubiera prevenido mejor la córte
de Viena? ¿ ~o se hubiera desengañado 13. de Constantinopla, y no
se hubiera manifestado al emperador de Rusia el lazo en que iba á
caer? La seducida España, ménos contlada, ¿ no hubiera podido pre-
venir la rápida invasion de su infiel aliado? ¿ Se hubiera dudado en-
tonces del destino de sus tropas? ¿ Se hubiera insultado al pueblo es-
pañol alllcinándole con aparentes desembarcos en África ó en Irlanda?
y ya que el sórdido privado hubiese vendido tan vilmente la nacíon,




164 DISCURSO SOBRE
el cándido y mal aconsejado príncipe, ¿ se hubiera puesto él mismo
en manos del tirano?


)) Estas son, señor, las lecciones que da una sábia esperiencia,
para que V. M. sepa cómo ha de obrar en adelante. Es necesario
prevenir, sorprender y aprovechar un feliz momento; y ele otra ma·
nera la guerra no podrá tener otro efecto que la estéril gloria de com-
batir' , muchas víctimas inmoladas á la patria, y esta humillada des-
pues de ser vencedora.


nPero los que conceden á las córtes el derecho de declarar la
guerra, dicen que no por eso el rey debe dejar de tener la facultad
de empezar las hostilidades antes de la declaracion para prevenir al
enemigo; y yo pregunto: ¿las córtes mandarán en el caso de que co-
nozcan que es injusta la guena que sigan las hostilidades empeza-
das, ó determinarán que cesen desde luego que se declare su injusti-
cia? Si lo segundo, la nacion se hallará en el mismo compromiso qU'l
en el caso de que teniendo el rey el derecho de dedarar la guerra, las
córtes se vieran obligadas á mandar cesar las hostilidades convenci-
das de su injusticia. La misma sangre espaüola derramaLla, quejas y
reclamaciones igualmente justas de la potencia rival, y acaso indem-
nizaciones no menos necesarias. Si lo primero, es il1lliferente que las
(lórtes ó el rey tengan la facultad de declarar la guerra, pudiendo el
rey empezar las hostilidades cuando le parezca oportuno, y no de-
biendo cesar sino en virtud de su resolucion.


))¿ y quién no ve que en ambos casos amenaza el peligro, si tal
puede llamarse, el de que el rey puede abusar de la fuerza arrm-
da? Si este solo temor nos hubiera de obligar á privar al rey del de-
recho de declarar la guerra, nos veríamm conducidos por este mismo
principio ú. un estravío impolítico y funeslo ; á llegarle tambien la di-
reccion de los ejércitos. La nacion deLe tl'aI1lluilizarse sobre la justa
balanza que se fij1 por la constitucioll; y si esto no basta, no hay
fuerza moral que asegure la libertad nacional.


nYo bicn sé que hay algunas naciones en quc un congreso cons-
titucional delibera sobre la guerra y la paz; ¿pero son iguales las cir-
cunstancias? ¿Han por ventura asegurado por cso su independencia'!
¿Se tiene presente que los Estados-Unidos son IIna república, y que
España es una monarquía? ¿Que aquellos se circunscriben á un pe-




J.A FACULTAD DE DECLARAR LA GUERRA. 165


quena espacio sin potencias limítrofes que IJuedan inspirarles descon-
fianzas y rivalidad, y que esta se estiende ú inmensos dominios, que
han sido y serún siempre el objeto de los celos y de la ambician de
muchas naciones? ¿QIIO Sil congreso es permanente y las córtes tem-
porales? ¿ Y que si aquella moion llega á engrandecerse mudará de
política y se pondrá al nivel de las demás?
))~o ignoro tampoco que habiendo tenido el rey de Suecia la fa-


cultad de declarar la guerra, las victorias de Cárlos XII, mas brillan-
tes que justas, más funestas que ventajosas, obligaron á los Estados
reservarse este derecho; pero ¿,quién no sabe que en esta época em-
pieza la inconstancia de principios y la esencial debilidad de su go-
bierno? ¿Quién ignora qlleentonces empezaron los proyectos ambicio-
sos de la emperatriz sobre este reino, y que han seguido tenazmente
des pues sus sucesores? ¿Quif~n duda de las diversas y opuestas p¡'eten-
siones de los gabinetes de San Pctcl'sburgo y Copenhague, sostenidas
desde aqnel tiempo alternativamente segun la mudanza y variedad de
los partidos? ¿ QIIÓ mucho que por último haya venido á ser esta na-
cion presa desgraciada de la tiranía?


»Si fuera necesario hablaria yo con más estension de las repúbli-
cas de Holanda, tle GI~nova y de Venecia; pero cualquiera que haya
leido su historia, estará bien convencido de que estas fueron en el
principio m(tS bien unas juntas de comerciantes que unos Estados po-
líticos: que si despues merecieron esta consideracion, conservaron su
independencia, más que por la fuerza de su gobierno, por la rivalidad
Ile las potencias, que se imperlian recíprocamente su conquista, y que
desde luego que se levantó una nacion bastante poderosa para esta
empresa, dusílpal'ecieron de la earta.


nConc]nid' contestando á las observaciones del Sr. Sombl"ela, que
por la constitllcion de Aragon el rey tenia el derecho de declarar la
guerra y la pa:. con 1'1 consejo, y segun otros, eon el conocimiento de
los ancianos; que siendo Valencia una parte de la corona de Aragon,
los !1ruhos que se han nitado no pu·lieroTJ. alterar su eonstitucion, y
que jamás las córtcs de Castilla tuvieron esta faellItad, de la que usa-
ron librAmente sus reyes, consultando la esperieneia y sabiduría de Sil
con~ejo. Por todas esta~ r-onsideraciones me parece que V. M. debe
aprobar el artículo como propone la comision.»




166 DISCURSO DEFENDIENDO


Discurso defendiendo el derecho de la corona á la sancion de
laa leyes.


({Sei'lor: he observado que el punto de vista sobre el que se ha
mirado la cuestion, es el choque que ha de haber necesariamente en-
tre el poder ejecutivo y legislativo, y el empeño que se supone en el
rey de estender su autoridad y debilitar la de las córles, entorpe-
ciendo el ejercicio de sus atribuciones; pero aunque yo convengo que
este es uno de los principales objetos que deben tenerse p!'escutcs en
esta discusion, y que la comision ha meditado detenidamente, tambien
es preciso advertir que hay otras poderosas consideraciones que han
obligado á la comision á proponer á V. M. la sancion del rey del
modo espresado en los artículos, y que aquel se presenta con unas
suposiciones demasiadamente exageradas.


nYo sé muy bien que es necesario contener la tendencia, que por
lo comun se observa en los que gobiernan, á estender y aumentar su
poder; pero yo deseana que no se considerara al rey como un ene-
migo que está siempre preparado para bati!' en brecha al cuerpo le-
gislativo. Los intereses del rey están íntimamente enlazados con los
derechos y la prosperidad de la nacion; y aunque se suponga que
puede alguna vez desentenderse del amor á la justicia, del bien gene-
ral de los pueblos, de la opinion, del espíritu público, y de su misma
seguridad, fuerza á la verdau muy poderosa que es difícil resistir,
tendda que vencer todavía el parecer de unos ministros responsables,
y el dictámen de un consejo de Estado nacional. No estarán al lado
del rey C0mo hasta aquí ministros seductores, que abusando de su
bondad, y prevaliéndose de la inviolabilidau real, introducían la arbi-
trariedad, y hacian servir á los reyes de instrumento de su despotis-
mo. Responsables á la nacion, que se ha de juntar anualIIiente, y ha
de juzgar los agravios que hayan cometido, saben que no han de que-
dar impunes sus delitos; y no es creible que se repitan los funestos
ejemplos de los gobiernos anteriores.


))Pero cuando por una desgracia pudiera suceder un esLré\,vio de
la ambicion de los ministros, ¿puede temerse que se combine al mis-




I.A SANCJON DE LA CORONA. 167
mo tiempo el de todo el consejo de Estado? ¿Es posible qlleun conse-
jo de Estado, en que no solo se han de reunir las lnces, los conoci-
mientos, la esperieneia y la sabiduría, sino que siendo una produccion
de las córtes ha de tener los mismos intereses que la nacion, haya
de oponerse no solo á la justicia, sino tambien al interés naeional, á
la censura públiea, y á la opinion general? Los tristes ejemplos que
ha citado el señor preopinante no se han presentado con aquella exac-
titud que exige una maleria tan delicada.


nLa libcrtad de Roma no pasó rápidamente á mano~ de los empe-
radorcs; y mueho antes que estos se apropiasen las atribuciones del
senado, habia ya perecido la república. Tiempo hacia ya que habia
desaparecido, y aun es muy estraüo que durase tanto el equilibrio
político sostenido, más que por un sistema, por el choque continuo
entre el senado y los tribunos, y por las violentas convulsiones, en
que estos tuvieron quizá la mayor parte. Ilabia precedido la conjura-
cion de Mario, á quien seguramente no se puede imputar la afeccion
á la clase y derechos del senado: esla habia escilado la de Sila; siguió-
se luego el falal triunvirato que derramó la discordia, el terror y la
anarquía, y el pueblo romano cansado y faligado de pl'oscripciones,
de opresion y de sangre, se echó sobre los brazos de Augusto, que-
riendo más bien una tranquila servidumbre que una libertad funesta.
Si volvomos los ojos á una desgraciada nacion que en pocos aüos ha
corrido muchos siglos, veremos que la disolu!;ion de los gobiernos, que
se sucedieron unos á otros, no podian menos de producÍl' la tiranía.


nLa debilidad de la asamblea legislatim hizo necesaria otra cons-
tituyente; á la inconstancia y contradiccion de principios de esta si-
guió una sanguinaria convencion que privó á la Francia de loshom-
bres más sábios y virtuosos, é inspiró el terror á los demás; á esta
sucedió un directorio com puesto de opiniones é intereses encontrados,
que ni supo sofocar los partidos y facciones que dividian la nacion, ni
pudo restablecer el órden, la unidad y la energía; yel pueblo francés
hOl'l'orizado de ver empapada en sangre toda la superficie del reino,
y cansado de pasar de gobierno á gobierno, que lejos de ofrecer la
esperanza de ver recobrada la tranquilidad, todos inspiraban recelos
de nuevas revoluciones, no podia dejar de ceder al imperio de un ge-
neral que, si bien era temible, fijaba á lo menos sus destinos.




168 DISCURSO DEFENDIENDO


» EStaR son, señor, las peligrosas convulsiones que ha pensado
prevenir la comision, y esta es la anarquía que ha procurado evitar,
poniendo unos justos límites entre las córtes y el rey; estableciendo
con la sancion la unidad tan necesaria al g'obierno, para que así las
leyes sancionadas por el rey fueran obedecidas; y meditadas con cir-
cllnspeccion por las córtes, fueran respetadas. Pero se dice, señor,
que para esto seria bastante el dar al rey la facultad de negar una
vez la sancion, obligándole á darle la segunda.


nCuando yo fijo la vista sobre esos inmensos códigos, y veo la va-
riedad y contradiccion de leyes y pragmáticas, y qne han sido publi-
cadas algunas, cuando ha sido necesario esplicarlas, variarlas ó revo-
carlas, no me convenzo menos dc la ligereza y precipitacion ron que
fueron formadas, que de la detencion, madurez y sabiduría con que
deben establecerse; y que no solo no son bastantes nueve meses sino
que quizá será corto el espacio de veintiuno, que es la mayor dilacion
que puede sufrir una ley. ~o seria estraño, como se ha propuesto,
que fuese urgentísima la ley; pero ¿quién no ve que en este caso su
justicia ha d~ ser tan pública y notoria como su necesidad? ¿Es vero-
simil, eomo he dicho otra vez, que en estas circunstancias el rey, los
ministros y el consejo se opongan á lo que conoce y desea toda la
nacion?


)) Yo no puedo concebír que el rey en este caso deje do saneÍonar la
loy en la primera propuesta. Por otra parto es nece~ario inspirar á la
nacion la mayor confianza, si hemos dE) conseguir que sean obedeei-
das las leyes y l'03petac\a la autoridad. Y yo pregunto, ¿cuándo la na-
cian estanl más convencida de la justieia y sabiduría de una ley?
¿Cuanclo obligando al rey á dar la sancion en la segunda propuesta,
podrá no estar todavía Lien convencido de la necesidad, y manifestar


.algun disgusto, ú cuando persuadido por el tercer exámen y discusion
la sanciona y publica, acompañada del impulso de su convencimiento?


llCuanto más se examine y medite una ley, :se manifestará más
su justicia, se inspirará más confianza, y será más bien obedecida.
Por consiguiente yo juzgo, señor, que debe aprobarse el proyecto de
sancion que propone la comision.»)




CALATRAVA.


Al revés de los hombres de gerüo, hay medianías
parlamentarias que, en fuerza de figurar años y años en
la escena política, logran cierta reputacion que autoriza
al historiador y aun le obliga á consignar sus nombres
en el catálogo de los repúblicos notables.


Tal nos sncedo con D. José María Calatrava, uno
de los diputados de mas importancia en los parlamentos
españoles, no por sus altas cualidades de orador, sino
por su instruccion, por su talento, por su consecuencia
política y por el distinguido lugar que ha ocupado en la
revolucion de España, inaugurada por las córtes gene-
rales y extraordinarias de Cádiz.


Desde las primeras sesiones ya descolló Calatrava
entre los más exagerados reformadores, formando con
A1'{Jüelles, Gm'cía Herreros, Mnfíoz Torrero y otros el
núcleo del partido liberal que desde entonces acá ha ve-
nido sosteniendo muchas de las innovaciones de 1812, y
proponiendo y realizando otras nuevas, aconsejadas unas
veces por la conveniencia, por la necesidad ó por las
circunstancias, inspiradas otras por la pasion ó por el es-
píritu de partido.




170 CALATRAVA.


Hemos insinuado ya que Calatrava no era un gran
orador'parlamentario, porque carecia de esa elocuencia
brillante, hija de la imaginacion ó del sentimiento.
Apenas se hallarán en sus peroraciones, yeso que son
muchas las pronunciadas en su larga carrera política,
una imágen poética, un pensamiento sublime, una frase
delicada, una idea bella y deslumbradora.


Sus discursos, nutridos de doctrina, sóbrios de pala-
bras, lógicos, ordenados y concretos, gozaban siempre
el privilegio de llamar la atencion en los distintos par-
lamentos en que ha figurado el Sr. Calatrava, no por lo
vehementes y elevados, sino al contrario, por la senci-
llez, por la naturalidad, por la persuasion que respi-
raban.


Acérrimo defensor del Código de 1812, comprendia,
sin embargo, en la segunda época constitucional, lo
mismo que en 1836, siendo presidente del Consejo de
ministros, que era preciso salirse del círculo legal tra-
zado por la constitucion, y adoptar el despótico siste-
ma de las medidas estraordinarias.


Hombre de principios fijos, conocia y confesaba, sin
embargo, que con la exacta observancia de aquel Códi-
go no podia seguir adelante la revolucion, y luchaba y
se desvivía por ser á un tiempo hombre de órden y re-
volucionario. Así es que vacilaba y ponia cn c::mtradic-
cion sus ideas y sus hechos, pues, como Al'(Jüelles y
otros doceañistas, sen tia la necesidad dc las reformas, y
palpaba la imposibilidad de llevarlas á cabo.


Nada prueba tanto la lucha enL'c las idcas de lega-
lidad constitucional y los hechos rcvolucionarios que
trabajaba constantemente el espíritu de CCtlatmva, como
el sutil y contradictorio dictámen presentado por él á las
córtes de 1821, dividido en dos pliegos, uno abierto y




CAUTRAVA. 171


otro cerrado, condenándose en el primero la sublevacion
de Oádiz contra el ministerio, y declarando en el segun-
do que el gobierno carecía de fuerza moral, y que era
preciso que 8. M. lo reemplazase con otro más liberal y
patriota.


Modo antipolítico y antiparlamentario de amalgamar
el órden y la an~rquía, ó más bien, de atacar á la vez á
la anarquía y al órden.


Si se examinalllos discursos de CaJatr'avl~ pronuncia-
dos en las primeras córtes modernas de España, se verá
en él al publicista, al fiL'>sofo, al hombre de instruccion
y de vastos conocimientos. En la defensa constante de los
artículos del Código gaditano más exageradamente refor-
madores, dejábase traslucir un tinte democrático, apren-
dido de los revol ucioaarios franceses, y un sabor enci-
clopedista, resabio de la lectura de bs filósofos del siglo
anterior.


Ese espíritu de libertad y de reforma que dominaba
en las ideas del constituyente Calatrava, sohresalia
siempre en todas sus peroraciorres, siquiera el objeto de
ellas fuese enteramente ajeno á la política militante.
V é:tse en pru.eba de ello cómo empezaba uno de sus más
notables discursos sobre el arreglo de los procedimientos
judiciales, en cuyas materias era el diputado estremeño
muy entendido y muy profundo: «Como hemos nacido
en la opresion, decia, las primeras ideas de libertad pa-
rece que nos deslumbran y ofenden nuestros ~jos. Ha-
bituados desde la niñez á ver la libertad del ciudadano
hech:t el juguete de la arbitrariedad, y violada conti-
nuamente la ley por una justicia corrompida, hemos lle-
gado á consagrar los abusos y mirarlos como leyes, y
creemos hoy que no pueden ser cortados de raiz sin tras-
tornar todo el órden de las cosas. ~




172 CALATRAVA.


Más político que filósofo en la segnnda épJca consti-
tucional, dejábase arrastrar por el espíritu demagógico,
que exaltaba entonces muchas c[!.bezas, si bitm su amor
á la constitucÍ8n, y su severidad y fijeza de principios
de orden y justicia, hucÍanle vacilar algun tanto, y su
templan~a y rectitud contrabalanceaban en parte los es-
fuerzos anárquicos ele los más exaltados.


Grande autoridad ejerció Calatrava, y distinguido
papel desempeñó en los parlamentos de 1820 al 23, es-
cuchándose su gr3.ve y respetada palabra en cuantas
cuestiones importantes se dH ucidaron en ellas, muy es-
pecialmente en las largas disc!lsiones sobre el Códig'o
penal que redactó en gran parte, y cuyos discursos, si
bien poco brillantes y elevados, porque ni la materia ni
el carácter de oratoria de Calatmva lo permitian, le
acreditan de jurisconsulto y criminalista, y de hombre
instruido y raciocinador.


Nombrado ministro nI agonizar el gobierno represen-
tativo en 1825, defendió con toclas sus fuerzas la causa
liberal, contribuyendo con su energía revolucionaria, y
en armonía con la conducta del congreso, á su completa
perdicion y hundimiento.


Sin embargo, preciso es hacer justicia al Sr. Cala-
trava, que si bien revolucbnario de ideas, condenaba
indignado todo hecho anárquico, toda manifestacion ile-
gal y revolucioi1aria contra el gobierno establecido, con-
tra fa of)servancia de La constítucíon y eI libre juego de
las instituciones. Digno es de recordarse aquí el corto y
sentido discurso en que anatematizaba el motín promo-
vido por las sociedades secretas, en el que JJlartinez de
la Rosa y Toreno escaparon por milagro del puiial de
los demagogos.


Así esclamaba entre otras cosas el diputado estreme-




CALATHAVA. 173
ño, con acento de indignacion y de franqueza, conde-
nando tan repugn?nte tropelía, tan inaudito escándalo.


«Hay, no lo podemos dudar, hay una faccion liberticida; una
faccion liberticirla, digo, que afectando amor á la constitucion y sir·
viendo acaso por el influjo estranjero de instrumento á los mayores
enemigos del sistema constitucional, no trala sino de priva!' á esta
infeliz patria de la libertad de que apenas principia tL disfruta!'. Es
indispensable, repito, que las c6rtes no descansen hasta conocer la
raiz del mal, üITi.lnearla y esterminarla; y para ello no nos queda
otro recurso que aproba!' la proposicion del Sr. Sancho.


nVue!YO á decir que me considero en esto más interesado que
nadie, por lo mismo que he tenido una opinion favorable á la que
aparenta esa faccion. ~o; Calatrava jamás deliere á opiniones aje-
nas: dice las slly&S pndiendo errar de buena f¿; pero cuando se trata
de insultar ú diputados tan ilustres, que tantos méritos han contraido
en la carrera de la libertad, yo me considero tan insultado en los
aplausos que con mala intencion se me prodig'lJel1, como en las ill-
jnrias que se hagan á mis eompañeros. ¿ Qué diputado habrá que
mire con incliferenc.ia tan cscandalo:::o atentado? ¿ Dónde está la cons-
titucion, dónde la libertad, y d69de el respeto á esas leyes que tanto
proclaman?


»Se dicen liherales. 1 Infames! El liberal respeta la constitucion,
obedece las leyes, es esclavo de ellas y enemigo de los déspotas. El
que no obedece la ley no es liberal; no es ciudadano; es un malvado.
La eonstitucion, no en obsequio de las personas, sino como medio
indispensable para sostener las libertades públicas, ha asegurado á
los diputados la inviolabilidad en sus opiniones. ¿ Y son constitucio-
nales, son liberales, son ciudadanos los que atacan esta inviolabili-
dad, esta libertad? Son traidores: traidores los llama la constitucion
y In, ley, y traidores los llamo yo, y traidores es preciso que aparez-
can á la faz de la narian y de la Europa entera: traidores son los que
coartan la libertad á las córtes, y traidores los que turban la tran-
quilidad de sus se,siones.


)) y ¿ cómo hab!'j, libertad en las deliberaciones de las córtes si los
diputados que espresan en ellas francamente sus opiniones son insul-




174 CALATRAVA.
tados al salir de este sagrado recinto, y las casas en donde se alber-
gan las viudas, restos de las víctimas de la libertad, son allanadas,
sin respetar este asilo tan digno de serlo por los que tienen amor á la
libertad y á las leyes?


)) l Ingratos 1 ¡ Hombres que se han espue~to mil veces á perder la
vida por conservarles la libertad; viudas de los que han perecido en
un cadalso por rceobrarla; Lliputados que han sacrificado cuanto te-
nian pOI' sostener esta constitllcion, se ven atacados por los que co-
bardemente se la dejaron al'rebatar, por infamcs que acaso entouces
se comp!aciel'On en su l'uina!


)) ¿ Estos son los que ahora se llaman liberales? No : estos jamás
encontrarán en Calatrava un protector. Calatrava scrá el primero
que no oese de clamar contra ello:;; Calatrava será el primero que
pida que caiga sobre ellos la cuchilla dc la justicia.))


Vuelto á la vida pública con la restauracion del go-
bierno representativo en 1833, siguió figurando Cala-
tt'ava en el partido liberal exaltado, pero sin sobresalir
como orador, pues nuevos hombres y con otra elocuen-
eia mas ardiente y mas deslumLradora, oscurecieron en
las modernas córtes á sus modelos y maestros de las
épocas anteriores.


Restablecido por el motin de la Granja el Código de
1812, subió Calatl'aV(¿ al poder como el más firme y ge-
nuino representante de la política en que aquel se fun-
dab'1. Reflejóse en el ministerio, á que dió nombre el
lintiguo constituyente, el constante carácter de vaci!a-
ci:m y de duda de quien lo presidia, siendo a medias
revolucionario, y poniendo en contradiccion á cada ins-
tante sus Idnci;:¡ios de órden, de legalidad y constitu-
cionalismo con su conducta arbitra.ria, ilegal y despó-
tica.


Consignados estos breves apuntes biográficos, résta-
nos decir que D. José !~Ia1'ia Cctlat'l'va bajó al sepulcro




CALATRAVA. 175


cargado de años y servicios á la causa liberal, y dejando
en los anales políticos del pais una esclarecida memoria
como hombre consecuente, probo y honrado.


Discurso pronunciado contra las prisiones arbitrarias.


«Como hemos nacido en la opresion, las primeras ideas de liber-
tad parece quc nos deslumbran y ofenden nuestros ojos. Habitlludos
desde nuestra niñez á ver la libertad del ciudadano hecha el jnguete
de la arbitrariedad, y violada c:ontínuamentc la ley por una práctica
corrompida, hemos llegado á. consagrar los abusos y mirarlos como
leyes, y creemos hoy que no pueden ser cortados de raiz sin trastor-
nar todo el órden de las cosas.


«Principios erróneos nos 11l1n acostumbrado á confundir el cul-
pado con el inocente, y á no encontrar más el inocente en aquel que
una vez llega á ser preso; sin acab:.!1' de desengaüarnos que ni la pri·
sionni las sospechas constituyen á un hombre delincuente, sino la
sentencia final del juez, con vista de las pruebas del delito, y que
mientras no recaiga esta sentencia, el reo merece toda la considera·
cíon que se debe á un ciudadano.


nEI artículo del proyeülo de ley que está en cuestion, aunque no
trato de defenderlA en todo, ni desconozco que es susceptible de algu-
nas esplicaciones, le creo sin embargo muy conforme en la sustancia,
y apoyado en principios incontestables de.i usticia. Le he visto comba-
tido en concepto de ser contrario á nuestras leyes; y á pesar de que
este modo de atacarle es muy impropio (porque V. M. no es juez sino
legislador, ni trata de llilcer justicia conforme á las leycs cstableci-
das, sino de establecerlas de nuevo, y para establecer las más conve-
nientes no debe atenerse á lo que se halla mandado, sino ;í, los sanos
principios de razol1, de utilidad y de justil~ia, y á las consecuencias
que de ellos se llel'ivco), procuraré no obstante hacer ver que lo sus-
tancial del artículo es arreglado á lo que disponen nuestras leyes.


nEl artículo (te leyó) contiene estas ideas principales. Primera,
que no haya prisioll sino por delito que merezca pella corporis a(fficti-




176 DISCURSO PRONU:'\CIADO
va; y segunda, que á la prision preceda sumaria informacion del he-
cho, castigándose al juez que proceda de otro modo con la destitucion
de su empleo, es decir, que al que abuse de sus facultades se le prive
de que vuelva á hacer daño con ellas.


nYo creia, señor, que despllcs de la consulta hecha últimamenLe
por el consejo supremo de lu. Guerra, Llespuestdc tantas quejas dadas
á las Córtes, despues de tantos ejemplares como hemos visto en esta
época y las anteriores, no se dntend"ia ya V. ~I. en asegurar la liber-
tad de los españoles, y dar una regla fija Cjne cO\'ta~e para siempre
las arbitrariedades. 1\'lucho hay prevenido en las leyes, prro estas le-
yes no se guardan. El ",buso de muchos años las ha hecho raer en
una inobservancia casi absoluta; y hoy no basta decir que esUl man-
dado. Es necesario dar ó renovar las que nonvengan, y hacer que lo
que se mande se ejecute.


n Primer punto: que no se imponga prision sino por delito que
merezca pena corporis afflzdiva. Esto está espreso en nuestras leyes.
Cuando en comprolJauion de ello uitó la comision de justicia el pró-
logo de un título de las Partidas, se dijo que aquello no era ley, ni
tenia fnerza de tal; pero esta (leyó la ley XVI, titulo I, Partida VII)
no es prólogo, y no puede e . ,Lal' más terminante. Esta ley exige en
las cansas criminales por acusacion, que si el yerro sobre qlie filé
acusado es tal que probado merece pena de muerte ó perclinúento de
miembr'o Ú oLra pena en el cuerpo, sea guardado el acusado de ma-
nera que se pueda cumplir en él la .iusticia: de esta disposicion es
consecuencia legítima, que no debe ser guardarlo el acusado cuando
el yerro de que se le acusa no es tal que probado merezca pena de
muerte ó perdimiento de miembro, ú otra en el Guerpo; y yo creo que
para el caso de la cuestion nadie hallará diferencia entre las causas
por acusacion de parte y las que se siguen de oficio.


)) El prólogo citado por la comision) qne es este si no me equivo-
CO, y qllB merece más aleneion que la LJlle se le ha dado (leyó el del
titulo XXIX, Partida VII) inculca el mismo principio que la ley an-
teriol', esto es, que deben ser recabdados los que fueren acusados de
tales yerros; que probados deben rfW1'ir por ende, ó ser danados de
algunos de sus miembros; porque como añade muy bien, si des pues
entendiesen que les era probado el delito, huiriall ó se esconderian




CO'iTRA LAS PRISIONES ARBITRARIAS. 177


con miedo del castigo, no se podria cumplir en ellos la justicia.
nVea aquí V, M. pcrfectamente aclarados Jos principio;; que deben


tener presentes los legisladores acerca de la pl'Ísion de los reos: que
la sufran solamente los que mcrezcan pena corporal, porque estos son
los que huyendo Ú ocultúndose podrán frustrar la sentencia; que la
prision no sea más que para la segllrillall de la per80na en que deba
hacersejnstieia. Aun hay más: (leyó la ley IV del mismo tifulo XXIX).
Esta ley, mús fayorable ú los reos que todos los artículos del pro-
yecto de la comi~ion; esta ley, que despues de encargar la mesura y
buena manera con que ha de hacerse la recabdacion, quiere que el
reo siendo de buena fama pueda ir antes á su casa para dar sus dis-
posiciones, y que rlospues lo presenten al juez, y este le examine so-
bre el hecho porque lo recabdaron, y haga escribir su cleclaracion,
repite el propio principio, y aun añade que confesando el preso su
delito, si por él mereciese muerte ú otra pena corporal, no le man-
den meter con los otros presos si fuere hombre honrado; mas háganlo
gual'l1ar en algnn lugar seguro. La ley V siguiente (la leyó) no piercle
tampoco la ocasion de volver á enseñarnos que los cielitos de pena
corporal son los que mereeen prision enando trata del lugar en que
rleben ser recabdadas las mujeres,


» Y á vista de todas estas leyes, y de tantas otras, así ele las Par-
tidas r;omo de la Heeopilaeion, que encareciendo el precio de la liber-
tad y la dignidad de la persona del hombre, deelaran que la prision
no es para pena ni otro mal, sino para guarda del reo, y disculpan el
hedlO de privarle de la libertad con la necesidad rle evitar que se
frustre la sentencia: ú vista de la declaracion que hace otra ley reco-
pilada de que so tengan por delitos livianos los que no merecen pena
corporal, galeras ó destierro del reino, ¿quién podrá dudar de que es
un atentado contra estas mismas leyes poner preso á un hOmDI'O que
uo mereciendo pena en su persona no hay necesidad alguna dc que
esté asegurado para que se pueda hacer justicia? ¿Qué otros delitos
exigen esta seguridad sino los que merecen pena corporal? ¿La exi-
girá por ventura una simple borrachera, una cantaleta en 11 calle, y
otras pequeñeces de esto jaez? ¿La exigirán aquellos escesos que al
cabo no m8reCer~1l1 más que nna pon a pecuniaria Íl otras semejantes'l


nNo habiendo por qué castigar en la personu, no siendo creible
12




178 DISCURSO PRONti1'iCIADO


que se fugue, ni importando que lo haga, pues sus bienes 6 su opinion
son los que han de sufrir la pena, la custodia es inútil, y la prision tan
injusta como contrarios al verdadero espíritu de nuestras leyes, que
no la disponen para molestar al reo, sino para que no quede ilusoria
su condeDil.


lJSi conforme á nuestras leyes no debe tener lugar la prision sino
en delitos que merezca u pena corporal, no es menos conforme á ellas
el segundo punto del artículo que se discute, á saber: que á la prision
preceda una sumaria informrwion del hecho. La ley XV! que he
leido del titulo 1, partida Vll, no solamente supone la sumaria an-
tes de la prision, sino que para que el acusado sea preso quiere que se
le haya dado traslado de la acusacion y que haya respondido á ella.
La ley IV del titulo XIX, que tambien he leido, presupone asimismo
la sumaria, pues manda que el reo antes de ser conducido á la pri-
sion sea presentado al juez, 'leste le reciba su dcelaracion por escri-
to. La ley VIII, titlllo XXVIl, libro IVde la Novísima Recopilacioll
antepone tambien la recepcion de la informacion al precepto de
prender.


>lLa IX, título XII, libro XXXV de la misma, una de las del cua-
derno ele la santa hermandad (de aquel establecimiento del despo-
tismo y la política oscura de Fernando el Católico) cuando lrala elel
modo con que debian proueder los alcaldes y jueces comisarios en los
casos do hermandad, pt·escribe igualmente la informacion antes de
prender al malhechor, ya se procediese de oficio ó por querella de
parte; sin embargo de que, como todos saben, la hermandad cono-
cia de los delitos más graves, y aquel cuadorno trat6 ~e dar mayor
actividad y espedicion á los procedimientos; y por último, para evitar
otras citas, aun la ordenanza de vagos de 1775, sin embargo de que
se para bien poco en términos y formalidades, y de que la clase de
de los reos y de la pena que se les impone podria inclinar á un rey
absoluto á tratarlos con monos miramientos, exige tambien que para
proceder á la prision del vago ú ocioso se justifiquon antos sus malas
cualidades en informacion sumaria con citacion del sindico.


>lEsto es lo que mandan nuestms leyes, aunque sus autores esta-
ban poseidos de principios muy distintos dEl los que deben animar
á. V. M.; yereo no quedará duda do la equivocacion de los que han




CO:'iTRA LAS PRISIONES ARBITRARIAS. 179


impugnado el artículo en cuestion como contrario á nuestras leyes, Ni
el artículo en cuestion, ni el proyecto todo, concede tanto á los reos
como lo que les dispensan las de las Partidas, que llegan hasta impo-
ner penas de muerte al carcelero que dé míl.l de comer á los presos ó
que les haga daño; y el código de las Partidas no es por cierto de los
más favorables á la humanidad, sin embargo de que el Sr. Huerta,
creyéndolo nn libro de ángeles y un código perfecto é inimitable, nos
haya hecho el desafio de que ninguno se atreverá ú decir lo contl'ario.
Yo acepto el de sallo , y cuando el Sr. Huerta haga ver lo que dice,
estoy pronto á demostrar por mi parte que el código de las Partidas,
especialmente en lo criminal, si tiene muchas C03as buenas, tiene mu-
chisimas malas, y se resiente de la barbarie del siglo en que se formó,
y del vicio de las fuentes de que fué tomada.


))Pero aun cuando no fuese tan claro, que segun nuestras leyes
debe haber para la prísion informarion bastante del hecho, creo que
V. M. no deberia detenerse en sancionarlo as!, porque creo no hay
cosa más justa y necesaria. La informacion que exige el articulo no
es la prueba concluyente del delito, sino la de indicios bastantes para
creer que pueda haberlo cometido el <-¡ue se manda poner preso. El
Sr lluerla, aunque impllgnó el artículo, reconoeló, si no me equivo-
co, la necesidad de la informacion antes de la prisíon, y dijo que en
solo un caso estaba el juez dispensado de la necesidad de hacer la in-
formacíon antes de decretar la prision, á saber: cuando podia justifi-
car ante el superior que tUYO motivos suficientes para prender al reo;
mas yo ignoro en qué ley se halle autorizada esta escepcion.


»Supongamos el mismo ejemplo en que el Sr. Huerta) figurán-
dose juez criminal, y noticioso de haber un cadáver en tal calle, des-
pues de acreditado el cuerpo del delito, pOIle presos á los dl1eños de la
casa á cuya puerta estaba el cadáver, y cree que para ello no era
necesal'ía más informacioIl. Bien sé que este es el modo ordinario de
proceder, y que as! se hace todos los di as . Pero, ¿es justo? ¿es con-
forme á las leyes? Si de'lpues de presos todos los de la casa solamente
porque á su puerta estaba un cadáver; si despues de tenerlos muchos
meses en la cárcel resultase que se hallaban sin culpa, como era lo
más verosímil, y qlle era otro el asesino, ¿qué se haria entonces?
¿Cómo les resarciría el Sr. /luerta los irreparables perjuicios que su




180 DISCURSO PRONUNCIADO
precipitacion habia causado á una familia inocente? ¿Y cómo se evita-
rán en lo posible estos y otros males semejantes, mientras que antes
de prender á un hombee no resulten ya justificados motivos bastantes
para tenerlo por reo?


») Dígase en hora buena que no siempre hay lugar para hacer la
informacion, y que eslo seria dar tiempo para que se ocultase el delin-
cuente; pero yo diré que no hay delincuente sin prueba de que lo
sea; que, conforme á un axioma de nuestra jurisprudencia, vale más
se deje de castigar á veinte culpados que se ojlJ'ima ú un inocente,
cuyo m.al es irreparable; y que si pllede haber alglJnos inconvenien-
tes en que para la prision sea necesaria la informacion, nada deben
importar, comparados con los infinitos más qne resultan de dejar al
arbitrio de los jueces la facultad de prender á Cllantos sean sospecho-
sos, facultad de que con buena y mala fé siempre se ha abusado, se
abusa y se abusará si V. M. no lo remedia.


llEvílese siempre la arbit.rariedad, y que jamás se persiga en nom-
bre de la ley, sino á aquel que aparece culpado 6 sospecboso en la
forma señalada por la ley misma.


HEl artículo hace de la regla general la única escepcion que cor-
responde, y dispensa la necesidad de préviª infol'rnacion cuando el
reo es aprehendido Út lraganti, en cuyo caso nadie duda de que cual-
quiera tiene facultad para prel1derle. Creo que el 8t'. Gome::, Fernan-
de;; se equivoc6 en la inteligencia de las tres loyes que citó como con-
trarias al artículo; porque en los cuatro casos que señala la partida,
y en los cuales puede cualquiera prender ¡'t los reos sin mandato del
juez, se trata de los delitos gravísimos y de una aprehension que ver-
daderamente se hace in lraganti.


La ley que autoriza á cualquíera para prender al blasfemo es en
el caso de que le oyere blasfemar, y no como díj o el Sr. Gomez Fer-
nandez; y la otra del monedero falso no autoriza para que se le pren-
da sin necesidad de probar su delito; aquella ley bárbara no hace
más que eximir de pena al acusador del monedero falso, aunque no
pruebe su acusacion. Ninguna conexion tiene lo uno con lo otro.


llConvengamos pues, señor, en que lejos de ser contrario á nues-
tras leyes lo sustancial del artículo que se discule, nada hay en él
que no sea conforme á aquellas, aunque el largo hábito de no cum-




CONTBA LAS PBISro:XES AnmTRARJAS. 181
plirlas nos haya hecho olvidarlas. Y si el articulo fuera contrario á
lllICstras leyes, V. ~l. no aseguraria la libertad de los españoles sí no
las revocase, sancionando los principios propuestos por la comision,
aunqne no se apl'uebém, si así se quiere, los ~érminos en que los pro-
pone, en cuyo caso tendré el honor de presentar á V. M. otro pro-
yecto de ley que he trabajado.


)) Dictes e Ullil regla fija y constante; desaparezcan ya los abu-
sos, y púngasc un freno ú la arbitrariedad que ha sacrificado tantos
inol~entes. Recuerde V. JI. las consultas que se le han hecho, las con-
tinuas ljurjas qne tantas veces han escitado su sensibilidad é indigna-
cion. En vano se declamará sobre que S8 castiguen las arbitrarieda-
des; siempre las. habrá si no S8 evitan por el medio propuesto. Siem-
pre habrá un Ruano que llene las cárceles de víctimas sacrificadas á
~u ignorancia (, (L su antojo, un P. Ruiz que arranque á los patriotas
do sus camas, entre bayonetas, en medio de la noche, para sepultar-
los en nn calabozo del que salen despues de muchos dias sin saber
siquiera por qné los prendieron.


)ji.Qué satisfaccion borrar,{ este agravio? ¿Y tmándo se dará una
competonte ú los oprimidm? .Jam{ts, señor, y jamás dejaremos de Ver
estos escándalos, mientras V. l\I. no señale los casos determinados
AH que se debe hacer una prision, y la formalidad con que se debe
decretarla. :\sí se prevendrán los abusos, que es el fin principal de la
ley, porque la que se limita á castigarlos despues de cometidos, no
llena más qUA una pequrña parte de su objeto.


llSeñor, por Al interés de la patria, ]101' el de V. M. mismo, díg-
nese V. M. saneionar 'jI artículo propuesto: sepan de una vez los 05-
p'iñoles por qué delitos, cómo y cuándo puedAn ser presos, y que na-
die se atreva más á privarlos de su libertad, sino en los casos y en la
forma que determine la ley.))




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"VVVV""'VV"V'JVVV'V"'V"VV"'VVV'VV'V'-~ .rvvVVV\./VVVVVVVV'\./"\FVVV"VVVV'V'VV\!?


ANER.


Es muy frecuente ver en los congresos deliberantes
algunos diput:ldos que, tímidos para avanZéLr Ó pruden-
tes para no retroceder, se colocan en el centro de los
partidos, sirviendo con sus cOl13ejos y conducta de ante-
mural á los contínuos y violentos choques (lt~ los estre-
mos. No son muchos, en verc1ad, en los parlamentos mo-
dernos eSGS diputados sin partido, de espíritu indepen-
diente, de voluntad libre y de inalterable buena fé, que
sujetan sus votos á su opin~on ó á su conciencia, sin tener
en cuenta para nada la ambicion personal, los compro-
misos, los intereses ó las cábalas y combinaciones de los
bandos donde militan.


Hoy que en la eleccion de un diputado mÍrase más el
color político que las cualicLl,(les personalef. del candida-
tü, es difícil, si n() imposible, hallar luego en la cámara
un representante que no tome puesto en lasfilasdealguna
fraccion política, y que no vote siempre, á pesar de sus
cOllvicciones, lo que vote su fracciono Esta es una de
las muchas diferencias que se notan entre la asamblea
de lRlO y las que posteriormente le han sucedido.




184 Al"EI\.
Esceptuando unos cuantos de aquellos soberanos le-


gisladores, que se señalaron c1esde un principio por sus
üoctl'inas y aspiraciones, encaminadas á un solo objeto,
á la reforma raJic~tl del gobierno, la generalidad de los
diputados de Cidiz, :,in Im1s norte que su patriotismo,
sin más consejo que su conciencia, sin otro guia que su
opiniol1, votaba!:ls proposiciones de la asamblea, no
admirando á nadie que p~'oclamas(m algllnos hoy con su
voto la soberanía de la nacíon, y que se opusiesen llla-
fiana á una reforma liberal, si la creían perjudicial ó
inoportuna.


Jefe ue ese centro irnpa1'cia1 ó independiente, que
apoyaba ó resistia la inconvenientl~ reaocion ó la exage-
raüa reforma, era D. Francisco Aner, diputado catalán,
y uno de los representantes que más se distinguieron en
el Congreso nacional de 1812, por su saber, su modera-
cion y fácil palabra.


Más prudente qne los liberales, que daban más im-
portancia á la política que á la guerra, levantábase con
frecuencia pidielldo á las córtes actividad, energía y re-
cursos para terminar la dcvastauora lucha con los fran-
ceses, mientras aquellos pedian reformas políticas para
regenerar la nacion. Hó aquí cómo se espresaba, recla-
mando socorros para C'l,taluña: «¿Nosomostodos espaílo-
les? ¿N o hemos jurado todos defender nuestra indepen-
dencia? Hagamos, pues, los últimos esfuerzos para con-
seguirlo. ¿Cómo se ha de salvar la patria, si el miser3,-
ble egoista i'etiene cuanto posee, y, sordo á los gemidos
ele la patria, esconde a varo lo que pudiera librarla de
1m; males que padece? Aun hay, sellor, recursos en la
nacion; y el primee medio es ced6rselos todos á ella;
que no querre un clavo en la Península; todo, todo es
preciso consumirlo en la hoguera de la independencia.




ANER. 185


A lo menos, sefior, que no que ele nada que hacer rOl'
nuestra parte. Que parlamos decir á la posteridad: Todo
se sacrificó pal'(t conservar elllonor, la independencia
y la gloJ'üt nacional. »


No habrá segurc1merlte en las anteriores frases imá-
genes poéticas, ni bellezas de estilo, pero en cambio nó-
tase en ellas el más acen:1rado patriotismo, ese senti-
miento de independencia y naciGnalidad que conmueve
en ocasiones como aquella más que una hermosa figura
ó un brillante rasgo de imaginacion.


En otra ocas ion decia: «¿Qué diria Gerona, qué las
c1elllús plazas y pueblos de Catalufla, si despues de ha-
berse desplomado sus murallas sobre sus magnánimos
defensores se vieran entregados para siempre á nuestros
enemigos? ¿Qué dirian Zaragoza, Ciudad-Rodrigo y As-
torga c1espues c1e haber hecho tantos sacrificios? Los
muertos en el campo del honor levantarian su cabeza y
nos acusarian de débiles, de pusilánimes, de inconse-
cuentes y de cobardes por habernos separado del cami-
no de la gloria que ellos nos allanaron.»


Más patriota á la vez que los realistas, defendía la
independencia y la integridad del territorio, mientras
ellos abogaban únicamente por las prerogativas del mo-
narca.


No se distinguia el Sr. Ana en ese género de orato-
ria parlamentaria en que la elcvacion de ,3stilo y el tono
declamador lo suplen todo. Era el (liplltado catalan sen-
cillo y claro en su lenguaje, si hien correcto y hasta ele-
gante algunas veces. Ordenado en sus ideas, lógico en
sus raciocinios, profundo en sus observaciones, sus dis-
cursos eran escuchados por toda la c:ünara con respe-
tuoso silencio, porque el objeto del orador no era otro
que conciliar las opiniones estremadas y quitar á los




186 DISCURSO EN DEFElI"SA


acuerdos de las córtes ese tinte de parcialidad, de in-
oportunidad y de injusticia que suelen darle los par-
tidos.


Inclinándose últimamente el Sr. Aner al bando ab-
solutista, combatió con tenacidad algunas reformas li-
berales, especialmente la venta de propios y baldíos,
pronunciando sobre la materia un notable discurso. Pero
siemprt( en sus ataques ó defensas veíase al constitucio-
llal moderado, al diputado patriota, rlispuesto á sacrifi-
carlo todo á la salvacion de la independencia y de leí li-
bertad de su patria.


Discurso en defensa de la estabilidad de la constitucion.


«De nada servirian los desvelos y afanes de V. M. en restablecer la
sábia, respetable y antigua constitucion de la monarquía e~pañola, si
al mismo tiempo no adoptase Y. M. todas las medidas convenientes
para su estabilidad y observancia. Si una dolorom cspericncia hama-
nifestado que el desprecio y olvido de nuestra constitueiotl ha condu-
eido á la naeion al estado deplorable en que se halla, ¿querremos toda·
vía que esta misma constitueion que ahora se establece, quede espuesta
a los mismos tiros, y quedemos privados de la felieidad que nos pro·
mete? Entonces, señor, ¿de qué habrian servido nuestros trabajos, de
qué lanta sangre vertida gloriosamente en todo el ámbito de la pe-
nínsula para mantener la independencia nacional que la constitucíon
trata de asegurar? ¿Qué dirían, sellor, nuestros comitentes si despues
de tantos sacrificios los dejáramos espuestos á los mismos males, y no
les presentasemos un porvenir venturoso por medio de la constitucion?
No, no debe ser así.


nEn ning'una cosa han estado más exactas y solicitas todas las
naciones, así antiguas como modernas, que han querido darse una
constitncion, como en asegurar su estabilidad y observancia. ¿Qué de
afanes y desvelos no costó á los legisladores griegos el establerer su
constitucion, y el contener la impaciencia y veleidad del pueblo (siern-




DE LA ESTABILWAD DE LA CONSTITUCION. 187
pre amante de novedades) para que no variasen las leyes constitucio-
nales? ¿Qué cuidado tan esquisito no han tenido los ingleses para
precaver cualquiera alteracion en su sábia constitucíon, y para ase-
gurar su ob~ervancia?


)) y nosotros, despues de tantos males y trastornos sufridos, ¿se-
remos menos cautos en adoptar los medios más análogos á perpetuar
la constitucion que restablecemos, y que por su escelencia es uno de
los monumentos más perfectos de la legislacion? La constitucion, se·
ñor) es la ley que por su naturaleza debe llamarse estable; es la área
donde se asienta y reposa el grande edificio de la sociedad; es la tabla
donde cada ciudadano lee los derechos que le corresponden y las obli-
gaciones á que está sujeto; es en suma la gran carta en que la nacion
establece su gobierno, declara su relígion, y asegura sus imprescrip-
tibles derechos.


))Ko tratemos, señor, como algunos se han persuadido, de for-
mar una nueva constitucion, ó hacer un nuevo pacto social; tratemos,
sí, únicamente de restablecer nuestras leyes fundamentales, cuyo olvi-
tlo ha acarreado á la nacíon tantas desgracias, porque la nacían es-
paüola no ha dejado de ser nacion: á pesar de la actual insurreccion
ha conservado sus leyes, ha tenido go¡'ierno, y los individuos que com-
ponen la nacion se han conservado en sociedad y en un ion para re-
sistir al poder y á las maquinaciones de Donaparte.


))Las leyes fundamentales, que compiladas en un código resta-
blecemos á su observancia, por su naturaleza ú importancia deben
ser estables; y puede asegurarse que la mutabilidad en los principios
constitucionales es el preludio de las agitaciones y convulsiones de los
estados, y el precursor del trastorno y de la anarquía. La mutabili-
dad de la eonstitucion conduce como de la mano ásu desprecio, pasan-
do sucesivamente con las alteraciones que en ella se hacen del despre-
cio á su inobservancia, de la inobservancia al olvido, y de esteal des-
<írden y á los males que sufrimos.


IlDe aqul se siguen las persecuciones arbitrarias de los ciudadanos,
las ocupaciones de sus propiedades, y últimamente la tiranía, y con
ella el abatimiento de la nacíon. Las leyes fundamentales no se han
establecido únicamente, como se ha dicho, para ayuntar á los hom-
bres, sino para su felicidad, que debe ser el objeto de todas las leyes.




188 DISCURSO E" DEFENSA
Entre las leyes ronstitucionales unas deben llamarse perpétuamente
eslables, cuales son las que determinan los derechos de los ciudada-
nos, su religion, la forma del gobierno etr. Otras menos estables,
eomo son las que determinan las calidades ljU8 deban lener los dipu-
tados en c6rtes, el modo de hacer las elecciones, que las c6rtes se
l1elebren anualmente etc., etc.


))Annqne todas estas leyes no deben reputarse de igual importan-
ei<l, no por eso sc debe tener menos cuid<ldo en d<lrlas toda la estabi-
lillail posible para qne la alteraciotl, val'iacion Ó abolicion de algunos
¡Je estos principios secundarios, no minen insensiblemente el grai1de
eJitkio de la eonsti lucion. Es eonstante que la ley que determina qne
to:1m los años so junten las c6rtes, no es una de las principales bases
de la constitucion; pero sin embargo de ~u inobservancia podria se-
guirse la deslruccion ele toda la constitucion, porque si se variase la
ley, y se estableeiese que no se reuniesen todos los aüos sino cada
tres 6 caela siete, suc8deria que la falta ne ejerr;icio en el poder le-
gislativo daria m(trgen ú qlle el ejecutivo se cscedicse ¡Je sus límites.
llsnrpando facultades que no les corresponden, é insensiblemente ven-
clríll!J10S tal vez á parar en que la institl1cion ele eúrte~ se mirase con
poco interés, sc aCllmulasen en el l'ey los dos poderes, y viniese á
quedar nula la scplll'acion de estas bases principales de la cOIlstitu-
eion y ele una monarquía moderada, resultando de todo por una con-
seeuencia infalible el rles(¡rden, la arbi lrariedad y el despolismo, con-
tra lo que tanto hemos declamado.


nLo mismo puede decirse de las leyes que señalan el modo de
verifiear las eleeeiones para diputados en c(¡rtes, sus calidades, ele.;
porque de exigirse estos () los otros requisitos, se signe que las e6rtes
se eompongan de diputados en c¡uienes se reunan las calidades nece-
sarias pura hacer el bien de la nacion. Me parece, pues, que el argu-
mento que se produce por algunos señores de que no todo lo que
previene la constitucion es constitucional, no es bastante para que
se pmnitan hacer alteraciones, adiciones, modificaciones ete. á ar-
bitrio de las e6rles sucesivas pOI" la rebcion qne todos los artículos
tienen entl'0 sí, y porque es fácil que una variaeion en una parte que
parer;e menos sustancial, Ileglle i I1sensiblemenle á dflstruir las bases
principales.




DE LA ESTABILIDAD DE LA CONSTlTUCION. 159


))Tampoco debe servír de obstáeulo á 1:1 aprobaríon de este ar-
ticulo la doetrina que por varios señores se ha reproducido, ele que
por este artículo se coartan las facultades de la nacion, y se limitan
las de las córtes futuras, que igualmente que estas representarán ti
la nacion; porque si esta doctrina fuese cierta resultaria que las cúrtes
actuales en nada podrían obligar á la HaL:ion, ni porlrian asegl1l'ar
su felicidad de un mo¡)o estable y duradero; y si tienell l'l,cllltallc3
(eomo es imlmlable) fl1ra proel1l'ar la felicidad de la nacion, y ponerla
le salvo de los males que ahora padece, deben tarnLien tenerla" para
ligar II la nacion siempre quc de ello la resulte S11 felicidad.


))La nacion considerada generalmente ni puede reunir~e para
darse leyes, ni puede gobernarse por ella misma. Neeesita valcrse de
cierto número de representantes ú diputados para que plenamente
autorizados ejerzan las facultades que aquella por sí no puede cjel'ect'.
Estos diputados deben obrar siempre con arreglo á las facultades que
tienen, y sin escedcrse de ellll~, dirigiendo todos sus conatos al bien
y prosperidad nacional. Todos los actos que estos diputados hacen
con arreglo á sus facultades obligan á la. nacíon, y no se entiende que
la perjudican.


)) Bajo estos supuestos contraigámonos á las cÓl'tes actuales.
Reunidas estas por el voto general de la nacion, y con ámplios é ilimi-
tados poderes para libertarla de la escla yitud que la amenazaba, y para
asegurar de un modo duradero su independeneia y libertad, creycron
que uno de los me :ios más eficaees, Ó quizá el único para lograr tan
interesante objeto, seria el restablecer la constitlleion de la monar-
quía, cuya inobservancia y olvillo debia considerarse el orígell de to-
dos los males. Por esta eonstitucion se señalan las facultades de la na-
cion, el modo legítimo de ejeroerlas; se estableo e la forma de su go-
Lierno, y se hace la division de los trcs poderes, base constitutiva de
una monarquía moderada, y el modo con que cada uno de ellos debe
ejereerse.


nEn estas bases reposa indudablemente la felicidad de la nacion.
Por ellas se limitan las facultades de la misma, y se establecen prin-
cipios cuya inokrrvaneia perjudicaria notablemente ú la misma
naCÍoll. ¡,Y se dirá por eso que el artículo que se diseute peljudica á
la nacion, y se le coartan sus facultades -porque no se permite variar




190 D1SCURSO EN DEFENSA
los principios de la constitucion? Todolo contrario debe inferirse, por-
que si en el concepto de las córtes actuales el bien de la nacion con-
siste en la observancia de los principios constitucionales, la falta de
libertad en que se deja á la nacion para variarlos, lejos de serie per-
judicial la es provechosa y útil, pues la preserva de las convulsiones
políticas á que está sujeta una. nacion que no tiene IJna constitucion
estable.


))La nacion se sujeta á ciertas reglas, á ciertos principios, porque
le trae cuenta; renuncia ciertas facultades, porque le seria dañoso
ejercerlas, yen una palabra, la naeion no podria llamarse tal si no se
sujetase á ciertas leyes que, observadas puntualmente, conservan el
órden en sociedad, y la preserva~ de las convulsiones políticas, que
tantos males causan á los imperios.


)) Ahora bien; sentado como principio indudable que la felicidad de
los estados consiste en IIna buena constitllcion, y en su estabilidad y
ob~ervancia; y sentado tambien por principio que no puede ser esta-
ble una constitucion en la que se permita hacervariaciones, alteracio-
nes, etc. sin haberse consultado la esperiencia, ¿poLlrá decirse con
razon que el artículo que se discute perjudica á la nacion, y coarta
las facultades de las córles futuras? Si los mismos preopinantes oonfie-
san la utilidad que ha de producir la consLitllcion; si ellos mismo~
convienen en que esta debe ser la ley eterna del Estado, ¿por qué no
convienen de buena fé qne esos objetos no pueden lograrse sino adop-
tando las precauciones que indica el artículo? ¿Qué comparacion tie-
nen los perjuicios qne puede sufrir la nacion de no poder alterar la
constitucion en el término de ocho años, con los que se le podrian
causar permitiéndose su alteracion contínua?


))Las córtes sucesivas ni deben tener las mismas facultades que
las actuales, ni conviene que las tengan. No deben tenerlas, porque
declarada como está por la constitllcion la dívision de los poderes,
no deben las cllrtes sucesivas ordinarias traer más facultades que
las que les competen en fuerza de la indicada diyision. !'io conviene
qlJ3las tengan, porque entonces ni la constitllcion seria estable, ni se-
ria fácil conservar inalterables los principios constitutivos de la mo-
l1arqllh moderada.


))La saneion de la constitucion y su observancia toca indudable-




DE LA ESTABILIDAD DE LA CONSTITUClON. 191
mente á las córtes actuales, que tienen mision espresa para ello, y
cuyos ámplios é ilimitados poderes las autorizan para hacer todo cuan-
to entiendan conveniente al bien y felicidad de la nacion. Digo que
Jos diputados de las córtes actuales tenemos mision espresa para res-
tableeer la constitucion, y sancionar su observancia, para que no se
crea, como dijo el Sr. Jllendiola, que nosotros no éramos más que
unos negotionun gestores. Estos no están autorizarlos ni por el con-
~entimiento espreso ni tácito del sugeto, cuyos bienes ó negocios ad-
ministran; pero los diputados de las córtes actuales obran porque
tienen poderes ámplios para ello, están autorizados por un consenti-
miento espreso de la nacion, de que resulta la ninguna semejanza de
los diputados con los negotlorum gestores.


nAhora bien; si los diputados de las córtes actuales están autori-
zados plenamente, como indudablemente lo están, para restablecer y
sancionar la eonstitllcion, cuyo arreglo y discusion nos ha costado más
de un año, ¡,será prudente dejar su s:lDcion á las córtes futuras? En"
tonces los trabajos dc las actuales serian meros proyectos, cuya apro-
bacion dependia de la voluntad de las córtes futuras. ¿Y es conciliable
esta doctrina con nuestras obligaciones, y con lo que la nacion espora
de nosotros?


n¿Qué reconvenciones tan amargas no sufriríamos de nuestros co-
mitentes, si dospues de quince meses de sesiones, ó más, no les pre-
sentásemos algun fruto de nuestros trabajos en la constitucion política
que restablecemos, tan necesaria para la prosperidad del estauo? Y
supuesto que es de nuestra obligacion presentar á la nacion la grande
carta en que conozca sus derechos y obligaciones, ¿será acertado pre-
sentarla sin tomar de antemano todas las precauciones para que se
conserve y obedezca? Estas son cabalmente las precauciones que la
cornision presenta en el articulo que discutimos, sin cuya aprobacion
creeria aplicable á nosotros el versículo del salmo in vanum labora-
verunt.


»Hablomüs, señor, sin rebozo: el nuevo órden de cosas que se es-
tablece por la eonstitucion tiene muchos enemigos; todos sus tiros se
dirigirán á desunirla, y el mejol' modo para que lo lograsen era de-
jarles espedito el campo para hacer en ella las variaciones que quisie-
sen. Seamos cautos, señor; no edifiquemos sobre arena. Nunca está




192 DISCURSO EN DEFE1\SA DE LA ESTABILIDAD DE LA CO~STlTUCION.
más es puesta la cónstitucion que en los primeros años de su publica-
eion. Su mérito y utilidad no están todavia bien conocidos; es preciso
que una esperiencia larga haya hecho conocer su bondad. Entonces
eqtoy seguro qne no se harán otras variaciones que las que exija la
variacion del tiempo y de las cÍI'cllllstanr,ias; pero entre tanto queda
espuesta á todo;; los tiros de In. maledicencia, de la ignorancia y de la
preocupacion si una sábia prevision no los detiene.


nEI artículo que so discute es en mi concepto una rlo ht3 áncoras
m:1S fnel'tes de la constitucion; sin él, como he dicho, queda espllesta
{l terribles vicisitudes. El tiempo que el artículo señala es en mi con-
r,epto muy limitado; deberia es tenderse á veinte aüos para que cual-
quiera variacion viniese bien indicada por la espcri!mcia. Do todos
marIas, seüor, aprucbo el artículo como está, y espero qlle en esta me-
dilla hallarán íos españoles presentes y futuros suficiente motivo para
benrler,ir la memoria de V. i\I.))




o/V'VVVVVVV'VVVVVVVVVVVVV'VVVV\,/'V\.IVVVVV'.J'...!VV"\.J"VV\.fVVVVVVVVV...s!


VILLANUEV A.


Es comun y muy natural en las trasformaciones polí-
ticas de los Estados que, los que en ellas intervienen,
duden y vacilen en un principio sobre el camino por
donde debe irse, ó acerca del término á que debe llegarse.


En esas crísis supremas en que el ánimo se halla per-
plejo, y aletargada ó encadenada por la duda la voluntad
de los políticos, solo las circunstancias pueden enseñar-
les el verdadero y salvador camino que no veian, y solo
ellas inspirarles la resolucion que les faltaba para recor-


'rerlo hasta llegar al límite más oportt:no y conveniente.
Hallábase en ese caso de incertidumbre el diputado


Villanueva al comenzal' en 1810 la l'evolucion político-
social de España, que á todos cogió desprevenidos y des-
armados, y cuyo rumbo trazáronle los acontecimientos
más bien que los esfuerzos de sus entonces aun no resuel-
tos partidarios.


El carácter sacerdotal de Villanueva, sus estudios
teológicos, y más que todo sus relaciones y amistades
con personas de valía, interesadas en sostener lo antiguo
y en oponerse á toda reforma liberal, como su protect,or
el inquisidor general Reterac, motivos eran, al inaugu-
rar sus tareas las córtes de Cádiz, para que el diputado


15




194 VlLLANURVA.
por Játiva se resistiese á inscribir su nombre en la lista
de los filósofos y reformadores, que desde la primera se-
sion imprimieron al gobierno de España el tinte de la re-
volucioll política, social y filosófica que ponia el término~
despues de diez y ocho siglos, á la antigua monarq uÍa de
derecho divino.


Despreocupado en materias eclesiásticas, como pro-
fundo conocedor de todas ellas, de una erudicion vasta
y esquisita, instruido como pocos de aquella asamblea,
donde se congregaron los hombres más eminentes en
todos los ramos del saber humano, puesto q Lle á diferen-
cia de los parlamentos posteriores fueron la ciencia y la
virtud los principales y acaso los únicos títulos que abrie-
ron las puert~s de la representacion nacional, no tardó
mucho Villallueva, en afiliarse en el bando liberal, al que
sostenian ó más bien empujaban en sus aspiraciones re-
formadoras las terribles y críticas circunstancias que 'atra-
vesaba el reino.


Pronto se dió á conocer Villanucva en la cámara po-
pular de 1812, si no por su elocuencia, por la variedad
de sus conocimientos, la solielez ele sus juicios y la pro-
fundidad de su saber en materias religiosas. No S8 ven-
tiló cuestion ele esa clase en las córtes de Cádiz, en que
Villanueva no tomase una parte activa, defendiendo con
copia de razones y sobra de erudicion y de talento bs
trascendentales reformas que, á imibcion qne en el polí-
tico y el económico, en el ramo eclesiástico se reali-
zaron.


Indudablemente necesitaba Villanueva poseer más
recursos y hacer dobles esfuerzos que /lrgüelles, defen-
sor de las innovaciones políticas, para defender por su
parte las elesiásticas, porque no solamente tenia que
luchar en las lides parlamentarias con saceruotes ins-




VILLANUEVA. Hl5


truidos, con filósofos ergotistas y con teólogos consuma-
dos, que tanto abundaban en aquel Oongreso, sino que
las preocupaciones religiosas hallábanse mucho más ar-
raigadas que las políticas en todas las clases de la na-
cíon, y cuanto se rozaba con el dogma ó con la discipli-
na eclesiástica era mirado con temor y veneracion por
la mayoría de los españoles, y con respeto y deferencia
hasta por los má~ avanzados liberales.


No fueron estas consideraciones obstáculos para que
Villanueva desmayase en su propósito de reformar
abusos y depurar la religioIl de manchas y de errores
que en su concepto la afeaban y ofendian. Así le vemos
proponer y abogar por la reforma de los monacales, apo-
yar la venta de la plata sobrante de las iglesias para
atender á los gastos de la guerra con Napoleon, y sobre
todo, atacar la institucion del Santo Ofiéio con valor,
que entonc6S se necesitaba y mucho para ello, con eru-
dicíon estremada, con argument?s y consideraciones
políticas, sociales, filosóficas y religiosas á que no sabian
contestar los tenaces defensores de la Inquisicion, sino
con vagas declamacioi1es, con teorías insostenibles, con
subterfugios y sofismas.


Hay quien acusa á Villanueva de haber sido dema-
siado regalista, de haberse ensañado mas de lo que con-
venia contra la dominacion de la curia romana, siendo
uno do sus más fuertes ataques la proposicion para que
se celebrasen concilios nacionales. Algo se trasluce de
eso en la forma de los discursos y escritos de Villanue-
va, pero no se puede dudar que su propósito era la ma-
yor pureza de la religion y el esplendor y enaltecimien-
to de la misma Iglesia.


Oomo oraJor pecaba Villanueva del Jcfecto de que
adolecian casi todos sus compañeros; disertaba en vez




196 VILLANUEVA.
de discutir; filosoül,ba en vez de declamar. Era, como
muchos de aquellos legisladores, un filósofo, un acadé-
mico más bien que un orador parlamentario. El estilo
de sus discursos, muchos de ellos leidos, era sencillo y
claro á la par que elegante y castizo; su argumentacion
era indestructible, natural y contundente su lógica.


A pesar de su aspecto de beato, tranquilos ademanes;
tono suave y humilde, solia el Sr. Villanueva usar en
sus peroraciones de amarga ironía, y lanzitba venenosos
tiros sobre sus contrarios, puesta la mano en el pecho y
fijos sus ojos en la tierra. En corroborarion de la impa-
sibilidad y dulzura con que fulminaba sus ofensas y
vertia á veces ideas de energía y aun d0 venganza, CUt~n­
tase que, cuando en la segunda época constitu(~ional dis-
cutian las Córtes sobre el castigo qll¡; debia imponerse ú
los 69 ex-diputados de 1813, conocidos por los persas,
propuso el Sr. Villanueva en una reunion patriótica,
y delante de los principales jeles de aqudla situacion,
que lo que debia hacerse era desterrarlos á su casa para
toda la vida.


No dejó de estrailar á todos tanta suavidad y toleran-
cia; y acusándole algunos de re:::.ccional'iu y pastelero,
contestó el ex-constituyente con tono melífluo y con iuo-
celite y cándida sonrisa: «Sí; lo sostengo; desterrados á
su casa por toda la vida. ¿No son persas? pues á Persia
con ellos; enviarlos itllá para que nunca vuelvan á Es-
paña.»


Preso y desterrado á un convento al regreso de Fer-
nando VII á la Península en 1814, volvió :'t figurar Yi-
llanueva en la restaur·acion liberal de 1820, y nombrado
ministro plenipotenciario cerca de la córte de Roma,
negó se el Papa á recibirle como á tal enviado, nega-
tiva que, unida á-·otros desaires, obligó al gabinete es-




YIUANUEVA. 197


paliol á entregar sus pasaportes al legado Ele Roma, cor-
tando así toda relacion diplomática con la córte pon-
tificia.


A la caida elel gobierno eonstitllcional en 1823, emi-
gró Villanucva con los demás liberales, y establecióse
definitivamente en Dublin, donde continuó sus trabajos
literarios hasta 1837 que bajó al sepulcro dejando muy
agradables recuedos, entre los que le dieron honrosa
hospitalidad, por la ameniClad y sencillez de su trato, por
sus recomendables prendas y austeridad de sus costum-
bres.


Si en la historia política ocupa el Sr. Villanueva un
puesto distinguido, lo es mucho más el que le designa
la crítica en los anales literarios de nuestro pais. El nú-
mero y la importanci:t de sus obras le aclaman como es-
crito!' diUgente y castizo, corno teólogo profundo, corno
erudito y corno sahio.


Tildáronle sus enemigos, que los tenia muchos yen-
carnizados, de jansenista y protestante por sus discursos
en las córtes, y sus opúsculos y tratados sobre varios
puntos de c10ctrina eclesiástiea, y especialmente por su
folleto titulado Incompatibilidad de la lnonal'qnia 'uni-
versal y absoluta y dc las 1'CSCl'vas dc la cUf'ia }'o-
11wna con los dcrechos !J l (L libef'tad de las nacioncs.


Encumbráronle, por el contrario, sus secuaces y
apasionados defensores mús de lo que realmente merecia
como político y hombre de letras. En los apuntes biográ-
ficos que quedan trazados está consignado nuestro juicio
sobre el ex-eonstituyente de 1812, sin odio y sil} lisonja;
cou la buena fé, con la justicia y con la imparcialidad
con que hasta aquí hemos retratado y pensamos retratar
a los oradores de esta Gale1'üt.




198 DISCURSO pnONU~CIADO


Discurso pronunciado en defensa del fuero eclesiástico.


((Señor: me levanté ayer obligado por el hilo de la discusion, á ver
si podria aclarar algunas cosas oscuras. En primer lugar parece ocur-
rir duda en (¡rden á la inteligencia del artículo.


nLa proposicion que se discute, como lo denota su mismo CO!l-
testo, no trata de las causas puramente eclesiústicas ó e~piritualesen
que los clérigos, por derecho divino, cslún cxentos de la jurisJiccion
de los príncipes seculares. Respecto de estas no naho fuero privile-
giado, siendo cierto que los príncipes no tienen imperio sobre las per-
sonas y cosas eclesiásticas en IllS mllterills espirituales, que de suyo
están sujetas al conocimiento y juicio de la Iglesia. Cuúles sean estas,
lo dice D. Alfonso el Sabio en las Par tiJas : cuéntanlas tarnbien algu-
nos concilios nuestros.


nEs claro que la Iglesia, siendo una sociedad ordenada, debe
tenor potestad independiente de la civíl para gohernllrsc en todo
cuanto le perten(~(le, que es lo que los antiguos llamaron cátedra,
ministerio, autoridad, y despues de San Gregorio Magno jurisdic-
cion, tomando esta palabra del derecho civil. De estas causas debp.
entenderse lo que elice el concilio de Trento Pll el decreto De refor-
mationc de la sesion 13 , Y lo que previene en el capítulo JI[ de la se-
sion 22 sobre la re3istencia Ú la exeomunion : Cum non ael sreculares,
sed ad ecclesiasticos hrec cognitio perf1'neat.


nHabla, pues, la proposicion solamente de los clérigos y sus bie-
nes en las cosas temporales; porque perteneciendo de suyo bajo este
respecto á la autoridad del príncipe por ser miembros del estado,
solo en órden á esto cabe fuero; esto es, privilegio ó exeneion de
la jurisdiccion secular ú que están sujetos los súbditos del príncipe.
En virtud ele este fuero los eclesiásticos no quedan exentos de las le-
yes civiles, que es otra duda qne oí ayer, sino de ser reconvenidos
ante los tribunales seculares, en vez de los cuales concurren ante los
jueces eclesiásticos, los cílaJes deciden SIlS causas por las leyes mis-
mas á que están sujetos los legos; de suerte que por el fuero no queda




EN DEFENSA DEL FUERO ECLES1ÁSTICO. 199
el clérigo libre de ser juzgado segun las leyes del reino, sino do serlo
ante un juez secular como lo son los demás individuos del Estado.


))SÓ que algunos escritores, corno se dijo tambien ayer, han que-
rilin fundar este privilegio en el derecho divino. Pero además de lo
que ya se contestó á aqnellil. indicacion, es notorio lo que dice Santo
Tom{ts (opúse. 73, cap. 11') : «Que el derecho canónico, largamente
»halJlanclo, snele llamarse derecho divino por las autoridades que
))()ontiene de los concilios generales y otros monumentos de la Igle-
))sia.)) Y tambien lo que a,!rierte Covarrllhias: (( Que los papas y los
«cánones suelen llamar (üúno lo que en algun modo puede apoyarse
»en la IAy antigua, aunque no sea derecho espreso ni ley que deba
nregil' en la nueva.))


)) y así es loable la prlldencia de Bonifacio VIII, el cual, prohi-
biendo la prision de los clérigos por jueces seglares, se abstiene de
apoy3.r su rrmndalo en el derecho divino. Los mismos cánones dicen
que en las causas temporales y del siglo son los soberanos superiores
de los clérigos, y hay inuurnembles ejemplos de haber obedecido á
los emperadores los mismo:; romanos pontífices.


Sea esto didlO para que, desvanecida aquella duda, podamos
indagar el orígen del Cuero eclesiástico; esto es, no de la exencion
del clero I'espeeto de las leyes civiles, sino de su separacion de los
tribunales sllculure~ dese3.da por los antiguos Pastores y apoyada por
los prírleipes, no p3.r:l eximir al dero de la autoridad eivil, sino para
separarle del llstrépito fonmse, que se eonsicleraba como ajeno de las
ocupacioues anejas á los ministros del altar.


nEI horror que manifestó San Pablo á los cristianos pleitistas
por intrreses peenniarios , y aquella recomendan: quare non magis
injuriam accl}Jitis? Quare non magis fraudem patimini? causó tan
buen ef(~()t.o en los primf'l'os fieles, que tuvo aUento Atenágoras para
decir en su apolog'ía: «Los cristiJ.nos á nadie demandan en juicio por-
que les hayan robado sus bienes.)) Mas esto debe entenderse de los
autores; no de los clem3.ndados; porque los que lo eran ante los jue-
ces ¡¡¡viles, rmmplian con lo qne manda el mismo apóstol acerca de la
sumisioll y obediencia á las potestades.


))Este espíritu de 0al'itlad y mansedumbre que por mucho tiempo
retrajo á los fieles de dcmawlar á nadie, no solo ante los jueces intle-




200 DISCURSO PRONUNCIADO
les, sino ante los mismos cristianos, resplandeció principalmente en
los clérigos, los cuales en sus disensiones comenzaron á buscar por
árbitros á los obispos, de dono e nació el uso, que duró muchos siglos
aun én Espaüa, de decidirse muchos pleitos aun de legos por los obis-
pos: llegando esto al estremo de que el concilio Toledano 111 (cán. 13)
condenase á perdimiento de su causa y tl la pena de escomunion al
clérigo que dejando á su obispo demandase á otro clérigo ante el
tribunal secular. Esta práctica habia surtido tan huen efecto, qlJe
Honorio y Arcadio, y Valentiniano JII y otros emperadores, dejaron
á la voluntad de las partes presentar sus querellas ante el obispo {l
cuya decision debian sujetarse. Añadióles Justiniano la facultad de
visitar semanalmente las cárceles, examinar las causas de los presos,
y otras que son peculiares de la potestad civil.


llDegeneró esta autoridad en jurisdiccion á fines del siglo VIII, y
más cuando se publicó la ley atribuida á Constantino sobre Que fuese
libre cualquiera de las partes en traer á su contrario aun contm su
volnntad al tribunal del obispo. Hasta poco tiempo antes hahia regido
en OcciLlellte la ley de Marciano, que obligaha á comparecer ante el
juez civil al clérigo demandado por causas pecuniarias. Varió este (¡r-
den .Tustiniano, eximiendo de esta jurisdiccion en tales cansas ú los
clérigos y á los monges, bien que luego permitió apelar de la senten-
cia del obispo al juez secular.


nEI fin de este emperador fIJé separar al clero del estrépito foren-
se, por cuya causa encargó á los obispos que dirimiesen estos pleitos
lwnestJ et sacerdotaliter: yen otra parte dice que el obispo concluya
las causas brevísimamente sin costas y sin formal' autos. Esto sufrió
alteraciones notables en los tiempos siguientes, y aun ahora se ob-
serva gnm variedad respecto del fuero en los diversos estados que
pl'Ofesan la religion católica.


))Otro tanto ha sucedido en órden á la persecucion y castigo de
los delitos. No hablemos de los delitos eclesiásticos, sujetos ú las pe-
nas canónicas, y por consiguiente á la potestad de la Iglesia, sino de
los comunes ó civiles, por los cnales se perturba el órden político de
la sociedad. Desde luego los príncipes cristianos tuvieron á hien qne
los deliLos menores de los fMrigos se sujetasen al juicio de los sínodos
y de los obispos; pero no los muy graves, en los cuales los dejaron




EN DEFEl'\SA DEL FUERO ECLESIÁSTICO. 201
al juicio de los tribunales civilcs. Estas leyes dc Teodosio el mayor,
de Honorio y Valentiniano III rigieron hnsta que Constancia, tal vez
instado por los arrianos, como sospechan Gotofredo y algunos criti-
cas, mandó que los obispos solo pudiesen ser acusados 1I.nte otros
obispos. Porque no pudiendo entenderse esto de los delitos puramente
eclesiásticos, que por su naturaleza y sin necesidad de aquella ley per-
tenecian al conocimiento de la Iglesia, miÍs bien debe mirarse como
un lazo armado á los obispos católicos, para que con cualquier pre-
testo pudiesen ser condenaclos por aquellos herejes.


nMas Justiniano, por principios de verdadera piedad, prohibió que
los obispos contra su voluntad fues:m demandados ante los jueces se-
culares en causas criminales ó civiles; estableciendo que los clérigos
y monges delincuentes, si antes fueron depuestos ó castigad<Js por
el obispo; fuesen presentados ante el juez para ser juzgados segun las
leyes civiles; y si antes lo fuesen por el juez, sean remitidos con el
proceso al obispo para que si se conviniese con lo actuado cn la cau-
sa, procediese á la degradacion del reo, y sino fuese todo elevado
al sabor ano .


llDesde aquella época, yen toda la edad media, se hizo general en
Occidente lo mandado por Cárlo Magno y otros príncipes, que todos
los individuos del clero fuesen juzgados en los delitos comunes por los
sínodos ó por los obispos. Algunos intentaban apoyar este fuero en
decretales, que despnes so descubrió ser apóerifas, como lo atestiguan
Labhe, D . .Juan nautista Perez y otros; pero no habia neeesidad de
recurrir á aquellos fundamentos, cuando variada la disciplina en mu-
chos puntos, respecto de este tenia el clero á su favor la condescen·
doncia de los príncipes. Especialmente tuvo esto lugar en Espaüa
desde la publicacion de las Partidas, pues desde entonces ha sido
opinion constante en nuostros príncipes que á los ciérigos les com-
pete 01 fuero, esto es, la separaeiol1 de los tribunales seculares, por
apartarlos de los riesgos del foro, por el alto ministerio que ejercen
en la Iglesia, y por el carácter del órden.


nIIánse aüadido á esto varias decisiones de romanos pontífices
admitidas en Espaüa, y que en el dia forman parte del derecho na-
cional por let anuencia de nuestros reyes. Esto, aun en aquellos tiem-
pos, tuvo varias escepciones, eomo por ejemplo la ley 118 del Estilo,




202 DisCURSO PRO~UNCIADO


que dice: el que es clerigo, si recaudó los pechos y las rentas del rey,
é face alguna falta en ellos, q1W le puedan los alcaldes del rey man-
dar prender, é ser preso en la prislon del rey. Para eximir al cle-
ro de estos compromisos, dijo el rey n. Alonso que los clérigos non
deben ser mayordomos, nin arrendadores, nin cogedores de estas
cosas de que mn pueden ser fiadores; añadiendo qne si lo fueren,
estén sujetos á las penas de los demás. Pero asf en la ley general del
fuero, corno en sus limitaciones, no hallo yo pacto ó contrato de la
autoridad eclesiástica con la civil, como oí ayer, sino concordia en la
piedad y Ilnidad en los intereses.


nl'odo esto, y mucho más que omito por la brevedad, pareco ha-
berlo tenido presente la comísíon para creer, como dice en el prólogo,
quo no dobo hacerse alteracion en el fuero de los clérigos, hasta qne
las dos autoridades civil y eclesiástiea, arreglen este punto conforme
al verdadero espíritu de la Iglesia española, y á lo que exige el bien
general del reino.


nY que esla alteracion deba hacerse, para mí es indudable. Porque
á este fuero se le han puesto y so le están poniendo tales cortapisas,
aun por la misma autoridad eclesiástica, qno ha de venir tiempo en que
sea preciso estableeer sobre ello en EspaDa una regla que liberte á los
clérigos de la arbitrariedad á que no estún sujetos los demás súbditos.
El Papa, por ejemplo, se ha resenado lrr autoridad de cometer á un
lego el juicio civil ó criminal de un rclesiástieo. Al c1t'rigo delincuen-
te y sospechoso de hllida puede lambicn prcnllerle el juez seg\:lr para
enviarle ú su prelaclo; en lo cual no eabe abuso de la fuerza en cle-
trimfmto de la libertad inclividnal de uno que puede ser tratado como
eriminoso no siéndolo. Por eso cnticndoCjlle está en su lugar lo que
dice el artículo, qne los clérigos gocen del fucro de su estado en los
términos que prescriben las leyes ó en adelante prescribieren.


nPor lo que toca al abuso que p::Jr a1lora pudiera hal;cl'se de este
fuero en daño de la autoridad civil, no hay de ello riesgo ninguno.
Porque si los eolesiásticos, de cualquier grado, usurpasen la jnrisdic-
cion real ú otras regalía~, son habidos por estraDos tlel reino, y piC'r-
den las temporalidad es. Tampoco los exime este fnero de comparecer
ante los tribunales reales cuando fuesen llamados pOI' ellos. En el Gilo
1590 mandó el consejo comparecer al obispo de Osma sobre una




EN DEFE:'iSA DEL FUERO ECLESIÁSTICO. 203
causa jurisdiccional que se trató en Aranda de Duero. La causa fa-
mosa del obispo de Cuenca es de nuestros dias. El rey puede echar de
su obispado al obispo promovido por simonía; cualquiera de sus mi-
nistros es juez competente para quita!' las armas ofensivas á los ecle-
siásticos, y p!'enderlos pata remitirlos, si quebrantaren la carta de
amparo 6 seguro real concedido á alguna universidaJ, colegio 6 per-
sona, y proceder en este caso contra sus bienes á la ejecucion de las
penas pecuniarias.


n Tambien está previsto el ea'3O de que faltase la potestad eclesiás-
tica episcopal, ó fuese muy rcrnisa, en el cual dicen Bobadilla y otros
defemores del fuero que podria la potestad seglar concgir á los cléri-
gos por prision y torna de bienes, ó suplir por medio Je los jueces
seglares su descuido 6 tardanza en la administracion de justicia. Otro
tanto debe deeirse del caso en que fuesen seclieiosos 6 ineorregibles
despues de amonestados, (¡ hieiesen eisma, y no pudiesen ser compri-
millos, eorno sucedió en el de Pellro de Luna, en cuya larga duracion
dc treinta años D. Juan Ir tle Castilla y su lio D. Fernando 1 de Ara-
gon llespaeharon provisioncs, embargaron las rentas pontificales, é hi-
cieron otras diligencias con la potestad temporal contra los obispos y
clérigos que no aecedian á los partidos rnzonables que se les pro-
pusieron.


))Ayrr se dijo lo bastante acerca de la autoridad real para alzar
las fuerzas que hiciesen los jueces eclesiásticos en las eausas que co-
nocen; costumbre inmemorial como la llaman nuestras leyes, ó bien
sea fundada en el cánon XII del concilio XIlI de ToleLlo del aüo 683,
la cllal está en priwtica en el dia, sin que se repitan los lances fuer-
tes que en otro tiempo so vieron sobre esto en España, eomo por
ejemplo el Lle 1580, Cll ql1e el nuncio de Su Santidad encarceló á algu-
nos religiosos y ecksiústicos porque: ocurrieron al Consejo Real eon este
recurso. Con estas y otras disposiciones legales se han procurado
evitar los abusos que pudiern haber causado el fuero clerical en la po-
lítica interior del reino.


nDe suerte que la falla de castigo que se cit6 ayer de varías de-
lito:; atroces de eelesiústicos, no pende de la natlll'aleza del fuero, ni
de falta de provideneias tomadas en Espafü para evitar la impuni-
dad de estos crímene~, sino de otras causas que deben atajarse, pero




204 DISCURSO PRONUNCIADO EN DEFENSA DEL FUERO ECLESIÁSTICO.
que nada influyen en este negocio. Por lo mismo apruebo el artícu-
lo como está; y no dudo que la indicacion que en él se hace de las
leyes con que conviene rectificar el uso dcl fuero, eseitará el celo de la
autoridad civil y eclesiástica, á que en tiempos más tranquilos cum-
plan fln esta parte lo que desea la comision en obsequio del estado y
de la misma Iglesia.))




TERRERO.


No i)or su elocuencia, su erudicion ni sus conoci-
mientos científicos, sino por lo exagerado de sus ideas,
por lo romántico de su estilo y por lo original y estra-
vagante de su oratoria, llamó sobremanera la atencion
entre los diputados de nuestras primeras Córtes el serior
TeJTerO, conocido generalmente entonces por el CU1'a
de Algecil'as.


Furioso liberal en los primeros tiempos de aquella
legislatura, servia de eco fiel á ¡il'güelles y á los dipu-
tados estremerios, que componian la estrema izquierda,
repitiendo en su raro y pintol'esco lenguaje las ideas
más democráticas y los más innovadores principios pro-
chmados por aquellos.


Consagrado casi únicamente en su juventud al estu-
dio dé la historia sagrada, plagaba sus peroraciones,
con oportunidad ó sin ella, de citas del antiguo Testa-
mento, de bíblicas comparaciones y de máximas de los
Santos Padres. Con dificultad se hallará un solo discur-
so suyo en que no se vea mezclado lo sagrado con lo
profano, en que no tratase de probar con algun testo del
Evangelio la jc¡sticia de las proposiciones que presen-
taba.




206 TERRERO.
Era el Sr. Terrero más bien que un filósofo, que


un hombre de gohierno, que un orador parlamentario,
un declamador de mal gusto, un predicRdor de sermones
políticos. Sin imporbncia y sin autoridad entre sus com-
pañeros, tenia gran partido, sin emlJurgo, entre la bulli-
ciosa plebe gaditana, que aplaudia sus arranques pa-
trioteros, sus principios ultra-democráticos, sus propo-
siciones socialistas.


Los apasionados ataques á la nobleza, la atrevida y
constante defensa de los derechos é intereses de la clase
baja, el desenfado de su lengUf,je, sus descompasaüos
gritos y violentos ademanes, todo contribuia á conseguir
gran popularidad, como realrllente la consiguió, entre
los revoltosos concurrentes á las galerías, que acogian
con aplaw~os y algaílara sus gracias y sus rarezas, y se
entusiasmaban con sus protestas de patriotismo, como
cuando decía: «Soy patriota ..... pero lo principal es c:ue
ódio y detesto á Napoleon y á toda la raza napoleónica;
he jurado sobre las aras, como otro Aníbal: una saña
eterna á ese monstruo ..... La indiferencia es un crímen;
la mediana, energía es otro crímen. Debemos todos,
como onzas fieras, despues do robados sus cachorros,
abalanzarnos á despedazar á los que nos han invadido;
todas las leyes divinas y humanas nos compelen á ello.
¿. Quién se dirige á consultas y entra en pausadas re-
flexiones para deshacerse de un dogal que le anuda y
estrecha la garganta?"


En los debates sobre el proyecto de la constitucion
hizo Terrero tan estraorclinario alarde de ideas demo-
cráticas, y presentó tan radicales enmiendas, que hasta
los más exagerados partidarios del elemento popular las
combatieron y reprobaron. üpúsose tenazmente á que
se diese al rey la. sancion de las leyes, sosteniendo que,




TERRERO. 207
en todo caso, el monarca debia saneionarlas por fórmula
ó por necesidad, pues el veto absoluto y aun el suspen-
sivo era contrario á la soberanía de las córtes.


Defendiendo esta última, en un breve y apasionado
discurso como todos los suyos, esclamaba: «Sepan, pues,
las cabezas coronadas, que en un fatal estremo, en un
evento estraordillario, no fácil mas sí posible, la nacion
reenÍC1a podría derogarles su derecho.))


En otra ucasion decia: «Se11or, he pedido la palabra
para felicitar á V. IVI. y á la nacion entera por haber
aparecido la aurora de la libertad y felicidad del ciuda-
dano español. Siglos y más siglos habian corrido, acaso
desde los tiempos cercanos á J afeth, primer habitador
de nuestro continente, sin que el hombre constituido en
sociedad gozase del libre derecho de sus facultades. Des-
de las épocas remotas de la barbarie y paganismo, y aun
desde las ilustradas con las luces dd la verdadera reli-
giOIl, el hombre humilde era el ·oprobio, el ludibrio y
aun el despojo del noble, este lo era del grande, y el
grande lo era del monarca.


1\ El monarca se estimaba un Dios sobre la tierra, el
grande una semidivinidad, y el noble un magl1/U'11t ali-
quid en coteju del ciudadano honrado. El monarca se
atrilmia un derecho estensivo sobre las vidas y hacien-
das de los ciudadanos. ¡Que v~rgüenza! ¡Que ignominia!
iY que éiegradacion de la especie humana!.. Dimanaban
de aquí los homicidios impunes, las violencias, los sa-
queos ó robos, los destierros, las deportaeioncs y todo
género de usurpacion que en la mayor parte descargaba
sobre los pobres y humildes á quienes se les llama.ba
pueblo bajo con la mayor injuria. V. M., reconociendo
felizmente el derecho del hombre al cual no puede pres-
cribir ningun otro, ha debido concebir este sentimiento




208 TERRERO.
novilísimo, y encargó á la comision de justicia formase
un reglamento para que pusiese en salvo los derechos
del ciudadano ... D


Oareciendo Terrero de sistema fijo en política, sin
conocer, aun en sus más claros y vulgares detalles, el
mecanismo de los gobiernos representativos, mezclaba
lastimosamente los principios y los sistemas más con-
trarios, é incurriaá cada paso en las más absurdas con-
tradicciones.


Por eso, al paso que negaba al rey la menor partici-
pacion en el poder legislativo, queria dejar á su 3.rbitrio,
en ciertas ocasiones, el judicial; con lo cual proclamaba
sin notarlo el absolutismo más temible y peligroso.


Así es que, oponiéndose al artícub constitucional,
que negaba á las córtes y al monarca el ejercicio de las
funciones judiciales, esclamaba: «Ni el rey . Vengo en
ello, ordinariamente hablando, pero en un caso estraor-
dinario no quiero yo privar al monarca de lo que el mis-
mo Dios ha querido que tenga como primer magistrado.
En un concurso asombroso de desórdenes, no fácilmente
remediable, apruebo yo y benGigo la práctica de nuestro
rey español, de cuyo nombre no hago memoria ahora,
que formó una campana de cadáveres de magnates, aun-
que hubiese de ser el badajo un arzobispo. D


A pesar de sus arranques sentimentales ó patrióticos,
de sus comparaciones históricas ó sus figuras poéticas,
apenas se encuentra en los discursos del CU1'a de Algeci-
n¿s una frase bella, una imágen deslumbradora, un
verdadero rasgo de elocuencia. Solo al proponerse la
abolicion de la tortura estuvo elevado, filosófico, elo-
cuente. «Tratar de discutir este a.:mnto, decia, es degra-
dar el entendimiento humano. D


En su fatal manía de usar en sus peroraciones de un




TERRERO. 209
lenguaje figurado, resabio sin duda de su profesion de
predicador, ensartaba palabras y formaba frases que,
pretendiendo fuesen poéticas y delicadas, aparecian em-
palagosas y ridículas. Felicitando á las córtes por una
"ictoria conseguida sobre los franceses, comenzaba así
su arenga: «Tiempo habia que se hallaban colgadas nues-
tras cítaras de los melancólicos sáuces en las márgenes
de los rios de nuestras amarguras y penalidades; pero
plugo á Dios que tOrl1J1sen á resonar entre nosotros los
gratos y suaves ecos de la gloria y del triunfo.»


Originalísimo fué tambien su discurso en defensa del
Santo Oficio, cuyas últimas frases eran estas: «Cuando
entro en tales ideas, me abismo; cuando considero sus
resultados, me confundo; cuando se presentan á mi ima-
ginación las consecuencias, me desvanezco; absorto, callo
y acabo.»


Condusion pretenciosa y afectada con visos de grave
y de patética.


Inconstante en sus opiniones, y obedeciendo tal vez
á sus estudios, antecedentes é inclinaciones, separ6se
brusca y repentinamente de los reformadores ó liberales,
y cambiando de banco tomó asiento al lado de CaJ1edo,
uno de los principales caudillos del bando absolutista,
cuyas doctrinas y proyectos apoyó despues cl faInoso
cura de Algecil'as con el mismo fervor y exageracion que
apoyára antes las ideas y las reformas propuestas por
11l'güelles y sus amigos.


Discursos sobre varias cuestiones.


«Señor: oyenrlo esto no puedo tan fácilmente reprimir los afectos
que abruman mi alma. Y así he pedirlo licencia á V. iVI. para espla-
yarlos algun tantu. HEI enemigo es vano, bárbaro, ül'uel, arrogante.


u




210 DISCURSOS


Juzgó que ya no habia cuenta con nosotros en el cielo, y que Dios
yacia sumergiuo en un profundo sopor, cubierto además de mm;has
y opacas l1nhes, y no haciendo caso ue lluestros infortunios y nues-
tras plegarias. En este concepto, decia él entumecido: sacaré mi es-
pada, arremeteré á ellos, los perseguiré, y di viuiré despues con los
mios todos sus despojos.))


» Así decia su COl'azon y su mente torpemente seducidos; pero por
último uespertó el Señor, dió una terrible voz, conrnovióse la tierril,
y en la Albuera hizo que se uerrocasc toua su aIti voz. Allí, ibi, ues-
hizo las crueles lanzas, desmenuzó los petos, los esellLlos, las espa-
das; allí se coneluyó la guerra y apareció el presagio de nuestras
subsiguientes victorias, así como el ejército (pronto acabo; perrní-
tame V. 1\1. esta pequeña digresion y efusion ó desahogo de mi alma).
Así corno el egipcio Faraon arrogante perseguia al pueblo uo Dios,
y sin embargo en medio del torrente del mar Rojo uescendió al pro-
fundo como peñasco y mole grave (Quasi plumbum in aqws vehe-
rnentibus) , corno un plomo absorbido y arrebatado ue un torrente
impetuoso de las aguas, visituron sus cóncuyos senos para siempre,
así el Dios omnipotente, habiendo despertado Lle su aparente letargo,
¿ qué hizo? Lo consumió, lo estinguió corno un menullo polvo de los
caminos trillados.


»Sea magnificado Dios vehementemente. Doy ú V. !\l. el para-
hien más feliz y venturoso. i Venciste, patria mia, yenciste! Lo digo
con el mayor placer. Este es el felicísimo presagio del fin de nuestros
trabajos. Repito la enhorabuena á V. M. ¿ DÓl1Lle están, digo ahora,
aquellas águilas vencedoras? ¿ Dónde aquella táctica tan decantada,
tan vociferada y tan blasfemarnente tiLulaua dfvina? ¿ DÓl1Lle está
aquella bizarría y denuedo increible en el resto de los demás hom-
bres? ¿Dónde está Soult ahora? Confundido con su vergonzosa fuga
y cubierto con su oprobio.


» Véase bien, y desengañémonos nosotros, de que en los españo-
les se encuentra la bizarria, el valor, la táctica, la prLlLlellcia y tollas
las virtudes politicas, militares y cristianas. ¡ Loor eterno, señor, á
esos ínclitos y á nuestros aliados generosos y guerreros, ú quienes
se les debe dignamente la alabanza despues del Dios de las viutoriasJ
Nada tengo que decir, porque todo lo demás ya lo tiene dispuesto el




SOBRE VARIAS CUESTIONES. 211


consejo de regencia; solo pido á V. l\I. que disimule e~te rasgo de
afecto patriótico.»


«Habiendo de hablar casi siempre el último, por mi afecto á es-
cuchar antes de esplicarme, breves y compendiosas serán mis razones,
si es que la imaginacion exaltada puede ser reprimida. En la presente
cuestion se han tocado dos puntos. Primero, el derecho de la nacíon;
y segundo, el úrden de las providencias que deban adoptarse en la
terrible crisis que nos agita. Sobre uno y otro se han vertido pensa-
mientos sancionados pOI' una l'a2On eterna. Sin embargo, juzgo no ser
fuera de propósito reproducir algunas ideas con rasgos tambien sa-
grados. Acaso por este medio calmarán algunas inquietudes de ciertos
espíritus débiles.


\lEn los primeros tiempos, cuando las fieras inundaban las campi-
ñas, en las llanuras de Sennaar. erigió su cabeza :\f emLrot, entonces
agradable á Dios mientras tanto que conservó el renombre de director
de montería, magnus venator coram Domino; pero acostumbrado á
ejercer esta clase de soberanía sobre sus semejantes, se apropió des-
pues la absoluta direccion en todos los ramos de la sociedad. Tal es
el orígen de los imperios y monarquías. Las naciones se atropellaron
á imitar aquella conducta; y aun el pueblo escogido se agolpó á Sa-
muel, pidiéndole les destinase un rey que los dirigiese y caminase por
delante de ellos. Bien á su despecho unge á Sanl por eleccion de Dios;
pero quiere el mismo Señor que le elija el pueblo por sorteo. Repro-
bado este, es ungido David; pero el mismo pueblo le proclama.


»A Salomon sucede 1\oboam, y el pueblo reunido le dice de esta
manera: «Justo es que nos aligeres la gt'iln carga que nos impuso vues-
tro padre, y con laque yano podemos.-¿Eso quereis? pues tened en-
tendido, les contesta, que el más pequeño decio de mi mano será más
ámplio y dilatado (1ue la anchurosa espalda de mi padre; y si mi pa-
dl'e os castigó con azotes, yo os castigaré (Jon eS(Jorpíones.» El pueblo
entoIll~es dijo: «Vuélvete á tus tabernáculos, Israel, nada tienes que he-
redal' del hijo de Isaí. ¿Qué tenemos nosotros que ver con el hijo de
David?» Rohoaffi al momento, observando aquella aparente rebelion,
congrega 180.000 combatientes para reducirlos. {(jAlto ahí! le gritll.




212 DlSCCRSOS


un profeta: nada cual vuélvase ¡¡ su casa; han obrado justamente, y
esta es la vo1uulacl de Dios.))


) y digo yo ahora, ¿y este es el derecho del pueblu? Mas qué, nues-
tro católico monarca el Sr. D. Fernando VII, ¿serú tal que quiera
intentar abl'1lllJarnos y vejamos con cargas insoportables? i Ah! es
demasiadamente pio, elemente, amado, benigno, cat(¡lico.... basta,
basta. Sin embarg·o, asociado con el sangriento monstruo, no sé si
podría presentarnos en lugar de panes piedras, en lugar lle peces sier-
pes, y en lugar de huevos eSGorpioncs.


))Puede, puos, la nacion, y tiene dercüho abso1nfo de repeler las
piedras, de ahuyenta!' las sierpes, y de desmenuzar los escorpiones
que intenta introdm:irnos el tirano. La nacion se halla autorizada le-
gítimamente para proyectar y tomar providencias que aseguren sus
legítimos cle!'cchos, y con las que confunda y prosterne al bullicioso
usurpador. La nacion española, y este augusto congreso que la repre-
senta en ambos mundos, jamás entrará en pados, [ormarú alianzas,
estrechará vínculos, ni sancionará conciertos con ese aborto de la
especie humana, aborto por antonomasia, Kapoleon y 5US l!apoleones,
aunque venga y se presente enmascarado con nuestro amado Fer-
nando VII.


nEn consecuencia, señor, apoyo la guerra eterna: ojalá fuera de
esterminio, de manera que no se diese lugar al cuartel ni á la picJaJ.
Blando por constitucion, en esta presente materia me siento revestido
de una piel cerdosa, que me impide la scnsibilidaJ. A poyo el decrdo
mencionado, apoyo la espedicion y manifestacion de los justísimos
motivos, apoyo la introdnccion de estos papeles ]lor donde quiera que
puedan es tenderse en Ladas las ciudades, villas y lugares; apoyo
nuestra total ruina antes de dejarnos suLyugar Laja la dominacion di-
recta ó indirecta de ese infernal Cerbero, á quien el Altísimo por su
derecho imprescriptible avoque ú sí cuanto antes para sosiego del
mundo. Todo lo apoyo, pero bajo las siguientes esplicaciones. Decreto:
este se debe espedi!' en términos magníficos, pero no tan generaliza-
dos como aquellos en que lo presenta la propuesta.


))Debe hacerse singular mencion del rumor del casamiento; pero
prescindiendo de su validez ó invalidez, cuya declaraeion siempre se-
ria incierta, y espuesta á gravísimos errores, y soLre todo porque no




OBRE VARIAS CUESTIONES. 213
se considera del Jia. Bsposiciun de los incidentes ú nW{úJOs: no deLe
salir emanada de V. M. Deben formarla los labios de la mcion, á
quienes se les provoca para que hagan brillar sus talentos y sudar
sus plumas, ilustrando en la materia al pueblo español. Pido, pues,
que se nombre una comision, para qne se presente nueva forma de
decreto y la sobredicha esposicion.))






PORCEL.


D. Antonio POl'cel, de cuyos apuntes biográficos va-
mos á ocuparnos, fué uno de los diputados notables del
congreso nacional de 1812. Nada prueba tanto el mérito
de aquel repre~cntante como la circul13tancia de haber
figurado en aquella asamblea, llegando á ella cilando es-
taba muy próximo el término de sus trabajos y sus
glorias.


y no erJ. porque el diputado POJ'cel fuese uno de
esos oradores brillantes y deslumbradores que cautivan
en su primer discurso la atcncion de UNa asamblea, y le
imponen su nombre, y le arrancan sus simpatías, no. El
diputado granadino noposeia ciertamente esa elocuencia
arrebatadora que no deja reflexionar al auditorio, y que
alcanza el laurel del triunfo en un momento de inspira-
cion, y con un solo arranque de poesía y de sentimiento.


Porcel carecia de imaginacion exaltada, de estilo
elevado, de palabra fácil y vehemente. Su oratoria no
era la oratoria del corazon, sino la del entendimiento. Sus
discursos eran sencillos, aunque castizos y correctos,
lógicos, graves, templados, convincentes.


Rarísima era la vez en quc el diputadoPoJ'cel se en-
tregaba á las declamaciones violentas, tan propias y de




216 PORCEL.


tanto efecto en las asambleas deliberantes, á los esfuerzos
de Sll imaginacion, á los recursos de una erudicion indi·
gesta y fastidiosa. Razonador hábil, argumentador con~
cienzudo, lógico y fundado en sus apreciaciones, arras-
traba á las córtes por la persuasion de sus consejos, por
la templanza de sus principios, por la tolerancia de sus
ideas.


Estricto observador de las bases constitucionales
aprobadas por las córtes en su primera y famosa ses ion
del 24 de setiembre de 1810, no consentia que los pode-
res públicos girasen fllera de la órbita por aquellas ka-
zada, y oponíase á que la asamblea se estralimitasa en
la práctica del sistema representativo. Por eso se opuso
fuertemente á la pretension de la mayoría, que quitaba la
inviola bilidad á la regencia en el :eglamento donde se
marcaban sus atribuciones.


Conciliador por carácter, previsor como pocos, enca-
minábanse sus discursc>s á unir los partidos y á amalga-
mar las opiniones, con el único y plausible objeto de li-
brar á la nacion del cruel azote de la. guerra, y de plan-
tear las reformas proyectadas sin violencia y sin graves
pertl1~baciones. Era uno de los pocos reformadores que
anteponían el patriotismo á la política, la independencia
y la tranquilidad de la nacion á las reformas.


Hombre de suma espedicion en el manejo de los ne-
gocios, de gran saber y estraordinaria laboriosidad,
ejercia marcada influencia en las comisiones de que for-
maba parte, que eran las mas imi)ortantes, y su voto
era de gran peso en -las de hacienda y administracíon,
en cuyos ramos poseia estensos y profundos conoci-
mientos.


A ellos se debió la regularizacion del sistema rentís-
tico y la organizacion del crédito público, cuyos proyec-




PORCEL. 217


tos presentó con una i\'Iemoria hábilmente redactada, á
nombre ele la comision de H.lcienda, de q ue e~'a indi-
viduo.


Al revós de otros constituyentes, prefería el diputado
por Granada los principios á todo, y no hubiera consen-
tido en faltar en un ápice á la constitucion ni aun para
salvar la libertad y l:"t i1l(lependencia de la nacion.


Era Porcel un liberal en la teoría y un cortesano en
la práctica, Antiguo consejero de Indias, no podia ave-
nirse en la vida social á la igualdad de las clases, por
mas que sus ideas fuesen populares y aun á veces indi-
rectamente democráticas. Algo infatuado con su :tlta po-
sicion, gustábanle los usos y ceremonias palaciegas, y
para él no habia otra forma de gobierno que la monar-
quía, má~ ó menos constitucional, con un rey y una cór-
te, aunque pecase algo de espléndida y fastuosa.


En una palabra: Porcel hablaba como liberal, pero
sen tia corno absolutista. Por eso aparecia su liberalismo
a.lgo sospechoso en la segunda época constitucional á los
ojos de los demagogos de las sociedades secretas, cuyos
escesos resistia con teson en union de Argüelles, que lo
a,soció á él al formar su ministerio en 1820.


Tambien fué corta la vida parlamentaria del diputa-
do Parcelo Perseguido, aunque no con encarnizamiento,
al regreso del monal'ca en 1814, volvió á figural' al res-
tablece¡'sc el sistema repl'esentativo en 1820, ocupando
la secreta:'ía de Ultramar en el pril.1er ministerio de la
segunda época constitucional, :i cuyo puesto le llevó su
reputacion de hombre laborioso y entendido, más bien
qllC AU fama de orador y de político.






~VVVV'VV'VVVVVVVV'VVVVV'VVVVVVVVVVVVVVVV\I"J'VVVVVV'VVVVVVV~


ANTILLON.


Son en cualquier carrera el tiempo y la constancia
medios tan seguros como el talento para ocupar en la so-
ciedad un puesto distinguido, y conquistar un no~bre
que solo al genio debiera estar reservado. De ellos se
valen las medianías para sobresalir entre sus iguales, la-
brando trabajosamente el pedestal de su fama, que si no
brillante y deslumbradora, es al menos respetada y du-
radera.


En ninguna carrera pueden aplicarse las anteriores
observaciones con más exactitud q ae en la parlamenta-
ria, en la cual logran figurar. como oradores y políticos
de valía, muchos diputados cuyo mérito estriba princi-
palmente en la frecuencia con que toman parte en las
discusiones, y en las muchas y continuas legislaturas en
que logran consignar sus nombres. Acostumbrado el pú-
blico á oir sonar estos con repeticion, á escuchar fre-
cuentemente á esos diputados, recogiendo en un discur-
so un buen pensamiento, una poética frase en otro; ad-
mirando hoy una imágen delicada, mañana un arranque
de sentimiento, concluye por dar á aquellas medianías
el título de oradores y la reputacion de políticos emi-
nentes.




220 ANTILLON.


Por el contrario; el hombre de genio, el diputado de
talento, el verdadero orador parlamentario al presentar-
se en escena, al abrir sus labios, al pronunciar las pri-
meras palabras, ejerce un dominio irresistible sobre el
auditorio, y sin aguardar á que la opinion pública le dé
una honrosa calificacíon, él se la impone. El con su ta-
lento, con su elocuencia, con su genio, arroja sobre sus
oyentes un nombre, hasta entonces desconocido, que
aquellos se apresuran á inscribir en el libro de la fama,
y á ensalzarlo y respetarlo fascinados y vencidos. Hé
aquí esos inesperados y ruidosos triunfos parlamentarios,
esas reputaciones improvisadas, esos oradores, célebres
ya desde su primer discurso.


¡\. esta clase de oradores perteneció en las córtes de
Oádiz el diputado Antillon, y ciertamente se necesitaba
tener dotes especiales para la oratoria, y un talento pri-
vilegiado para conquistar desde sus primeras peroracio-
nes un puesto distinguidísimo en un congreso donde
brillaban ya tantas reputaciones adquiridas en dos años
y medio de científicos combates y de repetidos esfuerzos
de ingenio, de erudicion y de elocuencia.


En honor de la verdad, D. Isidoro Antillon no era un
hombre oscuro, un político adocenado. Al presentarse en
las córtes estraordinarias, cuando estas tocaban á me-
diados de 1813 el término de 'su gloriosa carrera, Anti-
llon gozaba ya de inmensa reputacion como jurisconsul-
to, como geógrafo, como literato.


Al remitir en 11 de setiembre de 1812 el acta de su
juramento á la eonstitucion recien publicada, como ma-
gistrado que era á la sazon de la audiencia de Mallorca,
acompañábala de una esposicion, cuya lectura produjo
suma sen sacian en la asamblea, mereciendo la honra de
que se acordase su insercion íntegra en el Diario de las




Al'iTILLOl'i. 221


sesiones. Hé aquí algunos párrafos notables de aquel do-
cumento, que creemos oportuno reproducir como mues-
tra del estilo y dc la vehemencia p:n las ideas del dipu-
tado cuyo retrato vamos bosquEjando.


« •••••• Nadie ha podido invocar el nombr8 sacro-
saIlto del Eterno por testimonio de sus promesas mas
ue corazon que yo en este dia afortuGado, el cual ser.á
distinguido con solemnes caractéres de recordacion en-
tre todos los que compongan el periodo de mi existen-
cia. Ya soy ciudadano espaiíol; ya soy hombre libre; ya
no reconozco más imperio q uc el de la ley para j tlzgar y
ser juzgado. Encarnizado enemigo de la tiranía, atrevido
defensor de la libertad y de los derechos del hombre,
aun antes que ninguna instituclon §,arantiese la seguri-
dad de mi persona, ¿cuál será hoy el fuego y la valentía
de mi alma cuando en la carta sagrada que acabo deju-
rar tengo un escudo de mis operaciones contra todos los
manejos y atentados de la fuerza, contra la insoleneia
del despotismo? ......................... .


~ Que si por un fatal retroceso tuviera la nacion cs-
paflola el aciago destino de sucumbir nuevamente á las
violencias de la tiranía interior, milit::..r ó civil, si 10R
clamores hipócritas de la supersticion, las detracciones
interesadas del egoismo, ó el influjo maléfico de la igno-
rancia lograsen reencender la hoguera del fanatismo y
de la discordia, dando al través con el código nacional
que hoy solemnemente he jurado, yo que vivo solamen-
te por ser ciudadano, y á quien, respirada una vez el
aura saludable de la libertad, fuera insoportable el soplo
corrompido del mortífero despotismo, esclamaria como
un escritor célebre por sus desgracias y sus talentos: No
puedo ya conduci'r' mi pluma por en medio de los hQr-




222 ANTlLLON.


rores que despedazan mi patria. No pftedo vivir sobre
sus ruinas; más bien quiero sepultarme en ellas .....
¡Naturaleza, abre tu seno!»


Quien así escribia, quien con tanta vehemencia se
espresaba, quien tal alarde hacia de sentimientos libe-
rales, quien tan solemne tributo pagaba á las ideas de
libertad, de independencia y de reforma, tan en boga
entonces, y que tanto dominaban en las córtes constitu-
yentes de Cádiz, por precision habia de distinguirse al
sentarse en sus escaños, reuniendo á la imaginacion y al
sentimiento una palabra fácil, una improvisacion espon-
tánea, una erudicion esquisita, una instruccion nada
vulgar, una lógica irrebatible y un estilo enérgico, una
frase nerviosa, y tal fuerza de espresion, en cuyas cua-
lidades nadie le escedia si alguno le igualaba.


Liberal apasionado, pecaban sus arengas de ese tinte
tribunicio que tanto halaga en las discusiones de parla-
mento á la muchedumbre qU0 las presencia. Era la elo-
cuencia del diputado Antillon concisa y punzante, sin
que por esto dejase de ser grave, profunr]a é inten-
cionada.


Hé aquí cómo alentaba en cierta ocasion á los revol-
tosos espectadores de las tribunas, y aun disculpaba sus
tumultuosas manifestaciones:


«Es necesario cierta agitacion entre los espectadores
para qlle tengan interes en la formacion de las leyes.
N osotros no hacemos leyes para las paredes sino para los
hombres, y es necesario que los que nos oyen no sean
unos autómatas. En tiempo de Tiberio, era cuando se
rodeaba de armas el senado infame, vil instrumento de
su tiranía. En el campo donde los romanos libres se jun-
taban, no se les ponian, con mengua de la dignidad de
legisladores, semejantes obstáculos. Yo quiero una mo-




A:'iTlLLON. 223
narquía moderada, hereditaria, y una constitucion como
la que V. M. ha sancionado; quiero un pueblo libre como
quiere la constitucion; no quiero que V. M. dé á los es-
pañoles en su mismo seno el carácter de esclavos.


Lo que importa es que Espaíia sea libre, que no
vuelva á las antiguas cadenas, y que no pueda el pueblo
decirnos algun dia, que en vez de haber sido represen-
tantes dignos de defender sus derechos y su independen-
cia, hemos contribuido por miserables contemplaciones
á traerle nuevas y mas insufribles calamidades.»


Impetuoso y algunas veces hinchado en la forma, eran
sus discursos, á pesar de ello, lógicos, convincentes y
ordenados en el fondo. Admiraba verle sostener una pro-
posicion en el congreso, y defenderla con un órden, con
una energía, con una consecuencia tal, que se veia salir
una prop()sicion de otra; no sentaba una premisa que no
viniera un consiguiente. Solia decirse de Antillon, que
lo que en Al'güelles era facilidad de palabr3os, era en él
facilidad de ideas.


Sus profundos conocimientos en todos los ramos del
saber humano, su feliz memoria, su esquisita percepcion
para abarcar de una ojeada todos los puntos defendibles
de la materia puesta á discusion, su facilic.ad para es-
presarse y su ingenio y destreza en la argumentacion,
constituian al diputado Antillon en el mejor improvisa-
dor de las córtes de Cádiz, y en uno de sus más fecun-
dos y de sus más brillantes oradores. Yeso que á su lle-
gada á la asamblea habíanse discutido ya las más impor-
tantes reformas, y dilucidado los puntos más difíciles y
controvertibles del derecho público constitucional.


A haber tomado asiento Antillon en aquellas córtes
al inaugurar sus trabajos y sus lides parlamentarias en
1810, de seguro hubiera ocupado en ellas el sitio de don




224 ANTILLON.
Agustin Argüelles, pues si no igualaba al diputado por
Astúrias en verbosidad y en instrnccion política, le eSC8-
dia en elocuencia y en sentimiento.


No era Antillon de los constitucionales que sacrifica-
ban todo á sus principios. Liberal exagerado, reformador
impaciente, queria, con los principios ó sin los principios,
llegar brevemente al término de la reforma, al limite de
la libertad, sin detenerse en el camino, saltando, si era
preciso, por la legalidad para llegar á la conveniencia.
Aspiraba á conseguir el fin sin reparhl' en los medios.


Endeble, achacoso y de figura cadavérica, no se com-
prendia, á no verlo, aquella fibra, aquella entonacion.
nerviosa, aquel temple de alma, aquella impetuosidad
que respiraban todos sus discursos. Todo en él era espí-
ritu, todo idea, todo sentimiento; y formaban especial
contraste las fuerzas poderosas de su inteligencia con las
flacas y desfallecidas de su cuerpo.


Nada indica tanto la influencia que ejercia Antillon
en el bando liberal, como el proyecto de asesinato, de
que fué blanco en la isla de Leon al inaugurar sus sesio-
nes las córtes ordinarias de 1813, cayendo mal herido, y
salvándose milagrosamente de los pufl::¡}es de los sica-
rios.


Gortísima fué la vida parlamentaria de D. Isidoro
Antillon, y, sin embargo, figurará siempre en los anales
del parlamento espaflol como uno oc los oradores más
elocuentes, más famosos y más dignos de las córtes es-
traordinarias de 1812.




ANTILLON. 22;:)


Dis('urso oponiéndose á la traslacion de las córtes.


«Señor: Si los designios de la divina Providencia fuesen claros,
ú al mellOS se descubriesen en términos que supiera yo que queria
que fuésemos á Madrid, estaria conforme con que ahora mismo se
verificase la traslacion. Lo que debía haber hecho cl Sr. Ostola:.a
era abrirnos el libro de los destinos, y manifestarnos cuáles son los
dccrctos de la Divinidau, y en dónde estaba escrito el de nuestro
viaje.
))~O sabiendo estos arcanos, lo más que podremos hacer será


suplicar á Dios que nos ilumine y dé acierto; y estándonos encarga-
da la salvacíon de la patria y la defensa de sus derechos, mientras
no tengamos otros medios que los humanos para salir adelante en
nuestra empresa, por ellos deberemos juzgar y conducir nuestras
Jeliberaciones. Si el Sr. Ostolaza, que ha venido á invocar la Pro-
videncia, para dar cierta odiosidad á la discusion que nos ocupa, y
que será tratada por razones puramente políticas, pudiera habernos
descubierto y demostrado cuál era espresamente la voluntad de Dios
para venerarla y cumplirla, no tendríamos necesidad de quebrarnos
la cabeza, y acaso perder el tiempo, como débiles humanos, sujetos
al error y á la ignorancia. Especies semejantes á la que ha promo-
vido el Sr. Ostolaza son ya argumentos muy conocidos, usados con
solJrada fre<.:ucncia, y dirigidos malignamente á que el Congreso no
delibere con la libertad que debe proceder en todo.


))Jamás pudiera yo haber creído que un asunto tan interesante
como éste, del que se ha de juzgar por la consideracion más ma-
dura del estado político en que SA halla la nacían española, se hu-
biese querido emolyer bajo el velo de la l'eligion, que tan solemlHe-
mente ha proclamado el congreso, ni que se llegase á decir falsa
y osadamente que los diputados no tienen libel'tad para manifestar
en las córtes su dictámen. (Le interrumpió el Sr. Ostolaza.)


))8í yo creyera qUA las espresiones del Sr. Ostolaza pudieran in-
fluir en mi honor, le preguntaria qué quiere decir eso de (tngl~r ....
(Se le interrumpió de nuevo.)




DISCURSO OPOi'iIÉi'iIlOSE


))1'0 he manifestado, sÍ, señor, siempre, con las palabra::; y las
obras lo mucho que me intereso en que se conserven el decoro de
la religion pura y la dignidad del congreso. He sacritlcado mis ro-
sentimientos personales. He sufrido las injurias con que han pre-
tendido deshonrarme mis detractores .... lle sido demasiado valiente,
á pesar de que mi salud no me ha permitido~sostener la espada. He-
cho este preámbulo, á que se me ha forzado con interrupciones in-
debidas, entro en la discusion. No invoco libertad, porque la tengo
absoluta, y no hay individuo en las córtes que no la tenga. Sin em-
bargo, nadie podrá tener más especioso pretesto para invocarla que
yo; porque voy á anunciar una opinion que no tiene ninglln vi~o de
popularidad, con el cual se cubren las opiniones más torcillas. Pero
cuando se trata del bien de la nacion, no hay en los buenos españo-
les respeto humano ni miras subterráneas, como en algunos egoistas
desconocidos, en asuntos que debian considerarse celestiales por la
pureza con que deben examinarse y decidirse.


nNo se trate de suponer que aqní hay di\'ision de pareceres sobre
si queremos ir ó no á 'IadriLl: suposicion falsa, sllposicion calumnio-
sa. Todos queremos ir á Madrid, que es el centro de la monarquía:
todos queremos dar á la Europa este ejemplo de lo mejorada que se
halla nuestra situacion militar y civil; pero debemos qUf'rer lodos an-
tes la sal vacion de la patria, la existencia de la representacioll nario-
nal y la del gobierno, sin cuya existencia la anarquía, que se supone
asoma ya su horrible cabeza, pero que si asoma es por causas muy
distintas de las que divulga el fanatismo, vendria á sentarse ~obJ'e
nuestras ruinas, y traeria al tirano triunfante, gozándose en su presa,
y riendo de nuestra imprevision.


nEl asunto debe examinarse bajo este aspecto; pero cuidado con
personalidades ..... Caminemos en la inteligencia de que la opinion de
todos los diputados y la de todos los buenos españoles es que el go-
biel'l1o y las córtes deben residir en Madrid.


nQue todos deseamos ir á Madrid es indudable; pero, ¿es flota la
época de trasladarnos á la antigua córte de nuestros reyes? ¿Hay la
seguridad suficiente para hacerlo? Esta es la cuestion: este es el punto
de vista bajo el cual debe examinarse. Lo demás será olvidar el ór-
den, no atender de buena fé á los intereses del pueblo español, no




Á LA TRASLACIOI'i DE LAS CÓRTES. 227
guiarse por principios de sana. lógica ni discurrir con prudencia.


»Si la cuestion se examina así, mientras nadie responda á las ra-
zones que espone el gobierno, debe decidirse segun propone en su
informe; y en vez de escitar á que hablen los secretarios del despa-
cho, se les debe proponer argumentos para que respondan.


» Yo no soy de los que deben teme¡' la traslacion á Madrid, ni
muchos rle mis dignos compaüeros, á quienes se ha querido atribuir
la susponsioll de este viaje, tienen motivo para no desear establecerse
en aqllel gran pueblo, y visitar desde luego aquellas calles, regadas
el Dos de mayo con la sangre de los dos eminentes patriotas, cuyos
nombres están inscritos en letras de oro sobre esas tablas ..... No ha-
llaremos allí ni testimonios para nuestro oprobio, ni documentos para
nuestra confusion. Esta será la suerte de otros que hayan tenido en la
revolucion diferente conducta.


nlremos, seüor, gustosos á Madrid; pero iremos cuando nuestra
liberta:l é independencitl tengan la estabilidad necesaria; iremos
cuando el congreso no tenga al lado de la perspectiva necia. y despre-
ciable de su viajo halagüeño la perspectiva triste de una disolueion
temible que aseguraria nuestra esclavitud.
»Entt'(~ tanto no es posible. ¿Y tenemos ahora esta seguridad?


¿Creemos destruidos á los enemigos? ¿Creemos que la espada de Sil
venganza está ya embotada? ¿Ignoramos que el tirano, hábil Y acti-
vo, continuará haciendo los mayores esfuerzos para enviar á España
nuevas tropas?


» Yo no he estado en Francia como el Sr. Ostolaza, que dice que
no hay allí más que mancos, cojos y tullidos. Lo que creo con mu-
cho sentimiento es que no cojos ni mancos, sino jóvenes muy perfee-
tos y robustos han venido por dos veces, y nos han echado de Ma-
drid. Eso mismo se decía Guando se les arrojó la primera vez en 1808;
pero llegó el mes de octubre, y los que se habian ido al Ebro vol-
vieron á Madrid, teniendo que fugarse precipitadamente de Aranjuez
la j un ta cen tral.


)) y note V. M. que desde aquel aciago suceso ningun gobierno
rle los que se hau sueedido en España puede decirse que haya ejer-
cido sobre las provineias -con vigor y porler la autoridad suprema.
¡Tan fatales son las con~ecuencias de un desconcierto en la arlminis-




228 DISCURSO OPONIÉNDOSE
tl'acion general, ocasionado por la invasion enemiga, y tan grande el
sobresalto que produce!


lJLa misma junta central desde entonces fué casi impnnemente
desobedecida, y acabó su carrera en las convulsiones anárquicas del
federalismo insolente, dejando á la Península, y más todavía á las
Américas, entre desórdenes y agitaciones horribles. Pertnitame, pues,
el Sr. Ostolaza que yo no dé asenso á sus datos estadísticos, segun
los cuales la poblacion de Franuia está reducida á cojos y mancos;
pero si llegara á creérmelo, esta noche me parecería tarde para que
nos trasladásemos á Madrid.


»Estoy lejos de pensar que para ser buen español sea preciso des-
conoce!' la fuerza de que pueden disponer los enemigos; y no ignoI'o
que muchas veces los franceses mismos y sus partidarios esparcen
noticias falsas, pero halagüeñas, para adormecernos, y lograr ellos sus
infames planes de opresion y tiranía ..... Yo me espliuo asi, sin temor
de que se me tenga por francés; porque entre tantas injurias como me
han dicho las gentes de cierto partido, y que por lo comun he despre-
ciado altamente, nadie se atrevió lodav[a á llamarme a(mncesado, ni
hubiera podido callar al leerlo ú oírlo ..... Temo, señor, á Napoleon:
lo digo sin rebozo. Estoy bien persuadido que insistiendo la nacion
en que ha de ser libre, todos los ejércitos del mundo no podráu sub-
yug'arla; pero, ¿euántas serán todavía las vicisitude::; de esta guerra,
cuánta la fuerza que de nuevo nos presentará el tirano? Esto es dificil
de calcular; y el que diga que puede calcularlo, ó es suma su necedad,
ó tiene un talento superior que hasta ahora no ha manifestado (le.
interrumpió el Sr, PI'esidenle. No son estas digresiones defectos de
mi discurso, sino defectos del órden de la discusion; pero debo hablar
as[ para que algunos beneméritos diputados se libren de la nota de
mala fé que la malignidad ha querido suponer en sus opiniones, La
cuestion es muy fácil y sencilla: más segun el giro que ha tomado,
es menester no dejar un argumento siquiera sin examinarlo ni reba-
tirlo.


))Venero al ayuntamiento de Madrid, respeto su patriotismo, y
a más invocaré á aquel pueblo sin una emocion triste pero agrada-
ble; porque all1 he visto nacer las primicias de la libertad: allí he vis-
to desplegarse el ardor noble y heróico que nos hizo superiores á la




Á LA TRASLACION DE LAS CÓRTES. 229
coyunda estranjera. Esta memoria está bien grabada en mi coralOn.
Pero no porque yo ame al pueblo de Madrid olvido ni desconozco
que los intereses de la nacion deben siempre preferirse á los votos
de un pueblo particular, por acreedor que sea á nuestra admiracion y
gratitud. Los pueblos desean siempre el bien; pero no siempre saben
dónde este b~en se encuentra. El gobierno es el que debe ilustrarles
sobre sus verdaderos intereses, considerando la situacion del Estado
y lo que conviene para su felicidad. El ayuntamiento de Madrid no
debe imponer la ley; porque si los aynntamientos espresasen la vo-
luntad del pueblo, ¿qué representaba entonces este congreso? Todos
los intereses individuales deben sacrificarse en el altar de la patria;
más á es~e altar solo deben acercarse los sacerdotes que ella misma
ha escogido, y Astas son sus diputados en las córtes generales. Para
nosotros en esta discusion desaparece Sevilla, desaparece Madrid;
solo se presenta la imágen de la nacÍon entera, cuyos intereses nos
están recomendados. Reconozeo el beneficio que resultaría de la tras-
lacion del g-obierno al pueblo de Madrid: mas esto no es del dia. Me
persuado antes bien qUA dando al ayuntamiento de aquella capital
toda la consideracion que se merece, no deberá agraviarse porque se
le suponga mal enterado de la sítllacion militar y política del reino,
pues ni tiene motivos ni obligacion por su instituto de conocerla bien;
y mucho menos deberá agraviarse de que no le permitamos dictar
leyes al congreso nacional.


))Si hubiese alguno por desgracia persuadido que importaba poco
el que la rrpresAntacion nacional se disolviese, no seria estraño que
accediera á lo que pide aquel distinguido ayuntamiento. Pero quien
crea, como yo, que el mayor mal que nos podría sobrevenir es la
dispersion de los representantes del pueblo y la fuga del gobierno,
que siempre desacredita y aterra, quien piense, como justamente
¡lebe pensarse, que el tirano más que eiEln batallas quisiera que pere-
ciese la constitucion, no dudará preferir á los sentimientos loables,
pero prematuros, de aquella illlstre eMporacion, la salud de la patria,
rifrada en lIue exista íntegro el cuerpo de sus representantes. Si los
franceses SA internasen de nueyo en la Península, ¿seria fáeil hallar,
huyendo de Madrid, un punto de reunion para las eórtes y el gobier-
no? Y con un paso que se d~je abierto al tirano, ¿no estará en su ar~




230 DISCURSO OPONIÉNDOSE


bitrio nuestm disolucion? Pero ¡ah, señor! ¡cuántas intrigas, cuántos
intereses pueden cruzarse de parle de unos y de otros para que este
paso se le deje abierto 1. .. , y no se me provoque á que corra el velo
á estas indicaciones. Dispuesto estoy ya á hacerlo si ~e me exige, y á
probar por argumentos irresistibles de política, que si se verifica
ahora la traslacion del supremo gobierno á Madrid, peligra nueslr"
independencia, peligra el congreso y la existencia misma de la pa-
tria; porque no es la patria el terreno que pisamos, sino los vínculos
sociales con que nos unimos.


»Todavla tengo que contestar á algunos señores, cuya opinion ha
sido que con trasladarnos á Madrid dábamos á la Europa la prueba
más evidente de nuestro valor y constancia. Yo no pienso así. Eso
seria bueno cuando pudiésemos calcular que, asentando una vez
nuestra resiuencia en Madrid, nunca se nos obligaria á salir de aque-
lla capital; más cuando entra en el cálculo que podrá dcspucs el
enemigo obligarnos á una salida precipitada, lejos de dar esperanzas
entonces de mejor suerte, daríamos al mundo nueva prueba de nues-
tra falta Je prevision. Las capitales, señor, principalmente no sien-
do plazas fuertes, nunca han tenido el! ninguna nacían grande in-
flujo sobre el éxito de su conquista. El ejemplo que ha citado el señor
Vitlagomez es tan desgraciado, que aunque lo hubiera traido para
prohar la asercion contraria, no pudiera citar otro mejor. (El señor
Villagomez intern!mpió al orador para dar mas claridad al ejemplo
'lne habia puesto) ..... Ese mismo hecho, segnn ahora lo ha contado
su señoría, prueba que nada influye la posesion de la capital en la
suerte de un Estado, aun cuando no se trate de una guerra nacional
como la nuestra; pucs entonces influye todavía menos. El archidu-
que Cárlos entró en Madrid con un número corto ele tropas estrun-
jeras. y ¡,qué sucedió? Que vino luego Felipe V, y al que pretendia
~erdueño de España porque ocupaba á :\Iadrid, le ohligó á salir
muy apriaa de allí; y más adelante, ganada la batalla de Brihllega,
le arrojó de todo el territorio español, reduciéndole al recinto de los
muros de Barcelona.
»~o confundamos ideas diferentes. Tengamos buena fé y la lógi-


ca necesaria: el que no tenga lógica para discurrir, no discurra. He-
mos ganddo, dicJn los señores preopinantes, una 'gran victoria en los




,o. U TRASLAClON DE LAS CÓRTES. 231
campos de Alava; han adelantado nuestros ejércitos y los aliados de
un modo estraol'dinari0; luego la suerte de España está decidida.
Niego esta consecuencia. La que yo saco es la absoluta necesidad en
que ahora nos hallamos, para evitar los peligros y males con que el
tir.1no nos amenaza en una nueva imasion, de organizar numerosos y
bien provistos ejérGitos nacionales para resistirle. Existe en el dia un
armisticio entre llonapartc y las pntencias del Norte, que por desgra-
cia terminará acaso en una paz. La esperiencia de lo pasado justifica
nuestra sospecha. Entonces podl'ia cargar Napoleon sobre nuestro
desvenlul'ado suelo, no solo eon sus fuerzas propias, sino con las de
sus nuevos aliados. Los señores que á pesar de estos riesgos quieren
que el congreso se traslade á Madrid, y dan ya por libre á la España,
echen (1 Jos bmceses de las plazas que ocup:m en Cataluña; échenlos
de Jaea, S3.n Sebastian, S:mtoña y Pamplona; y entonces, convi-
niendo en que ya es ocasion de establecernos en Madrid, confesaré
que hay bastante probabilidad de que no volverán tan pronto á
ocupar estn capit:.tl las huestes enemigas. Entre tanto me atrevo á
decir que quien en hs circunstancias presentes insista en que las cór-
tes se vayan á 1fadrid, ni es buen español ni buen patriota (murmu-
llo). Hepito que ni es buen patriota ni buen español quien crea que
estamos hacielldo una guerra galana; quien se persuada que por cual-
quiera aeeion eontraria que ocurra en esta lucha está todo perdido,
(¡ que por una victoria se ha concluido todo. El triunfo absoluto de
Espana no es obra del momento, sino obra de muchas campañas, de
mllchas alternativas, y do muchas victorias; obra en fin de la perse-
vcrancia y magnanimidad del pucblo. No tiene ideas de buen español
ni de buen patriota el que piense de otra manera. Este, luego que
".obrevenga una Llenota, creerCt que ya está perdida la España; pero,
señor, la España no se gana ni se pierde por una batalla: el propó-
sito fll'llle y decidido de no sllcllmbir por tílulo alguno á la domina-
cían estranjera, es lo que ha de sacarnos de las orillas mismas del
abismo. Este es el título y garante rle nuestra libertad, no el persua-
dirnos estúpidamente que Bonaparte solo tiene por conscriptos unos
cuan lo;; cojos y estropeados (murmullo de aprobacion).


))Coneluyo, pues, con que la cuestion, segun buena lógica, está
reducida á si las uircunsLancias son oportunas para que las córtes y




232 DISCURSO OPONIÉNDOSE Á LA TRASLACION DE LAS CÓRTES.
el gobierno se trasladen á Madrid. No se trata de si debemos ir ó no
allá, porque en esto todos estamos acordes y todos lo deseamos,
sino de si el actual es el momento conveniente para hacerlo, y si
PI verificarlo podrá traer mucho.:; más perjuicios que ventajas. Yo he
procurado probar que la traslaciou nos espone á que se disuelva la
representacion nacional, y por consiguiente á la anarquía. Si toma
ahora la palabra algun señor diputado, y nos demuestra lo contrario
con argumentos concluyentes, entonces vúmonos desde luego. Pero
siempre que con este viaje se comprometa la existeneia del cong'l'eso
y la salud de la patria, me opongo, y lo rr.sistiré constantemente con
todas mis fuerzas. Por lo que hace á establecernos en I;:cija, Cór-
doba ó Sevilla, á tal proyecto no contesto: eso seria gana de pasear-
nos, y no es esta nuestra misiono Cuando se trate de salir de aquí, ha
de ser para Madrid; pero mientras las circunstancias políticas no nos
lo permitan, permanezcamos en Cádiz, que es punlo más seguro.
¿Qué sacamos de ir á Córdoba (¡ Sevilla? La misma seg'uridad hay
allí que en Yladrid; pues si lo,; franceses avanzasen con fuerza, del
mismo modo nos harian venir huyendo á las columnas de IMrcu-
les. Por otra parte, seria este un paso desagrÜ!lahlA al pueblo de
l\hl'lrid, fijándonos en otro que no ofrezca notabilísimas ventajas
militares, ni los títulos de prefereneia que j:lmás olvidará el congreso
respecto de aquella villa heróica y ejemplar en patriotismo. Vótense,
pues, las propuestas del gobierno: pregunten antes los señores dipu-
tados cuanto gusten á los secretarios del Despacho, ó si no hagan
desplles las adiciones que les parezcan. ~ o he hablado de la falta de
fondos en la tesorería, porque á mí me bastan las razones del go-
bierno, y si yo creyese que debíamos ir á Madrid, cual(luicr medio
pudiera adoptarse, á pesal' de todos los apuros, para qUA se hiciese
el viaje desde luego. No por eso me desentiendo de que los emplea-
dos padecen grandes atrasos en el eobro de sus sueldos, y que la ma-
yor parte de los diputados apenas cobran una parte de sus dietas.
En público se dice lo contrario, porque no se escusfl. calumnia, por
mezquina que sea, pam desacreditar al congt'eso, y haeer odiosos á
Jos representantes del pueblo. ¡Vana tentatival)l




..


CÓRTES DEt820 A '1823.


Reflejo exacto de la sociedau española las cJrt'js de
la segunda época úonstitucional, distinguiéronse por un
afan insaciable de revolucion y de reformas, por el mis-
mo ueseo de venganzas y de trastornos que agitaba á los
pueblos todos, profundamente divididos por la políLica,
por los <lgra vios pasados y por las persecuciones pre-
sentes.


Enteramente distintas eran por cierto las córtes de
1820 á 1823 de las generales y estraordinarias inaugu-
radas en la isla de L~on en la primera época del sistema
representativo. Ni el objeto de su convocacion fué igual,
ni iguales por consiguiente el caracter de sus discusio·
nes, el espíritu y las tendencias de sus actos.


Oongregadas las famosas córtes de Oádiz para uar
unidad y concentracion al supremo gobierno de España,
para organizar la defensa del territorio, sal val' el trono,
la independencia y la religion do 10s espafloles, eran
realmente un congreso nacional, animado del más puro
patriotismo, sin otros deseos, sin otras miras que la s3ol-
vacion de la patria y la organizacion política del Estado,
hecha por todos y en beneficio de todos.


Hé ahí el que, como hemos apuntado en otra parte,




234 CÓRTES DE 1820 Á 1823.


llG hubiese en ellas mayorías ni minorías, fracciones ni
partidos, y de ahí tambien el que la escuela absolutista
contase allí numerosos partidarios, que defendi:!n y vo-
talJan, no óbstante, las más liberales reformas.


Por el contrario, las córtes de 1820, producto esclu-
sivamente de un partido, resultado de la lucha entre el
trono y la revolucion, dieron á sus discusiones y á sus
actos el tinte revolucionario, el carácter anárquico y
trastornador del partido que representaban.


Por eso los diputados de 1820 á 1823, en contraposi-
cion de los de 1810 á 1814, declamaron más que discu-
tieroa; oprimieron más que' administraron; fueron, en
suma, más revolucionarios que filósofos, más partida-
rios que legisladores.


Por eso sus discursos no eran las disertaciones enci-
clopedistas de los primeros diputados de Cádiz, sino co-
pias, más ó menos felices, más ó menos oportunas, de
las declamaciones apasionadas de los constituyentes
franceses.


Las córtes de 1810 tenian algo del Senado romano:
sus oradores principales conservaban algunas reminis-
cencias de la oratoria clásica y solemne de Ciceron. Por
el contrario, en las cÓl'tes de la segunda época constitu-
cional, habia cierta semejanza en un principio CO~1 la
asamblea legislativa, y últimamente con la convencion
francesa; Mirabeau y Robespierre tenian en ellas admi-
radores y discípulos.


Ya hemos dicho que el congreso de 1820 y los que en
aquellos tres años se reunieron, pertenecian á un solo
partido, al partido liberal, y que eran el resultado de la
victoria contra el pouer real y el sistema absoluto.


Natural y forzoso era que al apoderarse del mando
los afortunados revolucionarios de 1820 tratasen á sus




CÓRTES DE 1820 A 1823. 235


contrarios con h opresion y tirania de conquistadores.
Asi es que las cúrLes de .que nos ücupamos dieron más
importancia á los hechos que á las ideas, á las personas
que á los principios, :1 la rovol ucion q 11e al gobierno.
De ahí el que en su marcha polítiea destruyesen sin ecli-
ficar, al revés de las cortes de Cádiz, que edificaron des-
tn.;.yendo.


En realidad, el objeto que se propusieron las cortes
de 1820 no rué, ni por entonces debió ser otro, que la
restauracion ele las reformas establecidas por sus ante-
cesores, sistem:í.tica y violentamente anuladas por los
absolutistas en ifH4.


Si al restablecer ahora aquellas reformas se hubiese
introducido en ellas cuantas modificaciones aconsejaban
las circunstaneias y la esperiencia; si al plantearlas de
nuevo hubiese dominado á los modernos legisladores el
espíritu de conciliacion y tolerancia quc debe presidir
siempre en los cambios politicos; si se hubiese practica-
do el sistema representativo, despojado de la violencia y
la veng:>nza, las córtes de 1R20 habrían Ee12aclo su ve1'-
da(lera y patriótica mision, haciendo más simpática la
causa qne dcfemlian y proclamaban, evitando nuevas
cattistrofcs al país, y aaclanta~;c1o la reorganizacion polí-
tica y soci::tl q no t.anto necesitaba.


Otro rumbo muy c1istido y altamente peligroso ac1or-
taron los congresos ¿le 1820 á 1823. Dando alas á la
anarquía, proelamada como ley por las sociec1ad~s sc-
cretas, tratando genoralmente con desden y hasta con
cncono ;1 la persona elel monarca, en pugna casi siempre
con el poder ministerial, irritando y oprimicLdo á las
altas clases con yiolertn,s y poco meditadas reformas, ni
pndieroll consolidar el nuevo órden de cosa,,;, ni propor-
(;¡ol1,lr mejoras positivas y estables al país.




236 CÓRTES DE 1820 Á 1823.
Por estas causas y por la guerra sorda y encarnizada


que sos tenia el rey contra las córtes y su sist~ma, tuvie-
ron estas que vivir en lucha constante con sus numero-
sos y osados enemigos, sin tiempo para dar leyes, sin
calma para discutir las reformas á su aprobacion some-
tidas.


Divididas profundamente desde un principio, al con:-
pás de la nacion, por partidos y banderías, eran sus dis-
cusiones más animadas, más personales que las de bs
córtes de Oádiz.


Más prácticos los diputados de 1820 en la marcha del
gobierno representativo, más conocedores de las fórmu-
las parlamentarias, acostumbrados algunos de ellos i
presenciar las asambleas de otros paises, y empapados
en su mecanismo, en sus prácticas y en su oratoria, no
eran ya los académicos, los eruditos, los filósofos de
1810, sino los fogosos declamadores, los improvisadores
apasionados, los diputados de los parlamentos modernos,
brillantes, elocuentes y espresivos.


Oomo consecuencia de sus adelantos en la ciencia del
gobierno representativo, en las prácticas parlamentarias,
en el mecanismo de la p;)lítica palpitante, eran sus dis-
cursos más sobrios y más intencionados, más políticos
que filo~óficos, más provocativos que razonados, mas
deslumbradores que lógicos.


Abundaban por la misma causa las interpelaciones al
gobierno, desconocidas en las córtes de 1810, al menos
en la forma, y preferíanse los debates políticos, los de-
bates de circunstancias, á los administrativos y econó-
micos.


Las luchas entre las per~;onas habian sustituido á las
luchas de los principios, y el espíritu de partido domina-
ba por completo en las asambleas de la segunda época




CÓRTES DE 1820 Á 1823. 237


constitucional. El elemento moderado y el 'democrático
ó demagógico pugnaban en ellas encarnizadamente por
dirigir el gobierno de España y consolidar el restauradu
sistema r8presentativo.


Más conocedores los moderados del carácter y creen-
cias del pueblo español, más escarmentados por las per-
secuciones anteriores, más desengañados por los años y
la dcsgracia, hacian notables esfuerzos por establecer un
gobierno representativo con el conveniente equilibrio
de los poderes públicos, sin notar que le ponian como
base la constitucion de 1812, con la cual era imposible
toda amalgama, toda 3.rmonía entre el poder legislativo
y el ejecutivo, entre el trono y el pueblo.


Más jóvenes los exaltados, con más ilusiones y can-
dor político, más dominados por las ideas democráticas
de la revolucion francesa, procuraban fundar en la Pe-
nínsula una república disfrazada de monarquía, en con-
traposicion de aquellos que aspiraban á establecer, acaso
sin queredo, una monarquía disfrazadq, de república.


Definidos el carácter y deseos de los dos partidos que
componian los congresos de la época que vamos rese-
flando, fácilmente se comprenderán sus apasionadas lu-
chas, sus contÍnuas vacilaciones, sus tempestuosos de-
bates.


Lleváronse en ellos la palma de la oratoria los mode-
rados ó doceafíistas, probando lo que entonces y aun
hoy se cree difícil, si no imposible; y es que pueden pro-
ncnciarse en las asambleas deliberantes discursos tan
elocuentes, tan arrebatadores, tan levantados, uefcndien-
do el órden, la ley y el gobierno, como los que suelen
pronunciarse por algunos tribunos en defensa del pue-
blo, de sus derechos y de la libertad.


Pruébanlo bien claramente las magníficas peroracio-




238 CÓRTES DE 1820 Á 1823.


nes de Mal'tinez de la Rosa, T01'eno y Argüelles, cuau-
do fué ministro, y otros diputados conservadores, que
conquistaban aplausos por sus arranques declamatorios
y sus pensamientos poéticos y elevados.


Hemos indicado ya que las córtes lle la segenda época
constitucional tuviercm que vivir en lucha abierta y cons-
tante con enemigos irreconciliables y poderosos, como
eran el rey, el clero, la nobleza, y los !lumerosos y atre-
vidos partidarios del régimen absoluto. Por esta razon
se ocuparon más de política tiue de administracion, y
por consecuencia habia en sus debates más pagion que
gravedad, y en sus acuerdo') más precipitacíon que
aciertJ.


Estas cualidades sobresalian más, cuanto más gran-
des y más próximos eran los peligros que las amena-
zaban.


Por eso las últimas córtcs de a(luella época, despoja-
das lle su ca l'ácter deliberante, de su tranquilo aspedo
de cuerpo legislativo, convil'tiéronse en una aS~1Tnhle'1 re·
volucionaria, tan osaaa y decidida e01110 la eonvencíon
francesa, y tan resuelta como esta á jugar el todo por el
todo, á defenderse y salvarse de toda e1ase de enemigos,
ó á sucumbir primero que ceder una línea en sus prin-
cipios y aspiraciones.


Desafiando con una arrogancia digna de mejor suer-
te las iras del monarca y de sus numerosos partidarios,
y el enojo ele L1,s potencias europeas conjuradas en la
completa ruina de nuestro sistema representativo, ejer-
cieron aquellas córtes el acto más at,'eviclo y trascenden-
tal de la revolucion española: el destronamiento tempo-
ral de Fernando VII. Atentado qIle manifiesta con clari-
dad el verdadero carácter de aq nenos legisladores: el de
revolucionarios sin plan y sin objeto; r1e ahí el que su




CÓRTES DE 1820 Á 1823. 239
temerario acuerdo tuviese más de ridículo que de ter-
rible.


Se comprende muy bien que en momentos decisivos
y apurados, como los que pasó en ciertas ocasiones la
convencion francesa, ó los que atravesaron las córtes de
Sevilla en 1823, la revolucion se desboque y atienda
únicamente á su propia conservacion y á su futuro triun-
fo. En ese caso nada tiene de estraño verla destronar
monarcas, arrastrarlos al cadalso, apoderarse del mando
supremo, y ejercerlo por medio del terror, único recurso
de conservarlo a]gun tiempo.


Cuando la revolucion, siendo lógica con su ambicion
y S:lS instintos, se con vierte en verdugo, h3.y víctimas
como Cárlos 1 de Inglaterra y Luis XVI de Francia.


Las cortes revolucionarias de Sevilla no tenian en
aq ud apurado trance más q ne dos caminos: Destronar
definitivalllente y para siempre á Fernando, y dar el ce-
tro á otro príncipe, ó proclar.:tar la república y reunir sus
ejércitos, y encender la guerra civil, y triunfar ó morir
en el campo; si esto no, convencerse de que España era
más ab·;olutista que liberal; y dejando al rey en Sevilla,
someterse á la inflexible ley ele las circunstancias y
abandonar la Península, como lo hicieron en Cádiz, y es-
perar en estranjero suelo que esas mismas circunstancias
les preparasen de nuevo el camino para vol ver á ensayar
sus principios y poner en práctica su idolatrada consti-
tucion.


No siendo capa~ nuestra revolucion de seguir el pri-
mer estremo de violencia, y de cuya incapacidad debe-
mos felicitarnos todos, debió adoptarse el segundo, y
mostrarse resignada y no vengativa, prudente y no des-
(~sperada.


Por lo que dejamos espuesto se comprenderá que los




240 CÓRTES DE 1820 Á 1823.
Gebates de las córtes, cuya biografía vamos tratando,
fueron pJr necesidad agitados, violentos y borrascosos.
La oratoria parlamentaria habia hecho grandes adelan-
tos en nuestros congresos, cuyos oradores sustituian en
sus discursos al método escolástico, á la forma académi-
ca de los legisladores de 1812, el tono declamatorio, el
tinte tribunicio de los modernos parlamentos.


Por esta razon eran sin duda más eloc'lent8s los di-
putados de la segunda época constitucional, si no tan eru-
ditos y filósofos como los de la primera, porque su elo-
cuencia era la que brota del corazon, la que nace del
sentimiento, y sus discursos menos metodizados, menos
artístIcos, eran en cambio más intencionados, más vivos,
más deslumbradores.




MARTINEZ DE LA ROSA.


Así como en el órden histórico hay acontecimientos
que simbolizan un siglo, en el órden ;.noral hay tambien
personajes que dan nombre á una época, sintetizando en
su persona los sucesos, las ideas y los adelantos ó las
desgracias que la caracterizan.


En política, principalm.3nte, es donde pueden apli-
ca!'se con mas exactitud las anteriores observaciones,
porque en política están ~iempre más en relieve las per-
sonas que las ideas, los nombres que los hechos. Impo-
sible es recordar la república de Atenas, sin que se pre-
sente á la imaginacion la majestuosa figura de Demós-
tenes, ni pensar en el Senado romano sin acordarse de
Ciceron, ni hablar de la revolucion de Inglaterra sin
nombrar á Cromwell, ni referirse á la asamblea legis-
lativa francesa sin alabar á Mirabeau, ni recordar la re-
volucion de aquel pais sin ocuparse de Robespierre.


No es nuestro ánimo, al mencionar á los personajes
anteriores, establecer comparaciones entre ellos y el per-
sonaje espaüol cuya biografía vamos á trazar. Solo pre-
tenuemos probar con esas citas, que cn todos los paises
han ex.istido hombres que por sus vicios ó sus virtudes,
por sus hazañas ó por su talento han dado su nombre á


t6




242 l\JARTINEZ DE LA ROSA.
la época en que han vivido, resumiendo en sí la hiRtoria
de una nacion y la vida política de un pueblo. Est,o exac-
tamente sucede con el Sr. lUartinez de la Rosa respecto
á ciertas épocas de nuestra moderna revolucion, y es-
pecialmente á la segunda del gobierno representativo,
cuyos oradores vamos á presentar en esta galería.


¿Y por qué, se nos dirá, ese privilegio en favor del
diputado granadino, anteponiendo su persona á la de
otro orador más elocuente, más notable en aquella mis-
ma epoca, al no menos famoso representante, en 1822,
Alcalá Galiana?


La raZOll es muy obvia, y muy fundada la causa de
la importancia y preferencia que al Sr. Jlal'tinez de la
Rosa atribuimos. Este era en la época mencionada la
encarnacion viva del gobierno representativo; el símbolo
d8 esa forma de gobierno ba~;;ada en el justo y prudente
equilibrio de los públicos poderes; el planteauor, el 01'-
ganizador de la monarquía constitucional en España,
fundada en la amalgama de la libertau y del órden, en
la estrecha union del trono y del pueblo.


Alcalá Galiana, por el contrario, era únicamente el
representante más terrible, si bien más brillante, de la
anarquía política, del desgobierno, ue la revolucion su-
cial, estéril, perjudicial é inoportuna.


A las ideas sensatas de J.lfartinez de la Rosa en la
ópoca de los tres aúos, á su templado liberalismo, á sus
principios monárquico-consp.rvadores, á su constante de-
fensa de las verdaderas prácticas parlamentarias se de-
bió entonces el conocimiento del gobierno representati-
vo, y más tarde, merced tambien á sus esfuerzos y dis-
cursos, su planteamiento en la Península, si no tan per-
fecto y acreditado como Martinez de la Rosa se propo-
nía, al menos, eon elementos de larga existencia y con




MARTll'iEZ DE LA nOSA. 243
muchas probabilidades de ser con el tiempo tan estable
y provechoso como en otros paises.


Justificada la importancia de Ma1·tinez de la Rosa en
la política espaüola de los últimos tiempos, pasemos á
bosquejar su retrato como político, como hombre de go-
bierno y como oraJol' parlamentario.


Diputado por primera vez en las córtes ordinarias de
1814, colocóse desde el primer dia al frente del bando
liberal, que lleno de fé en el porvenir de la patria lu-
cImba ya C0n numerosos y formidables enemigos, por
sostener las reformas planteadas por los constituyentes
de 1812, y por practicar con un rigor, con una inflexibi-
lidacl inoportuna é inconveniente la recien jurada consti-
tuclon.


Sus ideas políticas resentíanse entonces de csa exa-
geracion propia de los pocos años, de ese afan de la ju-
ventud por precipitarse en el descubrimiento de mundos
desconocidos, ele esa manía de reformas que se apodera de
los pueblos cuando salen de una situacion estacionaria y
opresora, como la que acababan de derrocar el alzamien-
to elel Dos de mayo y las córtes constituyentes de Cádiz.


La desgracia y los años calmaron la exaltada imagi-
nacion del eliputaa.o granadino, modificaron sus ideas po-
líticas, y con más práctica, con mas conocimientos, con
más estudio ele la ciencia del derecho público constitu-
cional viósele aparecer en la escena en 1820, y dar co-
mienzo á su verdadera vida parlamentaria, adquiriendo
esa reputacion de político y de orador sobre todo que ha
constituido hasta hoy, y constituirá siempre, una de las
más puras y más envidiables glorias nacionales.


En la época que vamos reseñando, la más honrosa y
más célebre de la vida pública de Martinex de la Rosa,
probó con sus actos y con sus palabras un3, cosa ignora-




244 lIIARTINEZ DK LA ROSA.
da de todos é imposible para muchos de los políticos de
entonces, y era que se puede ser liberal sin ser revolu-
cionario, que las prcrogati va s del trono en los gobier-
nos constitucionales no se oponen á los prudentes dere-
chos del pueblo, y que, como decía elocuentemente el
mismo seüor j}[al'tinez de la Rosa en la famosa sesion
conocida por la de las Páginas, defendiendo al Gobierno
se defiende tcunbien la libertad.


En esta frase tan sensata como significativa, pucde
decirse qGe se ha encerrado siempre el sistema político
del diputado cuya biografia estamos trazando. En su
dilatada carrera política, ya como gobernanle, ya como
representante de la nacíon, sus actos, sus ideas, sus con-
sejos no han tenido otro objeto que fortalecer el princi-
pio de autoridad sin menoscabar las garantías populares;
sostener el poder real sin detrimento del poder legisla-
tivo; dar prestigio y fuerza al Gobierno sin encadenar :1
la nacion: defender el imperio de la ley, sin abogar por
la arbitrariedad; hermanar, finalmente, la libertad y el
órden, armonizar los derechos con los deberes, sobrepo-
ner á todo la constitucion del Estado, y asegurar la paz,
aun á costa de sacrificar en parte las opiniones y los
principios.


Con este credo político que sirvió en 1820 de bande-
ra al partido moderado, y á la sombra de la cual ha ido
organizándose en tiempos posteriores el bando conserva-
dor, hizo frente el Sr. llIa1'tinez de la Rosa á la desen-
frenada revolucion, á la espantosa anarquía de la segun-
da época constitucional, evitando muchas desgracias, y
sacrificando con plausible abnegacion su alltigua popu-
laridad, y esponiéndose como en 1822 á Sér víctima Jel
asesino puñal de las sociedades secretas.


Muy pocos, acaso ninguno de nuestros personajes po-




~IARTlNEZ DE LA ROSA. 245
líticos, ha sido mas consecuente en sus principios ni más
constante en la defensa de sus opiniones. Habrán podido
l:ls circunstancias obligar en ciertas ocasiones á ilfarti-
nez de la Rosa á flojear un tanto en Ir. defen::;a de su
sistema; pero no ha habido nunca poder bastante ni en
el trono ni en la revolucion á conseguir que abdicase en
lo más mínimo de sus principios de templado liberalis-
mo, de sus ideas mon{l.fCplÍcn-constitucionales.


Cosa estraña parecerá que un hombre tan severo en
política, tan inflexible en sus principios, tan tenaz en sus
opiniones, haya sido como gobernante débil á veces,
contemporizado!' en demasía, tímido é irresoluto ea no
pocas ocasiones.


y 1:0 es en verdad porque su carácter como hombre
adoleciese de esos defectos. Al contrario: pocos de nues-
tros políticos han dado en momentos de peligro p~'nebas
más patentes eJe valor personal, muestras ele mayor osa-
día, l1e más serenida(l, de más entereza de corazon. Solo
poseyendo un valor cívico que rayase en la temeridad,
podb apostrofar osadamente a las turbas populares al
dia siguiente en que se l~brára por milagro de sus puña-
les como en 1822, ó arrojarse entre los grupos de amo-
tinados que pedian su cabeza en 1835. Pues bien; á pe-
sar de su estraonlinario arrojo para resistir, estaba
dotado el Sr. J.}lartinez de la Rosa, cuando era gober-
nante, de una inconcebible cobardía para aCO:llcter. Oon
valor para dejarse matar en el banco del ministerio por
defender la ley y sostener sus principios, era incapaz de
adoptar una medida violenta, de apelar á un golpe de
auc1ácia y de osadía para conjurar un peligro, para des-
baratar una ccnjnracion.


¿ Era esto prudencia, era miedo, era un respeto es-
crupuloso á la ley? No, ciertamente. Era que Martinez




246 MARTINEZ DE LA ROSA.
de la Rosa, como ministro, no conocia la ciega ambicion
de los partidos, el poder de las circunstancias, las aspi-
raciones de la revoluciono Político de buena fé, poco co-
nocedor del mundo, hombre de ilusiones, creia qtW la
bondad de las ideas puede sobreponerse siempre á la
ambicion de las personas, y que en los partidos políticos
ejercen más influencia los principios que los cálculos, la
ley que el egoismo, la conveniencia pública que la va-
nidad individual. De aquí el que haya querido atajar
siempre á la rcvolucion con halagiicftas concesiones, el
que haya tratado siempre de calmar un motin con un
decreto en sentido popular, sin acordarse de los consejos
de guerra.


Resultado de esta irresolucion en acometer, de esta
cobardía en el obrar, ha sido que en los distintos minis-
terios del Sr. 1J!Iartinez, de la, Rosa haya triunfildo siem-
pre la revolucion, y hayan sobrevenido hondas perturba-
ciones, que otro espíritu más entero, otrn, mano más
fuerte hubiese podido fácilmente coujurar.lléstanos ocu-
parnos del 51'. llIartinez, de la Ro/m como orador, y por
cierto que esta ha de ser siempre la tarea más grata para
el historiador ó para el biógrafo.


Galano en la frase, metódico en el raciocinio, claro en
la esposicion, ordenado en ]a forma, el famoso diputado
granadino figurará siempre en los fastos parlamentarios
espafloles como uno de los oradores más simpáticos, más
fáciles y más fecundos.


Su oratoria no es la del sentimiento, sino la oratoria
de la persuasion; por eso sus discursos con vencen y no
entusiasman, recrean y no irritan. Sin una imaginacioG
fogosa, pero dotado de un talento claro y de bien orde-
nada instruccion, el Sr. Ma.rtinez de la Rosa era más
razonador que elocuente, y sus peroraciones pecaban un




;\IARTINEZ DE LA ROSA. 247


tanto de académicas, por lo metódicas y bien pensadas.
Otra cualidad poseia el orador de quien nos ocupa-


mos, y era la lW1.S difícil por cierto: la de la igualdad.
Sus discursos, largos por lo general, rara vez decaian del
tono elevado de la buena oratoria, rara vez bajaban de
la altura en que desde las primeras frases el orador se
colocaba; yeso que, amplificador con frecuencia y ana-
lítico por costumbre, desleia :1 vcees un pensamiento más
¡le lo que convenia á la forma del discurso ó á la situa-
clon del auditorio.


No era esto un obstáculo para que en alas del senti-
miento ó de una eonviccion profunda se remonta,se hasta
una consideracion de trascendencia, hasta un arranque
de patriotismo, hasta un apóstrofe de verdadera elo-
cuencia ..


Nada más bello por la frase, más elevado por el pen-
samiento, que la siguiente esclamacion: « ¡No, no veo la
imágcn de la libertad en una furiosa bacante recorriendo
las calles con hachas y alaridos; la veo, la respeto, la
adoro en la figura de una grave matrona que no se hu-
milla ante el pod.er, que no se mancha con el desórden! ))


No menos notable que las anteriores fueron las frases
con q uc el 51'. Martinez de la Rosa anatematizaba los
escesos de la revolucion: "Todos estamos convencidos,
decía, de que no hay lihertad sin órden, y de que, si al-
gunos individuos se creyesen autorizados para ejercer
la justicia por su mano y sobreponerse á las leyes, seria
un insulto el decir á los espaiioles que viven sujetos á la
sombra de la constitucion, y la libertad seria en breve
como esos fuegos fatuos que se levantan sobre los sepul-
cros. ))


y en otra ocasion: (Pero, ¿quién es, pregunto, quién
es el que puede unir las elos ideas ele constitucion y pu-




248 MAl\TlI'iEZ DE LA ROSA.


ñales? La constitucion se defiende con la noble espada de
a ley, más no con el arma alevosa de los asesinos.»


Pero estos arranques declamatorios no eran muy fre-
cuentes en las peroraciones del Sr. Martine:;; de la Rosa.
Sus discursos más floridos que vigorosos, más convin-
centes que agitadores, no sublevaban á una cámara, pero
la preparaban en cambio para una votacion.


Su oratorh era la del hombre de Estado, la del mi-
nistro ó jefe de una mayoría, más no la del tribuno, la
del oposicionista.


Más i propósito el orador-poeta para defenderse que
para acometer, ni le provocaban sus enemigos ni le te-
mian. Los dardos oratorios, envueltos en una frase poé-
tica, en un concepto alambicado, entre flores y adornos
de estilo, no llegaban á los bancos de en frente, y si por
casualidad tocaban al contrario, no solo no se clavaban
en su corazon, sino que ni aun le atravesahan el frac.


Solo en una ocasion hemos visto al SI'. ilfartinez de
la Rosa abandonar su oratoria ministerial, suave y flo-
rida, y adoptar el lenguaje mismo de ]a oposicion, si no
agresivo y provocador, como el que ella usaba, intencio-
nado y grave como á su posicion y carácter correspondia.


Nos referimos á la célebre legislatura de 1838, en la
que, defensor como siempre del gobi8rno y del partido
moderado, de que era digno jefe, no solo defendia sus
actos y sus principios, sino que atacaba á la vez á sus
contrarios, echándoles en cara lo infecundo de su domi-
nacion, lo perjudicial y trastornador de sus ideas y as-
piraciones.


Sentado en la punta de la tercera fila del centro iz-
quierdo, levantábase con frecuencia á combatir con una
numerosa y encarnizada oposicion, lanzándole los tiros
más certeros, y oponiendo á sus envenenadas flechas el




MARTINEZ DE LA ROSA. 249


impenetrable escudo de su elocuencia, de su raciocinio
y de su lógica.


Nunca se levantó á mayor altura el Sr. Martinez de
la Rosa ni como orador, ni como político, que en las
discusiones ardientes de aquel congreso. Imponderable
efecto causaban en el auditorio las palabras de libertad,
de órden y de justicia que brotaban grave y solemne-
mente de sus labios, conmoviendo y agitando al audito-
rio con aquellos periodos rotundos, con aquellas frases
sentidas y elevadas, con aquel estilo pausado y grandi-
locuente, con aquella elocuencia en fin, hija de una
im~ginacion lozana, de un talento profundo, de una con-
ciencia pura.


Al ver la agitacion de su blanquecina cabellera, sus
vivos adcm<lnes y su apostura arrogante 8in provocacion;
al percibir aqnellas modulaciones de voz, tan en armo-
nía con las palabras y con las ideas de sus discursos; al
escuchar aquellas grandes verdades, aquellas sentidas
efusiones de patriotismo, remontábase la imaginacion á
los tiempos pasados, y creia estar escuchando á los famo-
sos oradores de la ~ntigüedad, en el Ágora de Atenas ó
en el Forum de Roma.


'Tal es, á grandes rasgos trazado, el retrato del señor
Martine;:, de let Rosa. Huyendo de los inmerecidos elo-
gios que le han tributado sus partidarios, y de las injus-
tas censuras con que le han per3eguic1o sus enemigos,
hemos procur~o marcar su fisonomía política con los
toques más exactos y con el colorido más verdadero que
la historia nos suministra. Pocos como el Sr. jUartine;:,
de la Rosa han sido en nuestras revueltas civiles objeto
de más alabanzas y vituperios. Ni de unas ni otros era
merecedor, segun confesion propia.


En lo que 11, envidia y la calumnia no pudieron 111ll1-




250 DISCURSO SOBRE


ca hincar su venenoso diente, fué en su honradez. Aun-
que careciese de otras virtudes, ella sola bastaba para
que fuese siempre su memoria á los ojos de la posteridad
digna de consideracion y de respeto.


Más bien que como hombre de Estaüo, como orador
de parlamento, como literato, figura en primera línea el
nombre del Sr. llfartinez de la Rosa en los fastos de
nuestra moderna revolucion, como maestro de los mo-
nárquicos constitucionales, como iniciador del gobierno
repreRentativo en España, como creador y jefe del par-
tido moderado español, que como el de Francia á Casi-
miro Pél'ier, debe al Sr. Martinez de la Rosa su exis-
tencia política, su bandera, sus errores y sus glorias.


«(Ilustres Próceres: En 1. de abril próximo pasado, cuando los
secretarios del despacho tuvieron la honra de proponer á S. M. la
reina gobernadora la restauracion de las antiguas leyes de la monar-
quía, como el cimiento más firme para asegurar el trono y hermanar
la causa de este con la libertad y derechos de la nacíon, espnsirron
á S. 1\1. las poderosas razones que habia para la conmcacion de las
córles generales del reino, con arreglo á nuestras antiguas institu-
dones, y con solo aqucllas rcformas y variaciones que exigia la mu-
danza de tiempos y de circunstancias.


)) Entre laR varias razones que entonces espusieron, fueron unas
de las principales las signientes: (Leyó). ((Ante las córtes generales
ndel reino, con el libro de la ley en la mano, de l.í¡. manera más so-
»lemne de que se halle ejemplo en los fastos ele la monarquía, se es-
llpondrá á la faz de la nacion y del mundo hl conduda del mal acon-
llsejado príncipe, que promoviendo la discordia civil y aspirando á
))usurpar el trono, provoca más y más cada dia las medidas severas
»que puede emplear legítimamente la nacion para su resguardo y
))defensil..


»La reunion de la~ l;órles del reino es el único medio legal, re-




LA ESCLUSlON DE D. CÁRLOS. 251
lJconocido, sancionado por la costumbre inmemorial en semejante::;
ncasos, para acallar pretensiones injuslas, quitar armas á los parti-
»dos, y pl'OImnuiox un fallo irrevocable que sirva de fianza á la paz
l) fulllra del Estado.» Esto deeian los secretarios del despacho en 4 de
abril del presente año. S. M. la reina gobernadora, al abrir las
córtcs gcnerales elel reino, en aquel dia que será para siempre me-
morable en los faslos de la nacion española, se dignó decir que el
asunto que hoy va á ocupar la atendon de este Estamento, seria uno
de los primeros que se someterian á la decision de las córles; porque
él es sin duda el de mayor gravedad é ímportancia.


))1,08 secretarios del despacho, deseosos de obedecer con aquella
soberana resolllcion y mandato, y tratándose hoy del dictámen de la
comision sobre la medida propuesta pOI' el gobierno, en los térmi-
nos más claros y precisos, de la e3clusion del Sr. Infante D. Cárlos
y de su descendencia de la sUGesion al trono de España, vienen á
oum plir con a,c¡uella ¡¡rom es'!. solemne elel trono, vienen á llenar esta
ohligacion, si bien con cierta especie de lemor y respeto que es
inherente al negoeio presente por las personas de que en él se trata;
porr¡ne en llegando al pi6 de los escalones del trono, no puede si-
qlliera tOllarse á sns cimipntos, aunque sea para robusteeerle, sin que
~[) conmueva algLln tanto el edifieio de la sociedad.


»Los secretarios del despacho reconocieron como un principio
indndable que esta materia, esta Inedida de tanta trascendencia, per-
tenecia esclusi\'ümpnle á las córtes: principio derivado de nuestras
Icye~, sancionado por lo, costumhre, rolmstecido por la práetica de
oLras naciones, fundado eu la justicia y conveniencia pública, que re-
cl1man rjUP' aquellas personas que deben sel' las más interesadas en
el bieu8slar y felieiclad de la nacion, sean las que decidan en tan im-
portantes cuestiones.


)):\0 so trata por forluna de ventilar aquí una cuestion entre dos
aspirantes al trono. Los derechos de nuestra reina no pueden ser
eontroycJ'ti(]ns: se apoyan en la costumbre inmemorirtl, en la práctica
inconcusa de tantos siglos, en los ejemploR no interrumpidos de
nnflslra. hisl,orirt, y en las disposiciones fundamentales de nuestra le-
gislacion. Estos derechos fueron sancionados en nuestras córtes al
reconocer y jurar lJOlIlO heredera del trono paterno á la reina nuestra




252 DISCURSO SOBRE


señora; y recibiendo el consentimiento unánime de la nacion, son tan
firmes y valederos que bastan para acallar como injustas todas las
pretensiones, y para desarmar á los partidos. Más como no se puede
desconocer que, á pesar de las leyes que han servido siempre para
arreglar la slIcesion en Ec:paña, ese mal aconsl,jado prínuipe se atreve
hoy á querer disputar la corona; como la sucrte del Estado no debe
nunca quedar espuesta á los azares, ni ponerse á riesgo la nacion
(por una série de fatalidades) tí ver desaparecer en un dia sus insti-
tuciones, su ventura, hasta sus esperanzas, debemos tratar hoy do
cerrar la puerta tí todo temor, y fijar para siempre el destino de
España.


» ¿ Y á quién sino á las córtes corresponde el declarar á un prín-
cipe y su descendencia escluidos del del'echo de suceder á la corO:1a?
Abrase la historia di) nuestra nacion, y veremos en ella qne cuando
por las revueltas y calamidades de los tiempo~ se han suseitado dudas
y d)sputas sobre la sucesion, cuando se ha derramado por esta ('ansa
sangre española por manos e"plñolas, no ha habido más mellio de
decidir tan importantes cuestiones que 11S c6rtes; las cÓl'tes, qne se
han mirado siempre corno el áncora de salvacion, cuando ha snfrillo
recias tormenta~ la nave del Estarlo. Ante su voz augusta se han aca-
llado los clótmores de los partidos; contra su constancia y firmeza se
han estrellado hs injustas tentativas, las infundadls pretensiones. Se-
rian muchos los ejemplos que pudiera citar de nuestra historia; pero
bastará recordar lo ocurrido en tiempo de los hijos de D. Fernando
de la Cerda, yen tiempo de la reina doña Isabel, cuyo solo nomhre
despierta tan gloriosos recuerdos, y parece que alienta ú la rSI1P-
ranza .....


))Se verá siempre que cuando lIlás peligros ha corrido el Estado,
se ha recurrido con3tanternente á las eól'tes para atajar la avenida de
males, y salvar al mismo tiempo á la nacion y al trono. No cabia ni
cabe otro tribunal más solemne, más .iusto. y no se crea por lo que
digo que sea esta una causa que se haya de fallar con arreglo {t lo
prevenido en los códigos; es una de aquellas causas en que los esta-
dos, por el instinto de su propia conservacion, tienen que pronunciar
el fallo.


»'lirando, pues, bajo este aspecto la cuestion presen te, entremos




LA ESCLt:!310N DE D. CÁRLOS. 253


á observar cuál ha sido la conducta del príncipe, y á presentarla bajo
este punto de vista; y cotejando la conducta con las leyes, obsel'vare-
mos que ha sido una violacion manifiesta de todas ellas.


nEs t:osa singular que ya desde el año de 1822, al primer anun-
cio de rracciones políticas, se oyó proclamar, á la sombra del nombre
del señor infante, lIn pl'incipio de oposicion á la autoridad soberana,
si bien bajo el pretesto de darle más firmeza y en~anche.


n No entro en la cuestioIl de cuáles fueséln en aquellos dias sus
miras é intenciones; y llamo solo la atencion á que so color entonces
de robustecer á h potestad real y re~ntPgrarla, como se decia, en la
pleni tud de sus derechos, se ve ya á este príncipe presentando un
punto de reunion ó apoyo; sobl'eviniendo despues los sucesos que
trastornaron aquel sistema politico, cualesquiera que fuesen las cau-
sas que á ello contribuyeron.


)) Despues de restablecido el trono en lo que se llamó entonces pie
nitud de sus derechos, vemos renacer ar¡uel mismo partido, del cual
se pudiera decil' (segun la espresion de un monarca ihlstrado) que
Ijufria ser lIuíl' realista que el rey; vemos reaaCllr á ese partido más
in'~orregible, más alldaz, más opuesto á todo lo conveniente á la fe-
liciLlad de la ¡Bcion; constante en sus errores, en sus odios, en sus
renganz:ls.


)) Ya entonces ese partido se presenta en España abiertamente;
invoca el nombre de este príncipe, y levanta con descaro la bandera
de la rebelion. No PI\! la cuestion de que se trataba la de la sllcesion;
no la de si tenia más derecho la línea masculina de D. Cárlos que la
de las hembras: para subir tll trono era necesario arrojar con violen-
cia al que estaba en él sentado.


nPoco tiempo habia tr:lscurrido, cuando vemos que al frente de
este partido se presenta un jefe tlventurero proclamando al mismo
príncipe, sin que este jamás haya dicho á la faz de la nacion: ((yo no
soy cómplice de tales atentados.))


nDespues de esta tentativa malograda, vemos deBplegarse aun
UIl plan más estemo en una provincia que por su localidad, por el
ca,rácter belicoso y decidido de sus habitantes debía infundir los ma-
yores recelos al gobierno; se intenta la sublevacion en otras provin-
cias, como en la de Sevilla, donde por fortuna se apagó en un dia con




254 DISCURSO SOBRE
severidad y firmeza; yen la de Granada, domle no prendió el fuego
por falta de alimento.


l¡'foJas estas tentativas para lanzar al monarca legítimo Jel tro-
no, se hicieron en tiempo en que no tenia lugar la cuestion de suce-
sion; cuando el príncipe de que se trata era el sucesor inmediato,
cuando tenia fundadas esperanzas de poseer legalmente la corona.


)) Vimos entonces otro espectáculo doloroso, estraño; vimos á la
misma autoridad real presentarse; no C0:110 mediadora, sino péll'él evi-
tar el castigo de los delincuentes, estendienclo los brazos para sal-
varlos. No se trató de meditar los resultados pollticos de tal comluc-
ta, ni da prevenir los males para un plazo müs Ó mellaS lejélno; el
gobierno cerró los ojos para no ver el abismo á que le conducian; se
hizo cómplice de sus enemigos; se suicidó.


))Entre tanto el ambicioso príncipe, encubricndo sus miras, aGe-
chaba la ocasion oportuna; ¿pero qué momento esperó? Una gravísima
enfermedad en que el monarca se hallaba al borde del sepulcro; y
precisamente en aquellos instantes que escitan la lástima y compasion
aun en las almas indiferentes; en aquellos momentos se ülTanm ül
monarca una declaracion para desheredar & sus hijas. El engaño, las
amenazas, el triste anullcio de Ulla guerra próxima á estallar en el
reino, de todo se echa mano para el logro del criminal intento, sin
que tenga que detenerme á presentar un cuadro que ha quedado con-
signado en la historia por un documento tan solemne como ladcclara-
cíon del mismo monarca, hecha delante de tantos testigos ilustres,
algunos de los cl,lales habian presenciado los recientes sucesos.


))El destino de España, ó más bien 18. Divina Providencia que
veh sohre los españoles, salvó por entonces el trono. Mas no se de-
sistió del intento; llevóse adelante el plan de usurpacion, aunque dila-
tándolo para más adelante, esperanrJo mejor ocasion, jnzganllo que
esta se presentaria en breve por la salud quebrantada del rey.


nRazones de politica influyeron para alejar á este príncipe del
suelo español, á fin de quitar motivos y pretestos á rJistlll'bios y con-
mociones. I1allándose en un reino vecino, sc le rJesignó despues otro
punto más lejano para su residencia con torJo el decoro debido: ¿y
qué es lo que contestó á estos mandatos? 10 quo se acaba de leer: dit'1
por escusa de su desobediencia las calamidades públicas, el cólera, la




tA ESCLUSION DE D. CÁRLOS. 255
guerra, la toma de Lisboa, y hasta pretestos de religion, de todo
echó mano: ¿para qué? para eludir los mandatos del monal'ca, para
no alejarse del codiciado trono, para Ilsté1r más cercano en el momento
en que falleciese el mOllarca, y proclamarse rey.


nSiguielldo la costumbre arraigada por siglos en España, el señor
D. Fernando VII habia dispuesto que las córtes reunidas en Madrid
jurasen á su primogénita como heredera de la corona; y poco tiempo
antes se preguntó al príncipe si estaba pronto á prestar el juramen-
to, previendo que este era el momento de hacerle descubrir por
primera vez sus designios: ¿qué cosa más natural, conociendo las le-
yes de la monarquía, que invocar las córtes para que se los decla-
rasen?


» Una de las cosas notables en la contestacíon es haber invocado
los derechos liue reclamaba, como habiéndolos recibido del mismo
Dios. Suponiendo que solo el mismo Dios podia quitárselos, rehusando
de esta manera pesar sus derechos en la balanza de la ley, temiendo
el fallo de la nacíon, intentaba poner á salvo su ilegítima causa, pre-
sentando el sello del Supremo Hacedor, cuyo nombre profanaba.


»IIay más: al mismo tiempo que el príncipe remitió esta especie
de protesta, encargaba al rey que la comunicase á los soberanos es-
tranjeros; por manera que se ve ya la tendencia de este partido á
rehusar someterse á nuestras leyes, á desconocer las antiguas insti-
tuciones de la nacían, recurriendo á los estranjeros para sostener sus
pretensiones. lIé aqul su carácter, su índole, sus mira~ é intencio-
nes; porque segun las mismas palabras de que aquel príncipe se ha
valido al dirigirse á algunos gobiernos: esta no es una cuestion de s'/(-
cesion, sino de prinCl}Jios.


llLa respuesta del Sr. D. Fernando VII estaba llena de dignidad,
y recibió del modo debido la indicacion de dar parte de esta protesta
á los soberanos.


)}Esta es una cueslion nacional, doméstica por decirlo aSi, que
nada tiene que ver con los cstranjcros; y la respuesta de S. M. con
este motivo está llena de nobleza y decoro, No se limitó á esto, sino
que di6 6rden á su ministro de Estado para que de ningun modo en-
trase en cuestiones, ni admitiese esplicaciones directas ó indirectas
acerca de este punto.




256 DISCURSO SOBRE
))Por fortuna todos los gobiernos de Elll'Opa han reconocido el


principio de que no debian mezclarse en nuestros negocios domésti-
cos; y sí un solo gabinete se creyó autorizado para protestar en ra-
zon de sus derechos al trono, protesta que hizo en tiempo de la jura,
y que habia anunciado ya desde que se publicó la Prag:nática san-
cíon en 1830; por el ministCl'io de Estado se le contestó que habia
órden espresa de S. M. para no tomar en consideracion ninguna 1'13-
clamacíon de esta clase. Siento este hecho para que se vea que el go-
bierno español ha sostenido siempre el principio de independencia
nacional; y lo he recordado tambien para que resalte el contraste con
la conducta de un príncipe que parecia apelar en Sil apoyo á la deci-
sion de los estranjeros.


))Despues de hecha esta protesta, continuó la resistencia de este
príncipe á salir de Portugal; y en el momento del fallecimiento del
rey declaró abiertamente que él era el monarca legítimo de España,
principiando á ejercer actos de su supuesta soberanía; y en los pape-
les que se le aprehendieron en Guarda, y que menciona la cornision
en su dictámen, existen varios documentos originales que prueban el
carácter que ya habia tomado de rey. En ellos se encuentran datos y
testimonios de que mientras ha permanecido en el vecino reino de
Portugal ha procueado, en cuanto le ha sido posible, llevar adelante
sus tramas, alentando á los malcontentos, y no desistiendo de sus
planes hasta que las tropas del ejército español penetraron en aquel
reino, no para mezclarse en sus disensiones domésticas, sino para
alejar a[ perturbador de nuestro sosiego, que amenazaba sin cesar
nuestra frontera.


))En el momento en que estaba á punto de caer en manos de
nuestras tropas, huyó, y se salvó en Evora.


»A la entrada de las tropas españolas en Portugal aun no se ha-
bia celebrado el tratado de la cuádruple alianza; y cuando se ratificó
en Lóndres, ya estaba espulsado del territorio el usurpador do aque-
lla COl'Ona, y se hallaba ['establecida en el trono la legítima soberana
de aquel reino. En uno de los artículos de dicho tratado se establecia
(siguiendo los sentimientos nobles do S. ~L la reina g'obel'lladora, y
condescendiendo con la generosa intercesion de sus augustos aliados)
que al príncipe D. Cárlos se le señalada una asignacion decorosa




LA ESCLUSION DE DON CÁRLOS. 251
para durante su vida, bajo la condicíon de no elegir para lugar de su
residencia ningun punto que pudiese inspirar justos recelos al gobier-
no de S. M., Y que no habia ue valerse de los mismos auxilios que
recibia en eontl'a de sn patria. Se veja aqnel príncipe vencido; se veia
espulsQuo del reino que habia escogiuo por asilo; se veia en un buque
estranjero; pero S. M. la reina gobernadora no miró á la situacion
en que se hallaba ni al partido qne de ella podia sacar, sino que le
hizo la generosa oferta que he indicauo, y que se negó á aceptar,
insistiendo por el contrario en que estaba resuelto á sostener sus so-
ñados derechos.


nEI gobierno de S. :\1. B., lleno de lealtad y deseoso de contri-
buir de buena fé al sosiego y bienestar de los españoles, cooperó á
las rectas miras del gabinete español, auaque sin ningun éxito; y sin
entrar en detalles ni en más indagaciones para saber hasta qué punto
era este príncipe el instrumento ciego de un partido, le vemos fugado
de aquel reino, atravesar rápidamente la Francia, y penetrar en Es-
paña presumiendo que su presencia en ella habia de levantar en su
favor á todo el reino ..... Ya ha recibido un desengaño; y es posible
que reciba tambien un escarmiento.


nYemos, pues, que sin examinar por menor los sucesos, sin más
que recorrer la conducta de este príncipe, se descubre claramente
que nunca ha desistido ni desiste de su intencion criminal de usurpar
la corona.


n ¿ Y en qué derechos pudiera fundar este príncipe sus pretensio-
nes? ¿Cuáles son los títulos que puede presentar para alimentar su
esperanza? ¿Son las leyes? ¿Son las costumbres de la nacion? ¿Son
los tratados? No, señores: basta hacer una ligera reseña para mani-
festar elningun fundamento en que se apoya.


)) Respecto de las leyes de España, claro está que no tenemos que
remontarnos á los primitiros tiempos de la monarquía viso-goda.
Entonces la corona no era hereditaria, eea electiva; porque las costum-
bres guerreras de aquellos pueblos, que llevan consigo el sello de la
rudeza de la época, exigian que el jefe del Estado fuese un caudillo
que los condujese á los combates; y mal podria echarse mano para
esto de una mujer. Por consiguiente nada hace á la cuestion actual la
práctica observada en aquellos remotos siglos.


t7




258 DISCURSO SOBRE
nOcurrió luego la invasion sarracénica, y reducida la nacion á un


estrecho recinto, en que su único asilo era, por decirlo así, una cue-
va, no tenia aun reyes, eran solo caudillos: el cetro era una espada.
Pero aun cuando se trataba solo de rescatar el terreno á palmo::;, y de
conservar lo conquistado con torrentes de sangl'e, se encuentra ya en
la sucesion á la corona oierta tendp,ncia á la monarquía hereditaria;
vemos ya que se tiene cierta consilleracioll á los que se casan con las
hijas ó hermanas de 103 reyes; vemos que se hacian ciertas designa-
ciones para des pues de la muerte de los que estaban investitlos con lü
dignidüd real; así como en sus últimos tiempos lo hacian los cmpet'a-
dores romanos asociando al imperio á los que Cjucriüll que fuesen sus
sucesores. As! se practicó más de una vez en Espüña, hasta que con
el trascurso del tiempo llegó á establecerse en beneficio público la
monarqnía hereditaria.


nEs de advertir qne apenas se hizo esta mudanza importantísima,
ya hubo ejemplares de concederse á las hembras la sucesion de la
corona. Una particularidad, peculiar de la monarquía española, es la
jura de los príncipes heretleros. Temieron nuestros mayores que se
pudiese romper el eslabon de la sucesion, si no se ataba anticipada-
mente este nudo, y se esperaba á la muerte de los reyes; de este modo
se evitabü el que hubiese la menor suspension en la autoridad real,
en esta autoridad eminentemente tutelal' y conservadora, que no puede
cesar un solo instante sin que se conmueva el Estado.


»Otra circunstancia muy notable es que cabalmente esta jura em-
pezó por una hembra. La hija de Alonso el VI fué la primera reco-
nocida por heredera de la corona en vida de su padre. Ensayo rué
este de tanta utilidad, que ya desde aquellos tiempos se fué arraigando
en la costumbre, y ha continuado hasta nuestros días.


))Pero la sucesion de las hembras á la corona no estaba revestida
todavía con el carácter del derecho escrito; era solo una costumhre,
una práctica, que muchas veces tiene un poder más fuerte que la
misma ley. Entonces no existian códigos españoles; porque el primer
cuerpo legal que hubo en España despues de la restauracíon, fué un
bosquejo que hizo D. Alonso el Sabio, como el que suele hacer un
pintor al trazar un magnífico cuadro; y en este bosquejo ya se ven
llamadas á suceder las hembras, no por imitacion estranjera, sino por




LA ESCLUSION DE DON CÁRLOS. 259


hábito ó costumbre nacional, establecida siglos antes entre los espa-
üoles.
~)POCOs años Llespues del Especulo y del Fuero Real, en cuyos dos


códigos se halla establecido el derecho de las hembras al trono, se
compusieron las Partidas; monumento eterno del sabio Alfonso, y
obra la más perfecta de aquel siglo, que recordaba la grandeza ro-
mana, y que se parece á los monumentos de aquel gran pueblo, que
apenas han envejecido. Pues ya en las Partidas vemos una ley termi-
nante, espresa, por lo que son llamadas las hembras á la sllcesion;
esta es la 2.' del título xv, Purtida 2. a. En ella y en la siguiente se
establece, además del órden de la sucesion, lo que se ha de hacer á
la muerte de los reyes, para contener la ambicion de los que puedan
aspirar á usurpar la corona durante la minoría de los príncipes.


nDebemos notar que dicha leyes un dechado de prevision y de
filosofía, conciliando los sentimientos del corazon con las máximas de
una sana política; enc3.rganclo la guarda del rey niño ú su propia
madre, así como que estuviese ú la cabeza del gobierno; es decir,
que la ley elig'e á la persona más interesada en la defensa del mo-
narca menor y en la conservadon de su reino, y de quien no puede
recelarse ningun proyecto ambicioso ó de usul'pacion; recelo que
dictó á la ley previsora alejar de la regencia al principe más cel'cano
al trono.


nConforme con estas disposiciones del código de las Partidas, ve-
mos á Alfonso el Sabio que hace reconocer como su sucesora á su
hija, nacida antes de D. Fernando de la Cerda: y como la jura lleva
consigo un reconocimiento del derecho; como en aquel caso y en
otros semejantes, no hubo ni pudo haber más esclusiva que el naci-
miento posterior de un principe varon, de ahí es que deben tambien
venir en apoyo de la sucesion de las hembras no solo los ejemplares
de las que han reinado, sino de las que han sido juradas como prin-
cesas herederas.


nDespues de aquel príncipe sucedió en el reino su hijo D. Sancho
el Bravo; y en las mismas córtes en que se verifleó su reconocimiento
como rey, vemos ulla cosa notable que debe llamar mucho la aten-
cíon. La ley de Partida que establecia la sucesion al trono, contenia
dos disposiciones, que una y otra parecían hermanarse: una era que




260 DISCURSO SOBRE
se llamase á las hembras á la sucesion á la corona á falta de varan, y
otra la de admitirse en ella el derecho de reprcsentacion en los hijos
del primogénito, ca!! prefcren'cia ti otra línea; derecho deseonocido
hasta entonces de España, importado de las leyes romanas. ¿Y qué
sucedió? que en las mismas córtes vemos á D. Salll:ho el Bravo
hacer jurar á su hija como princesa heredera; es decir, reconocer
el derecho de sucesioll en las hembras, como ya se habia reconocido
antes de nacer aquel príncipe, en la persona de su hermana doña
Bercngue la.


nPor manera que vemos que las mi~mas córtes pagan este tribulo
á la antigua costumbre de Castilla que llamaba al trono [t las hem-.
bras, y no admiten el inusitado derecho de representacio/l, de origen
estranjero. Aparece por primera vez en las Partidas; no se halla ell
los ens.lyos de legislaciones anteriores; pero á pesar de haberse intro·
ducido en Ulll ley, no es reconocido, ni menos puesto en práctica; y
aun el mismo código de las Partidas no tiene fuerza ni valor hasta
despues de un siglo.


nContinuando la série de nuestra historia, llegamos á Hna época
lamentable y de escándalos, cual fué la de Enrique IV. Entonces,
cuando parecia que el trono y el Estado iban á sepultarse bajo sus
ruinas, en medio del furor de tantos y tan encontrados partidos, se
proclamó, sin atreverse ú poner en duda este derecho de las hem-
bras, se juró por heredera del trono á doña .Juana; y los mismos qul'
proclamaron al hermano del rey en vida del monarca; los que pre-
sentaron ~la nacion y al mundo la escandalosa escena de Avila (bor-
ran de nuestra historia), no se atrevieron á alegar contra aquella
princesa que su sexo la alejase del tro:1o; sino que para invalidar sus
derechos tuvieron que apelar á su orígen, y osaron penetrar hasta
en los secretos del tálamo real.


nMuere el infante D. Alonso, y faltando esta cabeza al partido,
empezó la nacion á manifestarse indinada á favor de la prim:esa
doña Isabel. Ya la cuestion es entre dos hembras: una es la hija del
rey, y la otra su hermana ...... )Illere el débil monarca, y queda la
nacion en el más lamentable desconcierto, despedazada por una gue:'-
ra civil, dividida en parcialidades y bandos. Un partido se declara
abiertamente por doña Juana} el otro patrocina á doña Isabel¡ y una




LA ESCLUSION DE DON CÁRLOS. 261
parte de la grandeza toma las armas en favor de aquella princesa,
sosteniendo el tpstamento del rey, que diz que decia (valiéndome de
la espresion candorosa del cura de los Palacios en su curioso manus-
C1'i to) que la dejaba por su f!lj'a heredera.


))Disput'¡se, pues, ~obre cuál habia sido la última voluntad del
rey, no sobre el derecho de las hembras, sino sobre la legitimidad
de la persona.


)) Una cosa singular observo en nuestra historia, y es que no se
haya puesto nunca en duda el derecho de las hembras ú suceder al
trono, esccpto en una sola ocasion (á lo menos que yo recuerde), y
esa es la mús infllmlada y estraña.


»Cllando por pI curso de los sucesos de la guerra fueron vencidos
los partidarios rle cloñCl .Juana, y espulsados los portugueses del ter-
ritorio de CClstilla, se trató de arreglar el gobicl'llo, renunciando con
ilificnlt,ui los partidos al influjo que tenian, porque con él iban á dejar
el poder.


))Imaginaron algunos que la !'Aina no tendria firmeza bastante
para sostener sus dfll'echos; y creyeron granjear valimiento y medrar,
introduüicnclo la clivision entre ambos esposos. Los que pretendian
que el mando debia recaer sobre el marido, alegaban que la corona
pertenecia más bien al varon que á la hembra; y que, por lo tanto,
el cetro de Castilla no perteneciaá doña I3abel, sino á D. Fernando,
por los derechos que habia heredado de su padre.


nEste es el único ejemplo que presenta nuestra historia de haher·
se querido suscitar dudas acerca del derecho de las heftbras. Por
fortuna, la firmeza de doña Isabel, y la prudencia y sagacidad de su
marido, ahogaron aquellas semillas de division y de desórden antes
f[ne brotasen; y las córtes y la nacion reconocieron con júbilo á doña
Isabel como reina propietaria de Castilla.


))Es de notar lambien que en esta época, en que puede decirse
que se formó la monarquía por la agregacion de varios Estados, es
en la que vem0S más ejemplares de reconocerse como ley fumlamen-
tal del reino este principio de sucesion de las hembras.


))En virtud de este derecho sucede doña Isabel al trono; se reco-
no(~e á su hija primogénita á falta de varan; reconocimiento que no
tuvo efeclo por haber nacido el inf'ante D. Juan; muere este malogra-




262 DISCURSO SOBRE
do príncipe, y vuelve doña Isabel á ser reconocida por sucesora legíti-
ma del trono. Fallece la princesa; muere tambien su hijo, aquel prín-
cipe D. Miguel, hijo de una infanta de Castilla y del rey D. Manuel
de PortugaL .... ¡Cuántas esperanzas arrebató á la nacion, y cuál
otra hubiera sido su suerte!


))Despues de tantas pérdidas y desgracias ocurridas en pocos años
á la familia real, reconoce la nacion por heredera del trono á doña
Juana, á pesar de la flaqueza de su juicio.


))En todos estos sucesos vemos el apego constante de los españo-
les á conservar las leyes, las costumbres, la práctica de sus antepasa-
dos, y de este mOGO triunfaron de las ambiciosas pretensiones de un
príncipe tan sagaz como Fernando el Católico; triunfaron tambicn
de las de Felipe el Hermoso, cuyos deseos eran mandar solo, y no
con su esposa; y vemos al rey D. Fernando, que si llega al fin á apo-
derarse del mando, lo ejerce á nombre de su hija, con arreglo al tes-
lamento de la reina doña Isabel y respetando la voluntad de la nacion.


))Pero á breve tiempo ocurrió otro ejemplo más convincente y
dásico qne este: viene el príncipe D. Cárlos á España, y jura las le-
ye::; fnndamentales de la monarquía en las córtes de Vall:tdolid de
1518: jóven, gallardo, pródigo, generoso, distribuyendo favores ú
todos, en fin, con todas las cualidades capaces de g'anar las volunta-
des y formar en su favor un poderoso partido; mas 11 pesar de todo,
los procuradores del reino insisten en reconocer y pro0lamar que
doña Juana, su madre, era la reina propietaria; y si consienten en
que mande'i\, su nombre D. Cárlos, es con tales miramientos y corta-
pisas que manifest:tban que esta condescendencia misma era un sacrifi-
cio que hacian. El nombre de la reina debia ir siempre el primero;
n. Cárlos solo debía apellidarse príncipe, y aun con todas estas pre-
cauciones daban á entender que sentian cierta t'specie de repugnan-
cia, por no decir remordímie:1to; y al conceder á D. Cárlos el ejerci-
cio de la potestad suprema, fué con la cláusula de que aquello lo ha-
cian por la triste situacion en que se encontraba la reina; pero que si
esta recobraba el juicio, (¡011 el favor del cielo, deberia ~er ella la
única que mandase.


))Por manera que, observando la Historia de España, vernos
constantemente este derecho de <:llccsion en las hembras firme; legl-




LA ESCLtJSJON DE DO!\' CÁRLOS. 263
timo, valedero. Pero ¿qué más? Aun habiéndose formado la monar-
quía española de tan diferentes Estados, cuya legislacion era tan va-
ria, vemos que en este punto, á pesar de la diferencia de usos, hábi-
tos y costumbre), y alguna vez hasta de clialel~to, no hay uno solo
en que se esülnya á las hembras lle la sucesion á la corona. Vemos
esta práctica establecida en Lean, y aun en ella contribuye á unir
este reino con el de Castilla; en C"stilla la vemos comprobada con re-
petidos ejemplos y enlazar este reino con el de Aragon: en Aragon
vemos reinar las hcml)l'as; y aun cuando aquel ¡meblo ejerce el acto
más solemne llamando á un príncipe al trono, usando de su libre
eleccion, le vemos lomar en cuenta los derechos que derivaba de una
hembra el infante D. Fernando de Castilla, el que ganó á Antequera.


»Lo más singular es que cabalmente en una de las provincias
sublevadas es donde se ha seguido más constantemente esta regla.
Lo, [uoms pal'ticnlal'cs de i\"avarra" de.sde los tiempos más remotos,
han jonfirmudo con tanta fuerza esta ley de suceder las hembras en
la corona, que antes de su reunion con la de Castilla habia ya ha-
bido cinco reinas en Navarra. Con tanta firmeza sostenian aquellos
pueblos este derecho, que cuando se casaban las herederas al trono
con príncipes estranjcros, cual aconteciü con la mujer de Felipe el
Hermoso, rey dA Francia, exigian de estos que jurason esplíeita y
terminantemente que no alterarian ni consentirian que se alterase por
ninguna ley ni estatuto el principio fundamental de la sucesion de las
hembras. Así es que despues de la reunion del reino de Navarra al
de Francia (reunion qne apenas nantó de duracion medio siglo), se
veriticó un deslinde muy notable cuando la princesa doña Juana, hija
de Luis Hutin, rey ele Francia, no pudo suceder en este trono, por-
que la ley sálica lo vedaba; pero rué llamada á la sucesion de la co-
rona de Navarra, que segun fuero espreso admitia á las hembras.
IIiciéronse algunas gestiones para impedirlo; pero los navarros con-
testaron resueltamente qne en su reino no tenia cabida la ley francesa
qne esolnia á las hembras; y en las córtcs convocadas en Pamplona,
tan numerosas que se 0elebraron en una plaza, se proclamó á doña
Juana por reina de Navarra.


)) Este hecho es muy notable; pel'O aun lo es más el que voy á ci-
tal'. Ese auto aeordado de 1713, única ley á que se acoge el partido




264 DISCURSO SOBRE
de D. Cárlos, halló precisamente oposiuion en Navarra, resistiéndose
la diputacion de aquel reino á registrarlo, por ser contrül'io á sus
fueros. Creyó que no alcanzaba para la del'Ogacion de la antigua ley
de sucesion una ley reciente, advenediza, contraria á los fueros de
aquel reino.


»Asi es que ni en nuestros antiguos códigos, ni en leyes posterio-
res, ni en los fueros particulares de las diferentes provincia.s, se en-
cuentm una sola disposicion que contradiga el derecho de las hem-
bras á la sucesion de la corona.


))No entraré oí. examinar lo que se sabe acerr,a de la historia se-
creta de ese auto acordado: aunque siempre nos quedall documentos
y vestigios de que las córtes de 1713 no obraron en este punto con
aquella libertad y legalidad que debieran para la abolieion de una
ley tan constantemente observada en España. ¿~fas qué razon se ale-
gó entonces para ello? Ninguna.


»No se presenta tampoco hoy una sola razon que sea poderosa;
plles si la Fmncia, por influjo de su legislacion civil en la polItica ha
admitido la esclu"ion de las hembras como ley de suce~ion, desde muy
antiguo en Espnña (aSí como en otros paises, y casi en todas las mo-
narquías de Europa), nunca tuvo lugar semejante tlisposicion. Ni esa
ley de Felipe V puerle pl'opiamente lIamal'se ley Sálica, porque solo
estahlece la agnacion, llamando solo oí. reinar á las hembras,


» Esta disposicion, pues, esta ley, ó más bien este auto acordado
(que hasta el mismo nombre de reglamento parece que le da un ca-
rácter mezquino) de llrígen estranjero, recibido con tan la dificultad
entre nosotros, y que ni una sola vez ha lleg:ldo oí. ponerse en prác-
tica, ¿se deberá mirar con tanta veneracion y respeto qUA se niegue oí.
la nacion hasta el derecho de poderlo anular por los mismos trámites
y en la misma forma con que se estableció? Tan respetable, tan firme
y tan valedero es lo acordado en las córtes de 1789, como cuanto
pudo detet'minarse en las de 1713. Así es que, estrechallos pOI' to-
das parte~ los defensores ¡le la usurpacion, han teniLlo que recurrir al
supuesto falso de mirar la corona de lj~spaña como un mayorazgo;
compal'aCiOll vaga, inexacta, peligrosa; y mirando á Felipe V como al
fundador de un vínculo, han negado á sus sucesorAS la facultad de
poder variar las cláusula, rle la fllndacion. No Ita faltado tampoco




LA ESCLUSIO]'; DE DO" CÁRLOS. 265
quien, suponiendo á aquel monarca conquistador del reino, le ha con-
siderado como árbitro para disponer de la nacion: idea falsa, escanda-
losa, indigna en boca de espaüoles.


nOtros hilt1 inlentilflo mirar la cuestion, no como doméstica y pe-
culÍlr de España, sino como europea; y bajo este aspecto han que-
rido suponer que no estaba autorizada la nacion para prescindir de
un tratado solemne. No es tan eslraño que semejante especie haya en-
contrado acogida en los partidarios ele! obcecado príncipe, como entre
personas al parece¡' imparciales: y en nn reino estraño la hemos visto
adoptada por un orarIO!' de un cuerpo representativo, que ha asegu-
radIJ en estos L1ias que no podia allerarse el ónlen de sucesion esta-
blecido por Felipe V sin echarse por tierra los tratados.


)) '\[as ¿qué prucbas ha dado de su ascrto, con el cual ha inten-
tallo vanamente buscar un motivo de inculpacion contra el ministerio
inglés? Citar las palabras dirigidas al parlamento por la reina Ana,
rlrspups de celebrarla la paz; maníffJ3tando que se habia conseguido
plenamente el objcto de ¡'establecer el equilibrio europeo; que en vir-
turl de las reciprocas renuncias se habia impedido que pudieran re-
unirse en ningnn caso las eorOllas de España y Franeia, las cualef:
(segun las espresíones de que se valit) la misma reina para acallar las
quejas que se oian contra la celebracion de la paz) estaban más apar-
tadas que antes.


)Resulta, pues, que el fin principal del tratado, como en su con-
testo se espresa, fué establecer un justo equilibrio entre las potencias
(le Europa, como principio de jllsticia y fundamento de una paz csta-
ble; que el objeto del tratado fué impedir la agrp.gacion de España á
la Cilsa de Austria, que habia amenazado un tiempo la libertad de
F:mopa, y la llnion á la Francia que podia comprometer igualmente'
la comun independencia. Recordaba aun la Europa los tiempos de
Cárlos V, y acababa de ver los desmesurados planes de Luis XIV:
habia formado una liga general para refrenar la ambicio n de este,
así como la habia formado en otro siglo para contener la de Cár-
los Y; Y así como hemos visto otra semejante en nuestros dias para
poner á raya los designios de Bon<1parte. El objeto de la paz de
Utrecht fué por lo tanto general, eumpeo: fué como el del tratado
de Westphalia, restablecer entre las potencías el debido equilibrio.




266 DISCURSO SOBRE
nMás una vez conseguido este objeto, impidiendo que pudiese


pasar la corona de España al Austria ó á la Francia, el arreglo de
la sucesion á la corona de estos reinos ya se consideró como interior,
meramente de familia ó dinástico; así es que Felipe V, en el anto
acordado, admitió tambien las hembras á la succsion despucs que se
estinguiescn los varones de las varias líneas de su estirpe; introdu-
ciendo en estos reinos una ley bastarda, que. ni era la ley francesa,
ni mucho menos la antiqllÍsima ley española.


nHablo en esta materia con tanta más libertad y desembarazo,
cuanto cabalmente el ilustrado príncipe que ocllpa el trono de Fran-
cia dió el testimonio más señalado de prevision y de prndencia, al
abrazar desde luego y con tanta dccision la causa de la REI:;A nuestra
señora. Sobreponiéndose á tradiciones de familia, á antiguas preven-
ciones, á conceptos políticos arraigados por la costumbre y pOI" el há-
bito, conoció aquel monarca que los intereses reales de la Francia, y
hasta los peculiares de la actual dinastía, estaban íntimamente enla-
zados con el triunfo de la causa de la REINA nuestra señora; y al mo-
mento mismo de recibir la nueva de la muerte del Sr. D. Fernan-
do vn, of¡'eció á la augusta heredera de su trono el apoyo más firme
y sincero. La Francia aplaudió unánime esta noble tiecision de su
rey; y España no olvidará nunca esta muestra de interés pOI' su
suerte.


nEs singular y estraño por otra parte que se invoque el tratado
de Utrecht por [os que quieren sostener la desesperada causa de don
CárIos; porque es imposible recordar aquel tratado sin notar ciertas
analogías que deben llamar muy particularmente nuestra atcn(;ion.
España reconoció por él á una reina de Inglaterra, como ahora la
Inglaterra reconoce una REINA de España: reconocia por sur;esora á
otra hembra, como [o es igualmente la llamada al trollo dr. España;
y por una semejanza notable con la época actual, España convino en
reconocer como válida la esclusion de una línea tiel tl'OTlO de IlIglél-
terra (J[nea privada de suceder en aquel reino, por no ser compati-
ble con sus instituciones y leyes); y se obligó además solemnemente á
no prestar auxilio por mar ni por tierra, ni suministrar socorros, ar-
mas ni municiones á los que intentasen alimentar la guerra civil, y
perturbar la quietud de aquel reino, Difícil es encontrar un tratado




LA ESCLUSION DE DO:'i CÁRLOS. 267
que presente más puntos ue comparacion con sucesos del dia, si se
ponen en paralelo.
))¿~lús hubo alguna causa de interés nacional, algun motivo tic


lltilirlarl pública, para echa!' ptJl' tierra la ley de sucesion casi tan an-
tigua en España como la misma monarquía? No. Para la rormacion
del allt0 acordado de Felipe V no se tuvo en cuenta el bien de la na-
cion; se atendió meramente á Illl interés privado de familia.


))Pero pregunto ahora: cualquiera que fuese su fuerza y yalimien-
to; cualquiera que sea el valor que ~c dé á esa ley advenediza, que
no llegó sirllliera iÍ cebar raiz en n11e5tro suelo, ¿cómo ha podido
disputarse la facultad de anularla por los mismos medios con que fué
formada? Si Felipe V y las c6rtes de 1713 se creyeron con derecho
par<l altArar la obra de tantos siglos, mayor derecho ha habido para
restablecerla. Esto fué lo que se hizo en tiempo del Sr'. D. Cárlos IV
en las cMtes de 178D; esto lo que se ha ratifi(Yldo de nuevo en las
cól'tr~ de )farlrid del año p¡,óximo p1sac!o, al reconocer y jurar como
sncesot'a en estos reinos á la hija primogénita del Sr. D. Fernando VII.


nPor eonsiguiente, allmitiendo el principio de que Felipe V y
aqnellas córtes pudiesen alterar la ley lle sucesion, el mismo derecho
ha habirlo despne~ para restablecer la ley de Partida.


)):'\0 se puede salir de cste círculo; y por más valor que quiera
darse al auto acordarlo (le Felipe V (único apoyo en que se funda el
partido del pretendiente), se ve que ha sido invalidado por leyes pos-
teriores, por la misma autorirlad soberana, con el concurso de las
córlrs y la esplícita yoluntad de la nacion.
))~o se trata, puos, de un mayorazgo, node una herencia; se tra-


la de la sncesion á la corona, vinculada en una familia por la utilidad
publica, para asegurar la tranquilidad de estos reinos.


lJ l Cosa singularl En el testamento de Cárlos n, en que se halla-
han las leyes funLlamentales de la monarquía, se tributó una especie
do hOlllrna.ifl {L las mismas leyes, porque al disponer de la corona,
corno si fw't'll una propiedad, dice: «que yalga como si fuera ley
h,~chcL on córtes generales del reino.)) )las ya habia casi desaparecido
esta institl1cion saludable; yaponas hubo qnifln sllsurrase el nombre
(In C(JI\TE~, al tratarse (le la sllncsion á la corona. RCllníanse en paises
h.iano~ l'!onipotcn;'.iario~ de príncipes estl'anjeros para decidir de la




268 DISCURSO SOBRE
suerte futura de España, para repartir' sus despojos como se t'epartiría
una herencia; y á tal punto de degl'aclacion y abatimiento habi3. llega-
do la monarquía de Cárlos V, esa monarquía inmensa con cuyos es-
combroq se han formaclo tantos Estados, qne el mismo príncipe qUA Gil
aquella época la regia, pedia dictámen á [toma para invalidar las re-
nnncias heehas pOI' la esposa deLlIis XIII y la de Luis XIV; consulta-
ba sobre [a sueesion á la corona á jurisconsultos, á te<Ílogos, hasta á
Axorcistas (¡qué vergüenza!). No olvidaba más que una cosa ..... El
consultar á [a nacion.
n~i quisiera omitir', ya que la ocasion se presenta, que de los ll'e~


príncipes que aspiraban ú hr.redar la corona de España, queriendo
haeer valer sus respeetivos títu [os, to,jos (ine[usa ia casa del cIento\' ¡j,l
Ríviera, incluso el mismo Felipe V, que publieó des pues el auto acor-
dado, establrciendo la agnaeion rigurosa) uerivaban sus deredlo:' de
hembras.


nEs, pues, evidente, palpable, que bien se "tienda á la legislaeion
de estos reinos, ora. á SIlS costnmbl'es, á sus hábitos, á la práutiea
nunca uesmentiua en la sucesion á la corona, hajo ninglln a~p('do
que se eonsidere esta materia imlortantisima, aparece en fa 1'01' tlcl
príncipe D. CárIos la menor sombra de derecho.


llLo que si estableeen las leye~, y especialmente la ley de Partida,
es que suceda á la corona el legítimo heredero, en su caso y lugar,
siempre que no haya hecho cosa por la que deba perder aquel dere-
cho; lo que sí pt'esCt'iben las 18ye~, desde las antiguas de la monar-
quía, es que el que aspira á usurpar la eorona, el que intenta despo-
jar al monarea legítimo, el que toma indebidamente el titulo rle re:',
este eomete el crimen de lraicion conocida.


)) ¿Se halla el príncipe D. Cál'los en ese naso? ... No tratarnos aquí
el asunto bajo un aSpc0to criminal, sino meramente político; debe
consiclemrsc por lo tanto si el proyecto de ley que presenta el gobir,r-
no está fundado en las leyes de la \'i.twrt, ele la jllstieia, riel bien y qllie-
tud del Estado; y creo que no haya uno qne así no lo conozca. Mas
corno se propone igualmente privar del dereeho eventual que pudiera
tener á la corona la descendencia de aquel prineipe, ya es necesario
trasladar la cuestion á oLI'O terreno, y examinarla bajo Sil verdadero
punto de visla.




LA ESCLUSION DE DOl'i CÁRLOS. 269
nNo me perderé en el laberinto ue los mayorazguistas, para re-


solver sus intrincauas cuestiones sobre á quién ~ucede el heredero de
un vínculo, y si debe ó no pel'Jerlo por el crímen que no ha cometi-
uo. El reino no es un patt'imonio, ni la corona Ull mayorazgo: ha
solido decirse así; pero estas traslaciones uel derecho civil al político,
no solo son inexactas, sino á veces tambien peligrosas. Tal es, sin
embargo, la tenuencia comun que suele de ordinario confundirse,
segun el curso de los tiempos. Cuanuo dominaba el régimen feudal,
se decía que la corona era un gran feudo: arraigada despucs la manía
ue vinculaciones y mayorazgos, se dijo que la. sucesion á la corona era
el tipo Je ellos.


))No es así; la corona no es una herencia ni mayorazgo, es la
dignillaJ suprema del reino, á la cual se suceue con arreglo á las le-
yes estalJlecidas en pl'ocomunal del Estado. La opcion, la espectativa
á heredar la corona es un derecho político que no puede oqui pararse
con los derechos eivilcs, ni está sujeto á las mismas reglas. Estos solo
interesan á un particular, á una familia, aquellos al Estado; y por eso
hay que atender á un principio superior á todos; al principio de la
propia conservauion, inherente á la sociedad como á los individuos;
que la autoriza á tornar las precauciones oportunas para atajar los
males presentes y prevenir peligros para lo porvenir.


l)No es necesario, por lo tanto, para aprobar la medida propuesta,
adoptar el principio de nuestra legislacion, que castiga en los hijos
inocentes el delito del padre traidor: la humanidad y la filosofía han
desterrado ya de muchos códigos la pena de confiscacion, por no cas-
tigar á la descendencia de una culpa que no ha cometido; más aquí
no se tralade la aplieacion de una pena; se trata, sí, de una precau-
cion accesoria, urgente, para no dejar espuesta á peligros y azares la
s nerte del Estado.


nNo es menester buscar ejemplos en las naciones estranjeras; yo
me atreveré á preguntar desde luego: ¿Qué seria de España si las
cúrtes no aprobasen ese proyecto de ley como lo ha presentado el
gobierno? ¿Cuál pudiera ser la suerte de esta nacían, no en una época
remota, 110 en un plazo lejano, sino tal vez mañana, hoy mismo? ...
Puntos hay tan delicados que hasta el tocarlos estl'emece; pero la
pr(~vision da los legisladores debe abrazarlo todo; tal es su obliga-




270 DISCURSO SOBRE
cion, talla inmensa responsabilidad que ::;obre ellos pesa. i No pueden
dejar pendiente de una desgracia, de un acaso, el destino de una na-
cion; no pueden olvidar el sexo, la edad, hasta estas mismas circuns-
tancias calamitosas de una plaga desoladora, que da ¡i esta discusion
un aspecto más severo, más gravel


))No solo el rebelde príncipe ha perdido sus derechos eventuales
á la sucesion de la corona, sino sus hijos, los herederos de nstos,


, todos sus descendientes. Sufran la tristísima suerte que SllS padres
les han deparado; que ellos han sido, no nosotros, los que los han
alejado del trono, por querer colocarlos en él bollando la nacion y
las leyes.


))Df\ otra manera, ¿qué seria de la nacion si llegase por desgracia
el caso de heredar uno de ellos la corona? Porque, conviene decirlo
de una vez: es triste, es peligroso, y por fortuna no se repite con
frecuencia en las monarquías; pero si la Inglaterra no hubiera alejado
para siempre de su suelo á la línea de los Estuardos; si no los hubie-
ra privado de sus derechos á la corona y hasta de la esperanza de re-
cobrarlos en ningun tiempo, ¿cuál hubiera sido el destino de aquella
nacion?


))Por fortuna, el caso en que nos hallamos es diferente; y pode-
mos librar á España de gravísimos males y lJeligros, con solo privar
á una línea de la aptitud legal para poder heredar la corona. Contra
el principio conservador de la sociedad nada valen los derechos even-
tuales á la sucesion; es preciso anular de una manera pública, so-
lemne, los derechos que pudieran alegar D. Cárlos y sus hijos.


))Este es el único medio de quitar armas á los partidos, de ase-
gurar las libertades de la nacion, de afianzar su suerte futura. ¿Cuál
seria en otro caso la suerte de los españoles más beneméritos, de lus
mismos que con tanta gloria defienden el trono de :mestra IIEINA y
SEÑORA DO~A ISABEL II? La prision, la ignominia serian Sil recompen-
sa; sus servicios serian castigados Gomo otros tantos crímenes; y
hasta sus mismas heriuas servirian de pruebas para conducirlos al
cadalso. El príncipe D. Cárlos, desplegando el estandarte U0 la reoe-
lion, no ha hecho más que autorizar á la nacion á que mire por su
propia suerte. Y esta es otra de las razones que deben impulsar á las
córtes, y primero á este ilustre Estamento; esta es otra razon, repito,




LA ESCtUSION DE DON CÁRLOS. 271


para quitar al infante y á sus hijos hasta el último asomo de espe-
ranza. Esta medida es necesaria, es justa; la ambicion de un príncipe
rebelde no debe compromete¡' un Estado. D. Cárlos, no solo no puede
suceder srgun las leyes fundamentales juradas solemnemente por la
nacion, sino que es preciso que tampoco puedan nunca reinar sus
hijos. ¿Qué seguridad, qué fianza tendrian con ellos nuestras insti-
tuciones, nuestras leyes? ¡Acabamos de recobrarlas, y ya nos espon-
driamos á perderlas!


))No hay que temerlo, no; vuestra resolueion será cual corres-
ponde á vuestra dignidad, á vuestros juramentos, á lo que en casos
semejantes practicaron vuestros mayores.))




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ALCALÁ GALIANO.


U na de las reputaciones con más justicia alcanzadas,
con más gloria sostenidas en nuestl'O país, es la reputa-
cion que de orador parlamentario goza el personaje cuyo
nombre sirve de epígrafe á esta biografía.


Es la carrera del parlamento la más difícil para con-
servar el prestigio y la fama en ella adquiridos. Obliga-
do un orador por su misma l'cputacion á terciar en todas
las discusiones solemnes, á poner ele manifiesto con fre-
cuencia sus elotes oratorias, su talento parlamentario,
preciso es de todo punto que este talento sea verdadero,
y aquellas dotes sobresalientes para no caer elel pedestal
ele la fama, dando lugar á que sus antiguos admiradores
se arrepientan y avergüencen de su falta de criterio,
convirtiendo en indiferencia ó en desprecio sus anterio-
res alabanzas, su injustificad::t admiracion.


Solo los verdaderos oradores, los hombres de genio,
los que poseen cualidades propias, no prestadas por la
adulacion y el espíritu de partido, son los que salen in-
cólumes de tan contínuas y arriesgadas pruebas, aumen-
tando con cada discurso nuevo un nuevo timbre á su
reputacion, una nueva hoja á la corona de su fama.


De ahí el que en la época de gobierno representativo
1B




274 ALCALÁ GAL1MW.


que atravesamos, se hayan levantado á inmensa altura
no pocas reputaciones de hombres nuevos en la carrera
política, al paso que han venido á tierra el renombre y
la fama de antiguos y reputados oradores.


I..Jos años trascurridos desde 18~4 acá, esta tercera
época del gobierno representativo, ha sido un período de
prueba, en que se han hundido muchas medianías, que
en tiempos pasados conquistaron con facilidad el título
de oradores, los costosos laureles de la elocuencia par-
lamentaria.


Algunos políticos de 1820, ciertos oradores de la se-
gunda época constitucional, que merced á su mérito, á
la fortuna ó á las circunstancias adquirieron una exage-
rada reputacion, al aparecer en las lides parlamentarias
de nuestros ¿lias y Cl'Uzar sus envejecidas y ya mohosas
armas con los modernos campeones, han quedado venci-
dos en el campo, sacando destrozado en la pelea el his-
tórico é inquebrantable escudo de su uS'lrpada reputa-
cion.


y es que la época actual, más escéptica y menos en-
tusiasta que la de 1820, examina á sus hombres con sc-
veridad y cordura, y otorga, despues de largas y difíci-
les pruebas, el premio de su homenaje y admiracion, sin
que influyan en sus fallos el poder de las circunstancias
ni el espíritu de partido.


En aquellos tiempos en que emileZal'On á ensayarse
• en España las prácticas del gobierno representativo, en


q ne en las asambleas dominaba ya cl parlamentarismo
inglés y las costumbres y las fórmulas de las cámaras
francesas, la novedad influia mucho en los triunfos de
los oraéiores, y más que todo el espíritu de partido. Así
es que en aq uella época en que los bandos políticos sen-
tian mas q ne filosof~lhan, y en que la pa:sion se sobl'epo-




AI,CAd. GALIA:'iO. 275


nía a todo, como sucede siempre en los partidos nacien-
tes, el ora(lor más fogoso era el rr'.ás elocuente, el escri-
tor más vehemente, el más pr0fundo, y el militar más
impetuoso, el más entendido en el arte de la guerra.


Nada tiene, pues, de estraño qne en h época pre-
sente, época de analizadores y de envidiosos, se hayan
recogido tantas patentes de antigua celebridad y se ha-
yan calificado de medianÍas tantas notabilidades políti-
cas, tantos oradores eminentes, tantos escritores famosos,
tantos guerreros reputados.


Entre las pocas escepciones Clue de esa regla gene-
ral ha hecho la opinion pública, entre las contadas repu-
taciones que han resistido al análisis y á la envidia, há-
llase la de D. Antonio Alcalá Galiana basada en pren-
das poco comunes de talento, de ingenio y de instruc-
cion.


De los oradores de fama en la segunda época consti-
tucional, únicamente Martine;:, de l(t Rosa y el personaje
de quien nos ocupamos, no solo han sostenido su antiguo
renombre, sino que en los tiempos presentes han aumen-
tado su fama y consolidado su reputacion.


Conocido ya como periodista y como revolucionario,
ap~]'eció en la escena política Alcalá Galiana al inaugu-
rarse el gobierno constitucional en 1820, ebndo á cono-
cer por primera vez sus grandes prendas oratorias en la
sociedad patriótica de la Isla de San Fernando, donde
los más furiosos demagogos, que á ella concurrian, aho-
gaban entre frenéticos aplausos sus peroratas tribunicias
en defensa de la soberania del pueblo y contra el despo-
tismo de los reyes.


Trasladándose poco despues á la córte, no tardó en
dejar oir su voz en la famosa sociedad de la Fontct1w de
Om, desde cuya tribuna lanzaba terribles arengas contra




276 ALeALA GAL1A¡I;O.


el gobierno, y proclamaba las doctrinas más democráti-
cas, los principios más desorganizadores.


Elocuente y apasionado, dech:.mador y agresivo,
como conviene á un tribuno del pueblo, dirigia á su pla-
cer la imaginarion de su exaltado auditorio que enlo-
quecia á los mágicos nombres de patria; y libertad, de
Franquicias y derechos, de soberanía y de independen-
cia, pronunciados por el jóven orador, entre imágenes
deslumbradoras, entre raudales de esa elocuencia popu-
lar que irrita los sentimientos y enardece los corazones,
sojuzgando la razon y ofuscando la inteligencia.


Desde el primer dia en que Galiana apareció en la
tribuna de la sociedad, no hubo ya quien se atreviese á.
disputarle el triunfo. Ni el poeta GO'1'osti%Ct, ni COl'ta-
bm'1'ía, ni Adan, ni otros oradores de club, que eran
antes de su llegada los ídolo.o; de los demagogos, podian
igualarse al jóven trihuno, porque nadie entonces ni
despues ha poseido como él más dotes reunidas de ver-
dadero orador; pocos han poseido ni poseen un acento
más simpático, una memoria más prodigiosa, una ima-
ginacion más lozana, un ingenio más agudo, y sobre
todo más facilidad en el decir, más propiedad de locu-
cion, más arte en las modulaciones, más naturalidad en
los ademanes.


Pero las sociedades patl'iótieas no eran ciertamente
el teatru mús ú propósito pam los triunfos oratorios de
Alcalá Galiano. Sus brillantes cualidades debian desple-
garse en un campo más ancho, y las córtes de 1822
abrieron sus puertas al popular orador que, merced á la
mágica influencia ele su palabra, colocose desde el pri-
mer día al frente del partido exaltado.


No es nuestro ánimo, ni es tampoco el objeto de esta
obra, escribir la historia política de este personaje, sino




ALCAL..\ GAUANO. 277


delinear su retrato ele orador parlamentario~ con los to-
ques políticos que sean convenientes para su mayor se-
meJanza.


Continuos y seiíaLulos triunfos alcanzó Galiana en
aquellas córtes, últimas de la. segunda época constitu-
cional. Sus violentos discursos, sus re,,-olucionarias pro-
posiciones contribuyeron, y no poco, á precipitar la cai-
da del gobierno repres~ntativo. Revoluciomlrio de em-
puje, partidario resuelto, político de accion, á su inicia-
tiva se debieron las medidas más arbitrarias, las resolu-
ciones más peligrosas y atrevidas. Cada diséurso de Ga-
liana, en aquellas córtt)s, era una ovacion; cada frase,
un aplauso; cada ademan, cada gesto, un triunfo_


Acaso niagun orador de nuestros parlamentos lo ha.
conseguido mayor que el que alcanzó Galictna al pro-
nunciar su famosa catilina.ria contra las potencias es-
tranj 3ras en la célebre cuestion (le las Notas. Los dipu··
tados lo ahogaba.n con sus abrazos al finalizar su a1't'0-
gante pel'oracion; las galerías lo vitoreaban entre el más
frenético entusiasmo; y las masas, al salir del congres(J,
lo llevaron en hombros hasta su casa, como al sal vadO!'
de la patria, como al más valiente defensor de las liber-
tades populares.


Acompañado de tradicionales recuerdos, precedido
de su inmensa (ama de oraelor pal'lamenéario, presentóse
Galiana en el Estamento de procuradores de 1834, y si
bien sus cualidades oratorias justificaban su antigua
fama, su lenguaje era más circunspecto, y sus ideas, si
bien liberales, no tenían ya el colorido tribunicio y de-
magóg'ico de 1823.


No pasó mucho tiempo sin q'lC la opinion y los par-
tidos notasen en Alcalá Galútno Ulla marcada trasfor-
macion, calificada por unos de apostasía, justificada por




278 ALCALÁ GALIAi'lO.
otros con las enseñanzas del tiempo y las lecciones de la
desgracia. Realmente, la mudanza de Alcalá Galiano en
1835 era dpmasiado radical. Su espíritu, sus ideas, y por
consiguiente su lenguaje, habíanse modificac1o en tal es-
tremo, que la murmuracion podia cebarse en el con apa-
riencias de justicia. Una consideracion, sin emlxi.rgo,
debieron tener presente sus encarnizac10s detractores,
antes de atribuir á aquel cambio político el móvil c1e la
ambicion y del egoísmo.


Falto do todo eálcu]o y de toda pl'evísíon debía &UPO-
nerse al famoso tribuno de la Prmtann de Oro, al pre-
tenuer fundar su llamltua apostasía en el deseo de medro
personal, en la impaciencia por alcanzar el poder y la
fortuna. ¿No comprendian los enemigos de Alcalá Ga-
liano, como comprendia él, como comprende el menos
avisado, que al principio de una revolucion consiguen
siempre el poder los m~ls revolucionarios? ¿Ko es ley
constante en los cambios polÍticos de las naciones que se
encumbren á la mayor altura los que personifican sus
nuevas aspiraciones, los que simbolizan el nuevo órden
de cosas que se intenta establecer? ¿Negará nadie que si
Alcalá Galict]w hubiese permanecido en su puesto de
liberal exaltado habria sido ministro en 18:36 y en otras
upocas parecidas, 'como lo fueron Calatrava, Lopez y
otros hombres importantes del bando progresista? Lo
cierto ello es que Alcalá Galiano al convertirse en
moderado perdió algo ue su antigua elocuencia; porque
así como hay oradores que por su caráctcr, por su in s-
truccion y por sus tenucncias son mús á propósito para
brillar como ministeriales, existen otros quc por las mis-
lilas causas lucen doblemente sus dotes oratorias desde
el banco de los oposicionistas.


Martine:z de la Rosa, hacicndo la oposicion, CJIl Jifi-




ALCALÁ GALlANO. 279


cultad hubiera podido arrancar un aplauso, como Alcalá
Galiana, defendiendo al ministerio, apenas podría, á pe-
s~r de su gran talento, de su poderosa palabra, entusias-
mar á los espectadores de la tribuna.


Indudablemente Alcalá Galiano es el mejor de nues-
tros oradores oposicionistas. Agresivo en el ataque, con-
tundente en la réplica, desarma á su contrario en el pri-
mer descuido, y vuelve á acometerle y á estrecharle sin
darle tiempo á bajarsp para recoger el arma y defender-
se. A veces grave y patético, á veces festivo y sarcás-
tico, ora arrastra al convencimiento y conmueve, ora
hace asomar la risa á los labios de sus oyentes, con grave
mal para su contrario.


En las polémicas personales punza sin insultar, y ri-
diculiza sin hacer uso de frases bajas ni de imágenes
groseras.


Contrarío terrible, pero no rencoroso, no retrocede
hasta ver en tierra á su enemigo, y en vez de rematarle
con la puñalada de gl'acia, arroja sobre el moribundo el
manto de su majestuosa elocuencia, para ocultarle á las
despreciativas miradas del vulgo mal intencionado.


Dotado de un clarísimo talento, de una imaginacion
viva y amena, de una erudicion variada y profunda, de
una facilidad de espresion admirable y de una pronun-
ciacion perfecta, no podia menos de ser Galiana uno de
nuestros primeros oradores. Su estilo correcto siempre,
sencillo y llano más que levantado y hueco, produce gran
efecto en el auditorio, no por las ideas que encierran,
sino por la manera musical y artística con que resuenan
las palabras.


Hay tal artificio en su pl'onunciacion, tal claro oscu-
ro en su acento, tal mecanismo e~ su lenguaje, que no
se sabe qué vale más, si lo que dice ó la manera cómo




280 DISCURSO CONTRA
dice. Su lengua vale tanto como su imaginacion, sus
labios seducen más que su talento.


Hemos dicho que Alcalá Galiana por las cualidades
de su oratoria, por la viveza de su espíritu, por la espre-
sion de sus ademanes, por la lozanía de su imaginacion,
es un orador de oposicion, un tribuno del pueblo, un
agitador de las masas. Por eso sin duda sus diseursos
más notables en los últimos años ele su carrera parla-
mentaria, son más bien el fruto de la observacion, de la
esperiencia y del talento, que el destello de una imagi-
nacíon atrevida, de un espiritu fogoso, de un alma ar-
diente y apasionada.


Para juzgar á Galiana como orador de parlamento,
hay que examinar sus arengas tribunichs de 1823, en
que, como Dant(lll, con quien tenil:l_ entonces por su ora-
toria y su posicion en la asamblea algunos puntos de se-
mejanza, imponia su voluntad y su opinion al pueblo, y
empujaba con su irresistible acento y con sus osadas pro-
posiciones á la revolucion espailola hasta estrellarla, como
se estrelló la francesa, en el muro de sus propios escesos.


Mucho se parecía Galiana al convencional francés,
cuando aprobando la suspension de garantías constitu-
cionales y abogando calurosamente por el régimen del
terror en las córtes estraordinarias de 1822, esclamaba:
• Yo diré lo que decia siempre aquel elocuente romano
al concluir sus discursos: Delenda est CaJ'tltago. Sí, se-
ilores; destruyamos á nuestros enemigos, y no perdone-
mos medio para cortar la eabeza á la víbora que quiera
selllbrar la muerte entre nosotrüs.))


Más se asemejaba todavía á Dantan cuando en la ma-
llrugada del 12 de junio de 1823, con espanto de los dipu-
tados y sorpresa del público, pedia y lograba en las córtes
(le Sevilla el destronamiento temporal de Fernando VII.




LA l:'\TERVE:'iClON ESTRAiíJERA El'i 1823. 281
Concluiremos esta biografía diciendo que D. Antonio


Alcalá Galiano es el primero de rJuestl'os oradores par-
lamentarios, y que si no puede pasar por el dios de la
elocuencia, nadie negará que ha sido en nuestro pais el
rey de la palab1'a.


Discurso contra la intervencion estranjera en 1823.


«Señores: cuando ayer al concluirse la sesion, juntamente con mi
digno amigo y compañero Sr. Argüelles, tu ve la honra de proponer
á las córtes que alargasen cuanto posible fuese los debates sobre esta
materia, no perdí de vista el importante principio de que conviene que
los contrarios á la máxima que la comision asienta como base de su
dictámen, y sujeta á la deliberacion de las córtes, la impugnasen tan
completamente que diesen á su~ opositores márgen para rebatir sus
argumentos, y alcanzar aquella victoria que deben conseguir, no por
sus cortas luces y eseasos conocimientoil, sino en gracia de la justi-
cia y nobleza de la causa que defienden. Cuantas impugnaciones se
han hecho ha¡Sta ahora al dictámen de la comision en los dos discur-
sos de los señores preopinantes (los Sres. Soria y Flores Calderon),
mas se han dirigido á eOlToborar el principio en que la comision se
apoya, que no á atacarle, y lejos de ser opuestas al noble afecto de
independencia y de gloría que movió á la comision, han sido por el
contrario efusiones del mismo afecto y deseos de que se espusiese más
y más la perfidia de nuestros enemigos, y lo acertado de la conducta
del gobierno y de la representacion nacional en el discurso de las úl-
timas negociaciones. Y parecia seguramente imposible, señores, que
el dictámen que la comision ha presentado sufriese otra clase de im-
pugnacíon; porque ¿qué otra cosa es si no un resultado forzoso, im-
prescindible, de las famosas sesiones de 9 y 11 de enero? pespues de
aquellas sesiones memorables; dcspues de la unanimidad que reinó al
votar un mensaje que no espresaba más que estos mismos principios;
despues de las felicitaciones de toda la nacíon, parecia seguramente
,dificil que todavía la cuestion misma volviese ú ser agitada de nuevo,
y su principio encontrase oposicion.




282 DISCURSO COiiTRA
»~o se crea por esto que trato en manera alguna ni de privar la


libertad, ni de hacer odiosos á los que tratan de illlpugnar el dictá-
men que discutimos; el corazon humano está sujeto {t mil mudanzas;
¿y quién sabe si los dias que han trascurrido, la fuerza de los aconte-
cimientos, razones nuevas que se hayanofreciLlo han padilla pradur:ir
una variacion notable y de buena fé en el ánimo de muchos espaüoles,
que hoy desaprueba~ lo que anteriormente aprolJaron? Yo respetaré,
pues, las causas, y trataré de los efectos. Nada ha ocurrido rlesde los
dias mencionados que varíe nuestra situaeion, á no ser qne habiendo
sentado entonces doctrinas incontestables, al llegar á su aplicacion
nos retraig'amos asustados de las consecuencias, y estemos en oposi-
cion con nosotros mismos y con nuestros sagrados juramentos, de qne
naLla ha podido relevarnos, los cuales invoco en este momento, por-
que los representantes de una naden religiosa no pueden dcscnten-
d erse de sn fnerza.


llPero como desde entonces acá se han multiplicaLlo los argumen-
tos contra aquellas resoluciones; como la seduccion ha ~mpleado to-
das sus armas; como una mulLitud de papeles, que no calificaré,
porque no me toca, ha tachado de imprudentes determinaciones re-
putadas entonces heróicas; como los sucesos de una invasion que
debió preverse han traido muchos y graves perjuicios, en el día la
cuestion parece que se presenta bajo un nuevo aspecto. Sin embargo,
tan lejos estoy yo de creer que los argumentos contra la conducta del
gobierno hayan debilitado los que hacemos los defensores del dictá-
men de la comision, que al contrario, cl concurso mismo de impug-
naciones que snfrimos en ese clamor popular, que yo miraré como
ficticio, es donde haEo yo los principales argumentos para afirmarme
en mis opiniones y para sostener que son puros, y que ahora más
que nunca aparece clara su justicia.


Los argumentos á que aludo aun no han penetrado hasta el sagra-
do de este recinto, ni se han oido en haca de los señores que han
hablado en contra de lo que propone la comision. Agradable seria ~t
esta verlos presentados; y yo annque el menos ilustrado de sus indi-
viduos, me comprometo (y no parezca á las córtes presuneion) á rc-
batirlos, y conteaigo el empeño de reducirlos á polvo. Pero no ha-
biendo oido hasta ahora impugnacion ninguna de esta naturaleza,




LA llHERVE:-;CION ESTRA:SJERA EN 1823. 283


preciso es que en mi discurso esplique las razones que han mo\'ido ;i.
la comision á dar este dictámen, y me dirija á refutar los argumentos
quo se han hecho fuera de estas puertas. Si yo lograse probar á las
()órtes que el gobierno de S.M. ha procedillo de un modo digno de la
nacion á cuyo frente se hallaba, «porque la guerra que la España ~e
ve precisada á f;ostone!', etc.» (leyáel orador el dt'ctámen), eraim-
posible de evitar, á no infringíl' sns juramentos. Si consiguiese gra-
ba!' esta idea en 11l ánimo de los señores C\i¡mta(los, y de una gran
¡nrte de mis coneiudaLlanos, sellaria mis labi()s, y estas serian las últi-
mas razones que cspusicra sobre esta materia; y si ellas no bastaren
(como me prometo bastarán) para despertar el patriotismo dc la na-
nion; si fuese tal el desaliento, que el pueblo, no movido por ellas,
tendiese el cuello al yugo de la opresioll, llada nos queJaba que lla-
cero Ciertos de haber seguido la senda de la justicia y del honor, no
debíamos cuidamos de las consecuencias, y si el edificio social, que
nuestm gloria y honor y la debida atencion al bien de la patria nos
mandaba;} sostener, so Jesplomase sobre nuestras cabezas, t'rnpavi-
dum ferient 'I'uínw. (Jplausos.)


nEI primer objeto que se prcsenta tl la eonsideracion del que
atentamente examinare la materia quc da márgen ú la discusion ac-
tual, Jebe ser si realmente pudo el gobierno eyitar la guerra; de ahí
debe pasar á. examinar una euestion no menos impol'lante, á. saber:
si debiú negociar, y como consecucn0ia forzosa de la resolucion de
estos problemas, si una negociacion no hubiera producido males ma-
yores que los qne deben resultar de la resistencia y de la guerra: y
si la nacion no hubiera tenido peor suerte negocianJo que sujetándo-
se á los males que debe producir la invasion, resultado (segun supo-
nen, y yü no concedo) de la resistencia. La rcsolucion que se diere á
estas cuestiones calificará la justicia y cOllveniencia de la l'esolucion
que la comision desea ver adoptada por las cúrtes.


»Corre muy válida la opinion, seflol'es, de (jne tanto eí gobierno
por su ligereza é imprcvision, cuanto el Gongl'cso por un movimíento
noble, pero imprudente, desaprovecharon una ocasion oportuna para
negociar, ú ya haciendo modificaciones de leve importancia en la
constitllcion, ya cediendo Ull tanto del org'ulIo nacional, y cvitar la
guerra corno otros gobiernos deseaban por su parle. Yo creo qlW




284 DISCURSO CONTRA
quien hubiere fOl'mado tal opinion desconoce la situacíon en que se
hallaba la Europa desue que empezaron las terribles revoluciones que
en los últimos siglos han causado tras tomos espantosos, y que 110
terminarán por ahora, sino que habrán de durar muchos años, hasta
que se fije la suerte de los pueblos sobre bases conformes al estallo
actual de la sociedad ;curopea. No bien los filósofos del siglo XVIII
hubieron aplicado (como tuve la honra de decir al congreso en otra
ocasion) la metafísica á la politica; 110 bien sus opiniones, teóricas
hasta cierto punto, se vbron puestas en práctica en los Estados-Lni-
dos, cuando empezó á tlotarse el movimiento que produjo el gran rc-
sultado M la revolueion de Francia. Inútil es recordar á los que me
escuchan la agitacion que se m:l.l1ifestó en todos los gabinetes de Eu-
ropa, y su casi unánime declaracion contra los principios adoptados
por la Francia, De ahí se siguió la invasion de aquel pais y la derrota
de los invasores.


llLa revolucion siguió su curso más ó menos beneficioso, más Ó
menos violento, hasta que logró asegurar la independencia del ¡mc-
blo francés, ¡Así hubiera tambien fijado su libertad! ¡Así un hombre
nacido de la l'evolucion misma, inventando una especie nueva de des-
potismo rodeado de gloria, no se la hubiera arrebatado! !\fas las
ideas de conquista deslumbraron al pueblo á cuyo frente se bailaba
aquel caudillo: es'3 pueblo, idólatra poco antes ele la libertad, la trocó
por los lau/'eles de su victoria; defensor de su independencia, atentó
á la de otras naciones. Pero atentando contra clla, despertó y avivó
en Europa el amor de esa independencia; y la libertad, su compañera
inseparable, ó como dijo ayer con sumo acierto mi digno amigo el
Sr. Argüelles, una con ella misma, empezó á sel' deseada é invocada
por los pueblos. Entonces se formó esa liga dogmática generalmente
convocada con el nombre de santa alianza, destinada en apariencia á
conservar la paz general, y en realidad á sofocar las ideas liberales
donde quiera que apal'eciesen; lo cual, si no ha conseguido, mas ha
sido pOI' falta de su poder que de su libertad, pues no eran sus fuer-
zas, aunque grandes, bastantes á tamaiía empresa.


nDos princípios dividieron la Europa al modo de dos ejércitos que
están al frente uno de otro, y no empiezan la pelea porque respetan
recíprocamente sus fuerzas. Dos principios que estahan en guerra, y




LA l:'iTE!WEIiC¡O;'\ EStRANJERA E:'i 1823. 285
que tarde ó temprano habian de chocar porque no pueden existir
juntamente, y debe caer uno Ú Otl'O; uno el principio de la soberania
nacional, de donde nace la dicha de los pueblos y la estabilidad de los
tronos: el otro el principio del despotismo, que solo trae la miseria y
la inseguridad hasta para el déspota mismo que tanto se ensoberbece
con su poder. Estos principios empezaron á luchar cnando la naCÍon
francesa en 181a, por un movimiento todavía no bien definido ni
juzgado, llamó á gobernarla á ~apoleon, no al conquistador insacia-
ble, sino al hombre elevaLlo al trono por la voluntad del pueblo, al
qne santificaba con un hecho el dogma de la soberanía nacional. Des-
de entonces formaron los déspotas su coalicion, y cayeron con todo
su poder sobre la Francia, pretendiendo apagar el incendio que sabian
iba Ú <.:onsumil' á la Europa entera.


nEntre tanto, y mientras trataban de sofocar esta llama en el pais
el! que creiaa haber más combustible, despreciaron á la miserable
España, dejándola entregada al despotismo de que la creian digna;
pero como no habian calcularlo con el aliento de los españoles, hé
aqul que micntl'íl s ellos estaban encomiando el sistema de gobierno
establecido entre nosotros, y que miraban como el modelo de la mo-
narquía, cn! 820 esa fábrica del despotismo se vino aJJajo. ¿Y cómo
se vino? De un soplo. Desde entonces la guerra rstaha declarada de
henho en~re 103 soberanos de Europa y la nacion española. La imila-
cion de nuestra conducta hecha por Nápoles y el Piarnonte fué un pre-
testo pr..ra empezar la 'ejecucion de ~us planes; pero la declaracion
del modo de pensar de 1(1. Rusi(1. respecto de la constitucion de 1812,
la llamada á las armas hecha por aqnel gabinete sin ser (~orrespondi­
do por otro alguno, era anterior á los sucesos de l\'ápoJes, era hija
solamente del deseo de sostencr ú toda costa el principio del despo-
tismo que entre los gobiernos absolutos se llama principio monárqui-
co. y no se crea que es solamente el deseo de dogmatizar ó una pe-
dantería filosófica la que nos lleva á sostener ese sistema. Yo comparo
ú los gobiernos de ahora con respecto á los principios monárquicos y
populares con los gobiernos del siglo XVI, cuando empezaron las
contiendas religiosas, peleando parte pOI' opinion, parte por inte-
reses; y sin sabel' los hombres cuál motivo preponderaba en su cora-
wn, se encubría de hipoeresía con la m{¡srara (lel fanatismo, ya por




286 f\ISCURSO CONTRA
el contrario bajaba el fanatismo á disfrazarse de hipocresía. Los mo-
narcas mismos que tanto pl'Oclarnaban ese principio monárquico, se
alegrarian de vet'le destruido en algunos paises por más que lo disi-
mulen con protestas, cuya fil.lsedad es notoria á los mísmos que con
ellas aparentan quedar satisfechos.


))Pero sea de esto lo que quiera, lo cierto es que la guerra contra
España estaha resuelta de antemano, y no podia acabarse sin la des-
truccion del principio, que es el fnnoamento de nuestro pacto sodal.
Así es que tan luego como la Francia viú qne podia tener un portillo
por donde entrar á destruir nuestras instituciones, form(¡ un ejército
contra nosotros. Creería absolutamente inútil probar en este recinto,
donde ya se ha probado de antemano, que el llamado cOl'don sanita-
1'10 no fué más que un ejército enemigo falto de fuerzas para verificar
la ínvasion; pero contínuamente ocupado en favorecer á las partidas
de reheldes que aspiraban {tIa destruccion absoluta del sistema, y res-
tablecimiento del despotismo civil y religioso. Los papeles franceses
ministeriales, como eran casi todos en Fmncia durante los años
de 1820 y 1821 cuando existia la pl'évia censura, ¿no desig'naban á
España como un pais destinado á la proscripcion, donde era necesario
que interviniesen los demás gobiernos de Europa? ¿Hay quien ignore
que esta era la conversacion diaria de esos célebres salones de París,
que tanto influyen en la política europea, y que era propagada entre
los individuos que componían el cardan sanitario, que hablaban de la
imasion como de una cosa que no podia menos de tener efecto? Lue·
go la guerra estaba determinada por el gobierno francés; luego lo
que quería era la destl'llccioll completa del sistema constitucional. Y
así es, señores, que, á pesar de toda esa apariencia de negociaciones
que á tantos deslumbra, vemos que el ministerio francés siempre ha
llevado la guerra pOI' objeto. Los sucesos del j de julio movíeron á
algunos diputados en las cámaras de Francia á pedir una esplicéJcion
sobre el objeto del cordon sanitario. ¿Y qué dijeron lo ministros? Ver-
dad es que todavía no se trató de romper con nosotros; ¿pero no su-
puso el Sr. Montmorency 11 necesidad de que el ejército volase al
auxilio de la familia de Barban que suponia en peligro? L'1 proteccion
dispensada á la llamada regencia de Ergel, el permiso para levanta!'
en Francia nn prt,qtamo ú su rayo!', la mudanza dpl nomhre del ejér-




LA INTERVE:\CION ESTRANJEnA EN 1823. 281
cito francés, no manifestaban más que un progreso constante seguido
por el gobierno francés, que nada desaprovechaba para adelantar en
su proyecto de invasion . ¿Y {t qué se encaminaba esta? A establecer
en Espaüa el despotismo, á sostenrr el principio que llaman monár-
quico. No em su olJjcto el q1le el rey tuviese mayor ú menor libertad;
no era que el Consejo de Estado, que ningun afecto puede merecerle,
gozase de mayor ó menor consideracion; no era ninguna de estas
causas; era el principio que estaba gralJado en aquelia l{tpida, y que
ser<'t eterno mientras los e,~'paüoles conozcan sus intereses; que la so-
beranía reside en el pueblo, que este debe hacerse sus leyes funda~
mentales y no recibirlas como concesion de un déspota. Perdónenme
las cÚl'les esta espresion, y no crean que mi labio puede ofender al
actual monar(ja de España; Ite querido pintarle tal como seria si vol-
viese <'t la plenitud del poder L{ue los estranjcros quieren concederle.
(Aplausos.)


))Hé ahí, señorlOs, el objeto ~t que constantemente se han encami-
nado las lleg'ociaciones tic Yerona, á que tan impropiamente se da
este no:nhre. ¿A qué se redujeron? ¿Qué vemos en ladas ellas, con-
sultando esus papeles célebres presentados al congreso británico, y á
los cuales me será permitido recurrir como documento bastante au-
téntico, aunque para la comision, no ele oficio? ¿ Qué consta de todos?
lJ na protesta cuya sinceridad no quiero calificar; de que no se ereia al
principio que aquel congreso célebre se ocupase en las cosas de Es-
paüa. Volvamos la vista al mes de octubre último; recordemos la si-
[nacion dc España respecto ¡j, Fnmcia; la ansiedad con que todos mi-
rábamos la reunion de Verona, y convendremos en que no hay un
solo hombre de buena fé que en el momento que se anunció no cre-
yese que era España su principal, sino su único objeto. Pero demos
crédito <'t los ilustres negociadores que sostienen lo contrarío; corra-
mos sobre nuestra vista un \'elo, y encontraremos que, no tratándose
en Verona de los negocíos de EspaLia por tres cuestiones útiles é hi-
potéticas presentadas por el ministro de relaciones esteriores de Fran-
cia, que representaba en el congreso á la potencia de cuyo gobierno
hacia parte, aparece de repente una determinacíon de rompimiento
con España. Pues qué ¡ esas tres cuestiones hipotéticas, ¿hicieron en
IIn momento abrazar una l'csolucion de tal tamaño? Tres cuestiones




288 I.JISCUltW eOHIlA
que bien examinadas casi carecen de sentido, ¿pudieron producir en
un instante la resolucion de una invasion? ¡Ah! No, señores, que es-
taba determinada de antemano; ¿y con qué objeto? Si atendemos á los
altos potentados que tuvieron pal'te en el congreso de Verona (y me
aparLo de la Fl'ancia que se dice constitucional), ¿qué modificaciones,
qué clase de libertad, por restringida y por incompleta que fuese, po-
díamos espeml' de ellos? Los pal·tidores de la Polonia, los despojado·
res de Sajonia, los destructores de la libertad é indepellllencia de Gé-
nova, los comprimidore3 de toda idea liberal y generosa, los que han
intentado repartirse la Europa, los que no han sabido mas que besar
la planta del déspota más poderoso, é imitarle despues con menos
valor, aunque con menor éxito, ¿de esos se esperaba la carta de Juan
sin Tierra, el bill of l'ig!tt del parlamento inglés? i Ah! no, seño-
res. ¿Cómo es posible que ni uno solo pueda creerlo? ¿Cabe en un
buen entemlímiento esperar libel'tad de los que no solo no la tienen,
pero ni siquiem la conocen? Pues esos eran los que influian en las de-
terminaciones de la Francia; esas las potencias cuyo influjo, aunado
con el influjo aristocrático fl'ancés, estaban decidiendo el arrancar á
España su libertad. El resultado, sin embargo, del cC'ngreso de Ve-
rona no fué una declal'ücion de guerra, fué una cosa más absurda
y más ridícula de que la nacion ha hecho justicia; pero que pOI' una
ceguedad ó trastorno de ideas inconcebibles, si bien fué calificado en
enero como un pecado absurdo, ahora es mil'üdo como una basa de
negociaciones.


))1\0 quiero reconlar, señores, los efeclos que produjeron las no-
tas en nosotros; solo preguntaré: ¿qué contenian? ¿Dónde se presen-
taba en ellas una basa de negociacion? ¿Lo eran las inculpaciones he-
chas á los soldados del ejército de la Isla, al gobi0rno y al congreso
nacional? ¿Lo eran las ragas y absurdas imputaciones hechas á la
constitucion? ¿Lo era la crítica de las operaciones riel ministerio? ¿Lo
era el pretc:1dido celo por la Iglesia? ¿Pedian nada en ellas? No; bus-
caban lo que em preciso que resultase; un resentimiento de nuestra
parte proporcionado á la gmndeza del insulto. Sí, señores; si elob-
jeto de aquellos eslraños papeles no fué otro que hacer dar al go-
bierno español y á las córtes una cOlllestacion vigorosa y alentada, lo
consiguieron; y si den veces lo repitiesen, eíen veces 10 conseguirían;




LA ¡:'íTERVE:iCION ESTRANJEHA EN 1823. 289
Y mientras hubiese fuerza en mis labios, mientras mi VOZ pudiese te-
ner alg11n intlujo en mis compañeros, yo les exhortaria á que siempre
diesen igual respuesta. (Aplausos.)


))Produjel'on este ereeto, y era imposible que produjesen otro; y
de ahí se empezó á organizar con la retirada de los diplomáticos es-
I.ranjeros la g'uerra que ahora tenemos sobre nuestra desgraciarla
patria, Entonces, señores, es cuando ya se presentó un asomo, ulla
yislumbre de negociaciones, de esa negociacíon que ha seducido á
algunos incautos que la suponen clara y terminante; con cuánta equi-
yocaeion, harlo demostrado está por la comision en el preámbulo de su
¡\ietámen; harto lo estuvo ayer por el Sr. Arg'üelles, y hoy por mí lo
estará de nueyo. Dícese que una potencia que hasta ahora habia eom·
hatido siempre por la libertad de Europa y por la independencia
de los puehlos; una poteneia que eonoce por la pl'áetica las ventajas
que resultan tIe nnfi constitucion libre; una potencia, cuyo interés es
conservar los principios de la libertad en todas partes, porque puede
verse atacada en ellos por esos mismos ambieiosos qne queriendo
aparecer eelosos ele un dogma, lo serán solo de sus propios intereses,
interpuso su poderoso inDujo para que se suspendiese la guerra; y
aqu[ se nos inculpa cabalmente poI' no habor aprovechado esta oca-
sion favorable para conseguir buenas condiciones. Pero es menester
estar absolutamente 01 viciado de todos los principios diplomáticos; es
menester no tener conocimionto ninguno de lo que son neg'ociacio-
lles, para asegurar que existe alguna en todo 01 contexto de los pa-
pelos prcscntados al parlamento inglés. En cuantos ha examinado la
comisivn, solo una vez se oye hablar de mBdiacion. ¿Y para qné?
Para ser desechada por el gobierno francés. Se me dirá que si no '13.
habido mediaciol1, ha habido buenos oficios por parte de la Inglater-
ra, ¡Ah, señores! ¡Qué poco conooe las arterías de los gohiernos el que
desprecia las f61'mulas cn que descansan las nAgociaciones! ¿Qué sc-
g'uridad presentaban aquellos buenos oficios al gobierno español?
¿Cómo debia fiarse, no digo yo de un gobierno como el de Francia,
que al paso que tenia un ejél'l:ito amenazador, protestaba que solo la
maledicencia podia tIarle este nombre, no digo yo de ese gobierno
rnaquia vélico, sino de cualquiera otro m(LS puro y más sincero que
fnesp'i Pues qnt', l,no se Yeia en el hecho mismo de no admitir nin-


Ifi




290 DISCURSO CONTRA
gllna mediacion, un deseo de evadir la cucstion? Pues hé ah! lo q lIe
PI g'obierno francés ha hecho; sin admitíl' la mediaciOll de la Ingla-
[¡'ITa, ha sentado proposiciones vagas. ¡,Pam qné? Para dividir la
opinion en España; para fOl'tiOcar su ejército; para haCe!' las separa-
I~iones do oficiales que creía convenientes, y, en fin, para preparar la
ilwasioll ahora efectuada.


}) ~Iíentras por S[ pl'eparaba estos mcdios, hemos visto en España
folletos incendiarios caminando bajo distintas banderas; pero idénticos
lodos en su fundamento; hemos yisto la monstruosa reunion de hom-
bres que siempre habian e~tado separados para atacar al gobierno y
;'t las córtes mismas; hemos visto formarse un tercer partido, que pa-
1'1;1:0 va cobrando una estension poco proporcionada á la debilidad de
sus eirnientos. Los bu ellOS oficios de la Inglatena solo han servido,
pIWS, para uar á la Fl'an()ia el tiempo necesario para preparar mejor
la im'asÍon por lIleLlio tic las artes más "iles. Aquí, señores, repetiré
yo la protesta que hizo ayer el Sr. Argüelles: tampoco se crea que
yo hablo ahora el! nombre de la comision; cargo gustoso con la res-
ponsabilidad que me toca, y digo que no puedo menos de estrañal'
que aquAI gobierno, ('uyos buenos oficios se interpusieron, haya cor-
respomlido tan poco á la fama de su sagacidad, ó se haya oIYidado
tanto de sus intere~8s, que haya dado pasos tan débiles para impedir
una gllcrra que !la le cÜllviene, pudiendo hacerlo, no por el medio de
tomar parte en la gllelTa, sino por una declaracíon solemne que hu-
biera aterrado al g'obierno frall,?és, sin acudir á las discusiones famo-
sas que últimamente han tenido lugar en el parlamento británico: me
atrevo á repetir que aquel gobiemo no ha. dado todos los pasos nece-
c:arios para impedir la invasÍon de Espafla. ~o le culpo pOI' eso; digo,
como a ye l' nllo de los señores preopinantes, qne cada gobierno es el
mejor juez de ~llS propios intereses: quizás el gobierno de la Gl'an-
Bretaiía se va abriendo un precipicio ..... dicho sea esto de paso, para
qne se vea fllle estamos enterados de los pormenores de esta cuestion;
pero corramos un velo sobre ella, no se crea que por medio de aeri-
mi naciones tratamos de escitar una eonmiseracion que no necesita-
mos. (A plausos.)


»No es á ella á lo que se ha de deber la salvacion de la patria;
~erá, si, al eonvencimiento qne tengan los gabinetes de que sus inte-




I.A INTERVENCION ESTRANJERA EN 1823. 291
reses son los del mundo civilizado; y si los olvidan, será más grande
nuestro peligro, pero será más glori6sa la victoria si triunfamos; y
si caemos, caeremos con gloria; con nuestra ruina se abrirá una sima
en que habrán de ser precipitadas todas las naciones que blasonan de
libertad. No se crea que son estas declamaciones vagas, no. ¡Ay de
todo pensamiento grande 1 i Ay de todo afecto noble si una vez llega á
apagarse la llama que brilla en nuestro suelo, y que indica como Ull
fanal el puerto á donde han de hallar abrigo la seguridad de los tro-
llaS y la felicidad de las naciones!


nVísto, pues, que no hubo un gobierno que diese semejantes pasos
llirigidos á impedir que la guerra tuviese lugar, ¿cómo, ó por dónde,
se puede decir que había de entablarse esa negociacion? ¿Se encuen-
tran acaso sus pasos en un famoso Jlemorandum que es ya demasiado
público? Yo me abstendré de hacer ninguna reflexion sobre él; por-
que cualquiera que hiciese deshonraria mis labios. ¿Qué contenia ese
iJlemorandllm, que ni siquiera llegó á ser presentado á nuestro mi-
nisterio? ¿ Y qué contenia, repito? ¿Acaso alguna proposicion clara
de algun ministro francés? No. Opiniones de una persona respetable,
sí, áEspaña; pero al cabo estranjera: opiniones fundadas en conversa-
ciones con ministros franceses. Pero esas conversaciones, ¿eran segu-
ridades de que seria respetada la independencia de España «si se pees-
tase á ciertas condescendencias?» ¿No apareció por entonces el dis-
curso del rey de Francia, que las desmentia completamente?


nSe me dirá que este discurso rué interpretado por el gobierno
francés; pero ¿cómo lo fné? En secreto. Hé ahi la astucia, el artificio
demasiado vulgar, demasiado ratero, ele que aquel gobierno se ha va·
lido, y me admira que haya podido darle valor ninguno. El gobierno
francf~s sigue una condncta sostenida en sus papeles; declara el abso-
lutismo como prineipio dominante, porque absolutismo llamo yo á la
baja pl'omesa de que pudiéramos esperar algunas concesiones del mo-
naeca, promesa que se hace tanto más vaga é incierta, cuanto más
atendemos á los años de nuestra reciente historia. (Aplausos.) Este
absolutismo fué defendido por el gobierno francés como primer prin-
cipio de su conducta, lo rué por sus ministros, lo fué por el discurso del
rey que se interpretaba en secreto. ¿Y por qué se interpretaba? Aqlll
lhmo yo la atencion del congreso; en una conferenoia, que no me





292 D~scunso CONTRA
atreverÁ ú calificar, un ministro Je una potencia estl'anjera, sin-
ticndo la imlignacion quc no podia menos de inspirar el discurso del
r('y cl~'. Francia, insinuó que no sabia cómo entenderle; y esta idea,
aprovechada por la sagacidad del ministro francés, prodnjo el efecto
que este apetecia. Ya no era el rey vuelto á 1i1 plenitud d\~ su podel' lo
que la Fl'alllja proponia; era solo algunas ligeras modificaciones; era
que 103 diputados turiésemos algunas propiedades; en fin,hagatelas
qne daha lástima p:trar la atenl'ion en ollas. Sin C'lllba¡'go, no perda-
mos de vist,,- ¡¡ue aunque hubiesen sillo sincrras estas ofertas, toclavía
ellvolYi¡ltl \ln 11l'incipio peligrosísimo. La rariacion m{lS leve en la cons-
titllcion traeria grandes males, y sobrc tallo la faIt" de nuestros jl1l'a-
mentas; y entonces, ¿qué fuerza quedaba á la nacíon? Si concediése-
mos á los eslranjeros el derecho de emiti!' una opinion qne produjese
efucto en lluustras cosas, ¿quién uos aseguraba que mañana no qui-
siesen varitl!' de nuevo nuestras leyes? ¿Quién que pidiesen despllcs
llna cámara aristocl'(Llica? i, Qllién (I11e no pretendiesen en seguida que
por ulla ley ue clc~;ciones artificiosamente combinaua la cámara po-
¡mIar se redujese á ser una cmanacion de la primera? ¿Quién qne no
atentasen á la lihel'lad de imprenta? ¿Quién, últimamente, que no
aeonsejasell all'ey que retirase la cada qne nos habia concedido y nos
dejase el despotismo sencillo y puro? rIó ahí las conseclleneias que eran
11e temer de cualquiera COIW8Sioll. Por lere~, pues, que fnesen las
que de llosotros se exigian, siempre eran peligrosas; y, ¿qué seri,l
sicl1,lo fcllscLs, siendo soic!mente unas miserables ~1il~gazas? Porc¡ne,
clesengañl'monos, seüores, !lO hay un solo documenlo de otlcio (Iue
presentc tales proposifjo1l8S. Dice MI'. de Cbalcaubl'iancl, que es [lro-
hahle que nuestras concesiones satisfaciesen al gobierno francés; y el
gobierno ing'll's, di' nn modo (':1.~i indiferente, apl'Oveclla esta oca~ioll
para llaeer patente C¡!le seria 1111 delirio por cosas tan leves no impedil'
la guerl'é1, ljlle elebe traer gTallcles males á la causa de la patria. El
gobierno cstl'anjero que haeia estas pl'oposieiones, como no cuidaba
¡lo! punto de nuestro honor, pOtlia muy bien aconsejarnos un saerifi-
CiD doloroso y funesto; poro nosotros no podíamos haberle pregun-
tado: ¿por dónde teneis seguridad de flue concediendo esto la guerra
cesal'ia? ¿Qué promesas solenwes se os han hecho en este punto? Una
~(\lamente habia <¡Uf) illllicaba cl¡;,d debia ser la. comluda del gobierno





LA InER\"E:\GIO:'\ ESTHA:>iJERA EN 182:1. 29;{
fmncés; ¿y cu{l! era esta? La de que la Francia no re~al'ia en sus pre-
parativos de gnerra. lIé allÍ la scgnridarl qne habia; h{\ ahí las venla-
ja:, Illle la l)(itria parEa prometerse ds cedm'; lll' ahí lo que sr cxig'ia
sin rctl'ibllciün alguna, qno la uacion se dcgl'aclase, y h degraLlacioil
jamás ha sido el medio ¡]~ conservar la, imlepenrlcncia ni las libertades
pllblicas.


nNo vco, pues, por más que lo examino, una sola neg'oci<lcion,
no "eo un solo medio por don ele ello. fllese aclmi,iblc. Si cn "cz ele
tener España un congreso, como me complazco en decirlo, aunque
me alcance alguna parte do este honor corno el último rle sus m iem-
bros; si en vez de lener un congreso digno de representar ú la na-
cion, y empapado en 103 intereses nanionales; un gobierno pundono-
roso y un pueblo ccloso de su gloria, !Jubiese tcuiLlo un cougreso co-
Larde, un gOlJiUi':1O degradado, qne Ilubiese querido acccclcl' Ú estas
cOlwesiones viles, y Ull pueblo pronto á someterse al yugo, la infame
condescenLlencia ú las prolJosiciones ele los estralljcros hubiera milll-
c!Jmlo el honor llllcional, y no nos huLiera sal\'l\llo de la ruina, sino
que la hubiera traillo acompañada ele ignominia elerna. La imasion
se hubiera cl'ecluado porque estaba ya determinad::!, porque estaln cn
los inlereses del gobierno frallcés, porque ella sola poelia asegurarle
en la ~illlaeion en que se el1contJ'[\ba. Era, pues, la imasion resul-
lado iucyitable de las eireul1staneias, ¿y no lo ~eria la resistencia'!
¡Ah señores! Para quien conoce lo que es el pocillo español, il1\'asion
y resistenria son sinónimos.


nPl'obado ya, como ú mi entender he probado, CJue el gobiel'l1n
no pudo negociar, y que jamás se le han presentaLlo términos admi-
sibles, veamos si debió negociar; y aquí no crea ninguno ele los qUll
me escuchan, ni la Europa entera, que atenderá á estas cue,~tione:~
importantes, porqtle atll1C]1l8 pobres pig'mcos estamos eleyado~ sobr:'
Illl pedestal inroenw; no crea que somos, como dijo ayel' un seüol'
preopinallte , pedantes dO!jlllatizadol'l's, üuamlo decimos que nn(,3tI'O:~
juramentos nos ligaban, y que nos era imposiblé quebrantarlos sin Ilc-
lito y sin daüo de la patria. :\{) recurriJ'l~ yo tí. rn:'tXimlls Yulgal'cs, aun-
Ijue ciürtrrs; 110 diré que la jusficia C3 la \'erLladera políLica; no di!('
qne la fidelidad al juramento ha sido siempre dislintivo del lJueblo
español, y debe serlo dAI r:OIl:j'rC,O que le representa; me valdré de




294 DISCURSO CO:'iTRA


consideraciones de distinta índole, y probaré que no debimos quebran-
tar nuestras obligaciones, porque el infI'ingirlas, lejos de ahorrar males
á la nacíon, le hubieran causado otros mayores. Acordémonos, seño-
res, de la época en que nuestro gobierno recibió las primeras invita-
ciones de los estranjeros: ¿cuál era entonces la situacioll de España?
Facciones levantadas en las provincias, partidos poderosísimos dentro
de ella misma ..... Bien conozco que estos partidos eran atizados por
el esLranjero; pero al cabo su influjo era poderoso.


llExisLia unaso~pecha infundada, propag'ada qllizá pOI' lo~ misml)~
conspiradores á nuestra ruina, de qne el gobierno eslaba entendiendo
en algnnas reformas; yen este caso, ¿qué tlebia hacer esle gobiernoY
¿Debia examinar la base sobre que esLribaba? Porquc no debemos
perder de vista que en el momento que las córtes, antes de lleg'ar el
término, ysin usa\' delos t!'limites que lamisma constitucionprescl'ibc,
alargasen una mano profana al arca santa de nuestr[¡3 leyes fundamen-
tales, su poder se desmoronaba, y la obediencia que les pl'CSLllSen los
pueblos seria una obediencia de conveniencia, pero no de derecho.
No, no perdamos de vista ese sagrado principio; allí eslá el ara á que
debemos abrazarnos, porque con ella podremos triunfar con gloria;
fuera de ella no tenemos más que percticion.


))8i las c6rtes) pues, hubicscn faItado á sus juramenlos, la guerra
de partidos hubiera empezado: quién hubiera apellidado el despotis-
mo; quién hubiera pedido cámaras; la ,·oz de la república tal vez hu-
biera levantado su cabeza, aclamada por quien menos la apetecia,
para da\' crédito á la falsa opinioll de que habia entre nosotros una
fraccion que la deseaba: en fin, ¿,]uién puede calcular lo que baria
un pueblo abandonado á sí mismo? ALandonar nosotros la cOllstitu-
eion, seria proced8\' lo mismo que un hm¡ue flue cuando la tormenta
le combatiese con más fuerza, arrojase su timan, y quedase hecho
juguete de los vientos y de las olas. No hubo, pues, nillgun medio
honroso que proporcionase seguridad á la patria, siguiendo aIro ca-
mino que el que fué seguido pOI' las córLes y el gobierno; y por una
consecuencia forzosa ninglln otro camino podia habernos puesto en
salvo, ni en ninglln otro podíamos haber encontrado un resultado
linal menos doloroso que el que vamos siguiendo; porque suponga-
mos en hora buena qne la constitncion hubiese sido modilleaLla, ¿cómo




LA INTERVENCION ESTHANJETL\ E:i 1.823. 295


se hacia esta modificacion? Ko puede menos de causarmc risa, al
paso que indignacion, un papel que anteayer oyeron las cúr[e,:, cuyos
argumentos solo merecen su atencion presentados en una forma mas
respetable.


»En e3e papol se presenla UD procurador de la ¡Iatria, y en nom-
bre ele ella nos promete que cesarún las facciones en el punto cn (jue
se modifique la con3titLlcion. Yo voy á considerar esta cuestion corno
político y no como dogmatizador, y aprovecj¡ar(~ la idea riel Sr. Ar-
güelles Je quc no soy apologista de la constitucion, sino su defensor.
Crco y sostengo 111113 en nuestra situacion actual, cualqlJiera mudanza
en ella produciria males gra vísimos á la patria. Y no me arredra el
clamor que fuera del reino se ha levantado contra ella, ni las dispo-
sieiones estraorJinarias á que para defenderla. es forzoso recurrir;
nonozoo qne clIil.lquiera constitllcion qne hubiera sufrido golpes lan
poderoso~, hubiera caido. No los sufrió mayores ni tan fuertes la
cOllstitucion ingles", cuando vino á tierra en tiempo de Cell'los 1, Y
estuvo próxima á desplomarse ett"ticmpo de Cários U y su SLlce~or y
hermano Jacobo H, como hubiera sncerlido á no haber acudido á Sll
"ocorro un liberlarJor con un ejército. Cualquiera sistema de gobier-
no es puesto á embates tan violentos como los que reeihe el nl1e~tro
hubiera caido sin duda.


))Vuel\'O á repeti!' <¡ne ni censllI'o Ili elogio la constitucion, llUO
HO me toca juzgar; más sí defiendo una múxima que forma su base,
y á la cual se hace p!'incipallllente guerra; máxima que yo por mi de-
claro que estoy di~rllesLo ú so~tener, mient.ras l'e;;pire, la máxillla ele
la soberanía popular. Yo creo cn ella uo ~olo una verdarJ innegable,
cuya mayor prueba es qne los mismos que no la quieren reconocer
traen en apoyo de sus pretel1sioues la opinion del lmeblo (¡homemtje
hm'moso rendido por los enemigo" de la liberl[ld á ese principio, al
tiempo mismo que tratan de L1e~[lr;redilarle y proscribirle!), SillO tam-
IJicn un principio fecundo en hermosos resllItaLlos, y lo que es mi'¡~
estraño, mal Cjue les pese ¡'l los que le impugnan, el único, el único,
~í, seüores, que pUCllr dar estabilidad á las constituciones. Llamo la
atendon de mis compañeros y de todos cuantos me escuelJan, no ,"l
las teorías Cjue han sentado los que han escrito sobre el contrato so-
dal, sino á las leceioues que nos da el gran libro ele la historia. ¿,Cu,í-




296 DISCURSO COYfRA
les son las naciones que conservan su constitucion por más tiempo
ilesa, y que la han hecho salir triunfante de los combates de SUS
enemigos por más tiempo? ¿Acaso aquellas cuyas leyes emanan de la
voluntad real? ¿Cuáles son las naciones que se nos presentan con Ull[l
Gonstitucion más duradera? La Inglaterra: ¿y por qué? Porquo sus
varones, con la fuerza de SlIS lanzas, hicieron flrmar la mag'na carta
ti lino de sus monarcas; porque los hijos de aquellos mismos "arones,
cuando IlllO de los reyes posteriores quiso privarles de las libertades
concedidas, le dijeron con firmeza: iYútllmllS teges Ji ¡¡[¡{¡'m Jlllllari;
porque despues en todos tiempos resistieron al porler de los reyes, y
porque despues en tiempo de Cárl03 I supieron resistit· {t aquel im-
prudente rey, aunque con estra\'íos, sí. ..... Pero apartemos la vista
de estos sucesos, teniendo presente cuando hablemos de estos 6stra-
yíos que no deben confundirse con la libertad misma, y acordémonos
que siempre son provocados por los escesos elel despotismo . (Ji ]llG/ESOS.)
Porque cuando lanzado elel tl'ono el último (le los Stuurdos, vinieron
á ocuparle, llamados por el pueblo,..Guillermo y María, tmieron que
aceptar en el biH de derechos la capitulacion cun arreglo ú la clla!
habian de reinar sobre los ingleses.


nCol1sideremos la constituciol1 de otras naciolles. AllÍ se UDS pre-
seuta un pais único que consena en Europa el nOl1ibre de república,
y que para ello algo deberá ciertamente á sus instituciones, cuando
cn medio del torrente de la revolucion fmncesa, qlle ha mudado la faz
de tantos imperios, ha sabido sacar salms sus leyrs y gobierno popu-
lar. Esta es la Suiza; y, ¿á qné debe Sil libertad? A la resistencia y á
la sobel'anía del pueblo.


nVolvamos la vista ú los Estados-Unidos, cuyo país presenta el
bello ideal, por decirlo así, de la~ instituciones humanas, y el vcrlla-
clero camino de la prosperidad y de la gloria. Y i.ú qué deben su po-
der? ¿A qué la estabilidad de Sil conslitncion? A let rcsistencia y ~t la
sobcl'anía nacional. Por el contrario, los paises donde los reycs Ilan
liado cartas ú sus pueblos, aquellos cuya suerte penlle de la varia
voluntad de los déspotas, ¿qué nos presentan? Miseria y degradarioll,
y no solo degradacion, sino inseguridad pam pueblos y tronos, g'U81'-
ras civiles contínuas, ningnna estabilidad; y tocIo esto ¿rOl' qué? Por-
qlle las voluntarIes de los reyes son tan varias y mUllables como sus




LA Híl'ERVEtiCIOX ESTRANJERA Er\ 1823. 297
diversos caract8l'eS y los de su::: ministros y favoritos. Esa misma
carta francesa, Lajo la cual dice la misma Francia que goza de liber-
lilfl completa, y yo así lo creo, porque no me meteré á definir cuál sea
la libertad qne á cada nacion conviene; esa misma carla, ¿.por qué se
"ú amenazada? ¿Por quú atacada á cada paso? Porque emana del po-
(ler real, y por eso cada hora se presentan los ministros del rey
de Francia, díeiellilo: ((Elrcy, ('uyct honrlad suma concedió esta carla
ú, sus súbditos, "iene alwl'il Ú interpretal'h; sentiremos que se crea
CIllO se trata ele alacar los dcrccllOs olorgados por S. M. á sus pue-
blos; pero estad seg'llros ele que en ese caso debeis snponer que el
rey, de quien emanan torlas las leyes, 03 dar¡'l las mejores.


» En eonsecuencia ele esto, h cámara popular se eonviel'le en
aristocracia; la libertad de irnprenta cae, y todas las instituciones
perecen, y de la libortall no queda ni ~ornbra, Porque, ¿qué es la
carta actual de la Francia comparada con la dada por el tey mismo
en 1814? i Ah! i Con que las cartas otorgadas por los reyes en solo 01
corto espacio de algunos años aparecen ya tan desfiguradas que na-
die las conoco, c:uuudo las cartas qnc emanan de la soberanía nacio-
nal por el contrario, lejos de esperimentar semejantes trastornos,
existcn intactas é ile,as, dando enl'idia Ú los demCts pueblos, y mani-
festando tt todos los hombres que los que "iven hajo su imperio go-
zan por largos lUjOS de los preciosos derechos ele la libertad é inde-
pendencia, y ele la seg'llriclad y "entura, hi.ias de la estabilidad de sus
leyes!


»Lllego la sobcranía de la nacíon, ese dogma impugnado ó como
falso, ú corno inútil, ó como pernicioso, aparece no por teorías dis-
putables, sino por el testimonio de la historia, el m~lS conducente
]Jara asegurar la felicidad de los pueblos. Pero si una carta dictada
po\' L111l'ey, en teoría general, no asegnra la estabilidad de las leyes,
así como tampoco la felicidad del pueulo, mucho menos las asegura-
ria en España, en la cnal ¿ClJmO se sostiene esa carta? ¿Cuál era el
partido que tendl'ia en sn apoyo? Yo no din' que haya en España dos
partidos; pero si por un momento conviniera on que los huuicse; ~i
pudiera darse el nomhre .le partido 11 esa rcunian asquerosa y mal
aVfmida de fl'ailes y palaciegos eon gellte seducida pOI' el libertinaje
y el des"o del robo y el saqneo; si la seduecion c!e un pueblo infeliz,




298 DISCURSO COXTRA
que no sabe lo que se quiere, hubiera de considerarse como 111 es-
presion de la voluntad general; y si en fin las bandas de facciosos tlue
infestan algunas provinoias pudiesen entrar en paralelo con el glo-
rioso ejército espaüol, con esa parte sana que estil resuelta á pel'cucr
en defensa de la libertad, entonces sí se verian llos partidos en Es-
paüa; pero el uno decidido por el más oLlioso absolllti~ITlÜ, y el otro
por la libertad, tal cual nos la da la Constitl1eion de 1812.


))Pero, ¿dónde estaria el partido medio que se supone eutre estos
dos estremos? ¿Acaso en unos pocos de literatos que pueden haber
heuho uso de unas doctrinas conocidas ya deslle el tiempo de Montes-
quieu y toda vía muy disputadas? ¿Acaso en las gentes prontas ~t re-
cibit' cualquier partido, servidoras del tiempo y del poder? Esas dos
clases formarian el tercer partido; ¿pero con qué secuaces eontaria'?
¿QUé intereses conciliaba acaso el inquisidor que se ha ,'isto despo-
jar de sus pingües rentas, el eelesiástico que ha visto disminuidas
las suyas con la rebaja de los diezmos, y en fin, toJos los que han
perdil{o por efecto de las reformas, todos los que antes vivian ~l la
sombra de los abusos? ¿se contentarian con las dos c{¡maras y el
veto absoluto? ¡Qué absurdo! Pues qué, ¿acaso es eso por lo rlue ellos
pelean? ¿Qué se les da á ellos cuanclo todo lo que no es fanatismo
absoluto y puro debe series absolutamente indiferente? Acaso les serú
más odioso ver que cierta clase que contaba como aliada suya iba
contra sus intereses.


»El partido verdaderamente nacional, el partillo firmemente adiu-
to á la Constitucion, ¡,se a vendria eon estas reformas? ¡ Ah señores!
Sobre este punto apelo ú la voluntad espaüola, tün ul1(¡nime y tan
solemnemente manifestada. Y no se diga que desde el momento de la
imasion han variado las cosas: yo oigo á todos quejarse del general
desaliento: yo tambien lo confieso, no observo aquel entusiasmo ge,
neroso que reinaba en otra époea.


»Conozco que los artificios de nnestl'OS eucmig'os han intluido de-
masiado sobre nosotros; pero, sin embargo, COllozeo lambien que
nuestra posicion es más bien que la de la :11uerle la de un sueüo li,
gero, que tendrá un despertar tenible: sí, la nacion duerme, pero
despertarú; y ¡ay de sus opresores el dia qne despierte verdadera-
mentel (¡1plausos.) La nacion duerme, es verdad; pero se ya 1'1'epa-




LA IWEIWENCION ESTRAl'iJERA EN 1823. 299
rando una escena terrible. Verdad es que en algunos pueblos han
sido obsequiados los invasores; tambien 10 fué Napoleon: aquel rué
recilJido con aplausos y festejos mandados por los mismos que se V2n
obligados á hacerlo por las circunstancias; tal vez aquí habrá más:
la scduceion habrá adelantado; pero por ventura, ¿es esta la masa
general de la nacion? Pues qUÉ', ¿no vemos que los que están compro-
metidos huyen del enemigo; que el malvado busca en la algazara una
ocasion de venganza y robos, y que llna no pequeña parte de los que
gritan son los que están pagados pOI' los agentes del despotismo y
por los mismos estranjel'Os? N o es pues, señores, el desaliento de la
nacíon tal como algunos suponen, ni ella se a ü:me bien con la opre-
sion J ni aguarda con ansia á los invasores. Pues bien; sí la constilu-
CÍon del año 1812 debe ser nuestro norte, si cualquiera tentativa
para mudarla seria perjudicial á la nacíon, ¿por qué en algunos la
porfia de decir que las córtes y el gouierno han procedido con lige-
l'eza é imprudencia en negarse á admitir proposiciones? Ni pierelan ele
vista los que lal dieen, que para mantener una reforma, sea la que
fuere, en Espaüa; para traer ú ella y estauleeer una eonstitucion
elaborada, permítaseme esta espresion, por manos estranjeras, era
menester que hubiese quien la g'uardase. Era preciso que los mismos
amables jardineros que trajesen la preciosa simiente qUfluasen entre
nosotros para atender al erecimiento de la planta hasta naturalizarla
y aclimatarla en nuestro suelo.


nTendríarnos, para dejarnos de alegorías, que conservar un ejér-
(jito de oeupacion con todo el gTavúmen y tOllos los males que siem-
pre trae consigo, y como la genermidad caballeresca de los gabinetes
e~ solo una frase galana, que queda en la pluma de los escritores de-
dicados á su elogio, y como no hay nacion tan desinteresada que es-
penda su sustancia en pais ajeno, tendl'Íamos que dedicar sumas por
eierto cuantiosas para mantenel' este ejército de legisladores y este
senado de lJayonelas. (Aplausos.) lIé ahí, seüores, los efectos de lla-
ber seguillo otra senda que la adoptada por el gohierno; hé ahí des-
hecha esa fábrica ele argumentos qne se quieren levantar contra no~_
utl'OS; ni cómo habíamos ele seguir Otl'O camino que el porque cami-
namos J cnalHlo solo en él podíamos encontrar el honor y la seguridad.
Diputados [01' la constitucion, á la constilucíon debemos atenernos;




300 DISCURSO CONTRA
representantes de la nacion, debimos consenar su independcncia;
hombres de honor, no pudimos menos de aprobar la conducta del
gobierno, dictada por sus obligauiones y pOl el pundonor propio de
la nacioll á cuyo frente estaba. ¿Pues qué puede detenernos, seño-
res, en yotar el dictámen de la comision?


llLejos do mi la idea de querer dominar hasta lal punto las opi-
niones de mis dignos compañeros, que pretenda en este momouto
que se presente en el congreso aquella hermosa unanimidad que ofrc-
cieron las sesiones de 9 y 11 de enero; unanimillaLi que produjo unos
efectos tan generales en la nacion; y unanimidad que si allora sc rc-
pitiese tal vez bastaria por si sola para escitar en todos los pechos
españoles el noble entusiasmo que se necesita para aterrar á nuestL'OS
invasores. Sin embargo, si me fuera dado esforzar el convencimiento
con aquel sentimiento patriótieo con que ayer se cspl'esó un oraLlor
distinguido, conmoviendo al congreso entero, yo me atreveria (i es-
perar que si la votacion se hiciera cn este momento, el entusiasmo
corroborado por las razones, produciria la unanimidad.


¡¡Votemos, señores, votemos el dictámcIl ¡Jc la uomision, y no
crearnos que al votar votamos otra cosa que la confirmacion de nues-
tros juramentos; yotémosle, y creamos que votamos, no un libro ni
la ventaja de una ó de dos cúmaras, ni que el poder sea de este ú dc
otro modo repartido, sino la gloria, la independencia, el honor, la
felicidad de la patria y de nuestros hijos. (Grandes aplausos.)


»No votamos la aprobacion de la conducta de U11 ministerio: iqué
son los hombres en cuestiones tan importantes! En ellas ¿qué lugar
merecen las consideraciones personales? Xo eanonizamos á hombres
que ya no existen como poder. Votamos, sí, la opinion que será in-
dudablemente la del ministerio actual, la de todos los ministerios es-
pañoles, si no es que llega el momento de la degradacion de mi pa-
tria, que la nacían no ha podido evitar la guerra atroz que se le hace
y lIue debe resistir con todo su poJel'. YoLcmos el dicLámen de la 1:0-
misíon, y despues nos sentaremos tranrjuilarncnte, y ya podremos cla-
mar con un rey wrcladeramente caballerü, si despues de esta yotaciún
solemne todavía la desgracia nos persigue, y la patria (como no l'~
creíble) sucumbe: tout est perdú /¡ors l1wnneur. Estemos Gicrto~,
señores, de que si el pueLlo es como dicen, y yo 110 puedo creerlo




LA HiTERVEl\'ClON ESTnAl\'.JERA Eé'i 1823. 301
contrarío á la causa de la libertad, de nada serviria esta votacion; él
mismo se haria justicia y tomaria otra resolucion, y sin que 10 ímpi-
die~e una ley en contrario.


)) Pero si el pueblo español fuese capaz de tal bastal'llia, aun en-
lonces seria necosario en nosotros este paso. Si la nacion quisíes()
rendirse ¿para qué necesitaba nuestro yolo? Si quisies~ olra constitu-
cion la tomaria sin buscar nuestro apoyo: ¿,qué se pide pues? ¿Qué se
pretendo? ~\lestra degraLlacion. Nuestra degradacíon vale pano por
10 q11e Ú nosolros toca; pero mucho, atendido el carácter que nos
distingue. Votemos con la comision, niertos de qne si otra mudanza
Je sistema fl1e~8 rl deseo ó la necesidad del pueblo espaüol, para efec-
tuar esta mudanza y consolidar el nuevo sistema, serian indispen~a­
bIes muchos sacrificios.


))Sí: la especie de sacerdocio político de que estamos revestidos
nos haria huéspcdes incómodos en cualquier edificio social que no
fuese aqllel de que somos principales sostenedores. El despotismo (¡
ellalquiera otra forma de gobiel'l1o que se establecic8e en España,
considerando Ijue sumos los Iqrítimos representantes de la naCÍan hasta
el tiempo fjne espiren nuestros poderes, temeria el carúcler de que
estamos revestidos y miraria nuestm existencia como incompatible
con sn seguridad.


nNo nos lisonjeemos, señores; nuestra suerte es terrible, y el
único camino para salir ele ella con felicidad y con honra, dignos de
la Bation que representamos y satisfechos con nosotros mismos, es
el que la comision indica. Si se sigllicé'e, nos senlaremos para no vol-
ver (l trala)' esta cuestion, sino para esperar el éxito de la lucha em-
pezada: el triunfo de nuestra causa, y con ella la gloria y felicidad
nuestra y de la patria: ó pam esta la esclavitllu, y para nosotros ó el
puñal de Catan, () el caclalso de Cidney, ó la Sllerte del errante pros-
cripta. (Grandes y repf'fidos aplausos de los señores d¡imtados y es-
]l1'ctadores .) n







EL CONDE DE TOHENO.


Es privilegio esclusi vo de los grandes hombres, tris-
te y á la vez glorioso privilegio, el servir de blanco á la
murmuracion y á la envidia de las medianías, en épocas
de agitacion y de revueltas, y el triunfar al fin, dcspues
de rudos comhates, de sus innohles enemigos, colocando
sobre las pasiones y la inj usticia la .reputacion que por
sus yirtudes 6 su talento la posteridad les tiene reservada.


A ningun homorc importante de nuestro pais puede
aplicarse con más exactitud que al conde de T01'C1W la
observacion que dejamos apuntada.


Acaso ningun político de los que en primera fila han
figurado en nuestras revoluciones contemporáneas ha
sido mas maltratado por el espíritu de partido, más vili-
pem1iado ante la opinion pública, más injustamente ofen-
dido por sus contrarios que el conde de TOY'eno. Pero
tambien es verJac1 que ningun hombre ha sido más dig-
llamente rehahilitado por la historia que su nombre, que
ninguna reputacion ha salido má3 esplendorosa Je las
nubes con que la enviJia y la maleJicencia la ofuscaban,
que la reputacion Jel hombre público que hoy retra-
tamos.


Para el pueblo, siempre voluble y veleiJosQ, las mis-




304 EL CO~D1, ¡lE T(JI:E~(¡.
mas prendas distinguidas, el talento, la virtud o la osa-
día del personaje que ensalza en un momento de entu-
siasmo, sÍrvenle más adelante ele escusa y de pretesto
para derrocar a su ídolo, avergonzado o furioso, pues
cree que aquellas cualidades solo han servido para sor-
prenderle y engañarle.


Por eso vemos con frecuenci::'_ en las revoluciones
políticas de los pueblos, alzarse hasta la cumbre de la
popularidad, y en alas de su genio, los homhres m~ls
eminentes, y caer a poco, vilipendiados y escarnecü10s
por el mismo pueblo que los encumbrara, y ser sepulta-
dos en la tumba de la indiferencia ó del 01 vido, ó arras-
trados sin piedad por el fango de la deshonra.


Como ejemplo de esa ingratit,nd y veleidad de los
pueblos, nos presenta la historia contemporánea al conde
de T01'eno, cuya vida política, llena (le peripecias y
vaivenes como las épocas en quc ha corrido, es un exae-
to reflejo de la revolueion, un fiel trasunto de sus cam-
bios, de sus vicisitudes y sus inj nsticias.


Nada prueba tanto la capacidad del conde de To1'c-
no, su saber, su talento, y las relevantes prendas que ya
en la adolescencia le adornaban, como la circunstancia
de haherle dispensado las cortes estraordinarias de Cá-
diz de la edad que marcaba la ley para ejercer la dipu-
tacion, y el hecho de ver alternar dignamente con aque-
llos graves y sabios legisladores á un jóven de veinti-
cuatro años, y verle ejercer suma autoridad é influen-
cia entre ellos desde el momento en que, con asombro
de todos, pronunció en tan respetable asamble:t su prí-
mer discurso.


Empapado el conde de TOl'eno en las ideas (le re-
forma, dominantes en aquella época; alucinado como
tantos otros por los vagos y metafísicos principiCls de la





EL CO;'iDE DE TOHE;'iO. 305
Enciclopedia; resonando aun en sus oidos las democrá-
ticas máximas de la revolucion de Francia, claro es que
el jóven diputado por Astúrias, cuyos estudios políticos
hasta entonces se reducian á la lectura del Emilio y del
Contrato social de Roussenu, habia de proclamar en su
primera peroracion la soberanía nacional y las conse-
cuencias democráticas de aquellnesplicable axioma.
Discutías~ sobre la abo1icion de los seJ1ol'ios ,jurisdic-


cionales, y abogando por ella el conde de Toreno, no
obstante que era poseedor de algunos, espresósc con el
calor de sus cortos años, descubriendo, á pesar de su
tono vehemente, declamatorio é hinchado, el carácter
distintivo de 8n oratoria, y anunciando ya al orador ra-
~onaelor y lógico, más que palabrero y divagador.


Empeñada su vanidad, como la de otros muchos
de los constituyentes de Cádiz, en captarse las simpa-
tías y los aplausos de los bulliciosos concurrentes de las
galerías, tenia buen cuidado el generoso impugnador de
los señoríos en sembrar, entre sus consideraciones his-
tóricas y sus razones de derecho, ideas alarmantes, fi-a-
ses huecas y atrevidas, ele esas que atronando los oidos
llegan hasta el corazon de la plebe, removiendo cn ella
sus mal adormidas pasiones.


Con ese intento esclamaba el aristócrata tribuno en
tono dogmático y de amenaza: Los llOmb'l'es se constitu-
yen en sociedad pam su felicidad, no para dm'se gri-
llos. Las naciones no son manadas que se dan y toman tí
gusto de su llllC11o. Los reyes jamás pudieron ni debie-
ron IIncel' 1'egnlos con los pueblos como si {'uel'Wt joyas.


Efecto de su buen juicio, producto de su claro ta-
lento fué la paulatina pero progresiva modificacion que
aun en aquellas córtes se operó en el lenguaje y en las
ideas del conde de TOl'eno.


20




306 EL CONDE DE TORE~O.
Terciando siempre con los principales oradores de


aquella cámara en todas las discusiones más solemnes é
importantes, pcrdia en vehemencia lo que ganaba en ra-
ciocinio, y sus arengas parlamentarias eran cada vez
más sesudas, más meditadas, más frias, mis lógicas.


Muchos y notables fueron sus discursos en los deba-
tes sobre la constitucion, y aunque en alguno de ellos se
revestia de su primitivo traje de tribuno y arrancaba
aplausos y ovaciones de la plebe, en los demás, y sobre
todo e"n los pronunciados sobre la organizacion de la
guerra y el arreglo de la Hacienda, mostrábase profun-
do estadista, hombre de gobierno, orador templado, po-
lítico de práctica, de órden y de prevision. Pero donde
el conde de Toreno puso el sello á su reputacion de ora-
dor de parlamento y hombre de Estado, fué en la época
de 1820 á 1823, sosteniendo con Martinez de la Rosa
las ideas conservadoras, las prácticas parlamentarias, las
teorías del verdadero gobierno representativo.


Adalid temible y resuelto, luchaba frente á frente
con la anarquía, y más de una vez conjuró con su pla-
bra osada y hasta agresiva motines y conjuraciones que
lo eligiéran por su primera víctima.


Nada prueba tanto su arrogancia como su discurso
en la sesion del 7 de setiembre de 1820, en que acusan-
do de débiles á los ministros y dirigiéndose á los alboro-
tadores de las galerías que le interrumpian con sus gritos
y amenazas, decia: "Los diputados de la nacion conser-
varán el carácter que les corresponde, y primero con-
sentirán verse sepultados bajo las ruinas de este edificio
que dejar de cumplir con los deberes que la nacian les
ha impuesto. D


Lanzado ya el conde de Toreno en la senda de la mo-
deracion y la templanza, afiliado resueltamente en el




EL COl'iDE lJE TORENO. 307
bando conservador, la causa del órden, el principio de
autoridad, el respeto á la ley tenian en él un abogado
incansable, un defensor celoso, un partidario decidido.
Es verdad que su elocuencia habíase despojado de sus
antiguas galas y atavÍos; pero ostentábase en cambio más
razonadora, más práctica, más robusta. Sus discursos no
eran ya vehementes, sino graves, y en vez de ser des-
lumbradores eran profundos. Sin embargo de la mode-
racion y de la templanza de sus arengas, descubríase en
ellas aquel carácter severo, aquella entereza de corazon,
aquella alma altiva é imperturbable para quien no habia
peligros ni coacciones bastantes á vencerla, ni aun á in-
timidarla.


Sn fama de estadista, su reputacion de orador, su
consideracion de hombre de gobierno, le elevaron al mi-
nisterio de Hacienda, y poco despues á la presidencia del
consejo, al restaurarse por tercera vez en España las ins-
tituciones representativas.


Difícil era por cierto la posicion del conde de Toreno
al encargarse del departamento de Hacienda en 1834 y
al subir á la presidencia del ministerio en 1835. En am-
bas situaciones dió pruebas de su claro talento, de sus
conocimientos profundos, de la energía de su carácter,
de sus dotes parlamentarias.


Más afortunado como estadista que como político,
organizó la Hacienda, fundó el cr¿dito, metodizó las con-
tribuciones y arregló el sistema rentístico en cuanto lo
azaroso de las circunstancias lo permitian.


Menos conocedor de la política que de la Hacienda,
ó más bien, neutralizada su osadía por la contemporiza-
cion de j}Iartinez de la Rosa, no supo ó no pudo domi-
nar á la revolucion que lo arrastró en su corriente, des-
truyendo en su gérmén al partido conservador de que




308 EL CO~DE DE TORE~O.
Toreno era uno de los principales jefes. A haber sido el
primero, y ¿ encontrarse r1esde un principio en la posi-
cion de illartinez de la Rosa, 110 sabemos si la revolu-
cion hubiera traspasado sus límites convenientes, si la
política espaüola se hubiese manchado con algunos esce-
sos, por los que siempre la reconvendrá la historia.


Natural era que el espíritu de partido, que la contra-
riada revolucion se ensafíase contm el conde de 1'Ol'eno,
uno de sus más temibles y vigorosos adversarios. Siem-
pre son las torres más elevaaas y las más fronaosas en-
cinas las preferiaas por el huracan y el rayo.


No pudienao los enemigos del conde ele TOI'elw ta-
charle ae ignorante, le acusaron de dilapidador de los
intereses públicos. Ya que no pudieron vulnerarle en su
talento, le vulneraron en su honra. Su dl'fensa en el con-
greso, donde reeibi6 el ataque, fué tan cumplida como
injusto el agravio.


El discurso que con este motivo pronunci6 en la le-
gislatura de 1840 fuó grave, digno y mesurac1o, como
cumplia á la crítica y solemne situacion en que el ora-
dor se encontraba. Suma sensacion causó en todos los
lados de la cámara su lar;::'a y razonac1a peroracion, de-
janc10 traslucir por entre su knguaJe mesurado y tran-
quilo toda la amargura que en su alma se encerraba,
todo el veneno que sus enemigos habian filtrac10 en su
corazon.


La rehabilitacion del conde de To}'cno fué completa.
Hombres de hnta importancia como JJal'tine;:, de la
Rosa, Oló;:aga y Pacheen salieron á su defensa, y la hon-
ra (181 diputac10 por Asturias quedó ilesa, y su reputacion
á la altura en que su talento y sus prendas la c!eúran.


Recapitulemos: El cOIllle de TOI'ellO, tribuno en su
juventud, moc1erado en su virilidad, conservac1or en su




EL CO:'iDE DE TORE!'IO. 309


edad madura, fué modificanrlo su estilo al compás de
sus creencias. Vehell1cnte, declamaJor y apasionaeJo en
las córtes eJe 1812, vémosle en los congresos eJe 1821 y
1822, lógico, profLlnc~o y razonador, y en los Estamentos
de 1834 y 8n las CÓl'tcs sucesivas, hacer alarde de ar-
gumentador, de analítico, ele sóbrio en sus peroraciones.


Despojada su oratoria de las imágenes pomposas, de
las vagas declamaciones ele sus primeros tiempos, mos-
trábase en la última época de la vida parlamentaria del
conde de To¡'eno, sencilla y grave, pcrsuasiv3y reposada.


Poco aficionado el diputado por Asturias á los deta-
lles oratorios, á los rodeos de lenguaje, penetraba sin
detenerse en la esencia de las cuestiones, y las analizaba
y las descntraüaba, y las presentaba á la vista, de todos,
tales como eran en sÍ, desnudas del falso atavío con que
sus contrarios las engalanaban.


Hahil discutiüor, hablisLa facil y castizo, agradaban
generalmente sus discursos por la :::laridad, por la cor-
reccion, por-la cultura dcllenguaje, y si no entm:iasma-
ban como los de otros oradores, persuadian y llevaban el
convencimiento más completo al ánimo de los oyentes,
por la abundancia y concentt'acion ele 1:13 razones, la na-
turalidad de los raciocinios y el enlace Íntimo y lógico
entre las premisas y las deducciones.


Ya indicamos en otra parte que sus cualidades ora-
torias eran más á propósito para las réplicas que para las
im provisaciones. Merced á una estensa memoria y á una
sagaciJad 8special, el conde de Toreno clasificaba con
admirable método las aserciones de sus contrarios y las
desvanecia y las inutilizaba en el mismo ól'den que se
presentaban, adoptando el lenguaje y la entonacion más
adecuados á la cuestion I~ue se ventilaba ó á la impor-
tancia del orador que le combatía.




310 EL CONDE DE TORENO.


En honor de la verdad, tantas y tan recomendables
prendas oratorias quedaban deslucidas en ciertas ocasio-
nes por la acritud, por la il'onía, por la mordacidad que
en las réplicas empleaba el conde de TOl'eno. Envane:-
cido acaso con su reputacion y su talento, no podia tole-
rar que sus contendientes se lo mostrasen arrogantes y
osados en la lucha. Queria que al esgrimir sus armas le
salu<lasen con el respeto y la consi<leracion con que sa-
ludan los discípulos á un maestro de esgrima, en sefial
do que reconocen su superioridad y categoría.


Si el enemigo era importante y le miraba con auda-
cia ó con indiferencia, desgraciado de él. La hiel del
sarcasmo se derramaba hasta en las palabras más senci-
llas de su discurso, y en los ademanes, en la sonrisa, en
las miradas del conde de Tore1w notábase un no sé qué
de incisivo y violento, con apariencias de serenidad, que
herido su contrincante en el fondo <lel corazon, se encon-
traba sin fuerzas para sostener la lucha.


Un arma material poseia el conde de Tm'eno más te-
mible que las armas de su elocuencia: el lente de que
hacia uso mientras peroraba su contrincante. No habia
diputa.do, por muy sereno que fuese, incluso el Sr. Oló-
zaga, que alguna semejanza tieno por lo irónico é inci-
sivo con el personaje en cuestion, que pudiera resistir las
insolentes miradas que al través del cristal lanzaba el
conde de Toreno.


Fascinados sus adversarios por aquella mirada fija y
pertinaz, que daba á la fisonomía de Toreno una espre-
sion sardónica y agresiva, perdian la calma, y quedaban
desconcertados por la ira ó por la ofuscacion, ab9.ndo-
nando el campo á su enemigo, entre las sonrisas y mur-
mullos de los espectadores.


En tales casos solo tenían dos medios de librarse de




DISCURSO SOBRE LA REPRESlO~ DE LA PREl'iSA. 311


tan molesta fascinacion los adversarios del conde de To-
reno: 6 sentarse al momento para no hacer visible su
derrota, 6 arrojar el sombrero á su rival y romper sobre
sus ojos los fascinadores cristales.


El conde de Toreno bajó al sepulcro en edad no
muy avanzada, dejando entre sus contemporáneos la
memoria de un entendido estadista, de un orador emi-
nente, de un historiador castizo y elegante.


DisCllrso sobre la represion de la prensa.


«S~ñores: A.I oil' los clamores que estos dias se han es tendido por
Madl'id respecto de estas leyes, no se creerá sino que se va á destruir
la lihertad de imprenta, á dar facuItades ilimitadas al gobierno, y á
proceder contra el espíritu y tenor de nuestros poderes, faltando á las
más sagradas obligaciones. Los diputados cuya opinion es la de que
há lugar á I'otar sobl'e la totalidad de este proyecto, se opondrian si
creyesen (lue aun por asomo se iban á atacar estos del'echos. Empe-
zaré por hacerme cargo de varias de las reflexciones del señor preopi-
nante que se ha opuesto al dictámen de la comision en su tota-
lidad.


)) El Sr. Gaseo ha creido que este era un ataque directo á las
libertades públicas, y que no estábamos en el caso de entrar en
la discusion; y de este principio ha deducido varias consecuencias, y
hecho argumentos á que deberé contestar. Su señoría ha manifes-
tado que era esencial á la naturaleza del hombre el derecho de im-
primir sus pensamientos, y que no se podia atacar sin destruir un
derecho tan necesario para la existencia de las naelones. En est.o ha
padecido su señoría una equivocacion, nacida del calor con que im-
provisando se suele hablar. No puede ser esencial é inherente á la
naturaleza del hombre un derecho que ha nacido con el progreso de
la civilizacion. Pueblos ha habido en la antigüedad libres, felices,
grandes y prósperos sin este derecho, y sin que existiese la libertad
de imprenta, ni la imprenta misma, que como se sabe principió en




312 DISCURSO
el siglo XV: no pudo por consiguiente ser conocida de los pueblos de
la antigüedad.


»Pero aun la facultad de escl'ibil' tuvo sus límites en las repúbli-
cas más libres. ¿Quién ignora quo 103 libros elo PnJtagoras fueron
(IUemJ.uos en Atenas públicamente, y que en Boma trató el pueblo de
eehar á los sabios de Grecia, siendo uno de sus mayores antagonistas
Catan Censorino? Si de aquellos tiompos pasamos ti los nuestros, ¿no
sabemos que en las sociedades m011ernas, cuanrlo se estableci(¡ la li-
bertad se eslarn lejos de creOt' que fuese tiln importante y tan útil
el establecimionto do la libertar1 do impronta? ¿Sll imaginaron por
ventura la necesidad de este nue\'o elemento social, y que en la
práctica haria las veces de la antigua magistratura ue los cen-
sores?


))1\'03 ha recordado el Sr. Gasco que el origen de la cenSUl'a
se debe á Alejandro VI, cuya memoria es ciertamente poco recomoIl;-
dablo. Verdad os; pero así eomo se ha citado este heeho, deberian
citarse otros, por los que se veria que en los pueblos modernos han
puesto limites á esta libertad los hom\)res qne se decian por escc-
loncia libres, 103 que querian gozar dc la rcputacion esclusiva de li-
berales.


))CUallelo el largo pat'lamento do Inglaterra, así qne se lleg'ó á
flpoJerar elel 11l1ndo 01 partido puritano, que era como el jacobino en
Francia, con solo el color diferente del siglo, esto partido estableció
una censura tan rigurosa, que tomó pOl' modelo las leyes quo sobre
esta materia habia dado la eámara estrellada; y no se recoLr(¡ en
Inglaterra hasta que habiendo pasado por la anarquía, república, pro-
tectorado de Crom",ell, la restauracien al trono de Cárlos II y reina-
clo de JacoLo lI, tl'iunf(¡ el pal'litlo liberal moderado y la restableció
en 1604. En Francia la asamblea constituyento quiso establecer le-
yes contra los abusos de la libertad ele imprenta, y el partiuo repu-
blicano, Robespierre y demás liberalos esdusi vos so oponian: y
cuando triunfaron y fueron dueños de la Conveucion ¿qué leyes no
impusieron? Hasta eon pena de muerte castigaban á todo el que eri-
ticase al gobierno.


))Pues se t!'ata de referir la historia del género humano, digamos
Lambien los eSC8S()S do los hombres que so creyeron libl'es, y que el




SOBRE LA REPRESION DE LA PRENSA. 313
tiempo hizo ver que solo usaron este lenguaje para apoderarse del
gobierno. Los que en el año 91 se creyel'On amigos del pueblo,
fueron los que lo encadenaron despues con leyes tiránicas y
crueles.


nSi el Sr. Gasco hubiera dicho que la libertad de imprenta es
un derecho esencial é inherente á los gobiemos represimtativos de la
Europa modema, estaria Je acuerdo con su señóría; pero no nos es
dado considerarla como esencial á la naturaleza del hombre. Pasemos
ahora á lo que se ha dichl) sobre la importancia de esta ley. El señor
Gareli ha manifestado ya que hay paises en donde se cree que es me-
jor no tenel' ley ninguna de imprenta, y solo dejarlo al juicio del
jurado; y citó en comprobacion los Estados-Unidos y la Ingla-
terra.


n¿Qué se diria de nosotros si diésemos leyes como en Inglaterra,
en donde bajo el nombre de libelos se comprenden, como dice el ju-
risconsulto Blackstone en sus comentarios, los cinco casos siguientes:
cuando se ofende y se habla mal contra la religion, contra la moral,
contra el rey, contra el parlamento, contra los magnates y contra los
particulaJ'cs? Estos son los casos, y segun ellos se hacen las cali-
ficaciones por el jurado inglés; jurado que para estas ocasiones suele
ser especial, y escogido por un empleado del gobiemo. ¿Qué se diria
de esta ley si propusiera se diese la facultad de recusar que tiene en
los Estados-Unidos el attorney?


nDice el Sr. Gaseo que esta leyes insuficiente. Luego por esta
calificacion parece que su señoría deberia haber pedido que fuera aun
más rigurosa. Si hubiera dicho que no es necesaria porque se ha
visto pueden ser reprimidos los delitos con la que existe cuando se
aplica como conviene, hubiera raciocinado con consecuencia; pero
ha dicho que era insuficiente, y ha foemado un análisis del que in-
fiere que se da una autoridad ilimitada al gobierno en esta ley, y
al mismo tiempo qne no se pone á cubierto la libertad del ciu-
dadano.


nEI modo de analizar los artículos seria presentar lo contra-
rio de lo que ellos dicen, para conocer los absuedos que debian re-
sultar. Por ejemplo, dice el primero (lo leyó). Pues dígase lo opues-
to: «no son subversivos los escritos en que se injuria la sagrada é




314 DISCURSO
inviolable persona del Rey, etC.ll Si as! se fueran analizando todos
los articulas, no habria ninguno que no se hallase justo.


llIla dicho el Sr. Gaseo que lo que deberia hacel'se seria formar
una escala justa, en que se marcasen bien y exactamente los deli-
tos. Pues, señor, de esto se trata; con la particularidad de que los
jurados lograrán por esta nueva ley tener un auxilio para ilustrar
su conciencia. Descendiendo ahora al proyecto de ley, en esta pri-
mera parte comprende la calificacion de los escritos y la variacion
que se debe hacer en la ley de 22 de octubre para que esta quede
con perf eccion.


llLa esperiencia ha demostrado que como el jurado de España no
estaba acostumbrado á estas calificaciones, siempre que creia que
estos delitos no estaban en el testo de la ley se abstenia de calificarlos
por una especie de delicadeza: tales son las alegorías injuriosas, que
en ocasiones no se ha atrevido á calificarlas por no creerlas compren-
didas en la ley. Nuestro jurado es un establecimiento naciente y no
conocido entre nosotros: es necesario ayudar á sus individuos, dando
leyes mas espresas á que deban atenerse. Si estuviera entre nosotros
tal cual se halla en otros paises, no habria esta necesidad. Ahora
solo se trata de dar algunos pasos para ayudar la conciencia de los
jurados, que son los que califican los escritos, no el gobierno ni sus
empleados, ni tampoco los magistrados: cosa que no debe olvi-
darse.


llEn cuanto á las penas correspondientes á los abusos, si la co-
mision las ha aumentado, ha sido porque ha conocido que no han
bastado las anteriores para reprimir los abusos que tanto han escan-
dalizado. Es necesario tener cerrados los ojos y los oidos para no
ver ni oir los escesos que se cometen por el mal uso de la libertad
de la imprenta, y no hay diputado alguno que no haya confesado
que se deben reprimir, pues si alguno se ha opuesto, ha sido solo
por el modo con que el gohierno lo disponia.


llLa pena de prision impuesta ha sido preciso especifica!' que sea
en un castillo ó fortaleza, porque ha habido cacos en que los jueces
no se han atrevido á poner á una persona condenada por estos delitos
en prision, porque la ley dice que no sea en la cárcel; y han recla-
mado que no se les debia llevar á ellas, sino dejarlos en sus casas;




SOBRE LA REPRESION DE LA PRENSA. 315
y el tribunal, no habiéndose atrevido á tomar sobre sí esta respon-
sabilidad, ha dejado aquellos reos ó libres ó en sus casas. Ahora se
propone que esta prision sea en un castillo; lo cual es beneficioso
á los reos, porque de este modo se les separa de aquellos que están
por delitos comunes, en atencian á que se debe suponer que los hom-
bres condenados por delitos de imprenta, son de cíerta educacion y
han seguido alguna carrera, no siendo justo confundirlos con los ase·
sinos y con los facinerosos.


llEn cuanto á que sean responsables las personas que reimpriman
un papel, es muy conveniente. En algunos puntos en que por su si-
tuacion particular ó circunstancias del momento no hay ley que haga
responsables á los que impriman algunos papeles, era necesario que
se tomase esta precaucion. Tales han sido las provincias de Cádiz y
Navarra en los últimos acontecimientos: sus papeles reimpresos hu-
bieran podido contribuir á alterar y trastornar el órden público. Es-
tas son cosas que todos hemos visto, y no hace veinte dias que han
ocurrido en los dos estremos de la península. Las personas que han
de determinar los impresos, ya ha dicho el SI'. Careli que conviene
que sean empleados con este objeto y con esta obligacion, y no con-
tentarse con una escitacion simple, de la que no han solido hacer caso;
y el gobierno tendrá más medios, como encargado que está por las
leyes y la constitucion de conservar el órden y la tranquilidad: y
para que nunca pueda disculparse de que no tiene los medios suficien-
tes de llenal' todos sus deberes, es necesario darle esta facultad.


llSobre el modo de proceder en los juicios de esta clase, la comi-
fiion ha tratado de poner á salvo las personas que se vieren infama-
das por algunos escritos infamantes. Debe castigarse con rigor, si se
usa de la imprenta, no pal'a ilustra¡', sino para calumniar y meterse
en la vida privada, lo cual incomoda á todos, y de nada sirve. Cen~
súrense en hora buena, atáquense aquellos actos de un funcionario
público, de los cuales pudiera temerse justamente que sobrevenga
algun mal á la sociedad; pero examinar, e,'lcudríñar lo más recóndito
de su vida privada, que ningun influjo ní conexion tiene con el bien
general, es una cosa que debe producir males sin cuento, y que exi·
gía un pronto y eflcaz remedio.


llEn esta parte han sido cometidos los mayores escesos de la li-




316 DISCURSO
hertad de la imprenta, y sobre ello hay un clamor general para que
se repriman, porque nadie se ve libre de la maledicencia y calumnia
de ciertas personas; y la medida que propone la comision, lejos de
atacar la libertad de los ciudadanos, es una garantía que se da á tollas
para su mayor seguridad. Los pueblos modernos no son como los
pueblos antiguos, en que la masa general eran esclavos, y solo un
corto número gozaba los derechos de ciudadanos. Estos se reunian
para tratar los asuntos de la patria, y los demás se iban ú trabajar;
pero en sociedades como la nuestra, en que torios deben trabajar, en
que todos tienen derechos iguales, á estas garantías sociales es nece-
sario que acompañe la tranquilidad y sosiego como parte principal de
la felicidad del pueblo.


»La comision, continuando en dar su opinion, trata de variar el
modo de establecer ó nombrar el jurado y la apelacion. En esto no
estoy conforme con sus ideas. Una cosa es votar en la totalidad un
proyecto, y otra aprobar todos los artículos: sin embarg'o no faltarán
á la comision razones en que apoyar este artículo. Las diputaciones
provincíales no se componen, como equivocadalliente ha dicho el
Sr. Gaseo, de siete individuos, sino que siempre han de constar de
nueve personas, de las cuales dos son empleados del gobierno, que
podrian ser escluidos de este nombramiento. Las córtes pueden hacer
esto, porque no siendo estas facultades que se dan ahora á las dipu~
Laciones provinciales de la constitucion, pueden determinarlo como
les parezca más oportuno.


)) Yo, cuando se trató del establecimiento del jurado, no fuí de los
que se opusieron á que el nombramiento se hiciese por la diputacion;
pero aun cuando no fuera así, no seria una razon para que persistiese
en aquella idea, especialmente en una materia (lomo la de las leyes de
libertad de imprenta, á cuya perfeccion solo se llega por medio de la
esperiencia y del tiempo. Así que, aun en esta parte podría adoptarse
lo que la comision propone, por una razon sencillísima, y es porque
siendo los ayuntamientos de las capitales la autoriLlad de aquel llis-
trito solamente, y poniéndose en manos del jurado una autoridall es-
tensiva á toda la provincia, la autoridad popular de toda ella debe in-
tervenir en este nombramiento. Si en una provincia como la de Ga-
licia fuese un ayulltamiento el que nombrase el jurado para todas las




SOBRE tA REPRES\o\ DE U PREl'íSA. 317


provlllClas Ó partillos, ¿qué conocimiento podria tener de los sugetos
de Orense, de )fondoñedo, etc., si el ayuntamiento que nombraba era
el de la Coruiia? ¿Cuánto mejor podria hacerlo la diputacion, porque
tiene conocimiento en todas partes de la provincia?


)lA lo que sí me opondré es á esta especie de apelacion que se
establece á la junta suprema protectora de la libertad de imprenta,
porque seria sujetar á ella el jurado, y porque, segun los principios
de huena legislacion, si se podia apelar del juicio del jurado cuando
este decidiese que no habia lugar á la formacion de causa, deberia
darse este derecho tambien para aquellos casos sobre que recayese la
resolucion de que habia lugar á la formacion de causa.


)) El legislador , al paso que debe procurar el castigo de los delin-
cuentes, no debe olvida!' lo que importa defender la inocencia; y no
hay quien dude que no importa tanto que un criminal quede impune,
como que se condene á un inocente: por lo que de ningun modo apro-
baré este artículo; pero esto nada tiene que ver eon la totalidad del
proyecto. Estas leyes represivas que ahora se presentan, es preciso
que se adopten, debiendo hacerse una diferencia entre las leyes pre-
ventivas y represivas.


)lEn cuanto á las primeras, ya se ha dicho que no se pueden ni
deben aprobar. Por ellas se establecería la censura, y se destruiría la
libertad de imprenta, barrenando el sistema representativo. Tales
ideas es~ún muy lejos de nosotros. Lo que se propone son leyes re-
presivas adicionales á la ley de 22 de octubre; y creer que por ellas
se dan nuovas facultades al gobierno, es una equivocacion enormísi-
ma. El gobierno no es el que juzga, ni sus tribunales: juzga ó califi-
ca el jurado; y aunque se apruebe el proyecto, queda eon tal latitud
que no hay en todo el mundo imprenta más libre ni más independien-
te. Para ser jurado no se exigen las circunstancias que en Inglaterl'a
y en los Estados-Unidos, y son eseluidos los empleados del gobierno;
pues ¿eómo se dice que se va á dar fllerza al gobierno?


nSe da, sí, una ley que impedirá algo más; que se destruya im-
punemente el buen nombre de los ciudadanos, que mine la fuerza de
las autoridades constituidas, con lo que, en vez de perjudicar á la li-
bertad, se la sirve. Digo la verdad: en mi eoncepto, si un gobierno
desorganizador quisiese destruirla, no tenia que seguir otro camino




318 IlIS(;URSO
ni adoptar más medios que hacer que continuasen estos abusos. Lle-
garia el caso en que no se oyera más que un clamor general, y de que
los ciudadanos se arrojasen mejor en manos del dl3spotísmo más cruel
que vivir en una libertad tan bormscosa, que no les asegurase sus
verdaderos derechos.


))Pues qué, ¿acaso es gozar de sus derechos el que porque uno
piense de diferente manera que otro, se le ha de incomodar y se le
ha de atacar? Esto seria establecer una tiranfa, y una tÍranfa la más
cruel de todas, la popular. Por desgracia vemos en los sucesos parti-
culares ocurridos en nuestra nacion una tendencia que si no se hubie-
ra estrellado contra la prudencia y sensatez de los españoles, nos hu-
biera sumido en los males que tratamos de evitar.


llSi la asamblea constituyente de Francia hubiera escuchado ó
podido escuchar los clamores de los unos, y los avisos prudente~ y
juiciosos de los hombres sensatos, la Francia no hubiera pasado por
los horrores en que la sumió la Convencian, y despues el despotismo
de Napoleon, ni se hallaria en la situacion en que actualmente se
halla; y aunque en aquel tiempo se motejaba á los sensatos con epUe-
tos indignos de hombres tan respetables, los que han podido sobre-
vivir á los males y persecuciones que padecieron, reciben ahora los
elogios de los hombres justos y sábios, así como recibirán los de toda
la posteridad.


))Si no vemos más que las circunstancias del momento, si porque
creemos que el gobierno está constituido de esta ó de la otm mane-
ra, no procedemos como deben hombres que están al frente de una
nacion, dentro de poco tiempo seremos el escarnio del mundo entero,
y seremos responsables de los males que acaezcan. Este no es el
modo con que un legislador debe ver las cosas, y más cuando están
tan marcados los medios que indica la prevision humana para preca-
~'er estos males.


»Se ha procurado interesar nuestra delicadeza diciendo que yendo
á concluir nuestras sesiones, y tal vez oyéndonos ya nuestros suceso-
res, seria una falta de confianza no dejar este asunto para su resolu-
cion. Pero, ¡qué poco conoce á los diputados quien hace este argu-
mento, y las circunstancias en que nos hallamos! Cuando el rey envia
un proyecto de ley á las cÓ¡'les, no debemos dirigirnos por los prin-




SOBRE LA REPRESION /lE LA PRENSA. 319
cipios de delicadeza, sino por los principios constitucionales. Si el
rey nos dice que tratemos de este asunto, tenemos que t¡'atar de él,
ya aprobándole, ya desaprobándole, porque la ley nos obliga á tomar-
le luego en consideradon.


»No puede ser desconfianza de nuestros sucesores: españoles
dignos y escogidos por la nadan para representarla, no serán arreba-
tados por ningun espíritu de faccion. Los que se engañarán son 103
que fundan esperanzas locas en nuestros sucesores: no, nosotros les
hacemos la justicia que se merecen. Pero aunque no fuera la ley cons-
titucionalla que nos obliga á no diferir la resolucion de este asunto;
si el interés del Estado, si la salvacion de la patria exigen que frate-
rnos ahora de él, ¿dejaremos pasar un mes en ~l que se agraven los
males que padecemos, hasta que nuestros sucesores puedan tratar de
ello?


)) y si en este tiempo peligrase el Estado, ¿no serian los primeros
nuestros sucesores los que dijesen: «vosotros teneis la culpa porque
no habeis prevenido estos males, porque habeis evitado tratar de este
asunto para no cargar con la odiosidad que lleva consigo? Habeis
querido que empezásemos nuestra carrera por dictar leyes represivas,
en lugar de dejarnos en camino de proseguir las mejoras y reformas
que habíais empezado. Yo bien sé que en concepto de nuestros suce-
sores y de todo hombre sensato, esto que se pinta con colorido tan
odioso, será lo que haga nuestro mayor elogio.


»No hay cosa más fácil que adular las pasiones del momento: no
habrá cosa más fácil que de~trllil' la libertad, conviniendo con las
opiniones de aquellos que se dicen enemigos del despotismo: en lo
que no hago alusion á ninguno de los que se sientan en el congreso;
digolo por otra gente que ha aparecido afectando popularidad y amor
á la libertad, y son los que más gritan y claman, á los cuales para
confundirlos bastaria que se leyese la hístoria suya en estos seis
años.


)) Yo que no soy amigo de meterme en las cosas particulares; yo
que siempre los he despreciado; si me apuran ahora que voy á pasar
á la dase de particular, y que no tendré qne guardar las considel'a-
ciones de diputado, quizá escribiré la histeria de los que me han ca-
lumniado. Yo, creyendo que el mejor medio de conservar nuestra




320 DISCURSO SOBRE LA REPRESIO:-I DE LA PRENSA.
libertad es adoptar leyes que defendiendo y protegiendo los derechos
de los ciudadanos, repriman los abusos que hay entre nosotros y con-
tengan á los desorganizadores de todas clases, opino que sobre las
leyes de que tratamos, y sobre esta de imprenta de que hoy se habla,
debe haber lugar á votar, sin que obsten las razones que he espuesto
contra algunos artículos en particular, y las que espondré lal vez en
la discusion.)





o/'JVV'VVVVVVVVVVVVV\JV"VVVVVVV~VVVVVVV\.lVVVVVVVVVVVVVV ~


ISTÚRIZ.


No solo por el poder de la palabra adquieren los hom-
bres públicos influcllch en las cámaras y preponderancia
en los partidos. Existen otras cualidades tambien, otras
prendas de valía en los sistemas representativos, que
elevan á cierta altura á muchos políticos, aun dentro de
los mismos parlamentos, sin necesidad de que sean muy
aventajados en el arte de la oratoria.


En realidad no son los oradores parlamentarios los
hombres más á propósito para organizar un gobierno ó
para ¿lirigir un partido. Políticos de imaginacion más
que de accion, creen dominar siempre las circunstancias
con las ideas y disipar un motin con un discurso, sin te-
ner en cuenta para nada que la revolucion es enemiga de
la poesía, y que la política se alimenta de pasiones y no
de principios.


Los oradores son ciertamente necesarios y provecho-
sos en la lucha de los partidos, pero no sirven por lo ge-
neral sino de instrumentos de ataque ó de defensa, de
armas de guerra que -esgrimen oportunamente los políti-
cos prácticos, los verdaderos jefes de partido, que dando
forma y aplicacion á los pensamientos de sus oradores,
dirigen el rumbo de la política hácia :el punto que les


'21




322 ISTÚRIZ.


conviene, materializando la elocuencia y sustituyendo
las personas á las palabras.


y hé aquí esplicada la causa de por qué en los go-
biernos representativos figuran en primera línea orado-
res medianos, y por qué en los parlamentos alcanzan
prestigio y autoridad ciertos políticos, cuyos nombres
figuran en segundo y aun en tercer término en los ana~
les de la elocuencia.


Teniendo en cuenta las anteriores observaciones se
comprenden fácilmente la importancia y nombradía del
personaje, cuya biografía escribimos, en la política es-
pañola, y su influencia y significacion en las distintas
córtes de que ha formado parte.


Fué D. Francisco Javier Istúriz en la segunda épo-
ca constitucional, como lo fuero? casi todos los políticos
que empezaron su vida pública entonces, liberal exalta-
do, revolucionario impetuoso, demagogo intransigente.
Sin pronunciar notables discürsos, ejercia suma influen-
cia en las córtes de la época citada, por la osadía de SGS
proposiciones, la energía de su carácter y su empüje re-
volucionario.


Mientras Alcalá Galiana pronunciaba magníficos
discursos, soliviantando la opinion pública con sus de-
mocráticas ideas, Istúl'iz presentaba á las córtes los pen-
samientos del tribuno trasformados en decretos, y pedia
medidas de rigor, y deposiciones de autoridades, y radi-
cales y violentas reformas. El uno era la lengua y el
otro el brazo de aquella situacion, que tan dócil seguia
los consejos de Galiano y los movimientos de l<;túrÍ'Z.
Emigrado en 1823, regresó á España al inaugurarse la
tercera época constitucional, y siguió en su conducta
política casi los mismos pasos que su antiguo compañe-
ro. Colocado como Galiana en los bancos de la oposicion




ISTÚnIZ. 323
exaltada en el estamento de procuradores, hacia la
guerra al primer ministerio liberal presidido por 1Jfar-
finez de la Rosa, pidiendo más prerogativas para los di-
putados y más franquicias para el pueblo; y no obstante
In, dureza de la frase y lo agresivo de la forma, resabio
de tiempos pasados, ó mas bien consecuencia de su ca-
rácter irritable y acometedor, traslucÍase ya en sus cor-
tas y nada notables perol't1Ciones, algo de la modificacion
de sus ideas, algo de sus tendencias al modcr"antismo,
que poco despues habia de proclamar, en union de Ga-
liano, y de cuya escuela y partido habia de ser desde
entonces Istúl'iz uno de sus más fervientes défensores,
uno d~ sus más influyentes caudillos.


Sin embargo de que Istúriz comprendia que era por
demás peligrosa la marcha que á la revolucion trazaban
los procuradores jóvenes, los hombres de accion de 1835,
no se atrevia aun á combatir de frente el espíritu exage-
radamente exaltado de los inespertos políticos, y atado
todavía á sus demagógicos antecedentes de 1822, lu-
chaba por dar un rumbo más conveniente á la revolu-
cion, tratando en vano de que las reformas políticas se
planteasen cuerda y paulatinamente, sin conmociones y
trastornos.


La revolucionaria y desorganizadora aoministracion
de Mendizabal acabó de decidir á Istúriz, y con el mis-
mo brío y fuerza de carácter con que defendió en otro
tiempo la causa popular, constituyóse defensor ahora de
la causa del órden, del gobierno monárquico-constitu-
cional templado y conservador.


Aquella fué sin duda la época de su larga vida par-
lamentaria, en que se colocó á más al tura corno orador
y jefe de una minoría, que no por ser escasa dejaba de
ser brillan te.




324 ISTtRIZ.
Aprovechando la oportunidad de discutirse la con-


testacion al discurso de la corona, pronunció varios dis-
cursos contra el ministerio, atacándole principalmente
en el ramo rentístico y en su tolerancia con la revolu-
cion, cuyos escesos deploraba y anatematizaba con ver-
daderos arranques de patriotismo, con sentidos apóstro-
fes de verdadera elocuencia. Entonces profirió, conde-
nando la impia muerte de la madre de Cabre1'a, aquellas
frases que tanta celebridad le dieron y Ífm profunda sen-
sacion causaron. «Su, sang1'e agrupada" dijo, caerá gota
á gota, sobre la cabeza, de los müdstl'OS.))


Terribles fueron los cargos y recriminaciones á que
dieron orígen aquellos debates. De sus resultas, J.l1endi-
zabal é Istúl'iz llevaron sus resentimientos al terreno de
las armas, y defendieron su honra como caballeros.


En la maüana del 15 de abril de 1836, acompañado
el primero del general Seoane, y del conde de Za,.') Navas
el segundo, salieron á h ermita de San Isidro, y cru-
zando dos tiros sin sensibles consecuencias, pusieron fin
á sus apasionados y personales debates sobre el discurso
de la corona. Este hecho indica por sí el carácter violen-
to del procurador gaditano, la ÍlTitabilidad en que se ha·
lIaban entonces los partidos, las exigencias de aquella
política, que ponia las pistolas de duelo en manos de los
gobernantes.


rrriunfante la oposicion, subió Istú1'iz á la presiden-
cia del consejo de ministros. Nadie con justicia podia
disputarle aquel puesto de honor y de peligro á la vez.
J efe ele la venc;edora minoría, presidente del Estamento
en las córtes anteriores, y representante de la escuela li-
beral templada, entre la exaltada dirigiela por Lopez y
Ca,ba,llero, y la estacionaria representada por Martinez
de la Rosa, y TOl'eno, su subida al poder era necesaria.




ISTÚRlZ. 325
Asociado Istúriz á GaUano, al duque de Rivas y


otros hombres importantes ele la nueva escuela que se
proponia reformar sin revolucion, sus primeros pasos en-
camináronse á procurar una transaccion entre los parti-
dos estremos, dándoles como lazo de union un código
político, ni tan monárquico como el estatuto ni tan de-
mocrático como la constitucion de Oádiz.


¡ Vanos esfuerzos! 'rodo el espíritu conciliador de Is-
tÚJ'iz en un principio, todo su vigor ministerial despues,
su habilidad, su energía, su elecision, estrelláronse en
las pasiones revolucionarias, y sin medios materiales
para resistir y poner un dique al impetuoso torrente de
la anarquía, fué arrollado por él, y lanzado, contra su
vohmtad tal vez, al campo de los conservadores.


El motin asqueroso de la Granja hizo moderado á
Istúl'iz como á Gaüano, al duque de Rivas y á tantos
otros que, prácticos y desengañados, no veian marchar
la política por el camino de la gloria y de la felicidad de
su patria.


Desde entonces ha venido figurando IstúTiz en el
bando conservador como uno de sus más importantes je-
fes, siendo en los últimos años el formador de los minis-
t.~rios de transicion, el representante de las situaciones
incoloras y pas~~jeras, el puente, digámo810 así, de otros
ministerios más decididos y más marcados.


Oomo orador, no es el Sr. Istúl'iz de Jos que más se
han distinguido en nuestros parlamentos. Escasos sus
discursos y de cortas dimensiones, han ejercido más in-
fluencia que por su mérito, por la autoridad de quien Jos
pronunciaba. Sobrio de palabras, argumentador inten-
cionado, llano y sencillo en la frase, sentido y elevado á
veces, no ha hecho nunca un papel desairado en las dis-
cusiones parlamentarias.




326 DISCURSO PROPO:\'IEl'iDO
Agresivo y retador en sus tiempos juveniles, la nieve


de los años hft enfriado aquel ardor oratorio que le hacia
elocuente en ocasiones, y ha dado á sus discursos más
raciocinio, más ihcion á sus ideas, y una gravedad a su
entonacion, á veces monótona y pesada.


Diplomático mediano, hábil presidente de una C:1-
mara popular, orador poco notable, es sin duda el se/lor
Istú1'iz persona de importancia en la política cspaflola,
y digno de figurar en esta galería de retratos, consagra-
da á dar á conocer á nuestros principales oradores, y á
los personajes que más han brilla Jo en nuestras revolu-
ciones modernas.


Discurso proponiendo un mensaje á S. M.


«Señores: Mi posicion es sumamente desventajosa despues del
discurso que acaba de pronunciar el señor secretario del despacho de
Estado, el más elocuente de cuantos he oído desde que estoy sentado
en estos bancos. S. S. en la larga estension que le ha dado, ha to-
cado varios puntos; pero yo no tengo la presuncion de que podrú
contestar á todos, ni el tiempo suficiente para entrar en ellos. Así
qU9 JDS 1'90D1'1'01';;' rápjiJaml:'nJo, ]' n,2r¿' )f.JS )J}'{'l'OS o}}sorraclOl1¿'S qua
creo más del caso.


n8. S. habló primero del deseo manifestado pOI' varios señores
procuradores á cúrtes, ú por mejor decir por el estamento (porqulJ
cuando su mayoría ha aprobado una peticion (¡ proposicion cual-
quiera, se puede decir que el estamento es 01 que la ha aprobado)
al elevar una poticion á S. l\l. á fin de que se declare que la libertad
civil es lino de los derechos fundamentales de los españoles. S. S.
ha preguntado: ¿para qué? ¿Qué necesidad hay de tal declaracion?
Pues qué, ¿no es un derecho oonsagrado en nuestros códigos? Poro
si es aSÍ, ¿qué dificultad tieno S. S. en que se esprese de Huero de
una manera terminante? Por consecuencia, creo que S. S. en esta
parte no ha satisfecho á la exig-encia, á los deseos ele los señorC's




UN MENSAJE A S. ~J • 327
procuradores, indicados ayer tan oportunamente por el Sr. Argüelles.


llS. S. ha dicho igualmente que en cuanto á la libertad de im-
prenta, reclamada tambien como derecho por el estamento, el go-
bierno no consideraba oportuno su establecimiento en las circunstan-
cias actuales. En esta parte mis 11I'incipios son enteramente distintos
de los de S. S. Puede que los suyos sean más acertados que los mios;
pero yo creo íntimamente 'que la libertad de imprenta es siempre
útil á la nacion, y tanto á los gobernantes como á los gobernados;
y creo tambien con S. S., ljue efectivamente la libertad de imprenta
no puede existir sin la institucioll del jurado.


))En seguida S. S. Ita abierto el libro de la historia de la re"o-
lucion francesa, y M ella ha sacado consecuencias para la revolu-
cion espaüola, sobre todo respecto al período de ese régimen, que
es generalmente el blanco de las acusaciones del ministerio actual.


llEs un principio, señores, reconocido hoy por toda Europa, que
los horrores de la revolucion fl'ancesa no fuel'on producidos sino por la
resistencia que opusieron Luis XVI y su gobierno á las bases de la
carta de 1789. Sin aquella resistencia á que contribuyó la coopera-
cion estranjera, jamás creo yo que hubieran sucedido los horrores
que tan justamcnte ha lamentado S. S., y que le han dado pié para
hacer comparaciones, é infundir en el ánimo de todos el miedo y el
horror á aquellos escesos, á fin de evitar que por desgracia se repro-
dujesen en nucstra patria.


llPal'tiendo de esta misma base, ha manifestado S. S. muchos
principios qne dice motivaron los acontecimientos de España en la
época del año 20 al 23. S. S., que está tan dentro de los negocios,
y que estuvo tan próximo al foco donde se armaban todas las conspi-
raciones que dieron en tierra con la constilucion en el año 23, toda-
vla no atribuye parte en los sueesos de aquella época á otras causas,
y parece que se complace en decir que la única de la caida del sis-
tema constitucional fueron las exageraciones y los escesos del partido
liberal. Si S. S. con más franqueza hubiera omitido una gran parte
de las acusaciones hechas á los hombres de aquella época, ó hubiera
convenido al menos en la participacion que en todos los sucesos de
entonces tenian personajes que no me es lícito nombrar en este sitio.
hubiera yo pasado por alto esta parte de su discurso.




328 DISCURSO PROPONIENDO
))8.8. sabe muy bien que hasta la última época no tuvieron las


sociedades secretas el influjo que se les quiere dar en el movimiento
que restableció el sistema constitucional; y que la situacion personal
de S. S., de la mia, y de tantos otros patriotas, no se desplegó
hasta el fin; S. S. sabe que antes de esta época otro era el partido que
aspiraba á derrocar las instituciones, y que so color de moderarlas,
envolvió á muchos patriotas antiguos.


nS. S., que tiene tan presentes tolas las épocas y todos los acon-
tecimientos de aquel tiempo, no puede haber olvidado una sesion se-
creta en que los ministros de dicha época fueron invitados por perso-
nas de las mismas que hoy se honran en estos bancos, á un cambio
de sistema que asegmase la libertad y concluyese con las esperanms
y con los complots de nuestros enemigos. S. S. se acordará muy bien
que entonces, como ahora, dijo que el gobierno se encontraba en una
situacíon crítica, luchando con un brazo contra los enemigos de la
constitucion, y con el otro contra los que querian exgeraciones, y que
pensaba que no debia alterar su sistema en nada; pero á pocos clias
se justificó la existencia de la conspiracion tramada contra el sistema
constitucional por los sucesos del 7 de Julio. Yo hubiera deseado que
el gobierno actual no hubiese echado en olvido aquella lcccion. Al 7
de Julio contribuyeron dos clases de pal'tidos: uno engaiíado, que creia
que iba á hacerse uso de la fuerza material y efectiva contra los prin-
cipios exagerados, que entonces no podian llamarse tales, por haber
sido jurado por toda la nacíon el sist.ema constitucional: contribuyó
tambien el partido de las que se llamaban entonces modificaciones,
vulgarmente cámaras; pero el resultado fué que la guardia real de
aquel tiempo, que no queria cámaras ni modificaciones, ni ninguna
especie de libertad, gritó: ¡v(va el rey absoluto!


nEn tal situacion, pues, como no podrá menos de confesar S. S.,
viendo las personas encargadas entonces de dirigir la nave del esta-
do que su fuerza moml estaba agotada, se hallaban obligadas á en-
tregar sus carteras y abandonar el timon de los negocios públicos.
¿Y cuándo? Cuando estaba casi disuelto el edificio social; cuando habia
una discordancia absoluta de opiniones; cuando toda la nacíon estaba
dividida; cuando no habia ni podía haber confianza en la persona que
debia llevar adelante las instituciones constitucionales. Entonces fué




UN ~IE[I;SAJE Á S. M. 329
cuando entraron ú. gobernar esos hombres que tantas y tantas veces
han sido acriminados con una saña que me duele mucho, y que con
más frecuencia que en boca del señol' pl>esidente del consejo de minis-
tros se deja vel' en h del señal' secl'etario del despacho de hacienda.
Pero ya que S. S. al tornar la palabra empez6 aeriminando dicha
época por medio de una esclamacion, seria una cobardía en mí no
levantarme para responderle con la valentía é intrepidez que me es
propia: «¡Ay si fuera ú escribir, ha dicho S. S., la historia de aque-
II Uos años, cuán pocos serian los que se podrían presentar con frente
llserena á la faz de la nacion!)) Yo en este punto abandono mis opinio-
nes á la histol'ia que S. S. pueda escribir; yo ruego á S. S., y le reto
pel'sonalmcnte, á que me diga .....


llYO respeto la historia del Sr. Presidente; pero jamás permitiré,
en cuanto mis fUBl'ZaS me lo permitan, que su autoridad se estrelle
con este 6 aquel.


}} Yo deseo oir en este punto el voto del estamento, incluso el de
los señores ministros, Ijue no podrán menos de decir .....


llDoy gracias á S. S., y paso á las medidas escepcionales que en
su misma denominacion llevan la manifestacioll de su carácter. La na-
cion se hallaba entonces en estado de disolncion, y amenazada de una
invasion provocada pOI' la debilidad del gobierno. En semejante situa-
cion no habia gobierno ninguno que pudiera marchar sin las medidas
de escepcion que se tomaron; sin embargo, estas medidas jamás se
pens6 que comprendieran á la libertad de imprenta: se hicieron, si,
algunas proposiciones en el cOl1¡;reso , y 8J modific6; pero no se pro-
hibiú absolutamente. Esto lo podré repetir siempre, y muchos de mis
dignos compañeros podrán atestiguarlo.


llHay otra circunstancia muy especial que los señores secretarios
del despacho no han tenido presente al hablar de estas medidas escep-
cionales, y es que se acordaron únicamente por el tiempo que es tu-
"ieron las cúrles cerradas, por manera que desde el momento en que
volvieron á abrirse hs c6rtes, quedaron sin efecto; al paso que por
otm parte se aument6 la libertad política, pues al mismo tiempo se
abrieron las so~iedades patriúticas, que dieron lugar á corregir los
defectos de dichas medidas.


}jNo me detendré mús en recorrer la historia de aquel tiempo.




330 DISCURSO PROPONIENDO


Creo que los que hemos pedido la palabra hemos abusado más ó me-
nos h:1'3ta cierto punto, y dado márgen al gobierno para que nos puc-
da decir con una sJnrisa de desprecio que nuestros cargos son in-
fundados, que no presentamos pruebas, y quc no morocíamos casi la
contestacion de parle del gobierno; sin embargo, hago la justicia á los
ministros de que han dado todas las contestaciones posiblos, y satis-
fecho en tanto cuanto han podido. Vengo ahora al punto esencial, á
un punto por dondo no pasará ni la barca en que se salvaron las otras
veces, vengo en fin al acontecimiento del domingo pasado.


))Yo no insistiré en accidentes que no conozco. El señor secretario
del despacho de Estado acaba de hablar mucho de sociedades secre-
tas, de sociedades que dice existen; pero yo no pertenezco á ninguna,
ni conozco á nadie de los que se hallan comprendidos en esa causa
célebre de que está ocupado el poder judicial, y de que su selloría ha
hecho una relacion tan lata, que sus palabras dan demasiado peso á
la consideracion conque puede haber sido formada la misma causa.
Vengo, pues, al acontecimiento del domingo, repito, sin examinar
sus acontecimientos: hablo solo de un hecho positivo, consumado, y
la única deduccion que yo saco de él es, que desde el momento en que
la prerogativa real se llevó á efecto hasta el punto más alto que pnede
llevarse; desde que se concedió el indulto á los militares que se apo-
deraron de Correos, desde ese momento el ministerio abdicó su poder;
desde ese momento el ministerio ha perdido su fuerza moral, y su
prestigio ha desaparecido clavado en las puntas de las bayonetas del
batallan segundo del regimiento de Aragon. l\Ianifiéstolo en cumpli-
miento de mi deber con mucho pesat' mio; más lo hago por no poder
prescindir de llenar mi obligacion en este sitio, en que los sellOres
procuradores están autorizados para hacer inculpaciones al g'Obierno
en cumplimiento de sus deberes.


llEn vista de esto diré lo que en mi opinion debe hacer el esta-
mento.


llEl estamento de procuradores del reino, si es que esta discusion
no ha de ser una mera comersacion, como ha dicho el Sr. Galiano,
si ha de tener un objeto, un fin, el estamento, rep'ito, creo yo que
está en el caso de elevar á los piés del trono un respetuoso mensaje,
lamentándose de las ocurrencias del domingo, asegurando á S. M. de




UN MENSAJE Á S. M. 331
nuestra cooperacion para sostener las leyes restablecidas por el ESTA-
TUTO REAL, la libertad y el trono, y esponiendo al mismo tiempo que
01 estamento ha visto con profundo respeto, y ha aplaudido el uso
que S. M. ha hecho de la prerogativa real, concediendo el indulto á
los militares que se apoderaron de la casa de Correos: que el es-
tamento espera que e3te indulto, este perdon, no será una palabra
vana que quede sin efecto por ningun pretesto de política ni otro al-
guno. y finOllrnente, que el ostamento, habiendo tornado en considera-
cion las necesidades del pais, est;i en el caso de indicar á S. M. la do
que su ministerio adopte un sistema que sea capaz de llevar á efecto
los deseos manifestados de levantar sobre el ESTATCTO REAL el edificio
de lihertad y de seguridad que han de disfrutar tanto el trono como
sus súbditos. Es la proposicion que no puedo menos de presentar al
estamento, y creo tomará el mismo en consideracion.))






EL DUQUE DE RIVAS.


Es la política en las sociedades modernas un humean
tempestuoso, que conmoviendo en su base el órden mo-
ral en las naciones, destruye las costumbres más arrai-
gadas, cambia y tuerce el destino de los hombres, y SJ-
focando instintos y sembrando esperanzas, trastorna las
sociedades y arrastra tras sí hombres, creencias y cos-
tumbres.


Es tambien un crisol la política en el que, fundidas
las sociedades, aparecen tarde ó temprano los hombres
de verdadero génio, y conoce cada cual sus fuerzas y
sus medios, sus cualidades y sus instintos.


Al mágico poder de la política se han debido esas
asombrosas trasformaciones, esas metamorfosis maravi-
llosas, por medio de las cuales ha salido un general de
un pastor, un filósofo de un labriego, un orador de un
menestral. Pero si bajo este punto de vista es beneficiosa
la política para la gloria y prJsperidad de los estados,
es altamente perjudici::tl cuando truncando voluntades y
sofocando instintos, se empeña en trasformar á un poeta
en hombre de estado y á un literato en orador.


Sugierenos las anteriores reflexiones la vida del per-
sonaje con cuyo nombre encabezamos esta ligera bio-




334 EL DUQUE DE Rl V AS.
grafía, y de cuya exactitud nos úonvencel'emos más ade-
lante.


Pocos hombres públicos han tenido cualidades de
carácter menos á propósito que el duque de Rivas para
ser buenos políticos, por lo mism0 que las ilusiones de
la poesía y el sentimiento del corazon se amalgaman mal
con el frio cálculo de la política, con el interesado racio-
cinio de la diplomacia, con las bastardas pasiones de la
revoluciono


Dotado D. Angel de 8cwvedm de una imaginacion
harto florida, de un alma elevada y generosa, de una
instrnccion artística, sus instintos, sus deseos, sus ambi-
ciones no tuvieron otro norte que la gloria literaria, á
cuyo templo le conducian pacíficamente desde sus pri-
meros años su génio, su corazon y sus inclinaciones.


Pero el huracan de la política le arrebató, como á
otros muchos, de su verdadero camino, y le impuso su
voluntad, su ley y sus caprichos.


Oomo Alcalá Galiano y como Istúl'iz, apareció l'l
duque de Rivas en las CÓl'tes de la segunda época cons-
titucional dominado por las exageradas ideas democrá-
ticas y desorganizadoras que tanto contribuyeron á los
excesos de la revolucion de los tres años, y á la ruidosa
y precipitada caida del sistema representativo.


Declamador fogoso, hábil agitador de las turb:1s, su
voz resonaba poderosa y valiente en las situaciones de
más peligro, y los aplausos de la plebe recompensaban
con frecuencia los arranques patrióticos y los vehemen-
tes apóstrofes deljóven tribuno. Su simpátiea figura, sus
nobles ademanes y hasta sus títulos de nobleza influian
no poco en las populares ovaciones, y daban más im-
portancia y autoridad á sus manifestaciones democrútico-
demagógicas.




El. DUQUE DE RlVAS. 335
Inesplicable fué el efecto que produjo en las córtes


de 1823 y el frenético entusiasmo con que le aplaudie-
ron los bulliciosos espectadores de las galerías, cuando
en la célebre cuestion de las notas, esclamaba con la
mayor vehemencia: «~osotros estamos todos unidos:
todos queremos libertad: en los principios, todos estamos
conformes: la libertad de la nacion y la independencia
es 10 que queremos, y no hay enemigos suficientes
para .arrancárnoslas. El que se atreva á insultarnos, ven-
ga, pues, i este suelo, donde encontrará en vez de mala
fé, la virtud y el hierro. »


Perseguido encarnizadamente por la restauracion ab-
solutista de 1824, y condenado á pena capital como todos
los diputados que firmaron en Sevilla el temporal Jes-
trona miento de FernanJo VII, regresó el duque á la pe-
nínsula en 1834, cuando la reina gobernadora abrió mag-
nánimamente á los proscriptos liberales las puertas de la
patria.


Habiendo heredado á la saílon el título y la grandeza
c1eEspaña, por muerte de su hermano mayor, fué nom-
brado prócer y posteriormente s~nador en muchas legis-
laturas.


Arrepentido de sus extravios democráticos como ls-
tútiz y Alcalá Galiana, y amaestrado como ellos en la
escuela d0 los mios y de la desgracia, ocupó en su com-
pañía el ministerio de la Gobernacion en 183ü, y cayó
del poder al violento empuje del escandaloso motin que
pisoteó en la Granja el cetro de San Fernando.


Desde entonces ha figurado dignamente el duque de
Rivas en el partido moderado, y ejercido en la política
la influencia que á su posicion, á su talento y á sus re-
comendables dotes le correspondia.


En varias ocasiones ha defendido en la alta cámara




336 EL ¡¡UQUE DE RIV AS.
la causa del órden y el principio de autoridad, si no con
la fogosidad y el tono elcvado y declamatorio del tribu-
no de 1823, con la gravedad y mesura del senador mo-
derado, con la fuerza de raciocinio, la conviccion de
ideas y la profundidad de miras del orador concienzudo,
del político práctico.


La escuela conservadora ha tenido siempre en el Se-
nado un decidido defensor en el duque de Rivas, cuya
autorizada palabra ha resonado siempre en las cuestio-
nes de partido más solemnes y en la discusion de las le-
yes más importantes.


Antes de ser embajador en 1857, habia vuelto á
figurar ostensiblemente en la escena política en la revo-
lucion de 1S54, en cuya época fué nombrado presidente
del consejo ue ministros á la caida uel conde de San
Luis, cargo que no pudo desempeñar por lo azaroso de
las circunstancias, que se sobreponian á la. convenien-
cia, y cuyo nombramiento, quince dias antes, hubiera
sido aceptado por todos y evitadu una revoluciono


Concluyamos. El duque de Rivas, á pesar de la alta
posicion política que ocupa y del notable papel que ha
desempeñado en nuestras revueltas civiles, tiene más
consideracion como literato q ne como hombre (le gobier-
no, más fama como poeta que como político, más repu-
tacion de erudito q [le de orador parlamentario.


La posteridad se 01 vidará tal vez del ministro, del
publicista, del oradOl', pero nunca dejará de tributar un
recuerdo ele admiracion y de respeto al romántico autor
del Don Alvaro, al intencionado y elegante versificador
de los Romances históricos.




EL DUQUE DE nrVAS. 33í


Discurso contra la. venta de los bienes de las monjas.


((SoflOros: Con mucha desconfianza tomo la palabra para impug-
nar el dictámen de una comision compuesta de personas tan respeta-
bIes, pel'O me ,obliga á hacerlo el contesto mismo del informe que
acabél de leerse, porque advierto que hay en él falta de armonia entre
la importancia CLUB la corhision da á la proposicion hecha por el señor
Sanchez, y el final que propone; ¿pOI' qué si la proposicion del Sr. San-
chez está reconocida por ser ele una utilidad tan gramle, y de unos
efectos tan dignos por el senado, ha ,de desentenderse de entrar en
ella? Porque yo creo, señores, que no habrá senador alguno que des-
eonozca lo importante que es la proposieioll que se discute. Yo por
mi parte empczaI'¡j felicitando do todo comzon por ella al Sr. San-
chez, porqnr ha sitio el primero que, espresanclo la voluntad de todos
los españoles, ha alZQc10 la voz para reclamar contra la injusticia más
escandalosa, y contra el atentado más horrendo cometido en nombre
de la libertad.


))El int(mto elel Sr. Sanchez es noble, generoso, propio de un ca-
ballero amigo de la humanidad, y que yo siento que su señoría no
haya ido más allá proponiendo una eompleta reparacion, que es lo
que exige el espíritu del ~iglo, del atentado cometido en nombre de la
liberti.lll y del progreso contra las desventuradas religiosas.


)) Mas antes do entmr de lleno en esta cllcstion importante, cues-
tion que examinaré bajo tallos aspectos, porque todos so~ ventajosos
y favorables ú mi pl'Opúsito, me haré curg·o para refutarle de un argu-
mento, de !loa Cllr;stion oe úrden, ql18 tal yez poJri intentarse para
cortar este debate; argumento ele tanta más fuerza, cuanto que
aparentemente puuiera fnndarse en un artículo de la constitucion;
este O.l'gllmento es, que siendo esta una cnestion de crédito público,
no puede ventilarse en primera instancia en este cuerpo colegislador.
Pero este argumento es falso, y yo lo refutaré; porque aunque es
cierto que la proposicion se roza con el crédito público, si despues se
ha de determinar otra cuostion más importante, la)roposicion no es
de crédito púhlieo, sino ele justicia, de humanidad; y por lo tanto yo
2~




338 DISCURSO CONTRA LA VEl'iTA


estoy seguro que están de acu~rdo en estas ideas todos aquellos espa-
ñoles que no tengan un alma empedernida, y que no cerrando los
oirlos á los clamores (le unas mujeres desvalidas, no vean en esto más
que una proporcion para hacer una negociacion del fj por 100 ó de
deuda sin interés.


i) Demostrado, pues, señol'es, que esta cuestion es más grande que
la de crédito público, y que por lo tanto es propia del senado, entraré
á examinarla, tratando de demostt'ar que las medidas tomadas con las
religiosas de España ha sido un atentado á la libertad, un atentado
contra la propiedad particular, un procedimiento bárbaro, atroz,
cmel, y además una medida anti-económica yanti-política. Pero an-
tes de entt'ar en mllterill, protestaré que al referir esto, al hablar de
cosas conocidas de todo el mundo, no es ni puede ser mi ánimo resu-
ci tal' pasiones, ni tampoco inculpar á persona alguna de las que pue-
dan haber tenido parte en estos sucesos; porque yo sé que los hom-
hres son siempt'e inferiores á la~ circ\lnstancias, y lJue todos tienen
que inclinar la frente y ceder ú las exigencias d ~ las pasiones. j ~o
permita Dios que en este lugar levante yo mi voz para resucitar pa-
siones, cuando las mías las puse á un lado el dia que juré la consti-
tucion espontáneamente aceptada por mi reina y por mi patria como
emblema de union, y como bandera que dehe guiarnos á todos los
'lefensores de la libertad!


» En dos elases se pueden dividir las religiosas que existen en Es-
IHüa: una de mendicantes, esto es, aquellas que vivian de la limosna
de los fieles, y otras de las ricas y propictarias que vivian del producto
,le sus fincas más (l menos cuantiosas. El haber despojado á las pri-
mcl'aS de los humildes y pobres conventos en que morilban; el haber-
las quitado sus esperanzas y consuelos espirituales; el haberlas pri-
vallo de la subsistencia que les procuraba la limosna de los fieles, es,
en mi concepto, un atentado á la libertad, á aquella libertad que tie-
nen todos 1m individuos de vivir reunidos con otros de su especie,
ocupados en esto ó lo otro, con tal que su ocupacion no sea perjmli-
eial á los de:más, y vivienrlo, no á costa del Erario público, sino de
las limosnas de sus amigos. Su subsistencia no pesaba sobre el Teso-
ro; no pesaba sobre la industria; su subsistencia, en fin, no pesab~
sobre la sociedad, sino sobre aqnellas personas timoratas que funda-




DE J.0S BIE:'i'ES DE LAS 1II0l'lJAS. 339


ban en esto Sil salvacion. ¿Y por qué privar á los hombres de SIlS es-
peranzas cuando estas no son perjudiciales á la sociedad?


lJSi se cometió este atentado con las mendicantes, igual atentado
se cometió sin duda con las propietal'ias y ricas; pero á este atentado
se agrega en estas un despojo, un atentado hOl'l'iblc contra la pro-
piedad particula!'. Señores, todos sabemos que la mayor parte de los
bienes que disfl'Utaban estas religiosas era el producto de sus dotes,
el proJuclo Je su pmpio capital, y el haberlas despojado de este ca-
pital, ¿no es un robo? Esta propiedad pa!'ticular, señores, proceJia
de bienes dolales que en lodos los códigos del mundo es muy respe-
table, y es otra cosa que debe tenerse en cuenta, y yo espero que este
argumento será esforzado por los ilustres prelados que me escuchan,
y que lo hal'án mejor que yo, lego en esta materia; y digo que estoy
seguro que se csforza!'ún, porque es un argumento importante en
que se vel'sa un principio vital. Yo concedo la facultad ó el derecho
de reformar estas corporaciones; pero reformarlas uespues de madu-
r¡simo exámen; mas no cotlceueré el derecho á despojar á los indivi-
duos de una propiedad particular.


n Y este atentado á la libertad y á la propiedad particular, ¿cómo
se ha ejecutado, ó en rirtud de qué? ¿De una ley? No: de la trasgl'e-
sion de una ley. Estos aGtos contra las religiosas se cometieron abu-
samio ue la célebre ley del voto de conllanza : es verdad que despues
se han hecho leyes sobre el modo de proceJer á la venta de eslos bie-
nes, pet'o el despojo se ejecutó abusando de aquel voto de con-
fianza.


n y este atentauo contra la libertad, contra la propiedad partícular,
esta ilegalidad, ¿de qué manera se ha cometido? ¿Vemos que al
tiempo de (lespojar á las inocentes religiosas de SllS bienes, se IIsasen
aquellos miramientos corteses, aquellas atenciones justas, aquellas
consideraciones, señores, aljuella hipocresía, porque al fin y al cabo
hipocresía es la que en estas ocasiollos se usa? 1\0, señores, no; en
medi.) de la precipitacíon con que se ejecutó esta medida, se ve la in-
considoracion más inmoral, y que se las ha hecho apurar el cáliz de la
amargura hasta las heces.


nHan siuo lanzadas de sus hogares; lanzadas de las mansiones
que habian elegido para acabar sus dias; han visto que se les han




340 DISCURSO CO!'iTRA LA VENTA
arraneado SUS bienes, y han visto que con mofa se han tomado los ob-
jetos de Sil culto y adoracíon, los emblemas ¡Je su fidelidad. Y todo
esto, ¿para qué? ¿Para ql1~? Para que se cnriquezcan una docena de
especuladores inmorales que viven de la miseria públira. Señores,
hablo en general, que en particular en esta clase los hay muy bene-
méritos, para que los comisionados de amortizaeion en poco tiempo
hayan formado una fortuna colosal que contrasta ron la miseria
que se nota en las pl'Ovineias. r de todo esto, ¿qué bienes han resul-
tatlo á la llllcion? Ninguno; por el contrario, ha perdi¡Jo mucho, por-
qGe ha perdido con la desaparicion de muchos monumentos, orgullo
de las artes.


)) y en esa misma demolicion se perdió un capital considerable, el
')apital de la mano de obra, f¡Ue no supieron clllcular esos mezquinos
economistas.


nIlan desapal'ecido los conventos, se han malvendido sus bienes,
se han roLado sus alhajas y preseas, y ¿se ha aumentado con los in-
gTesos ni un solo batallan en el ej(\rcito, ni una trineaLlura en la es-
cuadra? ¿Se ha mejorado en algo la suerte de los proletarios? No.
Los comentos han desaparecido, tocIo se lo llevó el viento; y ¿qué
queda en pos de esto? Escombros, lodo, lágrimas, abatimiento.


))Si el despojo de las religiosas ha sido, corno he tenido el honor
de decir al senado, un atentado á la libertad indivi¡Jual, y un despo-
jo (le la propiedad, cometido del modo más áspero y más duro, la
estineion de las religiosas, señores, ha sido una medida anti-económi-
ca y anti-política; más claro, ha sitIo una falta solemne, yen politica
las faltas son peores que los crímenes.


)) Ha sido una medida anti-económica, en primer lugar, porql1o lo
es haber sacado al mercado una gran cantidad de géneros, cuando
los mercados estaban encomlwados de ellos. Ha sido una medidll. anli-
económic~, porque se ha echado la nacían encima una carga pesadí-
sima, que no tenia, sin ventaja alguna, pues es sabido que los Lienes
de las religiosas, no ya habiendo desaparecido como se 1m veriucado,
no ya rnalbaratándose como sucede, no ya administrados de una ma-
nera tan rapaz como se administran, sino admiuistrados por un San
Francisco, no producirian lo necesario para cubrir las pensiones
asignadas; de suorte que el Erario público, ya harto barrido, tiene




DE LOS BIENES DE LAS MONJAS. 341
que cargar con esa obligacion. Pues esto, señores, no se calculó; y si
se calculó, ¡qné inmoralidad! cuando se hizo, se sabia que talef; pen-
siones no iban á pagarse.


)) y no se escuden los autores y fautores de esta medida con esa
multitud de reales órdenes insignific8.11tes, recomendando el exacto
pago de sus pene iones á esas infelices; :los mismos que las firmaban
sabian que no se habian de cumplir, y uo sé qué nombre tenga en
política y en economía una aCCÍon semejante; en bonradez y en vir-
tud tiene el de iniquidad.


nNo me detendré en hablal' de la mentira hecha publicar por los
papeles ef;tranjeros, de que la suma de 8stos hienes montaba á 37 mi-
llones de libras esterlinas, creyendo que de Poste modo se aumentaria
el crédito, y queriendo aplicat' ú un estado las prácticas reprobadas
con que procura dilatar su quiebra una casa de banca.


nPara califlear esta medida de impolitiea, bastará, señores, exa-
minar el cfeeto que ha producido en todos los españoles. Los españo-
les, que componen una naCÍon timorata de suyo, con ciet'tas creen-
cias y costllmhl'es que no pueden destruirse de una vez, y que es pre-
ciso que pasen generaciones enteras para que puedan desaparecer,
¿hau podido ¡ver á sangre fL'ia escarnecidos los objetos de su culto?
No; el que cree que sí, es porque no ha salido de aquí, ni recorrido
las provincias. En Malll'id, donde todos los objetos, todas las ideas se
suceden rápidamente, en este mar de pasiones contínllamente agitado,
puede no saberse el efecto que esa medida ha causado en los pueblos;
pero yo imoco á los que han venido de las provincias, y, como yo, han
l'ecorriLlo una larga estension de terreno, que digan si no han oido las
qllejas de todos los homhres de bien y razonables. Una medida como
esta, que ha tocado á la moral pública, ha sido funestísima, y ha
petjudicado mucho á los intereses de la libertad.


»No militan, señores, las mismas circunstancias en cuanto á reli-
giosos, pues estos, aunque han padecido y padeeen muehó, son poI'
la mayor parte robustos, y unos pueden vivir con su misa, otros sien-
do capellanes de establecimientos piadosos, y otros en fin pueden
tl'abajar; pero á una infeliz religiosa sacada de su convento ¿qué le
qncda? Llorar y padecer. Y los pueblos ¿ven ('.on tranquilidad llorar
y padeuor á las YÍütirnlls? :\'0, sellores, !lO lo ven, porque la mayoría




342 DISCURSO COlURA LA VE~TA DE LOS BIE~ES DE LAS MONJAS.
de los pueblos se compone de hombres de bien, y muy especialmente
la mayoría del pueblo español.


nSiendo, pues, tantos en realidad los males, creo que de ningun
modo puede el senado desatender la proposicion ele mi amigo y com-
pañero el Sr. Sanchez, sino que deberá tomarla en consideracion, y
ver por qué medio se puede consegui!' remediar tantos males, y bor-
rar de la opillion pública la impresion que han causado. Sé muy bien
que los crímenes politicos no se vengan, pero se remedian, como ha
dicho un célebre ministro francés en una obra que circula con aproba-
cían por toda Europa; pues esto es lo que yo quiero que haga el se-
nado. Me guardaré muy bien de desear medidas reaccionarias, por-
que en política las cosas se deben tomar del punto en que se encuen-
tran, sin ir ni un paso atrás. Así, los bienes que se hayan vendido de
estas desgraciadas, sea como quiera la venta, deben quedar vendidos;
lo hecho, hecho. ¿Pero se han de ver tambiell despojadas de los bie-
nes dotales? Estos son los que yo reclamo, los que deben ser recono-
cidos como tales, y resarcidos de un modo ú de otro, segun sea
posible.


nReconózcanseles, proclámese el prin¡;ipio de la propiedad, y sal-
vado este principio, si la comision misma ~e sirve fijarle en un se-
gl1l1do dictámen como lmse del proyecto que presente, yo le votaré
con mucho gusto. Sé que el actual gobierno, reparador por la índole
personal de los individuos que le componen, reparador por la índole
de las mayorías que le sostenemos, y reparador por las mismas cir-
cunstancias, no desoirá los clamores de las víctimas, ni los argumen-
tos que he tenido el honor de esponer; de él lo espero todo, pero me
atrevo á rogarle que el principio de la propiedad sobre que estriban
las sociedades no le desconozca, y que cuando venga á presentar su
proyecto de ley, porque creo que es una ventaja que tome la inicia-
tiva en este caso, como en casi todos, no olvide que la felicidad pú-
blica se compone de las felicidades partirlUlares, que la opinion nacio-
nal 110 es la opinion de las pasiones del momento ni la opinion de los
especuladores, que la propiedad, y sea cual fuere, merece tanto
respeto que cuando se la toca se conmueve la sociedad hasta sus má5
profundas raices.))




o/VVVVVvVVVVVVVVVVVJVVVVVV'./VVV~VVVVVV'JVVVVVVV\./VVVVV~


FLOREZ ESTRADA.


Si la oratoria fuese hija del estudio y no de la imagi-
nacion; si en la formacion de los oradores entrase en ma-
yor cantidad la instruccion que el genio, y si fuesen más
elocuentes Jos que más saben y los que mejor piensan,
D. Alvaro Florez Estmda hubiera sido indudablemente
entre los diputados de la segunda época constitucional
uno de los más elevados, de los más profundos, de los
más notables oradores.


Pero como para serlo se necesitan ciertas prendas
puramente físh~as en armonía con las morales; como para
ser elocuente aprovecha más el sentimiento que la cien-
cia; como la oratoria brilla más cuando se adorna con las
deslumbradoras galas de la imagina.cion que cuando se
envuelve en el grave y majestuoso ropaje del talento,
Flore;:, Estrada no fuó ni pudo ser nunca un orador
eminente, porque era hombre de ciencia más que de ge-
nio, porque pensaba más que sentía, porque tenia más
perfecto el cerebro que la lengua.


Esta es la razon por qué el famoso economista pro-
nunciaba pocos y breves discursos, sin entusiasmat' á sus
oyentes, sin embargo de que por lo profundos y amenos





344 FLOREZ ESTRADA.
cautivaban la atencion de los hombres graves y pensa-
dores.


Falto d~ entonacion su acento, desnudas sus arengas
del atractivo de un estilo florido y elegante, sin acci-
dentes esteriores que dieran más importancia á las ideas,
de ademanes monótonos y acompasados, el diputado de
quien nos ocupamos parecia en sus peroraciones frio,
divagador y pesado.


Muy semejante Florez Estrada por la f'ol'ma y esen-
cia de sus discursos á los legisladores de Cádiz, hasta en
la costumbre de leer algunos de aquellos, disertaba más
bien que discutia, y en vez de ser un publicista era un
filósofo, en lugar de un diputado, un académico.


No se crea, por lo que aCJ,bamos de manifestar, que
F'lorez Estr'ada carecia de fibra en sus ideas, de vigor y
de valentía en sus pensamientos. Al contrario. Sus máxi-
mas rentísticas, sus ideas filosóficas, sus pensamientos
políticos producian notable sensacion por su novedad,
por su radi.,;alismo, por su osadía.


Defensor acérrimo de todas las libertades, cualquier
medio le parecía bueno con tal de llegar á donde se pro-
ponia. Para él, siempre el poder era un enemigo de la
libertad, y creia impecable al pueblo, asustándole más
las arbitrariedades y demasÍas de los gobiernos que los
escesos de las revoluciones.


Austero en SUB ideas, morigerado en sus costumbres,
abogado fervoroso de la justicia y la igualdad, soñaba
con una república por el estilo de la de Platon, y la hu-
biese establecido con la sola condicion de ser en ella el
primer cónsul.


Adicto en economía y en política á la escuela ingle-
sa, proclamaba sus máximas con suma solidez, y aboga-
ba con aJan y constancia por la libertad de imprenta, la




FLOREZ ESTRADA. 345
libertad civil, la libertad política, la libertad de adua,-
nas, la libertad de comercio, la libertad de hablar, la
libertad de todo.


N o obstante su exageracion y la falta ele elotes orato-
rias, era respetado y considerado de todos los partidos,
(lue no veian en él al político sino al sabio. Especial-
mente en materias de Hacienda, eran de gran peso en
las córtes su opinion y su voto, porqu8 nadie podia com-
petir con Florez Estrada en el estudio y conocimiento
Je las ciencias económicas.


Sus obras de ese género, que le han Jado una repu-
tacion europea, prueban la autoridad y el prestigio que
ejerció siempre eh las córtes de 1820 á 1823. Su renom-
bre Je sábio oscureció bien pronto los recuerdos del po-
lítico, y si hoy se pregunta por Flo1'ez Estrada, muy
pocos, acaso ninguno sepa que fué un diputado influyen-
te, un orador mediano en la segunda época constitucio-
nal; pero de 15eguro nadie ignorará que fué un profundo
economista para 1015 tiempos en que brilló, un sábio cu·
yo nombre constituye una de las glorias científicas de
E8pafla.


Discurso en defensa de las sociedades patrióticas.


«Señores: Todo obstáculo al descubrimiento de la vel'dad, á la
mayor ilustracion de los pueblos, y á que estos por todos los medios
posibles se habituen á interesarse en la conservacion de sus dere-
cho~, por más leyes y autoridades que se citen, no puede menos de
ser efecto de varios temol'es, de añejos abusos 6 de ridículos paralo-
gismos, á que eontinuamente acuden los hombres no connaturalizados
con la verdadera libertad. El carácter distintivo de las leyes en socie-
dades por constituir, ó aun no bien constituidas, es la tendencia
constante á ~·ofocar las luces y á reprimir la firmeza de los individuos
menoscabando los medios, y de la eficacia de sus reclamaciones con-




346 DISCURSO EN DEFENSA
tea la injusticia de sus gobernantes. El que se detenga a: examinar sin
pt'evencion el cuadro de las calamidades humanas, fácilmente se pe-
netrat'á de tan triste verdad. Cuando una vez se llega á privar al pue-
blo de un solo medio de ilustrar~, de reciamar del modo más enérgi-
co contra la opt'esion de las auOOridades, de esponer individual ó co-
lectivamente al gobierno cuanto crea. oportUtlo á SUR intereses y
mejor estar, no pasará mucho tiempo antes que se le pt'Íve de otro y
luego de otro, hasta que se destruya por entero todo gérmen de li-
bertad. Si el pueblo español desde la ~poca de Cárlos J, hastacn 1808,
hubiese gozado de la facultad de reunirse libremente para discutir sus
intereses políticos y económicos, aun cuando no conociese otra insti-
tucion de libertad, ¿quién"es el hombre de buena fé que suponga hu-
biera sido sumido en la esclavitud yel embrutecimiento á que lecondujo
el fanatismo, impidiéndole ilustrarse y reclamar consecuencias indis-
pensables del reunirse?


nEl primer paso Mcia la esclavitud es atacar la libertad de la
prensa, é impedir las reuniones Jibt'es de los ciudadanos, sin las cua-
les, desengañémonos, jamás existió ni puede existir sólidamente el
imperio de la ley . ¿Y será posible ql1e un cuet'po legislativo que aca-
ba de ser restablecido por un efecto en gran parte debido á e.'itas
mismas reuniones patrióticas, se proponga auoptar la abolicion, que
tal seria el resultado del dictámen que se va á discutir? La voluntad
general del pueblo debe ser siempre el norte que dirija las resolucio-
nes de sus representantes, y de ningun modo puede espresarse con
más acierto esta voluntad, que reuniéndose los ciudadanos para ma-
nifestrtrla al cuerpo representativo por medio de solicitudes que sean
el fruto de sus discusiones. Este derecho inherente á todo pueblo li-
bre, además de contribnir á la ilustracion, es el acto más principal
con que un pueblo demuestra ejercer la soberanía que reside esen-
cialmente en la comunidad. Es el recurso más natural, más podero-
so, y tal vez el único para acudir ú sus representantes, á fin de que
reformen y mejoren las leyes establecidas y hagan observar las pro-
mulgadas, y sean ellos mismos más justos y reflexivos en sus delibe-
raciones. Finalmente, la libertad de la palabra que constituye la de
las reuniones, es un derecho más fuerte, más natural y mucho más
antiguo que el de escribir, naciendo este de aquel. SI pues hoy la ley




DE LAS SOCIEDAD!S PATRIÓTICAS. ·347
fundamental protege la libertad de la prensa, ¿cómo se osa atacar su
origen y principal base? ¿Por qué lógica singular se nos dice hoy que
la constituciOll implícitam'ente se opone á la form~cion de sociedades
patrióticas bajo el sutil pretésto de q¡j'e no las a~toriza? Por igual ló-
gica tambien deberíamos deducir qui. ninzuno puede legalmente
respirar, pues qGe en ninglln artícu:o de la constitucioll se autoriza
este acto.


llE! puelJlo delJe estar persuadido de que "á,solo" sus representantes
pertenece la formacion de las leyes; pero debe estarlo igualmente de
que así como al congreso no puede displltlÍl'sele esta facultad y la su-
prema iuspeccion en la conducta de todos los funcionarios públicos,
sin embargo de las diferentes atribuciones de los otros poderes, as!
tambien la nacion, en quien esencialmente reside la soberanía, tiene el
derecho de vigilar en sus propios intereses, y con preyia deliberacion
el de solicitar de sus representantes cuanto considere oportuno y
comeniente al bien del Estado. Decir lo contrario es lo mismo que
decir que quien concede sus poderes por un tiempo limitado ó ilimi-
tado á determinadas personas, renuncia y se desposee hasta del dere-
cho de conocer cómo sus apoderados desempeñan el encargo que les
han confiado y del de dades nuevas instrucciones. Los procuradores
de una nacion, igualmente que los de un simple particular, no reciben
los poderes para hacer su voluntad, sino la del pueblo de quien di-
manan, el cual no pudo concedérselos para otro objeto que el de pro-
moyer su felicidad. Desgraciadamente por esperiencia hemos visto
que lo.s representantes de una nacion son capaces de convertir sus
poderes en la destruccion de aquellos mismos objetos para los que
les fueron concedidos; y si los ciudadanos quedasen imposibilitados de
reunirse, ¿cuáles serian los medios de reparar estos males¡ y sobre
todo, cuáles los medios de precaverlos? La comunidad, dice Locke, el
más profundo y moderado de todos los políticos, siempre retiene un
poder sBbemno de salvarse á sí misma de las empresas y proyectos
de cualquiera persona ó cuerpo, aunque sea el de sus legisladores, no
teniendo ningun hombre ni sociedad de hombres poder para abando-
nar y entregar su conservacion, y por consiguiente sus medios, á la
absoluta voluntad de otro.


n¿Quién es el que puede desconocer que privar á los ciudadanos




348 DISCURSO EN DEFENSA
de reunirse, es privarles del medio más natural y sencillo que tie-
nen para velar en el desempeño de sus apoderados, para hacerles ó
comunicarles la~ instl'llcciones que tengan por oportuno, para hacer-


..


les entender cuál sea su voluntad, y para contenerlos en sus mismas
trincheras? L'ls reuniones son la principal escuela pr:'lclica el.] los pue-
blos libres, la más provechosa que se les puede ofrecer, y la única
á que pueden asistir, y en donde pueden instruirse léts dases pobres
que no tienen medios para métntener á sus hijos en otras cátedras y
universidades, por más que estas abundan. ¿Ha podido creer la comi-
sion que los pobres asisten á las cátedras, para suponer que en ellas
se instruycsen ó que estas clases no merecen ser instruidas?


nLa libertad misma de la imprenta, á pesar de su importancia, no
puede proporcionarles las grandes ventajéts que se acaban de mencio-
nar. Por consiguiente, privar las reuniones libres eil injusto y contm-
rio á todo sistema representativo, fundado en no variar en cosa al-
guna la volnntarl e~pl'esa Ó táGita de la mayorla, ni cuanto sea rela-
tivo á mejOJ'ar su educacion y sus ideas. En el momento que sean
prohibidas las reuniones libre:;, las (~órtes no pueden menos de con-
trariar la yoluntad general y de perder la fuerza moral, que es el
único apoyo que lo:; sostiene. Esta sola consideracion y la de la in-
gmtitud en que incurririan, dehen ser motivos demétsiado poderosos
para que el dictAmen sea descchado. La comision misma se ve forzada
á confesar los grandes méritos y servicios de estas corporaciones;
empero esta confesion no es anunciada con aquel lenguaje que lleya
consigo toda la f¡'anqueza qlle era de esperar de la sabiduría de sus
inrlirirlnos. Nos dice que, erigidas por el más desinteresado patrio-
tismo para sostenel' la oscilante opinion públira en los dias ele mityOJ'
crísi~, cooperaron tal vez á presenar ú la nacion de las reacciones
más ominosas, calmando la ansiedad de los leales, enfrenando las ma-
quinaciones de los disidentes, y templando la vehemencia de los im-
petuosos. ¿Por qué el artificio de espl'esal' con duda que cooperaron
á preserva¡' tal vez la nacion, y asegurar en seguida sin la menor
duda que calmaron la ansif1dad de los leales, que enfrenaron la~ ma-
quinaciones de los disidentes, y que templaron la \'ehemf1ncia de los
impetuosos? ¿Polrá jamás semejante lenguaje inspirar á nuestros
constituyentes aquella noble contlanza que da vida y vigor á todas las




DE LAS SOCIEDADES PATRlÓT!CAS. 349
resoluCÍones de un cuerpo deliberativo? Me abstengo de decidir, y
apelo al sentimiento de los hombres dJ razon.


nSigamos algun tanto más el testo literal del dietámen. oPero
sentado ya majestuosamente el edificio de nuestra libertad civil, y ob-
tenida en 9 de julio toda la garantía que es dauo uesear en lo huma.
no, la regeneracion política consiguiente al nuevo sistema, debe ser
obra de los elementos que ha señalado la constitucion misma sin la
cOllCll l't'enci<1 de otro alguno, por plausible que fuere.») Segun esta
doctrina, seriCl un esceso, Ó cnanelo menos Ull erl'Or, toda reforma he-
cha por bs CÓl'tes y no indicada por la constitucion, y veríamos califi-
car como tales la aboliCÍon ele vínculos, supresion de monges y otras va-
rias por no ser obra de los elementos que ha señalado la constitucion.


nNo me detendré le recordar el uso que hicieron ele este derecho
otros pueblos de la antigüedad, y actualmente los Estados-Unidos y la
Ingla terra, en donde las reuniones se consideran como el primer ba-
luarte de la libertad y el único freno del pal'iamenlo. Me detendr8 á
examinar, aunque muy ligeramer.te, la consideracion que flstas cor_
poraciones lograron en España ante la ley. En Castilla, Lean y Gali-
cia hubo asoeiaciones llamadas hermandades, conoeidas en Aragon
por el nombre [le Union. Tales asociaciones, siempre que las necesi-
dalles del Estado Jo exigian, eran permanentes, y ~u objeto era aun
munho más estensivo que en el dia, como que se echa de ver en las
pa1a.bras con que las reuniones en BÚl'gos de 1282 y 1295 anuncian
la nausa de su reunion: (Veyendo (dicen) los muchos males que he-
mos recibido fasta aquí (le los homes poderosos, la verdad es consu-
mida, la fuerza é el roho se frecuenta l' el homicidio se usa, la tiranía
pt la codicia prevalece, é ve yendo que todo esto se usa en estos mal
a\"cnturarlos reynos, acordamos de face!' union é hermandad para que
guardemos todos rll1e~tros lmenos fueros, é buenos llSOS é buenas
costumbres. »)


»Siu embargo, !la fueron censL1radas con los odiosos nombres de
asoeiadas conmociones popnlares, ójnntas tumnltuarias del populacho.
Lejos de (leslruir la constitueion y las leyes, se propusieron darles vi-
g'Ol' y energía, desterrar los abusos, considerar los derechos mlciona-
les, garantir el trollo, y resistir al despotismo de los ministros, gran-
deza y alto ('lera.




350 DISCURSO EN DEFENSA


!lEI objeto de las reuniones verificadas en 1315 fué, segun ellas
mismas dicen, ((para guardar de nuestros cuerpos é de lo que habe-
mos, é para que se cumpla é fa~a justicia, é vivamos en paz é en so-
siego.» Las que se establecieron por los años de 1469, dicen que
aquella hermandad (Ifué establecida é ordenada para ejecucion de la
justicia, del Lien público de estos reinos y conservacion de la corona
real.)) La junta de Villacastin en 1473, dijo: (IFacamos y celebramos
hermandad porque entendemos que es cumplidel'O así al servicio de
Dios y del rey nuestro señol', é á pro é bien comun de estos reinos é
á la seguridad et guarda é defensa de todas las personas.» Los de
Toledo, cuando se reunieron en Taita, concluyen su proclama respon-
dicndo oportunamente á las personas á quienes llenan de espanto se-
mejantes asociaeiones, porque sus argllmentos eran los mismos que á
pesar de las luces del siglo aun se oyen en la actualidad: (INo pongais
escusa, señores, diciendo que en los reinos de España las semejantes
congregaciones y juntas son por' fuerza reprobaLla~, porque en esta
santa jllnta no se ha de tratar sino del servicio de Dios: lo primero la
fidelidad del rey, lo segundo la paz del reino, lo tercero el remedio del
patrimonio real, lo cuarto los agravios hechos ú, los naturales, lo
quinto los desafueros que han becho los estralljeros, lo sesto las tira-
uías que han imentado algunos de los nuestros, lo sétimo las imposi-
ciones y cargas intolerables; de manera que para destruir estos siete
pecados se inventen siete remedios en esta santa junta. Parécenos,
setiores, que tajas estas cosas tratando, y en todas ellas remedio po-
niendo, no podráu de¡;ir nuestros enemigos que nos alllotinamos con
la junta, sino que somos otros tantos Brutos de Roma, redentores de
su patria; de manera que donde pen.;arcII los malos condenarnos poI'
traidores, de allí sacaremos renombre de inmortalcs para los siglos
venideros. »


»Estos hombres se propusieroll derender la justa causa de la liber-
tad, dice el Sr. Mariua en su inmortal obra, y arrostraron bel'úica-
mente todos los peligros de la cmpresa. Kada fué capaz de acobarclar-
los, ni de inspil'í11' sobl'csalto Ú temor en sus pechos, ni las contradic-
ciones de los poderosos, ni los falsos razonamientos de los inertes y
eobanles, ni el mal ejemplo de los egoistas, ni la artifil;iosa y sagaz
conducta de los palaciegos, ni el vil temor de desagradar (t los déspo-




DE LAS SOCIEDADES PATRIÓTICAS. 351
tas, ni la vulgar opinion que condenaba su conducta de atentado con-
tra la majestad y autOl'idade3 establecidas.)) Superiores á estas pre-
ocupaciones, todos sentían lo mismo que en 1520 escribió la ciudad
de Toledo á las restantes del reino: «Pl'esupuesto que en lo que está
por venir, todos los negocios nos salieran al revés de nuestros pen-
samientos, conviene á saber, quc peligrasen nuestras personas, dcr-
rocasen nuestras casas, nos tomasen nuestras haciendas, yal fin per-
diésemos todos las vidas, en tal naso decimos que el desfavor es favor,
el pcligro es seguridad, el robo es riqueza, el destierro es gloria, el
perder es ganar, la persecucion es corona, el morir cs vivir; porque
no hay otra muel'te tan gloriosa como morir el hombre en defensa de
su república.))


))Estas he!'mandades reunidas en lodas las convulsiones políticas
para resisti!' el sistema opresivo, eran aprobadas por las c(¡l'tes, y siem-
pre fueron considerauas como legítimas á no sel' por los enemigos de
la libertad. Cuando las córtes sc rcunieron en Búrgos en J315, Jos
individuos ue la hermandad les pidicron que jurasen hacer guardar y
cumplir el cuaderno de ordenanzas de la hermandad, y aquellas sin
la. menor resisteneia accedieron á dicha solicitud. Las córtes de Car-
I'ion en 1317 aprobaron y respetaron los acuerdos y determinacio-
nes de las hermandades de BÚl'go3, Cnéllal' y Cal'l'ioll.


»euando aun existiese algllna dnda contra la legalidad de seme-
.íantes reuniones, nos la deberian desvancccr complctamente 11s razo-
nes espresadas en la carta que Enrique IV escribió á la hel'mandad
reunida en 1463: ((Dado vos es (dice) el poderío de Dios, pOI' tanto
quiell '1llisierc puede razonar en cualquier ayuntamiento, cuanto aque-
llo que ~e trata más general se denlllestrd, y tanto de aquello entre
ellos disputar, cuanto el noml1n interés lo toma en causa propia; por-
que al\[ donde en bien comutl Ú el mal se trata, quicnqlliera tiene la
lieeneia de llegar á dar su vot.o, como sea cosa cierta, quc la mesrna
propiedail haee á carla lIIlO juez de lo suyo, é presta osadía de hablar
en gUll'lla de su derecho. Por ende, padres eonscl'iptos é honorables
srñorcs, oidas las nlleras de mestras congregaciones, como por la vo-
luntad ele Dios Cl'ivles aYllntados para redimir y reparar las grandes
tiranías, ¿1!l1it~Ll fuera poderoso en santa conformidad á junta!' tan
grandes gentíos, si la mano de aquella soberana Bondad pOI' su inl1-




~52 DISCURSO El\" DEFENSA
nita clemencia en ello no pusiera su gracia? Los cuales unidos en de-
seo tan católico, allegados con deseo tan noble, fechas tan canfor-
m~3 en deseo tan justo, de tan diversas voluntades tomadas en una,
de tan vario3 corazone3 en un querer, é todos finalmente tras un viro.
tuoso fin aguisando, bien péu'ece sin duda lo tal ser descendido del
cielo, ó proprio nombre de santa hermandad haber alcanzarlo. 10 bien-
aventurados los elias en que tal obra se hizo, y tiempos dignos de glol'ia
que tal meroed rescibieron, que levantase Dios á los bajos en con-
fusion de los mayores, clispertase los flacos en vergüenza de los fuer-
tes é pl'ivase de consejo á los grandes para darle á los chicosl Podre-
mos decir por ello cantando con el ProfeLa: agllero es freho por Dios
y es maravilloso en nuestros ojos. Mas vosotros, honorahles señores,
ú quienes dispcrtó la virtud para repél.l'OS de tantos males, srtlicl con
vuestros pendones, despleguense las ué1llderas, que diez sobrepujarán
á ciento, é ciento serán mil, é mil vencerán á todos, que si vos0tros
no fueredes ya, dejara de SCI' Castilla; si vos uo vos leyantaraeles ag'o-
ra, ella cayera por siempre, é si vos no elespertaraeles, ella sin duda
dormiera.n


nTodos estos datos, igualmente que la ley de Partida, la que pa-
rece á la comision una paradoja, espresan que reconocen en térmi-
nos claros é indudables la legitimidad de estas asociaciollcs, y se pue-
dc desatiar eon seguridad II que se cite UIla sola ley hecha en córtes
que Ia.s desapl'llebe. La comision, despreciando la cita ele la ley l.",
Partida 2.", título 1.0), se funda únicamente en quc no es esta la vez
primera que se ha abusado del testo de las loyes rara apoyar actos
contrarios á su verdadero sentido, p')r lo qlle se vió turbarla la segl1-
ridad del Estado. Aun euanelo esta asercion no fllese demasiado yaga,
yo no puedo persuadirmc qne sus autores ignoren qlle mucho mas
comunes son los casos en que se ha aeudido ú este subterfugio por
los enemigos de la libertad, sin que este fundamento pueda por nin-
gun pretesto servir de razoa para establecer la ley que nos presentan.
Mas si atenllemos á lo que la misma comision nos dico, cl1anclo en
seguida asegura qne la ley invoeada para el sosten de 1,('3 coeiclll1!li'~,
literalmente tomalla, no es más qnc un relazo copitvJo de las auras
polítieas de Aristóteles en donde se d'l la detinicioll del tirano 11-::111'-
¡ndor de los tron03, y sc hace la descripeion de las malas mafias quc




DE LAS SOCIEDADES PATnIÓTICAS. 353
emplea para sostenerse, tales como la persecucion de las letras, el
empobrecimiento de sus esclavos, la prohibicion severa de toda re-
union, etc., prueba precisamente la idea contraria á la que ha queri-
do espresar. Si la ley no venia al caso, ¿por qué para desecharla por
inoportuna alegar que es un retazo de las obras de Aristóteles? Y si
viene al caso, ¿por qué decir que no es la vez primera que se ha
abusado d~l testo de las leyes para apoyar actos contrarios á su
verdadero sentido, por lo que se vió turbada la seguridad del es-
tado?


nAntes de concluir responderé al principal y único argumento en
que se apoyan los enemigos ue las públicas y libres reuniones de 10:3
ciudadanos, á saber: las convulsiones políticas ó conspiraciones que
pueden causar trastornando el estado. Suponiendo ciertos todos esos
males con que se nos pretende arredrar, los que se seguirian de la
total supresion de las sociedades patrióticas serian mucho mayores,
pues que infaliblemente pClrdel'Íamos la libertad, y en la alternativa
de dos males el menor nunca puede ser una objecion para el que
sabe calcular. Los establecimientos humanos más sábiamente medi-
tados no llegan á ser tan perfectoR que no lleguen á tener algunos
vicios y defectos irremediables capaces de abrir la puerta á mayores
abusos, pero no por eso los debemos condenar. La libertad misma
de la imprenta, sancionada por la ley como uno de los derechos más
preciosos de todo español, ¿á cuántos abusos aun mucho mayores
de los que pueden seguirse de las asociaciones, no se halla espuesta?
A pesar de sus abusos, ¿cuál seria hoy el que para evitarlos tratase de
privarnos de tan precioso derecho?


»Pero dejando á un lado las hipótesis, yo estoy convencido por lo
que la historia nos enseña, sin olvidar lo acaecido en Francia, que
tales temores son enteramente ridículos. Eulos paises en que se gozó
y en que se goza ue la libertad de reunirse los ciudadanos para (Escu-
tir sobre materias públicas y políticas, el interés particular se halla
tan estrechamente ligado con el interés general, que la mayoría de
los individuos procura que el crimen jamás quede impune, y de este
modo ni el delincuente ni el maligno nunca pueden tener muchos se-
(maces y prosélitos en un gobiel'llo justo. Es innegable que entonces
el hábito de pensar, la necesidad misma de ocuparse CIlIos asuntos




354 DISCURSO E:'\ DEFENSA
públicos y la facultad de criticar las operaciones del gobierno dan á
los ciudadanos más vigor, más dignidad y más firmeza; es constante
que entonces la energía de sus espíritus se comunica á sus corazones,
más no hay que temer ni que foemen conspiraciones y empresas eri-
minales, ni aun cuando tratasen de formarlas que sean auxiliados pOI'
sus conciudadanos. Su objeto Re limita únicamente á asegurar y bus-
car medios de mejorar las leyes y a reclamar su cumplimiento. Las



conmociones que produce esta libertad son siempre el conservador
de la constituoion. No pasan de una ligera fcnnentacion qne en vez
de ser pcrjmlicial es utilísima al procomunal, es indispensable para
que se rectifique la opinion general, y es necesaria para que se pre-
vengan los escesos á que camina todo gobierno, si no hubiese esta
vigilancia de parte de todos los interesados. Jamás los fundamentos
de la sociedad están más fuertes, ni más distantes las guerras civiles
y las conspiraciones, que en los paises en que hay esta. libertad de
las reuniones, las cuales solo producen aquella útil fermentacion, sin
la cual los pueblos inmediatamente pasarian á aquel estado de inercia
A inmovilidad, compallcras inseparables de la esclavitud. Sus movi-
mientos son los naturales de todo cuerpo vigoroso, y que tiene mucha
vitalidad; no son las convulsiones temibles de un cuerpo moribundo
romo equivocadamente se quiere suponer. Las facciones terribles de
los Marios y Silas no se forman en la publicidad ni en los paises que
gozan la libertad; se verifican únicamente en paises en que el gobierno
e:'l duro é injusto, y euando presentan como base alguna injusticia
muy cllOcante de este. Mientras que el gobierno sea justo no hay que
temel' facciones. Entonces los intereses del Estado y del ciudadano no
forman máfl que un mismo interés, y seria necesario suponer que
contrariaria sus intereses porque tuviese libertad de hacerlo, y tan
absurrlo destl'l1ir esta libertad como lo seria promulgar una ley que
prohibiese á los ciudadanos el uso de un cuchillo por temor de que Re
matasen á sí mismos.


llEn Rusia, Pedro, llamado allí el Grande, hizo una ley por la
que ninguno pudiese representar al emperador en derechura sin ha-
ber acudido antes con solicitud á dos ministros sucesivamente, y en
la misma ley se ordenaba que ningun memorial, aun de los presen-
tados al ministro, llevase las firmas de más de diez individuos. Esta




DE LAS SOCIEDADES PATRIÓTICAS. 355


segunda parte de una ley tan tiránica infaliblemente vendrá á ser el
resultado indirecto de la destruccion de las asociaciones.


))La legislaci0n inglesa con respecto á las asociaciones, que son
de dos especies, á saber: asociaciones puramente para discutir, y aso·
ciaciones para discutir y hacer peticiones para el gobierno ó para el
p::lrlamento, se reduce á lo siguiente: En aquellas no se puede discu-
tir ninguna cuestion ó punto sin que se publique con cuatro dias de
anticipacion el asunto de que se ha de tratar, poniendo para la publi-
cacion carteles en sitios señalados por la ley; esto solo parece su-
ficiente para evitar to,la mala consecuencia, pues el gobieruo y auto-
ridades subalternas, teniendo noticia antiCIpada, no son sorprendidos
y tienen tiempo para tomar medidas si se prevé que pueda resultar
algnn riesgo. Estas asociaciones es necesario que se reunan en un
edificio, porque á campo raso las prohibe la ley. Las asociaciones de
discntir y hacer peticiones no pueden reunirse sin que preceda el per-
miso de la autoridad, pedido en un memorial firmado de doce pro-
pietarios. Cuando la autoridad niega el permiso sin más motivo que
su capricho, la ley no le impone pena alguna; pero pierde la popula-
ridad, y en este caso la asociacion puede reunirse, siendo entonces
responsables á todas las consecuencias los doce que hahian firmado.


))Pido, pues, que las eórtes determinen que el dictámen presen-
tado vuelva á la comision.»






BENICIO NAVARRO.


No hay duda que en la carrera parlamentaria entran
con gran ventaja los que han ejercido antes ciertas pro-
fesiones, y han adquirido en su desempeño la práctica
de espresarse en público, y la serenidad y el desemba-
razo, cualidades principales de un buen orador.


Como prueba de esta observacion hicimos notar, al
hacer la reseña de las famosas córtes de Cádiz, que los
catedráticos, los abogados y los predicadores se distin-
guieron desde un principio en el uso de la palabra, lla-
mando la atencion del auditorio por la facilidad con que
se espresaban, por la espontaneidad de sus improvisacio-
nes, por la naturalidad de sus ademanes, por la impasi-
bilidad y el aplomo con que empeñaban y sostenian en
aquella asamblea las lides parlamentarias.


y es muy natural que así suceda. El profesor, habi-
tuado á perorar todos los dias delante de sus discípulos;
el letrado, que acude con frecuencia á informar ante los
tribunales; el eclesiástico, que se dedica á la predicacion
de las verdades religiosas, llevan hecho ya su aprendi-
zaje á las córtes, y como la imaginacion y el talento les
ayuden, y como posean algunas verdaderas dotes de ora-
toria, pronto dominan á su auditorio y se colocan á una




358 BENICIO NAVARRO.
altura, á la que por falta de práctica en el uso de la pa-
labra no pueden llegar otros hombres de más talento,
de más erudicion, de más estudios.


y es que en la oratoria, la forma, lo esteríor, Jigá-
moslo aSÍ, influyen poderosamente en el ánimo del audi-
torio, acaso más que la esencia, que la sustancia de las
peroraciones. Pero si bien los oradores de la cátedra del
foro y del púlpito consiguen llamar la atencion más pron-
to que otros diputados en las asambleas polít.icas por las
formas esteriores de su oratoria, no suelen ser nunca
verdaderos oradores de parlamento, porque les es difícil
olvidar su antigua profesíon y desprenderse de ciertos
resabios que afean y deslustran sus peroraciones parla-
mentarias.


Tan cierto es esto, que no hay un catedrático que al
hablar en los parlamentos deje de ser difuso, ni un abo-
gado que no sea monótono por lo metódico y ordenado,
ni un predicador que al sentar tésis políticas no aparezca
dogmático y absoluto.


Nos ha sugerido las anteriores reflexiones el exámeu
que hemos hecho (le la vida parlamentaria del diputado
valenciano con cuyo nombre encabezamos estos apuntes
biográficos.


Si la verbosidad fuese facundia, si las palabras fue-
ran conceptos, el método, lógica, y argumentos las conse-
cuencias, el diputado Benicio Navarro hubiese sielo un
orador eminente, porque tenia facilidad en la locucion,
serenidad en el ataque, lógica en el raciocinio y grave-
dad en la entonacion.


A pesar de estas y otras buenas cualidades fué un ora-
dor mediano, porque su costumbre de abogar en el foro
le hacia ser difuso, analizador y desleido en demasía.
Más razonador que elocuente, más lógico quc elevado,




BEl\'lCIO NAVARRO. 359
má).¡ argumentista que declamador, sus peroraeiones
tenian por lo mismo más de alegatos forenses que de clis-
cursos parlamentarios. Tenia más aJan en probar una té-
sis política ó fisiológica que en conmover al auditorío
con una idea brillante, con un rasgo de oratoria, con
un pensamiento deslumbrador.


De voz llena y vibrante, de ademanes sueltos y es-
presivos, de carácter enérgico y decidido, no tardó mu-
cho en llamar la atencion en las córtes de 1820, figuran-
do desda un principio en el bando más exaltado.


El triunfo de la revolucion en los famosos sucesos
del 7 de julio, y la omnímorta influencia de las socie-
dades secretas, en las que estaba afiliado, eleváronle al
ministerio de Gracia y .rusticia, formando parte, y muy
principal, del gabinete de las notas, y contribuyendo
con su energía y su fuerza de voluntad á crear la violen-
ta situacion de 1823, cuyo natural y lastimoso término
yahemos referido y comentado en la Historia política !I
pa1'lamental'ia de EspaFía.


Discurso en defensa del derecho de peticiono


« Señores: Voy ú h"blar sobre uno de los derechos más grandes y
más interesantes que tienen los ciudadanos españoles, cual es el de
pelicion; en cuya idea no puede comprenderse más que la accíon de
representar al gobierno todo lo que se crea conveniente al bien de la
patria, en cuyo círculo entra el reclamar contra el quebrantamiento
de nuestras leyes. Este derecho de petieion se ha tenido siempre en
todos los gobiernos líbres por una de las salvaguardias más esencia-
les de la lihertad y de las nuevas instituciones; y seguramente los le-
gisladores no se han propuesto en la eonecsion de este derecho otro
objeto qne el de garantir á la sociedad con una especie de recurso nue-
vo que antes era desconocido, y que la autoriza en su totalidad para




360 DISCURSO EN DEFENSA
velar sobre su propia conservacion. Todo establecimiento humano va
acompañado ordinariamente de la imperfeccion; y sabido es por todos
que en la cortedad del entendimiento nuestro jamás cabe llegar á la
perfectibilidad. Díeese que este derecho ha producido, como la prácti-
ca lo ha hecho ver, efectos contrarios á aquellos que el legislador se
propuso al establecerle, porque se han notado abusos en su ejercicio.
Esta, señor, es una de las miserias y males an~jos á la especie huma-
na, y especialmente en ciertas circunstancias, que por fortuna de los
hombres dejan de aparecer con frecuencia. No es estraño que se de-
clame contra los abusos, y que efectivamente los haya; pero yo no
puedo convencerme, ni de manet'a alguna creer, que este derecho de
peticion por sí, ahora, en todo tiempo y circunstancias dé un produc-
to ominoso á la sociedad. Se señalan una porcion de efectos escanda-
losos eomo producidos por esta causa: pero, señor, estos efectos tie-
nen otro orígen, otra es su causa: no diré que esta no sea una con-
causa; pero si aseguraré que la principal y esencial no ha sido el
derecho de peticion. Yo, forzado de la necesidad de presentar en este
augusto congreso el derecho de peticion sin los peligros que se le su-
ponen, debo decir que mirado en su orígen y bajo el aspecto que yo
le entiendo, se debe considerar como uno de los recursos saludables
para impedir en los gobiernos libres que las autoridades pasen más
allá de la linea de lo justo y de lo conveniente. ¿Por qué no hemos de
creer que este derecho de peticion es una especie de anodino que en
el úl'den político se aplica ú los pueblos cuando se ven dolorosamente
resentidos de la condueta de los gobernantes? ¿por qué no hemos de
creet' que cuando el ciudadano amíg'o de la paz aconseja á los pueblos
que no se alarmen, que no tomen medidas violentas ya que tienen
espedito el derecho de representar sus quejas, no sea este un motivo
para precaver un sacudimiento general ó un movimiento ruinoso,
como único moJio que se les deja? Pues tales son á los ojos del filó-
sofo político los efectos que puede producir este derecho. Así se vé que
en las crísis en que una cOllmoeion rápida y violenta arrastraría en
los gobiernos esclavos á los estravíos más horrorosos, en los gobiernos
libres se sofoca en nn instante por la sola consideracion de poder ele-
var sus quejas, sus recelos y sm temores sobre la conservacion de la
Ilociedad al trono del monarca y al santuario de las leyes. Tápeseles la




DEL DERECHO !lE PETICION. 361
boca á los ciudadanos; no se les deje este desahogo, y entonces espe-
remos "el' que estas quejas y temores revientan por medios desastro-
sos y siempre temibles á la sociedad. Es fácil hacerles entender, en
caso de que abusen, que no deben pasar una línea de su derecho.
¿Pero se quiere para remediarlos quc los pueblos callen; que viendo
la causa de sus temores pongan un candado en sus lábios, que equi-
vale á querer que una campana, siendo herida, deje de dar el conve-
niente sonido? Esto es querer que el mundo en el ól'den f!sico y moral
falte á las reglas que se le prescribieron en su creacion. La Francia
ha conocido bien esta verdad luminosa, y así es que tratándose de
aquellos cuerpos que ppr razon del influjo que tienen en la sociedad
pudieran ser ominosos á ella, ya que les quitaron el derecho de deli-
berar, no les quitaron el derecho de pedir. Es fácil demostrar que en
el quinto año de la república, cuando la Francia tenia dos ejércitos en
pié, uno en la Italia y otro en laEl márgenes del Rhin, no solo se per-
mitió este derecho, sino que se le dió entrada franca y libre. No se les
negó, porque conocieron aquellos sábios que tapándoles la boca y qui-
tándoles el derecho triste de quejarse, les comprometian á que usasen
de otras medidas más violentas, que en vez de cortar los abusos sobre
que querían reprcsentar, los aumentasen.


n¿Pero estos abusos no son efecto de las circunstancias? Vamos á
VOl' esta ley, que es de puras circunstancias, si tiene oportunidad
atendidas las que se observan de los abusos que han dado ocasion á
ella. España, te declaraste libre, y libre de un modo singular: entraste
en la posesion y uso de las prerogativas que son propias de una na-
cion libre: como tal, hiciste uso del derecho de peticion; ¿ y para qué?
para dos efectos: primero, para pedÍ!' córtes estraordinarias, y segun-
do para la destitucion del ministerio. ¿Podrá decirse por los legisla-
dores actuales de España que en uno ú en otro caso los pueblos se
han escedido usando de este derecho? No hablal'é en cuanto al modo,
porque este como todas las cosas tiene su más y su menos, y si
entramos en un exámen filosófico, descenderemos á pormenores que
es provechoso callar: me contentaré con tratar primeramente del ob-
jeto de las primeras petíciones, del apoyo que estas han tenido y de
su rcsul tado.


))Piden lDs pueblos por una voz general que se convoquen las córles




362 DISCURSO EN DEP'ENSA
estraordinarias: se presentan al principio dificultades de diversa na-
turaleza; pero al fin, viendo la uniformidad de los votos de los pueblos;
viendo que la nacion entera no prorumpe en otro grito que el de
c(¡rles estraordinarias, se convocan estas. Este uso que del del'echo
de peticion hicieron por primera vez los pueblos, les atrajo los aplau-
sos del poder legislativo. ¿Qué inculpacion puede hacerse á los pue-
blos que, colectivamente, ó ya como simples ciudadanos, ó ya eomo
funcionarios públicos ó autoridades, elevaron SU'l representaciones,
pidiendo aquello mismo que las córtes deseaban? Se dirá que para
hacer estas representaciones habia amaños. ¿Yen qué especie de
operacion política y no política deja de haberlos? Doblemos la hoja
sobre este punto: no descendamos á cosas que nos obliguen á hacer
una protesta vergonzosa de nuestra debilidad y del estravío de nues-
tras pasiones. El resultado toLal es que los pueblos piden lo que pi-
dieron las córtes; que estas aprobaron lo que los pueblos deseaban, y
que el gobierno accedió á los votos de estas y aquellos. ¿Qué se con-
siguió por medio de esta peticion? Lo que deseaba el poder legislativo,
á saber: que los miembros ilustres á quienes se habia eonfiado en
estas cil'cunstancias particulares la salvaeion de la patria, reunieran
sus luees y recursos para salvarla; y la han salvado en efecto. Los
pueblos, pues, haciendo uso de este derecho de peticion, no han que-
rido más que la salvacion de su patria. Reflexiónese, pues, euán inte-
resante y necesario ha sido el uso de este derecho en el primer caso
en que el pueblo ha usado de él.


nSegundo ensayo del derecho de peticíon. Los pueblos, revesti-
dos del carácter de amantes celosos de su libertad civil y política, y
temerosos de que se les quiera arrancar este ídolo á que ofrecen sus
homenajes, hasta de los mismos elementos desconflan y recelan. No
recuerdo los dos dictámenes que la comision especial presentó á este
augusto congreso, y prescindo de examinar las causas de estos temo.
res y recelos; pero sí diré que los resultados, el juicio que las córtes
han formado y sus resoluciones los justifican. No espresaré las cau-
sas, porque son harto notorias á toda la nacion; pero sí lliré que
cuando los pueblos temieron; cuando vieron que se les estaba minando
la tierra que pisaban, tmieron fundados motivos para temer, y as! lo
calificó el congreso en su célebre declaracion del 15 de diciembre. Es




DEL DERECHO DE PETlcroN. 363
sabido que el segundo ensayo que han hecho los pueblos de España
del derecho de peticion, ha sido por un objeto tan saludable y patrió-
tico como el primero. ¿Tendrian los pueblos rll.zon para quejarse,
cuando observando atentamente la conducta del gobiel'llo, creyeron
que este no procedia de Luena fé? Yo prescindo de si se equivocaron
ó no , porque esto de obrar de buena fé es muy estenso en su esplica-
oion, y son muchas sus aplicaciones; pero en cuanto al resultado, los
pueblos creyeron por lo menos que el gobierno no tenia la aptitud, ni
la energía, ni la opinion necesaria para gobel'llar á los españoles: ¿y
este juicio fué infundado? ¿Salió de los verdaderos principios de un
raciocinio justo y regular? De ninguna manera. Las córtes, exami-
nando detenidamente este negocio, declararon que el gobierno no te-
nia la fuerza moral necesaria. Pues en vista de esta calificacion, ¿qué
concepto podrá formarse del procedimiento de los pueblos cuando, ya
individual, ya colectivamente, se pronunciaron contra el gobierno?
¿Hicieron más que emplear el justo y prudente medio que les facili-
taba la constitucion para evitar la ruina á que veian próxima h na-
cion? ¿No lo reconocieron despues las córtes? Con que el único de-
lito de que se les puede acusar á los pueblos usando de este del'echo,
no ha sido otro que preceder á las córtcs. ¿Y será estraño que los
pueblos se anticipen al poder legislativo? Para mí no lo es. Mientras
las medidas que tomen sean justas; mientras los deseos que les ani-
man sean buenos, pal'a mí es un bien que los pueblos anticipen sus
votos al poder legislativo, porque este, aislado y destituido de noti-
cias, que muchas veces no tiene el menor contacto con lo que en ge-
neral interesa á la patda, desconoce las que pueden Sfll' causa irre-
mediable de su ruina. Las provincias que las tocan y conocen más de
cerca, y que sienten más inmediatamente los desacierlos del gobierno,
no deben callar; su anticipacion es laudable, y muy justo que la ha-
gan notoria. Se ha dicho que algunos pueblos habian avanzado más
allá de lo que prescriben las leyes, y que en vez de hacer peticion han
hecho una amenaza; y valiéndome de la espresion de uno de los seño-
res preopinantes, lwn representado con el rewrso en tina mano y
con el puñal en la otra. Pero, señor, si recorremos la escala progre-
siva que han seguido estos negocios, tanto en la capital como en los
demás pueblos, veremos que no se ha abusado del derecho de peticion




364 DISCURSO EN DEFENSA
del modo que se pinta. Los pueblos sufl'en: representan de un modo
enérgico, pero respetuoso, contra unas autoridades que, en su con-
cepto, conducian á la patria á la última ruina: hacen presentes al go-
bierno los males que afligen á la sociedad; y como que aquel se hace
sordo á sus quejas, las redoblan con valentia y con la energía propia
de hombres libres, y que están interesados pOI' el bien de la socie-
dad, sin que jamás hayan traspasado los límites que unen el órden
con la energía y decision en conservar la ley fundamental del Estado.
No se ha hecho en esto otra cosa que un uso 10gal del derecho de pe-
ticion, derecho que principalmente está concedido para casos estraor-
dinarios como los que han sucedido, pues en estos puede producir
los saludables efectos que hemos visto por fortuna, aunque no todos
los que los pueblos deseaban, y solo de un modo parcial. Cuando el
gobierno marchase majestuosamente por la senda de la ley, ¿de qué
servieia el deeecho de peticion sobee quebt'antamientos de ley? Seria
un deeecho insignificant@. Pero cuando el gobierno infunda sospechas,
sea por ineptitud ó por malicia; cuando aletargado en su miseria, y
anonadado en su ineptitud esencial, no dé oidos á las reclamaciones
de los pueblos, y estos no puedan pasar por otro punto que por re-
presentar continuamente, y cada vez con mayal' energía, ¿será inútil
este derecho de peticion? ¿Y han hecho otra eosa las autoridades? ¿De
qué medios se ha valido el gobierno para calmar la justa irritacion de
los pueblos? De un silencio ominoso, y del despl'ecio de los que han
representado. ¿Y es este el anodino político que debia aplicarse á los
pueblos? ¿De este modo deben ser gobernados? No: y pOI' esto se han
valido del derecho de peticion, cada dia mucho más, clamando sin ce-
Rar contl'a el estl'avío de las pasiones y miseria de algunos de los go-
bernantes, hasta que por último han sido oidas y calificadas de justas
sus quejas por el cuel'po legislativo. Se ha dicho que las autoridades,
como un cuel'po de reserva, deben arrostral' todos los peligros, y que
deben resisti!' y oponerse con valentía contra estas peticiones. Señor,
¿quil\n me asegura á mí que no se repitiesen las escenas de Cádiz,
Cartagena y Granada, siempre y cuando hubiese la misma inmovilidad
del gobierno, que fué causa de dichos sucesos, y no el haber abusado
del derecho de peticion? Se dirá que es menester evitar la repeticion
de aquellos desórdenes, y que es necesario poner una valla para con-




DEL DERECHO DE PET1CION. 365
tener á los autores de ellos; pero, señor, no es necesaria ninguna
otra cosa más que lo que previene la ley fundamental.


HEI derecho de peticion no debe estar sujeto á más restricciones
que las que le pone la misma ley; y cualquiera que tenga buenas ideas
de derecho público, convemlrá fácilmente en dar el nombre de trabas
perjudiciales á las que dan márgen á esta discusion. Observará en
este proyecto algunas monstruosidades, cual es la de que las diputa-
ciones provinciales y los ayuntamientos no puedan lIsar de este dere-
cho de peticion; que es decir, que Pedro, ciudadano, puede dirigir al
trono ó á las eórtes las peticiones que crea convenientes; pero si este
mismo Pedro es autoridad, debe estar con las manos atadas y los la-
bios cerrados, pues se le prohibe aquella facultad. ¿Y se puede dar
cosa más monstruosa? Aun la misma constitucion quiere que los
ayuntamientos la ejerzan, puesto que á ellos les está encargada la
buena administracion de los pueblos, conservar su tranquilidad y pro-
mover su felicidad. Así, pues, si un ayuntamiento constitucional ve
que corre riesgo la patria por la ineptitud ó maliciade un ministerio,
¿debe estar pasivo é indolente, presenciando cómo se van rompiendo
los diferentes anillos de la cadena social. sin poder representar contra
este des6rden? ¿Qué podrá hacer sobre los negocios que á él le están
encomendados, habiendo un mal gobierno? ¿Sin gobierno, puede ha-
ber patria? ¿Sin esta, puede haber la administracion económica de que
deben cuidar los ayuntamientos? Resulta, pues, que los ayuntamien-
tos pueden y deben absolutamente representar contra un mal gobier-
no. ¿Cabe en un sistema politico poner esta especie de línea divisoria
entre las facultades que la ley debe dar á estas autoridades, puesto
que todas sus facultades deben considerarse como otras tantas ruedas
de la máquina política, que aunque mayores en sus funciones unas
que otras, tienen sin embal'go entre sí la más rnútua dependencia?
Pues, señal', ¿estos ayuntamientos se desentenderán de todo lo que
la ley no marea literalmente como rueda principal de la máquina de
sus operaciones? ¿Mirarán á sangTe fria que una de las ruedas esen-
ciales, cerno es el gobierno central, est¿ parada ó desordenada en tér-
minos que corra el riesgo de una destruccion tolal? Nadie hasta
ahora ha puesto en duda el principio eterno salus popult' suprema lex
est; y así no solo los ayuntamientos, sino cualquiera ciudadano que




366 DISCURSO EN DEFENSA
por su posicion particular en la sociedad vea el peligl'O que corre la
patria, no puede desentendel'se de representar al gobierno, y por lo
mismo debe hacerlo siempre que obs81've que este no marcha como
debe. Dirá la comision que la reslriccion del derecho de peticion por
lo que toca á los agentes del poder, no estú contraida precisamente á
las utribuciones suyas; de modo que de esto se sigue que no puede
representar sino cosas propias de su destino un empleado público, y
aunque vea perecer la patria, aunque vc[\. abrasarse el mundo cntero,
dirá: «(esto no es de inspeccion mia.)) Pues, señor, los ciudadanos que
abriguen en su pecho sentimientos en favor de su patria, ¿podrán
descansar tranlluilos en el testimonio de Sil conciencia? Se dice que
podrán representar como ciudadanos particulares; que podrán aso-
ciarse con otros ciudadanos que sean de la misma opinion. Pero, se-
ñor, cuando en el órden moral están los hombres conformes en una
opinion ; cuando esta que se Ilmna opinion pública llega á ser tan ge-
neral que toca al corazon de todos los ciudadanos, ¿qué razon hay para
que se compliquen tantos espedientes, tantos viajes, y para que se
represente individualmente? ¿Por qué se ha de poner esa traba de res-
ponsabilidad á los cinco primeros que firman?


)) Yo no quiero molestar al congreso haciendo un exámen ana-
litico de 13. circunstancia, tan anómala como escandalosa, que aquí
se pone y que acabo de indicar. ¿A dónde vamos á parar con unas
formalidades tan multiplicadas que impedirán del todo el derecho de
peticíon? ¿Los que firman no deben responder todos ante la ley?
¿Para qué se ha de exigir la responsabilidad el los cinco primeros?
¿Qué sucederá? Que algunos podrán falsificar la firma diciendo: nos-
otros no tenemos responsabilidad, y comprometeremos de este modo
el honor de los cinco primeros, y desacreditaremos el derecho de
peticiono Con que, señor, si los pueblos de España solo han hecho
uso del derecho de peticion cuando han creido que así lo exigia la
salud de la patria; si el congreso ha canonizado de justas las peti-
ciones que se han hecho; si los pueblos no se han escedido, es evi-
dente que las restricciones sobre el derecho de pelicion, que en otras
circunstancias podrian tener lugar, en el dia de ningun modo le tie-
nen; pues, como he dicho, los males que ha habido deben atribuirse
á causas muy diferentes.




DEL DERECFlO DE PETICION. 367
)) Yo creo muy bien que algunos enemigos de la libertad han


tenido parte en el modo de usar del derecho de peticion, y que han
dado lugar á. síntomas que no tienen ninguna analogía con el uso
legal que debe hacer todo ciudadano de este derecho; pero, como he
dicho otras veces, todo esto no es efecto de esta causa. El derecho
de peticion puede ser una especie de concausa, y algunos indiscretos
podrá.n siempre USClr legalmente del derecho de peticion no acer-
tando en el modo; ¿pero por esto habrii de destl'llirse? Examinado
pues todo esto filosóficamente, no hay motivo suficiente para que se
pong'an telntas restricciones y trabas embarazosas á un uso que debe
ser libre, como la libertad ele la imprenta. No tralo ele autorizar los
abusos de estos 110s derechos, no: me opondré siempre á ellos, como
me opondré á los abusos del poder; pero por algunos pocos des-
aciertos, no se pongan unas restricciones que parece van á destruir
la Iíbertad. Elltombre pensador examina las cosas con detencion, y
pesa los male!) y las ventajas que preponderan, tomando este ó el otro
partido. Desengañémonos: examínense como se quieran estas res-
tricciones, siempre son trabas á la libertad: podránse justificar por
algunos sucesos particulares; pero miradas en grande, como debe
mirarlas el legislador, son antipolíticas y sumamente perjudiciales.
No demos lugar ú la maledicencia pam que diga qur. obt'amos con
precipitacion, y que escuchamos solo las pasiones del g'obiel'llo. Por
último, señor, si se quita esta facultad á los militares del modo como
propone la comision, se acabó pam ellos el derecho de peticion.


