DE
}

323 Ciencia
don de la legislacion que la produce (I).


Estas ideas se combinan perfectamente
con las que dependen de todo mi sistema le-
zislativo, pues no son sino consecuencias sen-
cillas y naturales de él. Mas para destruir las
dudas que se pueden excitar, es necesario an-
tes determinar la construccion de las demás
partes de este vasto edificio, y aun hacer al-
guna cosa mas. Concluida la obra debemos
ponerla en un punto de vista, desde el qual
se puedan ver todas las relaciones y concebir
toda su union. En habiendo dado este último
paso, harémos de nuevo presente á mis lec-
tores estas consecuencias, y esperarémos su
juicio sin inquietud y sin apelacion.


Continuémos entre tanto la construccion
del edificio. La parte que debe contener las le-
yes religiosas, y que tiene tanta relacion con la
que hemos terminado , reclamará de nuevo
nuestros cuidados. Este será el santuario del
templo que levanto á la felicidad y á la virtud.
Si la impostura lo ha profanado antes de verlo
construido, espero que la verdad vengará y jus-
tificará á los ojos de los hombres los designios
del arquitecto, conocidos de Dios que lée en los
corazones, y condena los juicios temerarios.


(r) Véase lo que poco antes hemos dicho en
el capítulo de la libertad de la imprenta.


Fin del tomo ir2C


CIENCIA


DE LA LEGISLACION
ESCRITA EN ITALIANO


POR EL CABALLERO


CATE TATO NO .FILA NGIER.I,
Y TRADUCIDA AL CASTELLANO


POR


DON YAINIE RUBIO,
abogado de los reales consejos.


TERCERA EDICION


corregida y añadida con discursos analíticos
en cada libro.


TO MO L


MADRID
IMPRENTA DE •NUÑEZ


x822.




(III)
9-1XXXX3EXY, p Ji CHX1(1XXXXXXXXXXXXXX1


DISCURSO PRELIMINAR


DEL TRADUCTOR
SOBRE


Ovz
zprroy St Y111,0i woxti mowl


71,b;res.
Nihil est civitati pnestantius vana leget


reate positw. Eurip. in Sup.


%a necesidad y la influencia de la re-
ligion para la conservacion y perfec-


cion de la ,sociedad civil.


La prudencia humana no es capaz de
conservar mucho tiempo un Estado sí
solo se sirve de los medios naturales que
sus luces y sagacidad le pueden sugerir
para dirigir las acciones de los hombres, y
al. fin que se propusieron en la formacion
de las sociedades. Sin la virtud es impo-
sible que se conserve el Estado. ¿Cómo
hará virtuosos á los ciudadanos? ¿Se ser-
virá acaso del amor propio 5 que es el
resorte principal de todos los movimien-
tos de nuestro corazon para que observen
la ley, bacindoles ver que su felicidad
y su desgracia están unidas con Las del


a 2 ,




(IV)
Estado y son inseparable de ella ? Pero


qu é conseguirá con esto?
Quizás de este modo llegará á intro-


ducir en el Estado una sombra de virtud,
acostumbrando los ciudadanos á confor-
mar su 'voluntad con las reglas de la mo-
ral deducidas de la naturaleza del hom-
bre , y persuadiéndoles que lo justo y ho-
nesto es mas conforme y conveniente á su
estado, que lo injusto y torpe; pues no se
puede dudar que el bien intelectual y el
órden tienen un dulce atractivo para el co-
razon del hombre y que el amor propio
halla su interés y mucha satisfaccion en
vencer las pasiones, reconociendo por esta
victoria y este triunfo la excelencia de
sus fuerzas, su superioridad su libertad
y su independencia. El Orden lo pone en
un estado tranquilo y de perfeccion 5 que
es lo que naturalmente desea ; y el des-
órden, introduciendo la discordia en su
corazon, hace entrar consigo el disgusto,
la amargura y el tormento. ¡Deplorable
estado que los poetas nos representaron
con el emblema de las furias de ()restes!
Pero se podrá dirigir el amor propio tan


(V)
bien en la sociedad civil con solos los
medios naturales que se le obligue á se-
guir la virtud , y se aparte del vicio?
7\;o nos engañemos con estas ideas abs-:_,
tractas 5 ni nos dejemos seducir de unos
raciocinios que estando fundados en prinT-
eipios ciertos que son indudablemente só-
lidos , y nos convencen mirados en gene-
ral; pero guando considerainos al hombre
en la sociedad , 6 . solo entre el bien sen-
sible que se presenta á su pasion estimula-
da con el amor propio y el intelectual que
es el del órden presentado á las débiles lu-
c,s de su entendimiento . todos .los. bellos
discursos, los principios luminosos.del Or-
den, de felicidad, de tranquilidad y quie.-
tud se desvanecen como el humo , el
hombre se halla sin fuerzas, el bien inte-
lectual le parece menos interesante que
el sensible y. se inclina á éste dejando
aquél. Porque en la práctica siempre se
decide por lo que juzga que es de su ma-
yor interés, y casi todos obran constan-
temente de esta manera.


Las luces del entendimiento son muy
débiles y obscuras ; mas por el contrario


1




(VI)
las sensaciones y la imaginacíon son muy
vivas por el comercio que el espíritu tiene
de continuo con los objetos materiales.
Los apetitos siempre son proporcionados
á la mayor ó menor viveza de las ideas.
En consecuencia de esto, es evidente que
siendo las sensibles mas vivas que las in-
telectuales, el hombre se inclinará al ob-
jeto de las pasiones , en las quales verá
con mas claridad y sin ningun esfuerzo
la relacion inmediata que tienen el bien
y el mal con su felicidad , y pon su pro-
pio interés. Mas para conocer la utili-
dad de la virtud y los perjuicios del vi-
cio , necesita hacer muchas reflexiones,
-recurrir á los principios, y combinar con
ellos las acciones.


¿Serán capaces la mayor parte de los
hombres de una teoría tan complicada, y
tendrán la fuerza necesaria para dejar las
cosas sensibles y aplicar su atencion
solas las intelectuales, con el fin de au-
mentar la luz de la razon , y apreciar
como se debe el valor de .


ellas? Sumergi-
dos en la materia, incapaces de una aten-
cion sostenida, sin saber analizar las ideas


(VII)
abstractas, teniendo nociones confusas y
groseras del vicio y de la virtud y una
luz inconstante que no despide sino como
unos resplandores pasageros á manera de
relámpagos que en un momento desapare-
cen, qué harán? Por otra parte, el ape-
tito sensitivo excitado con la necesidad
que tiene el cuerpo de los bienes sensi-
bles, siempre es mas fuerte que el racio-
nal que solo tiene por objeto los bienes
espirituales , los quales hacen una impre-
sion muy débil. , porque se siente menos
la necesidad de estos bienes; y así no es
de extrañar que el amor propio halle ma-
yor interés en aquéllos que en éstos.


Aquí solo hablamos del estado social
sin ideas religiosas, en el qual el hombre
no mira sino el bien ó el mal presente de
la virtud y del vicio, y no el futuro. La
virtud le presenta un bello quadro del
órden y de la felicidad que le encanta;
pero los sentidos hacen desvanecer esta her-
mosa perspectiva corno si fuera un sueño.
El remordimiento que sigue y acompaña
siempre las acciones malas, tiene tambien
muy poca fuerza sin las ideas religiosas;




(VIII)
porque dependiendo del conocimiento del
mal, es evidente que siendo éste muy dé-
bil lo ha de ser tambien aquél , y aun
guando fuera muy fuerte pierde poco á
poco su fuerza hasta hacerse insensible.


El amor propio, que es el que hace
que el hombre se juzgue inocente .ó cul-
pable , rara vez deja de corromper ó de
alterar la regla de sus juicios 5 y busca
siempre pretexto para justificarse en su
debilidad , en el ejemplo de los otros
la excesiva severidad de la regla , en la
violencia de las pasiones, ó en otras cau,
sas que nunca faltan á su genio artificioso.
En este caso cesan los remordimientos; y
así en el estado social, sin ideas religiosas,
el resorte del amor propio tan fuerte, pa,
rece que es de ningun uso para el gobierno
de los hombres. Los pobres, reducidos á
buscar el alimento necesario con el trabas,
jo de sus manos, no dejan por la belleza de
la virtud ni por el horror del vicio de ser-
virse del engaño, de la injusticia, del robo,
y de todos los medios injustos para satis-
facer las necesidades que. de continuo les
atormentan. Los ricos no dejl/rán de armar


(IX)
asechanza s al tálamo ageno, oprimir á los
inferiores , conservar ódios , discordias,
y cometer mil usurpaciones. El cortesano,
lleno de zmbicion 5 quitará á las pasiones
su grosería, las refinará., pero no por eso
dejarán de ser mas vivas y mas fuertes; y
siendo mas culto y mas ilustrad que los
demás , despreciará los bienes honestos é
intelectuales , y se abandonará á. los sen-
sibles. En qualquier estado que se halle el
hombre siempre está con sus mismas pa-
siones , y el amor propio sigue un mis-
mo modo de obrar; y así la moral, aban-
donada á solas las manos de los hom-
bres


5


tlutica tendrá nada de fijo y cons-
tante siempre será el juguete de sus pa-
siones, y tomando las formas que él mis-
mo le quiera dar , en vez de arreglarlas,
-no hará sino aumentar su desórden, auto
rizando y confirmando sus excesos.


Las leyes civiles no son capaces sin
las ideas religiosas de dirigir el amor
propio al bien de la sociedad. Porque


(11-11 son estas leyes ? z Son por ventura
algunos impulsos dados á la voluntad,
para . que busque y abrace el verdadero




(X)
bien, y Huya del mal? No, sino unas lu-
ces ó instrucciones con las quales se hace
conocer al entendimiento las obligaciones
del ciudadano, y es necesario que el le-
gislador apénas las haya publicado , y
aun antes , busque los medios para ha-
cerlas observar 5 sin lo qual serian inúti-
les. Mas si no pueden mover directamen-
te á la voluntad, pueden á lo menos dar-
le un impulso indirecto , haciendo ver á
los ciudadanos que el bien público que se
intenta conseguir por ellas está íntima-
mente unido con el de los demás. Es ver-
dad ; pero para esto sería necesario que
cada ley estuviera acompañada de razones
que demostrasen con toda evidencia que la
utilidad particular estaba unida íntimamen-
te con la obligacion , lo que haria las leyes
inútiles y expuestas á eternas disputas, que-
riendo todo el mundo examinar y juzgar
del valor de las razones. Yo creo que uno
de los grandes vicios de la legislacion
moderna consiste en que los legisladores
en cada ley que publican , hablan no con
la autoridad de un superior que manda,
sino de un filósofo que intenta persuadir


(XI)
lo que propone. Es, pues, cosa cierta que
las leyes civiles no tienen fuerza para ha-
cerse obedecer del amor propio.


Además de esto tienen las leyes civi-
les otro defecto muy substancial que es
imposible corregir, y que dejará siempre
á la sociedad civil en su may:,r imper-
feccion , el qual consiste en que estas le-
yes no pueden prescribir sino las acciones
exteriores sin que tengan ningún in-
flujo en las interiores. Que el ciudadano
piense, medite, quiera, y resuelva los de-
litos mas exécrables contra el Estado
.contra los particulares, si no los manifies-
ta exteriormente , está libre de su severi-
dad y de su fuerza porque no puede pro-
barse. No se puede negar que éste es un
defecto muy substancial, pues las opera-
ciones externas que no son sino el término,
el resultado, ó la expresion de las inter-
nas, no pueden arreglarse bien si aquéilas
no lo están. La utilidad que de ellas re-
sulta á la sociedad, depende enteramente
de las operaciones internas. Así el legisla-
dor con- solos los medios humanos y natu-


_rales, sin las ideas religiosas, no puede de




(XII)
ninguna manera conseguir el fin de ella.


Mas hay otro defecto muy grave en
estas leyes , sobre el qual se hace muy
poca refiexion , siendo así que manifiesta
evidentemente su insuficiencia,. y es que
no puede extender su influencia sobre las
acciones externas ;


buenas ó malas que son
de poca consideracion ; quiero decir, que
no manifiestan un ánimo muy maligno, ni
son muy perjudiciales á los demás eluda-
danos„-ni las circunstancias que las acorn-
pvlan las hacen muy graves. Porque los
grados de la malignidad de las acciones
son casi infinitos, y ninguna ley civil los
puede determinar con precision ; y aun
guando pudiera no convendria á la liber-
tad de los ciudadanos prohibirlos, por no
comprender en esta pro hibicion mil cosas
buenas é inocentes, que solo son malas
porque el delincuente y el malvade se
sirven de ellas come de medios para con-
seguir los fines malos que se proponen.
Este es el motivo por que los legisladores
no hacen caso de los males pequeños , y
solo procuran evitar con sus leyes los que
son graves. Esto no obstante es cosa ave-


riguada que los males pequeños no dejan
de turbar la tranquilidad pública , y ha-
cerse grandes y muy perniciosos para el
Estado. Nadie es málvado de repente: el
mal como el bien tiene su principio, sus
progresos y su perfeccion , con esta di-
ferencia que los progresos del mal son
muy rápidos , y no se hacen con la len-
titud que los de la virtud, porque dentro
de nosotros hay una fuerte inclinacion
para el vicio , y es necesario hacer es-
fuerzos continuos para no ser arrastrados
de ella.


De todo lo que dejamos dicho se de-
duce que las leyes civiles no pueden pre-
caver el mal, y solo tienen la funesta sa-
tisfaccion de usar de todo el aparato de
la severidad para castigarle despues que
se ha cometido y causado el dallo á la
sociedad y á los particulares , que es el
defecto mas esencial de estas leyes.


Otro inconveniente inevitable de ellas
es que pueden en algun modo apartar el
mal de los ciudadanos, pero no pueden
hacerles bien, El legislador dice con au-
toridad no miquis , no robeis adute-




(XIV)
reis ; pero no dirá, con la misma: ayudad
á vuestros conciudadanos con vuestros bie-
nes y acciones, conservadles la vida &c.
pues esto es necesario dejarlo al arbi-
trio de cada uno que sabe quándo , có-
mo , y hasta qué término pueda distri-
buir estos auxilios , y en qué grado de
necesidad se halla el que los pide. Todos
estos conocimientos son superiores á la
prudencia humana que no puede fijar un
término, y establecer sobre esto reglas
constantes é inmutables, dependiendo todo
de infinitas circunstancias que varían á
cada momento. Este defecto deja gemir
infinitos ciudadanos bajo el peso de la
miseria y de la infelicidad, y expuesto el
Estado á infinitos males que suelen nacer
de la indigencia y de la necesidad.


¿Podrémos decir que el bien de la so-
ciedad, y los derechos del hombre depo-
sitados en ella 5 estarán bien asegurados
con un apoyo tan débil como son las le-
yes? ¿Serán éstas un freno bastante fuerte
contra las pasiones ? Podrán dirigir el
amor propio, de manera que solo busque
su bien en el bien comun ó particular de


(XV)
los otros ciudadanos ? Además 5 2 dónde
tendrán la fuerza para contener las pa-
siones del Soberano, que son infinitamente
mas perniciosas al Estado que las de los
particulares? Las leyes tienen poca fuerza
para el Príncipe que las forma para los
que las interpretan, y para los que las ha-
cen observar, dejando siempre el Estado
expuesto por esta parte á mil peligros,
tanto mas perniciosos é inevitables, quan-
to están encubiertos con el velo de la jus-
ticia y de la felicidad pública.


Mas ¿qué dirémos de la sancion pe-
nal 1 Armadas estas leyes con la fuerza
pública, ¿no podrán contener las pasiones
y
penas No


el amor propio con la severidad de las
puede dudar que éste es


uno de los medios mas poderosos para
hacer comprender á cada ciudadano que
su mal y su desgracia está en la desgra-
cia de los demás; y que si en lo huma-
no hay alguna cosa capaz de contener
las pasiones , ciertamente es la idea del
mal y del daño, que seguramente se ha
de juntar con el hecho que la pasion
produce que es propiamente en lo que




(XVI)
consiste la pena , y lo qué excita el
mor en el ánimo del hombre: Pero es ne:-
cesario considerar que esta pasion como
todas las otras tiene sus grados es
yor ó menor á proporcion de la gravedad
del mal , y de la mayor ó menor viveza
de la idea que lo representa. Quanto
yor es el mal tanto mayor temor causa;
pero si se considera coma imposible ó
como súmamente dificil de incurrir, ap::-
nas causa ningun temor; si se mira corrió
cierto é inevitable causa desespetaciod.
La mayor ó menor probabilidad de
cu.rrislo aumenta ú disminuye el temor.
Los mas estúpidos temen menos y los
mas reflexivos mas, porque éstos Eelculaí
hasta las cosas mas mínimas capaces de
dar peso á la probabilidad,. y la idea de
la pena por medio de la reflexion se hace
mas viva y mas clara los que no miran
sino lo presente como las bestias, no te-
men sino guando vén levantado el brazo
que vá á descargar sobre ellos el golpe.
de la ley. ,
.


La idea de la pena, para producir
este efecto, debe considerarse como muy


(XVII)
próxima ó á poca distancia, de manera
que la atencion no se distraiga del mal.
Siendo tan ingrata é incómoda son muy
pocos los que quieran fijar en ella la aten-
cion; y el amor propio que busca con el
mayor ímpetu el placer y huye del dolor,
contribuye para esto con toda su fuerza.
Para que las leyes civiles puedan enfrenar
con el temor de la pena las pasiones no-
civas á. la sociedad y hacer servir para
este fin el amor propio, es necesario que
presenten á la imaginacion de los ciuda-
danos un mal grave, próximo, inevitable,
representado con mas viveza que el bien
que excita y enciende las pasiones que
turban el órden social.


Pero son pocos los delincuentes que
se persuadan con certeza ni aun con una
gran probalidad, ántes de cometer el de-
lito, que han de sufrir la pena que la ley
señala , porque siempre procuran come-
terlo en secreto, toman las medidas mas
convenientes para no ser descubiertos, y
se sirven de las circunstancias del lugar
y tiempo que los puedan librar de toda
sospecha. Y aun cuando hubiera algun


Tomo X.




(XVIII)
indicio contra ellos, saben muy bien que
por indicios á nadie se puede condenar á
la pena sino por pruebas del todo evi-
dentes y plenas esto es , con todos los
requisitos de la ley. Es evidente ,
que no hay delincuente á quien no pa-
rezca mas probable y casi cierto que evi-
tará la pena de la ley, que no el que la
haya de sufrir. Y esta persuasion la hace
mucho mas fuerte el amor propio que.
interesándose por el objeto presente


-pro
cura apartar de los ojos todos los pela-
gros para que el temor no turbe el deleite
de gozarlo.


Pero supongamos que los delincuentes
lleguen á persuadirse que indefectible-
¡neme serán descubiertos a tendrá mucha
fuerza sobre su corazon el temor para
contenerlos ? No ; porque esperan evitar
la pena, ó por la proteccion de Asan
poderoso, ó por la debilidad del juez, que
mas sensible á su interés que á sus obli-
gaciones vende torpemente la justicia, 6
por la infidelidad de algun escribano que,
mudando en 'el proceso alguna declara-
clon, alguna circunstancia, ó alguna pa~


(XIX)
labra, se desfigura enteramente el hecho;
de manera, que lo que era un delito deja
de serlo , y así se elude la pena de la
ley. Y aun cuando todo esto fuera falso,
basta que así lo juzguen los delincuentes,
para que el temor no tenga sobre ellos
alguna fuerza , pues es cosa sabida que
las pasiones dependen de nuestros rjnicios,
y no de la realidad de las cosas. Así las
pasiones nocivas á fria sociedad tienen.. mu-
cha mayor probabilidad de conseguir los
objetos que el amor propio les propone
sin exponerse al ;peligro sino muy remoto
y casi ninguno de sufrir la pena de la
ley, y por consiguiente el temor no tiene
sobre ellos ninguna fuerza.


La idea de la pena tampoco se les
presenta con viveza y con claridad, Por-
que. ó la pasion les asalta de improviso;
y en este caso no se presenta á su espía:.
rito sino el objeto de ella ; ó si se les
ofrece la idea de la pena es muy rá pida-
reente, y no se hace caso de ella. En una
riña, encendida la ira con el deseo de la
venganza, se mira con la mayor indife-a
reacia la muerte que esta en la punta.


b




(XX)
una espada „ en la boca de un fusil 6 de
una pistola. Si el malvado comete el deli-
to con reflexion, antes de cometerlo busca
todos los medios, como hemos dicho,
para evitar la pena; y así ésta, que se vé
de muy léjos y con tanta incertidumbre,
no excita sino levísimamente el temor
guando el bien de la pasion que está pre-
sente hace de continuo una impresion
fuerte en sus sentidos , y su imaginacion,
se aumenta por grados á todos momen-
tos 5 y hace disminuir sin cesar la idea
del temor hasta quitarle toda su fuerza.
De todo esto se deduce que el temor de
la pena , de que se sirven las leyes para
impedir los delitos 5 tiene poca ó ninguna
fuerza para contener ó refrenar las pasio-
nes nocivas á la sociedad.


Lo que tambien hace casi inútiles las
penas es la aplicacion que se debe hacer
proporcionada á las circunstancias de los
delincuentes, que es el sistema que debe-
ria seguirse en todo gobierno sabio , si
fuera posible, con preferencia al de pro-
porcionarlas á la gravedad sola de los
delitos, pues es mas útil á la sociedad.


(XXI)
Qualquiera de estos dos sistemas que se
siga, y de qualquier modo que se haga la
aplicacion, tiene muy poca fuerza para ex-
citar el temor. Este, como arriba hemos
dicho, nace de la idea de un mal futuro,
el qua), es siempre relativo á las circuns-
tancias de la persona; y así sucede que lo
que es capáz de excitar el temor en unos,
se mira por otros con la mayor indife-
rencia 6 desprecio , por cuya razon de-
berian variarse las penas , y aplicarse se-
gun el estado de los ciudadanos para que
tuvieran la fuerza de excitar el temor,
Pero si esto se hiciese así quedarían sin
castigo infinitos delincuentes , porque los
jueces estarian perpétuamente ocupados
en averiguar y saber el temperamento, el
modo de pensar 5 la sensibilidad , y otras
circunstancias de los delincuentes para
poder aplicarlas de una manera que cau-
sasen el efecto que la ley desea. Y lle-
garían jamás los jueces á conocer el ver-
dadero estado de los delincuentes 5 des-
pues de infinitos trabajos y diligencia
que hubieran puesto en esto ? No cierta-
mente, y por esta razon se baria imposi-




(XXII)
ble el castigo de los delitos. Por esta
causa los legisladores en la sancion penal
no han atendido sino á la gravedad de
los delitos , porque aunque el otro modo
de aplicar las penas sería mas útil á la
sociedad , sería del todo inasequible.
Las penas que las leyes civiles determi-
nan contra los delitos son la cárcel, azo-
tes destierro, tormento, galeras , trabajo
en obras públicas, multas pecuniarias y,
la muerte ,. las quales no tienen la misma
fuerza para todos los ciudadanos ; porque
la cárcel para las personas vulgares que
viven en el oprobio y la obscuridad es
una pena muy leve , pues están en ella
en (planto á la comida, la compailía , y la
diversion, como en su propia casa. Es ver-
dad que están privados de la libertad;
pero ésta siente el hombre perderla por
los placeres que con ella se gozan. Estas
personas, empleando su libertad en tra-
bajar de continuo para poder pasar una
vida miserable, no pueden sentir la pér-
dida de su libertad que por otra parte
está bien recompensada con el reposo que
gozan. Los azotes para las mismas per-


(XXIII)
sonas que no tienen sentimientos de ho-
nor , y que tienen sus cuerpos endureci-
dos , son penas poco sensibles. El des-
tierro les hace mudar de patria pero no
de estado, porque no teniendo ni casa ni
bienes , en qualquiera parte están en su
patria y se hallan bien. Si se saca algu-
na utilidad de la patria se ama y se es-
tima, y si no el patriotismo es una qui-
mera. Las galeras y obras públicas para
muchas de estas personas son medios de
ganar, y así no es extraño que algunos des-
pues que han salido de ellas cometan nue-
vos delitos para volver. La tortura es
cierto que es un mal muy grave y bárbaro,
ora se le considere como prueba, ora co-
mo castigo , pero es de poca duracion 5 y
así se mira con desprecio.