No entraré en los detalles circunstanciados que podrian hacerse
sobre lo útil que ha sido este derecho de peticion ejercido por los
militares, recorriendo la histot'Ía ele nuestro cambio político, porque
creo que ningun señor diputado lo dejarii de conocer; pero sí citaré
un hecho particular que prueba que aun donde se ha temido más
que se abusase de la verdadera libertad racional, no solo no se ha
privado de este derecho de peticion á los cuerpos militares, sino que
estos hicieron el mayor servicio iÍ la patl'ia en diferentes casos
mando de ()!. Citaré el hecho en que un general francés, trasla-
dii.ndose desde Italia á Paris, presentó varias peticiones en nombre
de aquel ejército, en que se proponian medidas interesantes á la
tranquilidad, seguridad y prosperidad de la Francia; y es una Yer-




368' DISCURSO EN DEFENSA DEL DERECHO DE PETICION.
dad que á este espediente se debieron los saludables efectos del 18
fructidor en que tanta sangre y tantos horrores se economizaron.


))¡Los militares, el ejél'cito español es reprimido acerca del de-
recho de peticion en el año 22! No escandalicemos, señores: no
hablemos mas de esta materia, cuyo discurso nos pudiera condu-
cir hasta el punto de ser reconvenidos de inconsecuentes y aun de
ingratos.


))Por lo dicho, y otras varias reflexiones que omito, opino que
no debe haber lugar á votar sobre la totalidad del dictámen de
la comision.))




~VV vVV"JV J\/'JV -A/VV'J',../"J'\,/V"JV'..,/VV JVV'V"\f\.fVI./V vVVVVVVVVVVV\f'JVV~


GARELLI.


Son las circunstancias morales, las buenas cualidades
privadas de los políticos, base muy segura en ocasiones
para fundar su reputacion de gobernantes, de publicis-
tas óde oradores. Y no es porque aumenten en el hom-
bre que las posee el talento, la ciencia ó las disposicio-
nes oratorias, sino porque prestan á esas prendas del
hombre público cierta autoridad, cierta sancion, cierto
prestigio que las realza y sublima, sirviéndole de escudo
contra la envidia, la murmuracion y la maledicencia. La.
historia política y literaria de todos los paises nos sumi-
nistra ejemplos palpables de esta verdad.


Las arengas de lUirabeau en los últimos tiempos de
la Asamblea legislati va producian la mitad del efecto que
debieran en la córte, entre sus compaíleros y enlas ma-
sas, porque el desarreglo de sus costumbres para los
unos, su dudosa moralidad para los otros, su cinismo
privado para todos, desvirtuaba sus arranques de desinte-
resado patl'iotismo, sus manifestaciones de libertad y de
igualdad.


¿Qué precipitó mas á Dantan en el camino de la gui-
llotina? No fue otra cosa que su apego á los intereses, su
sibaritismo que lo puso en contradice ion con sus an-


l!4




370 GARELLI.


ter lores catilinarias contra los nobles y los ricos. Por el
contrario, ¿con qué aumentaron su l'eputacion de orado-
res y de patriotas MaNa y Robespierre? Este con la aus-
teridad de sus costumbres y la sencillez de su traje;
aq uel con su trato frugal y miserable, con su desaseo
personal y con sus prácticos alardes de pobreza.


No cabe duda que una misma idea, una misma frase
parece más bella y más s:lblime en libios de un orador
que tenga fama de hombre honrado y de buena fó, que en
los de otro político desacreditado en su vida privada á
los ojos de sus oyentes.


A plicando las anteriores observaciones al personaje
á quien consagramos esta ligera biografía, no titubeamos
en asegurar que, tanto coe.1O su talento y su instruecion,
contribuyeron á la elevacion política del Sr. GaJ'elli su
proverbial honradez, su carácter leal, justo y conse-
cuente.


El exámen de la vida política del S1'. Gltl'elli, ha
traido á nuestra imaginacion el recuerdo de un inci-
dente de la guerra de la Independencio.; tan terrible
como glorioso, que vamos á dejar consignado aquÍ, como
un pequeño tributo de admiracion y de gratitud que con-
sagramos á nombre de la patria.


A su paso por Valencia en 1814 Fernando VII, el
Sr. Gm'elli coneibió la patriótiea idea de proponer á
sus disdpulos una suscricion, á que contribuyó el pri-
mero, para vestir lujosa y uniformemente á doee huér-
fanos de padres que· hubiesen muerto en defensa de la
patria y ele su rey, al cual fueron presentados como para
recordar al libertaelo monarca los sacrificios ele los es-
pañoles; recuerdo que algo tenia de reproche en aquellos
dias en que el rey acababa de abolir todo Jo hecho por
las córtes Je Oáeliz, que tanto contribuyeron i exaltar




GARELLl.


con sus actos el patriotismo de muchos y el entusiasmo
de todos.


El mayor de aquellos niños, que dirigió al monarca
una breve y sentida arenga, compuesta por el SI'. Ga1'elli
en sentido patriótico y constitucional, era hijo del in-
fortunado cuanto insigne español D. José Roméu, que
como el capitan l'J1Iol'eno en Granada, prefirió ser ajusti-
ciado en Valencia po~' los franceses, antes que reconocer
á José Bonapal'te y faltar de ese modo á sus juramentos
de defender su patria, su religion y su rey.


Al recordar el heróico sacrificio de aquellos dos
héroes, que no tiene igual en la historia de nuestro pais,
duélenos sobremanera la indiferencia de las córtes es-
paüolas. que no han colocado ya en las lápidas de su
palacio los preclaros nombres de MOl'eno y de Roméll,
mártires de la indepemlencia y de la libertad de Espafni
los más dignos, los más gloriosos, los más merecedores
de la admiracion y de la gratitud de sus conciudadanos.


Distinguido profesor, reputado jurisconsulto, de fama
no comun como hombre de letras, apareció el SI'. Gar'e-
Ui en la escena política en 1820 como diputado por la
pi'ovincia de Valencia. Desde el primer dia que juró su
cargo, desde el primer discurso que pronunció en las
primeras córtes ele la segunda época constitucional, ya
ocupó entre sus compafíeros un lugar distinguido, si no
como orador, como publicista y hombre de gobierno.


Sin vacilar en un principio, C01110 otros muchos di-
putados del bando moderado, sin contemporizaciones
con la revolucion, sin sacrificar sua ideas al despótico
poder de las circunstancias, constituyóse el Sr. Gal'elli
en [erv0roso defensor de la causa del órden y del princi-
pio de autoridad, teniendo la abnegacion de despreciar
los aplausos del pueblo, tan fáciles de alcanzar entonces,




:372 UAnELLI.


y tan ansiados por casi todos los representantes de las
córtes de los tres aÍlos.


Con una constancia. LEgna. de toda alabanza, con una
energía propia de la rectitud de su conciencia, con peligro
á veces de su reputacion y de su persona, cOr.lbatia los
desórdenes de la revolucion, las tendencias desorganiza-
doras de los revolucionarios, todas las reformas p0líticas
y sociales inoportunas y perj udiciales, y cuantas leyes se
proponian que no estuviesen basadas en la justicia y en
]a conveniencia.


Así le vemos en el congreso de 1820 oponerse á la
mdical reforma de los monacales, y á sus razones y á
su prestigio se debió la conservacion provechosa de los
escolapios, y la escepcion del Escorial y otros monumen-
tos, páginas glorIosas de nuestra historia, en el decreto,
que no pudo evitar, de la venta de los bienes de los
frailes.


Con gran copia de razones históricas y filosóficas, con
juiciosas apreciaciones hijas de la esperiencia y del más
sano criterio, v6mosle más adelante combatir la organi-
zacion de las sociedades patrióticas, gérmen de pertur-
bacíon y de trastorno en la mencionada época. ~ada
más exacto que las siguientes consideraciones con que
defendia el dictámen de la comision de que formaba
parte, encargada de proponer un proyecto de ley que
reprimiese los contÍnuos y escandalosos escesos de aq ue-
llos clubs.


«Las ideas de libertad en política, decia el Sr. Ga I'e-
lli, de critica 1'2cional en materias eclesiásticas, de prin-
cipios exactos en asuntos científicos, inoculadas super-
ficialmente en los ánimos de una muchedumbre no
pI'eparada, solo sirven para producir hombres díscolos é
inobedientes á la legítima autoridad, incrédulos ::n reli-




GARELLI. 373
gion, pedantes insufribles..... El proyecto de crear un
pueblo de filósofos seria el proyecto de un loco.»


Pcro donde el Sr. Gal'elli sc elcvó á gran altura
como hombre ele justicia, como político de conciencia y
aun en algunos pasajes como orador vehemente é inspi-
rado, fué en el dis~urso que pronunció anatematizando el
asesinato político del capellan Vínuesa, el primero y más
sangriento desmán de la desatentada demagógia de la se-
gunda época del gobierno representativo. Al final de esta
biografía copiarnos el sentido y patriótico discurso que
pronunció el Sr. Garelli en la memorable sesion en que
se dió cuenta de tan horroroso suceso, y en él verán
nuestros lectores el grito de indignacion de un hombre
honrarlo, de un ciudadano recto, de un político que no
tiene otro norte que el respeto á la ley, la conservacion
dcl árden público yel bicnest'lr de su patria. Nombrado
ministro de Gracia y Justicia en el gabinete que pl·esi-
dió cn 1822 cl Sr. Jlm'tinez de la Rosa, luchó leal y
noblemente defendiéndose como sus compañeros de los
bruscos ataques de la demagágia y de las insidiosas ase-
chanzas de ]a córte, y cayó del poder en los famosos
sucesos del 7 (le .Julio víctima, como los demás minis-
tros, de su buena fe, de su lealtad, <le su rectitud.


En la l'cstauracion del sistema constitucional en 1834
volvió á ocupar el Sr. Gal'elli la silla ministerial bajo
la presidencia del mismo i~Iartinez de la Rosa, y como
las circunstancias eran muy parecidas á las de 1822, y
aquellos gobcrIl1.ntes p:n' su carácter y sus ideas los me-
nos á propósito para contener, ó cuando menos para di-
rigir una revúlucion en el peligroso perío(10 de su des-
al'1"ol1o, abandonó el ministerio, si no tan estrepitClsamente
como entonce8, con la misma fama de inesperto gober-
na.nte y de político imprevisor.




374 GARELLI.
Nombrado prócer y elegido senador más tarde, su


autorizada palabra dejóse sentir en las discusiones de
política elevada, en que se trataba de reformas sociales
flc grande importancia, como el arreglo del clero, la 01'-
ganizacion de vinculaciones y otras de igual índole, en
cuyas disensiones mostró sus vastos conocimientos en
las ciencias j nrídicas y eclesiásticas, su amena erudi-
cion, su sano criterio, producto de un talento claro, de
un corazon recto y una conciencia pura.


De los ligeros apuntes que hemos trazado referentes
á la vida públlca y parlamentaria de D. Nicolás Ma-
ría Garelli, resulta que su carácter recto y blando á 1(1.
vez, sus ideas de tolerancia, su cándida confianza en los
hombres y su imprevision en la política, le hacian el
menos á propósito para desempeñar un ministerio en
tiempos de trastornos y revueltas, si bien en epocas
tranquilas pudo haber sido un escelente gobernante, por
su prudencia, instrnccion y rectitud.


Como orador distinguióse el Sr. Ga1'elli por el fondo
y solidez de sus discursos, si bien era sencillo por de-
más en el estilo, llano en la frase y humilde en la ento-
naclon.


Didáctico en la forma, puro y castizo en el lenguaje,
si no brilló cntre nuestros oradores por lo elocuente y lo
brillante, no por eso dej6 de ocupar cm señalado lugar
entre ellos como discutidor profundo y atinado.


Discurso sosteniendo la eontestacion á un mensaje de S. M.


«Señores: Habia resuelto no hablar en estacuestion segun Ioma-
nifesté anoche á mis compañeros en la comision, y aun allol'a hablaré
poco: pero es forzoso no enmudecer de todo punto, ni dejar sin con-
testacion lo que acaba de oir:le; á lomenos, seria para mí un rcmOf-




DISCURSO CO~TESTANDO Á eN MENSAJE DE S. ;11. 375
dimiento cruel que me acompañaria hasta el sepulcro el haber guar-
dado silencio en este momento.


))¡Señor, en el Gentro del congreso se apologiZll el asesinato! .un
asesinato él sangre fria, (Iue es el peor de los síntomas. Si se dijese
que se habian reunido 20,000 almas, que la fermentacion habia du-
rado dias, que durante ellos se habian sacrificado 100 ,.íctimas,
me hubiera afectacl0 menos, porque semejantes escesos pueden ser
efecto de un arrebato estraordinario, de un estravío, reprensible si,
pero indeliberado de lo que se llama verdaderamente pueblo, pues
este pueblo que ama sinceramente el bien, aunque no acierte en los
medios, pasada la efervescencia oye con docilidad la voz de la razono
Pero habiéndose cometido el crimen de que se trata, prévia, pOI' de-
cirlo así, una citacion ante dl·em, con una marcha pausada, casi en
formacion, con allanamiento Je un edificio público de la ley como es
la cárcel, á las tres de la tarde, estanJo congregadas las córtes, y
contando al parecer con el derecho de participarlo tranquilamente al
pueblo, puesto que aquelia tarde misma se dijo en un periódico que,
si bien el juez habia condenado al reo á diez años de presidio, una
porcion de ciudadano:", que hace muchos dias le habian condenado á
muerte, se dirigieron á la cárcel y acabaron con su vida. ¡Qué escán-
dalo, señor! Esto tiene raices muy profundas. Yo descubro aquí clara-
mente que el hecho se reputa como el ej8rcicio de una jurisdiccion
ordinaria. Pero ¡ay de la naciún! ¡ay de la libertad si este principio
llega rl consag-rarse! ~o se quiera desfigural' el suceso, ni estraviarla
cuestion, indicando amagos de altas conspiraciones, de tramas muy
profundas. Yo no acuso ni disculpo á nadie. Todos los diputados que
me han precedido han hablado bajo el principio de que la constitu-
cíon mira á la per~ona del rey como sagrada é inviolable. Salvando,
pues, esta clav8 8sAllCial de nuestl'O g-mndioso edilicio, acótense he-
chos, cítense á personas, y yo seré el primero que contribuya a. sa-
crificar é inmolar en las aras de h ley á cualquiera, sin distincion de
rango, elase ó cará~]ter, que trate de contrariar el arraigo del siste-
ma. Pero quiero que se hag'a justicia ante la ley, es decir, que no se
oiga en el congreso español que cuando se asesina para defender la
constitucion, es el asesinato justo. (Se le interrumpió por el Sr. Ro-
mero Alpuente, y siguió.) Esto es lo que me parece ha dicho elseñor




376 . DISCURSO SOSTENIENDO lA CON TES"! ACION
Romero Alpuente, no con las mismas palabras, sino descartando los
adornos y circunloquios. Yo no creo haber hecho más que traducir su
concepto con precision y exactitud y sin rodeos, á no ser quP, me hu-
biese equivocado en entenderlo. ¡Ojala fuera así!


))Digo, pues, que habiendo estos antecedentes, no es posible Ulla
eircunspecdon igual á la que la comision ha observado; y yo por mi
parte debo decir aquí francamente, que mi deseo era de que la co-
mision hubiese avanzado más. El congl'eso sabe, y lo saben mejor los
compañeros de comision, que tuve el placer de cooperar muy eficaz-
mente á la formacion de la ley contra los faeciosos; porque retirán-
dome á las doce de la noche con el apunte de las ideas en que había-
mos conveniJo, á las nueve ele la maüana siguiente presenté esten-
dido el proyecto ele esta ley muy propia de las circunstancias, pero
fundada en las bases constitucionales, y. no ley marcial como la ha
llamado el Sr. Golfin. Partiendo del principio de que en toda Budan-
za de sistemll se presentan naturalmente dos clases de estorbos: uno,
pOI' parte de los oprimidos que pugnan por levantar de nuevo su
cerviz y volvel' á los antiguos desórdenes, y otro por parte de los
cooperadores ó auxilial'eg. rle la mudanza, algunos de los cuales se
figul'lln que cada dia puede alterarse (¡ modificarse la ba~e ya reco-
nocida y admitida, con cualquier pretesto; toca al legislador contener
á entrambos con una espada de dos filos que abata vigorosamente
cuanto se rlesnivele de la ley. Así es que yo, al dictal' la citada ley con-
tra los facciosos, hubiera querido mús estension; y presentándose
nuevos motivos con el suceso del dia, mi dictámen en la comision era
el que hubiésemos hecho dos cosas: primera, contestar al mensaje
cláusula por cláusula; y segunda tomar pié precisamente de estemen-
saje para que, así COl1l0 se dictó una ley contra facciosos, se dictase
otra para la conservacion del órden público; porque desde el momen-
to en que se turbe este, aunque sea con los pretestos más plausibles,
desde este mismo momento no existe ya la Jibcrtarl, si por libertad no
se entiende el que un pequeño número de personas, por sí y ante si,
se declaren los únieos soberanos para dictar y ejecutar como ley lo
que resolvieron en un café. Tanto por el ejemplar presente como por
otros que puedan sobrevenir, convendrá además dictar una ley, que
ya creo tiene pedida el Sr. Ledesma, relativa á la policia del órden




A u" MENSAJE DE S. M. 377
interior de los pueblos. Esta ley existe en todas las naciones del mun-
do, aun en las más libres, como en Inglaterra y en los Estauos-Uni-
dos, y la antigüedad la conoció tambien en Roma libre. Esta fué mi
opinion particular; y, sin embargo, cediendo á las luces de los demás
sello res de la eomision, convine en que el mensaje se arreglase en
todas sus partes á la comunicaciOl1, como se ha hecho, sin que pueda
tachársele en ningun sentido.


»En él se diCe que empleó el poder ejecutivo lodos sus medios
para contener á los enemigos del ónlen, añadiendo más, á saber;
que las c¡)rtes se habian anticipado á dar medidas legislativas que
pudiesen allanar el camino para marehar sin embarazo por la senda.
ele la constítuciol1; y concluye diciendo, que siempre y cuando se
presentase por el poder ejecutivo alguna indicacion dirigida á es citar
la energía de las córles para alguna de las providencias legislativas
que están en las atribuciones de estas, podrá contar con su coopera-
cion. Pero el entrar la comision á hablar de si el hecho es de esta ó
de la otra manera, si la causa dimana de esto ó de lo otro, esto no le
tocaba á la comisiono El señor diputado que ha hablado de estas cau-
sas, que las diga si las sabo, y cite las personas en quien esté la cul-
pa; y yo seré el primero que pediré la responsabilidad, no digo de un
ministro, sino de los siete juntos; pero lo demás es querer envolver
la cuestion p:\r3o desfigmarla. Si el señor preopinante se hubiera
avanzado á proponer un perdon del crímen, seria menos chocante;
pero querer que las eórtes se comiertan en apadrinadoras de asesina-
tos) ¿dónde cabe, señor? ¿Á dónde ibamos á parar? Momentánea-
mente se callaria tal vez, pero muy luego escitaríamos la indigllaeion
pública, y sin disputa la posteridad nos miraria con oprobio, y nues-
tros nombres pasarian con este borron horroroso á ella. Yo miro la
cosa en grande; yo he venido aquí á sostenCt' la representacion de
70.000 almas, y aun la de la nacíon entera junto con los demás di-
putados, pero dentro ele la esfera de la cOIlstitucion; y dentro de ella
me encontrará siempre el congl'eso dispuesto ,'t, trabajar y sufrir, y
como individuo ele la comision en particular, y Gon el carácter general
de diputado, impediré con tocIos mis esfuerzos que se consigno en
nuestras actas, sin contrauiccion, espresiones semejantes á las que se
acaban ele oir.




378 DISCURSO CONTESTANDO Á UN l\IJ!.:'\SAJE DE S. !tI.
»POr Jo demás, yo respeto la libertad, no solo de los diputados


sino la de cualquier español, la de cualquier hombre, y la he respe-
tado durante toda mi vida. Si ha habido otros asesinatos, como ha
dicho el Sr. Quirog-a, ¿quién quita que se haga aquí la rlenuncia en
debida forma contra el poder jurlicial, para que se exija la responsa-
bilidad de los jueces que hayan andado omisos en su castigo? ¿Quién
el que se escite al gobierno para que se administre justicia pronta y
cumplidamente? Si ha habido otros escesos y escándalos, ya se han
mandado visitas por parte de las cÓl'tes, y se han pedido notieias del
estado de las causas. En suma, si á pesar de lo que pl'eseribe la
constitucion, del decreto de responsabilidad que comprende hasta lo~
mismos ministros; si á pesar de todo esto se cree que una reunion
de dos ó trescientos individuos en cada capital de provincia, han de
tener un derecho de inspeccion en representacion de la nacion ente-
ra; si esta reunion en uso de su pretendido derecho ha de ser árbi-
tra de deeidit' si se ha faltado á la ley ó no, entonces, seña!', esto se
acabó; empezará por causas al pal'ecer plausibles; pero se sabe que
cuando se abre una g!'ieta en un edificio, el resullado es que, si se
deja sin tapar, viene á abrirse con el ti ampo un gran portillo, y á
al'ruina!'se al fin el cllificio entero. Podrán ciertas gentes satisfacer
por de pronto su ambician, sus vengallZüs; pero á largo á anda!'
serian víctimls de sus demasías, y lo serian con oprobio eterno. Pam
calmar la ansiedad del congreso y la del señor lliputado Romero AI-
puente, yo suplicaria al señor presidente se leyese, mientras está re-
ciente esta idea, la contestacion de la comision; y se verá qne la eo-
mision, sin meterse en chismes, ha procurado coutestar categórica-
mente á cada cosa, desentendiéndose de todo género de calificacion;
porque hasta el apodo de horrible, que usa S. M" hit sido suprimido
corno ha dicho el Sr. Martinez de la Rosa; pero si se quiere que se
suprima hasta la palalJra atentado; si se pretende que se diga que la
accion fué «presentar un puñal delante de la constitucion, y para de-
fenderla, aunque accidentalmente, causó algun daño de rechazo,» no
se dirá tal bajo mi firma, no, señor.))




ROIVIERO ALPUENTE.


Aparecen ciertos hombres en las revoluciones que, :i
irnitacion de los inquisidores, procuran purificar la liber-
tad con la sangre de sus enemigos, como procuraban
aq ueIlos acrisolar la fé religiosa fln el fuego de las ho-
gueras.


Políticos de accion más que de ideas, no hallan
otros medios de persuadir á sus contrarios, de dominar-
los y de vencerlos que el medio del terror, como si el
terror fuese lógico y no exasperase á sus víctimas en vez
de convencerlas ó sujetarlas.


No comprendiendo esos ciegos apóstoles de la liber-
tad qne éstH, así como la religion, no se impone sino que
se enseña, y que una idea noble I un principio humani-
tario, un sistema beneficioso llevan en sí mismos todo
su poder, todo su atractivo, y que solo necesitan para
dominar y arraigarse en la sociedad una buena forma
de enunciacion, ó una oportunidad en su desarrollo y
planteamiento; esos terroristas, repetimos, apelan en las
revoluciones al rigor y la fuerza, armas siempre veda-
das y de doble filo, que sirven únicamente para hacer
odiosa la causa más noble, y para suicidarse con ellas los
mismos que las esgrimen.




380 ROMERO ALPUEl'iTE.
A esos prácticos revolucionarios, á esos políticos de


hechos, que pregonando libertad, igualdad y fraternidad,
y llevando por heraldo al verdugo, ejercen una inícua
tiranía, la tiranía de la fuerza, pertenecia en el período
parlamentario de 1820 á 1823 el diputado llomero Al-
puente, ejerciendo en la fraccion exaltada notable in-
fluencia, ya que no por sus sobresalientes dotes de ora-
dor, por la audacia de sus ideas y su energía revolucio-
naria.


Más á prop6sito para agitador de las turbas que para
legislador y hombre de Estado, resentíanse las perora-
ciones de Romero Alpuente del estilo vulgar y chocar-
rero unas veces, intencionado y epigramático otras,
siempre nervioso, imprudente y apasion.:tdo, de gran
efecto en las plazas públicas, pero impropio é inconve-
niente en las asambleas legislativas.


Partidario acérrimo de la escueIa de Robespierre, á
quien salia citar y alabar en S


'
1S discursos, era visiona-


rio como su maestro, y hacia estribar la salvacion de la
libertad en la destruccion de sus enemigos, y el plan-
teamiento de su política en la voluntad de las turbas.


De aquí sus coatinuos ataques al poder real, á los
ministros, á todo lo que se opusiese á la licencia de las
masas que, en su exaltada imaginacion, en su estraviado
juicio, confundía lastimosamente con la verdadera liber-
tad. De aq ui sus envenenados til'os á la persona del mo-
narca, sus constantes acusaciones contra las autoridades
q lle resistian 6 castigaban los desmanes de la plebe, y
de aquí, pOI' último, la proclamacion y sancion legal que
quería dar á las venganzas de los revoltosos, que el cu-
lifi~aba cm el nombre fascinador de .Justicia p()pula1'.


Como síntesis de sus ideas dis~l ventes, de sus amil'-
quicos principios, proclamaba la soberanía de las turbas,




ROMERO ALPUENTE. 381


no la soberanía do la nacion; la soberanía del puñal, no
la soberanía de la ley. Y esa dictadura de las masas, esa
tiranía del pueblo alborotado, querh que se sobrepusie-
se á todos los poderes constituidos, que se colocas~ sobre
la jurada constitucion, y que fuese respetaéia y obede-
cida por el gobierno, por el rey, y hasta por las córtes
mismas.


Sosteniendo el absurdo y desorganizador sistema de
la fuerza sobre la ley, de la anarquía sobre el órden, pro-
clamaba Romel'o Alpuente desde la tribuna parlamen-
taria ideas tan destructoras, principios tan disolventes,
que se escandalizaban hasta log más exaltados de su
pal'tido.


Dominado por el tel'r'ol'isnw y por una recelosa sus-
picacia y desconfianza sin límites, como su modelo el
convencional francés, su calenturienta imaginacion ha-
cíale ver conspiradores en todas partes, enemigos disfra"-
zados hasta en los más probados liberales, y se exaltaba
y peroraba como un energúmeno, pidiendo deposiciones
de empleados, procesos contra los ministros, medidas de
seguridad contra las asechanzas del rey, y destierros y
castigos para los indiferentes y sospechosos.


Era el corla-cabe;:,as de la revolucion de los tres
años, y á tener más prosélitos sus doctrinas, se hubieran
reproducido entre nosotrGS algunas sangrienta.s escenas
de la revolucion de Francia.


Oonocidas ya las tCJl(lencias revolucionarias del di-
putado Romero Alpuente, no se estrañal'á. que al ocu-
parse las córtes en diciembre de 1821 de los alborotos
de Oác1iz y Sevilla, cuyas ciudades se negaron con las
armas en la mano {t ohedecer las órdenes elel monarca
y de su gobierno, pronunciándose en abierta l'ebelion,
esclamase ..... "Porque si el gobierno mismo ha dado




382 ROMERO ALPUENTE.
motivo para esta desobediencia infundiendo desconfian-
za, y creyendo los gobe!'nados que va en ello la consti-
tucion, en mi opio ion sed, su desobediencia más bien un
heroismo que un atentado.»


No se puede proclamar de una manera más franca y
terminante el derecho de insurreccion.


Disculpando, ~i no d~fendiendo, en otra ocas ion el
asesinato del capellan de honor Vinuesa, sacrificado
inhumanamente en la cárcel en una de las frecuentes
asonadas de aquella época, es clamaba Romero Alpuente:
«Aquí ha sido poner un puñal delante de la constitucion,
aunque de rechazo é involuntariamente pudiera herirla,
porque podria, sobrevenir un gran desórden; pero la in-
tencion de los autores del asesinato, tan lejos está de
haber querido ofenderla, y aun de mirarla de mala cara,
que pusieron delante de ella los puñales como un impe-
netrable escudo para defenderla y salvarla.


»¿Quién podrá dudar que este ha sido en el pueblo
un esceso de amor á la constitucion y á lajusticia, por-
que creia, aunque equivocadamente, que la manera de
conservarla era ~jecutal' lo que no ejecutaban los en-
cargados públicos de su guarda y de su administra-
cion?))


Ni Robespie'rrJ, ni Mm'at proclamaron nunca con
más claridad la justicia del pueblo, la ley de la fuerza,
la dictadura de la plebe.


En su famosa catilinaria contra los ministros mode-
rados de 1821, cuya deposicion pedia coa afan, escla-
maba: «Ya llegó el tiempo, á fuerza de tantos atropelb-
mientos, en que los pueblos abrieran los ojos, y recono-
cieran el camino derecho por donde la imprevision y la
ceguedad de los ministros los llevan á las cadenas.


, Pero ¿para qué cansarnos? En una palabra; todo es




ROMERO ALPUENTE. 383
confusion: la anarquía vino á ser casi un hecho; hay go-
bierno en 11, constitucion, pero no hay ministros en el
gobierno; ellos mismos lo han reconocido. Para hacerse
obedecer necesitan la cooperacion de las cortes; luego
por sí no pueden contar con la obediencia. ¿Y por qué'?
Porque perdieron la fuerza moral. ¿Por qué? Porque sus
ordenes son desacertadas, y como desacel'tadas no deben
ser obedecidas. »


No era estraño que merced á estas ideas que tanto
halagan siempre á las masas, y merced tambien á la
vehemencia con que las espresaba, á la viveza de sus
ademanes y á la serenidad y desenfado con que perora-
ba, tuviese entre las masas una influench;¡, y un prestigio
como pocos ó ningun diputado de las primeras cortes de
aquella época pudo alcanzar.


Por esta razon, en la cámara era Romero Alpllente
más temido que respetado. Sus tribunicias arengas es-
candalizaban más que convencian, y su imperturbabili-
c1a(1 y provocativos ataques irritaban á los moderados
flue luchahan con él, y lo aplastaban bajo el peso de la
razon, de la justicia y de la elocuencia.


No carecia Homero Alpuente de facilidad para espre-
sarse, si bien su estilo no era nunca elevado ni profundos
sus razonamientos. rromaba parte en casi todas las cues-
tiones ele una manera superficial y vaga, y discutia so-
bre cualquier ll1ateria con más imaginacion que talen-
to, habiendo en sus discursos más palabras que ideas,
mas declamaciones que argumentos, más forma que fon-
do. Hablaba desde la tribuna, colgado de la tribuna,
desde el Lanco, en medio del salon, en cualquier parte y
de cualquier modo, y siemp¡'e con suma frescura, con
l10taLle desemb.1razo.


En merlío ele su contínua palabrería, notábanse cier-




384 DISCURSO PlDIEi'\IlO
tos rasgos de originalidad y ciertas frases más atrevidas
que bella~, que no dejaban de hacer efecto. Hubiera sido
un mediano orador á haber podido dominar su exaltada
imaginacion, dado más gravedad á sus ademanes y más
entonacion á su estilo.


Repetimos que Romero AlpuBnte brilló en la segun-
da época constitucional más que como orador como re-
volucionario, pues conociendo su impotencia en las cór-
tes, buscó su fuerza en las turhas y su apoyo en las so-
ciedades secretas, siendo presic1ente de la célebre de los
comuneros, y tomando el sarcástico título de mode1'Ctd01'
del órden. Se ocupaba más ele las personas que de los
principios, y como un eco de los clubs, venia á propo-
ner á las cortes lo que en ellos se decretaba.


Antiguo magistrado, era muy versado en lajurispru-
dcncia, pero no por eso dejaba de anteponer la conve-
niencia á la ley, el espíritu de partido á la justicia.


Discurso pidiendo la destitucion de los ministros.


«(Señores: Me opongo al dicLárnen Je la comision, porque lo quc
propone me parecc poco con respecto á los ministros, y anticonsti-
tucional y oficioso en cUllllto á la invitacion sobre nuevas medidas.
Esto último se demuestra con solo la observacion de que al poJc!"
ejecutivo toca hacor ti. las cúrtes estraordinarias las propuestas que
tenga por conveniente, para que el legislativo pucda ofrccerlc lo qne
necesite. Lo primcro, ú lo relativo á los ministros, me parece poco,
porquc la separacion ha de ser Je touos, todos los aetuales; y su re-
emplazo ha de hacerse con otros tantos, que á las calidades de sus
respecti vos uestinos juntcn la de una firmeza varonil de carúclel', y
la de ser conoeidamente amantes de la consLitncion.


»Hace mucho tiempo, señor, que formé juicio de que estos mi·




LA DESTITUCION DE LOS MINisTROS. 385
nistros no eran á propósito para las circunstancias; que no tenian
todos aquellos conocimientos y aquella energía que era menester
para resistir á tantos enemigos como habian de atacarlos, y que, se-
ducidos por sus arterías palaciegas, los convertirian en instrumentos
de sus pérfidas miras y de nuestra esclavitud. Este triste vaticinio
iba á cumplírse de lleno, si Cádiz no hubiera levantado el grito; y la
demostracion de tan amarga como importante verdad formará elob-
jeto de mi presente discurso.


nAcaban las córtes de oÍ!' el empeño que algunas de las otras
naciones tenian en que los ministros pasados fueran separados de
sus destinos. Es imposible que el congreso haya olvidado el mismo
empeño que nuestros enemigos interiores del sistema, ó la junta
suprema de conspiradores que hay oculta en Madrid, habia formado
para llevar al cabo sus tramas, y sobre todo salvarse del peligro que
corria por haber cogido los ministros los hilos de ellas, como con
referencia ú documentos lo aseguró al congreso en la legislatma
pasada la comision de su seno nombmda para informarle sobre el
estado de la nacion. Mucho menos han podido olvidar las córtes la
simultánea y sorprendente separacion de todos los ministros pasados,
de que se les dió parte en los momentos en que eran más necesa-
rios, como los primeros dias de la legislatul'i.l, por deber enterarlas
del estado de la administraeion públiea en sus respectivos ramos.


n¿Quién pues podrá dudar que esta sepamcion repentina y simul-
tánea de los ministros fué la obra y el triunfo de los gabinetes es-
tranjeros y de la junta de conspiradores; y que consistiendo sus
ventajas en arrancar primero de Jos ministros los hilos de las tra-
mas para salvarse del peligro, y trabajar des pues seguros dentro y
fuera de España en nuestra ruina, todos sus tiros con los nuevos
ministros habian de dirigirse al prineipio á poner las tramas de su
eonspiracion tan á cubierto, que para siempre jamás se perdiesen sus
hilos, y despues á hacer por sus manos lo que em imposible á las
suyas? Siga conmigo el que lo dudare el camino que ha de llevarnos
al conocimiento de estas verdades.


))Los hilos de la trama estaban en los ministros impropia é in-
directamente; ni podían estar de otra manera en los agentes del po-
i!pr ejecutivo: estaban porque los sabian, y los sabian porque los


21)




386 DISCURSO PIDIENDO
jueces interinos que habían puesto querían y sabian cogerlos. Los
hilos estaban propiamente en las causas formadas, y las causas en
poder de jueces amantes de su patria, sabios é incorruptibles. Estaba
la mayor y más interesante parte de ellas en Guerrero de Murcia,
en Serrano de Valencia, en Lanuza de Alcalá de Henares, y en Cas-
tejon de Madrid. Guerrero y Serrano habian estado presos por amor
á la constitucion los dos últimos años del despotismo; y Serrano es
el que firmó la sentencia de muerte contra Elío, y ha sido nombrado
diputado para las próximas córtes por la provincia de Valencia,
siendo natural de la de Aragon. Lanuza es un hombre venerable por
sus vastos conocimientos, por su acendrada probidad, por su decidido
amor al sistema, y por sus canas, digno de ocupar una silla en el
tribunal supremo de Justicia. Castejon fué síndico de Madrid luego
que se restableció la constitucion: era uno de los abogaJos de su co-
legio más acreditados por su ilustracion, sensatez y virludes: nom-
brado juez interino de primera instaneia de esta córte, fué condeco-
rado con los honores de la magistratura; y en estas elecciones ha
sido nombrado diputado á cúrtes por la provincia de Madl'Íd como
vecino, y tambien por la de Aragon como hijo suyo.


llTales eran las manos que tenian cogidos los hilos de la trama;
y manos tan respetables aun para el gobierno más absoluto, era
preciso despedazar, y despedazar con ignominia en un gobierno re-
presentativo, para conseguir que los hilos desapareciesen para siem-
l)\'e, como se pretendia.


)) A. pesar pues de todo, manos tan respetables se despedazaron
con ignominia, porque estos jueces interinos dejaron de serlo: las
causas pasaron á otras manos, y los hilos de la trama se perdieron
para no cogerse jamás: ¡cuáles serian los esfuerzos de Jos conspira-
dores, y cuánta la imprevision ó debilidad del ministerio para una
injusticia tan ofensiva al pudor y tan escandalosa! Siempre hubiera
sido increible quedar sin sus juzgados Guerrero, Serrano y LamIza,
porque aun cuando no estuviesen entendiendo ya en cstas causas,
debia buscárseles, y rogárseles que se encargaran de ellas; pero la
injusticia nunca seria tan escandalosa y tan ofensiva á las leyes del
pudor como la ejecutada con Castejon, porque ni las causas de los
otros estaban en ~fadrid, como las de este, ni la gravedad de las dr.




L.\ DESTlTUCIOX DE LOS )IiCiIST!WS. 387
afuera era igual á la de las de esta corte: ninguno tenia los hono-
res de magistrado que Castejon; y Castejon, señores, propuesto por
el consejo de Estado para la propiedad del juzgado en el primer lu-
gar de una terna, no fué nombrado; y vuelto á proponer por el
mismo consejo para la propiedad tambien en el primer lugar de otra
terna, segunda vez fué desatendido.


))Pondere ahora el ml.nistro su patriotismo y virtudes: nunca po-
drá negar que este fué el triunfo más difícil y completo que pudieron
imaginar los conspiradores, y que para la seguridad, tanto de los
buenos como de las libertades patrias, fué un golpe casi mortal. Si
así no lo conoció, confiese Sil ignorancia; si lo conoció y no pudo
resistirle, confiese sn debilidad. .


»La debilidad y la ignorancia son dclflctos ó vicios en las personas
particulares; pero en los ministros son orímenes, tanto más peligro-
sos, cuanto son menos notables, más fáciles de cometerse, y de con-
secuen<;ias más ruinosas al Estado que los verdaderos crímenes de
accion, como la concllsion y el prevaricato: y aunque nunca se con-
fundirán los prin<;ipios de donde proceden unos y otros, la falta de
malicia podrá librados de las penas criminales; pero la falta de previ-
sion ó de fortaleza siempre los arrojará con ignominia de unas sillas
destinadas para almas más grandes.


nConsecuencia terrible, pero cierta: nos quedamos, no solo sin
los hilos de la trama, dejando en absoluta seguridad á los conspirado-
res, sino tambien sin justicia criminal para los enemigos del sistema.
Porque si unos jueces de tanta rectitud como los cuatro de Murcia,
Valencia, Alcalá y :\Iadrid perdieron sus juzgados interinos, y no ob-
tuvieron la propiedad por ser justos é inflexibles contra los enemigos
del sistema, ¿qué juez tendria ya valor para no mirarlos sino con el
mayor respeto, para no huir de donde pudiera tropezar con ellos, y
para no examinar y volver á examinar los testigos hasta desvanecer
los mayore~ cargos? Si, señor, la España se quedó desde entonces sin
justicia criminal para sus enemigos, porque así se ha castigado á los
jueces que trataban de administrarla; y al contrario, bay injusticia
criminal para. los amigos de la patria, porque hay un interés muy
grande en su esterrninio; y lejos lle ser esto un crimen, puede ale-
ga.rse corno un mérito distinguido para los ascensos.




388 DISCURSO PIDIEl'iDO
»IIay escándalo de justicia, sí, señor, porque no la hay; los en-


cargados de ella llegan á temblar, porque hay muchos que quieren
confundirse con los Yinuesas, habiendo dado lugar á esto el ministe-
rio mismo, porque con su conducta ha ligado las manos á los jueces,
y ha forzado al pueblo á que se la administre ..


»De aquí ha provenido que hasta los mejores magistrados, como
la mayor parte de los que entendieron en la causa qel'revocador,
amigos mios y hombres sin mancha, hayan sido comprometidos y
confundidos con los perversos, por haber perdido su fuerza moral la
administracion de justicia en España desde que el ministerio la pros-
cribió con el escandaloso ejemplo de los cuatro jueces.


nSigamos ahora la historia de sus c0ntemplaciones y condescen-
dencia con nuestros enemigos. Libres ya del horroroso peligro que
corrian en manos de jueces tan incorruptibles, reemplazándolos otros
probablemente á propósito para servir menos á su patria qne á los
protectores de ellos, no les quedaba que hacer sino proseguir impávi-
damente los planes de la conjuracion; y como para ello era menester
que el pueblo, que es el campo en que estaban trazaJos, se prepa-
rase para recibir todo su impulso, hieieron lo que era muy natural,
apretar Je nuevo las vendas á sus ojos para que no conociera los er-
rores en que le habian criado, ni viera las ventajas que le ofrecia el
ventul'Oso nuevo sistema.


»Para e3to no se debia de hacer novedad con los malos obispos, y
las órdenes dadas sobre la secularizacion de religiosos habian de en-
torpecerse por los mismos obispos, de acuerdo con el nuncio y Su
SantiJad: porque secularizados sin dilacion los regulares, se hubieran
derramado sin meJida las luces; y estrañados los malos obispos, los
hubieran sustituido gobernadores que no hubieran consentido el uso
del confesonario ni el del púlpito sino á los dignos ministros del Dios
de paz, ni hubieran hecho á los pueblos las visitas que algunos para
alucinar á los incautos, y fijando su vista en el aumento de contribu-
dones apartarla de la baja de los Jiezmos, para que, en vez de conocer
la ganancia, no hallasen más que pérdidas en el sistema, y en lugar
Je estirpar los errores de la supersticion arraigarJos más, disponiendo
los ánimos á la rehelion contra la lápida augusta, asegurando la más
colmada cosecha de sus trabajos, cuyas muestras se dejaron ver ya




LA DESTlTUCIOII DE LOS IIIlNISTROS.


muy á los principios en Alcañiz, y segun el correo de hoy se han de-
jado ver tambien en Caspe, Calatayud y Hllesca, habiéndose arran-
cado la lápida en esta ciudad, y capitaneado á los rebeldes un sobrino
del obispo de Tarazi:ma.


nPero para tanta~ medidas era preciso ganar los ministerios: el
de Estado para que no nombrara un representante sabio, firme y ar-
diente patriota cer'ca de la córte de Roma, que diera á conocer á Su
Santidad y á su nuncio los derechos de la España, y no hiciera uin-
guna mudanza en sus empleados : el ministerio de la Gobernacioll,
para que pnsiera por jefes políticos á militares que supiesen esgrimir
la espada y no la pluma, como convenia para descubrir los facciosos,
vigilarlos y perseguirlos: el' ministerio de Gracia y Justicia, para que
las representaciones que Ilovian contra los malos obispos de Catalu-
ña, Aragon y Castilla la Vieja, quedasen desatendidas; las reclama-
ciones contra las visitas que hacian pOI' los pueLlos , no para edificar-
los, sino para destruÍl'los, se echasen bajo de la mesa; los acuerdos
Jel congl'eso que le facilitahan el estrañamicnto de 1015 que lo mere-
eiau, especialmente el de los obispos de Osma y Calahorra, descubier-
tos en la insurreccion de Mel'Íno , fuesen dados en vano: el ministerio
de la Guerra, para que no solo consintiera en los cuerpos los jefes
sospechosos y malos, no solo aumentase su número dando ya decre-
tos para que los ascensos fuesen por antigüedad, ya plazas de oapi-
tanes á pajes del rey admitidos en su servicio en estos seis últimos
años, habiendo más de dos mil oficiales sobrantes, sino que los for-
zara á cal!ar, privándoles la reunion en cuerpo para el ejercicio de
su derecho de peticiono


»Empresa era bien difícil reunir tantos ministros para lantos
puntos, todos tan convenientes á los enemigos de la patria; empresa
tanto más difícil, cuanto envolvia el empeño de que estos ministros,
encargados de llevar adelante el tl'ánsito de la esclavitud á la libertad,
estaban obligados por una parte á disponer las cosas de manera que
los enemigos del sistema se hiciesen sus amigos, (1 se les redujese
á la impotencia absoluta de hacernos'llaüo, y pOI' otra á conservar el
ardor de los amigos nuestros, y aumentar su número y su fuerza; y
los conspiradores venia n á pedirles todo Jo contrario. ¿Y lo consiguie-
ron? .El éxito escediú sus esperanzas,




390 DlSCURSO P1DlENDO
nEl ministerio de Estado, no solo no hizo novedad en los cónsu-


les, enviados y ministros cerca de las córtes estranjeras, manteniendo
de cónsul en Burdeos á ~Iontenegro, que fué de la camarilla, en Ha-
yona á otro cónsul que no inspira la mayor confianza, en su secreta-
ría á todos los oficiales que habia antes; sino que para la embajada
de Portugal, tan importante en estas circunstancias, nombró á Rcvi-
llagigedo, cuyas pruebas de amor á la constitucion podrán ser las
que se quieran, pero carecen de la publicidad que tienen las de otros
conocida mente á propósito para una comision (Ir, tanta consecuencia:
el ministerio de París, más delicado aun que la embajada de Portu-
gal, le ha provisto en Casa-Irujo, que ha servido bien al despotismo;
y cuando más que nunca reclamaban los derechos de la nacion mi-
nistros intrépidos por la libertad, y sabios en touos ramos, especial-
mente de la diplomacia en las córtes de Roma, Viena y Petersburgo,
por las notas pasadas á las otras córtes injuriosas á la nuestra, los
tiene vacantes; porque' aunque el de Petersbul'go le proveyó en Sal-
mon, este patriota y juicioso español no ha sido admitido por aquella
córte.


))Si de esta manera el mini3terio de Estado ha hecho á los cons-
piradores el gran servicio de poder trabajar impunemente en las na-
ciones estralljeras y á las puertas de nuestra casa cuanto convenga á
sus pérfidos plancs, pagándoles la nacion los agentes que la vendan,
callándole cuanto le convenga saber, y comunicando y haciendo cuanto
á ellos les importe para llevar adelante su conjuracion, no es menor
el servicio que les han hecho los otros ministerios.


nBien decidido estaba el de Guerra á formar un ejército ominoso
á los enemigos interiores y respetable á los esteriores. Sin noticia de
ellos sin duda, y por descuido suyo, pasó á la junta de inspectores
la 6rden de separar los jefes sospechosos, y formal' causa á los que
fuesen criminales; pero la junta la devolvió sin cumplimiento por pa-
recerle que habia inconvenientes, y al fin sucumbió como el de Es-
tado á sus ataques. Ya no volvió á hablal'se de unas mudanzas sin las
cuales es imposible tener la unidad de fuerzas que nos convenia; y no
contento con esto, continuó el decreto real sobre dar á la antigüejad
los ascensos en perjuicio de los otlciales de la Isla, que aunque anu-
lado por las córtes á pl'Opllesta mia, no dejó de producir sus funestos




LA DESTITUClON DE LOS MINISTROS. 391
resultado3. :'\ada más propio para initar al ejército que teniendo más
de dos mil plazas sobrantes de oficiales, enviarles cinco pajes del rey,
admitidos cuando era absolut~, con otras tantas plazas de capitanes
arrebatadl1s á los oficiales beneméritos.


llNo le bastaba el consejo de Estado para cubrir sus atenciones,
pues con el Iwetesto de autorizade las córtes para valerse de las per-
sonas que le pareGiesen para arreglo de la ordenanza, formó una
junta consultiva compuesta de siete generales con sueldos de campa-
ña, y las atribuciones de informl1r de cuanto le remitiera, pidiéndole
su dictámen, agraciando con este paso anti-constitucional á siete
hombres que, aunque fuesen de los más beneméritos, no podian me-
nos de ser un aumento de gastos escusa bies , y objeto de envidia á los
muchísimos acreedores á igual gracia, ni de ofender las prerogati-
vas del consejo de Estado, único del rey. Si este servicio, unido al
que ya dejaba hecho el de Gracia y Justicia, no estuviera enlazado al
del ministerio de Hacienda, mucho hubieran adelantado los enemigos,
porque no pudiendo la patria contar con una fuerza moral y física
vigorosa, no podria prometerse muchos adelantamientos en su nuevo
feliz sistema; pero no debia con todo eso desmayar, porque habiendo
tiempo y prudencia, las mayOl'es dificultades se vencen.


» El servinio más importante que en esta situacion podia hacel'le el
ministerio de Hacienda era dejar ú. todas las clases sin dinero, porque
el vientre, como suele decirse, no tiene orejas, y el descontento del
hambre no hay orador que le quite sino la comida. Pocos empeños
baslaron para logral' rIel ministerio de Hacienda una gracia que con
solo no hace!' nada estaba hecha. A mayor abundamiento se agolpan
las visitas, las mudanzas de empleados y del sistema, y el resultado
salió il medida de los deseos de nuestros enemigos, el mismo que es-
tamos tonando; estrujarse ú. todos para el pago de contribuciones y
timbres, y no pagarse á ninguno.


nEs imposible que para unir tanto ministerio en el acuerdo de
tantas medidas todas contrarias al sistema constitucional y á la mar-
eha que reclamaba del patriotismo de todos, no fuesen los esfuerzos
de los conspiradores los estraordinarios, y los apuros ú conflicto en
que pusieran á los ministros no fuesen los más dignos de cumpasion,
si á ella hubiese lugar en lances tan críticos y de tanto tamaño.




392 DISCURSO PIDIK'iDO
nN'o sin fundamento decia el ministro de la Gobernacion de la


peninsula que les dolian los brazos, las piernas y el cuerpo sin serIes
posible moverse, corno si luviet'an trabas ó grillos lIe un modo que no
podia esplicarse. Pero sea de estas trabas ó grillos lo que se quiera,
lo cierto es que con tan asombrosos elementos dentro y fuera de la
península, creados incautamente por nues~ros mismos ministros para
nuestra ruina, empezal'on los conspiradores sus movimientos hostiles
con el objeto de dejat' sin destinos, sin opinion y fuera de combate á.
los más esclarecidos patriotas, pues para arrastrar impunemente la
conslítucion no necesitaban más que lIejarla sin los principales cau-
dillos de sus defensores.


nLa calumnia de republicanismo les salió bien con Audinot en el
año 13, pues lograron poner en opinion de republicano hasta á don
Agustin ArgüeIles. Reprodujéronla á los primeros dias del restableci-
miento de la constitucion; pero se cortó el fuego con la prision de
Velasco, dejándose yer en los papeles que estaba imprimiendo, y eu
lo que siempre habia estado trabajando por la tiranía, la impostura
impudente de semejante republicanismo, corno reconlarán las córtes
lo acreditaba la causa traida al congreso para yer si habia ó no lugar
á exigir la responsabilidad al tribunal especial de Guerra y Marina,
que la resolvió con una pena benigna, muy diferente de la grave que
impuso el auditor. Para dar valor á esta atroz calulllnia de republi-
canismo hicieron los conspiradores venir de Francia emisarios, espe-
cialmente por Aragon y Valencia, y aun hasta Madrid, que escilan-
do á muchos patriotas el deseo del gobierno republicano como prefe-
rible al constitucional, pudieron recoger algunas medias palabras y
papeles dictados por ellos mismos, con que proporcionar á los cons-
piradores la prueba de su inyencion, y perder como republicanos á
los constitucionales más decididos.


nLos estranjeros nada dejaron por hacer para servir á tan ini-
cuos planes, y resuelta su vuelta á Francia pilr no hallar entre los
patriotas otro yoto que el de constitucion ó muerte, creyeron los
conspiradores que así como hasta entonces habian logrado seducir á
los ministros para cometer cuantos yerros convenian á su perfidia,
asi conseguirian ahora alucinarlos con la presentacion de medias de-
cla!'acÍones y palabras oidas ó escritas, y les harían ver como real su




LA DEST1TUClO:'i DE LOS ~IlN1STROS. 393


figurado republicanismo; y habiéndoles tendido esta nue,-a red, los
cogieron en ella.


)) HA aquí los estmordinaríos para Zaragoza: hé aquí las prisio-
nes de los republicanos de aquella heróica ciudad, reducidas por
junto á la única del patriota Villamor, oficial segundo ó tercero de
una contaduría: hé aquí envuelta en esta agitacion y ruido la sepa-
racion del mando del inmortal Riego, y su destino de cuartel á Lé-
rida: hé aquí la difamacion más sutil y más disimulada, pel'O más
segura y espantosa del héroe de las Cabezas, sin asegurar su com-
plicacion, pero dándola á entender de un modo tan claro que no lm-
bo en Aragon un pueblo que no la creyese positiva, y que no convir-
tiese en ódio ó compasion el respeto y la gratitud que como á liber-
tador de todos le tributaba antes: hé aquí un golpe, que fué mú's
allá de lo que se habian propuesto los enemigos; porque limitadas
sus intenciones ú hacer revivir el valor de su calumnia republicana,
despues de lograr qlle muchos incautos lo creyeran en Villamol',
consiguieron que al héroe de las Cabezas se quitara el mando y se le
confinara, llevando consigo las sospechas de republicano.


»Como su pensamiento no habia caminado tan lejos, y á yeces
un gTan triunfo es peol' que una denota, cl'eyeron preciso que el jefe
polilico de Aragon hiciese despnes de algunos di as un género de de-
claracion que desyaneciese las ideas equivocadas contra nuestro hé-
roe, á que habia daJo lugar, á pesar de su inocencia, el cúmulo de
circunstancias, de casos y de personas enteramente diferentes, ocur-
rido en unos mismos dias y casi á unas mismas horas. Estas espli-
caciones no llenaron los deseos del ministerio, porque en vez de cal-
mar exasperaron los ánimos; pero sí llenaron los deseos de los cons-
piradores, porque vieron á los patriotas tomar una posicion que infa-
liblemente habia de comprometer á los ministros para obral' contra
los constitucionales por su amor propio, lo que con las intrigas usa-
das hasta entonces no podrian esperar. Estaba en el órden natuml
declamar contra el ministerio por el modo con qne habia tratado al
libertador de la España; y al mismo tiempo hacer demostraciones del
aprecio y de la gratitud con que le miraban, y con que deseaban
tranquilizar su espíritu inquieto por las medidas del gobierno, que
ponia en duda su cíncero y ardiente amor patrio.




394 DISCURSO PlllÍENDO
llDel mismo modo era natural que estas demostraciones de júbilo


se oyesen como una acusacion y aun un desprecio de sus procedi-
mientos; y aun cuando los ministros tuviesen bastante fortaleza para
disimularlas, no era posible que picado sn amor propio con las pon-
deraciones de insulto que les harjan sus falsos amigos para que preci-
pitados en la venganza yen el abuso de su autoridad las prohibieran,
cayesen tambien en este lazo para compromete!' á los mils decididos
patriotas y comprometerse en su esterminio. Y en verdad que, segun
acreditó la esperiencia, no se ofreció á sus intrigas una ocasion como
esta de interesar á los ministros en hacer suyos, sin conocerlo, los
medios de sus planes.


»Cada señal de irritacion que daban por los vi\'as y paseos triun-
Cales del cuadro del Riego, era un nuevo incentivo y motivo de em-
peño para vitorearle y pasear su retrato en los pueblos de la penín-
sula. Vinieron á declarar ser un crímen este hecho, y á su conse-
cuencia castigar con cál'celes y destierros á los autores verdaderos ó
presuntos, y separar de sus empleos á las autoridades faltas de vo-
luntad ó de energía para impedirle.


»Llegó la tarde del 18 de setiembre, y el paseo triunfal se hizo
en Madrid sin contradecirle la tropa de la guarnicion ni las milicias,
hasta que dado el último paso al frente del jefe político, tUYO este por
necesario oponerse con las milicias que estaban allí á sus órdenes, y
dar lo que llaman algunos periódicos la batalla de las Platerías. Las
consecuencias de esta batalla fueron para los enemigos del sistema
tan satisfactorias como se lo prometían: la tribuna de la Fontana fué
cerrada; sus oradores principales presos; el regimiento de Sagunto)
eminentemente constitucional, sacado de Madrid, y á muy pocos dias
reducidos al cuartel de Guardias sin comunicacion los ilustres patrio-
tas su coronel Serrano, su teniente coronel Ceruti, y el capitan Chin-
chilla. Cualquiera creeria que para estos procedimientos tan ruidosos
contra un cuerpo y unos jefes tan queridos de la nacion habia de ha-
ber unos fundamentos en estremo graves. Pues nada, nada, señores,
resulta que sea de alguna consideracion: yo lo he visto por mí mis-
mo; nada hay notable sino tales prisiones acordadas sin fundamento
por las declaraciones de unos testigos contradictorios é insignifican-
tes, y siendo la base de todo un anónimo. Esto que ya en sí es muy




LA DESTlTUelO:; DE LOS MIl'iISTROS. 395


escandaloso, y manifiesta bien la decision del ministerio á seguir una.
marcha únicamente propia para acabar con los constitucionales, cuya
posicion lo habian procurado con sus ardides los conspiradores, era
proeul'sor de otros mall3s de la misma olase, pero mayores.


))Esta idea la desenvolvió el ministerio cumplidamente en su cir-
cular reservada de 21 de setiembre, tres dias despues de aquella me-
morable batalla: ¡Jlles asegurando en ella, á vista de suceso tan re-
ciento, que había llegado á noticia de S. JI. haber una casta de hom.
bees mas malos que los serviles, pOl'que los seniles atacaban de
frento la constitllcion, y aquellos so color de amarla la hacian peda-
zos, ¿no autorizaba á los enemigos para decir, citando esta circular:
hé aquí los republicanos, hé aquí los enemigos del trono? ¿Y esto es
una adivinacion, ó es una verdad pUl'a?


))Es una verdad tan pura la de que nuestros enemigos se creye-
ron autorizados con esta circular para decÍl' que los constitllcionale~
eran republicanos, que hasta muchísimos liberales llcg'aron á creer que
esta idea de republicanismo era positiva; y como la circular, por cspe-
dida con tal illrnediacion al suceso del cuadro, á la salida de Sagunto
y á las prisiones, daba á entender que á esL!. clase pertenecian los
promovedores de semejante paseo, era muy fácil persuadirse de que,
en concepto del gobierno, debian tenerse por republicanos cuantos
pensasen y obrasen de esta manera, y por consiguiente los constitu-
cionales má, decididos; aquellos que de los 100 los 99 no desean ni
pueden desear más que constitucion; que no quieren vi vil' sin la liber-
tad, que aprecian más que todos los tesoros del mundo, porque saben
yi vil' tan alegres con una peseta como otros con 25 doblones, y que
aman su patria constitucional más que á sí mismos, porque el que no
tiene tal patria tampoco tiene leyes que le aseguren su persona, sus
bienes ni su vida, y mucho menos la gTan prerogativa de poder pedir
cuentas á sus gobernantes, y no estar obligado jamás á obedeeer al
hombre, sino á la ley.))






FLOREZ CALDERON.


Es la desgracií1. en política título de gloria y de cele-
bridad más duradero y brillante que el que se conquista
por el talento ó las virtudes. Los partidos políticos en los
dias del triunfo, más por venganza qt:e por gratitud, más
por orgullo quc por justicia, elevan gloriosos monumen-
tos á la memoria de sus héroes y de sus mártires, rele-
gando al olvido al mismo tiempo á los que con su sabi-
duría y sus esfuerzos de imaginacion ó de talento defen-
llieron su causa en las épocas más te:'ribles de la lucha.


y es que la apoteosis de las víctimas políticas son
una protesta viva y perenne de la tiranía del partido
contrario, y su ensalzada memoria una bandera de ven-
g:::,nza enarbolada á cada instante por los vencedores ante
los ojes de los vencidos.


y es que los partidos políticos, basando siempre sus
conquistas más bien en la violencia de los hechos que en
el prestigio de las ideas, dan más importancia á un cons-
pirador que á un fil6sofo, á un general revolucionario
que á un orador de parlamento.


Ré ahí la única razon por qué en las lapidas de los
congresos se graban en letras de oro los nombres de las
víctimas sacrificadas por la causa que esos congresos re-




398 FLOREZ CALDERON.


presentan, y quedan olvidados, al menos en la aparien-
cia, los publicistas, los filósofos y los oradores que con
sus obras ó sus discursos iniciaron y defendieron el sis-
tema, y prepararon el triun:o de la causa en cuya defen-
sa material fueron sacrificadas aquellas víctimas.


No es esto censurar que los partidos políticos honren
la memoria oe sus héroes y de sus mártires, levantándo-
les monumentos que recuerden á las generaciones futu-
ras su heroicidad y su martirio, sirviendo en ocasiones
semejantes de estimulo á los tibios y de bandera á los
esforzados. Lo que no nos parece ni justo, ni natural, lli
oportuno, es que las lápidas de los congresos sirvan para
otros nombres que los de aquellos repúblicas que, como
gobernantes ó como oradores, hayan conquistado nnare-
putacion por la que merezcan la gratitud y la honra de
su patria.


¿No seria más natural y más propio que el partido li-
beral hubiese alzado un monumento á los mártires de su
causa, y que en las lápidas del congreso español solo se
viesen inscritos los nombres de nuestros más famosos
repúblicos, y de nuestros más celebrados oradores?


¿No seria más adecuado que en lugar del nombre de
Riego se leyese el de Argüelles, y en el sitio que ocupan
otros nombres se viesen inscritos los de Jovellanos, ltlu-
ñoz Torrero, Martinez de la Rosa, Calatrava, Donoso
Cortés, Lopez y otros hombres notables de nuestra re-
volueion, glorias imperecederas de la tribuna parlamen-
taria espaflola?


Sin ser ese nuestro ánimo, nos hemos engolfado en una
série de consideraciones sugeridas por la memoria del
hombre público cuyo retrato vamos á bosquejar; consi-
deraciones que hemos creido oportuno consignar aquÍ,
para probar lo que apuntamos al principio ele que la des-




FLOREZ CALDERON.


gracia en políti~a es siempre un título de gloria y de
fama más brillante y duradero acaso que el que se con-
quista por el talento ó las virtudes.


D. Lorenzo Florez Calderon, diputado en las últi-
mas legislaturas de la segunda época constitucional,
dióse á conocer desde su presentacion como orador de
fácil palabra, de imaginacion florida, de más sentimiento
que de instruccion. Liberal exaltado, político de buena
fé y de convicciones, revolucionario de acci011 y de em-
puje queria llegar al fin atropellando los medios, como si
las conquistas políticas fuesen duraderas y provechosas,
emndo no van acompañadas de la oportunidad, de la
necesidad y de la justicia.


No era el diputado Florez Calderon de los que ha-
blaban con mas frecuencia en el congreso, pero haciendo
uso de la palabra en las sesiones más solemnes, arrastra-
ba el ánimo de sus compañeros por la lógica irrebatible
de sus argumentos, por la profunda conviccion que re-
velaba en las materias que discutia, y por la mall3ra
persuasiya é insinuante con que presentaba sus opinio-
nes, cspolliendo los hechos de una manera clara y sen-
cilla, y sacando las mas lógicas y naturales consecuen-
cias. Varonil en sus pensamientos, fogoso en sus ideas,
vehemente en su lenguaje, hacia alarde otras veces de
un estilo florido, Je imágenes delicadas, de rasgos poé-
ticos.


Nada más tierno, más elevado en su misma sencillez,
más patriótico en medio de la dulzura y suavidad del
lenguaje, que el discurso que copiamos al final de esta
biografía, pronunciado por el Sr. F'lorez Calderon como
presidente de las cortes, al reanudar estas en Sevilla sus
trabajos legislativos el dia 23 de abril de 1823, despues
de su salida, ó más bien su fuga de Madrid.




400 FLOREZ CALDERO~.
Al leer esa fácil y sentida arenga, recuerda la me-


moria aquellos discursos de los girondinos en que tan
hábilmente mezclaban la poesía del corazon con los se-
veros pensamientos de libertad y patriotismo, y aun al-
guna de las peroraciones de Robespier1'e, en que, aban-
donando por un momento sus ideas de persecucion y de
muerte, dejaba volar su imaginacion por el cielo de la
poesía, y se recreaba su alma con sensaciones más dul-
ces, con pensamicntos más suaves, ensalzando las mara-
villas de la naturaleza, la inmortalidad del alma, ó los
puros goces de la familia, revistiendo sus ideas filosófico-
revolucionarias con las galas de un sentimiento tranqui-
lo y dulce, con las descripciones de la abundancia y de
la paz, y las efusion8s de un puro y delicado patriotismo.


Contrasta con el discurso :i que nos referimos, el pro-
nunciado en las mismas córtes apoyando el dictámen que
aprobaba la conducta del ministerio en la cuestion sobre
la intervencion estranjera, y en el cual se notan frases
tan enérgicas y elevadas como las siguientes: «La paz,
don seguramente apreciable, es sin duda el primero de
todos los bienes; pero, ¿es posible disfrut:tr paz dónde la
seguridad y libertad no existen? El reposo sin la libertad
no puede ser más que la inmoralidad que produce la
violencia; es el espasmo del terror ó del espanto; es, en
fin, la muerte social y el silencio vaporoso del sepulcro. »


y más adelante: « La voz elocuente de la espada y el
caüon es toda la filosofía y la única razon del despo-
tismo. »


Hundido el sistema constitucional, y perseguido y
emigrado Florez Calderon, fué uno de los que más tra-
bajaron en el estranjero por la restauracion en la Penín-
sula del gobierno representativo, y alentado como tantos
otros por la Revolucion francesa de 1830, penetró en Es-




FLOREZ CALDERON. 401


paña con otros conjurados, y fué víctima de su temeridad
y liberalismo en una de las descabelladas invasiones ó
conspiraciones insensatas de aquella época, como lo fue-
ron Chapalangal'l'a, Torrijos, .Manzanares, Lopez Pinto
y otros, cuyos nombres con el suyo figuran en las pare-
des del congreso cuma homenaje consagrado á los már-
tires de la libertad.


Este fin desastroso ha dado al Sr. Flo1'ez Caldel'on
la nombradía política que tiene en los anales de nuestra
revolucion, sin que por eso deje de ser ¿igno, como
diputado de prestigio y orador de alguna fama, de figu-
rar, en segundo termino, entre los euadros de esta gale-
ría parlamentaria


Discurso pronunciado en la instalacion de las córtes de Sevilla.


«Señores: Acabamos de oir el acta del dia 22 de marzo de este
año, en que se suspendieron las sesiones de las córtes en Madrid,
para continuarlas en esta ciudad de Sevilla.


nEn medio de mil obstáculos, y mal que les pese á los autores
de tantas imposibilidades como entonces se propalaron, bemos dado
á la Europa entera un nuevo desengaño, trasladándonos tranquila,
lcnta y apaciblemente desde las riberas del Manzanares, tan fecun-
das en héroes y virtudes, á las anchas, amenas y deliciosas llanuras
del Guadalquivir, conduciendo en triunfo la libertad, sostenida, por
decirlo así, en los hombros del dignísimo general y los valientes que
nos acompañaban, dignos de eterno 1001' por su disciplina celosa y
enérgica adhesion.


nAI oir este nombre sagrado, los pueblos todos conen y se apre-
suran á felicitarnos: acatan el .3ac1'O nombre quc nos guia y anima,
y gustosos ofL'ecen, si es necesario, víctimas voluntarias en sus aras,
antes que permitir se atreva nadie á profanarlas.


)) El fUDgO sagrado'y la tierna emocion con que entre mil ansias
'26




402 DISCURSO PRONUNCIADO
y en el contraste de varios sentimientos encontrados dimos el último
adios al heróico ayuntamiento de ;\fadrid, á quien yo no pude, sin
que mis ojos se arrasasen, recordar tantos dias de gloria como les
Jebcmos, parecian haberse difundido por todas ral'les y preparado
todos los corazones.


»Los jefes políticos á la cabeza de las diputaciones provinciales,
los ayuntamientos constitucionales, los militares de todas armas, los
magistrados y jueces, clero secular y regular, los estableoimientos
de instrucoion pública, ofreciéndose muy pocas escepciones, lodos á
porfia nos esperan en las poblaciones, y aun salen on medio de los ca-
minos á presentar sus votos, y manifestar sus deseos de contribuir á
la dicha y prosperidad de nuestra patria, cimentada en su indepen-
dencia yen la conservacion del Código fundamental que tan de veras
han jurado observar.


nLa M. N. L. V. de ambas armas, poca en toda la provincia de
la Mancha, conforme á su poblaoion, y no lanto como debia ser en
las de Jaen, Córdoba y Sevilla, atendiendo al génio de SLlS habitan-
tes, y al fuego y patriotismo que les caraeleriza, se distinguen muy
particularmente por su entusiasmo y dccision.


nEn ellas se ven brillar los morriones y ondea!' los penachos y
plumeros sobre cabezas ilustres, que Jos años han encanecido,
as! como adornar tambicn la de una multitud de jóvenes gallardos,
que sin hacer mérito de la edad anticipan á la patria sus servicios.
La sangre fria de la edad provecta se encuentra reunida al valol' ar-
diente de la juvontud, y la prudencia se nivela con el celo y la enel'-
g[a. Todo parece haberse combinado en esta institucion hGnéflca para
defender y consolidar nuestra naciente libertad, y dejarla como un
legado seguro á nuestros nietos. Hasta las madres de familia, dig-
nas por mil títulos de nuestro respeto y gmtitud, y jr')\,enes tan vir-
tuosas como amables, nos preparan himnos de gloria, y mezclan en
lo (lespoblado de los uaminos donde se habian colocado, dejando las
eomodidades de sm casas, los acentos encantadores de su voz lt los
rasgos del carácter decidido y patético con que Jos animan.


nAlgunas que apenas han conoddo las dulzuras del amor con-
yugal, despiden alegres á sus esposos Mcia los campos ele la gloria
y el honor, donde se hallan arrostrando intrépidos los peligros pOI'




EN LA INSTALACION DE LAS CÓRTES DE SEVILLA. 403


defender la libertad, mientras que ellas la propagan aqtlÍ, hacién-
dola amable con sus gracias.


llAs! es, señores, cómo la comisíon de córtes ba hecho su carrera
verdaderamente triunfal. ASÍ es cómo los hechos han acreditado
vuestra prevision y la del gobierno de S. M.; y así es cómo los ene-
migos de nuestra dicha han visto desconcertaclos los planes de su per-
fidia, y puesta en descubierto la grosería de sus errores y la falsedad
de SUR fatales pronósticos.


llElIos no han podido impedÍ!' el que, alegTes hoy aquí reunidos,
elijamos y consagremos este nuevo y augusto santuario, que, sir-
viendo ele asilo {¡ nuestra independencia y libertad, la pone á cu-
bierto de las repentinas, violentas y furibundas convulsiones de la
decadente y rlecrépita aristocracia, de la perfidia de algunos gabinetes,
y ele las arterías y rateras combinaciones de esa ciencia de embustes
y de mentiras que han querido honral' con el nombre de diplomacia.


llAqllí es clonde esperamos impávidos propuestas que nunca han
hecho, pero que fingen hacer para seducir á los incantos y alucinar
ú los débiles. Aquí se les rcpetirá que al formar nuestra constitu-
cion, ni quisimos dejarla espllesta á las versatilidac1es del capr'icbo,
ni darla una eternidad é invariabilidad que no sufran las cosas hu-
manas, sujetando en consecucncia las varianiones que el tiempo y la
esperíencia pucllen hacer necesarias á reformas fijas y precisas; que
la nacíon pondrá en práctica cuando convenga, sin que ningun otro
pOller sobre la tierra tenga la facultad de alterarlas, ni arrogarse una
iniciativa qut' confnnde y trastorna los más sagrados derechos.


nAql1i volverán á esperimentar que nunca transigimos con la
iniquidad, ni con nada de cuanto puede comprometer nuestro honor
ni el deeoro de la gTall nacían que ba puesto en nuestras manos
sus destinos. Aquí verán una y otra vez disueltas sus intrigas, las
más finas, sin oponerles mAs que nne3tra característiea probidad y
energía, y el instinto certero siempre del honor y la virtud que nos
conducc, y desde aquí en I1n les repetiremos las lecciones que nunca
han debido olvidar, y de las que encuentran tantos monumentos
como pasos clan en el sagmdo territorio que se han atrevido por des-
graeia su ya ú profanar . Vengan, pues que as! place á la tiránica
ambicio n de esos hombres para quienes conquistamos con nuestra




DlSCURSO DEFENDIENDO


sangre, no solo la consideracion que habian perdido, y que acaso
nunca merecieran, sino aun el pan que hasta entonces habian men-
digado. Atropellen todas las consideraciones y respetos, y despre-
cien cuanto hay de m[lS santo y más sagrado en las naciones y en
los pueblos. Traigan esa manada de hombres oprimirlos ó alucinados
que les sirven de instrumentos desgraciados. No importa. I1allaráll
los huesos de sus hermanos insepultos y calcinados por el tiempo,
á los que para desdicha del género humano y oprobio de algunos
hombres desgraciados se acumularán tam bien los suyos, haciéndoles
ver que nadie es capaz de insultamos impunemente, ni atropellar
nuestros derechos.


nTal será el objcto de los trabajos que vamos hoy á continuar.
Puestos ya en seguridad nuestro rey constitucional y su real familia,
y á cubierto de todo insulto en el alcázar sagrado (~ inviolable que
nuestros pechos sabrán siempre proporcionarle, repeler la fuerza con
la fuerza es nuestro deber principal.


nNo es solo nucstra libertad la que atacan; es nuestra imlepen-
dencia á la que quieren atentar. Quieren no solo mandarnos á nos-
otros y constituirnos en una esclavitud vergonzosa, sino que acercán-
dose con impudencia á ese hermoso trono constitueional, sin acatar
antes la augusta majestad que le rodea, intentan empaliar su esplen-
dor, y mancillar la gloria del gmn monarca que le ocupa, por no te-
ner el valor de imitarle, ni de emular siquiera sus virtmles y justa
decision.


nFirmes y constantes por lo mismo en nuestro propósito, y dig-
nos representantes de la heróica nacion española, mientras con una
mano vamos propol'cionando la eonsoliclacion, y aun la perfeccion y
adorno del templo santo que nos hemos propuesto levantar á la li-
bertad y tt la virtud, tendremos siempre en la otra la espada dispuesta
para defenderle de todos los que intenten destruirle; y, si necesario
fuese, confundidos con nuestros conciudadanos en las filas, nuevos
ejemplos de vÍI'tud y de valor harún ver al mundo entero lIue cada
dia somos más dignos de la animadversiotl y ódio de los tiranos, del
amor y gratitud de todos los pueblos libres, y de la admiracion de
las naciones. '" y de los siglos.)}




SANCHO.


Ocurre un fenómeno en la organizacion de los parti-
dos digno de observarse, y es que generalmente los par-
tidarios de más Reso y cordUl'a~ los po) íticos más pru-
dentes y conciliadores son los más respetados, aun de los
co-religionarios más exaltados é imprudentes.


Es por lo mismo muy eomun en las circunstancias
más peligrosas, en las ocasiones más trascendentales de
la política, ver á los más impetuosos, á los mas intrasi-
gentes, oir con agrado y demandar con afan los conse-
jos de la espericncia y del buen juicio, no por humildad,
sino por cálelllo; no por consideracion á la prudencia ó
á la sabiduría de sus compa,líeros, sino con la interesada
mira de sal val' las apariencias, de buscar la forn~a más
admisible y conveniente para los proyectos más atrevi-
dos y desatentados, para las medidas ó las reformas más
peligrosas y violentas.


Así vemos en todas las cámaras deliberantes y al
frente de los opuestos partidos de que se componen, cier-
tos individuos que no tienen otra mision, otro encargo
que el de dar llUena direccion á la marcha política del
bando en que estún afiliados, buscando fórmulas y pro-
poniendo trnnsacciones, que sin desvirtuar en nada la




406 SANCHO.
creencia de aquella política la amoldan á l!'!,s circuns-
tancias, abriéndole con maiia la puerta en la region de
los hechos.


En comprobacion de esta verdad vamos á delinear
con rapidez la vida del antiguo cliputado D. Vicente San-
cho, uno de los individuos más respetables del partid o
progresista, y uno de los diputados de más autoridad y
prestigio en la segunda época del gobierno representati-
vo, de cuyos oradores nos vamos ocupando.


Al triunfar la revolucion en 1820, simbolizada en el
sable del comandante D. Rafael del Riego, aun creía
Fernando VII que podria inutilizar su triunfo, y para
entretener su marcha hasta poder sorprenderla y est3r-
minarla, nombró una Junta provisional consult'iva que
se encargase de la direccion de los públicos negocios
hasta la instalacion de las córtes.


Componian el nuevo gobierno personas de gran 1'e-
presentacion social, y aunque liberales algunas de ellas,
con fama tedas de prudentes, de cuerdas y moderadas.


Indudablemente el vencido monarca contaba. en su
carácter imprevisor y confiado, que la revolucion habia
de darse por satisfecha con la instalacion de aq ueUa J un-
ta suprema, y que esta con medidas paliativas y con-
temporizadoras enervaría el espíritu dominador de los
vencedores, y pondria las cosas de manera que con fa-
cilidad se lograría en un breve término la nueva restau-
racion del gobierno absoluto.


No contaba sin duda Fernando VII en sus planes
reaccionarios con que era secretario de la mencionada
corporacion el brigadier D. Vicente Sancho, liberal por
conviccion, h')mbre de carácter firme y consecuente, y
aunque de condicion templada y conciliadora, reformista
apasionado y constitucional fervoroso.




SA~CHO. 407


No defralldó en lo más mínimo el secretario de la
.Junta provisional las fumhdas esperanzas que concibiera
el partido revolucionario al colocar al Sr. Sancho en
puesto tan importante. A su iniciativa é influencia debié-
ronse las radicales y en parte revolucionarias medidas
de la J unta, que empezó por resucitar las más peligrosas
y trascendentales reformas de las córtes de Cádiz, con-
vocanclo además las nuevas de la segunda época, segun
lo ofrecido por el rey al jurar la constitucion.


Con estos precedentes de liberalismo, con la impor-
tancin. de una considerable posicion política, y con gran
reputacion de talento, de instruccion y práctica de los
negocios de gobierno ocupó un asiento el Sr. Sancho en
las córtes de 1820 .


.Fácil es de suponer que ejerciera desde un principio
entre sus compañeros no poca influencia yautoridad. Así
fué en efecto. Individuo de las comisiones más importan-
tes, al diputado Sancho se debió la redaccion de los pro-
yectos más trascendentales y la iniciativa de las más ra-
dicales reformas, ~omo la estincion de monacales, la
abolicíon de los diezmos y señoríos.


Exacto en sus juicios, claro en sus discursos, hablaba
pocas veces y con brevedad y oportunidad. Sostenedor
de los derechos populares, apóstol de las reformas en
sentido avanzado, le desagradaban las exageraciones de
su mismo partido, y luchaba tenazmente por quitar al sis-
tema constitucional toda idea de violencia, toda aparien-
cia de inj usticia. Dominado de esa severidad constitucio-
nal, nunca desmentida, de sus constantes é inflexibles
principios de legalidad, de órden y de tolerancia, vié-
ronle las córtes levantarse en la sesion de 9 de febrero
de 1822 y anatematizar con una energía de ideas, con
una vehemencia de lenguaje, por él desusadas, losescan-




408 SA~CHO.
dalosos atentados de las turbas del dia anterior contra sus
compañeros de diputacion Martinez de la Rosa y Tore-
no, cuya política, por otra parte, combatía Sancho deci-
di¿all1ente en aquellas mismas córtes en cuantas ocasio-
nes hallaba oportunidad.


Nada más digno, más sentido y más patriótico que el
discurso pronunciado por el diputado S(tncho en tan
memorable sesion, que reveló sus condiciones de orador
elocuente, de improvisador espontáneo y fácil, de de-
clamador vehemente y apasionado.


Hé aquí algunos párrafos de tan notable peroracion:
«Yo celebro que haya llegado este momento· para


manifestar mis opiniones y los principios que jamás he
desmentido y nunca desmentiré. Prescindo de las pür-
sonas de los diputados; pero atacada la constitucion, la
patria, la nacion entera, es de absoluta necesidad cor-
regir abusos de esta especie en su orígen mismo, y si no
queremos faltar vergonzosamente á nuestros deberes. Yo
no quiero vivas ni mueras cuando recaen sobrc mis vo-
taciones, y lo mismo se me insulta de un modo que de
otro. Quiero proceder con honradez, votar lo que pienso,
lo que creo con7enientc á la nacion espaflola, cualquiera
que sea la opinion de los demás, y sin esto creo que no
habria libertad, no habria constitucion, no habria córtes.


» Si las córtes mirasen con indiferencia los sucesos de
ayer, ¿qué se diriade nosotros? ¿qué patrimonio de decoro
y dignidad dejaríamos á nuestros sucesores? No, señor:
es menester es terminar una faccion miserable de hom-
bres que buscan el desórden. Los que quieren el desór-
den no pueden querer la libertad. Esta es enemiga esen-
cialísima del desórden, y en este concepto ha dicho un




SANCHO. 409
filósofo que la libertad es un yugo mucho más duro que
el mismo despotismo.


)) y o desprecio el aplauso igualmente que la reproba-
cion de la muchedumbre. Aquí en mi pecho es donde
tengo el juez de mis acciones; aquí y solo aquÍ, y no
quiero otro. Así deseo que se trate de esto, y he mani-
festado mi opinion de que estamos muy lejos de haber
perdido la libertad: seria lo más vergonzoso que una fac-
cíon que nada vale, pudiera quitar la libertad á los di-
putados de la nacion española.


») Se vé directamente á dónde se va; se trata de quitar
la libertad á los diputados en la discusion de unas leyes
con las que se pretenden remediar abusos tan conocidos;
pero los malvados no quieren que se remedien. Por lo
que á mí toca he votado lo que me ha parecido: lo voté
ayer; lo votaré hoy y lo votaré tambien mañana i pero
digo) francamente que siento no haber sido ayer de la
opinion que desagradó á los quc han cometido esos in-
sultos, para manifestar hasta el punto que desprecio el
aura popular. ¡Miserables de los que se pagan de ella!


"A pl'etesto de defender la libertad de imprenta, que
no conocen y que no saben lo que es, porque no saben
materialmente leer, un puñado miserable de facciosos
quisieron hacerse dueños de nuestras discusiones, diri-
girlas a su antojo, y bajo título de defender la libertad
de imprenta, lo que defienden es la tiranía, el despotis-
mo, el desórden, porque todo es lo mismo.)


Emigrado 8a,ncllO como los principales diputados de




410 SANCHO.
la segunda época constitucional, dedicóse en el estran-
jero al estudio de las prácticas representativas, y al to-
mar asiento cm 1834 en el estamento ele procuraelore~,
hizo aplicacion de aquellos estudios, y dirigió á la mino-
ría exaltada con su~ consejos y advertencias, con su tacto
y su tino parlamentarios.


Desde entonces, aunque no en primera linea, vino
figurando D. Vicente Sancho en el partido más avanza-
do, si bien su práctica y su buen juicio le obligaban á
amoldar sus ideas y aspiraciones á las circunstancias, de
suerte que hubo un tiempo en las córtes reformadoras
de 1837 que era tachado por sus más fogosos correligio-
narios de moderado y de tímido en su conducta, si bien
nadie le negaba consecuencia y fijeza de principios.


Aquella época parlamentaria en que se discutió y
planteó la constitucion de 1837, fué indudablemente la
más lucida elel diputado Sancho, pues como presidente
de la comision para proponer el nuevo código tomó una
parte activa en aquellos célebres debates, contribuyendo
no poco con su templanza y espíritu conciliador á la fo1'-
macion de una constitucion hecha por progresistas con
elementos moderados.


En resúmen: D. Vicente Sancho, muerto no hace
muchos años á una edad algo avanzada, ha dejado en su
partido una grata memoria como liberal con~ecuente y
de severo constitucionalismo, y en los anales de nuestra
moderna revolucion el nombre de un ciudadano probo y
honrado, de un político prudente, de un orador mediano
y juicioso.




SANCHO. 411


Discurso en defensa de la cámara vitalicia,


((Señores: Este úlsi es el único artículo que ha venido á las cúr-
leR presentado por la oomision, en que esta no h1ya estado unáni-
me. De aquí pueden inferir llts córtes que habrá sido el artíoulo que
más se haya discutido en la comision, y que habrán sido poderosas
las razones que haya tenido la casi totalidad de los inclividuos de ella
para mantenerse en. la idea de que el cargo de senador debe ser vita-
licio, sin embargo de haberse hecho cargo de las razones que presen-
tó el Sr. Olózaga, las euales le han movido y le han mantenido en la
iJea de que debe ser temP?t'al.


)) El St'. Olózrtga, habiéndose opuesto en la comision al artículo que
se discute, tuvo la delicadeza de firmar el dictámen de la comision, y
no presentar un voto particular. Su señoría dió ayer otro testimonio
de delicadeza, tomando la palabra antes de que hablase ningun indi-
viduo de la comision, para no verse comprometido á contestar á los
argumentos que la comision presentase en favor de este artículo. Yo,
siguiendo la delicada consideracion que ha tenido el Sr. Olózaga con
la comision, no contestaré á su discurso, y me limitaré á decir las ra-
zones que han obligado á la comision á establecet' que sea vitalicio y
no temporal el cargo de senador; y con este objeto me propongo de-
mostrar dos cosas: primero, que la oalidad de vitalicio es de la esencia
indispensable del senado; segundo, que desde el momento que las
c6rtes han decretado que los senadores han de ser nomhrados á pro-
puesta popnlat' y á la eleccion del rey, lógicamente hablando han
determinado que sea su carg'o vitalicio.


» Yo no me propongo contestar á las objeciones que se han he-
cho, pues todas 3C apoyan en cotlsidel'llciones secundarias, no en la
considel'acion capital de :niral' el senado como Ulla institucion indis-
pensable en el gobierno representativo.


»Las observaciones que se han hecho examinando la esencia del
senado, quedarán reconocidas pOI' el curso de mi raciocinio, y á las
demás creo que no hay necesidad de contestar, porque todas son de
un órden muy secundario.




412 DISCURSO El\' DEFENSA
n Yo, señol'es, en esta cuestion me propongo no hacer más que


raciocinios sencillos al alcance de todo el mundo, apoyados en hechos
irrefragables que han pasado en nuestros dias. El primer hecho que yo
siento para probar la primera parte de mi argumento, es que hasta
ahora ninguna constitucion ha podido existir con un solo cuerpo re·
presentativo.


»Este es un hecho evidente. Todas las constituciones que existen
hoy, al menos en los estados conocidos de alguna importancia, en
donde esté establecido el gobierno representativo de un modo regular,
en todas se estable cen dos cuerpos colegisladores.


nPodrá decirse que en· Suecia no hay más que una cámara; pero
hay brazos diferentes del Estado qlle establecen la representacion na-
cional; no habrá dos cámaras, pero hay cuatro brazos; así que esta
objecion que no prueba nada, probaria en todo caso en favor dc mis
doctrinas.


nNinguna constitucion de las que establecian una sola cámara
existe boy, y hemos visto que los ensayos que se han hecho hasta
aquí con una sola cámara, son las causas ocasionales que han becho
que todos hayan sido desgraciados. ¿Y cómo esplican este hecho
los publicistas que mejor han tratado estas materias? ¿Cómo? De un
modo muy sencillo. Los publicistas dicen que todo podel' ejercido por
hombres, es indudablemente espansivo, ambicioso, invasor de todo
otro poder. Estableced, dicen los publicistas, dos únicos poderes, por
un lado la corona, po\' otro el cuerpo legislativo; se disputarán nece-
sariamente la preeminencia y la supremacía; y ó bien el poder ejecutivo
conseguirá. por todos los medios que tiene á su disposicion, tanto de
corrnpcion como de fuerza física, destruir el poder legislativo, ó bien
este á su vez cuando tenga la ocasion, aprovechándose de una mino-
ridad por ejemplo, ó de otras circunstancias, tratará de destruir el
poder de la corona, y acabará por spbreponel'se á él enteramente.


HEjemplos tenemos de esto en la historia, y en la historia de nues
tros dias, pues todos los ejemplos que se pueden citar del gobierno
representativo son modernos, escepto los de Inglaterra. Digo que te-
nemos ejemplos, y todos nos convencen de esta verdad. Cuando el
poder ejecutivo puede más que el legislativo, el despotismo es irreme-
diable; cuando el poder legislativo vence al ejecutivo, se debilitan to-




DE LA CÁMARA VITALICIA. 413
dos los lazos de la sociedad y se cae en la anarquía; pero corno la
anarquía no puede sel' un estado permanente, se cae tambien en el
uespotismo. As! es que de esta lllcha qlJe prodllce la constitucion,
qlle solo estableGiJ un curso legislativo, nace el que no pueda tener
lal'ga rida, y el que conduce necesariamente al despotismo, bien di-
recta ó bien imlirectamente.


llPCro dicen los mismos publicistas: el remedio á este mal es muy
sencillo, establecer un tercer cuerpo, y tocIos los peligros desapare-
cen. Vamos á ver si este remedio es eficaz, y sólidas las razones en
que se fumIa.


Dicen los publicistas: si á los dos cuerpos que, encontrándose ais-
lados lino en frente de otro tienen cierta tendencia á chocarse y á des-
trnirse recíprocamente, añádese otro Guerpo, otro poder, ese poder
necesariamente destruirá los efectos de esa rivalidad; ese cuerpo dará
la vida á la constitucion, y destruirá aquel gél'men de insubsistencia
y ue muerte que tenia antes vuestra constitucion.


))Con que ahora si el pode e popular ataca al ejecutivo, el senado,
porque voy á usar de la nomenclatura aprobada ya pOI' las córtes,
si el congreso ataca al poder ejecutivo, el senauo se pondrá de parte
del poder ejecutivo, lo pl'otegerú y defenderá, y el poder legislativo
ú la cámara popular 110 tendrá tantos medios ni tanta facilidau para
Llestl'Uir el porler ejccntil'o como si estuviese solo, aislado. Por el con-
trario: si el poder ejecutivo ataca á la cámara popular, el senado
vendrá en su apoyo y la sostendrá.


))Pero el senado ¿hará siempre esto? El senado no puede dejar
de hacerlo, e3 absolutamente imposible, porque los cueepos lo mismo
que los individuos tienen el instinto de la propia conservacion, que es
el que dirige todas las acciones humanas, tómese n aislamente ó en cuer-
pos colectivos .. \si, el senado tendrá necesariamente que defender á
Gualquiera de los dos cuerpos que sea atacado por consenarse á sI
mismo; porque si el poder ejecutivo acabase con el popular, ¿podrá
existir el senado un solo minnto? De ninguna manera. Por el contra-
rio, si el poder popular acabara con el ejecutivo, ¿se sostendrá el se-
nado? Tampoco. De consiguiente, sellOres, el senado tiene que apo-
yar al poder más débil contra el más fuerte para conservarse á si
mismo.




414 DISCURSO EN DEFENSA


»Aquí !'e ve esencialmente el objeto del senado: se ve que el se-
nado es una especie de gran juez, digámoslo a~¡, entre el poder eje-
cutivo y el popula¡'. Cuando se trate de una cueslion en que cual-
(luiera de estos CUCl'pOS ll'ate de usurpar el podor del otro, enlonces el
senado con su veto da su fallo contra el poder que quicre invaLlil', y
de esta manera se opone á que sea destruido el podm', tiene más
fuerza. El sena jo hace el papel de un gran juez, es el supremo juez
político de la sociedad IHra dirimir las desavenencias entre el cuerpo
popular yel poder ejecutivo.


»Se dirá qlltl a'Jaso la lucha pueLle establecerse, no entre estos dos
poderes, sino entre el senado y cualquiera de ellos. Esto no es fáuíl,
señores, podrá haber diferencia de opiniones, negar la sancion á Ul1lt
ley pl'Opuesta Ó aprobarla por el otl'O cuerpo, el senado negará la
sancion ora para apoyar á un pOlle¡', ora p:lra apoyar al otl'O, pero
en la lucha nunea puede entrar como parte prinripal el senado, por que
es un cuerpo esencialmente débil.


nUna escepcion hay en esto, que es la que presenta la cámara de
los lores de Inglaterra. El gran poIer que esta ejercia, tenia su orí-
gen en un vicio social de que nosotl'05 estamos libres, nacia Jel prin-
cipio aristocrático, proscrito ya por las córtes cuando han declarado
qne no serán hereditarios los scnadol'es. Fuera de este caso, el cuer-
po popular es fuerte, porque detrás de él está la nacion ente ra y el
poder ejecutivo por las inmensas prerogativas de que está revestido,
y porque dispone de tocIa la fuol'za material LId Estado. POI' lo tanto
creo dejar demostrado que no pnet'le haber ,"sta lucha entre ('1 eon-
gl'eso y el senado, y qlle este sel'á el que defenderá al poder más dé-
bil contra el más fuerte, y 10 hará por Sil 'propia conservacíon.


»Tonemos, pues, definida la esencia del senado. Veamos ahora si
la comision propone su organizacion de manera qne satisfaga cum-
plidamente al objeto de su misíon. Para esto, señol'es, PS menestel'
mirar al senado bajo otro punto de vista que el que lo hemos mirado
hasta aquí; es rnene,ter considerar que el senado es esencialmente un
cuerpo repI'esentati 1'0; si no fuera representati 1'0 era una esrrescen-
cia inútil en el sistema representativo. La cámara alta de Inglaterra ya
se sabe que representa los intereses de la clase aristocrática del pais.
Aun cuando el senado es nombrado en algunos paises por el rey di-




DE LA CÁMARA VITALICIA. 415


rectamente, es en representacion del pueblo, entonces el reyes el
grande elector; pero el senado es por esencia suya representativo y
debe representar lo que la cámara popular no representa. Vamos á
ver qué es lo que no puede representar la cúmara popular y tiene
que representar el senallo, pues de esta manem establecemos el sis-
tema representativo completo.


llPara ver lo qne representa una Cllmara de eleccion popular, to-
dos nosotros hemos visto bastantes eleer:iones. Cuando hablo de re-
presentar, digo CJue el sistema completo debe representar íntegramen-
te el inLerés nacional, la opioion general de la nacion, que se com-
pone dc todos los intereses y opiniones particulares. Uso indiferente-
mente de las palabras interés ú opit!io/J, porque para mi en este caso
son sitl6llimas, porque no puede haber ningun intel'és que no cree
una opinion que le proteja; así me valdré de la palabra interés que
creo es mas propia para mi objeto.


llDigo que el senado debe representar la parte de intereses nacio-
nales que la eÚI!1ilra popular no representa completamente, y digo
(IllC hemos visto bastantes elecciones para haber notado c6mo se ha-
cen, y po:ler juzgar con bastante probabilidad qué es lo que repre-
senta un cuerpo popular. Hemos visto cuatro elecciones hechas por
el sistema eon~tiLucional, una por la convocatoria de la junta central,
dos por el método del estatuto, y una pOI' el método directo; y aun
muchos dc los que estarnos aqui y hemos teniJo la desgracia de vi-
vir muchos años fuera de España, hemos podido observar elecdones
en otros paises, y podemos juzgar aun con más latitud.


nI pregunto, señores, en todas las elecciones CJue hemos visto,
¿cu(ll es la clase que ejerce más influencia, que más se agita, que
más producto da en el resultado general de la eleccion? La juventud.
La jllvenlud, señores, es imlullalJlemenle mas actira en todo movi-
miento social; la .iuventud tiene nüs intereses, porque tiene más por-
venir. ¿Qué pOl'venÍl' tiene un hombre de muchos años? el sepulcro.
I un j 6ven de 20 altos ¿qué tiene delante ele sí? Su vida entera, y por
coasiguiellte su interós en los negocios públicos ha de ser infinita-
mente mayor que el del anciano. Así, combínense las elecciones como
se quiera, por la esencia mísma de las cosas y Je la naturaleza hu-
mana, el prOl111cto de toda eleccion popular representarú más bien




416 DISCJJBSO J:N DEFENSA
las esperanzas que la posesion, el elemento del progreso más bien que
la estabilidad y el sosiego; es decir, que la juventud, la esperanza, el
movimiento están representados completamente en el cuerpo popular,
y no lo están del mismo modo ni con la misma pel'feccion, la edad
provecta, la seguridad de las fortunas y de las pasiones sociales, el
sosiego y la estabilidad.


nDe aquí se infiere una COS:l, y es que pucs todos los intereses
deben sel' representados tan completamente unos como otros, es pre-
ciso que el senado para que llene su objeto, represente lo que no
puede representar el cuel'po popular; que represente la edad proyecta,
que represente no la esperanza y el porvenir, sino la realidad, lo que
existe; no el movimiento, no el progreso que tienen en otra parte su
representante, sino la tranquilidad y el sosiego.


nPor estos principios, señores, se ve no solamente cuál es el ob-
jeto del senado, sino la esencia que debe constituide. Veamos ahora
lo que la comision ha propuesto para averiguar si este objeto se llena
completamente. En todo el título del senado hay cierta conexion que
no permite se analice un solo artículo aisladamente, y as! mc veré en
la necesidad de decir algo, aunque lo menos posible, relativamente {t
otros artículos.


nLas córtes han aprobado ya que los senadOl'es sean nombra(los
por el rey, á propuesta en lista triple de los colegios eleelorales, y un
cuerpo nombrado de esta manera, si no tuviera algun cOlTectivo, no
representaria los intereses que debe. Las ternas ó propuestas serán
producto de la eleccion popular, luego han de adolecer del mismo d8-
fecto, y han de representar lo mismo que los diputados representan.
y no se diga que el rey tiene la eleccion, porqlle el rey no tiene más
que la eselusioIl, en virtud de la cual puede escluir de tres personas
dos; pero no puede escluir el elemento que constituye el todo de las
propuestas, y este elemento será el mismo que forma el cuerpo popu-
lar. Así, si nosotl'OS est'lbleciésemos el senado de eleeJion entera-
mente popular, sin algun eorrectivo, no habremos llenado el objeto
de su creacion, que es que represente lo que la cámaril. !lO puede re-
presentar. Pues ¿qué correctivo se ha puesto á esa eleceion? Las di-o
ferencias esenciales que debe haber entre una y otra cámara.


)) Las córtes han aprobado ya en las bases de la constitucion, que




DE LA CÜIAnA VITALICIA. 417


haya diferencia en las cualidades personales ele los senadores y en la
duracion de su encargo. Las cllalidaues de los individuos ¿cómo se
pueden dctcrminar? Por los principios que acabo de establecer. La
c:'tmara popular representa la juventuu, pues la otra debe represen-
tar la edad provecta; y ¿eúmo la representará? Siendo de edad pro-
veeta los individuos que la compongan. No entro ahora en si han de
ser 30 allos, Ó 35 ó 40, porque esa es una cuestion secundaria; ha-
blo ahora solo del principio, que cs dc absoluta necesidad. Los sena-
dores no pueden menos de ser de mayor edad que los diputados, y
por eso la comision les ha dado el nombre de senadol'es mas viejos.


n¿Cuál es la otra circunstancia esencial que deben tencr Jos sena-
dores para diferenciarse de los diputados? ¿No hemos dicho que el
congreso de los diputados representa la esperanza, el porvenir? Pues
bien; aquí debo estar ]u. fortuna ya hecha, la posicion social ya adqui-
rida. Por eso" la comision propone que deben los senadores tenor mo-
dios de subsistencia diferentes y superiores á los diputados, porque
de esa manera representan verdaderamente la existencia actual y ase-
gurada. Así, sellares, hasta ahora vamos viendo que el senado 1 se-
gun la üomision ha propuesto, va satisfaciendo á los elementos que
son illLlispensalJles en ese cuerpo.


nPcro nos falta otro, porque hemos indieado que el congreso de
los diputados representa el progreso y el movimiento, y que el se-
nado uebe representru' la resistencia y la inmovilidad. Plles esto lo
propone por el medio de lJllG sean vitalicios. Necesitan, pues, ser vi-
talicios para tener esta eualitlad; y lo necesitan tambien por la COIl-
sicl0racion que indiqué al principio de mi discurso de ljue el sonado
ha de ser un gran juez, no solo tle los ministros, que esa es ya una
consiLleracion secundaria, y se porIria huscar otro merlio de juzgar
estos, aunque nunca seria tan bueno como este, sino que ha de juzgar
de las grandes cuestiones políticas, en las divisiones y contienclilS que
se puedan suseitar entre los otros poderes.


» Y si para los jueces C01t1UllCS ljue han de juzgur de los casos 01'-
dinLlrios, y de intereses mucho menor para la sOGieuarl, se exige que
sean vitalicios como cualidad illilispensable de independencia, á este
gran juez, ill gran juez político, ¿se le ha de negar esta eirüunstan-
cia? Si se reqilirm~ par:l jlleces que, sin tralar de nÍngun modo de
~7




418 DISCURSO E" DEFEliSA
ofenderlos, llamaré yo máquinas ele aplicacion, porque han de obrar
encajonados dentro de las leyes, sin que se puedan salir de ellas, ¿no
será más necesario que donde se ha de juzg'ar , no sobre las lAyes
escritas, no sobre derechos parliculares, sino sobre los graneles in-
tereses públicos de uua manera enteramente discrecional? Me parece
que las córtes se contradecirian notablemente si pretendiesen que los
mag'istl'llclos comunes sean inamovibles, porque tic ese modo serán
independientes, y prescinllirian de esa cualidad en este gran juez,
que necesita rnuu]¡o más.


lJPoro, soñares, se hace una objecion á este sistema ¡JI] la eomi-
sion de que sean vitalicios los senadores, y se dice qlle el senado, aUIl-
que de eleccion popular, si no se sujeta á la reeleccioll y á los tran-
ces de la urna electoral, olvidará su orígen, y se inclinarú ú defelltler
más de lo que debe las prerogativas de la corona, de la cual todo
hombre en sociedad tiene algo que esperar. Señores, yo tengo sobre
esto una opinion particular, que para mí es de 1[\ última evidencia, ~l
saber: que los señores que pretenden que el senado se renueve perió-
dicamente, para que consene en accion el inten':'s pOlmlar, van ú con-
seguir lo contrario, pues el único modo de obtenerlo cs que sean vi-
talicios. Esto parece una paradoja, pero voy ú dcmo:'ll'arlo.


llSe supone, señores, que el poller poplllar y el ejoL:ulivo están 1311
l~na especie de pugna. No es tan cierta esta hipótesis; pero en aten-
eion á que se han apoyaLlo en ellas observaciones de los que impug-
nan el artículo, es indispensable partir de este supuesto. Supongamos
dividido el senado en flos secciones, una monárquica ell estremo, y
otra tambien en estroma popular_


nDicen los que impugnan el dictámcn: si sujetamos ú los sena-
dores ú la renovacion, ú que sean reelegidos, se les impctlir{L que se
pasen á defender la corona más allá de Jo que deben en perjuicio de
los derechos rlel plleblo. Este es el argumento, es I'cnlaLl; pero las
córtes han determinado que la decaion no sea solo hecha por el pue-
blo, sino que ha de ser con intenencion de la corona. SlIpol1g'amos
clividida la cámara de senadores en la forma qne he didlO; es nece-
sario hacer otra obsenac:ion, y es que en c:ada UlJa ele las Llos seceio-
!les en que esta se divida, habrá una docena (1e personas Cjue bien
pOI' su elocuencia ó por su instmecion, ó por otra cualidad, resaltará




DE LA CÁMARA VItALICIA. 419


sobre los demás, y será el alma por decirlo así del particlo. Pues á
esta docena de personas de cada partido tendrá interés en eliminar
elel senado la corona (¡ los colegías electorales cuando llegue el caso.
y en esta contienda de eliminaciones, ¿quién será más diestro, quién
más consiguiente, qnién más perseverante; en una palabra, quién ven-
cerá? Supongamos que la corona y los cuerpos electorales consiguen
su objeto con igual éxito, y que quedan eliminadas todas las notabili-
dades 0ulminantcs de los dos partidos, ¿á qué qUedará reduódo en-
tonces el cenado? Al cuerpo más insigniflcante del mundo, que en
méwera ninguna podrá llenar los altos flnes de su instituto. Ocuparán
solo los asientos del senado esa clase de hombres insigniflcantes y
llulos que en todas épocas prosperan, porque no sirven para nada;
aquellos que tan bien se avenian con el gobierno de Calomarde, como
con el de Cea, con el dcl estatuto y con la constitucion. Estos que
sirven para touo preeisamente , porque en la realidad no sirven para
nada, esos serán los únicos no eliminados.


»Pero hasta aquí hemos supuesto iguales ventajas de una y otra
parte en este cuerpo jmleflnido de eliminaciones sucesivas, y esta su-
posicion es absolutamente falsa. La corona en esta parte es inflnita-
mente más poderosa que los colegios electorales; pues que su accion
es más concentrada, y se ejerce por un corto número de personas que
no pasan del monarca y sus ministros. ¿Y qué sucecle por el contra-
rio en las provincias al tiempo de las elecciones? ¿No se hacen entre
los electores eÍArtas transacciones? En mi provincia, por ejemplo, ¿so-
mos lodos los elegidos de igual color? ¿,No está demostrado que en la
eleecion han mediado algunas transacciones? Esto sucede en todos los
paises elel mundo. Por manera, que á la sombra de estas transaccio-


\
nes, á la somhra tIe los amaños, á la sombra del crédito indi vidual de
los mismos caIli lillatos de la corona, pasarán estos si no en una pro-
vincia en otra, al paso que no pasarán por el veto del ministerio los
candiuatos queridos del pueblo. As! que los que piensan poner un
remedio á los defectos del principio vitalicio para establecer una cá-
mara más popular, se han equivocado completísimamente. Esto debia
haberse eonsitlcrado antes de hé.lborsc uecretado lo que se decret6
ayer 6 antes de ayer. Abara la consecuencia legítima, 16gica, es que
para que tonga popularidad es preciso que sea vitalicia.




420 DISCURSO EN DEFENSA
IlEs menester no caer en esa inconsecuencia, que será perjudi-


cial al elemento popular, al pueblo, y no á la corona, pues resullará
un senado precisamente contrario á lo que se proponen lós auversa-
rios políticos de la cuestion actual, á los cuales puede decirse: «(¿Quc-
reis elemento popular? Dejad la cámara vitalicia. ¿Quereis que se re-
nueve por eleccion? Estad seguros de que en ella dornimrú el ele-
mento ultra-monárqnico.»


))Pero estos defectos tc']üvjü no son los mils capitales; yoy ahora
á manifestar el defu,to capitalísimo que tiene la rcnovacion. ¿Para
qué hemos dicho que debe estahlecerse el senado? Para evitar los
efectos de la lucha entre el cuerpo representativo y la corona, por-
que de ellos puede venit, la !'uina de la libertad de la patria.


nAsí he dicho al principio que los grandes publicistas deducen de
aqulla necesidad de nn tercer cuerpo; pero esa lucha de suyo po-
dria terminarse, porque la cualidad del cuerpo represcntativo es que
sca variado y de corta variacion sus poderes; y así, (¡ bicm por con-
cluir estos, ú bien ponlue el rey use de la prcrogativa dc la disolu-
cion, podrá de suyo tcrminar esa lllcha. Pero ahora vamos á esta-
blecerla entre dos cuerpos eternos, invariables, inamovibles, entre el
cuerpo electoral y el monarca. Antes estaba entre el congreso de
diputados y el rey, y queJ'iendo evitar esto no hemos de establecer el
senado de modo que la lucha exista entre el cuerpo electoral y el mo-
narca, entre esos dos cuerpos que son eternos, inamovibles, que no
admiten ningun cuerpo intermedio que los concilie.


nAs!, señores, si se hiciese esta variacion en el arlícll!o, el sena-
do, lejos de llenar el objeto que le dan tOilos los puhlicistas, cstabli'ne-
ria una lucha mucho más peligrosa por la ese:1cia ele lo.' poderes que
entrarian en la contienda.


nPor manera, señores, qne es una consecuencia indispensable de
lo aprobado ya que el senado sea vitalicio, y es de esencia suya el
que lo sca. Yo creo qu'; estún prohadas las dos proposiriones. Tal vez
las razones espuestas lIO tendrún fuerza bastante para algllnos señores
pcro para mí la tienen hasta el último grado de evillcllcia; cuLla uno
tiene su cabeza, su lógica y su modo de ver; por eso be dicho al prin-
cipio, que no trataba de satisfacer á las objecimws lInc se han hecho,
sino solo de presentar algunas razones, que pararní son delmayorpeso.




DE LA CÁMARA VITALICIA. 421
nSin embargo, se ha hecho una objecion á la cual sí contestaré, y


la comision va á dar un testimonio de sus deseos de conciliacion, su-
poniendo alguna modificacian en el al't. 14, para lo cual estoy auto-
rizado por todos los inrlividuos de la comision, incluso el Sr. Olózaga,
que aunque en esta parte se ha separado Je la comision, en aquel
artículo está conforme con ella.


nSe ha dicho que el sr;nado, tle la m:lllera que se establece, tiene
una consistencia, una inalterabilidad, por dceirlo así, que puede ser
perjudicial; que estableciém10se un senado vitalicio con un número de
individuos dcterrniuaLlo, imariable, en el caso que ocurra una coli-
sion de opiniones, una divergencia de pareceres entre ambos cuerpos
sobre una ley importante, que en tal caso no se presenta remedio
ninguno por la comision.


))1a comision le daba en el curso natural ele la facultad que tiene
el rey de disolrer el congreso de los dipulmlos. Ha partido de un
principio, y ha dicho: supongamos que el 8enaelo desaprueba una ley
importante ql1e haya sitio ap!'Oha(la en la otra cámara; el gobierno,
por lo importante tle la ley, se V8 en el caso de disolver esta; el pueblo
toma parte eula cucstion porquo so iulcresa; viene la nueva cámara,
y entonces el senallo, quo ha visto pronunciarse la opinion pública de
un modo solemne é inequÍl'oco, ¿se ha de resistir? imposible. Ha par-
tido de este principio; pero hay algunos señores que creen que es po-
sible que rm;ista, á pesar de lo que entiende la comision.


llDigo, señor, qne cala opinioll de la comi3ion nunca puede veri-
/lcarse la resistencia llespues ele pronunciü:da la opinion de una ma-
nera solemne, por medio de unas elecciones latas, libres y es tendidas
corno se proponílrán, hechas ad hoe. La opinion de los señores, que
sin embargo de osto recelan que pueda verificarse, podria sostenerse
hace dioz ó doee años; pero han mediado despues hechos de talnatu-
raleza, quo llestruyen esos tumores completamento.


llDos voy ú referi¡' que han pasado á nuestra vista, los cuales
tlestruyen esas cloctrina" y e~os temores. Los c:,~critoT'es sientan sus
teorías, obsenalHlo los hechos y gener;:t1izándoJos; nosotros estamos
en el caso de haber obscnado ciertos hechos posteriores á esas doc-
trinas, que calinean el temor de nuestros impugnadores do un t¡;mor
ideal, y el caso que proponen de puramente metafísico.




422 DISCURSO EN DEFJ!:NSA
)) Un hecho. En Inglaterra el Estado estaba organizado de una


manera singular, que era menester tmiesen presente los que quieren
presentarla siempre como modelo. Allí el cuerpo poderoso, el único
poderoso era la ciÍmara de los lores, más quo el rey: así se dice vul-
garmente, que el rey no es más qne el primer lord. No hablemos de
su poder respecto á la cámara de los comunes. Esta no era más que
Ilm yerdaLlera acopcion, porque era nombrada casi esclu~ivtlmente
por los [ores y por la COrOllCl. Todo el porlet' polItico oelaba en las fa--
milias aristocráticas, que eran 1l1lOñüs cn.si esclusivas drl territorio;
pero el progreso ele los tiempos y ele la riqueza comercial y fabril
han llegado á formar intereses ele nn nuevo órilen, superiores en illl-
portanoía á los de la riqueza territorial, y entonces el pueblo ha di-
ellO: la parte que á mí me toca de la aclministracion del Estallo, renga
aquí. Esto era una revolucion grande, estraodinaria: la cúmara la
resistia; sin embargo, el pueblo lla cli,;ho: el interés mio es 01 primero,
el más poderoso; y tú que has hecho hasta ahora el primer P,lP81,
baja en adelante á hacer el segundo. El pueblo lo pidió, la opinion
pública lo exigió con fuerza; la opinion pública pidi() que se refor-
mase el parlamento, y eL parlamento se reformó; y puede decirse con
toda verdad que la aristocmcia tu\'o que suicidarse con el puñal
popular.


))Otro hecho, señores. La Fran(;ia tenia tambien establecido el
principio aristocrático, el prineipio hereditario. La Ctlrta de Luis XVIII
componia la segunda cámara de pal'es hereditarios y pares vilalicio~;
pero como esta, amalgama heterogénea esencialmente monstruosa
é insubsistente, el elemento hereditario se sometió, por decirlo así J tll
elemento vitalicio; de modo que cllanllo vino la revol'Jcion del aüo 30,
puede clecir~e que emB hereditarios todos los pares, escepto los de
la última jornada (le MI'. Polignac.


»Al pueblo frllllCé5, sobre el cual babi:lll pasado muchos siglos
en pocos lUJOS, siempre babia cansado gTan repugnancia el elemento
aristocrático, que la revolucion habia estirparlo para ~iempre, y lo bu-
biera becho desaparecer ele la carta la rcrolucÍon de julio, si no 8C
hubiesen puesto en práctica grandes intrigas para dilatar la cllcslioIl
hasta que se reuniesen las cámaras posteriores.


)) Vino el tiempo de las elecciones, y entonces el pueblo manifestó




DE LA CÁMARA VITALICIA. 423
su apinion, y dijo: eámara hereditaria, de ningul1 morlo. Fueron los
diputarlos, se abrió la disclIsion, y el famoso Casimiro Perier defen-
dió C011 el mayor calor e~ta institucion. Xada ha defendido con tanto
interés, ni la libertul, yeso que ha sido uno de los más esclarecidos
y ardientes defensores, hasta el punto de decir que apelaba en aquella
cuestion ele la Francia ciega y fascinada, á la Francia cuenla y tran-
quila. La oámal'll tle los diplltildos decretl! sin embargo la proscrip-
cion del principio llOreditario, y po,só h ley el la otra c8.mara. Esta, que
era hereditllria, que tenia Lodas las pretensiones de los antiguos no-
bles, qlIO subian su prosapia ú los tiempo~ do Cárlo ~ragno y los de
los mariscales del impprio y ele los grandes tlOmbres que habia creado
la revolueion, ¿r¡llé es lo que hizo? ~i diseutiria casi siquiera; llora-
ron, se lamelltaron de Sil mala suerte, pero al fin tomaron el puñal
que les daba el pueblo, y se suicidaron.


))1<:slos dos hechos, señores, demuestran hasta la última eviden-
cia que los temores que IJay hora son infundados: ¿qué cucstion se
pueLle proponer jamús que mús repugnancia presente al senado? Este
senado que nos proponemos formar aIJora, ¿tiene que defenrler inte-
reses propios:! Si no los tiene, si no los representa, si no es más que
un yitaIlr;io que 110 tielle lliug'un {lri "ilegio Lle clase ni de familia que
defender, si solo ha ele tratar cuestiones de interés general, ¿cómo
se ha de suponer que opondrú \Ina resistencia obstinada al voto de
lo, cámara de los diputados, manifestado solemnemente por dos veces
consecllti vas'? ¿Cómo es posible esa resistencia siendo el misllio se-
mdo jlroducto ele la eleecion pO]llllar? Ese caso, elice la comision que
es ideal y puramente metafísico, y esta es la razon por qué ha pro-
puesto el ürtir.:ulo de ese mOllo, y hO, creido que no habia necesidad
de c:::o fJue se llama quehrar la l1l'lyoría para ponerla de acuerdo con
la otra CÚllJürlt.


))Sill embargo, la I:omisiolllta oido aquí II algunos señores, que
qui"iuran cino en E'l arlicnlo 1 í se hiciera una alteracion, á saher:
qno ce estableciese un múximo y un mínimo, qnp el mínimo fuese el
estado normal, habi tual de la eúmara, y que la diferencia del míni-
mo al mlnimo fuera el medio que la ca rOlla tu \'icse ú su disposi-
cion para poder alterar la mayoría del senado en casos estraordina-
rios: por supuesto que el nombramiento de esa diferencia habia de




424 DISCURSO EN DEFE~SA DE LA CÁMARA VITALlCIA.
ser tlel mismo origen que el todo del senado. La comision, seiiOl'es,
lo deelam por mi órgano solemnemente, y todos sus individuos están
convenidos en ello, que puesto que muchos seilOl'CS diputados desean
esta reforma, retirará el artículo 14 y hará esta variacion cuando
llegue el caso, no porque la crea necesaria, sino porque juzgo que
no es perjudicial. La comision desea el acierto, y no pnerle tener
más interés ni otras miras que hacer la felicidad de csta pobre pa-
tria en cuanto alcance.


»Pero respecto del artículo 19, en cuanto á la calidau vitalicia,
la comision no puede ceder de su primer propósito, porque la cree
esencial rIel cuerpo que propone, y porque en el momcnto que las
córtes han declarado que los senadores han de ser elegidos por el
rey á propuesta de los electore:'i, desde aqu81 momento crcyó indis-
pensable qne el senado sea vitalicio; porque de otra manera los que
pretenden que por ser Ile origen popular debe ser temporal su du-
racion, van á resultados directamente opuestos de sus deseos, y no
lograrian más que hacer desaparecer los elementos populares de la
prirnem eleccion, que tal yez en las otlas no se volverian á repro-
ducir.))




PALARÉA.


Son las guerras y las revoluciones para las almas ar-
clientes lo que la primavera para ciertas plantas tropica-
les: que germinando ocultamente entre la tierra durante
el invierno, brotan de repente á las primeras lluvias, y
álzanse erguidas y fronrlosas asombrando por su vigor y
lozanía al poco tiempo de haber brotauo.


Esto cabalmente sucede con ciertos hombres. Oscu-
recidos y al parecer tranquilos en tiempos de calma, sa-
len á la superficie á la menor alteracion de la sociedad,
en cuyo seno dormian, y descollando entre sus conciu-
dadanos instantáneamente por su v[llol' Ó por su talento,
conquistan un nombre y alcanzan una reputacion qUé) á
ellos mismos asombra, porque como los rlemás ignoraban
ó no conocian bien esas cualidades especiales á cuyo im-
pulso se han elevado.


Las revoluciones y las guerras, repetimos, son la
piedra de toque á cuyo contacto revélanse en todas épo-
cas y paises los verdaderos génios, los hombres dotados
de s.lma ardiente y levantado COl'azon, ue espíritu firme
ó de elevada inteligencia.


Merced á las guerras y á las revoluciones, registran
varias naciones en sus anales nombres como los de Vi-




426 PALARÉA.
riato, Cromwell, Napoleon y Cabrera, célebres perso-
najes en sus respectivos paises que, á haber vivido en
tiempos de calma y de ón1cn, hubieran si(1o natuntl-
mente un oscuro pastor el primero y un rico cervecero
el segundo; el héroe frances un buen oficin.1 de artillería,
y el generc\l carlista un call1'.~Ql'a de pueblo.


Aunque en menor escala, y sin que pretendamos de
ningun modo establecer cOllllJal'iLCiolles, Ú la gucITa de
la inrlcpc/l(lcllcia y á la re \'01 ue ion politica y social que
en la pellÍnsula produjo, hall clelJitlo muchos (1e nuestros
hombres públicos su l'eputacion ele tales, y entre otros el
diputado Palaréct, que á no haher sido pOi" las circuns-
tancias de lROR hubiese muerto prolJablemcnte en .Mur-
cia ejerciendo con más ó menos t~lll1a su profesion de
médico.


Convertido de pronto en guerrillero en la época men-
cionada, como otros muchos que abandonaron sus hoga-
res y traharon la lucha con los franceses, lucha de muer-
te entre peligros y sacrificios sin cuento, no tardó el
m6rlico Palcu'á¿ en clistiuS'uir:se por S11 arrojo, por su
talento de organizaeion, por su capacicbd militar.


Libertada la nacion del yugo estl'anjero y ascen-
dido á jefe del ejercito; siguió Pa!(lJ'é!t la conducta de
la mayor parte de los guerrilleros cspaúoles, 'lue ofus-
cados por la fortuna, mal apagada la mnlJicion que or-
dinariamente engendra el espíritu militar, y dominados
por su carácter inquictü y por la necesidad de movi-
miento y agita'2Íon ú que los lenia acostumbrados la
guerra; se hicieron políticos, y contribuyeron más que
todos y en diyersas épocas á <1 ne la revolucion espa1101"
eaminúra con m'l~ ó menos prudencia, con más ó menos
utilidad para el p:Jís, hasta el punto en que ha llegado.


Nomlmulo PalaJ'éci diputado en lR20, afiliose desde




PALARÉA. 427


un principio en el bando exaltado, y tomó una parte ac-
tiva en cuantas cu~stiones políticas de alguna trascen-
dencia se ventilaron en:lq nellas eórtes.


Defensor acérrimo de la libertad en su más ilimitadct
aplicacion, disculpaba los escesos del pueblo, pedia eon
frecuencia medidas de rigor contra los palaciegos y cons-
piradores, y éxigia la destitucion de los empleados tibios
y de los ministros moderados.


Acusaw10 al ministerio de 1821 de inepto y de in-
fractor de la Constitucion, esclamaba con notable yehe-
mencia: cCuando aquí un diputado trata de exigir la
responsabilidad de algun funcionario público, llO habla
corno individuo particular, sino como represenümte de
la nacion, en cumplimiento del debcr sagrado que la pa-
tria le impone de sostener la constitucion y defenderla ~t
todo trance. Eso hemos jurado; á eso se nos envió ú este
augusto congreso; así lo prometimos al Supremo Hace-
dor del universo.


D Como individuo particular respetaré ti cac1a uno de
los ministros; pero como representante de la nacion pe-
diré cuando haya motiyo su responsabilidad, y cumpliré
así mi deber, aunque supiese que al concluir mi dipu-
t::tcion habia de quedar sumido en la Illiseria, aunque
supiese que al salir por aquella puerta hahia de caer mi
caher,3, de los hombros. »


General del ejército de la reina e1l la tercera época
constitucional que vamos atravesando, tOllJÓ asiento en
el congreso de diputado>; en las primeras legislaturas,
pero sin distinguirse por la palabra, pues, con muy lige-
ras escepciones, los oradorcs de 1820 quedaron oscure-
cidos entre los diputados moc1emos, más elocuentes, más
arrebatadores, mús brillantes que los de la segunda épo-
ca constitucional de que nos vamos ocupando.




428 DISCURSO


Discurso sobre la sub1evacion militar de 1835.


«Sellare,,: Conmovido mi corazon por las escenas de antes de
ayer, no sé si acertaré todavía, á pesar del tiempo que ha trascurridQ,
á espresar mis sentimientos, y á esponel' con la debida calma mis
opiniones. Antes de ayer fué un dia de crísis para la libertad de nues-
tra patria, un dia de lulo para todo amante de las leyes, del ól'den,
de la libertad legal de los españoles y del trono de nuestra augusta
reina Isabel II. Identificado con ella, . ,i puello, voy ú hahlar en esta
materia con la franqueza que me es caracteríslica, y de que teug'o
dadas muchas pruebas, tanto en las córtes actuales como en las de
los años 20 y 21, de las que tuve el honor de ser diputado tambien
por la misma provincia qne en las presentes.


))Io no lml'l:-' señore", la protestacion de fé de mis principios po-
liticos; proclamados hace mús de 2í3 años, sellados con mi sangre,
con el sacrificio co~t030, pero yolnntario, de cuanto el hombre tiene
más apreciable sobre la tierra, no creo necesario el csponeL'los, y me-
nos en este augusto recinto, llonde tantos mo conocen, hasta en las
particularidades de mi yicla pril'ac1a. Testigo es tambien tollo Madrid
de mi conducta patriótica é invariable, tanto en la próspera como en
la adversa fortuna. Militar por patriotismo, jefe desde 1809, y ha-
biendo escogido, desplles de II na llladura deliberacíon, el hacer la
guerra en estas provincias al tirano USllr¡xllior que destrozaba nuestra
p~tria, soy y seré siempre, íntimamente eoni'cncido de su importal1-
cia, uno de los sostenedores de la severidad ahsoluta de Lt disciplina
militar. Sin ella no hay victorias, sin ella no hay (¡rden, sil) ella no
hay libertad, sin elh no hay ejército. Desde el momento mismo que la
disciplina se piQrde (¡ se relaja, la fllerza armarla deja de ser el illS-
trnmento sostenedor de las leyes, de la libertad y de la independencia
nacional, y no viene á S81' más que la C<1.usa de las desgl'acias de la
nacion. Mientras que d ejército de Homa fné modelo de la disciplina,
Roma fué la conquistadora del mundo y la señora de todos los impe-
rios; yen cuanto decayó lit disciplina, Roma fué presa de los búr-
baros.




SOBRE LA SUDLEVACION MILITAR DE 1835. 429
)) Yo censuraré y criticaré siempre la falta de disciplina que se


cometió antes de ayer; pero ¿debemos nosolros mirar el hecho de
aquel dia solo bajo el aspecto de la insubordinacion é indisciplina? No,
señores; lo debemos mirar bajo de dos aspedos: primero, debemos
atender á las Gircunstancias que nos rodean; y segundo, debemos mi-
rar ú los promotores de la rebelion. Los ejecutOl'es de este crímen no
son más que un instrumento; la mano oculta que los movió, el delin-
cuente principal es el que se oculta todavía, y el que debe casti-
garse. Yo \'í el aquellos individuos que no eran todo un batallon
(es menester no aumentar ni disminuir); yo les vi salir de la casa de
Correos, tambor b:tliente, la bayoneta armada, y la piedra puesta en
la llave: yo lo~ \'í desfilar, y los conté casi exactamente, y eran ele
570 á ;)80 hombres nada m[ts. ¿Y pudieron creer que esta corta
fuerza habia de dar la ley á la nacion española? Qué ¿habia de ser su
yoluntad la espl'esa lle toda la ilustre gual'nicion de Jladrid, de su
milicia urbana, y de tocIos los halJitantes de esta herúica capital? Si
no contaron con otra cosa; si no se les hubiera hecho creer que ha-
bia algunos más que ellos en la trama, y comprometidas porsonas de
más eatogoría, no se hubieran arriesgado á eometer el crimen que
cometicron. Yo no lo puede creer. ¿(Jué dig'o? á voz cn grito lo pro-
cL¡maron ellos mismos. A1luellos desgraciados manifestaron púlJlica-
meate que se les babia hecho creer que habia otros muchos individuos
y otros cuerpos, y aun pJl'sonas de alta categoría, que se pondrian á
su cabez:i.; qne so uniria á ellos mucha parle de la püblacion, etc., etc.
Yo lo oí de boca de muchos que se lo habian oiLlo á ellos: yo llegué
al momento L1e marcharse, y lo confieso francamente, las lágrimas se
me sallaron de los ojos al ver un batallon tan valiente que hubiese
cometido un crímen, fjne os el colmo de la insubordinaeion en la mi-
licia; y si o';tuyiora en disposiciün, al deeto yo pediria á la reina Go-
hernadora el ponelmr: al fl'cnle ¡le ellos para ir á pelear cOlltm Zuma-
lacárt'egl1i, seguro de küil' á fuorzas tres veces superiorc::i. Yo decla-
mo, y declamaré siempro, conlra los autores do este orímen y de las
desgracias que hubieran podido suceder; y si no demos una ojeada, y
VCdmos los acontecimientos cúmo sucedieron, y cúmo debieran suce-
der si hubiera llegado la noche, y Ei simpatizando con estos indivi-
duos, porque daban io~ mismos gritos de ISélbel Ir y liberlmi que los




430 DISCURSO


sitiadores, se les hubieran unido algunos esparciendo el Jcsórden y
la Jescol1fianza, ¿y entre quiénes? entre los liberales, que eran los
únicos cUyil sa~lgre se derramaba. Los verdaderos enemigos no se
presentaron, no: yo no ví en el suceso de antes Je ayor, lo conlieso,
sino la mano primorJial, la principal que lo movió, la que quedó
oculta; yo no vi sino al partido del Pretendiente, que siempre nos
está. amagando para introducir la division y la cliscorJia entre los li-
herales. ¿Cuál ser~t el efecto que pro:luzca esta noticia cuando llegue
á las provincias por el grito Jc los satélites Jc nucstros encmig'Os?
¿cuál será en las naciones estranjeraf:, donde encuentra simpatías ese
pilrtido retrógado, amante del despotismo? Nuestro crédito perderá,
y se dirá que entre nosotros hay un gran partiJo que trata de fomen-
tar estos desórdenes; en una palabra, qne pucela tener esperanzas de
que nos suceda lo que en el año '1823, JlorlJue la division ha entrado
ya entre los defcmores de Isabel Ir; y 116 aquí por lo que yo creo que
km siJo sugestiones de nuestros enemigos, pues hay j 6venes ines;¡er-
tn,'; que seducidos pOI' las voces mágicas de Isabel y libertad, y vien-
do en su fantasía peligros <]ue_ no pueden existir mientras los esta-
mentos se hallen reunidos, se arrojen á cometer un crimeIl.


),ElrGsultado es que en mi opinion particular, y creo que no me
ci)uiroco, el suceso de antes de ayer es una yietoria para el sangui-
lurio preteIl!liente que tI'ata de USllpal' el trono de Isabel Ir, y poner
(ll yugo feroz que no consentirá la nacíon española,


))Lo que ha dado mayor impulso, y ha sido orígen inmediato, y
el verdadero motivo de este fnnesto acontecimiento, en mi opinion, no
es otro que la descontlanzrr que se ba tratado de infulldir entre los
patriotas, no solo por las hablillas generales que ha lmhido, ~ino basta
por los mismos periódicos, ¿y qué periódicos? Es mrnester decirlo; los
mismos llamados ministeriales, constituirlos hajo la cfmsnra, han di-
cho que se trataba Lle un cambio de ministros; que no habrá union
entre los individuos lIue componen el actual gabinete; y que este
cambio, de que se trataba, era en ~entido retrógrado.


nEsto han dicho los ministeriales que lJan alabado en otras oca-
siones Imsta las medidas que el estamento juzgaba inoportunas; y ú
fuerza de repetirse esto, y por personas que parece qne debian estar
bien informadas, ¿cuál era el resultado necesario? La desconfianza;




SOBRE LA SUIlLEVACION ~llLlTAR DE 1835. 431
consecuencia quc uo tendrá nildil de pilrticulilr. Los individuos de imil-
ginacion ardicmte y de poca reflexioll tratan constantemente de la li-
bertad) porque es la comersaeion elel dia. lo mismo que durante la
gllcrra (le la llldcpemlcucia lo rué de las operacioncs militares; y así
como vimos cnlonces hastil las verduleras en S113 puestos, los agua-
dores en lo. fuentc, y las cocineras fregamlo CH sus cocinas hablar de
los generales en jefe y de las opcraciones militares con un tono tan
decisivo y m'lgi"tl'ill, como pudieran haherlo hecho TUl'cna, Fe-
derico JI ú Xapolcon; de b misma manera en el diil hombrcs
fine no conocen la lihcrtild sino de boca, hablan del modo de ar-
l'eg ~aj' el golJicrno y la sociedad con un tono y de una manera quc
es preciso tOlla li1 tolerancia dc los venlallet'os liberales para oirlos
tram¡uilal1l811tc. Pucs individuos de esta clase se han dejado seduc'ir;
y sin sabei'lo ellos, nOlltra sus ¡:entimientos, contra sus opiniones, ~e
han dejado alucinar por el partido enemigo, por el Cjtle jamús triuil-
fará de lu lilJertlld é illLlcpemlc)I¡cia ¡Ju la nacion, identiOcadas con Al
trono de nuestra júvcn reina. ¿Y Ú e~lla clesconOanza, quién ha dedo
mOlÍro? Yo lo diré con fratH]UeZil y con sentimiento; en mucha parte
el mini'lc,.io. Yo re')Joto, diré mús, amo ú sus individuos; compañe-
ra de liJ. J1]ayoría del actl1al ministerio en j 820 Y 1821, conozco y
respeto sus "irtucles cívicas, sus talünlos, su ciencia, su patliolismo
y sus conocimientos; pero no es lo mismo esto qUA haber adoptado
para gobermr el sistOfn:J. ql1e mejor convenga á la nacion. Como lo
il1llicú ilycr el Sr. Comlc de las Xavas, no todos los hombres son para
todo; y como di.io el señor presidente nel ConsAjo de ministros, no es
lo mismo tener celo patriMico que acierto. Yo creo que este es el quo
les lla faltado iÍ. los ministro.~: a"í S~ hél yisto en muchas de las mo-
llidas r¡110 han tomado, y pn]' lo cllal mUc!JÍsimas \'eces he votado
contra ellos; PO]'(lll0 en ;ni concicneia, clospues do Imbcr mellitallo
bien sobre la malcria, ¡le ercil]O quo no ilcort"ball Cll los medios do
asegurar la rljlil:iLlad ¡lJ la nacion.


nHcn:os rcc!annllo, señores, d()';C]c el principio de esta legislatura
quo fuesen sanriona¡Jos, C·OlTí.O conseeuo!1cía rIel Estatuto Real, los de-
redlOs de los españole:::; hemos reclamado la libertad de imprenta;
¿so nos ¡¡él eonnc·lidu'( ~o. ¿Es necrsaria? Sí; prccisamente los hechos
de antes ¡Jc aycr son una conlll'macioll de esta verdad. En el año




432 DISCURSO
de 1808 la opinion estraviada por manejos ocultos dió rn{lrgerfá
iguales sucesos que el de antes de ayer. El benemérito genoral San
Jnan fué sacrificado en falavera de la Reina bajo el pretesto de ha-
bel' sido traidor, ¿y quiénes deeian esto? Los que huyeron del campo
de batalla, ,.dondo dicho general se qucLló el último poleando ro-
deado de enemigos. En otra ocasion qued(J tambicn solo con su
plana mayor cn el campo de batalla el ilustre general Blakc que la
mandaba; muchos indiriduos apellidándole traidor huyeron vergon-
zosamente, habiendo algunos que para correr mejor aualldonal'on los
cllballos.


nEstas calumnias se esparcian, y la opinion se estraviaba. ¿I
cómo se corrigieron tales abusos? ¿y cómo se restableció la dis-
ciplina en los ejércitos? La libertad de imprellta que se SílllCiollÚ
en 1810 fué un poderoso correcti \'0 que ilustní la opinion, rectificó
muchos errorcs, y ()ontribuyó á establece!' la r.lisciplina, demostrando
su necesidad y su importancia, y las Ínjusticias y los crímenes que se
habian cometido por la insllbonlinacion y la indisciplina. Cuando la
opinion tralaba de manchar la conducta militar de algun general, la
libertad de imprenta evitaba estos desórdenes; ella es el correctivo de
todos los males en un gobierno constitucional; y si causa alguno~ per-
juicios momentáneos, ella misma los cura á imitacion de la lanza de
Aquiles, que segun las ficciones de los poetas curaba las heridas que
ella misma causaha. Si nosotros tuviéramos libertar! de imprenta ver-
dadera, sin prévia censura, las calumnÍas que se han propagado estos
días no hubieran proclucido el funesto efecto de !laber sido asesinado
el capitan geneml de esta pl'orincia pOI' tropas que estaban ú sus úr-
clenes, ó enemigos ocultos que han ocasionado esta insubordinacíon
y este crímen.


n Ya se dijo ayer por algunos señores preopinantes que no ha y en
el ministerio ni la union ni la conformidad y armonía de sistema ne-
cesarios para llevar á cabo las instituciones íjue nos rigen; y para creer
esto el estamento tienc datos positi \'05. Pues qué, ¿no es falta' de uni-
dad en el ministerio estarse pidienuo en este estamento la abolicion
de las medidas sanitarias como se hallaban establecidas, y al dia si-
guiente salir publicado en la Gaceta por el ministerio do lo Interior
un real decreto anulando todas las que existían, cuando el mismo día




SOBRE LA SUDLEVACION MILITAR DE 1835. 433
anterior el señor secretario del despacho de Estado y presidente del
Consejo de ministros lo ignoraba? Esta es una prueba positiva de la
discordancia del ministerio. Yo no me estenderé á referir más casos
que se pudieran citar; porque no es mi objeto hacer una relucion de
ellos, y sí solo manifest:u' que ha babido fundamento para que el pue-
blo sospeche que no hay la union ni la uniformidad que se necesita
en un gobierno representativo, y sin la cual, señores, no se puede
marchar: primero, debe existir la union entre los individuos que com-
ponen el ministerio; y segundo, entre estos y el estamento. De la
falta ue aquella he presentado, entre muchas que podria citar, una
que no tiene respuesta. De la falta de la segunda es otra prueba in-
contestable la presente Lliscusion, pues si fuera así, si el ministerio
tuviera con el estamento la union que debe, si tuviera en él la con-
fianza que corresponue, ¿hubiera aguardado á que nosotros hubiése-
mos tomallo casi por asalto la presente discusion? Yo bien conozco
que hemos saltado por las fórmulas: cuando he votado lo he mirado
bien, porque conozco asimismo el reglamento y las trabas que nos
ligan, y lo que se podrá decir; pero tambien conozco mis deberes
como prOCUl'adOI', y las críticas eircunstancias en que nos encontra-
mus; y que el gobierno debia haber sido el primero que nos hubiera
invitado á entrar en esta discusion dándonos parte de las ocurrencias
del dia, de sus espel'::tuzas y de sus temores, y de si necesitaba 6 no
de nuestra cooperacion para triunfal' mas fácilmente de los enemigos
de la libertad y del 6rden, Porque el triunfo, como dijo muy bien el
señor presidente del Consejo de ministros, es seguro, cierto, infalible:
pero el que sea más 6 menos costoso es lo que importa mucho á los
procuradores de la nacion; pues si con el sacrificio de 10 6 de 20 lo
podemos consflgllir, debemos panel' los medios de logl'arlo mejor que
con el de 100. Este es nuestro deber y el del ministerio: el no haberlo
hecho así el gobierno, es una falta de confianza en los estamentos.


))Hay otro motivo de desconfianza para el público y para el esta-
mento, que es la g'uerl'a de Navarra, la cual, lejos de haber ido en
disminuciOli, de un año á esta parte ha ido en aumento, ¿y por ~ué?
Porque no se han tomado desde el principio las medidas que se debie-
raIl, las meoidas convenientes; en una palabra, porque no se ha dirigi-
do bien la glel'l'a; porque se la ha constituido mal desde el principio,


28




434 DlSCURSO
POI' un esceso de delicadeza, por un respeto, que no sé calificar, al
Estatuto Real y alreglamonto, no he reclamado sobre esta materia.
Esperaba poderlo hacer cnanclo se tralase del presupuesto de Guerra;
y cuanclo esta discusion ltcgú no lo hice, con tanto mús motivo, cuanto
el ministl'O á quien echo yo la mayor parte de la culpa de la dllracion
de la guerra de Nal'alTa InlJia caido, y no queria yo que se dijese de
mí aquello de quo «á mol'O muerto gran lanzada. 1) Pero no, no dejaré
de decir que se han cometido muchos errores militares y políticos; que
se han cometido gl"aves faltas, y que el resultaclo ha sido muy úbvio
y muy natural. Un año hace que esta guerra va en aumen:o: el go-
bierno ha tenido reeUl'sos para concluirla: ¿lo ha hecho? No, pues
que va progresando. Habrá hecho todo lo imaginable, y con el ma-
yor celo; pet'O ¿el resultado corresponde? No: pues yo digo entonces
del ministerio lo que decia un historial lar hablando de un célebre ge-
neral de la guerra de la Independencia, «que sus ponderados talentos
y sus profundos conocimientos militares se hallaban en contrac1iccion
con su fortuna.))


llPasemos de esto á la administracion de justicia: es 11n clamor
general el de que no es buena. Se ha dicho ar¡uí por algunos de mis
compañeros, yen particular por mi cligno amigo y paisano r,l Sr. Lo-
pez, que el poder judicial es independiente, y que debe existir con
todas las facultades que le conceden las leyes. Soy tambien de esa
opin¡on; pero creo que al mismo tiempo debea los lndiviJnos qne lo
compongan estar identificados con el sistema que nos rige. Ejemplos
tenemos en Madrid de la administracioll de justicia que exasperan ú
los pat!'Íotas. Hemos visto con muy pocos dias de diferellcia á 1111 jó-
ven de 19 años, por habérsule hallado con efeüt'Js rohados ele \"alor de
unos 50 á 60 ¡'s., entre ellos algunas, estampas y otras cosas estro-
peadas y viejas, subir al garrote y pagar con la vida el crÍlncu de que
parecia disculparle su corta edad, la sencillez de sus declaraciones y
el no haberse mezclado en los asesinatos del 17 de julio; y á los oeho
dias hemos visto perdonado y cehado á presidio ¿á qUÍ<~n~ al capitan
general de Castilla la N lleya nombrado por Cárlos V. Esta ley ancha
para los enemigos del trono de Isabel II y de la lib'l'taLl, y esta rigi-
dez contra un infeliz que habia cometido un pequeño crímen son es-
traordinarias. ¿Y esto qué pl'neba? Yo nunca pediré> grac;a ó escep-




sonnE LA SUBLEVACIOK MILlTAR DE 1835. 135
cion paJ'a ninguno, sino justicia igual para todos. Y ¿qué medidas se
han tomado para cortar e~te desúrden? lLos magistrados que faltan
con tal desigualdad estáll aun en sus sillas! POI' otra parte, yo ignoro
si la eausa á que me refiero se ha mandado \isar. Se nos ha dicho
ayer, y yo lo he oido con sorpresa, eon sentimiento y dolor, que hay
una so~it.)lbd scerela que trata de IleVal'll03 más adelante. Yo repito
lo que dije en otro tiempo: Cjue lo mismo me batiré siempre contra
los que caminen á la izquienb que contra los que caminen á la dere-
cha; e~ decir, contra los que quieran una libertad ilimitada é ilegal,
que contra los que (Itlieran restringir esta ó restablecer el despotis-
mo. El SOUOl' pl'csÍlLJlIte uel Consejo de ministros ha manifestado que
hay un partido Cjue se ocupa en promover la anarquía, y ha aüadido
que estas no son fantasmas como las llamó mi digno compaüero y
paisano el Sr. Lopcz, y que si lo son, son fantasmas que asesinan.
Pero en mi concepto siempra son fantasmas; y yo quisiera, y aun me
atrcveria á pedir, que se averigüe del modo mAs enérgico, y por to-
dos los medíos que el gobierno tiene en su mano, qué es lo que hay de
rwdidad y de positivo. As! yo suplicaria al gobierno que trate de exa-
minar cuál ha siJo la mallO oculta que promovió el suceso de ante-
ayer, euál fu6 la qne hizo más que los infelices ilusos de correos. Pero
hay otra roflexion muy oportuna" que hacer, y es que tos mismos te-
mores (lile ahora fie tienen se tuvieron tambien en 1822. En enero
lle aqnel año se mani restaroll C11 lus córlcs dichos temores cuando se
¡ll'G.3entaron li:l.s loyes restrictivas; y me acuerdo que me espresé en-
tonces lo mismo que ahora contra los que querian exigir más que
la conslilllcion; y entonces lambien nos anunciaron que los anarquis-
tas nos conducirían al precipicio. Yo bien sé que bajo la aparicncia de
un celo exaltaJo hay vel'llatleros anarquistas, porque en todas las
naciones los ha y, porque en todas las naciones existen hombres quo
tratan de sacar su provocho por medio de desórdenes, que intentan
sobrepujar y sobrCpOUel'3C Ú los hombres de mérito, á cuyo lado no
se podrian coloDar; pero de intentarlo y emprenderlo hasta conse-
guirlo hay una inmensa distancia. Yo quisiera que se me clijera en
\'ista de nuestros bábitos, de nuestras costumbres, de nuestras ideas
y aun de nuestras preoDupaciones, de nuestra educacion y del estado
de la ci\'ilizacion nacional; yo quisiera, repito, (llle se me dijera á qué




136 DISCURSO
está más pl'opensa la nacion española, si á dejarse engañar ó serlneü'
por los que promueven la anarquía, ó por los que quieren el despo-
tismo: por los que desean una libertad inmoderada, ó por los que
ansían el poder. ¿Cuántos hombres inlere~ados habrá en esa anarquía
y desónlen que se quiere eSlablecer, segun S8 dice, por esa libertad
sin límites? Ninguno ó muy pocos. Y por el contrario, ¿cuántos hay
interesados en el restablecimiento del despotismo, ele los abusos, de
los privilegios y de la arbitrariedad? Innumerables, infinitos. ¿Cuál es
el poder de los primeros? Ninguno. ¿Cuál el de los segundos? Inmen-
so, inconmensurable. i Y con estos últimos parece qne se quiere tran-
sigir, que se qlliere contemporizar, ó á lo mcnos tratarlos con leni-
dad, y á los otros perscguirlos y castigarlos eon el mayor rigor.


))Yo quiero que se les castigue á todos; pEro quiero ql1e la le-y sea
la misma para unos que pam otros. La ley debe sel' IllJa, constante,
inmutable. Yo sé bien lo que ha sucedido on las naciones estranjeras;
pero no leng'o quo ir á buscar fuera lo que tengo dentro de Cilsa. En
la época constitucional huho algunos desórdenes, y la milieia nacio-
nal existente entonces destruyó varios: entre ellos me acuerdo de un
gmpo que sacó el retrato del inmortal y desgraciado Riego en octu-
bre de 1821 eon el objeto ¡le promovel' desórdenes. Figuraba en este
grupo, y era uno do los que lo capitaneaban, un sugeto bien eonoeido
y que pasaba por ser uno do los más decididos defensores (le l<J.s insti·
tueiones que enlonees regian: hablo del infame Regato. Se presentan
los perturbadores del órden delante (le la milicia nacional, y una de
sus oomrañías de granaderos bate y dispe]'~a el grupo y se apodera
del cuadro. So les censuró por entonces por un estremo, y pOI' alg'llll
tiempo fueron antes calumniados por el otro estos benemrritos con-
servadores del ól'den; pero muy pronto la espcl'icncia hizo re)' que
sabian pelear tambien y con mayor bizarría contra los defensores del
absolutismo. En el memorable 7 de julio ele 1822 la esperiencia hizo
VOl' que no querian aquellos villientes m:ís qne la v(,!'Ilndera libertad;
y desplegando en dieha ÓpOf!ét erítica virtud0s cívicas adminbles, una
moderacion noble y una generosidad y valor herúieos, se cubrieron
de una gloria inmot'lal, y serún siempre el honor ¡le 0sta e/irte los in-
dividuos que componian su distinguida y hOl1flmórita milieia nacional.


))Lo mismo ce ha intentado ahora calumniar á la milicia urbana




SOBRE LA SUBLEVACION MlLlT AR DE 1835. 437
de Madrirl, y se ha tenido desconfianza de esa milicia que ha mani-
festado con su prudente condncta desde el mes de julio hasta el dia si
es ¡'l.cl'eeilora <J no it eso.:; carg'os, á e3D. desconDanza. Yo no puedo
menos de dar l::ts gTacias en G3te momento al seüor secretario act ual
de ID. Guerra por las distinciones con que ha procmado condecorada,
y;í, que es bien il,(~rc'()clora. E,tos mismos miliciano~, ahora Ul'hanos
y antes nacionales) es claro, es evidente que son el llIllS firme apoyo
de las libertades pátrias consignadas cm el estatuto real y del trono
de doña Isabel n. Nll dndo anunciarlo, seguro de que lo cllmplirán,
y de lo cual han dado ya sUDcientes prl1cbas.


)) De consiguiente, á fin dA qne esta discusion no tenga un objeto
inútil; á fin ele que resulte alguna rcntaja para la patria, y de que el
estamento de procuradores !la pierda la única fuerza que tiene, la.
fuerza moral, no ]luello menos de suplicar á tuuos los que tienen pe-
dida la palabra que se e~fuel'cen Jo modo que consigamos que el mi-
nisterio se reUDa y I'orme un cuerpo homogéneo é itlentitlcado eon el
estamento, y que se no, concedan las garantías pedidas por el esta-
mento, y que la nacion l'er.:lama con tanta urgencia, sobre todo esa
lihertad de imprenta, salvaguardia del mismo ministerio, pues si la
hubiera habido, acaso no hubiese ocul'J'ido el lamentable suceso de
anteayer. Yo me prestaré siempre á tollo lo que sea en beneficio de
mi patria, y mientras vea que el ministerio camina por la senda del
estatuto real tenrlrá mi apoyo; pero cuando vea que no la sigue, ()
C¡1l8 por medirlas inop0l'tnnas no camina de aenerdo eon las córtes,
no potll'(~ menos de negé'trsele. Por lo tanto espero que de esta disCll-
sion rC~lllte UIla csplicacion franca de contiucta que nos baga visihle
la uni¡)l1 entre los paLIeres del Esta'Jo, para asegurar el pronto y fe-
liz éxito elel sistema constitucional en que estamos comprometidos y
que. todos hemos jurado defender.))




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VVVVVVVVV'V"VV'VVVVV'VV'v'\/V-VJVVVVVV'VVl.rvV\.fV'VVV'\J"\.fVV"VV\./\./VV~


GASeo.


Es regla muy general en política que al triunfar la
revolucion y al encargarse por completo del supremo po-
der, trate de elegir entre sus adeptos para que aseguren
su conquista y realicen sus aspiraciones á los hombres
ce accion mas bien que {L los üe talento, á los políticos
de práctica con preferencia á los políticos de teoría.


Los publicistas y los oradores, que con sus libros ó
discursos han ido preparando el triunfo de la revolucion
no son los mas á propósito para la aplicacion de sus máxi-
mas revolucionarias, porque viviendo en la region de
las ideas, en el mundo de las ilusiones, desconocen las
circunstancias, las creencias y las costumbres del país
que piensan gobernar con el sistema político que predi-
can; y sus mas halagüeños proyectos, sus concepciones
más sublimes, al descender al terreno de los hechos,
vienen á ser absurdos y monstruosidades, porque son
imposibles.


Hay además, que esos filósofos que preceden á las
revoluciones, acostumbrados á ver la sociedad por el
prisma deslumbrador de sus ideas, no conocen que el
triunfo de la revolucion va acompañado siempre de la
ambicion y la venganza, y que al posesionarse aquella




440 GASeo.
de un estado atiende mas á su conveniencia que á lajus-
ticia, más á los hechos que á las ideas, más á las perso-
nas que á los principios.


Esta es la razon, y no otra, de que al triunütl' la 1'8VO-
lucion aparezcan en primer término y dirijan su m;¡,rcha
los politicos de accion, los hombres mas osados y em-
prendedores, que obran sin discutir, que ejecutan sin
filosofar, y que sin acordarse de los publicistas y ele los
oradores, caminan impávidos al fin, al objeto de la 1'e-.
volucion, atropellando cuanto á sus pasos se opone, y
saltando por todo hasta llegar al punto que aquella les
marcara.


A esa regla invariable y natural en las revueltas de
los pueblos debió su nombradía en 1822 el diputado Gns-
CO, de cuya vida pCllítica y parlamentaria ligeramente
vamos á ocuparnos.


Diputado en las primeras córtes de la segunda épo-
ca constitucional, dióse á conocer bien pronto más que
como orador, como político, mas que por su talento por
su fibra, más que por la elevacion de su estilo y por lo
sublime de sus conceptos, por b atrevido de sus ideas,
y el tinte revolucionari0 de sus principios.


De imaginacion un tanto sombría, poco espansivo en
sus afectos, más razonador que sentido, sus discursos ni
entusiasmaban ni conmovian. Pero aquella misma tiran-
tez en las ideas, aquella sequedad en el lenguaje, aque-
lla falta de sentimiento en sus peroraciones, dábanle
cierta importancia entre los suyos, que creian ver detrás
del orador impasible, monótono y severo, al político re-
suelto, al revolucionario audaz, inflexible y empren-
dedor.


No por esto hacia Gnsco un papel desairado entre los
oradores de 1820. Improvisador notable, de fácil locu-




GASeo. 441
cíon, razonado y metódico en sus discursos, claro en la
enunciacion de las ideas, atinado y profundo en las apre-
ciaciones, no podia, sin embargo, brillar mucho en una
Cámara política donde las f01'lnas esteriores de la orato-
ria son el todo, dÜ'lr1e la forma, los accidentes, las cua-
lidades físicas del orador producen mas efecto en el au-
ditorio que la esencia misma de sus discursos, donde va-
le cuando menos tanto como lo que se dice, la manera
con que se dice.


El diputado Gasco no reunia ninguno de esos atrac-
tivos personales que tanto realce dan á la oratoria. Pe-
queño de cuerpo, aunq:.le de voz sonora y campanuda,
era frio en sus ademanes, monótono y pesado en la en~
tonacion, y carecia de variedad en el estilo, de flexibili-
dad y modulacion en el acento, de conformidad yarmo-
nía en los tonos con las ideas.


Pero ya hemos dicho que Gasco era mas conside-
rado como polítieo que como orador parlamentario; así
es que al triunfar el partido exaltac1ü en los memorables
acontecimientos uel7 ele julio de 1822, el uiputac10 va-
lenciano fuó uno de los escogidos por la revolucion para
plantear el sistema de radicales reformas que proyecta-
ba, y Racar á sal vo su caUS:1 en fuerza de osadía, de pre-
cipitacion y terrorismo.


El ministro revolucionario Gasco no fué de los que
menos contribuyeron con su energía y decision á crear
la violenta situacion de 1823, que terminó como terrni-
nan siempre las situacioneR violentas, estrellándose al fin
en la insul:Jerable barrera de la justicia y di=) la con ve-
niencia pública.




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o/V"V'JVVVVVVVV .JVVVVVVV "/VVVVV -./VVVVVV'JVVVVV'Y·J'VVV'VVVV'VVV '.!!


SAN lVIIGUEL.


Si es verdad que en las revueltas políticas, en las
perturbaciones sociales, suelen elevarse á cierta altura
hombres que en tiempos normales hubieran vivido os-
curecidos sin dejar á su muerte otro recuerdo que el que
conserváran sus familias, tambien lo es que los que por
efecto de las circunstancias conquistan e11 política una re-
putacion sin méritos y sin condiciones que la j ustifiq uen
ó la sostengan, húndense en el olvido cuando aquellas
desaparecen, y vuelven sus nombres p')r necesidad á la
nada de donde salieron.


Pero si por el contrario, los que deben su reputacion
y su nombradía política á las circunstancias, tiene~ cua-
lidades no comunes, que aunque desconocidas hasta
entonces, vienen á probar que no es usurpada aquella
reputacion, ni inmerecida aquella nombradía, esos, aun-
que pasen las circunstancias que los favorecieron, logran
conservar, si no del todo, entre sus conciudadanos la po-
sicion que ocuparon y el renombre que adquirieron,
apoyados, no ya en el ÜtVOl" de la fortuna, sino en sus
prendas personales.


El general D. Eval'isto San Miguel, cuyo retrato
político vamos á bosquejar, fué uno de estos hombres,




444 SA~ MIGUEL.
Oficial ilustrado y valiente del ejército revolucionario
de la Isla de Leon enlR20, contribuyó como el que más
con su ilustracion y su arrojo al feliz éxito de aquellos
sucesos, organizando con su palabra en las sociedad e s
secretas y con sus escritos en la opinion pública, la cons-
piracion de aquella época que derribó al gobierno con
tanta sorpresa (le los absolutistas como ~1e los mismos
conspiradores.


El comandante San Miguel, mancjando más en aque-
llos acontecimientos la pluma que la espada, ayudó efi-
cazmente á su desenlace favorable á la causa liberal,
rerhctando con Alc(dá Galútno y otros conj urados el
boletin de campaña del ejército de Riego, y las procla-
mas revolncionarias que propagaban el movimiento po-
pular hasta en las más lejanas aldeas.


N o habiendo tenido entrada en las primeras córtes
de 1820, como no la tuvieron Riego, Galüuw ni los de-
más jefes y caudillos de la triunfante conspiracion, afi-
lióse San Miguel como sus compañeros en las socieda-
des patrióticas y secretas, y c1esconte:1tos de la modet'a-
cion y templanza de los primeros ministerios liberales,
prepararon el planteamiento de una revolueion práctica
y radical, que estalló por fin el 7 de julio de 1822, mer-
ceel á la impaciencia del monarca y :1 la imprudencia
de los absolutistas.


Grande era la influencia por entonces del coronel
San llIiguel en las trastornadoras sociedades, y particu-
larmente en la de los masones, que era la que en .:.vIa-
drid y en las provincias daba el tono á la revoluciono


Dueña absoluta del poeler supremo esta sociedad, no
buscó para la, direccion de los públicos negocios á los
hombres de gobierno, á los hombres de idea, sino á los
políticos de accion, á los de más fibra y osadía, á los de




SA~ }lIGUEL. 445
carácter firme y cOl'azon entero, tales como se necesita-
ban para arrostrar los peligros que sobrevinieselJ., y con-
jurar á fuerza de arrojo y energía la tempestad que se
formaba ya contra el régimen constitucional, no solo en
el interior de la península, sino en los palacios de los
monarcas de Europa,


Sin anuencia de Fernando VII, que vi"ia en su r<'~gio
alcúzar con apariencias (le prisionero, y á qui8n el ayun-
tamiento de l\Iaclrid, verdadero rey de España, decia, al
remitirle una esposicion de los n~as fogosos tribunos:
Sepc¿ el rey (jite tal es leL voluntad de los patriotas de
ltladrid; sin la menor participacion de las córtes, cuyo
po del' é iniciativa habíanse trasl3;dado al club masónico,
eneargóse San Miguel de las riendas elel gobierno, ocu-
pando la presidencia del nuevo ministerio y el despacho
ele Estado,


Impropio; cuando menos, pareció entonces y ha pare-
cido siempre semejante nombramiento á favor de una
persona sin práctica de gobierno, sin reputacion de hom-
hre público, y que tan falto debia encontrarse po:.' su
juventud y su carrera de conocimientos diplomáticos, de
la calma, de l&, perspicacia y de la sagacidad tan nece-
sarias en aquelht época en que por la diplomacia iha á
resolverse la cuestion ele España,


Pero la revolucion era lógica. Lo que entonces m(ts
necesitalJa era un COl'aZ(ln que no temlJlase y un brazo
que no se torciese; un ministro que en vez ele gobernar,
m~ndase, y en lugar ue defenderse acometiese.


Harto sabida es de todos, para que nosotros nos oc u-
r)emos ahora en referirla, la epoca rle 1822 y 23, Y el
impulso que el mi nistl'o San Miguel dió á aquellos la-
mentables sucesos con su inflexibilidad ele carácter, su
rlecision y su osadía revolucionarias.




SMi MIGUEL.


Sin distinguirse notablemente como orador y como
político en esta tercera epoca de gobierno representati-
YO, su voz y sus consejos se han escuchado siempre con
agrado, porq ne los aüos y la esperiencia habian templa-
do bastante el carácter de San Miguel, dando á SIlS iJeas
progresistas lo que siempre habia sustentado, la conve-
niente moderaeion de que careeian en tiempos pasados.


No ha sido San Miguel de los 'oradores que han ha-
blado con mAs frec uencia, ni de los que pronunciaban
largos discursos; pues como decia en cierta ocasion; no
tenia pulmones parlarnentarios.


Habló, sin embargo, con alguna estension en la cues-
tion de regencia y en los debates sobre la ley de ayun-
tamientos.


Nada dechimador en sus discursos; de estilo por de
más sencillo y llano, analizador en demasía, divagador
y desleido, oían se con gusto sus perOl'aciones por el tono
de persuasion, por el método, y por la, claridad con que
se pl'onun~iaban.


Escritor castizo, si no elevado, narrador más sencillo
que elegante, historiador más que erlH1ito apasionado, el
geneeal S[m Miguel por sus artículos pel'ioc1ístieos, pm'
sus folletos y sus obras histórlc3s, ocupa un lmen lllgar
entre los literatos csp::tüoles.


Ocupado en sus estudios y alejado de la política eH
los últimos tiempos de su vida, ]a revolncion de 18tí4
vino á sacarle de su aislamiento, y a colocarle en po si-
cion de prestal' al país un inmenso servicio, pues con sus
consejos, con su prudencia y su tacto, evitó males y des-
gracias incalculables, salvando acaso al trono y á la na-
cion de un espantoso abismo al que indudablemente la
revolucion los arrastraba.


La, reina y la nacion no olvidarán nUJ1.erL el imp0r-




SA:'\ MIGUEL. 447
tantísimo s8rvicio prestado por el general San Miguel en
1854, si bien el partido avanzado, sospechando de la
consecuencia política de este ilUSt1'3 patricio, miró con
indiferencia su muerte, y no tuvo una corona, un elogio
ni una lágrima para quien con tanta abnegacion habia
consagrado su espada, su inteligencia y su vida al triun-
fo y á la gloria de la causa iiberal, tan ingrata y tan
olvidadiza en la hora de su muerte. ¡ Leccion terrible
para los que fundan su gloria en el áura popular! ¡Duro
escarmiento para los que creen en 1a j Ilsticia y en la gra-
titud de los partidos!


Jo'lN DEL TmlO FRUIERO.






íNDICE
DE L.\S MA TEIUAS CONTE:iIDAS E:'I: ESTE TOMO.


PágiU18.


Introduccion. . . . . . . . . . . 5
Córtes generales y extraordinarias de 1810. 13
l\Iuñoz Torrero. . . . . . . . . . . . . . 33
Discurso pronunciado en defens:l de la soberanía nacioIlal.. 39
Argüelles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Discurso pronunciado en defensa de las córtes de Cárliz. . . 58
Megia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . .. 77
Discurso contra todo tratado que hiciese Fernando VII du-


rante su cautiverio en Francia. . . . . . . 81
Guticrrez de la Huerta.. . . . . . . . . . . . . . . 97
Díscurso en defensa de una proposicion para que ciertos ne-


gocios se tratasen en junta de ministros ...
García Herreros. . . . . . . . . . . . . . . .
Díscurso proIlunr;iado en contra de los señoríos.
Inguanzo. . ................ .
Discurso pronunciado en defensa de la cúmara alta.
Capmani. ................... .
DisclIrso contra la proposicion de que se colocase al frente


de la regencia ú una persona real. . . . . .
Discurso pidiendo castigos para los afrancesados.
Espiga ..................... .


101
107
111
123
126
139


144
ltiO
155




Discurso en defensa del artículo constitueional que l'ont'el'ia
al rey la facultad de declarar la guerra.. . . 1;)8


Discurso defendiendo el derecho de la corona ti la sancíon
de las leyes. . . . . . . . . . . . . . . . . 166


Calatrava. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . J68
Discurso pronunciado contra las prisiones arbitrarias.. 1 nl
Aner. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18;;
DiscUl'sO en defensa de la estabilidad de la constitllcion. HHi
Villanueva. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 !J.í
l1iscul'sO pronunciado en defensa del fucro eclesiástico. 198
Terrero. . . . . . . . . . . . .
Discursos sobre varias cuestiones.
Porcel. . . . . . . . . . . . .
Antillon ..... .
Discurso oponiéndose á la traslacio'n de' las eórtes.
Córtes de 1820 á 1823. .....
)lartinez de la Rosa.. .
Discurso sobre la esclusion de D. Cárlos.
Alcalá Galiano. . . . . . . . . . . .
Discurso contra la intervencion extranjera en 1823 ..
El conde de Toreno.. . .. ....
Discurso sobre la represion de la pren::;a ..
Istúriz.. . . . . .
Discurso proponiendo un mensaje á S. M.
El duque de Rivas. .. . . . . . . .
Discurso contra la venta de los bienes ele las monjas.
Florez Estrada. . . . . . . . . . . . . .
Discurso en defensa de las sociedades patrióticas ..
Benicio Navarro.. . . . .. .....
])iscurso en defensa del dereeho de pcticion. . . .
t;arelli. . . . .. .......... .
Discurso sostellielldo la contestacion ú un mensaje de S. M.
Homero Alpuente. . . . . . . . . . . . .
Discnt'so pidicndo lu destitucioll de los ministros.. . . .
Flol'cz Cald(~ron. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Di,ctll'so pronunciado en la inst,dacion ¡le Icts eí'JrLes de Se\'illa.


205
209
215
219
22i.l
233
241
250
2i3
281
505
311
321
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.););)


5.37
345
3'¡.5
.357
35H
309
371-
379
384
3~)7
101




SandlO.. . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. íW;
Discurso en defensil Ile la eámara vitalicia. . . 411
Palal'éa. . . .. ......... . . . . . . . . ,í25
Disoul'sO sobre la .'luhlevadon militar ,le 1 ~35. . . i2X
Gaseo .............. .
San Mignel. .......... .


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459






EL LIBRO
DE LOS


DIPUTADOS Y SENADORES.




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EL LIBRO
DE LOS


DIPUTADOS Y SENADORES.
JUICIOS CRÍTICOS DE LOS ORADORES MÁS NOTABLES


DESDE LAS CÓRTES DE CÁDIZ HASTA IWESTROS DIAS,


con la insercion íntegra


DIIL IIII.rOR DISCORSO QOII CADA URO DII IILLOS HA PRORURCIADO.


(2.3 PARTE DE LA HISTORIA POLíTICÁ T P.ARLAHENTAlUA DE ESPAÑA.)


POR


D. JUAN RICO Y AMAT,
Abogado de los Tribunales del Reino,


Secretario honorario de S. M.,
Comendador de la Real Orden Americana de lsabella Católica,


é individuo de varias corporaciones oientiflcas
y literarias.


TOMO n.


MADRID:
IMPRENTA DE VICENTE, Y LAVAJOS,


calle de Preciados, núm. 74.
i864.




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I




'ESTAMENTO DE PRÓCERES Y PROCURADORES.


En situacion tan apurada como en 1810, y acaso bajo
auspicios más tristes y aterradores que los que precedie-
ron á las Córtes de Cádiz, abrieron sus sesiones en 1834
los Estamentos de próceres y procuradores del reino.


Madrid, la España toda presentaba un cuadro por de
más espantoso é imponente: la revolucion en las calles,
la guerra civil en las montañas, el cólera invadiendo á
la vez la mayor parte de las poblaciones. Por todas par-
tes el terror, la confusion, el caos.


La época en que por tercera vez resucitaba en la
Península española el sistema representativo, era una
época de actividad y de lucha en las ideas y en las perso-
nas; de general desasosiego en los. espíritus, soliviantados
por el insaciable deseo de buscar lo -desconocido.


Lá inesperada muerte de Fernando VII abria las puer-
tas del bullicioso palenque político, donde iba á correr
bien pronto la sangre de los lidiadores, y á luchar á bra-
zo partido, y con varia fortuna, el derecho divino y la
soberanía popular, la religion y la falsa filosofía, el
egoismo de la escuela antigua y la desmesurada ambicion
de la moderna, las deslumbradoras utopias del sigloxl;X




6 ESTAMENTO DE PRÓCERES


y la historia de los siglos anteriores, los recuerdos y las
esperanzas, las costumbres y la política.


En tiempos pasados se revolucionaba el reino por sal-
var el principio de nacionalidad, el principio religioso, ó
el principio de autoridad, y lo revolucionaban los Reyes.
En nuestra época, por el contrario, son los pueblos los
que inician y dirigen la revolucion, no para salvar
sino para perturbar todo lo antiguo, con objeto de mejo-
rarlo ó de reformarlo. .


Por eso las antiguas revoluciones no conmovían á la
sociedad en sus cimientos, porque eran sacudimientos
parciales que tenian un :fin particular, y se valían para
conseguirlo de particulares medios.


Las revoluciones modernas son más bien cataclismos
sociales, que todo lo conmueven y trastornan: religion,
política, ciencias, costumbres, derechos, intereses, todo
lo que forma la armonía física y moral del mundo se
resiente del brusco empuje de la revoluciono


En la época a que nos referimos, la Europa entera se
encontraba desnivelada y vacilante. La Revolucion de
Francia de 1830 habia alterado el órden general de las
demás naciones, y conmovido los tronos en muchas de
ellas. La antigua raza borbónica expiaba en un destierro
sus imprudencias, y su caida habia envalentonado á los
pueblos del Continente, y atemorizado á las más audaces
monarquías.


El gobierno semi-popular, semi-tradicional de Luis
Felipe, fluctuaba entre los gloriosos recuerdos de con-
Ijuista 1 sus prudentes deseos de conservacjon, Mientras
temia que le hostilizasen los reyes absolutos, sembraba
en los pueblos el gérmen revolucionario. Por sus. conse-
jos se conmovió la Polonia, y proclamaron su libertad los
belgas.




y PROCURADORES. 7


La Italia toda habia despertado de su sueño de es·
clavitud, y los gritos de triunfo que se alzaban más allá
de los Alpes, estendiéndose por las orillas del PÓ, reso-
naban amenazadores en las cúpulas del Capitolio. Las
Legaciones romanas habían se emancipado de la Santa
Sede, y la bandera republicana tremolaba orgullosa en
las torres de Ancona:Vcnecia, Milan, Turin, Florencia,
Nápoles y Roma, á duras penas podian resistir en su ter-
ritorio la invasion de las ideas reformadoras; y solo, ayu-
dadas del poderoso auxilio del Austria, conseguian soste-
nerse en pié y apuntaladas las carcomidas monarquías
de derecho divino.


La misma Inglaterra se resintio con el triunfo de las
Jornadas de Julio. Reconociendo la primera el nuevo
gobierno de París, alentó el espíritu revolucionario que
ardia en su seno, y dió principio á su famosa reforma
parlamentaria.


España tenia que seguir necesariamente el movi-
miento europeo. Democrática por carácter é impresiona-
ble por temperamento, ¿cómo permanecer indiferente y
estacionaria en medio de tan general conmocion?


Rotos los lazos que á lo antiguo la ligaban, despues
de la muerte del último monarca, dejóse llevar, á imita-
cion de otras naciones, por el enmarañado camino de las
reformas, arrastrada del huracan revolucionario, cual
leve arista juguete de encontrados vientos.


Producto de aquella trasformacion política fueron los
Estamentos de 1854, cuya misio n no era otra que la de
desarrollar y organizar la naciente revolucion, abriéndole
ancho y desembarazado cáuce, para que fuese tranquila,
ordenada y fecunda, en vez de ser, como fué, violenta,
desbocada y asoladora.


El 24 de julio de 1834, y solemnizando así sus dias,




8 ESTAMENTO DE PRÓCERES
abrió en persona. las puertas de la representacion nacional
doña María Cristina de Borbon, regente y gobernadora
del reino. El acto fué á la vez imponente y . majestuoso.
Madrid en masa se agolpaba á las calles del tránsito y
saludaba con gritos de ferviente entusiasmo á la ilustre
princesa que, despreciando el mortal peligro de respirar
la infeccionada atmósfera de la córte, venia desde Aran-
juez á dar importancia y solemnidad á la apertura.


El numeroso y escogido público que ocupaba las
tribunas, los procuradores y los próceres, con traje negro
los primeros, y estrenando su vistoso manto los segun-
dos, reunidos en el pobre y mezquino edificio del conven·
to del Espíritu Santo, saludaban y vitoreaban tambien
locos de entusiasmo á la animosa Cristina, resplandeciente
á la sazon de juventud y de belleza.


La apertura de los Estamentos en 1834 fué un acto
tierno al par que solemne, que revelaba una mútua con-
fianza, un cariño mútuo entre el monarca y la nacion. Sin
partidos encarnizados., sin mayorías ni minorías, sin
agravios que r~cordar y sin venganzas que temer, los le-
gisladores de 1834 representaban el verdadero. espíritu
del país. Espíritu que se encerraba en esta sola frase:
deseo de felicidad. El anhelo de futuras dichas, la espe-
ranza de próximas ventajas, eran los únicos sentimientos
que agitaban tantos corazones, las palabras únicas que
brotaban de todos los labios.


No habia allí, como en los posteriores, congresos,
políticos ambiciosos y calculadores, alucinados solamen-
te por ideas de medro personal; oposicionistas sistemáti-
cos que votan con la cabeza y no con el corazon; minis-
teriales de rutina, que apoyan al poder por egoismo y
no por conciencia.


En los famosos Estamentos había, es verdad, no poca




y PROCURADORES. 9


obcecacíon en los doceañistas, y algun esclusivismo en
los isabelinos, sobrada impaciencia en los exaltados libe-
rales, y algo de desdeñosa resistencia en los moderados
ó conservadores; pero en cambio habia buena fé en todos
ellos.


La política á que cada partido aspiraba, era hija del
patriotismo y del deseo de un bienestar general. Si entre
aquellos políticos soñaban unos con la' gloria de hombres
de Estado, y aspiraban otros á la corona de tribunos, na-
die se acordaba entonces de las carteras ministeriales.


No obstante la buena fé y el patriotismo de los pri-
meros legisladores de la tercera época constitucional;
bien pronto se entabló una ruda batalla entre las Córtes y
el gobierno, entre el poder real y la soberanía del pue-
blo, entre el órden y la Revolucion. . '


La reina y los ministros querian marchar con el tiem-
po; pensaban modificar y no destruir; conservar lo bueno
y reformar lo malo; crear y no deshacer. Pero aquella
no era época de teorías y de cálculos. Eran tiempos de
accion, de resistencia y de empuje. El gobierno debió go-
bernar en vez de discutir, acometer á la Revolucion y lu-
char hasta vencer, en lugar de filosofar con ella.


El ministerio presidido por Martinez de la Rosa pre-
tendia ir por buen camino: por el camino del bien, estre-
cho siempre .y sembrado de abrojos. Deseaba levantar el
edificio de nuestra regeneracion política sobre anchas y
duraderas bases, con solidez y armonía, con regularidad
y concierto.


El exagerado liberalismo, representado en el Esta-
mento de procuradores por Argüelles y Lopez, nada es-
carmentado con su derrota de 1823, pretendia edificar
atropelladamente sobre cimientos dé arena y sobre las
movibles ruinas de lo antiguo.




10 ESTAMENTO DE PRÓCERES
El partido reformista, que formaba la minoría de


aq'uellas Córtes, apeló desde las primeras sesiones á la
terrible arma de las peticiones, única que el Estatuto
le permitia esgrimir.


Á pesar de esa facultad de que abusaron los procura·
dores de 1834, no podian sufrir la pesada tutela del re-
glamento, redactado por el poder ejecutivo, y dirigieron
todos sus esfuerzos, todos sus afanes á romper aquella
traba, pidiendo su inmediata reforma; peticion desechada
primero y tomada en consideracion despues por aque-
lla voluble mayoría.


Muy frecuentes fueron en el Estamento de 1834 los
cambios y contradicciones. La falta de disciplina, la in-
esperiencia de los debates, la ninguna fijeza en los ver-
daderos principios de gobierno, lo apremiante á veces de
las circunstancias, la mágica impresion de un buen dis-
curso, de una frase atrevida, de una idea deslumbradora,
moti vos fueron de inconsecuente conducta y de irreflexi-
vas votaciones.


De este modo, combatiendo unas veces con arrogan-
cia, y con humildad las menos; arrancando hoy por la inti-
midacion una prerogativa al rrrono, y otra mañana por la
sorpresa; ofreciendo su interesado apoyo á la Reina en la
cuestion dinástica, ó exaltando las pasiones populares con
nuevas franquicias y derechos, el partido reformista iba
aumentando sus filas dentro y fuera del Estamento, y sus
pretensiones de un cambio más radical y democrático eran
á cada momento más tenaces y pronunciadas.


Compuesta la Cámara popular de elementos hetero-
géneos; dividida por aspiraciones diversas; indisciplinada
é inesperta en la carrera parlaméntaria, era el Estamento
de 1834 el menos á propósito para conjurar los males
que amenazaban, las desdichas que se temian.




y PROCURADORES. 11


Su m.ayorÍa, ni decididamente conservadora, ni fran-:-
camente reformista, sostenia al Trono con una mano,
mientras con la otra proporcionaba anTIas á la Revolucion
para que lo combatiese y arruinase.


Los debates del Estamento de procuradores, á cuya
marcha no ponia el menor obstáculo el de los próceres,
fueron desde el primer dia tempestuosos y apasionados,
solemnes y patrióticos algunas veces, muy pocas sosega-
dos y tranquilos.


Fiel remedo de sus antecesoras de. la segunda época
constitucional, las Oórtes del año 34 pecaron de exigen-
tes y apasionadas; declamadoras y sistemáticas, sirvieron
de rémora al Trono para el planteamiento de útiles y pa.-
cHicas reformas, removieron con su impaciencia las pasio-
nes popularelil, y dieron otra vez al sistema parlamentario
ese tinte de intolerancia y de anarquía que tanto lo des-
prestigió en épocas pasadas, y que tan directamente con-
tribuyó el año 23 á su ruina y perdicion.


Lós Estamentos de 1834 fueron convocados con júbi-
lo, sostenidos sin crédito, disueltos con mengua; su agita-
da existencia fué un obstáculo al pacífico y conveniente
planteamiento del sistema representativo. Su aparicion
en ]a escena pública sirvió solo para soliviantar las ador-
mecidas pasiones de la plebe, para dividir y enconar como
nunca los partidos, para debilitar el poder real y resucitar
épocas y desmanes que la historia condenaba y la sociedad
aborrecia.


Las Oórtes de 1834 pecaron como las de 1810 y
t820 de igual defecto; cometieron la misma falta de ser
más polítieas que administrativas, más declamadoras que
deliberantes, más filosóficas que organizadoras, más teó-
ricas que prácticas.


Como las de la primera época, que discutian tranqui-




12 ESTAMENTO DE PRÓCERES


lamente sobre el dogma de la soberanía, olvidándose de
que los franceses asola.ban el reino; como las de la segunda.,
que se ocupaban con el mayor reposo de plantear refor-
mas duraderas, mientras cien mil enemigos las bloquea-
ban en Cádiz, las que por tercera vez se inauguraron en
ESQaña, dedicaban su tiemQo, su talento y su imaginacion
á discutir una tabla de derechos políticos, sin acordarse
de que la anarquía incendiaba los conventos, y la guerra
civil consumia la sangre y las riquezas de la nacion.




LOPEZ.


Todas las revoluciones políticas son siempre el resul-
tado inevitable del malestar de un pueblo, la espresion
de ese deseo constante en la humanidad de caminar há-
cia lo desconocido, la maldicion que, como anticipado
castigo, pesa sobre el corazon del hombre, incitándole á
renegar de lo pasado, á cansarse de lo presente y á sus-
pirar por lo porvenir.


Las revoluciones no son, como sostienen algunos
filósofos y publicistas, obra esclusiva á veces de un hom-
bre privilegiado, de un partido inquieto, de una secta in-
novadora. Son, por el contrario, hijas legítimas del tiem-
po, engendradas por la desgracia, abortadas por la fata-
lidad.


Se forman lentamente en la invisible region de las
ideas, y estallan de súbito sobre las naciones, arrojando
de ~u preñado seno los rayos del ódio y de la vengan-
za, envueltos en lluvia de sangre, como esas nubes de ve-
rano que, empujadas por contrarios vientos y encendi-
das por la electricidad, siembran de pronto en las más
fertile~ campiñas el estrago y la devastacion, llenando
de terror y asombro al descuidado caminante y al con-
fiado labriego, que solo veian momentos antes en el hori-
zonte una blanca nubecilla imperceptible y apartada.




14 LOPEZ.
Pero así como las revoluciones deben únicamente su


existencia al tiempo y á las circunstancias, su organiza-
cion, su desarrollo y sus resultados pertenecen á los
hombres que nacen con ellas, á los que por ellas viven
y en su servicio alcanzan honores, reputacion y for-
tuna.


Una revolucion sin revolucionarios, sin apóstoles que
prediquen su doctrina, sin hombres prácticos que tra-
duzcan en hechos las ideas, los axiomas en resultados,
es una nave sin piloto, que se encalla en el primer ba-
jío, un caballo sin rienda que se estrella contra el muro,
ciego y desbocado en su carrera.


Por el contrario, cuando un génio, se apodera de las
revoluciones y las empuja con su palabra ó las refrena
con su energía, imponiéndoles su voluntad, sus ideas ó
sus ambiciones, las convierte en mansos arroyos que fe-
cundizan cuanto riegan, dejando de ser, como al princi-
pio, torrentes impetuosos que trasforman en pedregoso
erial el cultivado terreno por donde pasan.


Hemos dicho que en las revolqciones hay apóstoles
que predican la nueva doctrina, y hombres prácticos, re-
volucionarios de accion, que convierten en hechos las
ideas, los axiomas en resultados.


Los primeros son esos hombres de imaginacion y de
sentimiento que, remontándose en alas de su fantasía á
la encantada region de las ilusiones, sueñan con la per-
fectibilidad humana, y ven desde su altura al hombre
moral sin distinguir al hombre físico, descubriendo sus
buenas cualidades y no sus malas pasiones, como el ave
sencilla que al volar por el espacio solo divisa en el jar-
din el color encendido de las flores, sin fijarse en la par-
dusca piel de la víbora que entre t!llas se arrastra y se
guarece.




LOPEZ. 15


Hé ahí el que esos Horneros de las Ilíadas revolucio-
I.1arias no sean otra cosa que sofiadores y poetas para
quienes solo existe el mundó moral; políticos ilusos y de-
lirantes que al trasformarse en hombres de gobierno
pierden sus creencias y su entusiasmo, y perseguidos
por sus necesarias contradicciones, amargados por el re-
mordimiento, heridos por el desengaño, abandonan el
poder, y renegando de la Revolucion práctica, se remon-
tan otra vez al cielo de los delirios y de las utopias, y
vuelven á ejercer el apostolado de la Revolucion, pero de
la Revolucio~ ideal, fantástica, deslumbradora, imprac-
ticable.


Bosquejadas en las anteriores consideraciones la vida
pública, la mision política, la fisonomía revolucionaria
del personaje con cuya biografía damos hoy principio á
la segunda y más espinosa parte de nuestros trabajos,
por cuanto tenemos que juzgar ahora á políticos impor-
tantes que aun viven y figuran, pasemos á ocuparnos del
Sr. D. Joaquín :María Lopez en su cualidad principal
de orador parlamentario, objeto casi esclusi vo . de esta
obra que, con más perseverancia que talento, vamos re-
dactando.


No· hay uno entre sus más encarnizados enemigos
que niegue al Sr. Lopez las estraordinarias cualidades,
las poco comunes condiciones que le constituian en uno
de nuestros primeros oradores, en el principal y más be-
llo ornamento de la tribuna parlamentaria española.


No conocemos un orador que, como' el diputado ali-
cantino, haya reunido en su organizacion física y moral
más elementos á propósito' para la oratoria parlamen-
taria.


Su voz clara y de un timbre simpático, sus ademanes
propios y adecuados, sus ojos llenos de espresion y de




16 LOPEZ.


viveza, su rostro animado, su cabello lacio y descom-
puesto, daban un atractivo á 'sus peroraciones, que ni el
auditorÍo, ni aun sus mismos contrarios podian resistir.


Su facilidad en la vocalizacion era estraordinaria; sin
vacilar en una sílaba, sin rozarse en una palabra, pro-
nunciaba un discurso de dos horas, siempre igual en la
entonacion, ya enérgica, ya reposada, segun lo requeria
el asunto, siempre suave en la emision de la voz, siempre
armónico y cadencioso en la: pronunciacion de las pa-
labras.


Era una máquina de hablar que practicaba todos sus
movimientos sin la menor rotacion, sin la más pequeña
irregularidad, suave, acompasada, metódica; y pronun-
ciaban sus labios lo que concebía su cerebro con tal pre-
cision, con tal exactitud, con tal velocidad, como si aque-
llos fuesen el espejo 'donde este se reflejaba; como si tu-
tuviera unidos y encadenados, formando uno solo, los
órganos del pensamiento y de la palabra.


Dotado etc una imaginacion poética y ardiente, de un
talento más despejado que profundo, de un corazon en-
tusiasta y apasionado, de varia y poco metodizada ins-
truccion, y de una memoria, sobre todo, portentosa y
sin ejemplo, no es de estrañar que desde su primer dis-
curso se colocára al nivel de los más notables oradores,
y recogiera en los Congresos españoles copiosa cosecha
de laureles, tan brillantes como merecidos.


Hemos dicho que su memoria era asombrosa y sin
ejemplo, y pruébalo la circunstancia, casi increible, de
naber dictado á un escribiente la mayor parte de sus dis-
cursos, mucho tiempo despues de pronunciados, sin va-
riarles apenas una palabra, sin suprimir un punto ni una
coma; sin lo cual no conservaríamos íntegros hoy sus
principales peroraciones, por ser imposible á los taquí-




LOPEZ. 17


grafos seguir en muchos períodos el precipitado torrente
de sus palabras.


Mejor que pudiéramos nosotros hacerlo, pinta un
biógrafo moderno al Sr. Lopez como orador parlamenta-
rio con los siguientes rasgos, por demás exactos y carac-
terísticos. «Casi todos sus discursos, dice, pueden consi-
derarse como modelos de elocuencia, resaltando entre los
más célebres muchos por el fondo de sus doctrinas, la
sublimidad de las ideas, la oportunidad de las circunstan-
cias en que los pronunció, y su estilo fácil, variado y
siempre correcto, salpicado de bellísimas imágenes, y, lo
que es más, en medio de la vehemencia de su espresion,
llenos siempre de esa melancólica ternura que tanto le
distingue de todos los oradores contemporáneos.


))SUS discursos sobre religion son mas que un bello
trozo de la Biblia; son la doctrina del Nazareno; subli-
mes y valientes pinceladas con que el orador filosófico
consolida la moral evangélica de sus creencias. En estos
discursos es donde esos instintos melar..cólicos, que muy
temprano imprimió la soledad en su corazon, se desarro-
llan notablemente. Sus palabras son el cántico del cristiano
que lleva en cada nob. una lágrima del desterrado de J udá.


)) En el ancho estadio de los representantes del país es
donde, arrebatarlo en las alas de su fecunda imaginacion,
su lengua de fuego y su cabeza volcánica descubren al
orador bajo todos aspectos.


llÁ veces, dejándose arrebatar por las fuertes impred
siones que de contÍnuo le exaltan, sus palabras son un
torrente desat::td.o que no se contiene sino para pronun-
ciar una sentencia, que repiten cien y cien bocas entre
los aplausos de la multitud; á veces con más aplomo nos
encanta con su esquisito gusto, y nos admira con su vasta
erudicion.


TOMO 11.




18 LOPEZ •
. »Desenvuelve con oportuno acierto los más grandes


pensamientos, y nos lleva por una senda de variadas
flores hasta tocar en el corazon de la verdad. Ora sarcás-
tico, sus palabras hieren como la ponzoña de una ser-
piente: á veces rie como un niño, y llora como una mu-
jer; ora severo, su apostura es imponente, su voz es la
voz del trueno que se aumenta por grados, y que retum-
ba en nuestros oidos como el anatema. de los proscritos,
ó el estampido del rayo que hace temblar la cabeza' del
réprobo. ))


Nacido á la vida pública D. Joaquin María Lopez
con la revolucion política inaugurada en 1834, Y des-
tinado por su genio y por las circunstancias á ser su de-
fensor y su apóstol, tuvo que atravesar con ella todas
sus vicisitudes y participar de todos sus triunfos.


Desempeñando en la revolucion española igual papel
que Mirabeau en la francesa, y con tanto talento, con
menos intencion y más moralidad política que el consti-
tuyente francés, á quien tomaba por modelo, inició en
el Estamento de procuradores las más importantes refor-
mas, y conmovió con su poderoso acento y sus trastor-
nadoras ideas los cimientos mal sentados de una monar-
quía de derecho di vino, y la base poco segura de una
sociedad que en política y religion resistia las innovacio-
nes, y q,ue no podia cambiar con facilidad sus añc!as é
inveteradas costumbres.


Imitando á Mirabeau, el famoso procurador por Ali-
cante presentó en las primeras sesiones del Estamento
una Tabla de derechos, en cuya discusion, así como en
los debates sobre la contestacion al discurso de ]a Corona,
hizo alarde de sus principios democráticos, y con sus vehe-
mentes peroraciones conquistó la palma de orador y la in-
vestidura de jefe del partido radical, de tribuno ,del pueblo.




19
Como muestra de su exaltado liberalismo y de su es-


tilo valiente y revolucionario de aquella época, véase
cómo concluia su discurso pidiendo la esclusion del in·
fante D. Cárlos de los derechos á la Corona:


»Los españoles todos, representados por sus procura-
dores, y rodeando el trono de Isabel II, con el libro de
sus antiguas leyes y de sus imprescriptibles fueros en
una mano, y la espada que los garantiza en la otra, pro-
nuncian hoy un solemne y supremo fallo contra el mal
aconsejado príncipe. No he dicho bien, señores: una es-
presion repetida á cada paso por las bocas más respeta-
bles, ha tenido un momento cabida en mis labios; pero
no ha salido del corazon.


JlNo es solo mal aconsejado el que tan á mano armada
ataca nuestras libertades, -el que forja en su insensato
orgullo las cadenas con que nos pretende amarrar; el
que se goza en la ruina de la patria; el que solo Jesea re-
ducir á pabesas un pueblo para levantar sobre sus escom-
bros su funeral trofeo. No: es un aleve, es un traidor, es
un parricida.


»)Que sufra, pues, todo el peso de nuestro anatema, y
que lleve siempre atado á su nombre el decreto de muer-
te y espulsion con el ódio indeleble de esta nacion herói-
ca, que recobrando su dignidad y sus derechos ha jurado
á la faz del mundo no reconocer ni consentir jamás nin-
gun tirano.)) ,


Défendiendo al ministerio, de que formaba parte, de
los cargos que se le hacian por la mala direcd<;m de, la
guerra, arrancaba entusiastas aplausos de las tribunas y
de los mismos diputados cuando concluía un discurso,
esclamando:


«(Es necesario que nuestros esfuerzos correspondan á
la importancia de la empresa; es necesario que nos lan-




20 LOPEZ.
• cemos en esa carrera abierta á la heroicidad y el patrio-


tismo; es necesario, en una palabra, que desenvainemos
la espada, que arrojemos lejos la vaina, y que no volva-
mos á buscarla hasta que hayamos conquistado con nues-
tras manos la enseña de la libertad, y marchemos hollando
con nuestros piés los ca.dáveres de los enemigos, ceñida
nuestra frente con el laurel inmarcesible de la victoria.


)lEste, señores, es mi modo de ver las cosas: esta es mi
opinion: estos mis sentimientos, que no desmentiré ja-
más. Bajo el traje del Ministro, late y latirá siempre el
corazon del patriota.))


El terrible Danton no incitaba á los revoluciona·
rios franceses á que marchasen á combatir á los alia-
dos con frases más valientes, más sentidas y más arreba-
tadoras que las que en esa ocasion y con igual objeto
dirigia nuestro tribuno á los liberales españoles. Pero
donde se revelaron más su exaltacion, su energía y su
patriotismo fué en la sesion del 9 de Noviembre de 1836,
en que, para irritar las pasiones de sus adeptos, y alentar
á los débiles ó cansados en la defensa de la causa liberal,
pronunciaba aquel famoso discurso, por el que sus ene-
migos le bautizaron con el ridículo apodo de Ruinas.


«Fiel el gobierno, decia, á los principios que profesa
en el fondo de su corazon, que son reducidos á salvar la
patria á cualquier precio, no omitirá para verlos realiza-
dos ningun medio, por firme, por enérgico, por duro que


. sea; porque, señores, todo antes que doblar la cerviz al
yugo del despotismo; y poco importa que en esta noble
lucha pereciéramos todos, si necesario fuese, con tal qué
quedara un sulo español· que pudiera alzarse sobre los
montones de ruinas y cada veres , para decir á las nacio-
nes atónitas que nos contempláran: ¡ Viva la libertad!)


Al describir en otro lugar de esta biografía á los




LOPEZ. 21


apóstoles de las revoluciones, á los soñadores políticos
que solo viven en el mundo de los delirios y las ilusio-
nes, hemos apuntado la observacion, hija de la esperien-
cia, de que al trasformarse en hombres de gobierno,
en revolucionarios de práctica, caen por necesidad en
lamentables contradicciones, á que los conducen el poder
de las circunstancias y el exacto conocimiento de los
hombres.


No se libró,por cierto, el Sr. Lopez de semejante
falta, más censurable en él que en otros políticos, por
lo mism:) que hacia frecuentes y ostentosos alardes de
conviccion en sus ideas y de fijeza en sus principios.


Ya hemos visto que, sirviendo de guia á la revolu-
cion, al aparecer en el Estamento de procuradores pre-
sentó la Tabla de derechos politicos, y defendió con la
fogosidad y elocuencia de un verdadero tribuno del pue-
blo el más escrupuloso respeto á las garantías constitu-
cionales.


Pues bien: no eran pasados dos años, y el tribuno se
convirtió en dictador, proponiendo á las Córtes, y lo-
grando se aprobase, la suspension de las garantías cons-
titucionales, y se revistiese al ministerio de que el señor
Lopez formaba parte, de la más omnímoda dictadura.


Armado ya el ministro' popular de tan terrible y an-
tes maldecida arma, firmó el famoso decreto de repre-
salias; disposicion tan arbitraria, tan tiránica y tan des-
pótica como la ley de sospechosos de la Convencion fran-
cesa.


Algo se resistian las Córtes á autorizar al gobierno
para plantear las medidas estraordinarias que reclamaba,
desmintiendo sus antecedentes de legalidad y puritanis-
mo constitucional; pero el poder de las circunstancias
era irresistible, y el tribuno-ministro imponia su voluntad




22 LOPEZ.


á aquella Cámara vacilante y dividida, con un discurso
enérgico y amenazador, que aplaudieron furiosamente
.las tribunas, y que concluia de esta manera patética y
aterradora:


« Yo ya no veo sino los hogares incendiados, talados y
destruidos los campos; _y si llegaran á más alto punto nues-
tras desgracias, porque nadie sabe hasta dónde puede con-
ducirnos una debilidad funesta, veo agitarse por todas par-
tes el brazo del despotismo; veo poblando los calabozos á
los mejores defensores de la libertad; los veo perecer en
los patíbulos; los veo relegados á una triste emigracion.
buscar en un suelo estraño el pan del dolor y de la ver-
güenza, y desde allí exhalar un suspiro, dirigir los ojos
arrasados en lágrimas hácia esta tierra de infortunio, y
esclamar con el acento de h desesperacion: «Nosotros
quisimos ser justos, y fuimos inconsiderados; quisimos
ser generosos, y fuimos imprudentes; quisimos salvar
una ley, y- hemos perdido la patria. Legisladores: este
es el reverso del cuadro; tan posible es lo uno como lo
otro: ahora elegid. ))


Pero en lo que el Sr. Lopez no ha tenido rival en
los Congresos españoles ni en los estranjeros, es en el
arte de entusiasmar al auditorio con imágenes vivas y
seductoras, con pensamientos sublimes y delicados. Nada
más sentido, más poético ni más conmovedor que el corto
discurso, ó más bien la improvisacion con que anunci6 á
las Córtes la faa;osa victoria de Luchana.


«Las Córtes, decía, acaban do oir la relacíon de todo
lo ocurrido; en ella todo es admirable, todo es elevado,
todo es heróico. Con tales jefes y soldados, señores,
nada es imposible, nada es difícil; se _ hace cuanto se
quiere, se manda al destino, y se escala hasta el cielo,
realizando la fábula de los Titanes.




LOPEZ. 23
llNuestro ejército no ha peleado solo con un enemigo;


tenazmente empeñado en la operacion, y apoderado de
posiciones formidables en que el valor y la desesperacion,
habían reunido todos sus recursos; no: ha peleado con la
naturaleza, con el furor desencadenado de los elementos,
y hasta de los elementos ha sabido triunfar.


llAgotado por la tempestad, abrumado por la lluvia,
por la nieve y por el granizo, en medio de la noche más
espantosa, se ha hecho superior á todos lbs obstáculos, y
no ha necesitado decir, como aquel célebre capitan de la
antigüedad en el sitio de una ciudad, acaso no más famo-
sa que Bilbao: « ¡Gran Dios, vuélvenos la luz, y pelea
contra nosotros!» No: nnestros soldados saben vencer así
en la luz como en medio de las tinieblas, y no necesita-
ban entonces la claridad sino para que iluminára su
triunfo, y dejase ver el pendon radiante de la Libertad,
que se elevaba ondeando en los campos de Bilbao, sirvién-
dole de trono los cadáveres de sus enemigos.


»Este hecho de armas, señores, escede á toda exage-
racion: su mérito escede á toda recompensa. El gobierno
la concederá con munificencia; pero el mayor premio
para estos guerreros se~á siempre la dulce satisfaccion
de haber salvado á sus hermanos, de haber fijado la suer-
te de su patria; esa aureola de gloria inmarcesible que
orlará su frente y les acompañará hasta el sepulcro, so-
bre cuya lápida reposará para siempre la inmortalidad.
Los españoles tributarán el homenage de su gratitud y
de su admiracion á los soldados de este ejército y á los
heróicos bilbainos, y donde quiera que los vean, los seña-
larán con respeto y con entusiasmo, diciendo:


»¡Ahí va un valiente!»




24 LÚPEZ.


»Estas son las intenciones del gobierno: á ese punto va
encaminada su marcha. En tanto, interprétense sus accio-
nes, viertan la calumnia y la impostura todo su veneno;
nosotros responderemos á la detraccion con nuestra con-
ducta, y á las falsas imputaciones con las victorias.


»Oompárese el estado que presentaba la nacian e115
de Agosto de 1836 con el que ofrece el 2 de Enero
de 1837, Y dígase de buena fé si hemos ganado ó perdi-
do, si caminamos al panteon, al sepulcro de nuestras li-
bertades' ó si, por el contrario, levantamos el magnífico
edificio de nuestra independencia y de nuestra gloria á la
vista de las naciones atónitas que nos contemplan, del
cielo satisfecho, y de la justicia y de la humanidad ven-
gadas. »


Al leer estos párrafos se recuerdan involuntaria-
mente las famosas prpclamas de Napoleon, ó las patrió-
ticas arengas con que Carnot daba cuenta á la Oonven-
cion de las victorias del ejército francés.


Aficionado en demasía el 81'. Lopez al estiló decla-
matorio y elevado, hasta sus más insignificantes perora-
ciones están salpicadas de imágenes brillantes ó deslum-
bradoras, de figuras poéticas y sublimes, de rasgos elo-
cuentes, patéticos y delicados.


Oondenando en 1838 la dominacion moderada, y
anatematizando los estados de sitio, pronunció un nota-
ble discurso de oposicion, y arrancaba frenéticos aplau·
sos de los asistentes á la tribuna pública, cuando escla-
maba: aLa persecucion ha sido obstinada; pero nada im-
porta. Nosotros hemos jurado la defensa de los intereses
del pueblo, y nada bastaria á hacernos retroceder. Si
fuera necesario sellar con nuestra sangre nuestros princi-
pios, 10 haríamos sin vacilar; y diríamos al morir á la
Libertad como el gladiador romano: «Los que están desti-




LOPEZ; 25
nados á morir te saludan, ¡oh Li bertad santa! y tú eres
nuestro pensamiento, exhalado con nuestro último sus-
piro.))


En otra ocasion, al enumerar los bienes que iba á pro-
porcionar la paz á todo el reino, y especialmente á las
Provincias Vascongadas, decia: «Ya no serán agitadas
por el rudo estampido del cañon, y sucederán al grito
funeral de guerra y muerte los dulces cantares del.labra-
dor afanoso, que no podrá menos, sin embargo, de exha-
lar un suspiro y de derramar una lágrima al desenvolver
con la reja los huesos mal escondidos de sus hijos y sus
hermanos.»


¡Qué melancólica ternura, qué religioso sentimiento
encierran las anteriores frases, sublimes por su sencillez,
conmovedoras por su naturalidad!


No menos elocuente, patrióti~o y elevado estaba el
tribuno español cuando al hablar de la nacion española,
esclamaba: «(Hemos perdido nuestra antigua prosperidad;
pero conservamos nuestro pundonor y nuestro ardimien-
to; y si están lejos los tiempos en que humillamos el or-
gullo de alguna otra potencia, en Pavía y en San Quin-
tin, próxima está la época de la guerra de la Independen-
cia; en ella se vieron nuestras banderas victoriosas en el
territorio de otra nacion, yaun blanquean nuestros cam-
pos con huesos estranjeros. »


Y más adelante: «No olvidemos, señores, que los
cantos de la victoria son muchas veces como el canto de
la sirena, que no atrae sino para dar la muerte; y ámí me
importa poco que el sepulcro que encierre la libertad de
un país esté adornado de rosas y laureles, si al fin es un
sepulcro. »


Las ideas políticas del Sr. Lopez, sus estudios de la
revolucion francesa, su imaginacion fantástica y soñado-




26 LOP!Z.
ra, su carácter fogoso y apasionado, su misma populari-
dad entre las masas, siempre soliviantadas y nunca sa-
tisfechas, le arrastraban continuamente á la oposicion, y
su alma, ganosa de aplausos y prestigio, colocábale siem-
pre en frente del poder, al que ha hecho continuamente
una guerra 4 muerte, esgrimiendo las irresistibles armas
de su oratoria, sañudo y enconado á veces, siempre in-
cansab~e, enérgico y vigoroso.


Nada prueba tanto ese afan de popularidad que do-
minaba al tribuno español, ese espíritu oposicionista de
que se hallaba dotado, como la renuncia que hizo de la
cartera ministerial en pleno Parlamento, y con abnega-
cion un tanto cómica, pasando de los bancos del poder á


, los de la minoría, y lanzando desde ellos á sus amigos del
dia anterior rayos destructores que aceleraron su muerte.


Prefiriendo por carácter ó por cálculo su aureola tri-
bunicia al bordado uniforme de consejero de la Corona,
es clamaba al separarse de sus compañeros: «El hombre
que debió su aparicion en la escena política á los prime-
ros movimientos del espíritu innovador en 1834; el que ha
debido la silla ministerial al gran movimiento de agosto
último, no podia venir aquí á ponerse en contradiccion
consigo mismo, á abjurar sus opiniones,· y á sacrificar
al falso y miserable brillo del ministerio las ideas del
patriota y los sentimientos del diputado. \)


Esto prueba más y más lo que ya hemos apuntado:
que la oposicion era el elemento político del Sr. Lopez, y
solo al papel de oposicionista se amoldaba su carácter
descontentadizo, su inmoderado deseo de aura popular, y
la Índole y condiciones esenciales de su oratoria.


De aquí el que todas las peroraciones del orador ali-
cantino no sean otra cosa que terribles Catilinarias contra
los ministerios, . ya moderados, ya progresistas; furiosos




LOPEZ. 27
anatemas contra las demasías del poder, ó himnos patrió-
ticos en defensa de los derechos y franquicias populares.


Oon el mismo ardor, con igual perseverancia con que
atacaba desde la tribuna á la situacion ~oderada, en 1839
preparando de ese modo el pronunciamiento de 1840,
hizo la oposicion á Espartero durante su regencia, y mal-
trató cruelmente á sus distintos ministerios, dando vida
al alzamiento nacional de 1843, del cual fué Lopez la
personificacion más legítima.


Pagando, aunque tarde, el famoso procurador de.
nuestro primer Estamento, el inevitable tributo á la edad,
á la esperiencia y áJa desgracia, siendo además hombre
de corazon y de genio, filósofo de 'candor y de buena 'fé,
político de verdadero patriotismo y amor á su país, habia
sufrido desde la instalacion de la regencia una modifica-
cion radical en sus democráticas ~spiraciones, una tras~
formacion completa en sus instintos populares, un cambio
general en sus políticos deseos.


El tribuno de 1834, ~l demagogo de 1836, el revolu-
cionario de 1839, habíase convertido en 1843, sin apenas
notarlo él ni sospecharlo sus amigos, en hombre de órden,
de tolerancia y de gobierno; en monárquico templado, en
político previsor .


. Así es que, olvidándose de que «el principio de la so-
beranía nacional es el gran eje, el resorte principal de la
máquina en el gobierno representativo,» sostenia despues
que «era preciso oponer al embate de las pasiones el
pr'estigio de la Majestad; que el Í1'is de serenidad y
de (ue'J'za solo podia encontrarse en el trono, y que el
peso del poder supremo es insoportable para los hom-
bres que no tienen ni pueden inspirar el prestigio de la
dinastía.))


La· campaña política y parlamentaria de Lopez en la




28 LOPlZ.
época á que nos referimos, fué la más gloriosa, la de
más honra y reputacion en su larga carrera pública.
Enarbolando la bandera del olvido y la reconciliacion,
trató de plantear una política noble, fecunda y elevada.
Sus esfuerzos fueron inútiles, vano su intento, quimérica
su eS'ílerauz3..


Ya lo hemos dicho. Lopez, como todos los tribunos,
como todos los filósofos, no era hombre de gobierno. Su
cabeza, su corazon, su lengua, solo servian para agitar á
las masas, no para organizar y moralizar los partidos;
sus fogosas peroraciones podian aprovechar, y aprove-
charon, para irritar y empujar á la revolucion, no para
calmarla y contenerla.


Retirado en sus últimos años á la vida privada, don-
de únicamente podria conservar frescas sus ilusiones,
lozano el corazon y viva la esperanza, fué nombrado
Lopez senador en 1849; y aunque el carácter reposado
de los debates de la Cámara alta, su aislamiento político
de cinco años, y los disgustos y desengaños que habian
matado sus ilusiones y entibiado sus creencias, eran tra-
bas que sujetaban algunas veces bajo las bóvedas del Se-
nad.o aquella voz enérgica y poderosa, aun conmovió
el tranquilo corazon de sus nuevos compañeros, y aun
entusiasmó á las tribunas con arranques de oratoria, fe-
lices é inesperados, con frases tiernas y sentidas, con pen-
samientos sublimes, patrióticos y levantados.


Aun arrancaba unánimes aplausos cuando al hablar
de la alianza de las potencias del Norte, decia: «Este es
el guante de desafío que esos déspotas arrojan sobre la
frente de los pueblos. Ellos lo levantarán con· la punta
de la espada, yel Dios de las batallas decidirá de la con-
tienda. Pero no: ya está decidido, porque el destino de
la Libertad es inmortal, porque ella es la predestinacion




LOPIZ. 29
de los pueblos, porque es el dogma del cristianismo, y
así como el cristianismo no puede. perecer, la libertad
tambien será imperecedera.»


No por hallarse sentado entre. senadores cambió Lo-
pez de estilo ni se entibió su antiguo ardor de diputado.
Su oratoria era la misma, porque era la oratoria del ca-


. razono Su lenguaje ameno y florido siempre; su imagi-
nacion poética y exaltada; su alma, como antes, rebo-
sando ternura, patriotismo y sentimiento.


Hé aquí, en prueba de ello, cómo se espresaba al dar
las gracias al Gobierno por haber publicado un decreto
de ámnistía.


((La amnistía es el emblema del íris de paz que apa-
rece en el cielo despues de las tempestades, para testifi-
car la alianza y la reconciliacion de Dios con el hombre;
es el p~ño que enjuga los ojos que lloran, y el bálsamo
que cura y cicatriza las heridas abiertas por nuestras
discordias; es, para decirlo de una vez, la vara m3gica
que toca en las puertas del infierno para convertirlo en
paraiso. •
))~lla vuelve el hijo al anciano padre, el padre á sus


tiernos hijos, el marido á la esposa que llora en la viu··
dez y en el abandono, los hombres todos al regazo de la
madre comun, de la patria, cuya imágen llevamos en el
corazon á través de los mares y de inmensas regiones, y
cuyo solo recuerdo basta á endulzar las tribulaciones del
destierro. »


Pero nunca se mostró más espiritualista, más fantás&
tico, más filósofo, que cuando esclamaba: «Amo la poe-
sía porque eleva el alma á regiones desconocidas, porque
en ellas la hace vivir la vida del pensamiento y del sen-
timiento á la vez, porque junta en la meditacion lo pa-
sado con el presente y con el porvenir, porque nos ofre ..




30 LOPEZ.
ce algunas· horas, melancólicas en verdad, pero no por
eso menos dulces y apacibles, en que ruedan algunas
lágrimas silenciosa y lentamente por nuestras marchi-
tas mejillas sin hacernos daño alguno, porque estas lá-
grimas son 'para el corazon lo que el rocío para las flo-
res, y yo compadezco al hombre que no sabe llorar, por-
que es la prueba más segura de que no sabe sentir.»


Su último discurso en favor de la libertad de im-
prenta, pronunciado en el Senado el 9 de marzo de t853,
fue el canto del cisne antes de morir, el himno de triun-
fo del gladiador romano al exhalar el último suspiro.


En aquella magnífica peroracion aun brillaban la fo-
gosidad de lenguaje, la elevacion de las ideas, los arran-
ques de patriotismo, y la poesía de las imágenes con que
esmaltaba Lopez sus antiguas y más celebradas arengas.


La Cámara alta le escuchaba con religioso silencio y
con muestras de agrado y admiracion, y las tribunas
prodigaban sus aplausos al Demóstenes español, oyéndo-
le con el mismo entusiasmo que en los mejores tiempos
de su vida' parlamentaria.


Siempre florido en la frase, popular en las ideas, pin-
toresco en el estilo, definia así la libertad de la prensa:
((Pensad que la imprenta es la llama vivificadora del
pensamiento público, y que vosotros sois á la vez los pa-
dres y los tutores de ese pens~tmiento. ¿Quereis mirar á
la imprenta por el lado de las pasiones inquietas y de las
agitaciones que á las veces producen? Pues pensad que
la imprenta es la válvula que da salida al vapor que con-
densan los carbones encendidos de tantos desaciertos y
tantas demasías, y no tengais la indiscrccion de cerrar
esa válvula, porque os espondreis á que la maquina re-
viente.


«(¿Quereis mirar la imprenta por el lado de los de ..




LOPEZ. 31
rechos de los pueblos? Pues entonces es un guerrero ar-
mado que vela por la seguridad de todos, y que da la
voz de alerta al menor peligro que se descubre: es el
muro de circunvalacion que defiende las instituciones
contra las agresiones del poder, semejante á la muralla
de la China, levantada para impedir las invasiones de los
tártaros.


»¿Quereis mirar á la imprenta por el lado de los inté-
reses materiales? Pues ella esparce una claridad bienhe-
chora que hace conocer á los pueblos esos intereses y el
modo de promoverlos.


,¿Quereis mirarla por el lado del Gobierno? Pues la
imprenta es el fanal que le alumbra en su marcha vaci-
lante, y no pocas veces tortuosa; es el faro amigo que
debe dirigirle en su derrotero, bien diferente del faro en- ,
gañoso que construyen la adulacion y los malos conse-
jos, y que se parece á los faros mentirosos que suelen
encender los piratas para que las embarcaciones naufra-
guen y aprovecharse de los despojos.»


Este notable discurso de Lopez fué un digno comple-
mento de su gloriosa carrera parlamentaria; el último y
más brillante anillo de aquella cadena de triunfos y ova-
ciones que cerraba la vida 'pública del famoso tribuno,
sin que la inconsécuencia, la traicion ni el egoismo con-
siguiesen romper el más débil de slle eslabones.


Su primer discurso en 1834 tuvo por objeto defender
las libertades del pueblo; el último que pronunció en
1853 fué consagrado á la defensa de la libertad de im-
prenta, corno la base ó más bien la síntesis de todos los
derechos, de todas las franquicias, de todas las liber-
tades.


Nos hemos es tendido en la biografía del célebre pro-
curador del Estamento más de lo que pensábamos, por-




32 LOPEZ.
que habiendo sido Lopez la, personificacion más legítima
de nuestra revolucion, su figura descuella la primera en
este último período de las Córtes españolas, donde ha so·
bresalido como uno de sus principales, acaso el primero
de nuestros oradores contemporáneos.


Jóvel1 aun, desdeñado por la revolucion de 1854, que
no quiso honrarle dándole un humilde lugar en las Cór-
t~s constituyentes, murió el famoso tribuno de un cán-
cer en la lengua, como si Dios hubiese querido castigar
de ese modo la vanidad humana.


Discurso pronunciado en defensa de la regencia trina.


((Señores: De propósito quise esperar para tomar la palabra á que
otros muchos se me hubiesen anticipado, porque queria oir los argu-
mentos que se presentasen en apoyo de la opinion que yo impugno,
para ver si convencian mi razon, ó para, en contrario caso, tomarme
el trabajo, muy superior á mis fuerzas, de recorrerlos y rebatirlos
uno por uno. No pude entonces creer que á la desventaja natural de
entrar en una materia tan agotada, se uniese la de tocarme la pala-
bra en tan avanzada hora en que se necesita mucha devocion para
hablar, y más todavía para oir.


llDiré ante todo, con la franqueza con que siempre hablo, que
para entrar á ocuparme de un negocio tan grave, tan difícil, tan
comprometido por sus resultados, cuyas inmensas consecuencias
nadie alcanza á calcular en este momento, necesito ser sostenido por
el profundo sentimiento de mi deber: de ese deber sagmdo á que el
hombre público jamás se resiste, porque se lo imponen nada menos
que la voluntad, la delegacion y la confIanza de la nacion entera,
ante la cual desaparecen de todo punto los respetos que quiera te-
nerse á las personas, cualquiera que de otra parte sea su rango y su
¡erarquia.




DISCURSO EN DEFENSA DE LA REGENclA TR1NA. 33


» Y he aludido á las consecuencias y resultados, porque hay una
verdad deplorable, consignada en la historia de todos los pueblos del
mundo, á saber: que en polilica todo depende del primer paso; todo
depende de la primera concesion ó de la primera negativa; y que
cuando los partidos, antes homogéneos ó compactos, llegan una vez
á 'dividirse, desde aquel instante empiezan á mal'char en líneas diver-
gentes, y cada paso que dan aumenta más la distancia que los sepa-
ra. Si tal sucediera aquí, no será culpa nuestra, ni seremos nosotros
los que en su diJ. tengamos que responder á la nacion y á la pos-
teridad.


l) El Sr. Olózaga ha dicho que no creia necesario ocuparse de
nuevo de la cuestion en su fonuo, porque la opinion que él profesa se
habia llevado, por los oradores que le han precedido, al último punto
de demostracion y de convencimiento; y S. S. se ha limitado á refu-
tar las razones que otros amigo3 políticos mios habian alegado en
esta disr.usion. Esto me empeña en combatir ese edificio que el señor
Olózaga supone tan sólido é indestl'Uctible, y voy á seguir su mismo
ejemplo, rebatiendo á mi vez los argumentos que hasta 'aquí se han
alegado en favol' de la Regencia única.


l)De los oradores que hasta ahora la han defendido, unos han mi-
rado·la cuestion por el lado constitucional; otros en la línea de la po-
lítica; y otros, por último, en el terreno.de la historia. Yo los seguiré
paso á paso. I


llPOCO hay que decir en la relacion primera. Muchos de los seño-
res que llevan la opinion contraria á la que yo defiendo, han tenido
la buena fé de confesal' que tan constitucional es la Regencia de tres
ó cinco personas como la de una. Por esta razon me admiré mucho
cuando leí en un periódico que pasa como órgano, como emblema,
como simbolo de las doctrinas, de las teorías y las opiniones del Go-
bierno, que era más constitucional la Regencia única, porque ocu-
pa el primer lugar en el órden sucesi va que marca el arto 57 de
la Constitucion. Este argumento es tan miserable que no merece
contestarse siquiera. Pues qué, ¿se queria que los entendidos autores
de nuestra ley fundamental se espresa:sen tan torpemente que invir-
tieran todo el órden gradual de las ideas, diciendo: (ILa Regencia se
compondrá de tres, cinco ó una persona, ó de cinco, tres y una, «en


70111011. ¡¡




34 DisCURSO EN DEFENSA


lo que ciertamente hubieran faltado á. la sueesiva gradacion de me-
nor á mayor que prescriben las reglas gramaticales y las retóricas?
Pero yo debo dar las gracias al periódico que ha ofrecido tan raro y
singular concepto, porque me ha recordado una consideraeion de
peso en la cuestion presente.


»El Sr. Olózaga acaba de decir que la Constitucion de 1837 se
hizo fuera de toda influencia de circunstancias; pero no me negará
que era una circunstancia, ó, por mejor decir, un hech_o, que al re-
dactarse aquella Constitucion se habia ya conferido anteriorment·e la
Regencia única á la Reina madre. Era, pues, necesario, era indis-
pensable sellar el hecho con el derecho; era necesario consagrar el
género de Regencia que entonces existia, porque de otro. modo ~e
habia de incurrir forzosamente en la contradiccion de deshacer con
una mano lo que acababa de hacerse con la otra. Hé aquí para mi el
secreto del origen y causa que se tuvo para consignar la Regencia
única, porque yo no puedo creer en la prevision, en la consumada
prudeneia de los autores de la Constitucion del 37, que hubieran
querido de otro modo esponernos á todos los azares de la unidad.


» Y digo, señores, á todos los azares de la unidad, porque en mi
juicio es punto menos que imposible que se encuentren unos hombros
tan robustos que, como los de otro Atlante, puedan sostener el peso
entero de la máquina del Gobierno; porque para mi es punto menos
que imposible que se encuentre un hombre cuadrado que por cual-
quiera parte que se le mire presente la misma longitud, la misma
latitud, la misma profundidad; porque es un punto menos que impo-
sible, si no imposible de todo punto, que se encuentre un hombre
omniscio que pueda da¡' su atencion del mismo modo y con igual su-
ceso á todos los complicados negocios que por necesidad ban de ocur-
rir; y porque es más imposible todavía que se encuentre un hombre
solo en el mundo que goce del raro y feliz privilegio de no ser enga-
ñado.


» y piénsese, señores, al fijarnos en esta idea, que á pl'oporcion
qne la persona que deba ocupar la Regencia única haya vivido más
lejos de los enredos y las intrigas de la córte; de la córte, que ha lla-
mado un célebre poeta contemporáneo «Padron de im'quidad y de
maldades¡» á proporcion que esa persona tenga un alma más pura,




DE LA REGENCÍA TRINA. 35
un corazon más candoroso, una intencion más recta y justificada, á
esa misma proporcion correrá más peligro de caer en los lazos que
por todas partes le tenderán la malignidad y la perfidia. Será proba-
blemente á la vez el instrumento y la víctima.


)) y véase aqui, señores, por una circunstancia singular los pun-
tos de contacto que hay entre las antiguas religiones y la actual po-
lítica, aunque á primera vista parecen cosas tan separadas y distantes.
Tambien en las antiguas religiones habia sacerdotes que proclamaban
la Divinidad; pero era para sustituirse en su lugar y mandar en su
nombl'e. Querian un Díos que levantaban en el templo; pero l'eal-
mente eran sus intereses, sus miras y su ambicion lo que colocaban
sobre el altar para que recibiera todos los inciensos, todos los holo-
canstos y todas las adoraciones.


¡)Yo no participo, señores, de los recelos, de las inquietudes que
por todas partes se hacen circulal' con más ó menos fundamento.
Conozco bien que el sentimiento de la libertad es á las veces como el
del amor, tímido y receloso. Algunos creen que hay quien desee la
Regencia única, porque es más fácíl seducir á un hombre que á tres,
y porque más fácil les seria sorprender la buena fé del Regente único
para hacerle formal' un Ministerio compuesto de sugetos que, aunque
estimables por sus circunstancias, no satisfaciesen el voto ni la opi-
nion general. Digo que no participo de esos temores, porque en ese
camino no bastaria dar el primer paso. Es una senda pendiente, y
puesto el pié en el principio, es necesario llegar hasta el fin, y el fin
es una sima.


llEse Ministerio no podria tener buena acogida en las Córtes; se
necesitaría para sostenerlo disolver el Congreso, preciso se hacia pro-
ceder á nuevas elecciones, y no pudiendo encontl'ar apoyo para esto
en el partido verdaderamente nacional, se tendría. que buscar en el
partido del retroceso, en los hombres de tibia fé, de opiniones oscu-
ras ó dud03as; y si tal, señores, hubiem de ser el resultado despues
de tantas esperanzas burladas, desplles de siete años de guelTa y de
desolaoion, despues del memorable sueeso de i.o de setiembre, ya,
desde ahora lo digo, renunciaria sin vacilar, DO solo el carácter de
diputado, sino hasta el nombre de español.


»Intercalaré, señores, una indicacion que olvidé por descuido,




36 DlSCURSO EN DEFENSA
porque crel que en mis labios no era necesaria. Yo suplico á los se-
ñores diputados que ninguno se crea aludido, ni aun remotamente,
en ninguna de mis espresiones. Me presento inofensivo, animado del
mejor deseo, creido de que todos lo tienen, y no entraré jamás en
alusiones ni en .personalid1des. No se tema que salga de mi boca
una palabra indiscreta; no se crea que salga un soplo que pueda vol-
'·er á encender una hoguera mal apagada, y que una palabra sola
imprudente pudiera volver á encendeda. Yo examinaré la cuestion en
principiós, y de una manera que aleje de mi todo riesgo de herir sus-
ceptiLilidades. Pero paso á ocuparme de la parte politica, que es en
la que má~ han esforzado sus argumentos los defensores de la
unidad.


)¿Cuál es el argumento principal qne nos presentan? Todo él
está reducido á la unidad monárquica. Ños dicen que el poder eje-
cutivo no puede residir mas que en una persona sola, que es el Rey,
ni por consiguiente sustituirse sino en otra persona sola, que es un
Regente. Esta teorla, señores, es equivocada é inexacta; y bajo el
colorido de constitucionalidad ataca todos los principios representa-
tivos. Ataca en primer lugar la responsabilidad ministerial, que,
aunque yo no le dé grande valor, porque la miro como una bella
quimera, como una ilusion engañosa, como un sueño dorado, cuyo
deilpertar es siempre amargo para los pueblos, necesario es conser-
varla como una rueda precisa en esa máquina que nuestras combi-
naciones han formado; ataca la inviolabilidad del Monarca, porque
en tanto es este inviolable en cuanto responden sus Ministros; y no
pudieran resJ:londer de sus actos sino ejerciendo el poder ejecutivo,
que si originaria y radicalmente toca al Rey, lo delega por necesi-
dad en sus consejer03; ataca por último la distincion que existe en-
tre todos los poderes del Estado y el poder Real, viniendo á tierra
ese magnifico edificio bosquejado y trazado en gran parte por la
imaginacion, y por el cual se nos dice que el poder Real habita
en la cúspide de la pirAmide, que está colocado en una region ele-
vada, desde la cual mira como el águila á sus pies las nubes, el,
rayo y las tempes\ades~ que tiene '2,U morada en una esfera inacce-
sible á los tiros y aun á las miradas de los demás hombres.


llPero yo contesto con otra razon más poderosa, y pregunto:




DE LA REGENCIA TRINA. 37
¿tiene algo que ver el símbolo con la cosa que por él queremos re-
presentar? ¿Es lo mismo la Regencia que la Monarquía, el Regente
que el Monarca? No, señores; y dígase cuanto se quiera para probar
lo contrario, todas las suposiciones, todas las argucias, pues yo no
puedo dar otro nombre á los argumentos que presenta el ingenio
en sus esfuerzos ó en sus delirios, tendrán que venir á estrellarse
en la realidad, y la realidad es que nosotros tenemos una Reina,
que hemos reconocido á Isabel 11, que la hemos jurado, que el Tro-
no se halla ocupado y representada su unidad en su persona, y yo
no admito ni transformaciones ni razon alguna de congruencia,
cuando los hechos son diferentes, y los hechos dominan siempre en
el mundo sobre todas las teorías que puede abortar la imaginacion
en sus arrebatos.


HEl Sr. San Miguel empezó y concluyó su discurso con un pen-
samiento y con una escitacion verdaderamente recomendables. Su
señoría deseaba que no descendiéramos al campo odioso de las per-
sonalidades: que los oradores no hablasen á las pasiones, que no se
dirigieran á la imaginacion. Yo no puedo menos de abundar en gran
parte en sus mismas ideas, porque creo que una materia tan grave
debe tratarse con una circunspeccion igual á su importancia y á la
solemnidad del sitio en que se debate.


nPero el Sr. San Miguel me permitirá, sin embargo, que yo no
participe de sus prevenciones contra la imaginacion. Sé bien que
Montagne,.en un momento de mal humor, la ha llamado la loca de
la casa; que otros la miran como una hechicera, de cuyos encantos
es preciso preservarse; yo, no obstante, no veo en eÚa sino el mas
amable intérprete del pensamiento, y no creo que esté en el mundo
para formal' cisma con la inteligencia, sino para erigirle templos y
para consagrade altares. Juzgo que la imaginacion es la que presta
el servicio más útil á la razon y á la verdad, porque ella es la que
les dá ese colol'ido y ese barniz simpático que las hace penett'ar has-
ta el corazon, aumentando su poder y sus atractivos, del mismo
modo que la elegancia y el gusto de los trajes realzan á nuestros
ojos el verdadero valor de la hermosura. Quiero, pues, la imagina-
cion como amiga, como aliada "de la verdad: no la quiero como Mi-
nistro, ó velo de los errores.




38 DISCURSO EN DEFENSA
)) lIabló á seguida el Sr. San Miguel de la unidad de accion en la


Regencia, y de la dificultad de que tres Regentes puedan entenderse.
Lo que se necesita en la Regencia es unidad de pensamiento, y este
puede haberlo en la trina con la ventaja de la discllsion y del exá-
men, de que está absolutamente privada la que defienden los adver-
sarios; no se necesita ni es razonable la unidad de accion, pues que
para esto se necesitaría destruir la teorla de los diferentes ministe-
rios que hoy conocemos, reduciendo todos los elementos de ejecucion
á la unidad. Tres Regentes se entenderán, porque aunque pudieran
en algun caso ser distintas sus opiniones, tienen que someterse en
último término á una votacion; y un monosilabo, un sí ó un no,
cortará todas las diferencias, dando la preponderancia á una de las
opiniones emitidas.


))Añadió el Sr. San Miguel que la Regencia no debe mezclarse
en nada, porque es un principio que en los Gobiernos representati-
vos el Rey reina y no gobierna. Convengo, señores, en que esta es
una verdad teórica; pero tambien es necesario confesar que es una
mentira práctica. ¿Qué tiempo será el que se querrá escoger para
probar esa rara naradoja? ¿Se dirá que no gobernó Luis XVI en
Francia, cuando, cediendo más á los malos consejos de Brienne y de
Calounne, que á las saludables medidas que le proponian Malesher-
ves, MaUl'epax:, Necker y Thurgot; cuando abriendo su coraza n á las
inspiraciones apasionadas de la Reina; cuando observando una con-
ducta contradictoria que le llevaba á jurar la Constitucion de una
parte, y de otra á conspirar en secreto contra eHa, y á procurar
abandonar el reino, dejando escrito un manifiesto en que condenaba
y anulaba cuanto antes habia reconocido, abrió con su proceder ese
terrible drama que ha ocupado la atencion de la Europa por cerca de
la cuarta parte de un siglo? Pues Constitucion habia jurada por el
Rey en el Campo de Marte, y ministl·os patriotas.


))¿Se dirá que antes de él no habia. gobernado Cárlos 1 en Ingla-
terra, cuando, persiguiendo con encarnizamiento á los infelices puri-
tanos, porque eran el emblema, el slmbolo y la espresion del pem;a-
miento reformador de la época; cuando levantando el primero el es-
tandarte de la guerra civil; cuando disolviendo y maltratando los
Parlamentos; cuando sitiando con su ejército á Lóndres y otros pun-




DE LA REGENCIA TRINA. 39
tos, y faltando hasta á las treguas pactadas, concitó los Mios y los
resentimientos, y los llevó hasta. el término horroroso que la. historia
nos presenta? Pues ministros habia, y Parlamentos con los cuales ha-
bian empezado las disensiones. ¿Se dirá que no gobernó en Francia
Cárlos X, cuando llevó la depresion para el país, el despotismo y la
tiranla hasta el punto de pl'Ovocar la magnifica cuanto malograda
jornada de Julio del año 30? Pues ¡ninistros habia responsables, y
una Constitucion, aunque mezquina, cual era la dada por la Restaura.
cion. ¿Se dirá que no gobernó en España Fernando VII del 20 al 23,
cuando consumó la traicion más vil, pactando nuestm servidumbre
con un gabinete estraño, y haciendo entrar cien mil bayonetas es-
tranjeras en apoyo de su alevosía? Pues Constitucion habia y minis-
tros responsables, entre los cuales estaba ó habia estado el mismo
Sr. San Miguel. Y yo apelo á S. S. para que me diga si en aquel
tiempo reinó y gobernó el Rey, ó si solo hizo lo primero.


nEste dilema no admite efugio ni contestacion, porque si se me
dijera que el Rey habia reinado y gobernado, se confesaria la justi-
cia de mi impugnacion;y si se supusiese que no habia hecho otra
cosa que reinar, la responsabilídad tremenda de aquella catástrofe
seria toda de los ministros. Yo conozco bien el ardiente y acendrado
patriotismo de algunos que lo fueron. El Sr, San Miguel selló con su
sangre sus juramentos y sus creencias; recibió con la espada en la
mano, y pel~ando ínterin tuvo aliento, honrosas heridas, cuyas cica-
trices cubren todavía sU,cuerpo; quedó prisionero, y en mi compañía
vino á buscar en un suelo estranjero la seguridad y la compasion.
Ni estos ni otros esfuerzos bastaron á librar á la patda. ¿Y por qué?
Porque la conspiracion del Trono era viva, era incesante, era eficaz;
porque el Rey, en una p.alabra, reinaba y gobernaba á la vez. ¿Se
dirá que no ha gobernado Doña María Cristina, cuando en el corto
perlorlo de seis años ha puesto tres veces á la nacion al borde del
precipicio, de que solo ha podido salir pOI' otros tantos alzamientos,
coromdos con el más próspero suceso? Pues Estatl1to 6 Constítucion
ha habido, y ministros responsables segun el pl'incipio que se reco-
nocia en aquel.


nConcluyamos, pues, á vista de tantos y tan decisivos hechos, en
que esa. ingtmiosa. y sonora. frase de que el Rey reina ':1 no gobierna,




40 DisCURSO iN DEFENSA
pudiera acaso entretener y alucinar á los niños, pero no detener ni
fascinar un momento á los hombres que someten las palabras á las
amargas pruebas de la esperiencia. Sí, señores: el Rey reina y go-
bierna, y no puede menos de ser así.


llDetenido sin duda el St'. San Miguel, buscó salida á la dificul-
tad, diciéndonos que habia el peligro de que reinasen y gobernasen
los Reyes de talento; y como ejemplo citó á Cárlos V.


llEI argumento lleva á un absurdo, y por consiguiente no puede
ser buen argumento. Si se dice que en los gobiernos constituciona-
les el Rey debe reinar solo, y no gobernar; si se añade que en los
Reyes de talento hay el peligro de que hagan lo uno y lo otro, apo-
yados por su capacidad y por su genio; si se confiesa que este es un
mal para las naciones; y si, por último, se comparan, Ó, por mejor
decir, se equiparan los Regentes á los Reyes como aqui se hace, la
consecuencia natural seria, que lo que conviene á los pueblos es te-
ner Reyes y Regentes nulos é incapaces, cuya pintura no será por
cierto un atractivo para aspirar á esa elevacion; y yo no puedo ad-
mitir esa consecuencia, porque quiero en el Rey y en los Regentes
pensamiento, inteligencia, raciocinio y talento, puesto que al pensa-
miento, á la inteligencia, al raciocinio y al talento está confiada la
suerte y los destinos del mundo.


llMis citas históricas, señores, no establecen comparacion alguna,
ni la alusion más pequeña, porque yo profeso el principio de que
hasta el despotismo mismo puede profesarse y sostenerse de b:lena fé
si el déspota cree con sinceridad que es lo que más conviene á sus
pueblos. Y de aquí podrá inferirse el poeo valol' que yo doy á ese
grande ar'gumento de la conciencia. Para mí es siempre, general-
mente hablando, muy sospechoso; porque como el que me hace la
traduccion de lo que su interiorJe inspira es el mismo interesado en
disfrazar sus opiniones, me queda siempre la duda de si la traduc-
cion está ó no conforme con el original, cuyo lenguaje yo no entien-
do, porque es oculto y reservado.


)1 Mas aun prescindiendo de esto, no basta, señores, tener con-
ciencia de una cosa para justificarse; es necesario que esa conciencia
sea recta; que sea exacta; que esté fundada sobre la justicia, sobre
el interés público,




DE LA REGENCIA TRINA. 41
llRecuerdo que el mismo Robespierre, ese hombre abortado por


la fatalidad para ser el azote de su siglo y de su pals, decia con
muestras de suma candidez:' «Quitadme la conciencia, y soy el más
desventurado de los hombres. II Prueba segura de que su conciencia
le absolvia de los crímenes. Richelieu, ese hombre sagaz y astuto,
que decia de si propio que cuando se proponia llegar á un fin, mar-
chaba derechamente á él, oestruia todos los obstáculos que encon-
traba en el camino, y despues cubria los males que habia hecho
con sus ropas de Cardenal: preguntándole el confesor á la hora de
morir si perdonaba á sus enemigos, contestó con el mismo a.ire de
candor: «Yo no tengo otros que los etlemigos de mi patria.) Véase~
pues, lo que es la conciencia. Cuando no es ilustrada y recta, no es
otra cosa que fanatismo, ó delirio.


«Pero antes de dejar este punto quiero indicar una diferencia muy
notable que advierto en la conciencia de los hombres. Unos tienen
una conciencia sumamente amiga de la persona en quien reside, que
le aconseja siempre Jo más cómodo, lo más útil, lo menos espuesto,
lo más lucrativo. Otros pOI' el contrario, tienen una conciencia hostil
que les aconseja siempre lo más espuesto, 10 menos conveniente á su
persona"lo más arriesgado.


» Yo creo la sinceridad de esta última, porque su verdad descansa
sobre la c"ontradiccion de intereses y sobre la prueba del martirio, á
cuyo fin lleva muchas veces al que escucha sus consejos; no de cál-
culo, pero 'si de probidad y de firmeza.


llEnlaz3.da y como apoyo á la frase combatida de que el Rey reina
y no gobierna, presentan nuestros adversarios la responsabilidad mi·
nistel'ial: esta es otra ilusion que no debe fascinarlos entendimient?s
crédulos ó fáciles. ¿Cuándo ó en qué pais se ha hecho efectiva esa
responsabilidad tan decantada, y que se nos trae aqul como la me-
jor, como la única garantia?


)) Yo invito á cuantos me escuchan A que me señalen un solo caso
en que esa responsabilidad haya tenido justo, proporcional y cumpli-
do efecto. Me parece que oigo muy cerca de aquí que en Inglaterra
en tiempo de CArlos I. No, señores, no es exacto. No basta conocer
ni citar la historia á bulto y confusamente; es necesario penetrar su
espíritu, poseerse de su filosofía, conocer el enlace entre las causas y




4! DISCURSO EN DlFENSÁ
los efectos; de otro modo no pueden hacerse oportunas aplicaciones.
¿Fué juzgado, por ventura, Sfratford en tiempo de Cárlos 1 en virtud
de la ley de responsabilidad?


nNo, señores: él fué acusado, compareció: se defendió por es-
pacio de trece dias contra diez y siete de sus más encarnizados im-
pugnadores; abogó su causa con una fuerza de razon y de elocuencia
admirables; y fué absuelto en el corazon de todos, hasta tal punto que
el mismo Pitt, uno de sus mayores enemigos que quiso replicarle,
no acertó á hacer otra cosa que balbucear algunas frases incoheren-
tes que se perdieron en los murmullos de una reprobacion universal.
Entonces i;e acudió al medio de la omnipotencia parlamentaria, y fué
un verdadero asesinato á la sombra de ciertas formas lo que se eje-
cutó con aquel hombre, que en medio de sus defectos no estaba des-
provisto de virtudes y de cualidades -brillantes.


nY en Francia, pregunto yo ahora: ¿fueron juzgados por ventu-
ra, ó qué pena sufrieron los Ministros que irritaron la opinion y em-
pujaron los ánimos y las pasiones á un desenlace terrible? Perecieron
103 patriotas de 13. Constituyente; perecieron los de la legislath'a; pe-
recieron los de la Convencion, tanto de la. Montaña como de la Gi-
ronda; parecia que habia llegado el momento de que se cumpliera
aquel' dicho de que las revoluciones cuando se desbordan son como
Saturno que se tragaba á sus hijos; más en tanto los Ministros causa
y orígen primitivo de aquellas calamidades, pudieron escapar y pre-
senciar á distancia el horrible resultado de su obra.


n8e me dirá tambien que en el mismo país los Ministros fue-
ron juzgados desplles de la !'evolllcion del año 30. Pero yo pre-
guntaré: ¿fué acaso por hacerles sentir una pena, ó por ponedes á
cubierto de la que la justicia y la nacion reclamaban, pues de un lado á
otro de París se alzaba una voz uniforme pidiendo su cabeza? Si, se-
ñor~s, se trató solo de favorecedes. Se les sometió á un juicio; em-
pezaron á invocarse las doctrinas de la abolicion de la pena de muer-
te; un defensor dijo: «Vais á abrir una sima, y pensad que esa sima
no se llena con siete cabezas; 1) se les condenó al fin á reclusion. ¿Pero
qué pena era esta para unos hombres que habian hecho derramar
tanta y tan preciosa sangre en aquellos fres dias de conflicto; para
unos hombres que decian al vel' pasar los cañones dirigidos contra el




DB LA REGENCIA TRINA.. 43
pueblo: (ICargad y disparad sin piedad y sin compasion, que tan
buena es la sangría en el mes de julio corno en el de agosto,)) alu-
diendo á la horrorosa matanza de Saint-Barthelemy, del tiempo de
Cárlos IX y de Catalina de Médicis, su madre? ¿Se ha hecho por
ventura sentir la responsabilidad ministerial sobre algu~os de los Mi-
nistros de Fernando VII del año 20 al 25, que tal vez debieron so-
meterse á un juicio?


nYpara venir á tiempos más cercanos, ¿qué responsabilidad se ha
exigido hasta ahora á los Ministros de María Cri:;tina que tres veces
han comprometido la suerte del país conculcando todos los principios
y poniendo en conflicto todos los derechos y todos los intereses? No,
señores; desengañémonos de una vez; la responsabilidad ministerial
no ha existido nunca, ni existe, ni existirá en ninguna parte sino es-
crita. El Sr. A.lonso la comparó muy bien á la ilnsion de un niño que
cerca de una chimenea quisiera coger el humo con la mano, que
abriéndola despues halla no tener nada en ella.


))La comparacion fué feliz, pero todavía la quisiera yo más exac-
ta. Á mi me parectl que esa ilusion de responsabilidad ministerial se
asemeja muy bien á la necia credulidad de un niño que quisiera co-
ger la luna que viera reflejar sobre las cristalinas aguas, ó sobre el
cuerpo de un espejo, pues pronto encontraria que ni la luna estaba
allí, ni en sitio á donde pudiera alcanzar su débil brazo; pues que la
responsabilidad no está en la ley sino aparentemente, y en la region
elevada á donde podria dirigirse la vista, lejos de estar aquella, lo que
hay es el derecho de hacer gracia para cubrir con el escudo de la
impunidad á los Ministros prevaricadores.


nEsto es, señores, traer las cuestiones al terreno real, al terreno
práctico: que se nos responda. Yo quisiera poder en este momento
hacer con todos mis adversarios, con los que tanto han proclamado
sus ventajas en la discusion, lo que hicieron los enviados del pueblo
romano con A.ntloco: señalarle con una varita un círculo á su alre-
dedor, y decirle: lINo saldrás de ahí sin dar una respuesta categórica. »
Yo quisiera, repito, poder trazarles el mismo circulo, y decirles:
(1 responded satisfactoriamente á estas razones, ó confesaos vencidos.)


)Señores, la infancia en el derecho civil concluye á los siete años,
y nosotros llevamos ya más de sieto en pruebas infructuosas, en va-




44 DISCURSO EN tlEFENSA
nas esperiencias yen desengaños amargos. Ya es tiempo, por lo me-
nos, de que se nos crea adultos, y de que no se nos suponga tan ilusos
y tan crédulos, que nos podamos alimentar de palabras sin buscar
realidades y resultados.


»EI Sr. San Miguel hizo á seguida un argumento con el ejemplo
del Directorio en tiempo de la revotucion francesa, suponiendo que
aquel habia perecido por falta de inteligencia y acuerdo entre los di-
rectores, y que lo mismo sucederia entre nosotros si nombrásemos
tres Regentes.


En primel· lugar contestaré á S. S. que yo no admito su argu-
mento, porque no hay entre aquel caso· y el nuestro ningun punto
de contacto ni de semejanza. Allí se tratab3. de una república, pues
que república habia desde el tiempo de la Convencion: aquí se trata
de una monarquía constitucional. Alli se trataba de cinco directores;
nosotros tratamo~ solo de tres Regentes; no hay, pues, ninguna ana-
logía ni afinidad. Pero prescindiendo por un momento de esta consi-
deracion, ¿ignora el Sr. San Miguel, tan entendido en la historia, que
el Directorio ha sido el mejor gobierno que ha tenido la Francia?
¿Ignora que cuando se nombraron ¡os dÍl'ectores, el país estaba ex-
hausto, no tenia sino hambre y desolacion, no habia en él con qué
pagar los correos ni los generales, la guerra civil ardia principalmen-
te en la Vendeé, y el ejército habia sido batido en todas partes á la de-
fensiva? ¿Ignora que cuando los directores se reunieron en el Luxem-
burgo se encontraron solo una me~a, á la que le faltaba un"pié carco-
mido, seis sillas malas y un peor cuadernillo de papel, sobre el cual
consignaron la atrevida resolucion de hacer ft'ente á todos los obs-
táculos y de salvar la patria? ¿Y puede ignorar el Sr. San Miguel que.
a'1uellos hombres triunfaron de todas las dificultade.s, pues que á poco
tiempo renació la paz y la confianza, se sofocó la guerra civil, y el
ejército tuvo tantas victorias que hasta los ingleses tuvieron que pedir
con instancia la paz?


IlSe dirá tal vez que el Directorio tuvo su fin. Todo lo que existe
perece; y este es el sello miserable que la naturaleza ha estampado
sobre sus obras. Pero no ~on desconocidas las causas que prodlljeron
la caida del Directorio. Cayó porque los realistas tuvieron medio de
introducirse en las Cámaras ganando las elecciones del año 97; cayó




DE LA REGENCIA TRINA. 45
porque Barrax, hombre de todos los partidos, que habia sido primero
de la Montañil, despues director revolucionario contra los realistas,
despues director reaccionario contra los demócratas, s: hizo, por úl-
timo, directol' faccioso, entrando en combinaciones y arreglos con el
Pretendiente Luis XVIII; cayó por último el Directorio, pOl'que Bona-
parte, que tanto le habia protegido en el primer golpe de Estado, en-
viando sus tropas para que lo apoyasen al mando del general Auge-
reau, se volvió despues contra él, y vino á romper el nudo gordiano
con su espada, disolviendo no solo el Direnlorio, sino tambien el Con-
sejo de los Ancianos y de los Quinientos. ¿Tenemos nosotros acaso
ninguno de esos peligros? Ciertamente que no.


IlEI Sr. Gonzalez ha hecho un argumento muy semejante fundado
enel desacuerdo del Consulado de la revolucion francesa. Pero ¿puede
desconocer S. S. que el Consulado estaba herido de muerte, pues
que se debia al golpe de Estado que se acaba de indicar? ¿Desconoce
S. S. que el célebre Síeyes, ese hombee admirable, la mayor repu-
tacion de su época, de quien decian sus contempr)fáneos que hubiera
podido salir de su cabeza una Constitucion acabada y perfecta, como
supone la mitología que salió Minerva de la cabeza de Júpiter, for-
mó la mejor Constitucion que convenia ála Francia, y que Napoleon
la desechó sustituyéndole otra que era solo una Constitucion de ser-
vidumbre?


»DesiJe e) print;ipio, el primer cónsul fué DiclaDor, 1 eJ Sr. GOD-
zalez no me indicará la menor similitud entre aquellas circunstancias
y las nuestras.


nSe nos habla continuamente dela necesidad. Yo creo que esta idea
tiene dos acepciones. Sí se habla de la primera, si se nos dice que
nuestras relaciones con Roma no se hallan en el mejor estado; si se
añade que tenemos enemigos interiores y esteriores; si de todo se
concluye que la situacion es complicada y difícil, yo qomprenderia
bien la consecuencia de que para vadear tantos obstáculos se necesi-
'taba reunir tres 'hombres capaces 'i patri.otas; pero no comprenuo
absolutamente cómo se me dice que porque el caso es más árduo de-
ben ser menos los hombres que lo resuelvan; lo que equivale á decir-
nos que porque el peso es mayor se necesitan menos fuerzas para so-
brellevarlo.




46 DISCURSO EN DEFENSA
nSi se trata de otra especie de necesidad, yo me limitaré á hacer


una sola pregunta, porque me he propuesto ser muy circunspecto.
¿Esta necesid~d existia, ó se le ha hecho nacer? ¿Estaba creada, ó ha
habido un empeño tenaz y porfiado en crearla?


nA seguida se nos ha hablado, y no una vez sola, de la anarquia
que nos envolveria ciertamente si erigiésemos la Regencia trina. Se
nos hacen por todas partes terribles vaticinios: pero yo pl'egunto,
señores, ¿quién de nosotros, débiles y miserables mortales, quién
tendrá la necia presuncion de arrancar sus ~ecretos al porvenir?


)) Yo no creo que esa gran cadena en que se enlazan todos los es-
labones que forman los sucesos humanos esté tejida por la fatalidad;
pero si digo que nuestra vista es demasiado débil, demasiado mIope
para poder distinguirla, y qua hay muy poca ó ninguna relacion en-
trease gran sistema de leyes eternas é incomprensibles, y el hombre,
Imperceptible insecto que se agita y fluctúa en el Océano de la in-
mensidad. Pero bajando más á la cuestiono Muy en armonfa están las
ideas á que contesto con lo que sabemos que se ha dicho á varias
personas fuera de aqui para convertirlas á lareligion de la unidad,
que no obstante tiene todavía muchos incrédulos. Dirigiéndoles un
razonamiento entre enfático y patético, se les ha manifestado que se
les contaba en la unidad porque se les suponia incapaces de querer la
anarquía y el desórden, como si los que defendemos la trinidad tu-
viésemos otras mira~. No, señores; por más que la suspicacia ó la
maledicencia intenten atacarnos, de nosotros podrá decirse solo que
somos hombres de principios y no de circuastancias; podrá decirse
que preferimos como el roble rompemos contrastando el huraean á
doblarnos como la débil caña. Tenemos una creencia fundada y con-
soladora; con ella vivimos, y entre tanto dejamos el bautismo que se
nos quiera dar, no á la lengua detractora de nuestros enemigos, de
los cuales DO podríamos recibir nunca ni aun equidad, sino á lajusti-
cia del mundo que nunca falta á los hombres de bien.


))Pero, volviendo á hablar de la anarqula, yo veo, señores, que
este es un fantasma creado por la imagiuacion fecunda de nuestros ene·
migos para asociarlo como potencia aliada á los errores y á los abu-
sos que tratan de conservar. Nos presentamos en este sitio en el año
54 pidiendo la éonsignacion de derechos en una tabla fundamental.




DE LA REGENCIA TRINA. 47
llLa anarquía nos estaba observando, se nos decia, é iba á venir


en pos de aquella concesirln. Pedimos despues la abolicion de los ma-
yorazgos: la anarquía estaba al paño, y cOITlamos peligro de caer en
ella. Reclamamos despues la abolicion de los señoríos: tampoco se
podia porque los anarquistas iban á levantar la cabeza. En fin, seño-
res, no se ha tratado una sola vez de reformas útiles parael pueblo,
del remedio de sus males, sin que al instante se nos hayan pondera-
do todos los peligros, todos los azares de una situacion anárquica,
creando as! ese fantasma invisible que ha servido de muro entre el
celo de los diputados y la indiferencia del Gobierno.


ni Y en qué país, señol'es 1 ' se nos habla de anarquía! En otros
tiempos yen otras bocas pudieran pasar esas declamaciones, que no
son más que injurias y calumnias torpes contra la nacion más gene-
rosa y sensata. ¿Se olvida, por ventura, que de reciente ha estado
abandonada á si misma, sin pacto, porque se habia roto, sin Gobierno,
porque habia desaparecido, sin otro guia que la conciencia pública,
sin otro objeto que el principio de conservacion, y sin otro freno que
su sensatez proverbial? ¿Y qué ha sucedido? Todos lo hemos visto.


llNuestros enemigos más encamizados, los que nos habían hecho
beber hasta bs heces la copa de la amargura y del dolor, los que se
habian gozado en nuestra depresion y en nuestra miseria, lo temie-
ron todo de la venganza popular en el momento de nuestro triunfo.
Ocultáronse por lo pronto; pero muy luego se tranquilizaron; nos
hioieron sin duda más justicia que la qne despues hemos merecido á
nuestros propios amigos. Se presentaron por todas partes, se ofre-
cieron conlínuamente á nuestra vista, cruzaron sin cesar por nues-
tro lado, insultándonos todavía con su aire insolente y amenazador,
y nosotros ..... nada hicimos: volvimos la cara para 'no verlos, y
para que jamás nuestras manos se manchasen con la sangre de los
vencidos.


)) ¿Y por qué al paso que se habla con tanta seguridad de la anar-
quía, como consecuencia inevito.blc de la Regencia trina, no se dice
al menos que es siquiera posible que la única nos lleve al despotismo?


»Porque no se quiere presentar el cuadro por el anverso y por el
reverso; porque se quiere ofrecer solo por un lado; porque no se trata,
en una palabra, más que de aterrorizarnos, como pudiera hacerlo una




48 DISCURSO EN DEFENSA
nodriza con su niño contándole anécdotas de fantasmas, de vestiglos,
de apariciones, ó refiriéndole las novelas de la familia de Viedland,
de El Enano misterióso ó de La Sala entapizada de Sil' Walter Scott.


»Se nos dice además que volverá la guerra civil, y que nunca
acabará con la Regencia trina; y yo me creo en el caso y en el dere-
cho de pedir que esa proposicion se esplique, porque ha de contener
necesariamente ó un recelo, ó una amenaza. Recelo, si se supone que
estamos tan pobres de hombres que no tenemos tres á quienes confiar
los destinos de la patria, y que es condenarlos a la muerte el ponerlos
en SIlS manos. Amenaza, si se intenta significar que ese caudillo deno-
dado, que ese héroe, y yo no tengo dificultad en llamarle asi porque
digo siempre lo que siento, y ni el disimulo está nunca en mi corazon
ni la lisonja en mis labios; que ese héroe que ha cortado la cabeza á
la hidra en el tiempo de toda su fuerza y de todo su poder, no querrá,
si'ahora se disgusta, desenvainar su espada en defensa de la patria
en la hora del peligro. Yo rechazo ambas imputaciones, dirigidas
ya sea á los unos ó ya al otl'O. Hombres virtuosos y patriotas tene-
mos que pudieran desempeñar con provecho general la Regencia; otro
hombre singular y admirable conlamos tambien, y ese no puede fal-
tar jamás á la causa del pais que tambien ha seguido. Las pasiones
miserables no tienen cabida en su pecho, y los disgustos pasajeros y
pueriles no pueden hacer nunca sombra al sentimiento sublime de su
patriotismo. No lo creo 10 con menos vi.rl.udes ~ue el gran Cami\o,
que enojado con Roma y ofendido por ella acudió sin embargo á librar-
la cuando vió que los galos tenian en peligro el Capitolio.
))~l Sr. Gonzalez nos dijo tambien que la garantía no estaba en


las personas sino en los principios, y que cuando estos fueran ataca-
dos la nacion debia alzarse. Yo quiero más evitar con tiempo que re-
mediar un mal causado, y maldigo de la politica que ciega, insensata
ó delirante se entrega á la casualidad, librando todas sus esperanzas
en lo~ medios convulsivos.


))Pero hay un interés de la nacion enesiablecer la Regencia trina.
Si prevaleciera la única, el Regente nombrado no está libre de morir
ó de imposibilitarse.


nEntonces renacería la cuestion mísma que hoy nos ocupa, por-
que tan CórLes serian como nosotros las que en aquella época se en-




DE LA REGENCIA TRINA. 49
contrasen reunidas para decidir de nuevo si la Regencia habia de
ser de una, de tres ó de cinco personas; y pensemos, señores, en qué
terrible conflicto nos ha puesto esta cuestion para no querer esponer
á la patria al peligro de que pueda repetirse. En la Regencia trina,
por el contrario, cuando. ocurriese una vacante, no habrá que pensar
sino en el modo de llenarla sin llegar para nada á la cuestíon de nú-
mero, que es el grande escollo de que se necesita huir.


»Pero tambien media además el interés de la persona á quien to-
dos aludimos. Ccrlocado en la Regencia única tengamos por seguro
que su ascendiente se gastará y destruirá su prestigio, presentado
como punto único y en posicion tan elevada al choque de todas las
pasiones y de todos los intereses; poco á poco se irá desmoronando la
sólida base sobre que hoy reposa esa especie de entusiasmo mágico
que por él sentimos, y la indiferencia y el olvido pudieran muy bien
suceder á las espansiones nobles y á las demostraciones ardientes del
amor y de la gratitud.


lJPensemos, señores, lo que acaba de suceder con una Reina que
á sus muchas ventajas unia ese respeto ciego, esa veneracion, esa re-
ligion, por decirlo as!, que los pueblos sienten por las dinastías.
Acordémonos de que en un principio hicimos de esa Reina una divi-
nidad, y le consagramos un templo en nuestros pechos reconocidos:
acordémonos de que la hemos visto cruzar desde palacio hasta este
sitio sobre un camino de flores'derramadas de antemano por la mi-
licia ciudadana, para que un carro de triunfo se deslizase por este
embaldosado de rosas; y que despues de algun tiempo hemos visto á
esa misma Reina embarcarse para ir á buscar simpatías en una tierra
estraña, en medio de un imponente silencio, del silencio que, segun
Mirabeau, es la mejor leccion delosReyes, sin que en aquel momento
reso'nara Ulla sola voz, una sola aclamacion; sin que se oyera otro
ruido que el confuso y melancólico quejido de las olas que venian á
espirar sobre las arenas de la playa.


n y no atribuyamos esta mudanza á las causas que todos conoce·
mas; atribuyámosla muy bien al poder sucesivo del tiempo, que todo
10 ataca, que todo lo mina, que todo lo destruye, y más lo que se
presenta solo y aislado, porque es ya desde su orígen débil, inseguro
y. deleznable.


rOMO !l. 4




50 DISCURSO BN DEFENSA
))Ni se quiera suponer tampoco, llevando hasta lo infinito las ilu-


siones, que la naturaleza entera, cuya leyes la mudanza, se postra'rá
ante un hombre. No: los hombres pueden dominar á la fortuna, pero
no vencer nunca á la naturaleza. Acordémonos del capitan del siglo
que ha llenado con su fama todos los confines de la tierra. La fortu-
na, los triunfos y la gloria, estuvieron siempre obedientes á su voz:
quiso luchar con la naturaleza, y la naturaleza pasó con su carro por
encima de sus banderas y pisoteó sus laureles.


))Et Sr. Diez giró su discurso de una manerá muy contradictoria,
pues empezó recusando la historia, y á seguida empleó tres cuartos de
hora haciendo citas históricas que tomó desde el principio del reina-
do de Fernando VII. Poco feliz estuvo S. S., y yo le he oido más
sólido y más insinuante cuando ha defendido en respetables reunio-
nes la opinion que ahora impugna.


J)Dijo ante todo S. S., refiriéndose al tiempo que ha durado la
guerra civil, que las victorias como las derrotas han sido de Real ór-
den. Yo rechazo e~a imputacion á nomhre de todos los generales, á
nombre de todos los Ministros que haya podido haber en tan larga
época, porque necesario hubiera sido que todos ellos se convinieran en
la traicion; y no hay un español tan vil que se prostituya hasta ese
punto de iniquidad y de vergonzosa infamia. Defiendo, repito, y de-
fiendo con toda la eficacia que pueda, á los Ministros de todas las
épocas, aunque no fueran de mi color po![tico, aunque dos veces haya
tenido que dejar Madrid para sustraerme de sus persecuciones ó de
su venganza. Na,da importa. Ellos no están aquí, y yo debo darles un
apoyo, puesto que no pueden en esta ocasion defenderse.


nAñadió el Sr. Diez que sin el Convenio de Vergara el campa-
mento faccioso estaria hoy en la plazuela del Ángel. Ni yo, ni ningun
español que tenga fé en la causa que hemos defendido, en el general
que ha mandado las armas, y en el denodado ejército que ha susten-
tado la contienda podemos participar de la mezquina y cobarde idea
de S. S. Prez, honra y honor á los valientes cuya espada jamás ha
retrocedido en los combates.


JJEllos han dado hartos dids de gloria á la patria para que pudiera
olvidárseles. Una aureola de esplendor cubre la frente de nuestros
guerreros; y nosotros legaremos intacto el depósito de su reputacion




DE LA REGENCIA TRINA. 51
brillante como la mejor prenda para las generaciones venideras. Sin
el Convenio de Vergara, como con él, nosotros hubiéramos vencido,
porque defendíamos la causa de la Tazan, la causa de las ideas, la
causa de la justicia, la causa del siglo que marcha, y del espíritu
humano que se desarrolla. No estaría, no, el campamento faccioso
sin aquel Convenio en la plazuela del 1ngel, como ha supuesto el
Sr. Diez: lo que estarían, sí, serian sus banderas y sus inválidos en
Atocha, sí hubiéramos querido recoger las primeras como monumen-
to de nuestras glorias, y los segundos como prueba de nuestra hu-
manidad.


nCitónos el SI'. Diez al primer triunvil'ato y los decenviros de
Roma. Esas citas á nada conducen, como no se quiera por elIas esci-
tar el odioso l'ecuerdo de la usurpacion. César en el primer triunvi-
rato destruyó la libertad romana despues de la batalla de Farsalia; y


. los decenviros, sabido es que no tenian ninguna mision de Gobierno,
sino solo la de recoger las leyes de Grecia, y formar con ellas las de
las Doce Tablas.


nDíjose tambien aquí que en la Regencia trina podrian apoderar-
se de ella las facciones, y seguirse todas las calamidades de la Revolu-
cion francesa que se nos bosquejó con muy vivo colorido. Eso, seño-
res, jamás pudiera suceder, porque somos españoles y no vivimos
en los años 93 y siguientes. No, señores, dicho sea con orgullo do
nuestra nacion, de nuestra época; dicho sea en honra y justicia de
nuestros propios enemigos. Yo quiero pagarles aqui en este momen-
to solemne un tributo de sincera consideracioll y de reconocimiento.
Los que tantas veces hall luchado con nosotros en este sitio formando
nn campo aparte, han vencido algunas veces, han quedado dueños
por el número, han dispuesto del Gobierno. En sus mauos ha estado


. nuestra suerte. Habrá podido haber persecuciones; habrá podido
haber parciales venganzas, pero S1 se hau derramado lágrimas, no
ha corrido á lo menos sangre. Yo lo reconozco, y tengo un placer
en publicarlo; porque primel'O que hombre de partido soy español, y


. sobre todos mis sentimientos descuella siempre el de la nacionalidad.
DEI Sr. Luzuriaga nos habló de ingratitud, cuya idea han repe-


tido otros; y aunque ya está contestada, quiero decir dos palabras,
porque esto hiere mucho el corazon de los españoles, que no han




52 DISCURSO EN DEFENSA
sido nunca ni pérfidos ni ingratos. Yo en esta materia profeso una
opinion máS austera, y si se quiere singular. Creo que el hombre
desde que nace se debe todo á su patria, y que si por ella se sacrifica
no hace mas que pagarle una deuda de justicia: no entiendo, pues,
esa precisa é indis pensable obligacion de recompensarnos porque
nuestro deber hayamos cumplido.


)lEncuentro muchos ejemplos en qué fundar mi idea en la historia
de los pueblos antiguos, en que las costumbres eran más puras, y
los principios más respetados: veo en ella que el héroe que salvó"á la
Grecia en la batalla de Maraton no tuvo otra recompensa que el que
se le pintara en el cuadro que representaba aquella jornada á la ca-
beza de todos los guerreros, y en actitud de arengarIes. Recuerdo
tambien que habiendo reclamado un general antiguo, despues de un
señalado triunfo, una corona de oliva, se le~antó un soldado, y le
dijo: «Cuando tú solo hayas peleado y vencido, entonces te concede-
remos ese honor.))


)lEsta, por consiguiente, señores, es mi teoría general, y no se
crea que es una especie de estoicismo impracticable ó un desprendi-
miento afectado, no. En la línea insignificante en que vivo, alguna
vez, por mi posicion, he podido llenarme de cintas, de cruces y de
distinciones.


llJamáslle querido ninguna; y aun ahora poco que el Gobierno
ha concedido la cruz de Isabel la Católica al Ayuntamiento de Ma-
drid que lo fué en el año 40, yo, que tenia la honra de ser uno de
sus alcaldes, tampoco la he admitido; pero, ¿es verdad, volviendo al
argumento, que esa persona insigne á quien se alude tenga un dere-
cho á acusal' al país y á nosotros de ingratitud? No por cierto: él
posee todas las muestras de reconocimiento que puede dar una patria
agradecida; él cuenta con todas las señales más inequlvocas del apre-
cio y del amor nacional; él es hoy el prim~ro de los Ministros, el
primero de los Regentes: por el voto de nuestros adversarios en esta
cuestion, será Regente único; por el nuestro, Presidente de la Regen-
cia trina; él, por último, dispone de nuestros corazones, y esta es la me-
jor recompensa para el hombre que se sacrifica en ventajá de sus con-
ciudadanos: verse aplaudido yamado por ellos, y sentir que las lágri
mas del reconocimiento bañan con frecuencia sus manos triunfadoras.




DE LA REGENCIA TRINA. 53
nDejaré la mayor parte de los argumentos del Sr. Quinto para


contestarlos cuando lo haga á los del Sr. Sancho, con quien tengo
por necesidad que detenerme más tiempo. El Sr. Quinto dijo que
era lazo tendido á un hombre grande querer disminuir su poder.


))No es así ciertamente; queremos que ese poder se afirme, que
el prestigio que debe acompañarle no decaiga ni disminuya; quere-
mos que ese poder no se pierda ó debilite en su misma estension; y
si yo fuera enemigo de la persona á quien se alude; si fuera capaz de
abrigar en toda mi vida por un instante solo un pensamiento de ven-
ganza , nombraria Regente único al que se indica, seguro de que era
el medio mejor de socavar su reputacion y su ascendiente, ahora colo-
sal y universalmente reconocido.


llEI Sr. Quinto, haciéndonos la descripcion del viaje de esa per-
sona, y de las grandes demostraciones que habia recibido por todas
partes, quiso realzar la idea á nuestra vista, y no hizo otra cosa que
rebajarla.


llNos dijo que esa persona habia recibido los honores de la ova-
don; pero el Sr. Quinto debe sabOl', como tan entendido en las his-
torias de los pueblos célebres, y habrá leido sin duda en los Anales
de Tácito yen otros varios autores, que el triunfo de ovacion era el
más pequeño, el más insignificante, el que se concedia por empresas
fáciles y de niogun riesgo; y si registra el Dicdonario de nuestra
lengua hallará tambien que la ovacion suponia solo triunfos en que
no se hubiera derramado sangre, y que se realizaba entrando el triun-
fador á pié ó á caballo, y sacrificando una oveja, en tanto que por
los triunfos mayores entraba en una carroza y sacrificaba un toro á
los dioses. Paso ahora á contestar al Sr. Sancho.


»Notable me pareció, sobre todo, el principio y el fin del discurso
de S. S. Empezó diciéndonos que rechazaba todos los argumentos


hisl6ríoosf porque para que algo probasen era necesario que los
tiempos, que las circunstancias, que los hombres, que sus hábitos y
costumbres fueran idénticos, lo que es de todo punto imposible.
Hasta aquí estoy yo conforme con el Sr. Sancho; pero pasando S. S.
á probar que la opioion de la Regencia única es de consentimiento
universal como pudieran sostener!o los teólogos de la existencia de
Dios, empezó á citarnos hechos históricos, llevándonos primero á la




54 DISCURSO EN DEFENSA
Constitucion de la Constituyente del año 91, despues á la del Impe-
rio, luego á la de Bélgica, luego á la de Portugal; y no teniendo
luego más ejemplo que alegar en este mundo, se fué al otro para
traer tambien á juego la Constitucion del imperio del Brasil. De
modo que el Sr. Sancho, que empezó diciendo que no admitía la
autoridad de los hechos, vino despues á apelar casi esclush'amente
á ella.


1) Una consideracion se ofrece ante todo. Si estos ejemplos son tan
terminantes como los supone el Sr. Sancho en favor de la Regencia
única; si todos ellos existían cuando se formó nuestra ConstiLucion
de 1837; y si de consenti!lliento universal son Lodas esas ponderadas
escelencias de la Regencia única, ¿por qué el Sr. Sancho, uno de
los padres de nuestra ley fundamental, dió cabida en su artículo á
la Regencia de tres ó cinco personas? Esto no se esplica; pero pa-
semos adelante, y encontraremos que en el inmenso cúmulo de citas
que se nos hacen, ó dan lugar á deducciones poco fal'ol'ables á la
opinion del Sr. Sancho, ó son absolutamente falsas. Voy á demos-
trarlo.


llCitÓ ante todo el Sr. Sancho la Constitucion de la Constituyente
de los años 89, 90 Y 91, pues los tres periodos abrazó la mision de
aquel respetable Cuerpo: consignaba, es verdad, un solo Regente,
pero véase la causa. En la seccion 2. a, artículo 1.°, núm, 4, 0, dice:
«(El Cuerpo legislativo no podrá elegir el Regente;)) y en el 5.°, 6.°,
7. ° y 8.°, añade: «Los electores.. de cada distrito se reunirán y elegi-
rán un ciudadano que vote el Regente, cuya eleccion será hecha en
escrutinio individual y á pluralidad absoluta de votos.)) Aquí está
esplicado el secreto de aquella Regencia única. El Cuerpo acaso más
sabio que ha tenido la Francia, que hizo una admirable y pacífica
revolucion de principios en solos dos años, creyó que el nombramien-
to de Regencia tocaba á lodos los ciudadanos, y verificándolo así
poco peligro habria de equivocar la eleccion, y por consiguiente me-
nos garantía se necesitaba buscar en el número.


»)Pero de aquí deduzco yo otra refiexion importante aplicada á
0(1'0 de los estremos más debatidos en esta discusion, á saber: que
si todos los ciudadanos creyó la Constituyente que debían tener parte
en el nombramiento de la Regencia; si miró este acto como tan pro-




DE LA REGENCIA TRINA. 55
pío, como tan inseparable de los electores, razon será que la voluntad
de estos sea respetada en el caso actual, y que cuando se habla aquí
de programas y de mandatos imperativos, cosa para mi incomprensi-
ble, pues que los mandatos todos son imperativos, porque el que man-
da impera; cuando se habla, digo, de esos mandatos y de esos pro-
gramas, los pueblos deben ser satisfechos en sus deseos, y cumplida
religiosamente la palabra que se les haya empeñado. El que despues
de un maduro exámen no la encuentre conciliable con su conciencia,
abierto tiene el decorosd camino de la renuncia. Veamos ahora lo
que dispone la Constitucion del Imperio, citada tambien por el señor
Sancho.


nEs el senadoconsulto orgánico del 28 floreal del año 12 que
corresponde al 18 de Mayo de 1801. El arlo 27 dice así: «El negen-
te no propone ningun proyecto de ley ni senadoconsulto, no adopta
ningun reglamento de administracion pública sin haber tomado el
parecer ó dictámen del Consejo de Regencia, compuesto de los gran-
des títulos del Imperio. No puede tampoco declamr la guerra ni
firmar la paz, ni tratados de alianza ó comercio, sino habiendo antes
deliberado en el Consejo de Regencia, cuyos miembros tienen para
este caso voz deliberativa.» Pudiéramos no admitir el argumento que
se nos hace con esta Coristitucion, porque era una Constitucion de
usurpacion, de servidumbre; pero concediéndolo por un momento,
no se ve aquí en el Consejo de Regencia, á cuya consulta se sujeta-
ban todoe; los actos del único Regente, la causa y la seguridad con
que pudo establecerse, ¿tenemos nosotros por ventura este recurso?
y no se crea que el Consejo de Regencia en el Imperio era el mismo
que el de Ministros; porque más adelante se dice en el lugar ci-
tado: «El Ministro de Relaciones esteriores tiene asiento en el Con-
sejo de Regencia, cuando este Consejo delibera sobre negocios rela-
tivos á su departamento.)) Pasemos ahora á comprobar la falsedad
de las citas.


»EI Sr. Sancho nos señaló en apoyo de la Regencia única el ar-
tículo 92 de la Constitucion portuguesa de 1826, que dice así:. «Du-
rante la menor edad del Rey gobernará el reino una Regencia que
pertenecerá al pariente más próximo, segun el órden de sucesion,
siendo mayor de veinticinco años.»




56 DlSCURSO EN DEFENSA
ll¿Pero es este por ventura nuestro caso? ¿Tratamos de elegir


pariente de la Reina, ó vamos á hacer el nombramiento entre estra-
ños? ¿Y qué dispone para este último esa misma Constitucion portu-
guesa? Bien claro lo dice el inmediato arto 93, que no ha visto ó no
ha querido ver el Sr. Sancho. «Si el Rey, dice, no tuviere ningun
pariente que reuna estas cualidades, gobernará el reino una Regencia
permanente nombrada por las Córtes generales y compuesta de tres in-
dividuos, siendo el presidente de ella el más anciano.)) Si el Sr. San-
cho creyó que se nos escaparia el advertir la inexactitud de su cita,
se ha llevado chasco; y yo estraño mucho que se haya escapado esta
observacion al genio escudriñador del Sr. Caballero.


»Contrayéndonos, por último, á la Constitucion del Imperio del
Brasil de 1824, encontr~remos que dice en su arto 122: «Durante
la menor edad del Emperador gobernará el Imperio una Regencia,
la cual corresponderá al pariente más próximo, segun el órden de
sucesion, con tal que sea mayor de veinticinco años.» La idea es la
misma que la de la Constitucion portuguesa, porque todos sabemos
que en el árbol genealógico de las Constituciones, estas dos son pa-
rientas muy inmediatas. Este articulo habla del caso de elegir entre
los parientes del Rey, del cual distamos nosotros inmensamente.
Pero ¿qué se dispone respecto al nombramiento entre estraños, que
es la cirl}Unstancia que ahora nos ocupa? El art. 123 nos lo dice.
«Si el Empeador, añade, no tuviese pariente alguno que reuna estas
cualidades, gobernará el Imperio una Regencia permanente nombra-
da por la Asamblea general, y compuesta de tres miembros, el más
anciano de los cuales será Presidente.) El Sr. Sancho tampoco ha
. reparado en este artículo, y si lo ha visto, ha tenido por conveniente
callarlo, rechazando aquel dicho antiguo de que «(al buen callar lla-
man Sancho.))


llAñadió despues S. S. que estaba por la Regencia de uno, por-
que así lo exige el interés de la Constitucion y de la monarquía: con-
secuencia natural que sacará cualquiera: luego la Constitucion de
1837 es opuesta al interés de la monarquía y al de ella misma, pues
que permite elegir tres, y hasta cinco Regentes. El Sr. Sancho ha
dicho que la Regencia múltiple será un mónstrllo: consecuencia que
sacará cualquiera con el mismo fundamento: luego la Constitucion




DE LA REGENCIA TRINA. 57
que le autoriza es un mónstruo. No es culpa nuestra por cierto que
el Sr. Sancho, que es uno de los padres y autores de aquella Cons-
titucion , ponga ahora á su hija un nombre tan odioso en la pila del
nuevo bautismo.


l) Añadió el Sr. Sancho que él no era de los que se jugaban el
todo por el todo, y esta fué una alusion directa á mi persona. Pero
es de notar, y buen testigo el Congreso, que, lejos de decir yo la es-
presion que se me atribuye defendiendo á la comision de que era
parte, en su dictámen sobre el modo de proceder en el nombramiento
de Regencia, dije y repeti varias veces lo contrario, á saber: que en
aquel negocio grave y de tan trascendentales consecuencias, la co-
mision no creia que por invocar y sostener ciertos principios debie-
ra jugarse el todo por el todo, en lo que veia sumo peligro.


¡)Si el Sr. Sancho, por la vivacidad de su carácter y por su na-
tural impaciente, no puede estar nunca un cuarto de hora en el ban-
co ; si entra .y sale con frecuencia, y si en sus entradas y salidas no
puede coger sino frases sueltas, ó tal vez palabras aisladas de un
discurso, triste es para mi haber de entrar en estas esplicaciones,
para que despl'les no forme, segun mejor le parezca, el discurso ó
fantasma que se proponga combatir.


llDijo despues S. S. que la guarda de la Libertad son las Córtes.
y yo le pregunto: y la guarda de las Córtes, ¿quién es? La preroga-
tiva de la Corona de disolverlas cuando le acomode.


llAñadió S. S. que en el mes de Setiembre mostró la persona á
quien aludimos no tener ambicion , porque en vez de ceder á la pa-
sion populal', que le hubiera allanado todos los caminos, se opuso
vigorosamente á la propuesta que se le hizo de convocar Córtes Cons-
tituyentes, y abolir de todo punto el Senado Esta imputacion es del
mismo inodo absolutamente falsa.


))EI Congreso va á oir las bases que la Junta gubernativa de Ma-
drid y su Ayuntamiento constitucional propusieron al personaje
ilustr~ de quien se trata (las leyó). ¿Dónde está, pues, la demanda,
ni la más remota indicacion de que se convocáran Córtes Constitu-
yentes, que hubiera equivalido á pedir la nulidad ó la reforma de la
Constitucion que existe? Si se pidió como acaba de oir el Congreso
que el Senado se reemplazára en su totalidad de nuevo, por el fun-




58 DISCURSO EN DElIENSA
dado motivo de teorla política que en la base se espresa, ¿Ara esto
por ventura solicitar que desapareciese como Cucepo ó como institu-
cíon? El Congreso puede conocer bien la verdad que hay en las supo-
siciones del Sr. Sancho.


llNo lo estrañará, sin embargo, porque ha oido que el mismo se-
ñor nos ha dicho que no puede tener noticias muy exactas, porque
en nada se mezcló en los acontecimientos de Setiembre, y que se li-
mitó á pedir al cielo nos diese buena fortuna á los que nos habíamos
comprometido en aquel lance, arrojando nuestras cabezas al medio de
la calle. Nosotl'os agradecemos mucho al Sr. Sancho su buen deseo
y sus fervorosas oraciones; pero le hubiéramos agradecido más que
se hubiese puesto á nuestro lado prestándonos el poderoso apoyo de
su talento, de su palabra y de su espada.


nDijo á seguida el Sr. Sancho que la unidad de la Regencia es
un axioma, que como tal no puede demostrarse. Tampoco soy enesta
parte de la opinion de S. S.; pues segun la de los mejores ideólogos,
hasta los axiomas se demuestran, y aunque sea un axioma que dos
y dos hacen cuatro, seguro es que ninguno podrá formar esa idea
sin conocer primero el valor de la unidad cuatro veces repetida.


))Añadió S. S. que quiere conservar las tradiciones monárquicas,
y que cuando llegue el caso sea insensible el tránsito de la Regencia
á la monarqula. Nosotros queremos lo propio. Peroaqu! unióel señor
Sancho el argumento tantas veces repetido de union y de fuerza; y
cabalmente esa es la principal ventaja que á mi modo de ver tiene la
Regencia trina sobre la única. Ella tendria sobre su cabeza una per-
sona que goza de las simpatías del ejército, y ef:ta tendria por com-
pañeros otros dos hombres que gozan de la opinion del pais y de los
Cuerpos colegisladores. ¿Qué union puede haber más intima ni qué
fuerza más respetable que la del ejército, el poder legislativo y el
ejecutivo? Este seria un nudo indisol~ble. Por el contrario, con la
Regencia única gran riesgo se corre de que esta union y uniformidad
se vean alteradas.


llNo seré yo por cierto la causa; porque desde ahora digo para
siempre que mi camino está trazado. Bien se- componga la Regencia
de una, tres, ó cinco personas, si nombra buen Ministerio y marcha
constitucionalmente, yo la apoyaré, á su lado me tendrá siempre en




DE LA REGENCIA TRINA. 59
este sitio para defender sus actos. Pero, compóngase de tres perso-
nas, ó de una 6 de cinco, si nombra mal Ministerio y marcha en per-
juicio de los intereses del país que aquí representamos, yo la ataca-
ré ,con toda la energía que pueda. Pero no se trata de un hombre in-
significante ni de su pobre deseo.


))Ello es que triunfando la Regencia única pudiera encontrar por
más ó menos fundadas prevenciones, por actos mejor Ó peor inter-
pretados, un obstáculo en el desacuerdo del Congreso. Necesitaria,
pues, disolverlo, y' yo me detengo ante este 'porvenir opaco, porque
no alcanzo ni quiero calcular las terribles consecuencias que da ese
paso pudieran sobrevenir.


))Ha añadido el Sr. Sancho que no se saben nuestros candidatos,
que ha corrido una lista hasta de veinticinco, y que podríamos es-
tenderla mucho más, puesto que parece no necesitamos antecedentes
gloriosos ni servicios recientes. Esta suposicion es tan vaga yequi-
vocada corIlo las anteriores. Antecedentes y sel'viciosqueremos; pero
no creemos que sea uno solo el camino que conduzca á la inmortali-
dad y á la gloria. A esto contestaré más adelante.


))Concluyó por último el Sr. Sancho diciéndonos que vence sin
drrda la Regencia única, y que el resultado nos desengañará. Á esto
contestaré que acaso no disto yo de esa misma opinion, y le añadiré
que en mi particular me alegro, porque en esta cuestíon, á mi modo
de ver, quíen gana píerde.


)) Diré por último al Sr. Sancho que su profecía no podria nunca
alterar mi conviccion, porque en una tempestad querría siempre más
bien salvarme solo que naufragar con muchos.


)) Tengo ahora que hacerme carg'o de una espresíon escapada, sin
duda en el calor del momento, á mi amigo el Sr. Gonzalez Drabo.
Dijo S. S. que Napoleon tuvo algun derecho para sobreponerse á la
época, concebir un pensamiento político y ejecutarlo. En eso no con-
vendré yo nunca, porque no reconozco más derecho en los hombres
que el que le dan los pueblos á que pertenecen. Yo admiro á Napo-
lean como guerrero; como el vencedor de Austerlítz, de Marengo y
de Jena; como el hombre cuyos talentos militares admiraron al mun-
do, particularmente en su reaparicion despues del destierro; pero
como político, yo no puedo mirarlo de otro modo que como un mise~




60 DISCURSO EN DEFENSA
rabIe discfpulo de Maquiavelo. No puedo pasar nunca por delante de
la sombra dc un hombre grande sin inclinarme; pero no doy jamás
un testimonio de aprobacion contra lo que ofende los derechos de los
pueblos, ni saludo con el nombre de /¡éroe al que en politica es un
tirano.


I)Los argumentos del Sr. Domenech descansan en su mayor par-
te sobre la confusion entre el carácter de los Regen~es y la índole de
la Corona, y por lo tanto no tengo que hacer otra cosa para rebatir-
los que referirme á las doctrinas que antes he sentado. Paso ahora
á contraerme muy ligeramente al discurso del Sr. Olózaga.


I)S. S. nos ha dicho que los Reyes en sus testamentos han nom-
brado siempre la Regencia múltiple. La observacion es exacta en lo
comun; pero nada prueba, porque á su lado corre otra esperiencia
histórica; á saber: que cuando los Reyes han nombl'ado en su testa-
mento Regencias únicas, los pueblos se han apresurado á elegir Co-
regentes que compartiesen la autoridad con el Regente testamentario.
¿Y qué quiere decir uno y otro? Naturalmente nos revela un pensa-
miento favorable á nuestra opinion, á saber: que así los Reyes cuando
han mirado con interés la suerte de sus hijos, como los pueblos
cuando han querido acudir con su prevision á la indiscreta confianza
de los Monarcas, han buscado garantías en la Regencia múltiple,
porque unos y otros en medio de la oposicion de intereses han reco-
nocido igualmente que la Regencia única no les prestaba.


nHa añadído el Sr. Olúzaga que en el pensamiento de Setiembre
no estaba la Regencia trina, porque entonces solo se trataba de po-
ner Coregentes á la Reina. Coregentes es mas de uno; nació esta idea
y este deseo del desengaño amargo que había dado la Regencia única;
y vea el Sr. Olózaga cómo por mas vueltas y traducciones que quie-
ran darse al pensamiento de nuestra última revoluCÍon siempre sig-
nifica lo mismo, porque no tiene mas que un sentido ni admite mas
que una espresion.


((El Sr. Olózaga ha llamado nuestra atencion acerca de los graves
sucesos que ha pI'oducido la idea de poner Coregentes á Cristina, y
muy delicadamente nos ha inducido á pensar tambien qué conse-
cuencia9 pudiera traernos en el dia el pensamiento de la: Regencia
múltiple. Para mí esta consideracion no tiene fuerza alguna, porque




DE LA REGENCIA TRINA. 61
no veo el menor punto de contacto entre personas y personas, entre
tíempos y tiempos, entre circunstancias y circunstancias, y así el
raciocinio es por falta de idéntidad entre los estremos comparados.


)}Voy ¡¡hora, señores, á decir dos palabras contrayéndome á lo que
produce la historia para satisfacer con ello á un argumento que se
ha presentado como muy poderoso.


llD. Enrique 1 de Castilla quedó bajo la tutela y Regencia de su
madre Doña Leonor, por cuya pronta muerte pasó á Doña Beren-
guela. ¿Y qué hizo esta? Confiar la Regencia á los Laras, que dieron
la direccion al mayor de los hermanos.


II Véase unaRegencía única en su origen, convertida muy pronto
en múltiple. Se me dirá que D. Fernando IV estuvo bajo la tutela y
Regencia de Doña María de Molina; pero se )e discernió porque era
su madre, y estos lazos de la naturaleza son más poderosos y respeta-
bles que todos los otros. Cuando entró D. Alfonso XI, el Bravo, lla-
mado á la Corona, no habia disposicion tomada por su padre, que no
habia hecho testamento, ni tampoco en los códigos, porque aunque
ya corrian las Partidas, carecian de fuerza legal, y solo tenian la
moral entre losjuriconsultos. ¿Y qué sucedió? Se reunieron las Córtes
de Palencia, la cuestion era entre la madre y la abuela, y entre los
infantes D. Juan y D. Pedro. Acordóse, por último, que estos dos
tuvieran la Regencia; y té aqul otro ejemplo contrario á la unidad
que se sancionó en las Córtes de Búrgos de 1515. D. Juan II estuvo
igualmente bajo la tutela y Regencia de su madre, y del infante Don
Fernando, su tio.


)}Doña Juana la Beltraneja tuvo por Regentes al Cardenal de Es-
paña yal marqués de VíIlena. Si examinamos la historia de Navarra,
hallaremos desde el siglo IX que Sancho Garcia Abarca tuvo varios
tutores y Regentes á la vez; y si por último venimos á sucesos mas
recientes encontraremos que Cárlos II estuvo bajo la direccion de Sil
madre y de seis Coregentes, que con ella partieron la autoridad. He
citado estos dos ejemplos para contestar al argumento de imposibi-
lidad de la Regencia múltiple que tantas veces se nos ha presentado.
La mejor prueba de que puede existir es demostrar, como acabo de
hacerlo, que de hecho ha existido.


»Voy á concluir, señores, porque ya es muy adelantada la hora,




62 DisCURSO EN DEFENSA
y yo no puedo mas con el cansancio y con la fatiga. Se nos presa-
gian males para el porvenir: yo ~ambien los veo, cualquiera que sea
la Regencia que se nombre. ¡Y pi egue al cielo que me equivoque!
Pero en ese cielo nebuloso veo toda vía puntos de claridad y de espe-
ranza. Sea ese genio amigo que parece proteger la libertad del mun-
do; sea otro genio más eficaz y más poderoso, que protege y escuda
la libertad de nuestro suelo; ello es que nuestros sucesos se desenla-
zan siempre de una manera sorprendente, y que cuando en medio de
la borrasca vemos el escollo en que parece va á estrellarse la nave
del Estado, ese mismo escollo se convierte en roca de asilo donde se
fija con regularidad la planta del angustiado náufrago. Y no se crea,
señores, que yo lo atribuyo á un destino que la mitología pinla ciego
y caprichoso.


»Este secreto tiene su esplicacion, y esta esplicacion es que al
fin todos somos españoles, que todos tenemos algunos titulas á la
confianza de nuestros comitentes, y que les hemos dado el derecho de
esperar que en una ocasion dada haremos abnegacion de nuestras
opiniones, de nuestros afectos y hasta de nuestras pasiones nobles y
generosas, si con pasiones nobles y generosas pudieran alguna vez
comprometerse los destinos del país. Y aquí recuerdo, señores, que
muchas veces se ha apostrofado en estos días á esas lápidas, dicién-
donos que lbs manes de los héroes cuyos nombres tienen inscrito
nos predicaban desde el silencio de su sepulcro lecciones de patrio-
tismo y de virlud.


¡)No es este pensamiento el que á. mí mas me ocupa: yo pienso,
sr, y deseo que piensen todos los Sres. Diputados, que todavía hay
ahi una lápida vacia, una lápida sin nombre que parece reclamar un
m~rtir, y que dichoso de entre nosotros el que logre ser inscrito en
ella por la mano de la inmortalidad.


II y qué, seflores, ¿tanta es la diferencia, tanta es la distancia que
nos ha separado en tan pocos dias para que no podamos avenirnos?
No lo veo yo asi; y presentaré mi idea para que, aunque nada consiga,
logre al menos < que nuestros corazones, como la discusion, reflejen
á la vista del público.


llNosotros queremos tresReg entes. Hace pocas noches que empe ...
zamos á ocuparnos de personas, porque no eran la ambician y el




DE LA REGENCrA TRINA.' 63
cálculo los que dirigian nuestras miras, y solo tratába,mos de salvar
el principio.


Convenimos por unanimidad, por aclamacion, en que fuese pre-
sidente de la Regencia trina, si esta triunfa,' esa persona ilustre en
quien tienen puestos los ojos los que defienden la unidad. Le agrega-
mos otros dos hombres de reputacion tan esclarecida como justa-
mente ganada en las vicisitudes y sinsabores de una vida consagrada
á la patria, ó consumida en la lóbrega mansion de los calabozos, ó en
el triste suelo de la emigracion por haber defendido ardientemente la
libertad. Es decir, presentamos dos hombres que tienen sobre sus
creencias ]a palma del martirio que han sufrido en dos épocas dis-
tintas de su azarosa existencia.


))Convenimos, pues, con nuestros adversarios en poner al frente
de nuestra Regencia la misma persona que ellos quieren para la suya;
y solo deseamos que admitan dos compañeros que á ella mas que á
nadie han de ser le proyechosos. ¿Y qué se nos responde? Se nos dice
con desden: «6 todo, ó nada.)) Mas piénsese, señores, en que esa pa-
labra es dem asiado arrogante; piénsese en que cierra la puerta á torlo
género de concilLcion; piénsese en que es hasta fatídica; porque
esa palabra se pronunció al principio de la Revolucion francesa,
como lema de un escrito por la mal aconsejada aristocracia; se con-
virtió en toque de llamada y de ataque, cuyos últimos ecos fueron á
confundirse con el érugido horriLle de las guillo~nas, con los sollozos
de las v[ctímas, con los llantos de sus familias, y con el tétrico su-
surro de los cÍ preses que doblegaba el viento sobre los inmensos ce-
menterios en que se convirtió París y la Francia entera. No quera-
mos, señores, parodiar aquella escena, que dobe ser para nosotros
punto de saludable escarmiento.


))Acaso se dirá que he sostenido con demasiado calor mis opinio-
nes. Yo no sé defender de otra manera. Cuando concibo una opinion,
cuando me encariño con una idea, con una esperanza ó con un afec-
to, conmigo viven y mneren, porque po sé olvidar ni cambiar. Me
importa poco que tengan en los demás mejor ó peor acogida; yo
sig'o del mismo modo~ tributándoles en mi corazon un ?ulto secreto
pero profundo, con todo el ardor del convencimiento, y con toda la
fuerza de la constancia.




64 DISCURSO EN DEFENSA D~ LA J;lEGENCiA TRINA.
»No creo al menos que se me pueda tachar de haber rebasado en


lo más mínimo la línea de la circunspeccion y de la prudencia. He
recorrido el campo de las teorías, he analizado, he combatido los ar-
gumentos, porque he creido que en esta polémica y en este exámen
no habia peligro alguno, y tenia interés y utilidad el pa.ís .


»He creido que debía seguir el consejo de Horado; «Est quadam
prod2're tenus, si non datur ultra)) que ha traducido Búrgos,


«Si ir más allá se veJa,
L1éguese al menos, pues, donde se pueda.»


llAhora solo me resta, señores, poner mi voto en la urna en que
va á decidirse la suerte de la patria.))




EL CONDE DE LAS NAVAS.


Si solo ocupasen un lugar en nuestra galería los ver-
daderos oradores, los políticos que por la lozanía de su
imaginacion, la profundidad de su talento 'ó la elevacion
de su palabra han brillado en los parlamentos españoles,
y pueden presentarse en su género como modelos de ora-
toria, ciertamente no figuraria en nuestra obra el famoso
procurador salamanquino, cuyo nombre va al frente de
esta biografía.


En. realidad, el conde de las Navas no era orador; no
poseía ninguna de esas cualidades estraordinarias, de esas
dotes especiales á propósito para brillar en un congreso;
pero tambien es cierto que ningun orador contemporáneo
ha ejercido con sus discursos más influencia entre las
turbas que el conde de las Navas.


Ni el mismo Lope% con sus patrióticas peroraciones,
con sus arranques de oratoria tribunicia hacia más efecto
que él entre las masas revolucionarias.


y era que el conde de las Navas, revolucionario de
intencion, hombre de accion más que de teoría, político
organizador y práctico, hablaba al pueblo en su lenguaje,
se confundia con él en sus alegrías ó sus desgracias, ata-
caba al poder con la rudeza y temeridad con que lo ataca-


TOMO 11.




66 EL CONDE DE LAS NAVAS.
siempre el pueblo, y quería que la revolucion obrase en
vez de detenerse en su carrera, estasiada por el canto se-
ductor de los revolucionarios\ idealistas que embelesaban
sus oidos con los mágicos nombres ele libertad, franqui-
cias y derechos.


El conde de las Navas queria llegar al fin de la re-
volucion por el camino más corto, y apelaba á los hechos
desentendiéndose de las palabras. Por eso, mientras los
procuradores más exaltados predicaban la revolucion, la
organizaba él en los clubs, y peroraba en los cafés, ver-
tiendo en la muchedumbre, no frases galanas y escogidas
corno Lope% en el Estamento, sino ideas desorganizado-
ras, principios trastornadores, consejos revolucionarios.


Más avanzado aún que lo~ jefes de la fraccion radical
del Estamento, Argüelles, Lopez y Caballero, mien-
tras estos con cierta prudencia consignaron como bases
constitucionales algunos derechos políticos, el conde de
las Navas, con disgusto de los ministros, proclamaba el
primero desde la tribuna el dogma de la soberanía nacio-
nal, como base y síntesis de todas las franquicias popula-
res que reclamaban del poder sus compañeros.


({Hay un principio inconcuso, decia, que no se ha
»)querido pronuncia.r aquí con su verdadero nombre; este
»principio es que la soberanía, reside en la nacían. Las
»naciones tienen el derecho de hacerse mandar ó gobernar
»por quien quieran, y con las condiciones que quieran.»)


La energía de su estilo, la osadía de sus proposicio-
nes' la temeridad y perseverancia de 'sus ataques al go-
bierno, le adquirieron desde un principio inmenso presti-
gio entre las masas. Fué el único procurador, el único
diputado que habló siempre desde la tribuna, y realmente
aquel era el sitio más á propósito para hacer efecto.


Su misma figura contribuia no poco al éxito que




EL CONDE DE LAS NAVAS. 67


producian sus peroraciones. De rostro atezado, nariz agui-
leña, ojos vivos y amenazadores, talla elevada y gentil
continente, parecia un busto griego.


Encaramado en la tribuna, dominaba á su auditorio,
si no por la brillantez de la frase y la elevacion del con-
cepto, por lo atrevido de la mirada, lo desembarazado de
los ademanes, y la estraordinaria serenidad con que pe-
roraba.


Eco fiel y destemplado el conde de las Navas de to-
dos los rumores del vulgo, de todas las quejas de los des-
contentos, no habia sesion que no interpelase al ministe-
rio, acusándole de arbitrario y enemigo de la libertad.


Ya dirigia una catilinaria al ministro de la Guerra por
el castigo impuesto á varios sargentos; ya acusaba al de
Hacienda porque no colocaba á un emigrado; ya apostro-
faba dura y violentamente al gobierno porque no encau-
saba al prócer D. Javier de Búrgos, contra quien lanza-
ba desde la tribuna en la ses ion del 24 de setiembre 'una
tremenda acusacion sobre agios y dilapidaciones en el
ramoso empréstito de Guebhard; acusacion que produjo
l espulsion de Búrgos de la Cámara alta, de cuya in-
usticia , decia el ilustre prócer; al saber la revolucion


de la Granja, que el sargento Carda le había vengado.
y no era solo en discusiones insignificantes donde to-


maba parte el apasionado y fogoso procurador, sino que
en los debates más solemnes y más trascendentales ter-
ciaba con los primeros oradores del Estamento, distin-
guiéndose por la violencia del lenguaje y la exageracion
de sus ideas.


En la discusion sobre la esclusion de D. Cárlos, es-
clamaba entre los frenéticos aplausos de la tribuna públi-
ca: «La causa de D: Cárlos se ha perdido para siempre, y
))nO recurra á la piedad de los españoles: los espaflOles no




68 EL CONDE DE LAS NAVAS.
»tienen piedad con quien no la ha tenido al llenar de san-
» gre el país. Si quiere vi vir, que trabaje como han traba-
»jado los emigrados por la causa de la libertad en otras
»épocas. Dejó de ser príncipe desde el momento en que
)intentó arrebatar los derechos de Isabel II al trono de
»España. Desde el momento que creyó que podia venir á
»hacer la guerra á los españoles como á un rebaño de
¡¡inocentes corderos, dejó de ser español; ee indigno de
»ese nombre, y yo no tendré piedad de él; él no la hubie-
»ra tenido tampoco de mÍs hijos.»


Enmedio de su estilo desaliñado, de su falta de méto-
do en el raciocinio, de la llaneza de su frase y de la vul-
garidad de sus ideas, tenia de vez en cuando algunos ar-
ranques oratorios del mejor efecto, como cuando decia,
atacando al gobierno en 1835 por su falta de energía en
la guerra: <lYojuro y perjuro que si perece la causa li-
»beral de España, quiero morir con ella, pero con honor,
»con dignidad, y no con vergüenza y oprobio, teniendo
»que acudir con las manos á tapar la cara, que no está
)¡manchada con ninguna afrenta. II


y más adelante: «En silencio he devorado hasta aho-
nra mis presentimientos; pero no ha muerto aún el dipu-
lItado salamanquino, ni morirá mientras vea la patria en
llpeligro. Sí; he dicho que no morirá, porque la naturale-
¡Iza me dará fibra y vida para en semejante ocasion venir
ná este puesto; y creo que aun desde el sepulcro saldria
lly vendria á levantar mi voz en este sitio. Tal es el amor
»que tengo á mi patria; tal es el deseo que tengo de que
nestas instituciones sean una verdad.»


Ápesar de haber tomado con frecuencia la palabra en
las varias legislaturas á que perteneció, raros son 109 dis-
cursos del conde de las Navas que puedan darle el título
de mediano orador. Uno de los más razonados, de lo




EL CONDE DE LAS NAVAS. 69
más lógicos y graves, fué el que le escuchamos en la
sesion del 17 de diciembre de 1843, defendiendo al parti-
do progresista en la famosa cuestion que produjo la estre-
pitosa caida del Sr. Olózaga.


Con más instruccion, con menos fogosidad tribunicia,
el conde de las Navas hubiese sido un buen orador, pues
poseia ardiente imaginacion, despejo natural y sentimien-
to, cualidades las más importantes en el orador parla-
mentario.


Otra cualidad tenia en alto grado el célebre procura-
dor de 1834, y era la serenidad con que peroraba. Ni las
interrupciones le distraian, ni le turbaban los murmullos,
ni los aplausos lo alteraban. Siempre sereno, siempre im-
pávido para contestar en voz baja á sus contrarios, in-
terrumpia el curso de su peroracion para dirigir un salu-
do á la tribuna pública, ó para entablar algun diálogo pri-
vado con sus más próximos amigos.


Cuando se cansaba pedia un vaso de agua, tomaba
un caramelo y seguia su discurso, y todo esto con una
frescura, con una impasibilidad admirable, de una mane-
ra familiar, tan natural y tan tranquila como si estuviese
en el despacho de algun amigo, ó en el comedor de su
casa.


Solo cuando subia á la tribuna á denunciar algun
abuso, alguna demasía en el poder, perdia su habitual
calma, esclamaba con violencia, se llenaba de ira patrió-
tica, nianoteaba como un energúmeno, descargaba furio-
sos golpes sobre la cátedra, y dirigía la vista á todas par-
tes, hasta que un aplauso del auditorio venia á templar
aquellos ímpetus, á calmar su patriótica indignacion.


Pero ya hemos dicho que el conde de las Navas tenia
más reputacion como revolucionario que como orador; y
por cierto que aquella reputacion no era injustificada. Á




70 EL CONDE DE LAS NAVAS.


sus esfuerzos, á su actividad, á su iniciativa, se debió la
sublevacion de las Andalucías en 1835, á cuyo frente se
puso, ocupando con algunos batallones de sublevados el
estratégico paso de, Sierra-Morena.


En frecuente correspondencia con todos los conspira-
dores, CO:1 todos lqs revolucionarios de España, era el
enemigo más temible que en aquella época tenian los go-
biernos. Su casa era el centro donde se fraguaban las con-
mociones populares; y era tan organizador; tan incansa-
ble, que despues de pasar la mañana contestando su nu-
merosa correspondencia, y dando ánimo é instrucciones
á. 'Bu.\;> agentes oe las provincias, atacaba por la tarde al
ministerio en el Estamento, y pasaba la noche perorando
en sentido revolucionario en el café.


Discurso reclamando la respopsabilidad ministerial.


«Señores: Estraño pa.reeerá en el año de 1859 que un diputado
que ya en este sitio ha significado bastante su opiníon respeoto ~de la
aplioacion de la pena oapital, suba ahora oon la seguridad en su
oonciencia de no desmentirse en sus principios pi¡Jiéndola para el


. caso presente. Como efectivamente pudiera parecer una oontrariedad,
y una contral'iedad que no pondría en muy buen lug~r mi pooa,
oorta y mal merecida fama, estoy obligado á fundar esta proposioion
más que alguna otra de las que' tenga el honor de presentar á la
consideracion del eongreso.


nLos amigos que me conozcan bastante e? preciso que hayan di-
cho en sus adentros: ((forzoso es que este hombre, que á la verdad
nada sanguinario es, te!1ga fuertes razones, y esté casi exasperado
para pregentat'se á hacer nna proposicion de esta naturaleza,n Tie-
nen razon: 103 que así juzguen me conocen bien.


n Yo he dicho muchas veces deslie este mismo sitio que quiero




LA RESPONSABILIDAD JlHNISTERÍAL. 71


que las cosas sean una verdad': yo quiero que los hombres hablen al
pueblo por sus hechos y no por sus dichos, que casi siempre son
desmentidos por aquellos. En vano es alimentar esperanzas en el
pueblo, que jamás ve realizadas ni cumplidas. En vano es procla-
mar libertad, seguridad é independencia, si los pueblos no gustan
los productos ó efectos de ellas, si no corresponde la práctica á las
teorias; los pueblos no ven mas que hechos.


llEsto sentado, vamos á ver ahora si los hechos, si la práctica
en España desde que el sistema constitucional se ha establecido; si
la práctica, digo, con'esponde á las te arias que tanto se han preco-
nizado, y de que con tanta profusion h~mos hecho alarde tódos.
La constitucion del Estado se ha dado para 'algo; la constitu-
cion del Estado haf:ta el dia no ha sido una verdad nunca. ¿Cómo
podremos nosotros exigir de los pueblos que asiduamente combatan
para sostener la constitucion que en nada los protege, que no es una
Verdad, que es una mentira? Yo pregunto ahora: ¿quíén tiene la cul·
pa de haberme colocado en este sitio, en la dura necesidad de decir
verdades amargas, y verdades que al mismo tiempo que las digo
tengo que ir meditándolas y deteniéndome para no producir es-
tragos? ¿Quién? La respuesta es bien clara: aquellos que son objeto
de esa ley: los ministros, los gobiernos.


llEn todos eUos he visto que la constitucion del Estado, ya la
del año 57, ya el Estatuto, ya, en fin, cualesquiera de las leyes fun-
damentales que nos han regido, no han regido sino por teorías; no
han sido sino el trampantojo que á los pueblos se les ha puesto.
¿Para qué? Para conservarles en la esclavitud. ¿Para qué? Para en-
gañarles impunemente. ¿Para qué? Para sacarles sus intereses, sus
hijos; para sostener intereses particulares; para que detrás de ese
hermoso y radiante lucero de la libertad se esconda la tiranía; tiranía
mucho más temible que aquella que se presentó. ostentando su fuer-
za y su vigor, porque para aquella hay defensa segura; para aque-
lla están los corazones preparados, y las armas bien templadas y
dispuestas á contrarestar la fuerza con la fuerza; pero para la til'a-
nla, que se oculta en los pliegues de la bandera de la libertad, los
pueblos no tienen defensa: para oprimirlos se in vaca la ley, para fa-
vorecerlos se desprecia.




72 DISCURSO RECLAMANDO
oSi me fuese preciso enumerar hechos, podria citarlos muy re-


cientes; los podria citar tambien de épocas más remotas y de épocas
intermedias. Delicada es la cuestion, señores. Enemigos l:lncubiertos
del sistema constitucional sé yo que podrian aprovecharse de la me-
nor imprudencia que cometiese para echar sobre mi discurso tal vez
versiones malignas y perniciosas á la causa públióa: mi reputacíon
y el bien de la patria exigen, pues, la mayor circunspeccion al des-
émpeñar el deber que me he propuesto; pero ese cuidado no ha de
ser llevado al esceso de privarme á mi el sentar aquí doctrinas que
creo que el congreso, la Europa y el mundo entero están interesa-
dos en que se lleven á efecto.


»Cinco años há, señores, que clamamos por una ley de respon-
sabilidad ministerial; cinco años há que no podernos obtenerla:. no
hace tanto que desde ese banco negro se me dijo que la responsabi-
lidad por que clamaba entonces, corno ahora, no era mas que una
responsabilidad moral. No es esa la que yo quiero; la física es la
que necesito, porque la esperiencia me ha abierto los ojos y hecho
conocer que la responsabilídad moral no es la que contiene á los
hombres en el límite de sus deberes. ¡Ojalá que la sociedad españo-
la se viese en tal estado que aquella sola bastase para obligar á los
hombres á obrar bien; pero desgraQiadamente solo el castigo mate-
rial es el que puede hacer entrar á cada uno en la linea de sus de-
beres.


\) Uno de los beneficios principales de la teoria constitucional es
el de la seguridad individual, igualdad de contribuciones, etc., etc.,
y otras tantas, etc., etc., como de esa teoria desde este sitio he
oido; pues justamente, señores, esto es en lo que menos se piensa,
lo que menos se observa, y, por tanto, justamente es por lo que
quiero poner un coto á ese abuso. En algun tiempo temian, sin
duda, los ministros que el pueblo español adelantase lo bastante en
su ílustracion para conocer su dignidad; temian que los pusiera en
el caso de tener que marchar por la senda de la ley y dentro del
circulo de ella, y trataban de evitar la gran dificultad de gober-
nar constitucionalmeute. Y séame de paso permitido decir que
se pondera mucho esta diflcultad de gobernar constitucionalmente.


llSeñores: el que 1:).0 se sienta con fuerza para gobernar de esta




LA RESPONSAnlL1DAD MIN1STElUAL. 73
manera, y como se debe, que no tome el cargo. Si yo no me hallo
con fuerza. para desempeñar un ca.rgo, no le tomaré, porque. debo
mirar por mi misma reputacion, y no quiero engañar al pais. Para
salvar, pues, esa dificultad, solian tomar el medio de los votos de
confianza, que nos han hecho por desgracia tan desconfiados, y con
justo motivo, y otras arterias de este género. Pero, señores, ténga-
se presente que se va derecho al caso; ya no es necesario, al pare-
cer, para exigir las contribuciones al país pedir votos de confianza,
que ya se cobran esas contribuciones indebidamente, cuando las
córtes no las han votado por causa de una disolucion.


Diputados de la nacíon, ¿vosotros respondereis con la mano so-
bre el corazon que habeis cumplido con vuestro deber de mirar por
los intereses de vuestros comitentes, si no poneis un coto á las de-
masias del poder? No; mil veces no. ¿Hay un coto, por ventura?
¿Hay una ley penal que contenga á los ministros en esa carrera de
abusos y desafueros que han emprendido? Téngase presente que
nada de personal hay en lo que digo; me atengo solamente á princi-
pios, y de este modo abrazo lo mismo á los actuales consejeros de la.
Corona que á los pasados, y á los que puedan en adelante abusar
del poder y desconozcan los límites del mando y los derechos del
pueblo.


)lEste año se han cobrado las contribuciones en esos términos;
¿y quién de vosotros garantiza que en este año parlamentario, que
empezó hace pocos dias, no suceda lo mismo? Ojo avizor, Diputa-
dos: el sagrado deber que os han impuesto vuestros comitentes os
ha de servir de norte y no las circunstancias particulares. Yo sabré
dar gracias al caudillo del ejército que ha sabido empezar la pa-
cificacion de España; sabré presentarme grato á los ministros que
hayah contribuido á este fin; pero esto no será una carta blanca
para cubrir los defectos en que hayan incurrido esos ministros: hay
mucha diferencia. No os alucinen, pues, con esta cuestion, que las
resoluciones que quiero que se tomen para poner á cubierto la ley,
nada tienen que ver con la cuesUon presente. ¿Por ventura, 'seño-
res, en el tiempo que llevamos de gobierno representativo algunos
de esos derechos politicos, por los que tan asiduamente hemos
combatido en este sitio, han quedado inmunes? Ninguno. ¿Lo ha




74 DiSCURSO RECLAMANDO
quedado, por ventura, la libertad individual? ¿Lo ha quedado la
libertad de la prensa? ¿Lo han quedado lo;; intereses de los pueblos?
¿Se ha visto corregir ningun abuso? Entonces, ¿qué remedio nos
queda?,


llPuesto que en seis años que hemos ma~chado por la carrera
de la confianza, ~e la responsabilidad moral de los ministros, hemos
esperimentado ese resultado, ¿ nos queda otro remedio más que
adoptar la responsabilidad material? ¿La del castigo? Yo creo, se-
ñores, y juzgo que creo muy bien, que cuando las penas morales
no tienen fuerza con los hombres, hay que echar mano de las pe-
nas materiales. De otro moda, pudiera decirlo más fuerte, seria .....
no seria oportuno: los señores diputados me entienden. Se dirá: pero,
señor, ese proyecto presentado por el conde de las Navas no tiene
piés ni cabeza, porque un proyecto de ley que impone terminante-
mente la pena capital para toda infraccion de constitucion parece
que contiene en sI una especie de barbarismo. No lo es, señores, en
mi modo de entender; y voy á hacer una protesta, la cual cumpliré
tan religiosamente como la hago desde este sitio. El convencimiento


. de mi insuficiencia es tal, que ese proyecto de ley, si el congreso de
diputados tiene á bien hacerlo suyo, queda entregado enteramente
á su discrecion y celo. La comision encargada de examinarlo tiene
de mí cuantos poderes le dé la gana y necesite para. modificar, adi-
cionar, corregit' y hacer en él todo lo que quiera, con tal que el
objeto que yo me propongo se consiga. El objeto que yo me he pro-
puesto, para terminar mi protesta, es ver una ley penal que ponga
coto á las demasías del poder; ver una ley pen~l no ofrecida, sino
dada; no el 50 de Setiembre, sino el 20 si es posible. Téngase pre-
sente que con toda la eficacia que me caracteriza voy á hacer esta
confesion al congreso. Mi proposicion tiene po,: objeto el provocar
esta ley, que se me ha ofrecido un millon de veces, y aun no he
visto.


»Ahí va un ejemplo. Vea el congreso si puede haber mayor es-
cándalo en el mundo. Yo salgo de esta casa gritando: «Muera la
constitucion del 1837, es una infamia el que la haya.» Se me coge,
se me lleva á la cárcel, se me forma una causa, y, á buen librar, me
echan á un presidio. Un ministro no lo dice; pero la destruye: ma~




LA RESPONSABiLIDAD MINISTERIAL. 75
yor crfmen, pues los crfmenes, en mi concepto, están en razon direc-
ta de la mayor categoría que los hombres tienen en la sociedad. Yo
digo esto, se me castiga: el ministro lo hace, no se le castiga: ¿pue-
de haber mayor escándalo? Pues esto es un hecho. ¿Hay grito da
muera la constittHJion más vehemente que matarla? Pues la consti-
tucion de la Monarquía se la destruye, se la mata desde que un mi-
nistro mina alguno de sus artículos, desde el momento en que se fal-
ta á ella y se atacan los derechos de los ciudadanos. He dicho antes
que no ha habido derecho que se haya dejado inmune. En efecto;
se han atacado todas las garantfas; la seguridad individual no se ha
dejado quieta, no se ha respetado. Pudiera citar hechos escandalosos
que están bien grabados en el corazon de la mayor parte de los se-
ñores diputados.


nSe han separado ciudadanos de sus verdaderos y legítimos tri-
bunales, y se les ha querido juzgar escepcionalmente. ¿Qué consti-
tucion hay en el mundo que no ponga á cubierto la libertad y la
independencia de los ciudadanos, y que no respete por consiguiente
al poder judicial? Y ese poder tan respetable, ¿no ha de tener toda
la independencia que debe tener? ¿QUé español podrá dormirse se-
guro á la sombra de la cons~itucion de 1837, si ve que puede ser
juzgado, no por el tribunal que las leyes le marcan, sino pbr el ca-
pricho del que manda? Si yo me propusiepa presentar abusos en esta
que no tiene carácter de lid, yo diria más; pero basta esto para
que todos mis compañeros sepan á dónde voy á parar: dia llegará
en que esto sea tratado con la prudencia que se debe.


nVoy ahora á una hipótesi, hipótesi que para formarla me da
márgen un papel público, al cual yo doy el crédito que debe dárse-
le, y mis compañeros tambien. No es un papel fehaciente, no; pero
es uri papel público, que para imprimir y decir lo que dice algo sa-
brá, y si no lo sabe, lo presume.


n Yo no doy crédito regularmente á nada de lo que me anda por
los oidos estraoficialmente; pero como las cosas y los cásos me han
hecho ser un poco desconfiado, y hablando así, técnicamente, un
poco suspicaz; y cpmo por otra parte es probervio antiqufsimo en mi /
tierra que el posse no le niegan los teólogos, pudiera ocurrir un caso,' .-
que tambien se apoya en la esperiencia de otro no muy distante. e


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76 DISCURSO RECLAMANDO


«Supongan los diputados que nosotros sigamos marchando de
buena fé bajo los auspicios de esa responsabilidad incierta, de la res-
ponsabilidad moral, que á algunos les importa muy poco. Yo conoz-
co hombre que cualltlo se trata de esa responsabilidad moral se echa.
sobre su bastan, y se duerme: no le importará á ese mucho. Pero,
en suma, suponga el congreso de señores diputados que no hay esa
ley, que no se forma, y que no damos paso alguno para detener las
demasias del poder, y yo hago á los actuales secretarios del despacho
todo el honor posible, toda la justicia imaginable. Estos no quieren
sino marchar por la. vía constitucional francamente; pero, en fin, ó
la.s circunstancias ú otra cualquiera cosa pudiera hacer que nosotros
no tuviéramos el tiempo suficiente para votar las contribuciones,
para revisar y votar los presupuestos, y en ese tiempo pudiera ser
el disolver las córtes. Pregunto yo ahora á los señores diputados: ¿el
pueblo deberá pagar las contribuciones que no estén votadas? Es
claro que no; porque para pagár las contribuciones es necesario que
las córtes las voten.


n¿Y debemos nosotros esperar que el pueblo, por un movimiento
insurreccional, pqnga en un compromiso al gobierno, y por consi-
guiente á la causa. de Isabel 11 y de la libertad? Tampoco. ¿Pues
qué haremos para. que este pueblo no tome ese camino estraviado?
Cuidado, que esta idea me la ha sugerido este papel que cas~almen­
te me ha caido á la mano, y que no suelo yo leer nunca, á pesar
que me parece que no deja de ser bastante discreto. Yo no sé si es
papel del gobierno ó si no lo es, ni sé tampoco quién son sus escri-
tores: no conozco á nadie, pero veo en él que habla de disolucion
del congreso. Si acaso dando la' cita del nombre del periúdico le
han visto los señores diputados, me dispensará esto el que lo lea. Es
El Afensajero de 15 de Setiembre. Pues si no lo han leido SS. SS.,
se lo leeré.


»Hablando de la oposicion que se hace al gobierno, y yo por mi
parte rechazo esto, porque yo oposicion no se la he hecho, á no ser
que se llame oposicion la defensa que hice yo en este mismo ,sitio de
mi proposicion; hablando, pues, de oposicion, dice: ((Posible es,
aunque nosotros no se lo aconsejaremos, etc.)) (le!Jendo).


nEl recurso de la disolucion, dice el periódico., «No me meto yo




LA RESPONSABILIDAD MINISTERIAL. 77
ahora á ver su procedencia, ni nada; pero esta euestion indicada
por ese periódico puede ser alimentada por la prensa, con más ó me·
nos prudencia, y pueden hablar unos y otros en pro ó en contra de
ella; y el resultado, que es lo que viene á mi cuento, será que ma-
ñana, disueltas las córtes por el gobierno, porque asilo crea con-
veniente, se encontrará el pafs en la necesidad de pagar injusta é
indebidamente las contribuciones, ó de resistirse á ello repeliendo la
fuerza con la fuerza.


))Cualquiera de estas dos posic~ones en que pongamos á nuestros
comitentes, es una posicion forzada y mala. ¿Cuál es el medio de
evitar esto? Adoptar mi proposicion, I.Dodificada como el congreso
lo crea conveniente; porque no hay nada más nalural sino que esa
cuestion, asi como se ventila aquí, tambien se ventila en los pue-
blos, pues es cuestion de dinero, yen ese punto somos maestros en
la civilizacion, porque se nos ha sacado mucho y se nos sigue sacan-
do poquito á poquito. «Señor, dirán, nosotros no pagamos porque
las cortes no lo han acordado: (lEso es anticonstitucional (porque He-
nen buen cuidado de acordarse de la constitucion para estas cosas),
es una arbitrariedad, es un despotismo. Consecuencia: el gobierno
tiene que disolverse, asi como disuelve las ~órtes, porque no bay
gobierno que pueda gobernar sin dinero.


)) Pero entre los polHicos de lugar siempre hay alguno que lleva
la bandera, alguno que sabe algo mas que los otros, y dirá: «POCO
á poco: si no pagamos las contribuciones, la guerra no se puede
sostener, y esto se lo lleva el diablo; no sabemos cómo quedará.
Pero ¿á qué repeler la fuerza con la fuerza? Hay una ley penal que
condena á los ministros á sufrir la pena capital ó el presidio si no
cumplen la ley, y nosotros, obrando legalmente, debemos mirar el
porvenir. ¿Qué es lo que haremos? En estas elecciones, porque elec-
ciones ha de haber, nombrar hombres de firmeza, de carácter, de
independencia que vayan allá, y cuya primera operacion sea llamar
al gobierno, y decirle: ((ministro tal, tú has infringido la constitu-
cion, por consiguiente en esa barra ruede tu cabeza.) Los pueblos
obedecerán el mandato, pero con la protesta de ver la cabeza del
ministro rodar por mano del verdugo.


))Este es el objeto de mi proposicion, 'i si es conocido de mis




78 DISCURSO RECLAMANDO
dignos compañeros, espero que la darán el apoyo con su voto; bien
entendido, señores, que en este sitio me desnudo del afecto que,
como padre, pueda tener á la proposicion, y dejo que la comision
de su seno qué el congreso nombre para que vea la cuestion con
la meditacion y prudencia que requiere, haga cuantas reformas
quiera. Venga la ley; asegúrese la. tranquilidad de los pueblos;
póngase una pena, y pena fuerte, al que infrinja la ley; no se per.:.
mita que el despotismo disfrazazado con el noble traje de la ley,
usnrpe sus derechos, y desde luego yo acataré la disposicion del
congreso que afiance el bienestar de tantos pueblos, de quienes re-
cibirá bendiciones infinitas ,1)




PERPIÑÁ.


Al hablar del famoso procurador por Tarragona en el
Estamento popular de 1834, dice un ingenioso escri-
tor moderno, que así como un avellano dá avellanas, y
camuesas un camueso, Uerpiñá era un discursero que
daba discursos.


Asíera'en efecto. El procurador catalan, aunque pero-
raba con frecuencia, aunque afiliado en un partido soste-
nia con vigor sus opiniones, aunque intervenia en todas
lIs cuestiones políticas que en las córtes se suscitaban, no
fué nunca para sus compañeros un diputado como ellos,
ni para el público un hombre de partido ni un político
como los demás. Era pa.ra todos única y simplemente un
hablador.


En las córtes españolas de todas épocas no se ha pre-
sentado un representante más verboso, más locuaz, más
incansable. Era propiamente una máquina de pronunciar
palabras, de vomitar discursos en consonancia con el re-
gistro que de antemano se señalaba en aquel organillo
parlamentario, con cuerda para una semana.


El procurador Perpiñá no trajo otra mision al Esta-
mento de 1834 que la de hablar, y la llenó con religiosa
exactitud. Se propuso desde el primer dia hablar en todas




so PERPIÑÁ.
las sesiones, y no faltó á su propósito. Ya se comprenae
que para satisfacer esa necesidad que le aquejaba de pe-
rorar á todas horas, tendria que terciar en todas las
cuestiones, y valerse de mil ardides para conseguir el uso
de la palabra.


Como la cuestion más interesante para él se reducia
al simple acto de hablar, le el'a indiferente pedir la pala-
bra en pró ó en contra del asunto puesto á discusion. Sor-
teando siempre las prescripciones del reglamento, se in-
geria en el debate despues de largos diálogos con la pre-
sidencia, bien por la callej uela de una enmienda, ya por
la puerta falsa de una interpelacion.


Sr. Presidente, pido la palabra.-¿Para qué, se-
ñor Perpiñá?-Para hablar.-No puedo concedérsela á
V. S., porque con igual derecho lo harian otros señores
procuradores, y la sesion seria eterna.-Pido la palabra.
-¿Con qué objeto?-En contra de la totalidad del pro-
yecto y de cada uno de sus artículos.-Se le pondrá á
V. S. en las listas.-Pido la palabra.-¿Sobre qué?-So-
bre lo que V. S. acaba qe decir de las listas.-No hay
palabra.-Debe haberla.-Orden, Sr. Perpiñá; tenga
V. S. paciencia, que la. mesa está ocupada en inscribir el
nombre de V. S. en las sesenta y cinco listas sobre la to-
talidad y las disposiciones particulares del proyecto que
vaá discutirse.-Pido la palabra.-¿Para qué?-Para con-
testar á las alusiones personales que puedan dirigírseme
en el curso de esta discusion.-Espere V. S. á que se las
dirijan.-Pido la palabra.-¿Con qué objeto?-Con el de
deshacer una equivocacion.-No hay equivoca.cion que
deshacer, ni hecho que rectificar, porque nadie ha habla-
do todavia.-Pues pido la palabra sobre el acta.-Ya está
aprobada, y no cabe discusion sobre eHa.-Sin embargo,
pido la palabra, Sr. Presidente.-¿Y para qué?-Para ha-




PERPIÑÁ. 81
cer una interpelacion, que es el último recurso de quien
desea hablar y no le dejan.-El Sr. Perpiñá tiene la pa-
labra para hacer una interpelacion.))


y el impertérrito procurador por Tarragona, despre-
ciando los contínuos campanillazos de la presidencia, las
carcajadas de sus compañeros y los murmullos de la tri-
buna, acusaba al presidente de intolerante y á la mesa de
arbitraria; interpelaba á cada ministro sobre un asunto di·
ferente, á la comision por la vaguedad de su dictámen, á
la mayoría por su docilidad, y á la minoría por lo inj usto
y sistemático de su oposicion.


Es verdad que el Estamento no comprendia 'el objeto
de a<I,~el discurso, ni menos la oportunidad y necesidad
de pronunciarlo. Pero el Sr. Perpiñá habia perorado
por espacio de dos horas, yeso era lo único que á él le
interesaba. Por supuesto que el proyecto puesto á di scu-
sion se dejaba para la sesion siguiente, porque la de aquel
dia habíase ocupado toda en contestar á alusiones, recti-
ficar hechos y defenderse todos de los cargos dirigidos
por el procurador catalan en su intempestivo y enciclo-
pédico discurso.


Con un orador de esa clase, tan imperturbable, tan te-
naz, tan indisciplinado, no puede haber órden y reposo en
los debates de una asamblea, ni presidente de bastante
energía y carácter q\le no se rinda despues de tan conti-
nuas y encarnizadas luchas, ó .tan paciente y tolerante
que no se exalte alguna vez y haga un uso inmoderado de
su autoridad.


Las interrupciones, los llamamientos al órden, las ad·
vertencias de la presidencia eran por de mas frecuentes
siempre que hablaba el Sr. Perpiñá, entablándose cntre
él y la mesa diálogos como el siguiente:


n8i V. S. no se limita á la interpelacion, me es impo ..
TOMO 11. e




82 PERPIÑÁ.
sible dejarle que continúe.-Tengo que ordenar un exor-
dio.-Déjese V. S. de exordios, y á la cuestion.~El re-
glamento no puede autorizar al Presidente á que ahogue
las reglas de la buena retórica.-Orden, sefior procura.
doro La campanilla le recordara á V. S. las infraccio-
nes del reglamento.-Cíteme V. S., Sr. Presidente, el
artículo que habla de cuándo se ha de tocar la campa-
nilla. »


No dejaba de ser el procurador Perpiñá diestro en la
argumentacion, lógico en sus razonamientos, enérgico en
la frase. A pesar de la llaneza de su estilo, de la vulgari-
dad de sus pensamientos, solia remontarse algunas veces,
y era entonces elocuente, sentido y brillante.


Defendiendo en cierta ocasion las actas de Barcelona,
esclamaba: «Pero, pues se nos acusa á los moderados, yo
diré, señores, que es cierto que sobre mi partido pesan
crímenes, pesa :sangre; pero no es la sangre que él ha
derramado, no: no son los crímenes que él ha cometido,
no: son los crímenes que ha dejado de castigar; es la san-
gre que ha dejado sin venganza. El partido exaltado, en
matfi!ria de elecciones, no podrá tener derecho á atribuir
crímenes á sus contrarios, mientras esos crímenes, escrÍ-
tos con la sangre de una víctima sacrificada al pié de la
urna, como en Barcelona, puedan leerse á la luz de las
llamas que consuman los bienes del presidente de un co-
legio electoral, como con el del Hospitalet hicieron los
progresistas. »


Tampoco carecia de instruccion el procurador Perpi-
1íá, y solo le faltaba para ser un buen orador saber lo que
habia de callar. Él se lanzaba sin timon en el mar de las
discusiones parlamentarias, y naufragaba con frecuencia.


Hablaba desde su asiento, en medio del salon ó desde
la tribuna, y manoteaba, saltaba y se encogia, atronando




PEBPIÑA. 83


al auditorio con su 'Voz campanuda~ y llamando la aten.-
cion general, más por sus adem!lnes exagerados, sus gri-
tos y contorsiones, que por las grandes ideas y elevados
pensamientos de sus arengas.


En su persona todos los miembros eran lengua, y boca
todas sus coyunturas; era un depósito de palabras, que al
destaparse en una sesion, se desbordaba y derramaba
hasta la última, llenándose en seguida para el dia si-
guiente.


De trato afable, catalan y español al mismo tiempo,
. acérrimo y consecuente defensor de los principios mode-


rados, desinteresado, patriota, D. Francisco Perpiñá me-·
reció la consideracion de todos los partidos, y es digno
de que su nombre figure, aunque modestamente, en nues-
tros anales parlamentarios.


Discurso combatiendo la reforma constitucional.


«(Grave, señores, dije ayer que era la discusion en que íbamos á
entrar, y que con gravedad la trataria; procuraré hacer todo lo posi-
ble para ello; siento no poder hacerlo con más preparacion que la
que nos ha permitido la premura con que se ha puesto á discusion esta
importantísima cuestion; premura sobre la cual no hablaré 'la des-
pues que vimos haberse presentado el primer dia con una urgencia
estraordinaria, y despues que vimos ayer que el gobierno ni por un
día siquiera consintió en la suspension de ella. El gobierno ha que-
rido hacer entrar aqul precipitadamente el torrente de la reforma,
cuando, si hubiera dado algun tiempo, se hubiera podido preparar el
cauce por donde debia correr, y no se hubiera desbordado ni se hu-
biera hecho el daño que se ha hecho al mismo pals y á la misma re-
forma; porque puede decirse que la reforma nace ya muerta. Yo lo
habia anunciado aSl, y quiero que se sepa; yo habría deseado que el




84 DISCURSO COMBATiENDO
proyecto de reforma nf} se hubiese presentado en el primer día de
nuestras sesiones; habia pedido solo tres días de término para prepa-
rar ese cauce, y para ello me dirigí á uno de los señores ministros;
pero se me contestó de una manera que no pude menos de eRtrañar,
y que me precisó á ponerme en las de la oposicion á la reforma, y
por eso dije que el ministerio mismo me habia colocado en estas
filas.


¡)Tampoco hablaré ya acerca de la oportunidad de hacerse ahora,
aun sin esa premura, la reforma; bastante se habló de ello el otro
dia, y bastante indiqué ayer cuando dije que la revolucion no estaba
muerta; idea que ha apoyado en gran parte el Sr. La Toja cuando
ha atacado este proyecto, manifestando la grande diferencia que ha-
bia desde que se anunció en la convocatoria hasta la época actual,
puesto que desde entonces acá se han presentado los síntomas graves
de revolucíon que indiqué ayer; yo no hablaria siquiera de este pun-
to si la comision no me precisara á ello, y nos diera pié para un ar-
gumento fuerte. Nos dice, señores, la comision en su preámbulo:
oLa comision entiende además que la reforma seria cosa imposible en
»adelante bajo el imperio de las máximas condenadas en este escrito;
))el (¡rden no puede existir sino como escepcion de laanarqula. Si hoy
»existe, merced al concur~o de circunstancias prodigiosas y á un fa-
nvor especial de la Divina Providencia, mostremos á la nacion que
»somos acreedores á aquellos favores especiales, aprovechando estos
»instantes fugitivos en levantar un edificio tan firme que pueda ha-
)lCerSe fuerte en él contra el empuje de las revoluciones. Solo as!
!lobraremos como hombres entendidos, y tendremos la aprobacionde
nlos prudentcs. El tiempo puesto á nuestra disposicion es muy bre-
)lVe; es el intervalo imperceptible que hay entre las máximas anár-
))quicas y la anarquía; entre un principio y sus consecuencias natu-


. ¡,rales. Mañana tal vez este intervalo habrá pasado, y la mano de la
»revolucion vendrá á llamar á nuestras puertas. En vano será qua
llfatiguemos entonces á la tierra con lamentaciones inútiles, y al
ncielo con estériles plegarías, porque no encontraremos gracia ni en
llel Tribunal de Dios, ni en el de la nacion, ni en el de la historia.))


IlSefíores, yo no sé que ninguno de los que nos oponemos á la re-
forma pudiera haber puesto espresiones más terribles sobre la ¡no por-




LA. REFORMA. CONSTITUCIONAL. 85
tunidad de ella: pues aquí se nos dice que si hoy hay un intervalo
de órden es efecto de un concurso de circunstancias,prodigiosas, yde
un favor especial de la Divina Providencia; de consiguiente, señores,
podemos temer que ese momento pase pronto, y bien lo dice la co-
mision; por eso hoy escita á que aprovechemos esos instantes fugiti-
vos, ¿y cómo para hacer]a reforma en ]a ley fundamental vamos á
aprovechar instantes fugitivos? es decir, que hay I]ne hacer una re-
forma para la cual no hay tiempo, pues una obra como esta necesita
más que instantes é instantes fugitivos. «Aprovechemos, dice, estos
»instantes fugitivos en levantar un edificio tan firme que pueda el
»gobierno hacerse fuerte en él contra el empuje de las revolu-
»ciones. II


llYO pregunto: ¿cómo con instantes fugitivos, cómo con tan poco
tiempo se ha de poder levantar un edificio sólido y firme que resista
á los embates de la revolucion? Creo que se necesita mucho tiempo
despues del desórden á que han llegado las cosas en España; y no sé
cómo se puede decir que so aprovechen instantes fugitivos para le-


. vantar un edificio firme, que necesita mucho tiempo. Aquellas pala-
bras son, como aqui se ha dicho algunas veces, de aquellas que jun-
tas braman: ttlstantes fugitivos para levantar un edificio sólido, no
es posible, señores.


llAyer impugné bastante esa idea de que la revolucion está
muerta, y ahora debo añadir que se equivocan muchisimo los que 10
creen asi, ¡porque no ven que la revolucion vaya por las calles con
bandera desplegada como lo hacia en otro tiempo; eso les hace creer
que está muerta; eso les infunde confianza; pero ese síntoma para
mí es más fatal. La revolucion es ahora más cauta; no puede ir con
bandera desplegada por las canes, ni de un punto á otro, porque no
tiene la milicia nacional que le refrende el pasaporte en cada pueblo;
por eso va con nombre fingido, porque no puede presentarse cara á
cara. Pero ¿<luién no oye los golpes de la azada con que está traba-
jando para minar debajo de nuestros piés? ¿Quién no conoce estas
minas? ¿Quién no ve el hundimiento del terreno que indica dónde es-
tán? ¿QUé otra cosa son esos síntomas de revolucion de Barcelona,
Valencia y otros pUJ;ltos? La mina se estiende por toda la Peninsula,
y ¡ay del dia en que ella reviente! La comision dice que esto puede




86 DISCURSO COMBATIENDO
ser muy pronto; mañana, dice, atienda el congreso, mañana tal
vez la mano de la revolucion vendrá á llamar á nuestras puertas.
Que sea mañana no lo diré, pero que está próximo el momento en
que estalle, hace muchos dias que lo temo: pero, sea mañana ti otro
dia, la comision se equivoca cuando dice que la mano de la revolucion
vendrá á llamar á nuestras puertas. La revolucion no llama con la
mano; la revolucion no espera que la abran; ya sabe ella abrirse
paso, el hacha de la revolucion será la que destruirá nuestras puer-
tas, y á los golpes del hacha, al estrépito que hagan las puertas al
caer despertarán de su letargo muchos, si es que no han despertado
antes al estruendo de las minas cuando estas revienten. El ángel del
esterminio vendrá y descargará su espada sobre nuestras cabezas,
pues no hallará en los dinteles de nuestras puertas ningun distintivo
que nos ponga á cubierto de ella, y nos eslerminará á todos, refor-
mistas y antireformistas. No bastará esta cualidad para decidir de
nuestra suerte; no. Todos seremos esterminados por el ángel: y si
alguno puede escapar de su espada; si entre los escombros de que al
reventar la mina se haya llenado la nacion podemos llegar á salvo,
aUi nos encontraremos todos con los ojos bajos; los unos porque no
se atreverán á sufrir nuestras miradas, y los otros porque no querre-
mos aumentar su confusion. Desde ahora perdono á aquellos, si es
licito hablar as!, todo el mal que pueden hacernos, porque conozco
que obran con buena intencion, porque proceden únicamente con la
idea de que la revolucion ha concluido. Si vieran la revolucíon en el
estado en que la veo yo, todos serian antíreformistas.


l¡He dicho, señores, que nos encontraremos todos a lit , porque no
se mirará esta cualidad: se buscarán antecedentes en el registro de la
revolucion, y no habrá perdon para el que no tenga sentado su nombre
en él: nuestros nombres se encont~arán, y si alguno hubiese estado
escrito allí, se encontrará gloriosamente borrado.


llAntes de entrar, señores, á impugnar la totalidad de este pro-
yecto de reforma, no puedo menos de protestar altamente contra lo
que dice la comision, contra una frase que sienta en su preámbulo.
((La comision (dice) se ha abstenido como de cosa vedada,» y deseo
que el congreso nole bien estas palabras, «se ha abstenido C011l0
de cosa vedada de poner la mano en aquellos articulos de la consti-




LA RBFORMA CONSTITUCIONAL. 87
tucíon que ha respetado el gobierno, temerosa de traspasar sus fa-
cultades y de hacer más variaciones en la ley fundamental de las que
'0.\ ~'il\'O.d.() ~m.\'l\e\\e ,\\ La. ('.cmüsiou \lor otra \lar te «ha creído que
)lcaeria en un gravísimo yerro, indigno de perdon, si ensanchara
¡ldesmesuradamente el campo de estas discusiones, que no dejan de
))ser peligrosas porque sean inevitables.


nEn las enmiendas que propone á los articulas por el gobierno
))reformados, no se ha llevado generalmente otro fin, sino el de po-
Hner más de bulto la propia idea del gobierno: si alguna vez se ha
»atrevido á retocar esa idea, su atrevimiento, hijo de su conviccion,
}lno ha dejado de estar exento' de cierta timidez aconsejada por la
llprudencia en estos negocios mayores. Aun así y todo, no ha Cl'eido
llconveniente llevar á cabo estas enmiendas, sino cuando el Gobierno
¡)mismo las ha hecho suyas, por decirlo as!, despues de un exámen
ndetenido y de una deliberacion reposada.»


llSeñores, si el gobierno en la convocatoria á córtes hubiera di-
cho que viniéramos á votar la reforma que el mismo gobierno hu-
biera proyectado, no creo que se pudiera hablar de otra manera.
Cuando hemos venido aquí ha sido para reformar la constitucion en
todo aquello que convenga, y no tan solo en lo que proponga el
gobierno. La comision, de una manera que yo no comprendo, dice
que se ha abstenido como de cosa vedada. ¿Á dónde vamos á parar?
¿No hemos de poder variar un articulo de la constitucion aun cuando
creamos que la suerte del Estado puede depender de este, solo por-


• que no lo ha propuesto el gobierno? El gobierno recordará que hace
pocos di as marqué uno ó dos articulas; con uno de los cuales es im-
posible que pueda gobernar, ni que haya gobierno que pueda soste-
nerse, y, sin embargo, estos artículos no quedan sujetos á ninguna
variacion. Lo ha respetado, dice, temerosa de traspasar sus facul-
tades. ¡Qué es esto, señoresl ¡Cosa vedada! ¡ Traspasar sus faculta-
des! ¿Yeso se dice al congreso? Yo no sé cómo la comision pudo
creer que no habia de haber en estos bancos uno que se levantara á
pr atestar contra eso y á reclamar enérgicamente en favor de las fa-
cultades del congreso. Y no puedo menos de protestar contra eso.
¿Qué han de decir los pueblos cuando vean este, no sé cómo decirlo,
esta especie de acto de servilismo ministerial?




88 DISCURSO COMBA TIENDO
)lAun en las enmiendas que propone, dice la comision que no ha


llevado otro fin sino poner más de bulto la propia idea del gobierno.
Si alguna vez se ha atrevido: lY á esto se llama atrevimianto, seño-
resl ¡No parece sino que la Comision teme que el gobierno no la ab-
solverál «Su atrevimiento, dice, es hijo de sú conviccion.ll Nóteseque
la comision estaba convencida de que debía variarse; pero, no obstan-
te de esto, no ha estado exenta de cierla timidez aconsejada por la
prudencia en estos negocios mayores. Aun cuando hubiera en la cons-
titucion un articulo que declarara infalible al gabinet.:;, no ?réo que
se pudiera hablar de otra manera. «Aun así y todo, la comision no
ha creido conveniente llevar á cabo estas enmiendas, sino cuando el
gobierno las ha hecho suyas.)} No sé qué especie de conviccion tiene
la comision que dice antes que ha hecho estas enmiendas, porQue son
hijas de su conviccion, y luego dice no ha creído conveniente llevar-
las á cabo, sino cuando el gobierno las ba \\ecbo sU'j'll.s. ¡,Qué eSl'e-
cíe de condiciones son estas? ¿QUé fé podemos tener nosotros en la
comision? ¡Ah señoresl se conoce que esa comisíon ha sido nombra-
da bajo el peso grave de ciertas circunstancias.


¡¡Entro ya, señores, en la cuestion de la reforma. Hasta ahora en
estos dias se ha hablado de la reforma en general, y la cuestion ha
sido si era oportuna ó no oportuna en general, y ahora vamos á entrdr
en la cuestion de la reforma en concreto, tal como la presenta el go-
bierno y la adopta la comisiono En este terreno voy á impugnarla, y
digo que 1'1. reforma, tal como se presenta, debe ser desechada. En
primer lugar, no es conforme con lo que se ha dicho en la convoca-
toria á córtes, en segundo lugar, no era necesaria en los puntos so-
bre que recae; no es tampoco de utilidad alguna, pues no producirá
resultado para el objeto de dar fuerza al gobierno; y, finalmente, el
haber entrado en ella ahora va á causar graves perjuicios á la na-
cion.


)IQue la reforma actual no es conforme con lo anunciado en la
convocatoria, lo conocerá pronto el congreso. En la convocatoria se
decia: ((El tiempo ha llegado ya de introducir el arreglo y buen con-
ncierto en los diferentes ramos del Estado, de dictar las leyes necesa-
llrÍas para afianzar d~ u.n modo sólido y estable la tranquilidad yel
llórden público, y de llevar la reforma y la mejora hasta la misma




LA REFORMA CONSTITUCIONAL. 89
)lconstitucion del Estado respecto de aquellas partes que la esperien-
)lcia ha demostrado de un modo palpable, que ni están en consonan-
ncia con la verdadera índole del gobierno representativo, ni tienen la
)}fl exibilidad necesaria para acomodarse á las variadas exigencias de
llesta clase de gobierno. n


nDesde luego, señores, vemos que hasta en la materialidad del
modo con que se ha presentado la reforma, hasta eneso se ha faltado
á la convocatoria. ¡Ojalá se hubiera seguido el camino trazado en ellal
porque ante todo se decia que habia llegado el tiempo de introducir
el arreglo y buen concierto en los diferentes ramos del Estado, y de
dictar las leyes necesarias para afianzar de un modo sólido y esta-
ble la tranquilidad y el órden público._Esto era lo que se presentaba
alll como primeros puntos del objeto de la convocatoria á córtes.
IOj alá se hubiera hecho asil Pero ahí está la desgracia; porque, como
diré despues, la reforma de la constitucion nos va impedir que se
cumplan esos objetos mas necesarios, más útiles, más deseados del
pals. La reforma se ponia en la convocatoria en último lugar, y en
último lugar debia haber venido si el gobierno hubiera consultado el
estado del país, y si hubiera conocido en el congreso las buenas in-
tenciones que todos abrigan.


)lPerO viniendo ya á la reforma, se indicaba en la convocatoria
que se habia de llevar hasta la constitucion del Estado en aquellas
partes que la esperiencia habia demostrado que era necesaria. De
manera, señores, que la esperiencia era la base sobre la cual se indi-
caba que so haria [a reforma: y yo pregunto: la reforma que se
presenta, ¿está basada sobre la esperiencia? ¿Cómo es posible, señores,
que se diga qne se funda en la esperiencia, cuando [a mayor parte,
casi todos [os artículos que se reforman, son articulos que no ha lle-
gado el caso de esperimentarlos?


nEn dos clases se pueden dividir los articulo s de la constituúÍon:
Unos son aquellos que no ha venido aun el caso de esperimentarlos,
y otros que se han esperimentado efectivamente; pero estos últimos
los divido yo en dos clases: unos que la esperiencia ha podido hacer
creer que se debían reformar, y otros que en tal caso ha demostrado
que debian reformarse, si, en sentido en~eramente contrario á lo que
hace el gobierno: ¡ tan distantes estamos de que esta reforma sea con·




90 DISCURSO COMBATiENDO


forme á lo que exígía la esperiencial Yo no puedo citar ahora todos
los articulos que entran en la reforma y pertenecen á la clase de los
que todavía no han podido esperimentarse, porque el poco tiempo


que ha mediado para prepararse á la discusion, no ha permitido for-
mar un estado minucioso de ella; pero se me ocurren desde luego los
artículos relativos al casamiento de las personas reales, á los casos y
declaraciones de incapacidad, los de sucesion á la corona, el de la


religion, el art. 27 sobre si pueden reunirse las córtes por si solas, y


algun otro artículo, como por ejemplo el de sí los presupuestos se' han
d.e llre'ilentar á la s'd.nc\ül\ l'ea\, con '50\0 \0 que baya resuelto el con-


greso 'cuando el senado discorde de ella. Todos esos articulas conoce
el congreso desde luego que no ha llegado el caso de esperimentarse,
porque desde que la constitucion rige no ha habido casamientos de


reyes, ni ha habido necesidad de declarar incapaz á ninguno, ni de
quitarle el derecho á la corona, ni el articulo que hay sobre la reli-


gion ha presentado inconveniente ninguno, ni ha habido tampoco


caso en que se tratara de si podian ó no reunirse las córtes por sí.
En cuanto á los presupuestos, no ha venido, me parece, el caso, y aun


cuando hubiera venido, yo creo que la esperiencia estaria en contra
de lo que se propone ahora. Yo no sé, pues, cómo esa parte que
viene á formar la principal de la reforma puede decirse que es aque-


lla que se nos anunció en la convocatoria, puesto que en ella se nos


decia que la esperiencia seria nuestra guia, y aquí no ha habido, ni
en algunos casos podido haber, esperiencia.


))Yo tampoco veo la necesidad de hacer esa variacion.
llPues qué, ¿cree el ministerio que porque se varie el artículo


que habla del casamiento de la reina podrá el gobierno convenir en


un casamiento que sea contrario á la opinion pública representada


por los cuerpos colegisladores? Está muy equivocado. Así como va
muy equivocado tambien si creia que la prevencioIl que habia en el


articulo sobre la necesidad del consentimiento de las córles, pudiera


hacer que un casamiento con.veniente al país no se verificara. No, se-


ñores; si el gabinete apoyara un casamiento que creyera contrario á
los intereses de la nacion, aunque no se pidiese el consentimiento,


no se realizaria: se harian interpelaciones aquí, se le daria al minis-


terio un voto de censura, y se le obligaría á ceder el puesto á otro




LA REFORMA CONSTITUCIONAL. 91
de diferente idea. Por el contrario, habiendo necesidad da ese per-
miso, ¿se cree que las córtes se hubieran opuesto si era una cosa
cual corresponde á la dignidad de la persona que ocupa el trono?
No, señores; el gobierno, antes de venir á pedir ese consentimiento,
hubiera sabido que tenia la aprobacion de los cuerposcolegisladores,
así como ahora sabrá que si apoyára algun casamiento que no fuera
digno de la nacion, encontraria aqui una grande oposicion, y tendria
que dejar ese puesto. Pero prescindo de esto, y digo que respecto de to-
dos esos articulos no ha llegado el llaso de que la esperiencia nos acre~
dite si son buenos ó malos, si son perjudiciales ó no; por consiguien-
te todos esos no pertenecen á los de que nos habla la convocatoria.


J) Vamos á los articulos sobre los cuales se puede decir que la es-
periencia ha manifestado la necesidad de su reforma. He dicho ya
que estos eran de dos clases: unos q'!e verdaderamente parecia ha-
ber necesidad de reformarlos, y otros que en todo caso la esperien~
eia habia manifestado que debia hacerse la reforma de un modo con-
trario al que se propone. Entre los primeros cuento desde luego el
de milicia nacional yel de libertad de imprenta ó del jurado. Pero,
señores, estos articulas en primer lugar no se puede decir qué resul-
tado han dado por medio de la espel'Íencia, porque ni el jurado ni la
milicia nacional estaban arreglados como debieran haberlo estado.
Podria, señores, haberse hecho un arreglo, tanto en el jurado como
en la mí\icia nacional, que hubiese dejado subsistir estas dos institu-
ciones; pero puestas de manera que no pudiesen causar perjuicios,
y en todo caso lo mas que podia hacerse era manifestar al gobierno
que con estos dos artículos no podia gobernar, y presentar un pro-
yecto de ley para que por algun tiempo se suspendiesen estas dos
instituciones; porque si nosotros tenemos la facultad de reformar la
constituclon, tambien tendremos la de poder suspender el cumpli-
miento de algunos artlculos. Por consiguiente, no habia esa necesi,...
dad, y menos esa premura de hacer variaciones en la constitucion
por este punto; podia de dos modos dejarse estas cosas como fuera
de la constitucion, bien por medio de la ley orgánica, bien por el
de suspension de esta parte de la ley fundamental. Si se me dijera
que entonces la ley orgánica habria venido á ser una interpreta-
cion farisáica del artículo constitucional, yo diria que otra interpre-




92 DISCURSO COMBATIENDO
tacion farisáica hay, y que como, si no me engaño, en otro tiempo se
dijo, ha de haber en los gobiernos representativos una gran parte de
hipocresía, y digo más, que esto me conduce á impugnar una propo-
sicion sentada hoy por el Sr. Cal vet sobre decir aquí toda la verdad.


uNo seríamos hombres de Estado sí dijéramos toda la verdad; la
verdad se puede y debe decir, mas no toda. Precisamente los que
impugnamos el proyecto de reforma nos encontramos en una posi- .
cion desventajosa, en la de no poder decir toda la verdad; porque
si dijéramos toda la verdad, podria perjudicarse al país. Las razones
más fuertes para impugnar el proyecto no pueden alegarse; dia ven-
drá en que todo se pueda alegar; ahora no todo se puede decir.
Creo, señores, que mi opinion en este par'ticular no puede ser recu-
sada, porque creo merecer, con razon, el concepto de ser uno de los
di putados á quienes arredra !penos el decir la verdad. Por consi-
guiente' si creyera que toda la verdad se puede decir, yo la dijera;
pero sé que ni ahora ni antes se ha podido decir. No obstante, hay
una diferencia de este tiempo á otro en que he tenido el honor de
representar á una· de las provincias de Cataluña.


uAhora es mucho más fácil decir la verdad que en otro tiempo,
en el cual he tenido necesidad de valerme de ciertos medios para de-
cirla, y esto tuve que contestar á los amigos que me preguntaban
por qué hablé tanto en la legislatura de 1835. Yo tenia entonces ne-
cesidad de hablar muchas veces para ir preparando la presentacion
de la verdad. Yo habia de introducirla disfrazada con careta, y cu-
bierta con una porcion de velos para que no la conocieran, porque
en este caso no la hubieran dejado entrar; y como yo habia dicho que
la presentaria desnuda, me sucedia á veces que para poder hacerlo
el sábado tenia que introducirla el lunes, desembozarla un poco el
martes, otro poco el miércoles, algo más el jueves, continuar el
viernes, hasta que el sábado, señores, podia quitarla la careta y el
último velo, y presentar entonces la verdad desnuda. Ahora efectiva-
mente, señores, no tengo que Yalerme de estos ardides; la verdad
puede entrar aquí á cara descubierta, de cualquier :modo; pero no
podré nunca presentarla toda: digo nunca, es decir, por regla gene-
ral, pues alguna vez bien podria decirse toda la verdad; pel'o no en
el caso en que nos hallamos.




LA REFORMA CONSTITUCIONAL. 93
llHay otro articulo sobre el cual veo que se supone que la espe-


riencia ha manifestado el obstáculo que ofrece. Yo no puedo menos
de admirar mucho lo que ha dicho el Sr. Calvet, y mas que todo,
que el gobierno trate de reformar el art. 70 de la constitucion. Hace
más daño la reforma sobre el art. 70 de la constitucion, 9ue todo lo
que dijo sobre el particular el partido exaltado; y no sé cómo des-
pues de li) que se ha dicho sobre esto, ha podido presentar el gobier-
no un argumento tan fuerte y tan grave como el que se le da al partido
exaltado; porque ahora se varía la palabra de ~ue para el goMerno
~'nter~'or de los pueblos haya ayuntamientos. En esa palabra se fun-
daban los que impugnaban el proyecto de ley de ayuntamientos en
la parte que hacia relacion al art. 70. En esa palabra digo que se
fundaban, y haré ver cómo se fundaban en ella. Decian ellos: « Los
vecinos deben nombrar los ayuntamieqtos que haya de haber para el
gobiern9 interior de los pueblos,)) y decian que si la corona ó sus
agen tes designaban quién habia de ser el alcalde de aquel pueblo,
como que este era el que habia de tener una grande íntervencion en
el gobierno interior de los pueblos, resultaba que el que cumplía con
este cargo no era el nombrado por el pueblo: por eso digo yo que
toda la fuerza del argumento que la oposicion hacia, estaba en esa
frase: y si no, digasome: ¿por qué se ha quitado? Lo dioe el Sr. Cal-
vet; porque no puede nombrar la corona persona que gobierne en
los pueblos. Yo rechazo este aserto; yo protesto contra ello.


))El artículo sobre los alcaldes se votó en la Intima conviccion de
que no se violaba la ley fundamental. Más diré: que hubo uno de los
que impugnaban aquel proyecto, que decia: «Que si el ministerio
hubiera presentado un proyecto de ley en el cual se nombrara un
agente subdelegado para el gobierno interior de los pueblos, que no
se hubiera opuesto.» Estas palabras salieron de boca de uno de los
pri.ncipales oradores de la oposicion. Ahora se viene á declarar que
el articulo constitucional rechazaba el nombramiento de alcaldes, es
decir, que se va á consagrar la doctrina que sostuvo con tanto calor
la oposicion en aquella época, á pesar de tantas razones como se die ...
ron. y yo estraño que habiendo sido principalm03nte el que rechazÓ
mejor aquella doctrina uno de los señores ministros actuales, haya ve ..
nido á caer en una inconsecuencia tan grave como en la que cae ahora,




94 DISCURSO COMBATIENDO
nHay otro articulo, señores, que la esperiencia ha manifestado


que podia ser obstáculo para gobernar, y este tampoco se toca; por-
que ya que hablamos de la esperiencia, es necesario que veamos en
efecto todos los arllculos. Por eso he dicho que habia algunos que la
esperiencia habia manifest<\do que de.bian variarse y no se varian, y
otros que deben variarse en sentido distinto del que propone la co-
misio n y el gobierno. Tal es el de la mayor edad del rey. Todos
vemos que ha habido necesidad de saltar por encima de este articulo,
y no obstante, en este no se hace variacion. La esperiencia ha hecho
ver que no es conveniente prolongar la menor edad de los reyes
hasta los catorce años, y, sin embargo, sobre esto ni el gobierno ni
la comision proponen nada; no se propone, señores, la menor va-
riacion.


JlYa dije el otro día que tampoco se propone nada sobre el ar-
ticulo 45, que es un obstáculo grande para gobernar bien, ni sobre
el art. 8.0 , con el cual es imposible gobernar en tiempos de grandes
conmociones. Digo más: que la variacion que se hace en el art. 2.0
relativo á la libertad de imprenta será tambien una variacion que no
servirá para nada. El gobierno no conoce dónde está el mal. El mal
está en la misma produccion de la imprenta, en la misma institucion
política; los tribunales que ahora se establezcan se cansarán; se ca.n-
sarán los jueces; y por eso es por qué no se castigan los delitos de
imprenta. Pueden establecerse cuantos tribunales quieran; y la espe-
riencia demostrará al gobierno á poco tiempo que nada ha consegui-
do. ¿Qué ha sucedido ahora con la variacion de la ley sobre libertad
de imprenta? Lo que sucederá con la variacion de la constitucion que
se propone.


n Yo quiero que se me diga si los periódicos no escriben con el
mismo desenfreno que antes. Yo me determinaré á poner un correc-
tivo á eso; yo, señores, pondré el dedo en la llaga; pero no espero
que se pruebe, porque no creo hay valor bastante en el ministerio
para admitir mi idea. Yo no veo esa voluntad firme y decidida de que
nos habló el señor ministro de la Gobernacion; y si no pronto se verá.
Si, señores; el señor ministro de la Gobernacion, cuando defendia á
su compañero el señor ministro de Hacienda, habló de que era neceo
saria una voluntad firme, decidida, para llevar adelante el sistema de




LA REFORMA CONSTITUCIONAL. 95
Hacienda. Yo veré si hay esa voluntad firme para gobernar; yo pro-
pondré una enmienda importante, y veremos sí es admitida por el
gobierno.


J)ütra variacion se hace, señores, cual es la de que los poderes de
los diputados sean por cinco años en vez de tres por los que servian
ahora. Yo desearia que se me dijera dónde está la esperiencia que
demuestre conviene que la eleccion se haga por cinco años y no por
tres; yo creo que deberia ser al revés; que debería decirse que (ue-
sen solo por dos ai'los.


llTodas las córtes han durado menos de los tres años: unas fue-
ron sofocadas al nacer, como sucedió en el año de 1836, Y las de-
más han muerto de mano airada. Siempre se ha tenido necesidad de
apelar á la prerogativa por el trono óla persona que ejercía en su
nombre su poder. Y digo necesidad, porque para mlla ha habido
casi siempre sin distincion de las personas que lo han hecho. Quiero
que quede consignada aqu! esta opinion mia, y no quiero es tenderme
en las consecuencias que esto ha producido, porque, como ya a00nse-
jé el otro dia, no es conveniente que se traigan aqul ciertas cosas que
no pueden menos de perturbar la paz que debe reinar en este congre-
so. Pues, señores, la esperiencia, lejos de aconsejar se nombren los
diputados por cinco años, ha demostrdo que ni aun han podido jamás
servir para los tres que están nombrados. ¿ Y qué resultará de esto?
Una cosa que hasta será ridícula; pues despues de nombrarse los
diputados por cinco años, veremos que á los dos ó antes revoca sus
nombramientos la corona; y yo creo que entonces los puebios, que
ya están cansados de elecciones, se cansarán más. Dirán, y con ra-
zon: «anles los nombrábamos para tres, y no los duraban; y ahora
se nos piden para cinco, pal'a que no duren ni aun los tres.)).\ mi
juicio, lIO solo no es necesario esto, sino que es hasta ridículo, por-
que va á presentar al gobierno representativo por el lado del peor
aspecto.


llYO hubiera deseado que se hubiese abstenido el gobierno de
esto, porque no puede tener otro resultado que dar pretesto á las
espresiones de que se valen los enemigos. Porque, ¿qué ha de decir
el partido que ahora se halla alejado de estos bancos? Que hay aquí
un plan oculto, como han dicho otras veces, de reunir lo menos po~




96 DISCURSO COMBATI!NDO
sible á los diputados de la nacion; porque si se reunen todos los años,
desde abara digo que es inútil la reforma de esLe articulo. Y cuida-
do que yo considero que en el actual estado de España es perjudi-
cial que se reunan todos los años las córtes; y esto hubiera yo que-
rido que se hubiese reformado, porque la esperiencia nos ba ense-
ñado que debia hacerse. Tal vez con que se reunan cada dos años
habría demasiado. Sí, señores; y este juicio mio se funda en la espe-
riencia, y ¡ojalá que esta no venga á confirmarlo tambien en lo suce-
sivo! Por esto no quisiera la reforma de este punto; y yo temo que
en diciendo que se den los poderes por cinco años, se creerá que se
quiere tener muy poco en este lugar á los diputados de la nacion; y
si se reunen cada año, es imposible de toda imposibilidad, yo al me-
nos así lo creo, que ninguna. diputacion llegue á concluir los cinco
años.


nEn una época, señores, en que varía con tanta rapidez la opi-
nion pública, es imposible que los que hoy se nombran puedan re-
presentarla de aquf á cinco años: es absolutamente imposible. Y cstG
me precisa á decir que ahí encuentro yo otro motivo para estar contra
el ministerio, que no ha conocido esto mismo que estoy diciendo,
y da con ello una prueba evidente de que no conoce el estado del
país, de que no conoce lo que son revoluciones, de que no conoce lo
que son gobiernos representativos.


»Vamos á otro punto grave, el punto del senado. ¿Dónde está
la esperiencia que haya manifestado la necesidad de variar la orga-
nizacion del Senado? Si no me engaño (porque repito que no be te-
nido tiempo para prepararme, y el preámbulo que ha presentado el
gobierno no lo he podido leer, y tengo solamente idea de él de cuan-
do se leyó aqUí), si no me engaño, repito, se dice en ese preámbulo
que hubo necesidad de disolver el senado. Mas, dlgalo ó no el go-
bierno, yo quiero que la esperiencia haya mostrado esa necesidad;
pero, ¿es acaso conforme á ella lo que propone el gobierno y la comi-
sion adopta? Yo veo lo contrario; pues si esa esperiencia ha acredita-
do que un Senado que no tenia de duracion mas que nueve años ha
habido necesidad de disolverlo enteramente, ¿qué sucederá con otro
de más duracion?


)) Un Senado que á cada disolucion de córtes se renovaba en una




LA REFORMA CONSTÍTUCIONAL. 97
tercera parte J y despues de tan frecuentes disoluciones ha habido
que disolverlo totalmente, yo no sé cómo en vista de esto se propone
ahora que sea :vitalicio; porque si los que solo duraban nueve años
eran un obstáculo para el gobierno, seguramente lo serán más.si~n·
do vitalicios. Yo pregunto: si el gobierno provisional que dis~l,ió el
senado se hubiera encontrado con uno vítalicio, ¿cómo hubiera po.
dido salir del paso? Siendo contrario al senado que hubiera vita-
licio ó electivo, el obstáculo era el mismo. Si se tratase de un se-
nado hereditario, ya comprendo la diferencia, porque :no tendrian
en su formacion parte alguna las ideas pólíticas; pero tratándose
de un senado electivo por la Cotona, estoy seguro que vitalicio ó
temporal, en el año 45 hubiera sido lo que era, es decir, que despues
de tres años en que el poder estuvo esclusivamente en manos de los
exaltados, necesariamente el senado hubiera sido exaltado. Y no se
diga que siendo vitalicio hubiera bastado para hacerle variar entonces
aumentar el numero de senadores, pues esto no es tan fácil como
parece. Es muy bueno para decirlo aqul, pero en la ejecucion es im-
posible. Y este y otros males seguirian ahora como se seguian antes.
La esperiencia lo demostrará.


))Supongamos que llega á plantear la reforma el ministerio actual;
hará un nombramiento de senadores. Yo no sé hasta qué numero lo
elevará, pero quiero suponer que no pasen de 150 los senadores; y
quiero tambien suponer que no se equivoque en los nombramientos
como se equivoca en muchos otros. Supongamos, y hago uso de esta
palabra, no porque para mi sea suposicion sino un hecho que ha de
venir, que el partido exaltado sube otra vez al poder: ¿Qué se hace
entonces? Tiene 150 contrarios en el senado, y para contrarestar su
voto necesita nombrar á lo menos otros 160, Y de consiguiente ten-


. dremos ya sobre 500. Si dentro de algun tiempo, variando las cosas,
vuelve á entrar un ministerio del partido moderado, vuelta á nom-
brar más (risas). (Esas risas recaen sobre el ministerio). Pero, se-
ñores,.no tengo yo la culpa; son consecuencias inevitables de la re-
forma que propone, y siento que estas risas, por lo mismo, recaigan
hasta cierto punto sobre el ministerio. Tendremos, digo, más de 500
senadores, y entrando otra vez el p,artido moderado tendrá que au-
mentarlos. Por consiguiente, con esas alternativas en que necesaria-


TOMO 11. 7




9S DISCURSO OOMBATIENDO
mente se ha de ver la España por algunos años, han de irse aumen-
tando progresivamente los senadores de una manera que no puede
calcularse.


J) y hay otra cosa, señores: no se crea que si el poder paBara á
manos de los exaltados, los 150 senadores nombrados ahora por el
gobierno permanecerian en sus bancos; no, señores: sucooena lo que
sucedió en 1840, en que renunciaron muchos. De consigl1ieflt-e,
cuando volviese al poder el partido moderado no tendria, que nom-
brar solo 20 630 nuevos senadores, sino 40 Ó 60, ó más, para que
tuviese mayoría. Preciso es, pues, señores, haber olvidado la histo-
ria del senado para decir que la esperiencia ha dictado que se refor-
me en el sentido que se propone: y esto que presenta la historia no
es culpa de la institucion, silloda los pronunoiamientos. Dos pronun-
ciamientos han sido necesarios para disolver el senado; á ver si el
que ahora se propone podria resistir siquiera uno. Seguramente que
no lo resistirá. Y, sea dicho de paso, una cosa que para mi es indu-
dable, y por eso no puedo menos de prestar este testimonio de justi-
cia á los autores de la constitucion actual, porque estoy convencido
de ello, que en la época de 1837 n0 habia otro senado posible que el
que se adoptó entonces. Tales eran las circunstancias, que si se hu-
biera propuesto un senado hereditario ó vitalicio, no solo hubiera.
habido grande oposícion, sino que hubiera nacido herida de muerte
esta institucíon, y no hubieran sido necesarios dos pronunciamientos
para disolver el senado; ni uno siquiera.


)jyo no puedo menos, en la imparcialidad con que siempre he
obrado, de decir que los autores de la constitucion adoptaron un
senado, el único posible entonces, y que, de no haber adoptado este,
no solo hubiera peligrado el senado, sino el mismo sistema conslitu-
ciona!. No estamos, pues, en el caso de reformarlo, porque no esta-
rnos en circunstancias tan diversas de aquella en que la existencia
del senado vitalicio hubiera sido del todo imposible; de modo que á
haberse adoptado entonces, creo que á estas horas senado y consti-
tucion se habrian variado ya por el partido exaltado en sentido bien
diferente de ahora; en el que habia manifestado deseos de hacerlo en
otras ocasiones, como nos dijo el señor ministro de laGobernacion. En


,el año de 1840 se falseó la organizacion del senado, ¿y por qué? Por-




LA REFORMA CONSTITUCIONAL. 99
que renunciaron la mayor parte de los senadores, y con la disolu13ioQ
de las córtes que hubo, no solo entró una tercera parte de senadonl'~
nuevos, sino que fué necesario reemplazar los que habian renuncia-
do: y como las elecciones posteriores se hicieron siempre bajo la in-
fluencia de gobiernos exaltados, necesariamente debian salir en este
sentido. Y digo necesariamente, porque en España hemos visto ya
que siempre que se hacen elecciones salen del matiz que domina en
el gobierno; si el gobierno es moderado, las elecciones resultan mo-
deradas; y si el gobierno es exaltado, el resultado de las elecciones
es tambien del mismo partido.


nY si se me citara como escepcion las del año 1839, diciendo que
resultaron entonces elecciones de exaltados siendo el gobierno de la
opinion moderada, diré: que si resultaron exaltados, fué porque el
ministerio que regia entonces los destinos de la nacion no era ni mo-
derado ni exaltado; porque habiendo cometido el grave error de di-
solver las córtes de 1837, se halló en el caso de no poder apoyar la
reeleccion, y así turo que dejar á los partidos entregados á sí pro-
pios, sin direccion y sin la debida influencia del gobierno.


nCuando llegó el gobierno provisional se encontró con que la
mayor parte ó casi todo el senado habia sido nombrado bajo la influen-
cia del partido exaltado; pues tanto en las elecciones de 1840 como
en las de 1842, por efecto de las circunstancias habian salido estre-
mados; y as! es que no pudiendo el gobierno provísional seguir con
él, tuvo que disolverlo. Y aquí quiero yo tambien vindicar al gobier-
no provisional en esta parte, obrando imparcialmente, pues es bien
público que no podia yo tener simpatías, sino más bien antipatias
con él, puesto que sus individuos habian sido siempre contrarios
mios en estos bancos. Aquel gobierno solo tenia dos medios para lle-
gar al fin. que se proponia respecto al senado: el uno el que usó; el
otro el de hacer dos disoluciones de córtes. Este medio estaba en sus
manos, pues disueltas como estaban las córtes , renovaba una tercera
parte de senadores en las nuevas elecciones. Si todavía le resultaba
contrario aquel cuerpo, á los pocos días de reunidas las córtes las
volvia á disolver, y en estas nuevas eleccíoaes renovaba otra tercera
parte del senado, y si aun con el renuevo de estas dos terceras partes
no le bastaba, pouria apelar á una tercera disolucion.




100 DISCURSO COMBATIENDO


llEste medlo indirecto de renovar en su totalídad el senado estaba
en su mano y podia haberle empleado; pero prefirió el medio direc-
to, y con razon, porque si hubieran tenido que hacerse tres disolucio-
nes hubieran causado muchos perjuicios al pais. Hicieron, pues, aque-
llos ministros directamente lo que pudieran haber hecho por medio
de la constitucion de un modo indirecto; y hé aquí por lo que yo no
encuentro tan grande escándalo en la renovacion del senado. Pero si
hubiese sido el senado vitalicio, ¿cómo se hubiera podido disolverlo ni
renovarlo? No hubieran tenido más remedio que apelar á la creacion


. de otros 200 ó más "en adores para contrarestar los 200 que hubie-
se. Y véase aqu[ cómo la esperiencia que ~e invoca para la reforma
del senado está dicie\do espresamente que si ha de hacerse varia-
cion en él ha de ser de un modo enteramente contrario a lo que su-
pone el gobierno.


))Diré tambien que la decls'\on tomada por el gobierno provisi.o-
nal era hasta cierto punto justa reparacion de lo hecho en 1840. En
esta época sefalseó la institucion del senado por el partido exaltado;
justo era que este mismo partido, al que pertenecía el gobierno pro-
visional, reparase en 1843 aquel daño.


llPasemos á otro punto. Con las impugnaciones que he hecho rela-
tivamente á los puntos que se porpone sujetar á reforma, se conocerá
que esta reforma no dará fuerza al gobierno. Yo quisiera que se me
dijera en qué artículo fundará su fuerza. No hay más que el artículo
constitucional no dice que hubiese en todos los pueblos de h provin-
cia cuerpos de milicia nacional. Este punto conviene bastante acla-
rarle, porque la opinion general era que habia de haber milicia en
todos los pueblos.


II Yo creo que diciendo el articulo constituCÍonal que en cada pro-
vincia habrá cuerpos de milicia nacional segun determinen las leyes,
hubiera sido fácil dar una ley por la cual quedase esta fuerza muy
disminuida, y quedar dos ó tres compañías en una provincia. Esta
fuerza podia ser mandada por jefes puestos por el gobierno, y así te-
nia lugar para emplear muchos de los oficiales que han quedado de
reemplazo, y de esa manera constituir unos cuerpos que le dieran
fuerza en vez de quitársela. Además podia hacerse tambien que los
individuos que formasen esas compañías fuesen de distintos pueblos,




LA REFORMA CONSTÍTUCIONAL. 101
y solo se los convocase de tiempo en tiempo para aprender el ma-
nejo del armas. Así se cumplía la ley, y la milicia podia ser útil
al gobierno, y poco cuidado podia dar. El artículo de la mílicia llama
mucho la atencion, y es porque no se ha considerado detenidamente
el artículo constitucional que trata de ella.


))En el articulo constitucional se decia que habria cuerpos pro-
vinciales de milicia, y yo quiero que se me diga si segun estaba for-
mada eran cuerpos provincial(1s ó locales. ¿Y quién podia creer, seño-
res, que cuando en la constitucion se establecia que el gobierno
pudiera usar de esta fuerza dentro de la provincia, y que para sa-
carla de ella era preciso la autorizacion de las córtes, quién podia
creer que se estableciese una milicia como la que habia? Luego el
articulo constitucional lo que quería era una milicia como la que yo
digo, no como la que estaba formada. Por lo tanto yo rechazo la re-
forma porque es inútil, porque no dará fuerza al gobierno, y suce-
derá' que el gobierno estará en los mismos apuros para contener
todo lo que tiene que contener. Finalmente, entrar ahora en la re-
fGrma va á causar graves perjuicios, pues nos imposibilitará de hacer
10 mismo que se ha dicho en la convocatoria. Las leyes que son tan
indisptlllsables, y cuya necesidad se ha reconocido en la misma con-
vocatoria, no podrán hacerse porque despues de verificada la refor-
ma constitucional no sé yo qué puedan hacer las córtes. El senado,
aunque la reforma no se publique, el senado queda herido de muerte.
¿Y qué puede hacer un cuerpo moribundo? ¿Qué fuerza tendrán las
leyes en un estado semejante? Y si se adoptara la idea que he oido
anunciar de sancionar la constitucion, suspender el cuerpo de di-
putados y nombrar entre tanto un senado con el cual más adelante
pudiera continuar esta obra, en primer lugar siempre se perjudica
con la tardanza que ha de haber en esas operaciones; y en segundo,
yo no comprendo cómo este congreso podrá continuar despues de
hecha la reforma de la constitucion, pues á mi juicio entonces se ne-
cesitan nuevas elecciones.


)) Yo haré una observacíon que para mí es de mucha importancia.
Si continúa el congreso actual, despues de hecha la reforma, des-
pues de disuelto el actual senado, no sé que se pueda decir que esté
representada la voluntad de las provincias cual corresponde, pues




102 DISCURSO COMBATIENDO
las provincias han hecho las elecciones de senadores y diputados á
un tiempo, y estoy persuadido de que si muchas personas que mere-
cen confianza al país no hubieran tenido lugar en las ternas de sena-
dores, indudablemente hubieran venido de diputados, y por lo tanto
se les quita un derecho á los pueblos y á los que pudieran ser elegi-
dos. Si á los pueblos se les dice: elegid nuevamente, es seguro que
vendrán á presentarse al congreso muchos de los que hoy son sena-
dores. Indico estas ideas para que el ministerio, obrando con menos
precipitacion que hasta ahora, las medite y vea las consecuencias
que pueden deducirse. Ya ve las consecuencias de la premura en este
asunto; pues antes de pasar á su continuacion medite bien .las que
puede tener.


nSi los trabajos de las córtes se hubieran presentado segun se decia
en la convocatoria; si la reforma ,hubiera sido lo último, no hubiese
producido estos malos resultados; pero despues que hubiéramos dotado
al país de las leyes de administraCÍon tan urgentes; despues de haber
hecho estas y otras que reclama el bien del país, entonces se pudiera
haber entrado en la reforma constitucional si hubiese sido necesaria.
Y aquí quiero indicar una idea, pues que se hace tanto alarde de lo
que se dijo en la convocatoria de que era necesario reformal' la cons-
titucion. Nombrándose los diputados por tres años, aunque en la
convocatoria se hablase de la reforma, no inducia la necesidad de
presentarla en esta legislatura, pues los mismos diputados podrían
ocuparse de ese asunto grave en la segunda ó tercera.


n Ya dije el otro día que no sabía cómo se saldría del paso de la
formacion de la ley electoral, y este es otro punto sobre el cual
llamo la atencion del gobierno, pues es menester desengañarse: no
debemos hacer más elecciones con la ley electoral que rige. Es me-
nester variarla; porque iay del gobierno y del país si vuelven á ha-
cerse elecciones con esta ley desacreditada, desvirtuada, y para fal-
sear la cual se han tomado ya todos los medios! Hé aquí el grave
daño que se ha hecho con presentar es la cuestíon, pues inutiliza es-
tas córtes, las priva de hacer muchos bienes al país; Lienes que el
país desea y que [os diputados querian hacer, y para lo cual venían
preparados.


»Creo, señores, haber demostrado bastante lo que he indicado al




tA REFORMA CONSTITUCIONAL. 103
principio de mi discurso, de que la reforma que se nos presenta ni es
aquella que se nos indicó en la convocatOl'ia, ni es necesaria, pues que
hay muchos medios para dar fuerza al gobierno sin necesidad deacu-
dir á la reforma. Creo tambien que es inútil, porque dejará al go-
bierno en la misma mala posidon que hoy puede encontrarse, y ha
privado al país de muchos bienes. Yo desearia que el gobierno la
retírára, ó el congreso en la votaCÍon de la totalidad, meditando las
consecuencias que pueden seguirse de aquel acto grave, la desechára:
no espero que así suceda; pero no obstante dejo consignado mi voto,
y no será fácil rebatir los argumentos que he presentado, á pesar de
que no he tenido el suficiente tiempo para prepararme.







CORTES DE ~857 A ~844.


El período parlamentario que vamos á reseñar ligera-
mente 'es uno de los más brillantes, acaso el más notable
de la historia del parlamento español, no solo por el ca-
rácter elevado de las discusiones, sino más bien por el
número y calidad de los oradores que en él figuraron.


Casi todas nuestras eminencias parlamentarias diéron-
se á conocer en la época á que nos referimos, y sus dis-
cursos, inspirados por el verdadero patriotismo, por la fé
política, perdida ó debilitada más tarde, no pudieron me-
nos de ser sentidos, apasionados, elocuentes.


En ese período de siete años ocurrieron además ím-
portantísimos sucesos en la politica española, que, agi-
tando hondamente á nuestras córtes, produjeron debates
tempestuosos unas veces, patrióticos y levantados otras;
luchas encarnizadas entre sus oradores, de las cuales, si
generalmente salian heridos el ~restigio de las córies "Y
el interés de la Hacion, quedaba en cambio triunfante y
vencedora nuestra oratoria parlamentaria, que se coloca-
ba, cuando menos, al nivel .de la más brillante de otras
naciones.


Al inaugurar sus tareas las córtes constituyentes de




106 CÓRTÉS
1857 hallábase el país en un estado completo de anarquía
y de desórden.


La guerra civil rugia más fiera que nunca en casi to-
das las provincias de España; las pasiones políticas des-
encadenadas; por todas partes los ódios, las venganzas,
la desolacion.


El gobierno, proclamando y practicando el sistema del
terror, exasperaba á los partidos en vez de calmarlos; la
revolucion agitaba sus negras alas en las esferas del po-
der, y á su envenenado soplo volaba la anarquía por to-
dos los ámbitos de la península española.


Resucitada por el asqueroso motin de la Granja la
constitucion de Cádiz, era una ley muerta que nadie res-
petaba, y que solo servia de bandera á los trastorna-
dores.


En tan azarosas circunstancias congregáronse las Cór-
tes constituyentes de 1837, y su mision, como se com-
prende, era por de más importante y delicada; poner coto
á la anarquía popular; refrenar la dictadura del poder;
procurar la terminacion de la guerra, y dotar al país de
un código político, término medio entre el Estatuto y la
constitucion de 1812, que satisfaciese las aspiraciones
del país, ansioso de paz, de administracion y de go-
bierno.


Respondiendo las córtes á esa apremiante necesidad
de la nacion, olvidaron el carácter alarmante y revolucio-
nario que distinguió al Estamento de procuradores, y en
vez de declamar filosofaron, organizando en vez de des-
truir.


Sus discusiones, por lo tanto, fueron graves, reposa-
das, profundas; propias de una cámara deliberante, y no
de una asamblea perturbadora como la de 1834.


La oratoria parlamentaria habia dado un paso impor-




DE 1837 A 1844. 107


tante en su carrera, adquiriendo profundidad, elocuen-
cia, persuasion y buen gusto, si bien careciese de la bri-
llantez y energía de la época anterior.


J..Jas córtes de 1837, abriendo á la oratoria parlamen-
taria una senda más desembarazada, más digna, más no-
ble, y elevándola á la region de los principios y la filo-
sofía desde el fango de la revolucion, donde se arrastra-
ba, inauguraron la época de la verdadera elocuencia y
de la gloria de los congresos españoles.


De graves censuras, á la par que de exageradas ala-
banzas, fueron entonces y han sido despues objeto las cór-
tes constituyentes de 1837. Ni unas ni otras merecian.
Para censurarlas, hay que tener en cuenta que fueron pro-
ducto de un motin, que aparecieron en la escena pública
en medio del desquiciamiento general, y que legislaron
amenazadas de cerca por el carlismo, y hostigadas por la
anarquía.


Para enaltecerlas, debe considerarse que, siendo dic-
tadoras y soberanas, no adoptaron esas medidas supre-
mas que, sin ser revolucionarias, salvan á veces á una
nacion de los bordes del precipicio; que hallando el edifi-
cio del gobierno casi desmoronado por la revolucion, de-
bieron y pudieron repararlo y no contribuir á su ruina;
que comprendiendo que la salvacion del país dependia
principalmente de la terminacion de la guerra, á ese pa-
triótico objeto debieron consagrar sus afanes, dejando la
organizacion politica de España para despues de su paci-
ficacion, aceptando el concurso de los partidos legales, de
todos los españoles sensatos.


El código por aquellas redactado revela bien á las
claras su carácter y sus tendencias. Moderadas por neceo
sidad en la esencia de sus actos, no tuvieron abnegacion
y franqueza suficientes para no ser revolucionarias el1'SU




108 CÓRTES
lenguaje, trastornadoras en su forma. Si en lo general
fueron sus debates lánguidos y templados, no por eso
dejaron de ser sus luchas personales algun tanto rudas y
encarnizadas.


Grandes fueron, sin duda, los errores de las córtes
constituyentes de 1837 en exasperar sin necesidad al
bando absolutista y disgus,tar al clero, votando leyes de
persecucion y de despojo; grandes sus faltas económicas
en sancionar aquel sistema de despilfarro y desconcierto
introducido por Mendizabal en nuestra Hacienda; pero
siempre serán acreedoras á la gratitud del país por ha-
berle dotado de una constitucion más monárquica que la
que dió vida y poder á las mismas córtes, por haber en
gran parte atajado la revolucion social de que España era
víctima al inaugurarse sus sesiones, y por no haberla
empujado á mayores y más trascendentales demasías,
como hizo en caso algo parecido la convencion fran-
cesa.


A las córtes constituyentes de 1837 debe alabárselas,
no por lo que hicieron, sino por lo que impidieron que
se hiciera. Tales eran las circunstancias, tales las ten-
dencias de los revolucionarios en aquella época, que hay
que agradecer los males pequeños si se evitaron otros
mayores.


Publicada la constitucion, organizado' ya teórica·
mente el país, faltaba aun lo mas difícil, la organizacion
práctica. Habia un código político, es verdad, pero no
habia gobierno; habia principios, pero faltaba administra-
cion; hallábanse ya consignadas y sancionadas en la nue-
va constitucion las máximas políticas que constituían el
nuevo sistema de gobierno, pero se carecia de lo prin-
cipal; de leyes orgánicas para la aplicacion de las teorías
constitucionales.




DE 1837 Á 1844. 109
Las córtes qne siguieron á las constituyentes de 1857


estaban llamadas á dar solucion á tan difícil problema,
de la cual dependia el entronizamiento en el poder de uno
de los dos partidos que tan rudamente habian ~ombatido
desde 1834, y en cuyo encarnizado combate fué una di-
simulada tregua la confeccion del código de 1837.


Brillantes, reñidos y provechosos debian ser aquellos
debates, tan ansiosamente esperados de todos, atendiendo
á la calidad de los oradores que figuraban en las nuevas
córtes, y á la indeterminada situacion política en que la
nacion se encontraba.


La lucha que iba á trabarse entre ambos partidos de-
bia ser por necesidad una lucha á muerte. No era ya una
constitucion más ó menos popular la que las nuevas cór-
tes iban á discutir, no; era un sistema de política prácti-
ca, enteramente contrario, lo que cada uno de los comba-
tientes debia defender; eran el crédito, el poder y el por-
venir de sus respectivos partidos lo que debia disputarse
en aquellos congresos, lo que era preciso conseguir á
toda costa. En la lucha personal y de partido que se pre-
paraba, el vencido tenia que quedar muerto y coronado
el vencedor.


Para defender unos principios, habia que condenar
duramente los contrarios; para enarbolar una bandera,
habia que hacer pedazos antes la del enemigo; para anun-
ciar un grato porvenir, preciso era anatematizar un odio-
so pasado.


Esto hacian en aquellas córtes los conservadores; cie-
gos de ira aun con el recuerdo de la insurreccion popular
de 1835; con las tristes memorias delmotin de la Granja,
descargaban mortales golpes sobre los contrarios, acusa-
dos de trastornadores. Con la constitucion de 1837 en la
mano defendíanse los progresistas, presentándose como




110 CÓRTES


hombres de órden y legalidad en su proyectado sistema
de reformas.


(l Vosotros habeis hecho esa constitucion, les decian
sus contrarios, sobre nuestras bases y principios; de vos-
otros son las palabras, de nosotros las ideas y las doctri-
nas.»- «Pues gobernad con ella, replicaban los progresis-
tas, y nos tendreis á vuestro lado.))


-«Para mandar con esa constitucion, añadian los con-
servadores, preciso es despojarla de esas bases orgánicas
que contradicen su esencia, de esos adornos democráticos
que afean é inarmonizan su monárquica fachada.» Y al
lado de la recien promulgada constitucion, que servia de
estandarte á las huestes del progreso, levantaban sus con-
trarios la bandera de la reforma moderada discretamente
representada en estas tres palabras: paz, órden y jus-
ticia.


Por la reseña que acabamos de hacer de la situacion
del país y de la lucha de los partidos, podrá formarse una
idea de lo que fueron las córtes de 1838, 1839 Y 1840:
palenques en que se comba tia en vez de legislar; en que
las discusiones eran luchas, y las razones amenazas; en
que el ódio sustituia á la inteligencia, y la osadía al ra-
ciocinio.


Todos los discursos tenian un tinte marcado de perso-
nalidad y de agresion, y eran por lo mismo declamato-
rios, vivos y animados. En aquellos debates, por lo ge-
neral encarnizados y violentos, se luchaba palmo á palmo,
se combatia á todas horas, y se arrojaban los combatien-
tes dardos envenenados con la hiel de las quejas, de los
óclios y las recriminaciones. Esgrimíanse con igual valor
y acierto por la mayoría y minoría las armas de esa elo-
cuencia apasionada que arrastra sin convencer, que con-
mueve sin persuadir, y los ataques más rudos, los más




DE 1837 Á 1844. 111
atrevidos apóstrofes daban á la oratoria parlamentaria de
aquella época un sello de vigor y de brillantez como po-
cas veces ha tenido en nuestros parlamentos.


Sin embargo, hubo discusiones,c omo las referentes á
la abolicion del diezmo y á la ley de ayuntamientos, que
fueron de las mas sabias, profundas y luminosas de nues-
tros fastos parlamentarios, y colocaron á grande altura á
las córtes españolas, recordando los buenos tiempos de
las córtes de Cádiz, en que se pronunciaron tan magnífi-
cos y concienzudos discursos, como ahora se pronun-
ciaban.


Cuando las cuestiones no salian del terreno de la eco-
nomía, de la historia, del derecho, la erudicion más pro-
funda, el- mas exacto raciocinio, la lógica más severa
brillaban en aquellos debates; pero cuando la política se
apoderaba de ellos, cuando se daba oidos á la pasion y al
ódio, volvian otra vez el encarnizamiento de los partidos,
el antagonismo de las escuelas, la personalidad de los
oradores, y la oratoria perdia en elevacion de miras lo
que ganaba en brillantez de formas.


De las apasionadas y personales luchas de aqu.cllas
córtcs salieron, es verdad, el motin de Febrero y el
pronltnciarniento de Setiembre de 1840; pero en cambio
con su patriotismo y el noble apoyo que dieron al gobier-
no, coadyuvaron á la realizacion del convenio de Ver-
gara, y con él á la pacificacion del reino.


Distinto carácter y distinta mision política tuvieron
las córtes sucesivas hasta 1844. Formadas casi esclusi-
vamente del partido progresista, su objeto no fué otro
que destruir el sistema político y económico planteado
por sus antecesores; y como no habia nada que crear de
nuevo sino restablecer lo pasado, carecieron forzosamen-
te sus debates de elevacioll, de profund~dad., de ciencia,




112 CÓRTES DE 1837 Á 1844.
si bien en las cuestiones sobre la desamortiz,acion eclesiás-
tica, sobre la tutela de S. M. y el nombramiento de re-
gencia se pronunciaron sublimes y profundos discursos,
en que corrían parejas la erudicion, la sabiduría y la elo-
cuencia de nuestros oradores.


Pero esceptuando esos cortos y briliantes períodos, la
vida de aquellas córtes fué una lucha continua entre el
poder ejecutivo yel elemento parlamentario; lucha tenaz
y encarnizada en que sobresalió como nunca la oratoria
de las pasiones, tan brillante y deslumbradora como infe-
cunda.


Pocos debates, acaso ningunos, más tempestuosos y so-
lemnes registra la historia de las córtes españ01as que los
celebrados en 1843. Nunca se ha levantado más alta en
nuestro país la preponderancia del elemento parlamenta-
rio como en aquella época, ni la oratoria se ha elevado á
mayor altura que en los memorables debates que produ-
jeron la caida de Espartero, y especialmente los que se
promovieron sobre la amnistía, declaracion de mayo-
ría de la reina yacu,sacion del ex-ministro Olóiaga.


, ,


Aquellas discusiones, propias de un parlamento esen-
cialmente político, marcan en los anal~s del gobierno re-
presentativo de España una época de las más célebres por
el vigor de la oratoria, el encarnizamiento de la lucha, y
los frecuentes y arrebatadores rasgos de elocuencia.


y no es estraño. Los partidos hallában,se organizados
y compactos, como no 10 han estado ya en adelante,
abierto y dividido el palenque de las doctrinas, mirándo-
se cara á cara, y en actitud de acometerse, el órden y la
revolucion, el poder real y el principio parlamentario. Los
antiguos é históricos partidos constitucionales tenían to-
davía fe ciega en sus principios, creencia en su dogma,
patriotismo en sus corazones.




..


OLÓZAGA.


Es la carrera del parlamento verdadera piedra de
toque para conocer con matemática exactitud el mérito
de las personas que en ella se ensayan. Su público y
constante contacto revela claramente los quilates de ins-
truccion, ciencia y talento que atesoran los oradores, sin


que se corra el riesgo de recibir, como de oro de ley, las
joyas falsas, ni de que el frágil y trasparente cristal se
convierta por el chal'latanismo, por la especulacion ó por
la ignorancia en limpio y abrillantado diamante.


En el crisol de los parlamentos depúranse las inteli-
gencias, ostéutanse en toda su desnudez las pasiones, y
pónense al descubierto las cualidades físicas y morales
de los hombres políticos, sin esa liga esterior que los
desfigura, sin ese barniz con que el interés individual, el
espíritu de partido acostumbra disfrazarlos.


Por más tacto, por más habilidad que posea un ora-
dor para encubrir sus intenciones, para disimular sus
proyectos, para enaltecer sus facultades, para justificar
su conducta política, su tacto y su habilidad son inútiles
para la historia, que, severa, analítica y comparadora,
saca la verdad de entre los pliegues del error, y; como
espejo que no empañan con su impuro aliento el ódio y


TOHO 11. 8




114 OLÓZAGA.
la lisonja, presenta á la sociedad la verdadera imágen
de los personajes que en él se miran, tales como fueron;
con sus defectos y sus virtudes, sus manchas y sus me-
recimientos, sus castigos y sus glorias.


Muchas veces la tradicion, el juicio público, la opinion
general, basada frecuentemente en la rutina, formulada
de ordinario por las circunstancias, hállase en contradic-
cion con la historia, y atribuye equivocadamente á cier-
tos personajes vicios ó virtudes que no tienen, faltas ó
merecimientos á que no son acreedores.


Sugiérennos las anteriores reflexiones, que ligeramen-
te dejamos apuntadas, la conducta política y la fama de
orador parlamentario que con vario juicio se atribuyen al
personaje cuya semblanza procuramos reseñar.


Indudablemente D. Salustiano Olózaga es uno de
los hombres públicos más injustamente deprimidos por
sus contrarios, y;más exageradamente alabados por sus
amigos y admiradores .


. Nosotros, con la historia contemporánea en la mano,
con el Diario de sesiones á la vista, trataremos de dibu-
jar con su verdadero colorido y con los rasgos más carac-
terísticos y exactos la fisonomía de tan importante per-
sonaje, bajo su aspecto político y parlamentario, sin ha-
cer otra cosa que referir sus actos como hombre público,
sin hacer mas que estractar sus principales arengas en
las diversas córtes en que ha figurado.


Conocido ya desde niño el Sr. Olózaga por sus ideas
democráticas, cuando por vengarse de su maestro en
filosofía, fraile del colegio de Doña María de Aragon,
peroraba sobre una mesa en 1820 en la turbulenta y
patriótica sociedad de Lm'encini; con fama de conspira-
dor y revolucionario desde que en 1830 estuvo espuesto
á ser ahorcado como el librero Miyar, su compañero de




OLÓZAGA. 115
conspiracion; con alto renombre de patriota y exaltado,
desde que, siendo gobernador civil de la provincia de
Madrid, anunciaba en su primera proclama que era el
primer granadero del 4.° batallon de la milicia, cuyo
uniforme y charreteras de lana ostentaba en los actos de
gran publicidad, y precedido, en fin, de su reputacion
de reformista radical, que adquirió proponiendo y lo -
grando del gobierno la absoluta supresion de los regula-
res de toda la provincia para salvarlos así de riesgos y
atropellos, como decia en su informe, apareció el sefwr
OlÓ'l,aga en las córtes de 1836, última legislatura del
Estamento de procuradores, y tomando parte desde el
primer momento' como individuo de la comision sobre el
discurso de apertura, dió una evidente muestra de sus
dotes oratorias, y llamó especialmente la atencion de sus
compañeros por la facilidad de su locucion, la serenidad
con que peroraba, la vehemencia de su lenguaje, y la
exageracion de sus ideas.


En aquellos debates fué donde tildó á la magistratura
española de caduca y rutinaria por no haberse compro-
metido en ninguna crisis política, y donde, hablando del
órden público, decia: «Yo no soy muy rígido en esta
materia; yo creo que puede haber reuniones y aun con-


. mociones populares, sin haber crÍmen positivo en este
acto.»


En aquellos debates fué cuando lastimado por Alcalá
Galiano con una alusion epigramática referente á un
galicismo empleado en su discurso por el novel orador,
contestaba Olóz,aga con el altivo desden que usaban con
los áticos girondinos los rudos montañeses de la Conven-
cion francesa: No me precio de retórico y sí solo de
patriota.


Por estas ligeras muestras que de la oratoria y de las




116 OLÓZAGA.


ideas políticas del Sr. Olózaga acabamos de dar, se com-
prenderá cuáles eran sus tendencias en 1836; cuál su len-
guaje en las primeras discusiones en que tomaba parte.


De cortos años, como que era el procurador más jó-
ven del Estamento; furiosamente resentido con 10 pasado,
á causa de sus desgracias y persecuciones; ganoso de áura
popular, como lo están siempre los que abrigan un cora-
zon j~ven, ardiente é impresionable, no es de estrañar
que Olózaga adoptase en sus primeras peroraciones las
formas tribunicias y proclamase los principios más radi-
cales y exagerados. '


Émulo de los aplausos que en la parcialidad exaltada
conseguian Lopez, Las Navas y Caballero con su c?n-
ducta violenta y revolucionaria en la marcha del Esta-
mento, procuró escederles en ese sentido, y despues de
un acto altamente noble y plausible como fué el renun-
ciar su envidiable destino de gobernador civil, declaró
al ministerio ]stúriz la oposicion más brusca, más sÍste-
mática, más injustificada.


El primer dia que se presentó al Estamento el nuevo
gobierno, hizo y sostuvo Olózaga una proposicion para
retirarle el voto de confianza concedido anteriormente á
Mendizabal, y aconsejó á los pueblos que no pagasen las
contribuciones, si aquellas córtes se cerraban ó disolvian
antes de votarlas. En la misma sesion hizo levantar del
banco ministerial al duque de Rivas y á Galiana, porque
se habia retardado algunos instantes la comunicacion de
sus nombramientos de ministros.


No paró en esto el frenesí revolucionario que se habia
apoderado de Olózaga al dar comienzo á su carrera par-
lamentaria. Despues de dirigir á los nuevos gobernantes
rudos y encarnizados ataques, basados en fútiles y rebus-
cados pretestos, fulminaba con otros setenta y siete pro-




OLÓZAGA. 117
curadores un voto de censura contra aquel ministerio de
cinco dias, que no habia tenido tiempo para darse á co-
nocer por sus actos, y cuya marcha política no podia legal-
mente juzgarse ni menos censurarse, por la sencilla ra-
zon de no haber dado en ella el menor paso el recien
nombrado gobierno.


Esta falta de respeto á las prerogativas de la Corona,
esta oposicion de tan mala índole que suele perjudicar
más á quienes la hacen que á quienes la sufren, debe ha-
ber sido un recuerdo muy amargo para quien despues ha
presumido de hombre de gobierno, y una expiacion jus-
ta y merecida para Olózaga, al verse en alguna ocasión
tratado de igual manera por sus contrarios.


Disuelto, como era indispensable, el indócil é impacien-
te Estamento de procuradores, trasladóse la lucha del par-
lamento al estadio de la revolucion con idéntica saña, con
igual desenfreno y con las mismas siniestras intenciones,
dando por resultado sangrientos disturbios en las provin-
cias, y como fin y digno remate el asqueroso motín de la
Granja, donde quedó empañado con el hálito envenenado
de la rebelion el lustre inm'aculado de la régia púrpura.


No creemos que el orador de quien nos ocupamos to-
mara como otros de sus compañeros parte activa y direc-
ta en los mencionados trastornos; pero tuvo la bastante,
si bien indirectamente, aceptando sin reserva sus inme-
diatas consecuencias y contribuyendo anteriormente á so-
liviantar las pasiones populares con su conducta y sus
discursos, para. que pueda eximÍrsele de toda culpa y res-
ponsabilidad.


Los instrumentos ciegos, los dóciles ejecutores de
ajenas voluntades no son en los trances revolucionarios
los únicos culpables: lo son tambien los que encarrilan
los sucesos á fuerza de exageraciones é imprudencias por




118 OLÓZAGA.
veredas tortuosas y vedadas: en los acontecimientos polí-
ticos lo mismo que en el hombre físico, cuando peca
el cuerpo, la responsabilidad del pecado pesa sobre el
alma.


En aquella época de incertidumbre en los partidos,
de agitacion en las ideas, de general trastorno en la so-
ciedad, ocurria en la vida política y parlamentaria de
Olózaga un fenómeno singular, incomprensible, inusi-
tado.


Sabido es que en las restauraciones de un antiguo sis-
tema, en las reacciones en sentido moderado y conserva-
dor, los políticos que las preparan y conducen adquieren
más fé en sus doctrinas, más fervor en sus triunfadoras
creencias, más fijeza en sus aspiraciones, y por consi-
guiente más vigor, más tenacidad y más constancia en
su conducta. Del mismo modo, y fundándose en las mis-
mas causas, en la invariable razon de ser de los partidos
y en los naturales móviles de consecuencia y de cálculo
de los políticos que los forman y dirigen, cuando triunfa
la revolucion, crece el ardor de los revolucionarios, y se
desarrollan al calor del triunfo sus ideas innovadoras, sus
proyectos de reorganizacion, sus mal encubiertos deseos
de medro personal. Lo natural, lo lógico, lo necesario
es que cuando vencen las revoJuciones, sus adeptos ten-
gan más entusiasmo por sus principios, más interés en
sostener sus ideas, más valor para practicar las máxi-
mas revolucionarias que proclamaron al trabarse la lu-
cha, y cuando el temor de una derrota y la idea de un
peligro aconsejaban más prudencia, más tacto y más
prevision en los combatientes.


Olózaga, apartándose de estas reglas invariables, en
la transiciqn de su vida pública en 1836, desmintiendo
la esperiencia de todos tiempos y países, sometia su espí-




OLÓZAGA. 119
ritu, su imaginacion, su talento, sus aspiraciones á una
trasformacion incomprensible y estraña en gran mane-
ra. Cuando la revolucion triunfaba, Olózaga procuraba
ser hombre de gobierno; cuando la anarquía se -enseño-
reaba del rein<?, él proclamaba el órden y la moderacion;
cuando se asesinaba á las autoridades, pedia él premios y
recompensas para las familias de las víctimas.


¿Cómo esplicar una trasformacion tan repentina, tan
ilógica, tan estraña'l Varias eran las causas que á nues-
tro entender influyeron en el cambio de ideas y de con-
ducta del fogoso ex-gobernador de Madrid .


. Olózaga, hombre de talento, revolucionario de previ-
sion, político de habilidad, comprendia mejor que sus
compañeros que el estado de la nacion era transitorio y
poco durable, que las revoluciones que no se organizan
y cimentan sobre sólidas y fecundas bases, mueren al
primer soplo de las reacciones; que los sistemas más po-
pulares donde faltan el órden, la ilustracion y la tole~
rancia se desacreditan y perecen, y que los gobiernos
sin autoridad y sin prestigio no son gobiernos.


Otra causa influyó tal vez en el ánimo de Olózaga
de más peso y consideracion que las anteriores: su aspi-
racion á jefe de un partido con condiciones de mañdo y
de larga vida; su bien calculado plan de colocarse en el
palenque de la política á igual distancia de los comba-
tientes, y constituyéndose así en juez del torneo, conce-
der la palma del triunfo á los más afortunados, y lograr
en adelante la gratitud y la obediencia de los vence·
dores.


La conducta política y parlamentaria de Olózaga
de aquella época viene á dar valor y exactitud al juicio
que sobre su trasformacion en 1837 dejamos consigna-
do. Sus vacilaciones y contradicciones contínuas como




120 OL6ZAGA.
político y orador, que le han valido la fama de previsor
y de hábil; su intencionado sistema de declarar desde en-
tonces la oposicion á casi todos los gobiernos; la inimita-
ble desireza de esos quiebros políticos con que ha sortea-
do siempre las situaciones difíciles; los aires de desden y
superioridad con que ha tratado á los hombres y á los
partidos al verse encumbrado por ellos; todo ha sido hijo
de una política personal, consecuencia inmediata del plan
irrevocable de abrirse camino á través de los antiguos
bandos para encadenarlos despues á su carro de triunfo
y mandar sin ellos y á pesar de ellos.


Dando, pues, principio á ese proyecto con ~anta des-
treza, inflexibilidad y perseverancia desarrollado desde
1837 hasta 1843 en que desgracias imprevistas le arroja-
ron decididamente en brazos de un partido, apareció Oló-
zaga en las córtes constituyentes de la mencionada épo-
ca, más templado en las ideas, mas grave y circunspecto
en el lenguaje, menos reñido ya con la autoridad y el ór-
den, casi conforme, en general, con las buenas doctrinas
de gobierno.


Elegido vicepresidente, secretario de la comision en-
cargada de redactar el nuevo código, llamado des pues por
él, con más poesía que exactitud, el sepulcro de todos
los partidos, miembro de la de contestacion al discurso
de la corona, de la nombrada para proponer medios de
terminar la guerra civil y de otras comisiones importan-
tes, crecieron 'á inmensa altura su autoridad política y
su fama de orador hábil y elocuente.


Defendiendo con acierto y brillantez el proyecto de
constitucion, dió claras muestras de político previsor y
de buen juicio, de orador lógico y ordenado, de improvi-
sador ingenioso y oportuno, de hombre, en fin, de ima-
ginacion y de talento.




OLÓZAGl. 121
El más bello discurso de nuestro personaje en la lar-.


ga y famosa legislatura de 1837 fué sin disputa el que
pronunció contra la libertad de las creencias en materias
religiosas.


Discurso grave, razonado, sentido, elocuente sin de-
clamacion, persuasivo, tierno, y á veces afectuoso. De
formas reposadas y severas, produjo tan notable perora-
cion estraordinario efecto en aquella cámara que aprobó
por gran mayoría el artículo sobre unidad religiosa. En
tan hábil defensa, no sabemos si de un incrédulo arre-
pentido, ó de un tibio creyente, decia entre otras cosas:
«Voy á confesar que he pasado por las contrarias opinio-
nes, y aunque no sean muchos mis años, he tenido que
reconocer mi error.)) Terminando con una profunda y
oportuna consideracion, que causó gran sensacion en la
cámara: ((Mezclemos, señores, prin~ipios religiosos á la
division política en que nos hallamos, y ¡pobre España
entonces!))


Si estas ideas de conciliacion y este lenguaje mesura-
do estaban en contradiccion con sus arengas tribunicias
de 1836, no lo estaba menos el sentido discurso que pro-
nunció más adelante anatematizando los asesinatos de
Málaga, y pidiendo una pension para la viuda del conde
de Donadío, víctima de su amor al órden y del cumpli-
miento de sus deberes. Con la gravedad y entonacion de
un orador romano pronunciaba aquellas sencillas y á la
vez majestuosas palabras: ((Como damos las gracias á los
militares que vencen en el campo de batalla, del mismo
modo debemos darlas á las autoridades y á los magistra-
dos que, sin ninguno de los estímulos que animan á aque-
llos, saben sostener su autoridad y perecer por mantener
el órden.»


No duraron mucho la aparente mansedumbre y la




122 OLÓZAGA.
calculada contemporizacion de Olózaga. Dominado de
un carácter voluble y descontentadizo, cansado ya de
esperar, ó más bien desesperanzado al ver en el poder al
bando conservador, y con síntomas de larga vida, tor-
nó el orador progresista á su primitivo papel de revolu-
cionario, de oposicionista sistemático y sañudo; y á la
conocida y antigua exageracion de sus ideas políticas
añadió ahora esa acritud de lenguaje, ese punzante sar-
casmo, ese tinte satírico, esa amarga ironía de que se ha-
llan impregnados sus discursos, y que tanta fama le ha n
conquistado de orador intencionado, cá.ustico y picante.


Sin consideracion á la edad y á la instruccion del
presidente de ministros Pere?í de Castro, apellidábale
buen servidor del absolutismo; y promovia suma agita-
cion en las córtes llamando al órden á un ministro, y pi-
diendo que se le leyese la constitucion entera.


Tambien arrancaba frenéticos aplausos de la tribuna
pública cuando, contestando al diputado Peña Aguayo,
que dijo que los progresistas que habian formado el re-
glamento eran los que menos lo entendian, esclamaba:
({¡Que no entendemos el reglamento! ¡Se nos considera
desprovistos de inteligencia! Sin duda son ellos, los mo-
derados, los que la han absorbido toda ..... Yluego, diri-
giéndose á Galiano: «Sírvase V. S., señor preopinante,
decirnos en qué está la duda, y no faltarán acá entendi-
mientos claros que respondan á ella y la desvanezcan.»)
En la misma sesion contenia con este apóstrofe á la ma-
yoría, que aplaudía unas palabras del ministro de la Go-
bernacion Caldéron Collantes: «¡Al órden esos diputa-
dos, que no sé lo qué tienen que así gritan!))


Pero donde Olózaga hizo alarde de su acritud, de su
violencia, de su estilo amargo y punzante, fué en el dis-
curso que pronunció en 1839, apoyando una enmienda al




OLÓZAGA. 123
dictámen sobre la concesion de los fueros á las Provincias
Vascongadas.


Entre otras cosas de aquel violentísimo discurso, co-
nocido por el de las vejigas, decia el ya entonces jefe del
bando progresista: ((Se ve claro, y lo digo con la inviola-
bilidad de diputado, lo mismo que lo diria sin ella, tí
pesar del riesgo que pudiese correr; se ve claro que no se
quiere la constitucion de la monarquía española ..... »
(Fuertes aplausos en las galerías; agitacion inmensa
en el salon).


o. Yo veo en el semblante de los señores diputados,
cualesquiera que sean sus opiniones, que no son capaces
de faltar al juramento que han prestado ahí de rodillas;
no; no saldrá de aquí la ley de fueros sin asegurar la
constitucion. ))


«Porque hay un ministerio, señores, que está forma-
do contra todas las reglas parlamentarias. Porque este
ministerio, compuesto de hombres que no se han cono-
cido antes entre sí, que no podian tener por consiguiente
un pensamiento comun, que no estaban designados ni por
la opinion parlamentaria ni por la pública para formar
un gabinete ..... ))


-El señor ministro de Gracia y Justicia (Arrazola):
Señor presidente, pido que se diga si los ministros son
aquí reos sentados en un banquillo, 'O son ministros, son
un poder constitucional del Estado ..... Se están hacien-
do cargos ..... -EI Sr. Olózaga: Mayores se :esperan.
Muy pronto se ha alarmado el señor ministro por lo que
he dicho; eso no ha sido nada en comparacion de lo
que tengo que decir. Pues qué, señores, el elevarse de
la nada, el pasa.r á hacer parte de un gabinete y gober-




124 OLÓZAGA.
nar á una nacion, y venir luego aquí hablando de su si-
tuacion particular, de su época, como pudiera hablar un
Napoleon o un Alejandro, ¿no ha de costar sinsabores?
Súfralos el señor ministro; otros sufrimos las consecuen-
cias de ciertos ministerios, y la nacíon las sufre, que es
lo peor. Los ministros van á ser tratados como merecen;
voy á usar de mi derecho, y siento, señores, que me es-
cude la inviolabilidad de diputado; fuera de aquí, diria lo
mismo.))


y seguía así su terrible catilinaria hasta que, llama-
do al orden por el Sr. Arrazola, esclamaba: «Si alguna
duda pudiera caberme de lo ciertos y graves que son los
cargos que voy haciendo, me confirmaria en ello la vejiga
qQe levantan en la cabeza del señor ministro de Gracia
y Justicia. ¿No puede sufrirlos S. S? Pues más tiene que
sufrir aún.))


Interrumpido por el señor ministro de la Guerra, con·.
testaba en tono de reconvencion y marcado desden: «Es-
toy en mi derecho, y cuando un diputado habla no puede
interrumpirle nadie, y mucho menos un ministro . ."


Aquella tremenda y alarmante peroracion concluia
con este párrafo: oLos hombres que se han visto en los
cadalsos, los hombres que se han visto en las prisiones,
los hombres que se han visto en la emigracion, los que
han hecho todo género dc sacrificios por que la España
sea libre, no pueden menos de levantar su voz cuando
creen que la libertad corre peligro; y lo corre, señores,
y muy grande, si no se consigna aquí el respeto invio-
lable á la constitucion.»


Sus fieros y repetidos ataques al ministerio, la procla-
macion de máximas y principios democráticos, el anatema
imprudentemente lanzado por Olózaga y sus desespe-
rados' compañeros de oposicion sobre las cortes del




{)LÓZAGA. 125
año 40, en que se ponia en duda. la legalidad de sus actos
por lo arbitrario y vicioso de las recientes elecciones, con-
tribuyeron no poco á sacar la política de su cauce verda-
dero, y á preparar y desarrollar los elementos revolucio-
narios, mal encubiertos desde 1836 en el seno de la so-
ciedad.


Es cierto que Olózaga anatematizó el motin de fe-
brero, y condenó resueltamente los escesos de las tribunas
cuando insultaron á las córtes: pero tambien lo es que
echaba la culpa de aquellos escesos al gobierno y á la
mayoría, y levantaba gran polvareda en el congreso cuan-
do desde la. tribuna acusaba á los ministeriales de poque-
dad de ánimo.


Es cierto que en la misma sesion pedia para los albo-
rotadores un terrible castigo, añadiendo que no queria
perdo n para nadie en tan grave atentado; pero tambien
es cierto que atacaba en seguida al ministerio por haber
llevado fuerza armada á las inmediaciones del congreso,
indicando con malévola intencion que podria sospecharse
que el gobierno desconfiaba de la milicia nacional, y
acaso pOdria sobrevenir algun conflicto entre la fuerza
ciudadana yel ejército.


La misma conducta equívoca y dudosa que siguió en
1840, habia ensayado ya en 1838.


Al admitir, como indi viduo de la comision de contesta ..
cion al discurso de la Corona, una enmienda de Lopez,
Las Navas y Caballero, que era una verdadera acusa-
cion contra el ministerio y las administraciones modera-
das, esclamaba entre protestas de conciliacion y amor al
órden y á la legalidad existente: «Si el congreso no to-
mase en consideracion la enmienda, seria decir á la na-
cion: Cualquiera que sea tu opinion, cualesquiera que
sean tus desgracias y los males que te hayan traido nues·




126 OLÓZAGA.
tros desaciertos, sabe que no hay remedio para ti. Los
principios de que te quejas, los hemos de sostener siem-
pre. En esto arderá la guerra civil con más fuerza que
nunca, se desmandarán las provincias, se insubordi-
narán los ejércitos; y no triunfará D. Cárlos, porque esto
no lo he temido ni lo temo, pero España será borrada del
número de las naciones civilizadas.»


Con esta sagaz y amenazadora conclusion cohibió la
voluntad de la cámara, y logró se tomase en considera-
cion la enmienda ó acusacion contra el ministerio mode-
rado por una mayoría entre la que se contaban diputados
ministeriales y conservadores de nota como el duque de
Gor, Ar1'azola, Castro y Orozco y Pacheco.


Triunfos parlamentarios como este solo se consiguen
por oradores tan sll.gaces, tan oportunos, tan intenciona-
dos como OZózaga. .


Infiltrado el virus revolucionario en casi todas las mu-
nicipalidades, pronto se entabló la. contienda, quedando
vencido otra vez el trono y pujante la revoluciono


Olózaga, que en honor de la verdad no tomó en el
pronunciamiento de setiembre una parte directa yos-
tensible, trocó la popular medalla de alcalde primero de
Madrid por el aristocrático título de embajador español
en la córte de Francia.


Fuese por gratitud, por cálculo, ó por seguir un siste-
ma de sembrar esperanzas á todos lados para coger en su
día abundante cosecha de realidades, Olózaga fué por la
primera vez de su vida, y acaso por la última, diputado
ministerial y defensor acérrimo del gobierno, representa-
do á la sazon por D. Manuel Cortina. Entonces, aunque
duró poco, encargóse de nuevo el orador progresista del
papel de hombre de Estado, y en la primera legislatura
de 1841 defendió con la elocuencia de siempre los princi-




OLÓZAGA. 127
pios de órden y autoridad, y se dignó cubrir con el man-
to de su proteccion á la regencia provisional, combatida
desde un principio por la fraccion más exaltada deaque-
lIas córtes, en cuyas filas, y casi á su frente, habia peleado
el año anterior contra la situacion moderada.


Separándose por otra evolucion más marcada de sus
antiguos compañeros, defendió la regencia única, pronun-
ciando un discurso notable, más por la habilidad con que
rebatia los argumentos de los contrarios que por la solidez
de los suyos.


Las volubilidades políticas y las etapas parlamenta-
rias de Olózaga tenian disgustado al bando progresista,
quien castigó su desercion en el debate á que nos referi-
mos, proporcionándole á la vez ocasion oportuna. para ha-
cer alarde de esa agudeza de ingenio, de esa imperturba-
bilidad de espíritu con que impone á la tribuna ó des-
concierta ásus contrarios.


Al esclamar en su discurso: « Yo no sé en qué consiste
que mi lengua no se presta á ensalzar á los poderosos,»
el inmenso público que llenaba las tribunas interrum-
pióle en su peroracion con estraordinarias toses y mur-
mullos, recordando sin duda que era embajador, y que
por defender á Espartero, el mas poderoso entonces de
los españoles, habia abandonado á Lopez, Argüelles y
otros jefes del primitivo y mas caracterizado bando pro-
gresista.


Sin alterarse en lo más mínimo Olózaga por tan brus·
ca y desagradable interrupcion, dirigió sus lentes con la
mayor impasibilidad á los alborotadores, diciendo al pre-
sidente en sarcástico tono y con sonrisa de desprecio:
«Parece que hay muchos constipados en la tribuna.»


-El Sr. Presidente: «Aquí hay quien los curará.»
-El Sr. Olózaga: «Eso es lo que se necesita.»




128 OLÓZAGA.
No fué esta vez sola cuando el orador progresista su·


frió en el parlamento las naturales consecuencias de su
carácter versátil y tornadizo.


Mal avenido ya en la legislatura siguiente con el go-
bierno de Espartero, comenzó á hostilizarle desde las
primeras sesiones, y los ministros y los ministeriales,
sorprendidos é irritados por la inesperada oposicion del
que juzgaban amigo, respondian á su vez hiriándole per-
sonalmente en lo mas vivo.


En la sesion de 28 de enero de 1842 decia el general
D. Pedro Mendez Vigo defendiendo al ministerio de los
rudos ataques de Olózaga: ({ He dicho que h~mbres que
no han pertenecido al 1.0 de Setiembre, es estraño se
presenten ahora á hacer la oposicion á este gobierno, y
es tanto mas lamentable que esto se haga por un emba-
jador que representa á ese mismo gobierno en la nacion
vecina. Eso es una cosa espantosa; hay ahí una falta de
moralidad terrible ..... »)


Nada con tenia ya á Olózaga en el camino de la opo-
sieion. Menospreciado por el regente, como otros hom-
bres importantes de su partido; irritado justamente con-
tra la política estrecha, contradictoria y esclusivista de
Espartero, colocóse en 1843 con una resolucion inusita-
da al frente del partido más avanzado} y desplegando to·
dos los medios de su poderosa elocuencia, de esa elo-
cuencia de circunstancias, en que nadie le aventaja p~~
la oportunidad y la intencion con que la emplea, dIO
el golpe de gracia al carcomido poder de~ regente, y
produjo una revolucion con solo pronunCIar unas pa-
labras.


Grave, imponente fué la sesion del. 20 de mayo de
1845; en ella conquistó Olózaga para sl~mpre el ~aston
de mando del verdadero partido progreSIsta, elev~ndose




OLÓZAGA. 129
á inmensa altura como orador parlamentario. La agita-
cion y la zozobra de los ánimos dejaban entrever cierta
avidez de grandes impresiones; Olózaga supo.aprovechar
con habilidad suma, con ese tacto de oportunidad que
forma la base principal de su oratoria, aquellos momen-
tos favorables, y conmovió profundamente á las tribunas,
al congreso y á la nacion entera, pronunciando al fin de
su peroracion viril y enérgica aquella célebre esclama-
cion: l Dios salve al país y á la reina!


No recordamos un discurso que haya producido en
los congresos españoles más profundo y general efecto
que el pronunciado por Olózaga en la famosa sesion á
que nos referimos.


Ya en la del dia anterior, proponiendo se enviase un
mensaje á Espartero, habia arrancado no pocos aplauso&
al decir, refiriéndose á la mudanza del ministerio Lopez:
((El regente del reino ha hecho uso de una facultad cons-
titucional, que el congreso respeta profundamente; pero
al mismo tiempo que la respeta, desea tambien que se
respeten las prácticas parlamentarias. ))


En las intencionadas palabras anteriores se ve envuel-
ta una dura prevencion ó una amenaza, así como en
aquellas en que decia: «Solo pedirnos se diga respetuosa-
mente al regente del reino que tenernos la segura confian-
za de que continuará rigiendo los destinos del país hasta
ellO de octubre de 1844.)) Solo la inimitable mañosidad
parlamentaria del jefe de la oposicion pudiera encerrar
tan hábilmente una injuriosa sospecha en un buen deseo.


Despues de anunciar que si Espartero nombraba un
ministerio parlamentario romperia todo vínculo con el
gobierno, y renunciaria todo cargo ó destino que tnviese,
por no servir á un gobierno que haria la desgracia del
país, esclamaba: ((Dispuesto estoy, señores, á. combatirle,


TOllO 11. 9




130 OLÓZAGA.
dispuesto á hacer con todas mis fuerzas oposicion á una
marcha que solo podria conducir al hombre que ha pro-
ducido la revúlucion española, al general que ha conclui-
do la guerra civil, que fue elevado con la esperanza de
que nunca se apartaría de las vias constitucionales, á
que pierda, señores, lo que debe á la patria, lo que debe
á la consideracion de los pueblos; á que pierda hasta su
nombro, y á que perdamos todos con él el bienestar y el
porvenir glorioso que de otro modo nos esperaba.


))No hablo, señores, de otros riesgos q ne correria vo-
luntariam~nte; estos riesgos no me intimidan, pero bue-
no es que se sepa; á mí poco me importa que haya ase-
chanzas hasta contra la vida de los diputados. Esto me
ha obligado á ser el primero en tomar la palabra para
provocar á esos asesinos á que vengan á descargar su .bra-
zo contra un pecho en el que siempre ha latido el amor á
la libertad. ¡Qué vengan, aquí los esperamos!))


Enardecidos los ánimos de los diputados, solivianta-
das las pasiones populares, irritada la opinion pública
contra ESpal'te1'O, merced al intencionado y revolucio-
nario discuJ;so de Olóz!1ga, estalló la indignacion gene-
ral en la sesion del dia siguiente, cuando al leerse un
oficio del nuevo presidente del consejo pidiendo se sus-
pendiesen las sesiones, olvidándose de comunicar antes
el nombramiento ele los ministros, esclamaba en tono so-
lemne y acento conmovielo por la ira, la amargura y la
amenaza: « Yo no quiero ver en esto lo que otros acaso
verán: ni aun en los momentos ele mayor peligro quiero
tener la suspicacia por guia. No quiero pensar que se fal-
tára ele intento á las fórmulas constitucionales, pero sí
podremos decir al menos que fué efecto de la precipita-
cion y de la turbacion de los ánimos de las personas que
dirigian ayer los consejos de las altas regiones. Y ¡ay




OLÓZAGA. 131
del país, señores, que se entrega en manos de hombres
de ánimo turbado, de consejeros trémulos! Y ¡ ay tam·
bien, señores, del regente que siga consejos impruden-
tes en circunstancias tan críticas!


, ¡Pero Dios salvará, señores, como ha dicho muy bien
un órgano respetable de la prensa; Dios salvará al país
y salvará á la reina!


))¡ Yo deseo, sobre todo, que los consejos del regente le
hagan oir una voz muy dura, pero la única que puede
salvar con el país el trono. Un estorbo se ha puesto en-
tre el regente y el país, y ese estorbo es un hombre, cuya
destitucion habian propuesto los ministros pasados. Aquí
se presenta un dilema terrible: escoja el regente entre
ese hombre y la nacion entera, representada por el con·
greso unánime de sus diputados.


JDcspues de esto, cualquiera que sea nuestra opinion
particular ú privada, retirémonos tranquilos; donde quie-
ra que nos· vean nuestros comitentes, dirán: ~(Ahí va un
representante digno, inllependiente y enérgico, que me-
rece ser en viado cien veces á representar esta gran nacion,
que tiene que salvarse de tantos peligros. i Dios la sal-
ve, señores, y sal ve á :Questra reina!)) .
. Las córtes se cerraron; la revolucion, tan resuelta y


diestramente inaugurada en el parlamento por Olózaga,
estalló como una tempestad en todas las provincias, y
vino al suelo entre el mayor descrédito la regencia de
Espartero. Olózaga no peleó como soldado; retiróse á
Junquitu, pueblo pequeño de las provincias vasconga,das,
y allí esperó con viva ansiedad el resultado de la lucha.


Apenas terminada, merced á sus amigos de la córte
y al principal papel que en el último congreso desempe-
ñira, brindósele la realidad de Sil sueño dorado. Filé
nombrado ayo de S. M., y entrando en el régio alcázar




132 OLÓZAGA.
como U1.Tec'LoT ~ CDmo uue'ho, pUUD ue61.T CDil'hil(l;1)'d ~;l'­
rogancia: ¡el palacio será mio!


Al atravesar sus suntuosos salones, al pisar con atre-
vida planta sus mullidas alfombras, al respirar la en-
loquecedora atmósfera cortesana, la razon, antes fria, se-
rena y calculadora de Olózaga, se perturbó; embriagó-
le la lisonja palaciega, y ofuscando su ánimo, le empujó
lastimosamente hacia un abismo cubierto de flores y de
encantos.


La tentacion de la vanidad personal fue superior á
los antecedentes del hombre público. El hijo del pueblo,
el tribuno de 1856, que se burlab~ de los 1'elumb1'ones
palaciegos, el sarcástico despreciador de la nobleza here-
ditaria, el gobernador civil que siete años antes hacia or-
gullosa osténtacÍon ?e su llaneza democrática, luciendo
en las procesiones las charreteras de estambre de milicia-
no nacional, amaneció un día desfigurado, disfrazado
con el célebre, histórico y aristocrático collar del Toison
de oro; condecoracion casi esclusivamentc concedida á
los soberanos, y cuya gracia fue debida á la casualidad,
segun unos, ó á la audacia ydesenfado de .su carácter,
segun otros.


Al re1mirse las nuevas córtes en octubre de 1843, la
coalicion entre moderados y progresistas iba aflojándose
visiblemente, como suele suceder logrado el triunfo. La
mayoría de aquel congreso correspondía indudablemente
al bando pI'ogresista, y así se echó de ver en la e1eccion
de presidente en favor de Olózaga, jefe reconocido ya
de aquel partido, desde que enarbolando en el verano
anterior la bandera de Dios salve al país, Días salve á
la 1'eina, arr!lncó el baston de mando al Sr. Cm'tina.
Sostenian á este los esparteristas, los exalta~!os y los de~


. mócratas ~ republicanos, que arrepentidos ó desengaña-




OLÓZAGA. 133
dos de la coalicion, trataron de agruparse, y olvidando
antiguas rencillas, reorganizar el antiguo partido del pro-
greso.


Oló%aga, aplicando en situacion tan dudosa su co-
nocido sistema de flexibilidad, de contemporizacion y
de coquetería diplomática, buscó el apoyo de los mo-
derados, de los progresisbs, fieles aun al pensamiento de
la coalicion, y de los diputados jóvenes y libres de ante-
riores compromisos. Con la sagacidad de siempre, con la
habilidad de costumbre, con ese admirable tacto para
comprender las situaciones difíciles y sobreponerse á
cllas, proclamó ideas conciliadoras, abogó por un gobier-
no nacional, justo y tolerante, dijo ¡no mas revol'lwion!
y la presidencia fué suya, quedando su adversario der-
rotado, y él en el puesto más autorizado para formar el
nuevo ministerio.


Oló%aga fué nombrado, en efecto, presidente del ga-
binete que reemplazó al gobierno provisional, y sabida
es de todos su contradictoria conducta en el corto perío-
do de su mando, y su estrepitosa caida del poder. Pero
si-como ministro, como jefe de un gobierno dió pruebas
de poco tacto en la gestion de los negocios públicos, de
esclusivismo en su política, de estrechez de miras y po-
breza de aspiraciones, como orador parlamentario, en los'
célebres debates que produjeron su acusacion y su de-
fensa, consolidó su reputacion de elocuente, de hábil, de
ingenioso, de esperto como pocos en las lides del parla-
mento.


Para comprender todo el mérito de las magqíficas
Qcroraciones de Olówga, que insertamos al final d~ esta
biografía, defendiéndose del horrible dCS'lcato que se le
imputaba, preciso es hacerse cargo de la espantosa si-
tuacion en que debió encontrarse.




134 OLÓZAGA.


Ante la grave acusacíon de unas córtes, ante el ana·
tema general que pesaba sobre el exonerado ministro por
la perpetracion de un delito de lesa majestad, de cuya
certeza respondia la sagrada palabra de una reina, mu-
chos creian que Olózaga retrocediese espantado y bus-
cára en estranjero suelo un amparo en la deshecha tor-
menta que sobre su cabeza rugia.


No conocian, los que eso sospechaban, el temple de
alma del infortunado ministro. Olózaga; como todo hom-
bre que estima su honra ante todo, no podia abandonar
el campo á sus enemigos con una vergonzosa fuga, y de-
bia subir al cadalso, á ser preciso, proclamando su ino-
cencia, fuese ó no fuese culpable.


No era solo una cuestion de honra personal lo que
allí se ventilaba. Eran además el porvenir y el crédito
del partido progresista los que estaban comprometidos, y
Olózaga, como jefe, debia sacar sin mancha su bandera,
aunque pereciese en el combate. Por eso se presentó
ante sus jueces sereno sin altivez, resignado sin humi-
llacíon, animoso sin procacidad.


Ningun hombre público se ha visto en una situacion
tan gra-ye, tan difícil y tan comprometida como la en
que se vió entonces Olózaga, y acaso ninguno la hubie-
se arrostrado con más valor, con más habilidad, con
más talento.


Más que de orador, dió muestras brillantes el jefe del
bando exaltado, en aquellas célebres y memorables dis-
cusiones, de abogado profundo, de argumentador hábil,
de raciocinador atinado, de lógico y sagaz en sus apre-
ciaciones. Oon qué tacto ~an esquisito indica que el he-
cho es falso, sin desmentir por eso á la reina; con qué
datos, con qué detalles, al parecer convincentes, trata de
probar que no pudo existir aquel desman, sin faltar en




OLÓZAGA~ 135
lo más mlnImO á la regia palabra; con qué sagacidad
procura hacer cuestion de partido un hecho pri vado, una
cuestion personal; con qué astucia, con qué talento se es-
fuerza en presentar á S. l\f. vídima como él de una in-
triga ~:)lítica, y esto sin ofender en nada á la reina, de
cuyo bondadoso caracter supone 11an abusaa.o sus enemi-
gos, y cuyo buen corazon y albs dotes encomia y ensal-
za con frecuencia.


El discurso pronunciado por Olózaga en las sesiones
del 3 y 4 de dieiembre de 184:3, es sin duda uno de los
más notables, acaso el mejor de su vida parlamentaria,
pues en él se ve al hombre de talento y de corazon,
y en las d~más peroraciones del orador progresista
solo se encuentra la- inteligencia y rara vez el senti-
miento.


Al regresar en 1817 de su voluntaria emigracion de
cuatro años, y al us:!r de la p:11abra por primera vez en
el congreso contra el proyecto de contestacion al discur-
so de la corona, pronunció Olózaga un· notable y bien
ordenado discurso, y :produjogran efecto en la cámara,
repitiendo aquellas sencillas y sublimes palabras con que
reanudaba Fr. Luis de Leon sus esplicaciones de filosofía
al ocupar la cátedra dcspueg de Ul1a larga pl'igioll en 108
~'&h,b(Yl¡\J~ de.l S~nta Oficia: < Decíamos ayer., '" n


Este exorc1io, un tanto presuntuoso y arrogante, valió-
le al jefe de la minorÍ::t progresista una contundente ré-
~lle:a.d~ ~\\\'t~ de Pidct¿, UllO de los más autorizados cau-
dillos de la minoría moueradJ.. «No sé, decia, qué analo-
gía encuentra el Sr. Olózag(l entre el congreso y la cáte-
dra, entre Fr. Luis de Lean y S. S. No sé si el Sr. Oló-
zaga es aquí el maestro y nosCltros los discípulos. S. S. 110S
dijo que desde que faltaba de estos bancos había habido
una c'lliginosa noche en España. Seguramente lo diria




136 OLÓZAGA.
porque el astro del Sr. Olózaga ha estado eclipsado en
ese tiempo.» ,


Colocado desde entonces al frente del partido progre-
sista m:is avanzado, ha hecho siempre una oposicion te-
naz, incansable y encarnizada á los gobiernos modera-
dos, tomando la palabra en las ocasiones más solemnes,
y atacando á sus contrarios hasta en sus últimas trin-
cheras.


Cuando en 1848 se hundia en Francia el trono de
Luis Felipe, se conmovia Europa al soplo de la ~evolu­
cion, y amagaba á España la repeticion de pasados y la-
mentables trastornos, alzábase en el congreso la voz del
jefe de la minoría persuasiva ó acusadora, ya ofreciendo
á sus contrarios un, consejo, ya formulando una ame-
naza.


Interrumpido por los murmullos de la mayoría cuan-
do pedia el poder para el partido progresista con aque-
llas palabras de «abandonad hoy vuestro puesto que ma-
ñana ya será tarde,» esclamaba con la mayor impasibi-
lidad, y en tono de reconvencion y de sarcasmo: ((Calma,
señores; esa calma que dicen se necesita, los más pueden
y deben tenerla; los menos podemos impacientarnos.
¿Será que tengamos razon?))


Cansado de luchar sin fruto en los posteriores con-
gresos moderados, apenas usó de la palabra el jefe de la
minoría progresista. Healizada con sorpresa de todos la
revolucion de 1854, apareció Olózaga en las córtes cons-
tituyentes, y aparecieron con él sus antiguas vacilacio-
nes, sus acostumbradas volubilidades políticas.


Compuesta aquella .cámara de nuevos y heterogéneos
elementos, sin verdadera organizacion política, dividida
en fracciones, sin ninguna disciplina, y en un verdadero
estado de anarquia parlamentaria, OLóz,aga, si bien oeu-




OLÓZAGA. 137


paba en ella, corno no podia menos, un puesto distingui-
do corno orador y hombre de Estado, ca recia de la im-
portancia de jefe de partido, título que tanto le agrada
representar, y cuya posesion tanto le habia costado con-
seguir.


Disgustado de la insubordinacion de los constituyen-
tes, que peleaban á la desbandada sin capitan y sin ban-
dera, trocó el caudillo progresista aquel revuelto palen-
que parlamentario por la embajada de Paris, desde cuya
altura podria observar sin ningun riesgo la encarnizada
lucha de los partidos, é imponer des pues su personalidad
mas fácilmente al vencedor.


Aunque, como hemos apuntado, era Olóz,aga en las
constituyentes un jefe sin soldados, un profesor sin dis-
cípulos, no por eso dejaba pasar las ocasiones solemnes
y oportunas sin hacer uso de su autorizada palabra, y
recordar á aquella gente nueva é indisciplinada sus an-
tecedentes de gloria, sus títulos de mando.


lndi viduo de la comision del nuevo código, sostuvo
las bases cardinales consignadas en el de 1837, y alcan-
zó un difícil triunfo sosteniendo el senado vitalicio, como
término medio entre los que lo querian hereditario y los
que trataban de abolirlo.


Entronizada en el poder la Uníon liberal, y en lucha
organizada con ella los antiguos é históricos partidos,
vol vió á encargarse OlM:,aga del mando y direccion del
progresista avanzado, y ocupó su puesto en el congreso
de 1858 al frente de una corta pero enérgica minoría,
sosteniendo desde entonces una oposicion en estremo há-
bil Y vigorosa, que constituye su mejor y más gloriosa
campaña parlamentaria.


Varios son los discursos que en el espacio de cinco
años ha pronunciado en las córtes el orador progresista,


..




138 OLÓZAGA.
afirmando mas y más su fama de oposicionista sagaz é
intencionado. Hé aquí con qué encarnizamiento empezaba
la guerra contra el ministerio del general O'Donnell.


Echando de menos en el discurso de la corona el
acostumbrado programa del gabinete, arrancaba grandes
aplausos de la tribuna pública, esclamando:


«No cabia en un discurso de la corona la rebelion
contra la ley; la rebelion c~mtra la ley constitucional, que
ese es el programa del presidente del consejo de minis·
tros.))
lmplac~ble y duro con los que desertando del partido


progresista habian engrosado las filas ministeriales, y re-
firiéndose á un diputado, recientemente fallecido, decia,
causando honda impresion en las córtes, y produciendo
en el auditorio una agitacion desfavorable:


«Si aquel diputado ha muerto, y de los muertos se
dice la verdad, yo puedo decir que ha muerto deshon-
rando el nombre que llevó, cosa que nadie me negará;
y no hay que estrañarlo, señores, porque el que falta á
sus principios y vende su bandera, vende al fin su
honra. ))


En las sesiones de 11 y 12 de diciembre de 1861 pro-
nunció dos notabilísimos discursos de oposicion ruda y
sangrienta, que mucho contribuyeron al descrédito y no
lejana muerte del ministerio, y proporcionaron á su autor
una ostentosa ova'3ion de sus adeptos y admiradores que,
recordando las costumbres romanas, y dando á Olózaga
la importancia de César y de Augusto, acuñaron una
medalla con la fecha de los discursos y la efigie del ora-
dor, para conmemorar dignamente su triunfo parlamen-
tario.


Algo aflojó en sus ataques al poder el moderno empe·
radar progresista, cuando en 1863 ocupó la presidencia




OLÓZAGA. 139
del consejo el marqués de Miraflores. Algo esperanzado
Olózaga de lograr el mando para su partido, merced á
las astutas promesas del diplomático ministro, ya sus fle-
chas contra el gobierno no iban envenenadas, y hacia sus
disparos de cañon con pólvora sola.


Por eso sin duda en 25 de abril de dicho afio pro-
nunciaba un bien meditado discurso, el más lógico, el
más hábil, el más templado de todos los suyos. Defen-
diendo, rehabilitando más bien al partido progresista, pe-
dia, como en 1848, el poder, y presentaba un programa
de gobierno, con la vaguedad, con las dudas, con las
calculadas reticencias de siempre. Entre ofertas yamena-
zas, entre fingidos desdenes y embozadas recon vencio-
nes, esclamaba: «Si es cierto que los obstáculos tradicio-
nales desaparecen de entre nosotros; si es cierto que
vamos á entrar en la marcha ordenada y regular del
gobierno represttntativo, ese porvenir espera á nuestra
dina~tía, ese porvenir espera á la España, que hallará en
nosotros la cooperacion tan desinteresada que debemos
prestarle. Si así no fuere, y no pudiesen realizarse tales
servicios, se hallará siempre abnegacion y firmeza en las
convicciones, y dignidad en la conducta de los que per-
tenecen al gran partido progresista.))


Desgraciadamente para Olózaga y sus parciales estas
esperanzas salieron fallidas. Impaciente y desesperado,
renacieron en su alma los primitivos instintos del tribuno,


. y renunciando á su historia, á sus antecedentes de hom-
bre de Estado, de hombre de parlamento, lanzóse última-
mente por el estrecho y escabroso camino de la revolu-
cion, tal vez en mengua suya y en perjuicio del partido
que acaudilla.


Trocando su papel de orador parlamentario por el de
agitador de un bando político, hemos visto últimamente




140 OLÓZAGA.


á Olózaga parodiar á los revolucionarios franceses de
1830, celebrando banquetes patrióticos en Madrid y en
las provincias, y pronunciando brindis y discursos de la
índole y tendencias que se revelan en el siguiente párr:t-
fo del pronunciado en los Campos Elíseos entre estrepi-
tosos aplausos y entusiastas esclamaciones:


«Pero si nuestros servicios se olvidan; si no se piensa
en el porvenir; si continúa el inlligno simulacro de go-
bierno representativo, del que noblemente nos hemos
alejado; si han de hacerse las elecciones com() se han he-
cho hasta aquí, no saldremos de nu.estro retraimiento, no
tomaremos ninguna parte en la vida pública, no jU1'are-
mas al príncipe de Astúrias .....


))No: yo os lo prometo en nombre del partido progre-
sista que me honra con su, confianza; no, porque lo úni-
co que nos pueden pedir es la obediencia; pero nuestra
cooperacion, jamás. Respetaremos todo lo que debe res-
petarse; no intentaremos sobreponernos á la ley, que
acataremos siempre; pero cuando vengael dia del peligro,
que no hayan querido conjurar, nos cruzaremos de
brazos ..... »


Con prolijidad suma, por la grande importancia que
en la política española ha logrado alcanzar el personaje,
objeto de esta biografía, le hemos seguido paso á paso,
delineando su retrato como hombre público y hombre de
parlamento. Para concluirle fáltanos trazar algunos ras-
gos que lo caracterizan como orador. ¿Lo es tan perfec-
to, tan notable, tan sobresaliente como sus adictos pre- .
gonan? ¿Hay exageracion en los juicios que respecto á
sus cualidades de orador emiten sus enemigos? Nosotros
vamos á consignar nuestra humilde pero imparcial opi-
nion, fundada única y esdusivamente en sus discursos.


Olózaga es sin disputa en su género un orador de pri-




OLÓZAGA. 141
mer órden. Como orador político, como orador de cir-
cunstancias, como orador del momento, no hay en nues-
tras córtes quien iguale al jefe del partido progresista. El
género especial de su oratoria, su inimitable habilidad
para abordar las cuestiones, su sagacidad esquisita para
encontrar el flanco de su adversario, su estilo punzante y
epigramático, la mordaz agudeza de sus réplicas, el ór-
den ca~culado con que' va arrojando las flechas de su po-
derosa dialéctic~. sobre el campo enemigo, hacen de Oló-
zaga un oposicionista terrible, á quien es preciso matará
traicion ó abandonarle el campo. ,


Con más ingenio que instruccion, con más astucia que
talento, al comenzar la lucha moja. sus armas en la hiel
del sarcasmo, y acomete á su enemigo con la ceremonio-
sa cortesía de un maestro de armas. Pasados los prime-
ros cumplimientos le acosa de reducto en reducto, de
trinchera en trinchera, hasta que le tiende á sus piés
amedrentado y rendido.


Otro orador, Ríos Rosas por ejemplo, al ver en tierra
á su rival, lemiraria con desden, volverialaespalda, yse
embozariaaltanero en su majestuoso manto de triunfador.
Olózaga echa sobre el vencido una cruel y mofadora son-
risa, le desarma con la mayor tranquilidad de la coraza
que le defiende el pecho, y examinando con sa~cástico
regocijo la afilada punta de su espada, tantea pausada.
mente el sitio que cubre el corazon y. se lo atraviesa de
una estocada, no apartándose de su lado hasta verle
exhalar el último suspiro.


Constituyen á Oló;:.aga en orador de gran talla las
cualidades poco comunes, así físicas como morales, que
posee, no siendo las menos á propósito su voz llena y so-
nora, su pronunciacion majestuosa y simpática, su tono
digno y reposado, accion espresiva, actitudes nobles, y un




142 OLÓZAGA.


tacto especial para elegir controversias y esquivar aque-
llas que pueden ser de un éxito dudoso ó desfavorable.


Fogoso en ocasiones, acre, incisivo con los contra-
rios, ordenado y claro en la argumentacion, feliz y opor-
tuno .. en las réplicas, susceptible á veces de entusiásmo,
es más apto para la agresion que para la defensa, y brilla
sobre todo en la novedad que sabe dar á las cuestiones
en su forma, y en la delicadeza con que enseña á los di-
putados noveles las prácticas parlamentarias y reprende
dogmáticamente los deslices ele sus contrarios.


Hemos dicho que solo da novedad á las cuestiones en la
forma, y así es cabalmente. Respecto al fondo, ála esen-
cia de 8US peroraciones, todas parecen vaciadas en la mis-
ma turquesa, en el troquel de las acusaciones contra el
poeler y de las alabanzas de su part~do. Su tema es siem-
pre el mismo; y al tomar la palabra Olóz;aga contra al-
gun gobierno moderado, bien podria asegurarse, sin pe-
ligro de equivocacion, que iba á hablar de obstáculos tra-
dicionales, de la ingtatitud de Fernando VlI con el
partido liberal, de la influencia del clero en las altas
regiones, y de las calamidades que pueden pesar sobre
el país y el trono si no se encarga del puder el partido
progresista ..


Esta repeticion de un mismo tema, dá naturalmente
languidez y monotonía á los discursos de Olózaga, que
como discursos de circunstancias, como cuestiones perso·
nalcs y del momento impresionan notablemente cuando
se pronuncian, pero se olvidan y pierden todo interés
leielos despues dc algun tiempo.


Un ilustrado y entusiasta biógrafo de Olózaga ha he-
cho un esfuerzo de ingenio para compararle á Mira-
beau; pero juzgando imparcialmente, y con la coleccion
de sus discursos en la mano, no hay ningun punto de




OLÓZAGA. 143
semejanza entre el orador español y el príncipe de la tri-
buna francesa. La diferencia entre uno y otro es igual á
la que hay entre anonadar á un ministro con el ridículo
de un epigrama, como hace Olózaga, y hundir una mo-
narquia con el peso de una sentencia, como hizo Mira-
beaui entre arrancar una sonrisa á los diputados, llaman-
do Gran Elector á Posada Herrera, y arrancar el poder
á la grandeza de Francia y prepararle el camino del ca-
dalso, con solo pronunciar estas proféticas palabras:


«Los privilegios acabarán, pero el pueblo es eterno.)
Sóbrio en el uso de las imágenes, llano y sencillo por


de más en el estilo, de entonacion clara y reposada, atico
y pulcro en la frase, rarísima vez ;e remonta Olózaga á
esa esfera luminosa donde tienden sus alas las verdaderas
águilas de la elocuenciá. Político más que filósofo, orador
de ingenio más que de ciencia, discutidor de personas
más que de principios, con dificultad se encuentra en las
prroraciones del orador progresista una sentencia profun-
da, una imágen deslumbradora, una frase sentida y poé-
tica, un pensamiento elevado, un apóstrofe terrible y con-
movedor, un rasgo de esa oratoria verdadera, hija del
corazon, que seduce al auditorio, que arrastra y fascina á
todo un parlamento.


Con el mayor interés y escrupulosidad hemos leido
todos los discursos de Oló'zaga sin encontrar en ellos un
período lcvantado y elocuente, un arranque oratorio de
brillantez ó profundidad, tan comun entre los oradores
españoles.


Solo en 184-2, anatematizando los estados de sitio y
previendo una derrota en la próxima votacion, se mostraba
contento de quedar vencido en defensa de tan buena cau-
sa, y esclamaba parodiando las célebres palabras de Mar-
garit, esforzado caudillo catalan, al entrar con visible




144 OLÓZAGA.
desventaja en un combate: «Capitan, quiero ser de los
muertos. »


Esta frase en boca de Olózaga vale m{ts que por la
belleza, por lo que encierra de profecía, pues alejados
siempre del poder los progresistas, su jefe ha visto satis-
fechos aquellos deseos.


Uno de los más bellos pasajes de sus discurstJs, por
lo sentido y patriótico, es aquel con que concluia un
discurso en el año anterior sosteniendo la necesidad y
conveniencia de celebrar la funcion cívica del Dos de
Mayo: «No, señores, esclamabaj ni los franceses quieren
borrar esos nombres (los que les recuerdan sus victorias
en España), 'ni nosotros debemos dejar de practicar, co-
mo nuestros padres, estos solemnes aniversarios, estas
fiestas magníficas, en que se confunden como por encan-
to, como se han confundido en España frecuentemente,
el patriotismo y la religion. N o: cada pueblo vi ve de sus
tradiciones, de su historia, de los ejemplos de sus pa-,
dres; el pueblo que renunciára á su historia, renunciaria
á su porvenir. ¡Miserables y abyectos españoles los que
renuncian á las glorias de sus padres; no trasmitirán nin-
guna á sus hijos!»


De instintos aristocráticos, disfrazados con populares
aspiraciones, halaga indudablemente más á Olózaga lu-
cir el Toison de oro en un besamanos en la corte de
Francia, yen su calidad de embajador español, que pre-
sidir unas córtes progresistas, ó alcanzar aplausos y
ovaciones en una reunion de descontentos.


Convencido de su superioridad, solo puede ser jefe
del partido donde milite, y en verdad que á nadie como
á él corresponde el baston de mando, por su tacto y ha-
bilidad en dirigirle, por su constancia y vigor en defen-
derle. Olóz,aga ha nacido para mandar, para imponer su




OtÓZA.GA. 145
personalidad á los que profesen sus ideas; y si codicia
con ansia el puesto de jefe, es una codicia legítima y
justificada, porque además de merecerlo por su reputa-
cion, por su talento y por sus especiales condiciones de
mando, es acreedor á esa distincion por el valor con que
pelea en primera fila, por la táctica sagaz con que dirige
las acciones, por el arrojo con que se coloca en los pues-
tos de mayor peligro.


Hemos dado fin á esta ya larga biografía. Si en el
retrato político y parlamentario que acabamos de hacer
no hay para algunos un exacto parecido, cúlpese á la
movilidad de facciones del original; si en su :fisonomía
aparece alguna mancha, no es nuestro pincel el que la
estampa, sino el cristal de la historia quien la refleja.


Ooncluyamos, pues, este difícil retrato con la última
pincelada. Olózaga, alejado voluntariamente del parla-
mento, retraido por cálculo político de la vida pública,
llama hoy afanoso á las puertas de la democracia. Á la
reina le seria fácil mañana arras trarle con una palabra
sola hasta las gradas del trono ..


Discurso defendiéndose de la acusacion de desacato ti S. M.


(damás, señores, se habrá visto un diputado, jamás se habrá.
si sto hombre alguno en una sítuacion tan difícil, tan desagradable
como en la en que yo me encuentro, yen que con tanta necesidad hu-
biesen acudido á la indulgencia, á la imparcialidad, á. aquella santa
impasibilidad que deben mostrar en momentos tan críticos los legis-
ladores del pais. Yo no sé, señores, por mucho que sea mi empeño
. en hablar de la manera que todos deseáran, cuando los ániJoos están
tan encendidos, no sé yo si lo lograré; si no lo consigo, yo aseguro


TOMO II. 10·




Dlscuns(} BRFENDIÉNDOSE


al congreso que será Jlorque: no haya Il?edios hábiles, al mEmos ,e8 mi
person¡¡. ni en 0íl:1 entendimiento, pa.r.a. conciliar respetos á quien no
quiero faJtar nt:lllCa, con IQ' que exige la propia defensa eJ1 una situa-
cion y. en. ¡¡n asunto tan singular.


llEmpezaré dici,eIUlo que aunque, he pedido la palabra en contra,
no pienso usarla en ese sentido. Se ha ~reido conveniente, yen esta
opinion puedo confiar algun tanto, como robustecida con una autori·
dad de gran peso en el particular, que yo hable el primero en esta
cuestiono Por lo dem(¡.s, si no tuviera que dar estas esplicaciones al
congreso, no solo no tomaria la palabra en contra, sino que si me
fuera dado votarla, la votaria. De cualquiera manera que conste
y aparezca CO'mo cierto que ha habido un suceso desagradabe á la
augusta persona de quien se trata, es el primer deber del congreso
de dípu,tados manifestar con ese motivo sus sentimientos de lealtad y
de adhesion. El mensaje dice simplemente esto: que se manifiestan
estos sentimientos con motivo de la lectura de un documento en que
se refieren ciertos sucesos. En este sentido no impugnaría yo de nin-
gun modo el mensaje; lo encuentro redactado en los términos más
oportunos; encuentro que se habla con toda. la circuDspeccion po-
sible para presentar la cuestion bajo elaspecto más conveniente. Pero
no me toca á mi decir si el mensaje debia aprobarse en estos ú otros
términos. El congreso ha acordado que puedo ser oidoenesta cuesUon,
y no es seguramente para que enlIlÍende ni corrija, ni tampoco es
necesario, las proposiciones de los diputados. Lo único que espero,
lo que no dudo que me será concedido por todos, es que, puesto que
halllodesde este sitio, mis palabras serán consideradas como las de
todos los diputados, porque no puede creerse de la lealtad de estos
señores que fueran á poner en una falsa posicion al que les dirige la
palabra, al que se sienta entre ellos, y por lo que diga pudieran sa-
carse consecuencias diferentes de las que se sacan cuando hablan los
demás diputados. El que no se contradiga, como espero que nadie
contradecirá este hecho esencial, y que se reconozca que son tan in-
violables fuera de aquí las palabras que se digan por mi como por
cualquiera otro señor, eslo me bastará para entrar con toda liber-
tad, si bien con la mesura conveniente, en las gravisimas esplicacio-
Des que tengo que hacer.




DE LA AC'OSACION nt DESACATO'! s. M. 147
¡,Me propongo, señores, decir lo menos que sea posible sobre el


suceso principal que llama la atencion del congreso y del pa!s, pero
todo lo que he de tener de sóbrio en eso, me permitirán los señores
diputad'os que tenga de espHcito y acaso difuso en antecedentes y es-
plicaciones que son absolutamente indispensables.


»Tengo que recordar al congreso que no ha sido con el carácter
de ministro con el que por primera vez he tenido el honor de pene-
trar recientemente en palacio. Me hallaba en las Provincias Vascon-
gadas, donde menos grave y menos empeñada se mostraba la lucha
que este verano último decidió cuestiones gravísima¡; en el pais, cuan-
do merec! del gobierno provisional de la nacion, y en nombre de
S. ?l., el que se me llamara porun correo estraordinario,mandándo-
me y rogándome al mismo tiempo, como si necesario fuera esto, des-
pues de mandato tan grave, que viniera á Madrid. Lo hice con r,fecto,
y lo hice con repugnancia, pues mi resolucion era no haber venido
hasta que las córtes se hubieran reunido. Todos saben, señores, que
he sido, que soy y que pienso ser toda mi vida hombre de parlamen-
to, y nada más. Vencí esa repugnancia que tenia, vine á la córte, y
no pude resistir ni los mandatos, ni las insinuaciones, ni los ruegos,
ni todos los medios de amistad y patriotismo que se emplearon para
que aceptase un cargo muy honorífico cerca de 8'. M.


llDebo decir, señores, y otros lo podrán decir con más latitud y
mayor conocimiento de las razones principales que determinaron al
gobierno provisional de la nacion á insistir tanto en que aceptase ese
cargo, que las que me obligaron á vencer mi repugnancia fueron las
más propias de aquella situacion. Conocidas son de todos, pero me-
nester es recordarlas.


nEI gobierno provisional tuvo que tomar sobre si la gravlsima res-
ponsabilidad de admitir la renuncia de un tutor nombrado legítima-
mente por las córtes, y procedió al nombramiento de otro tutor, pero
no revistiéndole como no podia revestirle de todas las facultades "que
tenia ellegltimo nombrado, sino que combinó como debia combinar
lo que debía pesar sobre la responsabilidad del gobierno, lo que pe-
saría sobre la suya y lo que pesaria sobre todos los que ayudasen á
llevar aquella carga.


))Habian contribuido todas las opiniones pollticas quc caben den-




148 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE
tro de la constitucion de 1837 al desenlace de los sucesos de este ve-
rano, y se creia conveniente la representacion de personas que pu-
diesen tener la garantía de esas opiniones. Se habia procedido por el
tutor nombrado por el gobierno provisional á hacer nombramientos
muy importantes y de grande trascendencia en personas que deben
cercar continuamente á S. M. con acceso libre ycon influjo eficaz; y
yo tuve que admitir un cargo, una investidura con funciones muy
respetables y como en oposícion tambien, como en vigilancia, como
en inspeccion política de lo que por otra parte se habia hecho. Este
fué, señores, el carácter, la mision dificil, desagradable, de éxito casi
seguramente malo, que yo por patriotismo y deferencia al gobierno
provisional tomé sobre mis hombros.


llCómo he procurado desempeñarla no me corresponde á mi de-
cirlo, pero no puedo. menos de manifestar al congreso que mi primer
cuidado, el empeño de todos los días y todas las noches ha sido com-
pletar la educacion política que me estaba encomendada, esplicando
una y mil veces que no hay monarquía constitucional posible, si los
reyes oyen siquiera hablar de polftica á otras personas que á los mi-
nistros responsables, si los reyes creen que pueden ceder á los afec-
tos privados y á los consejos de las personas que más estimen, en vez
de ceder á los consejos de los hombres que manden el pais, que in-
terpone entre ellos y los pueblos para hacer conocer la voluntad de
estosy regirla con arreglo á ella. Es ingrata esta tarea y es imposi-
ble desempeñarla bien, no para quien se dirige dignamente, sino para
las personas que lo escuchan y no sienten eso en su corazon. No creo
que sean perdidas esas lecciones; no creo que esos consejos yesos
ruegos hayan quedado sin efecto; al contrario, de tanta bondad, de
tanto candor, de tan sensible é innato deseo del bien de los pueblos,
unido á lecciones que están en armonla con el interés de ellos, con la
estabilidad, con la dignidad y con el decoro del trono, me prometo
que han echado raices que no será fácil arrancar de donde conviene
que estén.


llPasó, señores, así ese tiempo con un intervalo que todos saben,
y encontré particularmente la más alta recompensa que podia encon-
l'ar de los desvelos, cuidados y del interés solícito con que procuraba,
segun mis pobres fuerzas, corresponder á la confianza que en mí se




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 149
habia depositado. Concluyó para mi de esta manera esa época, pero
concluyó reuniendo contra mi grandísimas prevenciones, considerán-
doseme como el representante de ideas inconciliables con las que han
solido dominar en ciertos puntos; teniéndoseme por el representante
de los adversarios de ciertas influencias que se cree que pueden ser
legitimas porque son fáciles de crear, con todo lo que puede el es-
piritu de clase, la tradicion, los antecedentes respetables, y con otra
cosa peor, con todo lo que pueden artes á que yo, señores, soy muy
estraño, en que la franqueza y la lealtad no pueden hacer progresos
aun cuando emprendieran tan desgraciada carrera.


))De esta manera, con estas desventajas, con estas prevenciones
he tenido que empezar á intervenir en los negocios del pais, y entrar
con otro carácter muy grave tambien, y muy importante en el real
alcázar. No me toca á mi decir si las prevenciones de que he hecho
ligera indicacion habían producido ya tal efecto que no habia la dis-
posicion que vulgarmente podía creerse para que yo fuera llamado á
organizar un nuevo ministerio. Lo que sí debo asentar, para poner
en el caso que corresponde á los señores que compusieron el gobier-
no provisional, es que debí á su amistad y confianza este honor, tris-
te, de ser designado para dirigir los consejos de la Corona, y enton-
ces, señores, los ministros de que hablo y yo tuvimos ocasion de ob-
servar cuánta era la oposicion, cuánto era el interés qne de cierta
parte habia para que no se formara un ministerio con las personas y
con los principios en que yo debia buscar el apoyo natural.


))Propúsoseme, señores, que me concertara para esto con cierta
persona que no debia formar parte del ministerio, y respondí á
S. M. que me hacia grande honor en llamarme para esto, que no po-
dria probablemente corresponder á su confianza; pero que si lo habia
de hacer, habia de ser teniendo yo toda la responsabilidad y de con-
siguiente toda la libertad conveniente: que en presencia de la augusta
persona que me llamaba no habia de haber nadie que tratase de mi-
nisterio más que yo: yo que habia sido y soy hombre que tiene fé, y
esclusiva, en el gobierno representativo, y que á afecciones antiguas,
á relaciones privadas, á consideraciones de partido, á. lodo habia fal-
tado cuando creí que la última regencia se desviaba de es~e camino. Y
no tuve, señores, otro motivo para ir contra aquel gobierno, en uso




150 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE
de mi derecho y desde este banco, pues yo nunca voy de otro modo,
que .el de ver ó creer, al menos que relaciones prh:adas, influencias
secretas formaban un centro, que tiene en España un nombre bien
significativo, y es de los pocos que damos á las lenguas de otros pai-
ses, del que salian las inspira:ciones para que no se gobernara consti-
tucionalmen te.


"Fui, en efecto, llamado yo s~lo como habia exigido, si habia de
tener ese honor, para proponer lo conveniente sobre la formacion del
ministerio, pero no dejó de indicárseme que podia haber otra perso-
na que, ó casualmente, ó de cualquier otro modo, podria coincidir al
mismo tiempo con mi pre;;encia en aquel sitio, y dije que no tenia
inconveniente en que se me viera, pero que lo tenia en todo lo de-
más. Se me hicieron particularmente indicaciones para un ministerio
y las rechace completamente; y dije, como debia decirlo, que todos
los ministros habian de ser de mi particular confianza, que no habian
de tener dependencia ni motivo de deferencia y s~mision particular
de ninguna persona fuera del ministerio: que yo noqueria ser mi-
nistro, y no hay en España. un hombre á quien más ocasiones se ha-
yan presentado de serlo; pero qua si lo era, añadi, habia de mandar
yo, y nadie más que yo, y que no habia de penetrar por las puertas
del consejo de ministros ninguna otra persona, por caracterizada que
fuese; que se habian de conocer las operaciones del ministerio por
las órdenes que diese, por las medidas que adoptase, y no por ningu-
na otra cosa. Esto parecerá duro á algunos, pero es el ídolo de toda
mi vida politica: no he faltado jamás á él, Y tampoco faltaré. No por
amor á mi opinion, señores, no por estímulo de mi carácter, sino
porque entre los principios de retroceso y los que quisieran llevar-
nos á otra parte, no hay más medio para consolidar la libertad cons-
titucional y salvar el trono constitucional que regirse severamente
por estos principios; y adulan torpemente y sirven mal á los reyes
los que les hacen creer otra cosa.


nYo, señores, he tenido que tomar sobre mis hombros una obra
muy superior á mis fuerzas, y que acaso lo sea á las de otros mayo.
res. No he temido.pasar por hombre escesivamente monárquico para
108 que niegan principios de gobierno; ni por escesivamente popular
para los que quieran rodear al trono de influencias ilegítimas qu~




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 151
concluyen con desgracias de los pueblos y disgustos de los reyes.
Tuve, pues, la honra de que se aceptara el encargo para que se me
consultara, asentado en los términos tan esplicitos en que yo podia
admitirle.


»Añadí que ninguna persona podia estar sirviendo cerca de la.
augusta "que me honraba de esta manera con su confianza, si hablaba,
en cualquier sentido que fuese, de materias politicas, si se mezclaba
de cualquier manera en los negocios de Estado; y esta amenaza "que
yo hubiera cumplido y que estaba pronto á'Cumplir, relegando ásus
funciones propias y retirándola de las ajenas a su calidad á quien
fuera menester, es una indicacion que no quiero llevar más adelan~
te, porque espero que sea bien comprendida. (AplautIJs y.señales
de des¿prooacion.)


»Empecé bajo estos auspicios á busoar mis colegas para .el mi~
nisterio. No quiero conta.r lo que hace referencia al empeña que
mostré, como cumplia á mi conviccion yamista.d, para que continua-
sen los anteriores señores ministros; pero no puedo tampoco pasar
en silenc io un hecho que se enlaza y coincide con la salida de esos
señores y con la entrada mia. En el mismo dia en que deblamos de-
cir definitivamente á S. M. sí estos señoréScontinuarian, ó si yo me
veia por primera vez en el duro trance de vencer todas mis repugnan-
cias para admitir el ministerio, ocurrió un hecho que merece ser co-
nocido del congreso y del país.


))8. M. celebraba en aquel día, ó en el siguiente, en el siguiente
de seguro, la solemne declaracion de las córtes de su mayor edad; y
despues del obsequio que con tanta bondad hizo á los cuerpos cole-
gisladores, quiso tambien hacer otro semejante á los representantes
de todas las naciones acreditados cerca de su real persona. Pero á
este convite diplomátioo, absolutamente nadie más que los jefes de
mision debian asistir: aunque como compañia ilustre (costumbre es-
tablecida en otros paises), pudieran hacerlo los más cal'acterizados del
cuerpo diplomático español. Personas habia muy dígnasds concurrir
á él: ministros de Estado de otras épocas, jefes de misiones anterio-


• res hubieran podido ser invitados; pero el rigor con que se observa
la etiqueta en esta e~pecie de convites esclusivamente diplomáticos no
lo permitía. Esto no obstante, se supo que S6 trataba de cOllvidar á


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152 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE


una persona ó autoridad; y de comun acuerdo los individuos del mi-
nisterio saliente yel único ministro entrante, decidimos que eso no
podia ser un negocio privado; que un convite tan solemne podia te-
ner tendencia á ser interpretado corno una reunion politica; que no
podia, por tanto, hacerse escepcion á favO!' de ninguna persona por
más digna que fuese, y debia proponerse que, ó no se verificara esta
escepcion, ó se es tendiera de modo que la reunion no pudiera consi-
derarse como política.


»Asi se hizo, pero se encontraron inmensas dificultades, que se
nos manifestaron d09de no las debíamos suponer; donde nosotros
creemos que las palabras que salgan se deben oir siempre con pro-
fundo respeto; pero juzgamos no obstante en ~quella ocasion que las
dificultades materiales que se nos alegaban, no eran de tal naturaleza
que no se pudieran vencer, Insistimos; instamos, y aquel aouerdo úl-
timo de los señores ministros dimisionarios y mi humilde persona
recibió, como debia, la sancion, y fué enteramente llevado á efecto.
Otras autoridades populares, alguna otra política concurrieron por
esa razon á aquel banquete, cuya. signifioacion escusa yo recordar
despues de indicar este hecho á los señores diputados.


nEmpezando en seguida, y aun creo que en el mismo dia, las di-
ligencias para formar ministerio, hallándome en la seoretaria de
Estado, venciendo repugnancias naturales, estableciendo principios
de gobierno para ver si habia la homogeneidad debida entre los que
han de formar el ministerio, fui sorprendido por un recado que me
honraba mucho, pero que no acabé de comprender bien entonces: y
habiendo acudido inmediatamente, como era de mi deber, y de mi
gusto, mi sorpesa, subió de punto cuando se me dijo que era menes-
ter que formase el ministerio inmediatamente.


»En vano respondia que me ocupaba con tal asiduidad en ello
que ni de noche ni de dia pensaba en otra cosa: se me dijo que era
menester que lo formase inmediatamente, porque si no habia otra
persona que lo hiciera, y que lo hiciera pronto. Véase, señores, con
qué dificultades, con qué oposicion, con qué ministerio en frente em-
pezaba á formarse este de tan breves dias; y si yo hubiera creido'
que ese otro ministerio que estaba tan pronto á ser fOI'mado llevaba
además de la ventaja de la brevedad lo que nosotros no pudiéramos




DE LA ACUSACION DE DESACArO Á S. JI, 153


dar al país, ciertamente que mi respuesta hubiera sido mostrar mi
profundo agradecimiento, y retirarme tranquilo á mi casa para no
volver á caer en semejante lazo.


nPero lo declaro aquí, y esto importa mucho que se tenga pre-
sente para el porvenir: yo no creo que las personas que no puedan
dar por sí mismas y por susprincípios las garantías que el partido á
que he pertenecido siempre ha exigido desde la promulgacion de la
constitucion del año 57, puedan mandar tranquilamente en el país;
no creo que pueda haber hombres de otros principios politicos que
los que profesa ese partido, que apartándose de esos bancos puedan
desde otros puntos dar fuerza á un gobierno que segun sus miras vaya
dirigiendo la nave del Estado, Yo sé que la situacion del país, yhas-
ta ahora ni una sola vez me he equivocado en mis pI'edicciones, no
consiente ni el mando absoluto de los que se pongan al fl'ente del go-
bierno con principios contrarios á los que he indicado, ni la direc-
cion oculta de los que se hallen en igual caso; sé que un gobierno
de esa clase traer!a convulsiones nuevas, nuevas rivalidades, y la
imposibilidad de un gobierno tan pacífico, tan reparador como debe
ser el que dé principio al reinado de doña Isabel 11; por eso hice el
sacrificio de continuar, y tuve la fortuna de encontrar colegas que me
han honrado despues mucho en el ministerio, y que me hicieron en-
tonces gran favor en acceder á mis instancias.


"Empezó, señores, el nuevo gabinete, y no es del caso ahora
hablar de sus actos, que son bien conocidos de todos. Podia equivo-
carse, podia no merecer la confiallla del país; pero estaba seguro, no
solo de la lealtad de sus intenciones, sino de la imparcialidad de sus
miras y del propósito que habia formado de no recibir la ley denin-
gun partido, y dar ~ cada uno lo que fuese justo. Podia no encontrar
apoyo parlamentario, porque seguro estaba de que tal medida que
propusiese habia de contrariar á los unos, al paso que otra desagra-
daría á los de opiniones opuestas, y no creia que fuese dable ánadie,
y menos á personas tan pobres, obtener la aprobacion constante de
todos, siguiendo el rumbo que nos proponíamos. Al conocer esta di-
ficultad no desmayamos; el nuevo gabinete entendia que no habia
otro camino, é iba tranquilo por el que se habia propuesto; pero
mientras él caminaba tranquilo se preparaban contra su existencia




1'54
medios singulares que no me es dado revelal' completamente, pero
que tampoco puedo callar del todo.


))No hablaré sino de hechos materiales, ostensibles, y acaso no
bastante significativos; pero me valdré de ellos porque tengo que re-
nunciar por los debe res que me imponen la situacion en que me en-
cuentro, y mi pro fundo respeto al trono constitucional, á referir lo
que solo muy provocado podia decir, y contaré cosas que, aunque
pequeñas en si, preparen é ilustren el .ánimo de Jos señores dipu-
tados.


))Et segundo dia despues de la formacion del ministerio tuvimos
los individuos que le c()mponíamosel alto honor de ser invitados por
S. M. á aoompañarla á uno de sus reales sitios inmediatos á esta cór-
te. Nos preparábamos gustosos á disfrutar de esta honra,cuando un
suceso de poca .gravedad, y conocido de todos, hizo que prudente-
mente se suspendiera'-aquel viaje, no porque hubiera peligro ningu-
no, sino por obedecer á inspiraciones que todos deblamos respetar.
Trocóse entonces por la bondad de S. M. aquel honor en el singu-
lar de comer en su real mesa; diósenos la hora para ello; dejamos,
como era nuestro deber, los públioos negocios, y acudimos con la
exactitud que es natural en tales casos, y, señores, parecerá peque-
ño, pero es oosa que en su pequeñez prueba mucho: por persona
que muy de cerca tiene la honra de estar sirviendo á S. M., se nos
dijo que con muchQ disgusto suyo tenia. que darnos un chasco, por-
que aunque estábamos convidados no habia comida; que no se habian
entendido bien las órdenes , y no podia tener lugar lo que se nos
babia ofrecido.


))Cualquiera otro que no tuviese los anleoodentes que yo, y aun
alguno de mis compañeros me 10 indicó así, hubiera dicho: ((No im-
porta; otro dia tendremos esa honra si S_ }L lo determina; y si no,
nos basta la de haber sido invitados;) pero yo sabia la falseda.d
del motivo que se alegaba, y esa falsedad habia sido presentada
á S. M. con colores tan verdaderos, que se le habia hecho creer. Yo,
sabiendo lo cierto del caso, tomé sobre mi el deIJir: «No venimos
aquí deseosos de alimentarnos en esta ó en la otra mesa, sino ansio-
sos del honor de sentarnos á la mesa de S. 1\1.: S. M. comerá, y
nosotros lo veremos.\) Esta resolucion de que participaron todos mis




DE LA. ACUSAClON DE DESACATO J.. S. M. 155
compañeros, hizo que en efecto se verificara la honra que se nos
habia ofrecido, y la suerte hizo que en presencia de la persona que
habia dicho que no habia comida se sirv iera la más abundante y de-
licada mesa que podíamos ver en circunstancias semejantes. Pequeño
es este incidente; pero cuando se citan cosas de esta especie, seño-
res, se podrá conocer el deseo que hay de evitar otras citas de cosas
que no pueden ser tan inocentes en si mismas, y que pueden tener
ma.yor trascendencia. Sin embargo 1 una tengo que indicar 1 aunque
lo haré en los tél'minos más breves que me sea posible.


nSe habia esta.blecido, no sé desde cuándo, pero debe ser muy
reciente, el que personas que no tienen la honra de ser consejeros
responsables de la Corooa entrasen á tratar con S. M. de los negoci05
públicos como tuvieran por oonveniente, y yo erel de mi deber re-
cordar como ministro lo que con otrocaráeter habia dicho algunas
ve'ces, porque un ministro, cualquiera que sea, no puede consentir
que ni la persona más elevada en categoría trate de politica con la
reina, pues entonces no hay estabilidad ninguna para los tronos,
seguridad para las instituciones, tranquilidad para los pueblos. Pero
mostrarse con esta resolucion contra personas que tenian acceso con
S. M., de ese modo los señores diputados conocen el fruto que po-
dia producir, y el resultado que debíamos prometernos, y que desde
luego nos prometimos.


llSin tocar más de estos puntos, vengo al momento en que el con-
greso crllyó que debia nombrar al actual señor presidente, eleccion
que yo aplaudo como particular por las cualidades que adornan
á S. S., pero que colocaba al ministerio en una posicion si ngular .
Seria malo el gabinete, pero se componia esclusi\'amente de hom-
bres del antiguo partido progresista; hombres, señores, que pocos
dias antes habian sido creidos buenos por algunos, ó al menos se les
habia proclamado tales, y no creo que se les hiciese el poco favor de
hacerlo con la esperanza de que pudiesen servir de agentes á otras
miras. Por nuestra cueilta entramos en el ministerio; por nuestra
cuenta hemos perma necido en él, Y por nuestra cuenta hemos salido.
Poco importaria, sin embargo, la significacion política. de esta elee-
cion si no hubiera coincidido con las otra.s cosas anteriores de que
he .hecho alguna mancion; pero recordando lo del ministerio que es-




156 ·DISCURSO DEFENDIENDOSE


taba pronto, lo de las indicaciones hecbas en la breve crisis de cua-
tro días que hubo para la formacion del ministerio, y sabiendo que,
no solo subsistian aquellas miras, sino que iban cada dia en aumento
los estímulos en daño del ministerio, no ignorando la separacion
anunciada por escrito de persona que podia influir mucho en la con-
sideracion de este ó el otro ministerio, reuniendo otra porcion de
antecedentes que debíamos apreciar, creimos que e~taba próximo el
dia, y acaso no pasarian dos, en que por una parte hubiese un voto
significativo en daño nuestro en el congreso, y por otra estuviese ya
preparado el ministerio que nos habia de reemplazar.


llSi este hubiera podido hacer el bien del pais, le hubiéramos en-
tregado gustos[simos el puesto, cual~squiera que fuesen sus circuns-
tancias; pero pensábamos todo lo contral'Ío, y esto constituia para
nosotros un deber nuevo, el de sacrificarnos por el bien del pais,
permaneciendo en nuestros puestos,-aun deseándolos otros individuos
y no apoyándonos un congreso. Este fué el orIgen del pensamiento
de un decreto de diso1ucion de córtes.


llDos partes muy diversas hay que considerar en este decreto:
sobre la una diré todo lo que me parezca, porque ningun inconve-
niente hay en ello; sobre la otra pasaré muy ligeramente, interin no
se me dirijan palabras de aquellas que ningun hombre honrado pue-
de permitir que se le echen á la cara.


)¿Por qué tener un decreto de disolucion de córtcs antes que
haya llegado el caso de usarle? ¿Puede esto hacerse? ¿Debe esto ha-
cerse? Estas son cuestiones que se pueden tratar sin inconveniente,
Se puede presentar á un rey constitucional este caso; conocido es el
ministerio que le aconseja; conocidas las cámaras ó su mayoría; si en
breves dias, si inmediatamente ocurre el caso de un conflicto entre
el ministerio y las cámaras, ¿puede haber confianza bastante en. el
primero para decirle que podrá usar de la prerogati va cuyo ejercicio
aconseja? . .


))Yo sé, señores, que di~'án muchas personas que seria mejor
aguardar á que el casO' llegara y hacer juez á la Corona, y que ella
entonces escogiera entre 10 uno y lo otro; pero esta doctrina, seño-
res, exige la aplicacion de otra doctrina; exige la no existencia de
influencias estraministel'iales; exige la libertad de la Corona; exige,




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 157
en fin, la imposibilidad de la seduccion diaria y continua en daño
del país y en contra del ministerio responsable: cuando no median
estas circunstancias es imposible pedir las otras; por consiguiente,
sin insistir más en la cuestion, pronto á dar cuantas esplicaciones
sobre ello se crean necesarias, se pudo creer, y se creyó, que podia
hacerse uso de la prero~ativa en ese sentido que para impedir ama-
ños é intrigas que imposibilitasen la libertad de accion de la Corona
en momentos dados se podia obtener un decreto de esta especie.


l) y se obtuvo, señores. ¿Pero cómo?
»Aquí repito mi propósito de guardar todas las consideraciones


que pesan sobre mi alma, como tambien, repito, la necesidad que
puedo tener de la tolerancia de los señores diputados. Antes de en-
trar en esta delicada materia, permitido me será rechazar las espre-
siones que no 'creo haberse dicho deliberadamente, de que es me~
nester escoger entre una reina y un hombre.


J)Ese es un sacrilegio político, señores: yo abono la intencion con
que se dijeron; no las supongo, ni es mi ánimo en este dia el supo-
nerlas sino buenas, cualquiera que fuese el modo de pensar en otras
circunstancias; pero á mí me toca más que á nadie, puesto que soy
el hombre á quien se alude, decir que bajo mi cabeza reverente no
puedo consentir la comparacion que equivocadamente se ha estable-
cido: no me ganará, señores, nadie en este acatamiento profundo al
poder salvador de los pueblos modernos, al que conservando el pres-
tigio, la tradicion, la fuerza que no se puede definir, de ·Ia antigüe-
dad, logra amalgamarse por constituciones como la nuestra con el
movimiento continuo, con las necesidades diarias, con la fuerza vo-
luble de la opinion. Así, señores, es profundo mi acatamiento por los
siglos que nos lo trajeron, por los siglos por los que podamos con-
Servarlo: yo no soy nada, señores, ni ningun hombre; no hay poder,
no hay institucion, no hay fuerza ninguna que admita con él térmi-
no de comparacion, ni próximo ni lejano; yo, señores, bajo mi ca-
beza, como he dicho reverentemente, no solo al poder sino al uso,
de cualquiera manera que se haga, de la persona y de la institucion;
me entrego todo, señores, á esto; yo me doy en holocausto de ese
poder; yo le entrego mi vida, y con gusto la darla si afirmase cons-
titucionalmente un poder que solo así puede salvar al pals; yo en~




t5S DmcuRSO nEFINDIRNnOSB'
trego mi repv.tacion, señores, en lo que valga de' hombre entendido,
eu lo que valga de; ministro hábiJ. y de hombre público; pero mi
vida es mi honra., mi vida es este sentimiento de mi conciencia, que
me ha hecho viv.ir conmigo siempre tranquito y contento; mi vida
es, señor@s, la que debo á II1n padre honrado. (S. S. rompió en so-
UO¡@S qlUJ le emhrwgarfJll la voz:, y e1Úre los cuales continuó dicien-
do lo que relta d8l párraf()~ Mi v.ida es la que he pasado con una
persona de mi corazon, con mi hi:ja .. ~.. la q:ne he pasado con mis
amigos ..... con mis compañeros que me han creído siempre hombre
de bien, incapaz de faltar á mis deberes.... y, señores, ¡ esto no
puedo yo sacrificarlo ni á la reina, ni á mos, ni al universo enterol
¡Hombre de, bien, inocente, h~ de aparecer ante el mundo, aunque
fuera en la escalera de la horcalll (Aplausos en UI¡OS lados, agita~
cian en otrog: el señor presüJente mandó á los: celadores del Con-
greso que kict'eran salir fuera á los que albo,'otasen en las tri-
bunas).


llA todas partes voy, señores; todo lo hago, todo lo sacrifico,
todo, lo acepto, menos el pasar por hombre indigno ..... menos el
pasar por ,hombre capaz de cometer un atentado que horroriza solo
el pensarlo.


) Yo suplico al congreso que vea los altos fueros de la dignidad
l1e.al~ que e~:msidere la alta, mísion que ejerce para hacer el bien del
país; pero que. no olvide tampoco, ni por espíritu de partido, que
no lo creo, ni por miras personales mucho menos, ni por motivos
particulares de ninguna especie, el sentimiento de la humanidad, la
voz de la inocencia; que concilie cómo el hombre puede aparecer de
la manera que él quiere aparecer, aun á costa de su vida, con honor,
con nobleza, como es y ha sido siempre, sin el más ligero lunar que
le empañe, y que acaso pudiera ser estensivo á una familia que ado-
ra (S. S. rompió de nuevo en sollozos), y que no liene más pa-
trimonio que su buen nombre; que concilie, repito, todo esto si
puede el congreso, y entonces yo me entrego gustoso en sus manos.
Mientras tanto, señores, de la manera que me sea posible, y siendo
testigo de mi sinceridad el estado en que me advierte el congreso
(8. S. continuaba llorando), yo no puedo menos de decir lo menos
que decirse pueda, sin tocar á lo que no debo tocar¡ yo no puedo




DE LA AeVSAClONi D! OOS.Ae'Á.'rO Á S. M. 1!5Q
m&DQ& de decir que en cumpHmiet'lito de mi deber fui la noche del
28 del pasado Doviemb-re á despachar diferentes. negocios que en.
aquel dia esliabau prontos pa¡Ila el a€Spacho en el ministlilrie de Esta-
do; que subt á la b.~¡;,a acostumbL'ada, He\lando en la Elartera todos
esos decretos; que me seguia r como sigue siempre~ UD portero; que
estaban M. la. real cárnlU'a las personas él q¡uienes. por su obligacion in-
cumbia estar alll á aqaetIa hora; qu@ se pasó eL oportuno recado de
atencion, y que empezó el despacho ordinario.


nEran mnehas los nego~ias, si hien nQ¡ me es pasible recordar el
número, porque la inocencia no se cuida d6l b~1Hl' detalles y por-
menores que no necesita; eran varios los decretos que estaban pre·
parados para a.quella noche; los lei como era de mi deoor, vencien-
do alguna impaciencia muy natural" y que yo DO, necesitt~ esplicar
más; se rubrt~a·ron come debian t'ub,i(''afse; pasado el despacho hubo
ocasion de ocuparse en otros incidentes que pedian: algun tiempo; se
me dió l'Illa nota, un a·punte soblle las circu'D.stancias recomendables
de ciertél' persona á quien' se deseaba premiar sus. servicigs con una
condecoradon; merecí, sefi.ores, una fineza que', no porque no fuese
la: primera vez, perdia para mi toda su importancia, \ln recuerdo á lo
que hace' las delicias de· mi vida, 1m recuerdo para w'¡; niñéli, entrega-
do delante de personas que· no n~cesitan atestiguaI! m~ palabra, que
mi, palllibra ha sido siempre estimada eOID(j)l la da todo' hombre han-
Pado y caballera.


1) y' sin decir ahora más SObt!6 @st@', señolles, DO: sé fijamtlnte cuán;.
lo tiempo se invirtió' en ello, pero no creo que pasara de un, cuarto
de hora; en el ministerio de Estado estarán los decretos de este dia.-
Calcule cualquiera el tiempo necesario parw su lectura, haciéndola
con aquellas atenciones de delicadeza. debidas á la persona á quien,
leia, y Alas que yo jamás he faltado; calcúlese sobre cuál seria. la.
situacion del alma ocupada de esas cosas aun sin la honra de distin~
guir la familia. del ministro responsable de la manera que se hizo;-
y comblnese, repito, todo esto, para el juicio que debe formarse y
que para mi tranquitidad lo creo formado en los hombres que no ha-
yan tenido motivos particulares contra su voluntad para estar preve-
nidos en esta materia: supóngase, señores, á un ministro que tiene
interés político, ó de cualquiera. especie que seat en hacer adoptar una




160 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE
medida que encuentra alguna repugnancia, mayor 6 menor; supón-
gase que este ministro no es un hombre indotado absolutamente de
razon ni de medios de hacerla valer, y que por esperienoia además
se reconoce que sabe decir sus ideas, teniendo algunas veces la for-
tuna de hacerlas adoptar por los que al principio disentian de ellas;
dése la mediana moralidad que un hombre así necesita; désele la
menos prudencia que se le pueda conceder, y:digase si para hacer
adoptar una medida semejante no emplearia la discusion y los razo-
namientos convenientes; júzguese, si es licito juzgar, de las razones


- que se necesitan para convencer el entendimiento de quien, por más
privilegiadas que sean las circunstancias particulares que se ·Ie su-
pongan, no puede traspasar las leyes de la naturaleza; y dígase, re-
pito, si no es natural, si no es consiguiente, si no es preciso que se
empleasen naturalmente esos medios, que se emplea.se naturalmente
ese tiempo para vencer esa repugnancia.


nYo no me quiero poner, señores, ni por un momento, ni por
la hipótesis más gratuita, en el caso de otros hombres que teniendo
intencion semejante, emplearan otros medios; confieso que no se me
habia ocurrido; pero tanlo se habla, tanto se dice, que muchos repi-
ten naturalmente, dada la impaciencia natural, dada la regular con-
fianza que prescip.de. no solo en altos puestos, sino aun en los que
solemos ocupar los particulares, de examinar prolijamente lo que fir-
mamos: ¿no es más sencillo, no es más natural, no es más fácil
bacerse con un documento semejante sin que esto sea advertido, y
empleando, ya los medios de la discusion, ya otros que no quiero
nombrar?


nPero ni lo uno ni lo otro, señores, son todavia lo que mas cla ...
ramente debe hacer ver la sÍtuacion de un hombre á quien en tan
trisle circunstancia se coloca. Puede un malvado, señores, puede un
hombre sin sentimiento ninguno ni de moralidad, ni de decoro, ni
de respeto á sí mismo y á su posicion, intentar un -golpe de mano:
¿cuándo? Cuando una vez conseguido, cuando saliendo bien de una
empresa atrevida y temeraria el objeto se logra en el acto, y des-
pues se dice: júzguese como se quiera del medio, que el fin ya se ha
conseguido: pero cuando no se puede tener ese objeto, cuando la es-
periencia demuestra que ese no es, que ese no lo ha sido, ¿se pue·




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 161
den emplear medios conocidamente opuestos á la intencion que se le
supone? ¿Cabe, señores, emplear ciertos medios, y esperar luego se-
creto, confianza, tranqnílidad, consecuencia en lo que de suyo es de
esta manera hecho? Piénsenlo, les ruego, los más prevenidos; exa-
minen lo tranquilamente en su conciencia, y vean si aun cuando sean·
muy superiores en medios intelectuales, si aunque les ceda como les
cedo en todo lo que no sea honradez y amor á mi país, serian capa-
ces de creer que ninguno emplearia medios tan contrarios á la ra-
zon, tan contrarios á su interés, tan contrarios al éxito de lo que se,
puede suponer se proponia ..... »


(Continuó el discurso en el dia siguiente.)


«Señores: Ayer tuve la honra de recorrer cuan rápidamente pu-
de la historia de los sucesos que creia debian tenerse presentes para
ilustrar el ánimo de los señores diputados. Quedaba en un punto su-
mamente grave, en el cual caminaba con el pulso que las circunstan-
cias exigen. Hice mencion bien sincera y terminante de mis sentimien-
tos politicos, que pudiera haber escusado en otro caso, por ser
bastante conocidos. Hice la aplicacion conveniente de ellos á los su-
cesos singulares que nos ocupan, y mostré la fijeza de mis principios
y la confianza que en ellos tengo, y se ha puesto á prueba sin reparar
en las consecuencias que podia producir. Hablé en esto creo con la
entereza que cumple á un hombre honrado, satisfecho de si mismo,


. en aquello en que legítimamente puede uno decirlo, y puede decirlo
sin modestia afectada. Hablé de otras cosas que naturalmente venian
al ánimo agitado, de las afecciones mas caras al corazon, y de ellas,
señores, hablé como hombre. Si la conmocion que entonces sen tia
se creyere algun tanto ajena del respeto y la consideracion que al
congreso se debe, yo le suplico que me lo disimule; al mismo tiem-
po espero que no se confundan semejantes sentimientos con todo lo
demas que tuve el honor de manifestar, con todo lo que manifesta-
ré, con lo que sostendré mientras aliente, con la serenidad y firme-
za de carácter o..ue á falta de otras dot.es nadi.1? m.~ ~(}i'3. n~~'ó.Y.


nReferl, señores, muy sencillamente que en la noche de que se
IQJIIO 11. 11




162 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE
trata, á la hora yen la forma acostumbrada,subí al despacho de los
negocios de Estado. Que fueron varios los decretos cuya aprobacion
tenia que proponer; que fueron todos ellos aprobados; que existen ó
existirán na turalmente originales en el ministerio de Estado; que su
número, su estension, aUIlque no grande, sus circunstancias todas
merecen ser comparadas, tenerse muy presentes cuando se fije la
apinion sobre el tiempo que se invirtió y que necesariamente tiene
que invertir se en el exámen, lectura, aprobacion y rúbrica de ellos.
Creia, señores, que no debia hablar mas detenidamente de alguno en
particular, y sin hacer mas referencia que la precisa, puedo asegu-
rar que he cumplido en eso como en todo con los deberes de un mi-
nistro responsable, que propone y sostiene mas ó menos segun sea
necesario, dentro del círculo de sus deberes, aquello que juzga que
conviene al bien del pais.


))Indicaba ayer que en muchos y muy graves puntos me propo-
nía prescindir de cuanto acaso deberia decirse, que pasaria en efecto


. sin decirlo, mientras que mi honor no quedase interesado por pro-
vocaciones que la esperiencia probaria que no eran muy prudentes,
ni acaso muy patrióticas. Aquella obligacion que me impuse, que
pesa sobre mi por respetos á las instituciones, por respetos al trono,
por mirar siempre al bien del país, me obliga aun á pasar muy por
encima de ciertas indicaciones, que no puedo sin embargo omitir


del todo.
»)Cuantos decretos fueron aprobados en aquella noche tienen la


rúbrica augusta que los aprueba y sanciona; y la tienen, señores,
sin temor de ser desmentido por nadie ni en este sitio ni fuera, ni
ahora ni nunca, en aquella forma sencilla, natural, legal, clara,
idéntica á todas las de esa especie; y luego diré que lo singular de
cierto suceso autorizó la suspicacia de quien en esto se preparó la
prueba conveniente.


»)Indiqué tambien, señores, ciertas consideraciones morales sobre
las que no creia tener que esplicarme, y que espero que no se me
ponga en el caso de hacerlo, porque entonces ya no seria mia la res·
ponsabilidad, que demuestran el estado del ánimo de la persona au-
gusta á quitW me es sensible tener que citar tantas veces, pero que
todas serán por mi parte con el profundo y sincero respeto que profeso




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. lB3
y debo profesar. Y sin tocar mas que lo que en breves palabras pasó,
y sin referencias terminantes, mientras que á ello no se me compro-
meta, diré, señores, que recibi, como anuncié, cuantas muestras de
bondad pueden salir de un corazon cándido y reconocido, y cuanto
puede agregar despues la atencion mas fina y delicada, y la que ja-
más se puede recompensar dignamente; saludos obsequiosos aun
despues del acto de la despedida; saludos hechos en paraje menos
apartado del teatro de graves sucesos de la manera que 3e pintan;
hechos de prueba legal; hechos que, si fuera necesario descender á
ellos, abonarían al que nada desearia tanto como la defensa cumpli-
da que en su caso era imposible de toda imposibilidad que se ne-
gara.


llBajó el ministro despues del brevísimo despacho, el mas breve
sin duda de cuantos ha tenido la honra de tener, en el que invirtió
el tiempo absolutamente preciso para que sin contradiccion, sin dis-
cusion que pase de poquísimas palabras que no den lugar al mas li-
gero razonamiento, diera el resultado oficial que se halla en el mi-
nisterio de Estado.


llY desde entonces, señores, ¿qué ha ocurrido? Si he pasado tan
por alto por respetos que el congreso reconoce, y que yo acato corno
el que más, acerca de unos breves instantes, origen despues de tan
singulares consecuencias, me permitirá el congreso que sea más es-
pllcito y más detenido en estas mismas consecuencias y en el modo
legal como deben ser consideradas.


)IFigúrense los señores diputados á un ministro que abusa de su
posicion, á un ministro que corneta un atentado, y que lo cometa
con todas las circunstancias agravantes que da el ejercicio de sus
altas funciones: imaginenselo salir despues de consumar el atentado,
¿por dónde? por las muchas y espaciosas salas que separan el gabi-
nete de la real persona de la escalera principal de palacio.


nLos que por su categorla ó por otras circunstancias que para
ello les hayan favorecido hayan podido penetrar alguna vez en aquel


sitio, sabrán bien que mientras que los hombres que rehuyen pasos
fáciles, pasos que pueden considerarse como familiares y van por los
más públicos y solemnes, mientras hacen esto, hay oV-a comunica-
cion rápida, directa, que será la sesta ó sétima. parte más corta que




164 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE
aquella por 'donde se retira el que va cumpliendo con su deber y lo
hace con la solemnidad debida. Pues bien, señores: á ese ministro,
saliendo de ese modo en el acto de perpetrar ese crimen, ¿cuántos no
debian ya, conociendo ese suceso, que debió ir pintado en el sem-
blante, que debió oírse en los quejidos involuntarios, que debió
adivinarse por los primero~ espectadores, cuántos no hubieran sido
los que hubieran detenido, y con razon, al que se marchaba despues
de haber faltado tan gravemente á su deber? Es menester suponer,
ó un disimulo que no solo no sienta bien en pechos magnánimos', qua
es absolutamente impoEible en una edad tierna, que es mas que nada
incompatible con los sentimientos bellos de un corazon que forma
todas nuestras esperanzas, ó es menester suponer todo ese disimulo,
tod¡¡. esa calma impasible, toda esa impasibilidad en ciertos instantes,
ó si no una falta gravísima, una connivencia en los guardadores,
una deslealtad en los servidores más inmediatos. De 011'0 modo no se
puede esplicar una escena semejante.


»Pero no son solo aquellos instantes primeros, no es solo aquella
escena que naturalmente debiera ocurrir desde luego; muchas horas
de la noche pasan' todavía, y ese supuesto ministro criminal está
tranquilo en su secretaria, recibe agentes estranjeros, conferencia
con ellos tranqQilamente, y no llega á su oido, hallándose en el mis-
mo edificio, rumor ninguno de la agitacion, del escándalo, de la
indignacion que semejante suceso necesariamente hubiera producido.
¿Qué es esto, señores? ¿ En qué se pasaron aquellas horas? ¿Qué es-
plicacion puede darse? Las últimas de la noche vinierou, y todos se
retiraron tranquilamente, y de nadie se dice que se apercibiera, no
como se quiera, del suceso que se trata, sino del simple despacho
de los decretos más ó menos importantes que se rubricaron.


})Arnanece, señores, para mal de la rnonarquia el dia 29 del
pasado mes, y amanece aquel dia y empieza á ~aberse, ¿el qué?
Personas muy respetables, personas que tienen muchos medios de
saber lo que en altos lugares pasa, supieron desde luego, y dijeron
á otras personas muy fidedignas, personas que, con que lo l1nuncien
de cualquier modo que sea, serán creidas, pero que no repararán en
los medios de manifestarlo: ¿qué? ¿Saben qué? Se comunican en
confianza. ¿El qué? Que un decreto de disolucion existe, que un de-




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 165
,creta de disolucion se ha firmado; y muchas de esas personas son
despues testigos; y son hombres que por su posicion, por sus ideas,
por otras circunstancias dehon mostrarse dispuestos á creer más de
lo que entonces supieron. Pero hay que seguir el curso de las horas,
y en alguna se halla, señores, un cambio repentino, la noticia de un
decreto; una noticia política, un suceso más ó menos importante que
puede dar lugar á diversos comentarios, segun las opiniones y cir-
cunstancias de las personas; y un suceso de esa especie, que es co-
mun en los gobiernos, pasa á ser un suceso singular, único en la
historia; y es de esperar tambien que sea el último en ella, si no
ha de perder el prestigio el trono, y han de hallar en él todos los es-
pañoles la gara nUa y la fuerza que necesitan para afianzar la liber-
tad de su pais. Aqu! ruego á los señores diputados que recuerden lo
que muy rápidamente, y de la manera que me era permitido, iba
diciendo sobre ciertos antecedentes que prepararon la solucion de
esta cuestiono ¿Quién es la primera persona á quien ese suceso se re-
fiere? ¿Quién es el primero que sabe de unos augustos labios lo que
despues ha recibido esa forma solemne?


llAnuncié el otrodiaque hay dos cosas muy diferentes, y que nin-
gun señor diputado puede confundir, pues producen dos consecuen-
cias muy diversas tambien sobre un mismo suceso. ¿Se cree, por
ejemplo, que uno de esta naturaleza debe producir un cambio en la
administracion? Consejero y muy bueno es por todas sus circunstan-
cias el señor presidente del congreso de diputados; ¿pero se cree,
como no puede menos de creerse, que un suceso así debe producir
consecuencias legales? El señor presidente del congreso de los dipu-
tados no es persona autorizada para eso, ni capaz de entrometerse
en ello. Otras personas son las primeras que han debido saber eso;
y, no temo asegurarlo, no ha sido el presidente del congreso el que
ha oido la primera relacion, ni se le ha dado como primera edicion
tampoco, ni han mostrado estrañeza las personas que al mismo tiem-
po lo supieron. Piensen los señores diputados en las consecuencias
que tiene que producir en un país constitucional el que un suceso de
tanta entidad sea conocido, no se sabe de quién, antes que de las
personas á quienes legalmente compelía. Si un ministro habia faltado,
¿los demás ministros han Caltado por eso? Si un ministro era capaz




166 DISCURSO DEFENDIENDOSE
de cometer tan estraño atentado, por lo mismo que fuese estraño y
que fuese grave, ¿se podia suponer cómplices de él á los demás?
Aquí viene la cuestion decisiva; aquí no caben subterfugios; aquí no
cabe escudarse con el trono; aquí es menester decir francamente si se
quiere el trono constitucional ó si se quiere de otra manera. (Agz"ta-


,cíon. El señor presidente: órden, órden). ¿Dónde está, señores, dón·
de está el poder de obrar por si misma la corona sin intervencion de
ningun ministro responsable? ¿Dónde está el origen de un acto legal?
¿ Dónde el principio de cosa tan grave é inusitada? Busquémoslo" por
las vías constitucionales; busquémoslo, y no lo encontraremos.


llNo hay ministro ninguno, no hay ningun agente responsable,
no hay persona que con la aprobacion de la reina constituya la au-
t~ridad suprema; que tenga, no digo consejo, no digo intervencion,
la que la constitucion exige, y sin la cual es nulo y de ningun valor
todo lo que se haga, sino que ni el más ligero conocimiento, ni corno
personas allegadas, ni como personas de alta categorla, ni como
personas que habi an merecido una confianza sin limites hacia pocos
dias, fueron consultados ni oidos los ministros responsables: y pasa,
señores, todo el dia 29, desde la hora en que tomó cuerpo, en que
cundió la noticia, sin que ninguno de los ministros elegidos por la
corona, responsables ante las córtes, tengan ni el más remoto cono-
cimiento de una narraeion tan grave como singulal'.


IlÍ:lien conocerá el congreso que estas observaciones grav[simas
hácia las que llamo toda su atencion, no pueden tener por objeto el
juzgar de ninguna manera la conducta noble y natural, la que todo
español hubiera tenido en lugar del señor presidente y vicepresiden-
tes del congreso. Lejos de eso, de lo que yo me lamento, como buen
español, es de que en cosa tan grave, tan singular que va á llenar de


asombro á la Europa, y de recelo por nuestro porvenir, y ¡ojalá no
]0 aprovechen en daño nuestro! me lamento, digo, de que en cosa tan
grave, y siguiendo el suceso hora por hora, paso por paso, persona por
persona, no se encuentre el origen constitucional de ese acto tan sin-
guiar. Eso es lo que lamento, y sobre eso deseo esplícaciones bien ám·
plías. ¡Ojalá se dieran! No lo temo; no temo que se presente nadie que
diga: uYo soy h. primera persona que ha sabido eso, yo quien se ha
entrometido á inspirar que se llame al presidente del congreso para


,




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 167
que produzca estos ó los otros efectos.)) A buen seguro que no apa-
recerá, no; pero por lo mismo que no aparecerá, se verá más olaro;
sed praJfulgebat ea Zi¡so quod non v¡(lebatur. Mucho pudiera deoirse
de esto, y mucho se dirá aúp si es necesario, pero no insisto sobre
ello en este momento. .


»Llamo por un instante la atencion de los señores diputados, de
los más conocedores de nuestra lengua, de Jos que hayan tenido
más ocasion de oir 01 lenguaje sencillo y familiar de la augusta per-
sona que ha pronunciado Jespues de una manera muy solemne, y á
lo que parece tambien muy uniforme, ciertas gmvísimas palabras.
Comparen el estilo, comparen los términos, comparen algun verbo:
y si hay personas que puedan juzgar bien por su larga práctica, por
su aflcion, por sus conocimientos, calculen por ·las frases que hayan
oido, y otras frases semejantes. Yo paso, señores, por su decision
literm'ia para que vean si esas palabras son las que naturalmente se
usan, son las que suelen salir de los labios que despues las han pro-
ferido. Las palabras, señores, han sido prestadas; el estilo es aje-
no, y qnien da las palabms y el estilo, piénsese, señores2 si puede
dar algo más. Recuérdese, señores, lo que ayer decia del acceso fá-
cil, del acceso contínuo de personas, muy dignas sin duda de ocupar
los primeros puestos en el alto lugar' de que nos vaIDOS ocupando:
calculen los señores diputados, en efecto, que si -á despecho de sus
ideas, si contra sus intereses, si en la destruccion de sus planes se
comunica cándidamente un suceso de esta especie á quien de esa
manera lo tiene que considerar; si dando las palabras, si dando el
estilo, si dando la forma, puede darse tambien algo más. Piensen, no
en la elevacion del tronD, que yo miro desde abajo con ei respeto
que todos los señores diputados; piensen en el candor de la infan-
cia; piensen en el temor que se abriga en los pocos años, yen pe-
chos generosos sobre touo, que no exime la naturaleza de estas le-
yes de la edad á nadie, por elevada que sea su posicion; y piensen
qUe la estrañeza, la oposicion de cierta parte puede producir natural-
mente una esplicacion que se cree puede satisfacer de cierto modo á
quien se presenta por un momento' en posicion de estrañar y de
sentir.


llCiertas escusas fáciles, infantiles, recogidas diestramente por




168 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE


quien debe tener destreza para ello, presentadas despues y formula-
das en ajeno estilo y estrañas palabras, no en si mismas, sino con
relacion á las circunstancias, pudieron quedar ya convenidas, pudie-
ron repetirse, y en cada repeticion irse modifieando, y pudieron ya
tomar una forma sencilla, única, constante, cuya absoluta identi-
dad en tantos casos saben los señores prácticos en asuntos de juz-
gar si favorecen más á la absoluta verdad ó dan lugar á otros indi-


, cios y sospechas.
»Como quiera que sea, esas ideas, esas palabras, esa forma no


consta de dónde ha salido, no consta á quién se ha comunicado por
primera vez, y todas mis indicaciones en este instante recaen, y ten-
go el gusto de repetirlo, sobre momentos anteriores á la llegada. del
señor presidente del congreso á palacio. Entonces, señores, yo no
necesito hacer justicia á la lealtad é hidalgos sentimientos de su
señoria, y demás que despues tl1vieron el honor de acompañarle:
entonces estaba en el órden de las cosas que sintieran lo que sin
duda sintieron, y está todavla en las graves circunstancias que á ello
acompañaban que conserven una impresion semejante, que no diré
les haga par9iales en el asunto, pero si que no les permitirá ver con
completa imparcialidad lo que en él debe examinarse y verse muy
prolíjamente.


»Coincidió, señores, con aquella grave conferencia, que solo po-
o día ser !feíta, que solo podia ser constitucional por lo que t.uviese
de comun con una crisis ministerial; coincidió la hora del despacho
ordinario del ministro de Estado, el cual, ajeno de los rumores que
por la tarde empezaron á circular muy' al oido de personas que to-
man demasiado interés en la situacion política, eslraño absoluta-
mente á esto y á todas sus consecuencias, tranquilo con su concien-
cia, firme como siempre lo estará en el cumplimiento de su deber
cualquiera que él sea, por penoso y arriesgado que se presente, con-
currió á cumplir lo que era su obligacion. Tuvo la honra de llegar
á la real cámara, el sitio ~ás próximo donde debe esperar las órde-
nes de S. M. para. ser recibido en el despacho: se le manifestó por
un gentil hombre de S. M., que no sé si aquel dia debia estar de
servicio ó no, pero sé que lo estaba, que S. M. no recibia. La fór-
mula no era muy propia: S. M. no recibe á las personas que vienen




DE LA ACUSACION DE DESACATO J. S. M. 169
á. tener el honor de serIe presentadas; pero cuando S. M. no recibe
á un ministro, porque no puede ó no lo tiene por conveniente, su
ma~e",\.(\\\ l\1) o.e",l'(\(:,'\\(\. c'l)ml) ",e me o.l)~",e ",lml'\~m~l\\.e l\\1e ~."M.. l\1)
recibia; como 10 oia el ruido I aUl\{{ue modes\o, ü{{ue\ {{ue era lm-
prescindible, del inmediato despacho, como pudieran siempre oir y
oirán indud ablemente las personas que aquel lugar ocupen, sobre
todo en el silencio de la noche, y respecto del real palacio, no
pude menos, señores, de rogar á aquel señor gentil-hombre que hi-
ciera conocer á S. M. que el ministro de Estado se hallaba allí
como era su obligacion, y con la cartera del despacho. Sí suplicaba
que se me permitiese entrar, yo no podia decir entonces sino que
iba con el despacho de los negocios de mi ministerio, pero habian
subido con la publicidad propia de diputados constitucionales los se·


ñores que alli estaban; de consiguiente no podia ser un secreto para
mi quiénes eran las personas cuya voz llegaba á mis oidos.


llNo sé, señores, si entre los que entonces tenian el honor de
aconsejar á S. 1\1. en aquel singular' caso, hubo quien opinase tambien
por la admision ó no del ministro de Estado, de quien precisamen-
te se estaba tratando. Lo que yo sé decir es que en el caso de cual-
quierCII de esos señores, euando tal sensacion me causara lo que
oia, cuando inclinara mi frente solo al resplandor de la majestad, al
oir cosas tan inve.rosimiles, al anunciarse que la persona que habia
dado lugar á ello se hallaba allí á la puerta, lo hubiera mirado
como un aviso de la Providencia para el esclarecimiento de la ver-
dad, para la mayor confusion del culpable, y para las consecuencias
que debiera producir, me hubiera cerrado á toda otra consideracion,
y hubiera dicho: «que entre, que entre,» y aqul en s~ propio despa-
cho, ante la persona que eso nos refiere, que lo oiga y se confunda,
Ó que lo oiga y refresque la memoria de S. M. Señores, hay me-
dios en la naturaleza, hay medios en los suoesos que se presentan
alumbrando, resplandeciendo y aclarando todo lo que confuso se
halla en oiertos momentos, y no habia medio ninguno, cosa más
oportuna que aquella que el acaso traia para que allt quedase todo
aclarado, como debia quedar. Esto no obstante, y sin que yo pueda
penetrar de niDgun modo, ni lo haya intentado, ni lo intente toda-
via, cuanto alli se dijera ó se pensara, yo referiré únicamente que




170 DISCURSO DEFENDIÉl\'DOSE
el mismo señor gentil-hombre me dijo: «S. M. me manda decir á
usted que le ha destituido del cargo de ministro, y en el ministerio
encontrará V. el decreto.))


)lBice la profunda cortes!a, que significaba cuanto los señores di-
putados quieran suponer, á quien de cierta manera me anunciaba
esta noticia, y me bajé en busca del decreto que se me decia estar
en el ministerio. No lo hallé, ni antecedente ninguno de que exis-
tiese. Sin embargo, la fé de aquel caballero y la ninguna afidon tan
bien probada que yo tengo á aquel sitio, baslaron para que inmedia-
tamente despues de dejar mi cartera en el ministerio, me saliera de
él, y escusa decir cómo. Pasé á ver á mis compañeros, y dBspues
(ya sabe el congreso que para aquel tiempo ya habia hecho su dimi-
sion el de Guerra; puesaun cuando no estaba admitida, su voluntad
era irrevocable, y no asistia ni al consejo ni al minisl~rio) me reun!
con los señores ministros de Gracia y Justicia, Hacienda 'f Gobema-
cion, y les referí lo que acababa de pasarme. No debo yo contar la
estrañeza que causó, no el caso, que preparados estábamos para él,
así como dispuestos á evitarle en bien del país y en contra de nues-
tras personas, en tanto que no pudiéramos dejar el poder en manos
que juzgásemos que dirigirian la situacion del pai~ en bien suyo y de
la libertad; ,su estrañeza fué por las circunstancias que acompañaban
al caso, por esta junta que se efectuaba entonces en el real palacio,
y por la detencion en él del señor ministl'O de Marina. Vino al fin
este señor, y trajo un decreto exonerando al ministro de Estado y
presidente del consejo de ministros, y aunque muchos señores dipu-
tados lo sepan particularmente, bueno es que conste en el congreso
que ese decreto, que yo no sé quién estendería, y que al fin firmó el
señor ministro de ~Iarina, estaba concebido en estos ó semejantes
términos: « Vengo en exonerar por gravísz·mas causas, á mí re-
servadas, ó por gravísimas 1'azones, á m'E reservadas; no quiero
responder, porque quiero ser exaoto, de ouál de estas dos palabras
fuese, si razones ó causas; pero no temo equivocarme asegurando
que era una de ellas.


HDos observaciones de muy diferente índole se ocurren natural-
mente sobre la estension de ese decreto: la primera, que al tiempo
de exonerarme, en lo cual la corona estaba en su derecho, oomo lo




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 171


está siempre que cree conveniente que así se haga, se agregaba una
circunstancia que para nosotros en aquel mismo momento era un
enigma; y decíamos: para el país lo será tambien, pero fuéralo en-
horabuena: lpero para quien e3 objeto de eso! La otra observacion
rogaré á los señores diputados que la tengan presente despues para
que consideren que entonces, lejos de pensarse en la publicidad de
un suceso, en la forma solemne que habia de tener, se creia que de-
bia reservarse, y reservarse tan absolutamente que fuese ignorado
de todos menos de la augusta persona que decia que para si lo re-
servaba. Tenemos, pues, en las primeras horas de la mañana y en
casi toda ella la noticia sencilla, como atestiguarán, si preciso fuese,
personas del mayor respeto y escepcion, trasmitida del modo más
directo, de que habia un decreto, y por la noche y al tiempo de ce-


• lebrarse la junta, reunion ó consejo, en el sentido que antes he es-
plicado, que habia un hecho ó varios hechos de tal naturaleza, que
se reservaban á la augusta persona.


¡¡Cambióse despues este decreto, porqGe habia para ello, en efec-
to, un motivo; cambióse el decreto, porque se creyó que no debia,
que no podia la alta majestad inviolable infamar á ninguno de sus
súbditos, porque su poder alcanza á lo que la constitucion permite;
alcanza entre esas prerogativas de la constitucion á salvar con una
sola palabra la vida de un hombre; pero su poder dichosamente no
alcanza á perder á otro hombre con su palabra. No, señores, y no
habrá enemigos más encarnizados de la reina que los que quieran
prestarla ese poder; poder de que esa alma angelical no abusaria;,
pero que querrian tener á su disposicion para destruir los ele-
mentos del poder popular los que de otro modo no pudieran con-
cluir con ellos. Si hay personas, señores, que con cierto gusto, que
en literatura no califico, pero que en política estoy muy distante de
seguir, recuerdan aquellos siglos de los señores de vida y muerte,
y si esas personas saben hacer conciliable eso con la garantía que
necesitan los tronos para llenar su misio n en los tiempos modernos,
sigan esa senda que ya recibirán su pago; sigan profesando esas
doctrinas y poniéndolas en práctica, que los demás ya sabremos lo
que hemos de hacer. Pero no las seguirán si son cuerdos, que en
el ejemplo en que acaso no reparan por lo humilde de la persona en




17~ DISCURSO DEFENDIÉNDOSE
quien recae, á. poco que consideren, verán la repeticion de estos
sucesos en muy diverso sentido, ocurriendo muchas veces.


neomo quiel'a que sea, señores, tengo en este instante que cum-
plir un deber muy grato, 'el deber mas satisfactorio para mi, el de
rendir ante la nacion mi sincero homenage de gratitud á S. M. la
reina por la bondad, por la generosidad, por la consideracion qua
tuvo cuando no se hallaba rodeada. de ciertas personas, de cambiar
el decreto infamante por el constitucional. Sí, señores, aua despues
de lo que habia ocurrido, aun grabada en su imaginacion la." lec-
cion que sin duda se le habia dado, á sus solas, un ángel de bon-
dad, de quien tanto se puede abusar, con una ligera indicacion he-
cha con las menos palabras posibles para hacerle ver la diferencia
que habia entre uno y otro decreto, pide el de exoneracion consti-
tucional, desecha y manda romper el otro infamante y de recuerdos
de tiempos que han pasado, teniendo nosotros la esperanza de que
no han de volver.


nEI ministro llegó á palacio en aquellas horas de la noche en
que las personas que de contínuo cercan á S. M., sin que esto les
impida vivir en sus casas y recibir las inspiraciones continuas y or-
ganizadas mucho há de personas enemigas del ministerio, no se ha-
llaban cerca tle la reina (y adviértase que cuantas indicaciones haga
de esta especie, poniéndome en el caso, serán pruebas evidentes); en
aquellas horas en que S. M. se hallaba sin servidumbre polltica, si
es permitido decirlo as!, sino con su servidumbre familiar, la. más
intima, la que deben tener los reyes, siendo toda la demás de la
confianza de los ministros, y entre aquellas personas ajenas á la po-
lItica, en que no habia. nada que retrajera aquel ánimo bondadoso
de obrar con la justicia que le es propia, en el instante mismo que
se le indicó rubricó el decreto con la espontaneidad con que siem-
pre ha rubricado todos, anulando el otro de que he hecho menciono


nQuede, pues, el recuerdo para que vayamos siguiendo paso á
paso el grave suceso que nos ocupa, que primero tuvimos por la
mañana la noticia de que habia un decreto, luego por la noche otra
de la espresion del decreto, de que habia razones reservadas á S . .:\1.;
Y que despues todo esto ha sido objeto de reuniones diversas de las
personas más respetables por su carácter y por su posicion social y




. DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 173
polftica, que han tenido la honra de oir una y otra vez lo que des-
pues de tomar esta forma se les presentó como manifestacion de los
fientimientos de S. 1\1 .


. »Nada, señores,.me es permitido decir de este decreto en los
respetos tan grandes que me propongo guardar, y que guardaré
mientras mi honra, que ·no me es posible sacrificar, me lo consien-
ta; nada diré soLre el aeta sino recordar que antes del nombra-
miento del único ministro responsable que ahora conocemos, en to-
dos los pasos sucesivos desde el dia 29 por la noche, con ser tan
graves, no aparece la mano, no se ve la intervencion de ninguno
de los ministros responsables.


nAlgunos de mis compañeros, que al ver mi exoneracion dimi-
tieron los cargos que habian aceptado con tanta repugnancia como
es sabido y dejaban con tanta satisfaccion, creyeron que era llegado
el momento de que se presentasen y manifestasen que sin ellos la
corona se comprometia, la dignidad real se menoscababa, y cual-
quiera que fuese el motivo que hubiera para ello, se ponia la per-
sona de la reina donde no puede estar la institucion, y por consi-
guiente no estaLa bien colocada. No lo hicieron, sin embargo, y su
retraimiento fué muy prudente; pero lo que se creia justo, indispen-
sable para aclarar ciertos hechos, tuvo que tomar otro carácter y ser
gestiones particulares, de las cuales por ser de diputados, y en nú-
mero considerable, creo que puede hacerse menciono


llPero antes, señores, me será permitido, confirmando el estado
que en la noche del 29 presentaba el suceso que nos ocupa, que lea
el real decreto que se me comunicó por mi amigo el general Serra-
no, ministro todavía de la Guerra, á pesar de haber hecho su dimi-
sion, y que no ha parado hasta que le ha sido aceptada; real decre-
to que tiene la calíficacion constitucional, única posible en estos go-
biernos; la reina y un ministro: esta es la única decision constitucio-
nal, la única decision real admisible; los que quieran oponer á eso
otra cosa, olvidan por intereses frivolos, por pasiones del momento,
que quitan al trono el escudo único que tiene en estos gobiernos,
que comprometen á una augusta persona, y que la hacen jugar un
papel indigno de la condicion en que ha nacido, indigno de sus sen-
timientos elevados, y contral'io á sus verdaderos intereses. Voy á




174 DISCURSO DEFENDIÉNDOSÉ
leer, señores, la calificacion constitucional del decreto de disolucion
que como ministro tuYe la honra de proponer á S. M., y S. M. la
bondad de firmar despues de brevísimas palabras que para ello fue-
ron convenientes.


«Excmo. S¡'.-Con esta fecha se ha servido S. M. dirigirme el
real decreto siguiente:


llHabiéndome dignado dirigir á D. Salustiano de OIózaga, á ins-
Mancias suyas, un decreto por el cual mando que se disuelvan las
llcórtes, en uso de la prerogativa que la constitucion me concede,
JJvengo en anular dicho decreto, y en disponer que lo recojais y me
))10 devolvais inmediatamente. Tcudréislo entendido y dispon-
lldreis lo necesario á su cumplimiento.-Está rubricado de la real
))mano.l)


«De órden de S. M. lo trascribo á V. E. para su inteligencia y
))para que en su cumplimiento se sirva entregar el decreto á que se
))refiere el preinserto en esta órden, al dador de ella D. Francisco
))Miralpeix, oficial de esta secretarIa.


llDios guarde á V. E. muchos años. Madrid 29 de noviembre
))de 1845.-Francisco Serrano.-Excmo. Sr. D. Salustiano de 016-
I¡Zaga.»


))S. M. declara constitucionalmente, no que le arrancaron con
violencia y con desmanes indignos un decreto, sino que se dignó dar
este decreto; y entre lo que se arranca por violencia y lo que es
efecto de la dignacion, vean la distancia que hay los que puedan
medirla. <,Que lo dió, que se dignó darlo á instancias del ministro.ll
Es decir, señores, que el ministro en este caso cumplió con su de-
ber: el deber de un ministro es presentar á la corona lo que tiene
por conveniente, y en caso de que esto ofrezca alguna duda que pida
alguna esplicacion, el ministro que está seguro de su conveniencia
insta á S. M. Aquí está, señores, la absolucion de S. M.; aqui está
el decreto constitucional; y habrá mucho ingenio, y habrá tambien
pasion, y habrá todo lo que hubiera para hacer valer en contra de
eso la fuerza que yo doy en lo sagrado que tiene á todo lo que es
la persona real; pero lo que es fuerza constitucional nada la tiene
mas que el decreto de la reina firmado por el ministro responsable.
Y esto, señores, no son palabras, no son formas solamente, son el




DE LA. A.C1JSACION 'DE mr.8ACATO Á s. M. 175
pensamiento Intimo, la quinta esencia, digámoslo aSI, de las institu-
ciones nuestras: quítese á S. M. el que sus órdenes vayan firmadas
por un ministro responsable; póngasela, como se la pone, en el caso
de los poderes responsables ante la opinion, y responsable como yo
no quiero decir, y lodo esto recuérdenlo los señores que han vivido
en otras épocas que yo no alcancé mas que en años juveniles; al-
cancé sin embargo bastante para tomar las armas y defender .hasta
el último momento la libertad y la independencia de mi patria; pien-
sen esos seRores en cuál fué la causa de la pérdida de nuestras ins-
tituciones; piensen en que atrajo sobre la patria el baldan de una
invasion estranjera, y que diseminados por el poder qué la consti-
tucion establecia, y que en daño de ella se iba ejerciendo muchas
veces, diseminados los elementos de resistencia, viciados por la in-
tervencion ile~itima y las influencias anticonstitucionales; piensen,
digo, el escándalo que dimos á la Europa; piensen el borron que
echamos á nuestras glorias, piensen sobre todo en las consecuen-
cias que pesaron sobre el trono mismo, que tan los embales ha su-
frido, y sobre los pobres pueblos que lo defendieron con constancia,
superando toda clase de obstáculos.


))¿Se cree, señores, que iguales causas no han de producir igua-
les efectos? ¿Se cree que si se empieza, que si se consiente un caso
de aquella naturaleza como se consintió entonces, remediándolo
cuando fué tarde, no se repetirán con más razon ahora y con más
probabilidad de buen éxito para venir á los mismos efectos? Porque
yo debo decir, señores, que hay dentro de España muchos que nun-
ca han sido amigos de la libertad, como es bien sabido; que han
contribuido, corno se dice por mejor esplicacion, á la situacion del
dia, que tienen una posicion que no debieran tener; que hay, en fin,
señores, en la Emopa planes vastísimos, y yo lo puedo probar, para
arrancar primero la libertad de E8paña, y despues, si es necesario, el
trono de Isabel: yo puedo demostrarlo, y el gobierno, cualesquiera
que sean los que ahí se sienten, podrán decir en su dia si hay ó nQ
un pensamiento polltioo al cual pertenecen muchos hombres que en
otro tiempo han defendido la libertad, de traer al hijo de D. Cárlos
y casarlo con nuestra reina. (Aplausos, voces. No, no.) Se leyó el
artículo siguiente del reglamento: Art. 53. Los espectadores guar-




176 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE
darán profundo silencio y conservarán el mayor respeto y compostu-
ra, sin tomar parte alguna en las discusiones por demostracíones de
ningun género,))


»Decia, señores, sin imputar nada á nadie, que hay en Europa
ese plan, y que consta al gobierno, y que hay en España agentes y
cómplices de ese plan mismo: respondo, señol'es, 'de la exactitud de
esto, y disientan cuanto puedan disentir de mis opiniones los que
pueblen ese banco negro, sean cualesquiera las personas que lo ocu-
pen; á sus dichos me refiero tambien en este punto.


nDigü, pues, que para producir ese cambio en la opinion de Es-
paña, para entregarnos á una familia con razon desheredada, y cuya
desheredacion ha costado tantos millares de víctimas por espacio de
siete años, no se puede ir por otro camino mas que por el de sepa-
rar á S. M. de los medios de gobernar que la constitucion prescri-
be, para que lleven el sello de la aprobacion pública.


» y d~mostrado esto por la grave indicacion que acabo de hacer,
sin entrar por ahora en más pormenores, vuelvo á los términos del
decreto constitucional. Se manda por él que se anule el citado de-
creto. Señores, lo que se arranca por violencia no tiene necesidad
de anularse, nulo es de suyo, y esto que por si solo podia parecer á
algunos la esplicacion más legal de lo que corresponda á un docu-
mento de esta especie, esto concuerda exactamente con el haberse
dignado S. 1\1; espedir el decreto de que se trata, á instancias del
ministro, á instancias, y nada más.


)Pero cuando esto se decía, cuando esto constaba oficialmente,
circulaban ya por el público rumores más ó menos exactos de otra
diversa y respetable narracion. Esos rumores tan graves de un suceso
tan estraordinario pudieron embargar sin duda alguna en los primeros
momentos los ánimos de muchas personas, y pudieron estraviar la
opinian de algunas gentes; poco calculaban sin embargo los que
creiar¡. que semejante estado de la opinion era dUl'able; poco
conocian que la sorpresa puede servir solo para dar un golpe que se
consuma en el acto y en el que despues de logrado el objeto no im-
porta-que sea el ardid conocido; pero cuando no se ha de proceder
por sorpresa solo, cuando la consumacion de un plan cualquiera pide
algun tiempo, necesario es combinar las cosas de manera que la Hu-




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 177
sion dure todo el que haga falta; si, señores (y sobre esto espero que
los señores diputados hagan la aplicacion conveniente á aquello que
con tanta mesura y cuidado he evitado el decil'), lo que ha de servil'
para un instante dado no importa, prescindiendo de la moralidad y
mirando solo al fin, que sea violento; pero lo que pide tiempo pre-
ciso es combinarlo de manera que no pueda ser descubierto; ó si lo
es, que no lo sea en daño del que lo haya inventado; apliquen los
señores diputados esto á aquello sobre lo cual paso yo como por as-
cuas, y tengan la bondad mientras tanto de oir la contestacion que di
al decreto de que se trata, y al traslado que de él se me hizo;


nExcmo. Sr.::-Esta noche, despues de las dos, he recibido una
ncomunicacion de V. E., en que se sirve trasladarme un Real decreto
nde S. M., por el que deroga y manda recoger otro que se dignó es-
¡IPedir para la disolucion de las córtes. S. M. tiene á bien espresar
nen el decreto que V. E. me traslada, que el de la disolucion de las
llcórtes lo dióá instancias mias, con lo que queda destruida en su
norlgen la invencion tan absurda como trascendental que supone que
nfué obtenido por la violencia. Si todavla hubiese quien insistiese
llen hacer valer semejante idea, yo tendré la honra de proponer
ná V. E. el medio único de que se aclare en mi presencia la verdad;
llmientras tanto cumplo con remitír á V. E. el decreto rubricado por
nS. M. que, como V. E. observará, no tiene mi firma ni fecha, por-
nque no na llegado aun el caso de hacer de él el uso conveniente.
nDios guarde á V. E. muchos años. Madrid 30 de noviembre de
)>1843.-Excmo. Sr. ministro de la Guerra.n


nNo es dificil comprender qué medio era el que yo proponia para
el esclarecimiento de la verdad, puesto que decia esplícitamente que
debia ser verificado en mi presencia.


IIPor entonces hubo de ser admitida la dimision del señor minis-
tro de la Guerra, y por consiguiente se dirige en otl'O sentido esta
observacion, que nada más que como observacion hago. Bást¡ne de-
cir, señores, que no he recibido sobre esto contestacion ninguna; que
he repetido dignamente que habia un medio para que en mi presencia
todo se pusiese en claro, y que á esto ni se ha accedido ni se ha con-
testado siquiera: que he nOlado, como debianotar, que en el decreto
con que me quedaba y se me habia trasladado, constaba de la ma~


TOMO ll. 12




178 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE
nera. constitucional, de la única que puede constar, que el otro de que
se trata se habia dado á instancia mía y no de otro modo.


II Y, señores, si hubo quien pudiera creer que poniendo el trono
de bulto, presentándole de frenté, dirigiéndole como un ariete contra
la cabeza de un pigmeo le habia en efecto de hacer polvo, y le habian
de pisar las gentes con la indignacion que los primeros rumores cs-
citaran; si hubo quien en su acalorada imaginacion se gloriaba y se
anticipaba ya á esa escena, confiese cuál seria su sorpresa, y no quiero
qua sea sentimiento, al ver que no estaba solo el hombre á quie~ de
esa manera se queria combatir: primero, porque sus compañeros, sa-
hedores de ello, y haciéndose participes completamente, y absoluta-
mente responsables de todos los actos de administracion, se aparta-
ron, señores, de un lugar en que por un momento se hubiera querido
hacer que hubiese quedado solo aquel que de esa manera se suponia
habia faltado á sus deberes; yen la honradez, en los antecedentes y
en el patriotismo de esos sugetos, si hubiere alguno tan cándido que
no hubiera vislumbrado el objeto, si todos los hechos postel'Íores no
lo esclareciesen, otra hubiera sido su conducta.


Pero ¿quién no veia, señores, que no se trataba de una persona,
sino de todo un ministerio, de todas las personas que lo componian?
Los ministros, amigos y compañeros, españoles escarmentados de
intrigas horribles, aunque no tannuevas,diieron: «(No es de una per-
llsona, no es de un ministro, es de todos nosotros, es del porvenir del
»país de lo que se trata.)} Y aqulresalta, señores, el favor singular, el
beneficio inmenso que á mi pobre nombre han hecho los que habian
creido que era llegado el caso de hacerle desaparecer del mundo po-
lítico. Se ha alarmado la opinion, se ha alarmado, señores, la opinion
de los hombres más entusiastas de la libertad, pero tambien defenso-
res más interesados y celosos del trono; y reunidos en un número
considerable que se va acercando á la mitad de este congreso, y que
esperiJ.refuerzos naturales; reunidos estos señores diputados, creye-
ron de su deber que para que se pusiese en claro u~ hecho que no
acertaban á concebir, se hiciera saber respetuosamente su deseo de
que la persona de quien lales y tan estrañas cosas se decían compa-
reciese y diese las esplicaciones convenientes; y merecieron que ya
que una comision de su seno no pudo ver en aquellos momentos al
"




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 179
ministro amigo político y particular á quien se dirigian, hiciese la
misma conocer por escrito estos deseos, así como la resolucion de
obmr en consecuencia de lo que de esas esplícaciones resultase.


IlNo sé si soy yo quien deba decir, porque á mi no me puede cons-
tar oficialmente, que no fueron perdidos aquellos renglones, y que
el celo y la buena fé de la persona á quien se dirigian pudieron ha·
cerlos llegar á donde correspondia; pero sé que ademas de lo que en
esto conocerán por mi indicaCÍon los señores diputados, ocurrió
tambien que otra persona que tenia la honra de ser llamada por su
carácter á aquella alta region, manifestó este propio deseo. Deja-
mos, señores, y en esto puedo hablar en nombre de todos mis ami-
gos, pues de todos mis amigos fue el deseo; dejamos al juicio del
pais la mayor ó menor fuerza que pueda darse á las razones de de-
coro, de cimsideracion, de delicadeza, de respetos muy augustos
para impedir la presencia de la persona que nada podia suponer
por su palabra, puesló que por su única arma se le ha querido con-
ceder la violencia, la presencia del único que pudiera descubrir he-
chos que destruyeran todo lo que se habia fraguado.


llPero al menos yo por mi parte, y secundado por mis amigos,
he hecho todo lo posible por que se realizase ese mi vivo deseo: pri.
mero presentándome por una singular coincidencia en los momentos
críticos en la real cámara de S. M. y solicitando ser admitido á su
despacho; segundo, por la contestacion de oficio al real decreto que
se ha traido; tercero, por las indicaciones de algunas personas que
fueron convocadas al efecto; cuarto, por la manifestacion de todos
mis amigos, que creian indispensable eso, no para prevenir, no para
decidir desde luego, sino para ilustrarse y obrar despues conforme
á la verdad. Todos estos medios de ilustracion han sido inútilmente
buscados.


llHay hombres, senores, de muy grande ingenio, muy diestros
en el arte de la palabra, los cuales suelen encontrar algunas·que su-
plen por razones y las hacen pasar como tales. Digo esto, porque
siendo la entrevista tan necesaria, siendo un medio tan natural para
el esclarecimiento de la verdad, el medio único, yal cual si el con-
greso accede á mis deseos, si accede á mí peticion de que se me
acuse en forma, tendrá que apelarse en último resultado; á ese me-




180 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE


dio, señores, presentadO de tan buena fé y con tanta persistencia por
una y otra parte, solo se opuso por razon una palabra diestra, una
palabra no bien sonante.


llSe dijo que esto seria un careo, y como en efecto ese acto se
verifica por lo comun entre personas sospechosas ante la ley, por no
decir algo mas, dicha palabra designa ciertos sítios y parece inapli-
cable á una augusta persona. Pero no, señores, no se queria eso; ni
que eso se quisiera seria culpa de quien en propia defensa lo inten-
tara, sino de los que habían rebajado la dignidad real hasta el punto
de comprometerla á hacer una declaracion que sirviera como de
testigo para que se pusiese en cabeza de causa que se reputa propia,
Ó que sirviera de acusacion con todas las consecuencias legales que
ella puede producir.


llSi hubiera algo que rebajase el decoro inseparable de la digni-
dad real; si su palabra pudiera ser ajada; si no fuera muy digna,
culpa será de los que hayan dado este paso, pero no de quien des-
pues procurase ese medio en defensa propia. Mas ni eso, señores, ni
eso se hubiera hecho, ni eso se necesitaba, aun á juicio de las perso-
nas mas interesadas, mas apasionadas ó mas comprometidas antes
del momento en que fué llamado el señor presidente del congreso.
Puede tanto la verdad, puede tanto lo fresco de las imágenes, la
identidad de las personas, la estancia misma teatro del suceso, que no
era menester, señores, proceder con fórmulas forenses para poner
en claro los hechos de que se trata.


¡)Si se hubiera dejado á cada uno en el sitio mismo, y ocupando
el lugar que habia ocupado el dia 28, referir sencillamente, desde
que se entró hasta el momento de la salida, todos los incidentes, to-
das las conversaciones, todas las cosas pequeñas en si, grandes por
el personaje que alU intervenia; entre esa manifestacion de cosas re-
cientes, y entre esa demostracion palpable hubiera resplandecido la
verdad; que no puede ser confundida nunca con los artificios. Todo lo
que en la hidalga sangre de aquellos diputados presentes hasta en-
tonces era fuego é indignacion, hubiera cedido, y hubiera dado lugai'
á la calma y al discurso, y de su penetracion hubiera salido, como
debia salir, incólume, digno, justo, segun á su deber cumplía, el
ministro responsable.




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 181
\)¿Y cuántos males, señores, no se hubieran evitado con haber


accedido á su súplica, con haber admitido ese medio de esplícacio-
nes antes que las cosas tomasen el carácter que han tomado? Pero
todo fue en vano, señores, y no quiero molestar la aten cío n de los se-
Bares diputados, pbrque seria abusar demasiado de su indulgencia,
refiriéndoles otros pormenoreR ocurridos en ,aquellos dias, hasta que
se verificó .esa reunían tan respetable en que se recogieron las pala-
bras angustas de S. M. que han tomado la forma que es notoria á
todos. El congreso conoce que el suceso mismo no me permite en- .
tl'ar en tan menudas esplicaciones; así es que sobre esto he enmude-
cido, evitando cuantas pudieran parecer malsonantes. Ante la 'forma
de ese documento, cuyo orígen no puede menos de reconocerse, no
esperará', pues, el congreso que haga reflexiones que en otros casos
y mediando otra persona pudiera hacer.


\} Yo paso por al to eso, señores; yo no quiero calificar ese hecho;
yo creo que he dicho lo bastante para que en las épocas que vengan
sea conocida mi opinion; pero puesto que en el acto mismo parece
que hubo una adicion; puesto que despues de las palabras tan bien
aprendidas, cuyo estilo y circunstancias he analizado rápidamente;
puesto que despues de referir una y otra y otra vez lo repetido ante-
riormente, y siempre del modo mas conteste segun mis noticias, ha
habido algunas palabras añadidas (entiéndase, señores, que son pa-
ra mi tan respetables como las primeras que desde luego se pronun-
ciaron, no pretendo sacar partido, ni lo necesito, del nacimiento que
aquellas ideas tuvieron entonces; todo es para mí igual); ruego á los
señoreil diputados que cotejen lo uno con lo otro, y vean si se com-
prende; vean si se acuerda bien un acto de violencia, de violencia
material, de violencia con todas las circunstancias agravantes, que
debiera dejar encendido, indignado el ánimo de la augusta persona á
quien se hacia; si esto, digo, se puede concordar con la súplica indi-
cada de que de aquel acto, del que solo podia uno despues prometerse
venganza, resultáran títulos para un favor, para un favor especial, y
el mas dificil qua puede pedirse á una niña aun cuando sea reina, el
de la reserva.


))Recuerden los señores diputados las palabras que se añadieron;
recuerden que despues de todo Jo que se dice de violencia materíal; des-




182 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE
pues de todos los pormenores que yo no puedo repetir, pero que
presentan la escena mas abominable que podia pasar, se añade:
«luego me' dijo que guardara secreto, y yo no se lo ofrecLll Es decir,
que el violador, que el forzador, que el criminal iba como si hubiera
hecho un gran beneficio á pedir un favor, y ya he dicho el favor
mas difícil que se puede pedir á una niña y ~un á una mujer, señores:
¿hay sentido comun en eso? ¿No se ve el aturdimiento de las perso-
nas que á la concurrencia solemne asistian; no se ve la confusion; no
se ve el disgusto porque no cuajaba la opinion, porque no producia
los efectos instantáneos que se esperaban, el amaño con que desgra-
ciadamente atraj ero n el ánimo de S. M.? Solo pueden obrar así per-
sonas desatentadas; solo las temerosas del estado de la opinion y de
la inquietud general. Solo los culpables, que tranquilos por cierto
tiempo en los régios salones meditan planes que creen de infalible
ejecucion, y ven luego al poder,'señor de los tiempos modernos, á la
reina del mundo, la opinion, conjurarse contra lo que premeditan;
pues entonces entra la confusion, entra el temor, y quieren remediar
lo que mal han hecho; ¡ y lo remedian, señores, poniendo el sello
de su falsedad, de su aturdim'iel!-tol ¿ Quién si no el que se halle en
tan embarazosa situacion puede aconsejar que se diga que despues de
una violencia se pide un favor?


))Pero hay otra contradiccion aun más grande. Se supone, seño-
res, que se cede á la violencia para rubricar el decreto, yen seguida
quien cede de esa manera á lo que en breves instantes pasara, la que
se llama niña tímida, la que es sorprendida, la que, ve su brazo agar-
rado fuertemente para firmar (y esto no importa que sea con toda
correcCÍon y firmeza), la que de esa manera sucumbe á la fuerza,
luego entra dentro de sí misma, luego impone al criminal, y le hace
marcharse sin que arranque lo que más le importa, la palabra del
secreto de ese atentado. Hé ahí dos mujeres; hé ah! dos personas di-
ferentes; hé ahí á la timidez y la fortaleza; ¿cómo se concilia esto, se-
ñores? ¡Niña cándida y tierna que cede á la violencia en el primer
instante; niña fuerte y poderosa que impone luego y rechaza la pre-
tension que más importaba al que hubiese cometido tal atentado!
¡ Desatentados cortesanos, gentes falaces, á esta condicion reducís, en
este espectáculo poneis á la que es obieto de nuestras adora.cioues ~ á.




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. 1If. 183
la que vosotros quereis solo para Ínstmmento de vuestros intereses,
de vuestras ambiciones, de vuestras miserias!


»Me voy deteniendo, señores, más de lo que quisiera, porque la
verdad me va arrancando esclamaciones quena puede reprimir ningun
recto corazon, y que sé que van derechas á los corazones despreve-
nidos, y aun á aquellos que quisieran cegarse á la fuerza del senti-
miento y la verdad; pero no quiero abusar de la bondad de los seño-
res diputados, y debo tambien quedarme con todo lo que debe guar-
darse á prevencÍon el hombre que ha merecido que se emplee como
máquina de guerra para su nombre y su persona lo más alto que hay
en las sociedades modernas; el hombre que merecia, tengo que re-
cordar lo que deda ayer, atenciones falaces, cuyo origen es fácil de
comprender, en cierto sitio, pero hondo encono, vil envidia, pasiones
miserables de gentes que creen que son más que todos porque se
dieron el trabajo de nacer de tal madre. Yo con ocia , señores, la po-
sicion que allí tenia; yo conocia todos sus riesgos, y los corria gusto-
so, porque qneria dar á mí país el ejemplo de un gobierno rigorosa-
mente constitucional en los momentos en que más dificultades iba á
ofrecer en el sitio donde me encontraba. Yo, señores, no desmentí
all! mí origen, del cual pensarian algunos buenos señores que tendría
yo que avergonzarme, es decir, de ser del pueblo, de ser de los má,s.


nEn hora bnena sean esos señores de los menos, y tan buenos
como los otros; no pretendemos que SRan peores que los más; pero
conozcan que ha pasado el tiempo en que han de ser más que nosotros;
que no hay preferencia ninguna con nuestra constitucion; que el sa-
ber y la virtud, las prendas particulares y los servicios positivos he-
chos al país son los únicos títulos de recomendadon para ocupar en
el mundo político el lugar que á cada uno corresponde. ¿Qué, señores,
habrá guerra, y el pueblo dará los hombres para que sean sacrifica-
dos; habrá contribuciones y el pueblo dará la parte correspondiente
á su fortuna, más acaso de lo que su estrechez le permita; habrá
compromisos y los correrán los hombres del pueblo; llabrá gobierno
y se pondrán al frente de él los hijos de las diferentes clases que com-
ponen la sociedad; saldrán guerreros, saldrán diputados, saldrán di-
plomáticos, saldrán estadistas, saldrán hombres que sirvan á su país,
que le honren fuera y puedan llevarle al porvenir que le espera; to-




184 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE
dos saldrán de las clases del pueblo, y habrá otras que sln ser nada,
salvas escepciones que yo aprecio y no quiero calificar de ninguna
manera, en daño de los dignos individuos que las merecen, por pri-
vilegio hayan de gobernar el país influyendo directamente en eloido
del monarca? Señores, eso es pretender una revolucion imposible; eso
es traer una revolucion necesaria.


))Yo he entrado, pues, alll, señores, no como se dice que se entra
en el templo del favor, donde todo es grande menos la puerta, que es
pequeña, de modo que tienen que irse arrastrando los que por allí pe-
netran; yo he entrado allí como en todas partes estoy, con la cabeza
erguida; así la he llevado sin jactancia, pero sin humildad escesiva;
así está, señores, al frente de todas las acusaciones, provocándolas
desde el fondo del alma, ansiando por que se admitan, esperando el
dia en que se hagan pruebas plenas, judiciales, necesarias, á no ser
que volvalI!os á los tiempos que he recordado de señores de vida y
haciendas; así la llevo, señores, hasta que caiga salpicando de sangre
á los enemigos de la libertad, ó hasta que seco este tronco, que aun
se muestra lozano y robusto, encanecida caiga sobre el pecho, y no
sirva más que para decir adios á la libertad y al país, á quien adoro.
Si hay en esto arrogancia, es la arrogancia de la virtud; si hay en
esto arrogancia, es la confianza de si mismo. Esta confianza, señores,
que no me ha faltado en ninguno de los momentos de mi vida, ¿ha-
bia de faltarme ahora? No, señores; la yida que tengo, hace muchos
años que no es mia; yo la dí jóven á mi patria: yo mereci de un des-
potismo casi semejaute á aquel que nos traerian las consecuencias del
paso que se ha dado si no mediara la sensatez española, ser puesto en
la escalera de la horca, y á ella iba tambien fiero, señores; y mi po-
bre ambicion se contentaba con que mi oscuro nombre seria reputado
entre los mártires de la libertad, y acaso me lisonjeaba en mi calabozo
con que tendria lugar en este santuario, que estaba seguro se vol-
veria á abrir, sobre esas lápidas en las cuales se ven los nombres de
algunos de mis compañeros más desgraciados. Desde entonces, seño-
res, mi vida no es mía, la habia ya dado á mi patria, de esta es, y por
ella la perderé gustoso, y cien vidas que tuviera; y me lleno de orgullo
al ver los mediDs con que por ciertas gentes se asesta á esta persona
humilde por lo demás y de ningun valor.




DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M. 185
IleOn esta contestacion propiamia, sin que de confiar en mi mis-


mo se arguya nada en daño de los demás, reduciendo mi causa á lo
que debo reducirla; recordando los antecedentes que ayer tuve el ho-
nor de manifestar al congreso; llamando la atencion de los señores
diputados sobre los diversos trámites, sobre las fases diversas y aun
opuestas que ha tenido el suceso de que nos ocupamos; recordando
el documento constitucional que he leido, y recordando mis sinceras
protestas de que tantas pruebas tengo dadas y tantas daré en ade-
lante de mi respeto al trono constitucional, yo dejo al juicio más
tranquilo de los señores diputados, dejo á su claro entendimiento, á
su superior ilustracion el que distingan lo que en cuanto yo he di-
cho compete al hombre colocado en esta situacion, de lo que exigen
las circunstancias del congreso, para que deliberen en esto con la
calma que es de esperar que lo hagan, y que es tanto más necesaria
cuanto son más graves las decisiones que se les confian. Yo no he he-
cho, despues de haber abusado tanto de la indulgencia del cO!lgreso,
'más que indicar los puntos que necesitaba tocar. Me he abstenido, y
me abstendré mientras sea posible, y mientras una necesidad imperio-
sa que no venga de mi no me obligue á ello, de tocar de frente cier-
tos puntos delicados, haciendo en esto el más grande de los sacrificios
que en mi vida he hecho, y empleando la gravedad que á un diputa-
do cumple. He creido que en medio de mi posicion escepciona(, por
más que me autorizaran circunstancias estrañas á mi persona, ejem-
plos que no debian esperarse, sucesos inusitados, yo debia contener-
me, yo debía callar ó decir muy poco sobre sucesos que apenas pue-
den aquí tocarse; y tomando en su lugar todo lo que he dicho, inter-
pretando como puede la penetracion del congreso todo lo omitido, yo
conoluyo dando las gracias más sinceras á todos los señores diputa-
dos, P'lrque si hemos podido disentir en las discusiones últimas de
reglamento, en los acuerdos últimos que se han tomado, han tenido
sin embargo la bondad, esplicada por la justicia y la hidalguía de sus.
sentimientos, de escucharme con tanta atencion y deferencia cuanto
he dicho.


)) Yo les ruego que den á cada cosa el lugar que corresponde, que
entiendan que si á mi me fuera permitido tomar parte en la vola-
cion que debe seguir á este debate, yo aprobaria tambien el mensaje




186 DISCURSO DEFENDIÉNDOSE DE LA ACUSACION DE DESACATO Á S. M.
á S . .M., porque para-esto no es necesario que se analice cuestion
ninguna; no es preciso que se depure plenamente; basta que conste
de una manera clara, y más cubierta con formas tan respetables, que
ha ocurrido una cosa desagradable en el palacio de sus reyes, para
que los diputados de la nacion acudan allí á dar pruebas de sus sen-
timientos de lealtad: que en esto no me creo de ninguna manera pre-
juzgado ni contradicho; por el contrario, tendria el mayor gusto en
aprobar ese mensaje; y que si en la diRcusion que va á seguir, pres-
cindiendo de otras graves cuestiones, se deja á mi humilde persona
sin más daño que el que naturalmente resulte á aquel cuyo nombre
ha de sonar muchas veces, si no se buscan de mí esplicaciones ni
manifestaciones de otra especie, yo me abstendré del uso de la pala-
bra que pueda competerme; pero cualquiera que fuese el juicio de los
señores diputados, apártese cuanto se pueda lo que no se somete ahora
á él, yen su dia, señores, tomen en consideracion la proposicionque
he tenido el honor de presentar antes de haber sido declarado sujeto
á reeleccion, por lo cual pido que se prepare la acusacion que con-
tra mi persona debe interponerse.


)) Yo, señores, no quiero repetir los sentimientos que el congreso
me ha oido, pero no puedo menos de ·pedir en conclusion que se
ponga. en claro, por todos los medios que las leyes establecen y las
reglas parlamentarias exigen, cuanto puede tocar á la persona de uno
que fué ministro responsable de la corona. Pronto se me hallará á
acudir á la acusacion; preparado se me encontrará con todas las ar-
mas legales con que debo presentarme á la defensa. Á la cordura, á
la ilustracion de los señores diputados toca examinar el resto; á mí
solo dar gracias por la bondad que conmigo han, tenido.))





CASTRO Y ORozeo.


Es la fuerza de carácter en los hombres públicos una
de las cualidades más indispensables, acaso la más ne-
cesaria para abrirse paso en la carrera de la gloria, do-
minando los sucesos, imponiéndose á los hombres y en-
cadenando al porvenir.


De nada sirven una clara inteligencia, una instruc-
cion sólida, una imaginacion privilegiada, si falta un co-
razon esforzado que procure el desarrollo y aplicacion de
aquellas facultades del alma, apartando en el ásperoea-
mino de la vida los obstáculos que lo obstruyen, los
escollos que dificultan su carrera.


Sin la fuerza de voluntad, sin la entereza de carác-
ter, Napoleon no ocuparia en la historia del mundo el
primer lugar entre los genios emprendedores; Sixto V
no hubiera trocado el cayado de pastor por el báculo de
San Pedro, y Colon, en vez de ser el descubridor de un
nuevo mundo, habria muerto indudablemente rodeado
de miseria y oscuridad en alguna casa de Orates.


Sin la fuerza de voluntad, sin la entereza de carácter,
D. Francisco de Paula Castro y Orozco no hubiese lle-
gado tampoco á la edad de veintiocho años á consejero
de la Corona.




188 CASTRO Y OROZCO.


Allá por los años de 1830 ó 1831 ocurria en Granada
un suceso que, sin tener ninguna importancia social ni
política, llamaba la a~encion de sus habitantes, y daba
pábulo á las conversaciones todas, como acontece en las
poblaciones de provincia, ávidas siempre de aconteci-
mientos de cualquier clase con que satisfacer la necesi-
dad de ocuparse en algo.


El motivo, pues, que escHaba la curiosidad de los
granadinos era el siguiente: Un jóven de diez y nueve
años, casi imberbe, recien salido de la Universidad con
un título de abogado, y en quien la sociedad de Granada
no habia fijado aun su atencion, se presentaba por prime-
ra vez á informar en los estrados de su antigua y respe-
table Chancillería.


Este acto comun y sencillo, que solo podia interesar
á la familia y amigos del jóven abogado, hÍzose notable
y estraordinario, no porque diese motivo á un luminoso
informe, á una brillante defensa, sino porque en él se
reveló el indomable carácter, la inaudita energía del no-
v,e14urisconsulto en su lucha tenaz·y porfiada con todo
un tribunal.


Restablecido por aquella época el antiguo traje del
foro, empeñóse Castro y Orozco en estar cubierto ante
los jueces con su gorra de abogado, creyéndolo, como
realmente lo era, una prerogativa de su profesion, y sos-
tuvo con aquéllos un curioso y animado diálogo, que dió'
por resultado la suspension del acto y el despacho del tri-
bunal por unos dias, hasta que el gobierno resolvió la
cuestion en favor del inflexible letrado que con tanto te-
son y energía habia defendido los fueros y privil~gios de
su clase.


Como en la vida pública entra por mucho el dar con
acierto y firmeza el primer paso, de ahí el que la ente-




CASTRO Y OROZCO. 189 ~~
reza de Castro y Oroz,co, en la ocasion á que nos refe-
rimos, llamase la atencion de sus paisanos, y el que la
opinion pública le señalase desde entonces como un hom-
bre de valía, capaz por su enérgico carácter de desempe-
ñar en aquella poblacion los primeros papeles. '


Así fué en efecto. Nombrado asesor de la junta su-
prema de Granada, en el alzamiento de las provincias
en 1835, p4sose al frente de la revolucion desde los pri-
meros momentos, y á su fuerza de voluntad, á la inflexi-
bilidad de su caracter se debió la represion de muchos
escesos, y merced á su energía, y con esposicion de su
vida, salvóse el intendente D. Alejandro Mon de los
puñales asesinos.


La revolucion de la Granja en el año siguiente en-
contró á Castro y 01'O%CO de gobernador político de la
Alhambra, y como á talle exigió juramento de obediencia
la nueva junta revolucionaria de Granada, compuesta de
los hombres más exaltados de la provincia.


Castro se negó á reconocer sus órdenes, y al ser
por ella destituido y desterrado, la poblacion en masa
púsose de parte del inflexible gobernador, y estuvieron
en_peligro los miembros de la junta, que tuvo que tole-
rar la desobediencia de Castro, y darle satisfactorias es-
plicaciones.


No paró en esto su lucha con la omnipotente y popu-
lar corporacion. Negándose á disolverse, despues de ju-
tado el nuevo código por la reina y de hallarse consti-
tuido el gobierno central de Madrid, Castro y Oroz,co
púsose á la cabeza de la compañía de bomberos de la
milicia ciudadana, de que era capitan, arengó al pueblo
en nombre del órden, y aclamado por las masas, se diri-
_gió á la casa de ayuntamiento, reprendió á la llllta y la
disolvió á viva fuerza.




190 CASTRO y OROZCO.
Este acto de temeridad, esta contrarevolucion, cono-


cida en Granada por el pronunciamiento de las levitas,
consolidó su reputacion de ho~bre de temple y de con-
diciones especiales para la vida pública, y le abrió las
puertas de la representacion nacional en 1836, en cuyos
escaños no pudo entonces sentarse por no haber cumplido
aun veinticinco años.


Con estos honrosos antecedentes, y con una merecida.
reputacion de abogado elocuente y de hombre instruido,
vino el diputado granadino á las córtes constituyentes
de 1837.


Escaseaban en ellas por lo general los oradores de un
mérito notable, y esto debia realzar desde luego las pren-
das oratorias del nuevo adalid parlamentario. Distinguió-
se Castro y Oro%co desde su primer discurso por la
correccion y elegancia de la frase, por la armonía y vigor
de la entonacion, por la flexibilidad prodigiosa de sus ór-
ganos y por una clocucion fácil y clara que cautivaba á
su auditorio.


Castro fué en las córtes constituyentes el primer
campeon de las doctrinas conservadoras. Combatiendo en
frente de publicistas y oradores, tan notables como Argüe-
lles, Sancho, Lopez y Olózaga, admiraba ver en un jóven
de tan corta edad semejante caudal de conocimientos, y
una instruccion, una erudicion, un talento y un aplomo
más propios de los que concluyen la carrera del parla-
mento que de quien daba en ella el primer paso.


Uno de los discursos más notables que se pronuncia-
ron en las constituyentes de 1837 fué aquel con que en la
sesion de 13 de marzo inauguró el diputado conservador
los solemnes deb:1tE's sobre el proyecto de la nueva cons-
titucion. Grave, como la situacion exigia, profundo, só-
brio de palabras, desnudo de imágenes, nutrido de ideas,




CASTRO Y OROZCO. 191


de verdaderas y sensatas máximas constitucionales, acre-
ditóse con él su autor de filósofo y de publicista, de
orador elocuente y lógico, de ra.zonador profundo.


Apenas hubo un artículo de la constitucion de 1837 en
cuya discusion no tomase Castro y Orozco una parte
principal defendiendo palmo á palmo las prerogativas de
la Corona, los derechos senatoriales de la grandeza, los
priFlcipios del partido moderado. Notables por más de un
concepto fueron sus discursos en defensa del veto absolu-
to y del senado hereditario.


Á sus esfuerzos especialmente debióse que en la con-
feccion del nuevo código entrasen por mucho las doctri-
nas conservadoras, dando luego ocasion á quelos modera-
dos dirigiesen á sus contrarios aquellas famosas palabras:
«Con nuestros principios habeis hecho la constitucion
de 1837.»


Gloriosa por de más fué para Castro y Orozco aquella
campaña parlamentaria. En ella conquistó por su cons-
tancia, por su talento y por su elocuencia la cartera de
ministro de Gracia y Justicia, cUl}ndo apenas contaba
veintiocho años.


Unico ejemplo en España de tanta elevacion á tal
edad, pues si bien puede citarse á Godoy, los medios de
encumbramiento fueron distintos. Castro y Orozco se re-
montó al poder en alas de su propio mérito; el Príncipe
de la Paz subió á la misma esfera y á igual edad, empu-
jadopor el caprichoso viento de la fortuna.


Cuéntase del diputado granadino que al despedirse de
sus amigos para tomar por primera vez asiento entre los
representantes de la nacion, les decia sonriendo: ((Voy á
Madrid á ser ministro; no lo dudeis. ¡Pues qué! ¿valgo
yo acaso menos que los que hoy pasan por grandes hom·
bres en España?)




192 CASTRO y OROZCO.


Otra anécdota se refiere al mismo personaje que de-
muestra, al pasoque la arrogancia de sU carácter, la ambi-
cion de sus aspiraciones. Dícese que un anciano é influ-
yente diputado de las córtes del 37 esclamó en cierta
ocasion, y á media voz en los escaños del congreso,
aludiendo á la tenaz oposicion de Castro, y á lainutmdad
de los medios empléados para atraérselo á las filas minis-
teriales: «Este niño quiere entrar en la iglesia por la
torre.» -(\Sí, esclamó el diputado novel, que habia oido
por casualidad el anterior apóstrofe, por la torre ó por la
puerta de par en par. ¿Soy yo acaso algun reptil para
avenirme á entrar por las rendijas?))


El altivo representante cumplió su palabra con más
prontitud y fidelidad que presumia. De simple diputado,
y á los dos años de carrera política, subió á ocupar la silla
ministerial, sin aflojar un punto en sus encumbradas pre-
tensiones ni vender jamás sus esperanzas de veintiocho
años á corruptoras y menguadas promesas. 'Posicioncs
de esa naturaleza no se improvisan ni se alcanzan en
los gobiernos representativos, sin un mérito sobresaliente,
sin altas y especiales dotes que justifiquen,.. á los ojos de
la sociedad los títulos de tan estraordinaria elevacion. '


Como ministro, demostró Cast1'o y Oro%co la misma
fuerza de carácter, la misma acti vidad, la misma energía
en su conducta que cuando fué diputado. Con igual deci-
¡sion con que atacaba antes á sus contrarios desde los
bancos de la oposicion, defendia ahora sus actos minis-
teriales desde el banco negro, devolviendo golpe por gol-
pe, ataque por ataque, y desconc~rtando á sus enemigos
con la altivez y osadía de sus contestaciones.


Acusándole en cierta ses ion de tolerar las ilegalidades
del capitan general de Granada en la tramitacion de un
proceso de dos célebres criminales, decia un oposicionis·




CASTRO y OROZCO. 193
ta exaltado, con enfático tono: «Veo que el señor minis-
tro habla con desprecio de esos dos procesados, los cuales
son ciudadanos y españoles, iguales al Sr. Castro, mal
qúe le pese á S. S.-«No, replicó vivamente el jóven mi-
nistro, picado en su vanidad y en su conciencia por la
comparacion; no son mis iguales: yo jamás he estado en-
causado ni en presidio.»


Merced á su carácter inflexible y resueIto, imponia
su opinion y su personalidad á sus compañeros de gabi-
nete, como lo habia hecho antes con sus colegas de di-
putacion. Su voto en el ministerio de 1838 era de gran
peso, y á su entereza especialmente se debió la resisten-
cia que puso aquel gobierno á las irritantes aspiraciones
de Espar-tero, anunc~adas en son de amenaza desde su
cuartel general. Aconsejado Castro por algunos políticos
contemporizadores á que renunciase su cartera, como
base de reconciliacion entre el ministerio y el omnipoten-
te general en jefe, daba á sus tímidos consejeros esta
altiva y arrogante contestacion: «Yo cederé á la voluntad
de las córtes y á la más leve indicacion de mi reina;
pero jamás me prosternaré al redoble de un tambor.»


Hemos bosquejado hasta aquí el retrato del diputado
granadino como hombre de partido y como gobernante;
tócanos ahora dibujar su fisonomía de orador parlamen-
tario.


Ya hemos indicado que además de la correccion y
elegancia de la frase, el vigor y la armonía de la entona-
cion, su inmenso caudal de conoc.imientos, su talento
profundo y su natural despejo, sobre salia Castro y Oroz-
ca por la flexibilidad prodigiosa de sus órganos, y por lo
fácil y claro de su elocucion.


Perfecto artífice de la palabra, casi tan perfecto como
Galiana, su pron unciacion era mecánica y ordenada como


1'0111011. 13




194 CAstRO y OROZCÓ.
la máquina más fina. Tan claras y.acústicas sus fosas na-
sales, que reflejaban sÍn alterar un bemol la sonoridad
de sus palabras; su acento armonioso y vibrante, iba
acompañado siempre de un eco sonoro y perceptible; su
voz sonaba por duplicado. No cantaba, pero entonaba
sus discursos.


Oada una de sus peroraciones orales parecia un ária
de Bellini, escrita sobre el tema de una escena de amor
ó de hidalguía de los dramas de Calderon. Así es que
gustaban á los simples por la música, á las mujeres por la
efusion y l~ ternura, á los hombres por la poesía y el sen-
timiento. El mismo se abismaba en el encanto de su pa-
labra, y en lo íntimo de su va~idad se escuchaba y se
aplaudía.


Los finales de sus períodos eran exageradamente ro-
tundos, limados y cadenciosos. Su efecto era siempre se-
guro, mas que por lo profundo del pensamiento que en-
cerraban, por la colocacion artística de las palabras que
lo envolvian.


No era siempre grave y entonado en sus peroraciones
el representante de Granada .


. Oon la agudeza natural de los andaluces, dotado de
imaginacion viva, ingeniosa y picante, manejaba con des-
treza y oportunidad el sarcasmo y la ironía, en las répli-
cas especialmente, pero sin abandonar nunca las formas
corteses y delicadas.


Mimado como pocos por las tribunas, que aplaudian
frecuentemente sus buenos pensamientos y sus agudezas,
siempre que pedia la palabra Castro y Orozco, ya fuese
ministerial, ya. oposicionista, ad vertíase en el auditorio la
curiosidad, la atencion y el interés que muestran los es-
pectadores cuando en la representacion de un drama que
fastidia por su languidez y mala ejecucion, aparece el pri-




CASTRO Y OROZCO. 195
mer actor y arranca un aplauso unánimo con un ademan,
con un gesto, con una palabra.


Esta predisposicion favorable del público hácia Cas-
tro y 01'o'Zco incomodaba visiblemente á sus contrarios,
y buscaban medios de desconcertarle y de contener á las
tribunas en sus entusiastas manifestaciones.


En una ocasion solemne en que iba á empezar un
discurso, esperado con afan por el auditorio, pidió un di-
putado contrario se leyeran los artículos del reglamento
que tratan sobre la compostura y silencio que debe guar-
dar el público en los debates parlamentarios.


Hecha la lectura de aquellas prescripciones con la
marcada intencion de imponer á los espectadores, empe-
zó el diputado conservador su peroracion con este cxor-'
dio, que arrancó estrepitosos aplausos de las tribunas por
la oportunidad y la gracia con que ponia en ridículo al
autor de la estemporánea y maliciosa advertencia: (lPa-
réceme, señores, al oir la peticion del señor diputado,
que veo salir al pregonero y al verdugo para notificar al
pueblo la pena de cien azotes por el más leve desman,
segun ha sido"uso y costumbre en España e!l ciertas épo-
cas, al dar principio á las corridas de toros.»


Otro papel desempeñaba magistralmente Castro y
Orozco, y era el de presidente del congreso:


A pesar de sus pocos años, con su apostura y grétve-
dad, fingida y cómica hasta cierto punto, inspiraba res-
pet'o y deferencia á sus compañeros, y sus amonesta-
ciones y consejos desde la silla presidencial, aunque res-
piraban superioridad y altivez, no lastimaban á los amo-
nestados por la delicadeza de las formas y la autoridad
y prestigio de la persona que los daba.


De fisonomía franca, inteligente y varonilmente her-
mosa, de penetrante y fascinadora mirada, de gentil




196 CASTRO Y OROZCO.
continente y de nobles y finos modales, Castro y Orozco
sentado en la silla de la presidencia, tenia la vanidad del
talento, la vanidad de la hermosura, y cogia la campani-
lla con 'más majestad, con más orgullo que puede empu-
ñar el cetro el Czar de todas las Rusias.


, Impulsado de esa vanidad personal que ha ofuscado
en todas épocas á los hombres más grandes, el majes-
tuoso y simpático presidente, ,abusando de su autoridad,
agitaba con frecuencia el terrible instrumento, sin otro
objeto muchas veces, segun los maliciosos, que el de lla-
mar la atencion sobre su persona.


Él sabia que si algun orador, inoportunamente inter-
rumpido, esclamaba por lo bajo: «( ¡qué tirano!)) muchos
de los espectadores contestarian: (qqué carácter!}); y to-
das las espectadoras dirian á su vez: ((¡qué buen mozo!»


U na muerte prematura, inesperada, puso fin á la
existencia de Castro y Orozco, cuando todavía era jó-
v~n. Previéndolo sin duda la fortuna, habíase apresura-
do á prodiga.rle todos sus dones.


A los treinta y ocho años habia sido ministro de un
Tribunal Supremo, consejero de la Corona y presidente
de las córtes; adornaba su pecho con la banda de la gran
cruz de 1sabel1a Católica, y añadia á su ilustre nombre
de pila el honroso y conmemorativo título de marqués de
Gerona.


Cast1'o y Orozco, como orador y como político, no
pasa por delante de nosotros en el cuadro de la historia
contemporánea sin dejar un.recuerdo simpático en el co-
razon y una huella muy perceptible y honrosa en el mo-
vedizo terreno de nuestra revólucion política.




Discurso defendiendo la coalicion de 1843.


«Señores, sobradamente se manifiesta la importancia de esta dis-
cusion, cuando solo sobre el 6rden con que ha de usarse la pü.lü.bra
ha habido en la sesion de hoy unÜ. votacion nominal; pero el ha-
berse tratado por los que han hablado en cuestiones incidentales de
entrar en la principal, es la razon que ha movido á varios señores
diputados de aquellos bancos y de estos á hacer proposiciones de
igual género. El Sr. Conde de las Navas, que ha tenido la boqdad
de llamar la atencion sobre la necesidad de circunspeccion que todos
necesitamos t~ner en estos momentos, ha creido que es un suceso
escandaloso que los diputados debatan aquí como lo hacen, y esta
palabra, sobre la que S. S. no ha querido dar esplicaciones, ó más
bien no ha querido retirar, no daña á la absoluta libertad que los
diputados tenemos para entrar en la discus'ion como nos parezca
conveniente; y aunque se haya refel'iuo S. S. á la conducta que han
observado alguno3, confieso que por eso no variaré mi propósito.


nAñadiendo, pues, á lo que ha dicho S. S. lo que creo que es
conveniente que se añada, diré que el escándalo no nace de la ma-
nera con que se conuuce la discusion, sino que el escándalo para
España y para toda Europa está en el suceso que da lugar á ella.


»Hablo, señores, apoyando una proposicion que he hecho al
congreso para que no tome en consideracion otra del Sr. Bravo Mu-
rillo, mi amigo, en que S. S. solicitaba que se discutiese en sesiones
estraordinarias el mensage; y como en esto imito la conducta de los
que me precedieron, no temo infringit~ de ningun modo el regla-
mellto.


))Es, pues, mi proposicion igual á la del Sr, Lopez, que no há.
lugar á deliberar respecto de la del Sr. Bravo MurilIo; yaun cuan-
do tenga el sentimiento de hallarme algun tanto distante de S. S. en
la manera de ver la cuestion, ó más bien en cuanto á la forma con
que debia tratarse, creo qlle la proposicion que he tenido el honor
de presentar al congreso ayuda, más bien que contradice, á lo que
el SI'. Bravo Murillo propone.


ll8i las sesiones ordinarias en que se trata con tanta latitud la




198 DISCURSO DEFENDIENDO
cuestion del mensaje, la cuestion importante que ocupa á la nacíon
entera, no son suficientes para que se dcbata tan latamente como su
señoría desea, lo que la España entera reclama que prontamente se
termine, me parece que la proposicion del Sr. Bravo Murillo toma-
da en consideracion, dando lugar á que hablen tres diputados en
pro y otros tres en contra, en vez de conducir al objeto que su
señoría se propone producirá el efecto contrario, porque tendremos
otra cuestion larga y prolija sobre una proposicion incidente. Con la
que yo someto á la deliberacion del congreso se aligera más sin duda
la cuestion principal, Sé deja en su lugar más pronto la~ honra del
congreso de diputados, se salvan como es posible hoy los intereses
de la monarquía que se ven muy comprometidos, y se presenta el


congreso como desea, prestando la ayuda y el sosten que se debe al
trono español, trono cuya legitimidad han sellado los pueblos con
sus sacrificios, y al que acaba de elevarse una persona augusta á
quien debemos ayudar ahora.


llereO por lo tanto que no habiendo lugar á deliberar sobre la
proposicíon del Sr . Bravo Murillo, entraremos de una manera más
pronta, de una manera más franca en el debate principal, y en este
sentido es en el que he tenido la honra de presentar la mia al con-
greso.


llPero como quiera que para probar la necesidad de que esta
discusion sea breve y pronta, es necesario hacer ver toda su impor-
tancia, el congreso, á pesar de las indicaciones que aquí se han he-
cho sobre la oportunidad ó importunidad de las proposiciones inci-
dentales, me permitirá que imite yo la conducta del señor Madoz al
apoyar su proposicion incidental, y que imite la del Sr. Olózaga en
todo~ sus discursos, así como la del Sr. Cortina en el suyo comen-
zado. El Sr. OIózaga, manifestando que se adheria al voto del men-
saje, porque no podria negarse á que se enviase á S. M. en mo-
mentos tan solemnes é importantes, sin embargo se extendió fuera
de los limites del reglamento: lo mismo han hecho todos los demás
señores que han usado de la palabra, ya en favor del interés que el
Sr. Olózaga sostenia, ya en contra de la opinion que S. S. sus-
tentaba: ellos han examinado lata y detenidamente las cuestiones
que aquí se han suscitado, cuestiones que, sea dicho de paso, n'o




LA COALlCION DE 1843. 199
han venido al debate por parte de los que sostienen mis opiniones;
han sido cuestiones que se han presentado como un medio de de-
fensa, y que al aceptarle como tal, los acusados se han venido á
convertir en acusadores. Por eso sigo sus huellas, y al desear que
la Espa-ña oiga nuestras razones no hago otra cosa en mi puesto que
imitarles.


)) Yo, señores, deseoso de la conciliacíon, amante de la paz,
siempre franco y resueIto, en cualquier género de conducta que de-
cida, desde el momento que llegó á mis oidos el suceso escandaloso
de la noche del 28, creí tener que apartar mi mano de una mano
amiga, temí con fundamento que se sublevasen las pasiones del pais
contra un hombre: pero no temi, señores, que se sublevasen los
instintos de sedicion que con tanto fundamento estaban apagados.
Temí que se sublevasen las pasiones hidalgas de los que como yo
estiman en mucho el respeto y consiJeracion debida á las institu-
ciones, el brillo y esplendor, la reverencia que al trono le debemos,
al trono augusto de Isabel II. Yo, señores, creí que el ministro que
habia tenido la desgracia de faltar á su dober solo seria objeto en
la discusion de compasion y lástima por parte de sus compañeros;
pero no esperaba jamás que sirviera su delito para romper la re-
conciliacion y la paz de los partidos. Reconciliacion y paz que en
mi juicio, en mis opiniones, era el único medio que podia salvar
al pais.


))No cl'eí que un hecho que yo considero delincuente pudiese
ser motivo para romper los lazos que nos estrechaban, esa reconci-
liacion que la nacíon habia levantado como bandera de union para
salvarse, para salvar el trono de Isabel II. En fin, señores, no creí
que ,por consideracion al dicho del ministro á quien aludo, sentado
en aquellos bancos que ahora llama suyos, en el antiguo hanco de
que nunca se habia declarado partidario obrando así cautamente,
los individuos que se sientan á su lado hoy y que le huian ayer á
las claras hubiesen de tomar por suya su causa, sacando de ella no
sé sí con prevision ni con prudencia, un pretesto para atacar, para
inculpar á un partido cntero. No creí posible, señores, que un par-
tido cuyos principales caudillos habian dicho hace poco con motivo
de las elecciones que reconocían nuestra honradez, que acataban




200 DISCURSO DEFENDIENDO
nuestra lealtad, que reconocian nuestras virtudes y las circunstancias
apreciables de los que lo componian, ese partido se agitara de nuevo
para acusarnos, porque el ministro su adversario habia cometido un
crímcn. El y sus adalides á la faz de la nacion entera nos dijeron
que anteriormente habian vivido, engañados, que al acercarños nos
encontraban mejores, y el Sr. Olózaga añadia conmigo que los dis-
tintos nombres que DOS separaban eran de temperamento.


))Yo, señores, confieso qne tomé por sinceras sus palabras, con
tanto más fundamento, cuanto que esas palabras, ese juicio de los
partidos españoles, no era el dicho de una persona sola, aunque tan
autorizada como S. S.; no era el dicho de personas cuyo buen deseo
pudiera hacerlas incurrir en error de tan graves consecuencias; esas
palabras salieron, y aquí están, bajo sus firmas, de boca de cuantos
publicamos esta alocucion.


))Esas palabras de paz las profirió el Sr. Olózaga; esas palabras
habian salido, y las tengo aquí, bajo sllfirma, de boca del Sr. Cor-
tina, que ha hablado ya en esta discusion. Y los que cntonccs, acer-
cándose á sus antiguos adversarios; los que en las elecciones últi~
mas, aproximándose á los que eran sus antiguos enemigos, dijeron
que los habian encontrado mejores de lo que antes les parecian; los
que sentaron que era el motivo de disidencia el no haberse entendi-
do bien hasta entonces; los que en la alocucion, en fin, dirigida á
los electores en 21 de agosto de 1843 dijeron al país que ya se
unian en estrecho lazo para siempre con los hombres que querian el
trono y la constitucion porque ellos tambien lo deseaban sin revo-
luciones, esos hombre5, señores, se nos presentan hoy rehaciéndose
en sus trincheras, levantando una bandcl'a que rompieron gene-
rosos, como nosotros apartamos hasta los nombres que les eran an-
tipáticos.


))Ellos, señores, se unen para apoyar y defender un hecho in-
cuestionable, un hecho que execra nuestra lealtad, la España ente-
ra, y que se oye en la Europa con escándalo. Porque es defen-
der, señores, al Sr. Olózaga apoyar la forma con que se defiende,
promover sus dudas, admitir sus disculpas, volvernos hoy á ha-
cer cargos de la manera que en otro tiempo los hicieron. No son
más templados por cierto, sino iguales, los dé reacoion, de maqui-




LA COALICION DE 1843. , 201
naciones de proyectos contra la libertad; porque han pasado, seño-
res, las palabras, han desaparecido las ofertas y las pasiones les han
sustituido.


)) Yo, señores, faltaría á mis deberes si no levantase aquí mi voz á
nombre de los hombres honrados que profesan mis opiniones, para
reclamar con toda la vehemencia de que mis palabras son suscepti-
bles que espliquen mis adversarios ante el país qué planes son, de
qué tratan, quiénes son los delincuentes, quiénes cOÍlspiran contra la
libertad, y si no lo hiciesen, yo los desmiento altivo, porque las ca-
lumnias, las acusacionss que no se prueban manchan más á quien
las produce que á la honrada inocencia á quien atacan.


))Ile dicho, señores, que desde que comenzó esta discusion, de-
seaba bu¡'car los medios, no de un avenimiento, que para mí era im-
posible, mediando ofendido el trono, sill que la institucion quedase
satisfecha, ya que no vindicada, sino de hacer menos peligrosa la
situaCÍon que quedaba vacilante con ocurrencia tan sorprendente. Yo
recuerdo, señores, que llegó el caso de manifestar á algun diputado
amigo del señor ministro, á quien la nacion, por su reina, acusa, que
era necesario que con templanza y con mesura dejase al trono en su
lugar, y que las consecuencias de este hecho desgraciado de parte de
la delicadeza del congreso estaba el remediarlas. Pero ha sido inútil
mi deseo.


))EI primer día se presentó altivo el Sr. Olózaga, en vez de me-
surado cual le convenia; se presentó,señores, audaz, envaneciéndose
de un hecho que, como acabo de decir, execra todo el país, y suble-
va contra él Lodas las opiniones y todas las creencias. Apareció el se-
gundo más sumiso, más respetuoso; escitó la compasion con sus pa-
labras; pero al volver á hablar oyeron los españoles con escándalo
que su exoneracion le envanecia. ¡Una exoneracionl Pensarlo solo,
señores, me avergüenza. ¡Una exoneracionl ¡Un crímen denunciado
á la opinion pública, denunciado por una reina, probado por sus
palabras 1 Y este acto era par a el Sr. OIózaga honorífico. Cuando tan-
ta altivez se oye, cuando así se desafia la opinion y se combate no
solo la verdad, sino las creencias de un pueblo entero, los hombres
que tienen fé en la monarquía se sublevan con razon contra el de-
lincuente; se declaran, y con razon, sus adversarios. Yo, francamente




202 DISCURSO DEFENDIENDO
lo confieso: si el ministro exonerado, sumiso y respetuoso al trono,
si bien hubiese seguido la conducta que el Sr. Bl'avo Murillo le decia;


- si hubiese sido más franco y más esplícito en el medio que adoptó
para defenderse; si confesando dudosamente su desgracia, se hubiera
detenido ante el respeto que inspira el trono, sin duda que yo no mo-
lestara al congreso hoy; pero cuando le he visto entrar en la cuestion
para hacer los hechos increibles, buscar contra las régias palabras
subterfugios, é intentar ingenioso desmentir, no directamente, que
astuto es S. S. para evitarlo, desmentir los hechos que una reina
inocente ha referido, yo confieso, señores, que no podria pasar tran-
quilo un solo instante si no alzase mi voz por la augusta niña que
rige el trono; si como español, como diputado y caballero, no fuese
mi voz la primera que se alzase contra quien pone en duda la fé, la
completa fé que merecen sus palabras.


IlEste hecho, señores, que debiera tratarse aislado, que debería
ser solo objeto del mensaje que se elevase á S. M., ofreciéndole la
ayuda y cooperacion que el Sr. Olózaga desea en ocasiones criticas
como esta; este hecho digo, qne debería servir únicamente para que
se encomendase á los tl'jb.unales su castigo, este hecho :delincuente
es además, señores, el pretesto que á mi ver aceptan con imprudencia
algunos para que se rompa una conciliacion que con sentimiento he
oido decir á los mismos que la concibieron y proclamaron que no
exi3te. Yo- creo, sin embargo, que debe subsistir, porque es justa y
conveniente, porque está en mis principios, porque la nacion la ansia,
y, á pesar de los disidentes, hoy triunfará, señores, por último, por-
que una lucha perpétua es imposible. Hacer cuestion de partido una
cuestion de un hombre, hacer cuestion de partido una cuestion en
que media la real palabra, lo confieso francamente, es á mis ojos,
señores, una impremeditacion de parte de los que profesan ciertas
opiniones: impremeditacion de que al fin han de arrepentirse; impre-
meditacion que les llevará más allá de lo que desean. Porque creo
que en un hecho delincuente que se refiere á una persona, los que
toman sobre si el difícil cargo de defenderle contra pruebas induda-
bles, de cierto modo se hacen tambien sus cómplices: y cuando digo
sus cómplices, no es que me proponga intimidarlos, que nada arredra
á lo~ hombres cuando con fé sostienen sus creencias, sino que ayuda




LA COALIClON DE 1843. 203


sin duda á que ese atentado horroroso quede impune quien rehusa
dar crédito á su prueba; esa prueba que de los reales labios sale, y
que es un hecho que existe, por más que el acusado con una impa-
sibilidad que se supone intenta desmentirlo.


llLos que ayudan con sus palabras al Sr. Olózaga, quizás notodos,
rechazan como S. S. lo que el acta dice, la rehusan como prueba, y
ese acta es, señores, la voz, la palabra de Isabel 11.


)}E! Sr. Olózagano ni~ga abiertamente el hecho de que se trata;
pero S. S. dice que (lS imposible; refiere circunstancias con que as:'
pira á escluir su existencia, y los señores diputados que dicen por


lo tanto que es el hecho dudoso ó improbado, y que no debe sobre él
resolverse, se hallan de, comun acuerdo con el Sr. Olózaga en cuanto
á quitar su fuerza, en cuanto á quitar sus consecuencias á la decla-
racion solemne de S. M. y cuando los diputados de la nacion acaban
de elevar, por decirlo así, al sólio de sus mayores á la augusta reina,
cuando antícipando la edad que señala la constitucion han puesto en
sus manos el cetro de dos mundos, yo creo que no debe haber na-


die que no humille su frente ante sus palabras: yo entiendo que la
cuestion de un hombre que levantaba su cabeza ante un trono, no es
cuestion de partido; no puede producir entre diputados españoles di-
sidencia. ¿Y quién creerá, sin embargo, que la cuestion del Sr. Oló-


zaga nos trae á punto de deshacer la obra comenzada? ¿Quién
creerá que un partido tome, al parecer, sobre si la defensa de quien,
es preciso decirlo, nunca fué su adalid, su adalid reconocido, el cau·
dillo resuelto que estuvo siempre en las luchas á su frente? Esto solo
se prueba con esa oposicion que salió hace poco de aquellos bancos
contra el Sr. Olózaga, con la repugnancia que sus amigos actuales
hicieron á su presidencia, con las interpelaciones que al amanecer
como ministro se le dirigieron. Pero as!, señores, se hacenen politica
cambios inconcebibles.


llEI partido, señores, que se llama progresista, yo no terno usar


esos nombres cuando otros se me han anticipado; el partido, señores,
que se llama progresista, ha hecho un notable empeño, sin embar-


go, al defender al Sr. Olózaga, en demostrar que el rompimiento de
las hostilidades respecto de la situacion que últimamente se creó,
viene de la parte de los hombres del antiguo partido moderado. El




204 DISCURSO DEFENDlENDO
partido progresista, por defender al hombre á quien acuso, insista
en que la coalícion se ha roto, en que los partidos vuelven á sus filas,
y allevanlar ahora su voz, enarbolando su bandel'a antigua, llama á
que la sigan á los que yo tenia por sus adversarios. Sus caudillos
llaman al combate, no para sostener solo sus principios antiguos, sino
conoitando á haoer la guerra oontra los que tienen los planes que
denuncian. Yo creo, señores, que esta acusacion grave, gravisima,
de inmensa trasoendenoia, precisa, pues q"ue se ha oido aquí, á que
a'quí mismo se responda. Si, señores: los hombres que despues de
haber tomado parte en los sucesos que promovieron la coalicion, los
hombres que despues de haber mostrado con sus hechos que estaban
conformes con esta coalicion, se presentan hoy manifestando que no
perteneoian á ella, que no aoeptaban la situaoion; esos hombres, se-
ñores, retrooeden y oontradicen sus propios hechos. Estamos, pues,
en el caso de examinar toda su conducta, y reoordar sin temor sus
hechos, sus palabras, su comportamiento, porque no es la sola cues-
Uon del rompimiento de la coalicion la de los sucesos que ocurrieron
en la sala de columnas, ni la cuestion de la presidencia; cuando la
cuestion de la presidencia se presentó de pal'te de algunos de los
adalides del partido pl'ogresista, la situacion estaba rota; de parte de
alguno de los señores que han usado la palabra se habian ya oido es-
presiones alarmantes que mostl'aban la disidencia en que se encon-
traban de las opiniones que hasta entonces habian sostenido con nos-
otros, y esto debe saberlo el país, y yo debo en altas voces procla-
marlo.


»Guan do las primeras reuniones verificadas en el congreso con
objeto de elegir su presidente, el partido moderado, leal y conse-
cuente, sin que por eso pretenda yo herir á la generalidad de sus ad-
versarios, se propuso llevar á cabo la situacion, tal como el pais en-
tero la habia concebido; pero se trataba de dos partidos, de dos
partidos decididos, de dos partidos que los Sres. Olózaga y Co~·tina
dijeron bajo sus firmas que estaban de hecho disueltos; se trataba de
significar en una persona la sitllacion nueva que se creaba; y el pal'-
tido moderado, señores, tomó el camino, franco, leal, .el camino
abierto que debia seg"uir en estas circunstancias. ¿Era posible que el
partido moderado presentase como candidato para la presidencia uno




LA COALlCION DE 1843. 205
de sus antiguos adqlides? ¿Faltaria por venturaOentreellos quiendig-
namente d~sempeñase aquel puesto? ¿El partido exaltado dejaria
tampoco de encontrar en su seno persona digna de desempeñar esa
presidencia? No, señores: uno y otro se hallaban en igual caso; pero
h abia un hombre que sin ascripcíon espresa á ninguno de los dos
principales partidos en que la nacían se dividia, habia tomado una
parte activa; una parte importante en la nueva situacion que se crea-
ba, por \0 menos habia querido señorearse de ella. Á este hombre
no le habia elevado el partido moderado, no l(l habian elevado los
hombres de esta fraccion politica, tampoco los de la fraccion progre-
sista; el Sr. Cortina de su parte, y el Sr. Pidal de la suya, todos los
que tuvimos el honor de componer la comision que se llamó electoral
de Madrid; todos convinimos en que el Sr. Olózaga. representaba de
la manera más pura la si tuacion; el Sr. Olózaga, que jamás habia
servido abiertamente á ningun partido; el Sr. Olózaga, que habia ata-
cado en aquellos bancos, así á las administraciones m.oderadas, como
á las administraciones progresistas; el Sr. OIózaga, que jamás habia
encontrado un gobierno que le agradase, no lígado por tanto con
ninguno de los antiguos bandos de un modo manifiesto, era sin duda
alguna el hombre de la coalicion. El partido moderado, señores, lo
propuso; y no propuso un hombre de su bandería, como se dice, sino
un bombre que jamás le habia pertenecido, cuya mitad, por decirlo
así, y juzgando el Sr. Olózaga por épocas, era suya, porque la otra
mitad era de sus adversarios. ¿Y qué hizo en tanto el partido progre-
sista? Cuando aquí se buscaban los medios de arreglar de un m,odo
estable la situacion, los hombres que hoy sostienen que la situacion
estaba rota, ¿cómo se conducian? El SI", Cortina, en quien se pusieron
los ojos de sus compañeros para presentarlo como candidato ála pre-
sidenéia, franco, leal, no queriendo engañar á los hombres ~ue solo
aceptaban una situacion comun, franca y terminantemente dijo en
la sala de columnas que no era de ella; que de ninguna manera la
aceptaba. Y como ese hecho contrariaba á la creencia comun de to-
dos los españoles de que el Sr. Cortina habia aceptado la situacion
franca y decididamente, yo de mi parte, señores, confieso que crel
que hubiera sido una traicion al sistema que nos proponíamos, elegir
para la presidencia una persona que, como el Sr. Cortina, se confe-




206 DISCURSO DEí'ENDIENDo
saba ajeno de ella, y tal vez se anunciaba desde aquel instante como
contrario. Y tanto más era esto dificil, cuanto el Sr. Cortina, con-
fesándose fuera de la situacion, retractaba su anterior conducta de
un modo manifiesto, y la retractaba de un modo que yo no esperaba
de S. S.


))EI Sr. Cortina, á más de la cohducta que habia observado pro-
poniendo á los electores españoles ó induciéndolos á que cortasen de
raiz las pasadas discordias, habia exigido de nosotros que se aparta-
sen antiguos y respetables nombres, para asegurar la union más sin-
cera; el Sr. Cortina habia proclamado la disolucion de su partido
antiguo, y el Sr. Cortina por fin buscaba como nosotros una. situacion
nueva.


n Señores, no solo el Sr. Cortina afirmó bajo su palabra que esta-
ban los partidos disueltos, sino que mostró tambien con sus hechos
que tomaba una parte activa en la siluacion que se habia creado;
porque yo me acuerdo, y conmigo lo recordarán muchos señores di-
putados, que cuando la heróica Sevilla resistió tan noblemente la agre-
sion de un poder que terminó, el Sr. Cortina se mostró bien solícito
de participar del triunfo cuando fué comisionado para llevar una co-
rona de oro que á aquella invicta ciudad se concediera por una mano
augusta. Yo creo tambien, señores, porque lo he leido en los pape-
les públicos, que el Sr. Cortina, euando fué obsequiado por sus con-
ciudadanos con una serenata que le dieron á su llegada á su pro-
vincia, mostró en una improvisacíon apasionada y sincera ciertamen-
te, que se envanecía de pertenecer á aquel pueblo, y que envidiaba á
sus conciudadanos el honor de haber resistido tan noblemente.


))Estos antecedentes, estas manifestaciones, estos hechos del se-
ñor Cortina, demostraban, lo creo con razon, que S. S. era de la
sítuacíon nueva, que tomaba en ella su parte, y que con entusiasmo
y fé la sostenía. Pero sin duda que nuevos datos le apartaron de ella,
datos nuevos, señores, que no conoce el pais, que yo tambien des-
conozco, y que produjeron, sin embargo, la manifestacion inesperada
de que no era de la situacíon. Creo por ello que el partido moderado
yel partido progresista hubieran seguido una conducta noble, hu-
bieran cumplido con sus deberes esclu yendo al Sr. Cortina de la pre·
sidencia del congreso. As1 lo hicieron; y dándola al hombre notable




lA ÚOALIClON DE 1843. 207
que en medio de los partidos existia, que era el que más por la opi-
nion de todos simbolizaba la situacion, consecuente y lógica rué nues-
tra conducta.


}lSin embargo de estos antecedentes, sin embargo de que en la
que se siguió dentro del parlamento respecto de la eleccion de lamesa
nadie podrá acusar á los hombres de mis opiniones del esclusivismo
que se pretende, se dice que este partido aprovecha hoy un suceso
escandaloso ciertamente, como el señor conde de las Navas dijo, para
tener ocasion pública de que la coalicion se rompa.


llDecia, señores, que con motivo de esta ocurrencia, que yo creí
queel señor conde de las Navas calificaba de escandalosa, y ahora tra-
ta, al parecer, de rectificar su opinion; con motivo, digo, de este he-
cho, los que habian disentido antes de la coalicion á que ayudaron,
no se contentan con romperla de un modo esplícito, sino que quieren
además echar sobre nosotros esa mancha. Es más, señores: el parti-
do progresista se rehace para sostener contra el acta real á unhom-
bre á quien rechazaba como su enemigo hace pocos dias. No le basta
por cierto darle esa mano de compasion y ayuda, de esa ayuda y de
esa compas ion qlle siempre merece la desgracia; no se contenta con
escudarle, no, de los tiros de una acusacion justa, sino que metién-
dole en sus filas, abrigándole el partido progresista, hace reflejar en
si mismo, sin razon, la señal indeleble de su desacato. Pero aun no
basta, señores. El partido progresista se propone, de acuerdo con el
Sr. Olózaga, acusar á un partido entero de planes reaccionarios, acu-
sarle de proyectos ocultos para rodear al trono y satisfacer sus exi-
gencias; y si lo primero es imprudente, lo segundo es intolerable.
Hace mucho que el partido progresista acusa al partido moderado de
las reacciones que sueña; hace mucho que todos sus triun fos tras de
las revueltas van mezclados de acusaciones terribles, de cargos de
toda especie.


}lSin embargo, cuando creada una situacion nueva ha sido preciso
que los partidos hablen sin calumniarse, el partido progresista ha
reconocido, y ban reconocido el Sr. Olózaga y el Sr. Cortina, que el
partido moderado jamás queria salir de los estrechos limites de la
constitucion y de la monarquía. ¿Dónde y por qué puede acusarse al
partido moderado? ¿Es por ventura porque todos los hechos que la




208 DISCURSO DEFENDIENDO
revolucion ha consumado los acepta? ¿Es porque todas las reformas
que más ó menos prudentes ha producido la revolucion, todas las ha
reconocido despues? ¿Es por ventura porque en los sucesos de la
Granja en que se hizo un alzamiento para que se realizase una refor-
ma en la constitucion del país, reforma que estaba decretada y que
iba á realizarse, el partido moderado cuando vino á la situacion en
1837 aceptó todo lo que habia pasado porque vió que eran los prin-
cipios á que en la constitucion del Estado se habian tenido que acoger
sus vencedores? ¿Es una reaccion esto? ¿Es un plan delincuente? ¿Es
un partidu reaccionario el que consiente las consecuencias de la Gran-
Ija, revolucion que no 'creo yo haya nadie que se levante á sostenerla?
. ¿El que acepta casi todos los hechos que una revolucion produce, y
los acepta y trata de hacer sus mejoras y reformas sobre ellos? ¿Es
reaccion, señores, en el partido moderado aceptar la situacion que se
creó en setiembre por lo que sabe bien el país? ¿El callar hoy sobre
los hechos que á tan grave acontecimiento sucedieron? ¿El admitir
como vacante una regencia para la que las córles eligieron despues á
un hombre, y admitir la vacante nuevamente sobre la base de queno
es regente ya la persona que la desempeñabl? ¿Es partido reaccio-
nario el partido moderado por haber aceptaJo las reformas hechas
de un mod,o más ó menos oportuno, de un modo más ó menos san-
griento en todas las épocas de la dominacion de sus adversarios? ¿Es
porque quiere reparar los males de la revoJucion, sin destruir los bie-
nes que haya hecho? Encerradas en sm casas las vírgenes de Dios
(murmullos en las tribunas), las vírgenes de Dios, sí, señoI'es, las
vírgenes de Dios, las desgraciadas que lloran hoy los insultos de una


revolucion imprudente, de una revolncion feroz que no permite que se
atce siquiera la voz en favor suyo? (Aplausos.)


El Sr. PRESIDEN,TE: Orden. Prosiga V. S.
El Sr. CASTRO: ¿Era reaccion, vuelvo á ded!', señor~s, que al


verlas sumidas en la miseria, mendigando .el sustento de la caridad
pública, mientras en el mercado se venden sus bienes, tratemos ~de
sostenerlas sin que se haya alzado una voz, que no se alzará tampo-
co, para que se les reintegre en ellos por respetar los hechos consu-
.mados? ¿Es un cargo, señores, procurar atender á su subsistencia
por medios de reparacion y no por medios reaccionarios? ¿Es cargo




LA COALICION DE 1843. 209
contra el partido moderado, y cargo de reaccion el que 'se queje de
ver destruido casi enteramente el culto? ¿Es culpa suya que la nacion
piadosa se escandalice viendo cerrados los templos;que pida alimen-
to el clero empobrecido, y que nosotros queramos procurárselo? No,
señores.


))Si la revolucion destruye, no nos rehacemos nosotros contra
ella, pero nuestra conciencia exige reparar los males que causa; es
toda la acusacion que se nos hace, toda la acusaCÍon gravlsima con
que se quiere concitar contra nosotros las opiniones públicas, las
opiniones vulgares, decir desde aqueI!os bancos, que un solo dipu-
tado, que uno de nosotros dijo en una ocasion privada que se trata-
ba de volver los Lienes al clero. Vergüenza es que en tantas épocas
de administraciones de mi opinion no se encuentre un solo hecho
que acuse de reacCÍon á nuestro partido, y tenga que recurrirse á
eso para acusarnos. Justa y necesaria era, señores, la reaccion con-
tra los delincuentes, pero jamás la hicimos contra las personas que
tienen adquiridos derechos legltimos. Digo más: ni aun hemos hecho
la reaccion de la justicia, la reaccion legítima contra los crímenes.
Justo. era el castigo de los que asesinaron en Madrid á los religiosos
antes de echarlos de sus casas, y no todos han pagado todavia su cri-
men. Aun viven sus asesinos.


llCreo injusto, señores, creo imprudente el que se traiga á este
terreno la discusion; pero pues que se trae una vez, nosotros debemos
aceptarla, porque los hechos y la historia contemporánea nos ayudan.
¿Y qué hicieron en sus victorias tos enemigos de las reacciones, los
que tanto nos acusan de ellas? ¿Podrán presentar su conducta como
nosotros la presentamos? El Sr. Cortina mismo ha dicho que la des-
gracia de sus opiniones de hoy, es decir, de las opiniones progre-
sistas fuera de la coalicion, es que jamás han entrado en el poder
sino despues de las revoluciones: y con esto, ¿no ha probado S. S.,
no yo, sino S. S. mismo, que su partido' no se aviene bien con la
obediencia? Carguen, pues, sus amigos con esta acusacion; acepten
si les conviene estas palabras; porque para recuperar el poder por
las revoluciones, porque para tomarle despues que estas se realizan,
claro es que es preciso hacerlas ó aceptarlas.


))Cuando los sucesos da que he hecho mendon poco hace, cuan~
TOllO 11. 14




210 DISCURSO DEFENDIENDO


do los sucesos de la Granja, punto de partida para examinar el
comportamiento de un partido y de otro, ese parlido que nos acusa
de intolerantes; ese partido que nos supone planes indignos de la
honradez y de la lealtad á los que no profesamos sus opiniones; ese
partido por primera vez en España, dió el ejemplo de una proscrip-
cion absoluta. El nombre de un ministro célebre que se sienta en es-
tos bancos, nombre que va unido á la revolucion, que yo no califico,
de la Granja, este nombre, digo, sirvió para anatematizar y per-
seguir á cuantos habian servido bajo su administracion. Despues
de la revolucion de setiembre, clases enteras se arrancaron del puesto
que ocupaban, y las persecuciones se pusieron á laórden del dia. No
se diga que algunos de nuestros adversarios nos tendieron una
mano generosa para librarnos del peligro, porque estos ejemplares
en nada destruyen la regla general, nada menguan los hechos que
todos hemos presenciado.


)lDespues de los sucesos de setiembre, no solo triunfó el poder,
y ese triunfo le hizo pasar á manos de los que lo deseaban, sino que
estinguió, por decirlo así, la sociedad política existente. Todos los
hombres salieron de sus puestos; entonces empezaron las persecucio-
nes; se hicieron investigaciones inquisitoriales sobre las opiniones y
sobre la conducta de cada uno de los españoles; proscripcion y des-
tierros y sangre fueron la sola base de un sistema. Que se cuenten
las filas del partido progresista, y que se vea cuántos nombres son los
que faltan de los que sostuvieron sus opiniones. Que se vuelva, seño-
res, la vista al bando moderado, al mismo que se acusa de reaccio-
nario, y se verá que faltan héroes que murieron durante administra- •
ciones que no eran por cierto de las opiniones mias. Esos héroes ca-
yeron, y la primera sangre se vertió en tiempo de mis adversarios.


II Yo creo, señores, que si se trata de romper la coalicion debe
decirse francamente; pero no debe acusarse á un partido que respe-
ta siquiera, que no trata de oalumniar á sus enemigos. La ooalícion,
señores, no significaba en la ocasion en que se proclamó sino la to-
lerancia recíproca de las opiniones, la entrada de todos los partidos
en el sendero legal y parlamentario: de consiguiente no solo no han
podido romperla los hombres de mis opiniones; no solo no la rompen
ni la romperán nunca, sino que han sido sus oreenoias y serán siem- .




LA COALICION DE 1843. 211
pre su conducta. Levántese una voz que nos acuse de la proscripcion
en masa de los ciudadanos; levántese una voz que nos acuse de ha-
ber querido castigar con sangre crímenes políticos; levántese, yo lo
espero: muchas, muchas se levantarán en el país para acusarnos de
haber tolerado escesos que no siem pre la conveniencia públíca permite.


»Si estos antecedentes de un partido no fueran bastantes para
volver á la cara de sus acusadores las armas con que han intentado
herirnos dentro de este congreso, en la conducta que en este ins-
tante observamos, en la que hace poco tenemos, ven los señores di-
putados una prueba de cuál ha sido nuestro deseo, nuestro compor-
tamiento.


))Despues de los sucesos que crearon la situacion nueva, perso-
nas mal avenidas con ella, y á quienes hago el honor de creer, por-
que son mis adversarios, que pueden ser inocentes, se levantaron en
las provincias contra el gobierno de la nacion; se levantaron en las
provincias, y esto prueba un instinto"un deseo de levantarse, grande
é irresistible, cuando se levantaron contra el mismo ministerio Lopez.


))Levantáronse, señores, entonces, y aclamaron lo que todos los
partidos habían proscrito: lo que no se ha esplicado aún, y que solo
puede esplicarse diciendo que aclamaban la revolucion misma. Per-
sonas que por desgracia tuvieron la fatalidad de residir en puntos
donde estos acontecimientos se verificaban, recibieron el honor de ser
nombrados para venir á sentarse en estos bancos; y este partido de
reaccion, ese partido de retroceso, ese partido intolerante, ese par-
tido que no perdona jamás, el partido moderado, ha votado con los
señores que se sientan en aquellos bancos, no solo en el interés de un
hombre que venia á ocupar estos escaños como representante del
país tras de una acusacion, sino que ha dicho que no era convenien-
te por ahora entrar á investigar su conducta, y lo que pudieran ar-
rojar de si esos hechos. Esto es lo que acaba de hacer aquí el parti-
do moderado: no ha querido entrar en un exámen que acaso hubiera
dado por resultado un crimen, crimen que yo desconozco porque
ningun antecedente tengo sobre la persona ni sobre los hechos. Le-
jos de entrar el partido moderado en esa investigacion, ha sido el
primero á tender un velo sobre ellos, y solo porque la coalicion, la
amistad, la armonía de los parti~os no se rompa.




212 DISCURSO DEF~NDIENDO
llPero se trata, señores, de un suceso importante que ha venido


á aclarar una situacion confusa, ambigua, en que si la opinion gene-
ral de los señores diputados era porque no continuaran nuestras lu-
chas, y que cada partido sostuviera sus doctrinas dentro de los limi-
tes constitucionales, la opinion de algunos era que se habia llegado
al caso de un absoluto rompimiento; y el suceso de que tratamos, el
escandaloso suceso que ocupa al congreso hace algunos dias, ese ha
sido el pretesto que se ha tomado para rqmper la coalicion, para vol-
ver á sus antiguos puestos, y que se vuelva á emprender la lucha in-
terrumpida.


llEsto se hace no examinando con libertad y madurez los hechos,
no fijándose en lo que ocurrió en Palacio, y la conveniencia de que se
castigue ó no en breve ese suceso; esto se hace con las lijismas ar-
mas que se han procurado usar siempre contra un partido que jamás
ha escedido los limites de la defensa; eso se hace acusándonos de un
crimen secreto que no existe, que solo puede creer quien en su cora-
zon lo vea posible: eso se hace escitando las pasiones contra el tro-
no, y llamando la atencion pública sobre hechos que pasaron no hace
mucho, y queriendo comparar el suceso del insulto hecho á una
augusta persona con las violencias que en otros tiempos dieron moti-
vo á reacciones peligrosas: ¿ y cómo los que' dijeron que no era tiem-
po de reacciones no acusan á los que callan, y no levantan su voz como
nosotros, en vez de hacerlo contra las sospechas de un crimen impo-
sible, contra los atentados, los atroces atentados que en algunas pro-
vincias de España se cometen? Este silencio está, señores, en los ban-
cos de donde ha salido poco hace una interpelacion porque se habia
atentado contra el pueblo, y este atentado habia sido reprimir á
algunos sedioiosos. Se acusan planes secretos, y se dan los públicos
al olvido; se ve un crimen en Palacio, y no se ven mil, crimenes en
las calles. Pues bien, señores: si un partido ansioso de la venganza,
no contento con la proscripcion y la persecucion de sus adversarios,
quiere que la opinion pfrhlica se levante ,contra ellos, y que se nos
acuse como participes de grandes crimenes, crimenes que nunca aca-
ban de denunciarse, ese partido leal desmiente á sus acusadores, yal
frente de la revolucion les exige que cumplan sus palabras.


nBien conocen los hombres que á este punto nos conducen que es




LA COALIClON DE 1843. 213
impopular ya y desacreditada su conducta. Bien conocen que está el
país harto de escucharlos, y que ha perdido la fé que tuvo un tiem-
po en sus clamores; porque la libertad en España no peligra, y en
vano quieren sostener que hay agresiones contra ella, sino son las
de la revolucion. Elpais verá en sus palabras ese deseo de sostenerse
á toda costa, de someter todas las opiniones á las suyas, de monopo-
lizar la. situacion sin dar entrada legal A las distintas opiniones; la
entrada legal, qne es la única que apetecemos y que ansiamos, y que
quieren vedarnos con acusaciones indiscretas.


nEl Sr. Cortina, haciendo un menudo exámen de los hechos que
precedieron á la coalicion, ha querido dcmostrarnos que siempre es-
tuvo esta en sus opiniones; ha querido probarnos que reprimiendo
las exigencias de la revolucion de setiembre, para la que S. S. dice
que sacó la espada, reprimiendo, dijo, estas exigencias, trataba de
hacer á su partido tolerante. S. S. mismo ha citado algunos hechos
de que yo no tenia notieia. El Sr. Cortina ha manifestado que desea-
ba que desapareciesen de los fastos de nuestra histoÍ'Ía sucesos que
harian permanecer enteramente separados á los dos partidos espa-
ñoles: ¿luego el Sr. Cortina tiene que contener al partido progresis-
ta? ¿Luego es precisa la coalicion? ¿Luego es precisa la tolerancia?
¿Y qué razon hay ahora para que el Sr. Cortina se aparte de esta
situacion? ¿Qué fundamento nuevo ha venido á disponer el ánimo de
S. S. para ponerle en la precision de decir que los partidos vuelvan
á sus antiguos atrincheramientos, que cada uno levante su bandera,
que cada uno defienda sus principios, cuando si el partido progresis-
ta no desmiente sus palabras, segun se ha dicho ya aquf, todos esta-
mos conformes, no en los de administracion enteramente, pero si en
los de gobierno? Ninguna razon hay por nuestra parte para este rom-
pimiÉmto. Si la situacion de la coalícion es la misma hoy que cuando
por aquellos se proclamaba; ~si tan conforme es con la opinion del
Sr. Cortina, ¿por qué escoger el terreno de una ofensa al trono,
de una cuestion en que un súbdito quiere que prevalezca su volun-
tad sobre la de su Reina, para venir á un rompimiento? Impre-
visor es este pal'tido, cuando de frente combate una institucion.
Porque cuando los partidos legales gestionan y se defienden dentro
del círculo legal que la constitucion le determina, los partidos, se-




214 DISCURSO DEFENDIENDO


ñores, pueden aspirar á la victoria; pero cuando los partidos se pre-
sentan hostiles á las prerogativas, á los derechos, á la dignidad de
una institucion, y esta institucion es la institucion santa del trono,
los partidos, señores, se suicidan. Yo creo que por mas que quiera
escusarse esta calificacion; por mas que se sostengan diestramente
las disculpas del Sr. Olózaga, no se puede dudar que los que le ayu-
dan intentan hacer una defensa de su conducta contra la que en el
acta real se nos refiere. Optan entre su verdad y la verdad que sale
de augustos labios. Más el país que á todos nos escucha, el país ha
de juzgar sin reticencias, sin distinciones metaflsícas, sin apartar los
hombres particulares como caballeros de los mismos hombres como
diputados. El país, señores, creerá, y á mi juicio con razon, que los
que sostienen que no es suficiente base el dicho de S. M. para proce-
der contra un ministro, esos combaten fuera de la constitucion, esos
sostienen fuera de sus derechos legales lo que no es dado sostener
en una monarquía.


)1 y este peligro no podrá evitarle nunca el partido que toma de su
cuenta sostener los hechos que á toda España escandalizan, porque
la opinion pública, digo, juzga, y juzga con razon hasta de las in-
tenciones de sus representantes; no diré yo que lo haga siempre con


justicia; no diré que deje de equivocarse alguna vez; pero son tan de
bulto los hechos, y afectan al corazon tanto, que árdua empresa,
señores, acomete el partido que intente defenderlos.


)) Yo comprendo bien que ese partido que se une hoy para soste-
ner que lo que se ha referido en el acta no es exacto, y que no es
causa sul1ciente para un mensaje ni para proceder á una acusacion,
entiendo, digo, bien que ese partido tratase de sostener á un hombre
suyo; pero ese partido, señores, que execraba hace pocos días, que
maltrataba al mismo Sr. Olózaga cuando se le presentaba como can-
didato para la presidencia, el partido de cuyas filas salian las inter-
pelaciones contra su gobierno; los amigos de hoy que lo reconocie-
ron por suyo, que nos acusaban de que nosotros les privábamos
escoger sus hombres para sus candidatos, y queríamos imponerles
uno que no era de ellos, ¿cómo, es, señores, que tan cariñosos le de-
fienden? ¿Cómo deponen su ódio tan pronto? El partido progresista
hace una adquisicion que es de gran costa para él mismo, porque él




LA COALICION DE 1843. 215
estaba libre de las acusaciones que pesan sobre el Sr. Olózaga, y el
Sr. Olózaga las lleva tras su nombre. Ese partido, monárquico como
el nuestro; ese partido sosteniendo la constitucíon; ese partido defen-
diendo los principios de gobierno, era un partido de porvenir, era
un partido legal que podia aspirar á hacer la felicidad de España.
Pero asociándose á la causa de un hombre á quien la nacion llama
delincuente, y contra quien tendrán que proceder las córtes segun la
ley determina, ese partido se aparta de la fraternidad de todos los
españoles para venir á colocarse al lado de uno á quien siempre tuvo
por su adversario; ese partido se hunde para siempre.


nNi aun títulos, señores, podia tener el ministro á quien aludo
para asociarse á aquellos cuya ayuda reclama en la desgracia. Hace
pocos dias que un suceso alarmó á Madrid, y dió motivo á sospechas
de una sedicion: fué objeto por ello el Sr. Olózaga de reconvenciones
contra el gobierno. Y recuerdo que ese hombre popular, nacido del
pueblo, y que pertenece á los más, que vuelve como á su centro al
partido progresista, ese hOlijbre nos habló desde ese banco burlán-
dose del estravío de los alucinados. Pobres ciudadanos llamaba el dia.
27 á los que mira hoy como compañeros de creencias.


nYo recuerdo, que órgano siempre del partido progresista, no ha.
habido sin embargo una administracion de él á que no haya hecho
oposicion desde aquellos bancos. Ni por principios, ni por antece-
dentes el Sr. OJózaga pertenece al partido progresista.. Y es la prue·
ba de que no pertenece á este partido, que él le ha rechazado cons-
tantemente, que el partido progresista le ha acusado, como á los
reaccionarios, de estar en planes malignos, de haberse entregado
enteramente á nuestra influencia: ¿por qué este cambio hoy? ¿Basta
solo que ese ministro diga que profesa esa opinion? ¿Tan poco cauto
hemos de considerar á ese partido que por una aseveracion de esta
especie, desmentida por hechos muy antiguos, desmentida por una
conducta reciente, proceda á tomar sobre si la responsabilidad que
con tanta raza n huye?


)) Yo creo, señores, que el interés del país, el interés de ese
mismo partido, el interés del trono, el interés de las instituciones, el
interés que todos hemos proclamado cuando recientemente nos uni-
mos, es que el partido progresista permaneciendo fiel á su situa-




216 DISCURSO DEFENnlENDO
cion, considerando los graves males que pueden resultar al país de
esta disidencia, aparte sus intereses de un hombre y retroceda del
carpino peligroso que ha emprendido: vuelva, pues, al momento en
que unidos todos para consolidar las instituciones, para sostener el
trono, para dar una administracion fuerte y vigorosa al pals, nos
prometimos deponer antiguos odios y abrazarnos como amigos para
siempre.


llPero tanto el Sr. Olázaga como algunos señores diputados que
han usado de la palabra, no solo no han querido convencerse de
la necesidad de' empezar esta discusion en Sil terreno, es decir,
en el de la coalicion en donde se encontraba la tolerancia de todos
los partidos, la igualdad en el gobierno, sino que se han permitido
hacer acusaciones, como dije antes, acusaciones de suma trascendencia.


llEstas acusaciones de planes contra la libertad, muy bien, se-
ñores, pudieran rechazarse por los que no con reclamaciones va-
gas, no con argumentos capciosos que excitan mucho la atencion en
la multitud y que nada prueban á la razon, sino con hechos justifican
su conducta. Pudieran, señores, volverse á los que nos los hacen
con citarles sus palabras, porque los que aceptando en el principio
nuestra amistad, los que ayudándose de ella y de nuestros esfuerzos,
proclamando la tolerancia con nosotros, triunfaron contra el poder
que levantaron para despues hundirlo, tienen, señores, hechos y
palabras, tienen conducta pública que pertenece á la discusion. Los
que no aceptan la division de los cargos del parlamento para que
igual número de personas de ambos partidos los desempeñen, lo ha-
cen porque desean que los cargos todos estén en sus manos solas.
Los que no quieren que el gobierno se componga de individuos de
ambos partidos, desean un gobierno suyo y esclusivo; porque segun
dijo el Sr. Cortina, la coalicion, señores, se realiza solamente cuan-
do el partido progresista manda, cuando el partido progresista tien-
de su mano de proteccion á sus adversarios, cuando llama á los del
bando opuesto para que le ayuden á su triunfo, y eIlos despues re-
signan sus derechos en sus manos, r.eciben como premio sus consi-
deraciones. No, señores; la coalicion que existe en todos los áni-
mos, que existe en todas las opiniones, no puede de esta manera
realizarse.




LA COALlCIOl'l DE 1843. 217
llEl que la rompe en los momentos en que las sediciones vuel-


ven otra vez, en los instantes en que se quiere asesinar á las auto-
ridades en medio de las calles, el que la rompe en el momento en
que la fuerza tiene que destruir esas sediciones, el queIa rompe
cuando se pide el castigo de los delincuentes, ese causa un grave mal
al país, y se olvida del principio que todos hemos proclamado: ((No
mas reacciones, no más revoluciones.» No más reacciones. La,ma-
nera de que no las haya es evitar las revoluciones nuevas, porque
las revoluciones las traen consigo. Las reacciones no las traen los
que obedecen y respetan las leyes; las reacciones vienen por los que
no pudiendo obedecer apelan á los medios de la fuerza; esos son los
que traen las reacciones, los que quieren hacer suya, enteramente
suya la situacion; los que no se contentan si no quedan solos y es-
elusivos, porque su triunfo no puede tener partícipes, es necesario
que sean siempre señores absolutos, y que perdonen la vida á sus
contrarios.


))Pero en una situacíon como la presente, cuando de público se
dice que la paz pública peligra si el rompimiento de las hostilidades
entre los dos partidos ocurriera, esto mismo es la causa de que de-
bamos más estrecharnos; porque en una revolucion por ,tal causa,
es el trono, seflOres, quien peligra; es la libertad, señores, la que
se ataca, y la constitucion la que se hunde.


»Yo estoy bien seguro de que por más distantes que estemos los
que antes fuimos adversarios, todos estamos conformes en sosténer
esta institucion salvadora en todos tiempos, y que hoy vemos peli-
grar en los momentos mismos en que acabamos de salvarla.


))Al poder que pasó, al poder que ni siquiera debiera nombrar-
se aquí sino como un suceso histórico, recurren los revoltosos hoy,
y se aclama por las calles el nombre célebre, tristemente célebre,
que manchó con sangre nuestras contiendas, y esta circunstancia es
harto notable hoy para desatenderla.


))Los que nos dicen que la libertad peligra, al hablar del ex-re-
gente, hacen la apología de su conducta en el pronunciamiento de se-
tiembre; se declara solemnemente por datos del Sr. Cortina, que
respeto, que no fué cómplice en aquel hecho, y esto se hace, seño-
res, en el momento mismo en que un ministro que habia mereci-




218 DISCURSO DEFENDIENDO
do la confianza de la Corona y las simpatías del parlamento renun-
cia á todos sus antecedentes: esto se hace en el instante en que
triunfantes las opiniones constitucionales de que no se pueden exi-
gir contribuciones que no estén votadas por las córles, y cuando el
gobierno no está. autorizado para cobrarlas sino haRta fines del mes
de diciembre, un ministro cierra las córtes ó lo intenta; esto se hace
en el momento que hay síntomas de sedicio? en muchas partes, en
el momento que se dan voces contra el ejército en las calles de Ma-
drid, en que se aclama ese poder ilegítimo, en que se dice que es
un atentado contra el pueblo reprimir aquellas demasías.


»¿A qué viene hacer hoy la apología de ese poder que ya pasó?
¿QUé significa cerrar unas córles sin motivo, sin estar autorízado el
gobierno para cobrar las contribuciones, y cerrar unas córtes que
no habian sido hostiles al gobierno? ¿Qué significa adoptar esa me-
dida en el momento mismo que la revolucion levanta la cabeza débil
y vencida para sostener un hombre que todos desechamos? ¿Qué sig-
nifica esta conducta de los hombres que se alzaron contra ese poder
que llamaron inconveniente y otros dijeron tirano? ¿Qué significa
hacer esa apología los labios mismos que manifestaban á sus conci u-
dadanos que envidiaban la suerte de haber rechazado á Espartero en
los muros de Sevilla? ¿Cómo se entienden estos hechos? ¿Hay algun
lazo de armonía, hay alguna inteligencia entre todos estos sucesos
que pasan á nuestros ojos, que los vemos y que sin embargo no po-
demos entenderlos? Yo, señores, ruego á los diputados que han to-
mado la palabra, ruego á los que fueron amigos mios y lo serán
siempre, que rechacen de su lado las revoluciones; que pues que de
ellas se trata hoy, pues que comienzan á sentirse amagos para to-
mar una bandera que ellos han procurado destruir, yo les invito á
que levanten su voz anatematizándola, que digan que reclaman el
castigo de los asesinos del general Narvaez, que digan que repelen
todos los medios de violencia, que unan sus esfuerzos á los nuestros
para que se castiguen los sediciosos: y hé aquí la coalicion hecha de
nuevo, pues la disidencia consiste en que el partido progresista ha
subido al poder en alas de las revoluciones, siempre porque las acep-
ta, y nosotros, señores, las huimos, procuramos mejorar sus conse-
cuencias, pero jamás han dado el poder á nuestros principios.




LA COALlCJON DE 1843. 219
»Importantes revelaciones aguardo yo de parte de los señores


diputados que han usado de la palabra para denunciar planes que
se dice hay en contra de la libertad. Grave, gravisima advertencia
podrán hacer al pais; y si esos cargos se encuentran, estoy seguro
de que no hallarán jamás acogida en ninguno de los señores dipu-
tados. Este suceso triste, desagradable, escandaloso que ha dado
lugar á esta discusion, será favorable hasta cierto punto porque pre-
senta la ocasion importante, ó de que nos aseguremos en las opinio-
nes que todos emitimos cuando los últimos sucesos, ó que de una
vez se !retracten de las manifestaciones que entonces se hicieron los
que no les convenga seguirlas. No más reacciones, dijimos; no más
revoluciones: proscrlbase por todos la revolucion; pídase el castigo
contra los revoltosos; ayúdese al gobierno para que sea fuerte, y dis-
putemos nuestras doctrinas. Entremos en el sistema parlamentario
que el Sr. Olózaga proclamaba; entremos en ese sistema qne es el
único de salvacion para nuestro pals.


nDeshechos de esta manera los cargos dirigidos por algunos de
los que han usado la palabra contra el partido que denominan mo-
derado, creo, señores, de mi deber venir á la cuestion de hoy, á esa
cuestion grave é importante que ha producido el rompimiento se-
gun algunos señores, y que á mi ver no debe producirle, si los se-
ñores diputados que han usado de la palabra se convencen de ladife-
rencia que hay del interés deun hombre al interés dela nacionentera.


))Se ha dado un decreto de disolucion, decreto que no se ha lIe~
vado á cabo. Este decreto se ha dado sin acuerdo del consejo de mi-
nistros. Este decreto se ha dado sin fecha. Este decreto se ha dado
sin la voluntad de S. M. Este decreto examinado en sí mismo, en su
objeto solamente, es una falta imperdonable para el que habia pro-
clamado antes todos los principios opuestos á los que en el decreto
mismo s.e fundan. El Sr. Olózaga, tan fijo en las doctrinas de las ma-
yorías parlamentarias, y á quien tuve el gusto de escuchar en el
mensaje que se dirigió á S. M. por el congreso con motivo da la
declaracion de su mayoría, que habia enseñado á su régia alnmna to-
das las teorías constitucionales de un modo admirable, el Sr. OIóza-
ga es el primero que hIta á ellas. El Sr. Olózaga que exagerando,
y mucho exagerar era, nos dijo que sabia tanto S. M. de las teorías




220 DISCURSO DEFENl>IlNDO
constitucionales como S. S. mismo; despues como ministro falta ti.
rodas esas teorías, disiente de todas sus opiniones, contradice lo
mismo que nos habia dicho que habia enseñado á S. M. Sin medir
la mayoría del parlamento, caso de qne esta se dudase, sin atender
á la franca ayuda que todos le habian prestado desde el momento de
su llegada al poder ,sín atender á que ni una sola voz hostil se ha-
bía levantado contra él desde que rué elevado al alto cargo de pre-
sidente del consejo de ministros, el Sr. Olózaga pensó que las córtes
no debian servirle para gobernar; y el hombre que habia dicho 'que
el trono constitucional, que el re~peto constante, indeclinable á las
mayorías parlamentarias constituian los dos principios fundamenta-
les de su dogma político, falta á ese dogma politico que proclamaba


, hace algunos meses, y trata de disolver las córtes sin medir siquiera
cllái era la mayoría con que contaba en ellas.


)lEI Sr. Olóiaga, que en la cuestion célebre que dió lugar á que
proclamase las célebres palabras de Dios salve á la Reina y al país,
se lastimaba y condolfa con los buenos españoles de que la reitera-
cion de las disoluciones de córtes causasen el mal que siempre estas
medidas producen, á los tres ó cuatro días de hallarse en el poder,
no pudo resistir la tentacion de imitar la conducta de los que en
aquel puesto le habian precedido, por mas que antes la condenase. Y
no se contentaba con esto el Sr. Olózaga: los que antes de él habian
hecho disoluciones imprudentes, los que habian contribuido á que
se' gastase esta importante rueda de la máquina política, lo habian
hecho cuando tenian ministerios sacados del parlamento mismo,
mientras que el Sr. Olózaga no escoge sus compañeros de dentro de
la mayoría parlamentaria, no llena las condiciones que antes tantas
veces habia proclamado: busca por compañeros á amigos suyos,
y, sea dicho de paso, amigos muy dignos, muy respetables, y. á
cuya desgracia tributo aquí un testimonio de consideracion y respeto.
El Sr. Olózaga, escogiendo ministros de su confianza especial, se
aparta de sus teorías y d~ los principios que constantemente habia
sostenido. Hay tal número de contradicciones en la conducta del
Sr. Olózaga, que yo quisiera que S. S. se empeñara en esplícarla
para que el congreso se persuadiera de que habia procedido contra
sus principios.




LA COALICION DE 1843. 221
))El Sr. Olózaga, ~in estar autorizado para seguir cobrando las


contribuciones sino hasta un tiempo dado, y cuando las córtes no
ban presentado ningun acto hostil Mcia S. S. y su gobierno, trata
de deshacerse de ellas. Y no se olvide, señores, que esta medida la
dictaba en el momento mismo en que las córtes le prestaban todo su
apoyo; en el momento en que retirando un proyecto de ley de ayun-
tamientos que se habia creido necesario presentar á sus antecesores,
se demostraba .que no se queria siquiera tomar la iniciativa en los
planes del gobierno, porque no entendiese el Sr. Olózaga que era un
voto indirecto de censura. Hasta este punto se había llevado la deli-
cadeza por el parlamento cuando el Sr. Olózaga trató de disolver las
córtes, y esta disposicion, señores, la adoptaba cuando todas las au-
toridades se le brindaban, cuando todas las personas influyentes en·
'la situacion le úfrecían su franca ayuda, cuando aquellos que no
creian conveniente continuar en sus puestos se brindaban á continuar
en ellos hasta que el gobierno del Sr. Olózaga se consolidase, como
sabe S. S., á cuya noticia lleg6 sin duda una carta. Y el adoptar
una medida como la que S. S. adoptaba, ¿es gobernar con las ma-
yorias parlamentarias y ser consecuente con los principios que antes
proclamara? ¿Es esto seguir el sistema parlamentario de qu·e se pre-
sentaba como caudillo el Sr. Olózaga?


})Yo no entraré, señores, en el exámen de las razones que pu~
diera llevar S. S. para seguir este sistema: el pals entero que le ha
visto, el país que ha oido sus palabras, el pals que oye nuestra acu-
sacion y oirá su defensa, puede juzgar de parte de quién está la ra-
zon. Pero lo que no puedo consentir nunca, lo que en nombre de los
principios constitucionales tengo que rechazar, y conmigo todos
los hombres de mis opiniones, es la teoría que ha esplanado ante la
representacion nacional de que no faltó á sus deberes, exigiendo un
decreto sin fecha, y exigiéndole para usarle en tiempo conveniente.
Ya se ha dicho con oportunidad aquí que este sistema trasladaba el
poder real, y lo colocaba en manos del ministro: ya se ha presenta-
do aqui el rey constitucional que quedaria si se siguiesen estricta-
mente las doctrinas del Sr. Olózaga. Yo quiero presentar ahora lo
que seria el ministro segun esas mismas doctrinas. El rey ya se ha
visto que seria un rey privado de sus derechos, hasta de los que




222 DISCURSO DEFENDlENDO
corresponden al último de sus súbditos; un rey sin voluntad propia,
sin derecho ni aun para quejarse, sin derecho para usar de las pre-
rogativas más esenciales á su alta investidura. Y el ministro en
tanto, ¿qué seria? Un ministro que forma el ministeriG fuera de las
mayorías parlamentarias; que no permite que S. M. tenga la más
mlnima conferencia con las personas que pudiesen combatirle; que
desde el primer dia en que se acerr.a al trono, exige una autoriza-
cion para manejar esas mismas mayorías ó disolverlas; un ministro
que tiene en su poder la prerogativa real del trono, la que más lata-
mente dicen debe ejercer el rey, aun aquellos más acérrimos defen-
sores de la máxima de que el rey reina y no gobierna; un ministro
con esas facultades, es, señores, un rey absoluto.


JlEl disuelve las córtes cuando le desagradan: él obliga á las cór-
tes á que se le sometan cuando los diputados no tienen la dignidad
suficiente: él impide que pueda la Corona reemplazarle retirándole su
confianza, porque no permite que nadie pruebe al monarca la nece-
sidad de hacerlo. Él es el mismo rey; es la tiranía con las formas
constitucionales.


))Creo, señores, que no puede verse sin recelo la conducta de un
hombre que se halla en este caso, porque si se concediese por un solo
instante un ministro que á nadie permitiese hablar con S. M., que
tuviese en el bolsillo la facultad de disolver las córtes cuando le cum-
pliese, ó no mudar el ministerio, ese ministro absorberia en si to-
dos los ~oderes públicos, absorbería en si la constituclon, absorberla
en si el trono y el parlamento. Y nótese aqul de paso, señores, que el
Sr. OIózaga cuando era hombre de parlamento y sus Len taba aquí
teorías de administracion, cuando misterioso ó cauLo se oponia á to-
dos los poderes anteriores, proclamaba la omnipotencia parlamen-
taria, porque él era parlamentario. Cuando el Sr. ülózaga queria so-
meter á la reina y á las córtes, nos proclama la omnipotencia ministe-
rial sobre la parlamentaria.


JlAhora, señores, ¿qué le queda? Proclamarse omnipotente á
la faz del mundo, declararse, señores, inviolable y superior á las
instituciones. Esta variedad en sus opiniones, esta variedad en sus
doctrinas, esta falta de consecuencia en los momentos en que suena
la trompeta de sedicion por las calles y en las provincias, revelan un




LA COALICroN DE 1843. 223
pensamiento en S. S. Pero imitándole en su conducta respecto de
nosotros, no lo descubriré; quede para los españoles juzgarlo. Cautos
unos y otros no queremos adelantar una opinion con acusaciones
que no podamos probar en el instante. Pero hay la diferencia de que
el Sr. Olózaga con reticencias estudiadas nos acusa, y yo le acuso, se-
ñores, con sus hechos.


¡¡Todas las razones que el Sr. Olózaga ha dado para disculpar su
conducta se reducen á acusaciones vagas de las personas que supone
han inducido el ánimo de S. M. para usar de las palabras que en ese
documento á que todos nos referimos se leen; pero ¿qué sirven las
sospechas contra una verdad probada?


¡lEn cuanto á la historia que comenzó S. S. de muy antiguo, des-
de su estancia en las Provincias Vascongadas, para probar que su
entrada en el real palacio habia concitado contra él grandes antipa-
tías, yo me dispensaré de demostrar, como pudiera, que es una
equivocacion manifiesta; porque por mas que S. S. diga, por mas
que sus amigos lo defiendan, por mas que con ello á la opinion pú-
blica trate de estraviarse , el Sr. Olózaga era omnipotente en el par-
lamento y en el ministerio; y cuando aspiraba á serlo más, ¿seria
humilde y sumiso en el palacio? Hecho el Sr. OIózaga á dominar, y
con raza n siempre; presumiendo, como S. S. presume, que un rey
constitucional no debe rodearse de nadie que nG sea de la confianza
del ministerio, ¿tan descuidado puede presumirse á S. S. que no pro-
curase introducir sus hechuras en el palacio, introducir en él las per-
son as más adictas y de su mayor confianza? Yo, señores, debo al pafs
la noticia de una especie que no debe quedar desapercibida: ya se ha
indieado aqul por alguno de los que han tomado la palabra, pero yo
seré más esplícito, más franco. El dia siguiente del que ocurrió el
suceso, ha buscado el Sr. OJózaga ocasíon de comprobar que entró
en palacio una persona influyente á quien acusa sin nombrarla. Esta
persona, respetable por muchos titulos, ha podido salvarse de una
acusacion en que la buscaba el Sr. Olózaga como víctima. ¿Pero sabe
cómo el congreso? Sépalo, pues, de mi boca, y oiga la nacían entera
lo que ha habido. La persona á quien desagradecido acusa S. S., so
detuvo para recibir á una persona harto allegada al Sr. Olózaga,
quien pretendía por sus influencias ocupar un lugar importante en




224 DISCURSO DEFENDIENDO


palacio, obtener siendo de los más una consideracion que suelen te-
nerla los menos. Véase, pues, cómo no estaba S. S. tan descuidado
como parece, y que mal pudiera ser vIctima quien tantos medios
tiene para ser dominador.


))No creo conveniente, puesto que despues ha de tratarse del
mensaje, entrar detenidamente á examinar todos los dichos que el
Sr. Olózaga aduce como prueba de su inculpabilidad. Bástame solo
decir que la inculpabilidad del Sr. Olózaga prueba que las palabras
de S. M. no son ciertas; y como la culpabilidad del Sr. Olózaga no
se ha de probar aqui sino en el debate solemne que se abra sobre
su acusacion, en el debate de su acusacion cuadran más adelante las
observaciones que se me ocurren. Pero creo es muy importante siem-
pre el recordar á los señores diputados lo que esplicó ayer el señor
Bravo Murillo. En una cuestion en que se debate acerca de la per-
sona de S. M.; I qué digo se debate 1 en una cuestion en que hay
quien impugna las palabras de S,. M. sea por sugestion, induccion,
Ó lo que sea, la parte de los diputados españoles no puede ser otra
que la del trono. Desde el momento en que estos se adhieran á la
opinión que pone en duda, que debate los hechos que se refie-
ren en el acta, desde ese instante los partidos que lo hagan renun-
cian á sus creencias monárquicas; desde ese momento se hacen
hasta cierto punto. partícipes del cargo que contra el ministro direc-
tamente pesa, y tomando como suya la·causa de un hombre, dejan
como ajena la causa del país, de la nacion entera, del trono mis-
mo. El partido progresista, á quien yo no negaré nunca sus creen-
cias monárquicas, y con quien crel poder unirme no hace mucho,
no repudiará hoy lo que por boca de sus caudillos dijo hace algunos
meses: «(Sostengamos las. instituciones ~ toda costa; entremos en el
régimen. legal de las mayorías parlamentarias; no haya más reac-
ciones ni inás revoluciones; no se toque á ninguna instítucion, y la
unían será firme y valedera.)) Si el partido progresista en la cues-
tion de hoy abandona la mala causa en que quiere empeñársele, si
deja al Sr. Olózaga, si no hace suyos los hechos que ha indicado
S. S. aquí, la reconciliacion de los partidos es posible, la coalicion,
señores, es subsistente; aqui debatiremos las doctrinas de adminis-
tracion, conformes ya en los principios de gobierno. Pero si un par-




LA COALtCION DE 1843. 225
,


tido y los que le dirigen hoy toman de su cuenta el sostener que las
palabras de S. M. no deben ser creidas, ese partido se aleja de la
base principal de nuestras creencias. Ese partido es libre de esco-
ger la linea de conducta que le agrade; pero nosotros tenemos el
deber y la obligacion de advertirle los peligros á que se espone. Nos-
otros no queremos rompimiento, no queremos disidencia, no anhela-
mos nuevas luchas; pero no podemos consentir que un trono al que
elevamos hace pocos días una niña augusta que nos pinta las desgra-
cias de que ha sido objeto, los malignos planes que se han concer-
tado contra ella, deje de tener de parte de los diputados una res-
puesta digna, como corresponde á españoles leales, á los que aqui
se sientan. Divldase si se quiere el parlamento en las dos fracciones
que alguno desea: queden de aquel lado los que piensan que la pala-
bra de S. M. no es suficiente para que se la envie un mensaje ofre-
ciéndola nuestro apoyo: queden sentados allí los que presumen que
un ministro puede atentar impunemente á las reales prerogativas,
los que creen que e! que toca á la púrpura no comete un crimen.
Nosotros, sin más pruebas que las palabras que la nacion ha oido de
boca de S. M., desde luego nos declaramos sostenedores del trono y
de sus prerogativas, y vengan contra nosotros las revoluciones, si es
eso con lo qlle se nos amenaza. Deber es de los españoles fieles mo-
rir defendiendo sus principios; pero cuando se ataca al trono, tene-
mos pecho y sangre que verter por él, y antes de arrollarlo es preci-
so que la revolucion pase por nuestros cadáveres. Hemos llegado á
un punto en que la disidencia es un rompimiento eterno. No quere-
mos revolucion, no la buscamos; pero si se propone, la aceptamos
tambien. Aqui estamos con nuestros principios y con nuestras creen-
cias: de nuestra parte está el trono y la constitucion: contra él pue-
de levantarse una faccion tan poderosa como quiera, pero nunca UD.
partido legal con esperanzas de triunfo; pues contra el trono de Isa-
bel II no cabe la victoria mientras haya españoles á su lado.))


TOMO 11. 15




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I




ARRAZOLA.


Hay en las revoluciones políticas de los pueblos, como'
en la vida física de los hombres, períodos de cansancio,
momentos de duda y de incertidumbre, en que es indis-
pensable suspender el paso, examinar el terreno, recor-
rer con la vista el camino andado, calcular el peligro que
ofrecen los escollos que se ven delante, y despues de to-
mar aliento y resolverse á no avanzar ni á retroceder,
echar por otro camino distinto, que no presente tantas
dificultades como las hasta allí vencidas, ni tantos obs-
táculos como los que en lontananza se descubren. Para
esta nueva marcha p«?r caminos desconocidos, la espe-
riencia sirve de guía, y el escarmiento y la esperanza son
los únicos faros para no hundirse en el precipicio que an-
tes se evitára.


En esta crítica situacion, en este apurado trance se
hallaba la nacion española en 1838. Desprestigiados los
progresistas por la anarquía revolucionaria de años pa-
sados, de que fueron partícipes ó encomiadores; sin cré-
dito los moderados por sus anteriores tendencias reaccio-
narias, por sus divisiones y enemistad con Espartero,
que pri vaba en la corte y p::mia ya, como otro Breno, su
voluntad y su espada en la balanza de los partidos, la




228 ÁRRAZOLA.
política exigia y el trono deseaba que, apartándose de
los partidos radicales, se emprendiese una nueva marcha
por el camino de la templanza, de la legalidad, de la re-
conciliacion.


Preciso era, pues, para conseguir el objeto, buscar
políticos no gastados, diputados de segunda fila, hom-
bres, en fin, que aunque nuevos en el ensangrentado pa-
lenque de los partidos, se hubiesen significado ya en el
parlamento por su moderacion, por la sensatez de sus
doctrinas, por su talento y aptitud en los varios ramos
que constituyen la ciencia del gobierno.


Buscáronse y encontráronse para formar el ministe-
rio que se deseaba y convenia en 1838, hombres,sin an-
teriores compromisos, de carácter templado y concilia-
dor, cuyo encumbramiento no disgustase á ningun par-
tido, y que sirviesen de cuerpo intermedio en la irrita-
cion de las pasiones y en la rudeza de los ataques. Los
nuevos ministros no traian otro objeto, al aparecer en la
escena, que contener á los partidos estremos, establecer
una tregua en sus combates á muerte, adormecer por
algun tiempo á la política personal, y organizar entre
tanto los elementos de órden y gobierno que andaban
dispersos, para hacer frente á las circunstancias y ter-
minar la guerra civil.


D. Lorenzo Arrazola fué llamado ó más bien obli-
gado por la reina gobernadora al desempeño del ministe-
rio de Gracia y Justicia, siendo desde el principio por su
tacto político, por su destreza parlamentaria, el alma y
el escudo del nuevo gabinete.
~i bien la carrera del parlamento es el más seguro y


sólido escalon para subir á las regiones del poder; si es
cierto que un discurso da en ocasiones título legítimo á
un diputado para sentarse en la silla ministerial ;si su-




ARRAZOLA. 229
cede generalmente en los gobiernos representativos que
la fama de orador parlamentario es el viento más á pro·
pósito para remontarse hasta los consejos de la Corona,
tambien es verdad que Arrazola no se elevó por esos me-
dios en 1838 á la encumbrada posicion de ministro de Gra·
cia y Justicia.


Era todavía muy corta su carrera parlamentaria para
haber adquirido fama de orador de primer órden, y la
oratoria de Arrazola no es de ese género vigoroso y des-
lumbrador, que proporciona un triunfo en el primer dis-
curso.


El personaje objeto de esta biografía, subió únicamen·
te al elevado puesto de consejero responsable de )a Co-
rona por sus ideas templadas, por sus especiales conoci-
mientos en legislacion y jurisprudencia, por sus reco-
mendables prendas de hombre de gobierno, reveladas
modestamente en las pocas discusiones en que tomó par-
te antes de ser ministro, y en las varias é importantes
comisiones de que fué individuo; en cuyos oscuros cen·
tros de diseusion dánse á conocer siempre los hombres
de ciencia, los verdaderos talentos.


En las córtes ordinarias, yen su primera legislatura
de 1837 á 1838, salió por primera vez Arrazola á la vi-
da pública, con reputacion de profesor ilustrado, de abo·
gado hábil, de notable jurisconsulto.


Prendas poco comunes debian concurrir en el nuevo
diputado por Valladolid, cuando mereció de sus colegas
el alto honor de ser propuesto y votado para 'una de las
vicepresidencias de aquel congreso.


Ya hemos apuntado las causas y circunstancias á que
debió Arrazola, en_diciembre de 1838, la elevacion á
un puesto que solo se alcanza despues de algunos años
en la carrera política, y de haber hecho cumplidas {>rue-




230 AJntAZOLA.
bas de hombre de gobierno en la tribuna parlamentaria, Ó'
en el desempeño de otros puestos inferiores. La época
desde diciembre de 1838 hasta julio de 1840 fué la más
gloriosa de la vida política de Arrazola, porque en tan
corto período acre ditó sus relevantes dotes de mando y
sus estraordinarias facultades de orador. Época memora-
ble y honrosa, campaña de inolvidables recuerdos, en la
que, campeon noble y decidido de las doctrinas modera-
das, atacó desde la tribuna y desde el ministerio á la re-
volucion con una constancia, con un arrojo digno de]a
causa que defendia; la" causa del órden, de la constitu-
cion, y de las prerogativas de la Corona.


Especialmente en los famosos debates sobre los fue-
ros de las provincias vascongadas, y sobre la ley de
ayuntamientos, brilló Arrazola por la lógica. de sus ar-
gumentos, por el sano criterio de sus apreciaciones po-
líticas, por el método y claridad con que esponia sus doc-
trinas, y sobre todo por la sin igual destreza con que se
defendia y defendia á sus compañeros de gabinete, pa-
rando hábilmente los rudos golpes de una mayoría hos-
til y encarnizada, y asestándolos por su parte con una
oportunidad, con un acierto que causaba la admiracion
de todos.


Distinguióse en aquellas discusiones Olózaga por su
particular oratoria, incisiva y envenenada, y solo en-
contrandoun rival tan digno, como el ministro de Gracia
y Justicia Arrazola. en aquel género de luchas, podia de-
jar de vencer.


Bien conocia el jefe de la mayoría progresista el mé-
rito de su rival, cuando, interrumpido por Arrazola que
pedia la palabra para hacer una aclaracion, decia: «Si el
señor ministro de Gracia y .J usticia no tuviese un talento
tan sagaz, y una habilidad tal, que temiera yo ahora pu-




ARRAZOU 231
diese hacernos creer que no habia dicho lo que ha di-
cho, desde luego dejaria la palabra y oiria la aclaracion
de S. s.))


En la misma sesion, octubre de 1839, y en un buen
discurso, defendiéndose del voto de censura, lanzado por
la mayoría contra el ministerio de que formaba parte, es-
clamaba Arrazola, al ser interrumpido por los murmu-
llos de la galería pública: «Tambien creo yo que si hay
libertad para los cargos, igual debe haberla para las de-
fensas; yo espondré las razones de esta, porque conozco
mi derecho, y no me harán callar los rumores ni el edifi-
cio entero que se desplomase sobre mi cabeza.))


Este temple de alma para resistir hasta con osadía las
tormentas políticas, ha sido una de las cualidades más sa-
lientes, de las que más caracterizan á Arrazola.


Ya en una de las primeras sesiones de la legislatura
de 1837, cuando. apenas era conocido de los diputados,
pues era la segunda ó la tercera vez que hablaba, tuvo
ocasion de manifestar ese valor que nunca ha desmenti-
do. Increpada la mayoría conservadora, en la que Arrazo-
la se afilió desde un principio, por la minoría progresista,
que enojada de que los moderados hubiesen vencido en las
urnas electorales, y mandaran en nombre de una consti-
tucion que no habian hecho, preguntaba á sus enemigos
á qué venian al parlamento, el novel diputado por Valla-
dolid, con una impetuosidad y un valor, hijos de la pro-
funda conviccion de sus opiniones, respondia a tan brus-
ca é intempestiva interpelacion: venimos á reprimir la
anarquía, á que dure el órden y á que el imperio de la
ley sea una verdad.


Cada discurso que en su primera diputacion pronun-
ciaba Arrazola, proporcionábale un nuevo triunfo, co-
locándose al final de su primera campaña á la altura de




232 ARRAZOLÁ.
los buenos oradores. Y no adquiria solo esta posicion por la
destreza con que argumentaba, por la sensatez de sus doc-
trinas, ó por lo lógico de sus razonamientos, sino además
por sus atinados pensamientos y sus oportunas reflexiones.


Contestando á un diputado que se lamentaba de que
los electores no resistiesen la coaccion moral y m~terial
de las autoridades, decia Arrazola muy oportunamente:
({El Sr. Muro quisiera un colegio de héroes, de hombres
á quienes una batería no hiciera retroceder una línea; pero
esto no es posible, seria el mundo ideal de Platon; se
quisiera un mundo de héroe~, y este no existe, ni sé yo si
convendria su existencia, porque siendo todos héroes,
faltaria el estímulo del honor.))


En la discusion sobre el diezmo hizo alarde el nuevo
diputado de sus principios religiosos, de sus ideas con-
servadoras, que siempre ha defendido sin tibieza y sin
exageracion.


Conociendo mejor que otros las arraigadas é indestruc-
tibles creencias del pueblo español en materias religio-
sas, esclamaba en aquellos debates con tanta verdad como
elocuencia, sin embargo de mostrarse defensor de la abo-
licion del diezmo: «Aunque nada se votase para el culto,
culto habria para los 'españoles. Si por las vicisitudes de
una guerra espantosa les estuviese reservado el trance de
ver cerradas sus iglesias, si se vieran sin patria y sin ho-
gares, sacrificarían en las tiendas y en los montes como
los buenos israelitas. Despues de tener patria, la mayor
necesidad que yo conozco para los españoles es la de tener
culto.»


Hasta aquí hemos considerado al personaje de quien
nos ocupamos en su primera campaña parlamentaria, en
su posicion de simple diputado é individuo notable de la
mayoría conservadora de las córtes ordinarias de 1837




ARRAZOLA. 233
á 1838. Tócanos juzgarle en la época de su primer minis-
terio, que, como ya indicamos anteriormente, es la mejor
y más gloriosa de su vida política y parlamentaria.


Háse acusado á Arra%ola de deseos inmoderados de
mando en aquella época,y fúndase esta acusacion en ha-
ber aceptado la cartera en un gabinete inspirado por Es-
partero en su ya comenzada lucha con el partido con-
servador, y de quien era dócil representante el ge-
neral Alaix, fervoroso defensor de la política progre-
sista.


Examinando con atencion las circunstancias críticas
en que el país se hallaba, la necesidad de que se encarga-
sen del gobierno hombres nuevos, sin anteriores compro-
misos y de antecedentes conciliadores, las exigencias del
trono de formar un gobierno de transicion que, contenien-
do y calmando á los partidos estremos, adormeciendo la
política militante, dedicase principalmente sus esfuerzos
á la terminacion de.la guerra civil; si examinamos con
atencion estas causas, y tenemos además en cuenta el
convenio de transaccion entre los jefes de ambos parti-
dos, en cuya segunda base se prescribia terminantemen~e
que debian esceptuarse de ser nombrados ministros los
que lo hubiesen sido ya en las administraciones ante-
riores, se comprenderá fácilmente, como ya indicamos en
el principio de esta biografía, que la necesidad, la con-
veniencia pública, las especiales circunstancias de aquella
época, y no su ambicion, elevaron á Arra%ola al ministe-
rio de Gracia y Justicia.


Otra acusacion más fuerte, y con más visos de justa
y merecida, se lanzó entonces y se ha repetido despues
contra el gabinete de 1839: la de haber disuelto un con-
greso moderado, dando así el triunfo al partido progre-
sista, por satisfacer un deseo de venganza contra la ma-




~34 ARRAZOLA.
yoría conservadora, que le fué hostil, y por su afan de
conservar el mando á todo trance.


Tambien hay sobrada injusticia en este cargo, aten-
diendo á las difíciles y sobrado espinosas circunstancias,
que rodearon al ministerio de que formaba parte.


Al presentarse este á las córtes, recibióle la mayo-
ría moderada con marcadas muestras de frialdad y de
indiferencia, no obstante pe:¡:tenecer casi todos sus i.ndi-
viduos al antiguo partido conservador. La minoría pro-
gresista por su parte preparábase á combatirle aun antes
de conocer sus actos, siguiendo el constante sistema de
todas las oposiciones, y obedeciendo además á la consig-
na é instrucciones venidas del cuartel general.


Los partidos radicales aprestábanse en el congreso
á emprender de nuevo sus encarnizadas luchas políticas
sobre los principios más exagerados que constituian de
antiguo su bandera, y sobre el establecimiento de las le-
yes orgánicas que formaban la base de sus respectivos
sistemas de gobierno.


La mayoría del país por otro lado, cansada de tras-
tornos y de luchas de partido, solo ansiaba una cosa,
solo reclamaba del nuevo gobierno un beneficio, solo ha-
cia presente una necesidad: la pronta terminacion de la
guerra.


Vino á acrecentar la crítica situacion del gabinete
una comunicacion del general Espartero, en que exigia
la disolucion de aquellas córtes, fundándose en que en-
torpecian la marcha de los negocios públicos con sus con-
tiendas personales, y evitaban la confeccion de las leyes
útiles, necesarias y urgentes con interpelaciones y en-
miendas insignificantes, y sobre todo porque no repre-
sentaban la verdadera voluntad del país á causa de haber
sido elegidas bajo la influencia de los estados de sitio.




AltRAZOLA. 235
El ministerio de que se decia que era alma y perso·


nificacion Arrazola, hallóse por estas circunstancias en
situacion complicadísima y difícil. Si se retiraba, debia
por necesidad sustituirle un gabinete progresista, conoci-
das y públicas ya las simpatías de Espartero hácia este
partido, y atendiendo á su irresistible preponderancia,
á s,:! inevitable influencia en el ánimo de la reina go-
bernadora. Si continuaba en el poder, siéndole abierta-
mente hostil la mayoría conservadora, no podria lograr
su intento de terminar la guerra, ocupado constantemen-
te en inútiles lides parlamentarias, falto del natural
apoyo de un partido, siendo preciso abandonar el po-
,der al verse derrotado, sin que sus sacrificios ó su ab-
negacion fuesen del menor provecho al partido modera-
do por la prevencion con que le miraba el general en
jefe, resuelto á impedirle á todo trance su entrada en el
poder.


Disolviendo las córtes, podrian, en una tregua más ó
menos larga, calmarse los partidos estremos, terminarse
la guerra civil, y sin gran necesidad en el trono de te-
mer ó de halagar á Espartero, podria dejar su puesto el
ministerio á los jefes del bando conservador, para que
planteasen sin ningun inconveniente el sistema político
que en las córtes defendían.


El gabinete Castro-Arrazola, obrando con sobra de
prudencia y creyendo prestar un gran servicio al partido
moderado, de quien no se separó nunca, cerró las córtes
y coadyuvó notablemente al objeto principal que presi-
dió á su formacion: la terminacion de la guerra civil.


Pudieron Arrazola y sus compañeros cometer erro-
res políticos, pecar de ingratos para con su partido,
traer con su equívoca y vacilante conducta, como sostie-
nen algunos, la revolucion de 1840; nadie, sin embargo,




236 ARRAZOLA.


podrá negar á a.quel gabinete, yen especialidad á Arra-
zola, la gloria del convenio de Vergara.


Tampoco podrá negarse al ministro de Gracia y Jus-
ticia en aquella época su estraordinaria entereza como
hombre de gobierno, su 'consecuencia como .hombre de
partido, sus relevantes dotes de orador parlamentario.


Al verificarse tan fausto y anhelado acontecimiento,
tenia el gobierno delante de sí en el nuevo congreso
una mayoría progresista, en la que figuraban los más fa-
mosos oradores del partido, y um. minoría favorable de
siete diputados. La guerra que Arrazola, principal ora-
dor del gobierno" iba á sostener con sus enemigos, debia
ser p'Or necesidad encarnizada, incesante, definitiva:
guerra á muerte, sin cuartel, en la que el partido mode-
rado tenia que quedar muerto ó vencedor, y la revolu-
cion triunfante ó anonadada para siempre.


Una de las principales batallas reñidas por Ar1'Ctzola
en el congreso de 1839 fué la trabada en defensa de la
ley de fueros.


Acosado sin descanso por sus numerosos y terribles
enemigos, se duplicaba en el combate, se batia en reti-
rada ó acometia inesperadamente, haciendo prodigiosos
esfuerzos de ingenio y de talento para evitar los rudos y
múltiples golpes de sus contrarios, aprovechando el me-
nor descuido para asestarles á su vez mortales y certeras
estocadas.


En aquellas discusíones fué cuando, interrumpido
bruscamente por la tribuna pública, llena de gente orga-
nizada y pagada para este objeto, esperó con serenidad
á que calmase algo el desórden, y dirigiéndose á los al-
borotadores, les impuso con estas palabras: (! Ya sabia yo
muy de ante maño que esto tenia que suceder. Pero es
vana tarea. Cuando yo cumplo con mi deber, el edifi-




ARRAZOLA. 237
cio que se desplome no me conmueve en mi puesto .•
Pero donde Arrazola dió pruebas poco comunes de
valor cívico y entereza de ánimo, fué en la sesion de 30
de octubre de 1839, último dia de las córtes progresistas.


Desesperanzadas de derribar al ministerio por el me-
dio legal de la discusion de las leyes, apelaron á un re-
curso indirectamente revolucionario, eual fué el declarar
que los pueblos no venian obligados á pagar las contribu-
ciones no votadas por las córtes.


El resorte produjo su efecto. Los alborotadores de ofi-
cio prepararon para aquel dia una manifestacion ruidosa
con objeto de amedrentar á los ministros é inclinar el
ánimo de la reina al nombramiento de un ministerio pro-
gresista, sacado de la mayoría. Mostrábase ésta visible-
men te airada con la noticia de haberse admitido la dimi-
sion de Alaix y dejado en el gabinete el elemento con-
servador, representado por Arrazola.


Al em'pezarse la sesion, ocupaba éste únicamente el
banco negro. Los agitadores de la tribuna tenian por en--
tonces una organiz1cion especial en grupos de doce hom-


- bres, con un jefe á la cabeza. Estas personas, que paro-
dia ban á los antiguos decenviros, de buen porte alg~nas
de ellas, colocábanse por lo comnn en las tribunas re-
servadas, y desde allí, con signos convencionales, diri-
gia.n el movimiento de la pública.


Por casualidad habia caido en poder de Arrazola el
libro de señales y la plantilla de jefes, y estaba enterado
de los planes de trastorno que para aquella sesion se pre-
paraban.


La mayoría, con alguna anticipacion, habia ido ocu-
pando los bancos, por de más furiosa y azorada. La pre··
sencia del ministro de Gracia y Justicia era señal segu-
ra de su triunfo en palacio. La ausencia de Alaix indi ..




238 ARRAZOLA.
caba, por el contrario, su derrota, y con él la caida del
partido progresista, y el afianzamiento en el poder del
moderado.


Aquella mayoría que habia vencido en las urnas, y
que vencia en el congreso, creia, con razon, pertenecerle
el mando, si se respetaban las prácticas parlamentarias;
y al ver que se le escapaba de las manos, se irritaba y
enfurecia.


Arrazolá, que desde su asiento oia rugir sordamente
la tempestad de las tribunas, próxima á desencadenarse,
trató de. no dar importancia al debate, no tomando par-
te en él sino para protestar que contestaria á los cargos
de sus enemigos en tiempo oportuno.


De nada sirvieron la destreza y los ardides parlamen-
tarios del ministro. El escándalo debia realizarse, y así
lo comprendió, cuando el presidente Calatrava se negó
á suspender la sesion á la hora de costumbre. « Ya lo
comprendo, contestóle Arrazola al escuchar su negativa,
y ya sé á qué atenerme. Se quiere proporcionarme la glo-
ria de ser atacado por doscientos; pues en mi puesto me
hallarán.))


El debate se prolongó, y la noche trajo con sus som-
bras el desórden y la anarquía. Las ]uces que alumbra-
ban el salon parecia como que infundian nuevos brios á
sus desesperados enemigos, y acaloraban los ánimos de
los espectadores.


Obligado por fin Arrazola á tomar parte en la dis-
cusion, lanzóse á ella con estraordinario arrojo, yse de-
fendió con más destreza que nunca de los doscientos con-
trarios que le atacaban.


En la conclusion de su brillante discurso, decia: «Se-
ñores, el gobierno habia trazado sus planes para concluir
la guerra, para adelantar y consumar, si era dable,Ja obra




ARRAZOLA. 239


de la pacificacion del país, y presentarse despues como
Epaminondas, diciendo: « A,hí teneis rotas las leyes: las
he roto con la mano que queria salvar la patria; ahí está
mi cabeza.»


Esto que parece un arranque oratorio, era en rea-
lidad un ardid parlamentario, propio del ingenio de Ar-
raxola. Sus calculadas palabras produjeron el efecto que
deseaba, pues interpretándolas todos como la dimision
del ministerio y el reconocimiento y acatamiento del po-
der parlamentario, calmáronse las agitadas pasiones y
evitóse acaso la perpetracion de un crímen en la persona
del animoso ministro.


y no se crea exagerado este temor. A la mitad del
discúrso de su principal enemigo Olóxaga, vehemente y
alarmante como la situacion requeria, descolgáronse de
la tribuna pública, obedeciendo á la consigna de aquel
dia, numerosos espectadores, y circunvalando los bancos
de los diputados, amenazaban con sus miradas y adema-
nes al atrevido ministro que, inmóvil y sereno, desafiaba
ir.erme las iras de tantos energúmenos.


Imponente era el espectáculo que presentaba el salan
del congreso aquella noche, al contemplar el tumultuoso
descenso por las paredes y cornisas del edificio de aque-
lla desbordada muchedumbre, airada y amenazadora, cu-
yas mal escondidas armas brillaban á la siniestra luz de
las bujías. Tan escandalosa escena hacia recordar invo-
luntaria:mente las de la república francesa, en que el pue-
blo. invadia el salan de sesiones, é imponia su voluntad á
los miembros más tímidos de la Convencion.


El ministerio disolvió las córtes, y unas nuevas elec·
ciones, favorables al partido moderado, diéronle conside·
rabIe mayoría en el congreso de 1840.


El partido progresista, como hemos dicho antes, jus ..




240 ARRAZOLA.
tamente resentido por el esclusivismo del bando conser-
vador, viendo cerradas sistemáticamente las puertas del
poder, arrojó al mar de la indignacion y de la ira las
inútiles llaves de la legalidad, y empuñó para abrirlas de
una vez el hacha destructora de la revoluciono


El célebre motin de 24 de febrero de 1840 fué el
anuncio fatal para el partido moderado del pronuncia-
miento .de setiembre.


Las córtes, desde el principio de su borrascosa sesion,
encontráronse sitiadas por ,las turbas, que pedian furio-
sas la caida del ministerio. Arrazola dió aquel dia, como
en otras ocasiones, marcadas pruebas de serenidad, de
entereza y de valor.


Ouando la confusion y la angustia de los diputados
llegaba á su colmo al saber por el ministro de Marin3.
que el capitan general al frente de sus tropas no se atre-
via á hacer armas contra el pueblo; cuando más cerca y
más furiosos se oian los gritos y mueras de la alborotada
plebe, y varios diputados esclamaban dirigiéndose á los
ministro~ en tono de recon vencion ó de consejo: « La re-
presentacion nacional está sitiada, y no truena el ca-
ñon contra los sediciosos,» el ministro de Gracia y Jus-
ticia lanzóse temera.riamente á la calle á dar nuevas dis-
posiciones. Habia ofrecido á los diputados morir en su
defensa, é iba á cumplir su oferta con riesgo de su vida.


Á su ejemplo y á los esfuerzos del animoso y malo·
grado ministro de Marina llantes de Oca, cobraron áni-
mo las autoridades y contuvieron el tumulto.


Oon 'el mismo arrojo con que defendia á la represen-
tacion nacional de las turbas amotinadas, defendia á su
partido de la injuriosa sospecha de haber fraguado y pa-
gado aquel motin. Por eso contestó á Olózaga y Cante·
ro, diputados de la izquierda y alcaldes de Madrid,




AkUZütA. 241
cuando le preguntaron si queria el gobierno que se pu-
siesen las medallas y saliesen á sosegar á los amotina-
dos, cuando ya el motin iba vencido: (( Si ustedes tenian
esa confianza ó ese poder, es bien lastimoso que no le
hayan empleado antes. Para cumplir con un deber, y
más en ciertos momentos, nadie necesita autorizacion.))
Por eso tambien deciá con suma oportunidad en un dis-
curso hábil y razonado sobre el mismo asunto: « Si los
amotinados son gente pagada por el gobierno, ¿cómo ase-
guran los señores Olózaga y Cantero que se atreven por
sí solos á sosegarlos y á contenerlos? Pagar un motin el
partido .moderado para que le insultára y le persiguie-
ra, equivaldria á querer morirse para ver si le lloraban
luego.))


Pasada la tormenta, constituyóse definitivamente el
congreso, moderado en su gran mayoría; y más resuelto
ya Arrazola en su marcha política, reanudada la paz
con el bando conservador, interrumpida por la disOlucion
del año anterior, trató de dar la conveniente reorganiza-
cion á su partido, fundándola en el establecimiento de
las leyes orgánicas, y en la adopcion de medid~s justas
y reparadoras.


Los debates sobre la contestacion al discurso de la
Corona, sobre los estados de sitio, sobre el diezmo, y so-
bre la ley de ayuntamientos, dieron ocasion á Arraz,ola
para lucir su erudicion y su talento, sus conocimientos
canónicos y administrati vos, sus doctrinas políticas, sen-
satas y conservadoras, su habilidad y su destreza en las
lides del parlamento; ese ingenio especial para eludir las
cuestiones difíciles; esa táctica de emboscadas y de hábi-
les rodeos; esa elocuencia de dos filos, permítasenos la
frase, con que tanto se ha distinguido en nuestras
córtes.


16




242 ARRAZOLA.
Pero las circunstancias podian más que los hombres,


y estos más que las ideas. La revolucion vino por fin, y
Arra'%ola dejó de ser ministro y quedó hundido en 1840,
arrastrando en su caida la regencia de una reina y la
dominacion de un partido, perQ sin soltar ni un momento
la bandera moderada, con tanto teson y gloria sostenida
en el tiempo de su mando.


Culpóse tambien á Arra'%ola en esta época de tenaci-
dad en sostenerse en el poder y sostener á su partido.
En nuestra imparcial y humilde opinion, algo motivaao
era este cargo; opinion que fundaremos formulando estas
preguntas, á que la esperiencia dió despues verdadera
contestacion. ¿Habia en 1840 poder bastante en el go·
bierno, en el partido moderado y en el trono para resis-
tir las desmedidas exigencias de Espartero? No lo ha-
bia, puesto que á la insultante peticion de la faja para
su secretario Linage, enemigo declarado del ministerio,
tuvo este que resignarse ante la omnipotencia del gene-
ral en jefe, bajar la cabeza y conceder aquella distin-
cion; acto de debilidad ó de contemporizacion, que de-
jaba al gobierno sin fuerza, sin autoridad y sin pres-
tigio.


¿Era ya una realidad el pacto de mútuo auxilio en-
tre el poderoso general y el partido progresista, que al
ver cerrados los caminos legales para llegar al poder,
proclamaba la revolucion en el parlamento, en la pren-
sa y en las calles? No cabe duda alguna, y así lo pro-
baban el célebr€ manifiesto de Mas de las Matas y otras
decla'raciones y actos sucesivos de Espartero á favor de
aquel partido.


Si pues todo esto era cierto; si se veian y se palpaban
esos síntomas de desolacion que preceden á las grandes
tormentas; si se oía rugir en sus horribles antros á la




ARRAZOU. 243
revolucion, alentada por la ingratitud ó la ambicion de
un poderoso gener-al, ¿á qué desafiarla temerariamente,
sin fuerzas para resistirla, sin medios seguros de vencerla?


En nuestro modo imparcial de juzgar á los hombres,
los sucesos, y los partidos que han figurado en la revolu-
cion contemporánea española, creemos que el ministerio
que presidia los destinos de la nacion en 1840, en vez de
disolver las córtes progresistas, debió resignar el mando,
puesto que no podia dominar las circunstancias, yacon-
sejar al trono el llamamiento al poder de sus contrarios,
triunfantes en una eleccion general hecha bajo la direc-
cion é influencia de un ministerio moderado.


Obrando aSÍ, al paso que se respetaban las prácticas
constitucionales y parlamentarias, se hubiese evitado la
revolucion de 1840, Y con ella las desastrosas conse-
cuencias que la siguieron.


No andaba muy lejos entonces de esta opinion el
personaje á quien nos referimos, y así lo indican las re-
petidas veces con que por entonces renunció la cartera
ministerial, y su resistencia á que se sancionase la ley de
ayuntamientos, verdadero caballo de batalla entre los
partidos contendientes, y bandera enarbolada. contra el
poder por la ensoberbecida revoluciono


Alejado como era consiguiente de la vida pública du-
rante la dominacion del partido progresista, apareció en
ella de nuevo Arrazola al inaugurarse la restauracion
mod·erada en 1844. No er,a de los que mis usaban de la·
palabra, pero siempre era escuchado con la atencion que
dan la autoridad, el talento y una honrosa historia. En
los famosos debates sobre la cuestion de la reforma cons-
titucional tomó parte, aunque pequeña, el antiguo mi-
nistro de Gracia y Justicia, oponiéndose á ella por creer-
la inoportuna y hasta innecesaria.




244 AÍlRAZOLA.
En su discurso oponiéndose al artículo reformado so-


bre los trámites del casamiento del rey, pronunciaba
aquella profunda y magnífica sentencia en contestacion
á uno de los ministros que oponia á la posibilidad de
un casamiento clandestino la responsabilidad de su cabe-
za: «La tumba de las naciones no se llena con el ca-
dáver de un ministro. ll


Consejero otra vez de la corona en 1846, en 1848, .en
1863 y en el momento en que escribimos esta biografía,
ha vuelto á defender, en cuantas ocasiones se han presen-
tado, las verdaderas doctrinas del partido conservador,
eon la misma constancia, con la misma fijeza de ideas po-
líticas con que empezó su vida pública en 1837.


Si el ministro Arrazola no fuese digno de respeto y
consideracion por su vasta instruccion, por su claro ta-
lento, por sus especiales dotes de orador parlamentario,
por sus relevantes prendas de hombre de gobierno, por
los servicios que ha prestado al trono, á la causa del ór-
den y á la carrera judicial, á cuya organizacion y lustre
tanto ha contribuido, lo seria indudablemente por su
consecuencia política, virtud tan rara como poco apre-
ciada en los tiempos presentes.


Discurso en defensa de los regios enlaces.


«Señores, va declinando visiblemente la discusion: se va presen-
tando cada dia mas despojada de su interés y de su importancia; no
hay nada sin embargo que pueda despojarla de su gravedad. Yo
considero fatigado al congreso, y me pesa en el alma haber de au-
mentar su fatiga. El giro, por otra parte, que se ha dado á la dis-
cusiOfl de la totalidad ha sido de tal naturaleza, que se ha descendí-




DISCURSO EN DEFENSA DE LOS REGIOS ENLACES. 245
do á todos los pormenores y párrafos, y asi no podremos hacer
ya mas que repetir lo que se ha dicho. Esto causa otra desventaja
para los que tenemos que hablar, es que la· fatiga pasará á fastidio.
Ayer decia el Sr. Martinez de la Rosa que el campo estaba espigado.
¿Cómo hallaré yo hoy este campo, despues que ha pasado su rastra
sobre él la mano prepotente del Sr. Martinez de la Rosa? Sin embar-
go, señores, si se han recogido del campo las últimas espigas de oro,
que tal es la importancia de la cuestion, ahora se descubren los abro~
jos y plantas mortíferas que tenemos que hollar ó estirpar. Esta es la
penosa tarea que nos queda á los que venimos despues.


J) Voy á hablar, señores, en la cueiltion en que menos lo deseaba.
Siempre se ha presentado grave para mí, y algo mas que grave,
la cuestion de los enlaces. La cuestion de los enlaces, antes de verifi-
carse estos, era como siempre grave, de la mayor gravedad. Verifi-
cados ya, es una cuestion delicada. Hoy, y sobre todo por el modo y
la polémica con que se ha tratado, es hasta una cuestion penosa. Yo
me dirijo en este momento á la conviccion ilustrada, al sentido in-
timo de los señores diputados: despues de una discusion en que los
enlaces, las altas personas interesadas en ellos, el grado de libertad,
las influencias, la politica, el porvenir; despues que todo esto se ba-,
raj~, digámoslo así, en la discusion, y todo aparece enrojecido con
el calor de la pasion, ¿qué es lo que esperimentan los señores
diputados? ¿Cómo se les presenta la delicadisima correlacion de esas
altas personas y su estado interior de ánimo? ¿Cómo el brillo de las
mismas? Pues yo aseguro una cosa, señores; y es que siguiendo
aquí esas polémicas, el brillo de esas altas personas, parte esencial
de su entidad real, de su entidad gerárquica, de su entidad política,
no. será ese brillo esplendente que conviene al pais y á que todos
aspiran, á despecho de todas las intenciones, y yo las declaro buenas
todas; será un brillo mate que podria no reflejar mas que s~mbras.


nereo, señores, que penetro con la verdad allí en el sentido
honrado de los señores diputados: y tengo por garantia de esta con-
viccion su propia esperiel1cia, su esperiencia ilustrada: y no me di-
rijo ú las intenciones, pues las he salvado todas sin escepcion. No S6
crea tampoco, señores, que me fijo en esta cuestion precisamente; yo
abarco la cuestion en su lodo.




246 DffiCURSO EN DEFENSA
nDesde hace mucho tiempo que se está hablando aquí y fuera de


aquí, en la prensa y en el estrangero. Ant~ la magnitud de esta cues-
Uon tengo por pequeñas todas las personales; y si no acudimos á sa-
carla de ese resbaladizo terreno, aquí nos gastaremos todos con ella,
y gastaremos los enlaces tambieh. No quiero tampoco imponer silen-
cio en esta cuestiono Hay cuestiones cuya gravedad, si bien recomien-
da la mayor circunspeccion y prudencia, tambien condena el silen-
cio: y queramos ó no, por mucho tiempo aun habrá 'que hablar de
esta materia. Pero sí diré que todas las cosas tienen un término y un
modo. La cuestion de los enlaces es desde luego un hecho consuma-
do; y nadie se escandalice por la te orla de los hechos consumados; y
como hecho consumado, yo me dirijo Íl¡ la buena razon de los diputa.-
dos. Muchas cosas que hubieran venido bien en su tiempo, ¿es posi-
ble que vengan bien hoy? Serán por lo menos inútiles; y en política
lo que es inútil está ya muy cerca de ser perjudicial. Los régios enla-
ces son un hecho legítimo, ha dicho oportunamente el señor minis-
tro de Gracia y Justicia. Créolo en efecto, señores: ¿y qué sucede con
una ley que puede haberse votado hasta contra nuestras conviccio-
nes? La acatamos y respetarnos, y hablamos de ella con sumo respeto:
lo contrario seria hasta desautorizarla. Son por último, dijo tam-
bien S. S. 1 un hecho español; y como un hecho español tambien
nos impone el deber de la propia dignidad, y sin ésta de poco
servirá invocar la independencia. En ese terreno es donde hay que
tratarla. Pero, señores, el modo con que se ha tra.tado la cuestion ha
hecho que cambie completamente de aspecto. Uno de sus puntos
culminantes ó el mas culminante de todos era la cuestion ministe-
rial en su principio. En esto, cuando ha venido ya la polémica, en
estas discusiones, siempre la fuerza de la carga y el empuje de la
pólvora llevan los proyectiles por encima del ministerio, destrozando
sus filas y haciendo estragos mucho mas allá. Y este es el hecho
aquí. No seria solo maltratado el ministerio, no, señores; lo seria
tambien un parlamento; lo seria un partido; lo seria el país, y este
es el aspecto grande de la cuestion.


llY, señores, ante ese aspecto grande de la cuestion, repito que
son pequeñas todas las demás. Yo voy á examinar los males que
estamos haciendo si contínuamos esa polémica, á despecho de nues~




DE LOS REGIOS ENLACES. 247
tras intenciones; los males que se dice que nos amenazan por esos
enlaces, las causas de es~os males y Sil remedio. No diré nada nue-
vo: tampoco haré un discurso: lo hubiera hecho algun dia: hoy
nada mas que indicaciones, y me atrevo á esperar del congreso la
benévola indulgencia con que si~mpre me ha favorecido.


IIMales, señores, que nos estamos haciendo. El primero de todos
es el de gastarnos á nosotros mismos aquí y fuera de aquí: es impo-
sible que siguiendo mucho tiempo en la cuestion ministerial, no se
llegue al punto en que del calor de la cuestion del ministerio se
pase al parlamento, y de allí al partido, como ya se ha verificado: y
en ese caso empezaria una série de recriminaciones, se émpeñaria
una contienda sin término que. nos gastaria, y que tal vez prolon-
gada de un modo indefinido, obligase á decir á los pueblos, y todos
tendríamos tambien por desgracia que decirlo, la famosa espresion
de un ateniense: « Tendreis que meternos á todos en un saco y
echarnos al mar si ha de tener paz la república.)) Nos haríamos ese
mal, si, señores; pues bien, estamos á tiempo de evitarlo. Haríamos
un mal al país, y tambien al estranjero. Cuando estas cuestiones se
agitan, nadie responde de su calor, autorizado al parecer con el de-
recho de propia defensa; nadie alcanza el justo límite de sus tiros:
alguJ:\3. vez tropiezan con las personas á quienes no debieran tocar
dentro ni fuera del país. Yen una cuestíon, señores, en que se dice
hay susceptibilidad personal y hasta de estranjeros, ¿quién respon-
de de lo que sucederá? ¿No se ha visto en esta cuestion misma, en
un pueblo vecino, que cuando ya se miraba como que llegaba á
Sil término, así se ha verificado por una espresion escapada en el
calor de la improvisacion? Y qué, ¿no ha vuelto á complicarse? ¿Pues
quié).l debe temer más de esto? Otro mal, señores, es este. ¡Pero si
ya fueran estos solosl He hablado, señores, del brillo, del lustre de
los mismos enlaces; y yo quisiera que el congreso no hubiera es-
timado los términos en que lo he hecho como una frase reducida á
redondear un período, y que me ahor'rase sobre ello toda espli-
cacion.


Hay otro mal muy grave, señores, que bien requiere toda la
atencion del congreso. De muy antiguo hay en el país una preven-
cion, digámoslo así, de nacionalidad respecto al reino vecino. Esta




248 DisCURSO EN DEFENSA
prevencion cuando es, como ya he dicho, de nacionalidad, puede ser
noble en su origen, justa en sus medios, y útil en sus resultados, to-
cado el resorle de ella á su tiempo. Pero cuando los partidos se apo-
deran de esta prevencion, la desnaturalizan y desaparece su princi-
pio :tloble, y no queda mas que como arma mortlfera. Yen ese caso
¿á quién viene á dar, y contra quién se arroja esa arma? Recuerde n
los diputados bajo qué titulo se nos ha hecho á muchos oposicion en
las próximas elecciones. J titulo de afrancesados, por el delito de
haber votado unos enlaces que en nuestra conciencia nos pateció
que no ofrecian dificultad. Y se está dando cuerpo á esta prevencion.
Yo me felicito, señores, que por fortuna en la discusio~ se haya
cambiado de giro, pues en lugar de enlaces franceses se dice ya ma-


• trimonios españoles. Pero entre tanto se fomente, podrá ser peli-
groso que de prevencion de nacionalidad se convierta en prevencion
de partido. ¡Y lo hemos de hacer asl, hombres que nos tenemos por
ilustrados y en el siglo que vivimosl ¿Nos convendría dar cuerpo á
esta prevencion, cuando más bien deblamos todos combatirla? Sí al-
gun dia.fueron reciprocos los males por esa prevencion, hoy serian
reciprocos los bienes en no fomentarla. Cuando un rey era el go-
bierno del Estado,y solo eran uno y otro una entidad, á esta se
atribuian todos los males y bienes; pero hoy, que nuevas formas de
gobierno rigen á las naciones, que deslindados más los poderes se
han subdividido; hoy; que el capricho de un monarca no puede em-
peñar á los pueblos en una lucha; hoy, que el gobierno puede errar
y ser justo el monarca; hoy, que el monarca puede equivocarse,pero
los cuerpos colegisladores pueden advertirle, no debe darse cuerpo
á esa prevencioD, y mucho menos hacerla arma de partido. Hoy me-
rece esto más exámen, pues las naciones todas tienden á ensanchar
la esfera de sus relaciones, y nosotros no debemos tratar de rom-
perlas.


))Hay más, señores, y es que en politica ¿cuál seria el resultado de
dar cuerpo á esa prevencion? Examínese en el tiempo que lo harlamos.
Nuestro frente estratégico, dijo el otro dia un digno diputado, está
sobre el Pirineo. Pues esto nos enseña la polltica que debemos se-
guir. Pero todavla sigue otra grave cuestiono El porvenir se presen-
ta preñado da eventualidades: no hay dedo tan acertado que pueda se-




DE LOS REGIOS ENLACES. 249
ñalarlas' todas. ¿Quién sabe, señores, si mañana por un acontéci-
miento que deploraria toda la nacíon española, esa princesa que ha
pasado el Pirineo vendria á reinar por sus derechos hereditarios y
constitucionales y la saldria al camino esa prevencion? Tal podrian
ser las circunstancias y el calor de las pasiones. ¿Y cumple, pues, á
hombres prudentes é ilustrados, á buenos patricios, no hacer lo po-
sible para evitar un conflicto de esta clase?


))Hay más males todavía. En el calor de la discusion se ha dicho
terminantemente, nos amenazaJ;l un sinnúmero de males, todos na-
cen de los enlaces, y todos van contra el partido moderado que auto-
rizó esos enlaces. Hé aquí por qué dije que tenia precision de hablar
en la cuestion que menos deseaba hacerlo': estoy muy acostumbrado
á callar; pero es de tal índole la cuestion que nos ocupa, que ni como
hombre que pertenezco á un partido, ni como representante del pue-
blo, ni aun como mero español pudiera dejar de haber manifestado
mis convicciones. Señores, esa polémica ¿es justa? ¿Puede ser con-
veniente? ¿Estamos poco divididos é infernados que todavía se han
de atribuir como un padron de ignominia y de baldon, como un pro-
ceso de responsabilidad á un partido que está impecable, los resulta-
dos de lo que suceda por esos enlaces? Ese pudran de ignominia y de
responsabilidad, se aplicaria siempre á ese partido, aunque los resul-
tados fueran debidos á otras causas que á esos enlaces. Ese es el resul-
tado inevitable de las acusaciones que se han 'hecho. El partido mo-
derado debe levantarse con dignidad y decir: si en el calor de la im-
provisacion habeis hecho esa acusacion, la justicia os la bará reti-
rar, y la nuestra as! lo espera.


))Pero se ha dado un paso más, señores. Despues de enumerar los
males que nos amenazan, los males que tienen orígen de los enlaces,
los males de que debe responder un partido entero, se ha dicho tamo
bien de una nacíon vecina, de la Inglaterra, pues se la ha nombrado,
que tiene justos motivos para esplicar su resentimiento. Se dice, seño-
res, que hemos dado justos motivos á esa nacion para su resentimien-
to. ¿Y cuándo se dice esto? Cuando se cree que parte de los males
que nos amenazan son hijos de ese resentimiento mismo: ¿qué le queda
que hacer á la Inglaterra y á las demás naciones que opinen de la
.misma manera? No tienen que formar el proceso; no tienen más que




250 D1SCU!tSO EN DEFENSA
recoger el fallo que aquí se ha pronunciado; y cuando los males que
nos amenazan estén encima, ya no podremos recoger las palabras que
hemos soltado. Y ya no es el partido moderado el que tiene que
vindicarse de esa acusacion, es el país; y del centro del pals debe
levantarse una voz que diga: impecable es el partido; uimpecable es el
pals». Si á titulo de los enlaces han sucedido los males, sépase que
se comete una violencia; que con la violencia se comete una injusticia,
y con la injusticia no se afirman las naciones, ni las chIcas ni las
grandes.


llHe dicho, señores, que iba á hacer una ligera reseña de esos
males, que iha á esponer sus causas y á indicar su único remedio. He
hecho la reseña de los males á que daria márgen esta polémica lIe-
,ada en los términos que hasta aquí; hasta un punto indefinido; y
seria mur triste para nosotros si fuera cierto, como se ha dicho, que
esos males los tenemos merecidos. ¿Y qué males son los que se anun-
cian? El desagrado de naciones poderosas destinadas por su posicion
para ser amigas nuestras, pues son vecinas; y como consecuencia de
ese desagrado, la guerra civil: y como si todo esto fuera poco, seño-
res, todavía hay más, una renuncia. De eso se habla; esa idea se
agita y esa palabra se ha lanzado; ¡la renuncia de los derechos de la
infanta de Españal ¿Y qué ha hecho el país para obligarla á renun-
ciar esos derechos que la consignan la constitucion y la herencia de
sus padres? .


})Se comprende muy bien la gravedad de estas enunciativas para
que dejen de tenercontestacion y ser rechazadas. Y si esos fueran los
males que hubiera que temer, ¿cuáles serian las causas de esa res-
ponsabilidad? Voy á indicarlas ligeramente segun se han presentado.
Se ha dicho que los régios enlaces. Señores, no veo que haya nece-
sidad de unir constantemente, en cualquier sentido que se hable, el
enlace de S. M. con el de S. A. El matrimonio de S. M. la reina ha
merecido la aprobacion de todos los partidos liberales de España; no
ha tenido resistencia en el estranjero; no tiene una protesta contra
si. ¿Por qué causa se habla de este énlace cuando hay que ocuparse
del de S. A? Señores, es menester, y de hoy en adelante más, sepa-
rar una cosa de la otra, porque se vienen perjudicando. Bien sé que
se me dirá: ¿pero y el modo con que se ha hecho? ¿Y la euestlon de




DI LOS RIGtOS IlUACES. 251
dignidad y de independencia, que yo traduzco, señores, y la cuestion
ministerial? He dicho que no me ocuparia de la cuestion ministerial
porque ante la cuestion del pais y del partido todo me parece peque-
ño; pero la cuestion ministerial ya se ha ventilado, y todavía recor-
dará el congreso el brillante discurso del Sr. Mon sobre el particular.
Creo, sin embargo, deber decir una palabra en beneficio de los
hombres de todos los partidos. Es indudable, señores, que muy desde
el principio dos naciones poderosas pusieron el veto á asosenlaces. Es
indudable tambien que un veto de esta naturaleza causa un conflicto
diplomático, y no siempre estos se han de romper con la espada; pues
entonces, señores, en el terreno de la negociacion pocas son las fuer-
zas del débil para romper con violencia el impulso del fuerte. ¿Y qué
sucederia entonces á todos los hombres que están sentados en estos es-
caños? Recurro al buen juicio de los señores diputados. Sentir una
opresion en torno suyo como si los rodeara un cerco de hierro. Si
hubiera un D. Fernando de Aragon, no faltaria un Valladolid y una
Isabel de Castilla que quebrantase ese cerco de hierro é hicieran caer
la mano que le trazara. Cualesquiera que hubieran sido los hombres
que hubiesen estado sentados en el poder, habrian luchado con esa
fuerza invisible, pero que obra muy directamente. ¿Y qué diremos,
señores, si ex.aminamos la cuestion bajo el punto de vista de los qua
podian ser candidatos á la mano de la infanta? A este matrimonio es
preciso ceñirse, y es preciso tambien examinar el estado de las co-
sas, la esfera de la eleccion que podia tener lugar cuando se verificó
este enlace.


))Una de las naciones vecinas habia puesto un veto á todo can-
didato que no fuera un BOI'bon. Otra nacion habia puesto su veto á
todo candidato que fuera príncipe francés ó que se le equiparara en
sus circunstancias politicas. La constitucion ponia otro veto, señores,
nos obligaba á ceñirnos á la comunion católica, de lo cual me felici-
to. Nuestras relaciones esteriores ponian otro veto, pues no nos per-
mitian penetrar en el Norte de Europa. Todos eran embarazos, y
en este estado vino la cuestioná las córtes. Y ¿cómo vino? Reducida
á la esfera de familia. Y ¿qué habia sucedido en la familia? Uno tras
otro se habian ido desgraciando los enlaoes de familia en que alguna
vez se habia fijado la atencion del pueblo español. No hay que hablar




252 DISCURSO EN DEFENSA
de una familia que estaba fuera de la constitucion. Se desgració tam~
bien la candidatura del conde Trápani, y sobre esto tengo que decir
una cosa. Heoido en el debate de esta cuestion que ese matrimonio
se trató de hacer clandestinamente. Declaro como hombre honrado
que cuando subí al poder en el año anterior nada vi, nada presencié,
nada llegó á nuestra noticia que nos hiciera creer que habia habido
jamás semejantes designios.


llTodavia era menester que se estrechara más el círculo de fami-
lia. Las miradas de los españoles se habian fijado en el príncipe don
Enrique; y dijo ayer el Sr. Martinez de la Rosa muy oportunamente,
que ese príncipe fué candidato moderado en su origen, y tengo que
declarar, porque no tengo por qué avergonzarme de ello, que fui
partidario ardiente de la candidatura de D. Enrique desde mucho
tiempo hacia.


llTengo que decir una cosa que apenas se creerá, pero que S8
creerá cuando se destierren las prevenciones, y es que era partidario
de D. Enrique en mi interior desde los años 38 y 39. ¿Y sabe el con-
greso por qué formé esta conviccion? Por las manifestaciones bené-
volas que cierta persona elevada, que no nombraré nunca sino con
mucho respeto, por las manifestaciones benévolas, repito, de una alta
y augusta persona favorables á ese príncipe.


llTodavía el año 40 en París oí esas mismas manifestaciones, y
pudiera citar un hecho que aun no es patrimonio de la historia, pero
que algun día lo será, y ese hecho formó más y más mi conviccion:
así es que deploré el dia que ví desgraciarse esa candidatura entre las


. pasiones, de lo cual no se podrá culpar al partido á que pertenezco.
Si esa candidatura se desgració, cúlpese al destino y á nadie más. Es
lo cierto que de dia en dia las distancias se estrechaban: y, señores,
en estos momentos vino la cuestion al congreso, y por primera vez las
córtes tienen conocimiento del matrimonio de la infanta. Señores, la
Inglaterra, que en estos momentos se asocia al sentimiento de su reina
como un solo hombre cuando cree que se la ha heclio un desaire, ¿po-
drá hacernos un cargo, y menos al partido que se llama monárquico-
constitucional, porque al oir anunciar la voluntad de su reina se esce-
diera, si se quiere, en ser obsequioso hácia ella? ¿Podrá estrañarse la
Inglaterra que cuando se habla de los derechos de una infanta de Es-




Dt LOS REGIOS ENLACES. 253
paña, hablemos hasta con aIgun calor, toda vez que esa infanta, á
quien su destino ha llevado al otro lado del Pirineo, siempre es un
vástago hermoso de la estirpe de nuestros reyes? Si, esa es la huér-
fana hermosa que nació entre nosotros y que se mecia todavía en la
cuna cuando apareció el mónstruo horrible de la guerra produciendo
mil estragos en nuestra desventurada patria; y si el destino la ha
conducido al otro lado del Pirineo, aun la ligan á nosotros vinculos
indisolubles de lealtad y de amor.


))Pues bien: ¿en qué habremos culpado? ¿En dar nuestro asenso
á este enlace? ¿En no haber sostenido la dignidad, el decoro del pais?
¿Estará la culpa en la persona elegida? Sobre esto no pudiera susci-
tarse enestion; yo hago mio todo el discurso del Sr. Mon en estapar-
te; y pues creo que las cuestiones se desdoran tratándolas demasiado,
no pecaré en eso que reprendo. ¿Seria por razon de la dinastía? ¿Se-
ria por razon de la patria ú oriundez? 1 A.hl no, la historia se rebela
contra eso. Los que hayan abierto la historia no hallarán más que
enlaces de nacion á nacion; nuestros mismos reyes son, señores, una
dinastía francesa. ¿En qué, pues, se habia de detener el congreso?
¿En qué está su culpabilidad, señores? Pero ya veo que se me dice:
no está en nada de eso, está solamente en la simultaneidad de los dos
enlaces: pues aqullambien acepto yo la cuestiono


llCuando se hace responsable, señores; á un partido 6 á un país;
cuando se hace responsable á una naaion entera, es menester que
sean muy evidentes las causas de su responsabilidad. ¿A. qué con-
tratos hemos faltado? ¿Qué compromisos de honor y de delicadeza
hablamos contraído? ¿Qué palabra hablamos empeñado á nadie que
no ha)'amos cumplido? No, señores. Las conferen~ias de Eu, tan
debatidas en esta cuestion, ni estuvimos en ellas, ni aquello puede
ligarnos en nada á nosotros. Pues si no hemos faltado en nada, ¿por
qué responderemos de los enlaces? Creo, pues, que podremos con
confianza esperar y aplazar esta auestion. Pero si no habeis faltado
á compromisos, veo que se nos dice, habeis roto los tratados. Yo
tampoco entraré en esta cuestíon, aunque la espero cuando quiera
venir. Sigo el ejemplo tIel señor Martinez de la 'Rosa, que en su bri-
llante discurso no hizo mas que indicaciones, pero indicaciones que
es preciso que empiecen ya á sonar en los oidos de los españoles para




254 DISCURSO EN nl!FENSA
que de aqui pase el sonido á otra parte. La cuestion de los tratados
no ha venido todavia al paño; pero se ha arrojado á la escena, y la
prensa y diplomacia se han ocupado de ella, y en ella se han funda-
do cargos; y si en ella no se fundan, declaro que no hay otra cosa
en qué fundarlo: el congreso lo ha visto, y trabajo tendrá quien se
empeñe en fundarlos en otra parte.


"Pues bien: yo pregunto en primer lugar, ya que nos acriminais
y tratais de acriminar á un pais que no acostumbra á faltar á sus
oompromisos en medio de sus desgracias: ¿hemos de reconocer de1l-
de luego la vigencia de esos tratados? Pero entre otras cosas, ¿quién
tiene hoy seguridad de que esa cuestion, cuando llegue la época de
su solucion, es decir, cuando llegue la eventualidad de haber de dis~
putar los derechos sucesorios de los hijos de la infanta, si Dios se
los diere, que esa cuestion se resolverá por los tratados? No, seño-
res, se resolverá por las circunstancías. ¿Quién sabe el número de
pretendientes que entonces se presentará, y con qué medios y con
qué fuerzas? ¿Quién sabe el conjunto de inconvenientes que podrán
venir reunidos para hacer perder de vista los tratados? ¿ Quién sabe
si las naciones que hoy declararian la guerra como un pasatiempo,
tendrán entonces que temerla? Hasta tal punto, señores, varian las
circunstancias. lA qué, pues, anticipar ese compromiso, que estre-
mece c~ando se piensa en él?


uPor otra parte, no estoy dispuesto á reconocer la vigencia de
los tratados. Despues de una guerra universal, todo se trastorna,
todo se hunde, todo nace de nuevo, como del cáos. AsI, apenas se
hace un tratado de paz, se empieza por ratificar ó anular los ante-
riores; pero siempre se legisla algo sobre ellos. ¿Y no ha oourrido
algo despues del tratado de Utrecht? ¿No hay un hecho muy reciente
de haber hecho nosotros una reclamacion, y habérsenos contestado
que no estaba en vigencia? Digo que no abordo la cuestion; deseo
que marchemos con piés de plomo, y que esperemos con dignidad
~iempre, pero sin miedo. Pero quiero que estén vigentes, y que sea
tan próspera y feliz la Europa, la España, y todas las naciones que
han de tomar parte en esta cuestion, que si hubiera de resolver se por
los tratados, por ese medio pacifico, ¿por ventura hay algo en ellos
que nos obligue á nosotros? N01 absolutamente nada. En los trata ..




DE LOS nEGIOS ENLACES. 255
dos se consigna únicamente el principio de la incompatibilidad de
las dos coronas de Francia y de España; como medio y no como
fin se formularon las renuncias: realmente es un medio que no está
en armonía con el fin; en esta parte diré que más en armonía está
el testamento de Cárlos n. Digo, señores, que el único principio con-
signado en los tratados, es la incompatibilidad de las dos coronas:
jamás se ha tratado sino la cuestion de las renuncias directas;
pero no de los derechos de los hijos que proceden de los enlaces
formados entre las dos ramas renunciantes. Y esta es la cuestion
para España. Esto no se ha tratado, señores, y esta es una cuestion
en que no he visto entrar á nadie, aunque he visto á mU0hos entrar
en la cuestion de los tratados.


»En Francia se han visto algunos; ¿y cuál seria la suerte posi-
ble de los hijos que procedan -de enlaces verificados entre dos lineas
renunciantes, y descendientes uno de Luis XIV, Y otro de Felipe V?
Si fuera nuevo el caso, no tendríamos jurisprudencia práctica que nos
guiase, habria que establecerla. Pero son tantos los hechos, y son
tan conocidos los casamientos de esta clase, que no debe temer el
congreso que le vaya á molestar entrando en detalles minuciosos de
los infinitos. enlaces contraídos entre individuos que se hallan en este
caso; pero tengo que verificarlo en alguno como punto de partida
para una ligera observacion.


»Como ha dicho muy bien el Sr. Martínez de la Rosa, apenas
se habia ajustado el tratado de.Utrecht, cuando empezaron á verificar-
se enlaces idénticos al de nuestra infanta con el duque de Montpen-
sier. En 1721 Luis 1, hijo de Felipe V, casó con madama de Mont-
pensier, hija del duque de Orleans. No podian ser los tiempos más
próximos al tratado, y sin embargo vemos este enlace de dos hijos
de las dos ramas renunciantes: ¿ y quién reclamó sobre ellos? Nadie:
el silencio de la Europa fué toda la dificultad que se presentó enton-
ces. Se verificaron despues otros enlaces; no quiero detenerme en
ellos, pero voy á fijarme en uno que es muy raro, porque vendria
á ponerse en duda hasta los derechos de Isabel 11.


nEI Sr. D. Cárlos IV, de la línea de Felipe V, casó, como es
sabido, con la señora Doña Maria Luisa, de la rama de Parma, y que
por lo tanto venia de Luis XV, dos ramas renunciantes, caso· idéu-




256 DISCURSO EN DEFEl'iSA
tico al de nuestra infanta y el duque de Montpensier. Venian de dos
ramas renunciantes: ¿y quién protestó entonces? Nadie. ¿Quién dudó
de los derechos de Fernando VII? ¿Quién se hubiera atrevido á decir
que tenia precision de renunciar? El que se hubiera atrevido á ello,
tendría que confesar lo mismo de su augusta hija Doña Isabel 11. I Tan
de cerca nos toca la cuestioal


»Pero hay más: sobrevino en Francia la revolucion de iBóO;
una'nueva dinastía subió al trono de los franceses. ¿Qué nuevos de-
rechos, qué nuevos inconvenientes se levantan de ese hecho grave
de la revolucion de 1830? Que los dos monarcas Luis Felipe y su
augusta esposa, el uno es hijo de una rama renunciante, y la otra
de otra; esta de la rama de Felipe V, aquel de la casa de Orleans.
¿Y cuáles son los derechos del duque de Orleans? ¿Cuáles los dere-
chos del conde de París? ¿ Quién ha hablado de renuncia? ¿ Se han
acordado las potencias del centro y del Norte de Europa de hablar
una palabra? Quien hablase de esta renuncia, tendria que hablar del
caso idéntico de Fernando VII y de su augusta hija: ¿y sin embargo,
se ha exigido? No. ¿Por qué? Porque no hay fundamento para exigir
esa renuncia.


»Se publica la constitucion española; los derechos hereditarios
de Isabel II reciben un nuevo aspecto; si no nacieran de la constitu-
cion, se corroborarian con ella. No hay duda en que la constitucion
es posterior al tratado de Utrecht. ¿Protestaron contra esta novedad?
¿Encontraron algun inconveniente las naciones que pudieran te-
nerle? Ninguna reclamó contra ese derecho, y hoy seria muy tarde
para ello. Así es un hecho incuestionable que los tratados no nos
ligan las manos, que no hemos faltado, y que de resultas no hemos
tenido ningun género de mal.


»Pero, ¿para qué invocar los tratados? ¿Es para protestar con-
tra la eventualidad de este enlace? Nadie tiene que molestarse. El
derecho de protesta corresponde á todo el mundo, á todo el que
pueda ser pelj udicado por el hecho: no se necesitan los tratados. ¿Es
para la renuncia? Ya he manifestado al congreso que no hay funda-
mento ninguno, que el único objeto seria evitar la reunion de las dos
coronas en una sola persona.; y digo que eso la razon lo está recha-
zando, y no podría efectuarse la unían por los males que nos traeria.




DE LOS REGIOS ENLACES. 257
»Nlleslras leyes consigI1an, autorizan y dan fuerza legal á las


renuncias de princesas españolas que han pasado á contraer ma-
trimonio en un reino vecino: y lo primero que en ellas se establece y
consigna, es que es incompatible una corona con otra. Es incom-
patible una corona con otra, pero no los derechos de los híjos que
han de nacer de esos matrimonios así verificados. Despues de la paz
de Riswich, aquella paz que puso término á una desgraciada y san-
grienta guerra, por este principio, despues de la paz de Riswich las
naciones que la habian hecho á espaldas de los representantes de
España, y cuando se habían retirado, acordaron allí la reparticion
de los Estados de España una y otra vez por dicho tratado de Riswich
y el de Lúndres; ¿yen qué se fundaba, señores, aquella particion? En
que eran incompatibles las coronas, y á esto tendia despues el tes-
tamento de Cárlos II; se hizo el tratado de Utrecht, aquel que sirvió
de fundamento á él, Y sirve de un modo indubitado á consignar la
doctrina que va á oir el congreso, que he insinuado ya, y que está
con~ignada en el párrafo siguiente. Dice así el testamento de D. Cár-
los n, cláusula 13: uY ('eco naciendo, conforme á diversas consultas
))de ministros de Estado y Justicia, que la razon en que se funda
))Ia renuncia de las Sras. Doña Ana y Doña María Teresa, reina de
»Francia, mi tia y hermana, á la sucesion de estos reinqs, fué evi-
Mar el perjutCt'o de um'rse á la corona de Francia, y reconociendo
»que viniendo á cesar este motivo fundamental, subsiste el derecho
»de la sucesion en el pariente más inmediato, conforme á las leyes
llde estos reinos ..... y porque es mi intencion y conviene así á la paz
))de la cristiandad y á la tranquilidad oe estos mis reinos que se
»manteng a siempre desunida esta monarquía de la corona de Fran-
»cia, declaro consiguientemente á lo referido (y ruego al congreso
que fije aqulla consideracion, porque de aquí ha de nacer algun dia
una gran razon para sostener nuestro derecho en caso de sllscitarse
algun dia esta cuestion) »que en caso de morir dicho duque de An-
)ljOU Ó en caso de heredar la corona de Francia y preferir el goce
llde ella al de esta monarquía, en tal caso debe pasar dicha sucesion
»al duque de Berri su hermano, hijo tercero del dicho delfin, en la
»misma forma: y en caso de que, etc., etc.»


»Aqui tenemos dos cosas; consignado el principio de incompati-
TOllO 11. 17




258 DISCURSO EN DEFENSA
biJidad de lilS dos coronas, y re~uclto un caso que puede ocurrir al-
gun dia. Cuando haya hijos de padres renunciantes al derecho qUi3
tienen á la corona, pero gue no han \'enunciado sino los condiciona-
lAS derechos A la corona de España ó de Francia, ¿cuál debe ser la
suerte de estos hijos? Digo que cuando llegue ese caso, de aquí saca-
remos las razones que han de servir para la decision de la incompa-
tibilit.lad de las dos coronas, pero no la cesacion de los derechos; y
no vaya á creer el congreso que el tratado de Utrecht tan decantado,
y que se nos ha arrojado encima, dice otra cosa. Dice lo siguiente:
ClArt. 2.° Siendo cierto que la guerra que felizmente se acaba por
»esta paz, se empezó y se ha continuado tan los años con suma fuer-
»za, inmensos gastos y casi infinito número de muertes por el gran
»pe¡igro que amenazaba A la libertad y salud de toda la Europa la
nestrecha union de los reinos de España y Francia; y queriendo ar-
»rancar del ánimo de los hombres el cuidado y sospechas de esta
»union, y establecer la paz y tranquilidad del orbe cristiano con el
»justo equilibrio de las potencias (que es el mejor y más sólido fun-
»damento de una amistad recíproca y paz durable), han convenido así
))el Rey Católico como el Cristianísimo en prevenir con las más justas
»cautelas que nunca puedan los reinos de España y Francia unirse
llbajo de un mismo dominio, ni ser uno mismo rey de ambas monar-
llquías; y para este fin S. M. Católica renunció solemnisimamente por
llSÍ y por sus herederos y sucesorestodo el derecho, titulo y pretensíon
nA la Corona de Francia, en la forma y con las palabras siguientes:


llEste es el principio, y para este fin se hacen renuncias. Las
renuncias son un medio, pero no se las puede poner en primer
térmíno como la pauta, como la clave de la cuestiono Por consi-
guiente, estando fijado el principio, ¿á. qué es invocar esas renuncias
que se nos dice que es uno de los males que nos amenazan y que he-
mos provocado? ¿En qué están fundadas esas renuncias?


»Pero si no hubiéraís violado los tratados, se nos diría todavía:
habríais creado grandes embarazos para el porvenir, habríais creado
grandes conflictos para la polltica. ¿Qué sucederá e¡ dia en que de
la infanta de España resulten hijos, y que una eventualidad haga
que de tal suerte se combinen las cosas, que habiendo sucedido en
una corona quede vacante la otra? Señores, ese es un caso hipotéti-




Ill! LOS REGlOS ENLAClS. 259
co que de seguro no ha de suceder; pero yo pregunto: ¿qué hubie-
ra sucedido en el caso de que ~einando Fernando VII en España, y
quedando vacante la corona de Francía hubiera tratado de hacer va-
ler el derecho de uno de sus padres? Se hubiera dicho que no, y se
hubiera hecho valer ellratado de Utrecht; pero hoy que lodavia nada
nos apremia, ¿á. qué es exigir esa renuncia? ¿Esa renuncia no será
más provechosa en el dia que la fatalidad nos tenga reservado un
trance funesto á que el pJ.l~ tuviera que agradecer á la infanta real
la generoga renuncia de aquel derecho? Entonces nos seria útil: hoy
dia, además de inútil, seria inoportuna. Pues qué, señores, ¿ha re-
chazado el cielo nuestros votos para que tenga sucesion la reina de
las Españas? Pero di se hubiese hecho la renuncia, entonces, seño-
res, la dificultad seria todavia mayor. ¿Cuál seria el resultado de esa
renuncia? Yo quiero que se fije en ello el congreso de los diputa-
dos: ¿qué derechos se entenderian renunciados? ¿Los derechos 00-
reditarios ó los derechos constitucionales? Los derechos hereditarios
tienen una sancion en la historia, tienen una sancion en nuestras
leyes yen actos públicos que ha reconocido la Europa. Cuando des-
pues de la paz de Riswich se hizo la particion de España por esas
mismas naciones que tomaron parte en esta cuestion, ¿por qué lue-
go dieron parte á la Francia? El tratado mismo lo dice: que por la
representacion que tenían esos príncipes de sus madres doña Teresa,
doña Margarita y doña Ana. Y cuando Cárlos JI trataba de arreglar
la sucesion testamentaria, cuando consultó al consejo, á los reinos,
á las universidades y aun al papa Inocencio XI, ¿qué le dijeron?
Que los padres pueden renunciar sus derechos; pero que no se en-
cuentran en ese caso los hijos por los derechos sucesorios de sus
madres. Y si esto sucede en los derechos sucesorios, ¿qué diremos
de los deI'echos constitucionales? Este es el caso en que nos vemos.
Nuestra constitucion no puede reformarse en Lóndres ni en París;
y si existiera esa renuncia, tendría que venir á las córtes, y entonces
estaríamos en mayor conflicto. No quiara Dios inspirar á la infanta
semejante pensamiento de renuncia; antes bien aparte de ella á lodo
el que quiera persuadirsela.


J)y si todo esto es as!, ¿qué remedía podremos poner á todos
esos males que nos amenazan? .Eso está en nuestra mano; valernos




260 ·DlSCURSO EN DEFENSA
de la dignidad y de la fuerza: fiemos en nuestra justicia; fiemos en
nuestra conciencia. men podemos esperar, señores; y si podemos
esperar, motivos tenemos para no exagerar nosotros mismos esos
males. Pues qué, señores, ¿los sentimientos generosos y bizarros de
la Inglaterra se van á estrellar ahora buscando á un enemigo más
débil en quien vengar la ofensa que cree que ha podido hacerle otro
más fuerte?


llDe esto nos convencerá la más rápida ojeada sobre la política
general de Europa y del mundo todo. Si volvemos los ojos al Orien-
te, ¿qué vemos? Una nube engañosa, diáfana al parecer, pero car-
gada de rayos: vemos dos naciones poderosas, pero ese poder está
contenido por una mano de hierro, y esta mano es el equilibrio eu-
ropeo; y podemos tener la esperanza de que ese estado continúe tan-
to más, cuanto mayores son los riesgos que pueden preverse. Si
fijamos la vista en el Norte de Europa, ¿no vemos un poder colosal
que está en acecho de esta alteracioil de equilibrio, aguardando un
momento de descuido para aprovecharle como acaba de hacerlo en
Crucovia? ¿No vemos al mismo tiempo á ese poder dirigirse al Orien-
te? ¡Ay del dia en que siente allí los piés! ¿Qué vemos en el Medi-
terráneo? Dos naciones que no caben en él, ambas con la considera-
cion fija en el Bósforo y en el Egipto: la una sentado el pié en las
islas Jónicas; la otra establecida en la Argelia, y ninguna mirando
con indiferencia nuestras Baleares cuando pasan cerca de ellas. Solo
la armonía entre estas potencias puede evitar grandes calamidades.
En el Mediodía de Europa vemos un reino poderoso amenazado
de una minoría; en el centro de Europa vemos germinar 109 prin-
cipios liberales, al mismo tiempo que domina en aquellos paises el
principio opuesto. Pues esto, señores, amenaza un conflicto que solo
la prudencia lo conjura, solo lo evita la armonía; ¿yen estos mo-
mentos, señores, irian á ser imprudentes las naciones que han dado
tantos ejemplos de prevision y de prudencia? Nosotros contamos con
nuestra justicia, y así podremos salir de nuestra situacion, por des-
graciada que sea.


'lPero voy todavía más adelante; paso á otra consideracion. Nos-
otl'OS somos pequeños; pero el equilibrio de mayores condiciones se
perturba por la más pequeña fuerza, y todavía somos bastante gJ'ar..




DE LOS REGIOS ENLACES. 261
des para pertut'barlo. No :soy yo de los que se hacen ilusiones sobl'e
lo que podemos; pero nos animan tal vez los alientos bizarros que
hemos heredado de nuestros padres; y por mucho que nos haya re-
ducido la desgracia y la política en términos que en el congreso de
Viena casi se nos alcanzó á ver , todavía tenemos un terreno para
combatir y valor para hacerlo. Esto sea dicho para inspirar el valor
que tenemos, no para hacernos provocadores y audaces. Y si esten-
demos nuestra consideracion al ámbito de los mares, ¿no vemos do~
naciones que se embarazan mútuamente? Pues estas reconocen otra
fuerza que las neutraliza, porque no hay nacion marítima tan pode-
rosa para la que no pueda Ilegal' un dia de Trafalgar, de Lepanto
ó de Navarino. La prudencia sola es la que puede conjurar esa tem-
pestad.


nTodavía ampliaré estas reflexiones. La Inglaterra misma, la po-
uerosa del mundo, está constituida de un modo particular, dif'ercnte
de las demás naciones. La Inglaterra tiene la cabeza en el pecho y
el corazon en los estremos; las heridas dc muerte por Jos estremo;;
las ha de recibir; y no hay nacíon ninguna tan vulnerable porque
sus estremos alcanzan á todo el mundo: por consiguiente, la Ingla-
terra puede ser ofendida en todos los mares, en todas las islas, en
todos los puer'tos, en todos los mercados. Por esto no puedo yo creer
un plan como el que se la atribuye: hé aquí, señores, un motivo
de confianza.


nConcluyo, pues, manifestando que no hay motivo para aCI'imi-
nar al partido que se dice moderado, porque nada tiene de qnó re-
prenderle la Europa ni la Inglaterra, porque no ha faltado á ninglln
compromiso de honor ni de justicia. Que si bien por los tratados
está !leclarada la incompatibilidad de las dos corOllas en nna perso-
na, no se desprende de ellos esa renuncia de que se nos habla, y
que, á no dudarlo, si la renuncia se vcriticara, traeria grandes em-
barazos á la Europa y á nosotros mismos: que hay gl'andes motivos
de confianza para esperar que se conserve la. paz genet'al, que si
bien no se pueJe decir que se conserva por nosotros I el hecho es
que subsistirá para nosotros; y que una cuesLion cuyo carácter cul-
minante es pel'soml, desaparecerá cambiando la., p~l'sonas qll,') de
ella han entendido.




262 DISCURSO EN DEFENSA
llDebo hacerme cargo de dos indicaciones que han tenido lugar


en esta discusion; la una relativa á un cargo de ingratitud, señores, .
el que más pudiera lastimarnos. Se ha dicho y repetido que se han
olvidado los grandes beneficios dispensados á este pais por la Ingla-
terra, y que despues de la enumeracion de ellos, que estaba en la
memoria de todos, no era de esperar que fuesen correspondidos con
una ingratitud. Señores, ¿qué cargo es el que se nos hace? ¿Es fun-
dada esa acusacion?


llNo: el pueblo español no es ingrato, es incapaz de serlo; no lo
ha sido nunca; y si por nuestra conducta en el caso presente pudie-
ra hacérsenos ese cargo, yo diria que éramos ingratos con todo el
mundo, y que á la vez todo el mundo lo era con nosotros. Es me-
nester cuando se enumeran los beneficios recibidos de un pueblo,
que no se dejen por enumerar los de otro, porque entonces no solo
seríamos ingratos, sino injustos. Si cuando se habla de un país veci-
no no se habla mas que del Dos de mayo, es necesario insurreccionar-
se; pero cuando se habla de la Francia de 1808,-háblese tambien de
la Francia de 1839. Se nos rebelan nuestros presidios de Melilla y
Alhucemas; aquello pudo producir una conflagracion; y á una indi.-
cacion de nuestro gobierno el gabinete francés puso á nuestras órde-
nes los buques que tenia en las aguas de Málaga para marchar á
aquellos presidios, y esto cuando cruzaban á la vista de Melilla y
Alhucemas los buques sardos cargados de armas y pertrechos de
guerra. Séame licito citar este hecho sin que aparezca yo como de-
fensor de nadie, cuando no lo soy nada más que de mi pais.


nHay más todaVía.: es histórico ya, y puedo.citar un hecho muy
interesante para Madrid y para el país todo. En 1839, señores, esto
por lo que hace á Inglaterra, en 1839 el gobierno interceptó una
correspondencia en que Cabrera manifestaba á D. Cárlos que su de-
signio era Ca'3f aquella primavera sobre Madrid, y que tenia por
casi seguro el éxito sin que nadie pudiera impedírselo; para ello de-
cia tener regimentados en sus casas veintidos batallones, es decir,
22.000 hombres, y que en un momento dado se pondrían sobre las
armas, reemplazarían las tropas aguerridas y estas vendrian como
un rayo sobre Madrid; que para ello necesitaba 22.000 fusiles y la
artillería correspondiente; armamento, señores, que se ajustó en In-




DE LOS REGIOS ENLACES. 263
glaterra. Yo dejo á la consideracion de los señores diputados cuál
hubiera sido el conflicto de Madrid y de la nacion toda si ese plan
se hubiera llevado á cabo, y cuál seria el servicio de una nacían que
contribuyó á evitado. ¿Quién hubiera podido venir en defensa de la
capital? Si Espartero hubiera vuelto la espalda, hubiera tenido á
su retaguardia todo el ejél'cito del Norte. A los servicios de una po-
tencia estranjera se debió el averiguar con tiempo el ajuste del ar-
mamento, su cargo y su salida de los puertos, y el haberlo dete-
nido; porque todo el mundo I'ecordará el apresamiento de un buque
estranjero en las aguas de Barcelona con un grande armamento de
fusilería y de artillería que llevaba oculta sirviéndole de lastre; pues
solo, señores, al favor de una naCÍan amiga se debió el que pudiéra-
mos conocer este fraude. La artillerla fué llevada á Liorna, donde-
se vendio á menos precio. Este servicio, señores, nos lo hizo la In-
glaterra. No quiero yo ser injusto. Es un beneficio inmenso, los re-
sultados estremecen si se hubiera el proyecto verificado. Consideran-
do el caudillo, la sazon, el estado de nuestro ejército del Centro, la
posicion de nuestro ejército del Norte, y considerando la estension
del beneficio, seríamos injustos si no lo reconociéramos. Y la Fran-
cia ¿no nos los ha prestado tambien?


llSeñol'es, lanzamos la faccion al otro lado del Pirineo; pero el
Pirineo es muy ancha frontera para ser guardada, y hubiera vuelto
á entrar por otro lado la faccion sin el auxilio de la Francia; no lo
creerán los señores diputados; la Francia detuvo en 1859 para que
no volvieran á encender la guerra, como todos comprenderán, des-
pues de las jamadas del Maestrazgo, detuvo á 27.000 combatientes
de las filas carlistas, y sin ser D. Cárlos su prisionero de guerra, le
detuvo en Bourges, y le imposibilitó así de acaudillar sus huestes.
Si consideramos la estension de estos beneficios, dejando de enu-
merarles cuando otros se enumeran, no solo 1ierjamos ingratos, sino
hasta podríamos ser injustos. Dejo rechazado el c9.rgo de ingraliLr.:d
que no puede pesar sobre ninguno de los que se hallan aquí; no pue-
de pesar sobre ningun partido: poco habria, señore:;, que esperar
de quien no supiera abrigar en su cül'uzon sentimientos de gratitud;
no puede acusarse de ingratitud á ningun partido, porque todos son
españoles, y esta naeion nunca ha sido ni sabido ser ingrata.




264 DISCURSO EN DEVENSA
))Dijose tambien, refiriéndose en esto al dicho de un diplomático


ilustre, y hablando de la vuelta al poder de uno de nuestros partidos
políticos, que entonces si que se plantearia de nuevo una politica
nacional. ¿En qué consistiria esa política nacional? ¿Seria en ser más
amigos de la Inglaterra, á cuyo paj~ pertenecía ese diplomático?
¿Consistiria en ser igual esta política para con las naciones nuestras
aliadas? Lo dudo: y véase ahí, señores, cómo perjudicó un arma
que era de dos filos. Si ~ra una política nacional, era una política que
no podia pertenecer á. otra política. Pero yo voy á hacer ver, aunque
ligeramente, porque· deseo concluir, que ningun partido tiene la su-
premacía de seguir en este punto mejor ó peor camino, sino que to-
dos han procurado seguir una política nacional; y que si alguna vez
las circunstancias nos han llevado á posiciones forzadas que nos ha-
yan presentado de una manera poco favorable, luego que estas han
pasado hemos procurado colocarnos y seguir nuestra linea. Para
/lue no se crea que hablo al aire, voy á fundar lo que estoy diciendo
en hechos.


»EI partido moderado estuvo en el poder desde 1858 hasta 1840:
¿recuerdan los señores diputados que se fundára ninguna queja por
parte de la Inglaterra de que nos sometíamos á la influencia' de la
Francia, ni la FranúÍa de que siguiéramos la de Inglaterra? Absolu-
tamente no hubo queja ninguna: conservamos la mayor armonía,
observábamos una polHica nacional, y era el partido moderado quien
entonces mandaba. Citaré otro hecho. Se verificó el gran suceso del
Convenio de Vergara. S. M. quiso hacer una significacion de su gra-
t.itud y benevolencia en favor del jefe del Estado de una nacion ve-
cina. Al proponerlo, la manifestacion unánime del gobierno fué que
era muy fundada, toda vez que se hiciera lo mismo con el jefe del
Estado de otro pa[s amigo: precisamente este jefe era lord Palmers-
ton, que se hallaba entonces al frente de los negocios. Es una ver-
dad, dijo S. M., es un acto de justicia debido á los dos, y se acordó
se confiriera el toison á estos dos jefes de Estado. Como algunos po-
drian decÍ!' que no le tiene lord Palmerston, que nunca se le han vis-
to, plldierd hacérseme un cargo, diciendo que esto 'no era exacto.
Ligeramente, pot\Jue no me detendré mucho, diré lo que pasó. Lord
Palmer~ton manife3tó al gobierno e5pañol qlle le era sumamente sa-




DE LOS REGlOS ENLACES. 265
tisfactoria esta muestra de benevolencia, pero que las leyes de su pais
no le permitian usar esLa condecoracion; mas que tOll!aria en lugar
de ella, como igual prenda de. benevoleneia, una carLa autógrafa de
la reina, la augusta gobernadora, que espresase esos sentimientos; y
entre sus papeles la tiene como una ejecutoria. Esa es la política que
se ha seguido mandando el partido moderado; esa polltica la hago
ver con hechos, y atestiguo con personas vivas.


)lPero hay más: posteriormente tuve la honra, en el año pasado,
de hacer parte de un ministerio, del gabinete Miraflores, que pasó
como un meteoro, pero que se puso luego en la política que conve-
nia seguir respecto de dos paíse's entre los cuales habia cierta riva-
lidad. ¿Y cuál fué el pri,mer propósito de aquel ministerio? Aquel
gabinete dijo: «Pues que la Francia tiene un embajador en Madrid,
que la Inglaterra tenga embajador tamblen .)l Sobre esto se pasaron
notas á nuestro embajador en Lóndres, que lo era el actual presi-
dente del consejo de ministros, notas que fueron 'allí bien recibidas.
En este estado se hallaba esta negociacion cuando dejamos las rien-
das del gobierno. Quede sentada esta demostracion hecha por el par-
tido moderado.


»Concluiré con un incidente á que me obliga un deber de amis-
tad. Todos han defendido aquí á sus amigos, y el congreso ha tenido
la dignacion de oir esas defensas: espero yo que oiga con igual be-
nevolencia la que tengo que hacer de una persona muy digna que ha
sido aludida, y que no puede defenderse en este llIgar. Hablo del
digno señor marqués de Miraflores. Un señor diputado de estos
bancos, refiriéndose á una especie que han anunciado los periódicos
y las comunicaciones diplomáticas que se han publicdao, ha dieho si
el señor marqués de Miraflores tuvo ó no cierta mision relativamente
á los enlaces, y la cual le llevó á pasar' el verano de f 846 al estran-
jero. Ese señor diputado presentó con gravp,s colores esta misioll,
autorizada por personas competentes; y si bien S. S., con toda la
dignidad, con todo el aplomo que le es propio, hizo salvedades hon-
rosas en favor de la persona del señúr marqués de Miraflores, puso
en duda la exactitnd de nna negativa. que dió el marqués en el otro
cUirpo colegislador sobre no haber teniJo tal misiono


llHay aquí dos cosas, señores: primera, que se agrava estraordi-




266 DISCURSO EN DEFENSA
nariamente el hecho ¡ y segunda, que á pesar de todas las protestas
de respeto que se hicieren, no quedaria bien parada la persona que
se hubiera encargado de una mision que no estuviese dada en térmi-
nos legales.


nEl señor marqués de Miraflores me hace el ruego de que mani-
fieste á su nombre que se ratifica en no haber llevado misio n alguna
ni del gobierno de S. M. ni de nadie; y cualquier motivo de equÍ\'o-
cacion posible que hubiese mediado, es lo cierto que el señor mar-
qués me autoriza á decir lo que voy á tener el honor de leer al con-
greso: «(El marqués de Miraflores niega rotundamente haber di-
cho nada al lord Cowley que pueda autorizarle á suponer que tu viese
nningun encargo de la reina Cristina cerca del rey de los franceses.
nAsegura más: que no habia tenido la honra de ver á la reina Cris-
ntina en particular, desde que dejó el ministerio en 16 de marzo
nhasta su salida de Madrid en 9 de julio; y añade que ha sostenido
nel derecho de libre eleccion de la reina de Espafia, derecho que no
llcontradijo nunca S. M. el rey de los franceses; habiendo insistido
)mucho el marqués cerca del rey en decirle siempre, que los hom-
llbres sérios en España ponian má.s interés en que el marido que
nfuese de S. M. la reina Isabel poseyese calidades personales aven-
lltajadas, que no sus relaciones dinásticas, que en la actual situaoion
ndel mundo no eran de gran importancia, pues ellas no ligaban á
nnada, ni estorbaban el que cada país mirase sola y esclusivarnente
llpOI' los propios intereses antes que por los estraños.ll


Pero esta rnanifestacíon me conduce á otra cosa que afecta á todo
aquel gabinete. Lo tomo de más atrás, y digo que no veo qué inte-
rés pudiera tener el señor marqués de Miraflores en negar la rni-
sion que hubiese llevado, porque si yo hubiera tenido la fortuna de
que una persona augusta me honrára con esa confianza, me gloriaría
de haberla aceptado; pues si una madre está en el deber de velar por
la felicidad de su hija, está sin duda autorizada para dar todos los
pasos que crea que pueden conducir á ella, aunque la resolucion de
la ouestion de que se trate corresponda al gabinete. No hubiera sido,
pues, de eslrañar que hubiese habido tal mision¡ pero es respetable
la palabra del señor marqués que dice que no la llevó, y debernos
creerle.




DE LOS REGIOS ENLACES. 267
Voy ahora á permitirme una ligerísima digresion, que pondrá


más en claro este asunto, ya que todos han hablado de sus respecti.
vos ministerios; cuando se formó el gabinete de t3 de febrero de
t846, el gabinete Miraflores, todo el mundo sabe el estado en que se
encontraba la cuestion del matrimonio régio. La candidatura Trápa-
ni habia fracasado; el gabinete pensó sériamente en lo que convenia
hacer, y creyó que lo mejor era un aplazo temporal; pero no un
aplazo pasivo si no activo, empezando á negociar con dignidad y con
decoro para ensanchar el circulo que la mano de la politica y las
circunstancias nos habian trazado. Y seguro de que habia de ser más
dificil el reeonocimiento de la reina por las naciones del Norte des-
pues de verificado el casamiento, como este no se verificase en un sen-
tido, en el sentido montemolínista, trató de plantear á un mismo
tiempo dos medios: el de indagar cuál seria la intencion de los gabi-
netes del Norte, y consultar tambien á los que eran nuestros alia-
dos. Para este último fin se redactó una comunicacion que voy
á leer, y que si no tuvo efecto fué porque los individuos que compo-
nian el gabinete dejaron inmediatamente sus puestos .


. Se ha hablado aquí de la independencia y dignidad del país; se ha
hablado de personas que le han comprometido; y aunque yo no veo
que haya ninguna, ruego al congreso que fije su atencion en lo que
fué acuerdo de aquel ministerio que decia á nuestros encargados de
París y de Lóndres: «S. M. quiere confiar al reconocido celo y leal-
ntad de V. E. una comision de las más graves y delieadas, pues que
nde su éxito debe depender en gran manera el porvenir de la monar-
nquía y la dicha y ventura personal de S. M.


llEsto dicho, V. E. habrá ya adivinado que el asunto de que se
lllrata es el enlace de S. :M., que acercándose á la edad de 16 años,
nes ya llegado el momento de ocuparse seriamente de reunir lodos
nlos datos necesarios para resolver con aderto tamaño negocio, uno
llde los más z'mportantes en la vida de las nacz'ones, y muy especial-
nmente de las que se hallan en circunstancias especiales como las en
nqUI3 hoy se encuentra la España.


nS. M. me encal'ga lo primero decir á V. E., como lo ejecuto,
nque no e.~ de su real ánimo al confiar iÍ V. E. la reunian de tan inte-
llresanles datos, ni desconocer, nt' menos rmunciar , ni aun poner,




268 DISCURSO EN DEFENSA DE LOS REGIOS ENLACES.
llni permitir se pongan en duda sus reales derechos y los de la Es-
)Ipaña á ejercer en este punto una accíon libre y desembarazada,
Ilcuar cumple á una rJacion f'ndependiente, al usar de un derecho
llpropio y de la jurisdiccion de su derecho interior, de que á nin-
!lguna potencia estranjera cabe ni disputar ni poner en duda, etc.)1


Pregunto yo si el individuo presidente de un ministerio que tenia
esa fé, por decirlo así diplomática, podia encargarse de una mision
que rebajára la dignidad del pais, Quede, pues, desvanecida es~ insi-
nuacion, hecha sin duda sin intencion por el señor diputado á que he
aludido.


Resumiéndome ahora, diré, que si en efecto han de sobrevenir
acontecimientos graves, si nos amenazan males, que es ocioso exa
minar de qué proceden, puesto que reconocemos que los hemos mere-
cido, lo que nos queda que hacer es proteslar acerca de la inculpabi-
lidad del pueblo español y de su jU11ticia, y esperar los acontecimien·
tos con la dignidad propia del que defiende su causa, con la fortaleza
propia. de la justicia, con aliento en el corazon, y con seguridad en la
conciencia.




CORTINA.


Suele ser tan voluble y caprichoso el destino que guia
los primeros pasos de ciertos hombres, que al querer des-
cubrir ó adivinar el término de su peregrinacion por el
enmarañado camino de la vida, falla la esperiencia más
consumada, salen errados los cálculos más bien fundados,
y son inútiles las más atinadas observaciones.


Toda la cienci~ craneoscópica del doctor Gall, todos
los conocimientos fisionómicos de Lavater estrellarÍanse
ante las rarezas del destino, y aplicarian en vano para
vaticinar la futura posicion en el mundo, la suerte y el
porvenir de algunos personaj~s.


¿Qué frenólogo hubiese descubierto un emperador en
el subteniente de artillería Bonaparte al verle brindar
con otros calaveras en un festin, ó llevando á cabo una
aventura amorosa con la hija de uu artesano'! ¿Qué fisió-
nomo hubiera dicho al ver á un chico, nada listo en la
apariencia, vendiendo cerveza en la tienda de su padre,
que con el tiempo seria Protector, rey de Inglaterra?


y sin salir de nuestra nacion, ¿hubiesen adivinado
los más prácticos en la craneoscópia, en la frenología,
que un simple guardia de Corps, cuyo talento, cuya ina·
truccion, entonces, se reducia á saber tocar la guitarra,




270 CORTINA.
llegaría en breve tiempo á ser primer ministro, almirante
de España, y príncipe de la Paz'!


Pues ni el mismo Gall en persona, ni Lavater con
todos sus portentosos descubrimientos, hubiese podido
sospechar siquiera que eljóven que á los quince años ha-
cia oposicion á una doctoral de la colegiata del Salvador
de Sevilla, que á los diez y seis se graduaba de licencia-
do en jurisprudencia, que á los veintiuno, y al frente de
una compañía de nacionales, resistia el asalto del Troca-
dero, y á los treinta y cuatro, en fin, era nombrado jefe de
estado mayor de una columna del ejército, llegaria á ser
poco despues orador notable del parlamento, consejero
de la Corona, político de fama, jefe de partido.


Al observar su profundidad en el derecho canónico,
sus vastos conoci'mientos en las leyes patrias, su arrojo
de soldado y sus disposiciones estratégicas como jefe, con
fllndamento hubiera podido vaticinar cualquiera que aquel
jóven, tan apto para todo, tan múltiple en sus facultades,
podria ser con el tiempo canónigo de la catedral , regente
de audiencia ó mariscal de campo.


Pero D. Jlanuel Cortina, que tal era la persona á
quien nos vamos refiriendo, pertenecia á esa raza de hom-
bres pri vilegiados que sirven para todo, que desempeñan
á la perfeccion el papel que en el teatro del mundo tiene
el destino el capricho de repartirles, y que formados de
una masa particular y estremadamente dúctil, se amoldan
completamente á cualquier forma, por estraña que sea,
que le den su suerte ó las circunstancias.


Por esta causa no es de estrañar que sus fines no ha-
yan correspondido á sus principios, y que el oposicionista
á la plaza de lectoral, el jóven jurisconsulto, el valiente
nacional, y el paisano, jefe del estado mayor del ejército,
haya parado en ministro, en presidente de las cortes, en




CORTINA. 211
orador de parlamento, en jefe de partido. Porque como
Cortina es uno de esos hombres generales, que para todo
sirven, siempre está bien en su sitio; y con la misma pro-
piedad hubiese vestido las ropas moradas del canónigo, que
la negra toga del magistrado, que el uniforme de genera];
así como ha usado con igual soltura la bordada casaca de
ministro, que el sencillo frac negro de diputado.


Pero así como Cortina ha cambiado de trajes, segun
sus diferentes posiciones, en ]0 que no ha cambiado nun-
ca es en su condicion moral, en su sistema político, en sus
cualidades de carácter.


De temperamento moderado, tardo en resolverse, in-
deciso en el obrar, Cortina no ha pertenecido ni pertene-
cerá nunca á un partido estremo. Previsor y reservado,
dominados sus afectos por la inteligencia, conciliador por
instinto, más flemático que espansivo en la manifestacion
de sus opiniones, es el verdadero político del justo medio.
Para el diputado sevillano la legalidad y lajusticia deben
sobreponerse siempre á la utilidad y á la conveniencia.
Para él, todo lo que no es justo, es perjudicial; todo lo que
es ilegal, es inconveniente. Sacrificando la legalidad y la
justicia, no querria Cortina ni aun la victoria de su par-
tido; ni aun el triunfo de sus ideas.


De ahí su conducta indecisa casi siempre en todos
los acontecimientos políticos; de ahí sus frecuentes vaci-
laciones, SUR dudas, sus contradicciones aparentes, hijas,
no de la más leve apostasía, ni de la poca fijeza de sus
principios, sino consecuencia natural de su amor á la le-
galidad y á lajusticia, de su carácter recto, independiente,
desapasionado.


De ahí el que sin ser Cortina hombre violento, des"
contentadizo y ambicioso, haya militado casi siempre en
las filas de la oposicion; y esta conducta que parece con-




272 CORtINA.
tradictoria en un político de sus condiciones conciliado-
ras y templadas, no revela otra cosa que la consecuencia
de su carácter que le arrastra á combatir al poder, porque
en el poder, ejercido por sus amigos ó contrarios, ha en-
contrado con frecuencia lo que nunca puede tolerar, con
lo que nunca puede transigir: la arbitrariedad y la injus-
ticia.


Sentadas estas observaciones, basadas en la conducta
observada por el personaje cuya semblanza bosqueja-
mos desde que apareció en la escena política, procurare-
mos trazar su retrato de hombre de partido, de orador de
parlamento.


Sucedió á D. Manuel Cortina, al empezar su carrera
pública, lo que á la mayor parte de los hombres que han
figurado en nuestras revoluciones contemporáneas; que
antes de presentarse en el palenque parlamentario, en el
teatro político de la córte, tuvieron que hacer su apren-
dizaje y sus pruebas en otro círculo más reducido, en la
oscura y modesta escena de una capital de provincia.


Sevilla, patria de C01'tina, y madre en todas épocas
de muchos y esclarecidos ingenios, fué el teatro donde
hizo aquel sus primeros ensayos de hombre público y de
partido.


Capitan de granaderos de la milicia nacional en 1834,
comandante de uno de los batallones en 1835, Cortina
se mezcló, arrastrado por las cireunstancias, en los moti-
nes y sublevaciones de Sevilla en aquella época, ponien-
do ya en práctica, con sagacidad suma, su sistema de
contemporizacion con los estremos. No daba, en verdad,
a'})a;rente iID'})\1\'i:>() á. aq\1~\\()'i:> m()~lmie.\\tGs re.'II"olucionarios,
pero los disculpaba mediando entre las autoridades y los
revoltosos.


En la insurreccion de las provincias contra el minis-




CORTINA. 273
terio de Toreno, Sevilla fue una de las primeras pobla-
ciones que dieron el grito de rebelion. Cortina, como
jefe de la milicia, asistia á las juntas del ayuntamiento,
predicaba en defensa del órdim y del principio de autori-
dad, pero con su beneplád to se formaba la junta directiva
revolucionaria, y con su aprobacion salian las proclamas
y disposiciones do aquella contra un gobierno consti-
tuido.


El jefe de la milicia sevillana, como se vé, no tenia
un color político marcado, no correspondia decididamente
á ninguno de los dos bandos liberales que con tal encar-
nizamiento se disputaban por entonces el gobierno de la
nacion.


La templanza de su -carácter, su talento, suinstruc-
cion, inclinábanle sin duda al partido conservador ó mo-
nárquico constitucional; sus ideas un poco revoluciona-
rias, el instinto de la popularidad que poseia en alto gra-
do, yel poder de las circunstancias, á que no sabia, no
podia, ó no queria resistir, le impelian hácia el bando
exaltado ó progresista. Y conío tuviesen en él casi la
misma fuerza estos contrarios impulsos, su vida política
fué entonces, como ha sido siempre, el combate de todos
ellos, y sus opiniones un tanto dudos!;ts en concepto del
vulgo.


En la indecisa situacion política de Cortina, cualquier
suceso podia influir en su conducta futura.


Atendido su carácter, más bien que un halago, _ era
posible que una injusticia le arrojase en brazos de uno
de los dos partidos que anhelaban poseer como soldado ó
como jefe á un hombre de talento y prendas recomenda-
bles como él era. La famosa, por lo estraña, sublevacion
de Sevilla en 1858 influyó no poco en la futura conduc-
ta de Cortina.


TQMO JI. 18




274 CORTINA.
Arrastrado como siempre en aquel movimiento, no


atacando ni defendiendo á la revolucion, como acostum-
braba hacer, solícito medianero entre la autoridad y los
sublevados, fué arrestado cuando el principio de autori-
dad quedó tri~.mfante y envuelto en una causa criminal
sin ninguna consecuencia.


Cortina, que se creia merecedor de un premio, se ir·
ritó al recibir un castigo. Aprovechando esta favorable
ocasion, el partido progresista sevillano eligióle diputado
en 1839, como en reparacion de aquel agravio, como en
recompensa de la anterior injusticia inferida por un go-
bierno n:oderado. El diputado andaluz llegó á las córtes y
tomó asiento, como era natural, en los bancos progresistas.


Los que esperaban que el nuevo representante iba á
distingui~se por una oposicion fogosa y apasionada, vie-
ron frustradas muy pronto sus esperanzas. Dominado
como siempre por su carácter, por el frio criterio de la
razon, por la solemne impasibilidad del estadista, Corti-
na mostró se desde las primeras sesiones tranquilo en su
entonacion, lógico en sus argumentos, severo y grave en
la manifestacíon de sus máximas políticas.


Bien es verdad que sus primeros discursos sobre
aprobacion de actas requerian el razonamiento mas que
la pasion, la forma mesurada mas que la frase incisiva
y provocadora de los discursos políticos. - ,


Tambien influia mucho en el estilo y en la contestu-
ra de sus primeras peroraciones, y de cuantas despues ha
pronunciado en el parlamento, su profesion de abogado.
Pues si bien en ocasiones se ha remontado en el estilo y
ha dado á sus arengas ese tono declamatorio y apasiona-
do del orador parlamentario, generalmente ha dominado
en su oratoria el tinte, el colorido de la oratoria del foro,
de suyo tranquila, analítica, lógica y razonadora.




CORTINA. 275
Hechas brillantemente sus primeras pruebas de dis-


cutidor hábil; de argumentador metódico y diestro, fá-
cilmente conquistó un lugar distinguido como orador po-
lítico, como orador de parlamento. En su discurso pro-
nunciado en la sesion de 23 de marzo de 1840 revelú-
ronse las buenas condiciones oratorias de C01'tina, el gé-
nero de oposicion á que siempre se ha consagrado, las
cualidades que constituyen su carácter recto, imparcial é
inflexible.


Hombre de conciencia, decia al principio de su dis·
curso, sin afectar la hipocresía de otros políticos: «Sobre
todo deseo que se me de'séngañe, si es que engañado es-
toy, debiendo estar seguros los señores diputados de que
así como sostendré con firmeza hoy los principios que
creo debo sostener, tendré franqlleza bastante para con-
fesarme equivocado, para desdecirme de cuanto haya po-
dido decir, si se me dan razones que me convenzan;
porque la buena fé, señores, preside á mi conducta pú-
blica, y nada deseo tanto como acertar y llenar los sa-


. grados deberes que me he impuesto. »
Anatematizando en la misma sesion los desórdenes


de la tribuna pública en el mes anterior, esclamaba:
«Porque amante siempre de la libertad, idólatra de ella,
lo soy tanto del órden, y estoy íntimamente convencido
de que el d~acato en cuyo orígen no entro, pero que al
fin lo huQü, contra la representacion nacional, concluiria
por acabar, si no se castigara, con las institueiones, con la
constitucion del Estado.»


Pero luchando como siempre entre sus in stintos de
6rden y de legalidad y su posicion política, condenaba en
seguida los estados de sitio y las medidas represivas con-
tra aquellos des6rdenes.


'rrocando con admirable facilidad el papel de hombre




276 CORtINA.
de gobierno por el de oposicionista apasionado, esclama-
ba: «Señores, mis principios me impiden declamar; he
dicho muchas veces en este lugar que procuro hablar á
la razol1; que procuro el convenchn::.:mto y no trato de
mover los corazones, Si no tuviera este propósito, si no
procurara guardarle y cumplirle; podria alzar hoy mu-
cho la voz, y decir con sobrado fundamento que el esta-
do de sitio de ]a capital es un abuso . inconcebible, un
abuso cuyas consecuencias pueden ser funestas, y un
abuso de que tal vez sean víctimas el dia menos pensa-
de;> los que lo ha.n introducido y autorizan. D


Como síntesis de la vaguedad de su conducta, de la
vacilacion de sus principios políticos, ele tuS instintos de
oposicion á todo lo arbitrario, á todo lo injusto, viniesen
de donde quiera la arbitrariedad y la injusticia, decia en
el discurso á que nos referimos: «El órden es esencia];
sin él no puede haber gobierno alguno; pero el órden ha
de existir en el que obedece y en el que manda; y cuan-
do el que manda falta á la ley: no diré yo que autorice,
porque para mí el derecho de insurreccion es quimérico, .
pero disculpa mucho cualquier esceso que pueda come-
ter el que obedece. Orden, señores, ha de haber en el
pueblo, y órden que se conserve á toda costa por cuan-
to:; medios reconozca la ley, y si la actual no basta
debe proponerse otra que sea m~., eficaz; pero ese mis-
mo órden han de respetar los mandantes, h'an de acatar-
le, venera,rle; todo lo que no sea esto, señores, es enga-
ñarnos y -éonvertir en una farsa el gobierno represen-
t!l.tivo.»)


En las célebres cuestiones que en aquellas córtes se
ventilaron, referentes á la a"bolicion del diezmo y á la,
ley de ayuntamientos, Cortina consumó su reputacion
de orador parlamentario, y á causa de haber renunciado


,




CORTINA. 277


algunos jefes del bando progresista sus cargos de represen-
tantes para pr.eparar así el pronunciamiento de setiem-
bre, vino á colocarse el diputado sev:l1ano en la catego~
ría de caudillo que Lopez y Olózaga por entonces le
disputaban.


Sus notables y repetidos triunfos parlamentarios, su
fama de estadista y hombre de gobierno, le llevaron al
triunfar la revolucion de 1840 al ministerio de la Gober-
nacion, con la mision de organizar el país, totalmente
desquiciado por la arbitraria dominacion de lás juptas de
proyincia,y de resistir á la vez á las tendencias reaccio-
narias del bando caido y á los planes de progreso indefi-
nido de la fraccion democrática, que nació entonces á la
vida pública de entre las filas progresistas.


Cortina, como gobernante, siguió el sistema de polí-
tica contradictoria que practicó como diputado.


y no es esto reprocharle un defecto, ni tildarle de tí-
mido, de voluble, de calculador ó de inconsecuente. Ya
hemos dicho que esas vacilaciones, que esas contradic-
ciones constantes en la conducta de Cortina no recono-
cian la apost:;tsía ni el interés como las de otros políticos,
sino que eran hijas de la contínua lucha entre su carác-
ter y sus principios, entre su corazon y su inteligencia,
entre sus instintos y su posiciono


Por eso á la vez que suspendia gubernativamente la
ley de ayuntamientos, y decretaba, contra lo dispuesto
en la'constitucion, la renovacion de las diputaciones pro-
vinciales antes de la cleccion de los diputados y senado-
res, y aprobaba con pocas escepciones los despóticos ac-
tos de las juntas provinciales, 8e negaba resueltamente
á la ilegal reno yacion del senado por completo, como se
~o exigia en tono de amenaza el bando exaltado; .ulzab::t
los destierros fulminados ileguJmente por las juntas, y




278 CORTINA.
contenia la represion de la prensa moderada, provocan-


. do así la discusion más ámplia y libre de su política.
Ventilada, siendo él ministro, la gravísima cuestion


de la regencia, á su habilidad, á su astucia debió tal vez
su triunfo el general Espartero. Agradecidos los senado-
res moderados por su anterior resistencia á renovar en
su totalidad la alta cámara; aconsejados por el sagaz mi-
nistro algunos diputados nuevos; convencidos por él no
pocos de los más avanzados de que si no se votaba la re-
gencia única, era posible se recabase por la fuerza lo que
se negara con el derecho, consiguióse el triunfo del re·
gente,que no pagó despues como debia este y otros se-
ñalados servicios prestados por Cortina á su persona .


. De vuelta á su primera y brillante carrera de diputa-
do, des pues de un corto período de vida ministerial, si-
guió alcanzando nuevos y merecidos triunfos en el par-
lamento, sentado siempre en los bancos de la oposicion,
y combatiendo incansable, pero con la mesura y mode-
racion que tanto distinguen sus peroraciones; ya á los go- .
biernos progresistas del regente, ya á las administracio-
nes moderadas de las épocas sucesivas.


Entre los discursos que desde entonces ha pronuncia-
do en el congreso español el diputado sevillano, quien,
(licho sea de paso, no es de los que han abusado de la
facnltad de perorar, son notables por más de un concep-
to los referentes á la acusacion de Olózaga en las sesio-
nes del 5 y 6 de diciembre de 1843, el pronunciado en
la legislatura de 1846, defendiendo la candidatura del
infante D. Enrique para esposo de S. M., y el de 5 de
enero de 1849 condenando el uso que hizo el ministerio
de la autorizacion para suspender las garantías constitu-
cionales, y que copiamos al final de osb biografía.


En todos ellos mostróse Curtina, más lógico que de-




CORTI:\'A. 279
clamador, más razonador que apasionado, más discuti-
dor que agresivo. Y aunque alguna vez, muy rara, la in-
dignacion del partidario enardecia su sangre, hinchába su
pecho y daba un siniestro resplandor á su mirada, ha-
ciendo navegar su alma por el revuelto mar de la ira, de
la amenaza ó de la queja, bien pronto la calma del hom-
bre de Estado, dando á sus ojos, á su voz y á sus adema-
nes un tinte de dulzura, y de suavidad estraordinaria,
empujaba á su espíritu por el manso lago de la justicia,
del órden y de la reconciliacion.


La templanza de su carácter, la moderacion de sus
ideas, su aspecto pacífico y grave, no eran obstáculos
para que en ocasiones críticas manifestase este orador la
entereza de alma de un político apasionado y vio-
lento.




Pocas, rarísima,s veces ha sido interrumpido Cor-
lina en sus peroraciones por la campanilla del presiden-
te, ni por los murmullos de los diputados y espectado-
res. Mal acogidas unas palabras suyas por la mayoría
moderada de 1840, y llamado al órden, de un modo vio-
lento, por el Sr. Pidal, su eterno antagonista, al defen-
der una enmienda á la ley de ayuntamientos, esclamaba
con acento digno y resuelto: «Estoy en el uso de mi de-
recho, y de este derecho no puede despojarme nadie; lo
puede modificar solo el señor presidente, á quien yo res-
petaré siempre como debo, y solo pereciendo en este sitio,
callaria. )


Como político, hemos visto á Cortina siempre inde-
ciso, siempre vacilante, con su sistema de legalidad
estricta, inútil é ~mposible en épocas de trastornos y re-
vueltas. Sus teorías, muy á propósito para tiempos nor-
males, bellísimas en la forma,' convincentes en el papel, .
robustas y halaga.doras en la oposicion, son irrealizable¡:¡




280 CORTINA.
completamente en la practica, absurdas en el fondo, lll-
eficaces en el gobierno.


Como orador, sin ser florido como lJfartinez de la
Rosa, poético como Lopez, oportuno é incisivo como
Olózaga, levantado como Donoso Cortés, sentido y pro-
fundo como Rios Rosas, ha conseguido figurar entre los
primeros oradores españoles por otras cualidades de no
menos mérito y valía.


Sus discursos han ejercido siempre gran influencia en
la cámara, porque al justo renombre del personaje que los
pronuncia reunen las condiciones de brillantez y claridad
que tanto embargan el ánimo de los oyentes.


Cuando una cuestion está agotadá,' cuando los prioci -
pales oradores han usado de la palabra, y parece como
que el co~reso principia á cansarse de la disc~sion,
Cortina se levanta, los diputados vuelven á sus puestos,
un silencio imponente revela la importancia del suceso
que se aguarda, la curiosidad se pinta en los semblan-
tes, y entonces el diputado andaluz, con ademan grave
y solemne, la frente altiva, la mirada vaga y pene-
trante, comienza su discurso con una entonacion conve-
niente, ni tan alta qU$j revele un demasiado aprecio de
sí mismo, ni tan humilde que denote timidez ó' decai-
miento.


Sus palabras, corteses al principio, delicadas y galan-
tes hasta el estremo, van tomando cierta acritud á medi-
da que pasan de la inútil fraseología del exordio al inten-
cionado pensamiento, tema de la peroracion.


Establece su plan, ~e metodiza, le oI'dena, y de induc-
cion e~ inducc1on, de corolario en corolario, viene á ter-
minar su discurso con la demostracion clara y precisa del
punto que se propuso demostrar. A veces recarga dema-
siado las tintas de su cuadro, y entonces hiere, pero con




COnTl~A. 281
método; sus ataques parecen defensas, sus invectivas van
disfrazadas con la máscara de la razono


Fáltale tal vez á Cortina aquel vigor de entonacion
que sostiene el discurso y no deja al ad versario retroceder
ni respirar en el combate; fáltale indudablemente aquella
emocion interior que se comunica á los demás, cuando el
mismo orador la esperimenta; fáltanle, en fin, aquella vi-
veza de imaginacion que da cuerpo al pensamiento, aque-
lla vehemencia, aquella accion oratoria que depende
de .la fuerza de los pulmones y de la coloracion del
rostro.


En un congreso grave y formal, cn una asamblea sé-
ria y pacífica, el orador verdaderamente elocuente no es
el que tiene grandes vibraciones, pasion y lágrimas en la
voz, sino el que mejor discute, y Cortina es un hombre
de discusion; es la razon misma, sazonada con una punta
de ingenio.


Su talento es enteramente parlamentario. No dice más
que lo que quiere decir; y como un hábil barquero, con-
duce su palabra y sus ideas por entre los escollos de que
está sembrado su rumbo, sin naufragar, sin rozarse si-
quiera en ellos.


En toda reunion, sea de la clase que quiera, solo hace
efecto lo que conmueve, lo que hiere la imaginacion, lo
que ardistra y deslumbra la fantasía; cuando un orador
subyuga á su auditorio por la mágia del estilo, por lo
poético de las ideas, por lo declamatorio de la entonacion,
nadie se fija en la claridad de los pensamientos, en la pu-
reza y propiedad de la frase, en la lógica del dis-
curso.


Por eso Cortina no seduce á la muchedumbre, no en-
tusiasma á las tribunas, no gusta á los diputados insus-
tanciales; pero en cambio agrada á los hombres graves,




282 CORTINA.
porque en sus peroraciones es más sólido que brillante,
más profundo que apasionado.


En sus discursos no atiende tanto al movimiento de
sus ideas como á su hilacion; á la pompa de las palabras
corno á las cosas que espresan esas palabras. Su discusion
es severa y sustanciosa; su método en la enunciacion de
sus doctrinas, en el engranaje de sus argumentos, es 00-
tnirable; puede decirse que son estos una série de piezas
mecánicamente colocadas, con su gradacion correspon-
diente, de menor á mayor, para que vaya creciendo el
efecto en el auditorio.


Como político, como gobernante, pasa Cortina porun
modelo de desinterés y moralidad. Su abnegacion y su
modestia corren parejas con la rigidez de sus principios.
No pareciéndose en esto á muchos de nuestros hombres
públicos, ha descendido de los primeros puestos del Es-
tado, sin un título, sin una cruz, sin la más pequeña dis-
tincion. Cortina, en su conducta, en su persona, tiene la
vanidad de la modestia. Oon su cabeza blanca, su aspecto
agradable, noble y simpático, su traje. sencillo, al par que
decente, es el magnífico busto de un orador romano. Al
encontrarle por las calles de la capital, confundido entre
la muchedumbre, á pié, Y tan modestamente ataviado,
creernos escuchar una altiva protesta contra la vanidad,
contra la soberbia, contra el insultante lujo de muchos
poderosos improvisados.


Hace muchos años que vive Cortina completamente
alejado de la vida pública, sin haber tomado siquiera po-
sesion de su cargo de senador, premio concedido á sus
merecimientos y servicios, y entregado á la abogacía, en
cuya carrera ha conseguido tanta reputacion como en la
de orador, y más utilidad que en la de político. Por más
que la envidia, la enemistad y l~s malas pasiones, traten




CORTINA. 283
de rebajar el merito de este personaje, Cortina será con ..
siderado siempre como una de las glorias del foro español
y de nuestra tribuna parlamentaria.


Discurso en contra. del ministerio de 1848.


« Señores: hasta qué punto s~a enojosa y desagradable la tarea
de hacer siempre oposicion, esto podrá comprenderlo el que, como
á mi me sucede, parece estar destinado á hacerla eternamente. Aun-
que diputado antiguo, yo no he disfrutado el placer de pertenecer
decididamente á la mayoria de la cámara, y de ver triunfar en ella


..


por compl~to mis principios. ¿Será quizás que la senda ó el camino
que he seguido hasta ahora sea eslraviado? Confieso, señores, que
frecuentemen te me ha asaltado esta duda real, y me ha atormenta-
do de un modo que no acertaria á esplicar debidamente. Pero que
al ver que las administraciones que he combatido no han hecho la
felicidad del país, por la que este suspira, ha renacido mi fé y me ha
vuelto á alentar para luchar de nuevo cnn la esperanza de que, plan-
teados mis prinripios por quien los comprenda, por quien tenga la
capacidad necesaria y la fortuna que es indispensable para plantear-
los, acaso se pudiera poner término á la triste é infecunda série de
reacciones por que estamos hace tiempo pasando; y hoy mas que
nunca, señores, me alimenta esta esperanza; porque jamás debe


. aguardarse con más fundamento la calma, que despues de la tem-
pestad, y los riesgos por que todos hemos pasado deben decirnos
algo l amaestrarnos para el porvenir. Un. solo camino hay, en mi
juicio, de salvacion, y grande será la responsabiJidadque tomen so-
bre si los que conociéndolo no lo sigan, anteponiendo sus intereses
privados y sus malas pasiones á lo que el bien del país y de la Eu-
ropa entera, de que no podemos ni debemos olvidarnos, exige de los
que tienen la alta mísion de gobernar los pueblos. Todavía los debe~
res del cargo de diputado, aunque no me alenlára esa esperanza,
me obligarian hoy á levantarme para condenar la conducta. del go~


"




284 DISCURSO EN CONTRA,
bierno, y para pedir que se -siguiera otra march,!- distinta á la que


ha seguido hasta ahora, preocupado por sucesos que en mi opinion
debia haber mirado con mas calma, y procurado dominar de una
manera más aeertada.


))No puedo pasar adelante sin decir 'que hoy mas que nunca me
es desagradable levantarme para combatir al gobierno. Hombre de
honor antes que hombre de partido, encuentro delante de mí un
obstáculo que me cuesta mucho vencer. Durante los dias de tribu-
lacíon por que hemos pasado, se han dirigido á mí muchos de los
desgracíados que con razou ó sin ella han sido objeto de las ilega-
lidades que, en m i juicio, se 'ha permitido el gobierno durante este
largo período, y exigIdo de mi que interpusiera en su favor mi es-
caso valimiento. ¡Cómo dejar de hacerlo, señores! Eran muchos
los respetos y los deberes que exigían que yo lo hiciera; pero ¿cómo
tampoco dejar de decir eh este momento solemne, que mis súplicas
y mis ruegos han .encontrado gran acog'ida en el gobierno de S . M.,
Y que á la bondad de los señores ministros de Gracia y Justicia y Go-
bernacion, á quienes he recurrido, se ha debido que se enjuguen
muchas lágrimas, que se eviten muchas desgracias? Yo no podria
hoy levantarme á combatirles sin pagarles antes este tributo de
reconocimiento; y permítaseme que haciéndolo así trace la linea que
separa al hombre pÚ1líco del hombre privado, y que convendria que
por nadie nunca fuera olvidada.


»Cumplido este de ber, voy á acercarme á las cuestiones que for-
man el objeto de este debate, y á examinarlas con toda la brevedad
que me sea posible, para no abusar de la bondadosa atendon que
me dispensa el congreso, por lo cual estoy tanto más reconocido,
cuanto que mis palabras no pueden ni deben tener más autoridad ni
valor que el que les dan la lealtad de mis sentimientos, la sinceri-
dad de mis intencíones, y la más completa abnegacion de todo inte-
rés personal, eh que á nadie cedo, si bien en todo lo demás reconoz-
co la superioridad de cuantos tienen la dignacíon de escucharme.


llEl objeto de estas grandes discusiones que tienen lugar en las
cámaras de todos los país~s organizados constitucionalmente, es ex a-


. minar la conducta del gobierno durante el período que ha tl'ascul'-
duo de legislatura á legislatura, y que á oidos de los que goLiernan




I>Jtt !\;¡N1STBRIO DE 1848. 285
lleguen las opiniones y los deseos del pais manifestados por el órgano
de los que le representan legltimamente. Esto hace, señores, lnescu-
sable la necesidad de que examinemos la marcha del gobierno, que
la aprobemos en lo que sea digno de aprobacion, que censuremos y
condenemos lo que en ella sea dígno de condenacion ó censura, y
hagamos Ilegal' á los oidos de los que mandan los clamores, las ne-
cesidades de los pueblos, porque solo as[ podremos cumplir con el
honroso encargo que se nos ha confiado, y vol ver á nuestras casas con
la frente erguida, cual cumple á I'epresentantes de una nacíon te!}
magnánima y tan digna de respeto como la española. De este prin-
cipio inconcuso es una consecuencia necesaria que en estas gran-
des discusiones debe examinarse la política esterior del gobierno y
la politíca interior, y esta es la division que desde luego hago dpl
discurso que voy ,á pronunciar.


J)Voy á ocuparme en primer término de la politica esterior del
gobierno, y á tratar las tres cuestiones culminantes que en mi juicio
presenta, diciendo fran0amente mi opinion resp"cto de ellas.


J)Pasaré en seguida á examinar la politica interior, fijándome
tr:nbien en varios de sus puntos culminantes, porque seria imposi-
ble, y además impropio de este sitio, descender á detalles y minu-
ciosos pormenores. Los ·señores diputados saben mejor que yo que
son tres los acontecimientos que ha ~abido en Europa que tienen
intima relacion y contacto con nosotros, y en)os que nos ha toca-
do hacer algun papel. •


. nVoy, pues, á ocuparme de ellos, aprobando lo que el gobierno
ha hecho respecto de alguno, manifestando lo que en mi juicio ha
drjado de hacerse, y, convendría haber hecho, fij ando como me sea
dado la marcha que en mi juicio debiera seguirse; y diré más, que
es indispensable sr Juir.


J)yo he oido, señores, con la más cumplida satisfaccion decir á
S. M. desde aquel sítio, y he visto con gusto tambien que la comi-
sion lo reproduce en el proyecto que discutimos, que se habian res-
tablecido completamente las antióuas relaciones de la católica ~spa­
ña con la Santa Sede, y no comprendo que pueda haber ningun es-
pañol que deje de haber participado de la misma satisfaccion. De es-
pp"ar era, señores, que as! sucediese, as! como debia esperarse que




286 DISCURSO E~ CONTRA
se restablecieran nuestras relaciones con las potencias que han acre-
ditado sus representantes cerca del gobierno de S. M. Desde que en
Roma, en Prusia, en Austria, en Cerdeña y otros puntos de Euro-
pa se plantearon instituciones liberales, era de creer, era inevitable
que renaciese la buena inteligencia con aquellos paises que, por ha-
berse liberalizado, por decirlo así, nuestro gobierno, habia desapa-
recido. Los sucesos que han conmovido la Europa debian dar este
resultado, y si no hubieran tenido lugar, puede asegurarse que aún
continuaríamos segregados de la mayor parte de ellos; porque no
hay que hacerse ilusiones: entre gobiernos liberales y gobiernos ab-
solutos no es probable franca, sincera y leal alianza. Pero mucho
vale, y me complazco en reconocerlo as[, el restablecimiento de las
relaciones de España con la Santa Sede; seria ciertamente sensible
que se hubiera conseguido este grande objeto á costa de indebidas é
inesplicables concesiones. Los reyes más antiguos de nuestra monar-
quía, los reyes absolutos, los reyes de derecho divino han sostenido
siempre con tesan y energía las que ellos llamaban regallas de la co·
rona, y con más propiedad pudieran llamarse hoy derechos impres-
criptibles de una nacion libre é independiente, como es la nacion
española.


llLejos corno el que más de los qué mandan, no puedo juzgar de
sus actos sino por los heohos públicos conocidos de todos, insufi-
cientes, como el congreso co~oce, para hacerlo con acierto, y á las
consideraciones que voy á presentar precede la solemne oferta, por
tanto, que hago de retirarlas si fueran inexactas. Hay un hecho de
todos conocido, de suma gravedad, de la más considerable impor-
tancia, que tiene relacion con el objeto de que me ocupo, y que es el
punto de partida que escojo para las reflexiones que voy á hacer.
Todos los señores diputados saben que á los obispos presentados por
nuestra reina durante la guerra cIvil se les ha exigido que renuncien
á los derechos que la presentacion les habia otorgado. No tema el
congreso que entre en la cuestion canónica á que esto pudiera dar
lugar. No tema tampoco que vaya á examinar profundamente este
hecho; comprendo que, hallándose ya consumado, debe pasarse so-
bre él ligeramente; pero sI me atl'everé á preguntar: ¿ha sido esta
una. concesion que se ha hecho para restablecer nuestras relaciones




'DEL MINlSTlmio DE 1848. 287
con la Santa Sede? No pienso que el gobierno de S. M., que tiene la
bondad df1 escucharme, quiera echar sobre otro gobierno que le pre-
ceda la obligacion de responder á esta pregunta; porque si bien es
verdad que este hecho ha ocurrido durante otra administracion, tam-
bien es cierto que el restableoimiento completo de las relaciones ha
sido durante el actual ministerio, y de su deber era remediar cual-
quier error que antes se hubiese cometido. ¿Ha sido una condicion
exigida, repito, ha sido una concesion que se ha hecho?


))Sí tal ha sucedido, no vacilo en asegurar que se ha cometido
una de las mayores faltas que se pudiera haber permitido un gobier- .
no español. ¿Era por ventura la causa de esas exigencias que falta-
sen á los prelados presentados las condiciones que se exigen para
aspirar á tan alta dignidad? Yo creo que no s,e contestará afirmati-
vamente á esta pregunta, pues entre los presentados habia varones
eminentes y distinguidos, á los cuales nadie se atreverá á decir que
les faltaron las cualidades por los cánones señaladas. Otra causa,
pues, ha habido; otra es la consideracion que se ha tenido presente
para hacer semejante exigencia, para otorgar tal concesion, y des-
pues de haber meditado mucho sobre esto, no hallo oJra que la de
dudarse de la legitimidad del gobierno que hizo las presentaciones,
y no entiendo cómo ha podido pasarse por esto, cómo ha podido
consentirse, cómo ha podido permitirse que se establ~ciera ese su-
puesto, y que se partiera de él para obtener el restablecimiento de
unas relaciones que importaban mucho, es verdad, pero que se hu-
biera logrado restablecer mas ó menos tarde, ocupando la silla pon-
tificia un personaje tan augusto, tan distinguido y tan conocedor del
estado y necesidades de la Europa como Pio IX.


• ))Otra consideracion voy tambien á presen tar al congreso, y
aunque no sea de tanta seguridad el punto de partida de ella como
el anterior, no deja de ser menos verdadero. ¿Es cierto, preguntaré
al gobierno de S. M., que se ha exigido para hacer la nueva presen-
tacion de obispos la conformidad prévia de alguna persona ajena al
gobierno, y que no teuia, ni por su posicion ni por otros titulos de-
recho á intervenir en semejante cosa? Me apresuro á decir, porque
me gusta ser justo, que segun mis noticias, mas ó ~enos exactas, el
gobierno de S. M. no aprueba ese paso, s1 es que se ha dado; pero




288 DIscllRSO EN CONTRA
...


flstO no se opone á que sea cierlo, á que se haya verificado; y yo pre-
gunto: ¿qué papel se ha hecho desempeñar á nuestra reina consin-
tiendo semejante cosa? Si se ha exigido prévÍ'amente para ejercer la
pl'erogatiya de presental' obispos, la vénia de la personfl. qUA debía
confirmarlos, ¿qué papel, vuelvo á preguntar, ha hecho nueslra reina?
¿Rs por ventura el que han desempeñado nuestros antiguos reyes,
exigiendo y obteniendo las confirmaciones hasta de personas á quie-
nes se negaba acaso fundadamente?


llHe creido que era indispensable llamar la atencion del congre-
so y del gobierno sobre tan importante asunto. Segun mis noticias,
no está aun concluido; algo resta por hacer, y justo es· que de con-
suno corramos á que se remedie cualquier error que se pueda habor
cometido, y á que las cosas vuelvan al punto de que no debieron
apartarse, pues á todos nos importa defender las prerogativas del
pals, porque todos debemos tener interés im que no sean men-
guadas.


»Voy á otra cuesUon, relativa tambien á Roma, que es de gran-
de interés, de suma trascendencia, y de la cual no concibo siquiera
cómo puede dejarse de hablar en esta solemne é importante ocasiono
Aludo á los últimos acontecimientos de aquell(j. ciudad, para siem-
pre célebre. Yo he visto, señores, con un verdadero sentimiento, que
el Sumo Pontífice se haya ere ido obligado á abandonar la capital del
Orbe católico, y á buscar un refugio en pals eslraño. Acontecimiento
es este de la mayor gravedad y de la mayor trascendencia. La mo-
narqu[a romana y su completa independencia son, á mi juicio, una
necesidad de la actual Europa, y los que alcanzan los sucesos por
que está llamada á pasar quizás la presente generacion, no pueden
menos de interesarse, en todo lo que pueda poner en duda esa moríar-
qula y su completa independencia. Los que deseamos tambien la
emancipacion de los pueblos, y yo me cuento en ese número, por 103
medios legales; pacíficos y tan dignos de tan noble causa, no pode-
mos ver sin el más profundo pesar que se inaugure esta emancípa-
cion en ninguna parte por un asesinato, cualquiera que sea la vlcti·
ma de él; pero mucho más siendo tan ilustre como el SI'. Hossi, con
cuya amistad me honraba, cuyas sabias y profundas lecciones he
tenido el gusto de oir con religioso respeto, y que no titubeo en de-




DEL MINISTERIO DE 1848. 289
cir que era la honra y la gloría del presente siglo, y que su pérdida
no podrá clerLamente repararse.


llApruebo por lo tanto sincera y lealmente que el gobierno de
S. M. se haya apresurado á ofrecer al Pontífice asilo en nuestro país
eminentemente católico, porque nadie mas que España, España toda
católica, tenia el deber de prestar ese servicio al jefe de la cristian-
dad, al que personifica en la tierra su única y uniforme creencia.
Pero no puedo prestar igual conformidad, sin que se me dé al menos
esplicacion cumplida; á la ofe¡;ta de apoyo hecha al roma!l0 Pontlfice.
Esa es una palabra, señores, que necesita esplicarse para .que poda-
mos votar el párrafo de la comision que reproduce el del discurso de


. ..


S. M., y es indispensable que comprendamos bien su sentido, lo que
significa, lo que por esta palabra apoyo querernos decir..


llYO por mi parte, que tengo opinion muy resuelta sobre estas
materias, voy á deeir cuál es, sin aguardar las esplicaciones qúe
creo se apresurará á darnos el gobierno de S. 1\1. ¿Se trata, señores,
del poder espiritual del Pontifice? ¿Se trata de conservarle en el
puesto de jefe único de la Iglesia católica que alguien le disputa?
¿Puede haber algun temor sobre esto? Si tal es el caso en que nos
hallarnos, apruebo el apoyo en toda su e~tension sin límítacion ni
reserva ninguna. Y creo que el gobierno y la nacíon española " no
solo están en el deber indisputable de prestársele, sino que iIlcurri-
rian en un grave error no prestándolo.


»¿Se trata del ~oder temporal del Papa? Aquí varía mucho la
cuestion; para emitir mi opinion sobre esto, es para lo que deseo
que se den esplícaciones. Si por apoyo se quiere dar á entender que
el gobierno de S. M. empleal'á todos los medios morales que estén á
su alcance para conseguir que el Sumo Pontífice, á la vez que jefe de
la Iglesia católica, sea rey de Roma, sinceramente lo apruebo; mi
escasisima y débil cooperacion la prestaré con mucho gusto para
lograr este objeto; porque considero, señores, que las naciones todas
tienen un derecho inconcuso para influir por esta clase de medios, á
fin de que las cuestiones que surgen de otras se decidan corno con-
viene mejor á su propio interés y circunstancias, y creo que conviene
y tiene interés la católica España en que el Sumo Pontífice sea rey de
Roma. Pero si de emplear medíos materiales se trata, y el gobierno


TOMO n. 19




InSCURSO ~NCONfRA
verá 'que hablo hipotéticamente, jamás podrá oontaroon iI1i 'loto,
insignificante y todo como es, para eno; porque, señores, 'lasque en
las playas de la isla gaditana peleamos en 1823 contra los f 00.000
hijos de San Luis, que á la sombra de una malhadada intervencion
vinier(ln á arrebatarnos nuestras instituciones; los que llevamos al
pecho el honroso distintivo de los que protestaron hasta donde pu-
dieron contra el horrible abuso de la fuerza decretado en los con-
gresos de Viena, Aix, Troppau, Leibach y Verona, no podemos, sin
ser inoonsecuentes, consentir que se viole en ninguna parte el princi-
pio por que cqmbatimos los primeros años de nuestra vida, y en que
cafla dia hemos tenido ocasion de afirmarnos más y más.


»Los pueblos, señores, tienen un indisputable derecho á consti-
tuirse como estimen conveniente, y este es un derecho que tan inútil
es exigir que se consigne en la constitucion, como estupidez se nece-
sita para negarlo. ¿Hemos pensado siquiera en sostener la rama pri-
mogénita de los reyes de Francia cuando cayó? ¿Hemos pensado
tampoco hacerlo de la menor? No, señores; hemos respetado y reco-
nocido lo que la Francia ha hecho por su soberana voluntad, á pesar
de ser contraria á la opinion y á los intereses de los que á la sazon
gobernaban el país. Si tal ha sido nuestra conducta respecto á un país
poderoso, ¿ con qué justicia intentaríamos ahora intervenir en otro
que no tiene menos dereoho que Francia para constituirse por si
independiente y á su placer? ¿Seria porque alli podríamos ta'! vez
hacer 1(1 que en'Francia nos era vedado?


nSi €sto se dijese, seria añadir á la injusticia la inmoralidad más
oompl€ta; seria erigir en principio regulador del mundo la fuerza,
cosa que no puede sostenerse sin esponerse á graves peligros. Yo
creo, señores, que las re~puestas que he dado á las hipótesis que he
establecido en la cuestion, tienen el asentimiento de la mayoría de
cuantos me escuchan; porque no concibo que exista nadie que tenga
sentimientos de nacionalidad, que no quiera que se respete este dere-
cho imprescriptible de todos los pueblos, para que á su vez sea res-
petado en su país si en alguna oc~sion se ve en necesidad de invocar-
lo. Dénsfl, ,pues, esplicaoiones sohre la oferta del apoyo: no votemos
una palabra que' es misteriosa, y que pueda interpretarse como se
quiera lo que significa en el porvenir: sepamos lo que votamos: diga-




DEL IDNISTBRfO DE f. 848. 291
nos el gobierno franca y lealmente si por apoyo entiende medios mo-
rales ó materiales, y que cada cual vote segun crea conveniente, y
nadie tenga escusa en el porvenir, ni puéda deci!' yo voté en tal ó
cuál inteligencia. Espl1quese antes, y así podremos ver de quién es-
tará la responsabilidad de lo que puede sobrevenir .


. nHay otra consideraciun tambien de alta polfÚca- que exige se
den cumplidas esplicacionos. Sabido es, señores, que esta cuestion
en el aclo está pendiente, y que en ella conviene una marcha pru-
dente para terminar pacíficamente los disturbios ocurridos; y podrla-
mas incurrir en una grande responsabilidad si por hacer un indebido
alarde de fUeI'zas comprometiésemos la resolucion pacifica de tan
grave cuestiono Y no olvidemos, por último, que la expiacíon en los
errores politicos es inevitable, y que la España, que sostiene con más
energla y decision que ninguna nacían de Europa un gran principio
contra el cual podria haber algun dia alguna intervencion armada,
justo es que tenga derechos adqiliridos para repelerla en su caso,
obrando en esto de acuerdo con los hombres de más opuestas ten-
dencias.


»Otro de los acontecimientos graves que han ocurrido en Europa
ha sido el establecimiento de la república en el vecino 'reino de
Francia. Yo apruebo respecto á él lo que el gobierno dice, y apruebo
tambien sinceramente lo que la comision propone; porque creo,
como el gobierno y la comision, que las relaciones de -España con
Francia deben ser siempre leales, sinceras y amistosas, como lo exi-
gen la vecindad y los intereses de ambos paises. Pero al mismo tiem-
po que apruebo sinceramente, y lo vuelvo á decir, esta manifestacion
del gobierno antes, y de la comision despues, creo que no podemos
ní de~emos olvidar que si la nacion francesa es grande y generosa;
si tiene titulas á la admiracion del mundo entero, y á. la nuestra por
consiguiente, tanto en el último siglo como en el presente, hemos
debido á su gobierno casi todos los males por que ha p'asado nues-
tro desgraciado pals. Lo mismo, señores, el absolutismo que el im-
perio; \0 mismo \a antigua república que' la restauracion; lo mismo
la I'ama primogénita de sus reyes' que la menor, han creido que la
España es un satélite de aquel pais, obligado á girar constantemen-
te en su órbita, y á, vivir sujeto á su voluntad y á su influencia¡ y




292 DISCURSO lN CONTRA
hoy, mas que nunca, señores, es indispensable que nos precavamos
contra los males que esto nos pu~de ocasionar. La Francia, .en mi
humilde opinion, está llamada á pasar por grandes vicisitudes.


))La grande mayorla que ha obtenido su actual presidente contra
la de la asamblea nacional, revela que esta no era la verdadera es-
presion de la voluntad y de las opiniones del mayor número de los
franceses: la distancia y variedad de intereses que separan á las res-
pectivas fracciones ó partidos que han votado al representante del
imperio, hacen dudar del porvenil' de lo que acaba de crearse'.


»Ahora mas que nunca, por consiguiente, es indispensable que
,'ivamos prevenidos, y que la linea de conducta que se siga sea tal
que nos libre del mismo modo del compromiso de contribuir á una
restauracion que de hacer esfuerzos para sostener principios que no
son los nuestros. Ruego al gobierno de S. M. que tenga 'por tales
estas indicaciones, y que no las olvide en la linea de conducta que
trace con la nueva república, cuya prosperidad sinceramente deseo,
porque nada hay por hoy por la Francia mas que la república, y
hago votos por que su marcha sea justa y tolerante, porque la justi-
cia y la tolerancia puedan únicamente consolidarla.


»Otro acontecimiento gravísimo que se roza muy especialmente
con nuestro gobierno es el rompimiento de nuestras relaciones con
la InglatelTa. Sensible es siempre, señores, muy sensible verse en la
necesidad de romper las relaciones diplomáticas que se mantienen
con un país, pero lo es mueho más cuando se trata de una nacion
con quienes nos unian tantos vínculos de amistad, y hasta de agra-
decimiento, como nos ligan con la Inglaterra. No pongo yo en duda
ni remotamente el derecho que tiene todo gobierno para es pulsar
al embajador de un reino estranjero que conspire contra él. Si recor-
remos los autores que han escrito sobre el derecho de gentes desde
el principio de esta ciencia hasta nuestros dias, ve¡:emos reconocido
por todos el derecho que tiene todo gobierno para obrar en seme-
jantes casos de la manera que la conveniencia del país á cuyo frente
se halle exija. Así qne yo, señores, reconozco ese derecho en el go-
bierno español; le recono~co del modo más espllcito , y le tengo por
un principio inconcuso que no se puede combatir ni poner en duda.
Pero si de las teorlas venimos á la práctica:, si recorrernos la histo-




DEL MINISTERio DE 1848. 293
ria, ya de Francia, ya de España, y aun de la misma Inglaterra,
veremos que ese derecho, en teoría I'econocido, ha sido puesto en
ejectlcion constantemente cuando ha habido causa para ello, sin que
por nadie se haya. negado. En el año de 1608 fué espulsado de París,
despues de haber sido detenido, interrogado, y reconocidos sus pa-
peles, el secretario de la embajada española, porque se suponia. que
estaba mezclado en una trama ó conspiracion que tenia por objeto
entregar á los españoles la ciudad y puerto de Marsella; y Enri-
que IV, señores, ese gran rey, respondió al embajador español cuando
reclamó sobre esta medida, que no solo al secretario de la embajada
habia mandado espulsar, sino que con-el mismo embajador hubiera
hecho otro tanto si hubiese dado los motivos que aquel. En la mis-
ma Francia, en 1628, fué detenido, interrogado y espulsado despues
de haber sido reconocidos sus papeles, conduciéndolo á la frontera
con escolta, el embajador de España, llamado Celarnara, á quien se
acusaba de haber entl'ado en una conspil'acion que tenia por objeto
combatir la regencia del duque de Orleans. En nuestrQ país, seño-
res, un gran rey tambien, . no solo reconocia ese principio que por
su parte estaba dispuesto á ejecutar, sino que dirigió una carta á
todos 108 príncipes de Europa, en que les escitaba espresamente á
que cuando alguno de los embajadores de España abusara de sus
derechos é inmunidades, fuera juzgadO conforme á las leyes del mis-
mo país á que faltase. Esto dijo Felipe II en la carta que dirigió á los
prfncipes de la cristi.andad que refiere Vera en su obra, titulada: El
perfecto Embajador. Vamos ahora á la Inglaterra.


nEI año de 1716 el gobierno inglés espulsó de aquel reino al
embajador de Suecia Lyllnoberg, acusado de complicidad en el pro-
yecto que habia en favor de los Stuardos, y se decia estaba ligado al
desembarco de Cárlos XII en el Reino-Unido. Más adelante tambien
la misma Inglatena espulsó al mismo embajador español Mendoza, á
quien se acusaba de toma.I' parte en las conspiraciones qlle se fra-
guaban contra la reina Isabel; y sllcedi6 más: que envió un encarga-
do á la córte de ~spaña para que mani.festára los motivos que habia
tenido aquel gobierno pala arioptar semejante medida. No quiel'o
cansal' la atencion del congl'eso presentando más ejemplos, como pu-
diera hacerlo. Pero quede sentado que, lejos de combatir ese dere-




294 DISCURSO EN CONTRA.


cho, lo reconozco, y ningun cargo se podria hacer al gobierno por
esto, si ha tenido razon para obrar así. Reconocido el derecbo, lo
que debemos examinar es si ha sido bien ó mal ejercido, si ha habi-
do ó no moti vo para es pulsar de España á Sir Henry Bulwer, y si se
han empleado las formas convenientes para practicar y llevar á cabo
esa medida. Conviene antes á mi propósito decir que los que so-
mos ajenos á las medidas del gobiemo, los que estamos lejos de él,
no podemos hablar en estos asuntos sino por lo que de público se ha
dicho aquí y fuera de aquí. Así que cuanto yo diga está fundado en
esos dichos, y más especialmento en lo que resulta de la correspon-
dencia que ha mediado entre los dos gobiernos, correspondencia que
está sobre la mesa del congreso, y que aun cuando yo la habia leido,
he vuelto de nuevo á leer. En esta correspondencia, señores, he en-
contrado que entre las causas que el gobierno de S. M. ha tenido
como fundamento para adoptar esta medida, que no califico, hay
algunas que si fueran ciertas y estuvieran probadas, serian suficiente
para justiacar semejante procedimiento, y hay otras que aunque es-
tuviesen probadas no bastarÍ'ln á disculpar medida tan grave. Voy á
presenta,' las unas 'y las otras, porque quiero recorrer Iígeramente la
cuestion para no crear embarazos con mis palabras á las negociacio-
nes que pueda tener entabladas el gobierno, y porque deseo, como el
que más, que se venzan todas las dificultades que puedan oponerse á
que esta cuestion tenga un término pacifico y conveniente. Las cau-
sas que yo he encontrado en la correspondencia que el gobierno ha
puesto sobre la mesa, que sí estuvieran probadas, en mi humilde
opinion, serian bastantes para justificar el paso del gobierno, se re-
uucen á las siguientes: Primera, haberse mezclado Sir Henry Bulwer
en conspiraciones contra el gobierno de S. M. Segunda, la mision
que se supone desempeñó el coronel Fitah en algunas provincias de
España. Y tercera, la participacion de Sir Henry Dulwer en la sedi-
cion de Sevilla. Si esto fuera cierto, si esto constara de un modo
evidente, si viésemos las pruebas de ello, mi voto seria el primero en
favor del gobierno, y no vacilaría en decir que Sir Henry Bulwer
habia sido bien espulsado de España. Pero en cuestiones de esta gra-
vedad, cuando se trata de que el congreso de diputados de la nacían
española dé uu voto de aprobacion á 1<\ conducta del gobierno, es na·




DEL. Ml~ISTERIO, DE 1848. 295
cesario que los diputados tengan la más intima. y profunda convie-
cion de que el gabinete ha obrado bien, es neoesario que se nos pIle-


. selilt en pruebas de que obró con fundado motivo, con causa justa;
porque yo de mí sé decir que aunque se sentaran en ese banco mis
más Intimos amigos, jamás daria mí aprobacioon en un caso de ,esta
espede sin conocer todos los pormenores y las rarones que pudieran
haber tenido los ministros, pa"ra de este modo formar mi juicio y


, ,


votar con una entera y completa seguridad; de otro modo no podría
darles mi aprobacion. Yo he reoorddo, señores, esa oorrespondencia;
he busoado las pruebas de los asertos del gobierno, y no he hallado
lo que buscaba; no he encontrado las pruebas que deseaba, y sin
conocerlas no puedo dar A esa medida mi aprobacion.


llLas otras causas que en mi concepto no pueden justificar el,
paso del gobierno, aunque fuesen como se presentan, son las siguien-
tes: relaciones de sir Henry Bulwer con hombres del partido opuesto
al gobierno; asilo otorgado en la casa de la embajada A hombres
comprometidos en los movimientos de marzo y de mayo; oro estran-
jero encontrado en poder de los sublevados; modo destemplado con
que se esplicaba, hablando de la política del gobierno, D. CArlos
Samsom, amigo partícular de Sir Henry Bulwer.ll Ninguna de es~as
causas, aunque estuvieran suficientemente probadas, hubieran bas-
tado para autorizar semejante medida; ninguna era bastante para
que el gobierno se hubiera decidido á romper las relaciones con una
nabion que de tan antiguo las ha mantenido muy estrechas con la es-
pañola. ¿Puede decirse que sea motivo ni causa de sospecha que el
embajador de Inglaterra tuviera relaciones con hombres opuestos
al gobierno? ¿Ha olvidado el gobierno de S. M. que algunos de sus
individuos han mantenido relaciones con ministros estranjeros en
época:s en que gobernaban otros hombres? ¿Hubieran aprobado que
por este motivo se hubiese pr.etendido despedir al embajador que
m antenia esas relaciones pl'Ívada's? Yo, de mi sé decir, señores, que
he tenIdo relaciones de amistad con Sir 'Uenl'y Bulwer, y puedo ase-
gurar, bajo mi palabra de honor, que nunca, jamás he advertido en'
las conversaciones que tuve con este señor, que pudiera pensar en
tomar parte ni fomentar ninguna clase de conspiracion contra el go-
bierno. Pensaria lo que quisiese de .la politica del gabinete; pero es-




296 • DISCURSO EN CONTRA
toy persuadido de que nunca pensó mezclarse en ningun género de
conspiraciones. lQue daba asilo á hombres de opiniones opuestas al
gobiernol ¿Y es el partido moderado el que puede quejarse de esto?
¿No han recurrido sus hombres á esos asilos para· evitar persecucio-
nes? Y cuidado, señores, que no hablo yo as! porque alguna vez haya
.recurrido á ellos; pues si bien en más de una ocasion de persecucio-
nes se me ha brindado para. que fuera á refugiarme á alguna emba-
jada, no lo he aceptado, porque tranquilo con el testimonio de mi
conciencia, jamás me he ocultado, aunque pudiera, y tal vez debiera
haberlo hec~o. ¿Pero es el partido moderado por ventura el que tie-
ne derecho para invocar esta circunstancia como fundamento para el
rompimiento de nuestras relaciones con la Inglaterra? ¿Pues qué, la
mayor parte de sus hombres no han buscado ese mismo asilo en
ocasiones criticas? ¿No han hecho más? ¿No han erigido en principio
lo que yo ciertamente no reconoceré? ¿No han otorgado el titulo de
baron del ~silo á un diplomático estranjero que se pasea por las ca-
lles de Madrid sin más motivo (aparte sus méritos) que el de haber
acogido en situaciones análogas á hombres que han podido compro-
meterse en conspiraciones contra el gobierno? Y cuidado, que yo no
profeso con exageracion el principio del asilo; yo reconozco derecho
en un gobierno para allanar la casa de un embajador cuando en ella
se alberguen personas que conspiren contra él. Pero á la vez que re-
conózco esto, se me habrá de conceder que en España ha sidoesta una
práctica inconcusa que ha tenido lugar en todas las épocas por que
vamos pasando, y que la reproduccion de ese mismo hecho en las cir-
cunstancias á que alude el gobierno, no ha podidojnstitlcar de modo
alguno la medida que ha adoptado. Y tanto menos, señores, cuanto
que de la correspondencfa que he examinado, resulta que el gobiel'llo
de S. M., ó por lo menos el señor ministro de Estado, tenia conoüi-
miento de que habia personas refugiadas en casa de Henry Bulwer,
y hasta habia entrado en conferencias con él para facilitarles pa-
saportes, á fin de que salieran de Madr"id.


))Obrando de esta manera se reconocia el pribcipio de que el asilo
era una cosa permitida, y hasta se entraba en negociaciones con ese
ministro estranjero para faciHtar la evasion de algunas personas re-
fugiadas en· su casa. Así está éonsignado en esa correspondencia,




DEL MINISTERIO DE 1848. 297
porque de otra manera, ni lo sé, ni lo puedo ,saber. Y, señol'es, ¿no
era mucho más franco y leal que en vez' de haber recurrido más
tarde á ese pretesto, se hubiese dicho al representante de la nacion
británica que el gobierno de S. M. no podia tolerar permaneciesen
en su casa los refUgiados, y aconsejarle que pusiera término á esa
especie de asilo que otorgaba en ella? Poco diré del otro estremo, del
oro estranjero que se encontró á los sublevados; me limitaré á I'e-
cordar, señores, lo que dijo en su bando el capitan general de Ma-
drid. Basta esta cita, porque. ninguna puede darse más autorizada
para desmentir esá asercion. Tampoco me ocuparé de demostrar has-
ta qué punto es insignificante lo que se dice de la amistad de Sir
Henry Bulwer con Cárlos Samsom. Yo que como abogado del Banco
de la Un ion he hablado repetidas veces con Cárlos Samsom, le he
oido decir que no aprobaba la conducta del gobierno; censurarla
duramente si se quiere; pero de que D. Cárlos Samsom, amigo de
Sir Henryllulwer, se espresára con más ó menos violencia y pre-
vencion respecto del gobierno, ¿se sigue que debiel'a ser este espul-
sado? ¿Es esta una razon que puede invocarse siquiera tratándose de
cuestiones de esta gl'avedad? Pero lo que no puede ni debe pasar des-
apercibido, y es digno, en mi juicio, de una severa censura, es la
idea consignada en esa nota de que Sir Henry Bulwer corria riesgo
en el pueblo de Madrid. Yo pregunto al gobierno de dóndevenianesos
riesgos. No se atreverá ciertamente á decir por esta vez que venian
de los sublevados, aunque si tal dijera caeriaen contradiccion. No se
concibe que Sir Henry Bulwer estuviera en cornbinacion con los su-
blevados y temiera de ellos. De otro lado venlan, pues, los riesgos.
Ni la noble y leal guarnicion de Madrid podia inspirarlos, ni tampoco
hay fundamento para decir· que las personas que sostenian la marcha
del gobíerno en aquellos dias pensáran en apelar á semejantes me-
dios para librarse de un enemigo peligroso. Y si esto no es cierto,
pues yo no puedo creer que los amigos del gobierno amenazaban la
vida de Sir Henry Bulwer: ¿cómo hLl podido recurrirse á un medio
de ataque que estaba desmentido por sí mismo, que era ofensivo á
los pensamientos y lealtad del pueblo español, y que no debía de ha-
ber salido de los lábios del gobierno? Yo quiero conceder que las
causas que he calificado de suficientes para justificar la espulsion de




298 DISCURSO Ellí CON,TRA
Bulwer fueran ciertas; quiero conceder que las otras que son de Lodo
punto insuficientes fueran bastantes.


I)Todavía encuentro una gran falta; falta que consiste, por de-
cido asl, en las formas con que se ha dado este paso. ¿No era pru-
dente, cuando el gobierno adquirió la conviccion profunda de que Sir
Henry BulweI: conspiraba contra él, que le hubjera advertido, que le
hubiera requerido para que se separase de esa senda estraviada en
que se encontraba, haciéndole entrever los riesgos á que se esponia
y los compromisos en que iba á verse envuelto? ¿No era legal, justo
y conveniente, si estos medios no bastaban, dirigirse al gobierno de
la nacionbritánica quejándose de su ministro y pidiendo su sepa-
racion? Se me dice: (tEso se ha hecho; precisamente el gobierno ha
dado ese paso.»


»Pero los señores á quienes ha ocurrido es~ idea para contestar-
me no deberán olvidar que si bien es cierto que se pasó esa nota
pidiendo la separacion de Sir Henry Bulwer, tambien es cierto que
el ministro de S. M. en Lóndres la retiró á consecuencia de nuevas
instrucciones que recibió del gobierno. De modo que es como sino
se hubiera pasado; y este hecho importantlsimo en esta iluestion se
encuep.tra consignado en la nota riúmeI'o 17, pasada por nuestro
embajador al lord Palmerston, en que hace reseña de todos los an-
tecedentes. La nota, pues, una vez retirada, es como si no hubiera
existido; es más que si no hubiera existido; pues envolvia una especie
de reconocimiento de que las razones ó motivos {!ue habian impul-
sado á hacer la reclamacion habian desaparecido ó se habian-modifi-


. cado, hasta el punto de creer que ya no habia razon para exigir lo
que antes se exigia.


»Ha cometido, pues, dos faltas graves el gobierno de S. M.; fal-
tas que han producido el triste resultado que todos lamentamos yel
gobierno el primero. No hablaré sino muy de paso de otras faltas
que tambien son indisculpables. El'-gobierno debia conocer que las
comunicaciones que mediaban. sobre este asunto debieran ver algun
dia la luz, y ha debido abstenerse de usar ciertos nombres, de haDer
alusion á ciertas cosas, que no son seguramente propias de 'esta
clase de documentos. Yo no soy hombre muy entendido en matería
de diplomácia, pero creo que cuando se trata de asuntos de cierta




, DEl¡ lIH;N~TBWO DÉ 1848.
especie) hay medios da. hace/;'lo si~ apelar á los que, ha usado el go-
biérno. Ha,y, poi' ejemplo., el arbitrio. d,.e hacer. cOilljlnica.ciones de pa-
labra de ministro á ministro; hay el arbitrio. de eSGr.ibir not-as confi-
denciales, hay el arbitrio de encargar al ministro que comunique las
notas a! gobierno cerca del cual está acreditado, sin entregar copias
de ellas. Pero de ninguno de estos medios se valió el gobierno, y
consignó en documentos que debian ser uo. dia públicos los nombres,
de personas, por muchos titulas dignas de respeto, obrando con una
inconveniencia que no deb,ia serie de buenos resultados en. el por-
venir.


IlConcluiré sobl'e esto diciendo que á mi me ha causado un ver-
dadero dolor, un verdadero sentimiento, español como soy antes que
todo, haber visto que un ministro estranjero ha tenido que tomar su
pluma y levantar su voz para' defender al pueblo español que habia
acusado nuestro gobierno. Lord ~a.lmerston ha tenido que decir al
gobierno español que en España no hay asesinos, que no puede
cre~r que Sir IIenry Bulwer hubiera corrido los peligros que su-
ponia.


IlAcabo de presentar, señores, bajo el aspecto que á mí, prof.ano
como soy á los misterios del gobierno, me es dado ver, la que puede
llamarse cnesUon inglesa; pero ya sea lo que acabo de decir exacto,
ya pretenda negarse Stl exactitud, lo que creo es que en. el proyecto
de contestacion que discutimos hay un vacio que importa llenar.
Todos los señores individuos de la comision, todos los señores dipu-
tados, y el gobierno de S. M. tambien, desean el restablecimiento
de las relaciones de España con Inglaterra. El estado de Europa, el
estado del país, lo exigen imperiosamente. La Europa está. llamada
á pasar preoisamente por vicisitudes cuyo término, en mi hl;lmilde
opinion, ha de ser que vengan á encontrarse de frente, y acaso den-
tro de pooo, la libertad y el absolutismo; y yo creo, señores, que es
de indispensable necesidad y de grande importancia la alianza es-
trecha y sincera de todos los países -que tienen instituciones libres,
porque solo á esa unían puede deberse el triunfo de nuestra causa.
Inglaterra en otra época, en otro período, y esto debemos reoono-
cerio, ha contribuido eficazmente al triunfo de la causa de doña Isa-
bel 11 y de los principios liberales que personifica en España¡ y no




300 DISCURSO EN CONTRA
hay motivo ninguno para dudar; antes los hay poderosos para ase-
gurar, que hoy por lo menos puede oontribuir la buena· inteligencia
oon ella á la estinoion de la guerra oivil que aflige al país, y que
todos estamos interesados en ver concluir.


oNo se crea, señores, que yo pudiera imaginar siquier<;t, y el
que lo haya oreido me ha hecho un agravio, que ni la oomision, ni
el gobierno, ni el congreso de diputados de la nacion española se ol-
vidarán jamás de su propio decoro. Yo no quiero ver nunca al go-
bierno de mi país, aunque se componga de mis adversarios, abatido
ni humillado, porque he dicho muchas veces, y repito ahora, que
soy antes que todo español. Yo quiero, deseo, y oontribuiré oon mis
escasas fuerzas á que se realioe ese grande objeto, oonservando en
su lugar el decoro del gobierno y del país; pero los que hayan po-
dido oreer que yo me olvidAra de esto, lo oual nunc~ era posiblE'l, to-
davía habrán de convenir oonmigo en que estas ouestiones se hacen
á veoes ouestiones de amor propio, y que la grande importanoia que
tienen en su origen se suele rebajar hasta convertirlas en una mera
é insignifioante cuestion personal. Cuando se interesa en ello el país,
ouando el estado de la Europa exige que se ponga término á un su-
ceso desagradable y funesto, ¿ no es justo sacrificar algo de esas
ouestiones de amor propio, de esas cuestiones personales, para con-
seguir tan grande y legitimo objeto? ¿No hemos visto grandes hom-
bres politicos sacrificar su persona á objetos menos importantes sin
duda? ¿No hemos visto en esa misma Inglaterra á un respetable mi-
nistro dejar su puesto, A pesar del apoyo de la mayoria oon que oon-
taba, y dejarlo solo para deoidir una mera oueslion de derecho so-
bre el azúoar? Este patriotismo y esta abnega.cion, ¿por qué no han
de ser imitados? ¿No quedaria conseguido el obj8to que todos desea-
mos, haciendo una concesion de esa especie? ¿Y no pudieran conse-
guirse con esta otras más importantes? Apelo al buen juicio del
oongreso, apelo al buen juicio del pais. .


o He concluido, señores, la politica esterior, al menos en lo que
yo he creido debia ocuparme de ella. Voy á entrar en la política in-
terior, limitándome, como dije al principio, no á todo lo que en ei
periodo trascurrido ha pasado, aunque ha sido muoho, sino á aque-
llas cosas más culminantes y notables, y de que no puede ni debe




DEL MINISTERIO DE 1848. 301
honrosamente prescindirse en semejantes discusiones; y despues de
haber p~ociIrado reducir etnúmero de estas cosas todo lo que me ha
sido posible, escluyendo aquellas que eran á mi juicio de un interés
secundario, he venido á concluir en el último análisis, que son seis
las (Josas de que debo ocuparme.


))La primera es el abuso que se ha hecho de la autorizacion con-
cedida al gobierno en 15 de marzo de 1848: la segunda el abuso
que tambien se ha hecho de otra autorizacion concedida el 19 de
marzo de 1848; esta última para plantear el código penal: la tercera'
el ataque directo que se ha dado á la inviolabilidad de los diputados:
la <fuarta el ataque directo tambien á la imprenta: la quinta la usur-
pacion de la autoridad legislativa sin necesidad, sin resultado: la
sesta y última es el estado triste y lamentaQle en que se encuentra
el pais ..


llSeñores, voy á ocuparme del primero de los puntos que he di-
cho iba á examinar respecto á la pallUca interior del gobierno; pero
antes de entrar en él voy á hacer una protesta solemne, y de que
quiero se tome acta, porque tal vez algun dia tendré necesidad de
recordarla. Esta protesta consiste en que tengo formada la resolu~
cion irrevocable de no tornar parte ni auxiliar ningun pensamiento
revolucionario del pais. Me he convencido hace tiempo de que las re-
voluciones por que estamos pasando frecuentemente son, mas bien
que revoluciones por principios, revoluciones por intereses; y yo que
no busco intereses de ninguna manera, por ningun camino, estoy
irrevocablemente resuelto á no tomar parte en ningun pensamiento
revolucionario. Creo más: creo que las revoluciones hacen imposible
el gobierno de los mismos que triunfan; y como lo que yo deseo es
gobierno, no quiero ir por semejante medio á mi fin. Por último,
quiero que se sep<;t por todos, y por mis amigos los primeros~ que
conmigo no tienen que contar para ninguna empresa de esta clase;
porque yo que me considero inútil para todo, me creo mucho más
aún para ellas. Soy hombre por principios, por temperamento, por
conviccion, todo de legalidad, y fuera de ella, lo poquisimo que pue-
da, ni ló quiero hacer. Tengo tambien una verdadera sattsfaccion
en decir, que de estos principios participan mis amigos politicos, que
son muchos, y que desean que por ese camino, únioa y esclusiva-




BISC'URsa EN :CONtRA


mente, se'yaya al fin que nos proponemos. Otra cosa quiero tam-
bien decir re,specto á lo pasado, porque es indispensable aprovechar
esta clase de momentos para responder uno á sus amigos de su con-
ducta pública.


)} Yo creo, señores, que la vida de los hombres públicos es patri-
monio de la discusion, y quisiera, si fuera posible, que todos fuése-
mos trasparentes, para que segura y fácilmente pudiéramos ser co-
nocidos y juzgados. Aunque no tuviera la l'esolucion irrevocable que
antes he manifestado, y la incapacidad absoluta que reconozco en mí
para todo pemamiento revolucionario, no hubiera tomado parte en
ninguno de los que se han verificadodespues de cerrarse la anterior


.legislatura, por dos razones, y pido al congreso me permita que las
diga en muy pocas palabras.


))La primera es porque un pensamiento revolucionario, coneebi-
do y ejecutado en aquellas circunstancias, llevaba más allá de donde
queremos ir á los hombres que, como yo, somos monárquicos, y no
queremos mas que la monarquía, si bien constitucional. La segunda
razoa es porque si la revolucion no pros peraba, debia cubrirse de
luto el país; y tampoco los hombres que estiman en algo su reputacion
y su porvenir pueden querer cargar con tan inmensa responsabilidad.


))He hecho esta protesta, se!iores, porque recuerdo, y no como
agravio, que despues que en otra ocasion solemne manifesté con la
misma franqueza que hoy mis opiniones, pues cuando otra cualidad
me faite, tengo la de decir en todos casos leal y resueltamente lo que
pienso, he sido-arrastrado á las cárceles y obligado despues á emi-
grar; y quiero, y por eso he pedido que se tome acta de mi manifes-
tacion, que en cualquier tiempo, en cualquiera ocasion en que esto
pudiera reproducirse, se sepa que es injusto, que no es posible hu-
manamente que yo me mezcle en ningun proyecto de los que tan es-
plícitamente acabo de rechazar. Esta es una precauaion indispensa-
ble, que me ha parecido preciso tomar en la ausencia completa en
que nos hallamos de garantIas, y recordando que cuando me habia
yo negado con la mayor firmeza á tomar parte en todo movimiento
revoluciona¡:io, he sido arrastrado á la cárcel como autor de uno que
habia combatido y mehabia negado á apoyar; yen este caso se ha-
llaban muchos, la mayor parte de mis amigos.




,
DÉL '1t1NISTFmlO DE 1848.


))Tambien quiero'hacer constar 'otTa posa, y es, que ,Jos hom-
bres que nos sentamos en estos bancos no hemos aprobado ni aproo
baremos una alianza que yo califico de abominable, aunque deseara
no se hubiese tenido con los liberales: siempre, constantemente lo
hemos condenado, porque creemos que si es un oprobio verdadera-
mente para la España que en una época en que la Europa entera se
conmueve para hacer triunfar sus libertades, se levante aqui la ban-
dera del oscurantismo, es todavia más odioso que hombres que se han
dicho partidarios de la libertad, le presten con ningun motivo, bajo
ningun pretesto, auxilio. Anatema, señores, sobre esa alianza. Los
que nos sentamos en estos bancos sostenemos la causa y el trono de
Isabel Il, porque esa ha sido nuestra bandera: queremos la libertad y
la monarqula constitucional bien entendida; queremos ser goberna-
-dos como lo exige el esplritu de la época, y todo lo que pueda con-
trariar este gran pensamiento, este deseo que nos anima, todo lo
condenamos, todo lo proscribimos, todo lo hemos condenado antes,
todo lo hemos proscrito,


))Cuanto yo voy á decir, por consiguiente, cuanto voy á tener la
honra de manifestar al congreso, en uso de mi derecho, enlas cuestio-
nes que he presentado, y creo que deben examinarse, no será justo
que sea por nadie mal interpretado, ni por amigos ni por enemigos.
Mis amigos no deberán areer que tenga por objeto animarlos en el
camino que alguno pueda equivocadamente haber emprendido; mis
adversarios no tendrán derecho para decir que tal sea mi propósito
ni el d(l ninguno de los individuos que nos sentamos aqui: decimos
nuestra opinion, y la decimos con sinceridad, con lealtad, como es
nuestro deber: sin otro fin, sin otro pensamiento que el de marchar
por el camino de la estricta legalidad, y del cual no me separaré nunca,
al fin 'que nos proponemos, que es el de plantear, el de realizar nues-
tros principios y nuestras opiniones. Pero recuerdo que dias pasados
el señor ministro de la Gobernacion, mi amigo privado, nos decia:
(l ¿ Por qué habeis esperado á tan tarde? ¿Por qué no lo habeis he-
cho antes? ¿Por qué no habeis aprovechado las ocasi0!les que se os
han presentado de proclamar oportunamente esos principios que aho-
ra., tarde ya, proclamais?» Yo ruegoá S. S. que me permita recordar-
le que desde este sitio, no ona vez sola, y no por t;nórgano solo de la




304 DlSCURSO. EN CONTRA
minoría, hemos proclamado estos principios,'y Jo hemos dicho muy
abierta y decididamente, habiendo quizás algunos merecido reconven-
ciones de los que marchaban por otro camino; pero voy á revelar en
este instante una interiorida;~, que es de pocos sabida, y que dará á
conocer al gobierno de S. M. qué la minoría progresista, á quien se
ha acusado de tardía en sus declaraciones, ha hecho más d~ lo que el
gobierno la exigia para evitar esos mismos acontecimientos de que
ahora se la acusa. Las minorías de ambos cuerpos colegisladores se
han reunido, señores, apenas se suspendieron las sesiones de ambos
cuerpos. Esas dos minorías nombraron una comision, compuesta de
varias personas, así del senado como del cong¡'eso, cuyos nombres es
necesario.recordar, porque son notables todos ellos menos el mio, y
esto da importancia á lo que voy á decir. Se. reunieron los señores
Gomez Becerra, Sane hó, Luzuriaga, Olózaga, Landero, Infante, y
Galvez Cañero, y tambien el diputado que dirige la palabra en este
momento al congreso.


»T1,lvO esta comision por objeto formular el pensamiento de am-
bas minol'las, y hacerle conocer á sus amigos políticos de las pro-
vincias; y el pensamiento que de comun acuerdo, sin oposicion nin-
guna, se formuló, se comunicó á todos los amigos; el pensamiento
que se encargó á todos ellos estendieran y procuráran triunfase fué
erque se hicieran todos los esfuerzos imaginables para réprimir los
movimientos revolucionarios, y que si desgraciadamen'te los habia,
nada se omitiese de lo que estuviera á nuestro alcanée para sa·lvar el
principio monárquico y el trono de Isabel 11. Esto hicieron las mino-
rías progresistas de ambos cuerpos colegisladores, y yo no vacilo en
asegurar que esto es algo más, que tiene más valimiento y más im-
portancia que haber puesto materialmente su firma en ese papel que
nada vale, que nada significa, al que se ha referido el gobierno.
Más me atrevo á decir:, que esta conducta de los senadores y diputa-
dos progresistas ha podido contribuir, mas que otros medios que se
han empleado, para evitar grandes desgracias, é impedir que la revo-
lucion marchara estraviada; y cuando nosotros nos hemos conducido
aSI, cuando esta ha sido la noble conducta que hemos observado, y
permltame el gobierno que me espl'ese de este mQdo, ¿será justo que
seamos objeto de acusaciones? ¿Será justo que se nos diga que somos




DEL MINISTERIO DE 1848. 305
responsables de los males que han sobrevenido al país? ¿Podlamos
hacer otra cosa? ¿Estaba á nuestro alcance hacer más? Yo pregunto
al señor ministro de .la Gobernacion q~e nos hizo ese cargo, y le
ruego que me responda como caballero, si cree S. S. que los hom-
bres de la oposicion, que los que veiamos á muchos de nuestros ami-
gos políticos maltratados y perseguidos por el gobierno, debíamos
poner nuestras firmas en una esposicion que, diga lo que diga, tenia
por objeto dar apoyo al gobierno que entonces regia al pais. Esa es-
posicion, diérasele la forma que se le diese, siempre signifioa apoyo a
gobierno, y nosotros no podíamos prestar apoyo á quien combatiamos
y á quien velamos marohar por un camino estraviado, y en nuestro
conoepto inconveniente.


llilechas estas salvedad~s que he creido neoesarias, voy á empren-
der la demostracion del abuso que yo creo que se ha hecho de la
autorizacion de 13 de marzo de 1848, y voy á hacerla bajo una im-
presion en estremo dolorosa, que me han causado algunas palabras
del señor ministro de la Gobernacion en su discurso de antes de ayer;
palabras, señores, que siento sobremanera que se hayan pronuncia-
do en este sitio, y que me han hecho vacilar por algun tiempo, y tal
vez he estado algunos momentos inclinado á desistir del propósito de
atacar sobre este punto al gobierno, porque no queria contribuir
de manera alguna tampoco á agravar la suerte de tantos infelices
como padecen inocentemente; y este recelo me hizo concebir lo que
el señor ministro de la Gobernacion decia ayer respondiendo á mi
amigo el Sr. Mendizábal: «El gobierno, decia S. S., no tiene incon-
llveniente en traer al congreso esa lista, aun cuando lo crae ¡noporlu-
llno y perjudicial al mismo partido progresista, y mucho más aún
lla los interesados; y digo que es perjudicial, porque el gobierno en
))particular y en público tiene dadas bastantes pruebas de que trata
))de cicatrizar las llagas que se han abierto. Pcro si la oposicion pro-
)gresista, en vez de ayudar al gobierno en ese camino, eit vez de en-
)trar en esa senda quiere lucha, quiere perpetuar los ódios y renco-
»res, el gobierno acepta la lucha. No obrará el gobierno por reseIl,
lltimiento, no; n~ hara, valiéndose de una espresion vulgar, que pa-
»guen justos pOI' pecadores; pero si se le atan las manos,' y no puede
Ildominar la situacion de una manera, la dominara de otra. Vendrá,


TOllO 11. 20




306 DISCURSO EN CONTRA
»pues, esa lista; pero á lo que el gobierno no puede acceder de nin-
»gun modo es á decir los motivos que ha tenido en cada caso partí-
))cuIar contra ciertas y determinadas personas. Nosotros no nospre-
Mentamos aquí ante un tríbunal; nos presentamos ante un gran
»jurado que por su conciencia y en la elevada esfera dc la pollUca
»)tiene que.decidir esta cuestion.)) Esta especie, señores, segu..n yo la
vi y la comprendí, y segun la vieron tambien y la comprendieron
otras personas que se encontraban en el mismo caso, parece que en-
volvía una -amenaza si la oposicíon progresista insistía en -revelar
aquí las ilegalidades que se habian cometido.


»El congreso conoce que no podia menos de convencerme hasta
cierto punto la idea de que nuestras acusaciones al gobierno pudie-
ran perjudicar á personas que están siendo víctimas de injustas per-
seéuciones. Yo ño le hago el agravio al gobierno de S. M. de Cl'eer
que se propusiera impedir que la oposicion progresista fuera tan
franca y tan resuelta como debe serlo; pero si creo que estas pala-
bras pueden ser susceptibles de mala interpretacion, y que seria con-
veniente que S. S. se sirviera esplicarlas; yo lo espero fundadamente,
porque no concibo que gobierno alguno pueda hacer á nadie respon-
sable de nuestras faltas, de nuestros errores: sobre nuestra cabeza,
y de ningun modo sobre las personas inocentes que no han tenido
parte en eUos, debiera recaer cualquier castigo que por ellos pudiése-
mos merecer.


»Desde que leí el discurso de la corona, estrañé que no se hiciera
en él indicacion ninguna respecto de la cuenta que el gobierno estaba
obligado á dar del uso que habia. hecho de esta autorízacion; y lo es-
trañé tanto más, cuanto que, siendo as! que las autorizaciones con-
cedidas al gobierno son tres, se ofrecia dar cuenta de dos de ellas,_
y se pasaba en silencio la tercera, que es precisamente la mas im-
portante. Declase en él discurso de la corona que se daría cuenta de
la exaccion de los cien millones hecha en virtud de la autorizacion;
tambien se decia que se daria cuenta de las reformas planteadas en el
código penal, y no se decia ni una palabra respecto al uso de la auto-
rizacion más importante, de más gravedad, de má~ consecuencias;
de la autorizacion en virtud de la cual han estado en suspenso por
mucho tiempo los fueros que la constitucion concede á los españoles,




DEL MINISTERIO DE 1848. 307
en cuyo tiempo el gobierno ha procedido como ha tenido por conve-
niente, sin tenerlos en cuenta para nada; y creia yo, francamente
hablando, qUA si debia hoy darse cuenta del uso hecho de alguna au-
torizacion , era más bien que de las dos de que se habla, de aquella
qúe se calla, porque esta tiene má's importancia que las otras induda-
blemente.


"Esta estrañeza mia se aumentó cuando vi que la comision que
ha redactado el proyecto de contestacion hablaba de cuenta de las dos
autorizaciones, sin decir una .palabra respecto de lo que se ha hecho
al suspender el arto 1.0 de la constitucion" Esta estrañeza mia se au-
mentó todavla más cuando vi al Sr. Moyano, primer individuo de la
comision que habló, respondiendo al Sr. Galvez Ctlñero, decir que
no era la cuestion que se deba tia si se habia hecho ó no buen uso de
la autorizacion; que esa vendria despues, porque el gobierno habia
de dar cuenta del uso que hubiera hecho de ella (son palabras testua-
les de su discurso que tengo aquí copiadas). Forzoso es confesar que
el Sr . Moyano, á cierta altura de su discurso, hizo un cambio res-
pecto de esto, no sé yo por qué causa, pero ello es que ocurrió; y
tarnbien es indudable que el señor ministro de la Gobernacion, ha-
blando despues sobre este mismo asu!lto, dijo, á no dudarlo, lo con-
trario de lo que el Sr. Moyano habia indicado, porque dijo que la
cuestion no era en efecto si se habia hecho ó no buen uso de la auto-
rizacion, que no estaba aplazada esta para más adelante, como el
Sr. Moyana habia indicado, y que aquí, en la alta esfera en que el
gobierno lo habia colocado, era donde debian colocarse estos asun-
tos, donde debian considerarse mirándolos como cuestion eminente-
mente politica. Yo digo á SS. SS. que se pongan de acuerdo sobre
una cosa que han entendido de tan distinto modo, y si lo están, de·
searia Saber si ahora es cuando estamos discutiendo, si se ha hecho
bueno ó mal uso de la autoriza,cion, ó si es cuestion que debeqlos
examinar más adAlante. Atendiendo á las palabras del señor ministro
de la Gobernacion, parece que estamos en ese momento; parece que
ahora es cuando debe ventilarse; de consiguiente ahora es cuando
debe examinarse cuanto con ello tenga relaciono


nA la verdad, señores, que no sé cómo ha podido el gobierno
desconocer la obligacion en que está de dar cuenta á las córtes de




308 DISCURSO EN CONTRA
una manera directa, y no como lo ha hecho en el discurso de la co-
rima, del UflO que ha hecho de esa autorizacion. En ella hay un ar-
ticulo terminante en que sellice que la autorizacion dUl'ará hasta la
próxima legislatura, y que en ella dará cuenta el gobierno (son sus
palabras testuales) del uso que hiciere de esta misma autorizacipn.


ilEsa misma fórmula, casi con idénticas palabras, se adoptó
tambien al otorgar la autorizacion para plantear el código penal; y
el gobierno se reconoce en la obligacion y deber de da.r cuenta por


"menor, .e.Q. todos sus detalles, de la reforma que ha hecho en él. El
gobierno mismo reconoce, y la comision tambien, el deber de dar
cuenta del uso de la uutorizacíon para levantar hasta 200 millones de
reales,'y dice que la dará; y por otra parte se desconoce la obligacion
de dar cuenta á las córtes de la autorizacion concedida para suspen·
der el arto 7.0 de la constitucion. Yo no acierto á comprender esto.
¡Quél ¿Valen por ventura menos que 100 millones las medidas que
el gobierno ha adoptado rp,specto de las personas de los ciudadanos
españoles disponiendo de ellos á su antojo? ¿No es cosa más digna de
las córtes ocuparse de esto que del empleo de una cantidad mezqui-
na, despreciable, comparada con la suerte de centenares de españo-
les? No comprendo yo cómo reconociéndose en un caso ese deber, se
niega en otro. Pero, sea de esto lo que se quiera, y suponiendo que
estamos en el momento de discutirlo, preciso es fijal' la inteligencia
de la autorizacion y. establecer lo que al gobierno se le ha otorgado, y


. .


lo que estaba facultado para hacer.
»E! congreso recordará que el proyecto primitivo del gobie rno para


la autorizacion, snfdó una modificacíon importante, y que se dudó
si era obra de la comision ó del gobierno; dijose entonces que era
obra del gobierno, y yo me complazco en conocerlo as!. El proyecto
del gobierno tenia más latitud que el que vino despues á votarse. De-
cia el del gobierno así: «Para que si las circunstancias lo exigie-
llren pueda adoptar las disposiciones que estime conducentes para la
»conservacion de la tranquilidad y del órden público, declarándose
llpara dicho caso en suspenso las garantías individuales que concede
llel arto 7.0 de la constitucion poHtica de la manarqufa, con. ~rreglo
))A lo que se prescribe en. el arto 8. 0 de la misma.ll


llDe modo que el gobierno, en su proyecto, quería quese le au-




DEL MINISTERIO DE 1848. 309
torizase para adoptar las disposiciones que le pareciesen convenientes,
suspendiendo en caso necesario las garanUas que establece el articu-
lo 7.0 de la constitucion. El proyecto de la comision fué algo más
esplicito. Dijo la comision en su preámbulo que para mayor claridad
el gobiel'llo habia propuesto una nueva redaccion al párrafo prime-
ro; y la redaccion nueva rué asl;' no se le autorizaba para adoptar las
medidas que le pareciesen convenientes, sino que el artículo se redac-
tó en estos términos: «Para que en consideracion á las circuns-
lltancias, y con árreglo á lo que se prescribe en el art. 8.0 de la
llconstitucion, pueda declarar en suspenso á toda la monarqufa, ó en
llparte de ella, las garantías que establece el art. 7.° de la misma
))constitucion. ))


))De modo que la autorizacion fué única y esc1usivamente para
suspender, si las circunstancias lo exigian, las garantlas que concede
el art. 7. 0 de la constitucion. Esto es lo que el gobierno ha podido
hacer; si ha traspasado esta línea, ha cometido un esceso, por el
cual merece que se le hagan cargos y se le exija la más severa res-
ponsabilidad. Esto supuesto, vamos á ver cuáJes son las garantfas
que concede el art. 7.° de la constitucion, porque ellas son las que el
gobierno ha podido dispensarse de respetarlas, únicas á que ha podido


. faltar, las solas de que ha podido prescindir.
))E! art. 7.0 de la constitucion dice as!: «No puede ser detenido,


})ni preso, ni separado de su domicilio ningun español, ni allanada su
¡lCaSa, sino en los casos y en las formas que las leyes previenen.»
Las garantías, pues, que nos concede el art. 7.° son: primero, que
los españoles no podemos ser detenidos, sino en los casos y forma
que las leyes previenen: que los españoles no podemos ser presos
sino en los casos y forma que las leyes previenen: que los españoles
no podemos ser separados de nuestros domicilios, ni allanada nuestra
casa, sino en los casos y fOl'ma que pl'evienen las leyes.


llEl gobie;no, por consiguiente, desde el momento que hizo uso
de la autorizacion concedida parlas c6rtes para suspender el al't. 7.°
de la constitucion, ha podido, y yo lo reconozco, aunque combatí el
pl'oyecto y dije que las c6rles no podian concederlo, así como dije
tambíen que hombre de legalidad y I'esnello á no separarme de ella
por nada, que sí la mayoría de ambos cuerpos lo votaba, ante esta




310 DISCURSO EN CONTRA.
votacíon bajaba mi cabéza, y la bajé; pero el gobierno, usando de su
autorizacion desde el momento que anunció quedaban suspendidas
las garantias del art. 7.0 , ha podido detener, prender y separar de su
domicilio á los ciudadanos fuera de los casos y de la forma que esta-
blecen las leyes. ¿Ha podido más que esto? Respóndase de buena fé.
¿Fué autorízado para otra cosa? ¿Son otras las garantías del arto 7.0?
01 ciertamente con estrañeza tambien al señor ministro de la Gober-
nacion, porque mi desgraciada suerte me de~tina á combatir el pri-
mero á S. S., siendo· así que es la persona á quien debo más,' y que
más ha hecho en favor de mis amigos polfticos en el perIodo pasado;
dijoS. S., haciéndose cargo de esto, una cosa que produjo en mi un
verdadero escándalo, y siento decirlo; ((para esto, decia S. S., no ne-
llcesitábamos autorizacion; esto lo podíamos hacer antes, y la auto-
llrizacion se otorgó para algo más.)) ¡Qué error, señores, tan lamen-
tablel IQué error tan indisculpable en un gobierno que debe conocer
mejor que nadie la lfneahasta donde le es permitido llegar, y de la


. cual no debe pasar! Qué, ¿es por ventura cierto?
llDe modo que no solo los ministros no pueden prender, sino que,


segun esta ley que se aplica todos los días para lo que se quie-
re, está impuesta una pena grave para. el ministro que fIrme seme-
jante órden.


))Pero dejando esta cuestion, que verdaderamente es personal,
vamos á la cuestion capital, que es la de fIjar la inteligencia verda-
dera de la autorizacion. Tenemos los españoles varias garantias ade-
más de las consignadas en el arto 7.° de la oonstituuion: tenemos la
de no poder ser juzgados sino por tribunales establecidos con ante-
rioridad al hecho que se va á juzgar: tenemos la de que no se nos
puede imponer pena de ninguna especie sino por los tribunales, pré-
vias las formalidades establecidas y con sujecion á las leyes. Y estas
garantías que están consignadas en otros articulas de la constitu-



cían, que no son el 7.°, ¿están suspendidas? ¿Se ha autorizado al
gobierno para suspenderlas? Si se hubiera limitado el gobierno á
prender y detener sin las formas establecidas, y hubiera entregado
los presos á los tribunales para que fuesen juzgados, convendria en
que habia estado en su derecho~· porque la autorizacion no le facul-
taba para otra cosa; ha. debido recurrir al poder competente para




DEL MINISTERIO DE 1848. 311
imponer la pena de destierro ó deportacion, prévios los trámites le-
gales. Segun las leyes, no se puede prender sino infraganti ó prévia
ínrormacion sumaria del hecho.


,


. llEn hora buena que el gobierno prendiera ó no infraganti: en
hora buena que prendiera sin la prévia informacion sumaria; pero
hecho eso, para lo cual era la autorizacion única y esclusivamente,
no ha podido pasar adelante sin traspasa)' sus facultades. ¿Y qué
es lo que ha hecho el gobierno? ¿Se ha limitado, por ventura, á ha-
cer aquello, y nada mas que aquello para que estaba autorizado?
¿Se ha limitado á prender tan solo infraganti, sin prévia informa-
cion sumaria? No, señores. ¡Cuánto más se ha hecho que no puede
en manera ninguna justificarse! lA cuánto más se ha procedido! Se-
ñores, yo interpelo á los señores de la mayoría para. que digan si
hubieran autorizado al gobierno para hacer lo que ha hecho en el
tiempo que ha mediado desde una á otra legislatura. Yo interpelo á
los señores de la mayoría para que digan si hubieran votado la au-
torizacion si se lefl hubiera presentado en los términos que voy á .
leerla. Si en vez del proyecto que en uso de su derecho, derecho
que yo respeto, votó el congreso, le hu bieran presentado este otro
proyecto que voy á leer, dfganme con franqueza los señores de la
mayoria si lo hubieran votado: pues, sin embargo, esto que voy á
leer e~ lo que el gobierno ha hecho:


«Se autoriza al gobierno para que prenda á quien quiera y lo
Ilconserve en prision todo el tiempo de su voluntad, sin formarle cau-
))sa ni entregarlo al tribunal competente. II


¡lEsto es lo que ha pasado. ¿Hay quien lo dude? ¿Se hubiese vo-
tado este artfculo?


«2. 0 Se autoriza al gobierno para apoderarse de los que están
»sujetos á los tribunales y trasportarlos á donde crea más convenien-
))te, dejando burlada su accion.»


))¿Se hubiera votado esto? Pues esto ha pasado. Españoles que
estaban sujetos á la accion de los tribunales, que estaban bajo la
mano de la autoridad judicial, y cuyas causas todavía están pendien-
tes hoy, se ha apoderado el gobierno de ellos, los ha llevado donde
ha querido, y ha burlado la accion do esos mismos tribunales.


<d5.o Se autoriza al gobierno para enviar A Ultramar á los que




312 DlSCURSO EN CONTRA
))Ios mismos tribunales esoepcionales han condenádo solo á dos años
¡)de correccional.))


)¿Se huNera votado esto? Pues esto ha pasado, y aquí están los
nombres propios de los sugetos con quienes ha ocurrido.


llPor si se pone en duda ó niega el caso que acabo de citar, da
testimonio de ello el SI'. Pon ce de Lean, abogado del colegio de
Madrid, que habiendo sido condenado á dos añ'os de presidio correc-
cional, está, camino de Filipinas, cuando es sabido que esa pena no
se puede imponer mas que en uno de los presidios que se hallen en
el territorio de la audiencia que ha causado la ejecutoria.


((4.0 ' Se autoriza al gobierno para imponer la pena inmediata
¡lA la de muerte sin form'acio(l de causa.)


)¿Hay quien dude que esto ha pasado? Si se hubiera presentado
así formulado, ¿se hubiera. votado tampoco por los que forman la
mayoría de este congreso?


((Se autoriza al gobierno para librar de ella á los que tengan re- .
ncomendaciones y favor, llevándose á efecto en los que estén dotados
nde un carácter tal que les impida implorarle ó carezcan de él.» uSe
nautoriza al gobierno para deportar á los que no escriban á su gusto,
ná pesar de contar con untri,bunal á su órden para castigarlos.)


nNo ha pasado tambien esto. ¿Y se hubiera autorizado para que
se hiciera nunca?


))Se autoriza al gobierno para castigar á los jefes políticos como
llun cabo de vara pudiera hacerlo con presidiarios.)) ((Se autoriza al
¡)gobierno para violar el domicilio hasta de las personas más respeta-
"bIes é inofensivas.))


llPues esto ha sucedido tambien, señores, y todos saben á' qué
me refiero y á qué aludo, pues es un hecho bien conocido,


((Se autoriza al gobierno, y voy á concluir por no molestar más
J)la atenoion del congreso, para exigir pagarés de t20.000 rs. á la
llórden ó garantía de la conducta política de los diputados.»


llPues esto ha pasado con el Sr. D. Miguel Ballesteros, diputado
por Calatayud, que se presentará aquí á sostenerlo.)


))Suplico á S. S que escuche para no repetirlo tercera vez. He dí·
cho que á D. Miguel Ballesteros, diputado por Calatayud, se le ha
preso, 10 mismo que á los Sres. Gil y Mochales, de Zaragoza, y á los




DEL MINlSTEIliO DE 1848. 313
tres se les ha exigido que firmasen un pagaré á la órden del jefe po-
IItico, para disponer de dich~ suma siempre que hubiese algun movi-
miento en la provincia. Este es el hecho. Aquí tengo la carta en
que se me autoriza para decirlo. Vuelvo á preguntar á los señores
de la mayoría del congreso: ¿hubieran votado una autorizacion para
esto? No: yo les ~ago esta justicia. Ahora bien: si en virtud de la au-
torizacion se han cometido los escesos que acabo de enumerar, ¿cómo
se puede entonar ese cántico de gloria en favor del ministerio? ¿cómo
puede felicitársele si ha atropellado por todo y ha sacrificado las ga-
rantias más importantes? >


llPero la mayor parte de los que han sido objeto de esas medidM
se nos ha dicho que han sido vagos, ladrones y asesinos. Señores,
he oido estas espresiones con el más profundo sentimiento, porque
no enouentr,o facullades ni derecho en ningun gobierno para hacel'
á su arbitrio semejantes calificaciones. Aun suponiendo que así lo
creyera, esa califlcacion hecha por el gobierno seria altamente in-
conveniente y digna de censura.


llPues qué, en un país bien constituido, ¿hay otras personas que
los tribunales de justicia autorizadas para hacerlas? Qué, ¿está fa-
cultado el gobierno, aunque crea que uno es ladron, vago ó a~esi­
no, para prenderlo ó deportarlo á Ultramar? No, señores. Hay una
ley que dice lo que se ha de hacer con los vagos: hay otras leyes,
muy recientes por cierto, y que el mismo gobierno ha publicado,
que fijan las penas que deben imponerse á los ladrones y asesinos;
y si la pena que ha impuesto el gobierno deportando, es más ha co-
metido un esceso indisculpable, y si es menos, una falta muy grave,
pues nadie tiene derecho para imponer mayor ó menor pena que la
que el delito merece, .estas son las consecuencias de las ilegalidades:
ó se peca por falta ó por sobra, y ambas cosas son dignas de censura.


nEs, pues, una cosa evidente é inconcusa, que está en la concien-
cia de todos los señores diputados y en la conciencia del país, que
el congreso debe examinar minuciosamente el uso que el gobier-
no haya hecho de la autorizacion para darle un voto de aprobacion
ó de censura.


llEs inconcuso tambien que se ha abusado escandalosamente de
Ja autoriJadon, que se han hecho cosas para las cuales el gobierno




314 DISCURSO EN CONTRA
no estaba facultado, ni la~ córtes podian facultarle; pues si la consti-
tucion dice que se pueden suspender las garantías del art. 7.°, en
ninguna otra parte se halla que las córte¡; estén faoultadas para sus-
pender otras gal"anUas. Así es que las c6rtes no lo han hecho ni pu-
dieron hacerlo, Y. sin embargo, vemos que se han hollado las ga-
rantías mas preciosas, Y que para cubrir esas imperdonables faltas
no se quiere discusion, ysi que declaremos aquí que se ha hecho
buen uso de la autorizacion, cuando sabemos, cuando estamos con-
:vencidos_ de las graves faltas que s~ han cometido por el gobierno.


))Pero hoy se nos ha dicho, y ha sido el talisman con 'que se ha
. querido conjurar la tempestad: «( ¡Hemos salvado la constitucion y la
monarquía 1)) No, señores, no es exacto. La constitucion está ahí es-
crita, es verdad: el libro está. intacto, pero ella está. destrozada. No
existe mas que escrita, Y yo constituciones escrilas no quiero, las
quiero practicadas. ¡ El trono, señores 1 Yo hablo siempre con respe-
to, con profundo respeto del trono, porque lo acato y lo venero, no
para participar de su brillo y enriquecerme á S11 sombra, sino por-
que le creo una institucion 'salvadora en la actual Europa, y sin la
cual los pueblos del continente n o pueden existir. Por esto lo venero
y lo acato; por eso condeno que se le ponga por delante para encu-
brir inlereses personales. Y quiero que en vez de ponerse detrás de
él los hombres públicos, estemos delante para recibir los tiros quo
puedan diriglrsele. Yo creo que en vez de haber salvado al trono se
le ha abierto una honda brecha, como se le abre siempre y en todo
tiempo que se le pone por delante para que reciba los tiros que otros
están llamados á recibir. Pues qué, ¿ invocando el nombre del trono
y cometiendo á su nOrnbre y á su sombra las ilegalidades que se han
cometido, se le quiere salvar y defender? Creo que al contrario, se le
desvirtúa Y se lo rebaja.


llNo hay que haoerse ilusiones, señores; no hay que dejarse llevar
de vanas quimeras; la historia dice más que todas las teorlas del
mundo. Si la conveniencia pública y el instinto de los pueblos de
Europa ha hecho consignar el gran principio de la inviolabilidad
de los monarcas, la historia dice lo contrario. Recordad el siglo
presente yel pasado: recordad la época en que vivimos, Y ved cuán-
tos monarcas han sido y están siendo responsables de los errores




J)EL MINISTERIO DE 1848. 315
de sus gobiernos. Y á vista de esto, ¿no es justo y necesario, no de-
bemos, como caballeros y hombres de honor, evitar á toda costa que
esto suceda en nuestro país, y mucho más cuando ocupa el trono
una niña inocente y digna del respeto y consideracion de todo hom-
bre virtuoso y honrado? ¿No es justo y debido que hagamos todos los
esfuerzos y sacrilicios imaginables para que no desaparezca esa insti-
tucion de entre nosotros, y para evitar que corra ningun riesgo? Re-
cordad, señ()res, quién responde de los errores del imperio en Fran-
cia: Napoleon muriendo en la rooa de Santa Elena.


llRecordad quién fué responsable de los errores de la restaura-
cion: Cárlos X, espulsado por la Francia. ¿Quién ha respondido de
los errores· del gobierno de la di nas tia de julio? Y ahora 'que la veo.
en desgracia es cuando yo me complazco en reconocer sus virtudes.
Pero, ¿quién ha respondido de los errores de su gobierno? Luis Fe-
lipe y su familia, prófuga y esparcida por la Europa. Recordad lo
que ha pasado en Austria: su em~erador ha tenido que abdicar, y
recurriendo para que le suceda á una perso'na que estaba exenta de
los errores oometidos respecto de Hungria por lo menos, como se ha
confesado pública y oficialmente. Reoordad lo qne le ha suoedido al
rey de Prusia: ha tenido que dar una conslitucion ultra-democrática
para librarse de los riesgos que le amenazaban por la mala direccion
de sus ministros. Recordad la Holanda, el Portugal, y, en'fin, todos
los países de Europa, y vereis quién ha sido responsable de los erro-
res de los gobiernos. La historia lo da á conocer; ella vale más que
todas las teorlas. Y estos ejemplos nos imponen el deber de procu-
rar, por todos los medios posibles, evitar que llegue para nuestro
pals tan triste yaoiago momento. Y para ello, señores, no hay mas
que un medio, uno solo y único, el que siempre es efioaz, y por
eso siempre le he sostenido: este medio es la legalidad. Nunca es ne-
cesal'io, nunca es conveniente, nunca es provechoso á los gobiernos
separarse do la legalidad; aun cuando sea para contener las revolu-
ciones, el separarse del camino de la leyes aventurado, peligroso y
de mal resultado. •


lleuando los gobiernos se separan de la ley pierden todos sus de-
rechos, y sin quererlo desoienden al terreno fangoso de los revolucio-
narios. No se puede gobernar sino única y esclusivamente con la le-




316 DISCURSO EN CONTRA
galidad, que es la justicia práctica del mundo. Sin legalidad no hay
justicia. No se diga, señores, que cuando se separan de la legalidad
los goberna~os, es necesario que tambien se separen de ella los go-
biernos. Nunca los gobierno~ tienen más deberes de respetar la ley
que los súbditos: los gobiernos tienen muchos más medios para ha-
cerla respetar, y pueden y deben emplear los que la misma sociedad
les da para combatir contra el que no la respete. Asi que la legali-
dad, y solo la legalidad, debe ser la que emplee el gobierno. De otro
modo, estaremos siempre en un circulo vicioso, del cual no podremos
salir:hay revoluciones porque hay ilegalidades; hay ilegalidadespor-
que hay revoluciones_ Y este circulo, ¿cómo ha de romperse, cómo


. ha de salirse de él? Con la legalidad, y solo con ella-. Pues qué, ¿se
quiere que babiendo ilegalidades los, gobernados se condenen á la
nulidad más completa sin resistencia? No hay que prometérselo S. S.:
el instinto humano lleva á los hombres á sacudir la tiranía que los
oprime. Y el modo de que no haya tiranía, ni revoluciones por con-
~iguiente, es hacer que reine la legalidad, y solo ella: pues no hay
que dudarlo; habiendo tiranía, habrá indispensablemente revolucio-
nes; y para evitar y combatir estas, no hay mas remedio que la lega-
lidad. Yo tengo la más intima y profunda conviccion de que el gobier-
no no tiene otro camino mas que el de la ley, solo la ley, y siempro
la ley para dominar y contener las revoluciones.


»No quiero yo decir, señores, ni pudiera ser, que cuando el go-
bierno se viese atacado en las calles, en vez de bayonetas enseñase á
los amotinados la ley.


llSeria un absurdo; yo reconozco el derecho de todo gobierno
acometido por fuego y baY9netas en las calles para emplear contra
Jos agresores el fuego y las bayonetas, y todos los medios que la so-
ciedad ba puesto á ~u alcance para defenderla. Creo' más; yes que,
obrando así, obra con legalidad, pues la fuerza se rechaza. con la
fuerza. Pero obtenida la victoria, ¿por qué separarlle de la ley? ¿Por
qué cuando el momento de la batalla, de lucha, ha pasado, recurrir á
medios que la ley rechaza y condena? ¿Por qué esta inconsecuencia?
Lo que con esto se bace es provocar otras revoluciones. Y no digo
más, señores, porque no quiero que mis palabras sean mal interpre-
tadas.




DEL MINISTmUO DE 1848. 317


»Antes de concluir sobre esto, voy á decir muy poco sobre otra
cuestion que se ha agitado aquí antes de ahora, y respecto á la cual
he visto que se ha evadido hasta cierto punto la contestacion, sien-
do as! que á mi juicio es de rigurosa necesidad que sea franca y es ..
pl1cita. Hablo de los efectos de la autorizacion. El gobierno recono-
cerá que la autorizacion ha concluido, pues la misma ley de las córtes
lo dice de un modo el más terminante. Se ha abierto la legislatura,
y de consiguiente hemos vuelto al estado normal, á aquel que tenIa-
mos antes de que el gobierno declarase suspensas las garantlas del
art. 7.° de la constitucion. Sentado este principio, pregunto yo:
¿con qué justicia puede hacerse que continúen los efectos de las me-
didas que durante ese perlodo puso en ejecucion el gobierno? En un
estado normal, como lo es el de hoy, ¿puede haber ningun español
deportado ó desterrado, y puesto, por decirlo as1, fuera de la ley?


nEsto, señores, es cosa incompatible con él estado normal, y
siendo normal el estado de hoy, es indispensable que la legalidad
vuelva á regir. De otro modo seria declarar que estaban fuera de la
ley un número considerable de españoles sin motivo ni causa para
ello. Porque si siguieran pendientes de la voluntad del gobierno su-
friendo las penas de destierro ó deportacion, seria equivalente á d~­
clarar que estos ciudadanos eran una especie de victimas que se ha-
bian entregado al gobierno para que este hiciera de ellas lo que fuera
su voluntad, y de consiguiente las leyes no les comprendian, ni les
servían para nada.


)lDlgase, pues, si estamos 6 no en ese.estado: si no 10 estamos,
dlgase; pero si como indudablemente lo dice la misma autorizacion
que fijó su término lo estamos, no hay razon ninguna para que con-
tinúen las medidas de que tantos han sido objeto. En el estado n~r­
mal no cabe que haya españoles que estén sufriendo perras sin los
tl'ámites y fórmulas que la ley establece. Yo entiendo, señores, que
el término de los efectos de la "autorizacion debe ser el mismo de la
autorizacion. Sobre esto es indispensable que se diga franca y leal-
mente lo que se piense, porque podrá servir de regla para juzgar de
la conducta del gobiel'Do y justificar los votos que aquí se emitan.


)) Yo hago justicia de' creer que la respetable mayoría que me
escucha, en la cual supongo sentimientos de legalidad, de probidad,




318 DISCURSO !1'4 CONTRA
'de'rectitud, no podrá abandonar tantos españoles al capricho delgo.
bierno.


llVOy á otro de los puntos da qua me he propuesto ocuparme, y
en esta y los demás seré mucho más breve que en los anteriores.Co-
nozco que abuso de la bondad del congreso, perotambien el congreso
conocerá que en la tarea grande y espinosa que me he impuesto no
puedo meDOS de detenerme algo. Y por otra parte, soy el único dl-'
putado de este lado de la cámara á quien ha tocado la palabra en
esta discuslon, y tengo el deber de decir cuanto á la oposicion le in·
cumbe manifestar.


)Autorizóse al gobierno, corno el congreso sabe, para plantear
. el código penal y para que hiciera en él las reformas qua estimara
convenientes, dando cuenta de ellas á las córtes. No voy á hablar de
muchas de las reformas que se han hecho de pequeña importancia y
para las cuales reconozco la competencia y facultades del gobierno;
voy á hablar de una sola que no es, propiamente hablando, reforma,
sino un verdadero abuso de la facultad otorgada al gobierno, la
cual consiste en haber suspendido el arto 183 del mismo código. Yo
no podia creer que en el presente siglo, en la época que alcanza-
mos, despues de haberse publicado un código que, en mi concepto,
mejoraba considerablemente la legislacion anterior, se hubiera dado
un paso corno este. Desde que vi el decreto y observé la forma en
que estaba redactado, desde que vi que en él se decia que se habia
dictado esa resolucion oida la comision de códigos, como ya sabe uno
algo de estas cosas, conocí que el dictámen de esta corporacion por
tantos tltulos respetable, y á la cu9.1 me complazco en haber perte·
necido en algun tiempo, sintiendo sobremanera que circunstancias
especiales me privaran de continuar en ella, habia sido desfavorable
á la suspension. ¿Ni cómo era posible que la i,lustrada' comision de
códigos, compuesta de jurisconsultos eminentes y respetables, hubie-
ra autorizado la suspension de un artículo del código, en que se trata
de la pena inmediata á. la de muerte? ¿Ni que esta se convirtiera por
una medida gubernativa en la da muerte con la conjuncion de los mili·
tares y paisanos en cuanto á procesos y penas, 10 'cual es un absurdo
reconocido por todos los hombres entendidos en estas materias? Y no
se crea que esta es opinion nueva del dia; es opinion ya muy anti-




DEL MINISTERIO DE 1848. 319
gua consignada en las legislaciones modernas más dignas de respeto;
el congreso recordará muy bien el decreto del 22 Mesidor en que se
consignó ya este prlncipio, separando á los militares de los paisano!!
respecto de tribunales.


nEl congreso sabe tambien que cuando los sucesos de Strasburgo,
en que tomó parte el actual presidente de la república francesa, (ue-
ron juzgados los militares por el jurado y absueltos, lo cual dió moti-
vo á. que el gobierno de Francia presentase un proyecto á las. cámara!!
proponiendo la disyuncion de los militares, que fué rechazado por la
mayoría dinástica, por los hombres más moderados de aquellas cá-
maras, porque no era posible que en el siglo presente se incurriese
en el error de sujetar á los paisanos á los tribunales militares y á las
penas establecidas para los militares.


n y cuando en ese código hablamos adoptado los buenos princi-
pios, cuando por pun to general se habian reconocido los grados de
penalidad, y se habia aplicado esta á los diferentes grados de los
delitos, cometiéndose en abuso la autorizacion que las córtes habian
otorgado para hacer reformas, ha convertido el gobierno en pena de
muerte la que era inmediata suspendiendo el arto 183, cuyo resul-
tado es que un hombre á quien juzgado por esa especie de delitos, con
arreglo al código, se impondria la pena inmediata á la de muerte, so-
metido á los tribunales militares se impondrá la misma muerte. ¿Qué
razon ha podido haber para esto? ¿Para que se haya adoptado seme-
jante resolucíon con el dictámen de la única corporacion cuyo voto
tan competente debia ser en la matería? Que era chocante, que era
repugnante, que un consejo de guerra impusiera á un militar la pena
de. muerte por delito de sedicion, y á un paisano por esa misma sedi-
cion se le impusiera la pena inmediata. Y dado caso que fuera un
absurdo, ¿no habia otro medio de evitarle? As! como el gobierno se
ha creido facultado para suspender el art. 163 del código, ¿no podía
haberse creido facultado para hacer la reforma en diverso sentido?
¿No sería más conveniente, más disculpable ya que el gobierno,
que se cree facultado para adoptar esa medida, lo hiciera disminu-
yendo la pena en vez de aumentarla?