Las multas pecuniarias no se impo-
nen á los que no pueden pagarlas por-
que serían inútiles , y los que las pueden
pagar saben que con ellas compran la li-
bertad de saciar sus pasiones. La pena
de muerte es la mas terrible , su idea
estremece al hombre, hace helar la san-
gre en sus venas, y refrena las pasiones




(XXIV)
mas vehementes y mas atroces ; pero por
la misma razon se impone á muy pocos
delitos, es á saber, á los mas graves y
se usa rara vez de ella , lo que contri-
buye á conservarla en su fuerza y vigor.
Porque si se usára con frecuencia Ilegaria
á despreciarse 5 y yá no habria ningun
medio para contener á los malvados. El
extraordinario expectáculo de este supli-
cio , con todo el triste aparato que le
acompaña , despierta la atencion de los
expectadores, y les hace formar mil refle-
xiones que los llenan de terror. Si estas
escenas horribles so presentasen á los ojos
de los ciudadanos con frecuencia, se ba-
ria tan poco caso de ellas como de la
muerte de las bestias en el matadero. El
hombre se acostumbra á todo , y á di-
vertirse con todo, mirando con gusto y
alegría hasta las cosas mas horribles. Pero
supongamos que pudieran contener á los
súbditos, es cierto que no producirían el
mismo efecto con el Soberano que no esta
sujeto á ellas; y como puede causar gra-
vísimos daños á la sociedad, abusando de
la facultad legislativa por la fuerza que


(XXV)
tiene en su mano , puede destruirla. El.
amor propio en todos los hombres siempre
aspira á extender su poder y llegar á la
independencia absoluta. En qualquiera ma-
no que esté la fuerza pública en la socie-
dad civil, nunca se puede evitar este in-
conveniente , porque entre todos los me-
dios que la prudencia humana ha inven-
tado para precaver este delito, no hay nin-
guno que sea suficiente ni lo puede haber.
Si se dá al Príncipe esta fuerza pública,
el amor propio le hará oprimir al pueblo;
si éste se queda con ella destruirá el prin-
cipado ; si se divide esta fuerza nacerán
disensiones por la misma causa entre los
que están revestidos de ella , se vendrá á
una guerra civil y á una anarquía mil
veces mas funesta para el Estado que no
el que uno solo tenga en su mano todo el
poder , aunque alguna vez abuse de él;
por donde se vé que el uso de las penas
no es un medio suficiente para refrenar
las pasione.s nocivas á la sociedad.


Que clirémos de los premios para en-
cen


la
der


ley?
la voluntad á que obre conformeáLos hay suficientes en la so-




(XXVI)
ciedad civil ? No ciertamente 5 y por esta
razon los legisladores en sus leyes han
omitido este medio tan poderoso para mo-
ver las voluntades de los ciudadanos.
Tres especies de bienes podrian servir de
premios , es á saber ; los que pertenecen
á la gloria , mas éstos dependen de la
opinion pública y no del arbitrio del le-
gislador ; los bienes de comodidad y uti-
lidad 5 como son privilegios , intereses,
riquezas. Los privilegios en siendo comu-
nes dejan yá de serlo , pierden todo su
mérito y estimacion , y son la ruina de la
sociedad. Pues si con ellos se premiasen
las acciones conforme á las leyes, de ne-
cesidad hablan de ser en la sociedad ci-
vil infinitos los privilegiados, y se recae-
ria en todos los inconvenientes que he-
mos dicho. Se vé pues que es imposible
premiar con privilegios. Tampoco se pue-
de premiar con dinero ni con bienes ra i


-ces , porque el Estado mas rico del mun-
do no los tiene suficientes para esto , aun
guando sus minas sean las mas ricas y las
mas abundantes. Los impuestos -contriy
buciones apénas dán para las cargas Pre-


(XXVII)
cisas del Estado; y guamo mas se aumen-
ten los tributos menos se han de aumen-
tar las rentas , porque se disminuirá la
poblacion, caerán las artes, las manufac-
turas y la agricultura. Los empleos es
evidente que no pueden servir de recom-
pensa , porque son muy pocos respecto de
los que merecen los premios ; y llegaria
el caso en qualquiera sociedad si se pre-
miase con los cargos y empleos, que todos
sus individuos estarian empleados , todos
tendrian mandos, todos serían superiores,
no habria ningun súbdito , ni nadie que
obedeciese. Además que nadie debe po-
nerse en ningun cargo sino el que tenga
la capacidad y las disposiciones necesa-
rias para desempe5arlo bien ; y hacer lo
contrario es trastornar el órden natural
de las cosas, y violar el derecho natural.
Todo lo cual manifiesta con la mayor
evidencia que los cargos ó empleos no
pueden servir de premios , y que con los
demás bienes que hemos dicho no se pue-
de premiar. Es claro pues que le falta
este medio tan esencial á la sociedad para
su conservación y perfeccion , y hacer




(XXVIII)
observar á los ciudadanos con exáctined
las leyes.


Por otra parte ¿qué se premiaria? ¿la
observancia de las leyes prohibitivas ó de
las positivas ? Si de aquéllas cada mo-
mento habría infinitas gentes que mere-
cedan premio , si de éstas digo lo mismo.
Esto manifiesta que es imposible estable-
cer un sistema de premios análogo al de
las penas para hacer observar las leyes.
Así no puede haber otro premio que la
misma observancia de la ley, puesto que
ésta hace la felicidad del Estado ; pero
este premio, como no tiene nada de sin-
gular y sensible lo conocen muy pocos,
y no tiene influencia alguna para hacer-
las observar. Quán cierto es que los le-
gisladores humanos pueden castigar, pero
no premiar; hacer mal, pero no bien; ha-
cer infelices, pero no felices. Reducidos
á esta imposibilidad ofrecen unos premios
miserabilísimos á las acciones mas bri-
llantes y mas heróicas.


Mas aun guando por las leyes civiles
pudiera establecerse un sistema de premios
proporcionado á las acciones conformes


(XXIX)
las leyes, no podría ponerse en ejecu-


cion. En los delitos todo delincuente para
evitar la pena , ó niega el delito ó lo
hace dudoso 5 ó disminuye su gravedad;
mas querido se trata de conseguir un pre-
mio, el que no tiene mérito lo finge, y el
que tiene alguno por ténue que sea lo
engrandece sobre manera para sorprender
el ánimo y la voluntad del que distri-
buye los premios. Y así los hombres mas
ineptos 5 los mas incapaces , y los de me-
nos mérito , son los premiados, y los que
ocupan los cargos y empleos causando
males incalculables al Estado. i En qué
consiste todo esto 1 En que el hombre de
mérito es modesto 5 y el que no lo tiene
es desvergonzado y atrevido. El que dis-
tribuye los premios se deja fácilmente en-
gañar, porque la complacencia y el deseo
de dar no deja exáminar con la reflexion
y cuidado correspondiente la calidad de
las pruebas y el valor del mérito.


Por esta razon se vé en la historia de
casi todas las naciones recaer los premios


b la hipocresía la ficcion la men-
tira , el engaño y la adulacion sobre




(XXX)
hombres llenos muchas veces de delitos
que merecen las penas mas rigorosas y no
los premios. Los ciudadanos , que cono-
cen bien el mérito y saben pesarlo en las
balanzas de la justicia 5 se indignan vien-
do que se distribuyen los premios tan in-
justamente ; los malos se hacen con estos
mas malos y los buenos dejan de serlo,
6 no quieren hacer nada á favor de la
patria guando no se les presenta por otra
parte una utilidad evidente que los anime.
El vulgo vé que por mas que sude, tra-
baje , se exponga á los peligros , no por
eso mudará de condicion 9 y por esta ra-
zon se queda en la inaccion con grave
perjuicio del Estado: ¡ tantos males acar-
rea á la sociedad la mala distribucion de
los premios ! Y así se vé que los legisla-
dores aun guando pudieran establecer un
sistema proporcionado de premios , éstos
nunca serían medios eficaces para promo-
ver la observancia de las leyes.


La opinion pública que se tiene de
los magistrados contribuye no poco para
hacer observar las leyes. Todos nacemos
en la sociedad nos criamos en la de-


(XXXI)
pendencia y subordinacion , y de este modo
se forma en nosotros el respeto y sun-iision
que tenemos á los que nos gobiernan , y
con el tiempo y la costumbre se aumenta
y se fortifica ; respeto que está fundado
no en una opinion falsa sino verdadera,
que nace de la relacion de superioridad
é inferioridad que por su naturaleza cons-
tituye una verdadera obligacion. Lo que
hay de pura opinion en las potestades es
la grandeza desmesurada que los súbditos
se figuran en los que les mandan; y esta
opinion que no está fundada sino en la
vanidad y en la inclinacion natural que
tienen á engrandecer siempre el poder
que les domina, contribuye infinito á re-
frenar el mal, y excitar los ciudadanos á
la observancia de las leyes.


Mas ,de dónde nace esta opinion de
la grandeza de las potestades que nos
mandan ? Del amor propio, que exaltán-
dolo crée exaltarse asimismo, hace vani-
dad de ello, y se complace interiormente.
Conoce que en la sociedad civil ha de
estar dependiente, por consiguiente sujeto
y humillado ; quiere a pues, engrandecer-




(XXXII)
se ensalzando la potestad. Esta es la ra-
zon porque todo criado ensalza á su amo
sobre todos los otros , y todo estudiante
á su maestro sobre los demás. Así la va-
nidad y el orgullo 5 que' es tan perjudi-
cial al hombre 5 causa un gran bien á la
sociedad. Por esta razon los legislado-
res para sostener y aumentar esta opinion
con el fin de poner mayor intervalo en-
tre el que manda y los que obedecen, al
paso que han dado la fuerza á los que
están revestidos de la autoridad pública,
los han distinguido con muchas preroga-
tivas, títulos , vestidos singulares , y un
ceremonial de formalidad. El vulgo se
gobierna mas por los sentidos que por la
razon ; y aún el filósofo que en su ga-
vinete juzga de los hombres por lo que
son en sí , en público sigue las ideas del
pueblo. Todas las naciones del mundo se
han servido de estos medios exteriores
para aumentar la autoridad y el respeto
que se debe á los que mandan, porque los
han reputado no solamente como útiles,
sino aun como necesarios para el bien de
la sociedad,


(XXXIII)
Es necesario confesar que estos me-


dios exteriores concilian el respeto y la
veneracion á los que están revestidos de
la autoridad pública guando se ven en
ellos las qualidades correspondientes para
desempeñar sus destinos, pues no siendo
así el pueblo los deprime hasta convertir
el respeto en irrision y desprecio. Éste
es uno de los principales motivos por
que los gobiernos deberian poner el ma-
yor cuidado en la éleccion de sugetos be-
neméritos para los empleos públicos. Se
vé que la opinion pública es muy peli-
grosa, puede engendrar respeto y dege-
nerar en desprecio , puede fomentar la
subordinacion y encender la discordia,
puede sostener el edificio del Estado , y
lo puede destruir. Y así este medio que
parece tan poderoso para la conservacion
de las leyes y del buen órden, es absolu-
tamente por sí solo insuficiente.


Si la opinion que tenemos de los que
están revestidos de la autoridad pública
puede contribuir mucho en algunas oca-
siones


forme
para hacer obrar á los ciudadanosconforme á las ley-es , no contribuye


Torno




(XXXIV)
nos para este efecto la opinion que los
otros tienen de nosotros , porque todo el
mundo quiere tener buena opinion en el
público, que todos piensen y juzguen bien
de sí, se alegra y se complace de esto, y
se entristece de lo contrario. Porque la
opinion del pueblo es como un testimonio
público de nuestra buena ó mala conduc-
ta de nuestro mérito ó desmérito de
nuestras buenas ó malas qualidades; y
aunque conozcamos que se engaña no
por eso dejamos de complacernos, y cree-
mos fácilmente que tenernos el mérito
y las perfecciones que el pueblo nos atri-
buye, y con esto las pasiones de la vani-
dad y del orgullo quedan satisfechas
contentas.


La opinion contraria del pueblo nos
aflige , porque lleva consigo una especie
de infamia y de deshonra. Esta opinion,
que siempre está acompañada ó del honor
y de la gloria , ó de la deshonra y de la
infamia , no se puede negar que tiene un
influjo muy poderoso sobre el corazon del
hombre. Pdrque es constante que las mas
heróicas acciones que la historia nos pre-


(XXXV)
senta se deben al amor de la gloria ; el
punto de honor en las gentes de educa-
cion es un resorte muy poderoso para ha-
cerles obrar maravillas ; el temor de la
infamia y del desprecio público les repri-
me 5 les contiene y les impide cometer
mil acciones viles proferir palabras des-
corteses, y hace á todo el mundo guardar
un ayre de decencia y de moderacion.


Esta opinion sobre la moralidad de
las acciones puede ser falsa y en este
caso corromperá el corazon de los ciu-
dadanos con grave perjuicio de la socie-
dad. Las ideas morales fundadas en la
naturaleza de las cosas son invariables;
pero no lo es la opinion pública. De aquí
se infiere que destruyéndose en el pueblo
la idea verdadera de la gloria y de la fa-
ma, colocándola no en acciones justas,
honestas y útiles, sino en acciones perni-
ciosas, torpes é injustas; y arreglando la
opinion pública así el honor la gloria,
la infamia y deshonra, en un tiempo se
reputará por una accion gloriosa y de ho-
nor lo que en otro tiempo ó en otra na-
cion se tendrá por vil é infame. La his--




(XXXVI)
toria de todas las naciones nos presen-
ta infinitos egemplos que confirman esta
verdad.


,Pero es posible que la opinion pú-
blica sufra tales variaciones, especial-
mente guando está fundada en la razon
y es conforme á les leyes y al interés pú-
blico? Sí: es constante que no hay opinion
mas expuesta á mudarse que la que aca-
bamos de decir, porque siendo por la mis-
ma razon contraria al interés de los par-
ticulares y á sus pasiones, todos hacen es-
fuerzos para mudarla, y con el tiempo
lo consiguen. El amor propio es muy ar-
tificioso, y tiene mucha fuerza para pro-
ducir estas operaciones ; sabe engañar a
la razon, deslumbrarla y seducirla, y ha-
cerle creer muchas veces que lo que es
justo es injusto. Por este motivo los hom-
bres han llegado á aprobar tantas cosas
contrarias á la ley natural.


Si las leyes civiles han padecido me-
nos variaciones en la opinion pública, es
porque están escritas, y no dependen de
la voluntad inconstante del pueblo, sino
de la razon soberana del Príncipe que las


(XXXVII)
forma, las interpreta., las muda, las cor-
rige y las hace observar. Si las leyes
dependiesen del capricho del pueblo,
cada año tendríamos un código nuevo
acomodado á la opinion dominante del
tiempo.


Esta es la que tiene la mayor influen-
cia en el corazon de los ciudadanos, y
rara vez es conforme la razon sino á los
intereses de las pasiones. Así el amor pro-
pio que es el que introduce la opinion
pública y la hace servir de regla para di-
rigir las acciones públicas, se sirve de ella
como de un código, que opone al de la
razon, y de las leyes naturales y civiles,
para aprobar- lo que éstas condenan. El
de la razon y de las leyes es un código
muerto, justo, digno de los mayores elo-
gios; pero el vivo, el que se sigue en la
práctica, es la opinion dominante. Con és-
te se compone el amor propio y está tran-
quilo, porque contenta todas las pasiones-


,


hace libremente lo que le acomoda, y mu-
chas veces deja á la razon dictar sus le-
Y es por severas que sean; y como no las
ha de observar le importa poco que se




(XXXVIII)
conserven y subsistan. Se vé pues que la
opinion pública que puede variar con tan-
ta facilidad sobre las ideas morales del
honor y de la gloria, de la infamia y de
la deshonra, puede hacer la felicidad y
la desgracia de los Estados.


Las causas que suelen hacer variar la
opinion pública son muchas, las princi-
pales son las siguientes. El trato con gen-
tes que tienen leyes y costumbres diferen-
tes de las nuestras, á las quales procura-
mos imitar, nos cansarnos de lo que hace
mucho tiempo que vemos y practicamos
y así poco á poco se muda en el pueblo
la opinion. Los progresos que se hacen
en las artes y las ciencias, hacen tambien
mudar el modo de pensar por la diversi-
dad de objetos que presentan á los ojos
del público. Esta es una de las causas
mas eficaces de la mutacion de las cos-
tumbres y de la opinion pública de las
naciones. La música, la pintura, la es


-cultura y la poesía inclinan la opinion
pública al deleyte y á la suavidad; la fi-
losofía guando es lo que debe ser corrige
las inclinaciones y pone gravedad á las


(XXXIX)
costumbres. La mayor cultura y la ma-
yor grosería en una nacion producen los
mismos efectos. Roma en las guerras ci-
viles, y París al principio de su revolu-
cion, son una prueba constante de esta ver-
dad. Pocas ciudades ha habido en el mun-
do mas cultas .que éstas , y ninguna que
haya excedido á, sus ciudadanos en cruel-
dad y ferocidad. Tambien suele mudar
/a opinion pública algun suceso extraor-
dinario que haya hecho una impresion
fuerte sobre el pueblo. La revolucien fran-
cesa ha mudado en casi toda la Europa
la opinion sobre la libertad civil. Un hom-
bre extraordinario que el pueblo mira con
respeto, tambien es capaz de mudar el mo-
do coman de pensar sobre alguna materia,
como nos ofrece de esto muchos egemplos,
la historia.


Quando se le quitan de la vista al
pueblo los objetos que conservaban y ex-
citaban la opinion general , y se substi-
tuyen otros opuestos, esta variedad en po-
co tiempo muda la opinion pública. To-
dos los políticos antiguos y modernos han
conocidó la eficacia de este medio, para




(XL)
introducir y sostener las novedades que
han querido hacer en los que conservan
aún aficion al sistema antiguo. Esta opi-
nion pública es una espada de dos filos
que sirve para todo , para el bien y para
el mal de la sociedad. Si el gobierno pu-
diera dirigirla á su gusto, impidiendo que
las causas que hemos dicho la pudiesen
alterar variar ó mudar, tendria en su
mano uno de los medios mas eficaces para
poder gobernar los hombres.


Quando las pasiones particulares es-
tán en oposicion con la opinion pública,
la vencen y la destruyen porque solo se
sostiene por el interés, y en faltando éste
se desvanece. Por esta razon la opinion
de la gloria, del honor y de la fama,
de la infamia y de la deshonra en el vul-
go, que es la mayor parte de los ciudada-
nos, tiene tan poca fuerza. Acostumbrados
desde su niñez á la miseria y al interés
personal, no hacen caso de lo que piensen
ni digan de sus acciones y conducta los
demás.


El desprecio no hace impresion so-
bre ellos porque siempre han vivido en


(XLI)
el abatimiento, y muchas veces ponen una
especie de gloria en insultar públicamente
al honor, creyendo que así se vengan del
abatimiento en que han estado. Las nece-
sidades reales en que se halla el pueblo
destruyen de este modo la opinion de la
gloria, de la fama y del honor; y lo mis-
mo hacen en los ciudadanos mas acomo-
dados las facticias, las quales en esta cla-
se de personas no encienden ni excitan
con menor fuerza las pasiones. Así la opi-
nion pública solo sirve de freno, y se mi-
ra con respeto guando se necesita de ella
para satisfacer la pasion, y cumplir sus
deseos.


Por otra parte, la opinion pública ja-
más hará muchos ciudadanos buenos, sino
los corromperá y los hará inútiles para
la sociedad. Porque el hombre que es ala-
bado y celebrado se envanece, se llena de
orgullo, y se crée de un mérito muy supe-
rior al que realmente tiene. Quisiera que
todo el mundo tuviera siempre los ojos
p
uestos sobre sí, y que con un microsco-


pio
observára hasta las cosas mas peque-


ñas, teniendo siempre la trompeta en la




(XLII)
boca para anunciarlas á todo el mun.
do. Esto es imposible; por esta razon se
entristece, porque se cree ó despreciado,
6 injuriado , y de aquí nace la indife-
rencia por las cosas del Estado , de ésta
se pasa al ódio, y de éste á la ven-
ganza. i Quántos egemplos tristes de
esta verdad vemos en la historia! Quán-
tas desgracias y calamidades públicas,
que parece que vienen de otras cau-
sas , realmente no tienen otro orígen
que éste. El hombre celebrado por . la opi-
nion pública cree haber recibido un testi-
monio del pueblo, 6 de la nacion, que es
superior á los demás; y así se promete la
veneracion, el respeto y la sumision de
todos, sin que pueda sufrir ni los elogios
de los demás, ni la igualdad, y mucho
menos la superioridad; y como esto es
imposible se irrita, se hace insoportable,
envidioso , calumniador, detractor , y de
tan mal humor, que nadie le puede ver
ni sufrir ; en fin es un noble que ha caldo
en la pobreza, en el qual no se vé sino
un orgullo que lo hace insoportable á los
demás y á sí mismo. ¿Podrá esperar m u -


(XLIII)
cho el Estado de esta clase de gentes?


podremos decir que la opinion pú-
blica contribuye para la felicidad de los
pueblos?


La infamia produce efectos aún mas
funestos, porque perdido el honor, los
hombres caen en la indolencia, ó se en-
tregan enteramente á los vicios; y así se
hacen no solamente inútiles sino perjudi-
ciales al Estado. 1Quién dispensa el ho-
nor y la infamia ? El pueblo es el que
juzga del mérito de las acciones, notán-
dolas á unas con la infamia, y honrando.
las á otras con las alabanzas ó elogios.
l y procede siempre con las luces y la
rectitud necesaria en este juicio? No hay
mas que consultar las historias de las re-
públicas mas famosas de la autigüedad
para conocer hasta qué excesos se deja
llevar por' esta parte. En la historia de
las repúblicas de Atenas y de Lacedemo-
nia, de Roma y de Cartago, hallaremos
los hombres mas virtuosos y mas justos
desterrados, infamados, y condenados á
muerte; y los ciudadanos mas malvados,
mas viciosos, mas indignos, y mas incapa-




(XLIV)
ces de gobernar las repúblicas, honrados,
elogiados y colocados en los destinos mas
altos. ¿En qué consiste esto ? En que el
pueblo es mal juez. No tiene luces ni co-
nocimiento, se deja llevar de sus pasio-
nes, juzga por ímpetu, y es muy incons-
tante, siendo siempre el juguete de los
mas viles aduladores , y un instrumento
ciego en manos de los mas intrigantes y
ambiciosos. Por lo que dejamos dicho del
honor, de la fama , de la deshonra, y de
la infamia, que nacen de la opinion pú-
blica, se vé la utilidad que puede resultar
de ella al Estado.


De todos los medios que la prudencia
humana puede usar para la conservacion
del Estado, no hay ninguno tan útil ni
tan eficáz como una buena educacion por
la qual se forma al hombre, y al ciuda-
dano; se le inspira cierto gusto y modo
de pensar y sentir y una inclinacion
mas fuerte por unas cosas que por otras;
y se forma un habite que dura toda la
vida, y suele determinarle en la eleccion
de ciertos objetos que se presentan en las
diferentes circunstancias de la vida á su


(XLV)
pensamiento ó á su apetito, porque es ne-
cesario confesar que el hombre obra mas
por hábito que por reflexion; y guando re-
flexiona, siempre se determina por los prin-
cipios que le son mas familiares y á que
está mas acostumbrado. Por la educacion,
que es una escuela práctica se forma en no-
sotros este hábito, se nos hacen familiares
ciertos principios, y se nos presentan guan-
do lo necesitamos con mayor claridad, y
convencido el entendimiento halla cierta
satisfaccion en ellos. El apetito se acos-
tumbra á seguirlos, y halla tambien una
especie de complacencia en los mismos
objetos que tantas veces ha abrazado.


Este hábito tiene la misma fuerza para
el bien que para el mal No ciertamente,
porque la inclinacion al mal nace con
nosotros y es mucho mas fuerte. Y así
desde los mas tiernos años ya se descubren
en los niños las semillas de los vicios, y
los estímulos de las pasiones mas funestas.
Por donde se vé que el hábito del mal
se forma en nosotros por sí mismo con la
mayor facilidad; y por el contrario el há-


para el bien encuentra sin cesar una




(XLVI)
resistencia muy grande, no puede for-
marse sino con muchos esfuerzos, y jamás
puede asegurarse. Por poco descuido que
haya, el hábito contrario adquiere fuer-
zas superiores , y destruye fácilmente los
hábitos de virtud.