)Pero he hablado bajo el supuesto de que sean un absurdo, "1 no
lo es. Lo que es absurdo es lo contrario. ¡Pues quél ¿debe imponerse




320 DISCURiO IN CONTRA
la misma pena á un paisano que á un militar por el delito de se-
dicion? ¿Son acaso los deberes iguales? y donde la violacion de los
deberes no es igual, ¿no debe ser diversa la penalidad? Sial militar,
á quien ligan vinculos "estrechos, se le quiere imponer pena grave, al
paisano que no comete tanto delito, ¿por qué se le hade imponer la
misma pena? Pero aunque de esto pudiera prescindirse, el hecho de
suspender el gobierno un articulo de un código y convertir en pena
de muerte la que era inmediata, es cosa para que el gobierno no es~
taba autorizado,. y esto es digno de censura. Es verdad que más ade-
lante deberemos tratar de esté punto, porque ha ofrecido el gobierno
que dará cuenta de las reformas, y aun oigo decir que está sobre la
mesa; pero es de tanta importancia el asunto de que se trata, tiene
tanta conexion con las arbitrariedades de este período, que he creido
que debia ocuparme de él, aunque tan ligeramente como l<! he
hecho.


)Voyal cuarto, y en él reclamo la benevolencia de los señor~s
diputados. El congreso recordará que cuando mi inviolabilidad per-
sonal fué en otra ocasion atacada, ni una sola palabra se oyó de r.ni
boca; no be denunciado, como pudiera y tal vez debiera, los escasos
de que fui victima; pero,hoy se trata de otros diputados, y yo, indi-
viduo de este congreso, me creo en el deber imprescindible de levan·
tar la voz en defensa de sus derechos hollados. Esta no es cuestion
de mayoría ni minoría; es cuestion de la-cámara entera, porque to-
dos estamos interesados en tener aqui la libertad é independencia ne-
cesarias para desempeñar la alta y elevada mision de que estamos
encargados. Es un hecho incontestable que han sido presos, sep.ara-
dos de su domicilio ó deportados los señores diputados Olózaga, Es~
cosura, Albaida, Ballestero, Herraiz, Muchada, Alsina t Cordero, Or-
dás y Avecilla, San Miguel, Crespo, Pereira.


» Señores, no me he olvidado del Sr. Gon:IJalez Drabo; le he deja-
do de propósito para el último lugar, no porque merezca el último,
sino porque quiero disfl'Utar de la satisfaccion, aunque sea por po-
cos momentos, que me proporcionará aqui mi voz en defensa
de S. S.


» Yo, señores, en cumplimiento de los deberes que creo tener
como diputado, sin que ningun género de consideracion y de temor




DEL MINISTERiO DE 1848. 321
me lo impida, reclamo. enérgicamente, tan ~nérgicamente como pue-
do, que el gobierno diga las causas y motivos que ha tenido para
perseguir á esos individuos. Bien puede estar seguro de que si bien
creeré siempre que las formas que puede haber empleado para ba- •
cel'lo son ilegales, tambien reconoceré el primero la justicia de los
motivos, si ju~ticia hay en ellos; pero mientras no conste aquí con
claridad cuáles han sido esas causas, mientras no sep,amos por
qué han sido aprisionados, trasladados de domicilio ó deportados,
no. dejaré de clamar constantemente por que se pague ese tributo
de respeto á la invio.labilidad de lo.s representantes del pueblo espa-
ñol; porque no. comprendo., señores, que sin satisfacer ámpliamen-
te sobre este punto, sin una esplicacion completa del gobiel'llo, pue-
da decirse que este congreso representa al país, ni que tengamos la
libertad y la independencia que necesitamos para hacer valer sus
intereses y oponernos á la politica del gobierno. ¿Basta por ventur/!,
decir, tratándose de diputados, que tenemos sobre lo.s particula¡'cs
algunas más preeminencias, que necesitamo.s algunas más garantlas,
que se no.s diga que han sido presos ó deportados porque el gobier-
no lo ha creido. conveniente, lo ha creido í!1dispensable? No basta
esto de ninguna manera. Y no co.ncibo cómo puede haber dipu-
tado español que autorice semejante cosa, Es preciso. que sepamos lo
que ha habido, las causas para ese modo de proceder; de otro modo'
no se conciba que se pueda conservar el decoro de este (luerpo, Pero
en las eausas que el gobierno ha mandado formar encuentl'O yo el
convencimiento indestructible de que se ha procedido por capri-
cho y sin motivo fundado. Allá va la prueba.


nEI congreso recuerda que por el gobierno se ha pedido permiso'
para proceder Donl1'a el Sr. Olózaga y otros vario.s señores diputa-
dos, ,y el congreso recuerda tambien que las causas ó motivos par-
ticulares que haya para pro.ceder contra ellos, son referentes á
época posterior á su persecucion. A los unos se les perseguia y quie-
re procesar por hechos que han ocurrido en el estranjero, y en que
se supone que están complicados; á otro, como el Sr. Olozaga, no se
le procesa por ningun motivo ante,rior á su prisio.n, sino por uo motí-
yo. posterío'r tambien, por su fuga, cosa por cierto bastante original.
Yo bien sé que el quebrantamiento de una condena es. delito I y que
TO~O 1/. 21




322 D1SCUi\SO EN COHTRA
tiene pena señalada en el código. Pero la fuga de un hombre á qnien
se aprehendo í1t'gal y vicibsamente, á quien se mete en una síHa de
posta y se le dice que tal vez se le llevará á Filipinas, no puede con.,.
siderarse como tal. El hecho es que las causas por que se procesa á
todos son posteriores á su prision, prueba inequivoca de que nada
hay anterior á ella por que puedan ser reconvenidos.


Cuando vemos esto, cuando tocamos esto, ¿es posible que renun-
ciemos á las pruebas? ¿Es posible que nos contentemos con lo que
se nos diga, solo bajo la palabra de los ministros, y que, consintien-
do hoy que se trate de este modo á un número tan considerable de
diputados, demos derecho á que se haga mañana lo mismo con los
demás? Yo, señores, al espresarme así, defiendo á un número consi·
derable de diputados de mi comuuion politica; de amigos, y tambien
al Sr. Gonzalez Brabo, que ciertamente no lo es, y levanto mi voz con
más entereza en su favor que en el de los demás á quienes me ligan
tantos vínculos, porque profeso la máxima de que los principios de
justicia deben defenderse con más energfa en pro de adversarios po-
llticos que de amigos.


nCuando se defiende á los amigos puede atl'ibuirse la defensa- á
parcialidad ó á otras afecciones; pero cuando se tl'ata de adversa-
rios nadie tiene derecho á interpretar nuestras intenoiones. Y no
basta, de ninguna manera basta, ni yo me doy por satisfecho con
que el diputado renuncie los derechos que pueda tener. La inmunidad
del diputado no es suya, es de la cámara; no le es permitido transi-
gir sobre eJla por ningun motivo de interés. •


nDigo esto, porque el congreso recordará el encuentro que hubo
aqul el dia anterior entre el Sr. Gonzalez llrabo y el señor ministro
de la Gobernacion. Cada cual por su parte, respetando consideracio-
nes que yo creí que debían respetarse, gUilrdaron silencio, no hicie- .
ron más que amenazarse, ponerse en estado de descubrÍl' algun mis-
terio ó alguna incógnita, y conr.luir por una especie de aplazamiento
ó transaccion • Yo esperaba que se revelase ese misterio, y si no se le
dió publicidad porque no pudiéramos aprovecharnos de él, se ha pade-
cido un grave error: porque nosotros, ni de que se descubriese, ni de
que no se descubriese, pensábamos ni esperábamos sacar partido.
·Pero yo, como diputado, defiendo la inmunidad de la cámara entera




DEL MJNrSTERIO DE 1848. 323
y exijo lo mismo respecto al Sr. Gonzalez Drabo, que respecto á mis
amigos politicos que se consignen aquí, que se publiquen las causas de
su persecllcion. Si no, me quedará el derecho de decil' que han sido
perseguidos, no por actos criminales, sino por su conducta como di-'
putados, -y por la firmeza que pueden haber manifestado combatiendo
al gobierno en este lugar. Y el gobierilO se quedará con esa mancha
que tanto daño le ha causado y que tanto puede confirmar la idea de
la inmoralidad de que con calor hablaba ayer el Sr. Gonzalo Moron.


nTambien, señores, se ha atacado á la imprenta, y cuidado que
yo condeno como el que más los desmanes de la prensa. He dicho
muchas veces que estoy dispuesto á contribuir á que se haga una ley _
represiva de ella. Pero entre que se corrijan ó contenga}1 con la ley
sus escesos y se incurra en abusos deplorables para contenerlos, hay
una distancia inmensa. ¿Se ha autorizado al gobierno para suspender
la garantía importante de la libertad de imprenta? No; está, pues,
vigente esa garantía; y teniendo el gobierno todos los medios comu-
nes de represion, quizá más de los convenientes, y contando con to-
dos los elementos necesarios, y más de los necesarios, para reprimit'
sus estravios, puesto que en mano del gobierno está, segun las leyes
vigentes, destruir en veinticuatro horas un periódico, ¿qué han hecho?
¿Reprimir legalmente esos escesos? No, señores, sino perseguir á los
escritores pú.blicos hasta el punto de que apenas hay una que no
haya sido objeto de persecucion, y algunos están todavía en la de-
portacion ó en el destierro. ¿Y por qué? Sin más razon que por la
manera con que escribian; y tan cierto estoy de esto, que no temo
retar á todo el mundo para que diga otra causa que pueda haber
dado motivó á esa persecucion. ¿Y ha podido ser permitido al gobier-
no emplear ese medio contra la imprenta? ¿No ha atacado una garan-
tia que no estaba autorizado de modo alguno para suspender? ¿No
pudo haber' empleado los medíos legales para reprimir los desmanes
que pudiera haber cometido la prensa sin recurrir á medios que lie ..
nen tan desfavorable calificacion?


nPero además de estas faltas, de estos abusos que se ha permi-
tido el gobierno, se ha creido autorizado tambien para usurpar las
facultades legislativas, y para establecer, no una, sino varias leyes, sin


la concurrenc ía de (os cuerpos colegísladores.




324 DISCURSO EN CONTRA
»Señores, y es tanto más de notar esto, cuanto que precisamente


uno de los cargos más graves que se dirigieron contra el ministerio
Pacheco, fué haberse entrometido á legislar; y p'ira el otro ministel'io
posterior lo fué la ley sobre enajenacion de los bienes de las enco-
miendas, Los primeros pasos del actual gobierno fueron suspender
el efecto de esas leyes, diciendo que se suspendian hasta que se diera
de ellas cuenta:á las córtes; y, sin embargo, sin haber dado cuenta á
las córtes, y sin motivo que lo hiciera preciso, ha publicado este
mismo gobierno la ley de moneda. Y sin resultado, porque hoy si-
gue siendo un duro de Isabel JI una reliquia, como lo era antes de
publicarse. Si al menos la 'reforma hubiera hecho desaparecer las
piezas de cinco francos, hubiera producido algun resultado. Pero ni
esto puede disculparle.


)lTambien el gobierno, usurpando las facultades legislativas, ha
mandado exigir una quinta. ¿Y cuándo? Cuando ~staba próxima la
reunion de las córte&; cuando ,la dilacion que podia esperimentarse
era de muy pocos dias, y cuando, dígase lo que se quiera, la dilacion
de €sos dias no podia traer los peligros que se ponderaban al dar se-
mejante paso. Disculpable puede ser que en la ausenciade las córles
un gobierno apremia.!1o por las circunstancias dé un paso de es la es-
pecie, y puede venir despues á pedir la indemnidad por él, y se le
deberia otorgar una vez que las circunstancias lo exigieran; pero
convocadas lascórtes, es una falla de respeto Ú sus prerogativas pu-
blicar una ley cuando no puede justificarla, y cuando hasta pudieran
haberse acelerado los términos que es costumbre adoptar para evitar.
cualquier perjuicio.


nVoy á' concluir, señores, ocupándome brevemente del último
punto de los que me propuse examinar, á saber: el estado del pals,
No tema el congreso que al examinarlo le presente bajo todos los as-
pectos posibles, ni yo tengo los conocimientos que se necesitan al efec-
to, ni el cansancio del congreso lo permite, ni sería justo que yo
abusara de él. Voy á presentarle bajo un solo aspecto; el aspecto poH-
lico que está en la conciencia de todos los diputados. El país, seño-
res, por efecto de causas que á todos deben sernos conocidas, ha lle-
gado á un estado de indiferencia política completa. Á este país que
tanto se ha interesado en la lucha dinástica y poUtica que antes de




DEL MINISTERIO DI;; 1848. 325
ahora hemos sustentado, parece serie hoy indiferente esa lucha di-
nástica y politíca á la vez que se reproduce. Cuidado, señores, que
esto es más grave de lo que puede creerse á primera vista: cuando
los pueblos ~e encuentran en semejante estado, una fraccion cual-
quiera, creada en un momento de fortuna, lo desquicia todo y se
apodera del mando.


»L05 males que de esto pu:eden resultar son ciertamente inmen-
sos y de suma trascendencia. ¿No vemos hoy impunemente recorrer el
pais partidas, ya de montemolinistas, ya de centralistas, ya de otra.
clase, sin que los pueblos ni los hombres que antes les habian opues-
to grande resistencia les oponga absolutamente ninguna? ¿Y qué re-
vela esto, señores? Revela ese estado de indiferencia en que el pals se
encuentra; ese estado de postracion absoluta, que es el s[ntoma pre-
cursor de grandes desgracias. ¿Por qué esta indiferencia? ¿Por qué
esta postracion? Yo lo diré francamente como lo veo y como lo pien-
so. Porque el pafs no tiene interés ninguno por conservar lo que
existe, y desea una mudanza. que mejore su situacion. ¿Y no tenemos
el deber los hombres públicos que conocemos esto, de decirlo franca
y lealmente para aplicar el oportuno remedio al mal? ¿Ha de dejarse -
por ventura que continúe esta situacion que nos ha de llevar á re-
sultados más tristes de lo que puede creerse? ¿Y qué fé, señores, han
de tener los pueblos en los hombres que dominan en la actualidad?
Es indispensable que no perdamos de vista que, si bien hemos defen-
dido en la lucha pasada el principio dinástico, hemos sustentado
tambien unido á él el principio político, y que sin esa comuinacion
de los dos principios, de los dos intereses, la lucha hubiera sido más
dudosa, el resultado no sabemos cuál hubiera sido. Sin embargo, el
pais ha visto que acabada la lucha ha principiado á rebajarse el pen-
samiento politico que lo llevó á ella, y á reducirse poco menos que
á la nulidad.


nEl pals instintivamente comprende 10 que existe, y aunque no
tenga en lo general todos los conocimientos que se necesitan para
analizarlo prolijamente, comprende que el principio político pOI'
que ha peleado está reducido hoy á la nada, y aun á riesgo de des-
aparecer. Esta es la causa de su indiferencia: háse persuadido com-
pletamente de que lo s hombres que rigen sus destinos, despucs de




326 DISCURSO EN CONTRA
haber ensayado todos los medios de que han dispuesto con entera Ii~
bertad, sin trabas de ninguna especie, se encuentran en la más como
pleta impotencia para gobernar¡ y de esto es consecuencia neces~ria
y natural que no se hagan esfuerzos por sostener lo que no es posi-
ble que se sostenga. ¿Y es esto dudoso, señores? Pues qué, los hom-
bres del partido que domina en España y que se han encargado del
gobierno, ¿no han ensayado inútilmente y sin resultado todos los me-
dios? ¿No los han apurado todos? ¿No pl'incipiaron por variar la
constitucion del Estadp y hacerla más flexible que la anterior, segun
la espresion de un individuo respetable de los bancos de enfrente?
¿No han removido los obstáculos que creian encontrar para gober-
nar? ¿No han hecho á su gusto, y sin nuestra concurrencia, no solo
la ley fundamental, sino las leyes orgánicas, por cuyo medio se ha
formado una especie de red que se estiende por todo el país, y todo
lodomina y avasalla? ¿No han creado una multitud de autoridades que
llevan la accion del gobierno hasta el último rincon de la monarquía?


llY no contentos todavía con esto, ¿no han obtenido de la mayo-
ría de las cámaras la suspension de parte de esta constitucion en


• que todavía creian encontrar un obstáculo para gobernar? Además de
la suspension de las garantias individuales, ¿no han tenido los estados
de siti~? ¿No han traslimitado esa autorizacion llevándola hasta las
últimas estremidades é incurriendo en los abusos que yo he denun-
ciado? ¿Y qué se ha hecho con todo esto? ¿Se han cortado los males
que teníamos?


llLejos de ello, hemos visto desarrollarse y crecel' de una manera
alarmante la guerra civil; lejos de haberse hecho ningun beneficio á
los pueblos, hemos visto aumentados considerablemente los gastos
públicos, hasta el punto de que el país no puede satisfacerlos. ¿Y qué
es lo que exige, señores, una situacion semejante? Cuando mi parti-
do ha ensayado todos sus medios y no ha podido conseguir ningun
resultado; cuando se ven crecer las dificultades, y los inconvenientes
toman un incremento que no se puede dominar, ¿qué exige la leal-
tad? ¿Por qué no recurrís á otros hombres para que vean si tienen
otros medios de salvar esas dificultades? ¿Es posible que se quiera
apurar la copa hasla el fin y hasta que nuestros maJes no tengan re-
medio? ¿Aoonsejan esto la prudencia, el patriotísmo y la lealtad? Ya




DEL MINISTERIO DE' 1848. 327
oigo que se dirá: ¿á qué hombre hemos de entregar el poder? ¿Qué
garañUas nos darán de que salvarán los objetos preciosos que deren.,.
demos?"


nYo señores, no vacilaré en responder á. este punto, yal respon..;
der no temo asegurar que si notodos, la gran mayoría de mis ami-
gos políticos piensan-como yo. Y aunque así no fuese, no seria esto
un obstáculo para que pudiéramos realizar el pensamien to que voy á
tener la honra de manifestar al congreso, porque d~do caso que un
corto número no pensase como nosotros, que no lo sé, ni lo aseguro,
antes creo que todos piensan lo mismo, esta seria una pequeña é in-
significante minoría que no nos estorbaria para gobernar; y la prueba
de que no nos est"orbaria es que el partido dominante ha t~nido va-
rias oposiciones, y hoy tiene oposiciones nacientes; hermanas meno-
res de esta. que no le han estorbado ni le estorban para gobern$r; al
contl'ario, tal vez le son convenientes, tal vez le obligan á conser-
varse más compacto; y luego, á beneficio de algunas esplicaciones, ó
cosa' semejante, desap~rece la division y queaan todos contentos.


))Yo creo, pues, señores, y repito, que cree conmigo la jnmensa
mayoría de mis amigos que si fuéramos llamados á gobernar debe-
ríamos hacerlo de esta manera. No soy afecto, señores, á engalanar-
me con plumas ajenas: la fórmula que voy á emplear, y que esplica
el pensamiento que abrigamos, se la oí á mí amigo el Sr. Mendiza-
ha!. Nosotros creemos que si algun dia somos llamados por medios
legales, !luicos que aceptamos, y rechazamos todos los demás, debe-
mos gobernar principiando por oividar: porque no concibo, señores,
que entregándose á los resentimientos pueda hacerse la felicidad del
país; y considero como el mayor crimen en los hombres ptUllicosan ...
teponer á los intereses generales sus intereses privados. De nlí sé
decir, y lo digo tambien de mis amigos, que el mayor adversai'io que
podamos haber tenido puede contar en ese caso con" nuestra benevo ...
lencia. Yo comprendo que esto vale hoy poco; pero en la épooa á que
me he trasportado para hablar, podrá valer algo.


IlGobernaríamos tambien, señores, respetando, porque en nada
estamos más lejos de pensar que en una reacciono Ninguna reacciou
puede creal' un estaJo como aquel á que nosotros aspiramos; y para
consolidar nuestras ideas queremos estableoerlas sobre una Pt~ 00-




328 DISCURSO EN CONTRA
liJa, que será la de respe.tar todo lo que sea respetable de cuanto
habeis hecho. Por lo demás, yo no creo, señores, que podría exigh--
se de ningun partido, ni de ningun hombre politico quecstimám en
algo su honra, que lIevára su respeto hfl.sta aquellas cosas que se han
hecho á su pesar, contra su vol~ntad y conviccion: el hombre públi-
co que á esto se comprometiera, seria indigno de la confianza gene-
ral. Paréceme más frarico, más leal, decir que hay cosas que lIabeis
hecho que no quedarian, que decir que las respetarlamos para des-
truidas despues. Tambien procurarlamos, señores, reparar, porque es
indudable que se han cometido injusticias; y sc han cometido: su re-
pal'acion es la primera condicion tIe todo gobierno justo.


))Tambien, señores, reformarlamos y revisarlamos la ley funda-
mental, pero la reformaríamos con vuestra cooperacion, con vuestra
concurrencia; cooperacíon y concurrencia de que nosotros nos he-
mos visto privados én otra époea.


llPero ya oigo decir: «¿en qué sentido reformaríais,en que sen ti-
))do reformaríais? Porque tales cosas pudiérais hacer qué nosotros no
npudiéramos apoyar.H


))Desde luego lo reconozco así, señores: de la manera misma que
nosotros no podemos apoyar ni consentír muchas de las cosas que
vosotros habeis hecho, tampoco vosotros podriais apoyar muchas de
las cosas que nosotros creeríamos deber 'hacer: esa es la lucha de los
partidos; sí no fuera por eso, no habria partidos; si todos conviniéra-
mos en las mismas ideas, no habría discusion sobre nada. Lo que sí
puedo asegural' es que todas las reformas que se hicieran por nos-
otros, tendrian la tendencia necesaria, impl'cscindible, á hacer res-


. . "


petables é inviolables la constitucion y el trono; cualquiera reforma
que hiciéramos tendría la tendencia forzosa, necesaria, indispensable,
á hacer que los poderes públicos funcionen cada uno en su puesto sin
sujecion á influenci~ estraña de ninguna especie. Por últímo, señores,
trataríamos de haéer todas las economías posibles; y yo, que no soy
utopista, reconozco que el gobierno tendria l'ecursos para atender á
los gastos públicos; creo, sin embargo, que se pueden hacer econo-
mías en muchos ramos de la administracion; y hacerla, señores, es
la principal ventaja que los pueblos deben sacar de esta especie de
gobierno.




DEL MINISTERio DE 1848. 329
1) Pudiera, señores, descender á otros pormenores, pero el estado


de la discusion no 10 permite; y por otra parte los antecedentes d~
los hombres que nos anticipamos á decir esto, de los hombres que
hemos estado ¡:iempre por la legalidad, que siempre hemos proclama-
do la tolerancia, creo que bastan, y son suficientes garanllas de los
pl'incipios en general que hemos dicho nos guiarán en nuestra mar-
cha politica, sin necesidad de descender á pormenores, porque algo
hay que dejar á la probidad de los hombres.


»'No quiero molestar más al congreso. He dicho con sinceridad
lo que pensaba respecto á las cuestiones que he tocado. No creo ha-
ber creado ningun estorbo ni embarazo al g'obiel'l1o para desempeñar
sus graves atenciones; acaso le habré obligado á ser más esplícíto de
lo que quisiera; pero aun así pienso que sus manifestaciones podrán
ser de utilidad hasta para la re50lucion de las cuestiones pendientes.
He dicho tambien respecto á. los seis puntos que he tocado en polí-
tica interior lo que he creído conveniente para dejar bien puestos los
intereses públicos yel decoro de la cámara. He concluido última- ,
mente presentando el aspecto político del país, indicando su remedio
para el porvenir.


»Creo que he cumplido por mi y por mis amigos políticos cori lo
que debíamos á nuestro partido y al país; y si á esto se agrega la
declaracícn espllcita que hemos hecho de que no queremos revolu-
ciones, de que queremos á toda costa el principio monárquico, y que
condenamos las reacciones, creo, señores, que hemos hecho cuanto
cumplía á nuestra posicion; cuanto era de nuestro deber; y si contra"
nuestro deseo vienen ahora sucesos perjudiciales al pais, no será
nueslra la culpa. He dicho.))






PIDAL.


En la vida pública. como en la privada, en el parla-
mento como en la sociedad doméstica, en toda reunion,
sea de la clase que quiera, brota al instante ese misterio
incomprensible, ese fenómeno tan comun y frecuente
como inesplicable, ese instinto humano, que no puede
justificarse ni resistirse, de las simpatías y antipatías, de
la atraccion y la repulsion, de la conformidad y del an-
tagonismo entre personas que se tratan aún por la pri-
m~ra vez, entre genios y caractéres que apenas se han
puesto en lucha.


¿Hay alguno que al afiliarse en una asociacion, donde
se hable y se discuta, al ~reeuentar cualquier círculo de
la sociedad, no sienta en su corazon, sin darse cuenta del
motivo, una inclinacion marcada ó una áversion secreta
hácia á alguno de los que con él se reunen, de los que
con el tratan en relaciones más ó menos íntimas? ...


U na palabra insignificante, un adema n inocente, un
gesto vulgar, una simple mirada, ¿no nos atraen á veces
como el imán hacia una persona desconocida, ó nos ale-
jan de ella con disgusto sin el menor motivo, sin el más
pequeño fundamento para obrar de una ó de otra mane-
ra? ¿Y á que vienen estas raras observaciones, nos pre-


!




332 PIDAt.
guntará algun lector, cuando se trata de trazar el retrato
de D. Pedro José Pidal, como hombre político, como
orador parlamen.tario?


Vienen, carísimo y curioso lector, á probar, que á
ese incomprensible sentimiento de las antipatías, á ese
irresistible instinto del antagonismo personal p'ebió en
gran parte el personaje de quien nos ocupamos su fama
de político y de orador.


El menos versado en la historia de nuestros parla-
-mentos verá, con los ojos de la adi vinacion y de la me-
moria, asomar por entre estas oscuras observaciones el
nombre de otro orador famoso, de otro repúblico emi-
nente: el nombre, en fin, del Sr. Cortina.


Al escribir la biografía de Pidal es imposible no re-
cordar, no tener siempre presente al diputado sevillano,
así como al recorrer la historia parlamentaria de Corti-
na, no pueda darse un paso sin tropezar con la persona
del diputado por Oviedo. Por eso tras la biografía del uno
hemos colocado la del otro; porque merced á la natural
antipatía, al marcado antagonismo entre ambos persona-
jes, pronunciaron uno y otro magníficos discursos, va-
lientes é inesperadas réplicas, en que la pasion les hacia
elocuentes, y el calor de la lucha les inspiraba, á Pidal
especialmente, soberbios apóstrofes, varoniles y levanta-
dos arranques de oratoria.·


Para dibujar exactamente á Pidal como hombre po-
lítico, como orador de parlamento, no hay masque ha-
cer un retrato de facciones enteramente contrar¡as al
retrato de Cortina. Vamos, pues, á trazarle con rasgos
enteramente distintos, en la seguridad de acertar en el
parecido.


Es Pidal por su temperamento, por su carácter, por
sus maneras, hombre de lucha y de agresion. Cuando




PID.U. 333


pugna con sus contrarios, y en particular con Cortina,
es una nube cargada de electricidad que brilla con lumi-
nosos destellos en noche revuelta y tormentcsa. Su elo-
cuencia tiene entonces el fulgor y la fuerza del rayo,
pues hiere á su enemigo al mismo tiempo que lo des-
lumbra.


Las formas de sus peroraciones, cuando se encarni-
za en el combate, son descompuestas como la tempestad;
su acento, rudo como el trueno, y el estrago es seguro si
su enemigo no se guarece á tiempo bajo un techo sólido
y apartado.


Irritable, impetuoso y agresivo, la menor contradic-
cion le exalta, la menor ofensa le ciega, la más pequeña
herida le envenena la sangre. Entonces no vé ya á su
enemigo, y ofuscado por la ira y el coraje, le acomete,
le estrecha, le hiere, sin ceremonias ni preliminares, va-
liéndose de las armas más ofensivas y mortales, las ar-
mas de la personalidad.


Así lo demostró el 20 de diciembre .de 1838, primera
legislatura en que figuraba como diputado.


Defendiendo el sistema de los estados de sitio, en un
discurso ameno, razonado y lógico, notable por sus ideas
y por su forma, en contesta.cion á otro de Olózaga en
sentido altamente popular, y tan enérgico como los que
por entonces pronunciaba, decia el diputado asturiano:
(( Una de las impugnaciones más fuertes que se han he-
cho contra nosotros, los defensores de los estados -de si-
tio, ha sido la del Sr. Olózaga, porque como este señor
diputado no ha sido hasta ahora ministro ni sostenedor
decidido de ningun ministeri9 ..... (Los murmullos de
la tribuna pública interrumpe)'t al orador, promovien-
do un gran alboroto. El presidente manda arrojar á
los alborotadores.)




334 PlDAL.
«Decia, señores, porque esos murmullos no producirán


otro efecto que hacerme repetir lo que sea objeto de
ellos otras tantas' veces cuantas se me interrum'pa, y de
un modo más esplícito y terminante, porque tal es mi
genio y'mi carácter, decia:señores ... )} Y seguia impertur-
bable por el camino de las personalidades y reproches,
hasta que llamado á la cuestion por la presidencia, escla-
maba:


« y aquí me permitirá el señor presidente hacer una
pequeña digresion.


El Sr. Presidente.-«La digresion que V. S. debe
hacer es recordar que tiene la palabra para hablar en
contra.»


El Sr. P~idal.-«El permiso que he pedido es una
figura retórica, pues sé que no le necesito para lo que voy
á decir.»


Hombre, como hemos dicho, de lucha y de combate,
fervoroso, apasionado de la política de resistencia, para
Pidal el discutir era pelear; el gobernar, resistir; su
afan como político, como defensor de las dootrinas mo-
deradas, que siempre ha profesado con una conviccion
profunda, con una fijeza inalterable, triunfar á toda costa.


Tal lo caracterizaba Pacheco en cierta ocasion: «El
Sr. Pidal nos decia dias pasados que loque se proponia
era vencer de cualquier modo.»)


-«Cuando peleo, respondia este.))
-((Yo creo, replicaba aquel, que S. S. pelea muchísi·


mo cuando gobierna.)
En las lides del parlamento, ha sido siempre un guer-


rero incansable, sin otra ocupacion que la de acometer ó
defenderse. Calada á tod?-s horas la visera, vestida la ar-
madura, enristrada la lanza, apenas divisa á un enemi-
go, y aunque sea á todo el ejército en masa, sale impe-




PIDAL. 335
tu OSO de su tienda, y embiste hasta triunfar ó caer muer-
to. Si el contrario con quien Pidal mide BUS armas
parlamentarias está dotado, como él, de empuje y de co-
raje, precisamente ha de haber sangre en· la batalla.
Cuando él toma la palabra contra otro diputado que le
acometa 'en vez de defenderse, la tempestad es segura en
el congreso. Aun recordamos la promovida en la sesÍon
del 9 de enero de 1846, entre el Sr. Pidal, ministro en-
tonces de la Gobernacion, y el Sr. Orense, más provo-
cativo, si no tan irritable como aquel.


Acusado el gobierno por el diputado demócrata de
haber impulsado al coronel Rengifo á que conspirase
para fu~ilarle despues, y negándose á dar satisfactorias
esplicaciones sobre tan ofensivas palabras, le increpaba.
Pidal de esta manera, produciendo en el congreso y las
tribunas la tempestuosa agitacion que era consiguiente.


« Yo respeto la inviolabilidad d_e los señores diputados,
pero no respeto la inviolabilidad de la calumnia: si
S. S. s.e ratifica en esas espresiones, yo le digo que es un
calumniador; si da una esplicacion, yo la acepto, cual-
quiera que ella sea. He dado al Sr. Orense la' eleccion de
dos palabras, un sí ó un no. Si S. S. dice sí, le llamo
calumniador; si dice no, nada tengo que decir.»


Muy pocas veces se ha levantado Pidal á tomar parte
en las cuestiones políticas y de circunstancias, defendién-
dose ó atacando al partido progresista; que no haya ar~
rancado aplausos á sus amigos y murmullos y amenazas
á sus corttrarios, imponienélo á las tribunas con su aspec-
to irritado ó grave, y con sus apóstrofes vigorosos y so-
lemnes.


Véase cómo hacia callar á los alborotadores de la tri-
buna que le intérrumpian bruscamente, sin que la presi-
dencia pudiese contenerlos.




336 PIDAL.
((Sabe todo el mundo que no me retracn ni producen


. efecto sobre mí esas demostraciones; sin embargo, recla-
mo ahora contra ellas, porque no todos tendrán el mismo
valor que yo, "y es necesario imponer respeto á los que
así afrentan la majestad de la representacion nacional.»


Hemos indicado anteriormente que Pidal, como Ji-
putado y como ministro, era el reverso de la medalla, la
verdadera antítesis de Cortina.


Como oradores, el primero acomete siempre; el se-
gundo se prepara á la defensa. Aquel, es desordenado en
la esposicion, vário en la forma, concreto en "las ideas,
sintético en los hechos; este, por el contrario, es metódico
en el encadenamiento de sus apreciaciones, uniforme
en el tono y en la frase, abstracto en sus principios, ana·
lítico en los detalles.


Por esoPidal improvisa mejorque Cortina. Cortina
discute mejor que Pidal. Este irrita al partido contrario,
arrastra á la mayoría, conmueve á la cámara; aquel dul-
cifica las iras de sus amigos, convence á sus contrarios,
cautiva bland,ilmente la atencion del congreso.


Tal vez esas cualidades contrarias, esa suavidad en las
formas, esa tranquilidad del diputado andaluz, son la
causa verdadera del antagonismo del representante astu-
riano. ¡Fenómeno estraordinario! Cuanto más cortél!l,' más
afectuoso y más hábil mostráb.ase Cortina en algun de-
bate, tanto más duro, más violento, más airado se halla-
ba Pidal al contestar á su enemigo. No podia tolerar de
ningun modo, y le desesperaban y.enfurecian, la impas~­
bilidad de Cm'tina, su aspecto seráfico, su sonrisa dulce
y hasta cariñosa, sus palabras llenas de miel y de
halago con que contestaba ti las mortales alusiones de su
rival. Cuando Pidal, como un atleta, como un gigantes-
co .gladiador del circo romano, giraba en derredor de




PIDAL. 337
Cortina,. furioso, incansable, jadeante, buscando con la
punta de la espada las junturas de su cor~za, su enemig'o,
inmóvil, sereno, indiferente, evitaba de pronto el peligro,
dando media vuelta, irritando hasta lo sumo, con evolu-
cion tan hábil, á su fiero acomet~dor.


Es Pidal hombre que siempre tiene la palabra pron-
ta y alerta, y para acometer á sus ad versados no nécesita
que lo provoquen más de una vez. Bástale solo para em-
pez],r el fuego ver que C.0rtina se sonrie, que pronun-
cia alguna palabra en voz baja, ó que saca el lápiz para
hacer aJguna apuntacion.


Ese antagonismo del diputado por Oviedo no es solo
luicia el orador, sino más bien al político, porque, ene-
niigo irreconciliable del partido progresista; sabe que
com batiendo á Cortina, combate en su persona á las
ideas y á los hombres del progreso.


Indudablemente no han tenido estos un contrario en
las c6rtes y en el gobierno más tenaz, más temible y más
fuerte que el personaje cuya semblanza vamos rese-
ñando.


Partidario ardiente por conviccion de la política de
resistencia, allí donde las ideas disolventes, los princi-
pios contra la autoridad y el órden han alzado su osada
cabeza, al]i ha estado Pidal, ministro ó diputado, ennl'-
bolando con temerario arrojo la bandera del partido con-
servador, y pulverizando con su vigorosa elocuencia todo
elemento trastornador y revolucionario; colocado en ese
terreno, combate á sus enemigos sin dejarles apenas res-
pirar, hasta que les descarga su pesada maza sobre la ca-
beza. :gn sus reüidos corúbates con los progresisbs,c au-
dillo y soldado á un tiempo, se mete entre ellos, siem-
pre atacando, y se crece y se multiplica, de modo que él
solo equivale 3, un ejército.


rOMO 11. 22




338 PlDAL.


En las cuestiones políticas más graves y solemnes, en
los debates más famosos de nuestro parlamento, en que
se han ventilado los sistemas ó la conducta de los parti-,
dos militantes, Pidal ha tomado una importante par ti-
cipacion, pronunciando muchos y notables discursos.


Lógico y ameno fué el referente al proyecto sobre
dotacion del culto y clero en la sesion de 17 de junio de
1840; notabilísimo fué tambien el pronunciado el 18 de'
mayo del mismo año, defendiendo la ley de ayuntamien-
tos en el artículo que prescribia el nombramiento de al-
caldes por la corona.


En aquellos célebres debates fué el adalid más vigo-
roso y elocuente de las ideas moderadas, y su discurso
revela sus es tensos conocimientos en administracion, su
vasta erudicion histórica, y tm estudio profundo del de-
recho constitucional.


En la cuestion de 1843 sobre la caida de Olózaga
jugó un papel importante como presidente de la cámara
y como defensor de las régias prerogativas y del esplen-
dor del trono.


Rebatiendo ias máximas sentadas por el exonerado
ministro respecto al aislamiento en que deben vivir los
reyes constitucionales, decia entre otras cosas: « Si no
podia consultarse á la reina, el resultado el'd. que S. S.
quedaba árbitro y dueño de la voluntad futura del mo-
narca, y, para decirlo con una espresion vulgar, se h a-
bia trasladado á su bolsillo el rey de Espa.ña.})


Grande influjo ejercieron en la reforma constitucional
de 1843 la palabra y la autoridad del diputado asturiano.
Fervoroso iniciador y so-stenedor de aquella mudanza,
esclamaba en tono digno y solemne: « Con la reforma
que nosotros proponemos, la reina de España va á im-
primir á la constitucion el sello de la majestad.)




PIDAt. 339
Pero la campaña más honrosa para el Sr. Pidal, la


época de más gloriosos recuerdos parlam~ntarios para
el entonces ministro de Estado, fué la sostenida en 1848
y 1849. Sus discursos en defensa del órc1en, del princi-,
pio de autoridad, del partido moderado y del trono, son
sin disputa los mejores de su vida parlamentaria; con
aquellas vehementes y lógicas peroraciones se acreditó
Pidal de orador apasionado y elocuente, de 'discutidor
intencionado y diestro, de improvisador fácil, atinado y
.enérgico.


El discurso en contestacion al de Olózaga, cuando
pedia el poder para su partido, como único medio de
evitar la revolucion que ya se aproximaba, discurso que
copiamos al final de esta biografía, como todos los de
Pidal, vigoroso y ardiente, y acaso el más sentido é in-
tencionado de todos los suyos, es una prueba de las con-
diciones que le adornan como orador y como político.


Aun le estamos oyendo en su eontestacion á Cortina
que se oponi~ á la autorizacion pedida por el gobierno
para suspender las garantías constitucionales.


«Pero se dice, señores: ya veis ese trono que ha caido
por no haber cedido en tiempo oportuno. Señores: á. la
vista de una gran catástrofe como esta, en que vemos
desaparecer como un sueño ese trono magnífico de julio,
creado en medio de la tempestad, y por eso mismo más,
grande; ese trono, que supo dar á Francia torrentes de
prosperidad, de poder y de verdadera libertad; al ver
cómo ha caido, al ver cómo se ha hundido, fácil es decir:
tomad el ejemplo, aprended. Pero yo, señores, volveré á
repetir lo que tengo dicho: al ver las consecuencias de
esa catástrofe, ya puedo decir á la oposicion: ved el peli-
gro que hay en escitar las malas pasiones que descansan
en el fondo de la socicda<l; ved el peligro que hay en




340 PIDAL.
llamar á las luchas políticas á las turbas que no están
preparadas para eso, en abandonar la discusion tranquila
de la prensa y de la tribuna, y tratar de hacer demostra-
ciones con cualquiera objeto que puedan llamar á las
turbas, pues las turbas vendrán y hundirán al trono, y
os arrojarán de la posicion primera., y despues á los que
estén colocados en la segunda, y luego á los de la terce-
ra, y presentareis el espectáculo que se ha visto en .Fran-
cia; espectáculo, señores, ante el cual no parece sino
que se ha reproducido el siglo v, en que las hordas de
vándalos destruian y arrojaban por las. ventanas las
obras maestras del arte que no comprendian; no parece
sino que han resucitado esas turbas que hace tantos si-
glos descansan bajo el polvo de la moderna civilizacion.))


Reasumamos: D. Pedro José Pidal seria un orador
de primer órden si fuese menos impetuoso. Oon una ima_
ginacion exaltada, con una memoria prodigiosa, con un
talento profundo, con una erudicion y unos conocimien-
tos vastísimos en los principales ramos de la ciencia del
gobierno, luciria en las lides parlamentarias como el pri-
mero, si la irritabilidad de su carácter no afeara y empe·
queñeciera tan envidiables condiciones.


Su natural irascibiliuad le perjudica sobremanera,
pues se atm'-de y confunde cuando perora, y trLlbándosele
naturalmente la lengua, hace que su locucion sea en cier·
~os momentos tarda, difícil y trabajosa.


Más bien q ne orador de doctrina, yeso q ne lo es
mucho, es orador de partido; prefiere dominar, castigar
:i sus contrarios, á convencerles é instruirles. En las lu-
chas con ellos no tiene más afan ni otro o~jeto que herir-
les; y sin cuidarse de las formas, tanto le importa dar la
estocada en el pecho como en la espalda.


Al Sr. Pidal, ministro de la Gobernac1on en 1845,




FIDAL. 341
débesele el planteamiento del sistema administrativo para
el gobierno de las provincias. En estas materias es una
especialidad, y sus inmensos conocimientos en adminis-
tracion son reconocidos y apreciados generalmente por
sus enemigos y parc}ales.


Con justificados títulos, con tantos merecimientos
como el primero de nuestros repúblicos, ha llegado
D. Pedro José Pidal á los primeros puestos del Estado.
Diputado, senador, ministro, marqués, prcsid~nte de las
córtes, y caballero de la órden del Toison de oro, son los
cargos Y. distinciones, con que el trono y el país han re-
compensado digname;Jte sus señalados servicios y su
mérito indisputable.


Enfermo hoy nuestro personaje, y retirado completa-
mente de la vida pública, ha conseguido lo que es propio
de los paises cultos, 10 que en el mundo' civilizado se so-
brepone siempre á las venganzas y miserias de los parti-
dos, esto es, que amigos y adversarios le ofrezcan el
justo tributo de consideracíon y de aprecio á que son
acreedores los hombres que, como el Sr. Pidal, se seña-
lan por su moralidad, por su instru~cion, por su conse-
cuencia y por su talento.


Discurso pidiendo facultades estraordinarias.


<lDespues de haber oido atentamente el discurso del Sr. Olózaga,
preguntábame yo á mi mismo: ¿con qué motivo S. S. ha abandona-
do el retiro en que sus desgracias domésticas le habian sumido estos
dias para hacer oir su voz en una discusion tan importante? ¿Por qué
_sus amigos le han llamado para traerle á este sitio? Y confieso que




242 DISCURSO PIDIENDO


á esa pregunta me respondía naturalmente: á combatir el proyecto
de ley que ha presentado el gobierno, con que el gobierno pretende
armarse, en una época que el gobierno cree peligrosa y la mayoría
tambien. Pero no puedo conciliar esa respuesta con el discurso del
Sr. Olózaga, porque ¿hay, señores, una demostracion más patente,
una demostracion más positiva de la necesidad de esta ley que el
discurso del Sr. Olózaga? ¿Ha hecho S. S. más que pintarnos 10:3
peligros~ hablarnos de guerra civil, de pretendiente con sus partida-
rios cubiertos con otra máscara, que vienen á introducir en este pais
los desórdenes y la discordia? Pues ese es precisamente el funda-
mento de la ley, ese es el fundamento que habrá tenido el gobierno
y que nosotros tenemos para aprobar la ley. ¡Qué diferencia entre 'el
discurso del Sr. Olózaga y el de todos sus compañerosl El decir que
exager~bamos los peligros; decir una y otra vez que no habia nece-
sidad de esta ley, que e¡ peligro se podia conjurar por medios comu-
nes. Pero me parece que despues del discurso del Sr. Olózaga no
puede haber duda en que esta leyes necesaria en unas circunstan-
cias que con tan negros colores nos ha pintado S. S.


)) Véase, pues, aquí, por qué yo no entraré á defender el proyecto
de ley, porque el Sr. Olózoga no le ha atacado en nada, ni le ha men-
tado siquiera. Únicamente ha venido á reforzar esa especie de preten-
sion de venir al poder hoy, y no mañana. Á esto, y nada más, está


• reducido el fondo del discurso del Sr. Olózaga. Y digo el fondo,
porque está adornado de cuestiones accesorias y de otros sentimien-
tos que yo no calificaré, pero desde ahora aseguro que no son los de
mi corazon, y que los rechazo con todas mis fuerzas.


llEl Sr. O!ózaga, como digo, no examinanrlo la cuestion actual,
sino llevándola al terreno de la política general, ha hablado de los
peligros que ya S. S. habia anunciado aqul varias veces al hablar de
las bodas. Yo supongo que cuando habla de estas borlas hablará de
la de'la infanta (contestó en voz baja el Sr. Olózaga). Dice que habla
de ellas porque se hicieron á un tiempo; bueno es que nos entenrla-
mas; !l.sí no habrá equivocaciones. Dice S. S.: yo era muy previsor;
ya os anuncié el peligro que en esto habia. Y pregunto yo al señor
Olózaga: ¿se estendia su prevision á la catástrofe que hoy ha ocurri-
do? Señores, al contrario, todo lo que se temia en aquella boda era la




FACULTADES ESTRAORDINARIAS 343


escesiva influencia que el gobierno francés podia ejercer en nuestro
pais. Tan lejos estaba de todos los ánimos el pensar que esta catás-
trofe habia de resultar de las bodas, cuanto que en tal caso esa in-
fluencia era del todQ imposible. ¿Dónde está, pues, esa pl'evision?
fIabeis previsto una cosa enteramente contraria á lo que ha sucedi-
do. Ese es el espíritu previsor con que tantas veces os pavoneais;
habeis previsto una 'cosa, y ha salido justamente la contraria.


llVed cuántos son vuestros vaticinios. Y si no que se me diga
dónde está una sola frase en Wda aquella discusion y en las auterio-
res de que aquella política tendria ese término. ¿Dónde se anunció ese
peligro? ¿Y cómo se anunció el peligro? Diciendo que nos íbamos á
someter á la influencia francesa.


Despues, el Sr. Olózagª, todo cuanto ha sucedido de malo en la
Europa, lo achaca á estas bodas. Es un argumento muy antiguo;
¿qué digo argumento? Un sofisma deéir iuxta hoc, ergo propter llOc;
ha sucedido esto despues de fal acontecimiento, luego por este acon-
tecimiento ha sucedido. Graves acontecimientos han sucedido; modifi-
caciones graves en la Penlnsula, en sn gobierno interior: la presencia
misma de S. S. y sus amigos políticos en estos bancos, es otro
acontecimiento notable: porque ¿no es ya una especie de progreso
el que ,'amos haciendC} entrando en esta tolerancia entre los dos partí-
dos llamados liberales? y el que las córtes sean de un color solo? no 10
hemos inaugurado nosotros? ¿Qué, durante el tiempo que estaba
aquí sentado ese partido que ahora con tanto tesan pretende el poder,
no desapareció el otro completamente? Y si es un progreso en los go-
biernos representativos que aquí estemos discutiendo unos y otros, ¿it
quién se debe este progreso? Indudablemente al partido áque perte-
nece la mayoría de este congreso; indudablemente habrá contribuido
mucho á este progreso ese aconteoimiento á que el Sr. Olózagaacha-
ca tantos males y ningunos bienes.


llNo seguiré yo al Sr. Ol(¡zaga en el casamiento de Enrique V ni
á la república de Cracovia; acontecimientos son estos, señores, que
para apreciarlos debidamente seria preciso una larga y difusa diser-


. tacion que no creo del momento, y que se pueden presentar bajo un
punto de vista diferente que S. S. lo ha hecho. Pero no tienen, repi-
to, aqul enlace directo con la ouestion.




244 DISCURSO PIDIENDO
)Pero dice el Sr. Olózaga: (da Francia se ha hecho cómplice de


la opresion de Italia.» Señores, con la cuesti?n que nos ocupa actual-
mente nada tiene esto que ver, pero me haré cargo de ello. Lo que
la Francia ha dicho siempre á los Estados italianos, lo que la Fran-
cia decia al Pontífice y á todos los gobiernos de Italia, y ahi están
los discursos pronunciados por los ministros en las cámaras, era que
procuraran proceder lenta y pausadamente en las reformas, {lstable-
ciendo sus gobiernos con arreglo al modelo que tenian en su país,
pero sin -producir trastornos que pudiesen comprometer esos inismos
adelantos. Yo no sé dónde ha estado el Sr. Olózaga, que no ha oido


• á los que censuran el movimiento de Italia, comenzado por el Papa
Pio IX, que ha sido súgerido por los agentes diplomáticos de la fran-
cia. Esta es una acusacion que parte de los enemigos de la reforma,
y esa prueba en si misma á C>J.ue se refel'Ía el Sr. Olózaga, es com-
pletamente inútil ante la autenticidad de documentos públicos y so-
lemnes.


llPero, seilores, la dinastia de Luis Félipe cayó, y aqui vuelve
el Sr. Olózaga á darnos lecciones, y nos dice: «(aprended en esa catás-
trofe;)) ¡aprended, si, aprendedll ¡Aprended, hombres que os creeis
poderosos, porque sabeis levantar la voz y hablar á las pasiones!
¡Aprended, hombres que solo servís para destruir, jamás para edifi-
car; que senÍs para entusiasmar las turbas, jamás para fuudal' un
gobierno regulad ¡No os hagais ilusiones, no os aceptarán esas tur-
bas cuando venzan, ni hoy ni mañanal¡Ni hoy ni mañana os acepta-
rán, y lo digo á la faz del congreso ¡ i Ni hoy ni mañana!! I


»EI Sr. Olózaga, señores, vol viendo á su principal tema de deri-
varlo todo de las bodas, nos ha hablado de las conferencias de Eu, y
con este motivo nos ha repetido hoy lo que ya nos habia dicho otra
vez. ¿Y qué tenlamos que ver nosotros con esas conferencias? ¿Fué la
Espaila llamada á ellas? ¿Aceptó y contrajo alli algun compromiso
que no haya cumplido? La Inglaterra pourá haberle contraido.


»Cuestion es esta que se ha debatido en las dos tribunas más
grandes del mundo, y no daré yo mi fallo, no quiero darlo, pero yo
preguntaré á la Inglaterra y á la Europa, ¿nosotros nos hemos com-
prometido á algo? ¿La España, hizo más que sancionar un hecho? Y
si fuéramos á "entrar en esa especie de consideraciones que deben te-




FACULTADES ESTRAOBD1NAIUAS. 245
ner las potencias entre si, ¿no podria España decir á la Inglaterra
que se quejaba de éso, (lY porqué no me has indicado antes tu opi-
nion?l) Porque, téngase ente ndido, señores, que solo cuando estaban
ya concertadas las régias bodas, supo la España que las míraba con
aversion la Inglaterr~. Yen verdad que justo era que de otra mane-
ra nos hubiera tratado.


}IPerO dice el Sr. Olózaga que la desgracia, que la catástrofe de
la dinasUa francesa ha sido merecida, que aquel rey faltó pérfida-


-mente tí. lo pactado, que faltó como caballero y como rey. Góces6 el •
Sr'. Olózaga en insultar de esa manera á la desgracia de una ilustre
familia, hoy destronada; gócese en insultar de esa manera á ese an-
ciano monarca, jefe de esa dinastía á quien tanto y tanto debe la Fran-
cia, á quien debe la Francia los diez y ocho años de paz y de prospe-
ridad que ha disfrutado, los diez y ocho años de mayor felicidad y
esplendor que ha gozado nunca y que quizás gozará en lo venidero.
No espero, no, que el congreso de diputados españoles se asocie á
esas palabras, á esos sentÍmientos. ¡Nunca, jamás! Los españoles
siempre hemos respetado la desgmcia; faltaba que el Sr. Olózaga vi-
niera aquí á no respetarla. (Eten, muy bten; en los bancos de la de-
recha.) Yome complazco con los que han dicho bien; porque esta es
la voz de un español, y el insultar á la desgmcia jamás fué propio de
españoles. ¡Es posible, señores! ¡Detrás de la desgracia, el insulto! y
detrás del insulto, ¿qué podria venir? No diré que Lt revolucion por
respeto al congreso; pero si una especie de ataque á los que hemos
censurado esas escenas, que el mismo Sr. Olózaga calificó, cuando dijo
que en ellas habi a sido la inocencia desatendida y despreciada: ¿Y se
me ataca á mi por decir de la manera que el congreso ha -v'ísto la ca-
Iíficacíon que merecen esos hechos?


» Yo, señores, he censurado y censuraré ágriamente el crImen de
los que así han escarnecido la dignidad real, y de esas palabras
no me retractaré nunca, jamás, aunque estuviera en el patlbnlo. No,


_señores, no. Yo diré aqul con el poeta italían~ Manzzoni:
«Vcrgin di seno encomio
E dice dardo ostraggio.))


nM,í voz no sirve para insultar á la desgracia ni para adular á
los que triunfan de esa manera.




346 DISCURSO PiDIENDO
nHa dicho el Sr. Olózaga en seguida que-el ministerio actual hizo


aqui un programa de legalidad y de tolerancia que S. S. apoyó el
tiempo que tuvo.por conveniente, pero que ahora rompe la guerra
contra el ministro que ha proclamado ese programa, entre otras co-
sas, porque presenta esta ley. Que rompe la guerra, nos ha dicho:
¿Y quién podia esperar oLra cosa del SI'. Olózaga? Yo tambien,
recordarán los señores ministros que les dije, cuando S. S. se esfor-
zaba para aconsejar que desconfiasen de nosotros, que de haber mo-


- Uvo de desconfianza, yo aconsejaba al ministerio que desconfiáse del
Sr. Olózaga. Yo dije entonces, y lo dije muy claro: que no se fle el
gobierno de esas protestas, no sea que el dia del peligro venga el
que las hace á pronunciar la aterradora voz de I Dios salve al país y
á la Reina! No venga entonces el Sr. Olózaga á pronunciar esos dis-
cursos, que segun S. S. levantan vejigas. El ministerio y los señores
diputados'lo recordarán. De manera que yo tambien soy previsor;
tambien tengo yo titulas á que se me crea profeta.


oPero dice el Sr. Olózaga que se ha apodemdo del gobierno un
espiritu esclusivo, que no se ha hecho nada por atraer á los hombres
de otras opiniones, que no se les hizo más que justicia, que no se
les repartieron destinos, y que por consecuencia, por no haberlos
hecho más quejusticia, no esperemos nosotros de S. S. y de sus
amigos ni indulgencia siquiera. No parece sino que el SI'. Olózaga
viene aquí á imponernos la ley al frente de 40.000 hombres de las
masas armadas, cuando ni indulgencia siquiera nos quiere conceder.
¿Y esto se tolera en España? No: yo me complazco en decirlo. ICon
que ni indulgencia! ¿Y con estos titulos vienen á pedirnos el poder?
¡ Qué seria, señores, el dia que se vieran sentados en este bancol


nYo, prescindo, señores, de si nosotros pediriamos indulgencia
á S. S. Yo dr'go que ningun {JOmóre queaspíra á mandar {laMa. de ese
modo, ni habla de conceder ni indulgencia en cambio de la justicia.
Cuidado, señores, que los partidos pollticos, lo único que tienen de-
recho á pedir y á exigir de los que mandan, es justicia. Cuando se


• les hace justicia no tienen derecho á otra cosa; yeso dije ayer ha-
blando de la participacion que los hombres pollticos pueden tener, y
creo que deban tener, en cierlos destinos en que puedan toma~ parta
en el servicio del Estado. No insisto, señores, en esto, porque el




FACULTADES l!.STRAORDlNARIAS. 347
congreso me ha oido esplicar mis opiniones sobre el particular. Ayer
las espresé, y me parece que han merecido la aprobacion de la ma-
yorla de la cámara.


llEn seguida dice el Sr. Olózaga que la ley que se presenta pór
el gobierno es contra la Francia, y que hacemos causa comun con los
vencidos. Que la ley que se propone es CO:ltra la Francia, me parece
que nadie hasta ahora lo ha dicho más que el Sr. Olózaga, y me pa-
rece que solo él lo dirá. Esta ley que tiene por objeto conjurar las
tempestades de que el Sr. 91ózaga es nuncio, es la defensa natural de
un gobierno: Pues qué, ¿no podremos en lo sucesivo atender á nues-
tra defensa interior sin que se diga que somos enemigos de la Fran-
cia? Este sí que sel'ia un nuevo génel'o de afrancesamiento que yo no
comprenderia. ¿Con que damos;una ley para ásegurar el órden inte-
rior contra los pelígros que un gobierno debe precaver con mano
fuerte, y se dice que es contra la Francia? Yo lo niego, el gobierno
lo niega, de consiguiente esas acusaciones son voluntarias, y nada
más que voluntal'ias.


¡Que hacemos causa comun con los vencidos I No la hacemos,
señores; lo que hacemos es no insultarlos. Hay uoa diferencia muy
gmnde eritre asociarse á la desgracia con cierta simpatía del cora-
zon, y comprometer los intereses políticos y generales de un pueblo.
Hay mucha diferencia, y no sé por 'qué el Sr. Olózaga no ha diferen-
ciado eso. Nosotros, repito, no insultamos la desgracia, no digo de
unas personas que al menos para mi son acreedoras ~ toda la con-
sideracion, porque han dado muchos años de prosperidad, pero ni
aun de aquellas que alguna vez han caido justamente, porque es
privilegio de la desgracia inspirar siempre un sentimiento simpático.


.. .


llDice el Sr. Olózaga, porque "ay siguiendo los apurltes que rá-
pidamente he tomado, que S. S. tiene gran confianza de que puede
librar á la España de los males que la amenazañ: S. S. tendrá esa
confianza en si mismo, lo creo, no se lo disputo; pero hay un mal,
y es que los poderes públicos de la nacion no tienen semejante con-


• fianza; no porque S. S. tenga esa confianza se le ha de dar el po-
der; yo por mi parte tengo much'a desconfianza, much!sima; de su
señoria, y creo que S. S. al cabo de quince dias de estar en el po-
der, no digo en esta situacion, sino en otra más fácil y regular, la




348 DISCURSO PIDIENDO
embrollaría á los pocos días. Esta es mi conviccíon, y no la he
formado ligeramente, bay hechos históricos, y lo digo porque se ha
espresado hoy de esa manera, ¿ha sido mas que un ariete eterno
contra todos los gobiernos? Ni amigos, ni enemigos, ni neutrales
se han visto libres de su oposicion: jamás ha habido un hombl'e en
el poder á quien no haya atacado, lo mismo atacaba en un tiempo
al gobierno q'ue presidia el Sr. Calatrava, que ataca hayal que pre-
side el general Narvaez. As! yo tengo confianza en S. S. como
hombre de ataque, de oposici0n; corno hombre de gobiel'llo, jamás.


llEn virtud de esa confianza nos ha dicho S. S.: ((Si no hubiera
ocurrido esa desgracia en mi familia, que me ha tenido retraído de
los negocios, !o me bubiera presentado á la reina,''Y le hubiera
ofrecido mi cooperacion y la de todo mi partido.» Yo no sé hasta qué
punto estaba autorizado para dar ese paso; lo que sé es que su voz
en nada estaba acorde con las que aqu! se han oido.


llNo sé, repito, cómo el Sr. Olózaga hubiera dado ese paso; ese
• paso es un escándalo. Pues qué, ¿no recuerda que en una ocasíon


muy célebre y solemne nos dijo que los reyes no podian hablar ab-
solutamente con nadie mas que con sus ministros? ¿No recuerda que
yo, al oirle, me levanté ú impugnar aquella doctrina, y dije que su
señoría queria meterse á la reina de España en el bolsillo? Con-
que S. S. tiene dos políticas: una cuando es ministro; otra cuando
pretende serlo.


llDice el Sr. Olózaga: ((Nosotros creemos que con nucstros prin-
cipios conseguirlamos el objeto de tener en paz la nacion.» Yo, se-
ñores, aprecio esta creencia en el que la tenga: la respeto, mas ásu
vez es necesario que se respete tambien la nuesLra"porque creemos
tambien que con nuestros principios podemos hacer frente tambien á
las necesidades de la época, y si esa creencia es un titulo para adqui-
rir el poder, la crcencia nuestra es un titulo larnbien plll'U conservark.


llPero S. S., haciéndose cargo de la pregunta que se ha dirigi-
gido: ((¿Y qué haríais en el poder?», han preRentado su programa
de gobierno [os señores 'Orense y Olózaga, y el congreso se habrá
convencido de que estos señores no han estado acordes en nada abso-
lutamente.


»Compónganse entre si, y cuando presenten un programa en. el


.. '




FACULTÁDES ESTRAOIIDlNARIAS. 349
que todos estén conformes, entonces podrán aspirar al gobierno;
pero mientras el Sr. Orense proponga el snfragio universal, el se-
ñor Cortina proponga cosas más fáciles, y el Sr. Olózaga propon-
ga un gobierno en que ni indulgencia nos concederá, nosotros no


, diremos más á S. S. sino que non nostrum inter vos tantas compo-
nere lites. Arréglense SS. SS. primero: arreglen su forma de go,.
bierno: establezcan los principios con que han do gobernar: acallen
las malas pasiones: háganse conocer como hombres de gobierno sin
alarmar á la naciún, y cuando Ileglle este caso daré el apoyo á sus
señorías, pues soy hombre que hago rara vez la oposicion al go-
bierno. Es preciso que me persuada de que enteramente falta á sus
deberes pam que yo le haga la oposicion, sin embargo de que hacer la
oposicion es lo más fácil. El hacer oposicion á unos y á otros es pa-
pel vulgarísimo: la dificultad está en eso, y no en ponerse del lado
de la popularidad.


nPero, ¿cuál es el programa del Sr. Olózaga? Dice S. S.: ({Nos-
otros haríamos lo que siempre hemos h~cho en el poder. Señores,
no sé cómo el Sr. OIózaga ha podido decir eso cuando siempre ha ,
atacado todós los actos de los gobiernos progresistas. Así es que no
sabemos 19 que haria S. S. en el poder. Hay posiciones insosteni-
bles en politica, y una de ellas es la en que se ha colocado' el Sr. Oló-
zaga. S. S., si sus amigos políticos estuviesen en el poder, los com-
batiria como combate ahora al actual ministerio, suscitaría las ma·
sas contra ellos. Esto es lo que ha hecho el Sr. Olózaga -con sus
amigos políticos, y esto es lo que haria ahora.


n Esto no se entiende, señores. Si yo fuese á juzgar el pl'Ogra-
ma de 'sus amigos políticos, no tendría mas que copiar una por una
las acusaciones que el Sr. Olózaga les ha hecho. S. S. decia en los
discursos que pl'onllnciaba, que á todo faltaban, á su origen, á sus
principio.;, Ú Sll~ cOl1\'iceiones, y cuando el cUétdro no estabJ. bien re-
earxarlo, S. S. decia: «Ya 110 hay salvaüÍon en la tierra, y es pl'eci-
so que Dios sal ve' los euros objetos que os están encomendados. )) ¿Y
este es el programa del Sr. Olózaga? Los señores que se sientan en
el banco de en frente convendrán conmigo en que no está. muy claro
el programa de S. S. y con este motivo me OCUl're contestar á una
especie peregrintsima del Sr. Olóza,ga. Dice S. S. que pongamos al




350 DISCURSO PIDIENDO
frente de nuestl'o gobierno al ilustre general que concluyó la guerra
civil en España.


))Acepto esta especie de reLraccion de S. S., y si es una prenda
que se le exige para ~ntrar en el deber de comunion, hace bien; pero
su señoria, que combatió á ese general y á su gobierno, y creyó que
la salvacion del pais solo podia dimanar de Días, ¿cómo es que aho-
ra le invoca? ¿Cómo dice ahora vamos á gobernar con aquel hombre
que derribé, con aquellos principios que derribé tambien? ¿Es esto
aceptable ó es un galimatías? El Sr. Cortina dijo una cosa que yo
comprendí perfectamente. S. S. dijo que el partido progresista aun
no habia ensayado su plan, porque siempre habia obtenido el man-
do despues de una revolucion, y entonces no es posible ensayar los
principios porque hay que ceder algo á las circunstancias. Esto lo
comprendo bien; pero decir: «Volveremos á ser lo que éramos an-
tes y despues del año 40, os cerraremos las puertas del parlamen-
to,» es cosa que no se comprende.»


)Pero aun en lo mismo que ha dicho el Sr. Olózaga respecto de
ese general, hay una cosa notable. E\ general que concluyó la guer-
ra civil, dice. S. S. Aquí se ve que' concluir la guerra civil no, es
de la reina, ni de su gobierno, es de un general. Señores, en ese
grande acontecimiento cada uno tiene su parte. El general en jefe
tiene SlU parte: debajo de él están 105 generales de division, y luego
sigue, esa escala hasta el último soldado; pero sobre todos está el go-
bierno de la nacion, que es el que dá el impulso, y sobre todos
está la reina, y es bien estraño que rompiendo esta escala, se atri-
buya toda la gloria al general en jefe que mandaba los ejércitos,
como si fueran suyos, como si aquella sangre fuera suya. ¿Son estos
los principios de libertad y de gobierno?


llNo niego la participacion de ese general ilustre en esas campa-
ñas; yo la he recon~cido y elogiado siempre en el parlamento y en
la prensa. ¡Ojalá aquella gloria no la hubiera en cierto modo deslu-
cido poniéndose al servicio de un partido! ¡Ojalá que cuando conclu-
yó la lucha hubiera envainado su espada y hubiera dicho: (CÁ vos-
otros os queda la discusion de los principios!)) Pero no lo hizo as!;
entonces se le quiso hacer instrumento de un partido, y hoy día pu.-
rece que se quiere volver á lo mismo.




FACULTADES ESTRAORDINARIAS. 351


))Pero téngase entendido que nosotros no veriamos en él, si se
sentase en estos bancos, mas que un ministro á quien atacaríamos si
creiamos que lo merecía, lo mismo que S. S. lo hace con los que
están ahora á su fl'ente, pues nosoll'os no queremos ninguna irres-
ponsabilidad en España mas que la que señala la constitucion, que
es la de la reina.


)lTéngase tambien entendido quo los titulas para el mando se
adquieren en las lides parlamentarias en esta ó en la otra cámara, y
á la verdad, señores, que no da muchas muestras de aspirar al man-
do cuando ni por casualidad so presenta y asiste á la cámara, no
ahora, sino en otras ocasiones. Y esto es una falta grave que si sus
amigos politicos no se lo advierten, y conviene que yo s610 advierta.
Lo demás, buscar .fuera del parlamento seria una influencia ilegiti-
ma, puesto que de influencias ha hablado S. S. Las influencias legí-
timas en estas clases de gobierno son las parlamentarias, y aquI es
donde se han de conquistar y no fuera de aquí.


))EI ser buen general no da en Francia é Inglaterra, ni en nin
gun país representativo, titulo para' presentarse á aspirar al mando.
Vea, pues, el Sr. Olózaga la importancia que tiene la indicacion que
se ha. hecho sobre este particular.


lIS. S. nos ha dicho, ocultando en cierto modo la idea que no
ha tenido valor para espresar claramente, que no permitiria alrede-
dor del trono otras influencias mas que ;Ias legítimas, y que, caso
que alguna hubiese, asumiria á si la responsabilidad si no la pu-
diese contrarestar.


»Y qué, ¿cree S. S. que el geneml Narvaez y sus dignos compa-
ñeros no toman sobre si la responsabilidad de todos los actos públi-
cos de s u gobierno? ¿Qué motivo tiene S. S. para dudarlo, ni qué
dereého tampoco para indicarlo en este lugar? Si S. S. desconfia de
que no sean bastante sinceros para resignar el manao, si otra cosa
fuese, nosotros tampoco nos fiariamos de S. S.; yo á lo menos no
me fiaría, porque sus circunstancias, que no tienen nada que ver con
su moralidad, no me lo permitirian, por la posicion en que se
halla.


llDice tambien S. S. que haria otra cosa, y es entrar inrnedia-
lamente en relaciones con la república establecida en Francia. JUuy




352 DISCURSO PIDIENDO
pronto está S. S. en decidir cuestiones de tanta magnitud, y esto
me hace creer que seria mal ministro de Estado S. S. Bien es ver-
dad que des pues de habernos hecho esta promesa ya la ha levantado
su señoría al último, pues dice que la reconocería, á la república,
cuando la reconociese la, Francia como su gobierno. Y aquí se ve
que no es solo el Sr. OIÓzaga el que tiene esa idea, pues esto mis-
mo lo hemos dicho nosotros ayer. Dijimos que cualquiera que sea
el origen de esa revoIucion, luego que la nacían reconozca ese go-
bierno y lo sancione en uno y otro lado de la cámal'a, le reconoce-
remos por gobierno de la Francia. Luego nuestro reconocimiento
está subordinado al principio que ha espresado S. S.


llila dicho despues que quisiera atraer á ¡"os españoles que han
venido de América, y se hallan en Francia, par1l,¡que viniesen á g'o-
zal' de la tranquili.iad de que carecen allí. Esto es tambien muy es-
traño en S. S. ¿Por qué fueron esos individuos á Francia? Por-
que la veian tranquila. ¿Y por qué se vendrian aquí, segun dice
S. S.? Porque creeriÍln que tendrian más seguridad aquí. Mucho des-
confia el SI'. Olózaga de lo que va á suceder en Francia, cuando
cree que á pesar del mal estado en que nos hallamos, segun S. S., ten-
dremos más paz aquí.


IlEs, pues, el discurso del Sr. Ólózaga un conjunlo de contradic-
ciones, y lo mismo su programa, pues se ve en él una p@rcion de
ideas que se rechazan mútuamenle. Y, señores, ¿es acaso lo f¡Ue
S. S, propone en mucha parte propio y peculiar de S. S.? No, por-
que en mue hos puntos podemos decir que estamos conformes, si bien
no en el conjunto, que tiene cosas qne se rechazan unas á ptras. Nos-
otros entraremos en trato con Francia, no como dice S. -S., al mo-
mento, sino cuando esté conslitui¡joel gobierno, y esto lo aceptari¡¡.
cualquiera; y lo mismo otros puntos qne ya he indicado. Pero S. S. en
el magnlfico pJ40grama que ha presentado, y que, como se ve, nadie
entiende ni es admisible, ha dicho que nosotros debemos ceder el
poder, y pronto: dádnosle hoy, dice, y hoy mismo, porque hoy pode-
mos hacer algo, y mañana ya no poJremos nada.


l} Ya he demostrado que ni hoy ni maflana; y ese mañana á qU()
S. S. aludia en que nada podria ya hacer su partido, acaso vendria miLS
pronto todavía que lo que S. S. mismo creyese, sueediendo lo mismo




FACULTADES ESTI\AORDINARIAS. 353
que en el vecíno reíno, en que vino ese pronto más pronto de 10 que
creian los ilustres miembros de la oposicion francesa, que han su-
cumbido tamblen en la catástrofe. Dioe el Sr. Olózaga: dádnosle pron-
to, y sino pensad en la guerra civil que nos amenaza; pues si n9s ame-
naza esa guerra, que es el mayor azote que puede caer sobre los pue-
blos, precisamente porque eso puede verificar~e, aunque no lo espero,
solo porque pueda haber esa posibilidad, es preciso que ef gobierno se
arme, y para esto y con este único fin pide la ley que estamos discu-
tiendo. Dice S. S., yen esto tiene razon: ((Tenemos un pretendien-
te,)) y yo lo dije ayer: «Tenemos quien 'puede disfrazarse con otra
máscara:)) y tambien liene razon, y lo dije ya ayer, que ese falso li-
beralismo vencido en la guerra civil, tomaria ahora ege disfraz, como
lo ha tomado en Francia, para conseguir su objeto, porque aqui y alli
proclamará la república, y lo que quieren es que desaparezoa la mo-
narqula paulatinamente, porque de ese modo está más franco el ca-
mino para Ilegal' donde desean. Este es el verdadero camino para
traer el que ellos desean; este es el fin de los que alli se han acerca-
do al gobierno republicano.


'))Nos dice el Sr. Olózaga: viniendo hoy nosotros al mando, y
siendo lo que hemos sido, haciendo lo que hemos hecho siempre en
el poder, conjuraremos la gueITa civil Y estableceremos la tranquilidad.
Yo, señores, diré al Sr. Olózaga, quedeberemos fiarnos más bien de
hechos que de palabras. Si de palabras nos fiamos, podremos deci!'-
le á S. S., que fiamos en las suyas; pero si nos fiamos de hechos,
diremos que no. Yo juzgo de lo que ha sucedido. Yo tengo porpl'in-
cipios que nunca jamás achaco á un partido y á una poUtioa otros
crimenes que lo que se deducen inmediatamente de sus doctrinas,
porque si vienen de otro lado eso no es lógico; pero yo diré que~ sin
meterme á juzgar de las causas ni de los efeotos, el hecho es que
siempre que ha mandado el partido pl'Ogresista en España, no ha
habido esa. tranquilidad tan completa como dioe S. S.


»El congreso habrá observado que eldiscÍll'so del Sr. Olózaga tiene
un relieve sobre todos los demás que aquí se han'pronunoiado, no solo
por el mérito oratorio, sino tambien por su índole y por su carácter
partioular. Se ha dado á esta disousion un giro, que si se le hubiem
dado desde un principio, hubiese tenido otras conseouencias. Puede


TOMO 11. 23




"


354 DISCI1RSO PIDIENDO FACULTADES ESTRAORDINARlAS.
que en la refutacion de los diferentes cargos que se han dirigido haya
sido yo algo acre al refutarlos, pero téngase entendido que no es esto
en toda la discusion. Yo- ayer hablé largamente. El congreso sabe
mis doctrinas, y sabe tambien que lo que yo deseo no es escitar las
pasiones, sino ~almarlas; y que convencidos todos de que una gran ca-
tástrofe debe ser á todos igualmente sensible, creo que d~bemos pro-
curar, sin faltar á nuestras doctrinas y principios, rodear el trono de
nuestra reina y proteger las instituciones, dejando para tiempos más
tranquilos, como dije ayer, el discutir nuestras doctrinas acudiendo
á las razones, y no apelando, para decidir, á la fuerza brutal. He
dicho.))




PACHECO.


Sucede en política con D. Joaquin Francisco Pache-
co, lo mismo exactamente que en el órden físico ha su-
cedido con el sol. En la ciencia antigua, en la opinion
ge~eral de los primeros astrónomos, y en la del vulgo
por consiguiente, era una verdad inconcusa, un princi-
pio científico, indisputable, que el llamado padre de la
luz por los poetas, el astro brillante de la mañana, gira-
ba periódicamente alrededor de la tierra, dando luz, ani-
macion y vitla á los distintos paises que en su diario pa-
seo visitaba. -


Pero como muchas de las verdades proclamadas por
esa reina, infalible pJ.ra los crédulos, que se titula la
opinion pública, vienen á convertirse á veces, gracias
casi siempre á la casualidad, en públicos errores, dé aquí
el que cuando los sabios se hallaban más afanosos dispu-
tando y escribiendo sus observaciones y pronósticos so-
bre los accidentes, regularidad y circunstañcias del con-
sabido y monótono itinerario del sol, llegase un tal Ca-
pérnico, más sabio, más delirante ó más acertado en sus
observaciones, y destruyese los adelantos, de algunos si-
glos con decir simplemente q uc el astro viajero no daba
nunca un paso, sino que colocado en el centro, fijo é im-




356 PACHECO.


moble como una estátua, pasaba su diaria revista á cuan-
tos paises constituyen el globo terráqueo, que periódica~
mente giraban en derredor suyo.


Esto mismo, poco más ó menos, ha sucedido en polí-
tica eón el personaje qUe vamos á retratar.


Se ha creido siempre, y aun se cree hoy por muchos,-
que á imitacion del sol, segun la ciencia primitiva, gira-
~


ba alrededor de los partidos, iluminándoles por la ma-
ñana con los vivos y claros rayos de su' saber y de su
elocuencia, y dejándoles á oscuras luego al volverles la
espalda por la tarde.


Mas no ha faltado algun Copérnico entre los políti-
cos que destruya como el famoso astrónomo esa verdad
ap~rente, verdad que tanto preocupaba á los críticos é
historiadores, diciendo y probando á la vez que no es
Pacheco quien gira alrededor de los partidos, sino los
partidos quienes giran alrededor de Pacheco.


y así es en efecto. Astro clavado y fijo en el centro
de la política española, despide sus luminosos rayos so-
bre los hombres, los partidos y las situaciones que pasan
por delante de su linterna; no con el caritativo objeto de
alumbrarles para que no tropiecen en el camino, sino
con la.maligna intencion de descubrir á los ojos de los
espectadores sus manchas y sus defectos.


Verdadera personificacion del eclecticismo,. en lugar
de unirse ó desviarse alternativamente de los partidos,
como se encuentra en su centro inmóvil é invariable, son
estos los que se le adhieren ó le rechazan al desfilar por
su frente, arrojando en el último caso algunas pedradas


. á su linterna, por ver si consiguen quebrársela y librarse
así de aquella luz que los descubre y los desacredita.


Por razon de su inmovilidad, de su eclecticismo in-
definible, porque es un eclecticismo parado, y por consi-




PACHECO. 357
guiente un tanto contradictorio, son los partidos políti-


, cos los que ,hacen la oposicion á Pacheco, y no él, como
se cree, quien hace la oposicion á los partidos.


La verdad es que desde la aparicion de Pacheco en
la escena pública, casi siempre ha militado en las filas
de los oposicionistas ó de los descontentos.


Pero, ¿cómo es que un hombre de temperamento so-
segado, de carácter reflexivo, de ideas moderadas, de
reposada eloéuencia, partidario del justo medio,. eclécti-
co y vacilante siempre entre los distintos sistemas polí-
ticos, se encuentra con frecuencia en la oposicion, y apa-
rece en la política cuando no indiferente,descontentadi-


. zo? ¿Influirá en algo la escentricidad de carácter? ¿Po-
drá producir este fenómeno la variedad de un espíritu
dominante y avasallador? ¿Oonsistirá ,en esa inmovilid:;¡,d
del persónaje. que hasta cierto punto le hace variable,
y que colocado( en el centro, como hemos dicho, y ar~
mado de su linterna, encuentra fea hoy y horrible á la
democracia y se estasía mañana con su hermosura, y
alaba primero las formas del moderantismo, cuando
pasa ante sus ojos ·magníficamente ataviado, y lo escar-,
nece despues al verlo repugnante y desnudo, ó bien en-
salza en la primer revista las glorias del progreso y las
deprime en la segunda por creer descubrir en él, á la fos~
fórica luz de su linterna. manchas de sangre ó lodo que
afean y deslustran sus facciones? ,


Sea cualquiera la causa de esa situacion escepcional
que ha ocupado casi siempre el Sr. P(wheco en las cór·-
tes y en la marcha política de los partidos, lo cierto ello
es que se le ha visto frecuentemente en la oposicion sin
tener condiciones de oposicioilista, huyendo de los parti-
dos sin motivo fund;-v]o para ello, ó siendo tal vez los
partidos los que huyen de S. S. cuando no tienen una




358 PACHECO.


absoluta precision de tropezar con él. No hay mas que re-
pasar el Diario de las Sesiones para conocer que nada
hemos exagerado en nuestras anteriores observaciones,
ni pecamos de inexactos al decir que Pacheco solo ha
sido ministerial decidido de..... su ministerio, y aun
sospechamos que en esa época· habria ocasiones en que
fuese oposicionista de sus colegas de gabinete, ó de sí
propio. .


Elegido diputado por Sevilla en las córtes de 1838,
dió principio en ellas á su sistema de indecision ó retrai-
miento; y si bien no declaró una oposicion resuelta á las
administraciones moderadas de entonces, tampoco se de-
claró ministerial. Es verdad que defendió en aquellas
legislaturas con fervor y resolucion los principios mode-
rados, pero tambien lo es que atacaba á los ministros y
anatematizaba su sistema de gobierno cuando les decia:
((que no pensaban mas que en pedir leyes, cuando lo que
se necesitaba eran hombres para la guerra.))


Mucho creció la fama de Pacheco como orador y
hombre instruido en los famosos debates del congreso
de 18,10 referentes á la abolicion del diezmo y á la ley
orgánica de los municipios. Su discurso defendiendo la
abolicion completa de aquel impuesto, es acaso el más
notable que se pronunció sobre la materia, por la esten-
sion y profundidad de sus conocimientos, por su erudi-
cion histórica, por la solidez de sus argumentos, por la
sensatez de sus apreciaciones.


Pero donde el diputado andaluz conquistó uno de los
puestos más distinguidos entre los oradores españoles
fué en las córtes progresistas de 1841, en las que, como
único representante de las ideas model'auas,. ucfenuió á
su partido y el credo político de su escuela con el arrojo
y brillante~ propios de un orador, de un político tan emi·




PACHECO. 359


nente como Pacheco. Notabilísimo fué su discurso pro-
nunciado en la sesion estraordinaria de la noche del 20
de julio de aquel año, oponiéndose á la venta de los bie· .
nes del clero, calificado de incendiario por Argüelles.
No sabemos qué alabar más en aquella sesion solemne, si
la elocuencia, la instruccion, el talento de Pacheco aque-
lla noche como orador, ó su arrojo y temeridad en desa-
fiar él solo, sin otras armas que las de su palabra, el
enojo y la ifa de toda una cámara de enemigos, enso-
berbecidos aun con el triunfo del 1.0 de Setiembre.


Es la única vez que hemos visto al Sr. Pacheco tro-
car su reposado lenguaje de estádista por el declamato-
rio y agresivo del tribuno. 8i~ndo justos, como procura-
mos serlo, en el difícil y arriesgado trabajo de retratar.á
nuestros oradores contemporáneos, y como consecuencia
á los partidos donde figuran, debemos decir que el pro-
gresista dió en aquella ocasion señaladas muestras de to-
lerancia con las contrarias opiniones y de respeto á la
inviolabilidad del diputado, escQdando toda la asamblea
con su autoridad y su prestigio al enérgico acusador del
partido progresista, contra lQs furiosos murmullos y cla-
ras amenazas de la tribuna pública. .


Otro triunfo alcanzó Pacheco, si no como tribuno,' .
como hombre de Estado, en ]a. famosa disc'usion sobre la
tutela de las régias pupilas, pri vae1as por los az.ares de
la revolucion del inmediato nmparo ele. su augusta
madre.


Grave, profundo, erudito, lógico y sentido estu vo en
su magnífica peroracion e1.8r. Pacheco, defendiendo con
estraordinaria lucidez y acierto los derechos de la reina
madre, y colocándose á grande altura como orador y ju-
risconsulto, como filósofo y publicista.'


Visible efecto hicieron en muchos ele sus clesapasio-




360 PACHECO.
nados enemigos las solemnes palabras con que termina-
ba su notable peroracion: «La cuestion, señores, es in-
mensa, decia: más inmensa de lo que pueden esplicar mis
débiles palabras. Se trata del afianzamiento de la consti-
tucion para largas edades. El porvenir de la nacion, la
alianza del trono y las instituciones, la paz ó la guerra
entre ellos, van hoy tal vez á decidirse. Yo, señores,
voto por la paz.»


Vencida la dominacion progresista, apareció Pacheco
en-la reacc~on moderada de 1844; y bien porque las cir-
cunstancias ó la ambicion ajena le impidiesen desempe-
ñar en el nuevo órden de cosas el papel que le corres- .
pondia, como el más valiente 'campeo n del triunfante
moderantismo en la época anterior de la persecucion y
la desgracia, bien que su eclecticismo y su sistema· con-
temporizador se aviniesen mal con la marcha tirante y
resistente que adoptaba el partido moderado, mantúvose
como de costumbre un tanto retraido, hasta que, con
motivo ó pretesto de la reforma constitucional del año
siguiente, declaróse franco y resuelto oposicionista, or-
ganizando la fraccion puritana de la que en 1846 se de-
claró ó le declararon Sumo Pontífice.


Levantando, como todo partido nuevo que aspira al
mando, la bandera de la legalidad y de la justicia, ha-
cia una fuerte oposicion al gobierno, esclamando en una
de sus más vehementes peroraciones: «Si el que conspi-
ren los enemigos del órden público es la razon para qué
no se atienda á la ley, rasguemos la constitucion, vayá-
monos á nuestras casas, y proclamemos el gobierno ab-
soluto. J) (Aplausos en las tribunas.)


«El Sr. Presidente: Perdone ,S. S., Sr. Pacheco;
me parece que he oido en la tribuna señales de aproba-
cion.))




PACHECO. 361
((El Sr. Pacheco: Lo sen tiria seguramente, yeso que_


yo no estoy acostumbrado á oirlas.»
Tocóle al jefe del puritanismo subir al poder en


1847, empujado más bien que por el aura de sus triun~
fas parlamentarios, por el soplo de las influencias corte-
sanas.


Pocos políticos han conquistado el poder en nuestra
patria desde 1834 con mejores antecedentes parlamenta-
rios, con más fijeza de opiniones, con más consecuencia
en sus principios que el Sr. Pacheco; pero pocos tam-
bien observaron en el gobierno una conducta más contra-
dictoria, una vacilacion más grande en sus ideas, mayor
vaguedad en sus doctrinas, que el presidente del ,minis··


- terio puritano.
Como dejamos apuntado, desde la entronizacion del


partido moderado en 1844, vióse al S1'. Pacheco, casi
solo, oponerse al torrente de la nacion y. sostener y pre- .
dicar valerosamente contra todo el partido conservador,
la templanza en las reformas, la tolerancia en el gobier-
no, el respeto á la constitucion del Estado y la observan-
cia más estricta de 1as prácticas parlamentarias.


Al frente de pocos, pero decididos partidarios, vióse-
le despues combatir, con más valor que fortuna, la re-
forma de la constitucion y la política ilegal ó arbitraria
de algunos ministerios, si~ que los halagos de la córte
en la época de las régias bodas, que por cierto hicieron
desertar á muchos de sus amigos de las filas puritanas,
pudiesen suavizar en 10 más mínimo su severidad cons-
titucional, ni las consideraciones de distintos gobiernos
atenuar en nada su incansable y austera oposicion en el
parlamento.


Las agradables ilusiones que los constitucionales de
buena fé concibieron con la elevacion del Sr. Pacheco,




362 PACHECO.
marchitáronse muy pronto en manos de un .cruel desen.,.
gaño. El hombre constitucional y parlamentario renegó
bruscamente de sus principios en el mero hecho de reci-
bir el poder por efecto de una combinacion palaciega, y
no como el legítimo resultado de sus triunfos en la tri-
buna.


·Falto de arrojo en el poder, vacilante, olvidado de
sus antecedentes, sin sistema de gobierno, sin un pensa-
miento fijo, cerró las córtes, que le eran contrarias, le-
gisló de real órden, y entregó la adminiistracion á los
azares de la suerte: Su mando, por lo tanto, debia ser
efímero y'pasajero, como todo poder sin base, sin uni-
dad, sin objeto,"


Asustado sin duda el Sr. Pacheco de su propia obra,
sin apoyo político en qué sostenerse, sin habilidad bas-
tante para manejar los elementos cortesanos con que es-
clusivamente contaba, abandonó el poder con el mismo


. descrédito que lo adquiriera, arrastrando en su caida
todo el prestigio, toda la importancia, todo el valor po-
lítico de la fraccion puritana, creada por él en 1845 con
su teson y su talento, y destruida ahora por su timidez
ó su inconsecuencia.


A los cuatro meses abandonó su puesto de presidente
del Consejo como arrepentido de su elevacion y averg'on-
zado de su política, pues un hombre de sus cualidades,
de.sus antecedentes, de su mérito, no debió recibir el
poder como una limosna sino como una recompensa, ni
debió sacrificar, siendo ministro, su talento y su honrosa
historia política á consideraciones de gratitud y de com-
placencia.


Sin variar su posicion, que le ha "colocado siempre á
igual distancia de los partidos estremos, aferrado á 'ese
sistema ecléctico y equilibrista, Paclwco no ha podido




363 PACHECO.


personificar ni aun figurar en una situacion estable y du-
radera. '


Su nombre y su personalidad, como político, solo han
servido para los gobiernos de transicion, para esas ad-
ministraciones interinas, pasajeras, que se establecen de
vez en cuando en España como tregua indispensable en
el encarnizado combate de los p~rtidos estremos, y mien ..
tras estos se calman ó reorganizan.


Más reputacion y mejor fundada que la de gobernan-
te, tiene el personaje que estamos retratando, como pe-
riodista, como escritor y como orador de parlamento.


En las buenas épocas del periodismo español, en que
la tribuna de la prensa política se hallaba regentada por
publicistas como Alcalá Galiano, Donoso Cortés, Pas-
t01' Diaz, Ros de Olano, Rios Rosas, Perez Hernan-
dez, Bravo JIurillo, Cárdenas, Garúa Villalta, Oli-
van, Larra, Caballero, Lapez y otros escritores políti-
cos, que no han sido despues ni serán ya dignamentfi' re-
emplazados, sobresalía el Sr. Pacheco sosteniendo en
animadas polémicas, y con .una brillantez y profundidad
::idmirables, los principios de la ,escuela moderada y las
teorías constitucionales, generalmente aceptadas por los
publicistas más acreditados.


11' IJas colecciones de El Siglo, La Abeja, El Español y
El Conservadm', responden de la verdacl de nuestro
aserto.


Lauros no inferiores tiene alcanzados el ilustre sena-
dor á quien nos referimos como historiadDr y literato.
Claridad en la narracion de los hechos, imparcialidad y
rectitud en sus juicios, tono digno y bien sostenido, sen-
cillez majestuosa en el lenguaje, parsimonia en sentar
máximas morales y políticas, son sus cualidades más re-
comendables, si bien aparezcan un tanto afeadas por al-




364 PACHECO •.


guna hinchazon en ciertos pasajes, por el rebuscamiento
de algunas palabras, 'por alguno que otro galicismo, y
un si es no es de desaliño é incorreccion en ciertas lo-
cuciones.


Pero en donde el Sr. Pacheco es una notabilidad,
donde brilla y no decae nunca, es sin disputa alguna en
la carrera parlamentaria.


Pacheco es un verdadero orador de tribuna. Carece,
es ver~ad, de entonacion en el estilo, de pasion' en la
idea, de emocion en el acento, pero en cambio posee voz
reposada, palabra límpida, lenguaje correcto, entonacion
majestuosa, difícil facilidad en la colocacion de las fra-.
ses, riqueza, verdad y exactitud en la ideas.


Con tales condiciones es en la cámara un frio razona-
der; plantea con claridad la cuestion, raciocina y no di-
serta: usa muchos argumentos y pocas metáforas; guar-
da el decoro conveniente en el estilo, sin remontarse á
las regiones poéticas, y emplea un lenguaje sencillo,
llano y adecuado. El mismo método usa en sus acciden-
tes: no gesticula, ni manotea, ni da voces, ni se enterne-
ce, ni se exalta.


Un ingeniosísimo éscritor moderno dice con mucha
exactitud de Pacheco: «que habla con la naturalida~ de
un pobre, con la cultura de un sabio y con la dignidad
de un prócer.»


Mediano poeta, buen literato, periodista notable, his-
toriador desigual é intencionado, jurisconsulto profundo,
orador famoso, hombre político importante, digno es el
Sr.' Pacheco de ocupar un lugar muy distinguido eJ}
esta galería de los oradores españoles.




Discurso sobre las regias bodas.


(l Señores: habia yo venido ayer á la sesion con la resolucion y
el ánimo en que me encuentro desde que lel la convocatoria de
S. M. por la cual nos hallamos en este sitio. Dudaba yo, vacila~
ba, no tenia resolucion firme, decidida, sobre lo que en este parti-
cular me competía hacer. Por una parte repugnaba á mi razon el
callar en un asunto de tanta gravedad é importancia; por otra parte,
mi respeto á la voluntad de S . .M., la consideracion de


d
ser iÍlútil todo


lo que dijese en este punto conforme á mis ideas, me retraian de es-
poner al congreso unas razones, que acaso no son del agrado de su
mayoria. En este estado escuché unas palabras del Sr. Donoso, que
hicieron en mí la misma impresion que en el ánimo de otros seño-
res diputados. El Sr. Donoso dijo: « Pues que se quiere discutir,
discutamos;)) y yo, señores, arrebatado por un movimiento que no
pude contener, pedi la palabra para esta discusion. Despues, sin
embargo, volví á reflexionar que esto era completamente inútil, por-
que no es una cuestion lo que se nos ha traido aquÍ, es una reso·
ucion de S. M., y las resoluciones de los reyes no se discuten en el-
congreso. Si hubiera sido una cuestion; si pudiera votarse con liber-
tad en ella; si pudiera tener efecto el voto que diésemos, señores,
yo no he rehuido nunca el manifestar claramente á mi país 10 qua
siento; y lo manifestarla con la misma entereza, con la misma fmer.
gia, con la misma sinceridad á que estoy acost~mbrado, en tIna
ocasion que por más solemne nos impone mayores obligaciones. Pero
repito que es una resolucion y no una cuestion la que viene aqul; y
si fuera una cuestion, no' seria la que debia venir aquí; no seria una
cuestion ministerial, sino una cuestion real. El ministerio la ha he-
cho as! desde que ha declarado que no habia tenido en este asunto
más participacion, que la de acatar la voluntad de S. M., manifes-
tada solemnemente. Esto, señores, me ha sorprendido; esto, señores,
diré la verdad, lo siento, lo lamento, 1_0 deploro. Es una cosa inau~
dita en ningun pais constitucional, que un ministerio que se llama
parlamentario, que respeta las garantías representativas, venga á de-
cirnos: «Lo que yo propongo es lo que S. M. ha resuelto.)) En este




366 }}JSCURSO SOlJllE
caso no hay libertad para discutír; en este caso no hay libertad para
votar; eo este (Jaso nuestro voto negativo es una cosa absolutamente
inútil; los hombres delicados pueden pesar en lo íntimo de su con-
ciencia si tienen derecho para decir sí, cuando no tienen derecho
para decir no. Y no tienen derecho para decir no los hombres mo-
nárquicos, supuesto que se dice por el gobierno: ({No soy yo, es S. M.
quien esto dice.)) Aunque eso fuese cierto; aunque en el secreto de
la corte tal hubiera pasado, era deber, yo á lo menos asl lo creo, del
ministerio que se sienta en ese banco, tomar sobre si la responsabi-
lidad d~ esta resolucion, y no invocar aqui el nombre de S. M., por-
que el nombre de S. M. no debe sonal' en este recinto sino para que
todos bajemos la cabeza y le acatemos como se merece.


nUna, pues, de dos, señores: ó hay necesidad de llevar esta cues-
tion al terreno á que el Sr. N ocedalla llevó ayer, y este sistema yo
le respeto, pero no es el mio, ó hay necesidad de reducirnos á me-
ras disertaciones sobre un punto ya decidido, sobre un punto en que
no cabe vacilar ni volver atrás. No hay aqul, señores, cuestion po-
lltica; no la hay cuando no hay libertad; no la hay cuando hay coac-
cion moral; no la hay 0uando no tenemos derecho de levantar nues-
tra voz tan alto como debemos para decir completamente lo que nos
parezca; no hay cuestion política cuando no hay posibilidad de que
se resuelva de dos distintos modos, y esto, señores, de dos distintos
modos no puede resolverse; podemos cuando más abstenernos de
votar; ninguno puede decir que no. Los que teman unir su nombre
á una cosa que, segun su conciencia, puede traer responsabilidad,
callarán; mucho atrevimiento es menester; yo, señores, no le tengo,
para decir que no. No hay, pues, discusion, Sr. Donoso; aqul no se
discute, se razona .


. »Sin embargo, señore8, ya que pedí la palabra, ya que he prin-
cipiado á usarla, voy á razonar, pqrque en esta mala pendiente por
la cual veo que caminamos, quizá será posible que nos detengamos
aún; y si mis palabras pudieran contríbuir á ello, yo me alegrarla,
me felicitarla: voy á razonar, porque el pals tiene derecho á pre-
guntarnos lo que pensamos; y aunque sea inútilmente, puesto que·
algo podemos decir, debemos decirlo: voy á razonar, porque pue-
den venir algun dia males, peligros, y no quiero que la nacion




LAS REGIAS BODAS. 367
diga: «Tú algo pudiste decir, y no lo digiste;)) no quiero que pueda
decirme mi reina: ((Tú pudiste habiar, y no hablaste.»


»Por lo demás, señores, yo no hago cargos por esto al ministe-
rio de S. 1\1.; confieso de buena fé que no habia yo esperado que
viniese la cuestion de otro modo. Desde el momento en que se dero-
gó el articulo de la constituoion d~ 1837 Y se le sustituyó el de la
que actualmente nos rige, me persuadí d" qUE} esta cuestion no ha-
bia de venir al congreso; fueron en vano todas las seguridades que
la honradez de los señores ministros nos prodigó á favor de la anti-
gua prerogativa del congreso. Yo no les suponia de mala fé; yo no
les s uponia que querian engañarnos: yo he creido siempre que se
engañaban; su honradez, su lealtad, su generosidad podian decirnos:
((OS traeremos esta cuestion,)) cuando vinieran las circunstancias,
sabía 'yo que no nos la habian de traer. Efectivamente, señores, pa-
ra mi no ha habido ilusiones, no he perdido ninguna, está suce-
diendo hoy lo que hace mucho tiempo presumia yo que había de su-
ceder; pero quiera Dios que ya que no he sido profeta en esta yen
algunas otras ocasiones, lo sea en la f)resente.


))Se ha querido, señores, ayer algunas veces, no siempre, reba-
jar. el asunto de que nos ocupamos hasta el terreno de un negocio
doméstico, de un arreglo de familia. Este e~ un error; la conciencia
de todos los diputados, la .conciencia de todos los que no se encon-
traron en este sitio, la conciencia de lodos nosotros nos hace ver que
es un asunto grave, qúe es un asunto muy importante, el más grave
que pueda tocarse tratándose de los destinos de la nacion. ¿Por qué,
si no, señores, se habían de agitar los partidos? ¿Por qué había de
apoderarse de él la prensa? ¿Por qué se habia de agitar la diploma-
cia? ¿Por qué el universo entero nos habia de manifestar en sus te-
mores, sus esperanzas, sus pasiones, sus recelbs que tratábamos una
cosa grave, si una cosa grave no fuera la que tratamos? Se trata,
señores, de una cuestion de alianza: el matrimonio no de una prin-
cesa de nuestra familia real, sino de la sucesora inmediata al trono
de las Españas , es una cuestíon altamente política, es una cuestion
de alianza que puede afectar á la situacion europea. Si las alianzas,
señores, no acaban con las nacionalidades, pueden comprometerla; las
alianzas puoden menoscabarlas, las alianzas pueden hacer en ellas




368 DISCURSO SOBRE
algo que sea más grave que lo que nos figuramos nosotros cuando
las contraemos.


nVoy pues, señores, á hablar de esta euestion en la altura en
que yo la considero, procurando, como habrá advertido el congreso,
no rebajarla al punto de un debate ministerial. No; aqui no soy yo
el antiguo diputado de la oposicion; aquf no voy á combatir dIrecta-
mente, aunque indirectamente tenga que hacerlo y lo haya hecho al-
gunas veces al gobierno de S. M.; soyaquf un español que va á
discutir con lealtad sobre uno de los asuntos más graves que pueden
presentarse á la consideracion de los españoles. Yo no quiero subir
á los tiempos históricoS", ni aun á los tiempos de nuestros padres: yo
he oido ayer con mucho gusto, como se oye siempre á personas tan
distinguidas, recorrer las épocas remotas, hablar de la edad media,
venir á los tiempos modernos', examinar los tratados de Wesffalia y
de Utrech, tratar de las alianzas y de los pactos de familia: yo admi-
ro su erudicion, reconozco las altas dotes con que han revestido
sus discursos; pero yo vengo, porque mi propósito lo exige asf, á
tiempos más .inmediatos, á épocas contemporáneas, á lo que todos
hemo~ visto en estos diez y seis años. Yo vengo á la situacion de Eu-
ropa creada por la revolucion de 1850, á un acontecimiento que ha
conmovido esta parte del mundo, y puede decirse todo él; que ha
trastornado tantas relaciones, que ha echado por tierra tantas crea-
ciones de la diplomácia, que ha creado la situucion en que se en-
cuentra, se ha encontrado, y debemos creer seguirá por mucho tiem-
po la Europa.


llLa revolucion francesa de 1830 fué un gran hecho político; el
mundo, señores, debe celebrarle, porque él fué el principio de una
verdadera nueva era, en la cual tenemos derecho á esperar libertad
para los pueblos, tranquilidad, sosiego y progreso para las naciones.
Pero habia. un g¡'an peligro 'cuando estalló la revolucion francesa de
1830, el peligro de que se conmoviese completamente la Europa, de
que produjese una confIagracion universal; habid. el peligro de que
declarándose contrarios los que hacian la revolucion y los que tenian
intereses á ella encontrados, el estandarte tricolor llegase á ondear
en las orillas del Vlstula, ó las águilas austriacas, rusas y prusia-
nas viniesen á beber las aguas ensangrentadas del Sena. Fué un




LAS REGIAS nonAS. 369
gran bien- que esto no suoediera; fué un gran bien el sistema de paz
que dominó en el parlamento de la nacion vecina, pues se pud~
asegurar para el porvenir esa tranquilidad y progreso de que ha-
blaba yo poco hace. Pero este sistema de paz, esta situacion á que
venimos entonces trabajosamente, para gloria y bien del mundo, es-
te sistema se debió á una cosa, á una sola cosa, á la alianza anglo-
francesa. Si la Inglaterra no hubiese tendido su mano á la Francia
y se hubiese mostrado hostil á la revolucion que entonces brillaba,
que subia al poder, la Francia no hubiera podido seguir este siste-
ma de paz, y estaba arrojada necesariamente en el sistema de pro-
paganda contra todos los gobiernos absolutos de la Europa. Esta
alianza ha sido desde entonces la garantía de la paz del mundo; ha
sido la base politica ~e la nueva Europa, reemplazando al tratado
de Wesffalia del siglo XVII, al de Utl'echt del XVIII, al de Viena del
XIX. La alianza anglo-francesa es el fundamento de la moderna
política; la alianza anglo,..francesa es la garantía de la paz universal,
del bien y reposo del mundo. Un momento, señores, se ha visto
comprometida esta alianza en 1840; si no hubiera sido por la alta
prudencia del rey de los franceses y su gobierno; si hubiera conti-
nuado la escision que empezó entonces; si hubiera llegado á alterar-
se completamente la inteligencia \ cordial que habia reinado hasta
aquella época desde la revolucion, la paz del mundo estaba compro-
metida, no sé que hubiera sucedido. Si esto es exacto, si la alianza
anglo-francesa es el fundamento capital de la palHica europea, co-
meten gran desacierto los que atenlan contra esta alianza, come-
ten crimen de lesa CÍv}lizacion los que á sabiendas la compro;-
meten.


nEsto, señores, por lo que respecta á la polftica general de Eu-
ropa; tiempo es de hablar de la politica particular nuestra. Tambien
nosotros tuvimos nuestra gloriosa revolucion; y puestra gloriosa
revolucion ocurrió en 1833 y 1834; principió con la amnistía, y
acabó con el establecimiento del gobierno representativo. Pero nos-
otros, aislados de la. Europa, separados y 'deséonocidos por una
parte de ella en consecuencia de la guerra de sucesion, necesitába-
mos hallar un fundamento en que colocar nuestra posicion interna-
cional, y tenemos tambien una base de garantía de la posicion que


TOMO u. 24




370 DISCURSO SOBRIi:
ocupamos. Esta base, señores, este sistema, esta garantía, este me-
dio de colocarnos en la Europa, á lo menos en la Europa por quien
éramos reconocidos, fué el tratado de la cuádruple alianza. Del tra-
tado de la cuádruple alianza se ha dicho mucho bien, se ha dicho
mucho mal, se ha esperado mucho, se han obtenido ventajas, no
todo lo que de él se esperaba. Es fuerza hacerle completa justicia.
El tratado de la cuádruple alianza en nuestros negocios interiores
dió fuerza ~l gobierno liberal para marchar hAcia los fines que le
estaban señalados; el tratado do la cuádruple alianza dió á nuestra
posícion internacional apoyo, y resolvió una gran duda, declarando
que nosotros éramos completamente aliados, igualmente aliados,
aliados del mismo modo de la Franela y de la Inglaterra. Esto no
'habia sucedido nunca en España; ese fué un gran paso que yo cele-
bro y aplaudo, y que celebrará ó aplaudirá el congreso. Nuestras
alianzas se habian inclinado siempre, ora al interés francés, ora al
interés inglés; la Francia y la Inglaterra habian alternativamente
ejercido en nuestros negocios su esclusiva influencia; el tratádo de
'la cuádruple alíanza .declaró á la España y Portugal amigas, Igual-
mente amigas de la Francia y de la Gran-Bretaña.


» Volvimos nosotros por este tratado á la politica inaugurada en
tiempo de Fernando VI, y malograda por su temprana muerte. Vol-
vimos á ser neutrales, no digo bien neutrales; fuimos amigos de
aquellas potencias; lo fuimos igualmente. Antes slerppre hablamos
sido inclinados á una ú á otra; por este tratado, pues, entramos en una
situacion nueva; nos nivelamos con la nueva situacion de la Europa.
Si esta habia colocado la suya en la alianza anglo-francesa, nosotros
apoyábamos la nuestra en el tratado de la cuádruple alianza. Este
tratado hacia igual respecto de nosotros la influencia francesa y la
influencia inglesa; y esta igualdad era· un beneficio; esta igualdad era
una necesidad; esta igualdad era la condicion sine qua non para qua
esa alianza fuese fructuosa, para que nos produjese todos los efectos
que teníamos derecho á esperar, la seguridad para el porvenir que
pedlamos. Esta igualdad era la condicion esencial; ni la Francia ni
la Inglaterra debian ser nuestras aliadas esclusivas, ni pretender que
fuésemos su satélite, que marchásemos en la. órbita de sus intereses;
y nosotros, aprovechándonos de las fuerzas contrarias que tirasen há-




LAS REIHAS BODAS. 371
cia cada una, podlamos permanecer en la buena amistad y armonía
de ambas sin preponderancia de una ni otra.


))Se dirá que esto no se ha verificado, que ha habido gobiernos
en España que se han adherido más al gobierno inglés y otros al
francés. Es verdad; no hay necesidad de ocultar esto; la igualdad po-
cas veces ha sido completa: ha habido tristes y dolorosas desviacio-
nes,'y no seré yo que atacaba aqui poco hace al gobierno de S. M. de
inclinarse al gabinete fmncés, el que niegue que esto ha sucedido. Ha
habido ministerios que se han acercado á la influencia franoesa! 1 ~e


ha acusado á otros de que se han acercado más á la inglesa; pero
esta, si era cuestion de hecho y accidental, la cuestion de derecho, lo
necesario, continuaba siendo la igualdad en las alianzas. Las desvia-
ciones accidentales podian remediarse fácilmente; esto era'cuestion de
cambio de ministerio, de cambio de mayoría en las córtes. Saben to-
dos los señores que se reconocia este mal, se advertia que un partido
se inclinaba á este ó á aquel lado; y si se podiaechar en cara al par-
tido que no está hoy aquí representado que se habia inclinado alIado
de la influencia brítánica, no era el medio de evitar esto cuando nos
hallábamos nosotros en el poder echarnos enteramente en bl'8.zos. de
l'il. \\\\\\l\~l\C\'iI. ~r'il.n.cesa.. 1)e'nlt> e'Yl\.arse. e\ mal no exagerándole en el
sentido opuesto, no constituyendo en un derecho lo que habiasido un
hecho, una desviacion.


¡)Yo debo contraerme, señores, porque hasta ahora he sentado
pl'incipios; he hablado generalidades, y me contraigo d!ciendoque la
alianza qull hoy celebramos destruye en la Europa la alianza anglo-
f¡;ancesa, destruye en España la cuádrupJealiauza. Con el casamiento
de la serenísima señora infanta con el señor duque de Montpensíer,
verificado de la manera que se hace, en laépoca en que se hace, nos-
otros nos ligamos estrechamente á la polltica francesa, y nos separa-
mos completamente de la pomica británica; nosotros perdemos el
terreno de igualdad en que nos habíamos colocado; la alianza do
España se rompe, la alianza de la Europa se destruye.


»Señores, ¿será necesario probar esto? A mí me parece que hay
pruebas de muchos géneros que no se ocultan á la conciencia de los
señores que me escuchan; pero la principal prueba es que esto ha
sucedido ya. Porque es menester que aquí nosotros no ocultemos




372 DISCURSO SOBRE
C09as que todo el mundo sabe; y ya que se habla. de este negocio en
la prensa y en todas partes, preciso es hablar de él del modo que se
tratan las cuestiones entre hombres capaces de mirar delante los pe-
ligros segun los hechos y las inspiraciones de su conciencia.


llEI señor presidente del Consejo de ministros nos ha declarado
ayer, y aunque el señor presidente del Cvnsejo no lo hubiese dicho,
todo Madrid, toda España lo sabe, que el representante de S. M. B. ha
dicho al gobierno español que este casamiento era motivo bastante
para trastornar la situacion respectiva de España é Inglaterra; y el
embajad or del gobierno británico en Parls ha dicho á MI'. Guizot las
mismas palabras. Véase, pues, cómo esto demuestra que la cuádru-
ple a Jianza está destruida, y que la alianza anglo-francesa ha venido
al suelo. No se infiera, señores, de mis palabras más que 10 que yo
digo; no se quiera sacar de aquí la consecuencia de guerras inmedia-
tas, .de colisiones formales. No, señores, no digo eso: yo digo solo
que aquello que constituia la garantía de la paz delmunqo esta roto;
que aquello que constituia nuestra seguridad está roto. No basta que
no haya tormentas; cuando faltan los cimientos, á la primer ráfaga de
viento caerá el edificio.


)) y es esto, señores, tan evidente, y está tan grabado en la con-
ciericia de todos, cabe en todos tan poca duda, que el mismo Sr. Do-
noso lo confesaba ayer con una franqueza que verdaderamente le
honra. El Sr,. Donoso decia: ((Habrá lucha,. habrá desquite; pero el
desquite no será en España.» Luego conoce que la alianza está rota,
y tras eso, si se estima un desaire, vendrá lo que se estimará des-
pues una venganza. Á mi me basta que se conceda el hecho; no me
basta que se diga «en España no sucederá;)) sucederá donde sea po-
sible; y cuenta que en España posible es. Habrá desquite, señores,
y nosotros seremos víctimas del desquite. No quiero decir más:


ll¿Qué vale despues de estas consideraciones que se asegure y
diga: ((los matrimonios no significan nada?)) Señores, los matrimo-
nios no lo significan todo, pero de cierto significan mucho; ó es nece-
sario que haya errado constantemente y durante una multitud de si-
glos ~l mund~ entero, que ha cifrado en ellos las alianzas, las amis-
tades, las esperanzas y los temores. Pueden citarse, es verdad, en la
historia matrimonios que no han traido ninguna alianza ostensible;




LAS REGIAS BODAS. 373
pueden citarse matrimouios que se prepararon con un designio, y
no produjeron los ef~ctos que se buscaban: es 'verdad ; pero ¿son es-
tos todos los matrimonios que ha habido en el mundo? No, señores:
muchos han producido sus efectos, como sucede generalmente cuan-


_ do se verifican con la intencion de que los produzcan. ¿No significan
nada los matrimonios? ¿No significa nada este? Pues ¿por qué la
Francia se enorgullece de su triunfo? Pues ¿por qué cantan el himno
de gloria á su gobierno sus periódicos ministeriales? Pues ¿por qué
dicen que este casamiento es le gage de réconciliation de España con
Francia? Pues qué, ¿estábamos reñidos? ¿estábamos en guerra? Lue-
go es algo más de lo que habia lo que se apetece; luego es algo más
de lo que habia lo que se espera. Nada hicieron, se dice, los casa-
mientos de Luis XIII y de Luis XIV; el gobierno francés quedó fran-
cés, y aquellas princesas españolas no introdujeron influencias espa-
ñolas en la oorte de Luis. Es verdad; pero eran princesas las que
iban allá, y no es una princesa la que viene. Felipe V, se añade,
hizo guerra á la Francia, porque un príncipe francés habia venido á
ser rey de España .• Es verdad; pero, ¿porqué la hiw? ¿Por un interés
español? No; por ser regente dé Francia. Y ese n;¡ismo Felipe V,
cuando su sobrino Luis XV estaba moribundo, tuvo los coches prepa-
rados para dejar la monarqula española éir á reclamar el cetro francés.


llMás aqui, señores, tenemos mas que consi'llerar; _no es solo el
hecho, son las circunstancias del hecho, que es cosa muy importante
en el negocio de que se trata. Yo, señores, no recelo hablar aquí de
lo que, tpdo el mundo sabe: me parece hipocresía que supongamos
ignorar una cosa de que todos hablamos,no solo en la intimidad,
sino públicamente. Mientras el gobierno español nada decia, nada
pensaba, al menos no daba ningun paso, nada preparaba para el ca-
samiento de la reina, se celebraban en el castillo de Eu ciel'las con-
ferencias entre el rey y los ministros franceses, y la reina y algun
ministro de Inglaterra. En estas conferencias se trataba de las bodas
de la reina y de la infanta de España; en estas conferencias se discu-
tían candidatos, se acordaba lo que habia de pasar, á semejanza de
cuando en tiempo de Cárlos n se discutia la divísion de la nacion es-
pañola en las conferencias de Viena y de Paris. Pero no lo estraño
yo, señores, no me opongo á que esto se hiciera. Los casamientos de




374 DISCURSO -SOBRE
la reina é infanta de España son asunto de gravedad, que pueden
influir en la situacion de toda Europa, y no estraño, no culpo yo
que gobiernos previsores y grandes se ocupen de eate asunto; lo que
deploro es que el gobierno español no tuviese alU representante, no
tuviese representante donde se trataba de discutir sobre puntos gra-
ves de la nacion española.


))8eñores: en estas conferencias se acordó y convino en el casa-
miento del duque de Montpensier con la infanta doña Luisa Fernan-
da; lpero se ac'Ordó y convino en que este casamiento se verificaria
cuando tuviese asegurada sucesion directa la reina doña Isabel. Este
fué un acuerdo que se hizo público, que todo el mundo sabe, que na-
die puede negar. Ahora bien: cuando ha llegado el momento de ve-
rificarle, no se ha detenido el segundo casamiento para realizar lo que
se habia convenido; se ba decidido que se verifiquen simultáneamen-
te. De suerte, señores, que si por este hecho que ahora se va á rea-
lizar hay una separacion de la alianza en que nos encontrábamos, de
la alianz;:L doble, igual, completa, para ecbarnos en brazos de una de
esas dos potencias, por la manera con que esto se hace, habiendo
convenido en un arreglo lemporal, y verificando despues otra cosa,
hay algo más que la falta general que se comete en esto.


» y aquí verá el Sr. Donoso la respuesta á una pregunta que nos
hacia ayer con mucho énfasis, y ciertamente con mucha razon si no
mediaran las circunstancIas que exist~n. ¿Por qué no se ha opuesto
nadie, decia, hasta ahora, antes de ahora, á la candidatura del du-
que de Montpensier? Es claro, porque nunca jamás se habia pensado
ni dicho que debiera casarse con nuestra infanta sino despues de ase-
gurada la sucesion de la reina, que era el tiempo en que se habia
convenido, y nadie en Europa tenia que decir nada sobre esto. Cuan-
do la serenlsima señora infanta doña Luisa no sea sucesora al trono,
la importancia de su casamiento se rebaja considerablemente. Enton-
ces, si no es el casamiento negocio doméstico y privado, que no
puede serlo nunca cuando está cercana al trono, se rebaja infinita-
mente de lo que es ahora, puesto que entre el trono y ella median
otras personas. Por eso no habia oposicion á la candidatura del du-
que de Montpensier; por eso ha nacido ahora, porque no se trataba
entonces de lo que ahora se ha verificado.




LAS REGlAS BODAS. 375
nAqui, señores, debo dar contestacion á otros argumentos, ó al


menos á otro del Sr. Donoso Cortés. ¿Con qué principa, nos ha
t d S S ha de casarse la serenisima señora infanta here--pregun a o . .,


dera, si no se casa con el duque de Montpensier? ¿Qué otro prín-
cipe puede presentarse con más derechos y con mejores circunstan-
cias que le recomienden? ¿Dónde tenemos otro como el que damos á
S. M.la reina? Acerca de eso responderé al SI'. Donoso Cortés; ¿qué
necesidad habia de casarse ahom, precisamente ahora, la serenísima
señora infanta? ¿Qué interés grande, legitimo, nacional, europeo,
nos obligaba á que nos pusiéramos desde ahora á las eventualidades de
este hecho, de este tratado? ¿Cuál razon de inmensa importancia. exis-
tia para que no pudiese aguardar ese casamiento hasta qua se viese si
tenia ó no sucesion S. M. la reina? Si la sucesion se verificaba, el ca-
samiento con el señor duque de Montpensier podia veriflcarse sin nin-
gun inconveniente; si no se verificaba aquella, el casamiento orrecia
siempre las mismas dificultades que si fuese COIl la reina. Se ve,
pues, señores, cómo he tenido razon para decir que esta boda, que
yo desearia más que ninguno aplaudir, pero mo veo en la ne-
cesidad de deplorar, compromete la situacion de España, porque d~s­
truye la cuádruple alianza que la habia cimentado, y compromete la
situacion de Éuropa porque destruye la alianza anglo-francesa. ¿Es
esto decir que habrá guerra, que sonará e[ cañ0n británico en nues-
tras costas? No, seilores; la guerra es una cosa muy grave, muy sé-
ría, que no se hace fácilmente en el estado actual de Europa; pero hay
otros medios que son muy fáciles, y que temo YC? mas que la guerra;
porque la guerra sabemos lo que es, yesos otros medios son ocultos
y no los sabemos-.


nTdmpoco quiere decir esto que yo detesto á la Francia, que
miro en poco á la ilustre familia real que ocupa su trono; no, señores,
Yo admiro aquel pais, respelo aquella civilízacíon, reverencio aque-
lla insigne y nunca bien ponderada real fetmilia,admito gustoso el
influjo de esa civilízacion, é importaria muy poco que yo no le admi·
tiera, porque es un hecho necesario; pero ¿me opongo acaso á que se
ejerza? ¿Quiero levantar los Pirineos contra la i1ustracíon? No, seño-
res. La civilizacion francesa, generalizadora, espansiva, invade todas
las naciones de Europa, y no podia dejar de pasar á nosotros y domi·




376 DISCURSO SOBRE LAS REGIAS BODAS.
nar en un país que solo por medio de la Francia se entiende con el
continente europeo; pero á una influencia que es necesaria y natural
no quiero aumentar otra potestativa, incidental, que no es necesaria,
y que trae inconvenientes. El Sr. Donoso Cortés nos señalaba ayer un
ejemplo grande y digno de admiracion, cuando recordándonos las
c6rtes de Cádiz decia: ((Aquellos patricios, rechazando un príncipe
francés, admitian la civilizacion de Francia, tomaban suley política,
que imitaban en la constitucion de 1812.» Y ¿digo yo acaso que me
opongo á la cívílizacion francesa? No por cierto; yo admito como ellos·
la cívilizacion francesa, y rechazo como ellos á su príncipe, aunque
no á oañonazos, porque ni hay guerra, ni la quiero. Traednos de
Francia lo necesario, lo útil, su gobierno, su admínistracíon, su dis-
cusión, su imprenta, su libertad, sus progresos, pero sus príncipes
no; seamos en esto españoles.»





BENAVIDES·.


Hénos aquí, lector, con la paleta y los pinceles,pre-
para dos y en disposicion de trazar el retrato de un per-
sonaje político, cuya semejanza es muy difícil reprodu-
cir por la poca armonía y uniformidad de sus facciones.


Si se le mira de perfil, vemos al oposicionista agre-
sivo y picante, que mientras sus compañeros hacen la
guerra al ministerio, disparándole las balas rasas de una
elocuencia tremebunda y aterradora" él se entretiene en
mortificarle, arrojándole ligeras flechas, adornadas de
vistosas plumas y con la punta' envenenada.


Si se coloca de frente, D. Antonio Benavides, que
es el original de este retrato, preséntase á nuestros ojos
armado de la palmeta ministerial, con la que castiga á
la oposicion y defiende al ministerio, no como quien
cumple con un deber, sino como quien dispensa una


_ gracia.
Visto de lado su semblante, hay en su espresion un


tinte picaresco y malicioso, q uc comui~ca la risa y el
buen humor á quien le mira; observado de frente, revela
una verdadera gravedad que su auditorio tiene' por fin-
gida.


Moderado en 1839, puritano en 1847, liberal conser-




378 BENAVIDES.
vador en 1853, monárquico-constitucional en 1864, Be-
navides ha reflejado en su persona los distintos cambian-
tes, los diferentes matices de todas las fracciones de la
escuela moderada, y ha tenido que caer precisamente en
algunas contradicciones de conducta, comparadas sus pa-
labras con sus obras, s~s peroraciones de diputado con
8US actos de ministro.


Por eso nos es tan difícil hacer el retrato político del
repre~ntante de Villacarrillo; y reconociendo al fin
nuestra falta de habilidad, más bien nuestra torpeza, le
dejamos en este estado, y pasamos á bosquejar su fiso-
nomía de orador de parlamento, que es la más marcada
y por lo que principalmente se conoce por el vulgo al se-
ñor Benavides.


Si la sal y la pimienta sirvieran para la composicion
de los' colores, de seguro que no usaríamos otros ingre-
dientes para pintar este retrato, y tendríamos que car-
gar la mano en el uso de aq ueHos artículos para daI:le
una semejanza perfecta.


Tan generalizada está la idea de que Benavides ha
de sazonar sus discursos con rasgos de fina y decorosa.
sátira, con frases epigramáticas y punzantes, que en cier-
ta ocasion en que acababa de pronunciar un discurso no-
table, pero grave,-lógico y razonado, discurso que po-
dria acreditar de orador parlamentario á quien no tuvie-
se ya una reputac,ion consegu~da, oimos decir á un dipu-
tado en el salon de conferencias: «POCO feliz ha estado
~sta tarde Benavides; apenas si ha conseguido arran-
car una sonrisa; estará de mal humor. l)


De modo que para sus compañeros de congreso el di-
putado audaluz solo es elocuente cuando es incisivo; solo
arranca aplausos cuando lanza algun epígrama sobre su
contrario. .




BENAVIDES. 379
. y esta opinion sobre su oratoria es tan general, tan


comun entre los políticos, que si al salir de una sesion re-
ferís que ha tomado la palabra Benavides, os preguntarán
en seguida~ (l¿Ha dicho muchos chistes? ¿Se han reído
mucho los diputados? bHan rabiado mucho los ministros'"


Es el diputado más útil en los congresos en que figu-
ra. Presidente de la comision de actas, individuo de. la
de contestacion al discurso de la Corona, y de casi todas
las de más importancia, su actividad es inimitable.


Sale de una comision y entra en otra; firma una in-
terpelacion en la sála de conferencias ó redacta un dictá-
men en la sesion de actas; ya se le ve en los pasillos ro-
deado de muchos diputados que celebran y comentan un
epigramátiéo chiste contra el ministerio, y en seguida se
le escucha desde su banco arrancar estrepitosas risas con
una frase picante ó con un gracioso equÍvoco disparado
contra las oposiciones.


Si veis en los bancos de la derecha, detrás de 108 mi-
nistros, un hombre de escasa estatura, grueso, colorado,
de frente espaciosa, bien parecidq, que usa gafas para
neutralizar tal vez la maligna espresion de su mirada,
ese es Benavides.


Cuando al entrar en el congreso veais que se rien de
buená fé los diputados, incluso el presidente, mientras
toca la campanilla, y observeis" á un orador cuya cabeza,
redonda y escasa de pelo, gira en todas direcciones con
una movilidad admirable, cuyas miradas se dirigen alter-
nativamente á la presidencia, al banco azul, á la tribuna
ue las señoras, al público, á los taquígrafos, pero con una
serenidad ~orprendente, con una frescura natural, sin
atrevimiento, con una dulce sonrisa, animando aquel pi-
care~co rostro, lleno de vida, de .. malignidad y de inten-
cion, ese es Benavides.




BENAVIDES •


. Sin remontarse á las oscuras regiones de la metafísi-
ca, como Donoso Cortés; sin vagar por los floridos jar-
dines de la poesía, como Martinez de la Rosa; sin nave-
garcomo Lopez por el majestuoso mar del patriotismo y
del sentimiento; sin la habilidad de Olózaga para hundir
~í un ministerio con un. sarc,asmo, y sin la valentía de
Rio$ Rosas para matar á una mayoría con un apóstrofe,
Benavides se hace escuchar con gusto cua.ndo habla en
el congreso, y produce gran efecto y ejerce entre sus co-
legas suma autoridad su palabra, siempre espontánea,
gráfica, oportuna., chistosa, erudita, sard.stica, correcta.


No se ctea, por lo que llevamos dicho, que el Sr. Be-
navides hace estudiado alarde de su carácter, natural-
mente satírico, ni que abusa de esa. cualidad en la repe-
ticion de los epígramas ni en su forma. Ni los prodiga
hasta ser inoportunos, ni las frases con que los reviste
pueden ser más suaves y. delic'adas, y en la apariencia
más inocentes.


Tales eran las que usaba para disculpar su equi voca-
cion de haber llamado ministro de la G:obernacion al se-
ñor Pidal, cuando era el mismo Benavides, quien se sen-
taba en el banco azul, desempeñando el destino que le
atribuia á su contrario. Prorumpiendo en grandes risas
los diputados con tan delicado y malicioso equívoco, de:'
cia el verdadero ministro, con una aparente candidez que
aumentaba la intencion y la malignidad de sus frases:
cDispénseme el congreso esta equi vocacion, hija de la
costumbre de hablar como diputado, y de considerar
por mucho tiempo como ministro de la Gobernacion al
Sr. Pidal. í)


No puede darse una manera más delicada y oportuna
de rechazar el cargo, aunque embozado, que se le hacia
de impaciente y ambicioso por una persona que habia sido




BENAVlDES. 381
ministro mucho tiempo, mientras que éll0 era por prime~
ra vez y desde pocos dias.


Dotado de una fuerza de argumentacion irresistible,
de una lógica invulnerable, de una destreza suma para
plantear la cuestion y sacar con inimitable precision y
método, de -deduccion en deduccion y de corolario en
corolario, consecuencias naturales é indestructibles y
exactas de las premisas sentadas anteriormente con sin-
gular maestría y acierto, Benavides es un temible con-
tendiente, y es casi invencible cuando añade á las razó-
nes la malicia, y la sátira á los argumentos. Libre Dios
á cualquier ministerio de tenerlo en .frente: como Bena-
vides}e haga la oposicion, si no muere ahogado por la
justicia, perecerá triturado por el ridículo.


Aun recordamos la ocasion en que cierto ministro, al
sentirse herido, acribillado por los alfilerazos dé nuestro
personaje, lanzábale rayos desde el banco azul con su
mirada de fuego, y saltaba de coraje en su banco, y que-
braba entre sus dientes esclamaciones mezcladas con
amenazas.


Pero Benavides, sin hacer el menor caso de aquellos
aspavientos, y como quien está dulcemente distraido,
seguia disparando por el ángulo de su labio risueño dar-
dos de esos que, sin hacer correr la sangre, van internán-
dose lentamente, dejando la epidermis roja y destrozada.


Cuando se empeña en desesperar, en enfurecer á un
ministro, lo logra facilmente. Revoloteando tenaz é in-
cansable en torno suyo, le acosa con sus zumbidos· y
aguijonazos, y clávasele, por decirlo así, en la frente, á
manera del tábano que martiriza al toro mugidor, me-
tiéndosele por las narices, y le hace espumarajear de fu---
rol', arrojar con el pié la ardiente arena del circo, y caer
acobardado, rendido y sofocado en tierra.




382 BENAVIDES.
Pero Benavides está verdaderamente en su centro, y


desempeña el papel más adecuado á su carácter y á las
condiciones de su oratoria, cuando', en vez de hacer la
guerra al ministerio, es oposicionista de las oposiciones.


¡Qué destreza entonces para combatir, qué ligereza
para acometer, que habilidad para atraer á su enemigo á
un terreno conocido y ventajoso donde le va despojando
de su armadura, pieza por pieza, hasta que le obliga á
pedir gracia y á reclamar misericordia!


¡Con qué talento hace y comenta la historia del par-
tido que combate, poniéndola en parangon con la del
partido que defiende, capítulo por capítulo, página por
-página, idea por idea, frase por frase!


Notables son en este sentido sus discursos en la le-
gislatura de 1846 contra la fraccion puritana, á cuyo
servicio entró de- ministro en 1847. De más mérito son
aun los que le oimos en aquella y otras épocas sucesivas
contra los progresistas, de quienes ha sido siempre tenaz
á irreconciliable enemigo.


De gran efecto fué el que pronunció en la sesion de
10 de marzo de 1847 en que, defendiendo al partido mo-
derado de los rudos ataques de la minoría progresista,
esclamaba: «Recorramos la-lista de nuestros mártires
políticos, y veremos que las primeras lágrimas que se
derramaron en España, cuando todo el partido liberal se
consideraba todavía como hermano, fueron causadas por
el partido progresista. La primera sangre que se derramó
en Espafia por opiniones políticas, fuera de los partidarios
del pretendiente que estaba con las armas en la mano, la
primera vez que se derramó en las ciudades, fué tam-
bien por el partido progresista; y esto, señores, en sus
dos estados; en su estado de revolucion ó de junta, y en
su estado de gobierno. En su estádo de revolucion, ¿se




BINA VIDES. 383
han olvidado los sangrientos dias que presenció Madrid
en 1834? ... (Algunos señores diputados: «¿Y quién man-
daba?») No digo, señores, quién mandaba, sino quién
asesinaba. l)


La minoría pidió que se escribieran aquellas palabras
en medio de la mayor agitacion; pero Benavides volvió
á repetirlas, y siguió impasible haciendo graves cargos
·á sus enemigos.


Mas no se crea que Benavides usa solo de la sátira y
el reproche en sus peroraciones, no. .


Cuando abandona el sangriento campo de las perso-
nalidades y se remonta su espíritu á la tranquila y ha-
lagueña regíon de los principios, tiene arranques delica-
dos y sentidos, como este: «En los dias de combate,
vuelvo mis ojos, como los viejos soldados, á nuestra an-
tigua bandera, que, aunque llena de girones, merece
todo mi respeto y admiracion.»


Benavides entra desnudo en la lucha, sin armas y
sin preparacionj así es que no tiene d.,ónde colocar los
pertrechos militares que va recogiendo del suelo, arro-
jados en su fuga por el contrario. Para tomar parte en
el debate no lleva nunca cartera, papeles, ni apuntes de
sucesos ni de fechas; todo lo tiene en su cabeza, y hace
uso de ello con tal método y oportunidad, que no parece
sino que ha pasado la noche anterior limpiando las ar-
mas y preparando las municiones.


Escritor fácil y elegante, orador cáustico y ameno,
erudito sin pedantería, político un si .es no es contempo ..
rizador y descontentadizo, D.' Antonio Benavides ejerce
una merecida influencia en la cámara yen los partidos.


Pero, ¡cosa singular! Al hablar de este personaje, en
cualquier sentido que sea, dan todos al olvido las bue-
nas dotes que lc adornan y dejamos apuntadas, y nadie




384 BENAVIDIS.
dice: ((¡qué buen orador, qué sabio!)) sino que todos es-
claman: «¡qué listo, qué travieso!»


La mayor ofensa que se le puede hacer es la de ne-
garle esta última cualidad. Por eso, con intencion de
mortificarle, le decia el Sr. Castro, escitando la hilari-
dad del congreso y de las tribunas: «El señor ministro
de la Gobernacion, y siento decirlo porque estimo mucho
al Sr. Benavides, estaba como diputado más h4bil que
como ministro; estaba más listo.


»Pe!dóneme S. S.; y ya que se rien los señores de
la mayoría, cosa que no es de buen agüero, porque las
risas de las mayorías suelen ser Jos funerales de los mi-
nistros, les recordaré el dicho de un poeta contemporá-'
neo, que hablando del diablo (y no lo tome el señor mi-
nistro en mala parte) se espresaba en estos términos:


«¿Y qué le queda al diablo jvive Cristo!
Si so le quita la opinion de listo?~


Discurso pidiendo energía, órden y administraciou
en 1838.


«(He pedido la palabra en contra, no porque en este sentido haya
de usarla estando tan acorde en [os sentimientos y en las ideas es-
presadas por los señores que tan dignamente han redactado el pro-
yecto de contestacion al discurso de la Corona; otro, señores, es mí
propósito. Tal vez mi discurso aparecerá descarnado y descolorido,
como vulgarmente se suele decir; tal vez parecerá una piedra sin en
gaste en me~io de las muchas que en esta disc~sion tan importante
se han arrojado ya, unas mM, otras menos brillantes. Diré la ver-
dad, pero no como la á que ha aludido el Sr. Alcalá Galiano cuando
ha ~Ucho que se nos habia repartido hacia pocos días á la puerta




DISCURSO PIDIENDO ENERGÍA, ÓRDEN y ADMINISTRACION. 385
.


de este santuario; no tampoco como la opinlon que tiene cada indi-
viduo y que trata de revestir con el carácter de verdad. Yo diré la
verdad, si, pero cierta y segura,' la que resulta de los hechos.


nSeñores, jamás en circunstancias tan criticas como las presen-
tes se han reunido las córtes de la nacion española, ya por la au-
dacia con que se presenta el bando rebelde, ya por la divisíon que
reina entre los que siempre debieron estar unidos defendiendo el
trono de Isabel 11 y la libertad, y ya tambien por esa especie de
abatimiento en que han caído los ánimos, resultando de aqut males
sin cuento.


))Todos convienen en que es cierta esta desgracia, y por efecto
oe ella se levanta una voz robusta, fuerte y poderosa, porque es el
eco de todos los hombres que anslan ver consolidados el trono de
Isabel 11 y la libertad: esa voz fuerte, pero triste, dice que las cosas
van de mal en peor, y que cada dia se aleja más el instante en que
la nacion no se halle agobiada con los trabajos que hoy sufre por
~ostener sus derechos. Y tan terrible es el mal, señores, que si no
ponemos pronto el remedio quizás lloraremos cuando sea tarde, y da-
remos un ejemplo á la Europa que la historia apreciará como es de-
bido, pero que siempre será vergonzoso para aquellos hombres
que, pudiendo haber salvado la patria, la han anonadado en un
abismo.


l) Yo, señores, piellso poner la mano en la llaga: as! se dijo el
año pasado por un célebre orador, en ocasion no menos solemne que
esta. Y cuenta que las llagas son muchas, y ya están enconadas; al
tocarlas ya no brotarán sangre, no perecerá la nacion, sino los hom-
bres que viven á costa de ella; los que despreciando nuestras des-
gracias no quieten dirigirse hácia un punto final que á todos nos
debe llamar la atencion, y que debe ser el objeto de nuestras discu-
siones, la salvacion de la patria. Será perjudicial para esos hombres
descubrir las llagas de la nacioh; será perjudicial para los que andan
entre nosotros cubriéndose con las máscaras de todos los partidos,
y que el interés de todos los hombres de bien está en quit~rles el
antifaz . .con que se cubren. Á esta mision, señores, están llama-
das las córtes de la legislatura del año 1858. ¿Y <Jómo se quie-
re que procedan las córtes en este caso? ¿Se trata de establecer una


TOMO 11. 25




386 DISCURSO PIDIENDO ENERGÍA,


tiranía como la que se estableció el año 93 en Francia, en que ino-
centes y culpables, ignorantes y ~abios, unos en pos de otros entre-
guen su cuello al verdugo? No, señores: ni el carácter del pueblo
español, ni las luces del siglo XIX lo consienten entre nosotros.
¿Qué es, pues, lo que deben hacer las córtes en la ocasion presente?
Auxiliar á un gobierno justo y poderoso que obre en justicia, apo-
yándose solamente en la ley.


))Eíen sabido es, señores, quE! los gobiernos representativos cuan-
do están bien conslituiJos, son los más fuertes de todos. La- fuerza
de los gobiernos representativos es propia y peculiar de ellos, dima-
na de la I)acion representada por sus legítimos representantes, que
somos nosotros en este momento. Los gobiernos representativos tie-
nen más fuerza que los despóticos, pues la fuerza de estos es pres-
tada; así es que los gobiernos representativos deben mandar con
dignidad y fuerza ayuJados de la voluntad nacionul; y si no, se ejer-
ce tiranía, y esta tiranla ya he dicho qua es débil, pues su fuerza es
prestada, y para establecer un gobierno cual conviene en las actua-
les circunstancias, ¿qué es lo que se necesita?


;)Señores, no se necesita mas que saber la voluntad de la na-
cion. ¿Y cuál es la voluntad de la nacion en.el dia? Yo desde este
sitio me atrevo á interpretarla. La voluntad de la. nacion es afianzar
la libertad de los españoles con la constitucion que hemos jurado,
con la consritucion que algunos han jurado por dos veces, que to-
dos juraríamos veinte si fuese necesario, y que lodos sostendremos
aunque sea á costa de nuestras viJas. Dcsembarazauos de esas gran-
des cuestiones que tanto entorpecen el terreno de la.s discusiones en
los cuerpos colegislaclores, ¿qué nos queda, señores? ¿cuáles son los
puntos de disension? Puntos administrativos, cuestiones subalternas;
creyendo unos que debe avanzarse más en menos tiempo, cr€)yendo
otros que se debe marcha¡' con paso seguro; pero tanto unos como
otros con la más rocta íntencion, y deseando ver en consonancia
con la ley fundamental del Estado las leyes secundarias que emanan
de ella.


nMás bien que por reformas, más bien que por Importaciones
estrañas, que en general han sentado mal en nuestra patria, por lo
que clama el grito universal de nuestros comitentes, es por vencer




ÓRDEN y AD!'.IINISTRACION EN 1838. 387


al pretendiente y á sus hueste~. Ya saben 9ue solo con sus esfuer-
zos y sacrificios es cómo se ha de vencer, pues aunque existen algu-
nos tratanos hechos con la mejor iatencion, sus resultados no hap
correspondido al objeto que se pl'opu~ieron sus autores; y en cuanto
á la transaccion, seria un crimen solo el pensarlo los hombres que
han jurado defender la constitucion del Estado y el trono de Isa-
bel n.


»Dividido, señores, el parlitlo liberal, fuerza es decirlo asl, en
dos bandos hasta ahora, preciso es tambien tener presentes los vi-
cios que dominan á los partidos. Estos vicios, señores, no son hi-
jos de la intencion de los que han figurado en ellos basta el dia,
pues su intencion siempre ha sido recta; son hijos de las pasio-
nes particulares, ó más bien del enor eomun á todos los hom-
bres.


nA estos dos bandos en que se halla dividido el partido liberal,
los hemos visto alternativamente tomar y dejar el mando, dejando á
sus sucesores siempre el legado del triste estado de la nadan e~pa­
ñola, y un ejemplo solo que imitar á los que les sucediesen: tal ha
sido el desviarse, al parecer, de la senda torcida que se había se-
guido anteriormente. Y no so diga, como decia el señor ministro de
Gracia y Justicia hace poco tiempo, que las desgra()ias sufridas no
consistían en los hombres, sino quo consistian en las cosas. Bajo
euanta~ diversas fases se pueda presentar nnestra revolucion, bajo
todas ellas se ha presentad0 uno y. otro partitlo. Los hemos vislo
mouclando á su placor y á 8U gusto las leyes fundamentales; los he-
mos visto con votos amplíos de confíanza dados por las córtes, y con
un entusiasmo (hablo del concedido en el año 35) que no se ha
rueHo á repetir, y qne difícilmente se repetirá; los hemos visto con
grarides reoursos votados por las córtes, y en todos tiempos: ¿qué
resultados hemos visto? •


»Hemos visto derrotas y victorias, pero victorias de que no se ha
sacado todo el partido que se debia: hemos visto atentados enormes,
asesinatos, cuyo castigo no se ha verificado todavía (hablo eon toda
franqueza) . ¿Y qué más hemos ,'isto? Medidas estraordinal'Ías',' es-
tados de sitio. Y en todo esto que hemos observado, ¿qué ejemplos
pueden presentarse hoy pm'a ser imitados? Nosotros hemos visto au-




388 DISCURSO PIDIENDO ENERGIA,


mentadas las contribuciones ordinarias y estraordinarias, descalzo
el soldado, hambrientos el fraile y la monja, los empleados sin paga;
á unos muy rico~ y á otros muy pobres, causando animQsidad en-
tre todos esta diferencia de fortuna: hemos visto el tesoro exhaus-
to. Todo esto, señores, hemos visto en los diferentes periodos por
los cuales ha corrido nuestra revoluciono Epocas hemos tenido, .se-
ñores, ocasiones ha habido en que creiamos que solo un esfuerzo
más seria bastante para conseguir la victoria y con ella el triunfo de
la libertad.


))¿Quién no se creyó libre de enemigos en el año 55, cuando se
despertó aquel entusiasmo vigoroso, cuando se efectuó la quinta de
100.000 hombres, y cuando tantos otros sacrificios se hicieron en
aquella época? ¿Quién no creyó hace un año que la guerra iba á
tomar un carácter tan favorable que hoy no diese cuidado? Sin em-
bargo (fuerza es dech'lo), las ilusiones han desapareciuo y hoyes el
dia en que, despues de/cinco años de guerra, nos encontramos in-
dudablemente peor que al principio, aunque con la esperanza de un
porvenir más risueño.


))Y no se diga, señores, que no se han dado premios; premios
se han dado por todos los gobiernos, y quizás con profusion; porque
en las guerras civiles, y más si son de principios, no se debe espe-
rar todo de la ganancia mezquina; hay que esperar mucho del en-
tusiasmo, pues se defienden las instituciones, los derechos y las fa-
milias, y nuestros soldados tienen patria, derechos y familias que
defender.


nHubiera sido de desear que la misma mano que colocaba Jau- '
reles sobre la frente del guerrero que habia ganado una victoria,
hubiese esgrimido la espada de la ley sobre aquel otro que por ig-
norancia ó por descuido perdió todos los frutos que debía sacar de
una ventaja alcanzada sobre los enemigos. En nuestros dias hemos
levantado el sitio de Morella, y visto pasar por medio de nuestras
divisiones una faccion cargada con un rico bolín robado en la ri-
bera de Valencia, sin que nadie se le opusiese. ¿Y qué sabemos
nosotros acerca de esos sucesos? ¿Qué sabe la nacian? -


llA este estado, señores, tan fatal nos han traído los sucesos de
la guerra desde el año 34 acá; á ese dt}saliento, á esa postracíon




ÓRDEN y ADMINISTRACION EN 1838. 389
precursora de males más graves todavía. ¿Qué bienes han resultado
á esta nacían de haber abrazado con entusiasmo la empresa grande
de darse la libertad y darla á la Europa? ¿Ol vídamos acaso que esta
nacían magnánima, despues de haber peleado heróicamente, e y der-
ramado su sangre y sus tesoros en la guerra de la independencia
contra el hombre grande entonces de Europa, defendiendo á un
rey que era su ídolo y unas institullÍones que supo darse; olvidamos,
digo, que á la vuelta del rey, sin duda por sugestiones pérfidas, la
nacion no obtuvo otra recompensa de sus sacrificios que los cadal-
sos para los hombres que mJs la hahian servido, y la hoguera inqui-
sitorial? ¿Olvidamos que cuando la aurora de la libertad aparecíó por
segunda vez en nuestro horizonte en los años de 20 á 23, divicUdos
los españoles liberales en partidos y disputas domésticas les cupo á
todos el mismo desgraciado fin sin distincion de moderados ni exal-
tados? ¿Olvidamos, finalmente, que desde el año 34 acá, restableci-
das las leyes fundamentales primeramente por el trono mismo, y
despues ensanchadas y sancionadas por los representantes de la na-
cían, no ha podido esta tampoco conseguir las ventajas que espera-
ba? ¿No le es licito por lo mismo desconfiar de las mejores pala-
bras de los hombres que la han gobernado hasta aquí, y de los que
hayan de gobernarla en lo sucesivo?


Il¿Y cMles son los remedios que necesitan nuestros males? Yo
no encuentro mas que uno, que creo haber dicho en otra ocas ion,
y que está reducido á una sola palabra: gobierno, gobierno, y siem-
pl'e gobierno: un IJObierno fuerte, vigoroso y justo que, con el ánco-
ra de la ley en la mano, resuelto á hacerla observar aun á costa
da su resolucíonpersonal, se haga respetar de propios y eslraños,
se sobreponga á los hombres de toLlas los matices políticos, porque e
todos deben ser obedientes á la ley. .


IlNo es eslraño que yo me esprese en estos términos, cuando
observo que todas nuestras desdichas desde muy antiguo se cifran
precitlamente en la falta de cumplimiento de la ley.


Il¿Qué han sido las leyes en España? Y no hablo de estos últi-
mos tiempos en que hemos sido regidos constitucionalmente, lo mis-
mo ha sucedido cuando los gobiernos han sido absolutos. ¿Acaso
estaremos aquí reunidos sin motivo alguno? ¿Será quizás para que




390 DISCURSO PIDIE~DO ENERGÍA,
demos una ley de imprentd que no produzca· resullados ninguno~, Ó
los produzca perniciosos? No, señore~; hemos venido paJ;a hacer que
se respetasen las leyes, fruto de la prudencia y del saber de los
hombres elegidos por el pueblo; porque las leyes en España, seño-
res, han sido hasta aquí telas de araña que han envuelto á las mos-
cas y que han roto impunemente los insectos mayores. ¿Qué penas
hemos visto ímponer á los altos personajes que en todos tiempos
han figurado en la nacion? ¿lIemos visto acaso condenado á algun
funcionariQ público por malversador de caudales? ¿A algun general
vorque sus operaciones en la guerra no hayan sido las más pruden-
tes? ¿A algun juez que por cohecho haya faltado ti su obligacíon?


» y no se diga que no ha habido casos de estos: los ha habido y
muchos, en partieular de _tres siglos á esta parte; y mientras deli-
tos tan altos quedan impunes, y sus autores viven en la sociedad
en medio de la opulencia, vemos que se ha llevado al cadalso á un
infeliz porque robó dos pesetas aéaso por la primera vez de su vida.


JlEste es el ~aso en que se encuentra la nacion española: lo que
necesita es gobierno, pero gobierno justiciero, y esta justicia (para


. que 110 se equivoquon li1s palahras) la reconozco)'o solamente en la
ley. Y cuidado que digo 98tO en la firme persuasion en que estoy
de que para gobernar en estas circunstancias no se necesitan leyes
escepcionales: el gobiernoqne las quiere es menester que me prue-
ve antes que no han sido suficientes par¡¡. gobernar las leyes 01'-
tlinarias. ¿Qué gobierno antes de adoptar aquellas ha probado que
ha tenido suficiente energía para hacer obedec~ las leyes comu-
nes, y sobreponerse á todos los partidos? Mientras el gobierno no
pruebe esto, repito, las leyes ~seepcionales para nada hacen falta.


»Necesita el golJierno, ademas de ser justiciero, despues de apo-
yarse en la ley, tener par divisa otra cosa, esta es la tolerancia.
Aquí, seüore::;, perseguimos las opiniones, y dejamos impunes los de-
litos. Esta contradiccion incornprensiLle debe desaparecer. Las opi-
niones son libres; para ellas debe haber tolerancia; por esta han
derramado su sangre en Navarra nuestros guerreros, Y por la mis-
ma estamos reunidos aquí; ella' ha sido la callsa de la lucha entre
la civilizacion y la barbarie, y de la que amenaza hoy á varios Esta-
dos de Europa.




ÓRDEN y ADMINISTRACION EN 1838. 391


))El gobierno, pues, debe ser justo, tolerante, fuerte. Piense el
hombre como quiera, pero obedezca la ley; al que no, castígueseTe
cualquiera que sea la clase ó categoría de la sociedad á que perte-
nezca, y la máscara con que cubra sus intenciones.


nNo haya tiranos, no haya arbitrariedad, no haya desórdenes;
porque la tiranía, la arbitrariedad y los desórdenes han siJo hasta
aquí producidos siempre por la impunidad: si hay impunidad con los
facciosos, los facciosos se aumentan; si la hay con los que manejan
la Hacienda pública, se aumentan los ladrones; si la hay con los al-
borotadores, se aumentan los desórdenes. Es necesario una vara de
hierro para todos, porque el gobierno debe considel'Ul' como un pre-
testo, y como pretesto solamente, cualquiera causa que alegue un
ciudadano, sea el que fuere, para desobedecer la ley, considerándo-
la ,más bien como un individuo del bando febclde, que como un pa-
triota que quiere el triunfo de nuestra causa.


))Dejemos, pues, señores á un lado todas las cuestio nes mezqui-
nas que hasta ahora nos han dividido; dejémonos de e8as disputas
que conspiran á nuestra ruina, y alimentan las esperanzas del b:llldo
rebelLle, disipando las halagüeñas que haya podido cODce~il' la na-
cion al mandar un representante a. este sitio.


nEn vez de esas cuestiones, que no son del momento, "ocupé-
monos de guerra y hacienda; de esta como necesaria para sostener
aquella; para sostenerla con vigor, para hacer cuanto antes se pue-
da que nuestros comunes enemigos no asesinen impunemente á
nuestros patriotas, no incendien nuestras casas, para tener, en fin,
patria, que ahora se puede decir que aun no la tenemos, y cuando
la tengamo8 entonces podremos ocuparnos de las demás cuestiones
de administracion, que, por graves que sean, siempre son secunda-
rias "respecto Je la que he dicho, que es principal. Un gobierno que
se mostrase dispuesto ti obrar con taja esa energía, tendría una
cosa en su favor más que los anteriores, tendria la voluntad de la
nacion; y ese gobierno no tendria que temer nada de nadie, por-
que un grito general de indignacion se levantaria contra aquel ciu-
dadano que atentase de cualquier modo á la existencia política del
patriota que abrigase estos sentimientos y observase esta conducta.


nEso gobierno además tendría crédito, porque los recursos con




392 DISCURSO PiDIENDO ENERGIA, ÓRDEN y ADMINISTRACION.
que boy cuenta la naclon, bien administrados, son bastantes para
cubrir en mucha parte las inmensas cargas que' pesan sobre el era-
rio; cargas que para cubrirlas en el caso en que hoy está nuestra
admínistracion, no bastarian ni las rentas de la opulenta Inglaterra.
Es necesario que nos olvidemos de todo lo que no sea guerra y ha-
cienda; que abriguemos un deseo sincero de union con todos aque-
llos que profesan el principio de constituci?n é Isabel 11, despoján-
donos· de todo espiritu de banderia, y haciendo una. guerra atroz,
terrible, á todos los malvados, cualquiera que sea la máscara con
que se cubran. Esa es, señores, la mision que tienen los represen-
tantes de la nacion española en las córtes de la legislatura de 1858;
estos son los bienes que la nacion espera: guerra, guerra conti-
nua al pretendiente, constitucion de 1837, regencia. de la augusta
reina gobernadora, é Isabel II.)




MADOZ.


En esta época de arrepentimientos políticos, de apos-
tasías más ó menos disimuladas, de evoluciones más ó
menos estratégicas, es difícil, casi un milagro, encontrar
un hombre público de larga y visible carrera que á la.
mitad ó en el término de ella abrigue las mismas ideas,
defienda los mismos principios que abrigaba y defendia
al dar el primer paso.


En ese continuo vaivén de la política española; en ese
círculo vicioso que desde 1834 aCá están recorriendo los
partidos, los hombres de alguna importancia que en ellos
figuran, hánse visto obligados á cambia.r de posicion,
víctimas unos de las circunstancias, de los compromisos Ó
~e su propia ligereza; seducidos otros por la vanidad,
por el cálculo ó por la ambiciono


No es esto negar que los desengaños, la esperiencia y
la reflexion hayan sido el móvil verdadero de algunas
mudanzas sorprendentes, dignas siempre de respeto
cuando reconocen por causa una profunda con viccion y
una rectitud de conciencia.


No obstante, aunque las inconsecuencias políticas
vayan fundadamente Justificadas, decaen en el buen
concepto público los hombres importantes que en ellas in-




394 MADOZ.
curren, así como merecen la consiáeracion y el respeto
de sus conciudadanos los políticos firmes y consecuentes
en sus ideas, porque no deja de.ser una virtud la constan-
cia en sostenerlas en tiempos como los presentes, tan pro-
pensos á la volubilidad y á la mudanza.


En este último y honroso caso se encuentra el diputa-
do catalan cuya biografía vamos á reseñar ligera-
mente.


Es sin disputa D. Pascual Madoz uno de los hombres
políticos más inalterables en sus ideas, más firmes en sus
principios, más constantes en su sistema, más consecuen-
tes con su partido.


Desde que apareció á la vida pública en las córtes
constituyentes de 1837, y grabó en su escudo el mote de
libertad, trono constitucional, dinastía de dmia Isa-
bel 1I, no ha dejado de lidiar un momento en defensa de
su bandera, sin que las mañosas E'scitaciones de la revo-
lucíon por una parte, ni los naturales halagos del trono
por otra, le hayan hecho desviarse una línea del camino
trazado, ni conseguido entibiar e~ ardor con que ha defen-
dido siempre por igual los ohjetos ostentados en su es-
cudo.


Colocado desde entonces en ese terreno, y siguiendo
la enseña del antiguo y verdadero partido progresista,
ha hostilizado á los moderados cuando se dirigian al cam-
po de la reaccion, y-á sus amigos los liberales cuando se
aproximaban á las fronteras de la democracia ..


Esa actitud invariable, esa austeridad de conducta,
hále dado á Madoz gran consideracion entre los suyos, y
no menos respeto entre los contrarios, yendo revestidasu
palabra de no poca autoridad en el congreso; no por la:
brillantez y profundidad de los discursos ,. sino por la
respetabilidad del orador.




l\IADOZ. 395


No es esto decir que sea uno de esos oradores adoce-
nados, de quienes nadie se acuerda, ni aun sus mismos
compañeros, al dia siguiente (~e haoer pronunciado sus
discursos.


Sin ser 1t1adoz un orador de primer órden, sin estar
dotado de esas cualidades orillaptes, inherentes á los
grandes oradores, reune condiciones ciertam.ente para
hacerse escuchar con gusto en la asamblea.


Distínguese su oratoria, mas que por la elevacion, por
la vehemencia; mas que por la sublimidad de la frase,
por la vi veza del pensamiento.


En las córtes constituyentes, donde por primera vez
figuró, hízose notar Madoz por la energía del lenguaje y
la violencia de sus ideas.


Lamentándose del angustioso estado que la nacion
atravesaba por entonces, destrozada por la guerra civil,
y presa de la anarquía política que trajo en pos de sí la
revolucion de la Granja, esclamaba el impetuoso repre-
sentante de Lérida: « ¡El gobierno es el que tiene la
culpa de todos los males! La primera reforma que se de-
bia hacer era volar todos los ministerios. Los jefes co-
bardes han sido absueltos: los valientes no han sido em-
pleados por no tener un entorchado. Pero., "hay mas que
dárselo? Las causas de los males son bien conocidas: he-
mos prescindido de que estamos en revolucion, y hemos
querido marchar lJor el carril de la legalidad; en: cuan-
to á los militares: debemos decir como en la revolucíon
francesa: ((Tal dia bata usted á la faccion.»


En realidad,ulgo de parecido tenia este lenguaje al
de los montañeses de la. Convencion, y más se asemejaba
Madoz á aquellos inflexibles republicanos cuando termi-
naba en la sesion del 7 de agosto de 1837 Ull valiente y
patriótico discurso con estas palabras en que, como Dan-




396 MADOZ.


ton, pedia energía al ministerio para poner pronto termi-
no á la guerra civil: «Sí, señores; fuerza es decirlo: jun-
to al arco de triunfo es ;preciso colocar el cadalso; que
s~ castigue al funcionario que no cumpla con su deber,
y que no se tenga .consideracion alguna con nuestros ene-
migos: que se les castigue con la muerte, que es la pena
señalada á los que conspiran, á los traidores.


))Si el ministerio cumple con su deber de este modo,
yo seré el primero que yo te en su favor una accion de
gracias, porque así como d~se(} el castigo para los que
faltan á su obligacion, del mismo modo de~eo la recom-
pensa para los que cumplen bien; pero si el gabinete no
se reconoce con fuerzas, si no puede más, que lo confie-
se, y se retire.»


Tamb ien en la ses ion del 18 dirigió á las tribunas un
apóstrofe digno de la majestuosa austeridad de Robes-
piérre, y que revelaba la rectitud de conciencia, el ver-
dadero patriotismo de que se sentia dominado el diputa-
do catalan.


Hallábase puesto á la órden del dia un asunto parti-
cular, insignificante. Las noticias qüe circulaban sobre
el estado de las facciones eran en sumo grado alarman-
tes. Al abrirse la sesion, levantóse Madoz para pedir
se suspendiese la discusion anunciada, y se ocupasen las
córtes de la 'interpelacion pendiente, hecha al gobierno
sobre el estado del país" porque aquello era lo que impor-
taba á los interesados como él en la salvacion de las li-
bertades patrias.


Todas las tribunas prorumpieron en frenéticos aplau-
sos; y cuando los interruptores esperaban una mirada de
agradecimiento, el diputaeI.o de Lérida miraba enojado
á las .tribunas, y esclamaba en tono severo y solemne:
((Na,da de aplausos cuando la patria esta en peligro.))




MADOZ. 397


Interrumpido en 1842 por las galerías con murmu-
llos de desaprobacion, contenia y avergonzaba á los al-
borotadores, diciéndoles: «(Me importan muy poco los
murmullos. Yo pereceré por la causa de la libertad; y
como dije en una ocasion célebre en 1837, cuando ella
peligre, de segUro. no encontraré á mi lado á los que
ahora me interrumpen. » _


En su vida parlamentaria, lJfadoz ha sufrido, como to-
dos los polít.icos, esos cambios de la opinion pública que,
ensalzando hoy á sus ídolos, al día siguiente los arroja
por el suelo.


Siendo presidente de las córtes constituyentes en
1855, fué nombrado ministro de Hacienda, y pronunció
á los pocos dias, en la sesion del 24 de enero, un sentido
discurso en que revelaba más que sus conocimientos ren-
tísticos, que no son comunes, un arrojo estremado, una
decision algo revolucionaría para plantear pronta y radi-
calmente la desamortizacion de los bienes de la Iglesia.
El público y la mayoría de la asamblea le aplaudian fu-
riosamente al decir que llevaria á cabo la desamortiza-
cion civil y eclesi:'tstica sin licencia de nadie; esto es,
sin la menor intervencion del Papa.


Más pronto de lo que esperaba recibió el temerario
ministro un cruel desengaño de esa voluble y caprichosa
reina del mundo, la opinion pública.


Á los cuatro meses abandonaba el ministerio, y al dar
cuenta (le los motivos de su renuncia, aquella asamblea
que poco antes le aplaudía y vitoreaba, llamándole el
sucesor de l~Iend-i%abq.l, y aquellas tribunas que habian
recibido en enero con una oyacion estrepitosa al ministro
d!i'samortizador, acogian ahora enjunio al simple diputa-
do con murmullos de descontento, con muy marcadas
muestras de descrédito y desaprobacion.




·398 MADOZ.
Pero ya hemos visto que así como á ... ~ladoz no le ha-


lagaban los aplausos, tampoco le acobardaban los mur-
mullos. Por eso decia enojado y altivo á la indisciplina-
da asamblea: ((La mayoría, es decir, lo que se llama ma-
yoría, parece que está hoy un poco intolerante. Yo, como
ministro, he podido tener ciertas consideraciones; como
diputado, y en uso de mi derecho, hablaré tocIo cuanto
quiera dentro del reglamento; advirtiendo que cuando
observe que no se me escucha, hablaré más.))


Ese teson, esa fuerza de carácter, esa firmeza de vo-
luntad, es una de las cualidades más salieñtes del perso-
Ilaje que retratamos. Pocos son como él tan serenos en
el peligro, tan firmes y valientes en la lucha.


Sin recordar otras situaciones críticas en que lJladoz
ha dado pruebas de esa constancia y de ese valor d vico
que no todos tienen" en ciertos momentos, citaremos la
última y célebre sesion de las constituyentes del 14 de
julio de 1856, en qU0 firmó y defendió la proposicion de
que el ministerio nombrn.do aquel dia no merecia la con-
fianza de las córtcs.


Su discurso, en circunstancias tan graves, pues ya se
oja por las calles el rugido <le la rcvolucion, y se hallaba
la asamblea ro:1eada de cañones, fué prudente y n1e-
surado en la forma, sin embargo de que la proposicion
que le servia de tema era un verdadero atalplC á las re·
gias prerogativas, y una tea que involuntariamente se
arrojaba entre l::ts masas sublevadas de la capital, entre
la nacion entera á punto de sublevarse.


Su conclusion era solemne y conciliadora: ((Lo que
queremos en estas circunstacias es mucha cordura, que
toda la hemos de menester; es mucha constancia, que toda


'la hemos ele necesitar, y valor, si fuera necesario, que no
lo es, pues este existe siempre en los pechos españoles. t




M{\POZ. 399
Perjudícale á Mado% como á Pidal,á .quien en esto


se parece mucho, esa propension á irritarse que le con-
funde en sus ideas, "J, sobre todo, le enronquece. Si tu-
viese la calma y serenidad de Cortina; si como Olóza-
ga y Arl'azola supiese acon~eter á tiempo y librarse de
las estocadas del enemigo con un quiebro inesperado,
otra seria s u reputacion de orador.


Aunque veterano en las luchas del parlamento, siem-
pre será un recluta valiente y arrojado que á los prime-
ros tiros de las guerrillas contrarias coge el fusil y avan-
za enfurecido 'haciendo un fuego graneado sobre todo el
ejército.


En los momentos en que tiene calma y discute con
órden, es un orador fácil, correcto, decidor é incansable.
Más lógico por la fuerza de sus pulmones que por la ver-
dacl de sus ~rgumentos, pretende dirimir las contiendas,
refutar victoriosamente las doctrinas de sus contrarios,
y llevar la razon, aunque disienta de los hombres de su
. comunion política. . .


Es tan sutil,' tan delicada'su epiderllJis, que los más
pequeños alfilerazos son para él profundas heridas que
le envenenan la sangre, y le irritan y le desesperan. En-
tonces su voz es atronadora, duro su estilo y el ademan
resuelto. Roto una vez el fuego, no retrocede; avanza, y
avanza acometiendo, y solo vucl ve á su tienda con las
armas del contrario, ó en el convoy de los heridos.


Discurso en apoyo de una proposicion.


«Señores, la discusion qua ocupa hace algunos días al congreso,
es de suyo tan grave, que, á pesar de que yo me creo las más de las
veces .con fuerza suficiente para pronunciar un discurso, reconozco
que en la situacion actual me escasea bastante, y necesitaré, por




400 DISCUlI.SO EN APOYO
consiguiente, de la'indulgencia del congreso para justifIcar la propo-
sicion que he tenido la honra de presentar y que procuraré desenvol-
ver en este dia.


llLa discusion, señores, es grave, porque sin disputa es bastante
para que lo sea el tener que figurar indudablemente durante ella el
nombre augusto de S. 1\1.: la discusioll' es grave, porque se trata de
una persona que fué presidente del co'nsejo de ministros: la dis-
cusion es grave, en fin, porque en su día habrá de decidir so-
bre un acto importante, que pondrá por primera' vez al co'ngreso
español en el caso de formular una acusacion, y al senado en el de
desempeñar una de las facultades que le concede la ley fundamental
del Estado.


nPor esto, señores, es menester tratar esta cuestion con mesu-
ra; por esto deberá usarse en ella de un lenguaje desapasionado;
por eso se necesita que, tratándose del trono, se hable con el respe-
to que se merece; y por eso, en fin; es necesario que, respetando
los principios que llevo indicados, se sepa respetar tambiert la ¡nde-


• pendencia de los diputados que en su conciencia crean que deben de-
cir aquí cosas que á otros pueden ser sensibles.


nLa proposicion del Sr. Posada contiene tres partes: primera,
_ un hecho, segunda, un acta; tercera, pna peticion para que se diga
á S. M. lo que está en nuestro corazon, en el corazon' de todos los
españoles que aman la monarquía constitucional, y que pueden con-
tar con los sentímientos de lealtad y adhesion al congreso. He dicho
que la proposicion dei S,'. Posada tiene tres partes, y es la primera
el hecho que se dice acaecido en el alcázar r~al la noche del 28.
Yo, señores, que soy monárquico-constitucional; yo que soy defen-
sor de la monarquía, que la defiendo aquí dcspues de haberla de-
fendido fuera; yo que puedo presentar como Ululo de aulJesion un
bautismo ele sangre, de sangre que tengo derramada en defen~a de
mi Reina, tengo derecho para que se me crea por la constancia de
mis sentimientos de lealtad y adhesion á la que ocupa el trono de
cien reyes, á que se considere que mis palabras, lejos de querer
quitar el prestigio que debe tener el trono, tenderán muy parti-
cularmente á dade toda la fuerza posible.


)Nunca hubiera yo querido, señores, que el nombre de la Reina




DE UNA PROPOSICION. 401
se tomase en boca para actos de esta naturaleza; quisiera que apa-'
reciese siempre tan alta y elevada que no nos atreviésemos á mi-
rarla, y mucho menos á pronunciar su nombre en ocasiones y cir-
cunstanojas semejantes.


llPor eso, señore~, hubiera yo deseado que no se hubiese some-
• tido imprudentemente esa acusacion á nuestro exámen, dando lu-
gar á que pucda decirse que no tenemos espíritu monárquico los
que vamos á sostener la cuestion en determinado terreno. Si aquí,
ó fuera de aquí, en los periódicos, se dijese que solo son hombres
honrados y caballeros los que sostienen la cuestion de distinto modo,
yo rechazaria esa asercion aquí' y fuera de aqul, porque nosotros
podemos ser caballeros y monárquico constitucionales, y al mismo
tiempo defeñder ciertas doctrinas que son las que ahora me obligan
á tomar la palabra, no solo en nombre mio, sino de todas las per-
sonas que como yo piensan y habrán de votar arrostrando todo gé-
nero de compromisos en defensa de la libertad, pero tambien del
trono constitucional.


»Yo rindo, señores, el homenage que debo rendir á las palabras
de mi Reina; yo no debo decir más; yo debo callar; mi silencio es
una prueba de respeto; pero cuando ya hemos salido del exámen de
las palabras de S, M. la reina, podemos entrar en el acta, y respec-
to del acta la discusion es libre, porque en el acta no figura la Rei-
na, y solo deben figurar el nombre ó los nombres de los consejeros
responsables.


)}Yo no veo, señores, como quisiera en esto, el gobierno consti-
tucional; yo no veo el homlwe responsable que dirigiera á la Reina
en todos los actos que précedieron á esa declamcion que se hizo de-
lante. de personas de elevada categoría; yo veo las consecuencias
posteriores que podrá tener esta discusion, pero, repito, no veo el
hombre que deba responder del consejo que pudo dar y debió darse
en una monal'qula constitucional, para que se hiciese y viniese aquí
esa solemne declaracion. Yo veo improvisado un ministro; pero yo
hubiera querido ver formado un ministerio de todos los hombres
más notables del partido moderado, que obligacion tenian, si creian
que la Reina estaba en peligro, de rodearla y emplear todos sus es-
fuerzos para libertarla de él.


TOMO 11. 26




402 DISCURSO EN APOYO
»Yo de mi puedo decir que si me hubiese encontrado en e~e


partido, no hubiera dudado un momento en colocarme alrededor del
trono, y defender la causa de la monarquia si la monarquia estaba
ult~ajada. Por cierto.que el país, señores, no podrá menos de estra-
ñar, y estrañará con fundamento, el estado en que aparece esta
cuestion, y que ,se halle huérfano hoy aquel banco (el del ministe-,
n'o), cuando deberia estar ocupado por hombres de las doctrinas
más puras y monárquico·constitucionales.


)) Yo, siguiendo el consejo que de otros bancos se nos dió el dia
pasado, no seré quien reclame por qué no se ha formado ya el mi-
nisterio; cuando no se ha formado ~erá porque no habrá sido posi-
ble, porque se habrán encontrado obstáculos insuperables; y no dehe
embarazarse esta prerogatíva del trono, ni contribuir á que haya pre-
cipitacion en el nomhramiento hasta que se hallen personas capaces
de salvar la nave del Estado de la tormenta que está corriendo.
Digo más, señores: si nosotros los que hacemos la oposicion en cier-
to sentido viésemos ese banco ocupado con cierlas y determinadas
personas del partido moderado, nosotros les hal'íamos la oposicion,
si, pero oposicion racional, oposicion prudente; oposicion que con-
viene en los gobiernos representativos, y que es el alma de la liber-
tad del país.


))El hecho es, señores, que tenemos un acta remitida al con-
greso; y ahora'pregunto yo: ¿cuál es el deseo aparente de la remi-
sion de-esa a(~ta presentada aqul el día 50 del corriente? ¿Para qué
ha sido remitida al congreso? ¿Por qué el congreso que pudo inter-
venir en indicar á S. M. que esa se remitiese aquí, no dijo clara y
paladinamente con qué objeto se hacia? ¿Por qué no se presenta,
como debiera presentarse el gobierno, Lomando la iniciativa en asun-
to d~ Lal naturaleza? ¿Quiere el gobierno que se formule la acu,
sacion? ¿Dígalo clara, esplícita y terminantemente. Por lo demás,
señores, bien se conoce que el acta ha sido remitida con el ohjeto,
con el deseo al menos de que se formalice aqllÍ una acusacion, que
en seguida vaya al senado para que este falle. En esta acta, á que
se refiere la proposicion del Sr. Posada, y. es por lo que me oéupo


de ella, se hace referencÍa á hechos que ocurríeron¡ porconsígUlen-
te l haciéndose referencia á hechos que ocurrieron l envuelve una acu-




DE UNA PROPOSICION. 403
saoion, y esta aousaoion en su dia es menester formularla, y podrán
presentarla los señores diputados en uso de su dereoho. Podrán
presentarla, este dereoho no se 10 niego, oontra la persona ó minis-
tro que tuvo pal'te en los acontecimientos de la noohe del 28.


llEntonces podrá darse la mayor amplitud á la disousion; po-
drán sostenerse las doctrinas reoiprooas: unos dirán que la acusa-
cion es conveniente, otros que es una calamidad, y otros, en fin,
que tiende clara y terminantemente á colocar al partido progresista
en una situacion anómala y delicada: y cuando se nos quiera decir
que no obramos como caballeros, cuando se nos quiera acusar de
que no procedemos como monárquico-constitucionales, nosotros
sostendremos los fueros de la caballeria y seremos tan monárquicos
como el que más, porque dispuestos estamos á correr los mayores
riesgos por sostener el trono constitucional de la reina Isabel n.


ll8i se formaliza la acusacion en el congreso; si la mayoría de '
este cree que los principios monárquicos que profesa la ·pone,n en el
caso de acusar, y los que no opinemos de este modo, invocando tam-
bien los principios monárquico-constitucionales, decimos quena se debe
acusar, ¿ cuál será la consecuencia de esta diferencia de opiniones?


)lPodrá, señores, suoeder que á los que creemos que ese dicho
de la Reina debe ser creido, que debe servir para que los diputados
formen su conviccion, y para que prestando el tributo que debe
prestarse siempre de culto y adoracion á la que preside á los desti-
nos del pais se procure en esta como eh otras circunstancias darle
toda la fuerza, toda la consideracion, todo el prestigio y apoyo que
merece, pero que, sin embargo, no profesamos ni profesaremos nun-
ca el principio de que el dicho de una Reina sirva por si solo para
formular una acusacion, se nos diga que somos enemigos de la Rei-
na, que somos enemigos de la monarquía. No se nos dirá, señores;
si no aqul, fuera de aquí se ha dicho ya; pero esta inculpacion la
rechazan los hombres de temple fuerte, porque nosotros, defendien-
do estos principios, defendemos á Isabel n; nosotros sosteniendo
que no debe dirigirse unaacusacion por el dicho solo de una Reina,
soste)1emos la verdadera monarquía, pues no son los defensores de
ella los que por adular á la Reina tratan de comprometer la situa-
cion del pais en una cuestion grave é importante.




404 DISCURSO EN APOYO
llLas consecuencias inmediatas de un paso de esta naturaleza


serán que los hombres que hayan obtenido mayoria contra un par-
tido legal, contra un partido que tiene todas las condiciones de le-,
galidad, le habrán quitado ese carácter, forzándole á que entre en
las condiciones de un partido revolucionario. Se dirá que nosotros
con una votacion de esa especie, á lo menos yo, aunque me quedara
solo, la daria, nos hemos puesto en una pugna' abierta con el trono;
y si se quisiere despues decir que ese trono tiene por enemigo á
este partido que ha creido por sus doctrinas y convicciones que no
podia ni debía votar esa acusacion; si se quisiere decir que somos
enemigos de la Reina, ¿quién seria el gobierno que se atrevería á
asegurarlo? Eso seria una gmll calamidad; seria establecer desde
este palacio al de los Reyes un muro impenetrable; seria obligar á
ese partido á que pusiera escalas para asaltar el real alcázar; seria
privar á ese partido de las condiciones de legalidad, y hacerle entrar,
como he dicho, en las condiciones de partido revolucionario. El
partido de progreso es de legalidad, es partido de principios, es par-
tido de sistema, es partido de hombres que no están reñidos con el
órden, no, sino que quiere hermanar el órden con la libertad; no
quiere órden solo, porque sifl libertad seria de tumba; no quiere li-
bertad sola, porque sin órden fuera anarquía.


)}Nosotros queremos luchar en el terreno de la legalidad; nos-
otros hemos inaugurado esta bandera;" hemos dicho: <mada absolu-
))tamente de retroceso)), y hemos añadido: ((nada absolutamente de
))revolucíon.)} El partido á quien pudieran tjirigirse acusacioneil de
esta especie, suponiéndole enemigo de la reina por una votacion de
esa naturaleza, tiene condiciones de mucha vida, tiene grande por-
venir, tiene grandes derechos, tiene grandes esperanzas, y estos
derechos' es preciso respetarlos, y estas esperanzas un dia en un ór-
den legal podrán realizarse en bien del país, porque yo creo que el
partido del progreso tiene verdaderos elementos de gobierno y pue·
de hacer mucho bien á su patria.


ll8e quiere, señores, que la acusacion salga de aqu1. No basta
que se nos haya puesto á nosotros, hombres defensores de la -mo-
narquía constitucional, en el duro trance, para no sacrificar nues-
tros principios, para no desmentir nuestros antecedentes, de dar una




DE UNA PROPOSICION. 405
votacion que puede ser mal interpretada; no basta eso; se quiere
que salga de aquí la acusacion y que de aquí vaya al Senado. ¿Y ha
pensado el congreso el conflicto gl'ave en que puede ponerse, con-
siderando que el acta ha venido para eso? Sale de aquí la acusacion
y se presenta en el senado, no hay medio; el senado absuelve ó con-
dena. Si el senado absuelve, entre un senado que absuelve y un con-
greso que acusa la disolucion es indudable: si el senado, señores,
condena, puesto que nosotros acusamos, ¿cuál es la pena que im-
pondrá? O no impondrá pena niguna, ó impondrá la que manda la
ley recopilada; ó no impondrá pena ninguna, ó impondrá la pena
de muerte. ¿Y admitiremos la doctrina absurda, despótica, no tengo
inconveniente en decirlo, de que en gobiernos representativos el di-
cho de un rey, que yo respeto yme basla para que sea una verdad,
siquiera en esta espresion disientan mis compañeros, sirva para una
acusacion, sirva para producir una condena, sirva para imponer la
pena de muerte al hombre que subiendo al cadalso lleva tras de sí
el partido á que pertenece?


»1<:sto es muy duro, señores; es muy terrible el conflicto en que
se nos ha colocado; y por esto debo decir que yo voté clara y termi-
nantemente la proposicion del Sr. Plá, proposicion racional, propo-
sicion justa que tenia la marcada tendencia de dejar aquí el nombre
augusto de S. M. en el lugar que corresponde y evitar una discu-
sion que lleva la terrible consecuencia de dividir completamente los
partidos; porque por más que aquí digamos lo contrario, no se po-
drá negar qne el Sr. Olózaga es la vlctima de un partido, víctima
que ha escogido para inutilizar al otro partido.


J)Nosotros, señores, que queremos las condiciones de gobierno
I'epresentati.vo, que sustentamos aqui doctrinas que quisiera no
abandonaran mis compañeros y que las siguieran todo~ los hom-
bres ardientes por la causa de la libertad, creemos que no es po-
sible al partido progresista gobernar mientras no sean progresistas
todas las personas que haya en palacio al lado de la reina. (Voces
en las tribunas: Bien, bien; mal, mal.) Lo mismo me halagan los
que han dicho bien, que me importan los que han dicho mal, por-
que ni los unos me han de animar con los aplausos, ni los otros me
han de intimidar con las amenazas; mejor seria que no hubíese quien




406 DISCunSO EN APOYO
dijera bien ni mal, y se ref:petara el congreso y la independencia de
los diputados.


))Desde luego de mi sé decir, señores, que si alguna olra vez
alguna persona tuviese la dignacion d~ llamarme para formar parte
de un ministerio, ya puede saberse para siempre: la primera condi-
cion que póndré es que todas las personas que estén al lado de la
reina sean de las mismas opiniones que yo profeso, que, lejos de po·
nerme embarazos, me ayuden. Está es condicion indispensable, yel
partido del progreso, si alguna vez tuviese la bondad de seguir mis
consejos, deberia entrar en el gobierno haciendo un divorcio comple-
to de todos los que puedan promover asonadas, para que vean los
hombres que nos combaten que los que defendemos estos principios
y tenemos aliento para sostener que el dicho de una reina no bas-
ta para acusar, si bien es verdad que se ha de respetar, queremos
como el primero la consolidacion del órden despues de haber termi-
nado la guerra, despues de tener en un código consignados nuestros
derechos, despues de tener una reina que sabe que solo puede reinar
en España por la constítucion de 1837.


))Este partido, repito, no tiene más vida que sus condiciones de
partido legal: sin embal'go, señores, si fuera de la ley, con armas
que no son legales se le combatiese, entonces yo el primero me lan-
zaria á la arena en defensa de la libertad de mi patria.


))He examinado la segunda parte del acta, su origen, sus ten-
dencias, sus resultados, sus consecuencias inmen~as para el pais.
¡Ojalá el conocimiento de las inmensas consecul'ncias, funestas 'todas
para el país que puede tener este negocio, moviera á unos y otros di-
putados á darle cima felizmente y evitar el conflicto en que pueden
encontrarse los partidos! .


)) Yo, aunque soy hombre de partido, de uno de que no me sepa-
raré jamás, ni me he separado nunca, no deseo que los partidos se
agrien, se combatan; deseo que los partidos se hagan todas las con-
cesiones que reclama el bien del país; y por esto decia que me hu-
biera alegrado muchísimo de que se hubiese comprendido bien la
proposicíon de mis amigos los Sres. Plú y Somoza, y despues de oír
las esplicaciones del Sr. Olózaga se hubiera puesto término á este
negocio.




DE UNA PROPOSICION. 407
))Sin embargo, señores, en el mensaje se dice que manifestemos


los sentimientos de lealtad y adhesion á S; M. ¿Hay por ventura en
el congreso alguno que pueda negarse á manifestar los sentimien-
tos de lealtad y adhesion á S. M. doña Isabel II? ¿Hay por ventura
en el congreso una persona que no :esté dispuesta á arrostrar toda
clase de peligl'os y riesgos en defensa del trono de Isabel II? ¿No


,


hay en unos y otros bancos hombres que han sellado con su sangre
esos sentimientos? ¿No hay hombres que han recibido muchas heri-
das invocando el nombre de Isabel n, defendiéndola contra el pre-
tendienle D. Cárlos, cuya union con nosotros es absolutament,e im-
posible, porque entre nossllros y D. Cárlos hay un lago, y ese lago
es de sangre de los buenos españoles?


llPero se dice además al dirigir el mensaje: «por acontecimientos
que ocurrieron;) de manera que suponemos que los acontecimientos
ocurrieron. Nosotros, señores, podemos como caballeros creer qrre
esos acontecimientos pudieron ocurrir; diré más; que esos aconteci-
mientos ocurrieron; pero debemos tener presente que hemos de
ejercer más tarde el oficio de acusadol'es como aqul se anuncia,
[,U esto que á mi me consta que se ha formulado la acusacion con-
tra el Sr. Olózaga, como lo ha pedido él mismo, y por ello yo le fe-
licito y le felicitln los hombres que conmigo piensan: digo que le fe-
lícito por haber sido el p~imero que pidió la acusacion por el hecho
que se dice ocurrido en la noche del 28 del mes último. Pero se dice
que ocurrió, se dice: (dos hechos que tuvieron lugar;)) ¿y podemos
decir esto nosotros como diputados? Podemos decirlo así como ca-
balleros; pel'O debemos abstenernos de decirlo como diputados, pOI'-
que dentro de bl'eves dias hemos de ser acusadores. Se acusará, sí,
pues la acusacion está ya hecha.


nLa proposicion del Sr. Posada, ¿no comp¡'ende una acusacion
que ha de votarse aquí en vista del dictámen de las comisiones res-
pectivas, y de la discusion que haya para dirigirla al senado des-
pues de pesar las inmensas consecuencias que puede traer este ·paso?
¿Es propio eje magistrados, porque magistrados hemoLde ser, he-
mos de ejercer cierta clase de magistratura, es propio 'de nosotros
que digamos que sucedieron los hechos? 1Ie dicho antes que como
caballeros podemos decirlo, pero no corno diputados; porque como.




408 DiSCURSO EN APOYO
diputados tenemos ciertas obligaciones que pesan más para mí que
ciertas y determinadas consideraciones. ¿Será justo que digamos que
oc'urrieron los hechos? Si los hechos ocurrieron, hay u n delito; si
hay un delito, existe un delincuente; si hay un delincuente, ha
de haLer acusacion; y véase cómo nosotros, votando esto, ya prejuz-
gamos la cuestion: ya de~imos que los hechos' han ocurrido, y ya
renunciamos el derecho que pudiéramos tener des pues, ó al menos
la mayoría, de decir que los hechos no han ocurrido.


»Si no me equivoco, señores,en el senado habia pendiente una
proposicion de mensaje para dirigirle á S. M., manifestando tambien
los sentimientos de lealtad y adhesion á su persona, y creo que en
él se decia igualmente que em con motivo de los acontecimientos
del 28. Estaba muy adelantada la discusion, muy pronunciada la
opinion, con menos oposicion que aquí; y, sin embargo, cuando lle-
gó el acta se suspendió la discusion y se retiró el mensaje. ¿Y por
qué se retiro? Porque el senado dijo: ({Nosotros no podemos prejuz-
gar' una cuestion que más tarde ha de venir aquí para que la juz-
guemos.)) Pues si el senado, solo porque se pudo suponer que alli ha
de ir la acusacion del congreso, ha creido conveniente suspender el
mensaje, nosotros que hemos de ejercer ,unas funciones no menos
importantes, no menos nobles, si bien más tristes y dolorosas, cua-
les son las de acusar á una persona, ¿cómo no imitaremos aquella
conducta? ¿Ctímo prejuzgamos la cuestion? ¿cómo decimos á S. M.
que los hechos ocurrieron? ¿cómo la mayoría se coloca en la posi-
cion de no poder despues negarlos?


llSi se hubiese dicho simplemente que el congreso, como lo ha
hecho mil vece~, y lo hará tantas cuantas sea necesario, fuera á re-
novar sus sentimientos de lealtad y adhesion á S. M. la reina, en
ese caso por unanimidad se hubiera votado; pero estos hechos de-
bemos meditarlos mucho, debemos examinarlos con sangre fria y
no por sentimientos caballerosos, sino como acusadores, como depo-
sitarios de la honra de un hombre, y la honra de un hombre vale
mucho, la honra de un individuo Re respeta mucho en los gobier-
nos constitucionales, y aun en los gobiernos absolutos, si se ven las
relaciones del rey con los súbditos; y digo súbditos, refiriéndome
con esta palabra á los súbditos de aquella época, 110 á la actual. Si




DE UNA PROPOSICIO!il, 409
la palabra no ha gustado, no estoy en el caso de retirarla; si no ha
gustado á algunos, la repetiré para contestar á los murmullos,


llEI Sr, Vicepresz'dente Alean: El presidente está para reprimir
los murmullos si los hubiese,


\lE! Sr, ~fadaz (D, Pascual): Yo digo esto para responder á los
murmullos, Yo respeto las estravagancias de los otros, porque deseo
que los otros respeten las ridiculeces mias,


n¿No se ven, señores, no se tocan los inconvenientes que ha:n de
resultar de que aprobando la proposicion del Sr, Posada prejuzgue-
mos aquí otras cuestiones, puesto que no solamente aprobamos el
acta y los defectos que la encontr~mo~nosotros y que la achacare-
mos en su dia, sino que sancionamos el hecho para las consecuen-
cias legales, que son de grande importancia? Por eso he creído que
el Sr. Posada debia manifesta¡' clara y terminantemente que no se
prejuzga otra cuestíon: por eso he creido yo que como medio con-
ciliatorio se siguiera en esta discusion con calm'a, y que debia pre-
sentarse la proposicion en términos que pudiéramos votarla todos.
Porque, señores, si acaso nosotros negásemos el mensaje, pudiera
interpretal'se, porque todo se interpreta, y especialmente cuando hay
lenguas maldicientes que se puedan pasear por el alcázar de los re-
yes, que nosotros los que negábamos el mensaje' no estábamos dis-
puestos á renovar nuestros sentimientos de adhesion y lealtad á
S. M. la Reina. '


» Yo desde luego digo 'que si la pl'oposicion que se ha presentado
se vota en los términos en que está concebida, no la apruebo y no
quiero mensaje, porque no quiero que se manifiesten esos sentimien-
tos de lealtad con la 'oláusula que he espresado. Si se vota la pri-
mera parte de la proposicion, votaré con mi lengua lo que mi COl'a-
zon 'me dice, pues como hombres que han jurado fidelidad al trono,
como defensores de la monarquía constitucional, en cualquiera oca·
sion, por oualquiera cosa, sea por cumpleaños ó por otro motivo
,que quieran renovarse á S. M. esto~ sentimientos de adhesion y
lealtad, nosotros estamos dispuestos á hacerlo, porque defensores
del trono constitucional no nos duelen prendas que traigan más
compromisos.


»Pero reflexionen los ,que me ponen en el caso de votar la pl'O-




410 DÍSCURSO EN APOYO DE UNA PROPOSICÍON.
posiciono Yo diré no: ¿y cómo pudiera interpretar el pais este voto
negativo? Yo quiero quc el pais comprenda que cuando doy este
voto negativ(i al mensaje, no por eso pretendo negal'me á maniFes-
tar mis sentimientos de adhesion y lealtad á S. M. la Reina. Deseo
qúe no se prejuzgue la cuestion importante de la acusacion, que
debe quedar intacta para que despues esté el congreso en el caso de
poderla decidir con entera libertad.


»En esta discusion, señores, he dicho que era mi objeto no
alarmar los ánimos. He dicho que procuraria que ninguna espresion
saliera .de mis labios q11e pudiese oFender á persona alguna; á la de
mi Reina no podia ofenderla, porque mi cOl'azon está en armonia
con mis labios, y en mi corazon rebosa la lealtad y el cariño á S. M.
Creo que no he podido agriar á ningun partido. He dicho por mi


_ cuenta algunas verdades, que debia decir en interés de mi pais. He
dicho las consecuencias que püede tener la resolucion de esta cues-
lion pendiente: he dicho que podia quererse por algunos quitar al
partido del progreso las condiciones que tiene de vida y de legali-
dad, y digo más: que aquellos que intentaron unir al partido del
progreso legal al revolucionario, habrian muerto á un partido que
liene tantos elementos de vida.


»Por eso he dicho que quiero que esté dentro de la ley, segUl'o
de que nuestra es la victoria; porque unidos como estamos no te-
memos, no; y lo anuncio aquí: acaso acaso no nos hemos visto nun-
ca tan unidos como desde el dia en. que pronuncié un discurso, di-
ciendo que deseaba la union del partido del progreso; desde aquel
dia todos mis amigos, todos 10:3 hombres comprometidos por este
patUdo han venido á mi casa, y nos hemos dado un abrazo de fra-


_ ternidall, y moriremos todo~ en defen~a de nuestro~ principios. n




D. VALENTIN OLANO.


Llevan los oradores parlan~entarios una ventaja in-
mensa á los discutidores de las academias y ateneos: la
posibilidad de arrancar aplausos y conmover á su audio
torio, sin necesidad de tener gran caudal de instruccion,
de erudicion y de memoria.


El orador científico, el discutidor académico, l'!-l tomar
la palabra, ha de hallarse suficientemente preparado en
la ma·teria que se' discute, y sabe~ por consiguiente á
dónde ha de ir y por qué camino en el trascurso de su
peroracion.


Como su- auditorio es necesariamente escogido, debe
fijarse en la correccion ele la frase, en la propiedad del
concepto, en la profundidad de la idea. Su propósito no
es conmover sino persuadir á sus oyentes; su afan con-
v'encerles en vez de entusiasmarles. Y como es más. di-
ficil hablar á la int~ligencia que al cora-:zon del auditorio,
de ahí el que sean más costosos, más- raros y más tran-
quilos los triunfos de la elocuencia en las asambleas cien-
tíficas ó literarias.


En los parlamentos, por. el contrario, suelen recoger
algúnos oradores los laureles de la elocuencia sin estar




412 OLANO.


dotados de relevantes cualidades, poseyendo solo imagi-
nacion y sentimiento, y un tacto especial para usar de la
palabra en circunstancias á propósito, en ocasion crítica
y oportuna.


Ya se comprendera q~e nos referimos, e~ las obser-
vaciones que quedan apuntadas, á los improvisadores po·
líticos, á esos oradores del momento, cuyos discursos en-
cierran todo su valor en la oportunidad con qqe son
pronunciados.


La improvisacion no tiene otro mérito, otro poder
que la oportunidad; por eso no debe leerse la improvisa-
cion sinooirla, y no debe juzgársela nunca por las re-
glas de la oratoria, por los métodos del discurso escrito
ó preparado, sino por la importancia del objeto sobre que
recae, por la oportunidad de las circunstancias, por la
conveniencia del fin á que se dirige la improvisacion, por
cllugar donde se improvisa y el auditorio á quien se ha~
bla·. Generalmente el improvisador es desaliñado é incor-
recto. Con tal que logre herir el sentimiento ó la imagi-
naCÍon de sus oyentes, estos le perdonan la incorreccion
y el desaliño, porque ven en esos defectos la naturalidad
y la buena fe del orador.


Como al espresar sus ideas no se somete á las reglas
de la oratoria sino á los afectos de su alma, el improvi-
sador político que se propone hacer efecto en circunstan-
cias graves, en momentos de peligro, gesticula con
violencia; sus ojos, encendidos por el fuego del patrio-
tismo, vibran rayos, su espresion crece por momer tos
al calor de su fantasía como la llama y el torbellino, y
los aplausos del auditorio aumentan el fuego de su cóle-
ra, siendo en unos puntos prolijo y difuso, rápido y
conciso en otros, porque así, á su parecer, lo' exigen los
oyentes.




OLANO. 413


Si el improvisador está verdaderamente inspirado, si
la ocasion es oportuna y las circunstancias le favorecen,
se apodera del ánimo del auditorio, le encadena á ~u pa-
labra, le subyuga y le arrastra á su antojo, ora remonte
su vuelo sobre la cima de Tas montañas, ora roce con sus
alas las flores de la llanura.


Cuando de ese modo se apodera de sus oyentes, su
calma se confunde con la suya, y al palpitar su corazor~
de cólera ó de sentimiento, palpitan, á la vez todos los
corazones. Sus palabras entonces tienen vida porqué hay-
realidad en las ideas; tienen energía porque se la comu-
nican las circunstancias; tienen oportunidad porque ha-
bla de sucesos que á todos intere~an, ó de hombres que,
viven y obran y hablan delante de hombres que viven
y 'obran tambien.


Para esto el orador político, el improvisador de yir-
cunstancias no necesita ciencia, ni erudicion, ni:memo-
ría, sino imaginacion y sentimiento. ¿Halló la oportuni-
dad? Pues ella le dará el triunfo. Nada le importan las
reglas, los preceptos de la oratoria. ¿Habla con oportu-
nidad? ¿ hace efecto en el auditorio? Pues él :será elo-
cuente.


El improvisador nunca sabe todo lo que va á decir,
ni de qué manera va á espresarlo. Lleno de confianza,
y en alas de su inspiracion y su sentimiento, lánzase á
las ,regiones de la fantasía sin saber si se estrellará con·
tra una r()ca, Ó si caera blandamente sobre una alfombra
de~flores.


Al trazar el retrato del orador .de circunstancias, he-
mos pintado al representante de Guipúzcoa en la legisla-
tura de 1840, D. Valentin Ola no , quien, con s u fa-
moso y único discurso, pronunciado en la ses ion del 26
de marzo, alcanzó un triunfo inol vidable, la ovacion mas




414 OLANO.


señalada que se ha dispensado en los congresos espa- .
ñoles.


Discutiase el párrafo 6. o del proyecto de contestacion
al discurso de la corona, referente á las medidas adopta-
das por el gobierno para la pronta terminadon de la
guerra civil, que aun ardia con fuerza en el Maestrazgo
yen las montañas de Cataluña, y habíanse hecho alu-
siones un tanto ofensivas á la jurada lealtad de las pro-
vincias vascongadas, sacando al debate inoportunamente
la olvidada y siempre espinosa cuestion de fueros.


Las circunstancias eran graves de suyo, pues una
ofensa, la menor injusticia, podia irritar los ánimos de
los convenidos de Vergara y encenderse de nuevo en
Navarra la desoladora hoguerá de la' guerra civil, cuyas
cenizas hallábanse todavía calientes y mal apagados sus
combustíbles.


En ocasion tan crítica, en situacion tan solemne,
tomó la palabra el diputado Olano en defensa de los fue-
ros y de la lealtad de su país, y pronunció una de esas
improvisaciones que ser1ucen desde los primeros acentos,
porque, desnuda de pretensiones, sin exordio estudiado,
sin fraseología rebuscada, su peroracion, que al final de
esta semblanza copiamos, era hija esclusivamente del
sentimiento, de la hidalguía y del patriotismo.


Sin prácticas de parlamento, pues erala primera vez
que hablaba, sin entonacion ordenada, sin método en
las ideas, sin hilacion en los razonamientos, su discurso
esta sembrado de bellos accidentes oratorios, de verda-
deros y conmovedores arranques de elocuencia, de esa
elocuencia del corazon, que se siente y no se estudia,
que se comprende y no se esplica, que brota del alma
impensadamente como salta en la peña un manantial
criitalino al golpe casual del minero.




OLANO. 415


Inmenso, indescriptible fue el efecto que produjo en
todos los lados de la cámara, en todas las tribunas, el
sentido discurso del Sr. Olano. Los diputados 'en masa,
fueristas y antifueristas, ahogaban con sus abrazos al
nuevo orador, y hasta los mismos jefes de la minoría
progresista, enemiga de los fueros, felicitaban ardiente-
mente al diputa~o guipuzcoano que supo hallar en su
auditorio las ocultas y delicadas fibras del sentimiento.


El mismo Argüelles, contestando á su discurso, de-
cia: « Yo no atenuaré; digo más, .no debilitaré siquiera
el profundísimo efecto que ha debido producir en esta
asamblea, Y' en nadie mas que en ~Í, su elocuente dis-
curso, que tiene sobre todas las galas que le realzan y
adornan, la de ser una manifesta~ion sincera de los sen-
timientos de un corazon tan noble como el que y,.o reco-
nozco en S. S. Todo lo que S. S. ha dicho lo he oido con
admiracion, con entusiasmo. ))


Era el lenguaje de Olano apasionado y pintoresco, y
tenia ese ~inte de franqueza y valentía,que tanto caracte-
riza á sus paisanos.


En su rectificacion, y contestando al Sr. Gomez de la
Serna, esclamaba: e Yo aplazo á S. S. para cuando se
trate esta cuestion de fueros. Entonces, á sol partido me
las habré con S. S., á ver si son tantos los perjuicios que
han causado aquellas instituciones al P1ÍS.»


. Su voz no volvió á resonar ya en las córtes españo- .
las, donde con la práctica, el estudio y el conocimiento
de los hombres y los partidos, hubiese alcanzado indu-
dablemente D. Valentin Olano nuevos y más 'inmarce-
sible!!! hureles, porque tenia cualidades muy importantei
para ser un notable orador parlamentario.




Discurso en defensa de los fueros de Navarra.


« Al presentarme al Congreso por primera vez despues de un
acontecimiento tan célebre como el convenio de Vergara, me veo en
la precision de rectificar algunos hechos de los que se han sentado
aqui durante la -discusion; pero nuevo enteramente en la carrera par-
lamentaria, ruego al Congreso me disimule las faltas qlle corÍletiere
en este particular.


))E[ primer hecho de que se ha tratado por algunos oradores
de la oposicion ha sido el del reconocimiento de l¡¡. Reina Doña Isa-
bel II. Varios señores diputados han hablado de este punto, y hal?
dicho que no fué reconocida en Vizcaya como Reina, y si como se-
ñora. El dia célebre de 31 de agosto, reunidas las masas carlistas,
y en el campo mismo donde se veia tendido un mundo de boinas y.
bayonetas, el duque de la Viotoria tiró de la espada, y gritó: j Viva
la Reina! ¡ Viva la Reina! contestaron aquellas boinas y aquellas
bayonetas. Ese es él juramento que hizo Vizcaya, y que no ha des-
mentido, puesto que tenia 20,000 hombres sobre las armas, y des-
de entonces ninguno se ha movido. Ahora yo haré una observacion
al Congreso, observacion muy delicada, y por la cual le ruego que
no se escandalice.


l)Cuando en Vizcaya el dia 31 de agosto se gritó ¡ Viva la Reina!
no se gritó/viva la Reina constitucúmal! no se gritó ¡v¡"va la Nber- '
tad! porque, señores, [a transicion hubiera sido demasiado violenta:
era harto empuje el gritar ¡ Viva la Reina! para los que habian vi-
vido seis años bajo la sobera.pía de D. Cárlos. y esto bastaba enton-
ces, porque donde está la Reina está la libertad; sobre un trono
constitucional se sienta Isabel II, y su trono y la libertatl son indivi-
sibles ..... (Bien, bien. Movimiento general de aprobacion en los
bancos de los señores diputados;) Una vez reconocida la Reina de
aquella manera sQbraba con esto para nuestra lealtad, que es la
prez principal de nuestro. carácter, y lo poco quizás que nos ha que·
dado al través de tantas revoluciones ..... (Nuevas señales de apro-
bacion.)




DISCURSO EN DEFENSA DE LOS FUEROS DE NAVARRA. 417
llEste rué el reconocimiento militar. Veamos ahora si sucedió lo


mismo por la parte civil. Inmediatamente despues del convenio de
Vergara se reunió la junta general so el árbol de Guernica, y allí
se juró por Reina d~ Espaila á ktbel II. Y ¿ cómo se jUt'ó, señores?
Yo lo voy á decir.


lleuando se trató de conciliar lá paz y sosegar el país, fué n~ce­
sario echar mano de las antiguas prácticas. ¿Qué hubiéramos ade-
lantado con proclamar á Isabel II en una calle ó en una plaza? ¿Nues-
tra voz hubiera hecho impresion sobre masas que jamás han enten-
dido la legalidad y la justicia, sino identificadas con el simbólico ár-
bol de Guernica? Cogimos, pues, los retratos de S. M. la Reina y
de la Reina Gobernadora; lus colocamos debajo del át'bol, y allí fue-
ron reconocidas. Ahora bien: si no hubiéramos reconocido á S. M.
como Reina de las Españas, ¿habríamos reconocido la regencia de
su augusta madre? ¿Por ventura ei reconocimiento de la Reina ~Go­
bernadora no prueba que se réconoció á Isabel II como Reina de las
Españas? Como Réina. estuvo su retrato 24 horas, segun he dicho,
bajo el árbol de nuestros fueros, y jamás ereyó la lealtad vizcaina
en aquellos solemnes momentos, que se habia de venir ahora con
argucias) que más parecen sofismas ó sutilezas de teólogos que otra
cosa. (Repelt'dos aplausos. El Sr. PresideMe llam6 al órden.)


llHay más, señores. Los padres de provincia, los diputados re,-
unidos en aquella junta, los elegidos del.pais creyeron que era preci-
so dar alguna prueba más da homenage, y hacer más solemne toda-
vía este reconocimiento. Y ¿ qué hicieron? Los más respetables de
entre nuestros ancianos estuvieron haciendo la guardia á los retra-
tos de las Reil1as. Hubo más: hubo regocijos generales, bailarorMos
vizcainos y cantaron en derredor del árbol; y alli, donde no se ha-
bia oido antes mas que el estampido de la pólvora, no se vió ya en-
tonces sino una fiesta continuada, un abrazo cordial, una reconci-
liacíon sincera, como todas la5 que nosotros hacemos: (Aplausos re-
petidos.)


nAún más: se levantó un arco ~e triunfo, se pusieron traspa-
rente§ en las casas de la villa, y sus inscripciones decían: Á su MA-'"
JESTAD LA HEINA NUESTRA SEÑORA. Y nadíe se escandalice de esto,
señores, porque en 'la Conslituqion de Vizcaya es natural el respeto
~1




418 DISCURSO EN DEFENSA
al trono, y nosotros no tenemos ciertas falsas doctrinas democráti-
cas de las que ahora corren; no nos desdeñamos de respetar la so-
beranía, porque sabemos que la soberanía respeta nuestros fueros y
privilegios. Á más de eso, ¿en Castilla no se dice tambien general-
mente la Re¡~na nuestra señora?


¡)Algunos oradores han observado que, recollúcida por este úl-
timo titulo, seria considerada solamente como nieta de D. Diego Lo-
pez de Haro. Pero los que han estado en el salon de juntas saben
que allí se ven lós retratos de los señores de Vizcaya, y que "el últi-
mo que hay es del postrero que mandó en aquel territorio cuando so
incorporó voluntariamente á la corona de Castilla. Desplles, ningllll


señor más ha reconocido qu~ sus reyes. Los r~tratos de ellos están
en todas partes. Fueran á Bilbao, y vieran los arcos de triunfo; fue-
ran á Vitoria, y vieran la lealtad vizcaina manifestada en todas par-
tes. Por ventura, ¿no han recibido pruebas de ello á cada paso? ¿No
hemos venido todos los dias con esposiciones á la Reina nuestra se-
ñora pidiendo que remediara nuestros males, que socorriera á nues-
tl'OS infortunios? El senador, el diputado por Vizcaya, ¿no ha venido
á solicitar audiencia de S. M. Y no la han felicitado? ¿Á qué, pue~,


. decir que no ha sido reconocida sino como señora de Vizcaya? No
fué más reconocido ~árlos V de Alemania y 1 d.e España: ni lo fué
más Felipe 1I; y vive Dios que aquellos señores, ni por su poder ni
por su temperamento dejaban que se menguase su soberanfa. (Es-
trepitosos aplausos.)


nCualquier monarca de los que hoy se sientan en los tronos de
Europa, pudiera contentarse con tal reconocimiento. (N1MVOS y más
fuertes aplausos.) .


llLa otra circunstancia que debo esponer á la consíderacion del
Congreso es la acogida que los diputados vascongados hemos tenido.
Creia yo que aqui habia de repetirse una segunda edicion, por de-
cirlo asi, del abrazo de Vergara; pero lo primero que se nos pre-
guntó rué: «¿A qué venís? .. II «¿A qué venimos? .. ) Venimos á prestar
el homenage de nuestra reconcilíacíon, y aunque no hagamos otra
cosa mas que decir: «Vizcaya está tranquila, Vizcaya está unida al
trono, constitucional, II creo que hemos hecho lo bastante. (Señales
de aprobacion:) Y se nos dice además: (\ Estareis ahí solo por algun




DE LOS FUEROS DE NAVARRA. 419


tiempo: será problemático el derecho que tengais á permanecer en
el Congreso ..... n Nosotros, señores, no traemos ninguna comision
precisa: si se quiere que nos retiremos, nos retiraremos ...... (El
Congreso por un movimiento espontáneo, esclamó: No, no.) Pero me
parece (continuó el orador) que no era esta la acogida que debian
esperar unos diputados que venian despues de' seis años de cruda
guerra á representar á un pals reconciliado. En los cámpamentos de
Verg'ara Ivive Dios que no se suscitaban esas cuestiones ta~ sutiles,
y que se daba otra ínteligencía al tratado de 31 de agosto. Si se hu·
biel'an suscitado, de sag'uro que no se habria verificado el conv~nio,
ni estaríamos unidos á estas horas.


n Yo doy gracias á los señores de la mayorla por el apoyo que
prestan á los fueros: dóiselas tambien á la mayor parte de la mino-
rla por la decorosa manera con qtÍe ba tratado la cuestion: esta es
ot ra de las propiedades del pueblo vascoflgado, el ser sumamente
agradecido con sus amigos y con aquellos que le tratan con consi-
deracion.


))Otra de las circunstancias que me ha llamado la atencion se
funda en algunas espl'esiones salidas de boca del Sr. Olózaga. Mani-
fiesto désde luego que no me doy por ofendido del discurso de S. S. i
antes bien agradezco y digo que trató con toda consideracion la cues-
tion delas Provincias Vascongadas; dijo cosas con las cuales estoy
muy conforme. Dijo que se maqui naba allende el Pirineo: ¡pluguiera
al cielo que no fuese así I Dijo igualmente que no era el momento
oportuno de tratar de esta cuestion; pero dijo tambien espresiones
que yo no puedo, por el honor de mi pals, dejar sin rebatirlas.


nDijo que habia mucho que esperar de la lealtad de las Provin-
cias Vascongadas, y así lo creo; pero añadió despues que hallándose
encontradas en sus intereses con las limitrofes, no era 'justo que las
províncias siempre leales padeciesen á costa de las que no lo ha-
bian sido. Yo no insistiré mucho en esta espresion; pero, si la memo-
ria no me engaña, S. S. repitió por tl'es veces, hablando de la pro-
vinoia de Logroño, lo de provincias siempre leales, y de, aquí se po-
dría inferir que nosotros no lo éramos, proposicion que no puedo
dejar de rebatir.


))Empezó el Sr. Olózaga diciendo que la provincia de Logroño




420 \ DISCURSO Ji;N DEFENSA
habia hecho grandes sacrificios en suministrar á las t!'Opas lo neee-
sario para mantenerse. Esto es muy verdad; yo no dudo de los su..;
orificios de la provincia de Logroño; pero me aprovecho de esta
ocasion para dar una idea exacta á la nacion de cuáles son los sa-
Cl'ificios que han hecho las Provincias Vascongadas, y ¡vive Dios que
si hubiese otro sitio mas eminente para hacerlo, allí l? harial ¿Nos
hemos olvidado de Bilbao, que siendo el baluarte de la libertad es-
pañola', detuvo tantas veces las fuerzas del Pretendiente? ¿Nos. olvi-
damos de que una bala disparada de sus aspilleras causó la muerte
de Zumalacárregui, que hizo cambiar ella sola el aspecto de la revolu-
cion? ..... (Profunda sensacion.) ¿Nos hemos olvidado del 16 de
marzo de 1834? ¿Nos hemos olvidado de Vítoría?


))Pues si los liberales del interior han sostenido con honra la cau-
sa constitu'cional, los que además de sostenel'1a hemos tenido que estar
luchando con nuestros propios sentimientos, porque hemos estado
divididos de nuestros hermanos, ¿no somos aquí más dignos de inte-
res? J)l'uestra lealtad, señores, está más purificada; y para que el
congr':lso no tenga duda acerca de la" persona del individuo que le
habla en este momento, yo diré que he estado seis años en l-lna
batería oyendo todas las noches los pasos del enemigo; he estado
hasta que se ha terminado la guerra: y entre tanto he perdidu mí
casa, mi fortuna, gran parte de mis relaciones. Han sido para mi esos
seis años años de amal'gllra y sufrimiento, cuando para otros no
habrán tenido que ser mas que años de valor.


)) Yo me acuerdo de aquellos días aciagos en que nuestro ejército
acordonó el Ebro, ynosotros nos quedamos casi solos en Vitoria con
un puñado de militares escogidos, con los cuales desde entonces'
consel'vo la mas estrecha amistad. Quedamos solos, siendo la van-
gu;mlia del trono constitucional; y cuando se nos decia: ((Zumalacár·
regui viene, sois perdidbs,J) contestábamos: «No importa, nos que-
da el honor: si somos conducidos á un depósito soportaremos nues-
tra desgracia con la fortaleza propia del que ha cumplido con su de-
ber.» (Sensacion general.)


,) LY son de ahora. los sacriücios que han hecho las Provincias
Vascongadas IN\' 1ü causa de 1a 1ibcrtad? Pues ¿quién no sabe que la
flor de la juventud vascongada estuvo en la Corulla el año 23, y se




DE LOS FUEROS DE NAVARRA. 421
batió allí, y fué de las últimas en ceder, y capituló con honra, su-
friendo desplles por esta constancia mil trabajos y persecuciones? ...
y en esta última 8poca, ¿se ignora por ventura que no pa podido
Don Cürlos atraer á su partido casi ninguna persona notable del
país? ¿Se ignora que una inmensa multitud de propietarios ha estado
emigrada, y que gran porcion de personas acostumbradas á las ma-
yores comodiuades han vivido por su fidelidad seis años en la mise-
ria? ...


»Pues esto es público en la nacion y en toda Europa. Léanse los
diario;:; de Bayona, léanse las Gacelas de Oñate, y allí se encontrarán
las repetidas amnistías publicadas por D. Cárlos, los infinitos decretos.
que espidó para atraer á su partido á los que emigraban; y, á pesar
de eso; á pesar de prometerles perdon y olvido por lo pasado; á pu-
sal' de ofrecerles cuántas seguridades quisieran, todos permanecieron
constantes en su propósitoy allhesion á la Reina, hasta que el ventu-
roso convenio de Vergara les abrió las puertas del pals, y les per-
mitió volver' sin mengua al territol'Ío donde nacieron.


1) Vamos ahora al punto de 105 sacrifidios pecuniarios, que es
igua!mente importante.


))Se cree qlle -nosotros no contribuimos con nada, aunque algo
demo~; y ahor'a ~e dice que no hemos hecho saorificio ninguno en la
presente lucha. Pues nosotros tenemos documentos en mi poder, con
los cuales se acreditará al gobierno y á las córtes las grandes sumas
que las Provincias Vascongadas han aprontado en esta ocasiono Entre


. .


otras muchas que de ello pudieran dar'., diré que he formado parte
de la rlipntacion provincial de Álava durante algunos de estos años,
y solo rn recibos de suministros, de víveres, de efectos anticipados.á
las tropas, estoy seguro ql1C aparecer'á una cuota digna de la lealtad
alavesa., No tengo más que decir al congreso sino que en los d09_
primeros años de esta gllerl'a civil se m1lltuvo allí el ejér'cito á Gasta
del pals, se le suministró el prest, el nalzado; en Un, esta es cuestion
de números. Han sido inmensas las sumas aprontadas: si,alguna vez
se me 'dijese que he exagerado, que he fa!tafio á la ver'dad, yo pudie-
ra hacerlo con document03: ahora no tengo otro medio de aoreditar-
lo que mi palabra hidalga. (Bien, bien).


ll.Nosotros fortifkamo~ á Villafranra y demás puntos de Guipúz-




422 DISCTlRSO EN DEFENSA
coa. La fortificacion sola de Tolosa importó 4,000 duros. Pasan de
500,000 rs. los empleados en fortificar la ciudad de Vitoria, que
llegó á ponerse casi en el pié de una plaza de tercer órden.


nLuego que el ilustre conde fué á aquella ciudad y conoció la.
necesidad de levantar obras de .defensa proporcionadas á los mayores
recursos con que ya contaba el enemigo, se formó esa hermosa li-
nea de reductos que desde Miranda hasta Vitoria aseguraba la comu-
nicacion. Pues todas esas fortificaciones han costado enormes canti'-


. .


dades. Estamos nosotros muy lejos ue no haber contribuido con
nada. Yo puedo asegurar que hubo en las capitales dias aciagos, de
aqúellos en que, apurados los recurs,os, no se encontraba con qué
dar al soldado el prest necesario; y entonces nosotros hicimos cuan-
tiosos repartos al vecindario, á beneflCio de tos que se conservó \a
disciplina y elórden en las tropas; en prueba de lo cual hemos reci-
bido homenages de agradecimiento ue los diversos generales que han
mandado, y hasta del gobierno de S. M.


llAsl, pues, una parte de la poblacion vascongada habrá podido
no ser tan leal como otras de España; pero acordémonos de quc en
estas hay tambien muchos hombres obcecados que tienen amor al
despotismo.


)) Yo he vivido en el interior de España por l?s años de 2i y 28,
y allí sufríamos tambien persecuciones lbs liberales.¿ Y por eso he-
mOi5 de proscribir en masa á todo un pueblo? (Bien, bien.) ¿Por eso
he de decir yo que no son leales todas esas pl'ovinGía~? Las ofendería
gravemente si lo hiciera; pues la misma jnsticia tongo derecho á exi-
gir para las Provincias Vasc<;mgailas, tanto para defensa como para
honra suya. '


n Y si se quiere referir á esa misma parte que ha estado con las
armas en la mano defendiendo la causa de D. Cá¡'lo~, preguntaré yo:
Despnes de un convenio como el l\e Vergara, ¿es ocasion de habla¡'
de esto? Y, sobre todo, señores, nosotros, los que estuvimos en las
filas de la Reina; nosotros los que hemos dado tan eficaces muestras
de lealtad, traspasamos nuestrJS cortos merecimientos á nuestros
hermanos del bando opuesto, no'; unirnos con ellos para que no se les
mire con peores ojos que á nosotros. (Aplausos y mllestras genera-
les de adhesion.)




PE LOS FUEROS DE NAVARRA. 423
)lPerO hay otra razon en pro de nuestra causa. ¡Dicen que hemos


sido rebeldesl Y yo pregunto: ¿D. Cárlos era vizcaino? ¿Lo eran esos
ilustres viajeros que vinieron á asociarse á su partido? ¿Eran vizcai-
nos aquella porcion de gentes que nos fueron á alborotar? (Bien,
bien.) ¿Era vizcaina una division entera que depuso las armas despucs
del convenio, y penetró aquende del Ebro? ... Los empleados, conse-
jeros, generales, y toda aquella multitud de condes y marqueses que
de nada servian para la guerra..... ¡V1~Ve Dios que no eran vizcai-
nos!. ... (Nuevos aplausos.) Culpas nuestras hay, y para ellas pedi-
mos la generosidad de la nacíon; pero que no se nos añadan p.ecados
tIue no son nuestros.


)) y entre tantos análisis como se han hecho de la causa de la pa-
cificaeion, ha de saber el congreso que la principal ha sido el habor
ido allí el Pretendiente, el haberse casado, el haberse rodeado de
gentiles-hombres, de altos personajes. Emprendieron las espedi-
cíones al interior, y por un favor de la Providencia salieron mal, y
nuestras tropas se cubrieron de gloria. Entonces el país volvió en sí I
y dijo: ((¿Qué vamos nosotros á buscar al otro lado? ¿Quién nos mete
á dejar nuestra casa para ir más adentro?)) Y á esta observacion"siguió "
ot.ra más juiciosa todavía: ((Si llohemosde salirue casil.,¿paraqué que-
rernos á los que han venido á mezclarse en nuestl'os negocios? Que-
démonos solos los de casa;)) y hubo una voz que añadió ~ «Quedémonos
solos y con la reina. (A.plausosy muestras de entusiasmo.)


)) Etltonces fué cuando se empezó á formar la opin!on, la primera
¡Ilea de mantenerse perfectamente vascongados; y este juicio CI'eció
como un reguero de pólvora que al principio se inflama, -y despue,~
COlTe y se es tiende. el incendio por todas partes. Entonces se empezó á
tlecir: (tEstos no nos sirven; nosotros solos ya puede fler que nos arre-
glásemos.)) Entonces, finalmente, se dijo: «Pues solos los de ca8a:))
y empezó á correr aquella voz de OJALATEROS que el congreso sabe, y
ulla persecucion general se le'iantó contra todos los que no eran del
país, y aprovechadas estas ·circunstancias por la política, por la cor-
dura de los generales, por la disciplina del ejército, se hizo esa pa-
cificacián asombrosa, que es obra esclusíva de la nacíon española. Ese
será segUl'amente uno ele los motivos que tenga para presentarse anle
la EUl'Opa entera á cara descubierta, y decir: «Esta vez siquiera he-




, 424 DISCURSO EN DEFENSA
mos hecho una cosa redonda, -una cosa que nadie n«,)s la puede ta-
char. (lflovimiento general de aprobacion.)


1) Ruego encarecidamente al Sr. Olózága que no crea por lo que
he dicho que me han herido sus espresiones: sino que al presentarme
por p.rimera vez en este congreso, habiendo oido palabras que po-
dían indicar deslealtad, he creido de. mi deber satisfacerlas. Por lo
demás, repito que S. S. hahablado con el comedimiento que le es
propio, y dicho cosas á que le estoy agradecido, y lo estará tambiep
mi país. ,.


llEntro ahora en otra cuestion, que es un poco más dificil, y que
siento se haya tocado.


llSe dijo ayer que las Provincias Vascongadas lo habl'an cedido
lodo, porque habían quedado los principios ilesos, porque se habia
salvado la constitucion. Y ahora digo yo: ¿es esta ocasion oportuna
para enlrar á analizar si lo hemos cedido todo? Si el dia 51 de agos-
to se hubiese dicho á las masas armadas qlJe e8taban delante del du-
que de la Victoria: «todo lo habeis cedido, II no se hubiese efectuado
el convenio. Pues lo que yo no digo al hombre que está con las ar-
mas en la mano, ~o se lo digo desplles que las ha dejado. (Grandes y
prolongados aplausos.) El convenio de Vergara se hizo, pero no se
hizo con es presiones áCl'es que enciendan las pasiones, ni alTimando
combustible al fuego; se hizo poI' sentimientos más homados y gens-'
1'0sos. Yo voy á contar al congreso cómo pasó eso del convenio, pur-
que tuve la fortuna de hallal'me pl'ef'rnte, y aquella e~c~~na jamás se
bOl'l'ará de mi memol'ia.


»Se pl'esentaron alli las masas cal'listas: un inundo de· boinas y
de bayonetas cubria el campo, en el (;ualreconocIamos las cams ani-
mosas de los que por seis años habian e~tado defendiendo con ralor
una cansa opuesta. Tiró el duque de la Victoria la espada, y gritó:
¡ Vzva la Reinal y entonces todos aquellos hombres de las boinas
eOl1testaron: I Vz'va la reina! y los soldados de la reina callal'On. ¿Qué
sucedió lurgo? El duque de la Victol'ia, dirigiéndose á los batallones
vascongados, les dijo: «(Valientes, O~ conozco, nos hemos encontra-
do muchas veces, y porque os conpzco os amo ..... )) Y entonces
aquellas masas se conmovicl'on, se enajenaron, el duque pCl'diú los
~~\.\\I:.\\J~, ~ ~IC 'O..~o.~ \'0. 'O..'l~tl%'d. \'~!~ ~n\Dnces se v'leron tambieu




DE LOS FUEROS DE NAY ARRA. 425
aquellas caras tostadas por el sol,'aquellos homb¡'es qua tantas veces
habian despreciado la muerte en los combates, correr y abrazar á
los' que poco hacia eran sus contrarios, arrásandose 8US ojos en lá-
grimas como si fueran mujeres.


»Pero no paró en esto. Despues de presentauos los 20 batallones,
el duque dijo á sus tropas: «No os ,necegito ahora;)) y marchamos
unos á Mondragon y otros á los demás lugares inmediatos; y e1 duque
quedó solo con los convenidos. Así es cómo se consolidan las pacifi-
caciones, no con diatribas. Así es cómo se curan, así es cómo se ci-
catrizan las heridas de la patria. (Grandes aplausos.) Con estos
procedimientos puuo cautivarse la voluntad de 'los pundonorosos
vascongados.


»Se dijo también ayer que los batallones viicalnos entregaron sus
armas, sus cañones. IHonra y prez á ellos! Al pueblo valiente que
quiere defenderse nunca le faltan armas. Cuando los pueblos no son
libres no es por falta de armas, sino por falta de valor. (Estrepitosos
aplausos.)


»Descendia yo por la cuesta de Salinas (y permítame el congreso
que hable tanto de mí mismo), descendia' de la cue~ta de Salinás,
penetraba por primera vez despues de seis años en él territorio gui-
puzcoano, y encontraba carros Ile~os de bombas y de balas de cañon.
¿ y quién las iba guardando? ¿En qué espede de convoyes se lleva-
ban? ... Pues solas caminaban, y eso que ann no se habia firmado
el convenio de Vel'gara; pero se habia dicho paz, yen diciéndo una
cosa en Vizcaya, se cumple (Bien.)


»Hay má~: se presentó la diputacion á guerra de Vitol'ia, la di-
putacion carli~ta; pero ¿~e presentó como Uila diputacion enemiga,
romo una diputacion vencida? No, señores; para hORra de la provincia
de .'-Iava debo decirlo: se presentó con todos sus documentos, con
los escasos fondos que le habían quedado despues de la guerra, con
sus libros de asientos, con el calzado, 16s pantalones, los efectos de
toda clase; y dijo: (IEsto se acabó; pero queda la honra. Examinen
» Vds. si hemos robado, porque una cosa es servir á D. CArlos, y otra
)robar los fondos del país.)) Y nosolrosdeclaramos que no, y decla-
ramos más, y es que en aquel mismo hecho la diputacion habia me-
recido Lien del país.




426 DISCURSO EN DEFENSA
)¡Más pruebas tengo que citar, porque calculo que ÍlO le disgu~­


tal'á al congreso oirlas~ puesto que son la gloria de los que viven á la
sombra del árbol de Guernica.


))E! castillo de Guevara nos estorbaba sobremanera despues del
convenio, y queríamos reducirle á que se aviniese á él. El ayunta-
miento de Viloria, en vista de que el bizarro coronel Gaviria, que le
mandaba, era natural de aquella jurisdiccion, le escribió diciéndole:
«Conviene al bien del país que se adhiera al convenio el castillo qile
V. manda, y cuidado que lo decimos nosotros, que sabemos lo que
conviene al pais.)) Y aquel comandante, á pesar de su bravura, á
pesar de haber sido puesto allidespues del convenio, y de que el Pre-
tendiente le habia dicho: «Yo no puedo adherirme y te doy el mando
de ese castillo,)) contestó: «Fuerte es la !'azon que me dan Vds., y
lo pensaré bien.» Pero traia esl~ ejemplo para probar lo mismo que
con el de la junta de Álava, esto es, el pundonor de aquellos natura-
les. Hallábame yo en la fortaleza el dia de la entreg'a, y el goberna-
dor por la mañana, dijo: «Estoy muy afligido.-¿Pues qué tiene V_en
un dia en que todo es contento?-Siento, replicó, que encontrarán
Vds. el castillo descuidado; pero no he tenido tiempo 'de ponerle
corno exige el decoro militar.»)


)) ryo pregunto: un gobernador que el dia que se hunde la causa
que ha defendido con valor heróico por seis años se apura por que el
castillo no está prolijamente limpio, ¿sufrirá qne se le diga que lodo
lo ha perdido? ¿No diria que no se habia perdido el pundonor? Con
los hombres pundonorosos son necesal'Íos los procedimiéntosdelica-
dos: dejemos para~ cuando se trate con personas envilecidas el IIsar
de espresiones jnjnstas y dlll'as.


»Puesto que se dice que todo lu han perdt'do, yo haré una pre-
gUIlta, y estoy seguro de que el congreso no se incomodará de mi
franqueza. (No, no.) Cuando.se presentan los oficiales con las cruceR
que han ganado batiéndose contra nuestros soldados, y que conser-
van en virtud del convenio de Vergara, ¿podrá decirse que [o han per-
dido todo? Si hay, no diré una transaccion, porque no me gusta dis-
putar de palabras, pero sí un convenio, y estáu comprendidos en él
homl:wes á quienes se autoriza para llevar entot'ehados l', galones, ¿ se
podrá dedr que se ha perdido todo?




DE LOS FUEROS DE NAVARRA. 427
» Yo no me quiero meter en las honrluras de I<i tenidad constitu-


cional, ni en las demás cuestiones escabrosas que aquí se han tocado,
porque el gobierno de S, M" las córtes y la nacion toda podrán juz-
gar en tan difícil materia, Lo único para que he tornado la palabra ha
siLla para que se sepa que los vascong'uuos somos dignos de pertene-
cer á esta gran nacion; que queremos abrazar á los demás, y que
todos somos hermanos, Pues qué, ¿no lidiaron 700 años los vascon-
gados contra los moros? En los descubrimientos del Nuevo-Mundo, ¿no
van mezclados siempre nuestros nombres con los de los demás espa-
ñoles? En la guelTa de la independenüia, ¿no nos levantamos en ma5U
padre por hzlo, como manda el fuero? ¿El valiente Jáuregni, más co-
nocido por el dictado ya histórico del Pastor, no es de nuestro país?
¿No aoatamos toLlos al inmortal Mina, tambien compatricio nnestro?
Creo que todas estas glorias y el convenio á que hem03 adherido de
tan buena fé, merecen que se nos tenga estimacion, (Jfuestras de ad-
hes/on.) IA.llí, allí "co escritas (se/talando las lápz'das del congreso)
las libertades de Aragoll y Castilla!


))Pues libertades son tambien l::ts nuestras, y si aquellas mareeen
estar en e~te sitio, algun valor deben tener tambien las nues,tras.
(Sensadon profunda,) l Pluguiera al cielo que no hubiera habido las
desgracias de ViHillar, ni la catástl'Ofe de Lanuzl, y cada provincia
hubiera con~ervado sus libertades! Entonces la nacion, en lugar de
parece/' un tablero de damas, como esos otros pueblos en que se bus-
ca afauosamente la e:entralizacion, y una division bella que acaba
con tantos nobles recnenlos y mata tollo e~píritll local, todo sen-
timiento histúrieo, popu1ar aCilso, aunque por otl'O camino, habria lle-
gado á más alta prosperidad que ahora, porque si hay una máxima
eon19 la de la convencion nacional de Francia, «de coge¡: un cuchillo
y trinchar el país á su gusto,» hay en Inglatel'l'a yen otro& países el
principio de «edificar sobre lo existente, y de respetar lo esta-
blecido,


)) Citaré un heeho que prueba el podel' de los recuerdos en aque-
llas sencillas y morigeradas prorineias, Cuando llegaron al país las
legiones francesa y bt'iláni,;a, observaron los naturales que la prime·
ra no llevaba en sus trajes seilal ni Jistiutivo. alguno de memoria·
antigua, y que para aquellos hombres todos los dias eran iguales¡




428 DISCURSO EN DEFENSA
que eran las píezas que se mueven sobre el ajedrez; que no tenían
costumbres tradicionales .....
~Pero vinieron los escoceses y los irlandeses, y no habia dia que


no tlÍvieran algo que recordar: ya llevaban en el gorro un ramo de
hojas verdes, porque decian que era el santo de su naeion, y que
aquel dia se ponian aquel ramo en su tiE'na; ya celebraban el ani-
versario de tal ó cuál fiesta; y, en fin, se veia en ellos nacionalidad y
provincialismo, y se notaba que cuando volvian la cabeza atrás ....
(El orador la vuelve) encontraban una existencia propia y recuerdos
agradables. Y los vascongados decían: ((Con estos sI que simpatizarla·
mas mejor que con los que vienen corno si hubiera pasado un rascro
por encima de todas sus memorias.» (Grande y prolongada sensa-
cion.) Por eso creo que no es tan absurdo, ni Cíll'eCemOS de ejempla-
~ res, cuando decimos que sobre nuestro~ (ueros se puede sostcner
muy hien la libertad, sin que se nos diga que' sornas de la edad me-
dia, que nuestras libertade5 son cartas-pueblas y otras vulgaridades
semejantes.


llPero hay otra observacion que hacer, y bien sabe Dios que no
la hago por espíritu de partido ni por deseo de censurar á nadie,
porque yo quisiera, como buen vizcaino, permanece!' neutral á todo
lo que directamente no interese á mi pais. Se está predicando á la,;
Provincras la modificacion de los fueros, y se les dice todos lo~ dlas
que tienen unas instituciones defectuosa'~; y mientras el partido con-
servador calla, el partido del prog¡'eso clama por que se modifiquen.
Las Pl'ovincias Vascongadas ven esto, yealclIlan así: si el partido
conservador P¡'opusiera la modificacion, podl'famos a!" menos pl'esumil'


. lo que se deseaba; pero siendo el partido del progreso, que no tiene
en sus miras tét:'mino conocido ni. punto fijo, el que solicita la morli-
ficacíon, ¿á dónde iremos á parar?." Señores, aquellas Provincias
temen perder la Iib'ertad, la tranqllllidau y la dicha que por tantos
siglos han gozado á la sombra de sus fueros. No entienden de parti-
dos, de ministeriales, ni de lado izquierdo ni del'echo: son corno el
Villano de Moliere IIne hablaba hacia cuarenta años en prosa, y no
lo sabia. Gozan la libertad sin notar que la gozan. (Grandes
aplausos.)


llPreguntaba ayer el Sr. Calal¡'ava que si se hallaba establecida




DE LOS FUEROS DE NAVARRA. 429
en aquellas Provincias la Milicia Nacional. Señores, seis meses hace
que se celebró el convenio de Vergara; seis meses hace que aquellas
gentes tenian el fusil y la boina; la boina la tienen todavía: dífercn-
tes tentativas se han hecho para desterrarla, pero todas en vano:
más fácil será quitarlas la cabeza que la boina; porque dicen: <5Con
nesta boina he oido seis años seguidos silbar las balas, y no me he de
nseparar de ella:» y las mujeres les dicen también que no se la quiten;
porque sin ella dirian que habian e~tado lejos del fuego; y como es
mengua huir de él cuando arde la guerra en su pals, llevan la boina
como patellte de su valor. (A-Iuestras generale~ de entusiasmo.) Y á
estos hombres que hace seis meses defendian una causa opuesta á la
nuestra, ¿seria prudente, seria justo, seria racional ponerles un unifor.
me de miliciano, y querer que defendieran la causa misma contra la
cual combatieron?


Yo crpo que cuando á un pueblo se le obliga á hacer una tran-
sicion tan violenta se le envilece, y que es mejor no forzar· los senti-
mientos de nadie. Vale más decir: «soy ¡Je Cárlos Vn que (tsoy de la
Reina)) y mentir. (Bien, blfJJl.) Si se les. compeliese á ello, seria oJ.¡Ji-
garlos á un acto de hipocresía. Y bien, señores: á hombres que hace
seis meses estaban con las armas, y aun no han vuelto á sus antiguos
.hábitos, ¿les hemos de ma.ndar: (tcon esas mismas armas habeis de
defender lo que antes combati8leis? t) Harto mejor será decirles: ((01-
vida¡J las armas que por tanto ti~mpo habeis usado,) que puede ser
que demasiada tentacion tengan de volverlas á empuñar; demasiado
gusto 10s habrán tomado, y convendrá que le pierdan, y en su lugíl-r
tomen ·aflcion á la azada, Así, pues, creo que este cargo de que no
se .haya establecido la Milicia Nacional en aquellos pueblos queda
desvanecido, y no tengo inconveniente en ¡Jedir que como este son
otros muchos de los que se han hecho.


))Se ha preguntado, -por ejemplo, que por qit/no se han puesto
las diputaciones provinciales. ¿Puede dudar nadie de que desde que
se dió 'la ley de fueros, hasta el dia en que se haga el arreglo deflni-'
tivo, estamos en posesion de nuestra legislacion foral? ¿No se dijo en
aquella ley: (\Se confirman los fueros de las Provincias Vasconga~
¡Jas?n No quiero entrar por ahora e.n esta cuestion, y lo único qu~ si
¡Jiré, es que deseo que se trate con consideraüion á un país que ahora




430 DISCURSO EN DEFENSA
está pacifico y contento, sin motivo de disturbios; que no faltan en-
tre aquellos habitantes incitadores que les proporcionen el Diario de


. las Córtes, y les digan: «Mirad lo que discut~n y cómo se trata Je
quitaros los fueros.» Y ahora, señores, en los dias de la primavera,
cuando la reheJion de Aragon no está aún apagada, ¿será ocasion de
que por cuatro ó cinco palabras vayamos á comprometer la tranqui-
iidad de aquellas Provincias? ¡Vive Dios que á mi me causaria dolor
muy grandel (Señales de adhesion.)


))Además, aquellos países ofrecen otra circunstancia muynola-
ble. Se preguntaba aquí si habian ,'enido diputados de las Provincias
Vascongadas; 6,000 electores han asistido en Gllipúzcoa ú. las elec-
ciones, r la mayor parte serian de los que hace seis meses tenia n las


• armas en defensa de D. Cárlos; y no se escandalizará de esto el con-
greso, si recuerda que, además de la gente movílizaJa, e·staban alis-
tados todos los demás que formaban una especie de milícia de réser-
va, y si se eliminan los eleclores que están en este ca.so, no quedaría
gran número que concurriesen á la eleccion. Pues esos electores han
ido á votar á las urnas, y puedo asegurar con satisfaeeion que toLlas
las mesas se han eompuesto Jc emígralJos, d.e libel'ales, sin que hu-
biese una sola en que hayan tenido parte aquellos electores, y que la
junta general de escrutinio se componia tambicn de personas com-
prometidas por la Reina: ¿y por qué? Porque nuestra reeoneiliacion
era sineera, y nos dijeron: « Vosotros, que habeis siJo siempre de la
Reina, id, é interponeos entre la Reina y nosotros;» y contestamos:
«(Hermanos somos, y vive Dios que lo haremos.» (Bien, bien.)


((y sobre todo, señores: ¿no nos está mirando [a Europa entera?
Cuando se concluye una guelT~ civil tan larga y sangrienta, y en
que toda la poblacion ba tomado parte, ¿no debel'Íarí haber quedaJo
por lo menos salteadores en los caminos? ¿Y cree por ventura el eon-
greso que en los caminos de Vizcaya no se roba ni se asesina por-
que no haya malos? No, señores, no; es porque la opinion gene-
ral dice á los malos: «Si turbais la tranquilidad nos mancíllais, man-
chais el lnstre de nuestra reputaeion; hundíos:» y delante de una
opinion tanJuerte y compacta, nadie se atreve á desmandarse. Si
mañana se volviese á encender la guerra, no sé euál sen tiria yo más, si
las desgracias y el mal material, ó la vergüenza de que mi país hubiese




DE LOS FUEROS DE NAVARRA. 431
fallado á su palabra; porque as! como ahora me presento con la
frente erguida á decir: «Ah! tienen Vds un pueblo noble, generoso,
»digno de todas eonsldel'aciones,)) entonces no encontl'aria un rincon
bastante remoto para esconderme. (Bien, bien.)


... \lEn esas Provincias, seis meses despues de firmado el convenio
de Vergara, la persona mas comprometida y de opiniones más mar-
cadamente liberales puede meterse en un cal'ruaje y atravesar com-
pletamente tranquilo y seguro territorios emp~pados en sangre, don-
de poco hace se hubiera hundido.


) Yo me alegro mucho de haber tenido esta ocaslon de hacer una
manifestacion pública y solemne: creo que el estado venturoso de
tranquilidad en que se encuentran aquellas Provincias se debe en
gran parte á nuestro benemérito ejército, porque se conduce, no so-
lamente con disciplina, sino con comedimiento y hasta con buena
euucacion con los naturales. Sépalo el congreso para su consuelo:
aquellos soldados tratan con los labradores como hermanos. Y ¡cosa
notable, y que á mi parecer honra mucho á la sensatez del ejército!
En aquellas tropas pocas veces se oye tocar el himno de Riego, ni
gritar j VI'va la Constituci'on! y esto debe tener dos causas: una, la de
no herir á los habitantes que se han sorrietido~ otra, que los que por
espacio de seis años han espuesto su pecho á las balas por la libertad
no necesitan dar vivas á la constitucion para que se sepa que sOn
sus defensores. Esa es la razon por qué aquellos valientes no tienen
que dar muestl'as del partido político que han seguido, porque hay
-un lenguaje comun á todos los valientes, qne es el del aprecio que
mutuamente se profesan. (Bt·en.)


«Si, señores: he oido decir á carlistas que se han estado batiendo:
l'apreciamos á los ingleses porque son valientes con una sangre fría
que admira.) Asi decían; y hoy dicAn: «Son valientes los de la Rei-
na,» y beben juntos, dice cada uno las a<l'ciones en que se ha encontra
do, rluego que se han cangeado sus bravatas ó baladronadas, quedan
tan contentos, y se despiden como antiguos amigos y camaradas.


llPara concluir de una vez, porque no quiero cansar mas la aten·
cion del congreso (Voces de los bancos: No no), diré cuál es mi pro-
fe~ion de fé politica. Despues de haber defendido á la Reina por seis
años, despues de haberla defendido en las baterias, y con hartos




432 DISCURSO EN DEFENSA
sacrifiéios, cuando se celebró el convenio me presenté en mi pueblo,
ansioso de ver cómo me recibían, atendidos mis compromisos tan
graves.


«El pueblo tiene 4,000 almas, y los de la Reina él'amos una do-
cena. Yo temí, á juzgar por la ciencia de los guarismos, que dicen'
es exacta, que iba á librar mal. Entonces dije á los carlistas:, (\Olvi-
)ldemos lo pasado, y seamos unos,-Nos uniremos, me contestaron,
llbajo nuestros fueros, obedeceremos á la Reina y viviremos tran-
»quilos. II


nSeñores, esta es nuestra situacion: esta es la profesion de fé en
toda Vizcaya¡ y esa es, señores, la que ha enlazado en un !llismo
sentimiento á los que estaban emigrados del otro lado de los Pirineos,
á los que han defendido en las Provincias á la Reina y á los partida-
rios de D. CArlos; porque nosotros no nos engañamos, y nos hemos
enseñado el corazon.


llEl congreso no estrañará que yo t~se este lenguaje porque lo l1e
aprendido en seis años de emigracion y de adversidad, que enserian
mas que muchos cursos de filosofía.


nAsí, pues, concluyo rogando al congreso que, tejos de considel'ar
á ese país por ún'pueblo estraño y que vive Acosta de los demás del
interior, se le tenga por un pueblo !l0ble y"valiente, que se ha abra-
zado g,ener'osarnente con sus hermanos; porque si cnlos campos de
batalla no ha sido una mentira el abrazo, tampoco lo deberá ser en
las lides padamentarias una mera fórmula. (Proftmda .1J prolongada
sen sacio n .)




VVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVV(' ¿~:~
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I í ...
$'


-4.
~


., .


GARCÍA UZAL.


Creemos haber indicado en otro lugar de esta obra, y
sino lo indicamos aqúÍ, que la demo.cracia española tuvo
su cuna en el pronunciamiento de 1810. El alcance de
aquel movimiento fué más allá, como sucede siempre, de
donde sus principales autores se propusieran.


La nacion, en la época á que nos referimos, tenia el
aspecto de un reino federativo mas bien que de un país
organizado sobre la base de la unidad. Cada provincia
era un estado, cada junta popular un gobierno.


Vacante la regencia, desamparado el trono, despre-
ciada la constitucion, sin fuerza ellllinisterio para resis-
tir y organizar el poder, era aquella la época más á pro-
pósito para que se desencadell'lsen las pasiones políticas,
y saliesen á la superficie de la sociedad los ambiciosos, los
utopistas y los soñadores.


Como era natural, los hombres nuevos, los jóvenes
más impetuosós del partido progresista, dueños de las
juntas provinciales, querian empujar la revolución por
las sendas de un progreso ilimitado, descubriendo en Ion-
'tananza la república, ó cuando menos un gobierno radi·
calmente democrático.


rOMO n. 28




434 CARdA UZAT ..
La secta democrática iba organizándose apresurada-


mente á disgusto del partido progresista, y estableciendo
en el campo de la política, como toda escuela nueva; sus
iglesias y sacerdotes que enseñasen y propagasen su doc-
trina.


Los periódicos El .Huracan y El Peninsulat' en la
córte, pregonando principios republicanos; El Ateneo li-
beral, donde Lapez, predicaha las ideas mas populares;
varias juntas de provincia proponiendo el establecimiento
de una central, eonstituian un apostolado que unia al ar-
dor y al atrevimiento con que enunciaba sus creencia..¡;;
la novedad y la seduccion con que las revesÜa.


Faltaba á la democracia tener su apóstol en la repl'e.-
sentacion nacional, y al abrirse las córtes de 1841 apal'e-
ció en ellas como representante de la democrácia Don
Manuel García Uzal, d.iputado por la Coruña.


Desde que por primera vez' hizo uso de la palabra
llamó notablemente la atencion de las córtes, no tanto
por el radicalismo de sus ideas, cuanto por lo patético y
vigoroso de su lenguaje.


García Uz,al tenia todas las condiciones de un verda-
dero tribuno, de un hábil agitador de las masas.


De entonacion levantada, de acento, si no de gran es-
tension, simpático y de efecto, patriota en las ideas, sen- ..
timental en la frase, sus discursos, pocos y breves, eran
brillantes, concisos, intencionados y deslumbradores.


Cuando el diputado gallego peroraba, creíase tras-
. portado á la plaza pública delante de la muchedumbre,
y hablaba como se habla al pueblo, hiriendo las cuerdM
de su cólera, de su sentimiento, ó de su hidalguía.


Como orador popular halagaba la imaginacion de sus
oyentes con figuras atrevidas, con valientes apóstrofes
y con movimientos apasionados que cuadraban bien con




GARCÍA UZAL. 435
el alma del pueblo que se enardecia al oirle, y le aplau-
dia desde las tribunas.


, Su tema favorito, como el de todos los tribunos, eran
la patria, 'la justicia y la libertad; y en la constante de-
fensa de tan caros objetos, vagaba su alma por un mundo
fantástiúo, y desde aquellas alturas exhalaba sentidas
quejas contra los tiranos de la tierra en fr~ses enérgicas
y desesperadas.


En un discurso de violenta oposicion al ministerio
progresista de 18'42 esclamaba el orador demócrata:
«Hoy los asesinatos están á la órden del dia. No parece
sino que el ángel esterminador ha subido al poder con
los hombres que componen el gabinete de mayo.))


Eco p~renne, como tribuno del pueblo, de todas las
calamidades públicas, abogado incansable de todos los
desvalidos, anatematizador terrible de todas las injusti-
cias , interpelaba con frecuencia al gobierno, y lánzaba
sobre los ministros furibundas catilinarias.


Reclamando del gobierno remediase la miseria de las
tropas de la guar~icion de Madrid, que apenas teni~n qué
comer algunos dias, arrancaba frenéticos aplausos de las
galerías con la conclusion de su discurso.


«Pido pan, decia; pan que no tienen, porque no han
d.ilapidado los bienes nacionales; pan, que no tienen, por-
que no han defraudado los fondos públicos; y pan pido
para esos soldados, cuyo delito consiste en habernos
dado la paz, y con ella la libertad y la victoria.»


Todos los discursos del apasionado orador demócrata
están salpicados de imágenes vi vas, de conceptos levan-
tados, de frases enérgicas, de rasgos elocuentes con que
entusiasmaba al auditorio, como en la famosa discusion de
la regencia de Espartero, á quien hizo siempre dura y
encarnizada guerra.




436 GARCÍA UZAL.
Habia indicado el general Seoane en el senado que si


se votaba la regencia trina quedaria disuelta en el mismo
dia; aludiendo al enojo del ejército yá la dimision que
haria en ese caso el general Espartero, á quien se acha-
caban entonces estas palabras: O todo, ó nada: ó regen-
te único, ó no regente.


Llegado el turno de usar de la palabra en los so·
lemnes debates sobre el número de regentes, levantóse el
diputadiS' gallego y pronunció un notable discurso, el me-
jor acaso de los suyos, por el método de su esposicion,
por la eru.dicion que revel~ba y por lo levantado y grave
de sus conceptos.


Las córtes y el auditorio todo prorumpian en estrepi-
tosos aplausos cuando.en vigoroso y arrebatada tono es-
clamaba: «Yo no hago caso de esas amenazas qué circu-
lan de boca. en boca, y que se han dejado oir ayer, no sé
si imprudentemente, en otra parte. No; á mí me merecen
confianza, como á la nacion entera, la sensatez, la cordu-
ra, el patriotismo, la decision del ejército español.


»Esta, señores, es una idea que así de paso hiere mi
imaginacion, como los rayos del sol hieren el término óp-
tico del que clava la vista cara. á cara en elluminoso astro
del dia; porque si esto fuera cierto, si hubiera sucedido,
no creais, señores, que vendria á cliscutir en pro de la re-
gencia única ó o.e la trina; ¡no! el diputado Uzal se pre·
sentaria entonces á vosotros diputados pidiendo la cabeza
del temerario que quisiera volver las armas de la patria
contra el desgarrado seno de la patria misma.))


Otro discurso notabilísimo pronunció el representante
demóqrata al ventilarse por aquella época la cuestion de
la tutela de las regias pupilas. No podemos resistir á la
tentacion de copiar los siguientes párrafos que ponen de
manifiesto el estilo franco y varonil del diputado Uzal.




GARCÍA UZA!,. 437
« Yo quisiera evitar á Isabel JI, con respecto al tro-


no, una catástrofe igual á la de su madre con respecto á
la regencia; y yo, hombre'del pueblo, llamo catástrofe á
este acontecimiento, porgue si Isabel JI desapareciese de
la escena política, no creaÍs que su gobierno seria re-
emplazado por las ideas que yo profeso; no; sino por el
más cruel, por el más feroz y tiránico despotismo.


))Seamos, señores, precavidos; la suerte de una gran
nacion nos está encomendada, su libertad, su porvenir;
pensad que hemos ofrecido regenerarla, hacerla libre; á
esta confianza ha respondido; nuestro nombraD)iento es
su aceptaeion. ¡Qué responsabilidad, qué baldon, qué ig-
rlominia si en nueatros tiempos, si por falta de prevision
nuestra se llegase á entronizar de nuevo el despotismo! .


))Quizás me equivoque; pero veo á lo lejos destellar la
tiranía, porque tambien la tiranía, señores, tiene sus des-
tellos; de luto, de quebranto, de muerte y desolaci?n.
Quizas seaaprension de mi ardiente amor á la libértad. de
11Ii patria; quizás me asuste mi propia imaginacion; pero
tened presente que en ciertos momentos el prever es sal-
varse; la confianza la muerte.


llVed aquí, señores, la necesidad, lacausadequehaya
tomado parte en una cuestion estraña á mis principios, y
de que dé mi voto para tutor de la reina, para guardian
y defensor d.e la personalidad del trono, en una situacion
premiosa, al honrado español, al ilustre anciano en quien
veo simbolizadas todas las virtudes, porque solo la vir-
tud puede reemplazar á una madre en el corazon de sus
hijas; solo la virtud puede hacer comprender á los reyes
que no hay mas poder soberano que la voluntad de los
pueblos. ))


Pero donde se refleja el carácter uu tanto fantástico
del representante de la Coruña en 1842, y su oratoria sen-




438 . GARCÍA UZAL.


timen tal, pintoresca y apasionada es en el discurso que á
continuacion de esta biografía reproducirnos. En él resal-
tan, como en ninguna de sus peroraciones, el arrebato de
su imaginacion, la vehemencia de su lenguaje, la fogosi-
dad de su alma.


Terminada en 1843 la dominacion del, partido progre-
eista, ya no volvió á figurar en la escena política el ar-
diente de~ócrata y elocuente diputado GaJ>cía U¡.al, vi-
niendo la muerte más tarde á sepultar en el sueño del ol-
vido al enérgico tribuno, que por su imaginacion, por su
talento, por su elocuencia, estaba llamado á ser una de
las glorias de la tribuna española .


.


Discurso esplanando una interpelacion.


«( He pedido la palabra para anunciar una inlerpelacion al go-
bierno, interpelacion de tanta trascendencia, que ruego al congre~o
me disimule si soy más difuso que de costumbre: fuérzame á ello la
gravedad del asunto y la consideracion del gobierno mismo, á quien
franca y lealmente deseo ofrecer cuantos datos yo posea, para que su
contestacion pueda ser todo lo esplícita, precisa y terminante que, co-
mo el congreso conocerá, la interpelacion demanda.


llHéme visto, señores, en una de aquellas grave::; situaciones de
la vida, en que despues de meditar sériamente, y aun de luchar con
pensamientos diversos é ideas encontradas, ha predominado en mi
el sentimiento de mi deber, orillando consideraciones secundarias y
aprensiones personales.


nCuando el congreso conozca algunas particularidades que ten-
dré el honor de esponer, entonces apreciará la razon de mis dudas,
la causa de mi vacilacíon, el origen de mis temores.


)lPublicanse hace tiempo los An,'des de la propagacion de la Fe,
cuya publicacíon prohibíó el gobiernu en t 9 de abríl último: no cum-
ple á mi propósito calificar las doctrinas de esta obra; sin embargo




DISCURSO ESPLANAC\"DO UNA Il\TERPELACION. 439
diré de paso que la tolerancia es inseparable del liberalismo, y la li-
bre discugion su fundamento; que no reconozco medidas gubernati-


. vas, sino leyes y faltos de jurados en los delilos pOI' medio de la im-
prenta, y últimamente que con esta medida fueron lastimadas Cl'een-
cias religiosas y politicas, con violacion manifiesta de la ley funda-
mental del Estado.


))Pasaré en silencio tambien que se ocuparon los fondos de una
émpresa religioso-literaria, y que el derecho de propiedad no fué más
respetado que el de publicar libremente el pensamiento, porque sien-
do esto un ligero preludio de desmanes de mayor cuan.tia, no me ocu-
paré de estos detalles.


)lEn 6 de mayo se mandó formar causa al editor de los Anales,
causa que vino á parar en juiúio civil de cuentas, que ni el juzgado
podia exigir ni el interesado dar: el estado de la grave enfermedad
que aquejaba á este desgraciado no permitia trasladarlo á la cárcel
sin riesgo de su vida; pero le pusieron dos centinelas de vista en su
casa, á quienes durante setenta y seis dias le obligaron á mantener y
pagar un salario de dos duros dial'Íos á cada individuo.


nTampoco me ocuparé de la sél'Íe de tropelias y voluntarias ve-
jaciones por que se hizo pasar al acusado, merced al espiritu de in-
tolerancia y persecucion que contratodo lo que no es obra suya des-
plega el actual gabinete, persecuciones nacidas del espíritu inquisi-
torial que le domina, resabios de otro tiempo y consecuencia del ateis"
mo religioso y político que por desgt'acia con tanta rapidez se difunde,


))La Audiencia, al mandar en 27 de noviembre que se le pusiese
en libertad, demostró que .la acusacion era injusta: el ministro de
Gracia y .Justicia, en la sesion del 27 de julio, ,habia predicho este
fallo al declarar que los Anales de la Fe se creia una cosa y era
otra .. , .. que no se conspiraba; notable conlradiccion entre las pala-
bras y los hechos, decIaracion inútil y tardia que recayendo, como
recae, sobre un hombre á quien aún no se ha·puesto en libertad, es
una amarga ironía, es'un horrible sarcasmo.


llDejo por ahora las personas pam acudil' á I~s cosas; abandono
al individuo para tratar de la sOGÍedad, y aqllí ruego al congreso
preste toda su atencion á lo que voy á decir.


))Convenia sin duda al ministerio encontral' un hombre -criminal;




440 DISCURSO BSPLANANDO
deseaba una figurada conspiracion para los maquiavélicos fines que
él se sabl'á y yo me presumo, y fijó su vista en un anciano sacerdo-
te para convertirlo en instrumento de sus maquinaciones.


llMal avenido' con la idea de que se le pusiese en libertad, como
era de esperar mandase la Audiencia, porque así lo pedia el fiscal,
apeló, para oscurecer su inocencia y realizar sus proyectos, á un
medio tan inmoral, inusitado y horrendo, que solo ha tenido ejem-
plo en ¡a funesta historia de la inquisicion de Venecia.


lleuando supo que el desgraciado sacerdote, fatigado parla' des-
igual lucha que habia sostenido, rendido de lidiar, tenia su mente
débil, su cuerpo estenuado y su corazon enflaquecido; cuando lo
contempló moribundo y próximo á desprenderse de los lazos mor-
tales, para dar cuenta de sus actos al Hacedor Supremo, imaginó pro·
digarle algunos engañosos consuelos para prolongar su existencia, y
con ella sus martirios !I. .. Sin respetar el dolor del ministro de Dios,
sin tomar en cuenta la inocencia que el fiscal declaraba, mandó á -un
agente secreto el ministerio para que invadiese la soledad del ino-
cente, turbase sus meditaciones, y colocado en el dintel del pórtico
de la muerte, -procurase' reanimar el espíritu del sacerdote, ofre-
cerle una justicia, que ya solo de Dios esperaba fortaleciese su co-
razon conturbado, y arrancándole, si era posible, á la parca, lo
convirtiese en instrumento de sus oscuros manejos.


llEI infeliz anciano, á quien los padecimientos morales habian
agravado los físicos, recibió con los brazos abiertos al supuesto cri-
minal, y criminal, señores, por prestarse á tan torpes maquinacio-
nes, al que él creia compañero de desgracia; le ofrecíó cuantos au-
xilios y consuelos su sítuacion ,permitía, y enjugó las mentidas lágri-
mas y estrechó contra su corazon á aquel áspid racional á quien el
gobierno envilecia, hasta el es tremo de lanzarlo para que desgarrase
las entrañas del infeliz que lo acariciaba.


llEn los tiempos en que más ruda persecucion sufría el cristianis-
mo; en aquellos en que algunos emperadores romanos ostentaban lu-
jo de ferocidad con los mártires ue la fe; en los de las delaciones del
Lean de San Marcos; en los recientes de la trasplantacion de los
polacos á la Siberia, había menos maldad que en estas oscuras cons-
piraciones.




UNA INTERPELAClON. 441
nNo perdais de vista, señores, que aquellos gobiernos al menos


no profanaban el nombre de libertad al invocarla; organizados para
el despotismo, correspondían á su objeto; pero el nuestro .... seño-
res ..... el nuestro ..... ¡ahl .... es una cosa insoportable.


nMeditad bien, seflOres, lo que voy á deciros, deducido de lo que
voy revelando; no es un hecho aislado, es un sistema establecido, del
que averiguamos un hecho; pero ¿cuántos se nos ocultarán? Es el
crédito y la honra del gobierno, es el porvenir de las instituciones,
es la suerte entera de la sociedad lo que está envuelto y comprome-
tido en tan'hotribles manejos.


¡)Flaquea el esplritu ..... el ánimo desfallece al considerar tanta
sangre vertida, tantos tesoros prodigados, tantos padecimientos y pe-
ligros pal'a plantear nuestras instituciones 111. ... Y, sin embargo, á
su sombra se'cometen tales atentados!!! .... ¡Qué español, por hon-
rado y virtuoso que sea, podrá considerarse seguro en adelante sí el
ministerio se lanza á conspirarlll ¡qué crédito bastará á defenderse
de tan innobles asechanzas l ... 1 qué fortuna estará segura l ... ¡ Quién
de nosotros estará cierto de volver mañana á este santuario! .... Es,


, señores l un género de delito que no acierto á calificar: es abrir un
abismo entre el acusado y la ley que le protege; es esponedo á los
rigores de esta y privarlo de sus beneficios; es provocar un crimen
en vez de evitarlo; es escudriñar las miradas del desgraciado, ace-
char su gesto, traficar con sus dolores I!I .... La humanidad gemirá
al eonocer la enormidad de tal crimen: la civilizacion se estremecerá
al observar tal barbárie: la libertad huirá al contemplar tal profa-
nacion ..... Tiemblo por "Vosotros, hombres del pueblo, menestero-
sos muchos, desvalidos todos; ¿quién os protegerá cuando el minis-
terío mande un espion á vuestra casa, y se finja vuestro. amigo, y
sorprend~ vuestra buena fé, y calumnie vuestras intenciones, y ter-
giverse vuestras palabras? Tiemblo por vosotros los liberales de
ánimo franco y corazon sencillo, cuando una serpiente engalanada
os siga á todas partes y os sugiera ideas perniciosas, y os contrarie
en los buenos designios, y os conduzca por la mano al precipicio ....
Si este mal no se corta, si no se lo ahoga al momento, debo decirlo
á la faz del mundo, todo está perdido ..... El ministerio .....


¡>El Sr. Ministro de ESTADO: Reclamo el órden.




442 DISCURSO ESPLANANDO
nVarios señores diputados: Al órden, al órden.
)lEI Sr. GARCIA UZA.L: Estoy anunciando la interpelacion; es-


toy dando al gobierno los datos que necesita para que pueda con-
testar: continúo: el que debiera prever, conspira; el que debiera
proteger, seduce; el que debiera prevenir, maquina; y vivimos S03e-
gados al borde de un abismo, y tranquilos nos dormimos. ¿Qué quie-
re decir un gobierno subterráneo? IQue sabemos dónde está el ori-
gen de males que palpamos, que dónde el impulso de crimenes que
sufrimos! l! ....


lljAhl ¡Una idea se desliza por mi mente, y la atormenta como
una infausta pesadilla que en vano lucha por desechar!


>lEs la temprana y alevosa muerte del desgraciado Agramunt. ....
Tenia la fé de un.apóstol y el valor de un mártir; no era posible se-
ducirlo ni intimidarIo ..... era vuestro compañero, nacionales, y mu-
rió ..... murió asesinado en la flor de su edad ..... rodeado de esperan-
zas ..... con su muerte selló sus jUl'amentos de vivir y morir por su
patria ..... No sucumbió al impulso de un puñal enemigo ..... no á
manos de una venganza aislada ..... sino á manos de una turba .....
de asesinos ..... algunas palabras balbuceó al espirar ..... acaso pue-
dan pronto ser reveladas ..... No pasa, sin embar'go, de un pensa-
miento, del cotejo de dos ideas que en vano procuro separar, y que
yo deposito lleno de dolor, pet'o de fé y de esperanza, en el congre-
so; si adquiriera mayor certidumbr'e, ntl es mi temple para malgas-
tar en un elogio, que Agramunt no necesita, el tiempo que aprove-
charia en formular una acusacion de traiciono


>l y aun cuando ignoro si tal será el re:mltado, necesito oir an-
tes la contestacion del ministerio: en los negocios graves y trascen-
dentales, en aquellos que pueden atacar la organizacion de la socie-
dad, las bases de la justicia, el santuario de la conciencia, y cuanto
hay de, más santo y sagrado sobre la tierra, necesario es caminar con
circunspeccion y detenimiento. Continúo, señores. Sedujo el minis-
terio á un ciudadano, para que, procurando inspirar confianza á un
preso, irritase sus penas, encrudeciese sus llagas y aumentase sus
dolores, pam que, halagando sus deseos de libertad y lamentando la
injustioia con que era tratado, le sugiriese ideas de ,-enganza; y co-
mo la venganza del débil no puede ser otra, le inclinase á conspirar:




UNA INTERPELACION. 443
colocó le allí el gobierno como al ángel malo cerca del lecho del mo-
ribundo, para que halagando sus sentidos pervirtiese su corazon, y
de este modo irse enseñoreando de su presa.


)lInvadió el ministerio el poder judicial, mandando de Realórden
recargar á un preso el mismo dia en que su juez natural lo mandaba
poner en libertad: con el único fin de realizar sus planes autorizó á
su agente á que mintiese, á que supusiese otra profesion, á que in-
ventase y confeccionase una historia de supuestas persecuciones y
desgracias. Sedujo al alcaide de la cárcel el ministerio para que fal-
tando á sus deberes, con absoluta violacion de la~ leyes, recibiese
preso á un hombre que no lo era por auto motivado de juez alguno,
sino por amaños convEmcion ales del ministerio y sus agentes.


llDió la autorizacion para.. que el alcaide faltase segunda vez á
sus deberes, dejando de estampar en los libros la partida del su-
puesto reo.


llTal cúmulo de infracciones de toda ley, de violacion de todo
derecho, de olvido de toda moralidad, de brutal y escandaloso abuso
de todo poder, por honra de la nacion española creo que sea el pri-


• mer ejemplar, y confio, señores, haremos de modo que sea el últi-
mo. Conocidos jurisconsultos se sientan en este congreso, á quienes
su ilust,racion ha adquirido una justa celebridad: pues bien: á su pa-
triotismo, á su humanidad apelo para que me digan si estos medios
indignos no han sido reprobados hasta por los legisladores de los
tiempos más bárbaros, hasta pOI' los hombres más déspotas y abso-
lutístas de todas las épocas. ¿Puede, señores, acreditarse un sistema
por tales vias? ... ¿Puede una sociedad organizarse sobre tales ba-
ses? .... ¿Puede haber algun género de garantía constitucional que
·no sea falseada por tales manejos? .... ¡En esto, señores, se invier-
ten las rentas públicas!. ... IPara esto votamos las contribuciones! ...
¡Para esto gravamos á los pueblos y les demandamos hasta l'll último
pedazo- de panl .... Si: para pagar espías y fraguadores de conspira-
ciones y calumnias, á fin de sostener un gabinete que quiere hacerse·
necesario, inventando peligros que no existen, y dejando entrever
riesgos para las instituciones, que solo pueden atraer tales desafue-
ros, tales tropelías, tales iniquidades. No perdamos de vista qué ha
quedado muy oscurecido el ori~en de la máquina infernal preparada)




444 DISCURSO ESPLANANDO UNA INTERPELACION.
segun algunos, contra Napoleon, segun muchos, por Napoleon.


»Voy á concluir, pues que se quiere que concluya; pero aun por
desgracia debo decir algunas palabras, que son como el complemen-
to, como la última pincelada dada por la mano de la inmoralidad en
el espantosO" cuadro de iniquidades qUf} acabo de presentaros.


)) Tenia el desventurado editor treinta y seis onzas en su poder
procedentes de cuentas pendientes con los corresponsales de su obra:
temeroso este infeliz, al ver la cruda persecucion de que era blanco,
que le arrebatasen lo único con que contaba para su subsistcnci a y
satisfacer sus acreedores, consulta con su fingido compañero de in-
fortunio el medio de precaveI' la pérdida de su único patrimonio;
aconséjale aquel que se las entregue; porque siendo él un fuerte co-
merciante se las reduciria á billetes del Danco, y asi podl'ia conser-
var con mas seguridad su dinero. Incapaz de sospechar una perfidia
el infeliz anciano, le entrega su tesoro .... Pues bien, señores: no
solo no se le cambia ni devuelve, sino que se le usurpa .... algunas
horas respues desaparece de la cárcel el fingido preso, oculta una,
parte del dinero que le entregara el editor, presenta lo restante, y
formula una delacion diciendo que se le dió para conspirar: fulmÍna-
se acto continuo una causa criminal contra el desgraciado sacerdote,
y el ministerio queda triunfante..... triunfante, señores; pero las
leyes quedan holladas, escarnecida la justicia y ultrajada la humani-
dad ..... En esta monstruosa série de atentados, que yo no acierto á
calificar, hay por lo menos doblez y mala fé, hay tantos crímenes re-
unidos como nunca los habia habido en Esparta, como yo no creia que
los pudiera haber jamás.


»He anunciado mi interpelacion: ruego al ministerio desvanezca
completamente los cargos que le resultan: deseo ardientemente de-
muestre la inexactitud de mis datos, pues de lo con~rario habré de
pasar por el disgusto de dejar sobre la mesa un acta de acnsacion
contra el gabinete: no se me oculta lo difícil de mi empresa: he cal- .
culada las dificuttades que tendré que allanar y los obstáculos que
habré de vencer; nada importa: lidiaré hasta donde alcancen. mis
fuerzas, y si sucumbo en la lucha, aún me queda el consuelo de que la
nacian sabrá apreciar mis pobres esfuerzos. Su fallo me harájusticia.»


~, FIN DEL TOllfO SEGU/I'DO. ~\~O ..... ) .¿" \. ,~ ~-C:.. "," .
~;.,'\"" \ .. -- \ *1f~,~'~~~'!: \: i' ,~.;: 1:' ';
<iIío') ;i:.'. ,." t·!


..i.. .~




ÍNDICE
DE LAS ~IATERIAS CONTE~IDAS EN ESTE TOMO.


Páginas.


Estamento de próceres y procuradoros.. . . . . . 5
Lopez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . 13
Discurso pronunciado en defensa de la regencia trina. 32
El conde de las Navas. . . . . . . . . . . . . . 65
Discurso reclamando la responsabilidad ministerial. 70
Perpiñá. . . . . . . . _ . . . . . . . . . . . . 79
Discurso combatiendo la reforma constitucional. 85
Córtes de 1857 á 1844., ............. " 105
OIózaga. . . . • . . . . . . . . . . • . . . . . . .. t 13
Discurso defendiéndose de la acusacíon de desacato á S. M. f45
Castro y Orozco. . .... ". . . • . . . 187
Discurso defentliendo la coalicion de 1845. 197
Arrazola. . . . . . . . . . . . . • . . 227
Discurso en defensa de los régios enlaces . 244
Cortina. . . . . . . . . . . ; . . . . . 269
Discurso en defensa del minísterio de 1848. 283
Pida!' . ." . . . . . . . . . . . . . . . . 551
Discurso pidiendo facultades estraordinarias. 541
Pacheco.. . . . . . . . . . . . 555
Discurso sobre las régias bodas.' . . . . . .. 565
Benavides. . . . . . . . . . . . . . . . . 577
Discurso pidiendo energia, órden y adrninistracíon en f 858. 584




Madoz ..... .
Discurso en apoyo de una proposícion.
D. Valentín OJano •.........
Discurso en defensa de los fueros de .Navarra ..
Garcla Uzal. ........... .
Discurso esplanando una interpelacion.


FIN DEL INDlCE.


393
399
411
416 ,
433
438




EL LIBRO
DE LOS


DIPUTADOS Y SENADORES.






EL LIBRO
HE LO~


DIP1JTADOS y SENADORES.
JUICIOS CRÍTICOS DE LOS ORADORES MÁS NOTABLES


DESDE LAS CORTES n& CÁIllZ HASTA l'iTESTROS DIAS,


con la insercion Ínte¡;T<l


DEL ME.rOll DISCURSO QUE CADA UNO DE ELLOS HA PRONUNCIADO.


(2." PARTE DE LA HlSTORLo\ POLíTICA y PARLAl'rIE::'iTARIA DE ESPAFlA.)


rOR


D. JUAN mGO y AMA'!',
A bogado de los Tribunales del Reino,


Secretario honorarlo de S. 1-1.,
Comendador de la Real Orden Americana ele Isabel la Católica.


é individuo de varias corporaciones cientificas
y literarias.


TOMO 1II.


MADRID:
ESTAllLECIMIE1\TO T1POCnÁFICO DE 11. Y1CE~TE,


calle de Precíados, núm. 74 ..
18G5.






CÓRTES DE 1844 HASTA 1854.


El período parlamentario, comprendido entre la l'e~.
tauracion moderada y la revolucion de julio, ocurridas
en las fechas que dejamos marcadas en el epígrafe de
esta introduccion, es sin disputa uno de los de menos bri-
llantez en la historia de nuestra elocuencia parlamenta-
ria, acaso el de mas decadencia en la vida de las córtes
españolas.


y no es, en verdad, porq ne en ese período de diez
años hayan dejado de aparecer y figurar en la escena del
parlamento oradores de primer órden, y de resonar en
las cámaras españolas vehementes y elocuentísimos dis-
cursos de mérito suficiente para elevar nuestra tribuna
parlamentaria al rango de la más acreditada de Europa,
sino que dominando en esa época, con cortos paréntesis,
la política personal y el interés de los partidos, la ora-
toria parlamentaria, sirviendo de arma de guerra para
combatirse unos á otros, vióse con frecuencia arrastrada
por el suelo y ensangrentada, sin poder desplegar sus
alas esplendentes por la limpia y serena region de los
principios.


Hé aquí la causa principal de que muchos oe los




6 CORTES DE 1844 HASTA 1854.


discursos pronunciados en los congresos españoles, en los
diez años de la dominacion moderada, hayan sido perora-
ciones de circunstancias, ataques personales, donde la ira
reemplazaba al saber, el apóstrofe á la imágen, el epígra-
ma á la sentencia.


Mucho contribuyó á la decadencia de la oratoria en la
época que vamos reseñando el esclusivismo del partido
moderado, que alejó de las córtes en 1844, casi por com-
pleto, á sus contrarios, cuando más necesarias eran su
presencia y su intervencion en los debates sobre la refor-
ma constitucional.


En esos congresos unánimes, de familia, como el de
1850, la oratoria parlamentaria pierde todas sus condi-
ciones de vida, porque, falta de escitacion, de contrarie-
dad y de lucha, languidece, se enerva y amortigua, vi-
niendo á convertirse en conversacion familiar, pacífica y
tranquila, lo que debia ser viva espresion del sentimien-
to, acalorada manifestacion de la ciencia ó de las pa-
siones.


Cuando el poder legislativo decae, aménguase tam-
bien á la vez el brillo de la elocuencia parlamentaria.


Cuando un orador arrastra á una mayoría, d~rrota á
un ministerio, y ocupa con sus parciales el lugar de los
vencidos, la oratoria parlamentaria en esas épocas, li-
gada por la fortuna, enorgullecida pOl' el triunfo, con la
conciencia de su poder y de su influjo, se remonta osada
y esplendorosa á las regiones de lo bello; y acalorando la
imaginacion de sus favoreeidos con sueños deslumbrado-_
res de ambician, de gloria y de fortuna, destella por do-
quier rayos de armonía y de elocuencia, envueltos en-
tre magníficas figuras, entre conceptos delicados, entre
esclamaciones animadas, entre pensamientos profundos,
brillantes y deslumbradores.




CÓRTES DE 1844 HASTA 1854. 7
Pero cuando el poder parlamentario está en decaden-


cia; cuando la intriga y el favoritismo se sobreponen al
mérito y al tal'3nto; cuando en vez de ministerios parla-
mentarios se forman parlamentos ministeriales, no pi dais
entonces á la oratoria esplendor y atildamiento en su
forma, calor y vida en sus manifestaciones, altivez é in-
dependencia en sus arrebatos; pedidle solo adulacion,
servilismo, envilecimiento.


La diosa que en los gobiernos constitucionales otorga
y quita el poder á su antojo, habrase convertido en des-
cocada ramera, que pide al favoritismo un puñado de oro
en pago de su humillante sonrisa.


Nada prueba tanto la decadencia del poder legislati-
vo, y por consecuencia el enervamiento de la oratoria
parlamentaria en la época á que nos referimos, como esa
constante oscilacion de la política española, esos cambios
repentinos é injustificados de ministerios que contaban el
dia antes con la confianza de las córtes, y que abando-
naban el poder, no empujados por un discurso de la
oposicion, sino víctimas de la intriga de una camarilla
que se interponia entre la corona y el parlamento.


Basta solo referir,. en corroboracion de nuestro aser-
to, que en el espacio de diez años eligiéronse cinco
congresos, nombráronse diez y siete ministerios, alguno
de los cuales duró solo veinticuatro horas, hubo legisla-
turas de un dia, y tantas clausuras y suspensiones, que
inspiraron á un famoso orador progresista la exacta y
pintoresca frase, en un abrir y ce1'rar de cÓ1'tes, con
que censuraba y ridiculizaba en cierta ocasion tan la-
mentable abuso.


Como los ministerios nacian y morian al soplo del
fa VOl' Ó de la intriga cortesana, miraban naturalmente
con indiferencia el elemento parlamentario; y la orato-




8 CÓRTES DE 1844 HASTA 1854.


ria, menospreciada, sin objeto y sin prestigio, enmude-
cia avergonzada en los congresos, al verse sustituida por
la palabrería de los cortesanos. ~


No hay duua que el partiuo moderado, en ciertas y
señaladas épocas de ese período, habia dejado de ser
constitucional y parlamentario, convirtiéndose en pala-
ciego; en ellas, á la influencia del parlamento, habia
sustituido la influencia de la corte; no dominaban los
partidos sipo las fracciones; y las córíes y la prensa, en
vez de discutir principios, ocupábanse de las personas.


Consecuencia fatal de esta postergacion del poder
parlamentario, era que los ministerios gobernaban sin el
legal y necesario concurso de los cuerpos colegislado-
res; que se legislaba de Real órden sobre materias de la
esclusiva competencia de las córtes J llegando al estre-
mo de publicar los presupuestos en virtud de un Real
decreto, usurpando las atribuciones del poder legislativo,
é infringiendo abiertamente un artículo terminante de
la constitucion.


En medio de ese abatimiento del poder parlamenta-
rio; alzábase de vez en cuando en los congresos españo-
les la voz elocuente de oradores antiguos y modernos,
pronunciando discursos profundos y sublimes, como en
las épocas más florecientes de nuestra oratoria parla-
mentaria.


Cuando en las discusiones cedian las 'personas su
puesto á los principios; cuando nuestros publicistas se-
paraban sus ojos de las carteras ministeriales para fijar-
los en la ciencia del derecho constitucional; cuando nues-
tr~s oradores veian que el Trono y la opinion pública da-
ban á la elocuencia del parlamento el valor y la impor-
tancia que necesariamente debe dárseles en los siste·
mas representativos, escuchábanse con asombro y admi-




CÓRTES DE 1844 HASTA 1854. 9
racion del público magníficas peroraciones, improvisa-
ciones sublimes, inspiradas por el patriotismo, por la fé
política, por la conviccion más profunda en la bondad
de los principios.


Memorables son en la historia de las córtes de los
diez años los debates sobre la reforma constitucional en
1845, los promovidos á cOllsecuencia de las régias bo-
das, los que tuvieron lugar á consecuencia de la revolu-
cion de 1848, y otros muchos referentes á varias leyes
políticas y económicas. •


En ellos, la oratoria parlamentaria española elevóse,
como en sus mejores tiempos, á una altura que envidian
las dcmás naciones, y donde á pocas, acaso á ninguna,
le es dado llegar.






DONOSO CORTÉS.


Es una creencia, tan general como equivocada, que
el congreso es un recinto destinado á la discusion de las
leyes y al exámen de la politica más útil y conveniente
á la gobernacion del Estado.


Esta opinion del público, que no asiste á los debates
ni escucha' por consiguiente á los oradores, es natural-
mente lógica y fundada, pues sin fijarse en el mecanismo
parlamentario, ve traducida en Reales decretos las discu-
siones' y sabe, aunque raras veces, que un ministerio cae
del poder arrastrado por un discurso de oposicion.


Para los aficionados á presenciar las lides del parla-
mento; para los iniciados en los misterios de la discusioD;
para los que por gusto ó por obligacion observan con fre-
cuencia esas luchas, estudian desapasionadamente sus
resultados, y juzgan, como hacemos nosotros, en esta
obra á los combatientes, el congreso, segun los oradores
que toman parte en los debates y los asuntos que en ellos
se ventilan, es alternati vamente foro, cátedra, academia,
club, iglesia ó campamento.


La oratoria especial de cada orador cambia en uno de
esos lugares el templo de las leyes.




12 DONOSO CORTÉS.


loEs abogado el que toma la palabra? Pues para él el
congreso son los estrados del tribunal, jueces los diputa-
dos, y litigantes los que le escuchan en las tribunas. No
espereis en su discurso galas de diccion, arranques de
sentimiento, vida y animacion en sus períodos. Disponeos
á oir razonamientos frias y descarnados, argumentos y
deducciones, premisas y con~ecuencias, p¡ilabras mccani-
cainente ensartadas, ruido, di vagacion y prosa.


¿Es catedrático el orador? Pues el congreso se con-
vierte de pronto en un aula de estudia]ltes. Vereis que
se apodera de la palabra sin pedirla; que habla con auto-
ridad, y que aplasta á sus oyentes con la sequedad de
sus métodos y el despotismo de sus axiomas.


¡, Es académico ~ Pues el congreso se trasforma en un
salon de recepciones, y los diputados aparecen á sus ojos
cori el ridículo uniforme verde del cuerpo científico á que
pertenece.


Vedle, antes de hablar, cómo adopta una postura dig-
na y grave; cómo da á. su rostro ese tinte de seriedad
cómica, de majestad aparente, inventada solo para los
académicos. Su voz no traspasará el diapason que el arte
le señala; y la frase, la oracion, el período estarán mate-
máticamente ajustados á las reglas del mecanismo orato-
rio, sin que un adjetivo esté fuera de su lugar, ni ante-
puesto un verbo, por respetos á la gramática, si bien ese
atildamiento en la frase, esa ordenada colocacion de las
palabras perjudique á la espresion, al movimiento fasci·
nadar de la verdadera elocuencia.


¿Es por ventura militar? La cámara toma el aspecto
de un campamento, los representantes son soldados, y el
discurso parece una proclama. .


Nada importa el sacrificio de la gramática 'y de la
historia; lo principal es repartir mandobles contra el mi-




DONOSO CORTÉS. 13
nisterio, si el orador es un general postergado, ó contra la
oposicion, si la gratitud le obliga á ser ministerial. En uno
ú otro caso, los puñeta.zos sobre el banco en que se apo·
ya sustituirán á las razones, y á la lógica las amenazas.


Pero, supongamos que el orador es un filósofo, uno
de esos sacerdotes de la ciencia que, como los Apóstoles
del Evangelio, se creen COi1la alta mision de predicar á las
gentes un. sistema politico-filosófico·religioso. El congre-
so se convierte instantáneamente para el orador, al pro·
nunciar la primera palabra, en un templo inmenso y si-
lencioso, y los diputados y el público en creyentes más
ó menos fieles, pero obligados á escuchar en actitud hu·
milde y respetuosa la solemne y autorizada palabra de]
Pontífice. Vedle ya colocado sobre el trípode de la sacer·
dotisa de Apolo, y soltando los raudales de su voz, re·
montarse en alas de la inspiracion y del géhio hasta la
inaccesible esfera de las di vagaciones metafísicas, y arro-
jar desde las nubes de la filosofía los rayos de su elocuen-
cia sobre sus pobres oyentes que, aturdidos y deslum-
brados, cierran los ojos y caen jadeantes y desfallecidos
sobre las losas del templo.


A esta clase de oradores filósofos pertenecia D. Juan
Donoso Cortés, marqués de Valdegamas. De vastisima
y bien ordenada instruccion, de imaginacion fecunda y
exaltada, profundo en los conceptos, levantado en la for-
ma, atrevido en los giros, desordenado en la frase, pro-
fuso en el estilo, pródigo de figuras, sintético, afectado,
deslumbrador, grandilocuente, sus discursos parlamen-
tarios tienen un sello especial de originalidad y de gran-
deza, distintivo característico de los grandes oradores.


Mas bien que peroraciones de parlamento, son dis-
cursos de academia, capítulos de una obra político-filo-
sófica.




14 IlONOSO CORTÉS.


Donoso Cortés, como todos los grandes filósofos,
como todos los grandes publicistas, como todos los gran-
des oradores, en vez de discutir en las córtes, enseñaba;
dogmatizaba, en vez de argüir y raciocinar.


Político de ideas, de teorías, de sistemas, desdeñaba
esos debates sobre la política práctica, sobre los actos de
los gobiernos, sobre la conducta de los partidos.


Semejante á las águilas que se ciernen encima de las
nubes, rara vez descendia en los debates parlamentarios
de la elevada region de los principios. Si las circunstan-
cias le obligaban á tomar el vuelo" rastrero y tortuoso de
la golondrina, y rozar sus limpias alas por el fango in-
mundo de las personalidades y las pasiones, evitaba
como el armiño el contacto del lodo, y se remontaba, ape-
nas podia, á la diMana y sosegada esfera de la doctrina y
de la ciencia.


Desde allí, y mirando con lástima y desprecio á los
ministros, á la oposicion y al público, que se quedaban
en este mundo de miserias y de prosa observando exta-
siados el rápido vuelo del orador, desataba este los rau-
dales de su canto, y derramando sobre la tierra torren-
tes de luz, de ciencia y armonía, penetraba osado y va-
liente en los tenebrosos arcanos del porvenir, y predecia
á los mortales en tono patético y solemne próximas guer-
ras ó sangrientas revoluciones.


Profeta entonces de mal agüero, esclamaba:
«El tiempo urge, señores; el tiempo urge, porque,


tiempos más calamitosos de los que pensais, se acercan.
Por de pronto, ahora mismo, si es verdad que el árbol
se conoce por el fruto, por el fruto habeis de conocer el
árbol que habeis plantado. Su fruto es fruto de muerte.))


Otras veces, penetrando con su mirada de águila en
el empolvado panteon de la Edad Media, hacia la apo-




DONOSO CORTÉS. 15


teosis de la institucion monárquica con esta magnífica é
inimitable descripcion del poder supremo:


«El reyes el representante por escelencia de la na-
cion. La unidad nacional está representada en su perso-
na; la eternidad de la nacion en su familia.


llEl reyes el símbolo de la fuerza, por eso lleva la
espada; es el símbolo de la majestad, por eso lleva la co-
rona; es el símbolo de las glorias nacionales, por eso
lleva manto de púrpura; es el gran justicia del pueblo,
por eso el pueblo pide en su nombre justicia. Yo no creo
en el derecho divino de los reyes, pero creo que en la
majestad suprema, considerada en abstracto, hay algo
de divino, y creo que la persona que la ejerce, llámese
rey, presidente, emperador ó cónsul, es sagrada.


nAsí lo creyeron los antiguos cuando ponian á los ma-
gistrados supremos de sus famosas repúblicas bajo la
proteccion especial de los dioses. Así lo reconoce la Igle-
sia cuando pide tQ,dos los dias por la vida de los' prínci-
pes. Así lo pensó el pueblo más fiero, el pueblo más va-
liente, el pueblo mas libre del mundo, el pueblo roma-
no, cuando llamó á la autoridad de sus supremos magis-
trados sacrosancta potestas.


¡¡En doña Isabel JI de Borbon no hay que considerar
una niña de trece años: es una niña de trece años, sí,
pero es ademas otra cosa: es una institucion que tiene
de edad catorce siglos.))


Los discursos de Donoso C01'tés tienen el pri vilegio
que muy pocos oradores alcanzan para los suyos, y es el
que agraden leidos casi tanto como escuchados.


N utridos todos ellos de doctrina, atestados d~ citas
históricas, con perjudicial profusion á veces, sembrados
de imágenes poética:i! y delicadas, salpicados de profun-
dos pensamientos, esmaltados de giros felices y de bellí-




16 DONOSO CORTÉS.
simas frases, al leerlos cautivan el entendimiento y ha-
lagan la imaginacion, pues como hermosos trozos de
erudicion y de ciencia, convidan al lector á la medita-
cion y á la enseñanza.


No son ciertamente las peroraciones de este gran
filósofo como esas que con frecuencia escuchamos en el
parlamento que, despojadas de la viva cntonacion con
que se pronunciaron, de la oportunidad del asunto, y de
los alicientes naturales de la palabra hablada, caen de
nuestras manos al peso del fastidio que causa su lectura,
pues no son otra COS¡t que ánforas destapadas, sin el me-
nor aroma, flores de un dia, mústias é incoloras apenas
les faltó el calor de la discusion y de la lucha que les
diera vida .


. Y no es que Donoso Cortés careciese de dotes natu-
rales para la oratoria; no. Su majestuoso continente, su
mirada fija y espresi va, su entonacion variada y propia,
de la idea que espresaba, y sobre todo su voz, un tanto
campanuda, pero de un timbre vibrante, simpático y
cadencioso, cualidades eran para fascinar al auditorio,
conmoverle y arrebatarle, no inspirándole ese frenesí
enloquecedor que le inspiran los oradores populares, sino
embargando su ánimo con sentimientos de terror ó de pa-
triotismo, de fé religiosa ó de orgullo caballeresco, y de-
jando dominados á todos, amigos y contrarios, por el
asombro y la admiracion, como cuando acaba de verse
una obra perfecta del génio, una maravilla del arte.


Desde las primeras frases, el orador estremeño se
apoderaba de la -asamblea, y como el magnetizador al
magnetizado, la obligaba á sentir lo que él sentia; la
arrastraba trás sí con el fluido de su acento por las regio-
nes de lo desconocido que él cruzaba, hacíala moverse ó
pararse á su capricho, hasta que, logrado su objeto,




DONOSO CORTÉS. 17
mandaba que se despertase, y la aturdida asamblea vol-
via á sus luchas personales y á sus votaciones de com-
promiso, conservando por aIgun tiempo el vago recuer-
do de una pesadilla, ó la confusa memoria ele un sueño
en que ¡le presentó á sus ojos el infierno con todos sus
tormentos, ó el cielo con todas sus bienaventuranzas.


Donoso Cortés, como todos los hombr~s de génio,
que anteponen la inspiracion al arte, como Shakespeare,
como Víctor Ilugo, como Offman, como Zorrilla, me-
nospreciaba las reglas, el órden, el método, y creaba
para su uso un lenguaje especial, una forma oratoria,
suya propia, original, desconocida.


Por eso vemos que, huyendo del trillado camino de
todos los oradores nacionales y estranjeros, no hace caso
del exordio, y sin esas introducciones melífluas y estu-
diadas, entraba bruscamente y de lleno en el objeto del
debate, no recomendándose nunca, por un esceso de or-
gullo tal vez, ó por la índole peculiar ele su oratoria, á
la benevolencia de su auditorio.


Sea tambien porque el idioma español cultivado en
otros géneros no lo estaba en las cuestiones metafísi-
cas, Donoso C01'tés tuvo quo adoptar fórmulas descono-
cidas, que in ventar palabras, frases y figuras, un tanto
confusas y estrañas para los oidos del público, pero pro-
pias en su concepto para espresar sus ideas, para enun-
ciar sus sistemas filosófico-político-sociales.


De ahí el que, al revés de los demás oradores, ajus·
tase el lenguaje á los asuntos, en vez do los asuntos al
lenguaje.


Como orado1' absíractó y absoluto, apenas raciocina-
ba. El sistema de su oratoria consistía en enunciar prin-
cipios concretos, en lanzar axiomas y sentencias, en es-
tablecer dogmas y conclusiones.


TO}[O III.




18 DONOSO CORTÉS.
Político de principios, hombre de ciencia, orador filó-


sofo, conducia las discusiones con suma destreza al cam-
po de las ideas, de la historia y de la filosofía, por más
que el asunto, objeto Jel debate, se refiriese á un hecho
ó á la conducta del ministerio y de las oposiciones.


Para Donoso Cortés el asunto que se debatia, era lo
de menos. Las cuestiones prácticas, las cuestiones de
partido, convertíalas en puntos de derecho público cons-
titucional, en cuestiones de alta política, de diplomacia,
de historia, de religion ó de filosofía.


Así es que no siendo muchos los verdaderos discur-
sos de Donoso Cortés, pues no pasan de ocho, hállanse
discutidos ó enunciados en ellos todos los sistemas políti-
cos, filosóficos y religiosos, los principios cardinales del
sistema representativo, los períodos históricos mas nota-
bles, los más célebres tratados diplomáticos, los derechos
de los Papas, de los reyes y de los pueblos, las glorias
y vicisitudes de las monarquías, de las repúblicas y de
la Iglesia.


Más instruccion, más enseñanza, más elocuencia en-
cierra cualquier discurso de Donoso Cortés, que algu-
nos abultados tomos del Dia1'io de las Sesiones. Y así
como nos cuesta trabajo encontrar en ellos, al escribir
la biografía de ciertos oradores' ue fama, un discurso
digno de figurar en esta coleccion, al examinar los de
Donoso Cortés, no sabemos á cuál de ellos dar la pre-
ferencia, porque el de menos valía basta para dar nom-
bre y reputacian de orador parlamentario.


En religion como en política, Donoso Cortés era uno
de los defensores más fervorosos ael principio de auto-
ridad: En las cuestiones entre los pueblos y los reyes,
daba la razon á los últimos; en las controversias entre el


. Pontífice y los monarcas, anteponia la autoridad del pri-




DONOSO CORTÉS. 19


mero. Aun recordamos la profunda sensacion que produ-
jo en las córtes de 1846 su magnífico discurso, oponién-
dose á un párrafo del proyecto de contestacion al discur-
so de la Corona, que creia ofensivo á la Santa Sede.


Defendiendo los intereses y derechos de la Iglesia,
decia: «Hay una cosa que precede, que acompaña, que
sobrevi ve á todas las revoluciones, y esta cosa es el es-
piritu revolucionario. ¿En dónde está ese espíritu revolu-
cionario que yo llamo anterior á las revoluciones? Está
en los libros de los filósofos, está en las máximas de los
políticos, está en las doctrinas de los heresiarcas. ¿En
dónde está el espíritu revolucionario que yo llamo con-
temporáneo de las 1'evoluciones? Está en los sentimientos
de las muchedumbres, cuando cstas muchedumbres ha-
cen una revolucion verdadera; es decir, cuando produ-
cen un trastorno en la Iglesia y en el Estado. ¿Dónde
está ese espíritu rerolucionario que yo llamo posterior
á las revoluciones? Está en todas partes, y entra por
los poros; está en la atmósfera, y lo· respira todo el
mundo.


«El dia, señores, en que la voz del Sumo Pontífice
no llevase la persuasion y el consejo por todos los ámbi·
tos de la tierra, como lo ha hecho hasta aquí por espa-
cio de diez y ocho siglos, en ese dia el Pontificado, si esto
fuese posible, habria dejado de existir en el mundo. ¿Qué
es, pues, lo que se combate? ¿Es el consejo de la Santa
Sede? Aquí se me <1irá redondamente que sí, porque el
consejo es una reaccion, y de todas las reacciones la m4s
temible.


))Señores: ¡una reaccion, y de todas la. más temible!
ll¿ y por quién se promueve esa reaccion? Por un sacer-


dote; es decir, por el ser mas débil de todos los seres. ¿.Y
contra quién se ejerce esa reaccion? Contra lo que hay de




20 DONOSO CORTÉS.
más inexorable, de más violento y poderoso, señores;
contra una revolucion victoriosa.


))¿Dudais de la fuerza que ha sido dada a la revolu-
cion? Mirad á vuestro alrededor. Ocho ó diez años van cor-
ridos, y nada más, desde que se suprimieron en España
las comunidaues religiosas; trece siglos van corridos, y
nada menos, desde que un enjambre de bárbaros, veni-
dos del Norte, dieron al traste con el imperio romano.
Pues bien: al cabo de trece siglos touavÍa hay por do-
quiera restos de ese poder que ya pasó. Aquí encontramos
una moneda, allí una estátua, una columna, más allá una
ruina; y al cabo de ocho ó diez años solamente, ¿uónde
están los restos de las comunidades religiosas? Vuestros
nietos preguntaran á vuestros hijos: ¿cómo eran los con-
ventas? ¿cómo eran los frailes? Y sus padres no sabrán
qué contestarles; y para saberlo tendrán que acudir :i
lUariana y á "frlurillo: á la pintura y á la historia. Esta
es la revolucion, señores. Ouando se nos pinta una re-
volucion temblorosa, una revolucion humilde, no se nos
pinta la revolucion verdadera, no. Cuando la revolucion
dice que tiembla, miente. Su oficio, señores, no es tem-
blar, sino hacer temblar: este es su oficio.»


Esplicando y casi defendiendo el antiquísimo dere-
cho de arbitraje que ejercian los Pontífices en las con-
tiendas entre los príncipes y los pueblos, esclamaba:


«¿Qué sucedia cuando los pueblos se rebelaban contra
los reyes? ¿Qué hacia entonces la Iglesia? Primero los
castigaba, porque al crímen ha de seguir el castigo, y
despues de castigados se volvia á los principes, y les de-
cia: I Aunque rebeldes, son homLres, y corno hombres,
ntus hermanos;» lenguaje noble, seilores, que ponia al
abrigo de la tiranía la libertad humana. ¿Qué sucedia,
seilores, cuando los reyes convertian la potestad en tira-




DONOSO CORTFS. 21


nía? La Iglesia comenzaba por castigarlos; y despues de
haberlos castigado, se dirigia á los pueblos, y les decia:
((La justicia de Dios ya está satisfecha; aunque erró, es
))vuestro rey; es el eSJogido del Señor, y le de~eis respe-
do y obediencia. ))


»Este ha sido el lenguaje de la Iglesia, señores; len-
guaje digno de la defensora á un tiempo mismo de la li-
bertad y de la potestad en el mundo. Este derecho públi-
c0' maravilloso, porque así debo llamarlo, esplica un
hecho, que sin el seria inesplicable de todo punto.


»Sien(lo la Edad Media la epoca de la historia en que
fueron más violentas y encendidas las pasiones humanas,
no hubo en esa epoca ni un tirano comparable con los em-
peradores de Roma, ni un revolucionario comparable con
los de la revolucion francesa. Tiberio y Robespierre
eran imposibles entonces; Gregorio VII los hubiera con-
vertido en polvo, poniendo sus dos pies sobre sus dos
gargantas. ))


Tan erudito discurso concluia de la manera siguiente:
«La indiferencia quiso poner al Oristianismo fuera de la
discusion; pues bien: el Oristianismo ha puesto á la indi-
ferencia fuera de la sociedad; de todas sus venganzas, esa
es la más grande; de todas sus maravillas, esa es la más
maravillosa. ~


Hemos dicho anteriormente que en los discursos de
Donoso Cortés, á pesar de ser muy pocos, estaban espli-
crrdas ó enunciadas las cuestiones más importantes, cuya
resolucion preocupa en la actualidad á los filósofos y pu--
blicistas de todos los países. Seguidle en cualquier dis-
curso, y recorrereis en una hora todas las naciones d~l
globo, y os enterareis de su gobierno y de su historia, de
su!' glorias y de sus desgracias.


Si defiende el mensaje dirigido por el congreso á




22 DONOSO COnTÉS.
S. M. felicitándola por su casamiento y el de su augus-
ta hermana, en vez de hablaros, como otros oradores,
de la complaciente conducta de los ministros, de la ti-
bieza monárquica de las oposiciones, ó de las cábalas é
intrigas puestas en jl:1ego por los partidos, patrocinado-
res de ciertos candidatos, os esplicará el derecho público
constitucional de Europa desde las más remotas epocas,
y os dirá: «que en el primer período estuvo gobernada
por el principio católico y feudal, que no tendia al equi-
librio, porque no le necesitaba, porque la variedad neceo
sita del equilibrio, pero la unidad no necesita de él; que
la segunda época comienza en el siglo XVI, en que la uni·
dad religiosa se rompe, en que la unidad del imperio se
rompe tambien, y en que no habiendo pauta de derecho
prevalece otro principio que es el de la fuerza, cuya es-
presion es la conquista; que la tercera época comienza
deapues del siglo XVI, en que asustada la Europa á la
vista de la fuerza bruta, ante la cual retrocede siempre
el entendimiento humano, quiso inventar un principio
que fuera un derecho, é inventó el de equilibrio, que no
es otro que el de la fuerza disfrazada; fuerza que no es
la germánica, es decir, la bárbara, sino la culta, es de-
cir, la griega.» Seguidle en sus atrevidas escursiones por
el campo intrincado de la filosofia, de la historia y de la
política, y al tropezar con el tratado ele Utrech le oireis
esclamar: «Pero la obra de la fllerza es siempre estéril y
de corta duracion. Aun no habia pasado un siglo desde el
arreglo de Utrech, cnando la armonía de la Europa se
destempla, el equilibrio se rompe, y el estrépito de las
armas suena por todas partes.


n¿Qué es lo qué ha sucedido? ¿Ha vuelto á la vida el
grande emperador Oárlos V? ¡,Ha resucitado Francisco 1?
¿Ha vuelto á vivir Luis XIV? El tratado de Utrech, ¿ ha




DONOSO CORTÉS. 23
sido quebrantado? Las renuncias, ¿han sido rotas? ¿Se
han vuelto á reunir las Coronas de Francia y España?


»Todo lo contrario, señores. Hubo un pueblo que, en
vez de querer dos coronas, echó al lodo la que tenia; ese
pueblo fué la Francia; la Francia; que levantó un estan-
darte, y le llevó en procesion por todo el mundo.))


Seguidle aun en ese mismo discurso, y le vereis que,
abandonando la ciencia, replega su espíritu hácia el sen-
timiento. Entonces, trocando la antorcha de la filosofía
y de la historia por la espada del patriotismo, veréisle
defender y proclamar el principio (le la nacionalidad es-
pañola, prorumpiendo en acento de indignacion y de
amargura:


« Yo lo digo, señores, sin rebozo, pero no lo digo sin
pena; yo creo que sobre una gran parte de los partidos
españoles ha caido el último, el más terrible, el más feo
de todos los baldones; porque, señores, el último de los
baldones no es ser conspirador; el último de los baldo-
nes es ser conspirador por cuenta elel estranjcro. Ese es
el baldon que ha caido sobre los descendientes de ague·
nos varones insignes que defendieron contra el mundo
la independencia de España; ese es el baldon que ha
caído sobre los descendientes de aquellos im>ignes varo-
nes que resistieron. la dominacion de los tres más gran-
des imperios de la tierra: el imperio romano, el imperio
sarraceno y el imperio francés.


»Si se quiere la independencia, si se la quiere, como
la quiero yo, señores, jurad, como yo j uro, y estoy dis-
puesto á cumplir, no tener por enemigo á ninguno de
ninguna opinion, c~n tal que jure conservar inmaculada,
ilesa, esa independencia nacional, lábaro ele sal vacion
por el que combatieron y vencieron nuestros padres. \)


Notable tambien, por más de un concepto, fué el dis-




24 DONOSO CORTÉS.


curso pronunciado en la sesion de 4 de marzo de 1847
sosteniendo una enmienc1a al proyecto de contestacion al
discurso de la Corona, referente á la política esterior.


En la introduccion, corta, sencilla y sin pretensiones
de exordio, como las de todos sus discursos, decia: «Voy,
seÍlores, á hablar ante una asamblea más acostumbrada
á batallas que á discusiones: yo voy á presentar en nom-
Lre de la nacion el memorial de sus necesidades y de sus
deseos, á una asamblea ante la cual han presentado otros
en nombre de los partidos el memorial de sus agravios.»


Constante defensor de toda clase de derechos como
anatematizador acérrimo de toda clase de fuerzas, se es-
presaba así, proclamando ]a necesidad de conservar ]a
unidad territorial de las naciones:


I Señores: la unidad es de dos maneras: ha y unidad
que se consigue por la influencia; hay unidad que se con-
sigue por.la conquista; la conquista, yo la condeno, se-
ñores; yo la condeno en nombre de la ci vilizacion; yo
la condeno en nombre del siglo XIX; yo la condeno en
nombre de la libertad, y la condeno en nombre de la j us-
ticia.


»Si un ministerio aspirase á la conquista de Portugal,
ó á cualquiera otra conquista, seria un insensato. Yo sos-
tengo aquí que caeria en un yerro de traicion el ministe-
rio que consintiese qne el Tajo, rio espafiol, rinda home-
nagc, fuera de la portuguesa, á otra Majestad que no sea
la Majestad cspafio]a.))


Pero donde Donoso Cortés rayó á una inmensa altu-
ra, como filósofo, como político, eomo publicista, como
orador parlamentario, fué en la legislatura de 1848, en
que pronunció su magnífico y célebre discurso contestan-
do á Cortina, y defendiendo el uso que el ministerio Nar-
vaez habia hecho de la autorizacion concedida por las




DONOSO CORTÉS. 25


cortes para suspender, en caso necesario, las garantías
constituciollales.


Aquel discurso, gue al final de esta biografía copiamos
íntegro, se reprodujo y comentó por la prensa estranjera
de varias naciones, tributando á su autor estraordina-
rios elogios, y colocando su nombre entre los más famo-
sos oradores antiguos y modernos.


Dadas las condiciones de nuestro lenguaje, de la ora-
toria peculiar á Donoso y de las circunstancias en que
fué pronunciada tan magnífica y elocuente peroracion,
puede asegurarse, sin que nos ciegue el espíritu de na-
cionalidad, que no solo en las cortes espflñolas, sino en
ninguna de las cámaras de la Europa moderna, ha reso-
nado un discurso, una improvisacion más profunda en
los conceptos, más levantada en el lenguaje, más animada
en los giros, más engalanada de bellezas de locucion, de
imágenes delicadas ó fascinadoras, más sentida, más bri-
llante, más elocuente.


Ni Demóstenes en sus famosas arengas, ni Ciceron
en sus no menos famosas catilinarias, ni Mirabeau en
sus intencionados discursos políticos, ni Bel'ryer en sus
delicadas y sentidas improvisaciones, ni O'Connell en sus
vigorosas y pintorescas peroraciones populares igualaron
al orador español en el magnífico discurso á que nos re-
ferimos .


. Defendiendo la conservacion de la sociedad, como
objeto y consecuencia de la conducta que debe seguir
todo gobierno, y anteponiémlola á la ley, en la cual se
apoyaba la oposicion para anatemat.izar el uso que de las
facultades estraordinarias habia hecho el ministerio de
18i8, esclamaba así el elocuente orador de la mayoría:


«El principio de S. S., bien analizado su discurso, es
el siguiente: en la política interior, la legalidad; todo




26 DOl'iOSO CORTÉS.
por la legalidad, todo para la legalidad; la legaliéia1l
siempre, la legalidad en todas circunstancias, la legali-
dad en todas ocasiones. Y yo, señores, que creo que las
leyes se han hecho para las sociedades, y no las socieda-
des para las leyes, digo: la sociedad: todo para la socie-
dad; la sociedad siempre; la sociedad en todas circuns-
cias; la sociedad en todas ocasiones.


nCuando la legalidad basta para salvar á la sociedad,
la legalidad; cuando no basta, la dictadura,))


Hablando más adelante de la revolucion de Francia
en 1848, decia: «Señores: la r evolucion de febrero vino
como viene la muerte; de improviso. La monarquía
francesa de derecho divino concluyó con Luis XVI en
un cadalso: la monarquía de la gloria concluyó con Na-
poleon en una isla: la monarquía hereditaria concluyó
con Carlos X en el destierro, y con Luis Felipe ha con-
cluido la última de to:las las monarquías posibles: la mo-
narquía de la prúden,cia.


)) ¡Triste y lamentable espectáculo, señores, el de una
institucion venerabilísima, antiq nÍsima, gloriosísima, á
quien de nada valen ni el derecho divino, ni la legitimi-
dad, ni la prudencia, ni la gloriah)


«La República, seguia diciendo, habia dicho de sí quo
venia á senb,r en el mundo la dominacion, de la libertad,
de ]a igualdad, de la fraternidad; esos tres dogmas que
no vieneJ?, de la República, sino que vienen del Cal vario,
y bien, señores, ¿qué ha hecho despues? En nombre de
la libertad, ha prodamado, ha aceptado la dictadura; en
nombre de la igualdad, con el título de republicanos de
la víspera, de republicanos del dia siguiente, de republi-
canos de nacimiento, ha inventado no sé qué especie de
democracia aristocrática, y no sé q'ué género ele ridícu-
los blasones; en fin, señores, en nombre de la fraterni,




DO~OSO CORTÉS. 27
dad, ha restaurado la fraternidad pagana: la fraternidad
de Eteócles y Polinice; y los hermanos se han devorado
unos á otros en las calles de París, en la batalla más gi-
gantesca que dentro de los muros de una ciudad han
presenciado los siglos. ,


»Á esa llepública que se llamó de las tres verdades,
yo la desmiento; es la República de las tres blasfemias,
es la República de las tres mentiras.»


Viniendo despues á la csplicacion de las causas que
producen las revoluciones políticas, fundadas por los
partidos radicales en la tiranía de los gobiernos y en la
miseria de las naciones mal gobernadas, esclamaba Do-·
noso Cortés: (l Yo pido que se me cite un ejemplo de una
revolucion hecha y llevada á cabo por pueblos esclavos
ó por pueblos hambrientos. Las revoluciones son enfer-
medades de los 'pueblos ricos; las revoluckmes son en-
fermedades de los pueblos libres. El mundo antiguo era
un mundo en que los esclavos componian la mayor par-
te del género humano; citadme cuál revolucion fué he-
cha por esos esclavos.


»No, señores; no está en la esclavitud; no está en la
miseria el gérmen de las revO'iuciones.


El gérmen de la¡¡¡ revoluciones está en los deseos so-
breescitados de la muchedumbre por los tribunos que
las esplotan y benefician; y sereis como los ricos: ved ahí
la fórmula de las revoluciones socialistas contra las clases
medias; y sereis como los nobles: ved ahí la fórmula de
las revoluciones de las clases medias contra las clases
nobiliarias; y sereis como los reyes: ved ahí .la fórmula
de las revoluciones de las clases nobiliarias contra los re-
yes; y sereis á manera de dioses: ved ahí la fórmula
de la primera rebeJion del primer hombre contra Dios.


Desde Adan, el primer rebelde, hasta Proudhon, el




28 DONOSO CORTÉS.


último impío, esa es la fórmula de todas las revoluciones. ))
La oposicion progresista en los rudos combates traba-


dos con el gobierno en las memorables sesiones de enero
de 1849, habia dicho en melancólico tono que en España,
como en otras naciones, la lib~rtad habia espirado á ma-
nos del despotismo de los reyes y de la arbitrariedad de
los gobiernos conservadores.


Á tan injusta acusacion contestaba Donoso Cortés
con estas sentidas esclamaciones: «¡La libertad, señores!
¿Sabeis el principio que proclaman y el nombre que pro-
nuncian los que pronuncian esa palabra sagrada? ¿Saben
ellos por ventura los tiempos en que viven~ bNo ha lle-
gado hasta vosotros, señores, el ruido de las últimas ca-
tástrofes? ¡Qué! b110 saben todos á esta hora que la liber-
tad acabó? ¡Pues qué! ¿no han asistido todos, como he
asistido yo con los ojos de mi espíritu, á su dolorosa pa-
sion? ¡Pues qué, señores! ¿no la habeis visto vejada, es-
carnecida, herida alevosamente por todos los demagogos
del mundo? ¡,No la habejs visto llevar su angustia por las
montañas <le la Suiza, por las orillas del Sena, por las
riberas del Rhin y del Danubio, por las márgenes del Tí-
ber? ¿No la habeis visto subir al Quirinal, que ha sido su
calvario?»


Tan elevado y sentido discurso terminaba con esta
magnífica conclusion:


«Se trata, señores, de escoger entre la dictadura de la
insurreccion y la dictadura del gobierno: puesto en este
caso, yo escojo la dictadura del gobierno como menos pe-
sada y menos afrentosa. Se trata de escoger entre la dic-
tadura que viene de abajo y la dictadura que viene de
arriba: yo escojo la que viene de arriba, porque viene de
regiones mas limpias y serenas. Se trata de escoger", por
último, entre la dictadura del puñal y la dictadura del




DOl'i'OSO CORTÉS. 29
sable: yo escojo la dictadura del sable, porque es la más
noble. Señores: al votar, nos dividiremos en esta cues-
tion, y dividiéndonos, seremos consecuentes con nos-
otros mismos. Vosotros, señores, votareis como siempre
lo más popular; nosotros, como siempre, votaremos lo
más saludable.»


El tiempo, los desengaños, 1 a torpeza y la corrupcion
de los partidos, el creciente malestar de la nacion, y sobre
todo las creencias religiosas de Donoso Cortés, notable-
mente exaltadas en los últimos años de su vida, dieron á
sus ideas, y por consiguiente á su lenguaje, un tinte filo-
sófico religioso, un sabor de misticismo tan pronunciado,
que convirtieron al publicista en sacerdote, al orador
par lamentario en predicador, al político en profet.a, al
hombre de Estado en filósofo.


Huyendo de la politica, refugióse en el Cristianismo;
y remontando su vuelo á la esfera de los misterios y de
los dogmas, y empapando su espíritu en la doctrina del
Evangelio, en vez de comentar hechos históricos, procla-
maba la práctica de las virtudes; en vez de dilucidar pun-
tos de derecho constitucional, resol via las dificultades po-
líticas con resoluciones católicas, danJo á la iJea religio-
sa la supremacía sobre todos los principios y sistemas po-
líticos y sociales que vienen luchando con encarnizamien-
to desde hace muchos siglos, y que tan hondamente con-
mueven hoy los cimientos de las sociedades modernas.


Á pesar del giro religioso dado en los últimos tiem-
pos á sus pensamientos y aspiraciones, Donoso Cortés
era como siempre en sus discurso~ elevado, sentido,
pintoresco, grandilocuente, si bien aparecia más oscuro
y metafísico al internarse por los intrincados laberintos
de la tcologia.


Su notabilísimo discurso pronunciado en la sesion del




30 DONOSO COIlTÉS.
30 de diciembre de 1850, que hirió de muerte al minis-
terio, y con el que puso digno remate á su corta cuanto
brillante carrera parlamentaria, revela claramente la tras-
formacion que iban sufriendo las ideas de Donoso.


Se trataba de conceder ó negar la autorizacion solici-
tada por el gobierno para la cobranza de-las contribucio-
nes, antes de discutirse los presupuestos. Varios orado.,.
res habian atacado y defendido el proyecto en el terreno
de la conveniencia, de la oportunidad, de las prerogati-
vas del parlamento, de los preceptos constitucionales.


Los estadistas atacaban la autorizacion, parapetados
trás las inaccesibles trincheras de los números; los publi-
cistas la combatian desde el oscuro campo de la legali-
dad; Donoso Cortés se opuso á la demanda del gabinete,
considerando la cnestion bajo el punto de vista moral y
fi)osófico con que acostumbraba tratar ya entonces todas
las cuestiones políticas, rOl' secas y áridas que fuesen, co-
mo lo era la de presupuestos. Y en vez de querer probar,
como otros oradores, que la nacion no podia sufrir la
carga de los impuestos püblicos, y que era de absoluta
necesidad el planteamiento de prudentes economías, él,
más filósofo, y político de teorías más que de práctica, se
esforzaba en presentar á los ojos del país, no el remedio
de los males que le aquejaban, sino la causa de donde
aquellos males provenian.


Oondenando ese hidrópico deseo de placeres, de lujo y
comodidades, que es una verdadera fiebre en la sociedad
de nuestros dias, orígen verdadero de todas las perturba-
ciones políticas y sociales, esclamaba así el marqués de
raldegamas, causando con sus palabras honda impre-
sion en ambos lados ele la cámara popular:


«La política de los inter,eses materiales ha .llegado
aquí á la última y más tremenda de todas sus evolucio-




DONOSO CORTÉS. 31
nes; á. aquella evolucion en virtud de la cual todos de-
jan de hablar de intereses para hablar del supremo inte-
rés de los pueblos decadentes, del interés que se cifra en
los goces materiales. Esto esplica las ambiciones impa-
cientes de que se ha hablado aquí con razon sobrada.
Nadie está bien en donde está; todos aspiran á subir, y á
subir, no para subir, sino para gozar. No hay español
ninguno que no se crea oir aquella voz fatídica que oia
Macbet, y le dech: «Macbet, Macbet, serás rey.» El que
es elector, oye una voz que le dice: (1 elector, serás di-
»putado.)) El diputado oye una voz que le dice: «diputa-
))do, serás ministro.» El ministro oye umt voz que le dice:
((ministro, serás ..... yo no sé qué, serlOres.)) Yoséádón-
de esto va á parar, ó por mejor decir, á dónde ha ido á
parar: ha ido á parar á 1a corrupcion espantosa que to-
dos presenciamos, que vemos todos, que esta en la me-
dula de nuestros huesos. La corrupcion está en todas
partes; la corrupcion nos entra por todos los poros; está
en la atmósfera que nos envuelve; está en el aire que
respiramos. ))


y poniendo, segun su costumbre, ejemplos históricos
en corroboracion de sus asertos ó profecías, continuaba:
«La raza borbónica ha venido al mundo para dos cosas:
para hacer á los pueblos industriosos y ricos, y para mo-
rir á manos de las revoluciones. ¿Quién no admira, seño-
res, estas grandes, estas magníficas consonancias de la
historia? Ved ahí dos razas más enemigas todavía en el
campo de las ideas, que en los campos ele batalla: la raza
austriaca pone en olvido los intereses materiales, y mue-
re (le hambre: la raza borbónica, los más de sus prínci-
pes, por lo menos, aflojan en la conservacion intacta y
pura de los principios religiosos, soeiales y políticos,
para convertirse en reformistas é industriales, y tropie-




32 DONOSO CORTÉS.
zan con el espectro de la revolucion, que los aguarda
para devorarlos unos á otros, puesto en el límite de sus
industrias y sus reformas. Pues bien, ministros de Isa-
bel II, yo vengo á peuiros que ap\1rteis de vuestra reina
y mi reina, la especie de maldicion que pesa sobre su
raza.))


Rectificando en la misma sesion una apreciacion del
Sr. Martinez de la Rosa sobre el carácter más ó menos
católico del siglo XIV, alabado en ese sentido por Dono-
so, replicaba este: «El enciclopedismo no es el resultado
de la civilizacion del siglo de Luis XIV, civilizacion
eminentemente católica, y por lo mismo civilizacion
eminentemente augusta y eminentemente civilizadora.
No; el enciclopedismo, el socialismo y el filosofismo, tie-
nen su raiz más honda, tienen su raiz en el orgullo hu-
mano. ¿Sabe S. S. que el orgullo se va trasformando CC4Il-
tinuamente, y que no varía de naturaleza, aunque varíe
de nombre? El orgullo existió antes que los hombres, y
se llamó Satanás; existió al mismo tiempo que el hom-
bre, y se llamó Adan; existió con las revoluciones, y se
llamó enciclopedismo; pero siempre es el orgullo.»


No nos cansaríamos de estractar brillantes conceptos,
pensamientos profunf10s, frases bellas y delicadas, si no
fuese por el temor de hacer ya larga y pesada esta bio-
grafía.


En cualquier discurso de Donoso Cortés se encuen-
tran 'prodigados rasgos poéticos, sentencias profundas,
concepciones sublimes, ideas brillantes, giros felices, ga-
las de lenguaje, accidentes oratorias.


Todos ellos están salpicados de bellezas, de forma ó
de pensamientos como las siguientes, recogidas á la
ventura.


-El rey y la patria: los más bellos nombres en todos




DONOSO CORTÉS. 33


los idiomas despues del de Dios y el de la virtud.-La
confusion de las voces es un síntoma cierto de la confu-
sion de las ideas; y la confusion de las ideas y de las pa-
labras, no lleva á los pueblos á la ci vilizacion, sino que
los conduce á la barbárie.-Si la renuncia de los derechos
es magnanimidad, es un delito la renuncia de los debe-
res.-Cuando un hombre puede mandar en nombre de
Dios y en nombre de la sociedad, ese hombre, llámese
cónsul, tribuno ó empeL'ador, es un tirano.-Nada hay
más pasajero ni más instable que la victoria y la fortu-
na. Estoy firmemente persuadido y convencido de que


" la oposicion que ahora se levanta no pasará como los hu-
racanes haciendo estragos, sino como el viento sutil sin
hacer ruido.~ Y no se me pregunte, señores, cuál es)a
ley que limita nuestra libertad, porque yo responderé
á eso: ¿cuál es ra ley~ Vuestra prudencia; la prudencia,'
señores, que nos sujeta á todos. ¡Hasta el mismo Dios en-
cuentra límites á su voluntad en su prudencia infinita!-
No;pudiendo huir nosotros ele la dependencia de la Francia
sino cortando la alianza con ella, seria necesario subir
los Pirineos hasta el cielo como un muro eterno; pero en-
tonces el Sr. Pastor Diaz no repara que nosotros no po,
ddamos ya refrescar nuestras sienes sino con los vientos
africanos.-


En conclusion: Donoso Cortés para los radicales era
un visionario; para los absolutistas un sacerdote; para los
moderados un político inocente; para la historia un hom-
bre de inmensísimo talento, un orador de primer órden,
un eminente publicista, un sabio.


TOMO 1lI.




34 DISCURSO EN DEFEl'iSA


Discurso en defensa del ministerio de 184B.


((Señores: el largo discurso que pronunció ayer el Sel10r
Cortina, y a que Yoy a contestar considerillldole bajo un punto
de vista restringido, {t p~sar de sus largas dimensiones, no fué
mas que un epílogo de los errores del partido progresista, los
cuales a su vez no son más qur otro epílogo; el epilogo de torIos
los errores que se han inoculado de tres siglos á ('sta parte, y
que traen conturbadas mas ó menos, hoy clia, todas las socie-
dades humanas.


)lEl Sr. Cortina, al comenzar su discurso, manifestó, con la
buena [é que á S. S. distingue, y que tanto realza su talento, que
él mismo algunas veces habia llegado a sospechar si sus prin-
cipios serian fahos, si sus ideas serian desastrosas, al ver que
nunca estaban en el )loder y siempre en la oposicion.


» Yo diré aS. S. que, por poco tIue reflexiono, su duda se ealll-
biara en certidumbre. Sus ideas no estan en el poder y están en
la oposicion, cabalmenie porque son ideas de la oposicion: seño-
res, son idea~ infecundas, ideas estériles, idf!as desastrosas, que
e~ necesario combatir hasla que queden enterradas aquí, en su
cementerio natural, hajo de estas hóvcdas, al pi~ de esa tribuna.
JlI~1 St'o Cortina, siguil~IHlo las tradiciones del partido a


(Iuien capitanea y representa; siguiendo, digo, las ll'adicion('s
de este 11arlido desde la revolucion !le febrcro, ha pronunciado
un discurso diYidido en tres partes, que yo 11 am a)'(\ inevitables.
Primera, un elogio del partido progresista, fundado en UIla rela-
cion de sus méritos pasados. Segunda, el memorial de agrayios
pl'esl'llt(·s de {'se partido. Tercera, un prograrn.a, ó sea una rcla-
cion ele méritos. Señores de la mayoria: yo wngo aquí á de-
fender yueslros principios, p:'ro no espcreis de mí ni mI solo
elogio: sois los yencedores, y nada sienta tan bien en la frente
del vencedor corno una corona de modestia. .


llNo espereis de mí, señores, que hahle de, uestros agravios:
no teneis agravioil personales que vengar, sino los agravios he-
chos á la sociedad y al Trono )101' los traidores a su Reina y a




DEL MINIS TERIO DE 1848. 35
su Patria. ;Xo hablan\ dA yuestra I'placion de mprito;,;. ¿Para qué
fin hablal'r de ellos? ¿Para (Iue la nacion los sepa? La nacion se
los sabe de memoria.


¡¡El Sr. Cortina, señorcil, dividió su discur:-;o en dos cues-
liones, que desde luego se presentan al alcance de todos los SA-
ñores diputados. S. S. trató de la politica esterior y de la politica
interior del gobierno; ~. llamo política esterior importan te para
España la jlolítica 6 los aeon trcimientos oculTidos en París, en
Lóndres \ Homa. Yo tocaró tarn hien ambas cuestiones.


)) {)üspues deseendi6 S. S. {l la política interior; y la politica
interior, lal eomo la ha tratado el Sr. Cortina, se dividA en
dos parles: una, cueslion de principios, y otra, cuestion ele he-
chos: una, cuestioIl !le sistema, ~ otra, cuestion de condueta. A
la cuestioIl de hechos, á la cueslion de conducta, ya ha contes-
tado el ministerio, que es a quien ('orre~pondia contestar, quien
tenia los dalos para ello, por el ürgano de los Sres. ministros
de Estado y Gobernacion, que han desempeñado este encargo,
COII la elocuencia que acoslumhran. ~Ie queda para mí casi in-
lacta la cuestion de principio-; e~la cue~tioll soiamente abordan',
pero la abordaré, I>i pI ('ongT('~() lile lo pf~nnite, do lleno.
»Se¡¡ore~: ¿cuúl es el principio e1el SI'. Codina! El prin-


cipio de S. S., hien analizado su discurso, es el siguiente:
f'l1 la politica interior, la legalidad; lodo por la legalidad, todo
para legalidad; la legalidad siempre; la legalidad en todas cir-
cunstancias; la legalidad el! todas ocasiones: y yo, señores, que
('reo que las leyes se han hecho para las sociedades .. y no las so-
ciedades para las lere:,;, digo: la sociedad: lodo para la sociedad;
la ~ocieclad siempre; la sociedad en todas circunstancias; la so-
ciedad en todas o('asiolle~.


¡)Cuando la legalidad basla para ~a]yal' á la f;ociedad, la le-
galidad; cuando no hasta, la dictadura. Señore~: e~ta palahra tre-
menda, que trelllenda el> aunque no tanto COIllO la palahra I'evo_
lueiOlI, que es la mas tremenda de todas; digo que esta palabra
tremenda ha sido pronunciada aquí por un hombre tIlle todos co-
nocen; que 110 ha sitio hecho por cierto de la madera de los dic-
tadores. lo he naddo para comprenderlos, no he nacido para




36 DISCURSO EN DEFENSA


imitarlos. Dos cosas me son imposibles: condenar la dictadura
y ejercerla. Por eso lo declaro aquí alta, noble y francamente.
Estoy incapacitado de gobernar: no puedo aceptar el gobierno
en conciencia. Yo no podría aceptarle sin poner la mifad de mí
mismo en guerra con la otra mitad, sin poner en guerra mi ins-
tinto contra mi razon; sin poner en gueJ'J'a mi razon contra mi
instinto.


)¡Por esto, señores, y yo apelo al testimonio de todos los
que me conocen, ninguno puede lerantarse ni aquí ni fuera de
aquí que me haya tropezado en el (~amil\() (13 la ambieion, tan
lleno de gentes; ninguno. Pero todos me encontrarim, todos me
han encontrado en el camino modesto de los buenos ciudadanos.
Solo así, señores, cuando mis dias estén contados, cuando baje
al sepulcro, hajaré sin el remordimiento de haher dejado sin de-
fensa ú la sociedad lJúl'haramen[e atacada, y al mismo tiempo
sin el amarguísimo; y para mí insoportable dolor, de haber
hecho mal ú un hombre.


¡¡Digo, sl'ñol'es, que la dictadura en ciertas circunstancias,
en cil'cun:;[ancias dadas, en circullstancias como las pn'sentes,
e~ un gobierno legílimo, es un golJicl'Ilo hUCllO, es un gohicl'Ilo
proyechoso como cual([uiel' otro gobierno; es un gobierno ra-
donal, que puede defenderse en la teoría, como puede defender-
se en la práctica. Y si no, señores, yeel lo que es la ,ida social.


)La Yida sodal, señores, como la yida humana, se com-
pone de la arCÍon y de la reaccion; del flujo y rellujo de ciertas
fuerzas inyasoras y de ciertas fuerzasl'esistenles. Esta es la "ida
social) aSI como esta es [ambien la vida humana.


¡¡Pues bien; l'as fuerzas imasoras, llamadas enfermedades en
el cuerpo humano, y de otra manera en el cuerpo social, pero
siendo esencialmente la misma cosa, tienen dos estados: hay uno
en que están derramadas por toda la sociedad, en el que estas
fuerza~ invasoras están reconcentradas solo en individuos; hay
otro estado agudísimo de enfermedad en que se reconcentran más,
y están representadas por asociaciones políticas. Pues hien: yo
digo que no existiendo las fuerzas resistentes, lo mismo en el
cuerpo humano que en el cuerpo social, sino para rechazar las




DEL MINISTERIO DE 1848. 37
fuerzas inyasoras, tienen que proporcionarse necesariamente á
:,u estado.


»Cuando las fucrzas iuyasoras están derramarlas, las resis-
t('llles lo cslan tambien; lo estún po]' el gobierno, por las aulol'i-
rladci\ y por lo" lribunales, yen una palabra, por lodo el cuerpo
social: pero cuando lai> fuerzas inyasoras se reconcentran en a~()­
dacione:-; políticas, entonces neccsariamente, sin (Iue nadie tenga
derecho ú impedirlo, las fucrzas l'esislcntcs pOI' sí mismas se re-
concentran en una mano. Esta es la teoría clara, luminosa, in-
deslJ'uctihle de la dicladura.


» Y esta leoría, señores, que es una \erda!l en el ól'den ra-
cional, es un hecho conslante cn el ónlen histórico. Citadme una
sociedad (IUC no haya tcnido la dieladura, citúdmela. Yed, ~i no,
'luú pasaba en la delllOl'l'(tlica. Atenas, (llIé pasaba en la aris-
locrúlica !toma. En Atcnas, cse pod(~r omnipotente estaba en las
manos del pueblo, y se llamaba ostracismo,' en Roma, ese poder
omnipotente estaha en manos del Senado, que le dele~aba en
un YarO!1 consular, y"n llamaba, corno pntre nosotros, dicfadum.


) Ved las sociedade~ modernas, seIiol'es; ,cel la Francia en
foda~ ~us \Í<'isiludes. 1\0 hablan; de la primera República, que
rLH~ una dictadura gigantesca, "in fin, llena de sangre y de ho\,-
rores. Hablo de t>poC'a posterior. En la carla de la Restauraeion,
la dictadura 8C habia refugiado ó huscado un asilo cn el artícu-
lo 11; en la carta de 18:W, ,.;e encontró en el preámbulo; ¿yen
la repúhlica aelual '1 De esta !lO digamos nada. ¿ Qué es ,.;ino la
dictadura con cl mole de república?


))Aqui se ha cil,ulo, y en mala hora, po\' el Si'. Galve:; Ca-
1/('1'0, la conslilucioll inglesa. Scñol'e,.;, la cons[itucÍon in¡de~a
cabalnwnle es la única en el mundo, tan sábios son los ingleses,
t~n lfue la dictadura no es de derecho comun, y la cosa e~ clara.
El parlamento tiene en todas ocasione:,:, en todas t>pocas, cuando
quiere, Ime,.; no tieno m{\s límito ([ue el de [o(los los poderes hu-
manos, la prudencia, este poder.


»)Tiene todas las J'aeu\[afles, y estas constituyen el poder dicla-
IMial, de hacer todo lo que no sea haenl' de ulla mujer un hombre,
ó de un hombre una mujer, como dicen sus jurisconsultos. Ticne




38 DISCURSO EN DEFENSA
facultades para suspender el Habeas corpus, para proscribir por
medio de un bill d'attander: puede cambiar de constitucion,
variar hasta de dinastía; y no solo de dinastía, sino hasta de re.,.
ligion, y oprimir las conciendas; en una palabra, lo puede todo.
¿Quién ha ,is[o, señores, una dictadura mas monstruosa?


))\\0 'lll'obauo que ia (iic\a(iura es una ,('¡,oa(i en el o]'(len \eo-
rico, que es un hccho en el órden histórico. Pues ahora voy á de-
cir más: la dictadura es otro hecho en el ónlen diYino. Señores,
Dios ha dejado ha~ta cierto punto á los hombrcs el gobicl'llo de
las ~ocicdadcs humanas, y sc ha rescryado para sí esclusiyamente
el gobicl'llo del uniYcl'so. El uniyerso esta gobernado por Dio:",
si pudiera decirse as! , y si en cosas tan alta~ pudieran aplicarse
las espresiones del lenguaje parlamentario, dida que Dios go-
bierna el mundo constitucionalmente.


)) Y, señol'e~, la cosa me parece de la mayor claridad, y sobre
todo de la mayor e,idenda. Está gobernado por cierlas leyes pre-
cisas, indispensables, á que se llama causas secundarias. ¿Qué
son estas leyes sino leyes análogas á las (filO se llaman funda-
mentale3 respecto de las sociedades humanas'?


))Pues bien, señores; si con respecto al mundo físico Dios es el
legislador, como re~pect() á las· socieclades humanas lo son los le·
gisladores, ¿gobierna Dios siempre con esas mismas leyrs que Él
á sí mismo se impuso en su eterna sabiduria,. y á las que nos su-
jetó á todos? No, señores, pues algunas veces directa, clara r e8-
plicitamente se manifiesta su voluntad soherana quehrantando
esas mismas leyes que Él mismo se impuso, y torl'Íendo el curso
natural de las cosas. Y hien, seiiore~; cuan(!o obra as!, ¿no po-
dria decirse, si el lenguaje humano pudiera aplicarse á las cosas
divinas, que obra diclalorialmente?


)Eslo p\'\leba, señores, cuún grande es el delirio de un partido
que cree poder gobernar con menos medios que Dios, quWlI1dose
á sí propio el medio, algunas reces necesario, de la dictadura.
Señores, siendo a';), la cuestion reducirla á sus verdaderos térmi-
nos no consiste ya en ayeriguar si la dictadura es sostenible, si
en cierlas circunstancias es buena: la euestion consiste en aH~ri­
guar si han llegado ó pasado por España estas circunstancias.




DEL ~lINISTERro DE 1848. 39
Este es el punto. mas impo.rtante, r es al que vo.y ¡t co.ntraerme
('~c1u~iYaJl}('nte ahora. Para es[o tendré que echar una ojeada, y
en esto no har~ ma~ (Iue ~eguir la::; pisadas de to.do.::; lo.;.; oradorr~
que me han precedido., una ojeada po.r Euro.pa y o.[ra ojeacla po.r
E¡;paña.


))Sefiore,,: la re\o.lucion de febrero ,ino como ,iene la muerte;
de imprO\iso. Dios, señores: habia condpnado ú la mo.narquía
francesa. En yano. esta in"titucio.n se habia trasformado honda-
mente para aco.modarse il las drcun'itan('ia~ y ú lo:,: tielllJlos: ni
aun e:-;to la \alió; su condenacion fué inapelahle: y su pérdida in-
falihle.


¡¡La monarquía de derecho diyino concluyrí ('0.11 Luis Xyr
en un cadal:-;o: la monarquía de la glo.ria co.nC'lu!ó con .'\"apo-
leon en una isla: la monarquía hereditaria conclu~ ó con Cár-
los X en el destierro ; ~ con Lui~ Felipe ha concluido la úl1imil
de to.das las monan{uías posibles ~ la monarquía de la prudencia.
j Triste y lamentable especlaculo, señores, el de una inslituCÍlln
\enerabilbima, antiquísima, gloriosÍsima, á quien de nacla valen
ni rl derecho di dno, ni la legitimidad, ni la prudeneia, ni la
gloria r


)¡Señores, cuando ,ino á España la grande nuen de esa gTaIl-
de reyolucion, torlo~ nos quedamo~ consternados y atónito". ~ada
era comparable ú nuestro asombro y ú nuestra con~ternacion,
sino la eonstcrnaeion ~c el asolllhro ¡J(. la monarquía yencida.
Digo mal; hahia un a~ombro mayor, una eonsternacioll mas gran-
de que la (le la monarquía yeneida, y era la de la república Yen-
cedora. Aun aho.ra mismo: diez meses yall pasados ~-a desde su
lriunfo; pregunladla cómo yenci<i; preguntaclla por qué venció;
pregun[adla con (Iul' fuerza:,; yenCÍó, y no. sabrá qlH; respondero.:-i.
Esto. consiste en que la n~pública no reneió; la república fué el
instrumento de ,idoria de un poder mas alto.


))Es[e püdf'r, señor(]~, así como ha sido fuerte para destruir la
monarquía con un escrúpulo ele república, serú fuerte tambiell,
si necesario. fuera ~ 1'0n\ellÍente Ú sus fines, para derribar la ]'(~­
pÍlbliea con un escrúpulo de imperio ó con un escrúpulo de mo-
narquía.




40 DISCURSO EN DEFENSA


»Esta reroludon, señores, ha sido objeto de grandes comen-
tarios en sus causas yen sus efectos en todas las tribunas de Eu-
ropa, y entre otras en la tribuna española. Yo he admirado aquí
y allí la lamentable ligereza con fIlie se trala tic las causas hon-
das de las re\olueiones. Sefiores, aquí, como en otras partes 1 no
se alribuyen las re~\oluciones sino a los defectos de los gobicrno:-;.
Cuando las catástrofes son uniyersales, imprC\ islas, simulláneas,
son siempre cosa providencial 1 porque 1 señores 1 esos Y no olros
son los cal'ae.téres que distinguen las obras de Dios de las obra~
de los hombres.


»Cuando las I'eyoluciones presentan esos síntomas, estad segu-
ros que vienen del cielo, y que ,iemn por culpa y para castigo
de todos. ¿Querei~, señores, saber la verdad, y toda la verdad con-
cerniente á las causas de la revolucion última francesa? Pues la ver-
dad es que en febrero llegó el dia de la gran liquidaelon de loda:'i
las clases de la sociedad con la ProYidencia, y que en ese elia tre-
mendo todas se han encontrado fallidas. En ese dia han venido á
liquidacion con la Providencia; y repilo que todas en esa llquida-
eion se han encontrado fallidas. Digo mas, señores: la l'epúblira
misma, el dia mismo de su i ¡ctoria, se declaró tambien en quiehra.


))La república habia dieho de sí que ,enia a sentar en el mun-
do la dominacion de la libertad, de la igualdad, ele la fraterni-
dad; esos tres dogmas que no Yienen de la república . sino que
,ienen del Cahario. I bien, señores, ¿qué ha ltecho des pues?
En nombre de la libertad ha hecho nece:'iaria, ha proclamado, ha
aceptado la diet¡](lura; en nomhre de la igualdad, con el título de
repuhlicanos de la víspera, ele repuhlicanos del dia siguiente, de
republicanos de nacimiento, ha im entado no sé qué especie de
democracia aristocrática, y no sé qué género de ridieulos blaso-
nes; en t1n: señores, en nomhre de la fraternidad ha restaurado
la fraternidad pagana, la fraternidad de Etéol'les y Polinice, y
los hermanos se han de\orado unos a otros en las calles de Par'ís,
en la batalla más gigantesca que dentro de los muros de una ciu-
dad han presenciado los siglos. A esa república que se llamó de
las tres yerdades yo la desmiento ; e~ la república de las tre"
blasfemias; es la república ele las tres mentiras.




DEL MINISTERlO DE 1848. 41


)) Vinicndo ahora á las causas de esta rcyolucion , el partido
pl'op;resista tiene unas mismas causas para todo. El Sr. Cot'tiJlrt
nos dijo ayer que hay revoluciones porque hay ilegalidades, y por-
que el instinto ele los pueblos los Imanta uniforme yespontánea-
mente contra los tiranos. Antes nos habia dicho el Sr. Ordax
Avecilla: {(¿quereis 'evitar las re, oluciones? Dad de comer á lo,;
))hambrientos.)) Véase, pues, aquí la leorÍadel partido progresista
en toda su estension; las causas de la reyolucion son por una i)ar-
te la miseria, por otra la tiranía. Señores, esa leoría es contraria,
totalmente contraria á la historia. Yo pido que se me cile un
ejemplo de una revolucion hecha y llevada á cabo por pueblos
esclayos ó por puehlos hambrienlos.


))Las revoluciones son enfermedades de los puehlos rÍeos; las
revoluciones son enfermedades de los pueblos libres. El mundo
antiguo era un mundo en que 103 esclavos componian la mayor
parte del género humano; ciladme cuál revolucion fué hecha
por esos .escla vos.


))Lo más que pudieron conseguir fué fomen~al' algunas guerras
chiles; pero las re \ oluciones profundas fueron hechas siempre
por opulentísimos aristócratas. Xo, señores, no eslá en la esclavi-
tud, no está en la miseria el gérmen de las revoluciones; el gér-
men de las revoluciones está en los deseos sobreescitados de las
muchedumbres pOI' los tribunos que las e~plotan y benefician. Y
sereis como los ricos; ved ahí la fórmula de las revoluciones so-
cialistas contra las clases medias: Y sereis como los nobles; ved
ahí la fórmula de las revoluciones de las clases medias contra la;.;
clases nobiliarias: Y sereis como los reyes; ved ahí la fórmula de
las revoluciones de las clases nobiliarias conlra los reyes: Y sereis
ri manera de dioses; ved ahí la fórmula de la primera rehelion
del primer homhre con Ira Dios. Desde Adan, el primer rebelde~
hasla Proudhon, el último impío, esa es la fórmula de todas las
I'e,oluciones.


)lEI gobicl'l1o español, como era su dcber, no quiso que e:-la
fórlllula tm iese su aplicaeion en España; tanto menos lo quiso,
cuanto la situaeiol1 interior no era la más lisonjera; y era me-
nesler prevenirse así contra las eventualidades esleriores. Para




42 DISCURSO El\' DEFENSA


no haberlo hecho aSÍ, era necesario haber desconocido de todo
punto la marcha de una corriente magnética que se desprende
de los focos de accion revolucionaria, y que va inficionándolo
todo por el mundo.


»La siluacion inlerio]', en pocas palabms, era esla. La cues-
tion política no estaba, no ha ('stado nunca, no está de todo
punto resuelta; no se resuehen así tan fácilmente cuestiones po-
líticas en sociedades tan soli riantadas por las pasiones. La cues-
tion dinástica no eslaba concluida, porque si es verdad que en
ella somos nosotros los vencedores, no contamos con la l'esig-
nacion del \ encielo, que es el complemento de la victoria. VI
cuestíon religiosa estaba en muy mal estado. La cueslion de las
bodas, ya lo saheis, estaba exacerhada. Yo pregunto, señore~;
supuesto, como he probado ya, que la dictadura sea en eireuns-
tancias dadas legitima, en circunstancias dadas pl'orechosa, ¿e!'.-
tábamos ó no estábamos en esas circunstancias? Si no hahian ll(~­
gado, decid me cuales otras mas graves han aparecido en el
mundo.


»La esperieneia Yino a demostrar que los e{¡\culos del go-
bierno y la preYision de esta cámara no habian sido infundados.
Todos lo sabeis, señores; ya en esto hahlaré muy de paso, porque
todo le que es alimentar pasiones lo detesto; no he nacido para
eso; todos sabeis que se proclamó la república á trahueazos po]'
las calles de Madrid; todos sabeis que se ganó parle de la guar-
nicion de Madrid y de Sevilla; todos sabeis flue sin la resistencia
enérgica, activa del 'gobierno, toda España desde las eolumna~
de Hércules al Pirineo, de un mar á olro mar, hubiera sido un
lago de sangre.


)) y no solo España: ¿sabeis qué males, si hubiera triunfado
la revolucion, se habrian propagado por el mundo? ¡Ah señores!
Cuando se piensa en estas cosas, fuerza es esclamal' que el mi-
nisterio que supo resistir y supo vencer, vendó en bien de su
patria.


»)Esta cuestion vino á complicarse con la cuestion inglesa:
voy á decir, antes de entrar en ella, y desde ahora anuncio que
no entraré sino para salir de ella inmediatamente, porque así




DEL MINISTERIO DE 1848. 43


lo conceptúo conveniente y oportuno; pero antes de entrar en
~Ila me permitirá el congreso que esponga algunas ideas gene-
rales que me parecen convenientes.


»Señores: yo he creido sienipre que la ceguedad es una señal,
asi en los hombres como en .las naciones, de perdicion. Yo he
creido que Dios comienza por cegar siempre el los que quiere per-
der; yo he creido que para que no vean el abismo que pone á
sus piés, comienza por turbarles la cabeza. Aplicando estas idea:,
á la politica general, seguida de algunos años a esta parte por la
Inglaterra y por la Francia, señores, lo diré aqui, hace mucho
que yo he predicho grandeil desyenluras y catástrofes: un heeho
hist6rico, un hecho ayeriguado, un hecho incOlltrovertible es que
el eneargo providencial de la Francia es ser el instrumento de
la Providencia en la propagadon de las ideas nuevas, asi polí-
ticas como religio.,as y soeial(~s. En los tiempos modernos, tres
grandes ideas han invadido la Europa: la idea católica, la idea
filosófica, la idea revolucionaria. -


) Puef! bien, señores, en esos tres períodos la Francia se ha
hecho siempre hombre para propagar esas ideas. Carlo-Magno
fué la Francia- hecha hombre para propagar la idea filosófica;
Napolcon ha si(lo la Francia hecha hombre para propagar la
idea re\olueionaria. Del mismo modo creo que el encargo pro vi-
deneial de la Inglaterra es mantener el justo equilibrio moral
del mundo, haciendo contraste pCl'pétuo con la Francia. La Fran-
cia es lo que el flujo, la Inglaterra lo que el reflqjo del mar.


»Suponecl pOI' un momento el flujo sin el reflujo, los mares
se estenderian pOI' todos los continentes: suponed el reflujo sin el
flujo: los mares desaparecerian de la tierra. Suponed la Francia
sin la Inglaterra: clmundo no se moveria sino en medio de con-
vulsiones; cada clia tendría una nueva con¡;[itucion, cada hora
una nueva forma de gobierno. Suponed la Inglaterra sin la Fran-
cia: el mundo vegetaria siempre bajo la carta del venerable han
sin Tierra, que es el tipo permanente de [odas las constituciones
británicas. ¿QlH~ significa1 pues, señores, la coexistencia de estas
dos naciones poderosas? Significa, señoyes, el progreso limitado
por la estabilidad; la estabilidad, vivificada por el progreso.




44 DISCURSO EN DEFENSA
)Pues bien, señores, de algunos años á esta parte, y apeló á


la historia contemporánea y á vuestros recuerdos, esas dos gran-
des naciones han perdido la memoria de sus hechos, han perdido
la memoria de su encargo providencial en el mundo.


JJJ ... a Francia, en vez de derramar por la tierra ideas nueva~,
predicó por todas partes el statll qua: el stutn qua en Francia, el
stutt~ qt~a en España, el stutg qua en Italia, el statlt qua en el
Oriente. Y la Inglaterra, en vez de prediear la estabilidatl, pro-
(licó en lodas parles las revueltas: en España, en Portugal, en
Francia, en Italia y en la Grecia.


)¿Y qué resultó de aquí? Lo que habia de resultar forzosa-
mente; que las dos naciones, representando un papel que no
habia sido el suyo nunca, le han representado pésimamente. La
Francia quiso comertirse de diablo en predicador; la Inglalerra


I


de predicador en diablo.
)Esta es, señores, la histol'ia contemporánea; pero hablando


solamente de la Inglaterra, porque es de la que me propongo
hablar muy brevemente, diré que yo pido al cielo, señores, que
no ,engan sobro ella, como han venido sobre la Francia, las
catástrofes que ha merecido por sus errores; porque lIatla t~~
comparable alelTor de la Inglaterra de apoyar en todas parl(ls
los partidos revolucionarios. ¡Desgraciada! la habrán de voher
las espaldas. ¿No ha sucedido esto ya'? Y ha debido suceder, s;'·-
ñores, porque todos los revolucionarios del mundo saben que
cuando las rcyolueiones \an dc vcras, quc cuando las nubcs se
agrupan, que cuando los horizontes se oscurccen, que cuan(lo
las olas suben á lo alto, el navío de la rcyoludon no tienc mús
piloto que la Francia.


»Scñores: esta fué la política scguida por la Inglaterra, (1,
por mejor decir, por su gobierno y sus agentcs durante la úl-
tima época. Yo he dicho, y repito, que no quiero tralar es la
cuestion; me mueyen á ello graneles cOllsidcraciones. Primera:
la consideraeion del bien público; porque debo dedarar aquí so-
lemnement~ que yo quiero la alianza más íntima, la union mú~
completa entre la nadon española y la nadon inglcsa, á quien
admiro y respeto como la nadon quiza, más Iihre, más fuertc y




DEL lUlNISTERIO DE 1848. 45
mas digna de serlo en la tierra. No quisiera, pues, con mis pa-
lahras exacerbar esta euestion, y no qü;iera tampoco perjudicar
ó embarazar ulteriores declaraciones. Hay otra consideracion que
me mueve á no hablar mús de este asunto. Para hablar de él,
lendria que hacerlo tic un homhre de quien soy amigo, más
amigo que el Sr. Cortina; pero yo no puedo ayudarle hasta el
punto que el Sr. Cortina le ayudaba; la honra no me permite
más ayuda que el silencio.


))El Sr. CUI,tina al tratar esta cuestion, permitame que se
lo diga con franqueza, tuvo una espeeie de vahido, y se le olvidó
quién era, dónde estaha y quiénes somos. S. S. creyó que era
abogado: y no era un ahogado, que era un orador del parlamen-
to. S. S. creyó (Iue hahlaba ante jueces, y hablaba ante dipu-
tados.S. S. creyó quc hablaba en un tribunal, y hablaba en una
asamblea deliberante; creyó que hablaha de un pleito, y ha-
blaba de un asunlo polilico, grande, nacional, que si pleito era,
era pleilo entre dos naciones. Ahora bien, señores: debe doler
profundamente al SI'. Cortina haber sido el abogado de la
parle contraria ú la nadon espallola. ¡I qué, selloresl ¿es eso
patriotismo por venlura? ¿Es eso ser patriota? i-\h! ¿no sabeis
lo que es' SOl' patriola? Ser patriota, señores, es amar, es abor-
recer, es sentir como ama, como aborrece, como siente nuestra
patria,


»)Dije, sellores, que pasada muy de ligero por esta cueslion, y
ya he pasado.


))Vero, señores, ni las circunstancias interiores que eran tan
graves, ni las circunstancias esteriores, que eran tan compli-
cadas y peligrosas, son haslantes para disminuir la oposicion en
los señores que se sientan en af!uellos hancos. ¿ Y la lihertad?
nos dicen: Pues qué: la libertad ¿no es sohre todo? Y la libertad,
á lo menos la individual, ¿no ha sido sacl'ificada? jLa libertad,
señores! ¿Sabeis el principio que proelaman y el nombro que
pronuncian los que pronuncian esa palabra sagrada? ¿Saben los
tiempos en que vi ven? ¿~o ha llegado hasLa vosotros, señores,
el ruido de las últimas catástrofes? ¡Qué! ¿~o saben á esta hora
que la Iihertad acabó? Pues qué, ¿no han asistido como he asis-




46 DISCURSO EN DEFENSA
tido yo con los ojos de mi espírilu it ~u dolorosa pasion? Pues qué,
seHores, ¿no la habeis Vi5lo vejada, o6carnccida, herida aleve-
mente por todos los demagogos del mundo'? ¿Xo la hahJi~ visto
llevar su angustia por las montañas de la Suiza, por las orillas
del Sena, por las riberas del Rhin y elel Danubio, por las mar-
genes del Tíber? ¿~o la ha beis visto subir al Quirinal, que ha
sido su calvario?


»Señores: tremenda es la palabra, pero no debemos retraer-
nos de pronunciar palabras tremendas si dicen la verdad, y yo
estoy resuello á decidas. j l.a libertad acabó! ~o resucitará, se-
ñores, ni al tercer dia, ni al tercer año, ni al tercer siglo quizas.
¿Os gusta, señores, la tiranía que sufrimos? De poco os asuslais;
vereis cosas mayores. Y aqui os ruego, señores, que guarcleis en
vuestra memoria mis palabras; porque lo que voy a decir, los
sucesos que voy á anunciar en un porvenir más próximo ó más
lejano, pero muy lejano nunca, se han de cumplir á la letra.


¡lEl fundamento, señores, de todos vuestro:, errores (dirigirfn-
dose á los bancos de la iZ(fl~ierda) consiste en no saber cual es la
direccion de la civilizacion y del mundo. Vosotros c/'eeis que la
civilizacion y el mundo Yan cuando la eivilizacion y el mundo
vuelven. El mundo, señores, camina con pasos rapidísimos á la
constitucion de un despotismo el más gigantesco y asolado/' de
que hay memoria en los hombres. A eslo camina la civilizacion,
y á esto camina el mundo. Para anunciar estas c05as, no nece-
sito ser profeta. Me basta considerar la combinacion pavorosa
de los acontecimienlos humanos desde su Ílnico punto de vista
verdadero: desde las alturas católicas.


»Señores: no hay más que dos represiones po~ibles; una in-
terior y otra esterior; la religiosa y la política.


»Estas son de tal naturaleza, que cuando el termómetro reli-
gioso está subido, el termómetro de la represion política está
bajo, y cuando el termómetro religioso está bajo, el termómetro
político, la reprrsion polítiea, la tiranía eslit alta. Esta es una
ley de la humanidad, una ley de la historia. Y, si no, señores,
ved lo que era el mundo, ved lo que era la sociedad que cae al
otro lado de la Cruz; decid lo que era cuando no habia rcprosion




DEL MHíISTERIO DE 1848. 47
interior, cuando no habia represion religiosa. Entonces aquella
era una sociedad de tiranías y de esclavos. Cilatlmo un solo
pueblo donde no haya osela vos y dondo no haya tirania. Este es
1m hecho incontrovertible, es1!~ es un hecho inconh'overtido, este
r8 un hecho oyidente. La libertad, la libertad verdadora, la li-
bertad de tocios y para todos no vino al mundo sino con 01 Sal va-
dor del mundo. Este tambien os un hecho incontrovertido, es un
hecho confesado hasta por los mismos socialjstas, que lo confie-
san. Los socialistas llaman á Jesus un honibre diYino, y los socia-
listas hacen más, se llaman sus continuadores. ¡SUS continua-
dorrs, Santo J)io~! Ellos, los hombres de sangre y do venganzas,
continuadores del quo no vhió sino para hacer bien; del que no
abrió la boca sino para bendecir; del quo no hizo prodigios sino
para librar á los pecadores del petado, á los muertos de la
muerte! ¡El qun en el espacio de tres años hizo la revolucion
más grande que han 11l'esenciado los siglos, y la llovó á cabo
sin haber derramado más sangre que la suya!


»Sefio!'es: os ruego me presteis atencion; voy á poneros en
presencia del paralolismo mús mara\Ílloso que ofrece la his-
toria. Yosotros habeis visto que en el mundo antiguo, cuando la
l'rpresion religiosa no pm!ia bajar más porque no existía nin-
guna, la repreBion política subió hasta no poder más, porque su-
bió hasta la tiranía. Pues bien'; con Jesueri~to, donde nace la
repre8ion religiosa, desaparece completamente la represion po-
litiea. E:-; esto tan cierto, que habiendo fundado Jesucristo una
sociedad con sus diseipulos, fué aquella la única sociedad que
ha (''{islillo sin gobierno. Entre .Jesus y sus discípulos no habia
más gobierno que el amor del Maestro á los discípulos y el
amor de lo.~ discipulos al Maestro. Es decir, que cuando la re-
presion era completa, la libertad era absoluta.


»Sigamos el paralolismo. Lkgan los tiempos apostólicos, que
los estonderé, porque así COll\ ieno ahora á mi propósito; desde los
tiempos aposl!Ílicos propiamente dichos, hasta la subida del cristia-
nismo al Capitolio, en tiempo de Constantino el Grande. En este
tiempo, señores, la religion cristiana, es decir, la represion reli-
giosa interior eslaba en todo su apogeo; pero aunque estaba en




48 DISCURSO EN DEFENSA
todo su apogeo, sucedió lo que sucede en todas las sociedades
compuestas de homhres; que comenzó á desarrollarse un gérmen,
nada mas que un gérmen, de tiranía y de·lihertad religiosa. Pues
hien, señores; ohsenad el paralelismo: 'á este principio de des-
censo en el termómetro religioso, corresponde un principio de
subida en el termómetro politico. Xo hay toclaYla gobierno, no es
necesario el gobierno, pero es necesario ya un génnen de go-
bierno.


»Asi en la sociedad cristiana entonces no habia de hecho Yer-
daderos ))lagistrados, sino jueces arbitrarios y amigables compo-
nedores, que son el emhl'ion del gohierno. Realmente no hahia
más que eso: los cristianos de los tiempos apostólicos no tuvieron
pleitos, no iban a los tribunales, decidian sus conticndas por me-
dio de árbitros. Obsénese, señores, cómo con la cOITupcion Ya
creciendo el gobierno.


»)Llegan los tiempos feudales, y en estos la religion se encuen-
tra todavía en su apogeo, pero hasta cierlo punlo 'viciada por las
pasiones humanas. ¿Qué es lo que i'uced(~, sel1ores, en este tiem-
po en el mundo politico? Que ya es necesario un gobierno real y
efectivo, pero que basta el más débil de todos, y asi se establece
la monal'quia feudal, la más débil de las monarquías.


»Seguicl observando el paralelismo. L1ega1 señores, el siglo XVI.
En este siglo 1 con la gran reforma luterana, con ese grande es-
cándalo politico y social, tanto como religioso, con ese acto de
emancipacion intelectual y moral de los pueblos, eoineiden las
siguientes instituciones. En primer lugar, en el instante, las mo-
narquías, de feudales se hacen absolutas. Vosotros creereis, seño-
res, que más que ab:>olula no puede ser una monarquía; un go-
bierno, ¿qué puede ser más que absoluto?


))Pero era necesario, señores, que el termómetro de la repre-
sion política suhiera mas 1 porque el termómetro religioso seguia
bajando; y, con efecto, subió más. ¿Y qué nueva institucion se
ereó? La de los ejércilos permanenles. ¿Y sabeis, señores, lo que
son ejércitos permanentes? Para saberlo basta saber lo que es un
soldado: un soldado es un esclavo con uniforme. Así, pues, veis
que en el momento en que la repl'esion religiosa baja, la repre-




DEL mNISTERlO DE 48,18. 49
sion política sube al absolutismo, y pasa mas allá. No bastaba á
103 gobiernos ser absolutos: pidicron y obtuvieron el priyilegio
de ser absolutos y lener un millon de brazos.


»A. pesar de eslo, señores, era nece:-;al'io que el termómetro
IJOlítico subiese mús, porque el lermóml)tro religioso seguia ba-
jando; y subir) maS. ¿QU:l nu:na in,;titucion, sefíore,;, se creó en-o
tonees? Los gobiernos dijoron: tenemos un millon de brazos, y no
nos bastan; necesitamllS nÜls; IWC~1SilcI1ll().; un millon de ojos, Y tu-
lieron la policía, y con la policia un millon de ojos. A pesar de
06tO, señores, lodavia el termómetro político y la I'epresion poUtí-
ea debian subir, porque, á pesar de lodo, el termómetro, religioso
seguia bajando, y subieron.


));\ los gobierno~, señores, no les hastó tener un millon de ojos,
quisieron [ener un millon (le oido.':, y los tuyieron con la cen\ra-
lizaeion adminlslratiYlt, por la cual YÍl'IH'n á parar al gobierno
toda~ las rC'e!amac:iones y toda, la:,; quej as.


n Y bien, sello res ; no baslaba esto, porrlue el termómetro reli-
gioso siguió hajando, y era necesario que el termómetro político
subiera Illá~. Soiío]'e~, ¿ha~ta dóm¡¡~? Pue~, subió mas.


nLos gobiernos dijeron: no no~ hasta para reprimir un millon
de hrazos; no nos ba~ta para reprimir un millon de ojos; no nos
hasla para reprimir un millon de oido,; necesllamos mas; nece-
sitamos tener el prh ilcgio de hallamos ú un mismo tlempG en to-
das partes. Y lo tu vieron; y se inren[ó el lcI(·grafo ..


JJSefíores; tal era el estado de la Europa y del mundo cuando
el primer e~tallido de la última reyolueion rino ú anunciamos, á
anunciamos a to(lo~, que aun no habia hastante despotismo en el
mundo, porque el termfÍmetro religioso estaha por hajo de cero.
Ahora hien, seI1ores; una de dos .....


» Yo he prometido, y eumpliró mi palabra, hablar hoy con to-
da franqueza.


»PUCS hien, ~e¡iol'es; una de dos: ó la reaCCiOIll'é'ligiosa viene,
ó no : si hay reacl'ion religio~a, ya rereis, seiíore,;, e()mo subien-
do el termómetro religio~() comienza á haj al' natural, e . ,ponlánca-
mente, sin esfuerzo ninguno de los puohlo~, ni de los gobiernos,
ni de los hombres, el termómetro politico hasta señalar el dia


rOMO UI.




50 DISCURSO El'\ DEFENSA
templado de la libertad tle los pueblos: pero si, por el contrario,
señores, y esto e~ gnne (no hay la cos1umbre de llamar la aten-
cion de las asambleas deliberantes soJJre las cuestiones hacia
donde yo la he llamado hoy; pero la gravedad de los aconteci-
mientos del mundo me dispensa, y yo creo qUE' ,ue~tra benero-
lencia sabra 1ambien dispensarme); pues bien, señores; ~o digo
que si el termómetro religioso continúa bajando, no sr ú dónde
hemos de parar. to, seüores, no lo sp; y tiemblo cuando lo pienso.


»Contemplad las analogías que he puesto ú vuestros ojos; y si
cuando la represion religiosa estaba en su apogeo no era nece-
sario ni gobierno ninguno siquiera, cuando la rcpre~ion religiosa
no existe, no habrá bastante con ningun gl-nero de gobierno; to-
dos los despotismos serún pocos.


))SeÍlores; esto es poner el dedo en la llaga, e~ta e~ la eueslioll
de España, la cucs[i~n de Europa, la cuestion de la humanidad,
la cuestion del mundo.


))Considerad una cosa, señores. En el mundo antiguo la guer-
ra fué feroz y asoladora, y t-\in cmbargo, esa guerra estaba li-
mitada fisicamente porque lodos los E~lad(ls eran pequeños, y
porque las relaciones internacionales eran imposihlcs de lodo
punto; por consiguienle, en la antigüedad no pudo haher tira-
nías en grande escala, sino una i'ola, la de noma.


))Pero ahora,señol'cs, ;cuún mudadas están las ("osas! Seiío-
res; las rías estún preparadas para un lirano gjgaIlI('~co, colo-
sal, uni\er~al, inmenso; lodo e,,!it prcparado para ello. Señores;
miradlo }Jien; ya no hay rcsistcllciail ni físieas, ni moralpi'; no
hay resistencias fisicas, porque con los harcoi' de Yapor y los
caminos ele hierro no hay frouteras; no hay resit;tcnciaiS fisicas,
porque con el lelégrafo eléctrico !lO ha~ dislaneias; y no hay
resistencias morales, 1lorque t()do~ los animos eslún divididos y
lodos los patriotismos e,;1an muertos. Decidme, ¡mes, si tengo ó
no razon cuando me preocupo por el porwnir pnhimo del mun-
do; decid me si, al tratar de esta eueslion, no trato de la cuestioll
\erdadera.


»)(na sola cosa puede eyilar la ealú~trofl" una y nada mús:
eso no se eyita· con dar mús libertad, más garantias, nuevas




DEL MINISTERIO DE 1848. 51


tonstituciones; eso se e\ ila procurando todos, hasla donde nues-
Iras fuerzas alcancen, pro, ocar una reaccion saludable, reli-
giosa. Ahora bien, señores; ¿es posible esta reaccion? Posible lo
es; pero ¿('8 probable? S('ñores, a(luÍ hablo con la mas profunda
tristeza: 110 la croo probable. Yo ho Yisto, señores, r conocido a
mucho~ indÍ\iduo~ (Iue salieron de la m y han \ uello á ella:
por de~gracia, ~eñores, no he listo jamús á ningun puehlo que
haya yuello á la fé des¡mes de hahcrla perdido.


¡)Si aun me quedára alguna esperanza, la hubieran disipado,
señores, los últimos sucesos de Homa, y aquí roy á deeir do~
palabras sobre esta cueslion, tratada lambien por el SI'. Cortina.


¡)Sefíores: los sucesos de Roma no lienen un nombre: ¿cómo
los llamaríais, :-;eñores? ¿Los llamaríais deplorables? Deplorables,
todos los que he citado lo son; (':-;08 son mucho más. ¿Los llama-
ríais hOlTibles? S('ñores, esos acontedmien tos son 80bre todo horror.


»lIabia en Roma, ya no le hay, sobre el trono más eminente
el varon más justo, el Yaron más evangélico de la tierra. ¿Qué
ha hecho noma de ese yaron enngélico, de ese ,al'On justo?
¿Qué ha hecho esa ciudad en donde han illlpe/'ado los héroes, los
Césares y 103 PonUlice,;? Ha [I'(wat!o el trono de los Pontífices
po!' ('\ Trono de lo" demagogos. Helwld() á Dios, ha eaido bajo la
idolatría del puñal. Eso ha hecho. El puñal, seiíores, el puñal de-
magógico, el puiíal sangriento, ('.,0 'es el ídolo de Roma. Ese es el
idolo que ha derribado ú Pio IX. Ese es el ídolo que pas('an por
las calles tropas de caribes. ¿Dije caribes? Dije mal, que los
caribes son fc/'o('(;s, pero los carihes no son ingratos.


»SeI1ores: me he propuesto hablar con toda franqueza, y ha-
blaré. Digo que es necesario que el Rey de Roma yuelva a Roma,
iÍ que no quede en Roma, aunque pc,;e al Sr. Cortina, piedra
sobre piecl ra.


)JEt mundo católico no pucd() consentir, y no consentirá, en
la deslruccion virlual del cristianismo por una ciudad sola, en-
tregada al fl'en(~sí de la locura. ta Europa cililizada no puede
eonsentir, ni consentirú, que se dei'plolllC, sr~I1orcs, la eúpula del
edificio de la eh ilizaeion Europea. El mundo, smlores, no puede
consentir, y no consenlira, que en Roma, esa ciudad insensata


~~r~_",


j .. ~ \."~!¿o·':'\.




52 DISCURSO EN DEFENSA


se verifique el a(henimiento al trono de una nueya y cslraña di-
nastía, la dinastía del crímen. Y no se diga, señores, como dice
el SI'. Cortina, como dicen en periódicos y discur~os los señores
filie se sientan en aquellos hancos, que hay do~ cuestiones allí,
una temporal y otra espiritual, y que la cuestion ha sido rnlre
el Rey temporal y su puehlo. Que el Pontífice ha sido respetado,
que el Pontífice existe todayía. Dos palabras sobre esta cue;;:tion,
dos palabras, señores, lo esplicarán todo.


»Sin duda ninguna el poder espiritual es lo principal
en el Papa, el temporal es accesorio, pero ese accesorio
es necesario; el mundo ca(ólico tiene rI derecho de exigir que el
Ol'aculo infalihlr de sus dogmas sra libre é independiente: el
mundo católico no puede tener una ciencia cierta, COlllO se nece-
sita, de si es independiente y libre sino cuando es Soberano;
porque solo el Soberano no depende de nadie.


»Por consiguiente', señores, la cueslion de soherania, que es
una cuestion política en todas partes, es en Uoma además una
cuestion religiosa; el puehlo que puede ser Soberano en todas
partrs, no puede serlo en finilla: Asambleas ('onstitu~ entes que
puede)1 exi~tir en todas parlrs, !lO pueden existir en noma; en
Roma no puede haber más poder constituyente que el poder
constituido. Roma, señores, los Estados Pontificios no pertenecen
al Estado de Roma, no perleneccn al Pilpa; los Estados Ponti-
ficios pertenecen al nnllldo católico; el mundo católico se los ha
reconocido al Papa para que fuera libre é independiente, r el
Papa mi~mo no puede d(lspojarse de ('sa soberanía, do esa inde-
pendencia.
»Seiiore~, Yoy á conrluir, porque rI Congreso esta muy can-


sado y ~ o lo c~toy tambien. (ra}'ios Sellores: \0, no.) Señores,
francamente, [t'l1go que declarar aquí que no puedo. e"tenderme
más porque tengo la hoca mala, y ha sido un prodigio que yo
pueda hablar, pero lo principal que tenia (PW decir lo he di-
cho \"a.


» Jkspues de haber tratado las tres cuestiones esteriores que
trató el Sr. Cortina, yuclro, para concluir, á la inlerior. Señores,
desde el principio del mundo ha~ta ahora ha sido una cosa dis-




DEL MINisTERIO DE 1848. 53
cutible si convenia más el sislema de la resistencia ó el sistema
de las concesiones para C\ itar l(ls rC\ olucionos y los trastornos;
pero aforlunadamenlo, seiíoros, esa flue ha sido una cuestion
desde el primer at10 de la creacion hasta el año "8, en el año de
gracia de 18, ya no e~ cue,¡tion de ninguna e~pcde, porque es
cosa resucIta: yo, señores, si me lo permitiera el mal que pa-
dezc'o en la boca, haria aquí una reseña ele todos los aconteci-
mientos desde febrero hasta ahora, (Iue prueban estas aser-
ciones, pero me conlentaré con rerordal' do~: primero, el de la
Francia: sellores, allí la Illon<lrquía, que no resi"tió, fué .-encida
por la república que apenas tenia fuerza para 11l0wrse, y la rc-
púhlica que apenas tenia fuerza para mO\er:;e, porque resistió,
rendó al sodalismo.


jJEn Roma, que es 011'0 ejemplo que quiero citar, ¿qué ha
sucedido? ¿Xo estaba allí vuestro modelo? Deeidme: si vosotros
fuérais pintores y quisiérais pinlar el modelo de un rey, ¿en-
contraríais otro modelo que no fuera su original Pio IX? Señores,
Pio IX quiso ser como su dirino Maestro, magnífico y dadivoso:
halló proscritos en su país, y IOi; tenrlirí la mallo y los devolvió
a su patria: hahía reformistas, lleñore:;, y les clirí reformas: ha-
bi::t liberales, señores, y l('s hizo libres: caela palabra sura, se-
ñores, fué un beneficio; y ahora, señores, decidme, ¡,sus bene-
licios no igualan, si no e,..:ceclen, á las ignominias? Y en vista de
esto, señores, ¿el sistema de las concesiones no es una. cosa
resuelta?


j)Señores: si aqui se tratara de elegir, de escoger entre la
libertad por un lado y la dictadura por otro, aquí no habria di-
senso ninguno, porqu0 ¡,quiúll pudiendo abrazarse con la li-
bertad ~e hinca de rodillas ante la dictadura? Pero no es esta
la cueslion. L::t liherlarl no e\is~e ele hecho en Europa: los go-
bierno" conslituciol\al0~ que la representahan años alrás, no son
ya en casi todas parte~, señore~, sino una armazon de un esque-
lelo sin\ida. Recordad una cosa; recordad a Roma imperial.
En la Roma imperial exi:-;len todas las instiluciones 1'0puhli-
canas, existen los omnipotentes dictadores, existen los invio-
lables tribunos, existen las familias senatorias, existen los ellli-




54 DISCURSO EN DEFENSA


nentes cónsules; todo esto, señores, existe; no falta más que una
cosa, y no sobra más que otra cosa; sobra un hombre, y falta la
república.


))Pues esos son, señores, en casi toda Europa los gobiernos
constitucionales; sin pensarlo, sin saberlo, el Sr. Cot'{úw nos lo
demostró el otro dia. ¿No nos decia V. S. que prefiere, y con
razon, lo que dice la historia á lo que dicen las teorías? A la
historia apelo. ¿ Qué son, St'o Cortina, esos gobiernos con sus
mayorías legítimas ,encidas ~icmpre por las minorías turbu-
lentas, con sus ministros responsables que de nada responden,
con sus reyes im iolables, siempre violados? Así, señores, la
cuestion, como he di~ho antes, no está entre la libertad y la dic-
tadura; si estmiera entre la libertad y la dictadura, yo volaria
por la libertad como todos los que nos sentamos aquí. Pero la
cuestion es esta, y concluyo: ~e trata de escoger entre la dicta-
dura de la insurreccion y la dictadura del gobierno: puesto en
este caso, yo escojo la dictadura del gobierno como menos pe-
sada y menos afrentosa: se trata de escoger entre -la dictadura
que viene de abajo y la dictadura que ,iene de arriba:
yo escojo la que \iene de arriba, Jlorque viene de regiones más
limpias y serenas; se trata de escoger, por último, entre la dic-
tadura del sable y la dictadura del puñal: yo escojo la oictadura
del sable,porque es la más noble. Señores, al volar nos dividi-
remos en esta cuestion, y dividiéndonos 1 seremos consecuentes
con nosotros mismos. Y080tr08, señores, votareis, como siem-
pre, lo más popular; nosotros, señores, eomo siempre, votare-
mos lo más saludable.»)




PASTOR DIAZ·


Si en la oratoria parlamentaria entra por mucho, y
acaso sea su principal cualidad, la brillantez de la imagi.
nacíon, no menos se necesitan para su perfeccion y luci-
miento el vigor de -la lógica yel fuego de las pasiones.


Un orador poeta, imaginativo solamente, deslumbra
á su auditorio. con la riqueza y profusion de sus imáge-
nes, con su estilo florido y armonioso, con sus giros ppé-
ticos y atrevidos; pero cuando abandona la tribuna y se
sienta en su banco, desapareciendo á la vista de los exta-
siados espectadores, interrúmpese el fluido magnético
que les tenia sujetos á los labios del orador, y roto y des-
vanecido aquel encanto, no queda nada en el corazon ni
en la inteligencia del auditorio; solo reina por algun
tiempo en sus oidos un eOco débil y dulce como el que
creimos oir momentos despues de terminada una melo-
diosa romanza de Bellini.


Por el contrario: si el que escuchais en el congreso es
un orador frio, razonador y lógico, al oirle pronunciar el
siempre anhelado He dicho, respirais con un placer inde-
finible al veros libres de aq ueUa pesadilla de premisas y
sil9gismos, de argumentos y amplificaciones.




56 PASTOR DlAZ.


Cuando no son la imaginacion y la lógica sino la con-
viccion y el sentimiento los que animan la palabra del
orador, vuestro corazon se dejará arrebatar por afectos de
indignacion ó de patriotismo, de virtud ó de grandeza;


. pero al terminar aquel su conmovedora peroracion, se
esparcirá el frio de la reflexion por todo vuestro espíritu, .
y en vez de haber aprendido una sentencia profunda, un
pensamiento sublime, no os quedará otra cosa que el vago
recuerdo de una sensacion triste ó agradable.


Por eso al aparecer en la escena parlamentaria un
oraelor que reuna á la imaginacion la lógica y el senti-
miento, domina desde su prilrer discurso, y conquista
como soberano la palma de la victoria; pues imponiéndo-
se á su auditorio, le fascina con su estilo, le convence con
su lógica, le conmueve con su sentimiento.


Hé ahí las tres cualidades que sobresalian en el malo-
grado orador cuya biografía reseñamos; imaginacion,
lógica, sentimiento.


Con tan distinguidas dotes, que rara vez suelen ir
juntas, D. Nicomedes Pastor Diaz no podia dejar de ser
un orador notable, y de ocupar eú el parlamento español
uno de los puestos más distinguidos.


Modesto y tímido hasta la exageracion, Pastor Diaz
no manifestó en los primeros tiempos de su diputacion
ese afan de darse á conocer como orador y como político,
que á tantos ha precipitado y hecho caer al dar el primer
paso, agostando en flor muchas veces las mas fundadas
esperanzas: yeso que al sentarse en 1843 en los escaños
de la representacion nacional, iba acompañado de una
envidiable·reputacion de literato, de periodista, de hom-
bre político importante.


Sin embargo de. tan justos títulos y reconocidas dotes,
vímosle hablar por primera vez en la sesion de 18 de no-




PASTOR DIAZ. 57
viembre de aquel año sobre una cuestion de actas, y pro·
nunciar un corto discurso con lengua un tanto torpe y
balbuciente, y « poseido, como decia en su exordio, del
temor natural que á todos sobrecoge en tan augusto re-
cinto.))


Dominado de ese temor, mas natural.en quien conoce
los escollos de la carrera parlamentaria, y desoyendo las
contínuas instancias de sus amigos, que le animaban á
entrar en lucha, porque acaso mejor que él apreciaban
sus privilegiadas condiciones de hombre de parlamento,
no tomó parte activa en los memorables debates que so-
bre la conducta del regente, sobre la mayoría de la Rei-
.na, y sobre la acusacion de Olózaga tuvieron lugar en
aquel congreso.


y no es porque Pastor Diaz fuese de esos políticos
prudentes y calculadores .que en los tiempos de crÍsis y
tormentas se guarecen al amparo de la indiferencia, de la
vacilacion ó del cálculo, esperando en terreno neutral y
seguro la proclamacion de la victoria; no: Pastor Diaz,
desde que muy jóven se alistó en las filas moderadas,
acompañó á su partido en sus vicisitudes y sus glorias, y
de~endió los principios conservadores desde las columnas
de El Sol, de El Tiempo y de El Correo Nacional,
atacando á sus contrarios con tal valor y temeridad que
en alguna época tuvo por redaccion un calabozo.


Pruebas de su decision y su entereza de ánimo dió
en aquella legislatura, poniendo su firnm en la acusacion
contra el exonerado ministro progresista, y esclamando
en la sesion del 5 de diciembre, perturbada por los gri-
tos de la muchedumbre que en las tribunas y en la calle
amenazaba de muerte á los. representantes moderados:
«Protesto desde este momento que no tengo miedo, y que
jamás en estos bancos influirán sobre mis opiniones y pa-




PASTOR DlAZ.


labras las demostraciones de las galerías; pero debo ha-
cer presente á la mesa que no se ha visto nunca en nin-
gun país de Europa lo que aquí sucede, que 160 diputa-
dos estemos deliberando delante de 2,400 personas. Esto
es deliberar en un foro, en una plaza pública.))


Terminados los famosos acontecimientos de 1843 con
la subida al poder del partido moderado, suc:edió en aque-
lla radical mudanza lo que en todas las restauraciones;
el deseo de mejorar y de reformar llegó á tal estremo,
que se cayó en la misma falta que se trataba de re-
mediar.


Los restauradores de 1844, en su ciego afan de plan-
tuar un sistema de gobierno enteramente contrario al
sistema progresista, llegaron al peligroso término de mo-
dificar la constitucion de 1837, mirando solo á las ven-
tajas presentes, y sin pensar en los peligros del por-
venir.


Entre los pocos moderados que, más cuerdos y pru-
dentes, se opusieron á la innecesaria reforma del código
fundamental, sobresalió Pastor Diaz, quien pronunció
con ese motivo su primer discurso, el mejor de todos
los suyos, y uno de los más notables que han resonado
en las cámaras españolas.


A tacando la necesidad de la reforma constitucional
• que los ministeriales hacíanla fundar, entre otras razo-


nes, en el orígen. de la constitucion de 1837, producto, ó
más bien consecuencia del motin popular de 1836, decia
Pastor Diaz: «El aludir al origen de la constitucion, es
una cuestion ociosa. Un hombre puede ser el fruto de
un crímen, de un adulterio, de un incesto, y sin embar-
go, su ofensa será un delito, un asesinato, un crÍmen. En
las constituciones sucede lo mismo que en las dinastías;
no hay constitucion que no haya empezado por una re-




PASTOR DIAZ. 59


vuelta; no hay dinastía que no haya empezado por una
usurpacion, por una conquista. Si fuéramos á buscar el
orígen de todas las constituciones, veríamos que no hay
ninguna en Europa sin su motín de la Granja.»


y más adelante añadía: ({Se reforman las leyes cons-
titucionales cuando la necesidad es apremiante; cuando
está en el deseo de todos, y al procederse á la votacion,
so~o pocos discrepan; cuando á cada voto que se da hay
un clamoreo; cuando el cañon truena fuera del congre-
so para anunciar á los habitantes que aquella necesidád
está satisfecha, y al oirle se hincan de hinojos para dar
vivas á la Reina.»


No menos sentido y elocuente estaba Pastor Diaz al
sostener la inoportunidad de aquella reforma. Con más
prevision que su partido, comprendia que las reformas
políticas practicadas por los vencedores como un alarde
de poderío y orgullo, son pretestos fundados para que los
vencidos á su vez, en el día del triunfo, avancen ó retro-
cedan por las mismas causas hasta un límite á que en otro
easo no hubieran llegado.


Por eso decia en su magnífica peroracion: ((No es cues-
tion de tiempo, señores; es una cuestion de inmutabilidad
de leyes fundamentales. »-«Yo, como diputado, digo á
los señores ministros lisa y llana, pero modestamente,
que rechazo la reforma; como monárquico, cuando hablo
al Trono, hinco la rodilla en tierra, y pongo los ojos en
el suelo para suplicarle que se digne aplazarla.» - «Esta
cuestion está más alta que todas las cuestiones; más alta
que los partidos, tan alta, tan trascendental, tan impor-
tante como el Trono. n-«¿Se quiere dejar las institucio-
nes á merced de la volubilidad del espíritu hum'il1o?n


Enumerando luego los inconvenientes y peligros que
podia producir la proyectada reforma hecha como la de




60 PASTOR DlAZ.
1844, sin necesidad y sin oportunidad, esclamaba el elo-
cuente oposicionista: «La discusion de una constitucion
gasta á un parlamento, aunque sea de bronce. Dcspues
hay que acudir á unas nuevas elecciones: ¡otras eleccio-
nes! La tela de PencIope para los elegidos, y el trabajo
de Sísifo para los electores.» -Como aquel filósofo que
probaba el movimiento moviéndose, así yo pruebo que
es un inconveniente la reforma, porque ha empezado á
dividir el parlamento, y acabará por dividir la socie-
dad. ))-«No temo yo quc con la reforma se dé un nuevo
pretesto de insurreccion á los facciosos; yo ya sé que los
facciosos y los asesinos vienen sin bandera como los sal-
teadores de caminos. Á los que yo no quiero que se dé
bandera es á los partidos legítimos.)) La espcriencia, único
juez de los hombres de gobierno, vino á dar á Past01'
Diax la razon en aquella lucha, confirmando ~us temores.


La revolucion de 1854, y sobre todo la discusion del
código de 1856, que tan hondamente perturbó á la so-
ciedad, conmoviendo sus bases fundamentales, fué la
bandera que dió al partido radical la reforma innecesaria
de 1844, combatida por Pastor Diax con tanta prevision
como elocuencia.


Hombre de ley antes que partidario, preferia el respe-
to y la estabilidad del código jurado á las ventajas que
la reforma pudiera proporcionar á su partido. Para él, lo
existente tenia siempre un gran mérito solo porque existia.


Ecléctico por conviccion, vacilante por temperamen-
to, pesimista por carácter, anteponia las realidades, poco
satisfactorias de lo presente, á los sueños más lisonjeros
del porvenir. Por eso defendia. la constitucion de 1837
con sus defectos, y atacaba su reforma, cuyas ventajas no
equivalían á la sancion, á la existencia, á la santidad de
uva ley jurada.




PASTOR DIAZ.


Acosado de sus dudas y vacilaciones, esclamaba: «Se-
ñores: yo de mí sé decir que tambien tengo poca fé en las
doctrinas, que tengo poca fé en las teorías, que no sé en
lo que pensaré mañana, que á veces no sé lo que pienso
'hoy. En esas grandes cuestiones, en esas cuestiones te-
nebrosas en que se controvierten los intereses del género
humano y el ejercicio de los poderes públicos, mi razon,
si la consulto, me da por buenos los sistemas, me da por
malos todos ellos: unas veces me estremezco al leer la
historia de los reyes; otras me horrorizo al ver los esce-
sos y los desbordamientos de las repúblicas. Re buscado.
muchas veces en mi raZOl1 un freno á la flaqueza de mi
espíritu, y no le he encontrado: he busc~do en mi con-
ciencia una garantÍ~ contra mis opiniones, y mi concien-
cia no me la ha dado. ¿Á quién he acudido? Á lo existen-
te, a la ley que he jurado: esta -será mi criterio, mi fé, y
de aquí no dejaré pasar ni mi inteligencia, ni mi razon,
ni mis pasiones.»


oRay una estipulacion santa, sobre la cual han tran-
sigido todos los partidos. Los poderes constituyentes no
tienen tribunales, porque no hay fuerza que mande sobre
ello. Por eso las leyes son santas: por eso, como no hay
poder en este mundo sobre esos poderes, nosotros pone-
mos por testigo al cielo: por eso está ahí ese Crucifijo;
por eso se jura, y la sancion queda en el fondo de la con-
ciencia íntima: por eso los reyes ponen la mano sobre los
Evangelios: por eso los representantes de los pueblos se
hincan de rodillas delante de todos: por eso decimos que
cuando traspasemos esos límites, Dios nos confunda; y por
eso Dios nos confunde, porque la Provid~ncia, que es la
lógica y el órden eterno, para castigar las infracciones
de la moralidad, tiene verdugos encargados de la justi-
cia, y estos verdugos son las reacciones y los trastornos
de los pueblos.))




62 PASTOR DIAZ.


Desde aquel dia el eminente orador gallego tomó
asiento en el centro izquierdo de la cámara donde se re-
fugiaron los puritanos, de cuya exigua fraccion fué uno
de los miembros más distinguidos, y á cuyas doctrinas
y conducta debió su orígen entonces, y su preponderan-
cia despues la Union Liberal.


Desde aquellos bancos hizo casi siempre la oposicion
á los partidos radicales, combatiendo las tendencias revo-
lucionarias del progresista, y los actos reaccionarios del
moderado; per<) no una oposicion sistemática, como se


,acostumbra en los parlamentos; pues como decia el mis-
mo orador, «ni su carácter, ni sus principios, ni sus ante-
cedentes, ni su temperamento, ni sus ideas podrian colo-
carle nunca en una oposicion sistemática, pues para él la
oposicion, por brillante que fuese, no le deslumbraba con
su efímera popularidad.


No obstante sus instintos ministeriales, hizQ casi siem-
pre la oposicion, si bien templada y decorosa, á los mi-
nisterios moderados, encerrado en su eclecticismo, en su
sistema de concesiones, en su política de circunstancias.


Afiliado Pastor Diaz en el partido liberal conserva-
dor, su liberalismo no podia avenirse con el sistema mo-
derado de centralizacion y restricciones. Así es que, á
pesar de sus principios conservadores, oponíase á muchas
de las reformas de la restauracion modera da.


Así le vemos sostener la institucion del jurado para
los delitos de imprenta, y defender la profesion del pe-
riodista" ejercida por él con a tn ta gloria. « Yo, señores,
decia, tambien he sido periodista: yo he empleado algu-
nos años de mi vida, algunos (Uas muy tristes, días muy
amargos de mi existencia, en la tarea gloriosa de escribir
para el público: yo he sido escritor en una época en que
las ideas facciosas estaban en el poder, yen que las ideas




PASTOR nIAZ. 63
de órden, de represion y de gobierno estaban en los perió-
dicos. Entonces he ejercido el ministerio de la imprenta,
no reducido a esa triste necesidad del mendicante, como
ha dicho, rebajándose, un señor diputado, sino, aunque
mi profesion me hubiera permitido dedicarme á otra
cosa, me vÍ dedicado al triste mantenimiento del perio-
dista, que es como el del soldado, solo para vivir al dia.)1


y defendiendo la instituciol1 <le la prensa, añadia más
adelante: «Dejadnos ese símbolo de libertad; dejadnos
ese atrincheramiento en que hemos combatido; dejádnos-
lo siquiera por gratitud, por gratitud propia. »-((Puede
ser, señores, que á los que hoy abogamos así por la liber-
tad de imprenta se nos llame revolucionarios; acepto la
donominacion: esta palabra significa mucho para mí; re-
volucionario puedo ser, pero no faccioso. En revolucion
estamos; en revolucion está la Europ3.; en revolucion es-
tán las instituciones; en revoluclon están los tronos y los
royes, que una vez se llaman ciudadanos y otras monar-
cas; en revolucion estamos, la traspiramos, la vemos. ))


Otro de los discursos más notables, entre los pocos
pronunciados por Pastor Diaz, que no ha sido de los
oradores más fecundos ó impacieates, fué el de 17 de
setiembre de 1846, oponiéndose al enlace de la infanta
con un príncipe francés. Discurso profundo, erudito, le-
vantado, elocuente y sentido, como todos los suyos, en
el que, abogando por la indepen<lencia de España, res-
pecto á la influencia de las naciones vecinas, prorumpió
en estas fatídicas y sentidas frases: «~Tambien el órden
ha de venir de fuera? ¿Tambien la legalidad? ~Tambien
la constitucion? Tambien entonces la revolucion seria es-
tranjera. Señores, á mí se me presenta un porvenir de-
masiado oscuro; pende de alguna eventualidad que nos
veamos rodeados de mil peligros; veo que caminamos á




64 PASTOR DIAZ.


pasos agigantados á un precipicio. Presiento para mi pa-
tria la pérdida de su nacionalidad; presiento para mi pa-
tria una suerte tan funesta como la de Polonia. No basta-
rá ser valientes, señores; que valientes eran Sobieski y
Kosciusko, y se perdió la nacionalidad polaca: se perdió,
señores, por faltas de su gobierno; porque cuestan más
lágrimas las faltasde los gobiernos, que la sangre vcrtida
en las batallas. Señores, ¡ay de nuestra memoria el dia
en que se dijera la Polonia del JJ:lediodía! ¡Ay de nues-
tro nombre el dia que nuestros hijos, a,unque fuera den-
tro de un siglo, tuvieran que ir á Varsovia y á \Vilna á
representar el papel que los desgraciados polacos en Lón-
dres y e~ París! J •


El parlamentarismo, las prácticas constitucionales, la
independencia de las córtes tenian en Pastor Diaz un
defensor tan decidido como ilustrado. Abogando por la
incompatibilidad en sentido lato, esclamaba: « Vamos ca-
minando, y es necesario decirlo de una vez, á que en vez
de ministerios parlamentarios tengamos parlamentos
ministeriales. Una cámara en que preponderen los em-
pleados públicos, podrá ser un congreso ilustrado; pero
nunca será una asamblea augusta.»


Enemigo constante de los sistemas absolutos, radica-
les, intransigentes, era Pastor Diaz, como ya hemos di-
cho, ecléctico en sus doctrinas, conciliador en su conduc-
ta, flexible en sus aspiraciones.


Comprendiendo cuerdamente que el gobierno, repre-
sentativo es un gobierno de transaccion y de circunstan-
cias, único poder al que no debe ni puede resistir la políti-
ca moderna, anteponia la práctica á los principios, y
defendia en todas ocasiones con teson y elocuencia el
gobierno de los partidos medios, cuya necesidad y con-
veniencia esplicaba así, al terminar su último discurso,




PASTOR DIAZ. 65
siendo ministro de Gracia y Justicia, y un mes antes de
que la muerte apagase con su impuro soplo aq uel espíritu
valiente yactivo, encerrado en un cuerpo débil y este-
nuado por las vigilias y las dolencias.


«Todo en este mundo, señores, es el resultado de
dos fuerzas. Se ha hablado mucho aquí de que hay par-
tidos medios; se ha declamado mucho contra los partidos
medios. Todo en la creacion son partidos medios; no hay
mas que un absoluto, que está en Dios; de ahí abajo no se
reconocen fuerzas únicas: todos los fenómenos políticos,
morales y naturales son una fuerza resultante.


«¿Sabeis los que pueden gobernar sin transacciones,y
sin condiciones? El despotismo puro de un tirano, y la im-
pura tiranía de la democrada; de esa democracia espanto-
sa que lanzaria al suelo la cabeza de los que la predican
en estos bancos. Esos son los gobiernos que pueden hacer
unidad; esos son los gobiernos que no tienen otra transac-


.cion que el n~ vel á que tienden con la tiranía de sus actos.;)
y para poner en práctica su sistema conciliador y no


levantar con sus palabras nuevas discordias en el seno de
su partido, esclamaba: « Tuve el otro dia el valor de usar
de la palabra y el valor de la franqueza; hoy en aras de
esa conciliacion, para esa conciliacion tengo el valor del
silencio. »


Bosquejado ya el retrato de Pastor Diaz como polí-
tico' como publicista, como hombre de partido, réstanos
completar con algunas pinceladas su fisonomía de orador
parlamen tario


Pastor Diaz no era improvisador; era un orador de
preparacion y de estudio. Por eso al empezar un discurso
sabia por dónde y á dónde iba á parar. Sus peroraciones,
por lo mismo, eran lógicas y metódicas, correctas y eru-
ditas; su forma fácil, brillante y armoniosa. Era, sin em-


TOMO In.






66 PASTOR DIAZ.
bargo, un tanto difuso, no por su carácter amplificador,
sino por miedo de hacerse poco inteligible.


Estremadamente inclinado á las cuestiones filosóficas,
aparecia.alguna vez oscuro y metafísico, como Donoso
Cortés, á cuya escuela pertenecia, si bien este era más
elevado en la forma y más atrevido en los pensamientos.
Donoso Cortés era un teólogo político, al I.;aso que Pas-
tor Diaz era un político teólogo.


Como su modelo, elevábase Pastor Diaz á grande al-
tura, dominando las personas y engrandeciendo las cues-
tiones más pequeñas.


Filósofo práctico, sintetico en principios, y muy ana-
lítico' para ballar casos de aplicacion á su sistema, ele-
vaba hasta el infinito una abstraccion, y aplicaba los in-
variables principios del mundo moral á la gobernacion
del mundo físico, esplicando con asombrosa novedad los
grandes hechos de la historia, y apoyado en ellos, for-
mulando tremendas profecías, no con el misterioso len-
guaje de las pitonisas y de los augures, sino en estilo cla-
ro y con las formas más brilla.ntes.


De ahí el que en política, como en filosofía, fuese cre-
yente fervoroso, y franco proviuencialista.


Hombre de ciencia sobre todo, no podia respirar fuera
de la atmósfera de la inteligencia, donde vivia incesante-
mente, profesando un ódio profundo á esa política perso-
nal de ambiciones y miserias .


. Lo sdiscursos de Past01' Diaz, por lo tanto, debian ser,
y eran en efecto, más científicos que politicos, más eru-
ditos que intencionados.


y no era por cierto su erudicion la postiza alhaja ro-
bada á una enciclopedia la noche anterior. Pastor Diaz
sabia profundamente cuanto decia; sus palabras eran no
más una fórmula imperfecta de sus conocimientos .




PASTOR DIAZ. 67
Dogmático, pero sin estudio ni afectacion, habla,ba


generalmente ex-cathedra y revelabJ. pretensiones de im-
poner su opinion á los demás, esforzándose en aparecer
como hombre de convicciones profundas, y mimando y
acariciando sus ideas con todo el cariño que puede tribu-
tar una buena madre á un hijo muy hermoso.


El estilo de Pastor Diaz tenia, como el de todos los
grandes oradores, un sello particular de originalidad; cor-
recto y florido hasta en las cuestiones mas estéticas,
sembraba sus peroraciones de bellezas de locucion, de
ideas sublimes y delicadas, de primores poéticos.


Sus discursos gustan más leidos que escuchados; y
sus pensamientos ganan más, cuanto más se alejan de
su lengua.


La naturaleza no favoreció á Pastor Diaz con esas
dotes físicas que tanto realce dan á la oratoria. Endeble y
diminuto de cuerpo, de modales finos, diplomáticos y
amanerados, de voz dulce, débil y apagada, sus magní-
ficas concepCiones nacian secas y descarnadas, completa-
mente desnudas de ese vistoso y deslumbrador ropaje
teatral con el que revisten y enaltecen su medianía mu-
chos .oradores.


Concluyamos. Pastor Diaz fué un político consecuen-
te, un poeta tierno y melodioso, un filósofo profundo, un
orador elegantísimo, florido, correcto, persuasivo, lleno
de efusion; admirable por la elevacion y sublimidad de
sus pensamientos, por la concision y profundidad de sus
sentencias, por la viveza y originalidad de sus imá-
genes.


Aun debemos consignar otro elogio, superior á los
anteriores: era honrado, y murió pobre.


J efe político, oficial de secretaría, rector de la U niver-
sidad Central, dos veces ministro, á su muerte hubo ne-




68 PASTOR DIAZ.
cesidad de aceptar ]a oferta de algun cariñoso amigo para
poder tributar á tan eminente repúblico unos modestos
funerales.


Discurso contra la. reforma. de 1845.


(¡Señores: me recomiendo á la beneyolencia del congreso, me
recomiendo a su indulgencia. No tengo la costumbre de hablar
en público; he tomado la palabra solo otra vez en este sole~ne
recinto en una cuestion de poca importancia, y temblaba sin em-
bargo; hoy tiemblo mucho mas todavía. No tengo ni aun los há-
bitos del foro, ni ninguna de las costumbres de hablar que hacen
que la espre~ion corresponda al pensamiento. Quisiera decir la
razon de los motivos de conciencia, de rectitud, eminentemente
monárquicos y de principios de órden que me hacen' apoyar con
todas mis fuerzas el voto particular del Sr. Istúriz; quisiera es-
presar las razones que me mueven á ello, porque las tengo, y no


. me parecen leves, y tengo la conciencia de que no son super-
ficiales.


llPero probablemente no podré corresponder á estos intentos,
y mis ideas habrán de resentirse de la situacion en que me en-
cuentro en este momento; por muy grande que sea el hábito que
en otros tiempos he contraido de escribir, siempre he hallado
mis labios torpes y rebeldes á la espresion de mis pensamientos.
Entro además en la cuestion con la natural desventaja de haber
hablado ya en este recinto alguno de los más elocuentes oradores
del congreso; han usado ya la palabra en contra del dictá-
men el Sr. eollantes, mi tierno amigo, y el Sr. Bravo Murillo,
lumbrera de la jurisprudencia: considere, pues, el congreso
cuán to deben influir, para acobardar y con trariar las opiniones
de tan eminentes y acreditados oradores. Sin embargo, yo he
tenido presente una consideracion para lomar la palabra; yo
que no soy muy amigo de hablar, y que estaba i'esignado á ser.




DISCURSO CONTRA LA REFORMA DE 1845. 69
siempre silencioso y modesto diputado, he tenido, repito, una
consideracion que sabrá apreciar el congreso.


¡)Al considerar el número de los que profesan en esta cuestion
las mismas opiniones, he yisto, seiíores, que somos muy pocos:
es verdad que son tambien, puedo decirlo, de los mejores oradores,
de los mejores paladines del congreso: por consiguiente, no he
venido en su ayuda, sino solo para darles tregua y descanso en
esta tli¡;cu~ion, que parece ser empeñada.


»Todos los que como yo piensan en esta cuestion han em-
pezado sus discUl'sos protestando qúe no llevaban en ello nin-
guna mira de oposicion ministerial; que no son de ninguna ma-
nera hostiles al gobierno; yo tambien tengo que repetir esta
misma protesta.


))Señores, yo no lleyo ninguna mira hostil á las ideas del mi-
nisterio en todo lo que afecta á la gobernacion del reino. En
cuanto pertenece al sistema de su gobierno, considerado como
gobierno, ni mi car¡lcteI', ni mis principios, ni mis antecedentes,
ni mi temperamento, ni mis ideas podrian colocarme ahora en
una oposicion sistemática, euancIo la nacion necesita tanto de que
el poder sea robusto y fuerte: no, señores; yo tambien protesto
que no soy antiministerial; que no lo quiero ser; que probable-
mente no lo seré nunca. Para mi la oposicion, por brillante que
sea, ha perdido su efimera popularidad; para mí el ministerio es
hueno solo porque existe; y esta es una de las principales ra-
zones que tengo tambien para defender la integridad de la cons-
titucion de 1837. Es una razon análoga á la de por qué soy mi-
nisterial, porque lo existente para mi es digno de respeto. Por eso,
señores, mi ministerialismo no es adulacion; no se lo manifiesto
á los señores ministros para adularles, no para captarme su be-
nevolencia.


)) Yo no sé si es lisonjera una situacion política en que la opo-
sicion no se atreve á serlo: yo no sé si es lisonjero el estado de
una nacion cuando hombres leales y de conciencia que pudieran
tener algun motiyo para censurar los aétos de la adminisLracioIl,
se resignan, callan y prefieren ahogar las diferencias y discre-
pancias que pudieran tener con el gabinete al interés pI'OCO-




70 DISCURSO CONTRA
munal, al bien de la nacion y del reino. En esto no se entrevee
nada de lisonjero; y más bien liene las apariencias de una resig-
nacion pl"I!(lente que de una aeeptaeion entusiasta. Pero, como
quiera que sea, apartada la cueslion política; apartada la cues-
tion de reforma del discurso· de la Corona, no sel"Ía yo quien
apro\eehase los flaneos que ú la eensura presenta el gabinete. No
solo no le haria UIla ()po~icion facciosa, pero ni aun sistematica.
No seria yo (púen le escatimara los presupuestos ni le negara
las aulorizaeiones para plantear las leyes necesarias; por el con-
trario, apoyaria con mi débil YOZ todas las medidas de gobierno
que necesite y demande.


»Pero, como quiera que sea, tampoco yo tengo la culpa de
que los señores ministros hayan herho euestioIl ministerial la cues-
tion de refo)"ma politica, de reforma eOIlstilueional, planteándo-
la resuelta, inexorablemente, sin ambajes ni circunloquios en
el discurso de la Corona, y prejuzgandola de una manera que
no se puede intentar el apartarla de la diseusion sin contrariar
al gabinete: no es esto culpa mia, señores, ni lo es· de la opo-
sieion.


» y no debia de ser así la euestion de la reforma constitu-
cional; no debia de ser cuestion de gabinete, porque es más
alta, y no debia de estar en el discurso de la Corona tan defini-
tivamente pn'ljuzgada, porque los miramientos y consideraciones
que pueden tenel' los hombres ele lealtad y de conciencia res-
pecto de las cuestiones de gabinete 1 que al fin no pasan de ser,
con más ó menos importancia, cuestione~ de circunstancias, no
pueden tenerse respecto de la ley fundamental, (Iue está más
alta que tocIas las eueslione¡.;, más alta que los partidos, lan aIta,
tan trascendental, tan importante como el Trono, porque el Trono
tamhien está consignado en la conslitucioIl.


»Pero ya que ha sido as}; ya que lo que ha sido no puede de-
jar de ser, yo por mi parte doy grarias al ministerio por haber
planteado esta cuestion de ulIa manera que obliga tambien al
congreso a prejuzgada en la contestacion al discurso de la Co-
rona, sin necesidad de entrar en esa discusion borrascosa, en
esa discusion inmensa, en esa discusion cuyos pormenores me




LA REFORMA DE 1845. 71


estremecen y deben estremecer á todo hombre que medite pro-
fundamente sobre la importancia de poner al descubierto todas
las cuestiones que son, por decirlo así, los cimientos, la al'ma-
zon y fábrica del eelificio politico.


»)Esta cueslion así planteada nos ofrece la ventaja de resolverla,
como digo, préviamente, y saber si debemos llegar ó no á ella.
Esa cuestion ahora y en este parrafo nos ofrece un espedien1c
cómoflo para resolverla, por decirlo así, á gl'andes trazos sin cu-
tral' en la conveniencia ó no comeniencia de los pormenores de
los puntos indiriduaclos de una discusion arriesgada y compro-
metida.


»Si el (Xlllgl'eSO la desestima votando el púrrafo, nosotros: el
país habremos obtenido una gran ventaja. Si el congreso prejuz-
gitndola acoge favorablemente la reforma, señores, entonces tam-
hien me queda á mí la ventaja de no volver a lomar la palabra,
la de.habel' consignado mi opinion en esta discusion graye, pero
necesaria, que ha de dar por resultado la necesidad ó no nece-
sidad de la reforma.


» y hé aquí, señores, en el sentido en que apoyo el ,oto del
señor Istliriz:. aquí podrá ,el' el Sr. Bra ro ~Jurillo lo que sig-
nifica para mí sin ambajes ni reticencias, sin segundas inten-
ciones y con un fin recto, el 1'010 particular del SI'. Islúriz. Co-
lóqueme despues el SI'. Brayo Murillo, y colóquenos á muchos de
los que así pensamos en la categoría que gURtr del articulado
en que ayel' nos clasificó S. S.


»Dos cosas hay en el yoto del Sr. Istúriz: aplazar la cuestion,
aplazarla para el tiempó en que sea necesaria, y por añadidura
la necesidad de las leyes orgánicas. Señores, me parece que no
puede estar mús claro el fin que tenemos los que apoyamos e~te
voto, al menos yo por mi parle.


)JYo digo aplazar la euestion, porque cualquiera (Iue sea el
caracter del discurso de la Corona, y aunque los ministros sean
'responsables de las,palahras que han puesto en hoeade S. M., al
fin las ha pronunciado S. !\J., Y la conlestacion que ctehemos llar
al Trono se dirige. Yo, que como diputado y como particular
digQ á los señores ministros lisa y llana, pero modestamente,




72 DISCURSO CONTRA
que rechazo la reforma, como monárquico, cuando hablo al
Trono, hinco la rodilla en tierra y pongo los ojos en el suelo
para suplicarle que se digne aplazarla: eso es pam mi lo que
dice el voto del Sr. Istúriz; no convenir en la necesidad de la
reforma es aplazarla para cuando sea necesaria: seria un absurdo
decir lo contrario: la necesidad es la suprema ley; y cuando sea
necesaria la reforma, entonces podrá haeerse; pero es preciso sa~
ber, y es lo que yo quiero, cuando está probada la necesidad de
tocar a la ley fundamental.


))Por esto yo no \eo conlradiccion alguna en el párrafo: mi
opinion esplícita, yo creo que no puede. serlo mas, la he mani-
festado así, señores; y al manifestarla tan esplicilamenle voy
á hacer una confcsion, y es que al aplazal' la reforma de la
constitueion de 1837 yo no busco la popularidad; no busco las
simpatías de un partido con quien estoy reñido, y de quien estoy
~tlejado pOI' un abismo de sangre. No, señores; aunque soy jóyen,
la popularidad ha perdido para mí su brillo; yo no diré nada
que pueda halagar á las pasiones populares; no me yaldré - de
los argumentos que atraen las simpatías de los partidos anár~
quicos, .no. ~o diré que la reforma es liberticida y ataca las bases
del sistema representatho; no diré que Yamos á ser esclavos del
poder: no tomaré mis armas y mis colores en el arsenal de un
partido con el que no me pueden ligar ni mis antecedentes ni mi
porvenir.


))Podré decil' una cosa, y es que mis opinionei; teóricas, mi
sistema individual está muy distante de pertenecer á las ideas
populares, á lo que se llama popularidad; esta muy distante de
ser mi eonstitueionalismo rígido, un constilueionalismo teórico,
un constitueionalismo académico, por decirlo asi. En esa par-
te me lleYal'án "entaja muchos de los señores reformistas
sin duda. En constitueionalismo por respeto á lo existente, en
constitucionalismo por la santidad de la ler fundamental, no cedo
á nadie: yo seria muy republicano en los Estados~Uniclos, seria
muy monárquico en Prusia; aquí soy constitucional, porque es
la constitucion por la que "ivo; pero en mis principios, en mis
ideas, en mi sistema particular yo reconozco superioridad de li-




LA REFORMA DE 1845. 73
beralismo, ventaja de constilucionalismo en muchos de los refor-
mistas, sin escepcion del mismo Sr. Bravo Murillo, á quien
habré de contestar algunas yeces en la continuacion de mi dis-
curso.


))Por esta razon, señores, acaso porque los señores ministros,
porque los que han intervenido más en la cuestion de la re-
forma son más constitucionales, teóricamente hablando, por e~o
sin duda dan más importancia á la reforma, y más valor y con-
secuencia al efecto y resul!ado de la modificacion de tres ó cua-
tro artículos de la carla constitucional; á !llÍ para cuyas ideas
no es eso tan importante; á mí para quien, dadas las hases prin-
cipales del sistema representativo, las prerogativas del parla-
mento y las prerogativas del Trono, todo lo demás solo lo fundo
en los hombres que gobiernan y en las leyes que .ejecutan; no
veo yo nada en la cuestion de reforma más que los inconve-
nientes, más que las tempestades que van á surgir de su seno.


))EI primer inconveniente que se me ofrece á la vista, el primer
mal que yo veo en la discusion de esta cuestion de reforma, es
esto mismo que está sucediendo: como aquel filósof.o que pro-
baba el moYimiento moviéndose, así yo pruebo que es un in-
conveniente de la reforma de la constitucion esta division, que
partiendo del seno del parlamento habrá de infiltrarse necesaria-
mente en la sociedad.


))Señores, esto es un paso inverso en la carréra que debian
emprender todos los gobiernos una vez inaugurado el reinado
de S. ~1. nue"tra augusta Soberana. Colocados de una manera
estable en las condiciones del verdadero sistema representativo,
lejos de procurar hacer nuevas divisiones y nuevas banderías en
el seno del partido monárquico, la tarea de los hombres de Es-
tado, la de los hombres de génio seria forlllar un partido aneho,
estenso, dilatado, compuesto de todos los elementos que la misma
revolucion ha producido, en que cupieran todos los hombres cuyos
intereses y cuyas opiniones hubieran podido ser durante la revo-
lucion reyolucionarias, pero que despues de restituida la sociedad
a su aplomo debieron tornarse consen'adoras. Yo no tengo mas
que apuntar este pensamiento á la ilustracion de los sefiores minis-




74 DISCURSO CO~TRA
iros, porque ellos saben muy bien, saben mucho mejor que yo la
manera y la posibilidad de realizarlo; y emprenderán tambien la
no difícil y gloriosa tarea de reuni\' en derredor de las institu-
ciones, en derredor del gobierno, todos los elementos de riqueza,
de ilustracion, de inteligencia que existen en este momento en el
país, y que no deben ser hostiles al gobierno.


»Se habia andado algo en este camino, señores; estos olemontos
so agrupaban en derredor de la constitucioIl de 1837 lal como
existe, con todos sus defectos, con todas sus impe\'feceiones; pero
se ha perdido mucho terreno, y yo me lamento sinceramente de
ello. Esta cuestion, lej6s de agruparlos y onsanchar 01 circulo de
nuestro partido, le divide más, lo di vide doméstieamente; nosotros
creamos un partido del mismo partido monárquico; nosotros da-
mos una nueva bandera; digo esta ospresion, señores, coil toda
conciencia, una bandera. Y no esque yo tema da\' hamlera á los
facciosos, no, señores; yo ya sé que los facciosos y los asesinos vie-
nen sin handera como los salteadores de caminos; ya sé que no la
necesitan, ni pretesto siquiera. No os á esos a quienes ;temo yo se
dé bandera y enseña que no pretendon; á los quo yo no quiero
que se dé es á los partidos legitimos, á los partidos legales, a los
partidos justos, á los quo quedan, que están en la sodollad y hoy
ó mañana han de venir á representarse en el congreso; han
de venir por medio do las elecciones, por medio de la tribuna,
como ha dicho muy bien el Sr. Isturiz ayer, á ser gobierno y ú
ser mayoría. A esos es á los que no quiero yo dar handera de dell-
union y contraria á nuestros principios. A osos, vuelvo á decir,
que lienen que venir á realizar sus principios en una ley funda-
mental, cuando vengan, segun la teoría sentada ayer tan peli-
grosamente por el Sr. Bravo Murillo, á esos es ú los que yo
queria unir, tonel' estrechados, no darles, no ofrecerles el espec-
táculo de nuestra division y de nuestro fraccionamienl0.


»1\"0 importa que se me diga que esta dhision será momentá-
nea; no, señores: esta division pod I'á ser momentúnea aqui: nos-
otros nos podremos voher á unir, nos uniremos cntodas las cues-


, _ tiones ministeriales; en todas las cuestiones de gobierno; pero la
, ,'. herida de esta division penetrará en la sociedad, se hará sentir
~ ';.\
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, :- '-
"o, •


~L.I., .
. "




LA REFORMA DE 1845. 75
en las provincias, en los pueblos, domésticamente, entre los
amigos; sÍ, señores, esa herida no se cicatrizará, y si llega á ci-
catrizarse, señores, á la manera que aquellas heridas que se
resienten de la int,emperie, se resentirá esta cuando brame la
tempestad revolucionaria.


»EI Sr. Bravo MUl'illo ha dicho ayer"que para los que votába-
mos el párrafo del Sr. Istúriz era una cuestion de oportunidad, era
una cuestion de tiempo, y por consiguiente cuestion mezquina
la reforma de la consliLucion. No, señores: no una cuestion de
oportunidad; no la he abrazado yo en ese sentido; ya he dicho
cómo la habia abrazado. No se puede llamar cuestion de oportu-
nidad la que se ataca en el terreno que voy á hacerlo. No con-
viene esa palahra oportunidad al sentido que me mueve a hacer
oposicion á la reforma de la eonstitucion; me mueve a ello el
creer que es un mal gravísimo, un error, una torpeza; yo la ataco
de frente, no por el flanco como ha dicho S. S.; tampoco puedo
ser más esplícito y franco. No es cuestion de oportunidad, es
cuestion de que no se debe, de que no se puede; es cuestion de
inmutabilidad de leyes fundamentales; es cuestion del mal gravi-
simo que liay en tocarlas siempre.


Qué, señores, ¿las leyes civiles, el derecho comun, aquella
legislacion que arregla los derechos priyados y la fortuna de los
particulares, han de ser santas, han de ser inmutahles? Para re-
vocarlas, para ponerlas en otro órden se han de elegir comisiones
compuestas de los hombres más sabios, más entendidos en la
ciencia del Derecho, y ha de ser una ohra tan lenta, tan meditada
la de su reforma, la de su método simplemente, ¿y las leyes fun-
damentales no tienen justicia'? ¿Las instituciones no tienen pro-
piedad, no tienen posesion'? Qué, señores, ¿se ha de reparar tanto
en que una ley sobre los derechos de las familias, sobre las tu-
telas, sohre la posesion de las cosas no se viole, no se modifi-
fIue? Y las leyes fundamenlales que arreglan el ejercicio de los
poderes públicos, las leyes que arreglan la sucesion de la. Corona,
las leyes que disponen de la tutela v guarda del Rev menor las . '


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leyes que arreglan las prerogativas de los regentes, ¿,han de ser <i~}~,:.',:.
mudables á cada paso'? ¿Han de estar á merced del pensamien [ G~ f: ' ,


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76 DISCURSO CONTRA
voluble, de las pasiones movedizas, de las opiniones que todos los
dias cambian? Yo apelo á la conciencia del congreso; yo apelo
al buen sentido de todos los que me escuchan. ¿Yen qué época,
señores? Cabalmente en este siglo, donde 10cIos los sistemas polí-
ticos ca~nbian como los trajes; donde los homnres que eran ayer
fanáticos y apostólicos predican la democracia al volver de dos
años, ¿se quiere dejar las instituciones á merced de la volubili-
dad del espíritu humano? •


¡¡Señores, yo de mí sé decir que tambien tengo poca fé en las
doctrinas, que tengo poca fé en las teorías, que no . sé lo que
pensaré mañana, que á veces no sé lo que pienso hoy. En esas
grandes cuestiones, en esas cuestiones tenebrol'as en que se con-


. trovierten los intereses más importantes del género humano yel
ejercicio de los poderes públicos, mi razon, si la consulto, me da
por buenos los sistemas, me da por malos todos ellos: unas veces
me estremezco al leer la historia de los reyes; otras me horrorizo
al ver los escesos y los desbordamientos de las repllblicas. He
buscado muchas veces en mi razon un freno á la flaque¡~a de mi
espíritu, y no le he encontrado: he buscado en mi conciencia una
garantía contra mis opiniones, y mi conciencia no me la ha dado.
¿A quién he acudido? á la existencia, á la ley que he jurado: este
será mi criterio, mi ré", y de aquí no dejaré pasar ni mi inteli-
gencia, ni mi razon, ni mis pasiones.


»Lo demás, señores, .nQ es ley: lo demás son hechos, no son
derechos.


»Las doctrinas, la conveniencia, la utilidad, las circunstancias,
·los principios, todo eso que se invoca para la reforma, son acci-.
dentes. Las leyes constitucionales no pueden entrar en el terreno
de los hechos, no; es menester que estén, si tales han de lla-
marse, en el !eneno santo del derecho, del derecho santo, in-
mutable, imprescriptible. .


» Yo, señores, estoy muy distante de negar á las córtes con la
Corona, ¿ni cómo pudiera? la potestad de ,aria]' las leyes funda-
mentales. Sin duda alguna yo soy el primero á reconocer y aca-
tar esa potestad. Lo que las córtes con la Corona estatuyan, ley
será, y yo seré el primero á acatarlo humildemente, y acaso á




LA RtFORMA DE 1845. 77
defenderlo en este mismo sitio antes de mucho tiempo; pero no
es esa la cuestion: la cuestion no esta en este terreno, es mas aIta.
La cuestion no está en que lo que las córtes determinen y la Coro-
na sancione sea la ley: la cuestlon está en las leyes y en los prin-
cipios á que deben atenerse esos poderes constituyentes que han
de hacer las reformas, porque tienen leyes, tienen límites: aunque
tengan la soberanía y la omnipotencia, la soberanía y la omnipo-,
tencia no son la arbitrariedad, de ninguna manera.


» Y aquÍ, señores, yo tengo que protestar con todas mis fuerzas,
y quisiera unas fuerzas mayores que las mias para rebatir los
principios sentados ayer por el Sr. Bravo Murillo, porque me pa-
rece que en la fuerza de su improvisacion no se ha cuidado cier-
tamente S. S. de las consecuencias que se podian deducir do SUill
palabras y de sus aseveraciones. El fué, señore:;, el que ha pro-
bado ayer la injusticia y la sinrazon de la reforma: el Sr. Bra, o
Murillo. Él ha sido quien al esforzarse en demostrar la legalidad,
la potestad del parlamento, ha dado la razon de su injusticia.
El Sr. Drayo )Iurillo ha dicho ayer, si no me engaño (DO quisiera
interpretar mal las palabras de S. S.; no he visto el discurso
sino en los' periódicos cuando he querido examinarle detenida-
mente), pero nos ha dicho que nosotros podemos legalmente re-


• foemar la constilucion porque tenemos el poder, y que el par-
tido que Yenga Iras de nosotros por las urnas y por la voluntad
del país consignada constitucionalmente a ocupar este lugar, po-
drá con la Corona y con las mismas condiciones reformarla el dia
de mañana, porque podrán, y será ley lo que con eRas condiciones
determinen. Señores, esto no se concibe; esto para mi es un ab-
surdo, es una anarquía moral, es la anarquía del entendimiento:
yo no sé lo que son leyes fundamentales, no sé lo que son leyes
en este mundo, si estó es yerclad: esto es la imposibilidad del
órden, la instabilidad social.


JlCahalmente la razon de que esto no pueda ser así, la ha dado
el Sr. Bravo l\Iurillo. La razon de por qué otro partido no puede
deshacer lo hecho, es por lo que nosotros no podemos hacel'lo; Jlor-
que todos pueden, es por lo que no puede ninguno: porque pu-
diéndolo todos y deshaciéndolo todas las veces que pudieran, la




78 DisCURSO CONTRA
sociedad seria la anarquía, seria el caos. Ley fundamental quiere
decir que hay un punto en que todos los que pueden legalmente
traspasar ese terreno se obligan á no traspasarle y a no tocar esas
instituciones. Esa es la razon; lo que nosotros podemos hacer no
debemos hacerlo porque lo pueden lodos.


»Y hé aquí, señores, presidiendo á la inmutabilidad de las le-
yes fundamentales al principio mas sencillo de la justicia en la
tierra, uno de los axiomas del derecho que debe saber S. S.: « lo
que no quieras para tí no lo quieras para otro.» Este es el fun-
damento de las leyes. Por lo mismo que no pueden los otros ha-
cerio, por esto mismo no podemos hacerlo nosotros.


»Vuelvo a insistir, seíiores. El Sr. Bravo l\Iurillo ha dicho que
si mañana el partido progresista, el partido que se décora con
ese nombre, y yo añadiré tambien el partido estl'emo, el partido
exageradamente democnltico, viniera al parlamento, podria quitar
el veto y anular la monarquía; podria negar la sancion á la
Reina de acuerdo con la Reina misma. No, señores, no podria;
yo me rebelo contra eso y contra la opinion del SI'. Bra\o Mu-
rilIo, por muy respetable que sea. Algun dia, señores, la revo-
lucion lenntan't testimonio de estas palabras, y entonces com-
batiré la anarquía con mi protesta y mis principios. Si un par-
lamento viniera en que se privara á la COl'ona del veto, se anu-
laria la monarquía; porque la Corona sin velo no es monarquía;
si le quitat'a la facultad de disolver las e6rtes, tambien anulaba
la monarquía; 'si le quitara la sancion (le las leyes, tambien la anu-
laba. Si viniera un Parlamento que quitara á las camaras la ini-
ciatha de las leyes y la facultad de votar los presupuestos, des-
truia la representacion nacional, y esto no lo pueden hacer los
partidos, porque a los cuerpos físicos les esta prohibido el
suicidio.


»Se me dirá a esto, señores, que se trata de las reformas ra-
dicales, de las bases mismas de la eonstitucion, de las bases
mismas del sistema representatiyo; pero aquello que no es eons-
titucion, que aquellos articulos que son, por decirlo así, regla-
mentarios, pueden reformarse, porque no tienen esta santidad,
esta inmutabilidad: pero ahora bien: ¿quién es el juez en esta




LA REFORMA DE 1845. 79
,


('w~stion? ~osotros debemos suponer, aunque no sea verdad, que
todo lo que esta escrito en la ley fundamental es fundamental,
porque desde el punto que quede consignado que se pueden mu-
dar todos los rIias á pretesto de reglamentarios algunos artículos,
llegará un partido que digá que es reglamentario y modificable
el artíeulo que dice que la Beina de las Españas es Doña Isabel 11.


»)IIé aquí, seriores, cómo el Sr. Bravo Murillo, confundiendo
la potestad del parlamento, con los deberes del parlamento, ha tmi-
do la cuestion desde el terreno de la justicia, al terreno de la fuer-
za; y digo fuerza, porque un parlamento respecto de otro parla-
mento, un partido respecto de otro partido, son individuos, y lo
que hacen lo hacen por la fuerza, que fuerza es lo que hacen por-
que pueden.


»)Por eso, señores, hay una estipulacion santa de todos los
partidos, hay una cosa sobre la cual han transigido todos, y han
dicho: «de aquí no pasaremos; esto lo respetaremos todos; de este
CÍrculo nadie saldrá. « El Sr. Bravo Murillo sin duda no consideró
legales estas razones porque los poderes constituypntes no tienen
tribunales, porque no hay fuerza que mande sobre ellos. Es ver-
dad, señores; por eso las leyes son santas; por eso, como no hay
poder en este mundo sobre rsos poderes, nosotros ponemos por
testigo al cic'lo; por eso esta ahí ese Crucifijo; por eso se jura, y
la sancion (¡ueda en el fondo de la conciencia íntima; por ~so
los reyes -ponen la mano sobre los Evangelios; por eso los repre-
sentantes de los pueblos se hincan de rodillas delante de todos;
por eso decimos que cuando traspasemos esos límites, Dios nos
confunda; y por eso Dios nos confunde; porque la Providencia,
que es la lógica y el órden eterno, para castigar las infracciones
de la moralidad tiene verdugos encargados de la justicia, y estos
verdugos son las reacciones y los trastornos de los pueblos.


))Esta es, señores, la cuestion: el hecho ó el derecho; la jus-
ticia ó la injusticia; la incertidumbre contínua ó la estabilidad; el
órden ó la anarquía; mis principios, los principios con que com-
bato la reforma, ó los principios del Sr. Bravo l\1urillo, que no
me atrevo a creer que sean los suyos. Esta es la cues!ion: yo
no tengo fuerzas para levantarla; pero yo con toda la vehemencia




80 DISCURSO CONTRA
de mi corazon, con toda la sinceridad de mis intenciones, invoco el
testimonio del congreso y de todos los señores diputados que ven-
gan detrás de mí para que así la consideren, y no la reduzcan,
como ha eslado hasta ahora, á los términos de una cucsLion de ga-
binete, á' una cuestion ministerial, á una cuestion forense. ~o, se-
ñores, que es cuestion de porvenir, de moralidad; cuestion in-
mensa en que está comprometida la tranquilidad púJ)!ica de la
sociedad futura.


» Yo, señores, cuando me he decidido á romper con las opinio-
nes de los amigos mios, porque tengo la desgracia de verme se-
parado de aquellas personas a quienes mas queria, á quienes es-
taba acostumbrado a respestar, ú quienes toda mi vida mil'aré y
respetaré como á superiores, lo he hecho por un sentimiento
profundo de moralidad, de religion, de pon enir de mi patria, que
le he soñado glorioso, feliz, de union para-lodos los españoles.


)lEn ese lerreno he colocado yo la cuestion de reforma consti-
. tucioÍlal: es menester que nosotros nos elevemos un poCO'; que no
somos jurisconsultos, que no somos legisladores ordinarios" que
somos poder constituyente; que al decidir la cuestion decidimos
una cuestion de pon enir, porque no se hace solamente para esta


• época,
»Señores, habiendo hablado con tanto entusiasmo de la consti-


tudon de 1831, puede ser que se creyera que era para mi una
cosa ,eneranda, respetabilisima, sagrada~ como obra de los hom-
bres, y que yo la tenia un cariño entrañable,


»No, señores; sin duda ninguna no está en consontancia con la
mayor parte de mis ideas, Porque es la ley existente del Estado,
la defiendo como defenderia el estatuto, como dcfendeI'Ía la ins-
titucion republicana de cualquier país porque es ley. Pero tam-
poco he podido ver sin cierta especie de desagrado, por lo mismo
que eslaba en la obligacion de defendel'la, el que se haya (pOI'
decirlo así) baldonado la constitucion de 37, haciéndose la
historia de sus vici~itudes, de su origen. Señores: á mí me im-
portan poco los orígenes de 1<1 S cosas; no llay cuestion mas
ociosa ·para mí en este mundo, El Sr. Collantes, el señor
Bravo Murillo, personas de toda mi antrnc¡on y . aprecio, y otros




LA REFORMA DE 1845 .. 81
srñoi'es, han hablado aquí del orígen bastardo, del orígen ilegal
do la cons litucion de 1837. Ya he dicho qve yo no voy al orígen de
la constitucion. en hombre puede ser el fruto de un crÍmen, de
un adulterio, de un incesto, y sin embargo su ofensa será un
delito, su a~esjnato un crÍmen. La vida de ese hombre puede ser
preciosa. E~e hombre puede ser un santo, un mártir, un héroe,
un filósofo. En las constituciones succ(le lo mi.smo que en las di·-
nasUas; no hay conslilucion que no haya empezado por una re-
'vuelta; no hay dinastía que IlO haya empozado por una usurpa-
cion, por una conquista. Si fuésemos á buscar el orígen de todas
las constituciones, vel'Íamos que no hay ninguna en Europa sin
su motín de la Granja. .


» Pero permílascme enumerar, como se ha permitido á otro~ que
la han atacado, los altos títulos y la santidad de esa ley. Cual-
quiera que hubiese sido el orígcll de aquella ley; cualquiel'a que
hubiese sido la legalidad de la asamblea que la decretó, sin du-
da.aquella asamblea fué pt'Udente; sin duda ninguna se contno
en los límites que les señalaron sus ilustrados indiyiduo~; sin
duda ninguna no exageró el principio que le habia dado el ori-
gen. Aquella asamblea restauró la monarquía; la cOllslitucion
de 1812 que regia entonces la habia abolido. El yeto, la saneion
Real, la prel'ogatiya de disolyer las córtes que se dió á la Coro-
na, restauraron el Trono. Verdad es, señores, que quedaron de-
positadas, como un cimiento de reroluciones, una porcioIl de ideas
a1larquicas, de Jos principios que entonces hullian en el seno de
aquella sociedad. ¿Pero cl'eerán los señore:-; que predican la re-
forma que no han de quedar principios anárquicos en la constilu-
cíon reformada? ¿Creerán que cuando ycamos la constitucion re-
formada, dentro de diez <Í doce años, no nos hemos de admirar
nosotros mismos de que hayan eomignado algunos de los seJ10res
que pasan por hombres do gobierno, las contradicciones 'con los
mismos principios monárquicos que quedan ·locla ría en esa obra?


»Sí, seíi~res; noi' hemos ¡Je admirar todavía. Yo pudiera seña-
lal' algunas, pero es tarea muy pesada. Nosotros mismos nos he-
mos de reir de nuestra obra considerada filosMicamente, como
nos reimosahora de los constituyentes de 1812, que en una mis-


TOMO III. 6




82 DISCURSO CONTRA
ma página pusieron la soberanía nacional y el derecho diyino in-
vocanflo la Santísima Trinidad. De estas contradicciones se habrán
de encontrar en la constitucion reformada. Como quiera que sea,
la Corona la aceptó: señores, ahora decís que quel'eis quitar el
preámbulo; y ¿qué importa, señores, el preámbulo cuando ha
queda'do la historia? ¿Borrareis de la historia los hechos? ¿ Bor-
mreis los heehos de aquel dia? ¿Borrareis las palabras que S. 1\1.
pronunció al aceptarla? ¿Borrareis eso? Eso quedara consignado;
eso lo sabrán los pueblos; lo han sabido ya; no puede dejar de
~er lo que ha sido. Eso no vale la pena de quitarlo. Sin embar-
go, senores; aquel fué un gran dia; yo me acuerdo de él. La na-
cíon salia de una erÍsis; el Trono salia de un peligro; todos los
partidos se hallaban representados en la nueva constitucion; era
una transaccion comun, un preludio de paz y reconcíliacion.


)) tos emigrados {Jue estaban en FranCÍa, en Inglaterra, ·en el
Peñon de Gibraltar, iban á volver á su patria. Los amigos se es-
trechaban en la calle; la Reina era llevada al santuario de las le-
yes en triunfo y con aplausos de lodos, por un mar de. pueblo en
el que iban á confluirse los torrentes de todos los partidos, que
aquel SUCCSLJ \oh ia á unir. Era un gran dia, sellores; yo me acuer-
do de él, de aquel dia de la inauguraríon (le la constitueioIl.
Uespues la aceptamos, la juramos todos; los emigrados, los que
estaban eIl el destierro entonces no dijeron que era mala. La ju-
ramos; fuimos con ella diputados, fuimos ministros, tm imos fun-
cionarios públicos que la juraron; la juró el pueblo, la juró el
ejército al frente del enemigo; la juraron aquellos soldados que
mas larde se retiraron a sus casas y volvieron á ellas con el eeo
de la constitucion del 37, con aquel eeo con que habian sido he-
ridos y ll1uliladoi\. ¿Reformais ese sentimiento? ¿Reformais esa me-
moria? Des'Imes que los monárquicos constitucionales la juramos,
\ inieron y la aceplaron los carlistas, que tambien son españoles.
Hubo el dia de Yergara, y en aquel dia, a la sombra de la bandera
de la constitucion de 183'1, descansaron los ejércitos beligerantes.
Tambien fué gran dia aquel. Reformad lo que querais; pero no en-
eonlrarcis en ninguna constitucÍon de Europa una pagina mas
bella que aquel magnífico acontecimiento.




LA REFORMA DE 1845. 83
»Despues vino setiembre: y ¿con qué combatimos á la revolu-


cion en setiemb,'e? ¿Con qué combatimos la usurpacion entroni-
zada? ¿ Con qué principios combatimos la deslealtad de un per-
juro? ¿Con qué principios defendimos la conculcacion de las le-
yes? Primero asegurando que no habia sido (poniendo por testigo
al cielo) nunca la intencion del parlamento ni de la Corona vio-
lar la ley fundamental en el articulo que tomaba por pretesto la
revolucion ; que no habia infraccion de la constitucion, Yo me
acuerdo del1. o de setiembre; yo tambien, no caudillo, sino po-
bre soldado de un grande ejército, recogí en la derrota una ban-
dera, y tres ó cuatro más ocupamos una altura para ver si po-
diamos reunir nuestro partido. Esa altura fué la redaccion de un
periódico: y ¿cuál fue nuestra bandera entonces?


)JEra la constitucion de 1837 íntegra; nosotros no dijimos que
era anárquica, que se debia reformar, no; que no habia sido
nuestro intento reformarla. Y todavía vino octubre, y los sucesos
de octubre son un borron del poder de aquella época, 'porque los
sublevados de octubre no iban contra la constitucion , iban solo
contra una persona. Fué tiránico el poder porque fué una revolu-
cion personal; por eso acusamos al poder y le llamamos tiránico
r sangriento; por eso aceptamos las víctimas de aquel dia, víc-
timas que murieron diciendo: j Viva la constitucion! Por eso algu-
nos de los que entonces huyeron de aquel sacrificio cruento votan
conmi,go como un eco que sale de las tumbas de los mártires de
octubre,


ljY des pues de aquellas escenas terribles, la conducta del re-
gente fué un delito, porque queria ir' contra la constitucion, que-
ria reformar un artículo solo, y esto bastaba.


))Señores: por muy prevenidos que ahora estemos, como debe-
mos estarlo, contra los revolucionarios de las calles, los revolu-
cionarios asesinos (y vuelvo á protestar que para esos no hablo
porque son enemigos mios, son enemigos de todo gobierno, son
facciosos, y á esos no se los ataca con otI'a bandera ni con otros
principios que el cafion y el cadalso), no olvidemos al partido que
se unió á nosotros en aquella lucha, el partido legítimo a quien
nos abrazamos; á los que se reunieron con nosotros para hacer la




84 DiSCURSO CONTRA
guerra al poder ilegítimo de entonces no les dijimos que iba á re-
formarse la constitucion. Si lo hubiéramos dicho, acaso no nos
hubieran seguido. Y aquÍ creo muy del caso repetir aquellas pa-
labras del elocuenle discurso de un dipl~tado por Vizcaya, el so-
ñor Olano: «Lo que prometo á los enemigos cuando están con las
armas en la lUano, no dejo de cumplirlo cuando estún des-
armados.»


llTodaYÍa, si des pues de aquellos suce~os hubieran pasado mu-
chos años; todavía si se hÍJbieran modificado las condiciones de
la sociedad; toliarÍa si hubieran pasado otras reyoluciones; toda-
vía si hubiera otro reinado; toda, ía si hubiera otras eircunstan-
cías qu'e hicieran indi~pensable y necesaria la reforma; si hubie-
ran variado las bases de aquel eslado sodal, lodaYia po(lia po-
nerse en discusion si era útil la reforma de aquella ley que to-
mamos POI" bandera. ¡Pm"o si hace diez meses nada más; ~i re-
suenan toda,ia las palabras del manifiesto del Sr. Pidal; palabras
que leyó el otro dia el Sr. Posada Herrera; Si re:;ucna aquí en e,;-
tas bóvedas la graYE', la elocumte voz, la voz sincera del Sr. Mal'-
tinez de la Rosa, que dijo que todo lo quc cra mús ¡'t!lil de la COIlS-
tilucioll de 1831, que [0(10 lo que era menos de la constiluciOIl
de 1837 era un crÍmenl Hubo deRpues un moYimienlo centralista
con objeto de reformar la constitücioll: ¿con qué se combatió?
COIl la ley fundamental, con la ley aceptada por todos, con la


. constilucion de 1837. El proyecto de la junta centralista era re-
formar la eonstitucion del Estado, y por eso era faccioso. Sí, se--
ñores, no era ese el medio de conseguirlo, llienlo reconozco; pero,
sin embargo, los hombre" que fueron á hacer la guerra ¡l esos
facciosos, pue~ facciosos eran, ¿e¡ u(~ imocaban'? La conslitucioll
de 1837. A. los que iban ú comhatirlo.:.:, que e["an sus propios ami-
gos, se les dijo cspresamelllc, se les pl"Ollletió que no se haría al-
teracion en la cOllstitucion de 1837. Se hicieron solemnes estipu-
laciones, solemnes promesas. Los que combalieron las subleYa-
ciones centralistas, y algunos están a mi lado y votan conmigo,
combatieron por la constitucion de 1837. Todavía hubo sangre
para santificar la constitucioll de 1837; toda,ía hubo víctimas, y
todavía salió ilesa de ese ataque.




LA REFORMA DE 1845. 85
»Disimúleme el congreso que me haya detenido más de lo que


pensaba en estas esplicaeiones, porque he querido I)lanifestar lo
que ha valido, lo que ha costado la ley politica que tan ligera-
mente se quiere reformar; y téngase pr~sente, señores) que he di-
cho no estaba teóricamente entusiasmado por ella, porque no está
hecha con mis principios, con los principios de nuestro partido.
Pero no olvidemos que lampoeo está hecha con los principios del
011'0 partido; no esta hecha con los principios de ninguno; está
hecha con los de lodos, y por eso es buena; p(}r eso no puede ser
perfecta, pOl'que no hay ningun partido que tenga el derecho de
perfeccionarla.


» Yo admito y comprendo los principios absolutistas, y en ese
caso, corno hay una voluntad más alta que da la ley, puede im-
ponerla a todas las fracciones polilieas; pero dentro de las condi-
ciones y de la teoria constitucional, no entiendo cómo á nombre
de la perfeccion que se cree existe en los principios de un parti-
do) solo se diga que esa es la perfeccion fundamental. Será la
perfeccion segun los principios de mi partido; pero la perfeccion
para el otro sera una constilucion democrática. La constilueion
actual no lenemós nosotros derecho á perfeccionarla. Esa!l8 la
ley de los gobiernos representativos; si eso es bueno, no lo sé;
pero eso es.


»Tal como es hoy la constitucion, es la representaeion de la
~oeiedad española con su soberanía por delante, con su yeto, con
t'3US principios anarquicos impracticables, con ot,'os principios que
no son anárquicos y. que no se han esperimentado porque no se
han puesto en ejecucion. Eso es la represenlaeion de la sociedad
española tal romo esta, tal como los amantes y profesores del·sis-
tema representativo deben concebir una constitucion, no como la
coneibo .ro. No seria así, si la hubiéramos hecho nosotros. Esa
constitucion no la ha hecho nadie; la ha hecho la reyolucion , y
por mucho que pugnemos contra esa palabra, en revolucion esla-:
mos todavía, y la conslitucion de 1837 es la representacion de
toda la época p.or que hemos atravesado; es una guerra dinastica,
es una cam paña desastrosa, una administracion desafortunada, un
motin, dos regencias; una, legitima, asesinada por la revolucion,




86· DISCURSO CONTRA
y la otra muerta por la revolucion tambien; un Trono que sale
ileso, una constitucion que sale ilesa como el Trono. Es verdad
que el Trono tiene 1400 años de antigüedad; pero,la constitucion
tampoco es nueva; es antigua, porque han pasado por ella los
acontecimientos de tres siglos; es antigua despues de santa.


llSeñores: yo no creo sin embargo, que la constitucion sea eter-
na, que la constitueion sea inmutable, que la constitucion no sea
reformable, no, señores; estoy muy lejos de profesar este absurdo
principio. De ninguna Íl1anera. Las constitucione8 se reforman;
hay que reformarlas; y la de 1837 tendra que reformarse; pero
cuenta, señores, con que las constituciones solo se reforman cuan-
do hay una necesidad absoluta de ello. Yo me alegro de que los
señores ministros den muestras de que existe esa necesidad, por-
que cabalmente el convencerme de eso es lo que me falta para
votar por la reforma.


) Yo bien sé que las constituciones tampoco se reforman por
lo general parlamentariamente. La reforma de las constituciones
los pueblos y los escritores públicos han solido llamarlas revolu-
ciones ; pero tambien algunas veces se hacen parlamentariamen-
te, y sin duda ninguna pueden hacerse en el seno del parlamen-
to; pero es cuando las necesidades se sienten, cuando los partidos
se unen para realizarlas. Nosotros tenemos un ejemplo, sin salir
de este salon, de cómo se reforman las leyes constitucionales. El
ejemplo es la declaracion de la mayoría de la Reina. Cuando la
necesidad es apremiante; cuando está en el deseo de lodos; cuan-
do se reunen en la asamblea lodos los partidos y al procederse á
la votacion solo cuatro discrepan; cuando á cada voto que se dá
hay un clamoreo y ,ivas; cuando el eañon truena fuera del con-
greso para anunciar á los habitantes que aquella necesidad está
satisfecha, y al oirle se hincan de hinojos para dar vivas á la
Reina, entonces se modifican las constituciones. ¿Pcnsais refor-
mar así la constitucion de 1837? Aguardad; tiempos vendrán que
hagan sentir la necesidad de la reforma, y entonces se ha:rá como
he dicho. Pero no se puede contar la vida lenta de los pueblos
por las péndolas "de los bufetes ministeriales.


))Tambien las constituciones se reforman por golpes de estado;




LA REFORMA DE 1845. 87
sí, señores; hay épocas en que esto~ golpes se dan porque hacen
que para el poder constituyente sea fácil esta reforma, r es legí-
timo. Yo no temo decirlo aSÍ, porque no temo aventurar ninguna
teoría, pues se esplican [odas. Hay, señores, época~ en que de la l
manera es!im relajados los vínculos sociales, en que están tan
corrompidas las soeiedade~, que la parle sana de esta se encarna
en los reyes, que son los representantes del Estado, y entonct's
ellos ejercen el poder constituyente. Pero golpes régios que ema-
nan de la sola yoluntad de los reyes, de reyes adultos y fuerte~, y
no golpes de estado lIlinisteriale~. Estos no los hay, ni parla-
mentarios tampoco.


»Esto no lo digo por alusion ninguna; pero, sin embargo, al
hablar de golpes de estado parlamentarios, he querido y quiero
refutar la opiníon de aquellos que dicen ({ue la reforma de la
constilucion debia pasar sin discusion, y que pues uno de los pe·
ligros que vemos en la reforma es la discusion, estaba en nuestra
mano eYitar es~e inconveniente, no discuti('ndola. Cabalmente si
uno de lo~ peligros que tiene el plantear la reforma es la necesi-
dad de la discusion, peor seria si no se discutiera. ~Ias grare in-
conveniente hay en que no se discuta, porque entonces pareeeria
una protesta silenciosa de la minoría; pareceria una resignaeion
triste y forzada; parecería que no se habia tenido libertad para
diseulir, y llevaría la reforma laB desventajas de parecer produclo
de la violencia de una faecion tiránica ó de una coaceion moral, )
esto no es verdad: la constitucion reformada en su dia, no debe
tener la apariencia de haber sido protestada silenciosamente, si no
que debe llevar el testimonio de la discusion, porque la discusion
es el testimonio de la conciencia y de la libertad. Los inoom e-
nientes de la diseusion, ¿los ha considerado el gobierno'! La dis-
cusion (lo todos los principios constitucionales es en si misma una
revoluciono Sin duda ninguna que lo es.


)lEsa diseusion debe ser larga, debe ser estensa, debe compren-
der todos los puntos de la organizacion social; deben traerse á
discusion todas las grandes cuestiones que surgen y palpitan den-
tro de la misma sociedad. Todos los intereses, todo el edilicio ~o­
cíal queda, como he dicho antes, en descubierto. Esta idea sola-




88 DISCURSO CONTRA
mente me estremece. Por la discusion de la reforma de la ley fun-
damental se llegara al senado. ¿ Será posible tratar del senado
sin Imantar la gran cuestion de la aristocracia, y [raer con ella
la de las vinculaciones? Y estas solas cuestiones Jiueden dar ma-
teria para una discusion sumamente grave. Llegaremos a la cues-
[ion de regencia, seI1ores, y entonces ,enelra aquí la odiosidad de
las cuestiones de las líneas esduidas, y otras todayía mús perso-
nales y más indb;cutibles. Y yendrá aquí la cuestion del jurado, y
wndra aquí, por mi inflexible círculo Yicioso, la cuestion del ca-
samiento, que se ha querido eYitar con el artículo reformado: iY
hemos de traer á plaza á este congre~o ellalamo de la fieina! ¡Ah,
señores! Es muy fácil decir en la espansion de la amistad, decir
en un corrillo, y entre nosotros familiarmente, que no se puede
discutir y que no se debe discutir la reforma. Sí , seI1ores; pero
despues, cuando se tratan sél'iamente los negocios pú~ljcos; des-
pues, cuando se traen á la arena del parlamento las euestione5
más trascendentales de política, no se puede, no, señores, por de-
coro nacional, por decoro del partido mismo, no se puede someter
ninguno de los partidos á una yotacion de gesticulaciones mudas;
no se pueden pasar en silencio las cuestiones más graves y tras-
cendentalesque pueden someterse á la deliberacion de los hombres.


})Hé aquí puesto el proyecto de reforma en esa triste alternati-
,a: en los peligros de la discusion yen los inconvenientes y pe-
ligros, todavÍa mayores, dé la ho discusion. ¿Cual es el espediente
que queda? El que nosotros proponemos, señores; el aplazar la
euestion de reforma, el no discutirla, el no proponerla. Y toda-
,ía, se!lores, ya que los ministros no han considerado estos in-
convenientes; ya que no han temido abusar de aquella longani-
midad del partido monárquico, contra la cual han declamado tan-
tas Yeces y con tanta razon, todavía noso[ros, que no hacemos
cuestion ministerial de esta euestion política, podríamos aceptar,
y sin duda aceptaríamos sin ella, el ministerio actual, y no seria
cuestion de gabinete para nuestra conciencia, porque la cuestion
política no es la gobernacion; la cuestion política no es el gobier-
no. Nosotros no vemos necesidad ninguna; nosotros no yemos uti-
lidad alguna; nosotros no yemos medio alguno de gobierno dado




LA REFORIIlA DE 1845. 89
al gahinete por esa reforma. No yemos, no solo ninguna necesi-
dad, sino ningun resultado que valga la pena de una discusion de
dos horas; porque si la necesidad se me probara, desde luego,
desde aquel momento, he dicho que la votaria, pues lo contrario
seria un absurdo.


)) Pero digo que veo la inutilidad polítiea: porque ¿qué se ade-
lanta con la reforma? ¿qué sc adelanta con las que se proponen en
la conslitueion? La reforma del senado, ¿ereará aristocracia en el
país? ¿Hará variar los indh icluos que han de ejercer el poder po-
lítico ep la segunda cúmara? ¿Hemos de ir á buscar los lores de
Inglaterra ó los pares de Francia? No, señores: entre esos niismos
hombres que hasta aquí elegirá la Corona, sin duda alguna, y el
poder político de la st'guncla cumara, halm't de quedar depositado
en las mismas manos que hoy dia lo ejercen. ¿Le da la reforma
algun medio de gobierno al país? ¿Le da algun medio al ga-
binete?


))Señores, ayer se nos esplicaron aquí dos doctrinas entera-
mente ~ontradidol'ias por individuos que sin cmbargo se apoyaban
uno ti otro en lo que decian. El SI'. CoIlantes decia que no podia
hacer la reforma sin las ley~s orgánicas y, sin embargo, aporaha
aquella, yel Sr. Bl'a\o ~lurillo, apoyando, segun decia, las ideas
del SI'. Collante~, nos decia que las leyes orgánioas eran entera-
mente inconexas con el sistema político; y que porque huhiera
reformas en la hacienda y en la administracion, y estas cobraran
vigor, no se alteraban las oondiciones políticas de la ley funda-
mental ni el ejercicio de los poderes públicos: que el senado
quedaria lo mismo, aun cuando se alterasen ciertos artíoulos de
la ley fundamental. ¿Y qué prueba esto, señores? Lo que nos dijo
S. S., y digó ro: que ningnna cone'í:ion hay entre la constitu-
cion y las leyes orgúnieas: que la eonstitueion no da ningun me-
dio de gobierno al que ejerce el poder, porque es enteramente
inconexo uno con otro. Y esto es una yenlad; pues la con:-;titu-
cion no es más que la ley dc aeeion de los poderes públicos.
Con cOIlstitueion puede habel' leyes orgúnicas muy democráticas,
así como puede haberlas más restrictivas que en la monarquía
más pura. Con la constitucion, reformada y sin reformar, puede




90 DISCURSO CONTRA
haber un déficit inmenso, así como puede haber buen sistema de
hacienrla. Con la constitucion puede haber jefes politicos ilus-
!t'ados, ó autoridades despóticas. Las leyes orgánicas son inde-
pendieI1les enteramente del código fundamental, yen el momento
en que las leyes orgánicas que el gobierno está I'i'suelto á pedir
al congreso estén autorizadas por éste, el gabinete podrá dispo-
ner de todos lo medios que sean necesarios para gobernar; y ~i
no gobernase, ~J'ia porque no podria gobánal' con ninguna cons-
titucion ni reformada ni sin reformar, so pena que no haya com-
prendido cómo se gobierna.


» y aquí, señores, tengo tambien que contestar á otro de los
argumentos que en este recinto se ha hecho para prueba de la ne-
cesidad de reformar la constitucion. Es á saber: que habiendo
sido violada, habiéndose esperimentado que muchas y repetidas
veces los diversos gobiernos que se han sucedido no han podido
gobel'Ilal' con ella, es precisj), pal'a que la ley fundamental sea una
verdad, que se ponga en armonía con las necesidades de todo go-
bierno, para que no sea un embarazo al poder ejecutivo: Asi se
ha dicho, y por cierto que no es nuevo; pero esto cae por su pro-
pio peso.


»En primer, lugar hay mucha exagel'aeion en lall \iolacíones
de los artículos y en los cargos que se han hecho' á los go-
biernos acerca de haberla violado. Los artículos de ella, unos hay
que han estado siempre en desuso, y otros no se han practicado
nunca; pero no han sido muchos los violados é infringidos, y en
esto hago justicia, no solo' al gabinete actual, sino á todos los
demás.


»Siempre me tendrán á su lado en esta cuestion, siempre les
defenderé con mi débil yoto y con mi humilde palabra cuando se
trate de hacerles cargo de que han traspasado la valla de la le-
galidad: pet'o cabalmente los articulos sobre que versa la re-
forma ..... (I pel'mítame el Sr. Pre~idente con su indulgencia que
pase algo más allá del pánafo que se discute, porque la cuestion
de reforma eiSta entablada; yo tengo que hablar acerca de ella, y
no podré hacerlo acaso en otra ocasion, porque estoy persuadido
de que ha de yotarse este párrafo.) Decía, pues, que la mayor




LA REFORMA DE 1845. 91
parte de los artículos cuya necesidad de reforma se inculca, ja-
más han ofrecido obstáculos ni se han violado jamás por nin-
gun gobierno; y al mismo tiempo se pretende reformar otros
que jamás se han observado, como el principio de la inamovilidad
de los jueces, la presentacion de los presupuestos, las garantías
individuales. Pues en verdad que el artículo en que están consig-
nadas ha sido muchas veces violado durante administraciones,
que, como el otro dia ha dicho un ministro de la Corona, eran
más un estado de guerra permanente que un estado normal dc
administracion: pero con la constitucion reforniada, en la cual no
se reforma este articulo, ¿habn't un gobierno que responda de no
yolverle á infringir? ¿Habrá un gobierno que esté tan seguro del
porvenir que asegure que no tendra que apelar a medidas escep-
cionales, á medidas de rigor, a medidas de guerra que hace in-
dispensahles la presentacion de los facciosos en las calles pu-
blicas, y que no tend"á que pasar mil veces por ese artículo en
aquellos momentos supremos en que los gobiernos tienen que
prescindir de lodo para salvar al país? Con reforma y sin rc-
forma, por ese artículo habrán de pasar todos.


» y si no hay ese artículo que les ponga obstáculos, las circuns-
tancias diversas en que se encuentran las administraciones, las
crÍsis políticas y las revoluciones, que no se presentan siempre
con los mismos aspectos, pondrán a los gobiernos en el caso de
traspasar otros articulos, y de venir el dia siguiente á presen-
tar otra reforma constitucional por la necesidad en que se ha
visto de traspasarla.


»Pues, señores, si esto no puede pasar aSÍ, no debemos nosotros
dar este ejemplo; debe haber una inmutabilidad, una santidad en
las leyes, con la cual, sin embargo, los gobiernos pueden tener fa-
cultades discrecionales para mantener la seguridad pública cuando
ocurran necesidades apremiantes que se podrán acaso evitar, pero
no con reformas constitucionales, sino con huenas leyes, robus-
teciendo el poder civil, y'dictando aquellas medidas que más que
mi imaginacion el génio de los gobernantes sabra idear para re-
primir las turbulencias. Si eso no fuese bastante, todos los go-
biernos tendrán que salvar las formas cOllstitueionales, y presen-




92 DISCURSO CONTRA
tarse despues al parlamento diciendo: «Absolvedme, porque he
infringido la le~', pero he salvado a la patria.»


» y todavía, señores, toda vía pudiera ponerse mas cn relieve la in-
utilidad, la innecesidad de tocar a la ley fundamental. La reforma,
tal como la ha propuesto el gobiel'l1o, puede suceder que en la dis-
cusion indiyiduada de sus pormenores sufra modificaciones que la
alteren, y no cOl'responda y~ al pensamiento conque la presentaron:
y entonces, señores, ¿cual será el fundamento de esa reforma? ¿En
({ué estara moti rada? Si la organizacion del senado se alterase en
otro sentido; si la libertad tIc imprenta quedase esclusivamcnte
encargada al jurado; si el artículo del matrimonio de los reyes
sufriera otra nriacion; si la regencia se hubicra de conferir
en distinta forma, ¿qué quedaria de la reforma constitucional?
»~o descenderé yo á esas cuestiones, seiíores, porque me basta


apuntarlas; no descenderé ni ahora ni nunca; cuando se hayal). de
trat"ar me estremeceré; creeré que Hcilan los cimientos del edi-
ficio social; me figuraré que estoy en un edificio con las vigas
desencajadas, con las bóvedas abiertas, sin arcos, sin estr1J)o~, sin
pilares. Esa discusion me dará miedo; me dan'tn vértigos, y recor-
daré unas terribles palabras del Sr. Martinez de la nosa, que
como todas las de S. S., tienen la propiedad de grabarse estereo-
típicamente en la memoria, cuando dijo que (siemp\'e que se
toca á los fundamentos del Trono, vacila este y se resiente, aunque
se toquen para afir marle.» 1\'0 soy yo, seiíores, sino el SI'. ~IaJ'­
tinez de la Rosa, el elocuente orador del gobierno, el que lo ha
dieho. No descenderé nunca, repito, á esas cuestiones parciales,
y por eso he tratad-o la general en este párrafo del discurso, y
tambien la he tl'alado aquí porque en el mismo discurso se nos
dice que des pues (le discutida la reforma constitucional habremos
de dedicarnos á la discusion de otras leyes que el país necesita.


»No, señores, no puede ser eso; y esla es una de las razones
que tengo para oponerme á la reforma. La discusion de una cons-
titucion gasta á un parlamento, aunque sea de bronce; le deja
sin fuerzas y sin lida: le deja postrado. La discusion de la re-
forma, si se aprueba, proyoca necesariamente unas nuevas elec-
ciones; y entonces, señores, ¿qué leyes habremos hecho? ¿Qué ta-




LA REFORMA DE 1845. 93
re as de gobierno, qué obras, qué trabajos de aclministracion po-
dremos presentar á nuestros comitentes? ¿Todavía habremos de
salir de aquí los monúrquieos como en el afio 38, sin dejat' dotada
á la nacion con las leyes benéficas, con medios de gobierno que
puedan hacor la feliei(lail públiea? ¿Si entonces fué por repetidas
interpelaciones de una parte del parlamento, ahora por una gran
interpelacion política hecha por el gobierno? ¿Todayia al volyer
a nuestras easas dejaremos la hacienda asomada ~ la bancarrota,
dejaremos la adminstl'acion pública hecha un cúos, dejaremos los
presupuestos por hacer, dejaremos nuestras colonias en peligro,
dejaremos que los súbditos de la nacion espaiíola sean fusilados
sin volyer la ,ista a un pabellon que les proteja, ó echados á
pique, al frente de sus playas? ¿dejaremos que las dos provincias
que represento, porque así lo puedo decir, aquella en que he
nacido y aquella que me ha nombrado, estén incomunieada~ del
resto de la nadon por falta de caminos y de obras tublicas? ¿Qué
diremos á los electores? ¿Qué les dl'jamos? Doscientos senadores
,italicios, y principios ..... y una ley más perfecta, y unas nueyas
elecciones. jFllas nueyas elecciones! ¡Señores! la tela de Penélope
para los elegidos y el trabajo de Sísifo para los electores.


He dicho; y me recomiendo de nuero á la indulgencia del
congreso., de euya benignidad he abusado demasiado.»






GONZALEZ BRABO-


Al referir y comentar en nuestra Historia política y
parlamentaria de España el grave y famoso aconteci-
miento de la e~oneracion y acusacion del presidente del
consejo de ministros D. Salustiano Olózaga en 1843,
consignábamos los siguientes párrafos que creemos á pro-
pósito para introduccion de la biografía que, justos é im-
parciales como siempre, vamos á reseñar.


Indescriptible fué el efecto que la nueva de aquel
estraordinario suceso produjo en la capital yen los par-
tidos. La falta que se atribuia á su jefe incapacitaba ya
al progresista avanzado para continuar en el poder. La
nueva situacion correspondia ya de hecho y de derecho
al moderado por su influencia en las córtes, en el ejército
y en palacio.


Sin embargo, era muy fácil provocar una revolucion
con un ministerio marcadamente moderado, atendiendo
á. que los progresistas de todos los matices estaban otra
vez unidos, y contaban aun con el pueblo de Madrid, con
la milicia de todo el reino, con casi todos los ayuntamien~
tos y diputaciones provinciales, y con una oposicion en




96 GONZALEZ BRABO.
las córtes que podria convertirse fácilmente en mayoría.


Era aquella verdaderarnenteuila situacion de peligro:
se necesitaba para arrostrarla un hombre de ambicion y
de arrojo, que no vacilase ni retrocediese un punto al
acometer de frente á ]a revolucion, que se acercaba ya
osada y amenazadora, y que estuviese resuelto á atajarle
el paso, a unq ue para detenerla fuera preciso arrojarle
su propia cabeza.


Ninguno de los conservadores que rodeaban y aconse-
jaban á la Reina en aquellos momentos de con,fusíon, de
duda y de peligro, atrevíase á alargar la mano y coger
las riendas del poder, que yacian en el suelo. Ni Pidal, á
quien pertenecía como á presidente de las córtes el pri-
mer puesto en el gobierno dd país; ni Narvaex, que,
como capitan general de MadriJ y dueño de la fuerza, y
como personaje principal del partido moderado, debía y
podia encargarse del timon del abanclonado btiqúe, se de-
terminaban á navegar por el mar encrespado de la políti-
ca española, viendo el cielo cubierto de negras y espesas
nubes, precursoras de una tempestad que rugia ya no
muy lejos, infundiendo el espanto y el terror en los cora-
zones más enteros.


Un jóven se presentó de improviso, y abriéndose
paso por entre tantos personajes miedosos ó previsores,
llegó hasta las gradas del trono,. y con una audacia sin .
ejemplo, y una serenidad pasmosa, propia de un hOI11-
bre de estado, recogió del suelu aquel poder tan temido
y desdeñado de todos; y dirigiendo á los asombrados
circunstantes una mirada de aIti vez y superioridad, es-
clamó con voz resuelta y sosegada: • ¡La Reina sobre
todo! i O la 'revolucion Ó yo!»


A los tres dias atravesaba aquel jóven la plaza de
Oriente, siendo detenido su coche por los grupos del




GONZALEZ BRABO. 97


pueblo que le enseñaban los puñales entre furiosas ame-
nazas.


Aun recordamos, como si fuera ayer, su entrada y su
presentacion en las córtes, cuyas sesiones habíanse sus-
pendido unos dias mientras se confeccionaba el nuevo ga-
binete.


.


Vestido de negro, pálido, pero sereno el semblante,
con seguro paso y reposado continente, la encarnada caro
tera ministerial bajo del brazo, penetraba aquel jóven
audaz en el salon del congreso, y se sentaba en el banco
negro, atrayendo sobre sí las miradas de todos los dipu-
tados, dudosos aun de lo que veian, y desafiando con pro-
vocativos ojos y desdeñosa sonrisa las iras del populacho
que se apiñaba inquieto en la tribuna en ademan de pre-
pararse á vi as de hecho, segun lo indicaban sus entrecor-
tadas. y rabiosas esclamaciones, y sus gestos y amenaza-
dores ademanes.


Pero, ¿quién era aquel hombre que no temblaba ni
aun siquiera se conmovia al escuchar los rugidos de la
revolucion; que enarbolaba con fuerte brazo la bandera
de la monarquía ante las furiosas huestes de la democra-
cia; que asi cruzaba tranquilo y sereno el espinoso campo
de la política, cuando un paso en falso podia y debia cos-
tarle la cabeza?


¿Es que no la llevaba sobre los hombros? ¿Es que es-
taba ciego y no veia las chispas del volean revoluciona-
rio, próximo á desbordarse y á destruirlo todo? ¿Es que
estaba sordo y no escuchaba el rumor del huracan político
que silbaba por todo el ,reino, amenazando derrocar el
trono y socavar la ·sociedad hasta en sus más sólidos y
profundos cimientos? ¿Contaba tal vez el jóven ministro
de estado para luchar él solo contra la revolucion CiJn un
nombre glorioso, con antecedentes respetable~, con una
TO~!O III. 7




98 GONZALEZ BRABO.
de esas reputaciones adquiridas á costa de años y de ser-
vicios, suficiente á infundir un general respeto, á inspirar
una general confianza?


Nada de eso. Aquel jóven, casi desconocido en Ma.
drid, y completamente en toda España, era D. Luis Gon-
zalez Brabo: el procaz é incendiario folletinista de El
Guirigay en 1839, el agitador de las turbas en 1840, el.
tremendo oposicionista de la regencia de Espartero en
1841, el consejero político del ministro universal Serrano
en 1843; el ayudante de campo del general Narvaez en
el campamento de Torrejon de Ardoz.


NaLural era el asombro que á todos causó la súbita
elevacion de Gonzalez Brabo, cuyos antecedentes revo-
lucionarios no eran los más á propósito para servir de
garantía al ministro que ofrecia combatir á la revolucion,
inscribiendo en su bandera los principios conservadores.
Los injuriosos ataques del demócrata periodista 'á la Rei-
na gobernadora no eran ciertamente títulos de recomen-
dacion á los ojos de la Reina Isabel.


Sin embargo, nadie se acordaba entonces del pasado
del presidente del consejo. En aquellos momentos de
peligro no se buscaban antecedentes, sino hechos; no se
queria un nombre, sino una persona; no se necesitaba
una fama acrisolada, una reputacion sin mancilla, sino
un corazon que no temblase, un brazo que no se torciese,
una cabeza que respondiera de todo si la revolucion
triunfaba; y solo Gonzalez Brabo en tan apuradas cir-
cunstancias presentaba un corazon entero, un brazo in-
domable, y una cabeza á la que su dueño no ponia el más
ínfimo precio.))


Con estos párrafos que hemos creido oportuno repro-
ducir aquí, queda hecha la biografía de Gonzalez Erabo,
porque su elevacion al poder en 1844 revela las cualida-




GONZALEZ BRABO. 99
des que distinguen y han distinguido siempre al persona-
je de quien nos ocupamos: audacia, talento, valor, flexi-
bilidad.


Con semejantes dotes, que nadie ha negado ni puede
negar á Gonzalez Brabo, indefectiblemente habia de
ocupar una página notable como hombre político y ora-
dor parlamentario en la historia de los partidos espa-'
ñoles.


En los sistemas representativos en que las circuns-
tancias crean á los hombres; en esas alternativas políti-
cas en que el talento á veces es lo que menos hace falta;
en esos giros violentos de la fortuna en que solo se nece-
sita osadía para cogerse á su rueda, despreciando el
natural temor de estrellarse, hombres de las condiciones
de Gonzalez Brabo se abren paso fácilmente por entre
las medianías que los rodean; porque cuando el talento no
les basta para llegar al término de sus aspiraciones, vie--
ne en su ayuda la audacia, y empujados por ella suben
hasta la cumbre del poder ó de la fortuna.


Audacia y talento. Hé ahí las dos palancas para rc-
mover cuantos obstáculos impidan el paso de quien posea
tan estimables cualidades. Audacia y talento. Hé ahí las
alas con que Gonwlez Brabo remontó su vuelo á las
regiones del poder desde su aparicion en la eScena po-
lítica.


Háse acusado á Gonzalez Brabo del pecado de apos-
tasía, sin otro móvil para cometerle que el inmoderado
deseo de medro personal, atribuyéndolo algunos al des-
pecho de una ambicion no satisfecha, ó á la venta dc una
conciencia bien pagada. Como el norte de todos nuestros
escritos no es otro que la imparcialidad y la justicia al
juzgar á nuestros oradores contemporáneos, vamos á
reseñar ligeramente la vida política de GOn'zalez Brabo,




100 GONZALEZ BRABO.
escrita en sus mismos discursos, en sus hechos como go-
bernante, y de ella resultará que si en las evoluciones
políticas de este personaje pudo influir en parte la ambi-
cion, siempre inmoderada é impaciente en la juventud, no
dejaban de estar motivadas en la conviccion, en la espe-
riencia, en esas naturales y necesarias modificaciones
que sufre el espíritu humano en la edad de la reflexion
y del escarmiento.


Gonzalez Brabo, como todos los jóvenes de familias
liberales que despertaron de la infancia al estallar la re-
volucion de 1834, dejóse dominar por el entusiasmo pa-
triótico, por la exageracio.n de las nuevas ideas políticas,
por el instintivo sentimiento del progreso y de la re-
forma.


Gonzalez Brabo, como todos los jóvenes liberales
de 1834, tuvo necesidad de pasar por todas las fases, por
todos los períodos, por todas las transiciones p¿r que pasó
nuestra sociedad hasta cl dia do su constitucion política.
Gonzalez Bl'abo, como todos los jóvenes dotados de ca-
rácter flexible, de espíritu analizador, do talento compa-
rativo, tuvo precision de ser, como toda sociedad en
revolucion, apasionado, agitador, revolucionario en la
virilidad, templado, pensador, reflexivo en la madurez.


La vida de las sociedades que violentamente se cons-
tituyen, es una verdadera antítesis, como lo es la de los
políticos que siguen sus pasos, como lo ha sido la de Gon-
z,alez Brabo, reflejo exacto de nuestra moderna sociedad.


La España en revolucion era Gonzalez Brabo en 1839,
ó quien fuese el autor de los folletines de El Gttir'igay,
escribiendo entre otras cosas parecidas:


-«¿Luego el ministerio es un traidor?
-Traidores son los que venden la causa que deben de-


fender.




GONZALEZ BRABO. 101


-¿Cuál es la pena de los traidores?
-El garrote vil.
-¡Matar á un ministro! Es casi tanto como poner el


dedo en la llaga.
-Matar á un ministro legalmente en el garrote, v. gr.,


es el bello ideal de la justicia humana.
-¿Quién es el pueblo?
-La ley, mientras esta existe; la fuerza cuando la ley


muere.


-¿Cuándo muere la ley?
-Ouando tiránicamente calla la opinion.
-¿L~ego, entonces la fuerza es legítima?
-Sí, porque la fuerza se repele con la fuerza, que asi


lo m~nc1a Dios.»
I.Ja España en vías de constituirse, era Ganzalez Bra-


ba representante en 1842, escribiendo en un opúsculo ti-
tulado Un folleto más, lo siguiente:


«La causa de la libertad ha sido confundida en la
opinion del pueblo con los estravíos de los que se llaman
sus partidarios. Las nuevas generaciones marchan con el
tiempo: los hombres que hoy ocupan el escenario pvlí-
tico quieren detener el curso de los años, monopoli~
zar el poder mientras alienten; semejante empefío es un
delirio, cuyas consecuencias debemos impedir nosotros
los que pertenecemos á esta época, y para evitarlas
no hay sino despojarnos de influjos envejecidos, y pu-
rificar las doctrinas liberales, aplicándolas sin violencia
en el sentido de S\1 más espansi va y humanitaria interpre-
tacion.»


Hemos trascrito este párrafo que pone de manifiesto
la modificacion q uc iba operándose en las ideas políticas


~ee ~~7:~:~r~;~:e:n l~~~~sé~~~: ~:bi:~:\:~:~~~s~~rf~~~<L.
v ,~


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'i, \ ; ~ ..
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~,":~~,~ ¡:~ ti !" ) .-'




102 GONZALEZ BRABO.
dente del consejo de ministros, y jefe ostensible del paro.
tido moderado.


1JO cual viene á probar lo que anteriormente con§igna-
mos: que en el famoso cambio político de este personaje
i~fluyeron poderosamente la conviccion y la esperiencia,
en vez de una comprada. apostasía como sospechan sus'
detractores; esos políticos de café que juzgan á los hom-
bres públicos aconsejados de su interés y sus pasiones,
sin consultar para nada las invariables manifestaciones
de la historia.


La misma trasformacion que hemos observado en el
periodista revolucionario, en el agitador en 1840 de las
pasiones populares, se observó en el diputado, en el hom-
bre de gobierno.


Elegido por primera vez representante en 1841, dis-
tinguióse Gonzalez Brabo por la exaltacion de sus prin'"
cipios políticos, por lo incisivo de su lenguaje, por su
t?no agresivo y provocador. Solo tomaba parte, en un
principio, en cuestionessecpndarias sobre 'actos, inter-
pelaciones ó asuntos políticos y de circunstancias, pro-
nunciando cortos y enérgicos discursos, más notables
por lo atrevido de la forma que por la profundidad de la
materia.


Oolocado desde el primer dia en los bancos de la opo-
sicion, porque á ellos le conducen generalmente su ca-
rácter inquieto y su natural activo é impetuoso, llamó la
atencion de aquel congreso como orador parlamentario
con un notable discurso pronunciado en la sesion del 5 de
mayo ele 184f contra la regencia única, á que á todo
trance aspiraba el general Espartero.


En aquella su primera y formal peroracion descubrió
elotes poco comunes para la oratoria del parlamento, pues
si bien se ostentaba como antes vigoroso en la frase y




GONZALEZ BRAM. 103
I


provocativo en el tono, habia ganado en razonador lo que
perdido en declamatorio, y cambiado sus propósitos de
tribuno por aspiraciones de hombre de gobierno.


Sin embargo, no habia cejado aun en el radicalismo
de sus ideas; pues siguiendo la costumbre, tan en moda
entonces y perpetuada hasta hoy en el partido liberal
avanzado, de tratar con despt:ecio altas y respetables ins-
tituciones, no desperdiciaba la menor ocasion de lanzar
contra los reyes los dardos de su elocuencia sarcástica é
inCisiva.


Defendiendo en la misma legislatura, como individuo
de la comision, la declaracion de hallarse vacante la tu-
tela de S. M. por la ausencia de su augusta madre~ con-
cluia su discurso, no tan lógico como violento: ({Es cos-
tumbre, cada vez que un monarca dirige desde lo alto
del sólio una sonrisa á los pueblos, considerar aquello co-
mo un favor celestial, como si los hombres no lo fueran,
como si en aquel sitio no fuese el monarca el primer ma-
gistrado de la nacion, puesto por ella para conservarle su
libertad y sus bienes; y no es costumbre, al ver que el
desgraciado, el triste pueblo ha derramado su sangre; al
ver que se ha quitado el pan de la,boca para sos~ener el
Trono; no es costumbre, digo, mirar esto como un favor
insigne, sino como un deber. Pues, señores, las naciones
son superiores á todo en el derecho y en el ejercicio de
su soberanía. Dicho se está que los reyes se han hecho
para las naciones, no las naciones para los reyes.))


Cuando leemos ~stas vulgaridades, condenadas ya
por el buen gusto, no vemos en el que las pronuncia al
representante español de 1841, sino al capitan de caza-
dores de la milicia en 1.0 de Setiembre de 1840 peroran-
do en la plaza de la Villa, y capitaneando á las turbas
hácia la casa de Ayuntamiento.




104 GONZALEZ BRABO.
Los gravísimos acontecimientos de 1843, como indi-


camos al principio de esta biografía, elevaron á Gonza-
le;¡ Brabo á la presidencia del consejo de ministros, á
una edad en que casi todos los repúblicos empiezan su
carrera.


Gonzalez Brabo, como gobernante, fué lo que de-
bia ser en aquella época: severo" intransigente, des-
pótico.


Cuando la revolucion acomete, como entonces, en las
calles, el . poder tiene la sagrada obligacion de velar la
ley y de empuñar la espada. Cuando los pueblos se apo-
yan en la fuerza, los gobiernos deben apoyarse en la dic-
tadura.


El primer ministerio de la restauracion moderada de
1844 nacióála vida pública para luchar, y luchó; su mi-
sion no era otra que elesterminar los elementos disol-
ventes que aun quedaban en pié desde las revueltas pa-
sadas, y los esterminó; su primera obligacion, su princi-
pal deber era restablecer el principio de autoridad, harto
vilipendiado y escarnecido, y lo cumplió por completo.


Para organizar la nacion sobre la base de los princi-
pios conservadores, para dotarla de leyes políticas, admi-
nistrativas y económicas, como elementos del sistema ge-
neral de gobierno, que desde 1834 aspiraba á establecer
en España el viejo partido moderado, no era en verdad
Gonzalez Brabo la persona más competente.


Gonzalez Brabo, presidente del consejo de ministros,
no estaba en su verdadero lugar. Sus pocos arlOs, sus an-
tecedentes democrático-revolucionarios, que los antiguos
moderados no podian olvidar, oponíanse á la investidura
que pretendía, de organizador de una situacion conserva-
dora, de jefe del partido á quien tan cruda guerra habia
hecho hasta entonces.




GONZALEZ DRABO. 105


De ahí la corta duracion de su vida ministerial;' los
ódios y las envidias que despertó entre los mismos á quie-
nes favorecía y sal yaba ; la ingratitud con que el partido
moderado pagó entonces y ha pagado siempre el gran
servicio que prestó á su causa el jóven y osado presiden-
te del consejo en 1844.


Todos menos él comprendian que su elevacion era un
caprichú de la fortuna, un misterio de la casualidad; que
su ministerio no podia ser otra cosa que un ministerio de
circunstancias, de transicion, de paso; ó, como decia en-
tonces el Sr. Cortina en lenguaje tan exacto como pin-
toresco: un puente para que el partido moderado pasa-
se á la ribera del mando. Puente que debia hundirse
así que pasara por él la última idea conservadora hácia
la mente del país, y el último conservador hácia las ofi-
cinas del est,ado.


Dejemos aquí medio delineado el retrato del político,
y demos algunas pinceladas que caractericen la fisono-
mía del orador parlamentario.


Gonzalez Brabo tiene en ese concepto muchos puntos
de semejanza con Oló-zaga. Orador de lucha y de polémi-
ca, su oratoria es más personal que razonadora. Agresivo
y epigramático como el or~or progresista, no es, sin
embargo, tan intencionado y oportuno, si bien hay en sus
discursos algo más de elevacion en la frase, y más viveza
y sentimiento en los afectos. ,


Como Olózaga, es un artífice admirable en la estruc-
tura de las peroraciones, en la artística colocacion de las


. palabras. Sobre el asunto más árido y agotado pronuncia
Gonzalez Brabo un discurso agradable y ameno, siem-
pre con n6vedád y originalidad en la forma.


En las grandes cuestiones en que se ventila un punto
de derecho público, ó la perfeccion de una ley política,




í06 GONZALEZ BRABO.
no espereis que Gonzalez Brabo se remonte á considera··
ciones abstractas, á demostraciones metafísicas; nada de
eso. Abandonando el campo de la ciencia y de la filosofía
á los oradores ideólogos, se atrinchera en el terreno de la
política práctica, y con un ejemplo, con una aplicacion,
produce más efecto y persuade más á la asamblea que
otros oradores con profundas apreciaciones, con sesudas
sentencias, y con lógicos é indestructibles argumentos.


Por su carácter agresivo é irritable, sus instintos tri-
buoicios, y la perpétua lucha en que viven su corazon y
su cabeza, Gonzalez Brabo es un orador de oposicion.
Aun siendo ministro, ó perteneciendo á la mayoría, aco-
mete siempre, en vez de ceñirse á la defensa.


Sus ademanes, sin embargo, son ordinariamente pací-
ficos y mesurados. Oon la cabeza ligeramente inclinada
sobre el hombro derecho, una mano sobre la otra, la mi-
rada fija y procaz, el aspecto cómicamente grave, empie-
za Gonzalez Brabo sus peroraciones en tono suave y ré-
posado, con un exordio cortés, y al parecer inofensivo.
Pero cuando el contrario está más confiado en la benevo-
lencia del orador, se siente herido de pronto en lo más
profundo del corazon, sin notar en el semblante del ora-
dor la menor contraccion de ira, el más pequeño movi-
miento de venganza.


Si el enemigo es un ministro, Gonzalez Brabo al he-
rirle suele dibujar en sus labios una sonrisa de crueldad,
con la que ofende mas que con sus palabras. Aparentando
en seguida compasion; espera á que el herido se cure para
asestarle otro golpe mas certero y peligroso.


Como orador de lucha y de combate, toda resistencia
le irrita, y la menor .herida le enfurece. En esa situacion
acomete á su rival por todos lados, le acosa sin descanso,
le sofoca, le rinde y le desarma, é hiriéndole mortalmen'




GONZALEZ BRABO. 107
te, se goza en su agonía, y recoge, orgulloso y altivo,
como los vencedores del circo romano, los aplausos de la
muchedumbre .


. Gonzalez Erabo consolidó su alta fama de orador
parlamentario combatiendo á la Union Liberal en los cin-
co años de su dominacion.


Jefe hábil, y osado de la minoría moderada, adquirió
envidiables laureles en aquella su mejor campaña parla-
mentaria.


Muy notables fueron sus discursos de oposicion, im-
pregnados de un liberalismo que no agradaba á los ran-
cios conservadores, pero que estaba en armonía con los
recuerdos de Gonzalez Brabo, y se amoldaba perfecta-
mente á las circunstancias, á cuyo poder ha rendido
siempre este orador el más fervoroso culto.


La oposicion que durante cinco legislaturas hizo á
los gobiernos de la Union Liberal, ¡fué la más incansable,
la más vigorosa, y sobre todo, la más hábil que se ha
hecho nunca por una minoría en las cámaras españolas.


Al atacar Gonzalez Brabo un dia y otro dia áaquella
situacion, no se colocaba para defender sus principios y
sus sistemas en terreno contrario al de sus enemigos,
como las prácticas parlamentarias aconsejan y conviene á
las minorías, sino que, con un tacto y una destreza in-
imitables, combatia á la Union Liberal en su mismo cam-
po, esgrimiendo sus mismas armas ..


¿Mostrábase el ministerio del general O'Donnell mo-
nárquico, moderado y conservador en una cuestion enta-
blada con el partido progresista? Pues Gonzalez Brabo, á
nombre de las cortas huestes que capitaneaba, terciaba
oportunamente en la contienda, y mostrábase en ella
más conservador, más moderado, más monárquico que el
ministerio.




108 GONZALEZ ERABO.
¿Luchaba este contra la fraccion reaccionaria, ha-


ciendo forzados alardes de liberalismo? Pues Gonzalez
Brabo tomaba parte en la lucha, yesgrimia sus armas
contra la reaccion, dejándose atrás al ministerio en el ca-
mino del liberalismo y del progreso.


Por eso, siguiendo tan hábil y certera táctica, le ve-
mos alcanzar un notable triunfo en la sesion del 6 de mar-
zo de 1861, arrebatando de las manos del gobierno la
bandera de la monarquía, cuando la tremolaba vencedor
á los ojos del bando progresista.


Cuando el ministerio y la mayoría se levantaban in-
dignados y rechazaban en masa unas palabras del dipu-
tado Sagasta, en que sos tenia que la legitimidad de la
reina no tenia otro orÍgen que la soberanía nacional, el
jefe de la minoría moderada, con la gravedad de un hom-
bre de Estado y la oportunidad de un verdadero hombre
de parlamento, calmaba con su tranquila y reposada pa-
labra la tormenta, imprudentemente ocasionada por to-
dos, y daba una leccion de calma y de cordura al gobicr<
no y á la mayoría, oponiéndose y logrando no se delibe-
rase sobre una proposicion que -encerraba un voto de
censura contra las palabras del diputado progresista.


«Si no me engaño, decia, esa proposicion de cens ura
envuelve en su sentido una afirmacion acerca del dere-
cho de S. M. la Reina,doña Isabel II, y esto equivale á
poner en tela de juicio ese principio; porque así como
estais vosotros, y yo con vosotros, para sostenerle, así
puede haber aquí tambien quien se levante á sostener lo
contrario, porque sobre la tésis está la antítesis, y sobre
la afirmacion la negacion; porque el que afirma, ó afirma
empuñando un puñal, ó tiene que escuchar al que niega.»


Con aplausos de todos los lados de la cámara se aco-
gieron sus sensatas y oportunas observaciones; la tor-




,


GONZALEZ BRABO. 109


menta se apaciguó, y los combatientes bajaron sus ar-
mas, dejando unos y otros que el hábil orador recogiese
él solo todo el honor del triunfo; y al paso que los reac-
cionarios decian: «¡Qué monárquico!)) esclamaban los
radicales: (<¡Qué liberal!)) y los unionistas: « ¡Qué diestro!))


Oon la misma destreza, con la misma habilidad con
que se adelantaba al ministerio que combatia en las cues-
tiones de actualidad, claras y concretas, esquivaba lan-
zarse de lleno en la discusion de otras que pudieran com-
prometerle en el porvenir, yen que era imposible guardar
un completo equilibrio entre la Union Liberal y el partido
p rogresis ta .


Por eso en la cuestion sobre los asuntos de Italia, en
que el gobierno se mostraba indeciso y vacilante, para
no hallarse el tambien vacilante é indeciso, y soltar pren-
das que le sirvieran más adelante de estorbo para ocupar
el poder, abandonaba el debate á otros oradores más ra-
dicales ó más resueltos en el terreno de la historia y de
la alta política, y embargaba la atencion de la cámara, y
arrancaba aplausos de las tribunas, convirtiendo la cues-
tion de Italia en cuestion personal y de oposicion al mi-
nisterio, al que lanzaba ataques tan rudos é intenciona-
dos como estos: «Señores: debajo de este debate, debajo de
la aetitud del gobierno, debajo de la actitud de la mayo-
ría, detrás de la actitud de las minorías, ¿no hay nada?
¿No sentís alguna cosa? ¿No advertís algun movimiento?
¿No notais algunas evoluciones?


»¿Es que vamos á dar nuestra aprobacion á la conduc-
ta, á las esplicaciones del gobierno de S. M., ó es que
vamos á apuntalar una casa que se cae? ¿Es que el minis-
terio, débil en sus entrañas, faltándole aire para respirar,
sintiendo que vacila bajo sus plantas el terreno que pisa,
viendo que le abandonan todos los apoyos, todas las in-




110 GONZALEZ BRABO.


fluencias, siente que se le escapa el poder de las manos
por ese misterioso movimiento que hace que la Union Li-
beral mire por su propia obra, y al ver esto ahueca la
voz, y dice á la mayoría: «¡Diputados de la mayoría! cu-
»)bridme con vuestro manto; dadme vuestro aliento; ro-
nbustecedme, dadme aire, que me ahogo, que estoy tísico,
»que me muero!. ... »


Atento siempre Gonzalez Brabo, cuando es oposicio-
nista, al caprichoso movimiento de las circunstancias, al
vario giro de la opinion pública, dejaba volar sus ideas
políticas en la épc;>ca á que nos referimos, por el rumbo
que le trazaban los vientos de la opinion, de la conve-
niencia ó de las circunstancias. Y así como le hemos visto
más monárquico y conservador en ciertas situaciones que
el mismo gobierno, ostentábase en otras más partidario
del progreso que los mismos progresistas.


Defendiendo en la legislatura de 1861 el ártículo de
la constitucion que garantiza la inviolabilidad de los di-
putados, manifestaba sus ideas liberales más avanzadas
que las de muchos radicales, diciendo entre otras cosas:
«¿Sabeis por qué está ese artículo ahí? Está ese artícu-
lo ahí, no solo para defender á los diputados cuando el
poder quiere arrollarlos, no: está' para defender el pen-
samiento del país, el pensamiento del país, que no se so-
mete á nada, que no puede someterse á nada. La volun-
tad, la voluntad debe someterse á la ley. ¡Pero el pensa-
miento!· El pensamiento vuela por encima: no solo por en-
cima de la ley, vuela por todas las esferas, por todas
las regiones; lo domina todo, lo a vasalla todo; sobre eso
no puede haber duda.


¿Sabeis lo que hay que hacer cuando el pensamiento
se estravía? Responder con otro vuelo del pensamiento,
que vaya por el camino derecho; contra la sinrazon no




GONZALEZ BRABO. 111
hay grito ni anatema que baste; contra la sinrazon la
razon.»


Mas adelante añadia: «Yo digo hoy, aunque algunos
diputados se escandalicen, que no puede ser mas legíti-
mo el sostener que lm congreso, en su mayoría, no re-
presenta las necesidades del país, que no puede represen-
tarlas, y que no las representa en casos dados. Sostener
lo contrario, seria lo mismo que borrar de la constitu-
cion la facultad de cerrar las córtes.


«La votacion, el triunfo de la mayoría no dará ni un
solo átomo de fuerza, ni un solo· átomo de vida á eS3 ca,
dáver que todavía se mueve, que todavía se agita, y que
se llama el ministerio.»)


y como al llegar aq ui se dibujase en los labios del
general Ü'Donnell su habitual y desdeñosa sonrisa, diri-
gióse á el de repente el cáustico orador, y ahogó aquella
sonrisa con esta cita tan intencionada como oportuna:
«¡Qué! ¿Se rie el presidente del consejo? Los cadáveres
se rien tambien; es preciso tener esto presente. Yo lo he
visto, señores; yo he tenido una existencia muy variada,
y he tenido ocasiones en que he viajado de noche, en
tiempo de invierno, con mucho fria, y llevaba conmigo
algunos compañeros, y hubo uno que se murió de fria .....
y se reia el desdichado al tiempo de morir ..... ))


Como oposicionista de empuje, incansable y osado,
pocos, acaso nadie puede compararse con Gonzalez Bra-
ba. Armado con toda clase dc armas y colocado á la
puerta de su tiencla, vela de dia y de noche mientras sus
huestes duermen ó descansan.


Ansioso siempre de combatir, espera á su enemigo
con la mano puesta en el pomo de su espada; y si aquel
por prudencia ó cobardía tarda en embestirle, avanza
hasta encontrarle, y cerrando los ojos, sin ninguna voz




112 GONZALEZ BRABO.


preventiva, cierra con sus contrarios, por numerosos que
sean, y los acosa y acuchilla hasta dispersarlos ó caer
herido.


En la campaña de los cinco años, que vamos refirien-
do, raro era el dia que no media sus fuerzas con el minis-
terio ó con la mayoría, abrumándoles con vehementes
apóstrofes, epigramas sangrientos, ó provocadoras ame-
nazas.


En su sistema d.e desprestigiar al gobierno, atacando
sus actos, y de desvirtuar las votaciones de la mayoría,
ridiculizando su obediencia, concluia así su discurso en
la sesion del 9 de diciembre de 1861 sobre el proyecto de
contestacion al discurso de la Corona, y dcspues de un
exordio hábil, ameno, y agradable como el de todas sus
peroraciones: «Esa coalicion que vosotros anatematizais,
si llegase á venir, culpa nuestra será que venga. Ante las
resistencias irracionales y contrarias al sentimiento públi-
co, se levantan coaliciones, y las coaliciones todas están
destinadas á triunfar.-Las mayorías legales no siempre
son las mayorías de la nacion. (Risas.) Reios como que-
rais; estais en la cumbre de la prosperidad, quiera Dios
que con la misma razon con que hoyos sonreís al escu-
char mis palabras, os sonriais mañana cuando las catás-
trofes vengan á desengañaros.))


En otra ocasion, dirigiéndose á los ministros, esclama-
ba: «¡Volved la vista, y mirad esa mayoría muerta .....
muerta! Aquí se dicen todos los dias las cosas más vigo-
rosas y enérgicas, y las oís con la mayor indiferencia dol
mundo. Interrumpido por los murmullos de la mayoría,
la apostrofaba y hacia enmudecer, diciéndola: «Lo mismo
que ahora decís por lo bajo, decidlo en voz alta; pedid
la palabra, contestad; yo os daré la ocasion á cada mo-
mento.»




GONZALEZ BRABO. 113


Irritada la mayoría por tan dura provocacion, quiso
probar al jefe de la minoría moderada que aun tenia fuer-
zas para combatir, y algunos diputados pidieron la pa-
labra.


Gonzalez Brabo, dando á su rostro la espresion sar-
cástica, y á sus palabras el tono incisivo, que tan á mano
tiene en ocasiones semejantes, esclamaba dirigiéndose á
todos los lados de la cámara, sin dejar de mirar antes á
los tribunos para preparar en su favor al auditorio: «¡Ah,
señores! Soy autor del milagro de Lázaro; la mayoría da
voces desde su sepulcro. (Aplausos).»


En las réplicas especialmente, es Gonzalez Brabo un
adalid temible, no solo por la fuerza de sus argun;tentos,
por la lógica de sus juicios, sino más bien por la inten-
cion de sus palabras, por el ingenio de sus contestaciones.


En el terreno de las polémicas personales no tiene
igual; por más audaz, por más agresi vo que sea su con-
trario, quedará al fin vencido por la agresion y por la au-
dacia de Gonzalez Brabo.


Al verse acometiuo en su conducta, en su persona, no
se defiende como otros disculpánuose ó justificándose,
sino acometiendo á su contrario en su persona y en su
conducta. A cada provocacion, contesta él con un golpe;
á cada amenaza con una herida.


Replicando al general O'Donnell, que le habia diri-
gido algunas alusiones maliciosas sobre su pasado, escla-
maba:


«S. S. ha venido hoy con -el propósito de siempre;
con el propósito de lanzar tinta sobre todo el mundo,
para que, manchados todos, resulte S. S. blanco como
los ampos de la nieve. Naturalmente, aunque no seamos
militares, ni siquiera subalternos, tenemos sangre en las
venas, nos levantamos, y si S. S. nos arroja la tinta á


TOMO III.




114 GONZALEZ DRABO.


salpicones, nosotros se la devolvemos á torrentes.»
Tambien en otra ocasion, notando que el mismo ge-


neral se reia, segun su costumbre, cuando él hablaba,
dirigiéndole a]gun epigrama en voz baja, se encaraba con
él Gonzalez Bmbo, y en el tono más provocativo y des-
preciable, le decia: «El señor presidente del consejo de
ministros se rie; pero, fuera de aquí, se ríe todo el mundo
de la risa del señor presidente del consejo de ministros.))


Otra de las cualidades que más caracterizan al ora-
dor cuya biografía vamos reseñando, es la serenidad con
que entra en el combate; la impasibilidad y osadía con
que arrostra las manifestaciones de desagrado del audito-
rio, ó de las mayorías, la audacia con que resiste las más
deshechas tormentas parlamentarias que con sus discur-
sos promueve, el arrojo y temeridad con que ha desafiado
en ocasiones peligros y amenazas que hubiesen acobar-
dado á corazones muy enteros. .


Como prueba de imparcialidad y de frescura en sus
luchas parlamentarias, recordaremos á nuestros lectores
el diálogo sostenido con el presidente del congreso, }Iar-
tinez de la Rosa, que se empeñó en evitar que hablase
contra el ministerio en una cuestion muy importante .
. El Sr. PRESIDENTE: Ruego á V. S. tenga presente que no


tiene derecho más que para rectificar hechos ó conceptos.
El Sr. GONZALEZ BRADO: . Paso adelante, señor presi-


dente.
El Sr. PRE~IDENTE: Repito á V. S. que se concrete, si


no, no le consentiré continuar.
El Sr. GONZALEZ BRABO: No lo consienta S. S. Hará


muy bien.
El Sr. PRESIDENTE: Yo me atendré estrictamente al re-


glamento, que es nuestra ley, y debemos dar ejemplo de
obedecerla y acatarla.


...




GONZALEZ BRADO. 115


El Sr. GONZALEZ BRABO: Es verdad; pero cuando yo
estoy hablando á V. S., desearia que V. S. tuviese tam-
bien la cortesía de no interrumpirme, porque estaba ha-
blando al señor presidente.


El Sr. PRESIDENTE: Tengo derecho, y usaré de él.
El Sr. GONZALEZ BRABO: Muy justo; pero con la corte-


sía que yo tengo, con aquella cortesía á que no falto
nunca.»


Otra prueba de audacia y de valor ~ívico, de que po-
cos hombres públicos serian capaces,' dió Gonzalez Bra-
bo en 1854 presentándose en el teatro de Oriente á defen-
der la monarquía, puesta á discusion por los vencedores
de julio en un meeting popular, cuyo auditorio, des-
parramado por los palcos y galerías del teatro, componía-
se de las turbas armadas, que en son de guerra domina-
ban la capital, posesionadas aun de las barricadas que,
como símbolo de gobierno, alzára la revoluciono


En aquel estado de confusion y de efervescencia
popular, en que por necesidad habian de recordarse
agravios pasados y proyectarse futuras venganzas, la
presentacion en aquella democrática, asamblea de un
hombre como Gonzalez Brabo, viva personificacion del
gobierno moderado de los once años, que acababa de ser
destruido, no podia menos de ser intempe~tiva y provo-
cadora, y de causar en los concurrentes la mayor sorpre-
sa Sr la' más justificada indignacion.


Solo Gonzalei Brabo, que no ha puesto nunca precio
á su cabeza, podia cometer la temeridad inaudita de pre-
sentarse en aquella revolucionaria asamblea, y mucho
menos pedir la palabra. para sostener la monarquía y los
principios moderados. Solo un orador como él, poclia sa-
lir triunfante de aquel peligro, y solo uno de esos rasgos
sublimes de elocuencia, propios de los grandes oradores,




116 GONZAI.EZ BRABO.
podia sofocar las pasiones, los instintos vengativos de
aquella desbordada multitud, que al divisar á Gonzalez
Brabo, al oirle pedir la palabra y recordar sus actos
enérgicos de 1844, luchaba entre la sorpresa y la indig-
nacion, entre la ira y' el respeto que á su pesar le infun-
dia quien tan osadamente se presentaba entre sus mas
encarnizados enemigos, sin temblar á la vista de sus tra-
bucos y puñales. .


Gonzalez B1'abo empezó su discurso con esa sereni-
dad, con esa calma imponente que nunca le abandona, y
á las primeras palabras, dichas en grave tono yen ademan'
reposado y tranquilo, vueltos del asombro sus enemigos,
que eran casi todos los circunstantes, prorumpieron en
furiosos gritos y aterradoras amenazas, no faltando algu-
nos'que apuntasen sus armas sobre el atrevido orador
desde los palcos inmediatos.


En tan crítica y arriesgada situacion, otro hombre
hubiese palidecido, hubiera balbuceado algunas palabras,
y una muerte sangrienta habría sido el pago de aquella
temeridad.


Gonzalez Brabo, sereno como siempre, la mirada tran-
quila, cruzados los brazos, calmaba tan deshecha ~or­
menta con este apóstrofe tan valiente como oportuno:
«¿Es esa democracia jóven tan tolerante que no permite
manifestar sus opiniones á todos los que nos hemos aquí
reunido? Pues entonces, yo te saludo, jóven democracia,
y déjame hablar.))


y la democracia le dejó hablar, asombrada de tanta
audacia, y el orador moderado pronunció un discurso, y
las turbas soltaron sus armas para mejor aplaudirle.


Hemos dicho en otra parte que por su tempera-
mento, por su actividad, por el carácter especial de 'su
oratoria intencionada y agresiva, Gonzalez Brabo es




GONZALEZ BRABO. 117
más á propósito para el ataque que para la defensa, para
hacer la oposicion, que para militar en las filas de la
mayoría.


Sin embargo, dueño de una palabra fácil, con sobra
de ingenio para la argumentacion¡ y con un talento de
primer árden que se plega y amolda admirablemente á
todos los asuntos, á las más variadas circunstancias, os-
téntase tan brillante y elocuente, como en los escaños de
la oposicion, en los bancos del ministerio.


En los fast0s parlamentarios de España, ocuparán
siempre una página distinguida las m.emorables discu-
siones de ambas cámaras sobre los acontecimientos
del 10 de abril de 1865, en que, defendiéndose y defen-
diendo á sus compañeros de gabinete de los rudos ata-
ques de todas las oposiciones reunidas, elevó su fama de
orador parlamentario y hombre de gobierno hasta donde
no llegó nunca ministro alguno en las cámaras españolas
y estranjeras. .


rrrece discursos seguidos sobre un mismo tema, im-
provisados casi todos, siempre varios en la forma~ lógi-
cos en el fondo y todos ellos vigorosos, brillantes y elo-
cuentes, solo un orador de primer árden como Gonzalez
Brabo, solo un político de grande imaginacion y privile-
giado talento podia pronunciarlos, admirando por su fa ..
cundía, su ingenio y su elocuencia, hasta á sus mas en-
carnizados rivales.


A pesar de tantas y tan privilegiadas dotes como le
adornan, la opinion pública no le es favorable. Los pro-
gresistas le odian, los moderados le toleran, los monár-
quicos no le quieren. ¿Por qué causa? Porque tiene ta-
lento, porque ha figurado antes y en mayor escala que
otros, y sobre todo, porque tambien él por ·su parte odia
á los progresistas, tolera álos conservadores y no quiere




118 GONZALEZ BRABO.
á los monárquicos. Entre tantos enemigos, tiene uno
Gonzalez Brabo, encarnizado por demás é irreconcilia-
ble: su historia política.


Discurso sobre la libertad de imprenta.


«Señores diputados: todos los que me han precedido en el uso
de la palabra han hecho una enumeracion prolija de las dificultades
con que tenian que luchar al entrar en esta diseusion, y algunos
de estos señores, y especialmente los dos últimos que han tratado
la materia, han allanado en gran manera algunas de estas difi-
cultades; pero si es cierto que las han allanado, al mismo tiempo
me han creado otras nuevas, y de tal naturaleza, que. dudo me
sea dado superarlas.


¡¡Decia el Sr, Rivero ayer que era para él sumamente difícil ha-
blar ante un congreso fatigado., des pues de una larga discusion
política que di as pasados tuvo lugar, y de otras discusiones que
habian precedido á este debate, y que se acercaba, por decirlo así,
al fin de sus trabajos. Dudaba el Sr. Ri reJ'O tener la fuerza, el
prestigio necesario, el poder bastante para galvanizar este cuerpo
cansado, y en esta parte S, S. ha vencido la dificultad, la ha qui-
tado de delante de mí, yel Sr, Cánovas tambien le ha ayudado
grandemente ~n la tarea de galranizar y cautival' la atencion del
congreso; pero al mismo tiempo de quitarme este obstáculo, me
ha creado Otl'08 que con grandísima desconfianza por mi parte Yoy
á ver si puedo hacer algun esfuerzo para yencerlo;


»Es tan grande este obstaculo, señores diputados, que despues
de haber hablado en la forma que ha oido el congreso y los con-
currentes á este lugar, los Sres. Rirero y Cánovas del Castillo,
emulando en elocuencia, y no sólo emulando en elocuencia, sino
emulando en:generosidad de miras, ¿de qué manera podré yo tra-




DISCURSO SOn RE LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 119
tal' esta cuestion que os sea algo simpática, que os parezca algo
nuova, quo os robo del mismo modo la atencion, y la le\ante á la
allura á que la han levantado dichos señores, y en la forma y la
manera en que debe ponerse para que os deis pOI' satisfechos vos-
otros aquí, y fuera de aquí se cié por satisfecho el país? Sin em-
bargo, yo tengo que hablar, yo no puedo evitar el dar mi opinion
sobre esta materia, por \ arias razones: porque lo he anunciado
\ aria~ veces, porque estoy aquí representando, segun creo, opi-
niones que no tienen aquí muchos secuaces, pero que, á mi en-
tendol', los tiene muy numorosos fuora do esto silio, y seria en mi
concepto CITO)' gravísimo (Iue no viniera aquí á docir lo que yo
pienso particularmente sobre este asunto, y lo que creo que
piensan y aceptan los hombres de opiniones consorvadoras, a
quienes tanto mi amigo particular 01 Sr. Ri\ero, como mi no
menos amigo el Sr. Cúno\as, han aludido frecuentemente. De mo-
(\1) que me veo obligado á tratar la cuestion, y hablar de ella, y
hablar en la medida y alcanco de mis fuerzas, despues do lo mu-
cho lmeno que ha oido el congre:;o, y á decir cosas no tan altas,
no tan ele\adas como las que aquí so han dicho, porque natural-
mente tengo que descender á la posicion especial de un partido y
de los diputados que l'()pl'esentan en este recinto sus ideas.


))Señores: una sola cosa mo alienta en medio de todas estas di-
fkultade~: un solo hecho me da fuerza para entrar en esta cues-
tion. :\:51 como me ostá "ionelo el congreso, así como me yen los que
asisten á este sitio cargado algun tanto de años y de espel'Íencia,
habiendo pasado por muchas vicisitudes, esta es, sin embargo,
la primera ocas ion do toda mi yida púhlica en que me ha sido
dado entrar francalllente en este debate, sin estar atado por nin-
gun g{>uero de compromisos, y decir mi opinion plenamente po-
niéndola de un lado, y respetando las opiniones que sobre este
punto puedan tener olros homhres elo mi partido. En todas las oca-
siones de mi vida en que he tenido, ó que ser testigo mudo, ó
que cooperar á aclos que han tenido relaeion con la imprenta, me
he yisto obligado á hacer lo que lodos vosotros habeis tenido que
hacer muchas veces, me he yisto obligado á tener que Racrificar
á la ley de las circunstancias, á consideraciones granrlísirnas y




120 DISCURSO SOBRE


respetables, aquello de que todos los hombres de partido tienen
que hacer cOS,tosísimo sacrificio; mi propia opinion.


»Hechas estas ligeras'consideraciones, voy á declarar al mismo
tiempo una cosa que confirma lo que decia ayer el Sr. Riyero.


»E! Sr, Rhero, hablando de los partidos revolucionarios, ha-
blando de los partidos consenadol'es, y tratando esta cuestion,
decia que sus ideas enunciadas aquí en las córtes constituyentes,
habían tenido el prÍ\ ilegio de hacer mucho camino, de adelantar
mucho, de encontrar eeo en el seno de los partidos conservadores.
Seria inútil completamente, señores diputados, y no seria propio
de la amistad que me une con este insigne orador, el venir aqui
á establecer á quién se ocurrió primero esta idea.


)) Yo creo que se nos ha ocurrido á muchos al mismo tiempo,
y creo que ha tenido la fortuna y la ocasion de espresarla antes
que otro en este sitio el SI'. Rivero. Pero, de todos modos, es lo
cierto que en una ocasion notable, en la que me tocó presidir una
comision que habia ¡;le dar dictámen sobre la ley que hoy rige en
materia de imprenta, yo me apresuré á declarar desde el primer
momento, que aquella ley y otra cualquiera ley especial sobre
esta materia, distaban mucho de mi pensamiento, de mi modo de
ver sobre el asunto. Dedaré mas; declaré una cosa que el señor
~oello ha reconocido en su discurso, y que me conviene corrobo-
rar, no sé si por tercera ó cuarla vez, tratandose de esta materia.
Declaré que solo consideraba aquella ley, la que hoy rige, como
una ley de dictadura y de circunstancias, de dictadura y circuns-
tancias que el Sr. Coello con rasgos elocuentes describió el dia
pasado, y que no. tengo. necesidad de rcco.rdal' á la memoria del
co.ngreso.; y despues de hel'has est~s declaracio.nes, abrí un ámplio
debate, tanto como podia, en el seno de aquella comision, y cada
"ez que se enredaba la discusion, cada vez que se acaloraba el
debate, y debia yo., como presidente de la comisio.n, dar alguna
solucion ó alguna direccio.n al asunlo., "o.lvía á haccr mi pro.testa
en lo.s mismos término.s en que la habia hecho. antes. Estaba yo.
ento.nces, estoy ahora y despues de lo.s discursos que acabo. de o.ir,
sobre todo despues del discurso. del Sr.Canoyas, estoy cada vez
mas en la o.pinio.n de que las leyes especiales de imprenta pro.du-




LA LIBERTAD DE IMPREl\'TA. 121


cen el efecto diametralmente contrario al que se quiere producir
con ellas.


¡¡Decia el Sr. Rh-ero que su opinion habia hecho grande cami-
no, que habia progresado. No lo sabe bien el Sr. Riyero lo que
ha progresado esta opinion. Yo, cuando hice la declaracion de que
acabo de hablar, en el seno de la comision que tuYé la honra de
presidir en el anterior congreso, bien lo sabe Dios, no tenia no-
ticia de que el Sr. Ri vero hubiera proclamado esa doctrina; creí
que tendria poco séquito por lo pronto. Despues he hablado con
muchas personas importantes acerca de esto; casi nunca he con-
seguido ycrme batido y derrotado en las discusiones particulares
que sobre esta materia he tenido. ¿Y hoy, señores? Hoy he adqui-
rido un conyencimiento de esos que se adquieren por la autoridad;
que la autoridad a veces produce convencimientos que no se pue-
den esplicar, pero que dejan un sello profundo en el ánimo.


¡¡Hoy, señores, al entrar por las puertas .de este salon, al pa-
sar por delante de esa barandilla, me he encontrado á nuestro
compañero, a nuestro amigo, porque amigo de todos es, a un hom-
bre eminente que ha representado y hecho un papel importante
en la historia del gobierno representativo, á un hombre á quien
una enfermedad embarga sus fuerzas, y que toda\Ía es simpático
a fodos por su inteligencia, al señor marqués de Pidal, en fin, que
me dirigió la palabra en estos términos: « Me han dicho que se
propone V. defender el sistema que ha planteado ayer el Sr. Riye-
ro en este sitio; si yo pudiera hablar, pediria la palabra para sos-
tener la misma teoría ..... »
))~oto, señoreR diputados, que la impresion que á mí me pro-


dujeron las palabras del señor marqués de Pidal, no fué de esas
impresiones vanas y fugaces que suelen engañarnos; noto que esa
impl'esion era legitima; lo noto, porque veo que la impl'esion que
en .mÍ produjeron la han producido tambien en vosotros. Veo
yenir, estoy Yiendo brotar ya en el seno de la mayoría, 'yen las
sonrisas ele los diputados, la ,ulgar objecion de la contradiccion
que muchas veces nace de un espíritu fino y observador, y otras
veces nace de un espíritu estenso, pero estrecho.


llPrecisamente, señores diputados, si yo no contemplara, si no




122 DISCURSO SOBRE


creyera que es posible á vosotros y a otros muchos les ocurra la
idea de la contradiccion que puede haber entre esta opinion, que
he revestido de una autoridad muy respetable, y que va ganando
efectivamente terreno, y otras opiniones que se han sostenido en
otros tiempos; si no creyera que habia necesidad de dar sobre
esto esplicacion satisfactoria, no tenia para qué levantarme, por-
que para satisfacer la yana pretension de esplicarme delante de
vosotros, no habia para qué pedir la palahra. Aquí, sefiores di-
putados, se va perdiendo la costumbre, y es muy sano y muy
provechoso que así suceda, de hacer discursos por hacer discur-
sos: Aquí, en el siglo que alcanzamos, en el ei'píritu práctico que
va penetrando entre nosotros, los discursos no son ya discursos,
son actos, y como tales hay que escucharlos, entenderlos y des-
entrañarlos. Un acto de grandísima trascendencia es el discurRo
que oimos dias pasados á uno de los mas eminentes oradores que
tiene Espafia.


» Un acto, v un acto de grandísima trascendencia es el discurso, , .
que yo no puedo alabar bastante, que pronunció ayer el Sr. Rive-
ro. y ¿por qué sera el discurso del Sr. Riyero un acto de grandí-
sima trascendencia? ¿Lo serú por haber venido S. S. á dccirnos
por la "Vigésima vez su opinion en esta materia? ¿Lo sera porque
llegó á completar tan brillantemente el conjunto de las diferentes
partes de un discurso, que nos tmo como embarazados y embo-
bados mientras le pronunció? ¿Lo sera porque hizo algunas decla-
raciones importantes y definitivas sobre algunos puntos de la po-
lítica? Todo esto tuvo el discurso del Sr. Rivero, y sin embargo,
el discurso del SI'. Rivero no es pOI' eso un aeto importante. Es
un acto importante porque para tratar esta cuestion, que, como
dijo muy bien, está por tima do tOfios los intel'oi'es y pasiones de
partido, el hombre que aeaba de eonfesarsc re\ olucionario po]' la
milésima vez, al'l'oja su túnica, la rasga, la abandona, la deja a
la puerta, y dirige la alta crítica, cual debe ser dirigida eij esta
cueslion, fuera de la esfera de nuestras mezquinas pasiones. Por
eso el que ayer oyera al Sr. Rh-ero, como ('1 tIue le haya oido
hoy, no podia saber si oia á un republicano, á un demócrata, a
un conservador, ó á un revolucionario. Por eso es por lo que el




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 123


discurso del SI'. Rivera es un grande acto, y un grande acto por
el cual le debe gracias, no su partido, no el nuestro, la nacion
entera. Cuando los hombres que están en los estremos, que no
tienen que hacer sacrificios de ninguna espeeie para alcanzar el
pode¡', hacen sacrificios de este género, es que hay en este país
mucho que ganar; es que se ha ganado ya mucho; es que se ha
ganado que todos nos hagamos justicia los unos á lus otros, y juz-
guemos las ideas por las ideas, no por las peregrinas y muchas ve-
ces mezquinas circunstancias en que nos vemos obligados á emitir
nuestros juicios. Decia ayer el Sr. Rivero, y esto en su boca tiene
grandísima importancia: «Los partidos revolucionarios son los que
promueven, t'lon los que agitan, son los que llegan á iniciar en la
esfera de la práctica todas las reformas; los partidos conservado-
res son los que están llamados á arraigarlas, á establecerlas, á
aclimatarlas, y hacer que den los frutos sazonados que el país
debe esperar de ellas.» Grande concesion, importantísima conce-
sjon, de gue yo tomo acta en este momento; y tomo acta en este
momento, no con un espíritu mezquino de partido, sino en un alto
interés que á lodos nos toca. El Sr. Ri re ro reconocia la funcion
necesaria, la acdon necesaria, el papel indispensable de los par-
tidos conservadores en todas las sociedades humanas, y lo recono-
cia á propósito de una ley en que se trata más fundamentalmen-
te de la base de todas las instituciones representativas, á cuya
sombra se agitan legalmente, y pueden ser útiles y provechosos
al país los partidos. De ese principio, ó, mejor dicho, de esa con-
cesion del SI'. Ri vero, he de tornar yo ocasion posteriormente para
esplicar, y para esplicar victoriosamente, la conducta de los mo-
derados conservadores y liberales al mismo tiempo, en muchas
ocasiones de nuestra historia 1 en las ocasiones mas fundamenta-
les de ella.


»Pero antes de llegar á esa esplicacion, que dejo para lo últi-
mo, porque, despues de Lodo, las razones que pueda haber tenido
un partido para ohrar en determinado sentido, las que pueda te-
ner hoy para obrar en un sentido al parecer diferente, son cosas
que interesan al partido, y el examinar las cosas en si mismas,
el examinar la cuestion que discutimos en su esencia, es cosa to-




124 DISCURSO SOBRE
davía más interesante que la existencia 6 la consecuencia de un
partido; antes, digo, de llegar á esas esplicaciones, prefiero en-
trar en el lleno de esta cuestion tal como el Sr. Rivero la plan-
teaba, tal corno la ha aceptado la comision, tal como yo la com-
prendo, y des pues descender á esos Otl"08 particulares que antes
he indicado.


))Ila dicho el SI'. Rivero: quiero el código penal como garantía
contra la imprenta: quiero el fuero comun para la imprenta:
quiero la libertad sin restriccion para la imprenta: ha razonado
con. la historia de dos grandes naciones sobre este particular: ha
demostrado su tés~s, y despues le ha contestado la comision:
quiero lo mismo que el Sr. Rhero, solo que nuestro país no ha
llegado todavía á la madurez necesaria para plantear el sistema
del Sr. Rivel"O, los partidos medios y conservadores, y noto (abro
un pequeño paréntesis sobre esto) que de algun tiempo a esta
parte se ha vuelto estraordinariamente conservadora la union Ji-
beral; los partidos medios y conservadores, decia el Sr. Cano\:as,
tienen que resolver las euestiones segun las circunstaRcias, y las
circunstancias no son propicias, no son a propósito para plantear
el sistema del Sr. Rivero.


)))le parece que esto es en sustancia lo que la comision ha res-
pondido á la argumentacion fundamental, á la tésis fundamental
desenruelta por el orador de la democracia. Yo, que soy conser-
vador; yo, que soy conservador liberal; yo, que no soy de la union
liberal; me parece que no soy de la union liberal; yo que por no
serlo parece que debia tener menos compromisos hacia el libe-
ralismo que el Sr. Cánovas; yo voy a contestar a las principales
razones de S. S.: quiera Dios que acierte a dar a esta cuestion un
nuevo paso sobre los que la elocuencia del SI'. Rivero la ha he-
cho dar ya desde hace mucho tiempo. Voy, pues, á considerar
esta cuestion bajo un punto de vista eminentemente .consenador,
nada más que conservador. Decia el SI'. Cimoyas: ((Si lo que se
quiere es pura y simplemente que 'la enumeracion de los delitos
que se hace en esta ley pase al código, no valia la pena de traer-
nos aquí este sistema; con hacer una enmienda al código penal, y
llevar á él todos los delitos que aquí pueden ponerse, habíamos




LA LIBERTAD DE IMPREl'\TA. 125


resuelto la"cuestion.» Esto nos decia el Sr. Canovas en su discurso
de ayer; me parece que no me equivoco; S. S. no argumentaba
de mala fé, nunca argumenta de mala fé, seria: ajeno de su ta-
lento; pero el Sr. Cimovas se olvidaba de una parte considerable
de las razones presentadas en apoyo de esta opinion.
»~os docia el Sr. Rivero: «Queremos el código penal; queremos


»el fuero comun:» y decia el Sr. Canoras: (dleyemos los artículos
¡)de la ley que tienen relacion con la clasificacion de los delitos y
»colilas penas al código penal, y estará todo aviado.» ¿Y lo demás
de la ley, á dónde lo llevaremos? ¿Dónde lo colocaba el Sr. Cáno-
.-as? S. S. se oh idaba completamente de ello. Porque el Sr. Ri--
vel'o deria: «Quiero la libertad sin restriccion alguna prévia, sin
»pre,-encion de ninguna especie.» ¿Qué decía á esto el Sr. Cáno-
yas? El Sr. Canovas, no por mala fé ciertamente, sino porque
hablaba, segun nos dijo, improvisando, se olvidaba de esta parte
importante. Esto quiere decir una cosa; esto quiere decir que la
respuesta que el Sr. Cánovas daba al Sr. Rivera sobre este punto,
no tenia.lógicamente valor ninguno; y, si algun valor tenia, es el
que dan siempre las elocuentes palabras de S. S. a todo cuan-
to dice.


»Quiere decir esto una cosa más alta, una cosa más fuerte;
quiere decir que la cuestion no habia sido acometida en su verda.
dera eseu.cia en el discurso de S. S.- de ayer; que la cuestion no
habia sido acometida de frenle por S. S. hasta el dia de hoy. Hoy
es cuando más especialmente en su brillan te rectificacion el se-
ñor Canovas se ha hecho cargo ele que todavía el país no esta
preparado para recibir ese sistema, que esa era, y no 01ra, la úni-
ca respuesta que podia darse desde esos bancos á las apreciacio-
nes, á las afirmaciones, incontestables en el terreno de la teoría,
del Sr. Riyero.


¡¡Pues bien, en el terreno en que el SI'. CánoYas coloca la cues·
tion, ahí la aceplo yo. La cueslion es sencilla, la cuestion es como
sigue: ¿qué ofrecerá mas garantías al poder en la acepcion más
lata de esta palabra, no on la acepcion del poder ministerial, en
la acepcion del poder como gobierno, qué ofrecera mas garan-
tias contra los abusos que se puedan cometer por medio de la im-




126 DISCURSO SOBRE


prenta, el sistema que la comision propone, ó el sistema que el se-
ñor Rivero bajo su punto de Yista, y yo desde el mio, conside-
ramos perfectamente aplicable en las circunstancias actuales de
nuestro país a esta cuestion? Yo, oy a ver si puedo demostrar el
sistema que yo defiendo, el sistema que defiende el Sr. Rivero;
por su sinceridad y pOI' su eficacia ofrece mas garantías, mas
defensa para todos los objetos que quiere proteger esa ley, que
esa ley misma con todas sus pretensiones, con todas sus séries,
con todas sus claves, con todas sus clasificaciones. De modo que
no es á mí a quien puede decirle el Sr. Cánovas, ni ningun otro
señor orador de la comision, que Yengo aquí á sostener un sis-
tema, porque abundo en ideas contrarias á todo sistema de
órden, a todo sistema de gobierno; en una palabra, no se me ha
de poder decir a mí, cuando este sistema defiendo, que yengo
aquí á introducir la perturbacion y la anarquía. Si yo fuera capaz
de lanzar acusaciones en una discusion tan templada. como esta,
de género semejante á este tratándose de e3ta materia, pidiendo
primero el perdon debido por la cortesía que les debo,' (liria á los
individuos de la comision que SS. SS. sí que son los que traen
con la confusion de su ley la fuente y el manantial de todas
las anarquías posibles.


»Examinemos todas las cuestiones, examinemos todos los pun-
tos de vista que puede tener el asunto así considerado. Empiezo
por el principio, por lo más alto, por lo que toca más de cerca á
la conciencia de los hombres y de los pueblos; por esa cuesUon te-
mible que entra en todas las naciones, como decia un ilustre ora-
dor que ya no existe hace algunos auos, en un libro que dejara para
siempre puesto su nombre entre los de los mús grandes escritores.
Empiezo por esa cuestion que se encuentra detrás, al lado, de-
lanle, en el seno de toclas las cuestiones que agitan al mundo
moclemo; por la cuestion religiosa. Yahí, antes de llegar á citaros
un ejemplo á que tenareis poco que contestar, me he de permitir
decir algunas pulabras.


»En esa ley que habeis presentado á la deliberacion, hay un
punto de rista que no es el que tenia el gobierno cuando presentó
aquí su primer proyecto. En esa ley restableceis la prévia cen-




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 127
sura sobre materias religiosas sin apelacion; en la ley primiti va
habia un género de apelacion; y yo, que considero que esa prévia
censura con apelacion, y sill apelacion, no es una verdad ni en
yuestra boca, ni en vuestra ley, ni en la boca ni en la palabra de
ninguno ele los que estamos aquí, ni en 103 hechos de esta sociedad
ni en los de la .Europa, yo os digo que, sin embargo, esa contradic-
eÍon en que os habcis puesto con el gobierno, es uno de los más
fuertes argumentos que pueden dirigirse contra esta situacion y
contra el ministerio que está á su cabeza, que esa es una contra-
diccion que viene á cOlToboral' lo que decia di as pasados. D'ecia
aquí, y no se poclia contestar, á saber: que ahí, en el seno de esa
gobernaeion, ni hay principio, ni hay sistema, ni hay más fin que
el de mantenerse en esos puestos. (Sonrisas en el banco azul.) Y
no caben tergiversaciones en ese punto, ni caben sonrisas. Ten-
dreis el éxito, tendreis los votos, tendrcis todo lo que querais,
no tendreis nunca la razon; y la razon al cabo es mail fuerte que
los éxitos, que 103 ,o~os, y hasta que las sonrisas.


))Qué, seiiores diputados, ¿hemos llegado á tiempos tales, hemos
llegado á una época tal, que es materia indiferente, que es ma-
leria de poco más ó menos, que no es asunto grave para un mi-
nisterio, es eosa tan concrela como esta, el que sea ó no sea ab-
soluta la pré\ia eellsura sobre materias religiosas? Qué, ¿esta
es una cuestion baladí, esla es una cuestion de poca importancia?
O quereis ó no quereis poner un freno á los que atacan á la reli-
gion. ¿Lo quereis? ¿Quereis pilner un freno? Pues habeis debido
traer la prévia censura. O quereis, ó no quereis que esa prévia
censura sea absolula. ¿Qu('reis que la prévia censura sea abso-
luta? Pues esta idea se 03 debía ocurrir al tiempo de formar
vuestra primera ley. No es una idea de esas que pueden escapar-
se á la imaginacion de los hombres. Pues· si esa· idea se os de-
bia presentar y se os presentó efectivamente, y no queríais que
fuera absoluta, sino que queríais limitarla porque comprendíais
los peligr03 de que fuera absoluta, porque comprendíais
que la prévia censura en materias religiosas, siendo la cues-
lion religiosa una euestioIl que está en todas las cuestiones, lo
que estableciais era la prévia censura en poder del diocesano en




128 DISCURSO SOBRE
todas las cuestiones, yos habeis modificado en esto cn pocos días,
¿Cur tam varie? Y este CUt tam varie es la pregunta que venimos
haciendo á la Union Liberal desde hace tres años, y la Union Libe-
ral nos responde cada vez más varié, pero nunca satisfactoriamente.


» y dejando á un lado estas incidencias más ó menos grotescas
de la jlolítica del dia, vuelvo á cntrar cn la cuestion como yo la
iba á examinar; vuelvo á entrar en la cuestion bajo el punto de
vista genérico que antes he indicado. ¿Creeis de buena fe,
pensais sériamente que esa prévia censura absoluta que estable-
ceis ahí, ,a á ser eficaz?


» En conciencia, como homb~es de honor, como hombres que
vienen aquí en una época en que no es lícito venir con decep-
ciones, ¿creeis que con estos artículos, este título, con esta preven-
cion habeis alterado, habeis entonado en lo más pequcI10 el es-
tado presente de las cosas? ¿Creeis que este estado no irá creciendo
con el movimiento y con la duracion? ¿Creeis que lo que se es-
cribe sobre religion dejará de escribirse, y que lo escrito dejará
de leerse? No lo podeis creer, no lo creeis.


»Pues bien: si eso no está en la medula de las cosas; si eso no
está en la sustancia de los hechos; si eso no existe realmente entre
nosotros; si aquí todo 10 que se escribe se escribe y se lee sobre
esas y sobre todas las materias, si teneis en la calle del Príncipe
una librería estranjera que protesta contra vue3tro título, á donde
todos vosotros vais á comprar lo que esta ley condena, ¿para qué
habeis puesto ese título? Es decir que la ley establece una censura
prévia que no es eficaz por más que digais. ¿Y qué resulta, se-
ñores diputados, de que esa prévia censura no sea eficaz? ¿Qué
resulta en España, en España, nacion católica por escelencia? ¿Qué
resulta de que hace veinticinco años, ¡qué digo veinticinco años,!


. hace treinta, cuarenta, desde principios de este siglo, no haya ape-
nas un hombre medianamente instruido que no haya leido todo lo
prohibido y lo no prohibido? ¿Qué resulta de esto? ¿Resulta que
haya menguado en lo más pequeño, que se haya cercenado en lo
más mínimo, que haya disminuido en nada el espíritu altamente
religioso, altamente católico de la nacion española? No por cierto:
os voy á decir lo que resulta.




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 129


))Lo que resulta es que en \ ez de las antiguas creencias, pura-
mente de costumbre y saturadas de fanatismo, tiene hoy la nacion
creencias razonadas, que toman arraigo en el país de otra manera,
por otros medios, con más fuerza que lo lomaban antiguamente.
¿ y es esto propio y peculiar solamente de la nacion española? ¿Es
esto propio y peculiar únicamente de nuestro pais? No es
,erdad tampoco; y yo os llamo la atendon sobre un ejemplo que
os voy á citar, un ejemplo concluyente, un ejemplo que no tiene
respuesta.


)) Tended la vista por donde quiera que el catolicismo está es-
tendido y arraigado; tendedla de buena l'é, y yereis que en casi
todos esos paises no existe la censura sobre materias religiosas;
vereis sobre todo que en los puebl03 de orígen español, en los
pueblos de América, en aquellos pueblos en donde la anarquía
se ha manifestado de una manera que no cahe duda, en todas las
cuestiones que pueden afedar á una sociedad, en donde los pare-
ceres son diferentes sobre la forma de gobierno, sobre la organi-
zacion del poder, sobre la distribucion de la propiedad, sobre el
mayor ó menor grado de unidad ó de dispersion de las fuerzas
sociales, sobre todos los puntos que agitan á la humanidad, hoy
día en aquel país donde todo se ha escrito, donde todo se ha dicho,
donde lodo se ha hecho, hasta lo absurdo, á pesar de esa gran licen-
cia, que no libnl'tad; en ese país donde todo se ha leido, no hay un
templo protestante, no hay una religion disidente, no ha disminuido
en nada la religion católica, el espíritu católico que alli Ileyamos,
que allí representamos; hecho que constituye nuestra gloria, y
que constituira por mucho tiempo la gran fuerza de nuestra na-
cionalidad.


)) Volved la vista ú otra parie, yolred la yista á Italia, á Italia
trabajada de la manera que todos sabemos; á Italia, que se en-
cuentra hoy en la n1it~ terrible de las pDsiciones en que se pueda
enconll'al' una nacion: á Italia, que para salrar su unidad, que
para salvar ese moyimicllto que aspira á realizar se ha tenido
que poner en contradiccion con la Cabeza risible de la Iglesia,
con la Cabeza vi"ible del catolicismo: mirad á esa Italia que pu-
diera refugiarse en este momento en cualquiera de las creencias


TOMO III. g




t30 DISCURSO SOBRE
disidentes del espíritu católico, mÍl'adla cómo, á pesar de esto,
conserva su espíritu en medio de una libertad, ¿qué digo? en
medio de una Iibcrtad, en medio de un emanche de movimiento
de que no offf~ce ejemplo la historia. .


¡¡Id á Irlanda, sujeta tantos años al poder de Inglaterra, en
donde es interés de la metrópoli que el culto protestante eche
raices y haga prosélitos; id á Irlanda, que goza de todas las li-
bertades; id a Irlanda, y wrcis que allí donde dejó la ultima guer-
ra en tiEmpo de los Estuardos el límite de la poblaeion protes-
tante, allí está toda,ía, sin que haya podido dar un paso.


»Consultad la estadística de estos ticmpos, y vereis que la po-
blacion católica de ese país es mayor que lo era la protestante en
el tiempo de sus grandes luchas. De modo que, mirada esta cues-
tion bajo el punto de \ista que yo la miro, de ser tratada y re-
sueIta en el sentido que yo propongo que se resuelva, no hara sino
ganar el espíritu religioso que constituye una de las primeras
fuerzas de nuestro país, si no la primera. ¿Y esto es decir, se-
ñores, que no se podrflll cometer por la prensa delitos contra la
Religion? Ciertamente (iue sÍ. Tambien se come len en Inglaterra, Ó
se pueden cometer lambien; están prC\ islos alli tambien, y se cas-
tigan allí por leyes, y por leyes duras, l)or las leyes comunes" por
los tribunales comunes.


»Pues vamos á hablar de otro interés no menos importante
para esta sociedad. Vamos a hablar de la monarquía, de la di-
nastía, de las instituciones y del órden público.


»OS Yoy á hacer una reseña del procedimiento, de los medios
que tendrá en su mano la autoridad para reprimir los verdaderos
delitos sobre esa materia. Suponed que se escribe un artículo
contra la lllonanjuia, contra la dinastía, contra las instituciones
entendidas de cierta manera, contra el ónlCll público: os voy á ci-
tar el efeclo de yuestro procedimiento, y os "oy á citar el efecto
del mio que es la ¡llanera de tratar prácticamente las cuestiones.


» Vosotros con vuestra ley formais un proceso al escritor, lo
lIevais con arreglo a yuestl'a ley al tribunal ordinario en unos ca-
sos, al jurado en otros; supongo lo nl<ls favorable a vosotros; su-
pongo (jue obteneis del tribunal ordinario una sentencia conde-




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 131
natoria, ¿habeis obtenido un resultado encaz pal'a reprimir las ten-
dencias que en este sentido pueden existir en la sociedad? Pues
yo os lo niego. ¿Sabeis por qué os lo niego? Por una razon pode-
rosa, porque ese resultado lo habreis obtenido por medio del ar-
tificio de vuestra ley, de vuestra ley que vosotros mismos habeis
confesado Cilla discusion que es una ley de circunstancias, que
solo sera ley mientras las circunstancias lo, aconsejen; de modo
que el que es condenado por vuestra ler, es condenado por un cri-
terio de circunstancias especiales; lo que quiere decir que no ha-
beis condenado, sino que habeis maltratado á un hombre; lo que
quiere decir que no le habei~ condenado, sino lapúdole ·la boca
para que no pronuncie una palabra; lo que quiere decir que no
habeis conseguido el resultado á que deben aspirar las leyes be-
néficas de ia sociedad.


» Veamos el procedimiento contrario. Suponed la libertad, pero
la libertad sin trabas, como debe suponerse; suponed que no se ne~
cesita el depósito; suponed que no se necesita licencia; suponed
que no se necesite editor responsable; suponed que no se neceiiite
nada de eso que establece el proemio, los primeros artículos de
vuestra ley; suponed que con esta libertad son infinitos los pel'Íó-
c!icos, son infinitas las hojas suelLas; son infinitos los impresos,
que apenas hay tiempo para leerlos todol<, y en medio de esa con-
fusion de impresos que se puhlican, se presenta uno que llama la
atencion, que hiere la condieion del gobierno y de sus agentes,
que los agentes denuncian el delito que en ese impreso se puede
cometer; suponed que hay un juicio de imprenta ó delito cometido
por la imprenta: entonces esto se mirará como una cosa estra-
ordinaria, y el tribunal se apodera de él, un tribunal responsable
en cierto sentido, porque yo quiero los tribunales responsables; res-
ponsables, sí, pero independientes de todas maneras, ora se con-
sideren como el Sr. IUvero los ha considerado, ora se consideren
como yo no podré menos de considerarlos. ¿Qué sucederá el dia
en que el tribunal aplique la ley, falle que ha habido delito é im-·
ponga una pena? Lo que sucederá es que todo el mundo se las-
timara. de la suerte de ese desgTaciado, pero el ejemplo servirá
para todo el mundo; sucedera que, como todo pl'ocedimiento del




132 DiSCURSO SOBRE
que resulta culpabilidad, son ira para prevenir; sucederá lo que
sucede con los delitos cuando la ley los castiga; todo el mundo
se compadecerá del delincuente, pero servirá de escarmiento,
de ejemplo; el delincuente no dejara de ser delincuente, no sera
un hombre simpático, como decia hace pocos momentos el señor
Rivero; el procedimiento hara que todo el mundo le e, ite, y todo
el mundo le evitará.


» y decís que no esta la nacion española preparada para este
sistema; y dccis que no está Espafia dispuesta á recibir esta ley:
¿pues ql:é otra leyes la que exis\e~ ¿Qué leyes la que hay
ciertamente, y la que domina sobre nosotros? Fuera de las mo-
lestias qt:e se ocasionan a la prensa; fuera de las vejaciones que
padecen algunos escritores, en la sustancia, en la esenda de los
hechos, ¿qué es lo que existe? Lo que existe es que euando los
gobiernos tienen en su mano los medios que representa el actual
gabinete, que no son ciertamente los que le da la actual ley, los
medios que se han sabido procUl'al' desde la época en que enmendó
.las listas electorales hasla cl dia, que cuando los gobiernos han
venido á conseguir establecer firmemente su dominacion sobre
el pais, en la forma que este la ha establecido, la imprenta, real
y verdaderamente, no e.,ta mas que tolerada, pero tan pronto como
se rompa el encanto, tan pronto tomo sacuda el yugo la impren-
ta, recobra su libertad para entrar en una nueva série de traba-
jos y martirios. Yo lo que quiero es reconocer la verdad de las
cosas; yo lo que ,quiero es que lleguemos francamente al punto
en que las libertades sean, como deben ser, sinceras.


¡¡Pero ya preveo algunas argumentaciones que no puedo menos
de hacerme cargo de ellas. Ya veo ,euir una argumentacion, que
se me dirigirá una pregunta que se ha dirigido igualmente al se-
ñor Rhero. ¿Quereis para la prensa el jurado, ó quereis Jos tri-
bunales tales corno ho} existen establecidos?


)Señores, aquí pasa una cosa muy particular. El gobierno y
esta situacion se hacen notables por una manera de espre:;al'se,
de que no puedo menos de hacerme cargo. Se pregunta al gobierno
tan pronto como sube al poder: ¿por qué seguIs con la ley de Íln-
prenla elel Sr. ~ocedal, que discutieron y aprobaron como ley de




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 133
cil'cunstaneias, v no con mucha voluntad las cÓl'tes anteriores, v


. ' " ..


que vosotros desde la oposicion habeis combatido? Y re . ;ponde el
gobierno como un doctrino, con esa undon seratica que le distin-
gue: «Es cierto que la ley no es buena, poro como soy un gobier-
»no tan legal, tan respetuoso por la ley, aunque la ler no me pa-
Hezea buena, al fin, me la he encontrado y no puedo menos de
»obedecerla.» Esto dice el gobiel'llo; y ahora que se habla de traer
aqui y presentar un sistema radicalmente opuesto al que vosotros
quereis establecet', se dice: «yo me encuentro el código penal he-
)>eho; yo me encuentro con que el código penal no tiene pre\'istos
»esos delitml; pero, al fin, hay un artículo que dice que los delitos
))que se cometan pOI' la imprenta, serán clasificados y penados
»en una ley especial,» y presenta una ley para cumplir con lo que
el código penal pre\iene.


llSeñores; hay una poreion de señores diputados que se cuen-
tan en la mayoría, que no sé si esto lo creen de verdad, pero sí
lo dicen con la misma uncion que el ministerio. Ya se yé, si esto
se paga.


»¿Pero es esto formal1 ¿Es esto sério'? ¿1Ieréee siquiera Tos ho-
nores de la diseusion? So. O., leranlais de"de la opo~icion, os le-
yantais una:yotra "\"ez, os levantais á condenar con los términos
más acerbos la ley que se os pl'e.,enta en circunstancias escepcio-
nales; deeís que yuestras doctrinas son otras; anuneials al mundo
que vais á hacer que sea una yen!ad el gobierno representativo;
wnis luego al poder, y repetís una y otra yez á toclo5; los que
quieren oirlo, que yenís á regularizar la mareha del sistema par-
lamentario, y sin embargo, conseryais, con gran tormento vues-
tro sin duela, conservais esa ley que habeis anatemaiizado un día
y otro dla; y no ¡<olo la cOllsc>rvais , sino que la enlcndeis e01110
sus au(ore~ no la entendieron, y la aplicais con una crueldad de
que no hay ejemplo de que se aplieara en manos de sus autores
de una manera parecida. ¿Es esto formal? ¿Es esto sério? Esto
podrá pareeerle así al señor presidente del consejo de ministros,
que tiene la fortuna de no creer en las ideas, ni en el poder de
los raciodnios ; sin duda S. S. no cree más que en las bayoneta:;.


» Yo le citaré a S. S. el dicho de un célebre diplomático, que




134 DISCURSO SOBRE
al hablar de las bayonetas, decia: «Son muy buenas para apoyarse
)len ellas; pero no ha habido nadie que pueda sentarse encima.» Y
luego se YÍene aqui y se pretende con las mismas escusas, y de
la misma manera, justificar la ley que está sometida á vuestra.
deliberadon. Pues qué, ¿ignoraba (y siento qne no esté en este si-
tio el señor ministro de la gobernacion, á quien profeso sincera
amistad), ignoraba el señor ministro de la gobernacion todo lo
que tiene de grande y de intenso esta cuestion? ¿Ignoraba el se-
ñor ministro de la gobernacion, que podia presentarse este sis-
tema en frente de su sistema? ¿ Ignoraba el señor ministro de la
gobernaríon que se habia de venir tarde ó temprano á mirar las
cosas bajo estos punlos de vista? Pues qué, porque en el código
penal haya un articulo que diga que debe hacerse una ley espe-
cial de imprenta; porque en el cóeligo penal no estén suficiente-
mente esplicados tales ó cuáles delitos que se pueden comeler por
la imprenta, ¿por eso se negará que tenemos razon pastan te para
tratar la cuestion en la esfera de los principios que se está tra-
tando? Sin embargo; esa es la escusa de la comision , y no ha
dado otra. Pero despues de haber examinado esta escusa ele la co-
mision, que es la que se acostumhra á dar en todas las cuestiones
que se someten a la deliberacion de los hombres dominantes en
estos tiempos, vamos á ver cómo entiendo yo, cómo creo, desde
mi punto de vista conservador, que elebe ser resuelta la cues-
tion del jurado.


llDice el Sr. Ri,ero con su lógica inflexible: «Yo quiero el ju-
llrado para la impronta, porque quiero el jurado para la resolu-
)leÍon de todos los negocios que puedan yentilarse en la sociedad,
»por lo meno" de los criminales.» Esta ha sido la inteligencia que
yo he dado a las palabras de S. S. Y yo digo otra cosa bajo mi
punto de vista con senador , y luego diré cómo entiendo la palabra
conservador, para que no haya tergiversaeion sobre la materia.


»Yo quiero la libertad de imprenta sin prcyencion. Yo quiero
la clasiticacion de los delitos del código penal. Yo quiero el tri-
bunal ordinario, quiero la inamoYilidad judicial, y quipro la in-
amO\ilidad judicial ahora que ,'08011'08 e~tais en el poder, ahora
que vosotros nombrais los jueces y los magistrados. Pido la inamo-




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 135
"ilidad judicial, no solo con este motivo, sino que la hubiera pe-
dido y la hubiera presentado en elra ocasion, y la hubiera pedido
como bjlse, no como interés de partido. l)orque es elaro, si yo pi-
diera la inamovilidad judicial, y tratara de establecerla desde el
banco azul, eso no tendria mérito ninguno. Eso seria pura y sim-
plemente inamovilizar los funcionarios de la magistratura á quie-
nes yo hubiera elegido antes. Pero pedir la inamovilidad judicial
y la responsal)ilirlad judicial, que es su consecuencia, desde estos
bancos, cuanclo no somos nosotros, cuando no son ninguno de
los hombres de la oposicion los que han constituido el cuerpo de
la magistratura, es prueba evidente de que quiero las cosas por
las cosas, no por interés puramente de partido.


» y digo que quiero la inamoyilidad judicial yel tribunal ordi-
nario, porque voy a se\' muy franco con mi amigo el Sr. Rivero,
con la cámara, y con el país. Para el Sr. Rivero está resuelta en
el terreno de la ciencia Id cueslion del jurado. Para mí no lo está
del mismo modo. Si estuviera a mis ojos resueltíl de la "misma
manera que para S. S. la cuc!'ltion de los jurados, yo pediria el ju-
rado del mismo modo que el Sr. Rivero. Si se me demostrase ma-
ñana que es el verdadero criterio de la justicia, que lo es en la
ciencia completamente el jurado, admitiria el jurado-, lo mismo que
para la prensa, para todos los demás delitos. No rechazo el jura-
do porque esté (í no esté el país preparado para recibirlo, no. Yo
creo que en la atmósfera en que viyimos, habiéndose hecho aqm
las pruebas que se han hecho, habiendo venido á este lugar los
hombres que han venido a nombre de todas las ideas, de todos
los partidos; habiendo dado el país la inmensa prueba en 1834, a \
enviar aquí las córtes constiturentes, en medio de aquel desqui-
ciamiento; las eórtes constituyentes, á qUB .yo no tuve el honor de
pertenecer, pero á las cuales es preciso tributar aquí en esta oca-
sion, y en muchas ocasiones, grandes elogios; las eórtes constitu-
yentes, cuyo espíritu, conservador al mismo tiempo que progre-
sivo: no puedo alabar hastante; habiendo dado el país estas prue-
bas; habiendo pasarlo. por estas, icisitudes ; habiendo salido de
estos conflictos, si yo ahora supusiera el criterio legítimo de jus-
ticia en el jurado, yo le pediria hoy lo mismo que el Sr. Rivcro,




136 DISCURSO SOBRE
por razones tan conservadoras como todas las demás que he te-
nido la honra de esponer al congreso.


))Pero toda, ía, señores diputados, el sistema que yo profeso,
el sistema que ~'o espongo sobre esta materia, no tiene su desen-
volvimiento completo: y siento cansar la ateneion de la cámara;
pero ruego á los señores diputados que tengan conmigo alguna in-
dulgencia, porque es quizá esta la ocas ion única que tendré para
es poner mis ideas.


llEl sistema que yo profeso no ha tenido su debido cumpli-
miento ni lo debe tener, sin que yo diga qué es lo que en lugar
del gobierno y en lugar de la comision habria establecido para
completar el cuadro de las leyes en este punto.


))Señores: las leyes especiales de imp"enta, además de los pun-
tos de vista con que han sido ya consideradas por muchos de los
señores oradores, tienen un punto de vista especial, que yoy á
someter á la consideracion de los señores diputados.


llLas leyes especiales de imprenta, más que leyes para corregir
determinádos {(elitos, de esos que se cometen siempre en todas
épocas en las sociedades, es una parte de la ley de órden público.
Los gobiernos suelen considerar á la imprenta como un instru-
mento de perturbacion, que puede Heyar la sedicion y rebelion á
los pueblos, y se previenen por medio de leyes como estas contra
esas tentatiyas. Yo, que no me gusta, que no tengo placer en huir
de las dificultades ni esquivarlas, qne ya en una ocasion he tenido
el honor de declarar al congreso que echaba de menos, entre las
muchas leyes que debierarr aqui presentarse, una ley de órden
público, digo que para que esta reforma, tal como yo la compren-
do, fuera eficaz y efectiYa, seria necesario traer aqui una ley de
órden púhlico que considerara los actos de la prensa bajo el pun-
to de "isla en que deben ser considerados, cuando se principia á
perturbar el órden de la sociedad, durante la perturbacion del ÓJ'-
den social, hasla el último témlino' del restahlecimiento de la
tranquilidad.


» Porque tenia razon el señor ministro de la gobernacion; yo
eonozco seguramente que un escrito, publicado en cierlo estado
de la sociedad que funciona libremente y con ealma, no es cen-




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 137
surable; y ese mismo escrito, cuando hierve el veneno de las in-
surrecciones, cuando se prepara á los motines una y otra fraccion,
ese mismo escrito puede ser censurable en cierto grado que solo
debe apreciar .una ley discrecional, que exi:-;te en todas las socie-
dades en donde hay libertad de imprenta. ¿Por qué se escriben en
esa ley una gran parte de las prevenciones de los artículos que
han sido dictados sin duda por un espiritu casuistico que decidi-
mos nosotros? Se escriben por la frecuencia de las tentativas re-
yolucionarias en nuestro país; se escriben porque la comision
cree, y en mi concepto lo cree equiyocadamente, porque la 00-
mision cree que en nuestro pais es fiwil inducir por medio de un
escrito, y producir con la prensa, una insurreccion, una revolu-
don; de modo que en esa ley está en gran manera una parte de lo
que debiera ser ley de órden publico. y yo, que no quiero desar-
mar al gohierno en ninguno de los casos en que puede verse en
lucha con la sociedad perturbadora, yo le concedo esa ley de ór-
den publico; le concedo, es más, a pesar de la ley que estamos
discutiendo, le pido que se presente esa ley.


»De modo que, señores diputados, el sbtema que tlefiendo, el
sistema á que mis opiniones me inclinan más radicalmente, que
pido la libertad completa, que pido la elasificaeion de los delitos
en el código penal, que pido el tribunal ordinario, que pido la
inamoyilidad y responsabilidad de los jueces, pido la ley de órden
publico; es un sistema que arma al gobierno con todos los recur-
sos que puede necesitar en lodos los casos para castigar los deli-
tos cuando la sociedad lo necesite. Es claro y evidente que no se
cometen con la frecuencia con que ahora parece que la comision
cree que pueden eometerse.


))Deeidme, señores diputados, yosotros los que haheis estado ó
estais en la magistratura, yosotros los que entendeis de estas ma-
terias, vosotros los que conoceis nuC'slra sociedad, decidme si con
un sislC'ma de esta espeeie, si con un sistema como este, no estan
a cubierto los mas allos intereses; asi, pues, os cité el ejemplo de
los intereses r~ligiosos, y 01'; cilé estos, porque son indestructibles,
(lue nadie podrá destruir.


»Os he hecho despues la historia de lo que os sucedera con




138 DISCURSO SOBRE
vuestra ley, y la hi:-;toria de lo .que os sucederia con mi sistema;
no quiero reconocer, como vosotros, que hay otro interés político
de órden inferior á los intereses religiosos, que necesita de esa
buena proteccion con que \"osolros quereis escudarle., no; no quie-
ro entrar en esa cuestion, porque podria llevarnos á una cuestion
peligrosa, no; como yo la considero tan solo someramente una
cosa, y es, que si esos intereses, si esas instituciones á que alu-
dís peligrasen de la manera que vosotros creeis, cuando tratais
de defenderlos con tal cumulo de prevenciones, con tal eúmulo de
sutilezas; si fuese cierto que en nuestra sociedad bastara la publi-
caeion de una línea en sentido dudoso, para concitar el peligro de
la monarquía, de la dinastía, ó de alguno de esos otros intereses
altísimos, que vosotros considerais en esta ley; si eso fuese ver-
dad, ¿ereeis que con vuestras leyes detendríais el movimiento?
Os engañais.


» y si no es verdad esto, si no hay tal peligro, ¿ qué importa
que maf:ana salga un escritor, atrevido sin medida, que cometa
ese delito? Sucederá lo que ha sucedido en otras époéas; sucederá
que el sentimiento conservador, que el sentimiento social se le-
vante como un solo hombre para condenar ese atentado; sucedera
que de esta lucha y de esta tentativa saldrá más fuerte, más po-
derosa, más asegurada, la in$titucion que ahora vanamente con
vuestros débiles valladares quereis defender.


»)Recordareis, señores diputados, las circunstancias de que
hice mencion en el dia de ayer al liempo de empezar mi discurso.
Animado por la benevolencia con que me escuchásteis ayer al des-
emolver mis opiniones sobre una materia tan grave y tan deli-
cada, continúo hoy mi tarea; y no temais que al continuarla haya
de pesar mucho tiempo sohre vuestra atencion mi pobre palabra;
no haré uso del derecho que como diputado me corresponde~
si no en cuanto sea estrictamente necesario para el cumplimiento
de aquellos deberes, y para dejar en su punto, como corresponde,
la opinion de los diputados en cuyo nómbre, en mucha parte de
lo que estoy dieiendo, tengo el honor de hablar.


IlSupongo, señores, que estil muy en Ylwstra memoria .todo
lo que tuve ayer el honor de decir, esponiendo con mas estension




LA LlBERTAD DE IMPRll:'iTA. 139


que lo habia hecho mi amigo el SI'. Rivero, y bajo otro punto de vis-
ta, el sistema que en mi concepto debia adoptarse para resolver la
gravísima cuestion de imprenta. Recordareis que llegaba yo á
reasumir, á reunir en un gruPQ de principios la opinion que
habia estado sustentando durante largo rato, y os decia que que-
ria la libertad de imprenta sin ninguna prevencion prévia, sin
ninguna Iimitacion; la clasificacion científica de los delitos en el
código penal; er tribunal ordinario para juzgar de estos delitos;
la inamovilidad de los jueces, y si era menester, la reforma judi-
cial. Y digo si era menester, porque supongo que cuando no ~e
ha realizado, sera porque no se ha podido llevar a cabo, porque
se habrán presentado grandes dificultades que lo han imposibi-
litado. Si era menester quiere decir si era posible, y a mi juicio
lo es: y por ultimo, la promulgacion de una ley de órden publico.
Tuve durante el curso de mi peroracion que pasar rápidamente
sobre algunas de las opiniones que sustenté, y me yeo hoy en el
caso de dar algunas esplicaciones, porque al salir de este sitio
con la impresion causada por el debate a la altura á que le han
colocado los señores que me han precedido en el uso de la pa-
labra, por la novedad de presentarme á sostener estas opiniones,
no fué una sola, fueron muchas las personas que me dirigieron
preguntas, que probaban que yo no habiá acertado á esplical'me
tan completamente como hubiera deseado, sin duda 'alguna. Pude
deducir, y creo que le deduje legítimamente, que para muchas
personas lo que yo habia propuesto era la adopcion de la clasi-
ficacion de los delitos que dice la ley que discutimos trasladada
al código penal.


))Si no fué aSÍ, porque yeo alguna denegacion en el banco de
la comision, no lo seria sin duda para el señor que me hace seña
de disentir en esta parte de mi apreciacion; pero lo fué para otras
personas, y como yo deseo quede perfectamente claro lo que pienso
en esta materia, r como etltoy procediendo con suma sinceridad,
sin espíritu ninguno de oposicion en lo esencial y en lo sustancial
en lo que estoy sosteniendo, por eso detendré un momento el
turso de mi peroraeion, esplieanclo clara y distintamente cómo en-
tiendo yo que se debia proceder. A mi modo de ver, se deberia




140 DISCURSO SOBRE
hacer una clasificacion de los delitos y una clasificacion de las
faltas que se cometen por la imprenta, y deberia en esta parte
reformarse el código penal, deberia tambien proporcionarse, como
con respecto a los demas delitos se hace, la pena á la naturaleza
de los delitos, resenando la agravacion de estas penas, reservando
lo estraordinario que ya indiqué existia en la ley de imprenta
que estamos discutiendo para la ley de órden púhlico.


»Algunas objeciones se hicieron a mi opinion por diferentes
personas, muchas de las cuales habian sido ya aquÍ indicadas, y
otras que fueron para mí enteramente nuevas; y como yo hablo,
no 5010 para nosotros, sino para los que me oyen y no me pueden
contestar aquÍ, y tambien para todos los que me han de leer des-
pues, no estraI1areis que me haga cargo de algunas de estas ob-
jeciones, siquiera sea ligeramente y sin molestar al congreso. No
faltó quien yaliéndose de indicaciones hechas aquÍ, me hiciera
presente la dificultad gravÍsima de ejecutar una reforma tan
compleja con la premura que exige la necesidad de acudir a dar á
la imprenta una libertad de que ahora carece. .
»I~sla, señores, es una objecion séria; pero esta objecion tiene


dos contestaciones. En primer lugar, seI10res diputados, hay una
consideracion práctica: claro es que sustentando yo aquÍ estas
opiniones, más bien esto y haciendo una propaganda de ellas que
solicitando inmediatamente del gobierno, aunque me alegraria
que el gobierno las acogiese, su realizaciOll inmediata, porque sé
de ant!.'mano que el gobierno no ha de acceder á mi opinion, ni
la comision, ni el eongreso la han de admitir en el estado de esta
discusion; seria un golpe mortal al ministerio el que se aceptaran
de repente las opiniones que sustento, y quedaria esto convertido
en una cuestion mucho mas politiea que lo es en sÍ. l.as oposi-
ciones proponemos cosas práctieas que pueden hacerse, sabiendo
que muchas \Ceees no se han de hacer; pero aunque yo sepa que
en este momento no se han de hacer, ¿aprobaria yo que no se
hiciesen? No por cierto. Creo perfectamente po~ible, no á la al-
tura a que ha llegado ya esla diseusion, no en el tramite en que
se encuentra, pero ereo posible, en elliempo en que hoy yivimos,
que ha sido posible traer aquÍ esta solucion; creo que la eomision




LA t.1SERTAD DE IMPRENTA. 141


que ha entendido y enLiende, segun me parece, en la formacion
de nuestro código, con los datos suficientes no habria tardado mu-
cho, habria tardado mucho menos que se ha tardado en pre-
parar esta ley de imprenta, en disponer la realizaeion de las
doctrinas que ayer y hoy he e3tado sustentando. Creo que los me-
dios prácticos de llevar á realizacíon este pen~amiento son bien
óbvios; creo que no hay, como vulgarmente se dice, mas que to-
mar la pluma y escribir para realizar e.,to que yo pienso, y esto
que yo pienso sin vanagloria lo digo, creo que habrá de realizar:le
dentro de un período no muy largo de tiempo.


» y cOllte,;lada esta objeeion que se me habia hecho, paso a
contestar algunas otras que preveo que tamblen se me han de
hacer. Se me arguye por muchos porque no lleyo á la imprenta
la garantía del juicio por jurado; porque quería y deseaba que
los delitos que se cometen por medio de la imprenta (que yo tam-
bien soy como el SI'. Rivero, dJ opinion de que no hay delitos de
imprenta), que los delitos que se cometen por medio de la im-
pronta fuesen juzgados por los tribunales ordinarios. Señores di-
putados, á mí me gusta, cuando estoy convencido de una eosa,
tratar de frente las cuestiones. Ayer indiqué una eosa, y que por
concluir y no cansar mucho al congreso no quise desleir bastante.
Dije que mi conrencimiento cientiHco sebl'c la aplicaeion del ju-
rado no estaba suficientemente formado. Habl'u parecido estl'año
que una persona como yo, que por costumbre y por necesidad
tiene que dedicarse el esta especie de e~tudios, no tenga formada
su opinion en esta maleria, y voy por lo mismo ú decIr lo mas
breyemente posible, por no molestar mucho yuestra atencion,
por qué I'azon no tengo forlllada mi eonyiceion eientilica sobre eslo
asunto.


» Yo he vis lo funcionar el jurado fuera de España r en mi país.
¿Qué he yisto fuera de España? He yisto gran práetica, gran cos-
tumbre en los jurados de dar sentencias y pronunciar sus fallos;
pero he visto una cosa más que no sé hasta qué punto se reali-
zaria aquí: he vi:,;to que colocada la magistratura en esos países a
una grande elevacion, revestida de un gran concepto, ejerciendo
una grande autoridad, insensiblem~nte el magistrado, el juez de




142 DISCURSO SOBRE
derecho, ha ido absorbiendo, al hacer la historia del juié.io que
tiene delante, al reasumir los debates, ha ido absorbiendo de tal
modo la conciencia pública, que casi nunca se realiza que deje de-
presentirse la sentencia en la palabra del juez letrado, que casi
nunca se realiza que el jurado se ponga en contradiccion con las
indicaciones de la ciencia.


» y esto lo he visto en Inglaterra, lo he yisto en Francia, y lo
he visto consignado en esos escritos que todos leemos para apren-
del', y que todos necesitamos leer para rectificar nuestros juicios
en que se hace la esladística cienLHica, la esperiencia ó el resumen
de la esperiencia recogida durante muchos años ..... Me dice un
amigo mio cuyo juicio respeto yo, que no es el jurado el que se
va al juez, sino el juez que se ya al jurado. Si estuviéramos dis-
cutiendo la cueslion con la buena fé con que la discutiríamos este
señor diputado y yo; si estuviéramos discutiendo esta sola cucs-
tion y nada más que esta cueslion, yo le haria algunas conside-
racioncs que quizás no le satisfarian y serian rectificadas por
otras; pero yo ahora no trato más que de inditar y decir por qué
causa dije ayer y repito hoy que no tenia formada mi conciencia
eientíllcarncllte sobre csta malcria. Y voy á añadir cn apoyo de
este clJat!o de mi espíritu otra obscnacion: ,oy á añadir que el
jurado en EspaI1a, como aplicacion á los delitos de imprenta, no
sé si con razon, no sé si careciendo de clla, ha sido siempre con-
siderado más que corno un tribunal que dicta una sentencia y que
está dispuesto á hacer justicia en consideracion esclusivamente
al delito, como un medio de proteccion para la imprenta.


» y en esto no culpo á nadie, no culpo a ninguno de loi,; que
han ~ometido a la prensa ú csa proteccion, porque yo por mi
parte entiendo que mirada la imprenta como lo ha sido en Es-
pafia por muchos años con notable }l]'oyencion, con notable des-
confianza, y siendo objeto de estraordinarias y muy censurables
persecuciones, nada m~s natural que el que muchas personas ha-
yan querido pOl}er al abrigo de la arbitrariedad de que por un
lado era \ ictima la imprenta, ó esta misma imprenta, colocándola
bajo un tribunal propenso á la indulgencia, y que absohiera en
la mayor parle de los casos. Mas como yo no estoy buscando




· LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 143
proteccion ni pririlegi08 favorables ni abusos; como yo entro en
la cuestion de la mejor buena fé del mundo; como yo estoy de':'
seando una solucion definitiva, digo para mí : si el jurado aq~í
prácticamente ha dado siempre ejemplos de mirar con beneYo-
lencia y de proteger hasta cierto punto á la prensa; si en la gene-
ralidad de los casos es esto cierto, hoy que buscamos tribunal
para los delitos de imprenta, ¿será aplicable el jurado? Esa es la
duda que yo tengo, que someto á VU3stra consideracion, y que
desde el punto de vista do mis opiniones, aunque liberal conser·
vador, me inclino por ahora á desear el juicio del tribunal ordi-
nario. Pero yo no deseo, no. insisto en esto; quiero que se tenga
esto muy presente por el congreso y por la comision; yo no de-
seo que ese tribunal ordinario sea un tribunal dependiente del
poder, un tribunal en el cual pueda influir 01 poder, no: yo de-
seo la inamovilidad, la deseo furmalmenle, sériamente, y la de-
seo con la responsabilidad fJue es su inmediata consecuencia.


»Deseo más; deseo una cosa que he tenido el honor de indicar
al Sr. CoeHo en algunas conversaciones que con S. S. he tenido
sobre esta materia, porque de esto hemos hablado en todas par-
tes los amigos, siempre que se ha presentado oca~ion; deseo que,
si en la mrnte del gobierno está el hacer alguna reforma en los
tribunales, que den más garantías para la recta adminislracion de
justicia, sobre todo en los tribunales de primera instancia; que
esa reforma empiece ensaY¿llldose con la imprenta, ya que no se
pueda estender á todos los demás asuntos. Esto es lo que yo ha-
ria ; pero, dejando aparte si ha de ser el jurado ó el tribunal de
primera instancia, ¿qué diferencia hay entre el punto de vista ge-
neral; entre las opiniohcli sostenidas por el SI'. RÍ\'ero, y el punto
de vilita con que yo he considerado estas cuestiones? Decia el se-
ñor Ri vero, desnudándose de todo espíritu de partido, una cosa
que es la misma que yo digo: «Libertad absoluta para la prensa;
»represion des pues ele cometido el delito; tribunal que juzgue de
ilesos delitos eficazmente; aplicacion de penas proporcionadas;» y
yo añado; garantías para el órden público en una ley que fije las
condiciones en que la sociedad aparece perturbada en el régimen
en que se vive.




144 bISCURSO SOBRE
)IEl Sr. Rivero decia desde el punto de vista de su sistema: ((Es··


»tablecimiento del jurado para el examen y resolucion de todos los
»negocios;» y yo digo una cosa perfectamente semejante a lo que
dice S. S. Yo digo: no sé si jurado, no sé si lribunal de primera
instancia, tal como está organizado hoy ó tal como lo estará ma-
ñana: no sé si habrá la segunda instancia tal como hoy existe
para esos trámites; nada de eso sé; pero si quiero que el tri-
bunal que juzgue de los delitos de iniprenta, sea el mismo
tribunal que juzgue de todos los demás delitos; que el criterio
que se aplique para administrar justicia en los delitos de impren-
ta, sea el mismo criterio que juzga de las relaeiones, de la pro-
piedad, del testamento que hacemos, del contrato que se pone en
duda, de todos los derechos que se someten á la delibéracion de
los tribunales. QUfremos, pues, una cosa genérica, y queda re .
ducida la cue5tion toda á un ensayo de organizacion judicial, que
de ninguna manera podrá ser un inconveniente para que el pen-
samiento se Ileye á su inmediata realizacion. Y ya que estoy ha-
blando del jurado, como que no es fácil seguir el hilo de ).Illa de-
mostracion, y luego dejar para un período ó fraccion de un dis-
curso, el coniestar á algunas especies que se han vertido aquÍ,
\oy á refutar una opinion que he ,islo sostenida en el banco de
la comision, y que he yisto sostenida tambien, si no me equivo-
co, en el banco del ministerio en otra ocasiono


Jllle oido decir en la comision, me parece que al Sr. Coello,
que el jurado, tal como le introduce el proyeclo de ley que esta-
mos disculienJo, era una especie de palenque á que se cilaba, asi
al periodista como al gobierno, á fin de que, eslablecida la dis-
cordia entre el gobierno y el periodista, el jurado, es decir, el
representante de la opinion pública, dirimiera esta contienda; y
que el jurado, más bien que un tribunal para juzgar de un delito,
era una especie de tribunal de la opinion pública que sanciona ó
no sanciona, al condenar ó absolver, la conducta del gobierno.
No es nueya esta opinion; la he visto defendida y espuesta en
muchas ocasiones, y hace ya mucho tiempo. Yo no puedo consi-
derar de esta manera al jurado; yo no puedo creer que la comi-
sion haya querido traernos aqui propuesto el establecimiento de




LA LIBERTAD DE lMPRENTA. 145


un tl'ibunal que va á juzgar de la poliUca· del 'gobierno por me-
dios más ó menos análogos á aquellos con que lo juzgamos aquÍ,
con que juzgamos los actos del gobierno.


¡)No admito eso, no puedo admitirlo; ó .el jurado es un tribu-
nal, ó no puede ser eso que algun señor de la comision ha pare-
cido indicar. Yo no admito que los actos del gobierno puedan ser
juzgados moral ni legalmente en parte alguna más que en el seno
de la representacion nacional. Pueden ser censurados ante la opi-
nion; pues la opinion, para dar sus fallos, tiene mil medios por
donde darlos; pero de ninguna manera admitiré que aquello que
se crea como tribuna:!, para declarar si se ha cometido ó no un
delito, se con\ierta en una arena donde se decida de la política
del gobierno, de la conducta de las oposiciones, condenando ó no
condenando la política del gobierno. .


»Con estas esplicaciones habr'á comprendido facilmente el con-
greso toda la estension de las opiniones que ayer euit), y no ne-
cesitaré volver á recapitular. Lo he hecho ya diferentes veces, y
supongo que no queda ninguna cosa que esplicar, y que no se me


. podra hacer ninguna objecion séria que no nazca de la diferencia
radical de opiniones.


»Las con"ecuencias de este sistema son faciles de esponer. Des-
de el momento en que se supone la libQrtad; desde el momento en
que se supone la clasificacion científica y prudente de los deli-
tos; desde el momento en que se establece la independencia, y
por consiguiente se garantiza la justicia del tribunal; desde el
momento en que el órden público queda igualmente garantizadó,
desaparece todo el artificio, desaparece todo el armazon de pre-
venciones, de clasificaciones, de desconfianzas, de cosas de que
esta llena esa ley especial que estamo" discutiendo, y todas las de-
mas leyes que sobre la maleria se han hecho y pueden hacerse,
deja de ser ncce,ario el hacel' esas definiciones que con tanta ra-
zon censuraba en su diseur",o el Sr. Rivero, y ayer mismo en su
rectificacion; porque las definiciones están hechas en el código,
y no se necesita averiguar lo que es impreso ó no es impreso; de-
ja de decirse que el folleto tenga 400 paginas, cosa que no deja de
ser algun tanto estremada, y yo esporo que la comision reformara


TOMO IJI. 10




146 DISCURSO SOBRE
SU dictámen en este punto, en cuyo caso murho se lo agradecerán
los escritores; deja de buscarse una garantía que no lo es, que
no lo ha sido hasta ahora, la garantía del depósito; deja, y esto
es muy importante, de traerse todos los dias ante los tribunales
a un hombre que se supone culpable; á un hombre á quien se le
compra, por decirlo así, su martirio; á un hombre á quien se le
lleva allí por el dinero; á un hombre que no entiende quizás la
causa de su condenacion; al editor responsable. La ficcion des-
aparece, y la realidad y la verdad imperan.


))Lo que es delito está definido, y está definido préviamentej
las reglas porque ha de ser examinado ese delito y sentenciado,
están tambien preyistas; no hay género alguno de interés social
que no esté protegido; no hay género alguno de libertad legítima
que no tenga su garantía. Pudiera continuar, seI10res diputados,
haciendo comparaciones entre la ley que estamos discutiendo y
estos principios, si no temiera molestar con mi prolijidad sobre
estas materias. Me propongo, sin embargo, más adelante decir,
hasta bajo el punto de vista de la comision misma) lo que es esa
ley; entretanto me veo obligado á pasar á otra parte del cumpli-
miento de mis deberes.


)) V tia yo ayer en algunos rostros las seiIales bien claras de
cierta óbservacion, que podia hacerse por la contradiccion en que
con estos principios, tan hitos y tan liberales, se suponía que po-
dria yo caer, .,que pedrían caer las personas con quienes suelo
votar en todas las cuestiones en esta asamblea. Esto me lleva, se-
ñores diputados, á esplicaciones mucho mas generales que las
que yo pensaba. Esto me lleva á decir alguna cosa, que hace mu-
cho tiempo tenia sobre el alma el deseo de decir. Se arguye de
inconsecuencia; se arguye de contradiceion; se arguye, no á un
hombre, que esto imporla poco, se arguye á un partido, ó al me-
nos á la representacíon de este partido en el congreso; se arguye,
no solo por este motivo, sino por otros muchos motivos, que en
otras cuestiones, que en. otras votaciones hemos dado. Compren-
derá el congreso que si no aprovecho yo esta ocasion, ninguna
otra más propicia se me ha de presentar para decir lo que pienso
en esta materia. Y para decirlo, me ha de ser permitido tomar en




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. . 147


cuenta algunas afirmaciones que se han hecho aquí, con motivo
de lo que ha hecho ó ha dejado de hacer el antiguo partido mo-
derado, de lo que es ó no es ya el partido conservador.


»Al empezar los primeros trabajos de estas córtes, cuando yo
tenia la honra de levantarme en estos escaños para fulminar en
nombre de las opiniones conservadoras, cargos y acusaciones á
la política del gabinete, y para hacer pronósticos, era costúmbre
en esta cámara, y era costumbre fuera de esta cámara, conside-
rar al partido, á que tengo la honra de pertenecer, como un par-
tido completamente disuelto, como un partido completamente
muerto, como un partido completamente concluido, como un par-
tido que habia cedido el puesto, que habia cedido la mision, co-
mo ahora se dice, al partido, si partido es la agregacion de hom-
bres políticos que domina en mayoría en este congreso. Yo en-
tonces decia lo mismo que repito hoy, y con esta ocasion res-
ponderé tambien á algunas preguntas que en otros debates se me
han dirigido sobre la existencia de ese partido. Respondia enton-
ces que los instintos conservadores de la sociedad, como lo re-
conocia ayer el SI'. Rhero, existen siempre, es forzoso que exis-
tan en loda asociacion humana. Respondia entonces, y respondo
ahora, que la forma en que se satisfacen esos instintos, siendo
idéntica en el fondo y con relacion á la actualidad y á las circuns-
tancias, es vária como la progresion de las circunstancias y la
vida de las sociedades. Respondia entonces lo que 00 sido discu-
tido en una multitud de argumentaciones que aquí se han hecho.


»¿Qué decia el Sr. Rios Rosas dias pasados, hablando de la cen-
tralizacion? Se dirigi.a á las personas quehabian hecho las leyes
administrativas de 184.5, y las preguntaba: «¿haríais hoy las leyes
¡¡que entonces hicísteis?)) Y respondían negativamente. Y así era la
verdad. ¿Cómo habian las personas, que entonces hicieron aque-
llas leyes, de hacerlas hoy des pues del tiempo corrido, despues
de las circunstancias en que nos encontramos?


¡¡Señores: no quiero entretenerme mucho tiempo en todo esto,
que puede parecer algo personal á vosotros, que por ser muchos
en la mayoria, y nosotros pocos, se os puede figurar que no so- ~,:;#,-~,.
mos más que un indi,iduo; no quiero entretenerme en esto, pero~,;' •
~r:~ . >~ \ í. ·.F _, "
'\~"<'.: ~i'
,,'




148 DISCURSO SOBRE
me ha de ser' licito decir que los partidos conservadores, ¿qué
digo los partidos conservadores? todos los partidos tienen sus
épocas y sus fases; que unas veces en unos partidos vienen an-
tes, y otras veces vienen despues en otros; que es propio y natu-
ral que en unos partidos vengan antes y en otros c1espues; todos
los partidos .tienen fases y períodos de resistenc:ia; todos los par-
tidos tienen sus fases y períodos de concesion; así los partidos
como el que representa con tanta dignidad, con tanto talento, y
con tanta elocuencia el Sr. Rivero en esta camara, en su primer
periodo tienen siempre el impulso, están siempre en la via de la
conccsion; y cuando llegan al poder, se ven indeclinablemente
obligados á ciert9 grado de resistencia; así los partidos conserva-
dores, que estan mas cerca de la solucion práctica del artf) de
gobernar, se ven obligados, casi siempre que aparecen, á empezar
resistiendo para concluir, como decia, con esa elocuencia que
nace de la verdad, el Sr. Rivero, porque nada hay mas elocuente
que la verdad, para concluir consagrando las conquistas de los
partidos que se llaman revolucionarios, arraigandolas en el país,
estableciéndolas, aclimaHlIldolas, haciéndolas imperecederas.


»Pues qué, ¿no tenia razon el Sr. Rios Rosas cuando, discu-
tiendo el proyecto de mensaje que habia de dirigirse á S . .M. en
la anterior legislatura, preguntaba y me preguntaba á mi: ¿Existe
por ventura el partido moderado como existia anles? S. S. hacia
la pregunta para suponer la negacion: ¿existe P9r ventura el par-
tido moderado como existia antes, con sus hombres, con sus pre-
tensiones, con sus circunstancias? ¡Qué locura! decia S. S., locura
de que yo no participaba ciertamente: ¿cómo he de creer yo que
el partido moderado que hoy existe es el partido moderado de la
misma manera, con las mismas ideas, con pretensiones iguales á
las que tenia en los tiempos en que S. S. pel'tellecia á ese par-
tido, al cual en el fondo de la opinion creo que S. S. nunca ha
dejado de pertenecer, en el que el'a una de sus eminencias? ¿Cómo
be de creer yo eso? Cuidado, señores, que si he dicho esto de
que en el fondo el Sr. Rios Rosas no habia dejad@ de pertenecer al
partido moderado, no lo digo en manera alguna, ni para lastimar
ni para hacer agm vio aS. S.; lo digo como apreciacion crítica




LA LlBERTAD DE IMPRENTA. 149
de la naturaleza de las opiniones políticas de S. S.; creo
que S. S., esté donde esté, puede reclamar con justicia el título
de conservador; en este sentido y solo en este sentido he hablado,
porque no pocHa hablar en otro sentido de las opiniones del señor
Rios Rosas.


»No, señores: los partidos marchan con el tiempo, van al tra-
vés de las vicisitudes, y marchan con los progresos de la huma-
nidad; y los partidos que no marchan con los progresos de la hu-
manidad se cristalizan, se inmovjlizan, se despedazan y mueren,
aunque hayan vivido en el dia de ayer con la pretension de le-
vantar bandera nueva. Las soluciones, del partido moderado hoy
no podrian ser las soluciones de hace doce a catorce años. Esto es
clarQ, y en esta materia de imprenta es mucho más evidente.


»Decia el Sr. Rivero: (eLas leyes especiales, todo el artificio de
»la adminislracion y de la política en su aplicacion á España, ha
»sido imitado de Francia.» Y es verdad; pero era incompleta la ma-
nifestacion del Sr. Rivel'O. No solo ha sido importado de Francia
todo lo que tiene rclacion con la práctica del gobierno tal como
la han entendido los partidos consenadores; todo, absolutamente
lodo en España, con relacion á nuestra revolucion, todo,' hasta
las opiniones que el Sr. Rivcro sustenta, nos ha venido en su
forma y en su aplicacion de Francia; todo es francés, hasta estos
tiempos que alcanzamos, en los cuales empezamos á notar que
no todo lo que se ha hecho en Francia es aplicable, que no todo lo
que se ha hecho en Francia es recto; y empezamos á buscar, no
en otras imitaciones, poro sí en otras osperiencias, soluciones más
conformes á los deseos y á los intereses del pueblo á que queremos
aplicarlas. Claro es que si vamos á considerar las cosas funda-
mental y filosóficamente, podrá decir el Sr. Rirero, y muchos con
el SI'. Ri\ero: (e~o sacamos nosotros, no imitamos nosotros lo que
llhemos ,isto aplicar aquí y allí; lo sacamos de las entrañas de las
»ideas mismas.» Comprendo la objecion, y me hago cargo de ella;
tal ,ez será un error mio; pero, mientras no se me pruebe lo
contrario, pOl'sisto con él. Imitacion ha sido do todos; imitacion
f ué el ensayo que se hizo en las córtes del año 12; imitacion
ha sido lo que hemos hecho des pues cuando hemos reformado




150 DISCURSO SOBRE
esa constitucion en 1837, imilacion de esperiencias ajenas.


»Decia el Sr. Chovas: «La Francia puede decirse que sintetiza
»el espíritu moderno.» No estoy de acuerdo en este punto con el se-
ñor Cánovas. La Francia es más bien una vasta, una inmensa
escena en que todas las opiniones, todas las ideas, todas las doc-
trinas se ensayan y se aplican: los pueblos que no están en el caso
de seguir servilmente, de tomar literalmente la aplicacion á esta
6 aquella nacion, los partidos que deben aprender con arreglo al
país en que funcionan, deben sacar de esos ensayos, deben sacar
de esas esperiencias grandes consecuencias, grandes aplicaciones,
prescindiendo del momento en que se encuentran fascinados,
adoptando nada más que aquello que sea útil y conveniente á su
país. Yo he visto el influjo de esas opiniones, de esas ideas, .par-
ticularmente en mi paí3; yo he visto funcionar la máquina admi-
nistrativa montada á la francesa; yo he visto despues una inmensa
escision, de que hablaba el Sr. Rivero, y con razon, en el seno
del partido moderado, por causa del advenimiento en el país ve-
cino de las instituciones imperialistas.


»He visto lo que cuestan esas imitaciones; y una de las cosas
en que me he esforzado más, que he procurado inculcar mas en
el ánimo de las personas sobre quienes puede influir mi pobre opi- _
nion ha sido el separar de ese espíritu de imitacion la marcha y
conducta que haya de seguirse en las cuestiones políticas; he pro-
curado imprimirle una marcha que sea propia y adecuada á las
necesidades presentes y al carácter del país en que vivimos.


»Me he esforzado en esto, procurando persuadir, rogando, ha-
blando; y yoy á decir una verdad que redunda en gloria de ciertas
personas que me han seguido; muchas me han precedido en las
mismas indicaciones, otras las han acogido con grande aplauso;
h~ encontrado una buena preparacion que me ha satisfecho nota-
blemente, porque cuando yo, en los primeros momentos de estas
córtes, me levantaba á decir que no habia muerto el partido á
que pertenezco, que tenia fe en sus ideas, en sus principios, que
tenia fe en su mi~ion, como ahora ~e dice, creia yo que eso se
realizaria; pero no creia que se realizara con la prontitud, con la
fuerza, con la eficacia con que aquí lo estoy viendo todos los dias.




LA LIBERTAD DE lMPRENTA. 151
»¿Y podrá ahora decirse que hay contradiccion, que la puede


haber entre la conducta que hoy seguimos y la conducta que
hayan podido seguir Ó han seguido los que nos hayan precedido
enla esposicion de doctrinas de nuestro partido en este sitio ó
en el poder?


¡¡Habrá lo que ha sucedido en todos los partidos; lo que todo
ptlrtido, todo hombre tiene la obligacion de conceder, de con-
fesar; que babra habido errores, estravi03. Yo, noblemente, puedo
decir que los ha habido, como creo que todo hombre de conciencia
lo diría de su propio partido, si se le obligara á poner la mano
sobre su corazon, y hablara francamente; pero ni de esos estra-
víos ni de esos errores son responsables las ideas, los intereses
que aquí todos en nombre de nuestros respectivos partidos repre-
sentamos.


»Los moderados de ayer y los de hoy hemos cumplido con un
alto deber en la época en que hemos sido llamados a gobernar;
hemos resuelto las cuestiones segun las circunstancias, segun las
exigencias de los tiempos; y la prueba de que las hemos resueIto
con eficacia, es que nuestras soluciones han vi vido, y han vivido
largo tiempo; que nuestras soluciones han servido para alimentar
en nuestro país las mismas instituciones por que ahora pug-
namos.


»La prueba de que esas soluciones han tenido gran valer, es
que el gobiel'llo actual, hoy, en los momentos presentes, ante
las circunstancias del mundo, en presencia de los progresos que
todos estamos viendo realizarse, sin tener en cuenta que ya es
hora de tomar otro rumbo, de seguir otro camino, se aferra en las
que entonces pudieron sor buenas soluciones, en las que hoy son
decrépitas, tardías, ineficaces para los tiempos que hemos al·
canzado.


»No parece, señores diputados, sino que este gobierno, que
este sistema viniendo al podor, á la dominacion con la pretension
de regenerar, de hacer de nuevo nuestra máquina constitucional,
no parece sino que al elegir los agentes, los instrumentos prac-
ticos y materiales con que habia de realizar eso, en vez de elegir
los instrumentos bien templados, los que cortan, elige los que




152 DlS(,'URSO SOBRE


están despuntados, los que están cubiertos de moho, aquellos que,
hablando yulgarmente, ni pinchan ni cortan, ni labran la tierra,
ni la profundizan, ni podrán hacer que mañana germine la se-
milla que en ella se arroja.


))Se::ores: corremos una gran tormenta, una gran borrasca
nosotros los conservadores, los moderados. Las olas encrespadas
nos cierran los horizontes; el bajel de nuestras ideas navega di-
fícilmente, pero navega siempre, marcha con un norte fijo; tiene
sus soluciones para todas las cuestiones; las trae aquÍ; pero en
esa tormenta van quedando en una y otra parte ideas y aplica-
ciones, bagajes sueHos que caen al mar, y el gobierno viene de-
tras en un esquife recogiendo el bagaje que nosotros arrojamos.


))Entre este cúmulo de mercancías que han servido ya, pero
que van pasando de moda, si no han pasado ya, estan, á mi en-
tender, no diré las leyes especiales, porque soy perfectamente
sincero; comprendo que pueda haber quien quiera resolver to-
davía esas cuestiones, quien en conciencia piense que las re-
suehe bien con una ley especial; no diré las leyes especiales,
pero sí la naturaleza de esas leyes especiales, esa naturaleza por
un lado insidiosa, y por otro lado ineficaz, que eriza de dificul-
tades el camino del escritor, y que hace imposible el escribir si
se ha de cumplir la ley, ó que hace que la ley no se cumpla.


))Esa naturaleza de leyes de este género la ha heredado el go-
bierno de S. M., la ha recogido el actual sistema, la recoge lo
que se llama' ahora Situacio!! de la Cnion Liberal, como una
gran solucion, y tan grande que no puedo menos, señores dipu-
tados, de hacer constar que en esto se ha estado pensando yo no
sé cuánto número de meses, se ha e.,tado estudiando, debatiendo,
semanas y semanas, despues de medilada y corregida, al venir
aquÍ, todavía se encuentra que en cada artículo, en cada rincon,
merece una correccion más.


)) Yo Yoy á decir una cosa de esa ley y de todas las que se la
parecen. Si esa ley que se nos ha traido fuera una ley que bien
ó mal clasificara los delitos, estableciera ciertas prevenciones, fi-
jara un sistema dado enlas penas, seria una ley especial más ó me-
nos contraria á los principios de toda buena legislacion; pero al




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 153
cabo podría esplicarse, como se ha querido esplicar, por las cir-
cunstancias; pero adolece del defedo más grave de que han ado-
lecido todas las leyes anteriores: adolece del defecto de tener es-


. critos, ligados y preparados sus artículos, no precisamente para
amparar con una proteccion lutelar esos grandes intereses de que
se nos ha hablado, sino para amparar y pro~eger el poder del go-
bieI'l1o, sino de determinados ministros; es una ley hecha para un
ministerio; es una ley hecha para que determinados ministros se
defiendan; y yo tengo el derecho de creer que es una ley para
eso, y lo deduzco de una circunstancia histórica. j Pues qué! si el
señor presidente del consejo de ministros y los demás señores mi-
nistros que atacaron tanto la ley que hoy rige en la materia,
hubieran seguido el imperio de sus opiniones, que creo sinceras
entonces, ¿existiria esta ley que hoy rige? No por cierto: la han
conservado. ¿Y por qué la han conservado? por aquello de que
era una ley ..... etc., etg. No quiero repetir la escusa.


ll¿Debia conservarse? Nada de eso; la han conservado porque
les convenia. ¿ Debian deshacerse los señores que hoy nos go-
bieI'l1an de esta ley, sin hacer otra que los cubra, si no tan
bien, por lo menos suficientemente, ahora que ha llegado el pe-
ríodo de las afirmaciones y ha pasado el periodo de estableci-
miento, por decirlo así? tampoco; y si comparamos esto con la
conducta que se ha seguido con la prensa; ¡;i comparamos esto
con la estadistica, naturaleza y caráeter de los escritos recogi-
dos; si vemos cómo se ¡la aplicado la ley actual, ¿no tendré el
derecho de inferir que esta ley, más que resolver la cuestion de
imprenta por sí, por su esencia, está hecha para amparar por
más tiempo que hasta aqui, y cubrir la dominacion existente? Lo
infiero, y lo infiero bien; ~o deduzco de la naturaleza de los he-
chos, y así no culpo á los ministros porque no son culpables por
esto; este es uno de los muchos abusos que se vienen reprodu-
ciendo hace muchos años; se está ,iviendo hace mucho tiempo
de soluciones de las más esenciales y efímeras que preparan los
gabinetes llamados á resolverlas, en la necesidad de resoherlas,
no por la conveniencia del país, sino por el espiritu con que de-
ben resolverse semejantes cuestiones. Atentos aquí, atentos á vi-




154 DIS¡;URSO SOBlIE
vil' y á existir sin mirar lo que sucederá el dia de mañana, sin
comprender que el dia de mañana puede estar el gobierno des-
armado, ó imposibilitado, ó armado en esceso, se han presenta-
do aquÍ, no ya por este ministerio, sino por muchos ministerios,
séries largas de soluciones que no tienen mas que esta base. Por
esto verá el congreso cuán imparcial soy en este rasgo especial
de ¡ni c.onducta. Y sobre esto voy á decir alguna cosa con rela-
cion al partido en cuyo nombre suelo hablar muchas yeces, y á
que me honro de pertenecer.


»Sellores: he esplicado antes que no hay contradiccion entre
nuestra conducta de hoy y nuestra conducta de otro tiempo; quie-
ro insistir en esto con esta ocasion en las observaciones que aca-
bo de hacer sobre la presentacion y carácter de esta ley.


)JEl partido moderado en los primeros tiempos de su manifes'
tacion y de su advenimiento al poder, tiempo en que era yo
muy jóyen todayía, tenia una costumbre; reconocia una necesi-
dad que procuraba satisfacer, necesidad que ha quedado sin sa-
tisfaccion despues durante muchos 'allos. Yo me acuerd.o, seño-
res diputados, y apelo á la memoria de los muchos que lo eran
entonces, yo no lo era, yo me acuerdo de que en las grandes lu-
chas entre progresistas y moderados, los gobiernos cuidaban mu-
cho de no llamarse representacion de partido; cuidaban mucho
de que el partido por sí mismo se agenciase sus triunfos en la
prensa, en las elecciones, en la tribuna, por la fuerza de su yi-
talidad y su espansion. Yo me acuerdo de que, en aquellos tiem-
pos, habia grande relacion de uno á otro partido; que en la lucha
electoral se competía y dominaba la fé, ni tomaba el gobierno
como cuestion de partido para proteger sus candidatos hechuras
suyas, ni para impedir que su partido fuese derrotado. Yo me
acuerdo de que en ese tiempo era gloriosa, era noble, altamente
fecunda y moral la lucha entre los partidos.


»Pues bien, señores: muchos años han pasado desde entonces,
muchas vicisitudes hemos yisto, muchas novedades ha introduci·
do el partido moderado Volviendo hoy á las condiciones de con-
ducta en que otras veces ha es lado el partido moderado; recono-
ciendo hoy que tiene que sacar de su propia sávia, de su propia




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 155
sustancia, del carácter de los intereses que defi'ende, del estado
del país, del estado de las circunstancias especiales del mundo,
los medios de vivi.' y sustentarse, vuelve al t~rreno en que de-
ben vivir los partidos eminentemente constitucionales; vuelve á
ponerse en contacto con la opinion, vuelve á dar á la opinion y
á entregarle libremente el mando; vuelve á decir á sus amigos
de otros tiempos, que lo son hoy: «Organizaos, preparaos, que el
dia del debate no está lejos,»


¡)Y para eso, señores, el camino es seguro; el camino que nos
puede conducir e~ el establecer todas las garantías que se necesi-
tan para esto, el establecerlas, y establecerlas pagando á la
opinion, no como las han pagado algunos personajes que ahora se
sientan ahí, pagándose con compromisos evidentes, y contrayen-
do obligaciones bastante fuertes, para que si el dia de mañana
fueran llamados á realizarlas, que no puedan dejar de realizar-
las sin deshonra.


»Ha dicho el Sr, Rivero, y ha dicho con razon, que el partido
absolutista habia crecido en España; que una gran parte ó una
parte considerable del partido moderado se habia hecho absolu-
tista. A primera vista es un hecho que á todos nos sorprende y
nos ilusiona: sí, señor, Poco des pues de concluida, ó al mismo
tIempo de prepararse la conclusion de la guerra civil, el partido
absolutista comprendió que su causa estaba perdida, se inven-
tó una palabra por un hombre de Estado que tuvo suerte; se in-
ventó entonces la palabra fusion; entonces se dijo que no habria
ni vencedores ni vencidos: esto entonces era altamente politico:
pero quedó, por decirlo así, resuello el problema, cuando ya no
hubo duda sobre á quién pertenecia la victoria; cuando los parti-
darios de esas opiniones mas ó menos desenvueltas creyeron que
habia llegado la ocasion de realizar su pensamiento, si no bajo
la bandera del Pretendiente, bajo la bandera de Doña Isabel 11,
empezaron á manifestarse en el seno del partido liberal moderado
continuando en esas miras de opiniones originariamente mas 6
menos absolutistas, y empezaron á separarse como todos hemos
visto. Hubo más; hubo quienes temiendo por el 6rden social hasta
en el seno del mismo partido liberal, se separaron como escar-




156 DISCURSO SOBRE
mentados, como desengañados. Yo no sé si será cierto completa-
mente que el partido absolutista ha crecido en numero; lo que sí
ha hecho indudablemente ha sido acrecentar en inteligencia, y
darnos muestras de que tiene mas organizacion y eficacia de lo
que en un principio se suponia.


¡¡Esto sucede con respecto al partido ábsolutista; esto ha de-
purado necesariamente las opiniones moderadas; esto nos ha de-
jado completamente libres de buscar nuestra espansion y relacio-
nes en esta materia de imprenta, como en todas las demás: esto
esplica sobremanera la posicion, la tendencia, las opiniones que
sostenemos aquí, que no serán contradichas por ninguno que se
llame moderado, en este sitio ni fuera de este sitio.


»Y esplicada así una cuestion de conduela que muchas veces
se nos ha echado en cara, y dicho, como he dicho ya, que creo
que á mi entender debia adoptarse para resolver esta grave cues-
tion, y probado, comó he querido probar, y probaré cuando se
trate de otros títulos de esta ley, que no se resuelve la cuestion
con soluciones liberales, sino con soluciones contradictori¡.ts, va-
gas y espuestas á mil peligros, no me queda mas que concluir,
señores diputados; y al concluir, yoy á decir algunas palabras
con relacion á mí mismo.


))Yo, señores diputados, hubiera querido para sostener aquÍ mis
opiniones en esta materia, para hablar en este dia y en el dia
de ayer, haber podido disponel' de todos los prodigios de la elo-
cuencia; quisiera haber podido disponer del vigor de la juven-
tud, que ya no tengo; quisiera haber tenido el poder del racio-
cinio, de que no dispongo; porque la causa de la libertad de
imprenta, esta causa de la libertad del pensamiento, es á mis
ojos la causa enlera de la libertad de los pueblos modernos.


))He pasado por muchas vicisitudes durante ~i larga vida
política; pero en este momento no puedo menos de acordar-
me de que apenas abrió mi razon los ojos á comprender, ya era
víctima de intereses que nunca condenaré bastante; de que mas
adelante el primer rayo de mi inteligencia ha sido el sueño de
que se realizase, que se arraigase en mi país el sistema consti-
tucional. Hoy que me veo en este puesto concluyendo esta eno-




LA LIBERTAD DE IMPRENTA. 157
josa peroracion, solo solicito una cosa, solo solicito el que los
que aquí estamos, los que están fuera, los que piensan como yo,
los que combaten mi:; opiniones, crean en la sinceridad, en la
verdad con que las defiendo, con que las defiendo en la línea
que acabo de esponel'.Yo me daré por muy contento y por
muy satisfecho si en esta ocasion en que, por decirlo así, se
presenta la primera se resuel re con calma, sin atender á cir-
cunstancias es tremas y' estraol"dinarias, esta gran cuestion; yo, á
pesar de mis años, á pesar de mi., desengaños, á pesar del tiem-
po, estaré al lado de los que tienen mas fé, mas confianza, de
los que esperan mas del uso de e5a inmensa libertad, que, diga
lo que quiera el Sr. CánoHs, es la que resuelve y sintetiza la
vida, el por.Yenir de los pueblos modernos.»






POSADA HERRERA.


Es un hecho constantemente observado en la carrera
del parlamento que las distintas circunstancias y la varia
po sic ion en que suelen hallarse los oradores, no solo influ-
yen en la modificacion de sus principios y sistemas, sino
que cam bian el primitivo carácter de su elocuencia, dando
á sus facultades oratorias un nuevo giro, una contraria
aplicacion.


No es esto decir que el orador naturalmente fogoso, elo-
cuente y apasionado, pierda del todo estas cualidades al
pasar de los bancos de la oposicion á los del ministerio.
Lo que no puede negarse es que el orador político, opo-
sicionista ó ministerial, mientras no es otra cosa que sim-
ple diputado, más ó menos influyente, usa de un género
de oratoria enteramente distinto del que adopta al pasar
á la categoría de los hombres de gobierno, de los políti-
cos prácticos, de los funcionarios públicos.


y esta trasformacion, tan natar"al y necesaria en la
oratoria, tiene una esplicacion lógica y comprensible.


El diputado, en sus luchas parlamentarias, no se ins-
pira más que en sus ideas y convicciones, sin más apoyo"
que su conciencia, sin otros recursos que su imaginacion
y su talento.




.


160 POSADA HERRERA.


En esa posicion, como orador ideólogo é imaginati vo,
si bien carezca de dotes estraordinarias, le vereis de vez
en cllanuo remontar su vuelo por las regiones de la uto-
pía y de la metafísica, y lanzar desde aquellas alturas al-


a •


gun destello de elocuencia, alguna chíspa de sublimidad
y de génio. V ueIa con las alas de la ambicion y de la fé,
y atraviesa orgulloso la encantadora esfera de la vanidad
y de las ilusiones .


. Por el contrario; nombrad á ese diputado fiscal del
consejo de estado ó ministro de la gobernacion, y aun-
que sus principios sean los mismos, y no hayan variado
sus creencias, su oratoria sufrirá una sensible modifica-
cion.


El orador que ayer filosofaba elocuentemente sobre las
teorías y bases del gobierno representativo, hoy discuti-
rá sin elocuencia sobre la aplicacion de ese go?ierno. El
orador teórico se habrá convertido en político práctico; el
creyente en escéptico; el razonador en sofista; el filósofo
en empleado.


Hé aquí trazada á grandes rasgos la fisonomía parla-
mentaria de D. José Posada Herrera.


Bajo dos aspectos, en posiciones distintas, hay que
dibujar el retrato de este personaje; como hombre político
y orador de parlamento; con el sencillo frac de diputado
y con el vistoso uniforme de consejero de la Corona.


Colocado en la primera actitud, vemos á Posada Her-
rera figurar como progresista templado en las córtes
de 1841, pronunciando desde los bancos de la oposicion
un notabilísimo discurso en defensa de la regencia trina,
que le acreditó de razonador atinado, de ingenioso argu-
mentador, de orador fácil é instruido, político grave y
hombre de gobierno.


El estilo del antiguo diputado por Oviedo, :si bien no




POSADA HERRERA. 161


era levantado y florido, no por eso dejaba de ser en. oca-
siones pretencioso y elocuente.


Habia en sus peroraciones un no sé qué de sombrío
sentimentalismo y algo de arrogante y caballeresco. Por
eso esclamaba con elocneute indignacion, dcfend!éndose
de maliciosas alusiones sobre si el móvil de la ambicion


. y delintcrés guiaba su conducta: «Yo he nacido, señores,
en un país donde se ve el sol muy pocas veces; en un
país sombrío, donde no hay imaginacion, donde no pue-
den presentarse las cosas con color(;s muy vivos; pero en
mi país hay en cambio montañas tan altas que tocan con
su cima las nubes, y yo tengo un corazon tan alto y tan
elevado como aquellas montañas. l )


Pecaban por entonces los discursos de Posada Her-
rera de un tanto metafísicos en el fondo, y generalizado-
res en la forma, siendo su ora.toria lánguida y poco ani-
mada, en lo cual influian mucho lo frio y acompasado de '
sus ademanes y la falta de claro oscuro en la entonacion.


Dogmático en el tono, segun confesion propia, im-
pregnaba sus discursos de un tinte de aguda ironía, que.
todavía conserva, y preparaba al auditorio con exordios
pomposos y significa ti vos, que no correspondian cierta-
mente ni al asunto en que iba á ocuparse, ni á las demás
partes de la peroracion.


Picado Lopez en cierta ocasion de que Posada Her-
rera le dijese que usaba imágenes brillantísimas y citas
históricas con demasiada frecuencia, y que al oirle, recor-
daba aquel verso:


«Lástima grande
Que no sea verdad tanta belleza,')


replicábale el famoso orador alicantino con la desenvol-
tura y agudeza que tanto le caracterizaban:


«El Sr. Posada Herrera empieza siempre con gran-
TOAIO III. 11




162 POSADA HERRERA.
de aparato, éon estraordinaria ostentacion; promete decir
mucho, y concluye por no cumplirnos su palabra, des-
pues de haber pado grave importancia á la materia.


llOuando habla S. S., y despucs de sus preámbulos y
enfáticas introducciones, recuerdo yo tambien otro.sone-
to del mismo autor, citado por S. S., que concluye de
este modo:


«Yen este monte y líquida laguna,
Á decir la verdad, como hombre honrado,
Jamás nos sucedió cosa ninguna.»


En la famosa coalicion de 1843, que tan estrepitosa-
mente echó por tierra la regencia de Espartero; el dipu-
tado Posada Herrera contribuyó eficazmente con sus
ideas templadas y conciliadoras á aquella insostenible
transaccion de los partidos estremos, A aq uella heterogé-
nea mezcla de principios opucstosé irreconciliables per-
sonas, cuyo desenlace no podia ser otro que el que tienen
siempre las alianzas fundadas en la venganza ó el interés.


El triunfo, como era natural, trazó entre los coaliga-
dos la línea de antiguos ódios; y al vol ver los combatien-
tes á sus primitivos cantones, quedáronse en el campo
moderado muchos progresistas tibios y por compromiso,
en calidad unos de desertores y otros de prisioneros vo-.
luntarios. .


Entre los rezagados que no pudieron ó no quisieron
volver á. sus filas, y que el ejército moderado conducia
entre sus bagajes, como parte importante del botin que
en la campal y estratégica. batalla de 1843 recogiera, figu-
raba el personaje cuyo retrato dibujamos, á quien los
vencedores recompensaron con los galones de coronel,
que á eso equivalia el nombramiento de secretario del
congreso.


Afiliado, ó más bien reenganchado ya Posada Her-




POSADA HERRERA. 163
rera en el ejército conservador, distinguióse muy pronto
como guerrero resuelto y a00metedor. Firmando con
otros diputados la célebre acusacion contra el exonerado
ministro D. Salustiano Olózaga, defendióla en un dis-
curso notable por lo vigoroso de la frase, y por lo inten-
cionado del fondo.


El calor y la resolucion con que defendia los princi-
pios cardinales del partido conservador, el espíritu pro-
fundamente monárquico de su peroracion, y las dotes
que revelaba de orador y hombre de gobierno, dieron
á Posada Her'rera un puesto distinguido entre los hom-
bres importantes del bando moderado.


No por esto se crea que Posada Herrera siguió la
bandera del moderantismo en todas las escursiones suce-
sivas por el campo de la intransigencia y de la reacciono


Al cambiar de uniforme, no habia cambiado, como
muchos otros, de ideas. Su liberalismo templado, prácti~
co y conservador, era el mismo en 1844 que en 1841. En
la primera época, afiliado en el partido del progreso, po-
dia pasar por moderado, así como en la segunda, sir-
viendo en el ejército conservador, podia ser calificado de
progresista.


Posada Herre1'a, como político, ha sido de los más
consecuentes, porque nunca ha sido exagerado en sus
ideas. De ahí el que combatiera con las mismas armas,
y desde el mismo terreno, el esclusivismo progresista de
1843 y la reforma de 1844.


Hombre de ley, de templanza y de gobierno prácti-
co, al paso que político previsor y transigente, veia en la
conducta un tanto reaccionaria' de los venceJores, sus
nuevos amigos, si no un peligro para efporvenir, una im-
prudencia, una inoportunidad cuando menos, un innece-
sario abuso de la victoria.




164 POSADA HERRERA.
Unido á Pacheco, Pastor Diaz, Séijas y otros repre-


sentantes del puritanismo, declaró desde el primer mo-
mento una guerra vigorosa al ministerio reformador; y
abogando por la legalidad y la tolerancia de los partidos
vencedores, pronunció un notable discurso en la primera
legislatura de aquellas córtes, en el que, entre otras co-
sas, decia: «Grande, señores, magnífico es el espe~táculo
de un país que se ve dotado de buenas leyes orgánicas.
Magnífico templo se levanta á la Providencia organi-
zando una nacion; pero de ese templo huyen los dioses
cuando en él penetran la inmoralidad, la injusticia y la
tiranía. )


DefenJiendo mas adelante una enmienda en la cc;m-
testacion al discurso de la Corona, y en oposicion á la re-
fvrma proyectada, llamó la atencion del congreso con
una nueva pcroracion, en que á 10 castizo y levantado de
la forma, se unia lo bello de los conceptos, lo 'Profundo
de las scntencias, lo' juicioso de las apreciaciones.


Orador entonado y hasta poético, cra á la vez inten-
cionado y filosófico, pronunciando períodos elocuentes y
bellos COIllO este: (lCuando una nave está en peligro;
cuando las velas se han roto; cuando la tempestad brama
por todas partes; cuando están prontos los marineros á
tirarse al agua; cuando el jefe ha abandonado el timon,
si un hombre atrevido lo coge y lleva el barco hasta el
puerto y da el grito detíerra, ese hombre ha salvado la


_ nave, ese hombre es el poder constituyente. Cuando en
épocas de desórden hay en una nacion un hombre, una
institucion, un cuerpo de bastante prestigio que se atre~
ve á coger el timon de la nave del Estado, y poseido Jel
pensamiento público, realiza lo que la nacion desea, ese
hombre, ese cuerpo, esa institucion es el poder constitu-
yente: pero hacer de un cuerpo regular ordinario un po-




POSADA HERRERA.. 165
der constituyente; establecer el precedente de que en to-
das épocas, en todas circunstancias pueden las córtes
con el rey reformar la constitucion del Estado, es plan-
tar en la cúspide del poder social una bandera perpétua
de revolucipn.))
P~ro no es la fisonomía de diputado la que más resalta


en el retrato político de Posada Herrera. Como tal,· no
pasa de un orador mediano, ingenioso en la argurnenta-.
cion, efevado á veces, fácil en la locucion, sensato en los


. juicios, intencionado en el fondo.
Aficionado á generalizar las cuestiones, á analizar los


sistemas, diluir los pensamientos, se ha convertido á
veces en un gran constructor de frases, en un orador me-
cánico que sobre cualquier cosa habla y habla, saltando
de una en otra tésis, columpiándose entre uno y otro
axioma, como un perfecto volatinero.


Aun recordamos haberle oido en 1858 un discurso de
dos horas sobre la verdadera inteligencis. de un artículo
del reglamento, y á pesar de lo árido de la materia, en-
tretener agradablemente al congreso con los floreos, or-
natos y filigranas del lenguaje.


Los rasgos, sin embargo, que más caracterizan la fiso-
nomía de este personaje no son, como hemos indicado
ya, sus discursos de diputado, sin.o sus ingeniosas de-
fensas como ministro, su táctica, su destreza, su incom-
parable habilidad como director de las mayorías.


Pocos políticos hay que en arribos conceptos igualen á
Posada Herrera; ninguno que le supere.


Nadie desde el baneo azul se defiende y ataca con má
estrategia, ni se libra con más facilidad de los encontra- .
dos fuegos de sus enemigos. Ni la angulla, de entre l?s
débiles dedos ele un niño, se escurre más suavemente que
Posada Herrera de entre las fuertes garras de la oposicion.




166 POSADA HERRERA.
Tan fácil es coger á Posada Herrera entre dos con-


tradicciones, sujetarle eu la emboscada de una premisa
y una consecuencia, como aprisionar el aire en una red
y encerrar el sol en una msija.


Sus contrarios dicen que, cuando se ve apurado,
abre para escapar la puerta de un sonsma.. Nosotros
creemos que para librarse de la liga y de las redes que le
tienden sus enemigos solo echa mano de las alas de su
ingenio.


Cuando los oposicionistas se ven envueltos por Posa-
da Herrera en el mismo punto y ocasion en que tratan
de envolverle, desahogan su ira ó escusan su derrota di-
ciendo que es un orador indiscutible, que acepta las opi-
niones y principios de sus contrarios, los aplica de la
misma manera, y sin embargo, saca consecuencias dis-
tintas de las que lógicamente debe, sacar.


Acúsanle tambien de que ha nacido muy sutil, de que
tiene una flexibilidad vaga, que se pierde en los horizon-
tes y las nubes, que no se puede definir sin tomarlo, que
hace un día reflexiones en contradiccion con las del día
pasado.


Añaden que tiene un talento muy superior para ver
de pronto los prós y contras de las cuestiones que se
ventilan, y que, colocándolos mezclados y revueltos en
las puntas de dos pirámides, se queda tan indeciso, que,
segun le cogen el viento y la ocasion, cree que es verdad
lo que está en la punta de una pirámide, ó que es verdad
lo que está en la punta de la otra.


Esta calificacion es menos exacta que ingeniosa. Lo
cierto es que Posada Herrera pelea siempre con armas
más seguras que las de sus contrarios, y en terreno más
llano, más firme, y menos resbaladizo; sus armas son el
escepticismo, la desconfianza de los demás y el desapa-




POSADA HERRERA. 167


sionamiento en la política; y el campo en que se coloca
el de la conveniencia y de la historia.


y no es que este orador no tenga fé en sus princi-
pios, ni fijeza en sus opiniones, sino que completamente
desengañado y falto de ilusi~nes, antepone la práctica á
las teorías, y rinde menos culto á los principios que á la
esperiencia.


Hombre de gobierno, político práctico, rebate los sis-
temas con hechos y destruye la filosofía con la historia.
y como está dotado de un espíritu observador y analíti-
co, como su política no se reduce á otra cosa que á com-
parar y aplicar, de aquí el que sus contrarios no le cojan
nunca desprevenido, ni consigan arrastrarle en las discu-
siones á la nebulosa esfera de las abstracciones y de la
metafisica; donde, si alguna vez penetra, pronto se des-
prende de ellos, dejándoles ciegos y confusos entre una
nube de paradojas y sofismas.


Por ejemplo: Se le arguye de que con sus contradic-
ciones, como ministro, con la flexibilidad de su sistema,
como hombre de gobierno, no puede perfeccionarse el
sistema representativo en España.


Otro en su lugar negaria esos supuestos para negar la
consecuencia. Posada Herrera, ni niega ni confirma la
acusacion, pero responde lo siguiente: «No hay ninguna
forma de gobierno, ninguna institucion que haya naci-
do formada ya completamente; que haya llegado á ser
práctica y se haya establecido en cuatro ni en diez
años.))


«Todas las formas .de gobierno, todas las instituciones
necesitan largos períodos históricos para desenvolverse,
porque solo así son fuertes, y pueden defender la sociedad;
pues no se cria un árbol fuerte en un solo dia, y se nece-
sitan muchos años para que una encina sea frondosa y




168 DISCURSO !N CONTRA


pueda estender sus ramas, y cubrir á los que acoge bajo
su sombra.»


Lo cual, traducido libremente, queria decir: «Solo
hace cinco años que nosotros estamos gobernando, y no ha
habido tiempo suficiente para aplicar útilmente en España


I


las formas del gobierno representativo. Dejadnos gober-
nar por otros quince ó veinte años más, y entonces vereis
planteado ese gobierno á la perfeccion.))


y la minoría al oir esto se revuel ve furiosa en
sus bancos, y grita frenética y amenazadora: « Sofis-
mas, y nada más que sofismas; sutilezas, argucias, empi-
rismo.))


Cuando Posada Herrera se ve atacado en sus princi-
pios políticos, en su sistema de gobierno, en vez de defen-
derlos, lo que hace es atacar los de sus contrarios.


Si Rivero, á nombre de la democracia, analiza el
doctrinarismo del partido moderado, ó el eclecticismo
de la Union Liberal, encontrando en esos sistemas anti-
guallas del absolutismo en confusa mezcla con mistifica-
ciones liberales, y presenta la idea democrática como
flamante y regeneradora, el ministro de la gobernacion,
desentendiéndose de la defensa, acusa á su vez á la de-
mocracia de antigua, de vaga y de confusa con estas pala-
bras, en que en vuel ve gran dósis de malignidad y de ri-
dículo que arroja sobre sus contrarios: «La democracia
no tiene Ulllt idea nueva; es una rapsodia de escuelas con-
tradictorias, en que toma la soberanía nacional d'e Rous-
seau, el origen social de Bonald, la libertad económica
de algunos economistas modernos, y la doctrina filosófica
de algunos m'etafísicos alemanes; de modo que puede de-
cirse que la democracía es una receta de botica. La doc-
trina democrática, como fórmula filosófica, es absurda y
contradictoria, conduciendo lo mismo á la anarquía que




POSADA HERRERA. 169


al despotismo, ya se la: considere como instrumento po·
litico, ya como medio de gobierno.»


y los demócratas al oirle, irritados de ver, segun
ellos, falsificado su sistema, hacian coro en la prensa y
en la tribuna á los demás enemigos de Posada Herrera;
esclamando tambien: «¡Sofismas, sutilezas, empirismo!))


y seguia el ministro combatiendo á la democracia:
«No quiero el gobierno de la democracia, porque cuando
ella mande gobernarán los tiranos. Quiero el gobierno de
las clases medias, de las clases que tienen responsabili-
dad, porque cuando esas clases manden, gobernará la de-
mocracia, ó al menos se gobernará conforme á los intere-
ses de la democracia.» -


y la democracia contestaba con la esclamacion de
siempre: «(Sofismas, sutilezas, empirismo.»


y seguia diciendo el ministro: «Soy reaccionario
todo lo que es convenient'e para defender la libertad. Soy
reaccionario hasta el punto que es preciso fortalecer el
poder para que pueda defender la libertad y los derechos
del individuo. Cuando los gobiernos sean débiles, la li-
bertad no existirá; podeis encontraros con la anarquía,
pero no os encontrareis con la libertad; la libertad indivi·
dual necesita constantemente la proteccion de los gobier-
nos. Cuando los gobiernos no puedan defenderse á sí mis-
mos, no hay que esperar que puedan defender los derechos
de los demás.


Donde quiera que veais un país con gran libertad;
donde quiera que halleis una poblacion que disfrute de
grandes derechos políticos, estad seguros de que allí, ·en
una ú otra forma, encontrareis siempre un poder fuerte,
robusto, para conteIler todos los ataques que vengan con-
tra la seguridad del Estado.»


y volvia á gritar furiosa la democracia: «Sofismas, y




170 POSADA HERRERA.
nada mas que sofismas; sutilezas, argucias, empirismo.»


Si Olózaga le acusaba de reaccionario, y pedia en la
política más libertad, más concesiones, más movimiento,
el ministro Posada He rrer,a , sin filosofar, sin discutir;
sin defenderse, abria el severo libro de la historia, y de-
cia: «¿Sabeis por qué los franceses, que venian en 1823 á
establecer la tiranía, el régimen opresor que ha pesado
por espacio de once años sobre nosotros, eran recibidos
con aplauso por todos los pueblos de la nacion española?
~ ¿Sabeis por qué? Por las imprudencias de los agitadores
políticos, porque la nacion creyó en peligro con aquella
forma de gobierno, con aquel proceder, los principios fun-
damentales que constituían su historia, que eran la reli-


. gion y la monarquía.»
Una de las cualidades que más resaltan en el orador,


cuyo retrato dibujamos, es la calma, la imperturbabili-
dad con que perora, y con que en ocasiones árrostra las
tempestades que con sus maliciosas alusi5>nes levanta, ó
las muestras de desagrado con que le contesta el pueblo
desocupado de las tribunas al dirigirle algunas verdades
que le escuecen, ó los periodistas al verse calificados de
industriales.


Interrumpido bruscamente por las oposiciones, decía-
les con la mayor serenidad: (,SUS señorías pueden ser
todo lo intolerantes que quieran; pero nunca llegarán,
por intolerantes que sean, á la paciencia y tolerancia del
ministro de la gobernacion.»)


Acogidas en otra ocasion por el público con toses y
murmullos sus protestas de liberalismo y sus deseos de
aliviar las cargas del pueblo, imponia silencio con estas
palabras que dirigia impasible y sereno á las tribunas:
((Ese pueblo que murmura, no sufre cargas; por eso me
interrumpe. Esos que tosen, ni diezman ni primician. \1




POSADA HERRERA. 171


No obstante su habitual frialdad en las lides del par-
lamento, Posada Herrera es agresivo y violento cuando
sus contrarios consiguen exasperarle.


Entonces es duro como el que mas en sus acometidas;
penetra en el campo enemigo sin ningun género de es-
trategia, y pelea sangriento y desesperado mientras tiene
fuerzas para esgrimir sus envenenadas armas. Entonces
es vivo en sus afectos, vigoroso en la entonacion, senti-
do, brillante y hasta elocuente.


Tal se mostró en la discusion sobre libertad de im-
prenta en la legislatura de 1862, cuando, defendiéndose
y defendiendo al general O'Donnell de la nota de reaccio-
nario y antimonárquico, lanzada sobre ellos por la mino-
ría progresista, esclamaba, dirigi6ndoseen ademan provo-
cativo á los individuos de aquella fraccion: ((¿Dónde es-
tán vuestros sacrificios? ¿Dónde están vuestras heridas?
¿Dónde vuestras pérdidas en favor de la independencia,
en favor de la libertad y en favor de la dinastía legítima
de las Españas? Traed aquí vuestros servicies, ¡héroes de
barricadas! que no sabeis batiros sino cuando no hay
quien se defienda; mostradnos esos servicios que todos
los dias estais alegando falsamente.))


Pero en lo que Posada Herrera es una especialidad
como hoy se dice, en lo que ha conseguido una reputa.
cion que nadie puede oscurecer, en lo que ha demostra-
do una habilidad hasta ahora desconocida en nuestros


,parlamentos, es en dirigir las huestes ministeriales, en
organizar las mayorías que, mer~ed á su famoso específi-
co de la influencia moral, producen las elecciones que él
confecciona.


Desde las primeras sesiones de un nuevo congreso, el
minish'o Posada Herl'era conoce ya individualmente á
tados los diputados novicios, porque al encontrarlos en el




172 POSADA JlERRERA.
salon de conferencias, ó tropezar con ellos en los pasillos,


. les ha preguntado de la manera mas natural y sencilla
por la situacion de sus respectivos distritos, y ha tomado
apuntes sobre las necesidades que hay que remediar, ó
recibido notas de los destinos que hay que conferir.


Desde las primeras sesiones conoce ya la posicion
particular de cada uno de los soldados que militan en el
ejército ministerial, y conoce el temperamento de cada
uno, sus aspiraciones más íntimas, sus esperanzas más
ocultas; sabe qué diputados son los más impacientes,
los más díscolos, los más útiles; quién quiere ascender
á general, á coronel, á subalterno, y quién se contenta
únicamente con los galones de sargento primero ó de cabo
segundo.


En los djas en qne se prepara una batalla, pasa revista
de armas y uniformes, señala los guerrilleros, el punto
donde deben maniobrar, da 'instrucciones á todos por me-
dio de sus ayudantes, y reparte en el ministeri"o, en el
salan de conferencias, y aun en su mismo banco, abun-
dantes municiones de sonrisas, cumplidos y credenciales.


Trab:;tdo el combate, anima con sus miradas amena-
zadoras á los cobardes, con sus afectuosos saludos á los.
valientes.


. .


Si los fuegos del enemigo se dirigen á los bancos
de la mayoría, en vez de dirigirse al de los ministros,
Posada Herrera se coloca delante de sus subordinados y
los defiende con s~ pecho de los golpes de la oposicion.


Si observa con su mirada perspicaz y escudriñadora
que en el curso del combate se le desbanda algun pelo-
ton y trata de pasarse al enemigo, entonces, apelan"do
con suma habilidad al recurso supremo, anuncia emboza-
damente la idea de la disolucion, y los tibios se animan
y los desertores retroceden á sus filas, avergonzados y




POSADA HERRERA. 173


arrepentidos, y Posada Herrera restablece como por en-
canto entre sus huestes el tacto de codos, sistema de tác-
tica, inventado por él y admirablemente practicado por
sus tropas, y triunfa fácilmente de sus enemigos, yal-
canza por fin una victoria cuando los demás ministros te-
mian un descalabro.


Su acti,.idad, como organizador de la mayoría, es in-
imitable. Por engolfado que se encuentre, como ministro,
en cuestiones de gobierno, no olvida por eso la organiza-
cion de su querida mayoría, hasta en los más insignifi-
cantes detalles.


Para todos los proyectos de ley, para todos los asun-
tos que han de t¡--atarse en las secciones, confecciona él y
reparte oportunamente las candidaturas de los que haade
formar cada comision.


No hay cuestion puesta á la (¡rden del dia, por pe-
queña y trivial que sea, que no sepa él de antemano qué
diputado ha de defenderla ó de com batirla, y en su pe-
netracion y práctica parlamentaria adivina muchas veces
los ineidentes del debate.


Así es que nunca las oposiciones le cogen despreveni-
do, y les es muy difícil, si no imposible, derrotarle.


Alguna vez la mayoría, halagada por la oposicion,
menos cauta que su jefe, estu va á punto de caer en las
redes, como en la sesion" del 1. o de marzo de 1859 al tra-
tarse de una proposicion de la minoría sobre incompati-
bilidades parlamentarias.


Muchos ministeriales, que pensaban del mismo modo,
y que no veian comprometida la existencia del ministe~
rio por que diesen su voto favorable, disponíanse ya á
contribuir consu aprobacion al triunfo de las oposicion~s,
cuando Posada Herrera, más previsor, ó más desconfia-
do, desbarató aquella emboscada, dirigiendo á sus parcia·




174 POSADA HERRERA.


les estas palabras en tono de reconvencion y de consejo:
«(Señores: hace muchos años que vengo proclamando en
el congreso la necesidad de que las mayorías sigan un
sistema ordenadQ, si es que se quiere que con esta clase
de cuerpos se pueda gobernar. .


Si las mayorías por tolerancia toman en considera-
cion en las seceione~ los proyectos de ley; si por toleran-
cia despues toman en consideracion las proposiciones de
ley cuaudo vengan al congreso; si por deferencia des-
pues se nombran in di viduos de la minoría para la comi-
sion, digo que con su sistema no serán las mayorías las
que gobiernen.)) .


En esta ocasion, como 'en otras muchas, aplicando rÍ-
gidamente su ordenanza parlamentaria, logró triunfar de
las oposiciones por noventa y tres votos contra ochenta,
conteniendo con sus teClrías disciplinarias y su peculiar
sistema de organizacion á muchos individuos de la ma-
yoría, seducidos ya, y en disposicion de votar contra el
ministerio.


En resúmen: Posada Herrera es un perfecto ministro
de circunstancias, un ministro á propósito para las situa-
ciones críticas, un verdadero ministro, en fin, de gobier-
nos representativos.


Sus principios son la conveniencia pública; su escuela
política, las circunstancias; su sistema de gobierno, la
necesidad.


Por eso fué retrógrado ayer, y es revolucionario hoy;
por eso sus discursos est4n plagados de sofismas y su
conducta de contradicciones. Y sin embargo, Posada
Herrera no apostata nunca de sus principios, porque ca-
rece de ellos. Y así como todos los homures públicos de
todos los países someten ó tratan de someter las circuns-
tancias á su política, Posada Herrera, al revés de todos




POSADA HERRERA. 175


ellos, somete 6 trata de someter siempre su polítíca á las
circunstancias.


Para muchos, el gobierno de una nacion es la brújula
que señala al piloto un rumbo fijo y determinado; la loco-
motora que conduce al viajero al punto á donde le con-
viene llegar.


Para Posada Herrera, el gobierno de una nacion no
es otra cosa que la veleta de un campanario, dócil siem-
pre al empuje de contrarios vientos.


Discurso contra la reforma del reglamento.


«Yo no puedo felicitarme con tanta razon como el Sr. Oló-
zaga de la numerosa concurrencia que asiste al espectáculo de la
sesion de hoy. No vienen sin duda á escucharme todos los que
en este sitio están presentes; estoy seguro que me escucharán
con benignidad los señores diputados; no lengo la misma segu-
ridad de la benignidad de otras personas.


))I'ero como el Sr. Olózaga lo que deseaba principalmente
era tener razon, veamos si es S. S. ó yo quien tiene la razono
Si me la dan los sej~ores diputados, que son los únicos que
tienen derecho á dármela en esta materia, no me importan nada
ni los murmullos, ni ninguna de las indicaciones de malevo-
lencia que puedan partir de otro sitio. Claro está que como yo
no he seualado dia para la dis~usion de hoy, que como yo no tengo
las facultades oratorias del Sr. Olózaga, como yo no puedo ve-
nir preparado con una série indefinida de argumentos rarios y de
cuestiones diyersas, para har;er efecto ni en el congreso ni en el
público, no he lenido derecho á lraer aquí más auditorio que el
de los señores diputados. Es bastante dificil seguir al Sr. Oló-
zaga en su discurso. S. S. ha hablado de tantas cosas y de tan-
tas gentes; S. S. ha criticado la conducta de la mayoría del con-
greso; S. S. ha criticado la conducta de Wla fraccion respetable




176 DISCURSO EN CONTRA
de él; S. S. ha hablado del año 14, del 23, del 37, del 43, de
la reforma -del 45, de la reforma incipiente del 52, de la úl-
tima reforma, de sus amigos y de sus enemigos; en fin, ha
tocado tantas cuestiones, que es imposible seg~irle paso á paso
en el órden de su dircurso. Sin embargo, procuraré hacerlo
hasta donde mi memoria y los apuntes que he tomado alcancen.


))Ha comenzado el Sr. Olózaga por hacer una grave ofensa á
la mayoría del congreso. El Sr. Olózaga cree que es posible que
la mayoría del congreso se comenza de sus razones, y que, sin
embargo, esta mayoría no sigue sus indicaciones al votar res-
pecto de la proposicion que ha presentado; esta acusacion es gra-
,'ísima. Esta acusacion no puede hacer~e en ningun cuerpo le-
galmente constituido, y mucho menos puede tolerarse que se
haga por ninguno de 103 individuos que á él pertenecen. (El se-
ñor Olúzaga: Pido la palabra.) S. S. no tiene derecho para cali-
ficar la conciencia de nadie, ó será preciso que nos dé á nosotros
el derecho de calificar la suya. La ley de estos cuerpos y de es-
tas instituciones es que las mayorías tienen siempre razon, y
si la conciencia de la mayoría dice que la proposicion gel señor
Olózaga no es cOll\eniente á los intereses del país, la conciencia
de la mayoría tendrá razon, y no la del SI'. Olózaga. Pues qué,
¿es permitido proclamar ciertos principios, y cuando se trata de
su aplicacion combatirlos con palabras ofensivas? ¿Es permitido
hablar mucho de las mayorías, y luego en discusiones como la
presente, decir á esas mismas mayorías, que están pron-
tas, ó que se cree al menos que lo están, para faltar á su con-
ciencia?


))Entró despues el Sr. Olózaga a criticar, bajo este punto de
vista, un incidente ocurrido en las secciones del congreso, y de-
cia: «Es el primer ejemplar que se encuentra de esta especie;
¡¡una proposicion que no tiene nada de ofcnsi va á las buenas cos-


. ¡)tumbres no se ha permitido leer en este sitio, ni apoyarla si-
¡)quiera, contra las practicas corrientes de muchos años.)) Yo no
he comprendido nunca, señores diputados, cuál es el objeto de
que se lean las proposiciones de ley en las secciones, y de que
se autorice por ellas su lectura, si no tiene por principal pro-




LA REFORMA DEL REGLAl\IENTO. 177
pósito el impedir que aquí se emplee el tiempo en discutir sobre
materias y cuestiones que la mayoría cree no deben discutirse,
porque haya otras de más interés é importancia para el país que
representan.


))Si no significa esto la necesidad de que una de las sec-
ciones autorice la lectura, para que se dé cuenta de una propo-
sicion, no sé lo que ¡¡ignifiea. La ley á que e"tán some tidas las
mayorías y las minorías es el reglamento del congreso, y el re-
glamento del congreso indica bien daramenle cuáles son los de-
rechos de unas y otras fracciones de la cúmara. :\"0 todas las
minorías tienen igual derecho; lodas son igualmente respe-
tables, pero no todas conforme al reglamento tienen iguales de-
rechos. Las minorías (¡ue se componen de un diputado, por
ejemplo, podrá ser tan respetable como la minoría compuesta de
20; pero la minoría de un solo diputado no puede, conforme al
reglamento, presentar una proposieion de las que necesitan
llevar siete firmas. Puede una minoría componerse de siele indi-
viduos y presentar una de esas prop03iciones; pero esa minoría,
si no tiene mayor número en ulla de las secciones del congreso,
no tendrá representacion en ninguna de las comi~iOJles que el
congreso nombra para examinar ó formular los diferentes pro-
yecto;:; de ley. De manera, que la importaneia y los derechos de
las minorías en el congreso, conforme al reglamento, es pr()por-
cional a su número, y aunque el reglamento no lo dijera lo di-
ria el sentido comUll. Las minorías tienen el derecho de discutir
siempre que se presentan proyectos de ley por el gobierno ó por
alguno de los dipulados que perlenecen á las mayorías, en uso
de su iniciali\a; pero no lienen el derecho de formular las cues-
tiones y de señalar los asuntos que se han de discutir. Esto no se-
ria conforme á las prácticas parlamentarias, que. el Sr. Olózaga
conoce mejor que yo, y de que es tan celoso defensor.


. »Las mayorías en est03 cuerpos no podrian nunca dirigirse
por sÍ; las mayorías tienen un representante natural para el ór-
den de las discusiones, que es el presidente, y un representante
para la direccion de la política, que es el gobierno que se sienta
ó pueda sentar8e en estos bancos. Las mayol'Ías son necesaria-


TOMO nI. u




178 DISCURSO EN CONTRA


mente, en esta clase de sistemas politicos, dirigidas por el go-
bierno; y este derecho del gobierno, señores diputados, es el mas
grande que tienen las mayorías, porque de este derecho que
tiene el gobierno de dirigir las mayorías, lIace el derecho que
tienen las mayorías de hacer que los gobiernos sean de su esclu-
siva confianza. (¡Bien, bien!) ¿Quereis privar a los gobiernos del
derecho de dirigir il las mayorías, de provocar las cuestiones que
juzguen conenientes, de formular los proyectos de ley que crean
necesarios y beneficiosos para los intereses del país? Pues renun-
ciad al dereeho d9 que los ministerios necesiten vuestra confianza
para poder gobernar. (Aplausos.) Los que os proponen que abu-
seis de vuestra iniciatha, señores diputado; los que os proponen
quo la ejerzais do una manera anaJ'quica; los que os proponen
que la ejerzais bajo el espíritu de la inspiracion indhidual, quie-
ren arrancaros la principal y mas grande de vuestms prerogativas,
que es la de influir en la formacion de los gabinetes, la de no to-
lerar ningun gobierno que no merezca vuestra especial confianza.


»Despues de hablar de las secciones, promovió -el Sr. Olózaga
una cuestion, que ciertamente no se me habia ocurrido que pudiera
promovorsc on esto sitio. No sé si alguno de los amigos de S. S.
le habra hecho las indicaciones á que hizo referencia respecto del
juramento; pero de seguro esa indicacion no partió de ninguno
de los individuos del gobierno ni de la mayoría del congreso.
¿Cómo habíamós nosotros de fundarnos en el juramento que pres-
tan los señores diputados, para prohibirles el derecho de provocar
la reforma de la constitucion por los términos legales? Los seño-
res diputados, al prestar aquí juramento, juran guardar y hacer
guardar la constitucion de la monarquía mientras esté vigente;
pero ese juramento no les veda provocar la reforma de la consti-
tucion cuando la crean oportuna, cuando, ateniéndose á la segun-
da parte del juramento, crean que en ello miran por el bien y
por la felicidad de la nacion. Nosotros no negamos á S. S. ni á
nadie el derecho de provocar la contrareforma constitucional) si
me es permitido llamarla aSÍ; lo que le negamos es la.convenien-
cia, la oportunidad de hacerlo hoy; lo que negamos es la conve-
niencia de provocar hoyosas cuestiones políticas, en ocasion in-




LA REFORMA DEL REGLAMENTO. 179
oportuna; lo que negamos es que pueda traer utilidad ninguna
para el país, el posponer las cuestiones de verdadero interés mo-
ral y material de los pueblos, que el gobierno trae a la delibe-
racion de los cuerpos colegisladores , a esas otras cuestiones que
ahora, en la situacion presente, no interesan para nada al país,
ni sirven sino para agitar los ánimos de una manera completa-
mente estéril. (Bien, bien.)


))Nos acusaba el SI'. Olózaga de no tener política, precisamen-
te porque no queremos traer aquí cuestion alguna sobre la re1'or-
maconstitucional. Sí; precisamente en eso consiste nuestra polí-
tica. Nuestra política consiste precisamente en alejar todas aque-
llas cuestiones que; puedan di vidil' los ánimos de las diferentes
fracciones del partido liberal, y puedan dividirlos estérilmen--
te con perjuicio de los verdaderos intereses de ese partido, apar-
Hllldole de las grandes é importantes cuestiones que están por
resolver en este país, y que interesan cardinalmente, no solo al
partido liberal, sino á la masa del pueblo español. ¿Qué le daria
S. S. á ese pueblo, á que apela, con las cuestiones de reforma
constitucional, que con tanta iilsislencia provoca? ¿Qué mejoras,
qué progreso intelectual, moral ó material, qué adelanto en las
condiciones de ese pueblo proporcionaría el SI'. Olózaga con de-
cir: en adelante el congreso reformara el reglamento, en lugar
de hacerlo por medio de una ley, como previene la constitucion
actual? ¿Qué beneficios proporcionaria S. S. con esa reforma á


. ese pueblo, cuyo nombre invoca con palabras seductoras, para no
darle despues mas que palabras, privándole de Iíbertad como mu-
chas veces ha sucedido? (liplausos repetidos.)


» Ya sabemos, señores, que los hombres que provocan las re-
formas políticas, muchas veces lo hacen con el propósito siniestro
de menoscabar las Iibertadt;ls públicas, los derechos que los ciu-
dadanos españoles pueden tener para intervenir en el gobierno
de su país. Pero de esto á sentar como tésis general, que toda
idea de reformar la ley fundamental supone el propósito delibe--
rado de concluit' con la libertad del pueblo español, hay un abis-
mo de distancia. Pues qué, ¿no recuerda el Sr. Olózaga que fué
reformador de la constitucion de 1812? Pues si todos los que ha-




180 DISCURSO EN CONTRA
cen reformas de esta dase gritan a renglon seguido, como dice
S. S.: ¡Yiva el absolutismo! S. S., que en 18:n reformó la cons-
titucion de 1812, debió decir sollo voce á sus amigos, ¡vha el ab-


. solutismo! S. S. reformó a(iuelIa constitucion, no ciertamente en
sentido liberal exagerado, sino en un sentido liberal hien enten-
dido, en sentido conservador, COulO ahora se diria; y sin embargo,
S. S. por eso no gritaba: ¡,ha el absolutismo! Cabe, pues, señores,
hablar de reforma constitucional sin necesidad de abogar por ella
con la segunda inlencion ele gritar: ; Yiya el gobierno absoluto!


))Pero vengamos a la euestion principal; \engarnos á la si-
tuaeion en que todos nos encontramos. Yo estoy cansado de oir
todos los dias que el gobierno no tiene política, que no tiene
pensamiento de gobiel'llo, que es necesario que se incline a un
camino ó á otro, porque en esta situacion de equilibrio en que
se encuentra no puede continuar. Si aquí nos pudiéramos enten-
der por preguntas y respuestas, yo preguntada á los que hacen
este cargo al gobierno, <¡ué entienden pOI' políLica. ¿Es ocuparse
de las relaciones del gohierno con los países estl'anjeros, ocupar-
se de los grandes intereses del país, así económicos como indus-
triales, morales é intelectuales, y procurar sobre cada uno de
ello~ la solucion cOlllpleta y determinada, ó es hablar de la ley de
reforma constiluciona I de 1807? Si se entiende por política ha-
blar de la ley de reforma constitucional de 18;)7, confieso que en
este sentido, y por hoy, nuestra politica es negativa, porque no
hemos dado solucion concreta, sino la que despues indicaré; pero
si se entiende por política ocuparse con buen deseo de tocIos los
intereses permanentes del pais; si se entiende por política pro-
curar la solucion de todas las graves cue5tiones de interés inme-
(Hato al pueblo español: nosotros tenemos la política más clara,
mas terminante que ha ))I'e;;entado, me atreyo á decir, ningun
ministerio español desde que hay gobierno representativo.


¡¡XO hay ninguna cuestion, señores, de las que puedan ser ob-
jeto de discusion y del debate público en el dia de hoy, á la cual
el gobierno no haya presentado una solucion con frases concre-
tas y determinadas en el (liscurso de la Corona. Si las gentes no
han querido pararse á estudiar y meditar aquel discurso; si han




• LA REFORMA DEL REGLAMENTO. 181


preferido una crítica vaga y general, á estudiar las frases, la 10-
cucion técnica de cada uno de sus párrafos, no es culpa del go-
bierno. ~030tros dijimos alli termin~ntemente lo que queríamos
respecto de la cuestion económica; hem03 dicho, con suma clari-
dad, fijando principio" lo que qucrcmos respecto ele organizacion
administraliva; nosotros hemos esprcsado cu~11 es nuestro pensa-
miento res pedo de la ley do imprenta; hemos manifestado nues·
Ira opinion resperto de la dosamortizacíon civil, y hasta en lo mis-
mo que callamos, que era el punto ele desamol'tizacion eclesiás-
tica, se conocia bien cuál era nuestro modo de pensar, de manera
quc hasta el menOil esperto lo entendia.


»Pues ahora bicn: un gobicrno qucpresenta una solucion a lo-
das las cuestiones ele adualidad, ¿se plfede dedr que no tiene
política, porque no presente solucion para cuestiones de pOl'venir
indeterminado? ¿Es necesaria hoy la reforma constitucional que
indica el Sr. Olózaga? Yo no voy a hacer ni la apología, ni la
censura de la reforma de 181.i7: yo solo pregunto: ¿hay algun
grande interés del país, de esos que deben llamar con preferen-
da la atendon de los cuerpos colegisladores, que pueda decirse
afedado por tardar un año, dos, tres, I~I tratar de la cuestion
de reforma constitueÍonal? ¿Cuál es ese interés? ¿Qué pedazo -de
pan le Ya a dar el Sr. Olózaga al puehlo e8pañol con la reforma,
á ese pueblo de que tanto se habla, y del que tan pocos se com-
padccen?


llPUCS bien: nosotros decimos á 105 diferentes partido5 políti-
cos que se combaten hace muchos años en España: hé aqui el
programa del gohicl'Ilo:; hé aquí nucstros principios politicos;
vos()ll'O~ estais hace tiempo divididos, no por cuestioncs de fondo,
no porque disputeis sohrc las bases cardinales del sistl'ma I'e-
p1'esentati vo, sino muchas veces por cuestiones de personas, y
otras por cuestiones de principios secundal'Íos, en los cuales cabe
transaceion. ¿Quereis realizar el pon~all1ienlo del gohierno, y
acercaros a una tran,;acrion que puede arraigar el sistema repre-
scntativo en España, y hacer la yel'dadera felicidad del pais? Pues,
si lo quereis, votad (\on nosotros; si no, votad en contra.


)) Pero hay una cuestion, señores; hay una cuestioll en que'




182 DISCURSO EN CONTRA


podemos estar dividid9S, que es la cuestion de reforma constitu-
cional. Bien lo saben los que se empeñan en provocarla; los unos
hemos votado la reforma, los otros la hemos combatido; esto pasó
hace poco más de un año; la solucion puede ofrecer alguna difi-
cultad, puede dividirnos cuando el país está interesado en que
permanezcamos unidos. ¿ Y qué dice el gobierno? Puesto que el
interés público no reclama la solucion de la cuestion; puesto que
de hacer la reforma hoy, puede resolverse mal, puede resolverse
en contra de los intereses públicos, que están Íntimamente enlaza-
dos con la union del partido liberal, nosotros no tratamos, no quere-
mos que se trate de discusiones que puedan afectar esa reforma.


))Suponed, señores, que la reforma sea mala; suponed que pu-
diera traer en lontananza males grayes á los intereses públicos,
¿creeis que un año basta para calmar las pasiones que natural-
mente ha escitado una reforma política? Pues si no lo ct:eeis, co-
mo no podeis creerlo, esperad á que esas pasiones se calmen, y
así podreis mañana resolver sobre una cuestion que, cuanto más
grave es, más exige vuestra meditacion y estudio sobre ella.
¿Creeis, por el contrario, que la reforma es provechosa á los ver-
daderos intereses públicos, que con ella se afianza el gobierno re-
presentativo, que haciendo entrar en los cuerpos legislativos el
elemento hereditario, lejos de debilitarse el principio de liber-
tad, se fortifica? Pues podeis estar bajo una altlCinacion del amor
propio; habeis votado en ese mismo sentido hace poco mas de.
un año~ habeis volado en el calor del debate, con la pasion de los
partidos políticos; esperad un poco antes de resolver esa cues-
tion; esperad para que no se crea que es consecuencia del amor
propio lo que puede ser y debe ser el resultado de vuestras me-
ditaciones.


»)Esto dice el gobierno a todos los partidos; esto es lo que
contesta al Sr. Olózaga.


»)Los señores diputados pueden conocer desde luego cuál es
la intencion de la proposicion; yo no la califico ni de buena ni
de mala; solo diré que es del Sr. Olózaga. El gobierno ha dicho
los motivos que tiene para adoptar esa política; el congreso YO-
tará segun lo estime oportuno.»




BRAVO MURILLO·


Todas las grandes reformas, todas las dictaduras
triunfantes, además de la oportunidad, han necesitado
siempre, como elementos de su victoria, genio y arrojo
en el que las concibiera y planteara. Oon la última cuali-
dad podrá realizarse una gran reforma, pero no podrá
sostenerse; con la primera podrá concebirse, pero no rea- .
lizarse.


Para reformar un imperio, para constituir un Estado
no basta una conviccion profunda, un talento privilegia-
do, en el que trate de llevar á cabo tan arriesgada empre-
sa, se necesita, mas que todo, un valor cívico á toda prue-
ba, una osadía que tenga algo de temeridad.


En el buen éxito de los golpes de estado influye más
el corazon que la cabeza, porque los golpes de estado no
se discuten, se practican; las dictaduras no se razonan,
se ejercen; las constituciones impuestas no se confeccio-
nan en discursos parlamentarios, sino que se proclaman
en un decreto sostenido en las bayonetas del ejército ó en
la espada de un general.


Si Cronwell, en vez de arrojar á latigazos del parla-
mento inglés á sus compañeros de revolucion, hubiese
propuesto y discutido con ellos el establecimiento de un





184 BRAVO MURILLO.
nuevo gobierno, de seguro que no hubiera sido protector
de Inglaterra.


Si Napoleon hubiera dirigido un discurso á los con-
vencionales franceses para que se disolviesen ú organiza-
sen el futuro gobierno de la Francia, en lugar de mani-
festarles su voluntad y su fuerza, rodeando de cañones la
Convencion, ciertamente no habria llegado á primer cón-
sul ni á emperador de los franceses.


Por lo mismo, si Bravo Murillo no hubiese olvidado
la historia, ó no habria provocado con su falta de arrojo
la revolucion de 1854, ó seria en España un reformador
tan afortunado como Napoleon y Cronwell, y pasaria por
un hombre de gobierno, por un político tan previsor
como el actual emperador de Francia, cuyo golpe de es-
tado de 2 de diciembre de 1851 parodió el ministro espa-
ñol en 1852.


Ouando Bravo Murillo enarboló en el congreso su
nueva bandera con el mote de legalidad y economías,
los partidos esencialmente políticos quedaron disueltos;
la revolucion, rencorosa y oculta desde 1848, quedó des-
armada.


Nombrado, con sólo pronunciar aquellas palabras,
presidente del consejo y ministro de hacienda, su princi-
par proyecto era el de procurar una rebaja de cien mi-
llones en los pre~upuestos del Estado, satisfaciendo de ese
modo la mas urgente necesidad del país, que, cansado de
la politica, ansiaba reformas en la administracion, y de-
mandaba economías y mejoras materiales.


Este era el terreno en que el ministro reformador pen-
saba cimentar el edificio de su reputacion y de su' gloria;
y hubiese conquistado ambas, atendida su proverbial
actividad y sus especiales conocimientos rentísticos, á
no haber invadido inoportunamente el campo de la polí-




BRAVO MURlLLO. 185


tica sin fuerzas y sin valor para recorre~le victorioso·
Pero Bravo Mt¿rillo trataba de llevar la reforma á to-


das las esferas del gqbierno, y ótro político más atrevido,
menos escrupuloso, hubiera sacado mejor partido de
aquellas circunstancias.


Favorecian estas ciertamente sus intentos reformado-
res, y aun parecia que le alentaban en su arriesgada y
poco meditada empresa. La nacion en realidad estaba fa-


. tigada de revueltas y de trastornos; y los hombres indife-
rentes, esa gran masa de españoles que viven separados
de la política, y ajenos ~i los cálculos y combinaciones
egoistas de los partidos, deseaban el definitivo establecí-
miento de un gobierno de órden, de moralidad y de mejo-
ras materiales, aunque en cambio hubiese que mermar
algo de los derechos políticos y acrecentar el poder de la
Corona, como sucedia en el vecino imperio.


La reforma proyectada por Bravo 11furíllo era harto
radical y es tensa p:1ra que no se conmoviesen los parti-
dos y se perturbase hondamente la sociedad. Componíase
de nueve leyes orgánicas, y comprendia:


1.0 La constitucion reformada.
2. o La nueva organizacion del senado.
3.0 Una ley electoral.
4.° El reglamento de ambos cuerpos colegisladores.
5. o La ley de relaciones entre los mismos.
6.° Una ley de seguridad personaL
7.° Una ley ('e seguridad de la propiedad.
8.° Una ley de órden público.
9.° Una ley de grandezas y títulos.


Entre las principales· reformas, encaminadas todas
ellas á debilitar el poder parlamentario, y dar fuerza,
vigor y prestigio al de la Corona, sobresalian las que de-
terminaban los presupuestos permanéntes; la prohibicion




186 BRAVO MURILLO.
de fijar todos los años la fuerza- militar; la facultad de
adoptar el rey medidas legislativas en casos urgentes,
salva la aprobacion de las córtes, la supresion de los ar-
tículos constitucionales referentes al derecho de peticion
y al de imprimir y publicar periódicos sin prévia censu-
ra; el establecimiento del principio hereditario en el senado,
el restablecimiento de los mayorazgos, la limitacion del
número de diputados, el nombramiento del presidente y
vicepresidente por el rey, la celebracion de las sesiones á
puerta cerrada, y otras prescripciones de la misma índole
y tendencias.


Ya lo hemos dicho; Bravo Murillo para cambiar has-
ta ese estremo la constitucion política de ,España, para
guiar al trono por el peligroso mar de las dictaduras y de
los golpes de estado, tenia sobra de prudencia y falta de
arrojo; no era el piloto más á propósito para sacar á libre
puerto á la monarquía de entre las turbias 'y revueltas
olas de una revoluciono


Y es que Bravo "Jfurillo, en medio de su esperiencia
y su talento, olvidó en aquella ocasion que España no está
educada políticamente hasta el punto de que para plan-
tear una reforma, por necesaria y útil que sea, no basta,
como en Inglaterra, otro poder que el de la opinion públi-
ca, sino que se necesita, como en Francia, el poder de la
fuerza y de la audacia.


En su carácter independiente creyó que el poder civil
podia ejercer en los destinos públicos de España la in-
fluencia legal que ejerce en otras naciones, como la ingle-
sa, y que laPenínsula estaba tan adelantada en las prác-
ticas constitucionales, que le seria fácil conocer la verda-
dera y general opinion del país en los a~;untos políticos,
sin que los partidos oscureciesen ó mistificasen la verdad
con su egoismo y sus pasiones.




BRAVO MURILLO. 187
Bravo Murill~ creyó en su candidez política que en


España pueden realizarse las reformas, en cualquier sén-
tido que sea, por- un simple hombre público, sin contar
con el apoyo del ejército ó del pueblo amotinado; creyó
en su inocencia política que en las regiones del gobierno
valdría tanto su sencillo frac de hombre de Estado como
la espada de un general ó los trabucos de una turba amo·
tinada.


Á pesar de sus ilusiones de reformador, Bravo Mu-
rillo es el único hombre en España que tiene un sistema
de gobierno, sin mistificaciones y oscuridades; el único,
acaso, que podria establecerle y practicarle sin dudas ni
vacilaciones, sin rodeos y sin hipocresías; porque tienefé
en sus principios y conviccion en sus creencias como po-
cos; porque sus ideas no han sido el resultado de una
evolucion política preparada por la ambicion, sino el
fruto de una larga esperiencia, de un profundo conoci-
miento de las prácticas del gobierno representativo, del
estado de los partidos, de las necesidades y peligros de la
nacion.


Bravo Murillo no es un p(Jlítico descontentadizo, sen-
timental y quejumbroso que se entretiene en criticar abu-
sos, en augurar males, en pronosticar desgracias, por el
simple placer de desacreditar á sus enemigos ó el intere-
sado deseo de hacerse necesario.


Tampoco es el empírico curandero que exagera las
enfermedades para dar más virtud y más precio á sus es-
pecíficos.


Es el facultativo grave y esperimentado, que, sin va-
nidad y siT'. deseo de lucro, descubre las llagas del enfer-
mo, las examirJa con la sonda de la reflexion y de la es-
periencia, y propone los medicamentos más á propósito
para su pronta y radical curacion.




188 BnA VO MURILtO.
Su célebre discurso de 30 de enero de 1858 que al


final de esta biografía insertamos, es una prueba termi-
nante de cuanto acabamos de indIcar. En él se anuncian
franca y sencillamente los males que aquejan hoy á la
sociedad española; y al lado de ese anuncio, el de los re-
medios que pueden poner término á aquellos males.


Hasta aquí la fisonomía del político; tracemos ahora
algunos rasgos que le caracterizan como hacendist:1 y di-
putado.


Los mayores enemigos políticos de Bravo llfurillo,
no le niegan, al juzgarle como ministro de haciendoc, dos
cualidades que en él resaitan: buena fé en las operaciones,
y conocimiento de los negocios. .


Con eUas, con su proverbial probidad y su natural
desconfianza en la gente de bolsa, pudo, siendo ministro en


. .


1851, resolver el problema del crédito español, llevando
áeabo el arreglo de la deuda, é introduciendo otras mejo-
ras en la administracion rentística del país.


Sus discursos sobre hacienda son esposiciones claras
de un sistema ordenado y vasto, y revelan sus estudios
de economía, y sus facultades y recursos como hombre
de negocios.


Algo influyó su posicion de hombre de gobierno en el
ca.rácter de su oratoria. Entre sus discursos de diputado,
y sus peroraciones ele ministro, hay la diferencia que me-
dia entre un teórico y un práctico, entre un partidario y
un hombre de gobierno.


Así es que, á pesar de ser la oratoria de Bravo Mu
rillo grave, fria y desapasionada, reflejo exacto de su ca-
rácter, ocasiones hubo en que el diputado estremeño era
caloroso, intencionado y elocuente, como en la sesion
de 11 de junio de 1810, en que, pronunciando un buen
discurso sobre modificacion del impuesto del diezmo, y




BRAVO MURILLO. 189


contestando á las amenazadoras indicaciones de la mino-
ría. progresista de que el restablecimiento de ,aquella con-
tribucion traeria en pos de sí la antigua prepotencia del
clero y el despotismo, esclamaba: ({ El despotismo, seño-
res, h~ huido de entre nosotros, avergonzado de sus pro-
pios escesos; pero si se le ponen delante instituciones
que los tengan mayores, podrá el despotismo volver, y
en tal caso le traerán los que incurran en esos escesos, Ó
los que profesen las doctrinas que á ellos conduzcan.


)lEl despotismo ha desaparecido de entre nosotros, ha
huido por sí mismo; pero si se le llama, vendrá; y si hay
quien le llame, no 'somos nosotros, los homhres de los
principios moderados; será llamado por los que sostienen
principios contrarios, por los que están desacreditando
nuestras instituciones, manifestando diariamente que el
congreso de los diputados ha infringido la constitu-
cion, provocando pública y manifiestamente á la sedi-
cion y á la desobediencia, escitando á los ciudadanos á
Jefellder la constitucion, hollada, segun ellos, por' el
congreso de los diputados.


» Yo deseo, señores, que si ha de llegar un día en que
los hombres leales se vean acometidos por los traidores,
en que se provoque esa lucha, en que se venga á pelear
contra la bandera de Isabel JI, éontra la libertad y las
instituciones; yo deseo que ese dia llegue pronto, porque
Ó en él moriremos con gloria, ó desde él vi viremos sin
ignominia. ))


Pero estas y otras fmses de sus primeros discursos
son débiles destellos de elocuencia, arrancados por el
choque de los partidos y de las circunstancias.


Bravo MUl'illo á penas tiene una cualidad de verda-
dero orador parlamentario, y solo su talento práctico,
sus cualidades privadas, lSU autoridad política hacen que




190 BRAVO MURILLO.


sus discursos se escuchen con religioso silencio por la cáma-
ra' llevando el convencimiento al ánimo de su auditorio
por ese espíritu de conviccion que en ellos resalta, por ese
fondo de verdad, amarga y descarnada algunas veces, que
brota de entre sus juiciosas y exactas apreciaciones.


Bravo "Murillo piensa despacio y con frialdad; dis-
curre con naturalidad y con método; replica sin pasion y
sin ódio; habla con facilidad y sencillez.


Oon resabios de orador forense, en cuya profesion ha
conseguido numerosos y envidiables triunfos, es cuando
perora en el parlamento, difuso y minucioso en demasía,
no olvidando un nombre, un dato ni una fecha, como si
pronunciase un alegato ó la defensa de un reo.


Sus discursos tienen algo de disertaciones; los empie-
za formulando tésis académicas, y los desarrolla presen-
tando practicas soluciones, consecuencias de antemano
conocidas.


Oomo escritor dramático, no conseguiria Bravo Mu-
rillo muchos triunfos por falta de novedad en el desenla-
ce, que el espectador adivinaria siempre desde las prime-
ras escenas.


La amplificacion y el análisis, á que es muy inclfna-
do, perjudican notablemente á sus disursos, porque sus
pensamientos salen descoloridos y débiles, y flojas sus·
ideas. Oonvence por lo mucho que insiste en su propósito
de convencer; no arrebata nunca á sus oyentes, porque
les en via la pasion y el sentimiento en glóbulos infini-
tesimales.


Dogmático en su estilo, algo absoluto en sus manifes-
taciones, no hiere sin embargo á sus contrarios, porque
dulcifica sus acometimientos pedagógicos con la suavidad
de las formas, con la cultura y comedimiento del lengua-
je, siempre correcto, propio y sencillo.




BRA VO MURILLO. 191


Concluyamos. Bravo Murillo es un jurisconsulto
eminente, un orador mediano, un hacendista entendido,
un político de convicciones, un reformador atrevido en
concebir, y flojo en ejecutar.


Sin embargo, preferimos. á Bravo Murillo proyec-
tando pacificamcnte su reforma, á nombre del poder ci··
vil, con su frac negro, sin bandas ni condecoraciones, á
un general, sublevando la nacion é imponiendo un siste-
ma de gobierno, sin otro derecho que el de la victoria, sin
otra autoridad que las bayonetas.


Discurso en defensa de la reforma de 1852.


«Señores diputados: he venido a este sitio (la tribuna) por
primera vez á hablar como diputado, porque no puedo en este
momento, hallandome bastante constipado, esforzar demasiado la
voz, y creo que este sitio es desde el que se oye mejor a los
oradores.


¡¡He pedido y voy a usar de la palabra en pró del dictamen
de la comision; tengo que hacerlo tambien para contestar á mu-
chas de las alusiones personales que se me han dirigido, y co-
menzaré por c~te punto, aunque despues en el progreso del dis-
curso haya de volver acaso alguna vez á él.


))El congreso, señores, recordara cuantas y cuales han sido
esas alusiones; me las ha dirigido el Sr. Santa Cruz; me las ha
dirigido el SI'. MaI'linez de la Rosa; me las ha dirigido el señor
lilas y Vidal; me las ha dirigido el Sr. Lafuente (D. Modesto), y
no recuerdo si ha habido algun 0[1'0 scfior en el mismo caso. El
Sr. Santa Cruz consideraba indispensable, hablando de los pro-
,yectos de la reforma de 1852, que alguno de los autores de aquel
proyecto, y mas especialmente yo, por la circunstancia de haber
sido honrado por la votacion del congreso para el alto cargo de
presidente del ~ismo, diese esplicaciones sobre aquellos proyec-




192 DISCURSO EN DEFENSA
tos, y manifestase clara y categórieamenle si se insistia en ellos,
ó si sus autores se retractaban. El Sr. Martinez de la Rosa, espo-
niendo la misma idea, dijo que el silencio que se guardaba sobrc
este _punto por los autores de aquella reforma, estaba pesando
sobre la atmósfera. El·Sr. lilas y Vidal habló de proyectos de rc-
aecion y hasta de absolutistas vergonzantes. El Sr. D. Modesto de
Lafuente, por ultimo, porque no recuerdo si hubo alguna idea
especial en lo manifestado por el Sr. Gonzalez de la Vega-, que
insistió en el mismo tema, me amenazó, por ultimo, hasta con la
imagen de la esfinge.


)Ji\. todos estos señores tengo yo que manifestar en general,
sin perjuicio de alguna especialidad sobre las especialidades de
los argumentos que cada uno de ellos ha empleado, que yo no
considero á ningun hombre polítieo en la obligacion de hablar
sobre proyectos ó sobre sistemas de política, si este hombre no
se halla en alguna de las circunstancias ó de los casos siguientes:
Primero, en el de ser llamado por la Corona para formar parte
de un ministerio: segundo, en el de haber sido nombrado minis-
tro de la Corona y haber de presentarse á las eórtes: tercero, en
el de hacer oposicion á un ministerio, oponiendo a las doctrinas,
á los principios, al programa que el ministerio haya es puesto y
esté sosteniendo, otras ideas, otros principios y otro programa.
Yo diré desde luego al Sr. Martinez de la Rosa, que no sé cómo
el silencio puede pesar sobre la atmósfera política; el silencio del
hombre que se halla fuera de esos tres casos; tal yez S. S. tenga
otro silencio, pero diferente y de diversa índole que este; diré
al Sr .. lIlas y Vidal que S. S. podrá calificarme á mí como á los
demas hombres que formaban la administracion de 181a y 1852,
de la manera que guste; podra caliticar nuestras opiniones, nues-
tras doctrinas y nueslros pensamientos; pero lo que S. S. no po·
drá decir de ninguno de a1luellos hombres, ni de mí, sin que
asome en el rostro de aquellos que lo oigan y que nos conocen á
todos, en unos la indignacion y en otros la risa, es que ninguno
de esos hombres, seamos absolutistas, ó cualquiera otra cosa, y
menos yergonzantes.


)) Yo no he sido nunca nada vergonzante; yo hablo en un con-




DE LA REFORMA DE 1852. 193
greso compuesto en su mayor parte de personas que han pertene-
cido á otras legislaturas, y de otras que, si no han pertenecido,
son hombres públicos que no pueden desconocer la historia de
nuestro país; y en la conciencia de todos está que los hombres
que pertenecieron á la administracion de 181)1 y 1832, si acaso
pecaban por algo, era por franqueza. Vuelvo á decir que ni ab-
solutista, ni ninguna otra cosa, he sido nunca de Ulla manera
vergonzante; y en olra ocasion esplicaré al Sr. Illas, que parece
ignorarlo, cuál es mi absolutismo.


))Diré, por último, al Sr. D. ~[orlesto Lafuentc, que el temor
que S. S. manifestaba que podria tener de verme en el caso de
la esfinge, la cual, descifrado el enigma, se habia estrellado con-
tra una roca, es uno de los estímulos que tengo, junto con algun
sentimiento de caridad, para calmar la agitacion en que parece
estos señores encontrarse, hablando ckJ la manera y en los tér-
minos que lo haré de los puntos sobre los cuales han manifes-
tado tanta ansiedad.


))Ile dicho, señores, que no me hallaba en ninguno de los
tres casos en que un hombre PlIblicn que ha manifestado ciertas
opiniones y sistemas, debe esplicarse respecto de ellos. Yo no es-
toy en el caso de ser I"~nado por la Corona para formar parte
de un ministerio. Ese caso ~e ha verificado hace algun tiempo,
y á S. 1\1. franca y noblemente manifesté en aquella océtsion cuajes
eran los principios y la política que yo creia que Jlodia seguir-
se por el poder en las actuales circunstancias, y cU<lles eran las
condiciones sin las que no me habria prestado á formar parte de
un ministerio. Yo no puedo menos· de estrafiar que el Sr. )Iarli-
nez de la Rosa, que dehe tener noticia~ auténticas ¡Je lo que pas()
en la presencia augusta de S. )1., teniendo estas noticias, porqUf~
no puedo presumir que carezca de ellas, hablase aquí el otro dia
de silencio, y dijera que este silencio pesaba sobre la atmósfera.


))No me hallo en el <lia en ese caso; üll la ocasion, en el mo-
mento en que lo he eSlado, he satisfecho cumplida y francamente,
como procedo en todas mis cosas, esa obligacion. Xo me hallo en
el caso de haber sido llamado por S. M. para haber formado par-
te de un ministerio; si lo hubiera sido, el primer dia que me hu-
TO~IO ur. 13




194 DISCURSO El( DEFENSA
biese presentado a la representacion nacional, hubiera espuesto,
como lo ha hecho el ministerio que dignamente ocupa ese banco,
el programa que pensára de seguir.


»No me hallo, por último, en el caso de formar parle de una
oposicionque oponga doctrinas, principios y programas al pro-
grama, principios y doelrinas que haya espues[o y sostenga el
gobierno actual. Ni pertenezco, ni he pertenecido, ni perteneceré
á ninguna oposicion á ningun ministerio conservador.


¡¡HalHtbame yo, seliore,;, ¡:etirado en Francia en el desgraciado
bienio de 1853 y 18iJ6, hallábame separado de los nego(~ios pú-
blicos completamente, y hasta separado de Espaíía.


¡¡En aquel sitio tuve oC(lsion alguna que otra vez de hablar
con alguna de las personas que se hallaban alli mismo, ó que
iban por casualidad. Hay algunas en este recinto que me cstún
escuchando, á las cuales manifesté, 'con la franqueza que yo acos-
tumbro siempre, que en el caso, bien esperado y realizado por
fortuna de nuestra patria, ele que el partido, entonces proscrito,
yolyiese' al Jrente de 103 negocios públicos, yo nQ hari~ oposi-
cion á ningun ministerio que pel'tenecitlSe á las mas del partido
eonservador, á ningun gobierno que gobernase con las ideas COIl-
senadora8. Yo manife6té más, señore~ ro manifesté antes de
formarse el ministerio del duque de Valencia, y eU(imlo aun exis-
tia el gabinete del conde de Lncena, que si duraba aquel minis-
terio y yo tuviese algun carácter politico, como el de diputado ú
cortes, si aquel ministerio hubi~se gobernado con las ideas con-
se¡'vadoras, me habria tenido á su lado, no le hab¡:ia hecho opo-
sicion: y que la misma conduela habria (le seguir con el minis-
tedo del duque (le Valencia. Y los hechos hablan acerca dc si la
he seguido ó no. 1.a misma habria observado mn el niinisterio
presidido por el general Armcro, y la misma observaré con el
ministerio actual, como ('on todos 103 minislerio:-; del partido
conservador que se sienten en ese banco, y gobiernen el país con
las ideas conservadoras.


)) Yo habia manifestado además, y tengo una singular COlll-
placencia en repelirlo en este sitio, (Iue me consideraba en tal si-
tuacion, que. no podia de ninguna manera contl'ibuir al bien de




DE LA REFORMA DE 1852. 195
mi país mas eficazmente ni de otro modo que esianLlo retirado tic
los negocios públicos; con mi abnegacion, con mi completa abne-
gacion, la mas completa y la mús absoluta. Puede ser (lue otros
tengan formadas otras ideas, otras opiniones; puede que otros
ahriguen otros pensamientos; los mi03 han sido y son esos. He
creido que podia hacer mucho mas bien á mi patria, mucho más
bien al Trono y ~l las in~litueiones, aljjado dd pode!'. En esa
persuasion e"toy, r e3pero que esta persuasion continuará.


»)Cuando lal es mi siluacion publica manifiesta, que nadie ig-
nol'a, que nadie puede contradecir, ¿qué significa preguntarme á
mí, como el los demás hombre., qllC formaron la. administracion
de 1851 á 1852, si se p~r~iste en los proyectos do reforma de
aquel año, ó se abjura de ellos y se retiran esos pro) ~ctos.?


»E! afirmarse en esos proyectos, decia el Sr. Santa Cruz, y
esta idea ha sido aceptada por los demas señores que han ha-
blado de esta materia, al parecer, será inutilizarse.


¡) El abandonar esos proyectos seria retractarse, seria faltar á
lo que un hombre público ele ciertas condiciones no puede faltar
jamás. Pedimos, pue;,;, estas esplicacione;,; con eille motivo y con
este objeto. Pues á todos esos señores conte,.;to yo manifeslando
que esto que SS. SS. han diclw es, ó un decreto a un memorial,
ó una sentencia en un juicio inquisitorial.


)) El formar esos raciocinios con tal objeto, con tul fin, exige
de mi parte que yo pregunte a mi vez: ¿dónde cstá el memorial
en que poneis ese decreto? ¿Se trata aquí de aspirar al poder?
¿Quién lo pretende? ¿Quién da muestras de desearle? Los hombres
de 1851 y 1852 ¿están llamados al poder, ora insistan en los
proyectos de reforma, ora los abandonen .ó los retracten? ¿POI'
qué e~e decreto? ¿Os piden el poder esos hombres? lIabcis pues lo
un decreto al pié de un memorial quc no existe. Vosotros mos-
trais el decreto: yo os pido el memorial. ¿Quién lo ha presentado?
y si e:Kl decreto se ha escrito sin memorial, y no es por C:onsi-
guiente ni puede ser un decreto l entonces es un fallo en un pro-
ce80 inquisitorial y de oficio.


n¿ Y no conocen est03 señores, no conocen los que tales in-
terpeaciones dirigen, que esas interpelaciones, esas preguntas,




196 DISCURSO EN DEFJi:NSA


esas demandas de esplicaciones, esas exigencias, carecen abso-
lutamente de objeto? Pues nada digo del miedo que· parecen ma-
nifestar eSQS señores. ¿Qué se teme? ¿Se teme que yo, diputado,
plantée los proyectos de reforma de 1852? ¿Cómo ni de qué ma-
nera? ¿Se leme que yo trate de plantearlos como ministro?
¿Tengo yo ese carácter? Absurda, señores, y lo digo con perdon
de todos aquellos el quienes contesto en este momento, ab-
surda me parece, por no decir ridícula, la pregunta en las cir-
cunstancias en que la han hecho estos señores, demandando si
se insiste en los proyectos de reforma de 18;;2, IÍ si se retiran esos
p'royeclos. ;Cuántas respuestas tiene esta pregunta sin necesidad
de entrar en ~l fondo de la cuestion, sin necesidad de repetir aquí
lo que ninguna obligacion hay de repetir en este momento, sobre
cuáles son nuestros pensamientos poli ticos, sin necesidad de po-
nerse en ridículo, porque en ridículo se pondria el hombre que
conlestara á esas preguntas!


» La pregunta no se dirigió el lo que yo pienso en este mo-
mento, sino á lo que yo haria ú pensaria en el caso y circuns-
tancias de ser {loder, de formar parte de un ministerio. ¿Y quién
de esos señores puede decir, con la mano puesta en su corazon,
~on I~ conciencia de su patriotismo y con el interés que eüge el
bien público, en un tiempo que no sé cuándo llegará, ni si llegará,
en unas circunstancias que de~conozco completamente, en ese
tiempo que yo no me figuro, y en esas circunstancias que des-
conozco, haria yo esto?


»Los proyectos de reforma de 181)2, lo mismo que la consti-
tudon de 1812, lo mismo que el estatuto de 1831., lo· mismo
que la consti~udon de 1837, Y la del ~¡;, y lo rni~mo que la re-
forma de 18iJ7, asi como todas las constituciones y reformas que
puedan venir, lienen defecto,;;; en ninguna de ellas, absoluta-
mente en ninguna, puede encontrarse la bondad absoluta, que
solo existe en Dios y en las cosas de Dios. ..


¡¡Preguntar, por consiguiente, á un hombre si adopta, si insiste,
si continua en su pensamiento de hace cinco años, tal como estaba
aquel pensamiento, ó si por el contrario lo retira y abandona y
se pone en contradiccion consigo mismo, es una cosa absurda.




DE LA REFORMA DE 1852. 197
» Yo no puedo hablar con la confianza de que hablando así


produciria el bien de mi país, y menos acertaria; no puedo ha-
blar hoy de los proycctos del 32, porque no estoy en situacion
de pcnsar si podrian ó no podrian proponer~e estos proyectos. Yo
no sé lo que rensaria en e~e caso; pero siempre pensaría que no
hay en ninguna de las cosas del mundo la bondad absoluta, que
existe solo en Dios.


»En el progreso de mi discurso (puesto que he tomado la pa-
labra y \oy á usarla en pró del dictúmen) tal vez surgirán algu-
nas indieáeiones que tengan rclacion con este punto. Ahora roy
á hablar cn pró del diclámen de la comision) manifestando al
congreso que hay en este punto una coincidencia que no deja de
ser notable. Nos hallábamos en este sitio en mayo de 1857 ; ha-
bíase abierto la legislatura; tratúbase de la discusion del dictá-
men de contestacion al discurso de la Corona, y creí yo que lal
vez me seria indispensable tomar parte en aquella discusion.


»Lo creí con motivo de una indicacion sumamente benévola,
y que yo agradecí sobremanera, que hizo el Sr. Rios Rosas en
su discurso acerca de los proyectos de reforma de 18;)2. Indica-
cion reducida á que la }Jandera levantada en 1832 estaba plega-
da, ó que sus autores la considerahan plegada.


» Yo lemia entonces que podria verme en la necesidad de Lo-
mar parte en aquella discusion, y digo que lo temia, porque no
deseaba tomarla. No queria que se interpretase nada de lo que
yo dijera, ó como una indicacion que hubiera naeido del gobier-
no de S. M., Y mueho menos eomo oposicion al gabinete; y lcnia
tambien el temor de que pudiera calificarse mi conduela como de
aspiracion al poder en un sentido 6 en olro, ó como de oposieion
al gabinete presidido por el duque de Valencia. Este temor es el
que selló lllis labios; é..,te temor hizo que yo guardase sil encio en
aquella ocasion y en todo el tiempo que duró la anterior le-
gislatura.


» Pero en aquella discusioll tomé algunos apuntes, y estos
apuntes, señores, son fos que van á servirme de guia en esle
momento, habiendo de es plan arios muy brevemente por lo mis-
~~--­mo (Iue no lodos tienen grande oportunidad en este momento. \ .~~;,..-;u-:-:-:;


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198 DISCURSO EN DEFENSA
á pesar de que algunos, en "mi concepto, la tienen en todas épo-
cas y en todas circunstancias.


»Pensaba yo entonces manifestar cuál era por mi parte, por-
que debo declarar que yo no hahlo autorizado por ninguna de las
dignÍsimas personas que formaron parte del gabinete de 181i1
a 1852, que hablo esrlush"amenle por mí, que no he formado
acuerdo con nadie, y que no tengo la representacion de ninguno de
e1l03; habia pensado, digo, en vista de la indicacion benévola del
Sr. Ríos Rosas, que ya dejo recordada, manifestar cual era la
actitud por mi parte de los que habian formado la admínistrarion
de 1851 a 1852. Mi actitud en aquellas circunstancias, en aque-
llos momentos, mi aclitud era, como lo es hoy, el apoyar á todo
gobierno conservadór. Y 10 vuel vo á decir: apoyar desinteresada-
mente á todo ministerio conservador, y por consiguiente al ga-
binete actual.


»Callé, sin embargo, señores, esponiéndome á que se califi-
case mi silencio de una manera poco favorable; a que se califica-
se hasta de funesto, porque no queria ~Iar lugar a que mis pala-
bras se interpretasen en el sentido que dejo manifestado; porque
no queria que se dijese que hacia la oposieion, ó que tenia aspira-
don de ningun género.


»Protestoahora, como hubiera protestado entonce~, que cual-
quiera cosa que anuncie la manifiesto únicamente para que se
acepte, si parece huena, y se deseche ün el caso contrario, ase-
gurando que no insistiré en ello, por bueno que me parezca.


»Con e3tas protestas y estas salvedades pensaba yo haber di-
cho entonces (tratándose como se trataba y se proclamaba el ol-
vido de lo pasado) que estaha muy conforme en esa idea, siempre
que se entendiese el ohido respecto de los antecedentes, respec-
to de todos los sucesos que pudieran haber proyocarJo más 6 me-
nos directamente la situacion a que yino el Estado á parar en el
año de 1854, y que dmó los años de 1855 y 1856; pero que
creia indispensable que, lejos de olvidar aquellos acontecimien-
tos, es tu riesen presentes siempre, constantemente, perpétuamen-
te en la memoria de todos los gobiernos, de todas las córtes, del
senado, del congreso y del gabinete, y en fin, de todos los hom-




Dl: LA REFORI\JA DE 1852. 199
brüs publicos influyentes en los destinos de la nacíon, los hechos
que se habian verificado entre nosotros, que yo no recordaba, ni
recordaria por mi parte, y así lo he cumplido, y así lo cumplo, y'
lo cumplirtj , en cuanto á los antecedentes y motivos de la revolu-
don, más que un solo acontecimiento, el acontecimiento glorioso
de julio de 1856 , en que se dió una gran batalla para salvar al
TronO, las instituciones, la sociedad y el órden publico.


» Esto ro no lo olvi(laba, ni podia olvidarlo, ni lo olvidaré,
~eñores ; pero en cuanto á hecllOs tendré yo siempre, y rogaria á
lodos los gobiernos y á torios los señores diputados y represen-
tantes de la nacíon, que tuvieran presente lo que hahia ocurrido
en estanacion monárquica y católica; el hecho, nada más que el
hecho, ¡Je habcrse pucsto aquí á discusion el Trono, la dinastía y
la unidad de religion, no para recordar quién lo habia puesto A
discusion, no para recordar las opiniones que sobre ella se ha-
bian manifestado, no para recordar los votos que se habian emi-
tido, nada de eso, sino el hecho de que en España se habia pues-
to á discusion y á votacion el Trono, la monarquía y la unidad
de religion, Este hecho es el que debia estar presente en la ~lC­
moria de lodos los que tengan parlicipacion en la gobernaeion
del Estado; y tienen participacion en la gobernacion del Estado,
no solo los minislros de la corona, sino los represen tan les del pais.


»Era necesario, señores, tener presente esto y lodo lo demás
que habia ocurrido en España, y que habia producido el estado
de agitacion constante en que la nacion se habia encontrado en
aquel trisle perIodo. ~o desciendo ahora á 10il pormenores, á de-
tallar las causas que producen ese estado; pero la situacion era
de perenne, (le constante agilacion, lTabiendo llegado á una com-
pleta perturBacion social, y de esa perturbacion soCial estamos
por de.sgracia ammazados, muy amenazados. mús de corca de lo
que acaso podemos presumir,


)) Pregunlábame yo en tales circunstancias, en tales momen-
tos, y cuando dirigia mi reflexion sobre estos interesantísimos
puntos, qnó debia haCel'¡;e por los cuerpos colegisladol'es, qué
debia hacerse por los ministms; y me preguntaba para satisfa-
cer clespues á esa pregunta, para satisfacer dei\pues estas pl'e-




200 DISCURSO EN DEFENSA
gunlas, qué era gobernar, cómo se debia gobernar en aquellas
circunstancias.


))De gobernar, señores, han dicho unos que es prC\er; otros
anllciparse; otros resistir; otros ceder. Todas estas cosas y cada
una de ellas son dotes y cualidades indispensables para gobernar;
unas al mismo tiempo, otras alternativamente deben tener aplica-
don; á veces es indispensable resistir; tÍ veces conviene anticipar-
so, y á veees conviene cualquiera de las demás cosas que' he
indicado.


))Pero si de todas estas cualidades que compone el conjunto
de dotes de gobierno, se busca aquella que pueda presentarse
como la más culminante, en mi humilde opinion gobernar es
prever, y previendo, obrar con prudencia y energía al liüsmo
tiempo.


»¿Qué debia, pues, hacerse, qué debia procurarse, qué debia
tratarse en a(luellas circunstancias, en mayo de 1857, en que dis-
cutimos aquí la contestacion al discurso de la corona? ¿Qué debe
hoy pensarse y hacerse por Lodos los gobiernos, pOi' todos los re-
presentantes de la nacion, porque las eircunstancias, bajo el as-
pecto que las \oy á considerar, han variado poco, señores, si es
que han yariado algo? E\itar, preyenir, poner remedio para con-
jurar la gran tempestad de que está amenazada la nacion, de que
tan amenazadas están casi todas las naciones de Europa.


»Esa gran calamidad, ese gravísimo mal inminente y difícil
deC'!'itar, si no hay grandísimo esfuerzo de patrioti~mo en todos,
es, señores, el socialismo, es el comunismo. es la perturbacion
de la sociedad, es la conclusion de la sociedad misma.


»El socialismo, señores diputados, que tiene este nombre sin
duda por antítesis, porque esos proyectos quiméricos de los que
se llaman socialistas son la antítesis de la sociedad, son lo con-
trario de la sociedad, son la negaeion de la sociedad; el socia-
lismo, repito, es incompatible con la propiedad; la propiedad es
la base de la sociedad: sin la propiedad es imposible la sociedad,
no existida.


»La propiedad, y por consiguiente la sociedad, es la obra de
Dios; sabemos todos que no ha de perecer, pero puede peIjudicarse;




DE LA REFORMA DE 1852. 201
puede ocurrir una tempestad como un humcan; podia este ser
pasajero; pero en ese tiempo, por pasajero (Iue sea, la pertur-
bacion seria tal, y la ruina de tantos intereses y de tantos hOll1hre~
seria de tal naturaleza, que espanta, señores, el considerarlo.
Pero, por imposibles que sean de una manera estable estas ideas.
por (Iuiméricas que ella~ deban reputarse, desgraeiadaniente
no es imposible una tentati ,a, y no es imposible su victoria,
siquiera sea momentánea.


») La Europa entera está amCliazada de esa calamidad; toda¡,;
las naciones de Europa están amenazadas de este mal: yo con-
cederé que hay unas má¡,; distantes de él que otras; me parece que
la Rusia y la Inglaterra, cada cual por su estilo, y bien direrso
por cierto, por el estarlo de su cÍrilizacion, de sus costumbres,
por su manera diferente de existir, son las que esHm más dis-
tantes de ese mal; creo que el resto de Europa, que la Alemania,
Italia, }<'rancia y España están casi igualmente amenazadas de
esa gravÍsíma calamidad. Acaso por desgracia no sea nuestra
nacion, no sea la España la que esté menos amenazada.


»Los gérmenes que se han advertido y aun se adyierLen por
diferentes parLes, y que se reproducen en circunstancias di-
versas, no nos dejan de eso la menor duda.


>lEslo, señores, pensaba é iba yo á decir en mayo de 1857; y
los meses que han transcurrido nos han ofrecido por nuestra des-
gracia tristlsimos y elocuentes testimonios de que no eran qui-
mé.·icos estos presagios. En este tiempo hemos visto la intcntona
de los republicanos de Allllalucia; en este tiempo, hace poco:;
días, hemos visto el horrible atentado contra la vida del Empe-
rador de los franceses. La una revela· los trabajos que se haccn
en España, en nuestra patria; el otro revela los que se verifican
en toda Europa, atacando á un monarca, que es en el dia el sos
ten del órden público en su nacion; el órden público de Francia,
que está casi identificado con el de los demas Estados de Europa.


»En esto, señores, creo yo que es necesario pensar, y creo que
ese horrible acontecimiento que acaba de verificarse en la capital
de la nacion vecina, habrá tal vez despertado, habrá acaso hecho
surgir en todos ó en algunos de los gobiernos europeos la idea de




202 DISCU/tSO EN DEFENSA
la necesidad en que á mi parecer se hallan de entenderse, de
concertarse para conjura!' ese mal, esa calamidad, y formar
contra las sociedades subterraneas Que trabajan para millar los
fundamenfm; sociales de toclas las sociedadmí europeas, una aso-
ciaci~n de gobiernos para precaverse, para cortarlos, y, en ca);o
que en algunas surgieran, reprimirlos con mano fuerte.


)No puedo decir mas, porque no me toea en la situacion en
que me hallo, con el carácter de diputado, y nada podría yo
influir en esto. No es más que la indicacion de un sentimiento
que ha nacillo en mí, de una idea qUA se ha despertado en mi
ánimo con motivo de ese horrible acontecimiento. Pero creo que
el mismo sentimiento se habrá despertado, no solo entre nosotros,
sino en otros paises, en las personas y en los hombres que
pueden tal vez contribuir á. que se lleve á ejecucion.


» Hablaba, señores, del socialismo: he recordado las inten-
tonas que se han hecho en España, y que hemos presenciado.
Todos recordamos los incendios de Valladolid y Palencia, y todos
recordamos la prueba posterior que tristemente ha venido á con-
flrmar los validnio;; que yo hacia en ('1 auo precedente. ne oido
decir, y creo que no ~in fun(lamcnto, que ~c hahian descuhierto
!'.\n\offias en algunas (\e las pro,incias (\e \a ffionarquia, \\e tra-
balO\>, que se preparaban pata un uia ueterffiina(\o, en e\ cual
debia ocurrir un gram\e acontecimiento en la capital (\c\ vecino
imperio.


)Si esto es asi, como lo creo, podran los senores diputados
deducir cuanto es lo que se trabaja en ese sentido, y cual es, por
consiguiente, el mal, la gran calamidad que debemos conjurar y
precaver, cooperando todos, cada uno en su situacion, á ello, lo
mismo los de un partido que los del 011'0, lo mismo los progre-
sistas que los moder<l'tlo~; porque sr ocurriese esta gran calami-
dad todos quedaríamos iguales.


) He dicho, señores, que el socialismo es la anlitesis de la
sociedad, e3 la negaeion de la sociedad. Añadiré ahora que en
matel'Ía de socialismo, es deeir, con el objeto que se proponen
los que abrigan esas ideas, imposibles de realizar por mucho
tiempo, todo lo que pudiera hacerse y pudiera apeteeersE', y pu-




DB LA RIFORMA DI 1852. 203
diera pensarse en esta direccion, con ese fin que manifiestan y que
ostentan, aunque hipócritamente, los socialistas, está ya hecho,
y de una manera que no puede mejorarse; y de ahí no se puede
pasar. Con el fin á que aparentan aspirar los socialistas nada se
puede hacer mas que lo que hizo el fundador de nuestra religion,
Jesucristo; no se puede pasar de la doctrina de Jesucristo; no se
puede pasar del Evangelio; santificar la pobreza: Jesucristo la
santificó; aeonSt'jar y mandar al pobre la resignacion y al rico la
caridad; pre~entar en una imagen, en una parábola, al rico ava-
riento y orgulloso, y al pobre que estaba debajo de su mesa re-
cogiendo las migajas del pan que se caian de la mesa del rico,
y al uno pagando su orgullo en la~ penas eternas, y al otro dis-
frutando el premio de su re~ignacion en la gloria eterna.


)A más de esto no se puede aspirar; más que esto no se pue-
de hacer. Procúrese, justisimo . es y necesario, el alivio de las
clases pobres; procúre~e la beneficencia; pero es necesario tam-
bien atender á otras cosas, y una de ellas es la defensa y la pro-
teccion de la propiedad, de que hablaré dentro de muy pocos mo-
mentos.


¡)Cuando la situaeion, señores diputados, era en el año ante-
rior, yes en la actualidad, la que acabo de presentar á vuestra
vista; cuando nadie duda de esto, pal'ecíame á mí que en interés
de la salvacion de la sociedad, el patriotismo de todos, el amór
que todos tenemos al órden social, á la conservacion de la socie-
dad, del Trono y de las instituciones, exigian que pcnsáseIll05 de
una manera muy séria en los medios de conjurar ese mal; y pa-
recíame ademas que cuando apartamos la vista de esa considera-
cíon, y cuando aquí nos entretenemos y nos ocupamos todos, ab-
solutamente todos, p:lCS yo no aludo á nadie ahora, ni á fraccio-
Hes ni á personas; cuando nos ocupamos, digo, en disputas de
puntos secundarios, de puntos de política, ó de otro género, an-
tes de haber hecho todo lo que con vierte, todo lo que sea posible
hacer para conjurar esos males, me parece, señores, que damos
muestras de no considerar su gravedad, ó de creerlos distantes,
cuando por desgracia pienso que nos amonamn muy de cerca.


,¡,Qué dehemoshacel', señores, qué debemos procurar en ge-




204 DISCURSO El\' DEFEI\'SA
neral para pritar e~os males que nos amenazan'? A mí, señores;
me parecia en mayo de 1857, me parecia en enero de 1858, que
debemos contribuir todos a la formacion de un gobierno fuerte,
establo y duradero; á que se consolide entre nosotros el órden; el
que en vez del estado de agitacion en que nos hemos encontrado, y
en que aun nos encontramos, haya tranquilidad y estabilidad; en
una palabra, y resumiendo mi pensamiento en una fórmula muy·
concisa, y para mí muy significatiya, á que llegue esta sociedad
á hacer asiento, porque esta sociedad hace mucho tiempo, por
causas que no son imputables á nadie, ni á personas, ni á parti-
dos, por efecto más hien de un conjunto de circunstancias, que
no hemos podido evitar, se halla fuera de su asiento, señores,
completamente fuera de su asiento.


)lEste, señores, es el fin a que debemos aspirar. ¿Cuáles son
los medios que más directa y más inmediatamente pueden con-
tribuir á ese fin, pero medios prácticos, señores? Hay en la so-
ciedad tres elementos pennanentes de grandísimo influjo en ella,
y es necesariopl'ocurar por todos los medios posibles; y procu-
rarlo teniendo en ello puesta la mira constantemente, robustecer-
los con 103 actos del gobierno, y con las leyes, porque esos ele-
mentos conspiran al fin de la estabilidad de la sociedad. Sin ad-
ministracion de justicia, sin l'eligion, sin fuerza armada, la so-
ciedad no puede estar en un órden de tranquilidad y de estabili-
dad. ¿.~ qué me he de detener yo en reflexionar sobre esto? Es
completamente inutil.


»Los señores diputados comprenden cuánta es la importancia
de todos y cada uno de estos elementos, y todos y cada uno de
ellos deben conspirar para el fin de la estabilidad, del órden y
del asienlo de la sociedad. Cuando se trate, pues; de cualquiera
cosa ·que tenga relacion con esos interesantísimos, con esos sa-
grados objetos, con esos tres importan les elementos del órden
publico y de la conservacion de la sociedad, es necesario que to-
dos contribuyamos á su enaltecimiento; es necesario tambien pro-
curar en lodo el mayor prestigio, la estabilidad, la firmeza, y
luego la armonía entre todos ellos.


»De uno de estos especialmente tengo que hacer algunas in-




DE LA REFORMA DE 1852. 205
dieaciones, porque se roza con uno de los puntos de que se trata
precisamente en el proyecto de contestacion al discurso de la co-
rona, y porque es una materia en la cual (leseo enunciar las opi-
niones que yo tengo. Hablo de la reUgion, del (mIto de sus mi-
nistros; hablo de la iglesia y del clero.


)lLos ministros del culto, el clero, ha tenido siempre, y creo
que debe tener, ó que debe procurarse que tenga, una saludable
influencia en el órden social. Esa influencia, señores, la ha teni-
do el dero en otras épocas segun el estado de chillzacion de los
l:,'{{Ll},l.,q,o", ~¡:'ll..1h Q,1. r;,l..t:.Q, ~l!..Q 1l<L lCIXl:L:JJlQ esa. civilizacíon., se~un
las costumbres; y la ha tenido á menos costa que pueda tenerla
hoy, con menos sacrificios de los que hoy necesita emplear y de
los que empica seguramente, pues procura cumplir satisfacloria-
mente su altísima misiono


»El clero en lodos tiempos, especialmente en la edad média,
sin necesidad de grandes esfuerzos, aunque los hacia, tenia gran
consideracion y prestigio solamente por su carácter; bastaba el
signo esterior del carácter que adornaba á la persona; bastaba el
hábito para que se tu" iese consideracion y respeto al que lo ves-
tia. Los tiempos han cambiado en esta parte, y el clero en el dia
necesita conservar el prestigio saludable que debe tener en la so-
ciedad por su saber y virtud, cualidades que tiene y que .debe
procurarse constantemcntc que conservc y aumente CIlIo posible.


)JEl dero lo tenia tambien en la actualidad y debe tenerlo en
esta época por su desinterés, y el desinterés del clero cn el dia
no puede ser mayor, porque la iglesia y el clero en España están
dotados. muy pohremente. Pero se trata con este motho, ó sui'ge
en esta ocasion la cueslion de los bienes de la iglesia, la cuestion


" de la desamorlizacion; y este es el punto sobre el cual he indicado
que iha á manifestar mis opiniones. Las que ya he sostenido son
bien eonocidas; los principios son los mismos; mis cl'ceneias son
iguales en cuanto á las ideas. He llgurado por la posicion que he
ocupado generalmente de diputado en casi lodas las cuestiones
que se han traido aquí sobre esta materia.


»Se acordó y se verificó en una gran parte la enajenacion de
los bienes del clero secular {!ll la época de 1840 Ú 1843' en . ,




20~ DISCtlRSO El'f DEFENSA.
1845 se propuso por el gobierno de S. ~J. la devolucion á la
iglesia de los bienes que no se hahían vendido, luve el honor de
ser individuo de la comision nombrada por el congreso, apoyé
con todas mis fuerzas el p.,·oyeclo del gobierno de S. M.; contri-
buí con mi voto y con mi palabra el que dicho proyecto se ele-
vase á ley, y así se verificó. El concordato celehrado con la Santa
Sede y concluido en 1851 fué preparado por el ministerio que
presidia el señor duque de Valencia, y especialmente por el se-


• ñor ministro de estado, que era el Sr. Pidal, y por el señor mi-
nistro de gracia y justicia, que era el Sr. Arrazola.


Ileuando se formó la administraeion de 1851,~ en enero de
aquel año, se hallaba concluido casi todo; quedapan muy pocos
puntos por arreglar: el gabinete de 1851 tuvo la fortuna y la
gloria de acahar de arreglar ese concordato, de terminar los tres
ó cuatrr; puntos que únicamente quedaban pendientes: la gloria
fué de los ministros anteriores que habian entendido en él. Se
ajustó al fin el concordato, que rué firmado y quedó enteramente
concluido en los primeros meses de 1851. ,


»Lo que en él se convino lo saben los señores diputados; re-
cuerdo únicamente que uno de los convenios fué muy solrmne,
reducido á consignar el derecho de adquirir por parte de la
iglesia. Tal era el estado de las cosas, conservando la iglesia los
bienes que habian sido del clero secular en propiedad plena,
omnímoda, teniendo el derecho de adquirir; y habiendo obtenido
tambien la entrega de los bienes que habian correspondido a las
comunidades religiosas suprimidas, en adminislracion y en Uf:U-
fructo, acordándose que se irian enajenando de la manera pro-
venida en el mismo concordato.


»Siendo esta la situacion de las cosas, la ley de las co\'te~
constituyentes estableció la enajenacion de todos los bienes que
poseia la iglesia, así los que se la habían deyuelto de su pro-
piedad, y cuya enajenacion no estaba autorizada por el concordato,
como de los que habian pertenecido á las comunidades religiosas
suprimidas, y se habian entregado, segun acabo de decir, en ad-
m:inistracion y en usufructo, á condicion de irse vendiendo de
la manera y en 103 términos que allí mismo se prcyenia.




DE LA REFORMA DE 1852. 207
)Esta fué, señores, una infl'accion manifiesta de] concordato,


principalmente en cuanto á los bienes que se habían devuelto á
la iglesia como de su propiedad. Uespecto á los bienes que poseia
en usufructo, la infraceion era solamente de forma, pero en
cuanto á los bienes devueltos coino de su p¡'opiedadJ lo era cn la
forma y en el fondo.


»Postcriormente, y en época quc todos los señores diputados
recuerdan lamblcn, se acordó la suspension de la ley de desamor-
tizacion, y se acordó primero la suspension de la enajcnacion de
los bicncs cclcsiasticos.


»Se trata ahora, segun se nos manifiesta cn el discurso de la
• Corona, y segun contesta la comision, de la devolucion á la iglesia


de los bienes no vendidos, y de una equitatiya indemnizacion
por 103 que se han \endido ya. Señores, hay principios, hay
derecho y hay luego consideraciones de convcnicncia.


)¡En cuanto a los principios y al derecho, mis idcas son hoy
lo que han sido siempre: que en un país católico la iglesia no
puede menos de tener el derecho de adquirir; que lo que ad-
quiere la iglesia por virtud de este derecho, constituye una pro-
piedad tan sagrada como la propiedad dc los particu!ares; y quc,
por consiguiente, sin infringir esos principios no se puede dis-
poner de ninguna manera ni por nadie la enajenacion de esos
bienes.


»Es otra máxima, otro principio que yo sostengo como con-
secuencia inmediata y necesaria de este, que solo la iglesia,
ejerciendo un acto de dominio, y el acto mas positivo del do-
minio, puede disponer la enajenacion de esos bienes, ó convenir
en ello; y que, por consiguiente, no cominiendo la iglesia y su
jefe suprem'o, su reJlre~entante, ~u cabeza visible, el Santo Pon-
tifice, en fin, en la enajenacion, no se puede determinar, ni yo
como diputado la pediría ni la yolal'ia, ni como ministro la pro-
pondria jamás.


¡¡Pero, señores, en la situaeion que nos hallamos, y salvos
eslos principios, de manera que desde aquí hasta la eternidad,
por mi parte, espero no faltar a ellos, y si la iglesia insiste en
la conservacion de los bienes que tiene, y si la iglesia no dis-




208 DISCURSO EN DEFENSA
pone su enajcnacion,vuelvo á decir que jamás por mi parte pe-
(liria ni propondria cosa en contrario; salvos, digo, estos prin-
eipios, yo creo que seria conveniente, siendo posible, en bien de
la iglesia y del Estado obtener, pedir la enajenacion de esos
bienes, tanto la de los bienes que constituyen la propiedad de la
iglesia y que la han constituido siempre, como la de los bienes
que, habiendo pertenecido á las comunidades religiosas, la fueron
entregados en administracion y usufructo.·


llEl señor ministro de Estado, presidente del consejo de mi-
nistros, ha manifestado en el dia de ayer que sobre este punto
hay una negociacion, un acuerdo concluido que está pendiente
de ejecucion, y que esa negociacion, ó el proyecto á que dé lugar •
en su tiempo, cuando sea oportuno, vendría á las córles.


llDesde ahora, para cuando venga á las cortes esa negocia-
cion concluida, el gobierno de S. M. tiene mi humilde apoyo;
desde ahora, sin discusion por mi parte, tiene mi alwobacion;
yo no me opondré jamás a nada de lo que se haya convenido
entre el gobierno de S. ~L y la Santa Sede, sea conforme á las
ideas que he manifestado, sea enteramente contrario á ellas. ~o
disputaré: pero digo, manifestando mis ideas sobre esta materia,
que desearia que el gobierno hubiera podido conseguir eso, Ó
que se pm!icra conseguir en adelante.


llLas razones que tengo para ello son sencillas, y me paí'ecen
lambien convenientes. He indicado que en los tiempos que ·to-
camos, el clero debe tener la saludable influencia que es preciso
que ejerza en la sociedad; que dehe conservarla y esperarse que
la aumente, conquistando gran prestigio por su saher y su virtud;
y he añadido que por su desinterés, del cual da sobradas prue-
bas estando muy pobremente dotado. Pero, señores, salvando los
principios, defendiéndolos, proclamándolos siempre, allamente,
como yo acabo de proelamarlos; diciendo, como yo digo, que la
iglesia es tan dueña de sus bienes como yo de los mios, si la
iglesia quiere disponer de ellos, si eonsiente en ello, que, si no
consiente yo jamás propondré cosa en contrario, yo por mi parte
propondria reverentCúu'nte á la iglrsia, á su Jefe, al Vicario de Je-
sucristo, que consintiese en disponer la enajenacion de esos bienes.




DE LA REFORMA DE 1852. 209
»Porque, señores, desgraciadamente, en los tiempos que COl'·


remos, la amortizacíon de esos bienes, que son poca cosa, que
valen muy poco, que al cabo producen muchas cuestiones des-
agradables, porque se han entre.gado á la iglesia bienes imputando
sus rendimientos por cantidades determinadas, que las iglesias,
que los prelados, han dicho que no producen, y esto ocasiona
constantemente éuestiones y dudas que es necesario resolver, y
que tal vez no se resuelven de una manera satisfacLoria; la
amortizacion, digo, de estos bienes que aun restan, ha sido una
de las banderas para nuevas IiCvoluciones en este desgraciado
país, porque en la época de 184.0 á 1843 se ha dispuesto la
enajenacion, vuelyo á decir indebidamente, porque no hay dere-
cho para atacar esa propiedad, que es tan propiedad corno otra
cualquiera, pero el hecho es que se enajenaron, y despues la
iglesia, llevada de sus principios de benignidad, ha saneado esas
ventas: pero no bastó esto, no bastó el concordato de 1851 para
que en época posterior, en 181)1) y 1856, no se decretara una ley
en la cual se determinó la enajenacion de esos bienes, infrin-
giendo, como he manifestado, y como en mi opinion no cabe gé-
nero de duda, la solemne estipulacion del concordato.


»Pero, seIiores,· yo no lo he de hacer: yo no he de buscar
pretestos para una nueva reyolucion; yo no he de procurar nue-
vas revoluciones; he de hacer lo que en la situacion que ocupe
me sea posible para evitarlas. ¿Pero estamos seguros de que no
se procurará por otros, de que no se levantará esa bandera y se
tendrá constantemente levantada?


»¿Y será, señores, decoroso para el Jefe de la Iglesia, si
ocuniese esto, si viniera sobre España esa nueva calamidad, tra-
tal' por terccra vez del saneamiento de las ventas, ó no sanearIas
y dejar al Estado cn esa situacion tan angustiosa? Estas son, se-
ñores, las razones que yo lendria para rogar, para impetrar, para
pedir reycrente y rcspetuosamente, reconociendo el derecho de
la Iglesia, que con su beneplácito, porque de otra manera ya he
dicho que no lo propondría, se yendieran esos bienes.


llEn cuanto á la desamoriizacion de los demás bienes, de los
que no correspondan á la iglesia, ni constituyen una propiidad


rOMO 111, u




210 DISCURSO EN DEFENSA


que á ella haya de devolverse en virtud del solemne convenio
hecho con Su Santidad; tratándose, señores, de aquellos bienes
de que, en mi juicio, puede disponer, 6 sobre cuya suerte puede
el Estado decidir, mi opiníon es que se Bey e adelante la des_
amortizacíon de la manera y en lo,; términos que se consideren
más ventajosos para los dueños de esos bienes, 6 para los esta-
blecimientos á quienes correspondan y para el Estado tambien.


l¡Acabo de decir, señores, 6 de indicar m~s bien, porque no
he hecho más que in,diearla, cuál es mi opinion respecto á este
punto que el gobierno de S. M. nos ha anunciado en el ,discurso
de la Corona que ha aceptado el gabinete actual, segun se des-
prende de la contestacion á ese mismo discurso; y solo me resta
decir que lo qUf~ el gobierno de S. 1\1. proponga, c\espues de me-
ditarlo y examinarlo bien, para proteger los intereses de los esta-
blecimientos á quienes corresponden hoy esos bienes, no se votase
y aprobase, sin entrar en su discusion.


»Otro de los grandes medios señores; tengo á la vista los
apuntes del año pasado, y algunas cosas no hago máfi' que indi-
carlas; sobre otras que creo podrán tenrr más oportunidad en este
momento, me eslenderé algo más; otro de los medios que P?dero-
samenle podrian contribuir á producir la situacion á que en mi jui-
cio debemos aspirar, una situacion de tranquilidad, de 6rden, de
asiento en la sociedad, era la instruccion pública que el año pa-
sado estaba anunciada en el discurso de la Corona, y sobre la
cual despues se presentó un proyecto de ley, y se acordaron las
bases sobre eslo. Yo no be meditado bastante sobl'e esta cueslion:
no he meditado sobre la ley que se ha hecho, y narla puedo decir
acerca de ella; no me he ocupado de este punto, y digo solo que
es el de la mayor influencia é importancia, y desearé mucho que
se haya procurado llenar el grandísimo objeto á que una ley de
inslruccion pública deberia tendel'. El congreso examinará si hay
algo que examinar, sin que ahora sea ocasion oportuna, como los
señores diputados conocen, de entrar en esta cuestiono


»Pero es de hoy, como lo era del año pasado, como lo sera de
todos tiempos) pero muy espeeialmente de los presentes, la in-
fluencia de la propieda~. En el dia, en la situacion en que nos




DE LA REFORMA DE 1852. 211
hallamos, por el mal de que se halla amenazada toda la EUl'opa;
en el dia, la primera influencia que debe haber, la que más debe
contribuir á evitar ese mal, es la de la propiedad, la que está
amenazada es la clase de la propiedad, y la que debe llamar
constante y perenncmente la alencion del gobierno y de los cuer-
pos deliberantes es la propiedad, es la clase de los propietarios.


»Cuando hablo de esto, debo, señores, decir lo que siento;
debo ser franco como procuro serlo en todas las cosas; los pro-
pietarios en España para salvarse y defenderse, para defender
su propiedad, que tienen que defenderla desde ahora y desde lue_
go por los medios regulares, y acaso venga un dia en que tengan
que salir a su defensa con la fuerza; los propietarios, digo, triste-
y desgraciadamente tienen que resignarse á pagar más de lo que
pagan.


¡)I1e sido, señores, ministro precisamente del ramo que tiene
relacion con el punto de contribuciones; he sido ministro de Ha-
cienda; he hablado de economías; he procurado las que me han
sido posibles; como diputado hablo menos de economías que co-
mo ministro; como diputado y como contribuyente, aunque en
una pequeña parte, porque no es grande mi fortuna, pero soy
contribuyente, soy propietario, tengo que decir aquí francamen-
te, de manera que llegue a oidos de todos, que si bien los pro-
pietarios tienen derecho á que el gobierno, a que las eórtes en to-
dos sus actos tengan puesta la mira con el mayor interés en la
proteccion de esa clase, es necesario que los propietarios acudan
á sostener al gobierno, a sostener el órden, la situacion, las insti-
tuciones, haciendo sacrificios, pagando más de lo que pagan.


¡¡Es necesario, señores, hacerse cargo de las circunstancias,
del estado de la civilizacion en todos los pueblos de Europa, de la
cual participamos necesariamente nosotros; nosotros vivimos ya
a la moderna; y reasumiendo en una fórmula lo que he dicho,
añadiré: que vivimos á la moderna, y todavía queremos pagar á
la antigua. Esto no es posible.


¡)Tratando de esta materia naturalmente debe hablar:5e, y lo
encuentro oportuno en este lugar, de administracion pública, se-
ñores, porque nada creo que conduce tanto como ella al ~o:ileni-




212 DISCUR~O EN DEFENSA
miento de las buenas situaciones políticas, ó al remedio y mejora
de las malas; porque en este punto tengo yo una opinion, que
si bien en teoría no se impugnaril, en la practica no ha sido
acaso seguida por mí; tengo una máxima que no sé si se cali-
ficará como errónea en este punto, así como la tengo tambien
en otros.


»Creo que la administracion y la política deben, en cuanto sea
posible, caminar paralelamente, auxiliarse, ayudarse; pero en el
caso de que no puedan estar las dos a una misma altura, en el
caso de que la una de ellas haya de alcanzar mayor altura que
la otra, la aclministracion, en mi juicio, no puede s'er la esclava,
la miserable sirvienta de la política; la política debe servir el la
administracion.
. »Esta máxima, señores, yo he procurado practicarla; la he


tenido siempre por norte; he caminado en esa direccion en cuan-
to he podido: y ¿por qué? Porque yo profeso olra máxima en po-
litica tambien que está enlazada íntimamente con esta, que es co-
mo su hermana gemela, la de no confundir los medios con el fin,
especie de sofisma que nos ha producido muchísimas calamida-
des, muchísimas contiendas, muchísimas perturbaciones, muchí-
simas enemistades; hablo de enemistades y de contiendas políti--
cas, de partidos, de fracciones y de personas.


»)Porque aquí se ha hablado mucho y se habla y se hablara
constantemente de puntos políticos, de derechos políticos, de in~­
tituéiones ó de puntos relativos á las instituciones; y todos estos,
señores, son medios, y el fin es otro; que se han sacrificado
muchas veces los fines á lós medios, y yo humildemente creo
que se deben sacrificar, en caso de que deba haber sacrificio,
los medios á los fines.


» Yo creo que el fin de la sociedad, y por consiguiente el de
las constituciones, el de lodas las instituciones polilicas, es la
tranquilidad, la seguridad individual, el bienestar de los ciuda-
dano,;;;, la paz, el sosiego yel ónlen público; y las constituciones
y too.o género de instituciones, todas las ll'yes fundamentales, orgá-
nicas y secundarias, todas ellas no son más que medios púa lle-
gar a ese fin. ¿Qué me importa a mí que en una constitucion se




DE LA REFORMA DE 1852. 213
hallen consignados tales ó cuales derechos, si esos derechos des-
pues no son efectivos?


» Yo no me opongo de ninguna manera a que los derechos
estén consignados; yo reconozco esos derechos, .como que son el
fin de la sociedad: si estamos reunidos, si pagamos contribu-
ciones, si tenemos peno;os deberes que cumplir, es para obtener
lo que la sociedad nos da; esto es, la tranquilidad, la seguridad
de las personas y de las propie~lades, el sosiego y el órden pú-
IJlico; pero si á mi me dan instituciones en que estén esos de-
rechos muy clara y pomposamente consignados, y luego no se
atienden, y luego se yiolan, y luego no se cumplen, entonces yo
de las instituciones renegaré, buscando que se consoliden los de-
rechos y que se atiendan,


»Yo, señores, no aludo á nadie, no me refiero á nadie, ni.á
fraccion ni á partido, ni á persona alguna; espongo una teoría
mia, y digo que es teoría fundamental ó de poli tic a geneml: y
secundaria es la ele que la administracion debe caminar parale~
lamente con la política, y en caso de que haya sacrificios, la po-
lilica debe ser sacrilicada á la :1dminislracion, y nunca jamás la
adminisfradon á la politica,


)JTenia yo, señores, apuntadas en mayo del afio anterior, yes
oportuno tambien en este momento, porque se trata de esto en
la conlestacion al discurso de la Corona, algunas indicaciones
sobre una ley de empleados públicos,


»En la clase de los medios, fuera de los que bajo otro aspecto
dejo examinados, de los medios que pueden contribuir a prepa-
rar entre nosotros una situacion de estabilidad, de paz y de so-
siego, y un gobiel'llo normal, estable, firme, y al mismo tiempo
robusto y benéfico, considero que Jos principales son tres: pri-
mero, la manera de haeel' las elecciones, la ley electoral; segun-
do, la manct'a de delihel'<lt' los cucrpos colegislaclores; tercero,
una ley de empleados públicos, ó sean las reglas que deban ob-
sonarse para la pl'ovision y ascenso de los empleados, Las dos
primeras ya se ve que son esclusi vamente políticas; la tercera
es administrativa, ó por lo menos lo parece; pero por desgracia
esta tan ligada á la potitica, que muchas veces depende de ella,




214 DISCUl\SO EN DEFENSA


llSobre estos puntos, dos de los cuales, la ley electoral y la
de emplearlos, se tocan en la contestacion al discurso de la Coro-
na, yo inelicaré hrevisima y ligeramente mis ideas al congreso,
y haré tambien algunas indicaciones: aunque leves, respecto del
otro punto que tengo por importante.


¡J¿Qué voy yo á decir á los señores diputados que estos igno-
ren, que estos no conozcan, que estos no sientan respecto de
la ley electoral, respecto de las elecciones? ~ada nuevo, seño-
res; y nada nuevo por muchísimos motivos, porque no quiero ha-
cer una repeticion de lo que tantas veces se ha espuesto en esle
lugar; porque me basta á mí referirme en este punto a la con-
ciencia de los diputados, y á lo que cada uno sienta y encuentre
en su concieneiai este es el testimonio mayor que puedo apetecer
de lo que voy á indicar al congreso.


llLas elecciones, señores diputados, se hacen actualmente en
España de una manera que cada cleccion general es una verda-
dera perturhaeiOll social. El país se conmueve, se agita, y se
agita de una manera terrible; llegan las luchas, llegan las con-
tiendas, llegan odios á los distritos, á los partidos, á los pue-
blos, á las familias, á los individuos. Se establece, señores
diputados, sin poderlo remediar, por la fuerza de las cosas, por
una consecueneia inevitable que todos lamentamos, contra la
cual lodos protestamos, pero que no adverlimos que es en vano
protestar y lamentú; porque la fuerza de las cosas la trae consi-
go, y á nadie se puede culpar; se establece, repito, una lucha
necesaria, inevitable, natural, entre el gobic\'llo y los partidos
que le combaten; y el gobie\'llo, señorcs, hace muchas cosas, tie-
ne que hacerlas, se ve en la indispensable necesidad de hacer-
las contra su ,oluntad, contra sus ideas, contra sus instintos y
sus principios, pero en propia defensa; porque entra en una ver-
dadera guerra, y en una guerra puede pensarse al principio si
se entra ó no en ella; pero, despues de haber entrado, nadie tiene
tiempo de pensar si es justo ó no defenderse hasta mas aca ó más
allá.


¡¡Este lastimoso estado, señores, yo deseo que cese; yo creo
que es indispensable que cese. Mientras no cese no tendremos




DE LA REFORMA DE 1852. .. 215


paz, no tendremos tranquilidad, seguira la agitacion; no habrá
un ól'den estable de cosas, la sociedad espaiiola no estará en su
asiento.


»Los medios pára esto, ni yo puedo ser esclusivo en ellos,
ni lo hubiera sido, ni lo seria nunca. Comengamos en el fin;
tratemos todos de buena fé de conseguir ese fin; busquémosle
con celo, con buena fé y con afano Indicaré solamente, pero re-
pitiendo que no soy esclusivo, ni lo seria nunca en ningun caso,
en ninguna sltuacion, y no insisliria y cedel'ia a cualquier cosa
que se propusiera mejor que aquello ; indicaré solamente, por
indicar algo, que,' en mi juicio, buscando la Hrdad, los electores
deben ser pocos, no debe haber cueslion sobre si son electores
ó no lo son los que aparezcan en el número que designe la ley
en las listas cobratorias de la contribueion; diré que 349 diputa-
dos me parecen demasiado para Espaiia; diré que, en mi humil-
de opinion, hay clases que considero como otras tantas religiones
que por lo sagrado de su instituto no deben tener parlicipacion
en este cuerpo; debiéndola tener y teniéndola en el otro; estas
dases son: la del clel'O, que está escluida, y yo lo apl'Uebo por
esta razon que he manifestado, la magistratul'a y el ejército ac-
tivo; diré, por último, seiiores, que, por regla general, lo~ em-
pleados en servicio activo tampoco deben yenil' a este sitio. lIay
empleados, hay cierta clase de empleados de alta categoría, de
residencia fija en Madrid, cuya presencia en este cuerpo es muy
conveniente para ilustrar las sesiones. -


)) He dicho antes que los empleados, por regla general, y con
la escepcion que acaho de indicar, no deben tener entrada aquÍ,
fuera de otras razones, por una muy óbvia. ¿Qué significa un
empleado en una prO\ incia Ó en Madrid de un corto sueldo que
~o va á su oficina por venir aquí? Que cobra el sueldo y no
~irve el destino. con perjuicio del público y de la adminislracion.
Pero he pronunciado una espresion llamando la atencion sobre
ella, que necesita algunas esplicaeiones, porque tal yez habré
sorprendido á alguIlos señores diputados, especialmente á los
progresistas.


»IIe dicho que mi opinion es que los electores sean pOCOii,




216 DISCURSO EN DEFENSA
buscando la verdad. ¿Y se busca la verdad sielHl(j pocos? Sí, !\C-
ñores, con ahorro de camino. De los eledores que votan hay mu-
chos que tienen precisamente lo necesario para adquirir la cua-
lidad ó car¡'wter de elector, y hay otros ricos que tienen muchos
bienes de fortuna. ¿Quiénes son los que votan de estos real y
verdaderamente,? Los de la Ínfima clase los que 'pagan' muy
poco, ¿votan~ No, seliores; ,otan los ricos, los influyentes.


Pues supongamos que se estableciera el sufragio universal:
¿quiénes volaban entonces? Las personas influyentes con mucha
más preponderancia, porque cada persona influyente en un pue-
blo ó en un partido tiene su clientela, sus arrendatarios, sus tra-
bajadores, personas á quienes emplea, y otras que van a solicitar
su favor y proteccion: el influyente,' el rico, el propietario, uno
ó más en cada distrito, es el que dispone dp lo~ demás; y cuan-
do estos depositan en'la urna las papeletas, votan lo que ha indi-
cado esa persona influyente. 'Esta es la yerdad; la sienten todos,
todos la conocen. Pues yo quiero la verdad conahorro de camino.


¡)He hablado, señores, de la manera de deliberár de estos
cuerpos. El Sr. lilas y Vidal, de quien hice mencion al principio
de mi discurso, creo que no me-confundira en esa clase.de abso'
lutistas con el adjetivo de Yel'gonzantes que S. S. vé, y quetaJ
vez no existe más que en su imaginacion.


»Sobl'e lo de vergonzantes ya he contestado á S. S. Yo no
he sido nunca vergonzante en nada; he profesado siempre mis
opiniones. Acaso alguna yez habré usado de más franqueza de
la que convenia; acaso habré dejado de callar, pudiendo hacer-
lo, y he sentido las consecuencias nada favorables para mí de
esa conducta; pero no estoy arrepentido. En cuanto a lo de abso-
lutista, voy a decir cuatro palabras en conteslacion á las pro-
nunciadas por el Sr. lilas y 'Vida\.


» Yo soy absolutista de un absolutismo solo; no reconozco
mas que el de Dios, porque el absolutismo de Dios es el de un Sét
necesario, de un Sér único, de un Sér infinitamente sabio é infi-
nitamente justo. Pero entre nosotros (pol'que yo no· hablo de
otras naciones, no tengo mision para eso, ni' puedo tampoco de-
cir que haya una clase de gobierno que sea general, que sea la




DE LA REFORMA DE 1852. 217
única conveniente para todos los países; ni puedo decir eso, ni
es mi mision, ni lo tengo bastante estudiado) hablando de Espa-
ña, diré á S. S. que no he sido, ni soy, y espl ro no ser absolu-
tista. I..as pruebas que S. S. encuentre de que soy ab801 ulista, ó
de que tienda al absolutismo, esas serán calificaciones de S. S.


» Yo soy enemigo por com encimiento y por organizacion de la
arbitrariedad, y soy amigo y partitlal'io deeidido tambien por
ronvencimiento y por ol'ganizaeion de l,a legalidad. Yo quiero
trono, un trono fuorte, un trono respetado; pero no le quiero ar-
bitrado, despótico, ni absoluto; quiero que tenga reglas, y que
no falte á esas reglas. Yo quiero córtes; las he querido siempre;
jamas en ningun proyecto he propuesto nada contra su existen-
cia. Las he querido, las quiero y sigo queriéndolas, con un gran
prestigio, con grande autoridad.


»Lo que he pensado alguna vez, lo he pensado en esa discu-
sion y con ese fin; puedo haberme equivocado en los medios, eso
es muy posible; si los señores diputados lo creen así, sea en buen
hora; dése por asentado. Yo no defiendo eso; lo que sí sostengo
es que el fin a que se encaminaban era á dar prestigio á las
córtes, á darles autoridad, á darles respetabilidad, por un prin-
cipio, porque creo que la existencia de las in",tituciones y de las
córtes, si tienen algun peligro en España, es el que puede na-
cer de sus propios escesos.


»Pal'a salvarlas y para que puedan ser fecundos los trabajos de
las cÓl'tes, para co-nscrvar las instituciones y conservar la socie-
dad, es necesario que tengan gran prestigio, y no pueden tenerle
cuando en sus deliberaciones no hay el decoro que debe haber. Así
que, piénsenlo bien los se~ores diputados, porque yo sobre eso
nada propongo y nada habria que proponer en este momento. Si
llega el'caso, cuando llegue, cuando esta cuestion ocupe al COfl-
gre,so, que se medite bien eslo y se tenga esto presente.


»Se poclda hablar mucho sobre este asunto; se podria recor-
dar los ejemplos tan conlínuos, tan frecuenles entre nosotros, del
desprestigio de la representaeion nacional, causado por ella mis-
ma, por hechos que han ocurrido en su seno; yo no lo haré, no
necesito hacerlo; diré solo que, el fin a que creo debe aspirarse,




218 DISCURSO EN DEFENSA
es el fijar bien la manera deresoher y de deliberar. Concíliense
todos los eslremos; búsquese el medio á propósito para esto, y
ese medio, sea el que fuere, tiene !ui volo. l'ropónganle otros en-
horabuena; no quiero lomar la iniciativa: pero búsquese ese
medio, con la conciencia de que de esa manera se conservarán y
salvarán las instituciones: de otro modo, yo creo, aunque puede
ser una equivocacion mia, que puede haber peligro.


»I1e hablado, por último, sefio)'es~ como de un gran medio, de
más importancia de lo que se cree, para a,'pirar al fin que he in-
dicado, para conseguir el asiento de la sociedad, y para que ten-
gamos un gobierno firme, sólido y estable, de la ley de emplea-
dos públicos.


Esta indicacion parece de poquísima imporlancia, y es de
tanta, señores, que si no se pone remedio, y un remedio pronto
y eficaz, vendrá un cataclismo. Si así seguimos, es imposible la
conservacion y la continuacion de'lo existente; es imposible la
administraríon pública; y sin administracion pública, sin una
buena y ordenada administracion publica, no puede líaber aquí
nada bueno, no pueden arraigarse las instituciones, ni puede ha-
ber nada estable.


»Es imposible la aclministraeion pública, cuando los emplea-
dos no tienen ningun género de estabilidad; es imposible la
administraeion publica cuando á cada cambio ministerial ocurre,
si no el hecho, la aspiracion al menos, por parte de todo el
mundo, de que se verifiquen cambios, y cambios radicales y ge-
nerales. Parece imposible que pase lo que todos vemos, lo que yo
he visto y tocado por desgracia, y que creo tocarán r sentirán
todos los señores diputados; parece imposible, pero es una eosa
demasiado cierta, que á la noticia de un cambio ministerial to-
dos se agitan, todos vienen, todos eoncurren, y no hablo de lo
que sucede, á lo menos, de lo que se pretende, en tiempo de
elecciones. Esto, señores, horroriza.


»Hasta por la material pérdida de tiempo, es imposible,
completamente imposible, que un ministro pueda ocupal'se de
los negocios públicos y despacharlos si ha de atender á las re-
clamaciones sobre personas, si ha de atender á los empleados,




DE LA REFORMA DE 1852. 219
a los pretendientes, á los aspirantes. Señorl's, no culpo á nadie,
no culpo á los señores diputados de que les suceda lo que me
sucede á mí mismo. Pues qué, ¿un diputado puede evitar que
acudan á él con mil pretestos, barnizándoles con mil colores,
una multitud de personas que demandan su proteccion? Esto, se-
ñores, es imposible, y lo es ademas bajo otro concepto.


»Si se forma la estadística del personal de empleados pú-
blicos en actividad y cesantes en todos los ramos de adminis-
tracion, nos asustaria, pero con tal trascendencia, y esto no
debe perderse de vista, que de año en año van creciendo de tal
manera que concluirán por producir, como he dicho, un cata-
clismo. No se crea que. es exagerarion: lo creo como lo digo; es
una verdad que se tocará desgraciadamente si no se pone el
remedio.


»¿Hay alguien, señores, en España que siendo de una clase
pobre y laboriosa, que siendo hijo de un menestral ó de un pro-·
fesor de cualquiera clase de industria, se limite á seguir el
~jemplo de su padre, á ejercer una profesion Ó arte, á trabajar
en su oficio? Los que así piensan, señores, son muy pocos. Lo
general es que aspiren á ser empleados, y lo general es tambien
que con tal movimiento de empleados será una especie de mi-
lagro que se encuentre uno de esta clase que no haya obtenido
una vez algun empleo.


»Y lo cierto es, señores, que en habiendo obtenido un em-
pleo una persona de esta clase, por seeundario que haya sido,
rarísima ,ez vuelve á ocuparse en una profesion ni en ninguna
clase de trabajo: es un verdadero vago, es una plaga de la so-
ciedad.


»¿Y qué se puede- esperar, señores, de este estado social?
¿Qué se puede esperar de una nacion en que un grandísimo nú-
mero de personas de esta clase están fluctuando, están luchando,
verdaderamente luchando, por conseguir empleos, están ace-
chando la ocásion de lanzarse, y se hallan sín tener una ocu-
pacion honrosa, sin trabajar ni producir nada?


»No se puede esperar más que agitacion y desórden con-
Unuos, perennes, inevitables. Pues ech~n la vista los señores di-




220 DISCURSO EN DEFENSA
putados á la siluacion en que nos hallamoSf hoy, consideren
en la que nos halláhamos el año anterior: en la que nos· hallá-
bamos cinco años antes; en la que nos haWtbamos diez años an-
tes; y verán cómo ha ido creciendo en progl'.esion ascendento. Yo
lo he notado, señores; tengo el convencimiento práctico de qne
esto crece de una manera espantosa; y esto que he llegado á no-
tar toma grandes proJlorciones: dentro de tres años, dentro de
dos, dentro de uno, habrá tomado unas proporciones colosales;
será una cosa insoportable, y no tendremos entonces ni tendrá
la sociedad medios de salir de esta situaeion.


) El medio único, muy doloroso, señores, cuando las llagas
llegan á profundizarse y son grandes, la CUl'a no puede ser sino
dolorosa. Este medio es cerrar las puertas, establecer reglas para
ingresar en las carreras públicas, reglas para ascender, reglas
para conservar á los empleados y que no puedan ser separados
arbitrariamente sino por motivos justos y fundados; reglas que
en un estado normal, si nos haWlsemos en él, parecerian duras,
pero qlie hoy S011 indispensables, porque la enfermedad no
puede curarse sino con medicamentos fuertes.


¡¡Entonces, señores, el ministro no podria hacer lo que hoy
puede, porque entonces el ministro podria decir: no hay vacante;
el destino que V. me pide no está vacante, y la persona que le pide
no tiene además las condiciones necesarias que la ley exige para el
desempeño del destino, y ni la Reina puede hacerlo tampoco.


» y es necesario establecer el remedio hoy, tanto más duro,
cuanto que hemos llegado casi al límite del mal; si esperamos
lin poco más sin poner el remedio, entonces, señores, ya no al-
canzará; creo en mi opinion y en mi conciencia que no alcanzará,
y entonces ese mal de los aspirantes fl empleados, ese mal de los
cesantes, ese mal de los que no tengan cualidades ni condicione.
para ser empleados, será una verdadera plaga que conmoverá
el órden social, y esto afecta estraordinariamente, y mucho mfls,
de lo que se cree, á la política, porque afecta á la administrarion,
y la administracion afecta a la política.


»Re molestado mucho más de lo justo, más de lo que pensaba
la atencion del congreso.




DE LA RBFORMA DE 1852. 221
»Estas indicaciones que he hedÍo son el producto de mis me-


ditaciones, de mi conciencia, y no tienen ningun objeto abso-
lutamente más que el esponerlas á la consiclel'acion del gobierno
y del congreso por si encuentra alguna aceptable: creo que en
alguna de ellas no puedo tener el título, ni lo aspiro, de origi-
nalidad; creo que todo esto está en la mayor parte de nosotros,
acaso en todos nosotros; y creo que habré podido adivinar lo que
esta en la mente y conciencia de todos.


» Pero, señores, tal es la situacion en que nos hallamos, en
la que juegan ese conjunto de males "que he enunciado, que al-
guno de los í'emedios que he indicado, en mi humilde opinion
debe adoptarse, pero teniendo siempre la vista sobre' algunos
de objeto más culminante. La situacion en que nos hallamos por
efecto de todas estas circunstancias, preciso es confesar que no
es una situaCÍon de sosiego, una situacion de tranquilidad; que
no es una situacion en la cual puede decirse que la sociedad
esta en su asiento.


»No lo esta; no vendra ese asiento á la sociedad mientras no
tengamos lo que he manifestado; las cortes, que deliberen de
una manera en que no pueda haber ningun género de escesos,
ningun género de abuso, nin"gun género de escándalo; la elec-
cion que se verifique de otra manera; y por el número de se-
ñores diputados, y por las circunstancias que estos reunan, el
congreso de diputados adquiera una gran respetabilidad, gran
prestigio, que tan necesario es para el congreso y para el senado.
Tal es la opinion del absolutista vergonzante, como dice el Sr. Illas
y Vida!.


¡¡Creo que contribuirá grandemente á esto, por otro lado, la
ley de empleados públicos ~on las condiciones que estos deben
tener. Creo que es necesario tener fija la vista en la necesidad de
proteger á la clase propicfaria que es la base de la sociedad,
para evitar los males de que esta misma esta amenazada.
, ¡¡Creo que debemos todos concentrarnos en este punto, y
prescindir, señores, haciendo tregua en todo lo demás que no
tenga relaeion con esto. Esta es la "causa comun de la monarquía,
de la sociedad, del congreso, del senado y de las instituciones;




222 DISCURSO EN DEFENSA DE LA REFORMA DE 1852.
porque ya dije al principio de mi discurso, y no debe olvidarse,
que aquí se han puesto á discusion el Trono, la dinastía y la
unidad religiosa.


»Para todos los señores diputados, como para todos los dema~
que estamos convencidos de la legalidad del derecho de Isabel 1Ii
para los que hemos proclamado y defendido esta bandera, á la
que seremos con.stantemente fieles, no se necesitan mas razo-
nes; pero para los que no se hallan en este caso, conviene decir
que fuera del Trono y fuera de la dinastia de Isabel 11, lo que
ocurriria en España es el caos, si acaso no es ya vano y estéril
cuanto se ha hecho.


¡¡Digo, por último, que de esta manera, y concretándonos
á los puntos indicados, podremos contribuir a producir en
nuestra patria la situacion á que debemos aspirar todos; y que
delante de esta consideracion tan alta, de este fin a que debemos
todos caminar, las demás cuestiones de sistemas pasados y pre-
sentes, de políticas y de programas, en cuanto no contribuyan á .
este fin, debemos dejarlos. Y si no renunciamos á ellos, todo lo
demás será, no solo estéril, sino inútil y aun perjudicial. ne
concluido. ¡)




EL CONDE DE SAN LUIS.


Es la prensa periódica en los gobiernos representati-
vos llave dorada con que se abre fácilmente la puerta del
poder y de la fortuna.


En el templo de la ambicio n y de la gloria es inútil
muchas veces que llamen con insistencia el saber, la
edad y los merecimientos, porque conlo llaman sin hacer
ruido, con la timidez y la desconfianza. de un pordiosero
en la casa del poderoso, la diosa que en aquel alcázar
habita, ó se finge sorda y no abre, ó manda á. sus lacayo~
arrojen con el látigo del desprecio á los importunos que,
aunque pacífica f modestamente, vienen á interrumpir
su sueño, sus banquetes ó sus bailes.


Por el contrario; si á la dorada mansion de la fortun&
llaman el génio, la audacia y la oportunidad con el es-
trépito y la arroganci:\ de quien quiere penetrar á todo
trance, las puertas del templo quedan franqueadas al mo-
mento, y la diosa recibe á los resueltos huéspedes con
muestras de placer, de halago y de proteccion.


La prensa, entre los que acuden á ese templo encan-
tado del porvenir, es la que llama siempre con más rui~
do, es la que suele ser en él mejor reciliida y festejada;
sus hijos los más mimados por la diosa de la fortuna,




224 EL CON DE DE SAN LUIS.
que &,e apasiona más de los hombres de génio que de los
sábios, más de los atrevirlos que de los modestos, más de
los osados que de los humildes. Y como los periodistas
modernos tienen generalmente más génio que sabiduría,
más atrevimiento que modestia, más osadía que humil-
dad, de ahí el que llamen con más estrépito en el alcázar
de la fortuna, y el que sus puertas, cerradas con frecuen-
cia al saber, á la edad y á -los merecimientos, se abran
de par en par ante los que tan resueltamente llaman á
ellas.


Estas máximas tafl antiguas como el mundo, sancio-
nadas por los llamados héroes de todos tiempos y países,
formaban el catecismo social de un imberbe estudiante
que, desde la capital de Andalucía, llegaba á Madrid
en 1836 con no sobrados recursos pecuniarios, algunas
cartas de recomendacion, una inteligencia clara, un ca-
rácter osado, y un corazon animoso y ávido de sensacio-
nes, de lucha y movimiento.


Aquel jóven de veinte años, que llegaba entonces á
la córte sin otro propósito que concluir su carrera, y que
se llamaba modestamente Sartorius, era á los once años
de su llegada ministro de la gobernacion, y poco despues
conde de S.'ln Luis.


Para encumbrarse con tal rapidez, ble favoreció la
casualidad, la suerte, ó su talento?


La casualidad, que es el Dios protector de los tontos,
no suele favorecer por lo mismo á los hombres discretos,
y sobre todo sostener á sus prote~iJos en la cumbre del
poder ó de la fortuna, si el talento ó el mérito no les
prestan su apoyo y justifican y sancionan su casual ele-
vacion.


Tampoco la suerte por sí sola es un elemento seguro




EL CONDE DE SAN LUIS. 225
para encumbrarse, si faltan al afortunado dotes y cualida-
des á propósito para no hacer inútiles los halagos de la
suerte.


Menos el talento, si la casualidad y la suerte no le
facilitan- el camino, puede trepar nunca con tan estraordi-
naria rapid~z hasta la fragosa cumbre del poder y de la
gloria .


. De donde se sigue que el asombroso, por lo rápido,
encumbramiento del estudiante andaluz á Jos primeros
puestos de la sociedad, tuvo por base la casualidad, la
suerte y el talento.


La casualidad de llegar á la córte en una época de
confusion y de revueltas, en que era casi preciso á todo
jóven tomar un puesto de honor y de peligro en uno de
los bandos políticos que tan encarnizada mente luchaban
en aquella época por constituirse y dominar.


La suerte de tropezar en sus primeros y vacilantes
pasos el inesperto político con su antiguo profesor de filo-
sofía, D. Juan Bravo Jfurillo, redactor entonces de La
Verdad, y la de ser elegido más tarde discípulo predi-
lecto del maestro de los periodistas españoles,' D. Andrés
Borrego, quien puso en sus manos esa llave dorada de
que hablamos al principio, la prensa. Llave de oro que
ha servido á muchos, como al Sr. Sartorius, para abrir
con facilidad las puertas de la fortuna, y que muchos,' si
él no" han arrojado despues al mar del olvido al posesio-
narse del templo de la diosa. Talisman precioso con que
han realizado las más locas esperanzas, arrojá.ndole des-
pues al fuego de la ingratitud y del desprecio; escala de
Jacob con que han ascendido como por encanto al soñado
cielo de sus ambiciones, y asaltac10 por sorpresa la for-
taleza del poder, arrojándola despues, mueble inútil y
despreciable, como la escalera de la fábula.


TOMO 1II, 1i




226 EL CONDE DE SAN LUIS.
Pero mas que á la suerte á la casualidad, debió Sar-


torius tan pasmosa elevacion á su indisputable talento.
¿Y cuaJ es ese talento? nos preguntan al llegar aquí


sus muchos envidiosos y detractores.
Una inteligencia clara, un ojo perspicaz y previsor


para conocer á los hombres y adivinar los acontecimien-
tos; una sagacidad poco comun para sortear las situacio-
nes difíciles; una perseverancia suma para preparar los
medios y conseguir el objeto que se propone; una audacia
sin límites para luchar en política 'y desafiar los peligros;
una reserva estraordinaria para encubrir sus proyectos y
ocultar sus desgracias.


Resultado de estas cualidades, ayudadas de un natu-
ral despejo, de una maquiavélica intencion, y de un frio
y bien meditado cá,lculo, fué la aparicion en 1842 de
El Heraldo, pedestal seguro de su prosperidad, venidera;
la coalicion famosa de 1843, astutamente preparada por
Sartorius, y cándidamente propuesta por sus enemigos;
la elevacion de Narvaez en 1844, impulsado por los apa"
sionados elogios é interesado auxilio del sagaz periodista,
que con la penetracion de un político esperimentado co-
noció desde el primer momento que aquel personaje era
el olmo á cuyo tronco robusto podria él, delgada y flexi-
ble yedra, unirse y remontarse un dia hasta las alturas
del poder; la influencia no mendigada que alcanzó en
las córtes de 1846, por las que fué elegiclo vicepresiclen-
te; su nombramiento de ministro de la gobernacion en
f847, muestra de la gratitucl personal del duque de Ya-
lencia, á la vez que recompensa al constante defensor y
organizador hábil del particlo modera.do en anteriores y
peligrosas luchas; su titulo de conde en 1849 por sus ser-
vicios en la reciente guerra entre la revolucion y la mo-
narquía~ su calculada separacion del comité conservador




EL CONDE DE SAN LUIS. 227


en 1853, Y su natural subida á la presidencia del conse-
jo en setiembre del mismo año; por último, su actitud á
la vez prudente y amenazadora durante la dominacion de
la Un ion Liberal, y la casi lograda rehabilitacion política
en la actualidad, no solicitada por él, sino concedida es-
pontáneamente por los partidos, y otorgada sin violencia
por la opinion pública.


En la enunciacion que acabamos de hacer de los pa-
sos por que gradualmente ha ido subiendo el conde de
San Luis hasta la elevada y merecida posicion que ocupa
en el mundo de la política, pónense en relieve y revélan-
se claramente las cualidades que forman la base de su
carácter y su talento.
Ot~a 'posee este personaje no menos preciosa que


aquellas, y que es el coronamiento de ,todas; la de saber
esperar.


Poniéndola constantemente en práctica, no ha dado
ni un paso en falso en su agitada carrera política, y ha
realizado todos sus planes, confiando su buen éxito al
tiempo más bien que á sus propios recursos.


Solo una vez hemos visto al conde de San Luis
falto de esa prevision que le caracteriza para adivinar los
acontecimientos, y de esa sagacidad y penetracion que le
es tan natural para conocer á las personas.


En 1854 tuvo poquísimo tacto para buscar amigos y
autoridades, y mucha ceguedad para ver y apreciar las
circunstancias. Abandonóle su antigua prudencia, y per-
dió por desgracia de todos su buena memoria, hasta el
punto de no recordar estas sensatas palabr!ls que dirigia


> en 1847 al ministerio, en son de consejo: «La obstina-
cion en no dejar el poder oportunamente, trae fatales re-
sultados. »


Tal vez irritado en aquella oeasion el conde de San




228 EL CONDE DE SAN LUIS.
Luis por la guerra injusta y sistemática de las oposicio-
nes, desde el primer día en que ocupara el poder, olvidó
su natural prudencia, y d~nuooidos á la vanidad de go-
bernante, que le halagaba con el recuerdo de sus triun-
fos en 184:8, ó ~á su arrojo y astucia de periodista, que le
traian á la memoria el feliz resultado de sus luchas
en 184:3, en lugar de retirarse oportunamente, y evitar
los conflictos y desgracias que despues sobrevinieron,.lu-
chó hasta la temeridad, poniendo en práctica lo que decia
en la legislatura de 1843, animando al gobierno á que si-
guiese impávido por la senda de las reformas radicales.
«En circunstancias estraordinarias, se necesitan resolu-
ciones estraordinarias tambien. No basta solo el cálculo
y la razon fria; es menester que haya corazon; si, seño-
res, que el corazon domina el mundo.»


Es verdad, . señor conde; pero hay épo~as como la
de 1854 en que el corazon mas animoso es completamente
inútil para evitar las defecciones, sofocar la ambicion y
dominar las circunstancias.


Tiene el señor Sartol'ius una desgracia, una fatalidad
que le perjudica en su carácter yen su posicionde llOm-
bre de gobierno. Y es que sus enemigos son más bien
que políticos, personales, y por lo mismo más hosti-
les, más encarnizados, más· intransigentes. Las oposi-
ciones que le han combatido en Jiferentes épocas, más
que al ministro, han dirigido sus flechas al conde de
San Luis; más que combatir su política, han combatido
su persona.


¿Es antipatía, es envidia, es odio instintivo el móvil
de esas enemistades? ¿Es miedo, es venganza, es autiguo
rencor la causa de esa malquerencia? No lo sabernos. Lo
cierto es que las oposiciones ni han reconocido nunca su
constitucionalismo, ni ·agradecido su tolerancia, por más




EL CONDE DE SAN LUI!I. 229
constitucional y tolerante que se haya mostrado con las
oposiciones.


LC? cierto ello es que en las mejoras administrativas,
muchas é importantes, planteadas en la época primera de
su ministerio, que en las concesiones políticas y medidas
Fberales y conciliadoras con que inauguró su mando
en 1853, solo hallaron sus enemigos un defecto que las
invalidaba y hacia inadmisibles, y era que el ministro se
llamaba el conde de San Luis.


Como orador, la reputacion de este personaje es muy
inferior á la que ha conseguido de hombre de gobierno,
de jefe de partido.


No son ciertamente numerosos ni brillantes los dis-
cursos del conde de San L1tis. No significa esto que ca-
rezca de cualidades y condiciones de orador parlamen-
tario.


Facilidad en el decir, dignidad en los ademanes, na-
turalidad en la espresion, gravedad en las formas, correc-
cion en el estilo, ingénio en la argumentacion, intencion
en el fondo, causticidad epigramática en la idea.


Con estas cualidades ya se comprende que su orato-
ria es más á propósito para las luchas personales que para
los debates filosóficos; más adecuada para ventilar cues-
tiones prácticas, que para engo1farse en disertaciones filo-
sóficas.


Ostentando en su escudo la máxima de divide y ven-
cerás, el" conde de San Luis no reune sus huestes minis-
teriales para aprestarlas á la lucha, sino que, metiéndose
bruscamente por entre las filas de sus contrarios, los ahu-
y~nta y desbarata, sembrando entre ellos el pánico con la
esplosion de un epigrama, de un recuerdo, de una des-
confianza.


Tal es su arte, su destreza y habilidad para sembrar




230 EL CONDE DE SAN LUIS.
entre sus enemigos la discordia y el recelo, que al verse
estos com batidos por SartorÍ'tts, en vez de dispararle sus
armas, las vuelven hácia el amigo que forma al lado, de
quien temen una traicion ó sospechan una emboscada.


El conde de San Luis es un anticuario político que,
como monedas de gran precio, guarda siempre objetos
que para otros son insignificantes.


Un discurso, una carta, la fecha de un acontecimiento,
la proclama de un general, el recuerdo de un acto público,
constituyen el precioso monetario del conde, sirviéndole
á la vez de arsenal donde escoge sus más seguras y enve-
nenadas armas.


Cuando se le provoca á la lucha, escoge las más á
propósito, y derrota fácilmente á sus enemigos, arroján-
doles al rostro antiguas debilidades, olvidadas contradic-
ciones, ocultas faltas ó premiadas apostasías.


Por espacio de diez años supo guardar en su moneta-
rio la célebre .Garta de Antonio, con cuya lectura mató
políticamente á uno de sus más poderosos enemigos, y
precipitó la caída de un ministerio.


Muestra brillante de su táctica maquiavélica, de su
ingénio para discutir, de su astucia para luchar, es el
discurso que á continuacion copiamos, conocido por el de
los retratos, en que con el escalpelo de la más fina sátira
hizo la diseccion de las oposiciones y de los oposicionistas,
esponiendo á la burla del público, aficionado siempre á la
oratoria incisiva y envenenada, los restos ensangrentados
de un cadáver, allí donde el <lia antes se ostentara un gi-
gante lleno de vida, de ambicion y de fuerza.


Resultado de esa política demoledora, de ese sistema
tan hábilmente practicado, de dividir y pulverizar á sus
contrarios con solo publicar sus crónicas parlamentarias,
muchas de ellas secretas ú 01 vidadas, es el de irritar á las




EL CONDE DE SAN LUIS. 231


oposiciones cuando es ministro, ó el de alborotar á la
mayoría y al ministerio cuando es oposicionista, tenien-
do, como en cierta ocasion le decia Rios Rosas, el triste
privilegio de suscitar tempestades siempre que usa de la
palabra.


Así es que rara vez interviene el conde de San Luis
en los debates del parlamento, sin que á las pocas pala-
bras llueva sobre la discusion un diluvio de alusiones
personales, rectificaciones y protestas, y alguna tempes-
tad como la que promovió siendo ministro en 1850, en
cuya sesion logró,con una pregunta, que se sulfurase el
señor Jfadoz y renunciase en pleno parlamento el cargo
de diputado entre los aplausos de la minoría y los mur-
mullos de desaprobacion de los ministeriales.


Como político, el conde de San Luis no espera á que
el enemigo rompa el fuego para salir él de su tienda. Con
solo observar, con sospechar solamente que hay uno que
prepare las armas en contra suya, sale precipitadamente
al campo y busca á su contrario, y le presenta el pecho
desnudo y le provoca á la pelea con estas palabras: «Muy
decaido estoy; las fuerzas me faltan ya en casi todas las
circunstancias graves de la vida; pero el temor no me do-
blega jamás.»


Enemigo de situaciones indeterminadas, prefiriendo
siempre morito con gloria y matando en el combate, á
vivir bajo la más leve sospecha de cobardía ó de infa-
mia, pedia en otra ocasion reciente una informacion su-
maria sobre su conducta en 185¿1, al verse amenazado to-
dos los di as con reticencias y maliciosas alusiones, con-
cluyendo su discurso de este modo: ,Si aquella adminis-
tracion, si su memoria debe arrojarse á una hoguera, qué-
mese de una vez; pero no esté yo sufriendo un fuego len-
to, un tormento que nunca se acaba.))




232 EL CONDE DE SAN LUIS.
Las peroraciones del conde de San Luis, sin ser le-


vantadas en la forma, ni profundas en el fondo, no care-
cen de entonacion, y algunas veces de elocuencia y de
sentimiento, como cuando decia en el senado en 1849:
(lEl señor Alcalá Galiano me atacó ayer, señores, como
ministro, como escritor, como particular; por ser ministro,
por ser escritor, por ser jóven, por haber obtenido una
cinta ó un título, hasta por ser amigo del duque de
Valencia.


((En -yano he buscado las caustls de tanta saña, de tan-
ta animosiilad contra mÍ. No las he encontrado ni en las
razones de su discurso, que son irritantes á fuerza de ser
injustas, ni en motivos personales, porque ninguno ha
mediado entre S. S. y yo: tengo que sospechar que la cau-
sa no es otra que lo mucho que pesa á ciertas almas
grandes la gratitud.))


No puede darse una forma más elocuente y delicada
para. quejarse de un amigo ingrato.


Aquel discurso, notable por más de un concepto, en
<i ue defendía la conducta del ministerio en su lucha con
la revolucion, y en que se arrancaba con indignacion
y orgullo el dardo venenoso lanzado contra Sll probidad
en el manejo de los fondos secretos de su ministerio, con-
cluia con estas frases tan sentidas como justas: «Hemos
hablado porque se trata de nuestro honor, de la honra,
que no es patrimonio nuestro solamente, sino de nuestros
padres, de nuestros hermanos, de nuestros hijos; de la
honra que reclama hasta el reo en el patíbulo mismo
cuando puede alegar que no muere por causa infamante;
de la honra que nadie me arrancará sin arrancarme pri-
mero el corazon, y aun entonces, al dar el último alien-
to, pediria á mis amigos, á mis adversarios, al Sr. Ga-
liano mismo que vindicase mi memoria, despues de exa-




EL CONDE DE SAN LUIS. 233


minar hasta en lo más Íntimo mi vida pura y sin man-
cilla. »


Ya h,emos dicho que las armas con que pelea el con-
de de San Luis son armas recogidas en el campo con-
trario, y conservadas cuidadosamente por él, como con-
serva un anticuario sus monedas hasta que llega la ocasion
de esgrimirlas oportunamente. No desecha nunca de sus
colecciones ningun objeto por antiguo é insignificante que
sea, como no olvida tampoco ninguna' noticia pública ó
privada que tenga relacion con algun hombre público.


Así es que, conocédor á fondo de todas las crónicas
políticas y parlamentarias, más ó menos escandalosas,
tiene siempre á la mano el secreto de, una oculta alianza
entre las oposiciones, ó la 'revelacion de una emboscada
sagazmente preparada por sus contrarios.


Aficionado el ministro Sartorius, por la utilidad que
le reporta, á esta política menuda, á este sistema de ga-
cetillas y detalles, es el Fouché de las oposiciones, que
todo lo espía y ]0 sabe todo,


Cuando le acusan de haber ejercido coaccion ilegal y
violenta en las elecciones; solo contesta refiriendo la cró-
nica electoral de cada distrito donde la oposicion ha
triunfado, ptobando á sus contrarios que son ellos los ile-
gales y violentos, porque ni son del país que represen-
tan, ni han estado siquiera en él, ni poseen allí bienes de
fortuna.


Antes de empezarse la sesion ya sabe el conde de
San Luis quién ha de atacarle aquel dia, por qué le ata-
ca, y el flanco á donde dirige el ataque. Y como de an-
temano tiene preparadas ya sus armas, á los primeros
disparos el enemigo se sorprende, se asusta y huye
avergonzado, hiriéndose algunas veces á sí propio ó á sus
mísmos amÍgos en su desordenada faga.




234 EL CONDE DE SAN LUIS.
Concluyamos. Si el conde de San Luis no tuviera en


su favor las cualidades que le adornan de hombre de ta-
lento, de político consecuente, de gobernante activo, de
funcionario celoso, y aunque poseyese los defectos que
el rencor yla envidia le atribuyen de ministro ilegal y
arbitrario, de calculador frio y egoísta, de jefe de parti-
do, esclusivista y orgulloso, siempre ocuparia á nuestros
ojos un privilegiado lugar entre los primeros repúblicos
de España por los títulos que el rencor no puede oscure-
cer. que la envidia no puede negarle, de protector de la
juventud, de regenerador del arte escénico, de Mecenas
de la literatura patria.


Discurso en defensa. del ministerio, .


«Señores: al tomar parle, en nombre del gobierno, en la
cuestion que actualmente se dehate, recordaré al congreso, él se-
guramente no lo habrá olyidado, que esta cuestlon ha tenido dos
partes: de~de que comenzó, hasta el discurso elel Sr. Ríos Rosas;
y si bien fué siempre una cuestion política, porque nunca puede
dejar de serlo, se trató en el terreno económico. Desde el discur-
so del Sr. Ríos Rosas, la cuestion ha yariado completamente de
aspecto; ha tomado un rumbo diferente; se ha lIe\ado á otro
campo, y en ese campo, señores, tambien debe discutir el go-
bierno, porque en ese sitio está seguro de la victoria; no porque
sean muy poderosos los medios ('on que cuente, sino porque
toda la razon está de su parte; y aun cuando me proponga lam-
bien contestar á algunos argumentos, aducidos por los oradores
que han usado de la palabra antes del Sr. Rio:; Rosas, mi cou-
testacion ya principalmente dirigida á este señor diputado, pues-
to que todavía está sin conlestacion por parle del gobierno, aun
cuando por la de la comision no haya podido tenerla más CUffi-




DiSCURSO EN DEFENSA DEL MINISTERIO, 235
plida, habiéndose cncaJ'gado de ella, de la manera tan satisfac-
toria y tan brillante que ha oido el congreso, la dignísima per-
sona dd Sr. Olivan.


»Comenzó el Sr. Ríos Rosas diciendo al congreso que habia
sido muy huen profeta, que hahia augurado muy bien cuando en
una de la~ sesiones anleriore~ manifestó que el sistema del go-
bierno era la inconsecuencia, la inconstancia, y que si otra
prueba no tmiese para demostrar su aserto, la conducta que ha
seguido en la cuestion de los pre~u puestos habia venido á darle
á S. S. la razon por completo. Pues yo pregunto: Señores, ¿el
Sr. Rios Rosas ha probado su aserto? ¿Ha puesto de manifiesto,
de relieve, cuáles son esos hechos contradictorios que pruehan
que el sistema del gobierno es la inconsecuencia? ¿Dónde está,
señores, la inconsecuencia del gohierno?


llEn el discurso á que S. S. se refiere, ni en el último que
ha pronunciado, ha presentado el Sr. Rios Rosas esa série de
hechos que, estando en pugna entre sÍ, probarian que el gobier-
no no tiene un sistema fijo y constante, y que por el ministerio
se incurre en la inconsecuencia, en la inconstancia. Yo por el
contrario, señores; yo, que sigo más de cerca que su S. S. los
pasos del gobierno, recuerdo que, tanto en política como en ad-
ministracion, este gabinete es un gabinete consecuente, que tie-
ne una política tija y constante, y que desde el primer dia, hasta
el último de su administracion, se yé cual es la senda que sigue;
senda que no quisieran los individuos que la impugnan que si-
guiera, razon por la cual se le moteja de inconsecuente. y de in-
constante.


»El congreso tiene muy presente el discurso con que el actual
ministerio inauguró su politica en este cuerpo colegislador, y re-
cordara que su dignísimo presidente manifestó cuál era la polí-
tica, la marcha que nos proponiamos seguir; política de conci-
liacion, política de lcgalida(~, politica .de tolerancia. Y el Sr. Rios
Rosas, que nos moteja de lo contrario, puede decir en qué acto,
en qué medida hemos faltado á ese programa.


»A lo que el Sr. Rios Rosas llama inconsecuencia, á lo que
llama inconstancia, es justamente al arte de gobemar; y si no es




236 DISCURSO EN DEFENSA
á eso á lo que S. S. llama inconsecuencia é inconstancia, se lo
llamará á que el gobierno siga con la vista, con la meditacion,
con el estudio los acontecimientos, los problemas que tiene que
resolver, y porque el gobierno los resuelve, con arreglo á la Ín-
dole de estos acontecimientos y problemas mismos, es por lo que
dice que es inconsecvente é inconstante.


)lEs decir, señores, que en tiempos de paz, en tiempos de
órden, en tiempos de tranquilidad, el gobie/'l1o es estrictamente
legal, el gobierno es conciliador, el gobierno es tolerante; pero
vienen las revueltas, vienen las turbaciones, vienen los conflic-
tos, y entonces el gobierno, sin abandonar la legalidad, se re-
viste de toda la fuerza que necesita; entonces es cuando el go-
bierno, á la vista del hombre superficial, no á la del hombre
profundo, parece que abandona su sistema, porque entonces no
se acuerda de conciliacion, no se acuerda de tolerancia, no se
acuerda mas que de la justicia.


llEstas son las inconsecuencias que podria citar el Sr. Rios
Rosas; pero la inconsecuencia no está en la marcha del gobier-
no, está en las cosas humanas, en la marcha de los aconteci-
mientos.


II Yen administracion, señores, ¿ha sido el gobierno inconse-
cuente? ¿Ha sido inconstante? Los primeros trabajos que ocupa-
ron la atencion del gobierno desde la instalacion del gabinete en
í de octubre de 1847, fueron encaminados, señores, á la for-
macion de los presupuestos, á completar las reformas en hacien-
da; y en cuanto se convocaron las córtes, el primer cuidado
que aquel tuvo fué presentar esos presupuestos, esas reformas que
se habian elaborado en el poco tiempo que habia mediado desde
la inslalacion del gabinele hasta la apertura de las córtes.


lleuando el Sr. Orlando salió por primera vez del ministerio,
ya quedaban esos trabajos tan adelantados, que el Sr. Berlran de
Lis, á su entrada en él, apenas tuvo que reformar los que á los
pocos dias habian de presentarse á las eórles.


llEl Sr. Bertran de Lis presentó ya un presupuesto que ofre-
cia grandísima ventaja, comparado con los anteriores. Y aquel
presupuesto, señores, hubiera traido el arreglo de la administra-




DEL MINISTERIO. 237
don, 01 arreglo de la }1élcionda,. si no hubieran venido á oompJj-
cal' el presupuesto, á conturbar el sistema del gobierno los acon-
tecimientos eUI'Opeos.


¡lMás aUelante demostraré, señores, que en esa senda hemos
seguido, que no nos hemos apartado de ella; que en esa senda
hemos caminado tan de prisa como hemos podido. Si no hemos
ido al paso que las oposiciones nos indican, es porque no es lo
mismo hacer que decir; porque no os lo mismo ejecutar que ha-
cer la oposicion en el parlamento.


)} Poro 01 Sr. Rios Rosas nos dice que somos inconsecuentes,
porque habiendo espodido un decreto que se publicó en la Gacela
á fines del año pasado mandando que los presupuestos presenta-
dos á las córtes se empezasen á recaudar desde 1. o de enero,
hemos venido despues á prosentar el proyecto de ley que se esta
discutiendo.


nAI mismo tiempo, señores, ve el Sr. Rios Rosas un alaque
a las prerogativas del parlamento; argumento que se ha presen-
tado ya aquí, y al que se ha contestado, en mi concepto, vict~­
\:~()~atl\.(\l\t.c·~ arft,ufficnlo ,\ue Qodia S. S. haber escusado, siquiera
porque no haya que darlo la misma contostacion.


lJCuando las córles estaban abiortas; cuando el gobierno con
do~ meses do anlicipacion habia presentado los presupuestos;
cuando eran, pues, los presupuestos de la jurisdiccion del con-
greso, y cuando en esos presupuestos, lejos de encontrarse me-
jorada la situacion del gobierno, se coartaba, puesto que se ha-
cian economías, ¿qué tenia de estraño que contando con la pro-
bable aprobacion de las cÓl'tes, despues de babel' sido estos
presupuestos discutidos y aprob.ados por la comision general,
csprcsion de la mayoría; qué lenia de estraño, repito, que el
gobierno solamente por fórmula no viniera á pedir la autoriza-
don para plantear e~os presupuestos?


»Si se trata de fórmula, ¿no se habia rendido el tributo •
de respeto que los cuerpos colegisladores se merecen presen-
tando a tiempo los presupuestos? ¿A qué, pues, ese nuevo pl'O---
yecto de ley? ¿Para que reconoc:iéramos el poder del parla~
mento? ¿Pues no lo esrábamos reconociendo en el mero hecho




238 DISCURSO EN DEFENSA
de tener pendiente de discusion los presupuestos presenlados?


»Yo creo, señores, que este argumento no puede hacerse sé-
riamente y sostenerse con el empeño que se ha hecho, sino por-
que se trata de presentar al gobierno como poco guardador de
los miramientos y consiüeraciones que los cuerpos colegisladores
se merecen: de otra manera, no podia presentarse este argumento.


»Pero ha sentado el Sr. Rios Rosas un hecho completamente
inexacto, que tengo que refutar. Ha dicho S. S. que el señor mi-
nistro de estado se apoyó en los antecedentes para escusar el
paso que ahora habíamos dado. Este hecho carece completa-
mente de exactitud. El señor ministro de estado, contestando al
Sr. Olózaga, que habia presentado en pugna el preámbulo con
el proyecto de ley de que se trata, des pues que hullo esplicado
lo que el preámbulo significaba, dijo, respecto al pmyecto de ley,
que no se habia hecho otra cosa más que reproducir al presen-
tado en el año anterior; y no habló nada de antecedentes, no
dijo que en otras. ocasiones se hubiera hecho de este ó de otro
modo. Por consiguiente, el trabajo que se tomó S. S: al leernos
todos los proyectos de ley que se habian presentado anterior-
mente, es un trabajo completamente inútil. El señor ministro de
estado no hizo ese argumento, y por consiguiente no habia ne-
cesidad de combatide.


»No hay contradiccion, señores, en nuestra conducta. El
Sr. Olivan esplicó perfectamente el dia pasado qué es lo que
el gobierno pl~etende al presentar este proyecto de ley, y yo no
hada más que desvirtuar sus palabras. Bástame decir que estoy
completamente de acuerdo con las doclrinas del SI'. Olivan, tan-
to respecto de lo que dijo de este proyecto de ley, como acerca
de la posibilidad de discutir los presupuestos, ni ahora ni nun-
ca, en la manera como parecen entenderlo los señores diputados.


»La discusion verdadera de los presupuestos está en la comi-
sion; ladiscusion verdadera de los presupuestos esta en el cono-
cimiento que adquieren los diputados de lodos 103 pormenores de
esos trabajos. Despues que 103 señores diputados tienen la con-
ciencia completamente ilustrada, seiíorcs, el traer aquí los pre-
supuestos pal'a discutirlos partida POl' partida, es una cosa COill-




DEL MINISTERIO. 239
pletamente imposible, completamente inconveniente. Mientras los
señores diputados se obstinen en seguir ese sistema, y esto lo
digo para ahora que soy ministro, y para cuando sea nada más
que diputado; mientras se obstinen en querer seguir esta clase
de discusiones de la manera qne la oposicion las ha indicado,
jamas, señores, se verificará la discusion de los presupuestos;
desde ahora lo anuncio.


¡¡Pero, señores, la pmeba mas convincente de que el Sr. Rios
Rosas no ha podido probar que la inconsecuencia y la inconstancia
sean el sistema peculiar de esle gabinete, es que dirigiéndose
en seguida a la mayoría é inculpandola por el apoyo que puesta al
gobierno, reseñó irónicamente y con tono sarcastico los títulos
que en concepto de S. S. tenia el gobierno para tan behévolo
apoyo por parte de tantos y tan dignos diputados. ¿Y qué he-
chos recordó? Voy yo tambien á recordarlos. Que se habia
dado una autorizacion para tratar con la Santa Sede, y no se
habia visto resultado; que la ley de dotacion de culto y clero se
habia votado, y que no habia }lroducido ningun resultado; que
se habia fundado el teatro español sin concul'l'encia de las córtes;
que no queria recordar lo que dijo en un discurso anterior con-
tra la amnistía, y por último, que se habia hecho nna hornada
de senadores. Estos son, señores, los cargos que encontró el
Sr. Rios Rosas contra el gobierno, y como obsenara el congreso,
no hay en ellos ninguna contradiccion, no hay en ellos nada que
indique que en unos casos obramos de una manera, y en otros
obramos de otra diversa.


»Pero vengamos al examen de esos hechos, veamos qué car-
gos pueden resultar al gobierno, aun dado el caso de que esos
hechos sean cargos.


¡)Señores: que se concedió al gobierno una autorizacion para
tratar con la Santa Sede, y que aun no se ha visto el resultado.
¿No se le ha ocurrido desde luego al Sr. Rios Rosas que, al di-
rigir un cargo al gobierno de su nacion, lo dirige tambien a
otro gobierno? lIues qué, ¿cuándo se trata de negociaciones, de-
pende el resultado, dependen los trámites de la ,oluntad eselu-
8iva de un gobierno? El Sr. Rios Rosas reconocerá que no; y siu




240 DlSClJRSO EN DEFENSA
que sea mi ánimo decir que el no haber dado resultado esas ne-
gociaciones consiste en otro gobierno', sin que haya culpa leve
ni grave de su parle, desde luego puedo decir á S. S. que no es
juez competente en esta materia para decir si se ha andado ó no
tan de prisa como se necesita en el asunto de que se trata.


¡)Que la ley de dotacion de culto y clero, votada el año ante-
rior por las córtes, ha sido una decepcion, y S. S. manifestó que
ya el año ante~ior lo habia predicho.


l¡Es cierto, señores: el SI'. Rios Rosas, para hacer ver que
habia acertado mas que el congreso, más que el senado, más que
el gobierno, más que todas las perlionas que habian contribuido
á que di~ha ley fuese una ley del Estado, ha asegurado ·que esta
leyes una decepcion, sin acherlir que para esto necesitaba de-
mostrarnos S. S. que el señor ministro de hacienda se equivoca-
ba al asegurar que esta ley se esta cumpliendo en todas sus partes
desde el momento en que se puso en ejecucion; necesitaba, digo,
haber demostrado con datos que el señor ministro de hacienda
habia faltado en pleno parlamento a la verdad; y mientras el se-
ñor Rios Rosas no pruebe que la asercion del señor ministro de
hacienda de asegurar en pleno parlamento, yuelvo á repetirlo,
que la ley se está cumpliendo en todas sus partes, que la dota-
cion que al clero corresponde pOI' esa ley se está satisfaciendo;
mientras no pruebe lo contrario, este argumento no tiene fuerza
alguna, y esté seguro el congreso de que el Sr .. Rios Rosas no
podrá demostrar que el señor ministro de hacienda haya faltado
á la verdad.


»Señores: otra de las graves culpas del gobierno, por la cual
no deberia esta mayoria prestarle su apoyo, es haber fundado el
teatro español sin la concurrencia de las córles.


)¡En primer lugar, señores, la organizacion que se ha dado
al teatro español, más bien que en obsequio del dicho teatro, en
obsequio de la literatura nacional, de la literatura dramática, es
una organizar ion provisional por un afio, es un ensayo que se
hace; y lo que el gobierno ha verificado en este asunto, es ni
más ni menos que lo que ha hecho hasta aquí cada jnfe polí-
tico en una provincia, lo que podrán hacer en adelante los go-




DEL MINISTERIO, 241


bernadores con arreglo á los bandos de policía vigente: exigir
un derecho de licencia; exigir un lanto por ciento para una casa
de caridad ó para 0[1'0 objeto. piadoso ó de bien público.


»Esto eS 1 señores 1 lo que el gobierno ha hecho; y no siendo
más que esto 1 -comprenderá el SI'. Rios U03as 1 y comprenderá
tambien el congl'eso, que cuando solo se trata de un .ensayol que
cuando solo se trata de organizacion prolisional por un año. para
ver los resultados que esto er~ susceplible de dar en beneficio de
la literatura dramática 1 no era caso de traerlo.á las córtes~ por
mas que el gobierno ha pensado siempre en traerlo á ellas 1 no
por el escrúpulo quo el SI', Rios Rosas manifiesta 1 sino porque
quiere que esa obra1 si el ensayo conesponde á las esperanzas
del ministro, se someta á las córtes 1 á fin de que sea una obl'a
duradera y e3table; obra que ningun ministro ni ningun gobier-
no pueda deshacer. El gobi~mo, señores, da'importancüi á esa
creacion: el gobi~mo no puede desconocer que, si nuestros gran-
des capitanes 1 si nuestras grandes conquistas nos han dado re-
nombre en el mundo, no menos nos le '11an dado los escritores
de los siglos XVI y X\1I 1 y cierlo (!ue no reapa¡'eceria semejan-
te gloria para nueslra patria, il habJr Ileguido la literatura dra-
mática en el estado de abyeccion en que se encontraba.


llHa hablado tambien el Sr. Uios Ro.~as (y si no me equivoco,
esta es, seilo/'es 1 la úILill1a de las culpa~ gravísimas del mini~tel'io)
de una hornada de senadores, que así la llamó S. S., d'iciendo
que hablaba en lenguaje parlamentario1 aunque dándole en reali-
dad un nombre completamente francés. Señores, esta inculpacion
me dejó maravillado cuando la oí en boca del Sr, Uios Rosas, Si
un gobierno hacc nombramientos de nuevos senadores para adul-
terar la mayoría1 pam adulterar completamente la opinion que en
aquel cuerpo predomina1 aunque el gobicrno está siempre en su
derecho aconsejando á S. M. esos nombramiento", puede incur-
rir en alguna re3pon.,abilidad 1 en todo lo que quiera S, S. por los
Consejos que da; p~ro cUlncb 0;;0'; nombramienlos se hacen sola-
mente plra alender á una de las exigendas, hijas de la índole
e.,pecíal de los goblef'llos canslilucionales, que es la de dar cabida
en el alto cuerpo colegislador á los hombres de los diversos pa\'-


TOMO 111. 16




242 DISCURSO EN DEFENSA
tidos que se distinguen en las carreras del Estado, es muy es[ra-
ño, señores, que el cargo se presente al gobierno como cargo for-
mal y sério. Pues qué, scñores, ¿de los cuarenta y tantos senado-
res nombrados últimamcnte podrá citar S. S. media docena de
nombres que sean adictos personalmcntc á los ministros actuales?
¿Los ha hecho el gobierno, pues, cn intcrés propio, en interés
pcrsonal?


»Acertados Ó desacertados eso~ nombramientos, porque no se
trata de esto, los nombres que en ellos figuran, ¿no pertcnecen á
todos los partidos, a todas las fracciones. en que están divididos
todos los e~pañoles? ¿En qué, pues, señorcs, consiste el cargo?
¿En qué se ha aumentado el senado? ¿Yen qu'é ley escrita, sefio-
res, ni de publica conyeniencia, se dice que si el ¡,;enado se men-
gua diariamente por la falta de sus indiliduos, un gobierno que
en dos aüos que lleva de existencia no habrá hecho más que
un senador, no puede al cabo de aquel tiempo hacer una horna-
da, como dice el Sr. Rios Rosas, de cuarenta ó cincuenta sena-
dores?


»Ahi \en los seÍlores diputados de la mayoría desmenuzados
los cargos que presentó e1 Sr. Ríos· Rosas como bastante poderosos
para que estos seüores se ayergonzasen de prestar su apoyo al
gobicl'llo que tamaños errores comete .. Señores: lo mas singular
de la argumenlacion que puso en jucgo el Sr. Ríos Rosas el dia
pasado, es que, despucs de manifcstar a la mayoría los motiYos
que debia tener para hacer la guerra al gobierno, ó al menos para
no apoyarle, manifestó S. S. los que tenia realmente para hacernos
la oposieion desde hace mucho tiempo; y no fué por ninguno de
estos hechos, fué por otros complctamente distintos, completa-
mente nuevos.


))Con efecto, señores: el SI'. Bios Rosas nos rcveló una cosa
que yo ya sabia; porque, ¿qué cosa sucederá cn política que
los que andamos en ella no sepamos? Pero bueno es que la
confesion haya salido de los labios de S. S . .El Sr. ltios Rosas nos
dijo que si no hubiesen ocurrido los aeontecimielltos de Francia
en el mes de febrero de 1848, ya entonces habria estallado la opo-
sicioll que hoy encuentra el gobierno en este cuerpo colegislador




DEL M1NISTERIO. 243
de parte de antiguos indidviuo:3 de la mayoría; y para que apare-
ciese justificada su condueta, indicó con suma prudencia que una
cuestion que entonces surgió de resultas ,de a0tos de anteriores ad-
ministraciones fué la que separó á S. S., y á algun otro de sus
amigos, del gobierno, y lo que les predispuso á hacer la oposicion.
Señores, no quiere el gobiemo ser menos prudente que el Sr. Rios
Rosas.


¡¡E! Sr. Rios Rosas aludió á esos acontecimientos con mesura,
con circunspeceion, con más mesura y circunspeccion que en oca-
siones anteriores, y no serú el gohierno el que falte á e~as cua-
lidades que siempre sientan bien en los debates parlamentarios;


• pero en cuanto á la circunspeccion y la prudencia lo permitan, es
menester que seamo~ muy espticitos, porque tambien las reticen-
cias perjudican, y cuando el gobioI'Ilo jamás tieno por qué callar,
cuando no tiene jamás por qué avergonzarse ni por qué dejar de
esplicar su conducta, bueno es quetorlo~ los señores. diputados
conozcan de parte de quién está la razon, y si las palabras n1<ls
ó menos duras de S. S . .envucl ven tÍ no una acusacion injusta.


¡¡¿Cuál fué la culpa del gobierno en afluelIa ocasion á que
alude el Sr. Rios llo"a,,? La culpa elel gobierno, señores, fué que
como no es inconsecuente, (iue como no es inconstante, hacia en
aquella ocasion lo mismo que hizo ayer, lo que hace hoy, lo que
probablemente hará mañana. Esto es: era conciliador, era tole-
rante, no queria recriminaciones inútiles en política; y, señores,
sea esta ó no una conducta errada, seguro es que no merecia el go-
bierno que desde entonces se le comenzara á hacer una 0p03icion,
y oposidon cruda como la que hoy se hace, y como hubiera sido
la de enloJ1(~es, puesto que S. S. nos ha manifestado que sin los
acontecimientos del mes ele fobrero en Fralleia, la oposicion hu-
biese estallado en aquel ticmpo.


))Pero no paró ah" senores, porque ,inieron aquellos aconte-
cimientos, acontecimientos que no pertenecen' al número de los
hechos pasajeros que se des\aneccn sin dejar huella ni impresion
alguna. Como sabe el congreso, aquellos acontecimientos tur-
baron la Europa entera y ,inieron á turbar la paz de España; la
de esc gobierno, señores, que pudo cometer á los ojos del señor




244 DISCURSO EN DEFENSA
RiosRosas aquella falta más ó menos grave, pero imperdonable,
de tal suerte que no le han serYi~o á dicho. gobierno de expiacion
ni los sacrificios, ni el aci .:rto, ni la fortuna con que ha sabido
sobreponer~e á los acolltgcimielltos; para ellos sigue el terrible
lema del inticl'llo del Dante. Señores, fuimos conciliadores en
aquella ocasion; recibíamos el poder y no queriamos volvernos
contra nuestros p¡'cdecesores, porque eso no lo hacen jamas mi-
nistros que además de ministros son caballeros.


))XO quisimos hacerlo n~spetando, sin embargo, el derecho que
tenian los señores diputados que se encuentran en una situacion
enteramente distinta. Nosotros no cul.pamos ~ nadie ni quere-
mos mostrarnos mas generosos ni en mejor .posicion que otros,
·por la conducta que observamos entonces; cada uno cumplirá
con su deber, pero si ereo que la razon de nuestra conducta la
sienten todo_, los señores diputados sin necesidad de que me de-
tenga á demostrarla. Y pa~ando más allá repito mi argumento.
Supongamos que fuera una falta graye: vinieron unos aconteci-
miento,; que ac¡)nse~al'on á algunos individuo.; de la' oposicion á
separarse de' e:la; pero juzgamos la conducta de los minbtros al
trayé" de e.'.03 mismos acontecimiento,;, y véa:,;e sI llon Ó no mere-
cedore" de que se olvide esa falta gra\e, Ó leve, como sea. Pero
no, señores; se nos han guardado en seel'eto el rencor y el en-
. cono: uno y otro han estado ocultos. Cuando aun no han pasado
los periodos peligrosos, cuando no han pasado los de angustia
y zozobra, ento~ees se ha dieho: «eumplan su destino; si son
¡¡arrastrados por el torbellino de la Europa, que lo sean: si pueden
)¡saharse, salvense en bc.en hora, que nosotros direm~s: para vos-
))otI'OS no hay perdon ni misericordia; ,uestra falta no prescribe,
J¡porque dicha falta es un crimen, y el erÍmen JlO prcscribe
¡Jjamas.») .


))Sí, señores, el congreso lo oyá el 0[1'0 dia; aquella cuestion
y otra euestion en que parcee, ~egun el SI'. Ríos llosas, que dejó
abandonada a la mayoría ó parte de ella, son las eue"tiones que
han separado á S. S. y a algunos indiviúuos de los que estan en
la oposicion de las filas ele los defcnsores del gobierno; y esas
altas son tan graves, ó, por mejor decir, esos crímenes son tan




DEL MINISTERIO, 245
atroces, que el SI'. Rios Roms nos amenaza con el mayor de los
castigos con que puede amenazarse á un gobiel'llo: con la
coalicion.


»DJsde luego, señores, sentia el Sr. Rios Rosas un gran
rcmordimiénto al pronunciar esta palabra, y la prueba de lo que'
esperiment,tba fué que al. momento acudió á 103 bancos progre-
sistas a buscar asentimiento en favor de la opinion que acababa
de emitir; y dijo S. S. á los diputados: «;\'"0 os asombreis de lo
»)que acabo de decir, ved lo que sucedió en las filas progresistas»)
El partido pl'ogre3i,ta apeló á una cOllicion, y S. S. hizo entonces
una reseña de aquella coalicion, ['e3eña que podia cuadrar muy
bien a 3m intereses del momento y ~ la lésis que sostenia, pero
que está poeo conforme eon la historia. Yo apelaria á los jefes
distinguidos de aqu311a eoalicion para que me dijesen si están
conformes con lo que el SI'. Rios Rosas manifestó el dia pasado.
¿Cómo esos hombres distinguidos, hombre; de órden, aunque
militen en filas contrarias á·las nuestras, cómo han de consentir


, que se interpreten sus intenciones diciendo que entraron en la
coalicion l~orque le3 parecia poco el grado de libe dad que habia
en Espal1a, porque 103 paredan poco democráticos y disolventes
los elementos en que aquel gobierno se asentaba?


»)Hombres de Muen y de gobierno, ¿podrán consentir que se
diga que el gobierno que mandaba con la milicia nacional, con
los elementos que son bien conocidos de todos los señores dipu-
tados, no era bastante popular, no tenia bastante ancha base, y
que neeesitaba es tenderla más, porque se estaba gobel'l1ando con
los principios del partido moderado'!
, J)No, señores; no fué esa la coalicion del partido progresista.


Indiyiduo del gobierno actual, no puedo haeer la historia de esa
coalicion, y por lo tanto, tengo que limitarme á decir, que ni al
partido progresista, ni al moderado, les honra la reseña y aprecia-
cion que de esa coalicion hizo eldia pasado el Sr. Rios Rosas.
No honra al partido progresista, porque indicaria que aquellos
110mbres no eran hombres de gobierno. ~o honra tampoco al par-
tido moderado, porque indicaria que los moderados no rendimos
culto a nuestros principios, si no hacemos desesperadamente la




246 DISCURSO EN DEFEiSSA
guerra á las personas, lo cual no puede decirse a los moderados,
en cuyas filas estaban los senadores por cuyos votos fué elevado á
la regencia única D. Baldomero Espartero, duque de la Victo~
ria. Si fuese cierto lo que deria el Sr. Rios Hosas de que se estaba
mandando con los principios del partido moderado, el partido
moderado no habria tomado las armas contra el hombre que re-
presentaba aquellos principios y los estaba ejercitando: todo
lo mas que hubiera hecho, hubiera sido decir que por medio de
sus legitimos representantes fuesen desarrollados esos principios.


)¡Decia, señores, que el Sr. lUos Rosas sen tia cierto remordi-
miento al hablar de la coalicion; y así rué que, no solamente
quiso apoyarse en el partido progresista, sino que buscó tam-
bien el apoyo de un hombre de Estado eminente, de Mr. Guizot,
y dijo S. S.: ({por dos veces ha entrado MI'. Guizot en,unaeoali-
»cion.» ¿Pero no sabe el SI'. Bios Rosas, y si lo sabe, como estoy
seguro de que lo sabia, no previó que le contestaríamos que el
remordimiento de la vida pública de aquel hombre de Estado es
haber entrado en esa coalieion? ¿Ko sabe el SI'. Ri05 Hosas que
un periódico sumamente notable de Paris, el diario mas acredita-
do de Europa, Le Journal des Débats, le dijo á e~e hombre emi-
nente, de resultas de esa coalieion: rOl/s obtiendrez, peut-étre,
nofre applti; y'am(i¡s nofre estime. .


»Esto, señores, revela que esos grandes acontecimientos, que
esos peligrosÍsimos ensayos no sc pueden anundar, ni aun
anunciar siquiera de la manera más liviana con que el Sr: Rios
Rosas anunció aqui nada menos que una eoalieion. Yo no diré si
esa coalicion es buena ó mala; no diré si es conveniente 6 incon-
veniente; no es ese mi objeto, y el congreso conoccrá que estoy
tratando la cuestion solamente en respuesLa al Sr. Rios Rosas,
que es quien la ha presentado, y que de propósito no entro en el
fondo de ella. .


»Únicamente haré obserrar al SI'. Rios Rosas para concluir
con este asunto, que la coalicion del partido progresista, justa ó
injusta, apoyarase ó no en los motivos que S. S. indieó, esa coali-
don contra un poder que no podia ser sustituido, ni por mayo-
ría ni por minoría; aquel poder tenia un término en la constitu-




DEL MINISTERIO. 247
cíon, y los que querian'adelantar ese' término, viendo la inflexi-
bilidad del principio, prefirieron romperle, para lo cual apelaron
á todos los medios q.ue se les proporcionaron. ¿Pero sabe el
Sr. Rios Rosas el medio que le queda antes de apelar á la coali-
don? Conquistar las marorías, conquistar la confianza de la
Corona. Y a un poder constituido, á un ministerio constituido'
con arreglo á la constitucion y aun á laS prácticas parlamenta-
rias, y á un gobierno (Iue ni quiere ni (Iebe gobernar sin la
mayoría de los cuerpos eolegisladore~, ¿por quP se amenaza con
la coalicion? ¿No es más ))I;onlo, mús espedito conquistar ía ma-
yoría y derribar al gobierno sin trascendencia ninguna, sin peli-
gros para el Estado?


»Creo, señores, q.ue los diputados que me escuclían compren-
clerán f:lcilmente que las palabras que acabo de pronunciar son
mUy sinceras, y para dudar de las cuales jamas el ministerio
actual ha dado dereeho. No es este un ministerio que se defienda
en sus puestos contra todas las opiniones; no es un ministerio
que esté resuello á gobornal', tenga ó no laopinion de los cuer-
pos colegisladores, la opinion de su partÍdo y Ja opinion del
país. En muchas ocasiones ha demostrado qUA estos puestos,
le importan poco, tal vez menos de lo que á la causa pública con-
dene.


»Nosotros creemos representar la verdadera mayoría del par-
tido de cuyas filas hemos salido; creemos haber defendido sus in-
tereses; creemos haber defendido con ellos los verdaderos intere-
ses del pais, y por eso, seilores, de ninguna manera admitimos
la cooperacion que desde 10R banco,~ de la oposicion nos suelen
prestar algunos señores diputados, levantando, -como dicen, la
verdadera bandera del partido moderado, acudiendo al fuego de
los progresistas, como si el ministel'io, señores, no tuviese has-
tante fé en sus principios para oponerlos á esos mismos tiros y
hacerlos triunfar de toda cla~e de oposieíon ..


JlEI partido moderado, señores, sin que sea necesario que el
Sr. Nocedal ni ningun otro individuo de la oposicion salga á de-
mostrar que profesa doelrinas populares, doctrínas de bien públi-
~() ~ '1 (~ue h,ala~au a los QUCbt08, tiene baslantes títulos {laca la




248 DISCURSO EN IlEFEl'iSA
estimacion del país, de la España entera. No hay nías que recor-
dar su historia, y se vsra demostrada la exactitud de lo q~e aC'abo
de indicar. Desde el año 4.3, desde que hubo gobierno salido de
las filas del partido moderado, ¿se ha dejado de trabajar conti-
nuamente en la obra laboriosa, penosa, dificilísima, del arreglo
de la hacienda y de la administracion pública? ¿No fué, señores,
un gobierno moderado el que concluyó con las contratas , yesta-
bleció el sistema tributario?


"Pero se nos dice: es que no se camina. tan a prisa como la
oposicion ha querido. ¿Y por qué no es justa recordando los en-
torpecimientos que cada año han ocurrido? ¿POI' qué no se re-o
cuerda' que el año 18B ocurrió la sublevacion de Alicante y Car-·
tagena, que dió la voz de alarma, é hizo ver al gobierno modera- •
do que tenia que vivir pre\enido? ¿Por qué no se recuerda que se
reprodujo esta voz el año 10 con la cuestion de quintas en Cata-o
luña? ¿Por qué no se recuerda que el año 4.¡; ocurrió la subleva-
cion de Galicia? ¿Por qué no se recuerda que el año 47 ocurrió la
dhision del partido moderado, en la que tan dura y cruelmente
quiso castigarse a una parte de esta mayoría, descollando entre
los que tál deseo manifestaban el Sr. Rios Rosas y algunos de sus
compañeros? Y, por último, señores, ¿por qué no se recuerda que
el año. 48 ocurrió la catástrofe de toda Eurora? ¿Y se oculta, se-
ñores, a la i1ustracion del congreso cuánto perjudican a trabajos
de la naturaleza que acabo de referir, acontecimientos de esta es-
pecie? Pues qué, en esos momentos mismos en que se va a verifi-
car una reforma esencial, la verdadera que se puede hacer en
los gastos públicos, que sea de alguna cuanlia y consideracion, la
del presupuesto de la guerra, ¿no reconoce absolutamente el con-
greso cuánto deben impedir a un gobierno llevar á cabo esas re-
formas y economias acontecimientos de esta especie?


"))Pues esta es, señores, la manera de apreciar los hechos; de
esta manera deben considerarlo los hombres de Estado, no de la
manera como los considera la oposicion. De la manera como esta
los considera, es decir, del modo cómo presenta las doctrinas,
del modo cómo presenta las ideas, de la manera cómo presenta
los bechos, deduce la consecuencia de que estaría mucho mejor




DEL IIf1NISTERIO. 249
el presupuesto del Estado, que estaría mucho mejor la situacion
de los pueblos, que pagal'ian mucho menos.


»Señores: para demostrar estas verdades, ni es menester es-
tudiar mucho ni fatigar tantas y tantas veces la atendon del con-
greso. Que si el ejército español constara de 60.000 hombres;
que si lo que ahora se gasta de mas en las tropas de tierra se
gastase en buques y marina, en obras publicas, de las que han
de producir por todas partes la riqueza y prosperidad que todos
apetecemos: si para demostrar todas estas verdades creen las
oposiciones que se necesitan tantos discursos, estan completamen-
te equivocadas. Esas verdades las sentimos todos; las sentimos,
no diré cuando ya la casualidad ó la fortuna nos ha traido á ser
hombres de estado, sino desde la infancia. Pero lo que la oposi-
cion habia de probar, es si ha sido posible hacer lo que propo-
ne; si las revoluciones, los trastornos, las guerras, han impedi-
do, ó no, marchar en este camino tan de prisa como esos sefio-
res apetecen. El día que esto demuestren , habrán demostrado una
verdad provechosa para el país; mi.entras ahí no lleguen, perde-
rán completa é inútilmente su tiempo.


»Pero se nos dice, y este argumento se ha repetido por todos
los oradores que han tomado parte en esta cuestion; se nos dice:
si hasta aquí no hemos sido tan exigentes, es porque habeis abul-
tado los peligros; habeis exagerado los riesgos; habeis encontra-
do pretestos, porque motivos nunca se conceden, tan benévola
es la oposicion que se nos hace; habeis encontrado pretestos que
ya han desaparecido completamente: la Europa está en paz; na-
die os inquieta. ¿Quién ha de venir á conquistamos? ¿a quién
vamos nosotros á conquistar, nos decia el otro dia el SI'. Esco-
sura? Y el SI'. Ríos Rosas en su último discurso: la Europa está
completamente en calma; no teneis escusa de ninguna especie.
Señores: ¿es esto cierto? ~rás digo: ¿es posible que á hombres po-
liticos, que á hombres que se ocupan en la política, se les diga
que la Europa está en calma?


»Puesto que aquí se ha dicho, y puesto que nadie se ha le-
vantado á contradecirlo, bueno será que recorramos, aunque sea
ligeramente, cuál es el estado de la Europa. Comenzando, seño-




250 DISCURSO EN DEFENSA
ros, por el imperio más fuerte de ella, la Rusia, ¿qué vemos alli?
Complicaciones graves en ambas fronteras; conspiraciones en el
interior: vemos que se buscan empréstitos enormes en otras na-
ciones; y se cuenta para todo esto, para resolver todas las difi-
cultades, con la benévola intervencion del gabinete inglés.


»Si pasamos al Austria, señores, ¿no vemos mantener el esta-
do de silio para sostener su naciente libertad? ¿No la vemos con
complicaciones en' Alemania y en Italia? ¿No la vemos, sel1ores,
tener que estar reprimiendo diariamente la prensa y la., tentati-
yas reyolueionarias? ¿Yen Prusia, señores? ¿1\"0 yernos en Prusia
diariamente un peligro? ¿No yernos á esta nacion luchar con to-
dos los inconvenientes y con todas las ilusiones de la infancia de
los gobiernos representativos? ¿No vemos en ella, señores, la mi-
licia nacional, que más ó menos pronto dará sus frutos, porque
no puede impedirse que los dé, como no puede impedirse que el
fuego queme y el hielo enfríe? _


»La Sajonia, el Wutemberg, las demás nadones y Estados de
Alemania, ¿no est~m todos alimentándose ya del espíritu de re-
forma, amenazados de mil peligros, que afortunadamente se con-
juraran, pero que no por eso hacen estar menos precavidos á los
gobiernos? Nada diré de Italia, porque, ¿qué neeesíto decir?
¿Cómo está la L~mbardía despues de haber sido IlUevamente su-
jetada? ¿Cómo estan en Náp().les y el Píamonte, cómo estarian á
no ser por la energía ilustrada de sus monarcas? ¿Cómo está
Romá, señores? Con recordar que todayía no alberga en su seno
al Jefe Supremo (le la Iglesia, ~e habrá dicho cuanto yo debo ca-:-
llar en estas circunstancias.


))Y si venimos á Francia, ¿es su estado, señores, tan lisonje-
ro, tan seguro, que podamos decir que está en paz, que está en
calma? ¿No bastara. para probar lo tonll'al'io, recordar que no
hay un solo hombre de Estado, que, cuando lodos son aficionados
á predecir sobre los destinos de las naciones, se atreva á decir·
para época mas ó menos remola cual sea el porvenir de la Fran-
cia? Y la Inglaterra, señores, entre tanto observando, observan-
do el curso de los acontecimientos. Tampoco puedo deeir más so-
bre esla materia. Pero vengamos á la Península, á. nosotros




DEL MINISTERIO, 251
mismos, a Portugal y España, ¿~o vé el El'. R,ios Rosas dos pre-
tendientes tenaces, que por nlClS que hayan ocurrido el convenio
de Vergara y otros acontecimientos posteriores, no por eso desis-
ten de sus esperanzas ni de sus planes? ¿Tanto tiempo hace que
se estinguió la guerra cÍ\ il en Cataluña?


»Esto es, señores, la Europa tranquila: esta es la Europa en
calma; esta es la situar ion que debe obligar al gobierno, segun la
oposicion, á reducir su ejército a un número tan insignificante y
tan pequeño, como jamás lo ha tenido España en los tiempos de
tranquilidad y de mayor sosiego. Esta es la Europa que vé la
oposicion,


)lEl gobierno no puede verla de esa manera; el gobierno no
exagera, y menos teme los peligros; el gobierno que en 1848
tuvo fé, ardimiento y resolucion bastante para arrostrarlos y ven-
cerlos, sabe muy bien que la situaeion ha mejorado infinitamente,
que los pueblos se han desengañado mucho, que los gobiernos han
obtenido mucha fuerza, y que las oposiciones se han desacreditado
soberanamente; yel gobierno tiene la conviccion y confianza de
poder salvar cualquier tropiezo que encuentre en su camino.


)JPero, señores, esta conviccion y esta confianza necesitan ser
ayudadas de los medios materiales. Y la prueba de que el go-
bíerno no exagera tampoco los riesgos ni los medios, es .la medida
que acaba de tomar respecto á la J'esena, y los presupuestos
que acaba de presentar á los cuerpos colegisladores.


¡lEl gobierno, sin embargo de que no ve la situacion de la
Europa ni del mundo de una manera tan lisonjera como 'la pin-
tan las oposiciones, porque así cuadra á sus intereses del mo-
mento; el gobierno que no tiene lo que cuando cOIlYiene, que
decía un orador de aquellos bancos, de que para las ideas y las
innovaciones no hay Pirineos, no hay montañas, por altas que
sean, ni ejércitos bastante poderosos que impidan su e'ntrada; el
gobierno sin embargo debe yÍ\ir precavido; y en medio de las
precauciones que tenga que tomar para conservar á esta nacion
la paz y el progreso que empieza á saborear, hace todas las
economías que :ion compatibles con esa~ exigencias.


)JAhí esta la medida de la reserva; esa medida 1 señores, de-




252 DISCURSO EN DEFENSA
muestra' que, concluida la guerra, no teniendo temores de tras-
tornos, el gobierno no conserya la misma actitud que cuando
estos amagos amenazaban su existencia, y cuando la guerra civil
ardía en Cataluña y otros puntos de la Península.


¡)Pero tambien aquí se nos ha argüido, señores. Al llegar á
este momento se nos dice: «.Si tanta confianza teneís en vuestras
obras, si tanta confianza teneis en las reformas que ha beis ini-
ciado, ¿por q':lé no dejais que vengan al parlamento? ¿Por qué no
las discutimos? ¿Por qué quereis que cerremos la discusion? Y
el Sr. Rios Rosas añadia: «Ilabeis sido tan desgraciados en ese
lldesgmciado preámbulo del proyecto de ley que aclualmcnte se
lldiscute, que habiéndose fundado en la multitud de votos par-
llticulares que se habian presentado para que se acelerase la- dis-
»eusion, y para que no se discutiesen los presupuestos, los votos
llse han retirado y el motivo ha desaparccido. II


llSeñores, al contestar á este argumento, por mejor decir
antes de contestarle, yo ruego á los señores de la oposicion que
no se ofendan por lo que yoy á decir. SS. SS., que han sido due-
1Ios de apreciar la conducla del gobierno y de cada uno de sus
individuos, su marcha más ó menos consecuente, y todo lo que
han juzgado oportuno, considerando al gobierno colectiva é indi-
vidualmeI)te, me permitirán que yo tambicn haga la apreciacion
que como individuo particular y como miembro del gabinete líe
formado respecto de sus personas y de la oposicion que hacen al
gobierno.


»No es, señores, en mi concepto la discusion lo que se quiere;
no es la discusion de ninguna manera. Si se quisiera la discusioll
en materia de presupuestos, si se quiaiera la discUflion en ma-
teria de administracion, los sel10res diputados comprenden cuán
suave~ cuán llevadera, cuán parlamentaria seria esta opollicion.
Pero la oposicion que proclama que este gobicmo mereció la
censura, mereció el anatema de todos los hombres honrados
desde antes de los acontecimientos de febrero, esa oposicicm no
viene aquí á discutir; esa oposicion viene ó a vengarse ó á ha-
cernos el daño posible1 porque trae el rencor reconcentrado de dOfl
años á esta parte.




DEL MINISTERIO. 253
»~O viene, pues, a discutir la oposicion q-ue dice por boca


de uno de sus individuos que todos los hombres honrados, como
recordaba oportunamcntc el Sr. O:ivan el otro dia, deben ponerse
en frente del gobierno; la oposicion que proclama que se ya del
partido mo(\erado si no se adoptan sus ideas; la oposicion,que
amenaza con la coaJicion; la oposicion que dice que los hom-
bre:; leal~s tienen (son espresiones que han resonado antes de
ayer en este recinto), la pretension de que se levante la verda-
dera bandera, bandera del partido moderado, y que los hombres
leales estan en el deber de agl uparse alrededor de esa bandera,
siendo la eonsecuencia inmediata de esas palabras, que los mi-
nistros que nos sentemos e~l este banco no sonios leales, somos
traidores; esa oposicion, señores, no viene a discutir, esa opo-
sicion viene á escandalizar. Y pOtO eso· una de las palabras fa-
voritas de que se sine es la palabra escandalo.


)¡No es esta, señores, una oposicion de consejo, una oposicion
de discu:;ion, una opoJicion que disiente en la manera de ver
esta ó la otra cue:;lion, que espone sus razones, que queda en
minoría y se conforma con su suerte si no ha podido persuadir á
la mayoda con sus razorie." no; e3 una oposidon que se agita, es
una opo,úcion que hace cuanto puede hacer para trastornar lo exis-
tente en el terr0no lGgal.


»Diran, no ob3tante, que si la oposicion esta en el terreno
legal, ¿por qué hemos de e6traüar sus esfuerzos, sus trabajos?
Señores, a esto se responde muy sencillamente. Se responde en
primer lugar con las palabras del Sr. Escosura, quien al recordar
las de un ¡;nuy eminente hombre de Estado inglés, ha dicho, con
mucha razon, que el que abusa de un derecho, conduce á estra-
víos, lo mismo que el que se sale de él. En segundo lugar que,
cuando esos esfuerzos pudieran conseguir un resultado más ó
menos inmcdia;o, más ó menos pI'0\'eCh030 á la causa pública,
obligacion seria del gobL.'l'l1o hasta dejar esa opoúeion para
que los pucblos se per::.uadieran si tcnia ó no razon, y si no la
tenia, que supiesen que no eran el gobiel'l1o y sus p'lrlidarios los
que causan a los pueblos lo:,; males que nosotros creemO:l que les
causa la oposicion. ¿Pelo cual es el resultado que consigue la




254 DISCURSO EN DEFENSA
oposicion? En el tiempo que lleva de apostolado, ¿qué es lo !fue
vemos?


»Scñorcs, cn el país cada uno podrá presentar los hechos á su
manera, pero apelo á la conciencia de todos los hombres desintere-
sados; yo no quiero el asentimiento de los hombres de partido; los
hómbres imparciales, los que no militan en los partidos políticos
que digan qué bienes positivos encuentran en'las promesas, tan-
tas veces hechas, nunca realizadas, de las oposiciones. ¿Yen el
parlamento? En el parlamento la escena del sábado. E~te es el
rcsultado que ha conseguido la oposicion. Despues de tantos tra-
bajos, despues de tantas tareas, dcspucs de tantos discursos, des-
pues de tant<ts reuniones, des pues de tantas amenazas por un
lado y tantas promesas por otro, lo que ha conseguido la oposi-
cíon en el parlamento es la escena del sábado.


llEstrañar;m acaso los señores diputados, impresionados
vivamente por aquella escena, por aquel espectáculo edificante,
que yo no haya comenzado mi discusion como parecia natural,
haciéndome cargo de aquel acontecimicnto parlam·entario, que
encerrado en los límites del parlamento tiene una grande impor-
tancia; pero, señores, francamente, debo confesarlo, cse aconteci-
miento era para mí una cosa tan necesaria, una cosa tan previs-
ta, que cuando sucedió, cuando el congreso lo presenció, puede
asegurarse que no me causó sorpresa ninguna.


» Y tengo que hacer aquí una sal vedad importante. Ha llega-
do á mis oidos quc se ha dicho en los círculos políticos por al-
gunas personas que el gobierno ha tenido cierta intel'vencion
en ese acontecimiento. Yo debo declarar que el acontecimiento en
si ha sido tan ajeno á esta intel'vencion, y hasta á la noticia del
gobiernÚ") que lo primero que ocurrió aquí fué lambicn lo primero
que llcgó a sus oídos. Pero no es necesario que cuando se siem-
bra una scmilla sc hagan despues esruerzos estraordinarios para
recoger el fruto; la natural~za lo da de sÍ, la naturaleza lo pro-
duce. Cuando haya eausa, necesariamente resultará el efecto.


»Lo que sí habia yo estrai'íado era que anteriormente no hubiera
estallado la escision que el otro dia en las filas de la minoria. Eso
es lo que estraño, porque recordaran los scñores diputados que el




DÉL MINISTERIO. 255


otro dia el SI'. Ríos Rosas en su discurso vino a decir lo que
Luis XIV: «El Estado soy yo.» Esto vino-a decir el SI'. Rios
Rosas el otro dia, y lo probaré.


)¡El SI'. Rios Rosas dijo: «el partido moderado esta con nos-
notros; nosotros levantamos la verdadera bandera del partido mo-
¡¡derado. ¡l Los que están en mayoría en ese partido pretenden, en
mi concepto con justicia, que somos la gran mayoría nacional.
Por tanto, la oposicion moderada no es posible que represente
la gran mayoría nacional. Y en este sisle ma de maJ(>rías no
hay más que bajar la cabeza.


))Si pues el gobierno y la mayoría representan la mayoría de
la nacion, la oposicion no puede representar sino la minoría de
aquella. Véase, pues, cómo he tenido razon en que el otro dia
el Sr. Rios Rosas en su discurso vino' a decir que el Estado
era S. S.


llEL Sr. RlOs ROSAS (interrumpiendo): Eso es hila~' muy
delgado.


¡¡EL SI'. ~II:\'rSTRo DE LA GORER"ACION (conde de San Litis) 'con-
tinualldo):-Pero es hilar.


¡lAhora bien, y aquí vuelvo á pedir á la oposicion que recuerde
que ha pasado revista uno por uno á todos los ministros en el
terreno parlamentario, en el de los principios. Yo no me es len-
doré fuera de esos límites; por dentro de ellos creo tener derecho
para pasar revista. á la oposicion, y así como el Sr. Rios Rosas
presentó al gobierno ante la mayoría diciéndola: Ecce horno: hé
ahí el ministerio que apoyas, el, ministerio del teatro español, el
de la ley de eulto y elero, el de las hornadas de senadores; yo
presentaré á la oposicion en el terreno político tal como yo la
comprendo.


¡¡Señores, el Sr. Rios Rosas aseguró en su discurso que el
motilO ponlue se habia separado del gobierno fué la cuestion
que para darla su verdadero llombr,e fué conoeida por euestion
del SI'. Salamanca. Este es su nombre, señores; individuo de
uno de los gobiernos anatematizados en esta resen a en que se
encel'l'ó el Sr. Rios Rosas el 011'0 dia, pero anatematizado de un


.moclo más fuerte y mas esplícito en ocasiones anteriores por el




256 DISCURSO EN IlEFENSA
Sr. Benavides; y decia yo: ¿cómo el Sr. Rios Rosas dice: «voy á·
¡¡hacer mi historia que con levísimos toques es la historia tambien
¡¡de todos los que conmigo votan,» cuando el Sr. Benavides,


I


persona importante en la gerarquía política, más importante que
el Sr. Rios Rosas, porque ha sido ministm (yen esto no trato de
hacer una complracion desfavorable respecto á las cualidades in·
telectuales· yal aprecio en que pueda tenerlos el pais); cómo, de-
cia yo, consiente el Sr. Benavides en silencio que el Sr'. Ríos
Rosas diga que su historia es la del Sr. Benavides, con ligeros
toques? Esto, señores, no pueden comprenderlo, los profanos,
pero yo, que no soy profano á e'stos misterios, los sé todos, he
penetrado en ellos. Y decia yo, señores, ¿el Sr. Benavides hace
tambien la oposicion al ministerio por 'la cuestion de Salamanca?


»Señores, si esto es asi, le doy toda la razon al Sr. Ríos
Rosas. (EL SR. BE~AvIDEs.-Pido la palabra p:ua una alusion
personal.) Lo repit0 1 si el Sr. Benavides hace la oposicion por
los mismos moti\"03 que el Sr. Ríos Ros:t~, en ese caso toda la
razon para hacer la opo.,icion al gobierno esta de .parle de este
señor diputado, porque es impo;ible que un gobierno haya reco·
gido una cosecha más triste qU3 la dEl hab3rse puesto en contra
de lo~ favorecidos y de los favorecedores. Es imposible mayor
torpeza politica, y el gobierno merece muy bien por su tole-
rancia, por su consideracion en esta ocasion¡ y por haber defen-
didO hasta cierto punto al Sr. Rmavides y SU\ compañeros, que
le haga la op:lsicion el Sr'. Rios Rosas. Tiene mucha razono


»Dirá el SI'. B:mavides que el gobiemo no le defendió en
aquellas circunstancias; pel"O, señores, si no le defendió el go-
bierno, entonces ¿en qué esta el cargo del SI'. Rios Rosas? Si no
se puso el gobiemo de parte de aquellos minislros, ¿por qué le
ata~a al Sr. Rio,; Rosas? Y si se pu~o, ¿por qué le ataca al Sr. Be-
navides? Y si no le ataca por eso, ¿cómo c:msiente que el
Sr. Rios Rosas se levante a decir: el moti ro de nuestra conducta
es este, y no prote3ta cOlltr'a semejantes palabras? Eso, señores,
es anularse; eso, señore", es confunclil'se, y vea el SI'. Be-
navides qué gran favol' parlamentario le estoy yo haciendo, pro-
vocando esas esplicaciones de parte de S. S.




DEL MINISTERIO. 257


»Seíiores: Se admiraba, el SI'. Rios Rosas el otro dia, y
talllbien lo decia con tono irónico y sarcast~eo de buen género,
de que el seíiorlllinistro de estado uo viera en esta oposicion que
ha llegado a reunir 87 Yoto~ mas que cuatro ó seis individuos;
y S. S., como sacaba lll::jor parte del guarismo que yo habia 'se-
ñalado á la oposicion, decía que e~taba más por el número 10,
número multiplieable y de buen agüero.


¡¡Rectificaré ahora de paso lo que hace relacion al ministro de
estado, cuyas palabras creo que no comprende bien el Sr. Hios
Rosas, pues por lo mismo (fue suele tener la alicion de con [estar,
á los discursos del seiíor ministro de estado, por lo mi~mo sucede
que la mayor parte de ·las palabras de este llegan á oidos del
Sr. Rios completamente c1estlguradas. ¿Cuándo, señores, ha dicho
el senO/' minislro de estado que la oposicion sea de cuatro ó seis
individuo~? 1.0 que he di~ho es que hay cuatro tÍ seis grupos en
esa oposicion; esto ha dicho, pero esta es una cuestion completa-
mente insignifiean [e.


¡¡Lo que sí es cierto es que yo llamé decenviros á los indivi-
duos de la oposicion, porque en mi concepto eran diez, y el
Sr. Rios Rosas se conforma con ese número. Pues ya hemos roto
la eonformidad el) que estábamos; ya quito yo el cero á ese nú-
mero, y queda UIla cmidad, que en el Sr. Rio~ Rosas, perdóneme
que se lo diga, no veo mas que una unidad, el número 1, nún~ro
no multiplicable. De consiguiente, estó seguro que jamás haré
con S. S., como hombre politico, combinacion de ninguna espe-
cie. Y voy á es pI ir:(l 1'10 •


¡¡Señores: eon el Sr. Bios Rosas yo no reo á ningun otro in-
diyidue cIela oposicion moderada, completamente adherido, si-
guiendo completamente su si~[ema y sus ideas. Tengo por con si-
guieul0 que quitarle el cero, porque el Sr. Campoy, por ejemplo,
a quien de ninguna manera quiero aplicarle este número nega-
tivo, que está adherido en parte al Sr. Ríos Rosas (El Sr. Ca m-
poy: pido la palabra para una alusion personal); al Sr. Campo)',
vuelvo á del'Ír, DO 'le considero yo tan adherido al SI'. Rios Ro- ,


. sas que le pueda seguir en las borrascas políticas que pueden ,pre.~~
1 I í"')":" \" '. -"}-'>'"


pararse llIas o menos pronto. fr' " '.
TOllO I!l. 17,


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258 DISCURSO EN DEFENSA
»Cíerto, es, señores, que con el S,'. ·Ríos Rosas aparece más


unido ahora el Sr. Gonzalo Moron, capitaneando próximamente al
S,'. Polo, y más allá la hueste valenciana. Pero, seiiol'es, cierto
es tambien que est03 dos capitane,; pueden hacer auxiliares,
porque el SI'. Rios Rosas se inclina más a hombre político,
y el Sr. Moron á hombre de administracion, y por lo tanto, pue
den los dos marchar por un mismo camino más tiempo que otl'OS
líombres que militan en las filas de la oposicion. Pero tampoco,
señores, esta armonía es indi30luble; tampoco, sellores, representa
una misma .cosa, ni la pueden representar los Sres. Bios Rosas y
Moron, y si no al tiempo doy por testigo, como se dice vulgar-
mente.


»La hueste valenciana, que votó con el Sr. Moron, se compo-
ne de tres ó cuatro individuos. No hay mús, seIlores.


)JEl SI'. Gonzalez Drabo levantó anteayer bandera aparte, y
sabese que le siguen los dos Sres. ~ocedal y el SI'. Fernandez
San Roman. Este grupo, liues, no es que forme un campo aparte,
sino que le ha formado, en mi concepto, si~mpre. Esta es una opi-
nion mia.


)lEn cuanto al Sr. Bena,-ides, se me olvidaba decir que for-
maba tambien fl'accion, compuesta de su apellido; fraccion que
ha perdido la mitad con la ausencia del Sr. Denavidl's (don Ma-
nu6l); y no lo digo esto porque el Sr. Denavides no tenga im-
portancia entre los hombres p.olíticos, sino porque el SI'. Denavi-
des no es aficionado a formar .fracciones ni á capitanearlas: es
mas aficionado á andar siempre suelto. Y poco hcmo.:; de Yhir,
sellores; poco hemos de vivir si no vemos suelto al Sr. Bcna-
vides.


¡¡Esta es la verdadera oposieion conservadora. Crea el con-
greso, que en otras malerias más graH's é importan/es no estaré
muy esperimentado ni instruido,pcl'O en cuan/o á conocer el .
congreso con sus fracciones é individuo3, tengo vanidad en que
lo conozca algo; vanidad bien pequella por cie: too .Me recurrdan
el nombre del Sr. Oí ÍI e. Tambicn hay OtIO.'; que me recuerdan
el dd Sr. Córdoba. He,.;pecto al Sr. Oli\c Plicdo at'ícgurar, en
cuanto mi comencimienJo me lo permite, nada mas, porque no




DEL MINISTERIO. 259
tengo otras noticias, que no sabe á'punto fiijo dónde senntarse,
no sabe a punto fijo á dónde adherirse. ¿Y qué diré del Sr. Cór,
doba; (Tel SI'. C(íl'doba, señores, hombre de tan profundas con-
yicciones y de tan buena fé, que cree verdaderamente, segun nos
ba manifestado el otro dia, que ha escrito la vida de Cabrera?
(El Sil. CÓRDoDA.-Pido la palabra para una alusion p8rsonal) se-
ñores: en España, generalmente los que han leido esa obra y tie-
nen conocimiento de ella, creen que es una apología de Cabrera,
una epopeya que sobre ese héroe se ha formado: el SI'. Córdoba,
sin emlJargo, cree de buena fé que no ha hecho mas que ser un
fiel é imparcial historiador, y por consiguiente dice: ni quito ni
pongo rey; yo be sido historiador hoy de Cabrera como lo seré
mañana, si me agrada, del duque de Valencia ó de otl'O persona-
ge. Así lo manifestó este sefíor diputado; el cual tampoco creo
que tenga asiento fijo entre las diversas fracciones y banderas de
l~ oposicion moderada, si bien ateniéndonos·á lo que el otro dia
nos dijo, cabe en ellas entre cualquier oposicion de ideas libera-
les, y yo de ello me felicito.


llDespues, señores, yienen algunos diputados de las proYin-
cias de Galicia que han votado hasta hace poco con el gobierno,
y que en las últimas yotaciones han votado en contra. Acerca de
e5to, señores, de lo que han hecho, no sé por qué, pero de5de
luego bien inju3tamente por cierto, cuestion personal conmigo
(el Sr. Malvar pidió la palabra), no me pel'l11Ítiré decir una pa-
labra. Señores: si conmigo no hubiera m diado e~a cuestion que ..
ha querido hacerse personal, yo me estenderia tambien á hablar
acerca de ellos: únicamente diré que no creo que voten con el se-
ñor Ríos RO.3as por los moti ros de oposicion que S. S. indicó, ni
que S. S. pueda llamarse jefe de ellos.


llEI.sn. nros nOSAS.-Yo no soy jefe de nadie, ni me llamo,.
ni lo soy.


»EI SESon m\ISTRO DE LA GODER'IACION (conde de San Luis):
Estamos entonces completamente de acuerdo; os decir, que n()
puede el Sr. Rios R01ias pasar á los o~os de~ gobierno, ni á lo~ de
l~ mayoría, ni á los de la minolÍa, como recibiendo fuerzas de
esos diputados; como vivientlo del apoyo que e803 diputados d¿n




260 DISCURSO EN DEFENSA
. 11 SUS _doctrinas, porque esos' diputados, que cualquiera que sea


el motivo de su disidencia actual con el gobierno, han perteneci-
do siempre á la mayoría, han seguido en la mayoría, han apro-
bado todas las medidas de la mayoría, no pueden simpatizar con
la mal'cha ya añeja del Sr. Rios Rosas, ni con la reprobacion ya
añeja de S, S. a todos los 'actos de la mayoda, á todo~ los actos
del gobierno.


JJSerÍtn, pues, eso~ señores aliados de circunstancias, aliados
momentaneos, queden, ó no, en .la oposicion; pero de ninguna
manerapoclrcl decir S. S.: contad á mi l'a\o1' esos \'olos; pues los
que han estado:constantemente al lado del gobiel'llo por e:ipaein
de dos años y aliado de otros gobiernos que representan los mis-
mos. principios que el actual, no pueden apreciarse ni medirse
de la misma manera que se calculan, aprecian y lUi:len los votos
del Sr. Rios Rosas y de algunos de sus compañeros.


»En los 87 vOlos, señores, que e~ ~I máximum que han allega-
do en alguna discusion los ac[versal'Íos del gobierno: hay tam-
bien votos de otros señores diputado~, de los cualé~ quiero hacer
capítulo aparte. Hablo, señores, de algunos diputados que han
dado en la gracia de llamarse independientes, como si los demás
no fueran tan independientes como SS. SS., Y no comprendieran
mejor que SS. SS. los yerdadel'os intereses de la patria, (El SE-
KQR FERNA"DEZ DEZA pide la palabra). Respecto de estos señores
diputados he dicho que quiero hablar especialísimamente, porque
quisiera que las palabras que voy a pronunciar se leyesen en toda -
España: quisiera que en todos los pueblos, y hasta en los rinco-
nes mas ocultos del país, se leyera lo llue voy á decir sobre la
ealitieacion que me mcre~n los que obran como SS. SS. est¡'m
obrando.


»Al fin, señores, los diputados (Iue se .Ianzan á la oposicion
corren una graví:;ima responsabilidad, que puede costarles muy
cara, políticamente hablando; arriesgan mucho en su posicion po-
litica. Pero los diputados que sé llaman independientes, esos se-
ñores, que dicen: vCIl:Ímos á votar con el gobierno en las cuestio-
nes políticas, pero nos separainos de él en las económicas: esos
dipntadosquieren jugar, corno se dice vulge.rmente, con elc-




DEL MINISTERIO. 261
mentos para no perder, y ron elemenLos para gana!'; quieren
decirle:,; á sus pueblos: ese gobierno que es fuerte, ese gobierno
que e" popular, tiene nue~Lro apoyo; pero como no es posible, es-
pecialmente en materia de intereses, que ningun gobierno sati~fa-
ga romplelamC'nte á los pueblos, para que yeai" hasta qué punto
Ileyamos Il()~otros el cuidado por los intereses públicos; para ...
que ,eais cüimlo miramos por los pueblos en materia de dinero:
ni con ese gobierno fuerte y popular hemos transigido: nuestra
conciencia es más fuerte, nuestra indf~penden~>ia es más terrible,
nuelilra concienria y nuestra independencia han sabido resistir á
los halagos del po(ler y ú la fuerza de su posiciono


» y e3to, señores, no (lebe se1'; pero es bueno que sepan los'
pueblos que no hay a(Jui tales cuestiones económieas; que esas
cuestiones económieas, como dijo muy bien el otro dia _ el Sr. Es-
eosura, no existen en estos gobÍel'llos: que estas cuestiones son
las necesidades del gobierno, son los medios que el gobiel'l1o re-
cibe para mandar, para gobernar; que sin satisfacer esas necesi-
dades, sin obtener esos medios, el gobierno no existe; que por
consiguienle el apoyo que se ofrece al goJJierno en las cuestiones
politicas, es un apoyo ridículo, es una iluslon, y con ridiculeces
y con ilusiones no se mgaí'ía ya á los pueblos en E:,;palia.


»¿Qué cue:-\lion económica, seí'íores, puede haber que no
afede ú la existencia del gabinete? ¿qué gabinete, no ya cJ ac-
tual, euyo programa es ele (Jue he manifestado anteriormente;
pero ¿qué gabinete puede gobernar ~'¡n lener la mayoría de los
cuerpos colegisladores en las verdaderas cuesliones importantes,
que son esas eueslioneil econ6micas, cuestiones altamentepoliti-
eas siempre? Señores, el argumento que esos diputados hacen,
bien examinado, e:'\ la co~a mús dherticla del mundo.
»Eso~ seí'íores, dieen .. : «Cuando el gobierno diga que el órden


»):-loeial eslá al1l(mazado, y que debe salvarse ú toda costa, en ese
)caso ,""otamos con el gobierno; cuando el gohierno diga: exis-
)>len facciones, y es menester destruirlas, esos señores diputados
»)dicen que votarán eon el gohiel'llo; cuando la propiedad esté ame-
» nazada y el gobierno acuda á salvarla, á defenderla, entonces
ndieen: votamos con el gobierno; pero cuando el gobierno diga:




262 Dl~CURSO EN DEFENSA
J)para sahar el órden social, para, defender la propiedad, para
»destruir las faccione3, para asegurar la tranquilidad, para todas
)lesas necesidades que los pueblos sienten necesUo estos medios,
»entonccs dicen á sus electores: no "otamos con el gobierno,»
Esto, señores, no puede pasar sin el correctivo que yo le estoy


'" dando á los diputados de esos pueblos, cuya ,oluntad se cree re-
presentan aquí. Yo concederé á esos diputados que los pueblos se
resisten al pago de las contribuciones, que las creerán escesivas,
que les pedirán que trabajen para que. se aminoren, para que las
cargas públicas se alivien; esto es cierlo, esto es positivo, este
es el deseo del país; pero sobre este deseo está el buen instinto
público', está la sensatez de esta nacion, esa sensatez nunca des-
mentida que les dice que se apoye al gobierno, que no puede
hacer tan á prisa como ellos desearian, y como el gobierno
mismo desea, esa economía y esas reformas.


¡¡Este es, señores, el sentimiento público; el que otra cosa
hace, lo desdrtúa, el que otra cosa hace, tiene que decirles á los
pueblos: no he dado apoyo al gobierno, no por halagar los de-
seos populares, sino porque he estado convencido de que el
gobierno ha podido rebajar mucho más los gastos y no lo ha
becho por su voluntad, porque teniendo el poder no ha querido
acceder á los legítimos deseos del país.


» y eso no es cierto, señores: esos diputados no podrim decir, no
podrán demostrar á la faz de la naciÜ'n que la rebaja rle los gas-
tos que solicitan y desean sea una rebaja posible; una rebaja que
pueda hacer el gobierno sin comprometer la causa pública. Si
pues no quieren desYÍrtuar al gobierno; si quieren darle fuerza,
si quieren conservarle con todo el prestigio que necesita para
gobernar en tan difíciles circunstancias, si quieren darle medios
para que en adelante puedan hacerse las economías y las reformas,
lo primero que hay í~ue hacer es arI'ostrar esa impopularidad:
ese es el verdadero valor, la verdadera ,¡rtud del hombre pú-
blico, no descargarla sobre sus compañeros, sobre el gobierno;
porque, en último resultado, viene á descargarse sobre la mayoría
del partido moderado representada legítimamente en este sitio.


)jEsos diputados deben volver á sus pueblos, diciéndoles la




DEL l\!1NISTERIO. 263
verdad, Teneis razon; el gobierno es el primero, téngase esto
bien entendido, que reconoce que por estas ú otras causas, bien
esplicadas pOI' los hombl'es entendidos en materias de hacienda,
todavía pesan den1asiado las contribuciones: leneis razon en que-·
jaros; pero .volved la visla á los acontecimientos que acaban de
pasar, y tened un poco de paciencia, que si despues de un perío-
ao racional de paz, de tranquilidad, en que el gobierno pueda
dedicarse á esas tareas, á esas economías, no las realiza, enton-
ces nosotros iremos á exigir la responsabilidad á ese gobierno
que no lo ha hecho; pero hasta ahora no tenemos dcrecho para
hacerlo; y si los pueblos se disgustan, que se disgusten; los dipu-
tados deben decirles la verdad: para eso depositan en ellos su
confianza; y si pierden esa confianza por decirles la verdad, la
verdad, señores, al fin tritmfa, y los pueblos que ahora 'pudieran
quitarles la razon, se la darian mas tarde con provecho y bene-
ficio de la causa públiea,


»TodavÍa, señorcs, hay entre los que votan cont¡a el gobierno,
sin que militen en las filas de sus natUl'ales opósitores algunos otros
diputados, afortunadamente no muchos, que se llaman modera-
dos, que á lo menos no se sabe que peJ'tenezcan al partido progre-
sista, y de los cuales no podrá encontrar el congreso una sola
volacion en que su nombre aparezca entre los individuos del par-
tido moderado ni en favor del gobierno, desde el año 43 acá, (El
Sr. Pratosi: Pido la palabra en contra,)'


»Señores: me envanezco al ver las facullades que he desple-
gado hoy para buen retratista; retrato de tal manera, que apenas
hago el bosquejo se presenta original.


»)Hay todavia, sin embargo, algun otro señor diputado que
no pide la palabra, r que está en el mismo caso que el señor
Pratosi.


»Señores, ¿queria el Sr. Ríos Rosas que una oposicion que se
presenta con estos caractéres, con estos elementos, con estos me-
dios, sustituyese, no ya á este gobierno, reemplazable por cual-
quiera, pero sí á esta mayoría tan compacta, tan unida, tan deci-
dida, y que á una oposicion de esta especie se le dejara seguir
por el camino que ha emprendido, se le dejara seguir trabajando




264 DISCURSO EN DEFENSA
en.su obm para que, comenzando por desquiciarse en su seno,


. como sucedió el sábado, concluyera por desquiciar la mayoría del
partido moderado, y con ella la nacion entem?


)) Véase, pues,· señores, si el gobiel'l1o ha sido pl'evisOJ'; si el
gobiel'l1o ha huido la discusion; si el gobiel'l1o la teme; ~i 01 go-
bierno tiene motivos para temorla dcspuos do los presentes ensayos
que se hacen en este sitio, y en que cada vez aparece mas patente
la justicia de su causa. Se ha creido, señores, equi Yoclldameule,
y este es un error gravísimo de los hombres dé Estado que Cfwier-
ra esta oposicion, quo, como hasta aquí ha ~uccdido, la oposicion
era más popular que el gobierno, yque el ministerialismo; y se ha
juzgado que bastaba el que cinco, seis, ó vointe personas hiciesen
punta, como suele decirso, para que aITastrasen tras do sí las hues-
tes del partido moderado, ¡Oh, señores, qué equi vocucion tan
grande! ¡Qué equivocaeiOll tan ciega no advertir el cambio que
se esta verificando en Europa, y que se ha verificado antes en
España~ Señores, en España, porque en todas las cuestiones de
sensatez, de razon; de cordura,esla pobre España ta.n envilecida,
tan ultrajada, ha dado siempre el ejemplo. tas opo"icioncs, seño-
res, están completamente desacreditadas, como elije antes y repi-
to ahora, porque las oposiciones ocasionaron on Francia la caida
del trono de Luis Felipe, y más tarde las sangrientas escenas de
las calles de París, y de las principales poblaciones de Francia.
Las oposiciones llovaron á Carlos Alberto á Novara, a la abdica-
cion, a la muerte; las oposiciones vol vieron otra >ez triunfantes
á los aus!riacos á la capital de la Lombarelía; las oposiciones lan-
zaron de Roma al Jefe del el'istianislllo..... Para no cansar la
ilustraeion de los señores diputados, las oposiciones en todas par-
tes, ó rdardan ó desvirtuan completamente el mo\imiento rege-
nerador que se ad, ierlo en toda Europa.


¡)Pero en el mismo descréd~to que han caido esas oposiciones
en o~ras partes, caera ahora esta en España; por mucho que ha-
laguen a los pueblos las palabras de economía~; por mucho que
-les halague la realizacion de esas palabras; por mucho que sien-
tan verse recargados en su concepto en los tributos que pagan,
comprender/m bien que cuanao el gobierno no se apresura á. S8-




DEL MINISTERIO. . 265


{bf'acer completamente esta necesidad, como ha satisfecho tantas
otras, es 'porque no puede absolutamente verificarlo: verán tam-
bien que el gobierno está en el camino del Ól'den, que es el de la
verdadera economia, y cuando ycan las medidas que se han
traido á este parlamento, las que se están publicando, entre otras,
la que apareció en la Gaceta de.. ayer, y las demás que le serán
subsiguientes, entonces los pueblos no se mostrarán tan impa-
cientes como se muestran aqui los señores diputados; que si los
pueblos tienen sed de legalidad y de economias,como manifestó
el otro dia el Sr . .Escosura, tambien tienen.sed y, hambre de go-
bierno; hace mucho tiempo que lo buscan, y como lo han encon-
trado en el trascurso de dos años que He, a el gabinete actual,
como ,en que no les conduce por mal camino, como estill1 seguros
de que cuando las circunstancias lo permitan han de ir al mismo
t~rmino á donde la oposicion los cita ahora, los pueblos :;egura-
mente no querrán entrar en nuevos ensayos, en nuevos esperi-
mentos; ensayos y espel'imentos mÍ1y peligrosos y de dudosos
resultados, porque las oposi~iones hasta ahora nada han realiza-
do de lo que han ofrecido, y lejos de eso han producido desgra-
cias sin cuento.


»Por eso, señores, ni la bandera que desplegó dias pasados el
SI'. Gonzalo Moron" bandera arrebatada des pues con habilidad
por el S ... Gonzalez Brabo, ni la enarbolada por el SI'. Rios Rosas
en la sesion del 'sábado, ninguna, sefíores, puede intimidar al
gobierno: seguiremos nuestra marcha sin turbada con ningun
acontecimiento que estos señores diputados puedan provocar con
su conducta legal; tolerant,·, conciliado!', se propuso se,; el go-
bierno desde el principio; legal, tolerante, conciliador será en lo
sucesivo; y en cuanto á economías, no puede hacer lllas que de- -
ditar ú ellas lodo su tiempo~ todo su entendimiento, toda f;ll
buena voluntarl.


)Despues de esto, señores, levántense bandel'a~, espárzanse
programas; el gobiel'llo liene el convencimiento de que la causa
de la oposicion es injusta, y las causas injustas nunca triunfan,
señores, mucho menos cuando la ingratitud las acompaña.
))~o tengo mas que decir: he conclu~do.))






ORENSE.


Si para ser orador se necesitan verdaderas dotes orato-
riaSf el marqués de Albaida no lo es, porque .no las tiene.


Si para ser tribuno del pueblo son indispensables la
vehemencia del estilo, la espresion de los ademanes, la
osadía de las ideas, el talento de la oportunidad, el mar-
qués de Albaida no sirve para tribuno, porque su estilo
es demasiado llano, sus movimientos acompasados y frios,
vulgares sus ideas, y es temporáneo é inoportuno muchas
veces al emitirlas.


y sin embargo, para el vulgo de sus partidarios, el
marqués de Albaida es un buen orador y un tribuno es-
celente, capaz de reformar la sociedad española y con-
vertirla, por medio de su sistema político y económico, en
el perdido para iso de nuestros primeros padres, en la de-
cantada y por desgracia fabulosa ciudad ds Jáuja.


y se comprende muy bien la reputacion que de gran
repúblico tiene adquirida el Sr. Orense entre las masas
populares.


Su lenguaje en el parlamento, en los clubs, en la pren-
sa, es el mismo que usa el pueblo; ligero, candoroso,
sencillo. El marqués de Albaida, desnudando su palabra
del fascinador lenguaje de la elocuencia, y arrojando en-




268 ORENSE.
tre la plebe sus ideas, claras como un cristal, secas y des-
carnadas como un esqueleto, las hace penetrar hasta el
corazon del pueblo por el órgano del oido, sin tocar en el
laberinto de la' inteligencia, en cuyas sendas enmaraña-
das siempre pierden las ideas algo de su pureza, de su
sencillez y de su verdad.


Por eso la democracia ininteligente, la demo~racia
'sin pretensiones, que se extasÍa y encanta oyendo á
Rivero hablar de razas y de sistemas, y de derechos in-
alienables, inmóvil y absorta como cuando oye en el tea-
tro Real un ária de He1'liani que no comprende, se entu-
siasma y grita y alborota al escuchar á Orep,se cuando
pide la abolicion de los consumos y de las quintas, que es
lo mismo que si oyera tocar en el teatro del Oirco el
himno de Riego. .


Entre los dos apóstoles de la democracia española, Ri-
vero y el marqués de Albaida, hay la misnia distancia
que entre la teoría y la práctica, el axioma y el hecho, la
cabeza y el brazo, el pensamiento y la lengua.


Rivero, esplicando y comentando los principios del
credo democrático, es un san Agustin) un san Bernardo
penetrando con su espíritu en la imponente profundidad
de los misterios de nuestra religion.


Orense, anunciando al pueblo las reJormas que para
su felicidad deben plantearse, es uno de los doce apósto-
les del cristianismo, predicando el evangelio entre las
masas creyentes, con el lenguaje claro y sencillo de po-
bres y oscuros pescadores; es el Moisés político, leyendo
al pueblo creyente el decálogo democrático, no desde la
cumbre de una montaña al ruido de la tormenta entre
llamas de fuego,sino desde los bancos del congreso y al
compás de las carcajadas de las tribunas, ó sentado á la
mesa de un café, entre el humo de los cigarros yel odorí-




ORENSE. 269
fico aroma de unas copas de ron, con que se reanima la fé
y se arraigan las creencias.


Pero dejemos á un lado la opinion del vulgo respecto
á nuestro personaje, y, colocándole delante de nuestro'
espejo, veamos cuál es la fisonomía 'política y oratoria
del mar'qués de Albaida.


Corno hombre público, como partidario de una escue-
la, como defensor de un partido) nadie puede negar ¡:tI
Sr. Orense una acti vidad incansable, una constancia, que
raya en obstinacion,' en el desempeño de su papel de
propagandista de ideas democráticas, de iniciador y sos-
tenedor de reformas populares.


El que ponga en duda estas cualidades del diputado
'palentino, no tiene mas que consultar, como lo hemos he-
cho nosotros, el Diario de Sesiones de la legislatura en
que ha tomado parte,.y no recorrerá muchas páginas sin
encontrarle haciendo una interpelacion, sosteniendo una
enmienda, apoyando un proyecto, dirigiendo ó contes-
tando á alusiones. personales.


Las circunstancias y la necesidad le ayudaron nota-
blemente en 1844 y 1845 á poner en práctica esa especie
de manía de variarlo todo, de reformarlo todo.
'~ .


Unicorepresentante, en aquel congreso, de los princi-
pios radicales, fuéle indispensable oponerse á.todo cuan-
to se proyectó por aquellas córtes, exageradamente mo-
deradas y reformadoras, combatiendo él solo con un te-
son, con una actividad admirables contra la mayorÍcL y la
minoría, contra la oposicion y con,tra el ministerio.


Allí habló de historia y de filosofía, de economía po-
lítica y de administracion, de marina y de jurispruden-
cia, de guerra y de. diplomacia; habló de todo, porque el
demócrata marqués no ignora nada, si bien parece que
no sabe mucho.




270 ORENSE.
Nada tiene de estraño: ei Sr. 01'ense es hombre de


una instruccion vastísima, de más instruccion que muchos
de nuestros primeros oradores parlamentarios; pero como
su instruccion no está engalanada con el vistoso ropaje de
la imaginacion y del ingenio, sino vestida con el seucillo
y monótono traje que le presta la memoria, al salir de
sus labios, muéstrase superficial y ligera, y se evapora y
estingue entre la'3 profundas sentencias, entre las i~láge.
nes deslumbradoras de sus contrarios.


En aquellas córtes inició el marqués de Albaida todo
su sistema político, que con el mismo teson y actividad
desenyolvió en las constituyentes de 1854.


Su máxima fa,\'orita, el punto de p.lrticla de todas sus
reformas, la síntesis de todos sus principios, de todos sus
sistemas, es el bien de los más, ó sea del pueblo, por'
medio de la práclica de todas las libertades, del libre
ejercicio de todos los derechos.


Ya se comprenderá, pues, cuál es el programa de su
política. La libertad absoluta d~ enseñanza, de imprellta,
de cultos; la ,abolicion de aduanas, de estancos y contri-
buciones directas; el derecho de peticion y de asociacion;
el jurado para toda clase de delitos; la milicia ciudádana,
sin }'evistas ni formaciones, convocada una vez al año, ó
cuando la patria peligre; y como coronamiento de todo
su sistema, el sufragio universal.


y tal es su conviccion ó su deseo de plantearle, que
decia en cierta ocasion que si por h libre enseñanza y el
sufragio se apoderaba el clero de las influencias sociales, y
el partido absolutist~ del gobierno, como algunos t~mian,
no por eso dejaria de apoyar y votar esas libcrtaoes, por-
que son un derecho, dej lndo al pueblo la respollsabilidad
de su'ignOl'ancia, de su imprudcllcia ó de 'su del>ilidad
en ejercerle.




ORENSE. 271


El bello ideal de Orense, su sueño dorado es el go-
bierno republicano. de los Estados-UIIidos, porque cree
«que la libertad es poder, y que los pueblos libres son.
poderosos.»


Sin embargo,·se conforma, si no hay otro ,remedio,
con que en Espal'ia haya monarquía; pero con la consti-
tucion de 1812, la más perfecta, segun él, de las consti-
tuciones españoias 2 no solo por lo democrático de su
esencia, sino mas bien por lo estenso y detallado de su
forma.


Desde Sieyes hasta el más oscuro legislador poIíLico
de los países constitucionales, todos han comprendido, y
es ya hasta una vulgaridal en el derecho público, la ·ne-
cesidad y conveniencia de que los códigos políticos sean
la síntesis de un sistema, el resú men, la clave de las le-
yes que constituyen ó deben constituir la organizacion de
un pueblo, recomendando en su redaccion la. concision y
la sobriedad en la parte dispositiva.


El marqu¿s de Albaida, negando en la gobernacion
de los pueblos todo po::ler á las circunstancias, todo influjo
á la conveniencia, toda particip:1Cion al criterio del jefe
del Estado, toda facultad discrecional al poder ejecu ti vo,
quiere que las constituciones sean tan estensas, que en-
cierren toda la legislacion política de un país hasta en
sus menores detalles, no solo en las bases fundamentales,
sino en las leyes orgánicas y dispositiv-as; quiere que
sean más bien que códigos, reglamentos, para que ni por
el poder legislativo, ni por el ejecutivo, ni por el judicial
haya que interpretarse ni suplirse nunca hasta en los de-
talles cÍe aplicacion, la más insignificante de las prescrip-
ciones de la ley fundamental •


• No quiel'e, como dice él, constituciones índices, por-
que el pueblo español no anda erran!e por el desierto, ni




272 ORlNSE.


necesita como los pueblos primitivos llevar sus leyes en
dos tablas.»


Segun su sistema, el gobierno debe ser un mero eje-
cutor de la ley, un defenso!' oficial y asalariado del ejer-
cicio de los derechos individuales. Y no porque el mar-
qués de Albaida sea socialista, sino porque sintetizando
la sociedad en et'individuo, quiere que todo se haga- por
él y para él, sin que el Estado admÍnistre ni dirija, redu-
ciéndose su mision únicamente á organizar y mandar la
fuerza pública, nombrar y recibir embajadores, hacer ca- .
minos generales y otras obras de utilidad comun, sin ini-
ciativa en la confeccion de las leyes, ni en la direccion
política, científica y religiosa del país.


Sin ser tampoco revolucionario por sistema, el mar-
qués de Albaida acepta las revoluciones como un mal ne-
cesario; «(como' las sangrías.)) No obstante, en su cora-
zon ocupanJos sentimientos de humanidad un lugar pre-
ferente al de los sentimientos revolucionarios, y antes
que político, es hombre; por eso abogó en las córtes
de 1855 por la abolicion de la pena de muerte, así en los
delitos políticos como en los privados.


El marqués de Albaida, por más que él se lo figure,
lo que no sabemos, y por más que lo crean sus partida-
rios, ni es ni puede ser el hábil organizador de una repú-
blica, porque además de -no tener la osadía y la exalta-


. cion de los grandes revolucionarios, tiene un corazon dc-
masiado tranquilo y una filosofía de castellano viejo que
le impedirian hacer, en casos desesperados, esa clase de
sacrificios que inmortalizan á los hombres públicos, cuan-
do inmolan sus afectos, su bienestar, su corazon y ~u
vida en los altares de la patria.


y de tal manera es exacta esta apreciacion de los sen--
timientos y carácte~ del jefe de la democracia -española,


I •




ORENSE~ 273
que en su corroboracion decia, hablando de los sacrifi-
cios que la revolucion impone á los ciudadanos: «En Ro-
ma, sabido es, señores, que Junio Bruto tuvo que cortar
la cabeza á sus propios hijos, porque conspiraban en favor
de la tiranía de los Tarquinos; cosa, en verdad, que yo
no hubiera hecho.»


Dibujado ya el retrato del Sr. Ol'ense por el lado 'po_
lítico, que es el que más le caracteriza, vamos á trazar
algunas ligeras pinceladas que marquen su fisonomía de
orador parlamentario.


En vano nos cansaríamos en caracterizar la oratoria
del marqués de A~baida, señalando sus cualidades, y
aplicándole las reglas más comunes del arte divino de la
elocuencia; su oratoria, ni se sujeta á reglas, ni tiene ca-
rácter ni semejanza con la de otros oradores.


No puede decirse que es la oratoria del sentimiento,
ni la de la imaginacion, ni la de la ciencia; ni que es ele-
vada, ni ¡profunda, ni académica, ni declamatoria. Basta
decir que es la oratoria ele Orense, y solo así queda bien
definida, exactamente caracterizada.


La forma de sus peroraciones es sobradamente natu-
ral y sencilla. Con la misma naturalidad, con la misma
sencillez habla en las córtes que en su casa, rodeado de
amigos, de parientes ó de colonos, y que en el café, pre-
sidiendo la mesa entre sus correligionarios y admira-
dores.


Sus exordios son breves y humildes: empieza sin os-
tentacion y sin aparato; indica el tema que piensa defen-
der, y entra en materia sin rodeos, sin cumplidos, sin
salvedades. Concluye generalmente sus discursos hacien-
do un breve resúmen, metódico y ordenado, de todos los
argumentos que ha desarrollado, de todos los puntos que
ha debatido.


TOMO 111. 18




274 ORENSE.
Fijando toda su atencion en la idea, en el fondo, en el


objeto de su discarso, descuiJa la forma, hasta el punto
de ser inconveniente en el lenguaje, harto vulgar á veces,
é impropi(,) del parlamento.


Para Orellse, las paLtbras son lo de menos; prefiere
arrancar un aplauso á las tribunas con un refran, con una
CHocarrería, con una vulgaridad, á la aprobacion de la
cámara por un gran pensamiento, por una idea luminosa.


Por eso llama á Napoleon el tirano de París, y
especie de 1'eina á Isabel II, y tortilla de huevos podri-
dos á la Unían Liberal.


La misma sencillez con que perora. esa naturalidad
con qlle discurre, el mismo desaliño de su lenguaje, dan
cierta importancia á sus ideas, porque parece que son
hijas de la verdad, de la conviccion, de la conciencia del
orador.


y aunque su sistema no sea un punto de 'partida ver-
dadero, sino un supuesto falso, sabe sacar deducciones ló-
gicas y en apariencia convincentes para el que le oye
desprevenido; y con su tono sencillo y franco lleva la
persuasion á los oidos, si no á la inteligencia, del pueblo,
más fácilmente que si perorara con la entonacion y vehe-
mencia de un tribuno.


En las rép:icas, que suelen ser tan largas como sus
discursos, es i mperturb3.ble, y hasta ingenioso.


Interrumpido por el presidente para que se ciñese á ]a
cuestion, replicaba: «No admito al señor presidente como
maestro mio de lógica. Lo acepto no más como pre-
sidente.') ..


Contestando en otra ocasion á un orador moderado
que se esforzaba en pintarle la restauracion radical de
1d44 como una nueva era de abundancia y felicidad, es-
clamaba el demócrata diputado, promoviendo la hilaridad




ORENSE. 275


hasta en 6US mismos contrarios, que eran todos sus com-
pañeros de diputacion: «No dudo que será una era abun-
dante , pero con muchos gorriones que se comerán el
grano.»


Orellse no se altera nunca con las acometidas más ó
menos bruscas de sus enemigos, ni devuel ve como otros
oradorcs golpe por golpe, of~nsa por ofensa.


Cuando se defiende, como cuando ataca, es un soldado
suizo que hace fuego al tocarle el turno, á pié quieto, sin
avanzar ni retroceder una línea.


Al verse herido, ni se enfurece ni hiere á su rival;
saca un pañuelo, venda la herida, y con el semblante se-
reno, la voz tranquila y JuIce la mirada, carga. su arma,
da la voz Je alerta y dispara, mis bien que por odio por
cumplir con su obligacion.


OfenJIJo el general Ros de Olano en 1855 por ciertas
palabras despreciati vas de Orense, le decia: «S. S. es
una especie de Mario moderno, Mario trasformado. Acaso
haya pasado por la imaginacio:1 del Sr. Orerlse el creerse
hijo Je Mario, Ó que ha nacido del poI vo de Mario, como
éste se creia haber nacido del polvo de Graco. Por dos
veces se ha puesto S. S. al frente del desenfreno revolu-
cionario, ha intentado hacer cam pañas, y si no ha con-
seguido parecerse á M.ario, es porque existe la diferencia
de ~lario r01nano á Orense de Palencia.


Á lo cual contestaba Orense tranquilo y risueño,
comunicando su risa á los espectadores: «A mí siempre
se me ha ocurrido ser hijo de mi p::tdre, y no de Mario. t


En resúmen: D. José Mal?ía Orense, como demócra-
ta, creemos que pl'etlere su título de marqués de Albaida
al de jefe de su parti,Jo. Como político, tiene la c~ndidez
de creer que los hombres son ángeles. Como diputado, se
asemeja más á un fraile franciscano contando chascarri-




276 ORENSE.
Uos desde el púlpito, que á un orador de asamblea deli-
berante atacando desde la tribuna la ilegalidad y tiranía
de un ministerio, ó desarrollando un sistema político re-
clamado por las necesidades y adelantos de una sociedad
que aspira á su estable y completa reorganizacion.


Discurso contestando á una alusion.


«Voy á hablar con la franqueza de siempre, seré siempre el
mismo, porque en mí es imposible ser de otra manera. Al que
así le acomode, que me admita; al' que no, que me deseche. Yo
estoy tan magníticamente solo como acompañado.


)) Yo, pues, voy a ser muy esplicilo. Yo creo que todo hombre
debe decir cuanto entiende sobre la cosa pública; y cuando en
esta opinion convienen muchos, se forma naturalmente un parti-
do; no entiendo ese modo de formar partidos haciendo una co-
media. Podrá ser muy conveniente, pero yo le rechazo; nunca le
he aceptado, ni le aceptaré. Yo vine á estos bancos solo en 1844,
pero no ,'ine como diputado }Jt'Ogl'esista, es de('ir, no me n~andó
aquí el partido progresista, y esto redunda en mayor mérito
mio. Tampoco me mandó el partido moderado. Fué una eleccion
de esas que se llaman de familia; yo dije á la persona que me
hacia nombrar lo que venia a hacer aquí. Por consiguiente estaba
en completa libertad; yo no tenia compromiso con el partido pro-
gresista, pero le tenia con mi conciencia. Vine aquí, y vine á ha-
cer lo que habia dicho siempre á mis amigos, muchos de los
cuales son ahora del partido moderado. Yo no me avergüenzo de
ser llamado exaltado, porque todos los partidos cuando se han
calificado con una palabra, se han hecho homa de esa palabra,
cualquiera que haya sido. Así, antes de que existiese el partido
progresista me llamaba exaltado, y no he rehusado esta palabra,
ni. ninguna otra de las que se me den para significar mis ideas,
porque la palabra que signifique siempre las ideas que claramente
be. manifestado, esa palabra acepto, porque jamas he andado




DISCURSO CONTESTANDO Á UNA ALUSION. 277


con ambigüedades, sino que clara y terminantemente he dicho en
todas las cuestiones lo que entiendo y lo que creo que debe ha-
cerse.


) Vine aquí, como he dicho, y mis amigos y todo el país me
llamaban progresista; empecé á hablar, digo, y el público me cali-
ficó de progresista. El partido progresista estaba proscripto en
masa, y entonces era cuando debo decir que mis ideas no le
acomodaban; sí, en efecto, no le acomodaban, porque yo hubiera
quedado lo mismo que era, pero me hubieran llamado de otra
manera, para no disputar solo sobre nombres. Tal es la pura
verdad. Yo aquí dije muchas 'e~es que no venia á defender los
aetos de 01 ras administraciones progresistas; y no porque no fueran
muy dignas de defensa, sino porque yo habia siempre esplicado
á mis amigos que el partido progresista no habia sabido ser pro-
gresista, y que yo iba á levantar una bandera más avanzada, á
la cual se podian unir cuantos quisieran. Señores, los progresis-
tas de toda España alabaron mi bandera, lejos de vituperar mis
doctrinas. Que conste esto.


)) Voy ahora á decir algo del manifiesto de que ha hablado mi
amigo el Sr. Olózaga; y cuando digo amigo, yo nunca empleo
esta palahra por política en este recinto, sino porque lo es en
efecto. El Sr. OIózaga debe considerar en el manifiesto dos cosas.
Primera, una contestacion aciertos ataques que se me dieron, que
el público ha calificado bien, y que amigos del Sr. Olózaga me
han dicho que este ha desaprobado. Esta es, pues, una parle de
mi manifiesto, contestar a un ataque que, sin yo buscarle, se me
ha dado.


)) 1,a segunda parte es la espresion de mis principios. Aquí
tengo el impreso á lUlista, y le voy a manifestar. Apelo á la con-
deneia de los señores que ~8tUYieron en las córtes de 1844
á 18 i6, para que digan si esto mismo no me lo han oido de mis
labios en todas las cuestiones que en aquellas eórtes se agitaron.


)Sufragio tmiversal. Seliore3, mucho antes de la revolucion
francesa dije yo aquí que enlendia que el sufragio universal era
una cosa favorable al pueblo, y practicable en España; los seño-
res de en frente no se conformaron con esta opinion; era natural




278 DISCURSO CONTESTA~DO
pero conste que el sufragio universal no es cosa nueva en mis opi-
niones.Me haré cargo de unas palabras que pronunció ayer el
señor ministro de la gobernacion : dijo S. S. que hay ideas que,
contra la voluntad de los indhiduos, son ideas de desórden: yo
aprecio mucho esta especie de declaracion, porque sin duda
S. S. quiso decir': no creo que Ol'eme ama el desMden. Y, en
efecto, señores, yo no podia tenel' ideas que coneeptuase que ten-
dian al desórden; las ideas no solo las estudio, sino que hago un
estudio profundo de ellas; y al decir que aprobaba el sufragio
universal, tenia la conciencia de que el sufragio universal iba á
triunfar en Europa, y los hechos lo han demostrado. Muchos
señores miraban estas opiniones con el mayol' desprecio, tambien
lo hacian otros en Francia; pero vino el año 1848, y el sufragio
universal se estableció, y no se quitará." (Rumores.) Digo que no se
quitara, porque aun falta ver la lecdon de la espcrieneia; se ha
quitado por medio de un decreto, pero el pueblo no lo ha sancio-
nado; en las primeras elecciones el congreso v~rá lo que alli
ocurrirá.