Por lo dicho se vé que una buena
educacion es utilísima al Estado y que
el gobierno deberia considerarla como el
objeto principal y el mas interesante de
la política , haciendo que por ella se
acostumbrase á los niños á respetar las
leyes, á vivir subordinados á las potesta-
des , á ser pacientes, activos y laboriosos,
á mirarse todos como hermanos á ha-
llar gusto en hacer el bien , y disgusto
en hacer el mal, &c. Esta educacion no
es tan dificil como algunos se imaginan,
ni tampoco tan fácil corno otros quie-
ren. Los padres solos en general es evi-
dente que no la pueden dar , porque
muchos de ellos viven en la mayor estu-
piden y sin ninguna instruccion ; y así
aun guando el gobierno formara un ca-
tecismo donde se pusieran bien claras las
obligaciones del hombre y del ciudadano,


(XLVII)
no se podria conseguir generalmente en
toda la nacion, porque la mayor parte de
los padres no saben leer ni tienen las lu-
ces necesarias para entender y explicar á
sus hijos estas obligaciones. Establecién-
dose escuelas públicas en todos los pue-
blos que tengan un número proporciona-
do de vecinos para pagar un maestro es-
taba remediado en gran parte este mal,
celando el ayuntamiento y el cura párro-
co de que cumpliera con su obligacion, en-
seriando á los niños precisamente por los
libros que el gobierno hubiese estableci-
do. Pero la mejor educacion está expues-
ta á trastornarse muy pronto , y el mun-
do nos presenta todos los dias egemplos
de jóvenes muy bien educados á quienes
han pervertido en muy poco tiempo las
conversaciones que muchas veces no es
fácil evitar, los egemplos que á cada pa-
so se ofrecen á nuestros ojos, las ideas
de corrupcion que por todas partes se
nos presentan, y otros tantos objetos capa-
ces de encender nuestras pasiones.


En fin, la educacion y todos los de-
más medios de que hemos hablado para




(XLVIII)
conservar y' establecer las sociedades si-
no están apoyados en la religion, que es
el dique mas fuerte para contener el tor-
rente de 1-as pasiones, jamás llegarán á
producir el efecto que se desea. Todos
ellos no están fundados ni proponen sino
motivos puramente temporales, que si por
una parte apagan algunas pasiones, en-
cienden otras que convierten á los hom-
bres en bestias feroces. La belleza de la
virtud, el bien público y el honor, son
nombres de que se hace vanidad de usar
en las conversaciones, sin que las ideas que
representan hagan la menor impresion en
el corazon.


Todas las naciones así antiguas como
modernas han conocido que sin el apoyo
de la religion se derrocaria fácilmente to-
do el edificio de la sociedad civil; y así,
sea en los gobiernos monárquicos, y sea
en los republicanos, por mas mutaciones y
alteraciones que hayan padecido , siem-
pre se ha puesto por fundamento de todas
sus leyes la religion; tan necesaria la han
juzgado para establecerse y conservarse
la sociedad civil. La existencia de un Sér


(XLIX)
Supremo infinitamente perfecto, que
ne una providencia particular del mundo,
y vela sobre las acciones de los hombres;
la espiritualidad del alma, su inmortali-
dad , su libre alvedrío, y una vida futu-
ra donde el hombre es destinado á la fe-licidad ó condenado á la miseria en pre-
mio ó pena de sus acciones y de su vida
buena ó mala; estas verdades se nos pre-
sentan digo yo, con tanta frecuencia á
nuestro espíritu, que el interés y el amor
propio nos hace reflexionar sobre ellas:
Y esta es la razon por que todas las na-
ciones del mundo , aun las mas bárba-
ras y salvages las han conocido, y sobre
estas ideas mas ó menos claras han fun-
dado su religion.


Los ateistas que niegan absolutamen-
te la existencia de Dios; los panteísta,s
que no reconocen otro Dios que el uni-
verso, con lo qual destruyen enteramen-
te la idea de Dios, y no se diferencian
,sino en el nombre de los primeros; los
materialistas que no reconocen mas que
la materia, y por consiguiente son tam-
.bien ateistas; los fatalistas que destruyen


Tomo X,




(L
toda libertad, y críen que todo sucede
en el mundo por una necesidad irresisti-
ble; todos estos no reconocen ni pueden
reconocer ninguna religion. Y los filóso-
fos que en nuestros días han tenido la lo-
ca vanidad de adoptar semejantes deli-
rios, se persuaden que la sociedad civil
no necesita para establecerse y conservar-
se de las ideas religiosas. Pero no han
podido persuadir hasta ahora á ni ngun
pueblo su desatinada hipótesi ; y en to-
do el mundo siempre se ha mirado á es-
tos mónstruos como los mayores enemigos
de los hombres y del Estado. Y así los
gobiernos no deben tolerar á semejantes
hombres. por los dalos irreparables que
causan á toda la sociedad y á cada uno
de sus individuos, violando sus derechos
naturales, é impidiendo su felicidad na-
tural que es el fin por que han entrado
en la sociedad civil. El politeísmo que
consiste en adorar muchos dioses, es evi-
dente que no puede servir para perfeccio-
nar la sociedad civil, puesto que léjos de
dar autoridad á las leyes, y promover su
observancia, induce a los ciudadanos á ser


(LI)
malos proponiéndoles los egemplos de sus
dioses para cometer las acciones mas ab-
surdas y mas contrarias á las leyes, lo
que el autor ha demostrado con toda evi-
dencia en su libro 5.°


Los deistas que gobernándose por las
luces de la razon sin admitir ninguna re-
velacion, protestan no recibir otras ver-
dades ni reconocer otro culto sino el que
ésta nos enseña, profesan una ley natural
como emanada de Dios que lo vé todo,
lo juzga y lo pesa en las balanzas eter-
nas de la justicia, y les dá el premio ó
la pena en la vida futura. Esta secta, que
en el dia es la mas extensa y que profe-
san una gran parte de los políticos que
se llaman filósofos, es indudable que pue-
de dar mucha fuerza y consistencia á los
medios naturales de que hemos hablado
poco antes para el gobierno de las so-
ciedades.


Los medios de que quieren servirse
los deistas para la formacion de su repú-
blica y conservacion de ella son bellos;
pero jamás podrán realizarlos en la prác-
tica, y por consiguiente deberán desechar-


da,


1 1




(LIT)
se cómo inútiles. Unas breves reflexiones
que voy á hacer sobre esto nos convence-
rán de esta verdad. Para que una doctrina
tenga un influjo real y eficaz sobre el espí-
ritu de los hombres, es necesario que tenga
las condiciones siguientes : z a. que tenga
una estrecha relacion con las acciones mora-
les del hombre; esta condicion no falta á la
doctrina de los deistas, pues establecen
una ley natural y un Dios que por ella
juzga á los hombres: 2á que proponga al
hombre un interés superior á los que pue-
dan apartarlo de la observancia de la ley;
tampoco en esta parte se puede mover
cuestion á los deistas, pues proponen á los
hombres los castigos y los premios de la
otra vida : 3 a. La precision y claridad de
la doctrina que se propone; pues .no te-
niendo precision y claridad la doctrina
de las costumbres no hace impresion en
la voluntad.


Esta condicion falta á. la doctrina de
los deistas porque en órden á la ley na-
tural caen , en mil absurdos, justificando
unos las acciones que otros condenan co-


• mo contrarias á ella; esto prueba que la


(LIT.
ley natural no es tan clara, y precisa que
todos la conozcan y entiendan. Y lo que -
es mas, los deistas hasta ahora no han
podido convenirse en dar una definicion
exácta de la ley natural. ¿Por qué ac-
ciones incurrimos en la indignacion de
Dios, y merecemos ser infelices para siem-
pre, y por qué otras no? ¿Podemos des-
pues que hemos incurrido en la indigna-
cion del Ser Supremo aplacarle ó nó? Y
en caso de que podamos, ¿de qué medio
nos servirémos? Nada de esto nos enseña
la razon con claridad y precision. ¿De.
qué sirve, pues, decir á los hombres con,
entusiasmo: sed virtuosos, huid el vicio,.
la virtud es un gran bien, y el vicio un
gran mal? No indicándoles con precision
qué acciones en particular son buenas ó ma-
las, qué grado de malicia tienen, quánto
ofenden á la Magestad divina, por qué me-
dios se le puede aplacar, todo quanto les
digais es inútil y estéril. Esto no se puede
hacer por medio de la razon sola; y así
por mas bella que parezca la idea y las
promesas del deismo, es preciso confesar
que le falta la precision por esta parte:,




(LIV)
En 6rden al conocimiento de los atri-


butos de Dios tampoco tiene esta preci-
sion. Quando se trata de la libertad, de
la presencia de Dios , de su poder, de
su justicia, de su bondad, y de su provi-
dencia, la razon se confunde, se halla
en una obscuridad, y envuelta en tantas
dificultades, que no halla medio de di-
solverlas. La prueba la tenemos en los fi-
lósofos antiguos y en los modernos im-
píos , que sin embargo de haber inven-
tado tantos sistemas opuestos para conci-
liarlas, hasta ahora no han hallado uno
que sea del gusto de todos. Y . por esta
razon unos caen en el ateismo, otros en
el fanatismo, otros adoptan un Dios au-
tor del mal y otro del bien 'como los
Maniqueos, otros en fin niegan la- provi-
dencia y ponen á Dios en lo alto de los
cielos sin tener ningun cuidado de las co=
sas humanas.


Los premios y las penas de la otra
vida tampoco las propone el deismo con
claridad y precision. No nos dá de ellas
sino ideas generales y vagas que hacen
muy poca impresion sobre el corazon¡:-Y


(LV)
ninguna sobre la imaginacion del hombre
para hacerle obrar bien. Porque el amor
propio se conmueve mas ó menos á pro-
porcion de la grandeza del mal que nos
amenaza, ó del bien que se nos prome-
te. Este no se puede conocer sino se nos
manifiesta con toda claridad y precision
su naturaleza, su qualidad , y su duracion,
lo que es imposible que haga por sí sola
la razon. ¿Qué deista hasta ahora ha ad-
mitido la eternidad de las penas? A todos
les parece contraria á la razon, á la jus-
ticia y á la bondad de Dios , siendo así
que no ponen dificultad en admitir la eter-
nidad de los premios que tanto lisonjea al
amor propio; pues quitada la eternidad de
las. peras se quia el freno á las pasiones;
y el amor propio no hace caso de la idea
de la pena, como el hombre en el estado
civil se burlaria de la pena de muerte si
tuviera muchas vidas y supiera que no se
le podia privar para siempre de ella.


Por lo qual no puede gloriarse el
deismo de haber hallado el secreto de con-
tener las pasiones de los hombres, de pur-
gar la sociedad de los delitos que la


Fraile;.,-• h _




(LV1)
afean, y de hacer buenos á 1os dudada,.
nos. Si los deistas modernos han dicho so-
bre los atributos de Dios, la inmortali-
dad del alma, y las reglas de la moral
cosas mas sublimes, mas grandes, mas
ras y mas nobles que los antiguos, todo
debe atribuirse á las luces que•han bebi-
do en las fuentes de la religion cristia-
na, y los que las han despreciado luego
han caido en absurdos- aun mayores que
los de los filósofos antiguos. Lasanas be-
llas máximas que se hallan en sus libros
son del Evangelio; y desde que han de-
clarado la guerra á la revelacion, no que-
riendo reconocer por fundamento de estas
máximas sino la débil razon, les han
tado toda la claridad y la precision. Tarn-.
bien le falta la certeza á la religion. de los
deistas, no que sus dogmas no sean ciertos
é indudables, quiero decir, la existencia de
Dios y sus atributos, la espirirualidad del
alma, la inmortalidad, y la libertad y
moralidad que se deduce de estos princi-
pios, si no que no tienen medios . para
cer ciertos á los hombres de estas verdades.
Cada uno de estos doctores sigue un sis-


(LVII)
tema opuesto al de los demás para estable•
cerlas y probarlas, de manera que sus di-
sensiones y disputas son eternas sin que
jamás puedan convenirse en ninguna cosa.
l'inguno de ellos dá la misma idea de la
ley natural, de la obligacion, del principio-
de la moralidad de las acciones, y del
derecho; de manera que entre estos doc-
tores no. hay ni uniformidad de doctri,
na, ni unidad de creencia. Todos se ha-
cen una guerra cruel, cada uno procura
destruir el sistema contrario. Así es im-
posible que ninguno de estos doctores se
persuada la certeza de su doctrina por
la evidencia, sino por la preocupacion,
por el capricho ó por el interés particu-
lar que el amor propio halla en el siste-
ma que ha abrazado, porque si no, todos
conocerían la evidencia de ella, y todos
estluian ciertos como lo están de las pro-
posiciones de Euclides. Los filósofos an-
tiguos, que en estos puntos cultivaron mas
la razon que los impíos modernos, deses-
peraron de llegar á la certeza, y algunos
confesaron ingénuamente que esto exce-
día las fuerzas de la, razon. Sus sistemas




eran tan opuestos entre sí, corno los de
los modernos ;


tenian las mismas disputas,
y ni los maestros ni los discípulos pudie-
ron convenirse jamás.


No teniencid, pues, certeza los maes-
tros que escriben para instruir á los
más , cómo podrán comunicarla á los
otros? Nadie puede comunicar la certe-
za de la doctrina que enseña sino por la
autoridad ó por el raciocinio, y por nin-
guno de estos medios puede el deista dar
certeza á sus instrucciones.


La via de la autoridad es la mas fá-
cil , la mas breve , la menos laboriosa,
por consiguiente la mas acomodada á la
multitud de las gentes que ni tiene tiem-
po, ni talento, ni luces para hacer largas
y penosas investigaciones, y quiere ser
guiada mas por la autoridad que por el
raciocinio. El deista desprecia altamente
este medio como snmamente injurioso á la
razon, y que abre camino á mil imposturas;
y que el Criador le ha dado al hombre la
razon para que haga uso de ella, y que es
una evidente injusticia querer que no ra-
ciocine. Estas son las razones por que se


(LIX)
apartan de la revelacion é impugnan con
tanto descaro la religion cristiana que nos
inculca las verdades que nos enseIla por
medio de la 1; y así parece que los deis-
tas, si son consiguientes á sus principios,
no deben admitir la via de la autoridad.


Mas ellos nos dicen: el pueblo es in-
capaz de llegar á la certeza, y así sobre
nuestra palabra nos debe creer; pero es-
ta fá no debe ser ciega , porque no im-
pedimos á nadie que examine nuestra doc-
trina. Pero es necesario confesar lo pri-
mero, que si cada uno ha de creer segun
le dicte su propia razon, se acabó la au-
toridad; lo segundo, que es la mayor ri-
diculéz y el mayor absurdo permitir al
pueblo incapaz como dicen los mismos
deistas, de llegar por la razon á la cer-
teza, y que examine y juzgue por sus mis-
mas luces. Esto es trasformar la via
la autoridad en via de raciocinio. Para
conservarle su naturaleza es necesario que


y
y


-no se examine, sino que se crea sencilla-
mente, este es el medio sencillo, fácil,
bmuy proporcionado á 3.a. pozas
luces y capacidad del pueblo.




(LX)
Los deistas que no pueden sufrir esto


en la iglesia católica exigen de sus dis-
cípulos y del pueblo que se les crea cie-
gamente sobre su palabra. ¿Mas con qué
autoridad nos hablan para que se les ten-
ga tanto respeto y tanta deferencia? Cier-
tamente no será con , autoridad divina,
como enviados ó embajadores de Dios, ó
intérpretes de su voluntad; pues para esto
era necesario que nos dieran pruebas cla-
ras y evidentes del poder extraordina-
rio que hablan recibido , y hasta ahora,
ni las han dado ni las darán. Pero no
nos detengamos en esto, porque ellos no
pretenden obrar ni enseñar con esta auto-
ridad sino solamente por los principios
de la razon, y así su autoridad es pura-
mente humana. Pues qué i esta autoridad
la tienen los deistas con preferencia al


• atheo , al materialista , al judío, al cris-
tiano y al mahometaneo? ¡ A quién cree-


,


ra el pueblo ! A nosotros, dicen los deis-
tas, porque seguirnos la razon y poseemos
la verdad. Mas todos dicen lo mismo ; y
así es necesario que el pueblo se haga
Juez; que exámine- las razones de unos y


(LXI)
otros, y que decida ; y así la via de la
autoridad se desvanece y se hace inútil.


Mas aun guando sin ningun exámen
se quisiera adoptar y seguir el deismo
creyendo ciegamente á los deistas, como
éstos están divididos entre sí y forman di-
ferentes sectas, para no errar, siempre se-
ría necesario venir á un exámen particular,
y la autoridad se desvanecia y se hacia del
todo inútil, pues siempre venia á recaer
el pueblo en la via del raciocinio, del
exámen, y de la discusion. Concluyamos
pues que los deistas no tienen autoridad
ni ningun derecho para ensebar y se:
creidos sobre su palabra, ni hay tal prin-
cipio natural del qual puedan deducir este
derecho, y en los demás la obligacion de
respetarles y creerles.


Todos tenemos por derecho natural
nuestros sentidos para conocer las necesi-
dades del cuerpo , y nuestra razon para
conocer las del espíritu; y así como na-
die por derecho natural puede pretender
que renunciando á mis sentidos vea, oiga,
Y en fin sienta y arregle mis gustos por
1°I suyos , así tampoco puede exigir de




1


(LXII)
mí que me despoje de la razon que Dios
me ha dado para que me someta á la
suya, y me determine, juzgue, y delibe-
re por la suya en las cosas que me con-All
vienen, pues este es uno de los derechos '
naturales que Dios ha dado á cada hom-
bre. Esto no obstante se ve generalmente en
todos los -hombres una disposicion gene-
ral para dejarse gobernar por la autori-
dad 5 lo que en las materias puramente
especulativas, y en las ciencias, es causa
de infinitos errores que son muy perjudi-
ciales para el adelantamiento de las cien-
cias, y para el bien de los particulares y
del Estado.


En las materias morales el abuso
de la autoridad es aun mucho mas perju-
dicial si se adoptan ciegamente aquellas
opiniones que son conformes á nuestras
preocupaciones y pasiones porque nos
obstinamos mas en nuestros vicios, y m i


-ramos con indiferencia ó con desprecio,
y muchas veces con ódio, la autoridad de
aquéllos que nos enserian una doctrina
contraria. 'Estos abusos son nocivos,
podrán reprehender y declamar CODU1


(LXIII)
ellos corno contrarios y opuestos á la ra-
zon; ¿pero tendremos derecho para decir-
le en particular al que sigue la autoridad
de un maestro pernicioso , tú vas erra-
do 5 sígueme á mí , que yo te enseriaré
la verdad? No, este derecho no ha exis-
tido nunca ni existirá ; el que pretende
por autoridad particular dominar sobre
el entendimiento humano, cornete una in-
justicia, una opresion, una violencia, una
tiranía filosófica.


¿Qué debemos concluir de todo lo
que dejarnos dicho? Que los deistas no
pueden dirigir á los hombres por la via
de la autoridad ni divina ni humana, y
que de este modo no pueden dar certeza
á su doctrina.


Veamos ahora si se la podrán dar por
la via del raciocinio, que es la única que
tienen en su mano los filósofos. Para esto
es necesario, como hemos dicho, consti-
tuir juez al pueblo de los raciocinios, dis-
cursos, y controversias sobre las reglas de
la moral y de los atributos de Dios, so-
meterse á los decretos de los ignorantes
en las materias en que no se puede con-




(LXIV)
cordar la luz , la capacidad y los co-
nocimientos de los que pretenden ser mas
sabios y maestros del género humano.
.1Puede darse absurdo mayor, ni deliriO4
mas extravagante? Rousseau en vista de
esta gran dificultad ha confesado ingé-
nuamente que los deistas ni tienen certeza
de estas controversias, ni la pueden dar
al comun del pueblo. Estas son sus pala-
bras en el prefacio del discurso sobre la
desigualdad de los hombres: "Cada filó-
sofo moderno define la ley natural á su
modo, y todos la fundan sobre principios
tan metáfisicos, que muy pocos aun entre
nosotros los podemos comprehender, ni aun
hallarlos por nosotros mismos. De man e


-ra que todas las difiniciones de estos hom-
bres doctos , que en lo demás están entre
sí en una perpetua contradiccion , solamen-
te se concuerdan en esto, es á, saber , que
es imposible entender la ley natural y por
consiguiente obedecerla, sin estar muy ejer-
citado en el arte de raciocinar , y ser un
profundísimo rnetáfisico." 1 Se puede es-
perar esto 'del comun de los hombres que
no saben meditar , reflexionar 2 combinar


(LXV)
las ideas formar rociocinios conocer
los defectos que tienen, y entender en fin
que no saben ni aun -leer'ni- escribir?


Ocupados perpétuaménte desde la ni-
.en.aprendeu las artes ú oficios, ó


en .el.egereicio de ellos para ganar su vi-
da, - 1cOrno han de e j ercitar su _razon?
Icómcvse han de aplicar al estudio y á
lás ciencias? Las abstrkeiones, las refie-
xiones.:Ymeditaciones'sobre las ideas uni-
versales; el Combinar y analizar las ideas
no es propio del . pueblo ni de las mu-
geres, ni de los militares., ni de los gran-
des,. ni de la gente' que goza. de como-
didades,. porque por lizeoniun toda esta
clase no levanta --su _pensamiento de los


-objetos .sensibles ; sus espíritus están su-
- mergidos en la materia ,.- y - en ,-, preseti-
tándose alguna idea un poco depurada
de la materia se les hace: absolutamedie
in inteligible; y a.si_ninguno de ellos es ea-
pa'4 de llegar á la certeza de los objetos
sobredichos por medio del raciocinio. De
donde se deduce con toda evidencia, que
el deismo es absolutamente inútil para el
comun . de- -las gentes.


Tomo X. e




(LXVI)
Pero lo que todavía es mas, ni aun


los mismos doctores que quieren propa-
garlo pueden llegar á. ella por el racio-
cinio. Porque la certeza no se consigue,
sino por medio de la evidencia que exclu-
ye todas las dudas y todas las dificulta-
des. ¿Quin de estos doctores puede glo-
riarse que no halla ninguna dificultad en
el sistema que sigue , guando todos los-
demás lo impugnan con tan sólidas razo-
nes y hallan en sus principios y en las
consecuencias tan poco órden 5 tantas in-
connexiones , y tantos absurdos ? Esto
manifiesta que ni los principios ni las
consecuencias son evidentes, y por consi-
guiente que no hay certeza. Los mayores


- ingenios, los mas acostumbrados al ra-
ciocinio en las materias de pura expecn


-lacion, en las quales no tienen mucho in-
flujo para seducir el entendimiento, las
pasiones y las preocupaciones están in-
ciertos, irresolutos, y sin saber qué p ar


-tido tomar temiendo abrazar el error en
lugar de la verdad. ¿Qué sucederá pues,
en las materias morales y de la práctica,
en las :duales las pasiones tienen tanto irr


(LXVIO
terés en seducirnos, y llenando de tinie-
blas nuestro entendimiento nos hacen caer
tan frecuentemente en el error?


Los filósofos del dia disputan con
tanto calor como los antiguos sobre estos
puntos, sin que hasta ahora se hayan po-
dido convenir ni disipar todas las tinie-
blas ni disolver todas las dificultades
para llegar á la evidencia. Todo es dudo-


- so y problemático entre éstos como en-
tre aquéllos; se han inventado nuevos Mé-
todos, nuevos términos, y se ha dado nue-
vo órden á las ideas para darles mayor
luz y claridad ; pero siempre se hallan
en la misma obscuridad y envueltos en
las mismas tinieblas.


Los deistas modernos no han lle-
gado á convencer con sus razones á
ningun ateista á ningun materialista


,á ningun fatalista , ni han hecho adop-
tar generalmente sus reglas de- moral
por mas que hayan' trabajado en re-ducirlas á un sistema geométrico. Es
preciosa pues, que renuncien al empeño
de p


ersuadir al pueblo la certeza de sudoc
trina y aun de poder llegar ellas


e 2,




(LXVIII)
mismos la evidencia con solas las fuer-
zas de su razon; y por mas egercitados
que estén en el raciocinio, y en las me-
ditaciones .metafisicaS , es preciso que se
pierdan .en los vastos desiertos del scep-
ticismo. Baile que conocia bien el genio
de .1a razon humana, y el carácter y na-
turaleza del deismo, sin embargo de que


.era enemigo de la revelacion-, decía en
su carta 16 sobre la historia del calvi-
nismo: si llega á dominar la filosofa de
manera que nadie admita sino las ideas
claras de la razon, y no quiera hacer sino
lo qué ésta prescriba, puede asegurarse cb-
mo...coSa cierta que el género'humano. se
destruirá muy pronto..


Para que las ideas sean útiles en la
práctica , deben ser constantemente pre-
dominantes en el espíritu del hoinbre a-
las que sugieren las pasiones contra la
leyes naturales y civiles. El d.eismo no
puede dar á las ideas religiosas este pre- •
dominio, porque no dándoles precision y
certeza como hemos demostrado es pro


-ciso que sean muy superficiales, y que ha-
gan una impresion muy débil sobre el es-


(L XIX)
píritu de los hombres, y así solo se con-
servarán mientras otras ideas no vengan
á borrarlas.


Alas qué ¿ no se podrán conservar
siempre vivas con la predicacion , con el
culto externo 5 y con el egemplo, que son
los medios de que se sirven todas las re-
ligiones para conservar su doctrina ? No,
los deistas por estos tres medios no pue-
den dar predominio á sus ideas religiosas.
Empecemos por el primero. Es constan-
te que por medio de la predicacion las
verdades se imprimen poco á poco en el
espíritu; que éste se vá separando de los
bienes sensibles , y poniendo la atencion
en los bienes y- males de la otra vida, no
puede menos de reconocer el grande in-
terés de los mismos 5 y la vanidad de las
cosas del mundo ; las pasiones ván ce-
diendo á la razon ; la voz de la reiigion
es respetada 5 y las ideas religiosas ad-
quieren mayor predominio. Tal es regu-
larmente el fruto de la predicacion que
no pueden conseguir los deistas ; porque
la aborrecen, detestan, y miran con des-
precio é irrision á los misioneros y pre-




(Lxx)
dicadores del cristianismo. Para exten-
der su doctrina y hacer prosélitos se
sirven de intrigas y medios secretos, sin
perdonar promesas , dinero , el poder y
favor de los grandes y poderosos, el mi-
nisterio de las mugercillas y las impostu-
ras de los charlatanes ; y esto disimu-
lando y fingiendo profesar exteriormente
el cristianismo, haciendo correr clandes-
tinamente y con la mayor reserva libritos
llenos de imposturas, de falsedades, de
sofismas y artificios para engallar y sor-
prehender á los simples y a los igno-
rantes. De este modo hacen la guerra al
cristianismo los deistas que se precian de
enseñar la verdad. Su moral es tan po-
co delicada que aprueba los medios que
la razon condena.


Pero aun guando quisieran predicar,
qué enseilarian á los pueblos no estando


ellos ciertos y seguros de su doctrina, ni
.aun en los puntos mas principales como
los atributos de Dios , la libertad del
hombre , los premios y penas de la otra
vida, la ley natural, &c.? Todas sus ins-


trucciones se reducirian á ciertas máxi


(LXXI)
mas generales, probadas con razones abs-
tractas é inteligibles para el pueblo. 1Y
quién predicaria pues en su secta si nadie
tiene derecho para ello ? así el artesano,
el rústico labrador, el comerciante, y las
mugercillas se pondrian á publicar sus
locuras y extravagancias con el mismo de-
recho que el filósofo sus sutilezas meta-
fisicas. Es preciso pues confesar que los
deistas no tienen el medio de la predica-
cion para tener siempre vivas y presen-
tes las ideas religiosas en los pueblos.


El culto exterior es tambien un me-
dio muy eficaz para conservar las ideas
religiosas en el espíritu de los pueblos,
porque las representa de un modo sensi-
ble y magestuoso al mismo tiempo que
las oraciones que se cantan con mucha
gravedad por los ministros comprehenden
en compendio los principales artículos de.
la doctrina. Todas las naciones del mun-
do aun las mas salvages se han servido
siempre de este medio, y han aumentado
hasta el exceso las ceremonias 5 los ritos,los sacrificios, los templos , los altares y
los ministros. No habia entre los Griegos,




(LXXII)
los Romanos , y los Eaipcios, accion ni
privada ni pública que no estuviese pre-
cedida, acompañada y seguida de cere-
monias y ritos religiosos. La institucion
era buena ; pero como estaba fundada so-
bre una religion falsa y mala producia
malísimos efectos. • -
• Los deistas • carecen de este medio


porque no tienen culto externo , y por
sistema lo desprecian , y se. persuaden
que es opuesto á la • divinidad. Porque el
culto exterior, dicen consiste en actos'
externos y materiales-:que son superfluos,
pues Dios no necesita de ellos para cono-
cer lo interior del hombre ; é indiferen-
tes, porque no tienen ninguna qualidad
moral sino por los actos interiores; que.
para Dios es indiferente que se le adore
de pie ó de rodillas , en un templo pú-
blico, ó en una habitacion privada. Por
estas .causas reprueban el culto externo
como pueril, supersticioso, capaz de es


-tablecer en el-litteblo grosero el antropo-
morfisimo , 'diciéndonos. con grande én-
fasis: que Dios debe ser adorada en espl-
rit4, y en verdad, porque es ,espirito' y


(LXXIII)
que el culto que le corresponde son los
actos interiores de amor, reconocimiento,
temor y resignacion á su voluntad, prac-
ticar la virtud y huir del vicio; y que
solamente exige de los hombres este culto.


Los deistas ciertamente no han con-
siderado bien las relaciones que el hom-
bre tiene con Dios y con sus semejantes,
las quales manifiestan con toda evidencia
la necesidad del culto exterior. Solamen-
te voy á hacer una sencilla refiexion,
fundada en los principios del derecho na-
tural, reconocidos y confesados por los
mismos deistas, para manifestar la necesi-
dad del culto externo.


La felicidad del hombre consiste en
poseer y gozar de Dios, que es el sumo
bien y su último fin; para esto es necesa-
rio conocerle , amarle, temerle, adorarle,
respetarle , y hacerle oraciones y todos
aquellos actos que exige la naturaleza
d ivina, los quales son absolutamente ne-
ce


sarios para conseguir la bienaventuran-
za como lo confiesan todos los deistas.


Por la misma naturaleza estamos obli--
galos á cooperar al bien temporal y mu-




á


(LXXIV)
cho mas al espiritual de los demás hom-
bres. Este tambien es un principio gene-
ralmente admitido en este sistema, luego
es preciso que yo persuada á los hombres
que creo en Dios, que le adoro, y que
estoy en todas aquellas disposiciones nece-
sarias para conseguir la bienaventuranza,
para que ellos se dirijan al mismo fin por
los mismos medios, y cooperar de este ni°a
do á su bien principal que es el espiritual.
Mas estos sentimientos no se los puedo
comunicar sino por señales exteriores,
materiales y sensibles , que son las que
constituyen el culto externo; luego si por
ley natural estoy obligado á buscar mi
felicidad por los actos internos que he di-
cho, y la misma me obliga á cooperar
para que los otros la consigan por los
mismos medios, manifestándoselos, es ne-
cesario confesar que hay en cada hombre
por ley natural una obligacion formal
expresa de producir delante de los hom-
bres actos exteriores que sean señales sen-
sibles de los actos interiores de la adora-
cion y respeto que tiene á Dios en su Co-
razon. Luego la ley natural me prescribe


(LXXV)
un culto exterior, y éste está funda --
do precisamente en los principios que
los mismos deistas confiesan , aprueban
y defienden ; pero estos doctores orgu-
llosos y vanos por una inconsecuencia
inconcebible no quieren culto exterior,
y queriendo hacer á los hombres del
todo espirituales , los hacen carnales,
groseros é impíos , porque no estando.
sostenidas en el espíritu las ideas re-
ligiosas por los signos exteriores, sensi-
bles y materiales, se conservan muy poco
tiempo , se abandona enteramente el espí-
ritu á los objetos sensibles, se sumerge en
la materia, y los hombres se hacen gro-
seros, y caen en la impiedad.


El egemplo que es tan eficaz para
imprimir la verdad y el error en los es-
píritus, y tan elocuente para persuadir la
virtud ó el vicio ; este medio tan pode-
roso falta tambien á los deistas para tener
siempre vivas las ideas religiosas en el es-
píritu de los pueblos. Qué egemplos les
propondrán para que les sirvan de mode-
los de virtud y de piedad ? Sin duda al-
guna serán los principales maestros del




(1_, XXVI)
cleismo corno un Freret, Bulangé., Marsé,
Bolimbroc, Rousseau, Alambert, y algu-
nos otros. 2 Qué egemplos de virtud y de
santidad nos han dejado éstos ? En toda
su vida han hecho un estudio particular
de no dar la menor señal de piedad ; sus
escritos están llenos de irreligion y de in-
moralidad , y son los mas á propósito
para corromper el corazon y el espíritu
de los hombres.


Los deistas modernos que hacen vani-
dad de conocer mejor que los antiguos la
ley natural, llevan una ventaja á aquéllos
principalmente en una cosa , es á saber,
en que por mil artificios y maneras
mas seductivas procuran irritar y en-
cender en el corazon de los hombres la
pasion mas eficaz para corromperlos que
es el amor , la que .causa los 'efectos
mas funestos en las familias y en los rey-
nos, en fin la que pone el desórden y
la confusion en el mundo. De donde se
infiere que los deistas no pueden conser-
var en el espíritu de los pueblos vivas


Y,
Predominantes las ideas religiosas; y as'
todas sus promesas son vanas é iniSti-


(LX XVII)
les. Por otra parte viendo que el hombre
es tan débil para cumplir los preceptos de
la ley natural que les proponen, quitan de
ella todo lo que es dificil de practicar, y
dejan solamente lo que juzgan mas fácil
y menos opuesto á sus pasiones mas fuer-
tes, pretendiendo que el hombre tal como
está desordenado salió asi de las manos
del Criador; y de este modo estos maes-
tros ciegos y corrompidos léjos de buscar
remedios para curar al hombre y elevarle
al nivel. de la ley, deprimen ésta, la al-
teriaá 5. la corrompen, y la acomodan á la
•rrupcion del corazon corrompiendo y


destruyendo la moral:
No teniendo,: firmeza ni consistencia


las ideas _religiosas', cür.ao. hemos demos-
trado hasta ahora ; porque les falta- la
precision, la certeza, y todos aquellos me-
dios que suelen imprimirlas fuertemente
en los espíritus, y conservarlas siempre
vivas, es preciso' que así el pueblo como
los doctores del deismo estén perpétua-
mente en la duda de si será éste el medio
mas propio para llegar á conseguir la fe-
licidaci. liste estado de vida es muy inc6-




(LXXVIII)
modo para el espíritu humano, y así aban-
donando estas ideas religiosas se entrega-
rá á los objetos materiales y sin ningun
remordimiento buscando en ellos solos un
estado de quietud, de gozo y de felici-
dad. Su espíritu se hará grosero y mate-
rial , y caerá en la impiedad y en el
ateísmo. Por donde se vá que el deismo
necesariamente lleva al ateismo; que es
sumamente perjudicial á la sociedad civil
.y á todos los ciudadanos ; y que los go-
biernos deben propirar con todos los me-
dios excluirlos del Estado para . 'defender
-á los ciudadanos:;. .y poner en seguridad
los derechos naturales que han puesto bajo
la, salvaguardia de la . sociedad.


Si la prudencia...humana mas consu-
mada y la razon mas ilustrada no pueden
hallar medios bastante eficaces para con-
tener los desórdenes de las pasiones que
turban la tranquilidad de los ciudadanos,
y son capaces de destruir el estado social,
es necesario recurrir á los medios sobre


-naturales,, y á una autoridad superior''que
-pueda contener no solamente los -delitos
manifiestos, sino Cambien los ,mas-..secr e-


(LXXIX)
tos , y prescribir aquellas virtudes que
solo están fundadas en el amor y la ca-
ridad; lo que ninguna autoridad humana
puede hacer, porque no extiende su im-
perio sobre el corazon de los hombres.
La autoridad superior á la de los hom-
bres es la de Dios, que nos habla por me-
dio de la religion cristiana, que está fun-
dada sobre la revelacion.


Desde Adan hasta J. C. Dios ha ha-
blado muchas veces á los hombres, y nos
ha enseñado verdades muy importantes
que era imposible saber de otra manera.
J. C. hijo de Dios es el objeto principal
y el fin de toda religion, y por esta ra-
zon le damos la denominacion de religion
cristiana así á la religion antigua como
á la nueva; y toda ella está fundada y
reconoce por regla de su creencia la re-
velacion. La religion se. propone santifi-
car al hombre , y hacerle vivir constan-
temente en la virtud durante su vida, y
despues hacerle


blleo-ar á la bienaventuran-
za eterna que consiste en ver y gozar de
Dios que es nuestro sumo bien.


Nos hace reconocer como base y fun-




(LXXX)
damento de todo el sistema revelado
awnistísimo misterio de la Santísima Tri-
niciad, que consiste en la unidad de la na-


-turaleza y trinidad de las divinas perso-
nas. Este misterio no debe considerarse
como, estéril y puramente especulativo,
pues en Dios todo es vida y accion, y las
tres personas divinas concurren de un mo-
do particular á- la santificacion del hom-
bre poniándóie en un órden sebrenant-
ral , .y dándole un principio del mismo
órden , que es la caridad, para que obre
de .unamanera digna del fin sobrenatural
á qué está destin:-:do, y cumpla con las
obligaciones que la ley natural le pres-
cribe, que aunque fundada en la misma
naturaleza del hombre, la- religion sobre-
natural la ha incorporado cit.-su sistema,
y, la ha ennoblecido haciendo, sobrenat u-


práctica con el principio de la gra
-cia celestial.


'A dan fué criado en el estado de jus-
ticia; de santiclad, y de amor divino, por
el .qual hacia .frutos sobrenaturales que
eran muy'agradables á Dios y dignos de
la .bienaventuranza eterna; cumplia con


(LXXXI)
las obligaciones naturales á que estaba su.-
jeto corno hombre, y con las que tenia
con relacion al Verbo Eterno y al Es-
píritu Santo en virtud del estado so' g re-
natural en que estaba colocado y con él
toda la naturaleza humana , y por esta
razon estaba obligado á la fé.


Para probar su obediencia y surni-
sion , Dios le puso un precepto positi-
vo






muy fácil de observar ; pero- lo que-
brantó cometiendo un pecado gravísimo
de soberbia, de ingratitud y de ambición,
comiendo de la fruta prohibida para ha-
cerse semejante á Dios perdiendo por
esta causa la gracia santificante, y el de-
recho á la vida eterna. Este pecado pasa
á toda su posteridad, como nos enseña la
revelacion, que nos dice, que todos na-
cemos hijos de ira y esclavos del peca-
do; y así las tinieblas y obscuridad de
nuestro entendimiento, y la debilidad de
nuestra voluntad son efectos funestos
de él.


Para conseguir la bienaventuranza
eterna en el estado de la inocencia, el
hombre -necesitaba de la gracia porque


Tomo X.




(LXXXII)
no se puede llegar á un fin sobrenatural
sino por un principio sobrenatural. Des-
pues del pecado _ la necesita mucho mas
por la desgracia en que está toda la na-
turaleza humana, y por el estado de en-
fermedad y de debilidad en que se halla;
y así esta gracia debe ser mucho mas fuer-
te, mas robusta y mas eficaz.


Solo Dios podia sacar á los hombres
de este estado infeliz, y volverlos á po-
ner en su gracia; y así queriendo usar de
misericordia prometió á Adan que libra-
ría al género humano de su esclavitud,
y le abriria de nuevo las puertas del cielo.
Esta promesa la confirmó despues mu-
chas veces por los Patriarcas y Profetas
hasta la Encarnacion del Verbo:


Despues del pecado casi todos los
hombres se abandonaron á los deseos co r


-rompidos de su corazon y á todos los
horrores de la idolatría. Dios eligió erf-
tre todas las naciones una que fuera de-
positaria de las promesas 1 de la revela-
cion , y de los libros santos de la reli-
gion ; y á fuerza de milagros la estable-,
ció en la Palestina separándola entera-


(LXXXIII)
mente de los gentiles, para que con su
ejemplo no se contaminase y conservase
mejor el depósito de las escrituras , en las
quales se contenia la voluntad expresa de
Dios que se habia manifes ado á los hom-
bres de un modo particular. Mandó á
á esta nacion escogida que no se confun-
dieran jamás las tribus y las familias que
en ella se hablan establecido para que á
su tiempo se conociera clara y distinta-
mente aquélla , de la qual segun los Pro-
fetas debla nacer el Mesías.


Hácia el año quatro rnil del mundo
se encarnó el Verbo Eterno en el vientre
virginal de María Santísima, tiempo des-
tinado por los decretos eternos para esta
grande obra , y nació en Belén como los
Profetas lo habian expresamente anuncia-
do muchos siglos ántes. Luego empezó
este hombre Dios á trabajar en la obra
de la redencion que , aunque la pudiera
haber hecho de otro modo , así lo habla
de


cretado Dios, y debemos creer que este
medio era el mas conveniente á las nece-
sidades


de los hombres y á la gloria de
Dios.


f 2




(LX XXIV)
Los hombres se habian entregado á


los mas groseros errores , y por esta ra
zon la Sabiduría encarnada se revistió
de nuestra carne , vivió y conversó con
los hombres , les instruyó de viva voz en
las verdades mas altas y sublimes , ense-
ñándoles una doctrina celestial y divina,
y dándoles en su persona el modelo per-
fecto que debian seguir é imitar ; y des-
pues de haberse cumplido todas las pro-
fecías murió en una cruz satisfaciendo
con su sangre á la Justicia divina por
sus pecados y mereciéndoles el perdon,
la gracia y la bienaventuranza eterna.


Habiendo satisfecho y pagado las
deudas de los hombres , y merecido la
gracia con su sangre, podia determinar a
su arbitrio los medios de comunicarla.
Instituyó los siete Sacramentos para este
fin: el Bautismo para perdonar el pecado
original , y todos los actuales que se bu:-
biesen cometido antes de recibirlo: la Pe"
nitencia para perdonar los pecados com e


-tidos despues del Bautismo ; y los demás
para conferir por medio de ellos la gra-
da que corresponde al fin para que se


(LXXXV)
han` instituido. Para recibirlos dignamen-
te, y cumplir con las obligaciones de
cristiano, se necesita la gracia de nuestro
Señor Jesucristo que la da , no segun nues-
tros méritos, sino segun su voluntad; pero
jamás la niega á los que se la piden como
se debe , pues ha empeñado su palabra
diciéndonos: Pedid y recibireis.


Jesucristo salió del sepulcro despues
de tres dias triunfante y glorioso como
en vida lo habla prometido : se manifestó
muchas veces á sus discípulos , y se de-
tuvo en la tierra quarenta dias hablán-
doles en este tiempo del reyno de Dios,
esto es ,. de su Iglesia , de la qual habia
echado yá los fundamentos dándoles po-
der para gobernarla, y hacer las leyes
convenientes para este fin. Constituye el
primero de los Apóstoles á S. Pedro,
para que sea el centro de la unidad ca-
tólica con autoridad de velar inmediata-
mente sobre la conducta de los demás
Apóstoles, y por medio de éstos de todos
los fieles, para que así se conserve el Or-
den que la Sabiduría divina ha estable-
cido en la Iglesia.


1




(LXXXV1)
pespues de haber dado á los Apósto-


les las instrucciones que tuvo por conve-
nientes para el gobierno de su Iglesia, se
subió á los ciclos á la vista de muchas
personas ; y despues envió el Espíritu
Santo para renovarlos , santificarlos , y
darles la fuerza necesaria para trabajar
en la conversion de las gentes. Desde este
momento cesaron los ritos de Moysés co-
mo inútiles porque ya estaba cumplido
todo lo que figuraban , se disolvió la na-
cion hebréa , se confundieron sus tribus,
y las familias que siempre se habian con-
servado distintas y separadas en medio
de la larga cautividad, y las grandes re-
voluciones que esta nácion habia sufrido,
porque ya no era esto necesario habién-
dose cumplido todas las profecías.


Jesucristo vino para redimir á todos
los hombres y abrió su Iglesia á todos,
-envió sus Apóstoles á predicar su doc,-
trina por todo el mundo, estableciendo


erpétuarnente un- cuerpo de Sacerdotesp
destinados solo para el ministerio ecle-
siástico Y conservar el depósito de la
doctrina que habia revelado , contenida


(LXXXVII)
en los libros divinos, ó:sin escrituras, en
la tradicion constante, universal y perpe
tua de todas ó casi todas las Iglesias, que
habiéndola recibido :de los Apóstoles ó
de sus discípulos, siempre la han mirado
como una doctrina que aquéllos habían
recibido del mismo Jesucristo.


Estableció en este cuerpo sacerdotal
unaserarquía :y órden invariable para
evitarla confusion:ty conservar la subor-
clinacion tan necesaria para. el buen : go-
bierno de la Iglesia, sometiendo los Diá-
conos á. los Presbíteros , éstos á los Chis,
pos, y éstos al sucesor de Pedro, á quien
Babia dado la primacía con autoridad y
jurisdiccion sobre • toda: la Iglesia. Los
Obispos,- depositarios de.la doctrina de
Jesucristo. contenida -en los libros divinos
y en. la tradición 5 tienen-la facultad de
interpretar los libros divinos y la autori-
-dad para decidir las controversias que
pertenecen á la fe'' 'y buenas costumbres;
Y guando se levantan en la Iglesia -dis-
Ptas de esta naturaleza se juntan para
decidirlas , y dicen corno los Apóstoles
congregados en Jerusalén en :el primer


4




(LX
concilio que ha servido de norma para
todos los demás: Visum est Spiritui
to , et nobis ; y así sus decisiones, hechas
en nombre y con la autoridad de Dios,
son infalibles.


Los preceptos que prometemos obser-
var guando se nos admite en la Iglesia
por medio del Bautismo son : la ley na-
tural autorizada, renovada y confirmada
por la religion :ales de la fé , esperanza
y caridad : el ejercicio y la práctica de
las buenas obras , y todos los que la Iglesia
nos impone usando de la autoridad que
Jesucristo le ha dado. Prometemos despo-
jarnos del hombre viejo y revestirnos del
nuevo , resistir á la concupiscencia que
mientras vivirnos combate siempre en pues-
tro corazon contra -el espíritu, y vencerla
cora la gracia poderosa -de nuestro Se-fi'«
jesucristo. Lste es un brevisimo compen-
dio de la religion cristiana, la única ver-
dadera -que desde el principio del mundo
ha subsistido. La fé del Salvador .y la
esperanza en él han sido absolutamente
necesarias , en todos tiempos para salvarse
los hombres. Los buenos _israelitas creían


(LXXXIX)
y esperaban en el que Dios habla de en.
viar para salvar al mundo, mas con aP..
.guna obscuridad , porque vivian en las
sombras y las figuras que no eran mas
que el crepúsculo de la religion ; pero
despues que se han disipado las figuras,
las sombras , y la obscuridad con la ve-
nida del Sol de justicia ; despues que el
Hijo de Dios se ha manifestado en carne,
nosotros creemos esperamos y amamos á
este mismo Hijo de Dios que se ha he-
cho hombre por nosotros para redimirnos
y salvarnos, ha, vivido entre nosotros, ha
padecido y muerto por nosotros en uná.
cruz. Tal es la historia de nuestra relit
gion que el mismo Dios ha dietado. Tcv,
dos los hechos que contiene están proba-
dos con las pruebas mas claras , mas só-
lidas y mas convincentes ; de manera que
aunque los enemigos de la religion han
empleado todos los artificios y sofismas
de que es capaz la mala fé , y la in-
credulidad mas ciega y obstinada no
han podido jamás obscurecerlos ni des-
truirlos.