))El sufragio UllÍversal, señores, esta establecido en los Esta-
dos-Unidos; el sufragio uni rersal eslará e:;tablecido dentro de
algun tiempo en Inglaterra; á eso se camina allí claramente; por-
que aumentando"e por cada reforma el número de electores, ne-
cesariamente se va á parar á ese sufragio uniYCI·sal. Mas digo: la
minoria progresista opina que á él llegaremos, y muchos de los
moderados tambien. ·Por consecuencia, aquí no hay nada anár-
quico; la idea del sufragio universal es la idea amiga de la paz,
pues que se reduce á decir: en YeZ de luchar, contémonos; los
que seamos menos tengamos plcieneia, como yo la tuye en
aquellas córtes largas. Cuando yo esté aquí con mayoría, los de-
más sejores tendrán esa misma paciencia, y si jamás llego á estar
en mayoría, ya he probado y dado el ejemplo, que se debe te-
ner mucha paciencia y por mueho" años.


)Libertad de ?'mprenta sin depósito ni editor responsable. ~~e
acuerdo, señores, que dije esto mismo cuando se trató de la cons-
titucion de 1845, y ademas recuerdo perfectamente que el Sr. Pa-
checo dijo que entendia lo que queria decir; entiendo, dijo, lo




Á UXA ALUSlON. 279
que quiere D. Fulano, y entiendo tambien lo que desea el
Sr'. Or'ense, y es que no se p:mga absolutamente ninguna restric-
cion. Así es, senores; yo quiero la impren:a libre como el aire.
Se dice que habrá desórdenes: ninguno, ab"olutamente ninguno; y
ad,"iértase, sel1ores, que yo no pido que se adopte en España nin-
gun principio que no esté adoptarlo en otras naciones; lo que veo
en los libros no me prueba nada; lo estudio, pero no propongo
que se aplique á nuestro pais hasta que lo yeo practicado en al-
gun otro. Pues bien, señores; en los Estados-lnidos hay liberlad
completa de imprenta, y, sin embargo, no hay desórden ninguno,
y se respeta la propiedad y la familia, y todo eso que se dice que
peligrada si no se restringiera ese derecho importante.


»En Inglaterra sucede lo mismo: que se me cile á un ministro
inglés ni á un mini.,tro americano que anden persiguiendo perió'-
dic08; seria esta, señores, una cosa que le haria al primero ser
silbado completamente desde Dorer al Norte de Escocia. El se-
gundo, ni lo imaginaria siquiera. Y, sin embargo, señores, en
Francia y en España siempre andan los ministros persiguiendo
periódicos como quien caza conejos. ¿Se logró algo con eso?


)lYO sostengo que no hay necesidad de poner reslriccion nin-
guna; si un periódico dice disparates, nadie le hará caso, yesos
disparates no serán peligrosos; las ideas peligrosas son las que
germinan en la sociedad, porque estilll ya en las masas; se lla-
man peligrosas, porque se las leme, y se las teme, porque tienen
eco en el pais. Lo que no se teme no importa que se diga; y el
medio de corregir el mal que puedan Lener esas ideas que se lla-
man peligrosas, es darles espansion; la sociedad no correra nin-
gun riesgo por eso. Cierto que ha habido algunos desórdenes en
materia de imprenta en Espa'a del año 40 al 43; pero no se le-
gisla para un dia, se legisla para el tiempo mas dilatado posible.
El dia en que uno se muda de una casa mala a una buena, está
peor en la buena que en la mala; pero al cabo de cierto tiempo
de estar en la buena, se encuentra perfectamente, La mudanza es
la revolucion.


»Si no se. hubieran de hacer revoluciones, por lo que se pade-
ce en ellas, no se haria ninguna; pero no es eso lo que se busca




280 DISCURSO CONTESTANDO
en ellas, lo que se busca es lo que resultará despues. Si la Ingla-
tena no hubiese mirado más quo 01 prosenle hace dos siglos, no
hubiera salido de aquellos tiempos en que entraba en batalla en
el parlamento, y los echaba de allí á la fuerza. Si hizo su revolu-
cion, si tUYO crímenos y desórdenes, ¿qué importa? Va para dos-
cientos años que esta cogiendo los f!"Utos sazonados de aquella
larga y sangrienta revoluciono
• »Libertad de asociacioll. Señores, la liga do CoMon es el me-


jor ejemplo de esta útil reforma. Si á mí se me da la facuItad de
ir por los pueblos predicando mi sistema, como tuvo el ilustre
economista la de ir predicando el suyo por Inglaterra!, estoy se-
guro que al fi.n saldré triunfante; pero ¿lo puedo yo hacer? ~o, se-
ñores, yeso es contra la índole del gobierno representativo; tal
como se entiende en Inglaterra, porque todos entendemos que al
defenderlo entre nosotros, defendíamos el sistema inglés, y no
lo que tenemos.


»Señores, conste quo lodo lo que esloy' diciendo lo he dicho
en este sitio muchas veces, y que no he dicho nadá en mi mani-
fiesto que no esté esperimentado en alguna parte; porque yo no
vengo aquí á proponer que en España se haga la esperiencia de
nuev<l;.s ideas; yo vengo á decir la~ que tienen la recomendacion
ya de haberse practicado en una parte ú otra.


»Libertad de relmion pacífica. Citaré solo la de los cartistas
en Inglaterra.


»Libertad indtViduat. Xo la tenemos, pOl'que hay mús presos
que ciudadanos.


»El jui~io por furados. Lo quiel'O como en Inglatena, para
toda clase de juicios civiles y criminales.


»Libertad de enseíianza. En esto no esluve tan esplieito como
ahora; sin embargo, dije que en España habia muchas universi-
dades, que en Inglaterra no hahia más que dos.


»Administracion provincial y municipal. La entiendo absolu-
tamente como el Sr. Pacheco; entiendo que los pueblos deben ad-
mfnistrar sus fuentes, sus caminos, sus mercados; en fin, tocio
10 que es peculiarmente suyo, y no tiene relilCion con los intere-
ses generales de la nacion.




Á UNA ALUS!ON. 281


llNornbrarniento de alcaldes por los pueblos. Es decir, no ha-
cer como en la administracion franeesa: los pueblos mismos son
los que deben nombrarlos; tal se hizo en España hasta 18ii:S.


»I/ilicia nacional. Esta, señores, es una institucion que, como
muchas otras, caen en desuso cuando no son necesarias; pero que
se emplean cuando hacen falta. Los señores moderados no han
querido la milicia nacional, porque estaban seguros de que con
ella su dominacion no hubiera durado; si hubieran creido lo con-
trario, la milicia hubiese durado mucho tiempo. Yo la quiero.


»Reformas económicas. Abolicionde los estancos de la sal y
del tabaco. La quiero, segun tantas veces he dicho y he esplicado
en este recinto.


»Supresion de derechos de puertas. Item.
¡)De consumos. Lo mismo.
».,1 bolicion de las aduanas. Quiero que se vayan modificando


los derechos del arancel, hasta que lleguemos a la libertad de co-
mercio. Entonces hay que quemar las aduanas para siempre; no
hablo de los edificios, p0.rque el quemarlos seria una brutalidad;
hablo de la idea que representan las aduanas, segun dije aquí en
otra ocasiono )le acuerdo que el Sr. Llorente en cierta ocas ion
decia: «Opinan algunos que las aduanas: al cabo de algunos años,
»deberian quemarse,» y yo desde mi asiento contesté: «Así es.»


»Libre establec¡~miento de bancos. Siempre lo sostuve.
»Presttpuesfo de 600 millones. Señores, ¿qué tiene esto de


nuevo? Mil veces lo he dicho. En tiempo de Fernando VII ¿no ve-
nia a ser este el presupuesto? Pues ¿por qué hemos de gastar nos-
ot~os mas que el gobierno absoluto? Es que los gobiernos repre-
sentativos son caros, se dice: falso; estos gobiernos deben ser
mas baratos. En el imperio austriaco, la Hungría, cuyo gobierno
era representatho, con 12 millones de habitantes, contribuia
con 300 millones de reales, y los Estados austl'iacos, italianos,
que no tenian representaeion, cofl solo 6 millones de habitantes,
daban 600 millones de contribuciones.


»Abolicion de pasaportes. Es una cosa que no conduce.á nada;
yo he emigrado algunas yeces de España con otro pasaporte; si
me lo pedian, no tenia dificultad en presentarlo. Yo le preguntaría




282 DISCURSO CONTESTANDO
al gobierno, ¿de qué le sirven? Señ:lres, de nada; si se diesen de
balde, el mismo gobierno 103 abandonaria; lo que quiere es la pe-
setita; p:IC5 añádase la peseta á la contribucion, ypunto concluido.


».4.bolicion de las loterías. Con decir que se han suprimido en
Francia despues de la revolucion de 1830, y en Inglawrra des-
de 1825, está dicho todo.


)lReforma social. Vamos ahora á este coco que parece que nos
va á tragar á todos.


»Señores: una vez establecido el socialismo: tal como yo lo
entiendo, es cuando las propiedades, las mujeres de cada vecino,
estarán más seguras que nunca: no hay, pues, que temer por la
propiedad y la familia. Y si no, ¿qú~ es reforma social? La me-
jora sucesiva del modo de vivir las cla3es pobres. Así, pues, la
abolicion de las quintas, no sera más que una medida en fayor
de las clases pobres que generalmente sufren la carga más que
las ricas. En el sistema actual, por su principio económico, que
seria lal'go esplicar, la tendencia es á que los ricos sean mucho
más ricos, y los flobres mucho más pobres, y esto es lo que es
preciso evitar; e~ preciso inventar una cosa en que no suceda
eso, sino que: sin perjudicat' á los ricos, no se hagan más misera-
bles los pobres. Yo bien sé que con el nr)mbre de ~ocialismo se
han escrito una porcion de libro3 en que hay una porcion de
disparates; pero esto no es ni puede ser el socialismo tal como
le entiendo yo, y le entienden la3 personas verdaderamente dedi-
cadas el las observaciones prácticamente útiles al g~nero humano.


o »Se arguye la diversidad de medios; pero esta misma diver-
sidad, estas mismas divergencias, ¿no se ven en las demás es-
cuelas liberales? Lo que se ye es que el mal de la sociedad exis-
te, y que existe en todas parles, lo mismo en España que en
otras naciones; solo que aquí no nos quejamos, ó, por mejor de-
cir, no nos podemos quejar. Hay que procurar la mejora de con-
dicion en esas cIases pobres, el no ser que haga lo que. decia el
año 30 un famoso diplomático: «Aho!'a no hay nada más que
»hac4:3r que tener buenas comidas, buenos vinos y buenas otras
¡)cosas, que yo no quiero decir aquí. En 1848 se vió el resultado
»de esta creencia.»




Á. UNA ALUSION. 283
»Hay pues que discutir esas opiniones, examinar esas materias,


y mucho mas en esta cla:,e de g()biernos, porque es preciso reme-
diar lo que se pueda, y para ello buscar 103 medios, y suele es-
tar el error en que much¡ts veces se buscan los remenios en las
nubes, cuando los tenemos en el cido; y así respecto de contri-
buciones, es preciso que los ricos paguen relalLvamente a su ri-
queza, y no paguen nada los pobres. Es preciso que busquemos
medios de hacer que la suerte de los pobres sea más llevadera.


l)Asilos. En Guipúzcoa se han establecido; ¿y qué son estos?
Cuatro conventos dEl pobres.


lJEnseñanza grat'U'·ta. Señores, esta hasta es una obra de mi-
sericordia, enseñar al que no sabe, y que la sociedad pague al
que enseñe á los pobres.


¡¡Reparticion de baldíos y realengos. Yo he visto algunos que
han dicho con malicia, al ver esto, que yo proponia la reparticion
de bienes, y así lo han dicho á los pueblos, los cuales han con-
testado que no he dicho, como e5 aSÍ, semejlnte cosa: que no les
he dicuo nunca que les iba á dar nada. Lo que he dicho es que
aquellos bienes que á nadie pertenecen, se les dé distribucion;
y en esto, lejos de ser enemigo de la propiedad, la fomento,
pues quiero que haya más propietarios. Véase cuan lejos estoy
de sel' enemigo de la propiedad, así como no estoy dispuesto
tampoco á abandonar mÍi; bienes; al contrario, si alguno me vi-
niera á quererlos quitar, sabria defenderlos.


¡¡Obras públicas. Da vergüenza ver lo abandonado que está
este ramo en E~paña. Y no propongo, al decir que se hagan por
medio de un sistema de circulacion, nada nuevo, -pues en Rusia,
país muy atrasado, para hacer el camino de hierro de M05COW á
San Petersburgo, se ereó un papel-moneda por valor de 1.500
millones; se depo"itaron los 300 para el cambio de billetes, y
con los 1.000 millones se hizo dicho camino. No son, pues, teo-
rías lo que propongo, sino cosas pmcticadas, y de consiguiente
practicables. En Madrid mismo, antes no se conocían los billetes
de Banco, y ahora todo el mundo los toma. ¿Por qué no es tender
este medio á todas las pro,indas?


»Las reformas económicas y sociales. No solo las podia hacer




284 DISCURSO CO:STESTANDO Á UNA ALUSION.
el partido moderado, si quisiera, que no quiere, sino hasta el
mismo gobierno absoluto puede hacerlas. Las políticas no, porque
son precisamente su maquina gubernamental. Pero las económi-
cas y sociales, hasta el mismo Calomarde podia haberlas adop-
tado; si lo hubiera hecho, hubiese acaso evitado la rcyolucion po-
lítica, ó por lo menos csta hubicra sido mas suave.


II Contribuciones progresivas. El mismo gobierno no hace mu-
chos (Has ha presentado un proyecto de impuesto progresivo,
respecto á los empleados, pues á unos descuenta un 6, á otros
un 8, y á otros hasta 20 por 100. Y ciertamente que no es nue-
\0, pues durantc la guerra sc ha conocido en España con el
nombre de descuento gradual de sueldos, y tambien se conoce en
algunas partes de Alemania.


llGobierno directo. Respecto á esto, yo propongo que se estu-
die que los españoles puedan tener un medio más espedito que el
actual para hacer prevalecer sus ideas, evitando los abusos que
en las elecciones se tocan; y a fin de que se sepa bien mi pensa-
miento, se habrá notado quc en mi manifiesto hay úna raya di-
visoria, la cual indica que las medidas propuestas despues de
ella no están aun ensayadas, pero que están en estudio. Y es in-
dudable que deben estudiarse para ver si se encuentra un medio
de remediar los abusos que hasta aquí se deploran, y lo pongo
como un asunto de estudio.


)l¿Esperan los señores diputados saber más de mi manifiesto?
Pues no hay mas. Aquí da fin la lista de la ropa blanca, etc.


» Vea, pues, el señor ministro de la gobernacion y todos, CÓIÜO,
lejos de amaÍ' el desórden, quiero el órden como lo he querido
toda mi vida, poJ'(Iue no sé que me haya dado nunca náda ni
pueda darme el desórden. ¿Se dice que mis doctrinas son disol-
ventes? Lo mismo se ha dicho de las doctrinas moderadas por
otros. Y si no, recuérdese lo que dijo La Esperanza cuando la re-
volucion de Pa-rís en 1848, que em consecuencia natural elel
mando del partido moderado.


»Doy, pues, las gracias al congreso por la benevolencia con
que me ha escuchado.»)




SEIJAs LOZANO·


Ent.re los oradores ideólogos y los sostenedores de po-
lémicas personales; entre los discutidores de principios y
los acusadores de conductas ajenas; entre los diputados
teóricos y los diputados -practicos; entre los espositores
de ideas y los comentadores de hechos, hay en los par-
lamentos la misma diferencia que la que se nota en el
teatro entre los actores clasicos y los cómicos de relum-
bron, entre los interpretes de la tragedia griega y los
que ejecutan las comedias de costumbres.


Cuando á las primeras palabras comprende el público
de las lunetas que la obra que va á ver representar perte-
nece al género festivo y epigramático, apodérase de su
ánimo esa favorable predisposicion lisonjera hácia la obra
y el autor que, ofuscando su entendimiento y pervir-
tiendo su buen gusto, le hace ver gracias y oportunida-
des en las ir,lConveniencias de la primera, y talento y mé-
rito sobresaliente en las exageraciones y amaneramiento
del segundo.


Por el corltrario, si el espectáculo pertenece al género
trágico, en que lo heróico y lo sublime tiene que espre-
sarse por el gesto grave, por los ademanes dignos, por
las lágrimas del actor, ese mismo público, á los primeros




286 SEiJAS LOZANO.
versos, por épicos y levantados que sean, moverá la cabe-
za. en señal de disgnsto, ab.rgar~ el labio inferior en
prueba de profundo fastidio, y con tono despreciati vó y
desdeñoso, escla'nará casi inlignado: «( ¡ U na tragedia!
¡Un actor con coturno y manto de escarlata! ¡Qué estra-
vagancia! ¡Salir ahora, pasada la mitad del siglo XIX, con
recuerdos de acciones heróicas, con la historia. de hechos
~ublimes y p:ltrióticos, sacmdo á la escena antiguallas
como el swrificio de Guzman el B lleno, como la virtuosa
abnegacion de Virginia, como el heroismo y la indepen-
dencia de Pelayo! ¡No se puede venir á estos espectáculos,
en que el arte, la sublimidad y lo bello constituyen sus
principales caractéresl ¡Nada de hígrimas y sacrificios,
que entristecen el alma y afectan el sistema nervioso! ¡El
teatro se ha fundado para que el espectador goce con las
miserias de la humanid:Hl, con la desnuda exhibicion de
los vicios sociales, con las malignas y calumnIosas carica-
turas de personajes contemporáneos, con el chiste inmo-
ral, con el epígrama grosero!»


Otro tanto sucede con el ocioso y pervertido público
de la tribuna de las córtes.
. ¿Es un orador camorrista, incisivo y punzante el que


pide la palabra? Pues ved á los esp~ctadores con la sonri-
sa en los labios, los ojos fijos, y el oido atento, gozando
ya con la sangrienta alusion que esperan oir dirigida al
ministro; con las picantes agudez3.s, con las reticencias
maliciosas, con los epítetos ridículos Ó mordaces que saben
han de brotar de los labios del orador, con las recrimina-
ciones é insultos entre la oposicioll y los ministeriales,
con el alboroto de los diputados, con lo tempestuoso de la
sesion.


Acercaos á esos espectadores cuando abandonen la
tribuna, y notareis en sus semblantes la satisfaccion y el




SElJAS LOZANO. 287
contento más estremados. «¡Qué elocuente ha estado el
orador! ¡Qué de picardías ha dicho al presirlente del con-
sejo! i Es un orador de primer órden! ¡Con qué descaro
flechaba el lente al banco ministerial, y se reia de la in:-
comodidad de los ministros!))


Pero si el diputado que pide la palabra es uno de esos
oradores tlue razonan y no insultan, que es ponen prin-
cipios sin acorda~se de las personas, entonces el mal hu-
mor del público se manifiesta en su sembhnte, y con ade-
manes de impaciencia y en tono de mal reprimido dis-
gusto, esdama como el espectador de la tragedia: (qQué
fastidio! ¡Salirnos ahora con historias y filosufías, cuando
esperábamos esta larde una tempestad parlamentaria!))
Pero, ¿'luién e~ ese diputado qUJ perora con tanta grave-
dad, que habla de ideas y de siste¡n3.s de gobierno, que
no suelta una inconveniencia. ni dirige el menor insulto,
que haLla con ese tono tan empalagoso y almibarado que
sus mismos enemigos le escuchan tranquilos, impasibles,
y aun contentos, como si les estu viese lisonjeando? ¿Saben
Vus. cómo se llama?-Si, señor; Seijas Lozano.-¡Ah!
Ya sé quién es; un orador grave, sério, meloso, algun
tanto monótono y acompasaLlo, que no habla mas que de
principios, y que nunca promueve el menor alboroto en
el congreso. Voy á abandonar la tribuna, que no quiero
perder la tarje vienLlú á los diputados como una comuni-
dad de cartujos. ¡ Y yo que esperaba que hablasen en
est3. sesion Gonzalez Brabo ó el marqués de Albaida,
Sagasta ó D. Alejandro Castro, Olózaga ó Cmnpoamor!
¡Vaya una tarJe para. los aficionados! ¡No he visto nunca
una sesiuIl más sosa! - Es verdad; nosotros tambien nos
vamos, porque esto parece más bien un tribunal que un
congreso.»


y mientras los espectadores desocupan murmurando




288 SEIJAS LOZANO.
la tribuna, los diputados ocupan silenciosamente sus ban-
cos, y prestan al orador una atencion que revela el inte-
rés y el agrado con que escuchan su discurso.


En realiCfad, el diputado Seijas no pertenece á esos
oradores brillantes é impetuosos que, al remontarse en
alas de su génio y de su fantasía, arrastran en su peli-
groso vuelo á una cámara entera, cortando con su pode-
rosa palabra los lazos del interés ry de las preocupaciones
de partido, y des pues de hacerla caminar por las ignotas
regiones de la poesía y del sentimiento, la arrojan de im-
proviso al mundo de la prosa y del egoismo.


Tampoco es Seijas Lozano de esos oradores de pala-
bra fácil y de agudo ingenio que entretienen agradable-
mente á sus compañeros con lo pintoresco de la frase,
con el gracejo del tono, con la fina ironía del concepto.


El diputado andaluz, cuya biografía vamos bosque-
jando, sin poseer ninguna de las cqalidacles del verda-
dero orador ~e parlamento, ha conquistado reputacion no
escasa, y óyese siempre su palabra, si no con entusias-
mo, con respetuoso y deferente silencio.


Seijas Lozano, á veces elocuente y elevado, no pue-
de ser brillante y deslumbrador, porque sus resabios de
abogado debilitan y ofuscan sus condiciones oratorias,
haciendo que la lógica domine á la imaginacion, que el
silogismo mate la imágen, que el método se sobreponga
al sentimiento.


Grave y reposado en el tono, claro en la esposicion,
profundo en los conceptos, consecuente en sus doctrinas,
dulce y suave en las formas, lógico y ordenado en los ra-
zonamientos, de palabra generalmente fácil, sus discur-
sos persuaden sin conmover, esponen sin concluir; tienen
tanto de alegatos forenses como de peroraciones parla-
Illentarias.




SEIJAS LOZANO. 289
Sus hábitos de letrado, oblíganle á ser en ocasio-


nes monótono y difuso, y sus reílabios de profesor há-
cenle aparecer á veces dogmático y generalizador en de-
masía.


Sus maneras dignas y nobles, su tono agradable y
exageradamente meloso, le conquistan, cuando entra en
lucha, la cort~sía y consideracion de su contrario. Seijas
Lozano, por su parte, ataca sin ofender, y hiere sin irri-
tar. Es un maestr'o de armas que se bate sin odio y sin en-
carrlizamiento, sin más fin que enseñar á sus discípulos
y hacer un público alarde de su serenidad y su destreza.


Sin embargo de su oratoria tranquila y grave, de la
poca intencion y vi veza de sus discursos, logró conmo-
ver y entusiasmar al congreso de 18:1:4, pronunciando el
que al final reproducimos, más que por las imágenes y
arranques oratorios, por lo atinado de las reflexiones y
por lo profundo de los conceptos.


Pocos oradores han conseguido un triunfo mayor que
el que conquistó Se~jas Lozano en aquel dia. Su salida
del salon fué una ovacion completa. Amigos y ad versa-
rios dábanle el parabien, estrechándole cariñosamente
entre sus brazos.


Notable fué tambien el que alcanzó en la sesion deIS
de enero de 18!6 defendiendo un voto particular, refe-
rente al proyecto de contestacion al discurso de la coro-
na, é inaugurando con él la primera disidencia del par-
tido moderado, que bautizóse más tarde con el nombré
de (raeeian puritanct, en cuya efímera y desgraciada
dominaciun tocóle á Seijas desempeñar por pri111er~ vez
el alto cargo de ministro do la Gobernacion.


Otras dos veces ha sido consejcro de la corona el di-'
putado Seijas Lozano en ministerios moderados, sin
mezcla de ese puritanismo constitucional á que se mos-


TOMO JII.




290 SEIJAS LOZANO.
tró un tanto aficionado en 1846 desde los bancos de la
oposicion.


En resúmen: Seijas Lozano, como abogado es un
orador de parlamento, y como orador de parlamento es
un abogado. Su oratoria, sin ser brillante, es elevada;
su estilo, correcto y limado, peca de afectacion y amane-
ramiento. Hombre de ideas, más que partidario político,
solo tercia en los de bates en que se discuten principios y
se ventilan puntos de derecho constitucional.


Seijas LMano, por su acento meloso, por sus mane-
ras insinuantes, por su facilidad de locucion, es un ora-
dor andaluz. Por la gravedad de su rostro, por la tem-
planza de su temperamento, por la calma y frialdad de


... su imaginacion es un perorador gallego.


Discurso en defensa de un voto particular,


;(Señol'es, sí el diseurso pl'Onunciado por el Sr. Collantes hu-
biera salido de los labios de un ministro de la Corona, ~ o me
habría dado el parabien en este dia; yo Cl'eeria que se habia con-
seguido el objeto .de la oposieion y el que me he propuesto al
formular el voto particular sometido a la deliberacion del
congreso.


))En efecto, señores, las ideas manifestadas por el Sr. Co-
llantes pueden dividirse en dos grupos: en el uno no veo más que
una comparacion entre los principios y conducta del partido mo-
derado y los principios y conducta del partido progresista; com-
paracion, sefiores, de la cual ha de haber salido nuestro conven-
cimiento precisamente para aceptar los principios que profe-
samos; yen el otro grupo el congreso ha oido que el SI'. Co-
llantes no ha combatido el voto partieular más que pOI' el con-
cepto de que emuehe l,na oposicion al ministerio, siendo asi que
el ministerio, como todo el partido moderado, profesa los prin-




DISCURSO EN DEFENSA DE UN VOTO PARTICULAR. 291


eipios eonsignaclos en el voto partieular, y que el ministerio ac-
tual, mejor que otro alguno, puede realizar esos principios y sa-
tisfaeer los deseos que la ofHlsicion por mi conducto ha mani-
festado en ese voto. Pues bien, seiíoJ'e~; si el ministerio en este
dia dijera lo que ha dicho el Sr. eollantes, yo desde luego diria:
((~fis deseos estilll satisfechos,» y lo diria toda la oposicion, por-
que la oposicion no tiende más que al bien de los pueblos y no
"tiene otras pretensiones que aquellas justas y legales que sin re-
hozo manifestamos. Pero por aproximado que el Sr. CoIlantesesté
al gobierno, por mucho que haya podido yer su espíritu, el con-
greso conocerá que sus palabras no salen bastantemente autori-
zada:s para que la oposicion pudiera desistir en este momento de
realizar los deseos que la animan. Si la oposieion tmiera una
idea de que el gobierno se proponía respetar y seguir esos prin-
cipios, desde luego rendiríamos nuestras armas, 6 las. sosten-
dríamos para estar á la mira de si esas esperanzas se cumplian.


»AsÍ lo haríamos, sf'ñores, porque á ello nos conduce nuestro
patriotismo, y porque no se lastimaba nuestro honor. El de los
hombres políticos consiste en ser fieles á sus principios, en pro-
fesarlos con per~everaneia y con fé; y si se realizaba esa fusion,
era seguramente porque el ministerio se venia á la oposicion, no
porque la oposicion se fuese al ministerio.


»Pero decía, señores, que como las palabras del SI'. Collantes
no vienen bastantemente autorizadas para que yo, por mucho
que aprecie, como aprecio á S. S., pueda darles el valor ofiCial
que tendrían en boca de uno de los señores ministros, habré de
sostener mi voto, y sostenerle en los mismos términos que me
habia propuesto hacerlo antes de oir a S. S.


llAntes, señores, de esponer los jlrincip:05 y las ideas que
encierra mi ,"oto particular, séame permitido hacer una indi-
cacion de la necesidad que me ha arrastmdo á tener que formular
un proyecto Íntegro de conle3tacion al di.,curso de la Corona, y
á no ceñirme á un yolo contra determinados párrafo.; 6 artículos
del que ha presentado la mayoría. El congreso sabe muy bien
que los individuos que hoy formamos la opoúcion hemos perte-
necido antes, perteneeemos ahora y perteneceremos siempre al




292 DISCURSO l':N DEFENSA
partido moderado ó conservado!'; el congreso sabe que los de
este han sido y son nuestros principios, y por consiguiente que
la oposicion nace dentro de la misma fraceion, para combatir á
otro grupo de la misma; y ahora, sea por estas circunstancias,
ahora por olras causas que no tralo de profundizar, es lo cierto
que a la oposicion se la ha calificado cual no merecía, y se la han
dirigido ataqt:es que no debia esperar, siendo precisamente el
mayor y el q~e m~ls debia dolerle el de atrihuirnos defeccion de
nuestros principios, y (Iue tratúbamos de sembrar la discordia y
la dhision fU nuestro partido. ¿Yen qué está fundado este
ataque·! Este ataque se apoya precisamente en nuestra cordura,
en nuestra templanza, en la conducta que ob~el'Vamos en la an:
terior legislatura. ~osotros, que habíamos visto el país en desor-
ganizacion, y que en esas circunstancias se formaba un gabinete
de nuestro partido, le apoyamos de corazon, disimulamos los er-
rores en que creimos que incurria, toleramos sus defeelos, y hasta
hici.mos pocos, pero algt:nos sacrificios de nuestra conciencia
por sostener los actos de ese mismo gobierno. Mús apenas se
presentaba una cues:ion en la cual algun03 individuos emiliamos
ideas contrarias a las del gabinete, bastaba esto para que se re-
peliese como un ataque indebido, para que se calificase de -vio-
lento, para que se interpretasen las intenciones, para que se nos
combatiese con ledo género de armas, no todas de buella ley. En
tanto, a nuestro modo de ver, erccian y ~e mulLiplicaban los mo-
lh os para combatit' al gabinete, y la nueva legi.,;lalura se con-
vocó. ¿Qué debia hacer la opo,;icion en estas circun"taneias? ¿De-
beria ceñirse á uno de los medios ordinarios, de proponer una.
enmienda al pro:, ecto de la mayoría, il hace!' una adicion, por
fin, á anunciar un prllsamiento cualquiera, reduciendo su opo-
sition á este estrecho circulo? No, seIiores, no po(lia hacerlo,


, porque, como he dicho, se combatían llU~stl'OS prindpios; y no so-
lamente se combatian, sino que se llcgaba q::e lo,; tuvi{stmos, y
se nos acus:lba de promovedores de ¡¡na di\iúon, la cual podia
perder al partido moderado, y con ello, estas son mis comic-
ciones, perjudicarse altamente al país.


¡)Deber era nueslro por lo mismo presenlar nuestros prin-




DE UN VOTO PARTICULAR. 293
cipios, ponerlos de manifiesto á la consideracioIl' del congreso y
de la nacioll, hacer ver que nuestros principios son los mismos
que hemos so~tenid() do.,de que la Beina no~a Isabel 11 ocupa el
Trono, lo,;; rúismos por los cuale.' hemos peleado durante largos
años, los que siempre hemos preconizado con nuestra frente al-
zada y nuestro pecho descubierto. Si 103 principios y las doc-
trinas del gobierno y de sus amigos, dijimos, son diferentes de
los nuestros, tendrán que esponcrlos como nosotros, ó al monos
nos dirán en qué difieren, pn qué disconlan, en qué no est<'m
conforme.;;. Y si la diferencia que existo es la que nosotros cree-
mos, la de que los prineipios se han abandonado y las doctrinas
caido en olvido, del debate resultará, ele la discusion habrá de
aparecer. La exactitud, señores, de este juicio se ha comprobado
al abrirse solo el debate.


»El congreso ha oido el discurso del Sr. Estéban Collantes,
en el que ni una sola palabra ha podido dirigir contra los prin-
cipios que hemos consignado en ese documento; antes si ha re-
conocido S. S. que son los que siempre ha profesado el partido
moderado. ¿Cuales son, pues, los que sustentan los contrarios?
De la discusion resultará quiénes son los que suscitan la divi-
sion ele ese gran partido á que todos hemos pertenecido y á que
quiero que todos pertenezcamos.


)¡Justificado, señores l el motivo que me ha inducido á presen-
tar ese voto en la forma que lo he hecho, voy á esponer los fun-
damentos que me han asistido en el pensamiento general del voto
y en sus detalles. ~o tendré que ocuparme de la esposicion del
Sr. Collantes, porque en verdad no ha sido un ataque, como el
congreso ha visto, pues solamente buscando antecedentes que
califican á otro partido, es como S. S. ha venido á deducir que no
aceptaba ..... ¿quÍ'? No he podido comprenderlo; pero creo que no
aceptaba las intenciones que supone emuelve ese voto, pues se
encaminaban personalmente contra el ministerio actual.


. »Señores: habiendo sido nombrado por mi seccion para fOl'-
mar parte de la comision que dehia contestar al discurso de la
Corona, estudié, corpo era justo, la conducta que deberia obser-
var en la comision yen el congreso. Para ello no tuve que re-




294 DISCURSO EN DEFENSA
currir á opiniones formadas de antemano, formadas por el estu-
dio detenido y de conciencia que habia hecho sohre los actos del
poder, pero sin embargo tenia que recordarlos, porrllle en esta
ocas ion solemne, ó habia de aprobar la conducta del ministerio,
ó me veia en la necesidad de anunciar la opinion que sobre sus
actos tenia formada. Yo dividí la conducla,la arlministraeion del
ministerio en su política esterior y en su politica interior, y de
estos dos grandes ~rupos deduje la necesidad de formular ese voto,
en el cual consignaba mis opiniones contrarias al giro que ha te-
nido la administraeion actual.


»Respecto á la política esterior, conoce el congreso que esta
se estiende, no solamente á las relaciones diplomáticas con las
otras naciones, sino tambien á las relaciones que, aunque de un
caracter diplomatico, son de una especi() singular, las que nos
deben unir con la Santa Sede. llespecto á las primeras, adverti
que en el discurso de la Corona únicamentc'se nombraba á las
potencias estranjeras,iSin hacer dislincion de las amigas y de las
no amigas, sin anunciar siquiera una indieal'ioll ligf!ra, cual con-
vcnia en los-labios de S. 1\1., que nos manifestara que habia rela-
ciones y negociaciones pendientes; que se trataba de arreglos;
que se daba algun· paso en esa importante necesidad; que lo
mismo siente España que sentirán- aquellas naciones con las cua-
les estamos interceptados. Advertí tambien, señores, que en el
discurso de la Corona de la anterior legislatura se observaba esa
misma conducta; y comparando estos hechos con lo sucedido en
épocas analogas, teniendo en cuenta tamhien lo que en estas ma-
terias la prensa interior y estl'anjcra nos decia, llegué á formarme


. un juicio, si no decisivo, al menos suficiente pam inclinarme al
temor de que el gobicl'Ilo actual no daba la importancia, que en
mi sentir, tieno el re~tablecimiento de nuestras relaciones con las
potencias que no han reconocido todavía á S. M. Doña Isabel n.


» Yo, señores, he tenido en esta cucstion la desgracia de ha-
berla visto bajo un aspecto singular, () al menos no muy comun,
si hemos de consultar los datos sacados, no solo de este ministe-
rio, sino de los que le han precedido; no solo de esle congreso,
sino de los que antes fueron. Yo no creí nunca, señores, que, una




DE UN VOTO PARTICULAR. 295
vez dado el paso por las altas potencias del Norte de retirar sus
embajadores de España despues de la muerte del Sr. D. Fernan-
do VII r ascension de su escelsa hija al Trono de sus mayores,
filese momento oportuno ¡Jara solicitar el restablecimiento de
nuestras relaciones con las mismas potencias el en que estahamos
en una gueITIl Givil encarnizada, y luchando con una reyolucion
espantosa. En circunstancias tales, por más esfuerzos que se hi-
cieran, no era posible que esas potencias volyi~rall a anudar sus
relaciones por entonces con la cÓl'te de España.


»EI congreso, sin embargo, recordará que 110 hubo ocas ion
en que no se promoviera esta cuestiOIl, en que no se reclamara
que se restableciera un anUflamiento de esas relaciones; y yo en-
tonces, seiiores, lo veia con sentimiento, porque creía humillarse
nuestra dignida(l, puesto qtie no era posible conseguirlo; y, no
pudiendo ser, el decoro nacional nos imponia el deber de guardar
silencio acerca del particular. Pero luego, sellores, que la guer-
ra civil concluyó, que la revolucion fué sofocada, que cambió
nuestra siluacion, y las circunstancias fueron grandemente a pro-
pósito para anudar esas. relaciones, vimos un fenó"meIlo inesplica-
ble, que no,nos volvimos á cuidar de eJ]a~ cuando mas las nece-
sitábamos, y cuando, no solo eran útiles, sino necesarias á las
mismas alias potencias.


»En efeeLo, señores, no habia estos solos motiyo~, porque el
gobierno debiera tratar de anudar esas re1aciones interrumpidas,
y agotal' para ello tocios sus esfuerzos por medio de una política
franca y bien dirigida; el gobierno debió yel', y IlO le era dado
dejar de ver, que ha de realizarse un suceso en el país, para cuya
preparacion y término es necesario, indi.spensable, que esas rela-
ciones estén anudadas, estrechamente anudadas. El congreso
comprenderá el gran suceso á que aludo, el matrimonio de nue3-
tra Heina. En la actualidad no tenemos relaciones con otras po-
tCll(~ias de primer órdcn flue con Fmnria é Inglaterra; y bien, se-
ñores, al tratarse del casamiento de nuestra Reina, suceso que
tan grandemente ha de influir en la futUl'lt felicidad del país y de
la Reina misma, flur son nuestros principales yoLos; suceso que
por lo mismo es el más grave que se ha presentado y puede pre-




296 DISCURSO EN DEFENSA
sentarse en el reino, ¿no convenia, no era necesario para cuando
este caso llegue, y aun antes de que pueda verificarse y aun
plantearse, que estmipramos en reladon con eflas otras potencias,
á fin de que no ejerciesen un inllujo pel'llicioso las dos únicas
con quienes tenemos hoy paz y amistad? ¿Podremos creer, seño-
res, que ese influjo sea tan desinteresado, que se encamine tanto
al bien de la nacion qre no nccesiten:os nosotros de la mediacion
de otras potencias igualmente respetables, cuyas solas relaciones
serian bastantes para asegurar lo que nosotros deseamos" la li-
bertad de la Reina, en tan delicada como trascendental eleccion?
Sí, sefiores: nosotros no aspiramos mas que á asegurar esa liber-
tad, poniéndola á cubierto de todo siniestro influjo; porque, no


·10 dudamos; la eleccion libre de la Reina será la que comiene
al país, á cuya felicidad está consagrada, como el pais ansía
la suya. Por fortuna, señores, estas dos ideas, estas dos volun-
tades están enlazadas por vínculos de múluo amor y completa de-
cision.


» y no se diga que esa libertad podn't asegurarla el gobierno
actual. No; ni este ni otro podrán afiamada por sí solos sin el
concurso de las otras potencias. Pues qué, ¿Jos medios que pueden
emplear"e para un hecho de esta naturaleza son los medios de
fuerza contra los que las baronelas, la administracion y los de-
más recursos de esta especie pudieran conjurarlos para hacer
respetar la voluntad libre de la Reina? No, señores, esa voluntad
no se somete, esa voluntad se inclina; y si la yoluntad, señores, in-
clinara á mal punto, que yo no lo espero, confiando en Dios y en mi
Reina, ya ve el congreso que entonces no nos quedaria mas re-
curso que el lamentarnos de que'á un influjo no se hubiese
opuesto otro1 de que las sugestiones ele unas potencias no las hu-
biéramos impedido oponiendo otras de frenle que pudieran con-
trarestarlas, para que nuestra Reina tu viese libertad, no de ac-
cion, sino de eleccíon, en su cabeza y en su corazon.


»¿Y podremos, señores, temer nosQtros que esas potencias,
cuyo influjo necesitamos hoy, pudieran resistirse á anudar sus
relaciones con España? No, señores; si su interés no puede ser
tan vivo como el nuestro, tampoco les es dable mostrarse indife-




DE UN VOTO PARTICULAR, 297
rentes, porque la suerte futura de España pesa demasiado en la
halanza política de Europa.


llEse interés, repito, ('slú enlazado al nuestro por fortuna, y
ambos se dirigen á que en el casamiento de S, M. no se dé paso
alguno hasta que es[(n anudadas esas relaciones, para que una
potenda no ejerza un influjo preponderante y pernicioso. Por
otra parte, esas nacion('s han yislo que su candidato sucumbió
('l1 los campos de Yergara, que nosotros hemos podido restable-
cer y manlener el (Jrden púhlico, dotar al pais de in"tituciones
tutelares, capaces de asegurar la estabilidad del Trono y las le- ,
yes fundamentales del E:,tado, y que lo" principios que dominan
no podian inspirar recelog de ninguna especie: ¿podemos, pues,
temer que esas potencias nos \lIel van la espalda, que se mues-
tren indiferentes á esta necesidad, que ellas, repito, sienten lo
mismo que nosotros?


»Yo creo, :ocf:ores, que si el gobierno de S. M., compren-
diendo esla necesidad, como yo la comprendo, aunque podré es-
tar equivoeado, hubiese heeho los esfuerzos convenientes para
anudar las relaciones inlert'Ul1lpidas, lo habriamos logrado sin di-
ficultad alguna; entonces no habría esa ansiedad que JlOy tiene
en agitacion al país; no hahria lemores por ese suceso, y nos-
otros estaríamos seguros de que en ese acon tecimiento grave,
gra\ ísimo, po(lia tener lugar la yoluntad de S. ~L, que es lo
único que apetecemos.


»Ahol'a bien, señores; cuando en el discurso del Trono ni di-
recta ni indirectamente, ni de una manera pl'ó"ima ni remota, se
hace alusion siquiera á ese anudamiento que nosolros deseamos,
¿podnl eslrañar el ('ongJ'e~o, podrá cstrañar el país, que dando nos-
otros tanta importancia á c~as re);:ciones, que creemos tan conve-
nientes y neresarias, hayamos Jlodido dejar de hacet' sobre este
punto una indicacion, una manifestarion esplirita como está con-
signada en el \ 010 parlicular? Indispensable era esto, señores, y
justificada estil ya la conducla de la oposicion; y digo de la opo-
sicion, porque satisfaciendo a una indicacion del S,,, eollantes,
para una materia de tanla magnitud yo debia contar con mis
amigos, y así lo he hecho. La oposicion, repito, no podía ser in-




298 DISCURSO EN DEFENSA
diferente á ese estado de relaciones diplomaticas, no podia 'dejar
de manifestar sus deseos, porque nada ha hecho mas que esto la
oposicion, y mantenerse en una posicíon espectante, porque po-
dría suceder que lo que hemos oido de boca del Sr. Collan-
tes lo oigamos de boca del gobierno, y entonces no haber lugar
á esta misma oposicion, porque todos dirian: tenemos las
mismas opiniones, y debemos marchar j~ntos por un mismo
sendero.


»La otra cuestion, señores, de politica eslerior se dirige á
Roma. El congreso recordara que desde que ~e trajo á él la
cuestion de deyolucion de bienes del clero, la oposicion mani-
fest6 las ideas, que habia concebido respecto de ella. El Sr. Co-
llantes se ha visto embarazado para atacar a la oposieion en este
p.unto; y no habiendo podido hacerlo, ha tenido que recurrir á
la conduela del partido progresista para tener un enemigo á
quien combatir; porque, en efecto, señores, ¿cuúndo nosotros po-
dríamos sostener opiniones diferentes de las que la mayoría del
congreso ha manifestado en esla parte, de lqs fIue el' partido
moderado ha proclamado constantemente? Nosotros hemos creido,
y creemos todavía, que hasta era una condicion de existencia
nuestra la reconciliacion con Roma; por eso hemos dado tanta
importancia á esa cuestion, y hemos tomado tanto interés en su
solucion favorable. Pero, francamente, señores: nosotros hemos
visto esta cueslion desde un principio de diferente aspecto que el
gobierno: no presumimos aeertar, no crermos que de nuestra
parte esté la infalibilidad; las probabilidades, sin embargo, están
hoy poI' nosotros. Desde el primer dia dijimos que creíamos que
esas negociaciones no estaban bien entabladas, que estaban mal
dirigidas, que podian peligrar en el camino que se seguia; ¿y nos
hemos equÍrocac!o por ventura, sel1oros? ¿Qué era lo que 01 go-
bierno creyó en esta parte? No Yengo yo á i!}terpretar sus pensa-
mientos: sus palabras están escritas, están consignadas en un
documento, en el Diario de las Sesiones de las Córtes. El go-
bierno decia que la marcha que habia seguido era tal y tan bue-
na, que precisamente al terminarse aquella discu~ion decia el go-
bierno: (En este momento quizá se haya realizado este suceso.)




DE UN VOTO PARTICULAR. 299
(El orador leyó algunos párrafos del Diario de las Sesiones de
la anterior legislatura.)


»El gobierno, pues; creyó, señores, que los medios que habia
adoptado eran tales y tan efkace:-i que, el término de aquellas ne-
gociaciones habiamos de tenerle tan pronto, que contaba precisa-
mente con que esto se realizaba en el momento mismo en que
aquellas palabras se pronunciaban. Pero, señores, las esperanzas
desaparecieron, el suceilO no se yerificlÍ; y no solamente no se ve-
rificó, sino que habiéndose anunciado la \Cnida de un nuncio, ha-
biéndose anunciado la realizacion 'de un conconlato con el nombre
de eomencion, en una palabra, cuando creiamosque el negocio
estaba terminado, las cosas yurlyen a quedar en el mismo estado
que antes, si no es, señores, que estén algo peor., A lo menos no
poclra negarse que el gobierno no tUYO hastante prevision, que el
gobierno ha sido defraudado en sus esperanzas, que los medios
que el gobierno empleó no eran tan eficaces como él mismo habia
creido. Esto, señores, no lo puede negar el gobierno, y no lo
puede negar, porque es una yerdad lo que h~ salido de sus mis-
mos lábios. Yo no diré que estos malos resultados, y malos re-
sultados son el no haberse realizado ese acontecimiento que el
gobierno anunció de un modo tan esplícito; yo no diré, repito, que
de esos malos resultados se deduzca que empleados los medios
que la oposicion indicaba, habrian producido mejores conse-
cuencias. No; no tengo esa presuncion, señores; sin embargo,
entonces dijimos, y repetiremos hOYl que en esta cuestion apelá-
bamos al huen sentido, yel buen scntido del país las ha juzgado
ya definitivamente. La oposicion deria entonces: «nosotros no
»)rrecmo~ quc hubiesc más que tres medios que srguir en la si-
)¡tuacion en que el gohierno y las cosas estaban: primero, haber
))seguido la marcha revolucionaria: segundo', haber condenado los
))actos de la reyolueion en aquel momen[o para no m('zeIarnos en
)¡ellos; y terccm, lomar las cosas segun estaban como medio de
)¡negociacion.)¡ Nosotros deriamos que al partido moderado no le
era lícito seguir la marcha re\ olucimmria: no; el partido mode-
rado no ha podido manchar sus manos ~on ciertos actos de la
reyolucion; no ha podido mezelarse en los bienes elel clero que




300 DISCURSO EN DEFENSA
se declararon del Estado por una ley promulg-ada en córtes, y
exigíamos que el gobiel'Do que habia salido de este partido, sin
aceptar pnncípios de reaecían, hubiera dicho: ahi están esos
bienes á los cuales no queremos local'. Ent()ll(~es se habrian cum-
plido nuestras ideas, se habrian realizado nuesti·os princirios, y
nos presentaríamos con nuestra frente erguida delante de Roma,
y no se nos censuraria de inconsecuencia.


»Pero entre los dos medios que podian elegirse cabia, como
he dicho antes, el de la derolucion de los bienes instantánea-
mente, y hacer por el clero y por la Iglesia todo lo que podia ha-
cerse; emplear estos recursos como medio de negociaciones. No se
hizo, señores, ni lo uno ni lo otro, y que no se hizo lo demuestra la
conducta del gobierno. Yo creo que el gobierno concibió que le
sirvieran como medio de negociacion cuando mandó suspender la
venta de los bienes; pero cuando vimos el proyecto de devo-
lucion, aunque no diré yo que Roma lo exigiera, pues no puedo
saberlo, pero si que la opinion pública a~i lo afirmaba, entonces
dijimos, y no pudimos dejar de decir, que haciéndose lá devolu-
cion antes que las negociaciones se hubieran concluido, el go-
bierno hahia rendido antes de tiempo el arma que se reservaba
para no poder emplearla ya ni sacar partido de ella para- con el
poder que negociaba. ¿Y cuál fué el resultado? Que las nego-
ciaciones no se terminaron, que el nuncio de Su Santidad no
vino, que la convencion fué tal, que el gobierno se vió obligado á
rechazarla cuando habia inutilizado los medios en que antes tu-
"iera fundada su esperanza. Oigo decir desde los bancos del
ministerio que el gobierno no se habia resenado los bienes como
arma de negociacion. Precisamente con cuidadoso estudio no ha-
bia yo querido recordar las p:)\abras del gobierno en aquella
discusion, porque sé lo que mortifica á 105 hombres el verse ata-
cados con sus propias manifestaciones: pero, pueslo que se me
excita, las leeré. CE l orador leyó algunos párl'afos del Diario de
Córtes.)


»(EI señor ministro de Estado, á media voz: ¿Y qué quiere
decir eso?)


»Reconozco, señores, la escasez de mis talentos; y aunque no




DE UN VOTO PARTICULAR. 301


quisiera reconocerla, me la habria hecho conocer el señor ministro
de Estado al preguntarme qué quiere decir eso, ó, lo que es lo
mismo, que lo quc S. S. dijo no significa lo que yo entiendo.
Cuando una cosa se reserva para tiempo determinado ú oportuno;
cuando todos los tiempos no son iguales ni a propósito para usar
de ella; cuando se espera ocasion y oportunidad, y esta se busca,
se proporciona, y en nuestro jui€io llega el momento que escogi-
táhamos, yo comprendo que la queremos para algo, que nos
proponemos un Hn, y que para asegurarlo se escoge la ocas ion
oportuna. Esto es emplearla como medio, en mi pobre inteli-
gencia; y si lodo esto se combina con lo demas que el señor mi-
nistro dijo en aquella discusion, no puede inferirse legítimamente
otra cosa sino que se aguardaba, que se esperaba algo por parte
del gobierno para dar ese paso. ¿Podra decirse que el gobierno
no pensaba en esos biene.;; para negociar y facilital' el reconoci-
mienlo de la Santa Sede? Pues entonces, ¿á qué esa condicion?
¿Era porque el gobierno consideraba esa cuestion solo como de


, justicia? Las cuestiones de justicia no dependen del tiempo ni de
circunstancias; y así es que en cuanto los actuales ministros
subieron al poder, debieron devol ver e303 bienes; pero no lo hi-
cieron a.,í, porque aguardaban el momento oportuno, y este no
podia ser otro que aquel que se figuraron por lo..; adelantos que
creyeron ver en las negociaciones con la córle de Roma. Dije
que la oposicion creia entonces, y cree hoy, que la negociacion no
iba por el camino conveniente; y, en efecto, señores, yo tengo
esta creencia profunda: es una íntima COllYiccion. No presumo
de acierto, y mas en materia tan grave, y para la cual no
tengo los conocimientos necesarios; pero por lo que de público se
ha dicho, por lo que la prensa, tanto española eon:o estranjera, ha
anunciado, p:ldemos inferir que el gobierno de S. M. ha creido
que e,te ne,'..(Oeio debia (Eri.!,'irse a;ioyúndo.sCl en Francia, para
rebcionar~e cnn RO.lIa; es d2cir, que el gobiel'Ilo frane¿s debeda
¡;er el1lue sil'Yiel'a de intcnne¡\iario, el que di¡;pensandonos pro-
tec~:ion tratara de ponernos en contacto con la Sanla Sede. Pues
bien; yo creo, sellores, que csle cra el pOOl' camino que se podia
elegir; yo creo por el contrario que nosotros debíamos apoyarnos




302 DISCURSO EN DEFENSA


en la InglatelTa para anudarnos con el Austria, y así habríamos
venido á parar a Roma. Parecerá tal vez el camino más largo;
sin embargo, no creo que hayamos corrido tanto en este negocio
para que se escluya el que nos'par!'ce lmico seguro. A primera
vista no hay duda en que el camino aQoptado por el gobierno es
más corto; pero el gobierno no me negará que el que yo propongo
era más seguro, por una multiotud de razones que no desconoce
el gobierno de S. )I. Yo indicaré algunas.


»Sabido es, señores, que las buenas relaciones que existen
entre diferentes potencIas, no son siempre ni de un mismo valor,
ni de un mismo género, ni todas igualmente cordiales. Yo no
tengo datos para calificar la Índole de las relaeiones que existen
entre Francia y Roma; pero, seiíore~, si consulto la historia, veo
que jamás ha podido Roma ver con indiferencia las libertades
de la iglesia galicana que ha tenido buen cuidado (le sostener el
clero francés, y 1ambien su gobierno, y así es que no ha sido el
que más acceso ha tenido en aquella corte. Veo, por el contrario,
el influjo necesario del Austria, influjo que no puede dejar de
existir, influjo que es un hecho: por consiguiente, señores, si


. nosotros hubiéramos conseguido que d Austria fuera la potencia
intermedia para nuestro reconodmiento por la córte de Roma,
hubiéramos logrado lo que el Portugal obtO\ o tan pronto. ¡Cuán
fácilmente se allanaron' los" obstáculos y se anudaron las rela-
ciones entre el Padre comun de los fieles y el reino de Portugal!
El congreso conoce muy bien que no era Francia el mejor con-
duelo para ponernos en relaeiones con la cárte de Roma: yo al
menos lo creo así, y por esto decia que debíamos apoyarnos en
Inglaterra, a cuya nacion miramos con bastante desden, y lo
siento. Ucpito que hubiera convenido apoyarnos en Inglaterra
para anudar nuestras relaciones con el Austria, y que esla hu-
biera influido mucho en restableccr nuestras relaciones con la
Santa Sede.


»Para haber Haleulado entonees aSÍ, yo lenia un recelo, recelo,
señores, que no me abandona todavía, y e...;Le es el que no sean •
bastantes f!'allcas y sinceJ'as las ofertas del gobierno f;'ancés en
este punto. 1\:0 veo sus intcreses unidos con los nuestros para




DE UN VOTO PARTICULAR. 303
conducirnos á este objeto: no los veia entonces, y tampoco los yt!o
ahora. ¿Y por qué? Porque veo, señores, podré equivocarme,
que el interés de la Francia esta en que permanezcamos cuanto
más aislados sea posible, hasla tanto que se verifique el gran su-
ceso que ya indiqué al congreso. Por lo mismo no creo que ese
apoyo sea sincero, y no espero que este negocio termine como to-
dos deseamos, si otros influjos, ~i la comicciol1 del Sumo Pon-
tífice no le inspira la necesidad de la COl1ciliacion con Espaiía. Lo
que es al influjo de la Francia no creo que eleberemos ese acon-
tecimiento. Aquí ye el congreso por qué al hablar de las re-
laciones con Roma 110 pude en mi voto parlieular dejar de con-
memorar las manifestaeiones hechas por el gobierno de S. M. en
la pasada legislatura, las esperanzas concebidas por el país, es-
peranzas fundadas en lo mismo que el gobierno prometió, y por
lo que el país ha tenido y tiene dereeho á esperar la realizacion
de lo que se le ha prometido. ~osotros, órganos de la oPinion pú-
blica, al llegar este momento solemne tenemos que recordar ~s­
tas palabras al gobierno de S. M. para que re90ble sus esfuer-
zos á fin de obtener cuanto antes la conciliacion con la Santa
Sede, porque este es el voto de los pueblos y el suceso que más
anhela la católica Espaiía.


¡¡Respecto a la política interior, siguiendo, seiíores, el órden
que contiene rl discurso de la Corona, tenia que contestar pár-
rafo por párrafo, llevando la continuacion de las ideas que en
aquel documento respetable se consigna; y despues de las rela-
ciones esteriores, el primer pensamiento que se anuncia en el
discurso es precisamente el indicar S. ~I. el estado de nuestra
marina. El congreso habrá notado que cuando he hablado de la
marina española, en relacion al párrafo del di"cllJ'sO de S. M., no
he podido dejar de reconocer y he reconocido, los adelantos he-
chos en este ramo por el señor mini,,!ro actual. Esto, seiiorrs,
hab1'll demostrado al congreso que la oposicion no ha querido
dejar de ser justa, y que lo ha sido de hecho; que cuando ha
encontrado COi;as que aplaudir en el gobierno lo ha hecho, y que
no ha ejercido tampoco su censura sino cuando su condencia lo
ha dictado, cuando ha creido que era un deber imprescindible.




304 DISCURSO EN DEFENSA
Sin embargo, señores, como de la oposicion S1l exigia algo más
de lo que se exige comunmente; como a la oposicion se h<r estado
y esta diciendo siempre: «manife3larl vue~tro plan, indicad vues-
»tros principios, espresad vuestras bases de gobie\'l1o;ll al hablar
de la marina militar no hen\os podido dejar de hacer presente que
en vano se tratara de crear marina milil.ar sin que tenga esta los
apoyos naturales reconocidos por torios los hombres entendidos
en la maleria. La marina militar que no tuviera por base una
buena marina mercan le, srria tan onerosa al país como onerosa
é instable por sí misma.;\o puede fom(~ntal's() la IIlllrina militar
sin fomentar la mercante, y esta no puede fomentarse sin que se
fomento primero el comercio; sin que se desanolle la industria,
y sobre, todo, señores, sin que se faciliten las comunicaciones
interiores y se emprcndan e;;!ablecimientos de pesca. Esla es una
necesidad del ¡mis, cuya falla de ateneion ob3truye preeisamcnte
todos los medios de que ;;e desenvuel \ a la riqueza del mismo. Sin
que el gobie\'l1o de S. M. procure con afan que se 'construyan
caminos, que se abran canales, en una palabra, que .se multi-
pliquen los medios de comunicacion, todos los trabajos seran
estériles en esta parte.


llAquÍ tambien deberia recordar, y con esto satisfaria á una
obsenacion del Sr. eollantes, que no ha sido mi ánimo cen-
surar el que ha guiado á la comision, cuando tal vez, como el
gobierno conocerá, podia haber tomado ocas ion de e::;te párrafo
para haber ejercido alguna censura, y sin embargo, el congreso
ha visto la templanza con que me he espresado en mi voto, y la
moderacion con que he espuesto las ideas que profeso en punto
á adminii'tl'acion.


llIIabló en seguida el gobierno de sus triunfos para conseguir
el mantenimiento del Ól'den público. Yo, f;ciiorc,;, y conmigo toda
la op0sicion, no., congl'lllulamos, y así 10 hemos manifestado en ese
vo;o, de que el gobierno de S. ,r. haya (,oll~eguido vencer á los
re\-olto30s; de que haya ohtenido el triuMo de las leyes, y que
todos se sometan á ellas. 1\osol1'05 h~mo:, reeonodl!o, como el
gobierno de S. M., que ('ste triunfo ha sido dehido al buen
espiritu del país, á la subordinacion y disciplina del ejército y á




DE UN VOTO PARTicur,AR. 305
los otros elementos que el mismo gobierno indica en el discurso.
Pero notamos tambien, señores, que el gobierno no hacia
mencion precisamente en este párrafo de uno de los elementos
más poderosos para habel' conseguido ese gran triunfo; y este
elemento era un elemento creado por el mismo gobierno: las le-
yes administrativas, la administracion que el mi~lllo gobierno ha
formulado y planteado. Yo que creo, señores, que con las institu-
ciones se gobierna y con la fuerza solo se manda; atribuir se debe
en gl'an parte ese beneficio conseguido á las leyes administl'ativas
que habia formulado el gobiel'l1o de S. M., procurándose medios
poderosisimos para sofocal' las insurrecciones y mantener el ór-
den público. Pero reconociendo, señores, la eficacia de estas ins-
titueione5, así como la de los otros elementos citados por el go-
bierno, no he podido dejar de Anunciar una necesidad del país,
una necesidad que todos reconocemos, y que no hay quien de
frente se atreva á contradecir: la necesidad de la legalidad. El
gobierno ha oido al Sr. eollantes decir, combatiendo ese parrafo
de mi voto: «El gobierno es verdad que cuenta con grandl's me-
»dios, con escelentes autoridades, con un buen ejército, con leyes
)administratiras, con todos los recursos que son indispensables
»)para mantener el órden y la obediencia el las leyes; pel'O ¿a quién
»es debido todo esto? Al gobierno actual. ») ¿Y yo he negado, por
ventura, esto? Al contrario, me com plazco en hacer justicia al go-
bierno, y así 10 he reconocido en otros párrafos, y aun en el
mismo que en este momenm nos ocupa, hago el elogio del ejército;
y como todas las instituciones, ó se mejoran ó se p9rvierten se-
gun las manos que las dirigen, creia en esto hacer justicia al go-
bierno. llero ¡,q\lé se interira de lo que decia el Sr. eollantes?
¿Que no debamos entrar en el sendero de la legalidad porque el
gobierno no haya creado esos elementos? No.


»Así es que el mismo Sr. Collantes decia: «reconocemos la
»escelencia de estos medios, reconocemos que existen todos estos
»elemento~; pero ¿quién debe emplearlos? El gobierno actual.»
¿Mas por ventura hay una frase siquiera en el \oto que indique
que si el ministerio aelual empeñase su palabra de gobernar con
legalidad, nosotros no le creeríamos? No. Gomo diputados de la


TOMO III. 20




306 DISCURSO EN DEFENSA
nacion tenemos una obligacion que .cumplir. Vemos que el go-
bierno tiene todos estos elementos en su mano para gobernar, y,
sin embargo, la legalidad no existe. No. Deber nuestro era, por lo
mismo, alzar aquí nuestra voz para que la ley se cumpla, pai'a
que entremos en el sendero de ella, por lo que tanto tiempo he-
mos suspirado. Nosotros no podemos dejar de hacerlo. Sobre nos-
otros está fija la consideracion del país. No hace tanto tiempo, se-
ñores, que se hizo la reforma de la constitucion: menos hace toda-
vía que se dió al gobierno un yoto de confianza jlara que formase
y promulgase las leyes adminbtrativas. ¿Y cuál fué, señores, el
gran fundamento que se alegó para la reforma y autorizacíon? Yo
tuve el honor de hablar en esa discusion: recuerdo bien mis pa-
labras; consignadas están. Pero las lUías valian poco: las mismas
salieron de boca del gobierno de S. M. ¿Y qué se nos dijo, seño-
res, por este? «Con la constitucion actual, con las instituciones
)lque rigen no se puede gobernar: es menester que tengamos una
llconstitucion que se cumpla.» Y yo añadí: «yo nunca negaré las
»justas peticiones del gobierno, roro sí rechazo con' todas mis
llfuerzas la hipocresía. Yo no quiero una constitucion que no se
llcumpla por ningun gobiemo; quiero una carla que todo el mun-
»do respete, que no sea hollada. II


llPues bien, seiíores, en el momento en que el gobierno nos
habló así, nosotros dijimos, oompliendo un deber de conciencia:
«se reforma la constitucion.ll En el momento que el gobierno
reyeló la necesidad que tenia de leyes administrativas para poder
gobernar con legalidad, y no por la fuerza, le dijimos: «estás
»autorizado para ello.» ¿Necesita mas, señores? Esto es lo que yo
pregunto. si' el gobierno necesita algo más para gobernar con
legalidad, que Yenga aquí y lo pida, mi yoto será el primero
que se lo conceda; p31'O si no necesita más, si tiene bastanle con
e~os elementos, como ha confesado el mismo Sr. Collantes, que
ataca mi voto, ¿cuál puede ser el inC'ollYenien te para que en tre-
mos pOI' ese sendero, para que vivamos como viven las nacio-
nes ilustradas? .¿Habrá alguna persona, seiíores, que justifique
un estado. que sale de la ley? No. Y si no la hay, es un deber
nuestro, y deber sagrado, levantar nuestra voz al Trono para




DE UN VOTO PARTICULAR. 307
que las leyes se cumplan l para que la legalidad se observe.


¡¡Vea, pues, el Sr. Collantes, yea tambicn el congreso cómo
ese pimafo tiene una significacion muy importante, cómo ese
parrafo no puede borrarse de este lugar. Digo mas, señores; no
podemos dejar de votarle, a no ser que el gobierno de S. M. nos
diga hOYl como anuncia el Sr. Collantes, «estamos dispuestos á
gobernar con legalidad.»


llEI Sr. eollantes creyó ver en el párrafo de mi voto, relativo
a las leyes organicas, una censura, y ccnsura amarga contra el
gobierno de S. M.; poro S. S. se ha equivocado. Yo soy demasia-
do franco para encubrir mis pensamientos cuando no tengo una
necesidad. Yo no he dicho que las leyes promulgadas sean ma-
las; no he dieho que profesem03 dife¡'ente3 principio:;; no he di-
cho que [os principios c0l13ignad03 en estas leyes, ó los que en
ellas están asentados, sean paores que los del partido progresista:
esto ¿Mmo habia yo de dedrlo? He dicho por el contrario, que
las leyes promulgadas por el gohierno han principiado a produ-
cir su fruto. 'Estoes lo que he dieho; y en esto reconozco, selio-
res, que precisamente el fruto que podian produCir era el consi-
guiente á los principios en que ellas estan basada:,;, que son
exactamente los nuestros. Si no fuera así, hubiera dicho: «(han
llprincipiado á produeir malos frutos;» pero uso precisamente de
la misma palabra empleada por el gobierno en el discurso de la
Corona.


llCierto es, señores, que el párrafo continúa: «de desear seria
·llque al perfeccionar la obra de la administracion se encontrase
llmedio de organizarla mas sencilla y (lconómicam~nte.» Esto lo
ha considerado el Sr. Collantes como un voto de cemUl'a, y voto
amargo; y nos preguntaba á IIOSOtl'03 si podriamos dar leyes sin
defectos, lerel p~rffld:u y qU'l no parlieran censurar~e en mlnera
alguna. Yo diga á S. S. qlle SE) contesta á sí pmpio; p()I'(!ue yo
diga en mi voto que de ci:Jsear seria que al perfeccionarse la obra
de la a¡lminisll'acion se encontrase medio do organizarla más
sencilla y ecollómicamente, no se infic¡'c de eso que esas leyes no
tengan nalla bueno, como ha querido decir el SI'. eollantes; por
el contrario, digo que es obra susceptible de peffeccion, lo~mis-




310 DISCURSO EN D1i:FENSA
»¿Desea,el Sr. eollantes saber otras economías? Yo tambien se


las diré, aunque, repito, no queria entrar en estos detalles; no
me lo habia propuesto. Tratándose de la organizacion del conse-
jo de Estado ó Real, yo veo en él, señores, sera por la rudeza
de mi talento, unas plazas que no sé qué lugar ocupan en el jue-
go de la administraeion: hablo, señores. de los auxiliares del
consejo.


» Yo 'consulto los dos sistemas respecto de los consejos de
Estado, que han venido hoy á ser representado" por Inglaterra
el uno, por Francia el otro. El nuestro está calcado sobre las
bases del de Francia; y considerando yo, señores, su organiia-
cion, veo que no se trata allí de una institucion nueva ¡ porque
el congreso sabe bien que precisamente el reglamento actual fué
obra del presidente D'Agueseau, verincada en el siglo anterior, del
cual se sacó bien analizado un principio fecundo, fecundísimo,
cual es el de formal' buenos administradores, rode'ando al consejo
de aspirantes que, educándose en su escuela, con sus trabajos y
doctl'inas, puedan servir de plantel para la adminisÚacion en
todos sus ramos. Este- principio yo le concibo, y le concibe cual-
quiera. Pero, señores, ¿serán el plantel de administi'adores unos
auxiliares con 8.000 rs. de sueldo, que vienen á rozarse en las
discusiones, pues tienen voz deliberativa, con los consejeros mis-
mos, á manifestar sus opiniones, si es que las pueden formar, y
á ponerlas al frenle de las primeras notabilidades administrativas?
¿Ha sido esto conveniente? ¿Dará buenos resultados? ¿Serán esos
auxiliares el plantel que tengamos de administradores? Yo desde
luego digo que no. Pues aquí sucede lo mismo que en el otro
punto, que la cucstion económica desapareee y se oseurece ante
la cuestion administratiYa. ¿Por qué? Porque nos privamos de un
gran medio de hacer administradores completos. Véase cómo mis
indicaciones no fueron tan ajenas de fundamento, y cómo es
preciso perfeccionar la obra de la administracion, simplificándola
y haeiéndola mas económica.


») Venimos, señores, á la cuestion de enseñanza pública. La
oposicion, señores, no podia desconocer que el gobierno de S. 1\1.,
acometiendo la obra de reformar las disposiciones existentes re8-




DE UN VOTO PARTICULAR. 311


pecto á la enseñanza pública, acometiendo una reforma general
en este ramo, indispensablemente se proponia un plan cuyas solas


. dimensiones bastaban para que nosotros reconociésemos el celo
suficiente en el gohierno de S. M. Es obra, seiíores, que solo el
acometerla no puede dejar de mOrecer elogios. La oposicion, vol-
veré á repelido, no ha querido aparecer parcial, porque no lo es;
la oposidon ,hace justicia; pel'O porque la oposicion reconociera
en el gobierno de S. M., en el ministro de la gobernacion, ese
celo, esa decision, esa comprension de las necesidades intelec-
tuales del país, ¿podrá dejar de manifestar sus opiniones respec-
to á otras necesidades que veia tamhien hasta cierLo punto no sa-
tisfechas ó desatendidas en ese plan general? No, señores; por lo
mismo la oposicion por mi medio en ese voto ha dicho, y repite
hoy por mi boca: «Tenemos males que nos aquejan, y estos males
»es indispensable remediarlos.» Entre esos males, señores, des-
cuella uno grande, inmenso, la anarquía de las ideas: solo esta
es la que produce la anarquía de los hechos; solo esta és la que
trastorna las naciones. Yo bien sé, señores, que las medidas que
el gobierno tome hoy, no producirán su fruto hasta mañana, no;
en esa parte los frutos son siempre lentos. Pero porque se retar-
den algo más los resultados de las buenas medidas administrati-
vas en esle sentido, ¿por eso nos habremos de delener y abando-
nar el huen camino? ¿Por eso no habremos de procurar el bien
á nuestro país? ¿No existe esta necesidad? Existe, señores, nadie
la negará; harto la lamentamos. Pues siendo aSÍ, es preciso que á.
lo menos libremos a nuestros hijos de esta plaga que nos devora.


»Esto, señores, no presume la oposicion que sea un pensa-
miento suyo; 'ella no hace mas que reconocer una necesidad: el
pensamiento, señores, es antiguo, y con este motivo no puedo
dejar de recordar las palabras de Napolcon á MI'. Des Fontaines
cuando se creó la Universidad de París. f~1 le decia: «Yo quiero
»una corporacion de profesores, porque la corporacion no muere
»nunea, porque en ella hay espíritu de trasmision, de organiza-
»cion, y tiene un pensamiento fijo: yo quiero una corporacion
»cuya, doctrina esté al ahl'igo de la fiebre pasajera de la moda,


- ¡¡cuya organizacíon y estatutos vengan á ser tales, que no se pueda




312 DISCURSO EN DEFENSA
»poner la mano sobre ellos con ligereza é impremeditacíon.»


»Esto, señores, es lo que nosotros decimos. Yo reconozco que
algo ha hecho el gobierno de S. M. en este sentido, y tampoco
rehusaria decir que ha hecho bastante. ITa centralizado hasta
cierto punto la enseñanza, si bien yo diEiento en los detalles. Yo
querría, sin embargo, que el profesorado se elevara algo mas que
se eleva en ese plan. Sin que el profesorado salga de la situacion
en que se encuentra, no crea el congreso que sea posible que la
enseñanza pública corresponda a los altos fines que debe propo-
nerse un gobierno. Es preciso elevar al profesorado en todos sen-
tidos; es preciso no seguir en esto el camino que hasta aquí se
ha seguido. Yo he visto en esa Francia no escatimarse los titulos
á los profesores; ahí esta Cuvier, á quien se condecoró con el
título de baron; ahí están otros profesores igualmente honrados;
entre nosotros quizás no se habrá dado a uno la cruz de Car-
los III. Es menester, repito, que se eleve el profesorado, porque
sin este cuerpo no tendremos enseñanza.


»Es menester tambien que a ese gran pensamiento pr()sida esta
regla, porque no hay 'peor mal para las naciol!es que la anarquía
en las ideas; con ella, señores, las revoluciones son inevitables.


»Siguiendo, señores, en el mismo espíritu de imparcialidad
que creo me ha dirigido en la formacion de ese voto, he llegado a
las reformas de la administracion de justicia, á que entiendo que
el gobierno de S. M. en su discurso de la Corona DO ha dado
tanta importancia como á las demás. A pesar de esto, señores, no
me he prevalido de esa circunstancia, porque no me prevalgo de
ninguna, ni para censurar este proceder, ni para escatimar el
mérito del gobierno en . esa parle. Al contrario, he dicho en mi
voto que debia haber detenimiento y meditacion profunda en las
reformas de la administracion de justicia. Por consiguiente, se
infiere que yo no estrañaré que en ese ramo no nos vayamos lan-
zando de reforma en reforma, porque esto tal yez seria un grave
mal. Sin embargo, señores, he creído qu~ hay necesidades que
pueden y deben satisfacerse, que hay necesidades apremiantes,
que hay necesidades, señores, que es menester que el gobierno se
apreste a llenar. Tal es en mi sentir la de un código penal que




DE UN VOTO PARTICULAR. 313


asegure los derechos de los ciudadanos, que fortifique la accion
del gobierno, y que afiance las instituciones; scbre todo, sCJiores,
un código que ¡longa en relieye y asegure la justicia de los fallos
criminales. Mientras este caso no llegue, no contaremos con se-
guridad, ni el pueblo verá justicia en las sentencias de los tribu-o
nalcs. Y cuenta que yo, apasionado por esa carrera, creo que
los tribunales de España son honra del pais, y que á sus fallos
preside siempre la j ustieia. Pero no basta que yo lo crea; es
necesario que el pueblo se persuada ele ello. Es preciso mas: es
menester dar á los tribunales medios para ejercer esa justicia, por-
que los tribunales no Iienen. hoy regla fija para juzgar; no tienen
mas que su buen sentido para aplicar las penas en proporcion á
los delitos que crean deben castigarse.


»Hay otra necesidad tambien: la administracion de justicia
es onerosa, los aranceles se han subido, el país se queja, y es in-
dispensable que el gobierno ponga la mano sobre esta llaga. Yo
creo que el gobierno de S. NI. se ocupará de estos dos puntos; y
porque lo creia así, y porque creia tambien de mi deber levan-
tar mi voz en este lugar para anunciar esas dos necesidades im-
portantes, no podia dejar de consignarlos en mi voto, ni de ma-
nifestarlas aquí.


»Señores, yo creo que no habrá español que al anunciarse la
nueva apertura de las córles no esperara que el gobierno de S. l\f.
anunciase en el discurso de la Corona que se aprestaba á hacer
reformas, grandes reformas en el sistema tributario. Digo, seño-
res, que no creo que hubiera español que no lo esperara aSÍ, por-
que, en efecto, sobre pocos negocios se fija con tanta alencion la
opinion del país como se ha fijado el de la nacion española sobre
el sistema tributario.


»Cierto es, señores, y yo me apresuro á manifestarlo, que á
veces se confunde el mal con el medio por que a él se llega, y
que de aquí nace que ese plan se haya atacado en su sistema;
cuando, en mi senlir, los defeelos están en otra parte, están en las
cuotas. Desde el primer día que vÍ el sistema propuesto por el
gobierno con las modificaciones que hizo la cornision, formé mi
juicio en la materia, y debo manifestarle francamente. Y () creo,




314 DISCURSO EN DEFENSA
setiores, que hasta seria absurdo establecer una comparacion
entre el sistema tributario actual y lo que antes exii\tia, porque lo
uno e3 un plan, lo otro era un desórden. Por consiguiente, no se
crea que Yengo á atacar el plan del sistema tributario. Digo más:
en la pasada legblatura yoté contra él porque le creia inconve-
niente, no en su esencia, sino por accidentes que yo consideraba
en mucho; pero una vez que las eórtes lo aprobaron, en el mismo
dia dije, y repito ahora, que el mayor mal que podríamos hacer
al país era retroceder al desórden espantoso en que antes estaba-
mos. No se crca, pues, repito, que combato ese sistema en su
esencia, ni ¿quién podria hacerlo, señores? Pero si el sistema no
puede combatirse, si es preferible, estremamenle preferible a lo
que antes existia, es indud"able tambien, señores, que la3 cargas
por él establecidas son tales y de tal magnitud, que los pueblos
no pueden con ellas. Es menester que no nos hagamos ilusiones
por los resultados que ha presentado hasta ahora.


¡¡Circunstancias conocidas de todos, y de todos sentidas, han
hecho que hasta hoy se ejecute hasta donde ha llegado; pero
seria un error creer que podrán los pueblos continuar satisfacien-
do esas grandes cuotas que se les han impuesto. Yo lo digo por lo
que á lodos oigo, por lo que por mi leo, por lo que se loca en los
diferentes puntos de la provincia que tengo el honor de repre-
sentar. Una provincia miserable, reducida hoy hasta lo sumo,
que no cuenta mas que con frutos, la mayor parte coloniales, que
han quedado sin salida, sin precio, sin valor; el algodon, cuyo
comercio han arruinado de tal modo las circunstancias, que no
se levanta una paca: el azúcar, que la baratura de la colonial
ha hecho que se pierda; el cañamo, que por mil y mil circunstan-
cias, por el decaimiento de nuestra marina, la estension que ha
tomado el comercio del Norte y otras causas, han hecho desapa-
recer, ó á lo menos que sus valores sean tales que el labrador
no pueda sostenerse; á esa provincia que no cuenta con recur-
sos algunos se le imllonen más de nueve millones de ctmtribu-
cion directa. Yo digo, señores, que este año pOQI'á satisfacerse;
pero el año que viene, aunque la proyincia quiera, no podrá.
¿Y a cómo hemos salido en el repartimiento de esa contribu-




DE UN VOTO PARTICULAR. 815


cion? ¿A cómo han salido en la de consumos en los pueblos?
))Bien sé, sel1ores, que el gohiern luego nos arguye con da-


tos estadísticos de (Iue se pagaba mús por el diezmo y en otros
conceptos (Iue lo que ahora se paga por contribucion directa; pero
este argumento es un sofisma. La contribucion directa tiene que
pagarla el contribuyente en numerario, y la otra la pagaba en
proporcion de lo que cogia, y no daba sino lo que tenia; aquí esta
la diferencia, sin que por eso venga yo á abogar por la contribu-
cion en frulos, sino á destruj¡' el argumento. Si un fruto no tenia
valores, el labrador decia: «Ahí está la parte alícuota que me
¡)corresponde;)) pero ahora, aun cuando no tenga salida, el go-
bierno le exige la contribueion en metálico. Ya ve el congreso si
hay diferencia de un impuesto á otro.


»Además, señores, ese tam¡10CO seria para mí un grande ar-
gumento, como no lo es ninguno que resulte de la comparacion
de una época con otra. ¿Se pagaba mas en tiempo del anterior
gobierno, cuando el rey reasumía en sí lodos 103 poderes del
Estado? El gobierno me dice que sí: otros economistas dicen que
no; pero yo lo concedo. Pues quiere decir que porque se pagaba
de más, porque cstáhamo3 mal, vinieron la reyolucion y las re-
formas; pero si se ha trastornado todo para que paguemos tanto,
y suframos iguale~ ó mayores cargas, ¿á qué tanta sangre verti-
da? ¿a qUtí tantos sufrimientos? Hemos luchado para que el pue-
blo intervenga en los impuestos, para que el que tiene que pagar
tenga una intenencion decidida, á fin de que no se pague mas
que lo que sea justo y necesario.


»Sin embargo, aunque el país esperaba con ansia esas refor- .
mas que sus necesidades demandaban, lei con sentimiento el pár-
rafo que dice relacion con el sistema tributario, porque ví de-
fl~audadas mis esperanzas, y las vi defraudadas de una manera
que no habia imaginado. Decia el gobierno en ese documento
importante que habia planteado el sistema tributario, y que pro-
pondría a las córtes los aliYi03 y mejoras que habian parecido
desde luego necesarias, y ese ha sido el motivo que he tenido
para combatir ese parrafo y presentar el de mi voto particular.
Cuando se trata, señores, de una materia como esta; cuando se




316 DISCURSO IN DEFENSA
trata de la exaccion de impuestos, cuando venimos á ver las
cargas que deben pesar sobre el país, los alivios no deben ha-
cer'se solamente por lo que parece necesario, es menester hacer-
los en todo lo posible. La frase se invirtió desgraciadamente,
porque el gobierno debió d2cirno.s: ((procuraré hacer todos los ali-
»)vios y mejoras posibles;» pero decir que únicamente se harán
los alivios que han parecido necesarios es comparar esta materia
con los defectos que pueda tener una ley cualquiera. El deber de
todo gobierno es aliviar la situacion del país, y cuando á este
deber genérico, que obra en todas las circunstancias y en todo..;
los tiempos, se agrega precisamente el hallarse el país gravado
por ese sistema con cargas que no puede satisfacer, creiamos
deber nuestro levantar la voz para pedir que se hagan todas las
mejoras posibles, y no tan solo las necesarias.


»Pero, señores, ¿en qué pueden fundarse las mejoras que
Rueden hacerse? ¿Qué datos habremos de consultar? ¿Los presu-
puestos? No, señores'. Sin consultar mas que los presupuestos es
imposible que con seguridad de conciencia, y sin partir siempre
de una confianza ilimitada, podamos decir: «(estas son las necesi-
»)dades públicas.» ¿Por qué? Porque los presupuestos, señores, no
son mas que parte de un todo combinado que se encamina al fin
de llenar las atenciones del Estado y asegurar la inversion de los
fondos púlicos, y esto únicamente puede hacerse completando
los presupuestos con las cuentas que son la otra parle de ese
mismo todo. De modo que el congreso ve que la presentacion de
las cuentas es una necesidad para que con seguridad de concien-
cia podamos formar un juicio exacto y procurar las economías
indispensables; yademás es tambien un precepto de la constitu-
cion, cuyo cumplimiento no podemos dejar de reclamar nosotros,
puesto que esa es una de nuestras prerogativas. La oposicion, que
ha dicho y repite por mi voz que profesa principios, que éstos
son los que constantemente ha proclamado el partido moderado,
y que únicamente quiere sy. realizacion; la oposicion, que censu-
raria á un gobiel'llo de otras ideas y opiniones, no puede dejar de
reclamar, cuando hay uno de nuestras ideas, el cumplimiento
del precepto constitucional y la l'ealizacion de esa necesidad.




DE UN VOTO PARTICULAR. E17
¡}Confieso, señores, que las palabras que me in&1piraron algun


consuelo en el discurso de la Corona fueron aquellas que se diri-
gian a manifestar que el gobiemo de S. M. meditaba y pl'opon-
dria una dotacion definitiva para el sostenimiento del cullo y
mantenimiento del clero español.


nLa oposicion, señores, no ha abrigado una idea suspicaz,
aunque harto diyulgada; sé que ese pensamiento no ha sido es-
pañol, y que tiene su orígen en otra parte. La oposicion veia esa
necesidad como la ve el pueblo español; la oposidon no podia
mirar con indiferencia su culto abandonado, el clero en desprecio;
señores, porque en desprecio esta toda institucion que no puede
mantenerse en el rango que le es conveniente. La oposicíon que-
ria que se dotara al culto decorosamente, que se dotara de la _
misma manara al clero; la oposicion lo quiere hoy, porque la
op()sicion, vuelvo a repetir, quiere hor lo que quiso siempre, lo
que siempre ha querido su partido, los principios que siempre
han proclamado los hombres que le componen; por lo mismo ha
felicitado al gobierno de S. M. por este pensamiento; porque, se-
ñores, es preeiso salir de este estado, es pl'eciso manifestar a la
faz del mundo que somos católicos y que sabemos cumplir las
obligacion~s de justicia que hemos contraido, no por una, sino
por muchas ~ausas. La oposicion queria manifestar desde luego
al gobiel'llo de S. M., que lejos de contrariar su p:msamiento,
lo aplaudia; y hoy diré mas: yo creo que en ese pensamiento,
como digo al final de mi voto, yo creo que de ese plan que se
propone el gobierno debe nacer un pensamiento fecundo de con-
secuencias ulteriores:


¡)De exprofeso, cuando traté de la cuestion de Roma, dejé un
cabo suelto para unirlo con este párrafo por la íntima relacion
que entre sí tienen. La prcnsa española y la estranjcra, la opi-
nion genel'al en este punto, e3 que precisamente han servido de
entorpecimierito, de ob.itaculo á las negociacione,.; con la Santa
Sede las gestiones de alguno., Cspañ()les; gestiones, sel1ores, que
ninguno que se precie de patricio puede aplaudir ni darle su
apoyo, pero reconocemos un hecho: el gobierno ha sido combati-
do por alguno de sus subditos; que de aquí se ha Hecho la guerra




318 DISCURSO EN DFFENSA


en Roma, y por consiguiente creo yo que es un deber del gobier-
no, y así me parece que lo ha comprendido, aleja!' ese obstitCulo
y confundir los enemigos del gobierno; ¿y cuales son, .señores, los
medios- que tenem03 para conjurar esos amaños, esas intrigas,
esas malas artes que se emplean para hacer que continuemos con
nuestras relaciones interrumpidas con la Santa Sede? ¿Cuales,
señor~s? Yo creo que el de interesar al clero español en esta
cuestion, el de persuadide que este es el único camino bueno,
legítimo y seguro de llegar al fin que se propone: a esto conduce
la dotacion; pero todavía tenemos que hacer algo más.


»El gobiel'llo conoce que nuestra siLuacion 'actual no permite
hacer grandes sacl'ifieios para la dolacion del cullo y del dero; es
decir, que nosotros no podemos hacer todo cuanto quisiéramos en
favor de esa clase respelable, que no podemos por la escasez de
recursos, po\' la falta de medios: pues bL:n, señor~s, el gobierno
convendnl conmigo que entre los males que pueden afligir a un
pueblo no hay otro mayor que el de tener un clero ignol'Unte y
degradado; pam esto vale l1laS no tenerlo; yo quiero al clero ilus-
trado, le quiero con saber, no le quiero ignorante. ¿Y podemos
nosotros, señores, tener un clero entendido, un clero capaz, un
clero de saber con dotadones tan mczquinas como las que hoy
tiene, con tanta escasez de medios, que aleja á los hombres de esa
carrera que merece lantos y tan jU3tos respetos? 1\0, señores; ya
ve el congreso lo que significa la frase ultima de ese párrafo.


» Yo, señores, que reconozco esa necesidad, quisicra crear un
clero para el porvenir, entendido y religio,o; y ya que es indis-
pensable disminuir el personal en las catedrales, reducir estas é
infro!lucil' algunas otras reformas en las iglesias; me parece que
seria lo más ac~rtado establecer dotaciones en ma~a; por manera
que como las reforma~ que han de hacerse es l1l2llester hacerlas
de acuerdo con la Santa Sed~ vinieran a l'cfundir~e en fa, al' de la
misma iglesia, por cuyo medio, si hoy no podian contar con
grande~ dotaciones los ministro., del ~antuario, seria en lo suce-
sivo una verdadcra carrera, y ningun padre se desdeiíaria de
dedicar a ~us hij03 al sacerdoeio: esto lo conseg,jria tlJlllbien el
gobierno dotando competentemente á los seminarios conciliares y




DE UN VOTO PARTICULAR. 319


demás establecimientos donde el clero ha de recibir su educa-
cion, y asi podriamos llegar á tener un clero digno, respetable,
un clero ilustrado. Si esto no lo hacemos, si nos contentamos
solo con atender á las necesidades actuales de la iglesia por la
falta de medios; si en ese proyecto que se nos anuncia no hay un
pensamiento fecundo en consecuencias ulteriores, entonces traba-
jaremos mal para la actualidad y nada conseguiremos para el
porvenir.


»He revisado, señores, lodos los párrafos del voto particular
que he t~nido el honor de presentar á la dcliberacion del con-
greso, y digo todos los párrafos que se refieren al del Trono á
que tenia que contesta,', si bien en mi voto particular hay una
adicion de que necesito ocuparme: hablo, señore,;, de esa indica-
cion que he hecho de la necesidad que existe de que se dé una ley
reprimiendo los abusos de la imprenta, asegurando sin embargo
este importante derecho consignado en la constitucion.


»Ef congreso conocerá que paN hacer una indicacion de esta
importancia en el proyecto de contestacion que he presentado, se
necesitaha un estímulo poderoso, si se ha de juzgar, señores, con
imparcialidad, consultando ,las omisiones que en ese mismo do-
cumento he padecido, aunque de exprofew y por no encender las
pasiones. Esperaba, sin embargo, ser combalido, y lo c~peraba,
no solamente en el sentido en que lo ha hecho el Sr. Collantes,
sino en otros que todavía podrán tener lugar en el debate; pero,
señores, yo no pocHa ni debia guardar silencio en materia tan
importante. ¿Podia yo, señores, dejar de alzar mi voz en benefi-
cio de la prensa c¡;ando veia que la legislaeion que existia fué
derogada por un decreto, que se creó otra de una plumada, y no
solamente se hace esto, sellares, sino lo que verdaderamente es
mas estrallo, que no se ha hecho ni la menor indicacion de ellil
en el discurso de la Corona?


¡¡Este suceso, sCliores, envuelve varias cuestiones: primera, la
de la legitimidad ele e,-e decreto; segunda, b del mal principio
aceptado por el gO,bierno para reprimir á la imprenta; y tercera,
la de la ofensa hecha a la p¡'er03'ativa del parlamento.


» Yo bien sé, señores, que los defensores del ministerio actual




320 DISCURSO EN I'EFElSSA
han querido sostener la legalidad de ese decreto bajo el pretesto
de que por él no se derogaba una ley, sino otro decreto promul-
gado por el podel'. E~ta es, señores, toda la razon que se da para
sancionar este hecho, en el cual el gobierno ha traslimilado sus
facultades. Pero yo, señores, no puedo reconocer esta doctrina.
Decreto era lo que existia, pero era decreto que habia visto y
acatado el parlamento. En el momento que un decreto, en mate-
ria que solo puede tocar la ley, pasa por una legislatura, si no es
una ley, es una obra, a la que el gobierno no puede tocar por si
mismo. Y aunque no hubiera esto, aun cuando no fuese mas que
un decreto que pudiera derogarse, es claro que derogándose qlle-
daria vigente la legislacion que antes existiese. Pero dar una
nueva ley, dar las reglas con que han de perseguirse los escesos
de la imprenta, esto no po!lra sostenerse nunca que esta en las
atribuciones del poder ejecuth o; y esto precisamente es lo que
se ha hecho. Yo, sin embargo, no leyantaria hoy mi voz, si ade-
mas del hecho de haber~e deregado por el gobierno la legislaciOll
que exisUa no hubiese este guardado silencio sobre ello, en lo
cual, señores, veo lastimadas las prerogatiYas del parlamento.


)lEl gobierno asi lo ha hecho, sin que se haya visto cnnece-
sidad ni tenido molh-o para ello; pues que si hubiera ,'cnido a
suscitar aquí ese debate, quiza con nuestro asentimiento habria-
mos dado fuerza á ese a¡;to del poder. Pero, señores, traslimitar
sus facultades y no presentarse siquiera al parlamento á dar las
razones, ni aun hacer men(~ion de ese acto, el más tr~s~endental,
como que afecta a un principio consti"ucional , no lo creo solo una
mera trasgresi~n, sino un lujo de lastimar las atribuciones de las
córtes. Y levanto lambien mi voz, porque precisamente en esta
parte creo que estuvo poco feliz el poder. El Sr. Collantes, al de-
fender lo::; actos del gobierno combatiendo mi voto, no ha podido
defender ese decreto, no; ni creo yo que haya (Juien le defienda,
pues a mi entcnder no puede hacl'J'~e. ¿,Y tÚl1l0, señores, podria
defenderse es() deerpto, que en primcr lugar hace a la justicia ci-
vil y criminal eminentemente poliliea, mezclándola en sus cues-
tiones, siendo asi que en la anterior legislatura resonaron cien y
'ien voces en la camal'a, todas unimimes y conformes en mani-




DE UN VOTO PARTICULAR. 321
festar que deseabamos llegase el dia de que la política se apartasf\
enteramente de las funciones de la magistratura?


»Pues en ese decreto precisamente la política se encarga a los
magistrados, haciéndoles jueces de los cscesosde la imprenta.
Pero sobre este defecto capital que me lastima, y espero que el
gobierno de S. M. se apresure a remediarlo, hay que consultar,
señores, la inseguridad, la falta de seguridad en que queda _el
país respecto al uso de ese derecho. ¿Cómo ha de ofrecer garantía
alguna a los escritores? Es menester no hacernos ilusiones. Yo
jamás he abogado ni abogaré por la imprenta que se escede; al
contrario, los escesos quiero que se repriman. Nadie puede ta-
charme de ideas desorganizadoras en esta parte, no. Pero entre
el deseo de la represion de los abusos y el deseo de que se res-
pete el derecho hay una distancia inmensa. ¿Y podrá nadie decir
que cuando no tenemos ley orgánica de tribunales, cuando el ar-
tículo constitucional relativo á la inamovilidad de los jueces no
está en ejercicio, cuando los jueces no tienen ninguna garantía
de permanecer en sus puestos, cuando son enteramente emplea-
dos amovibles del gobierno, pues así sucede hoy, sean los jueces
competentes para juzgar 103 abusos que pueden cometerse por la
imprenta? ¿Podrá esto sostenerse?


» Yo creo, y creo muy bien, que sera muy cómodo para el
gobierno; pero más cómodo es el absolutismo, y sin embargo no
queremos ir á él. Podrá defenderse, y lo ha defendido el Sr. Co-
lIantes por el resultado, pues nos ha dicho: «El decreto se ha
»dado, y sin embar'go, no hemos visto que haya habido denuncias
»que se hayan puesto en ejecucion,» de lo cual inferia S. S., y
podda inferit'se tal vez, que por el gobierno actual se castiga más
el abuso en doctrina que en el becho. Y en prueba de ello nos
leyó S. S. un artículo de El Clamor Público. Xo sé yo hasta-qué
punto pueda ser buena esta doctrina: por mi parte creo que cada
instituciotl está creada para un objeto: creo que las córtcs deben
ocuparse de las leyes, y el gobierno de gobernar. Para mí no
seria objeto de censura que el gobierno hubiera denunciado cien
y cien periódicos, cien y cien altículos. Si los hay subversivos,
su debol: era denunciarlos; y ciertamente yo no alegaria como un


TOMO UI. 21




322 DISCURSO EN DEFENSA
mérito, segun hace el Sr. Collantes, el que haya un artículo sub-
versivo, y sin embargo no se haya denunciado. En esto· S. S., á
ini juicio, hacia mal el panegírico del gobierno, á quien defiende;
pues hay dos infracciones, á las cuales no encontrará S. S. dis-
culpa para el gobierno: la primera dar una ley ilegalmente, y la
segunda dejarla de cumplir el mismo gobierno.


» Yo repito qUl- creo que cada institucion está creada con un
objeto, y que solo es buena cuando responde á él; creo que las
córtes estil.ll para acordar leyes y S. M. sancionarlas cuando lo
tenga por conveniente, y el gobierno para gobernar; y que por
consiguiente, si ha habido arLÍculos sul:>versivos ha debido de-
nunciarlos. Pero no es esta la cuestion que aquí se agita, no es la
cuestion si ha habido ó no denuncias, porque de ellas conocen
los tribunales. Aquí lo que debemos examinar es si ese decreto
estuvo ó no en las atribuciones del gobierno; examinar si no están-
dolo, como indudablemente no lo estaba, ha debido bacer men-
cion el gobierno en el discurso de la Corona para aquietar el
ánimo de los diputados, que no ha podido menos de agitarse al
ver atacadas las prerogativas del parlamento; y tercero, exami-
nar si puede remediarse el mal, puesto que hay un derecho con-
signado en la conslituciou que está sin garantías.


»EI congreso ha yisto, señores, si ni en los párrafos de mi
voto, ni en el discurso que he tenido el honor de pronunciar,
hay una idea, hay un pensamiento, hay un solo principio que no
sea la idea, el pensamiento y el principio que siempre ha profesa-
do el partido moderado á que todos pertenecemos. Ya no podrá
ponerse en duda cuales son nuestras opiniones; ya no podrá de-
cirse que se desconocen cuales son nuestros principios; ya no
padra tacilarSenos de que se desconocen nuesLros fines, y de que
solo·tt'atam()s de sombrat' la diviúon; porque, señores, la division
no se siembra en los partidos polilico.3, que vi ven solo de ideas y
principios, mantsniendo 103 que constantemente se han proclama-
do; el que se apal la de ellos es el que los dhide.


llConcluiré, seIiores, manifestando al congreso únicamente,
que como ya ha debido conocer, al fOl'mular este voto no podia
yo tener esperanzas del triunfo. Desgraciadamente la oposicion




DE UN VOTO PARTlCULAR. 323
se encuentra en circunstancias especiales, singulares, y puede
decirse que {micas en la historia de todas las oposiciones. A nos·
otros no nos quedan mas que los sinsabores y disgustos inheren-
tes á todos los que emprenden esta carrera: esperanzas, ningunas;
ni aun la de la gloria, que alcanza á las oposiciones cuando ca-
minan á su objeto. A n080tr03 nos está cerrada esta puerta tam-
'bien, ¿y por qué? Porque las oposiciones únicamente caminan á
la gloria cuando vienen aquí á presentar un pensamiento nuevo,
y á hacel'le triunfar en el parlamento; pero nosotros, que veni-
mos con el pensamiento que siempresostuyO nuestro partido, con
sus principios y sus doctrinas, nos presentamos, no á buscar glo-
ria personal, sino gloria para nuestro partido, á hacer que se rea-
licen las ideas que siempre ha proclamado, librarle de las impre-
caciones de sus enemigos, y hacer que esa censura que pesa so-
bre él, cese; pues que pasaron los dias en que otros medios pu-
dieron ser necesarios.


llSi el gobierno manifestase, como lo ha indicado el Sr. eo-
Ilantes, que está dispuesto á entrar por ese sendero, y haeer por
el país todos los bienes posibles, la oposicion se dará por satisfe-
cha, y creCl'á haber hecho á su patria todo el bien que le era po.
sible; pero si no lo hiciese. si el gobierno persistiese en sus ideas,
y en seguir el camino emprendido, la patria nos verá firmes en
este puesto, llenando nuestros deberes con valor y con perseve-
rancia. (Grandes aplausos.)






EL MARQUÉS DE MOLINS·


Si las revoluciones políticas, consideradas en su as-
pecto de destruccion y de desórden, son una calamidad
inmensa en la vida normal y pacífica de los pueblos ci-
vilizados, juzgadas en el órden moral, en el órden social,
yen el órden científico, son por el contrario elementos
de bienestar futuro, de progreso, de ci vilizacion y de glo-
ria en el 'desarrollo necesario y providencial de las na-
ciones.


Cuando la revolucion invade la sociedad con el mar-
tillo demoledor en una: mano y la tea del incendio en la
otra; cuando al proclamar la idea de la fuerza, de la vio-
lencia y de la venganza, se apoya, como es consiguiente,
en el escepticismo, en la inmoralidad y en la injusticia;
cuando llama libertad á la tiranía, igualdad al esclusivis·
mo, y ci vilizacion á fa barbárie; cuando los hechos se
sobreponen á los derechos, y :el interés de pandillaje al
espíritu de nacionalidad, la revolucion entonces es la ex-
piacion de los delitos de los pueblos y de los reyes, y un
paso de retroceso en la marcha lenta, pero majestuosa, de
la humanidad.


Pero si esos sacudimientos sociales van impulsados
por una idea grande y sublime, como la idea religiosa,




326 EL MARQUÉS DE MOLINS.
por un principio justo y civilizador, basado en el bienes-
tar general, entonces la revolllcion, en vez de ser un cas-
tigo, es una fortuna; en vez de pervertir y hacer retro-
gradar á las naciones, las engrandece, las ordena, las
moraliza.


Las revoluciones del primer género, como la francesa
de 1792, producen unaconvencion, dan vida á un ltlarat,
é inundan de sangre noble é inocente el suelo de la Fran-
cia. Por el contrario, las revoluciones reparadoras y de
progreso sensato, como esa misma rcvolucion francesa
en 1806, crean un imperio, hacen brotar un Napoleon, y
derraman sobre esa misma Francia torrentes de gloria, de
civilizacion, de poderío.


Las revoluciones políticas son como las tormentas del
mar que, si bien entre sus turbias y revueltas olas saca
á la superficie de sus aguas algas nauseabun9as y cadá-
veres mutilados, arroja al mismo tiempo sobre la arena
de sus orillas conchas de mil colores y preciosas perlas.


Sin la revolucion inaugurada Em España en 1834, no
registraria, es verdad, nuestra historia crímenes espanto-
sos y desgracias innumerables, "pero tampoco reseñaria en
sus anales contemporáneos, adelantos y mejoras, imposi-
bIes de realizar en un estado normal y pacífico, ni grabaria
en sus páginas tantos nombres gloriosos como en estos
tiempos se han inmortalizado, de vol viendo á su patria el
perdido ú olvidado renombre de nacion valiente y civi-
lizada.


,Sin la revolucion española, que trajo consigo la guer-
ra civil, la prensa y la tribuna, ni la Europa admiraria,
ni la Espafia se hubiese ennoblecido con los hechos he-
róicos y el génio militar de ZU1n1lacárregui y Diego
Leon, con las leyendas de Zorrilla y los poemas de Es-
pronceda, con los artículos satíricos de Larra y las obras




EL MARQUÉS DE MOLINS.
~


327
político-religiosas de Balmes, con las peroraciones tribu-
nicias de Lopez, y los discursos filosóficos-parlamentarios
de Donoso.


A la revolucion tambien ha debido el marqués de
JIolins, como otros muchos, como casi todos los hombres
importantes del país, su vida pública, su mayor ó menor
renombre, su personal engrandecimiento.


A no haber muerto Fernando VII, el personaje cuya
biografía trazamos, se llamaria simplemente D. Mariano
Roca de Togores, y aunque acaso se le conociese por
poeta, pues el que nace con esa aflcion no deja de mani-
festarla tarde ó temprano, no hubiera sido seguramente
representante del pueblo y académico de la Lengua, se-
nador y marqués, ministro y orador parlamentario.


A no haber sobrevenido en 1834 la revolucion políti-
co-social, que toda vía conmueve los más sólidos cimien-
tos de la vieja España, el marqués de Molins, hijo terce-
ro de una aristocrática familia, seria en la actualidad ca-
pitan de navío, dignidad eclesiástica, mayordomo del rey
ó coronel de la Guardia, segun la carrera á que sus pa-
dres ó sus inclinaciones le hubieran dedicado.


Pero la revolucion le arrastró en 1831, como á todos
los jóvenes en el revuelto torbellino de la vida pública,
colocándole, como a la mayor parte de los de su clase, al
lado de la legitimidad de Isabel I1, y por consiguiente al
lado del sistema constitucional que aquella simbolizaba.


La poderosa influencia de su familia, y sobre todo la
reputacion de periodista y literato que en 1840 alcanzaba
Roca de Togores, le llevaron por primera vez al congre-
so en la apertura de aquel año, mereciendo de sus com-
pañeros la honrosa distincion de ser elegido segundo
secretario; distincion que probaba que el jóven diputado
no era uno de esos políticos vulgares á quienes la suerte,





328 EL 1I1ARQUÉS DE MOLlNS.
más que su propio mérito, suele guiar á veces por la es-
trecha y difícil senda de los honores y la fortuna.


Cuando Roca de Togares se sentó por primera vez
en los escaños de la representacion nacional, no era el
político que va á legislar, aplicando á la esfera del go-
bierno sus estudios sobre el derecho público constitucio-
nal de las sociedades modernas; era, sí, el poeta dramá-
tico, el escritor de costumbres, el estudiante que acababa
de cursar leyes en las universidades, y que miraba la
política por el prisma de la poesía, de la crítica y de la
legislacion.


Así sus primeros discursos son más bien disertaciones
académicas, artículos históricos, en que resaltan las
citas de tiempos y de cosas antiguas, la~ frases poéticas,
los alardes de erudicion.


Por eso su discurso más notable de aquella época, en
, (


que defendia la famosa ley de ayuntamieritos, como in-
dividuo que era de la comision, no fué otra cosa que la
esplicacion de un profesor de derecho público sobre el
orígen, organizacion y atribuciones de las municipalida-
des de la edad media, en que habló es tensa y 1 uminosa·
mente de los antiguos fueros y franquicias populares, de
los municipios romanos y de las Hermandades de Cas-
tilla, de las mesnadas y de los señores de horca y cuchi-
llo, del feudalismo y del poder real, citando á casi todos
los reyes de aquellos tiempos, inclusa dOlia María de
lJJolina, título de un drama político-romántico que aca-
baba de componer.


La práctica que, segun el adagio vulgar, hace maes-
tros, hizo, y muy consumado en política, al poeta dipu-
tado, enseñándole en 1844 que se saca más fruto siendo
partidario que erudito.


De ahí el que su discurso sobre el mensaje á S. M. y




EL MARQUÉS DE MOLINS. 329
acusacion del Sr. Olózagá fuese una peroracion esen-
cialmente política) parlamentaria, vehemente, sentida é
intencionada, sin que por eso estu viese desnuda del tinte
agradable de poesía y de eruc1icion con que el marqués
de Molins adorna, aunque él no quiera, todos sus discur-
sos, como cuando decia, refiriéndose á los generales am-
nistiados que desembarcaron en Valencia y se pusieron
al frente del movimiento constitucional de 1843: «El pue-
blo los recibió con las lágrimas en los ojos y los envió á
la pelea. ¿Cómo vol vieron? Volvieron como Guzman el
Bueno cuando Alfonso el Sábio estaba enc~rrado.en Se-
villa. Volvieron como hijos de ganancift como hijos de
prez.»


Como muestra de su intencion politica, de sus ideas
monárquico-moderadas, véase cómo definia á los reyes
constitucionales bajo la dominacion del Sr. Olózaga ó
del partido progresista. «Segun el Sr. Olózaga, y segun
las teorías constitucionales, que aquÍ se han esplanado, el
rey constitucional no es otra cosa que un ídolo, pero un
ídolo ae oro sin sentimiento, sin vida, sin accion, que no
puede hacer ni pensar nada por sí mismo; detrás de· este
ídolo está el sumo sacerdote, que es el primer ministro,
el cual pronuncia sus oráculos y los hace pasar por la vo-
l~ntad divina, gozando de todo el prestigio que le comu-
nica. Ese gran sacerdote disfruta del palacio del ídolo,
en que el ídolo no. manda, de sus bosques, de todo lo que
es de Dios; y á los demás no les es permitido mirar á la
divinidad, si bien el sacerdote, haciendo como que la
limpia, la trata de una manera desvergonzada y sacrí-
lega.»


Desde aquel1as memorables sesiones, el literato con-
virtióse en político, el erudito en orador de parlamento;
los menos perspicaces en política vieron en él desde en-




330 'EL MARQUÉS DE MOLINS.


tonces un futuro ministro, mucho más al mirarle sentado
en los bancos del centro, fraccion bautizada con el nom-
bre de lajóven Polonia, y escogido plantel de hombres
de gobierno, de donde salieron en distintas épocas, y por
diversos caminos, para las sillas ministeriales, Sartorius,
Pastor Diaz" Seijas Lozano; Nocedal, Llorente, Ros de
Olano, Posada Herrera, y otros de aquellos diputados
noveles que~ como el personaje de quien nos ocupamos,
se dieron desde un principio aires de personas importan-
tes é independientes.


A esta su bien calculada actitud política, y á su in-
disputable talento, debió el marqués de lllolins ser mi-
nistro de marina en 1848, á una edad en que muchos de
nuestros hombres políticos han empezado su carrera.


De seguro que, al llegar aquí, no faltará algun ino-
cente lector que esclame: «1:, Y cómo encargaron de un
ramo especial y facultativo á un autor dramático, á un
literato, á un erudito?» El que esa pregunta nos dirija,
no ha comprendido aun que los españoles servimos para
todo; que el talento da aptitud para todos los cargos y
profesiones, y q \le el marqués de Molins es una de esas
naturalezas que se amoldan con fruto á todas las cien-
cias, á todos los estudios, á todas las ocupaciones.


Dice uno de sus biógrafos, con tanta gracia como ma-
lignidad, que le valió el nombramiento de ministro de
marina la magnífica figura que usó Em un discurso en de-
fensa de la indemnizacion de los partícipes, de algunos
de los cuales se aseguraba que carecian de títulos; á cuya
observacion contestaba el diputado Roca de Togores:
(ILos títulos se han sumergido en las aguas de Lepanto.))


Para ser imparcial el epigramático autor de su sem-
blanza, debió añadir á la rareza de su nombramiento, la
mayor aun de haber sido el marqués de Molins uno de




EL MARQUÉS DE MOLlNS. 831


los mejores ministros de Marina, de los tiempos moder-
nos, inclusos los hombres encanecidos en la ciencia, los
más prácticos y afamad os generales del ramo. .


Concluyamos el retrato político del senador modera-
do, trazando algunos rasgos que caracterizan su fisono-
mía de orador de parlamento.


Tiene, en nuestro concepto, el marqués de Molins un
gran defecto para ser un perfecto orador parlamentario;
y es su mucha y variada erudicion. Y si esta cualidad es
una, acaso la principal de las que constituyen la verda-
dera oratoria, porque no se concibe un buen orador sin
instruccion general y selecta, predominando como predo-
mina entre las dotes oratorias del marqués de Molins,
viene á ser un defecto en vez de una ventaja, porque so-
foca ó deslustra á veces á las demás.


Véase cualquier discurso de este orador, y se notará
que la erudicion lo absorbe y lo domina todo: el senti-
miento, la inspiracion, el método, la lógica.


El ma1'qués de jlolins, por su escesiva erudicion,
es un orador de imaginacion más que de sentimiento;
más ameno que profundo; más espositor que lógico; con
más afectacion que espontaneidad. Es un pintor que se
olvida del fondo por fijarse en los detalles; un aficionado á
cuadros, que da siempre más valor é importancia al mar-
co que á pintura. Por consecuencia de este defecto de
erudicion, que en los demás oradores es una cualidad
inapreciable, el marqués. de Molins di vaga con frecuen-
cia y generaliza con esceso; en sus discursos, los acci-
dentes oratorios, amenos siempre y agradables, debilitan
la fuerza y el vigor de sus argumentos, y alejan la aten-
cion del auditorio y de la cámara del objeto que se dis-
cute.


Para el marqués de Molins no hay materia árida ó




332 EL MARQUÉS DE MOtiNS.
descarnada que él no presente agradable y vistosa con
los delicados adornos de su erudicion y buen gusto.


¿Se opone al proyecto de ley de autorizaqion para
llamar 35.000 hombres al servicio de las armas? Enton-
ces os hablará del Libro de los reyes, citando el capítulo
yel verso para probaros el derecho que tienen las potes-
tades de la tierra, concedido por Dios, para reinar sobre
vosotros y tomar vuestros hijos, y hacer de ellos ginetes
y précursores.


y dejando la historia sagrada por la profana, os re-
ferirá las gloriosas conquistas de los tercios espmioles en
Flandes, en Holanda, en Bélgica, en Portugal y en Ita-
lia, pasando de un salto á la conquista del Nuevo-Mundo.
y despues de alabar el valor y el arrojo de nuestros
primeros ejércitos de voluntarios, os contará sus saqueos
y su indisciplina, y las dlIras medidas que para,conte-
nerlos adoptaron el marqués de Espínola y los duques
de Feria y de Alba, sin olvidar la quema de las naves de
Cortés, que contuvo con esa heroicidad á sus soldados
aventureros, próximos á abandonarle.


Despnes os esplicará el origen y mecanismo del sis-
tema de levas y del sistema de quintas; y sabreis que la
primera que hubo en España la decretó el Sr. D. Feli-
pe V por su pra.gmática dada en Sevilla el 17 de diciem-
bre de 1732, firmándola el rey y su ministro D. José Pa-
tiño, de cuyo carácter de letra no tuvo por conveniente
el Sr. marqués de Molins decirnos una palabra.


y no es porque no lo supiera, pues de seguro vió en
algun archi vo el original de dicha pragmática, sino por-
que no lo creyó una curiosidad digna de saberse, como la
de que Coton el Censorio empezó á servir á los diez y
siete años, y Manlio Capitolino á los diez y seis.


Tambien os hablará, combatiendo por supuesto el




EL MARQUÉS DE MOLlNS. 333
proyecto de autorizacion, de las diferentes leyes que han
seguido sobre la estatura de los quintos, y os dirá que
nuestros mayores, los elegidos del pueblo de Dios, no
fijaban la estatura, y que hablando de ella los libros sa-
.grados, dicen que los ismaelitas lloraron amargamente
cuando supieron que sus enemigos eran tan grandes, que
ellos' parccian á su lado lagartos. Y sabreis, además, que
el famoso filisteo tenia de estatura seis codos y un pié, y
que Neron tuvo una legion que fué á los puertos Cas·
pios, cuya talla llegaba á seis piés cabales.


Por supuesto que para hablar de todo esto, comba-
tiendo siempr!,"lla inconveniencia del proyecto del gobier.
no, tuvo precision de hablar de las leyes de Cayo Graco
y de las de Teodosio, y cit~r testos en latin de los libros
de Tito Livio; y nombrar á L01'enzo de Médicis, llama-
do ellJ'Iagnífico, y al gran Galileo, y á Juan Bruneles-
chó, y á Juanelo.


Concluia el marqués de 1110Uns su eruditísima y
agradabilísima peroracion oponiéndose al proyecto de
una nueva quinta, y esclamaban los diputados y los es·
pectadores:


((Es verdad que no ha probado nada contra la con-
veniencia y oportunidad del proyecto, pues casi se ha ol-
vidado de combatirle, pero en cambio, ¡qué agradable-
mente nos ha entretenido; lástima que haya terminado
tan pronto su peroracion!»


Este es el mayor elogio que del marqués de Molins
puede hacerse; las palabras de esos diputados confirman
lo que en otro lugar hemos apuntado: que su erudicion
profunda y variada es un defecto que le impide ser un
verdadero orador de parlamento, poseyendo, como posee,
un talento claro, una memoria felicísirria, ingénio agudo,
si bien no deslumbrador, imaginacion viva y despejada,




334 EL MARQUES DE MOLINS.
facilidad en el decir, estatura noble y majestuosa, y
ademanes dignos y naturales. Peclla entonaciún de este
orador de un tanto hueca y campanuda, y su estilo de
hinchazon y de atildamiento.


Á las primeras palabras se conoce ya que el marqués
de Motins es académico de la Lengua. Su frase correcta,
si bien algo rebuscada, sus giros anticuados, el sabor clá-
sico de muchas palabra,s, el estudiado órden gramatical
de sus períodos, revelan á las claras al ilustrado indivi.
duo, hoy presidente, del primer cuerpo científico de la
nacion.


Al oir hablar al marqués de Molins en el senado ó en
las recepciones de la academia, saltando con esquisita
pulcritud y con tanta finura y delicadeza desde un nom-
bre propio á un ad verbio, desde un verbo á un adjetivo,
figúrasenos ver á una coqueta bien calzada atravesar en
dias de lluvia, recogiéndose el vestido, las callés de la
capital.


Pero si las formas de sus discursos revelan al aca·
démico, sus pensamiento'} delicados, sus bellas i!1lágenes,
sus sentenciosas reflexiones revelan al poeta y al filó-
sofo.


La brillante impl'ovisacion que sobre la guerra de
África pronunció en el, senado el 17 de octubre de 1859,
le acreditó en ese concepto y en el de publicista y hombre
de Estado; así como su magnífica peroracion en defensa de
la nobleza española, que á continuacion copiamos, en la
que están magistralmente interpolados, formando un
agradable conjunto, los rasgos de imaginacion y las mas
profundas considet'aciones, los bellos accidentes oratorios
y las sentencias políticas más atinadas, la historia y la
filosofía, la sublimidad del concepto y la pureza del len-


guaje.




EL MARQUÉS DE IIfOtiNS. 335


Concluiremos con una observacion: El marqués de
~lolins tiene la vanidad del tribuno, y busca con afan y
ama con pasion la popularidad, pero no la popularidad
de las masas, sino la de las gentes sensatas é inteligentes.
Algunos maliciosos llaman á este plausible defecto deseo
inmoderado de ponerse en evidencia, y de atraer sobre
su persona, cuando habla, cuando entra en las cámaras,
la atencion de todo el auditorio, incluso el bello sexo, re-
cordando á este propósito que en los primeros tiempos ne
su vida pública usaba corbatas muy vistosas y guante
amarillo el dia que habia de usar de la palabra, y que
aun atraviesa el salon del senado con el gaban terciado
sobre el brazo izquierdo con cierto negligé y actitud co-
quetona é interesante.


Esto no pasa de ser murmuraciones de gacetilleros. El
marqués de Molins, repetimos, ama como todo hombre
de talento la popularidad, esa popularidad que enno-
blece, y con que recompensa la s?ciedad los hechos he-
róicos ó los frutos del ingénio, y el mismo marqués de
Jlolins confesaba en cierta ocasion el deseo de esa po-
pularidad, cuando concluia uno de sus discursos con
estas palabras: «(Todavía ni la edad ni la vejez me han
estragado de tal modo el paladar que haya perdido el
gusto á ia buena popularidad, no á las vanas palmadas.»


Faltaba al marqués de Molins en su carrera pública
un nombramiento de embajador, y no por pueril am-
bicion, no por vano capricho, sino acaso por el deseo de
hacer ver á algunos detractores que sirve para todo,
como en otro lugar indicamos, le obligó últimamente á
admitir la embajada de Lóndres, sacrificando á la satis-
faccion de ese deseo su consecuencia política, su; repu-
tacion de moderado.


y tal es el talento del marqués de Molins, que sin




836 EL MARQUÉS DE 1I10LlNS.


apostatar d,e sus antiguos principios conservadores, re-
presentará dignamente á la Union Liberal en su política
revolucionaria, con tanta dignidad, con tanto talento
como la atacó desde los bancos del senado en su domi·
nacion algo reaccionaria de los cinco años.


y cuando sus enemigos llaman á esto apostasía y de~
feccion, el marqués de Jfolins dirá, y nosotros con él,
que ese aparente cambio de opiniones no es en realidad'
otra cosa que una cuestion de ciencia, un alarde de in-
génio, un cambio de domicilio.


Discurso en defensa. de la. clase noble.


«Debo comenzar dando muy sinceras y cordiales gracias a mi
digno amigo el Sr. Duque de Valencia ppr haberme propor-
cionado ocaiOion de levantar mi voz en este debate. El senado
conoce que habiendo pedido la palabra el SI'. Duque de Valen-
cia, autor de la reforml; el Sr. Seijas, que tambien formó parte.
de aquel gobierno; el Sr, Luzul'iaga, que á lo que enliendo ó re-
cuerdo se opuso á aquella reforma, y tiene una posicion deter-
minada y muy respetable en un partido respetable tambien,
queda una posicion completamente desocupada que es preciso
llenar: la de aquella clase llamada pOl" la reforma, echada por la
contrareforma, traida á discusion á cada momento, Es necesario,
pues, que algo se diga sobre este punto.


¡lEl Sr. Duque de Valencia, recordando tiempos pasados,
ha dicho con alguna exacti:ud, y con alguna inexactitud tambien,
que yo defendí en 18403 el procerato hereditario, Es exacto que
al discutirse una enmienda del Sr. Marqu6s de Montevírgen pJdí
la pal¡¡.bra en pro; pero las combinaciones que en los parla-
mento.; y cámara3 d31iberativas acontecen, hicieron que yo ce-
diese la palabra á otro orador, De modo que S. S. ha estado
exactísimo contando mi humilde nombre entre los defensores de




l>1SCURSO EN DEFENSA DE LA CLASE NOBLE. 337
ese pi'incipio desde muy antiguo; pero se ha olvidado, y ha he- '
cho hienen olvidarlo, porque poco importaba, de que no usé de
la palabra: lo hubiera hecho mal entonces, como no lo haré
bien hoy.


«No se crea, señores,que' porque á este hecho personal me.
refiero y porque a una posicion, especial tambien, aludo, retiros
nada de lo que dije la primera vez'que en esta legislatura dirigi
la palabra al senado en contra de esa especie de contagio de
personalismo, de individualismo, de egoismo epidémico que todo
lo invade y corrompe; de esta especie de génio familiar que vie-
ne á sugerir al oido del individuo: (cApártate de la clase en que
»estás; apártate de la fraccion á que perteneces; y a3i" tú solo.
»administraras el patrimonio de honra, de gloria y de porvenir
»de todos.» Luego, estendiendo la propaganda, le dice á la frac-
cion: (cLevantate contra el par tid.o , habla tú sola en su nombre,
)lmuévete sola tambien en su nombre; y así, tú sola, fraccion,
»serás pártido.» Luego, estendiendo la predicacion, le dice al
partido: (cHé aquí la nacion que está dividida; hé aquí que está
))compromotida en una guerra e3torior: levillltate, y tú solo, par-
lltido, serás nacion.)) Luego, estendiendo su propaganda, le dice
a una nacíon: (cHaz tu cuenta, piClBa en lus caminos de hierro,
llen el alza y baja de tu.s fondos'; ¿y qué te importa que Polonia
llsucumba, y que en Siria se degüelle á los cristiános? Haz tu
» cuenta , mira tú interés nacional, no .te ocupes del interés ge-
llneral. »


)lEs consolador que en medio. de e3ta epidemia que, como
digo, todos tocamos, que todo lo corrompe, exista alguna nacion y
haya alguna clase que queden limpias del contagio. Esta nacíon
es sin duda, ó á lo meno3 es una de ellas, la nacíon en que se
habla la .lengua de Cervantes, la nacíon que poco há vió levantar
la cruz do ,Granada para llevada á las playas de Africa á luchar,
á morir ó vencer por una idea, por una aspiracion, no por un
deseo materi~l de conquista. Hay tambien una clase, y esta cIa-
se, segun han reconocido tod03 los oradores que han hablado,'
ha mirado en su larga historia y en sus recientes hechos, mas
que por su interés propio, por el interés del Trono y de los


10»0 1II.




338 DISCURSO EN DEFENSA
pueblos. De esto me ocuparé mas adelante. Me conviene ahora
deciI· que el egoismo por sí solo no constituye todo el mal; sino
que trae de paso, como una secuela, una porcion de pasiones y
de instintos nocivos y perjudiciales. Es el primero de todos la
desconfianza.


)lEs la desconfianza una especie de egoismo colectivo, que es-
cita y mueve a los mas contra los menos. -


¡¡La desconfianza de la fraccion, contra el egoismo del indivi-
duo: contra el egoismo de la fraccion, la desconfianza del parti-
do: contra el egoismo del partido que ambiciona, la desconfianza
de la nacion: contra el egoismo de la nacion, la desconfianza de
las demas, de la Europa, de todo eL mundo. Tódos desconfiamos
unos de otros.


J)Así es que hay una frase en boca de todo el mundo, que
formlfla y pinta gráficamente esta general desconfianza. Y no es
esta frase la sola que existe. Cuando un sentimiento general se
apodera de las generaciones, nacen frases de esta especie.


» Recuerdo ahora que se contaba de un rey de nuestra actual
dinastía, que en lodo negocio arduo preguntaba: ¿Quién es ella?
Esto, que visto someramente, parece la suspicacia de un indivi-
duo, en un hombre de Estado revela,. bien analizada, una pro-
funda idea, la influencia de la mujer en las sociedades modernas,
y sobre todo, en la sociedad española.


lJCasi al mismo tiempo, un célebre literato y filósofo francés,
preguntaba al salir del teatro de ver un baile ó una ópera: «¿Qué
Jlprueba esto?» Esto, que parece una estravagancia, pinta el es-
píritu raciocinado!' y utilitario que queria hallar razon y utilidad
hasta en los rasgos póéticos de un autor dramático y en la vaga
armonía de una cantante.


)JLa frase que, he dicho antes, pinta gráficamente la descon-
fianza general que hoy existe; es esta: «¿Qué interés tiene?»


»Se dice que tal nacion ha pasado tal nota; que prepara tal
guerra. ¿Qué interés tiene? Porque hoy ya no estamos en tiempo
de cruzadas.


llSe dice que tal partido se abstendra de votar, que haraJal ó
cual evolucion 'política. ¿Qué interés tiene?




DE LA CLASE NOBLE. 339
))Se' dice que tal fraccion apoyará una enmienda. ¿Qué interés


tiene?
¡)Ahora mismo estoy oyendo á muchos de los que benévola-


mente me escuchan: ¿Qué in'terés tiene el marqués de Molins en
hablar de este particular?


»Voy á decirlo francamente. Interés pet'sonal, ninguno. Yo,
señore~, dedaro que si .de resullas de esta discusion se pudiese,
siguiendo la elocuente frase de un amigo que veo enfrente, retro-
ceder a la época de Cárlos III en que habia mayorazgos, esos
mayorazgos no vendl'ian a mi. Si se retrocediera todavía más; si
se pudiera retroceder ó avanzar, que esto no lo sé, hasta las le-
yes de Toro que permitian todas las vinculaciones que se quisie-
ran hacer, no vendl'ian a mí tampoco, porque ni soy bastante
rico para establecer una vinculacion á cada uno de mis hijos, ni
soy lo suficientemente desnatmalizado para condenar á la miseria
á la mayoría de mis hijos en beneficio de uno solo.


¡)No tengo, pues, interés alguno personal. Lo proclamo muy
alto, y lo digo francamente, puesto que' voy á defender cosas
que hoy no son muy pOlmlat'es.


»Soy hijo de la revolueion y de la situacion presente. Quitad
á la época moderna la imprenta y los periódicos, en donde en
compañía del SI'. Pacheco, del Sr. Perez Hernandez, del Sr. Do-
noso y otros muchos escribia, y mi nombre no hubiera llegado á
conocimiento de mis electores. Quitad las eleccionas, y no hubiera
habido un escaño en que yo pudiera sentarme. Quitad la tribuna
¿y cómo entonces la Reina hubiera fijado tan bajo su mirada en
mi? Quitadme, en Hn, el título de ministro, y no me sentaria en-
tre Y080t1'OS. No tengo otros.


»)Hombre nuevo, de la situadon nueva, no es por el interés
personal por el que me ocupo en estas cuestiones.


»)Pero, señores, ¿acaso no hay otl'O criterio que el personal
para. juzgar estos asuntos? ¿No hay el criterio de la filosofía, el
criterio de la historia, el criterio Mla política?


) Yo sostengo que el criterio de la filosofía, que el criterio de
la historia, que el criterio de la politiea aconsejan y demuestran
que la influencia de las clases elevadas en la gestion .de los nrgo-




340 DISCURSO EN DEFENSA
cios públicos es provechosa, mas que para nadie, y unicamente
para la libe rtad de los pueblos. Esto es lo que me propongo de-
mostrar.


))Anda muy de moda, de algun tiempo á esta parte, la palabra
y la idea de las corrientes.· Las corrientes revolucionarias, las
corrientes conservadoras. ¡Las·corrientes 1 Antes se decia tenden-
cias. Tendencias ó corrientes, allá se van; poco importa la pa-
labra~


))Yo veo en el corazon humano, )'eo en la sociedaél, y esto es
lo que importa, dos tendencias, dos corrientes: la P!'illlera de
ellas, mas que ninguna irresistible, mas que otra poderosa, es la
libertad. Por eso ·voy á hablar de ella.


nCuando á mí mismo me examino; cuando veo en abstracto al
hombre; cuando lo veo en conjunto en la sociedad, no puedo apar-
tar la vista de la idea de la libertad. El hombre es libre ha~ta en
la cárcel, hasta en el tormento. El Creador mismo, con ser poder
infinito y hondad suma, no ha querido siquiera hacer la bien-
ayenturanza del indiriduo sin que él ejerza IibreÍnente su al-
bedrío.


)) jTal es la libertadl No condicion, sino esencia del hombre.
Pero encarnando en su e~encia, no es toda su esencia. Siendo la
mas poderosa de laséol'rientes , no es la sola que impele al hom-
bre, porque no le hemos de querer haber tan li~re que le lleve-
mos á la selva, y dejarle allí solo para que él se administre su
libertad ..


))Xo: el hombre, además de querer ser libre, quiere ser social.
Esta es su segunda tendencia, y para llevarlo a la sociabilidad
abdica algo· de su libertad, y quiero que sus hermano::.; y que sus
compai'ieros abdiquen algo tambien por su parte. lIé aquí la esce-
lencia de la naturaleza humana; lié aquí el desideratum de la so-
ciedad; hé aquí el gran problema de los políticos: combinar estas
dos cosas.


)) y hay una circunstancia notable, muy notable, y es que
aquellos Estados, que aquellos gobiernos, que aquellas naciones,
que aquellos momentos históricos que han dado más importancia
á la libertad, que han querido dar mayor dósis de libertad á la




DE LA CLASE NOBLE. 341
sociedad y al individuo, sea bajo la monarquía ó bajo la repúbli-
ca, han apelado á la aristocracia; y por el contrario, los que se
han apasionado de la igualda!l ha~la llevar a sus últimas conse-
cuencias la l'e301ucion del problema, detrás de la igualdad han
levantado la ti,'anÍa.


))Vosotros lo sabeis bien, señores senadores; no hay necesidad
de ir á Grecia para encontrar la prueba, viéndola libre cuando
gobernaba la aristoeracia, é igual cuando amanecia la tiranía. En
Roma, si quereis una .libertad heróica, bella, . te neis que apelar al
tiempo del patriciado, es decir, á la desigualdad, es decir, á la aris-
tocracia; si o:> enamorais de la igualdad, entonces preparaos al
triunvirato, preparaos al paniset (j.ircenses de los emperadores.
Pero, yo creo· que no es muy oportuno ir el buscar ejemplo,;
en tiempos tan remotos, t(~niéndolos eerca; muy cerca de nos-
otros, muy elocuentes, de lo uno y de lo otro. Tenemos dos
grandes naciones que marchan al frente de la civilizacion y de
esta clase de gobierno, que dan culto la una á la libertad, la
otra á la igualdad. En Inglaterra la libertad es todo;' el ciudada-
no inglés es libre en su culto,es libre en la emision de su pensa-
miento, en la prensa y en la palabra; tiene la libertad de asocia-
ríon y de reunion, la libertad de enseñanza, tiene casi la liber-
tad de comercio, tiene, en fin, una libertad indi ridual omnímoda; ,
las costumbres parece que están hechas allí todas on beneficio de
la libertad, parece que hasta la arquitectura civil y urbana han
venido á levantar un templo. á la libertad; cada ciudadano inglés
vive allí bajo un solo techo, mantiene libre la soberanía de su
familia; alrededor de cada casa hay como un foso que pare<;e gue
guarda la libertad de lo;; ciudadanos que habitan en ellas, como
guardan los mares la libertad de la Inglaterra . ¿Y qué es la igual-
dad en Inglaterra? ¡Ah, señor2s, lllUy poca eosa! Es muy poca
cosa lá igualdad en aquel pueblo donde son 103 lores casi reyes,
y los tejedores de Manchester casi máquinas.


¡¡No se atreve el ciudadano en Inglaterra á leyantar los ojos
delante de su superior; cualquiera que haya tenido criados in-
gleses lo sabe; no se atreven los ingleses á dil'igir la palabra al
que tieno al lado sin que sea anles present.ado, de miedo que




342 DISCURSO EN flEFENSA
sea una persona inferior y los degraf)e, tÍ que sea una persona su-
perior y los desaire: así es la libertad en Inglaterra.


»En Francia, señores, Hn las cosas de otro modo; el ídolo de
la nacíon y del gobierno francés, no dPl gobierno do ahora, sino
de iodos los gobiernos desde Luis XI, el ídolo de la nacíon y del
individuo francés es la igualdad; de la libertad se cura poco; la
han pintado en alguna ocas ion con un gOl'l'o frigio en la cabeza,
y en otra la han "representado por una prostituta, poro la aplican
poco y mal. Allí la igualdad es todo; hasta la arquitectura, quo
parece que viene á contribuir á la libertad del ciudadano en In-
glaterra, ha variado en Francia, donde parece que viene a cons-·
tituir la igualdad en las habitaciones que ocupan los ciudadanos,
y que se vive como en Madrid, todas son igualos, saliendo sus
habitadores a la call€ desde que salen a la escalera. He oido de-
cir que lambien tienen libertad -de cultos; poro despuos de decir
que tampoco la envidio, debo manifestar que hay en esto su mas
y su menos. Yo me he honrado mucho con la amistad de un cé-
lebre orador francés, fraile por cierlo, y por señas muy liberal, 01
padre Lacordaire, así como tambien con la del abate Degueri~,


. cura de la Magdalena; y á este último lo he oido decir que esa
libertad do cultos de FranCia es de puertas {l denlr'o: (Yo no


. »pod,ria sacar, dijo, en procesion ni siquiera el oriflama de los
»antiguos reyes más ana del peristilo de la Magdalena.»


)íHasta el Dios de Consolacion que ya á preparar, y consolar
al moribundo tiene que ir oculto debajo del gaban del sacerdote;
las calles y las plazas estan reservadas en Franria á los saltiban-
quis y jugadores de manos; el sacerdote del libre culto católico
no ·puede sacar ni el eslandarle en p"ocesion, y el pastor protes-
tante no puede herir las campanas el domingo para llamar sus
ovejas á la oracion: esa es la libertad de cultos en Francia.


»Pues de liberfadde imprenta1, ya sabeis, señores sena-
dores, lo que hay en Francia; de libertad de asociacion no se di-
ga; lo uno y lo otro, igual cero. Pues de. libertad de :enseñanza,
menos de cel'O, cantidad negativa. El gran maestro de la uni-::
versidad puede decir hoy de~de la Sorbona una cosa parecida a
lo que decia Luis Xl V d~sde Versalles: «el Estado soy yo.» Lo




DE LA CLASE NOBLE. 343
que se enseña en la Sorbona es lo que se enseña en Francia, y
nada mas; así es que pudiéndo decir como Luis XIV (eno hay
llPirineos,ll nos manda esa multitud de libros que se introducen
en nuestro país y que contienen muy frecuentemente doctrinas
que atacan nuestro dogma y corrompen nuestras costumbres y
hasta nuestra literatura: esta es la libertad de enseñanza.


llEs el pueblo inglés muy libre y muy aristocrático: es el
pueblo franoés muy igual, pero muy poco libre: un sinnúmero
de reglamentos forman su modo de ser y de moverse, y vuelvo á
recordar lo que me decía el padre Lacordaire: ((que si los regla-
llrnentos de Francia se eslendiesen sobre su superficie, el reino
)lentero quedaria cubierto de papel.» Todo está reglamentado.


¿Cúál de estas dos tendencias ó corrientes prefiero yo que se
adopte? ¿La de Francia ó la de Inglaterra? No es del caso saberlo.
Yo para mí tengo por mas aceptable, y hasta cierto punto pre-
fiero la española: prefiero que el ciudad.ano español no sea tan li-
bre como el ciudadano inglés; pero que pueda buenamente parar
en la calle al grande de España y al capitan general que lleva su
propio nombre, que se llaman Mendoza I.Í Córdov~ como él, y pe-
dirle el cigarro ú ofrecerle su almuerzo: yo prefiero esta igual-
dad; prefiero que el español no sea tan igual como el ciudadano
francés, pero que siquiera tengan la libertad de pedir un billete
de teatro sin que lo alinien como á un recluta.


llMe habia distraido, señores; pero de cualquier modo, queda·
demostrado con estos dos grandes y palpables ejemplos, que
aquel que quiera llevar la igualdad hasta sus últimas consecuen-
das, está muy expuesto á ver descollar por encima de su igual-
dad el látigo de Luis XIV ó la guillotina de la revolucion; y que
los que mas cuerdamente quieren cimentar el imperio de la
ley, la libertad civil y honrada del ciudadano, la libertad eh-il y
honrada de las instituciones, esos no harán mal e~ proteger esas.
clases, que son como la guardia pretoriana de esa libertad, en
que están interesados y de que son fieles custodios.


»Por eso, señores, pretendia yo en 18403, como honrfmdome
mucho ha recordado mi amigo el señor duque de Valencia, que
entrase el ehimen[o herediJario, la nobleza que no es en Espa ñ




344 DISCURSO EN DEFENSA,
ccw!O fuera de España, que no es aquí romo en otras partes, sím-
bolo de desigualdad, sino símbolo de amor. y de vida comun, de
una larga historia romo el señor duqüe de Valencia ha recorda-
do muy bie'n.


)Para ver otra rosa en España se necesita remontarnos a
tiempos antiquísimos, se necesita remontal'llO'S a la conquista del
Norte, áJa conquista de los godos, en que habia dos razas: en-
tonces, sí, era la libertad patrimonio de los que nlandaban, y la
igualdad del cri~tiano era el solo patrimonio de los oprimidos.
Pero desde el dia mismo en que Reearedo, en union de sus con-
des Palatinos, abjuró en el concilio segundo de Toledo de la l'e-
ligion arriana, de entonces aca, siempre han tenido, como ha di-
cho muy bien el señor duque de Valencia, las elases elevadas in-
fluencia en los negocios del Estado, en bien y provecho del pro-
comunal.


»Pero se dice: «(que aquellas clases no son como estas;, es que
»hay diferencia entre 'esas épocas y esta.» Teneis' razon: hay la di-
ferencia de tiempos á tiempos, de chilizacion á civilizacion. Pues
qué, ¿es el Trono de ahora como era el de entonces? ¿Administra
ahora el Rey la justicia sentand{lse á la puerta y cobijandose ba-.
jo una encina? ¿se deshereda ahora á un Rey cortándole el pelo
ó vistiéndole una cogulla? El clero de hoy ¿monta a caballo y ar-
ma ejércitos como antes? El pueblo de hoy ¿arma esas luchas
que entonces se armaban sobre si habia de seguir el rito muzára-
be ó el romano? ¿se levanta en masa contra los judios para que-
marles las casas, ó para 'degollados? 1\'0. ~l pueblo de hoy. no
es el de entonces; el clero de hoy tampoco lo es, ni la nobleza
actual es como aquella, ni el Trono de hoyes como el de aquella


, época. Existe pues diferencia; pero esa diferencia ¿ha modificado
el modo de ser, de obrar y de marchar de esa clase al través de
los siglos? No ciertamente.


)Se dice: (Ces que V. le atribuye á la grandeza, á la inter-
»vencion de ese brazo en las córles, muchas cosas que se hacian
»)sin éL) El Rey entonces convocaba las córles unas veces en Valla-
dolid, otras en ~Iedina del Campo, otras en Madrid, en la Coruña
y en otros puntos; y convocaba unas veces á los pr'elados, y otras




DE LA CLASE NOBLE. 345
a los nobles, y otras á los procuradores, segun le parecia conve-
niente. Pero esto que sr, alega como una razon, ¿es un mérito?
No; es un demérito, es un demérito muy grande, y un defecto
grandísimo de aquella constitucion no escrita. ¿Y qué ha resulta-
do de ese eselusivismo? Prescindir de los verdaderos defensores de
las libertades. Y no soy yo qUÍfm lo digo; ya lo (lijo el P. Maria-
na, y no mucho :antes que yo el Sr. Olóz.aga lo ha dicho tam-
bien; pero ¿á qué alegar autoridades? Lo han dicho cuantos se
han ocupado de estos hechos. Las libertades de España cayeron,
porque se desoyó el voto de eEas personas interesadas en su de-
fensa, cayeron precisamente por la latitud que esa constitucion
daba de llamar ó no llamar á esos brazos.


» Yo siento que esta cámara quizá cierre las puertas para en--
trar en ella á los descendientes de aquel condestáble, último ba~
luar~e de resistencia de las inmunidades que muderon en To-
ledo, la ciudad de los Comuneros, de aquel condestable, que
negandole resueltamente el tributo a Cárlos J, al oi!; que le de-
cia: «os cogeré y arrojaré por la ventana,» contestó: «Reparad
»bien que, aunque soy chico peso mucho.»


»No siguieron este ejemplo la:;; córtes de la Coruña, en que
no estaban los nobles, en que no estaba ese brazo, y en las que
se concedieron al Rey todos los auxilios qne pidió para atender á
las guerras con el estra~jero. Las consecuencias de esto fueron
que esa larga dinastía de A~stria, aunque gloriosísima para
España, fuese tambien ruinosÍsima para nueslras liberlades; y
aun durante ese largo período, que dijo el ilustre Valdegamas
que era un paréntesis para la historia, dentro de él, ¿no se
hizo algo en bien y provecho del pueblo? ¿Quién es, ó quiénes
eran los que se oponian á ht espul~ion de los moriscos en tiem-
pos áe Felipe IJI? ¿Quiénes eran? El duque de Gandía y el conde
de Oñate: tendrian interés en 0)10, no lo dudo; pero interés te-
nian tambien los procuradQres qtIC en una y otra ocasion clama-
ban porque se les arrojase.


») Viene la guel'l'3 de 'sucesion, y variando la dinastía sucede
lo mfsmo; poco des pues de terminada la guerra de sucesion, el
marqués de Frigiliana, despues de proponer al Rey una medida




346 DIStURSO EN DEFENSA
acertada y provechosa que no fué aceptada, aquel insigne patri-
cio dijo: «Hoy habeis perdido la monarquía.»


l) Vamos á los tiempos modernos (voy á rectificar un error de
otra parte), llegan los tiempos de hoy, de esta mañana, digá-
moslo aSÍ; nace á la yez la legitimidad del Trono, la libertad
del país en la menor edad de doña Isabél n; ha habido un pe-
ríodo ciertamente glorioso en que han defendiflo ese Troll() y esas
instituciones las espadas de los soldados yel valor de los ciuda-
danos; pero hubo un período, aunque pequeño, interesantísimo,
en que todavía la espada del soldado no se. hahia desenvainado,
en que toda\'ía los ciudadanos no habian empuñado el fusil de
la guardia nacional, estando aun pendiente de un hilo la suerte
del Trono y de la patria, de la libertad y de la legitimidad. En-
tonces eran esos grandes, providencialmente colocados, los que
inclinaron á favor de lo que hoy existe la balanza. Por derecho
propio se sienta en ~stos escaños el conde de Puñonrostro, cuyo
ilustre padre fué entonces desterrado por haber aconsejado bizar-
ramen~e á s. ~r. que convocase .las córles, y con él'otl'Os mu-
chos: tributo justo es este que debemos pagar aquí.


¡llIé aquí, señores, cómo además de que el criterio filosófico
enseña á la libertad se defienda bien con clases interesadas en
. ella, el criterio histórico de nuestra patria enseña lo mismo.


llAl oír citar al antiguo y al nuevo (',o11destable, al conde de
Puñonrostro, al marqués de Frigiliana, al conJe de Áranda,
grande tamblen é iniciador de las reformas modernas, que no se
deben olvidar, y á otros, se dice: (pero esos son individuos, no
son clases.» Tal vez se tiene razon en esto que se dice; más razon
de la que fuera conveniente tener: tal vez la falta de cohesion
en estas clases en much05 mómentos ha puesto :en peligro la sa-
lud pública y la legitimidad.


»Pero ese es el trabajo ele los hombres de Estado, dar cohe-
sion á esas clases, hacer que no vivan en las antecámaras ni en
los gimnasios, hacer que se eduquen, no para caballistas, sino
para senadores: ese es el trabajo de los hombres de Estado; eso
es lo que deben hacer los hombres de Estado, no en benefic'io de
una clase determinada ni de personas aisladas, por ilustres que




DE LA CLASE NOBLE. 347
sean, no; eso lo deben hacer en beneficio del país, en beneficio
del Estado, de la cosa pública, de la legitimidad del Trono, que
segun decía perfectamente el señor duque de Valencia, á seme-
janza de una ciudadela altísima, nece~ita estar rodeada de otras
ciudadelas más pcqueiías que la circunvalen y defiendan. Y hé
aqui cómo por sus pasos contados llego á la tercera parte" al cri-
terio político.


¡)Séñores senadores: yo no sé con qué espresiones de agra-
decimiento podria principiar hoy despues de las señaladb;imas
pruebas de benevolencia que ayer me disteis; no tengo medios
con que pagaros, ni palabras siquiera con que agradeceros: lo
único que está en mi mano eso haré; que es C6n el senado usar
poco por no abusar nunca de esta benevolencia, y con los seño-
res senadores, mis amigos 6 mis adversarios, mirarlos á todos
aquí y fuera de aquí como maestros, como hermanos.


»Ayer, señores, para captarme esta bene\~olencia que tan pró·
digainente me ha beis acordado, espliqué ante todo mi posicion;
os dije que todo lo debia á las iIlstituciones presentes, que sin
ellas, nacido el tercero de una casa grande, no hubiera sido nun-
ca más que lo que Cervantes' decia de los segundones: ((que son
»como ángeles de retablo que parece que sostienen y son sosteni-
»dos;» lo debo todo á la benevolencia de la Reina, lo debo todo á
las instituciones que me han designado á su augusta benevolen-
cia: no pleiteo, pues, cuando pleiteo por la influencia de ciertas
clases en la gestion de los negocios públicos, por causa propia.
Esto os decia, y añadia que esta misma influencia de ciertas cla-
ses en la gestion de los negocios públicos era provechosa á la li-
bertad y al procomunal, ya se considerase bajo el Criterio de la
filosofía, ya se considerase con el criterio de la historia, ya se
considerase eon el criterio de la política.


»)Demostré con el criterio de la filosofía, ó al menos intenté
hacerlo, que siempre todos aquellos pueblos y todos aquellm! le-
gisladores que han puesto la mira en eonsenar 1<\ libertad, han
creado las clases encargadas mas inmediatamente de defenderla,
que eran (fué la espresion que empleé) como su guardia pretoria-
na; y que, por el contrario, los que enamorados de una imposi-




348 DISCUJlSO EN DEFENSA
ble igualdad habian puesto' en ella su punto de mira, habian
espuesto á las naciónes, y á los Estados a caer en la tiranía. Y
cuando a e~to llegaba, cuando iba á entrar á con~iderar las ven-
tajas de la intervencion de dases pri Yilegiadas en la gestion de
los negocios públicos, considerúndolas por el criterio polílieo, se
acabó el tiempo de la sesion, ya (Iue no se aeabó la indulgencia
del senado: eúmpleme, pues, hoy Dre,emente terminal' esta terce-
ra parte de mi razonamiento.


» y en e(ecto, señores; al principio dije, y se me permtinl que
repita, que el gran problema de los ,legisladores es poner de
acuerdo la mayor suma de libertalÍ con la mayor suma de igual-
dad; que este es el gran problema de los legisladores; y que su
resolucion habria de ser de modo distinto segun las condiciones
de cada pueblo; y así, en efecto, vemos que la Inglaterra que,


, como ayer procuré demostrar, es en gran manera idólatra de su
libertad, en Inglaterra, donde la igualdad se tiene en poco, de al-
gún tiempo á, esta parte sus hombres de Estado procuran darle
mayor dósis de esta igualdad, y de aquí el bill de los' católicos
que abria el campo de la influencia politica á una parte de
aquellos ciudadanos de la Gran Bl'etat1a antes escluidos; poco
despues el bill de cereales, y más tardo la reforma electoral.


»En Francia, donde ya dije, y creo que nadie me conlmdirá
que la igualdad es ilimitada, y ha llegado hasta el esceso, los
hombres de Estado se han dedicado 'con preferencia a robustecer
la libertad, los hombre:; de Estado, incluso el que ejerce el por
del' supreÍno hoy; de poc'o tiempo á esta parte toda la temlencia
de los hombros pensadores de Francia es esa. El imperio aspiró,
se propuso, ya que habia encontrado derruida la antigua aristo-
cracia' francesa á impulsos -de la guillotina, crear una nuen
aristocracia con que rodear las nueras instituciones; )11'. Guizot
desde su gabinete pleitea por esla misma causa; el mismo códi-
go francés ,mantiene vigente el artículo que autoriza on Francia
el establecimiento de las vinculaciones.


»IIabremos, pues, de fijar nuestra vista para resolver conve-
nientemente el problemá politico en Efipaña, en las condiciones
del pueblo espaliol; habremos de ver si aquí predomina el culto




DE LA CUSE ~OBtE, 349
de la libertad como en Inglaterra, ó si predomina el culto de la
igualdad como en Francia, r pondremos algo de nuestro lote
en la balanza que esté más descargada de peso,


J) Yo, señores, creo que esta pregunta no tiene más que una
solaconleslacion; c¡'eo que no habrá hombre pensador ó práctico
en la co~a pública de España que dude un momento que aquí el
gran principio que tenemos es el de la igualdad; el principio.
antiguo: el principio que está en nuestras coslun1bres es ese,' El
principio de igualdad en España, señores, comienza por la reli-
gion y por el culto, y comienza felizmente por ahí. Todos tene-
mos en Espaíia una misma religion; todos lavamos á nuestros
hijos al nacer con la misma agua de gracia; todos llOnemos sobre
la tumba de nuestros padres la misma cruz de esperanza: todos
tenemos una religion, una misma fó, un altar, un templo. ¡Gran
principio de igualdad! Principio por el ellal, en vel de aguai'clar
la presentacion como 103 ingleses para dirigirse la pal<:tbra,
pone enlábios del último de los mendigos de España la religiosa
advocacion de «(hermano» al dirigirse al Rlás alto entre nosotros;
hermano, diee, porque se considera igual á los demá¡.;.


» ]~I segundo agente de la igualdad en EspaJ1a es la igualdad
de razas; parece que de,;;pues de la igualdad del alma viene la
igualdad de la humana naturaleza, la igualdad de razas. Aquí no
tenemos húngaros ni croatas; aquÍ no tenemos sajones ni nor-
mandos; aquÍ no hay conquistados ni conquistadores; todos so-
mos unos, todos, con más ó menos mezcla, segun el largo pe-
ríodo que ha dominado en nuestro país una ú otra nacíon inva-
sora, somos de una misma raza: nuestros padres han hecho todos
una mÍsma campaña, han hecho la campaña de oeho siglos:
nuestros padres, ol'a labradores, ora duques, todos contribuyeron
á le\antar á Pelaro en Covac\onga, como decía ayer el seño¡' du-
que de Valencia, todos contribuyeron a ele,al' la Cruz en la
Alhamhra.


llAsÍ que eso que tanto se dice de nobleza. como síntoma de
desigualdad, es sínloma de iguald(!d en ES}lafia: los unos ,ienen
de los que fueron soldados, los otros de los que fueron caudillos,
todos de los que fueron guelTcros: con igual l:eligion pues, con




350 D~SCURSO EN DEFE.NSA
igual raza, mucho tenemos adelantado para que seamos iguales.
Pero hay ademas otra porcion de elementos particulares, propios
de la nacion ,española, que verdaderamente no tienen nombre,
que cimentan y connaturalizan el principio de igualdad en los
ciudadanos españoles. ¿En qué nacion ha sido nunGa la nobleza
elemento, órgano, instrumento de igualdad? Fuera de España
son dos nombres, dos cualidades que se contradicen; aquí se
armonizan, se juntán: an España hay provincias enteras que so-
lo por nacer en eIlas hacen nobles á sus naturales; Astúrias,
Vizcaya; Recuerdo a este propósito el dicho de un erudilísimo
prócer castellano, que diciéndome el revesado apellido. de un
criado suyo, del señor duque de Frias, me añadía: «lo tengo por
>)ffias noble que yo,» porque sí la nobleza es la antigüedad, si
la nobleza es la independencia, y si es tambien la notoriedad,
¿quién mas noble que este que hay aquí quo se pierde en l~ no-
che de los siglos, en el tiempo que cultivaba el solar de su pa-
dro, en el tiempo on que lo defendia contra la dominacion sar-
racena" goda ó I'Omana'! En España tenemos la singuíaridad de
que hay provincias en que la nobleza es igualdad.


»Por otra parte, las órdenes militares han sido en España,
si no un elemento de igualdad, porque e:sto seria mucho decir, sí
un elemento antipático al feudalismo, porque allí hay feudalidad
donde hay castillos arraigados y trasmision de padres á hijos
de un dominio; y como las órdenes militares eran semovientes,
y sus encomiendas y dignidades pasaban de unos á otros, no
por derecho de herencia, impedian real y verdaderamente en
Caslilla y en Espaiia el establedmiento del feudalismo que en
Francia y Alemania existia; y asi se ye que real y verdadera-
mente en España, fuera del corto recinto de Aragon, no se ha
conocido el feudalismo, no lo ha habido en Castilla ni en la
mayor parte de nuestro territorio; en un rincon de Aragon es
donde ha habido poco tiemJlo y casi Ycrgonzanlcmcntc el cIernen:..
to feudal.


llSi pues las órdenes militares han sido una especie de ante-
mural al fcudalismo, quc es la gran de~ügualdad dc la edad me·- '
dia, ¿qué no diremos de las órdenes monacales? ¿Qué diremos de




DE LA CLASE NOBLE. 351
esas prepotentes, estendidas, estendidisimas en España órdenes
mendicantes, esas órdenes que, como dice César Cantú, son la
democracia religiosa de la edad media; esas- órdenes en que cual-
quiera hijo del pueblo principiaba por vestirse un sayal, por co-
ger una alforja para ir pidiendo limosna de puerta en p~erta, y
poco despues podia dar esta misma limosna á Cristóbal- Colon en
la Rapita, y podia decir a Isabel la Católica arrodíllese V. A.?
Las órdenes mendicantes que se cubrian delante del RéYi las ór-
denes mendicantes cIue daban al Rey y al Trono los CisneJ'os, ¿os
parece poco instrumento de igualdad Cisneros? Cisneros', que es-
tablece los ejél'cilospermanenlcs, que quita toda especie de privi-
legios, que, en una palabrá, representa dos siglos casi antes en la
historia de España el magnífico papel que Richelieu . representó
dos siglos despues en la de Francia. Iguales en razas, iguales en
historia, iguales en instituciones nobiliarias, en instituciones re-
ligiosas. ¡Cuanta pl'edicacion de igualdad!


)) y como si esto no bastase a ni velar el suelo de España, el .
suelo político, para que nada sobresaliese en él, viene la prepo-'
ten te casa de Austria con su hoz para segar, con su rodillo para
nivelarlo todo; y de aquí VilIalar en tiempos de Carlos 1, el ca-
dalso de Lanuza en tiempos de Felipe II ~ y, dicho sea de paso,
lOS de Villalar, que murieron en defensa de las libertades patrias,


I de caballeros blasonahan al pié del mismo cadalso: los que en
Aragon fueron ajusticiados en tiempos de Felipe 11, la libertad de-
fendi~n, pero la libertad por privilegio; yasallos tenían, y por
señas que con ellos no eran muy clementes. Ko hay necesidad de
decir más: basla y sobra para vuestra alta ilustracion: estos he-
chos y otros muchos que sabei:,; muy bien, prueban evidente,
evidenlÍsimamente que el elemento de igualdad es el mas arrai-
gado en .España, mas secularmente arraigado. Hoy el pueblo ha
aprendido la igualdad por la predicacion religiosa que le ha di-
cho: todus sois hermanus; por el conocimiento, histórico que le
ha dicho; sois de una misma raza; hasta por la voz de nuestros
poetas que le ha dicho: del Rey abajo ninguno.


»De aquí, señores, la necesidad de que todo hombre pensaclor
qu.e estudie nuestra historia y recorra nuestras comarcas, se per-




352 DISCURSO EN DEFENSA
suada, como yo estoy per~madido, de que no hay que hacer nada
para arraigar la igualdad en España, y la nece:;idad de que todo
hombre ponsador ponga algo de su parlo para arraigar del mis-
mo modo la libertad; la libertad, que no está arraigada entre
nosoLros. Porque yo os vengo á dccit', señores senadores, aunque
os parezca algo inmodesto, que des pues de Lanto" años de gobier-
no representativo, las costumbres, el amor á lá libertad que el
pueblo inglés tiene, no lo tiene el pueblo español: el amor á la
igualdad, sí: no conozco, dicho soa eslo con gran dolor, no conoz-
co país en que la democracia tenga más raices que en España;
y si os escandaliza esta proposicion, loned entendido que antes
que yo lo tonia consignado en sus escritos con estas mismas pala-
bras Donoso Cortés, quien por señas es gran autoridad para cior-
tas personas, y el duque de Frias, que no lo es menos para otras.
Como igualdad hay aquÍ mucho~ como libertad poquísimo. ¡Qué
ha de haber libertad! ¿Cómo podemos creer, sospechar que la
haya, cuando estamos ,'iendo lal número de elecciones unánimes;
cuando los gobernadores de las pro, ineías so yen 'acosados por
todas parlos para que tengan la bondad de indicar el candidato
del gobierno; cuando los gobernad03 no se atreven á re!ipirar sin
licencia do la autoridad; cuando el ejercicio mismo de los dere-
chos públicos encuentra Lales estorbos, tales embarazos? Y no .me
refiero precisamente á este gobierno; estoy hablando en tésis ge-
neral ; pues bien: cuando hay estas costumbres de suboJ'dinacion,
esta abdicacion do la libertad civil y de la libertad propia, indi-
vidual, que se ha venido ejerciendo en España por el trascurso
de tanto~ siglos, es necesario inocular el amot; á la libertad en las
costumbres; y para ese fin deben trabajar todos los hombres de
Estado; no cabe duda, debemos confesarlo, que hemos hecho
poco en e..;e sentido, y que hemos hecho algo, hemos hecho mucho
contra eso.


l)A la poca liportad que habian dejado á los i~di \-iduos las ins-
tituciones, á e3a poca libertad la hemo.' puosto trabas con todo
ese fárrago de leyes administrativas, qllO obliga á los pueblos,
que obliga a los contribuyentes á cacla paso á someterse á la vo·
luntad de la autoridad. Este es un hecho exacto, un hecho que




DE LA CLASE NOBLE. 353
están confesando todos los hombres que se ocupan de estas mate"
rias; hoy en efecto es demasiado fuerte el brazo del gobierno
para que el contribuyente sea libre en el ejercicio de s'us derechos
políticos.


» ¡Qué más! Estamos viendo un fenómeno raro, rarisimo hasta
el estremo, de que no habiendo habido en Esplña feudalismo
sino en épocas muy remotas, veamos una cosa al parecer estraña,
veamos nacer una especie de feudalismo en pleno siglo XIX; vea-
mos que en cada pueblo aparece un cacique, especie de señor
feudal, que entra en transacciones con el gobernador, con el cual
se cuenta para las elecciones, para los obsequios, para todo; al
cual todos tienen que acatal', y á quien él cura tiene que dar in-
cienso y asiento, si quiere ser considerado; al que hasta el juez
mismo tiene muchas veces que guardar consideracion.


»Por eso, señores, cuando vÍ la reforma del 57, en que no
tomé parte, aparecer los senadores de derecho propio, los senado-
res de derecho hereditario, me consolé y regocijé, porque estoy
en la firme persuasion de que el único modo de cimentar en el
país el amor á la libertad, es crear clases interesadas en ella, que
tengan amor á esa misma libertad, que sean, digámoslo aSÍ, su
guardia )wetoriana. Entonces, cuando vÍ establecida la senaduría
por derecho propio, dije; ¡gracias á Dios! siquiera habrá alguno
que entre sin pretender entrar, sin que su candidatura sea traida y
llevada ... ¡Gracias á Dios, los príncipes de la Iglesia española no
tendrimque aguardar su nombramiento de un ministro para sentar-
se aqui, donde se sientan los Braulios, los Leandros,y los Ildefonsos!


" llPor eso me regocijé, si bien no tomé parte en aquella refor-
ma, como no la he tomado en ninguna. Y si se quiere una prue-
ba, señores senadores, de que este regocijo mio era fundado, de
que la tendencia de aquellos legisladores era razonable, la estais
presenciando en estos dias. Pocos son, muy pocos, los senadores
que han entrado por derecho propio; pocos, muy pocos los que
tienen ó pueden tener derecho á trasmitirlo á sus hijos, y sin em-
bargo esta ha bastado para suscitar un espíritu provechoso de
clases, de condiciones y de corporaciones, que no pueele ser
sino muy beneficioso á la libertad Je los pueblos.


TOMO JII.




354 DISCURSO EN DEFENSA
)}Por eso be sentido tambien la presentacion del proyecto del


gobierno; pero he sentido más la del dictamen de la mayoría de
la comision, é infinitamente mucho más la presentacion del dicta-
men de la minoría rle la comisiono


»OS be demostrado ó tratado de demostrar (al menos si no
á vosotros, porque no alc:lllcc á ello mi elocuencia, a mi mismo,
porque hablo con conviccion) que la influencia de ciertas clases
es provechosa á la libertad de mi país, ya se la mire bajo el
punto de vista del criterio filosófico, del criterio histórico, ó del
criterio político. ¿Cómo he de ver con gusto que se cierran las
puertas de este recinto una vez abiertas? El gobierno las cierra un
poco, las ciena algo mas la comision, y de todo punto les echa
el cerrojo el dignísimo y respetable individuo de la minoría. No,
dice el gobierno; no, dice la comisiono «Los grandes de España
»conservan su puesto, y lo trasmiten. pOI' derecho hereditario; esto
»propongo: lo que no propongo, lo que retiro, es que para con-
»servar este derecho histórico puedan fundar vinculaciones.» Y
aqui recuerdo la bella figura del discurso de mi digno amigo el
duque de Valencia, cuando nos decia con aplicacion a la grandeza
de España y á los mayorazgos: «Figúrense los señores senadores
»que se anunciara un espectaculo para ver volar á un ave que en
»los giros de su vuelo hiciese habilidades varias; que todos con-
»curriésemos á verla volar, porque se decia que la habian ense-
»ñado á hacer muchos juegos en el aire, siendo una cosa estraor-
»dinaria; pues si estando reunidos para presenciar el especlaculo
JJviésemos que uno le cortaba imprudentemente las alas, ¿qué di-
)¡riamos? Todo~se levantarian en masa, y gritarian: «Si quita us-
«ted las alas al ave, ¿cómo ha de volar?» Del mismo modo (decia
»el señor duque de Valencia), ¿cómo quereis sosteller conveniente-
¡¡mente la s.enaduría hereditaria en los grandes de España sin los
llmayorazgos?ll


»Y digo yo: El gobierno que esto hace, ¿cómo cree que me
puede complacer? Creo que le importara poco; pero a mí me im-
porta muchísimo, porque le quiero mucho, porque le debo mu-
cho, porque s.oy infioitamente muy amigo de alguno de sus indi-
viduos.




DE LA CLASE NOBLE. 355
»La dignidad senatorial, sea hereditaria en los grandes de


»España, pero no por medio de los mayorazgos, porque a esto se
»opone la ciencia.» Esto dice el verdaderamente sabio presidente
de la comision , mi respetable y digno amigo y compañero. Pero
?qué ciencia, preguntaria yo al Sr. Pacheco, es la fundacion de
mayorazgos en este sentido 1 en cierto modo, con ciertas restric-
ciones? ¿Cuál es la ciencia que se opone? ¿Sera la ciencia políti-
ca? ¿Sera la ciencia histórica? ¿No está ya demostrado que no
hay verdadera libertad donde no hay clases interesadas en defen-
derla, y que este interrs de las dases en defender la libertad no
puede .ser permanente si carecen de medios para mantenerlo
siempre vivo? ¿Nos enseña eso la ciencia política? ¿Nos lo en-
seña la ciencia histórica? ¿Cuál es la ciencia que á eso se opone?
¿Es pOI' ventura la ciencia económica? ¡Ah, seiíores 1 No es la
ciencia económica; la ciencia económica no ha dicho aun su últi-
ma palabra en este punto; así es que hoy en Francia se clama
conlínuamente sobre los graves perjuicios de la infinita dh'ision
de la propiedad; pues hoy la ciencia económica en Francia y fue-
ra de FI'ancia, y en España mismo, está clamando porque se
aglomere de alguna mane!'a la propiedad. Recientemente ha sido
laureada una persona, por cierto no mur retrógrada, por un lu-
minoso escrito, en que clamaba sobre los males de la division in-
mensa de la propiedad, D. Fermin Caballero. Ahora bien: si ni
la ciencia política, ni la histórica, ni la económica ~se oponen á la
existencia de los mayorazgos en la grandeza de España, ¿de qué
ciencia se habla? Yo por lo menos no puedo salir de mi propósito
de abstencion, ni puedo tampoco felicitar al gobiel'no ni á'la co-
mision por su propuesta.


))Pero hallo aun otra cosa que me duele mas; hallo otro
propósito que me autoriza más, y este propósito es el de la mino-
ría de la comisiono Es necesario esplicarlo. La minoría de la co-
mision propone, que ya que no se puedan fundar vinculaciones,
ni se deja siquiera la esperanza de fundarlas aHa para las calen-
d~s grecas; ya que hasta la esperanza, último consuelo del hom-
bre, se le quila a la grandeza en la cuestion de mayorazgos, la
minoría de la comision quiere mas todavía, quiere que se arran-




356 DISCURSO EN DEFENSA
que de cuajo torJa la reforma de 57, quedándonos con la cons-
titucion pura del 4:5 á que tambien me opuse.


¡¡Esto, señores, es mas sério de lo que parece: por enojo, por
sentImiento, por justo dolor de que se (luita un derecho ó pro-
mesa que se lenia, queremos abdicar de otro derecho que tenía-
mos adquirido, queremos arrancar su derecho á otros, y quere-
mos arrancarles este derecho para arrojarlo por la ventana .. Esta
es la gran cuestion.


¡¡Yo conozco grandes de España que han entrado en este si-
tio sin necesidad de vinculaciones, por derecho propio. Grandes
de España conozco lambien que están llamando a las puertas de
este recinto para entrar en él; que tienen ya un derecho adqm-
rido por la ley; que tienen la renta suficiente; que tienen la dig-
nidad heredada; que lo tienen todo; que no les falla mas sino que
corra algunos minutos la aguja del tiempo, y sus 26, 27 ó 28
años se conviertan en treinta. Pues á esos grandes les decimos:
«En vano aguardais; llegareis á los 30 años, y n~ entrareis en
¡¡esta camara.)¡ ¿Es esto justo? ¿Es siquiera razonable? Si se
quieren ejemplos, los citaré, pues son muchos, muchísimos los
que puedo cital' tratándose de un número tan circunscrito; pero
bastarán tres.


)¡ Yo ¡ecuerdo (y perd6nenme los señores senadores que tan á
menudo lo nombre, porque le he tenido en lugar de padre, y no
puedo menos de traerlo á la memoria siempre con cariño y con
respeto), yo recuerdo que en este sitio el señor duque de Frias
pleiteaba con elocuencia y con valor para conseguir eso: yo sé
que hay un hijo del señor duque de Frias que tiene la renta ne_
cesaria, que reune todas las circunstancias que la ley exije, y
que está hoy en el congreso de los diputados, esperando á que
pase el tiempo y cumplir los 30 años, para tener entrada en este
recinto: y nosolros le cerramos la puerta, y le decimos: «No ven-
lldrás: restablecemos la constitucion del 45: te privamos de (u
»derecho, y no entrarás.» .


)¡Conozco otro grande á quien respeto mucho en memoria de
su padre, y por él mismo, que es persona muy digna, cuyo pa-
dre jóven aun de 21 ó 22 años fué saludado por la liberal Ingla-




1>1 LA CLASE NOBLE. 357
terra como se saluda á los héroes; un teatro entero se levantó
para saludarle y aplaudirle; tenia 22 años; e3te mismo vino á
Cádiz, y los constituyentes hicieron por él lo que solo se hace
por los reyes, pues le adelantaron la mayor edad, y antes de
los 25 años tomó asiento en aquellos escaños; hablo del conde de
Toreno. Pues bien; vosotros sus amigos, sus compañeros, haceis
mucho menos por el hijo, que los ingleses y los legisladores de
Cádiz hicieron por el padre. Vosotros decís al conde de Toreno,
grande de España, y que reune todas las condiciones: «En vano
¡¡esperas poder entrar por derecho propio en este recinto; te qui-
¡)tamos ese derecho: vamos {t restablecer la constitucion del 45
llque nadie ha propuesto, y no entrarás.) Conozco tambien mu-
chos grandes de España que pueden dejar á dos, tres y aun cuatro
de sus hijos nombre.s memorables en la historia y medios suficien-
tes para s03tenerlos y para tomar asiento en estos bancos, y sin
embargo van con mano terrible y desapiadada á cerrar la puerta
de esté recinto á sus hijos, si aprueban el voto de la minoría.


»Pero es más: la aceptacion de ese voto, no solo cierra la
puerta á los grandes de España futuros ó presentes, sino que la
cierra á otros. Yo veo con mucho gusto á un príncipe de la Igle-
sia entre nosotros: pues un compañero, un hermano suyo, está
cerca de esas puertas, el prelado de Valladolid, creo que no ha
entrado todavía aqu.Í, pero se halla muy cerca de entrar. ¡Y cuán-
tos derechos no tiene para ocupar un asiento en esta alta cá-
mara~ Pues bien: aprobado el voto de la minoría, el arzobispo de
Valladolid no podrá entrar por derecho propio, y si quiere to-
mar parte en nuestras deliberaciones, tend rá que ir á la antesala
del minh;tro á pedirle que tenga la bondad de nombrarle. Lo
mismo sucederá en adelante á todos los arzobispos, y la igle3ia
de España nunca estará aquí representada por derecho propio.


¡ Y esto se quiere á nombre de la libel'tad! ¡Y esto se quiere
en el dia, en la hora, en el tiempo en que los primeros adalides
de la libertad de Europa son precisamente los ungidos con el
Oleo santo!


j Esto se quiere en el tiempo en que con tanta elocuencia se
escribe por insignes y eminentes eclesiásticos!




358 DlSCUR~O EN DEFENSA DE LA CLASE NOBLE.
» Yo señores, que pleiteo por la influencia de ciertas clases


en la gestion de los negocios públicos, en provecho de la liber-
tad; yo que creo que son su mejor salvaguardia y defensa, he
visto con profundo sentimiento el proyecto del gobierno, con mas
sentimiento aun el dictámen de la mayoría, y con muchísimo
mas el de la minoría de la comisiono Yo que os he demostrado
que estas instituciones son útiles, son convenientes, son necesa-
rias, ora se con:-;ideren por el punto de la filosofía, ora por los
ejemplos que la his~oria nos da, ora por las lecciones que nos
presenta la política, yo que así lo considero, y que apasionado
por la liberlad y queriendo que la tenga el puehlo español en
tanta dósis como la igualdad, pleiteo por eslas clases, no pue-
do aprobar ninguna de las propuestas que se nos hacen; con lo
antiguo me quedo. ¡Bien haya el señor duque de Tetuan, que
no pudiendo cumplir lo que estaba mandado no hizo nadal Mas
vale no hacer nada que hacer esto.


))1\'0 tengo pues, señores, por qué modificar la conducta que
hasta ahora he seguido; lo que se presenta no es tan hueno que
yo pueda salir de mis tiendas al lado del señor Pacheco, de
quien me alegro de poder aprender mucho y de tener muchas oca-
siones de aproH~char sus lecciones. Yo, sepores, me opuse a la re-
forma en 18í3, y no la 'o té ; mas tarde, siendo diputado, me
opuse á ella; mas tarde, ministro, retiré la reforma del 53:
mas tarde senador, no tomé parte en la del 57; la que hoy se me
propone no es lo hastante buena para que mude de conduela.


)lYo, por consiguiente, y conmigo algunos amigos, nos ahs-
tendremos de votar en el proyecto de mayoría; votaremos en
contra, absolutamente en contra algunos amigos, no digo todos,
digo algunos, votaremos en contra del proyecto de la minoría.
He dicho.))




ROS DE OLANO.


Hay en política como en filosofía, existen en el mundo
moral como en el físico, séres altivos é independientes que
no ceden á ciertos acontecimientos ni se someten á ciertos
sistemas, por fuertes que sean los unos, por seductores
q ne se presenten los otros, sino están basados en la jus-
ticia, si no van encaminados á la pública utilidad, á la
general conveniencia.


Séres orgullosos y resueltos que no sacrifican su inte-
ligencia y su corazon en el altar de las pasiones, y que
colocados á la orilla del torrente por donde la Provi-
dencia arrastra á veces á las sociedades, ó se arrojan im-·
pávidos entre su oleaje, y naufragan ó se sal van con
ellas, ó se sostienen agarrados á un árbol, resistiendo el
empuje de las aguas hasta que se sepultan en su fondo
desfallecidos y moribundos, ó bien se encuentran, por fin,
libres y salvos al disminuir las aguas del torrente.


Estos políticos, que rinden tan fervoroso culto á su
conciencia, que viven únicamente en el mundo de las
ideas, y q ne juzgan las cosas y los hombres por. el pris-
ma de lo justo y de lo conveniente, no pertenecen en
realidad á ningun partido, ni aceptan por completo el
dogma de ninguna escuela, ni se contentán en todos sus




360 ROS DE OLANO.
detalles de aplicacion con ninguna forma de gobierno.


De aquí el que sean, en las épocas críticas de su vida
pública, rev(.,lucionarios unas veces, y hombres de órden
y resistencia otras; avanzados hoy y reaccionarios ma-
ñana; doctrinarios en una cuestion de gobierno y radica'les
en la interpretacion d<3 un derecho constitucional, y casi
siempre descontentadizos, exigentes y amenazadores.


y no por esta variedad de ideas, por esa heteroge-
neidad de hechos, por esa falta de armonía á veces entre
dos pensamientos, entre dos actos, puede dedrse con ra-
zon que esos hombres son apóstatas, ligeros é inconse-
cuentes.


Para los partidos que se goJ:>iernan por la tradicion
y la rutina; para los políticos que someten su conciencia
y su criterio á su propio interés Q á la conveniencia de
su escuela; para esos autómatas que piensan y obran á
gusto y medida. de quien los dirige, la independencia
podrá p'l.recer apostasía, y ligereza el orgullo, y la recti-
tud inconsecuencia.


Pero esos hombres á que nos referimos, al parecer
insubordinados ó escéntricos, son consecuentes con su
conciencia al obedecer, como obedecen siempre, á sus ins-
tintos de legalidad, á sus sentimientos de justicia.


A esa clase de políticos pertenece el general y senador
D. Antonio Ros de O/ano.


De carácter independiente, tiene más de ideólogo
que de práctico, más de filósofo y poeta que de político y
de hom bre de gobierno; ha resistido siempre sujetar su in - .
tdigencia con los lazos del interés y de la pasion de los
partidos, y casi siempre ha vi viJo aislado de todos ellos,
encerrado en su conciencia privarla, ó volando por las
fantá~ticas regiones de la filosofía.


Efecto de las especiales circunstancias de su carácter,




ROS DE OLANO. 361
de sns estudios, de su profesion, Ros de Olano no ha
pertenecido, ni pertenece ni creernos que pertenecerá
nunr,a decidiJamente á ningun partido, y lo prueba el
que sus contrarios crean que pertenece á todos, lo cual
casi viene á ser lo mismo.


Cuando habló por primera vez en el congreso en la
sesion del 13 de diciembre de 1838, anunció la norma
de su conducta futura; en las épocas de agitacion y de
vaivenes por que han pasado los hombres públicos en
España, en las necesarias trasformaciones que se han
operado en nuestros partidos, Rós de Olano ha sido de
los pocos políticos que han permanecido en su puesto,
confirmando con su conducta este exordio de su primer
discurso.


((Al usar de la palabra por la primera vez de mi vida
en el congreso, para que mis palabras sean debidamente
creidas, debo decir, ante todas cosas, que no pertenezco
á ninguno de los dos partidos políticos que hasta ahora se
han disputado los bancos del poder. Ajeno por mi edad de
antiguos resentimientos, ajeno de crónicas envidias, solo
pertenezco á una fraccion que lleva por lema uníon, ór-
den y progreso. Union y órden para afianzar la victoria,
progreso para mejorar las instituciones y coger el fruto
de aquella.»


Ya se comprenderá que el sistema político de Ros de
Olano no ha sido otro que el de resistir los estremos
desde el punto medio donde su independencia y sus ins-
tintos de legalidad le han colocado desde el primer dia
de su carrera pública.


Por eso le vemos comba.tir al poder desde el senado
en 1854, y combatir á la revolucion desde las córtes
constituyentes en 1855; por eso vota la soberanía na-
cional como dogma, y defiende ardorosamente en la




362 ROS DE OLANO.
"misma legislatura la prerogativa de la sancion en la Co-
rona; por eso proclama la libertad de imprenta, simbo-
lizada en el jurado, y aboga al mismo tiempo por la
institucion de la cámara vitalicia; por eso se ha sentado
casi siempre en los bancos de la oposicion, y ha sido
coalicionista en 1843, puritano en 1847, conservador en
1852, revolucionario en 1854, monárquico constitucional
en 1856, y unionista en 1858.


Resultado de su política independiente,' política por
lo mismo de resistencia y de combate, ha sido ese flujo
y reflujo de sus ideas, ese continuo avanzar y retroceder,
y esa aparente contradiccion en SIlS opiniones y en sus
actos, que sin razon le echan en cara sus enemigos.


Nadie mejor que él describe su sistema político y su
conducta, hija de ese sistema. Hé aquí cómo se retrataba
en las córtes constituyentes de 1855 al defender el se-
nado vitalicio, abolido por la revolucion, y dél cual habia
formado parte el mismo Rus de Olano.


«Aquí como allí, señores, hoy como ayer, mi posi-
cion es dificil. Yo, cuando he visto que un partido se
resbalaba por el plano hábilmente inclinado del absolu-
tismo, he salido á combatirlo, y los de aquel partido me
llamaban progresista: yo, cuando he visto que otro par-
tido se iba por las pendientes de las revoluciones, he ido
á combatirlo, y los de aquel partido me llamaban mo-
derado; yo, cuando veo otra fraccion ú otro partido que
se vá por el derrumbadero de las revoluciones sociales,
salgo á combatir, y aquel partido me llama realista.


)) Yo, sin embargo, en mitad de todos los partidos
estoy con mi insignificante persona; mi trabajo es su-
perior á mis fuerzas; este es el tr~bajo de Sísifo, su-
biendo 'siempre la piedra angular del edificio social, y
viéndola derrumbarse otra vez, y volviéndola á subir y




ROS DE OLANO. 363
viéndola derrumbarse de nuevo. Y en estos trabajos he
consumido la parte mejor de mis días, y he condenado á
la parquedad á mis hijos.)


Ouando á su puritanismo llamábanle apostasía sus
antiguos compañeros los moderados; cuando los reaccio-
narios veian en su liberalismo un tanto radical el velo
de una ambicion no satisfecha, Rós de Olano se defendia
valientemente de aquellas acusaciones, y justificaba su
disidencia y la de sus amigos los puritanos con est.as es-
presi vas y. elocuentes palabras: (lOuando un gobierno
moderado se pase al campo reali sta; entonces nosotros,
por nuestra fuerza de conexion, por nuestro derecho, por
nuestro deber y salvacion nos pasaremos al campo pro-
gresista, al campo revolucionario si es preciso, sí, sí:
antes q ne carlista.s, antes que absolutistas, somos progre-
sistas. Nosotros, entonces, sin rubor, con la frente alzada,
llegaremos á dar la mano á los progresistas, y podremos
decir como el anciano rey Príamo: «Juzga el esceso de
»mi desgracia cualldo beso la mano del que ha dado la
llmuerte á mis hijos.))


Oomo orador, posee Ros de Olano cualidades de
inestimable precio: instruccion, imaginacion y senti-
miento. Sus peroraciones son, por lo tanto, animadas, con-
cisas, brillantes. Su estilo, generalmente correcto yele-
gante, peca en ocasiones de confusion y de culteranismo.
Original en la frase y metafísico en la idea, al estilo de
Donoso, suele remontarse á las nebulosas alturas de la
filosofía y de la estética; sin que los ojos del vulgo puedan
seguirle en su rápido vuelo, ni le alcance cuando así se'
remonta la vista perspicaz de los más doctos.


Modelada su inteligencia al gusto aleman, sus ideas;
al brotar en su cerebro, caminan de abstraccion en abs-
traccion, de abismo en abismo, hasta sepultarse, desar-


.




364 nos DI!! OLANO.
rolladas en todas sus fases, en el océano insondable de
la metafísica.


Sus discursos no son, sin emb:lrgl)j tan enmarañados
y confusos como sus obras. Intencionado y profundo
como Goete, fa.ntástico y enigmático como Offman, sus
cuentos conducen al lector por un laberinto cubierto de
flores, pero sin salida; por un mar apacible y risueño,
pero sin horizontes.


Cuando en sus peroraciones se encierra en su inteli-
gencia sin escuchar al corazon, cuanclo para volar pide
alas á su imaginacion y cierra la valbula del sentimien-
to, es inútil detenerle; hay que dejarle perderse entre
las nubes, envuelto entre fórmulas y deducciones más
abstractas y oscuras que la idea que trata de esplicar,
que el tema que se propone resolver, hasta que se digne
bajar al mundo terrenal y práctico á entusiasmar á su
auditorio con una imagen brillante, con un arranque de
sentimiento.


Entonces es cuando, en la defensa de su conducta en
la revolucion de julio, se le oye esclamar en tono senti-
do y 'ldeman imponente y grave:


((Señores diputados de las córtes constituyentes: Yo
soy el que en di as anteriores dije en una reunion de
hombres pertenecientes al partido de que procedo, que
no sé de dónde vengo, y que sé á dónde voy; que no
miro de dónde vengo, que miro á dónde voy; que voy
con mis ojos adelante, y aunque los volviera atrás no
encontraria el camino por donde vengo. ¿Sabeis por qué,
señores diputados? Porque el polvo de la soberbia de los
hombres del partido moderado, del último tercio de los
once años, nó me lo dejaria ver. ¿Sabeis por qué, señores
diputados de las córtes constituyentes? Porque la nube
de la revolucion descargó sus rayos sobre mi camino;




ROS DE OLANO. 365
porque el torrente de la revolucion pasó sobre aquel ca-
mino y está borrado. Nuevo punto de pa.rtida: la revolu-
cion de julio.


Separábame, señores, de muchos años acá, de lo que
se llama partido moderado, separábame una cosa esen-
cial. Preciándose este partido de saoer hacer gobierno, no
lo ha sabido hacer. Sabia hacer mando, no sabia hacer
gobierno .• No creaba el principio de autoridad, creaba el
princi pio del terror.


El principio de autoridad, señores, nace de la ley en
ejercicio, de la ley que nace de la justicia; así se consti-
tuyen los gobiernos; así se crea el principio de autori-
dad; así no se resiste; así se da iniciati va; esto es. gober-


< nar; esto es prop.io de los gobiernos, no el resistir, como
aquí se ha dicho.


Gobernar es dirigir por las leyes, y con. las leyes
basadas en los principios de la justicia; esto. tengo la
esperanza de encontra.r en este gobierno, y .. por esta ra-
zon le apoyo. Esto era lo que con hambre y sed de justi-
cia, que es tanto como hambre y sed de gobierno, busca-
ba yo en julio, y con ello buscaba tambien la libertad.»


En esas ocasiones en que . abandona la filosofía por la
historia, en que desciende del idealismo á la práctica,
es cuando emite apreciaciones tan oportunas y exactas
como esta.


(c¿Se huye acaso de una cámara vitalicia por temor al
despotismo, por temor á la reaccion en sentido absolutis-
ta? No es por cierto el del absolutismo el peligro de las
sociedades de hoy. Aparte de la historia reciente de nues-
to senado, hoy el peligro de las sociedades está en la
anarq uÍa y no en el despotismo.


Ved cómo marchan las sociedades más ilustradas,
las naciones más adelantadas de Europa: marchan suje-




366 ROS DE OLANO.


tando, por la razon de que la ciencia y la industria han
creado una multitud de fuerzas no conocidas antes, fuer-
zas que marchan de cara al sol de la libertad sin sistema
ninguno, de la misma manera que Atila marchaba de
cara al sol sin saber á dónde iba.


Para aleccionar estas fuerzas, para darles direccion,
para encontrar el método, es para lo que, frente á esos
intereses nuevos y acti vos, buscan los gobier'l0s los in-
tereses permanentes de la sociedad.))


Entonces es cuando, moviendo su lengua al impulso
no más de su sentimiento, pronuncia estas bellas y senti-
das frases, tributo de lealtad y de respeto á la Reina y á
la monarq nía.
«~o tengo que justificarme respecto á si he sido fiel


ó no á la Reina nuestra señora. Heredé de mis padres la
fidelidad á los reyes y con ella moriré.


Siete años he servido á mi patria en la guerra, y sir-
viéndola como militar en la campaña. Delante de mí no
ha habido nunca más que los enemigos de mi patria. Es-
cusado es decir que yo, como consejero de la Corona,
que he sido, y como soldado, que soy, el dia que muera
á los piés de mi Reina moriré como noble.))


Cuando el senador Ros de Dlano se abandona en sus
peroraciones al sentimiento, es elevado y elocuente como
en la defensa que hizo en las córtes constituyentes de la
abolida cámara vitalicia, de quien se dijo que la revolu-
cion la habia matado para delvolverle su honra. Aquel
brillante discurso concluia con este período, magnífico
arranque de elocuencia y de sentimiento:


« Yo he buscado en mi conciencia dónde p1lede per-
der la honra aquella corpot"acioni dónde pudieron perder
la honra las escelencias de la Iglesia, las escelencias de
las armas, las escerencias de la cuna, las escelencias de




ROS DE OLANO. - 367
las artes, del comercio, de la literatura y de la toga que
formaban aq uella colectividad augusta, y no lo he encon-
trado.


Yo les decía: s~ñores, si votais contra el ministerio
Sal'torius, sois sal vos; si votais en pró, sois muertos;
votaron en contra, y estamos muertos. ~Que les podria
yo decir ahora? Nada absolutamente más que lo que de~
cia el orador romano: Dolebam, dolebam, Patl'es cons-
cripti. He dicho.))


No estaba menos elocuente cuando en el mismo dis-
curso decia: «Señores, yo no vengo hoy á defender la po-
sibilidad del exito en una votacion. Nosotros somos los
vencidos: los que sustentamos la cámara vitalicia y de
eleccion real, estamos en una insignificante minoría. Me
conformo con mi suerte; á obedecer la nueva ley del Es-
tado nadie me ganará; mientras puedo discutir, discuto;
mientras puedo combatir, combato; cuando estoy obliga-
do á obedecer, me humillo y obedezco.»


Discurso defendiendo la sancion de la Corona.


({Señores, me propongo hablar despacio, porque, como todo
el que pide la palabra, vengo a juzgar, y necesariamente me veo
obligado á pensar en alta voz; y no es señores, que yo tenga
que pensar lo que debo decir en este sitio, porque esto seda
faltar a lo augusto de la cuestion, á la dignidad de las cór-
tes, s!)ñores, y á lo que me debo á mí mismo tambien. Tengo
que pensar, no lo que he de decir, sino cómo lo voy á decil'; en
una palabra, no Yengo á medir mis ideas, vengo á medir mis es-
presiones; razones de gran fundamento me obligan á ello.


»1.,08 que conmigo piensan, y yo con ellos, todos los hombres
monarquico-constHucionale8 hemos estado aquí durante meses y
meses sufriendo el fuego do nuestros enemigos; nosotros nos he-




368 DISCURSO DEFENDIENDO
mos mantenido con el arma al brazo y ellos nos atacaban en todos
los campos, bajo todas las formas, en todas las condiciones des-
ventajosas en que nos podían buscar. Hoyes tiempo de respon-
der. Afortunadamente, esta es una cuestion menos abstracta y de
más inmediata aplicacion que la de la soberanía nacional. Yo he
votado aquella base; y aunque la palabra se haya vulgarizado, yo
la he "otado como dogma, porque con ella sé de dónde vengo,
y con el principio de la sancion sé á dónde voy.


¡)En política como en religion, quiero saber de dónde vengo,
á dónde voy; por eso soy cristiáno católico, porque me dice la
religion católica de dónde vengo y á dónde voy; por eso soy mo-
nárquico-constitucional, y por eso he aceptado la soberanía na-
cional como dogma, PQrque me dice á dónde voy: vamos pues á
ver por qué yo doy la sancion á la Corona.


»Diez y seis años van cumplidos, señores, que es más de la
tercera parte de mi vida, desde que por primera vez, si no bajo
este techo en el mismo sitio, juré fidelidad á la Reina de las Espa-
ñas. «Jurad guardar y hacer guardar las leyes del Estado, se me
»dijo.» No tengo que justificarme respecto ha si he sido yo ó no fiel
á la Reina nuestra Señora. Heredé de mis padres la fidelidad á
los Reyes y con ella moriré. Por guardar y hacer guardar las le-
yes del Estado, combatía con mis dignísimos compañeros; pri-
mero en la oposicion y despues en la mayoría del senado. Por
guardar y hacer guardar las leyes del Estado, salí con mis ilus-


. tres compañeros al campo .. Secundados por las ciudades, secun-
dados por la opinion del país, volvimos, no no~otros, volvió la
nacion, volvimos victoriosos porque la nacion lo quiso. La lega-
lidad se habia roto: y así como un periódico notable por sus opi-
niones dijo en una época tambien notable para la Europa entera,
que la legalidad estaba en las barricadas de París, nosotros y la
nacioa dijimos que la legalidad estaba en los ca~pos de Vicál-
baro. N030tros al salir no habíamos proclamado mas que las leyes
y el derecho; n030tros no habíamos hecho una coalicion de
fuerza, como dijo el Sr. Ordáx A. vecilla; nosotros habíamos apela-
do á 103 principios etemos de justicia y de derecho constitucional.
La nacíon nos respondió y se formó la, alianza mas solemne que




LA SANCION DE LA CORONA. 369
se ha fOl'mado nunca en la nacion española; y pasados aquellos
momentos, cuando vinimos aquí á continuar metódicamente la
obra de la revolucion, cuando se exigen los esfuerzos de con su-
no para consolidar este derecho, para levantar y establecer la
paz pública y la prosperidad pública, ¡se nos dice en momentos
solemnes que aquello fué una coalicion de los partidos! Y se dice
por los hombres de esos partidos: ¡cojamos nuestras banderas y
vayamos á nuestros atrincheramientos! ¡Injusticia notoria! A nos-
otros, los hombres de Vic:ílbaro no nos quedada atrincheramiento
donde ir; pero quedaríamos justificados ante la historia y ante el
Jlonenir tambien,


»Es preciso asegurar que por más esfuerzos que se hagan por
las individualidades, los partidos no existen ya como existian;
digo más, los partidos no existian mucho antes de que nosotros
nos fuésemos á Vicálbaro. ¿Qué era sino el partido conocido bajo
la denominacion de polaco? Era la colectividad de los dispersos
de todos los partidos, inclusos los del partido progresista, del
partido absolutista, del partido moderado, de todos los partidos
como he dicho: era una ciudad anseática donde concurrian todos
los publicanos políticos; era una simonía política, en una palabra,
donde todo se compraba y vendia, inclusos los hombres.


» jDespues de esto, señores, se nos dice que levantemos nues-
tra bandera, y que se vaya cada uno á su campo! Mi antiguo y
digno amigo, el elocuente Sr. Escosura, volviéndonos material-
mente la espalda, apostrofaba á la monarquía; y cuando hablaba
como hombre de ideas avanzadas, les decia á estos: «Con vos-
»otros;» y ellos le tendian los brazos; y cuando hablaba como
hombre monárquico, pues a la par que es muy avanzado en polí-
tica, es eminentemente monárquico; y como monárquico, cerraba
los brazos, y parecia decirnos: Nolli me tangere. Yo vÍ, con do
101' lo digo, al Sr. Escosura, marcharse de entre nosotros; y yo
espero, con satisfaccion lo espero, que volverá á nosotros, y á
¡,emejanza de la paloma del Arca, no encontrara donde posarse,
no. Ella buscaba la cumbre de la montaña, y no halló donde po-
sar; como ella, en su dia, irá á buscar dónde y cómo posarse, y
no lo encontrará; pasará por todas partes, y no hallará en el di-
.


TOMO 111.




370 DISCURSO DEFENDIENDO
luvio mas que el arca de la alianza liberal: esta es la palabra.
(Los Sres. Godinez de Paz y Feij"óo Sotomayor, piden la palabra
en contra.) Señores: ¡cómo un hombre eminentemente monárquico-
constitucional, habia de encontrar cabida en los bancos de la
montaña! ¿Cómo ha de suceder eso, cuando los dignos diputados
que llenan aquellos bancos han venido aquí, no con el cuerpo
de las doctrinas, sino con las astillas de esos fracmentos de doc-
trina, desde Rousseau hasta Proudhon, desde Condorcet hasta
Pierre Lerroux, de todos los filósofos franceses vestidos hoy con
las nuevas formas alemanas? ¿Cómo, cuando han pretendido sacar
partido de la doctrina mística del Evangelio para venir aquí como
altos obreros, segun espresion de ellos mismos, de la inteligen-
cia, para venir á este estadío, cargados de combustibles sacados
de sistemas deletéreos, pal'3 con sus astillas quemar el Trono? El
Sr. Escosura no cabra nunca en aquellos bancos.


)lLa izquierda ha pretendido reducir a cenizas la monarquía
española; y sin embargo, lo oísteis, señores, con la misma benig-
nidad que me habeis oido hasta este momento. La monarquía en
España, mas que una simple forma de gobierno, es una insti-
tucion social, encarnacla en los principios eternos, iba a decir de
la libertad, pero no lo diré; no es la libertad a que yo me queria
referir la de hoy; es una libertad subordinada: la libertad el que
yo me refiero, es aquella en que los hombres tenian mas de ella,
porque tenian menos leyes; y tenian menos leyes, porque tenian
un juez íntimo para la vida esterior, en que estaban ligados por
la conciencia, y se necesitaban menos complicaciones para ellos;
de esa libertad queria hablar; sin embargo, no pronunciaré esa
palabra. Encarnada la monarquía en los principios eternos del
órden, de la justicia y de la independencia, se la ve atravesar
los siglos al frente del desenvolvimiento legítimo de las facultades
humanas, sin oponer, salvo algunas escepciones a que sIempre
esta sujeta toda institucion que procede de la debilidad humana;
sin oponer, repito, obstáculo alguno a la perfeccion relativa á
que caminan las naciones, segun el estado de su civilizacion.
Procuro medir mucho mis palabras, y añado, que bajo este pun-
to ele vista y a la luz de la historia, la democracia es. vieja en




tA SANCION DI!! LA CORONA. 371


nuestro pais. Tenia l'azon mi elocuente amigo el Sr. García Tas-
sara, cuando en su elevada sencillez decia que era antigua en
España: si; la democracia es vieja en nuestro país.


))Pero permítame S. S. que le diga que no es la democracia
absolutista, que es la democracia de la emancipacion; la demo-
cracia absolutista ó del absolutismo viene del feudalismo. Esta de-
mocracia es la democracia de la nacionalidad; esta es la demo-
cracia de los derechos. El Trono y el pueblo han sido hermanos
en España, es verdad; el Trono y el pueblo han sido una misma
cosa. Las lágrimas, así como' las prosperidades de las familias
reinantes han sido nacionales, han sido las lágrimas y las prospe-
ridades de su pueblo: los peligros han sido siempre del Rey y de
su pueblo: los peligros han sido comune~; la victoria ha sido siem-
pre del pueblo con el Rey; la victoria ha sido comun.


)) Voy a emitir una opinion muy atrevida; me la sugiere una
frase del Sr. Ordax Avecilla, frase que no comprendo.


¡¡Dijo S. S. que el pueblo habia sido antes que el hombre;
confieso que no comprendí la frase (Un señor diputado de la es-
trema izquierda: antes que el hombre-Rey). Pues bien, antes'que
el hombre-Rey: Pues yo os digo ahora: «El hombre-Rey ha sido
¡¡antes que el pueblo. )¡Ria el Sr. Orense: yo he esperado su espli-
cacion; espere S. S. la respuesta. Dos palabras: los pueblos (cuen-
ta con la palabra), los pueblos con el Rey destruyeron el feuda-
lismo.


)EI Rey con el pueblo, y aquí empieza el pueblo, puso á raya
la preponderancia oligárquica de los grandes. Vea S. S. como el
Rey fué antes que el pueblo. Setecientos años despues de lucha
con los sarracenos identificaron el poder del pueblo á la par que
el poder del Rey, y garantizaron el poder recíproco del pueblo y
el del Rey. Hé aquí por qué decia con tan magnífica oratoria,
con tanto aticismo en la palabra, con tanta fluidez el Sr. Esco-
sura: e~tos son aquellos ayuntamientos; estos son aquellas ciu-
dades; estos son aquellos municipios; estos son las cartas-pue-
blas, estos son las libertades de los pueblos dadas por el Rey, y
solo así se comprende, señores, que un pueblo tan noble, tan in-
dependiente, tan activo, tan noblemente fiel, se haya distinguidQ




1172 DISCURSO DEFENDlEliDO
siempre por la viveza de su sentimiento monarquico, oponiendo
con el Rey un escudo impenetrable á la anarquía y á la violen-
cia de los partidos,


))Y no podia ser menos. El pueblo tenia que ser monarquico;
á su sombra se ha formado nuestra índole; se han desarrollado
nuestras costumbres; se han establecido nuestras leyes; con él y
por él alcanzaron (esta es la historia) nuestros antepasados el
laurel de los héroes, ó la palma de los mártires, siempre leales,
siempre grandes, sin la fatuidad filosófica de nuestros dias. Con
la instilucion monárquica entrañada cn nucstra manera de sel'
como nacion brotó en el pecho de nuestros antepasados la fuente
perenal de todas las aspiraciones generosas; brotó el honor que,
unido al amor á la patria, hace du\ees los lazos de la obediencia,
de la obediencia que, prestada por hombres cclosos de su digni-
dad, no es más, no' es más que una preferencia continuada que,
metafísica, filosóficamente y hasta en sentido comun, supone la
libertad perfc\:)ta.


))Es preciso decir muy alto; es preciso decir a gritó herido que
la division de las formas de gobierno a que tanta importancia dan
las escuelas modernas, es sobrado arbitraria; por lo mismo la
creo incompleta, No es tan pobre, no, ni tan infecunda la socie-
dad, que en sus evoluciones haya de atenerse necesariamcnte á
las casi siempre aridas demostraeiones de los publicistas.


llEn una de las sesiones anteriorcs decia un señor diputado
de la estrema izquierda, un diputado muy amigo mio, un dipu-
tado apreciabilísimo, pero muy jóven, que la monarquía era una
invencion que los pueblos habian aceptado por moda. Yo he oido
clecÍl', señores, que el Rey fué antes que el pueblo; yo he oido
decir que el pueblo fué antes que el Hey; pero ninguna de estas
dos opiniones, arbitrarias, me ha parecido tan peregrina como
la estraña opinion de este señor diputado, Si la monarquía fué
una moda, ¿quién fué el primero que se la vistió? ¿Fué el Rey,
ó fué el pueblo? ¿Por qué, si fué el Rey, se la vistió? ¿Por qué, si
fué el pueblo, se le ocurrió vestírscla? ¿De quién la imitó, si esta-
mos hablando de la primera monarquía en este momento? Seño-
l'es, esto no es lógico; esto no es histórico, esta opinion no sé




LA SANCJON DE J.A CORONA. 373
eómo calificarla; no 0" <.:om kcion ligera, no; e~ que hay en el fon-
do del <.:orazon humano un sentimiento misterioso y profundo que
instintivamente nos lleva hácia la unidad estable y benigna, y que
dando de mano á utopias irrealizables, nos hace fijar la mirada
en el Trono que parece llenar aquellas condiciones. Y la prueba
de ello, vedla, señores: la Europa, actualmente cansada de revuel-
tas y trastornos polítkos, desechando utopias irrealizables, viene
á reposarse en la monarquía como institucion salvadora de los
elementos sociales puestos en diílpersion por teorías irrealizables.


»Creo, señores, haber hablado lo bastante de la monarquía
como institucion. Mis fuerzas no son muchas, y mi susceptibili-
dad es harta para no querer cansar la atencion del congreso.
Voy, pues, á hablar sumariamente de la dinastía, puesto que la
dinastía tambicn ha sido atacada.


l)Creo que la monarquía es irreemplazable en la unidad social
(Iue busca la razon humana. Su existencia es tradicional y de de-
recho, su historia la de la civilizacion: ved el derecho de la di-
nastía, vedlo en su historia; ved su timbre histórico, puesto que
el derecho legal ya se ha discutido lo bastante y probado lo su-
ficiente en este siglo. 1.0 diré muy condensadamente: siete años
de guerra civil, 100.000 hombres muertos en los campos de ba-
talla, las comunidades religiosa5 estinguidas, los bienes naciona-
les repartidos, el diezmo suprimido, el <.:onvenio de Vergara
celebrado y el Concordato hecho ..... Ved el derecho histórico de
la augusta persona, de la sagrada, de la inviolable persona que
ocupa el Trono. Suponed, señores, no existente el alzamiento de
junio; suponed que las ciudades movidas de su propio impulso,
sin el apoyo de la fuerza arma:la, fiadas en sí mismas, luchan·
por sí solas con un <.:audillo popular, espresion genuina de la "Vo-
luntad nacional, á la cabeza; pues bien, Madrid pone sobre sus
barricadas el retrato de la Reina y el caudillo popular, el ariete
de la revolucion~ llamado por' su Reina, viene á ser su consejel'O
responsable; es decir, de ariete de la rcvolucion se conviet'te en
caballero de la plaza reaL .... y voy á dar una esplicacion sobre
la palabra caballero, No me refiero al caliíkativo, que harto jus-
tificada está la nobleza del ilustre duque: he dicho la palabra ca-




374 DISCURSO DEFENDIENDO
ballero para significar la defensa; la palabra caballero la digo
en el sentido que se entiende en fortificacion; y es una fortaleza
que se levanta sobre el terraplen de la plaza, la cual tiene fuegos
contra los enemigos esterioresi pero que no puede tenerlos nunca
contra la plaza que defiende; en este sentido he hablado.


» y si esto es así, señores; si la monarquía, como yo lealmen-
ie creo y siento, es más bien una institucion social que una for-
ma política accidental en mi país esencialmente; si la dinastía es
inseparable de la libertad del pueblo; si la augusta persona que
ocupa el Trono es inarrancable de nuestros corazones como lo es
la espada de nuestras manos en su defensa, ¿cuál es la cuestion
que hoy nos ocupa? La saflCion de las leyes por la Corona. Ha-
blaré muy breve sobre este particular tambien, sin embargo de
ser el punto capital de la discusion.


)) Yo creo, señores, que las monarquías constitucionales se di-
ferencian de las repúblicas, así como de las monarquías puras, en
una misma cosa: en las repúblicas y en las monarquías puras le-
gisla un solo soberano poder; en las monarquías constitucionales
colegisla la suma de los poderos; si es una cámara, la camara le-
gisla con el Rey; si son dos cámaras, las cámaras colegislan con
el Rey.


))Esta es la diferencia entre los sistemas, y por eso los mo-
nárquico-constitucionales se llaman mistos; y ó no admitís el sis-


. tema llamado misto, ó no podeis menos de conceder la sancion á
la Corona.


))IIay para mí un caso hasta cierto punto controvertible, y
espero esplicaciones en este particular. Si me atreviera á llamar á
ciertos diputados por sus nombres propios para que me ilustra-
ran, yo los citaria uno á uno, á fin de que me dieran su opinion
en una cuestion de suyo delicada. Hay un solo caso en que vacilo,
y es aquel caso en que la Corona llama córtes constituyentes
para formar la ley principal del Estado. En este caso, señores, se
puede entender que en el mero hecho de la convocatoria, ha
dado la Corona implícitamente la sancion á la ley general que se
va á hacer. Pero aunque eso sea, si la sancion está implícitamen-
te dada, ¿qué inconveniente hallais en que se llene su última




LA SANCION DE LA CORONA. 375
fórmula? Esta es la ilustracion que yo necesito; ya ve d eongreso
que procedo con sobriedad.


¡¡La escuela liberal, señores, es de transaccion; es el pacto, es
la relacion de mútuosin tereses con venidos entre los pueblos y el
Rey; si se establece una pugna de hecho pensado; si se levanta
una protesta viva oficiosamente, porque la no sancion es una pro-
testa del pueblo para con el Rey, y á su vez del Rey para con el
pueblo, puede ser ..... estoy hablando hipotéticamente, puede ser
causa del rompimiento del pacto, porque la no sancion, al pare-
cer, desobliga á una de las partes contratantes.


¡¡He oido á algunos señores diputados que han .presentado
como casos de escepcion leyes trás leyes que no debenln estar su-
jetas, segun su juicio, á la sancion tic la Corona. Yo creo que en
todo caso no hay más que una sola ley que no deba estar sujeta
á la sancion real. Las leyes ordinarias, las leyes orgánicas son de
la generacion de la ley general; y así como no hay más que una
madre para los hijos, no hay más que una constitucion, ley gene-
ral, madre de las leyes orgánicas. Otros señores diputados en el
curso de sus peroraciones han manifestado, '! me parece que el
Sr. Avecilla ha sido unó de ellos, que la promulgacion de las le-
yes correspondia al Rey: es decir, que la ejecucion correspondia
al Rey, al poder ejecutivo en general; pero que en ciertas y de-o
terminadas leyes, no. En este caso~ señores, yo os preguntaria:
¿Qué es el Rey ejecutando? (y debo decir que no se me puede
asomar á los lábios un símil que se me ocurre.) Es el Rey un
instrumento ciego, sin criteI'Ío, sin voluntad, sin opinion de sus
actos .•... ¡un mero ejecutor! .... Eso no puede ser, no debe ser,
eso no creo que suceda en España.






LLORENTE.


Era el 8 de setiembre de t842. Por la llamada puerta
de tierra de Cádiz y á las nueve de la mañana salian dos·
modestos carruajes, ocupados cada uno por tres personas,
y se dirigian lentamente por el camino de Chiclana.


Las gentes que, como dia de fiesta, vagaban en bu-
lliciosa multitud por las calles y los caminos, creian sen-
cillamente, que aquellos pacíficos viajeros se enca¡:nina-
ba.n como otros muchos, á alguna casa de campo á buscar
solaz y diversion en el seno de la más cordial y cariñosa
amistad.


Aquellos hombres serenos y tranquilos que, distrai-
dos con triviales conversaciones, marchaban unos tras
otros por el camino espresado, iban solo á ser testigos unos
protagonista y víctima otros de una horrible catástrofe.


Una cuestion de honra ó de amor propio, un duelo á
muerte, concertado entre un jóven periodista y el jefe po-
lítico de Cádiz, era el verdadero motivo de aquella mis-
teriosa escursion, que á los ojos de los indiferentes tenia
el aspecto de una placentera gira.


Al llegar los carruajes al pobre y humilde ventorrillo
de la Isabel, creyeron los padrinos qu~ una corta tregua
y las esplicaciones consiguientes podrian evitar la des-




378 LLORENTE.


gracia que vagamente presentian, y dispusieron descan-
sar y comer juntos en un retirado aposento del ventorrillo.


La comida fué mas bien un pretesto que una necesi-
dad; la reunion naturalmente corta, triste y solemne.
Las satisfacciones del periodista no se aceptaron. El fun-
cionario exigia una retractacion humillante; el jóven au-
tor del artículo, causa del lance, se negaba á proclamar
su inconsecuencia ó su injusticia, y á desprestigiar con
una retractacion vergonzosa el periódico que á su direc-
cion habia confiado el partido moderado de Oádiz.


Inútiles fueron las súplicas de los padrinos, las caba-
llerosas protestas del escritor. A ellas contestaba única-
mente, abandonando la mesa y subiendo á su carruaje, la
ofendida autoridad. «No cabe arreglo entre nosotros; he-
mos salido á batirnos, y nos batiremos; una de las dos
familias ha de vestir luto.)) ¡Fatal obstinacion!


Uno de los padrinos del jefe político y otro de los que
aeompañaban al escritor, no quisieron autorizar con su
presencia aquel inmotivado duelo, y regresaron á sus
casas.


Media hora despues y en una corta esplanada del
pinar de Chiclana sonaba un tiro de pistola, y tres hom-
bres de los cuatro que entraron en el bosque, volvian pa-
lidos y desencajados hácia la ciudad.


Al anochecer se amotinaba el populacho de Oádiz, al
saber la muerte en desafío del jefe político Riesch, y sa-
queaba y destrozaba la imprenta del periódico El Tiempo
buscando á su jóven director para saciar en él sus frené-
ticos deseos de venganza.


Escapado éste milagrosamente de las pesquisas de las
autoridades y de la sañuda persecucion de las turbas,
pudo entrar en un bote que le condujo al bergantin fran-
cés Palinure, y arribar con su padrino á Gibraltar




LLORENTlt. 379
y establecerse poco despues en la capital de Francia.


Desde las primeras líneas de esta especie de novela,
que no es sino una desgraciada historia contemporánea,
habrá adivinado el lector, que el jóven redactor del
Tiempo, que el esforzado defensor de la causa moderada
en Cádiz, que el afortunado duelista á quien la suerte dió
la ventaja de disparar primero, y el destino fatal de su
contrario una acertada puntería, es el personaje político,
cuyo nombre hemos escrito al empezar este retrato.


Aunque D. Alejandro Llorente no poseyera como
posee cualidades y condiciones que justifiquen en eierto
modo y hasta cierto punto su importancia política y su
personal encumbramiento, el valor con que en 1842 es-
puso su vida en defensa de su partido, la celebridad que
como á partidario de la causa moderada le dió natural-
mente el desgraciado suceso que hemos referido, mo-
tivos eran suficientes para entrar con ventaja en la vida
pública y figurar notablemente y desde un principio en
las filas de su partido.


Al triunfar este en 1844, debió mostrarse agradecido
con sus más fieles y esforzados defensores; y Llorente,
recien llegado de la emigracion, merced á la amnistía
de. 1843, no podia ser olvidado de los vencedores ni es-
cluido del botin, tan pródigamente repartido en los pri-
meros momentos de la victoria.


El primer distrito de Cádiz le eligió su representante
para el congreso de aquella época, y su celebridad que
tenia por pedestal el cadáver de un hombre, su reputa-
don de escritor político y resuelto partidario, su natural
despejo y no comun talento colocáronle desde un prin-
cipio entre esos hombres predestinados por la caprichosa
política para subir fácilmente á los más altos puestos de
la sociedad.




380 LI.ORENTE.
Aunque dócil y modesto siguió la aventurera marcha


de su partido por la peligrosa senda de las reformas y de
las reacciones, su tacto político y su noble ambicion de
medro trazáronle como á otros muchos jóvenes, en la
segunda legislatura de la restauracion moderada, el ca-
mino más corto y más llano para llegar al poder.


Llorente comprendió entonces, y ha comprendido
siempre, que por ese camino tan estrecho es muy difí-
cil llegar á la meta, si van por él juntos y á un mismo
tiempo todos los que componen un partido, y mucho
más difícil si ese partido es tan numeroso como el morle-
rado.


Lo natural es que en esas marchas en masa solo avan-
cen hasta el templo de la fortuna los guerreros mejor
pertrechados ó de más fuerza, esto es, los caudillos ó pri-
meros jefes.


Por las sendas tortuosas y estraviadas, como son las
de la oposicion, es mucho más fácil adelantar terreno,
porque como son menos los que por ellas transitan, y la
muchedumbre no les estorba el paso, se ponen en evi-
dencia con menos esfuerzos, y llegan al término, tarde.ó
temprano, pero llegan.


Esta táctica tan hábil como útil es la que ha seguido
Llorente desde los primeros pasos de su carrera pública,
llegando, mereced á ella, hasta los ministerios de Ha-
cienda y de Estado.


Sabiendo esto, no es de estrañar que fuese reformador
en 1844, y puritano en 1846; moderado conservador en
1848, y liberal moderado en 1853; disidente en 1857 y
casi revolucionario en 1862; ministro con Narvaez en
'enero :de 1865, y oposicionista al mismo gabinete de
que formó parte en el mes siguiente.


Esta táctica, que algunos llama.rán inconsecuencia.




LLOREN TE. 381
ó poca fijeza de principios, más bien que sus condiciones
de orador y hombre de gobierno, ha sido el elemento
principal de su elevacion. .


y no es porque D. Alejandro Llorente no tenga cua-
lidades que le hagan merecedor del puesto oficial que en
el mundo político ha ocupado. Aunque su instruccion no
sea profunda, es, sin embargo, nada vulgar, y sobre todo
variada.


Llorente habla de hacienda como de administracion,
de derecho público como de diplomacia. Sus conoci-
mientos pertenecen especialmente á las ciencias econó~
micas.


Tambien en esta predileccion de sus estudios probó
desde un principio el diputado andaluz su mucha previ-
sion y buen cálculo en adoptar los medios que con más
facilidad y rapidez le condujesen al logro de sus ambi-
ciones.


Por lo mismo que, segun dijimos en otra parte, se des-
vió del camino del poder por donde iba el partido mode-
rado en masa, y se dirigió al mismo punto por la senda
más tortuosa pero más solitaria de la oposicion, dedicó
su inteligencia y su aficion al rámo de hacienda, el me-
nos cultivado siempre por los políticos.


Así es, que cuando en la legislatura de 1845 en que
Llorente se dió á conocer como orador y hombre de go-
bierno, trataban otros de leyes electorales y de ayunta-
mientos, de libertad de imprenta y garantías constitucio-
nales, de prerogativas de la Corona y derechos del pue-
blo, él se engolfaba en el enmarañado laberinto de las
cuestiones rentísticas y hablaba con la seguridad de Néker
y la prolijidad de detalles de 1tlon Ó Bravo ~furillo, de
contratas y de anticipos, de sistema tributario y de eco-
nomías, de derechos de aranceles y de rentas estancadas,




382 l.LOREN'l'E.
de crédito y de bancarota, de bancos agrícolas y de pre-
supuestos nivelados, de libertad de comercio y de deuda
flotante, empleando en sus peroraciones esa fraseológia
indigesta, esas demostraciones cabalísticas de guarismos
interminables con que los hacendistas aturden á sus es-
pectadores, y les dejan en ayunas de la verdadera cien-
cia económica, como lo están ellos.


Al oir hablar así al diputado por Cádiz, esclamaban
los ignorantes: « Colbert solamente podria tratar de ha-
cienda con esa profundidad.» Solo Llorente, contestaban
los maliciosos, puede ha.blar de una ciencia tan confusa
con ese desparpajo. ¡Nécios! decia interiormente el ora-
dor: Quien así os entretiene, no será un economista; pero
es un futuro ministro de hacienda.


Como orador, su reputacion no pasa de mediana. No
obstante de haber nacido en Andalucía, ese país de los
oradores, en que la lengua es el alma de sus habitantes
y el hablar su principal oficio, Llorente ha sido en los
congresos españoles de los que menos parte han tomado
en los debates parlamentarios.


y no es porque le falte,n cualidades oratorias. Perora
con soltura y facilidad, es intencio,nado é impetuoso á ve-
ces, metódico en la forma, correcto en la frase, instruido
en elfondo.


Por su carácter y sus condiciones oratorias, es mas
á propósito para combatir, que para defenderse; vale mas
en los bancos de la oposicion, que enlos ministeriales. Su
discurso de 8 de enero de 1846, combatiendo la política
del ministerio, y que á continuacion copiamos, discurso
notable que le acreditó de orador y hombre de gobierno,
prueba la exactitud de nuestras observaciones.


Pero ya lo hemos dicho. Llorente, politico calculador
y táctico hábil, no ha querido brillar como otros en el




LLORENTE. 383
parlamento, haciendo uso de sus no comunes facultades,
porque sabia que, por todas partes se va á Roma, y que
si algunos necesitan pronunciar grandes discursos para
alcanzar el poder, tambien pueden llegar otros al minis-'
terio de hacienda hablando poco y trabajando mucho.


Discurso de oposicion al ministerio.


«Señores: pienso hablar muy poco del dictamen de la mayo-
ría de la comision; dictamen equívo::o, dispénseme la ilustracion
de los señores que lo han redactado, pálido, que nada decide,
que como dijo el Sr. Alcalá Galiano, esta enteramente fuera del
debate; y que des pues de aprobado dejara enteramente inlacta la
cuestion ministerial, la cuestion de politica.


¡¡El proyecto de la mayoría, como el voto particular de
Sr. Seijas no es mas que una ocasion para juzgar la política de
ministerio: yo siento la posicion en que estoy, porque entro á ha-
blar en un debate agotado; entro á hablar en una cuestion, que
segun dijo el Sr. Alcala Galano, esta ya resuelta.


, »Voy á hablar contra las opiniones de la mayoría del congre-
so, porque yo he aprobado el voto particular del Sr. Seijas, y lo
he aprobado segun la espresion del Sr. Pacheco, para atacar la
política del gobierno. En este sentido he votado, en este sentido
voy á hablar ahora, y entiéndase que no voy á hacer cargos
violentos al ministerio, ni menos á las personas que le componen:
no diré las razones que tengo para ello, porque temo que las atri-
buya a figuras retóricas el Sr. Pillal.


JJYo voy á hablar del sistema del ministerio, porque no con-
cibo de otra manera la oposicion. Yo no concibo una oposicion
que se limita á pormenores y detalles. Si yo estuviese conforme
con el pensamiento general de política del gobierno, no le ataca-
ria por los medios adoptados para plantearla; al contrario, estaria




384 DISCURSO DE OPOSIClOl'I
á su lado y no me hallaria con los que han aprobado el proyecto
del Sr. Seijas. y 'voy á hablar antes de todo de esta oposicion
que ha sido aquí tal} censurada, contra la que se han dirigido
tantos ataques, y cuyo sistema ha sido tan combatido, tanto en el
banco del ministerio, como en los de sus amigos quizás antes de
conocerle.


»Lo primero que voy á decir, señores (y siento que el señor
ministro de Estado no esté presenLe), es que no puedo absoluta-
mente conformarme con lo que nos dijo S. S tratándose de las·
relaciones esteriores del país, pues hablando de la oposicion, dijo
que para anudat· los rotos lazos que existian antes de la muerte
del último monarca, servian de obstáculo los partidos estremos y
esta oposicion; y yo digo, que para la direccion de los negocios
del Estado, es necesario que haya una oposicion tan noble y tan
templada como esta. Me alegro que entre en este momento el se-
ñor ministro de Estado para que me oiga. Decia yo que no es una
oposicion templada, que profesa los mismos principios que el
gobierno, la que se opone al restablecimiento de nuestras relacio-
nes esleriores: semejante oposiciol1 es necesaria en el gobierno
representativo, y no puede dejar de existir mientras estén abier-
tas estas puertas.


»)Señores, el sistema representativo no se concibe sin una opo·
sicion, si bien puede suceder alguna vez que no la haya. Aquí
faltan los partidos estremos, que no dejarian de dirigir severos
cargos al gobierno; pero existe la oposicion actual, que tiene los
mismos principios que el gobierno; y si mañana nos lanzara de
aquí la voluntad de los electores, ó la del gobierno, otra oposi-
cion vendria que no seria tan templada, tan bien intencionada,
tan franca y tan noble como la nuestra.


llSe han hecho, señores, comparaciones de esta oposicion que
acaba de nacer en el seno del partido moderado con otras oposi-
ciones de dentro y fuera de España. De esas comparaciones acep-
to las unas y rechazo las otras; pero lo que más me asombra, se-
ñores, es que las comparaciones no hayan nacido de aquí, sino
que se haya tomado la iniciativa de ellas en los bancos ministe-
riales, en el banco mismo del gobierno. Se ha dicho, señores,




AL MINISTERIO. 385
que la oposicion que hoy se presenta en el parlamento, es seme-
jante en su orígen y política, y será quizá semejante en sus resul-
tados, á la que hizo el partido progresista al general Espartero.
Esto dijo el señor ministro de la gobernacion en el dia de ayer,
y luego lo repitió el Sr. Alcalá Galiano. Señores, vuelvo á decir
que me asombro de que esas comparaciones no salgan de los
bancos de la oposicion; sino de los ministeriales y del go-
bierno.


¡¡Cuando todos hacíamos la opo~icion al general E:>partero, y
al decir todos, me refiero á 103 que estamos en este sitio; cuando
hacíamos la oposicion al general Espartero y á su gobierno;
cuando tantos cargos se le dirigian, ¿quién habia de creer que
habia de llegar la modestia de un gobierno de nuestras opinio-
nes á compararse con aquel gobierno y aceptar el lugar que aquel
ocupaba? ¿Es fundado, e3 cierto que la ruina de aquel gobierno
nació unlcamenle de divitlir:le el partido progresista? ¿Es cierto
que por eso solo se derribó aquel gobierno? ¿Es cierto que por eso
solo sucumbió? Pues si sucumbió pOlo esa causa, enlonces estuvo
bien hecha la oposicion, y no me arrepiento de la parte que en
ella tuve. Yo creo hoy lo que entonces creia; ¿y creen los minis-
tros y los que Jo.~ defienden que fueron esos suficientes motivos
para que aquel gobierno cayera? Pues entonces, sin que los pro-
gresistas se hubieran dividido, sin que le hubieran hecho la opo-
sicion, aquel gobierno hubiera caído; yo soy muy consecuente con
mis opiniones, y defiendo hoy la~ que entonces defendia.


¡¡Se ha comparado mla fraccion del partido moderado con la
fraccion del partido progresista que entró en la coalicion; y el
gobierno acepla csta comparacion. SellOl'cs, si tuviera que esco-
ger, y considero inoportuna toda censura que se dirija á otros
gobiernos que no esHm aqui; pero si tuviera que escoger entre
los que fusilaron al general Leon y los que dieron la amnistía,
las conviccione~ de mi alma harian que no me apal"lase de los que
dieron la amnistia y me abrieron las puertas de mi patria. El
gobierno y sus amigos pueden escoger lo que mejor les parezca.


)¡AsÍ como se ha hecho esta comparacion, señm'es, con COilas
que han pasado en nue"tro mismo país, con partidos que nos


TOMO 111.




386 lHSCURSO DE OPOSICION
han precedido en este mismo sitio, se han hecho otras, con cosas
de países estraños, Ayer hablaba el Sr. Alcalá Galiano de 10 que
sucedió en Francia cuando el ministerio Villele se desmembró
por el año 1824, abandomlndole Chateaubriand, y con él la parte
más razonable del partido legitimista, Así como acepto para la
oposicion la comparacion de lo oculTido con el general Esparte-
ro, con mayor razon todavía acepto la comparacion hecha de lo
ocurrido en Francia. Sí 1 sel1ores; nuestro papel es igual, es idén-
tico; no digo que sea igual ni idéntico en el ministerio, pero si
repito, que es igual el nuestro al de aquellos legitimistas razona-
bles que advirtieron al gobierno de cuál era el precipicio á que
corria. ¡Cuánta semejanza hay entre aquella fraccion y la nues-
tra! Aquella fraccion liberal del partido legitimista, que formó el
ministerio "Mal'tignac ad vertia al gobierno de Cárlos X los peligros
que corria; aquellos legitimistas hablaban de prudencia y de
templanza al gobierno; y, ¡qué semejanza, señores! Una de las
principales causas porque tanto levantaba su voz Chaleaubriand
era por la libertad de imprenta, lo mismo que la 0Iío~icion hace
hoy en este sitio. ¡Cuánta semejanza!


»Nosotros, amigos de la legalidad y de la justicia, reproba-
mos todo género de violencia, y le,antamos nuestra· voz en defen-
sa de esas instituciones que han nacido con la eh ilizacíon. No
quiero hacer otras comparaciones, porque podrian ofender al go-
biel'no: yo creo que este se detendrá en la pendiente resbaladiza
en que se ha colocado, y que no ocurrirá aquí lo que en Francia
cuando la oposicion moderada, templada y legitimista avisaba al
gobierno de los peligros que corria, y que por no hacer caso de
ellos dieron por resultado consecuencias tan funestas: creo que no
llegará ese caso.


¡¡Otra comparacion presentada por el SI'. Alcalá Galiano fué
tomada de InglatelTa en 1829, cuando al ministerio sil' Roberto
Peel le hicieron la guerra los torys exagerados. ~o admito esa
compal'acion: ya he dicho que si hay exageraciones, si están en
alguna parte los hombres violentos, los hombres que empujan á
los partidos, esos hombres no somos nosotros, no son Jos que
componen la oposicion.




AL MINISTERIO. 387
»Tenemos, pues, señores, que volver al ejemplo del general


Espartero, ¡rues.los ejemplos de otros países no vienen á cuento, ó
no son favorables para los ministros ni. para sus amigos, que sin
duda los han citado en un momento de desacuerdo. Señores, en
cuanto á lo que ocurrió en aquel tiempo, en cuanto á la division
que nació en las filas del partido progresista, la comparacion
podra ser exacta, respecto al gobierno que ha adoptado una polí-
tica esclusiva como aquel, y sabido es que las políticas esclusi-
vas conducen siempre á los mismos resultados; pero no será exac-
ta respecto á nosotros, porque somos hombres de legalidad y de
órden; y los que predican esto al gobierno, con más motivo lo
predican á los pueblos, y no toman la iniciativa on las revolucio-
nes. De consiguiente, si llay algo de cierto en esa comparacion,
os respecto del gobierno, no respecto de nosotros. Lo que hubo
de generoso, de exacto, de justo, de noble en tiempo de la oposi-
CÍon al gobierno del general Espartero, eso lo aceptamos nos-
otros, y estamos dispuestos a seguir el ejemplo; lo que hubo de
desacertado y de loco, que fué tomar la iniciativa en la revolu-
cion, eso lo desechamos nosotros, y no adoptaremos nunca tal ca-
mino. Ya sabe, pues, el gobierno, hasta qué punto imitaremos
la conducta de la oJlosicion que se formó contra el general Espar-
1Cl'0.


¡)Cuando el otro dia el señor ministro de la gobernacion diri-
gia severos cargos á la oposicion que hoy se presenta en el con-
greso, uno de los que le ocurrieron, y que dió lugar á otras acri-
minaciones de parte del SI'. Alcala Galiano, fué el de decirnos
que el país habia rechazado do antemano nuestra conducta; su-
puesto que en las elecciones que acaban de verificarse, y por las
que una gran parte de los miembros que componen el congreso
se sientan hoy on eslos bancos, habia dado la razon al gobierno
en contra de la oposicion. Tengan entendido el señor ministro de
la gobernacion y el Sr. Alcalá Galiano, que solamente por un
escoso de moderacion, solamente por corresponder á los princi-
pios de nuestro partido, solamente por evitar embarazos al go-
bierno, solamente por omitir cargos que pudieran compararse con
los que se hicieron en otro tiom po, dejó la oposicion de levan-




388 IliSCUfiSO DE OPOSll!:ION
tar SU VOZ, VOZ que hubiera sido escuchada porque tenia razones
en que fundarse, para protestar legalmente contra esas eleccio-
nes, sin que por esto puedan mis palabras herir a los que han
sido nombrados por la voluntad de los electores. Yo no diré que
representan ó no esa voluntad: no se dirigen mis cargos a perso-
nas determinadas, ni mucho menos á las que han sido nombradas
en esta última eleccion por los electores para formar parte del
congreso; lo que digo es que la oposicion tenia razones fundadas
y sólidas en que apoyarse para hablar aquí, para levantar su voz,
para protestar, en fin, contra las elecciones, para reclamar su nu-
lidad.


))Pues qué, ¿se han olvid~do los señores ministros y los ami-
gos que los sostienen, de las prerogaLiva's del parlamento, de los
artículos de la conslitucion y de lodos los precedenles del congre-
so? Pues qué, señores, ¿no ha sido siempre una práctica parla-
mentaria, observada con escepcion de' rarísimos' casos, el que se
dé cuenta aquí en el congreso de las renuncias que hacen los di-
putados antes de que se proceda a reemplazarlos? ¡,Con cuánta
más razon esa práctica no debió seguirse ahora, habiendo moti-
vos especiales, especialísimos para que se siguiera? Pues qué, se-
ñores, esa ley electoral, por la que han venido á sentarse en este
sitio personas, á quienes respeto mucho, ¿no estaba desconcep-
tuada por el mismo gobierno desde el momento en qne se leyó
en este sitio el proyecto de ley electoral presentado por el gobier-
no con el objeto de modificar los vicios y defectos inherentes á la
ley anterior? Pues qué, ¿no ha sido el gobierno mismo en su pream-
bulo el que nos ha dicho de la manera que se hacian las eleccio-
nes, cuales eran los yicios de que adolecía, cuáles las personas
elegidas, y que no se creyese qne aquella era la voluntad y la
opinion del pais?


) y cuando esto mediaba, cuando la ley electoral estaba des-
conceptuada por el mismo gobierno, ¿no debiera este haber ve-
nido aquí al fin de la anterior legislatura ó á pl'Íncipios de la ac-
tual á preguntamos la manera cómo se habian de hacer las nue-
vas elecciones? ¿~o habia cosas dudosas? ¿?\o se ofrecian dificul-
tades? Yo aseguro que se ofrecian, y gravisimas; y digo que el




AL !IIN1STERIO. 389


preambulo del gobierno es el que ha quitado muchísima fuerza
a las elecciones que acaban de hacerse. Pero no es eslo solo;
hay mús todavia; hay mús que el pre{tmbulo de la ley electoral;
hay un artículo de la constitucion, señores, de la constitucion
del Estado:, artículo cuyo :cumplimiento la oposicion no ha de-
bido dejar de reelamar cuando debia, y que yo ahora que lo
reconozco siento mucho que no lo hiciera.


¡¡Señores, cuando se discutió la constitucion del Estado, pro-
puso el gobierno un artículo constiturional acerca de las cualida-
des de los diputados, el cual no satisfizo al congreso. Yo levanté
mi voz en este recinto; me secundaron algunos amigos, y el ar-
tículo del gobierno quedó desechado y reemplazado por otro, que,
habiéndolo sido en su letra y espíritu, debia tambien serlo en
sus consecuencias.


»Proponia el gobierno) señores, que no se exigiesen á los di-
putados las cualidades de contribucion ni de renta; ¿y qué acordó
el congreso? Que se exigieran esas cil'cunstancias. Pero hay más,
señores, ¿qué motivo tuvo el congreso para pensar así y para acor-
darlo? El motivo que tuvo fué conocer que era escesivo el número
de diputados empleados que venian á este sitio. Yo respeto mucho
á los diputados mnpleado,;, y respeto su independencia; pero
aun cuando respete su independencia sé que están en una posi-
cion comprometida é incómoda; y la opinion que se tiene, es que
cuando su número es escesivo perjudica, sea dicho con respeto
de estos señores, á la consideraeion del congreso. ¿Y qué es lo
que ha hecho el gohierno, señores? Influir de una manera directa,
y por influir yo no le culpo: sé que ese es su deber y su derecho;
pero sí por influir de una manera enteramente contraria á la le-
tra y al espíritu de ese artículo constitucional: ha influido para
traer aquí de cuarenta y cinco elecciones cuarenta y tantos em-
pleados; de esa manera ha observado el espíritu y la letra del
artículo constitucional, y de esa manera no deben influir los go-
hiernos en las elecciones. j Y nosotros tan generosos, tan templa-
dos, tan benignos, que cuando llega el momento de discutir esas
elecciones callamos, no decimos una palabra! ¡Y todavía el señor
ministro de la gobernacion, en un momento de mal consejo, de




390 DISCURSO DE OPOSICION
desacuerdo, nos viene á argüir aquÍ, fundado en el resultado de
las elecciones! ¿Y será esto bastante para que cuando pidamos la
}Jalabra para oponernos á la legalidad de esas elecciones nos
llame el Sr. Alcalá Galiano revolucionarios?


» Voy á entrar ya, señores, en la cuestion; voy á examinar
la política del gobiemo; pero antes de todo pido á los ministros
que escojan :entre los dos sistemas que han es puesto para su
defensa; y esto, que se dirige al gobierno, se dirige tambien á
sus amigos. Yo les pido que escojan y nos digan cuál es la si-
tuacion del país. Unas veces oigo ponderar la prosperidad del
país, el arreglo que se ha hecho en la administracion, las mejo-
ras introducida:; en la hacienda; de manera que no. parece sino
que estamos en un paraiso. Esto lo dice el ministerio cuando
trata de ponderar las ventajas de su administracion: este es un
sistema. El otro es distinto, es el que emplea cuando se trata
de hacede cargos por sus ilegalidades, por sus violencias; y él
procura justificar los actos de arbitrariedad que ha cometido:
entonces cambia la decoracion; el paraiso se conviértc en vol-
ean; estamos rodeados de conspiraciones; la adminislracion no
esta completamente sentada; no hay hacienda; los partidos
estremos cada dia son mas poderosos, irreconciliables; nuevas
tramas se dirigen contra el gobiemo; las pasiones no están
amortiguadas. Estos son los dos sistemas: yo pido al gobierno
que escoja entre los dos.


¿No estamos sobre un volean? Pues entonces ¿qué cuenta
puede dar el gobierno de todos los actos de ilegalidad y vio-
lencia que ha cometido? Si estamos en un paraiso, ¿cómo han
tenido lugar esos actos? El gobiemo ó es fuerte ó es débil. ¿Es
débil? Al cabo de dos años es mas débil cada vez. ¿Es fuerle?
Pues entonces ¿para qué necesita de ilegalidades? Yo :creo que
ni vivimos sobre un yolcan ni estamos en un paraiso; pero si
he de escoger entre estas dos cosas, me inclino á creer que el
gobierno es muy débil, mucho más de lo que él cree, mucho
mas de lo que todos creen.


))Yo me inclino á creer que es débil, y me fundo en fuedes
y poderosas razones. En primer lugar, cuando el gobierno ha




AL MINISTERIO • 391
.


sido reconvenido de habor cmnelido violencias é ilegalidades,
¿qué nos ha contestado? No tengo necesidad de repetido; lo
que nos ha dicho en suma es: « hemos necesitado ser violen-
»tos, ser ilegales, ser arbitrarios; hemos necesitado derramar
)¡sangre sobre los cadalsos contra la costumbre de los países
»ci v ilizados donde se han desterrado cuando se trata de crímenes
»políticos, y todo esto hemos tenido necesidad de hacerlo por-
»que somos débiles.)¡ ¿Y cuál es la eontestacion que fuera de
aquí se da cuando se habla de esos cadalsos que se levantan
cada dia? El gobierno no ha podido l'ier clemente, pues para
ser clemente nece,;ilaba ser mas poderoso; en suma, no puede
ser clemente porque es débil.


» y en Europa la fama de vuestra debilidad va acompañada
con la nolida de todas esas arbitrariedades y actos de rigor
que os habeis acostumbrado á cometer. Cuando se sepa en Eu-
ropa que habeis cometido un acto de arbitrariedad, se dirá: «El
»gobierno español se ha vÍI;to obligado á cometerlo, porque es
)¡débil.» Es, sí, débil: vuestro sueño es la fuerza; pero vuestra
suerte es la debilidad, y estais condenados á ser débiles mien-
tras no cambieis el sistema, el plan de vuestra política; estais
condenados á ser débiles mientras no salgamos de esa época re-
voJucionaria, que en mi concepto dura todavía. La revolucion
en España no ha terminado aun; está adormecida, no muerta;
y si se observa atentamente, se verá que lo mismo que ha su-
cedido en España ha sucedido en todos los países del mundo
donde ha habido revoluciono


»Yo miro las naciones de Europa; recorro la historia; bus-
co el ejemplo de los países despedazados por las revoluciones:
miro á esos paIses para comparar vuestra conducta con la que
se ha seguido allí, y me encuentro con que vosotros seguís una
conducta enteramente opuesla á la que en ellos se ha observa-
do. Y entiéndase que no son vuestros principios los que con-
deno; no condeno los principios del gobierno, que son los mis-
mos que los nuestros; no hay más diferencia sino que el gobier-
no los desmiente con sus actos, mientras nosotros los respeta-
rnos. Lo que yo condeno, repito, no son los principios ~el go-




392 DISCURSO DE OPOSICIOi'I
bierno, esos principios de monarquía constitucional, esos prin-
cipios de órden,. de gobierno, no: esos principios son los nues-
tros, son esencialmente los nuestros, los principios de la opo-
sicion: lo que yo condeno es vuestro sistema; y os lo he dicho
ya, lo condeno, porque se han -conducido en otras partes los
gobiernos que han tenido la felicidad de sal val' el país de las
revoluciones de una manera -diametralmente opuesta a la
vuestra.


¡¡AquÍ, sefíores, uno de los dignos diputados que se sien-
tan en los bancos ministeriales nos ha hablado el otro dia de
dictaduras, no se con qué motivo; pero lo cierto es que aqui
se ha hablado de ellas. Dictaduras ha habido en algunos países al
salir de las revoluciones, y esas dictaduras han sido útiles y
provechosas. Yo comengo en ello: á mí las dictaduras no me
aterran; yo conozco en la historia dictaduras útiles y prove-
chosas; y creo más, 'que en España no hay tal dictadura, no
la ha habido, ni la puede haber. ¿Pero por qué han sido gran-
des esas dictaduras? Porque han salvado á las naciones. Han
sido gloriosas porque han obrado sobre los ánimos, porque
han obrado sobre los espíritus, porque han obrado sobre la opi-
nion pública con grandes hechos y con grandes resultados.
De ahí es que esas dictaduras han sido gloriosas, una vez
atirmando la Inglaterra su poder en la Irlanda y aumentando
estraordinariamente su marina; esa dictadura ha sido la de
Cromwell, y esa dictadura ha sido popular en Inglaterra: otra
vez dando á la Franela grandes guerras y grandes conquis-
tas que la han hecho olvidar las disensiones de los partidos:
esa ha sido la diCtadura de Bonaparte, y esa ha sido tam-
bien popular en Francia. Pero entiéndase que con esos ho-
chos, con esos resultados han obrado sobro el espiritu de todo~
los partidos; y no solamente han contenido á estos con la com-
presion material, sino que los han disuelto, los han desorga-
nizado. Eso es lo que han hecho la¡;; dictaduras y lo que no
podria hacerse en Espafía, porque como he dicho no ha y dicta-
dura; pero aun cuando @xistiera, no podria hacerse por el ca-
mino que ha adoptado el gobierno. Que se me cite una de esas




AL MINISTERIO. 393
dictaduras que haya obrado sobre los partidos ~olamente por
el medio de la compresion material: ninguna, tpdas lo han he-
cho por un gran pensamiento, por grandes resultados, por ideas
nadonales.


¡¡La dietadura en Francia, señores, la de Bonaparte, que daba
t anta gloria á aquel país, no desdeñaba la pro¡;peridad material;
y le daba tanto impulso, que yo me acuerdo que Bonaparte aban-
donaba los negocios políticos que Lanlo cuidado debian darle en
los primeros años de su consulado, para ir á visitar los canales
de aquella nacion. Por estos medios desorganizaba los partidos, y
desorganizándolos los hada impotentes: de esa manera sustituia
el espíritu público al espíritu de partido. Eso es lo que hacia Bo-
naparte.


)} Yo no quisiera hablar de sangre; pero ya que se ha hablado
de esto, tengo que dedr que en todo el tiempo que han durado el
consulado y el imperio, no se derramó tan la sangre como se ha
derramado en los dos años últimos en España. Aquel gobierno
fué fuerte por la gloria, por la popularidad, por las grandes cosas
que hacia, y por tanto, siendo fuerte podia ser .eIemente: sola-
mente los débiles ..... Oigo que se me interrumpe, y vuelvo á de-
cir que el gobierno actual es débil, y que solo los débiles están au-
torizados para ser crueles, y en ese ca~o me parece triste la si-
tuacion del gobierno.


llTodo, señores, nos acredita y nos prueba que el gobierno
es débil, que es temeroso, que gobierna bajo una impresion per-
pétua ele femor. Por todas partes nos encontramos en estado de
guerra. La parte que ocupa el ejército en el presupuesto es la que
ocuparia en un estado de guerra; por eso digo yo que es un pre-
supuesto de guerra. El otro dia el señor ministro ele la goberna-
don mezcló en estas cuestiones, y no sé por qué, al ejército, como
si nosotros, los (Iue formamos la oposicion, pmstaramos al ejérci-
to otros sentimientos que los de grande aclmiracioü, admiraeion
por sus principios de lealtad, por su ('onstanda, por su templan-
za, por su fidelidad, por su nobleza y por todas las prendas que le
adornan, así de"pues que la guelTa ha terminado como durante
la guerra. Aquí no hay mas que una opinion respecto del ejército




394 DISCURSO DE OPOSlCIO~
tanto en los bancos del gobierno, como en los de la oposicion, yesa
opinion es la de una admiracion sin límites. Téngase entendido
así, y cuando se hable de ejército, no se crea que de estos bancos
puede salir ni una sola insinuacion contra los leales defensores
fiel Trono y de las instituciones políticas del Estado. ¿Quién, seño-
res; en este sitio pudiera creer que entre nosotros dirigíamos car-


. gos al ejército? Nadie: eso no es imaginable cuando hay aquí tan-
tos militares que tantos servicios han hecho á la Reina y á su pa-
tria, y que tanto han ilustrado su nombre en la gUeJTa civil 'y en
las disensiones domésticas. No se entienda, pues, y sigo con mi
discurso, que dirigimos cargos ni aun el mas leve al ejército; y
siento muchísimo que se le haya traido á este sitio, y que se me
haya obligado á hablar de él, porque ni aun para elogiarle qui-
siera que se trajera á este recinto.


J)Pero decia, señores, que por todas partes la situación del
gobierno es la del temor: un presupuesto de guerra, una admi-
nistracion verdaderamente de guerra, una política de guerra.
Ejército en pié de guerra, dígalo la suma y la eséncia de esa
parle de presupuesto. Adminislracion de guerra: no hablo de la
administracion de la Gacela, de la que se escribe en el periódico
oficial; ese sistema administrativo es el mio, ese es el que yo
quisiera ver adoptado: hablo de la administracion de la realidad,
de la de las provincias, de la que no es del periódico oficial; pues
esa administracion de las provincias es una administracion de
guerra.


¡lEI señor ministl'O hablaba en otro lugar del gorro encarna-
do y de la levita gI'Ís, y decia que a la administracion del país le
habia quitado el gorro encarnado para ponerle la levita del Em-
perador.


)lEl señor ministro de la gobernacion: Yo no he dicho seme-
jante cosa; no hay que ICYantarme falsos testimonios.


llEI Sr. LIorente (D. Alejandro): Pues yo digo que tiene la le-
vita grís la administracion del periódico oficial; pero la admi-
nistracion de algunas provincias, ni tiene el gorro encarnado, ni
la levita grís; podria llevar muy bien un turbante de mameluco.


llNo podria ser, seria completamente imposible, que peJ'so-




AL MINlSTERlO. 395
nas tan ilustradas, tan eminenteil como las que se sientan en esos
bancos (los ministeriales) dejaran de reconocer eso que yo digo y
que todo el mundo sabe. ¿Cómo se les habia de ocultar por las di~
ficultades que el gobierno ha encontrado en obrar sobre los par-
tidos despues de terminada la revolucion, que no basta la com-
presion material de ellos para gobernar'? Yo no soy injusto; hago
á mis adversarios las concesiones que debo hacerles; y prueba de
que lo han conocido es la manera de entrar en las cuestiones.
Voy a hablar de una que parece que no tiene relacion con esto, y
sin embargo la tiene grandísima, la cuestion de Roma.


»Señores, la cuestion de Roma está íntimamente enlazada con
esta. ¿Cuál era la justiticacion, no hablo de la justificacion canó-
nica, ni de la justificaC'ion de los jurisconsultos, ni de la de los
abogados, hahlo de la j uslificacion política; cuál era, digo, la
justificacion de la manera que tuvo el gobierno de abordar la
cuestion de Roma? La de que era necesario obrar sobre los parti-
dos, descomponerlos, desorganizarlos. Esta era la cuestion que
estaba destinada por los ministros para conseguir ese objeto. Yo
he oido de boca de los ministros que era esa la cuestiono ¿Y poI'
qué? Porque por un lado al partido carlista le privaba de sus e:;-
peranzas si llegaba á ser reconocido el gobierno de la Reina pOI'
Roma, y en su consecuencia por las potencias del Norte; y pOI'
otra parle se quitaba tambien á los reyolucionarios su fuerza si
llegaba á ser reconocido el-gobierno por la Santa Sede. Creo que
esta fué la gran intencion que tUYO el gobierno. Yo no sé si ha-
bria consideraciones mas elevadas todavía que estas, que no sean
del órden político; pero en ese órden creo que no hay ninguna
mas poderosa. De mí sé decir que en aquel tiempo comprendí
toda la importancia de esa cuestion, importancia grande y que
acaso se exageró demasiado porque se emplearon los términos de
la hipérbole; pero hoy se quisiera disminuir, y se pretende que
tenga poea parte en las discusiones de este parlamento, creyén-
dose que no es motho suficiente para organizar una oposicion,
cuando el año pasado se creia que era el fundamento principal de
la política del gobierno.


¡¡Yo me opongo, señores, á esa política que consiste en en-




396 DISCURSO DE OPOSICION


salzar una vez la importancia de las cuesliones, en elevarla á las
nubes, cuando al dia siguiente, si el resultado de esas cuestiones
es malo, se rebajan hasta lo infinito. Eso no es franco, no es
leal. La cuestion de Roma es importantísima, importantísima
hasta lo sumo, y la derrota sufrida en noma es una derrota de
muerte para el gobierno. Y si esto no fuera asL señores, ¿qué
razon habria tenido entonces yo que estaba en otros bancos dis-
tintos de los del Sr. Pacheco, yo que voté con el ministerio, qué
razones habl'ia tenido si no fueran poderosas para votár de esa
manera? Yo que en las cuestiones políticas soy enemigo de todo
lo que sea reaccionario, que sin embargo voté con el gobierno en
la cuestion de los bienes del clero, que estoy por la desamortiza-
cion y dí mi voto al gobierno, ¿por qué lo haria? Porque veia un
resultado político grande, porque veia el gran resultado que po-
dia obtenerse.


))Se vé, pues, que nuestro voto estaba fundado en la espe-
ranza de una grande ventaja política, que sacrificábamos las con-
vicciones de toda nuestra vida, con la esperanza de' alcanzar y
secundar un gran pensamiento político.


)No éramos solamente nosotros, señores; eran tambien los
ministros los que daban á esa cuestion grande importancia; eran
los señores que se sientan en los bancos de enfrente (los minis-
teriales). Pues qué, señores, ¿no hay una de esas frases, que yo
no tengo necesidad de ir á buscar en el Diario de fas Sesiones,
porque quedan. esculpidas en la memoria de lodos los que las
oyen? ¿no hay una de esas hellas frases que suele usar el sel10r
ministro de Estado que prueban lo que estoy diciendo? ¿.No nos
dijo que despues de restablecida la paz en las calles era neeesa-
rio restableeerla en el santuario de la conciencia? ¿No nos dijo que
era nece~ario conseguir ese gran resultado? Pues entonces, seño-
res, si 10 que buscábais en Roma no se halló, no habeis hecho
otra cosa más que restablecer la paz en las plazas; pero no en las
conciencias; luego no hay paz en las conciencias; me parece que
la consecuencia es lógica, rigurosamente infalihle; no hay paz en
las conciencias segun vosotros. Si habeis dado al país la paz, la
tranquilidad material, pero nada mas; la paz de las conciencias,




AL MINlSTERIO. 397


a pesar de los sacrificios que habeis hecho, aun de vuestras
convicciones, no habeis conseguido darla. La política del go-
bierno, señores, es, pues, una política profundamente desgra-
ciada.


)JPaso, señores, de la cuestion de Roma á otra cuestion muy
importante, que es la de nuestras relaciones esteriores. Si des-
graciado ha sido el gobierno en las negociaciones con Roma, yo
me lamento, señores, de que no haya sido más afortunado en
sus relaciones con las demás potencias de Europa. En todas ha
sido desgraciado; en todas ha recogido resultados igualmente fu-
nestos. Empiezo por las potencias del Norte, con las cuales no se
han anudado los lazos de nuestra antigua amistad. Empiezo por
colocar bien la cuestion, no en el terreno en que han querido co-
locarla los señores ministros y sus amigos. Lo que se ha dicho en
106 bancos de la oposicion, lo que hemos sentado, sostenido y
sostendremos, es que no se han conseguido resultados, háyansc
empleado ó no por el gobierno los medios para obtenerlos; ese es
el cargo que le hacemos, porque á una política como la del ac-
tual gabinete es preciso juzgarla por los resultados. Cuando se
hacen grandes sacrificios, cuando se pl'Cscinde de los principios,
enLonces no basta ded\': «La suerte no ha favorecido al go-
»bie1'l1o. »


)JEl gobierno que renuncia á sus convicciones; el gobierno
que desatiende sus principios, ese gobierno está obligado á triun-
far; no somos nosotros, es el gobierno quien tendrá necesidad de
subir al Capitolio. A los hombres legales, á los hombres de go-
bierno y de órden, ¿cuándo se les ha obligado á subir al Capito-
lio? A los que Re obliga es á los hombres de medidas escepciona-
les, á los. que se salen del órden legal; no hablaré de dictadura,
porque ya digo que no la ha habido; a los que atropellan todo
sistema y que se burlan y ríen algunas Yeces de los principios es
a quienes puede obligarseles.


¡)Señores, si el gobierno ha dado la paz al país, si le ha dado
un aspecto de solidez, de decision, de firmeza, de órden s6lida-
mente establecido, ¿cómo es que las potencias dc Europa no se
apresuraron á reconocerle? ¿Qué concepto han podido formar de




398 DISCURSO DE OPOSICION
él? ¿Cómo es que no ha logrado que se persuadan de que el go-
bierno está afirmado una vez para siempre? ¿Cómo es que no 10
ha conseguido? Ya he dicho que pueden haber influido diversas
causas; pero vuelvo á repelir que á esas noticias de su rigor va
acompañando por toda Europa la fama de su debilidad.


l)Si no ha sido feliz ni en la "Cuestion de Roma ni en la cues-
tion del a" potencias del Norte, ó sea de la Europa absolutista,
¿ha sido más feliz con los otros Estados con quienes tenemos
relaciones de amistad? No, señores, infeliz y siempre infeliz en la
cuestion de Roma, infeliz en las relaciones con las potencias del
Norte, infeliz con la Inglaterra, y hasta infeliz con la misma
Francia, en la cual los señores ministros debieran tener toda su
esperanza, supuesto que, como se ha dicho aquÍ y se ha repetido
cien veces, es la potencia en la cual debiera encontrar más apoyo
su política. ¿Qué negociaciones ha habido con esas potencias des-
de que comenzó á gobernar el actual ministerio? Señores, son
varias, y por todas partes vemos que donde habia concesiones,
en las que nada podiamos nosotros esperar, esas se ·haT,l hecho,
y que donde habia concesiones en que teníamos que recibir no
se han satisfecho. ¿Qué pecHamos á la Inglaterra en esa cuestion
de los azúcares, de que hablaré mas adelante cuando lleguemos
á la cuestion de negocios? ¿Qué hemos conseguido ahí? Nada, ab-
solutamente nada. Yo no soy injusto: pOI' los datos que tengo
creo que la negociacion ha estado bien dirigida.


»Véase si soy imparcial; creo que ha estado bien dirigida,
muy bien dirigida, tengo datos para creerlo así. Pero despues de
dirigir bien esa negociacion, el resultado no se ha obtenido, la
concesion que debíamos esperar no se ha hecho. ¿Y qué concesion
era? una concesion de justicia, como lo esplicaré, repito, cuando
lleguemos á la cuestion de negocios. Esto es en cuanto á las ne-
gociaciones que hemos tenido con el gobierno inglés . ¿Y con el
de la Francia? Una ncgociacion habia pendiente con el gobierno
francés al cerrarse la última Icgislatura; y aunque no era grande
su importancia, no eran menores las esperanzas del gobierno que
las que tenia respecto de la cuestion de Roma. 1\0 lo he oído
en conversaciones privadas, no en este salon;, pero sí cerca de él




Al. MINISTERIO. 399
he oido de boca de un señor ministro que tenia concebidas gran-
des esperanzas; y yo confieso que razon habia para tenerlas. Pero
ahora pregunto: ¿se han lÓgrado? No, señores; y sin embargo, en
cambio de eso que no hemos obtenido, nosotros hemos hecho
ot!'aS concesiones, y no las podrá desmentir el señor ministro de
hacienda. (El señor ministro de hacienda pidió la palabra.) Se
dirá, señores, que asistían razones de justicia para conceder lo
que se concedió. Eso es lo que se dirá; que era preciso conceder-
lo porque era justo. Pues yo tambien digo que lo que nosotros pe-
díamos era justo y se ha negado; era legal y teniamos derecho
para pedirlo y exigirlo. Diga lo que quiera el gobierno, en este
punto su política tambien ha sido desgraciada, y cuenta que no
voy a hacer cargos fundándolos en la direccion dada iL esas ne-
gociaciones: puede haber sido buena, pero no se han conseguido
los resultados por el vicio general de su politica, por la situacion
de nuestro país, por esa mala posicion en que nos ha colocado el
gobierno.


»Desgracias, señores, en la .cuestion de Roma; desgracias en
las negociaciones que pudieron entablarse con otras potencias, ó
no negociaciones, sino en el hecho de no podel'las entablar; des-
gracias en las negociaciones con Inglaterra; desgracias en las ne-
gociaciones seguid~s con Francia; por todas partes esa es la suer-
te del gobierno. Vamos á ver si en la política interior es mas
afortunado.
))I~mpiezo, señores, por la más aira de todas las cuestiones,


por la cuestion constitucional, de órden público; y debo adver-
tir al Sr. Pidal que si todos los oradores de la oposicion, y yo con
ellos, hemos empezado por tratar antes de las cuestiones esterio-
res, no ha sido por ser mas importante, sino por seguir el órden
del discurso de la Corona y nada mas. Voy a ver si la política del
gobierno (á quien creo no haber dirigido cargos personales, ha-
biéndome limitarlo á la conduela del gobierno en general), ha sido
mas fuerte y afortunada en la cuestion interior que lo ha sido en
la esterior, y desde ahora prometo probar que no ..


»Empiezo, señores, como decia antes, por la cuestion mas
importante, pOl~ la cuestion con~titucional, por la cuestion de le-




400 DISCURSO DE OPOSIClON
galidad y de órden público. y yo pregunto: ¿cuál era el objeto
que se debia proponer el gobierno en este punto? ¿Qué fué lo
que nos dijo cuando la reforma constitucional se estaba discutien-
do? Lo que dijo, lo que repitieron los señores ministros, y la ra-
zon que tuvimos muchos para votar la reforma, no fué otra sino
que la antigua constiluclon habia sido tantas veces despreciada
por los gobiernos y los partidos, que todo su prestigio estaba per-
dido, y que no podia gobernarse sin establecer una que fuera
respetada. Eso fué lo que se dijo, ese fué el fundamento del cargo
que hizo el dia pasado el Sr. Pacheco; y ese cargo, señores, sera
dificil destruirle. Ahora bien, esto supuesto, ¿cuál era el objeto
del gobierno? Su objeto no era otro sino probar que con la cons-
titucion antigua no se podia gobernar, que habia perdido toda
su fuerza á consecuencia de las infracciones y ataques que habia
sufrido por los gobiernos y los partidos. No era otro el pensa-
miento de la reforma. Si era otro, como alguno:-l creen; si bajo
esa mira que se proclamaba habia otra; si el principal pensa-
miento no estaba en el todo de aquella obra, sino· en un solo
articulo que no voté, deploraré siempre, il pesar de baber con-
signado entonces mi sufragio, el haber contribuido ni en todo ni
en parte á la confeccion de aquella obra. Los señores ministros
han comprendido bien cuál es el artículo á que aludo, y no ne-
cesito insistir más sobre ese punto.


))Pero, ¿cuál era el objeto, vuelvo á decir, cual era el pensa-
miento del gobierno al discutirse la reforma constitucional? Le-
vantar del polvo la constitucion, elevarla á una gran altura, (Íe
donde la habian hecho caer las violencias de los partidos, las in-
fracciones de los gobiernos, y á los tres dias de haber sido pro-o
clamada esa constitucion nueya, esa constitucion que tan respe-
tada debia ser, esa nueva constitucion destinada á la adoracion y
al respeto, se Yió despedazada, violada por el gobierno mismo.
¿Fué por una necesidad? Desgracia grande el verse obligado á
los tres dias á de5p:xlazar su propia obra.


))Se ha hablado de los principio,", de la violacion de los prin-
cipios; y tratando de principios, habló el sefior ministro de la
gobernacion de hombres prácticos y de lo que era necesario hacer




AL MINISTERIO. 401
para gobenur: yo declaro cien veces que no tengo inconvenien-
te en que se me considere como fiel siempre á mis principios; si
eso se llama ser puritano, yo acepto esta calificacion. No creo yo
que sea de hombres prácticos ~iolar los principios, no; lo que es
de hombres prácticos en materias constitucionales es no aceptar
principios que hayan de ser violados, no admitir de modo alguno
aquello que han de tener que violar y destruir. Hombres prácti-
cos creo que lo somos nosotros, porque yo no acepto un principio
sino cuando tengo el convencimiento de que en la práctica puede
llevarse á cabo; y no se crea por eso que yo me apresuro á con-
testar a objeciones que se han hecho aquí y fuera de aquÍ contra
nosotros los de la oposicion.


))8i llegara el caso de que nosotros hubiésemos de formar un
gobierno, no formaríamos un gobierno inofensivo, un gobierno
de euákeros, un gobierno como el de los judíos, que se dejaban
degollar en sábado porque la ley les prohibia hacer nada aquel
dia; no organizariamos un gobierno que se dejara impunemente
destruir, no. Hombre de órden y de gobierno, no daré yo mi
apoyo á ninguno que no sepa defenderse, y defenderse enérgica-
menle contra todos los partidos; pero si para ello necesita violar
y destruir las leyes, más vale que no se hagan, que no se promul-
guen. No; señores, no. El respeto á las leyes es la primera condi-
cion, la más indispensable de los gobiernos. ¿8abeis lo que se
llama moralidad política? No es la del hombre privado, no; esa
no la niego á ninguno de los señores que se sientan en ese banco
(el de los ministros); la moralidad politica consiste en no sacrifi-
car los principios á una necesidad del momento, a una idea ins-
tantánea de salvacion, a un rapto de cólera. Esa es la moralidad
política, que nunca ha podido consistir sino en el respeto de los
principios.


))8e ha hablado aquí de division, de la division del partido
moderado; se ha dicho que somos nosotros los que tomamos la-
iniciativa, y voy a responder á esa acusacion. ¿Qué son los prin-
dií\(i\!" ~e\\'(i\"e,~~ S(j\\ \\'(\da m.e\\()'!, q\l~ "'\ a\m't\, '!,()l\ l\'t\d'i\ m~l\\)';?,
que la vida, son nada menos que la justificacion de los partidos;
quiladle á un partido sus principios, y no es mas que una oonda


TOMO 111. 26




402 DISCURSO DE OPOSIclON
de intrigantes y de ambiciosos. Los principios, vuelvo á repetir,
son el alma, los principios son la vida, los principios son la esen-
cia de los partidos; y son más todavía, como dijo muy bien el
Sr. Alcalá Galiano', son su bandera: si esa se desgarra, jay del
que lo haya hecho! Si el partido llega á desbandarse, suya sera
la responsabilidad, suya la culpa, suyo el remordimiento.


))Señores, despues de haber probado, con harto sentimiento
mio, porque yo no puedo vanagloriarme ni tener satisfaccion de
las derrotas de hombres de mis principios, cuúl ha sido el mal
éxito del gobierno en la política esterior, en la gobernacion del
Estado, y acerca de la cuestion de principios, paso á ver si ha
conseguido grandes resultados en cuestiones diferentes.


))La primera que se me presenta es la de la reorganizacion
administrativa. ¿Ha sido más feliz en ella el gobierno que en la
cuestion constitucional, que es la cuestion eslranjera? Voy á
decir lo que pienso acerca de ese punto, sin que se crea que mis
palabras van dirigidas contra el ministro encargado, especial-
mente de ese ramo, pues van encaminadas contra el 'Sistema g('-
neral del gobierno, y nada más. ¿Ha sido más feliz el gobierno
en la obra de la reorganizacion administrativa? Yo he dicho que
esta se diferencia en dos partes; la administracion legal, oficial de
la Gaceta, y la administracion de hecho. ¿Cuál era el objeto del
arreglo administrativo, por el cual el partido moderado ha comba-
tido durante' tantos años? Y entiéndase que si el principio de la
centralizacion ha triunfado, no se puede atribuir á sí mismo ese
mérito el gobierno, porque ha sido resultado de la lucha que
siempre hemos sostenido; por él caimos, por él hemos vuelto a
triunfar, y nosotros le hemos establecido; no ha sido el gobierno,
no se vanagloríe de esa obra, pues de lo que podrá gloriarse es de
los resultados cuando se hayan conseguido. El gobierno ha aplica-
do esos principios, esa centralizacion de una manera más ó me-
nos atinada, que yo concederé que en general sea atinada, por-
que no disputo sobre pequeñas cosas; pero es menester ver si
ha conseguido los efectos, los resultados que se buscaban en la
centralizacion adminislrativa porque todos hemos combatido. Dos
aspectos tiene esta cuestion: el aspecto político y el aspecto pura-




AL MINISTERIO. 403
mente administrativo. Desde el punto de vista administrativo,
¿qué es la centralizacion? No es un principio que se escribe en un
periódico oficial, porque hacer eso es muy faci! , y lo han hecho
todos los gobiernos.


¡¡La centralizacion es la mano del gobierno que se alarga
para llevar el bienestar hasta los últimos rincones de la nacion; la
centralizacion no se escribe; la centralizacion se verifica dando
vida, dando actividad, dando moralidad á los dependientes del
gobierno y á sus oficinas; es la lida activa, enérgica, poderosa,
que llega á todas las provincias, á todas las ciudades, á todas
las aldeas, para llevar á todas partes la civilizacitm, el bien-
estar, los adelantos, los progresos, las mejoras, eso es la centra-
lizacion. Dad á un 'gobierno actividad, energía, mO,ralidad á sus
empleados, y la centralizacion estara hecha y no habrá más que
escribirla; pero empezar por escribirla cuando no teneis ánimo
ni vida para establecerla de hecho es no hacer nada, si es que no
habeis hecho un mal muy grande. ¿Creeis que está todo hecho con
decir que intervendreis en todo cuanto tengan que hacer las pro-
vincias, ias ciudades, los pueblos? No, cuando hayais intervenido
de una manem eficaz y conveniente, cuando hayais dado impulso
á todos los intereses, entonces os podreis preciar de haber esta-
blecido la administI'acion; pero ¡desgraciados si cuando escribís
esa ley no tencis ánimo para llevarla á efecto!


))Habeis quitado á los ayuntamientos y á las corporaciones po-
pulares la administracion de los fondos, ó habeis tomado parte
en ella; si lo habeis hecho para fomentar, os doy la enhorabuena;
pero si es para impedir, para estorbar, para poner obstáculos, en
vez de mostrar el celo que se exige de vosotros y de vuestros em-
pleados, ¡desgraciado país! ¿Y habeis conseguido eso? ¿llevais tra-
zas, llevais camino de conseguirlo? No, no le llevais, yo os lo
digo, y conmigo lo dicen las quejas repetidas y sentidas que lle-
gan de los pueblos, de las provincias; y no cito hechos aislados
como cargos al gobierno, sino en cuanto contribuyen á demostrar
lo vicioso de su sistema. No conseguís el fin por un motivo polí-
tico, porque estais absorbidos, ocupados en las cuestiones políti-
cas que os roban todo el tiempo y que con tanta imprevision




404 DISCURSO DE OPOSICION
provocals a cada momento, porque esa guerra politica en que
estais . comprometidos impide que seais benéficos y que lleveis
consuelos á los pueblos.


»¿Puede ocurrir duda alguna en que este impulso provechoso
no se lo habeis dado á la administracion económica del país? ~o
puede caber duda, señores, porque vosotros habeis tomado á
vuestro cargo el hacer todos los caminos, los canales, las iglesias,
y no os bastais para los negocios generales del Estado, no; y
voy á citaros un ejemplo. Ocho meses hace que aquÍ, en este
mismo sitio, os autorizamos para contraer un empréstito con
destino á lo~ caminos del Estado; pues ese empréstito todavía no
habeis podido llevarlo á cabo, porque no teneis tiempo sin duda,
ó medios para realizarlo. iY vosotro~, que no teneis poder para
hacer los caminos del Estado, quereis intervenir en hacer los ca-
minos particulares de los pueblos, sus iglesias, intervenir, en fin,
en sus menores y peculiares operaciones! Señores, si negais esto,
QS poneis en contradiccion con el sentimiento público.,


» Ya no examino la cuestion económica; paso á la cuestion po-
lítica que hay en la centralizacion, y voy tambien á ser muy bre-
ve, porque me ha precedido el Sr. Pacheco en la mayor parte de
lo que yo iba á decir.


»Señores, ¿qué era la centralizacion como medio político,
como medio de impedir los desórdenes, que yo en la oposicion y
en cualquier sitio en que me encuentre estoy siempre dispuesto el
impedir? ¿Qué era la cenlralizacion considemda, no como orga-
nizacion administrativa, sino como organizacion política? El
seDor ministro de la gobernacion nos lo ha dicho: era el medio
de dar fuerza y energía al gobierno. Pues, señores, esto tampoco
se ha conseguido, puesto que el gobierno dice que se ha visto
forzado á acudir muchas veces á los mismos medios que emplea-
ron los gobiernos progresistas, aun cuando tenian milicia nacio-
nal, ayuntamientos y doctrinas disolventes, con los desórdenes
que son consiguientes; y cuando por esto mismo impugnaba yo á
aquellos gobiérnos, claro está que tengo que impugnar tambien al
actual. Si no habeis conseguido, pues 1 ese resultado a que aspi-
rábais, o.s dais demasiada prisa á subir al CapitoIlo.




AL MINlSTEB10 • 405
.


»nespues de la cuestion administrativa ¿qué es lo que hay,
señores? Hay la cuestion económica, la cueslion de los impues-
tos y la cuestion de crédito: la cuestion de impuestos la dejo
para cuando se trate de su párrafo especial; la cuestion de crédi-
to es la que trataré ahora tambien ligeramente, porque despues
llegará su discusion especial.


»¿Cual fué uno de los grandes objetos que se propuso el go-
bierno en la legislatura pasada? Fué, señores, como él mismo nos
dijo, levantar el crédito del Estado, reparar las injusticias pasa-
das y evitar la bancarrota. Por eso consiguió el gobierno que vo-
tásemos una autorizacion, que yo voté tambien, con el objeto de
conseguir todos sus fines, autorizacion que sin embargo se resis-
tieron á votar muchos de los individuos de este congreso ¿Y cuál
es el resultado? Yo no hago por esto un cargo al gobierno, pero
vuelvo á referirme á su sistema general: el resultado: seño-
res, es que el gobierno tiene que confesar su impotencia; esa
autorizacion le ha sido estéril, y lejos de aumentar el crédito
del Estado, han sufrido por el contrario fuertes oscilaciones
los efectos públicos. y esto ¿qué prueba, sefiores, sino que
los mejores proyectos se yuelven estériles é infecundos en ma-
nos del gobierno? Yo quiero sino que me diga qué ha conse-
guido con aquella autorizacion, á tanta costa arrancada á las
córtes.


»Yo no soy, señores, de los que dan grande importancia para
la politica del Estado, á lo que pasa en el sitio á que aludo; si
yo comparase con algo la situacion de nuestro crédito, no seria
con la de ese termómetro, seria con la de un péndulo de terribles
vibraciones. Y cuidado, señores, que esta es una cuestion muy
séria; es cueslion que importa la ruina ó la fortuna de miles de
familias en cada una de esas vibraciones.


))Por todas partes, pues, señores, en la política esterior del
gobierno, en el sistema económico, en todo veo los síntomas de la
debilidad del gobierno; y por eso no puedo darle mi apoyo, por-
que creo que su sistema ha nacido débil, y es necesario reempla-
zarlo con otro sislema. Si yo creyese que el sistema del gobierno . i""/$'
nacia fuerte, que caminábamos por el camino que conduce á ese ~
/tl{~' '1
,Y •• .,
" '-, '


o .:~ .~¡\ ~ <,.J
, ....




406 DISCURSO DE OPOSICION AL MINISTERlO.
fin, entonces yo le daria mi desinteresado apoyo; pero ahora no
puedo prestárselo.


)lYO creo, vuelvo á decir, que será siempre impotente, porque
no puede menos de serlo mientras tenga que emplear contra los
partidos estremos la compresion material, que no basta; es preci-
so emplear otros medios para obligarlos á entrar en el verdadero
camino. Yo, no me cansaré de repetirlo: creo necesario levantar
el espíritu público; creo necesario promover mejoras que sean co-
munes á todos; creo necesario fomentar el bienestar general;
pero esto, señores, no es lo único á que debe aspirar la humani-
dad, aun en este siglo que se llama positivo; yo creo, señores,
que debe aspirar á la moralidad política, á la justicia. Y estas no
son vanas declamaciones; son necesidades del alma, son medios
tambien de gobierno; porque con la moralidad y la justicia se ha-
cen los gobiernos respetar de los propios, y se concilian asimis-
mo el respeto, cuando no la adhesion, de los estraños.»




MORON.


Al querer juzgar al diputado valenciano en el concep-
to de orador de parlamento, ocurrénsenos infinitas dudas
que, combatiendo y ofuscando nuestro criterio, produ-
cen en nuestro ánimo el natural temor de si acertaremos
Ó erraremos en el juicio que emitamos~


En todas las biografías que llevamos escritas hasta
hoy, difíciles muchas de ellas por las especiales condicio-'
nes de los personajes que retratan, hemos espuesto nues-
tn opinion y formulado nuestro juicio con mas ó menos
exactitud y fundamento, pero siempre sin dudas ni vaci-
laciones, porque al consultar los discursos en que apo-
yarle, 'y al examinar las dotes oratorias, las condiciones
así físicas como morales de sus autores, hemos encon-
trado proporcion entre sus cualidades y sus obras, entre
sus triunfos parlamentarios y los elementos con que con-
taban para conseguirlos.


Así es, que aun sin conocer á un personaje, sin ha-
berle estudiado anteriormente, con solo saber que era
poeta, filósofo ó economista, hubiésemos adivinado fá-
cilmente que en sus discursos se encontrarian imágenes
deslumbradoras, profundas sentencia.s ó cálculos rentís-
ticos, basados en la esperiencia ó en los números.




408 MORON.
y tan fácil es á cualquiera esa adivinacion, como el


acertar que es buen médico el facultativo estudioso y prác-
tico, y buen abogado el jurisconsulto muy versado en to-
dos los ramos de la legislacion y encanecido en la carrera
del Foro, y buen orador parlamentario el diputado que
tiene imaginacion, talento, instruccion, facilidad en el
decir, y otras cualidades morales y físicas convenientes é
inseparables para la verdadera oratoria.


Pues esta regla general, que parece invariable por
estar bas"ada en la naturaleza yen los más seguros prin-
cipios de la razon y de la lógica; esa regla que puede
aplicarse, con completa seguridad de acierto, á todos los
oradores; esa regla que parece fija é infalible en todos los
casos, tiene una escepcion al juzgar con ella al orador va-
lenciano, es una regla falible, insegura é ilógica al apli-
carla al hombre público cuyo retrato dibujam<?s. .


En la organizacion intelectual y física de este dipu-
tado se observa un misterio para nosotros incompren-
sible, una irregularidad, una contradiccion, que en apa-
riencia no tiene fundamento.


Moron, dicen los que le tratan á fondo, los que le
oyen en la tribuna, los que leen sus obras, tiene un ta-
lento profundo, una imaginacion exaltada, una memoria
portentosa, un corazon noble y apasionado, un carácter
franco y espansi vo, un ingenio agudo, una instruccion
vastísima, una locucion fácil; tiene, en resúmen, más
dotes, más condiciones parlamentarias que muchos de los
oradores que brillan y han brillado en nuestros parlamen-
tos; tantas, al menos, como los que figuran en primera
línea. Y sin embargo, Moron no es un buen orador, no
es un orador perfecto como debiera serlo, atendidas sus
cualidades y naturales disposiciones para la oratoria.


¿ y ()n qué consiste ese fenómeno? ¿qué causas mo-




MORON. 409
tivan esa irregularidad, esa desproporcion, esa falta de
armonía entre las premisas y las consec'uencias, entre los
antecedentes y los resultados? Si tiene dotes especiales,
condiciones á propósito para ser uno de nuestros primeros
oradores, ¿cómo no lo es?


Para nosotros no tiene otra esplicacion ese enigma,
esa rareza que parece una paradoja, que la siguiente:
En la organizacion intelectual del orador valenciano la
cantidad perjudica á la calidad. Más claro: El defecto
capital de Moron, lo que le impide .figurar al lado de
nuestros primeros oradores parlamentarios es tener mu-
cho talento, mucha imaginacion, mucha memoria, mucho
sentimiento, mucha espansion, mucha agudeza, mucha
sabiduría, mucha facilidad en el decir.


La cantidad, como hemos dicho, de estas cualidades,
perjudica indudablemente á su calidad, porque, luchando
entre sí todas ellas y con fuerzas iguales, se ofuscan unas
á otras, . se inutilizan y casi se destruyen, dominando al
fin sobre todas ellas la de la instruccion.


De aquí el que Moron sea sobrado generalizador y
simplificador en las cuestiones que ventila. Es tan com-
plejo, se reproduce tanto cuando habla en el congreso,
que es capaz de agotar la cuestion más general y compli-
cada, tratándola en todos conceptos, examinándola por to-
das sus fases, y haciendo en pró y en contra cuantas ra-
zones, cuantos argumentos pudieran ocurrirse á todos los
diputados juntos si tomáran parte en la discusion.


Los discursos de Moron son mas bien alegatos foren-
ses que peroraciones parlamentarias.


Moron, sea cualquiera la cuestion que ventile, ni nar-
ra ni declama; es pone y prueba, sienta premisas y saca
consecuencias; presenta un problema y lo resuelve; anun-
cia hechos y alega en seguida de bien probado, siendo in-




410 MORON.
terminable en citar datos y exhibir comprobantes en de-
fensa de la proposicion que sostiene ó de la causa porque
aboga. .


Moron no conmueve, no entusiasma nunca, pero per-
suade y convence siempre. Ante la seca y descarnada lógi-
ca de sus argumentos, ante la indestructible solidez de
sus razones, ante la exactitud matemática de sus conse-
cuencias nada valen los más bellos arranques oratorios
de sus contrarios, los rasgos de elocuencia más atrevidos
y deslumbradores.


]foron no habla con palabras, si no con ideas; en sus
discursos no hay frases, sino razones; en lugar de poesía,
hay lógica; en lugar de imaginacion, talento; en vez de
ojarasca, fruto; en vez de forma, fondo. Por eso no tie-
nen sus discursos brillantez, ni animacion ni elocuencia;
por eso es incorrecto, sencillo, monótono á vec~s, al paso
que es siempre profundo, razonador y lógico.


Hemos dicho que entre todas sus cualidades domi-
na la instruccion; y llega ese dominio hasta tal punto
que, poseyendo el diputado por Valencia una imagina-
cion exaltada y' un carácter impresionable, no se encuen-
tra en. sus diS'cursos ni una imágen poética, ni un rasgo
de sentimiento, ni uno de esos arranques declamatorios,
tan peculiares á los españoles y tan propios del país á
que S. S. pertenece.


En resúmen, Moron es uno de los oradores más ilus-
trados de nuestro parlamento. La fórmula sintética de su
talento es la universalidad. Es una biblioteca, donde to-
das las obras están á la mano, pero sin índices que orde-
nen su colocacion.


Como orador de parlamento, . pronuncia como los espa-
ñoles, discute como los ingleses, razona como los ale-
manes.




MORON. 411
Como hombre público, es un Caton: diputado de mere-


cido prestigio y de estraordinaria influencia en ciertas
épocas, ni tuvo nunca un destino, ni adorna el ojal de su
modesto frac con la cinta más insignificante; antes por el
contrario, su intcrvencion en la política ha desmembrado
notablemente su patrimonio.


Moron no sirve para vivir en estos tiempos porque
tiene talento, moralidad, instintos Dobles y pensamientos
caballerosos como los héroes de la edad media. Sobre
todo, no sirve para vivir en estos tiempos, porque le falta
suerte.


Á haberla tenido, y acompañada de un poco de egoismo
y más intencion, el diputado valenciano veria hoy escrito
su nombre en el catálogo de los ministros de hacienda.


Discurso sobre la cuestion de actas.


«Señores, en el acta del distrito de Ecija, que la comision
permanente ha creido sin duda que es leve, puesto que en este
momento y antes de la constitucion definitiva del congreso se
trata de ella, refleja en mi opinion, de una manera evidente y
marcada cuál ha sido y cuál es la política electoral del gobierno.
Desde luego debo dirigirme al señor presidente por la indicacion
que S. S. tuvo por conveniente hacer dias pasados a mi digno
amigo el Sr. Fernandez Negrete, y diré á S. S. que la cuestion
de actas es una cuestion esencialmente política, y que yo me pro-
pongo, no examinar y discutir la cuestion política, pero sí exa-
minar la cuestion de política electoral, puesto que esa acta refle-
ja cuál ha sido la política electoral del gobierno. Señores, yo no
creo que necesitaré insistir sobre este punto, no solo porque me
propongo ser sumamente breve en la esposicion de la política
electoral del gobierno, sino porque creo que cuando aquÍ no he-




412 DISCURSO SOBRE
mos tenido el gusto, la satisfaccion, los representantes de la na-
cion, de que despues de una situacion tran grave como por la
que ha pasado y está p¡¡,sando todavía la "España, hayamos
visto abrir el parlamento por S. ~t la Reina; cuando no hemos
tenido el placer, la satisfaccion de que S. M. se haya visto ro-
deada en este lugar por los representantes del país; cuando no
ha habido discurso de la Corona, es una necesidad más urgente
para los que nos hallamos aquí el examinar la politica electoral
del gobierno, y aun la política general; pero yo no deseo, no me
propongo más que iniciar la política electoral.


)) Los señores diputados recordarán que el ministerio Bra ro
Murillo se propuso presentar á las córtes un proyecto de reforma,
proyecto de reforma que, sea dicho de paso, envolvia la abolicion
completa del régimen constitucional; reforma, señores, de la cual
no hay ejemplo ninguno en la historia de los demás países, y pro-
yecto sobre el cual yo quisiera que el gobierno de S. 1\'1. se es plica-
ra de una manera clara, terminante y ~ategórica. Aquel proyecto,
señores, alarmó, como era natural, á los representantes dignísi-
mos de la nacion; se lerantó contra él un clamor casi unánime
en los señores que se sentaban en estos bancos: aquel proyecto
alarmó, como era natural, al parlamento, y ante la actitud
firme, imponente del congreso anterior se disolvió, señores, el
ministerio Bravo Murillo, pero se disolvió, no sin que antes hu-
biera estendido la alarma y el pánico sobre el país, y sobre to-
dos los hombres que se interesan muy de veras en la conserva--
cion del sistema constitucional. En semejante situacion, en medio
del estupor general, un sentimiento unánime, una opinion uni-
forme nos llevó, señores, á reunirnos, á congregarnos, á pensar
en los medios de hacer triunfar la verdadera opinion del país en
la convocacion de las córtes, que aquel ministerio se vió en la
precision de hacer, puesto que habia sido derrotado en la pri-
mera votacion que tuvo lugar en este sitio, El primer acto de la
política de aquel ministerio, política que, á mi modo de ver, por
lo que luego indicaré, ha sido continuada hasta cierto punlo por
el ministerio actual: el primer acto empezó por prohibir la l'e-
un ion que pensábam08 toner mucbos de lo~ que nlols sentábamos




LA CUESTION DE ACTAS. 413
aquí, y otras infinitas pel'sonas en la casa del señor duque de So-
tomayor. Ese fué el primer acto, en punto a la política electo-
ral, de aquel gabinete. Habíase, sin embargo, verificado una
reunion, más ó menos numerosa, y habia sido presidida por una
persona que, en medio de sus graves errores, porque yo soyami-
go de decir siempre la verdad, era sin duda una de las mayores
ilustraciones militares y políticas del pais. Sin otro motivo seño-
res, el gobierno de S. M .. , no este ministerio, sino el anterior,
comenzó, bajo el pretesto de conferir una comision militar
nada menos que á un capitan general de ejél'cito, comenzó, digo,
por destermr real y políticamente á esta persona dignísima; co-
menzó por desterrarle de una manera más ó menos simulada.
Pero, sin embargo, vista la union de los hombres que se interesan
de veras en la conservacion del régimen constitucional, vista la
escitacion de la opinion pública para que aquel ministerio se di-
solviera, S. M., en uso de su real prerogaliva, tuvo á bien nom-
brar secretarios del despacho á los señores que hoy rigen los
destinos de la nacíon. Pues bien, señores; la situadon era grave,
gravísima;' ¿pero era de aquellas situaciones que se remedian,
que se ventilan con términos medios, con paliativos? No, señores,
era una situacion en que el ministerio que tuviese la honra de
aconsejar a S. M., tenia que optar entre el sistema reaccionario
absolutista del Sr. Bravo Murilllo, ó el sistema constitucional.


»¿ y cuál fué la política de ese .ministerio? La política de ese
ministerio siguió hasta cierto punto ese sistema indirecto que yo
calificaré de hipócrita, en virtud del cual, no de una manera
franca, no de una manera clara, como se sostienen las grandes
resoluciones cuando hay necesidad de adoptarlas, sino de esa
manera que se considera Mbil, y que en mi concepto, no tiene
nada de eso; la política de ese ministerio fué la de entretener la
opinion, la de matarla, la de ir dando treguas y nada más.


»SeiiOres; yo veo por desgracia, cuando examino la historia
parlamentaria de este país, en estos últimos años, veo que hay
una política constante, que en el momento en que la voz de los
señores diputados, en el momento en que la voz de los partidos
ó de las fracciones logran esciiar la opinion; cuando en medio




414 DISCURSO SOBRE
de los desengaños, de las infraciones y de las ilegalidadcs, la
opinion cstá unanime, entonces es cuando se adoptan esos palia-
tivos, esos términos medios, esas variaciones de personas, cre-
yendo sin duda, que la opinion está satisfecha con cambiar de
hombres.


uYo, señores, estoy resuelto á decir la verdad, porque siem-
pre la he dicho, siempre, sin ambajes y sin rodeos, y por eso diré
que estoy convencido de que la situacion del país exije que, n9
solo los consejeros de la Corona, sino que nosotros, que los hom-
bres de cualquier partido ó fraccion, es preciso, digo, que el país
conozca sus opiniones, es preciso que se esclarezca la situacion
de todos los hombres políticos; yo, señores, creo que es necesa-
rio acabar de una vez con esa política de habilidad, que es ne-
cesario acabar con ese sistema de entretener la opinion y de ma-
tarla. ¿Cuál fué, pues, el primer acto de este ministerio? ¿Cual
fué el primer acto por el cual pudiera comprenderse su política?
Señores: el ministerio, ó por mejor decir, el ministro de la go-
bernacion, que lo era en aquella época el Sr. Llorente, espidió
una circular, que respecto al gravísimo punto que habia provo-
cado aquí una oposicion casi unánime, tanto por parte de los in-
dividuos de la oposicion, como por parte de los adictos al minis-
terio, el ministro de la gobernacion, pues, redactó un documento
cuando aquella gravísima situacion exigia que los ministros de la
Corona se espresasen de una manera clara y terminante; redactó,
señores, un documento que, repitiendo las palabras de un céle-
bre orador, respecto al proyecto de reforma, venia á decir: sí, no,
y qué sé yo. En aquel documento, señores, si alguna cosa se veia
clara, si alguna cosa se podia ver cierta en medio de la habilidad
nebulosa con que estaba redactado, era que el gobierno estaba
resuelto á llevar adelante la reforma .....


»Señores: el primer acto de este ministerio fué someter al
cuerpo electoral la idea general de la reforma, en la cual la opi-
nion legítima, la opinion verdadera del país no halló, por decir-
lo así, otra cosa que pudiera satisfacerla sino la promesa que en
la circular se envolvía respecto á que se suprimiria la parte que
tenia relacion con el secreto de las sesiones.




LA CUESTlON DE ACTAS. 415
»Cuando, señores, los hombres de todas las fracciones, de


todos los partidos vieron que el ministerio actual, lejos de se-
guir la politica que aconsejaban las circunstancias, seguia una
politica qne podia calificarse, por lo menos, de alJlbígua, con-
sideraron corno una necesidad reunirse, .concertarse para la
gran batalla electoral á que habia invitado á la nacion el gobier-
no de S. M. ¿Y qué actos, señores, siguieron á este? Prohibida la
primera reunion en casa del señor duque de Sotomayor, desterra-
do del reino, bajo pretesto de una comision militar (porque, se-
ñores, yo sin entrar para nada en las intenciones del gobierno,
sin disputar su buena fé, y aun haciendo justicia á su patriotis-
mo, deseo calificar sus actos de la manei'a que considere conve-
niente, siempre que estos actos se presenten de una manera os-
tensible para fundar mis calificaciones); desterrado, corno digo, el
duque de Valencia; prohibida la reunion en casa del señor duque
de Sotomayor, todavía, señores, nosotros, hombres de órden,
pero que estábamos firmemente resueltos á sostener los derechos
de la nacion en esta gravísima crisis, y á ilustrar y ayudar hasta
donde nos' fuese posible al cuerpo electoral, todavía, señores,
nombramos un comité central. que se encargase de este negocio.
»Pe~o el gobierno, de error en error, de precipicio en preci-


picio, de abismo en abismo; ese gobierno, que habia querido
presentarse, por decirlo así, como más templado, corno más mo--
derado que el del Sr. Bravo ~Iurillo, ese gobierno, señores, se
atrevió á disolver el comité. Yo pregunto: ¿qué es del gobierno
representatiyo , que hay de elecciones, ni qué puede haber en un
país como este, donde desgraciadamente se han sentado tan ma-
lísimos precedentes en materias electorales; donde tambien, para
mayor desolacion, el cargo de diputado, este cargo honroso, que
no podernos ni debernos. tener jamás sino de la voluntad de les
pueblos, de la voluntad de los electores; ese cargo, repito, se ha
llegado á pedir en las secretarias de los ministerios como si fuera
un destino, corno si se tratase de cualquier otro empleo de la na~
cion? ¿Qué habia de suceder, señores, cuando despues de todos
estos funestisimos antecedentes, cansado y desengañado el país al
cabo de tantas y tan crueles defecciones, qué babia de suceder,




416 DlSCURSO SOBRE
cuando, hombres políticos de la primera importancia se consti-
tuian en Madrid con el objeto de ilustrar y ayudar al cuerpo elec-
toral, reuniéndose para ello con la calma y firmeza que corres-
ponde á hombres políticos, sobre todo, en circunstancias tan
graves y solemnes, pero con la moaeracion y templanza que dis-
tingue á personas que han ocupado altísimos puestos en el Esta-
do; qué habia de suceder, repito, cuando el gobierno de S. M.,
que, segun la circular del señor ministro de la gobernacion, de-
seaba que no se estraviase la opinion de los pueblos, deseaba
que los electores supiesen perfectamente lo que iban á votar? ¿Qué
habia de suceder, ,uelvo á repetir, cuando en estas circunstan-
cias se prohibia toda reunion, y no se permitia siquiera que se
constituyeran 10, 15 Ó 20 personas en comité por una ni otra
parte?


»Pero todavía, señores, como si ello no bastase en este país,
en que estamos tan acostumbrados á escándalos electorales; en
este país, en que ya casi nada sorprende ni admira; en este
país, señores,. en que desgraciadamente, á fuerza de lantos escán-
dalos, de tantas ilegalidades, de tantas violencias, parece que
tenemos, á lo menos los que somos ya un poco viejos en estos
escaños, petrificado el corazon; en este país, dOllfle se han come-
tido tantos escándalos y abusos en la ocasion presente, como si
en esta materia hubiésemos de ir siempre en una especie de cres-
cendo, que no sé adonde nos llevará, se notó más movimiento,
más precipitacion en el nombramiento y destitucion' de los em-
pleados que otras épocas.


¡)Porque es, señores, muy particular y digno de notarse, yno
lo digo solo respecto á este ministerio, sino tambien respecto a los
que ha habido de algunos años á esta parte, que no parece sino
que toda la política del gobierno consiste en ganar las elecciones,
y que toda la administracion y todo lo que hay que hacer en este
país de parte de los gohernadores y de esa multitud de corregi-
dores que todavía existen, viene á reducirse á esto sin que las
autoridades de toda especie tengan otra cosa que hacer, ni otras
necesidades que satisfacer mas que ganar las elecciones á todo
trance y de cualquier manera. Es decir, que el ministerio actual,




LA CUESTION DE ACTAS. 417


en vez de aconsejar á S. M. la política que, en mi concepto, de-
bia aconsejarle, una política franca, abierta, constitucional, que
es la única, señores, que puede satisfacer las necesidades de este
país, que es la única que puede salvar el Trono legítimo de Isa-,
bel IJ; en vez, señores, de aconsejaresla política, el ministerio
actual continuó de una manera menos franca, menos clara, me-
nos ostensible, pero mucho más reprobable, la política del gabi-
nete Bra,'o Murillo ; y si no continuó esa polilica, yo que he di-
cho y repito que es preciso que se esclarezca la situacion, no so-
lamente de los ministros, sino de todos los hombres públicos,
ruego al señor ministro de la gobernacion, que está presente, y
en general al gobierno, que nos diga de una manera evidente y
clara, que no dé lugar á interpretaciones de ningun género, cuál
es su política sobre las gravísimas cuestiones que existen. ¿Qué
habia de suceder, señores, despues de levantado este edificio por
el gobierno, despues de esta especie de presion contínua ejercida
sobre el cuerpo electoral, des pues que ya que no se habia podido
verificar el golpe de Estado en la cuestion importantísima de la
reforma constitucional, se quiso dar, se intentó, y se realizó has-
ta cierto punto en esta cuestion electoral ganando las elecciones
(,el lerrorern?


¡¡¿Qué habia de suceder? Lo milagroso es, señores, á pesar de
la larga costumbre que hay de acusar á nuestro país, á nuestra
nacion, á nuestro pueblo, yo señores, digo que lo que me sor-
prende y maravilla, despueil de esos antecedentes, des pues de
esa política terrorifica, tan impropia del reconocido talento de mi
digno amigo el señor ministro de la gobernacion, me maravillo,
señores, cómo hemos podido venir aquí ciertos diputados; cómo
han dado por resultado estas elecciones una oposicion mucho
mas fuerte, más compacta que la que ha tenido ninguno de los
ministerios anteriores al tiempo de verificarse la reunlon de las
córtes; se necesita todo el heroismo, toda la abnegacion de los
electores; se necesita que en este país, que se cree postrado, en-
yilecido y abatido, donde se ha jugado de esa manera vergonzosa,
ignominiosa, con la opinion pública, se necesita,. repito, que la
opinion, sea, como es, más fuerte y vigorosa que lo que general-


TO)(O IlI. 27




418 DlSCl1RSO SOBRE
mente se cree. No se necesita mas sino que nosotros corresponda-
mos, como creo que corresponderemos los diputados de la na-
cion, el estos esfuerzos para empezar á salir de la triste situacion
en que se encuentra el país, para que de una vez para siempre se
anatematice y se repruebe ese tristísimo sistema electoral, que es
la causa de la desmoralizacion del país.


)JSe dice por muchos hombres, que Henen pretensiones de
ser consumados hombres políticos, aludiendo á los -vicios de todas
las instituciones humanas, vicios inseparables de la humanidad,
y que no pueden dejar de existit' mientras exista el hombre; se
dice, repito, que no es posible hacer elecciones, ni se concibe
gobierno sin que ejerza esa influencia necesaria, sin que se -valga
de esos mismos medios. Yo sostengo, y diré mi opinion sobre cuál
puede ser la influencia del gobierno; yo sostengo que solo es im-
posible el gobierno, que no se concibe la administracion, ni es
posible un gobierno ni un congreso de prestigio con ese sistema
electoral que se sigue. De esa manera es imposible que haya di-
putados dignos. Yo, señores, he dicho antes que en la situacion
por que esta pasando el país, estoy resuelto á decir la 'Cl'dad
sin reticl;lncia, sin ambajes ni rodeos. Yo, como he dicho ante~,
debo incitar á todos los hombres políticos, á todos los señores
diputados, á todos los que cuentan una larga y honrosa carrera,
á que reconozcamos los vicios de ese sistema, si sistema puede
llamarse esa marcha que no puede continuar. Y suponiendo que
hayá sido posible, es un elemento de gobierno, si tal puede lla-
marse la anarquía; es un elemento gastado, y es necesario que
todos los hombres que se sientan en estos bancos lo conozcan así
y así lo proclamen, De otro modo no veo' salvacion para el go-
bierno ni para ningun hombre publico.


)JYo creo, señores, que en materias electorales e~ muy leve
y sencilla la conducta que debe observar el gobierno. Los gobier-
nos de esta dase de instituciones, en parte regidos constitucio-
nalmente, representan ó deben representar la opinion dominante
del país. Para ser un gobierno constitucional es preciso que repre-
sente la opinion y los intereses dominantes del país. Y todo esto
no pertenece solo á los gobiernos constitucionales. Esto es histó-




LA CUESTlON DE ACTAS. 419
rico, es tradicional; esto ha sucedido siempre. Hubo una época
en que los intereses, las influencias estaban representadas por
una clase de las en que se dividia la nacion, y aquella dominaba.


¡lEn otro tiempo estuvieron representados por otra clase, y
esa clase dominaba á su vez. Ha llegado la época en que la hu-
manidad ha salido de la menor edad, está emancipada, y ya no
se la puede dirigir á ciegas. Los pueblos modernos, especial-
mente los del Mediodía de la Europa, reclaman hoy, en esta
época de transicion, esla clase de gobiernos, por mas que aquí
y fuera de aquí se haya hablado de temores y se haya tratado de
ridiculizarlos. Y de paso debo decir, que, así como es achaque
comun en los gobiernos acusar á las oposiciones de exajeracion
y de comprometer el porvenir de las instituciones, así digo yo que
con la política electoral que se está aquí siguiendo real y positi-
vamente, cuando se examine la historia de los ocho ó diez años,
al paso que camina la reaccion y las violencias que se han come-
tido con esa política, digo, se dan armas poderosas á los enemi-
gos de eS,Las instituciones.


»He dicho ya, y el señor presidente comprenderá que procu-
ro hasta donde me es posible obedecer á su respetable invitacion.
¿Qué habia de suceder, señores, despues que veíamos levantados
estos cimientos? ¿Cual, señores, seria el edificio que se habia de
construir en presencia de la imprenta muda y de las reuniones
electorales prohibidas? Esto pasaba en Madrid en presencia de
una imprenta muda, csclava, en presencia de una imprenta que
nos recucrda que esta es una época todavía peor que la época
calomardina. La imprenta, señores, esta sometida entre nosotros,
no ya á la voluntad, al capricho, á la discrecion del gobierno,
sino á la voluntad, al capricho, á la discrecion del gobernador de
Madrid y al fiscal de imprenta. ¿Y qué habia de suceder en las
provincias cuando en Madrid, el asiento de las cuerpos legislado-
res, el centro político é intelectual más notable de España, era
tan poco considerada la prensa? ¿Qué habia de suceder cuando
el gobierno no se atrevia á prohibir lodas las reuniones, á disol-
ver todos los comités? ¿Qué habia de suceder en las cuatro quin-
tas partes de los distritos de España, en este país donde desgra-




420 DISCUIISO SOBRE
ciad amente , no solo se ha pervertido completamente la adminis-
tracion, sino que ante el empeño que han puesto los gobiel'llos
en ganar á todo trance las eleccionqs, se han quebrantado los fir-
mísimos fundamentos de la justicia?


¿Qué habia de suceller cuando el gobierno consentia estos
escándalos en Madrid mismo, y no dejaba al cuerpo electoral
moverse, no le dejaba agitar, con esa agitacion pacífica y fe-
cunda, de esta clase de gobiernos? ¿Qué habia de suceder en los
distritos de España? ¿Qué en este país de empleados, por mas que
yo no los culpe? Yo no acuso á los empleados, sino al gobierno
que es la causa de estos males. ¿Qué habia de suceder donde
por desgmcia en vez de que los méritos, la honradez r los bue-
nos y dilatados servicios sean la única fuente de recompen~a,
solo pueden los pobres empleados obtenerla, adquiriendo una
celebridad funesta en las elecciones, y sir"vienflo de ciegos ins-
trumentos á las miras políticas del gobierno? Cuando esto pasaba
en Madrid, ¿qué habia de suceder mas que lo que ha sucedido
en las provincias y en casi todos los distdtos? Sucedió, señores,
que los empleados, que los gobernadores de provincia, que esos
alcaldes corregidores, cuya institucion he combatido siempre en
este sitio, y siempre combatiré, porque no la creo útil sino en ra-
rísimos casos, procedieron como era !le esperar. Porque es una
coincidencia singular que este país, uno de los principales fun-
damentos de la libertad, una de las instituciones de mas utili-
dad y fuerza han sido las instituciones municipales; y es una
singular coincidencia, señoretl, la de que nuestros antepasados ape-
nas se reunian en cÓl'tes en lo antiguo, tenian siempre que cla~
mar contra la prodigalidad del gobierno en nombrar corregido-
res, que hasta cierto punto ahogaban la vida municipal.


»Señores: si en las antiguas córtes de Castilla se quejaban
ya con razon nuestros antepasados de aquellos corregidores que
no eran los corregidores de hoy, de aquellos corregidores que
á las funciones económicas añadian el ejercicio de las funciones
judicialeil, hoy esta clase de gobiernos, en estas instituciones y
sistema de administracion que hemos planteado, ¿qué significan
los corregidores? Los corregidores hoy forman parte de esa vasta




LA CUESTIO~ DE ACTAS. 421
red, estendida por el gobiemo en toda la nacíon; de esa vasta
red de empleados con la cual no es posible la vida pública, con
la cual no son posibles nuestras instituciones, y con la cual no es
posible, y voy á usar de esta palabra, la agitacion pacífica, fecun-
da y regular, que es propia de esta clase de gobiemos. Es nece-
sario que los ministros y los hombres públicos todos se conven-
zan de que han pasado ciertos tiempos para no volver jamás, y
no me refiero solo á España, sino tambien á todos los pueblos
del Mediodía de Europa. En la época actual, en la civilizacion
modema, es necesario que los hombres públicos se convenzan de
que solo son vehículos de la opinion pública; es necesario que se
preparen á luchar, y á luchar convenientemente, y que se con-
venzan de que el ejercicio del poder, cosa honrosa siempre que
se ejeree en nombre de los intereses generales del país y para su
hien, es funesto, funestísimo, si no se llenan estas condiciones; es
necesario, en fin, que sepan que no puede ejercerse el poder de
esa manera tranquila, pacífica y suaye que desean; que no pue-
de ejercerse, en una palabra, sin que haya resistencia, sin que
haya contradieeion, sin que haya lucha, porque la contradie-
cion, la lucha y la resistencia, son el alma de estas institucio-
nes, de esta época y de esta sociedad.


¿Qué habían ele hacer los eorregidores, decia yo antes? Lo
que ha hecho el corregidor de Ecija. No bien se habia emprendi-
do la lucha electoral, cuando se presentó como candidato una
persona cuya ausencia en estos momentos el,eploro, y deploro por
consideraciones de alta importancia potitica; una persona tan
ventajosamente conocida, no solo por su posicion política, sino
por sus altas eualidades parlamentarias; aludo al señor Pacheco.
y este, ¿dónde se presentó candidato? ¿Dónde? En su distrito na-
tural, en el distrito donde ha nacido, donde tiene todas sus sim-
patías, en el distrito que le ha honrado siempre con su eleccion
franca y espontánea.


>lEn el momento que se inicirí esta candidatura, veamos lo
(¡ue hizo el señor alcalde corregidor de Ecija. Y al referirme á
ese corregidor, citaré su nombre, porque quiero seguir la políti-
ea que ha inaugurado aquí mi digno amigo el Sr. Fernandez




422 DISCURSO SOBRE
~egrete. Es necesario que ya que los gobernadores y los corre-
gidores se despachan tan á su gusto en las elecciones, el país
sepa los nombres de estos corregidores y gobernadores, y esto
no será desde luego para exigirles responsabilidad, que no po-
demos ni debemos exigirles, puesto que nada tenemos que ver
con los empleados del gobierno, sino para que el país los conoz-
ca, y para que á esta especie de conculcacion sistemática de todas
las leyes y de todas las consideraciones sociales, pongamos el
imico freno que está en nuestra mano, que es el freno, señores,
de la publicidad.


¡¡El corregidor de Ecija, D. Ramon María San Juan, siguien-
do, no iniciando, no haciendo mas que seguir la política electo-
ral del gobierno, empezó por el sistema tan comun en estas
materias electorales, sistema de eso que se llama habilidad y se-
duccion, y sistema de coacciones, ilegalidades y violencias cuando
el primero no sirve. Es decir, que el gobierno y sus empleados
adoptan, como es natural, primero todos los medios que pueden
ejercer alguna influencia; y si no sirven los medios de. remune-
racion, de seduccion, lo que se llama de placer, apelan á la
pena.


¡¡El corregidor de Ecija empezó por mostrarse solícito, es-
traordinariamente solicito en la cueslion electoral; no sé si se
habrá ocupado con igual diligencia de otras cuestiones; y lo
primero que hizo, segun los datos y noticias que yo tengo, no
bien se tuvo conocimiento de la convocacion de los cuerpos
electorales, fué hacer visitas domiciliarias, y mostrarse suma-
mente amable y humanQ con todos los electores. Hicieron lo
mismo los alcaldes de barrio. Yo me alegraría mucho que los
señores gobernadores y corregidores mostraran esta misma soli-
citud á tollas las cuestiones de interés público y administrativo,
cuestiones que creo mucho más graves é importantes, que visilar
á un elector para aconsejarle que vote á determinado candidato.
Pero desgraciadamente no veo este celo. Los alcaldes de barrio
recibieron iguales invitaciones, y los que no servian ó se presta-
ban á senir, parece que fueron destituidos.


)JAsÍ empieza el .prólogo de esta gran jornada electoral de




LA CUESTION DE AC1'AS. 423


Ecija. PeÍ'o tratándose de una persona tan digna como el Sr. Pa-
checo, de una persona que reunia tantas simpatías, era natural
que estos medios tan suaves, que estoy seguro que el señor mi-
nistro de la gobernacion calificara de pecados veniales, por los
cuales no tomará S. S. ni siquiera agua bendita, era natural, re-
pito, que estos medios no dieran resultado.


» y como no daban resultado, y esto de las elecciones es una
especie de sitio de plaza en que: hay que usar de todo género de
armas y de estratagemas hasta que se rinda la plaza, no bastan-
do estos medios fué necesario terminar cierlos espedientes, impo-
ner ciertas multas, incomodar á unos habitantes más que á otros
con cargas de alojamiento y tomar otras medidas con las cuales
se da gusto al gobierno, y no mucho placer a los electores de la
oposicion.


»Pero tampoco esto bastó, y el alcalde corregidor no sé con
qué autoridad, ni con qué comeniencia llamó al ayuntamiento á
todos los electores independientes, y les exigió que pusieran una
firmita. Esta era la manera como empezaba á ejercer su benéfica
influenci'l el corregidor de Ecija, influencia que llevó hasta el
punto de amenazar á un elector enlazado estrechamente por los
vinculos del parentesco del Sr. Pacheco, candidato de la oposi-
cion. A este elector se le amenazó con ponerle en la carcel si
cometia el singularisimo delito de trabajar en apoyo de su pre-
claro pariente el SI'. Pacheco. A esos mismos electores indepen-
dientes, á quienes el corregidor reunió en el ayuntamiento, se les
amenazó tambien bastante en el caso de que no se prestaran á
servir al gobierno de S. M.


»No quiero pasar adelante sin decir que no reconozco ni en
los gobernadores, ni en los alcaldes corregidores el derecho de
reunir á los eleclores para el objeto de las elecciones; pues, que,
señores, en un distrito rural, en donde casi la totalidad de las
personas están acosumbradas ú mirar con el respeto y deferencia
debida al alcalde corregidor ó autoridad superior, cualquiera
([ue sea, ¿es posible que todos los electores tengan la libertad ne-
cesaria cuando ven a un alcalde corregidor tan afanoso, tan solí-
dto por secundar eso que se llama las miras benéficas y justas




424 DISCURSO SOBRE
.


del gobierno de S. 1\1., Y cuando no solo se limita á esta solici-
tud, sino que reune á los electores independientes, les habla, les
exhorta, y cuando las exhortaciones no sirven, se les amenaza?
Yo creo que es necesario anatematizar y condenar esta especie de
política; yo creo que en este género de gobierno, el ministerio,
cualquiera que fuere, debe representar una üpinion más ó menos
dominante en el país, y que todo lo que tiene que hacer en las
elecciones, es primero consenar el órden; hacer que la libertad
en la espresion del voto sea una -verdad; contener todos los des-
manes y violencias que se puedan oponer al libérrimo ejercicio
de esta facultad, sin la cual viene abajo el ré.gimen constitu-
cional.


>lYO creo además que toda la influencia que puede y que debe
ejercer en el cuerpo electoral, está reducida al influjo moral que
puede darle la esposicion de sus principios, de sus opiniones y
de su sistema de gobierno, y á decir: «(esta es mi polHica; la de
»mis adversarios, enfrente la teneis: obtad;» esta es toda la in-
fluencia que concedo al gobierno. Si realmente este .representa
una opinion dominante en el país, sin necesidad de amenazas, ni
de coacciones de gobernadores, ni de alcaldes corregidores, aquí
vendrán los verdaderos y legítimos representantes del país, y aquí
vendrán á apoyar al gobierno, si ese gobierno tiene una política
justa, nacional, conforme á la opinion y á los intereses generales
del país.


»Lo que es un desórden, lo que es una anarquía, es eso que se
ha dado en llamar sistema ó política electoral; este es el venla-
dero desórden; y de mí sé decir que en los poquísimos distritos y
provincias, á cuyos electores debo grandes y no merecidas prue-
bas de estimacion y de aprecio desde que soy diputado, desde
que tengo el honor de sentarme en estos bancos, así se mira, así
se ha mirado siempre.


»POI' eso es natural que las personas que así lo sentimos ha-
yamos sido presentadas con el canlcter que se nos pre8enta~ ¿y
por qué? Porque sostenemos como hombres políticos en las elec-
ciones la influencia natural y legítima de las personas que por su
talento y sabiduría, y demás circunstancias apreciables, influyen




LA CUESTlON DE ACTAS, 425


en este acto, Estas son las influeneias apreciables, las dig-
nas y legítimas; las í1egítimas y bastardas, las que son hasta
indignas de todo gobierno que estima su decoro y dignidad, son
las de los gobernadores, alcaldes corregidores y toda esa turba
de empleados,


»Pues bien, señol'es, el corregidor de Écija todavía pasó más
adelante. Y de paso debo deeir que si ese gobierno, así este mi-
nisterio como todos los ministerios que han cometido ilegalidades
y violencias en las eleceiones, representasen la opinion y los inte-
reses dominantes del país, si tuvieran, señores, el fundamento
sólido que pueden y deben tener los gobiernos para su duracion
y porvenir, procurando la prosperidad del país; si tuvieran, seño-
res, las simpatías y apoyo de los pueblos, todavía podria pasar
esta influencia. Pero, señores, si tu viesen semejantes gobiemos
el apoyo y simpatías de los pueblos, ¿serian tan necesarios para
las elecciones esas continuas destituciones y cambios de emplea-
dos? ¿Seria necesario que se premiase de una manera tan escan-
dalosa á unos, y se castigase tan injustamente á los olros? ¿Seria
necesario que se enviase esa nube de corregidores tan gravosa á
los pueblos?


¿Se necesitaria de todos esos actos consignados en las actas?
No; y como yo no ereo ni en los señores ministros que componen
este ministerio, ni en ningun otro mala fé, sino que los considero
siempre dotados de las más rectas intenciones, por errada'que
sea su marcha en politica, no los contemplo tampoco tan destitui-
dos de talento que no conocieran que era inútil este sistema, y
seria falta de política echar mano de esos medios cuando no fue-
ran necesarios. Lo que prueban esos actos, lo que prueba esa
política es que está pervertido en su base el sistema constitucio-
nal; lo que prueba'es que la intervencion del gobierno, en vez de
procurar traer aquí una mayoría, producto genuino y verdadero
de la opinion de los pueblos, procura por todos los medios posi-
bles influir en las elecciones para que vengan á este sitio sus ami-
gos politicos. Esta es una cosa clara, evidente, palmaria. El go-
bierno, como he indicado antes, el gobierno se debe prepara¡'
para las elecciones, haciendo beneficios al país; haeiendo, seño-




426 DISCURSO SOBRE
res, que la nacion seíl constitucional, económica y justamente
gobernada. Si el gobierno se preparase con ese apoyo, no tendria
necesidad de hacer uso de semejantes medios; se conduciria de
una manera clara y legítima, y seria Icgitimamente representada
la opinion de los electores.


» Volviendo al alcalde corregidor de Écija, aun despues que
hubo puesto en juego todos estos medios de seduccion por un lado,
de coaccion y violencia por otro con los electores, como se despren-
de del acta, todavía continuaba, como no podia menos de conti-
nuar, triunfante la candidatura del dignísimo Sr. Pacheco. Y prue-
ba de que estaba triunfante el Sr. Pacheco, y de que tenia, como no
podia menos de tener, la mayoría de los electores y la opiniún pu-
blica del distrito, de una manera evidentísima é irrefragable, son
los actos á que se entregó des pues de todo esto dicho alcalde
corregidor. Como he anunciado al principio de mi discurso, el go-
bierno hasta cierto punto, alarmado de la actitud digna, impo-
nente, legítima que habian adoptado los individuos del comité
central, disolvió de real órden este comité. Era natmal y claro
que para Madrid no se disolvia sino que se di1lolvia para las pro-
vincias, y así no bien se hubo disuelto, cuando todos los emplea-
dos, entre los cuales, hacirndo, señores, la justicia debida á la
generalidad de la cIase, pues yo nunca ataco á las clases; pel'o~
por mucho que las respete, este respeto no me impedirá nunca
dejar de censurar los vicios generales que haya cuando los en-
cuentre dentro de la competencia de este cuerpo; los empleados,
repito, entre los cuales se ha infiltrado como una máxima favorita
y muy cómoda, ya que se iba á decir, han eslinguido completa-
mente los conventos, pero no lo puedo decir, y me contentaré con
decir ya que no existen la generalidad de los conventos, entre
nosotros han adoptado como máxima favorita el dogma de la obe-
diencia pasiva.


)) Por eso dicen: Yo obedezco al gobierno: yo soy un suizo; yo
no debo hacer mas que lo que me mande el gobierno. Y, señores,
á nombre de la mo,ralidad publica, á nombre del honor y decoro
del país y de las personas, esta doctrina debe condenarse, y la
condeno. Mas no puede habel' , ni ha habido nunca jamás en los




LA CUESTlON DE ACTAS. 427
gobiernos absolutos, no ha habido nunca gobierno, el mas abso-
luto, que haya pretendido semejante obediencia ciega, y yo cita-
ria esposiciones hechas, y hechos honrosos, honrosísimos en que
los empleados han hecho reclamaciones respetuosas, como deben
serlo en todos los súbditos de un país monárquico, pero enérgicas,
por corporaciones y por personas particulares, no solo a los mi-
nistros, sino a los mismos soberanos. El gobierno no tiene el dere-
cho de exigir de los empleados la obligacion dJ obedecerle sino
dentro de la ley, dentro de la constitucion, y dentro de los inte-
reses generales del país, que son una cosa demasiado estable y
permanente para que no sea superior a los de unos cuantos indi-
viduos que constituyen el gobierno.


¡¡El corregidor de Écija, no bien apareció la disolucion deL
comité verificado de real órden, cuando se apresuró a dar cono-
cimiento á los electores, y se apresuró, como era natural, y no
le condeno por ello, si bien condeno en general la teoría, á secun-
dar las miras justas y templadas del gobierno, segun decia él.
Pero sabe el señor ministro de la gobernacion y todos los minis-
tros, cual es el resultado, y que podia aplicárseles aquello de
stultis, etc. del Evangelio.


)¡Oigan por un momento los señores diputados, la opinion
que el alcalde corregidor de Écija formó de la conducta electoral
del gobierno y los resultados que dió. Consta en un bando que
dió, y tengo á la mano, y es precisamente el bando original,
arrancado de las esquinas, como todos pueden ver sin mas que
pasar la vista por él. Como era natural, principia por decir en él
en términos generales, que su mision era mantener la libertad
de los electores, y que esta no se coartase. En este país, en que
por desgracia está tan postrada la opinion pública, que se nece-
sitan tantos esfuerzos para que los hombres honrados y verdaderos
patricios vayan a las urnas á dar sus votos, es bien singular que
haya autoridades que califiquen como les parezca a las oposicio-
nes, cuyos defensores tienen que hacer un acto de heroismo para
concurrir á los actos mas importantes de las instituciones: se· les
acusa á las oposiciones de facciosas y de que coartan la libertad
de las elecciones; y aquí esta el bando de ese señor alcalde que




428 DISCURSO SOBRE
toma ocasion de esta acusacion para motivarle, si bien, como he
dicho antes, es solo consecuencia natural de la conducta seguida
por el gobierno de S. M. Da, pues, por pretesto el que se coarta
la libertad de los electores, y principia diciendo: (( Seré justO» y
el congreso ha visto ya con qué justicia procedia el referido alcal-
de. Dice así: (El orador leyó el preámbulo y varios artículos del
bando, llamando la atrncion del gobierno en especial sobre el
sesto en que el corregIdor, cumpliendo lo prescrito por el go-
bierno, prohibe toda reunion y el hablar de elecciones y aun de
sus incidentes.


)) Yo dejo á la ilustracion del gobierno el resol ver y decidir si
estas palabras son dignas de un bando de una autoridad; si puede,
señores, admitir el gobierno de S. M. qU,e sus delegados, cual-
quiera que estos sean, gobernadores, corregidores, administrado-
res, etc., por alta que sea su gerarquía, traten de ejercer esta es-
pecie de pedagogia sobre interpretar las ideas y pasos de los
demás. El gobernador ó corregidor, como todas las autoridades,
tiene la competencia, la obligacion, que es más, de stlcundar las
miras del gobierno en lo que tengan de justo y racional, espo-
niendo al cuerpo electoral la conducta y marcha del mismo go-
bierno. Están en su derecho, y digo más, este es hasta su deber;
pero no reconozco en el gobierno de S. M., ni en ningun goberna-
dor ni delegado la faeultad de ejercer esta especie de pedagogia
que se han abrogado.


»De suerte, que este señor alcalde en los momentos de las
elecciones, en aquellos mOIDPntos en que las autoridades deben
evitar por su parte toda manifestacion que pueda len del' 6 mos-
trar tendencia siquiera it coartar la voluntad de los electores,
daba un bando con disposiciones que yo no creo sean de compc-
tem'ia de un alcalde corregidor. Estos cargos no tienen hoy entre
nosotros autoridad judicial, y no pueden dar en mi opinion esa
especie de bandos como se daban bajo la monarquía absoluta, y
aun en ella eran solo los acuerdos ó audiencias los que los daban
de esta especie.


)) y llamo tambien la atencion del sefior ministro de la go-
bernacion, sobre el principio que dice cumplimentando; pues




L.\ CUESTION DE ACTAS. 429
por eso he indicado desde el principio que no inculpaba al cor-
regidor. ¿Qué elecciones habia en el distrito de Écija, donde la
autoridad, despues de haber puesto en juego la série de medios
de seduccion unos, y de coaccion é intimidacion otros, que he
indicado, prohibia la reunion de los electores en los momentos
mismos de las elecciones? Es de notar, que los amigos particula-
res y políticos del Sr. Pacheco, habian acudido préviamenté, al
gobernador de la provincia para que les permitiese su reunion, y
el gobernador les habia autorizado á ello como es practica cons-
lante, como es una necesiclad en este género de gobiernos. Pues
prescindiendo de esta autorizacion" y pasando por encima de
ella, despues de los medios de coaccion y seduccion que he dicho
ya, cuando los amigos del Sr. Pacheco se dirigieron á él para
que les permitiese concertar;;e y reunirse, pllf~sto que sin esto no
hay vida política, y las elecciones son una decepcion, una com-
pleta farsa, les dijo que podian reunirse, si no estoy mal infor-
mado, despues de las elecciones. Por último, 10uos estos hechos
resultan justificados en la protesta que ha acompañado con el
acta, en cuya protesta se hace mérito de los principales, y cuya
validez se reconoce, puesto que dicha protesta apareció en un
papel que se imprimió en Écija, y circuló alli sin que la autori-
dad hiciese ninguna demostracion para impedirlo.


»Por todas las razones espuestas, yo creo que la comision, al
ver que el candidato de Écija es una persona tan digna como el
Sr. Pacheeo, que habia figurado muchas yeces como diputado
por aquel distrito, estaba en el caso de no dar dictamen, sino de
haber reservado esa acta para despues de constituido el congreso;
pero puesto que no lo ha hecho, y puesto que yo he examinado
detenidamente la política electoral del gobierno, puesto que he
demostrado los notabilísimos vicios de esta política, la série de
escandalos que se han cometido en todas las operaciones prepa-
ratorias de la eleccion, puesto que he demostal'do que el acta de
l:cija no es sino la consecuencia natural y genuina de esta políti-
ca, yo espero de la imparcialidad de los señores diputados se
servirán desaprobar el acta de Écija.JJ ~~


FIN DEL TO~IO TERCERO. h ~
,:ci;- ,~,


.'. ,.. '0.;.






ÍNDICE
DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE TOMO.


Cortes de 1844 hasta 1854 . . . . . . ...
Donoso Cortés. . . . . . . . . . . . . . . .
Discurso en defensa del ministerio de 1858.
Pastor Diaz . . . . . . . . . . . .
Discurso contra la reforma de 184.5 . . .
Gonzalez Brabo ... : ......... .


Páginas.


5
11
48
55
68
95


Discurso sobre la libertad de imprenta . . . . . . . . .. 118
Posada Herrera . . . . . . . . , . . . . . 159
Discurso sobre la reforma del reglamento . . . 175
Bravo Murillo. • . . . . . . . .. . . . . . . . 183
Discurso en defensa de la reforma de 1852 . 191
El Conde de San Luis . . . . 223
Discurso en defensa del ministerio . . 234
Orense. . . . . . . . . . . . . . . . 267
Discurso contestando á una alusion . . 276
Seijas Lozano . . . . . . . . . . . . 285
Discurso en defensa de un voto particular 290
El marqués de Molins . . . . . . . . . '. 235
Discurso en defensa de la clase noble.. . . . . . 336




Ros de. Olano . . . . . .
Discurso defendiendo la sancion de la Corona ..
Llorente. . ........... .
Discurso de oposicion al ministerio. .
Moron ............... .
Discurso sobre la cuestion do actas ..


FIN DEL ÍNDICE.


359
367
377
383
407
411




EL LIBRO
DE LOS


DIPUTADOS Y SENADORES.






EL LIBRO
DE LO~


DIPUTADOS Y SENADORES.
JUICIOS CRÍTICOS DE LOS ORADORES MÁS NOTABLES


DEsnE LAS CORTES DE c..\.D1Z fL\STA NTESTROS DIAS,


rrm la ino;;ercion íntegra


DEL MEJOR DISCURSO QUE CADA UNO DE ELLOS HA PRONUNCIADO.


(2.;). PARTE DE LA IIlSTORIA POLiTICA y PARLA::\1ENTARIA DE ESPA~A.)


POR


D. JUAN RICO Y AMAT,
Aboga'lo de los Tribunales del Reino,


Secretario bonorario de S. WL,
Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica,


é individuo de varias corporaciones científicas
y literarias.


TÜJ\IO IV.


MADRID:
ESTABLECIMIEliTO TlPOGIÜFICO DE R.


calle 1:(' I)reciados, núm, 'j·t
1866.







CORTES CONSTITUYENTES DE 1854.


Entre el axioma de los hombres inquietos y reforma-
dores de que las revoluciones son un mal necesario y
conveniente para curar á las sociedades de otros males
mayores y más trascendentales, y ]a máxima de los
hombres de órden, de los filósofos providencialistas de
que los grandes y terribles s3,cudimientos sociales no
~on otra cosa que el castigo impuesto por Dios á l::ts fal-
tas de los reyes, ó la ley de la expiacion para las locuras
de los pueblos, aparece una verdad, en todas ocasiones y
en distintos países comprobada, cual es que las revolu-
ciones políticas, que esos trastorn.os sociales, funestos
(~stravíos en la marcha lenta, majestuosa y progresiva


. de la humanidad, son el verdadero termómetro que mar-
ca los grados de civilizacion de los pueblos trastornados,
su decadencia ó su prospericlacl, sus desgracias ó sus as-
piraeiones.


En las épocas ele tranquilidad y de reposo, en esos
períodos de ]a vida de las naciones: en que el cansando ó
el placer las enervan y debilitan, sumiéndolas en una in-
l1loviliclad, C'Jl un marasmo parecido á la mnerte, las ar-




6 CÓRTES CONSTITUYENTES
tes y las cieucias duermen el :,ueño de la indiferencia 6
del desden, el génio vi ve oculto y encadenado, alinwn-
tándose de su propia desgracia, soñando como todo sér
desgraciado en el porvenir, alucinando su imaginaciotl
con la gloria futura, reanimando sus fuerzas á la voz de
una engañadora esperanza.


y á la manera que el soplo de la tempestad agita vio-
lentamente las olas de un lago manso y cristalino, y
asoman por la enturbiada superficie dorados peces é in-
sectos de mil colores, desconocidos por los naturalistrrs,
el viento de las revoluciones, trastornando de improviso
todos los elementos sociales, arroja á la superficie sábios
y dictadores, publicistas y filósofos, hombres de génio
y de corazon) desconocidos de la sociedad, que los aborta
asombrada, y que no los vió 6 no los quiso ver antes,



cuando se engendraban en su seno en el silencio del es-
tudio, en la oscuridad de la moClestia.


Estas observaciones que nos sugiere la historia de
todos los países, desde la vieja Atenas hasta la moderna
Francia, compru(~banse mús claramente en las revolucio-
nes contemporáneas de nuestra nacion, y especialmente
en la última y más radical de 1854.


Sin ser nuestro objeto aclarar aquí las principales y
verdaderas causas de aquella revolucion, causas funda-
das, segun unos, en la provocadora tenacidaCl del gobier-
no, y segun otros, en la impaciente am hicion de las opo-
siciones, procuraremos reseñar ligeramente sus resulta-
dos, y, como la base y la síntesis de todos ellos, trazare-
mos á breves rasgos la historia de las córtes constitu-
yentes de 1854, las más notables que se han celcbrauo
en España por el radicalismo Cle sus tendencias, lo agi-
tado y azaroso de su vida, y sobre todo por el número y
mérito de sus oradores, por la vehemencia, por la pro-




DE 1854. i


fundidfld, por la brillantez de los discursos que bajo de
sus bóvedas resonaron.


Cuando el 8 de noviembre abrierónsc las puertas de
la asamblea popular, por un decreto de la Reina, pro-
mulgado al pueblo en las bayonet.as de la milicia ele las
barricadas, el poder constituido estaba en suspenso, y en
litigio los elementos fundamentales del poder constitu-
yente: el trono, la dinastía y el sistema de gobierno.


Por tierra el principio de autoridad, anulada la cons·
titucion de 1815, tríunfante y dominando la dictadura
del pueblo, presentábasc por de más espinosa y dificil la
mision que venían á representar las córtes constituyen-
tes de 1854.


No venían como las córtes de Cádiz, con las que te-
nían algunos puntos de semejanza, á reformar lo exis-
tente, sino á crear, á levantar de nuevo y sobre otras
bases el edificio político y social de España, convertido
en escombros por la siempre destructora piqueta de la
revolucion.


Cuando en la reforma radical de un imperio, cuando
en la definitiva reorganizacion de un estado preside un
pensamiento político, un fin social fijo y determinado,
simbolizado en una institucion, en una opinion comun ó
en un hombre j las partes todas de aquella reforma, las
bases dc aquella organizacion son siempre metódicas, or-
denadas, progresivas, porque van por un mismo camino y
con igual impulso al objeto deseado, á la realizacion de
aquel pensamiento.


Por el contrario, si á la constitucion de un reino falta
ese pensamiento fijo, esa opinion comun, ese fin de ante-
mano conocido y por todos deseado, aquella constitucion
será desordenada y contradictoria, la reorganizacion de
aquel reino será mezquina 6 infecunda, nacerá muerta.




8 CÓRTES COi'íSTITUYEl'iTES
1.'alsucedió en la reforma política, social y religiosa que las
córtes constituyentes de 1854 trataron de introducir en
la desorganizada monarquía española.


Sin un pensamiento político, claro y concreto, sin una
base fija y por todos aprobada, sin verdadero espíritu de
partido, las tareas de las córtes constituyentes resiéntense
de confusion en las tendencias, de contradiccion en los
actos; pecan, por lo mismo, sus discusiones de pasion y
de vaguec1ad, de hojarasca y atrevimiento; sus oradores
por igual motivo son por lo general abstractos y decla-
madores, filósofos y metafísicos, hinchados, presuntuosos,
desordenados, fantásticos, sentidos, elocuentes.


Al ver aquellos constituyentes, jóvenes y desconoci-
dos en su mayor parte, modestos en el traje, graves en
su apostura, levantarse por la primera vez de su vida en
el congreso, y pronunciar con un aplomo y serenidad
admirables, largos y elocuentes discursos, profundos y
entonados unos, lógicos y razonados otros, casi todos
revelando cono<:!imientos vastÍsimos, estudios nada super·
ficiales sobre historia y filosofía, sobre política y diplo-
macia, sobre economía y IE'gislacion, sobre milicia y dere-
cho canónico, sobre todas las ciencias, en fin, sobre to-
das las materias que pueden ser objeto de discusion en
una cámara deliberante, preguntábase asombrada la opi-
nion pública: ¿De dónde ha salido esta pléyada de filóso-
fos y publicistas? ¿En qué universidad han ac1quirido tan
profundos y vastos conocimientos? ¿En qué academias
han ensayado sus facultades oratorias para venir hoy á
esta popular ,asamblea á dar tan brillantes muestras de
facilidad en el decir, de práctica en el argumentar?
¿En qué congresos han aprendido estos jóvenes abogn.-
dos, estos médicos, estos ingenieros, estos militares,
estos propietarios, imberbes muchos de ellos, á perorar




DE 1854.


con serenidad, á discutir con método, á ser, en una pa-
labra, tan verbosos, tan razonadores, tan elocuentes?


En realidad asombra la lectura de las discusiones de
las córtes constituyentes de 1804. En ellas se habló, se
discutió, se votó todo; desde la religion, desde la mo-
narquía, como bases de la nueva. organizacion del Estado,
hasta el detalle más insignificante en administracion;
hasta el número de canónigos de que debian componerse
los cabildos catedrales.


Resultado de esa manía de perorar, de esa comezon in-
saciable de discutirlo, de reformarlo todo, que dominaba á
los noveles diputados, eran esa vaguedad en sus ideas, esa
ampliacion en los discursos, esa pesadez en los debates.


Nada prueba tanto la afluencia de aquellos consti-
tuyentes como el Diario de Sesiones. En quince tomos
se encierran los discursos de aquella larga, interminable
legislatura de veinte meses.


y se comprende muy bien. Los puntos que se venti-
laban en la asamblea popular de 1854 no se referian ge-
neralmente á censurar ó aprobar la conducta política del
gobierno, ni al análisis y aplicacion de una ley civil, ni
al cxámcn seco y descarnado ele los presupuestos; refe-
ríanse :i dogmas políticos: tan abstractos y metafísicos
como la soberanía nacional; á instituciones tan indiscu-
tibles, por su clcvaeion y sublimidad, como la religion
católica; á todos los principios, en fin, que constituyen la
ciencia política, tan opuestamente esplicaelos por los par-
tidos, y que, como toaa teoría, tanto se prestan á los vue-
los ae la imaginacion, á los inagot~lbles esfuerzos del
pensamiento.


De aquí el que las cÓl'tes constituyentes de 18tH en
vez de ser una cámara deliberante se convirtiesen en una
academia de filósofos, de hombres de dencia, de teóricos




10 CÓRTE8 CONSTITUYENTES


publicistas, sin práctica y sin esperiencia, atestados de las
ideas políticas, de los sistemas filosóficos, de las teorías
económico-sociales que habían absorbido con ánsía de
los libros en once años de oscuridad y de silencio.


De aquí el que sus arengas fuesen interminables di-
sertaciones, y que faltos de práctica parlamentaria, pro-
nunciasen, al rectificar, nuevos discursos.


De aquí, por último, que tardasen veinte meses en
confeccionar una constitucion, que no por haberse discu-
tido tanto era más perfecta.


La misma asamblea llegó á cansarse de la verbosidad,
de la afluencia de sus individuos, yen su nombre el (li·
putado Jaen presentó una proposicion pidiendo se evita-
sen tan di{l¿sas peroratas y que se usara de la palabra
de una manera concisa, en estilo ]JaJ'lam entario, la-
cónico, no con di{usion, no con hojarasca.


Hasta el mismo constituyente Bau,tista Alonso, que
por cierto no ha pecado nunca de sóbrio en sus perora-
ciones, es clamaba en cierta, ocasion: «l~eclamo el árden y
la brevedad, porque esto es etermo.))


Habia. especialmentc cntre aquellos diputados alguno
como el Sr. Lasagra, que al tomar la palabra producia
un alboroto en las tribunas y en la cámara, cuya im-
paciencia calmaba el presidente con estas palabras: Se1io-
res: va á ser muy corto.


Mucho contribuian á la confusion de las sesiones,
á la pesadez de los debates, á la irregularidad constante
de la discusion la falta de práctica p;:¡rlamentaria de la
mayor parte de los constituyentes, la impaciencia por lu-
cir sus facultades oratorias, la poca uniformidad de la
mayoría, la intransigencia de la minoría democrática, la
arrogancia, en ocasiones provo:~adora, de los conserva-
dores y la debilidad del presidente, cuya contemporiza-




DE 1854. 11


dora conducta condenaba en cierta ocasion el constitu-
yente Rivero, esclamando: «¿Qué presidencia es esta?))


Resultado natural de todo esto eran las contínuas
alusiones y rcctifkaeiones, los ins~ltos y las personalida-
des, la permanente agitacion en los bancos, los aplausos
v los murmnllos, las fl'ecuentcs escenas de confusíon, de
alboroto y de escándalo.


Interrumpido bruscamente el diputado Jaen, contenía
á los intolerantes con esta amenaza: (,Concluiré pronto si
no se me interrumpe; sí se me interrumpe, hablaré una
ó dos horas más.))


Cuando en otra ocasion pedian todos la palabra, y los
más alborotadores reclamaban el árden, imponia silencio
el dipubrlo Moyano, gritando con estentórea voz: «( ¡ór-
den para todos!)) Y al mandar despejar la tribuna pública
por haber tomado parte en el general alboroto, lo impe-
dia el demócrata Rivero, diciendo al presidente: «Que
salgan tambien en ese caso los diputados.))


En ninguna asamblea española, inclusas las córtes de
Cádiz y el estamento de procuradores, se presenciaron
tantos y tan tumultuosos espectáculos como en la cámara
popular cuya historia vamos reseüando.


Nada era suficiente para establecer el órden, para
asegurar en eHa la disciplina. Ni el reglamento, ni la
campanilla, ni las súplicas y reconvencirmeíl (lel presiden-
te, que dccia: ((Silencio, señores, por Dios. Si V. SS. no
se sientan no podemos hacer nada.-Pido cordura á los
señores diputados. Si no srguimos otra conducta, la li-
bertad se hunde en nuestra patria.))


1'odo era in útil en esas situaciones. Los di pu tados en
masa se levantaban; cruzábanse de banco á banco gritos
amenazadores, y el presidente tenia que apelar al recur-
so supremo de cubrirse y suspender la sesion.




12 CÓRTES CONSTITUYENTES


Aun recordamos la memorabilísima en que defen-
diendo el constituyente Vargas Alcalde un voto parti-
cular al proyecto sobre organizacion ele la milicia nacio-
nal, caia exánime sobre su banco, victima de una mortal
enfermedad, y eselamaba con moribundo acento: H ¡No,
no! Yo muero aquí defendiendo á la milicia.»)


La minoría democrática y la tribuna pública pro-
rumpieron en furiosos vivas tí, la milicia nacional; la mi-
noría moderada censuraba por lo bajo tan inoportuna
espansion; los diputados del centro, temerosos de apare-
cer como enemigos de la institucion, protestaron en voz
alta ele su arlhesion y su cariüo á la milicia; el presidente
se esforzaba en vano llamando al órden á la asamblea, y
los amigos del orador lo sacaban en brazos del 8:llon
exánime y moribundo.


El espectáculo qU(~ ofrecia la cámara era imponente, y
recordaba algunas escenas de la convencion. Todo era
confusion, gritos, escándalo, oyéndose entre el tumulto
las palabras de ¡tmido1'Cs! ¡anarquistas! y escbmacio-
nes como estns.-El SI'. Presidente: «nuego á los seño-
res diputados que consideren el placer que tendrán nues-
tros enemigos. "


El Sr. Escalante.- It V. S., seftor presidente, tiene la
culpa de todo esto.'


Yarios diputados.-l(Esto es lo que se quiere ... que
haya desórden.»


El señor ministro de la guerra (01)onnell).-~ Se·
ñores: queremos hacer libre á nuestra patria, y 10s di-
putados de la nacion no sabemos sostenernos en ese de-
recho. (rristc patria, si seguimos dando este ejemplo!
Vosotros que nos llamais retrógrados, vosotros que nos
echais en cara que no vamos bastante de prisa, ¿crecis
que eso que acabais de hac':r es la libertad? No, mil ve-




13


ees no. Eso no es libertad; eso no es más que una mino-
ría que quiere imponer S11 voluntad á la asamblea en-
tera ..... ))


y seguian el tumulto y las amenazas, y contestaba á
ellas el ministro de hu,tienda 11Iado%, con estas palabras:
- ( Sé morir, pero no se me intimida.»


Bien se comprende q uc con csta desorganizacion, con
esta animosirlad entre las fracciones que componian las
córtes constituyentes de 1854, sus tareas debian ser des-
ordenadas, contradictorias, infecundas.


En veinte meses de largos y contínuos debates ape-
nas pudieron confeccionar un código político, ni crear
un gobierno estable, ni asegurar el órden en la nacion.


Su muerte fué un natural y lógico remate de su agi-
tada, de su azarosa, de su revolucionaria existencia. No
teniendo el Trono fucrza bastante p;tra disolverlas, se
enca rgó de ello un general, in timándoles la órden á ca-
fionazos.


Cromwell, haciendo crugir su látigo de dictador á
las puertas del lal'{jo parlamento de Inglaterra, y Na-
palean, clesalojftndo la conl.'encion francesa al frente de
sus granaderos, fueron mas suaves y atentos que el gene-
ral O'DónneU colocando sus cafiones á las puertas de las
córtes constituyentes y arrojando sobre el edificio grana-
das cuyos caseos penetraban en el salon de sus sesiones.


Grave, imponente y aterradora fué la última sesion
de las córtes constituyentes de Hmi. Mucho habia de
grande y de heróico en aquellos diputados, que ocupa-
ban sus bancos con tranquilo sem bJante, y discutian so-
bre su peHgrnsa situacion con pasmosa serenidad, sin
amedrentarse por el ruido de las descargas y cañonazos,
ni aban(hnar el salon á la vista de los proyectiles que
en él caian.




14 cónTES CúNSTITUYENTES


En tan apurada situacion, en tan inminente peligro,
se escuchaban esclamaciones como estas, que revelaban
el valor, la decision, la serenidad de los constituyentes:


El Sr. Presidente.--((Señores, los cañones los tene-
mos á las puertas.»


El Sr. Lasala.-nYa lo sabemos.»
El Sr. Bautista Alonso. - «Nosotros estamos en


nuestro puesto, y 1 os cañones en el suyo.»)
Varios diputados.-(,Continuemos en nuestros esca-


ños con la misma serenidad que hasta aquí.)
El Sr. Sagasta.-nEs nuestro deber.»
El S1'. G01Zzalez de la Vega.-uAquí moriremos en


nuestros puestos.»
Al reseñar algunas de sus sesiones, hemos recordado


á la convencían {1'ancesa, no por lo trrrible de sus
acuerdos, sino por el tinte re,·olucionario de algunos de
sus debates.


En nuestra asamblea, como en ]a de Frrmcia, habia
tambien su montaña, su centro y su llanura, y no fal-
taban los girondinos, representados ell ella por los con-
sen-adores. Pero si bien entre los constituyentes españo-
les ha bia algun parodiador de la política. sombria de Ro-
bespiet'1'e, algun émulo de la oratoria enérgica de Dan-
ton, no habia ciertament.e ningun discípulo de la escuela
sanguinaria de llI'at'at.




RIOS ROSAS.


Los partidos políticos, producto más ó menos directo
pero necesario de toda revolucion en la esfera de las
ideas ó en el campo de los hechos, formados siempre por
la necesidad y desarrollados y organizados por el tiempo
y por las circunstancias, no son otra cosa que el conjun-
to de voluntades homogéneas, de intereses recíprocos,
de fuerzas combinadas, de armónicas aspiraciones.


Cuando faltan entre sus elementos de vida esa ho-
mogeneidad, esa reciprocidad, esa combinacion, esa ar-
monía, los partidos se desprestigian, se debilitan y
mueren, y esto sucede cuando se antepone el egoismo
de la colectividad á la conciencia del individuo, el or-
gullo de la escuela á los fueros de la justicia, la ambi-
don de los mús al patriotismo de los menos.


En esos momentos de descrédito, de disolucion y de
sUleidio de los partidos, las medianías vanidosas, los po-
líticos de rutina, los p,~lrticlarios sin fe, sin conciencia,
sin convicciones, les acompañan por el camino del des-
prestigio y de la perdicion, no aconsejados de su grati-
tud y consecuencia, sino impulsados de su debilidad y
escepticismo.


Pocos, ra,risimos son los hombres públicos que al ver




16 filOS ROSAS.


desviarse al partido donde militan del camino de la le-


galidad, de la conveniencia y del patriotismo, por se-
guir el de la ambicion, el de su propia prosperidad y


grandeza, protesten contra su locura y desacierto, y


apartándose de aq uel camino~ le den la voz de alerta, le
oescubran el precipicio á donde su insensatez lo condu-


ce, y le amenacen no solo con abandonarle en su locu-


ra, sino con castigarle con su reprobacion y su anatema.


Pero por lo mismo que son raros esos politicos in-


flexibles, esos espíritus fuertes que no sacrifican nunca su


conciencia á la disciplina ue un partido, y que, aconse-
jados de su conviccion, prefieren quedarse solos con sus
opiniones, á seguir á la multitud, aunque esta se dirija
por senda cubierta de flores hácia el templo del poder y


de la fortuna, son siempre respetados y temidos, y la


opinion pública, si bien en ocasiones no se deje dominar
por sus ideas, pagales siempre un tributo de admiracion


por su rectitud de conciencia, por su desinterés, por su


abnegacion, por su independencia de carácter.
D. Antonio Ríos Rosas, cuyo retrato político y par-


lamentario nos proponemos dibujar con la imparcialidad
de que tantas pruebas tenemos dadas en esta obra, es


unó de esos políticos de voluntad inc1omable,de convic-


ciones profundas y de carácter inflexiLle, que prefieren
sus opiniones, cuando las creen justas y convenientes, á
las opiniones de su partido, que anteponen su libertad


de pensamiento á las prescripciones rutinarias de la es-


cuela á que pertenecen, que no abdican nunca sus con-


vicciones al intercs y á las cábabs de la política.
Para Rios Rosas la justicia es antes que la conve-


niencia, las ideas antes que los partidos, los clogmas


antes que la iglesia. Por eso, escudado en su opinion,


alentado de su fé, sostenido por su carácter, antes que




RIOS ROSAS. 17


doblegarse á los hombres ó á las circunstancias, se rom-
pe. Para que inclinase su cabeza ante una injusticia,
ante una ilegalidad, ante un error, seria preciso cor-
társela.


Esa inflexibilidad á q ne unos llaman orgullo, esa te-
nacidad en las opiniones, q ne otros confunden con el de-
seo de dominacion, esa independencia de voluntad por
la que sus enemigos le tildan de díscolo, de desconten-
tadizo, de indisciplinado, no provienen de otra causa que
de la fé profunda, un tanto fanática, que le inspiran sus
ideas; no tienen otro orígen que los consejos de una con-
ciencia incorruptible, ni emanan de otro gérmen que
un criterio propio, libre y desapasionado.


Como político de fé, de convicciones, de ideas pro-
pias, al separarse de su partido, no se cruza de brazos
como otros políticos que aguardan á que el tiempo y las
circunstancias les den la razon, quedándose mientras
tanto aislados y oscurecidos, sin representar un pensa-
miento, sin proclamar un nuevo principio, sino que arre-
batando la bandera, deslustrada por sus correligiona-
rios, la enarbola como un valiente general en los mo-
mentos de peligro, y aunque pocos le sigan, logra sal-
var el estandarte, el dogma que á todos servia de ense-
ña, y al salvarle; salva con él el honor y la gloria del
ejército, y defiende con más brío que nunca la causa
que simbolizaba aquella bandera.


Con las anteriores observaciones queda bosquejada
la conducta política de D. Antonio Rios Rosas, su in-
dependencia como partidario, su consecuencia como po-
lítico.


Merced á estas cualidades, vémosle disentir con fre-
cuencia de situaciones y partidos, á quienes prestára o't.~.:l
antes s:~o::~~o, siempre condicional y desi~teresado, Y/r';::-¡


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18 RIOS ROSAS.
soltar su poderosa voz en los bancos de la oposlClOn, sin
abandonar en esos contínuos rompimientos sus antig uas
ideas, sus principios de siempre. Rios Rosas, al abando-
nar á un partido dominante, al separarse de un gobierno,
porque Rios Rosas no se aleja nunca de las oposiciones
ni de los partidos en c1esgracia, se lleva consigo el dog-
ma y deja el poder y la fortuna para los que se quedan;
al declararse en cisma con alguna iglesia política, se
apod.era únicamente de las imágenes y abandona á los
creyentes las alhajas del templo.


Político que mira al porvenir, recordando lo pasado
y examinando lo presente, todas sus aspiraciones, sus
esfuerzos todos han propendido á crear y organizar un
nuevo partido constitucional que, tomando para su com-
posicion los principios conservadores del moderado, y
la.s tendencias reformadoras del progresista, estableciese
en España el sistema representatívo de una manera pro-
vechosa para la nacion, y como no han podido estable-
cerlo hasta ahora los viejos é históricos partidos liberales.


Para dar vida á un nuevo partido, preciso era y
necesario declarar disueltos á los antiguos y echar sobre
su tumba la pesada losa del desprestigio y del anatema.


Rios Rosas, á nombre de esa triste necesidad y em-
pujado por la opinion pública, tomó á su cargo la mi-
sion de regenerar la política española, y anonadó con el
irresistible peso de su elocuencia á los desprestigiados
partidos liberales, cuando les decia:


«(Se ha levantado una punta del velo, preciso es des-
correrlo todo. No es mía la responsabilidad. Sí, señ()res,
es preciso decirlo todo; es preciso decir al país lo que no
se le ha dicho en veinte años; es preciso decirle que
hace veinte años que el partido liberal manda en España
y ejerce en la nacion una dictadura; que nosotros y vos-




R10S ROSAS. 19


otros, mandando en el país, hemos sido una perpétua
dictadura; es preciso decirle que no ha tenido, ni tiene,
ni tendrá libertad hasta que se hallen los partidos en con-
diciones diferentes; es preciso decirle que todo lo que se
diga fuera <le este terreno, de este punto de vista, es
mentira, es impostura, es decepcion.)


y para demostrarlo, reseñaba á grandes rasgos la
historia de ambos partidos, y despues de enumerar los
errores, las locuras y desaciertos de todos, añadia: «Es
fácil, es posible que venga una dictadura, eso es muy
sencillo, con sus fatales consecuencias despues. Pero lo
que no es fácil, es que ni vosotros progresistas, ni nos-
otros moderados, mandemos constitucionalmente. Eso
es lo que suceflerá en el porvenir, porque se verá, y no
podrá menos de verse, lo que ha sucedido en lo pasado;
y lo q ne ha sllcedido es que ni los unos ni los otros hemos
podido gobernar. Hemos dominado, pero no hemos go-
bernado. Esta es la verdad. n Y dando por disueltos, por
imposibles, por muertos á los partidos históricos, anun-
ciaba el que debia sustituirle simbolizándolo en la fórmu-
la de Union liberal.


V éase cómo esplicaba los elementos de que debia for-
marse el nuevo p:utido, sus tendencias y su objeto.


((El partido progresista se ha resuelto en una mino-
ría c1emocrátiea y en otra minoría easi moderada, al paso
que. el partido moc1el'ado se ha resuelto en una minoría
absoluta, en otea mi.noría atea, completamente atea, y
en otra minoría constitucional conservadora.


))l\1i idea fija será siempre la de que las dos fraccio-
nes del partido liberal no formen más que un solo parti-
(10, lo q ne llegará á realizarse por la accion necesaria de
los acontecimientos y la lógica inflexible de los hechos.
El partido de lo pasado será por un lado el compensador




20 RlOS ROSAS.
de ese gran partido, y por otro será compensador el
partido demócrata: de esa manera podr::in hacerse las
elecciones libres, y podrá hacerse la felicidad del país.»


y concluía su magnífica peroracion, una de las más
brillantes que han salido de los lábios del Sr. Rias
Rosas, esplicando su pensamiento con estas palabras:
«Los partidos se han conducido aquí como facciones; no
han sido partidos políticos que se han disputado el go-
bierno, sino facciones que se han disputado la dicbelura.
En todos terrenos, de mala manera, con malas armas, sin
profesar ningun principio con sinceridad y buena fé, es
como han combatido. ¿Sabeis qué se necesita para que no
seamos dos facciones? Que se abra un núcleo robusto;
que se forme un corazon grande, fuerte, que haga latir
este cuerpo político; un corazon con graneles venas, con
venas fuertes, con arterias que no estén sujetas ni á apo-
plegías, ni á neurismas.»


rran antigua ha sido en el Sr. Bias Rosas la idea de
la formacion de un nuevo partido, tal efecto hicieron en
él desde muy jóven los desengaüos de ]a politica, y co·
noció tan pronto á los hombres públicos, y la necesidad
y conveniencia de poner un élique á sus ambiciones y
desaciertos, colocando en frente éle esas situaciones gas-
taélas otras rejuveneciélas por la sit da éle la concordia y
del patriotismo, que ya en 1813 contribuyó poélerosa-
mente á la coalicion parlamentaria, que derribó por tierra
la regencia de Espartero, redactando la eClebre protesta
oc la prensa coaligac1a, ariete principal que asestaron los
partidos contra aquella esclusivista situacion:


Desde entonces, lu idea de la fusion de las fracciones
liberales ha sido y continúa siendo el sumío dorado de
este hombre públieo, y siempre que el partido moderado
se ha precipitado por la pendiente de la reaccion y de la




RIOS ROSAS. 21


ilegalidad, Rios Rosas ha procurado realizar su sueño
como en 1849, daudo vida á otra coalicion parlamenta-
ria; como en 1852, contribuyendo poderosamente á la
formacion de los famosos comités; como en 1855, apo-
yando al centro parlamentario; y como en 1858 prestan-
do su nombre, su influencia y su palabra al estableci-
miento y desarrollo de la Un'Íon liberal.


¿Será un sueño y no más el empeño elel 51'. Rios Ro-
sas? Es muy posible y casi seguro que no pase de un
sueño.


Para formar un partido nuevo, no basta levantar una
nueva bandera, proclamar un pensamiento nuevo; es
preciso, es indispensa1Jle que los hombres que lo formen
sean nuevos tambien, para que al desarrollar esa bande~
ra, al aplicar ese pensamiento, no lo desprestigien con
el recuerdo de sus anteriores faltas, no lo hagan infe-
cundo con la repeticion de sus antiguos errores, de sus
pasados desaeiertos.


y hé aquí esplicado elorígen de esas contínuas disi-
dencias, de esos frecuentes rompimientos del Sr. R'Íos
Rosas con los partidos. A 1 unirse á ellos, al organizar-
los, al darles vida, sueña con el patriotismo, con el des-
interés, con la abnegacion de sus correligionarios; pero
al despertar de tan agradable sueño y al examinar de
cerca la nueva política, solo encuentra en ella egoismo,
ambicion, mistificaciones, miseria.


Pero ya lo hemos dicho. R'Íos Rosas es un político de
fé profunda, de convicciones arraigadas, tenaz en su
opinion, indomable en su caráeter, y ni los desengaños
le desaniman ni le abaten las decepciones. Y, nuevo Sí-
siro, pasa la vida subiendo la áspera sierra de la política
española cargado con su idea de organizacion de un nue-
vo partido; piedra que todos hacen rodar al abismo,




22 RIOS ROSAS.


acaso <:on el cruel interés de que Rios Rosas gaste sus
fuerzas y pierda la vida en la afanosa tarea de volverla
á subir.


Ya se comprende que serán muy pocos los que acom-
pañen en su improductivo trabajo al político organizador.
Nada le importa. Ríos Rosas prefiere la soledad á las
malas compañías, y como hombre de porvenir, dá más
importancia á los principios que á las personas. Por eso
esclamaba en cierta ocasion: «Creo que estoy un poco so-
litario; pero no me importa, porque espero y confío en
el porvenir de mi país, y espero estar bien acompañado,
sino dentro de un año, dentro de cuatro ó ele seis, porque
la vida política es larga; no es la vida política para ser
ministro, no; sino para sostener una idea, para sacrifi-
carse por ella, hacerla llegar á su madurez, y entonces
desarrollarla; y si la vida se le acaba antes al hombre
político, legar su idea á sus amigos y sucesores. ))


y como toda idea debe tener su manifestacion prác-
tica en la política, y como todo sistema ba de traducirse
necesariamente en hechos, y como toda teoría ha de re-
velarse en la conducta de sus partidarios, Rios Rosas,
cuando subió al poder, cuando tuvo ocasion de practicar
como hombre de gobierno sus aspiraciones de político,
sus convicciones de publicista, dió al país el acta adi-
cional, síntesis de su idea, de su sistema, de su teoría;
lazo de transaccion entre las fracciones liberales, y base
del nuevo partido de la Union liberal, con cuya orga-
nizacion tanto ha soñado y aun creemos que hoy sueña
el Sr. Ríos Rosas.


Tal es el retrato político de este personaje, que ocu-
pará siempre un distinguido lugar entre los repúblicos
españoles. Veamos ahora si podemos dibujar con exacti-
tud y semejanza su fisonomía de orarlor parlamentario.




RlOS ROSAS. 23


Por sus cualidades oratorias, así fisicas como mora-
les, tanto interiores como esteriores, ya sc consideren
esas cualidades con relacion á su inteligencia, á su cora-
zon y á su caráetcr, Bios Rosas es sin disputa el verda-
dero tipo del orador de parlamento, el modelo más aca-
baao de la elocuencia política moderna.


Ni en el ag01'a de Atenns, ni el forum de Roma, ni
en la constituyente de :Francia, ni en ningun parlamento
europeo se ha levantado nunca un orador más general,
más vario en los distintos generas de elocuencia, que el
orador de quien nos ocupamos.


Demóstenes brillaba por la energía de la frase y el
vigor de los conceptos; Ciccl'on por lo armonioso de su
oratoria yel buen uso de SllS amplificaciones; Mirabeau,
por la profundidad de sus ideas y la sublimldad de sus
pensamientos; Donoso Cortés, en fin, por la belleza de
sus imágenes y lo pintoresco de sn estilo.


Rios Rosas, segnn lo exigen las circunstancias ó el
asunto que se ventila, es vigoroso y enérgico como De-
móstenes, armonioso y amplificador como Ciceron, pro-
fundo y sublime como Mirabeau, bello y pintoresco
como Donoso Cortés.


Filósofo, publicista, orador de lucha y de polémica,
las distintas y pri vilegiac1as dotes oratorias de Rios Ro-
sas se amoldan admirablemente á todos los asuntos, á
todos los géneros de la oratoria, á todas las situaciones,
á todos los tonos.


¿Se trata en las córtes constituyentes de 1855 del
abstracto y metafísico dogma de la soberanía nacional?
Pues ved á Bios Rosas terciar en el debate y engolfarse
en consideraciones tan vagas, tan abstractas, tan metafí-
sicas como el mismo dogma, objeto de la discusion.


Esplicando y combatiendo á la vez la teoría del dere-




24 . RIOS ROSAS.


cho divino y la opuesta de la soberanía nacional, para
fundar su discurso, para presentar su opioion, para con-
ciliar los estremos, inventa una nueva fórmula, establece
una nueva teoría, desarrolla un nuevo sistema filosófico
sobre el principio del poder en las sociedades modernas;
fórmula, teoría y sistema tan vagos, tan abstractos, tan
metafísicos como los dogmas que combate.


En ese magnífico discurso se ve al filósofo, al políti-
co de ingenio, al hombre de instruccion.


Hé aquÍ cómo desenvolvía, cómo esplicaba su seduc-
tora y original teorÍa sobre el orígcn del poder.


«Está escrito en la naturaleza humana que el peder
no sea solo la fuerza, sino el asen.timiento y el derecho;
y para mandar se necesita algo más que ser fuerte; se
necesita el consentimiento de los demás .


.


llSin el consentimiento !lel pueblo no hay verdadero
poder: el hombre tiene libre albedrío, y la sociedad tam-
bien; para doblegarse al poder, se necesita la voluntad,
y por eso decian los antiguos voluntas atque coacta,
vol untas esto No puede doblegarse ante ningun poder un
pueblo, si no tiene voluntad de ello; cuando no quiere
doblegarse, perece, pero no se doblega: N umancia no se
rinde, perece; mata á todos sus hijos y se entrega á las
llamas.


))Cuando el hombre no quiere que le gobierne un po-
der, muere; podrá rendírsele, se le hará esclavo, pero
resiste y no consiente. ¿,Cuál es, pues, cualquiera que sea
el origen del poder, cuál es en el terreno de las doctri-
nas la verdadera constitucion del poder, la verdadera es-
tabilidad del poder? El consentimiento, no la soberanía
nacional. El consentimiento ya esplícito, ya implícito,
es la legitimidad, es la sancion de todo poder que lo
esplica todo. Sin consentimiento, no puede existir re-




RIOS ROSAS. 25


Jacion de súbdito á poder; no se concibe, no hay poder.
)) Ahí teneis el principio del poder, no su orígen, pues


son cosas distintas; el principio es la base, la consolida-
cion del poder; el orígen suyo es otra cosa, pero siempre
es el consentimiento del pueblo, es el hecho general, el
hecho regulador, el principio del derecho de todo po-
der; el pueblo es el que da el consentimiento para que
exista el poder; para fundarle, para ejercerle de unmodo
estable, es necesario el consentimiento de las generacio-
nes, por entre las cuales pasa y sobre las cuales se ejer-
ce; las generaciones sucesivas consienten lo que sus an-
tecesores admitieron, y si no hay ese consentimiento, no
hay posible ningun poder. ))


Todo lo cual, en buena lógica, y despojado de filoso-
fías y mistificaciones, quiere decir, que cuando una na-
cion niegue su consentimiento al poder establecido y
tenga más fiwl'za que el que lo ejerce, se declarará so-
berana; y arrebatándolo de las manos débiles ó inesper-
tas que lo sostienen, lo establecerá y organizará á su an-
tojo en vírturl de su (uel'%Ct, que es su soberanía.


Lo cual quiere <leeir, que si Numancia hubiese sido
mas fuerte que noma, en vez de matar á sus hijos y en-
tregarse á las llamas, hubiérase proclamado indepen-
diente y establecido su gobierno, en Vil'tlullle SI1; fuerza,
que em su sobemnía. IJo cual quiere decir que el con-
sentimiento del pueblo es la soberanía nacional, y que
entre la fórmula del Sr. Rios Rosas y entre la f6rmula
Üe los radiealcs no hay diversidad en la idea, sino en las
palabras.


Pero cuando el filósofo abandona las nebulosas regio-
nes de la abstraccion y de la teoría, y coloca su pié fir-
me y seguro en el terreno de la historia, de la aplicacion
y de la práctica, entonces os encanta con la solidez de




26 RTOS ROSAS.
sus jnicios, con la exactitud de sus apreciaciones.


Entonces os esplica el origen y la historia del dere-
cho divino en sus diversas fases, en sus distintas catego-
rías, en sus varias representaciones, ejercido por el' pa-
dre, por el sacerdote, por el monarca.


«En la infancia de las sociedades, os dice, cuando
nacen estas, el único poder es el del padre de familia,
que acumula en sí los gérmenes de todos los poderes: el
poder sacerdotal, el poder ci vil, el poder doméstico; en
esa infancia de las sociedades hay una especie de sobe-
ranía de derecho divino.


«En esa infancia de las sociedades, un padre de fami-
lia se distingue entre los demás, tiene más inteligencia,
más carácter, más iniciativa; reune en sí una gran supe-
rioridad respecto de todos los que componen aquella so-
ciedad en gérmen; parece que se siente inspirado, q ne
recibe una mision superior para dirigir y gobernar aque-
lla sociedad: esto se realiza en toda sociedad en su infan-
cia; esta es la Ninfa Egeria de Numa.


))8e desenvuelven las sociedades, se manifiestan las
religiones, crecen los Estados, la civilizacion llega á la
altura que llegó en el mundo pagano, se manifiesta el
cristianismo, se funde y consolida en el catolicismo, se
fortifica la institucion del pontificado: el Pontifice reasu-
me una superioridad intelectual, moral, de derecho divi-
no á sus ojos sobre todos los Reyes (le la tierra; el Pon-
tífice romano, en virtud de ese derecho, cree que los Re-
yes de la tierra son sus tenientes, son sus ministros;
quiere imponerse :) ellos en virtud del principio reli-
gioso.


nEsta es otra monarquía de derecho divino; pero el
pontificado tiene que renunciar por la aceion de la verdad,
por el concurso de infinidad de causas que conocen todos




RlOS ROSAS. 27
los señores diputados, á esas altas pretensiones; y á me-
dida que el pontificado se limita á los linderos de su au-
torielad, crece el poder de los Reyes; los Reyes se hacen
absolutos, y desean obtener una consagracion esterior y
superior á la sociedad. Este es el derecho divino de los
Reyes.))


Con no menos verdad, con no menor acierto, anali-
zaba el principio contrario dú la soberanía nacional, eli-
ciendo:
~,Las manifestaciones, pues, de la soberanía nacional


serán las manifestaciones ele la mayoría, y habrá que su-
jetarse para regular y buscar el criterio de esas manifes-
taciones á la ley de las mayorías.


))Pero la ley de las mayorías es esta: primera ficcion
que hay en esta teoría: que lo que quieren los más lo
quieren todos, que la mayoría es la unanimidad. Segun-
da ficcion: que todos los que votan, que todos los que
deliberan, que todos los que emiten una opinion son
igualmente capaces. No de otra manera se contarian los
votos: si los votos no fuesen iguales, homogéneos, no po-
drian sumarse; y no pudiendo sumarse, no darian resul-
tado. De consiguiente, es una ficcion suponer que todos
son igualmente capaces.


))Ahora bien: ¿se puede aplicar la ley de las mayorías
á la uni-rersalidad de los ciudadanos en ningun país del
mundo? ¿Se puede aplicar á una naCÍon de cinco, siete ó
diez y seis millones de habitantes? No, señores; esto no
seria una ficeion, seria una mentira y un absurdo; y so-
bre los absurdos y las mentiras no se edifican más que
catástrofes.


))Ved ahí el vieio fundamental de la soberanía nacio--
nal: el sufragio uni versal en una nacÍon grande es una
mentira, es una iniquidad, e< una catástrofe.)) .




28 RIOS ROSAS.


y para completar este pensamiento, y enaltecer su
sistema de amalgama y contemporizacion entre los dos
opuestos principios, añadia más adelante: (dn principio
de la soberanía nacional atribuye la libertaél absoluta á
los ciudadanos; y atribuyéndoles esa libertau absoluta,
les atribuye lo absoluto en todas las cosas. En 10 humano
no hay ni puede haber nada absoluto: lo absoluto del de-
recho solo corresponde á Dios.


«Tan impíos son los que proclaman el derecho divino
absoluto, como los que proclaman el c1erecho humano ab--
soluto. ¡Sí, tan impíos!))


Pero donde Ríos Rosas se remontó á una inmer.sa al·
tura como filósofo elevado, como pensarlor profundo,
como orador sentido y elocuente, fué en la diseusion de
las mismas córtes constituyentes súbre la libertad de cul-
tos. Bien quisiéramos copiar aquí aquella magnífica
peroracion, donde resaltan la grandeza de las ideas, la
variedad de la instruccion, los arranques de sentimiento.
Contentémonos con reproducir algunos períoélos que re-
velen las condiciones de este orador por el lado filosófico
en que lo vamos retratando.


Despues de anunciar en el exordio que «antes que la
p,atria es la conciencian definia la religion y defendia la
unidad católica en estas frases tan sentidas como elo-
cuentes.


<tEs una cosa indudable que la moral positiva es la
religion; que la moral científica no basta para la doctrina,
para la enseñanza y 'para la educacion ele los pueblos. Y
si esto es verdad, ¿cuál es la religion de cada uno? ¿la
religion de cada pueblo? Es la que ha heredado de sus
mayores; es para los españoles la religion de sus padres;
es la religion que Espaí'ía ha tenido durante diez y nue-
ve siglos; es la religion que está unida á todas sus glo-




RIOS ROSAS. 29
rias, á sus grandezas, á su civilizacion, á su carácter, á
sus artes, á sus ciencias, á su elocuencia, á su poesía, á
su literatura. Esa es la religion de cada pueblo; la que se
mama con la leche, con cuyos cánticos se adormeció el
niüo en su infancia, con la que educa al hombre su
madre.


Es un fenómeno moral, muy frecuente en todas par-
tes, que el hombre más incrédulo, el que más desprecia
las prúctieas religiosas, el que más desobedece los pre-
ceptos religiosos, tiene sentimientos cristianos, y en su
conducta obedece y sigue el espíritu del cristianismo;
renegando de Dios, le obedece; renegando de la verdad
revelada, la sigue. Si eso no fuera aSÍ, la Europa estaria
ya disuelta, y habria llegado á los últimos límites de la
anarquía. Con el inllifcrentismo que la roe, si no fuéra-
mos cristianos con el sentimiento, aun cuando seamos
jmpíos con la cabeza, ¿qué seria de nosotros? ¿qué seria
de los pueblos á quienes regimos? ¿qué seria de la hu-
manidad?»


Rebatiendo el argumento de que con la libertad de
cultos, con la tolerancia religiosa se desarrollaria nues-
tra industria y se aumentaria nuestra riqueza por la con-
currencia y el auxilio ele los capitales de otras naciones,
esclamaba así el filósofo observador, el hombre de Esta-
do: ((Cuando tengamos paz, cualldo tengamos justicia,
cuando tengamos gobierno, entonces tendremos prospe-
ridad; entonces vendrún los capitales estranjeros.


«¡Libertad de cultos! El culto de la libertad, el culto
del derecho, el culto de la justicia, esto nos dará, res-
tituirá nnestra antigua prosperidad, nuestra pasada
grandeza. )


y ponifl digno remate á tan sublÍ!11e peroracion con
estas memorables palabras: (( Los griegos conquistaron




30 RIOS ROSAS.


la libertad con diez años de lucha por la union del prin-
cipio liberal y del espíritu religioso en esa lliada de los
tiempos modernos, más grande, mús brillante, más he-
róica que la lliada de Homero; nosotros hemos tenido
una lliada en el año 1808; nosotros hemos tenido una
inmensa vergüenza en el año 182B. ¿Qué nos guarda
para el porvenir la Providencia? ¿A dónde nos conducirá
en el porvenir nuestra locura? ¿A la lliada de 1808, ó á
la vergüenza de 1823?))


Hemos considerado hasta aquí en sus más brillan-
tes manifestaciones al pensador, al filósofo; tócanos aho-
ra considerar en Rios Rosas al político, al publicista.


No se ha dilucidado en las cúmaras españolas ningu-
na cuestion de alta política, ningun punto importante
del dereeho público constitucional, en que no hay;!. tomado
una parte activa y principal el diput:l.do andaluz, luciendo
en sus debates su vasta y bien organizada instruccion,
sus profundos conocimientos en la historia política de
las naciones civilizadas, sus no comunes estudios de la
ciencia del gobierno.


Notable muestra de ello es el discurso sobre la invio-
labilidad de los diputados, que al final de esta biografía
reproducimos, no porque sea el más levantado, el más
trascendental de los que en nuestras córtes se le han
oido, sino por lo nuevo de la materia, por la originali-
dad, por el acierto, por la estension con que está tratada
por el Sr. Rios Rosas antes de haberlo sido por ningun
orador español y estranjero, en idéntico sentiUo, en igual
forma.


Otro mérito, otra importancia tiene adem~ls ese dis-
curso en la historia de la política española, en los anales
de nuestros parlamentos; merito é importancia que jus··
tifican por completo la preferencia que, insertándole Ín-




RIOS ROSAS. 31


tegro, le damos sobre otras peroraciones mas brillantes,
más profundas, más deslumbradoras de este orador.


Para comprenderlo, preciso es tener presentes las
circunstancias en que fué pronunciado, el efecto que en
la camara produjo y lo mucho que influyó en las regio-
nes oficiales; pudiendo asegurarse que esa peroracion en
defensa de la inviolabilidad parlamentaria, fué uno de
los mayores escollos con que en su marcha reaccionaria
tropezó el gabinete de Bravo Llfurillo en 1852, quien al
tratar de parodiar á Napoleon en su famoso golpe de Es-
tado de 2 de diciembre se encontró preparados para la
lucha á los partidos liberales, y alentados y organizados
los defensores de los fueros del parlamento, debida cn
gran parte esa reaccion en fa VOl' del sistema parlamen-
tario y de las doctrinas liberales al discurso de Bias Ro-
sns proclamando y defendiendo la in violabilidad de los
diputados amenazada de muerte por la reforma de 1852.


Notabilísimo es tambien el pronunciado en la asam-
blea popular de 1855 en defensa de la aristocracia, como
clase política, y del senado vitalicio.


En esa magnífica y entonada peroracion resaltan pár-
rafos tan bien pensados y sentidos como estos: ((La aris-.
toeracia española pudiera decirnos que ha vivido ocho
siglos, y y'ue en esos ocho siglos ha constituido ]a mo-
narq uía, que en esos ocho siglos ha ganado el Nuevo-
Mundo, que en esos ocho siglos ha espulsado á los ára-
bes; y pudiera decirnos que nosotros en cuarenta años
hemos perdido ese Nuevo-Nlundo, hemos comprometido
la sociedad, y no hemos constituido todavía un gobierno.


nNo, señores; la pasion del porvenir. es hermosa y fe-
cunda; la adoracion de lo presente puede ser egoista;
pero el culto de lo pasaclo, sobre ser enseüador, es des-
interesado y generoso.)




32 RIOS ROSAS.


Defendiendo la necesidad y conveniencia de una cá-
mara alta, representante de los intereses permanentes de
la sociedad, y al mismo tiempo fuerza moderadora en
la máquina política, definia asi la esencia y los efectos
del elemento popular, simbolizado en la libertad.


(La libertad, señores, permitidme q uc os lo diga
con franqueza, es una fuerza esencialmente agresiva,
disolvente, desorganizadora; y si bien es un elemento ne-
cesario de la vida de las naciones modernas, no es toda
su vida, sino una parte de su vida y de su sustancia,
que nosotros debemos defender con nuestros pechos y á
costa de nuestra sangre. ¿Qué es la libertad considerada
en sí misma? No es más que una fuerza invasora; por sí
sola nada funda, nada crea; es un disolvente absoluto.))


y concluia su profundo y elocuente discurso anate-
matizando así á los constituyentes por la abolicion del
senado vitalicio, á cuya iniciativa y decision en 1854
se debió el cambio político que dió vida á esas mismas
córtes.


«Ahora os digo, que siempre, y en todos tiempos, la
identidad de la moral y de la politica la ha demostrado
la historia; que siempre, y en todos tiempos, la ingra-
tituu, gran crimen de las revoluciones, ha sido expiada;
y que en nuestros dias, como nunca y más que nunca,
la identidad de la moral y de la política se h:t demostra-
do en la historia con los 111ás rudos escarmientos y con
las más grandes catástrofes.))


En cualquier discurso político de Rios Rosas se en-
cuentran conceptos elevados, juiciosas apreciaciones,
arranques de patriotismo, periodos elocuentes como estos:


«Debemos pensar en constituirnos dcfiuiti vamente
para salvar la libertad, pues la libertad peligra cuando
los gobiernos no son fuertes y el poder [~cal está humi-




RlOS ROSAS. 33


Hado; porque la humillacion del poder Real es la servi-
dumbre de los pueblos.» .


Refiriéndose á la indicacion de Oló.zaga de que po-
deres ocultos yestraños procuraban la abdicacion de la
Reina y el entronizamiento de ftlontemolin, esclamaba el
fogoso diputado por Ronda: «Yo no me despojaré jamás
de ese sentimiento, mezcla de deber y de afecto, que así
en las monarquías como en las mismas repúblicas une al
ciudadano, une al súbdito con el poder; yo no me despojaré
jamás de ese sentimiento de fidelidad que suaviza el man-
do, que ennoblece la obediencia en las monarquías consti-
tucionales. No; yo no me postraré jamás ante los poderes
ficticios; yo no doblaré jamás mi rodilla ante dinastías ar~
tificiales; porque sé cómo resguardan la nacionalidad, có-
mo respetan la libertad; cómo labran la prosperidad de las
naciones los poderes ficticios y las dinastías artificiales; no;
yo no doblaré jamás mi cabeza al yugo de dinastías ama-
sadas por la traicion é impuestas por el estranjero.»


Probando que la centralizacion exagerada provoca la
resistencia y produce las revoluciones, decia: «El hom-
bre ha nacido para la libertad, por eso le ha dado Dios
el libre albedrío. No se diga que con el libre albedrío
puede pecar, porque el tenerlo es su mision, es su voca-
cion. Y no tienen los pueblos libre albedrío, cuando no
tienen libertad de accion, cuando no tienen cierta esfera
de movimiento, cuando la centralizacion los encadena
por todas partes y los condena al ilotismo.


El sistema constitucional es un sistema de garantías
escalonadas, de garantías en la base, de garantías en la
regio n media, de garantías en la cúspide, y cuando fal-
tan garantías á la base y á la regio n media, hay un va-
cío, y por aq ucUa base el mecanismo se derriba y el edi-
ficio se viene abajo. ))


TOMU IV.




34 RIOS ROSAS.


Sostenía un orador que los puritanos ingleses habian
fundado en el nuevo mundo la democracia sin más prin-
cipios que los de la razono Rios Rosas contestaba: ((Lo
fundaron animados del espíritu religioso y del espíritu de
igualdad. La razon humana á solas, la razon humana
aislada, no ha fundado nada en el mundo; digo mal: la
razon humana ha fundado el culto de la Diosa Razon, y
las bacanales del 93.»


Nada más bello que estas frases con que esplicaba su
conducta como embajador de Roma. Despues de decir
que se presentó ante un poder independiente ((con]a ac-
titud y dignidad del que es representante de otro poder
independiente,)) añadía: ((Pero como católico y como re-
presentante de la Reina católica por escelencia, me incli-
né con veneracion ante aquel poder, señores, que está
revestido de los tres caracteres que hacen á los poderes
inviolables á los ojos de la humanidad, por la santidad de
la vejez inerme, por la santidad de la religion y por la
santidad del infortunio.»


Si como orador filósofo y como orador político Rios
Rosas ha conquistado una envidiable reputacion, es mu-
cho mayor la que merece y se le dá por todos como ora-
dor de lucha y de polémica; verdadero aspecto porque se
distingue, pues en ese género de oratoria no tiene ni ha
tenido rival en nuestros parlamentos ni en los estraños.


Las mismas filípicas del orador griego, las no menos
famosas catilina1'ias del orador romano, aparecen frias
y pá.lidas al lado de algunas vehementes peroraciones
del orador español.


Cuando abandonando la region de las ideas que atra-
viesa con el arrojo y la velocidad del águila, se lanza
sobre el mundo de los hechos y cae sobre su enemigo
con la ceguedad y encarnizamiento con que cae el halcon




RIOS ROSAS. 35
sobre la paloma; cuando el océano de su elocuencia se
agita y enturbia al soplo violento de las tempestades de
su eorazon, la palabra de Ríos Rosas es un mar sin ribe-
ras, su oratoria un torrente despeñado que todo lo arro-
lla, el orador un atleta formidable, invencible, que es-
panta á sus enemigos, que los hace retroceder, que los
derriba, heridos de muerte, á los rudos y redoblados
golpes de su maza.


En esos momentos de combate, en que, sin escuchar
á su inteligencia, se inspira en el calor de sus pasiones y
de sus afectos; en esos momentos solemnes en que se
agita su pecho á impulsos de la inclignacian ó del patrio-
tismo, su palabra es el rayo que hiere y deslumbra á la
vez, es la erupc:ion del volean que inunda y quema de
improviso con su inflamada la va las fértiles campiñas
que le circundan.


En esas tempestades de elocuenciu. en que anega con
su inspirada y trágica cólera todo cuanto le rodea, todo


cuanto se le opone, mÍnÍséefÍos y mayorías; ea eStlrJ
magnificas esploslones de elocuencia en que Ríos Rosas
navega sin brújula por el mar de la cólera y del senti-
miento, es, como naturalmente debe ser, verboso, incor-
recto, desordenado como la pasion que le irrita, pero en
cambio es enérgico, arrebatador, elocuente, grande. Su
estilo, cortante y acerado, revístese alternativamente de
tonos oportunos y variu.dos que revelan y comunican al
auditorio los distintos afectos que conmueven y exaltan
el alma del orador; ya la ironía más amarga, ya la alti-
vez más insultante; ora es el grito de su conciencia polí-
tica ofendida, ora la queja de su patriotismo engañado.


Al oirle pedir la palabra en esas situaciones solem-
nes, desde un banco solitario de la oposicion; al escuchar
en su exordio el tema de su discurso, la causa, el motivo




36 RlOS ROSAS.


en que va á fundar su ataque, los ministros palidecen y
las mayorías se turban y anonadan, porque saben que
aquella es una guerra á muerte, sin tregua, sin cuartel,
y que el enemigo sale casi siempre vencedor; saben que
Rios Rosas al entrar en combate, ni tiene compasion de
nadie, ni de nadie la solicita ni la recibe; saben que, una
vez declarada la guerra, no puede haber con él transac-
cion ni convenio de ninguna clase, y no hay más remedio
en la trabada lid que abandonar el campo ó perecer en él.


En esas discusiones tempestuosas, en esas luchas en-
carnizadas como la que trabó en 1861 con la Urdan libe-
ral, al separarse de ese partido por sus vacilaciones y
contradictoria conducta, se encara con el ministerio y le
dice: «Cuando una situacion abandona su espíritu, su
sustancia, la idea que le ha dado el sér y que sostiene su
vida; cuando los hombres, siendo gobierno, renuncian á
sus doctrinas, á sus opiniones, á su critm-io, á sus ante-
cedentes, renuncian á sus compromisos; cuando sucede
esto, despojados los gobiernos de su fuerza moral, no
saben gobernar, no pueden gobernar, no gobiernan; y
cuando no gobiernan, ni cubren al 'l'rono en la goberna-
cíon del Estado, ni saben defenderlo en los parlamentos.


»Cuando no se tiene autoridad moral, cuando se pierde
la autoridad moral, como vosotros la habeis perdido, por
faltar á vuestro programa, la autoridad legal se escapa
de las manos, la autoridad legal carece del espíritu, del
alma que la impulsa y la da vigor, la da fuerza y la hace
producir fecundos resultados. Los gobiernos que pierden
su '1utoridad moral, los gobiernos que se empequeñecen,
que se desacreditan, esos gobiernos no gobiernan, no
pueden gobernar, no saben gobernar.)).


y reconviniendo al ministerio por los acontecimientos
de Loja, esclamaba:




RlOS ROSAS. 37
((A veces la prudencia es la audacia, y es menester


tener audacia cuando lo aeonseja la prudencia.»
Oondenando en otra ocasion la conducta del gobierno


en la cuestion ele Mejico, decia, refiriéndose á sus vacila-
ciones ante la indicacion de Francia de establecer allí
un imperio: « Entonces aparecen en toda su fea desnudez,
en toda su triste realidad, el móvil y el impulso secreto
de ese gobierno, que si mira afuera tiene miedo; si mira
adentro, tiene miedo; si mira arriba, tiene miedo; simira
abajo, tiene miedo; si mira alrededor, tiene miedo. ¡Siem-
pre miedo!


¡ Ese gobierno tan fuerte, tan grande, tan poderoso,
ese gobierno á caballol.... i víctima siempre del miedo!
(Aplausos generales.)


¿ y por qué, señores? ¿Es por que falte valor indivi-
dual á las personas que lo componen? No; es simplemen-
te por una razon fisiológica; es porque nadie es más me-
droso que aquel qne tiene infinito apego á la vida.
(Grandes risas.)


Este gobierno es un enfermo egoista y aprensivo, q uc
tiembla hasta del aire. Así no se gobierna, así no se hace
política, así no se desempeñan esos puestos, así se puede
vivir eternamente y herir el '1'rono y matar la nacíon.


Lo digo con la conviccion más Íntima y profunda.
En estos tiempos de tempestades es necesario el valor
político, el valor civil; no basta el valor militar, el valor
de la espada; ese es el valor del granadero.)) (Estrepito-
sas muestras de aprobarían en los bancos y en las tri-
bunas.)


Rios Rosas no cejó un momento en su OposlclOn
ruda y sangrienta al ministerio O'Donnell que se bam-
boleaba en su carcomida base a.l choque de tan recias sa-
cudidas.




38 RIOS ROSAS.


Su último ataque fué un magnífico discurso en que


decia, entre otras cosas, á los ministros, cuyo banco azul


se convertía ante los ojos del indignado orador en el ban-
quillo miserable de unos reos:


«La juventud os abandona, y hace bien en abando-
naros, porque vosotros no la enseñais, no la guiais, porque


os morís, porque no comprendeis, porque comprender ó


morir es la ley de nuestro siglo.))
y ponia digno remate á tan notable peroracion con


este brillante epílogo, que produjo en la cámara y en las
tribunas un efecto indecible:


«¿,Sabe el Sr. Cánovas, que nos hablaba de panteis-
mo, qué es la centl'alizacion? Pues es el panteismo poli-


tico. Con la centralizacion, abajo el poder de la impren-
ta; con la centralizacion, abajo la eficacia de la tribuna;
con la ccntralizacion, abajo el prestigio de la riqueza,
con la centralizacion, abajo la influencia del talento; con
la centralizacion, abajo el ascendiente de la Iglesia; con
la centralizacion, abajo tolos los pJC1eres, abajo todos los
derechos, abajo tOGas las influencias morales; no hay más
Dios que el Estado, no hay más poder que el cañon, no
hay más ministro que el telégrafo.))


El ministerio cayó precipitado por las acometidas del


implacable jefe de la disidencia.
Ya hemos dicho que Rios Rosas en la lucha no d¡i


cuartel á nadie ni de nadie tiene compasion. Nunca quie-


re recoger prisioneros ni heridos, sino muertos. Y aun á


estos los acompaña con su enojo hasta el sepulcro, y en-
tierra con ellos su memoria abrumándola con la losa de


la execracion y del descrédito.
Cuando en la sesion del dia siguiente se daba cuenta


al congreso de los motivos de aquella caída y del desar-


rollo y terminacion de una crísis,. por demás trabajosa y




mos ROSAS. 39
complicada, escucháronse entre las distintas fracciones de
la cámara las quejas y las recriminaciones, las reticen-·
cias ofensivas y las amenazas.


La mayoría, desconcertada y aturdida aun del golpe,
principio de un cambio de situacion y anuncio de una
disolucion próxima, revolvíase inquieta y desesperada en
sus bancos, lanzando mal disimuladas acusaciones con-
tra el S1'. Rios Rosas, causa principal de su desgracia.


El terrible oposicionista, orgulloso con su triunfo, im-
ponia silencio á sus acusadores y dominaba aquella tem-
pestad con este magnífico exordio de uno de los discur-
sos más contundentes y abrumadores que se h:tn pronun-
ciado desde los bancos de la oposicion:


« Al contemplar el espectáculo que ha ofrecido esta
tal'de el congroso, he dicho para mí: ¡ Digno término á la
vida, dignos funerales á la muerte del ministerio caido!


y dirigiéndose á los ex-ministros, que se hallaban
allí como de cuerpo presente, les decia: «Ese ministerio
que aspiraba á suprimir las oposiciones, porque no podia
gobernar con ellas, esto es, porque no podia gobernar con
las condiciones del régimen representativo; ese ministe-
rio, que aspiraba á más, que aspiraba á suprimir la ma-
yoría, necesitaba, no la mayoría fiel, la mayoría cons-
tante, la mayoría disciplinada que habia tenido; necesi-
taba una nueva mayoría de autómatas. Esto es la ver-
dad; lo proclamo á la faz de la nacion, sin temor de ser
desmentido por nadie.))


y más adelante: (No blSb tener una mayoría para
gobernar, es preciso Oh'él cosa, es preciso tener opinion,
es preciso tener doctrilm, es preeiso tener conducta, es
preciso tener ministros que sepan dirigir la na ve del Es-
tado; se necesitan todas esas cosas y alguna otra más, y
ninguna de ellas habia en ese ministerio)).




40 RIOS ROSAS.
Sosteniendo que no se afecta la dignidad de un gabi-


nete por retirar un proyecto ele ley para que la mayoría
y minoría de una comision se pongan de acuerdo en el
dictámen que hayan de presentar, es clamaba , siempre
encarándose con los ministros caidos: «bQué nociones
tienen SS. SS. de los rudimentos de la vida pública?
(Aplausos.) ¡Pues qué! ¿No han visto SS. SS. á los go-
biernos más grandes de Inglaterra, dG Francia, de todas
las naciones donde se halla establecido este régimen, re-
tirar proyectos de ley? ¿No han visto á las comisiones ;i
que pertenecian un Perier, un Royer-Collard, modificar
sus dictámenes? ¿Creen tener más talla, más consecuen-
cia, más dignidad, más conciencia que Casimiro Perier
y Royer-Collard?)) (Grandes aplausos.) ¡Qué miseria!
(Estrepitosos aplausos.)


La mayoría trataba de salir á la defensa de sus jefes
y antiguos patronos, y Rios Rosas les recordaba la ingra-
titud de aquellos ministros que habian propuesto á la
Reina el decreto de disolucion. «Cuando esa mayoría ha
sido suspendida por el gobierno, cuando el gobiernó ha
querido matarla, y no la ha matado, porque no ha podi-
do, yo respeto la situacion y la desgracia de esa mayo-
ría.)) (Sensacion).


Pero la mayoría se sublevaba con aquel malicioso
recuerdo y aquella ofensiva compasion, y el fogoso tribu-
no la sujetaba con este apóstrofe: (,Siquiera en las pos-
trimerías dad ejemplo de concordia y de dignidad.)) Y
despreciaba sus interrupciones con toda la altivez y el
orgullo que usaba Mirabeau en ocasiones semejantes, di-
ciendo á los interruptores: «No comprendo esos murmu-
llos, y si los comprendo..... no me digno contestar á
ellos. ))


Los ministeriales guardaron silencio y quedaron ano-




RIOS ROSAS. 41


nadados como en la sesion del 14 de diciembre de 1861,
en que al anunciar su disidencia de la Union liberal y
dar comienzo á su oposicion, lanzaba contra aquella nu-
merosa y pujante mayoría el cargo más terrible, la re-
convencion más tremenda, el más amargo sarcasmo que
se ha oido nunca en los parlamentos europeos.


(( Vosotros, decia, aceptando hoy ese proyecto de
contestacion al discurso de la Corona, votándole mañana,
habeis abdicado vuestros antecedentes, habeis abdicado
vuestros principios, habeis abdicado vuestras opiniones,
os habeis suicidado de un solo golpe. No sois ya nada,
no representais nada, no sois un elemento político.


)) Vosotros, aceptando ese documento, abdicais ahora
como abdicaron los progresistas en la legislatura pasada;
110 valeis nada, no representais nada, no sois un elemen-
to político. Lo que vosotros sois, imitando yo el estilo de
un eminente orador, valiéndome de una fórmula aritméti-
ca, progresistas y moderados de la mayoría, sois una
série de ceros con una unidad á la cabeza..... (Sensa-
cion, prolongadas risas, aplausos.)


)):\,le habcis interrumpido con vuestras benévolas de-
mostraciones, qu:: yo os agradezco, sin haber concluido
la frase. Decia que unos y otros, progresistas y modera-
dos, que estos señores que se sientan en este lado eran
una série de ceros con una unidad á la cabeza. Y me de-
cía yo á mi mismo: en desapareciendo la unidad, ¿qué
sereis? claro está, una série de ceros. (Suspension, risas
estrepitosas, generales aplausos.)))


En las alusiones, en las réplicas, en las interrupcio-
nes, es el Sr. Rios Rosas, si cabe, mas contundente, más
agresivo, más sarcástico que en sus preparados discursos
ele oposicion. Con una epidermis muy delicada, con un
carácter muy propenso á la irritabilidad, un alfilerazo es




42 RIOS ROSAS.


para él una herida profunda; la menor contrariedad, un
obstáculo de gran bulto; la alusion más inocentemente
epigramática, una ofensa imperdonable. En esos easos,
por cada gota de veneno que sobre él arrojan, devuelve
un vaso, y reparte cien golpes por cada uno que recibe.


Al ministro Posada Herrera, que le provocaba á ha-
cer un balance de la conducta de ambos, contestaba: « El
país ve, el país oye, el país contempla, el país sabe la
conducta, sabe los modos, sabe las artes, sabe las mise-
rias, sabe la historia de cada uno de los hombres políti-
cos. Cada historia de esas es una columna escrita en un
gran libro.


,Al final de la columna de S. S., en la-última partida,
está el haber pertenecido S. S. al ministerio [stúriz, el
haberle enterrado, y el pcrtenecer luego al ministerio
O'Donnell; yen mi columna, 'cn la última partida, está. la
renuncia de la embajada de Roma.))


Al Sr. Nocedal, que le preguntaba en las córtes cons-
tituyentes si representaba allí al partido moderado:


«El partido moderado ha muerto, y yo no me acom-
paño con los difuntos.»


Al Sr. Orense, que se reia de sus anatemas contra el
sufragio universal:


«¿Qué me importa que se ria el señor marqués de Al·
baida? S. S. acostumbra á reirse mucho, á reirse a menu-
do, lo cual significa que muchas veces se rie sin por qué,
'Ij ~~~ t\~\\~ \1\\~ ~~\\\\~~d~\\ C\\l\', \\\\ ~\ÜJ~ ho.~~·do. ~\\ ffi\
cortesía yen la benevolencia con que miro al señor mar-
qués de Albaida.)


A D. José Olózaga, que le interrumpía con alguna
frecuencia, de cuyas interrupciones se habia quejado va-
rias veces:


«Si S. S. no quiere que se le hagan amenazas, no las




RIOS ROSAS. 43


haga S. S.; de la manera que trate será tratado, á no ser
que quiera atribuirse i sí propio, y acaso por juro de
heredad colateral, el derecho de ejercer aquí un magis-
terio que no pertenece á nadie.))


A la minoría progresista, que murmuraba de unas
palabras en refutacion del discurso que acababa de pro-
nunciar su jefe, el Sr. Olózaga:


(( Os he escuchado en silencio, sin tolerancia, por-
que no la necesito para escucharos á vosotros; tenedla,
pues, conmigo, porque es muy grave para vosotros, muy
grave para el país, lo que estais haciendo, y que yo voy
á deciros.))


¿Pero qué mucho que con esos tremendos apóstrofes,
con esos epígramas sangrientos, con esas réplicas instan-
táneas y abrumadoras, desconcierte á un diputado y con-
tenga á una fraecíon, si lo consigue tambien con las cór-
tes en masa imponiéndoles silencio ó dominando su irri-
tacion con la mágia de su elocuencia?


La asamblea popular de 1855, irritable por su situa-
cíon dominadora, intolerante por su inesperiencia parla-
mentaria, queria ahogar la voz del fogoso tribuno con sus
murmullos é interrupciones, cuando proclamaba, escán-
dalo inaudito, heregía imperdonable para aquellos fie-
ros constituyentes, que estalla vigente á la sazon la cons-
titucion de 1845 .


.


Rios Rosas, tranquilo, sereno ante aquella deshecha
tempestad, la calmaba como por encanto y se hacia
aplaudir con esta feliz apreciacion:


«Bueno Ó malo, ó mediano, lo que diga, será esce-
lente, porque será la espresion de mis sinceras opiniones
(Bien, bien); opiniones espresadas en uso de mi derecho
absoluto (Está bien); como todo cuanto digan todos los
señores diputados en uso de su derecho y de su in viola-




44 RlOS ROSAS.
bilidad, será escuchado y no interrumpido por mí (Bien,
bien), por mí, que he defendido y he salvado aquí la in-
violabilidad de los diputados de la nacion (Bien, bien).


El Sr. Presidente. -Está V. S. en el uso de su de-
recho .....


El Sr. Ríos Rosas.-Estoy en el uso de mi derecho;
no tiene V. S. que molestarse; no faltaré al decoro que se
debe á este cuerpo y á esta mesa; descanse V. S. y no
me interrumpa, porque seran muchas más las interrup-
ciones, añadiéndose á las otras las de V. S.))


Sorprendidas las córtcs al ver tanta serenidad, tanta
arrogancia, guardaron silencio; pero pasada la sorpresa,
y en un pasaje de rectificacion en que sostenia que era
una injusticia de la oposicion que los prohombres del
bando moderado no estuviesen allí para defender su
constitucion y su política, vol vieron á interrumpirle de
nuevo, y él a hacerlos enmudecer con esta oportuna y
sangrienta escIamacion: «¡Qué intolerancia, señores!
¡Estoy temblando al pensar que uno de estos dias, en uno
de esos raptos de indulgencia, anochezcais en Madrid y
amanezcais en San Petersburgo ó en Constantinopla! .... ))


Pero el triunfo más grande de Ríos Rosas en sus lu·
chas parlamentarias, la más brillante manifestacion del
poder de su elocuencia, el arranque más feliz que acaso
se registre en los anales parlamentarios, es sin disputa el
apóstrofe con que en la situacion más grave de su vida
de orador arrostró las iras de un congreso enemigo, casi
unánime, haciéndole enmudecer, y más aun obligándole á
ser justo.


Exigíasele que esplicase satisfactoriamente las pala-
bras traicion y apostasía lanzadas con premeclitacion
sobre la frente de un jóven ex· ministro, político de im-
portancia, que por una brusca y calculada evolucion aca-




RIOS ROSAS. 45


baba de pasarse á las filas de la numerosa y envalento-
nada mayoría que Ríos Rosas habia abandonado, arran-
cándole la bandera de la legalidad y buen gobierno, y
despojándola con su oposicion de todo prestigio en la
opinion pública.


Saliendo el congreso casi en masa :i la defensa del ex-
ministro acusado, pretendia una retractacion humillante
del altivo tribuno, valiéndose para ello del tumulto, del
ademan airado y de la amenaza. Ríos Rosas, aislado en
su banco, sereno, imperturbable, dejaba pasar la tormen-
ta, y en vez de esplicar aquellas palabras, las repetía de
nuevo.


Imposible nos es pintar con su verdadero colorido
aquella escena. El congreso de pié y en el mayor desór-
den; doscientos diputados pretendiendo ahogar la voz del
orador, que se esforzaba vanamente en que se le escucha-
sen las esplicaciones que no el miedo, sino su conciencia
política y su carácter franco y honrado le aconsejaban
dar en defensa ele su conducta yen apoyo de aquella acu-
sacion; inútil era su empeño de dejarse oir en aquellos ins-
tantes de espantosa confusion en que de todas partes sa-
lian gritos, invectí vas y amenazas, y en que no faltaba
entre los irritados representantes algun conde de la
Boltrdonnaíe, preparado ya á pedir la espulsion del con-
greso elelllfanuel español.


Ríos Rosas, recurriendo á todo el poder de sus facul-
tades, arrojando el buque de su dignidad personal y de
su conciencia de hombre público, sin velas y sin áncoras,
en el tempestuoso océano de sus pasiones, que herbian
agitadas y revueltas en su pecho, y que se retrataban en
su rostro, un tanto lívielo, enverdecido entonces por la
sangre que en él agolpa han la cólera, la inelignacion, el
desprecio, la lástima y el sarcasmo, Ríos Rosas, repeti-




46 RlOS ROSAS.
mos, con el cuerpo encorvado, los brazos estendidos, su
mirada vaga y aterradora, con voz de trueno, con frases
cortas pero espresivas, enérgicas y amenazadoras, lograba
por fin que se le escuchase, y triunfaba de aq aella. opre-
sion, de aquella tiranía, porque su triunfo estribaba en
que se le dejase hablar.


»8í: estoy en mi derecho, les dijo, estoy en mi de-
ber, y es de vuestra dignidad el escucharme, señores
diputados. ¿Qué diria la opinion de vosotros si ahogá-
seis mi palabra en estas circunstancias? Por ventura,
aunque no tuviese ningunos títulos á vuestra estima-
cion, aunque no tuviese Jerecho á mi honor, que es el
patrimonio de todo hombre de bien, aunque fuese el más
vil y abyecto del mundo, ¿os creeríais con el derecho de
ahogar ahora mi palabra? Escuchadme, señores, escu-
chadme; yo no os pido justicia, yo no os pido más que
silencio.»


y no consistió aquel triunfo en el mérito que encer-
raba semejante apóstrofe, enérgico por su sobriedad,
digno por su sentimiento; el efecto mágico que en la cá-
mara y en las tribunas produjeron aquellas sencillas pa-
labras, debióse especialmente á la oportunidad, á lo im-
ponente de la situacion, al tono y á la solemnidad con
que se pronunciaron.


Trazemos, para concluir, algunas ligeras pinceladas
que hagan resaltar el claro oscuro y aen más entonacion
y semejanza á este retrato.


Rios Rosas peca en ocasiones algo de ampuloso, de
dogmático y de paradógico; pero tal es su ingenio, tanta
la fuerza de su talento, que hace admitir, mientras du-
ran sus raciocinios, por verdades claras e incontroYerti-
bIes las más oscuras paradojas.


y ya que de paradojas hablamos, 110S permitiremos




RlOS ROSAS. 47
aquí estampar una por nuestra cuenta, al calificar la ora-
toria de este personaje,


El merito principal de la fOl'ma de sus peroraciones,
el vigor, la valentía, la vehemencia de su oratoria, estri-
ban indudablemente en un defecto oratorio, en el abuso
quc hace de una dc las figuras retóricas: la repeticion ó
más bien, la sinonimia. Repásense todos sus discursos,
y no se hallará uno donde no se abuse de la repeticion
de un verbo, de un nombre, de un ad v8rbio, donde no
se concluya algun periodo con una prodigalidad de sinó-
nimos admirable, con UIla série de adjetivos hábilmente
colocados.


Como cuando aludiendo intencionalmentc á un dipu M
tado, decia:


«Ha sido mi conducta pública una conducta séria,
no u na conducta frívola, escéptica, incollstante, insus-
tancial, vanidosa.))


y cuando despues de esplicar más adelante su conse-
cuencia y su constancia en la profesion de los principios
conservadores, añadia, aludiendo tambien, ciego de ira,
al mismo diputado:


« Yo creo que la conducta contraria se apoya en el
sofisma, en la inconsecuencia, en el egoismo partidario,
impasible, implacable, incurable ,)


Este abuso uc la repeticion, esta exageracion en el
empleo de la. sinonimia, si bien contribuye á que apa-
rezcan difusos algunos períodos de sus discursos filosófi-
cos, en cambio presta á sus peroraciones políticas y de
lucha una vehemencia arrebatadora, un vigor y una el!-
tonacion del mejor efecto. Pues aumentando con la re-
peticion la fuerza de cada inciso, de calla miembro de la
oracion, de cada período, las palabras repetidas, los si-
nónimos aglomerados, son golpe.s de maza con que gra-




48 RIOS ROSAS.
dual y progresivamente hunde á sus contrarios; son el
fuego graneado de una compañía que termina con el
disparo de un cañon.


Vamos á concluir este retrato con los últimos perfiles
trazados por el original cuando en la sesion de 11 de
abril de 1861 decia: «Mis sentimientos, mis hábitos, mi
carácter influyen de tal manera en mi conducta, que me
obligan á repugnar todo lo que es solemnidad, exhibi-
cion, aparato. En todos los actos de mi vida pública pro-
cure servir á mi país modestamente. Sirvo á mi país
cuando me llama á su servicio, y antes y despues de
servirle me confundo en la muchedumbre; creo que este
es un deber del hombre público.))


Discurso sobre la inviolabilidad (1).


«Señores: doy encarecidas gracias al Sr. Estéban eollantes po!'
haberme cedido la palabra. Deseaba yo, desde d IllO!H0I![O en que
salieron eiel'la~ doctrinas elel banco en que :-;e sienta el gobierno
de S. M., protestar contra ellas, ya eon mi \ oz. ya ron mi yolo.


1 Un suceso muy notable que revela la decadencia tlel poder parla-
mentario en Prusia y la semejanza de la situacion política de nquel
país con la que atravesó Espaíia en 18.')2, viene:l dilr boy milyor im-
portancia a la c:uestion de inviolabilidad y al discurso del señor Rios
Rosas.


Mr. Bismark; reformador al estilo de Bravo Murillo, ha conseguido
que el Tribunal Suprcmo de Berlin declare que los miembros tJc am-
bas cámaras legislativils pueden ser perseguitJos y juzgados por Jos
discursos que cn ellas pronuncien.


Este escandaloso ataque ¡í la libertad de la tribuna; de seguro no se
hubiera consumado a existir en aquellas cámaras quien defendiese
las prerogativas del parlamento con el valor y la elocuencia con que
en 1852 las defendió el señor Bius Rusas en el congrcso espaiiol.




DISCURSO SOBRE LA INVIOLABILIDAD. 49
Ha llegado la ocasion de hacerlo, aunque un poco tarde, cuando
el congreso ha oirlo ya en lo:> elol:u()n!es discurso~ de los orado-
f(~S que me han precedido hablando en mi snntido, cuanto pued()
decirse en e~la Gueslion, asi en la alla e:>fera de los principios,
('OIllO en la esfera Ilwnos eleyada en que la ha colocado el go-
biCl'no. Me recomiendo á la indulgencia d()1 congreso, porque ha-
llándome hastante indispuesto, mi" esfuerzos siempre débiles, lo
serán hoy mits en cue:;lion de tanta importancia.


))Sefiol'cs, desde el momento en que se inició ()~ta cucslion,
desde ese momento adquirí la conyiccion íntima de que era una
eueslion constitucional. Si alguna duda pudiera haber abrigado
acerca de la exactitud do esta tésis, la hahria desvanecido ni
discurso fIue ha pronunciado el gobierno por boca del señor mi-
nistro de grada y justicia, ¿ Qué ha discutido aqui el minis-
terio?


))La tésis general de la inviolabilidad de lo:> diputados. ¿Y
qué cneierra esta t{'sis? rna cuestion eminentemente constitu-
cional; uno de los fundamentos del gobierno n~pres(mtativo:
esta Ltlsis trascendental, esta tésis se pone en discusion, y con
e!la todo el régimen constitucional, ponpw la inviolabilidad de
los diputados pertenece ¡'t la esencia del régimen constitudonal
como la inviolabilidad del Jley, que juntamente con la de los di-
putados y senadores, constituye la sustancia del régimen monár-
quico moderado,


))Asi, señores, la gravedad de la euestíon no puede ser ma-
yor; apelo para p/'Obarlo al testimonio del gobierno de S. M.


)Por eso, al arrostrar yo esla cuestion de tanta magnitud
desaparecen a mis ojos [ocias las fracciones políticas, desaparecen
todos los partidos; por eso en esta cuestion asoma unanimidad
entre los señores que se sientan en aquellos bancos, y enlre
los que divididos y fraccionados, por desgracia comun de todos,
nos sentamos aquí; y por eso yo espero que Ja unanimidad ya
indicada y que á cada momento se pronuncia más y mas, acabará
por formularse en un solemne voto al terminar este debate.


))Y yea el r;ongreso como todo lo dicho por el Sr. Teja-
do, que me ha precedido en el uso de la palabra, acer-


TOMO IV. 4




50 DISCURSO SOBRE
ca del orígen de la con ll'm crsia, acerca de la fórmula en
que se ha encerrado, acerca de la persona dignísirna que la ha
in~taurado en esto ~itio, pierde completamcnte su importancia cn
"\ ista de la consideracion superior que he lenirlo la honra de
esponeros. Señores: el seüor ministro de gracia y ju;;tieia 7
preciso es ser justo con S. S., ha tratado la cuestion como
era de esperar de su ilustracion, de su cultivado talento, de sus
profundos conocimientos, así en la ('iencía pSJleeial del juriscon-
sulto, como en la del publicista; y la ha tratado ú mi modo de
ver, aunque bajo los puntos ele vista del publidsla y del juri~­
consulto, antes como jurisconsulto, que eomo publicista.


»Me ha ele permitir, pues, el congreso, que habiendo yo de
impugnar ú S. S. le siga en su terreno; no lo haria acaso, si no
hubieran presentado tambien la cucstion en este terreno. ya
el señor ministro de la gohcrnC1cioll, ~ a e! digno seDor presi-
dente del consf'jo de minisll'Os en las varias ol'aliiones en que ha
usado ele la palabra. Si examino, pues, una euesLion l(~t'niea, aca-
¡j(~mica, forense, yo no tengo la culpa; la Lue~tion viene así phm-
teaela, y es menester seguir á loti qlle la han enlabIado, por el
camino en que la han conducido. Y por otra partc, una ('ue~tion
de esta magni [ud debe examinarse bajo todo~ los aspedoR y rela-
ciones, siquiera i neurramos en el inconveniente de tratarla de
una manera poco adecuada para un parlamento; e~a eonsideracioll
debe ceder {t las otras mús sustanciales que acabo de indicar.


)lAsi, pues, espero de la indulgencia de! congreso, que me
permitirá entrar en la cuestion por esta puerla; es una de las
muchas puertas que tiene esta cuestion que los señores mini~tros
han dado en llamar abicrta. (Risas). Cuando se considera la imio-
labilidad de los diputados bajo el punto de vista del criterio vulgar,
¿qué es la inviolabilidad de los dipulados? Es el derecho de calum-
niar, de ultrajar, de difamar impunemente. Y ¿quién, así mirada,
no se subleva contra esa imio\abi\il\oü~ Vu.eil> q\.\í;~, ¡,e", ~():\iblc
que en un pueblo culto 1 que en un pueblo libre haya un solo
illdhiduo quo tf'nga pI flrrerho de injuriar y dtl ealumniar a
sus conciudadanos? 1\0: segun los principios liberales, con-
quista de los tiempos modernos, segun el cspiritu del cris-




LA INVIOLABILIDAD. 51


tianismo, segun el espíritu del derecho criminal moderno, la
ley debe ser igual para todos; el casligo igual para todos: la
imiolabilidad de los diputados es un priyilegio odioso, una
enormidad, una cosa funesta. Me parece que he e5puesto en lacIa
~u fuerza el argumento Aquiles de lo~ señores ministros, del go-
bier'no de S. M. y de todos los dignos indiyiduos que le han apo-
yado.Pues bien, señores, yo tengo la confianza, a pesar de la
insufieienda de mis medios, de que he de poder demostrar toda
la falsedad de ese fastuoso argumento, de que he de poder con-
jurar ese espee\ro gigantesco.


»Señores, todas las instituciones políticas, y señaladamente
las instituciones mas altas, para que sean duraderas, para
que hallen su razon de ser en el fondo de la sociedad, para
que tengan Yitalidad, es menester que guarden ciertas cor-
respondencias, ciertas analogías con las instituciones eomunes,
con las instituciones cÍ\~iles de la misma sociedad. Cuando yeais
una instilucion politica por elevada que sea, que no tenga
analogía, que no tenga correspondencia con otras instituciones
civiles, aunque sea buena en si, aunque en tésis general sea neo
cesaria, pero que no tenga conespondencia y analogía con las
otras, esa institucion eslá destinada á la muerte, no tiene la vita-
lidad necesaria para subsistir.


»Pues, señores, para examinar cual sea el carácter del cargo
de diputado, es necesario examinarle en sus correspondencias,
en sus analogías con las instituciones del derecho civil; y cuando
hablo del derecho civil, entiéndase que hablo tambien del dere-
cho criminal; uso de la denominacion del dereeho ciyil en oposi-
don al derecho público.


»Señores, segun los principios del derecho ciYil español, se-
gun los principios del derecho civil europeo, segun los princi-
pios del derecho civil que ha atravesado los siglos, desde la ley de
las doce tablas hasta el código penal publicado en nuestros
dias, ¿hay autoridades, hay funcionarios públicos que estén
exentos de responder por la accion de injuria y calumnia en
los tribunales ordinarios? Yo temo mucho que sí, yo creo que sÍ,
yo voy á probar que sí.




52 DISCURSO SOBRE
))Suponed, señores, un juez que dicta una sentenda gravosa,


injusta, inícua; que en esa sentencia, de mala fé, ú. sabiendas,
injuria, calumnia al reo. lndurlablemente it los ojos del ~en­
lido comun comete injuria y comet() calumnia; pOl'O , ¿cometo
injuria y calumnia á los ojos del tribunal, á los ojos de la ley, á
los ojos del código? No; ese juez comete un delito dbtinto; ved,
señores, como aquí por el heeho de sor funeionario público el
que iujuria y calumnia, el delito se transforma; no es una injuria,
no os una calumnia, es una pt·e,aricacion.


»Otro ejemplo. Un abogado, en la defensa de su cliente, diCe
espresiones in.iurio~as y calumniosas al litigante eontrario; a:iieu-
ta hechos, que siendo falsos, producirían la acrion de calulll-
nia. Este abogado, ¿es responsable de injuria y de calumnia anlo
la justicia? Los hechos son pertenecientes ú la cau~a; ~i estos
hcdlOS le han sido suministrados por su cliente, y los es pone de
buena fé, ese abogado no está sujeto {l la accion de injuria, ú la
accion de calumnia, no e.,tú, sujeto á aceion ninguna de ninguna
especie; queda impune. Notad, señores, la pl'ogresion; en el caso
anterior, el delito se transfOlma; en este caso el delito des-
aparece.


»Otro ejemplo. Un agente c!rl gobierno, un ministro, un go-
bel'l1ac!or de prmincia, un alcalde, un guardia ch i1, desempe-
ñamlo sus atribuciones, cada uno dentro del legítimo ejer-
cicio de sus funciones, en razon de hechos injuriosos, en razon
de heehos que siendo falsos serian calumniosos, adopta de buena
ré una l'esolueion sin traspasar la esfera de su competencia. ¿E~··
tán sujetos á la accion de injuria y de calumnia estos funciona-
rios? No, señores; dentro del círculo de sus atribuciones, es-
tos funcionarios obran impunemente; adoptan las medidas q Uf)
('reen convenientes, y no tienen ninguna especie de responsabilidad
judicial. (Gestos negativos en el banco ministerial). Esta es la teo-
ria constitucional; esta es la teoría del derecho chil español, del
derecho administrativo, del consejo de Estaelo de Francia, que
cilaré si soy impugnado; esta es la teoría elel consejo !teal de
España consagrada en una célebre competencia que hubo en el
año de 181.8, que no cito ahora por no ser prolijo, en un caso




LA I:'iVIOLABlLIDAD. 53
gravísimo en que la resoludon del consejo Real afectaba nada me-
nos que á la cosa juzgada.


llPero 0,ntro la autoridad de la cosa mal juzgada, juzgada sin
jurisdiccion y la indf!pendencia de la administracion, cuando
obra de huena j'{. dentro de los estrictos límites de su competen-
cia, el poder moderador del Trono, ¿qU(\ hizo? Respetó los
principios, dcelaró la competencia mal formada, mandó ar-
chivar los autos en el ministerio de la gobemacion. Este
acto del gohierno, muy deci~iyo y muy importante, que fija
la jurisprudencia de la nadon española, rué dietado siendo mi-
nistro de la Corona, sino e"toy equiyocado, el actual señor ministro
de la gohernacion; d digno señor presidente del consejo era minis-
tro indudahlemente. De manera, que "i un ahogado, que ni biquie-
ra es funcionario público, si un admini~t]'ado]', si un juez, obran-
do en el ejercido de sus funciones, no son responsables ele injuria
v de calumnia, ¿por qur han (le serlo los diputados de la naCÍon?
¿Será, pOI' ,entura, que un diputado tenga menor categoría clue
todos esos funcionarios? ¿Será que tenga menor categoría que un
alcaldn? ¿O ~e pretendcrá (Iue no es funcionario público el dipu-
tado de la Iliwion? Plle~ si esto se pretendiera, leeria un articulo
dd clÍdigo penal, en el cual, no solo ¡;e considera al dipu laelo
como funcionario público, -,,¡no que ... 0 le compara y equipara á
las auloridades que ejercen mando para todos los efectos del de-
recho cí, i1. De modo, señol'e,;, que la eneslion cslú resuel ta sin
haber entrado loda\ ía en el c\;unen de lo~ principios constitucio-
nales en la c~fera del derecllO político; sin haber e\aminaclo en
sí misma la im iolahilidad, llámese prel'ogaliva, lIúrnese garantía.
Por los principios cid d(~]'(~dlO CO!11 Ull , por los principios e1el derecho
ci dI, el diputado a cóete" no está liujeto a la accion de injuria y de
call1l11ni<l. Esta, señores, es una ('osa e\ ic\enUsiIllil ; no es una té-
si~ qun S(~ haya escrilo en los códigos modernos, en consideradon
á la diyj,'¡on de poderes y al mecanismo de las instituciones ac-
tuales, sino (!tIC, (~0!110 he dicho antes, ananea ele la ley de las
doce tablas, do las leyes del puehlo romano, de aquello~ maestros
de toda legislacion y (le toda jurisprudencia. Esta tésis está ad-
mirablemente definida en aquella ley del Dijesto que dice testual-




54 nISCURSO SOBRE


mente: qum ,iure potestatis a l1wgistratu fiunt, ad in,Íllriarum ac-
tionem non pertinent. '


» Ved, señores, cómo la teoria que os espongo, y el dereeho po-
sitivo que invoco, existen en Europa, por lo Illcno~ (Iesde el tiem-
po de Ulpiano.


llSerá ya escusado descender á la cuestion constitucional de la
imiolabilidad; será escusado descender á la cucslion de preroga-
tiva, si lo que se desea es llevar á los diputados ante los tribunales
ordinarios; si eso es lo que se quiere, al menos por pI gobierno, a
quien no he Yislo sostenido en este punto de la cues1ion por nin-
guno de los señores que han tomado la defensa del dielá-
men de la mayoría, de lo que yo me congratulo, pues han dado
una prueba de rectitud, de independencia y de dignidad, por la
cual se les debe un testimonio público bien merecido en los tiem-
pos que cOITen. Si pues, lo que se pretendia era que los dipu-
tados estaban sujetos á la accion de injuria y calumnia, y a ser
eOIlflucidos á los tribunales ordinarios, á pesar de la constitueion
y de todas las leyes del derecho español y romano, la cuestion esta
concluida; los señores diputados pueden dormir tranquilamente
en sus lechos. (Sensacion p¡·o(unda.)


¡)Importa, sin embargo, y es indispensable Il'atal' la cues-
tion política, la cuestioIl constitucional, la cuestion de prinei-
pios, porque no e:-; rI interés particular de los r1iputado~ el
que debe dominar en esta cuestion. Es muy poca ('osa el in--
terés ele los individuos; es muy poca cosa el interés de la~
fl'acciones; es muy poca cosa el interés comun de lo~ que e:,la-
mas sentados en estos bancos, en comparacion del interés púhli-
Ca,en eomparacion de la santidad de la ('on~titucion, de la
existencia del gobierno que todos hemo!'\ jurado defender con la ma-
no puesta sobre los Evangelios, en presencia de Dios y de los hom-
bres, sobre esa mesa. No; no es nuestro propio interés, no es
nuestro e§wismo, no es el deseo de la impunidad por 103 yerros y
estrav!os en que caigamos, lo que nos lleva á mantener la im io-
labilidad consignada en la constitucion para los diputados y ~e­
nadores: es que sin esa inviolahilidad no puede haber diputados
ni senadores; es que sin esa inyiolahilidad caen los poderes del




LA INVIOLABILIDAD. 55
Estado; e:" que sin esa il1Yiolabilidad no puede haber senado ni
t'ongre~o; e" que "in esa in violabilirlad no hay gobierno conslilu·
cional; ns que sin esa il1Yiolahilidacl, otra inviolabilidad, mil" alta
y mús sagrada, poro no má:,; neresaria para el ejercicio del régi-
men representativo, e"tá herida é inclefen:"a.


» Un in(lirado antes las analogías que la" institlleiones políticas
necesitan lener con las instituciones ci, iles para alcanzar cierta
yitalidad; he indicado ante" que el modo de eslucliar aquellas in,¡-
litU(~iones para enlene/erlas hien, e;; su comparaCÍon ton las insli-
luciones chile,; y eriminales. Pues bien, si examinamos cualquiera
de las fln'rogativa,;; absolutas que consagra la constillwion á los
diversos poden's, con el criterio que anles he citado, con el e1'i-
¡('rio indh idual, con (~I c!'iterio de ese banco azul, la" hallamos,
no ~olalllenle contrarias á la rflZOll, las hallamos dignas de una
calificacion mú:; gl'(1\ e, las hallamos inesplicables, la,;; hallamos
ahsunlas.
))Sel1()r('~, ¿, qur os el principio de la monarquia heredita-


ria? Examinar! el principio dn la monarquía hereditaria hacien-
do com plcla allslraecion de la hi::;toria, con el criterio indiYidual
prirado, y la monarqll ia hereditaria es un absurdo, UIla conlra-
diC('ioll en I()~ [(·nnillOs. Pues qué, ¿hay ninguna ralOn para que
el pode!' S(' Iwr¡ll'!!le de pad I'(~S it hijos en UIla sola familia?
Pues ![wi, ¿el poder no perlelwcn siempre al mai' digno? ¿Xo es
esta la lIoeion fundamental del pod(~r, la nocion instinli\ll? ¿Cómo,
pues, darle el pode!' á un anciano que ya no puede ejercer-
lo'? ¿Cómo, pum;, dÚl'se!o á un nÍlio que no está toda\Ía en esta-
do de regirlo?


» y sill ()Jllhargo, la monarquía hereditaria es la mas alta ins-
tiiuCÍon que han producirlo lo::; siglos; III monarquía hereditaria
";0 pierde en la noelw do los tiempos; la monarquía hereditaria
se adapta ú todas las nadones, ;1 lodas las latitucle", y a todas las
razas; la monal'({!Iia hereditaria es la fórmula de los gohiernos
libres en los pueblos modernos, con una sola eseepcion que to-
daria no ha consagrado el ti(~rnpo; la monarquía hereditaria es
la sahidurÍa de la humanidad.