La religion cristiana _que Jesucristo






(Mar)
ciones de sus cargos , empleos á destinos;
á los que prefieren el bien público al par-
ticular; á los que contribuyen en quanto
les es cosible á la felicidad de sus con,
ciudadanos y de todos los hombres. ¿Puede
-llegar la política humana á un grado tan
alto de perfeccion 1 Ciertamente que no:
-Pues esta perfeccion que la política hu-
mana no puede dar al Estado, la religion
cristiana la proporciona por los medios
3.tia.s eficaces; y si no lo consigue en todo
por la depravacion de los hombres, no se
puede dudar que lo consigue en gran
parte ; y el legislador debe estar seguro
que si el pueblo observara exactamente
,e1 Evangelio , no necesitaría .ni de leyes,
ni de tribunales ni de magistrados , ni
de penas , ni de tributos , ni de soldados,
.pues siendo necesario todos volarian á la
defensa de la patria por obligacion , Y
muriendo por ella creerian hacer un acto
heroico y meritorio, no de los premios
temporales , sino de la vida eterna. 1Se
podrá negar despues de esto que la reli-
gion cri stiana es el mas firme apoyo de
los Estados 5 y la que puede contribuir


mas eficazmente á la felicidad temporal
de los ciudadanos


La religion cristiana dá á las ideas
religiosas los tres caracteres necesarios
para que sean útiles , es á saber preci-
sion , certeza y viveza constantemente
predominante. Que se abra el Evangelio
y los escritos de los Apóstoles , no halla-
rémos en ellos como en los de los filóso-
fos declamaciones vagas y estériles , teo-
rías generales, disertaciones ni discursos
fundados solamente sobre principios uni-
versales , sin determinar nada sobre las
acciones particulares. Jesucristo y los
Apóstoles nos hablan del modo de arre-
glar las acciones particulares , que son
muy comunes, y de su moralidad con toda
la precision y exactitud ; no la prueban
con raciocinios obscuros , sino con pará-
bolas, símiles y proverbios. Los mas gro-
seros y la gente mas rústica e.ntendia
fácilmente y veía con toda precision lo
que en tales circunstancias debe hacerse
no hacerse. El pueblo seguia á Jesucristo
encantado de su doctrina, le oía con ad-
rniracion


entendía fácilmente todo lo


aáawhiae&t:1




(XCIV)
que le enseñaba ; de manera , que hasta
ahora ningun filosofo ha sabido dar una
precision tan exáeta á las ideas morales,
ni tanta claridad á sus instrucciones.


En habiendo alguna duda sobre la
moralidad de alguna accion, se puede re-
solver con mucha facilidad con la luz de
la Escritura y de la tradicion ; y en el
caso que la Escritura no estuviese clara,
la Iglesia que ha recibido del mismo Je-
sucristo la autoridad de interpretarla sin
peligro de error , nos manifiesta por sus
decisiones el verdadero sentido de ella.
Por la misma Escritura , por los cánones
de los Concilios y los Padres podemos
con la mayor claridad y precision distin-
guir los pecados mortales de los veniales,
y los grados de gravedad ó de malicia
que unos y otros tienen. La misma Escri-
tura nos enseña los medios de .-reconci


-liarnos con Dios por muchos que sean
nuestros pecados, y por grande que sea
su malicia ; porque nos ha revelado , que
no quiere la muerte del pecador , sino que
se convierta y viva; que se arrepienta sin-
ceramente de sus pecados con un firme


(XCV)
propósito de no volverlos á cometer ; y
que al mismo tiempo haga una peniten-
cia proporcionada á sus culpas.


De la misma manera nos enseña la
revelacion con toda claridad lo que nos
debemos á nosotros mismos lo que debe-
mos á Dios, y lo que debemos á los otros,
y nos manifiesta los atributos divinos. En
fin, nos propone los misterios impenetra-
bles é incomprensibles que exceden las
fuerzas de la razon, la qual se somete fá-
cilmente despues que la Iglesia le asegura
que Dios ha hablado. La providencia de
Dios se halla impresa en todas las páginas
del antiguo testamento: se vé á Dios pre
parando y disponiendo todos los sucesos
asi naturales como morales y políticos. La
historia del Evangelio nos presenta las ac-
ciones y la doctrina de Jesucristo; nos en.-
seña la moral mas sublime, mas celestial,
mas divina; nos hace conocer mas clara-
mente al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo que no habian hecho los Profetas;
nos enseña tambien el último fin , la feli-.
cidad é infelicidad eterna, los premios y
las penas de la otra vida con suma clari-




(XC VI)
dad y precision. Se deduce de todo lo dit.
cho que el cristianismo dá á las ideas reli-á
giosas toda la claridad y precision necesa«
rias para que sean útiles para el gobierno
de los hombres y de la sociedad civil.


Á la precision de las ideas religiosas
añade una suma certeza por medio de la
fé queriendo que se crea y que no se
exámine, para querer llegar por medio de
la demostracion á la evidencia y á la
certeza ; que se preste el asenso á la doc-
trina precisamente por la autoridad de
Dios, en cuyo nombre se nos propone.
Pues siendo la suma verdad la suma sa-
biduría , y la suma bondad , es imposible
de toda imposibilidad ni que se engañe,
ni que nos pueda engañar ; y así toda
criatura , en hablando Dios debe ren-
dirle el homenage de la fé. La razon pue"
de raciocinar y discurrir para aVeriguar
Si DIOS ha hablado ; pero en llegando á
conocer que Dios ha hablado, ella misma
conoce con la mayor evidencia que lo que
debe ha.eer es cerrar los ojos , y crea
todo lo que nos enserian los libros santos
y las verdades cue la Iglesia nos propooe


(XLVII)
como emanadas da Dios aunque no escritas,
pues están fundadas sobre la revelacion,
y por consiguiente sobre la autoridad di-
vina ; de donde se deduce que para el
cristiano todas estas verdades son infini-
tamente mas ciertas que si estuviesen apo-
yadas en los principios mas evidentes de.
la razon. La autoridad divina imprime el
carácter de una suma certeza á la doc-
trina que ha revelado , y éste es el me-
dio mas proporcionado á la capacidad
de todos.


La religion cristiana conserva siem-
pre en sus principios vivas ias ideas re-
ligiosas y predominantes sobre la impre-
sion de los objetos sensibles que son ca-
paces de encender el fuego de las pasio-
nes , y esto por la predicacion ; porque
los Ministros de la religion están auto-
rizados por Dios para predicar las ver-
dades de la religion, son unos enviados
de Dios , y en nombre de Dios hablan y
proponen su doctrina. Jesucristo vino ála tierra para hacer la alianza de Dios
con los hombres ; instituyó un cuerpo de
Mi


nistros ó Sacerdotes, á quienes dió de-
Tomo


8




(XCVIII)
recho para que la predicaran por todo el
mundo hasta el fin de los siglos como
Vicarios y Ministros suyos ; y así dijo á
los Apóstoles, y en su persona á todos sus
sucesores : Como el Padre celestial me ha
enviado 5 así os envio yo: id y predicad el
Evangelio á todas las criaturas. Así todos
los Obispos , y los que predican por co.
mision suya, tienen la misma facultad de
predicar que el mismo Jesucristo, y todos
tienen obligacion de oirlos; y por esta ra-
zon Jesucristo dijo: Que el que no creyere,
se condenará ; y en otra parte : El que á
vosotros os desprecia, á mí me desprecia.


La obligacion de predicar en los Obis-
pos es tan esencial, que no pueden faltar
á ella sin incurrir en la indignacion di-
vina; ni el peligro de perder los bienes,.
ni el destierro , ni la muerte ., ni la ida-.
mía ni otras ocupaciones por graves que.
sean los pueden dispensar de esta
gaeion, que es la primera y la mas pririt
cipal de su ministerio. La salud de 1
almas, por las quales Jesucristo ha pa'.
decido tanto , derramando su sangre Y
muriendo en una cruz , les está confiada'',


(XCIX)
y es necesario que rueguen que repren-
dan y que corrijan con toda paciencia y
doctrina. Su predicacion llegará á pro-
ducir su efecto , porque vá acompañada
de la fuerza y de la virtud divina; ven-
cerá el inundo como el mismo Jesucristo
se lo aseguró diciéndoles : Sereis per-
seguidos de todos modos ; pero vencereis„
no lo dudeis: yo os enviaré el Espíritu
Santo él os enseñará, toda verdad 5 él os
sugerirá lo que debereis decir 5 y él hará
tomar raices en el corazon de los hombres
con,


su gracia á la semilla de la divina
palabra. Esta profecía de Jesucristo se
cumplió exáctísimatnente , habiéndose co-
municado rápidamente esta doctrina ce-
lestial por todas partes en muy poco
tiempo, á pesar de los obstáculos que ha-
llaba en las potestades de la tierra
los filósofos 5 en los sacerdotes del paga-
nismo , y en la corrupcion general de las
costumbres. Unos pocos hombres sin apo-
yo , sin elocuencia , sin medios humanos,
con sola la fuerza de la palabra de Dios,destruyeron
l paganismo, desarraigaron


los vicios, encendieron el amor de la vir-
E 2




(C)
tud , é hicieron renacer en la tierra la
inocencia, la justicia, la modestia, el ór-;--
den , la. regularidad y la disciplina. La
predicacion se continúa en la Iglesia, y
la doctrina de Jesucristo resuena desde el
un polo al otro. Por todas partes los Mi-
nistros del Señor no cesan de predicar la
palabra de Dios con mucho celo y de
este modo se conservan siempre con la
mayor viveza las ideas religiosas, triun-
fando de los objetos sensibles que nos ex-
citan al mal , y encienden las pasiones
que causan tantos desórdenes en la socie.-
dad civil.


Esta misma viveza la conserva por el
culto exterior que, comprende todas aque.
llas prácticas que son esenciales, inmuta-
bles é indispensables , porque fueron ins-
tituidas por Jesucristo , como son los sa-
cramentos , los sacrificios 5 el ayuno la
oracion ; y así se vén desde el principio
de la Iglesia observadas generalmente,
constantemente y sin ninguna interru p


-don hasta nuestros dias, y lo serán has
-ta el fin de los siglos. Tambien pertene


-cen al culto los ritos y ceremonias que


(CI)
acompañan á las primeras pues la Igle-
sia las ha establecido y determinado para
la mayor solemnidad del culto, para ha-
cer mas respetables los misterios á los
ojos de los fieles, y para la instruccion
mas viva de los mismos ; pero éstas han
variado segun que los Obispos que tie-
nen del mismo Jesucristo la autoridad
correspondiente


• para el gobierno de la
Iglesia lo han juzgado conveniente. La
pompa y la. solemnidad con que se cele-
bran los sagrados misterios; el canto rna-
gestuoso , grave , y toda la liturgia que,,,
no es mas que una alusion continua á los -
dogmas y á la moral de la religion, acom-
pafiada de oraciones., himnos y cánticos
para su explicacion, excitan ideas gran-
des y nobles de la religion en los ánimos
de los fieles , é imprimen el temor y el
respeto de la magestad de Dios en sus
corazones.


El culto y las fiestas que se celebran
e
n honor de los Santos y de la Virgen


Santísima, como amigos de Dios,, es parare
cordar a los fieles las grandes virtudes


que les hicieron tan recomendables mien-




(CU)
* tras vivieron , y despues han merecido


tanocupar un lugar • ta distinguido en el
cielo , con el fin de que esta memoria les
excite y les anime á salir del vicio y á
imitar sus virtudes. Respirando , pues,
todo el culto exterior virtud y santidad
para encenderla en el ánimo de los ex-
pectadores , y sostenerla contra los obje-
tos sensibles que encienden las pasiones,
¿podrémos clej.tr de conocer que es súma-
mente útil á los particulares porque los
hace virtuosos, al Estado porque lo pre-','
serva de infinitos desórdenes, y hace mas
cultos, mas hurra ws, y mas fáciles de go- 1
bernar á los ciudadanos 1


¿, Qué diré de los ejemplos de virtud
que siempre se ofrecen á los ojos de los
fieles en la iglesia católica ? , Qué cosa
mas capaz de avivar mas y mas las ideas
religiosas, de disipar las tinieblas de la
infidelidad , y apartar á los hombres del
vicio? ¿ En qué parte se hallan ni mayor
número de gentes virtuosas , ni las virtu-
des llevadas á mas alto grado de perfec-
clon que en la Iglesia católica? Jesucr is


-to envió á su Iglesia el Espíritu Santo,


(CHI)
que es el autor de toda santidad, el que*
purifica los corazones 5 reside constante-
mente en la Iglesia y difunde en ella con
toda abundancia sus dones, enciende con
el fuego del amor el corazon de todos los
fieles, los llena de una fuerza celestial que
los hace superiores á las impresiones de
los objetos sensibles y capaces de practicar
las virtudes mas grandes. Por esta razon
es precio que en la Iglesia haya siempre
muchos hombres virtuosos, y grandes san-
tos, como los ha habido siempre; y espe-
cialmente en los primeros siglos en que el
Espíritu Santo obraba prodigios de santi-
dad entodas las clases de personas, en
todos los sexós, y todas las edades, para
establecer 'y dilatar la fe que acababa de
nacer', confundir el gentilismo, llenar de
adtniracion á los paganos , y atraerlos á.
la Iglesia. Mas despues que la religion se
dilató, fueron menos copiosos los ejemplos
de las heróicas virtudes porque yá no
eran tan necesarios , aunque en los siglos
de corrupcion la Providencia divina nó
ha dejado de presentar á los ojos de los
fieles grandes Santos para confundir á




(CIV)
los malos y dispertarlos del letargo de
los vicios.


Quanto influjo tenga el ejemplo de los
Santos para refrenar las pasiones y hacer
amable la virtud lo saben todos, y la ex,-
periencia misma nos lo manifiesta todos
dias. En presentándose un hombre venera-
ble por su virtud en alguna compañía de
jóvenes disolutos, todo el mundo se llena
de respeto, aun guando no hable una pa-
labra ; se avergiíenzan, se confunden, y
sienten no serle semejantes. Si el pueblo se
tumultúa , en presentándose un hombre
que por su virtud y santidad goce de la
veneracion y del respeto del' público, al
instante se sosiega y calma la; sedicion.
Los Santos hacen cesar los ¿dios mas in-
veterados, las enemistades mas obstinadas,
restituyen el Orden en las familias. ; ejer-
cen todos los oficios de humanidad sin
ningun interés y con la mayor alegría; Y
así es evidente que la Iglesia católica con-
se.rva por este medio siempre vivas las
ideas religiosas en el corazon. y. el esp i


-ritu de los fieles , é impide el desórden
de las pasiones que tanto turban la Aran-


(CV)
quilidad de los ciudanos , y causan males
tan graves en la sociedad.


Sin embargo de todos estos medios
poderosos, para tener siempre vivas en los
hombres las ideas de la religion , es tal
su flaqueza y ceguedad , que nunca lle-
gará á observar los preceptos de la ley
sino tiene un auxilio sobrenatural que le
dé nuevas fuerzas , haciéndole conocer
por medio de una luz superior que su
verdadera felicidad está en observar pun-
tualmente la ley de Dios , y derraman
do en. su corazon . un- deleyte celestial su-
perior, -.al que pueden inspirar todos los
bienes, sensibles , le haga amar con pre-
ferencia á todas las cosas la observan-
cia de - la ley. Esta es la gracia medici-
nal .que Jesucristo nos ha merecido -y que
nunca niega á los que se la piden como de-
ben, y la concede infinitas veces á los que
están- mas léjos de Dios y menos piensan
en ella, y alguna vez aun á los que la des-
precian y le hacen una guerra declarada.


La muta.cion de costumbres que se
ha visto desde los principios del cristia-
nismo en infinitas personas que antes eran




(CVI)
viciosísimas , es una prueba evidente que
Dios confiere la gracia, que élla es la que
produce estos efectos tan admirables, pues
no es posible atribuirlos á ninguna causa
natural. Por otra parte, i de qué serviria
que el hijo de Dios se hubiera encarnado
y muerto , si habla de dejar á la na
turaleza humana sumergida en el abismo
de los vicios y sin fuerza para salir de
ellos? La religion en este caso no sería
mas que un bello sistema que nos lle-
naría de admiracion por la estrecha
union de sus partes para formar un todo,
que no puede ser obra sino de la sabi-
duría mas consumada ; pero que no pro:-
duciría los efectos que de ella se espe-
raban. Las teorías estériles son obra de
los hombres pobres , débiles é impotentes,
y no de Dios , que es infinitamente rico,
fuerte y poderoso. Debemos pies creer
que Dios da' á los hombres la gracia , es


-ta fuerza sobrenatural que es la medi
-cina capaz de curar todas las enfermeda
-des mas rebeldes y obstinadas ; de apar-


tar los vicios de sus corazones, y plantar
en ellos las virtudes mas grandes y mas


(CVII)
sublimes ; y que esta verdad es tan sen
sible, que se puede ver con los ojos y to-
car con las manos. For la misma .razon
supuesto que el cristianismo no deja al
hombre en su impotencia , sino que atyn
menta sus fuerzas para hacerle cumplir
la ley, debemos decir que es utilísimo
para la sociedad civil.


La moral debe tener un fundamento
firme y estable, porque de otro modo las
reglas que dirigen las costumbres serian
el juguete de las pasiones, y escarian
puestas al capricho de los (..... oberanos que
las harian servir para sus proyectos ava;-
ros y ambiciosos, y transformarían quan
do les acomodase la virtud en vicio y
este en virtud, como. sucedia en todas las
naciones antes de anunciarse el Evange-
lio, fuera del pueblo judío que tenia fun-
dada su moral en la revelacion. La razon
del hombre está depravada y obscurecida
por las pasiones que la llenan de
bias; y por esta causa la IT oral fun-
dada solamente en la razon, se mudará
Y variará segun el interés de las pasio-
nes 9 lo que es tan perjudicial á la socie-




dad , que este 'defecto aunque no hubiera.
otro sería capaz de destruirla.


En sola la religion cristiana las re-
glas de la moral son fijas y estables , de
manera que es imposible que padezcan la
mas 'mínima alteracion. Se hallan en los
libros divinos autorizadas y selladas con
el augusto sello de. la revelacion. La ra-
:zon humana con sus sofismas y sutilezas


las puede corromper 5 porque no se
pueden interpretar por espíritu privado',
sino que Dios ha establecido un tribunal
público para interpretar estos sagrados
bros guando su sentido es dudoso , y este
juicio por lo que respecta á la fé y á-las
costumbres es infalible. Este tribunal es
la Iglesia, quiero decir, el cuerpo de
los Pastores gobernado siempre por el
píritu divino para preservarlos de error;
y así quando la Iglesia que conserva este
depósito sagrado propone y declara, co-
me lo hace en nombre y con la autori-
-dad que Dios le ha dado , se puede ase-
gurar, y se debe creer, que Lios es el que
lo conserva , lo propone y lo explica. 1)e
esto se.deduce que las reglas de la. moral


(CU)
son tan fijas y estables en la Iglesia cató-.
lica , que es imposible alterarlas. Habrá
vicios en los fieles hasta la consurnacion
de los siglos ; pero no se mudará un ápi-
ce en el Evangelio , ni las reglas de la
moral padecerán la mas leve alteracion.
Los Papas y los Obispos siempre han con-
servado puro el depósito de la moral , y
han resistido constantemente á las preten-
siones injustas de las potencias del siglo,
prefiriendo sufrir el destierro y la muerte
antes que hacer traicion á la causa de
Dios. Es evidente pues por todo lo que
hasta aquí hemos dicho , que el espíritu
humano no puede está- con quietud y
reposo y en un estado de consistencia y
tranquilidad sobre su salvacion , sino en
el cristianismo porque no siendo sufi-
ciente para salvar á los hombres la razon
sola, es necesaria la revelacion. Tenemos
pruebas evidentes de que ésta existe , y
que • solo se halla en la Iglesia católica;
luego en sola ella puede hallar el espíritu
humano un estado de consistencia , de
/quietud 5 y de tranquilidad.


La doctrina del cristianismo contri-




(CX)
huye mas que ninguna otra cosa al bien
del estado y á la felicidad de los ciuda-
danos. Detengámonos un momento sobre
los principales artículos de ella para con-
vencernos de esta verdad. El Bautismo por
el qual entramos en la Iglesia de Jesucristo
y nos hacemos miembros de esta socie-
dad ; el Bautismo que borra todos los pe-
cados que se hallan en el que lo recibe,
le infunde la gracia y las virtudes sobre-
naturales , y lo reintegra en los derechos
de la vida eterna ; el Bautismo que para
recibirlo en otro tiempo eran necesarias
tantas pruebas de virtud en el adulto que
lo pedia , tanta instruccion en la religion,
así en las verdades del dogma como de
la moral ; el Bautismo en fin, que antes
de darlo la Iglesia hacia pasar por dife-
rentes grados á los catecúmenos, los ejer-
citaba en obras de penitencia para ase


de su conversion , y de lá since-
ridad de sus deseos ; para hacerles aban-
donar poco á poco los hábitos viciosos,
y adquirir , las virtudes para ser fieles en
cumplir las promesas solemnes que de-
bian hacer antes de recibirlo , de renun-


(CXI)
ciar al mundo y á todas sus pompas ; de
renunciar á satanás , y vivir conforme al
espíritu de Jesucristo ; el Bautismo, digo,
contribuye infinito para conservar la
tud y la inocencia de las costumbres,
aunque no se considere sino como una
obra puramente natural.


Los cristianos de los tres primeros
siglos son una prueba constante de esta
verdad. La mayor parte eran Santos , y
su virtud tan firme, que despreciaban el
destierro , la pérdida de los bienes , los
tormentos y la misma muerte. Si en el
día no se sigue la misma disciplina en la
administracion del Bautismo , porque se
confiere á los niños para sacarlos quanto
antes de la esclavitud del demonio y del
peligro de perderse para siempre , el es-
píritu de la Iglesia es el mismo ; y no
pudiéndose mudar la substancia del Sa-
cramento , siempre pide las mismas dis-
posiciones en los que son capaces de te-
nerlas. vemos que la institucion y el fin
del B


autismo es para hacer inocentes á
1
°s que lo reciben , para que perseverenCoas -tanLes en la práctica de la virtud




(CXII)
sin declinar ni volver jamás á los vicios,
á los quales tan solemnemente han re-
nunciado. i No es este el fin de las ins-
tituciones sociales ? i No procuran to-
dos los legisladores hacer que florezca la
inocencia y la virtud entre los ciuda-
danos ?


La Confirmacion produce los mismos
efectos, pues se renuevan en él las pro-
mesas hechas en el Bautismo ; y para
cumplirlas mas fácilmente se nos dá por
este Sacramento un aumento de gracia,
se pone un cuidado particular sobre la
educacion de los niilos , los Pastores se
informan en este tiempo de sus inclina-
ciones y no dejan de dar á los padres
6 á los que están encargados de la edu-
cacion los consejos y advertencias con-
venientes, lo que no contribuye poco para
la felicidad del Estado.


Por la Penitencia se perdonan los pe-
cados que se han cometido despees del
Bautismo 5 y nos reconciliamos otra vez
con Dios. El ?Ministro del Señor que ha
recibido de Dios la facultad de atar Y
desatar, rompe los lazos del pecado, y os


vuelve á poner en gracia y guando lo
hace segun las reglas que la Iglesia tiene
prescritas , Dios confirma en el cielo esta
sentencia que su Ministro pronuncia en la
tierra, con tal que el pecador esté ver-
daderamente contrito y arrepentido de sus
pecados.


Para recibir por este Sacramento el
perdon de los pecados, exige el mismo Je-
sucristo un sincero arrepentimiento , un
propósito firme de no volverlos á cometer,
la confesion de ellos al Sacerdote y la
satisfaccion á la divina Justicia. La Igle-
sia tenia en los primeros siglos estableci-
das ciertas reglas para dirigir la peniten-
cia así pública como privada. Hacia pa-


. sar á los penitentes que deseaban volver
á adquirir la gracia y la amistad de Dios
por diferentes grados y clases , ejercitán-
dolos en cada una de ellas en diversas
obras de penitencia proporcionadas á la
gravedad de los pecados que habían co-
metido.


Excluidos de asistir al incruento sa-
crificio del altar estaban en la puerta
de la Iglesia vestidos de saco y cubiertos


Tomo X,




(CXIV)
de ceniza , postrados 5 humillados y en-
tregados al ayuno y á la mortificacion:
suplicaban á los fieles con muchas lágri-
mas y gemidos que oráran por ellos , y
pedian á los confesores que estaban para
consumar el martirio recomendaciones pa-
ra que los Obispos tuvieran misericordia
de ellos ; y abreviando el tiempo de la
penitencia que los cánones prescribian, les
concedieran indulgencia , y admitieran á
la comunion y participacion de los san-
tos misterios.


La Iglesia , dirigida siempre por el
Espíritu divino , exigia de los pecadores
en este Sacramento mayores pruebas y
los trataba con mas rigor que en el Bau-
tismo , porque en éste ha querido el Re-
dentor aplicar sus méritos al hombre con
mayor plenitud , y le ha -dispensado en--
teramente de la obligacion de satisfac er á
la divina justicia , lo que no ha querido
hacer en aquél. Por otra parte la Iglesia
sospechaba con bastante fundamento, que
el que habia caido en el pecado después
del Bautilmo, no se habia arrepentido de
veras de sus pecados y que el -amor de


(CXV)
las criaturas aún dominaba en su cora-
zon. Por esta razon , para asegurarse de
la contricion, del odio del pecado , y del
amor de Dios hacia pasar á los peniten-
tes por unos ejercicios tan rigOrosos, pro-
curando con experiencias tan largas arrai-
gar mas las virtudes en su corazon.


De este modo las conversiones en
aquellos felices tiempos eran mas since-
ras, mas firmes y mas duraderas; porque
viendo los pecadores quánto trabajo les
habia costado el conseguir la reconcilia-
cion , era preciso que aborreciesen con to-
do su corazon el pecado, y lo evitasen con
el mayor cuidado. El rigor de la disci-
plina ha cesado ya , los cánones peniten-
ciales no se observan , pero el espíritu de
la Iglesia es el mismo. Lo mismo piensa
hoy que en los primeros siglos sobre la
contricion, el propósito, y la satisfaccion
que debe ser proporcionada á la grave-
dad de los pecados. Estas tres cosas son
tan necesarias para el valor del Sacramen-
to , que la Iglesia no puede dispensar á
ningun penitente ; puede usar de alguna
indulgencia remitiéndoles una parte del


h2




(C XVI)
rigor de la pena , pero siempre es =esa.
rio que tengan una sincera voluntad de
hacerla segun sus fuerzas , y sin esta dis-
posicion interior la indulgencia es inútil.


La confesion de los pecados al Sacer-
dote que debe absolver al reo, es absolu-
tamente necesaria , habiéndose instituido
este Sacramento por Jesucristo en forma
de juicio 5 porque de otra manera i cómo
podria el Sacerdote distinguir entre la le-
pra , y la lepra 1 á Cómo podria poner la
pena proporcionada á los pecados ? á Có-
mo podria absolver con conocimiento y
con discrecion ? Para esto es necesario co-
nocerlos con distincion y claridad , su na-
turaleza 5 su número 5 su gravedad ; y es'
te conocimiento no lo puede tener si el
mismo penitente no se lo manifiesta con
toda sinceridad. á,


Se puede dudar que es-
te sea un medio poderosísimo para la en-
mienda de las costumbres para desarr ai


-gar los vicios, para vencer y enfrenar las
pasiones, para fomentar y sostener las
virtudes ,,para hacer cesar las discordias,
los odios, las venganzas, y para restabl e


-cer la paz y concordia en las familias Y


(CXVII)
entre los ciudadanos ? Tales son las utili-
dades que resultan de este Sacramento, las
quales contribuyen infinito para la felici-
dad del Estado.


La Eucaristía en la qual creemos que
Jesucristo está real y verdaderamente pre-
sente convirtiéndose el pan y el vino por
las palabras de la consagracion en cuerpo
y sangre de nuestro Señor Jesucristo, es
el mas augusto Sacramento de nuestra re-
ligion. Ofrecemos sobre el altar en sacri-
ficio el cuerpo y sangre de nuestro Señor
jesucristo , y estamos ciertos que esta víc-
tima de un precio infinito no puede me-
nos de ser muy agradable á Dios 5 de apla-
car su ira, y conseguirnos infinitas gracias.
.Debemos asistir al sacrificio y comulgar
con el Sacerdote ó corporalmente ó es-
piritualmente quiero decir 5 que ó debe-


- tnos comer el cuerpo de Jesucristo , ó á
lo menos desear con ansia comerlo , y te-
nernos por infelices de no poder partici-
par de él por nuestras indisposiciones,
que nos hacen indignos de tan gran bene-
ficio . Quando comemos el cuerpo de Je-:-
su


cristo nos unimos mas íntimamente con




(CXVIII)
la divinidad , y Jesucristo derrama sobré
nuestro espíritu y nuestro corazon con to-,
da largueza sus dones inefables. Nos
na de luces , de dulzura de inspiracio-
nes y de fuerza para vencer las tentacio-
nes, hacer progresos en la virtud, y per-H
serverar constantemente en la observancia
de la.


ley divina.
Los primeros cristianos persuadidos de


esta verdad, no solamente recibian la Eu-
caristía en la Iglesia , sino que la , tenian
en su casa , la llevaban consigo en los
viages , y en los mayores peligros ponían
en ella toda su confianza. San Ambrosio
nos dice que su hermano Satyro se salvó
de un naufragio por la Eucaristía que lle-
vaba consigo. Es evidente que la fé viva
de este Sacramento, aparta al hombre de
los delitos , purifica su corazon , le hace
enfrenar sus pasiones, y ejercitarse en to-
da especie de virtudes.


El sacramento del Orden lo instituyó
Jesucristo para perpetuar en la iglesia el
cuerpo de los Sacerdotes que habían de
ejercer el ministerio eclesiástico, ofrecierr
do el augusto sacriiicio adrninistranoo


(CXIX)
los demás Sacramentos , y predicando la
divina palabra hasta el fin de los siglos.
Es evidente que no podia perpetuarse este
cuerpo sino de dos maneras, ó por la ge-
neracion temporal como se hacia entre
los Judíos habiendo Eios destinado cier-
tas familias para este ministerio , ó por
via de eleccion y de llamamiento. La Sa-
biduría divina quiso elegir esta última é
instituyó el sacramento del árden para
conferir á los elegidos ó llamados el po-
der y la autoridad necesaria para desem-
peñar su ministerio.


Para poder ser elegidos para el mi-
nisterio sacerdotal, se requiere mucha ins-
truccion de la religion , mucha providad,


. y un testimonio público de su buena con-
ducta ; y el Obispo no debe pasar á or-
denarlos sino despues de estar bien ase-
gurado de todas estas qualidades. San Pa-
blo explica con mucha claridad en sus
cartas á Timoteo y á Tito las qualidades
necesarias en los que deben ser elegidos,
31
las obligaciones rigorosas de los Obis-


pos que deben ordenarlos. Además de- la
c iencia de la religion y de las buenas cos-




(CXX)
tumbres , se necesita un celo ardiente por
la salud de las almas. Al eclesiástico que
no hace mas que rezar el oficio y decir
la misa los cánones lo han mirado como
un hombre inútil é indigno de ocupar el
lugar que tiene en la Iglesia. Si esto es
un simple presbítero que vive de este
modo , i qué será el Obispo que no ins-
truye en la religion y que quizás en
su vida se ha puesto á leer y meditar los
libros divinos y las obras admirables de
los Padres ; que vive de una manera mas
propia de un gobernador de provincia,
que de un sucesor de los Apóstoles ; que
disipa el patrimonio de los pobres tenien-
do una mesa opípara , una multitud de
criados muebles preciosos , un coche so-
berbio ; en fin , que todo respira en su
casa la vanidad de un potentado del si-
glo, y no la modestia, la pobreza y la hu-
mildad , no digo yo de un sucesor de los
Apóstoles , sino de un simple cristiano ?
Si estos Obispos comparasen su vida con
la de los Atanasios , Gregorios , Basilios,
Agustinos Crisóstomos , y otros héroes
del cristianismo, ó con la de S. Francisco


(CXXI)
de Sales 5 de Fr. Bartolomé de los Már-
tires , y de otros muchos de estos últi-
mos siglos ; si la examinasen no digo yo
con la severidad de los cánones antiguos,
sino con los santos decretos del Concilio
de Trento , no podrían menos de llenarse
de confusion y de vergüenza viéndose tan
distantes de aquellos modelos, y tan poco
conformes á aquellas santas y venerables
reglas.


En fin , si los eclesiásticos fueran lo
que deben ser el estado sería feliz los
crímenes cesarian , las virtudes florece-
dan , la paz y concordia se verian reynar
por todas partes. Doce Pescadores convir-
tieron el mondo haciendo prodigiosas re-
formas en las costumbres ; sus sucesores y
discípulos hicieron florecer la virtud por
todas partes ; y tantos Sacerdotes como
hoy hay revestidos del mismo poder, pro-
ducen tan pocas mutaciones en las costum-
bres, en qué consiste esto ? En que aqué-
llos estaban llenos de virtudes y de un
celo verdaderamente apostólico y divino;
estaban muertos para el mundo, y solo se
velan en ellos las virtudes mas sublime




pl


(CXXII)
una humildad profunda , una paciencia
inalterable, un desinterés sumo , un deseo
ardiente de los bienes del cielo ; y en una
gran parte de los del dia no se vé sino
vanidad , orgullo , ambicion avaricia,
frialdad é indiferencia suma por las co-
sas de la religion y del cielo. Si los Sa-
cerdotes fueran lo que deben ser , lo que
la iglesia desea que sean y lo que Jesu-
cristo pide en el Evangelio se verian mu-
taciones extraordinarias en los pueblos, y
los estados se llenarian de santos.


El matrimonio siendo un contrato na-
tural y civil , y un Sacramento , está ar-
reglado por las leyes naturales , civiles,
divinas y eclesiásticas. La sátiedad civil
depende de él , pues es el medio para
multiplicar los hombres , formar las fami-
lias , los pueblos las ciudades y los rey-
nos. Por la misma razon es de la mayor
importancia y Jesucristo lo ha querido
hacer mas augusto y elevarlo á la digni-
dad de Sacramento , arreglándolo por las
leyes divinas de la manera mas convenien-
te á su fin, y mas útil para la sociedad ci-
vil, Para evitar los desórdenes que habian


(CXXIII)
de ser tan funestos á la tranquilidad pú-
blica, lo hace indisoluble, como desde el
principio lo fué y lo exige la naturaleza
misma del contrato.


Si los esposos pudieran separarse á su
arbitrio , todos los días veríamos matri-
monios disueltos mugeres é hijos aban-
donados desórden y una turbacion
general en las familias y en los pueblos.
Cumplidos y satisfechos los primeros de-
seos , no tarda mucho en entrar el dis-
gusto , el enfado, y el deseo de la nove-
dad. i Y cómo se refirmaria el amor que
es el que estrecha los lazos del matrimo-
nio estando con el temor de poderse rom-
per por el mas leve enfado , ó por solo el
capricho y la arbitrariedad de alguno de
los consortes ? Y el que no sabe vivir en
la sociedad tan sencilla y tan necesaria,
en la qual hay tantos motivos para hacer-
la firme y Lloradera , Icómo vivirá en la
grande sociedad donde hay tantos moti-
vos que la hacen tan desagradable ? Qué
afecto se tendria á los hijos qué educa-.
clon se les daria temiendo que iban á caer
en otras manos `I 1 Qué respeto, obedien-




(CXXIV)
cia y amor tendrían los hijos ni á sus pro-
pios padres 5 ni aquellos en cuyo poder
caerian? La desunion y la insubordinacion
reynaria en las familias y en el Estado.
Se encenderian las pasiones mas violentas
y mas crueles. Las infidelidades mas es-
candalosas se cómeterian solo por el te-
mor de poderse separar , y quedar aban-
donada la mugen. Terribles desórdenes
contrarios á la naturaleza del contrato, al
bien de las familias , y del Estado ! Por
esta razon Jesucristo le declara indisolu-
ble, como lo habla sido desde el princi-
pio. El que quiera permitir el divorcio, se
opone ciertamente á la doctrina de Jesu-
cristo; y por mas restricciones que las le-
yes civiles le quieran poner, siempre se
recaerá en los desórdenes que acabarnos
de decir.


La. poligamia no es menos perjudi-
cial á las familias que al Estado. Encien
de el odio 5 la division y los celos en las
familias ; oprime al marido con la rnulti-


pensamientos,
estúpido ; divide su corazon, y no le d ej .


le hacetud de
le enerva, y


gozar de aquella dulce satisfaccion que'


(C XXV)
une solos dos corazones. Así la poliga-
mia destruye la paz , y la union de las
familias,


Por lo que respecta al Estado léjos de
aumentar la poblacion 5 la experiencia ma-
nifiesta con toda evidencia en los paises
en donde es permitida , que la disminuye.
En quanto al uso del matrimonio la reli-
gion y la Iglesia prescriben las leyes mas
santas y mas sublimes , las mas sabias y
mas útiles para el bien espiritual y tem-
poral de los fieles ; de manera 5 que se
puede asegurar con toda certeza que quan-
to la religion y la Iglesia prescriben, to-
do contribuye infinito para la felicidad
del Estado.


El sacramento de la Extremauncion
que ayuda á los enfermos para sufrir con
paciencia los dolores de la muerte 5 para
vencer las tentaciones del enemigo , y se-
parar los afectos de la tierra y ponerlos
en el cielo , purificarlos de sus pecados y
disponerlos para entrar en la felicidad
eterna , tiene poca influencia sobre el bien
clei Estado, y por esta razon no es nece-
sario hablar de él con mas extension. Si




(C X XVI)
los Sacramentos contribuyen tan eficaz-
mente para la felicidad del Estado , no
tienen menor influencia las reglas mora-
les que la religion prescribe.


La correccion fraterna que el Evan-
gelio nos manda , la qual está fundada
en el amor arreglado por la caridad, es
uno de los medios mas eficaces para impe-
dir infinitos delitos, y corregir por la per-
suasion á muchos pecadores ; lo que no
pueden hacer las leyes civiles, que solo
castigan el mal guando ya está hecho.


Esta correccion, debiendo fundarse en
la caridad , es evidente que no debe ser
ni soberbia ni violenta , ni indiscreta ni
interesada 5 pues debe tener todos lbs ca-
racteres de esta virtud divina, y seguir el
órden que Jesucristo ha prescrito en el
Evangelio.


La censura Romana conservó mucho
tiempo las costumbres en la república,
mas como no procedia por medio de la
persuasion, sino con el imperio y la se-
veridad de , un juez, por esta razon se hizo
tiránica y perjudicial á la sociedad ; mas
la censura episcopal y la de los pastores


(CX XVII)
subalternos 5 que se hace con la caridad
y la suavidad de un padre , y no de un
juez, conserva la disciplina cristiana en
su vigor , corrije é impide los escándalos
con amonestaciones , instrucciones y sú-
plicas ; aparta las ocasiones que fomentan
el pecado ; en fin procede como un padre
con un hijo que ha caido en algun desór-
den 7 y no se vale de la severidad , ni
obra el Obispo como juez sino guando to-
dos los demás medios son inútiles. Y en
este caso, no puede proceder á su arbitrio,
sino con arreglo á los cánones.


La Iglesia ha recibido de Jesucristo
la autoridad y la jurisdiccion competen-
te para dirigir , gobernar y castigar sien-
do necesario á los súbditos. Porque sien-
do una sociedad visible , es necesario que
la jurisdiccion lo sea tambien para poder
castigar los delitos exteriores cometidos
en ella por los fieles quebrantando las le-
yes divinas, 6 las establecidas por los
Obispos para


.c1 buen gobierno de la Igle-
sia. Estas penas consisten en la. priva-
cion de la Eucaristía ó de la absolucion,
Sujetando al delincuente á la penitencia




(CXXVIII)
pública 6 privada segun la calidad del
delito ; ó en no admitir la oblacion del
pecador en el altar en privarle de la
parte ó porcion de la limosna que en otro
tiempo se distribuía á los pobres ó en
negarle la sepultura eclesiástica y los su-
fragios , pero esta pena solo se aplica á
los que han muerto impenitentes ; ó final-
mente , escomulgarle , arrojándole de la
sociedad como un miembro corrompido y
muerto , considerándole todos como si fue-
ra un gentil y mirándole con el mayor
horror sin tener ni trato ni cornunicacion
con él ; en fin la Iglesia lo abandona en-
teramente al juicio de Dios. i Quanta uti-
lidad no resulta á la sociedad civil de so-
la esta censura si se ejerce con arreglo
á los cánones!


La caridad , que es el espíritu del
Evangelio , que es el fin de toda la ley,
que eleva el hombre á una manera de
obrar pura y santa , que ennoblece y da
un mérito excelente á todas las accio-
nes por Nquei-ias que sean ; esta divi-
na virtud perfecciona todas las reglas
de la moral en la religion cristiana, pues


(CXXIX)
Jesucristo quiere que todo lo hagamos por
el amor de Dios y del prógimo , que ame-
mos á Dios con preferencia á todas las
cosas, y que nos amemos mútuamente to-
dos en Dios y por Dios, como el mismo
Jesucristo nos ha amado ; y este precep-
to nos lo dá como nuevo : "Pr‘ecepttenz
novum do vovis , ut diligatis invicem,
sicut dilixi vox." Este precepto nos obli-
ga á amar á todos los hombres sin dis-
tincion de nacion , de lengua , de re-
ligion de usos . y costumbres. El amor
que la religion nos prescribe , no está
fundado en el amor propio que nace
precisamente del interés personal, el qual
no puede combinarse con el universal,
y así es imposible que el que ama por
interés ame á todos los hombres. La rna.
nera natural de amar en el hombre es
cierto que es por interés, y así por sus
fuerzas naturales nunca llegará al amor
universal; mas la caridad que es pura
Y desinteresada, la caridad que el Evan-
gelio nos manda en todas sus páginas,
Y que Jesucristo nos ha enseriado con su
ejemplo , es sobrenatural, se difunde en


Tomo t




(CXXX)
nuestros corazones por el Espíritu Santo
que se nos dá, y éste es el que nos hace
amar á todos los hombres. Así esta ca-
ridad cristiana es el mas firme apoyo
que pueda tener la sociedad civil.


Por ésta nos interesamos por él bien
del prOgimo, le ayudarnos en sus necesi-
dades , y esto se nos manda en la reli-
gion con un precepto riguroso, que no
cumpliéndolo incurrimos en la indigna-
don del Dios de misericordia, y nos ha-
cemos reos de muerte eterna. ¿De VI
serviria el amor del prágimo si no estu-
viéramos obligados á hacerle bien ? Los
quatro Evangelios, y las cartas de los
Apóstoles, todas nos inculcan esta obliga-
clon muy particular, y determinan me-
nudamente los egercicios prácticos en que
debemos emplearnos, diciéndonos con mu-
cha sencillez s "rarísimos , honrad las
viudas , cuidad de los pupilos , consolad
los afligidos , y servid con vuestras ma"
nos á los enfermos." Quán preciosa es
esta doctrina para la sociedad donde se
hallan tantos pobres y- miserables; donde
se cometen tantos delitos que muchas ve'


(C XXXI
ces no tienen otro origen que la miseria
y la necesidad ; donde los legisladores
que tienen humanidad y desean hacer
felices á los hombres la vén con dolor
y no la pueden remediar!


Qué nos enseña sobre la guerra el
Evangelio? sobre este azote del géneró
humano , que no se puede nombrar sin
estremecerse y sin derrairiat'.uri torrente
de lágrimas , pues lleva Consigo la
sola.cion,--el hambre, la -peste, -el temor
y todos los males que tanto afligen á la
naturaleza humana ? La :. 'firOSOfiá pagana
tenia á la guerra , quando:Se haci*-1pára
extender los límites da izmp
tiesta y digna de los - mayWes
encendía el entusiasmo -de los dudada-
nos para aumentar con la miseria de las
naciones el poder, las riquezas y la glo-
ria de la patria, dando el nombre de hé-
roes á estos fieros conquistadores, y em-
pleando toda la fuerza de la el'Oeuen-.
cia 5 y los encantos de la poesiár en ce-lebrar las espediciones y cantar las
r
ba


nzas de tales ladrones y asesinos. MaS la
eligion cristiana condena como injustas


i 2




(C X X XII)
é ilícitas las guerras que se hacen so-
lo con el fin de conquistar , porque la
fuerza jamás puede ser un título pa-
ra, adquirir ni darnos algun derecho,
el qual siempre está fundado en : la ra-
zon 9 y no en la fuerza. Nos enseña
que los hombres que forman las nacio-
nes tienen derecho de poseer lo que tie-
nen , y disponer de ello para su felici-
dad : y que no se les puede turbar en
sus derechos sin cometer una enorme in-
justicia,


Tales son las leyes que la religion
cristiana prescribe ; y para hacer temblar
al amor propio ., añade la sancion penal
de que el que :las quebrante, el Dios
nipotente castigará este delito con pe


-nas eternas. •De este modo reprime la
soberbia apaga la sed de la ambicion, Y
encadena los : brazos de aquellos genios
maléficos que todo lo quieren invad ir Y
emprender. ¿De quántas calamidades, es''
tragos y desgracias no libra la religion
de Jesucristo á la humanidad con esta
doctrina pura y santa ? La religion cris-
tiana no respira sino paz, cardad y res''


(CXXXITI)
peto por la vida de los hombres pre-
hibiendo hacerles el mas leve daño , ca-
ractéres singulares que manifiestan á los
ojos de la razon la excelencia, y la no-
bleza de una moral tan sublime.


Pues qué, i la religion prohibe la guer-
ra? No•: pues la guerra guando hay mo-
tivos justos para hacerla, la ley natural
la aprueba , y el Evangelio la ha dejado
en todo su vigor. El mismo Dios, que es
autor del Evangelio , lo es tambien de
la ley natural ; y no puede condenar por
aquél lo que por ésta permite sin ser
contrario á sí mismo. Por otra parte, el
Bautista dió reglas para su conducta á
los soldados; pero no les mandó que de-
jasen las armas y abandonasen su pro-
fesion. Jesucristo recomendó altamente la
fe de un Centurion y hizo en su favor'
un milagro, y no le mandó tampoco que
dejase la milicia. San Pedro administró
a otro el bautismo, y no le prohibió tam-
poco que militase. Los primeros cristia-
nos no dejaban de entrar en los ejércitos


anos para defender la patria, lo que
seguramente no hubieran hecho y si la
Ron,




(CXXXIV)
profesion de las armas hubiera sido con-
traria al Evangelio. Así la guerra es lí
cita guando el único recurso que nos
queda para defender nuestros derechos es
la fuerza , habiendo sido inútiles todos
los medios pacíficos de que nos habíamos
servido para evitarla. La religion quiere
tambien que no nos excedamos en el mo-
do, prohiéndonos el ódio, la mala fé, y
el hacer al enemigo mas darlo del que es
necesario para nuestra seguridad.


La razon no permite matar al vencido
ni al enemigo despues que ha rendido las
armas porque deja de ser enemigo , pero
la moral de los gentiles era contraria á
estos principios. Creían que podian matar
á todos los vencidos solo por haber tenido
la desgracia de caer en poder del vence-
dor; y porque de matarlos no se les seguia
ninguna utilidad, quisieron mas reservar-
los para esclavos y emplearlos en su ser-
vicio. El hombre estaba degradado y re


-ducido á la clase de las bestias : los hijos
de ios esclavos seguian la misma suerte des-
graciacia, 'y las leyes mismas autorizaban
esta degradacion humillante del hombre.


(CXXXV)
Por todas las naciones estaba estable-


cida la esclavitud guando la religion de
Jesucristo se predicaba , y ésta procuró
suavizar las penas y las amarguras de
los que gemían en este infeliz estado ; de
manera que donde quiera que se recibie-
ron las máximas cristianas, la esclavitud
se hizo mas tolerable. Quando los bárba-
ros del Norte destruyeron el imperio Ro-
mano 5 y establecieron diferentes monar-
quías, introdujeron el sistema feudal que
precipitó en el abismo de la miseria á
los orgullosos súbditos de Roma. Los
Obispos que habian sido hechos esclavos
por los bárbaros, les hicieron adoptar las
máximas del cristianismo y suavizaron la
ferocidad de sus ánimos, y la esclavitud
se hizo menos dura y en muchas partes
fW del todo abolida.


Las nuevas monarquías se compo-
nían de tres clases de gentes que por sus
representantes formaban las juntas gene-
rales de la nacion, es á saber, de los "Ba-
rones que constituían la primera clase por
ser descendientes de los conquistadores;
la del alta clerecía que eran los °bis-




(CXXXVI)
pos; y la del pueblo, que era la tercera
y la ínfima clase , futc la última que re-
cibió la libertad y por gracia especial
se le concedió asistir á las juntas del
Estado , pero de manera que por su nú-
mero de representantes nunca pudiera te-
ner la preponderancia en las deliberacio-
nes. Estos eran los tres famosos estados
en que estaba dividido todo el pueblo de
las nuevas monarquías. El primer esta-
do ha conservado siempre aquella espe-
cie de superioridad y de orgullo que tu-
vieron los primeros conquistadores. Los
Obispos que formaban el seguudo estado
querido asistian á las juntas nacionales
para tratar los negocios públicos, parece




que daban muestras de no haberse olvi-
dado que habían sido esclavos de los pri-
meros; y el pueblo m anifestaba siempre
en su abatimiento el carácter de esclavi-
tud con que fueron marcados sus pro--
genitores.