Vamos ahora á una prerogatiyrt inherente ;t la monarquía he-




56 DISCURSO SOBRE
redilaria, á la inviolabilidad del Rey. 1\"0 la examinpi~ con pI ~en­
lido histórico, no; examinaflla con la razon privada, con el crite-
rio individual que, vuelvo it decirlo, se ha levantado y domina en
e~n banco azul. ¿Qué es la im iolabilidatl del Rey? El Rey que en
la monarr¡uía con~litueional, como en la ah~olula, ohra siem-
pre como He)", adquiere por este hecho la inviolahilidad Ile lodo
lo que escribe, de lodo lo que diec, de lodo lo que hace, á toda~
horas, siempre; y nunca jamás, sep;un la constilucion, obra como
hombre privado.


))Xo se comprende este hecho con la razon indh ¡dual, y sin
embargo la im iolahiliclad ahsoluta del Reyes una eondieion ne-
('esaria en las monarquías constitueionales lo mi:'Illo que en las
absolutas; lo mismo en la., monarquias paeeionadas que en las pa-
trimoniales; lo mimlO en Oriente que en Occidente; lo mismo en
el pueblo turco que en el español. Ahora bien: no ~e eslrañará
tanto que tenga una razon de existir, que deba exislir la inviola-
bilidad de los diputados.


¡¡¿Qué es la imiolabilidad de los diputados? Es una prerogati-
Ya que el represenlante temporal de la nacion tiene en el ejerci-
cio de 811:-; funcion('~, adecuada y con·espondiente á la imiolahili-
dad que el representante perpétuo de la nacion tiene como lal.
Como el Uey ohra siempre como Rey, e:'l siempre sap;rado é lnYio-
able; como el diputado obra como diputado cuando hace las le-
yes en este santuario, en este solo caso es inviolable, así como lo


. es siempre el Rey. Quedan, pues, contestadas las ohjeciones ca-
pitales que pueden hacerse ú la inviolabilidad del diputallo.
))Desl~endiendo de la alta t'egion donde nos encontramos al
e\~unen prúetieo ele las prel'Ogalivas del diputado; tratando la
('ueslion en un terreno intermedio mas elÍlllodo para los que no
quieren reso!yel' la ('ueslion con la única soluCÍon que procede y
con que está resucIta, se llalla el incomeniente, se halla el ahu.;;o
de la inYiolabilidad de lo,; diputado3. Y qué es nH'jol', ¿qué sea
posible que se ahuse, y se abuse (le hecho algunas yeces, y se
abuse mucho, ó que no exista la inyiolahilidad? Esta es la cues-
tion. La inviolabilidad, ó es absoluta, 6 no ()'(istc~. Fluduais en-
tre dos sistemas. O aceptais la inYiolahilidad absoluta, ó no. Si




LA INVIOLABILIDAD. 57
no la acertais, mirad las consecuencias. Las cuestiones políticas,
son cuestiones de preferencia. Ve(1 dónde hay más males, mas
abusos, mas absurdos, mas imposibilidad.


»Pero al llegar aquí, al llegar á la hipóte~is del abuso, llego:
señores, al sistema de los señores ministros, no diré al sistema
del gobierno, teniendo en consideracion las palabras pronunciadas
hoy por el digno señor ministro de gracia y justicia, contrarias
a otras palabras pronunciadas antes por sus compañeros. De
cualquier modo, se diriden las opiniones de lo~ que niegan la in-
violabilidad absoluta en dos catpgorías; la opinion que parece
predominar entre los señores ministros, y la opinion de la ma-
~Toría de la comisiono Al hablar de la opinion de los señores mi-
nistros, hablo de la opinion emitida en el primer debate, de la
que se ha tenido presente en las seeeiones, de la que rebosa en el
dietámen, opinion que puede retirarse, que puede retractarse, y
que yo me alegraria mueho de que se retirara; pel"O que se ha
emitido aqui realmente una y otra vez con completa deliberacíon,
y que si no es la opinion del gobierno, si la cuestion es tan li-
bre como se dice, yo desearia que siguiendo la práctica inglesa,
manifesla~c cada uno ele los señores ministros su parecer, ya con-
formo al dictamen de la mayoría, ya al tle la minoría.


»Hé aquí el medio legítimo, honroso, bueno, único de im-
pedir la" fune~las conseeu(~ncias ele el':le funestísimo debate.


» Decia, ;;eñores, que se di yiclian en dos eateg-orías las opinio-
nes de lo,; senores mini~tro~. Segun una, el diputado que aqui
profiere injuria ó calumnia contra un funcionario, este diputado
e;;t{t suj(~to ~t penalidad. .'ío;;(> el qué penalidad, porque no hay
ninguna escrita en el Código penal, y este seria otro ineoIl \ enien-
le del sistema de los senores ministro~; pero en fin, el diputado
esl,'t sujelo á responsabilidad penal. Los señores ministros dicen
que esto no ofrece inconveniente de ninguna dase, y que pues lo
que para proceder contra un diputado, tanto por delitos de otro
órden como por delito de injuria, es necesaria la autorizaeion
del congreso, aqui está la garantía política.


llf)e"do luego, segun esta opinion, el art. 4.0 de la constilu-,~
don e~taria completamente de más, seria preciso borrarlo. Si los if~


JI:
f/~~'-"
. t :




58 DISCURSO SOBRE
diputados pueden ser lleyado,; ante lo~ tribunales, préYia la auto-
rizacion del congreso por los delitos de injurirl y de calumniíl
que comeLan aqui, el arl. 40 de la constilucion ~ entiéndase como
se quiera, eualquiera que sna la inviolabilidad, ó absoluta, ó re-
lativa, ilimitada ó limitada, ese articulo PS un contrasentido, e~lá
!le más, es ocioso, es absurdo, es injustificahle. Esto es elaro, ~i; el
art. :í1 (le la constitucion, á renglon seguido, establece la ]1rrro-
gath~a de la autorizaL"ioll ¿para qué ha e~tablecido cl arl.1O la de
la inviolabilidad? Esto es tan evidente que ~alta á la vista. Para
nsto no se neeesita ser jurisconsulto ni publicista, se neeesila
únicamente tener ojos y mirar.


»Pero sea lo que quicra, <Í por mejor decir, siendo lo que es,
es decir, siendo enteramente contrario á la conslilucion y al sen
ti(lo comun este mod() de esplicar la inviolabilidad del diputado:
yeamos las consccuencias ([ue se seguirian.


»El diputado que on una cuo;,;tion concrela cualquiera, profiera
e~presionos que eonstituyon el delito de quo se trata, e~ llerado
ante los tribunales, prtiYia aulorizacion de la mayoria. Los lri-
bunale~, ¡,qué juzgan euando juzgan it ü,.;le dipulado y definen
su delitv? Juzgan y definen un hecho poli!ieo. Sup()nc(1 {t los lri ~
bunale~ iluslrado~, independicntes~ inamo',ible~, dolado;; de [0(1'
la capacidad y res pe labilidad po,.¡ibles para juzgar e~te hedw polí_
líe(), ¿qué succderú? Que el gobierno se lrtl,.¡lada indudablemente ú
lo~ tribunales.


»lmludablemente, porque cntonces los tribunales son juece>
de lo que aqui se dice y de lo que aquí se hace; pO]'(lue cHluí no se
hace más de lo que ,;e dice; porque el mo(lo de obrar afluí, es 1,1
palabra, nada lllas que la pal::tbra; y entonces los lribunalcs lie-
Ilen autoridad eriminal sohre el congreso, los tribunalcs son jue-
ces del congreso. La divisioll de poderes (~()nsi¡mada cn las ('on,,-
liludones ele toda,; las monanluias, la única, \ erdadera y prim:i-
[lal garanlia elo la libertad de los ciurla:lanos, desaparece enlonees
completamente; PI poder judicial gobierna. ¿Y qué Cf' cl poder, ó
por mejor (lceir, Ól'den judic:ial, pucs le llamo poder siguiendo la
dcnominacion cOlUunmenlc recibida? l\"() es otra cosa que Ulla hi-
juela fiel poder ejcl:ulivo: de manera, que el poder ojeeuli\() fH'




LA INVIOLABILIDAD. 59
constituye en juez de los diputados de la nadon, y los juzga bajo
las formas del poder judicial.


ll¿ y qué es, señores, el poder ejecutivo, 01 ministerio respecto
de una asamblea deliberante? Es el enemigo natural de la oposi-
cíon, el enemigo necesario de ella en esla cla~e de gobiernos. 1
este enemigo natural y necesario de los diputados opositores, ha
de re\ estirse ~arrílegamente con la toga de la justicia para con-
denar á ¡;Us enemigos? ¡Qué prenricaeion, :;eñores! (Aplausos).


II Vamos ahora al exámen del voto de la mayoria. Haciendo abs-
traerion de la reetilud de sus inrli \iduos, y (le su buena fé, que
reconozco, como he dicho antes, este dietámen, más hipócrilil
que el sistema que proponia el gobierno, es tambien mú~ funesto,
y voy á probarlo. Señores: en el sistema que propone la mayoría,
los diputados de la nacion no pueden ser justiciables sino por sus
mismos compañeros, por el congreso; el indhicluo que cometa un
delito en el ejerdcio de sus funciones, debe sel' juzgado por el
cuerpo á que pertenece, y nadie mas que el congreso puede co-
nocer de esta clase de delitos.


llSegun el sistema de aquellos (y este os yicio de la época),
que donde no ven un reglamento, yen un vacio, sin considerar
que muchas veces 108 vacíos no están en la falta de reglamen-
tos, sino en otra parte, e~to es, en la inteligencia ele los que sue-
ñan en esos vaelos; sogull ese sistema, digo, serú preciso formar
un reglamento que delenníne lo conveniente pal'il cuando el con-
greso se constituya en tribunal de justicia, para entendor ele lo~
delitos que cometan los diputados en el ejereieio de sus fun-
ciones, para definir estos dcliíos y para penarlos. Esto los pare-
ce á SS. ss. una cosa muy sencilla, muy buena y muy asequi-
ble, que en nada afecta á la dignidad de los diputados ni ála del
congreso; los poderes eonsenan su independencia, y cada uno
obra así en su órbita. Esta, segun esos señores, es la ,enla(\erll
íllyíolabilidad de los diputados; ya lo Jwmos encontrado; aquí está.
(Risas). ¡Ah, señores! Y cuando se ha adelantado tanto en el
sistema representativo, cuando se ha considerado como una cosa
inherente á su existencia la independencia di~ cada uno ele los
miembros de los cuerpos deliherantes respecto de sus cólegils




60 DISCURSO SOBRE
¿.inrurrimos en tamaño prror? ¿~c ha eon~iderado qur, dr, r,str,
modo la mayoría se constituia en juez de la oposicion; que la
mayoría revestida con las formas de la justicia, condenaria, pr05-
el'ibil'ia a la oposieion; que despues esa misma mayoría ~e fraecio-
naria necesariamente en dos seecione~ , y que la fr3rcion menor
seria prosC'rita á su vez por la mayor, y así suresivamente hasta
realizar el senado de Tiberio, hasta realizar la conyeneion de Ho-
bespierre, hasta cOIl\ertir en un lago do ~angJ'e las cÓl'tes de la
nacion, hasta reprorludr la fabula de Saturno, hasta eonsumal'
los m{ls monstruosos absurdos? (Jiplausos p/'ololl,ljados).


)) Ya lo veü;, señores; ,uestl'a~ benévolas demo~tl'aeione~
me lo dicen: el sistema (le la mayoría de la comision estú espli-
cado y juzgado. Pero nos replicará el doeto señol' ministro dI'
gracia y justicia, persona que ha tralado esta cuestion con buena
f(l, con i1ustracion y cOl1Yencimi(~nto, no mn pasion ni con teme-
ridad; nos dirá S. S" repito, ello es que los diputados pueden
cometer delito en el ejercicio de sus funciones; ello es que los !le-
litos necesitan correctho; ello es (Iue todo clmundo reconoce la
posibilidad del delilo, y la nece"idad dd eorrcetivo; ello es que
en el mismo reglamento le hay, aunquc segun la mílyoría di'
la comision no es suficiente, y propone se bu~que otro; ello
es que solo la minoría no lo eree ne('(~~rtrio; luego la con:-;e-
(,lIcncia es que la mayoría está en el buen camino y la minoría
no; y por lo tanto el cli(~t:lInen de aquella es mejor quo el de esta.


))Aun cuando lo~ principios consignados por la mayoría <In
la comision fueran 'Ialederos, el dictámen que deduce de ellos,
es absolutamcnte eontrario á la lihertad de las diseusion(':,
y á la misma existencia de las asamhleas. Ciertamente estra
ño mucho de la ilustl'acion de sus individuos, así eOl1!o dc
la sana y bucna dOl.'tl'ina del señor ministro de grada y jus-
ticia, (llW no hayan conocido la peticion de prindpio en que
eonstantemente gira el sistema clue proponcn. Confunden SS. SS.
dos eosas enteramente distintas: confund(~n el jnicio solemne)
el )1roceso revestido de todas las formas judiciales Cine so ful-
mine eonlra un diputado aqui dentro 1 si la cillnar(J tiene de-
recho á ello, ó fuera de aqui si no tiene esa facultad) con una




LA lNVlOLABILlDAD. 61


cosa enleramenle diferente que no afecta en manera alguna, ú
que al menos no afecla directa y sistemáliramente a la in-
\ iolabilidad de lo~ diputados. ¿Qué se hace cuando un Rey, 1n-
,iulahle siempre, inviolable en todos su~ ados, pierde la ramn,
se vuelve loco'! ¿Se le destilu~e, se lejuzga1¿Qllé se hace
('lIando un Bey, por una especie de (Tilllinalidad que es semejan-
le á la delllC'lleia, porque en todos los grandes crímenes hay cierta
dC'nwncia, eomele grandes delito:,; cuando es un monstruo eo-
ronado; cuando es lino de los doce Césares de que nos habla
la h¡''¡oria? ¿.(liJé so hace si no hay una rey oh.:.cion ó un trasLol'-
llO? ¿Se le deslituye, se le forma causa?


)):\'0, seilores; ni lo uno ni lo otro: Sil pone un impedimento,
un obsláculo, que es por decirlo as), un correctivo mecúnico: se
l(~ pOlle una Hegencia. red aquí, seiiores, la teoría de los cor-
r('tU \ os que se usan en las asambleas delibilrantes; los correcti-
\ os que e\ige la necesidad ~. la naluraleza de las cosas. Cuando
llama el ~;eiloi' pre"idcnte ~llln diputado al ónlen, ¿le juzga de una
manera judicial? ¿Le impone una pena? ¿Dicta una sentencia?
:\"0, señores; hace una cosa que es de sentido comun; hace una
('osa, que, bajo el aspecto judicial, es enteramente insignifiean·
le. Cuando un diputado ~e e~cede mús, cuando prcscinde de to-
das las eon~idera("iones que son necesarias para discutir razona-
hlemente una materia cualquiera en una asamblea deliberante,
¿quó má" i'e haee? Se le da un voto dc censura; se emplea un cor-
rectiyo medmieo ó un impedimento mecánico para que aquel di-
putado no haga lo que impida la deliberacion de la asamblea.
Si se escede más, si se e~cede enormemente, ¿qué se hace? Se le
espulsa. ¿Y e~ la espulsion una sentencia?


¡¡No, seiiores; no es una pena escrita en constitucion ninguna
monúrquieo-consliLucional, ni puede estarlo. Si estuviera escrita,
no habria asambleas deliberantes. Sin embargo, se ha usado, y
a(lu) se ha dtado, la espul"ion de MI'. Manuel de la cámara fran-
cesa. ¿Y qué fué esa espulsion? Fué un acto de pro~cripeion; no
fué otra cosa. Si hubiese habido un juicio, Manuel no hubiera
sido concIenado, porque se le habria oido; y oyéndole, se hubiera
necesariamente jusliHcado; fué menester no oirle, y el presidente




62 DISCURSO SOBRE
no le t!rjó proseguir su discurso; y cuando (h~SIHlCS éscribió una
carla protestando que no iha ti decir lo que se In imputaba, no
se le oyó tampoco. Fué, pues, aquello una infl'accion del princi-
pio, de la regla, de la ley; un acto de violencia, un aelo de pros-
cripeion y nada más. Esto se hace en las asamhleas políticas sin
juicio jurídico, sin abolir genérica y direelamente la inyiolabili-
dad escrita; y esto que se hace en las asambleas políticas de los
liellljJo,; m()(lel'Ilo~, tambien tiene su orígen y sus l'aicrs en la
antigüedad. El Mil de attender de InglalclTa no es mús ni meno"
<Iue el privilegio de Roma ó el ostracismo de Atenas, y se fuI mi- .
na por necesida(l 6 por iniquidad, sin juicio e;;crito.


» llecordad aquel furioso que cuando e:ict'Íbia el ,oto de dcs-
tierro contra Arístides, acercándose un ateniense para pregun-
tarle por qué lo hacia, le contesto: porque estoy fatigado y can-
sado de oÚ'le llamar El .TUiltO. Iré aquí la teoria y la esplicaeioIl
tle las proscripciones. Muchas Yeces se proscribe á uno porque
es justo, porque es superior, porque se le tiene emidia: es una
guerra, una lucha; no es un juicio.


»IIe dicho que sin el tullo y el respeto de los principios es-
puestos, no podrian existir, no existirian las asambleas. Léan-
se todos los criminalistas y publicistas; léanse todos los ju-
risconsultos y se verá como es asi. La camara de los comunes
de Inglaterra juzga muchos delitos públicos de 8US miembros;
la de lores entiende de muchos delitos por acusaeion soste-
nida por la de los comunes; pero cuando se llega á espulsar á un
diputado, cuando se haee en razon de desmanes cometidos por este
al desempeñar sus funciones, entonces no hay forma judicial de
ninguna especie; se hace una cosa que no está escrita en ningun
bill ni estatuto; se hace un acto de proseripcion, unas veces
inicuo, otras veces necesario.


» Por lo dilatado de esta discusion, por estar ya fatigado, y
porque no quiero abusar mas ele la benevolencia del congreso,
no entraré en el exámen de si nuestro reglamento es suficiente
para reprimir de esa manera medmica, sin juicio formal, sin
ofensa de la inviolabilidad personal del diputado, el esceso en que
{'ste incurra. Haré, sin embargo, una observacion, y es, que el se-




LA INVIOLABILWAD. 63
fior ministro ha olvidado un artÍCulo muy importante del ]'('gla-
mento. Es el art. 1 !)3, qU(~ establece cspresamente 108 votos de
eensura, y los establece eon tal vaguedad, que se rtplil-an lo
Illbmo al gobinl'llo que ú l()~ diputados. Dice así: (Lf~ylÍ).


)) En esta generalidad, en (~sla yague(lad. eabe la mús amplia y
\·al'i3 a plieaeion de los votos de eensura; y 1)(; aquí ~ a cstable-
eida la parlp l'f'glamental'Ía que eehaban de menos los señores
lllinislro~: v 11(; aquí clÍmo purde ser cOlTe¡üdo al momento un
abuso que se comela.,


JJITe ('\;Jminado, señore~, la euestioll hajo el aspecto legal y
de derecho: la I\() c\alllinado bajo el asperto pUl'amen!e ]lOlítieo y
bajo su a~jlcd() jll'úctico; y he demostrado,· que segun el derecho
eh il, admilli:-;tl'ativo y polilico, la 1m iolabilidad de los diputados
('S absoluta, Be hallado que el sistema del gobierno de S. M. es al-
tanwnte contrario ú un artículo de la constilucion, y sullvel'sivo del
régimen eOll:ilitncional y de la il1\ iolabilidad, do la Iilwrlad é in-
dependencia de lo~ diputados; he hallado, que el sistema do la ma-
y orla, más hipóerita pero nús funeslo, es enteramente contrario a
do~ arlíeul()~ de la eonstitucion, contrario a la inviolabilidad, y con-
duciria il la pro~C\'ipcion (¡ue ha matado ya otra~ asambleas. ¿Qué
queda qtl(' d('eil'~ )\e queda que deciros que en esta cuestion mas
profunda tIue lodas la,; cuestiones de partido, no considerúndola
con el criterio manco J parcial de las banderias, sino en una es-
fera más elevada, todo~ los diputados de la nacion, sin diferencia
de malices, la nacíon toda, eslún interesados. Y esta es la causa
por que no la he examinado como cuestion de oposlcion, ni de ma-
roria ni minoria, y de consiguiente no la he mirado desde el pun-
to de \ ista de mi siluacion individual.


JJSl alguna yez llegase una verdadera cueslion de gabinete,
una cuestion puramente ministerial, tendré el honor de decir mi
opinion con franqueza, como acostumhro. Pero no tralúndose de
cuesLion ministerial, sino de una cuestion mucho mús trascenden-
tal, no puedo mirarla más que desde el punto de vista comun á
loclos los diputados de todas opiniones y desde el cual se exa-
minaria tamhien si fuese al examen de otro poder del Estaqo; como
deben mirarla las asambleas deliberantes que no quieran suici-




64 DISCURSO SOBRE LA INVIOLABILIDAD.
dan;e, y sobre todo, que no quieran que se arruine el reglmen
conslitucional; como dehen mirarla los que consideren la ~itua­
don política de toda Europa y de España; porque cuan(lo en
España y fuera de España nacen cada dia eonflictos peligrosos, de-
bemos contemplar lodos euim insensalo seria dar armas a lodo gé-
nero de enemigos, agravando de este modo las ('I'Í~is venidcras.


y yo, que creo que esta mayoria ha contraido muchos mere-
cimientos para con la nacion; yo, qnc creo que e.'la mayoría ha
~ido generosa, al paso que fil'IllC para eon el gobiel'Ilo de S. M.;
yo, (Iue creo que esta mayoría es la última esperanza d('l partido
moderado; yo, que creo que esta mayoría tiene todayía grandes
deberes que cumplir; yo, que treo que la nacion la mira con
~jos muy atentos, creo tambien que lendrá ahora como siempre,
aho['a mas que nunca, inl!~gridad, nlol', inclcpen(lencia; que se
salvara á sí misma, á las instituciones y aun al gobierno, del alo-
lIadero en que inconsciente, no intencionalmente, se ha metido.
Todo eso hil menester esta mayoría para apoyar fructuosamente
il este ministerio ó al que ,enga mañana, y para ascgurar el
Trono y las instituciones. Obrando así en lo presente, obran-
do así en lo porvenü', la nacíon veril agradecida que respondcrcis
á yuestra conviccion y yolycis por la suya y por Hcstra dignidad.))




NOCEDAL.


Ocurre en la organizacion y en la vida de los parti-
dos políticos un fenómeno, que no se comprende á prime-
ra vista, y que si se analiza y csplica parece su esplica-
cion una paradoja, no siendo sino una verdad palpable y
comprensible para el observador desapasionado. Aquel
fenómeno y esta verdad son que los partidos políticos nun-
ca representan con exactitud y uniformidad la opinion,
las creencias, las aspiraciones de sus individuos.


Preguntad á cada uno de ellos en el seno de la amis-
tad y de la confianza su verdadero juicio sobre un punto
de política práctica ó de derecho constitucional, y es se-
guro que por muchas preguntas que dirijais no recibireis
sino muy pocas contestaciones homogéneas y conformes
con el juicio formulado en público sobre el mismo punto
por el partido á que aquellos pertenecen. ¿Yen que con-
siste este resultado negativo tan contrario á la lógica y á
las reglas infalibles de las matemáticas? En que el interés
de la colectividad se sobrepone al interés del individuo;
en que los políticos son partidarios antes que hombres de
conciencia; en que los partidos en masa no se arrepien-
ten nunca, yen que sus afiliarlos, aunque se arrepientan


TOIIIO IV. 5




66 NOCEDAL.
alguna vez, nunca se enmiendan; en que los bandos polí-
ticos moririan si renegasen de su bandera y de su histo-
ria, por mas que esta se encuentre hecha girones y man-
chada aquella; y en que los partidarios no tienen otra
fuerza, otro porvenir, otra vida que las que les prestan
sus partidos.


De aquí ese estancamiento de la política, esa perpe-
tuidad en los errores, esa inmovilidad de los hombres pú-
blicos, eso que muchos llaman fijeza en las ideas, conse-
cuencia de opinion, constancia de principios, y que en
realidad no es otra cosa que rutina, servidumbre, cegue-
dad, cálculo ó egoismo.


Solo concebimos el statu quo en la iglesia, cuyos dog-
mas no pueden ni deben discutirse, sino creerse, y el
verdadero creyente, para interpretar y aplicar los dogmas
de la religion católica, no necesita para nada su pensa-
miento y su instruccionj bástanle únicamente su fé, su re-
signacion y su obediencia.


Pero querer que en la ciencia política, que en su apli-
cacion al gobierno de las sociedades se ponga un freno á
la imaginacion y un candado á la conciencia; pero exi-
gir' como los partidos exigen, que se piense hoy como
ayer, y se gobierne mañana como hoy; pero impedir
que un político de altivo pensamiento y de carácter inde-
pendiente y recto corazon, someta su alti vez, su indepen-
dencia y su rectitud al egoísmo, á las cábalas, á la cegue-
dad de su partido, y sacrifique ante el altar del interés de
muchos su ímaginacion, sus convicciones y su concien-
cia, además de ser injusto es absurdo, y el político que
con abnegacion y valentía se niega al pretendido sacrifi-
cio, en vez de anatema, merece consideracion y aplauso.


En las precedentes observaciones queda dibujado el
retrato político del Sr. Nocedal, jefe hoy del partido




NOCEDAL. 67
reformador en senWlo reaccionario) en sentido de que el
sistema representativo sea una verdad en la práctica
una institucion útil y provechosa) ya que en teoría es la
forma de gobierno más en consonancia con la manera de
ser de las sociedades modernas.


Los desengaños, las lecciones de la esperiencia, sus
íntimas y profundas con vicciones, pesando en su ánimo
mas que el interés de los partidos, mas que los halagos
del porvenir, han colocado á Nocedal, si no al frente de
un gran partido, porque hoyes imposible, al lado de la
mayoría inmensa del país, cansada de los errores y locuras
de los partidos militantes, y ansiosa de ese gobierno re-
presentativo-verdad, que así sirva de insuperable dique
al torrente revolucionario como de obstáculo invencible á
vergonzosas reaCCIOnes.


Pero como los partidos políticos son injustos además
de ser hipócritas, y como segun hemos apuntado antes,
nunca se reflejan en conjunto las particulares opiniones
de sus individuos, de aquí el que deseen todos privada-
mente lo que Nocedal desea, y el que anatematicen pú-
blicamente todos los partidarios que Nocedal manifieste
esos deseos y proponga los medios más oportunos, en su
concepto, para su más pronta y definitiva realizacion.


y porque Nocedal proclama en publico los males que
lloran todos en secreto, y porque tiene en su conciencia
el valor, que á los demás les falta, de indicar un antído-
to al veneno que corroe las entrañas de nuestra socie-
dad, ó se le llama visionario, Ó SC5 le tilda de ambicioso,
ó se le acusa de apóstata.


¿Por qué, pues, tanta contradiccion, tanta injusticia,
incalificable y punible, sobre--todo en los políticos con-
servarlores? ¿Es porque Nocedal se ha adelantado á vos-
otros eH el camino del bL1en gobierno? ¿Es porque os




68 NOCEDAL.
ofende su resolucion y entereza, como ofende siempre á
los cobardes cualquier acto de valentía? ¿Es porque veis
en el, en su conducta, en sus doctrinas, la sombra fati-
dica y acusadora de vuestro remordimienb?


Lo cierto es que Nocedal no es un visionario, porque
en vez de anunciar lúgubres y terribles profecías, solo
revela en sus discursos hechos presentes, incontroverti-
bles, desastrosos; porque en vez de enunciar sofismas y
quimeras presenta á la eonsideracion del congreso y del
país tristes y funestas verdades, tan claras, tan palpables,
tan acusadoras, que sus mismos enemigos, moderados y
progresistas, no pueden menos de conocer, sino confesar,
en secreto y avergonzados.


Tampoco es Nocedal un ambicioso, porque mal pue-
de satisfacer sus ambiciones quien, anteponiendo su opi-
nion y su conciencia al interes de los partidos, se aisla
de ellos y se :impone la triste pero gloriosa mision de
acusarles ante el país y echarles en cara sus desaciertos
y sus locuras, en vez de dirigirles plácemes y adulacio-
nes como hacen los verdaderos ambiciosos.


Menos que nadie es Nocedal un apóstata político,
porque sus evoluciones entre los partidos no han sido
cambios sino adelantos, graduales, lentos, oportunos,


. como hijos del tiempo, de la reflexion y de la espe-
riencia.


El verdadero apóstata político es el que avanza hoy
un paso y lo retrocede mañana; el que ayer profesaba
una opinion, hoy profesa otra, y mañana profesa la
de ayer.


Por eso nosotros no tendremos nunca por apóstata
al que, impulsado únicamente por su conviccion y su
conciencia, nació absolutista y muere demócrata; ni al
que empezó su vida pública rindiendo tributo á la demo-




NOCEDAL. 69
cracia, y la concluye proclamando las máximas del go-
bierno absoluto.


Uno y otro en su caso habrán progresado, por mejor
á peor camino, pero aun estraviándose, habrán dado en
cambio muestras al menos de independencia de carácter,
de acti vidad intelectual, de un talento reflexivo y obser-
vador.


Ningun entendimiento revela, y bien puede asegurar-
se que abriga un corazon fria y egoista quien piensa en
la vejez como pensaba en la juventud; quien no tiene en
la edad caduca afectos y aspiraciones distintas de las
que sentía en la virilidad.


Pues qué, ¿hay por ventura un sér racional, por ig-
norante y degradado que sea, en quien el tiempo, los
desengaños y la esperiencia no modifiquen sus instintos,
no amortiguen á transformen sus pasiones? ¿pasan más
allá de la juventud las ilusiones de la vida? Y si esta
es una ley imprescindible de la naturaleza en el árden
físico, en las regiones del alma, ¿por qué no admitir tam-
bien esa ley en los dominios de la inteligencia? Si el
tiempo, la esperiencia y los desengaños modifican natu-
ral y lentamente las afecciones, ¿por qué negar ese mis-
mo influjo en la modificacion de las ideas?


A esto se contesta por algunos políticos radicales que
esas naturales modificaciones dan por resultado el pro-
greso, y que Nocedal rotrocede.


¡J uego de palabras! IQuién os asegura, quién puede
probar que sois vosotros los que eaminais hácia el ver-
¿¡adero progreso por el camino de la revolucion, y no es
Nocedal quien progresa verdaderamente por el de la
reaecion pacífica y sensata? Solo Dios sabe si la civiliza-
cion y el progreso del mundo van, á si la civilizacion y
el progreso del mundo vuelven; Dios solamente podria




70 NOCEDAL.
revelar si en el límite de vuestro camino está el progreso
de la nacíon ó su ruina; pero lo que puede asegurar cual-
quiera es que las doctrinas del jefe reformista, si no con-
ducen al progreso político, llevarian indudablemente á la
sociedad al órden, á la prosperidad y al buen gobierno.


Progresar no es ir hácia adelante, sino hácia lo me-
jor; y si Nocedal camina con sus ideas hácia lo mejor,
progresa más que todos á pesar de retroceder.


No hay más que examinar ligeramente su conducta
política, los discursos que ha pronunciado en las córtes
españolas deslie su ad venimiento á la vida pública, para
ver la lentitud, la gradacion, el ordenado ucsarrollo de
sus convicciones de hoy, del sistema reformador del go-
bierno representativo que hoy proclama y defiende.


Progresista templado en 1843, coalicionista en 1844,
puritano en 1846, moderado en 1851, reaccionario en
1855, reformador en 1857, en cada una de estas evolu-
ciones ha ido dando un paso hácia el punto en que hoy
se halla colocado, segun ha ido avanzando tambien paso
á paso su inteligencia en el camino de la reflexion y su
alma en la senda de los desengaños.


En la carrera política que, como piedras miliarias,
van señalando las anteriores fechas, se ven claramen-
te las ordenadas elaboraciones de un espíritu analizador,
la constancia de un carácter resuelto, la convicCÍon pro-
funda de una recta conciencia.


A esas cualidades políticas, á su probada capacidad,
á su indisputable talento, á sus merecidos triunfos de
orador parlamentario debió Nocedal en 1856 el impor-
tante y siempre codiciado ministerio de la gobernacion.


Nada más natural, nada más lógico, nada más justo,
que al ínaugurarse en esa época una situacion reparado-
ra y de sensato retroceso, viniese á realizar en el poder




NOCEDAL. 71
ese sistema el hombre que habia sido su legítimo y ver-
dadero representante en las córtes revolucionarias de
1855. Nocedal, con un valor que rayó á veces en teme-
ridad, con una constancia hija solo de una conviccion
profunda, y con una habilidad y una elocuencia enco-
miadas hasta. por sus mismos contrarios, defendió en la
asamblea constituyente la unidad católica, los derechos
del Trono y de la dinastía, el principio de autoridad, y
cuantos dogmas constituyen el creuo del verdadero par-
tido moderado.


Entronizado este en 1856, Nocedal subió á los con-
sejos de la Corona, no como otros, llevado en alas de la
adulacion, de la intriga ó del favoritismo, sino en virtud
de un derecho conquistado, donde esos derechos se con-
quistan: en el palenque parlamentario, en cuyos san-
grientos torneos ciñó la opinion pública á Nocedal en
1855 la corona del vencedor. De suponer es que plantea-
se como ministro sus sistemas de diputado.


La reforma constitucional, una ley nueva de impren-
ta y otras orgánicas y administrativas, fueron la base
de aquel sistema anunciado entonces por el jóven minis-
tro, y desarrollado posteriormente en sus discursos por
el diputado.


Delineado el retrato político del hombre público á
quien el turno ha colocado hoy delante de nuestro caba-
llete, trazemos en el mismo ton.o y con igual colorido los
rasgos que le caracterizan de orador parlamentario.


La cualidad más sobresaliente de su oratoria es la
intencion. Sus conceptos encierran siempre una dósis de
causticidad, de sal epigramática, de amargura, que enve-
nenan al enemigo y le hacei1 padecer más que si recibiera
una estocada.


Nocedal no es de esos oradores de floreo, ceremonio-




72 NOCEDAL.


sos, que antes de acometer al enemigo le arrojan incienso
para cegarle. Por el contrario, más franco y más leal en
la lucha, anuncia sin rodeos ni sal veclades el lado por
donde piensa acometer, y señala el punto á donde dirije
sus estocadas.


Otra cualidad de las que más distinguen á este orador
es la serenidad pasmosa con que arrostra las iras de sus
contrarios, los murmullos y las interrupciones de las tri-
bunas.


Estas contrariedades, que á otros oradores acobardan
y aturden, á Nocedal, por el contrario, le sirven para
cobrar nuevos brios, pues parece que su espíritu se ani-
ma y su palabra se desarrolla con más vigor cuanto mas
se le combate ó intimida.


Interrumpido bruscamente repetidas veces por la
asamblea popular de 1854 al decir que tenia la honra de
pertenecer al partido moderado, esclamaba en el tono más
tranquilo y en la actitud más pacífica y sosegada: «Yo
doy gracias á V. S., señor presidente, por ese llama-
miento al órden y á la tolerancia que hace á la' cámara,
pero debo advertir á V. S. que me hacen gran favor las
interrupciones, porque me proporcionan cierto descanso
y me dan aliento para continuar.»


Aunque se le interrumpiera quinientas veces al pro-
nunciar una frase, otras tantas se cruzaria de brazos,
aguardaria á que el silencio se restableciese, y repetiria
la misma frase interrumpida, sin quitarle ni añadirle
una letra, sin variar de tono, sin dar en su voz ni en su
semblante la menor muestra de disgusto.


y no llegan á esto solo su tranquilidad de espíritu, la
resoludon y la energía de su carácter. Rara es la inter-
rupcion, hágala quien quiera, que no reciba un correcti-
vo oportuno, instantáneo, contundente.




NOCEDAL. 73
¿Es un diputado quien le interrumpe en voz alta sin


poder dominar su disgusto y su impaciencia? Pues Noce-
dal, sin cortarse, sin detenerse, como si hubiera ya pre-
visto esa interrupcion, contesta: «Me dice un señor dipu-
tado: (¡,Sí, volvercis los moderados, pero será con los
estados de sitioL) Señor diputado, los estados de sitio Jos
inventó el partido progresista; el partido progresista fué
el primero que los aplicó, así como fué el primero que
desarmó la milicia nacional. ¿A qué, pues, decir que nos-
otros vol veremos con los estados de sitio, si sois vosotros
los inventores?)


¿Son las córtes constituyentes, casi en masa, quienes
reciben con gritos y reclamaciones la idea de que á los
votos de la fraccion capitaneada por Nocedal se debia el
que siguiese siendo verdad la unidar! católica en España,
y de que sus opiniones eran eminentemente populares?
Pues aquellos diputados enmudecen al decirles el orador
moclerado: «( Esa prisa con que protestais y reclamais me
prueba que he dicho una verclad.»


¿Le interrumpcu furiosos los mismos constituyentes
al oir esta, pal'a ellos heregÍa política, que el partido mo-
derado vi via aun para fortuna del país? Nocedal calma
aquella furia con uno de esos rasgos oratorios que nunca
dejan de producir gran efecto. (¿Ha beis oido bien la fra-
se, señores diputados? El ¡>artido moderado que aun
vive por fortuna del país. (Rumores.) Repito que el par-
tido moderado, por fortuna del {laís, aun vive. (Nuevos
murmullos.) ¿Quereis una prueba de que el partido mo-
derado aun vive? Vuestros mismos murmullos, porque
famás murmura nadie contra los difuntos.))


¿Son, por último, las tribunas, y especialmente la de
periodistas, las que acogen sus palabras sobre libertad de
imprenta con escandalosas muestras de desaprobacion'l




74 NOCEDAL.


El jóven y sereno ministro calma el disgusto de la
mayoría y deja anonadados á los interruptores con este
sangriento epígrama: «Señores diputados, ya me aplau-
dirán las tribunas cuando diga algun disparate.»


Esa serenidad asombrosa, esa flexibilidad de su ima-
ginacion para intercalar en los discursos contestaciones
aisladas, propias del asunto que se discute, sin que se
interrumpa el curilO de la peroracion, sin que se conoz-
ca el eng'arce de esos párrafos improvisados, sin que eso's
accidentes perjudiquen á la unidad, á la armonía del
cuadro, hacen que las réplicas de Nocedal sean brillantes
y decisivas y de un efecto sorprendente.


Aunque ~Nocedal es, como todos los buenos oradores,
diputado de estudio y preparacion, esa facilidad para
contestar y comentar las observaciones que al vuelo se
le dirigen, convierte en improvisacion la mayor parte de
los discursos preparados, siendo en esos casos más elo-
cuente, porque es entonces la pasion quien le inspira, su
corazon el que habla.


Usa Nocedal en sus peroraciones una de las figuras
retóricas que dan mas animacion y mas vida á la orato-
ria parlamentaria. Esa figura que Nocedal maneja con
oportunidad, y muy propia de su estilo cortado y apre-
miante, es la interrogacion.


Esta figura, la mas enérgic!1, la más contundente, la
de más efecto acaso que puede usar el orador en una cá-
mara deliberante, hunde al adversario bajo el peso de una
pregunta indeclinable, le corta todos los caminos de re-
tirada y le coloca frente á frente de la cuestion entre su
derrota y su vergüenza.


Esta forma del pensamiento es siempre más vi va,
más incisiva y penetrante que la forma tranquila y ama-
nerada de la esposicion. Una gran parte del mérito de




NOCEDAL. 75
las catilinarias de Ciceron y de las populares arengas de
Demóstenes se debe á sus repetidas interrogaciones, tan
oportunas como aterradoras.


En cualquier discurso del orador español se tropieza
con esa figura, usada con tanta oportunidad como des-
treza.


Combatiendo el sistema de los gobiernos débiles ó
egoistas de hacer concesiones á la revolucion, escudán-
dose en los consejos Ó en las imperiosas exigencias de las
circunstancias, esplicaba la situacion política de Europa
en su magnífico discurso de 7 de diciembre de 1863, el
más intencionado, cl más elocuente, el más parlamenta-
rio de cuantos ha pronunciado el Sr. Nocedal en las cá-
maras españolas, haciendo enmudecer á los defensores
de aquel sistema con estas irrebatibles apreciaciones é
incontestables preguntas.


»)Pero asi y todo, ¡,cuánto tiempo hace que no se ha-
bla en Inglaterra del partido radical de los cartistas? Ni
aun en Inglaterra es moda el hablar de liberalismo.
Pues, ¿a dónde iremos? ¿A Rusia? Contemplad la libertad
de la Polonia. ¿A dónde quereis llevarnos? ¿A Alema-
nia? Contemplad la empresa que sobre sus hombros se
han echado los soberanos de Austria y de Prusia; mi-
rad lo que les está sucediendo por doblar la cabeza al
imperio de las circunstancias. ¿No estais contentos? ¿Que-
rejs llevarnos á otra parte? ¿Es esa otra parte Italia? ¡Oh,
señores diputados! Italia, campo vastísimo de execra··
bIes crímenes; Italia, país clásico de imperecederos re-
cuerdos, donde hoy yacen derribados por el suelo y con-
culcados todos los derechos; Italia, donde hay tronos le-
gítimos, hollados y derribados por la revolucion, que ha
plantado su estandarte en su suelo; Italia, donde para
sostener eso que en mal hora han llamado los usurpado-




76 NOCEDAL.
res liberalismo, se están arrancando de raíz todos los de-
rechos, conculcando cuanto hay de santo y sagrado en
la tierra, arrojando el guante á todos los gobiernos, á to-
das las dinastías legítimas y á todas las monarquías tra-
dicionales. ¡Italia, Italia! donde hoy son talados los cam-
pos, abrasadas las ciudades, fusilados á centenares los
defensores de su ind.ependencia ..... ¿Es esto lo que pre-
sentais como circunstancia que aconseje admitir en el
antiguo credo moderado-una dósis mayor de liberalismo?»


y continuaba pulverizando el cómodo sistema de las
concesiones, el interesado alarde de liberalismo con que
sus contrarios se .defendian batiéndose en retirada ante
los ejemplos contundentes, ante los hechos innegables,
ante las interrogaciones sin respuesta con que el orador
moderado los acosaba sin descanso, los perseguia sin
tregua por el campo de la historia, de la filosofía y de la
política .


• ¿Sabeis lo que yo deduzco de las circunstancias es-
teriores? Pues oidlo. Regla general. En esta época de
trastornos que atravesamos como una nube de fuego so-
bre la Europa, todo poder que vacila, irresistiblemente
perece; todo gobierno que cede, indudablemente cáe;
todo gobierno cobarde, dá valor y aliento á la revolu-
cion, y acaba por sucumbir. Por el contrario, todo go-
bierno que valerosamente resiste y se defiende, se salva.
La revolucion es vigorosa con los débiles, medrosa, co-
barde y miserable con los que la saben resistir con jus-
ticia, pero con energ[a, con valor, sin miedo.))


y más adelante: «(Pues qué, señores, que tencis el
honor de sentaros en el banco del gobierno; pues qué,
señores diputados; pues qué, españoles todos, que yo
tengo derecho de hablar con todos los españoles desde
este sitio; pues qué, ¿no estais oyendo la piqueta que os




NOCEDAL. 77
viene minando del zapador revolucionario? ¿No estais
oyendo la voz de los bárbaros que salen, no ya de los
bosques del Norte como allá en el siglo v, sino de los an-
tros del error, de la soberbia y de las malas pasiones?
¿Y cómo os aprestais al combate? ¡liberalizándoos! ¿,Sa-
beis lo que me pareceis llamándoos en esta situacion emi-
nentemente conservadores y eminentemente liberales? Os
lo dire con la franqueza que acostumbro: me pareceis á
un general que habiendo perdido el juicio la víspera de la
batalla, mandase recoger todas las armas y quemar todas
las municiones, y que al dia siguiente, al ver al enemigo
dentro de su campo, mandase que le hicieran fuego.))


Esta manera de argumentar, tan apremiante, tan de-
cisiva, tan concluyente; ese uso tan oportuno de la inter-
rogacion, á que bemos dicho se muestra un tanto aficiona-
do el Sr. Nocedal, á la vez que da energía y entonacion
á. la forma de sus discursos, produce el mejor efecto en
el auditorio, porque el que pregunta afirmando, convence
siempre, al paso que el que espone una opinion, el que
emite un juicio con vacilacion y timidez, infunde cuando
menos la duda en el ánimo más preparado de los oyentes.


Esas cualidades oratorias, peculiares al orador, cuyo
retrato vamos bosquejando; esas facultades estraordina-
rias que en los últimos años de su vida pública ha descu-
bierto; esas condiciones poco comunes que de publicista,
de filósofo, de orador, de hombre de gobierno ha demos-
trado, fruto han sido de su contínuo y ordenado estudio,
ue la madurez de su privilegiado talento, de su espíritu
analizador y reflexi vo, y de la esperiencia adquirida en
su larga carrera parlamentaria. A Nocedal )uede aplicár-
sele con toda exactitud el antiguo proveróio de que el
orador se hace, porque Nocedal se ha hecho orador pro-
nunciando discursos, como se hace valiente un soldado




78 NOCEDAL.
tÍmiilo á fuerza de batallas, si bien cansas especiales y es-
traordinarias han puesto más en relieve y han desarro-
llado más pronto sus condiciones de hombre de Estado,
sus cualidades de orador.


Cosa sabida es que á las circunstancias, á la ocasion Ó
á la necesidad se han debido siempre los más portento-
sos descubrimientos, y que esos tres elementos reunidos
ó separados han producido con frecuencia sáLios y guer-
reros, artistas y hombres de genio en todas las carreras,
en todas las profesiones,


A esas mismas causas debe sin duda D. Cándido No-
cedal su merecida reputacion de publicista y de orador
parlamentario.


Antes de las córtes constituyentes de 1854, ni su im-
portancia polHica, ni su fama de orador pasaban de esa
categoría que dista pocos escalones de la generalidad;
pues si bien habia demostrado su capacidad y buen talen-
to en la subsecretaría de la gobernacion, y su facilidad
en el decir, su instruccion y otras dotes oratorias en va-
rios discursos, y entre otros el pronunciado el 17 de
enero de 1846, de oposicion alminlsterio en el debate so-
bre la contestacion al discurso de la Corona, es lo cierto
que ni el partido moderado le contaba entre sus jefes, ni
la opinion pública le habia saludado aún con el dictado
de ministro futuro ni de orador de primer órden.


Pero vino la revolucion de julio, y con ella la asam-
blea popular, en cuyos escaños tomó Nocedal asiento, y
las circunstancias que le rodearon, la ocasion favorable
que se le ofrecia, y la necesidad en que sus'antecedentes
le colocaban, descubrieron desde el primer dia ante los
ojos del político y del orador un vastísimo y halagüeño
horizonte de fama, de gloria y de engrandecimiento.


Representante verdadero y el más valiente defensor




NOCF.DAL. 79
del partido derrotado, hizo esfuerzos estraordinarios
para defender la conducta y los principios de su comu-
nion política, y segun arreciaban la'S circunstancias, le
brie.daba la ocasion, ó le estrechaba la necesidad, así
crecia su arrojo, se desarrollaban sus facultades orato-
rias y alcanzaba triunfos parlamentarios, base segura de
su fama y de su futura y próxima clevacion.


Hábil por demás fue la conducta observada por No-
cedal en aquellas córtes defendiendo palmo á palmo la
causa de su partido, sin ambages y sin mistificaciones,
sin cejar nunca una línea en su encarnizado combate
contra la ensoberbecida revoluciono


Él mismo esplicaba elocuentemente la destreza de su
conducta cuando decia en 1855: «Yo estoy observando
una conducta verdaderamente habil. Y, ¿sabeis qué con-
sidero yo hábil? El asirse fuertemente á su bandera,
caer con ella, morir con ella, ó levantarse con ella, y no
abandonarla nunca, durmiendo bajo su sombra en los
buenos y malos tiempos.))


En aquellos debates, que forman su mejor campaña
parlamentaria, pronunció varios y notabilísimos discur-
sos, siendo uno de los más importantes el referente á la
soberanía nacional que le acreditó de orador levantado,
de razonador hábil, de publicista instruido, de pensador
y de filósofo.


En aquella profunda cuanto animada peroracion, en
que aconsejaba que en vez de la: soberanía nacional pro-
clamasen los constituyentes el principio menos absurdo
de la omnipotencia parlamentaria, que reside en las cór-
tes con el rey, hacia uso de su figura favorita, la inter-
rogacion, y despertaba la ira de aquellos constitu-
yentes que al paso que se creian soberanos y con dere-
cho para reformar la constitucion de 1845, negaban el




80 NOCEDAL.
que tuvo el congreso moderado para reformar la de 1837.


Pero por más airados que le escuchasen, veíanse obli-
gados á ahogar su ira y á enmudecer ante estas apre-
miantes é incontestables preguntas de Nocedal.


(1 Vosotros, ¿de dónde venís? ¿Se os ha olvidado la
historia de ayer mañana? Venís de un Real decreto, que
os ha dado ese derecho, ¿os parece que es fuerte eso de
que venís de un Real decreto? Pues escuchad lo que ten-
go que deciros. Venís de un golpe de estado. Las cór-
tes de 1845 venian de una constitucion jurada y pro-
clamada.


n¿De' qué constitucion venís vosotros?))
A tan notable discurso ponia digno remate con estas


elocuentes palabras:
(( Vosotros, cuando veis los levantamientos nac~ona­


les, decís con la cabeza erguida: ~Iirad: esa es la sobera-
nía nacional. Nosotros, más modestos, más lógicos, más
exactos, y haciéndonos más cargo de la flaca naturaleza
del hombre, cuando vemos las conquistas, cuando vemos
las revoluciones, cuando vemos las invasiones, no deci-
mos: esa es la soberanía nacional; decimos: Dejad pasar
la justicia de Dios.»)


Pero el discurso más acabado, el de más efecto que
pronunció en las córtes constituyentes, fué el que tenia
por objeto defender la unidad católica de España, y que
al final de esta biografía copiamos sin estractar ningu no
de los muchos y felices rasgos oratorios que encierra
plra no amenguar así la ilu·3ion de nuestros lectores.


Para comprender todo el merito de tan magnífica pe-
roracion, hay que trasladarse á aquella asamblea, re-
C\)!~'l.~ h. <¡l,\t\1,(\~\\)\\ <l~\ \)'(\\\:, 1 h.':? ~'Y..\íb~\\c\a':? <le la !~'l"CI­
lucion.


Vamos á considerar á Nocedal en su verdadero ter-




NOCEDAL. 81
reno de acusador y reformador de los abusos del sistema
parlamentario. Sus últimos discursos, pronunciados en
ese sentido en los congresos recientes, ponen de manifies-
to el verdadero carácter de su oratoria, incisiva é inten-
donada. En ellos no es ya el filósofo de las córtes consti-
tuyentes, que remontaba su vuelo por las regiones de las
ideas y de los principios. Es el anatómico político, que
levantando con más osadía y valor que nadie la venda
que cubre las llagas de nuestra actual sociedad, las pre-
senta á los ojos del país en toda repugnante desnudez; el
hombre de convicciones que declara una guerra á muer-
te al escepticismo; la imágen, en fin, del desengaño y
del remordimiento que recuerda frecuentemente con fatí-
elica voz á los partidos dominantes sus locuras pasadas,
sus errores presentes, sus peligros y los de la patria en
lo porvenir.


Por eso, des pues de echarles en cara las farsas y mis-
tificaciones con que falsean y desacreditan á todas horas
yen todos los detalles de su aplicacion el gobierno repre-
sentati va, les asegura la caida de ese sistema á impulso
de la indignacion nacional, esclamando: «Pues bien, se-
ñores diputados, con sinceridad lo digo: si el país llega
á enterarse de que esto que llamamos juego ordenado de
las instituciones es una guerra de emboscadas para sal-
tear el poder, tcnedlo presente, yo os lo aseguro, el dja
menos pensado se va á le vantar el país en masa para pe-
dir con irresistible clamor que el juego ordenado de las
instituciones se coloque en el número de los juegos· pro-
hibidos.»)


y porque tiene el valor, la noble osadía de arrancar
del rostro eJe los partidos liberales el antifaz de la hipo-
cresía y del egoismo con que se disfl'azan, porque se de-
el:lra adve1'saJ'io decidido de las prácticas parlamen-


TOMO IIJ. 6




82 NOCEDAL.
tarias que ahogan la constitucion, que dificultan las ré-


. gias prcrogativas, y que lo van corroyendo todo, por-
que para él son partidos 1'evolucionarios los lJartidos
liberales, porque en frente del sistema de concesiones
presenta el sistema de resistencia á todo trance á la 1'e-
volucion, porque quiere sustituir á la sobe1'anía nacio-
nalla soberanía del der.echo, la soberanía de la Justi-
cia, porque para las cuestiones sociales presenta siem-
pre soluciones católicas, porque antepone el órden á
la libe1'tad y la moral evangélica á la falsa filosofía,
porqee anatematiza los estravius de la p1'ensa, los es-
cándalos del parlamentarismo J; los abusos del poder
en la concesion de empleos, abusos que han convertido
en una ley de pobres el presupuesto, y en una casa de
misericordia el Tes01'o público, porque recuerda entu-
siasmado los triunfos de la mona1'quía y las glorias
tradicionales de nuestro pueblo, Nocedal es tildado de
reaccionario, de retrógrado y de absolutista vergonzante,
por los que no tienen como él el valor de sus conviccio-
nes, la buena fé en sus ideas, ni sus sentimientos de ver-
dadero patriotismo.


y cuando as! le calumnian los envidiosos, los polí ti-
cos rutineros, los esplotadores de la farsa, los industria-
les parlamentarios, los traficantes de liberalismo,. el
reaccionario, el retrógrado, el absolutista Nocedal, pre-
senta un proyecto de incompatibilidad absoluta, que los
constituyentes de 1855 no se atrevieron á proponer por
demasiado radical, y reclama la descentralizacion admi-
nistrativa á que se oponen los llamados liberales, y dice
en un proyecto de contestacion al discurso de la Corona
lo que no se han atrevido á decir nunca los mtÍs fervoro-
sos parlamentarios, los mas acérrimos defensores de las
prerogativas de las córtes: ((el congreso, en uso de su




NOCEDAL. 83
derecho, eX3.minará con profunda atencion todos los pro-
yectos de ley que el gobierno de V. M. le proponga.»


De uonae resulta que Nocedal es más parlamentario
que todos sus enemigos, porque defiende con más fran-
fJueza, con más valor que ellos los fueros y las preroga-
tivas de las córtes; y más liberal, en el buen sentido de
la palabra, porque aboga por la descentralizacion, por las
incompatibilidades absolutas, y otras reformas políticas
y administrativas en armonía con los adelantos de los
tiempos y los consejos de la esperiencia.


Pero esto no se opone á que sea enemigo mortal de
ese parlamentarismo, símbolo de la farsa, de la ambicion
y de la intriga; de ese liberalismo, gérmen de desmo-
ralizacion, de anarq nía y de licencia.


Con facilidad se comprende que combatiendo gene-
ralmente Nocedal en el campo de los hechos con las ar-
mas de la comparacion y del análisis, discutiendo la
conducta prúctica de los partidos militantes, proponiendo
reglas de aplicacion en las cuestiones de gobierno, su
oratoria no puede remontarse á las regiones de lo ideal,
de lo bello, de lo sublime, y sus peroraciones por consi-
guiente, no pueden, ni deben ser poéticas, elevadas,
deslumbradoras como las que se le oyeron en las córtes
constituyentes de 1855.


Sin embargo, sus discursos de hoy, verdaderas aren-
gas parlamentarias que caracterizan su oratoria peculiar,
incisiva, provocadora y profunuamente intencionada, sin
frases rebuscadas ni aliñados conceptos, sin hinchazon
filosófica y sin lujo de imágenes, producen un efecto ad-
mirable en el auditorio por la limpieza de la frase, el
agrauo de la forma y la hábil y artística colocacion de
los periodos.


Como orador, Nocedal es sin disputa el más castizo,




84 NOCEDAL.
el hablista más culto y elegante de nuestras cámaras. Su
palabra es clara, precisa, propia de la idea que quiere
espresar; sus giros naturales, fáciles, ingeniosos, reve-
lan el estudio constante y profundo de nuestros clásicos,
cuyo estilo imita, adornándole con el indispensable bar-
niz del lenguaje moderno.


Esta pulcritud en la frase, este atildamiento en la
forma no sirven de obstáculo para ser en ocasiones senti·
do, apasionado y elocuente, como cuando esclamaba en
su notabilísimo discurso de 7 de diciembre de 1863: «¿:No
temia el Sr. Silvela, cuando llamaba 1'eba110 á los espa-
ñoles de 1808, que se estremecieran dentro de sus
tumbas las víctimas del Dos de Mayo, que yacen cerca
de este sitio? ¿No temia el Sr. Silvela que crugieran
los huesos de 10.000 espaüoles que murieron gloriosa-
mente en los campos de Medellin defendiendo la inde-
pendencia de su patria? ¿,No tenia un recuerdo el Sr. Sil·
vela para aquellos nobles patricios que se lanzaron en la
pelea sin armas, sin municiones, sin generales, sin peri-
cia, en defensa de su Dios, de su rey y de su patria?


n Señores diputados, perdonad mi entusiasmo; soy
hijo de un soldado de la guerra de la InJependencia.))


No menos elocuente estaba en la frase y en el con-
cepto cuando contestando desde el banco del ministerio
en 1857 á los que hacian un calculado alarde de libera-
lismo, les preguntaba: ((¿Qué entendeis por libertad?


nSi la libertad se presenta en el estado actual de la
sociedad, cansados los pueblos de la revolucion, fatigado
el ánimo con los pasados trastornos, que es de lo que
proviene eso que el Sr. Coello ha llamado descorazona-
miento de los amigos del gobierno; si la libertad se pre-
senta á nuestros ojos con el atavio de una mujer de li-
cenciosas costumbres y de suelta. y desarreglada vida, y




NOCEDAL. 85
lleva en su cortejo la injuria, la difamacion y el escán-
dalo, la sociedarlla vestirá la hopa de los ajusticiados, y
su muerte es inevitable; pero si la libertad se presenta
corno una matrona honesta y pudorosa, debajo de cuyo
manto caben todas las inteligencias elevadas y todos los
hombres de recto corazon y de buena voluntad, su triun-
fo entonces es seguro y su existencia seria eterna.))


Concluyamos. En el turbio y encrespado mar de la
política española casi todos los hombres públicos, como
los partidos ti que pertenecen, navegan hoy sin norte ni
rumbo fijo hácia playas desconocidas, dejándose empujar
por el violento oleaje de la ambicion, de la. duda ó de las
pasiones. Colocado Nocedal á la orilla, como una roca
dura é inquebrantable, resiste inmoble y sereno el flujo
y reflujo de ese mar, anunciando la tormenta y dando
la voz de alerta á los descuidados marineros. Si la tem-
pestad estalla, si el mar se enfurece algun dia, esos hom-
bres públicos, vacilantes ó tímidos, seran tragados por el
mar, los barcos que hoy zozobran se irán á pique, pero
1Yocedal quedará á la orilla enarbolando la bandara de
sus principios, la roca permanecerá siempre en su sitio
inquebrantable, inmoble, dando asilo :l los naufragos, á
los marineros que se salven. Nocedal en esa tormenta,
en esos momentos de desgracias y de peligros conservará
la conviccion y la esperanza que hoy alimenta de que
cuando venga la calma, cuando los tiempos de bonanza
lleguen, la soci(~dad española mirará espantada los restos
de aquellos buques, triste recuerdo del pasado naufra-
gio, flotar sobre las olas) y reposará tranquila y feliz so-
bre la roca de la orilla.




Discurso en defensa de la unidad católica,


«Señores: empiezo dando gl'acias al Sr. Castro por el sacrifi-
cio que acaba de hacer concediéndome el turno en el uso ele la
palabra. Mejor que nadie estoy yo enterado de las conyiceione
de mi amigo, y sé has la qué punto es grande el acto de abnega-
cion que hace renunciando a manifestar sus opiniones.


»Pero sepan nuestros amigos de dentro y fuera del congreso,
que el Sr. Castro piensa lo mismo que yo en esta materia, y se-
pan nuestros comunes electores, que todo lo que yo diga es hijo
de la conviccion de los dos, y producto en gran parte de nuestras
frecuentes conycrsaeiones, que no tan solo de mi pobre ingl'nio.


»Cumplido esle deber de gratitud y de justicia, necesito tam-
bien decir a las córles constituyente:-l que en las diferentes oca-
siones en que he hecho uso de la palabra, jamús mo he levantado
con la confianza y la seguridad que ahora lo hago.


»Nada me importa, no me arredra lo de,;yentajoso de mi po-
sicion; nada me importa que la cues[ion se hallo ya, puede de-
cirse, completamente agotada, que no tenga nada nue\ o quo de-
dI' ; pero la cueslion es tan grave, es tan inmensa, es de tanta
importancia, tan eminentemente nacional y española, que nada
importa, señores, que yo no tenga nada nuevo que decir Ú 10S-
otros y al país: yo cumplo con mi deber y con mi conejeneia, y
me basta con esto para el fin que me he propuesto.


¡)La cuestion que nos ocupa no es ciertamente de partido, no
es de aquellas en que esgrimen sus armas hombres de dilcrsas
escuelas políticas; no es nada de eso. Es mucho mús importante;
es una cuestion eminentemente española: no hablo desde este si-
tio á mis amigos políticos; no busco la apl'ohaelon <le lo~ que
tienen las mismas ideas, los mismos principios (pIe yo sustento;
no, señores; yo hablo hoy á la nacion enlera, pues en este debate




DISCURSO EN DEFENSA DE LA UNIDAD CATÓLICA. 87
represento las opiniones de todos los españoles, la verdadera opi-
nion nacional, la verdaclcl'a opinion pública de España. (Mur-
mullos.) Repre.-;e nlo la verdadera opinion pública Ile España, la
de Iatl provinciai< del Norte como las del Mee/iodía; lo miimlO las
que bañan las aguas del Mediterráneo, que las que se es tienden
al Occidente de la Península, la unidad católica es el i'entimiento
uniY8rsal cte nuestra España desde un punto á otro de la mo-
narquía.


»El Sr. Gmninde: Pido la palabra. El Sr. Nocedal...
»El Sr. Presidente: Ruego á S. S. que tome asiento. No le es


permitido á S. S. interrumpir al orador.
»El Sr.1Yocedal: Pues es particular ... Cuando un diputado se


levanta á defender sus opiniones, es porque cree, es porque juzga
que defiende, no opiniones particulares, sino opiniones de mas
mportancia. ¿Nos levantamos aquí á defendA]' opiniones ihdiYi-


duales? ¿Defendemos por ventura opiniones que no tienen raices,
que no están profundamente arraigallas en el pais? Yo creo que
las que yo me propongo defender y sostener, están bien encarna-
das en el corazon de los españoles. No defendemos, pues, opinio~
nes individualrs.


¡Cómo ha de ser e~o! ¡C6mo se habia de levantar nadie á ha-
cer e~()! Aquí se levan[a con fé, con conciencia y con conviccion
aquel que cree, y está en su derecho creyéndolo, que representa
las opiniones de la mayoría del país. ¿No lo he de hacer yo que
creo ~ostenrr las del país en lIlasa? No lo será á juicio del señor
Gaminde; pero ¿cómo me ha de quitar el Sr. Gaminde ni ningun
señor diputado, ora se siente en estos bancos, ora en aquellos, la
conciencia segura que me anima de que las opiniones que sus-
tento son las (le la católiea España? Es preciso no ser pretencio-
sos, yes alla prelension, y prelension que combato, la de creer
que nadie, absolutamente nadie mas que los diputados de la ma~
yoría, son los qun representan la opinion del país. ¿Quién ha di-
cho eso? Esto es matar los gobiernos representativos. Decia, seño-
res, que la razon por la cual me levantaba hoy con mas confian-
za (Iue nunca, ('8 porque hago uso de la palabra en una cuestion
que no es de partido, en una euestion que es eminentemente es-




88 DISCURSO EN DEFENSA
pañola, eminentemente nadonal. Y, ~in embargo, ha ~,werlido en
el curso de estos debates una cosa importante sobre la cual es pre·
ciso que yo llame la atencion de todo el mUJl(!o.


»Es indispensable que lo sepa la Ei'paña, la Espaiia entera,
toda vez que yo creo que las opinione~ quo repre~cnto ~on la,; de
todo el país; es preciso que quede t'slab!eeido, f[Ue con:-;Ie, que
todo el mundo lo oiga y lo sepa, que aunque esta no I'S euestion
de partido sino una cuestion eminentemente española, el que siga
siendo ye¡'dad la unidad católica en España se debe esdusiYa-
mente á la fraccion política á que tengo la honra de pertenecer.
(Fuertes y prolongados rumores.)


)JMe seria fácil, señores, demostrar que las opiniones que yo
yoy á sostener, que son de la unidad religio;,;a en el calolicismo,
son el gran eje de las opiniones de toda la nacion espal1ola, y al
ver la prba con que protcstais, que iiOn tamLien las (\el partido
progresista; esa prisa con qne protestais y recJamllis, !I10 prueba
que he dicho una verdad, cuando }w dieho que las nuestra~ en
este punto son opiniones eminentemente populares. Pero estoy
en el deber, y voy á cumplirlo, de demostrar que á nosotros ~e
debe hasta ahora, hasla el rlia de hoy, il Ilosotros e~c1u~ivamen te,
el que continue en España la unidad religiosa dentro dd catoli-
cismo. Pues qué, ¿ habeis olYidado la historia de las \ otaciones
(Iue acaban de pasar sobre las enmieu(/lls pn'seutadas? Pues qué,
¿oh idais que alguna en que se pedia embozadamente la libertad
de enllos ha tlido deseehada po)' tres votos? (JJurmutlos.)


))E! Sr. Campaner': Pido la palabra.
»E! Sr. Presidente: Silendo, señores; ya ~e le eon¡e~lará.
nEl Sr. Nocedal: La segunda enmienda que se ha presentarlo


en esta eueslion fué firmada y apoyada por el Sr. Montesino. Mi-
rad la yotacion, y Yereis que fué deseellllda po,' tres votos; al dill
siguiente, una del Sr. Corrarli rué desechada por 1:) ,otos; y al
otro dia, otra en el mismo sentido, no recuerdo de lJUi('Jl, fué
deseehada por escasa mayoria. Eehad una mirada por los hancos
de esta cúmara, mirad el número de diputados que pertenecpn {l
la eomunion moderada y sacad la cucntll. Aquella enmienda que
desecháilteis por tres ,otos , ¡,quién la dcsec!Hí? Apartad un mo-




DE LA UNIDAD CATÓLICA. 89
mento de estos baucos al partido moderado, y yer('is la cifra que
resultarú; dejad solo ('u ('stas bancos al partido progresista, y ya
estaba desechada la unidad religiosa. (Rumores.) De modo, se-
ñores, que rcsulla de una manera c,idente, (~on la evidencia que
dan de si las operacione,~ aritméticas 1 que, separados de estos
bancos los diputados conservadores, esta!'1 votacion(,8 que se ga-
nan por tre,;, por quincn, por diez y siete votos, se habrian per-
dido. Hoy, smiores, que parece que todo el mundo quiere procla-
mar que la libertad de cullos es ulla cosa que rechaza la volun-
tad del raís, se dice que la mayoria oc las clÍrlC¡; eonstituyentes
ha sido la ([ue desechó estas enmiendas. La mayoria ha sido, (~!'1
wrdad. Pero ¿quiéll formó esa mayoría?
d~l 87'. OrrU/S/': El gohierno. (RiS!ls.)
))EI Sr. Norer/al: Cuando yo pr('guntaba quién formó la ma-


yoría ha llegado hasta mi la YOZ del Sr. Orense, que lile ha con-
testado que el gobierno. Sea en buenhora. Si ha sido el gohier-
no, ¿hahra sido influyendo "obre mi y mis amigoí'? IIahrá influi-
do sohre los diputados progresistas, no sobre nosotros; y como
nuestro~ "oto~ han decidido las votaciones, claro es que á n05-
otl'OS debe la España la unidad religiosa.


))Ha resullado de estos debales una grandisima verdad, y yo
la quiero l'üpetir, seño!"es, porque, á pesar de qne se ha dicho una,
dos, tre", y qw; sé yo cuúnlas yeces, (/ue la nacion española es la
única que tiene todavía la intolerancia religiosa, que la nacion es-
pañola es la única que lIe\ a impresa e"a e~pecie do sello de infan-
da, de falla de ('ullura y de ch-ilizacion, a pesar de que se ha
dicho esto una, (h~ Ó Ires reces, es una verdad que nadie puede
desmentir, que la unidad religiosa es un lílulo de legítimo orgu-
llo para la nadon española á los ojos de la Europa. Es clesgracia~
<lamcnte una \ errlad que no nos (¡ueda otro, qne no conseryamos
ningull otl"O en la era menguada que yenimos atra\esando.


llCuando un español pasa la frontera de su patria, en el mo-
mento que se ve el país á que pertenece, nadie osa preguntarle
qué reJigioll profesa. Si a un español se le preguntara eso, con-
tcslaria: ¿. no sabe> V. que soy espaIiol? ~o debe ignorar que soy
católico. Es, ... eJ1ol'e~, e"idenlemente un legitimo titulo de orgu-




90 DISCURSO EN DEFENSA
110 ante la EUI'opa que E:"paíia conserve la unidad religiosa. Qui-
ta(1 á Espai'ía esta unidad, quitadle su fervoroso catolieismo, y la
habreis desfigurado, la habreis desecho, hahreis quitado ú su no-
bilísimo semblante la mús noble y la más bella do sus facdones.
Quitadla el catolicismo y probablemente España no soria nada.
La nacion española, que solo es conocida en la Europa por la
unidad religiosa y por ella respetada, dejaria de Rerlo si los es-
pañoles no tu \ieran lodos la misma religion, la católica, que e~
Rin duela alguna la faccion característica, el rasgo más pronun-
ciado de la fisonomía española, como lo ha sido siempre. Recor-
red la historia de nuestro país; recorred la historia de nuestra ci-
,ilizacion y de nuestra nacionalidad, y allí donde tropeceis con
algo hueno, grande, noble, sublime, alli encontrareis el catolicis-
mo ; alli yereis las consecuencias de la unidad religiosa. En los
tiempos de la más remota antigüedad, cuando al caer el imperio
romano se forma en España una sociedad nue\ a, fragmento se-
parado de aquel inmenso gigante, surge el más portentoso, el má:-;
bello, el más profundo de los cMigos que Europa conoció en
aquellos tiempos, el Fuero Juzgo.


¡)Examinad ese Código, y decid de quién es esa obra. En aquel
tiempo la raza espaJ1ola, vencida, conquistada, dominada, liene
unos direelores, unos jefes, que se ponen al frente y luchan con-
Ira el podor invasor, horético, porque era arriano; entonces S(~
infiltra en la sociedad goda el influjo ele los obispos cat61icos 1 el
dominio del clero en aquellos magníficos concilios ele Tokclo,que
son al mismo tiempo asambleas nacionales y legi:-;Ialivas. Enlonce~
se formó ese lihro inmorlal del Fuero Juzgo: que ha regido tan-
tos siglos, que todavía rige hoy. ¿Y de quién es obra ese código
inmortal? ¿l)or qué ha sido, es y sera siempre un título de honra
~ ele orgullo para España el haber en aquellos tiempos ese códi-
go, por qué? Porque es obra de los representantes del prindpio
eatólko; porque es la obra de la raza vencida española; porque
es, en fin, la obra de los ohispos católicos. Despues la gente go(la
cae ante la invasion sarracena, y hundida en el Guadalete, ni
memoria queda de aquella monarquía. Sin embargo, en un rincon
tle Astúrias, en lo más fragoso de sus montañas, se levanta una




DE J.A UNIDAD CATÓL1CA. 91
nueva monarquía, gérmen oe naeionalidad. ¿Qué es aquello? ¿Eí'
amor al terreno, amor al país, amor á las instituciones polilieas
y civiles? No: nada de eso es; es el principio de la religion cató-
lica, bajo el que se cobijan los pocos españoles que pudieron es-
capar del Guadalete, que se a~['upan en lomo de Pelayo, y bajo
su mando empiezan las magníficas hazañas que concluyen los Re-
yes Católicos.


»Pues bien; borrad la unidad católica y desaparecerá, no solo
el timbre inmortal de la monarquía goda, sino las magníficas
figuras de Pelayo, el Cid Y Guzman el Bueno. Mas larde, apenas
concluida la reconquista, apenas concluida esta jornada de siele
~ildos, se lanzan los españoles, y descubren primero y conquis-
tan despues el ~UflYO Mundo, lIeyando á él la cí ,ilizacion cató-
lica. ¿Yen Yirtud de qué principio hacen esto? ¿Quién los dirige?
El catolicismo y nada más que el catolicismo.


»Quitad el ('atolicismo y tcndreis que borrar de la hisloria el
descubrimiento del Nueyo Mundo y la conquista de las Américas.
Y qué, ¿no os llenais de noble orgullo cuando reeorreis la histo-
ria de las conquistas de Italia y los triunfos de nuestros incompa-
rables tercios de Flandes? ¿~o os llenais de noble orgullo al re-
cOl'dar las ¡.dorjas <In yuestra patria? Pue1\ bien, decid: ¿euál es la
causa de esas glorio~as empresas? El catolicismo, siempre el ca-
lolieisrno. Quitad el catolicismo y tendrCÍ:, que borrar de nues-
tra historia las conquistas de Italia y los triunfos de Flandes. ¿Y
cómo hemo~ de ohidar, los que sentimos eorrer por nuestras ,e-
naí' sangre e~paJ1ola, que hubo un día de luto y espanto para la
crlsliau(lad entera, que no tenia medios de salvacion eontra los
lUl'('os, y ese dia se le, antó ¿quién? el catolicismo espafíol, que
libró á la cristiandad entera (~n las aguas gloriosas de Lepanlo?
Si eslo no os parece bastante para que respetemos la unidad reli-
giosa dentro del catolicismo, aeuclicl á las artes. ¿Quién inspiró
sus Vírgenes á MuriI10 y sus carlujos á Zurbal'án'? ¿ Quién fué
más que el catolicismo? ¿Qué otra iclea, qué otro sentimiento más
que el del catolicismo ha inspirado esos monumentos que son el
asombro clel munclo? ¿Qui('n ha hecho yuestras magnificas cate-
drales'!




92 DISCURSO EN JlEP'ENSA
»Aquellos de vosotros que alguna vez hayais admirado la ca-


ted ral de Seyilla, ¿habeis preguntado, por ventura, quién era el
arquitecto? El que haya visto aquellas magnífieas columnas que
parece que llegan al cielo y eteyan á él nuestras almas, ¿ha pre-
guntado alguna vez cuál era el arquitecto? ~o: no hay que pre-
guntarlo; eso lo ha hecho el eatolicismo e:"pafiol; e~o todo el mun-
do lo sabe en Europa: eso no lo ignora nadie: ¡, cómo habian tle
ignorarlo los señores diputados? ¿Cómo habia de concebir nadie
la (~receion del magnífico monasterio del Escorial, si ni sentimien-
lo católil'o no viniera ¡'t esplical' ese inmortal monumento?


» Pues si no tendriais nada ni en descubrimientos, ni en con-
quistas, ni en milicia, ni en artes, ni en literatura 1 que tambien
resplandece el sentimiento católico en nueMras letras, é inspira
sus Aulos á Calderon ; si no tendriais nada en España ~in el ca-
tolicismo, ¿cómo es posible sostener que borrando el sentimiento
católico no se destruiria la nacionalidad espafiola?


» Uno de los prin('i pales objetos á que debo alender en esta
discusion, es el contestar ú las razones que se han emitido por
los señores diputados que han combatido las ideas quo sustento.
El eongreso, por tanto, me habra de permitir que me ocupe en
responder á una ohseryaeion de uno de los miembros de la co-
mision, obseryaeion que no pudo menos de apuntar en el mo-
mento de oirla. Es el individuo de la eomision , respetable por
cierto, á quien me refiero, el SI'. Heros.


)Deeia dias pasado,; el Sr. lloros quo rra preciso prescindir
do eiertas pn~oeupaciones que habian estado siempre arraigadas
en el seno de la sociedad espaJiola, y añadia: pues qué, nurstros
homhres mas eminentes, ¿no han dicho cosas incomprensibles?
¿No ha ]ll'edieado la intolerancia nada menos que Cervantes? ¿Y
no ha dicho Cenan tes a este pmp(bito varias miserias?


»Señores , no sé cuales son las paginas de Con'antes á que
haria alusion 01 Sr. lleros, ealiftcánuolas de miserias. Pero, ¿será,
por yentura, uno de aquellos magníficos pasajes en que ese in-
mortal autor, gloria de España, admiracion dol mundo, decia que
la primera razon por quo debia haeer la guena una nacion cual-
quiera era por la integridad de la fé ratóliea? ¿Pues no lo habia




DE LA UNIDAD CATÓLICA. 93
de decir Cerrante~ si habia tenido la miseria de levantarse de
la cama enfermo para recibir una herida gra\ c, y sufrir una mu-
tilacíon glorio:-;a en e! c()lllhal(~ de Lepanto, en la más alta ocaúon
que 'Vieron los siylos pasados, los presentes, ni esperan ver los t '(,lIi-
deros? ¿Y {t esto llama miseria el Sr. lIeros? Seiíoros: si la poste-
ridad clebe ocuparse algull dia (le nue~tl'as díscu:-;iones, que mu-
cho lo dudo, no ,;é yo cómo calificará, ú propósito de bucn gusto
literario, los CU(,lltos de la beata Clara y Ce/erina el pastelero que
uemos oido en boca de! Sr. Uero:-; en esta dh;cusion tan grave.


))Ya nombrado el SI'. lleros, no puedo meno,; (le satisfacer la
deuda que lengo conlraida con otro digno indi riduo ele la comi-
sion, el Sr. Lafllente. Decia yo esta mañana, cuando se aCOI15e-
jaba á las córles que uo deelarasen permanfmte la sesion, que
llevábamo~ veinte clias de oir defender en todas parles la liber--
tad ó la loleraneia religiosa; que solamente se hahian pronuncia-
do dos ó tres dis('urso~ en favor de la unidad católica; que uno
de ellos era el del dignÍsimo seiíor diputado Jaen, y e! otro del
Sr. Lafuenle, de quien se dice, no sé si con e~aetitud, que en
esta cuestion de una manera hablaba y votaba de otra. Y ahora
preguntaré al Sr. Lafuente: si S. S. entiende la base de la comision
del modo que la ha esplicado á las córles; ~i cree que se puede
yotar sin peligro para la unidad eató!iea, ¿acepta, por ,entura,
la doctrina emitida por el SI'. lIero~? ¿Sostiene, como el SI'. lIA-
ros ha sostenido, que la unidad religiosa es cosa que se dehe ir
perdiendo y abandonando; que la tolerancia de cultos es Ulla
cosa para lo cual no estú preparado el país, pero que oye eon
gusto que se defiende para lo porvenir, y que desearia llegase un
(Ha en que sin peligro pudiera establecerse? ¿Cree S, S. esto? Pue~
rl SI'. IIeros lo cree, y lo ha (licho, y aun ahora mismo me Jo está
diciendo por señas.


))IIace bien el Sr. lIeros en sostenerlo, pues que así lo siente;
pero, ¿lo cree tambien el Sr. Lafuente? Si no lo cree, llamo mu-
cho la atencion de los seIiores diputados; si no lo cree, tenemos
aquí una hase en la cual caben las opiniones del Sr. Lafuente y
las del Sr. He¡'(K ¡, Y estais dispuestos, señores diputados, ¡'t vo-
tar una ('osa que :-;e puede sostener con el discurso del Sr, Heros


".




94 DISCURSO EN DEFENSA
quc desea la tolerancia, y des pues , aunquc un poco mas tardc,
la libertad de cultos?


>lPero, señores, despues de haber demostrado que horrando
el sentimiento de la unidad religiosa se borra nuestra nacionali-
dad, debo contestar al Sr. Degollada, que nos decia dia~ pasados:
todo e~to es historia antigua ; vengamo~ á nuestros tiempos y de-
jémonos de antigua~ hi~tol'ias.


» Pues bien; yo sigo al Sr. Degollada ú todas partes donde
quiera llevarme. El Sr. Degollada no gu::;la de la historia antigua,
gusla de la historia contemporánea, de la historia model'l1a: lmes
'amo!'\ á la historia moderna.


¡)En primer lugar, decidme, señores di pulados, t\xalllinando
vuestra condencia, con la mano sobre vuestro I'ol'azon it fuer de
hombres leales: ¿qué otra cosa más que el sentimiento rl'ligioso
hizo el prodigio de la guerra de la independencia? Van desapa-
redendo los testigos oculares de aquella época; van caminando
al sepulcro á pasos agigantados los héroes de aquellos días; to-
davía hay, sin embargo, algunos testigos presenciales; es posible
que haya alguno entre nosotros; desde luego los hay; desde aquí
estoy ,íendo un ilustre veterano que alcanzó en aquellos tiempos
inmarcesibles glorias. Preguntadle si cree que sin el sentimiento
monárquico, y sobre todo, sin el sentimiento religioso, se hahria
yerificado ese prodigio inmenso de la guerra ele la independen-
cia. Pues bien: cuando el ejército francés pasó los Pirineos, no
habia nadie que se le opusiera; llegó hasta Madrid y hasta lo~
muros de Cadíz; se apoderó de las capitales, de sus fortalezas; la
nacíon entonces no tenia soldados, ni recul'~os, ni dinero; estaba
pn la más completa postracíon; he dicho mal, en el mas humillante
abatimiento, sin embargo, se le ,anta enérgica, fuerte, poderosa,
y combate un dia y otro (lia, un mes y otro mes, un año y otro
año. Se hace la paz con la Rusia un dia, con el Austria otro, y que-
da España sola. Parece que el cielo y la liCITa se conjuran con-
tra la nacion española; pero la nacíon española, con su famoso
y elocuentísimo no importa, se bate denodada y viene España á
abrir el camino que conduce ú Napolcon ú Santa Elena. ¿Y ú qué
i'C debe esto más que ú la unidad calrí!ica? ¿ E;,; c~t() historia an-




DE LA UNIDAD CATÓLICA. 95
tigua, Sr. Degollada? Nadie duda, en mi juicio, de que el senti-
miento monarquico, y mas aun el sentimiento religioso, es el que
obró el prodigio (le la guerra de la independen(~ia; pero si alguna
duda queda, examinad y leed antecedentos. En la constitueion
(le 181 '2 se ve un artículo que era dogmático, que revela la con-
yiceion profunda que tenian aquellos legisladores de que era el
senlimiento religioso el mlÍvil de la nacion española; y si allll se
dudase do esto, pre~ente está el Sr. IIeros que podrá decir si
esto es exacto.


» Pero dice el Sr. Degollada: lo que dicen ciertos hombres re-
ligio~os é hipócritas (Iue reclaman ahora un artículo semejan le,
e~ cosa qun no merece escucharse, porque la conslitueion del
año 12 tenia ese artículo, y, sin embargo, eayó. 1\'0 o~ fieis, pues,
cuando se picle ahora que se ohre del mismo modo. Y qUl', ¿cree,
por '1 entura, el Sr. Degollada que por esos artículos religiosos
cayó la constiLucion en 1814 y 1823? No; no cayeron los consti-
tucionales por ese artículo; cayeron á pesar de ese artículo, por-
que no creian en su sinceridad los españoles, porque creian que
no eran partidarios de ese principio los amantes del régimen li-
beral. ¿Quereis una prueba de esto? Yo la daré, y con esto com-
plazco al Sr. Degollada ocupándome de la hist(ll'ia moderna. Re-
cuérdese con qué título, con qué nombre, con qué calificacion se
perseguia a los liberales del año 2a. 1\0 ~e sublevaba á las masas
populares diciéndoles que la libertad era mala, que la conslilu-
cion se debia comhatir, sino que se las sublevaba, y esto prueba
la sinceridad del sentimiento católico en España, haciéndolas
creer que los liberale~ no eran buenos católicos, y se les llama-
ba negros y fracmasones, alarmando las masas inocentes.


¡¡Hace poeas horas decia elocuentemente el Sr. Rios Rosas:
un ejéreito francés mandado por el primer capilan del siglo no
pudo apoderarse de España desde los años 8 al 14 , y otro ejér-
cito francés compuesto de soldados bisoños, mandado por un prín-
cipe ¡nesperlo en las artes de la guerra, llegó en un momento
desde los Pirineos hasta las playas de Cádiz. (Un señor dljJutadv:
PorquA le~ abrieron las puertas. ) ¿Y quién se las abrió? ~Ie estais
dando armas para demostrar lo mismo que yo deseo. Les abrie-




96 DlSCtlRSO EN DEFENSA
ron las puertas las turbas porque creian que 110 eran religiosos
los hombres del partido liberal; por eso fué impopular la cons-
titucioll y popular la reaccion.


»¿ Y quereis hoy dar, ya que no razon, lluevo pretesto á nue-
vas calLlmnias y aeusadorws análogas'? Esto seria poeo digno dc
vuestra ilustracion y de vuestra espel'iencia.


))¿Toda\ía le parece al SI'. Oegollada que esta historia es an-
tigua? Pues vengamos al año :H.


))Señores: no nos hagamos ilusiones: las grandes masas po-
¡mIares en España no perleneeen á ninguIl partido; es una equi-
vocacion creer que la mayoría del pueblo espaiíol es cm'lista, ni
siquiera lo es una minoría numerosa; lo que hay e~ que el pue-
blo espaiíol es eminentemente religioso y católÍC'o; y (~n ('1 año
de :11, como en el de 2:l ~' (~n d de 1:í, habia faI:,;os aptblob
que decian: a(luí e~tá la bandera de la l'eligion, y la guena eivi!
ensangrentó los call1pos de España. Y ahora, ¿volrcremos ú in-
currit· en igual error'? ¡,Volveremos á incurrir en igual desacierto'!


))Señores diputados: cerea de mí se sientan los diputados (\p
las provincias en que eorrió mas sangre en esa guerra civil; pl'e-
guntadles si es cierlo lo que digo; preguntad á los testigos pre-
senciales de estos hnchos. ¿Le parece aun al Sr. Degollada histo-
ria antigua la del aiío :H? Pues bien; pasemo!i al año ¡¡lí.


))Señores: entre nosotros eslá un diputado, cerca de mí se
~ienla, que acaba de venir de Cataluña, que acaba de recorrer
sus montañas, el SI'. Camprodon. Que diga qué cs lo que se e~­
plota hoy en Cataluña; que diga la opinion que en aquel pais se
tiene sobrc la base que diseutimos: que diga hasta qué punto se
piensa esplotar el sentimienlo religioso para derramar sangre;
hasta qué punto encuentra allí eco la opiniol1 de que los libera-
les no son hastante religiosos.


»¿ y querreis dar ese motivo, querreis cometer ese desacierto
y es poner de nuevo al país á desastres sangrientos? Si quereis
hacerlo, yO) por mi parte, quiero salvar mi responsabilidad. Re-
sulta, Imes, de una manera clara que ese gran principio de
nacionalidad española consiste en su fpl'\WOSO eatoliei~mo. Es
una cosa demostrada, a"i por la historia antigua como por la




DE LA UNlDAD CATÓLICA. 97
historia moderna; y una prueba clara ... pero, ¿qué mas )'azones
puedo adueir? Aquí, señores, en este salon tenemos esculpidos
en letras de oro los nombres de los que han muerto por la causa
de la libertad; ahí están los nombres de los que han sido YÍcti-
mas de la libertad en lo~ tiempos antiguos y modemos; y señores,
evocad á la sombra de Juan Padilla y de Juan Bl'a, o, y pregun-
ta<lles si alguna ,ez han creido que la España podia prescindir
de la unidad religiosa; y la historia os responderá con las subli-
mes palabras de uno de esos dos mártires de la libertad cuando
se preparaban á ir al patíbulo: Sr . .Juan Bravo, Sr . .Juan Bra-
vo, ayer era dia de pelear como caballeros, y hoyes dia de morir
como cristianos.


))¿XO os satisface la cita? Entonces, señores, pasad á otro lado;
buscad héroes mas modernos, preguntad á los manes de Daoiz y
Velarde; preguntad al ilustro defensor ele Zaragoza; todos estos
nombres estan ahí esculpidos en letras de oro, y todos estan jus-
tamente; preguntad al ilustre defensor de Zaragoza qué partido
sacaba en aquel heróico pueblo del sentimiento religioso, de la
invocacion que escuchaban con aplauso á Nuestra Señora del Pi-
lar. Y, sohre todo, si en esto cabe duda, si estos hechos no os
parecen lJastante demostrados, lo que al menos no podreis negar,
es que son demostrables, Pues bien; acudamos á la demostracion,
Yo no soy partidario del principio ahsoluto y enérgico de la so-
beranía nacional, tampoco lo soy del sufragio universal; pero,
¿quereis hacer una tregua por esta sola vez? Os lo concederia,
os lo votada; ¿quereis hacerlo, señores'?


)El ineomeniente podria estar de parte de los hombres polí-
ticos que creen que ni para esta cuestion ni para ninguna, ni aho-
ra, ni mañana) ni nunca, se debe apelar á ese principio, a ese
sufragio; pero vosotros que caminais á eso, que dentro de eso es-
tais algunos de los que os sentais enfrente de mí, ¿qué inconve-
niente podeis tener? Pero no; estais seguros que el país os con-
testara en su inmensa mayoría, puede decirse por unanimidad,
que tI uiere consonar la unidad religiosa.


»Pero á prop6sito dc esto, decia días pasados otro celoso de-
fensor de la libertad de cultos, el Sr, Corradí: en el caso que el


TOMO ¡Yo 1




98 DISCURSO EN DEFENSA
país no la quiera, no nos 01 ridemos que nosotros debemos diri¡ál'
la erlueacion polílica del país; que debemo:> de,;al'raigar sus pre-
ocupaciones; que debell1o~ abrirle las puertas dr'l bien; que de-
bemos encaminarle hácia su ventura e~tirpando sus pn'()('upaeio-
nes. ¿Cómo, seilores, una eontradiccinn tan manilksta en uno d(~
los diputados mús avanzados en ideas políticas? ¿üímo el seilo!'
Corradi llama preocupacion nacional á las opiniones ele la mayo-
ría de la nacion que quim'(l comenar esa unidad? ¿Cómo se com-
prende este modo de pensar en el Sr. Corradi, tan ardiente de-
fensor de la wberanía nacional? ¿Cómo se esplica eslo en el selior
Corracli, más liberalllOY que ayer, mas fiheral1llaJlanll 11((' hoy?
¿ta libertad consiste en que impongamos la voluntad de un par-
tido, de una fraccion, de una coleccion de hombres, llúmese co-
mo se quiera, á la nacion? ¿Es esa la libertad mayor hoy que
ayer, mayor mailana que hoy, que dice y entiende el SI'. Cor-
radi"? Esa es la tiranía impuesta en nombre de la libertad. Si ('~
esa la libertad que quiere S. S., yo (le/lele ahora prole~lo con-
tra ella.


)JYa que he nombrado al Sr. Corradi, he ele ocuparnlc rn al-
gunas otras razone/l y argumentos que ha eSlmcslo S. S. con no-
table lucidez por cierto, á la consideraeion de las córles consti-
tuyentes.


»Sefíores: es muy frecuente decir, y lo he oido en el curso de
este debate muchas veces, que la historia es un arsenal de donde
se saca toda clase de armas. Esto, en mi concepto, es un error,
se una falsa aplicacion de los Jlrincipios de la ciencia. to qUl'
hay es que á las investigaciones históricas debe presidir un juicio
recto é imparcial. Lo que hay de cierto es que en las imesliga-
ciones históricas hay que marchar sin resoludon de partido, ~in
tener formada ya la opinion. Es verdad que se sacan arma~ para
todo de la historia, pero es examinándola como he (\icho, leyendo
y releyendo las historias hasta encontrar un hecho que, más rí
menos directamente, pueda ,enir en apoyo de la opinion que ya
tenemos formada. ta historia debe examinarse con recto juieio,
eon imparcialidad Revera, y cuando se C'ncuentra UII hecho, .. :e
busean las causas que le lJan producido. y se analizan las I'on-




DE LA UNIDAD CATÓLICA. 99
";CClWllcia,.;; ú estas han sido desastrosas, no se puede ni debe in-
:.j"tir (In l·l; pero dedr que la hi~loria es un arsenal adonde no se
debe acudir porque do M se sacan a 1'1 n a:, para todo, \ ale lanto
('OIllO predit'{\r ú un hombre de edad avanzada que ohide 10(10 lo
que ha visto, lodo lo que ha oido, todo lo que le ha enseñado la
('sperienda.


)¡Pues bien; el Sr. eOITadi, al recorrer la historia de España
para presentar ,arias consideraciones que le parecian imporlan-
lrs, obralJa, ('omo he dieho, como quien ha recorrido la hhitoria
('on una opinion formada, I't)slJ(!!to á no ,ariarla; así es que ha
cometido graves ine\adiludes (Iue me proJlongo dl'mostl'al'. Deeia
el Sr. Corradi: no ('~ la lilwl'lad t!r cullos una co;o;a inconrenien-
Ir, ni para el gobirrno de los pueblos, ni aun siquiera para la
buena ddrllsa nacional r del territorio: y no lo es, [llwslo que
estando l~spaña plagada de j1Jllio,.;, acon[rció la inya~ion de los
moro~ y cayó el reino dp los godos; estando España plagada do
judío,.;, y plagado lalllhiPII nI cuartel real, ~e ('onqui~tó á Grana-
da, cometiendo lo,.; Reyes CaLólleos la ingratitud de e~pulsal' á los
judios, euando ú su~ esfuerzos debian la conquista de la última
plaza en que se habian fortificado los moros.


)Pues hien: una co~a y otra son, Ú mi ye]', completamente
incxada:,. Lo que hay de derto es, exalllÍnelo el SI'. CorJ'adi, re-
cu{~rdelo, 1)('1'0 recuénlelo con imparcialidad ~e\era, no querien-
do apl'opiar~e la~ cosas (pIe encuentre repartidas y diseminadas
('Il la historia para sostenimiento de sus opiniones; lo que hay
de derto, mpito, e.~ que cuando la imasion de los moros y caida
de los godos, lo~ .illdío~ obraron ca~i siempre como aliados de los
inraso\'('s; lo qlle har de cierlo e5 que los que no tenian el sanlo
amol' de la patria, (¡ue se confunde con el sentimiento religioso,
('nll'egaron Yal'ia:'> ciudades ú lo,.; moros, contún([oso entre ellas
Granada y Toledo, y 10h moI'O~, en recolJlpen~a, les concedieron
la teneneia de Granada. Lo (IDe la historia, imparelalmente exa-
minada, diLe, es que los judíos que el rey Wiliza ¡labia vuelto
ú admitir con[ra lo di~lHl(ls!o en los concilios toledano,;, contra la
oJlinioIl oe los ohispos y L!rl reino entero, los judíos admitidos en
la 6poca de aquella dominadon rllne~lí~ima para la monarquía




100 DISCURSO EN DEFENSA
goda, fueron cómplices direelos é inmediatos, cómplices C'ulpac1í-
simas de la invasion de los sarracenos, á qlliene~ entn'gal'on la~
ciudades, recibiendo por ello grande~ premios.


JJY ¿es posible que so~!cnga el Sr. COJ'radi que la conquista
de Granada por los Heyes Católicos ~e debió Ú 10:-; .iudi()~? ¿Esgri-
mian sus armas contra los sarracenos (m e~a guerra'! ;\0 por dor-
to. Tanto yaldria decir que porque sostenian de ,itualJas rica-
mente pagadas y ¡t gran precio al ejército cristiano, sc debe á lo~
judíos la conquista de Granada, como sostener que en lIucstra pa-
sada guerra 110 ganaron las batallas lo:> generales, sino los pro-
veedores de vÍyeres y bastimentos. ¿Le parece al Sr. Corradi quP
la ,ictoria de Luchana se elebe á los que pl'oYeyet'ol1 al ejército
para aquella noche de inmortal recuerdo? Seguralllente q tle no
creerá eso S. S., y no sé cómo ha de sustentar, cómo sustenta,
que á los judío., que l)J'o\eian de Yituallas al ej{'rcito de los Heyes
Católicos se debe la toma de Granada.


»)Los Reyes Católicos no obraron con ingratitud, como ha di-
cho el Sr. COlTadi; obral'ian con mas ó menos acierto, pero no
con ingratitud. A sus leales pueblos, al ~entimiento religioso y á
su fervor católico se elebe; no solo la conquista de Granada, sino
toda ella, la que empezó en Pela yo y concluyó en Isabel la Ca-
tólica.


))tos sellores diputados no podrán mCllos de recordar que el
Sr. Corradi hablaba, con grande lastima para la nacion espallola,
de los hechos funestos, de los hechos perniciosos á que ha dado
lugar en España la intolerancia religiosa, Pues bien, señores: con
la imparcialidad que he reclamado para las investigaciones his-
tóricas, Yamos él examinar este punto, y presentaré los argumen-
tos tales como los han presentado sus autore~, sin quitarles nada
de su fuerza. Son tres los hechos. Primero, la espulsioIl de lo~ ju-
díos; segundo, la espulsioIl de los moriscos; tercero, el cstable-
cimiento del tribunal de la inquisicion, que ha pesado sobre Es-
paña con su mano de hierro por espacio de tres siglos,


»La espulsioIl de los judíos es arrojar del reino a más de mo-
dio millon de habitante~, alma ~'nenio de nuestro comercio. La
espulsion de los moriscos es salir de E~paiia cerca de un millon




DE LA UNIDAD CATÓLICA, 101
de labradores que cultivaban la tierra con ardor y con inteligen-
cia. El tribunal de la inquisieion es una fuente de horrores que
tocios lamentamos, conocemos y rechazamos, y que vino pesando
sobre E~paña y sobre las inteligencias por espaeio de tres siglos.
Ahora hien, señore,;; euan(\o ~e pregunta de qué provienen esos
hecho~ que se encuentran en nuestra historia, los espíritus su-
perfieiales contestan una sola palabra, del fanatismo; y creen
que lo han didlO Lorlo. ¡Cómo, señores! [na cosa que se perpetúa
por siglo~, (jue se reprodlH~e periódicamente, que toma diversas
fase~, pero que siempre es la misma, y apareeiendo en un siglo
se reproduce al siguiente, y de nuevo mas tarde, ¿la hemos de
esplicar solo con decir que es efeclo del fanatismo? Eso es muy
poeo deeir, es no decir nada.


Aquí se reyela un hecho social, una cosa profundamente ar-
raigada en la sociedad española. Vamos á ver qué hecho es ese
que ha echado tan profundas raicei-:. La verdad es que el señor
Corradi no desconocerá, siendo tan versado en la historia de Es-
paña, que la espulsion de los judíos fué una necesidad, una exi-
W'neia po pul a r {l que tu vieron que ceder por fuerza los Reyes
Católicos.


)S. S. no descono('(wá tampoco que otra exigencia eminente-
mente nacional fU('· la cau~a que ohligrí al rey Felipe III á la es-
pubion de lo~ 1l10ri~cos. Y por último, tamp(wo desconocerá S. S.
l[lW la iJl(llli~i('ion (aunque cueste trabajo creerlo al que no lo
sppa), ~' esLa es la yerdad, ha sido en Espal1a perfeeta y profun-
damente popular. Pues binn, sel1oros: medio millon de comer-
('jan te:, y un milloll (\(', labradores es pulsados en España, y el
!rihunal de la inc¡uisicion, que durante tres siglos existió en Es-
pilña eon profunc\a püpularic\acl, ¿no nos revelan la existencia de
1111 hecho social? ¿:\o Yale la pena el que investiguemos este he-
cho y saquemos de pI lógieas consecuencias? Señores, ese heeho
:,ocial es el mismo que ha producido ú esta nacion sus más g¡'an-
des Ilienes; la,; arte~, la literatura, las conquistas, los c1escubri-
miento~. El hecho social es el sentimiento religioso profunda-
mente arraigado ('n la nacion e~pañola. Si esto es verdad, ¿cómo
~p diee que estos hechos se esplican por el fanatismo? Los legis-




102 DISCURSO EN DEFENSA
laclores, cuanclo se ponen al frente de las naeiones, elrhen halagar
el ~entimiento nadona! y transigir con todo aquello que la opi-
nion púhlica reclama con voz poderosa y unúnime. Las grande~
cosas se han de aceptar con sus ventajas y con su~ inconyenien-
tes. Ante la idea (Ir consentir que flaqueara en España la r{~ rr--
ligiosa, engendradora de la nadonaJitlad y de multitud de hechos
históricos y mara, iIIosos, se pueden y se deben perdonar, y aun
acrptar, la espulsion de los judioi', la de los mori"co,; y el tribu-
nal del santo oficio. Así se espliea, y se dehr aplaudir, en gene
ral, la con(!ucla de los Reyes Católieos, y la no rneno~ pnld('ntc,
preüsora y espaiiola del ilustre deseendil'nt e , el gran Feli pe IV,
(Iue impidió a loda costa la ill\asion en estos reino,; de la reforma
luterana. Esta es la razon llor qUií el eslablecimirnlo de la inqui-
sicion y la espubion de lo~ moriscos y ele los judios, fueron eOSil~
eminentemenle populan~~. ¿Y qué ~e ded uee de e~t(), ii(~fiore:,;?
Que ¡](Iuellos graneles rey(~~, lustre y gloria de la historia e~pa­
fiola, eran mús liberalc,; <¡ue el Sr. Corradi, pues \c'j()~ de impo-
ner sus opiniones al pueblo, recihian por el conlrario las opinio-
nes de este.


)).\hora bien. ¿Quién necesita, ~('ñore:" de la liherlad y de la
tolerancia religiosa? Porque he oido dedr aqoí qlle' l;l libertad t'I'-
ligio:'\a nadie la reclama. ~Je parece [loco la pre¡';l1Ulil. Lt~:' pre-
gunlo más y quiero que' se nw eonlesto mús lm'a :-;alisl'{leor lIIi
(·onciellcia. No basla saber quién la pide, es ncc('sario :iaber qui(ín
la lle(·e~ila. ¿Quién necesita la liherlcul religio~a? ¿Qui(ín la ne-
cesita para ,¡yir, t0l110 el aire y la luz? Que me lo digan los se-
ñores que la delienden. Los que la nece~itan son alguno~ (Iue, 11a-
hiendo sido crisiianos <le~de que nacieron, Yin'll l'oy en una com-
pleta indiferenda l'f'ligiosa. Es preei~o Ijuo comengamos en ulla
tosa. Vosotro" no ('!'eeis bllPna la tolerancia religiosa para <jlW
\ eugan aquí hombres de otras religionrs, sino para apadrinar la
indiferencia religiosa; j)ílra ()~'O la huscais, no para olra ('o:;a. Por
otra parte, en E~paI1a no hay nadie que rrelame la librrlüd re-
1igio~a, lo mús que podrú h3 her p:, algun indiferente: pues si la
qu¡;reis para el indiferente, para tolerarlo, e,: que uo que-
reií' (Ille re:,:alte la ,enlar! c(1lrílkn . siull (!llerei" qUf' no se nlole"te




DE LA Ul'\lDAD CATÓLICA. 103
iJ los católicos que no practican, y que no se les lance excomunio-
nes, ni tenga derecho el ohi~po á publicar en su diócesi los nom-
bres de l()~ que ú ello faltaran, ni el p~lITOCO a poner en la puerta
de la iglesia el nombre de los feligreses que faltaren al eumpli-
miento de lof.: preceptos I'('ligiosos. De esto, sea lo que quiera, ya
llegará el momento que nos ocupemo~ de ello; pero entretanto,
(·ntellllámono8. 1\0 se quiere la libertad de eultos para aumentar
nu()~tra propiedad, sino parl proteger la indiferencia religiosa.
Hay m;ls; demo~ de barato que yo deba eonc('der al Sr. Corradi
todo,; 10,'; errores histórico~ en que ha incurrido. Demos de barato
(¡ile los ne~'es Católicos obraron con desacierto. Demos de barato
que el rey F('lipe 1I1 obró con igual (le~acierlo que 103 Iteyes Ca-
tólieos. nemos (k barato el borrar la historia de tres siglos en
EspalÍa, a~í en Castilla como en ¡\ragon, así en Toledo como en
Zaragoza, ~c que la inquisieion no fut· popular.


)) lkmo~ (le barato todo eslo, ~eñol'es, ~' siempre me quedará
el drredlO de pl"l'guntar al Sr. Corradi, ¿y qué paridad tienen
esos ca~os eitatlo~ por S. S. con el caso en que nos encontramos?
¿Se trata hoy do eSllUlsar á nadie'! ¿Se trala de arrancar de Es-
paIla ú ningun e~palÍol? ¡,Se trata do arrojar violentamente á un mi-
lJon de labradores, ú. un lIIiJlon do comerciantes? ¿Se trata de na-
da de ('~o, s('fíol'(,~'? Pue., si de nada de eso se trata, ¿de qué sir-
\en esa multitud de cilas históricas que se han molestado en ha-
('el" lo,; sefí()r()~ diputados á quiene~ aludo? Pero la comision me
contestará, y prc\eo que ú. mí pal'tieulannente me contestará,
e"lando de acuerdo, perfeetamente de acuerdo conmigo; y digo
que pre\eo que me contestará así, porque tengo entendido que
tiene pedida la palabra el Sr. trlfuentc, que si fuera el SI'. lleros,
('(mteslaria otra cosa; preveo que me contestará la comision por
('1 (¡rgano del Sr. Lafuente, e~toy perf('ctamente de acuerdo con
todo cuanlo ha dicho el Sr. Nocedal acerca de consenar en Es-
pana la unidad rdjgiosa, yo quiero tambien para mi país, dirá
el Sr. Lafuenle, que se consone intaclo el catolicismo.


)lEI Sr. l/Pros: Sellor presidente 1 pido la palabra para una
aluRioll personal.


))EI Sr. Xoredal: Pero en ese caso, ¿rné podrel csplicar la co-





104 DISCURSO EN DEFENSA
mision con qué objeto y pam qué ha añadido la segunda parte
de la base, que es lo que yo especialmente combato? ¿~o ha teni-
do la comision, compuesta en su mayor parte, casi en su totali-
dad, de diputados progresistas, quien pregunte cómo no os ha-
beis contentado con el artículo de la constitucion de 18:n? Aque-
lla no era una exageracion religiosa ni católica; aquello no era
mas que el reconocimiento de un hecho; como ha esplicado per-
fectamen te el Sr. Rios Rosas, aquello no podia tener inconve-
niente ninguno. Si aquello que era el reconocimiento de un he-
cho, no teniais incomeniente en aceptarlo, y os pareció bueno,
puesto que ,080tros lo propusisteis, vosotros lo aprobasteis y lo
consignasteis como ley en la constitucion del Estado, ¿por qué no
lo haceis ahora del mismo modo? Si esto que añadís no significa
nada, ¿para qué lo añadís?


¡lEste argumento hecho por los venerables prelados de la igle-
sia española tiene una fuerza indestructible; a este argumento no
se ha dado contestacion de ninguna manera, y no se le puede dar
en mi concepto. En primer lugar, señores, un digno individuo do
la comision, a quien yo no me canso de decir que tengo por una
persona respetabilísima, y el eongre~o eonocera que no puedo
menos de decirlo así, porque aludo al Sr. lIeros, ha llamado á esta
segunda parte de la base, un paso de gigante : jpa~o de gigante!
Pues si es paso de gigante, ¿hacia dónde va ú inclinarse ese paso
de gigante? ¿lIacia la unidad religiosa? No, por cierto. Pues si no
ya ese paso de gigante hilcia la unidad religiosa, ¿hácia dónde
ya? Todo el ingenio del Sr. Lafuente, todo el talento de los se-
ñores de la comision y el de lodos los sábios reunidos no podrá
contestar á esta objecion, porque es una objeeion sólida y perfc('-
la: ó ese parrafo no significa nada, y no significando nada no Sp
para qué sirve en la constitucion, ó significa algo, y entonces eso
que significa es malo, y lo seria para el Sr. Lafuente lo mi~mo
que para mÍ. Ya sea un paso de gigante, ya no lo sea, rí significa
algo ó no significa nada; y si nada significa, ¿para qué ponerlo
en la base? Creeis que no alarma las conciencias; y, ¿c1Í1l10 podeis
ereerlo esto? Pues, ¿no veis que ya se han alarmado? ¿No veis las
representaciones de los ohispos españoles? ¿No Yei~ la~ reprel'en-




DE LA UNIDAO CATÓLICA. 10.'1


tadones del pueblo? Pero, ¿qué digo? Ahora mismo, que son las
diez de la noche, ¿no estamos reunidos porque lememos qlle nos
inunden con representaciones nue\as? (Varias mces: No, no ; no
os eso.) Lo ha dicho el Sr. Bayarri, y mañana resultará en el Dia-
rio de las Sesiones.


»Hesulta, señores, que las conciencias están alarmadas, y que
las conciencias, además, estan alarmadas justa y legítimamente;
y si no lo estuvieran ahora, lo estal"ian dentro de muy pocos dias,
en cuanto sean públicas, si no lo son ya por todo el reino, las es-
posiciones de los dignisimos prelados, dignísimos obispos de la
iglesia española. Pues qué, señores diputados, ¿teneis la presun-
don de que en materias de religion y de fé católica hagan nlÚs
impresion vuestra~ palabras en el pueblo que las de los venera-
bles prelados de la iglesia calólica? ¿Teneis esa presuncion? Des-
pues que lo~ pueblos os hayan oido á vosotros, y sepan que los
obispos han tenido recelo al ver la base, el pueblo español creerá
eso mismo.


llSed prudentes, señores diputados; no echeis leña en la ho-
guera, que harto grande es ya. Si no representa nada esa segun-
da parte, no la pongais; y si es paso de gigante, tened presente
que podrá serlo ciertamente, pero es hácia nuestra perdicion, ha-
cia nuestra ruina. Y e~to, señores, que me parecia á mí desde un
principio, les parecia él la mayor parte de los españoles. Las pa-
labras de los obispos contra la base primitiva parecerún todavía
á muchos más importantes cuando se sepa que los señores de la
eomision, dando gusto á los diputados que han presentado en-
miendas en sentido mús lato, han quitado una palabra, con lo que
queda el artículo mucho mas espuesto ~l inconvenientes, mucho
más espuesto a justos ataques; porque yo pregunto él los señores
de la comision: ¿qué quiere deeir el quitar la palabra cú,ilrnenle?
Sin duda que algo quiere decir, porque aqui nadie obra por an-
tojo, y mucho menos personas tan respetables como las que COI11-
ponen la comision; algo quiere decir, pues, el consignar esto en
favor ele ciertas opiniones: pues bien; eso que han querido decir
es que en adelanle no se persiga á ningun español ni estranjero
por sus creencias reli¡üosas, ni eh ilmente ni de ninguna otra ma-




106 DISCURSO EN DEFENSA


nrra. La palabra rivUmeJ!!r· no e~taha puesta ahí en conlraposi-
don de crinúnalmel/{e, porque no tendria f'enlido alguno legal,
recIo! comenicnle; y lo que no Irnga un sentido legal, recio, no
podian pOJl(~rlo los dignos indiyiduo~ que componen la comisiono


)¡Estaba puesta y perlcdamente pues la, COIllO Jlue~la por quien
conoce mur bien el idioma de la cirnc¡a, ('n ('onlrapo~icion de la
palahl'a espiritual; PUPf: si no signilicaba eslo, no si¡mifieaha nada.
y era llTl ahsurdo, y yo no puedo supoller l'n los indiyiduoi\ de la
comision nin¡.wn absurdo ; e~laba puesta en contraposicion de I'-S-
piritualmente; y luego cuando por deferencia Ú lo~ autore~ de en:..
mienda~ habeis quitado la palabra civilmente, y cuando, despue~
de quitada, han \ olado con yosolros muchos de 10:-; que querian
la libertad de culto,;, entiendo yo (Iue, de hoy en adelante, nin-
gun español, ni eslranjero podrú ser per~eguido, ni ('1\ ilmenle, ni
de ninguna manera; es decir, ni espiritualmrnle. Eso ('ntiendo yo.
¿\o es aSÍ, selÍor!'s'?


»EI Sr.lleros: Sí señol'; a~i lo entiendo.
»El SI'. Nocedal: Yo respeto y \'('ne1'O Ú S. S. y sus opi-


niones.
»EI SI'. lleros: Xo hablo en es lo en nomhre de la comision,


c;ino como opinion mia.
»EI SI'. No('cdnl: Pue~ hien~ ya lo Oliol, selÍol'es diputados. Va-


mos á yolar (PW no se puede persrglli l' it nadie, ni ei, i1, ni po-
lítica, ni espirilualmente por sus creencias, ell Espa'-a. Ahoril
bien; siendo eslo así, lit qué queda reducido el ministerio de!
clero esralÍol? El episcopado, ¿ú qw\ queda rc(luci(lo? ¿POI' qu{'
mtonccs estrañais que red amen los prelados españole~?
»)Sei1on~~: la iglc~ia católica no Jlersigue it nadie, no per~i­


gue a ninguno de esa manera física y corporal; solo impone pe-
llas cspirituale:'\, ~olo hace lo que hace toda la l'ociedad; ú aquel
il quien no l(~ parece digno de ella, digno de estar en i'U seno lo
arroja, lo espl1ba de ('1; y así, aun (,l~ando hayamos apt'obado
e:;o, aun cuando dl'nlro de algunos meses esté hreha la conslitu-
CÍon, y e:,la base sea un artículo de ella, y (·OUlO lal una ley,
nada hahreis (·onsngui(lo. Por yenlura, ¿.habreis (¡uitado á lo,;
obispos el derecho de negar la sppullul'fI c('biúslica ú los que no




DE LA UNlDAD CATÓLICA. 107
liayan llHlerlo en pI "en o de la igle,;ia católica? ¿Les habrri:; qui-
tado el derecho ele lanzar excomuniones y censuras eclesiásticas á
los que no pertenezcan al gremio de la iglesia? 1\"0; y si habeis
hecho eso, ¿os estraííarels que los obi~po" se opongan á ello? Y
hablo hipollílicamcnte, porque esto no lo podemos hacer nos-
()tro~, y despues que lo hayamos decretado, no lo podremos
cumplir.


)):\0 somo~ podero~os para ello, allí no aleanzan nuestras
ruerza~, no sn puede quilar á la igle~ia lo qun es suyo propio; y
en \ano lo declaramo,;. Los obispos srguirán ejerciendo su poder
espirilual, seguirún lanzando excomuniones sobre los que no
pertenezcan á la grey católica, ~ los eclesiásticos seguirán ne-
gando la sl'pulLu ra eelesiústica, y e:;tarán en su derecho, y harán
bien, diga lo que (/lJi('ra la conslilrcjon política. Para e,itar eslo;
no tenemos compelc'ncia, no tenemos poder. Se me dice, pero lo
ten(lremos para exlrañarlos del reino, y ocupar las tempo)'ali-
dades; e~ decir, ~eñoreti, que tendremos poder para crear un
conflicto que no nos hacia falta para na(la; (~~ decir, que se ten-
drá dcrecho, \ edlo bien, señores diputados, yo siento decirlo,
pero peor es hacedo, "e lendrá derecho para perseguir á la
i~lesia; r la habrei~ P('N'g11iclo, b arranearei~ su derecho legí-
timo, ~u legitima lI('f('I1,;a: lo qm' ('S ,uro, lo que yosotros no la
h"beis dad(L y lo que no le pod('if' quitar: y no se lo quitareif'
en efeelo, aunque lo c!'f'ais, porque el pueblo seguirú obedecien-
do á la igh'".ia, ~ harú lllÚS ('a~o del clero que de \ osütros. (J/u-
rlws seño/'es dijiutW!OS: ¡Yo, l/O, lW.)


))Ahora bien; yo comhato la bas(', porque ya ([U(' no e~tablece
la libertad de cultos y la tolerancia religiosa, abre la puerta para
que ~e eslahlezca \11¡;Y pronto: ! qliéndome de la e~presion dn
1!Jl digno indi \Íduo de la con¡j~ioll, tan pl'Onto como lo permita
la ciyiliziwjo[} de España. Yo (~]'('o en conciencia que esa ¡"poca
llegarú pronlo aprobando la baso (Iue se nos propone, y que, al
abrir etia puerta, hae{'IHOS un mal: creo que cuando estuviese
abierta no habria más remedio que tencr paciencia; pero dehn
ser obra de legisladores prudenles oponer lodos los diquos posi-
ble:" Ú ('Sil irrupeion mielllril~ ~ea tiempo. Por eso me opongo ti la




108 DISCURSO EN DEFENSA


base, y no puedo menos de oponerme, porque la tolerancia reli-
~io~a es un mal con el cual hay que transigir cuando exi~te, y
hay que transigir por necesidad; pero con el cual no ~e transige
cuando no existe. ¿Y quién duda que es un mal la libertad, y
aun la sola tolerancia religiosa? ¿No ha de ser un mal? ¿Cuánto
no daria la Inglaterra porque no fuese cat6lica la Irlanda, cuan-
do hay un célebre e:'taelista del pai~, que dice, r todos sabemos,
que lo mejor que á la Inglaterra le poelria suceder es que Irlanda
ruese sumergida por los mares que la rodean, porque ni Jluede
gobernarla ni permilir que nadie la gobierne? ¿Cuánto no dariala
Rusia porque lodos ~us súbditos, y especialmente los habilanles
de Polonia pertene<:iesen al eisma que los separa de la Santa Igle-
sia católica? ¿Cuánto elarian los franceses mismos ele yerso
libres de las cuestione~ de libre ensefianza, y otras nacidas de
la libertad de cultos? ¿Y qué dinln de nosotros cuando ycan que
nosotros renunciamos á ese bien que nos envidian? Sí, sefiores:
nos lo emidian. Y e~to es notable en cualquiera parte, y lo sien-
len profundamente la Inglaterra, la Franela y la Rusia, y lo silm-
te tambien proful1flísimamente la Alemania. ¿Cuánlo más seño-
res, lo habremo~ de sentir nosolros el tiia en que lleguemos ú
ellos? ¡En ese dia, cuánto habremos de sentir haberlo hecho! 1
mucho más cuando somos una naeion compuesta del agregado de
muchas provincias que ni aun geogrúficamente son análogas, ~
muchas yeces ni aun el idioma es el mismo, y que solo tienen do
comun el vínculo de la religion. ¡ Y nosotr9s vamos á destruir de
una plumada toda la obra prudente, súbia y mesurada que nos
I('garon los hombres eminentes que nos han precedido; la obra
de los Reres Católicos y elel Cardonal Jimenez de Ci:meros: ¡Y
habremos de destruir al mismo tiempo el santo amor de la patria,
unido siempre, y en todas ocasiones, al sentimiento religioso.
fuente de grandes virtudes y orígen de altas empresas!


» y además, hahremos de pasar por lamentables escisiones, y
no solo en 108 pueblos y provincias, sino has la en el seno de las
mismas familias.


» Pues qué, ¿poclreis olvidar que algunos de los que se sienlan
en estos escaños: aunque la persona á quien principalmente aluda




DE LA UNIDAD CATÓLICA. 109
en este momento lIO la veo en su puesto, podreis oh idar que
algunas de las pcrsonas que ~e sientan en estos escaños pertene-
cen ú una de esas desgraciadas familias en que unos hermanos
sc baten contra otros en opucsto,; bandos? SeI1ores, á la madre, ú
la familia de esos distintos hcrmanos, ¿les quereis quitar el único
consuelo que tenian, el consuelo de una misllla religion, el con-
suelo de un mismo templo, de un mismo campo santo, de una
misma sepultura á la cual Ya á llorar la madre sobre lo~ cadú-
veres de los hermano,; que han muerto en opuestas fil~s? ¿Ese
consuelo le (Iuereis quitar? Y sobre todo, si en todas partes se
debe COllsenar la unidad religio~a siempre que esta sea un he-
cho social yexistente, con mucha mas razon, seiíore", la unidad
religiosa cuando esta es la unidad cal(ilica.


)) y Ú IH'Opó;;ilo de esto, y ¡;iguiemlo mi sistema, voy á con-
testar a un argumento, al cual no he oido que hasta ahora se
haya r:onlcslado, sin duda portlue ha parecido á loclo cl mundo
de fácil respucsta.


¡)Se ha dieho por varios ele los señores diputados que han
presentado y defendido enmiendas, que el catolicismo es favore-
cido por la libertad de cultos, porque de la diseusion aparece la
verdad. Scñores, no se puede permitir que esto ile diga y pase
sin respue~la. El catolicismo no nccesita de la discusion; la ver-
dad humana se dcpura con la discusion; la verdad divina no la
nccesita. Eso no se puede decir, e~o no puede pasar sin correcti-
vo, eso es un absurdo que es preciso combatir á lodo trancc.


)) El que ha dicho que la libcrtad católica necesita para su es-
('.larccimiento la discusion, porque la discusion conduce á la ver-
dad, no ha pensado bastante lo que ha dicho; creo que así le
hago jU:'iticia. No; la palabra del hombre necesita discusion; la
verdad humana, que es relativa, nace de la discusion. La verdad
divina, que se sabe por la revelacioll, es la yerdarl absoluta; no
necesita que nadie la discuta: ¡desgraciado del que no crea!


))Tambien he oido decir, y siento que quien lo ha dicho no
esté presenle, nos dijo el Sr. Salmeron que queria para su país
el libre exámen en malerias rcligiosas. Debo apresurarme tam-
bien ú. hacer justicia al SI'. Sallll{~ron, diciendo que S. S., en el




110 DISCURSO E~ DEFENSA


calor de la improyi~aeion, no pensaha bien en lo que decía.
« i El libre exámen en materias religi03a:·ó Sabe bien el Sr. Sal-
meron, ¿no lo ha de saber? Sí que lo sabe. ¿Pen;;aba bien cuando
dijo que qunria el libre ex<Ímen en materias religiosa,;? Predicar
('1 libre exámen en materias religio~a~ (\11 un pueblo católico, es
predicar el protestantismo. El Sr. Salmeron no querria esto;
p~ro esa palabra impremeditada nece,;itaba un correctivo para
que no se engañe el inesperlo pueblo. No; el Sr. Salmeron no
quiere, no puede querer, no importa qlte 10 haya dicho, no quie-
re ni puede querer el libre exámen en materias religiosa:, paJa
ilU país, eminentemente católieo. El libre exúmell es la bandera
de Lutero y de Cahino, el examen del homhre, la rebelion COll-
Ira la autoridad de la iglesia, es el orígen, es el manantial de
las do~rientail ilclenta sC'ctas del proLestantisl1lo.E:-ia guerra de
las do,;cientas setenta sectas, esa lucha, peor (pIe la gUl'ITa civil
eso no lo queria el Sr. Salmeron, no lo podia querer; si es catlÍ-
Uco, si Pi; representante de una pueblo eat6lico, no pensaba en lo
que decia: le hago justicia con creerlo así.


»He dicho, señores, que si la unidad religiosa se debe respe-
tar en los países donde existe, con mucha mas razon ('n Espaila,
puest o que la unidad rPligiosa es el catolicismo. Scfíores: todo el
mundo sabe lo que es el catolicismo á las falsas religiones; todo
el mundo sab~ la diferencia que hay en el modo de ver, de creer,
de sentir, de obrar entre un católico lerdadcro y un sectario de
las falsas doctrinas. Apliquémoslo á la nacion espailola, y lo ,e-
remos confirmado. Toelo el mundo sabe la razon por qué nueslro~
grandes hombre~ y nuestro~ grandes Heyes se distinguen de lo,;
demás grandes hombres y ele los flemas Rpyes de la Europa ~­
del mundo l solo porque son católicos. ¿En (rUÓ consiste que en
Espaila no salen esos fundadores de dinastías que salen de olro~
pueblos de la tierra? ¿En qué comiste que marchan nu('stros
grandes guerreros, y ninguno separa sus conquistas de la tierra
en que nació? Consiste en que el sentimiento es uno mismo, el
español católico~ cOllsiste en nuestra unidad religiosa; eonsisle
en que en Espaila el catoliei~mo se ha hecho ya genial y natural;
consiste en que ningun hijo de la noble E~paiia sí'para el amor de




DE LA Ul\"IDAD CATÓLICA. 111
la patria del amor á la religion \ lll'dad¡'ra. Por e30 no ~() ha(~e
Rey tÍ Emlwrador lTernan-Corté:,;, y aspira solo it h<lc(\]' una
;WI'i'(( Espwia para su Dio~ y para su Rer: por c.",o PizalTo, el
conqui!'t,ulor del l'c'rú, añHle I1lWYO,., l1()rone~ a la corona del
Bey Católico; po]' etio Va~co -,uñez de Balboa, al de~cubrir el
mar del Sur; ajeno de ambieion innoble y \¡'l'gollzosa, se en Ira
por (·1 á pi('. Y tom~ posesio[) en nombro de Dio~, del Dios de
sus padres, para lo,,; {{ey('" de E:illaña, rOl' e,o pudo decir, con
razon, un famoso poeta e~pafíol, el dw[ue de Frias, que aun des-
pues de la relJdioll de nuestros hermano,; seguirún siendo e:5-
paii()le .. ~, y que lorlo el que arrojo el ancla en ¡Hluellas pla~a~ re-
mot1s 1.'('l'Ií fa C1'1I':; del Góffjufn planfada, "SCIIC!WI'Ú la lel/gua de
Cerl'l/lItes; 1)('1'0 hay mú~; ¿ell qtH" SC' diferencia, digúmoslo con
orgullo, en quó se diferencia nurRlril Beilla de Ca"tilla, nue.~lra
Beina inmortal, dr las grandes Heinas que ha hahido en difcren-
l('~ períodos en otra:, pal'le:, del mundo'! ¿Por qu(' ['azon ~e di:;lin-
gue Isabel ¡]p Ca:<illa de l:;abel de Jnglaterra, dc Cristina de
Suel'ia, de Catalina de Ru~ia? Todas esas son grandes mujeres,
pero nuestra grande Reina, nuestra inmortal Isabel es más que
una gran mujer, es mas que una Reina, e.s una católica per-
(i:cla.


»)'Jirad [lor quP se desprcnde un clia do sus joya,;;: mirad por
qué cuando los gl'anc!es políticos, cuando los homhres súbios en
las ciencia" ('u ando el primer político del siglo, su mismo mari-
do, no quieren disponer (le ulla pequeI1a parte de tus te"oI'O~
nal'a el descubrimiento de Am('rica, mirad por qué razon tiende
ella su !llallO po(]orosa á Cri,,(óhal Colon que Ya Ú lanzarse eIl-
medio de los mares ú descubrir un nue,o mundo, á realizar una
elllpresa que parecía invel'OsimiI; mirad por qué ondea el estan-
darle de Castilla al lado (\el estandarte de la Cruz. ¿Sabehi por
Ifup'? Porque (sabel no cs una gran muji~r, es una gran catríliea.
¿POI' qup'? Porque no husca solo el sentar su dominadon de lteina
e\1 la tierra, sino que busca almas para el cielo. ¿POI' t¡ué? Por-
que no la guian solo principios politicos, la guia el de~eo de que
triunre la \cnlad (\el E\ angC'lio y de la !gle~ia eatóEca. ¿POI'
qur"? Porque de~dn el primer momento hasta el último no se




112 DISCURSO EN DEFENSA
ocupa un solo instante más que de sus pobres indios; no SA oIYi-
da de ellos, y los rAcomiencla muy especialmente en su testa-
mento. Esa no es una gran mujer, es una perfecta católica. ¿Y
quereis renunciar el lo que produce e~as católicas, esas mujere~'?
¿Quereis renunciar a la unidad católica, señores? ¿Y para qu{'
hemos de recordar esas sublimes figuras históricas colocadas Oll
la cúspide de las glorias de nuestro país?


)JlIace pocos dias nOR presentaba un señor diputado J de una
manera elocuente, cuadros tristísimos de dolor profundo, y de-
(~ia: yo he visto morir una jóven protestante que no se la poclia
enterrar en sagrado, que fué preeiso enterrarla sigilo:,arnentA,
sin que la acompañara un sacerdote, lIeyánclola á un lugar in-
mundo. S. S. prAsentó solo este cuadro. ¿Por qué no presentó
otro que se ofrece todos los (lias á nuestra ,ista, no solo en las
grandes ciudades, sino en casi [odas las de España? Pues qué,
¿no saben todos los señores diputados, (!ué digo los señores dipu-
tados, no saben todos los españoles, no han visto á una pobr('
familia, miserable, cuyo jefe no tiene lo suficiente pal~ clarla el
preciso sustento; no ven, digo, llevar un hijo enfermo al santo
hospital, y dejarlo allí, consolada toda la familia? ¿Sabeis por
qué? porque en la católica Espalia, al lado de cada enfermo se
encuentra una humilde mujer que no quiere ninguna recompen-
sa, que no a~pira á adquirir gloria terrena, y que suple á la
tiernÍsima madre y á la amante esposa, á la cual no repugna el
aspecto de la enfermedad más asquerosa, ni de la mas profunda
miseria, porque se abrasa en amor de Dios y tlel prójimo: es la
Hermana de la Caridad, el tipo perfecto de la mujer católica.
¿Quereis renunciar a esto?


»Nos decia un señor diputado que queria la libertad de cul-
tos, porque sin ella no se podia comprender bien la libertad po-
lítica. Error, señores, error manifiesto; en los tiempos en que
dominaba en España el más completo despotismo, cuando no se
podian reunir en la calle más de tres personas, yen las casas
mas ele cinco, en aquel tiempo los Reyes no se podian oponer á
que todo un pueblo se reuniese á celebrar la fiesta de su santo
patrono. Y todavía, señores, en estos bancos no se pide mús que




DE LA UNIDAD CATÓLICA. 113
libertad; pero en los bancos de enfrente, algunos pocos diputa-
dos, piden algo mas, piden la demoel'aeia.


)) ¡A h, sello res! Todas las sublimidades que puede traer esa
demoeraeia, las tenemos nosotros ya. ¿Cuando llegareis vosotros
demócralas del siglo XIX, a eonseguir que un pueblo entero, ea-
pital de una monarquía de ambo~ mundos en que nunca se po-
nia el sol, desde el Hey hasta el último súbdito, vaya todo ente-
ro á prosternarse ante los piés, no de un labrador humilde, sino
del criado de un labrador? ¿Cuándo conseguireis vosotros, de-
mócratas del siglo XIX, eso que ha conseguido la fé católica?
SCfíorcs, si á cualquier espaliol de la última aldea se le dice que
el dia de J neves Santo el Rey baja de su sólio y lava el pié a
doce pobre..;, e..;o, no solo no lo estralial'a, sino que lo encontrará
muy natural, porque e.,e espaliol es católico tambien, porque el
catolicismo no socorre por medio de la filantl'Opía, que humilla
al socorrido, sino de la caridad, que enallece al que socorre. ¿Y
quereis anebalal' la unidad católiea á los españoles? No lo puedo
ereer, sellores, y menos hoy, que iríais eontra la corriente del
mundo. Pues qué,. ¿no sabeis que en Alemania se empieza á es-
cribir hoy? Vosotl'OS, que teneis la costumbre de leer cuanto se
escribe, lo habreis leido; ¿no sabeis, digo, que en Alemania es-
tán los sábios, los más ilustres publieistas, los primeros profeso-
res escribiendo obl'as sobre la unidad alemana, y dicen que esta
no se puede reconstruir, porque la Alemania no es católica?
¿Cómo quereis, pues, vosotros, diputados españoles, que naceis
en la unidad católica, en esa religion, que es la única verdadera,
cómo quereis renunciar á ella y á sus grandes ventajas? ¿Qué
dirían de vosotros, si tal hiciéseis, los sábios de Alemania?


) Y, seiíores, esto que digo es muy natural, porque comienza
á pensarse por todo el mundo que se dedica á estudios y á in-
vestigaciones profundas, que existe un hecho, y que á este he-
eho es preciso buscarle solucion.


llEse hecho es una enfermedad gravísima, ¿no la habeis
visto todos? ¿~o sabeis que hace tres siglos que la sociedad euro-
pea está enferma, y que de esa enfermedad proviene esa contínua
agitacion, ese pasar de las revoluciones a las ¡'cacciones, y de las


TOllO IY. 8




114 DISCURSO EN DEFENSA DE LA UNIDAD CATÓLICA.


reacciones á la revoluciones nuevas, así como el que sufre una
enfermedad profunda que no hace má~ que agitarse y I'cvolver~e
en el lecho del dolor? Pao:,; ya empieza ú pensar~() en el remedio
de ese dolol' que aqueja a la ~oeiecla(1 europea hace tres ~iglos:
¿sabeis cual e" el remedio? No hay ma~ que uno; sola una cosa
tiene que hacer la Europa en masa para cm'arse de la enferme-
dad que la agita, que es lanzar~e de nuevo eOIl fé, con profunda
fé en las ideas católicas; solo en el catolicismo hay remedio para
la enfermedad que sufre la Europa. He dicho.))




ESCOSURA.


Si es apostasía política la venta de una conciencia rec-
ta, de una opinion independiente, de una creencia pro-
funda, en cambio de una posicion elevada, de una fortu-
na considerable y repentina, Escosura no ha sido após-
tata; pero si por apostasía se entiende abjurar de anti-
guas ideas y rendir culto á ideas contrarias, desertar de
las filas de un partido y afiliarse en el opuesto, siendo el
móvil de esta desercion el amor propio resentido, la li-
gereza de carácter, ó la impaciencia mal reprimida, Es-
cosura es el primer apóstata de los políticos españoles.


y si bien los que comercian descaradamente con su
conciencia, con sus ideas y con sus opiniones son dig-
nos siempre de la reprobacion y del anatema del país
entero, los espíritus débiles, los políticos ligeros, impre-
sionables é impacientes, son por el contrario dignos de
lastima, porque sus inconsecuencias y volubilidades,
además de ser estériles en el terreno del utilitarismo,
arrastran consigo y entierran p:lra siempre en el abismo
del descrédito y de la impopularidad, la reputacíon, la
honra política, el porvenir de los repúblicos que las co-
meten.




116 ESCOSURA.
y si estos repúblicos que tan ligera y estérilmen-


te comprometen su fama y su porvenir poseen cuali-
dades relevantes, tienen envidiables condiciones, son
hombres, en fin, de talento y de corazon como el perso-
naje cuya biografía vamos a reseñar, aparecen doblemen-
te sensibles su desacierto y su ruina, por lo mismo que
la patria tenia derecho á esperar de sus privilegiadas do-
tes los servicios que no pueden prestar le las medianías
que en la gestion de los negocios públicos vienen á ocu-
par sus puestos abandonados.


No hay una falta en política que mas se condene por
los partidos? que se castigue más por la opinion pública
que la inconsecuencia, que la defeccion, que la apostasía.
Se perdonan a un hombre de Estado sus torpezas y has-
ta su tiranía, pero nunca se le toleran sus madanzas y
abjuraciones.


Mas pronto se olvida en la milicia la cobardía de un
oficial que la desercion. En un consejo de guerra, á los
cobardes se les desprecia, á los traidores se les fusila.


La revolucion francesa temblaba y se sometia humil-
demente al absolutismo de la elocuepcia de l'JIlirabeau,
y á pesar de su su misio n y entusiasmo por aquel granue
hombre, que simbolizaba su causa y á quien debia sus
triunfos, por' una injustificada sospec:ha de defeccion, con-
dena despues de muerto su memoria, cubre su estátua
con un velo, extrae sus restos del panteon y los arroja
con desprecio en el cementerio de los ajusticiados.


Hemos creido oportunas las anteriores observaciones
para calificar con toda imparcialidad la conducta política
de D. Patricio de la Escosura, y justificar al mismo
tiempo el desprestigio en que hoy aparece envuelto su
nombre ante el inflexible tribunal de la opinion pública.


¿Es merecido ese desprestigio? ¿Se le ha juzgado con




ESCOSURA. 117
frialdad, con desapasionamiento, con conocimiento de
causa? Creemos que no; y para fundar y sostener nuestra
creencia, no tenemos más que una razon, que una sola
prueba.


Escosura, con algunos bienes heredados, capitan de
artillería, escritor laborioso, jefe político de Madrid y
otras provincias, subsecretario de gobernacion, dos veces
ministro, viviendo siempre modestamente, ha sido, es y
será probablemente pobre mientras le dure la existencia.


Si sabiendo esto se le acusa y condena por el crimen
de apostasía, de esa apostasía repugnante que con justi-
cia todos anatematizamos, que no tiene otro móvil que el
oro y el engrandecimiento, ese tráfico vil en que se co-
mercia con la conciencia, con la ,honra, y con la fama
poniéndoles el precio de unos cuantos millones ó de un
título, esa acusacioll y esa condena serán injustas, yesos
jueces unos hombres fanáticos, sin criterio, vengativos.
Ya lo hemos indicado anteriormente.


Escosum ha sido un político con sobra de pasion y
falta de cálculo, un partidario de oficio y no de convic-
ciones arraigadas, por mas que él en su buena fé lo haya
creido, un repúblico, en fin, que no ha sabido esperar, y
que ha antepuesto su vanidad, su pasion y su impacien-
cia á la voluntad ó á la desgracia de los partidos donde
ha militado.


Su vanidad, su pasion y su impaciencia le obligaron
en 1847 á abandonar las filas moderadas y alistarse en
las progresistas. Su vanidad, su pasion y su impaciencia
le arrastraron lastimosamente en 1863 del campo del pro-
gresismo puro al de la Union Liberal.


Si recorremos la historia de muchos de nuestros
hombres públicos, encontraremos indudablemente incon-
secuencias y defecciones más reprobables que las que se




118 ESCOSUI\A.
atribuyen á Escosura, sin que ninguna de ellas haya
sido tan .discutida y anatematizada.


La causa se comprende facilmente.
Las deserciones de otros políticos se han realizado


gradualmente, con oportunidad, con apariencias de razon;
de modo que al llevarlas á cabo, hábilmente preparadas
por el meditado cálculo de un fria egoismo, á nadie han
cogido de sorpresa, y al pasarse al campo enemigo
han conservado por vergüenza ó hipocresía alguna pren-
da del uniforme anterior.


Escosura, dominado por su caracter impresionable,
guiado de su natural impaciencia, cuando cree que el
ejército donde milita no defiende una causa justa, ó no
adopta para vencer las medidas militares que él juzga
más oportunas y convenientes, en la mitad del dia y á la
vista de las tropas, arroja sus armas y sus insignias, no
como un desertor, sino como un militar independiente y
altivo, que cree una heroicidad aquella evolucion, se
presenta en el campo contrario, viste por completo el
nuevo uniforme, y hace la guerra á sus compañeros de
la víspera desde la vanguardia, y con la mayor valentía
y encarnizamiento.


y todo proviene, como ya hemos dicho, de ese ca-
rácter vehemente y apasionado. Ouando sirve en las filas
del moderantismo es más moderado que todos los mode-
rados, y más progresista que todos los progresistas cuan-
do se afilia en el partido del progreso. Así le vemos re-
sistir el último, como jefe político de Guadalajara, el
pronunciamiento progresista en 1840, y defender el pri-
mero la revolucion en igual sentido de 1854, como dipu-
tado y como ministro.


Esa y no otra es la causa de que los cambios politi-
cos de Escosura resalten sobre los de todos, yapa-




ESCOIlURA. 119
rezcan siempre inmotivados, inoportunos y e.scandalosos.


Más bien que cambiar de opiniones, cambia de parti-
do; y si es apóstata, no lo es tanto de dogmas como de
iglesias.


Escosura no cambia de ideas como juzgan mu~hos,
sino que cambia en la manera de emitirlas y de aplicar-
las. Tan liberal era en 1840 como en 1854, solo que en-
tonces su literalismo se adornaba con el manto del órden
y de la monarquía, y despues con el gorro, casi frigio,
de la soberanía nacional.


En el partido moderado pasaba por progresista, así
como en el bando del progreso era tenido por conser vador.


Para Escosura no hay más bandera que la constitu-
cion jurada, y con la misma fé y el mismo entusiasmo
obedece y defiende la del 37, que la del 45, que la no
sancionada de 1856.


Merced á sus eualidades políticas, á su mezcla de libe-
ralismo y principios de órden, á sus ideas de amalgama
y de equilibrio entre el poder real y los derechos popu-
lares, Escosura no ha estado en su puesto siendo mode-
rado ó progresista. Su centro está en la Union Liberal,
cuya política de. circunstancias y de transaccion inició en
18-17 como ministro y miembro importante de la fraccion
puritana, y á cuya organizacion y poderío contribuyó no-
tablemente en 1855 desde el centro parlamentario en las
córtes constituyentes.


La vehemencia de su carácter, su espíritu ardiente y
apasionado le han arrastrado en ocasiones hasta el radi-
calismo, cuando su buen juicio pugnaba por sostenerse
en el justo medio de la política. Cuando habla su corazon,
pide 1:1 libertad más completa en el ejercicio de los dere-
chos populares. Cuando es la inteligencia la que formula
sus sentimientos, entonces Escosura esclama como en




120 ESCOSURA.
f855: «Cuando se quieren limitaciones, es menester con-
fesarlas como las confieso yo. No hay nada absoluto en
el mundo: lo absoluto y lo absurdo son sinónimos. Dios
solo es absoluto, porq ue Dios solo es perpétuo.


Ningun principio, por bueno que sea, ni en el órden
físico ni en el órden moral, es ni puede ser absoluto. En
los elementales de la vida puede aplicarse lo mismo: el
animal que no puede vivir sin oxígeno, muere por el es-
ceso del oxígeno.


Lo mismo es la condicion de los derechos políticos:
con su abuso, los partidos estremos matan constantemen-
te á los partidos intermedios. Al reconocer nosotros la
soberanía nacional, ¿hemos escluido el poder monárqui-
co? Al reconocer la monarquía, ¿hemos negado al pue-
blo el derecho de intervenir en su gobierno? Aquí teneis
los limites fij os de que no se puede pasar.))


y aquí, repetimos nosotros, tienen nuestros lectores
los verdaderos principios políticos de Escosu,l'a, oscure-
cidos unas veces por las apariencias reaccionarias del
moderantismo, disfrazados otras por las exageri-lciones
del progreso. Para los que aun no comprendan cuáles
son los principios políticos de Escosul'a les recordaremos
estas palabras que marcan con toda claridad la clase y
estension de sus opiniones.


«Soy liberal, decia desde los bancos del ministerio en
1855, hasta donde llega la posibilidad dc la monarquía;
soy monárquico, hasta donde llega el recelo siquiera de
atentar á la libertad; estos son mis límites.)


Pero si como hombre político es tachado Escosura
con más ó menos acritud, con más ó menos justicia, de
apóstata por unos, de inconsecuente y de ligero por otros,
nadie le niega ni negarle puede sus privilegiadas condi-
ciones de orador parlamentario.




ESCOSURA. 121
En la introcluccion de esta obra, y refiriéndonos á los


oradores españoles, sentamos la idea, que para muchos
no pasará de ser una paradoja, éle que en nuestro país no
tiene aplicacion el consabido proverbio de que el poeta
nace 11 el orador se hace.


Si no pudiéramos presentar en apoyo de nuestra opi-
nion muchos de nuestros oradores parlamentarios, Esco-
sura vendria á probar que eso que parece una paradoja
es una verdad.


Efectivamente; Escosura no se hizo orador por medio
del estudio, de la observacion y de la práctica; nació, y
muy perfecto, el dia en que pronunció su primer discur-
so en la sesion del 24 de noviembre de 1848; discurso
que sirve de testimonio y prueba convincente de las an-
teriores apreciaciones, y en el cual se revelan las dos
cualidades esenciales en la oratoria de Escosura: la ve-
hemencia y el sentimiento.


Hija su elocuencia de la pasion, reflejo de los afectos
de su alma, es generalmente sentida, espontánea y vigo-
rosa, y tan desigual y desordenada como las pasiones de
que se alimenta.


Escosura no es orador de preparacion y de estudio;
habla con cl corazon mas que con la cabeza, y emite sus
ideas como ecos de las impresiones que ha recibido.


Atacado duramente en 1817 por su separacion del
partido moderado, y su repentina filiacion en el progre·
sista, pronunciaba un discurso tan sentido como elocuen-
te, y decia entre otras cosas:


((Veinte años hace, señores, que el diputado que tie-
ne la honra de dirigir la palabra al congreso sirve á su
país; veinte años hace que salió de una familia honrada,
con una educacion mediana, con una espada al lado, con
un corazon entero, con una conciencia limpia; y al cabo




122 ESCOSURA.


de esos veinte años de servicios y vicisitudes, sirviendo
hoy en las fihs de un partido, mañána en las del ejerci-
to, hoy elevftdo al poder, ayer proscripto, siempre ha
sido pobre, y pobre es hoy. ))


Defendiéndose él y defendiendo á sus compañeros de
gabinete de las apasionadas y personales acusaciones con
que sus enemigos trataban de anatematizar hasta el rc-
cuerdo del ministerio puritano de que formara parte,
esclamaba con acento de indignacion y de desden: «Yo
quiero jlleces, no quiero enemigos; los enemigos en el
campo, y con armas iguales; los jueces, bajo el sólio de
la justicia. A los enemigos, les respondo con la espada;
ante los jueces, humillo mi cabeza y ofrezco mis des-
cargos. n


Pero donde dió muestras brillantes de su talento, de
su ingenio, de sus recursos y dotes oratorias, fué en las
cortes constituyentes de 1856, defendiéndose á todas ho-
ras de los mortíferos y encontrados fuegos de democratas
y moderados, calificados por él de montaJ1a roja y c1e
montmia blanca.


No se ventiló en aquella asamblea una cuestion im-
portante, ya política, ya constitucional, ya administrati-
va, en que el ministro de la gobernacion no terciase, ar-
rastrando muchas veces el poder de su elocuencia á aq uc-
lla indisciplinada y vacilante mayoría hácia la adopcion
de una medida de orden y templanza que salvaba acaso
á la nacion de la guerra civil ó de la anarquía.


La minoría democrática no podia ver con calma que
la habilidad y la elocueI.cia del ministro le arrebatasen
el triunfo que en más de una ocasion creyó haber conse-
guiao, y murmuraba y se enfurecia con los discursos de
Escosura, y trataba de ridiculizar su oratoria y picar el
amor propio de los ministeriales, es clamando por boca




ESCOSURA. 123
del Sr. Fígueras: t(Pero esta es la táctica parlamentaria
de S. S. Sus discursos entretienen, distraen la atencion
de la asamblea, es verdad; hacen que los señores diputa-
dos miren las cuestiones bajo el punto de vista práctico
que S. S. quiere suponer que lo es; crea fantasmas, pone
en peligro la libertad; y sobrecogida así la asamblea,
vota cosas que muchas veces no estaban en su intencion.


»Los discursos del Sr. Escosura, sin que yo por esto
deje de conocer su ilustracion, son, permítase me decirlo,
un fuego pirotécnico; pasado este fuego, no queda más
que humo; pero entretanto las votaciones se h'lcen bajo
la impresion funesta causada por la alarma del Sr. Esco-
sura, y el resultado es que aSÍ, poco á poco, se va aho-
gando la liberdad.))


Esto no pasaba de una exageracion, de una injusticia
de los enemigos derrotados, pues con humo no se dirige
y subyuga á una mayoría, y menos sies tan vanidosa,
tan altiva é insubordinada como la de las constituyentes
de 1854.


Escasura en aquellas cortes, representando el justo
medio, la Unían Liberal, ora hablase desde el escaño
del diputado, ya dirigiese la palabra desde el banco del
ministerio, tenia que desempeñar alternativamente dos
papeles opuestos, á los cuales se amoldaba admirable-
mente su oratoria, y se plegaba con estremada habilidad
su talento: los papeles ele tribuno popular y de hombre
de gobierno~


Cuando se le amenazaba con la reaccion, tomaba su
papel de tribuno, y con el tono, el estil~ y las formas de
un agitador de las masas, contestaba: (( Si yo creyera po-
sible el ad venimiento de los moderados al poder, y no
encontrara una docena siquiera que se atreviesen á venir
conmigo á un monte á morir con las armasen la mano,




124 ESCOSURA.


ya estaria emigrado; seria la quinta vez que se me haria
ese obsequio. Tampoco temo á los carlistas; su bandera
está desacreditada; su bandera es la bandera de lo pasa-
do; es una bandera sembrada de huesos y calaveras,
que si tiene alguna luz, es la que reflejan las llamas de
la Inquisicion.»


Combatíase por los oradores moderados la base de la
soberanía nacional, y ocupando EScosu1'a su puesto de
tribuno, pronunciaba un elocuente discurso con más ha-
bilidad que lógica, y arrancaba los aplausos de la asam-
blea con esta revolucionaria conclusion:


« Nuestras leyes fundamentales nadie tiene que san-
cionarlas mas que vosotros; libre es de aceptarlas ó no
aceptarlas aquel á quien no le plazcan; pero vosotros usais
de vuestro derecho, porque vosotros sois los solos, los
únicos, los esclusivos representantes de la nacion españo-
la, soberana, esclusivamente soberana.»


Defendiendo, por fin, la desamortizacion eclesiástica,
á pesar y contra el convenio celebrarlo con la Santa Sede,
el tribuno del pueblo entusiasmaba á la cámara y albo-
rotaba las tri bunas esclamando: (eSi el concordato no
puede modificarse ya nunca, representantes del pueblo
español, retiráos á vuestras casas, que en Roma os haran
las leyes.))


Pero Escosura vale más indudablemente como orador
de gobierno que como orador popular; es más elocuente,
mas profundo cuando habla como hombre de Estado que
cuando perora como tribuno.


Oponíase a la absoluta libertad de la prensa, y pro-
nunciaba estas bellas frases: «La imprenta es como el
acero que sirve lo mismo para forjar la espada del caba-
llero que el puüal del asesino.»


En la gravísima cuestion sobre la declaracion ó más




ESCOSURA. 125


bien la confirmacion de la monarquía, pronunciaba el
constituyente Escosum un brillante discurso, y entre
otras atinadas apreciaciones, hacia esta: ((La monarquía
no es una institucion comparable á las demás; es una ins-
titucion en que es menester creer, yel que no cree en ella
no es monárquico; y si este país acaba con la monarquía,
¿que consigue? Crearse una tirauía; y yo, señores, soy
demasiado liberal para querer en mi patria una tiranía,
cualquiera que sea.»


y rechazando la sospecha de que dentro (lel partido
dominan te hubiese algun ocul to cons pirador q u 'J pro yee, ta-
se destruir, como sucedió más tarde, aq ueUas cortes cons-
tituyentes, y con ellas la revolucion de 1854, el ministro
de la gobernacion daba completa seguridad á los desconfia-
dos, concluyendo un sentido discurso con estas palabras
que, si no encerraban un gran rasgo oratorio, revelaban
suma habilidad en la defensa de un amigo acusado.


«Si esta nacion es tan desgraciada que haya cngen·
rlrado un Catilina, no encontrará un Ciceron para comba-
tirle en el senado, pero un cónsul para defenderla en Pis·
toya, que esté seguro de ello.».


Como orador de pasion y de sentimiento, Escosum
no tiene arte en sus discursos; para él las reglas de la
oratoria están de más; por eso es más vehemente que ló-
gico, más declamador que argumentista; espone, narra,
anuncia principios, pero no los aplica ni prueba sus pro-
posiciones.


La suma facilidad en el decir le perj udica en ocasio-
nes, haciéndole aparecer difuso, divagador y desorde·
nado; pero estos defectos quedan oscurecidos entre los
rasgos de imaginacion y arranques de sen timiento. Aun-
que Escosul'a es instruirlo, su talento natural vale mu·
cho mas que SlI instruccion. De tal suerte, que lo que no




126 ESCOSURA.
sabe lo adivina. ((Escosura, decia en cierta ocasion un di-
putado, vale tanto como Desmóstenes.-Vale más, repli-
caba otro, porque Demóstenes no hablaba más que de lo
que sabía.)) Estraordinario es indudablemente el talento
de Escosura, tan estraordinario que, á pesar de hallarse
hoy excomulgado por los moderados y progresistas, como
él se propusiera ser otra vez progresista ó moderado,
y le dieran ocasion para pronunciar un discurso sola-
mente en el congreso, el partido á que se dirigiera le le-
vantaria la excomunion, y le volvería á dar entre sus fi-
las uno de los puestos más distinguidos.


Discurso en defensa de la estabilidad de la constitucion.


(¡\ntes de oir el (lisrurso que ha pronunciarlo el SI'. CocHo,
habia yo pedido la palabra en contra del yoto partieular del ~e­
ñor llios Rosas, porque tenia obJigacion estrecha de tornar parte
en el debate. En el momento en que se presentó el primer proyec-
to ele bases de la constituCÍon por la comision re.speeti va, tm e el
hono!' de someter á la asamblea un :;istema de enmiendas, y digo
enmiendas, no solo porque fueran muchas, :-;ino porque en efecto
se refcrian todas á un principio comun. Vino la discusion de la
base primera, y mi particular amigo el Sr. Olózaga se levantó á
hacer algunas reflexiones sobre el árden en que ('onyenia discutir
las enmiendas y adiciones á las bases de la ronstilucion; y yo,
('on la costumbre que tengo de deferir siempre al parecer ilus-
trado de S. S., comino desde luego en lo que propuso, y re-
tiré la enmienda; digo mal, no la retiré; aplacé la discusion de
las enmiendas para el tiempo que designaba el Sr. Olózaga. Du-
rante mi ausencia llegó este tiem po.


))Los Sres. Valera y Lasala me han hecho el honor y el favor
(que yo agradezco mucho) de :;ostener algunas de ellas, y la ma-
yoría de la comision ha aceptado en su espíritu la relati \ a a la
reforma de la constitucion, que es la que nos ocupa en este mo-
menlo. Esta es la razon, señores, por que sin gran disposicion




DISCURSO EN DEFENSA DE LA ESTABILIDAD [lE LA CONSTITUCrON. 127


para ello, porque tengo muy poca salud, I1Hl he creido obligado
ú tomar parle en el debate; pero si hubiera oido el discurso del
seiío!' Coello anles de tomar la palabra, no la hubiera uliado.
))SeiíoJ'(~s, lo declaro sinef~ralllentf); ,oy á hablar con profundo


sentimiento. Yo creia que ¡bamos a discutir aquÍ simple y senci-
llamente la (~uestion que el Sr. Rios Rosai; ha traido al palenque
parlamen tario.


» Dice S. S.: ,'nhora])U('ua (fue se tomen precauciones para
,ariar la l'onsti tueion; pero mis preca ue iOlles son ele esla especie;
son de tantos grados menos que las de la minoría de la comisiono
Yo creia 'que íbamos Ú, dj"eutir esto; pero el Sr. CocHo no ha
quol'ido que pasase esta oeasion, acaso la última propicia, de le-
Yantar de nuevo la bandera del partido de S. S., de protestar
contra la constitucion que tenemos Iweha (y hablo de protesta en
el buen senlido), de protestar contra la constitucion que tenemos
!lee,ha, empezan(lo de~de sus cimientos, desde su base fundamen-
lal, deSlle el prineipio de la soheranía naeional, principio eomUll
á todos lo~ que no~ ~entalllo~ en estos hancos de~de af/uel estremo
hasta aquel otro; principio, señores, que ha sido lícito discutir,
flue no me parece ya hoy líeito negar. Yo no tengo mas que una
medida; no tengo mas que una idea de justicia, y esa se la aplico
á lodos: no crco lícilo di~eutir la rnonanluía; no creo tampoco
lícito discutir la sobcranía nacional. 1\080tI'OS, representantes del
Jlueblo, nosotros que en este recinto, y para los asuntos ele nues-
tra competencia, somos soberanos todos juntos, hemos proclama-
do el prineipio ele 1<1 soberanía nacional: no es lícito negarlo; no
es licilo, de ninguna manera, discutirlo.


))S. S. ha vuelto, y con pena mia, á hacernos otra edicion
dclevangelio de la nalhidad de la re,olucion de julio; evangelio
que no hay solemnidad politica en que no se nos lea.


))Desdichada condidon tenel1lo~, señore~; desdichada condi-
cion: plantamos un árbol, y habiéndonos empeñado en no apar-
lar 108 ojos de sus raíees, no queremos yer las ramas que brotan
cn la parle superior del tronco.


»La revolucion de julio fué por que fué; no podemos decirlo
hoy ni el Sr. Coello. ni yo, ni nadie; somos incompetentes. Au-




128 DISCURSO EN DEFENSA
tores ó testigos apasionados de ese gran acontecimiento, no po-
demos juzgarlo; nuestro testimonio, ~incero en cuanto á la con-
ciencia del que lo da, e~ sin embargo de poco precio, porque
tenemos el entendimiento alucinado por las prcocup,1('¡OIlC1i dc la
pasion propia; dcjemos a la historia el cuidado de juzgar l'ile
acontecimiento. no le Lraigarno" con"lanlemcnle aquí; lomemos
la;; cosas donde eiltún; lJ1lO no eslún por dcrlo, como ha indicado
muy bien el Sr. CoeHo, no esth en un terreno lan firme y des-
emharazado, que nos !'lea lícito prescindir de la aclualidad para
voher los ojos ú lo flue pasó.


))lIablo, scñorcs, con mucha pella de eslo, y hablan'~ con mu-
cha sobriedad, porque todo es[ú en accion, todo esta en peligro:
de un lado se nos niegan las bases del jlrincipio de gobierno; de
otro lado :-;f~ no~ escatima la liberla(l que ddlClllOS al cielo y que
nos distingue de los bruto~: e:'>los dos riesgos son para m í igual-
mente temihles, y no quiero proyocar e~cisiones en el campo de
los defensores de la libertad y del órden. Yo no soy de los que
creen que los partidos se robustecen con exclusiones, marcando
banderas, dando pentlone~, señalando matices. ¿Qué ganamos en
e,;to? ¿Qué ganara la patria, á cuyo scryicio debemos consagrar-
nos princi palmenLc? ¿Por qué discutir lo discutido y ,otado'? ¿Por
qué (leeirnos que le falta a la cOIlslitucion para ser duradera un
requisito que nosotros hemos creido que no nocesitalJa, que yo
insisto en creer que no necesita? ¿Por qué obligarnos á voher á
esla diseusion y a parecer lo (iue no somOil, tÍ il hacer lo que no
parecemos? Ni uno ni otro sera conmigo: costumbre tengo de
,erme mal parado, de ser desconocido, acusado hoyalli (le ,wa)'-
quisla, mañana aquí de retrógrado; costumbre tengo de viril' de
mi propia conciencia; y haré esto hoy como lo he hecho otras
,eces: Dios ~e lo perdone al que mal de mi grado me trae á esle
terreno.


»Se habla de Inglaterra, siendo esta la base de toda la argu-
mentacion, y se nos dice: «¿No os contentariais con el grado de
diberlad polilica y cidl en que aquel país civilizado se encuentra?
»)¿~O saheis que a(luel parlamento es soberano siempre, á toclas
»)horas, en todas las cuestiones? ¿Xo sabeis que allí no hay consti-




DE LA ESTABILIDAD DE LA CO'XST1TUCION. 129
)) Lucion escrita? ¿Por qué pues, imitadores de la escuela inglesa,
))por ({ué negais :-\lB principios fundamentales y canünais por una
))senda enteramente opuesta?))


)¡Señores, ¿se puede hacer este argumento de buena fé? ¿lIay
quien ignore la hi~toJ'ia de la revolucion inglesa? ¿Es menester
que yo \ ueha aquí y siempre eslamos en esto) á recordar su
orígen, desde la rcbelion de los baron(J~ ('ontm Juan Sin Tierra,
y os di.ga euúnlo ganó el estado llano sobre el elemento aristocra-
tico, elemento siempre bastante iluslrado para ser el baluarte de
la libertad y su defensor? QUl-, ¿quereis comparar aquella nacion
con esta? ¿Por dónde? Los barones de Juan Sin Tierra, ¿fueron los
quo ihan il Yillalal' hajo las órdenes del condestable de Castilla?
¿Hicieron el mismo papel? ¿Pueden tener lo" mismos derechos,
la lllisma influencia en esta sociedad'? ¿Qué comparacion puede
haber de re\olucion á revolucion, de nacion á nacion, de Índole á
índole?


)Dejadnos de comparaciones; bien sabeis rechazarlas á vuestra
vez cuando no os COIl\ ienen. ¿Por qué nos volvemos unos á otros
eternamente este argumento que nada prueba? Vamos á hacer
leyes para nuestro país, considerándolo tal como es, yeso nos
basta; (~sO es lo q lle nos conyiene; á eso e~tamos obligados.


JJ ¡Que el parlamento es soberano siemprel Si: soberano era en
tiempo de los Tudors; pero la energía, pero el amor al mando
absoluto ele aquella raza indómita, mas indómita que la de los
Planlagenels (Iue les habia precedido, sometió el parlamento y
lo puso á su::; piés. Vino des pues la raza enteca y débil de los
Sluanlos, que qui~o imitar aquel ejemplo; preguntad á Cromwcll
y ú las \ entallas de Windsor cómo concluyó aquel drama.


»Sí; soberano es el parlamento inglés, y allí no ofrece riesgos;
pero pOI' eso ¿\lemo" de declarar nosotros soherano:'! á nuestros
parlamentos ordinarios? ¿liemos de admitir para la reforma de la
conslilul'Íon lo mismo que hemos admitido para su formacion
primitiYa?
))~osotl'OS hemos dicho: soheranÍa nacional, que quiere decir:


del'eeho inconcuso, imprescriptible, absoluto, de dar:ie un pueblo
las instituciones que mas con rengan á su bienestar. Esta es la so-


TOMO IV.




130 DISCURSO EN DEFENSA
boranía nacional: el pueblo creando las instituciones que le pare-
cen convenientes, y esto sin reconocer para nada instituciones
preexistentes. Yo siento decir esto; era innecesario; poro al Jin
tengo que decirlo, porque yo no miento nunca á mi concien-
cia política: caiga la responsabilidad de esto sobro «(uion me
provoca.


))Para mí desde 1812, ¿qué digo? Desde (lb (Eterno, todas las
instituciones en España tienen su fundamento legal en la eonstitu-
don; tienen por funciones legales las quo ella les asigna; no tie-
nen mas derecho que ese; en la constitucion está todo; fuera de
ella no hay nada. Ved aquí cómo es imposible comparar á Ingla-
telTa con España; Ted aquí por qué en Inglaterra no hay consti-
tucion escrita: en Inglaterra hay traclieion; en Inglaterra no hay
órden IObral; en Inglaterra hay una sancion legal de lo (Iue la na-
don ha eonsagrado, y estas son dos cosas distintas. Eso es lo (IUO
no ha querido la revolucion de julio; oso es lo que quería el par-
tido con8el'vador1 y hacia bien, estaba en su derecbo al quererlo,
levantando su bandera y diciendo; {(no ,otei8 la soberanía nacio-
))nal; no deereteis la monarquía; no teneis mas que reconocerla;)
pero n080tro:'< hemos dicho: «Todos, desde el demócrata mas avan-
llzado hasta el progresista mas lenlo, todos profesamos el dogma de
»)la soberanía naeional y decretamos la monarquía.) Estos son he-
chos; son mas que hechos, ~on verdades; 80n mas que ,erdades,
son principios consagrados por la ley fundamental riel Estado, in-
diseutibles ya desde que se han votado.


))Esta es la verdad: y cuenta, señores, que no pretendo yo en
10 mas mínimo lastimar el principio de autoridad, el principio dn
gobierno, prineipio indispensable si no hemos de ver siempre á la
libertad víctima de los excesos de algunos que pretenden lier 8U:-;
mas ardientes defensores. Con el mismo ealor, eon la misma
energía con que eomo diputado defiendo en este sitio el principio
de la soberanía nacional, con el mismo calor, en este mismo
sitio, con el mismo carúcter de diputado he defendido, deliendo y
defenderé siempre el princ"ipio de gobierno, el prin<:ipio de la
monarquía quc nosotros hcm"os votado y sancionado eomo cla \ e
de todas las demús instilueiones; porque nosolros, sellores, tC;lO-




DE LA ESTABILlDAD DE LA CONSTITUCION. 131
mos la fortuna envidiable ele ver ir en esto la teoría acorde con el
sentimiento naclonal.


))Pues bien: sentado el prineipio tle la soberanía nacional; sen-
tado que á un pueblo, solo por medio de sus representantes, es-
presamente elegidos para est0, le es lícito revisar la constitucion,
¿(~6mo hemos de admitir la doctrina que sustenta el Sr, CoeHo?
Yo no puedo mirar el discurso de S. S. mas que como una pro-
testa, en el buen sentido de la palabra, como una protesta de
conservacion de principios. Yo no sé, señores, si ciertas protes-
tas de conscrvaeion de principios parciales· son muy oportunas y
muy convenientes para la causa pública; yo no sé, señores, si
cuando todos convienen en que nos rodean peligros y nos ame-
nazan los enemigos, es conveniente en la víspera de la batalla,
ya de la derecha, ya de la izquierda, dejar descubiertos los flan-
('OS para hacer mas segura nuestra denota; yo no quiero cargar
sobre mí esa responsabilidad; yo creo que todos estamos en el
deber, en la obligacion de apal'larnos tanto de un estremo como
de otro; que todos debemos ir fijos mirando la estrella que ha de
sacar á puerto de salvacion la nave del Estado, sin dar en nin-
gUIl escollo, hermanando la libertad con el órden, el órden con
la libertad, de modo que el órden no oprima á la libertad, de
modo que la libertad no comprometa al órden: yo creo que sobre
los que así no lo hacen cae una grave responsabilidad; pero á
cada cual su conciencia:' á mí me basta la mia.


)Si nosotros admitiésemos el principio de la soberanía parla-
mentaria para la reforma de la constitucion, ¿no seria esto, sobre
falta de lógica, una condenacion espresa de nuestros principios,
de nuestro sisle,l1a? ¿De dónde saca el Sr. CoeHo que la misma
competencia que tenemos nosotros, ha de tenerla el parlamento
que venga des pues? ¿Por dónde ni cómo? El parlamento que
venga despues de no_otros, respetable sera y mucho; pero no
será mas que un poder constituido, una institucion que vendrá á
funcionar dentro de la órbita que la constitucion le haya marca-
do; y será culpable, será responsable, si de esta órbita se sale,
mientras nosotros somos la representacion directa de la nacion
española soberana. Esto, señores, no admite comparacion ningu-




132 DISCURSO EN DEFENSA
na. Nosotros somos esa representacion legítimamente, porque los
electores sabian para qué nos elegian; nosotros, repito, lo somos
legítimamente, muy legítimamente.


))Mal que les pese á todos los que por distintos motivos lienen
deseos de protestar contra nuestras decisiones, y amenguar des-
de su orígen nuestra autoridad, somos esa represenlacion legI-
tima, porque ni en España ni en pueblo alguno ha habido nunca
elecciones tan libérrimas como las á que hemos merecido la
honra de venir á esta asamblea: lo somos porque el tiempo tras-
currido, que tan largo parece al Sr. CocHo y á otros señores,
desde que nos reunimos, no es bastante para que haya variado
radicalmente la opinion pública; porque en este tiempo, cuando
llegue el dia de la justicia para nosotros, que llegara pronto, se-
ñores diputados, cuando llegue ese dia, se verá que henws hecho
mas que la mayor parle de las asambleas que ha habido en el
mundo. ¿Qué hemos encontrado?


))El Sr. Coello acaba de decirlo, señores diputados; ¿qué hemos
encontrado? Ruinas de la administracion y del gobierno. Solo el
Trono: ese (no soy yo, es el Sr. Coello quien lo dice) un grave
peligro; ese amenazado de cerca por las olas de la rmolucion. Y
qué, ¿á nosotros que con tanta economia de sangre, nosotros que
sin una sola ley de proscripcion, sin una sola ley ele pro~crip­
cion, repito, diputados de la nacion española (y os lo recuerdo
porque debeis emaneceros de ello), sin una sola ley de proscrip-
cion, sin una sola acusaeion formulada, sin una sola, diputados
de la nacion española (que tal es la generosidad del carácter de la
mayoría progresista, y así sois, y así seguireis y así morireis);
á nosotros que durante este tiempo hemos acertado, sin mengua
de la libertad, sin mengua de nuestras opiniolles, á prestar apoyo
al gobierno presidido por el ilustre duque de la Victoria; á ayu-
darle á conservar el órdcn y á extirpar la faccion carlista; á tener
en respeto á los conspiradores de toda especie; á nosotros que
hemos votado un presupuesto y estamos á punto de yotar otro;
que hemos hecho un sinnúmero de leyes ... A nosotros, repito, ¿se
nos puede decir con razon, habiendo hecho lodo eso, que hemos
perdido el tiempo? ¿Somos culpables porque en año y medio, con




DE LA ESTABIUDAD DE LA CONSTITUCJON. 133


algun intervalo, y no llega al año y medio, no hayamos acabado
una conslitucion, que no e~ tampoco una obra tan fácil como se
presume? Oigo decir que son trece meses: mejor; mas fuerza tiene
mi argumento.


»La impaciencia humana es mucha. El que aguarda con el re-
loj en la mano, presume que cada segundo es un siglo; y cuando
conoce que ha vhido de prisa es al borde de la tumba: entonces
pues, al borde de la tumba se nos hará justicia. Dejémoslo para
entonces.


»Ahora, señores, no cree el Sr. CoelIo que es una consecuen-
cia lógica del principio de soberanía naeÍonal lo que la mayoría
de la comision y de los diputados sostienen, porque estoy seguro
de que los diputados que componen esle congreso, todos, al cabo,
yendrán á volar lo que se propone. Teme S. S., presume S. S. que
nosotros tenemos tres temores. AqUÍ por lo visto se está en la
creencia de que la mayoría del partido progresista somos un en le
de tal naturaleza, que no sabemos lo que sentimos, que no sabe-
mos lo que deseamos, si de la izquierda ó de la derecha no se
nos yiene á esplicar. Todos los dias tenemos el gusto de recibir
una rerelacion de nuestra propia conciencia, revelacion sin la
cual no podríamos existir. Triste idea se tiene de nosotros; pero
en fin, Yoy á hacerme cargo de esa idea y á negar lo que se nos
atribuye.


»Tres temores dice el Sr. CoelIo que tenemos. El uno es la
disolucion de estas córtes por el gobierno. No diré mas que una
palabra á S. S. Para mí, desde el ilustre duque de la Victoría
hasta el último ministro que se sienta en ese banco, todos son li-
berales progresistas; todos ellos, sin escepcion ninguna, están
tanto ó mas interesados que yo en la conservacion de la situaciOll
actual; y si yo no creyera eso, si yo presumiera que en ese banco
se sentaba alguno, ó algunos, ó todos, siquiera fuera el mismo
duque de la Victoria (de quien yo puedo decir que es el hombre
á quien mas respeto en el mundo, porque tengo la desgracia de
no tener padre); siquiera, digo, fuese el ilustre duque de la Vic-
toria á quien yo creyera capaz de atentar contra la idea que
yo sustento de la sobel'ania nacional, tan escandalosamente como




134 DISCURSO EN DEFENSA
lo seria tratando de disolver estas córtes hasta el punto y hora en
que ellas, en uso de su soberanía decretáran que su mandato ha
terminado; si yo creyera tal cosa, repito, de ninguno de los mi-
nistros, hace tiempo que estaria combatiendo contra ellos sin tre-
gua ni descanso. Y no digo mas, porque este es el sentimiento
universal de estas cór!es. A ninguno de ellos ha podido ocurrir
tan menguado pensamiento; pero si tal sucediera, yo, primero
con mi voto y despues de otro modo, procuraria oponerme y con-
citaria á la nacion para que se desembarazase de ese gobiel'llo.


J)Advenimiento de los moderados. Este es el segundo trmor.
Señores, francamente, si yo temiera el advenimiento, si yo creyera
posible en el órden racional de los sucesos el advenimiento de
los moderados á que ha aludido el Sr. Coello, y de los cualt,s, si
no he comprendido mal su discurso, está divorciado S. S., por lo
cual le felicito, tanto por S. S. como por el país; si yo creyera
posible el advenimiento de esos hombres al poder, y no encon-
trara una docena siquiera que quisieran yen ir conmigo ú un mon-
te á morir con las armas en la mano, ya estaria emigrado; seria
la quinta vez que se me haria ese obsequio. No, señores; hoy no,
directamente no; hoy no vienen; hoy no pueden yenir; no los
temo: hoy pueden trastornar el órden; hoy pueden crear compli-
caciones; hoy pueden detrás, detrás de otros, hacernos mucho da-
ño; hoy pueden corno la póhora entenada, levantar el terreno
debajo del cual están operando; pero en el campo de batalla no
los espero hoy todavía; no los espero nunca, y menos mientras
haya hombres al frente de la situacion que los conozcan como
los conocen algunos, y tengan la resolucion que reconozco en
ellos. No es eso lo que yo terno, ni temo tampoco a los carli,las.
Su bandera esta desacreditada; su bandera es la bandera de lo
pasado; es una handera sembrada de huesos y calarel'as, que si
tiene alguna luz, es la que reflejan las llamas de la inqui~icion.
No: yo IlO temo tampoco ese partido. ¿Los absolutistas? ¿absolu-
tistas aquí sin ser carlistas? ¡Utopia!


)lLes permito fundar UIla academia: tan poca importancia le~
doy. 1'\0 temo eso; otra cosa temo yo. Lo que temo es la J'eac-
cion en los dos estromos opuestos del partido liberal, porque esta¡.;




DE LA ESTABILIDAD DE LA CONSTITUCION. 135
reacciones en el discuri'o de nuestra vida nos ha comprometido á
casi todos; lo que temo e:'\ la impresionabilidad meridional de
nuestro carácter, que hace que cuando yemos acometida la li-
bertad no paremos hasta destruir lodos 108 diques, y cuando Ye-
nlOs en peligro el ónlen no paremos hasta enterrar la libertad en
una mazmorra. E~o es lo que yo temo. f,uando viene el peligro
desembozado; euando se pradiea francamente la anarquía ó el
de~potisrno, la sensatez (1(: esta nacion hace justicia á unos y á
otros: ayuda ú una docena de soldados, y concluye todo como aca-
ba de terminar en Cataluña.


»XO; á no:;otr08 mismos, á nosotros mismos es á quien yo
temo; a nosotros, que no nos queremos convencer de una cosa: de
que los princi píos liberales y con;;ervaclores puesto,; en oposicion
son un ahsurdo, son hasta un delito. Consenar quiere decir man-
((mor lo hueno; progresar f¡uiere decir de.,truir lo malo; y es ab-
~urdo, es erilllinal poner de un lado la destnweion del lo malo y
de olra la con"elrvacion de lo bueno. ¿Cómo quereis qU(~ haya nada
hueno si no destruimos lo malo? ¿C<Ímo quereis destruir lo malo
si no con~enais lo bueno? ¡Conservador!


» Jlue" por cOIl~()rvador me atacl Ú mí el Sr. Coello, ad vertidlo,
s(~nore;; dipulado~: el Sr. CocHo niega el prinr:Ípio de estabilidad
del las lefe., fundamentales, y disputa palmo á palmo el terreno
en esta eue~tion, (Iieiendo: que ya que hagamos es(able la cons-
tilucion, no demos esla estahilidad ú las leye~ orgánicas. El se-
lior CocHo ('S conservado!"; yo sin embargo siendo progresista,
quiero que lInas y otras leyes tengan la misma e"tabilidad, y que
solo se Yaríen por quien tiene derecho á hacerlo. Advertid esto,
n~pit(): pensando a~í respecliyamenle, yo sin embargo no soy
consenador yol Sr. Coello lo es.


» Pero , señores, ¿es esta una cueslion entre legisladores ó una
disputa entre solistas griegos? ¡,OC huena fé se nos ha olvidado ya
lo (lUC acaha del pasar entre nosotl'o,,? ((Las baneras legale¡.; son
»inútiles,ll se nos dice; pero yo digo que con ese argumento se
acaba con la sociedad y se niega hasla la c'(i¡.;tencia del Sér Su-
premo; POl"(IU(~ ese argumento; rn fuerza de probar mucho, no
prueba nada. ;CÓlllO~ Porque no haya asesinatos y parricidios, ¿no




136 DISCURSO EN DEFENSA
ha de haber leyes contra el asesinato y el parricidio? ¿Qué vais
á conseguir? «Allemás de la víctima tener que ~a':Tifical' al delin-
))cuente.)) Este es el argumento que hace el Sr. Coello: no lo
hace en concreto, pero sí en abstracto.


)) y tiene mas analogía de la que yo mismo creí el ejemplo
que he propuesto, porque verdaderainente es un parricidio infa-
me el que comete un gobierno atacando la conslitueion que se le
ha confiado en dep()sito; es un delito como el ([u(~ comele el mi--
litar que entrega su bandera al enemigo. Cuanelo el gobierno
traspasa la barrera ele la legalidad para sus malos intentos (y no
hablo del ente ministerial, sino de una fraccion que puede venir
a apoderarse del parlamento por circunstancias que todos llelHo,;
visto); cuando el gobierno, digo, traspasa esa banera IClgal) ¿({ué
hace? Conspirar: entonces el gobierno conspira. ¿Y qué :iueedc?
Lo que últimamente ha sucedido: que wando el gobierno eons-
pira, hasta el Sr. Coello, siendo conservador, se eree con dere-
cho a conspirar tambien, y tiene razono ¿Qué sucedió últimamen-
te? Que cuando se anunció la reforma constitucional por el ~eüol'
Bravo Murillo, un gran número de individuos del partido conser-
vador creyó esa reforma un atentado, y emitió su opinion. Yino
el ministerio siguiente, que creyó [loder realizarla por un golpe
de Estado, y entonces salieron las lanzas a lo,,; campos de Yicúl-
baro. Pues qué, ¿es poco obligar al poderoso ú que se quite la
máscara y se de,;poje de toda hipocresía'? ¿~o sabe el Sr. Coello
que la ambicion de todos lo~ tiranos elí ejercer su tiranía con el
antemural de la ley?
))~o; vengan esas leyes que producirán dos üienes: uno, el


que acabo de indicar, de obligar al poder á que ~e quile la más-
cara; otro, en~eñar al pueblo sus derechos y darle medio" de que
conozca cuándo se le quieren quilar. Por eso queremos estalJlcccl'
ese trámite; por eso el Sr_ Rios Rosas, en su si~tema, distinto del
mio, pero en su esencia liberal como el mio, quiere tambien que
para hacer esa reforma sea preci~o (llhel'tirlo á fin de que d
pueblo lo sepa, y para que se sepa tambien nI objeto con que elige
sus representantes.


»Pero ¿por qué, dice el Sr. Coello, dais esa estabilidad, no




DE LA ESTABILIDAD DE LA CONSTITUClON. 137
solo á la constitucion, sino tambien a las bases de las leyes
organicas? La respuesta es óbvia. Yo no quiero resucitar una
cuestion resuelta ya por las córtesi porque las córtes han resucI-
to en un acuerdo lcielo aquí hace pocos (lias, que las bases de le-
yes orgimicas formen parte integrante de la constitucion elel Es-
tado. ¿Y para qué pe(Ha yo, y por qué me hizo el favor la comision
de admitirlo, y otros sei10res diputado:-; el!' defenderlo, cn ese caso,
qU(~ formáran pnrle de la constitucion? ¿Por qué, Sr. Coello? Por-
que he Jlr!'seneiado yo, de t'isu, como las córtes con8tituyentc~
de 1836, al arabar la constitudon de 1837, Y al rctirarse á sus
casas sin haccr las leycs orgánicas, vieron su obra falseada por
esaR mismas le~es. ¿Por qu{', señor Cóello? Porque siete años con-
tínuos, dc dia y de noche, sin tregua ninguna, he luchado contra
nucstra ley orgánica electoral inútilmente. Por 050. ¿Por qué?
Porque he \Í;;to, en ,irlud de osas leyes orgánicas, llegar aquí
los diputados progrel'iistas erulótiis homeopáticas, y no quiero eso.


»Yo, mayoria hoy, quiero la libertad mas completa y ahsoluta
en las elecciones; quiero que Yel)gan aquí todas las opiniones; y
no lo quiero en mi interés, sino e n el interés del gobierno, en el
in[('ré~ de rni~ principios, porque las opiniones manifestadas en
este ~i[io ~on sÍPmpl'c una yálvula de seguridad.


n¿C6mo se ha oh idado ú la iJustl'acion que yo reconozco en el
SI'. Coello, y que nadie le niega, r¡uo sca cual fuere la constitu-
cion que me dé, como yo tenga las facultades de hacer las leyes
orgánicas, haré que la COllstitucion sea á mi gusto? ¿Y para quó
quiere S. S. que inCUlTa yo en la inocentada, por no dccir otra
cosa, de contentarme con que no se pueda local' á la conl'itilucion,
¡;i :se consiente que puedan hac. l'se lati leyes organicas de otra
manera? ;BUCllO fuera, vive Dio,,!


»)S. S. ha entrado de,puc~ en una cuestion que es muy poco de
mi compeleneia. S. S., en uso de su derecho, se ha dirigido á
las per~onns que pertenecen il su comunion política, (\úmloles un
consejo. Yo no hablaría de esto, señores, porque no tengo la pl'e-
lension de querer dil'i¡.dr los partidos que no tienen mi bandera,
pues no me .~ucede lo que ú una porcion de personas con respeclo
al partido progresista: vo dejo que cada cual haga en esa parle




138 DISCURSO EN DEFENSA


lo que tenga por (' mveniente, y ~olo procuro defenderme cuando ~e
me alaca: por consiguiente, aIla se las haya S. S. eon sus conser-
vadores; conservadores no se de quv, porque muy poco tienen
que consenar allá S. S. con los suyos, y hablo en materia de
insti tueione~, porque no puedo hablar de otra eo~a; enti<\ndase
bien lo que quiero deeir: allá S. S. con los suyos, que en eslo
no me toca tomar parte; pel'O S. S. ha dieho algunas frases sobre
las cuales es muy cOllYeniente (¡ue yo llame la atencion de la
asamblea.


»Decia S. S. si es mejor para el parlido á que S. S. corres-
ponde la politica acli va en la forma que la han adoptado algunos
ó la política del retraimiento que han aconsejado olro~; y S. S.,
aprohando la primera, aconsejaba á, los consen adol'r~ que lomoll
parte en las cuestiones para moderar y dirigir la revoh]('ion; ohra
que me parece superior por ahora ú sus fuC'rzas, porque la nwolu-
don española no necesila que la moderen, y esto sin que yo pre-
lenda canonizarla, sin que yo pretenda prohar que no se hayan
comctido algunos errores, sin que yo pretenda que no haya
hahido eul pa alguna; pero es lo cicrto fIue de cuan ta:" re\olucio-
nes ha habido en nuestro país, ninguna ha ~ido mas mo(INada,
ninguna mas templada que la (Ille hoy tralamos de ~ancionaJ' con
esta constituciOIl.


» Pero S. S. ha citarlo un ejemplo, ('] ejemplo de la Francia en
el año ele 1818, y S. S. deeia: «¡.se retiraron los con~crvadot'e1\
))cuando \ ieron la proclamacion de la repúbliea? No: acudicron Ú,
»Ias urnas electorales; fueron á la a~amblea; tomaron parle en
»aqucllos trabajo~, y discutieron su eonslitlldon.» Ahora bien:
yo rcelamo nwstra ateneioll, seliores diputados, para que e\amincis
la~ consecuencias de esa conducla de los conseryat!ores en parte,
pues que otros tm ieron tambien la culpa: yerl, repito, las con-
secuencias. ¿Qué se ha hecho de la repúhlica proclamada el
año &.8?


»Para dirigir una revolueion, para moderarla, para llevarla
por el buen camino, la primera condicion es comprender profun-
damente su espiritu y sus tendencias; esa es la eOlldicion nere~a­
ria, y no espereitl, seliores diputados, no espereis que vengan los




DE LA ESTABILIDAD DE LA CONSTITUCION. 139


moderado:, á dirigirla bien, aunque así lo quieran, porque no po-
drá hacerlo ninguno que no profese vuestros prineipios, que no
siga eon \ uestra bandera, que no tenga vuestra fé, vuestro mis-
mo símbolo, vue~lras constantes y natura le:-; ereencias. l\farehad
unido~, señores, con la vista al frenle, confiando unos en otros y
cerrando los oidos á esos consejos que parecen benévolos y no pue-
den conduciros mas que á vuestra ruina.


»Resumiendo, señores: el principio de la soheranía nacional
nos ha conducido lógicamen te á que la conslituclon se haga, sr
decrele y sancione por estas córles: esta constiluCion irá á la
aceptaeion de S. M.; y yo, sin querer prejuzgar cuestion ninguna,
y hablando con el respeto con que siempre procuro hablar de tan
augusta persona, creo que esta constitucion será aceptada, y que
una \ez que lo sea, sus riesgos no yemlrán nUlléa de ahí; nunca:
yo me atl'e\o.á conslituirme fiado!' de ello; añadiendo que no seria
mas duradera despues de sancionada, que lo ha de ser des pues
de aceptada: su riesgo podrá venir solamnnte de los que se oponen
á su espíritu, porque no quieren que vaya tan adelante, y de los
que la quisieran precipitar mas de lo que nosotros deseamos.


»Respeclo ~l las bases de las leyes orgánicas no puede habel'
eucslion sobre si son ó no parte integrante de la constitucion: las
córles lo han querido así, y han hecho bien, porque esto es una
consecuencia lógica del ~is[ema que se han propuesto. Cuando \en-
gan esas bases cardinales, los señores diputados aprobarán lo qu!'
en esas leyes dche haber de inalterable y de indispensahle, yeso
es lo que dejarán. Yo tambien quiero ser económico en materia
de bases: cúmbiese en buenhora lo que la influencia de las cir-
cunstancias pueda requerir; pero de ninguna manera lo que deba
ser eslable y permanente, porque no hay que tPlner que -rengan
necesidades lan im pel'iosas de abrir la puerta á las reformas, que
no den timllpo para acudir á los comicios del pueblo, ó que no den
lugar á que ~e reunan los colegios electorales, Esos peligros no
acontecen nunca, mas que cuando hay conatos de tirallía y cuan-
do hay conatos de insurrecciono Contra los conatos de tiranía, los
campos de Vicálbaro. Contra los conalos de insurreccioD, la ar-
tillería del gobierno. 1\0 hay mas remedio.






SALMERON.


El papel de tribuno del pueblo en tiempos de revolu-
cion, en esas épocas de duda, de movimiento y de zozo-
bra que atraviesan las naciones, impulsadas de una idea
deslumbradora, arrastradas por un deseo inmoderado de
bienestar y de progreso, es el más difícil de desempeñar,
el más peligroso y comprometido para .quien carezca de
ciertas condiciones que le eleven sobre el nivel de los
demás revolucionarios, que le den prestigio, autoridad y
fuerza para absorber en su opinion todas las opiniones,
en su deseo los deseos todos del pueblo que se revolu-
ciona.


y no nos referimos aquí á esos tribunos de las plazas
que peroran sobre un guardacanton, y arrastran á las
turbas á batirse desde una barricada, ó á incendiar la
casa y arrastrar la persona de una autoridad que resiste,
de un ministro que provocó con sus tropelías y mal go-
bierno las iras populares.


A esos les basta para desempeñar su papel un pul-
mon robusto, airados ademanes, y un valor personal á
toda prueba. Para dominar, para dirigir á las masas en
esos momentos de peligro; para ser su tribuno, su caudi-
llo al estallar una revolucion, es suficiente gritar más




142 SALMERON.
que todos, colocarse en primera fila y hacer el primer
disparo. Pero, logrado el triunfo, estos tribunos callejeo.
ros, estos revolucionarios de accion desaparecen ele la
escena para ocultarse en el rincon de alguna oficina, y
solo queda de ellos, por poco tiempo, en la memoria del
pueblo un recuerdo vago de sus hazañas personales, nun-
ca la huella indeleble de una idea regeneradora, de un
pensamiento político, de una reforma social.


Los verdaderos tribunos, los revolucionarios de la
idea, esos espíritus inquietos y analizadores que sueñan
con lo desconocido, que deliran con la perfeccion huma-
na, que todo lo conceden á la razon y nada á la Provi-
dencia, necesitan dotes privilegiadas, cualidades á propó.
sito para imponer su opioion á un pueblo, para trazar un
rumbo fijo á la revolucion, para reorganizar una socie-
dad sin que el resultado de su reorganizacion sean el des-
concierto, el cáos, la.anarquía. En la historia de las revo-
luciones modernas de Europa solo descuella la figura de
un tribuno; la figura de ftlirabeau; rtan grande, tan aca-
bada, acaso más perfecta que la de ftlario en la república
romana.


Para ser tribuno del pueblo, en la verdadera acep-
cion de la palabra, el repúblico que á ello aspire, ha de
pensar, ha de hablar y ha de sentir cómo piensa, cómo
habla y cómo siente el pueblo, á quien intenta dirigir.
Ha de identificarse con él en el recuerdo de sus tradicio-
nes religiosas, de sus glorias militares, de sus triunfos
pasados en defensa de su nacionalidad y de su independen-
cia. Ha de conocer á fondo sus desgracias y sus aspiracio-
nes, sus instintos y su carácter, su organizacion social y
sus opiniones politicas. Ha de llorar con él y sentir COl!
él sus vicisitudes y desgracias; ha de cantar con él y
gozar con él sus alegrías y sus glorias.




SALMERON. 143
Sentadas estas observaciones, veamos si el político,


si el orador que hoy nos tOC:t retratar, es un verdadero
tribuno del pueblo, como creen muchos, ó no es más que
un reformador vacilante, un filósofo, un soñador como
nosotros creemos.


Como político, Salmeron se proclama monárquico;
quiere un trono con una dinastía hereditaria, y al mismo
tiempo aboga por instituciones democráticas, por la liber-
tad absoluta de la prensa, por la enseñanza libre, por la
institucion del jurado, por el sufragio universal; quiere
un imposible, porque imposible es una monarquía con
formas republicanas; una república con el manto y el ce-
tro de la monarquía.


Como filósofo, proclama la caridad evangélica, y casi
defiende el socialismo, porque socialismo es defender la
ley de pobres, el derecho de las clases menesterosas, no
al trabajo, sino á la, asistencia, á los socorros públicos.
Como cristiano, enaltece la religion del Crucificado, y
pide el establecimiento de la libertad de cultos, la procla-
macion del libre examen. Como hombre de ley, en fin,
aboga por las garantías individuales, y concede ti las ma-
sas triunfantes el derecho de ejercer en ciertas ocasiones
la justicia popular, nombre con que se califica la vengan-
za del pueblo.


Con estas contradicciones, con esta mistificacion de
principios, de aspiraciones y de sistemas, ni se puede ser
verdadero tribuno del pueblo, ni repúblico eminente, ni
reformador de esos que dan nombre á una revolucion, de
esos que dejan una aureola de gloria en la organizacion
política ó social de un reino.


Tampoco por sus dotes oratorias, por el carácter de
su elocuencia cuadra con propiedad ti Salme1'on el dicta-
do de t1'ibuno. Para serlo, sóbrale imaginacion y sabe




144 SALMERON.
mucha filosofía. Los rasgos de elocuencia tribunicia, de
esa elocuencia enérgica y varonil que estallan en sus dis-
cursos, como eléctricas emanaciones de un alma genero-
sa, de un corazon valiente y apasionado, ofúscanse en
seguida bajo el tupido velo de apreciaciones abstractas,
de consideraciones filosóficas, tan oscuras, tan vagas y
confusas que no pueden alumbrar la nebulosa inteligen-
cia del pueblo.


En ese género de oratoria místico-filosófica-política,
Salmeran es una especialidad. 8us peroraciones en las
córtes constituyentes de 1854, donde se dió á conocer
como orador, están esmaltadas de frases poéticas, de
pensamientos elevados, de imágenes y de figuras un tan-
to afectadas y deslumbradoras.


Para esplicar que el sistema democrático no está re-
üido con la religion, y que su base son las virtudes evan-
gélicas, esclamaba: «80y demócrata; pero si para salvar
á mi patria hubiera de hacer el sacrificio de mi religion,
salvaria la religion, que está por cima de todos los paí-
ses: la democracia, señores, tiene recostada su cabeza
sobre el Evangelio ..... l)


Salmera n posee cualidades oratorias nada comunes,
y la práctica de los parlamentos le despojaria indudable-
mente de sus resabios de profesor, de discutidor de aca-
demia, adquiriendo sus discursos más animacion, más
amenidad, y su oratoria ese tinte político é intencionado,
ese carácter de combate, de lucha con que se distingue,
y que es tan peculiar á la oratoria parlamentaria.


La práctica haria á Salme1'an más publicista y me-
nos filósofo, más sintético y menos razonador, más natu-
ral y menos afectado.


Fogoso en sus sentimientos, exaltado en sus ideas,
enérgico y vigoroso en su carácter, el orador demócrata




SALMERON. 145
es muchas veces sentido, arrebatador y elocuente.
Cuando desoye ~a voz de su inteligencia, contiene los
arrebatos de su imaginacion, y se inspira únicamente en
su corazon y en sus pasiones, entonces no es el filósofo
soñador de sistemas políticos y sociales, el orador oscuro
y metafísico que alimenta la imaginacion del pueblo con
vagas teorías de derechos incomprensibles, sino el agita-
dor de las lIlGtS'1S, el glorificador de la rüvolucion, el tri-
buno del pueblo que irrita sus instintos y despierta sus
ambiciones.


Entonces le oireis defenderse de una acusacion de
retrógrado, y csclamar en tono conmovido por la indig:...
naeion y el deseo de la popularidad: (l i Yo reaccionario!
Cuando en las borrascas de julio, en aquellos días memo-
rables en que el sol arrojaba sangre por luz, y las pie-
dras estaban llenas de la sangre de los libres, estu ve
alentando con mi voz ti las masas populares, es puesto
mi peeho al plomo !IlGrtífero ..... i Reaccionario yo, cuan-
do en las cortas piginas de mi historia no tengo una sola
mancha, ni aparece trJ.za,la en ella otra senda que la que
conduce al martirio! .... ¡Reaccionario yo, cuando tengo
la ropa empapada en la sangre de los libres que murie-
ron á mi lado en defensa de la liberttd!))


Entonces le oireis definir y sancionar la justicia del
pueblo, y santificar la revolucion con estas palabras:


«¿Qué Sel entiende, señ)rt~s, por jll.,ticia pop:dar? La
necesidad que hay en mc)m,~tltos (Lvlos de '1118 1'1 pll -hll)
ejerza, en virtud de su supremo d~['echo, la aeciotl jU:-lti-
ciera que los tribunales ordinarios negaroil á los minis-
tros que faltaron á todos los deberes de humanidad, á los
deberes que ligan al hombre con sus conciudadanos, al
gobierno con sus súbditos. Veía este país q U8 estaban
desatados todos los elementos del mal sobre Madrid; re-


TOMO IV. 10




146 SALMERON.
cordaba en su memoria las cuerdas de liberales insignes
que habian ido á morir tal vez allende los mares; obser-
vaba que las cárceles estaban llenas de eminencias en la
libertad; traia á su memoria que se habia saqueado la
nacion con impuestos forzosos; enardecia su corazon la
sangre de los mártires del año 48; inflamaba su espíritu
belicoso los asesinatos de Galicia, y armaba su potente
brazo el dios de las batallas con el sacrificio de los íncli-
tos Zurbanos: antes pidió justicia contra sus verdugos, y
nunca se le dió; pidió castigo en vano para los crimina-
les, á quienes por su elevacíon nunca alcanza la pena; pi-
dió cadalsos, y no se levantaban, porque rara vez sube á
ellos el que tiene poder y valimiento; pidió cadenas, y
negadas tambien, atesoró resignacion, aplazando para el
día de su triunfo el labrarlas por su mano, y ponerlas en
los piés de sus sacrificadores. Tan vehementes recuerdos
eran el combustible de la revolucion; tan fuertes impre-
siones agitaban el soplo que debia inflamarla. Ahora
bien: cuando abusos tan grandes se habian cometido,
debió tener en cuenta aquel ministerio que si Madrid fal-
taba á lo que exige la cordura de la paz, provocado esta-
ba por quienes, fracturando las leyes, uncieron con ellas
á su carro á un pueblo invicto, leal y siempre probo, é
hicieron preciso que la justicia popular condenase al in-
cendio sus mal adquiridas fortunas, y descargase su es-
padajusticiera sobre los autores de su mal.


Pero, ¿qué significan, qué son esas represalias alIado
de los grandes rasgos de magnanimidad y de virtud de
que fué teatro lá'capital en aquellos dias? No eran cana-
lla, como decia el coronel Gándara, los revolucionarios
de Madrid. La pureza, la hidalguía no está en el fastuoso
traje; no está en la posicion; no está reservada por la
Providencia para los que nacen en elevada cuna, no.




SALMERON. 147
Cierto que habia gente de esa que se llama de chaqueta,
pero gente que, bajo la humildad de esta, sentia latir un
corazon grande y puro, como lo tienen touos los descen-
dientes de los Bravos y Lanuzas. Eran hijos del trabajo,
falanges de la industria, que viven del suuor honroso de
su frente; de ese sudor que es la riqueza de las naciones;
de ese sudor que está en nuestro destino para leccion de
los grandes, para enseñanza de los soberanos.»


Cuando así hablaba Salmeron en las córtes constitu-
yentes, no veíamos en el al filósofo, al reformador, al
apóstol de las ideas democráticas, sinü al jefe civil del
distrito uel Sur, nombrado por el pueblo en la revolucion
de 1854, ó más bien al agitador, al organizador de las
masas sublevadas, caminando á su frente por la calle de
Toledo, entusiasmándolas con su energica frase, con su
ademán decidido, y con las ondulaciones Je una tela. en-
carnada, improvisada bandera con que el tribuno Salme-
'ron guiaba á las turbas, á donde las guian siempre los
tribunos populares: á una muerte ignorada ó á una vic-
toria infccunua.


Discurso en defensa de la libertad de cultos.


«Seíiores, despues de algunos dias de silencio sohre las gra-
\OS cuestiones que ha sido objeto de las deliberaciones de esta
asamblea, silencio que algunos periódicos han interpretado á su
manera, y sobre cura interpretacion no me permitiré emilir ni
una idea, ni una queja, porque como soldado ele la prensa, res-
peto cual el que mas sus fueros; de5PQeS do este silencio, wngo
á tomar parto en una cuestion de suyo interesante y trascendental,
pues está ligada con la conciencia del hombre, enlazada con la




148 DlSCURSO EN DEFENSA
"ida terrenal y eterna de los pueblos, y llamada á resolver el
gran problema del libre exámen.


»Si, señores diputados, no es una cueslion efímera la quo se
ventila: es una cuestion que agita las conciencia~, que inllama
las uiscusiones politicas, que puede senil' de molh o para las
convulsiones sociales; es, por deeirl o a~j, el arsenal donde los
partidos opuestos á. las reformas ,ienen á tomar armas para hacer
la guerra a las instituciones y á los aman les de la liberlad; a la
vez que el arca de alianza, en que los partidarios del progreso,
deJa paz universal, de la ch ilizacion, de la riqUf'za de las nacio-
nes y de la fraternidad social ponen la ofrenda de sus creencias,
el holocaui>to de su conciencia.


»Permitid, pues, señore:;; diputados, al humilde indhiduo que
liene el honor de dirigiros la palabra, que ¡enga Ú }loner el dr
su criterio en aras de la cueslion religiosa.


»Pero ¿qué podré )0 decir despues de agotados los n~cursos
lüstóricos, politicos, eeonómicos y sagrados por los elocuentes
discursos que durante tantos dias, \ ienen cauti vando yuestra alen-
cíon? ¿Cómo podré dar nuevo interés y dulce colorido á un deba-
te, que para interesarnos deberia :ser gahanizado por una \ oz l11a:-;
elocuente, mas autorizada que la mia? ¿De !fué modo habré' de
ponerme á la altura de la cuestion, tan profundamente de~ell­
vuelta 'CIl el terreno de las prúelicas romanas }Jor PI Sr. Huiz
l)on8, de las teodas soeiales por el Sr. Suds, de la ciencia econó-
mita por el SI'. Montesino, de la filosofía histórica de España por
el Sr. Corradi y de las máximas evangélicas por el erudito sefior
Degollada?


»Bajo solo un aspecto puedo yo considerar este a~unto. La
cuestion, decia el señor ministro de Estado con esa autoridao pa-
triarcal que todos le reconocemos, está todavÍa en punlo muy
bajo; es menester levantada á su verdadera altura, y considerar
que discUlTimos sobre la principal de las bases, como filósofos y
católicos. Pues bien; á este terreno, tan dificil por lo abslracto.
vamos á llevarla los autores de la enmienda que se halla sometida
á la deliberacion de las córtes; al terreno de las teorías filosólico-
religiosas, de la filosofía de la historia y del derecho. En él, ha-




DE LA U:'ílDAD CATÓLICA. 149
ciendo 1'1 heróico esfurrzo de nuestros humildes conocimientos,
esperamos prohar, de una manera inconcusa, que nuestra enmien-
da está rn armonía con los instintos políticos de esta asamblea y
con la ci rilizacion dd siglo XIX.


}}.\nte lodo, smlores, e~ menester que hagamos una protesta
sineera y terminante los que hemos tenido el honor de firmar la
enmienda. \0 so erea que defendemos la libertad de cultos porque
seamos menos católicos que los que sostienen la intolerancia re-
ligiosa. \0, señores, tenelllO~ la conyiccion de que la ]"rligion
(Tistiana ('8 la primera, la unica yerdadera; y por eso no teme-
mos ponerla frente il frente de las demás, pues estamog seguros
de que no ha de perecer, ni ha de desprestigiarse con las lumi-
nosas polémicas del libre exámen. ¿Y cómo no estar persuadidos
de su triunfo?


» Pues qué, seiiores, el Enngelio, ¿no rstá por cima de todos
los libros sagrados de las demús religionrs? El Evangelio, ctÍdigo
d(~ santa manse(lnrnbrr, de liberta(¡ emancipadora, de purísima
caridad, de tolerancia fraternal y ele exámen uniyersal, ¿tirne las
alwrri1{'iolle~ de las Yarias seetas religiosas, 6 las dudas del filoso-
fi~l1l() pag-ílllo? La luz ine,;tinguihle del sol del Evangelio, ¿puede
SC'I' edip~ada por la interposicion del T\oran, fiel Zcnd-avesta, de
lo~ Y('da~, de los King:, 6 do las escuelas átieas? ¿Puede temer.
nada del choque y comparacion con esos elementos religiosos en
que ora se desata la \oluptuo;-;idad é intolerancia del Oriente; ora
se agitan por el fatalismo de Persia; ora so anona(!an por el pan-
teismo de la fndia; ora se descomponen ron el materialismo de
la China; ó hien se reqlel ren en choque elemo con la filosofía de
la Gl'eria? ;Oh! Xo: el encuentl'o con lales errores será la señal
del triunfo eat6lico.


}} Oespues de e~la protesta, eleyemos la corsideraeion hácia la
conciencia y el culto, la libertad y la intolerancia religiosa.


»¿Hay algun poder que pueda ahogar la yo? de la conciencia?
¿Está en I(mano del hombre borrar lo que respecto á su Dios
11('va cada uno escrito en su corazon? Ese cúdigo de origen y ten-
dencias etC'males, ¿puede derogado ó romperlo la obra dellegi~­
lador, perecedera, imperfecta y contradictoria? No: la conciencia




150 DISCURSO EN DEFENSA
es, señores, tan libre como el pensamiento, tan espontánea como
la voluntad, tan inquebrantable como el alma. Si de ella nos tras-
portamos al culto, vemos, soñores, que la una e~ a la olra, lo que
la palabra a la razon, la luz á los ojos, la gratitud a la benefieen-
da. ¿Y quién e~ el que corta el yuelo de la imaginaeion religiosa,
cuando habla, admira y bendice á Dios, sobre el ara do la reli-
gion? ¿Quién es la mano impía que cierra al culto su templo, su~
manifestaciones, y no tiembla al ver que Dios lo dejó ahierto yal
abrigo de las tormentas sociales?


)J¿.No veis, señores diputados, que el tolerar la libertad de
conciencia, y no admitir la libertad de cultos, es consignar el
dualismo del hombre, dhoreiando el alma religiosa del cuerpo
r@verencioso? ¡Ah! Des(;onoeer que la conciencia y el euIto deben
ser libres, equÍ\ale á la mas cruenta mutilacion del hombre y de
las sociedades.


ll¿Y qué conseguireis con desconocer estos eternos principios?
¿Evitais el culto, ó lo estimulais; buscais fanáticos ó puros cre-
yentes; ganais hipocresía ó religiosidad? MediLadlo bien, vosotros
que sabeis que las leyes deben tener un fin posible, racional y
conveniente.


»La libertad en cuestiones religiosas signil1ca mucho ma~ que
en los ámbitos de la política. El cullo priyilegiaclo COIl porjuicio
<Ir otras distintas liturgias es I'eplll~jyo, porque combate; intole-
rante, porque dispersa; anti-evangélico, pOl'lJue E'ncmisla; y nada
grato á los ojos de Dios, porque impone la hipocrcsia. La intole-
rancia en filosofía exagora el principio de autOl'idad, en política
multiplica las revoluciones, y en religion niega asilo á los proseri-
tos que en una sola despedida dan el adios al culto y á la pálria.
jAh, señores! La intolerancia es la escoria de la hipocresla que el
torrente falli.ttico arrastrlÍ hileia el oeéano I'eligioso~ y que este en
su flujo y reflujo arroja á las playas del Iihre exúmen.


nLa historia modorna nos lo dice; pues á medida que la civili-
zacion ejerce en las constituciones su podero~o inJlujo, tÍ la intole-
rancia huye avergonzada y la lihertad de cullo~ es la reli¡üon
(101 Estado, ó la conciencia se emancipa y el culto prirado gana
terreno en las loyes fundamentalos. Permilidme sino ulla eseur-




DE LA UNIIlAD CATÓLICA. 151
sion á las principales constituciones, y á la historia rcprescnla-
ti va de nuestro país.


llEn Portugal, en ese país eminentemente religioso, porcion
desgarrada de nuestro mapa, se profe~a el (:atolieismo; y sin em-
bargo, se permite á los c:5tranjeros el culto doméstico de sus re-
ligiones nn ea~as (leslinadas al efecto. Bélgica, esa nacion modelo
de constitueionalismo y de progreso económico, deja en libertad
el cultopúblico.y la manifllstaeion de opiniones, y prohibe que
nadie sea compelido a ob~erYar otros cultos.


))La Francia, (Iue tan cara pagó la intoleraneia, parece que
recum'da con orgullo los triunfos del libre exámen, y deja que
cada uno profese libremente su opinion, y reciba del E~tado igual
proleceion para su culto, Los E~tac1()s Unidos, tan poderosos por
su apego ú la lihertad en todo y para tocio, creyendo que entre
el hombre y su Dio:" nadie puede interponerse, á no ser un tirano
Ó un e~túpido, deelara incompetente á su congreso para legblar
en materia religiosa. La Inglaterra, mimada por el parlamenta-
rismo, no cambiaria su tolerancia religiosa por el mejor 11oron de
su corona pollLiea; y ávida por llevar ú sus mercados cil'culacion,
c:apilales y adelanto, veria abrirse la tumba de su prosperidad el
día en (lue la intolerancia levantase su ensangrentada cabeza. La
Alpmallia, esa Grecia moderna, ese foco de ideas grandiosas, esa
Pale~tina filo¡;6!ka en (Iue la razan ¡;llhlimc tiene fijos sus absor-
tos ojo~, \enclel'ia hoy tan cara la tolt'rancia religiosa, como caro
le costó ~n triunfo. ¡ Qué más, señore!': diputados~ El een-
t ro del catoli('j~mo, d suelo en que descansa la piedra funda-
mental de la iglesia, noma, tiene la sinagoga frente de la Basílica;
y orgullosa de su loleranda creeria llegada la hora desu perdicion
~i renunciara a prúetica tan fraternal. ¡España, solo España es el
norte de la intolerancia en un mundo regido por leyes atractivas!


J) ¡Qué poco hemos ganado en esta senda de chilizacion!
En 1797, cuando la tolerancia religiosa tenia que luchar con la
inquisicion, se espiclió una real resolucion que, con el fin de atraer
los adelantos de la induslria, prcycnia al Santo oficio que á nin-
gun artista ó fabricante estranjero le molestase por sus opinio-
nes religio~a:" siempre que respetailc las costumbres públieas.




152 DISCURSO EN DEFENSA
jMentira parece que quince años despues la nacion, reunida en
córtcs, no se contentara con prohibir el ejercicio de cualquiera
religion no católica, sino que abarcando el dominio de los tiem··
pos, quisiera sujeta r las generaciones futuras á no (lar un paso
hácia la tolerancia religiosal ¿,Y fueron mas afortunados los legis-
ladores de 1837 y 18íil? Seguramente no.


»La prediccion desapareció de aquello~ c!Í(ligos fundamenta-
les: en ellos no se dice que la religion católica es y sera perpó-
tuamente la esclusiva del Estado; pero se guarda un desconsola-
dor silencio respecto de la libertad religiosa. ¿Dónde, pues, está
nuestra civilizacion, sí, como habeis Yislo, todas las naciones
cultas vienen profesando, las unas la libertad ó la tolerancia a h-
soluta, las otras la tolerancia ó libertad relatha, en tanto que
España, al principiar la segunda mitad del siglo XIX, y cuando
el libre examen llama á sus puertas, ya á establecer un estado
escepcional perpétuo para el culto no católiro?


»Pero, ¿hemos adelantado con la base quo propone la comision?
Nada, absolutamente nada. Pocas palabras baslaran para probarlo.


»La comision ha dicho: ((nosotros hemos convertido el hedlO
»en derecho; lo que ,iene tolerándose lo establecernos como ley;
»)las opiniones, ienen siendo libres; consignemos que lo sean, sielll-
»pre que no hostilicen ú las práctieas de nuestra rcligion.» ¿Qur
hemos adelantado? Fnicamenle que lo que en 1797 se permitió á
los estranjeros, se haga hoy estensho ú los españoles. ¿Y m; esto
ponerse al nivel de la civilizacion europea, ó estacionarse cuando
el mundo todo marcha agigantada mente háeia el múximum de su
ilustracion? ~o, en verdad.


»En suma, señores; en la parte histórica se ye que somos los
mas atrasados de Europa; que estamos en contradiccion con el
progreso universal, y que en el payés de unas cortes levantadas
sobre una reyolucion radical, no se halla el emblema regenera-
dor de la libertad religiosa.


» Viniendo ahora al método con que los señores de la co-
mision han defendido la hase, preciso es confesar que han inC'ur-
rido en graves errores. El Sr. D. Modesto Lafuente, en un (lis-
curso notabilísimo por su erudicion histórica, nos dijo: «no s(~




DE LA UNIDAD CATÓLICA. 153
»)cui,1 e~ la cau~a de la desgracia de la comision que no acierta a
))satisfacer á nadie: el clero se revela contra la hase, porque la
)tiene como atentatoria al catolicismo: y se reyelan los partidos li,-
llherales, porque la creen intolerante.» S. S. ignora la causa,
y yo deho decírsela. En materias religiosas el eclecticismo es insm:-
lrnible, porque entre la libertad y la intolerancia no hay t{>rmino
medio posihle; pues la conciencia y el culto, para ser una yenlad
a los ojos dd fanútico, no pueden estar libres; y para ser acep-
tables á la escuela liberal, no debrn hallar~e encadenados. Y si á
esto se une (IU0 del fanati:"mo y de la lihertad se ha rlegido la
transaceion p00r; si á esto añadí~ que se ha querido contentar ú
la ;;;iempre rebelde in tolerancia, rechazando la libertad hasta del
C1Ilto privado, y se ha I)]'(~tendido acallar al liberali:-;mo siempre
dócil, concedi("ndole la innegable lihertad de opiniones religio-
~as, ¿o~ r~trañal'<l elclescontento general? Seiíores, la comi;;;ion
ha dicho: (<fanáticos, ,uestro imperio declina; Iih('ralrs, yueslra
llépoca no llegó aun en el cuadrante de las religiones.» ¿Concebís
semejante neu'ralidad en una contienda de creeneÍas yiyas? Es
mús: la baso deja Iihre á la conei(mcia que no puede menos de
srrlo; y somet(~ al yugo de la au toridad humana el culto, que
pcrtenece solo á nios. ¿.Cahe cOlltraclicdon mas fatal en un asun-
to donde el m{·todo c\igc tanto estudio y tanta lógica? ¡Se pone
el dogal de la intolerancia á lo que puede limarle, al sé!' físico,
ú las manifestaciones de la eoneinn(~ia: y se afecta emancipar á lo
que es libre por esencia, á las creencias, al pensamiento~
)~Iás todavía: el SI'. Lafllente debió tenel' eIl cuenta qtW


para ser ech"clico es menester estudiar todas las escuelas; sor-
prrnder sus principales !'eeretos; reducir a una sola las ideas
fundamentales de las mas opuestas doctrinas: hacer, en fin, como
dice Leibnilz, lo que ('1 minero r el diamantista, sacar cloro de
entre la arena, y el brillante de la t();~ca piedra. ¿Y ha separado
la comision, al formular la basé segunda, la escoria de la riqueza,
el elTor ele la ycrdad, ele la Iib('rtad la intolerancia? Seguramen-
te no: y h{' aqui el origen de Sil incompreIlsihle desgracia.


)Pero hay otro error, señores, de procedimiento y de método,
mús trascendental (" in~uperahl(', v que cometió el ilustrado se-


. "/


/;>'~


/? /




154 DlSCURSO EN DEFENSA
ñoi' Olózaga, S. S. que pOl' su car¡'wter es altamente homhre de
ah!'\lraceiones; que se remonta siempre al ideal de las polémicas,
y que hace alarde de tener fino criterio, decia en la última ses ion
contestando al elocuente discur~o del S,', COJ'\'adi: «~O hay para
»)tlué ah~trael'se; la ab~traccion es inútil en estas cueRtione~; ya 1ie
»)consulte Ú la escuela fil05ófica, á la escuela histórica ó á la uti-
»)litaria. )) ¿.Dllcia tan münenle publicista semejante idea con
profunda conviceion? Imposible, La escuela utilitaria, que desde
Cal'lleades ha~ta Renlham viene sosteniendo que las leyes reales
y positivas dan orígen al derecho real y positivo, y que no hay
noticia cierta de lo jmto y de lo injusto fuera df~1 derecho cons-
tituido sobre la base ele la utilidad, del bien material; esa escuela,
señores, que para ser absurda le faItaba ~olo negar la existencia
eJel derecho natural, y lo negó; esa escuela, repito, al resol rer la
lihor[ad de cullos, opta por ella, it tnwque de aumentar la rique-
za, la poblacion y el ¡;aber. ¿Y quó ¡;uccde con la escuela 1iIo-
sólica, inaugurada por Cl'oeio é idealizada por Kant? Lo mismo,
señores diputados. Su múxima fundamental ele que el l)l'incipio
del derecho es la sociabilidad diri¡óda por la razon ~ y de IJne ei
derecho CR una série (le yerdarles ahsolutas, ·110 puede tr¡}íl~igir
con la intolerancia, eD('miga irreconciliable de la soCÍahilida(L (.
incompatible con la vcrdad del Iihre e\úmcn. r ~i de ,H[uí pa~a­
mo~ ú la escuela histórica, que prinl'ipia en Yieo y acaha en
Sabigny, ¿veremos mejo!' parada la hase 2:? No, seguram(mte.
Los que, ('omo i'US doctores, sostienen que el Icgisla(ior debe hacer
lo que el pretor romano, dar "i(la juddiea ú. las (:o:'itumbreR racio-
nalmente arraigadas y suprimir las muertas, no pueden consentir
que la intolerancia do ('uIlo~, que tan irracional y parasita r5,
ocupe un lugar di~linguido en la ronstitucion de lo:, puehlos Iibre~.


»)De este modo, señores, responden á nuestro fayor la abs-
ll'aceion f1lo~Mica y las cs(~uelas del derecho. ¿Qué mucho qlle el
háhil Sr. Olózaga temiera que os remontárais ú tan elevadas re-
giOlH\3, (Ionde su opinion no cncuentra apoyo, y dond(~ la razon
pura se levanta Ú protc~ta r contra la ha~c en ('uo~lion?


))Olra no menos grave equi \ ocacion padoei6 01 SOOOI' ministro
de Estado al o"uparse dr esta cuestiono S. S., con un tono aIla-




DE LA UNIDAD CATÓI.lCA. 155
menle filosófico, con una elocuencia casi persuatliva, con una voz
paternal, nos decia: «"'tirad que si maJ'chais por la senda de la
» libertad de culto~, cuando yohais la vista atrás os encontrareis
»soloR, sin vuostras familias, sin yuestras mujeres, sin vuestros
»hijos, y los puehlos en ma¡;a os abandonarán.» Este terreno:
señores, no es el terreno de la euestion, sino el de la razon, el de
la lilosofía. S. S. es mucho más ilustrado que yo, y sabe bien
que cuando se ha consullado ú los pueblos sobre reformas tras-
cendentalos de religion ó de ciencias, ó no ha podido prolestal"
doctamente contra el error, ó ha sido víctima de las preocupa-
ciones en que la tirania se gozaba de verle ¡mmido. La historia ates-
ligua continuamente esta idea desgarradora. ¿BecoJ'dais, señores
diputados, la ('ondpnaC'Íon de la doelrina favorable á la existeneia
de los antípoda~? Pues la causa fué el que San Agustin negó su
c\islencia. ¿Recordais que Copérnico murió sin publicar sus fa-
mosas revoluciones astronómicas, que robaron á la inmensidad
del espacio el secreto (le la armonía celeste? llues}ueron la causa
las preocupaeiones del yulgo y las hogueras de la lnquisicion.
¿.Reconlah que las córtes de Portugal y GénO\ a lanzaron sobre
rl inmortal génio de Colon la calumnia de la locura, retardando
<lsí el de~('uhrimienf() ¡]('l Nuevo-Mundo'? Pues la falta de ilustra-
rion oca,ion<Í retraso tan fatal. ¿RecoJ"(lai~, por último, el herói-
eo esfuerzo de Galileo, cuando obligado en el tormrnto a negar el
movimiento de la lierra, calma ha su agonía con aquella:; melan-
cólicas y profétieas palahra:'> : «e pUl' si muovc'!» Pues era la ln-
quisieion la que resolvia con el dolor los problemas de la astro-
nomía. Siempre, señores diputados; siempre la preocupacion y las
lendencias del fan¡llico húeia el oi'euranLislIlo han cerrarlo el paso
ú las grandes reformas. ¿Qué otra cosa hemo,; de ver al tocar a
ia religion'? Pero eomullacl, no á las mujeres fanatizadas, sino ú
las de raZOll ilu~trada; no it las preocupaciones, sino al huen seIl-
tido; no al pueblo en general, sino á los hombres pensadores, y
no lodos proto¡<larún contra la reforma.


»Tengo que reelilil'ar, aunque eon suma pena, tlLro error en
que in('mrió mi digno mansLro, el célebre canonista Sr. AguilTe.
S. S., con esa hahilidad que :;iempre le ha distinguido, con ese




156 DISCURSO EN DEFENSA
lino de heJ'Í!' la cuestion en lo mús viro, nos decia: (ICuidado que
»la cucslion se "a cs!raviando; euidaclo que el legislador debe
»('on'-ertir el hceho en derecho; cuidado que la opinion púhlica
)elebe yenir indieando las reformas que tlebcis haeer; cuidado que
))si no ~cguís esla prúclica u~ada en todo:, tiüll1 pos, cuando ereais
)que lcneis una constitucion sólida y permanentc, ycreis que
»cae por los eimien!os un edificio malamente le\-anlado.) Yo prc-
gunto á S. S.: En las reformas rdigiosas, ¿se ha eonsullado
siempre it la opinion públiea? ¿El heeho sc ha cOIl\crtido en ele-
recho? ¿El legblador ha sido siempre lestafelTo de las preocupa.:
ciones populares? Ha habido mueha~ reformas: diró mil:" todas
las rrfonTIas trascen(lentalcs en materias religiosas han sido [oma-
das por una razon suprema, y la razon ~;e ha conYNlirlo rn drl'ceho.


)nÓ aquí, smiOJ'eil diputados, lo que \oy á probar al eontes-
tal' á esa idea emitida por mi dignísimo maestro. Cuando Cons-
lantino mareha eontra Majencio, y viendo en los aires ondear cl
lúhal'O en que leyó In IInr sifll1() 1'/II(,I'S \ sepulta rl1 pi Tihcr á i;U
contrario, y declara religioIl del E~tado al calolieismo: ¿('on\ irlió
el hecho en dC'J'ec!to, Ó IIev6 su ('omersio/l al rorazon de ~u im-
perio? Rccaredo ahjura el arriani-mo en el COJl('ilio di' Toledo,
y el crisliani:,mo pasa c!r::;do los jrres ¡Jr la miliciíl :lll~la el hu-
milde rombatienle: ¿wis rn r~[o oll'a ('o~a que el triunfo do 111](~~­
tra religioll (lcrramando ilU luz desde la~ g-I'ad;l~ de un trono so-
hl'e la arriana mllehedumbJ'(~? Cuando Enrique \'Ill de Inglater-
rll, ciego de ()h~CeIlidad, cambió la disciplina de la iglesia au-
glieana, y por Yengal'se del Papa se hacc jefe tic ella, y hac(J la
reforma del Estado, ¿yeis más qlle rI deseo de easarse con Ana
130lena en aquel gran camhio que tanta sangl'c cosió it i'U nacion?
Más larde en Franeia Cárlo~ IX decreta la matanza de Sainl Bar-
trlemy; El1l'ique IV abjuró el caJyini~mo, y en Nantes otorg6 la
libertad religiosa á los protestantes; y tui~ XIV, a(lurl monarca
qne crda ser el Estado, re\()('ó c~[e famoso edic[o, Tll'OYOCÓ las
dragolladas, y ahuyentó al protrst(lntisl11o ele su reino; ¿y se ye
en estos cam·hio;; al h(")('1Io con\ ertirse en derc('ho, (í al legislador
y ~ohCl'ano inidal' las reformas, eon más ó meno~ pureza, ton
mayol' Ó meno\' templanza?




DE LA Ul'iWAIJ CATÓL1CA. 157
)) Yo bien sé que hahril de replicúrsellle que 10i; cuatro paíse:;


á que me lw referido estaban rcJ'ormados en su" cJ'eeneia:-;, y
que sus reyes fueron arrastrados por e:'itas. llero, ¿es esto po-
sili VO"?


))Podrá haber entre los ejemplo:, ritados alguno en que las cos-
tumbre" hayan influido; pero de se;;uro que, mas que el hecho,
habra moth afio el derecho la yoluntad de los monal'('a,~, el im-
perio ¡le la razon, (\ un ,;uce,,;o iue5perar!o, POI' lo domas, nosotros
aceplamos la leoría de que el he ellO df~ha producir el derecho;
aun en este ca~o nuestro triunfo es seguro; porque el c['istiani~mo
es el hecho mús I~ulminallte y el cristianismo condena la intole-
rancia; la asamblea cuenta en su sello gran número de adictos a
la libertad de cultos, y esta circunstancia es un precedente mús;
y por último, pI país sabe (Iue abogamos por la libertad religiosa,
y firme en sus creencias, espera tranquilo nuestro soberano aeuer-
do, :-;in que la eHltacion de su~ prelados les mue\ a á protestar
conlra la minoría, )' mUI,J¡o menos ú rebelarse contra la reforma,
en nombre de la intolerancia ó del fanalismo, Y si tal no aconle-
ciera, ¿duda dais ele que el legislador debe elevarse sobre la esfera
de la hUlllanida(l, y de~d(l all ¡, a poderúndose del foco de luz que
le da la razon y la filosofía, dirigir por medio del estudio de los
pueblos ~u m{tr('ha lJúl'Ía el porvenir? Solo esto os e.\igimos, En
otro terreno mú:; illler('~ante se puede plantear aun la cuestion,
XosoLl'oS no debemos perturbar ninguna institucion social; debe-
mos ir labrando las reformas sin herir la familia, sin hacer qne
retrograden los pueblo~, sin lastimar la religion, sin conmo\-er los
E>itados, ni hundir la ril[ueza nacional. Ahora bien, 'señores dipu-
tados, si probasemos quc, lejo,,; de ofender tan sagrados intereses,
los desal'l'olla y embellece la libertad de cultos; si demostráramos
que la intolerancia religiosa los degrada y estaciona, ¿podríamos
dudar de que nuestra enmienda habrá de merecer la aprobacion
de la cúmara? Vuestra ilustracion suplirá á mi pobre razona-
miento,


¡¡La familia, señores, cuna de las sociedades, modelo de los
imperios, despues de haber pasado por la infancia del paganismo,
~e ha l'obuslecido al contacto de la religion católica, y solo hú




158 DISCURSO EN DEFENSA
menester de la libertad religiosa para llegar al término de su feliz
carrera.


)jeon efecto, al abrir los códigos de Grecia, causa repugnancia
el ver tan prostituida y degradada la mujer, tan falal é inhumano
el destino del hijo, tan tiránico y cruel al padre. El rapto como
presa de legitimo matrimonio y la promiscuidad de mujere~ admi-
tida por base social, ¿no os pare(~en, señores diputados, el preám-
bulo de aquel drama que principiaba con degradar á la mlljCl'
en el hogar doméstico, y acababa prostituyéndola en el templo de
Venus? ¡ Y qué diremos del hijo de familial En la plaza libre, y en
la casa esclavo; y si la naturaleza le lanza imperfecto al mundo,
los ancianos le condenan á morir, arroj ándole a la sima A poleles.
¡Qué horror!


))¿Y podrá preralecer esta jurisprudencia pagana contra el
triunfo del cristianismo? iOh~ ~o. Religion de earidad, debía evi-
tar que la mujer se comprara, se usara y eselavizara; que ('1 hijo
se vendiese, se espusiese y se matase; y lo evitó ele\ando el ma-
trimonio á sacramento; y devolviendo a la humanida(l el indivi-
dualismo, que las naciones paganas menospreciaron en tan alto
grado. ¿Pero ha llegado la familia á la [lerfeceion de que es ca-
paz? Los dominios marital y paternal, ¿podrian moderarse con el
libre exámen? Indudablemente. Aquí, donde las tradiciones le-
gales no permiten la libertad religiosa; donde la [lresion en mate-
ria religiosa comprime los nobles instintos del corazon; donde no
se leen las grandes obras de los reformadores contemporaneos;
donde no se observa de cerca la organizacion de la familia den-
[ro de las demás religiones, ¿cómo ha de duleificarse más el se-
ñorío marital, y aliviarse la condicion de las familias? Y si algu-
no, celoso en demasía por nuestra constitucion doméstica, temie-
ra por su suerte, ¿no se tranquilizará tenienclo los legisladores
el recurso de conservar lo bueno de ello, y cambiar sus im-
perfecciones por la armonía legal que la escuda en Francia y
Alemania?


»8i de la familia pasamos al derecho de gentes, nuestro triun-
fo se hace mas indisputable. Examinémoslo en las mii\mas tres
grande,; fases del paganismo, el cristiani~mo y la libertad reli-




DE LA UNIDAD CATÓLICA. 159
giosa. Sellores, cuando en las obras del repuhlicano Platon y del
severo A rist6leles se lee que el e t:'cI a \ o lieno distinta organiza-
cion que el hombre Iihre, y (Ille entrr griegos y harharos no hay
dehere~ de humanidad, porque la Grecia eslil llamada a ser do-
minadora, un ¡ay! de compasion contestaba á blasfemia tan cl'lwl.
Cuando reeuenla el político que la diferencia de razas legitimaba
la guel'l'a, y que e~la era un juicio de Dios, en tIue las cahezas
de lo:; veneido~ eran consagradas a los (Iio:-;e:-; inlernales , y su~
cadáveres profanados, como el de néctor lo fué por Aquiles, el
alma se cOlltrista al ver la impotencia del filosofismo.
)~Ias ¡ay ~ que por fortuna de la humanidad debia anun-


ciarse el cl'i~lianh;mo suprimiendo los sinónimo~ de estranjero,
bárbaro y enemigo. Por ella el principio de «mala al yencido») se
borra del derecho intel'IlaCÍonal, yen su sangrienta púgina se gra-
ha e~ta frase de ternura: ((perdona a tu contrario.») Desde enton-
ces se considera la guelTa COIllO la mayor de las calamidades;
la diplOlllaeia toma a~iento en la~ asambleas del derecho, y los
publicisla:-; mas eminentes ~e desviycn por hallar la piedra filo-
sofal de una paz perpétua. ¿Y sabeis dónde creen hallarla, seño-
res diputados? En la libertad de cultos. Desde SainL Pierre hasta
Kan!, dc~de Housseau hasta llentham, los proyectos de una
asamblea intel'llacional viene siendo el predilecto esludio del
hombre de Estado; pero sus esfuerzos seran inútiles, en tanto
que la tolerancia IÍ la libertad de cultos no impere en las nacio-
nes congregadas. Ellas hacen fraternizar á los pueblos, prote-
giendo igualmente todas las creencias y todos los cultos: ellas
dulcifican las costumbres, arrancando las raíces del fanatismo
político y religioso: ellas tienden a la armonía económica, qui-
tanclo de los confines de las naciones la yalla de los sistemas
prohihitivos: ellas hacen imposible la agresion reciproca de las
religiones por contacto de las creencias y los ritos: las dos pre-
paran la alianza unÍ\el'sal, enlazando familias é intereses de ten-
dencias tal vez opuestas; y unidas, no lo dudeis, señores diputa-
dos, entronizan el imperio de la razon derribando con el libre
examen los cimientos de la intolerancia.


» j y cuanto no las deberia la religiol1 católica! Esla, que por




160 DISCURSO EN DEFENSA


las verdades que encierra es la verdad tmica; que por los benefi-
cios que dispensa es el sumo bien; (¡ue por la disciplina que
mantiene es la mas protectora, y por la santidad de sus ritos
es la optisima liturgia, ¿qué tiene que temer del lihre exillnen'!
¿Sucumbinl su dogma ante el mahometismo, mezcla impura de
judaismo y orienlalismo? ¿ Decaeril su prestigio, poniendo sus
emblemas fl'flllte á los mitos del Sabeisla que adora al ~ol'? ¿Se
penlera la fé de sus misterios, llerando, por ejemplo, su sanLa ~
sublime Trinidad al palenque, donde se engri¡~n I()~ Braharnanes
con su miserable Trimurti? ¿Ahuyentara el certámen á la paz que
al espíritu inspira la venida del )Ie~ías, cuando hable el ju-
daismo, que esperándole se des\ive, y por que no llega abjura?
¿O quizá nos haril envidiar el ridículo feliehismo su~ prúdi('as
impuras y su politeismo descon80Iado:'? No: al cri:,;tiani~m(), ~c­
mejante al Océano en ({ue 105 ríos se sepultan, irian á dar las
demas creencias; y si por un momento las creencias se turbasen,
la calma de la fé disiparia la tormenta, y la inmortalidad vendria,
como iris de paz interna, á evitar sus estragos.
))~o menos afortunado seria el catolicismo en el libre cxamen


de su disciplina. En el cuadro donde aparczcan la iglesia griega
con su emperador Sumo Pontífice, la luterana, sin cabeza lis1blo,
la anglicana con el Mculo y la esparla en~angrcntad()~, y la prcs-
biteriana en anarquía intcrminable, ¿quién disputada en primer
término á la católica, cuyas gerarquías de concilios, pontífice,
obj,;pos y prcsbíteros reprcscntan el órden mas admirable? Solo
es temible el ultramontanismo, yeso, por la exageracion de la
di~ciplina católica; exageracion, señores, quc ora se vale de la
hipocresía para conspirar contra la libertad, ora se sirvc del fa-
natismo - para impugnar las reformas; y sicmpre intolerantc, lo
mismo despoja de regalías á los soberanos, que de libcrtades á
los fielcs.


))Hay más. Con la libcrtad de cultos se aumentan los creyen-·
tes; y los fanátiéos, los indiferentes y los super~ticiosos se dismi-
nuyen; ponlue la crcencia que triunfa en el concurso religioso se
arraiga en la razon y en la fé; porque la indiferencia se alimen-
ta con la inaccion, el fanatismo con el error inalacablc, y la su-




DE LA LlBERTAD DE CULTOS. 161


persticion con per:-;everar en el elTor . ¿Y sabeis cuál es la conse-
cuencia de esta ,enlaja'! La unidad religiosa; no esa unidad
amurallada que ataba en los limites de una sola naciOlL sino la
que fundiendo en una rnligiolle~ dhersas, hará que la patria del
hombre sea el mundo; y qtW copiando del órden universal la ley
oe atraccion, con~eguirá que la luz de las demás creencias se
oculte entre los I'e~plandores del E, angelio, como al despuntar el
i'ol se confllnden entre ~us rayos los de:-;t<'llos del firmamento. ¿Y
6abels Ú. qlló conduce tan mara \llloso prodigio? Al perfecciona-
miento ele la liturgia y ele la disciplina por medio de la concur-
rencia, quo d(~~pi()rta Ú los ('spiritu~ dormidos sobre una fé inac-
th a d(~ Ilwra l'onlcmplacion; que estimula il rhalizar en pureza,
¡le celo y rito,.;; (¡lIe acrisola la:o; creencias por el arclien te examen
del dogma; y qU(~ últimamente, viene á ser la elóL'lrica pOl'tado-
I·a df~ la ei \ ilizal'Íon religiosa.
»Seflores~ y si la familia, la sociedad y la religion nada pier-


den, y pueden oh tener grandes triunfos con la libertad de cultos,
éerá posible que peligre la riqueza nacional ó que se altere la
paz del mundo? ~i lo uno ni lo otro. ¿Coneebís que la riqueza
disnünuya, siendo a~i que solo á la in10leranda la e~ dado el
trisU' prhiJe;..do di' ahuyenlar la poblacion, los capitales, la in-
dustria y (~l saber? H(,~pollcler('i,.; á esto que el catolicismo es
simpático para el t'Ol1lt'ITio, hO~Jlitala]'io para los estranjeros y
rü~tauraclor dl' la,; letr;¡~. ¿Decís esto'? ¿~o (';; \ m·dad? Pues oid:
como eató!ico,;. rceouoeelllo,.; la fuerza de la idea; pero, ¿ignorais
que ('8 natural la l'l;plil'a'! ¿Oh idai~ que lo que combatimos es la
intolerancia religiosa? ¿~o recordai . ; que yenimos del seno del ca-
tolicismo ú pedir todo lo contrario de lo que en 11:);2 dejó yer-
I)lOS nuestros campos, desiertas nuestras poblaciones, en quiebra
nuestros Illercados~ y nuestras cieneias en orfandad'? ¿J\o ereis
que, al defend('r la libertad religiosa, nos guia el nobilisimo de-
~('o de hacer odiosas las teorías que prm oraron la (~\pulsion de
los moriscos y la re\ ocacion del edicto de \antns, dejando á Es-
paña y Francia do,; maIl(~ha~ de sangro que nuestra generacion
lava eon el sudor de t>U trabajo?


))POl' lo que hace á la:; guerras ele l'cligion, ya no tornaran á
TOMO IV. 11




162 D1SCURSO EN DEFENSA
ensangrentar nuestros campos ni hundir la riqueza en el polvo de
los combates, ni á absorber en el espíritu (le matanza al g{>nio de
la libertad. Pasaron los aciagos días en que la Alemania se estre-
meció en sus cimientos al embate de Lutero; ya no yoh eran para
Suiza y para Génoya aquellos tiempos en que recibió e! bauti~mo
de sangre la reforma de Zuinglio y de Calvino; ya las calles de
Parí~ y Lóndres no vohedm á ser un vasto palenque de gladiado-
res fanaticos; ya, en fin, no aparecerá, por fortuna nuestra, el
destructor cometa de la intolerancia. ¿,Sabeis por qué? Porque al
fanatismo ha reemplazado la intolerancia; al despotismo la liber-
tad; el becerro de oro á las piras de! santo oficio.


))Pues bien, señores, si esas épocas pasaron, ¿qué es lo que
debemos buscar? La posibilidad. A este terreno habeis dejado re-
ducida la libertad de cultos. La habeis roehazado, siguiendo el
ejemplo de Roma, en la proposicion del Sr. lluiz Pon8; la habeis
rechazado, siguiendo el ejemplo de la escuela utilitaria 1 en la
proposieion del Sr. ~fontesino; la habeis rechazado siguiendo el
ejemplo de la escuela histórica, en la del Sr. Corradi; la habei:;
rechazado, siguiendo el ejemplo de la escuela evangélica, en la
proposicion del SI'. Degolla(la: pues por lo menos, señores, acep ..
¡adla en la teoría del derecho, aunque la encerreis en las capita ..
les ele proYinc'ia y puertos habilitado~, aunque no la permitai"
ver la luz del culto público. IIeIlJo~ acabado de consignar la so-
berania de los pueblos, y YflIIlOS á hacer, ¿qué? Que e! pueblo,
que debe ser soberano en todo, venga ti ser tirano de sí mismo.
¿A quién se le ocurre contradiccion semejante? El legislador ha ..
Ila la posibílidad de reformar, si con ella vienen la oportunidad y
la razon; si no inlllna, no merece tan sagrada investidura. ¿lIar
posibilidad y eompetencia? Somos legisladores supremos. ¿Ha lle-
gado la ocasion'! Somos representantes del espíritu reformador de
julio. ¿Hay razon suficiente? Hasta el catolicismo no,; la ha dado.
r si esto e~ en cuanto a la libertad absoluta y general de cultos,
¿faltaran tan decisivas cireunslaneias ti la enmienda que propo-
nemos'! Venimos el pedir la libertad de cultos, sin practicas es-
temas, para los puerto,.; habilitados y capitales de provincia.
¿Hay nada mas facil, nada mas natural, nada mas oportuno,




DE LA L1Br!.RTAD DE CULTOS. 163


conveniente y necesario, ni mas el). armonía con la época?
» Y, señores, esto no es nuevo entre nosotros; en los puertos


habilitados tenemos esta misma tolerancia establecida; en Alican-
te, Valencia y Málaga tienen los protestantes casas establecidas,
donde se reunen á celebrar su culto, sin prácticas esternas; y las
autoridades lo toleran, eomo no pueden menos de tolerarlo, por-
que de lo contrario, irian contra un hecho ya establecido. Tene-
mos, pues, ese ejemplo de tolerancia de cultos, que unido al de
los cementerios para protestantes, son una prueba inequívoca de
que el país ('~tá preparado para la enmienda que proponemos. Y
¡Oi' intereses materiales, ¿no ganaran lambien con la libertad re-
ligiosa"? ¿Qué duda tiene, señOl.·es"? Los industriales, los hombres
de negocios, ¿no \ OIlflrún mejor i este país, teniendo esta liber-
tad, que careciendo de ella? Los artistas, los fabricantes, los obre-
ros, podnln hasla cierlo punto pasar sin ejercer su culto; pero.
las mujeres r los niños tienen ab~olula necesidad de él; Y es por
lo tanto humanitario, ya que no pueden practicarlo aquí, mante-
ner las familias en otro país que el en que se establecen; y esto
ocasiona mayores gastos, distrae mas capitalr,;, ó impide que
rengan á estableeerse en nuestra patria.


)) Yo ruego a la comi~ion que acepte el pensamiento esencial de
la enmienda, aunque la modiflt{ue en las ideas accesorias. No
tl'alalllO~ los autores de la enmienda de perjudicar en lo mas mí-
nimo el culto ni la religion; porque, si bien somos partidarios del
liberalismo del siglo xnu, somos lambien amantes de la creen-
cia de nuestros padre,; que no SI! opone a la libertad de cultos,
sin practicas estemas. He dicho.))




;, .. :"


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,i:;




MOYANO·


Llámase generalmente orador de parlamento al dipu-
t:ulo que perora con soltura y facilidad, que discute eon
profundidad ó con ingenio sobre cuantos asuntos atañen á
la política del Estado, que entabla polémicas más ó menos
ardientes sobre la desacertada conducta de los ministros,
ó sobre la guerra injusta que las oposiciones les hacen, y
emplea en sus discursos ó en sus replicas ya una imágen
atrevida, ya una sentencia profunda, ora un epígrarna
delicado, ora un apóstrofe valiente ó provocativo.


En realidad, esta clase de oradores adquieren con
justicia y llevan con propiedad el dictado de parlamenta-
rios, porque esa variedad de entonacion y de estilo, esa
libertad en la forma, sin sujetarse estrictamente á las
reglas de la retórica, esa predileccion que suele darse en
los discursos á la poesía y al sentimiento sobre la lógica
y la ciencia, son condiciones indispensables en el gene-
ro deliberativo, son elementos necesarios en la oratoria
parlamentaria, que no es, como la académica, un puro
alarde de delicadeza en las ideas y de elegancia en la fra-
se, sino un combate prevenido ó improvisado del talento
contra el talento, del ingenio contra la astucia, de la pa-
sion contra la pasion.




166 MOYANO.


Estos oradores brillantes y arrebatadores que comba·
ten á todas horas y en toda clase de terrenos con las ar-
mas de la imaginacion, del sentimiento y del lenguaje son
los verdaderos oradores de parlamento, porque deliLeran
en vez de narrar, porque en sus peroraciones ocupa la
controversia el lugar de la esposicion.


Sin em bargo, existen tambien en las cámaras delibe-
rantcs otros miembros que no por carecer de esas condi-
ciones, que no por usar en sus discursos un lenguaje
claro y sin afectacion, que no por preferir la lógica á la
metafísica, la razon al sentimiento, la gravedad á la agu-
deza, el fondo á la forma, dejan de merecer la califica-
cion de oradores de parlamento, sino tan brillantes, tan
elocuentes, tan reputados como los primeros, más útiles
para los verdaderos intereses de la nacion, y tan necesa-
rios al menos para la discusion y adopcion de leyes y
disposiciones de carácter general y permanente.


Si al lado de los oradores de imaginacion ca se senta-
táran los oradores de ciencia; si la elocuencia deslumbra·
dora del sentimiento no alternaRe con la moc1esb elocuen-
cia de la instruccion ; si en los congresos se declamase y
no se discutiese, convertirías e la cámara deliberante en
un foro, en una plaza pública; los legisladores· en tri-
bunos y el santuario de la leyes en club de conspira-
dores.


A esos oradores útiles y necesarios en los congresos
modernos pertenece el diputado D. Cláudio Moyana, cu-
ya biografía vamos á trazar á grandes rasgos, haciendo
aplicacion á su oratoria de las consideraciones generales
que apuntadas dejamos.


Sin necesidafl de que lo indiquemos, habrá compren-
dido ya el menos avisado de nuestros lectores, que el an-
tiguo catedrático por Valladolid, como orador parlamen-




MOYANO. 167
tario, es sencillo, si bien correcto en el lenguaje, metódi-
co en la forma, claro y concreto en la esposicion de sus
ideas, lógico en sus deducciones, profundo y acertado en
sus juicios, intencionado y grave en el fondo de sus
peroraciones, cortés y conciliador en sus polémicas.


El antiguo representante del distrito de Toro no es,
por su c:l.rácter, sus estudios y sus convicciones, un ora-
dor político, declamador y polemista, sino un diputado
instruido, activo y celoso que comprende el gobierno re-
presentativo de distinta manera que otros oradores; que
tiene la conviccion de que se sh;ven con mas provecho
los intereses de 10'5 pueblos, promoviendo leyes adminis-
trativas y reformas económicas, que suscitando polé-
micas tempestuosas, dir,igiendo maliciosas interpelacio-
nes) ]llalgastando el tiempo en cuestiones de política per-
sonal, ó soliviantando las pasiones populares con decla-
maciones peligrosas.


Por eso, mientras otros oradores pronuncian elocuen-
tes y apasionados discursos, atacando al ministerio ó
combatiendo á las oposiciones, y conquistan aplausos de
las tribunas y calorosas felicitaciones de sus amigos, el
diputado Moyano, en modesbs y tranqnilas peroracio-
nes, con argumentos irresistibles, con juiciosas aprecia-
ciones, espuestas sin hojarasca y sin artificio, reclama
en 1855, corno monárq liico y político de ideas conserva-
doras, la sancion real para la constitucion; como hombre
de ley y dipu tado de conciencia, acusa en pleno parla-
mento al ministro de hacienda B1'avo Murillo por una
real órdcn sobre compensaciones, á su parecer injusta;
como hombre de administracioll y partidario de la lega-
lidad, se opone á la desamortizacion eclesiástica en la
forma y mo(lo que las córtes constituyentes de 1855 que-
rian plantearla; y COtllO jurisconsulto y hombre de go-




168 MOYANO.
bierno, InICla y sostiene en las mismas córtes una im-
portante ley sobre disensos.


Verdad es que ni los ruidosos aplausos ni las felicita-
ciones acaloradas recompensan al orador castellano al fi-
nal de sus discursos; pero tambien es cierto que el con-
vencimiento y la persuasion se han apoderado del audi-
torio y de la cámara, y para los oradores modestos, para
los diputados de conciencia y de convicciones, vale mas
ese triunfo oculto y pacífico que las mas estrepitosas ova-
ciones.


Por eso tambien, por su caracter, por sus estudios,
y su deseo de ser útil al país en su posicion de hombre
público, cuando desempeña la cartera de fomento,
mientras otros ministros se ocupan en organizar mayo-
rías, en hacer nombramientos, en dar decretos políticos
y de circunstancias, ~Ioyano consagra su celo y sus co-
nocimientos tÍ. confeccionar una ley general de carrete-
ras, y otra no menos importante y bien estudiada sobre
instruccion pública.


Concluyamos. D. Cláudio Moyano, sin ser uno de
esos oradores que dominan á los congresos con el poder
de su elocuencia, ejerce, no obstante, sobrada influencia
en las cámaras á que pertenece, y hácese escuchar siem-
pre con respetuosa benevolencia, sino por la brillantez de
su estilo, por la elevadon de sus conceptos ó la profun-
didad de sus sentencias, por la claridad y fuerza de sus
argumentos, por lo atinado de sus juicios, por la urbani-
dad de sus modales, por la cortesía de sus palabras y la
buena fé de sus opiniones.


Una cualidad sobre todas atrae siempre sobre Moya-
no, en su calidad de hombre público la consideracion y
simpatías de sus compañeros, y es su inquebrantable y
proverbial rectitud de conciencia á la que sabe sacrificarlo




MOYANO. 169
todo, escudado en aquella máxima con que terminaba su
discurso de acusacion contra el ministerio: Fiat justitia
et ruat ccelum.


Discurso sobre la desamortizacion.


«Señore~, entre las diferente,; cuestiones 1 gl'aves las más, y ár-
duas todas, ú [llH] lodavía tiene (Iue dar solucion esta asamblea,
no conozco ninguna que lo sea más, no conozco ninguna que lo
sea tanto como aquella cuyos dobales se inauguran hoy. Ella in-
torpreta tratados intemacionalps, í'\la i'e roza con el crédito del
Estado, y ella afecta ú interese" tan respetables como ~()n los ([11('
atañen al dero, al municipio y á los eslahlecimien(o~ de bene-
ficencia é in~tJ'uccion pública. No teman, pues, la~ ('fÍl'les que en
una cuestion de esla naturaleza, al ¡enntamos aqui nosotros los
conservadorci', lo hagamos movidos por un espíritu de partido~
ni menos impulsado:, !l0l' un encono político, encono polHico que
si siempre ~enlaria mal en los que e,;tán encargados de laR alta,;
funciones dn legi:·;(adol'(~s, nunca p(~or (Iue en una materia que
Heya en ~u seno el gt"f'men de grande~ prog'l'e-os Ó de grandes des-
venturas para el país, scgun la ~olueion legislalh a que lleguerno~
a adoptar,


)La asamblea puede haeerme la jUi'ticia de creerme, que i'i yo
alzo hoy mi débil voz, es únicamente obedeciendo los illlpulso~ de
mi conciencia; es porque \ engo, como \ osotl'OS, animarlo del
deseo ardiente de contribuir, E'n cuan lo de mí dcpenda 1 al desar-
rollo de la riqueza general; pero al mismo tiempo rcconoC'Íenrlo
que las nacionf's, y las naciones grandes eomo España, que las
naciones qUE' lienen una historia tan honrosa como nos la han
legado los IIt'cllos IwrlÍicos y limpios de nuestros mayore¡,;, liencn
más nccesidad que las de auquiJ'ir riquezas; vengo aquí, seño-
res, con el firme propósito de no hacer por la riqueza má~ sa-
crificios que los que estas otras necesidades consientan.




170 DISCURSO SOBRE
)¡Nosotros tenemos necesidad de re~petar la santidad de los


tratados; nosotros lcnemo~ necesidad de no amengllar en nada
los recursos que ~e han creido indispcnsable~ para atender de-
corosamente al culto y á los lllinistros de la religion de nur~l.ro~
padres; nosolros tonemos la obligacion de no disminuir los me-
dios con que euentan los municipios para atender á las muchas
necesidades del concejo; nosotros, en fin, tenemos la imperiosa
obligaeion de no consentir nunca que se tielTen las puertas de
los santos hospitales á aquellos que, ó por desgracias que :melen
suceder, ó por odad, despues de haber empleado su larga vida
en contribuir con el ejercicio de su industria al ~()stenimienlo de
la sociedad, no la piden, en sus quebrantoil, ('n ~u ,rjez, otro
galanlon que un lecho miserable donde morir. Seamos rico,;, se-
ñores diputados, cuanto buenamente podamos; Ill'I'O al mi~mo
tiempo respetemos la santidad de los tratados, seamos benéfico~l
~eamos justos.


¡)Señores, la primera neeesidad del hombre, la que mús á me-
nudo se renue, a, la que más difícilmente so remedia, es la de
alimentarse; y como la tierra es un elemento indispensable para
procurarse f'sas malerias alilllenlieia~, y como la tierra so POS(l('
en una estension limitada, sin que sea dado al homhre estl'nder-
la ni un palmo mús, i'úcilmente so conciho que todo l() que hace
relaeion á la llpl'opiacion del teJ'l'etlo, it su dislribucion, Ú ~u lras-
mision, ú su culliYo, ha de haber merecido preferentemente la
atendon de loclus loi' legisladores en lodos los tiempos y paísc¡.:,


¡)La naturaleza de un debate parlamentario, al qU(~ rara \ ez
pueden acomo(larse las formas acad(>micas, no me permiten es-
tenderme á manifestar las diferencias que des\enlajosamente se
encuentran entre la industria agi'Íeola v las demús. \ menos nw ~.. , .
detendré ú reeordar á lo:, se:lores diputados los diferentes siste-
ma,; de cultivo quo se han empleado desdo el vatrial'cado, que
consistia cn labrar la tierra los mismos propil1tarios, hasta el de
colonia de nues!ro~ clias. Cumple, ~í, á mi prúpó~ito, hacer obser-
var: primero, que cuanto mayor es el número de tierras pue:;ta;;
en eirculacion, lanto más bajo es el \alor de ctita~, y por consi-
guiente, tanlo más baratos los productos que en ella5 se dan; sc-




LA DESAMORTIZACION. 171
gundo, que cuando mil:; rl colono ~e aproxima a propietario,
tanto mayor es el producto agricola con que se queda, tanto más
es el capital de que puede disponer para la sucesiva reproduc-
cíon, y tanto mas perfeclo é inteligente es el cultivo.


llAsí, señores, sería de de~eal' que los terrenos estuviesen todos
cultivados por sus propietarios; pero como este puritanismo ma-
laria otro principio poderoso, tanto como útil, de ahí la imposi-
bilidad de adoptarlo.


») El hombre trabaja con la esperanza de descansar; el hombrt\
pone una yiña, planta un bosque, con la sep:uridacl de que á su
sombra yendrán á acobijarse sus hijos: no de otra manera se des-
cuajan los montes, se desaguan los lagos, se da direccion á los
rios; no de otra manera i'e convierte en un vergel el teneno que
antes solo producia maleza, sino espinos; y esto, señores, servirá
para manifestar á la asamblea que yo no puedo ser partidario de
la amortizacion.
IJ¿~i cómo habia de serlo) cuando conozco los males que ha


causado, a~í la civil como la eclesiústica, y todavía más la prime-
ra? ¿No están toda, la en la memoria de todos los señores (Iipula-
dos los perjuicios que ú la riqueza pública eausarOIl las \ incllla-
dones tiviles? ¿No e~tán en la memoria de lodos, los males que
causaron los mayol'azgos~ que eran un mal hasta para los mismos
poseedores? Y c~to sucedia muy particularmente entre nosotros,
en que una de las leyes, (Iue algunos c1n nuestros comen taristas
han llamado hasla barbara, la ~G de Toro, prohibirndo ú los
demás hij08 lo que se hubiera empleado en mejorar la~ cosas del
mayorazgo, con lo que ponia al poseedor en el mús hOlTihle con-
flicto, porque, ó tenia que ser mal mayorazgo, ó mal padre; lo
primero, ~i empleaba los ahorro~ en dar educacion á los demás
hijos y formar una dote para lat' hijas; lo ~egundo, si los empleaba
en mejorar lo~ hienrs amayorazgados y desatendia á los hijos.
Los hijos, seíiores, solian ser para el padre de familia el mayor
de los tormentos, cuando 0110:-; forman las delicias de los demás
padres. Solia ver en el primero quien le contaba los dias de ~u
\ ida, acusundole tal \ ez porque Yi via demasüido; \ eia a los
demas sujetos al equÍYOCO fayor de un hermano, que hasta consi-




172 DISCURSO SOBRE
deraba como una gracia el permitirlo,; sentarse {¡ su mesa; veia
las hijas, consideradas como un estorbo en la familia, a quienes
rsperaba la más amarga vejez, si es que desde su niñez no eran
ya víctimas de una clausura. Así se concibe como entre nosotro~
han desaparrcido tantos apellidos ilustres; as] se concibe como
una sola casa llegaba á reunir tantas (,(\:ias; por eso en esta par-
te, sin saberlo, sin quererlo, solia á las veces un gran mayo-
razgo rt'presentar un gran cementerio andando.


)) Pero, señores; si yo conozco los male:, que ha causado la
amortizacion; si yo no me detengo á enumeral' los que ha Jlrodu-
cido la eclesiástica, si bien algunas yeces exagerados por lo:, que
se han ocuparlo de ello, ¿por qué, me ]lrrgunlara la ('omi~ion, no
rotas nurRlro dictúrnen'? ¿POI' qué no le \ oto'? PO/' do~ razonr~ Ú
cual mas poderosas. Primrra, por falla de ('omp(~tencia en la~
córtes para acordar la desamortizadon que ~e nos pide; segunda,
porque, dado que fuéralllo . .; L:ompelenles, la desamortizacion que
sr propone es la lUenos eomeniülIte tic todas la,; posibles.


)) Falla de competencia en la::; córles. ¿Qu(\ hient'~ son los que
se nos pide (lile de~am()l'licemos? Aparte de los del E~tado: prime-
ro, los del clero; segundo, Jos de los propios; tortero, los de be-
neficen(~ia; tuarto, los de in~truccion; y luego siguen lo." dd ,;('-
euestro c1rl e'\-infante D. Cúrlos y alguno,.; otro~. ¿Somos nosotros
competcnte~ para acordar la d(~~am()rtizacion de los primeros bie-
nes (Ille :;e nos propone? ¿Somos nosotros competentes para acor-
dar la c1esarnortizacioll de lo~ bienes eclesiástico~? ¿Cu{lles son ho~
los bienes eclesiásticos'! Los bienes eclesiásticos son los siguien-
tes: los qun e~presa el concordato en el art. ;~S. Hice así:


((Los fondo~ con que ha de att'ndcrse ú la dolacion del culto y
»del clero serún:


1. o ldn producto de los bienes ele, ueltos al dero por la ley
JJde 3 de abril dp 18i1L


2.° »EI produclo de las limosnas de la santa Cruzada.
3.° ))Los produdos de las encomiendas y maestrazgos de las


)cuatro órdenes militares vat'antes y que, acaren.»)
))E" decir, bienes deyueltos al clero Jlor la ley de t815. ¿Y


qué bienes se devolvieron al clero en el aJ10 de t8i:>? A(/uellos




LA DESAlIIORTIZACION. 173


que en agosto de 1811 se mandú suspender su venta. ¿Y qué
bienes fueron aquellos cuya venIa se mandó suspender por el de-
creto de 8 de agosto de 18H? Aquellos que se habian mandado
vender por la ley de 2 de setiembre de 18B.


»JIé aquí los hienes que hoy se llaman eclesi~slicos, y hé
aquí los que se proponen en primor lugar para su venta. Y nos-
otros, ¿podemos acordarla? ¿Podemos tomar sohre estos bienes
un acuerdo legislativo? Senores, en estos bienes hay dos clases J
dos clases cuya ~eparaeion se eoncihe con la mayol' facilidad,
sin mal; que la lectura del documento que tengo en la mano, y
es el concordato. En el coneorclato, ley del reino, sobre lo cual
no puede caher la menor duda á nadie, ~ l'esl)ee1o á euyo carác-
ter el señol' minislro de gracia y justicia, cuando el otro <lía COIl-
lestó ~ una interpela('ion de mi amigo el Sr. Bueno, al pedir
tiempo, no pudo aludir á que lo necesilase Vara saber si era ó
no ley, sino por otras consideraciones it que habda que atender:
~ basta que me con leste S. S. eon un signo afirmativo para eo-
nocer que S. S. cree, corno no podia yo menús de f'sperar, que
es una ley delreiuo; y no solo es ley del reino, sino tralado in-
ternacional, que ()~ algo más que ley del reino, porque ley del
reino, aunque es mucho, no seria hastante para decir que somos
inc()mpetentr~s, porque por otra ley podríamos derogada, y si
digo que somos incotllpelen!l's, es porque es un tratado interna-
cional; Jlue!i este l['alado, al hablar ele los bienes ee!esiústieos,
reconoce dos c1asoi' de bienes, y eslo es muy gran', ~. no puede
ocultarse al conocimiento de la asamblea.


J¡En esta ley se habla dc bienes quo han pertenecido al clero
srcular en su ol'Ígen, y bienes que han pertenecido al regular, y
se dice los primeros completamente inalienables, los segund os
enagonahles como lo dice ('1 mismo púrrafo. «Pero atendidas las
»cireun~tancias actuales de unos y otros bienes, y la eYidentc
»)utilidad quo Ita d(l resultar á la Iglesia, el Santo Padre dispone
))que su capital se convierta inmediatamente y sin demora en ins-
»cripcionl's intrasferibles de la deuda del Estado del :.1 por 100, ob.
»SerVillldo~e exactamente la forma y reglas estableeidas en el
¡¡art. :J5 con referencia á la venta ele los bienes de las religiosas.))




174 DISCURSO SODRl:
»No se impaciente el señor ministro de hacienda, Yo le ma-


nifestaré lo que son unos y otros bienes, que es á lo que sin duda
alude en los signos IIue me está haciendo, Hay aquí dos clases
de bienes: los hienes que pertenecieron al clero senIlar, los eua-
les son completamente inalienables, como lo Yoy á demo~trar con
la mayor claridad para que á nadie quede duda, y hay otros
enagenables que son los del clero regular y los no devueltos por
la ley de 1815,


»SoI10I'e8, al dictarse la ley de 1811) se encontró el gobierno
con que habia hieÍ1es que, habiendo pel'tenfwido al clero secular,
no se habian }Jodido vendel' en 18 H, il pesar de la ley de 2 ele
setiembre, ni se hahian podido deHI!ver en 1841 á pesar del
decreto del mismo año, ¿Por qué? Porque habia bienes que aun-
que habian pertenecido al clero secular, ~e su~cilaron (:uestio-
nes desde cl momento qlle la ley de 18i1 <lijo: se declaran na-
cionales y se sacan á la venta; habia bienes que tenian cláusulas
de reyersion y vinieron los herederos y las familia~ de los fun-
dadores reclamando estos biene,;, Esto <lió lu~ar á grandes liti-
gios; entonces se dijo: los biene:ol litigiosos, aunque del dero, no
~e pueden vender mientras no se resuelvan los litigios pendien-
tes, y no se venclieron,


»Así las cosas, yiene 18H, se manda suspender la ,en la, y
se le entregan al clero, pero no estos sobre los cuales hay litigio
pendiente, Viene luego el concordato, y diee: ademas de los
bienes devuflltos por el decreto de H, de\olucion confil'mada
por la ley de 18íi), devuélvanse al clero: primero, los biene1i
que no se comprendieron en la ley de 41); y segundo, los que
resten de las comunidades religiosas de varones; y ahora es
cuando dice el concordato: «pero atendidas las circunstancias
»actuales de un9s Y otros bienes, y la evidente utilidad que ha
»de resultar á la Iglesia, el Santo Padre dispone que su capi-
¡)tal se convierta inmediatamente en inscripciones intrasfcri-
»bles de la deuda del Estado del 3 por 100, ele,)) Pero ¿cua-
les son esos unos y otros? Es claro; los no devueltos por la
ley de 45, Y los de los frailes que aun quedaban por yender;
de modo ninguno los del clero secular, que esos están mu-




LA D~SAMORTtZAC10N. 175
cho antes y son dc la Iglesia, completamente inalienables.


¡¡Estos son los que dien, quc atendidas las circunstancias. ¿Y
cuáles son las circunstancias? Están al alcanee de torios los que
quieran estudiar esta cuestion, circun~tancias que los difereneian
notabilísimamcnle dc los hiene~ cdesiúslieos: ¿cuidcs son?


)) En una sociedad politica, en tilla nacion, no pueden exisLir
otras sociedades suha][ernas sin el consentimiento espreso de la
soeiedad madre; cuando ('sta se lo retira, aquellas pierden su
existencia. Ahora hien; cuando deja de existir la soeiedad su-
balterna, nos t'llconlramos que, habiéndola p(~rmitido adquirir
mientras fu \0 existencia, deja ú su muerte una pOl'cion de bie-
Bes que no se ~abc de qui¡ín son; que nadie, absolutamente na-
die, puede renir ('on litulos á reclamarlos; ~ digo absolutamente
nadie, fuera de aquello~ que ticnen clúusula de re\el'sion, en
cuyo caso, los cau~a-hahiente,.; lo~ reclaman y se les dan. Estos
bienes pertenccian ú la comunidad 11, á la sociedad lJ, cuya co-
munidad y ~ociedad han de~aparecido, porque la naeion se ha
rausado de tenerla" cn su !leno, ~. cree que no cOlnicne su exis-
tencia, y resulLa que aunque los adquiri6 mientras pudo adqui-
rirlos, \ienen ú ser en e;-;te caso de nadie, quedan yacantes, y
cuando quedan \aran!e", naturalmente si nadie tiene títulos para
apoderarse de esa riquüza, ¿quitín la recoge? El Estado quc nos
representa ú todos. Y hé atpd cómo tocio" los biellPs de las co-
munidades religiosas, una ,ez suprimidas, vinieron á ser legíti-
mamente biene:-l nacionales, biencs de que la nacíon, el gobierno
~. las elÍrtes dispu~ieron como estimaron cOIl\eniente.


llEsto no lo ha dudado nadie Ilunca; todos lo han reconocido,
desdc el Fuero Juzgo hasta los decretos de doña lsabrl n. Esto
se ha reconocido en todos Jos fueros, en los concilio:-l, en los ca-
nones, en todas las leyt's. Por consiguicnte, erco que accrca de
las circunstancias espceiales de estos biencs, á ningun diputado
sc le puede ocurrir duda.


llPero estas circunstancias especiales, ¿:'.e dan respecto de los
de la Iglesia? ¿Serán los que pertenezcan á la Iglesia secular? De
ninguna mancra, uo, señorcs; cien ,ccc" no. ¿Hay alguna ley,
dccreto, disposicioll de cualquier género que haya suprimido los




176 DISCURSO SOBRE
cabildos, las parroquias? ¿Ha muerto la Iglesia? ¿Con qué título
la heredamos? L05 fraile,; murieron; nosotros los heredamos: pero
la Iglesia no ha muerto. Pues si no ha muerto, no podemos he-
redarla. lIt> aquí, señores, por qué el coneonlato reconoce estas
dos clases de bienes de la Iglesia, y bienes de los regulares. Es-
tos son enagenables, son aquellos que estaban en litigio y no se
devolvieron. Conviene obsenar esto bien; la enagenacion de los
primeros de ninguna manera la podemo:, acordar nosotros; la se-
gunda está aeonlada; cúmplase lo que eslú coneordado, y habre-
mos lograrlo la cle,;amorlizacion.


» Yo voy mas allá; quiero concederos que esto no sea tan cla-
ro como a mí me parece; pues, euando menos, hahrá dudas. ¿Y
quién interpreta las dudas de un tratado inlernaeional? ¿Se puede
hacer e~to solo por uno de los dos Soheranos? entonees inútiles
serian los tratados. Las duelas, seJiores, se interpretan segun to-
dos los escritores del derecho de gentes, por acuerdo de las do:;
partes; pero además, así:-;e estipuló espresamente en el arlo 45,
cuando se dijo: «Si en lo suce~iro oeurriese alguna dificultad, el
»Santo Padre y S. 1\1. C. se pondrán de aeuerdo para resolverla
»)amigablemente. »


»-",,0 se pierda por otra parte de visla, seI1ores, los males que
se pueden seguir de que anulando Ilo~otros un arlÍculo, anule
Roma otros. Por hoy no hago mas que e..;ta indil:acioI\.


»Siguen ahora los bienes de propios. ¿Qué bienes son los que
(',on~tituyen en general el patrimonio de los pueblos? Dos clases
de bienes hay: primero, los baldíos; segundo, los propioi"\. No me
detendní á reeordar á lo~ señores diputados ni el orígen de lo~
haldío:" ni su administracion actual, porque sobre los haldíos ó
comunes nada habla la ley; y por consiguiente, no quiero moles-
tar la atencion de la asamblea. Voy, pues, á limitarme ú los que
llevan el nombre de propios.


)Origen de estos hiene,;. El orígen de los bienes de propios es,
ó el de compra por 108 mi;:rnos pueblos, ó el de hereneia, 6 el de
donaeiones ¡'IIler 'vivos; es decir, donacion, herencia, eompra. ¿Pue-
de haber lHulos mas sagrados de adquisieionque ('stos? ¿Los tenei~
vosotros para llamaros con razon dueJios de lo que os pertenece? La




LA DESAMORTIZACION. 177


herencia, la donacion, la compra, ¿quién puede presentarlos mas
limpios? ¿Oi'. atreYeríai~ ú nep:arlo'? ¿ Cómo negarlo, si todo ello
e~tá (Confirmado por las cartas-pueblas; si está confirmado por
una porcion de fueros, por las concordia:" por infinitas leyes he-
chas en cártes, por una poreioll de sentencias do consejos y tribu-
nales supremos? Pues ahora bien: si e~tos hienes pel'lenecian ú
los pueblos porque los han adquirido por herencia, donacion ó
('ompra, y :,:i ese derecho ostú confirmado por las cartas-pueblas,
los fueros, los acuerdos de las clÍrte;;, las sentencias de los conse-
jos y tribunale,;, ¿~omos nosotro~, señores, competentes !nra \e-
ni!' á ,IITancál'sclos, Ú despojarlos ele ellos, pues no merece otra
calificaeion lo que trala ele hacerse en esta ley? Os quiero re-
cordar esto para quo os d(~tengais en esla marcha Yiolenta, qtW
yiolento es despojar il los p\l(~blos de lo que les pertenece, de lo
que tan le¡dlima01ente han adquirido.


))Violenlo e~ alacar la propiedad, y por pI medio que se ha es-
cogido ~e la ataca; no hay que dudarlo, señores diputados, os df\-
ho recordar que el objeto de tocla sociedad polHic(l y de toda le-
gislaeion, es el res pelo á la propiNlael; sin propiedad, ~eñore:5
di¡Hllado:", ¿('uit! pudiera ,,('r el objeto de la~ wciedades políticas
y de los reyes! Para gozar lranquilo de la pr-opiedad , para poder
gozar seguro de lo que nos pl'rlenci'c, para f)~O ('stá eon~tituida
la sodeclad: para e~o re~lwlamos las calegol'las, las autoridades;
para eso llagamos la~ conlribueiOlH's y pre~lamo.; tantos :-;acrifi-
dos, solo para lop:rar el viYir y p:ozar tranquilamente de lo que
nos pertenece. En las bases de la eonsliturinn que se e"tú forman-
do, COillO en [odas lits conocidas hasta ahora, ¿quó es lo que se
consip:Ila mús prinei palmentc: La seguridad de la propiedad. r,
señores, cuando estamos llamados para harC!' la conslilucion po-
lítica de España, ¿haremos un alto en o:-::tc eamino '! ¿ Para (Iué'?
Para atacarla dondc la hallamos eslahleeida.
)~o creais, señores, (Iue los ataques contra la propiedad


afectan solo á la clase propietaria, no; afectan á la sociedad en-
lera. Y ¡.;i no, mirad cuál ha sido la suerte de los pueblos donde
ha fallado el respeto debido á la propiedad. Mirad el Asia, la
Greeia menor, el Egipto, los pueblos de la costa de A frica ; mi-
TO~IO IV. 12




178 DISCURSO SOBRE
rae! lo que fueron en la época floreciente del romano imperio:
ved y comparad su comercio de entonces, su agricultura v su
poblacion, eon lo (¡ue yi!lieron á ser haj o el de~polismo ahsurdo
de los turcos.


)) y no creais que estos males están ~()lo en mi mente, fan-
tásticamente preocupada contra ruestro proyecto, no. ¿:\"o repa-
rais que antes la propiedad particular ha e~!ado al amparo dI)
otra porcion de propiedades que, digúmoslo ai'i, f:)\'Illaban otra.;
tantas líneas de defensa que impedian que se atacase aquella?
La propiedad del clero regular defendia la del clero secular; la
la del clero secular defendia la de propios: esta la de comunes, y
esta la de los particulares. Haced desaparecer esas harreras, ~
poco á poco irilIl cayendo las di,e)'sa~ propieLladc~s; tocad ú la
del comun, y enlollees qnefLll'á en primera ¡inf'a la propiedad
particular y en el mú" completo de!iamparo: un paso mús c ~ des-
aparecerá la propiedad particular. Y si el primero, segundo y
tercer ataque no asu~lan mús que á los c:'lplritus limido,;, tantos
pueden ser lo~ alaques que se pueden di rigir contra la propie-
dad, que el campo de la industria, combatido po/' tantas tempes-
tades, llegue al /in á 't~l'~e desierto. Si esto es as!, ¿POI' quú
dudamos de nuestra incompetencia para alTancar Ú 108 pueblos lo
que le~ correspo:dc? ¿En qué consiste el t!owilli(r? ¿\o e,- la fa--
euItad esclusi va d e di;p~!ner oda uno de Id quo le perlenece como
le parezea? ¿Pue:i cómo nosotros hemos dc arrancarles il los pue-
blos sus propiüilades, de las que solo ello3 pueden disponerl Y
e:,;a ineompetencia no os la declaro pOI' mi autoridad ~ola, que ~e­
ria bien p::li?O at::mdible; c;a inc:nnpeiencia, o~ la declara un ju-
risconsulto de cuyos conocimiento:;, de cura i1ustl'aCiOll, de cuyo
patriotismo, de cuyas ideas liberales no puede eaberos la menor
duda~ os lo declara el inmortal Joyellano3. Este ~Cllol' en su Ley
Agraria, hablando de lo que en su opinion debe ha('cr,:c con lo.;
comunes de los puehlos, dice en párrafo aparte aSJ:


:2. u (Tierras cOllcejiles. Acaso eOIl\ end I'Ú ('stende\' la mi~ma
))¡Jl'oyideneia il las ticiTas eoncejiles, para entregarlas al intet'(~s
¡¡indiyidual, y ponerlas en útil (:u!tiyo. Si por ulla parte e~ta pro-
Jlpiedad es tan sagrada y digna de proleccion como la de lo:>




I,A DESAMORTIZACION. 179


))particulares, y si es tanto más recomendable, cuanto su renta
nCi>tá destinada it la eonsenaeion del estado ciyil yestablecimien-


)) tos munieipale~ de lo~ concejos, por otra es difícil de conecbir
¡¡cómo no ~e haya tratado ha~ta ahora de reunir el inlerós de IOi>
»)llli~mos pueblos con el de sus indivilluos, y de sacar de ellas un
¡)manantial de subsistencias y ele riqueza pública. Las tierras
)concejiles di \ idida~ y repartidas en enfitéusis Ó tenso resevarti-
))\0, sin dejar de ser el lllayoraz¡ro de los pueblos, ni de aeurlir
nmás abundantemente á toda~ las e"Xigeneias ele su policía muni-
))cipal, podrían ofrecer establecimiento ti un gran número de fa-
Mnilías que, ejel'dtando en ellas su interés particular, las harian
Miar l'()n~iderables pi'oductos con gran beneficio suyo y de la
¡)comunidad ¡t que perteneciesen.»


»Sn yr, Imes, que la autoridad del inmortal Jovellanos ,iene


en apn~o de mi r1octrinil~ el!) que no sois coml){'teIlte~ para dispo-
ner de la proJlie(lad de los lmehlos~ de :-;us !lienes de propios, por··
que es una j)l'opieda(l tan sag-rada y respetada como la do los
particulares. Esto ('f' lo primero que me eumplc proharos, y lo
be hecho complelamentt' con una autoriclad (!ue no os atrerereis
á rrchazar.


))1'01' otra parle, si it lo,; pueblos corresponde el (Iominio de
,liS hiene.', ¡.!lO O~ di('(' e:'to euitl es el medio Ú <¡Uf' dehe apelarse
para y('!' eómo ~ü ha d<' di~poJ1l'r de c . ;os bienes, concedien(lo por
un momento e~a cOlllpeknria (¡ue os niego? ¿Y cuúl es e . ;te medio?
\íuy seneillo: el elf> ('on.;ultar ('on lo,,; mismos pueblos; el di'
preg-unlarles <¡u{., ('S lo qun <fuereis que ~c ha¡r(l con esos hienes,
('uyo dominio les corresponde. ¡.:\o hi('irl'on e~o lo~ ('onsenado-
r()~ d año de 18:i2! ¿\o Clbricl'On una Ya~lísilll(l informaeion par-
lamentaria para wr quó era lo (Ille querian los puehlos resprcto
;, (~~O,; hiene~'! ¿Por qUl' no haceis ahora lo mismo'! ¿Vai . ; ú dispo-
ner de e~a propirdad? Pne.' preg unta(] an te,; á sus dueños qué es
lo que quierm (flle hagamo~ con ~u~ ('osas.


))1)01'0 yo, que mr he lomado la l1lole~lia de leer, una por
una, todas la~ conle,;!ac-iolles dada·; por los pueblo:; ;)1 interroga-
torio que se los pa,;<Í el a'o ;;2, pw'f\o ase2:ural' al eongreso que
si conte:;taron :!.OOO pueblos, solo:!O enlre los 2.000 dijeron que




180 DISCURSO SOBRE
querian la -renta, y de estos 20 no habia seis que tuvieran pro-
pios. Por consiguiente, os declaro incompetentes, además del
fundamento de las razones del dominio apoyado rn la autorida(l
de Jenellanos, y rundado en las contestaciones de los puehlo~
mismos. Pero qué mús, si os habpi~ declarado incompetentes vos-
otros mismo.';. Sí, vosotros mismos en 12 de enero rotástei~ por
unanimidad, si no me engaño, pues no creo que :,e opusiera na-
die, la siguiente proposicion:


«(Con objeto ele evitar los males que en la nacion puede pro-
»ducir el ~olo anuncio de la venta de bienes dc propios, Jlcclimo,;
JJit las ceírtes constituycnt()s se ¡,;irran declarar que, aeonlrs l'n el
» prínci pio de desamortizacíon, no se procec]eril it \ender en nin-
J)guna forma los bif'nes de propios sin oir antps ú los a: llnta-
»mientos y diputaciones provinciales.-Jaen.-Salillas.-.\Iar-
»tin.-Leonés.-Lopez Grado.-Sanz.-Gbllego.)l


JlEn el mismo día fué tomada en considcracion; aclo contÍnuo
fué aprobada. ¿Habeis oido ú los pueblos y á las diputaciones?
Traedme las e!lnlestaciones; lraedme el e~pcdiente qne hayai~
formaclo. Supongo) señores, que afluí no se k\anlarú YOZ ningu-
na para negar la autüntieidad ele esta proposicion y de ¡,;u acuer·
do. Pues bien, srfíore~: yo comprendo lwrfectamente (Ille la
asamblea preste su adhcsion al Jwin('ipio de desamorlizat'Íoll, y
por no incurrí l' en la nola de hacer un di~("urso de academia, no
me estendí mús en esto; pero dije lo ba~lanle para probar que yo
tambien me adheria á ese principio. ,\ un creo que no habría
riesgo en asegurar que son lo~ principios del partido moderado;
sin embargo, la materia es grave, y no tengo peder espreso para
hablar en nomhre del partido: hablo solo en el mio. Comprendo
bien esta fuerza que da la asamblea al sr¡)or ministro (h~ hacien-
da; comprendo (pIe haya una porcion de yotaeiones en que ob-
tenga S. S. una gran mayoría, especialmente si da los golpes
que acostumbra.


»Hombres amantes de la rcvolucíon do julio con todas sus
consecuencias, en el momento de que se habla de com-er~iones
de títulos, cuando se di6pone ele ello¡; contra ley, en el momento
en que se habla de Reales tirdene<, para sobresueldos, conlra la




LA DESAMORTlZACION. 181
ley (le presupuestos, al oir á S. S. amenazar con que ~ucumbirá
la revolucioll á impulsos de lo~ pkaro~ moderados, y decir que
S. S. ~e promete salvarla, eompnmdo que hombres sinceramen-
te auidos a la reyolucion de julio, se pongan al lado del señor
ministro de haeieIllla l{ue liene la habilidad de dar e~os golpes
lan .oporluno:.;; pero, t\eiíores, lo digo de buena fí\ ya he mani-
fefilado al principio (Iue no era d encono rle partido lo que me
movia ú entrar en e~ta tueslion; lo~ ~;eñort:; dipulados que Ille
tralan me hal'ún lajustiria de creer en la sinceridad con que ha-
blo; euando !lO creo alguna tosa no la digo: yo pntiendo (Iue los
s('ñores di pu tado,.; debell yoh el' por lo que creo que e~ sU propia
digIlilla(l. Señorp;;, :;i Ilaee o('ho dias haheis acordado que en nin-
guna ('orma :;0 pro('edcrú ú la \cnla de los bienes de propios sin
ui,· antes ú los ayulllarnirntos y di¡lUlai'iones proyinciales, ¿cómo
;¡prnhai~ hoy (',l(~ articulo que dice lodo lo ('ontl'al'io? se dCflaran
t'n ,!'nla il melúlico lodo:, 10:-' hiellei' de pl'Opio~. ¿Os cahrú ahora
duda, ~cñorc~ diputados, de que no solo ~oi:-; illeompe[enles
por(Iue lo diga yo, sino que os lo declara tambien el ilustre Jo-
,cllallo,;, os lo ¡Jedaran los puehlos en la,; contestaciones que
han dado, llUe~ de 2.000 apenas 20 apruehan tas \enta~, y de
e~o:'i 20 la milad no lienen que yemler, y pOI' úllimo os lo habels
dcelarado vosotros mi~lI1()s?


))Se dice: no "e trata de despojar ú lo,: puehlos de c;u,; propio~:
1\0 se Irala de quitarle,; su" bienes, esto es únicamente un cam-
bio. ¿Y quiól os ha autorizado it vosotros para arrancar ú uu
propielario ~us hicnes, y darle en camhio otra c()~;a ('(mtra su \0-
luntad"? ¿Quión ha autorizado ú nadie para quitarme ('s!a Imita,
~- darme en cambio un frac {¡ un gahan que ~ o no quiero? La ley
do expropiacioll, oigo decir, por (HIuí: señor(\~, ('1 diputado (Iue
ha didlO esto no ha l'f'fln:ionado ~obl'e ello ba~tan¡e. ¿Dónde e~tú
la utilidad pú !Jliea (Iue exije e~e ~aerilici() inmen~o? Ya :;alwis
que en una lrgisla(:ion ian respetable como la ingle"a, f'n ninguJl
caso ~e adrnitt' ese der('cho; sin embargo, admitido en la legi:;-
[a('ion espaiiola, se coneilw que searno~ un poco laxos en algu-
nos ca~o:;.


)¡Si por mi tierra va á pasar un ramino, no es justo que por




182 DISCURSO SOBRE


no atraveí'arla haya do dar una \ uelta de dOii leguas, cllando la
pérdida que yo sufro e;;; ca~i insignificante. ¿Pero quereis aplicar
esta doctrina ú toda la inmensa propif'dad qlW hoy s(lcai,; al mer-
cado? ¿Dónde está aquí la utilid,l(l públka? Si tanta fuerza dais ú
c::;e proyecto, ¿no pocll'ris mañana hacrl' lo l1Ii~m() con los biene~
de los partieulare,,'! ¿No podrei~ decir que la :'!oeipdad e~tá intt'-
resada en quo se les quiten, ~! arraneúselos ú los que hoy son
poseedores'! ¿Y os atreyeriais á eso?


») Yo bien sé que en tocios los tiempos y en todos lo.'; paisrs
se ha tratado de poner coto it la escosi \ a acumulacion (\r la pro-
piedad territorial; porque si hien l'S dedo que 110 ~e puede ('o n-
seguir que los propietarios f'ulli\ell Sll~ campos por sí, porqm'
esto destruiria otros principios que he indicado antc':,. !ambien ('~
evidente que perjudica á la sociedad la e~r(',.;ha (leumuiacio!1 <lp
la propiedad territorial. Por tanto. y,pase si yo sor partidario
de la desamortizacion, no deseo de ninguna lllaurra e~a aCllmu-
laeion, ni en manos de los pa]'tieulrm~s, ni en manos (le las cor-
poraciones. Harto se acumula y por tendencia natural: á do~
huebras sr limitaron las propi('dade~ qne en tiempo de los neye~
en Roma porEa tener un ciudadano: pero ;; po('o tiempo huho quP
ampliar esta limilacion ha~ta ~i('te: con (Ilas H' contentó Curio
Dentato: yino c!espues la le~ sidnia, ~. dehií) t'stenderse ha"la aOO
huebras; y todayía, tendiendo la a('lulIltlacion Ú mayor aumento,
se IE'Yantaroll los gracos pidiendo la obst'naneia de las leyes, ~
por primera yez fueron linlas las calles dn Boma con la sangre
de sus hijos; sin embargo de esta re\olucioll, no se consiguió
nunca aminorar la propiedad, y en tiempo do \el'on. toda la pro-
piedad elel Mrica pCl'tel1ccia ~olo á ~cis ciudadanos. Yo no pue-
do querer esto; yo no puedo querer quc' se (lcumu 1(' t]n esa ma-
nera la propiedad; pero ~i por ulilidacl 1\I(lramo~.á acordar est:1
medida, ¿hasta dónde nos lIevaria este argumento :;;i hubi~ramos
ele ser lógicos?
)}~o se diga, pues, que teneis fat:ultades para hacer ese cam-


bio. Pero además, ¿es t:ambio quitar á los pueblo:, su:-; tierras,
sus prados, ~nlS pinares, !'lUS hosques, para darle en camhio un
pedazo de papel? Si tan bueno es lo que nos dais, dirán los pue-




LA DESAMOIlTlZAClO:'l. 183
blos; iii afirmais quo AS mejor, ¿por (f1H~ no os quedais Yosotl'OS
con ello, y nos dejai:; nue~úos campo,,? POI' otra parte el 20
por 100, ¿lo ramhíai,;, ó lo cogei~? ¿Dab en cambio algo á los pue-
blos, 6 los cle"pojai~ (,olllplülísimfllllenie de él? ¿Quién os ha auto-
rizado para (juitarles e.~e 20 por lOO? ~o sé por qué en vez del
20 no h<lbcis ¡mes!o cl60. Decis que el 20 pOi' 100 está destina-
do hr1c(~ mucho I il'mpo el cubrir parle de la~ atent'ione.' del Esta-
do: pi'rn 10 Illi~mo (,~(Úll la~ contl'ibllcione~ ({W' pagamos lo~ par-
liru!¡ll'b.


)) ','eamos ('1 origen dl'l 20 por í OO. ¿Quó origen tiene? Seño-
I'().-, siglo,; 1'111('1'0:' sr habian pasado en E~pafía, sin que los puc-
111o" pagaran ni un mal'aH'dí para carga..; públicas, ni por ningun
ot.ro coneep!o, por lo.~ producto . .; de esos propios. Corda la últi-
mil tercera part(' de! jlróximo pasado ~iglo: en el aiio de 1i60.
cuando ('1l julio se di:-;puso t[lW los propio:; de los pueblos contri
!)U~ eran con un :2 por lOO para el pag-o de la:; oficinas de su ad-
mínistra('ion, para los gaslos de I'U aclminii'traeion central. ¡\ muy
poco tiempo ese '2 se aumentó hasta un 7 para el mismo objeto,
para el sueldo de procurador general, para la edifinaeion de lo que
~e llama ('a~il de Jo~ COllsejo~, que es!ú enfrento de I;¡ Almudena.
~. para la dot,wion de la escuela Veterinaria y hospieio de San
Fernando y Madrid.


"Para lodo,; ('sto,; ()hjl·to~ :;uhió en (\¡ último ,;iglo pasado de
2 hasla 7 pOi' ¡ OO .. \sí eontiml¡', Ílasta t151 i! C'11 que :-le di:,;¡mso
q1l0 ('se 7 fuera un JO, Y que té'ste 1 O S(~ destina:,' it la amortiza-
rion d(: la denda: \ fué la prinH'ra ycz, noten ()~to los señores rli-
¡mtados, en que ~() hahl¡) en nuestros decretos dr e\igi \' alg-o
il los pueblos por IOK productos de su~ pl'Opio,; par;¡ atender á la
deuda.


"C;l!-(í el gohirrno rrpre~cIltali, o: no se hizo novedad en este
10, hasta que (\11 1818 ~ü subir) esp 10 al 20; primera H~Z que SI'
habla riel :20 porl OH de propios para atender á la deuda. \'01·-
rió en el <lño de 20 el gobierno repl'esenlali\o, y el 20 se bajó
al 10, no ya para la deuda, sino para (;amino~ vocinales, hospi-
cios y ea:,as de maternidad. Llegó eJ año ele 23 en que se dió la
ley famo.~a (le:l de fehrero \ en su~ arL~. H y lo:) se confirmó




184 DISCURSO SOBRE


ese 10 para igual objeto: vino el año 24., y yolrió el '20 por 100,
¿para qué? Para la caja de amortizaeion. Siguió así hasta 18:l1)
en que se confirmó 05e20 para la douda. Ocurrió el pronuncia-
miento de la Granja, y se restahleció la le~ de 3 de febrero, de-
clarándose que no se entendiesen restablecidos su~ arls.H ~' 4.;);
es decir, que siguió el 20 por 100, Y sig-uió en efecto hasta 1 S 4;)
en que vino el sistema tributario y se aplicó ese 20 por 100 á la
deuda tambicn.


»Aquí es de notar una rosa que fué altamente injusta. Por el
sislema tributario se creó eontrihucion terrilorial diredamente;
eontribucion que gravaba los bienes de los propios, lo mismo que
los de los particulares que pagaban el 8, 10,12 Y 11 por 100; y
decia yo que no habia razon para que los pueblos paguen es!' 20
por 100, Y á mas el 12 ó el H que pagan como lodos los parti-
culares. ~o se me oyó; porque es muy comun qUA los ministerios
tengan grandes mayorías, y puesto á yotadon, yo perdí: la razon
no la he comprendido todayia.


»Quedó el 20 por 100. Vino el año deJ 81;1: sabido es que
en ese afio ... y cuenta, señores, que á su tiempo me har~ cargo
de una observaeion que pare(~e eslán re~e\aIldo en su semblante al-
gunos señores diputados, á saber: que eso se hizo porque cso~
bienes no perlenecian ya al Istaclo, "ino á lo;; acreedores.


»Vino, IlUe~, el año de ¡a; ,;e hizo en éll'! arreglo de la d(~u­
da, y se \ineuló (í adjudicó a este pago especial el '20 por 100 de
propios. El producto de ese '20 son unos 6 ó 7 millones de reales
(Iue son uno de los recursos con que se cuen la, y que se ofrece á
los acreedores estranjeros en garan lía de que se ha de cumplir
esas obligaciones, segun resulta de esa ley ú que tambien me
opuse.


»So ve, lme", por esta sucinta historia que (~I 20 por 1 (lO ha
sido una contribucion de moderna creaeion, como ('ualquiera olra
que se imponga ú un parLicular; lo mismo, enlerarnentt' lo mis-
mo; y si hoy pel'll1iLls al gobierno que disponga del eapilal que
e~ necesario para produeir esos /) tÍ 7 millones, ¿no eon()cei~,
siendo lógicos, que el dia que quiera apoderarse de los capilal(~1'
que representan ese 10, 12 ó ti pOI" 100 que estamos pagando,




LA DESAMORTIZACION. 185
tendrá, que concederle igual autorizaeion? Tendríais que hacer-
lo, porque no se pueda dr'eil' de ningun congreso, ni menos de la
asamblea constituyente de 181)5, en la cual ocupo un puesto,
aunque indignamente, quP cuando se frata de los intereses de
los pucblos, los ahandonamos, r cuando llega el gohierno á pe-
dirnos el capital necesario para dar ese 1 { por 1 00 se lo negamos;
porque enloll(~es tenemo;; que de:smembrar nuestras fortunas; los
hienes de pl'Opio~ son tan respetables como los nuestros mismos.


» Pero se llW dirá: esto está separado (le los hienes de los
propios; es un capital que lo ha hpcho suyo el Estarlo: efi hasta
donde puedo noyar el argumento; me parece que no se quejarú el
gobierno ni lo~ sefiol'l's de la (·omision. Esto pertenece al Esta-
do. Entonr'es hago yo un dilema: ó esos biene~ son c!R los lme-
bIos, como [orlo,; los demús. y entonces no podei~ disponer de
ellos de ese modo~ ó son de lo~ :'('roedores <Id Estado, y culonees
porleis disponer monos de ellos; porque ]lodeis crear un conflicto
(lile euc~te muchos millones y muc.ha sangre.


»Hé aquí, pues, prohada nuestra incompelencia, así para de--
cretar la desamortizacion de los bienes del clero secular, eomo los
bienes de propios de los puehlos.


» Beneficollcja. Señores, lo~ establecimientos de heneficencia
están cn el mÍsmo ca~o (JUC lo~ propio;; de lo:, pu:oblos. ¿Por qué
poseen los hospitales, los ho~picios y casas de maternidad los
oienes que tienell? Por lo mismo (Iue lo., pueblos; por horenrias,
donacion(:s y compra,;. Con títulos tan sagrados, que no lo lme-
(len sor mas, no se puede at(lear la propie(lacl. ¿Por qué hemos
de a tacar la ])I'opiedarl de c5tablecimientos de beneficencia? ¿ Es
acaso la propiedad eoleeti ra menos l'espetablo que la pa¡'!icular?
1\'0: la propiedad colecli,-a ha sido siempre, y os¡wCÍalmonte en
EspaI1a, mas rospetabln y respelada (fue la propiedad parlicular,
como ¡)Uc'de verse en la porcion do pl'i \ ilegios ('on que han am-
parado las leyes los bienes de e~lahlecimientos, los hicnes de
('nrporacione~: no ha~" ningun ~eI1ol' que tenga tanto am paro iiO-
hl'c los hienes tomo el nifio; al individuo que no puede defen--
del'se por RÍ, las leye~ le han dispensado Loda la protcccion que
han podido.




1M DISCURSO SOBRE
» Pue~ lo mismo ha sucedido Cnn la propicdad de corporacio-


nes: siempre la propiedad colec!iYil ha sido ma~ rcspetablr ~.
respetada quo la partícula;'.


»Sohl'f' esta parte de que me estoy haciendo eargo. respee!fl
de nuestra incompetencia no insisto má~.


»Bienes del c'{-infante D. Cúrlo:-;, Sohre esto poco tengo qur
decil': sin embargo, haré una obscrvacion, ¿):o recordais todo~
los diputados que hay una ley ,otada por las cól'les en 18!¡~ di-
ciendo que los productos de eso~ bienes so de,;tinen ú indemni-
zar loi' dallos y porjuicios causados en la p:ucrra? Y yo o,.; pregun-
to: si ahora los vendei,;, ¿cómo han de s('nir para indemnizrlr los
daños y peljuicios de la última guerra'! ~i no se da nada; si 10
mismo da tomar acuerdos hoy ([ue no lomarlo~, elltonee~ hay [1'11'
sentarse y no hablar, porque cl'eo quo 10i> puehlos han hecho
mal de mandarnos aquí, y Ilosotros ha¡'cl1los peol' en continuar.


»Las cÓl'tes han votado, en uso de sus fanlllades, y la llein<l
sancionó, que los hieue" pl'Oecdente,; del seeucstro de n. eádo:,;
sirviesen para indclI1nizacion de dañ()~ y perjuicios sufridos en la
guerra civil. Pues yo ~é (IUO esos espedicnle~ existcn, porque hl'
oido á los progTCsista¡;¡ preguntar muchj~illlas ,eee:,; ('n este sitio,
y yo les he ayuda(lo como ello~ me hall ayudado á mí en alglmi1~
ocasiones, de lo cual k; esto~- cordialmente a;.;radecido, ¿qUt' se
hace tic eso:,; espe¡Jiente.~ sohro indellluizadon por pCJjuicios de
la guerra? Luego los hay, ¿Hay reclamaeione.~ pendientes? Pues
si las hay, cuando se reslH'han fayorablemclltc, ¿cómo indemni-
zais vendiéndoles e~a hipoteca, que a~í puede llamarse?


»IIé aquí terminada la primera parle riel discurso que tengo
la honra de prouundar.


»Segunda. Dado que nosotro~ fuéramos competentes, que yo
lo niego, para adoptar esta dcsamorlizacioIl, la que se nos propo-
ne es la menos conveniente de todas las que han podido haecrse,
de todas la:" que han podido presentarse aquí.


»La desamol'lizacion que se nos propone perjudica, y me pro-
pongo probarlo en los términos más bre\'p~ quo me ,;ca posihle.
á los propietarios, perjudica á los mlonos, perjudica a los pup--
blos, á los establecimiento~ de beneficencia v do instruecioll pú-




LA DESAMOllTIZACION. 187
blira v al Estarlo. Y si, soñores, la desamortizacion que se nos
propon!', consigo yo probar que perjudica a 105 propietarios, a
loi' eolono~, á los pueblo!', á los establecimientos de beneficoncia
r. in~truecion pública y al E~tado, creo que he de poder con:;eguir
(~ntonccs que sean muy p:¡cos los señores diputados que aprueben
el dict{uneIl, ~i se insiste en (;l.


)¡La dcsamoriizacion f(un s:' propone perjudica á los propieta-
rios. Sobre esto har poco que dbcurrir: pensad solo, señores,
rlué bien(~s, que si bien no sabemos hasla dóndo llegan, hay
mucha probabilidad de que no bajen de 4,000 miilones de reales;
que una propiedad territorial, que cUIuí me diecn algunos seño-
res diputado,; qlte sube ú lI1{lS, Ú ¡ Ú 8,000 millone8; pues bien,
calculad, Imesta do repente en el mercado una propiedad terri-
torial, por 8,000 millones do realc~, la alteraeion tan grande que
ha de producir, la pel'turbacion que ha de causar en este género,
en esta mercancia. ¿Cuál es la suerte del propieiario territorial
adual cuando quiera sacar a la yenta una tierra cualquiera en
ese mercado? ;(]11(\ precio tan (listinto! ¡Cómo se d(~snivelan com-
pletamente los valore!' de la mcrcaneía propiedad terrilorial! Por-
ffue yo supongo, sdiorc~, que á nadie se le ocurrirá, especialmen-
te á Y08011'0-, creo qur no ~e o~ ocurrirá decir, que la .propiedad
va á srr diferente de la propiedad particular, porque en tonces
vosotros mismos ,ai~ á destruir yurMra propia obra.


llYO supongo qn' doerelado por nosotros, que pasando á ~er
ley del Estado el proyecto de que ahora no~ ocupamos, el Estado
haee la venia de esos bienes con tanta autoridad, con tanta segu-
ridad para los compradores, como si yo vendiera lo poco que
jlosoo: es deeÍr, que con las mismas condiciones de seguridad se
podrá adquirir la propiedad filIe venda el Estado, que la propie-
dad particular.


))Pues !'i c~to es asL si no podemos menos de manifestar que
así ya it suceder, ¿cuál ~erá el deprecio en que caerá la propie-
dad particular territorial·?


)¡Pasemo,¡ Ú IOi; colonos. Soñorf's, sobre esto quiero detenerme
un poeo, porque proei~amente es la clase mas numerosa de Es-
paña, y bien merec(' que la consagremos algunos minulos.




188 DISCURSO SOBRE
))En 01 at10 aH, cuando se dtll-lal'al'on bienes nacionales los de


los frailes, y las cÓl'tes pudieron hacerlo, por lo que he dicho
antes; euando se ,mearon á la \ onla, se hablaba mucho de las
,entajas que habian de reportar Io~ colono . ., cspaüole", por aquel
principio de que cuanto nüs el colono se aproximo a propiolano.
tanlo mús s9rá el producto agrícola, porque tiene menos ú quienes
dar parle, porque trabajara con nü" aelividad, y el producto
será mayor. Con esto so tleslllllllmí ;1 Lod()~ el auo :1(;, porque no
habia pasado esa ley por la pir'dra de toqw' de la esperionda, y
to!!o:> dijeron: efeetivamente, eslo \a Ú ~er así; pero ¿ha ~ido
así'? Hay alguna;; pl'oyincias, algullos easos en que e('celiyamenlp
el colono se ha hecho propiotario, en (¡ue l,a eondicion cid eolono
ha mejorado; pero, seIiorC's, creo que no ayenluraria nada en
asegurar que para eada colono que ha ganarlo ('on la venIa de Io~
bienes de los frailes, han perdido 20, y que no ayenturaria nadn
en asegurarlo rotundamente. Y ¿por qu{~ hall perdido 20? Porque
las diferentes condiciones de los propietarios han hecho ea~i in-
!!oportable la situaeion del colono.


))CondiciOllt'S del anliguo pl'tlpielario: eondido!les del nue\ o
propietario. Que el antiguo propietario era un conV(~nto, (pl() pi
antiguo propietario era una catcdral~ casi :-;iempre ricos, casÍ
siempre con l1l1]('hos mas reeur~08 de los que lIcee~ilahall para su
subsisteneia. ¿Y cómo se miraba entolleei> la adminislradoll y la
reeaudaeio!l de la renta'? Con la ma yor henignidad en f,[\ol' del
colono: le c-xigian poeo, y si hahia un granizo, una desgral'Ín.
un easo fortuito le dispensaban al col 0110 del pago, 6 le (·ohra-
ban la mitad. ¿Y por qmi) Porque el comento, pOI'C[ur el cahildo
tenia muchos medios d~ hacer frente á sus lweesi(lade~, (PI('
eran bien pequeñas, y ('sto les permitia i'er henignos eOll ~us tO-
lonos Agr¿glle~e e~to Ú ese ~entimi(~nto díl caridad, Ú ('S(~ ~cllli­
miento innato en el eorazoll de lodos, porrIue, si no SOIllO~ pró-
digos, es porque no POdtllllOS. ¿A quihl no le causaria placer el
ir repartiendo por la calle duro~ y onza,;'! Todo~ lendríamos pla-
cer en ello; pero no podemos hacerlo, port[w' ¡oada UIlO tiene (J1¡i'
atender á la subsistenda de su familia, ú 10:3 gaslo~ que oeaúo-
nan las enfermedades, á dar carrera á su~ hijos y á otras do~-




LA DESAMORTIZACION. 189


cientas mil necesidades, dr que estahan libres los frailes v las
catedrales, y hé a(luÍ por qué podian ser mú~ generosoi' (!ue nos-
otros. Los nunV05 propietarios no se encuentran en eslc caso. La
mayor parte han comprado con lo mismo qlIo sacaban de las fin-
eas. ¿Creeis que hoy el colono por una avenida, un granizo ú
otra ¡-ausa cnalquiera que ha~ a perdido la cosecha, deje de pa-
gar al nue\o propielario lli un cuartillo (le trigo? 1'\0; no puede
perdonúrselo, porque Yienc el fisco y le apremia para que pague
el plazo, y ~i pa~an ,cinte dias, la finca \ue1\ e á ponerse en
venta.


)J¡.Podrá haher nadie aquí que "e levanle ú sostener que lo~\
arripndos de lo., nU(1\ ()~ propil'lario,: no son mueho mayores en
la canlidad, y son mucho mú~ s['Yero~ (1n su exacdon que cran
las renltis (Iue pagahan, y el modo con quo se lo cobraban los
comentos? Eso es impo~ible. Por eOl1siguiente, este argumento,
que entonces se nos citaba, y ante el cual muchos bajaban la
cabeza, hoy no ,;e nos podrá dial" á nosotros.


») Oecia el sc¡¡or ministro de haeiendaque aunque no fuera
mas que por la mejora que i;O ya a introducir en el cultiYo, se
debia aprobar e~t(~ pl"Oyedo de ley de de~amortizacion. Y yo digo:
si la premi"<l fuer~1 cierla; si fuera cierlo que iba á suceder eso;
que ;;e iha ú dn"tinar mayor capital al cu1th o, perfectamente;
pero ¿nsperais que lo~ colonos nueyos ~- los nuoyos propietarios
ahora \an Ú mejorar la agriclIllura! Yo creo que será menor pi
capilal que á ('SO se dedique por los colono", porque será mayor
la renla que <'n lo 8uce8ivo pagnen: ¿ó partís del principio df~
que lo~ ('olono~ se hayan ele hacer propietarios, 6 reeonoceis,
eomo no podeis meno, de recollocer, lo cIne os dice la esperien-
cia, y los t'olonos de hoy serún colonos mañana? ¿Dünde tienen
ca pital para presenta rse á comprar esos hienes? Y si no lo tie-
nen, ¿sois tan I"andido:-; que 0:-\ haceis la ilusioll de que los pue-
blos yan á comprar las dehesas, los pinares y los montes que se
van á veneler? Si no tienen un maravedí; "i apenas pueden pagar
cada afío la renla, ¿qué \an Ú comprar? Podrá halJer alguno que
compre: pero por cada UIlO que se halle en ese ca,;o, habrá cua~
renta que queden siendo 'colonos, y colonos mas miserablos que




190 DISCURSO SOBR JI;


hoy, porque no sera el obispo, la arlministracion diocesana,
quien compre, sino un particular. Y no ~e crea por esto que yo
engo la opinion de que tenga mejores sentimientos el obispo y la
junta diocesana, sino que lo digo porque no tienen las necesida-
des que un particular, que adema" de tenp!' que atender al pago
de las contrihuciones, tiene que acudir a los gastos que ocasiona
el dar carrera tl ltls hijos, el dotal' una hija, etc. De consiguien-
te, los nuevos propietarios harán ahora lo que hicieron los que
compraron los bienes de los frailes; aumentarún la renta, y serán
muy scvcros en la exaccion. Pues si esto ü~ así, hien ven los se-
íiores diputados que no hay que contar con que mejore el cultiyo
á eonsecuencia de esta de¡;amortizacion. Es preeiso decir la lel'-
dad, y que todos \ ean esta cuestion tan clara como yo la \eo.
Es preciso conocer que los colonos de hoy n~ llegaran ú ser pro-
pietarios; continuarún siendo colonos, y el culti lO, cuando mas.
seguira lo mismo que ahora. ~o espereis que el cultivo mejore;
cuando mús quedará lo mismo que eslá hoy, y los colonos cada
vez estarán más miserables.


J) Vamos ahora á los pueblos. ¿Qué van á ganar los pueblos?
¿Qué es lo que se va á hacer con sus bienes? A veml"rlos á metá-
lico. ¿,Y quién ya el tomar ese dinero? El gobierno. Creo que esto
solo ba~ta para que ü~lé en su perfeeto Jugar la ]1roposicion del
Sr. Jaen; IHle,; si el solo anuncio de que i'e ihan á yellcl(!r esos
bienes produjo el susto que todos saben, ¿qué 110 ¡,;ueedcrú al sa-
ber que el dinero lo va á recoger el gobierno? \0 trato de defen-
derle; no trato de rebajarle en lo mús mínimo, pues he sido go-
bierno y sé los respetos y consideraciones que se le deben; pero
soy diputado, y sé muy -bien lo que se debe el los pueblos, y sé
lo que son los pueblos. Conozco hasta sus preocupaciones, y creo
que deben tenerlas muy presenles los legi~ladores. Ilustremos al
pueblo en huen hora; hagámosle ver ~i va por mal camino, pero
no empecemos por atacar su:-; preoeupaeionrs. Y cuando menos,
¿no hay una propension terrible, sumamente desfav orablt·, contra
que el gobierno tome dinero? ¿Puede esto negarlo nadie'? Desgra-
ciadamente nadie puede negarlo. ¡Ojala los señores diputados pu-
dieran negarlo!




LA DESAMORTIZACION. 191


Todo el mundo sabe quo el dinero es como el agua) c¡ue por
donde pa~a ya lllojando: demos de barato á lo menos que no ab-
sorba nada 01 tClTeno pOI' donde pasa; pero, ¿no son sabidas las
necesidades que hoy se atienden con los bienes de los propios,
que lo mismo interesan al rico que al mediano y al pobre? Mal
digo. ¿:\o se sabe que utilizan más los pobl'e~ ~' los medianos? ¿No
se paga con ellos la maestra de llil1as, el maestro de instruccion
primaria, el rnt~dico, el cirujano y otl'a~ necesidadf's? Los labra-
dores, en la~ eslacione~ rigorosas del afío, ¿dónde mandan muchos
sus ganado.,·? Los pobres, en las épDcas terrible,; del al1o, ¿dónde
acuden por IClÍfi Jura calen!arse y cocer el pan? Pues quitad á los
pueblos los propio,;, y, no lo dudeis, habrá una porcion de ¡JUe-
blo~ que desaparezcan y n() put'dan sub~i,;tir. Es derlo que les
l/ueclan los comunes en H\w'ha,; parlos; pl~I'O en otras no tieuen
absolulamente IlIÚ" que Jos propio:,. Es, pues, iBcaleulable el
dallo que se Ya á original' it Jo,; pueblos. Mús digo: en elmomen-
to que se yendan lo.;; propios teildrún que acudir los pueblos por
necesidad, y prontamente, al r(',;tahlecimiento de la conlribucion
de consulUos para pagar cl médico, el cirullIlo y otras atenciones.
))~Iales que causa á lo:, establecimientos de beneficencia. Se_


ñore;,;, en el mú,; alto grado de prosperidad social (y nótese bien
t'sto, porque n,;tá en el únimo de todo,;; lo., "el1ol'cs diputados y
bien de,;graciadamento,; en el rnús alto grado de prosperidad
social, la inlllcnsa mayoría de los asoeiado.~ está tocando "iempre
y con~lantemoll!e la más espanlo"a miseria. ¿Y pOI' qué? Porque la
mayoría inlt1üIha de los as()('iados solo Lif~ne sus brazos para ad-
quirir su slb!enlo, r como estos brazos, por causa de los trastor-
nos políticos, por enfermedades, por la cdad y pOI' contingencias,
pueden quedar sin ocupacion, de aquí que 1m que no tienen más
que ¡.;u . ., brazos para ganar su i'ult-lislencia, y esto;; son la mayo-
rÍl inml'n~a (\(. la ~ociedad, frecuentemente. y aun en las nacio-
nes más poderosas, cstán tocando sicmprc la miscria, encontrán-
dose eonstanlel1lente á lo..; bordes de esa espantosa sima. ¿Y quP
medios hemos inventado nosotros para eyital' que caigan en
ella? lIé aquí ulla gran reforma que ha introducido el Cristianis-
mo. Las ~,ociedades paganas no atendian. ni al enfermo ni al




192 DISCURSO SOBRE
anciano, ,ni al, ,niñp.Los hospital os los estableció el Evangelio,
nacieron) 4an yenidoconelEvangelio, pues es lo cierlo quo nos-
otros ten(lDlOS nuestros hospitales, nuestros h06picios y nuestras
casas de beneficencia para atender el esas necesidades. Ampara-
mos en, ellas al nifio y al anciano; al anciano que lo necesita más
que 01 niño, porque como 01 nifio lione delante ele sí Sll porvenir,
con facilidad eneuentra quien se encargue de él.


¡¡Pero el anciano solo ,tiene delante de si la tumba; y a e~te
le recoge la sociedad, y para e:;10 son los hospilales y estableci-
mientos de beneficencia. Vender sus bienes es sa(~ar al mercado·
la~lierras, pOn cuyo produdo se hace hoy frente á esa~ necesi-
dade~. ¿.Y pO,deis creer, señores diputados; os ireis tranquilos ¡'¡
vuestras casas, en la seguridad ·de que no se eCl'I'arim las puertas
de esos establecimientos el consecuenda de esi' venla}orzadtt? S('-
ñ()res, como que oigo decir que e~tos argumentos e8tarian en su
lugar si no mediara el dictámen de la comision, que dice que se
les admitan los cupones en pago de las contribuciones, a~eguran­
doseleri asi el lodo de la renLa. Estosefíores, probaria una cosa.
Probaría en primer lugar· la irrellexion con quP el señor ministro
de hacienda ha presentado este malhadado proyedo. Porque en él
nada se habla de esto; y ha sido preciso que lo di~(ml'l'a y lo
acuenJe la comisioll. ~u quisiera equivocarme, pero se me figura
que en el proyecto pl'ÍmilÍYo del gobiel'llo nada de eslo so díce.
Se decía en él ({lHJ se yenderia lodo, ) que se iria dando segun se
fuera vendiendo; y solo cuando ocunió la dillculLa(1 de que Yen-
diéndose por eatorza\as partes, no habria baslante para alender
a los establecimientos de que procedían 108 bienes, entonces es
cuando se dijo: asegurémosles el total de la renta. Esto, sefíores,
que ha ~ido una invencion posterior sobre asunto tan grave,
prueba desde luego la irreflexioIl con que viene aquí el pro-
yecto,


)¿Se cree que porque aseguremos, Ó mnjOl' dicho, porque di-
gamos que asegUI'alllOS a los establecimientos de beneficencia el
todo de sus rentas, por eso se evitan los males de que me he
ocupado anles? Señores, ¿está tan lejos la memoria de lo ~uce­
dido con 108 que, teniendo la candidez de creer al gohiül'llü, pu-




LA nI<:SAlITORTIZAClON. 193
~ieron su forluna en juros y yales reales, y los depositaron en los
gremios de )fadrid? ¿Quién no ha conocido muchas familias que
"Í\ ian en la miseria it consecuencia de haber sus antecesores
puesto sus fondos en esos establecimiento,;? De mí sé decir que
conozco varias. ¿Y quién habia de decir a aquellos amantísimos
padres de familia que entregaban sus fondos en los gremios, y
l'ompraban yales reales y juros, que á la vuelta de pocos años
hahian de estar sus familias pidiendo limosna ele casa en casa?
¿,No conoceis que esto puede :-;uceller hoy-? Les lsegurais, clel'Ís,
todas las J'(lnlas, y (Tl"cis que se les darán; pero yo tengo un in-
lIlellSO remordimiento, y puedo decir hasta que tengo la seguridad
de que ú la vuelta de muy pocos aftos, y si no años, de muy po-
(',as generacionrs, esos establecimientos que IIm'an tantos siglos
de eÜitenci<l, vamos ú destruirlos por una ley irrel1exi "a. Seño-
res, indudablemente ho~ los bienes destinados ú la heneficencia
no hastan ú sus necesidades. ¿Y por qué? Porque hace mucho
tiempo que siendo las necesidades l<ls misma:;, y aun mayores,
no ing;'esan bienes. ¿Y por qué no ingresan? Porque ideas pare-
cidas á esta, que domina en la mente del señor ministro de ha-
(·jenda, han "e('<lelo en E;;paña la heneficencia. La han secado,
~eñores. ¿Y qU(; yais á hacer vosotros? Yais á seg<lrla.


Segada qlledarú la 1wI1dicencia en Esp<lña ~i ,"olamos esta
lf'~'. y segada, ¿por qUl"? ¿Crreis que despues de ('"la ley vais á
\ ('ni)' todavía , propietario~, a dejar en sus últimas voluntades
hienes á la beneficenci<l? ¿Lo creeis? Yo, que no lo creo, no puedo
dar mi voto ú una ley que ya it traer t<ln horribles consecuencias.


Creo: señores, que bien cándido se necesita ser para crerr
que' a á haber d\J1did()~ testadores que dejen sus bienes á los es-
tablecimientos de henefieencia, cuando saben que al día siguien-
te se ronden, y en su lugar se les da un papel, y un p<lpel que
correrá la suerte ele todos los papeles del ]~stado; no quiero dete-
nf'rme á hablar de los establecimientos de instruccion pública,
porque no los con~idero tan comprometidos con esta medida, pues
hay gran diferencia respecto de estos, hoy dia, drspues de la ceIl-
tralizacion, porque cmtralizados como estún hoy todos los fondos
de esto" eRtablecimientos, son pagados por el Estado, y por con-


TOMO IV. 13




194 D1SCUl\SO SOBRE
siguiente cobran hoy del Tesoro, y lo mismo cobrarán mariana;
yo soy justo, señores, y en esto no haUo grande incomeniente;
pero los establecimientos de instruceion publica ó institulo~, á
cuyo sostenimiento se hace frente con 108 fondos de las respecti~
vas· provincias, y que se pagan por las provincias, sufrirán los
mismos perjuicios que los establecimientos de beneficencia.


En las universidades no es lo mismo; pues estas dan los fon-
dos que recaudan al Tesoro y cobmn del Tesoro; } por lo tanto,
lo mismo da de una manera que de otra; á esta clase de estable-
cimientos le es igual. Los males que van á eaeJ' sobre el Estado
con la disposicion, cuya adopcion se propone, "an á ser inmen-
sos, señores, porque yo no comprendo que si ahora no es bene-
ficioso para los pueblos el continuar con el sosten de los estable-
cimientos publicos, de cualquier clase que sean, no eomprcndo,
digo, que sea beneficioso para el E8tado, y roy ú probarlo más
todavía por si lo necesitase, aun cuando creo que basta con lo ya
manifestado.


Señores, con respecto á los bienes del clero se acuet'da una
disposicion enteramente distinta, eompletamente opuesta á la que
se propone para los bienes de propios y de los estableeimientos
de beneficencia. Los bienes de propios y de los eslablecimientos
de beneficencia, el gobierno los coge desde luego todos, y les da
en su lugar títulos del :1 por 100 de los que hoy existen; por
consiguiente, se puede decir que el Eslado ,iene á obtener esta
ventaja de que ya matando en esta parle la deuda; y aquí tam-
poco comprendo yo pOI' qué han de ser los pueblos que tengan
propios los encargados de matar la deuda, que es de toda la na-
cion. Esto sucede con los bienes de propios; pero con los del cle-
ro sucede una cosa enteramente distinta, pue~ á cste se le cogen
todos los bienes hoy, ¿y se le dan títulos del :1 por 100, como dice
el concordato respecto a los bienes de los regulares? no, nada de
eso; pues al fin esto era menos malo si así se iba extinguiendo
la deuda; pero aquí se crean nuevas inscripcioncs; aquí no se
mata un maravedí de lo que existe; no se dan á los cabildos ni
áJas iglesias inseripciones de los títulos de la deuda que hoy
existen, sino que se crean olras nuevas. ¿Y cómo se les dan? El




LA DRSAMOnTIZAClON, 195


Estado coge todos los bienes del eJel'O: más claro, el Estado cnge
esta propiedad que valB tOO 1'8" Y el Estado la vende y se la pa-
gan los compradores en catorce ó quince años; es decir, le dan
un 6 por 100 al año, porque á esto equivale el darla: a pagar en
catorce ó quince aflos: ¿y qué hace· düspues de esto? Da al clero
en el dia que lo coge 300, porque el papel que le entrega se lo
ha de dar al precio que se cotice en la plaza, y este se encuentra
á :J2 Ó 3B por 100; de consiguiente el Estado da al clero 30011
los quince dias de habrmw votado esta ley, y el gobierno coge 100
reales en quince años,


Hesultado de lodo esto, que el Estado tiene que abonar al
elero, al tencdOl' antiguo, al tenedor de los bienes un 9 por 100
anual, porque le ha dado ;WO 1'~, de capital al interés de 3 por 100,
y que recibe cada año 6 Ó 7 por 100; porque e~to e~ lo que cor-
I'Psponde ~i la tinca vrmdida se ha de paga¡' en catol'ce ó quince
años: recihe cada año 6 por 100; por manera que en una resulta
que el gobierno da al clero desde el afío tIue \ iene 9 por 100 Y re-
cibe 6, Y e~to e~ un perjuicio para el Estado~ (ltlgunos señC/'res dI-
putados: No es eso .. ¿ Qué no es asi? Pues ~o c5'pero que se me
(:onteste; yeso es dlll'ante los quince años primeriH, que de¡;pues
hay que pagar los 9 por 100 por {~ntOl"o; hay que pagar los 9
po/' 1 00 por completo, Al fin en los quince primeros años toda-
vía el Estado recibe (, por 100, porque repartidos los 100 rs, que
se han de pagar en quince años resultan 6 y pOC.Q más al afio;
pero despues ele esto,; quince años no recibe nada.


Oigo decir, como en tono de tl'iunfo, que e"o seria imeno si
no tuviese (1(\ todos modos el Estado que pagar al culto y clel'o,
y que entonces tanto da pagarlo ele un modo eomo de otro: pero
('\ resultado QS que hoy tiene el clero :J2 millones d(' reales que
no necesita pectírselos al Estado para su subsistencia, y ma-
ñana, vendidos los bipnes que lo pl'oducen esos 32 millones de
reales, los misl1l{)'; :H millones ten{lrá que dárselos el Estado. Ya,
como he dicho antes, ~abel1los el resultado de f'sta8 ventas) y su-
('ederá lo que ha sucedido en ellas con los bient's de los pueblos;
pel'o el resultado es que siempre sedl preciso dar 32 millones más
al clero que lo que hoy se le dá; y al recoge]' los hienes que pl'O-




196 DISCURSO SOBRE


ducen esa suma en el dia, tendremos que crear algunos dentos <Í


miles de millones de la deuda con las inscripciones que se vau ú
crear.


No se amortizará nada, como me dice aqui el Sr. Navarro,
porque lo que se hace es crear nueya" inscripciones: se habria


amortizado algo, siguiendo lo que el concordato pre\iene, que es
,endiéndolos á tres es ; pero no se hace eso, sino (IUC ¡;e crean
nllCYOS titulos y nuevas inscripciones. Y aquí me oeurre una 0])-
servacion: si tan justas ha creido la eomision las razones que mi-
litan en [ayor de los pueblos y la heneflcencia, que ha adop-
tado desde luego que se les asegure Ú ('sos establecimientos
y demas de los pueblos loda la renta que aetualmcnte tienen,


¿por qué no ~c adopta lo mismo respccto al de'ro? Si se (Te(' (ItW
se ha de eumplir lo quo aquí se decr'ole por esta ley respeclo de


unos, lo mismo se cumplirá respecto de otros; y si justas han
parecido las razones para que en fayor de los ayuntamientos)
hospitales se haga esa distincion, ¿por qué no han de ser lo mis-


mo para el clero y el culto'? Y si no ~e hace a:;i, si se hacen dis
tinciones entre uno:; y olro:;, yo podré preguntar con un célebre


orador de nuestras córLes ¿CM/' taln val'ie? Se dice que se admiten


lo~ cupone:; de los ayuntamientos y beneficencia en pago de con-
tribuciones, y me parece que no se hace lo mismo con 10R del
clero. Me diee el Sr. Escosura que no. ¿Por qué ú lo~ e,;lableci-
mientos de beneficencia se les da ese priYilegio y no se le da al


clero'? Si lo decís y haceis, porque teneis duda que se paguen
esos cupones, y no quereis que por falta de esle pago queden de:;-


atendidas las neeesidades de esos estableeimientos, ¿ por qué no
haeeis Jo mismo con las del culto y clero? ¿O es que no importa
que queden desatendida·s? Francamente: y hablando do huena fé,
no comprendo la razon de admitir esa ,enlaja por lo respectiyo
a los ayuntamientos y benoficencia y no admitirla para el clero:
no comprendo por qué un pueblo que pague 6,000 rs. de con-
Lribucion y tenga 2; 000 ele sus cupones, se le admitan estos y se


le haga pagar solo tÍ,OOO rs., ó no se le admita ó ~e haga lo
mismo que con sus cupones, con los que proceden del cle-
ro. ¿ Van a quedar desatendidos el cullo y el clero? ¿Quereis




LA DESAMOIlTIZACION, 197
ronsentir que se cierren las igle~ias y se suspenda el cúlto?


) Yo no puodo CToor que nadie de lo;; que se sientan aquí quiere
e~to, y quo al mirar por los e,tableeimientos de beneficencia y
demás públicos, deje ele hacer lo mismo en favor del clero y del
culto; pero no basta que lo queramos ni lo hagamos, sino que
nadio lo presuma siquiera. Si nosotros Yamos tranquilos de que
á los aYlllltamientos y la bfmeficencia no les han de faltar recur-
SOl", puesto que con ellos se ha tomado una disposicion, que yo,
que soy justo, aplaudo que la comision lo haya hecho, pues ha
mejorado notabilí~imamente lo propuesto por el gobierno; si esto
haremos y quedamos tranquilos, ¿con qué tranquilidad dejaremos
espllestos al culto y clero? Y si no hace falta esa disposieion, si
110 quedan sin ella eSpllestos esos establecimientos, ¿por qué ad-
mitir para ellos esa (',.;cepeion y no para los demás ó para el
dcJ'O"? Una de dos: si e~ comeniente, ¿por qué se hace esclusivo?
Si no e~ conveniente~ ¿,!'am qué adoptada para ninguno? Yo no
t'omprenrlo la razon que haya podido haber para esto.


»POl' todas estas consideraciones, señores, aunque nosotros
fu{'~emo~ eompetentAs que~ repito, no lo som08~ para acordar la
rlesamortizacioll~ no podríamos dA modo ninFtuno acordar la que
~e no" propolw. ¡,Qur podríamos en su caso hacer? En cuanto á
lo~ hiene:-; del clero secular, nada, porque son inalienables; en
cuanto it los de lo.~ connmtos, \'cllflerlos como está concordado
con la Santa Sede. ¿Se c¡uiern otra cosa? Hay que tratar con
Roma.


) Propios. He~poeto de esto, iliempre "e ha ('on~iderad() lllUy
difícil adoptar una merlida general; pero yo, si lográbamos el
acuerdo de I()~; puC'hlo", no duraria, despues de yender algunol'
pa ra atC'nder ú las neee::iidades del concejo, ('omo un l'el(~i de
10m', un crmenterio, un pllente~ una fuente. todos los demá"
hienes lo" repartida ú C'nlitéusis comlicional, renoyándole cada
cincuenta <lños; con su cánon se cubrirjan las necesidades del
municipio. ¿Qu()J'[!i~ ejemplos de los bienes que se seguirían de
adoptar este ::.:istema? Ved los que ha prodU"ido en RiYart'o.ia~
pueblo de Valenda, de re:-:ultas de haberle concedido su campo
en enfitéusis el emule de Revillagigedo; mirad á MontancheT. y




198 DlSGUl'oSOSOBftE
Aleué!'lcat, en Eslrcmadura. Jlirad la i~la de San Fernando r que
haco muy pocos añOfi no Jaba sino retamas, cómo está hoy cu-
bierta de viñas y huertas: ¿,por qUl"? por la cníitéusis. Y no di-
gai:a; que es difícil y cORto~a su administraeion. Ninguna allmi-
ni~tt'acion lliÚS fácil ni más barata que la de la eufi léll.~is creada
en TO!ieana por el gran duque Pedro Leopoldo, y no hay que ir
ú busearcjemplos de naciones eslranjm·as. ¿Qué ~lleedia eOIl el
censo de poblacion en Granada? Xinguna renta cOiOlaba .mtlllO.~ al
Estado.


dIe concluido, señores; des pUl''; de prestar mi adhesion al
principio de la desamortizacion, ho demostrado que nosotros no
somos competentes para a{~ordar lo quo se no., pide, y caso quo
lo fij(\ramos, no lo deberiamo.' acordar como "o propone por lo,;
perjuicios que traeria.


)lUna sola observacion me voy á permitir hacer. Si los mo-
derados que nos 1iontamos en los e1icaños (le esta asamblea nece-
sitáramos dar alguna prueba de nuestra buena fé , de nuestro
amor al país de que no tenernos prisa ninguna porque desapa-
rezcais del mundo, la hallarian todos en la conducta (Iue estamos
obsel'Yando desde que se abrieron las scsione~. So trata de cues-
tiones de órclen público, de eue:;[ione" de gobierno, de obtener
reCUI'i\OS útil, decorosa y comenienlemcnlc, pues nuestro:" votos
han estado ~iemprll al lado del g-obicrno. Sc trata de lÍu~pender
la sancion real y con eIJa la monarquía, nuestro~ dis('ursos han
sido lo,; primeros quo se han pronunciado en contra; se trata
de debilitar la lmirlad religiosa, con nuestros votos y con nues-
tros discU!'sos hemos acudido ~l su sal \acion; se trala hoy de
atacar la propiedad, nosotros salimo~ it adycrtiros los peligros ú
que esto os va á esponer. ¿Y qué deberiamos hacor'! Todo \0
cOl:tl'ario. En cuestiones de gobie!'llo, susf'itaros embarazos,
crearos dificultades; ¿se trata de cometer grande:; de6aderlos'!
Empujaros para que os precipiteis; y no lo hacc\1lo:-;, y Ital:cmos
lodo lo contrario, y no no~ al'repentimo~, porquc a~i se condu-
cen siempre los hombres tle principios, los hombres de gobierno.


)lSeñores de la situacion, en esla cuestion todavía estais il
tiempo; deteneos, tratad con Roma, consultad a los pueblos, y




LA DESAMORTIZACION. 199
re partid, en su ca~o, á enf1tt\nsis sus bienes, y ellos eolmarim de
bendiciones al partido prop;rrsista, y se prolongara vuestro man-
do, y dejareis una huella luminosa; pero no espereis esas hendi-
ciones, no conteis con esa duracion si un dia disgustais á los
monal'qllicos, si otro asustais á la~ conciencias, si otro atacais la
propiedad, porque 1'1 sentimiento relip;ioso, ('1 ~entimiento mo-
nárquico, el respeto á la propiedad está en el corazon de todos
los españoles.» ~






SAGASTA.


La existencia de los partidos políticos tiene muchos
puntos de semejanza con la existencia de las familias, y
está sujeta como la de estos á las mismas condiciones vi-
tales, á las mismas alternativas de decadencia y de pros-
peridad, de glorias y de desgracias.


Cuando el jefe de una familia está dotado de honra-
dez y de talento, cuando en la administracion de sus in-
tereses entran por igual la aptitud y la suerte, cuando la
juventud le hace activo y emprendedor y el afan de crear
un ligero porvenir á sus hijos incansable y resuelto,
aquella familia de seguro brilla en la sociedad, su patri-
monio se acrecienta maravillosamente, y la felicidad más
completa se alberga por fin en el hogar doméstico.


Pero aquel padre envejece ó la ineptitud y la desgra-
cia malogran sus esfuerzos y debilitan su ánimo; las ri-
quezas desaparecen, la felicidad se ahuyenta de aquella
casa, se oscurece el antiguo brillo de la familia y queda
por fin sumida en la desgracia y en la miseria.


Solo hay un medio para salir de aquella postracion,
para ser considerada de nuevo en la sociedad, para vol-
ver á la vida de la opulencia, para recuperar el rango
perdido; que un miembro de ella, que un sucesor de




202 S~GASTA.
aquel padre caduco, inepto ó desgraciado, evite con he-
róicos esfuerzos la total ruina de aq uclla familia, y la co-
munique su actividad,su aptitud y su génio emprende-
dor, y solo así la encumbre, la regenere y la salve.


Tal su~ede" aunque en mayor escala, con los partidos
políticos. Cuando sus jefes, por ineptitud ó por desgracia,
se inutilizan y mueren; cuando los partidos políticos se
encuentran desorganizados y moribundos, heridos de
muerte por sus desaciertos ó sus desgracias, y próximos
áperecer víctimas de sus errores, de su ambicion, ó de
sus locuras, solo la aparicion entre sus filas de nuevos
partidarios, jóvenes; resueltos y organizadores, puede
salvarles del desprestigio, de la ruina y de la muerte,
inoculándoles la sávia de la juventud, trasmiti{)ndoles el
valor, el entusiasmo y la fó de que carecen.


Cuando eso sucede, cuando aparecen en la escena
nuevos y fervorosos partidarios, con un corazon vírgen
de rencores y de odios, con creencias no debilitadas aun
por la ambicion, con un talento claro no ofuscado todavía
por el interés y las cábalas de la política, los partidos
donde se afilian se fortalecen y regeneran, cambiando
sus recuerdos por esperanzas, y sustituyendo al des-
aliento, al escepticismo y á la desorganizacion: el vigor,
la fé y la armonía.


Años hace que el antiguo partido progresista venia
arrastrando en España una existencia penosa, triste y
desprestigiada. En la epoca de la regenda del general
Espa1'tero puede decirse con razon que dejó de existir el
partido progresista, porque dejar de existir un partido
es fraccionarse, vacilar en sus creencias, perder su anti-
guo credo político, su bandera, y con ella su homogenei-
dad, su armonía y su fuerza.


Naciendo de su muerte la democracia, llevóse consi·




SAGAS'I'A.


go los elementos más vitales del antiguo partido; llevóse
su audacia, su radicalismo y su historia. El partido pro-·
gresista perdió su razon de ser, perdió su prestigio y su
autoridad, porque no quedó en su~ alma más que la duda,
la vacilacion y el encono que inspira siempre la desgra-
cia á las almas débiles, desesperadas y pequeñas.


Desde entonces vemos caminar al partido progresis:..
ta por el campo de la política y del gobierno como el cie-
go que marcha por un camino desconocido, vacilante,
inseguro, temeroso, pensando siempre que al avanzar un
paso puede precipitarse en un abismo.


Por eso le vemos unas veces ladearse hacia la demo-
cracia, tal vez hácia la república, creyendo ver un pre-
cipicio en la monarquía, y aproximarse otras con conflan-
za al Trono por no caer en el abismo de la democracia.


Es muy posible que el antiguo partido progresista,
caminando á ciegas como hace años camina, se hubiera
estrellado ya en la roca de la monarquía constitucional
ó en el muro de la democracia republicana, si Íluevos y
resueltos partidarios, entre ellos el político, cuya bia--
grafía vamos á trazar ligeramente, no le hubiesenalen-
tado y conducido en ocasiones por el camino que le te-
nían trazado su historia, sus antecedentes y sus tradicio-
nales opiniones.


Desde que aparecio en la escena política, Sagasta ha
consagrado todos sus esfuerzos á la reorganizacion del
histórico partido á que pertenece, contribuyendo y no
poco, en su calidad de (liputado y periodista, á que reco-
brase su perdida energía, á que marchase por el camino
del progreso ordenado, á que enarbolase su antigua y
tradicional bandera.


Sus discursos en las córtes constituyentes de 1855,
en que se dió á conocer,no encerraban otra tendencia,




204 SAGASTA.
no aspi~aban á, -otro objeto que á la reorganiíSacion del
partido progresista bajo la base de una monarquía cons-
titucional, rodeada de instituciones radicalmente demo-
cráticas: el sistema de gobierno de los constituyentes de
Cádiz; absurdo en la teoría é imposible en la práctica;
porque es absurdo y es imposible, segun la infalible en-
señanzade la historia, que se amalgamen y armonicen
dos fuerzas repulsi vas, dos elementos enteramente con-
trarios, sin que una á otra se destruya, como el agua y
el fuego; porque es imposible que pueda subsistir una
república con apariencias de monarquía, ni una monar-
quía con las formas de una república.


Como orador, Sagasta reune condiciones nada comu-
nes para brillar en la carrera del parlamento, cuando
la práctica y los años calmen un tanto su carácter arre-
batado é impetuoso.


Franco en el ataque, enérgico en el decir, bello en la
forma, con un corazon entusiasta y una clara inteligen-
cia' sus peroraciones son varoniles y vigorosas, rebosan-
do bellezas de estilo y rasgos de sentimiento.


Por las condiciones especiales de su oratoria, Sagas-
ta es un orador de lucha y de polémica, más que razo-
nador y filósofo.


Sus discursos en ese sentido son siempre apasionados,
provocadores, agresi vos, como el que pronunció el 11 de
enero de 1862 en que, acusando al ministerio de inconse-
cuente en materias de libertad de imprenta, esclamaba:
«( y los que vienen al gobierno á plantear lo contrario de
lo que dijeron en la oposicion; los gobiernos que vienen
á plantear lo mismo que en la oposicion combatieron, esos
01 vidan sus compromisos, faltan á su palabra, reniegan
de su historia, defraudan las esperanzas del país y en~a­
ñan al Trono.»




SAGASTA. 205
En otro discurso, y dirigiéndose al banco. de los mi-


nistros, decia: l(¿Qué ha de suceder con un ministerio,
planta parásita del Trono, con cuya sustancia pretende
alimentarse, y de cuya vida quiere vivir como la yedra,
que se alimenta de la sustancia y la vida del árbol, sin
considerar que si la yedra adherida al árbol vive más,
el árbol vive menos, y que puede llegar un dia en que la
yedra y el árbol ·veng·an abajo á un tiempo y á los mIs-
mos golpes del hacha?»)


La base del sistema político de Sagasta es la sobera·
nía nacional, y de ahi su creencia de que «los tronos no
son mas que instituciones politicas,'llamadas á satisfacer
las necesidades de los pueblos. J)


Defendiendo en cierta ocasion su principio favorito,
con la forma vigorosa y el enérgico estilo de siempre y
refiriéndose á un periódico denunciado por la fisculía de
imprenta, csclamaba: (( ¡Delito el principio de la sobera-
nía nacional! ¡Delito ese principio que es la base de to-
dos los gobiernos representativos! ¡Delito ese principio,
en el que se funda la organizacion de todos lo~ pueblos
modernos! i Delito el principio de la soberanía. nacional,
en el cual se fundan todas nuestras institudones poli ticas,
en cuya virtud os estoy dirigiendo la palabea, en cuya
virtud estamos todos ocupando estos escaños I en cuya
virtud, el gobierno ocupa ese banco ministerial, en cuya


. virtud, por fin, doíia Isabel TI de Borbon so sienta en el
Trono de España por ese principio y nada ll1RS que por
ese principio! ¡D~ito el principio de la soberanía nacio-
nal! ¿Contra quién ó contra qué? ¿Oontra el derecho divi-
no de los reyes? ¿,Oontra ese sistema absurdo, que apode-
rándose de las sociedades embriagadas con la ignorancia,
pretende que haya algunos elegidos por la Providencia
para gobernar :i los pueblos, ~ invocánc1ola pretende que




206 • SAGASTA.
cual la nir¡f~Eg~iales comunica las decisiones del cie~
lo? ¿Contra ese sistema nefando, por medio del cual se
quiere qacer.in.tervenir á la. Divinidad en nuestras debili-
dades. y:fla.q.uezas? ¿Contra ese sistema sacrílego, por me-
dio del cual se quiere hacer participar á la Divinidad de
las iniquidades, de las maldades y hasta de los crímenes
de Jos.I;eycs?)


Decarácter independiente y altivo, Sagasta no se in-
timida en ]a lucha sea eualquiel'a el número ele sus con·
trarios y la clase de armas con q uc se ]e acometa; po·
drán sus enemigos vencerle, pero nunca abatirle y hu-
millarle. Cuando alguno lo intente, responderá con
la cabeza erguida y el ademan imponente y severo;
«Tampoco yo soy rico, tambien soy humilde; pero con
mi humildad y todo, yo que apenas tengo valor para re-
sistir á la súplica, nunca cedo á la exigencia; no me creo
de 'llingunamanera superior al pobre, pero jamás me
considero inferior al poderoso; se me encontrará siem-
pre dispuesto á bajar mi cerviz ante la desgracia, pero
jamás abatiré mi frente ante los potentados de la
tierra.))


N o por ser tan enérgico en su carácter, tan impetuo-
so en su temperamento, tan varonil en su estilo, se niega
su oratoria á la ternura y al sentimiento. Aún recorda-
mos su poético, sentido y conmovedor discurso pidiendo
gracia al gobierno y al congreso para los encausados y
sentenciados de Loja; discurso que empezaba con este
bello y pintoresco exordio: «Acostumbrldo siempre á en·
contrarme en este sitio, con mis enemigos enfrente, obli-
gado un dia y otro dia, constamente, siu descanso, á lu-
char sin fortuna, es cierto, pero con ánimo sereno y con
lealtad, veo con gusto que ha llegado el día en que aban-
donando el casco, desnudándome de la cota de ma111,




SAGASTA. 207
puedo arrojar la lanza y penetrar confiadamente en las
tiendas del campamento enemigo.))


y concluía con estas sentidas frases, eco de Su alma
levantada y generosa: «Señores diputados: 'seguid los im~
pulsos de vuestro corazon; decid una palabra ,perono os
equivoqueis por Dios al pronunciarla, y recibiréis las fe-
licitaciones de vuestros comitentes, los plácemes de
vuestras esposas, o.e vuestros hijos y de vuestros ami-
gos; la gratitud de la desgracia, que es la bendicioil de
Dios. })


l>ero su mejor discurso, el más acabado y el que más
revela sus dotes y condiciones de orador de parlame'nto,
es sin disputa el pronunciado en la sesion de 6 de marzo'
de 1861, defendiendo la unidad de Italia, y que al pié de
esta semblanza encontrarán nuestros lectores. Discurso
elevado, vehemente, erudito y enérgico, que produjo un
gran efecto en las tribunas y Un gran alboroto entre los
diputados.


Discurso en defensa de la unidad de Italia.


«Al tencr el honor, señores diputados, de iniciar este impor-
lanLe debale para dirigir graves carg'os al gobierno por la con-
duela política que ha seguido en las Ilogociaciones diplomática~
relati vamente a la cueslion de lLalia, empiezo por manifeslar con
toda sinceridad que lo hago con el mayor sentimiento, porque'
rm esla, como en todas las cuc"lione~ que se refieren á nuestro:->
asuntos del esterio!', yo no yeo en el hanco ministerial ni ami-
gos ni ad rel'sarios políticos mio~, sino ministros espaiíoles. Por-
que en esta, como en todas las cuestiones que se rozan con
nuestra:-\ l'('lacionc,; diplomáticas; yo desearia estar :-;iempre al




208 DISCURSO EN DEFEN¡:A
lado del gobierno, siquiera fuera el mas contrario á la realiza-
cion de mis principios políticos.


»Los hombres que dirigen la gobernaeion del Estado pueden
adoptar en lo relativo a lo interior la políliea que tengan por
cOl1\eniente; pueden no adoptar ninguna, como sucede á lo~ ac-
tuales; pueden, en fin, diferir en más ó en menos relatiramente
a las opiniones que representan y en los illedios de realizarlas.
Pero esto, que en la política interior ]lO solo no ofrece ineonye-
nientes, sino (fue ,iene ú constituir, por el contrario, la base
del gobierno rcpre,;enlativo, el juego de la,. in~lilucione~, seria
desastroso en la política eslerior. La movilidad en la política in-
terior, cuando esta en armonía eon la movilidad de las necesi-
dades públicas, puede no solo ser conveniente, sino hasta benp-
tica; pero esa movilidad en la política esterior seria siempre por
lo menos improdueli\a.


)¡Calla país por sus tradiciones, por su historia, por su situa-
don geográfica, por su organizacion y hasla por sus costum-
bres y carácter, tiene marcado su destino en la marcha progJ"(~­
~iva de la humanidad, Mcia cuyo cumplimiento elleamina conR-,-
tantemente sus miras y dirige ele contínuo sus a~piraciones; y
los gobiernos ilustrados y patriótico,; tienen el deber de ~ometer
constantemente ~us gestione~ ¡l la lllás pronta realizacion de tan
elC\ adas miras, á la más pronta satisfaccioll de [an legitimas
aspiraciones, ~uhordinando euanto cligan y hagan en sus rela-
dones con los demás gobiernos al rnús pronto cumplimiento de
tan nobles objetos; y esta condueta, que es superior á los parti-
dos, que está. por cima de las pasiones políti('as, que si no tien-
de a satisfacer intereses pequeños y del momento, aspira ú la
realizacion de elevados pensamientos y al engrandecimiento de
la patria en lo ponenir, es la política intel'lladonal que debeIl
adoptar los gobiernos en sus relaeiones con las demús para no
decir ni hacer nunca nada que pueda serla ad \ erso; para decir y
hacer por el eonlrario cuan lo pueda seria favorable.


»)Pues bien, señores diputados: la EspaI1a, como en todos los
países, y en E~paiia con mús razoIl (j1w en la mayor parte de lo:>
paises, por su larga historia, por el grande influjo que algun día




DE LA UNIDAD DE ¡TALlA. 209
ejerció en el mundo, por su especiaJisima situacion en BUI'opa,
por sus grandes, ictodas, y más que por sus grandes viclorias,
por sus grandes desastres, tiene perfectamente marcado su des-
lino para lo ponenil', y sus gobiernos deslindada y trazada la
polltiea que á los altos intereses del pais es conveniente.


J)Es, ante todo, deber de todo gobierno, ya sea republicano,
~ a sea monárquico I'cpresentati \ o, ya absoluto~ asegurar, forta-
l('('el' las instituciones que rigen en el país ('uyos destinos dirige,
y bajo este punto de visla debe influir eonstantelllenle para pro-
r:urarla~ all i donde no estén establecidas, y para robustecerlas
alli donde sn hallell planteadas, sin que sea permitido olvidar á
lIingull gobierno nunca ni por ningun moti YO esta circunstant'ia
('11 sus relaciones ('on los demas.


))El primer punto, pues, de la politica de todo gobierno espa-
¡¡ol t'oll~istirú en apoy,u' t'Il el esterior, por cuantos medios sean
posibles, el ~i,;terna de gohi('\'llo que aquí lÍos rige y contrariar
de la maurra que le sea posihle, en cuanto la autonomía de los
demas países lo consienta ~r siempre con la prudencia y circuns"":
Jlcccion qlle exige la diplomacia, loda clase de instituciones que
M:an contrarias á la:; que aqui estén establecidas.


))SO hay e,;paflol, señores diputados, no hay español que 110
desee que la Península iIJ¡;rica constituya pronto una sola nacio-
nalidad; no hay espaflol que no dr~f'e que dos puehlo,; nacidos
hajo ellllismo cif'!o, bañados por los mismos mares, que han te-
llido por tanto tiempo una riela t'Olllun, siem pre \ida semejan-
te, que nlcnlan las mismas tradicione~, las mismas costumbres,
la" misrna~ (T('encia~, la misma feligion, el mismo carácter n<1-
donal, la misma historia, que han compartido las mismas glorias
y las mbl1la~ penalidades, qlle se han repartido la honra en el
descubrimiento de nueyos mundos y que no estún separados sino
pOI' una linea imaginaria Yisible solo por los aduaneros que la de-
terminan; no hay un español, repito, que no desee que e~tos llUc-
blos se ['eunan en uno solo y que constituyan la unidad nacional
('omo eonstituyen ya la unidad de raza y la unidad geogrúfica.


))\0 hay español, :'Iefiores, quP al ohscnar la lEm{\encia il'l'e-
sbtible que se \é In mismo en Jlalia que en Alemania y en todas
TO~\O IV.




210 DISCURSO EN DEFENSA
partes á la unidad; no hay un español que no desee la union de
estos dos pueblos, si es que han de influir en los grandes desti-
nos de la Europa, y constituir una potenda que pueda ~enir de
eontrapeso á la~ naciones ya organizada~ y il las qne de nuero f'e
organicen; no hay un español, en fin, que no desen de todo co-
razon y eOlllo la apremiante satisfaccion de una urgente neee~i­
dad la union ibérica.


)JSegundo punto de la política nacional: la lendencia fija.
constante, perse\erantc húcia la complela ]'(lalizacion de este
pensamiento "ital para Espaüa y Portugal, indispensahle para la
independencia y dignidad de esla parte illlportante de Europa,
teniendo euidado de no hacer nunca COf;a alguna que pueda pe\'-
judiear en su dia la I'ealizacion de este pen"amicnto; dicinndo y
haeiendo todo lo que pueda serla fa \orahle , y apoyando ('11 d
esterior euanto pueda eontribuil' á la mil'; pronta realizaCÍon de
estas esperanzas.


)JLa ocupacion de Gibraltar por la Inglaterra, y la cOIlf]uif'-
ta de Argel por la l{randa, que eada dia ,a lomando mayo]' in-
eremento, amenazando una y otra nacíon el dominio (~olllpleto
del eanal que sin e de unioll it nuestros mares, obligan ú todo
gobierno español á no separar la ,isía del otro Jado del Esln'-
cilo, y á eon~ide!'arle como el principal punto de su polílka in-
ternaeional , siquiera en la oeasioll mús oporluna, en la guelTa
de "Urica, se haya lenido olvidada esta gr;¡\Í~ima eireunstaneia.
Po]' último, la dignidad y la eOIlvelliencia de E~lwfia nos obligan
á proeurar por euantos medios estén á nuestro al canee la union
de nuestra raza en Amériea.


»Estos cuatro puntos constituyen prlneipalmente la política
internacional de todo gobierno español, la política que debe te-
ner presente el gobierno, si ha de ser guiada por elevadas mi]'a~
de nacionalidad, y no arrastrada por mezquinas pasiones y bas-
tardos intereses personales . .Esta politica es la que debe tcner
siempre presente el gobicrno español si ha de merecer este nom-
bre, para no deeir ni haeer nada que pueda pcrjudicar á la na-
don, para decil" y hacer todo lo que pueda favorecerla.


»Ahora bien, señores diputados: el gobierno de la union li-




DE LA UNIDAD llE IT ALTA. 211


beral ¡,ha seguido en las negociaciones diplomáticas á propósito ..
de la cueslion italiana esta política digna, esta política ele\ ada~
esta llolitica racional, esta polI tic a en armonia con nuestra histo-
ria, ellta política favorable á nuestras instituciones y en eonso-
nancia con nuestro porvenir, ó ha sido, por el contrario, arras-
trado en esas negociaciones por una politica estreeha, por una
política mezquina ~ por una política personal, por una política
desfavorable ú nuestro sistema de gobierno, por una polil.iea en
oposieion con nuestra historia y- contraria á nuestro porvenir?
Esta es la cueslion que yo me propongo esclareeer al ocupar la
<ltendon del (~OIIgl'eso, si como siempre acostumbra, es benévolo
conmigo y liene en esta ocasion, como la ha tenido en otras, la
dignacion de eseucharrne.


)¡Pero anles de enlrar en ('1 fondo de la cuestion , no es posi-
ble dejal' pa~ar desapercibido un incidente ocilrrido aquí ú pro-
pósito de la publil'idacl de los documentos diplomáticos que cons-
tituyen la ba~e de este debate. El congreso recordará los térmi-
IIOS prudentes y circun~peclos eon que mi digno amigo el señor
Olózaga pidió la presenlacion de estos docuIllento~ y la reserva
prudente y circunspeela tambien con que el señor presidente
del consejo de ministros ofredó su pl'e~entacion. No deseaba mas
la minoría, !lO queria mús la minoria que lo que el señor presi-
denle del consejo de minislros ofrecía, pues que no.'; dijo que el
gobierno presentaria aquí los documentos relali 'lIS á esta cues-
tion, cuya publkidad no ofreciese incoll\eniente ninguno. Pues
bien, señores dipu!ados: despues de haberse tomado el gobierno
lodo el tif\mpo (fue ereró necesario, sin que las oposiciones, en
su natural impaciencia, le recordaran ni una sola vez el cum-
plimiento de su promesa; des pues de haber hecho objeto á estOI>
documentos del exámen riel consejo de minislros; des pues de
haber escogido y haher vuelto á escojer los documentos que debia
traer aquí, despues de haber dejado de traer los relativos a una de
las cuestiones mas importantes que se \enLilan en Italia, a sabor,
los documenlos que hacen I'l'fcrencia á la cuestion de noma, escep-
lo uno; des¡mes de no haber traido algunos de los documentos que
se refieren á las cucstionc.; de ParIDa r de ;\ápoles; despues de




212 DISCURSO EN DEFENSA


haber suprimido en los documentos que ha traido algunos de su~
párrafos que han sido sustituidos con puntos snspensi \O~, y ya que
hablo de puntos suspensivos los recomiendo al sellor liseal de im-
prenta ó al administrador del "enH(lo eOlUun, el seiíor ministro de la
gobernaeion Sr. Posada lIerrera (que es uu bonito de~lino); de.~pue~
de haber heeho lodo esto, contesta el gobicl'I\o con una tranquili-
dad pasmosa Ú la peticion justa y parlamnnlaria dn la minoría,
una \ ez traiclos aqui estos documentos, reducida il que se pu-
blicasen, con la duda de quo todavía podria !labor PIltre ello,; al-
guno cuya puhlicidad pudiera ofrecer iIlcomenienl(:s, y con la
benévola intencion de hacer recaer sobre la minoría la respollsa-
hilidad si se pllbliclban esos documentos. Dos ralla" graves hay
aquí, una del gobiel'l1o y otra de la mayorítl, q(ie tambien pn las
mayorías se falla.


)lEn el momento en que el gobierno trae al eongrew alguno:->
documentos para ser examinados y discutidos, ól carga y es el
único q,ue debe cargar por completo con la rcsponsabilida<l que
pudiera rc,;ullar por la publicidad de alguno de esos llocumen-
tos. ¿Qué gobierno puede traer al exúmell de HU diputados de
distintas opiniOlH'S, y que miran las cueslione:< bajo diláente
punlo de ,ista político, y que no tienen tod()~ los dalo~ JH'(~c'sa­
rios para juzgar hecho" aislado", qué gobierno puede traer á
su examen documento,,; cuya publicidad pudiera ofrecer inconve-
nientes, y eiÍrno lo~ han de examinar en el instan le en que se ya
a re~ohe!' la comellienda Ó inconvenienda dn su puhlkacion? Pu-
bliquense ú no se publiquen esos documentos, de.,eIe el momcnto
en que el gobierno los tr,w Llt{uí, desdc e~e momento carga con la
rel'ipol1sabilidad de su publicacion, porque la ]1l'esentaeion de los
documentos al Parlamento y su publicidad son una mbma cosa.
Por eso el gobierno se ha resenado la presentacion de algunos;
por eso los gobiernos verdaderamente representali ros, cuando
presentan documento..; de la importancia y de la magnitud de los
que nos estamos ocupando, los traen ya im preso~ al Parlamento;
y cuando no los traen ill1prcso~, l()~ congresos acuerdan inme-
diatamente :su publicacion. ¿Qué quiere dceir el gobierno mo~­
trando que no sabe formar opiniones, y que pareee esdamar:




DE LA UNIllAD DE lTALlA. 213
((YO 110 ~(~ si tod¡wla algullo de lo:,: docllnwnlos que he presenta-
))do despue:-; omitidos algunos y ('erccnados otros, puede ofrecer
nincom cnienlo en su publicidad?)) ¿Pues quién debe saberlo mú:;
que el gobierno? ¿Lo cl(~brn saber los seiíol'es diputados? ~o.


nLo, señores diputados ni deben ni tlcnnn oc~sion de saberlo;
no deben ni pueden sabrrlo, ponfllC para e~o seria ne(~esario que
lUYieseIl un conocimiento perfecto (h~ torIos, ab"olutamrnte ele
todos! cada uno de lo,~ documentos cliplomútieo" que han media-
do entre este gohierno y los demús con relal'ion it esta~ cuestio-
nes, Lo, sf'iíorcs diputados no pueden ni deben sab~rlo, porque
para ello era necesario que estuvie:ien prrfeetamente enteraclos
de las relaciones que ha tenido el gobiel'I1o con los demás ant(',;
de la cuestion, durante la cueslion y clespues (le la cuestion; y
pso no pue¡](~ saberlo, no (!e'be sab::l'lo nadie mús que el gohier~
no: y ~i no lo i<abe, lanto peol' para él, lmeí<to quo ignora lo quc
p~ necesario que sepa para ocupar rlignammtc su puesto.


))Srño!'es, cada vez que hojeamos la hL~toria de la union
liberal, nos encontramos con un nuevo capitulo aun más graH'
y lilas original. IIa~ta ahora sahíamo,., que durante la un ion libe-
ral podia haber ministro~ (le la gohernacion que mandaran reco-
ger los Iwriódico,; por ensalzar las e,;(~eba,; yil'iur!rs públicas y
prhada~ de la gran !trina Isab!'l la Cat6lica, Hasta ahora sabia-
mos tam.hien (Jue durantn la dominacion de la union liberal,
flll cil'cun.;tancias normales y durante largo tiempo, podia haber
!ln presidente del consejo de ministros que ignora~e completa-
menlf~ las leyes ele su paí~, y que se di,;eulpa~e anle la represen-
larion nacional (]r su conculGacion por su ignorancia, cosa que
no es permitida ni al último (·il1da(lano.


)) En un pais H)]'(ladel'amente constitucional, por una dnelara-
t'Íon menos importanlf' hecha por un ministro, los señores dipu-
tado,~ abandonaron el salon de sesiones, y aflllel minisLro cay/')
('Il \ uelto en la;; carcajadas dn la opinion pública; pero aquí ú
ralla ele caJ'('a.iada~ de la opinion pública la" tiene el ~efíOl' presi~
dente del consejo de minislros para Illofar"e de su posicioIl y de
la en que deja al pais ú eu! ° frente se halla. Pues hoy nos en-
('()nll'alllO~ con 0[,1'0 ('apitulo: de ('úm/) en la unio]) libm'al pl\(~d('




214 DISCURSO EN DEFENSA


haber tambien un ministro de Estado~ siquiera f;f1a interino, que
no sepa una palabra de asunlos diplomaticos. Pero no es esta Ji]]
la del gobierno lo más grave en esle incidente: lo mil" grave, 10
mil:; t¡·ascenclental es la falta de la mayoría que creyó ó afectó
(Teer tener una responsabilidad ilusoria, que no era posible QU0
pudiese existir, porque ya he demostrado antes que desde el
momento en que un gobierno trae documentos al parlamenlo,
desde ese momento carga con la responsabilidad que pudiera
haber por la inconveniencia de la publicidad de esos documentos.
Por eso el gobierno se ha reseryaclo traer algunos de ellos; por
eso no ha traido más que los que ha tenif!() por conveniente.
Pues qué, ¿quiere el gobierno hac"r juez al congreso de unos
(Iocumentos y no de otros? Pues qué, ¿no sabe que la presenta-
cion hecha aquí de los documentos y su publicidad son una mi~­
ma cosa? Sin embargo, la mayoría, creyendo ó afectando creer
en una responsabilidad ilusoria, tomó un acuerdo que no tiene
igual en los fastos parlamentarios de ningun pa¡~, lleuenlo que
yo respeto, pero que no puedo meno;; de decir aquí lo que pien~o
de él, porque digo siempre la verdad.


» y no puedo menos de decir a(juí que semejantes acuerdos no
pueden producir nunca mas que el desprestigio de (!lIien los toma.
¿Pue~ qué significa un acuerdo tomado por la mayoria, qne en
el mismo dia, en el dia i'iguientc, ó euando lo tuviera por opm·-
tuno, pocHa haber quedado destruido, no por la minoria, que al
fin y al cabo en su representacion yale tanto eOll1O la mayoría ~
sino por d úllirno de sus individuos que en e~ü~ momento tiene
la homa ele dirigir la palabra al ~ongreso'! A.cordó la mayoría
que estos documentos no "e publica~en; pues bien: ho~ depen(h·
de mi voluntafl, ha dependido de mi yolun[ad, y depende ahora
de mi voluntad y dc la de cualquiera de lo~ ,;eñore,; dipu[ado~
que tomen parte de este dcha[e la publicat'ion de los dor-ulllenlos.


» Yo bien conozco que e~tas \ CJ·dades son amargas, IWro no
porque lo sean dejo de estar en el dehcr de decirlas, y siellllm~
me hallo dispuesto á cumplir con mi deher. S('mejantes acuer-
dos, señores diputados, no significan otra cosa que ulla adhe-
rencia de sumision consuetudinaria hácirt el ministro, que per-




DE LA TJ:'ílDAD DF: ITALIA. 215
judica tanto á este como á S¡h Ron idores; no significan otra cosa
que un alarde de fuerza numérica para contener las justas aspira-
ciones de las minoría~, y que acaba por asfixiar á las mayorías
que á tal medio recurren; no significan otra cosa que un atenta-
do á la raZOll, porque el ataque que vosotros dirigís al ahogar las


. .iu~tas y razonables pretensiones ele la minoría no ha hecho efec-
to de ninguna especie. ¿Quereb Yel' el resultado? rues volved la
vista al gobierno represenlath o, y allí encontrareis la brecha que
han abierlo en él vuestros liros.


»Pero en esto hay armonía completa entro la mayoría y el go-
bierno, ó mejor dicho, entro el presidente del consejo do minis-
tros r la mayoría; aquel (Iestruye un clia la representacion na-
cional con la razon de los cañones, y esta pretende destruirla to-
dos con la sinrazon do sus acuerdos.


» Entrando ya en el fondo de la cueslion para apreciar de-
bidamente los acontecimientos en Italia ocunidos, y sobre todo
para juzgar ton conocimiento de causa la conducta que el gobier-
no ha seguido á propósito de estos acontecimientos, voy á hacer-
me cargo tan rapidamente como aqui cOIlYiene y me sea posible
de lo que ha sido, es y será llalia.


») El pueblo I'Omano, síntesis en lo antiguo de todos los países,
que hahía limado tiU eh ilízacion á todas parles, que hania esten-
!lido :m dOl1línacío\l en loda" direccioni'~, que habia absorbido,
(\ll una palabra, la \ida entcl'a del uniYer~o entonces conocido.
rendido al fin al peso de su grandeza, se entregó por completo al
indiferentismo por la patria y al sibaritismo lllas afeminado ~. rc-
pugnante, y hecha gil'Ones la púrpura de sus Césares, fué absor-
bido por los bárbaros del ~Ol'tc.


))Cae la antigua Roma; pero aún agobiada bajo e:"a domina-
CÍOIl, ofrece rll'menlo:-; capaces de dar rohus[l'z y fuerza á la Ita
lia, ú saber, el senlimiento municipal, muy arraigado alli, r el
pontificado, 11l11~' querido y respetado, el primero como represen-
lante de la libertad, y el segundo eomo representante de la uni-
dad; pero entre esto~ do,; elementos, que fácilmente combinado ..
producen la ,ilalidacl y la rllerza de la nacione~, parecían in-
terpolll'l'se en aquella época ,arios obstaculos. El ciego deseo




216 DISCURSO EN DEFENSA
dr eada muniripio de rOllflrnar su indr¡wndeneia lo IIryó hasta
el ohido de la independencia (le la patria; y el pontificado,
por otra parte, con la generalidad do sus miras y con RU Cil-
rileter cosmopolita, pospone la lLalia á la humanidad, y la h'll-
dencia al fraccionamiento de las eiudades por un larlo, y la uni-
versalidad de mira~ del pontificado por otro, flH'ron eon~lanle­
men[e los mayores obstáculos á la nacionalidad italiana.


»l\ueyo siglos hace que lo~ italianos hirieron su primera
tentativa para salir del fraceiouamienlo que les devoraba, y ú
pesar di' sus grandes esfuerzos, ~in sel" sin rmbargo yencidos,
fueron entregados por el Papa al yenceclor. Y aquel paí~ desdi-
chado, compuesto de rrpúblieas (¡un ~n al.o\"llwn[ahan entre sí,
sometido á soberbias aristocracias, dominado por cxlrano,; elll-
peradores en lucha constante eon los Papas, fUI' de ahismo en
abismo ú eaer en la ~enidumbl'e, empezanrlo ú naeer d indife-
rentismo, síntoma seguro de la muerte de los Jlueblo:'!. Los es-
tranjeros penetran por todas partes en Italia; piérdese la idea
de la .iu~lieia des pues de la nocíon del derocho, y tietwn lugar
los crímenes eonsi{.(uienles á la reaccion. A prineipios do este
sig-Io, al estruendo de grandes hatallas,r al ('alor de wand('~
glorias, aquel país sale de su gran letarg-o. y :lbricndo los ojo~
á sns recuerdos, abre Sil corazon ú la e~p('ranza de una madI"('
patria.


» Pero llega el ,\ uslria ~' \ uebo Ú pOlH'1" ,;u losa de plomo ~o­
bre los italiano", y envuehe con su sudario {¡ la ltalia. Roma
Ylwhe á ocultarse entre sus ruinas, y Veneeia, üiia soberana dp~·,
tronada que ha sido tan grande y tan noble por Lantos siglos.
que admiró al mundo por su sagacidad políti('a, qUf' llenó los ai-
rei; con el estruendo de sus arma:, al mismo tiempo qun ('11 las
(~ieneia~ yen las artes, Venecia vue!\e ú celTar sus jlalacio,; y ú
ocultarse entre las olas de su azulado mar.
))~o habiendo senido [orlas las lenta[i, a~ Iiherall':-l d(' aqw'¡


desgraciado país en su penosa perrgrinaeion al pon ('IJir en r,:a
prolongada lucha sino para remachar más y mús las eadenas
fIue le oprimian, sino para que el Hey <In noma, de~JHlr~ del
triste día de .~ovara~ vohip)'a ú plegar la handera de la liherlad




!lE LA UNIDAD DE tTALlA, 217


(Iue momr,ntimcamenlr diera al viento, entregando la dudad
Eterna al yugo de los r,~lran.ieros, sino Pfll';¡ que Nápole~, patria
y runa de Virgilio y drl Tas:·iO, (le Horario y Tito Lido, con su
azulado mar, con sus bosque~ de mirto, con sus caprichosa~
montañas y ('on todos IOi; encantos de que la imaginacion mús
ardiente puede hacer gcnei'osa ú la naturaleza, fuera otra yez
prosa del más ciego de los de~potismos, com c!'licIa en un pueblo
de e,;cla, ()~', y para que Mó (ir'n a , Panna y Toscana fueran eon-
vertidas en cúrcele,,; (alyas lIan-s estaban pendientes de las gar-
ras del agllila dr dos cabezas, y para qne la ~oheranía pertene-
ciera ú todos meno,; ú los iti1lianos, y para que la llalia, r,n fin,
quc !rabia dado su derecho ú. lodo el mundo, no encontrara a na-
die r¡llC le reeonociel'a d suyo rn ninguna part!', Y}Jara que viese
('l'I'antrs y ~in familia ¡'¡ I>U~ hi.i()~ mas i1tl~tl'(,~;, :"irndo ,icti-
mas en los calabozos , ('adal~()~,


))Pero apartemos la vista d(~ tan tl'ii;te cuadro para volverla
hacia el camino providencial que desde principio:, tic este siglo
viene recorriendo la humanidad en busca de ~:u objeto verda-
dero; para ob~Cl'var pn psa lucha del déhíl contra el fuerte fJlH'
aquel ya sicmprp, aunque penosamente, ganando tcneno; para
rer que las aristO(Taeias troerúticas han pasado, que las (ll'islo-
(Taeias militares ven rotas SH~ espadas; que 101> Rr~ rs ahsoluto"
n'n caer hecha .. perlazo5 :-;us coronas dr' derecho divino que rn
su soherhia pretendicran arrebatar á la dh ¡nidad, y que pi
pupblo vivc )C (Plf' la Italia se rC;lcnera, y que trasfigurada ~('
levanta para drdr á la humanidad: «mi C(lW'il es la dpl dereeho.
l>Dios la protcge,»


» Y ('omo Colon, en medio de su gente ins1\I'rccl'ionada, rn-
\uell) en 1;1" mas criticas ('ircmlstancias, desesperado de conS(l~
guir su empresa y dh'qmesto ú ,olvel' ú Europa, halló la re\'c1a-
!'ion dd Nuc, o-M Ull(lo al resplandor de un hogar sahaje, así la
luz del sentimiento ~('ncroso ell el ~ort(\ tic la Italia descubrió al
resto de la !len íll~llla 1111 nuoyo mundo ele idea", El Piall1ollte.
rompiendo COII la:; tri1(lil'Íon('~ antiguas, oponiendo al :llgO es-
lranjero la Iilwrtad de Ifl patria, proclamando una política nario-
nal, y enarbolando la handera de la patria COIl la Illlseña de




218 DISCURSO EN DEFENSA


la redeneioll, hizo renacer en Ilalia I el espl~J'anza de tener un dia
una patria y <le recobrar su nacionalidad. Semejante conducta no
podia menos de ser simpática á todos los corazone~ fluO la con~i­
deraban como la únLta salvacion, como el único remedio á sus
males, como la única esperanza do poder despedazar el potro de
sus tormentos. El grito del Piamonle no podia !llenos de ser la
iniciatiya (}t1 la libertad de toda la Italia; en tal posicion eolocad(L
le era necesario ó sucumbir ó eslenderse. Las miradas todas de la
Jtalia se fijan en aquel pueblo generoso y digno de admiracion,
que sin atender á su debilidad relativa, procura dar libertad ú
lodos los italianos; que sin tener para nada pn cuenta su pequeñez
respectiya, se dispone, con heróicos esfuerzos y con inauditos sa-
crificios, á liberlar á la Italia ó a perecer en la demanda, y ayu-
dado del resto de la Península que confia ciegamente en la palél--
bra de un Hey, da cima al mayor de los acontecimientos de lo,;
tiempos modernos.


» La lucha pues está planteada; los combatientes dispueslo~:
de un lado el derecho, de otro la violencia; en un campo las na-
cionalidades, en otro los opresoI"Ot;; en una parle un pueblo jó-
Yen, generoso y dispuesto al saeritleio; en otra un imperio de-
crépito y rgoista. ta lucha se resuehe, como no podia meno~
de reso!ver,;e, hoy que el progre,;o ha hecho de:"aparecer aquella
política egoisla por la cual un pueblo, eia impasible el sacrificio
de los demús; 11O~- que existe una solidaridad perfecta de intere-
ses entre las naciones; hoy que la humanidad no puede sufrir en
una parte sin que se sienta su sufrimiento en la parte opuesta:
hoy que conviene á la ciYiliza<'ion, que interesa a la libertad.
que importa al equilibrio europeo la existencia de una lIalia
grande, fuerte y poderosél. La lucha pues se resuelre en fayor
de Italia sin que ofrezca duda alguna su lerminacioll; porque :,i
las discnrdias intestinas han podido retardar este grandioso (U',onl('-
cimiento, las enseñanzas de la desgracia no pasan (lesapercibi-
das para los puehlos inteligentfl~. Lo~ italianos pues, ante tanto..;
años de amarga dominacion estranjera, no pueden menos de 01-
\'idar sus antiguas r1\ alidades y conduf'irlÍe como ,;e conducen
con una prudencia y moderacion digna de ser imitada por lo~




DE LA UNIDAD DE ITALIA. 219


puehlos que puedan \'('1"se envu(Jlto~ en crisisileme.iantes, para
que á la caida de los poderes existentes no estallrn las esplosio-
nes populares que manchan las rc\olur:ione~, que desacreditan
ú los pueblos, y quc les hacen indignos (le lo mismo que preten-
dcn: para quc r:omo allí el vértigo de sus triunfos sea ahogado
por la cordura de la opinion púhlica. Y alIado de tanta grandeza,
y enfrento de tan nobles ~entimienLos, ¿qué yemas? Vn imperio
sin autoridad dentro de su" Estados, sin poder fuera, desorganiza-
do y oxánimc: y conlJlo\ido en ,:us antiguo,,; cimicntos sobre los
('ualcs apenas IHle(le sos1t'ner.:;e. l'n Papa que, re~petablr', respe-
tado y ([uerido r:OlllO jefe de la Iglesia, romo Bey de Roma se po-
np al sen'ido elc su cterno enemigo, se empeña en sostener y en
impol1t1i' la forma de gohierno ma~ contraria: no solo al espíritu
de la rpoca, sino al cristiani:,mo que i'Pjlr(~senta, y da ¡ugal' que
~us hij()~ SP VCéln en gUl'rra, que la I!alia se encuentre dividida,
y que noma sea presa de los estran.iel'o~, y lo que e~ peo!', Ú
que ~u poder espiritual ~e vca arrastrado quizas por la tormenta
que se cierne sobre la cabeza de su poder temporal; y por úHi-
mo, un desgraciado monarca, no quisiera hablar de él en este
momento, qm' como todos los que no se acuerdan de lo~ derecho~
ne los que creell sus e6e1a YOS, hasta que, rompiendo est08 su~
cadenas, 111mlí'11 tomarse por su mallO lo que por tanto Liempo y
tan inju,.;tamente se ks ha \ enido negando, ha yisto caer hecha
pedazos su eorona, y qUí' habiendo de~oido la voz dr ~us Jlueblo~
desoye la voz de la Pl'oviden¡'ia, pues hace derramar todavía la
~angre de Ins italianos prolongando la lucha sin provecho para ól,
('omo ~;i en ¡;u agonia real quisiera seguir martirizando a sus víe-
rimas.


¡) La unidad y la indeprndencia <In Italia no corren peligro
por la~ di~en~jones ([ue puedan suscital'se en el interior de sus Es-
lados: '¿Jo rOI'l'nrún po!' la~ cOlllplicaciones del e~terior? Péll'a con-
testar a e~ta lH'l>gunta ncce~ario It](~ sera ocuparme tan liti'cramentt,
('(HilO pueda de la ol'ganizru'ioll pollUca, de los móvi!c,..;, de los in-
ten~ses r de las a~pil'aciollcs dc) todas las graneles polnlleias de
quienes pueda delltlnr!l'I', no solo el fin que la Italia se lJropone,
sino la paz de la EUl'opa.




220 DISCURSO EN DEFENSA
» y siquiera por la gr<llldp iniei~tiya que ha tomado la Fran-


cia cn e~te asunto, bien merece la prioridad en el rapidisimo
examen que me propongo. La Francia imJlerial, mezcla singu-
lar hoy del prineipio de autoridad antigua con el principio de la
política Illo['(lena; autocracia, en una palabra, fundada en el ~ufra­
gio unirersal, esta personificada en Napoleon IlJ, y su diploma-
da ha de ir por tanto encaminada a todo lo que ú los intereses ()
ú la convellÍcncia dinástica del emperador sea propicio. ;\hor<1
bien: el orígen revolucionario de e~te poderoso monarca, jefe de
una familia soberana nacida del seno dD la revolucion, y dotada
dos veces de una eorona por el sufragio dI' la naeion, le impide
no solo consentir, sino consentir siquiera en una reaccion en Ita-
lia, que en último r('sultado seria Jlerjudicial ú su dinastía en
oposicion al principio ele legitimidad de derecho dirino. La Fran·
da lme~ no está, no puede ('sta!', (;ualqui('ra que por otra parle
sea su cond ueta aparente, al lado ele los soberanos quc intcntasen
una restauracion en Italia.


lJLa Inglaterra, en cuyos ciudadanos está tan profundamente
arraigado elrespelo á su~ vencrandas inslituciolle~, donde la o(li-
nion pública lo domina todo, donde son imposibles los gobi(~]'/loS
quc en po\'o tÍ en mucho, en el interior como en el eliterior, tien-
dan a oponel'w á la opinion pública, üi; bajo e.~te punto de vista
en su organismo político el rcyer,;;o de la medalla dc Francia; en
esta potencia lo es todo el eJllp~ra(l()l', on ¡ufuPlla lo es torio la
opinion públiea: y ("omo la opinion del pueblo inglós estú tan
(lecicliclamente pronunciada ('n favor de la independencia de Ita-
lia, la Inglaterra eslarú siempre contra todo,; los soberanos qw'
intentaran oponerse á la indepcmleneia italiana.


)) y he tenido ocasion: aunque d(~ paso, do docir algo dl'l
.\ustria; pero yoy ¡.;in pm bargo ú hacer ahora una ligera obs('J"\'¡¡-
don. El Austria ha traIJaju(h trahaja y trabajarú sin duda por
reconciliarsc con Rusia \' estrechar sus rC]¡l('ioncs con la Prusia.
para ver si de este moelo IHlede reculwrar sus perdidas posesiolll':;
de Italia; pero lo:, resentimientos y recclo~ de aquellas dos po-
tencias respecto del :\mlria cstún rodaría tan arraigado,; y i'U po-
litica lla sido tan contraria á las miras de aquellas 1 y so YO en




DE LA UNIDAD DE ITALIA. 221
('sta cuestion guiada por tan esclusiros intereses, que cuando mas,
poch'a obtener que le presten hoy su apoyo si e" atacada en la lIun-
gria ó en el Yeneto. 1'01' otra parte, el empobrecimiento de esta po-
tencia, la exhorbitaneia u~ su deuda, el descrédito tle su hacienda,
los grande:, cOll1promi~o~ á que tiene que hacer frente, la harán
\'nr con el tiem po que no solo no podrá consen al' el Veneto, si-
no que le serú preciso venderle para poder sostener la otra parle
de sus Estado:; (Iue se hamholean, r cuyo desmembramiento pro-
cura evitar eOIl('ediendo franquicia,; y derechos en tIlle nunca
habia pensado y que habia tenido cOlllpletamelltA olvidados.· En
Pru..;ia tambien ejerce IJa~lanlo influencia la opinion pública para
impedir la re~tauracion de los príncipe,; destronados; y celosa
do su independencia, y unida con estrechos vínculos ú la Inglater·
ra, y con b aspiracion de ponerse al [rent(: de la Alemania, esa
ilustradísima corporaeion no solo ha rislo con gusto, sino que ve_
rú con agrado el rápido (!eseen~o de la importancia de su riyal,
y acaba de conlirmal' ('on ~u \oto que no es contraria a lo~ inte-
reses de la Italia. Por último, la Rusia no puede comprometerse
('n uIIa guerra en llaJia, que sobre no proporcionarle ,-cntaja
ninguna, la habria de ocasionar cuantio~os gastos que sus toda-
vía rccicn[e~ de,;calabroil en Oriente y su mal organizada hacien-
da 110 la permiten soportar, r que aUII cU(lm!o esta y atluellos se
lo permitieBcIl bien lo,; hit ment\,ter para la realizacion de SllS
miras en el lIlar \(~gro. Y así mirada la cueslion, y \istas las
pruebas de los deseos de p:lI. que se ad YÍerLen en ];1 conduela que
han ~eguido las gl'aIldc~ pntencias, sobro todo en los sacrificios
que so han hedlO en ob . ;rquio ele la paz general, no creo que es
ayelul'ado decir ({UO no está tan cercano un conflicto europeo, y
sóbre todo, que es imposihle una eoalicion de grandes ni peque-
ñas potC'ncias para restaurar ú los soberano~ de:,lronados en Ita-
lia, ineluso el Re~ !le ~úpoles. Lo~ poderes pues que :se oponen
ú este gran morimiento, se hunden al mismo tiempo que los pode-
res qlw f,noreccn la libertad se levantan, y la Italia sera una, y
las aspira('ione:, de este gran pueblo no se rerán satisfechas, ni su
gran lllorimicmto (lPlenido·, ha,;tG (¡ue la hanilPl'a italiana no flol!.!
al Jlli~ltIo tiempo que en las tones de San )!áreoi;, en las playas d{'




222 DISCURSO EN DEFENSA
Lido y en lo alto del Quirinal. Y este senlimiento no puede menos
de ser simpatico a la España, porque es d s('ntimiento que animÓ
Ú nuestrospadrc8 cuando desde Covadonga hasla Granada regaron
con su sangre los campos para levantar la cerviz oprimida por
el barbaro agareno; porque es el sentimiento que dió fuerza y
aliento á Daoiz y Velarde, y levantó el e~píritu de este paíil para·
que solo, abandonado por su pérfido Rey, entregado al ei'lranje-
ro, sin ejército, sin mas armas que el valo!' de su~ pueblos, ~.
sin ma:-; escudo:; que sus montaíías, detuviera en su carrera al
gigante del siglo, hiriera en la frente éll eapilan de los tiempos
modernos, dividiera sus inyencibles legionps, y !'('cobrara Sil
perdida independencia; porque la raza de Italia es nuestra raza;
porque su historia es la nuestra; porque su eaU6a es la causa de
la humanidad; porque la Italia, en fin, no aspira Iras de lanlos
padecimientos y penalidades tanlas mas que á lo que no:;olros
tuvimos la fortuna de alcanzar tras sublimes sacrificios, una po-
Htica, una patria y una nacionalidad.


» y dicho ya tan ligeramente como me ha sido posible lo que
era la Italia, lo que es y lo que sera, podremo., entrar con cono-
(~irnicIlto de causa en el e.\álllen de los ar:ontecimienlos en aquel
país ocurddos, y sobre toLlo en el de la conducta que con motivo
de ellos ha seguido el gobierno.


»En Italia, f'e dice, ~e ha cometido un gran atentado: el ejér-
eilo de uno de aquellos E:,;tados ha invadido territorio:,; e;;;tranje-
ros; el rey del Piamonte ha autorizado esla im asion sin motivo
ninguno, sin préYia deelaraeioll de guelTa, atropellando lratados
internacionales) desconociendo todo derecho, y faltando á toda
justicia.


» y antes de entrar en la apreciacion de estas deelamaciofle~,
y con objeto de simplificar mis ob~el'vaciones tratando á la ,el
que de la im asion ele lo:; Estados napolitanos, de la invasion de
los Estados romanos, de que tambien se hace lllencion en las IlO-
tas diplomáticas quP promueve este debate, bueno será que qui-
temos de en medio una euesliol1 que puede embarazar Iluestl"ll
camino. Ya se habrá t'olU¡mmdido que quiero h::lblar do la eues-
tion de Roma.




DE LA UNIDAD DE lTALlA. 223
»Cuestion, señores, terrible, pero cuestion que mas que nin-


guna otra necesita del estudio tranquilo de los que verdadera-
mente se interesan por el bienestar de la Europa; ele los que no
~on arrastrados por bastardos intereses; de los que no quieren
\ el' convertida la Iglesia en un mercado, y la l'eligion en Ulla
mercancía. Cuestion en la que hay que decir toda la Yerdad, y
ahora mas que nunca, en que el Sumo Pontífice se ve presa de
I as mayores amarguras; en que el SUIllO Pontífice estú espuesto á
bajar la~ eS('aleras drl Vaticano, preso entre eslraña gente; ahora
más que nunca es preci~o deeir la verdad desnuda por com-
pleto, con ,alor, con leallad, como la puede decir un hombr!'
que tiene la COil' iecioll de que la vprdad puede sahar lo que la
mentira, lo que has tardos intereses pueden comprometer en per-
juicio de la religion, en detrimento del pontificado.


»EJ cristianislllo, sel1ore~, salvó al hombre redimiéndole dfl
la eselavitud que In dominaba: le abrió los horizontes de la ¡n-
mortalidad, denndo hasta el cielo su conciencia; borró la dife-
rencia de las castas; rompió las cadenas de los eselayos, que el
úngel de la lihertad pagana no habia podido romper ni en Gn~eia
ni en Esparta, ni en Roma; proclamó por fin las grandes ,erda-
des f:ociales, la libertad, la igualdad, la fraternidad de tocIos los
homhres; y para conseguir tantos y tales resultados, para obrar
tantas y ta]¡~s mara\ÍlIas, preciso fué que rl cristianismo tuviera
su centro en noma, porquo noma habia absorbido la vida de to-
dos los pueblos; hahia llevado á la:,; estremidacles de la tierra su
gloria, su orgullo, f:U imperio, sus diYinidacles; porque así era
necesario para la mús fúcil eomunicacion de las verdades que
pro('lamara; porque noma habia con senado los ídolos de todas
las tríhus que le sinieron d(~ base; porque habia reunido las eli-
,inirlades de los pueblos que habia conquistado; ·porque habia
adoptarlo los eultos ele las civilizaciones que hahia destruido, y
era necesario romper aquellos ídolos, destruir aquellas di vinida-
des y hOlTal' aquellos cultos.


» Pero, ¿qué tiene que yer esto con el poder temporal
del pontificado? El poder temporal del Papa, ¿e~ inherente,
es esencial a su poder espiritual? Esta es la cue3tion que




224 DISCURSO EN DEFENSA
fiebe debatirse con tranquilidad, sin pasion de ningun género.


»Jesucristo, al fundar la Iglesia, creó el poder espiritual de
los Papas, y como de orígen dh ino, esta autoridad es esencial
al catolicismo. Pero Pepino tu \0 por conveniente donar su patri-
monio á la Iglesia, y aquí empieza el poder temporal del Papa;
poder temporal que depende ele la voluntad r de la genero~idad
de un homhre; poder tetrporal que ~olo e~ accidental, y que
por consiguiente está espuesto á toda.~ las modificaciones, á lo-
dos los trámites, ú lodos los camhios. y á todas las \ ariacione~ Ú
que está sujeto todo accidente. Pues qut-, ¡,no exislia el eatolicis-'
mo, no e'\istia el pontificado ante~ que al padre de Cario }\fagno
se le ocurriese la idea, de donar su patrimonio ú la Iglesia? Pues
qué, ¿necesitaba esta para su existencia de aquella donacion?
Pues qué, ¿no existiria hoy· el catolicismo, ni la Iglesia, ni el POI\-
tificaelo sin la generosidad de aquel monar('a-? Lo:-; que tales co-
sas piensan, ó los que sin pensarlas tales cosas dicen, confunden
¡iutlensatos! lo que e:l esencial con lo Ilue es accidental; lo que e¡.;
inmutable con lo que es perecedero; lo que e" de orígen divino
con lo quo proeedc solo de la humanidad; lo que, en fin, provie-
n(~ de Dios, con lo que tiene su fundamento en la yolunla(l siem-
pre móvil, ~ielll/lre mo\cdiza ele los hombrc~. :\0: el Pontifice no
puedo sor Pontífice sin el poder os pirilual, pero el Pontífice Ime-
dn ser Pontifice sin ser rey, eOIl1O lo ruó el pl'i m'ero sin embargo
de haber anclado errante y de morir en un calabozo; como lo fué
San Estób:m, de humilde condition, y 111lC fU(; el primero que
~elló con su sangre su fé por la religion cristiana; eomo lo rué el
fraile Hildebranelo, retirado ú un desierlo, como lo fué Grego-
l'Ío VlI, amparo de lo . .; puehl()~ oprimidos, al mismo tiempo que
azote de los tiranos y de 10'; dP;;potas; como lo fucron tantos otros
varones ilustres que sin mil,. al'l1la~ que la doe'trina del Evangelio
,~e vieron sostenidos únicamente con la esperanza del martil'io.


»)Buenos imiladore~ de su divino ~raeslro, qun pudi('ndolo
todo turo pOI' grandeza la túnica) el ralzado d('1 ,iajero; por
patrimonio la palahra: pOI' diadema una corona dn ('~pinas; por
cetro una caija, y !l0l' trollo una cruz_ El poder iemporal <In los
Papas e~ puc~ una cuestion politica que nada lieno que ver con la




DE LA UNIDAD DE ITALIA. 225
I'eligion, que no puede considerarse como esencial al catolicismo
sin comeler una grandísima heregia. Y como una prueba de esto,
bueno será que recordemos que en los tiempos del más ardiente
catolicismo, no solo se creia inútil é inconveniente el poder tem-
poral de los Papas, sino que se declamaba contra él, Y se decia
que con el poder temporal de los Papas el pastor se convertia en
lobo, y que los cardenales, en vez de estudiar el Evangelio, es-
ludiaban las decl'eLales en que fundaban sus privilegios y munda-
nales intereses, sin que enLonceti se le ocurriera á nadie llamar
hereges á los que de este modo juzgaban del poder temporal de
los Papas, antes por el contrario, se les tenia por ardientes y
fervorosos católicos.


»¿Pero qué necesidad tengo yo de invocar textos sagrados, ni
de di:-;cutir en nombre de la teología y de la religion acerca del
poder temporal de los Papas, acerca de la constitueion de los
Estados de la Iglesia, donde por cierto no faltan las usurpaciones,
cuando se trata de un poder que no ha existido y que no existe?
¿Qué necesidad tengo yo de cita l' autores y de discutir sobre la
separacion de los poderes que vienen hace tiempo separados,
pero de una manera indigna para el pontificado y humillante
para el catolicismo? ¿Qué tengo yo qué decir de un gobiemo
que ha dejado de existir de hecho, de un gobierno que no puede
vivir sin la intervencion de oLl'os, sin el apoyo de bayonetas es-
tranjeras? Los que defienden el poder temporal de los Papas no
procuran, no, el engrandecimiento de la Iglesia, sino su humilla-
don, al mismo tiempo que el engrandecimiento de sus enemigos.
¿Qué viene á ser el poder temporal de los Papas? ¿i qué ha ve-
nido á quedar reducido ese poder temporal que hoy se defiende,
echando mano de toda clase de argumentos y esgrimiendo todo
género de armas?


))EI gobierno chil y miliLar de los Estados romanos ha estado
en general delegado por el Pontífice al ejército austriaco hasta
el punto de que sus ofieiales ejercian la justicia criminal en toda
cIase de delitos, delitos que eran juzgados, no por la ley roma-
na, sino por la ley austriaca; delitos c¡ue se sentenciaban, no
por los tribunales romanos sino por consejos de guerra austria-
TO~IO IV. 15




226 DISCURSO EN DEFENSA
ros, cuyos procesos se veian ¡qué horror! a puertas celTada~, sin
defensa y en lengua estranjera, señores diputados, en aleman, y
cuyas sentencias iban para su aprobacion, no á Roma, sino a Ve-
ron a, y eran ejecutadas, no por romanos, sino por soldados aus-
triacos; yel Papa, el Pontifice, el Soberano de Roma se veia pri-
vado del derecho de gracia que tiene el último monarca de la
tierra. ¿Y esto es reinar? ¿Este es el poder que se deliende? ¿E:ite
es el poder temporal por que se clama? ¡Ah señores! Hace tiempo
que no existe el poder temporal mas que contra los Papas; hate
tiempo que los Papas no ejercen soberanía mas que sobre las hu-
millaciones que sufrimos todos los católicos.


»No se puede dar, señores, no se puede dar una desgracia ma-
yor, una calamidad más grande para un país que esta que acabo
de referiros. Pues a esto ha quedado reducido, esto es lo que ,ie-
no siendo ese poder temporal en favor del cual tanto se habla,
por cuya conservacion tanto se clama, y para cuya defensa se
apela a toda clase de argumentos, a todo género de armas. El
poder temporal, pues, do los Papas nada tiene que ver con su
poder espiritual, es, por el contrario, una cuestion de sobera-
nía, una cuestion de gobierno, y como todas las cuestiones de
esta clase cae bajo el criterio del hombre, y se resuel YO segun
la polltica moderna con arreglo á la voluntad de los pueblos,
como se han resuelto las cuestiones de Parma, Módena y Nápoles,
a propósito de los acontecimientos en aquellos países ocurridos.


» Pero si el poder temporal de los Papas nada tiene que ver con
el espiritual; si en vez de ser dogmático es herético, ¿pasaremos
sin embargo por esta heregía en cambio del bien que puede re-
portar al pontificado, ó de los beneficios que pueden alcanzar
todos los quo á este poder temporal estan sometidos? Pocas pala-
bras bastarán para probar que el poder temporal de los Papas,
lejos do ser beneficioso y útil al pontificado, es perjudicial, y que
en vez de alcanzar algunas ventajas los países sometidos á este
poder temporal, están condenados á la esterilidad y á la muerte.


»Que el poder temporal es más perjudicial que útil al poder
espiritual del pontificado, nos lo dice á gritos la historia. El POll-
titicadosinel poder tempor·al alcanzó el trono de los Césares, salvó




DE LA mUDAD DE ITALlA, 227


la civilizacion de las tempestades del Norte, detuvo la marcha
triunfal del earro riel bárbaro Alarico, salvó la ciuelad Eterna e1el
feroz A tila, alcanzó los mas gloriosos y señalados triunfos llevan-
do la libertad á las e1esiertas playas del Afriea, y manifestando
má~ esplendente y más pura la aureola de la luz que circunda á
los instituidos por Jesucristo para ser la Cabeza visible de la
Iglesia; mientras (¡ue con su poder temporal no ha sido más que
el juguete constante de ambiciosos soberanos, Restablecido unas
veces en esto poder por bayonetas estranjeras, obligado a refor-
marle otras por indicaciones é influencias estrañas, pasó de lle-
dorico JI, ele Felipe el Hermoso, de Cárlos V, de Luis XIV, ele
Napoleon 1, guardado unas yeces por soldados austriacos, otras
por soldados france~es, otras por soldados fmnceses y austriacos;
se ha vi~lo hace tiempo como allOra presa de las mayores amar-
guras; sin libertad para poder ejercer los derechos religiosos,
cohibido pOI' los pocleres de la tierra, en ,ez de ser por él domi-
nados, y envuelto entre el triste e~pectáculo de proelamas esci-
tando á la pelea, de trofeos de guerra, de pueblos saqueados por
los que se llaman sus defensores, de ruinas y de sangre; ¿ y todo
por qué? .... Por conservar un pedazo de tierra, que como decia
un escritor moderno, el aluvion de los siglos ha depositado por
casualidad á sus piés. Que el poder temporal es pmjudicial á los
que á él están sometidos, de eso no puede caber duda de ningun
género: los gobiernos sacerdotales tienen en el mundo una mision
tlue eumplil', que consiste en educar á las sociedades primitiyas;
pero coneluida su mision, las socieclades á él sometidas se esterili-
zan y mueren, porque la inmo, ilidad del dogma se hace estensiva
y no puede menos de hacerse estcnsiya a la politica, que es esen-
dall1l!·nte movediza, en la que todo cambia, se modifica y se
altera; y alli donde todo está sujeto de una manera invariable;
alli donde las acciones se someten ti fórmulas determinadas; alli
(londe se impone lo que se ha de pensar; allí donde el hombre
\ he en un círculo inflexihle del cual no es dado salir, hasta el
punto de que el clia en que nace se le señalan los pasos que ha
de dar en la canera de la ,ida, alli no queda esperanza de me-
jora ni de progreso. Destruida la libertad, muerta la inteligencia




228 DiSCURSO EN DEFENSA
y enervado el cuerpo, todo camina á una degl'adacion general que
acaba por la ruina del Estado, Por eso los países á estos gobier-
nos sometidos perecen; por eso el abandono, el silencio y la noche
dominan en el campo romano; por eso Roma, prenda de la uni-
dad italiana, aquella ciudad que no ha tenido igual en los tiempos
antiguos ni en los modernos, esta hoy convertida en un pueblo dr,
peregrinos, silencioso é inmóvil; en proscenio abandonado que ~c
descubre á la soledad; por eso aquel pueblo que absorbió la vida
de los demás, que llena la historia toda, que lleYaba á su plaza
el polvo de las naciones que conquistaba para demostrar al pi~ar­
lo su dominacion universal; que se alimentaba eon los recursos
de todo el mundo eonocido, está hoy convertido en un cemen-
terio, con ealles sin habitantes, plazas desiertas y jardinf's solita-
rios; por eso los eriales donde se rompió el arado de Cincina lo
no brotan ya mas que ruinas; por eso la famosa ciudad de las
siete colinas, de cuyas cimas se desprenden las tI'adiciones his-
tóricas todas de la Italia, se halla eom ertida en las soledades del
Tíber!


)lEl poder temporal de los Papas es contrario al catolicismo,
es pel'judieial al pontificado, y es matador para los pueblos á él
sometidos: pero se eliee: si la unidad de Italia ha de tonel' lug-al'


, ,


¿qué ya á ser del pontificado? ¿Adónde ha de ir el Papa'! ¿Dónde ha
de ejercer su sublime ministerio? Si el Papa, eonfiando en la mueha
fuerza moral que todaYÍa conserva, transige franca y generosa-
mente con el que ya es hoy Rey de Italia, asegurando así todas
las garantías necesarias para el libre ejercicio de su autoridad
espiritual, que nunca puede estar más cómodo que hoy en pre-
sencia ele 20,000 soldados estranjeros, instrumentos ciegos de su
soberano, entonces el Papa podrá ejercer el pontificado en Roma,
en Roma, dividida por el Tíbel' en dos dudades distintas; en Ro-
ma, donde existe la ciudad religiosa y la ciudad imperial; en
una puede estar el Jefe de la Iglesia, y en la otra el jefe del
Estado.


»)Pero si el Papa no se aviene á una transaceion, si continúa
encerrado en la inflexible fórmula de non possurnus; si el Papa
ha de tener el poder temporal, siquiera sea en el punto do su




DE LA Ul'iIDAD DE ITALIA. 229
residencia, entonces, señores, el Papa no puede residir en Roma,
porque Roma, como fuente del derecho, como orígen del muni-
cipio, como soberana que ha sido del mundo, es constantemente
objeto de la ambicion de lodos los pueblos, y el Papa no puede
residir allí sin ser esclavo de grandes potencias y sin contl'ibuir
á la esclayitud de la Italia. ¿Tiene guarnicion estranjera? Pues
será por ella encadenado, y Roma no será de los italianos, y se
levantará como un obstaculo insuperable de la unidad de Italia.
¿Xo tiene guarnicion estranjera? Pues los italianos se levantarán
para arrojar el trono del Rey de Roma y colocar el suyo en el
Quirinal.


»EI Papa pues no puede residir en Roma; pero tampoco puede
ir á una nacion estranjera, no puede ir á Austria, porque su em-
peradOJ' cambiada su espada de Solferino pOI' el rayo del Vatica-
no para lanzarlo á la cabeza de los italianos, y el Papa seria en
Austria mas esclavo que en Roma; no puede ir tampoco a Fran-
cia, porque el emperador aspiraría con la influencia del Papa á la
dominaeion universal, lo que el primer Kapoleon no pudo conse-
guir, y haria suspender las llaves de San Pedro de las garras del
águila imperial, yel Papa seria en Francia ~n e§c1avo como en
Aus[ria y mas' e"eJayo que en Roma. ¿Pues adónde ha de ir el
Papa? oitro decir aquí. ¿Ad6nde ha de ir? ¿Dónde ejercera su
sublimo ministerio? Soliores, bay un punto en el antiguo conti-
nente, hay una ciudad que fué la primera que opS el dulce eco de
la palabra di vina; (Iue cuando todas las dem~s se entregaban a la
idolatría, era la única que eonservaba la idea de Dios; que fué
h;¡hiLada por Dios; que tiene una mision especial, y que así como
Alejandría es la dudad de la ciencia y Atenas la del arle, Roma
la del derecho, Jerusalen es la ciudad de Dios. En Jerusalen es
donde puede residir el Papa, si ha de vivir redimido de toda es-
clayilud; porque contra Jerusalen no hay las rivalidades que
contra Roma; alli podrit hacer mayores servicios á la religion
(:;¡l6lica ejerciendo libremente su ministerio, y debilitando el in-
ilujo de las iglesias anglicana y rusa, contribuyendo a la ciyili
zaeion do! Africa, llevando mas fácilmente la luz de la religion á
su~ desierlas pla ya~.




230 DISCURSO EN DEFENSA.


)jy descartado el poder espiritual del Papa que nadie ataca, que
todos respetan, de su poder temporal, y considerando al Papa co-
mo rey de Roma, y á los Estarlos romanos como otro estado cual·
quiera, podemos entrar con toda libertad it considerar la cuestion
agrupando aquellos Estados con los de Nápoles en lo relativo a la
invasion del Piamonte ..


))La invasion del ejército del Piamonle en algunos territorios
de Italia, la euestion acerca de si el Papa estaba ó no autorizado
para defender su autoridad temporal con levas estl'anjeras, y el de·
bate acerca de si el Rey de Nápoles habia abdicado de hedlO su coro-
na, abandonando las Dos Sicilias para encerrarse en Gaela, pueden
reducirse á las dos sencillísimas pregunlas siguientes: primera: la
parte de Italia oprimida, ultrajada: martirizada, ¿lenia el derecho
de pedir socorro al Piamonle contra los gobiernos que tan inhu-
manamente la trataban? Segunda: el Piamonte ¿estaha en el de-
recho, estaba en el deber de prestar so('orl'o á los estados que lo
solicitaban?


)jLos pueblos romanos y napolitanos, cuyos sufrimientos han
escitado las simpatías de la Europa, supeditados al ~ugo es-
tranjero, mal administrados, injustamente vejado:" privados de
tocio derecho, de toda justicia, vieron que para conquistar su in-
dependencia ahogada por hayonetas estranjeras, tenian necesidad
de emanciparse de sus señores que tantos males les causahan, y
han es lado en su derecho pidiendo el socorro á quien pudiera
concedérselo; cuando los pueblos toman las armas en defensa
de sus derechos contra los tiranos que les oprimen, cometen un
acto de justicia y hacen uso del más sagrado derecho que tienen.
¿Y quién duda que los pueblos romano y napolitano han obrado
con l'azon y con justicia tomando las armas contra i'US señores?
Pero si hay un puehlo que al tomar las armas para defenderse
de un tirano comete un acto de justicia, seria un acto de insig-
ne inhumanidad el dejarle abandonado en la lucha, y un acto ele
,·ecomendable generosidad ayudar al desvalido en la defensa de
sus libertades. Y todo esto aun suponiendo las cireun:itancias
más desfavorables para el Piamonte; y lodo esto suponiendo f¡l1e
aquellos Estados estaban completamente tranquilos: y todo esto




DE LA. UNIDAIl DE lT~IA. 231
suponiendo que sus soberanos estaban tranquilamente. en sus tro-
nos. Pero ¿era así? El Rey ele Nápoles abandonando sus Estados,
huyendo ante un puñado de valientes, los dejaba entregados a la
revolueion, y la revolllcion dominante y soberana por la nulidad á
que el monarca se redujera, llamaba á Víctor Manuel para ocupar
un Trono que su antecesor ni había sabido conservar ni sabia de-
fender.


JJ El rey de Roma acumulando, organizando y armando mer-
cenarios eslranjeros en la frontera del Piamonte, frontera que por
oLra parle no existe más que en los mapas, comprometía el la vez
que la paz de sus Estados la de los del Píamonte que no podia ver
con indiferencia conducta semejante, y mucho menos hacerse con
su apatía responsable de los conflictos á que pudiera dar lu-


• gar la acumulacion de mercenarios estranjeros á la vista de sus
pueblos.


JlLos puebloEl romano y napolitano han estado en su derecho pi-
diendo el socorro que necesitaban, y el Piamonte ha cumpliJo con
un deber político á la vez que humanitario, en acudir al socorro
de aquellos pueblos; y aunque confesemos que ha habido infrac-
cion elel dererho internacional establecido en los tratados del año
de 1815, si por otra parte no han sido olvidados estos tratados,
esceplo en lo que contenian contra las libertades de los pueblos,
sino que han sido olvidados Lambien y despreciados en todo lo
demás por los mismos que contra Italia los invocan, ¿de qué ma-
nera considerais la invasion del ejél'dto del Piamonte en los otros
territorios? ¿Podemos considerarla como ataque á su independen-
cia, como un medio de conquista?


))No, y mil veces no: no se ya á conquistar la independencia
de un pueblo que corre al encuentro de sus vencedores en nom-
bre de una fraternidad natural despedazada por una fatal políti-
ca, y con la ayuda de bayonetas estranjeras, y como decia no há
mucho, señores diputados, un escritor moderno, 1,10 se conquista
la propia familia, se reune á ella.


J) Por otra parte, las potencias que apegadas á esos tratados
acusan al Piamonte, se oh idan de lo que ellas y las. demás po-
tencias han hecho en su caso, y oh idan por lo mismo que el Pia-




232 DISCURSO EN DEFENSA


monte, en esta cuestion puede esperar perfectamente tranquilo
que le arrojen la primera piedra.


»Pero se dice: es que el Rey de Nápoles, es que Francisco II
tenia las simpatías de su pueblo, como las tenia el lley de Roma;
pero unos cuantos agentes revolucionarios eslranjeros, por medio
de la sorpresa y la conspiraciOll, han promovido tan ruidosos
acontecimientos sin la voluntad de aquellos puehlos. ¿Habrá na-
die que se atreva á hacer este argumento? ¿Habrá alguno que lo
crea aunque lo diga? Pues si Francisco ll, lo mismo que el Rey
de Roma hubieran tenido, no ya las simpatías de todo el pals, si~
no de una pequeña parte (le él, ¿hubiera sido necesario que c1
segundo, no pudiendo reunir un ejército de romanos tm iese que
apelar á componerlo de mereenarios estranjeros,.y que Garibaldi,
ese héroe de los héroes, hubiera eonquistado con solos 1,:iOO
homhres, no solo toda la Sicilia, sino que hubiera atrave:'lado to-
do el Continente con 0,000 hombres, y lo que es mas, hubiera
entrado solo y desarmado en la misma capital del reino? ;Qué
confianza tenia aquel hombre popular en la buena causa que de-
fendia y en el desprestigio que acompañaha en lo que llama-
ha su pueblo al rey fugitivo! DecIaracion tan unhersal de la vo-
luntad del pueblo nunca puede ser debida á la intriga, ni á las
conspiraciones de unos cuantos revolucionarios estranjeros, sino
á las ideas de independencia y libertad desarrolladas al calor de
lodos y cada uno de los eiudadanos.


))Los romañoles, pues, y los napolitanos, yíetimas de la mala
administracion do sus gobiernos, á quienes una y otra 'ez habian
pedido reformas que no les fueron concedidas, han hecho ni más
ni menos que lo que hicieran á su vez otras grandes nacione~;
lomar las armas para conseguir su independencia; para recobrar
su libertad ó pereeer eon gloria en la lucha, ni más ni menos
que lo hicimos nosotros al principio de este siglo cuando la inva-
sion de los franeeses.


)J¿Qué han necho, pues, los romañoles y los napolitanos, mas
que lo mismo que hieieron, de la única manera que entonces podian
hacerlo, la Francia y la Inglaterra, cleclarando que los golliernos
tle aquellos pueblos de Italia oran los peores del mundo, los mas do-




DE LA UNIDAD DE ITALIA. 233


le,;tables, y rompiendo toda clase de rclacioncs con ellos? Aquc-
llos pueblos, pues, tomaron las armas en contra de la opresion
(Iue los esclavizaba, como lo hicieron nuestros padres al luchar
brazo á brazo con el coloso del siglo que nos in vadió, con el mal
gobierno que nos oprimia y vilipendiaba. Si la Inglatena y la
Francia eslablecieron con el gobierno de Francisco II y del Papa
el único divorcio que podian establecer, rompiendo sus relaciones
con ellos, ¿qur\ estraño es que el pueblo, víctima de las cruelda-
des y crimenes de esos gobiernos, tratara de establecer ese mis-
mo divorcio de un modo completo en el momento que pudiera
hacerlo? La historia nos dice que el divorcio entre el pueblo y la
dinastía tm'mina siempre, aunquc la lucha se prolongue, por la
c:licIa dc la dinastía: así sucedió con la dinastía de los Estuardos
(~n Inglaterra, con ll1 de una parte de los BOl'bones en Francia,
y aun por parte de los Borbones en España, como ha sucedido
con la decJaraeion de esclusion á la corona de España para don
Cürlos y sus hijos, y aun para D, Sebaslian. ~o olvideis, pues,
las lecciones de la historia: cuando hay diyorcio, cuando hay an-
tagonismo entre un pueblo y una dinastia,esta al fin es laque se
~ltlnde, y el pueblo es el que se levanta para ejercitar su soberanía,


JJSin embargo de esto, sei'íores diputados, el gobierno de la
union liberal ha condenado todo, absolutamente todo lo que en
aquel país se hizo, y llamándose constitucional, y siéndolo al pa-
rccer, e~ponc y protesta contra el establecimiento de institucio-
H<)S liberales en Italia; proteje y defiende instituciones reacciona-
rias en Nápoles y demas Estados de Italia; procede y obra
ni más ni menos que como procedería y obraria un monarca
español absoluto durante el célebre, por lo desastroso, pacto
d(~ Familia, ¿QUf1 más podian hacer los monarcas absolutos que
(ic:;iconoeer el derecho de los ilalianos á emanciparse, protes-
lar conlra la soberanía nacional y proclamar el derecho divi-
no? El gobicrno de la union liberal ha dado su completa rep1'o-
hacion á todos estos acontecimientos; ha faltado, lo que es mas,
al primer debcr de todos los gohiernos, que es procurar aumen-
lai' la fuerza de las institucioncs que rigen en su pais, eontl'ibu-
yellllo dc una manera digna á que cllas mismas rijan en los de-




234 DISCURSO EN DEFENSA
más. Pues el gobierno de la un ion liberal, en vez de seguÍ!' esta
política de buen gobierno, lo que ha hecho ha sido todo lo con-
trario; ha protestado contra las instituciones que se daban los
pueblos de Halia, y ha procurado conservar allí, en cuanto de él
ha dependido, el statu quo; ha hecho traicion á las instituciones
Ú cuya sombra vive, y se ha puesto en abierta oposicion con el
país que las conquistó derramando á torrentes la sangre, y que
las conserva porque las cree las mejores: el gobierno de la union
liberal, al condenar absolutamente todo lo que allí se ha hecho,
¡la protestado de una manera sin restricciones de ningun género·
eontra la union de aquellos pueblos, comunes por su orígen, po\'
~us costumbres, por su lenguaje, y que desean tener una misma
forma de gobierno, unas mismas instituciones, para conseguir
de este modo el desarrollo de su propiedad, de su bienestar y de
la civilizacion: se ha opuesto á las esperanzas más legítimas, má~
nobles y más grandes de la España á su union con Portugal,
union que no puede tenC!' lugar, que no conviene que la tenga
por la fuerza; union que no puede verificarse de una manera dig-
na, de una manera estable, de una manera conveniente, mas que
por la espontánea voluntad de uno y otro país.


)¡AI condenar tan en absoluto, sin restriccion de ninguna es-
[lede, el principio de anexion, el gobierno ha querido cerrar la~
puertas de nuestro poryenir, la puerla á que en efedo llamare-
mos mañana cuando mirando la tcn(lcncia que en los pueblos se
{)b~el'Va luicia la libertad en la esfera de la polilica, como la ten-
dencia hácia la unidad que se siente en los pueblos en el siglo XI',
cuando convencidos españoles y portugueses de que separados so-
mos tan débiles como juntos fuertes, y nos convengamos en unir-
nos; puerta á que Ilamaremo~ mañana cuanclo los dos pueblos
~;e persuadan que en la union esta el porvenir de esta península,
poclrá la Europa contestamos con una despreciable earcajada,
recordándonos los principios como anexiones de este malhadado
gobierno ..


)¡No hay ningun pueblo en el mundo, señores diputados, no
hay ningun pueblo en el mundo que tmiera menos razones para
oponerse á la re\olucion de Italia, y mucho menos tan en absoluto,




DE LA UNIDAD DE ITALIA. 235
tan sin )'estriccion, como se ha opuesto el actual gobierno, porque
la revolucion de Italia es nuestra rcvolucion; porque los sucesos
de ltalia son nuestra historia; porque lo que la Italia pretende
ser entre el Mediterráneo y el Adriático, es lo que pretendemos
nosotros ser entre el Mediterráneo y el Océano; porque no pode-
mos condenar esos principios que nos han de llevar más pronto
al engrandedmienlo en lo porvenir.


»¿Y qué razones ha tenido este gobiel'llo, qué altas conside~
raciones ha tenido presentes el gobierno de la union liberal para
contrariar asi nuestras tradiciones, para conLrariar nuestra his-
Loria, para oponerse á nuestro porvenir? Véalas aqui el Con-
p,Teso. En un despacho telegrafieo del ministro de E~ta(lo a
nuestro ministro plenipotenciario en Turin de 17 de mayo
de 18(iO, se lec lo siguiente: ((No pudiendo ser indiferente á
»S. M. la Reina la :merle de su ilustre pariente, etcétera~
»procure que ese gobierno impida que en su territorio se al'-
J)men nuevas especliciones contra Sicilia.)) Con tal que se salv
la suerte del ilustre pariente de la Reina, lo demas importa poco.
En otro despacho telegrúfico del ministro de Estado dirigido des-
de Madrid á nuestro representante en Turin, se lee lo siguiente:


. ({El gobiemo de la Reina, que tiene especial interés en que se
»conserve la integridad de los Estados de S. }'!. el Rey l<'rancis-
»00 1I, tiene además la obligacion de mantener los derechos de
»Ia (:asa de Horbon.))


»Continúa: ({S. M. tiene derechos eventuales sobre los pueblos
ny territorios que comprende el reino de las Dos Sicilias, y en
» tal concepto no le es dado consentir que aprovechúndose de lo~
» rei'uItaclos que pudiera ofrecer la sublevadon capitaneada por
,)Garibald i, se pretenda adjudicar la Sicilia á un soberano es-
» tranjero. »


» y continúa: {(Si lo que hoy no es de esperar triunfase el
»levantamiento de Sicilia~) ¡qué prC\ision la del gobierno espa-
nñol! Lo que todo el mundo veia, el gobierno no lo podiaprever,
»y se intentase conceder al Rey de Cerdeña ó alguno de los prín-
»cipes de su familia la soberanía eJe dicha isla, deherá V. E. ma-
»nifeslar verbalmente al señor conde de Cavour que el gobierno




236 DlSCURSO EN DEFENSA
llde S. M. SO voria en la necesidad de sostener con la {jl'moz a
))com~eniente los (lereehos que á S. M. la Reina eOlTesponden.))
Con tal que no se colocara en el Trono al Rey del Piamonte ni á
ningun indhiduo de su familia, todo lo demás podia pasar, aun-
([ue se concediera la soberanía al ,emperador de Marruecos ó al
Gran turco. Sin duda para este gohierno tiene el inconveniente
el Rey del Piamonte de ser Rey constitucional.


)) POI' ultimo, por no molestar por mucho tiempo la atencion
del congreso, leeré nada mas que otra nota que es (da protesta
)) pl'Csentada por nuestro ministro plenipotenciario en Turin con-
))tra la entrada de las tropas sardas en el reino de ~ápolcs y
))contra la anexion de la Italia meridional a los Estados dol Hey
))de COI'deña en !) de octubre de 1860 para de(ender los (ueros
))legítimos deww dinastía enlazada á la de S. JI. fa Reina Jlor
))[os más sagrados vínculós, y para mantener á la vez los dcrc-
nelios que los tratados de 1 ji;9 confieren a S. M. Católica respel:-
)) to del reino de la:; Dos Sicilias.))


»lIé aqui señores, compendiadas en breves palabras las alta~
razones, las elevadas consideraciones de Est(]do que el gobierno
de la union liberal ha tenido presentes para contrariar nuestras
tracliciones~ para pltltestar contra nuestra historia, para oh idarse
de nuestro pon enir. Como ha visto el congreso, todo se reducn
it la suerte de los ilu"tres pariente,;; de la Beina; a los clerecho~
que estos ilustres parientes tienen al Trono de :\ápoles; á los
eventuales que la dina~tía de doña Isabel Ir pudiera tener á
esos Estados; y todo esto fundado en los tratados de 1810 modi-
licados dos años despues.


)) Voy á hacerme cargo de cada una de estas razones. La suer-
te de los ilustres parientes de la Reina es muy atendible t'in
duda; yo se la deseo muy próspera y feliz; pero me parece más
atendible la suerte de la naeion española ante la cual debe aque-
l ia desaparecer. Poner en ~~rimer término, poncr como sola y
llnica razon la suerte de los ilustres pal'ientes de la Reina en ~na
cueslion tan lrascendental, ohidándose por PIla de la naeion os--
pañola, me parece inconveniento, me parece peligl'o:'>o. Señores,
e:;o es, en 'ez de elevar la política á las altas re¡,rionc:, de las




DE LA UNIDAD DE lTALlA. 237


nacionalidades, hacerla descender a los mezquinos aposentos de
la familia; eso es a\'ra~trarse por las regiones de la personalidad.
;Quú contraste, señores! El gobierno de la union liberal se in-
tCl'O:ia por encima ele toda otra consideracion por la suerte de los
ilustres parientes de la Reina, cuando los ilustres parientes (le
la Reina no se han interesado jamits por la suede de su ilustre
parienta. Cuando estos ilustres parientes so cuidaron bien poco
de la suel'le de su ilustre parienta, cuando todaYÍa niña se vertia
por su suerte la sangre de los españoles á tnnenles, yesos ilus-
tres parientes de S. M. se interesaban bien poco por la suerle de
su ilustre parienta cuando reconocida por casi todas las nacio-
nes, seguian pertinaces en no quererla reconocer.


J) y ha~ian bien bajo su punto clevista político y obraban con
dignidad. ¡Quién habia de decirno~ que los gobiernos entonces
de ~úpoles habian ele dar una ¡ecdon de dignidad al gobierno de
la union liberal, por mús que esta lecrion haya pasado desaper-
cibida, como pasan para el gobierno todos los hechos, asi los mús
notables como los más tri viales! Aquellos ilustres parientes no
se interesaban por la suerte de su ilustre parienta, porque ante
una eueslion política no querian yer, y hacian bien, una cues-
tlon de familia, porque la idea política reemplazaba al pal'entes-
tOo Represrntaha doña Isahel Il unas doctrinas, unas ideas dis-
lintas de las que representaban aquellotl ilustres parientes, y ha-
cian bien bajo su punto ele vista, no solo en no interesarse en la
suerte de su ilustre parienta, sino en contrariada como la han
contrariado. ¡Quién habia de decir que los gobiernos de Nápoles
habian de se\' más grandes en sus miras que el gobierno de la
union liheral! ¡Quién habia de decir que los gobiernos de l\'ápo-
íes habian de dar lecciones de política al gobierno de la union
liberal! ¡Desgraciado gobierno que se encuentra en este caso, y
más desgraciado todavía si aun con estas lecciones no es capaz
de aprender!


» ¡Pero ya se ve! El gobierno se ha creido sin duda en el caso
de apoyar ó de jugar el todo por el todo en la defensa de esos
ilustres parientes; aparte, y prescindiendo de lo que he dicho,
;sin duda por las altas consideraciones que esos ilustres parien-




238 IHSCURSO EN DEFENSA
tes han dispensado siempre a nuestro país! consideraciones que
nos desenvolvió aquí muy bien, como quien lo sabe, como
suele decirse, de buena tinta, nos desenvolvió aquí el señor
O'Donnell, cuando contestando al Sr. Castro, y tratando de po-
ner en armonía la opinion del sefíor presidente del comejo de mi-
nistros con las del señor presidente de esta cillnara acerca de la
espedicion de 184.8, nos decia, señoi'es, que habia ido á felicitar
una comision 'del ejército español á uno de estos ilustres parien-
tes de la Reina, y el ejé"rcito espaiíol sufrió el desaire de no ser
recibido por ese ilustre pariente, y cuya comisioll por espacio
(le ocho dias no se atreYió á ponerse el uniforme. Si no estuviera
convencido todo el mundo de que el uniforme del soldado pspa-
ñol no ha estado nunca, no digo despreciado, sino ni humillado
siquiera, seria necesario taparse el rostro con las mallos para que
no asomara el carmin de la vergüenza. Pero no, y mil veues no;
el uniforme del ejército español nunca, en ninguna parte del
mundo ha sido despreciado, siempre ha sido llevado con orgullo
por nuestros militares, menos sin duda en córtes tan corrompi-
das como en la córte de esos ilustres parientes, en donde la luz
sin duda ofusca á los que ,iven en la oscuridad.