La religion cristiana no reprueba la•
esclavitud voluntaria, ni la que está fun


-dada en títulos justos , pues no son éstas
contrarias á la ley natural : se compade


(CXXXVIO
ce de la suerte de los esclavos, inspira
la dulzura y la suavidad á los señores,
haciéndoles ver en ellos unos hermanos
suyos descendientes de un mismo padre,
redimidos por el mismo hijo de Dios, y
llamados á la misma herencia celestial;.
y de este modo procura excitar en su co-
razon el amor para hacer mas soporta-
ble su suerte. Los verdaderos cristianos
se acuerdan siempre de aquellas pala-
bras tiernas de Jesucristo : Jam non di-
cana vos servos , sed an2icos. Si un Dios
llama á sus criaturas que son sus siervos
amigos ¿qué no debe hacer el hombre
con otro hombre que es su igual y de la
misma naturaleza ? Los debe mirar como
sus propios hijos ó hermanos , y tratarlos
con tanto amor y ternura que tengan por
cosa dulce servir.


El poder de los padres sobre los hijos
era ilimitado, porque tenian una potestad
absoluta para poderlos vender ó matar.
La razon corrompida habla llegado á per-
suadirse que éste era un derecho legítimo,
siendo así que es contrario á la ley na-
rura l


_ , que no concede á los padres sino




(CXXXVIII)
una potestad directiva para criar y edu-
car á sus hijos, y en llegando á la edad
competente para poderse alimentar por
sí mismos y teniendo las luces nece-
sarias y el uso de la razon , ya no hay
motivo alguno para que subsistan bajo
la dependencia de los padres. La reli-
gion cristiana que tanto favorece la li-
bertad y la igualdad, ha limitado mucho
el poder que tenían los padres en el gen-
tilismo ; porque ni pueden exponer á sus
hijos por defectuosos que sean, ni los pue-
den matar ni echar de .


casa , ni deshe-
redarlos sin causa ni impedir sus matri-
monios por su propia autoridad, &c. bien
que por la misma religion se manda á
los hijos que aunque estén fuera de la
dependencia de sus padres , deben siem-
pre honrarlos , respetarlos 5 y siendo ne


-cesario socorrerlos ; y esta obligacion es
de tal condicion que no se acaba sino
con la vida.
• La potestad de los maridos que en.


el gentilismo era tiránica mirando á la
muger como esclava, tambien la ha limi-
tado la religion hacimndola considerar


(CXX XIX)
como compañera, é igualando los dere-
chos de los dos consortes, fuera de la
superioridad natural que por su sexó de-
be tener el marido sobre la muger, y la
sujecion que en pena del pecado de la
primera se impuso á todas las demás;
pero esta superioridad de los maridos la
religion no quiere que sea tiránica, sino
racional y de amor, como la de un pa-
dre sobre sus hijos. En todos estos pun-
tos que tanto interesan á la sociedad, la
religion ha confirmado las reglas que
una razon recta enseña, y las ha sellado
con el sello de la divina revelacion ha-
ciéndolas mas respetables con la autori-
dad divina. Es evidente pues que sobre
estas materias tan interesantes para el Es-
tado, no se puede hallar un medio tan
eficaz para hacerlas respetar y cumplir
como la religion cristiana.


La paciencia y la resignacion á la
voluntad de Dios en los males y desgra-
cías que


,


son tan comunes en esta vida
miserable


como o.
se nos propone en el Evan-


geli tina bligacion indispensable,
la qual no se puede quebrantar sin ex-


_




(CXL)
ponerse á sufrir castigos eternos. De qua>.
quiera parte que vengan los males, siem-
pre debe decir el afligido sin alterarse,
hágase tu voluntad así en la tierra como
en el cielo. Si la injuria la ha recibido de
los hombres, debe perdonarles con toda la
sinceridad de su corazon, hacerles bien,
y orar por ellos 5 imitando así el ejem-
Talo que Jesucristo nos ha dado. /\;i la
ira, ni la venganza , ni la soberbia deben
entrar en su corazon á turbar la tran-
quilidad del espíritu, sino que debe con-
servar siempre la misma igualdad, estan-
do apoyado en la voluntad de Dios que
gobierna todas las cosas del modo mas
sabio y mas conveniente para nuestro
bien. Así para animarnos á sufrir con
paciencia toda especie de males, la reli-
gion nos propone la caridad que nos
obliga á amar á todos los hombres, la vo-,
!untad de Dios que así lo tiene deter-
minado para nuestro bien, la bienaventu-
ranza, eterna que se nos propone por pre


-mio, y los ejemplos de Jesucristo, de su
Santísima madre, y de todos los santos.
a naturaleza es débil, pero la gracia


(CXLI)
del Señor nos dá fuerzas para sufrirlo
todo.


La paciencia cristiana no nos pone en
la apatía 5 ni en la indiferencia por todo
lo que suceda, como la de los estóicos tan
celebrada por Séneca. i Qué utilidad re-
sultaría á la sociedad de semejantes hom-
bres 5 caso que realmente los hubiera ? Las
virtudes que la religion propone fundadas
en la caridad , todas son activas , útiles
al prógimo, y á la sociedad. Mas no se
debe creer que porque la religion nos
Manda sufrir con paciencia los males y
las injurias, nos prive por esto de nues-
tros derechos pues nos permite litigar,
acudir á los jueces, quejarnos de los agra-
vios, y pedir nuestro derecho en justicia;
pero todo esto lo debemos hacer sin per-
der la caridad.


En ciertos casos la razon misma nos
enseña que es ..mejor ceder , callar y disi-
mular por evitar otros inconvenientes ma-}7óres. Si por la mas leve injuria nos que-járamos, y quisiéramos acudir 21 juez, ¡qué
infelicidad sería la nuestra! ¡Qué males
no tendriarnos que sufrir ! 1 Qué desórden




(CXLII)
y turbacion no habria por todas partes!


Quántas veces hallaríamos nuestra ruina
buscando nuestra satisfaccion ! La socie-
dad misma habia de resentirse de esta des-
union , y últimamente toda la máquina
del Estado se arruinada. Así estas virtu-
des son absolutamente necesarias para la
conservacion de los particulares y de to:-
da la sociedad.


Jesucristo nos manda que oremos pa-
ra conseguir los auxilios que necesitamos
para cumplir con nuestras obligaciones
Las verdades de la religion quedan de es::
te modo mas fuertemente impresas y mas
vivas en nuestro espíritu , y los objetos
sensibles que excitan las pasiones tan per-'
judiciales á los particulares y á la so;
ciedad tienen menos fuerza ; así podemos
considerar la oracion como el. grande apo-'
yo de la virtud. Nos recomienda la po-
breza, mas no nos prohibe por esto poseer
las riquezas , sino que nos manda que no
pongamos el corazon en ellas: Beati pag


-peres .Spiritu. De este modo corta la co
dicia que es la raiz de tantos desórdenes,
y tantos males que hacen infelices á los


(CXLIII)
individuos 1 arruinan las familias, y tur-
ban la tranquilidad pública. Pero qué
¿de dónde nacen los fraudes 5 los hurtos,
las rapiñas las traiciones , los homici-
dios , las calumnias ; las discordias 5 los
pleytos y las guerras sino de la codicia?
Esta peste ataca generalmente á toda cla-
se de gentes. Son muy pocos los que se
libran de élla. El ecIsiástico , el secular,
el pobre y el rico 5 el hombre y la muger,
el magistrado y el comerciante , todos sue-
len ser víctimas de este vicio. El avaro
al paso que es infeliz es el mayor ene-
migo de la sociedad 5 porque es un egois-
ta que mira con la mayor indiferencia
los males agenos. Mas por el contrario la
compasion que el Evangelio pos manda
tan rigorosam. ente , nos hace sensibles á la
rnieseria agena y nos estimula á socorrer-
la. El amor propio halla en esto una gran
satisfaccion, y el corazon se llena de gozo
Y de alegría de haber contribuido á librar
de la miseria á 59 -semejante. Tal es la
utilidad que r5sta á la sociedad y á los
particulares del espíritu de pobreza que


Evauraelio nos manda..




(CXLIV)
La mortificacion tan altamente reco-


mendada en el Evangelio para humillar
el orgullo que nos domina , domar el cuer-
po, y obligarle á la obediencia del espíri
tu , no es virtud propia solamente de los
claustros, sino coman á todos los hombres
que quieran seguir la virtud y observar
la ley natural. Todos los delitos nacen
del desórden de las pasiones 9 y éstas re-
ciben su fuerza de la del cuerpo ; luego
el medio de apagar su fuego y de preca-
ver los delitos es quitar las fuerzas al
cuerpo. Se sigue pues de todo lo dicho,
que la mortificacion es necesaria al estado
social , y que los que la quieren abolir y
desterrar á los claustros, le quitan á la so-
ciedad uno de los medios mas poderosos
para refrenar las pasiones , promover la
virtud de los ciudadanos , y conservar el
órden y la tranquilidad pública.


La religion de Jesucristo no nos man".
da que renunciemos á las posesiones y
riquezas, sino que conservemos la pobre-
za, en medio de ellas. Desde el principió
de la Iglesia ha habido pobres y ricos,
y á. todo el mundo manda la religio


(CXLV)
que aplique su industria y trabajo para
tener que comer. Lo que se dijo á todos
los hombres en la persona de Adan, que
con el sudor de su rostro comerían el pan,.
S, Pablo nos lo ha confirmado con aque-
lla sentencia general , que el que no tra-
baje que no coma .; para que todo el mun-
do entienda que debe aplicarse al trabajo;
sin que jamás sea lícito vivir en la ocio-
sidad. El enviarnos la Escritura á la hor-
miga , es para que trabajemos á su ejem-
plo sin cesar , y extendamos la prevision
al tiempo futuro. La obligacion que nos
impone Jesucristo de pagar el tributo al
Príncipe 5 incluye la de adquirir lo su-
perfluo para poder cumplir con ella. El
precepto de dar limosna de lo que nos
sobra , supone que podemos adquirir mas
de lo necesario , y que aun debemos, para
poder socorrer á los pobres , que ni lo
tienen ni lo pueden tener y la caridad
misma que es la reyna de todas las virtu-
des nos inspira estos nobles sentimientos.


Regar la tierra con su propio sudor
para hacer producir cosechas abundantes;
cultivar los montes y plantar en ellos ár-
Znie X.




(CXLVI)
boles frutales y frondosas vides que todos
los años se carguen de frutos deliciosos y
suaves ; abrir canales establecer manu-
facturas surcar los mares con un frágil
leño para transportar los frutos propios
á otras naciones y volver cargado de ri-
quezas es un espectáculo que arrebata,
utilísimo á los particulares y al Estado;
pero para juzgar del mérito del que obra
así , es necesario saber el motivo que le
hace obrar. Si lo hace por amor propio,
no busca sino su interés y su satistaccion
particular , y no la utilidad del. prógimo
y del Estado. Quiere aumentar sus rique-
zas , y no lo puede hacer sino con enga-
ños é injusticias, no se detendrá en servir-
se de estos medios. Entónces parece que
solo trabaja para hacer felices á los de-
más proveyéndoles de las cosas necesarias
y útiles, y solo se afana por satisfacer sus
depravados deseos, Mas el que está ani-
mado de la caridad aplica su trabajo
industria , sus vigilias , y sus planes


Y
proyectos solo para socorrer al prógiin?,
librarlo de la miseria y hacerlo feliz. ¿Se
puede pensar en esto sin derramar lágri-


(C XLVII)
mas de ternura ? 2 Quién ha cultivado tan-
tos paises estériles é inútiles ? i Quién ha
poblado tantas soledades? ,No ha sido la
caridad cristiana ? Los monges redujeron
á cultivo tantas tierras incultas obligando
con su sudor y la fuerza de sus brazos á
la dura naturaleza á darles el alimento
necesario para no ser gravosos á nadie y
poder socorrer á infinitas familias que sin
estos auxilios hubieran perecido. Los mi-
sioneros que se han derramado por todas
las partes del mundo al mismo tiem-
po que han extendido la doctrina de Je-
sucristo, han civilizado á los fieros salva-
ges , los han hecho salir de sus cuevas , y
bajar de los montes para formar pueblos,
y comerciar con todas las naciones.


La religion cristiana ha reunido los
hombres de diferentes paises y ha intro-
ducido en ellos una correspondencia mú-
tua ; las comunicaciones se han hecho
mas frecuentes y el comercio ha recibi-
do un aumento que ha hecho mudar la faz
de la tierra. De este modo la religion cris-
tiana. promueve los intereses temporales
de las naciones '. protege el comercio sos-


k




(CXLVIII)
tiene la buena fé. , lo hace florecer en be-
neficio de la humanidad , lo rectifica con
la pureza de su moral y la severidad de
sus amenazas. No permite medio ninguno
de enriquecerse con perjuicio de otro;
prohibe los monopolios , los fraudes , la
usura, y muchos contratos que la avaricia
con sus sutilezas y artificios quiere hacer
pasar por lícitos y honestos; y en fin, to-
do lo que es contrario á las reglas de la
justicia y de la caridad está condenado
por la religion , y con las amenazas cier-
tas de las penas futuras asegura á cada
uno lo que es suyo , obligando á los que
han usurpado lo ageno á restituirlo.


Todas las artes y las ciencias hallan
su mas firme apoyo en la religion que
al paso que fomenta el comercio no p ue


-de menos de extender su influjo sobre
ellas , de las quales éste depende. La ver


-dadera caridad que es el espíritu de l
religion nos obliga á derramar lo super


-fluo en el seno de aquellos pobres necesi-
tados, que sin embargo de su aplicacion al
trabajo no .


pueden conseguir lo bastante
para mantener sus familias. Estos son mas


.(C XLIX)
acreedores á la limosna, que aquellos va-
gos enemigos del trabajo 5 y holgazanes
que han reducido á arte el pedirla y man-
tenerse á costa agena. Pues enseñándonos
la religion que el que no trabaja no debe
comer , es mucho mas justo y mas confor-
me á sus máximas que se empléen las li-
mosnas en aquellos pobres artesanos , que
con un trabajo continuo no alcanzan á
poder mantener sus familias. De este mo-
do se mantienen unos ciudadanos laborio-
sos , quietos y pacíficos , que emplean sus
brazos y su industria para aumentar la
masa de los bienes de la nacion, y contri-
buyen á la circulacion de los géneros , al
aumento de ellos , y á la subsistencia de


. muchas otras personas.
Establecer fábricas manufacturas , y


casas de educacion de las rentas sobran-
tes de los eclesiásticos , y de lo superfluo
de los seculares , sería una de las obras
mas útiles y mas nobles de la caridad
cristiana. Tampoco sería indigno de ella,
ni menos útil al Estado , si se levantasen
monumentos magníficos y soberbios don-
de se pusieran con órden las mas bellas




(C L)
obras de los artistas antiguos y moder-
nos para que sirvieran de modelo para
perfeccionar las artes , y serían al mismo
tiempo una fuente inagotable de riquezas
y de gloria para la nacion , y no mo-
numentos de vanidad y de lujo como al-
gunos ignorantes los llaman.


La magnificencia de los templos de


d
las estatuas , y pinturas de los santos to-
o debiera ser lo mas excelente y perfec-


to que fuera posible en nuestra santa re-
ligion , para que el hombre material y
grosero por la grandeza de lo que vé for-
mara ideas grandes y nobles de lo que ella
nos enseña. Pues el hombre se acostumbra
á formar ideas de las cosas invisibles por
las cosas que vé ; y así si se le presentan
ideas pequeñas y miserables de las co-
sas divinas , tambien se formará ideas pe-
queñas de ellas. Se vé pues que la religion
cristiana es utilísima para las artes, Y
aun podemos asegurar que si la arqu i


-tectura. , la escultura y la pintura sa lie
-ron de la obscuridad en los tiempos de


la barbarie y hicieron tales progresos
que casi llegaron á la perfeccion que ña'


(CLI)
bian tenido entre los Griegos y Romanos,
esto se debió á la religion católica. i Qué
diremos de la música 5 que sin embargo
que encanta el corazon del hombre, hu-
biera perecido enteramente 5 huyendo de
la ferocidad de los conquistadores del
Norte , sino hubiera encontrado un asilo
en las Iglesias ? Las ciencias tambien se
han sostenido en la Iglesia en los siglos
bárbaros y en ella han salido de la obs-
curidad y de la grosería que habian con-
traido, cultivándolas hombres doctos y de
talento para defender las verdades que la
religion nos enseña. A la religion , pues,
se deben los progresos que en ellas se han
hecho despues, y los grados de perfeccion
á que han llegado. El cristianismo pro-
mueve todas las ciencias profanas, no so-
lamente porque necesita de sus luces para
defender y explicar mejor los puntos de
su doctrina , sino tambien por la grande
utilidad que ha de resultar á los ciuda-
danos y al Estado.


No hay nada que una mas estrecha-
mente los hombres entre sí como la reli-
gion cristiana


que toda ella respira




(CIJO
amor, lo enciende mas y mas en el co-
razon de los cristianos , y todos sus pre-
ceptos tienen por fin la ley del amor
que es el espíritu y el alma de la reli-
gion. Se puede pues asegurar con toda
certeza, que nada contribuye mas ni fo-
menta mas la sociabilidad, que es la in.
clinacion que tienen los hombres á re-
unirse; nada la estrecha con vínculos mas
fuertes mas naturales , y mas conformes
á la naturaleza del corazon del hombre,
que la religion cristiana.


Nadie es mas sociable que el que
ama mas desinteresadamente á los hom-
bres y está mas dispuesto á hacerles bien,
y aun guando se halla en la dura nece-
dad de causarles algun mal , procura
siempre que sea el menos que sea posi-
ble , el que es mas paciente en sufrir los
males y mas resignado á la voluntad de
Dios. Los cristianos, si viven conform e


á
los preceptos de la religion , son de esta
condicion ; y así es evidente losque
mas sociables de los hombres.




son


Si la re' ligion cristiana no tolera los
hereges pi los infieles es porque éstas


siembran la discordia , y son los prime-
ros en turbar la union que debe reinar
entre los hermanos. Intentan corromper el
depósito de la fé que Jesucristo ha deja-
do á su Iglesia y es preciso conservarlo
con el mayor cuidado 9 porque de él de-
pende no solamente nuestra salvacion sino
tambien la felicidad del Estado. Los pri-
meros que insultan, que acometen, y que
turban la tranquilidad de la Iglesia y del
Estado son los hereges y los infieles y
ellos son los que deben llamarse propia-
mente intolerantes. El cristianismo nos ha-
ce aborrecer sus vicios y defectos, pero no
sus personas. El vicio donde quiera que se
halle es aborrecible, porque es malo; pe-
ro este ódio que tenemos contra el vicio,
no nos impide que amemos á las perso-
nas, y que deseemos verlas corregidas.


ad5
La


y
intolerancia nace de la sociabi-


lidad, para conservar la union es pre-
ciso ser intolerante. Quando se descu-
bre la peste en algun pueblo , inmedia-
tamente se separa á los apestados del
resto de los demás para tenerlos á éstos
unidos ; guando hay
'`) alguna IC1 n se




(CLIV)
procura separar los amotinados de los
demás para conservar la union del pue-
blo. Por donde se vé, que para conser-i
var la union y estrecharla mas , muchas
veces es preciso excluir, separar, y des-
unir á aquellas personas que intentan
destruirla; y así es evidente que la into-
lerancia nace de la sociabilidad. Si esto
se hace guando hay peligro de perder so-
lamente los bienes temporales, ¿qué no
deberá hacerse guando los hereges y los
infieles ponen en peligro la vida espiri-
tual de los fieles y la doctrina que la Igle-
sia ha recibido de Jesucristo?


á Qué familia, qué cuerpo, qué so-
ciedad- puede subsistir sin la intoleran
cia ? Que se permita á cada uno que
haga lo que quiera, ya no hay union de
voluntades , ya no hay familia, ni cuer-
po , ni sociedad. Las leves que imponen
cierto modo de obrar á los ciudadanos
son intolerantes ; las cárceles que detie


-nen á los delincuentes son intolerantes;
y ¿ todo esto con qué fin ? con el de
conservar la union social entre los hom-
bres.


(CLV)
¿Por que no se ha de hacer lo mis-


mo en la sociedad de la Iglesia, que tie-
ne interés en estar unida para conservar
por este medio la sociedad del Estado?
Pero se dirá que los delitos son una de-
pravacion del corazon digna de castigo;
mas la heregía y la infidelidad son efec-
to del error y de la ignorancia y falta
de luces del espíritu , y que por esta
causa merecen indulgencia. Por esta ra-
zon deberian tolerarse en la sociedad to-
das las extravagancias que qualquier loco
é insensato quisiera introducir en la re-
ligion , se deberla tolerar el mahometis-
mo , el paganismo , el ateísmo , el fata-
lismo , &c. Y con todo , los deistls no


• quieren tolerar á ninguna de estas sectas.
Fuera de que en la Iglesia no se castiga
el error y la ignorancia del espíritu, si-
no el delito de dogmatizar y sembrar
mala doctrina, lo que pone en peligro la
salud espiritual de los fieles, y turba la
Paz y la tranquilidad de la iglesia y
de l Estado. Este es un delito voluntario
Y libre. El que tenga ideas contrarias á
la religion del pais, que calle y estará




(CLVI)
libre del rigor de las leyes, corno le su-
cede al que tiene ideas contrarias al go-
bierno; si calla, nadie le dirá nada ni
se meterán con él; mas si las publica y
son capaces de turbar la tranquilidad
pública , se le castigará como sedicioso.
Lo mismo se hace con los que publican
doctrinas contrarias á la religion , por-t,
que turban el órden público estableciddz
por las leyes de la Iglesia y del Estado.
Es evidente, pues, que la intolerancia de
que tanto se quejan los hereges, y los in-
crédulos, es absolutamente necesaria para
la conservacion de la Iglesia y del Es-
tado.




Hemos visto hasta aquí que la mo-
ral sublime del Evangelio y toda la doc-
trina que la religion cristiana nos enserie,
léjos de ser opuesta á los intereses de
las sociedades civiles los promueve con
los medios mas eficaces ; no resta sino
hacer algunas reflexiones sobre el influ-
jo que pueden tener sobre el poder de
los Príncipes , porque ha habido algu-
nos impíos que han tenido la insolencia
de acusarla injustamante que favorecía


(CLVII)
el despotismo. Mas el que conozca bien
los principios del cristianismo, verá que
son absolutamente incompatibles con los
del despotismo ; que prohiben expresa-
mente el abuso del poder, presentando
á los Príncipes los motivos mas podero-
sos para persuadirles á. que usen recta-
mente de la autoridad que tienen en las
2113.110S.


No se puede dudar que las leyes di-
vinas obligan igualmente á todos los hom-
bres de qualquier estado y condicion que
sean , y conforme á ellas deben arreglar
sus acciones bajo la pena de ser tratados
con la severidad de la justicia divina; lue-
go los Príncipes en el gobierno del Esta-


. do deben conformarse con estas leyes y
no haciéndolo serán castigados con las pe-
nas eternas con que amenaza á todos los
que no las observan; luego el Príncipe no
puede gobernar á su arbitrio y por con-
seguiente si obra conforme á los princi-
pios del cristianismo no puede ser déspo-
ta , pues se sabe que el despotismo consis-
te esencialmente en no reconocer mas ley
que su propia voluntad y capricho el




(CLVII)
que gobierna. La voluntad del Príncipe
déspota es la regla, y el principio de la
moralidad de las acciones, de la bondad
ó malicia de ellas , de lo justo ó injusto,
honesto ó torpe. ¿Qué cosa mas opuesta á
la razon„ que lo que es tan variable, tan
inconstante, tan sujeto á las nia5. torpes
y abominables pasiones , como es la vo-
luntad del hombre, haya de ser la regla
que dirija las- acciones de los ciudadanos?
En el despotismo , lo mas vil , mas in-
fame y mas iniquo, si lo autoriza y a-
prueba la voluntad del déspota, pasará
por justo, por honesto, y por bueno. En
el cristianismo no se reconoce por regia
de la bondad de las acciones sino la vo-
luntad de Dios, que es invariable y cons-
tante , y no puede jamás aprobar sino lo
que es justo, santo y bueno.