» Pues por la suerte de esos ilustres parientes que tanto se
han interesado por las instituciones de nuestro país, que tanto
celo han manife~tado por la suerte de su ilustre parienta, que
con tan finás y delicadas consideraciones han tratado á nuestra
patria, el golJierno ha prescindido de todo cuanto á los altos in-
tereses del país puede ser hoy conveniente y pueda serlo maña-
na. ¡Los derechos de los BOl'bones! ¿Qué derechos? ¿Los que pro-
vienen de Dios? Si el gobierno cree en efecto que son de derecho
divino esos derechos, si cree que esos son emanacion de la divi-
nidad, está en su lugar defendiendo los derechos de los Borbo-
nes; pero en ese caso tenga el valor suficiente para decirlo en
este sitio y yaya á ponerse al frente de las huestes neo-católicas
renunciando un puesto que debe á una Reina constitU(~ional, en
una monarquía regida por el sistema constitucional, donde no hay
secretarios de Reyes absolutos, sino ministros responsables de
sus actos. Si no cree en el derecho divino, si cree que los Reyes




DE LA UNIDAD DE lTALIA. 239
no pueden ser producto sino de la volunlad de los pueblos, repa-
re en el derecl\{) que les ha quedado al de Nápoles y a lo" de los
demás Estados de Italia que han sido espulsados por medio de la
manifestacion mas universal de que ha habido ejemplo en la his-
toria, y una de dos: ó los Reyes lo son por dereeho divino, ó lo
son por la voluntad de los pueblos. ¿Aceptais lo primero? De-
cidIo, proclamacllo en voz aIta, tened valor para proclamarlo;
Jlero tened presente que defendeis y proclamais en la segunda
mitad del siglo XIX una heregía política, una conlradiccion que
lucha abiertamente con el poder que ejerceis y que no ejerceriais
al abrigo de una monarquía de derecho divino. Si no lo creeis
así, al defender los derechos ele los ~oberanos de llalia defencleis
un fantasma, os poneis en contradiccion con las doctrinas que
eslais en la obligaeion de practicar y defender, y combatís con-
tra vuestros hechos, contra vuestra:; ideas, y contra vuestra po-
~icion.


»Pero aparte de esto, sefíores diputados, los gobieJ'llos, todos
los gobiernos tienen el deber imprescindible de defender los de-
rechos de los pueblos, porque aun negando, si fuera posible ne-
gar la soberanía de Italia; si ese gobierno era indigno de existir;
si en yez de gobernar paternalmente á sus pueblos los oprimian
y degradaban; si á la sombra de ese poder escandalizaban á la
Europa por sus escesos, sus de~pilfarros y hasta sus crímenes,
¿habian de sufrirlos esos pueblos? No, y mil veces no. El deber
del gobierno español, como de todos los gobiet'Ilos, es en casos
semejantes negar esos derechos de familia en nombre de los cua-
les se cometen tales abusos en daño ele la humanidad. ¿Qué
significa, señores, un apellido, por respetable, ilustre y tradicio-
nal que sea, para sacrificarle el bienestar y libertad de todo un
pueIllo? Han concluido por fortuna aquellos· tiempos en que una
familia que llevaba un apellido mas ó menos ilustre podia servir
de bandera y derramarse en su nombre y en su defensa la sangre
de los ciudadanos. Hoy generalmente los apellidos no significan
más que la idea que representan, y los que los llevan tienen que
bajar la cabeza ante la marcha tranquila y sosegada de este siglo,
si no quieren ser arrastrados por su torrente. La Italia ahora y




240 DISCURSO EN DEF&NSA
la España en otra época, ¿qué han hecho más que defender una
idea contra otra idea? La Italia al espulsar hoy á los Borbone~,
como la España es pulsó en su dia á los Borbones del titulado
Carlos V; la llalia al proclamar á Víctor Manuel, como la Espaiía
cuando proclamó el Isabel I1, la Italia ahora y la España enton-
ces no hicieron más que defender una idea y combalir otra: la
soberanía nacional de la España hizo lo uno; la soberanía nacio-
nal de Italia hace lo otro; y al defender el gobiel'Ilo lo~ dcreehos
de los Borbones de Italia des pues de haber sido espulsados por la
voluntad nacional de la Italia, ¿no sabe que barrena por su base
el Trono de Isabel Il?


)}Señores, se ha hablado mucho de los intereses de la (linas-
tía dA doña Isabel JI; se ha hablado de quiénes pueden SOl' sus
amigos ó sus enemigos; pero ¿sabeis quiénes son los que mús
cncarnizadamente dirigen contra ella sus tiros? ¿Sabei~ qui(\nes
son? Pues ahí los teneis: los ministros de la union liberal. (Fuer-
tes murmullos.)


»Derechos eventuales que los Borbones de España pueden
tener a la Corona de aquellos Estados. ¡Ah, señorei', si no fuera
por las graves consecuencias el que pudiera dar lugar semejan-
te doctrina, semejante razon, mús qur il séria discusion, se pres-
taria ú risibles comcntarios! ¿De dóndc se ha sacado que dolia
Isabel n y su familia puedan tener derecho ninguno a la Corona
de aquellos Estados? Y al defender el gobierno los derechos
eventuales de los Borbones á esa sucesion, ¿saheis lo que defen-
tlia? Defendia los derechos eventuales de la familia del llamado
Cárlos V y de sus sucesores.


»¿ y cuando? Casi en los mismos momímtos en que esta familia
con las armas en la mano y cometiendo el cl'Ímen de lesa naeion
mas horrible que registra la historia en sus anales, venia á qui-
tar a la Reina de España los derechos que la ha dado la ,olun-
tad del pueblo. ¡Vaya un 'Contraste, señores diputados! Pero to-
davía hay otro, si no tan doloroso por sus resultados, por lo me-
n03 mas singular; resultado de la especial política que el go-
bierno ha adoptado en esta importantísima cuestiono


)JEl gobierno de Isabel 11, Rrina por la voluntad nacional,




DE LA UNIDAD DE ITALIA. 241
protesta contra la 'volunlad nacional de Italia, por defender unos
derechos que no tiene, y un pl'ctendient(\ que no liene más títulos
para presentarse como aspirante á la Corona de España que los
llamados derechos de familia, respeta la voluntad nacional de
Italia, y renuncia á los derechos que por los tratados pocHa tener
con más l'azon que Isabelli á la sueesion de aquellos Estados. Es
decir, que se presenta al gohierno español menos generoso que
aquel pretendiente que no tiene más derechos que los de familia.
Cesion oficiosa la de D. Juan, porque no la necpsita el Rey del
Piamonte para lIeyar una Corona que le ciñe la voluntad naeio-
nal de su pueblo; pero protesta ridícula la del gobierno que sin
derecho ninguno se opone á la \"oluntad nacional, cuando ese go-
biernQ es de una Beina que lo es por este principio, nada mas: que
por este principio. (Grandes murmullos, fuertes interrupciones.)
Se suspende la discusion por breves momenlos. El presidente
del consejo de ministros pide (fue se escriban aquellas palahras.
Calmada la agitacion y re:;tablecido el órden continúa el orador.


»Continuo pues mi discurso con tranquilidad, como conviene
á este sitio, sin acaloramipnto alguno; estoy mas tranquilo, en
efecto, que cuando empecé.


»Intereses de familia han constiluido el fundamento de la polí-
tica del gobif~rllo en esta euestioll, y hé aquí la España defendien-
do ;quién lo diria! el tratado de 1 S1 J en que se apoyan; defen-
diendo unos tratados que humillaban á la España, que la rebaja-
ban, y que desde el momento que los conoció debió poner todo
~u conato, ejercer toda :m inOuencia y su poder para destruir-
los, como lo exigia su dignidad.


»¿Qué son, en erecto, los tratados de 181 r:i? Los tratados de
181;) no son mas que la soberbia pretension de lo~ que creyén-
dose omnipotentes, quisieron estableccr el equilibrio europeo
como un mero mecanismo particular, y organizar la Europa co-
mo se monta una máquina cuyas l'ucdas giran a voluntad de un
motor; no son mas que el convenio de las naciones elel Norte pa-
ra destruir las naciones del Mediodía; no son otra cosa que el
pacto del absolutismo contra la libertad; la inteligencia de varias
razas para acabar con nuestra raza latina; no son mas que un ac-


TOllO ¡Y. 16




242 DISCURSO EN DEFENSA


lo de venganza eontra un enemigo poderoso que aíio~ ant(1s la~
habia humillado; no son, por último, lllÚS (¡ue un alarde de fuer-
za y desahogo que despedazó la Halia y hUlllilló la E~paiia. i"\
la EspaI1a, naeiOIl del ,rediodía, y la EspaI1a, nacion de raza la-
tina, ha de apoyar tratados que no c:\islen, (Iue por las flIiSIl\(t~
naciones interesadas no se han podido conservar; que han sido ro-
tos con la scparacion de la Bélgica y de la lIolanda, y que, por
último, desaparecieron con el humo de la pólvora en Magenta ~
Solferino! ¡La EspaI1a defendiendo unos tralados Ilue humillahan
su dignidadl


l)¿Y qué significan esos tratados en cuanto al derecho? ¿Quú
(liferencia hay entre la geogl'afia line .\apoleon 1, en medio (k
grandes batallas, en medio de grandes combate,; trazaba con la
punta de su espada, y la geografía que en CO!ll plclo "i1encio y ('1)
toda seguridad ~ sin riesgo alguno 'trazaron ('~as ]Joteneias l~on
la punta dellapiz ó la pluma'? ¿Qué derecho tenian los ílulore6
de aquellos tralados para disponer y reparlir á su anlojo \o~ ¡lUe-
blos, las nacionalidades y los ciuda(lano~ como t>i fueran hato~ do
ovejas? ¿A qué satisfaccion dieron cum plimienlo, it qUL' \ 010 res-
pondieron, ú qué regla se atuvieron?


))Si los signatarios del tratado de 181:;, en \('z dn cOlllelllal'~l~
con rebajar á EspaI1a, con humillarla, la ll1lbiel'an de:-\pedazado
tomo hicieron con llalia, ¿se huhiera contentado la E:-lpaña con
e~lo? ~o, y mil yeces no. Lo hubiera sufrido como una carga
hasta que adquiriendo fuerzas hubiera podido arrojarla sobre lo~
que tan injustamente se la impusieran. Pero el gobiel'l1o de la
union liberal, para quien por lo Yisto no hay derecho alguno so-
bre el derecho de los reyes, para quien al parecer hay familia~
escogidas por la ProYiclencia que han ele reinar siempre; para
quien no hay otra soberanía ni otro orígen del Jloder que el de-
recho diYino; el gobiel'l1o de la union liberal creyó que la Espa-
I1a debia estar muy satisfecha con unos tratados porque favore-
cen los inlereses de ciertas familias; creyó que España debia re-
signarse ú la hmpillaeion que de esos tratados le resulta solo por-
que en el repartimiento de territorio tocaba Ulla porcion de ese
terreno á la familia de los Borbones. El gobierno de la union li-




DE LA UNIDAD DE ITALIA. 243
beral, creyó que la España veria eon gusto la reduccion de sus
intereses y la mengua de ~u dignidad por el acrecentamiento de
l()~ intereses de cierta familia, olvidando que la dignidad de Es-
palia está llIuy por cima de un apellido, de una familia, por im-
portanle y Iradicional que sea.


J) Pero ni aun esta política personal, ni aun esta desastrosa po-
lítica ha sido condudcla con la dignidad y decoro que correspon-
de al gobierno de un Estado.


»Tengo necesidad de repro(lucil' parte de una de la~ lIotas que
antes he leido. Decia el gobierno, repitil>ndolo por si los señores
diputados 10 han olrida(lo, decia en su primer despacho el señor
ministro de Estado á nuestro representante en Turin entre otras
(~()sas lo ~igui()nle: «Si lo que hoy no es de esperar, triunfase el
»levantamielllo de SiC'ilia y Sil intentase conceder al Rey de Cerde-
»lÍfl Ó á alguno de los príncipes de la famiíia la ;;oberanÍa de di-
»eha isla, deberá V. E. manifestar verbalmente al señor conde
))(Ie Cavour que el gobierno de S. 11. se veria en la nccesi-
))dad de soslener con la firmeza conveniente los derechos que a
))S. M. la Reina corresponden, etc.»


J) Esto decia el gobierno en su primera nota cuando tuvo no-
ticia de la inYasion de la Sicilia por Garibaldi. Pues bien: no
solo se ,eritlcó lo que el gobierno ni aun á temer se atrevia, no
'010 se otorgó á Víctor "'lanuel la soberanía de una de las Sicilias,
sino que la sublevacion se ha e~tendido á las dos Sicilias conce-
diéndole la soheranía de las (los: sino que por último se ha ar-
rancado á Franeiseo llla corona de sus sienes para eolocarla en
las de Víctor Manuel. ¡.Y qué hace el gohierno espaI101 despues
que los resultados han ido Illas alla de sus estraordinarias pre-
visiones, despues de pasar esa nola fuerte, porque fuerte es una
nota que se pasa á un gobierno amigo, euando no habia razon
para sospechar que el Piamonte tu dese influencia alguna en la in_
Yasion de la Sieilia? ¿Qué hace el gobierno despues de todo esto?
Lo siguiente: en otra nota, feeha 2i de octubre, dice el ministro
de Estado ~t nuestro representante en Turin: «Despues de la pro-
>Jlesta presentada Jlor V. E., el gobierno de S. M. no juzga conve-
Jlnienle la presencia de V. E. en esa córte. Así puede V. E. mani.




244 DISCURSO EN DEfENSA
»festarlo en lérminos oportuno:-> it ese seüor minislro de negocioi>
)) estranj eros , retirc'mclose de Turin eu¡mílo haya aereditado al se-
))cretario de la legacioll como encargado de negoeios.»)


))Es decir, que en la segunda nota, en la última nota, ([0:-;-
pues que los resultados fueron mas am de la previúon del go-
bierno, se contenta con decirle: venga r. á Madrid; IWI'O antes
deje V. ahí encargado al secretario para que no ¡;;e note su falta
de la embajada y véngase ni más ni menos que como lo ha he-
cho otras veces para tomar parte en los debates de la~ cÚl'les.


«¿Responde esta última nota ú lo que el gobierno prometió
en la primera? ¿Hay armonía entre lo fuerte de la primera r lo
tolerante y suave de la segunda? Fna de dos: ó el gobiJl'llo se'
escedió en la primera, ó faltó en la segunda, ó promclió mueho,
ó ha hecho poco. Si en la primera el gohierno t"t\l'\ ¡mJlI'ol i:-;or, en
la segunda ha sido déhil: la illlpre,i~ion pudo habcrnos traido
conflictos graves, desastres sin cuento; la dehilidad pUllo traer--
nos la humillacion del riclíeulo, y la humillacion y el ridículo
ante las demá~ naciones es nue~tl'a muerte. ¿.Y es así como lie
conducen los altos intcreseil del Estado? ¿Es así como sc mira
por la dignidad de la naelon española? ¿Es a~i como se procura
el engrandecimiento de nuestra po:;idon en el et>lcrior? ; Desdi-
chado gobierno, que allí donde va con sus simpatías, lo mi::>mo
en Nápoles que en Roma, ha sobre,onido una eatitslrofe, y que
al mismo tiempo alli donde ha ido con sus amenazas y su op08i-
don, ha ido la fortuna á favorecer con la vicloria á los amenaza-
dos! Así es .en efecto; el Piamonte, que era un rlneon de Euro-
pa, casi escondido en los pliegues que se desprenden de los Al-
pes, es hoy una nacion de primer órden.


¡¡Pero si de las notas y documentos pasamos á los hechos; si
prescindiendo ya de los documentos diplomáticos nos hace-
mos cargo de la conducta practica del gobierno y de sus agentes
a propósito de esta cuestion, ¿qué ,emos? Vemos ó hemos visto á
un embajador español, á un representante de esla nacion, querol'
obrar como súbdito fiel y agradecido de un desdichado monarca;
vemos ó hemos visto que con su pertinacia en estar al lado dcl
que parecía su señor, con ese empefio de distinguirse de todos




DE I,A UNIDAD DE ITALIA. 245
lo~ agentes diplomitticoil de las demas nacioneg que no eran saté-
lites del ;\ usll'ia1 ha ciado margen tÍ que se diga que nuestros
huques hacian señales it los sitiados para darles a conocer la po-
sieion que ocupaban los sitiadores; ha dado margen a que en una
circular del último ministro de Estado de Francisco JI se diga
que habiendo aconsejado á los embajadores de lodas las poten-
cias que podian permanecer separadoi5 de su lado para huir de
los horrores del sitio, lodo:;; lo hicieron menos el ministro espa-
001, que habia dicho desde luego que permaneceria al lacio de
Francisco 1I, cualquiera que fuese su suerte, y que ha dado mar-
gen {L que se le acuse oficialmente ante la Europa de que sus
eonse.io~ pudipl'oIl contrilJUir tÍ la resistencia de Francisco Ir en
Gaela. Es decir, que nuestro representante cerea de Francisco n
habia decidido I'in eluda por su cuenta, cualquiera que fue¡;e la
:'iuerte del que fué, y no creo yueha á ¡;erlo, Rey de Nápoles,
conlinuar cerca de su lwr~()na; es decir, que inlenenia todo lo
activamente que puede inlen~enir en una lucha en que el go-
hicmo e~pañol, á la faz de la Europa, se babia declarado com-
pl~lalllente neutral. Si ese agenle español cerca de aquel monar-
ca lenia delldas de cariño que pagar, tÍ recompensas estraordina-
rias que agradecer, podia haberlo hecho sin comprometer de
ninguna manera lo,., inlerese:,; de la naeion española. Si queria
obrar como hombre agradecido, pudo haberse despojado de su
imestidura y lomar, si le parecía conveniente, una espada ó un
fusil para defender en la breella á :'iU señor.


¡¡Todo lo demás ha sido ayenturado, ha sido impreYisor, ha
)Jodido traernos consecuencias muy graves, comprometiéndonos
en una guerra por la peor de las causa~, ó es ponernos a sufrir
UJÍa hochol'llo!'a hUlIlillaeioIl antt~ las potencias que se habian
comprollletido a no inlenenir en la lucha ni á permitir que na-
die inten iniera. Tambien hemos visto que nuestros agontes en el
e~lerior han tratado de cOll\erlir á España en el oficioso cargo
de correo do otra::; potenciaR; se ha visto que nuestros buques
de {1;uerra estaban al parecer como destinados á hacer el contra-
IJando de t!o('umellLos (liploIllalicos, puesto que se decía que no
~() llC\aball mús que lo" plie¡w,; para el embajador e8pañol, y




246 DISCURSO EN DEFENSA
luego resultaba que se queria hacer entrar fUl'lhamente en una
ciudad bloqueada la correspondencia de otras potencias, com-
prometiendo así á nuestros dignos marinos a sufril' una bochor-
nosa humillacion, y esponiendo á la España a graves y terribles
conflictos. Por último) vemos que nuestro representante ha de;;-
aparecido del territorio de Nápolcs, que no sabemos dónde estú,
ni quién defiende allí los intere~es de nuestros conciudadanos. El
embajador de ~ápol('s solo debe estar en el territorio de ~ápoles.
y no se concibe que habiendo abandonado fos intereses quo le
estaban confiados, pueda estar en otra parte mas que en España,
si es que tenia licencia para venir.


J)Pero sea de esto lo que quiera, pregunto yo al gobiel'llo: el
representante de España en Nápoles ¿ha ohrado con arreglo á
las instrucciones del gobierno, ó no? ¿Ha obrado con f1lTeg]o
á las instrucciones del gobierno? Pues vea el congreso dónde
queda la neutralidad. ¿~o ha obrado con arreglo á esas instruc-
ciones? Pues aquel agente diplomálieo ha cometido faltas graví-
simas, cuya responsabi1i(lad no puede desaparecer nunca del go-
bierno, porque él lo llevó allí; porque lo conserya; porque no ]p
na removido, dando así á entender que aprueha la política que
ha seguido. De todos morlos, no puede s(~r 011'0 que el ¡!ohierno
el que cargue con esa responsabilidad (y si hubit'l'f' 0tro, lanto
peor), porque ya so acabaron los tiempos en que lo,~ emba.iacloJ'(~s
representaban única y exclusiyamente las per:,;onas de los monar-
cas de quienes eran enviados.


») Hoy no representan, hoy no d'eben representar, hoy no PU(:-
den representar mús que la política y los intereses ele los gobier-
nos que los envian. Por último, para que en todo, has(a en 105
más pequeño;,; detalles, se vea la posieion del gobierno y la hosti-
lidad que muestra á aquel gran pensamiento, ú aquel gran mo-
vimiento de Halia, cuando queda vacante la embajada de Roma,
allí que está manifiesta la lucha entre el prineipio tle la libel"--
tad y el principio del absol utismo; allí que estú manifiesta la lu-
eha entre el principio liberal y el principio reaccionario, manda
el ocupar aquel puesto, como representan te do España, á UIl
hombre politiro de idea~ eminentemente reaccionarias. Y como




IlE I.A UNIDAD DE ITALlA. 247
si no ruera hastanle mandar á un hombre conocido por sus
ideas ['eaccionaria~, e; necesario que la hostilidad que hace á
aquel gran movimiento sea manifiesta hasta en el nombramiento.
CUr\m!o ('11 ltalia se hace hostilidad al poder temporal del Papa,
¿it qui('n se nom bra'? A un hombre político que se ha aire, ido á
tener el llIal gusto de califi('ar do asqneroso el principio de la
~oheran¡a nacional, uno de los dos principios que están en lucha
('n aquf'1 pak Seí1ores, ¡quP pl'evision, qué prudencia, y sobre
lodo. qué neulra1idad~


»Ya ha "isto el congreso, soñores diputados, las razones que
el gobierno ha len ido, cuúles han sido las consideraciones en que
ha fundado ahsolulamen!e su conduela política relathamenle ú la
eueslion dn Halia, para resolyer una de las cuestiones más im-
portantes quo "o debaten. Pues yo dejo á la consideracion del
congreso a11or;), y á la consi(leracioJ} del país despues. las conse-
cuencias dr"~~trosa,,, los resultados funestos que puedA traer ~r­
mejante política. Cuando la euestion que hoy se debate en Euro-
pa ah~()rlJe la atcndon de ca~i todas las potencias de la tierra,
cuando para re~oherla se apela it las más altas regiones ele la
política, C11:1I1(\0 dr ~u~ re~uItados se hace depender y con razon
la paz es[ahJe de los puelJlos 1 euando [Jo/' toclas partes se respeta
r~c gran ll1orimien!o de la opinion pública, cuando por tan ele-
\ atlas ('on~ider{H'ione:, so pl'(~,;cilldo do pactos de familia, que ya
por otra parte han sido d(~:-;heehos y completamente destruidos,
('llando Jlor tan el(wadas ('onsidcraciones se prescinde de ciertos
i1!)ellidos y se abandona ú su suerte á los que hasta ahora han
sido soberanos de llalia, ¿puede haber nada más incoIlYeniente,
nada mús peligro~o, que el oponer ~l. una politica tan elevada una
politica ele familia, una política personal, una política mezquina?


¡¡¿Puede haber nada mits perjudieial que el invocar el dere-
('ho antiguo, hablar el lengua}'] de los antiguos tiempos? ¿Puede
habor nada mús desastroso quo 01 establecer una especie do man-
('omunidad ontre la suel'tp de los Borbones de acá y la suerte de
los Borbonef' de allá;! ¿Qué ha de suceder con un gobierno des-
creido y eg-oi"la, sin mús mó, i1 que su interés, sin otro pensa-
miento, ~in 011'0 dogma, ~in olro ~istema que el mandar un dia




248 DISCURSO EN DEFENSA
más? ¿Qué ha de suceder con un ministerio que tiene fijas cons-
tantemente sus miradas sobre el banco gubernamental, cuando
debia tenderlas sobre el porvenir? ¿Qué ha de suceder con un
ministerio que se doblega á todas las exigencias, que escoge to-
das las formas, que toma todos los colores para so~tenerse un
dia más en el poder'? ¿Qué ha de suceder con un ministerio,
planta parúsita del Trono, con cuya sustaneia prelendc alimcn-
larse y de cuya vida quiere vivir como la hiedra, quo se alimenta
de la sustancia y de la vida del árbol, sin consideral' que si la
hiedra adherida al árbol viye m{ls, el árhol Yire mcnos, y qU()
puede llegar un dia en que la hiedra y cl árbol Ycngan abajo ú
los mismos golpes del hacha? ¿Qué ha de suceder ('on un minis-
terio que no tiene para nada en cuenta las enseñanzas de la his-
toria? Sucederá lo que siempre ha sucedido, sucederit lo que no
puede menos de suceder.


))No hace mucho tiempo, sellO res diputados, que rn una na-
cíon vecina existia una poder06a dinastía. Al frente de esla di-
nasLla se enconlraba un monarca de grandisimas cualidades. ~Ii­
nistros de este monarca, ó le aconsejaron eomo e"tímulo para
conservar el poder, !Í le consintieron como medio de no perderlo,
una política que, aunque descnYlJelta con mas cIr\ tHlos medios,
era parecida á la política que el gohiemo <le la ullioll liberal ha
adoptado en la~ cuestiones internacionale~ desde su adyenimiento
al poder . .\.quel monarca y sus ministros creyeron que los intere-
ses de la familia eran los inlereses del país, y siguieron en el es-
terior una política de familia, una política personal, una politica
que tendia constantemente á proteger los inlereses de la familia.
Esa dinastía, ese monarca poderoso desapal'eeió, señores, como
desaparecen los fantasmas; yal mismo tiempo que salia el tronu
heeho pedazos por los balcones do las Tullerías, el monarea mar-
chó fugitivo á buscar asilo en tiena eil lranj era, sin ([UO la Emo-
pa, que lo habia Yisto grande y poderoso un dia, le tendieril
una mano auüga cuando las convubioncs politicas (le su reino
le lanzaron del Trono. ena pen;ona que tanto habia figurado, llll
Rey que habia llegarlo ú ser tan querido, tan rC'spetado y tan
grande, acabó, ~eñores. ~u:, ú\limos días en el silencio ele la indi-




DE LA UNIDAD DE ITALIA. 249
fCl'encia, murió en la soledad del olvido. ¡Desgraciados los go-
biel'nos para los cuales pasan desapercibida~ estas elocuentes en-
señanzas de la historia! j Desgraciados los gobiernos que no quie-
ren oir los gritos de la desgracia! El tiempo pronto se encargal'ú
de repetirles tan terribles lecciones.


¡)El gobierno, pues, de la union liberal, el gobicl'llo de la
;;oberania naciona 1, el gobierno de la libertad, el gobierno del
derecho lllodel'llo se presenta en contra de las instituciones repre-
senlatiyas en Italia, se presenta, no como un reaccionario cual-
quiera, sino como el adalid, como el Quijote de la reaccion; in-
YO ca el dereeho anliguo fundado en los tratados de 1738 y 181:)
y lllodilicados en 1817, que iii existieran ni tendríamos en España
la sombra de gohierno constilueional que hoy tenemos, ni los mi-
nistros podrian sentarse en esos baneos, ni el de Estado escribi l'
;;m: notas, ni yo podria cemurar, como lo hago, la conducta del
gobierno, ni vosotros, señores diputados, estaríais aquí como
representan les de la nacion española para aprobar 6 desaprohar
fl~a con(luela. Este gohierno defiende una dinastía que ha sido
siempre nuestra constante enemiga, que ha fomentado nuestra;;
discordias eÍviles, que ha procura(lo por todos los modios posi-
!Jle:; nuestra dc~graeia, guiada siempre pOI' su ciego despotismo;
~- lodo e~I(), imocando como ley y como dereeho ¡qué absurdo~
lo mi,;mo (Iue :-;eria la con(\cnacion de nuestra existencia, olvidán-
dose de nuc"tra historia, contrariando nuestras instituciones.
pl'otestando contra nueslro porvenir.


»Pue:; sepa E,;pafia, t'\epa Europa, sepa el mundo todo, que
un gobierno que así se oh-ida de los nlits altos intereses de la
nacioll, !lO rcpl'esenta, no puede rcpre,;entar la yoluntad, las as-
jli,;aciones, los do:<eos del pueblo espafiol; el puehlo ('spañol no
puelle de ninguna manr-I'a haecl'se l'e,sponsablc tIc los desacierlo~
que este gobierno come la eonlrarialldo su opillioll; de los dcs-
aeierlos que ha cometido en esta gran euestion de la unidad ita-
liana. Pues ~i p/'ole~lais contra la nacionalidad de Italia, jJl'Otes-
(¡¡is contra nuestra hi~loria, que desde Sagunto el Zaragoza l'epre-
~l'nta la causa ele la Il{leioualidarl ~- de la independencia de los
puehlos. Al renegar de la conduela de los italiano,.;, habeis rene-




250 DISCURSO EN DEF~NSA DE LA UNIDAD DE ITALIA.
gado de la conducta de nuestros padres; habeis renegado de la
sangre que derramaron cuando desde Covac\onga hasta Granada
sah-aron nuestra independencia del yugo del africano. Al conde-
nar el sentimiento italiano, condenais el sentimiento de Daoiz y
Vclarde; condenais el sentimiento que animó al puehlo español
para que con un heroísmo que no tiene igual en la historia reco-
brase su independencia. Si condenais lo que hace el puehlo ita-
liano, conclenaís a los que con su heroismo levantaron el altar de
la patria, y regaron con su sangre el ¡'u'bol de la Iibertarl. Arran-
cad entonces de esos mármoles los nombres de Padilla, de Daoit,
de TOlTijos para reemplazarlos con los de los flamencos de Cilr-
lo~ V, los de loc-; generales de Napoleon, los de Torquemacla y
Calomarde.


»En esta época, en que la opiníon viene falseámlose desdn hace
tiempo; en esta época, en que, gracias a la inlluencia moral, no
pueden, en mi concepto, representar fielmente las asambleas po-
pulares los deseos y opiniones de los pueblos, y en que por e~la
razon van perdiendo estos cuerpos mucha de su imporlanei"
hasta el punto de que los gnbiel'l1os no ~ran su legílima espr('-
sion, yo no sé lo ql1Ó suce(~erá: pero suceda lo que (Iui(~l'a, yo
concluyo satisfecho por haher dicho la "erdad, por haherla <lidIO
('on I ('aItad, ('oa nobleza, siquirra ('sta \ enlad pueda srr oíd:\
con desprecio on alguna parle y en otra ('OH disgu~lo; en una ~
otra lle¡!aril oca:,ion (le que se acredite esa misma yenlad; y SP<l
do ello lo que quiera, yo me siento sati,;fecho, aunque intranqui-
lo; porque si bien creo que he cumplido con mi deber, 110 HW
persuado ele haberlo hecho con el acierto que exige asunto tan im-
portante.»




COELLO.


Si el eclecticismo en politica es la armonía y eqnili-
brio entre las fuerzas resistentes de la sociedad, la C011-
ciliacion posible entre los estremos, el amoldamiento
oport;.¡no de los principios á las circunstancias, el dipu-
tado con cuyo nombre encabezamos esta sembbnza, es el
verdadero representante del eclecticismo en España, el
práctico más hábil de ese sistema de acomodamientos y
contemporizaciones, en el que fundan su poder y su fucr-
za los partidos del justo medio, los partidos que llaman
abnegacion á la inmovilidad, prudencia al cálculo, di-
plomacia á la vacilacion, Providencia á las circuns-
tancias.


Nadie como el diputado Coello conoce y practica ese
sistema de balancin y (le vaivenes que las circunstancias
vienen imponiendo desde hace algunos años á la política
española, y merced al cual pueden existir los gobiernos
en estas ingobernables sociedades modernas, y en Espa-
fla sobre todo tan impresionable en sus afectos y tan no-
velesca en su carácter corno pocas naciones.


Como diputado j como periodista, como diplomático,
como hombre de partido, Coello pasa la vida anunciando
peligros y proponiendo soluciones, conteniendo á los
que van delante y arrastrando á los que se quedan de-




252 COELLO.
trás, resistiendo cuando unos empujan y empujando cuan-
do otros resisten, reuniendo siempre en el centro de los
part!dos radicales otro nuevo partido, que, practicando
su sistema, sirva de dique á las acometidas de los estre-
mos, de muro inquebrantable entre la reaccion y la re-
volucion.


Marino previsor y esperimentado en el revuelto mar
de la política española, adivina una tempestad en la más
ligera nubecilla; y cuando los demás navegan descuida-
dos y á toda vela, él vira su buque con habilidad inimi-
table y se dirige con tiempo á puerto tranquilo y ase-
gurado.


Su destreza en sortear las situaciones difíciles no tiene
igual. Colocando su trapecio en el centro del estádio po-
lítico, el soplo de las circunstancias le impele hácia uno
ú otro lado, y ágil Y diestro como Leotard, tan pronto
se le ve cogido á la cuerda de la oposicion, como á la
anilla del ministerio; impulsado por las circunstancias,
bien se agarra al trapecio de la rcvolucion, bien se queda
enganchado con admiracion de la multitud en la escrllera
aérea deI1'rono.


Tal es su diplomacia, su movilidad, su equilibrio,
que nadie puede asegurar al mirar á Coello qué sitio es
el que en realidad ocupa. Si vota con las oposiciones, el
ministerio, por un efecto de óptica, le ve en los bancos
de la mayoría; si defiende la política y la conducta del
gobierno, los oposicionistas le dan despues la mano y le
felicitan, porque por un fenómeno incomprensible de la
acústica, acaban de escuchar un discurso de oposicion.


No porque desempeñe una embajada, se atreverá á
contarle como amigo ninglln gobierno; no porque haga
la oposicion en la prensa y en la tribuna, se aventurarán
las oposiciones á llamarle oposi.cionista.




COEI.I.O. 253
Para comprender esto es preciso saber que en Coello


hay dos individualidades; la una personal, y moral la
otra; la primera esta representada por el diputado, por el
político, por el funcionario público; la otra por el inspi-
r>ldor de un periódico, por el propietario de La Epoca.


Cuando Coello quiere ser ministerial, deja de votar
con las oposiciones sin votar con la mayoría, defiende la
política del gobierno sin defender á los ministros, y ad-
mite una embajada, mientras La Epoca sigue haciendo
la oposicion. Ouando quiere ser oposicionista, renuncia el
destino y vota con la minoría, pero La Epoca sigue de-
fendiendo al ministerio.


En consonancia con esta estrategia política, peculiar
solo al diputado por Jaen, alentaba la Época con espí-
ritu demagogico á la revoludon de 1854, cuyos proyec-
tos contra la dinastía eran manifiestos, mientras su direc-
tor, Coello, salvaba tal vez el Trono proclamando en la
junta de Madrid y entre las barricadas, con esposicion
de su vida, la institucion del Trono y el respeto á la Rei-
na constitucional.


Reflejo de esa táctica de curvas y contramarchas, han
sido sus discursos parlamentarios, como el que pronun-
ció ellO de diciembre de 1861, en que defendía la revo-
lucion de Italia, en el sentido de que fuese sensata y
como manifestacion de progreso, y sostenia al mismo
tiempo el poder temporal del Papa en tolio su esplendor
y preponderancia tradicional.


Discurso notable por lo fácil y correcto de la diccion,
por lo atinado de las apreciaciones, por la brillantez de
algunos períodos como este:


«Sobre aquella tierra de Roma, sembrada de sepul-
cros, sobre aquel coliseo, cuya arena fué regada con la
sangre de los mártires, los esplendores de la córte de




254 COELLO.


Víctor Manuel ó las agitaciones de una república mazzi-
niana, ofenderian su majestuoso silencio, y el brillo de
la diadema real de Saboya no podria competir con la au-
reola de luz que circunda la triple corona del Pontifi-
cado.))


Sin tener grandes dotes de orador, Coello se hace
oir con benevolencia y agrado en nuestro parlamento.
O¡'denado y lógico, sin remontarse al mundo de las
abstracciones filosóficas, sin descender tampoco al fan-
goso terreno de las personalidades, recorre la region me-
dia de la política, haciendo aplicaciones de los principios,
y queriendo sujetar el porvenir a los recuerdos del pa-
sado.


Sin tener la épica entonacion de otros oradores, sin
esa ímaginacion acalorada, propia de los países meridio-
nales, que revisten la idea con el vistoso y deslumbrador
ropaje de la metáfora, sin poseer uno de esos talentos
profundos que abarcan y sondean las más complejas
cuestiones bajo todas sus formas, en todos sus detalles,
los discursos de este diputado no dejan de ser, en ocasio-
nes, levantados en la forma, y graves, intencionados y
profllndos en el fondo,


'fal nos parece el que copiamos á continuacion, propo-
niendo un senado mixto de vitalicio y popular, transac-
cion entre los partidos estremos de las córtes constitu-
yentes de 1855, yel pronunciado en 1857, oponiéndose ú
la autorizacion para plantear la ley de imprenta en el que
se leen los siguientes párrafos:


(lAnte el 2 de diciembre, en medio de su grandeza y
de su necesidad suprema, sin justificar esa gran dictadu-
ra, inclino respetuoso mi frente, la respeto. Ante dic-
taduras pigmeas, estériles para el bien, agitadoras del
mal, jamás bajaré mi cabeza.))-Y mas adelante:-«Si á




COELLO. 255


la riqueza, á la propiedad y al dinero concedeis el mOilU-
polio de la imprenta, temed 'las consecuencias funestas
ue haber puesto así en lucha la propiedad y la riqueza
con todas las otras fuerzas de la sociedad española; de
esta sociedad, la mas democratica de Europa, en el buen
sentido de la. palabra; de esta sociedad en que Cisne ros
es la mas viva personificacion de sus tendencias popula-
res, en que Castaños bajaba mas grande á la tumba, por-
que la aureola de la pobreza ornaba tambien la corona de
gloria del vencedor de Bailén.


» Un dia pueden venir nuevos y grandes conflictos
para la Europa, revoluciones mas hondas acaso que las
de 1793 y 1848, detenidas hoy solo por la vida de un
hombre. Pues bien: para cuando estos peligros lleguen,
no establezcai§ en esta España, que jamás ha conocido la
lucha de clases, la verdadera revolucion social, un anta-
gonismo entre las nuevas aristocracias y las fuerzas vi-
vas de la nadan. Sucumbirian aquellas en la lucha, y su-
cumbirian mas pronto que sucumbieron las antiguas aris·
tocracias, porque no tendria.n como estas, para resguar-
darse con su escudo, las glorias de los pasados siglos, las
proezas de Garcllano y de Otumba, las hazañas de Pizarra,
de Colon y Hernan-Cortés.))


Sin ser elocuente por su vehemencia y apasionamien-
to' suele serlo por la profundidad de sus sentencias, como
cuando, quejándose de la larga interinidad revolucionaria
de las córtes constituyentes, esclamaba: «Una constitu-
cion que tarda dos años en discutirse, es una constitu-
cion que nace muerta.»




Discurso en defensa de un senado mixto.


«Señores diputado~~ si hace quince dia:,; en un debate á la
altura de la:,; mús mcdianas intcligcneia~, reclamé y obture la
]¡ondadosa atencion de las eórles, hoy, en una disrusion ca~i
agotada ya; en un debate en que han hablado los primeros ora-
dores de este Parlamento; sobre una eueslion de tan inmensas
proporciones; euallflo de su decision, a juicio mio, depende el
porvenir de la Constitucion que ,'amos á hacer, necesito más que
~u atencion indulgente; necesito la beneyolenda de las c6rte:->.
en solo título tengo para reclamarla, y es el espíritu de profunda
conciliacion qllA me anima en esta discusion; el deseo sincero y
ardientisimo de que participan conmigo los firmantes ele esta
enmienda, de que la conslitucion que voten las córtes sea una
ley fundamental aceptable á todas las fracciones del gran partido
liberal, que unido y compacto contribuyó á la revolucion de ju-
lio; que esta constitueion aparezca al mismo tiem po como la úl-
tima de las constituciones hechas en este siglo, y cierre así la
era de nuestras reyoluciones y de nuestras reacciones. ¡Singular
é ingrata posicion la de los pocos diputados que venimos soste-
niendo aquÍ un dia y otro dia lo que veniamos sosteniendo cua-
tro aJ10s hace, lo que proclamábamos la víspera del alzamiento
nacional!


» ¡Situacion ingrata y estéril la de los que hemos creldo que
ni la ingratitud, ni la deslealtad política, ni la exageracion de
las pasione~, debian a partarnni; de la bandera que vrniamos tre-
molando uno y otro aJ1o! No ha senido de nada el mis amigos po-
líticos, el que en los dias de peligro y conflicto para la monar-
quía, la dinastía y el Trono, cuando los palacios se yen solos ~.
abandonados de los que se apiñan en las alegrías de las monar-
quías, hayan presentado sus pechos para defcnderlo y para am-
pararlo, unidos á ese pueblo que los ha defendido y amparado
tambien, no basta {'so para que ho,~ se nos llame apóstatas,




DISCURSO EN DEFENSA DE UN SENADO MIXTO. 257
tránsfuga~ y acaso traidores á nuestro mismo partido y a nuestras
antiguas opinionoi>. Y al mismo tiempo para que nuestra situa-
cion sea más lamentable, no les ha senido tampoco á mis ami-
gos políticos, llIl año y otro año, hasta cinco consecutivos, eslar
aquÍ defendiendo la inviolabilidad de la tribuna, la libertad de
la ll\'Cn~a, la pl'údica sincera del ~istellla representativo; no les
ha :'len ido ni aun el perder lo que el hombre politico ama más
en el mundo, la popularidad en su propio partido y entre sus
amigos más queridos, para que se les acuse desde esos bancos de
la montaña, sino de enemigo,;, de sospechosos al menos para la
libertad. No importa: á esas acusacione~ y calumnias, á esas
exageraciones de la pasioll, el esas ingratitudes y deslealtades,
oponemo~ una contestacioll muy elocuente, que está escrita en la
historia contemporánea por pobre é ingl'ata que c~a historia sea:
la de dos fechas inolvidable,;, de 28 ele junio y 28 de agosto
de 18111.


» Yo no quiero recordar ciertos hechos para que el rubor no
encienda nue~tras frent()~; pero ¿cual era la situacion de España
el 21 de junio de 183 í? La patria yacia envilecida y humillada
á los pié~ de una dictadura, tanto más vilipendiosa, cuanto que
era una dictadura de pigmeos.


)) ¡Y bien, señores! Un puñado de valientes con la enseña de
la alianza liberal, hoy tan escarnecida y pisoteada por los que
se lo deben todo, siendo el eco de la opinion pública, siendo la
represenlacion de osos 103 ilustres senadores, :-le lanzó al cam-
po de batalla el 28 de junio en defensa de la libertad, sacó al
pai:; y al pueblo español de su letargo, peleó en defensa de lo
'¡Ile valia mas que la lihertall, de la honra de la patria, y salvó
e~a libertad, y salvó la honra de la España.


¡)Andando los tiempos, llegó el período de la efel'vescencia
que hay "iem pre en toda:> las revoluciones, y se presentó el 28
de agosto llc 181)1. Yo, que ,engo á espresar una voz de conci-
Iiacion y concordia, no diré nada, absolutamente nada que pueda
leyantar tempestades en ninguno de los lados de esta cámara: yo
respeto todas las opiniones que son concienzudas y sinceras; yo
deseo para mi país que todas las opiniones, absolutamente todas,


TOMO IV. 17




258 DISCURSO EN DEFENSA
tengan siempre reprcsentacion en estos escaños. Pero, señores,
es indudable que el 28 de agosto hubo un movimiento en que se
quiso ir IDaS lejos de lo que habia querido ir el país, de lo que
habia querido ir la revolucion; y sin esta adhesion sincera de
todos los elementos conservadores, al gabinete á curo frente es-
taba el duque de la Victoria, no sé lo que hubim'u sucedido en
aquel dia triste y memorable. Los que habian salvado la liber-
tad y la honra del país el 28 de junio, salvaron la sociedad y la
monarquía el 28 de agosto. Esta es su defensa; esta es la alianza
liberal.


»Aceptamos, pues, todos mis amigos politicos, aceptamos la
revolucion, por mas que haya podido ir mas lejos seguramente
de lo que nosotros deseabamos. Esto es muy natural y se com-
prende perfectamente; pero por esto no hemos de renuneiar, no
hemos de renegar de la participacion que cada uno de nosotl'O:5
haya tenido en ella.


»Si esa J'evolucion ha ido mas lejos de lo que el partido eon-
servador liberal, de lo que el partido progresista sensato, de lo
que la nacion deseaba y de lo que il la nacíon con venia. culpa
será, señores diputados, de los que hacían firmar á la Corona
alocuciones al ejército como la del 29 de junio; culpa sera de los
que, por no sacrificar su ambicion, hiciel'on correr sangre gene-
rosa, y española toda, en los campos de Vicalbaro; culpa de los
que no quisieron oir la risueña significacion del grito dado en
Manzanares; culpa, señores diputados, de los que habian jurado
llevarse en su caida un pedazo del Trono, y se lo habrian lle-
vado todo entero, sin la admirable sensatez de la España, sin la
lealtad del pueblo de Madrid, sin los sentimienlos magnanimos
grabados en el corazon de nuestra jóven y escelsa Soberana. ~o
sera, no, la culpa de los que apuramos todos los medios legales
para derribar una situacion vergonzosa, y de los que, hecha la
revolucion, hemos consagrado toda nuestra existencia a dirigirla
y moderada, en vez de abandonarnos a la política de la desespe-
racion y del pesimismo.


»Además, en un país de tan admirable buen sentido eomo el
pueblo español, aquí donde se está demostrando que la naci~n se




DE UN SENADO MIXTO. 259


gobierna por sí sola, habiendo libcrtad de prensa y libertad de
tribuna, todos e:,;os males, todos esos esccsos de las pasioncs re-
yolucionarias liencn su remedio natural y posible; lo tienen en la
opinion, lo tiene en el senLimiento público. Lo que no tenia remedio,
señores, era la política funesta que vino á tierra en 17 de julio;
eso era lo que nos conducia a una catastro fe que podia haber
concluido con la monarquía, para un tiempo limitado, con la
dinastia lal vez para siemprc. Pero al aceptar, señores, la revo-
lucio n de julio, al aceptarla sin reserva alguna, sin el pensa-
miento de falsearla el dia de mañana, para ser lógicos con nuestro
honor, con nuestros deberes, con el interés de la pall'ia, es
preciso que no vayamos mas allá, absolutamente mas ana de
donde ha i(lo y ha querido ir esa rc\olucion misma.


)) Yo no os diré, señores diputados, como un orador eminente
de estos bancos en uno de los arrebatos de su magnífica elocuen- 'r-~"'~ .-
cia, yo no os diré que la constitucion de 1840 vive todayía. No: la ,r''',.,'':
constitucion de 1845 murió. ¿Sabeis cuándo? No el día que se .i!;- .
conyocaron las actuales córtes constituyentes; murió, señores, en tI
mayo y dieiembre de 1852. Cuando, señores, se vió á un minis-Z\-
terio desatentado y loco agitar á un país profundamente tranquilo~,"
'~ '." .,;


y casi 01 ridado de las cuestiones políticas; cuando se vió, señores, ),',
á ese ministel'io poner sus manos en una constitucion hecha por un-":~::;;::
parlamento unánimemente moderado, en una constitucion que
habia resistido á los huracanes revolucionarios de 1848, que bar-
rieron tantos Tronos en Europa; cuando ,se \ ió á ese ministerio
desatentado y lo.co, repito, echar por tierra una conslitucion que
habia partido del Trono, que daba á la Corona del'Cchos~' garan-
tías que ninguna monarquía constitucional tenia en el continente
europeo, aquel dia, scñores, sucumbió la constitucion de 1845.
El pacto se rompió, se quebrantó aquel dia entre el poder y la
naeion, y el pueblo español tUYO el derecho indisputable de poner
en la reforma de esas leyes fundamentales todas las garantías ne-
cesarias pa¡'a que ese aLentado no se rcpitiera jamás.


))Pero lo que ha viYido, señores, hasta la yotacion de anoche
en esta cámara, lo quc vivirá eternamente cn·la mcmoria y en la
gratitud del pueblo español, porque eso no bastarán a borrarlo




260 DISCURSO El'I DEFENSA
los votos de la mayoría, es, señores, el senado español, es la "\:0-
tacion de los 105 que prepararon la revolucion con su romano
suicidio; que la hicieron posible; que han permitido que nos vea-
mos hoy sentados en este recinto; yo, señores, lo digo con profunda
sinceridad, tengo cn mi alma el dolor de haber vislo que en esta
cámara, tan pródiga de aclamaciones y de votos de ¡gratitud, no
haya habido un solo yoto, una sola aclamacion, un solo homenaje
de gratitud a esos 105 patricios que hicieron posible la re\ olueioll
de julio. No: el alzamiento de julio jamás ha querido destruir lo
que habia de fundamental y de permanente en ese senado. Segui(l,
señores, la historia de esta revolucion, no ('n sus últimos dias,
no, sofiores, en los hechos materiales; id más atrús: vedla comen-
zar en el congreso de los diputados, que aquí, en cste recinto con
gloria comenzara; vedla comenzar en la gran cuestion de invio-
labilidad, que hubiera destruido aquel ministerio sin los succsos
que pasaron á la sazon fuera de España; ved la, señores, repre-
sentada en la esposicion que un puñado de generales y de hom-
bres políticos dirigieron en mayo contra el golpe de Estado y lo
detuvieron; vedla simbolizada despues en la \otacion tlue hicie-
ron aquí los diputados progresistas y consenadol'es para la pre-
sidencia de esta eamara en el dignisimo Sr. l\Iartinez de la llosa;
miradla más adelante, cuando combaten unidos los liberale~ todos
en los eomités constitucionales y en las c1eceioncs de 181;3; mús
tarde, cuando luchan y vencen en el senado; despucs, cuando
en Zaragoza espira el infeliz cuanto heníieo llore, por su amor a la
causa de la libertad, sangre de martir que debia fructificar bien
pronto; y :por último, vedla cuando representando esa misma
mayoría de las camaras, cuando representando la verdadera le-
galidad, salen los generales á VicaJbaro, á Manzanares, á Zarago-
za y á Madrid, y entonces, señores, decidme en dónde, donde
habeis visto una sola manifestacion popular, una verdadera ma-
nifestacion popular contra el senado.


))No la encontrareis en ninguna parte, absolutamente en nin-
guna parte. Lo que hallareis en ellas, en ese pueblo español más
grande y sensato que nuestros ingratos, e¡;clusi\os y desmesurados
partidos, es una inmensa aclamacion, unaacJamacion de gratitud




DE UN SENADO MIXTO. 261
nacional, de gratitud eterna. Yo me asocio desde aquí con mi
alma toda á ese homenaje y á esa gratitud.


» y ¿cómo no habia de suceder así? Pues qué, el senado espa-
lÍol ¿no hahia salvado la libertad, y lo que vale más que la liber-
tad, selÍores, la moralidad?


»Tres clases de argumentos, señores, se han hecho aquí por
los dignos diputados que se ocuparon en sesiones anteriores del
senado. Estos tres argumentos pueden reducirse á estas frases:
No era un voto politico, se dice por algunos, sino un voto moral;
fué un hecho aislado en la vida de ese senado; no se debió á la
institucion, se debió á los hombres. A esto estaba reducida la ar-
gumentacion á que voy á contestar.


))Señores, ro no sé si habrá en mi país muchos que prefieran
la proclamaeion de doctrinas y de principios políticos estériles y
puramente ahstractos al triunfo de la moralidad y de la justicia
que son inseparables, absolutam:mte inseparables de la libertad.
Pero por ventura ¿no era un voto político el del senado? Esto
puede decirlo y lo dicen con sinceridad las personas que no esta-
han en Madrid; pero los que en Madrid viviamos, los que res-
pirábamos la atmósfera de la política, ¿cómo ignorar la significa-
don de aquel voto? ¿,Sabeis, señores diputados, contra qué votaba
el senado cuando Jos 10i> revindicaron la prerogativa de las cór-
tes? 1\0 votaba solo contra la inmoralidad; votaba, señores, con-
tra los gabinetes antiparlamentarios; revindicaba, señores, los
fueros del parlamento para inten:enir legítimamente en la gober-
Jl(lcion del Estado; votaba, se -ores, contra las influencias que
querian perder a la monarquía; votaban últimamente por lo que
e;;laba en la conciencia del país. Sabia la nacíon perfectamente
(¡ue mientras aquello existiera, no podia existir la libertad; eso
era, eso significaha, eso significó el loto eterno del senado.


» Pero se m(l dice: (lS un voto aislado en una vida de ocho años.
Yo no recordaré el paralelo elocuentísimo que el digno pre~idente
de estas córtes nos hacia hace dos dias entre la historia del
senado electivo y la historia del senado vitalicio; yo no repetiré lo
(Iue os <lijo, mejo)' que yo pudiera hacerlo, respecto a las vota-
ciones de aquel cuerpo en 18B2, en 18B3 y en 18M; pero me




262 DISCURSO EN DEFENSA
permitireis que os diga, en brevísimas frases, que el senado vita-
licio desde su creacion, en 1846 á 1847 ya lucha con los minis-
terios antiparlamentarios, lucha igualmente en 1818 á 1849, Y lo
dicen las bolas negras contra la IAy que concede 20 millones de
reales al camino de hierro de Madrid á Aranjuez; en 1850 revin-
dica los fueros de los senadores cuando el general Pavia fué, con
justicia ó sin ella, de cuartel á las islas Canarias; en 181)1 se opone
al arreglo de la deuda tenazmente, y es preciso que el ministerio,
para conseguirlo, nombre 60 senadores, falseando el espíritu y la
letra de la constitucion; en 1852 se asocia a los que votaron aqui
contra la reforma de la constitucion; en 181)3 re\ indica tamhicn
los fueros de los senadores en la cuestion del digno duque de
Valencia; y últimamente, en 18M, despues de la más gloriosa de
las campañas parlamentaria~, hace sucumbir moralmente al minis-
terio que ha traido sobre su patria la más justa de las reyolucio-
nes. Esta es la historia del senado vitalicio; comparadla ahora
con la historia de los senados electivos, impotentes siempre para
el bien, poderosos solo pam el mal; senados parricidas, que al
morir, clavaron el puñal en la ley fundamental que les habia dado
el sér. Pero se dice, son los homhres, no es la institucÍon; grati-
tud por tanto á los 105; gratitud inmensa á los hombres ú quie-
nes el país sabrá recompensar; pero echemo~ por tierra la in~ti­
tucion. Yo os pregunto, sei'iores diputados: si eso fuera exacto,
¿qué juicio formaria la nacíon de los congresos que hemos tenido?
Una de dos: ó su eleccion era completamente viciosa ó todos aque-
llos congresos que no se han opuesto a las dictacluras habian
cumplido con su deber, con lo que les dictaba su conciencia.
¿Sabeis cómo se esplica el por qué un año y otro año desde 1851
a 1854. ha venido aquí desmereciendo la citmara popular en la
consideracíon pública? Pues justamente ha sido por esas elecciones
que quereis establecer para el senado. ¿Qué importaba que en
181iO hubiera habido aquí una oposicion poderosa? Venia una di-
solucion, y barria aquella oposicion del parlamento.


Jl¿Qué importaba que en 1851 hubiera tambien una oposicion
robusta y dignísima que en una noche célebre hidel'a, no caer al
ministerio, pero sí herirle de muerte en su vitalidad, en i'U poder




DE UN SENADO MIXTO. 263
y en su eonsideracion? ¿Qué importaba, por último, que diputa-
dos dignísimos del partido progresista, unidos á diputados firmí-
simos del partido congervador, levantaran aquí su voz en la cues-
tion de la inviolabilidad de los representantes de la nacion, y más
tarde echaran por tierra en el voto de la presidencia la reforma
constitucional?


»Aquel eongrcso era tambien disuelto al dia siguiente de esta
inolvidable votacion. 1\0, señores; no eran los hombres solos, no;
era la institucion, era la permanencia lo que espliea sus votos y
su oposicion al gabinete inmoral que sucumbió en julio.


»SCliores, es una cosa que han podido obseryar todos los que
de cerca han seguido la historia de la polítiea contemporánea.
Abusando, como he dicho, de la letra y espíritu de la constitucion,
que no poclia querer eso, los ministerios de los últimos años lle-
vaban promociones inmensas de senadores á la alta cámara; nom-
brabas8 por el ministerio Bravo Murillo 60 senadores; por el de
Alcoy-Llorenle 50. Y ¿qué sucedia sin embargo? Hemos visto una
gran parte d8 estos senadores al instante de haber jurado sus
cargos, que el espíritu permanente de aquel cuerpo les daba la
independen!'ia que no hubieran tenido tal '"ez en el congreso de
los diputados, y si no les daba la independ8ncia, les imponia la
necesidad de amoldarse al espíritu de aquella inolvidable asam-
blea (/ue entonces representaba á la verdadera nacion española.
;Ah, señores, que difícil es al diputado que se ,é constantemente
amenazado por la disolucion, cuando se han falseado una y otra
\ ez las elecciones, como se falsearán en lo futuro, no lo dudeis,
conservar la independencia necesaria para emitir siempre un
\'oto de conciencia y de lealtadl Bien lo sabian esto, señores di-
pútados, los ministel"ios á quienes !lle refiero; y no comprendo
cómo no recordais lo que dijo el Sr. Infante, adelantándose á
una observacion que yo pensaba haceros; no sé cómo no recor-
dais que el golpe de Estado, que estaba preparado antes del le-
vantamiento de julio, y que se hubiera verificado en la Granja
sin esa resolucion ó sin la sabiduría de nuestra Reina que lo evitó;
no sé, digo olra YCZ, cómo olvidais que ese golpe de Estado no
iba dirigido contra el congreso de los diputados, sino al senado




264 DISCURSO EN DEFENSA
vitalieio; ved la /ildependencia belga del 13 de junio de 181H, y
aUi encontrareis el senado del polaquismo, y de la reaccion que
parece estereotipado del proyecto de senado puramente electivo
que ahora discutimos.


»Se me dirá que la consecuencia indeclinable de toda mi ar-
gumentacion debiera ser la resurreccion del senado suspenso
solo desde los sucesos de julio. Yo, señores, confieso que no hu-
hiera puesto jamás mi firma en el decreto que lo disohió, y que
es la gran falta y la mancha indeleble de la re\olueion de julio;
pero despues de los sucesos ocurridos en el estado (k exaecrba-
cion de las pasiones, creo imposible hoy restablecer una dlmara
alta, tal como estaba antes, ni restablecer el prestigio de aquel
cuerpo, en el cual, preciso es confesarlo, habia algunas personas
indignas de figurar en él. Destino fatal de aquella política de~­
preciadora de todos los respetos y de todas las leyes; de matar
todo cuanto tocaba; ella mató la ley con su falseamiento; ella hi-
rió profundamente al senado con sus escandalosas é injustilica-
das promociones.


llHay, por lo tanto, que respetar las preocupaciones de los
tiempos: hay que prescindir de ciertas conveniencias absolutas
para conseguir aquello que únicamente no es dado, el bien pú-
hlico. Ahora bien, ¿era convenienie resucitar la forma antigua
del senado, aunque sin su mismo personal, con las condiciones con
que anLes existia? ¿Era eonvenien[e, )lor el contrario, el senado
que propone la mayoría de la comisiou? Voy á decir en breves
frases 10 que pienso acerca de esto con completa sinceridad.


))Señores, pocas personas habrá que respeten la institueion
monárquica y á la augusta persona que ocupa el Trono, como el
diputado que en este momento dirige la palahra al congreso;
pero confieso, por ese mismo amor que yo tengo á la institucion
monárquica y á la dinastía actual, que yo deseo an1ientemente
que doña Isabel TI sea en España lo que la Reina \'itoria es en
Inglaterra. Yo hago ,otos fervientes al delo porque ese poder
monárquico aparezca solo en los grandes eonflictos del país y
del parlamento, en ocasiones supremas, como un iris, señores,
que disuelvo las nubes y aleja las tempestades. ~() deseo de ni n-




DI UN SENADO MIXTO. 265
guna manera la accion constante, la accion suprema de la Coro-
na en toda la política del país; quiero el gobierno por el parla-
mento y para el pueblo; esta es mi política de hoy; esta ha sido
mi política de siempre, y lo he dicho con estas mismas frases en
1849 en el periódico que tengo el honor de dirigir. Y, señores,
cuando se fija la vista en esa escelsa jóven que ocupa el Trono;
cuando se ve tambien una niña, heredera de ese Trono mismo,
parec() que la Providencia nos estú dieiendo que lo que debemos
afianzar aquí es la monarquía constitucional representatiya de
Inglaterra en todo lo que pueda aproximarse á aquella gran na-
don. Así Isabel lIsera mú:; feliz; así su dinastía se enlazará más
y mas con las libertades de mi patria. Por lo tanto, no deseo un
senado vitalicio con completa libertad de eleccion para la Corona;
pero no puedo tampoco admitir, y lo siento, el senado vitalicio
de la mayoría de la comisiono


)) Yo creo que los dignísimos diputados que la componen, im-
presionados vivamente con la atmósfera que se respira en esta
camara, han hecho un senado completamente inflexible que se
romperia al ocurrir el menor peligro ó el menor choque con la
cámara popular. ¿QUl\ aconleeeria hoy, señores diputa(los, si ese
senado tmiera la mayoría de esta cámara? Aconteceria, que
obrando ton suma prudencia y cordura el gabinete actual, ele-
giria naturalmen~e dos lerceras partes de personas, próximamen-
te, represenlantes de las opinione8 dominantes en e8ta asamblea,
y elegirla otra tercera parte lo mas, representantes de las opinio-
nes menos avanzadas ó mas conservadoras de esta misma cáma-
ra. Pues bien, si el año próximo la opinion del país cambiase ra-
dicalmente en un sentido ó en otro, no teniendo la Corona el
deÍ'echo de nombrar sino 12 senadores todos los años, yo pregun-
lo: ¿qué se haria con aquella mayoría que estaría en pugna ahier-
ta con la opiníon del país y del congreso de los diputados? La
e\lI1testation es fácil, pero funesta: sucedcria lo que con el sena-
do electivo y renovable por terceras partes, destruido en 1843,
por un miniRterio al que el Sr. Olózaga apoyaba.


»)Desecho por lo tanto el senado tal como estaba en la cons-
lilucíon de 1815, y le desecho tal como le presenta la mayoría de




266 DISCURSO EN DEFlNSA
la eomision, y tengo que desechar tambien en su forma absoluta
el senado electivo que ayer tomaron en eonsideracion las eórtes
constituyentes; y he dicho en su forma absoluta, eompréndase
bien, porque de otra manera no tendría derecho para apoyar mi
enmienda.


» Yo sé con euimta consideracion debo hablar á las córte~
des pues del voto de anoche; yo sé cuimta prudencia me exije el
interés de la causa que voy á defender. Esto no obstante, á pesar
riel homenaje que yo tributo al talento del digno autor del voto
particular, cn~o, señores, que un senado absohlta y puramenle
cIectiro, nombrado por los mismos electores que nombran los di-
putados a córles, sin condirion ninguna de estahilidad y de per-
manencia, porque luego diré que las condicionm; que se estahle-
cen son completamente aéreas, es mil veces peor que la ráman]
única; que. la camara única discutiendo y votando como vota ~
discute la cámara de los comunes de Inglaterra, despues de ires
leeluras de cada bill, Y mediando de una a otra meditados y
breyes intervalos de tiempo. Señores, ese senado así constituido
no es mas en su forma verdadera que lo que se dice en una en-
mienda que se ha presentado aquí, un senado de los ,iejos y un
congreso de los jóvenes; el consejo de los andanos y el consejo
de los quinientos que declararon dictador perpétuo en la Fran-
da á l\apolcon Bonaparte. La aneiallidacl, señores, yo la respe-
to; ¡pero qué pobre g-amntía! El dinero y solo el «linero; ¡qm'
garantía tan miserable tambicn! ¿Sabcis lo que acontecerá? Lo
fIue aconteció, señoI"C:5, aqui con mucho menos motivo con el se-
nado de la constitucion de 18:37. En aquel Renado, señores, lo~
pueblos mandaban en tema lo que era mas hostil, para que los
gobiernos escogiesen de esa terna lo que era más incapaz. En las
provincias todo el mundo queria ,enir á la cámara popular don-
de estaba la vida, el porvenir, el poder, y nadie queria ir a la
otra cámara, que no era mát'l sino la revisora de los acuerdos de
los diputados. Así es que el senado de 18:n era un senado que
nació completamente muerto, como nacera el senado de ahora,
porque necesariamente tendrá que ser absorbido más tarde ó mat1
temprano por la mimara popular, en que vendrán á simbolizar-




DE UN SENA.DO MIXTO. 267
se las fuerzas vivas de la política de nuestro país. Convenia por
lo tanto, señores, como fruto dA la esperiencia de los tiempos;
convenía, scñore~, la transaccion entre Al senado de 1837 y el
senado de 18íij; convenia bajo el punto de vista de interés polí-
tico, y del pensamiento que habia presidido á la revolucion de
julio, que no era otra cosa que la conciliacion sincera de las opi-
niones más ó menos avanzadas, pero todas liberales, que se re-
flejaban en la oposicion constitucional de los ultimos parlamen-
los. Ese senado mixto, que habia obtenido la mayoría de la comi-
sion, y me lamento con loda mi alma de que no lo propusiera y
adoptara, porque crAo que hubiera tenido la mayoría de la cá-
mara; ese senado habria pret'entado todos los intereses permanen-
tes de la sociedad, todas las opiniones ,iYas y fluctuantes de la
opinion laudable. Ese senado, señores diputados; ese senado que
habia aceptado el Sr. Olózaga; ese senado que habia aceptado la
mayoria do la comision; ese senado que tiene, en la prensa de
uno y otro color, elocuentes y decididos defensores, es el senado
que vengo hoy á proponer á la cámara en la enmienda que he
tenido el honor de firmar al lado de algunos de los diputados más
eminentet' de esta asamblea. En esa enmienda establezco absolu-
lamente la misma propol'eion que la mayoría de la comision yel
Sr. Olózaga admitia en el suyo, cuando estableeia 80 senadores
natos y 120 electivos; yo propongo tres quintas partes por elec-
don, y dos quintas partes de derecho propio y nombramiento de
l;t Corona, dentro de las categorías tan distinguidas, que hacen
i ;nposible la elevadoIl a la camara alta de toda persona que no
~ea digna de sentarse en ella.


»Es, sí, una transaccion pel'o aceptada por vosotros todos los
que os habiais, siendo progresistas como San Miguel, sentado en
el sena(lo \ italido; es una transaccion, sí, fundada en la misma
base que el senado de 1837; la intervencion del pueblo y de la
Corona; es una transaccion, sí, que bien merecemos los que he-
mos reeonoeido a las córles el derecho propio de reunion; es una
IransaeeioIl que realizaria el sueño tal vez imposible de la alian-
zo constitucional.


»Y entro por lo tanto en el análisis de la enmienda que




268 DISCURSO EN DEFENSA
he tenido el honor de presentar á la aprobacion de las córtes.


»Digo en su primer artículo que el senado se compone del
mismo número de senadores que el congreso de los diputados.
No os asuste, señores diputados, porque en una de las bases de
la constitucion que estamos elaborando, se disminuye el número
de los diputados. Además, exigiendo una edad mayor para el car-
g-o de senador, no hay que temer que haya en el senado un nú-
mero escesivo de senadores. Dejo á la ley electoral que fije las
condiciones en que se ha de yeritIcar la eleccion de los ,senadore~
electivos, la naturaleza de las clases y la duracion del mandato
Iienalorial. Sin que yo forme grande empeño en esta parte de mi
enmienda, voy á decir las razones que tengo para esto.


»Puede SO/' conveniente hoy que los senadores electivos, que
sertlIl la mayoría de la cámara, se renUflven á la disolucion del
parlamento, que se renueven por segunda;,;, por tcrceras ó por
cuartas partes; puede ser conveniente hoy que los scna(lores sean
nombrados por los mismos electores que los diputados, ó por un
número mas reducido; puede ser convenientfl que su mandato no
pueda darse sino á 10:-; que tengan e:-;tas tÍ las otras condiciones, á
il todo el mundo.


llQuiero dejar á la ley eledoral modificable, hecha por vo~otros
tambien, que juzgue cuál es la forma maf> conveniente, y que el
dia ele mañana, si es necesario por las exig-eneias do la política,
se modifique sin tener que tocar á la con~titucion del J~stado, por-
que tiempo es ya de que nuestras constituciones vivan n1<1s de lo
(¡ue han vivido hasla aquí; lo deseo sin esperanza alguna de
conseguirlo ante el ciego esclusivismo de los partidos.


»Como representacion de los intereses permanentes de la so--
eiedad, y luego diré qué entiendo por intereses permanentes, es-
tablezco que las dos quintas partes de senadores de la segunda
cámara sean de eleccion de la Corona; pero debiendo la Corona
nombrar, por dereeho propio, cierto número de senadores que no
pase de iO, debiendo escojer los demás dentro del círculo de la~
g-erarquÍas sociales más emincnte:-\, de modo que haga impo:;ible
todo abuso, y diuculte esas promociones escandalosatl que hemos
,isto en estos últimos tiempos.




DE UN SENADO MIXTO. 269
» Veamos las cIases de senadores que yo llamo de derecho


propio. La primera en mi enmienda es la de pre~identes de las
córtes. No tendré que detenerme mucho en apoyo de esta clase.
Aquellos que han merecido la honra de sentarse en aquel sitio
(sel1alando á la presidencia), autorizados están para sentarse en
la otra ciuuara. Es un homenaje mas que yo tributo al parla-
mento. Y no digo ma~ sobre estas personas. Si fuera á entrar en
la designaeion de sus nombres, os podria citar uno por uno, hom-
bres respetabilisimos que se sientan con nosotros en estos bancos,
otros señores tan dignos como ellos, á quienes el esclusivismo de
partido ha negado su asiento legítimo en estas cÓl'tes, y a
quienes acaso las vicisitudes de la política pueden arrojar maña-
na del parlamento como han arrojado al gran Quintana, a Mar-
tinez de la Ho~a, ú GOIllez Becerra en nuestros dias.


¡¡Son los segundoil en mi enmienda, los capitanes generales
del ejército y armada. Siete son en el dia; seis quedarán cuando
se apruebe la ley presentada en esta cámara. Ko necesito mas
que recordar los nombres de esas personas; no necesito mas que
recordar que á esa gran gerarquía se asciende por una série no
interrumpida de merecimientos, y si no ha sucedido así siempre,
sucedera en lo futuro, para creer que no habra ninguno de vos-


. olros que pueda reclamar el que esas eminencias sociales, políti-
cas y militares se sienten allí por derecho propio entre los legis-
ladores del país. ¿Sabeis por qué es grande, entre :otras cosas,
la cámara de los lores en Inglaterra? Porque allf se sen [aba el du-
t¡ue de Wellington. ¿Quereis que se repita para mi país el es-
elusivismo de los partidos políticos, y que llegue un dia en que,
mandando los moderados, se vean alejadas del parlamento per-
sonas tan dignas é ilustres como el general San Miguel y el du-
que de la Victoria, y que mandando los progresistas, puedan Yer-
se cscluidos el duque de Valencia, el conde de Lucena, el mar-
qués del Duero? No podeis querer eso.


»Pues esto sucederá, por que ha sucedido y esta sucedien-
do hoy con un dignísimo general que pertenece al partido pro-
gresista, y que le ha dado pruebas de su adhesion, de sus servi-
dos, de :su patriotismo y de su buena fé; ahí esta D. Jerónimo




270 DISCURSO EN DEFENSA


Valdés Zabala, ahí estaba antes de morir el iluAtre Villacampa.
¡)La tercera categoría de senadores pOI' derecho pl'Opio, son


en mi enmienda los cardenales y arzobispos de la Iglesia espa-
ñola. No os asusteis, señores diputados de la montaüa; son siete,
y serán siete si se reforma el concordato; son americanos casi to-
dos, y se llamarán Tarancon, Cascallana y otros nombres venla-
deramente ilustres en mi país y la Iglesia. En esta cuestion, se-
ñores diputados, no puedo ser sospechoso; yo no he votado con-
tra vuestra base religiosa, por mas que no haya aprobado que
esta cuestion se haya traido aquí para arrojar tempestades sobre
mi pobre patria. Estoy dispuesto a votar con con(lidones de jus-
licia y de prudencia la completa desamortizacion eelesias tica;
diré mas, deseo que llegue el dia para mi país en que el clero
cobre, como las demas clases del Estarlo, del tesoro público;
anhelo tambien que por los medios legales y prudentes, se refor-
me el concordato, un concordato grande en su origen, exajerado
en su aplicacion; quiero mas, señores diputados; deseo que se
hagan en las leyes civile~ solamente todas las reformas y modifi-
caciones que permite el estado del pais, para que los cstranjeros
puedan yivir en España romo "iyen en Portugal y en el Piamon-
te, no como parias en una socicdad cristiana y chilizada, y que
no sea la España una escepcion bajo este punto de lista en Eu-
ropa, por lo mismo que es noblementc religiosa y firmemcnte
católica.


»Todo eso quiero, señores diputados; pero al mismo tiempo
no puedo desconocer, no debo desconocer que la España es una
nacion cminentemente religiosa; es una naeion eminentemente ca-
tólica, y cometeria un absurdo arrojando el la Iglesia completa-
mente en contra de las instituciones que establecemos, y no ha-
ceis otra cosa, negándole su participaeion en los negocios del
Estado. Eso es lo quc quiere cl partido absolutista, y cs acaso
lo que está esplotando hoy dia la reacciono


))Pero me direis que la Iglcsia tiene abierto cl campo clectoral
y puedc venir, si no á esta cámara, á la otra. Yo en esta parte,
señores, soy acaso mas exajerado; yo quisiera que la Iglesia, el
clero no influyese en las luchas electorales de mi país, pero sí




DE U1\ SENADO MIXTO, 271
que tu vieran derecho propio, una representacion legítima en la
alta cámara de mi país. Ko quiero, señores, yer al ele ro en mi
palria luchando en las elcceiones; yo no quiero ,el' Ú los prelados
de la Iglesia española teniendo, para dejar oir su YOZ en las cór-
tes, que mezclarse en intrigas electorales, y luchar cuerpo á cuer-
po con las pasiones pOlíticas. Quiero, señores, á la Iglesia senta-
da en la alta cámara, como se encuentra en la cámara de los lo-
res enInglatelTa. A lIí, señores, sin embargo de que existe la li-
bertad de cultos que en España no se conoce, una de las cosas
que mas lustre dan á la Inglaterra es \ er á los prelados de la
l'c\igion anglicana sentarse en la eámal'a de los lores. ¿Qué peli-
gro hay en esto? Ninguno, Recordad en elogio del episcopado
español que ninguno de los gabinetes reaccionarios é inmorales
pudieron contar con el apoyo de los prelados en el senado es-
pañol.


»)La última de las calegorías de senadores natos ó pOi' dere-
cho propio, es, señores, la de los grandes de España y la de los
grandes propietarios que paguen 5,000 duros de contribucion.
Por esta cifra podreis comprender il cuánto,~ puede alcanzar. Yo
creo que la nobleza española representa un interés permanente
de la sociedad, y quiero asociarla sinceramente á las institucio-
nes liberales de mi país. Yo doy á la nobleza, como gran propie-
laria, y como recuerdo de ilustres glorias, una represenlacion
en la Cl'lmara alta. Mi posieion en este debate es completamente
desembarazada. La fortuna ó la desgracia me ha hecho nacer en
una esfera social, en la cual, ni me ofuscan los des\ anecimiento:>
de los palacios, ni abrigo, noble corno nací, en mi animo la en-
vidia, que es la pasion ruin de las democracias. Insultar la noble-
za: española en este sitio, seria lo mismo que escupir al cielo para
que nos cayera encima: insultar la noblezaen este recinlo, seria
lo mismo que insultar los nombres que teneis escritos en esas
lápidas: PALAFOX, DUQUE DE ZARAGOZA.


¡¡Indudablemente faltas, y faltas grandes que hemos expiado
por espacio de tres siglos de ignorancia y absolutismo, se han
cometido en España como en casi todos los Estados por la noble-
za y por el pueblo que solo supieron hermanarse en la feliz Iu-




272 DISCURSO EN DEFENSA
glaterra despues de 1668; y al dia de Villalar suceden luego
eomo expiacion las córLes de Toledo. Pero, ¿por qué no habeis
aprendido algo en esa lecelon de tres siglos'? ¿Por qué no habeis
aprendido que desde el primer instante que la nobleza desapare-
ció de la inlen encion en nuestras antiguas y eternas córtes d('
Aragon y de Castilla, lo que se ereó en España es una monarquía
levítieo-democI'iltico-absolutista, con el apoyo del clero y del
pueblo? Ahí teneis toda la historia de la casa de Austria para
probaroslo.
»~Ii enmienda, señores diputado~, lleva al senado á los gran-


des de R;paña como grandes propietario~ de mi país, aceptando al
mismo tiempo a todos los que paguen la contribucion citada: doy
representacion a los intereses J)ennanentes de la propiedad; la
doy ú la Iglesia, ú la alta magistratura, que como el clero, quiero
apartar de las elecciones, y al ejército como representantes lam-
bien de esos mismos intereses permanentes y eterno" üe la "ode-
dad española.


» Yo os pregunto: cuando examinúbais el voto de los 101);
cuando le examinaba el pueblo, ¿creeis que no pesaban nada en su
consideracion los nombres de los grandes y eminentes patricios
que llevaban títulos gloriosos y heróicos, y quetiguraban en la ma-
yoría de aquel senado? j Ah, señores, cuúnto os equi\'ocais, si pen-
sais lo contrario:


liCuando nosotros votamos, los agitadores de la poHtica, y
permitidme esta frase, porque yo me la aplico a mí mismo;
cuando nosotros votamos por pasiones de partido, por llegar a
estas ó las otras puertas del Estado, el país muchas veces erec, y
cree ti veces con razon, que no hay un interés puramente patrió-
tico en nuestra conducta; pero cuando ve al duque de Fernan-
J\uñez, al duque de l\1edinaceli, á tantos otros que rotan alIado
de los magistrados mús antiguos, de los prel::tdos mas ilustres,
estraños a la política, salir de su retiro, ir al senado, y consignar
su voto de reprobacion á un ministerio inmoral, el país dice en-
tonces: ahí está la justicia; ahí está la verdad; ese es el senti-
miento de la nacion y de la patria. Ademús, señores, yo no ne-
cesito "enil' a resucitar privilegios de clases, ni hablar un len-




DE U:'i SENAPO MIXTO. 213
guaje que ofenda a la igualdad reconocida y proclamada por todas
nuestras leyes. ~o; la aristocracia española no ha tenido nunca
esos prhilegios; no ha ;;ido como la nohleza de Inglaterra, cuyas
filas han estado hasla esto:, últimos tiempos cerradas hermética-
mente á lodas las nue\ as ilustraciones y á lodos los senicios del
país. Aquí, señores, es un oscuro fraile mendicante, t¡ue se llama,
andando los tiempos, el cardenal Jimenez de Cisneros, primado
(le las Españas: aquí es un labriego de la Rioja, que por su ilus-
tracion se llama con el tiempo el marqués de la Ensenada, dejan-
do un nombre ilustre a la historia: aquí es un soldado oscuro,
yue entra en las filas de la milicia, que lucha y vence por su país,
Jlor la Reina, por la libertad y la,; leyes; y ese soldado que se
llamaba ;\Jorillo, ó ESJ)()z y ~rjna, ,iene despues á llamarse, por
"u,; glorioso,.; hechos, el conde de .\lina ó el conde de Cartajena.


))Esa es y e~a ha sido la nohleza de España. Lo que pido
existe ea~i en la misma forma en la Inglaterra; allí tienen los
pares de Escocia vitalidos, eomo grandes propietarios del país.
E~lo es lo que yo deseo al designa\' que tengan enlrada en el se-
nado, por derecho propio, los que paguen li,OOO duros de contl'i-
hucion, que representan una renla de ~O)OOO duros; los que te-
llirndo una renta de 1 00,000 reale~ merezcan la confianza de la
Corona, eso.~ quicro que tcngan asiento en la alta cámara donde
"l!l 11 dccidirse los dc"linos del pak como la pido para la magis-
\ I'atura, para el alto cOlll('n:io, para cl rjército, para todas las c1a-
~:'" y para todas las glorias dc mi patria; araso, señores, ¿no le~
r!pherlamos eslo siquiera por su conducta en nuestra historia oon-
¡nmpol'anea? Yo he oido con dolor, con profundo dolor las acusa-
('ion('s que se han hccho aquí á la nobleza, y contra las cuales
r.;ti protestando ,iya la historia loda de nueslra época. Abrid sus
páginas, consultad las y hallareis ú la nobleza española en 1832
rodeando cn la Granja la cuna de una niña, que era el simbolo
de la libertad del país; seguid más alla, y YCl'eis a esa nobleza,
representada por Yia-Jranucl y Campo-Alange, dcrramando su
s;lI1gl'e y muriendo en lo~ campos de batalla por l~abcl n y por
la lihertad de la patria. A YallZad más todavía, y hallarcis á esa
nobleza pcrdiendo unos sus priyilegios y otros grandes intereses:


18




274 DISCURSO EN DEFENSA
y sin embargo apegada y adherida constantemente con pasion á
las instituciones constitucionales; y vedla, por lIltimo, en el se-
nado combatiendo y luchando cuerpo a cuerpo con la arbitraril'-
dad, la inmoralidad y la dictadura, y con esas mismas influencias
de la e<Írte a (PW se referia ayer un selÍo!' uiputado, cuando nos
decía, con escasa justicia y menos \ erdad hbtóriea, que los gran-
des y los nobles se dejaban desyanccer con el humo de la lisonja
y la atmósfera de los palacios.
»)~o; consultad la yotadon de los 10ii, Y vcrcis en dónde en-
contrai~ la mayoría del ministerio Sarlorius: la encontrareis sólo
(~ll los funcionarios públicos y en los nomhrcs oscuJ'O!'l y adocc-
nados; pero la gran mayoría de la aristocral'Ía ,ol() con los 10;',
~enadores. E~a es la ycnlad; esa es la historia de ayer.


))Pcro se ha dicho aquí, y fuera de afluí, y ('\1 otras discusio-
nes, porque ya es muy antigua en Espaiía esta contnHersia, que
('sta clase no tiene oradores, ni estadistas, ni hombres que me-
rezcan ,enir al parlamento. I~n primer lug-ar, esto es una ofensa,
una inexactitud complela. La arbtocracia española no sucumbió
pn Toledo; despues de su espulsion de las clÍrles hay un gran
duque de Alba y un gran duque de Osuna; hay un gran Aranda,
y ahí teneis un conde de Toreno y un duque de lUvas.


»))'ero yo os pregunto: ¿cómo querei~ que l;e muestren orado-
res si se les cierran completamente la~ puertas del estúdio polHico?
Este es U\1 ell'culo yicioso. En los úllimos tiempüs la nobleza e8-
paiíola ha tenido representacion en nuestras a~ambleas, y lo qun
hemos visto es que cada dia se llacia mas digna de tener un a:-;ieu-
to en ellas. Aquí mismo, en esto recinto, estamos viendo jóvenes
brillantes que tienen una verdadera y merecida inl1uencia en esta
(·Ílmara. Sí, señores; esa aristocracia, esa elase de grandes pro-
pietarios es completamente digna de la l'ep¡'esentacion que yo
quiero darle en el sonado de la nacion e~pañ()la.


»)Sefíores, nos hablaba el otro dia el SI'. OIózaga con su elo-
cuente \OZ, y nos decía que hasta el derecho de nuestra Heina y
de la dinaslia empezaba con la declaraeion hecha por los esta-
mentos. Y ¡,sabeis, sel10res diputados, lo que jugaban los prócere~
en aquel voto? Jugaban ws vidas.




DE UN SENADO MIXTO. 275
¡¡Por eso aquel estamento de pníreres fué popular, completa-


mente popular; no se levantó ni una voz contra él. Esta cámara y
la vitalicia que ha desapareeido últimamente son las únicas que
han dpjado en nuestra patria algun recuerdo de gloria.


))Pero apartemo:'\ la vista del horizonte estrecho de este paí¡o;,
y vamos a buscar otra region más serena y dilatada: \Colyamos
Jos ojos á Francia, y veamos lo que fué la camara de los pares
desde 1811 á 18:10, cuando el elemento hereditario esta ha COlll-
hinado alli con el elemento vitalieio, lo cual prueba (fue lo~ se-
nados mixtos no se combaten ni se escluyen.


»10 no digo nada nuevo á los señores diputados, cuya ilustra-
cion es tan notoria, al afirmar qun la reaecion realista pra ulla
COi'a f'lllinentemeJlte popular (,Jl Francia desde 1820 á 1825·
reaccion contra la cual tenia que combatir Luis XVIII, monarca
tan prudente COIllO enlendido. No tengo necesidad de reeordar á
los sefíores diputados el verdadero frenesí que se apoderó de la
támara popular eu l{l'an(~ia, y que le hizo yotar una série de lerr~
t{Lle poeo a poco trajeron la revolucion de julio. Pero ¿sabeis,
señores, dónde se detuvo ese torrente reaccionario? Se drtmo el1
la eúmara de los par(~s; ~e de luyo en aquella asamblea en qur,
al lado del general Foix, se leHulaba la \oz (lel ilustre y ari~t()­
crático rizconde de Chateauhriand para ('ehar abajo las medidas
r!~a('cionarias y la I('y del sanih'gio. .


))La re,olucion de julio echó por tierra la dinastía I('gítima, ~
al mismo liempo la patria IH'reditaria; pero muy pronto pagó :'11
error, porque diez y ocho años des pues la dinastía de julio. de,;-
amparada de ('"las clasf's sociales: reia le,antarse el espectro d('
la antigua nobleza ¡\e~peehada, rf'pre~enlado por Lamarlinc r
Larochejacqudin para pror:lamar la ro pública ('1 21 de fehj'rro
contra la monarquía del tierno eOlule de Pari~.


)) Vamos mit~ a(lelante, y tendamos una mirad<i rapidisillla.
porque me siento faligado y las ('<il'les lo e~tarúll tambien. hÚ!'Í1l
otras monarquías ("ouslilul'Íonaln,; de Europa, IllÚS aHtles {t nue¡o;-
tra monarquía, y ton la~ cuales es nuestro in!l'rl'S consenar
intimas, leales y lJeI'llJaIlenlf's relaerol1f's. Hahlo <Id Piamonle y
Portugal, y no quiero citar (,1 t'jemplo de 11l¡datt'ITa que :;(' ha




276 DISCURSO EN DEFENSA
citado mucho en estos debates, porque francamente, creo que COIl
ese' admirable pueblo no podemos compararnos, por más que yo
lo envidie con toda. mi alma. El Pi amonte y el Portugal se en-
cuentran en situacion idéntica á la nuestra; ¿qué existe en el Pia-
monte? Una cámara vitalicia. ¿Qué existe en Portugal? Una cá-
mara '\italicia, y de esa camara vitalicia salió el duque de Sal-
danha para devolver la lib~rtad á su país, como de la cámara
española salieron los generales de Vicálbaro para salvar las leyes
y la moralidad en España.


)Hay, es verdad, en una república de América, y en una
monarquía constitucional de Europa, una organizacion parecida
á la que ahora se nos propone. En los Estados-Unidos de Amé-
rica y en la monarquía belga existen senados electivos; pero el
senado americano, la gran creacion de \Vashington, nombrado
por las legislaturas ele los diycrsos Estados, y en el cual reside
el poder ejecutivo de la república, no admite género de compa-
racion con el senado que \amos a establecer; y si pasamos á
Bélgica, lo primero que encontramos es que el interés eonserva-
dor y permanente está alli representado por la renovacion por
terceras partes, 10 mismo del senado que de la cámara popular.


»AsÍ se impiden esos parlamentos unánimes a lIue tan aficio-
nados somos en España, y cuyo ejemplo se repetirá, s('ñore~,
por desgracia, si dejamos que la eleccion sea el úuito elemento
que entre en la compo.:;ieion de nuestras córtes, hasta el punto
de que llegara el dia de que no se Imante ni en este ni el otro
recinto, ni purda le~antarse una sola voz en nombre del partido
vencido. Peto aunque e~to no fuera así, ¿qué tiene de comun la
Bélgica con la Espafía? La Bélgica nació ayer; es una nacion sin
tradiciones históricas, sin aristocracia, donde el Estado es ateo,
donde hay libertad completa de cultos, y por lo tanto, no existe
iglesia nacional: ¿qué comparacioIl podemos establecer entre esa
nacíon y la España monárquica, religiosa, tradicional y católica?


)) Pero, señores, examinad bien la situacion actual de Bélgica;
estudiad la con profundo criterio, y el SI'. Olózaga debe haberla
estudiado por su posicion, por su talento, por sus conocimientos
en la pollUca europea, y vereis que desdo hace cuatro años: en




DE UN SENADO MIXTO. 271
Bélgica no hay gabinete que pueda con Lar con mayoría segura y
decidida en las camaras, impotentes para el bien, y solamente
poderosas para el mal. ¿Y qué sucederia, seflores, si en esas cri-
sis pOI' que pasa la Bélgica no hubiese la Providencia dotado á
ese país con un gran soberano que es el que ha inaugurado
y fortalecido el edificio de sus instituciones y la piedra angular
de la constitucion belga?


))Señores, ¿ha pensado bien el partido progresista en las con-
secuencias ele esa espeeie de anatema que se ha lanzado en con-
tra de esas grandes clase:, sodalt's del pais? ¿Ha meditado bien
los efectos que á la larga puede producir para sus propios inte-
reses, y para las instituciones de la libertad constitucional de
España, amenazada hoy por el realismo y la democracia, tal vez
dueñas de las masas, ese divorcio de las clases moderadoras y
semejante conducta?


)) Yo no sé si esto de querer hacer constantemente á la Igle-
sia enemiga de las instituciones; yo no sé si ese desden, mas ó
menos afectado, con que se trata á la aristocracia, se concilia
bien con el interés que todos debemos tener en que la constitu-
cion que aquí hagamos vha y se perpetue. Por mi parte, creo,
señores, que eslais dando fuerza á los partidos enemigos de la
situacion y de las instituciones representali, as en España. Por
mi parte creo que .. estais falseando por completo el pensamiento
presidió á la revolucion Ile julio.


)) Yo creo que estais dando armas a los enemigos de la sltua-
cíon; yo creo que esas clases que hoy se desdeñan, llegaran ú
formar entre los enemigos de la libertad que las maltrata.


))La ingratitud política se paga siempre, señores; andando los
tiempos, desengañado el país, es necesario, absolutamente nece-
sario, que haya una reaccion: aquí yendrú mas () menos tarde:
pero pronto siempre. ¡Ay! entonces, señores diputados, si la
opinioll tan impresionable en los países meridionales como el
nuestro, Ya mús alla, eO!flO ,an tambien las reyolul'iones del oh-
jeto deseado, y ú esta constltueion que va á ser la obra de un
solo partido y no la obra del gran partido liheral y de la nacion.
la reemplaza, no ya la de 184:), sino otra hoy muy en moda en




278 DISCURSO E;'i DEFENSA DE Di'( SENADO ~J1XTO.
Europa, y que no tendria, por cierto en España la justificacion
del horro!' al sociali~m(), ni á las jornadas do julio, ni un nom-
bre mmo el de LuL, .\apoleon como cimiento (le ella.


))Dios quiera, por la libertad (le mi país, que esta profecía no
se cumpla: intcl'e:,ados estamos en (\110 Lodos los de la izquierda,
como los de la derecha, porque la reaeeion á todos nos igua-
laria.


))Si ahogara solo pOI' el interé~ de mi partido, acaso no hubie-
ra desplegado lIIis lábios, porque ese menosprecio de eiertas cla-
se:-; \endría á dar ruerza ú las opiniones consenacloras; acaso
en las elceeione~ del sellaelo electivo, andando el tiempo, seria-
mos mayoría y hasla unanimidad, pel'O yo no quiero esa unani-
midad; yo quiero que todas las opiniOlw~ lf'gítimas do mi pais
lengan una l'epresentaeion en las t;úrtes. Si e~te es un sueño, ese
lla sido el sueño de toda mi vida, el ~;ueño de la uniOll liberal.


llHucgo, [lUc~, Ú las córles que tomen en consideracion la
enmienda qun he ll'nielo el honor ele (lefender, sin perjuicio de
lI1orlifkarla: ampliarla ó rcstringirla. Sobre esto los autores de la
enmienda no hacemOil cllcstion de ,unOI' propio; queremos eOI1-
~ignar el principio, nacla mil~ que el prineipio; á yosotros, con
\Ue~tra sabiduría, loca su tlesanollo y su aplieacion. Yo bien SI'
que no tengo Ilingun titulo para pe(liro~ nada; pero lo licne el
mal'qué~ del Duero, el jefe ilu~tre de la o]losi('iQIl en el licuado; el
ilustre gelleral .Messina que ('onmit-w Hrmall esta enmienda, y
(/lIe jug{) ~u ea hoza en el Campo de Guardias; (JI general Serra-
llO que el 8 (le julio, cuando el país desesp0l'aba del triunfo de
la liberLad, Yino solo á jugar su ,ida en Manzanares; y lo tiene,
por último, el general Dulce, que juglÍ, Il1Ú~ que su vicia, su
nombre r su reputacion, y á quien dehemos en gran mancra el
que e:;telllos (\({ui reunidos, discutiendo en e~le recinto. He dicho.))




CONGRESOS DESDE 1857 A 1866.


Como imprimen las circunstancias en la fisonomía
de cada hombre un sello marcado de tristeza ó de placer,
de tranquilidad ó de zozobra, segun son favorables ó des-
graciadas las que rodean su vida, a sí alteran tambien
aquellas la fisonomía de los congresos y modifican su
constitucion y su existencia, imprimiendo en ellos el
sello de la política, tan vária y contradictoria como las
mismas circunstancias que la producen.


y no puede menos dc suceder así. Eco algunas veces
las asambleas populares de la opinion pública, más \1
menos verdadera, más ó menos pronunciada en los co-
micios electorales, exacto reflejo siempre del sistema y
de la política de los gobiernos que les dan vida, por pre-
cision han de revelarse en ellas los síntomas más carac-
terísticos de]a sociedad que representan, ó las tendencias
de los ministerios que las subyugan.


¿Atraviesa ]a sociedad un período de revolucion, de
reformas y de progreso? Ved á las cámaras populares vi-
vir en una perpetua agitacion, animadas por el fanatis-
mo ó por el entusiasmo, adoptando, casi sin discutirlas,
leyes muy radicales, estableciendo en todas las materias,
en todos los ramos de la gobernacion las reformas más




280 CONGRESOS DESDE
trascendentales, sin premeditacion, sill exámen, sin va-
cilaciones.


Sus orauores, en esas epocas de rcorganizacion social,
de reformas políticas, son por instinto y por convenien-
cia concisos y enérgicos en sus discursos, absolutos en
sus axiomas, concluyentes en sus apreciaciones, senti-
dos y entusiastas en defensa de sus ideas, de sus siste-
mas y de sus principios.


Por el contrario, cuando las sociedades ó los gobier-
nos, asustados del presente, temen el porvenir y vuelo
ven los ojos al pasado, los congresos pierden la animacíon
y la vida, y entonces alzan su voz los filósofos y los
grandes pensadores; y así como los diputados reformis-
tas y revolucionarios pintaban antes un porvenir risueño,
de gloria y felicidad para el país, auguran aquellos aho-
ra, en lúgubre y sentimental estilo, desgracias y calami-
dades para lo futuro.


Pero como en unos y otros hay fé en las ideas y con-
viccion en los principios; como en los apóstoles de la re·
volucion lo mismo que en los sectarios del retroceso hay
mas fanatismo político que ambicion personal, más espí-
ritu de partido que amor propio, sus discursos son más
doctrinales que agresivos, m::Ís políticos que personales,
más sentidos y elocuentes que provocadores y enconados.


Pero vienen épocas como la presente en que los par-
tidos se encuentran desprestigiados y clisueltos; en que
la política vaga á la aventura, sin norte ni rumbo fijo; en
que los hombres públicos se entregan al vario y capri-
choso viento de las circunstancias; e:1 que la nadon, en
fin, se encuentra postrada, indecisa cutre sus esperanzas
y sus recuerdos; naturalmente, los congresos, ecos de
estas circunstancias, reflejos de estas épocas, han de ar-
rastrar una existencia débil, sus oradores han de carecer




1857 Á 1866. 281
de la energía, de la brillantez, de la profundidad de los
que les precedieron.


Merced á las causas que antes apuntamos, los congre-
sos españoles de los últimos años han sido lo qtle debian
ser; juntas de políticos que luchan á todas horas, en to-
dos terrenos y con toda clase de armas por conseguir el
mando, en vez de asambleas de representantes congre-
gados para confeccionar leyes útiles, para votar refor-
mas provechosas.


Así, que es rara, rarísima la ocasion en que se oye
en las cámaras españolas un discurso grave, levantado,
nutrido de doctrina, de ciencia; una pcroracion verdade-
ramente parlamentaria, cco de un sistema político, de un
principio de gobierno.


Nuestros congresos de hoy, nuestros oradores mo-
dernos, contaminados del espíritu egoista, escéptico, su-
perficial que domina á la sociedad española, y que es la
base de la política contemporánea, aconséjanse en sus lu-
chas parlamentarias mas del cálculo que del sentimiento,
mas de la vanidad que de la conciencia, y así sus discur-
sos se convierten en acusaciones fiscales, los sofismas
sustituyen á las razones, la personalidad al patriotismo,
la ambician á la fé, la palabrería á la elocuencia.


Por eso no resuenan ya bajo las bóvedas del congreso
español arengas patrióticas como las de Lopez, discursos
filosóficos y profundos como los de Donoso Cortés; por-
que hoy faltan á nuestros diputados el entusiasmo políti-
co, la fe, la conviccion, el espíritu de partido de sus an-
tecesores.


Hoy son pugilatos, lo que antes eran discusiones; hoy
son luchas lo que antes cOlltroversias; antes en el palen-
que del parlamento reñian batallas campales los partidos
políticos, agrupados á una bandera y en defensa de una




282 CONGRESOS DESDE
idea, de una causa, de antemano conocida y proclamada.
Hoy son escaramuzas parciales las que se traban en el
campo del parlamento, combates aislados de individuo


• contra indi viduo, de fraccion contra fraccion, sin enar-
bolar otra bandera que la personalidad, sin proclamar
ni defender otra causa que la propia conveniencia, la am-
bicion individual.


De aquí el que la oratoria de los congresos actuales
camine con rastrero vuelo y manche sus alas con el lodo
del rencor, del egoismo y de la vanidad, en vez de re-
montarse como en tiempos pasados á la esfera del patrio-
tismo y de la ciencia.


y es que en aquellas épocas la mision del orador par-
lamentario era considerada como un sacerdocio, al paso
que en estos el cargo de diputado no representa otra cosa
que una posicion social.


Hasta en sus formas esteriores, hasta en la manera
material de ejercer su cargo los modernos representan-
tes, échase de ver la diferencia de tiempos y de costum-
bres políticas. El procurador de 1835, el constituyente
ue 1837, el diputado de 1840, el representante de 1845
y de otras épocas sucesivas asistia á las sesiones con una
puntualidad de ordenanza, prestaba á los debates una
atencion religiosa y emitia su opinion y daba su voto con
la gravedad de un jurado.


El diputado de hoy va tarde al congreso y asiste á
sus sesiones como á un espectáculo; interrumpe al ora-
dor y le distrae con sus movimientos inmoderados ó sus
comentarios y murmullos; habla en tono ligero y super-
ficial, y vota como quien obedece una consigna y no
como quien cumple un deber.


Hoy el diputado se presenta en las córtes de frac,
con guante de color y rizado el pelo, como quien asiste á




1857 A 1866. 283
un besamanos ó al teatro Real. En 1837 asistian á las se-
siones D. Asensío Tarín y D. Miguel Burgueño con
la histórica capa española, y D. Santiago Alonso Cor-
dero con el vestido tradicional de maragato, recordan-
do con sus trajes á los tejedores de Segovia y á los con-
selleres de Valencía.






APARISI y GUIJARRO


Privilegio es de los verdaderos oradores inspirar res-
peto y admiracion á su auditorio desde las primeras pa-
labras y encantarle y subyugarle con la mágia de su
oratoria desde el primer discurso que pronuncian, como
lo es de la verdad el abrirse paso por entre los sofismas
y los errores desde el momento en que se manifiesta.


Empero si ese orador se dirige á un auditorio de ene-
migos, de incrédulos ó de indiferentes, aunque el respe-
to y la admíracion subsistan siempre, el encanto y el do-
minio se acaban en el instante en que se oye su última
frase, en que se disipa por el espacio el último eco de su
acento.


Lo mismo sucede á la verdad.
Mientras lucha con el error, es respetada y admirada


hasta por los más interesados en combatirla y oscure-
cerla, pero su influencia y su triunfo son nulos y estéri-
les para sus fanáticos enemigos, desde el momento en
que termina el combate y se retira la verdad del campo
de la lucha.


y esto se comprende y se realiza más fácilmente q uo
en el mundo moral en el político, en que el interés ó la
vanidad de los partidos hace que los partidarios tengan




286 APAR1SI y GUIJARRO.
ojos que no vean y oidos que no oigan; en que la elo-
cuencia y la verdad son siempre débiles ante el egoismo
y ]a pasion, y en que los hombres políticos tienen por lo
general ]a inteligencia en el estómago y el corazon en la
cabeza.


De aquí el que la elocuencia y la verdad agraden y
no convenzan en ocasiones, y que el orador y el apóstol
sean respetados y no creidos.


rral sucede al político, cuyo retrato vamos á delinear,
valiéndonos para pintarle, como hemos hecho con todos
los cuadros de esta galería, de las tintas que nos sumi-
nistren sus discursos, pues como en otra parte de esta
obra indicamos, el Diario de las sesiones es el único
crisol para aquilatar el mérito de los oradores parlamen-
tarios, el único cristal donde se reflejan con toda exacti-
tud y semejanza su conducta y sus opiniones.


Para probar que D. Antonio Aparisi y Gu~jarro es
un hombre público de importancia y un orador de primer
órden, no necesitamos analizar sus opiniones políticas,
definir sus sistemas de gobierno, estractar de sus discur-
sos algunas de las muchas bellezas literarias que encier·-
ran, algunos de los profundos pensamientos que contie-
nen, algunos de los felices rasgos oratorios de que
abundan.


Bástanos solo estampar aquí una ligera observacion,
más convincente que todos nuestros juicios y aprecia-
ciones.


Aparisi y Guijarro es oido siempre con benévola
atencion, y siempre aplaudido por todos sus compañeros
de todos los lados de la cámara, enemigos intransigentes,
casi en lo general, de sus doctrinas, y cuya política es
siempre el blanco de las frecuentes y fulminantes acusa-
ciones del orador valenciano. Y tal es el prestigio que Je




APARlSI y GUIJARRO. 287
conquistan su buena fé, su conviccion y sus altas cuali-
dades oratorias, que ni las profundas heridas que causan
sus verdades, ni el antagonismo de sus ideas políticas,
ni el brío y la osadía con que ataca á sus contrarios,
obstáculos son para que estos dejen de hacerle completa
justicia y proclamen unánimemente, á despecho de la
pasion política y del interés de partido, la buena fé, la
conviccion y las sobresalientes dotes oratorias de Apa-
risi y Guijarro.


y no puede menos de ser así. Por más inj ustos y apa-
sionados que sean los partidos políticos, no niegan nunca
su respeto y adrniracion al enemigo que los combate, si
encuentran en su conciencia el móvil de la defensa de
sus doctrinas, y conviccion y talento para esponerlas y
sustentarlas.


y no se crea que la importancia. política de Aparisi
estriva, como la de otros hombres públicos, en ser inven-
tores ó representantes de un sistema marcado, concreto
y de antemano conocido en el terreno de la práctica ó en
la region de las ideas, ó en ser el jefe ostensible yautori-
zado de un partido político temible y respetable por su
fuerza numérica, por su antigua y ordenadaorganizacion,
por sus recursos y elementos sociales.


Nada de eso. Apal'isi y Gu~jal'l'o no representa ni
defiende en realidad un sistema político definido, histó-
rico, ensayado ya en la gobernacion de las naciones, ni
es jefe ni representante de un partido con organizacion y
con bandera, sino el ay de una sociedad enferma en su
alma y en su cuerpo, que busca el remedio de sus pade-
cimientos morales en el bálsamo de la religion católica,
y el alivio de sus físicas dolencias en la proclamacion y
en la práctica de la justicia, del derecho y de la verdade-
ra y sensata libertad; el eco y el representante de un par-




2SS APARISI y GUIJARRO.
tido que constituye la gran mayoría de la nacion, for-
mado de españoles, agenos á las cábalas é intrigas polí-
ticas, que suspiran tiempo há por la paz, por el buen go-
bierno y por el engrandecimiento de su patria.


El sistema político de Apa1'isi y Guijarro no es el
absoluto ni el parlamentario; su bello ideal es el monár-
quico representativo, con cÓl'tes que sean córtes y con
rey que sea rey. Una amalgama de lo pasado y lo pre-
sente, sin estar en oposicion con lo porvenir; una forma
de gobierno basada en lo mejor de todos los sistemas, pro-
ducto de la esperiencia y de la historia, y no el resultado
de una escuela, la consecuencia de la ciencia política.


De aquÍ el que sus discursos, aunque de tendencias
marcadas en el conjunto, encierren en sus detalles ideas
y aspiraciones al parecer contradictorias y heterogéneas.
De aquÍ el que abogue en unas ocasiones por una monar-
quía, casi absoluta, y ensalce en otras los democráticos
fueros de Aragon; ue aquí el que haga á veces en favor
(le los pobres una uefensa democrática, casi socialista, y
á veces defienda con entusiasmo los privilegios y la in-
fluencia política del clero y de las clases altas; de aquí el
que repruebe y condene en todos los terrenos, en el de la
moral, en el de la política yen el de la economía, la des-
amortizacian ci vil y eclesiástica, y se muestre fervoroso
partidario de la descentralizacion administrati va, pidiendo
completa libertad para el municipio y para la provincia,
libertad administrativa con visos de federacian, tan ám-
plia y tan radical como la pide el marques de Albaida;


. de aquÍ, en fin, el que pronuncie exaltados panegíricos de
cosas y de instituciones identificadas con el absolutismo,
y entone en seguida fervorosos himnos á la libertad, di-
ciendo tan poética como elocuentemente que ella es don
de Dios y corona de los homb1'es, que él es tan libre




APARISI y G{;UARRO. 289
como el ave de los bosques, como los vientos del mal',
y que aunque viene de muy atrás vá muy adelante.


Consiste esto en que Aparisi y Guijarro no es un
político de rutina y de escuela que sujeta su criterio y su
corazon al credo, á las pr0scripciones de un partido, sino
un hombre que prefiere su conciencia á su opinion, que
siente más que piensa, y que amante de la verdad, de la
justicia y del derecho, los proclama y defiende allí donde
los encuentra, sin fijarse para nada en tiempos, en escue-
las ni en partidario.


Por mucho que nos esforcemos en caracterizar, en
esplicar las opiniones y sistema político de que se mues-
tra representante en el congreso español el diputado por
Valencia, no nos será posible dar una idea exacta á
nuestros lectores. Para ello es preciso leer el magnífico
discurso que al final insertamos, una de las peroraciones
más bellas, mas profundas, más brillantes que han reso-
nado en las cámaras españolas.


Estractaremos, sin embargo, de sus arengas algunos
períodos, algunas frases, que al paso que sirvan de pin-
eeladas para dar semejanza á la fisonomía del hombre pú-
blico, retraten la del orador parlamentario.


En corroboracion de lo que hemos apuntado de que
Aparisi JI Guijar1'o es un político de conciencia y no de
rutina, un político que siente más que c!alcula. hé aquí
como se cspresaba en su primer discUl'so: «Pues digo des-
do ahora para sie mpre que yo no tengo pretensiones-
que yo no tengo obligacion de ser orador; pero tengo
obligacion de ser' hombre de bien; y si todo se corrompe,
la de permanecer incorruptible; y si todo se doblega ante
el podcr ó el capricho de un hombre ó muchos hombres,
la de permanecer en pie inquebrantable y entero.»


Defendiendo en otra ocasion la verdaCl era Ji bertad, la
TOMO n. 1D




290 APARlSl y GUlJARRO.


que él deseaba para los españoles, decia: «Yo amo la li-
bertad, pero la libertad verdadera, que tan necesaria es
al espíritu, como lo es al cuerpo el aire que se respira:
mas la quiero cristiana, española, y hasta. vestida la quie-
ro con los galanos atavíos de nuestra tierra, no con los
de una dama ó meretriz estranjera.»


Con sus ideas de españolismo puro, con sus aspira-
ciones á resucitar cosas é instituciones de tiempos pasa-
dos, con esa política de anchos horizontes, basada en la
justicia, en el patriotismo y en la conciencia, y no como
la de otros hom bres públicos que se alimentan del fana-
tismo de una escuela, del escl usi rismo de un partido, ó
de la ambician personal, AIJarisi y Guijar1'o no está en
su sitio, al ocupar un escaño en los congresos modernos;
es una figura que no guarda armonía con hs que compo-
nen el cuadro del moderno parlamentarismo; la diputa-
cion debe ser para él ul2a carga más bien que una en-
cumbrada posicion, y bien lo revelaba, cuando tan poé-
ticamente decia, refiriéndose al triunfo de su candidatu-
ra en Valencia:


((Recibí la diputacion, que se vino á mi casa, como se
recibe á un huésped noble, pero importuno y molesto.))


Cuando vemos sentado en los bancos del centro al di-
putado por Valencia, cuando le oimos condenar los erro·
res, los vicios, las injusticias de los hombres y de los
tiempos presentes, indignado unas veces, decorosamente
epigramático otras, en estilo castizo siempre, correcto,
puro, y un sí es no es anticuado, usando de girosn uevos
por lo olvidados, de sarcasmos sencillos y naturales, fe-
liz parodia de nue~tros más clásicos autores; cuando le
oimos recordar con acento ardiente y entusiasta los fue-
ros de Aragon y YaJencia, las fr:lllquicias y libertades de
Cataluña y de Castilla, la sábia polítiea de los Heyes Ca-




APARlSI y GUIJARRO. 291


tólicos, el acertado gobierno del cardenal Cisneros, las
asombrosas hazañas del emperador Cárlos V, las virtu-
des religiosas, las obras de talento y las glorias milita-
res de los antiguos españoles, figúrasenos ver y oir ti uno
de aquellos procuradores famosos de Salamanca ó de To-
ledo, de Valladolid ó de Segovia, pidiendo libertad é in-
dependencia para el pueblo ó asociándose ti sus Reyes
para llevar á cabo empresas gloriosas, á la sombra de la
bandera española, sin mas atributos que la cruz cristia-
na y las armas de Oastilla.


U n verdadero procurador de nuestras antiguas córtes
era Aparisi y Guijarro, cuando en uno de sus más nota-
bles discursos, el pronunciado en la sesion de 18 de di-
ciembre de 1863, decia:


( y o no quiero un tirano; menos quiero mil: ¡ fé de
mis padres quiero yo, patria de mis abuelos, trono de la.
Reina mi señora, independencia y libertad!»


O cuando esclamaba en la del 22 de marzo de 1859:
« ¡Contemplad, señores, esa bóveda! La tierra que


produjo ti Isabel la Católica, á Gonzalo de Córdoba, al
cardenal Cisneros, es una grande y generosa tierra;
tierra grande y generosa debe ser la madre ,natural de
Hernan Cortés, la madre adopti va de Cristóba1 Colon. El
amor, sin embargo, de nuestros padres no me hace olvi-
dar los abusos de los tiempos en que vivieron, sus erro-
res y hasta las miserias de ellos. Mas yo creo, que nos-
otros, como los buenos hijos de Noé, debemos cubrir
piadosamente la desnudez de nuestros padres; recibir y
conservar lo bueno de los tiempos antiguos, y rechazar
lo malo; recibir y conservar como fuego sagrado los
grandes principios que enaltecieron ti esta sociedad. Mi-
rad atravesar quince siglos, abatido alguna vez, pero no-
ble y esforzado siempre, al génio de España; va, acompa-




292 AI'ARISI y GUItARRO.
ñado de sus concilios de Toledo, de sus córtes de Ara·
gon, ó de sus consejos de Castilla ..... pero siempre va de-
tras de un Rey y de una cruz.))


y cuando añadia:
« y o podré ser el tiempo pasado, pero quiero el ré-


gimen verdaderamente representativo, entendedlo bien,
no el sistema parlamentario, que es corruptor y francés;
porque yo quiero la verdad en todo y la justicia para
todos; porque no gusto ni de despotismo disfrazado, ni
de repúblicas vergonzantes. J)


Por estas ligeras citas y breves consideraciones que
dejamos apuntadas podrán conocer nuestros lectores cuál
es la verdadera fisonomía politica del diputado que re-
tratamos.


Tracemos ahora algunas pinceladas que le marquen
bajo el aspecto de orador parlamentario.


En este concepto nadie podra negarle condiciones so-
bresalientes para ser un buen orador. Instruccion, imagi-
nacion y sentimiento son las principales cualidades que
resaltan en la oratoria del Sr. Aparisi y Guijarro.


Su poca práctica parlamentaria, sus hábitos de aboga-
do y su caracter franco, natural y sencillo hacen que sus
peroraciones aparezcan desiguales en la forma, si bien
prestan al asunto un tinte de con viccion y de simpatía
que produce en el auditorio mejor efecto que si revistiera
sus pensamientos políticos con la oratoria afectada y
solemne de otros oradores; pero aunque su estilo es en
ocasiones llano y sin adornos, es tan propio, tan limpio
y tan castizo que deleita el animo de los oyentes como la
lectura de una comedia de Moratin.


Aparisi y Guijan>o, hombre práctico en la carrera
del foro, jurisconsulto de vast:l instruccion y de ordena-
dos estudios, hablaría de repente con facilidad y acierto




APARISI y GUIJARRO. 293


en causas criminales ó pleitos civiles, pero necesita mu-
cha preparacion para pronunciar un Jiscurso parlamen-
tario, y aun sospechamos que ensaya en su casa ante el
espejo la actitud y la manera de pronunciarlo.


Si así sucede, será un ensayo inútil, porque faltan á
Aparisi y Guija1'1'o esas formas esteriores, esas condi-
ciones físicas que tanto realce dan á la oratoria, como son
una voz clara, sonora y de buen timbre, una figura im-
ponente y magestuosa, unos ademanes adecuados y. es-
presivos.


Demóstenes logró vencer su natural defecto de tar-
tamudez recitando frecuentemente sus arengas á la ori-
lla del mar y colocándose unas menudas piedras en la
boca. Creemos esto más fácil que el que adquieren una
voz robusta y levantada entonacion quien tiene débiles
pulmones, y magestad y arrogancia quien no debe á la
naturaleza una bella figura y un gentil continente.


Si Aparisi y Guijarro poseyese como Berryer' una
cabeza erguida, unos ojos penetrantes, un rostro varonil-
mente hermoso, y sobre todo una voz de un timbre tan
simpático, tan musical, tan agradable, sus peroraciones
valdrian infinitamente mas en la tribuna y producirian
igual efecto quc el que producen siempre en la cúmara
francesa los discursos del diputado legitimista, con
quien tiene, por la posicion que ocupa en el congreso,
por las ideas que defiende y por el carácter de su orato-
ria, no pocos puntos de semejanza.


Los discursos de Aparisi y Guijarro leidos, son
discursos de Ber1'yer; escuchados, son discursos ele Apa-
risi y Guijarro.


Por lo general, los verdaderos oradores parlamenta-
rios, aun los de mayor preparacion y estudio, se abando-
Ilan á la corriente de sus inspiraciones y hallan en los




294 APARlSl y GUIJARRO.
vuelos desordenados ele su imaginacion movimientos fe-
lices, arranques de elocuencia sublime pero sin método.
De dónde parten y adónde quieren llegar, es cosa que
no siempre saben muy bien y que aun ellos mismos ig-
noran, sentándose á la mitad de la jornada para descan-
sar y examinar el camino.


Aparisi y Guijarro, como el diputado francés, desdc
la entrada ó arranque de su discurso, ve ya, como desde
una eminencia, el punto á donde tiende el vuelo, los
enemigos que ha de combatir, la posicion que ocupan y
los flancos por donde debe acometerles. Y por más que
sus contrarios se preparen para el ataque, ó practiquen
para no ser heridos las más hábiles evoluciones, el di-
putado valenciano, como ataca con método, con todas las
reglas y serenidad de un maestro ele armas, los estrecha
y acosa con ingeniosos rodeos, hasta tenerlos en posi-
cion á propósito para dirigirles seguras y mortales esto-
cadas.


Ouando Aparisi y Guijarro habla en las córtes, todo
es atencion, SilCllCio y respeto por parte de los diputa-
dos y de las tribunas, y no es porque esperan oir otra
cosa que la élefens3. siempre elocuente de los tiempos pa-
sados, ó la acusacion siempre fundada y terrible de los
tiempos presentes, sino porque la conviccion y buena fé
del orador inspiran autoridad, y la m!igia de su oratoria
subyuga y fascina á la asamblea.


Fascinacion y encanto que desap3recen al principiar
la votacion, en cuyo acto recuerdan solamente los dipu-
tados que pertenecen á un partido, y se olvidan por com-
pleto del orador que poco antes los fascinára, no sin mi-
rarle primero con desdeñosa sonrisa y ofensi va com-
pasion.


Como orador, Apa'l'isi y Guijarro es desigual en




APMUSl \' GUlJARIW, 295
el estilo y vario en la entornacioll. Tan pronto sencilla,
familiar y llana con esceso, como atrevida, pomposa,
exornada y penetrante. A veces es gran pensador y filó~
sofo, como cllt1lldo esclama: «De hombres honrados y de
pueblos sóbrios y virtuosos se hacen pueblos libres; pero
de hombres ó pueblos á quienes domina el libertinaje del
espíritu ó el apetito desenfrenado de goces materiales-
haced las constituciones que querais- no ha1'ei8 más qlJ(~
pueblos turbulentos ó esclavos.))


O cuando decia, defendiendo el principio de autori-
dad: ecEl menosprecio de la autoridad es el principio de
la revol ucion.)) y más adelante, cuando esplicaba las
formas de gobierno: aImaginad leyes que favorezcan á
los pobres. Yo lo quiero todo para el pueblo, menos el
imperio, porque ni Dios ni la naturaleza han llamado al
imperio á las muchedumbres.))


Hemos dicho que Aparisi Ji Gu~jarro, á pesar de la
variedad de su entonacion, de la desigualdad de su esti-
lo, es en ocasiones levantado y elocuente, bien por la
pureza y correccion de la frase, bien por la belleza y su-
blimidad del pensamiento.


Hé aquí, en prueba de ello, cómo detinia, y defendia
la institucion del pontificado: «En aquellos tiempos de
hierro, oscuros y tempestuosos, en aquellos tiempos en
que sobre la haz de la Europa habia mil déspotas con
1a espada en la mano, el pontificado solo con su inmenso
poder pudo sal var la C'ivilizacion, pudo salvar la libertad;
el pontificado, que si no fuera institucion ai vina, seria la
institucion más admirable q uc pudiera concebir el enten~
dimiento de los hombres; institucion que elevaba al ple-
beyo, al hijo del pastor, á una altura superior á todos
los tronos de la tierra, como para demostrar al mundo
que la virtud y la ciencia reunidas están muy por enci-




296 APARISl y GUIJARRO.
ma de las riquezas, de las espadas y de las coronas.»


No menos elocuente estaba cuando defendiendo el
mejoramiento del soldado y abogando por la redencion
por dinero y el enganche voluntario esclamaba: «Nues-
tros pobres, en comparacion con los de Inglaterra, son
ricos, y ademis, como nacidos en esta tierra española,
llevan en su sangre una tan noble altivez, un tan ar-
diente amor á la libertad, que naturalmente esquivan
todo yugo, yal fin, el yugo militar, yugo es, aunque
honroso. Por ello, aunque todos nosotros empuñamos las
armas cuando el estranjero profana el suelo de la patria,
todos tambien, desde antiquísimos tiempos, preferimos
ser guerrilleros con Viriato, á ser soldados con Sci-
pion.))


Digimos al principio que Aparisi y Guijarro tenia
entre otras dotes las de la imaginacion y el sentimiento,
y poseyendo estas últimas, por precision ha de ser poéti-
co y tierno cuando en ellas se inspire.


Cuánta poesía, cuánta ternura, cuánto sentimiento
no encierran aquellas frases en que hablando sobre el
consentimiento paterno, decia: ((Muere el padre deshere-
dando, y á la vista del mundo, maldiciendo á su hijo.
Ese padre es diez veces peor y más desgraciado que el
hijo que se casó sin su consentimiento. ¡Morir un padre
no perdonando á su hijo! pues ese hombre antes de espi-
rar, ¿no alzó los ojos y los clavó en un Crucifijo?»


Pero si sus contrarios políticos, aconsejados del ren-
COI' Ó de la vaniclad, pueden negar alguna vez al diputa-
do legitimista el mérito de orador y su importancla de
hombre público, no dejarán de concederle siempre un
carácter altivo y noble, una conciencia incorruptible, un


. patriotismo verdadero. .
Eco de esa pureza de sentimientos, manifestacion de




AI'ARISI y GUIJARRO. 297
esa nobleza y alti vez, fueron estas palabra') anatemati-
zanJo el poder y h influencia del dinero: «Hoy el dinero
lo hace todo; hace al elector; hac0 al diputado; hace al
aristócrata; hoy lo pueele todo; es casi una divinidad, en
cuyas at'as no he de quenul' jamás incienso.»


No menos altiva y arrogante era la contestacion que
daba á la, ofensiva calii1cacion que de su discurso hacia
un ministro: ((No me doy por ofendido; porque cuando
viene una ofensa. hácia mí levanto un poco mi corazon y
pasa por debajo de él sin rozarle siquiera.»)


Concluyamos. Aparisi y Guijarro es un orador no-
tabilísimo y un político de convicciones. Como jefe de
una escuela, como representante de un sistema de go-
bierno, para sus partidarios es un pontífice, un apóstol
para sus enemigos, un soñador, un revolucionario sin sa-
berlo. Para nosotros, y aun creemos que para él mismo,
ni es lo uno ni lo otro, sino, lisa y llanamente, un hombre
de bien.


Discurso en defensa de la reforma electoral.


aVengo, seiiores, á cumplir un solemne compromiso. No há
muchos dias (~in duda lo recordareis), una y otra vez se me atacó,
so me increpó, se me conjuró para que dijera de dónde venia y
á dónde me dirigia. Sois un rerolucionario, se me dijo, un abso-
lutista, quizá un neo; iJluién sob,.? (}~ estais burlando del sistema,
alacais lodo lo existenle. ¿QU(í <'tltendei" por género averiado?
Uablad, ({un leneis obligacion de hacerlo~ vuestra (loetrina es in,
('etHliaria; \un:-;lra conducta es sospechosa; poned, si sois leal, de
maniflesto \ uestras idca~.


»Toclo csto, cn "uslancia al menos, me eeharon en rostro y
de!;lI1te de todos \o:-;otros, yoees autorizadas; y yo, objeto de ata-
ques injustos ó al mCllos apasionados, me (~eñí á contestar, que




~98 Dlscunso El\' DEFENSA
si se autorizaba la lectura de esta j)roposicion, al apoyarla y pa-
ra apoyarla, rspomlria lealmente mi3 sentimientos mas secretos.
pensaria en alta YOZ delanlo de \o~otro:;.


» y Yengo Ú cumplir este compromiso, y cuento al meno:"
seüo!'es, con \ ue¿lro ben(\\ 010 silcntio. Estoy seguro de obtener-
lo, y nadie tenga esla seguridad por jactancia. La razon es <Íb·
via: so dke que estoy solo y por consiguiente soy Mhil: vosotros
sois muchos y por consiguiente sois fuertes; pero delantp de lo~
mucho~ y los fuertes, cuando son españoles, el solo y el déhil
puede atreYer~e á todo; su soledad le ampam, y su mi~rna debi.li-
dad le de!1emle.


»¿Y por qUt· he de creC'r que estoy solo? ¡Pu('s ([ué, señores~
todos nosotros, ('01110 indico en el preúmbulo de la proposicioll,
como he tenido la honra de manifeslar en nrias ol'a~ion('s, ¿no
deseamos, no aspiramos ú lo mismo? Dios, que \e lo e;;eondido,
¿no vé en el fondo de nue;;tras almas un deseo ardientísimo del
bien de nue~tros cOIleiudadanos, ele la grandeza de nuestra pa-
tria? Dejemos a los pedantes \ulgaridades indignas de hombres
pensadores. X06otros~ lo~ de la derecha, lo~ de la izquierda, los
elel centro, cuantos ~omo,; honrados, amamos la paz, :;;in la cual
no hay bi(,ll ningullo en el mundo; el c\rden, qlle consi~le en OCu-
par cada co~a su puesto: la libertad, que e,; don de Dios y ('oro-
na ele los hombres. Todos no~olros queremos que la ley guarde
la puerta de Ilurstra casa, ampare nuestra propiedad, proteja
nuestro trabajo; y todos, si estarnos mal, deseamos estar bien, y
si tenemos lo bU(~no, aspiramos a lo mejor; y e~a aspiracion ('on~­
tante de la humana voluntad no es solo un in~tinlo de la natUl'a-
leza, es una ley de Dio:->.


»Riámonos, pues, los hombres de bien c\ compadezcamo,; fll
insensalo, que pretenda amar m;l5 que nosotros la libertad y el
progre:,o; :iulo por curiosidad le miran\, pOI' rel' «\1(" semblantr
tiene el jactancioso. Porque yo r0jlito en muy alta YOZ, f¡Ue pres-
cindiendo del error del ('ntemlimienlo, 0n el fondo del torazoll
todos IGS honrados son igualmente re~,pelablc~, porque lod()~
aman igualmente el hien; no ha~ mús, sino que como Dios cntr('-
gó el mundo á la disputa de los hom hres, se está. disputando




DE LA RErORMA ELECTORAL.


desde el principio de los siglos sobre qué es libertad, sobre qué e~
progreso, sohre (Iué es bien.
»)~luchas n~('e~ he oido qur en E~pllfia habia libertad; y yo


creí y (Teo, que la hay plra los que mandan, que es género de
Iihertad ll"ado en lodos tirmpo~ y paj~e~, inclu:"o Turquía; y aho-
ra mismo, seIiores, me canso de oir que Iluestra :ioeledad pro-
gresa; y yo, sin de~conocer ciertos adelantos y mejoras, sos pe-
eho que progresa ..... e~ decir, que camina a paso rápido al pre-
cipicio.


»Seria necesario eseribit· un libro para relatar los males que
aquejan a la soeiedad, las causas de ellos, la medicina que pu-
diera curarlos, contando con la ayuda de l1ios. ~o es este ni pu-
diera scr mi propósitu: no alcanzan ú tanto mis Hacas fuerzas;
yo solo apunlaró, indiearL'; yo o,; diré en fin, seIiores, lo que pien-
~o, lo que si(~nto, corno :-;1' habla á un amigo íntimo, de silla á si-
lla, en lo mas i'ec¡'eto de la casa, en la ('spansion del corazon.


))Era casi un niño, cuando re~onó un grita alegre anuncián-
donos que des¡Hmlaha en el horizonte e1ipaIiol la aurora de la
libertad. Palpitat'on lo .• corazones, y el mio, lo eonfieso, se gozó
tamhien; yo creí flue era la aurora de un dia feliz para España.


») Profetas de alegres nueyai' nos mostraron un camino sem-
brado de llores y embellecido con aguas corrientes; allin de ese
camino nos haeian columbrar UIla liena paradisúiea. ~Iis maes-
tros más respetables, mis parienf(),; mú" caros, miil amigos mái'
Íntimos se lanzaron en ese camino de benrlieion tras la c~peranza
de la f(~lieida!l. Pero yo. lo eonlieso, no llegué a poner en él mi
pié, porque, merced ú no :,;,> qué in~tinlo misterioso, parecióme
que íbamos, no a reformar (de lo eual habia no pora neeesidad),
~in() á destrui!'; (ItlC no animaba Iluestra obra el o~pirilll españul,
religioso, monimluil'o, librc', l'l (IllC a~btia Ú lo:, eoncili.os de
Tole!lo, hablab<l rn I<lS eÓl'tes de Ca~tilla, respiraha en los furros
(le Aragoll ~. de Yalencia; sino el espiritu francés, rscéptico y
llllrloIl, materialista y rnyollH'ionario, (pte jamús supo fIar liher-
tad á su patria: yordugo cuando Ilobcspierrc, e:;c\ayo euando
Napoleon, eunuco y corruptor en tiempos de tuis el Prudente.


)) Yo amaba, lo confieso, la ohra de nuestros padrcs. Yo creia l




300 DISCURSO EN DE"E:'i~A
lo confieso, que el edificio que ell03 lcvanlaron coronado con
todas las glorias 'de España, era un noble y magesluo~o edificio
en que podian caber todos los hijos de este hidalgo pal"; que
podia, que debia hacor,;c en él nncvas hahitacioncs, ropararse la
parte ruino8a, y si quereis, elecorar:ie todo al gU:ito (le los tiempos
modernos; pero que . ora insensato tocar ú sus cimientos cuya
bondad habian acreditado los siglos. En una palabra, yo creí y
(',reo que el altar, aunque varlen los adornos, (Icho consenarse el
mismo.


»Angustiado con el presentimiento elc los males quc amaga-
ban á mi hermosa y amada patria, vh~ndolos despucs desplomar-
se sobre ella, he vivido dcsconocido y oscuro, tenicndo amigos en
todos los partidos, siéndolo mils :,uyo en la adversa qur rn la
próspera fortuna; no mirando á nadie como enemigo, ó por lo
menos no teniendo nadie el derecho de serlo mio; hombro de
opinion, no de partido, testigo imparcial y desapasionado dc los
hechos que forman la historia de cstos últimos años.


)lYO he visto pasar una minoría, una guelTa de ~ucesion, una
revolucion política, casi una revolueion social, no sr- cuántos al -
zamicnlos, innumerables motine~; ¿y saboi~ lo quú me ha pasma-
do, señores diputados? Mo ha pasmado con~iclcrar la virtud (J¡-
los antiguos prineipi()~, que il pesar de tanlo trastorno ~ubsisten
aún comunicando al pueblo vida y ¡n'andeza; considerar los ele-
mentos dc robustez y ele fuerza quo entraña todavía e3te pueblo,
el primer puehlo del mundo, en t(lrminos ({ue si huhiera un hom-
bre que proclamara, no la union moderada ¡política mezquina~ no
la union liberal iPolitica incomplela~ sino 111 Hnion española, cc-
gando Juentesde cOrI'upcion y estirpanclo causas ele di vision, aun
podria ser feliz este pucblil; y ser grandc entre lodos los de la
tierra.


llMas lo:; tiempos no han llegado, y se espera al hombre [0--
dav[a. Y vendrú, no lo dudeis: se ignora el tiempo, ~i antes .)
despues de la revolucion ..... pero se sabe que vendrú.


)lVolved, señores, ~l lodas parte:-i los ojos: ¿os :-;atisl'ac(' por
,-entura lo presenle? ¿~o 0'-; inquieta rl ponenir? En vuestros ra-
tos de meditacion, ¿no os a¡;;usla la espantosa instabilidad de toda




DE LA REFORMA ELECTORAL. 301
eo~a en España? Aun los que están más pegados al ministerio,
en quien reconozco el mérito de consenar el órden por ahora,
¿no piensan algunas vecos (Iue hay eorta distancia desde ~Iadrid
a Somos aguas? ¿Creen por yentura que el país eslú satisfecho?
¿No oyen en lodas partes la queja? ¿Nada le3 imparta del partido
modnrado, del progresista, del demócrata, que luchan sin tl'Cgua
ni dc"canso'? ¿~unca le" asombran los rumore~ de guerra que se
levantan en Europa, y los bramidos que de euando en cuando
lanza la reyolucion, encadenada lodaYÍa, para romper sus cade-
nas? Decia un grande amigo mio, que estaria tranquilo mientras
tuyiera un Napokon en el bolsillo, y otro en Francia; pero, ¿quién
asegura la ,ida, y quién garantiza la prudencia, y quién respon-
de de la fortuna de ese hombre, {l quien yo llamé hombre provi-
dencial?


»Y si maiíana Europa se arde, ¿en ([ué estado nos encuentra?
y aunque Europa permanezca en paz, 105 hombre~ que ren a lo
lejos, ¿pueden desconocer que el presente eslado de cosas no es
durable, que a paso más ó menos rápido siempre caminamos á
la revoluC'Íon'!


)¡'fodos no~otros vemos que mientras se lucha miserablemente
pOI' el mando en España, la fuerza solo, la fuel'Za que al fin se
debilita y romp\ es la que COI1i'ona el !)['(Ien; que la l'orfupcion
no se ataja, que la auloridad ~e de~pre~ligia, que las ideas disol-
ventes progresan, yen una palabra, que no se puede permanecer
aquí, que se ha de ir a otra parte.


)) La sociedad está fuera (le su asiento, ha dicho un hombro
ilustre, y tiene razon; y todos \030tros, ó la mayor parle al
menos, os habrei:, ronfesado en conversaciones íntimas, que el
sistema porque se rige el paí,;, 8i no es un sistema falso, es un sis-
trma bastardeado. Y esta es causa, no lo dudeis, de grandes males.
(~¡fntelli!Jellt¡ panca.' ¡Treinta y tres minislerio.~ en veinticineo


años! A cada ministerio un congreso; en cada cllllgreso teniendo
el m¡ni~terio gran mayoría; ¡qué hechos tan elocuentes, tan ins-
tructivos para el que quiJra pensar: .... No e:i menester que me
d¡gai~ más; aun ('uando hubiera yi ddo siempre fuera de España,
no necc~ilada saber mal': para saber su historia.




302 DISCURSO EN DEFENSA.


))Si se me dice que una casa grande cambia de administra-
dor cada seis me~es, no es menester que me digan más, para sa-
ber que la familia riñe y la hacienlJa se malroia, Si se me cuenta
que en una nacion se cambia (~a(la año de ministerio, no es me-
nester que me ('onteis it seguida que el paí~ l·~tá de.~gohernado y
perdido. ¿ r en qué con~iste tan estl'aña anomalía? ¿En qué con-
siste que un ministerio, naciendo robusto,' Yi\a cuando más un
año? ¡Ah, señores diputados! Cuenta la lábula, {t \ eces má~ ins-
trueti\a que la historia, que en los desfiladeros de Thesalia se
presentaba la Eslinge al Yiajel'o estraYiado; le proponia la re~olu­
('ion ele un enigma, y si no acertaha ú darla, le arrastraba ú su
cueva y alh le deyoraba, Pues bien, desJlues de tanto,; siglos ha
vuelto á aparecer la E~finge, y devora uno Il'a:-; otro ú todos los
ministerios; y hace ya tiempo que est:t preguntando la resolu-
don del enigma al conde ele Lne(~Ila, y el conde dn Luccna no
acierta ú darla; y por eso le veis hit dias va('i1ando, y como ca-
yendo, y es"". que ya arrastrándole la Es1ing¡~,


»Y han pasado los 33 ministerios; y han ~ido llamados á 10:->
consejos de la Reina los hombre~ más ('minentcs del partido li-
beral, que subieron rodeado,; de pliweIlles y de prestigio, y ca-
yeron desprpstigiados y ú rccc,; silbados, Y han pa,q(lo con
ellos varia,; con"lituciollc,; proclama(la,; ('on e,;tn'pito ~ pOlllpa.
y 'ú breve 1iempo oh idada:; \ aeaso escal'llel'ida~.


n¡Yi,a el Estatuto Ileal, obra de una inteligencia ~ublime! El
noble autor de r~a obra no pudo creor tIue á bl'f'ye tiempo fues!'
burlada, como ensueño de un ('~píritu poético, i Viya la consti-
lueion del aüo 12! Y á poco se la rechazó, como no huena para
el año 57, ¡Viya la cOllslitucion del año ir¡! y á poco se la en-
conlró mala para el año ii), ¡Viva eternam('nte la constitucioll
del aüo 4;;: y despues, abajo esa conslitueion que no pu('do im-
pedir la tiranía, ni sabe atajar la inmoralidad, Y la pobrecilla
murió, como que la \ imos dI.) cuerpo pre~ente, digúmoslo a,;í,
en el seno ele las córtl's constituyente". Pero aUIl({ue murió, llO
llegó á ser enterrada. Y eH adelante, cuando un hombl'C ho]]{,
bajo SU:-:í pit's á la revolurion que habia llamado en i'ill aYlHf¡J,
resucitó al sonido del {'ation que (k~hacia ('11 la;; calles de .\Ia-




DE LA REFORMA ELECTORAL. 303


drid su misma obra de Manzanares. Y de nuevo dijo aquel hom-
hre: Yiva la r:onstilucion deI1:i, pel'o con un por:o mas, con el
ada adiciona 1. Y le sucedió 011'0 hombro r dijo: ,iYa con un
po('o nWIlOS, con la l'eforma. Y siguió de~pues un tercero y dijo
á su H'Z: vila la eon~lilllcion ni más ni menos. Y hoy, señores
c1iputado~, sin (Iue yo lea en los l'orazones, sé, que en algunos
de esta cúmara, ~l' piensa cn la con~lilueion sola; en otros acom-
pañada de la rcl'ol'ma; en otros con reforma mayor; en 0;1'0-' con
pi aela adicional; en olros en la ley nonnata de las cÓl'tes consti-
tuyentes: y del fondo dol mio sp levanla uu quejido, y e5elamo:
¿Cuándo \('lHlremo:;; una ley profundanlC'utn acatada y rl'ligiosa-
lllente eumplida? Des pues de tantas situadolles, ¿cuándo llegare-
rntl.'i á tenor un estado?


»¿Qu(· e,; e,lo? ¿En qué paí" viyimo:,? ¿En qu6 consi~te qur
rnini"lro . ., ~ con"lilucioues pasan como sombra:;'? Yo 0:-: diré Al
secreto: e()n~i~le, s(,¡¡Ol'e~ diputado~, en que en España, en yez
de reformar, hemo~ de¡.;lruido, y ahora no encontramos base só-
lida donde edificar: eOllln hijos ¡.;in padres, no tenem05 tradicio-
nes, y lijo- los ojos en una nacion, nuestra riyal por siglos, ol-
vidando los grandes macstro~ que teniamos dentro de casa, he-
mos recibid() doctrinas y si6lemas de maestros estl'an¡zcros.


)) Frallr;la !w;-; Ita en~nñado pi ~islellla parlamentario, (fue no
es p()r (' ¡crto el verdaderalllente rCjlrescnlati ro. Sislema que, ('11-
lendedlo bien, ~i prl'ralece la idea pl'ogresi~[a, es uua repúblil'(l
YI~rgonzante: si la idea moderada, e~ un absolutismo dbfrazado;
('ll el primer ca-o, la Olll'('~ion ,iene de ahajo; en el segundo, dI'
arrib~; y en lod()~ ~c engendra, se ,1' ha la diseol'dia en1m Jos
hijos tic un mismo paí~, y se engend ra y cunde en Iodos la COI'-
I'upcion. Si ese sistema pudiera "Vi vil' por largo liempo, no hu-
bi('l'a ITllwrto en tiempo,; tic Luis el P/'Udente, (~I gran rey parla--
mentado; ¡)pro ya YÍ.;tcis como su obra; le\antada á tanla costa,
no ruó mús que ('astillo de naipe", que eleya trabajosamente la
mano de un hombre y abate el ,;oplo de un niño.


JJEn Francia cayó ('se si~tell1a; pero en España queremos
Boslenerle. Y ~ o declaro que eso ~i:stcma es eonll'(lrjo á nue,.-
Iros hábito", á nuestra:,; costumbres, ~t nuestro modo de ser, el




304 DISCURSO EN DEFENSA
nuestras antiguas leyes y á la constitucion del Estado ... es plan-
la parásila que ahoga el árbol que estrecha.


»¿Qué os diré, señores, de la influcnda moral, del rey que
reina y no gobierna, de la ley de las mayorías? ¿Quó os dirr, en
fin, de tantas máximas parlamentarias y del e~p¡l'ilu quo anima
á esas máximas que han ,en ido á formar yo no sé qué especie
de sistema: que degenera en una república \ el'gonzanle, Ó se
cOllYier'te en un despotismo disfrazado?


»Delante de España y de Europa se atrevió á jlllbliear el
ministro de la gobernacion, que la lisIa electoral estaha falsifica-
da. ¿Cuánto~, pregunto yo, han intenenido en su formacion? ¿A
cuantos se ha acusado, pues, como autores, cómplices () encu-
bridores de un delito, que el código 1)('11 al casliga con el presi-
dio? ¿Qué habrá dicho Europa de España?


»Se redilicaron las listas; pero recordareis que no há mucho
revelaba un orador elocuente, el Sr. Cah·o Asensio, que en las
listas rectificadas hay difuntos que votan; y otros podrian hablar
de escándalos en la formaeion de la~ lisias, y Alicante sabe de
algunos.


»Se ha dicho siemprc quc la opinion del paí:-; ha sido falsea-
rla en las rleccione~; ]lero recordareis que el Sr. Olr\zaga, uno <ir
los reyes de la palabra, hablando de elecrionr~ I'í'cil'nles, pronun-
ció alguna~ muy graH',~. «De impunidad en impunidad, dijo, de
escándalo en escúndalo, de coardon en coaecion, ¿qué han veni-
do ;l ser hl:'\ eleccione,; en España?»


» Yo, señores, nada sé; yo os ('onfie~o (Iue en el indiyicluo ~
en la sociedad coexisten dos principios al parecer contrarios; el
uno que le hace amar lo que conoce: el otro que le hace desear
lo desconoeido; sin cl primero en nada habria estabilidad, sin el
segundo en nada habria progreso. Esta es luan yerclad; yo os lo
confieso: pero confesadmc 'osot['os~ que es gran miseria ,"el' Ú
España dh idida lastimosamente en cuatro (í ein('o Espaiías. Yo
nada s(\ pero sé que hay djyision y guerra en la ('(JI·te, y en la
ciudad, y en el pueblo y en la aldea .. \migos contra amigo,;,
hermanos eontl'a hermanos, espaiíoles contra e~paiíole". Yo solo
sé que lo., bando" en muchos pueblos acojen y amparan para




DE lA nErOn~IA ELECTORAL. 305
defensa Ü para ofensa Ú, Ilombre~ de lIlal \ i\ ir, y prontos a cual-
([uier alentado, hacieu(lo illl]Jo~ible.la justicia que no puede cas-
tigar su,; crímene.'. Srí que esto~ bandos aeuden a las ciudades,
y en cambio del imperio ({ue solicitan, ofrecen "u conciencia que
nmden: principio dn r'ori'up(:ioll y de sen idumbre. Sé que en
los quillce dias anteriores á una eleceion, liebre pútrida de los
pueblo~, se cometen mils abusos y mús \ ejaciones ([ue en quince
aI1os, digámoslo así, ordinario,;. Sé ({ue la juventud vú, apren-
diendo ya, que pasando por la bolsa se llega a suhir en coche;
que voceando en los cOlllicio~, se puede ser magistra(lo, director
y acaso ministro. S:' quP todas las eon(~upiscencias se han irrita-
do, y se han desenfrenado todas las ambidones. Y en fin, seño-
res dipulado~, yo sr\ porque lo he \ isto, y vosotros sabeis porque
lo habl'j~ \ l.-;[o, que eslr) pueblo de E~paI1a lan constante y tenaz
en su,; pl'OptÍsitos, ignoro por ([w\ arte mal'él\illoso, cambia de
opinion a cada cambio de ministerio.


nY ye¡{ lo ([ue pasa, y YO~otl'os sois quien hace tiempo me lo
haheis mseI1ado. En EspaI1f1 tenernos ayunlamienlo, diputaeioll,
c(írl<~~, gobiel'llo de partido; de aquí division profunda, guerra
inacabable; momentos de tregua, nunca \er([ad()ra paz, siempre
eonlínuo desasosingo. Los que e.,tán arriba, como deda no ha
mudltl, gritan: «Orden;» e~lo es, no ()~ lllorais, no sea que
caigalllo,; nosotros; los que eslún ahajo responden: «Libertad;))
e~to es, de,;ocupad el llUe~lo, :- drjadnos subir. Y eH medio de la
gran mayoría del pu(~blo que sufre y paga en silencio, yemos á
las facciones luehando y reluchando, y ahol'a una, ahora olra,
apo,lerarse del lIIando, destituir cm picados, favorecer afiliados,
aumentar ('p,;an le.'; , reeal'gal' tribulos; el pueblo acabando ele abur-
l'ih;e, la muchedumbre de corromperse, la auloridad de dcspre,.;-
ligiarse; de día en dia mús :,ürlienla la codicia, mas desapoderada
la ambicion, nlit.~ desenJ'renado el libertinaje de espírilu; conju-
rúndose lodo para l'('har al país alado de piés y manos á las plan-
tas de un (lespolismo innoble () entre las garras de una sangrieúla
anarquía.


» 1 es lo de meno,;, :,;eñores diputados, aunque no es poco.
qlle, Ilwrced principalmente ú osa guerra de lo~ partidos. a r~~(~
TO~J(J 1" 20




306 DlSCURSO ErI" DEFEi\SA
sistema, don funesto del c~lran.iero, i~"paüa paguc hoy más de
2,000 milloncs de contribudon, y dcha mil" riel ¡i,OOO. Pero,
¿qué vale este sacrificio comparado con la mengua de la yirtud,
con la pérdida de la Jllodestia, eon el desprestigio de la autoridad?
¡Oh! seüorcs diputados, no me digais que calumnio: no calum-
nio, p.o, señores diputado.'; lo quc yo he, i~to lo han Yisto tam-
bien, y lo que yo hc dicho lo ban dieho tamhicn \ uc~tros mús in-
signes liló~ofos y oradorc:,. ¿~o reputab por el mús insiguc de
aquellos é insigne entre estos al Sr. D. _\nlonio dL" Jos !tios nosas?
Pues bien, oid su,.; palabr[l~: «Es Jll'eci~(), !-(Tilaba, decir la Yel"-
)dad al país; la verdad qu~\ haL:c ,cillt!~ aJ1o" ~(' 1(1 ()('uILa: ('~ pre-
»)ciso decirle que todos, ,osotro~ y nosotros, hc;no~ sido dil'lado-
llres; que todo ha sido mentira \ fnr:,a,)\


) ¡Qué palabras, Dio~ mio, : qw; cOllreslon; ¡Todo Illentira \
farsa! ¡Qué palabras, Dios mio, y <¡lJ('~ ('onfpsi(w! ....


llPero me pareLc que lodos vosotros, al menos ton vucstras
miradas, lile estais diciendo: no lJueremo~ la rar~(1 y la llH'ntira:
queremos la yerdad, la ju,;ticia y la lilJL'rtad. (,La quereis \ os?
¿Sabeis otro sistema que nos pueda dar ('~lo~ biellcs'! i,()Ui('1l sois?
¿De dónde venís? ¿1 dónde \ai~?


) Yo soy, señores, un hombre o;,;eul'o, \enido eontrít mi \O!UIl-
tad á las córic;,;; un hombre tan (\e,;gradado, !jn (' Illill t¡Be pese
al Sr. Menclcz Vigo, ni ~¡quicl'a ti(,Il:~ amlJÍl' ion: UlI hombre q1:C
por su parle cede á (Jllicn los (llli~'i'a fll)lIraS :. t'lilJlteo~, r ~o!o
pide paz para sn" hijo~ y justicia par:t ::u patri:l. A mi, Mcíion"~,
que no he de s~~r ministro, me ha,la ~crralal' l'l mal: ú vo::;olro.-
que lo sois, os toca pro\cer el remedio.


))Por lo demús, yo no tengo ineOllvcniente en hablaro~ (ya o,.;
lo dije) como se habla ú un amigo íntimo, tk silla il :;illa, cn Jo
más secrcto de la ca.sa, en la e:,;pall~ion ti(~l ('OraZOll; !lO tengo
inconveniente cn rcpeliroi) (¡ue \ engo de muy alrús, p;:ro \0)'
muy adelanle,


, ))¿Qué es lo que desea para el pueblo el que ame mús ardo-
rosamente al pueblo? PUl'" eso deseo yo; pero yoy po!' el camino
único, á mi entender, que guia Ú j'(lfriOllt'S de paz, ele justieia y de
libertad,




DE [..\ nEFftr:~rA ELFCTORAL. 307


¡¡Yo amo, ya o~ lo ('oIlL'sé, ú los tiempos pasados, porque
fueron buenos para lo., p()bres; porque amo la memoria, y tengo
en mur-ho Ir;t gloria de IHIC~tros padres; ('~a gloria es la gloria de
nuestra ca~a, ~on los timbres de nuestra familia. Y creed me, se-
ñores, esos liempo~ antiguos tan calumniados fueron tiempos
grande~. Vo~olros lo ,;alwis como yo~ y si alguno lo ha olvidado
por dcsgraeia, que levante los ojos y los fije en e3a bóveda. ¡Con-
templad, sellores, esa bó\er!a! Un pintor insigne dió vida con
~u pineel Ú heeho~ inmortalizados ya por la historia. En esas
simbólieas ligu\'a~ os qui..;o re,'ol'(lar lorlas las, irtmles; pero enci-
ma ele cada una de ella~ se vió obligado á trazar el retrato de
alguno de \ ue'~tros glorioso,; as(·ontlirntes. Contemplad, señoros,
esa bón1da~ La tir!'ra que' produjo ú Isabel la Católica, á Gonzalo
de Córdoha, al cardenal Cisnero,;, es una grande y generosa
tierra: tirrra grande ~. generosa debe ser la madre natural de :<;[;)'..:~
nernall-Cor[{~s, la madre adoptiva de Cri"tóbal Colon! El amor, r~/'
sin embargo, ric nuestros padl:es, no me hace oJyirlar los abU30s i/ ,:'
F~ de los tipmpos en quo ,ivieron, sus errores y hasta las miserias .. ,


de ellos. Jlas ~ o crco, ya os lo dije, que nosotr03, como los bue- \ \,
nos hijos de XO¡;, debemos cubrir piadosamente la c1e.snudez de
nue,.;Lros padrr~: recibir y consenar lo bueno de los tiempos an-
!iguos, y rechazar lo malo; reeibil' y eOIl . ;el'var como fuego sa-
grario los grand;',,; pl'!l1(·ipio..; (IHe enallccieron á esta sociedad.
Jlirad atraw,.;ar quince' ~i.2·lo~ abatido alguna vez, pero noble y
esforzado, al ,'!úlÍo de Espaiía: Ya ;}compaiíado de sus coneilios
clr Tolrdo, de ~tb ('ór!t1s de ~\ra~'on, ó de su,; consejos de Cas-
Iilla ..... ()[11'O siempre \a detrús de un rey y de una cruz.


H\O temo decirlo en alla voz: ha~la en los tiempos de más
triste decadenda, hasta üIl lo!'i tiempos en que un innoble despo
lismo (t[ue se haeia sentir eu la córte), mancillaba los timbres de
e~te hf~ráico pais, el pueblo permanecía grande y libre. La posteri-
dad mofará ]Jor insensato al que acuse como degradado ó senil al
pueblo, que sabia I'pnovar en 1808 los tiempos de Yidato; yen Za-
ragoza y Gerona las proezas increibles de Numancia y de Sagunto.


¡)Entonces, huérfano el pueblo ele su Rey, se reunió la nacion
en eÓl'tes; y ved lo que en aquella sazon decía el gran eiuda-


'. ." ,
"", '\ (


;¡;".~




308 DlSCURSO EN DEFEI\SA
dano Jovellanos, de imprrrcedera llwmoria: «Oigo hablar mucho
))dc hal'cr en la~ l'Ól'te~ una nue\ a cOllsl~tucion r aun de ejecutar-
»Ia, y en esto sí que á mi juicio habría in(,oll\enienle y peligro.
J)¿Por ventura no tiene España esa conslituciorr? 'I'i{~ne]a ~in duda;
JJporque, ¿tlué olra co~a es una cOIl"titueion que p] conjunto de
)'¡cye~ rundlm8t1tal(~~ que lijan el derecho del sobt'rano y tic lo:;
¡¡súbdito,.:, y tle jos nwdios saludables (le pi"e~l'rVar uno~ y otro:;'!
n¿Y qni(;n duda que Espafía lieJl(~ {'slai' I('~e~ y las conoce? ¿Hay
)lalguna~ qce el despotismo haya atacado y deslruirlo? nestab]~z­
))canse. ¿Falta aigulla medida saludable para asegurar la ob:;er-
J¡\ancia de todas'? E6tablézease. _\ueb:r<l conslÍlw'ion entonc('~ se
J);mllará hecha, y merecerá ~er emidiada pOI' lodos los ]wcblos
"de la tierra tlue amen la justicia, el ónlcn, el ~(),;il:go público y
»la ierdaclel'a liberlad ..... Tal SCl'Ú :;iempl'e en (',;le punto mi dic-
»[¡lIBen, sin (IlIe a~ienla jamús it otros, que so preteslo de refol'-
» mas iratt'n de alterar la e..;encia de la eonstitueion española .... »)


».lú hablaba hace medio ~iglo el inlllortal J o\ellanos, y 110
Llá mucho liempJ os deeia un gran orador, el Sr. Gonzalez Hra-
!Jo ... .no recuerdo íiel!lll'nlc sus paJabra~, pero si la ~u,.;lancia de
ellas. Os deeia puc~: (Centonee" erramos, no lt"itllos baslanlc en
cuenta los ;lábilos, la~ coslulllbre~, d modo de ser del pueblo;
110 acertamos Ú ('"Iabonar los tiempos modcl'llo:, ('OB lo~ allliguo~. j)


Jj y eH heriw d,1 ., ndad, ahí estu\o el dafw~ ([ué lit) hizo ('n-
lonces, cuúh; fueron la:-; mi,;erias de lo- tiempos l¡Ue siguieron,
cuya sinlesi:,; es ;oh ,crgüenza! el Tnífja[a y la Pitila, yo no quie-
ro reconíarlo siquiera, porque desl'o con [ollas las fuerzas de mi
aima la union dc lo,~ C'spafioL':;; y quiero que ningun partido ~e
!Jl"esente COlllO iUl'ulpable; que lodo,; se conlie,;en pecadores; )
dando la espalda it lo pasado, por la memoria tle i:iU~ padre,; y
por el amor de ~n" hijos, se perdonen múluameule y se abraeen
<:omo hermano:,;, y miren al fin por la sahadon de su madre co-
lllun la patria.


)) Haced cristiana la libertad, haced la espafíola, y nos yerei¡;
a todos nosotros formalldu con ,0stl'O~ una sola l;tnlÍlia.


JJSel1o['():, diputado,;, en una ciudad de t~"pal1a reuniéronse un
di" scÍ:; alllj:2.0~: cinco do dios de gl'all \ak'l': ,~lln lo:.; amigo.': de




DE LA REFOl\MA. ELECTORAl"


mi corazoll. Habian\islo y aprendido; y como dI' otra par[(~ ni
les ap:uijaha ia codicia ni les ,;olicilaba la ambicion, hablaroll y
sp en!cndieroll. r NO'; ~ci~ !:ombre~, aU!lcIu(' hahian militado ha-
jo cli~lilllas handera- ! lrabajil(lo en diYrr~o~ campos, ~ü COIl(:nf"-
laron, ¡eoq r(lra (,Il E~flaiía! en trabajar en uno comun. y no tu-
"ieron ;;ino un )JpJ1:,amien!o ) un snnlimielllo: de donde yo de-
duje que era po,;ihle lo flue llam(' «UniOll pspaiio]a)).


))PUHS lo que (,,;os hOl11bre~ il CUYO frenlr (~"lahan dos repu-
taciones alias ~ puras. dos senadores de! reino: lo que ellos acom-
pañados de ulla brillante jll\('lIlnd y d(' un pueblo nolJilí:"imo, t!('-
fendiero!l !Í condnnarol1 ('1} (~l PF,:'\SA111l;,TO DE YALENCU, e;-;o d(~­
tiendo y e¡;o ('ondeno delante de ,()~otros, delante de EspaJ1a, y
si d mundo Jllldir~(\ oirme, dejan/e del mundo.


»Creo no d(,.,collocer ('omplclanl"nlr la ('prwa en (Iue \iYo \
I1lÚS rlr una yel. lt(~ p('n~ado, r{lH' iii Felipr Y l'c~l1citari1. podria
,;r1' (lietador por alinlll tiem po: poro H(\y no como lo fn(; en 10il pa-
~ados. :"0 rslaria en ~u mano restablrccl" la monarquía tal como
la conocieron nuestro:, allUclo,;;: no lo r:,!aria ni lo es!il en la de
nadie~ porqur faltan ¡os elementos ne('osarios para 0110: el clero
con su influencia polilic{l !lO ('xi"lr: la arislocraci;¡ española ¡.;('
¡.;uicidó, y ~olo /)jos ]lued(~ re~ucilar Ú lo¡.; muerlos: lo:" ¡.rrandes
('onsejos elr CaqiJla, que se opu,;ierol1 lllas ,eees ú la yolunlad
do los Reye,; que la~ ('(ír[r~ :,r oponen ú la \oluntad de los lllini,,-
tro~, esos ¡.rrandes Cf)]1SC.iO~ han drsaparecido con ~us glorio!<as
tradiciones: lil~ provincias no Oel1('n ya franquicias ni Iibel'la-
des; y ni ~iquicl'a. los p:relllios consen·an sus pl'h i!e,:üos. :"ada
queda en E~paíia t"UCrrL de u n Trono \ de un pueblo.


n¿.Y ('(lmo "e encunntra este puebl()~ I'rot'lInrla y la~lillloc;a­
mente di\idirlo. na~·, como dije, <lylmlamirntos, diputaf'iol1r . ;,
rrírlps de parlido, ~egun 0.' ('1 <fu:, repl'e . ;enla el gohierno. E~lo
por punto gnn:'ral, ~al\as p,;crl)('ion()~. y :,(' f'()m¡)j'(~nd(' hi(\n ([lH'
si las ('(11'1 p,.; , las dipulaC"Íonf's, lo:, ;ly~llltamicnlo~ no son progre-
sistas Ó cOlN~nad()rc,;, ni pl](\de di~culirsc pt'ofundamenteuna
ley civil, ni ri'pal'tir~() ('on igualdad un impuesto, y hasta es d('
lemer ... flue no alumbn'l1 los I"(\H~rhe['os.


))1'ues \0 pien:;:o. stiiores, qur as! como la uninn PS amor \-




310 D1SCUIISO EN DEFEI\"SA


el amor es contentamiento y paz, así la di vision es ódio, y el
ódio guerra encubierta ó cleeIarada. Y está escrito, «que reino
dividido perecerá.))


» Todo lo hecho hasta aquí es para di \ ¡di!": [0(10 lo que hay
que hacer es unir. .... El conde de Lucena ha ell~ayaclo unir á
algunos; la empresa gloriosa seria la de unir {¡ todo~. Su~ gran-
des lazos de union lJios y el Trono: su fin la paz, la justicia, la
libertad.


lJEl conde de Lucena fracasa, porque prcdiea la union y con··
sena viYos los principios de divit"ioIl, y no comprendo que es ne-
cesario eslirpados. Pero e"lirp~lIldolos, ¿se m~tará la libertad? Yo
digo que está muerta, y que solo matúnclolo.' re\ivirú y florecerú.


»Decidme: ¿dónde hay libertad ahora en Espal1a? Ó lo que
yale lo mismo: decidlllo si en España se hace ú lodos cumplida
justida, si se guarda inviolablemente su derecho á todos, su dere-
cho al hombre, su derecho al Jlueblo, á la provincia, á la naeion.


))¿Hay en los puehlos libertad? Le nombrais su alcalde, le
vencleis sus bienes, le corrompeis manteniendo en él vira la di-
visiono Hay en muchos lucha contínua por mandar, pOI' admi-
nistrar; en cambio del mando se clá la conciencia; la lucha haee
casi imposible la justieia. Sin que ('omeneei~ por dar paz á los
pueblos es imposible la moralidad, la libertad en la nacion. Yo
os lo digo, y la espericncia abonará mii; palabra~ ..... ¿Estún
aquí, me honran oseuchándolllc los diputados de 'nue~lra gloriosa
coronilla, los diputados de las nobles I)l'(nill(:ias Vascongacla.,? Yo
les conjuro, que me digan, si en los países, si en los tiempos más
libres del mun(lo, lurbados y maleúndosc los pueblos, no ~e CIl-
contró un medio de darles paz, haciendo (Jorecpr por siglos la li-
bertad. Este medio l1Ucliera perfcccional"~e; elegidas do)) terceras
partes ele la eorporaeion municipal por la stlc'l"lc, que Ú Ilndip
agravia segun diee Monlesquieu, ella" lUi~mas podrian ('ompk-
tarla eligiendo la restante nutre las capacidades, los prnpielario~,
los industriales, á (Juieues la If)Y conceda el derecho. ó mús bien
imponga la obligacion de i'enir al pueblo ..... Quien se ria de
lo que propongo, se rie de )lontl'f\quieu, 'f ~e rie de las antiguas
libertades, a par de las cuales las modernas son una sombra .....




DE 1.<\ REFOn~1.'\ ELECTORAL. 311
pero hiele la ri~tl rll su~ lúlllos la \Í~la de la sangre fJue por
nuestras disf'ordia,; ha eurojee'ido, estú miserablemente enroje-
cien(lo la,; ('<1l1e-; de' nuc·;!ro- pueblo:,. De esta suerte les doy paz,
les doy ind(\lwIl!lel1l'ia, Ie~ ha¡.;o libms.


»)¿Lo :-;on por \cntUl'a I;:H prorincias: Lo eran antiguamente.
Hoy 'Jadrid no se C()!l!rnta ron ,;er h primera de las ciudades,
ni siquie¡'¡¡ ('011 ~rr la reina de ('llas; se ha ¡wcho ele ~Iaclrid el
,ientre hidnípico d(~ h nwioll: !0:10 lo traemos á )laclrid, todo lo
hacemos de,;de ~Iadl'id, La.; lJi'oyincias se aburren.


)) Yo os io conlic.;o, s[;f:()rc~;, so~ un poeo fuerbla; vueIYo de
cuando en cuando mi~ ojo" Il/lcia lo . .; fueros de mi hermosa Va-
lencia eon amor y con dolor; no (ludo menos de querer por el
inleré" de mi lulria la ('t'nlralizaeion guh~rnalÍ\a; mas protesto
en nomhro de la lilH'rlad y del derecho contra e~a centralizacion
admini,,!raliv<l ('\agel'ada y ab~urda, (fl[(\ Ú la postro puede ma-
tar de' consuncion ~l la p!'O\ÍlH'ia, y quizá de plétora á la córte,


»Yo n~dalllo palil la~ l)l'(l,ineia,; una libertad racional en la
gestioll (j(~ :m~ (~spet:iaics inlere~c:,: yo dr'seo que la proyineia,
bajo la insperclon del goiJií'!'no; c:'¡(~ al frente d(' SUR intereses
morales y malerialt';: yo paril r~o pI'opongo que la diputacion
sea la aIla, la d('('{)I'o:;;" I'f'pn~"rnlacion de la proyineia; que de
una parle t'O!l('UITan ir ~u formacioll l()~ ayuntamientos que hici-
1110'; indeprlldi(,llle~, y de oll':) p::lrle la igle"ia, la uniyel':-;idad,
el tribunal de ('.ollw!'('io. !o.s ('()legi()~, la:i academia:" los gre-
mios ... de ciencia", dn arte,;, de industria.


))Pido, ¡llle" In;: para d pueblo, libertad para la proyincia.
J) En punto ú c(¡rle,;, ro o~ lo jUl'O, si fueran lo que debian
~C'r, no lendl'ian ni un C'llt'ntigo en l'! país. Pues qUl', en la larga
sucesion de mucho.- ~iglo~, ¿no la~ conoció Espaüa? En cuan lo á
\'alenc'ia, no hay ('Or;lZllll (iCU' nn tj(,lll~)le de' entu,;iasmo al pene-
Irar en SIL lIlagníflco ~alon de 1':')J'l('~, al eont('mplar viviendo,
llwl'f'nd al pinc('1 nl('IH'iano, los noble,; semblante's de sus anti-
~,uos indl~prll(lienlr~ procuradol'e:;.


)Seüores dipularlM, ro no temo t!c('Íros loda la "erdad; !lO
hay en ello riesgo ninguno: hien que si lo hubiera, la diria en
voz mús alla. PUe':'; bien: 11; (~¡)::h por Llrgo tiempo no pueden




312 DISCURSO EN DEFENSA


(:ontinuar asÍ", deeidme: en veinticinco años, ¿euúntas veces S(~
ha discutirlo el presupuc!'ito? ¿Cuúnta~ ~e ha examinado las cuen--
tas? ;Oh, Dios mio! Que no se oiga aquí (úa yez aquella voz elo-
cuente que deda: ((Si se trata de a~llntos de interl\s ~ los haneo~
e~tan desiertos; los bancos se pueblan, si ha~ e:'iperanza de N-
cándalo.» Suena la campanilla y entramos de 1ropel, y yotall1o:-
f'in haber discutido. Venimos ú disputar mús que á di~eulir: \t'-
nimo,; ú luchar, m~ls que a illl~trar; traemos aquí todas las pa-
siones, todas las ambiciones (lel país, Es o:-;to una arena de e01l1-
bate, y como hay lucha continua, la fUl'.rza de las ('o:-\a8, la pa-
sion del combate hace que para las minorías el ministerio siem-
pre sea pecador; para las mayorías siempre infalible; la minoría
nunca tiene razon, no puedo tenerla; la ma~-ot'Ía :-;e In alzado
con el monopolio de la razono ¡1laldita escuela doetrinaria, ene-
miga jurada de la verdad!", \0 Illurmurei~, señores; ¿os estoy
hablando de libertad y no me comprendeis? Si, lo repito, enemi-
ga jurada de la verdall.


» Yo os la diré toda, eomo mi e"-plritu la vé, como la llora
por largos años Espal1a. Esto que tenemos no es gobierno, ('S
represenlacion de gobiel'l1o. tn Rry que reina y no gobierna, á
~eme.ianza del dios de los deistas; siete mini!'\tros, señores de la
tierra, rodeados :de :su guardia pretorial, qun ('~ la mayoría:
ahsolutismo, despotismo disfrazado, (Iue tiene en la pro\-ineia
su proeónslll y en el pueblo su decUI'ion; (llIe en todas par!l'~
esta, y en ladas partes oprime: que se atl'eYe á lo que el Hey
más absoluto no se alredel'a; porque el Rey frente á frente de
su pueblo, ó le ama, ó le respeta, tÍ le teme; mas los minb-
tros jamas se detienen en su camino, y como se erean Ulla Hil-
cían para su uso particular, hacen poco caso de la nacion ,er-
dad era.


» Yo os digo que lal estado d(' ('o¡.;as no puede durar; ~-o os
he dieho que el sistema parlamentario no r~ mús (Iur un trún~i!o
para la república .. , y yo, señorns, he nacido en ('sta tierra, don-
de miro estampada la hurlla de quince siglos, que han pasado
gritando ;viva el Reyl, ..


» Yo (luiero la monarc¡uitL porque Espaiia la ha amado siern-




DE LA TIIlFORlIA JéLECTOIIAL. 31::1
pre; porque la naturaleza e.~ la que hace de este pab un reino,
y de otro una república ...


) ¡E:,paña repúhlica' ¡QUl> repúhlica, Dio~ mio, y qu~ repu-
blicano.;: ... Ya os lo he dicho, jó\()J1es entusiastas; podeis soñar
nll ('ón~lIles y eH tribuno . ;, pero yo 110 he encontrado por esa:,
calles Cincinalos ni Catones ... Si mañana se deJ'l'IHnha~e' el Trono
¡t despedlO de los ~iidos que lo rodean, t'reedme, en entendimiento
humano no ha r~ntrado la idea de la horrenda confusion que l'ei-
naria ('11 eslc pab .. \cordaos de la rC\olucion francesa, que como
otra cabeza de "[edll~a espantó a hombre~ tan liberales como
vosotros, y obligóles á refugiarse en el seno del de"polisl1lo;
acordaos de que despul's (](' devorar ú torios ,;us hijo:;, la cruel
di~oluta so entregó t'I1 brazos de un soldado. En España no se-
ríamos tan fcticc.,: cn \ ano eSjlcraríamo:-\ á un dé~po!a q ne se
llamara Xapolco!l. Ademits los Li(,llIi'o~ han adelantado; los po-
bres con andrajo,; y una corona ('11 la ea]¡eza no harian huena
tigura ... hahrian de \ bitar la~ ca~as de lo . ., qlle algo tu viest'n
para ponerse cn Lraj{~. m{ls decente.


))Yo quiero crírle:" ¡, no la~ amaron nuestros padre,;? Pero
córLes que sean representacion-\ erdad. ~o quiero que cada año
~e ponga il dj~('.u . ;ion la eüslenl'ia del pai~. de los objetos más
caros del pak Yo no quiero que Yengan empleados, sino inde-
penrlien tes; !lO (1 uit' ro (1 ti () lo~ inde pelldien tes sean ten lados por
la amhicion ó por la codicia; no ¡¡Hic!'() que este sitio augusto sea
cOllYertido en un palenque, ni e~a tribuna en una tribuna de se-
dieion. Quiero que, como dke la Ley de Partida, la:; leyes se
hagan «~iJl mirlo y con el consejo de !lomes sabitlores.» Quiero
Ilue en ningull ca~o se burle el derecho de los pueblos, su dere-
('ho de mucho,; siglo~, su derecho natural en punto á nuevos tri-
hulos de (linero, de saugre. Quiero (Iue los representallte~ de
lo:, jlueblos lihl"l'I'imanwnln e:-;pongan la,; ll()('e~idarles de ellos.
Quiero que awsen anl\' el Hey ú lo~ ministros pre\aricaflore~ ...
y en ulla palahrtl, quiel'o <[uc las córtes sean cÓl'tes, y que el
Hey sea nc~.
))¿,Qlll'~ han do llaet~1' esos pDbre:, ministros, empleados la milad


del atio en preparar las e1eccione~, forzarlos mal su grado á ha-




314 OISCURSO E:'i DEFENSA


cer injusticias, 6 al menos ú no hacer justieia, sentados ahi, ó
por mejor (\('~'il', clavados, encadenados en r,:;e banco, obliga-
dos á un combate tiia /in, mal;.iaslancio en luchas e"tl'rlles la in-
teligencia y lo" alienlo:, que debiar emplearse en (,Oia~ grallc1e~
y fecundas? Yo deseo que el gobierno pueda gohernar; i:Y sabeis
por qué lo deseo? Para que se pucela hacer mueho en (:stc paL;,
donde casi lodo está por ilaeer. En lugar a llo se sinn la el gobier-
no pam \01' mucho y yer de lejos. Hay que all'nder á la~ necesi-
dades presentes, adelanlaI'3o á la.s futuras, \ oIvo!' la sociedad a
su asiento, la paz á lo!'i ánimo:" la moralidad;t todas parles,á
todas el derecho, á todas la libertad.


»Se ha dicho que el pasado año la guardia ciril aprehendió
á 26,000 delincuente:,. ¡Dios mio, en qUl; país lÍ\illlOS; ~o eotll-
prendeb que pudiendo gobernar pI gohierno, telliendo ~us ojos
sobre el gobernado)' de la proyinl'ia, que exento de las luchj.b
políticas puede tenerlo~ sobre los alcaldes, dando al juez de pri-
mem instancia ciertas atribuciones por lo que hace á órden pú-
blico en su partido, tranquilo~ Jo~ puehlos, posible la persecu-
cíon de la Yagancia, y el uso de la¡; armas pl'Ohibidas, ¿no eOIll-
prcndcis que con esto y con la guardia LiYiL y con la rural
convenientemente organizada, pUCdf~ hacerse ('a~i imposible el
ataque á la propiellad, puede ahorrarse á Espaflit c.-a espantable
contrihuclon de sangre, quu le hace pagar lodo~ lo~ al1o~ el Im-
ña] del homicida'! (.\0 comprmdpis que pudiendo gobernar el
gobierno sin necesidad ele fayorecer afiliados, es posible castigar
el presupuesto, y eon ello, y con a,eriguar exactamente la rique-
za imponihle, aliYiar la~ carga~ que abrullIan ú este paciente y
noble pueblo español'? (·.~o es ya tiempo de pell~ar en ulla ley de
reemplazo mas justa para los pol>res? ¿'io comp\'(~nd()i,; que es
hora ya de que sean llal1lado~ Ú lo~ (,tU pico,; del ¡¡ai:; lodos los
hijos de España, hijos de una madre comUll, sill dj,;tini:ion de
opiniones; y no os parece que para matar la elllJllcomania, ese
cáncer de nuestros tiempos, ~e)'ia COnYCllÍente que en cuanlo
fuera posible se entrara solo en las earl'eras del Estado por las
puertas de la oposicion? ¿!\'o os parece que es inÍcuo que los po-
bres el quiene¡; naturaleza deshered6 de bienos de fortuna, pero it




DE LA REFORMA EL~:CTORAt,


quienes Dios heredó en luz clara de entendimiento, no puedan es-
tudiar la ciencia, no puedan, como dije en otra ocasion, de hi-
jos de mendigos llegar ú ser condes de Campomanes? ¿Xo os ha
ocurrido alguna yez que podiamo~ encontrar un baluarte firmÍ-
simo de libertad \ercladera: haciendo inammihlc, malteciendo
la magi~lralura. (Iue en medio del decaimiento general (me
complazco ('11 reconocerlo, ha sabido, con raras esecpciones, con-
senar sin mancilla la magestad de la to¡ra? Y sohre todo, ¿no
veis que es necesario pn~pararse para mejorar, en cuanto sea
posible, la suerle de lo~ pobres, multiplicar los medios para ins-
truir á la parte del puoulo que no sahe, de~teITar de todo punto
esa ed ucadon pas'ana qun ~(~ da a nuestra jmcntud, grabando
en su eo,·azon las grandezas de nuestra f~, la piedad de nuestros
mayores, los principio,; que, haciendo buenos cristiano,;;, pre-
paran eseelcntes ciudadanos? Qu~ ¿.\lO veis que los tiempos se
adelantan y las tiniehlas ~() e~pesan. y el día de la lucha se
aproxima: y que no podemos permanecer así, miserahlemente
enrcdado~ en cuestiones miserahles; griegos del bajo imperio,
que no acaban de charlar mientras los ])árharos golpean con sus
hachas las puertas de la ciudad?


)EI mundo se trasforma: ú la ,en ida de Jesucristo se hizo ro-
mano p~ra recihir la nueva de salud, Hoy el camino de hierro,
el lelógTafo, la imprenla, ¡ieuelen ;l hacer ele Europa una gran
familia, ele\ oran las distancias, mezdan las gentes, borran el
t'al'úeler especial de los pueblos; van, digúmoslo así, el preparar
un gran campo donde acaso se fió la mayor y más tremenda ba-
[¿¡lla que habrúll presenciado 108 siglos, El Anlecrbto: dice ese
libro mi~l()rioso (Ine llamamos Apucalipsis, tiene millones de
soldados que saltan montafias y traspasan murallas y por todas
partes lIUS asedian ~ nos castigan; y yo me doy á creer, que el An-
tecl'i"to e~ el e.;pírilu de la J'()\o]ucion que siempre se ha agitado
en el mundo. pero tIll{' hoy hecho gigante saca la última conse-
eurneia de la protesta de Lutero, del delirio de Uousseau, del
sarcasmo de Yoltaire, que proc!ama al hombre, Rey, Pon títict' ,
!)io:i; que ha gritado ton Prondhon: «Yo no eonozco ningun
¡¡Dios; la propiedad es un roho; el mejor gobierno es la anar-




316 DISCURSO EN DEFENSA


))(Iuía:)) y que anoja sobro no:,o[ro,; millonrs de soldados, ns d('-
dI', elo ideas (Iue so entran hasta lo mús secreto de nue:-;lra~ ca-
sas a eseonrl(,N~ en el pce~\O de nuestros hijos .. \l1ora hay solo
osr,aramuzas; wndra, no In dlld(~is, el día, y IHH t'neonll'arit d('~­
apen'ihido~ para la batalla. \0 os adorIl1CZ('ili~ en el n'galO dl'
una Yana seguridad: e~a nube que \eis ('a~i imperceptible, ell-
capotará todo d horizonto.


» E~ monostor adolantarso il los liempo~. Torla~ la~ ('ut'~tio­
nos sorialo,; que amenazan, puptlen, deben tenel" soluciones
('atóli(~a". Contra la doctrina que o" hace \'(~y(~s ¡lp la tierra, pero
royes mi"erablo:; nacido:, del poh'o para ('011\ erli 1',"(' ('n pod rf:-
dumbrc, ostáosa doctrina que no:'l hace hijo,; fin Dio~, y 1l0~ 01'1'('-
ro on el rielo una (·Ol'OlIa. Contra la dodrina qtW tiende it des·
Iruir tO(]<lS la~ gerarC[uia" obra de Dios en el mundo :'Iwial, ('on1O
son en d natural la:, mont,1J1a:-; (pIe ('11\ ian su~ rios ú la ticrra,
está esa doctrina que ennoblece la obndinncia, ese c,;piritu d(~
caridad que hace á los hombres hermano", y dee!ara por mayor
entre ellos al (IUO sirva ú todos.,. .. y para no ('ansaros, :'\eiíorü~,
(~()Jltl'fl la rc\olucion {',;[ti la rclitrion; y nosolros quP 1'('jl)'ohal1los
todo lo malo de los tiompos antiguo:" y aprohamos todo lo ¡mcllo
de los Liell1po~ pl'(~,;fmtes; no:;olros (Iue ('!"('PIllOS (Iue la sociedad
c,;lú fuera de los caminos de Di()~; no~otro" rrlll'l'('1Il0S qUl' ('1
Evangelio, que es ley de liJwrta(l, a1ieull' nuestras ohras y \i'a
on nuestras leyes; nosotros crpemos que llUp(l(' ,;al\al':;(] E11I"opa,
pprfeceionarsc, progre~ar la sori(~dad hasla (lonrle es dado il la
humana naturaleza, unida csll'cehamenlc Ú esa Igl(l~ia santa que
yenció á las tiranías del Illundo de)'ramando su sangre, Ifup 111-
eltÓ en la Edad media por los fuel"o~ de los Jlucbl()~, y f[lH' ('ntoll-
ces y <1hora y ~i(~mpre atnnin~a bs edad(~~ corolla:la de gloria
ó elo e~pinas, pero con~enalldo inlado ni deplJsito de la rt',. \011'
queda ya ú la Iglesia sino una Cruz de Illadera: pero ('~ la Crm:
en que murió J!l~;Ill'l"jsto.
»1)espuo~ de lo que lw dicho, l'alilicadllle como ;ru~tei~: Ú 10-


das las ealifieaciolles~ ó it tod:1S la .. , inj urja~, ~o ~ol() r:'~;I)()ndt'l"(,
quo amo el bien do los h()llIbrc~ y la !"Tilllde¿a dc' mi patria. Ua-
madrm ... no lo harei~, pl1()~ seria indigno do Yosoll"O~; que lIl(, lbl-




DE LA REFORMA ELECToRAL. 317
men pues los que quiorall rey olucionario, absolutista, neo; todas
p~as injUl'ia,;, amontonúnr!olas, no l\pgarim á mi corazon. ¡n~! mis
buonos s('ñ()re~, lo~ quP me apellidai~ ahsoluti~ta y neo: el neo,
p] ah:ioluti~ta, o~ llama Ú ~u YÜZ; dadmo alguna cosa que sea
\('rdad; dadme alguna ('o"a (Iue :-;pa libertad, porquo ~·o amo á la
libertad y ú la \ erdad, como hC ama al aire y ú la luz. ¡Hf;! mis
huenos señores: dad paz ú España, unid á su~ hijos, sahad ú la
~o('i('dad amenaz;Hla. ¡Tlé: mis hUell()~ señores: \cd que en este
paí~, scgun tengo ob~en afio, cuanto mas leyes, hay Illas rorrup-
don; cuan lo JIlas ensanche en las formas políticas, mas descn-
r["(~no; l"uanto Illa~ publieülad, 11'eI10;; \ergiiellza. y ..... nada
IHas, mis buenos "cñore::" sino que lile dei~ alguna cosa que sea
\erdad, alguna cosa ([ue sea libertad.


))Yo os ayudan'·, seiío\'(~:-; diputados, en esta obra, por el bien
de mi patria: para ello he presentado esa proposicion; lo~ amigos
de la libertad deben darmc las gradas. En el fonclo, la tengo ya
3poya(la ,'11 mi diseurso lo bastante para los hombres que pien-
.911. ¿E.~ necesario decir más? Plles lo (\iré en breves y ceñidas
palabras, en muy breves, porque me faltan las fuerzas y el
aliento.


)¡Sefiorcs, si tonemos una ley, debemos cumplirla religiosa-
f1wnlr', a:-:í en su letra, como en ~u espíritu. Señores, si una
mentira de~honra ú un particular, una ley-mentira corrompe ú
un puehlo.


)¡Si la ley otorga al pueblo que elija diputados, que los elija
el pueblo. ¿Qn{~ e:" eso de illlluoncia moral? ¿Qué significa e~o
de hacer UI1 gobernador lils eleccione,;? ¡Qué lIlal me suena
'<l;andidato ministerial:)) Los diputados ¿han de ser los procura-
dures de los pll()hlo~, (Í lo~ Jlrocuradon~~ de los ministros?


))Ln gobernador directa ó indirectamento trata de coarLar, de
imponer la \nluntad lid elector: ese gobernador abusa..... l(~
aCll~o allle el trihunal supremo. Si el tribunal le eree justieia-
1M, ¿eomprl'udl'reb :.:iquiera que el gohierno se interponga y '1'-
tic á la juslit.:ia castigar el delito? tn ministro ¿~abe mús que la
jU'lieia'! ¡.Puedc llla~ que la justicia?


".\0 Ilt'l'illilai:-;; :-:('íiOl'('~, qU0 d juez. que el promotor de un




318 DISCURSO EN DEFENSA DE LA REFORlIIA ELECTORAL.


distrito se mezclen en la lucha f'ntre apasionados electores: te-
med que se rasguen ó manchen las togas. Ademús de esto, dehen
permanecer imparciales~ y no cn medio ~ino cncima de los par-
tidos, para que todos tengan en ellos eonfianza y pidan ju~lieia
contra el que, ó cometa falsedad, ó secluzea con dinero, Ó intimi-
de con amenazas.


))¿Hay eleccionei'? Las quiero libres. ¿Ha de haher diputados?
Los quiero de lodo punlo independientes. Yo respeto á los em-
pleados de esta eúmara: lodos son dignos. Pero en téús general,
no me parece bien enviar a las córte,; empleados para discutir
presupuestos de que viven {¡ acusar á ministt·o~ Ú quit'lle~ deben
el pan de sus hijos.


))¿Tenelllos diputados de todo punto independientes? Pues yo
los quiero incorruptihles. Xo quiero que puedan aceplar empleo
ni gracia del gobierno: no quiero quc j1uc'dan ¡)pnsar IO:i p\leblo~;
que la diputaeion que (lS un noble senicio á la patria, se con-
vierta en un beneficio pingüe para el diputado; no quiero que.
tentadas las ambicione . ., de e~to,;, ó sinan al poder, ó combatan
al poder para serlo: que ~e COll\ ierla en una corli' lisonjera ó en
una facdon temible lo que debe ser pacífica muninn de pacíficos
ciudadanos, alent()~ ~ol() al hi('I1 del Imí:,.


))Me f¡¡ltan, ,~efiore,; diputado~, las fuerzas ~ el aliento .. ,. ;\0
puedo más ..... El p~píl'itu de mi proposicion dehe estar ya com-
prendido ... ,. Las cos~s no pueden continuar como hasta aqui ....
Si continúan, nos \amos á corromper todo~ hasta la medllla ti!'
los huesos. Apelo á vueslro amor ú la patria ..... seüores; o~ (~;­
toy reconocido por vuestra benéyola alencion: es una gracia que
me habeis dispensado; ahora hacedmr una ju"licia, y creed, sr-
ñores, que cuanto he dicho es el eco de una alma española: qlle
an~ío sobre loda cosa el bien de mi patria, por quifm daria gota
a gota toda la sangre de mi:i Yena,~.))




RIVERO.


Los partidos políticos que nacen al soplo de las revo-
luciones, que se desarrollan al cl'tlor de los sucesos, que
crecen y se organizan alimentados de la ambicio n , del
óelio y de las malas pasiones, ni alc.'lnzan nunca un triun-
fo compleb en el gobierno de las sociedaues, ni su vida
es duradera y gloriosa, ni su dominacion útil y fecunda
para los pueblos.


Al contrario; cuando germinan de una idea, cuando
son el producto ele un pensamiento, cuando deben su exis-
tencia :i una necesidacl generalmente sentida, á un ade-
lanto por todos proclamado y reconocido, los partidos po-
IÍti(~os tienen una vida natural que recorrer, una mision
sagrada que cumplir. Su dominio por precisiotl ha de sel'
bcrleficioso para el país; su historia gloriosa, eterno su re-
cuerdo.


Estos partidos doctrinales para organizarse primero,
para gobernar despues, no necesitan apóstoles , porque
tienen de antemano un credo como símbolo de su fé, un
dedlogo general, regla de sus aceioncs, un mismo punto
de llt'gada, á la vista ele tocios, al cual encamina:) j u n-
tos y orelenauos toelos sus pasos) al cual dirigen unielos
todas sus miradas, todas sus aspiraciones, todos SU!il
pensamientos.




320 RIVERO.


Pero los partidos revolucionarios que se crean por
un deseo y no brotan de una idea, que funcbn su
triunfo en la fuerza y la osadia, y no en la. bondad de un
sistema, esos partidos neeesitan por pl'ecision jefes que
los guien y apóstoles que los enSerlell, !:;i bien el dja de
la victoria desobedecen á esos jefes y reniegan de esos
apóstoles.


El partido demócrata español, hijo de la revolucion, más
bien que representante de una escuela política, con más
deseos que ideas, con mús instintos qlle instruccion, con
más corazon q uo inteligencia, necesitaba para organizar-
se, para cumplir su destino, si la Provitlench le reserva
alguno, un 3póstol que le enseñase, un jefe que le diri-
giese, y tal es la mision que con gloria suya. y honr~l de
su partido, viene clesempeliando desde hace alios en Es-
paña el orador y hom hre público, cuya biografia vamos :i
escribir, D. Nicolás Mm'la Rivero.
H~sta que en la tribuna parlamentaria y 011 la. prensa


periódica no csplicó el dogma del partido clemocrátieo,
las bases eapitales del sistema, el o'ljeto y aspiraciones dr~l
nuevo partido, puede asegurarse que ell Esp~ña habia
creyentes ea esa secta, pero nC) hallÍa. religion; habia dis-
eípulos y no habia maestro, habia demócr¡üas y no habia
democracia.


Rivera, con un arelor incansable, O'1n admirable elo-
cuencia, con extraordinaria halJilidad, con singular talen-
to, desempeñó ese magisterio desde la tribuna, T fundó
para sus a<1eptos la religion que no tenian, y estableció
e:l nuestro país la democracia que faltaba.


y no se crea que adoptó para ello el traje dd tribuno,
del demagogo que solivianta las p;¡siones con un ar-
ranque declamatorio más intencionado que poético, C011
una de esas <1es]nmbrarlol'ilS utopias, que ciegan los ojos




RIVERO. 321
y encienden el corazon de las muchedumbres, no. Rive-
ro, vistiendo el manto del sacerdote, la toga modesta del
profesor, enseñaba la doctrina democrática en toda su pu-
reza, buscando creyentes en vez de partidarios, é ilus-
trando las inteligencias de los demócratas en vez de ir-
ritar sus corazones. Por eso decia en las córtes constitu-
yentes de 1855:


(lSeñores, cuando yo he venido aquí á condenar las re-
voluciones, he obrado en primer lugar y ante todo en de-
fensa de mis opiniones y por el interés de las ideas demo-
cráticas. Permítaseme decir á este intento que hay dos
cosas que siempre se han confundido, y que sin embargo
son esencialmente distintas; el partido democrático como
partido político y como escuela. No quiero disputar ante
vosotros el alcance, la significacion, el valor, el número
del partido democrático: si quereis que sea pequeño, séa-
lo; si quereis que sea grande, séalo tambien: apelo á
vuestro juicio. Pero hay más; hay democracia como es-
cuela y como idea, y como escuela y como idea no es
más que el espíritu de la época, la idea dominante del si-
glo que obra sobre vosotros (no sobre vosotros, señores
progresistas, me dirijo tambien á los señores de enfrente),
como el oxígeno sobre los metales, con una accion conti-
nua é irresistible.


»No hablo nunca con ánimo de excitar los partidos, al
contrario, apelo siempre á la alta razono ¿Por qué que-
jarnos de eso? ¿Se queja uno de la atmósfera en que vi-
ve, ni de la luz que recibe? No, señores. Son cosas provi-
denciales que vienen en un órden más alto, por una dis-
posicion superior que rige nuestros destinos. Y yo, seño-
res, me he dicho siempre: esta democracia que se presenta
como la reconciliacion de todos los intereses y de todas
las clases, 6ha de aparecer al mundo vestida con la tLÍni-


TOMO IV. 21




322 RIVERO.
ca sangrienta, con la tea de la discordia, con el puñal en
la mano? No; creo lo contrario; y así como en donde se so-
brepone á la legalidad la tirania, allí hay necesidad de
levantarse, de apelar á la fuerza moral, así creo tambicn
que las ideas ci vilizadoras y sintéticas no deben presen-
tarse lujosamente ataviadas de objetos de destruccion y
de sangre.


,Hé aquí por que he dicho que todos nosotros estamos
convencidos que para conquistar la libertad, no debe la
democracia española presentarse más que como ella es
en sí, como idea de paz, de conciliacion y de armonía;
con ella, .lejos de haber perturbaciones y sediciones, lo
que hay es reconciliacion entre todas las oposiciones,


. solucion de los antagonismos y la más profunda paz.
Puedo engañarme: ¡ojalá que no me engañe! Pero si
estos son sueños, son sueños dorados: ¡ojalá, repito, que
no me engañe! Pero mucho temo que detrás de nosotros
no haya un reguero de sangre, de humo y de incendio.


nNo será por mi culpa, ni por la parte que pueda te-
ner en los movimientos democráticos de Espafía; porque
dígase lo que se quiera (que lo que fuera de este recinto
se diga me importa poco), yo creo que el interés demo-
c:!'ático está en no prc,ducir ninguna discordia civil, nin-
guna perturbacion de ninguna clase, y usar solamente de
la tribuna, de la cátedra y de la prensa, que son las es-
pansiones naturales y legítimas de la especie humana.»


Por lo que antecede se comprenderá la verdad y
exactitud de nuestra,s anteriores apreciaciones; que Ri-
vero es el demócrata de la idea, el político de la doctrina,
el más elocuente defensor y comentador del dogma de-
111 ocrá ti co.


Además de que son esas sus convicciones, conoce
como nadie las circunstancias del país y las exigencias




RIVERO. 323
de la política, y merced á ese conocimiento, comprende
que hoy la democracia no puede presentarse en España
como partido sino como escuela, y para que se la reciba
en la escena pública y se la escuche, se la tolere y con-
sienta, es necesario at~1Viarla con el manto agradable y
deslumbrador de la paz, del derecho y de la justicia.


Oon esa esquisita prevision, con su seductora elo-
cuencia, con su pri vilegiado talento, Rivero ha consegui-
do carta de naturaleza en el congreso español para la de-
mocracia, presentandola como sistema, como bandera de
un partido enfrente de los sistemas y de las banderas de
sus contrarios. Aconsejado de su sagacidad,impulsado de
su talento, discute siempre sentando por base de sus ra-
ciocinios los principios más puros de la doctrina consti-
tucional y del derecho público.


Rivero, perorando en la tribuna del parlamento, pa-
rece un doctrinario, mas bien que un tribuno popular;
pues agarrándose fuertemente á la ley, hace prevalecer
en todas las cuestiones el derecho, sirviéndose de él en
provecho de su partido. Esta es su táctica. Valerse úni-
camente de las armas que da la ley, ceñirse únicamente
al derecho, y discutir más bien como hombre de gobier-
no que como partidario.


Repetimos que es un político doctrinario, en el senti-
do de orauor de doctrinas meditadas; y la índole de su
carácter y la especialidad de su talento le hubieran he-
cho más apto para defender las teorías de los partidos
medios, que para sostener los derechos y ordenar y mo-
derar las tendencias de la democracia.


Como orador, Rivero es más filósofo que político,
más abstracto que especulativo, más ideaIogo que prácti-
co. Por eso es grandilocuente y metafísico, á lo Dono-
so Cortés, abstracto, poético, sentencioso. Correcto en el




324 mVEllO.
lenguaje, ordenado en la forma, intencionado en el fondo,
sus discursos atraen poderosamente la atencion de la cá-
mara y producen una impresion favorable en el audito-
rio. La pronunciacion de este orador, un tanto premiosa,
da en ocasiones mas energía á la frase y más espresion al
pensamiento.


Como muchos oradores que tienen un tema favorito,
una ciencia predilecta, que en algunos constituye una
manía, Rivero tiene tambien la suya: la de hablar de
ra%as, la de esplicar y comparar los sistemas políticos,
los caracteres sociales de los pueblos latinos y anglo-sa-
jones, sacando siempre consecuencias del antagonismo
que entre unos y otros existe, para aplicarlos á la vida y
al gobierno de los partidos españoles.


Partidario y admirador del sistema político de los úl-
timos, lo esplicaba de esta manera:


«Señores: el hecho más elevado, el hecho más culmi-
nante que presentan las nacionalidades anglo-sajonas, ya
sean monarquías, ya sean repúblicas, ya pueblos nuevos,
ó colonias, ya sea la diosa Inglaterra, es este: el recono-
cimiento por el Estado, la consagracion por la ley, el
respeto inviolable por la autoridad de las libertades y de
los derechos individuales. Este hecho es grandísimo, y
este hecho, realizado en todos los pueblos anglo-sajones,
es el que, á pesar de todas nuestras sangrientas revolu-
ciones, no hemos podido aclimatar, asimilar, asegurar en
nuestro sistema de gobierno.


»¿ y que significa ese hecho? ¿Que? significa que la vida
de los pueblos anglo-sajones, aparte de toda constitu-
cion, aparte de toda ley, aparte de todo reglamento,
aparte de toda manifestacion anterior, representa la se-
guridad individual perfectamente garantida, la libertad
absoluta de irilprenta, el derecho de reunion y de asocia-




RIVERO. 325
cíon, la absoluta libertad del sufragio, el jurado para toda
clase de delitos, la descentralizacion administrativa, esto
es, la libertad indi vidual aplicada á la administracion de
los pueblos. II


Ya hemos dicho que el carácter principal del orador
demócrata es el de pensador y de filósofo. Reí aquí de
qué manera esplicaba la mision de los partidos en la 01'-
ganizacion política de las sociedades. «Las grandes re-
formas, las grandes innovaciones, las hacen siempre por
encima de los pueblos, los partidos revolucionarios, á los
cuales pertenezco yo; pero las grandes innovaciones, las
grandes reformas, las grandes conquistas las consolidan
siempre los partidos conservadores, que viven y vivirán
siempre en el seno de las sociedades humanas.»


En su notable discurso en contestacion al de la Coro-
na de 9 de enero de 1863, refiriéndose á la desorganiza-
cion de los partic1os, al fraccionamiento de la cámara y á
la di vision de la mayoría, esclamaba: ((Nosotros no asisti-
mos al engrandecimiento; nosotros no asistimos al pro-
greso del gobierno constitucional; nosotros somos una
especie de griegos del Bajo-Imperio que asistimos á la
decadencia, que asistimos á la muerte de las institucio"'
nes, que se han levantado sobre torrentes de sangre, que
tantas lagrimas y sacrificios han costado á la nacion es-
pañola.


llSeñores: todas las naciones han asistido por lo co-
mun á su decadencia en medio de grandes festines, cu-
biertas de flores y con la risa en los labios. ¡Cosa estraña
é inconcebible, pero verdadera!


nConsultad la historia, ved cómo muere Grecia; en-
tre cortesanos corrompidos, entre grandes festines y con
una risueña literatura, que no presagia muerte sino feli-
cidad y vida.




326 RIVERO.
»¿Cómo muere Roma, la emperadora del mundo? Mue-


re en el circo, muere en las fiestas públicas. ¿Cómo mue-
ren las repúblicas italianas? Vedlas cubiertas de flores
y apurando las copas de los placeres. ¡Solo nosotros nos
cubrimos de luto, solo nosotros nos llenamos de tris-
teza!))


No menos profundo y filosófico se mostraba cuando,
defendiendo la legalidad del partido democrátieo, decia:
~Señores: por mi parte lo declaro con la mano puesta en
mi pecho. No solamente yo no soy partidario de la polí-
tica pesimista, sino que la detesto de todo mi corazon, y
la creo abominable y malvada. Yo no sé si en el meca-
nismo estrecho de nuestra naturaleza, en el árden moral
é intelectual a que estamos sujetos, el bien sale del mal,
la luz de las tinieblas, el contento del dolor; si en esa
mezcla providencial, estraña y confusa del mal y del
bien interviene la mano del cielo, pero nosotros tenemos
reglas de moral inflexibles; nosotros no debemos ir al
bien sino por el bien; nosotros no debemos llegar á una
política liberal, á una política buena, a una política que
concilie todos los intereses, que tolere todas las opinio-
nes, que marche por el camino, por el sendero á que ha
debido llegar la que hoy se sigue, y que no ha llegado
por causas que yo examinaré hoy.


Claro es que; despues de todo, las revoluciones
resuelven la suerte de las sociedades, pero las revolucio-
nes ... " ¡Ah, señores, qué cosa tan grave! De las revo-
luciones, muchos se creen autores, pero la verdad es que
no las hace nadie, absolutamente nadie. Las revolucio-
nes no se hacen, vienen; las revoluciones no son obra de
esta ó de la otra accion particular de un individuo, sino
de la accion entera del país, y están, por decirlo aSÍ, en
la atmósfera. Las revoluciones tienen un gran críterio,




nIVJ!RO. 327
un criterio mucho mas alto en la historia, el criterio úni-
co á que podemos apelar, que es· la necesidad; la necesi-
dad absoluta, que un gran orador francés, Royer-Co-
llar, llamaba ministro de la Providencia, y árbitro de
los destinos de los pueblos y de los reyes.»


Aunque el carácter principal de la oratoria de Rivero
es el razonamien to filosófico, la abstraccion metafísica,
no por eso deja el orador de ser en ocasiones polemista y
declamador, político de lucha y de combate; que es el
carácter mas comun, sino el mas propio de los oradores,
en las asambleas deliberantes.


Combatiendo en ese terreno á la union liberal, anali-
zaba su mision, sus elementos y su razon <le ser, y decía
a los diputados de la mayoría: «pues si no sois un parti-
do, no aspireis á hacer creer al país que porque votais
juntos, vais juntos; yo cono7lco los lazos de vuestra union
y me cubro la cara ele vergüenza por no veros.»


Llamado faccioso en otra ocasion por el ministro Po-
sada Herrera, fundándose para calificarle así en la ile-
galidad de las doctrlnas democraticas que sustentaba, se
defendia el diputado Rivero de tan dura calificacion, es-
clamando:


«¿Soy un faccioso? Si hay aquí algun faccioso, no soy
yo; es quien no quiero nombrar; pero tenga el señor mi-
nistro de la gobernacior:. una seguridad, y es, que este
faccioso siempre presenta su pecho, siempre combate de
frente, nunca presenta la espalda, como tiene por cos-
tumbre hacerlo el señor ministro de la gobernacion.»


Dcspues de un gran alboroto entre los diputados y de
ruidosos aplausos en las tribunas, continuó así el orador
de la democracia:


({¿Soy yo faccioso, señor ministro? pues entonc.es el
reproche no es á mí; entonces la censura es á la mayoría




328 RIVERO.
que permite que un faccioso se siente en este sitio. Seño-
res diputados de la mayoría: si soy un faccioso, si soy un
perturbador, echadme de aquí si os atreveis ..... ¿No me
echais? (Muchos diputados, no, no.) Pues entonces cen-
surais al ministro de la gobernacion.)


Hablando en la sesion de 11 de marzo de 1861 sobre
los asuntos de Italia, pronunció uno de SU8 más notables
discursos, entonado y profundo como todos, lleno de eru-
dicion y talento. Defendiendo en él la soberanía nacional
como la base más firme de los gobiernos constitucionales,
apostrofaba así á los ministros y á los partidarios de la
union liberal.


«¿Por qué cambiais de criterio? ¿Por qué vosotros,
que os decís liberales, aceptais el criterio absolutista?
¡Qué situacion tan lamentable es la vuestra! Decís que
teneis delante el libro de la historia, y sin embargo, no
aprendeis nada; sois un partido condenado á perecer en
la historia, y los partidos condenados á perecer, no
aprenden; mueren.))


Anatematizando la conducta de los hombres públicos,
que olvidan sus compromisos y deberes, cuando suben al
poder, esc1amaba:


«El señor presidente del consejo de ministros debió
tener presente que no podia arrancar de su uniforme los
pedazos que en él traia del programa de Manzanares y
del bienio, sin arrancar pedazos de su honra.))


Pongamos fin á esta biografía con una observacion:
El diputado Rivero, á pesar de sus grandes dotes de
orador, de sus elocuentes y apasionadas defensas de la
democracia española, de sus servicios y padecimientos,
no es hoy el verdadero jefe de la secta democrática, por
lo mismo que esa secta no forma hoy una escuela sino un
partido, y los partidos, que fundan su existencia en la




RIVERO. 329
política de las circunstancias y no en la razon filosófica,
que, como dijimos al principio, se ali mentan de un de-
seo y no de una idea, esos partidos prefieren los tribunos
á los apóstoles, y buscan en la realizacion de ese deseo un
brazo que los guie y no una lengua que los ilustre, quie-
ren un corazon que los inflame y no una cabeza que los
instruya.


Discurso sobre la espedicion de Méjico.


«Señores diputados, la cuestion de que tratamos, la cuestion
objeto de este debate, está, en mi concepLo perfectamente agota-
da. Esta cuestion tiene dos graneles fases, dos grandes puntos de
vista: el punto ele vista diplomático, es decir, de relaciones es-
teriores; el punto de vista politico, es decir, el de gobierno in-
terior, ele accion nuestra, de accion de los partidos, de movi-
miento de los partidos en la política esterior.


)La cueslioll diplomatica ha sido completamente absorbida
por el Sr. Olázaga hasta tal punto, que yo no encuentro, que
creo difícil que se pueda encontrar nada nuovo que decir bajo
este punto de vista. '


»La cuestion política ha sido completamente debatida por el
Sr. Gonzalez Brabo, y aprovecho la ocasion de felicitarle, no
porque S. S. estuviera (llocucnte en su discurso, que lo está
siempre, sino por el fondo de las ideas, por su contenido, por la
política misma que en\ohia su discurso, política que S. S. re-
conocerá que no está, en las tradiciones, en los antecedentes del
partido conservador. Y porque esta poliLica es una gran nove-
dad, y porque eflta política e:i un progreso, porque es un adelan-
tamiento, por ASO le felieito sinceramente como hombre político
primero, y despues por los sentimientos de amistad que me
inspira S. S.


))Porque no me cansaré de decirlo, lo he de repetir una y
otra vez: los partidos revolucionarios, a los cuales pertenezco yo,




330 DISCUIlSO SOBRE
los parlidos innovadores hacen las grandef; conquistas, verifican
los grandes movimiento.;, traen ú los pueblos las mejoras y lo~
progresos que luego consolidan los partido,~ conservadorc~; y por
eso, señores, cada vez que veo al partirlo conservador, cada yez
que veo al Sr. Gonzalez Brabo, genuino órgano de e~e partido,
leyantarse y aceptar, haeCl' suyo cualquier prog\'(~so, creo que es
un gran paso para el país; y romo yo lo que deseo ante todas
cosas es el bien de es~ mismo país, me felicito y felicito al que
lo haga, sea cual fuere; si por fortuna, si dichosamente o:'\to re-
cae en un amigo mio) mi contento es mucho mayor, mi plaeer
es dohle.


»¿Qué he de decir yo en la cueslion ele Méjico despues tIc
agotada en sus dos grande,; fa~es, bajo su aspce,to diplomáti(~o y
hajo su faz política'? Señores, he de eumpli[' con un gran ({eber,
con una ohligar.ion impreseindihle, de la cual nadie absoluta-
mente puede separari;e; y yo al usar de la palabra no podré ha-
cer otra cosa que repelir, y repetir torpemente lo que los señore~
Olózaga y Gonzalez Urabo han dicho ('on tanta eloeuenria. ¿La
cuestion de M(~jico, señore~, es una cuesLion ordinaria? Porque
hace cuatro años que yenimos aquhlisculiendo C1w~tiolles inter-
nacionales; no ha habiflo ningun gran debate político en el cual
no se haya tralado de lo,,; asuntos esteriol'es, ; Pue~ qlH\ ~eiíore~~
¿se olvida la gran cues! ion de :\frica 1 esa guerra empeñada con
lodo el esfuerzo, con todos 105 elementos fin] pueblo español, y
terminada, dígase lo que ~e quiera (los aduladores pa!'an y la
yenlad queda), y terminada tristemente? ¿Ua crecido, ha prospe-
rado en inlluencia nuestra España'? ¿Nos hemos leyanlaclo á los
ojos del estranjero'? ¿Somos mas grandes que lo éramos antes por
haber llevado un gran ejército á .Ürica, con un gran malerial,
por haber adquirido grandes \ictorias, por habel' ohligado á una
paz \entajosa, bajo cierto punto de vista, al empel'ado[' ele Mar-
rUB('os? Xo, señores: algo ha quedado de amargo en el fondo,
algo que deslustra la gloria de nue:.;lt'o valiente ej(\rcito. y e~e
algo, ¿quó es'? Que no.; hemos humilla(lo, que nos hemos entre-
gado á una potencia poderosa «(ue dijo, no Sl~ por qUt', pero el
resultado es que lo dijo, que no debiamos poseer ningun punto




LA ESPEDICIO~ DE MtnCO. 331
permanente en el IitQral del Mediterráneo; y si no dijo eso, dijo
una cosa parecida, una cosa por la cual pudo echarse en cara al
ministro de España algo más todavía, yes, que nosotros nos ha-
biamos humillado ante la Inglaterra en el momento mismo en que
humillábamos al emperador de Marruecos.


))Jla sobrevenido la cueslion de Italia, ese problema de nues-
tro siglo, esa grande agitacion de los tiempos modernos: la Ita-
lia, señores, por la cual sino simpatizan los corazones de los mi-
nistros, simpatizan todos los corazones españoles dignos de lle-
var e¡;;te nombre: no hay absolutamente un hijo de Espafia que
no sienta en Sil corazon grandísimas emociones por la regenera-
don de Italia; por e¡;;a patria italiana, que es des pues de lodo
una gran cosa, que es el elemento más grande que puede
[cller la España para cumplir sus destinos providenciales en
el mundo. ¿ Qué polítka ha tenido el gobierno en Italia? Se-
ñores, ha querido mantener una porcion de Tronos, á ciertos
Heyes, a ciertos Estados. Pues bien: los Reyes, los Estados y
los Tronos que este ministerio queria sostener, han caido hun-
didos en el poI yO , y nada, absolutamente nada de lo que que·
riais se ha conseguido. No habeis logrado más que una cosa:
llevar á Italia el testimonio de vuestra sublime, porque hasta la
sublimidad alcanza, de vuestra sublime impotencia.


Si yo fuera Rey (Risas) (,-eel que hipótesis tan eSlraviada),
desearia para mi soslenimiento una sola condieion, y es que YOS-
otro~ no me mantuviérais. (Rúas.) ~o debe e~citar la risa, seño-
rei', lo que acabo de decir; por el contrario, es muy grave, por-
que ns sabido que la espada de un valiente no basta á mantener
las instituciones; y puesto que hemos \Ísto rodar por el suelo
TI;onos, dinai'tias de monarcas que valían mucho, temed, seño-
res, que estos hombres que llOS han comprometido con su polí-
tica en Italia, no vayan a perder Tronos y dinastías en otros
puntos que no sabemos. Porque ¿quil\n sabe el porvenir más
que mo~?


))E! éxito, señores, no os abona en las cuestiones internacio-
nales. Se trata de la cuestion de África, y poneis por delante el
valor de nuestros soldados, las grandes penurias, los muchos in-




332 DISCURSO SOBRE
convenientes, y dejais á un lado vuestm humillacion ante la In-
glaterra. Cuando se tmla de cuestiones de Italia, hablais de di-
nastías, de enlaces de familia, de altísimo interés; traeis aquí
mujeres desoladas y niños mamantes; echais en la balanza de los
destinos hasla cosas ridículas; pero al cabo feneis algun pretesto,
alguna razono ¿Pero y en Méjico? ¿Os creei~ triunfantes? Seño-
res, debo decirlo con la sinceridad que me caracteriza: yo he
oido hablar dos veces al señor ministro de Estado, y yo, que he
adquirido ya pOI' muchos años de esperiencia, por muchos des-
engaños, por el tiempo que llevo de sentarme en este sitio, el
derecho triste de no asombrarme de nada, me he asombrado de
la ufanía del señor ministro de Estado; y al verle presentar su
grande elucubradon diplomática, decía yo para mí, ¿hemos sa-
lido nosotros triunfantes, hemos salido bien de la cllestion de
Méjico? No, de ninguna manera.


»Hay momentos horrorosos en la vida de las naciones, hay
momentos en los cuales un gobiel'llo puede asociari'le para
ahuyentar los males de la patria, y puede sacrificar hasta la mis-
ma hOlll'a por res[aiiar la sangre de sus heridas, como hizo la
Francia el año 15, y entonces no hay ninglln corazon que no se
asocie á la grande acclon de ese gobierno, Pero le" venla(1 que
nosotros en }[(>jico hayamos alcanzado [riun[o6?


) Yo no conozco en la historia de nuestro país, en la grande
historia de nuestm nacionalidad, un I'evé" tan grande como el
que hemos tenido en Méjico. Sel10res ministro,;, ¿dónde están
nuestras tropas, nuestros soldados? Están en la Uabana, y en-
tretanto los franceses marchan por aquel camino glorioso que
abrieron nuestros antiguos héroes conducidos por Hernan Cortés.
¿Ha sufrido nunca nacion ninguna en el univel'i>o, y lo digo de-
lante de Europa, un reyés que pueda compararse con este? ¡Tan
grande gloria para nuestros anlepasados, y tan triste vergüenza
para nosotros!


)¿ y es esta la política que defendeis, los grandes triunfos que
cantais, las grandes hazañas de que os ufanais?


» El hecho de Méjico es un hecho muy grave, más graye de
lo que cree el señor ministro de Estado: este hecho es un hecho




LA ESPEDICION DE MÉJICO. 333


fundamental, radical, trascendental para nuestra nacionalidad:
y sin embargo, ese hecho no es el principio, es el fin. Ese hecho
eR el resultado de una tri:'lte y desastrosa politica, política que
habia de dar frutos como los que estamos condenados á recoger
v á saborear.


» PenniLidme decir que yo no considero que las naciones en
el mundo existen solo para que sus individuos tengan más ó me-
nos comodidades; no creo nun(~a, ni he creido, ni creeré jamas,
que las grandes nacionalidades existen en el mundo para tener
buenos caminos, para disfrutar de muchos placel'C!';, para vivir
mas regaladamenle; no, seííores; para mí, las nacionalidade~
tienen en el mundo una mision más alta.


)llIemos visto que las naciones no se forman por casualidad;
obedecen en su formacion, en :'iU desemolvimiento, a otras cau-
sas mús primordiales.


» Yo, señores, no pertpnezco á aquellos homhres que á nom-
bre de la humanidad gritan: ¡muera la patria! Para mí, la idea
de la patria es una idea muy grande, y con esta idea se han le-
vantado poderosas nacionalidades; la idea de la pall'Ía no es
solo un alarde de falso orgullo, un aparato de vanidad, no: estos
sentimientos estan muy por debajo de la gran mision que la idea
de patria esta llamada á representar en el mundo.


)lSí, las naeiones tienen una mision que cumplir; y cuando
mas altas se levantan, entonces de una manera providencial lle-
nan su destino y realizan sus fines históricos. Y señores, ¿hay
alguna nacion en la tierra de quien con mayor fundamento pue-
da decirse que ha influido en la suerte de toda5 las demas na-
cionalidades; hay alguna nacíon, señores ministros de España,
como la España?


)lEstamos decaidos, estamos postrados; cierto es; como no lo
es menos que una política, en mi concepto errónea, ha sido la
causa de nuestro abatimiento.


»¿Pues por yentura, en todas partes donde quiera que hay
mares, islas, continentes, no encontramos nuestro nombre, nucs-
tm vida, la sangre de nuestra \ ida, allí derramada por nuestros
antepasados? ¿Ko hemos heredado nuestro nombre, nuestras ar-




334 DISCURSO SOBRI':
mas, nuestra fuerza, nuestra lengua, esa lengua que es la más
grande lengua de las lenguas latinas, no hemos llevado nuestra
religion, nuestra alma y vÍfla por todas parte~?


»)Señores, podrcl llegar el dia en que un gran ealaclismo Re-
pulte á España en la aUllas del Océano; pero aun ese dia quedará
viva España, y su espíritu pel"maneCera incrustado en las cordi-
lleras del nuevo mundo, y su nombre y su memoria serán impe-
recederos en todos los ambitos del universo. (Ruidosos y prulon-.
gados aplausos en (as tribunas y en todos los bancos de la cámara,)


)) Pues bien, señores: esta grande idea, este grande aliento
que os describo, esta hiriendo mi fibra en los aconteeimientos
de Méjico, acontecimientos que no tengo frases para lamentar
bastante, pero que son consecuencia lógica, ineludible de nues-
tra marcha, que son el triste epílogo de nuestra política, de e~a
política falsa en sus }Jases, en sus elementos radicales; de e~a
políLica que casi no tiene nombre. Todas las naciones, Loclos los
gobiernos tienen una política propia, buena ó mala; aquí no te-
nemos ninguna.


»)Por eso yo ensalzaba tanto las palabras que el Sr. Gonzalez
Brabo pronunció ayer, señores: para que yo pueda seguir ade-
lante y estudiar la cuestion tal como yo creo que debe estudiarse,
separándola de toda idea de partido, voy á colocarme delante de
los hechos y á examinarlos con la mas severa imparcialidad.


»)Se ha dicho por un gran político que las naciones de Eul'()-
pa no deben intervenir en los asuntos de las otras. Si por inteJ'-
vencion se entiende la idea de llevar las a1'mas á un país é im-
ponerle la voluntad del invasor, lo comprendo y lo acepLo; mas
si por intervencion se entiende lleval' el alma á los pueblos de
una misma raza, llevarles su nacionalidad, ya no es lo mismo.
Cuando los pueblos se agitan en convulsiones terribles y profun-
das, proscribir toda idea de intervencion equivaldría á consentir
el despedazamiento de la humanidad, y esto, señores, no entra
en el plan divino. del universo.


))Pero la yerdad es que no hay más que dos naciones en Eu-
ropa, y esto es lo más grave de la cuestion, que no hay más que
dos naciones en Europa, que puedan inlC'n enir en los asuntos de




LA ESPEDICION DE liÉJICO. 335
)féjico, que son la Inglaterra y la España. ¿Y por qué, señores?
Porque una y otra nacion tienen allí antececlontes, historia, YÍncu-
los y raza. Penetrad conmigo en "\mérica; vereis cómo en aque-
llo~ paises <Í ~e habla inglés, ú se habla cspañol, ó se habla
cn lo~ d()~ idioma~ á la vez. Cuando investigo la vida íntima del
pueblo, oncuentro la villa anglo-americana igual á la vida anglo-
sajona con su grande espíritu mercantil igual al de Inglater-
ra, su mismo tráfico, sus in;;tituciones democrúticas, sus le-
yes, sus armas, su~ letms, sus ciencias, sus formas. Se vé, pues,
que no hay en América más que dos pueblos que puedan inter-
venir, uno que pertenece ú la raza anglo-sajona, y el otro ú la
latina.


JlVed, señores, lo que está pasando en los Estados-Unidos.
Aquella gTan naeiotl, devorada hoy pOi' la guerra, se ha di deli-
do en dos, y cualquiera t[ue ~ea su destino, serún dos grande~
nacionalidades ó una gran nacionalidad. Pueli bien: ('erca ele e"p
pueblo en guerra, no lejo~, no separado por los mares, casi con-o
liguo il él, tiene la Inglaterra un inmenso territorio, una grande
colonia, (11 Canad~l. La Inglaterra, esa gran madre de esas colo-
nia~, ha llevado á ellas su civilizacion, su prosperidall, su cien-
cia, ~u espíritu: y seiio\'Cs, ¿qw; ha hecho la Inglaterra despues
de su gran falla, de aquella gran falta que hacia deeil' á un
gran ministro, el mejor orador dc su parlamento, que quisiera
haberse muerto el día que se cometió'! ¿.Qué ha hecho la Ingla-
terra? Primero, no mezclarse para nada, absolutamente para
nada, en lo., negocios interiores de la colonia. Presentia la Ingla-
terra, pl'e~entia su gobierno que habia de llegar un dia en que la
Union le habia de disputar el dominio de los mares, que habian
de parecerle estrechas sus costas, y la Inglaterra, que tiene hom-
bres de gran saber, de gl'all taclo político, comprendió que lo
que le con venia era no mezclarse para nada en los asuntos inte-
riores de aquella república, y la ha dejado crecel' y estemlerse
sin limites, hasta el punto de llegar desde la bahía de Hudson
hasta las Califol'llias.


¡¡SUS instiluciones, su comercio, loclo su poder, lejos de per-
judicarle, le dan ,ida, porque yivifica las arterias de su existen-




336 DISCURSO SOBRE
da con sangre de la suya. ¿Y qué ha resultado de esta política?
Una cosa natural: que el clia que se ha conmovido la Union, las
posesiones inglesas han permanecido inconmovibles. Esos gran-
des hombres de Inglatena, lo que han procurado es enlazar es-
lrechamente la vida íntima de la Un ion con la de Inglaterra. Y
en realidad, a los ojos de todo aquel que levanta su criterio so·
bre las nacionalidades, la Inglaterra y la Union no son más que
dos partes de una misma cosa. ¡Ah, señores, qué gran leccion SI)
oS ofrece! ¡Qué gran leccion para todos los pueblos de Europa y
de América! No piensa aquella nacion, como noso!ros, en si po-
dremos sacar muchos miles de duros de j\f(¡jico; no tiene cosLum
bre de traer todos los años algunos millones de sus colonias,
como traemos nosotros de la Habana. Lejos de eso, ha habido
buque inglés que ha llevado 200 millones para (Iolar de caminos
al Canada, y 800 millones para perfeccionar la inslruccion, para
desarrollar su riqueza. Asi, señores, nada tiene de estraño que
aquellos comerciantes derramen su sangre, sus tesoros, su vida
por la prosperidad de la madre patria; así no es estraño que, Ú
pesar de las conmociones que agitan á aquellos paises, no
haya un solo canadés que quiera adherirse á la Union. ¡Qué
gran sistema! De un lado no mezclarse para nada en la vida in-
terior de una gran nacion que se levantaba para rivalizar con In-
glaterra; de otro, todas aquellas colonias constituidas en tal pun-
to de prosperidad que seria un insensato el que pensara hacer
una revolueion con los súbditos del Canada.


llY aqui entra la parte penosa de mi tarea. ¿Hemos hecho
nosotros lo mismo en nuestras relaciones con la América? Y to-
camos á una euestion que a mi me hiere tan en lo vivo, cuanto
que hace quince años que empezaba yo mi humilde vida parla-
mentaria, diciendo en una proposicion que habia llegado el mo-
mento de formular leyes especiales para nuestras posesiones de
Ultramar. Pasaron todos estos años para mí muy llenos de amar-
guras, y no sé espresar cuál ha sido mi satisfaccion al yer que
hombl'cs de la importancia de los Sres, Olózaga y Gonzalez Bra-
bo reclamaban ayer lo que entonces pedia yo. Quill(~e aiios han
sido menestel' para que esta crcencia mia haya pasado á la mente




LA ESPEDlCIO" DE MÉJICO. :~37
r!ü los hombres politicos y se haya convcrtido en una creencia s6-
lida y grande, que ~erú una magnífica e"p(~ranza para nues[ros
11e1'manOs do l'llrarnar. Y aquí es preciso cntrar en la cueslion
en qllc cntraba ayer el srfíor presidente <lnl conscjo dc ministros.
y lohan\ ton tanta mús rranqucza ,cuanto que siompre he COlll-
balido que se arrogue la Corona. no el ministerio, la Corona,
repito, el derccho dc legislar sobro las posesione~ de rItramar.
Esa es una cosa inconcebible. Diré lo (Iue paMa en Inglaterra,
allnque lodo el mundo 10 sabe, ]Jorque e:-\to puede servir de Hor-
ma para las dcrnús naciones. .


JJE! parlamento de Inglaterra dá actas para las colonias: ¿y
qué son aetas de las colonias? \erda(lcras constituciones, El acta
de una colonia cs lllla yerdadera carta en que se estableccn los
podero,.; púhlicos. ¿Por qIH\Z Porque la idea del gobierno inglés
e" siempre la municipal: porque alli la \iela e::; del municipio,
~ donde siempre exi"te el municipio, donrle siempre existen el
jurado y el ShCl'/f electiyo, nace un conjunto de poderes indepen-
dientes do la metr6poli. ¿Independientes en ab~oluto'? Xo; eso no
puede enlrar en el si~lema eolonial inglés; tienen sus limitaeio-
nes; pero el hee!lo es ({UU se ha Yi~to muehas ,ece,~ al parlamen-
to del Canada en oposicion con el gobel'llador, que han interveni-
do la metrópoli y el consejo ele la Reina con un gran principio
de justicia y de equidad, hasta el punto de que la::; soluciones han
sido siempre ¡mcílicas, y cuando aquí hubieran dacio quizás oJ'Í-
gen a mil eonflidos, allí ha hastado para orillarlos un decreto de
S. M. Pero nosotros no queremos dotar, y esta es la yerdad, de
instiluciolle~ representativas á nuestras colonias, á nuestras pose-
siones de Ultramar, á lo que llamamos nuestras provincias de Ul-
tl;amar, aunque no tengan la misma legislacion ni las mismas ga-
ranLlas; no oh~lallle que ('uando se ha vertido nuestra sangre pa-
ra conquistal' la libertad, ha sido á no dudarlo para conquistar
la de todos los españoles. No encuentro raZOll alguna que justifi-
que el legislar pOI' decretos en las posesiones de Lltramar; ó que-
remos tener aquellas posesiones sólidamente constituidas ó no;
ó quereis darles instiluciones ]'epre~entathas ó no.


))Si no quereis mall que sustituir pura y simplemente con un
TOMO IV. 22




338 DISCURSO SOBRE
régimen nuevo el anliguo, que venga aquí solemnemente el go-
bierno al parlamento español a proponer esas modificaciones: de
otro modo, sucederá que nuestras Illal llamadas pro\ incias de [1-
tramar se encontrarán con el mismo régimen que lenian hace
doscientos añofl. Ya sé que se han hecho algunas mudanzas: pero
¿no es verdad que lo que hay allí es un gobierno militar? ¿No es
verdad que lo que hay allí es un gobierno excepdonal? ¿Pues no
tengo delante de mí al señor presidente del consejo de ministros
que ha sido capilan general de Cuba? ¿Cómo gobernó allí? COlllO
gobernarim todOfl los demás, con facultades absolutas; porque alli
el gobierno esta montado bajo el sistema mililar: y cuidado, que
cuando digo que el gobierno está montado bajo el :-;islema militar,
no quiero indicar que se haya establecido la desigualdad i\Titanlu
de otros gobiernos; al contrario. Si habia capitan general en la
isla de Cuba, es porque lo teniamos en Andalucía; :si habia acuer-
do en la audiencia ele Méjico, es porque habia acueJ'(]o en la
i1udiencia de Serilla; en una palabra, lodas nueslras institucio-
nes las hemos trasportado a las posesiones de Fltramar. La hililo-
ria eslá ahí para hacer ju",;ticia; todos los ¡ ..wbiernos de Europa
han tenido en América un régimen exccptional; solo ú nos-
otros nos ha sido dado llevar a la América nuestra vida admi-
nistrativa y judieial, hasta el punto de que ha hahitlo momcp-
los en que ha podido un individuo salir de :'IIadrid, recorrer I
Américas, yoher a SeYilla, y no haber dejado ele pasar por el
mbmlO sistema de audiencias y de t.:apitanías generales. Esle he-
cho es nuevo, insólito en la Yida de la humanidad entera.


))Pero el caso es que aquellos países se han emancipado de
nuestra dominacion, y que en ellos ha habido aconlecimientos tris-
tes. Ha habido una época de perturbacion moral: aquellos pai-
~es se han emancipado, y no ha acaecido con ellos lo que le ha
pasado á la Gl'an Bretaña con sus posesiones (le nueva Inglater-
ra. No~ alli no se ha levantado una gran nacion que amenace
dominar y eclipsar a la metrópoli; alli ha sueediclo una cosa en-
teramente distinta, y que parece que indica que la mision del
antiguo continente e.~ consenar siempre su ascendiente suore
aquellos pueblos; alli se han levantado Estados pequeños y




LA ESPIlDICroN DE MÉJICO. 339
han ocurrido hechos acr.rca de los cuales no quiero discutir por-
que no entra en mi propá¡;ito. El Sr. Olózaga me ha precedido en
esto y ha dicho lo (Iue de seguro hahrá quedado profundamente
impre~o en el únimo de I()~ sei10res diputados; pero de tocIos mo-
dos, es eyicIente que la Europa como la América tienden cons-
!anlcmenlc á la abolidon de los poderci' hereditarios y perma-
nentns, porque a~í la Europa romo la América \~(lll marchando
húcia el establecimiento de los podere~ electivos. La eJeccion es la
forma de la legitimidad dí' los po(leres constituidos.


llAsí es que las repúblira,; de 1mérica no han alranzado con
la repúbliea la libertad, porque las palabras república y libertad
no son palabras sinónilllas, como no lo son tampoco las palabras
monarquía ~ (¡rden. Tomemo~ las cosas como son en sí; hablemos
de ellas á manera de hombres que empiezan á encanecer y que
tienen esperiencia de los sucesos. Repúhlica y lihertad no son si-
nónimos, como no lo ~on tatll poco monarquia y ónlen ¿Y por qué?
Porque la libertad es preci~o definirla con propiedad; y segun yo
la he drt1nido en otras ocasiones, ¿qué es <la libertad? La libertad
es la libertad, no e~ otra cosa. Alli donde hay derechos imlivi-
duales, alli donde el individuo tiene la autonomía que le per-
tenece, allí donde puede pensar, hablar y escribir de tal mane-
ra que su pensamiento, que su palabra, que sus escritos no es-
torhen ni contrarien el pensamiento, la libel'tad, la palabra, la
aeeioIl de los demás, allí hay liberlad. Dadme un gobierno que
se llame absoluto con derechos individuales, y allí estanl la li-
bertad.


J) Dadme repúblicas como las de América, en las cuales se le-
vanta un poder para degollal\ para destruir, para aniquilar al
partido veneido, haciendo este lo mismo con aquel cuando vuelve
á dominar, y tendremos la más alroz, la más violenta de todas las
tiranias. Sí, ~eñores diputados, todos sabemos lo que es libertad,
hemos sufrido muchos sinsabores, hemos derramado mucha san-
¡rre para obtenerla, y si no supiéramos lo que era libertad, seria-
mos indignos de merecerla. En América se han ('onstituido repú-
hlicas porque esta era la forma de gobierno inseparable del esta-
do de aquellos paises; han aceptado algunas veces la dictadura,




340 DISCURSO SOllRE
pero la monarquia era para ellos un recuerdo, al cual no querian
volvcr siquicra los ojos.


»)Y aquí voy á hacer notar un hecho sobre el cual quiero Ha--
mar la atencion del congreso. ;,Cuál es el elemcnto fundamental,
el obstáculo que ha habido para que las n~públieas hispano-ame-
ricanas, y sobre todo 1Iéjico, puedan consolidarse? El gran elemen-
to de disco['(lia es la raza india. Allí existe la raza india, y esto no
puede negarse, viniendo á destruir esas grandes d~clall1aeiones,
con las cuales se ha querido empañar la magnífica epopeya de
llIW:itros mayores. ¿\o se deeÍa que nosotl'o~ al contlui~tal' e,;e
país matábamos á las razas indigenas? ¿~o se ha querido oscuw-
c~r la gloria de nuestra grande empresa, dicien(lo que los eon-
quistadores de aqucllos países mataron toda~ las razas que hahia
en aquel territorio?


»Pues hien: yo me dirijo á vosotros, yo os pregunto: ¿(Mnde
están las grandes razas que ocupaban el Canadá? ¿D6n(le estúlI
e~a~ razas que poblahan otros territorios de América'! ¿Dónde es-
t{m? Ni aun la lengua ha qumlado: todas han pcrecido. Esas ra-
zas han desapareci(lo bajo la raza anglo-~ajona, y lIosotros hemos
recogido la que habia ('l1 nuestros terrilorios: y hoy las razas in-
dígenas viven, son poderosas, y serán con el tiempo libres como
nosotros. Si en estos hechos hay gloria, es <le las g-rnArat:iolle~ pa-
sadas, que en esta parte n()~ han impuesto grandes debnr(~s. l\'o~­
otros no podemos renunciar ú nuestra int1uenda en Amóriea.
Aquellas repúblicas Yi ven nuestra y-ida, tienen nuestra lengua,
sus leres son las nuestras, nuestra ei vilizaeioIl es la suya: y te-
niendo en tuenta el hetho que acabo de indicar, pregunto á los
señores diputados: ¿cuál es la nacion que hoy tiene en el mundo
la altísima, la emidiable mision de ser la protectora y hasta la
providencia de aquella república? La España. Es necesario, se-
ñor'e=-, que en Amériea acostumbremos á los que son de origen
Aspañol, á que se eonformell á vivir con lo:'> que son de la raza
indiana. Es necesario que no les llevemos elementos de pertur-
badon.


» Es menester que no llevemos á aquellas pohlaciones cL'-
mentos de division intestina, sino el medio de consolidarlas. E"




LA ESPEDIClON DE MÉJICO. 341


menester quo anto la influencia norto-americana que amenaza in-
vadir aquel pueblo, 110\ emos la nuestra, y procuremos la conser-
ncion ele todas su~ tradiciones históricas, que son las Ilue~[ra~.
Es melle~ter que seamos en lodas partes, en todas las esferas de
la política, en todas las esferas de la ,ieJa los protectores, los
tutores, en cuanto los naturales lo a(~epten, de aquellas repúblieas
de América; porque si algo hacernos por 01108, lo hacernos por
nuestros hijos; aUlll{Ue ellwneipados, y más bien que por nues-
tros hijos; pbr nuestros hermanos. Ahora hien: yo pregunto, se-
ñores, y lo pregunto de buena fé, yo pregunto á los partidos que
han c!olllina(lo en nuestra patria durante treinta años: ¿hemos
hecho eso nn América? Y para no abrazar una tan grande esfera
de puehlos, diré; ¿hemos hecho nosotros en Méjico lo que debÍa-
mos hacer'!


))Seiíores, en M(\jieo, como en todas lall repúblicas ame rica
nas, hay dos grandes razas; la raza india, la raza indígena, qlW
lo ha destruido todo; y la raza española 1 que ha consonado la
política católiea; y esto lo digo muy aIlo para que sea la grande
esperanza de aquel puehlo; porque los pueblos protestante:, han
de~truido y aniquilado la raza india, mientras que los pueblos
calMicos la han con~el'\ado Ínlegra. E"la raza india que bema s
cons('nado, esta raza forma el elemento, que puede llamarse de-
mocrittico, de los antiguos Estados de América.


)) y yo digo francamente, señores: ¿no debíamos amparar este
elemento, si ('il la leIllleneia de aquel país, si aquel paí6 no liene
hi~toria, si como decia muy hien el Sr. Olózaga 1 la monarquía ha
nacido en Europa de las ínstitucione~ aristocráticas? Verdad e~
que la monanluÍa ha sido una institueion saludable en Europa,
sí; yo que no soy monúrquic,o, lo confieso; y la monarquía ha
tenido ~u ('poca. Ahora comienza a declinar, aunque es siempre
una institucion importante, porque representa cierto género de
adelantamiento en los pueblos de Europa.


))¿Qué hubiera sido ele nosotros si aqunllo:-; señores fe1Hlales
encastillados en sus dominios hubieran consenado su poder'! Si
hubieran continuado en posesion de sus prhilc¡:;ios y ele sus cas-
tillos, que tantas iniquidades encubrían, ¿qué hubiera sido de




342 DISCURSO SOBRE
nosotros? El Sr. Olózaga que estaba ahí en este lado, el Sr. Gon-
zalez Drabo, que está ahí en e;.;e otro ..... serian sien o.~ de la
gle,a. Cuidarlo, seilores, (Iue ('slo es mu \~ cierto; oh~eJ'\ a<1 cómo
se elevan e~tas grandes eminen('ia~. e~tos grandes hombres, y
vel'eis lo que !w hedlO la monarquía. Es necesario tambien que
la democracia, pue:-;to <lile yo puedo hablar de la democr(lcia,
haga lo mi~n\O: es n()c(~sario que tenga en cuenta los clemento~
de nuestra soeiedad, los tiempo, que nos han precedido. los ¡.!Tan-
de~ hechos d(~ la historia. Es necesario que aprenda á ser justa
y tolerante: ella, que busca un porvenir y que \a conqui~taIÍdo
terrello, es menester (Iue sepa respetarlas conquislas realizadas.


»Pues bien: ¿qué debiamos nosotros hacer con pueblos repu-
blicanos, con los cuaks nos encontramos en una siluacion, qll(~
hacia nece~ario, ill(li~pensahle, imprescindible (;onserrar allí:-:i-
lllOS intere~es, no de comercio, no de industria, no in tere:;e~
materiales, sino interews morales y polilicos'! ¿Qué? No mezclar-
nos jamús en sus divisiones intestinas, no fomenlar nunca las
e~;dsiones, las contradicciones, la anlítesi~ cntre la raza ei'pañola
y la raza americana; que yieran nuestra polílica, qU(~ ,irran nlle.-
Ira influencia, nuestras armas, no para amenazarl()~, ~ino para
darles medios de protoccion. Qlle frente ú frente de la Europa IlO~
miren rllerte~, porque yo no tengo ese miedo que li(>l1e el ~error
ministro de Estado, de oponel' nue>ilras arllla~ Ú la8 de Francia,
cualquiera que fuese la ocasiono


»¿Hemo:s he(;ho no~olros eso en América? Seiiores, hemos he-
cho todo lo contrario. p(lreee que la fatalidad, paree e que el gc;-
nio elel lIIal ha g·uiado nuestra politica con las repúblicas hbpallo-
americana~.


)JHay, como he dicho anles, en Méjico un partido que se llama
e~pañ()l, y que por desgracia no coadyuva á la política, que nues-
tros inlerese:'i re(~larnan en aqllella república. No~olros podríamos
decir ¡t ese partido: «(~o, no hay partido español en ~Iéjico; en
»Méjico no debe haber mús que partido mejicano; cuando os Ila-
»mais españolr~, siendo lIlejic(lnos, sois tl'airlorcs Ú nuestra pa-
))tria.)) ¡Partido español! ~o conozco en Méjico un partido mús
contrario a los intereses de España que el partido español de jIé-




LA ESPEDlCION DE MÉJICO. 343
jieo; no conozco un partido más opuesto á los intereses de la
metrópoli 1 que aquel partido español; no conozco otro partido
más fune~lo para la inlluencia de nuestro país en aquella repú-
blica, filIO el partido español de :\f(\jico. Sí, señores, hay que ser
enérgico" y clecir las cosas por sus nombres: porque hemos llega-
do á un grado tal de desgracia en Méjico, que todos los españoles,
que todos los hombres de partido 1 cualesquiera que sean nuestras
opiniones, debemos contribuir á que tenga aquel pai~ una política
lija y permanente. ¿lIemos hecho eso, señores? ~o; hemos hecho
to(lo lo contrario; examinad, Ileñores, todas nllestra~ relaciones
con :\f{~.iicol y \ereis qW\ nuestra politica ha sido contradictoria,
antitética de nue:-\tros intereses. Si yo quisiera resumir nuestra
política con W~.ii(:o, lo haria en dos palabras: alentar el partido
que se llama allí español, y cooperar al e,;lablecimiento de ulla
monarquia; esa es nuestra política.


))Y nMe,;e e,;lo bien; la monarquía para los actuale'l pueblos
J.\ AmórÍCa es la antigua monarquía, es el (lespotismo; no e~ la


JlIonarqllia que nosotro,; conocemos, sino la monarquia absoluta 1
la monarquía de dereeho di\ino, aquella monarquía qUD no existo
hoy ni aun on Turquía. Puos esa lIlonarquía, quo tenia 200 millo-
ne~ do duro~ en ~J(·.iico para quo no la sinicran do nada, e~a mo-
narquía do absol'cion, osa monarquía que todo lo abwrbia y nada
dnjaha á sus súb(lito,;, e,;a monarquía es la que l'el)l'osenta allí el
partido español.


))No hay una rpoca de nuo,;lras disPl1sioncs eon Méjico on la
quc no hayamo,; enlendido de esa manera la polítiea que debía
~egnir K'paila. Cuando ha estado on el mando el partido consCI'-
yado]', que se llama espaiiol, hemos celehrado tratados, que yo por
'lü parle redlazo, porque son ignominio~os para el quo los hace y
para el que los a(\epta: y cuando ha habido un gohierno que po-
demos llamar democrático, la España ha hecho lo posible por
mostrar su antipatía, por manife:'tar su disgusto, por hacer sus
rnelamaciones más tÍ menos fuertemente. Jgobiar á una república
empobreeirla, aumentar sus disen~iones domésticas; esta ha sido
la política de EspalÍa con los mejicanos.


)) y ahora, señores diputados, que ,eis los procedentes que




344 l>ISCURSO SOBRE


hemos sentado en Méjico, ¿podeis admiraros de nuestra situacion
en la actualidad? Sembramos vientos, y hemos recogido tempes-
tades; no hahia otro remedio. Y para que no se diga que declamo,
y para deseemler un momento á la categoría de lo~ hedlOs y á la
cuestion política, ,o~" ú tomar la cucstion de Mójico durante la
uominacion de la union liberal, durante el periodo en que EspaIia
ha tenido la fortuna de estar regida en ws relaciones esteJ'iol'('s
por un Illini~tro, que si no es hábil, que lo es, que ~i no es im-
porlante, (/ue lo es, tiene al menos la dicha increible de alegrarse
de iodo, de estal' ufano de ~u" ados, de sor, digámoslo a~í, el
maese Panglós de la union liheral. (Risas.) S. S. está en ellllc--
jor ele los mundos posibles; S. S. además ('8 el mejor minis-
tro de todos los ministros ..... Ko; me hacen ulla advertencia que
me obliga á pronunciar algunas palabras. Cuanto yo diga al se-
ñor ministro de Estarlo es un ataque á su lleI'son(llidad en la
direccion de los negocios. S. S. es un antiguo amigo mio, ú quien
yo re,;peto y respetaré siempre; pero el señor ministro de Estado
es muy mal ministro de Estado, siquiera f'ea Illuy bucn amigo.
))~uestras disensiones con Méjico comienzall por el tralado


de 181:3. Xótese hien que la diferencia que yo estahlezco entre la
política 'que debiamos seguir allí, y la que hemos segui(lo, os
que la España <lohia emplear torios los medios, debia hacer lodo
gl'nero de ¡o;aeriHcios, debia con~agl'al' todos ~us ('~fue)'zos, hater
cuanto nstuviera ú su alcance po]' tener aquellos pueblos en gran-
de prosperidad, de tal manera, (IUO la ,ida (fllO consumieron las
I'eroluciones de la emanei paeion, renaciese más fuertc, mas, igo-
rosa, mits esplendente que nunca. Porque si hubiéramos seguido
en Amél'iea la politica que os digo, desde Yuca tan ha~ta Palago-
nia estarían aqucllos puehlos tan íntimamentn unidos il España,
que no se tocarla á su ,ida sin que se /'cilintiera profundamente
la de España.


))PUOS vamos á ver clÍmo comienzan nuestras disensiones con
Méjico. La causa de ellas ha sido siempm una cueslion de (line-
ro. Se hace el tratado dt) 18H. ¿Con quién sc hacc? Con el ge-
neral Santana: arreglo malo, lllaliliimo, que lenia entre otros el
inconveniente de que el presidente que le hacia no Lenia faculla-




LA ESPEDlCJON DE MÉJICO. 345
dc~ para haccrlc 1 ¡me:< aunque cra (Hctarlor, lo era con cicr-
tas condicioncs. Se hace este tratado, ¿para qué? Para que 2 ó 3
IÍ 'le millones de duro~ 8e introdujeran allí fraudulentamente, para
enrir¡ucr:(~r á familia" que se llaman españolas, que Heyan un
nombre e~pañol, que lo tienen por un grande honor, y que si
se llamaran cafres, á mí me gustaria mucho más. ESt05 españo-
les, señores, son los agioli~tas, son los que perjudican más á la
repúbliea de Mújieo. Ha pasallo el tiempo, y ha ,enido un pre-
~idellte (Iue ha dicho: ese tratado cs imposible; ti(~ne muchos
defectos; yo de ninguna manera puedo realizarle. Y nosotros, ¿qué
hemos contestado á e~t()? lIemos contcstado con buques, con amc-
naza~> SelÍoms, ¡nosolros cnüar buquesl ¡Nosotros emiar armas!
j~osolros, que tenemos tan grandes ascendientes, los ascendien-
te,; de la lengua, de las tradiciones, ele las leyes, de las lctras, de
los escritores, porque sepan los escritores españoles que todo cuan-
to se escribe én España se lee allí, y que muchos de ellos son más
conocidos, ticncn más nombre en aquellas apartadas regiones que
cn su palria; nosotros, que tcniamos tantos ascendientcs morales,
hemos ido ú f~nyiar buques á V('l'acruz!


)) Un ministro dc España cn aquel país, del cual no pucdo
hablar sino refiriéndome á sus aclos, porque es amigo mio, creyó
rOll\cnicnle, y yo juzgo que cs la primera vez que hemos seguido
una poHLiea bien t'ntünrlida y digna y propia de nuestra grande-
za, crevó con venienlo retirar los buques, reli rar aquclla amcnaza
inútil y perniciosa, hacer justicia al gobierno de Méjico y otor-
gar]!) lodas las condiciones propias de un gobierno libre é indc-
pendicnte: porque es preciso rcconocer quC' no hay gobierno al-
guno en el mundo que quiera humillarse como nosotros preten-
dernos hUlllillar al gobierno de ~réjico. Pues aquel tratado no fué
aceptado, se desaprobó; y hé aquí lo que ha acontecido.


» rna grande perturbacion, de las qUt~ son tan comunes en
aquella rcpública, hizo que el presidente wrdadero, el presidente
por la eonslilueion y por el ,oto de los mejicanos tmiera que huir
de la (~<ljlital; y refugiarse en Veracruz; un presidente usurpa-
dor ocupó el mando; y las cosas pasaron de tal mancra, que
ciertos ministros de Europa al presidente que estaba en la ea-




346 DISCURSO SOBRE
pital le l'econocian por presidente, es decir, presentaron sus ol'e-
deneiales, lo cual se sabe que equhale á reconocer el hedLO,
mientras que los E~tados-Unidos, tan SBveros en estas cuestiones
constitucionale:l, rcconocieron al presidente que estaba en Vera-
cruz. Ocasion muy buena fué esta, seiíores, para que el partido
llamado espailol en )Iéjico, para que ese partido altamenle anti-
patriótico, traidor á su patria, ú JIéjico, negoeial'a en Europa; ¿para
qué"? Para hacer un tl'ata(lo con España. ¿Y quién le hacia? El
presidente que estaba en Méjico; esto cs, quicn no tenia autori-
dad, quien usaba de un derecho que no le concedia la constitu-
eion del pais. Enloll(~es se verificó el tratado Mon-Almonte.


» Yo siento mucho que el nombre dcl seITor presirlcnle tic la
cámara yaya unido á este tratado; S. S. era embajador en París,
y esLoy seguro que no hará suro el tratado, porque los minislros
plenipoLeIH'iarios llacen lo que las instrucciones de sus gobiernos
les mandan; esa es la misioll de los embajadores.


»1'a lo slÍ, trataba S. S. con el general AlmonLe, ¡con el ge-
neral Almonle, que hoy lleva en brazos ei'tranjeros la ruina y la
traicion á su p,ltria! ¿Qué hahia de hacer el general Allllonle, qué
hahia de hacer delante del SI'. }[on mús que sacrificar los inLo-
roses y la honra de su patria como las sacriiieó vil y traidora-
mente? 'tás, ¿qué he de decir ya del general Almoule deSjHWS de
lo que un ilustre orador, porlJue Dios le ha heelLO \aliellle y le ha
dotado con el don de la palabra, ha dicho en la otra cámara"? Pue~
qué, aunque yo haya lomado sobre mi la responsabilidad de oon-
llenar ese tralado, esponiéndoIlle á acusaciones de antipall'iolis-
mo, miserables hablillas de que me euro poco, porque mi loyita,
muy limpia de toda mancha y de locla eontlecoraeion me pone ú
cubierto de e~as murmuraciones, ¿he podido yo emplear pala--
bras tan fuertes, calineaciones tan duras como las que luyo el
conde de Heas para condenar ese tratado?


)JApenas celebrado esle tratado para fortalecer á aquel gobier-
no que no tenia otro apoyo que el de una minoría faeeiosa, ]Jor-
que minoría facciosa era la que mandaba en Méjic~o, para aere-
centar su influencia y su importancia con el nombre c~pañol, el
gobiel'Ilo mandaba á aq llella minoría una de las perSOlltb más




LA ESPEDICION DE IIIÉJICO. 347
importantes del pais, al SI'. Pacheeo, presidente que habia sido
del consejo de ministros, ministro de Estado, embajador en In-
glaterra, embajador en Homa, fiscal del tribunal supremo Je
justicia; toda~ las circunstancias que pueden rodear á un hombro
importante rodeaban al SI'. Pacheeo, y todas ellas merecidas en
verdad; no hay un hombre en E~paiía que haya llegado á tan altos
puestos por mérilo~ lilas reconocidos, por el verdadero ascen-
diente del talenlo, tic la palabra, de los escritos. Pues lanta altu-
ra como he dado ú ese mi dignisimo amigo, no basló para eritar
el que produjera una polilica desaslrosa en }J('jico: pues la ve\'-
dad es que el SI'. Pacheco ha hecho todo lo contrario de lo que
exigian los intereses españoles en aquella república. Apenas lle-
gado allí, se pone en relacion con un gobierno usurpador, que
segun la constilucÍon mejieana, era usurpador y ,iolaba los punlos
fundamenlales de la constltueion de c\Jejico, y Juarez que no era
militar, que era presidente del tribunal supremo, era el llamado
por la tOnstituCÍon á la presidencia. Pues bien: este gobierno que
IlO tenia mús apoyo que la conslitucion del Estado, más fuerza que
su deredlO, ayanzaha sohre Méjico, lIenHlo en alas de los pueblos.
»Enlollce~ preci~amente se le antojó ú nuestro embajador


presentar sus credenciales ú Miramon; entonces le dice que es un
gran \la: ricio, un gran general, y hace todo lo Jlo~ible para que
110 caiga; y cuando no quedaba en 'Iéjico ningun diplomático
que representara á Europa, estaba allí el Sr. Pacheco para
acompañar ú 'iil'amon en "u caida, ya que no habia podido man-
tenerlo en el poder. ¿Es renlad esto, st'ñor ministro de Etilado?
Si; es una [ri,.,te ,erdad que yo no tengo mús remedio que confe-
~ar, por mús que el Sr. Pacheco sea muy amigo mio, porque es-
las cuesliones exigen que toda la ,erdad se diga. Si Miramon
eay<!, rllé porque no pudo impedirlo el ell1bajador de España; ú
costa de tiU misma sangre lo hubiera impedido; hizo cuantos es-
fll()i'ZO~ sn pUl\dcn hacer; esfuerzo,.; de accion, diplomúticos, per-
I'0I1aI06, I1wdiaciones, di:;iCurSOS, su talento, su elocuencia, su pa-
labra, tocio cuanto vale y tocio cuanto puede, que ,ale y puede
mucho, de todos ('SOS recursos usó el SI'. Pa.eheco para que uo
ca yese }Iiramoll, v sin embargo cayó.




348 DISCURSO SOBRE
"Scl1ol'es, quo Re ponga el congreso en el lugar do un go-


hierno quP \a avanzando á toda costa. quo llega á W'jico y se
eucu('nlra (Iue no hay ningun embajador sino el embajador de
España, 01 cual ha hecho lo posihle con actos manifie~los en fa-
vo!' del gobierno caido. ;QUl' otra cosa fieno que hacer, qué me-
nos puede hacer que echarle! Yo no encuentro que podia tomar
otro camino; apelo il vosotroR mismoi'; formad un gohierno que
lleve el nombre de tal, que i'e encuentre ('n las condiciones más
normales, y que venga un emhajador de cualquier potencia que
sea, no solo á conspirar, sino hasta á hacer manifestaciones pú-
blicas en contra do eso gobierno. ¿Qué haríais rnlonees roso Iros?
¿Pues que un gobierno del cual yo era ael \ersario, contra el
cual yo me insurreccioné, el gobierno de 181:8, no hizo salir de
España á mis ter Buhrer, embajador dn una de las mús grandes
potencias del mundo, por la sola razon aparente, que yo no sé si
era verdad ó mentira, pero únicamente por creerse que era un
elemento de perturbacion para Espal1a, y se nnlendió que ora un
elemento de perturbacion, a causa de que protegía á los que
atacahan ú mano armada al gohierno? ¿,Y CÓJIlO obró aquella ~i­
tuacion? Le puso el pasaporte en la mano, y en el [('1'111 i no ele
veinticuatro horas ohligó ú marchar al embajador ingl¡'·" de Ma-
drid. ¡.Y qué hizo en lnglalerra elminbtro de relaciones e,:(erio-
res, que es basiante ¡¡HiH)? Se enfadó mucho, se celehraron
meetings; pero el pueblo inglrs que sabe rr::']lclar la dignidad
de los demás gobiernos, no hizo aprecio de las quejas de lord
Palmerston y siguió impasible, y ni una demostracion ~iquiera
se llevó ú cabo, y se arregló diplomáticamente aquel asunto, y
nada hubo.


» El gobierno español salió triunfante, y el gobierno inglé~
tuvo precision de acomodarse á los hechos ocurridos, porque
creyó que debia suceder aSÍ, en razon de los intereses mismos
que representaha en la gobernacion del Estado.


)A rancemos más en nuestra marcha re:-.pecto ú la cueslioIl
de Méjico. Entra un gobierno) y entra por la fuerza de las ar-
mas, por las perturhadones de los i'UCC'sos. ¿Pues qué, señores,
somos nosotros tan felices que no sepamos apreciar lo (IUC pasa




LA ESPKD1ClO;II DE l\1ÉJICO. 349
en aquellos pueblos de apartados climas? ¿Pue:-i qll(~ no"olro..;,
pueblos ocasionados como somos il una reyolueion cada diez años
y á una f(~a('eion cada dos, no hemos de apreciar todo lo (Iue
pasa en los pueblos que han permanecido en una larga alterna-
ti \a dn di~lurbi()s r de desgraciada exi:-;Lencia? ¿Es posible que
nosotros no i'epalllos res peLar las de"gl'aeia~ de otros, cuando
tantas hemos alcanzado en nu('stros tiempos? Entra un gobierno
en Méjico que se habia apoderado de aquel territorio, conquis-
tando provincia por proYincia, apurando todos los recursos, apu·
rando todos los medios, apurando todo~ los elementos que el Ya-
101' de los pueblos le proporeÍonaban. (~y cfímo se encontró, seño-
res, ese gobiemo á su entrada en la capital? Pues se encontró
falto de lo mas necesario, por no decir que carecía de todo, y
que con nada, ab,;olutamente con nada podia contar. Y en e~te
Illomento comenzamo,; a hacer las ree1amaciones; entonces es
cuando nosotros pedíamo~ no S(' qué co~;a, siempro dinero; por-
que a ese pueblo desgraciado que no tiene dinero, lo" espafioles
que le,; hemo~ dado tantas cosas que yalen mili' (Iue dinero, di-
nero solo In pedimo:" y no le pedimos que nos c1eruelva nada de
las glorias que allí lleyamos.


¡)lIay redamacioncs de dinero; se reunen las cámara1l, y en-
cuentran que no Jlueden pagar, y suspeIHlen el pago y los intc-
re . ;ps por dos años. 011'0 atentado. ¡Atentado muy grande! cla-
man en seguida aquí. ;Qw; atentado tan grande: ¡Suspender por
dos años el pago de los intereses de la deuda y acordar esta sus~­
peIlsion los cuerpos colegil"ladores! A haber acaecido sin PI
acuerdo de los cuerpos colegislac1ores, no hubiera habido aten-
tado. ,\(:ordado esto por los euel'pos colegisladores, jes un gran
atentado!


JJY pregunto yo: ¿pagamos nosotros durante la guerra civil?
1\'0, y sin embargo la Europa ha sido justa entonces con nos-
otros; despues, no~otros hemos sido injustos con pueblos que son
nuestros hermano.;, y cuando se encuentran en una gran pertur-
bacion ramos n080t1'0'; á pedir el pago de los intereses de la deu-
da, y sc envia un embajador á esto propósito.


¡¡Sin cmbal'g-o, C6!OS minisíros son una contradiccion perpé-




350 DISCURSO SOBR E


tua; dos di as la elocuencia infatigable del señor ministro de Es-
tado se ocupa de discutir con el Sr. Pacheco en el senarlo, y el
SI'. Pacheco se ocupa de las relaciones con Méjico, donde se le en-
via de embajador; ¿para qué? Para fl,igir, s()Jlore,-, lo que no ~c
exige nunca a un particular.


)lEl gobierno de ~'\éjico espulsó, no al embajaclor. sino al par-
ticular que apoyaba un gobierno caido, y por ('onsiguienle era
incompatible eon la tranquilidad de la capital de )féjieo.


»Pero en fin, cn el tratado Mon-Almonte se fija el pago de lo~
intereses y ac1emús se resuelve la cuestion mús graye, el Imulo
\crdaderamente fundamental, que es el relatiyo á la rida, la
propiedad y la seguridad de nuestros hermanos rn M('.jico, el
procurar que los súhditos españoles que estún allí Sl~ hallen ú
salyo, y que el gohierno M garantías de que "erún respetados.


»Señores, que se procure garantizar el re~peto á la propiedad
y ú la seguridad ele nue;;tros hermanos es muy laudable: pero
tl'alúndose (le este )Junto se ha hecho muchas yeees caso de una
poreion de rumores ó de exageraciones que han desfigurado la
verdad.


»Cuando ha habido asesinato~ y se \¡éll1 pl'obmlo, el gobierno
m(ljicano ha condenado á la pena capital á los que han cometido
esos asesinatos. ¿Qué más quereis de un gobierno? ¡,Podeis e,i-
tal' yosotros que en un momento ele l'eyolueion un grupo mate y
asesine? No, no podeis e,'itarIo; por consiguiente, no deheis exi-
gir responsabilidad por eso al gobiel'TIo que no ha podido evi-
tarlo.


»Pero prosigamos. ¿Qué es lo (Iue ha pasado despue,;; de lo~:
preliminares de la Soledad'? ¿Qué le decian al conde do Heu~? QUl'
so habian cometido aS(lsinatos contra los fl'all('('ses; y deda el
conde do Reus; pues si eso ha pasado, yo no lo sé; lo ('ual en
huenas palahras quiere decir que ora una disculpa pretestada para
eontinuar los franceses en marcha sobre M(~.iieo.


)lCuando se prueban estos he(~hos, se e,ige su castigo: ~i
probados no se obtiene del gobierno que castigue á los que ks
cometieron, entonces es cuando legítima y nl'('r;;i1l'iamente deben
emplea¡'se las armas.




LA ESPEDlCION DE MÉJICO. 351


» Pero así fu(\; nuestro gobierno creyó que debia ir con la~ ar-
mas á Méjico, y aquí encuentro la iniquidad mas grande que se
[,E'gistra eu lo~ auales del mundo, porque para hacer un pueblo
reelamaeionc,; á otro pueblo, lo primero que há menester es for-
mular, dd¡'l'lllillar e~as reelamaeiones. ¿Teniamos que ir a Mé-
jieo á rengar agravioi', á haeer reelamaciones? Pues lo primero
era formularlos; cosa que no hemos hecho.


) Lo que hemos hecho ha sido unirnos con otras potencias y
('elebrar un tratado que es el mas raro, el mas incomprensible
de cuantos tratados se han IH~cho, y acaso acaso, de cuantos tra-
tados han de hacerse eu lo yenidero.


»Tres grandes polencias, porque EspaJia es grande, aun cuando
Franeia Ó Inglalr\1T3 crean que no lo es, tres grandes poteTlcia~
sr asocian para ir ú )J('jiro. Vamos a \el' las condiciones con que
~e asocian: primera eondieion: J'i\clamaeion de (linero. Scñorei',
yo no quiero decir nada de Inglalt'ITa, pero me toca siempre
e\plicar que si yo he il1yocaclo (~ illYo('o este pueblo en malcria
de Jiherlad()s ('onstiludonales y de política interior, no quiero
para mi paí" la libí)l'tad de Illldalerra; no quiero para mi país
la falsedad que la Inglaterra \le\ a en todas su:,; relaciones e\ le-
!'ÍOl'C:-l.


») y re~peeto del punlo en cuestion con Méjico, Inglaterra ha-o
bia celebrado un tratado reeiente que estaba á punto de consu-
marse, garantido por los Estallos-Cuidos, para el pago de esas
reclamaciones, estipulando que ile pagase en cinco años la deu-
da, r ¡;;in embargo, ~e asocia á nosotros y se asocia con la Fran-
cia para hacer las retlamaciones que tenia de agraYios cometidos
contra los respeetiro~ súbdilos en aquel país.


llPel'O \engamos a nue"tra propia interyencion en este asunto,
») Decía ayer el Sr. Gonzalez Brabo que éramos débiles, y yo no


opino ailí. ¿Hay, señores, una potencia en Europa que tenga
como nosolros un punto militar tan cerca de Méjico como la Ha--
hana y lan en huen estado que queda eu tan poeo tiempo pre-
sentar 20.000 hombres en la Habana para ir desde alli ú Méjico·?
\'0; nosotros por lo lanto éramos lo:> fuertes; porque nosotros es-
tamos en disposkion de organizar en horas una espedicioIl que




352 DISCURsa SOBRE
fuese en poco tiempo de la Habana á las costas mejicanas, y esa
espedicion compuesta de tropas ya aclimatada~ it alluellos paí-
ses: nosotros ademús teníamos la seguridad de que seríamos bien
acogidos alli, porque alli e8tán nue8tl'a lengua, ntJ(·sl.l'a religion,
nuestros húbitos y costumbres; porqun allí, allí están nu('~tl'()~
soldados, los que han conquistado aquel pab. Los ingle:,e:-í "Y
franceses son estranjeros allí; nosotro:'< no seremos allí nunca
estranjeros.


)) y aquí, señores, debo decir que esa interYelH'ioll por part('
nuestra era tanto más fácil, cuanto que teniamos ejército orga-
nizado, teniamos material, todo preparado en pocos dia~ por el
capitan general de Cuba á quien no ~e puede negar la gloria de
haber organizado un ejército tan brillante. ¿Y á qu(', spiíol'('S,
unirnos a la Francia y á la Inglaterra, que no nos lle\ aban nada
mientras nosotrot' lo llwi'ábamo~ todo? La Francia, seflol'es, lle-
yaba solo :2. ooe, hombre:,,; la Inglaterra algunas fuerzas navales y
ninguna tropa; España lIeyaba ejército, marina y todo, para que
la Inglaterra y la Francia reportasen el frulo de su~ (~:;fu('rzos.


»Pero, señores, todavía se nota una cosa llue me ha llamarlo
la atencion al leerla. ta Francia dijo desde lucg-o en un despacho,
que el objeto de Jos aliados {]pbia ser contri huir á estahleeer en
Méjico un gobierno estable. Señores, yo no Clwuentro un preee-
riente igual á este en la historia. ¿Qué signitica decir ú un país
que está desgarrado por Jo" partidos, Ú un país rn el eual hay
hombres capaces de todo, de todo, hasta dr vender á su patria,
¿qué signifiea decir ú un país de e~ta dase, decir á (,8toS parti-
dos, voy á Méjico, llevo un ejército numel'o:"o, si el espiJ'itu del
país sc pronuncia por un gobierno e~table, lo estahl('cerl'? Seño-
res, esto no significa mús en buenos términos, sino deeir: (c11()S-
)otros vamos á engañaros, \amos Ú derribar el partido liberal y
¡¡(/emoerútico que hoy domina, para sustituirle con el partido
»)reaccionario mejicano, ,ose partido que simboliza la:-l id('as (\el
) partido absolutista.))


JlXunca España, señores, podiaapoyar ('so; los ingleses habrún
podido contemplarlo con indif('rencia; nosotros, qu(' hemos (\(')'-
ramado allí nuestra sangre. nucstro~ tesoros; que hemos sllfrido




LA ESPEDICION DE MÉJICO. 353


tan grandes de~gl'acias, llorado tan grandes amarguras, no po-
diamos a~ociarnos al pensamiento (le la Francia para derribar al
gobierno legítimo, al gobierno de la eonslitucion, al gobiemo
que estaba allí estableciflo, que habia llegado desde la costa avan-
zando hasta Méjico, sin mas medios que el apoyo del país. Era
mas grande, era más digno, aunque no menos injusto decir: quere-
mos ponor ahí un príncipe nuestro, que no apo~'ar a un gobiemo
que lleva la inteneion tle ('olocar en el poder ú un partido traidor
y reaccionario.


» Pues bien, ~eñores, queda esto en vago; hay en todo este ne_
gocio do }Iéjico, una parte diplomática secrela que no está al al-
cance di' los profanos, pero que el buen instinto, el sentimion-
to público adivina: esta parte es aquella por la que se averigua
qlH' no~otl'os hemos deseado siempre establecer una monarquía
(In W"jieo. ro !lO extrafio que los pueblos, que los partidos eon-
senadores no renunden a esta idea siempre qur se les presentr
ocasion de proclamarla.


¡)Así Yemo~ que euantas veees ~e ha hablado de la situacion de
jh~.iico, olra~ tanta:-; ~ale un periódiro eon~ena(lor diciendo: ¿por
quú IlO Imanlamos allí un trono? Si allí hubi('ra una monarquía,
habría (¡rdrn; porque el tÍl'den y la monarquía son dos co~as sí-
ntÍllimas. ¡Como r-i lo:" elemenlo~ de perlurbacion de un pa[s no
fue:,cn tan fucl'te:-; bajo una monaTlluía como bajo una república!
¡COlllO si estos elementos no se chocaran y combatieran lo mismo
hajo una forma de gobierno que bajo otra!


))La \cnlad ('~, ¡;;efiores, que íbamos á tener una monarquía en
Ml'jieo, y n"to lo ha demostrado la prensa, y este ha sido el ob-
jeto del dehale. ¿Pues qué h('\11o,,; debalido los periodistas de la
oposidon? ¡,~o lo ha ,isto el ~efior ministro de Estado? Pues de lo
que lralamo:-\ ()ra de si habia (le establecerse una monarquía ()
seguir la república. Y es eurioso~ señores, que euando se man-
daba la espedicion y haciamos las reclamaciones á ~Iéjico, se
hada una cosa que nunca:'le ha hecho, cual fué no mandar un
altilllalum. En [anto el representante ele Franeia, MI'. Saligny,
dirige un despacho que no puede leer sin ,ergüenza ningun hom-
bre honrado, porque ealifira al gobierno mejicano de gobierno de


TOMO IY.




354 DISCURSO SOBRE
negros. Ahí tiene el congreso la muestra de la pérfida conducta
que la Francia ha seguido en todo este asunto.


))1)ero, señores, nueslra espedicion se adelanta, no se por qué,
se apodera de Veracruz, y en seguida los franceses llegan lambien.
Primero llegan 1,000 hombres, luego otros 1,000 Y luego
otros 1,000. Yo no sé cómo califiear la ('ontlucta del gobiernn
francés. A mí me parece que el gobierno del emperador ~apo­
leon Ill, al tratar con estos ministros, ha creido que estábamos en
los tiempos de Napoleoll 1, y ha creido que trataba ton los mi-
nistros de Cárlos IV; tan poco dignamente los ha tralado. Pue:-;
qué, señores, ¿no se estipuló la fuerza que debia lIe\'ar la Fran-
cia? Pues qué, ¿el eonvenio de Lómlre:; no era esplícito?


))Pues qué, los embajadores nuestros ¿no hablaron? Todo el
mundo comprendió que las fuerzas preponderantes eran de la Es-
paña. Pues qué, a la nacion que tiene allí á la Habana, se lE'
habia de decir: lle\arás solo :2,000 hombres y nosotro,; llevare-
mos 10 ó 12,OOO"? Eso era un disparate, y los disparates no pa-
san nunca por la mente de personas tan graYe~ cmno los diplo-
maticos. Por e~o so creyó desde luego tIue la Francia em iaria,
como enviaba en un prineipio, una pNlueíia fuorza, porque ella
bastaba para pesar con su influencia. Poro dico luego el empera-
dor: mc parece comeniente llevar IIlU~ I"uerza: ¿y l[u(' ha he-
cho la j~spafía? JUrar esto con rcspeto, ~ill COIllJlrelHlrr que algo
quería darse á cntende!' ton ese aumento de fuerza. ;\0 quiero
aLatar {t quien no Pllede defenderse; pero no puedo monos de de-
cir que la politica de la Francia ha sido :'¡PlI1pre funesta para nos-
otros.


)¡Pero en fin, llega la espedi(~ioll española antes de que se
reunan, y sucede lo que no podia menos de :-<Hceder; apenas se
han presentado los españoles en ",réji(~o, han simpatizado con sus
natUi"ales. ¿Y cómo no habia de ser asi? Los hOlllhre:-: (Iue "pOllas
han ;;alic\o de Barcelona, de Cá(liz y de otro . .: puntos, y a 1.1"(]\ e-
,:ando los mares se encuentran con otro,.; hombn':, que l\ablall su
lenguaje, ¿no han de simpatizar? Llegan, simpatizan, y ,en que
e" una insigne locura ponsar allí (ln lIlonarquia , que es tan dis-
parate, que no sucl'!Icrú: pero lal yc·z la Pnnidonda guarda "('-




LA ESPEDlCION DE MÉJICO. 355
veses donde algunos eroen mwonlrar ,idorias, y quizá asi como
Xapnlonll 11I Grande encontró su ruina en la Peninsula, puede
aeonteccrle ell ~rpjieo algo paroddo á Napoleon el que no es
grande,


)) Pero quiero haLe\' nolar un escándalo, que no merece oll'O
l!On] brn, porque ('011 e";('{lll(Jalo lo O) Ol'on los comisarios ingleses
y e~p;li'íoles, Cuando ll(~gú el momento de def:ir: ¡A qué hemos
YOlÜ¡!O"? Estamos en el país; ya lo IW!lWS in vadido, esta es la vel'-
dad, por la ley dl~ lo~ nü" flwrLc~, ¿JIU(' hal'elllo,,; aquí? ¿Qué res-
!l0Ill!i'1ll0S, ,ji se nos pregunta por qué hacemos esta invasioll, y
qu(~ hacemos si hay que furmular las 1'eclamacione~ y verificar
lo que dcbiú hacül'~e eH L(¡ndre~, sienllo base del tratado? Y esto
último Jo (\r·hian decir en!re SI los aliados con ¡anta más razon,
('Utll110 Ilne;:I a.iu~!(ll' el ('{)Il\f'tlio, de lo que csclusiyamente se ha-
lll!í fue'· do coa!iGion de ]1o[()l1das para oprimir al d{'hil; grande
iniquid,d que nunca queda impmw, porque Ja~ naciones tienen


.J;c'!¡;;-s;;.-:
lalllbicn su rcsp:m:-:abilirlad como los indiYicluos. Pero repito, quei~
q[[eria 1I;1('0\' nolar, ~iql!iera sea para desahogar mi {mimo, el es- ;';«'
rúnd,l!o con 1/1W Ii(' l¡:ido lo tllw,;¡¡('rdió con ,:,~t(' motivo. Hahla el !'l '


\. .


condo d(\ Bcu:< ' ~
«Rcclamando, pOI' io que ¡)J'('"lú la casa de Jcekel', anlcs de;<;\
');';Il!Zi~ v allo!':l de: Franda, que fu('¡,oll '7;)(),OOO pesos, la canli-
¡)Ibl di: 1'l Illil!o!le:; (le dnl'o.~, i) ~.~


Ji\r¡u í nos ]wnlO:; :l"ociallo Ú un gobiel'llo (fUe ya á pedir 1 ~
millones de duro:,; ! 2S0 millones de reales! por 11) millon;'s de
1'(:<1[(' . ; r¡ue (:!1tre:.;(1['OIl lUJOS jl!'(!,;lamistas al gobierno ele n1il'amOll
cuando estaha p¡ ;{l)bL:.'rnü (\;, .Jual't'z ú bs puerta:,; de la capital.
iY no:-; henJOs a~()('ia(lo Husoll'o.'; á e;.;o: ;Somos espafí()Ie~, y no nos
l'll~ll'illl()'; d ro,;tl'd de rubor: ji):} vcrgiienza! ¡El gobiC'l'llo t'r;m-
cl':" sin duda HO lien~1 dill('t'O bastante en París, y lo \a á robar ú
:\ll"jico dc e,,;¡ m,uwra: Y u()lese t!é1 paso que yo no confundo nun-
I'a Ú la Francia ('OH el empm'adol', Hablo, al espi'csanlle a"í, del
~:()hii'I';}O imperial rl'a¡H'P~, eontO cuando hablo de la España me
I'eficm ;11 gohi(~]'n() e:;p,lííoL y lIunca Ú mi pak
~! Dci,llIle ti,: ('..;k '. ei'gollZoilO n,,¡wclúrulo, ¿qHi~ habia de hacer


ti ('ourli' dn ní:ll~? y aqn i en 1 nm mi~ gT<llldef¡ cargos á ese gene-




356 mSCURSO SOBRE
I'al, del cual lodo 01 mundo se apmmra il emitir' elogios y il pon-
derar su~ mérito:,; y il l\aIlla('~c admirador, mientras que yo pur-
do juzgar su conducta con tanta mayor imparcialidad, cuanto que
ni soy su amigo ni su enemigo; os el representante de mi país,
y en todo lo que haya hedw bueno le aplaudiré, como la criti-
caré en cuanto haya hecho malo. ¿Qué hace el condf~ de Rcus? Sn
avergüenza desde luego de aquellos fraudes, no se atrove á nada,
fluctúa entre el pl'rí yel contra, comienzan sus ,~acilaciones, y IW
:-;an sobre él fallas que no son suyas: y al fin dice: yo no puedo
aceptar e~o, yo no puedo eon~enli(' que ~!J e:\i.ian280 millones
de reales pOl" 11) que se han dado á aquellos tunante~. Sí, seño-
refl: tunal1te8 los que daban y tunantes los que recibian: e~ta e~
la palabra. Se acordó pa!' (in que ,;e hicieran las I'llclamaciOIws por
:-;eparado; es decir, que la Francia formulase sus l"eclamacione,;
la España las suyas, y la~ suyas Jnglat.erra,


» l\~I'O el conde de Heus compl'encliú muy bien que Ci'O era
imposible (y aquí redoblo mis eensuras á e~e general), y diee
más tarde; cuando ya se habian firmarlo los prcliminareil de So-
ledad, una cosa que realnwnte es gravísima.


»Y debo advertir aquí que la~ !'eelamaeioncs eran la sél'ie más
grande de injusticias que puede ealwr en la cabeza IllÚ~ injusta,
apal'lf~ de esto negocio dc JeckeT, fIuo ('5 un gran robo que no
merece otro nomb¡'!) y sobre eloual e:-;eribia el conde Hens: ((No
»estil demás informar á V. E. que esa deuda ele la tasa do .Tecker
»y eompaliia naciú del préstamo lH'<:I1O al presidente Miramol1
»(¡uando ya .Iuarez e:-ltaba Ú las puertas de ~I{~jieo.»


»Es decir, que el conde de Reus, alli donde ha sido agasajado
por un pueblo amigo ~- hermano, alli donde han encontrado ad-
miradol'r,~, dice que e~ imposible, que no puede ser (IUO exijamos
intH viduahnente la demanda de la Francia, y sobre todo la dI'
Jecker, yel cumplimiento del tratado de )[on-11Illonte. Es elecir,
que el conde dr, Reus comete un acto de gran debilidad, que por
cierto ha expiado muy caro y muy pronto. Es decir, que el con-
de de Heus, propone la !iolidaridael ele las reclamaciones y (¡ue se
haga una nota coleelha, E~decir, qucno;;oiro~ que tenemos nues-
tro dereeho, que tenemos I"eelamacione~ justa~ que hacer, quiere




LA ESPEDICION DE MEJICO. 357
que englobemos en nuestra justicia las granrlc~ injusticia~ y las
rapiñas del gobierno francé~ .


• ¡¡El Sr. Presidente: Yo rogaria á V. S. quc tratándose dc 1In
gobierno estranjero y quc dirige á una nacion amiga, le califica_
ra de otra manera.


llEI Sr. Ri¿w'o: Yo tengo derccho á decir rapiñas tratándose
de los francescs, y no hago más que tralarlos como ellos nos tra-
tan en su,; cámaras: sin embargo, yo soy más generoso, y ofrez-
co no volver á hablar más del gobierno francés de esa manera,
prescindiendo de quc todos los dias nos dirigen los mas inmereci-
dos diclerios.


)Es decir, que habicndo dado al mundo la gran campanada
de lanzar á ~r(o.iico desde Cuba una magnífica espedicion, esta ha
,cnido it ~('r inútil. Cuando yo leí la comunieaeion de la salida de
esa espedicion, ,;entia cn mi pecho cierto movimiento dc alegl'Ía,
me figuraba en mi imaginacion á nuestros \alientes soldados na-
\ egando por el golfo de Méjico: pero des pues me entristecí pro-
fundamento cuanclo he visto que ese ejército quc ha entrado en
Veracruz, que ha sido rccibido con tanta bencyolencia por nues-
Iros hermanos dc Méjico, se \udyc sin hacer nada.


)lYO verdaderamente no sabia a lo que iba; tampoeo sé por lo
que se ha vuelto. Y pregunto yo al gobierno de S. )[,: ¿la ruelta
del ejército español cs por ventura un gran triunfo? Porque yo.
que el otro Llia oí hablar al selior mini~tro de Estado de la libertad
de la España, del engrandccimiento de la Espaiía, de la significa-
don de la España y del grado de influencia que ha adquirido la E~­
pafia desde que S. S. l'ige las relaciones esteriores, creia que S. s.
tomaba como un hecho quc nos favorecía la vuelta fIel ejéreilo es-
pañol. Si esto cree S. S., yo le digo que la Hlelta del pjt"reito hirirí
profundamente y cubrió de lulo el corazon de los e~palioles. Si ha~
alguno que se atreva ú afirmar que ('sto no {'s exaelo, quc lo diga.
Diez y seis millones de españoles sienten dentro de Sil pecho gran
disgusto por la "\ uelta de lo,; españoles. Y yo ahora fligo: ¡,por
qw\ han vuelto"? ¿ Y por rrll(\ han ido·? Si fueron, ¿por qué han
\uelto? Y si han vuelto ¿,por qué fueron? E:o;la es la cuestiono Es-
ta es la verdadera cue~tion que tenemos que discutir. Los !'spa-




Dlscunso SOBRE


ñolc~ teniamos agravi()~ que vengar, ['(damai'iones que haeer,
cstabilidade~ y seguridadc" (Iue demam!;1r, posicione~ dn ;1([11('1
territorio quc ocupar como garanlh de nue,;lros intereses: ~. ni
hemos oh tenido repal'acion de nne .. ;ll'os agravios, ni sa!i:-;l'a('tiOll
de nuestra~ reelama('ioll()~, ni c,.;labilidatl y ,;egmidad para los
súbditos españoles, ni ocupamo:-\ ningun punto del territorio me
jicano.


»Estamos llenos de \ ergiielEa r dn de~llOnor en ¡la isla de
C\lba, y nuestros f'oldarlos vel'ún con lús.:rimas en los ojos que los
franceses Hn marchando por e,e mi~¡liO camino que inmorlalizó
lIel'llan Cortés ('on la ma~ !..!rmde enolleva. v\ m(;l'ic(J Ú :-;n \ez veril


',., -'- J ., '.


con honda amargma que lo,; soldad()~ del C("~<lI· ynn it eonsumar
en )Iéjico ..... no sé lo que se ra ú eonsumar, ¡wro sí (/ue es una
gran iniquidad. Y ~'o o" digo: ¿por qué :-le Il~m nlCllo nll('~¡ra" tro-
pas'! ¿Rabeis aprohado que ~e"\ Hel \ all"? ¿Por quú se han 'lwll(r? ¡Te-
níamos algo iJ1W h¡H:ür allí'? Si e,; H'rdad que la Francia ha rolo
alli todos sus eompJ"omi;,;o~, si ha descubierto su ró plllllea, tii ~(\
ha quitado la mascara y ha demostrado c()~as que yo no quiero
decir en un eougreso español, ]Jorque sé q,1e lodo,; lo~ e~,paiíole,.;
somos hombre" de honor, ¿drno tenemos bastanle alma para llO
a vergonzarnos de que haya gobicl"llos (Fl() pl'Ocedan di' t'~a suel·le'?
Si es \enlall que dr~de el princírio ~Jr. de Saligny enlrrlU\o al
gobierno mejicano, si ha ocurrido e"e ,'.:ralld(: eng'aiío, que e,~ el
e~ántlalo de los siglos, ~j P.' \ü)"dad que iWIllOs sido burlado~,
¿,por qué no hemos ido aUir? ¿Por qUI·' iWllIo,,; eallado'! .\1 último
inclí riduo de la socieda.d no se le pucd 1 imponer mú,.; (1 ne el ~i­
leneio; el último, el mús débil, ellllil~ in,.;i(wiíicanle SI')" de la tier-
ra, (mando se le a[aea, ¿no :-<0 deíien(k? L: hl)rmiga mi~l1la, pi-
sada, ¿no muenle'? ¿Qu~ habeis hceho (h nuestra honra? o.; ¡¡re
gunto.
»~um~a heUlos debido salir de ~l(\jil'(); \;111 los rrall("(!sn~ allú


a cometer una iniquidad: nosolros debemo:, ('~tar allí para ('\ ita r-
la. Al menos que sepa Id Europa qw' no podiamos pel'illiiir tan
grande maldad; (Iue sepa que e~l{l naeio!1 ([ue no ha podido
mantener todas las grande:; COlHluís!as que nu(\·slros padres ia le-
4aroll con tanta glori<l, (,Oll~(:na Cll"\:C!ienlo 1 la honra tan pura y




LA ESPEDICIO!I' DE ~lÉJlCO. 359
tan inmaculada, ('omo ellos 110~ la trasmitieron; al meno~ (Iue se
~epa que nosotro,; no no", humillamo" an lo la Francia, para ir á
~[(·.iico y callarno~. lO no sé 10 <ple eso signiliea. Lo que SI' es que
la "iluacion de Espall<l e~ muy ¡J'i~le; lo que SI" es que es muy po-
sible qun dentro de poco ~e l'('nuen~n el1 nueslro suelo aqueIL)"
grandes dia~ ('11 I()~ cuales a las faltas de los gobiernos, á la de-
hilidad de los mye:..: be suplanten el valor y la üIlergia ele los ¡me-
Llos; lo (Ine sé e:-\ que hace algun tiempo que yeo al gobiet'l1o es-
pafiol ineJinarse humildemente ante el e{'sar francés; lo que sé e,.;
que la política francesa es entre nosotros la misma cambiadas las
cireun,.;lancias, la misma que hace :;0 anos; lo (Iue sé es que lo,;
franceses :'lupieJon l'l ealllin() (le Bayona á )Iadl'icl; lo que sé es
que tambien 1l()~otI'OS ,.;abelllos el de BaiJén ú Tolosa.


»:\'0 diré mú~ que una (:osa, r ,;e la digo al gobierno con la
mallo plle~ta :-iohre mi ('orazon. Quisiera que e~le gobierno ::le
~in('eral'a de un cargo; quisiera que nw dijera qué vamos haeer,
q llÓ medida" ha adoptado para sah ar nu(~~lra honra. Si ('so me
dijera. no tengo nada que (leeil'; me pondria ele su parle. Quiero
la honra dp mi palria~ aunque 1m iera IJIW volar, lo que es para
mi tan dolorof'o, con esle gobierno.






CÁNOVAS DEL CASTILLO.


En los gobiernos representativos, y en las épocas so-
bre todo de publicidad y de lucha, de critica y de mur-
muracion porque atraviesa actualmente la política espa-
ñola, en que la envidia más que el tiempo gasta y des-
prestigia á los hombres públicos, y en que no son los
partidos los que pugnan por alcanzar el poder, sino las
fracciones, las individualidades las que luchan desespe-
radamente por encumbrarse y sobresalir entre el comun
de los partidarios, es sumamente difícil conquistar de
pronto una alta posicion en política, y más difícil aun el
justificarla; más costoso es merecer en esas épocas de
desorganizacion de los partidos, en que solo se escucha
la voz del rencor, de la difamacion y de las pasiones,
una reputacion de orador y de hombre de gobierno, que
conseguirla.


En tiempos de revolucion; en esos críticos períodos
de reorganizacion de las sociedades, en que el fanatismo
político canoniza y eleva á, los más audaces; en que el
entusiasmo suple al talento, y al mérito la osadía, con
facilidad y á poca costa se alcanza una posicion elevada
ó se conquista un nombre distinguido de orador ó de es-
tadista, porque el peligro, la conveniencia ó la necesidad




362 cÁ NOVAS DEL CASTlLLO.
flispensan de pruebas, y porque en el templo de la glo-
ria, del poder y de la fortuna, cuyas puertas abre la 1'e-
volucion, hay muchos asientos vacíos, y los ocupan ge-
neralmente, no los que allí llegan en alas del talento,
sino los que son conducidos en brazos de la suerte ó de
la audacia; no los que saben, sino los que gritan; no los
mejores, sino los primeros.


Pero cuando el templo Je la fama se encuentra ocu-
pado ya por hombres eminentes, á quienes el talento, los
servicios ó la eelad han franqueado sus puertas, empresa
Jifícil es y aun arriesgada para un jóven querer pene-
trar en aquel recinto y ocupar uno de sus privilegiados
escalios, y mucho más difícil y arriesgado conservar su
puesto de honor en adelante con el beneplácito y consi-
deracion de los allí reunidos.


Est:1s atrevidas conquistas de un nombre, esas rápi-
das y peligrosas ascensiones á la esfera del poder, en
tiempos tan descreidos COlflO el presente, en una sociedad
tan egoista y en vieliosa como la nuestra, solo las empren·
den y realizan hombres dotados de un génio su perior,
que se imponen á la suerte y esclavizan las circunstan-
cias, y que inflamados por una noble éi.mbicion de gloria
y alentados de grandes y generosas pasiones, remontan
su vuelo sobre el nivel de las medianías, y dan por fiIl
forma y realidad á sus sudios, ó se estrellan desgracia':
da mente en la roca de un desengalio.


D. Antonio Cánovas del Castillo es uno de esos jó-
venes de superior talento, de privilegiadas condiciones,
que sin otros auxiliares que su génio, su mérito y sus
atrevidas y levantadas aspiraciones, hase abierto paso
por entre la multitud de los políticos y conquistado un
nombre envidiable de publicista y de orador, subiendo á
los primeros puestos del Estado, no con planta vacilante




CANOVAS DEL CASTILLO. 363
como sube el favorecido por la suerte ó por la intriga,
sino con el paso seguro y firme de un conquistador, de
quien tiene un derecho incuestionable á conseguir una
recompensa.


No quiere esto decir que la fortuna no haya ampara-
do más de una vez al jóven ministro cubriéndole con su
manto protector y alentádole con su vivificadora sonri-
sa. Nada de eso. Ya sabemos que sin el favor de esa di-
vinidad, voluble y caprichosa por razon de su sexo, son
estériles en cualquier empresa los más heróicos y bien
combinados esfuerzos, y nulo y desgraciado el talento
más superior, y vanas é irrealizables las más fundadas
esperanzas.


Pero si es verdad que la fortuna es el Dios de los
buellOS éxitos, tambiell es cierto que prefiere los sábios á
los necios, los valientes á los cobades, los audaces á los
modestos, y que arroja de su templo á los que, admitidos
en él, se muestran indignos de semejante distincion.


¿Pero cuál es, se nos dirá, ese mérito especial de Cá-
nov[¿s del Castillo, ese talento superior, esas cualidades
no comunes en virtud de las cuales se ha elevado con
tanta rapidez, llegando hasta los consejos de la Oorona?
¿Es jefe ostensible y proclamado de un partido numero-
so'? Es el principal y autorizado representante de un nuevo
sistema político, de una nueva escuela? ¿Es un orador de
prirner órden que se impone á las cámaras, al rrrono, á
la. opinion pública, por el irresistible poc1er de su elo·
cuencia?


Nada de eso es, contestanl0S nosotros.
Cánovas es un político de importancia en su partido,


sin ser su jefe; es el fervoroso creyente de una escuela,
sin ser su representa.nte ni su apóstol; es un notable ora-
dor parlamentario, sin ser ele los primeros. Su talento, su




364 CÁNOV AS DEL CASTILLO.


mérito especial consiste en haber comprendido mejor
que otros la índole verdadera del gobierno representati-
vo, cuya política no puede ser siempre radical, absoluta
y estable, sino vária en su aplicacion, como las circuns-
tancias que le dan vida, transigente y acomodaticia en su
forma segun lo reclamen el interés y la conveniencia de
la nacion.


Esta política de circunstancias, base única é impres-
cindible del gobierno representativo, justo medio entre
los partidos radicales, y símbolo de la Uníon liberal,
creada como partido moderador entre los partidos estre-
mos, ha sido y es tambien la política de Cánovas del
Castillo proclamada en su profundo y magnífico discur-
so de 11 de abril de 1864, sobre la reforma constitucio-
nal, y que al pié de esta biografía insertamos, donde
decia:


«Por eso, señores, porque esto es verdad, porque esta
es la cierta enseñanza de la historia, yo defiendo, yo pro-
clamo frente á frente del Sr. Nocedal, con íntima y pro-
funda conviccion, la política de las circunstancias y de
las transacciones. Sí; porque las circunstancias son la
misma realidad, las circunstancias son la vida misma;
huir de ellas es caminar hácia lo imposible, hácia lo ab,
surdo.»


Impulsado de estas ideas, fundado en este sistema
político, abogó constantemente en la asamblea popular
de 1855 por la formacion del tercer partido de la Union-
liberal, representado entonces por el centro parlamenta-
rio; partido intermedio que, segun él, debia ser el más
provechoso resultado de la 1'evolucion de julio.


Teniendo en cuenta las observaciones que dejamos
consignadas sobre las ideas políticas que profesa y siem-
pre ha profesado Cánovas del Castillo, sobre su posicioIl




CÁNOV AS DEL CASTlLLO. 365


entre los partidos estremos, sobre su constante deseo de
union y amalgama de las fracciones liberales, y sobre sus
condiciones ele pu blicista y orador, no es de estrañar que
al venir al poder en 18G4 un ministerio conciliador, con
la mision de plantear una política de un ion y tolerancia,
que sirviese de lazo á las fracciones disidentes en cuestio-
nes de aplicacion y de práctica, ocupase en el un puesto
distinguiJo, quien desde los primeros pasos de su vida
pública venia defendiendo, en la prensa y en la tribuna,
esa misma política, ese mismo sistema.


Pudo parecer á algunos pronta e injustificada la ele-
vacion al poder del jóven diputado andaluz, cuya corta
carrera, pocos años y por consiguiente no muy dilatados
servicios, no eran en verdad sólido y natural escabel
para su encumbramiento.


Pronto quedó desvanecida la opinion de esos políticos
descontentadizos que quieren que el talento natural, que
el verdadero genio se desarrolle ron los años y que no
aspire i la admiradon elel vulgo sino va adornado, ade-
más de la del laurel, de la siempre respetable ~()rona de
las canas; como si el talento y el genio supiesen esperar;
como si el polluelo del aguila no reposara en su primer
vuelo sobre la cumbre de la mas alta montaña donde le
espera su madre.


Cánovas del Castillo justificó como ministro sus as-
piraciones de diputado, y probó lo que digimos al princi-
pió: quc es mas difícil y por consiguiente vale más me-
recer una reputacion que conseguirla.


Para comprender si Cánovas merecia el alto puesto
que ocupaba, basta examinar imparcialmente sus arries-
gadas luchas en el parlamento, leer sus discursos en aque-
lla corta y para el gloriosa campaña ministerial.


En ella probó y justificó completamente su importan-




366 CÁNOVAS DEL CASTILLO.
cia, SU talento y sus dotes nada comunes) pues siendo
ministro por primera vez, y el más jóven entre sus com-
pañeros, era generalmente el defensor de la política del
gobierno ante las cámaras, y tomaba la iniciativa en las
cuestiones más importantes, y hasta imponia el sello de
su opinion y de su personalidad en la conducta del go-
bierno.


Bosquejado lijeramente el retrato del hombre político,
considerémosle ahora en su fisonomía de orador parla-
mentario.


Castizo y correcto en la frase, sin ser generalmente
levantado en el estilo, sus peroraeiones son lógicas y or-
denadas mas que floridas y deslumbradoras. Verooso,
afluente, razonador, su temperamento naturalmente irri-
table e impetuoso contribuye :i que su locucion fácil y
limpia en ocasiones, sea en otras un tanto premiosa y
descompasada. Este defecto de impetuosidad hace que
el timbre de su voz, por lo general sonoro, claro y armó-
nico, aparezca á veces oscuro, agrio y poco cadencioso.


Sus discursos, siempre razonados, agradables en la
forma é intencionados en el fondo, son verdaderas pero-
raciones de parlamento, porque sin pecar de filosóficos y
de académicos, tienen ese movimiento en la frase, esa
animacior. en la idea que tan indispensables son para
captarse la atencion de una cámara. deliberante.


y no es esto decir que Cánovas no se remonte á ve-
ces y cuando la importancia del asunto lo requiera :i la
region de las abstracciones metafísicas y de las conside-
raciones filosóficas, enunciando profundos pensamientos
é imágenes bellas y atrevidas, no. Veáse eutre otros Sil
discurso pronunciado en las constitu yen tes de 1855 sobre
la base c1() la soberanía, nacional; discurso político y filo-
sófico á. la vez, tan notable en su forma como en su fondo.




CÁNOVAS DEL CASTILLO. 367
Cánovas del Castillo no tiene un género especial de


elocuencia como otros oradores, que por su carácter, por
su indole y hasta por sus cualidades oratorias son más
ideólogos que prácticos, más apasionados que razonado-
res, más discutidores que polemistas, más aptos para ata-
car que para defenderse.


El orador de quien nos ocupamos, fundando sus pe-
roraciones en la razon, en sus eonviceiones yen la lógica,
penetra en todos los géneros de la oratoria sin fijarse en
ninguno, y con las mismas armas se defiende desde el
hanco azul, que combate al gobierno enemigo desde los
escaños del diputado.


Demos fin á esta biografía con una observacion. Si el
encumbramiento de Cánovas del Castillo no significa
para algunos envidiosos la recompensa del saber y del
talento, es de seguro un adelanto en la política, pues con
ól se anatematiza el santonismo de los viejos partidos, y
se proclama que el poder y los honores no son patrimonio
esclusivo de los años.


Discurso sobre la reforma constitucional.


)J~el'í()l'e:o:: No es empn',a fáciL por cierto, haber de conte~ta]'
l'n este instante al di~('ur~o, pOI' lanlos conceptos notable, que
acaba de pl'Ollunciar el SI'. Bal'zanallana. El gobierno, si n cmhar ..
go; aun aprcdando 1:1 templallZa con que ha tratado S. S. la cues-
¡iOH (Iue se di~eute, y la templanza misma con qne ha l''l:amina ..
do los acLo~ del gobierno en esta cuc,;tioll de!¡mninada, !lO podria
guardar ~ilnnei() dt':'llHH'" de ciertas gl'aye,;, gl'ayisima~, inrliea-
f'Íonc~ con que tu empezado sa pCl'i)l'adOll, y (¡ue han \enirlo a
e:!ablc('or, por decirlo a;;í, el ¡II'.':mb nce::"ario d0 mi discurso.


))Ya el Sr. ;\(I('edal, al combalir (lias p,,~ado:, el pnl)cdo de
I(.y que se diseu le, hizo alusiones corteses, t(,Jllplada~. eomo e~




368 DISCURSO SOBRE
costumbre de S. S. ; pero alusiones graycs á lo quc calificaba de
indebidas é injustas transacdones, de indebidas, injustas p infun-
dadas satisfacciones al espíritu revolucionario.


) Preciso era que el gobierno se ocupara de esto, preciso era
que diera alguna contestaeion; pero mits indi:-;pen.'iable y más ur-
gente es todavía que el gobierno refute hoy las lres graycs calili-
eaeiones con que el Sr. Barzanallana ha combatido á su vez el
proyecto de le)' que 8e esta discutiendo, a ~aber: qlle es il un
tiempo antimonárquico, antiliberal, antinacíonal.


)Dificil, mur difícil, seria s'in duda la posieion del gobierno si
yerdaderamente hubiera wl1ido a una cámara eomo esta con un
proyecto qur tm-iera aquellos tre~ fatídicos caracl<'res. Pero ¿no
es verdad, señores, los que habeis \hielo durante muchos año~
bajo la legislacion fundamental de 18t'j, (PW no se o~ ha ocurri-
do jamas, estoy seguro de ello, que aquella constitucion fucra
antimonárquica, antiliberal y antinaciol1al? ¿~o es yerdad que ja-
más habeis sospechado que aquel dogma, que aquel símbolo,
obra primaria y fundamental del partido consen aelor, (ludiera ser
calificado por un hombre conscnador como el SI'. Barzanallana.
de antimonárquico, de antilíbcral y de anlinacional al mismo
tiempo? Indudahlcmente, señore:,;, que cstos tres pUllto~ d(' yii;ta
tienen pOI' lo menos el m('rito de lo impre\ii;to; para lodo podía
estar preparado el gobierno de S. ~r., Illenos para {rIler que res--
ponder á un ataque de esa grayedad y de e"a naturaleza.


))Antimonárquico, ¿por qué? Toda la argumentacion del señor
,Barzanallana rcspecto á este particular se redujo {l límites Illucho
más estrechos que alguno de los que pueden llamarsc puntos ac-
(~esorios de su discurso; todo lo que ha dicho se reduce á que el
Trono necesita institucioncs similares, r que los ejemplos de la
historia dcmuestran que muchos Tronos han caido, al parecer,
porquc no se aporaban en la pairia hereditaria ¿,Y cualcs eran
las institucioncs similares que defendia (~I SI'. Barzanallana? ¿Cui.-
lcs eran las que podia defender en el día dc hoy? ¿,Cuáles lo~
ejemplos que nos citaba? Empezaré por esto último.


)lE! Sr. Bal'zanallana, recorricndo rápidamente la historia de
Francia, nos ha recordado, entrc otras caidas, la de Carlos X, el




LA REFORMA CONSTITUCIONAL. 369
eual prccisamcnt.c, como sabc S. S. , lenia cámara hereditaria;
luego la ('aida de csta dinastía no tiene nada que vel' con las cá.-
maras hcreditarias, constituidas ó no con arreglo á las institucio-
ncs modcrnas.


»)¿ y dc qué se quejaba S, S,? De una cosa en tMo caso más al-
la, dc una ('osa ('n lodo ca30 más ineyitable; se quejaba de que
allí no hubiera una al'btocl'acia con profundas raíces en el país;
~() quejaha de que la ari~lü('l'acia no fuera alli un elcmcnto poli-
tito, Y, ~eñoJ'e:'l, lo que no IlUdo haccr CárIos X, lo que no está
('n la naluraleza de las eosa~, ¿podriamos nosotros haeedo?


») Pue,; l[w\, ¿lodos csos hechos grayísimos á que se ha referi-
do el Sr. l3a rzanallana, hechos que constituyen una flaqueza polí-
lira cn nw'stro modo dc ser, todo cso se rcmcdia, á todo eso sc
acude, lodo cso se cambia con que wintc, ycinlieinco, lal vez
ln'illta grandes de Espaíia puedan entrar en el senado español por
dc'recho hcrcditario? Pues qué, ¿la sociedad española sc Iibraria dc
('sas corricntes (lcmocráticas, que tan elocuentcmente nos ha pin-
lado el Sr. llarzf1nallana, porquc trcinta YÍnculos sc dcrramáran
!l0r la :>iu]wrlil'ie dr'l It'l'l'ilorio? Y :;;i e:-;Io no era poúble, y si el
['('lllC'rlio e,'a cOlllp1etanwnle insuficientc, y si S. S. aunque sintie-
ra que (~ste flU';() al e"tado de las cosas del país, y comprendiera
qlW llf'\'('~ila/¡a relUcdio, no luyo, pcrmÍtame la frase, que no tra-
to de ofcnderle, l'H 18:;7 el \aloL' que sc necesitaba para recons-
lmil' una sol'icdad arislocrúlica, dando ú csla aristocracia il11])or-
1¡1llcia local ha~lanle para inlenenir en los negoeios municipales,
para haccrla gobernar en lo~ condados ó provincias, para hacer
/fue los granll(-'s fueran gobernadores de las pro\"incias y capitanes
w']wrales de los dislritos, COIllO lo son cn InglatclTa; para darles,
en \lila palabra, la direccioll Jlolilica y social dc la nacion espa-
001(1; :oíi no luyo, \'('pilo, \alor para esto, ¿quiere ahora hacer frcn·
1(' á [¡m graye:'\ dHicultade,; y conflictos proponiendo que se man-
[ellga en la constitucion cspañola una cosa tan exígua é insignifi-
canle como los ,cinlc tÍ trcinta ,inculos volunlarios del senado
de la conslilul'Íoll reformada?


))\0, sl~ñ()res: 110 ('slú en la mano de lo,; hombrcs políticos,
no e~!il cn la mallO de los gobieL'llos, no estaba en manos del se-


TO}!U IY, 24




370 DISCURSO SOBRE


ñOl' Barzanallana, ni en las del gabinete de que formó parte, dar á
la sociedad española la manera de ser de la sociedad en Inglater-
ra. No estuvo en su mano ponel' debajo de la monarquia el flr-
mÍsimo pedestal que allí tiene en esas clases al'i~tocráticas y en
ese poder aristocrálico.


» Pero, aunque lo hubiera estado, ¿cree S. S. que es hora esta
de títulos y de podere~ aristocráticos, que es hora de I'econstruir
esa ba,;e politica, de pensar en formularla, contradiciendo al e.,-
píritu de los tiempos, contradiciendo Jo que pstá pasando alre-
dedor nuestro, contradiciendo la corriente misma que mina sor-
damenle, y que arrastrará algun dia, hasta las instilueione~ de la
deja Inglaterra? Pues qué, lo que allí hay ¿se puede tlefent!o!' tÍ
sí mismo desde 1828? Pues qué, lo que desde 1828 se bate allí
en retirada, lo que cede allí de dia en dia, hasta distinguir~() en
los horizontes síntomas que revelan la posibilidad de ('alá~tl'ofes
semejantes á las ocurridas en el Continente, lo que empieza ú
bambolearse en aquel país modelo, ¿puede aquí yenirse á ensa-
yar ahora? ¿Cuando se habla, seriores, de aristocracia?". Pero ('"
que cuando de aristocraeia habla el Sr. nal'zanallana, hay que
contar tambien con que yo no aprecio de la misma manera que
me ha parecido entender de alguna parte del discul'"o de S. S., la
influencia de la aristocracia en lnglatc~l'I'a,


»Se ha hablado aqui el otro dia, habl6 el SI'. Xoct~dal de ello
con su acostumbrada elocuencia, de la necesidad de con~enar los
nombres gloriosos que representan las grandes hazañas y tra-
diciones de la patria. Algo de esto ha indicado hoy tambien, COll
suma elocuencia, el Sr. llarzanallana; pero ¿es la ari~toel'acia dI'
la gloria, es la aristocracia de los grandes nombres, es siquiera la
aristocracia de la sangre, lo que se necesita pam constituir el
patriciado y la aristocracia política? No, de ninguna manera. La~
aristocracias políticas son sólidas, las aristocracias polilicas son
venladeras, cuando se fundan, no sobre los servicios, 1\0 sohro
1m nombres, no sobre las tradiciones, sino sobre los intercse~,
sobre una suma tal de intel'eses, que pueda pesar de un modo fijo,
y acaso de(~isiyo, en una sociedad detorminada, El SI'. Bal'zi1ua-
llana lo ha probado en gl'an parte de su dbcurso: ha dicho, y




LA REFORMA CO:'iSTITUCIONAL. 371
tiene razon, anlicipandose en esta parte, con mucho gusto mio, á
lo que yo iba a contestar, y rectificando algunas apreciacione"
injusta" del Sr. Nocedal respecto de la aristocraeia; ha dicho, re-
pito: «(No es derlo que la aristocracia inglesa sea lo que general-
»menle se eree; no es cierlo que la aristocracia inglesa lleve, pOI'
);Jo general, muchas ,enlajas a la e~pañola; no es cierto que los
»)grandei' servicios que han prestado {l la Inglaterra sus hombres
))polílico~ en el gohierno, y sus generale~ en los campos de bata-
))lIa, sean mayores que los de nue:;lra aristocracia,))


))Tiene mucha razon el Sr. Ba\'zanallana, La inllucncia de la
al'ii'tocl'acia inglesa no consiste en eso; la necesidad de una aris-
tocracia !lO es esa; la inlluencia de la aristocracia inglesa y de
tOlla arbtocrar:ia COlbi~te en que por sus grandes intereses, por
~u grande arraigo en el pais, por sus grandes riquezas, tenga es-
tendida una gran red on todas direcciones, como en Inglaterra,
desde la parroquia ha~ta el condado, de~de el condado al di~trito
electoral, y (Iel distrito electoral, constitúyase como se constituya),
á la duuara do los lores. La fuerza de esta aristocracia no está en
dertos grandes nombres ni en senicios ablados; está en la clase
entera, !'~tá en su propiedad, e~tú en su poder y en su riqueza,
no en e~cepeiones brillantes y gloriosas, ¡¡et'o al cabo artificiales,


»)¿Oe ([ut> Il()~ seniria á nosotros una al'h;locracia que no ha
iÍ\ido nunca, des(le IIHe cay-el"on sus castillo~ feudales, en sus
(',unpos, una arisloC"raeia concentrada en las grandes poblaciol1Ps,
ulla arislonada reducida á la primera clase, a la clase mas alla,
~in ilimil(ll'ps en las clases medias ni en las clases inferiores; de
<[u(' nos sel'\il'ia~ repito, una aristocracia de tal naturaleza, aun-
quo dO!l, tl'es, cuatro grandes de Eilpaña e~cribieran libros y gana-
ran batallas? De nada, Pues qué, ¿nuestros grandes no han e,.;cri-
lo libro" y ganado balallas? Pues qué, ¿puede decirse sin injusti-
cia que en las ('pocas críticas de nuestra historia y de la sociedad
española, la aristocracia haya faltado el su puesto, ni en la guerra
de sucesion, ni en la de 1808, ni en ningun momento determina-
do'? ~o, ciertamente. Pe!'o aunque esta aristocracia hubiera sido
mucho mús gloriosa de lo ({ue es, aun cuando la mayor parte de
los generall's (',;pailoles hubiera salido de su seno, aun cuando to-




3/2 DISCURSO SOBIIE
c\o~ los hombros polilil'os l{W' ~e han dislinguido on nuestras lucha~;
parlamentarias hubieran perll'lH'eido ~l ella, con lodo e:;o, ~eiío­
re;,;, la aristocracia ~eria lo que eo- hoy ('ll E~pat1a. La ari~lO('l'a-­
cia, con todas osas glot'ia~ llacionales, uo "oria ni punto JllÚ~ ni
punto meno:" como clc'mc'lllo po[ilico, dl' lo 'llw l'S ~- puede ~('J'
nalul'alnll'nlo en llut':ilra patria.


))i.Qué importancia lielle la reforma do 18;)" ,;el'cna (, impar-
cialmente c\aminada l'l! la pa¡'ln (PW ha tocado di'l'cll(lcr al "eüol'
1bl'zanallana, en la piUle' de la senadlll'ia lll'!'('¡[j taria? Si liene al-
gUlla signilleacioll aquf'lla ;'d'onna, la ¡íelli" 1i0 en f<l\ 0[' dl' la lllO-
nanluía, no en pro\echo de la IllOIl arrpJí a , sino (';\JllO aminora-
miento de las pn'rogati\a:-; de la Corona, como ¡;milal'ioll de la 1ll0-
lIarquia, tOUlO amcll¡.(uamielllo de la i nl1uellela de la Corona en
el país. Bajo e"le com'ppto ('olllprendo quc la ~('¡.(unda oiJ.ie(·ioll
del Sr. Barzallallall:l tiene mús \i,;o~ de ('\actitud que la [Jrilllpra.
Sí; si la rel'Ol'llla se limitara solo Ú ('on"igni.i), ia "l'lladuría herclli-
aria, Ú quitar á la Corona la dc"ignaeioll de cinto nÚlllCl'O de re-
pre~elltallte~ de la alla ('úlllan. Ú hacc'!' (11](' e~la repre,';('lllacioll
fuese po)' derecho propio rí po)' natimiellto, indudahlemellln la
(:onstitucioll del S el sel'ia IllUdlO lIlÚ~ lllon~\l'(luica que la refo)'-
ma de lS:n. La reforma de iii:n ~;'l'Ía ell (',;1,1 parte (·un~id('rad.1
siempr(' cOlllomús liberal quclacoil,sli!ucioll d,' Hl\:i, POI' ('~o La-
]lrú obsenado f'! Sr. Baizúllallana que Lt:~ fracciullC"; lila" liÍJel'ale:->
de la e~l'uela COII ~l'n adora no han comba lido e,,,;,) parle de la rc-
j()J'llla, ) ~i hoy :-;ucumJJe ('S flOr ~u poca i!llporlanl'Ía porque HU
\ale la pena por cIJa ~ola de deja l' reformada la l'(m,li lueioIl
de 18í:;, ~o sueumbe, pues, por poco Jibel'alla ,';l'lladurla hel'cdi-
laria; nadie ha dicho eso. Pero ni ~irluicra a(Iui PlH'¡]o: o dcdeque
Ila hablado C01l completa n(1ctilud (·1 Sr. llarzanalliJllil, ni (¡un ~\'a
ju,;lo en el l'ar¡w de antilibcral que hace ú la con~tilu('ioll dc 18í:i.
Si I'Í SI' . .\ocedal no huhiera hablado el otro dia ('on la frallljU('za
y Icallad que il' di~lill~m'll ~ que yo apiaudo, : 110 IW" llulJi('ra
dado el secrc[o de otra parle de la reforma, la (Iue "é~ i'cliel'c ú ios
rl'glall1l'lllo~, podría clt'l'ÍI'~l' lal \l:Z que tenia l'aZOll complda ('1
Sr. Harzilnallana. ~ a~('gUl'ar.~l' dcsdi' IUL'i.!'O que la l'(lll~¡ilucilln de
1 S'I:j l'~ líll'J\O~ IilJend qu\' In rl'l(li'llltt de 1 s:n. Pero dl':'pUi" di'




LA RErOfl~fA CO:>lSTJTT.:CIONAL,


1:1:, (~~l)lif'ad()ne" Je1 "r, '\f)('edal.c,nbl'e las cnal()~ ha guardado
J


1[11 di .. wl'elo ~ilrneif), qu" i () l'(',;pe[o, el Sr, Hal'zauallaull, e~pero
qlle ('1 ('()!lgr('~() Jll(' (li~Tt'!H)I'Ú que no mn (,,,tirnda en demo~tl'ar,
\:1 (PH' !;lI11hiC'!l lo (]()ll1o.;;tI'Ó sl1fieieuti:'imamenll' mi ('om¡nllCl'O,
el ~l'ilOr ministro C!" fOllH'll\o, 11U0 C~ mwllO mcnos liberal la refor-
ma (k 1S:)'7 qlH' j;, cOll:,lilllrioll d(' 18HL :\'0 mc parcce ¡¡un ('1
('()Ilg'l'(,~() 1I('('l'~ila r¡nr se Ir pruehe mil~ e~to. "\ lodo 10 que ha
dicho ('] SL lbl'Zilllallana ~ c'! todo lo que :'(' pueda decir ha con
h':,la(\o lln!il'ipadallH'nlt', r ('on suma e]Ol'tlcnC'ia ~- ~uma aulori-
da(1 ~ohr(' lodo, ~u COmp;¡llCl'O en aquel mlui"lerio, el rnilli~l!'O pr¡-
l¡lieo dn aflud gahilwle. mi partieular amigo el Sr . .\ocedal.


»_\lllc, de oC'up:mllD rn examinar la ('cn,;al'll de rlIllina<"ional.
1111(' ('on e~ll'aíi('za min r de todo,; \-()~ol!'()~ "in duda alguna, ~e ha
diri¡,drlo il la ('oIl,.;litw'¡o!\ dI' Ha;;, el ('ong;'(),;O me pel'miliril que
.;ig'a, aluHlui' lig(~i'(IIl\l'nl(', en alg'UllO' de ~a' epbodios, ~ifJuiel'a
('li <tquelln:-: 1lI:\~ iHlportanle~, al Sr. lbl'zanallana, La p-cn('rali-
d!d de (',;o~ "pi . ;()(!io,.; no liel}f'1l /'('Iaeion illllH'cliata, direl'la ('OH
h cll('~ti()n que ~(' di~('ute: pero no por e~o drjan ¡]p SCI' impor-
t,lJIle:" como lodo lo que ~alc de ¡úhin:, tan ;mlorizad()~ como I()~
dI' S. S" ni pOI' ('~;n ha!l dejarlo de llamar la aleucion del congre-
so: ~. por lo ll1i~lllf) 1lH' (,()Il~idcrn obligado ú decil' algunas pala-
bJ'a~, y Ú dar "ohr(' (,ildn uno de ello,; ti('rla~ rsplicaeiont's.


"Ile di<-ho anlc',.;, manil'c;.;!alldo i'I ('~lJírilu dc'! gobierno i'e:-;-
pedo de e~l(' l'l'()~ ccló) de le~-, (! 1](' "i h reforma !lO huhiera eOIl-
i<'llidll II1Ú~ que el ~('nadl) hel'editario, el gohic!'llo 110 la habria
lo('arlo: y so!Jre lodo, <¡UI' "j no huhiera sido jlOJ'(lllO había flUf'
dl'jar IlOílll!'t/j'{I la ('()n~;litud()n di' 1i~~;¡, e"{,, CUi'ii!inll, de poquí-
~ima imporlan('i;l, no hllhil'ra ()('Ilp:ldo ('a:;;i Ja a!ellrioll de' lo:, ,,('-
!iOI'(':' diJHllado~. ¡'\¡a ('" la \rl'd:HI pura. Cuando lIlIa ~oci('dad
('~lú [an COnIlHl\ ida. como lo c.;tú indu(]ablel1wnle la sociedad
('~p<.lfío1a; cuando I!na ~(Jeblad cslil, no tan prü"imi1, por 1'ol'ln-
n:L COIl\O 1('IIWIl 1'1 :-;1', .\parí:,¡ ~. otro., ,;ellore, di¡lil!ado~, ú un
d('~qui('iamie!ll(), p('ro ('n ('1 fondo realmenle lan alt('rada, como
lo eslú dI' mu!'ho.; al1o~ Ú I'·;la paj'!!' la ~o('iedad ('"palioJa, tocla ill-
110\ adon, lodo ('(1 !IIJ¡io , loda IIHHlallz,1 1'11 la COllstituf'ÍOll presen-
la UII gra\-e iIH'nll\('nil'IlII', \ ('JI (l("l'iolH'-. QT¡1Ildí~imos peligros.




374 mSCURSO SOBRE


))Por eso, bajo mi punto de Yi~ta particular, en 18.58, lo de-
claro con franqueza, no deseaba que se tocara á la constitucion.
Es ,erdad qne faltaban las esplicaciones del Sr. \'oeedal, que
ciertamellle es algo; pero era tal la i ll1 portancia (¡U e daba el que
no se altel'ara en nada la eon~1 i lucion del país, ú que no se toca-
ra la ley fundamental, que aun con aquella constiLnl'Ínn, ('on
todos los vicios y defectos que tmif'ra, de~eaba que lo~ gohiern()~
se resignasen á gobernar. Y de e:,la opinion podian ser, ~in
duda alguna, muchas personas, que se opusieron como yo, de la
manera que les habia sido po~ible en aquellas circunstancias, ú
la reforma de 1857. Pero llna \ ez tocada (l(ltwlla reforma, una
,ez traida al debate, una vez iniciada la ('t]('~!ion, In repito hoy
eOll la más profunda comiccion, lo eon~en'(\(l()r, lo únko conser-
,ador, lo que lenia mús tendencia al órden por lo mellO:', ('ra l'1
restablecimiento puro y ~illlple dd símbolo l'OLllUn de lS't;¡. Por
e80 con plena conciencia de hacer bien, el gobierno, unánim(~ en
esle punto, ha traido aquí el proyecto de ley que se (Ii~('ute.
y al traerlo, ¿ignoraba por ventura el gobip!"l1o (¡ue iba ú dl'~­
truir, y ú destruir á mi juieio para siempre, la en mal hora
resucitada instilucion de los mayorazgos? Y ¿podria haber dejado
de meditar el gobierno sohre e:~ta cue.-líon gl'a \Í:;ima, por mú:;
resuella que e~tuviera, por mús resuella que ('~V', como lo l'.;l(t
ya, en la opillion pública? ~o pOI' derlo.


)El gobil'rno examinó la cueslion elo la:, \ inculaeiones con el
detonimiento que su gravo(lad exigia, y de e"le e:-itudio ha resul-
tado, para mi sobre todo, que tl'ngo la honra de dirigir ('n e~lc
instante la palabra al congreso, una eOIl\ ice ion conll'a"ia ~l e1\o~,
que el discurso dol Sr. Barzanallana acaba de confirmar de la
manera más complela. Si los mayorazgoi' necesitaran eondena-
don, si los mayorazgos como tales mayorazgos necesitaran ser ~a
sériamenle juzgados, la ausencia de razone~ en que una peniOna
tan entendida se ha yislo ¡Jara def()IHlorlo.; en el dia de hoy . ,
constituiría su refutacion más innegabk. ¿Qué nos ha dicho el
Sr. Barzanallana en defensa ele los mayorazgos'? En primer
lugar una idea que e:-; la ('onlradiccion misma de los lIlayorazgo~:
que pronero el sistema de Jragon, que prefiero la libertad de




LA REFORMA CONSTITUCIOi'iAL. 375
fe~tar. Hay e,} la libertad de testar una cosa que considerar ante
todo. El Sr. Barzanallana buscaha en ella nada menos que la re-
l'onciliacion de las dos legi~laeiones aragonesa y castellana. El
:;;1'. Barzanallana esperaba que teniendo la libertad de testar, los
Il'~tadores ~e irian apro.\lmando en sus últimas voluntades unos á
otros, y vendrian por la costumhre, mas que por la ley, a cons-
tituir Ulla legislacion comun ell EspaIia.


J) y ro digo al SI'. Barzanallana: la leglslacion de Castilli\ ¿no
da ya baslante amplitud al testador para hacer ese ensayo de
a proximal'ion hácia el testador aragonés? ¿Pues de dónde dedu-
ce S. S. que el teslador, que en Castilla no cli~pone sino en rarí-
símas oeasiones, de una parte cuantiosa, que puede dejar á cual-
quiera de sus hijos, fuera a disponer del todo si se lo concediera
la le~? ¿D(l (Iu<i fundamento, de qué premisas deduce S. S. seme-
jante consecuencia? El lm-tador castellano puede disponer hoy
libremente de la mitad de sus bienes, y no dispone de ellos; ar-
gUI1H'nlo del Sr. Barzanallana: désele la facultad de disponer de
todo, y dispondrú. ~o lo entiendo. La \ercla(1 es que no cabe
aproximacion alguna en e~to, al menos natural y espontánea; la
\enlad es que el testador ca~tellano, siguiendo sus opinion9s,
sus sentimientos, y eonforme con su manera de ser tradicional,
mientras la ley le autorice y lo deje á su arbitrio, no dispondrá
de su hOl'encia, ya se lo deje libre sohre el todo ó sobre unrt par-
te determinada. Es, IJUes, de la última eyidencia que no resuelve
nada la libertad de teslar. La doelrina de la libertad de testar
puede tener mucha ftH~i'za allá en Franeia, donde la ley civil e:,
ll1UdlO mú" restrictÍ\a que en Castilla. Pero si frente ú frente con
la~ re:;tl'Íceione~ del derecho del teslador puede tener impor-
[ancia la libertad de testar, frente á fnmte de la ley de Cas-
ti lla no tiene nada que de<'ÍL que añadir, que aumenlar, ni
al espíritu ni á la~ co~tul1lbre~ de la legislacion nacional. De-
jemos, pUl:S, la lihertad ele te"tar como una de esas tristes
reminiscencia:" frane('sas de que con tanta eloeuencia se que-
jaba el Sr. llarzanallana, y que, á pesar de lodo, influyen
~in quererlo sohre nuestras palabras, sobre nuestros discursos,
sobre nuestra inteligencia, sobre n\lcstro~ pensamientos, lo mi8-




376 DISCURSO SOBRE


1110 sobre los del Sr. Barzanallana que sobre los mios. Yo no me
considero impecable, no podría ~egul'amente dec\al'al'llle inocente
de esta falta; pero niego que pueda tampoco deelaral'~e illlJlcra-
hle en ella el Sr. Bal'zanallalla.
»)E~, se me dil'a, que existe en lnglatelTa el derecho libre de


testar. Sí por cierto: pero e'(ble con la~ sustitueioll(''; (í yineula
eionel<, que lo limitan, aUl1lfue UIÜ \ el'salmenle eOll(lenadas a(I']('-
!las por los economistas y juriscollsult()~ ingleses; existe con ('1
(lb-últestalo y el derecho de primogenitura aú-inles{o[o sobre los
bienes raíces. Dad eslo, dad, si )ludi(',;('is, al testador de Castilla
la ,enlaja de que no "ca él quien disponga de la fortuna de lo~
hijos en fa\ 01' de uno solo, y entonces ro tam hien ('reo que ';0 ha-
bituaria a la p"imogcnitul'a, y aú-illtl'stato. heredarian sus me-
joras en Castilla los primogénitos, como he\'cdan lo,; bicne,; rilí-
tes, por regla general y por (lerccho cOlllun, en lnglate\'l'a. llac('d
que en la desigualdad (le ('ondicion de lo~ hijos no intenenga
para nada el paclre,-como no interviene para nada en Inglaterra
respecto de los bienes raíces, y con e,;to tcndreis en elaboracion
la pequeña aristocracia, la aristocracia fundamento de la gran-
de arislocracia, la ari~toeracia yerdaderamente poderosa é influ-
yen te; tendreis, en una palabra, 1'011\ enga Ó no, una ari~t()('rada
que en número, en poclor y condieio!les sea semejante ú la in-
glosa, y muy diferente pOI' cierto de la mezquina (pel'mÍlasel1lc
este acljetiYo ~ que se prelendió crear en 1 S:ii.


))Pero el Sr. Barzanallana ha mezclado con esta ('ue~ti()n otra
tambien importante. Es una eue.slion que lal ,"ez no pa['(~(~i(t pro-
pia para ser trala(la en un debate como é~lc, al mellOS con la am-
plilud con que la ha lralado el Sr. Bal'zanallana. Sin embar-
go, S. S. de tal manera y con lal copia de dato~ ha t'\<1111inado la
euestiol1, que el congreso, que ha oido con mucho gu"lo esta par-
te del discurso de S. S., me ha de pennilir que yo tambien diga
aeerca de ello alguna:-; palabras.


»EI Sr. Bal'zanallana, a 11\'o)llÍsilo de esta cue~lion de reforma,
sostiene que es necesario concentrar la propi('dad, y ha hablado
tambien de las Yflnlajas de la grande ~()hl'o la pequeña jll'opi('dad.


»).\ mi juicio, S. S. no ha querido hablar de c~lo, porque de




LA REFOR,IA CO"iSTITUCIONAL. 377
lo que ha hablado ha "ido de cosas notoriamente distintas, como
son la grando y la por¡uefia cullul'a~ la~ eual(ls, como el congreso
conoee, no andan juntas sicmprc. Fuera de España, aunque no
sea en Inglat(\lTJ, hay grandes regionos jlo6eidas por grandes pro-
pietarios, y sin emhargo, practican (\1 pü([ueño cultiYo, mientras
(/ue hay otra~ grandísimas regiones donde tienen el pequoño cnl-
ti ro en medio de una gran propiedad.


Ileuando t;e habla de Inglaterra, cuando ¡.je habla de Imise:,:
ei'lraJ1os, ni al congreso ni al Sr. Barzanallana les sorprenderá
([lIe se recurra ú autoridades. La, erdad es que la mayor parte de
los (~c()noll1istas ingle~es dicen que inflll ye en la aculllulacion de la
propieda(1 el gran culth o; pero que tanlo este como el pequeño
tllltiyo ~on anteriol'e~ ú la pequeña y ú la gran propiedad; que en
las regiones donde la costumhre ~ las producLiones hacen prefe-
rible el pequeño culti\o, e:ite e'\i~te ~iel1lpre, y que en las regio-
nes donde este pequeño cultivo no es posible, como sucede en las
montafías y en muchas rE'giones de Escocia, en que i'e alimentan
principalmentn ganado~, se aplinl sicmpre el gran cultivo, y al
propio tiempo :,e acumula la propiedad y ~c adminislra en COI1-
junto. Habiendo de apelar ú autoridades~ l}Ue~lo quc la mia ,;cria
en una materia de hecho CO!110 c~la (lcmasiado insuficiente para
el congre,;o, rccuerdo acerca de (~slc punto la opinion, acordl1
con la mia, de Sluarc\ :mu, el primero de loi' eeonoll1istas ingle-
ses; y ton otras de la propia naturaleza podria asegurar ú S. S., y
le a~('guro, cIue no es e\ado, que es, por el contrario, illexado,
que en los J'(1sultados, que en l()~ protludos, el gran cultil o esce-
da al pequeño cllllho~ lli en Inglaterra ni fuera de InglatelTa.


))Lo ({11(; puedo afirmar ú S. S. e:,~ por el contrario, que la es-
pcricnCÍa de lo.' agrónomos, ([ue la esperienLia tk lo,; cultivado-
!'('s, y esto ('s tambien ellesLioll cn último término de autoridades,
dice lo contrario; (Iue el Lancast(\r, la isla de .Jel'~ey y las regio-
ne~ (!C Inglaterra mit~ fl;l'tile~ y mús 11()];ida~, allí donde son flol'Í-
(Ia~ toda,;, son aquellas pl'el'Í~amcnle donde impera el pequefio
clllli\(l. Y si lo que S. S. quiere decir, si lo ([ne S. S. combate
e~pecialmcnle, e~ la suhdidsion indefinida de la propiedad, diré
ú S. S. en primer lugar, que eslo tieue otros remedios, que a esto




378 DISCURSO SORRE
se le han buscado otros remedios en diverso:, países de Europa;
que es un remedio más eficaz, indicado ya en este parlamento
mismo, el establecimiento de un mínimum en la estension de pro-
piedad tenitorial; el cn'al' cif~rta unidad territorial. Pero tengo que
deeir más sobre esto: diré cuál es mi convireion [Irofunda, y es
que en esta, como en otras mateJ'ia~, la simple libel'ta(] de la:,
transacciones y de la yoluntad humana bastan para resohel' la
euestion mejor que ningun estado artificial de propiedafl á de
leyes.


»)Lo que yo croo es que cuando la propiedad osté libro de cen-
sos y trabas; cuando la propiedad est(~ lihre de antecedentes mo-
lestos; euando el registro hipotecario sea en todas partes lo que
debe ser; cuando la lihertad haya hecho sobre la propiedad lo
que ha hecho sobre lodas las demas grandes inslitm'ioncs del esta-
do social; cuando ]¡a~'a hecho esto; cuando se camhie la propie-
dad como la moneda, como el papel, como todos los eapilalc:,;
módles, entonces la cuestion estará resuella, como 01 pon c-
Ilir resoherá tocIas la~ cuestiones: estará resuella con el eritel'io
de la libedad.


»Pero indudablemente, señores, lo mismo el Sr. Barzanallana
que yo nos hemos estra,iado un tanto en este dehate; \ueh'o un
poco al tema que enullció en un principio: no son en todo ea~()
treinta vinculaciones ~()~ibles, no son treinta cou:,tituciones herc-
ditaria!'i en la lll'opiedacl, las que pueden dar justa ocasion il un
debate tan úmplio ('O1ll0 e~te. Cuando S. S. traiga al dehate de
una manera formal, de una manera decidida, este gran punto de
la conslitucion de la propiedad en Espaiía; cuando de esta suerte
aspire de un modo efieaz á hacer que la propiedad tradicional :
el estado de la propiedad, y la úistol:raeia, que nace necesaria-
mente de él, tenga cierta intluencia pOllerosa y jwrmanenLe en el
Estado, entonces discutiremos, entonces Pi parlamento español de-
berá discutir Ytmladeramenle estas gra\ ísimas tueslioncs. En el
Ínterin, este debate yo lo reCOllOZl:O con sineeridad, tiene un po-
eo más de di:;cusion académica que de discu~ion política. Yeamos
pues qué nos queda aún de diseusion parlamentaria.


»Decia el Sr. Barzanallana que era antinacional este proyecto




LA nEFOnMA COl'\STlTUCIONAL. 379
de ley, porque copiaha la:, illi'lilucione;; francesas. Yo, señores,
soy un poeo afieiollado ú cosa" históricas, y un poco más amante
todavía de la" instituciones traclidonab de mi patria. Yo, ;;eño-
res, no me perdonaria jallli'ts el haher incurrido con justicia en
los terribles anatemas que han lanzado eslos dias, lo mismo el
SI'. Barzanallana que el Sr. l\'ocedal, contra los que olvidan en la
esfera del gobierno lo" hondos y san los sentimientos de la patria,
que deben animarnos it lodos, y !'iin curo e~Jlírilu todo :'>e marchi-
ta, lodo cae hecho pedazos al primer ,endahal de los tiempos.
Pero confieso, seiíores, que en ninguna parte del discurso del se-
ñor Barzanallana me ha parecido su argulllenlacion menos eficaz
para probar lo que S. S. lIIisIllo pretendia. ¿Qué es lo que nos ha
dicho el Sr. Ba rzanallana? Que la constilucioll de 18iü sin el se-
nado hereditario rra francesa, pol'(Iue copiaba la de 1830, pero
que no lo era ('on el senado lWl'edilario, en que copiaha la con:-;ti-
lU('jOll anterior, la constitucion con la cual sllCumbi¡J Carlos X,
la ('onstitucion ó carta de 18H. Eso, señores, me parece de todo
punto insoslpnihle: si copia era la una, copia era la otra; no ten-
go, pues, Jlor qur insistir en eslo.


»Pero, señores, ¿no es \erdafl, ele\úndonos a una l'egion un
po('o mas alta, y hasla repitiendo algunas ideas del SI'. Barzana-
llana (porque digo eon franqueza que lo que más me sorprende en
el discurso de S. S. es ¡¡un al lado do eondu;;iones, á mi juicio
ine\a<"las, dialrelicalllente falsas, está salpieado r lleno por to-
das partes de apreciaciones \enladeras de política, de economía
y de historia;'; JJO ('" cierlo, sefjore~, que si recorreis la historia
('1) ('ualf/lIiera de sus grandes rnomento~, si la tomais en la edad
media, rn la época del hHlalismo y del nacimiento de los muni-
ripios ó concrjos: si la tomais mús aclrlante, en la e'\agel'acion de
la inOueneia católica y en el principio de la resistenda herética,
hilcia la primera mitad del ~iglo xyr; si la tomais luego en la pre-
poten('ia del ahsolutismo y el) la humillacion de la arislotracia;
~i la tomais en la época de la re\olucion francesa, en el instante
de en('ender..;(~ todos los cOlllbustihb haeinados por tantos si-
glos, no es verdad que eneon trai~ en toda~ las instituciones de
Europa una singular, una íntima, una indisputable analogía? ¿Por




380 DISCURSO SOBRE
ventUl'a no ha sorprendido ya ú tüdo~ los hi~tol'iadol'e~ graYr~ ('1
ver cómo la organizacion del municipio es el1 {'l :-;iglo \/r , el! ('1
siglo XIII, en el ('orazon tic la edad media, id('ntic(1 eH todos lo~
pueblos de Europa? ¿Por ,entUl'a no está c~(,l'ita en púp'inas dI'
piedra la terrible unidad de las catedrales góti('as? (,\0 os llama 1,1
atención cómo :-:e realizan a(lui y allá unas mi~IlJas ideas, críll10
vienen y pasan de unos ú otros pabei' unas propias in,tilut'Íolle:,'!
Es f(Ue el espíritu humano es uno,)' todo lo que lucha contra esa
unidad, todo cae y se de~hace sin remedio alguno, eualquiera q u('
¡.;ea la fuerza, cualquiera que sea la poteueia de los que inlenlaí1
que suceda lo contrario,


))Tal es la 'erdad. Yen vano nos opondriamos Ú lf1~ imasio-
nes d(~1 espírilu general; ~. aunquc una nacion, por Cil'(,lmslilll-
das e"cepeiona I('s, ha ya tenido UBas \ cccs la de~gr(l('i¡L COlllO 1;1
tUYO E~pafia dcsdo el "\'1, olras la fortuna, (',OIllO la tU\'ll 111-·
glatclTél en aquella misma ('!loca, tic ~eparar~r de la {'(Jl'rieJ}-
to general de la civilizaeion, llega un dia rB que al fin ilw\ila-
hlemente se jlmtan: !l0l' ('so no~oll'()~ desde C'l d(lsJloli~m() tP()('I'Ú-
!ico caminamos iBconle"ta/¡Jelll('nt(~ {, la lilwl'lad, no lo dlld(\ el
Sr. llarzallallana, y la InglalelTa, po\' dÍ\cr~a senda. de di~tillto
modo, marcha á confundir~c con la dellloc'l'acia ('ontinental. \0. !lO
lo impedi\'cis c~to: es ('n \ ano L[lW lo intl'ult'i" ~i(luiera, (ltH' ~i lo
impi(liél'ai~ no ~cria yel'dad, t'i)J1lO lo ('~, la unidad tI(~1 e6píritu hu-
mano. Se irá ú la demonada, ú ei('rta {/rlllO('l'at'Ía ('Tl toda~ pal'tc~.
Ú la milla de la~ clC',~igualdadc,; "oeialcs; ~e il'ú ;¡J d(~l'e(~h() COlllllIl
en todas partes, lo mismo en lnida\el'l'a (jut' en toda,; la~ /lat'Ío-
nes; un poco anl(\~, un po{'o desjltH's, SJ irú; UI) hay duda algul\iL


))Consi(lerada bajo ('~tc a~prl'to. no político, sino sOl'Íal, rs la
dcmonacia i\w'ilahlr.


»¿,Creis aca~o que ú su YCZ opondrá mú,; l·c.;i~tl'ncia la Ingla-
terra eon su e~pil'itu aristocrático, al e;,píril~l n\()(lerno, al c~p¡l'i­
tu general del género humano, r¡ue la qlW ha opuesto la üejll
España, la España do Felipe JI, con su inl!uisicion, ('.011 su~ (,Oll-
\eulos, con sus peljuefíos mayorazgos, ('on tocla su or¡raniza('joll
antigua ú ese mismo espiritu'? Y lo,; (jlle lomblab porque aquella
ocicdad, con aquellas c()ndicionr~ y con aqurlla forma S(' pierda.




LA REFORMA CONSTITUCIONAL. 381


(·.cómo p()(lci~ pretender que esto sea un fenómeno peeuliar de
nuestra patria; que esta no sea una eondieion inevitable de la
marcha del gónero humano; que no acontezca, en fin, y a su
tiempo en Inglaterra, lo que ha oeurrido ya en España, aunque
e!l contrario s(!utido; lo que era neecsario que ocurriese, y oeur-
dril en toda~ parlc~?


))1'01' r~o, seiíores, porque esto e~ yenlad, porque esta es la
derta ellseiíanza de la historia, yo defiendo, yo proclamo frente
ú frente del SI'. :\oce(lal, con íntima y profunda conviccion, la
política de las ci]'cnn~lancias y de las lransacciones. Si; porque
];1'; circlln~landas son la misma realidad, las circunstancia:; son
la \ida IIlbma; huir (]e ellas es caminar húcia lo imposible, há-
tia lo ab.~urdll. Si e"iudiais ladas la~ decadelleia~, esa decadencia
miSlllrt de que nos ha hablado el SI'. Barzanallana en el dia de
hoy, la gran decadencia de la monarquía e:,paüola, ú mi juicio
la mús gr<lll!le que registra la hisloria, encontrareis en el fondo,
('omo ~u ('au~a originaria ~. funllalllental, no la e\agel'adon na-
taral, propia de lo,; e~pailole", para hac(~1' todas las C08(1:-;, que
c,.;la, en mi cOllcüplo, "eria IrÍ\ ial raw;a, ~ino que encontrareis
ill~liluciOll!'S, e~lados sociales que luchahan, que :-;e oponian
illc:\orablclIlClIle Ú la,; circunstancias. ¿Salwel Sr. Barzanallana
d¡'l\ldc (',;1;1 (:1 seereto di: la dl'(:adcncia de E~paüa desde Cúrlos V
ú Cúrlos JI"! Pues ('"lú en que (,1 espíritu, las ill~liluci()lle~, la po-
¡¡tiea, la diplomada, las pl'l'lensiolles mililares dd tiempo de
Cúrlo,; 11 el'illl las llli~m(h, id¡"ntÍt'amellte las mismas (Iue las del
li('mpo de Citrlo:, r; eran la~ mbma:'L sin la ocasion, sin las tir-
cUllslaIH'ias, ~in la fuerza qlle las circunstancias dan por :.;i pro-
pias, y por e~:o se de,;cendió desde la tragedia al entremés, des-
dI: la ('pop'! a herói('a it la burlesca. Lo quc cra grande' ruando
::,!, podia, cuando se dehia hacer en liell1 po de Citl'los Y, eso era
pequeiío, era hasta digno de hurlas en tiempo de Cárlos n. A~í
juzga inc\orablellll'nle la l¡j~toria, que no e~ poesía, que no es
puro ideali~lllo, quo ('S anle lodo l'azon, que es ante lodo realidad,
que es anle lodo humana.


))Y ('n ('ualllo it las transacciones, lwyen todas las ~oeieLladesj
iia~ Pll Il)do~ lo~ jlarlido~, hay ('11 lo~ g()hiI'I'IH)~ algo sobre lo




382 DISCURSO SOBRE


cual no se puede h'ansigil', sobre lo cual torla transaccion seria
un crÍmen. Esto es lo menos. Hay otras muchas cosas, y esto e~
lo mas, en que se puede, en que se debe, 0n que es lícito transi-
gir. Puec!rn las escuelas consenadoras, deben las escuelas con-
servadoras no tran~igir sohre ninguno de los ¡¡rind pi os funda-
mentales de la soeÍedad en que, i Yen, de la sol'iedad que están
llamados a COllSenar. Pero cuando se cIlcucntran, ]lor cjcmplo,
con una institucion en nuc,;tl'as actuales condiciones pos liza,
como es la senaduría hereditaria; cuando se encuentran con
una idea que sus mismos autores no se atrevieron ú realizar,
como pudieron y debieron en el instante mismo en (Iue presenta-
ron la senaduría hereditaria, proponiendo tamhicn y planteando
las yinculaciones; cuando se encuentran con ulla reforma ell el
modo de hacer los reglamento", que puede ser en dos selltido~;
diametralmente opuesto, interpretada por dos ministros de un
mismo gabinete: claro es que se trata de una de las cosas sohre
las que se puede, sobre las que se debe transigir, sobre las cua-
les, a mi juicio, se cometeria un crimen si á tiempo y con discre-
don no se transigiera.


))Se me dirá tal YCZ : es que cedeis á partidos radicales, ú
partidos rnolucionarios; es que esos partidos reyolllcionarios
están sedientos r son insaciahles, r á Illedida que lllÚ~ cedai~,
más os pedirúu, yal ealJO o~ pedirún lo tlue no podais (Iarles, \
no Jlodreis entonces Hitar lo que pan' ce (Iue qm~reis evitar (~on
las eOIl('('siones qut' hareis. Pues bien; lo digo eon profunda eOll-
\iccion al congreso: yo veré con más Ó l1lellO,S sentimiento, eOH
mucho sentimiento ciertamente, las tendencias radicales que }lUP-
(lan tomar ciertos partidos en España; yo lo deplorar~, y lo d('-
ploran~, siempre; pero, pOI' mucho que drplol'e tales tenclencia~,
mientras mús se exageren, mientras mús aparten ú los que la'.
lienen del (~amino (h la legalidad eonstilueional, m{ls ine'(oraIJI('
encontrarán mi yoluntad y mi f'spírilu contra ellas. ~o, no es con
partido:,;, cualesquiera que ellos ~can (no los calilieo ni los 1'1'-
cuerdo en este momento), que se salen del cauee legal, eOIl lo~
que es lícito transigíl', y a lo.; quc e~ IHto dar e~le género de
satisfaccione~ .




LA REFORMA CONSTITUCIONAL. 383
»Mas el Sr. A parisi nos deeia el otro dia: «Procurad reunir


»los elementos conservadores, porque se prepara una grande y
»descomunal batalla, en la cual habrá necesidad de que todos los
))(lefen~ores de estas i(leas más ó menos avanzadas, más ó menos
»liberales, estén en sus pues los r bajo sus comunes banderas. »
y yo pregunto al Sr. AparL~i y a los que como él piensan: ¿dónde
quereis que sea el punto de reunion? ¿Dónde quereis que haga-
mos la convocacion de las fuerzas conservadoras'? ¿Habeis \isto
algull general hábil que aguarde al enemigo en la estrema fron-
tera para defender alguna vieja encina ó alguna choza aislada?
¿Le habeis vislo ir á buscar al contral'io en las posiciones que a
Í>l le convienen? ~o; un goneral hábil se relira hasta el punto
donde se le pueden incorporar todas sus fuerzas, hasla el punto
donde pueda oponer más Yigoroi'a resi~tencia, ha~ta el punto es-
tratégico donde pueda contar con mayor apoyo en 01 país que
defiende. Pues ese punto es el que queremos nosotro.'; buscar en
la constitucion (101845. Señoretl: osa constitucion, que han
aceptado tantas personas ilustres del antiguo partido progresista;
esa e()n~titucion, que aceplan hoy tantos otl"O:-\ todavía en el mis-
mo partirlo; esa constitucion , que han aceptado en diYer~os tiem-
pos todas las fracciones eonseryadoras del país; esa constitueioll
es el único punto de conyoca('Íon y de e"pera de las huestes C011-
~enadoras.


»Si es cierto, pUl'~, que la batalla ,iene, que el comba le estú
encima, no os neguei~, no, lotl que pretendej,; ser mú~ amigo" del
(',rden, á acudir al punto de rnunioll, clonde está la honra, el in-
ter/'s, la bandera de lodos los venlacleros comervadores. Acudid
ú ella, defenrleclla, y no prelendab;, cualquiera que sea la con vi(~~
cíon, que ro respeto profumlísimamenle, ele los que en otro tiempn
han querido buscar en lugarm. más ayanzados la defensa de los
intereses eonsenatlores del pais; no querais arrastrar {1 esos pun-
tos, donde sereis pocos restareis aislados, tantas otras eon-
Yicciones sinceras como se han lnantado aquí del seno mismo
del partido conservador á protestar contra las reformas pro-
yectadas 6 lIeyadas ú término. Nn querais hacer eso, porque
nunca podrei~ hacerlo, y aunque lo pudiérais, hariais una




384 DISCURSO SOBRE
cosa fatal para los intm'oses mi~mos que I))'etendeis defender.


»Toco ya el fin, señores, y yoy á cflIlduir diciendo alg-unas
palabras sohre los triste~ Yatieiníos y augu/'io~ (¡ne ha hecho el
Sr. Barzanallana re~pedo ú la nacionalidad española.


»Sentaba S. S., pro~iguiendo en ~u .'<i~[oll1a, en mi opinion
equíyocado, rln señalar pcqu8úas y ('xíglLlS ('al1~a~ a grandes y
notorios cfcdo~; atribuía, dig'o, S. S., ~i!2.'ui()lIdo on e:,le si~lema,
atribuía ú tal cual [I'(l(lucclon de cosas francC'~a~ (rilO hu iJiéramo~
heeho, y al no hab(')' /'('('onlado Ú ti::-mpil <[!LO no eran co~a.; fran-
cesas, sino inglc:'\as !as que tradudamo~, ulIa grande inJJuencia
cn el del'aimi('nlo moral de la sociedad e,;pa¡¡ola.


)jEt Sr. Bmanall,IIIH declaraba (IUO l'l no podia ser materia-
lista en polilica, que (;¡ no podia s(~r (~OIllO la escuela econólllica,
que todo lo n~ en los intere.;es; que e~ de los que lo \en torio, por
el contrario, en cl scntimienlo, y tle los (lue preflcren tl lodo la
grandeza de la patria.


»Yo acompaño á S. S. en tales sentimicntos; pero no parlici-
po, y cso que no son prcch;amenle los estudios cconómico,.; para
mí tan familiares como lo son para S. S., ni han constituido nun-
ca mi prore~ion inmediata; no llClrlil'ipo, digo, di'¡ ('l'I'OI' de qUC
el descIl\ oh imi('nlo material á ({UD' amos, de que el aUll1en[o dí'
{lro;;peridad puramente material en qae nos hallamos, l'ontrilm-
yan en poco ni Cn mucho ú b d('cadelleia moral de la sociedad
e:-;pai'íola.


»Por el contrario, e~ mi opinion, ~. opinion que conlirma eH
lodos casos y ocasiones la historia, opinion(flw, frcnte ti frente
r!t' las poéticas eselamaeionc;; del Sr, Barzanallana, vacilo el1 e,;-
poner ú la consideracion de la dllnara, que en el terrcno de la
rcalidad y en el palenque de la historia no ha y ni gloria siquicra
para la" nacione~ pohrcs.
»~O; no hai'la ('1 hcrobmo indiridual; \lO ba;;la la grandc


conciencia de "í mbmo en los indhiduos; no basta el genio par-
ticular pam hacer figurar Ú ulla nacion de ulla manera granell'
en la historia. v sobre todo. en la historia motj('l'l1a. En todas , . ,
las naciones en (¡tle {lij¡' falla de trabajo: dé' laborio~idad l de
eondicionc~ de riqucza ~() ha 'cnido u \lila gran pobreza, triste y




LA REFOI\MA CO:'iST1TüClO:->AL. 385


fatalmente ¡;;r ha srguido ;'¡ ella un \crdadero decaimiento de to-
(la~ ~u~ glorias, así literaria~ como militarcs.


»XO defcndais, no; no so~lcngai.~, no, cluC ha habido menos
c~píritu moral, Il1CIIO~ conci(ll)('ia moral en los españoles del
li('llIJlO dI' Cilrlos 11 que C'n ~lL~ grandes antec('sores. No sosten-
gais que 105 \ eneido~ de Ho('l'0Y eran menos valorosos que los
compañ('I'O~ de nonzalo de ClÍnloha.


i) E~o no srria I'\;wlo. Si e\aminai~ el ti nelo il muerte que
por espado <In \einli:'>iele años hullo enlrc la monarquia española
~ la monarquía I'rancesa para dL'lmlal'sc el primer pue"to en el
HlLlIHlo, allí encontrareis que los grandes hccho~ casi lo" com-
parlen por mi tatl ambas nadones: poro tlespues ele estos hechos
\alel'():;o:,. dl'~I)UCS de eslas accjon(~s militarcs, la Francia se
({uedlÍ, ~jJl emb(l)'i-!'(), con el primer puesto, y la Espafia con el ,j';'./,~~)
últilllo. A,;Í lo (¡ueria la (Ji\crsidad de condiciones sociales en e/'


".' que e,;tilhamos; y de eso~ ejemplo,.; podria cital' llluehos, lo mis- l/
mo ün lo,; tiempo,; antiguos que en lo:, aelualed. ¿Y eómo no .ha- ~>~.
hia de pod(~r ciLlrll)~, si e,.;Ul 6 la ley inf''\OI'ahlc de la historia? : ~


\\ ))na~ que' r1l'cil' al Iui;.; la \ Pl'dal!; llar que dül'irl(~ qne !lO es . ,
('1 ),l'ew~l'd() de Lepanlo ni el i'l'clH'l'do <In San Qllinlin lo <JlW mtts ~,.~::;~
falla 11' ha(:(~, :;ino ('jelllplos de pacienl'i,L de laborio~i(lad, de pro-
¡,treC,() y dn \ irludl''; ('h i!e,.;, que e" lo (fU:' produce el desemohi-
Iniento de la Pro-I)CI'idall púhlie;L pOI' JIledio de la cual se alcan-
za ~oh) la grandl'zcl 1[111' el pllehl!) p:'p'\I1ol apele'ce. po)'que la eeha
dI' meno~ toda\Ía.


»)A,.;i se ,i,e, a"r e~ la rl'alidad de la hhtoria, y ni el
~t'. BaI'zanallana, ni yo, ni ningun poeta mil~ grande que el se-
i"ol' Barzanallana y IIUI' ~() ;~ mecHo en este in~tanle porque me
('llClwntro como t0rmino de eomparacioll con S. S.) podríall1o~
\ ariar, au U(llll' quisiésemos, el curso natural (; ineütahle de las
('osas. Dad nos la prosperidad agrícola, cladnos la prosperidad
¡ ndustria 1 y la pl'o~peridad mercantil de J Ilglatena, y no temai~
(¡ue nuestra,; na\es huyan fugit¡yas (\1' la~; suyas; no lemab que
su handera flo(e l'11 parte alguna de nue,;(ro territorio po)' mucho
til'IllllO, no temaL; nada de aquello que pueda heril' de un modo
permal}f'I1le el eOl'aWIl dn UII e:,pafiol que se ~iente digno de serlo.
TO~[o 1\. 2.




386 DISCURSO SOBRE


»Por mi parte, pues, al vel' que las condiciones de trabajo, de
laboriosidad y de industria se desarrollan en mi país; al ver que
al soplo extranjero, desgraciadamente al soplo extranjero, pero
ello es que de alli nos viene, se desenvuelven entre nosotros to-
dos los gérmene~ de la prosperidad; al \ ei' que pl'ogrcBamo~,
eBtoy tranquilo y no temo el decaimiento moral con que se no,
amenaza. Lo mismo que el romano vencido, yo no dc~espel'ü de
mi patria.))




CAMPOA~fOR.


Cllando en un a1'te de retórica leemos esas reglas
prolijas, esas detallad:J's prescripciones con que se afana
su autor para trazar á la oratoria un camino conocido,
con sus corrcspollrlientes límites y linderos, con sus jor-
nadas imprescin(]ibles y sus puntos de descanso señala-
dos, una sonrisa de compasion hácia el autur de aquel
libro se asoma á nuestros lábios al cOlllparar la teoría
con la práctica, al recordar algunas admirables perora-
('iolles quc no se han sujetado ü esos preceptos escritos, y
Ilue no por eso han dejado de ser elocuentes y bellas y
de producir el efecto de la bucna oratoria: conmover y
persuadir.


'l'an difícil, tan imposible es lograr de un orador que
siga paso á paso en sus discursos el camino señalado de
antemano por los preceptistas, como que el aguila trace
una línea recta en su rápido vuelo, como que un buque
navegue con movimiento acompasado y rumbo fijo, ::d
impulso de los vientos encontrados de una tempestad.


La elocuencia, hija del corazou mas que de la cabeza,
es por lo mismo tan libre, tan independiente, tan desor-
den:tua COlllO los afectos que le dan vida; pretender im-
pOllerle reglas, sujetarla con trabas retóricas, es una 10-




388 CAMPOAMOR.
cura como la de que¡'er calmar una pasion en el momen-
to de su mayor desarrollo.


Por regla general, los oradores políticos, los tribunos
parlamentarios, son los que sauen menos de retorica. En
la preparacion é improvisacion de sus dircursos, las úni-
cas reglas del arte á que se sujetan SO¡¡las circunstancias
eil que se encuentran como hombres de partido, sus de-
seos de ambicion ó de gloria, las condiciones de su tem-
peramento y su carácter.


Estas últimas cualidades, sobre todo, son l;ls que
guian y acollsej,irl al orador, y las que más resaltan y
se reflejan cn las peroraciones políticas.


La sabida máxima de que «el estilo es el hombre)) si
bien se examina es una gran falsedad, pues en la vida in-
telectual, en las variadas y múltiples manifestaciones del
alma lo que se observa es que el «ltmnb,'e es el estilo.»
De un orador apasionado en sus afectos, vehcmente en
su carácter, no espereis un discurso tibio, descolorido,
ideológico. Aunque incorrecto UilaS veces y desaliriado
otras, siempre hallareis entre la iucorreccion y el desa-
liño algun rasgo de sentimiento, alguna illlágen ati"evida,
algun pensamiento enérgico, valiente y conmovedor.


Por el contrario, cuando pida la palabra en el parla-
mento uno de esos oradores que tienen el corazon en la
cabeza; uno de esos alam biq nes de palabras, refinadores
del lenguaje; uno de esos eruditos, bibliotecas ambulan-
tes, donde solo luce 1.'1 lujosa eneuac1ernacion Lle los vo-
lúmenes, preparaos á oir frases atildadas y escogidas,
citas más ó menos oportunas, voces y giros anticuados,
ideas delicauas y tímidas, que veladas por la hojarasa de
una palabrería, mecánicamente ordenada, :se evaporan
antes de llegar al corazon ó á la inteligenda del au-
ditorio, como se disipan las nieblas de otoño, antes de




CAMI'OA)lOH. 389


humec1ecer las flores ,ilas primeros rayos del sol.
Tan cierto es esto, que conocido de antemano el tem-


peramento y el carácter de un orador, se adi vina fácil-
mente la índole de su oratoria, la espeeialidacl de su es-
tilo, hlS tendencias de su peroracion, y hasta sus acciden-
tes y resultados.


y así como se sabe, al pedir la palabra Rios Rosas,
desde les bancos de la oposlcion, que indudablemente
han de oirse abrumadores y varoniles apóstrofes, y si el
orador es Apal'isi y Guijarro, pensamientos tiernos ó
patrióticos, en vueltos en bellas y galanas frases, y si es
Oló%a[ja el que habla, sangrientos y amargos sarcasmos,
y si es Rivero el q ne perora, oscuras y metafísicas abs-
tracciones, cuando el que se levanta es Campoamor, ya
se sabe por toelos q ne van á oir conceptos agudos é inge-
niosos, frases nuevas y originalísimas, epígramas tan
oportunos como delicaelos.


y ya que, siguiendo el curso de nuestras apreciacio-
nes sobre la oratoria, hemos nombrado al orador, con
cuyo retrato vamos á llenar el último hueco de esta ga-
lería ele cuadros, que con más perseverancia que talento
hemos pintaelo, cojamos el pincel y la paleta y tracemos
algunos ligeros rasgos que revelen su fisonomía de hom-
bre político y oruuor ele parlamento. Por sus ideas políti-
cas, nadie puede, con razon y exactitud, señalar el puesto
que Campoamo1' OCLl pa entre los partidos militantes,
porque es acaso el único polítieo que no sujeta su inteli-
gencia y su corazon á los despóticos mandatos de un jefe
de partido, a las escl nsi vistas prescripciones de u tia es-
cuela, á las exigencias, á veces ridículas ó injustas, ue
una parcialielad política.


Carnpoamol' es un soldado que no hace caso de la
ordenanza ni ele las V(lces cl(~ manilo de sus jefes; por eso




ano CAillPOAMOH.


no guarda nunca una perfecta alineacíon en las filas en
que milita, ni detiene su paso a la voz de ¡alto! ni sigue
en retirada á sus compaíieros, ni pasa revista de comisa-
rio, ni hace guardias, ni desempeíia otras faenas degra-
dantes del servicio, por lo cual es amonestado frccuente-
mente, sometido siempre ú un consejo de guerra, y priva-
do del rancho con que se alimellta A la tropa subordinada.


Campoamor no se alista en un partido para lograr
cruces y ascensos, sino para pelear con sus contrarios.
Cuando encuentra ocasion les acomete, sin esperar á quc
se lo manden. Es un guerrillero que no cobra estipendio
de nadie, que ataca á la desbandada, sin más ambicion
que la de batirse, sin aspirar a otra gloria que la de ven-
cer, sin desear más recompensa que la de ver satisfecha
su vanidad y triunfante su valor.


Campoamor no obedece en pCJlítiea á otro jefe que a
su criterio, ni escucha otra voz de mando que la de su
conciencia. De aquí el que su sistema político no sea un
sistema esclusivista, intransigente y mezquino, como el
que profesan esos politicos de rutina, esos partidarios au-
tómatas, que al afiliarse en un partido entregan al que lo
dirije su cabeza y su corazon para q ne piense y sienta
por ellos, ahorráudoles el trabajo de pensar y de sentir.


De aquí el que mire siempre la política desde un
punto, más elevado que los demas, y lajuzgue I3n su COll-
junto sintéticamente, sin deseemler nunca á esos pobres
detalles de aplicaeioll, que solo sirven para debilitar las
fuerzas, y gastar el prestigio y la popularidad de los par-
tidos en luchas estériles y perjudiciales para todos.


y como mira la política por el prisma deslumbrador
de la filosofía y de la estética, en vez de hacerlo como
muchos por el del interés y de la práctica, resulta que en
sus opiniones y en su conducta suele aparecer Campo-




CAlIlPOAMúH. 391


amor contradictorio é inconsecuente, cuando en realidad
solo es lógico con su carácter y su conciencia.


Por ejemplo: pretenden los progresistas levantar una
estútua á Mendizabal, y hacen cucstion de vida ó muerte
para su partic10 el logro de su pretension, simbolizando
en aquel monumento su historia y el triunfo de sus prin-
dpÍos. Los moderados, por el contrario, se oponen con
todas sus fuerzas á la apoteosis del famoso desamortiza-
dor, porque ven en ella la apoteosis de la revolucion y de
la anal'quia, y la humillacion del principio de órden y
del principio de autoridad. Campoamor se rie á ola vez
del pueril empeño de los primeros y de la sistemática
oposicion de los segundos, y aboga por la erece:iQn de la
c:státua, á pesar de sus ideas moderadas, porque, juzgan-
do la cuestion en el terreno de la economía política ó de
la escultura, solo ve en la estátua el desarrollo de la ri-
q ueza publica ó el adorno de una plaza que contribuya al
embellecimiento de la capital.


Para Campoamor es aquella lucha una cuestion de
administracion ó de arte, y no cuestion de partido, de
rencor ó de miedo, como la comprenden los demás.


Teniendo presentes las allt~riores apreciaciones sobre
el carácter independiente, s01)re el criterio elevado y filo-
sófico con que Campoamor trata siempre la. politica, na-
die estraflad que quien tiene como él talento indisputa-
ble, y condicioncs poco comunes, no haya figurado has-
ta ahora en prÍlllera línea cntre los repúblicos espaflolcs.


Si como es un político de criterio propio, lo hubiese
sido de rutina; si como es un político teórico, lo hubiera
sido práctico; si como sujeta su conducta á los consejos
de su razon y de su conciencia, la. hubiese sometido á las
de-spótica.s prescripciones de un partido, á las inflexibles
y sistemáticas doctri nas de una escuela; si como es inde-




392 CAMPOAMCR.
pendiente, fuera ambicioso; si como es filósofo y poeta ,
fuese calculador y utilitario, hace afios que su nombre
estaria inscrito en el largo catálogo de los ministros espa.
ñoles, porque á ese elevado puesto han llegado muchos
con menos talentv, con inferiores cualidades de las que ú
Campoamor adornan, si bien poseen en cambio más
flexibilidad de carácter, más ductilidad ue ideas, más
resignacion, más vanidad, más egoismo.


Pero dejando aquí medio dibujado ya el retrato del
hombre político, marquemos con algllnas ligeras pincela-
das la fisonomía del orador parlamentario.


-¿Es orador de parlamento Campoanwr?
-¿Merece por sus discursos figurar en esta galería dc


oradores contemporáneos?
Por si algun envidioso ó algun murlllurador nos diri-


giese ambas preguntas, vamos á darle de antemano Ulla
convincente contestacion.


Si la oratoria es la aglomeracion de palabras escogi-
das, el encadenamiento artificioso y mecánico de perío-
dos bien combinados, la ordenarla distribucion de las par'-
tes de un discurso con sujecion á las reglas de la retórica,
la manifestacion , en fin, por meclio de la palabra habla-
da, de una série de ideas y cO:lsideraciones simétrica-
mente amoldadas á las leyes gramaticales, ó á los usos
establecidos por la Academia de la lcugua, Campoamor
no es orador parlamentario; porque así como cn política.
no sacrifica su concicncia á las exigencias rutinarias de
un partido, tampoco en la oratoria parlamentaria abdic':!,
la índole de su carácter, y sus hábitos de literato y de
poeta ante las formas convencionales, admitidas y san-
cionadas por la costumbre en las asambleas deliberantes.


Pero si la oratoria, en todas sus cscalas y manifesta-
ciones, es, como nosotros entendemos, el arte de conmo-




CAMPOAMOR. 393
ver ó de persuadir, la mHuifestacion natural y cspresiva
de un sentimiento, ó la enunciacion agradable y simpa-
tica de una idea; si la esencia y el mérito de la oratoria
estriban más en el pensamiento que en la palabra, más en
el fondo que en la forma, más en la sustancia que en el
ruido, más ell el eorazon que en la lengua, Campoamor
es un or:tdor notable, porque si no es el orador de pa-
labras, es el orador de ideas; si su oratoria no se ostenta
con el manto deslumbrador de la frase poética, propia
y galana, mlléstrase en cambio seductoramente vestida
con el agradable traje del sentimiento, del ingenio y de
la inteilcion.


Otril consideracion hemos tenido presente para colo-
car el retrato de Campoamol' en esta galería, con justa
preferencia al de otros oradores de más importancia y
reputacion. El retrato de uno de esos oradores hubiera
sido en nuestro museo un nuevo cuadro, al paso que el
de Campoamor representa 'Un género más.


Oiertamente que el género de oratoria de este dipu-
tado no se parece á ninguno ele los conocidos en el par-
lamento. Es un género suyo propio, especial, inventado
por él, p:)rque solo Campoamor puede, merced á su in-
menso ingenio, aplicar á la, grave y metódica oratoria
parlamentaria, ese estilo pintoresco y original, ese inge-
niosísimo juego de palabras, esas frases de su esclusiva
invencion, tan bellas como intencionadas, esas antítesis
tan atrevidas y esas paradojas tan deslumbrantes que
cauti van el oido y seducen el ánimo, sin dar lugar á que
la inteligencia aplique á su eximen el escalpelo del aná-
lisis y del buen gusto.


Su espíritu, exageradamente activo y creador, su in-
genio, que se desborda y sobrepone á su inteligencia, el
afan inmoderado ele su [lIma por adí vinar lo desconocido,




394 CA MPOAftfÜR.
arrastran á Carnpoamor á un mundo ignorado, donde
solo él penetra en ajas de su irnagin:teion y de sus
afectos.


Habitante de ese mundo fantástico, no le satisface
sin duda el mecanismo del mundo que los denl:Ís habi-
tamos, y crea en su mente nuevas y desconocidas ideas,
é inventa para espresarlas nuevas y desconocidas frases,
y aun creemos que, a cst'lr en su mano, in ventaría para
su uso particular un nuevo corazon, para disfrutar de
nuevas y desconocidas sensaciones.


Oonsecuencia de Sil afan de crear y de inventar, son
esas estrañas defin.iciones c)n que bautiza las cosas l11flS
antiguas y usuales, como cuando llama :i la filosofia, una
Jaqueca de treinta siglos, y al mundo, gran palco escé-
nico de una tragedia divina.


Arrastrarlo de esa especie de manía ele dar a las co-
sas y á las ideas, nuevas y originales calificaciones, defi-
nia la ley ele imprenta de Nocedal, combatiéndola eH el
notabilísimo discurso que al pió de esta biografía copia-
mos, diciendo que era la bancarrota de la, ]Jl'ensa, el
bloqueo de la opinion pública, el estado de sitio de la
inteligencia humana, y llamaba en otro discurso, nota-
ble tambien, al proyecto de rcfcwma <le la. constitueion,
inrnenso pecarlo de ociosidad.


No es de nUl~stra incumbencia ni conviene al objeto
de esta obra prOb:ll' si el género de oratoria ele Campoa-
rnor' es má" ó rnenus propio y oportuno en los debates
parlamentarios; lo que !lO admite duda es que sus discur-
sos de oposicion producen el ~fecto que el orador se pro-
pone; que es el de mortificar á los ministros, patentizan-
do sus desaciertos, su inconsecuencia ó su impericia,


A causa de ese estilo pintoresco, de ese tono epigra-
mático, de esa forma paradógica que con tanto ingenio,




CAMPOAMOR. 395
(~on tanto talento usa Campoam01' en sus discursos, su-
cede generalmente, que sin ser estos tan violentos en la
forma ni tan agresivos en el fondo como los de otros ora-
dores de oposicion, promueven casi siempre escenas tem-
pestuosas en los bancos de la mayoría, y especialmente
en el ministerial.


Raro es el discurso de Campoam01' que no ~ea inter-
rumpido varias veces por la campanilla elel presidente,
por las muestras de aprobacion de las tribunas, por los
murmullos <le la mayoría y por las reclamaciones de los
ministros.


Succdeles á estos lo que á los sordos, que queriendo
suplir con la malicia la falta de oido, al notar que los
demás se rien, se creen objeto de aquella risa, y pónense
furiosos contra el que la promueve.


Lo mismo les pasa á los ministros. Cuando Campo-
amor lanza, con la vista fija en el banco ministerial, un
agudo retruccano, una enmarañada definicion, una inge-
niosÍsma para1loja, y aplauden las tribunas y sc rien to-
dos los diputados, los ministros que no comprenden aqucl
intrincarlo juego de p:llabras, aquel metafisieo c,)nccpto,
y que ven que los (1iputados se rien y que las tribunas
aplauden, sospechan como los sordos que son ellos el ob-
jeto de semejante espansion, y pierden el color, y se mi-
ran indignados unos á otros, y lanzan sobre el orador
los r:tyos de su ira, y piden al presidente que mande es-
criJJir aq uellas pabbras. P,tlabras q llC esplica:las despues
en lenguaje COrllUtl, en estilo llano y corriente, en lugar
<le un insulto enccrrab:tll UlU agudeza, y eran, en vez de
ulla ofensa, un alarde de ingenio.


Sin disputa alguna, Campoamol' es un orarlor nota-
ble, sino por la entonacion épica de sus discursos, por sus
grandes pens:1lllientos y por sus miximas profundas, por




396 CAMPOAMOR.


la sustancia que encierran, por el ingenio de que van sa-
turados, por la originalidad de la frase con que los ador-
na, por la novedad de las id~as en que se fundan.


¿Y cómo no ser orador, siendo espariol y atesorando
en su cabeza Ull candal de instruccion nada comun, y en
su corazon un manantial inagotable de nobles afectos y de
pasiones levantadas?


¿Y c6mo no ser orador, debiendo al cielo una imagi-
nacion fccn nda, un talento privilegiado y un poder de in-
genio y de inventiva, en que pocos, acaso ninguno de
nuestros escritores contemporáneos puede igualarle?


¿Cómo no ser orador parla'nrmtario Campo(tmol', te-
niendo especiales condiciones para serlo, cuando sin ha-
ber estudiallo legislacio:1 escribió un esc.'[ente libro con
el título de Filosofía de las leyes, libt'O alalndo y consul-
tado por los jurieonsultos, y escl'ito sin otro estmlio, sin
otra preparacion que la lectura ele algunas obras de los
fil6sofos franc,~ses del pas:vl0 siglo, llegadas ti sus manos
por ca'3ualidad, y entre ellas las de }Iontesq uien, sobre
cuyas ide3.s y siste:nas comentó y disert6 con m:ís bri-
llantez que profundidad, con más atrevimiento que cspe-
riencía?


Ya lo hemos dicho. La inteligencia de Campoarnol',
es una intcligenda hn universal, tan perspicaz, tan crea-
dora, que lo que no aprende, lo inventa; lo que no sabe,
lo adivina.


Por 1) !nismo que C(unpoamol', sin ser abogado, es-
cribió sobre leyes, sin ser filósofo de profesion, escribi6
de filosofía.


En su admirable obra del Personalismo está encerra-
da toda la filosofía alemana, sin q!JO Campoa,mol' haya
hecho, como otros, un profundo y trab3.joso estudio de
los filósofos alemanes.




CAMPOAMon. 397
y así como estos nebulosos escritores m'lrean la inte-


ligencia más firme y serena con esa endiablada termino-
lógia, inventada por ellos para no comprenderse unos á
otros, y para que el vulgo ele los profanos los admire, por
lo mismo que al leerlos se queda á oscums, Campoarnor',
imitando con toda perfeccion á los filósofos alemanes, ha
escrito tambien su obra con tal metafísica, con tal vague-
dad, con tal laberíntico juego de palabras y ele ideas,
que sus mismos maestros, los marcadores del género hu-
l1lano, no aejaran ele marcarse ni confundirse alleer el
libro del filósofo español, sin que, por más esfuerzos que
haga, encuentre su inteligencia el hilo ue Ariadna en
ese diabólico laberinto de lo objetivo y lo subjetivo, de la
dea y ele la snbstancia, ele lo absoluto y de lo infinito,


del 'ideaUsrno y del panteísmo, del yo y del no yo.
y así como estamos seguros de que ni Campoamor


ni nadie entiende esa gcrga filosófica de Espinosa, ele
Descartes, de Fichte, de Kant, de Hegel, de Schelling y
de otros locos que S0 divierten jugando á la gódlina ciega
eon la p)!Jr,; razon humana, sospe"hamos tambien que
ui esos tllósofos ni otros mis perspica'~es comJ!l'cncler;in la.
filosofía hispano-alemana de Campoamor como nosotros
¡10 la comprendemos, sin negarle por eso su gran mérito,
que, cumo la de sus maestros, consiste únicalllente en
que no se entienda.


Demos los últimos toques á este cuadro. CaJnpoamol',
como todos los oradores de ideas mús bien que de pala-
bras, corno toclos los políticos de intencion más que de
oportunitlac1, es un tanto pl'emioso y dífícil en la loeueion,
porque se fija más en el pensamiento que en la frase, y
porque dice lo que piensa, al paso que otros no piensan
lo que dicen.


La práctica Ihrú induda,blemente á este orador más




398 CAMPOAMOR.
facilidad en el decir, y más aplomo y natul'ulidad á sus
ademanes, haciéndole perder esa seriedad afectada con
que perora, tan contraria á su carácter natural y espan-
sivo, y tan poco en armonía con el género de su oratoria.


¡Cosa rara! Cuando Campoamor promueve la hilari-
dad de la cámara y de las tribunas con un concepto in-
genioso ó un discreto epigrama, es entonces cuando su
semlJlante muéstrase más sério. En esos momentos de
espansion general, solo aparentan gravedad Campoamo1'
y los ministros.


No se crea por lo que hasta aqui llevamos dicho, que
las peroraciones de este diputado, solo son agradables por
lo ingenioi'as, sin que por lo profundas sean elocuentes.


En medio de esas caprichosas é inimitables construc-
ciones de frases, que siempre revelan un pensamiento
illtencional, más ó menos velado, brotan rasgos de imagi-
nacion ó arranques de sentimiento, hijos de la verdadera
elocuencia.


Elocuente y sentido estalJa el orador moderado, cuan-
do, oponiéwlose al abandono Je Santo Domingo, escla-
maba: «En casos de honra, cuando las madres lloran :í.
sus hijos, sus hermanos los vengan. Esa es la ley de la
necesidad. ))


y cuando, combatiendo la reforma constitucional en
1857, decia: «¡Cuando le falten á la opinion pública las
armas legales del derecho, de la justicia y de la razon,
acabará, como otras veces, por echar mano de las armas
prohibidas que le suministren el resentimiento y la ven-
ganza! ¡El dia que el gobierno de S. M. no quiera que
hable la razon, vendrá á gritar por ella la venganza! ¡El
dja que el gobierno de S. M. no quiera que la verdad se
escriba con tinta, ya vendrán los resentimientos y se la
escribirán con sangre.




Discurso contra la ley de imprenta.


«Da bienes fortuna,
¡¡Que no están escritos ..... ))


))Digo cs!o, porque ante~ ICnJam05 alguna libertad de impren-
ta, Jlero uo leniamo,; ninguna le~. Hoy \ amos á tenor una ley de
imprenta, pero en tambio no tendremos ninguna libertad.


))He pedido la palabra en contra de la autorizacion para
plantear la ley de imprenta, porque esa ley de imprrnta no tirne
más objeto, y no darú otro resultado, que el de poner á la im-
prenta fuera de la ley.


))La ley, ~eñores, e~ un pacto que liga á dos, con iguales de-
rechos y con iguales deberes. En e . ;e proyecto ele ley ele im-
prenta veo consignados los deberes que el que manda im pone al
que ha de olwclecer; pero, j, en dónde eslún consignados los
deberes que 01 (p)() ha de obc.!ecer tiene derecho ú imponer al
que ha ele mandar? En e¿le pi'oyerto de le~c ele imprenta, eo los
derechos tI ue se resen-a el podür;. pero ¿dónde estilI1 los derechos
que se deben reservar á la Iiberlad-? Como en este proyeeto de ley
yo no wo derecllOs mús qlH: para la libertad, resulla que es
cierto lo qUf' lw dicho al prindpio, ú ~aber: que este proyecto clf'
ley de jJllpn~nla no lieno JIlÚ" objeto, no puedo ciar mú~ resulta-
do que poner ú la illlprenla fuera de la ley. Yoy ú prohar l'~ta
aserf'Íon: al mi"mo tiempo ('oll[eslar(> al ilcfior lllini~lro de la go-
Iwrnadoll, que se quejaba a~·er ele que lo~ oradores que eomha-
tian la ler de imprenta, lodos decían que la leyera mala, pero no
decian por qué.


») Yo, aunquü lastime los sentimientos naturale~ de paterni-
dad de S. S., le yoy it decir por qué la leyes mala, ~- ~e lo ,oy
it decir en el diseur~() má" lClllplado y Il1ÚS comenientc que S. S.
haya podido oir en todos los dias de su ,i(la. "\1 mismo tiempo
\ oy á conte~tar lamhien al inteligente señor mini~tro de Estado,
que ayer nos ha lraido una eIaboraC'ion ~inlélica para probarnos
t(ue la leyera buena; y ~-o, procediendo por el método contrario.
le Yoy á probar por un anúli,;i,;. no arbitrario COIllO la ~intesis de




400 'DlSCURSO CONTRA
S. S. sino l'eal y vOl'dadot'O, que la loy no os huena, así purs, yo
probaré al smlOl' ministro (le E~tado, que la ley no es bUPIIa, yal
señor ministro de la gobcl'llacion, que la ley o~ c()}nplelamenfe
mala. Para pmhal' eslo. empezaremos por sentar tre:;, 6 cuatro <Í
cinco proposiciones. PamERA PROPOSICIOX: esta leyes la Ir,r¡itinw-
cion de la al'bitrariedad. SEGL"\DS PHOPO';ICIO'i: ('strl {I),I( es la lIefjll-
cion, la imposibilidúd del (~jeráci() de la virtlld. TERCEIIA PItO-
PO,,¡CIOX: ('sta ley n la ¡¡¡I'cdable barl('lfi'ola de la }Jf('IISII. CLHL\
PROI'OSICIO'i: ('sta {ey ('8 ('l b!oqu('o di! la opi!lioll jJlíbl¡ca. QIiI\'T.\
PROPO~[C[O'i: ('sta ley r,s el estarlo de si/la rk la ¡1/(elifj('J/{'ill !WIIUIIIa.


J)Homo,; dicho qun h primera ]lt'oposicioll era (Ilw rstrl Ir./j
es la !('(Iitimar,on de la (u'Óitraril'dad. PrudJ;¡. Todo..; a(/uellos ae-
los que purlien(lo ser saneionado~ Ó legitill1ad()~ por la sancioll
de un trihunaL ~e dejan it la lihre \ olunlarieda(l de la.; autori-
da(k, polilieas, eseneÍalmente movible" ('~eJlcialmenle r ea~i pOi'
d(~beL' apasionadas, son otros tanto:" actos de arbitrariedad.


)JEn e~ta ley se dejan á la clis]losieion y \olunlariedad de la"
auloridacles gubernatiYas todos los eslremos siguienle,;: Primero:
empieza esa ley por exigir un .impo,dhlf); empieza po\' e,<igil' un
editor re~ponsahle que pague 2, 000 \'~. de ronlrihnf'Ínn dirrela, y
([ue la ,enga pagall(lo adl'lllilS con tre- añn,; de alllieipacion; rxi-
genCÍél que ú la \el'dad ~'() no ~\', aún (I'H') objeto l¡f'lIe, Ú pl'.;ar (]t'
la~ razone,; que diá el selíor mini"tro de E"lado. Yo no ~(> para qw·'
(',; e~a I'epre~('llla('il)n de un edilor qlW no ha d,' ser re~ponsahl('.
porque en definiti \ a el rnspo[lsabll' es el dep(\"ilo.


))Ahora hion: yo quiero que 111(' digan los sefiores diputado,; ~i
un ('(litor responsable que pague 2,000 r~. dn conlribueioll di-
roela, no es un personaje importante 1 digno de la mús ari~to­
cnltiea in~ant!aeion. Yo lIuiero que me digan qué objeto puede
tener esa Iluma aristocrada 1 Ú 110 SOl' que el gohiel'llo piense en
haeer alguna nue,a refoI'ma~ y se proponga l'í'labl<lCf'I' una Hue-
Ya ('alegoría (le senadore.~ por derecho propio. Por de pronlo
pueclo a~egllrar que luego que se plantee (l~ta leYl ea~i todos lo;
editores re6pon~ahlf~s pudrÍ.an SP], sf'nadol'es, mienll'as que ho;
habrá lllucho~ senadores que no pueden i;('l' edil()]'('~ I'e~pon-·
sables.




LA LEY DE IMPRENTA. 401


«Segundo estremo: por el art. 13 ele esta ley, el gobierno se
reserva la facullad de a(lmilir ó no admitir al editor de un perió-
dico, S('{/ltn los in/orilles qlle ti'nga }Jo), conveniente pedir; y yo qui-
siera saber qué objelo be propone el gobiel'llo con que no sea un
[['ilmual el que falle sobre la,.; eualidade:i de un erliLor responsa-
'ble. El objelo que el gobierno:,e propone, yo lo comprendo; el ob-
jeto del gohiel'llo es el de adlllilir tí nó á un editor segun lo tenga
pOI' ('ol/l'cnicnte, (¡ ,;egun !o~ i!lfol'me~ (fU(' qllicra pedir. Todayía
hay múi'. POI' e~() II rllelllo el gobierno se rl'~ena la racultad de exa_
minal' ('11 eual((uiel' tiempo y ú eualquier hora si el editor conti-
núa Jloseyendo las cualidades que le han de dar la aptitud para el
cargo (lile d('~(1ll1pciía. Lo:-; periódicos de oJlosicion deben estar
hien cOl1\eneidos de (Jlw con e~te artículo se relllO\ el'án los hue-
:,Os Ú ~1I'; editures mucho mús frecuentemente de lo que á su [rall-
quilidad pudiera COIl\ enir.


»Tercer estremo: el gobierno se queda, pOI' el art. ·Lo de esta
ley, con la facultad de suspender la \enta y distribucion de
('ualquier impreso. Primer paso en f¡Ue el espíritu tropieza con la
maleria. Y no solo :-;e queda con csta facultad, sino con la re~ena
de poder e~cogcr entre lo,; pl'llmotol'e~ f¡scale~ nombrados pOI'
d m("!odo ordinario el que ha de acu~ai': euanLlo entre los pro-
motOI',':; fi:,calc':, JI(),nol'ado:i ])lH' el m[>tor!o ordinario no haya uno
bastante duelil (IU:~ d(m:JlI('i(~ ú gusto del gobierno, este se quede
adellli'ls con la fanlllad di: nombrar un IIscal especial en cualquier
licm po y i;in ninguna re~triecion, aunque sea un fiscal (¡ue no
~(')Ja latill.


»)Quinto estrcmo: ]lor el art. 5. o de e,la ley se queda el gobier-
no tOll la l'esen a de prohibir la inlroduccion en territorio espa-
fíol de todos los imJlre~os (fue ~e hagan en el estranjero. Yo qui-
¡;iC'rfl que ~e mo lUjese qué prueba de altura intelectual suelen
dar los gohiel'llo.,; ell Espafia para que se les dcjt! la estraordinaria
l'al'ull,HI dt' ejercer i'l monopolio particular ele matar en 1101' todas
[¡:s inldigl'Jleia~ /i/I!i!li'llaS, sino que aun quieren el monopolio uni-
\ C'l'sal (L~ llIalal' lón 1101' [()da~ la;,; intelig('ncia~ exóticas.
))Se~ll) ('~lremo: ade:nú~ de lo!la~ estas reseryas, ~e queda el


p:olJicrno ron ia dl' di«ar la . .; !'e~da,: I¡Ue teng'a por cOlwenienle
TO'lO IY. 26




402 DIscunso CO~TnA
para la policía sobre la venta y distribucion de los impresos. Se
gun el espíritu de la ley, los periódicos de la oposieion, ya deben
saber qué facilidad tendran para la lenta y espendicion de su~
impresos. Todos es los actos, cuando la mayor parte pocHa legiti-
marse por la ~ancioll de un tribunal, dejado ú la lihre volunta-
riedad ele las autoridades poli liea~, 1~~elH"¡all1len le mo\ ibles,
esencialmente y casi por dcJwr apasionadas, con:.:tituyen la mas
ab"olnla legitimacion de la más absoluta arhitrariedad. Sin te-
ner presente, seiíons, que la arbitrariedad es liIla espada (le dos
filos; y ~i hoy con ella podemos heril' á nuestros rnemi;nls Ú man-
sah a, sin conyeniencia r sin necesidad, maiíana, nue~lro~ ene-
migos á mansalva, sin necesidad y sin comenienLia, Jlodran
asesinarnos á nosotros. Dcscngúiícse el señor ministro de la go-
bernacion; toda:; e~as faeultades puestas á discre('Íon de las
autoridade'l gubnrnati vas, no son más que pan de gobiel"no para
Ilor, y hambre de justicia para mañana.


»SEGUl\IlA PROPOSIClOr\. Esla leH es la ¡¡r'ffllcion, es la imposi-
bilidad del ejercicio de la eh·lud. Prueba. Ha('e winte ailos que
estoy escribiendo para el público, y yo no ~,abia, 10 digo con
franqueza, no sabia que se podian cometer por medio de la
prensa, mas delitos que los de faltar ú Dios, al Rey, r, como an-
tiguamente se deda, á la señora ele nuestros pen~amient()s; <Í en
otras palabras, it la religion, a la monarquía, y ú las bucllas co~­
lumbres. El seiíor ministro de la gobernacion, que se conoce que
es muy perito en la materia, nos ha presentado una intermillalJle
lista ele delitos, y me ha hecho yer que e~taba en un grandísimo
clTor, y que ó estos delitos no son delitos, ü si lo son, la ,irlud
por medio de la prensa es una negacion. Aden1its (le los que
marean las leyes comunes, son delitos justiciables por medio de
la prensa los que se comprenclen en las categorías siguientes:


» Primero. Todo el que censure el culto Ó {l alguno de sus mi-
nistro~. Pregunto: ¿aunque sean sus ministros de aquello~ que no
ejercen el culto con el clecoro que todos estamos obligados ú ha-
cer respetar?


»Segundo. Todo el que censure ó ataque a un príncipe cual-
quiera. Pl'e¡;:-unto: ¿aunque ese pl'ÍIlcipe so mela ú político. y en




LA LEY DE JBPRE~TA. 403
una controversia nos fato ú nosotros tÍ falle al decoro do nuestro
país?


) Tercero. Todo el que tienda á coartar la libertad de las
autoridades; y prrgunto yo: ¿aunque estas autoridades tiendan á
coartar nllei'tra propia lihertad?


»Cuarto. Todo el ([l1e tienda á coartar el libre ejercicio de
lo~ poderes ('on~titllidos. Yo q\iiero saber :-i esto se entiende
tambien cuando lo~ poderes constituidos fallan á los deberes, fal-
tan ú las obligaciones, faltan ú las nece~idades de ~u con~ti­
[[¡cion.


)Quinto. Todo el que ofende las buenas costumbres. ¡X qué
se entiende muchas ,eces por Imanas costumbres? ¿No saben los
redactores de la ley que en muchas partes pasan por buenas cos-
tu lllJ)re~ una jlorcion de acciones que á los ojos de la l'azon y de
la moral son evidentemente mala:-;?
»Se~to. Todo el que publique acto .. que ofendan á los em-


pIcados: ¿aunque estos acto;; sean propios de los empleados harto
reprobables, y (Iue pertenezcan al dominio del púhlico? En esta
ley nos encontramo~ con que es deli!o todo, absolutamente lodo;
solo no es delito una cosa que, sah ando la intendon moral de
lo . .; autore.'; de la le~-, ú mí me parece abominahle. Esta cosa
es la ¡]elacioll que ~e autoriza por el púrrafo 2. 0 del art. ti:!!,
y la injuria r la eíllumnia que por el :J. o directamente se autori-
za contra lo~ Monarcas e~tl'anjer()s que e~túl en gucrra ('on Es-
p<\l1a.


») r al mismo tiempo que no es delito esta delacion ye~ta ca-
lumnia, es delito segun el art. 29, suponer malas intenciones en
lo" aelos oficiales, suponer lllala~ intenciones que es prl:cisamentn
la obligaeion indeclinable de todas las opo~iciones del mundo,
,,11 poner malas intenciones en los actos, en los actos oficiales, para
que lo~ gobernantes prueben por medio tle los actos oficiales que
:;us inten.ciones son buenas.


))Tambien delinque por e~ta lar hasta el infeliz que por no ir
á pl'e;-;idio apela il una sus(Tieion para pagar los gastos, los r(L
sarcimi(!nlos y las co:-las del proceso. Yo quisiera saher qué se
propone la ley ('on la prohibicion de esta suscricion cal'ilatÍ\a Ó




404 DISCURSO CONTRA
no caritativa. ¿Se propone 0\ ilar que la opinion pública se ponga
de parte del delincuente, y dé un voto de censura indirecto al
gobierno?


))Si es esto, ¿qué estamos haciendo aquí? ¿Vamos a gobernar
con la opinion pública ó contra la opinion pública?


)Se tiene en esta loy tan poco on cuenta los fueros de la impren-
ta, que hasta pOI' el al't. 62 todo periódico, aunfluo :,ea absuelto, no
podrá publicar la defonsa del artículo denunciado. Es decir, que
hoy, lo llli~mo que haeJ veinte ó treinla a[j()~¡ el Iü\el de la liber-
tad política e;;t{¡ bajo el ni rel de la ¡ibJrtad el Yil. Por c3ta podra en
adelante cualquier autoridad atro]dlar ú los intlhiduos de la opo-
~icion, y estos, allnque sea absuelto su arlieulo, no podrún siquie-
ra apelar al recurso de publicarle, para obtener Hila repal'acion
moral. ~o pareco sino (IUO esta ley tiene el triste pi'e,'ienlilllienlo
de que su~ ca~lig()" ,'an it [lOmar á lo, delinGLlCnles" ¿i no es
cierto que una hly donde las obligaciones sO com iertcn en cri-
menes, y los deberes se traducen por actos de insubonlinacion;
no es cierto, digo, que hace loLlllllente imposible el ejercicio de
la virtud? ¿~o es cierlo que en e,;ta ley no hay fkreeho.'< lllá:-l que
para el poder, y no hay dehereii mús que para la libertad? ¿~o
es \'erdad que esta ler se podilí rt~a!'lumir en un solo ;u"¡í¡'U!O, que
dijera: «( Se autoriza ú los }K'l'iódicos para e,:('l'i bil' lill1"1'mcillc bajo
))pena de la riela?)) ¿Xo es dedo que <:il!a le), contraria de una ma-
nera radical, de una mancra abiioluta, todas la~ tendeneias, toda,;
las aspiraciones de nueslra época de publicidad! De la Jlublicidad,
señores, que por mas que se diga otra co~a, siempre será la pa-
lanca de la libertad, siempre será la espada de la ju~licia, sielllpre
sera la antorcha de la yirtud y de la moral J de la publieidad, ~
perdóneme mi amigo el Sr. Canga Argüelles, representanle de
otra:-; ideas, lIue acabó con aquellas época, e1el ,;ücreto fine era la
base de todas las tiranías, que era la :,ahaguardia de loda con-
cusion; que era ellwdlO ocasional, la C<ltL-la fundamenlal, y si no
fuera por di:Jperlar la hilaridad del congreso, diria (llJe d ::ecl'do
era la fo~f()l'ita productora de lodo,; los vicio,;. (Grandes risas).


TEHCEILl. l'ROPOSIClO". Hs{o leyes III il/evitable !;1iI/CW"utl( de
la imprenta. Ejl'mr1o: Fi;.wrémonl)~ que HU índilid!i'i dí' lilU 1';1-




LA LEY DE DIPrtENTA. 105
milia n'n] imadc el lrr¡'('Wl de la J)!"('nsll, ~r mete ú escritor pú-
hlico, (¡W~ ll'lhlka un mm¡:;:';[o dndo. y f¡ne ~m conlro\'crtbta
cualquiel'íl ¡Jic¡~ que (l(llll~l inrli¡i:1i11l di: 1<1 f,,:nilia ]'('¡l! ha publica-
do un manific,;lo indi,:2;IlO d(~ é'], ,í hirn qlle c·:e maniflr::;to es in-
(E~~no de un indi\!dUll d(' Le i'C~J l'ílillilia, ~;;c denuil('i:l {·1 impreso:
el jm'( ill~truc!or rn¡¡lh~il la: primera:i diligellcia;, POI' el art. as
IrLi ~rfí(lf'r~ juecrs ji:'¡l~élS (;!mndonan ~U:; tt"l'nlinos ju(1ieialc~, (lc-
jan hll(~l'rana la ju;!ieia púhlica, y ya!} ú la capilll! ;1 ('(In~tiluil'sc en
trihunal. Con~!iluid() e::[e, con a¡T(~¡l']n al <trI. 2:5 qur dice: ((QHe se
»)delinqur por medio dr la pl'en~:1 ('uanJo se ataca ú ofende alguu
l) i ndi \ iduo tic la familia real,)) !lO [¡eno más i'(~mnclio ({He condenar
al peri6dico, "\(jui ~í~ han ';('il'uirlo In~ pel'juieio.; siguientc~: el perió
rli,'o ha drj;¡do rlr circular: !D~ ,;u,;criloJ'c:; lEll1 dejarlo su abono; la
(,llljJI'P~:l ha sufrid:) ¡,)~ qar'l¡!'an!\ls fJu",on !n'n'~J'('llt:·:, á una de-
nuncia, y ha leni:I:L por últill1J. que pa,(('ar una rr'pctable ~U!lla,
Esta e~ una hllnearota d"~::;l'aeiad{1,
»Pue~ supnngamo; Ulll b:mearo!a feliL la de una ahsolucioll,


\ ~e yel'{t que si('mpt'(~ la hau('(lro!a es in('\~itahlr, t'n eorre~pon­
~al de HIl prrirídir:) cualquiera e"cribc, por ejemplo, que el ';(J-
'lO!' Ol/\z::rga es un //U!ilf,r'{! lIotabk Hay 'un [iscal de imprenta c[ue
,~r emprfía en que no se il~ de !lamar al Sr, Olózaga un !tol/lbrl'
I/atflble, sino un político I/o/able, Tal YC'Z el SI', :\"oeedal diga que
{',Ia,.; ~on e\llgC'racionc,; hiperbóli('a" drl Sr, Call1pOalJlOr, y que no
r~ po;;ible <[ue h,lya IIll fi~l'al que fl)i'Ine e,;le elll¡wfío, Pue,; e,.;lo,
/pl(' ya ~up()n;{n l(11r no ~;c ("'ecl'ú pOI' alg{!no~, e"lú sIlcedifl1Hlo
a dualnY'111c , Tl;l('i~ por'o ti('in:)!) eS(,l'ihia un cOl'r(,~ylllsal (k un
[H'i'i1ídico diciendo que el SI', OlÓZ;l!.m l'l'a un hombre i/%(¡fe, ~~
;11 \(·r]o coni\i,'~'nado ;je! 1'1 í¡'('al dr imprrnla, manda un indhiduo
de-la polida ú ('l'I'('iol';~\'se d~· que ~e \al'hha e~a (':;¡¡re"ion ('OIllO
hahía míHHllldo, y ~,1<ill1ia con la d(' jlO1iti!'O liof(fMI', POI' ~i el se-
íior mini8lro duda de la \ c'nhd de r~le a:;erlo, llqUI tengo la ]ll'ue-
ha eSl'l'ila de linta encamada, en l'Onmemol'a!'ion sin duda d(~ aque-
llas cl·lrbrn~ pl'tb{'I'iptione:.; de Sila, SlIpollganHl~ que rl cOITes-
pon~al es un r.;("rilo!' que ,:e ()\a,:uera como yo con las contl'adic-
dOl\e,; injll:-;la,;, y que sr' ('mpeií,l el1 que /iei\ hombre I/otable y no
politico notable, ",lWU delluncia: 1111('\0 abandono de sus ténni-




106 [)ISCUElSO CONTRA
nos judieialp:-; por parle de lo~ ~eñore~ juece~. COll:-;lilúycn~e flslos
en tribunal, y les hago el f;n 01' Ile ('I'eer que ab:mchen pi peJ'ió-
(!ico. Ya se puede decir que el SI'. 0l6zaga es un !tOll//!)'(' notllMe.
Aquí han rcsultado los perjuicios siguienles: el Iwriódito 11\1 dc-
ja(lo dc circular; los suscrilol'cs han dejado ~u ahono; ~e han su-
frido lo~ ga6los que son iIlhel'entc~ Ú ulla lr:ltnitaeion judicial: es
"crdad que (Iespues ha venido la absoluciou; poro ab:,uello ó no
absuelto, será una bancal'ola feliz, pcro s('/,it bancarota; y feliz
ó desgraciada, la bancal'ota, como he dicho, ¿deja por cso de ser
mcnos inev i tabIe?


»Tmlas estas cosas eran buenas pal:a tomarsc ú /'isa, sino fue-
ra porquc con el tiempo creo qne nos han de producir muchísi-
mo llanto. Por el pronto, con e~la ley redaclada de ('~Ia mane-
ra, ~e puede ejercer cuando se (luiera la múo; inedlahk {)(III('!I--
rofa de la prensa. Esla ley, mús Ilien que una ley s(~l'ia, parece
que e,;lú hecha para jugar ('OH lo:.; d(~:',liHos (le la libedad del pak
Esta ley parece una jaula dc hierro hceha para enecrrar loda:,; las
tendencia~l toclas las aspiracione~, to:la,; la" gTandczas del si--
glo XIX; y digo grandr,zas del siglo XIX con loda in!encion, para
aprovechar la oporlunidad de manifn:,lar mi c:,lraíí(~za de que el se-
ñor m:mjués de Pidal, cuando )0 creia (Ille huhiera coutnstado ú
los rcp!'e~cntante~ de cicrlas dodl'illaS, en <¡uicnes con~!anle11lellle
encuentra eslc siglo las mús acerbas diall'i\a~, cuando yo creía.
quc hubiera yuello por d decoro de una soeindad que cn el go-
hiCl'no represen ta, más hien rindió cierto n'speto ú e~as aC0rba!'i
diatrh as y a los partidarios de esas doctrinas que para sicnpre se
rano Por eso digo las grandezas cid siglo XLX que serú el hOllo!'
dc la hi~toria, que en la po~teridad ~erú \'1 orgullo del g{'Il(\!'o
humano. Del siglo XIX la n grande' en JHo:'alidad, que hoy, el
último de nuestro:" pre3idial'ins Si! a\er¡!onzaria de que le acha-
casen alguna~ ele las cualidades ele! ,irtuosn Catol1.


)lOel siglo XIX, lan grande en iluslracÍnl1, que hoy 1'1 mús \iI
de nuestros laeayo~ :,;e dr'sd('llal'ia de (IU'~ H) (,olllpal'lN' su i;nlo-
ralleia con la ignorancia de aquello:,; príncipes de la:, le!ra,'. ([lIe
no hace muchos aI10s pOi' cierto forlllaban eau,:a ú fulano de tal
por volar y otros excfl,sos.




LA LEY DE IMPRENTA. 407


)) Del ~igl() \IX, (1 ue ~i el tiempo necesitase de mú~ inlUorla-
lidade~ que la inmortalidad de ~u ser, el i'iglo XIX le podrá aña-
dir lambicn al tiempo ¡la inmol'tlllidad de la gloria!


»Ct:ART.\ PROPOSICIO.,. Esta leyes el bloqueo di! lfl o}Jin/o1/ }JÚ-
{¡{ira. Prueba. Supongamos que se trata de la elcccion de un pre-
sidente para este congreso. Se disputan la eleceion dos cllndi-
datos, uno muy toleran le con la minoría, que es el que mús
agradaria it la opinion pública; y otro mucho l1u'nos tolerante, y
que por lo mismo agradaria mú~ al gobiemo de S . .\L
)¡J~l gobierno se empOlla en que ha d~~ sacar á flote al candi-


dato menos tolerante, y por cOllsecuencill tiene que ahogar al can-
didato de la oponion pública. Para conseguir e~lo el gobiel'llo ele
S. ~1. , ¿qw', harú'! [na cosa bien fúcil. Declarar la opinion públi-
l'a en estado de {¡foqueo. Y ¿('ómo ~e pone la opinion en estado
de blo(llleo? De uno de do,; modo~; que están ~l disposicion del
gohinrno. F.nearecer las buenas cualidades derlas ó su pllesla~ de
~\l candidato, ó impedir que la opinion haga lo mi~mo eon el suyo.
PerJllitir que entren en la plaza de un candidato todo~ los víveres
que tengan por conveniente, yal mismo tiempo secuestrar por la
facultad que le di! el art. i.o, lodos los pCl'i<Ídicos que vienen
con elogio~ del cau(lidato de la opinion públi('a. P!lro se tIle diril
pOI' los sei101'()6 dipulado.;: «Los periódicos <¡lE) publieall las bue-
))Ila" cualidade,; de e~e candidato de la opinion, lil'Ilen el recur"o
ll(lt; acudir á los tribunall),~.» ~\eud()n decli\ amonte il lo:; lrihu-
nalps de pl'i~a y corriendo: diligendas de juez in~ll'uclor, lodo
Jlluy do prb,a, ('O!l la pi'isa (IUC dcbel1lo~ sUJloner (IlIe lrabajaril
11 n funcionario que sabe qU(' \ a ú hac!)!' UIla cosa quo disgu~le
al gohi('I'IIO de S, ~r.


nIlo priq y ('OiTieurlo t,unhicn Hueros ,iaj('~ dc los ,;efíore~
j\l('('('~, que ab:¡ufhnan ~U~; !('rlllinos juri:-\diccio!l(Jks, y \Íenen ú
('ollstitldr l'l tribunal, ~~ ~li]lnng() lamhi('n que di- pri~a dan:'lI
fallo Ú 1',1\01' do 1;1 prrllsíl. la i'ü pueden publicar lo~ ¡ologio~ del
('andidato fin la opinion púhlil>a. Pero ;oh c1lllol'! Ha pa,;;¡do ya la
ojl!lrlunidad: eslú :. a !H'l'll:l la el¡o('cion, y ha salido "ido!'ioso el
('andidato del gobil)l'llO, y d de la ojlinion so ha muerto por falla
de socoI'!'o, [lo!' no [¡ab:.'[' tenido un pan de munieion de alalJanza.




408 DISCUHSO CO:'iTRA
¿i'io e~; ,enlad, seño]'(~~, que se ¡mu!e decir que e·la 11'\ ('.~ el
jlerfeeto bloqueo de la oJllnion JJlíb{¡'m? ¡SO ('~ dorio fjlie (I~la 1('y
es una llledí;] h'y, que tiene consigrwd"s en una pilgina las obli-
gacione~, y por escrihir en la olra 1a~ garantir).;'?


»Ó pOI' mejor decii': ¿no pal'('e(' e,;ta ]('y una mOlH'da Ú medio
acuñar, qul' por el reH'rso tiene 7rl ('1'11'; drl dc1J!'/', Y po:' d an-
,el'so carece de la cara drl derecho? ~o e:, cierto que e~ta ley pro-
pone la resolucion de un prohlema ('ompletr:mcntc im;oluble, que
es querer hacer po~ihle el impo~ihle metafísico, que ('. fjlJ('I'CI'
probar '1m) UIla co~a puede ser y no ~el' al mismo tiempo? ¿\o e:,
cierlo que esta ley liene la Drdcn:'inn de h,:('cr del gohi('I'110 re-
presentatiYo, que es un gobierno e:wlH'i,dmen!(' espallsi\o, que
es un gobierno esencial mento hablador., lllla ('~pc('i() de sonlo-I!lll(!(l
con~titlleional? ... (Risas.


»QUYfA PHOI'O.~ICIO', Esta le.,! es el jicJfcl'lo est(/do rlp sitio (/¡.
la infeliqeuria Iwmmw. Ejemplo, Supong:llllo,; que Iny un pcrió~­
dito escrito con lanla habilidad y jt1~;li1'ia <¡Ee ('\ golJinIlo no
liene medio de hacerle desapa]'('('(\r: y como la .iu~ti('ia y habilidad
no siempre son dol a¡.¡:rlldo (\(,1 gobierno, e" pr('ci~o ([Uf) el pt'l'iú-
(líe o de~aparl'z('a, y el periódico de~apareceril, Vt'l'O ¿.e6mo de,,-
aparecerá? me ]lI'cguntarún 10'; ,-eño]'c:, dill1l!:Hlo~. -'!uy f'úcilnH'IlI(':
poniendo el periódico en rs{ado dp sitio, (.Y Clí!110 se POlI(' un
periódico en e~tado de "Hin? Con esta ky i!d modo ~i;,,:'uienle:


)Todo perióclico, po!' hábil y po)' justo que ¡;eil, ha de tener
un editor responsahk (Iue al~'Ulla \ cz ha de estar enferIllo, ])01'-
(¡tIC la salud no depende de la ju:'>licia y d2 la hahilidad, 1'0r!I'Ú
suceder tamhien quo Ú con~e(,UC'I](Ü dé' ('~t:l cnff'l'!1w¡]ad dedil!)!'
no pueda firmar el periódico, r en ~1I l'Olw~i'uel1('i(l 01 gohrrnac!ol'
110 tienr mús que hacer que f'('('OI1OCC'j' h l'u];'(,C!OIl por la policía.
y si enClH'Illra al editor en ferlllo , ~- (l':e no ha podido firlllar ('1
periódico de su puño y letra, puede ¡m pOIHT al jill pr('~l)r del prri(í-
dif'o 1,000 rs. de mulla, y siguiendo aquella enenla de llJlO de 11/
t'ela de la vela dos, al edilo]' .. por el JHbmo delilo. 1,000 r:,. de
multa.


»Pues supongamos ahora que ese periódico í'(, puhlica en Ma-
drid. El correo sale ú las odIO de la 1l0dlC, y .~i el periódico ha




LA LEY DE IMPRE:'\TA, 409
de estar bi(~n rcd,H:laclo, no JlUCdi; quedar impJ'e~o hasta las cinco
Ó las ~eis, y por consi!wienlc tiene que reparlir;;e indefectiblemen-
te aJlll's de que ('lllll plan las dos hora~ que han de pasar desde
que :-;e Ileya el rjemplar al gobemadol' de la pro,ineia,


»Consecuencia de esta infraecion, Que el gohernador impone
('n \irlud dd flrt. 11'1,000 rs. de multa, y COlllO la falta es de
lodos lo~ dia~, tendl'(~lllos 1,0001':-:. diario:,;, ósea 120,000 J'S. al
nH'S, Ó lo (ltH' (le: lo mi~rno, 1. ]10,000 rs. anuales. Todo esto sin
contar con la fal'ultad que le queda al golwl'Ilador de la pnn in-
eia de im poner 1,000 1'S. tIe multa diarios por los estl'emos si-
guienles:


»Primero, Cuando, á su pareeer, se falta ú la decencia.
»~c!,undo. Cu;¡ndo, Ú ~u discrel'ion, que muy hien podrú ~er


indin'l'i:t'ioll, ,(' eometa alguna falta contra las buenascoslumbres,
:,in que Í'l quede obligado ú darnos el ejemplo,


)/l'e1'cel'o. Cuando H'a alusiones malieio~as que por muy topo
que sea, no dejn\'ú de ,crlai> siempre que lo tenga por eO!lYenient('.


»CII;11'10. Cuando de la publicaeion de un hecho se puede
"eguir algun di~gusl() ú las familiai', eOlllO la flublieacion de Ulla
defuncion, ele., etc., cte.


» y a llOra , qlle me digan los seiíore~ diputados si un periódi('o,
por .iu~(o y po!' hilhil que sea, puede dejar (le incurrir diaria-
mente lo meno:, en 1,000 duros de mulla.


»)Es cierto que conlra todas (',;las injllsti('ia,; del golwrllador
de la provincia nombrado ]loro el gobierno, tiene la prensa el de-
meho de apelar al gobierno que ha nombrado al gohernador, ¿\o
('~ ,cnlad, senores, que ('sta ley (l:, el cstado de sitio de la inteligen-
mI JI/mamo? ¿.~o l'S \enlall (Iue esta leyes una e~pada de ..:10"
fil()~, y t¡ue si hoy podemos herir ú mansalya ú nuestros enemi-
! ..!'Oil, mañana ú mansalva potlrún nUl'6tros enemigos asesinarnos á
Il()sotro~?


»¿\o es n'rdad quo lodo este tegido de pl'e~eripciones en opo-
sieion (;on toda equidad polilica, que todo e:,e cúmulo de princi-
pios arbitrarios no ~()n mús que pan dc ,r¡Ob/CJ'l1O para hoy, y hmn-
óre de jllstil'ia para manana'? ¿Les parece prullente il los señores
admiradores de e"la flamante ley, le:, parece justo, les parece pre-




410 DISCURSO CONTRA


yisor que, por sostener nuei'tra miserahle existencia gubernamen-
lal un dia, dejemos esa arma terrihle en mano~ de lo~ gobie/'llo:"
fu luros , que podrún ser nue~tl'OS más implacables cnemi¡.;os? ¿.Ou('
les f1ojemos esa arma atroz que lryitimrt la (/I'bitntl'ier!(ul, que
hace imposible la virtud, que MI'/tina la ¡n'enSII, que bloqueo la
opinion, y que e~ el estado de sitia de la infrligeuGÍa ItWI1Il//ll?
¿Será posible que el partido moderado, ese partido que por an-
tO!lomasia se llama el de la suprema inteligencia, no conoz('a toda
lo terrible, todo lo atroz de esa arma, hasta que la vea en lllan()~
de sus implacables enemigos? Si esto es aSÍ, selion's, al partido
Illoderado se le puede dirigir aquel eO!loeido apóslrofe:


((¿Qué fatal desdicha es esa
En solicitar tu daño'?
¡Púsame que el desengaño
La "ida te ha de costar!",,))


)) Yo, el primero ele los minbteriales; yo, que soy lIno de 100'
hombres nús con:,eeuentes (¡UC perlenecen al partido Illoderado,
en el cual políticamente he nacido, yen el cual polilicamrnte 1110-
rirt'~; yo, que no pertenewo ú e~a casta de polili('os que ~on el
\erdadel'o retrato de aq\lellos pecad()re~ de quienes decia Clemen-
te XIV: «que pa~an la ,iela pecando, y alTepinLl0ndose,)) yo ten-
go que dar alg-unas esplicaciones, tengo que dar la razon de por
tillé me lavo las manos en el ado elel sacl'iíieio do la primcra de
la~ lih()rtade~ públi(:as, Lo digo "incel'amente; ú. mí se me suhe
la sangre al ro:,lro, y ~;i()1l1o una lieb:'e il1\oluntaria eada \ez que
oigo ú nue:;ll'os cOlllune~ enemigos lanzal'Ilo;,; la ac usacion de qlll!
el partido moderado ed un partido (le una ínelole tan cobarde, dc'
una rcetillld tan er¡uí \ oca, y de una inteligcnda tan eXÍgua, (IU(~
solo puede nnnclar con lilH'I'[¡l¡} de imprenta re'itring,it1a, rnrticu-
losa y casi caú opresora , ro como ya he lenido el hono!' (k
anunciar otra \ez, quiero lanzar llll relo cientílko, ~' una ])1'0\0'-
caeion mOI':l1 tOll!ra lodas las es('ucla~ exageradas, para prohar-
les que la libertad de imprenta en vez de SI'!' patrimonio suyo,
ha f'ido siempre la corona de triunfo de las id()a~ consel'Yado!'as.
Yo qlliero probar á nue:;lros enemigo~ (Iue el partido moderado
es un partido de una Ín(101e (an 111'J'ooante, de una rectitud tau




ti tEY DE IMPRENTA, 411
insuperablo y de una intoligencia tan vailta, que siompre ha po-
dido, puedo, y "iempre qne quiera podrá f!,'obcrnar con una im-
prl'Ilta, lihertad do imprenta espansiva, raC'ionalista, casi ca~i ili-
mitada,


»/)e todo!' los partidos polílicos militantes, no hay uno que
IIU'lHb deba lel1lC'!' Ú la libert,ul de imprent~ que el partido mo-
derado, Depo:-:ital'io de casi toda la fuerza sodal, de casi toda la
fortuna públi('a, po:;eedor del mayor número de inteligencias,
r,l partido moderado no debe rehuir la discusion, no dehe rehuir
la luz: al cOllíl'ario: al partido moderado le sobran grandes euali-
dade~ de virtud, ~abrl', inteligencia, razon, ju~ticia y derecho
para hatirsc con su~ enemigos, no CIlUIl palenque cerrado yen-
tl'e la~ lilliebla:-;, no; sino que debe bu!"car]os en un palenquo
abierto, delw hatirse cuerpo á euerpo, a la luz del dia, á la luz
del sol, y si fueso posible, á la luz do todos los a8t1'0:-\ del firma-
Illento.


)) Parece una ley fatal de todas las instilueione~ humanas la de
amar lo que las ha de matar, y la de huir do aquello que las ha
do dar la vida, El partido moderado tienele al Illutbmo, que lo
ha de malar, ~. no ama la libertad de imprenta, que e~ la que le
ha de dar horizonle, (IU(~ C~ la quo le ha de pl'e~I,1l' atmósfera,
que e~ la que le ha de infiltrilr \ilalidad,


)) Yo ~iem)lre he creído, creo ~. segllin', ('J'('yemlo que la liber-
tad de imprenta parl! t'I pnrlido moderado sel'ú como 10 ha si(lo
ha~la ahora el verdadero calJallo de guel'l'a con el cual lwmo~
de \ eneer ú todo~ nuestros enemigos; n~í 10:'\ que no~ alaean por
el llanCI) derecho, como los ¡¡Uf' nos atacan por rl llaneo izquier-
do, Yo ~ielllJlre ho creido, creo y s('guíl'é crc'YC'1It!o, que la liher-
tad de imprenta para el partido modi'rado, asi ('Oll1fl ha sido has-
la ahora la 1Ia\e donde nos h('IíIOS salyar!o de todos los n(~ufragios
d(,sl)(ítico~, sürú en adelantr (~l arCil :-anla donde n()~ ~ah aremos
de todo~ los dil1l\ ios ('oJllunbta~, Yo siempre he creído, neo y
~egui('(; (T('yendo que la lil)(,l'lad di' imprenta para el partido
moderado s(:r{l d('~pue~, COIllO lo ha sido has:a ahora, el ycnladero
¡¡;HI'() i¡}('\.)lllgnable donde han d,' il' it C'~~l'cl1al':;e de una manera
fatal, de una manera indeclinable, por UIla parte todas las aveni-




412 li!SCURSO ~'O:ITnA
das demo(,l'úlica~, por otro lado todas la~ abalallcha~ de lo:, ¡m-
tidos rmc('Íonarios,


»Señores, para concluir os '0\' it ('onlar la hisloria ,o\lidera
de e~ta ley fatal que \a a ten el' el tri~lo pri\il(~gio de matar it ~u
J\li~llla llladre antes de' nac('l'. Publiccala esa ley, qucda cerrada
la ,illnIla de: seguridad del gobionlo representativo: lod(l~ l¡¡~ pa-
siones lícitas, lodas la8 tendencias legale~, l()da~ lati a~pi!'aciones
.iusla~, no podrún sali:>facer ~us legitirnos de"ro~ de cspall~i()ll:
esla~ pa~iones Ikitas I'Cprimidas, se cOIlH'rlirúll en 6dios rccoll-
cL'utrados; estos ódios rrconcen!rados irán ('argando la allll()"f(T(l
políti('a de electricidad; esa electricidad sr, irit acumulando r\l la
atmósfera, ('. irá fOJ'mando Ilna sorda tnmpe~tad cuyo" rllIllOJ'P"
d('sperlarún el rencor di' nuestros rnrmi:.;o~, y ú nnes[rM allli~w"
Ir~ harán pasar una Yida llena de miedo y de ll'ihula!'ion, y de:,
pues, por el mús improvisto ele lo~ acontecimiento,;, e~a lellllws-
tad imh;ible el dia menos pCll:'>ado cael'ú ~ohl'e 1lIl('stras eabrzas
eom ertida en una sangrienta I'eyolucioll:


JJ ;Sea cualquiera la C'ollsidel'at'Íoll en quo tengai" al profeta,
IlO ohideis la profeeia: .... »




APÉNDICE.


Contra nuestros deseos, y faltando al plan que al
empezar esta obra nos propusimos de incluir en ella á
todos los oradores notables del parlamento español, nos
vemos en la precisioll ele terminarla en este cuarto tomo,
por l::t única eonsideracion ele no elar extraordinarias é
incon vellientes dimensiones á esta galería de cuadros po-
líticos, que mas adelante completaremos, si hallamos
oportunidad, puesto que existen aun muchos oradores
cuyos retratos biográficos merecen figurar en el museo
que :1 la elocacncia padamentaria espai10la hemos levan-
tado, mojando nuestro pincel, no en el negro colorido
del oclio ni en el falso carmín ele la lisollja, si no en las
tintas puras y suaves de la imparcialidad y de b bue-
na fé.


En la imposibilidad, pues, de ocuparnos, pOr' ahora,
en escribir las biografías de otros oradores, por la razon
anteriormente indícada y alguna ott\l que solo á llOS-
otros y á nuestro euitor ataüe, creemos cumplir con un
eleber consignando en esLe lug;).!' los llnnbres de varios
oradores espaiioles, segun nos los vay<l dictando la memo-
ria, que COtl replltacion merecida unos, y siendo otros es-
peranzas brillantes del parlamento CSP;¡üo!, dar(tll en




414 APÉNDICE.
adelante ancho campo á otros biógrafos para emplear
en sus retratos tan vi vos y brillantes colores como los
que nosotros hemos usado,


Sin necesidad de que los mencionemos aquí, vendrán
de seguro á la memoria de nuestros lectores los nom-
bres de Alonso Ma1'tinez, 0I'da;r~ Avecilla, Alval'ez
(D. Cirilu) , BCJ'nuldez de Castro, Bautista Alonso,
Fe1'rwndez de la Hoz, Calvo Asensio ,manjués de Ta-
buéJ'niga, Aguitrc, BaI"zanallana, COl'rfuli, Piguero-
la, Fcrnandez J\'egl'cte, Lujan, Moreno lVieto, La-
fuente, Candau, Luzll1'iaga, Figucms, Polo, Calde-
'ron Collantes, Conzalez Serrano, Castro (D, Alejan-
dro), LasagJ'a, Mena y ZOl'rilLLt, Ardanaz, Vaamonde,
Aguú'l'e de Tejada, Gonzalez de la Vega, Valero y
Soto, LabJ'ador, Olivan, Prim, Silvela, Tassal' a , Ro-
nwro y Roblello, Cuesta, ¡lIoreno Lopez, Casaval, A r-
r'iaga, Vale1'a, Ulloa, Vega A1'm~jo, Cardenal, Rsté-
ban Collantes, Bana, Ayala, ilIona1'es, Catalina, Nal'-
vaez, SaavedJ'a llIeneses, l}lazo, Ribero CidmrJue, San-
ta C1'llZ, Calonge, Bugallal, Gonzalez (D. Antonio),
Herrera, Canga Argüelles, Orovio, Ruiz Pans, MiJ'a-
llores, Rúa Figucroa, Belda, Gutier'1'ez de la ~ ega,
Motet, Her'lwndez de la Rúa, Garda GutierTez, La-
se1'1W, Cal'ballo, Gisbert y otros que en este instante
no recon]amos, y que han contribuido en diversas épo-
cas, en ullion de los oradores que hemos retratado, á co-
locar la tribuna parlamentaria española, sino á más altu-
ra, al nivel, cuando menos, de la más elevada de Europa,


Fl'i DEL TmIO CCARTO 1 lLTDIO,


~"~.'
.i:: lo''''


. T" .r _,
t.·f.,' .¡


'" t • ': .... :,; •




ÍNDICE
nE LAS MATEUlAS CO:'\TE.'\IDJS E\' ESTE TmIO.


Página.s.


Córle~ constituyentes de 1851.. 5
Rios no~as. 1:)
Discurso sobre la i[n iolabiliclacl.~ H
~oceclal . 6:)
Discurso en defensa de la unidad católica. 86
Eseosnra. . 11;,
Discurso en defensa de la estabilidad de la con~lilucion. 12/i
Salmeron. . 111
Discurso en defensa de la liberlad de cultos. 147
)10\ ano . 1 ¡¡:¡
!)i'icurso sobre la desalllorlizacion, 169
Sagasta . 171
Di~cU1'60 en defensa de la unidad de Italia. 207
Coello. . :iW 1
ilisl"ur"o en d(~fellsa de un sena(\o mixto. 2ijfi
Congreso d¡':,dc 18:r; Ú 1866. . 279
Aparisi y liuijalTo. 28:)
Discurso ('n def(Jn~a de la reforma electoral. 2!17
Hi\ero. . 31!1
Discurso sohre la espedicion de Méjico. 329
Utno\ as del Castillo. 31i1
Discurso sobre la reforma constitucional. iJli7
Campoamor. 387
Discurso coutra la lihert,ul (\p imprenta. 399
:\p(\ndice, , 413