En el despotismo nadie es dudo de
sus bienes, ni de su honra, ni de su vi"
da. El déspota puede á su arbitrio dis-
poner de todas estas cosas, apoderarse
de los bienes de los ciudadanos guando
le acomode , quitarles el honor haciéndo-


les morir en un suplicio guando quiera,


(CLIX)
sin que nadie de los que viven bajo su
imperio tenga motivo para quejarse de
la injusticia , puesto que la regla de la
justicia es sola su voluntad. En el cris-
tianismo Dios solo es dueño absoluto de
todos los bienes y de la vida de los
hombres; y les ha concedido el uso y la
propiedad de ellos, prohibiendo á todos
especialmente á los Príncipes y á los
que tienen autoridad sobre los demás
hombres 5 de castigar con penas severí-
simas aun en este mundo á los que se
atrevan á quitárselos injustamente. Pues
los preceptos del decálogo


no matarás
hurtarás , obligan al Príncipe como


á los demás sin excepcion ninguna. Estos
:preceptos los ha renovado Jesucristo en
la nueva ley. Es evidente, pues, que los
principios del cristianismo son entera-
mente opuestos á los del despotismo. Por
Otra parte, len qué se funda el despotis-
mo , y cómo se sostiene? con el terror, la
fuerza y la violencia porque es un es-
tado contrario á la naturaleza los súb-
ditos son esclavos , y el Príncipe es el
Señor coronado ; mas la religion cristia-




(CLX)
na está fundada en la caridad, y segu
ella el Soberano es el padre y los súbdi-,`
tos sus hijos. á Qué comparacion puede;
hallarse entre hijos y esclavos ? entre el,
temor y el amor? Así se vé que el cris
tianismo y el despotismo son absoluta-
meme incompatibles. Por la misma razon
prohibe todo abuso de la autoridad, pues-
to que este abuso siempre es un deseol


1.11
Las leyes del Evangelio , y la doctrP


na revelada 5 prohiben al Príncipe que use
de la autoridad que tiene para su pro-
pia utilidad; y así si no la dirige para el
bien del pueblo , que es el objeto y fin
de su institucion peca contra la ley de
Dios. Si en lugar de aplicarse á saber las
necesidades del pueblo y los medios de
remediarlas , se ocupa en diversiones , en
el ócio y la molicie , á se podrá decir que
busca el bien del pueblo, y la felicidad
de los ciudadanos ó la suya propia ? Si
forma proyectos de conquista por engran-
decer sus, dominios ; si oprime á los ciu-
dadanos con un peso enorme de contr i


-buciones, no para emplearlas en la segu


(CLXI)
ridad y tranquilidad pública sino en
sus necesidades particulares ó en sus ca-
prichos ; si emprende guerras no para
defender los derechos del pueblo, sino pa-
ra vengar agravios particulares, á,


dirémos
que reyna para el bien del pueblo ? Si no
administra con exáctitud la justicia si
no dá oidos á la verdad si no distingue
el mérito del demérito , si deja consu-
mirse en la miseria los que necesitan de
una proteccion particular , si no corrige
los abusos, si deja sin castigo los delitos,
Ipodrémos decir que procura la flqicidad
del pueblo ? Estos abusos los prohibe ex-
presamente la ley divina. Los vicios de la
soberbia, de la avaricia, de la dureza, de.
la obstinacion , y de' la impaciencia los
condena en todos los hombres y espe-
cialmente en los Príncipes, porque produ-
cen efectos mas perniciosos. Que se lean
los libros de los Reyes, y los de los Pro-
fetas, y en ellos se verá con qué rigor cas-
tiga Dios aun en este mundo los vicios de
los Soberanos, y el abuso que hacen de la
aut


oridad que Dios les ha confiado para
hacer felices á los pueblos. Tan rigorosa


TOMA
1


tisrno.




(CLXII)
es la ley divina con los Soberanos. Más
en esto no hace mas que confirmar el
derecho natural que les impone las mis-
mas obligaciones y manifiesta con toda
evidencia que los Soberanos han sido ins-
tituidos para los pueblos y no los pue-
blos para los Soberanos.


Supuesto que la religion ha determi-
nado con tanta precision las obligaciones
del Soberano , y el uso que debe hacer
de su poder por unas leyes emanadas de
la autoridad suprema de Dios, 1de qué
medios se sirve para hacerlas observar y
reprimir las pasiones de los Reyes?


La religion se sirve de los mismos.
medios para hacerse obedecer de los Re-
yes y de los súbditos. Á todos los igua-
la en esta parte , porque para Dios no
hay ni esclavo , ni libre, ni súbdito, ni
Rey. Todos son criaturas esencialmente
dependientes de su imperio , todos deben
obedecer sus órdenes, con esta diferencia
sin embargo, que los que tienen aignri
poder sobre los hombres, y quebrantan
las leyes, deben ser castigados con 54'
yor rigor. La caridad cristiana deb e di'


(CLXIII)
rigir y animar las acciones del Príncipe
como las de los súbditos ; y el que ten-
ga mayor caridad tendrá mayor mérito,
sin atender al nacimiento al poder, ni
á la dignidad, ni á otras qualidades que
tanto se estiman en el mundo. La mis-
ma bienaventuranza se propone por pre-
mio al Príncipe que al hombre mas in-
feliz ; con las mismas penas se amenaza
á unos y á otros; por el mismo Evangelio
ha de ser juzgado el Rey que los demás;.
en fin la religion á todos nos iguala sin
distincion.


Los Soberanos en las cosas espiritua-
les están sujetos á la potestad sacerdotal
como los demás hombres, y obligados á
.cumplir las leyes de la Iglesia que tienen
por objeto las cosas espirituales 9 lo qual
es un remedio „muy eficaz para contener
el abuso de la autoridad suprema. En el
antiguo testamento Dios se servia algu-
nas veces de los Profetas para reprender
Y amenazar á los Soberanos que abusa-
ban de su autoridad. Envia á Samuél
para reprehender á Saúl; á I\7atan para
hacer conocer


• su pecado á David, y al
1 2




(CL XIV)
Precursor para decir á Herodes = lo que
haces no te es lícito= non licet tibi. En
la Iglesia de Dios muchos santos Obis-
pos llenos de celo por la gloria del Se-
ñor , y por la salud de las almas , han
sabido decir á los Reyes con una intrepi-
dez admirable guando han abusado de
su autoridad contra la ley divina=.non
tibi licet, como lo hizo San Juan Crisós-
tomo con la Emperatriz Eudoxia, y San
Ambrosio con el Emperador Teodosio.


Un Obispo que habla en nombre de
Dios, no debe temer la cárcel ni el des-
tierro, ni la .


muerte ; puede ser muerto
pero no vencido. Siempre resultará de
este celo un gran beneficio al pueblo ,
muchas veces al mismo Soberano qve r e


-conocerá sus faltas, y se;enmendará. Por.
todo lo


_ci de dejamos dicho, se vé que el
cristianismo-Íes enemigo del despotismo,
y sus máximas todas se dirigen á estre-
char mas la: union de los Soberanos coa
sus súbditos ,--impedir el abuso de la po-
testad suprema, y contener el principado
dentro de los mismos límites de su in5"..
titucion natural conformándose con las


(CLXV)
regias que se derivan de su naturaleza,
que son las leyes naturales confirmadas
y autorizadas por la revelacion.


La religión no solamente ha confir-
mado el derecho natural por esta parre,
sino que nos dá una idea mucho mas
sublime del principado, y le pone un fun-
damento mas sólido para que pueda re-
sistir siempre á. los violentos ataques que
las pasiones de los súbditos le dán de
continuo para recobrar su libertad y su
independencia. Por la revelacion divina
sabemos que el hombre tal como actual-
mente está, no salió de las manos del
Criador; que Lios le crió en la inocen-
cia y le dió la caridad que dominaba en
•su corazón , estando todas las pasiones
perfectamente sujetas al imperio de la
razon. Si los hombres hubieran perseve-
rado en este estado, todos se hubieran
amado, todos hubieran formado una fa-
milia en la val hubiera reinado una
perfecta concordia; nadie hubiera temido
n, ingu.n mal, ni hubiera estado espuesto
a ningun peligro ni de parte de los hom-
bres ni de las bestias porque éstas bu-




(CLXVI)
bieran estado perfectamente sometidas á
los hombres. En este estado no hubiera
habido ni subordinacion ni dependencia, ni
hubiera silo necesaria la soberanía estan-
do todos en una perfecta igualdad y liber-
tad, sin excederse jamás de los limites de
la razon; no hubieran tenido necesidad de
regar la tierra con el sudor de su rostro,
porque ella misma hubiera producido con
abundancia los frutos convenientes para las
necesidades y deleyte de los hombres.


En este estado vivieron Adán y Eva,
pero fué muy poco tiempo, porque que-
brantaron muy pronto el precepto del
Señor, y Dios les quitó las gracias que
les habia dado y en pena de su peca-
do se levantaron las pasiones contra la
razon. La concupiscencia adquirió tal
predominio que la razon por sí sola no
tiene fuerzas bastantes para resistir al
torrente impetuoso que la arrastra al
mal. Este pecado pasa á toda su p05,"
teridad , y ésta se halla envuelta en la
misma corrupcion, en el mismo desórden,
y en la misma esclavitud. Perdida la ca-
ridad, el amor propio ha quedado d ue-


(CLXVII)
o del corazon de los hombres, y este


es el autor de los engaños, maquinacio-
nes , injusticias, robos, asesinatos, y de
todos los males que afligen a la huma-
nidad. Este es el que guando lo juz-
ga necesario para su satisfaccion , sacri-
fica los bienes, el honor y la vida de los
demás hombres. De todo lo qual se de-
duce que el pecado que expone los hom-
bres á tantos males y peligros hace ne-
cesaria la sociedad civil y la soberanía
para su seguridad y tranquilidad , la
qual no se puede conseguir sino vivien-
do en la subordinacion y la dependencia.


La religion nos hace considerar el
principado como un remedio que Dios ha
. establecido para contener el furor de las
pasiones de los hombres, si no en su co-
razon á lo menos en lo exterior para
precaver sus efectos y defenderlos de los
funestos desórdenes que causan. Siendo
pues la soberanía un remedio contra el pe-
cado, no solamente influye en el bien tem-
poral , sino tambien en el espiritual. De
este modo la religion nos presenta la
idea del principado que tiene el ejercicio




(CLXVIII) 41.
del poder supremo de un modo mas ex-
celente, mas noble, y mas sublime ; pero
sin destruir las leyes fundamentales de las
naciones, por las quales se arregla el «so
y ejercicio que deben hacer de la autori
dad suprema. Porque imprime en los Prín-
cipes un carácter sagrado haciéndonos ver
á los Soberanos como ministros y vicarios
de Dios en la tierra , que mandan en nom-
bre de Dios y con una autoridad divina; y.
por medio de la voluntad de los hombres
colocados en el trono para ejecutar las
órdenes de su divina voluntad respecto
del bien temporal del Estado y la salud
espiritual de sus súbdidos. Así desaparece
sl los ojos del cristiano la voluntad de
-los hombres que elige á los soberanos,
y no vé sino la voluntad de Dios que
aprueba todo lo que es conforme al Or-
den y á la razon ; y está íntimamen


-te persuadido que la soberana viene de.
Dios por aquella sentencia que nos dice:
toda potestad viene de Dios. El filósofo
que solo consulta la razon, no busca si-
no las causas inmediatas , y se detiene
solamente en la voluntad de los hombres


(CLXIX)
de donde la vé nacer sin pasar mas ade-
lante; y por este principio arregla toda
su política en el gobierno de los Estados.


De esta noble idea que la relii-)n nos
dá del principado, se sigue que la sobe
ranía de los Reyes está colocada sobre fun-
damentos mas sólidos y se hace mucho
mas respetable á los súbditos que por solas
las bases donde la razon y el derecho na-
tural la colocan. El ciudadano no puede
mirar con indiferencia al Príncipe, que la
religion le enseña haber sido colocado so-
bre el trono por la providencia de Dios
para protegerlo y defenderlo de todos los
que quieran insultarle y oprimirle con des-
precio de las leyes naturales y divinas.
1Qué amor, qué respeto y reconocimien-
to no debe excitar esto en su corazon?


Que se abran los libros santos, y en
ellos se verá frecuentemente mandada y
recomendada la subordinacion de los súb-
ditos á su Soberano , de serle fiel , servir-
le con puntualidad, no defraudarle nin-
guna cosa, pagar con la mayor escrupu-
losidad los tributos , y no censurar jamás
sus operaciones y conducta. o se puede




(CLXX)
;altar á ninguna de estas obligaciones
sin quebrantar la ley del Señor, y hacer-
se reo de pecado; y por esta razon decia
el Apóstol San Pablo: Suba'iti estote non
solum propter iram , sed etiam propter
conscientiarn. Esta subordinacion que de-
bemos por conciencia á nuestros Sobera-
nos legítimos, no solamente nos la impo-
ne la religion guando son buenos y ejer-
cen su autoridad conforme al fin de su
institucion, sino tambien guando son ma-
los y abusan evidentemente de su poder
en perjuicio de los particulares, como el
Apóstol San Pedro nos lo ha enseñado
en términos formales diciéndonos • obede-•
ced á los superiores aunque sean díscolos,
porque aun así son ministros de Dios y eje'
catores de su voluntad. El cristiano guan-jdo se vé perseguido por un Príncipe in-usto, adora la mano de Dios que en su
ira dá á los pueblos Príncipes malos para
castigarlos por medio de ellos como minis-
tros de su justicia. La religion , en una pa-
labra, y sus ministros, se sirven de lo que
tiene de mas augusto y mas sagrado para
inspirar en el espíritu y en el corazon de


los cristianos la subordinacion, el respete
to, el amor y la fidelidad de los súbditos
á sus Soberanos, haciéndoles entender al
mismo tiempo que de esto depende el &-
den y la tranquilidad del Estado.


Los cristianos de los primeros si los
bien instruidos en las máximas de re-
ligion nos dieron el ejemplo de la obe-
diencia que se debe á los Soberanos, y de
la paciencia con que deben sufrirse las
injurias y las injusticias de los Príncipes
que abusan de su poder. Perseguidos
cruelmente, desterrados, arrojados en las
cárceles, atormentados con la mayor in-
humanidad, y muertos en los suplicios
mas infames y crueles, no se les vió ja-
más resistir con la fuerza, siendo así que
eran tantos que ocupaban las ciudades,
los pueblos, los ejércitos, y se hallaban
por todas partes menos en sus templos;
y si se hubieran reunido para hacer re-
sistencia no hubiera habido fuerza para
contenerlos, Jamás se les halló en nin-
guna sedicion ni alboroto ni levantamien-
to contra los Emperadores, sin embargo


- de que eran muy frecuentes en los tres




(CLXXIT)
primeros siglos de la iglesia. Los Empe-
radores eran crueles, injustos, indignos
de ocupar el trono, y el objeto del ódio
y de la exécracion pública por sus vi-
cios y acciones infames ; pero los cris-
tianos instruidos en la escuela de Jesu•
cristo sufrian con una paciencia ilimita-
da sin murmurar, porque la ley les de-
cia : obedeced aunque sean díscolos, y aun-
que sean malos, injustos y perversos.


No hay sino una excepcion para no
obedecer á las órdenes del Soberano, que
es guando nos manda cosas contrarias á
la ley de Dios. En este caso el Apóstol
San Pedro nos ha enseñado lo que debe-
mos hacer diciéndonos: melius est °hedí--
re Deo, guara hominibus: mas vale obe-
decer á Dios que á los hombres. Quando
el Sanhedrim prohibió á los Apóstoles
predicar el Evangelio, respondieron que
no podian dejar de hacerlo, porque antes
debe obedecerse á Dios que á los ho m


-bres, enseriándonos por su conducta Y
por sus palabras lo que debernos hacer
en semejantes ocasiones. Así solo en los
casos Que no se les «Quede obedecer sin


(CLXXIII)
quebrantar la ley de Dios se puede de-


jar de cumplir sus órdenes. Tan pacífi-
cos son les sentimientos que la religion
inspira á los fieles, tal la subordinacion á
sus Soberanos , el amor á todos los hom-
bres, y la union íntima con todos los ciu-
dadanos, que se puede asegurar con cer-
teza que el mayor apoyo que la socie-
dad civil tiene para su felicidad, su con-
servacion , y perfeccion es la religion
cristiana.


Si tanto contribuye para la felicidad
de las naciones la religion católica, t en
qué consiste que muchos pueblos que la
profesan y se precian de muy católicos
están en los mismos desórdenes , en los


. mismos vicios, y en la misma infelicidad
y miseria que los que no la profesan?
t De dónde nace esta calamidad ? i Quál
es la causa de tantos males ? Es acaso
la falta de vigor y fuerzas en la religion,
6 que este medio no es tan eficaz como
hemos demostrado ? No, no deben atri-
buirse á la falta de vigor en la religion,


ET
Sino á que no se observa como debe.


este mismo hecho es la prueba mas




(CLXXIV)
convincente de esta verdad. Vemos que
los estados civiles siempre han ido en
decadencia y de mal en peor ; y al pa-
so que la religion se ha ido obscureciendo,
se han perdido las buenas costumbres, se
rompen los vínculos de la union social,
la anarquía y el despotismo se disputan
el imperio casi por todas las naciones, y
toda la máquina social está desordenada
y próxima á disolverse. Donde se ha ex-
tinguido del todo la antorcha de la reli-
gion, las cosas temporales están en peor
estado ; donde solamente hay una som-
bra de ella el cuerpo y no el espíritu,
á qué efectos saludables pueden esperar-
se ? En este estado se hallan la mayor
parte de las naciones que hacen profesion
del cristianismo.


La fc está muy apagada 5 y por esta
razon las verdades mas terribles hacen
muy poca impresion en el corazon, Y no
tienen fuerza para reprimir las pasiones
que causan tanto desórden en la socie-
dad. No puede haber cosa mas terrible,
que un fuego que nunca se ha de acabar
para castigar á los malos, un jue z orn-


(CLXXV)
nipotente que todo lo vé, y no puede
engañarse ni ser engañado, el qual nos ha
de juzgar con todo el rigor de su justicia.
1 Qué impresiones hacen estas verdades
sobre el corazon de los hombres malos?
Ninguna. á En qué consiste esto? En que
no se consideran como ciertas, se fija
poco la consideracion en ellas , como si
no fueran interesantes.


Los falsos filósofos que pretenden
trastornar todo el sistema social , hacen
tambien los mayores esfuerzos para des-
truir la revelacion, persuadiendo á los
cristianos que los hechos que nos refiere
son falsos, y que la religion no es mas
que una novela bien compuesta para en-
gallar al género humano. Tales son las
blasfemias que estos hombres vanos y or-
gullosos publican, con las quales empie-
zan á corromper el corazon para apagar
despues la luz de la fé en el espíritu.


Desde el principio de la Iglesia has-
ta estos últimos tiempos los hereges ata-
caban uno ú otro artículo de la fé, pre-
tendiendo que la Iglesia se Babia apa.r-
"ade de la doc trina revelada - - ,-ro su-




(CLXXVI)
poniendo siempre corno cosa del todo
cierta la revelacion y las grandes y terri-
bles verdades que nos enseña. Esta creen-
cia estaba tan radicada universalmente,
que por poco que hubieran querido im-
pugnarla no hubieran hecho ningun pro-
sélito; mas en estos infelices tiempos los
filósofos han empleado sus esfuerzos, sir-
viéndose de todos los medios capaces de
seducir para destruir toda revelacion
obscurecer las verdades mas claras que la
razon nos enseña; soltando de este modo
todos los diques al torrente de las pasio-
nes para ponerlo todo en desórden y Con-
fusion. ¿Como podrán, pues, conservarse
los derechos del hombre que están depo-,
sitados en la sociedad? ¿Dónde hallara
esta fuerza para refrenar las pasiones, y
contener á los ciudadanos en la obedien-
cia de las leyes ? Esta es pues la prime-
ra causa del desórden que se vé en la re-
pública cristiana, y de los males que allí°
gen á los hombres en el estado social.


La segunda causa, y acaso la mas
universal de todos los desórdenes qu e Se
vén en el 1. stadQ, es le. hipocresía, que s°


(CLXXVII)
ha introducido entre muchos de los que
profesan una religion tan santa y pura.
Se pone el mayor cuidado en el culto
exterior y ninguno en el interior. Con
tal que las fiestas se celebren con la ma-
yor pompa y magnificencia, y que haya
un gran número de luces guando se ce-
lebran los sagrados misterios, que los mi-
nistros del Señor estén revestidos de las
vestiduras mas ricas , que los vasos sa-
grados sean de los metales mas preciosos,
que el número de cantores hagan reso-
nar con sus voces las bóvedas de los
templos, que la música con su armonía
melodiosa tenga encantados y divertidos
á los asistentes ya se crée haber cum-
plido con un acto de religion muy agra-
dable á Dios de toda santidad y pureza.,


tii


De manera que la religion de una gran
parte de los cristianos , toda consiste en
este culto exterior y en las acciones sen-
sbdlaes ,copmorguolea de los fariseos, que creían
ser mas justos que los demás judíos y
haber llegado á la perfeccion de la san-


d


cumplian con mas exáctitud
que los demás los actos exteriores que


1omo X.




(CLX
fa. ley prescribía, sin cuidar en reprimir
las pasiones viciosas y los deseos cama-
les que dominaban en su corazon para
adquirir la pureza interior que es el es-
piritu de la ley.


Los Doctores de la ley, los Fariseos,
y casi todo el pueblo judío, no atendian
sino á la letra de ella sin examinar la
íntencion del legislador. Preferian la ley
de las ceremonias á la de las costuínn
lores, y en lugar de arreglar aquéllas por
éstas haciendo que los actos citeriores
sean la expresion sincéra del espíritu
interior y de la justicia del corazon,
reducian toda la ley y la justicia á las
prácticas exteriores. Por .esta razon nues-
tro Señor Jesucristo condena su hipo-
cresía y su falsa religion 6 por me-
jor decir devocion, que les hacia ser es-
crupulosos hasta el estremo en observar
segun la letra hasta las mas mínimas ca-
sas de la ley, y despreciaban lo mas ¡al'
portante de ella. Tenian por un crimen
muy grande no limpiar y lavar bien las
copas, y sentarse en la mesa sin lavar
antes sus manos, y no hacian esoriSPul9


(CLXXIX)
de aborrecer de muerte a su . prógirno,
de mirar con indiferencia su miseria, de.
abandonar á la viuda y al pupilo. Se
ahogaban con un mosquito y tragaban,
con facilidad. un camello. Por esta razoit
Jesucristo los llamaba sepulcros blanquea-
dos, que por defuera parecen. muy. .hernio---.
ros, y por dentro están : llenos de huesos y:
co•rupcion.


La verdadera piedad no consiste sino
en honrar á Dios como - es digno de ser-
honrado, ó como dice Jesucristo hablan
do á la Samaritana, en adorarle en. es,::
píritu y verdad; esto es, con una volun4:
tad recta que ama á, Dios con un ambr
puro y desinteresado, porque el espíritu


. como se explica San Pablo, es la vo-
luntad reformada, ,corregida y renova-
da por la gracia y por la caridad y
se Ie adora en verdad guando se adoró
al Dios verdadero , y de la manera y
modo que quiere ser adorado: En estas
dos cosas consiste la verdadera piedad;
Y la impiedad y falsa devocion consis-
te en adorar á la criatura en lugar del
Criador, como hacen los idólatras, ó en


:u 2




(CLXXX)
adorar al verdadero Dios de una inane-
ya grosera , carnal é • indigna de su ma-
gestad suprema como hacian los judíos
en la ley antigua, y muchos de los cris-
tianos en la nueva.


Los Fariseos de la nueva ley ponen
toda su devocion en el cumplimiento
exacto de unas devociones que . se han
formado segun su capricho, ó en las que
la-Iglesia nos prescribe, deteniéndose en
las..seriales exteriores y poniendo en ellas
solamente la justicia cristiana, sin procu-,
rar limpiar su corazon de los deseos car-
nales por la mortificacion , lar peniten-
cia, y la caridad. Así todos los anatemas
que vemos en el Evangelio contra los
Fariseos, recaen contra estos falsos de-
votos capaces-de cometer delitos tan a-
troces como aquéllos; y despues de haber
hecho sentir los terribles efectos del odio
y de la venganza á sus enemigos , están
tan tranquilos como aquellos despues que
hicieron morir á Jesucristo y creen ha


-ber hecho una obra agradable á Dios , Y
estar en un grado de santidad y de per'
feccion muy eminente; porque son inuY


(CLXXXI)
exáctos en el cumplimiento de sus de-
vociones.


¿, Es estrafio pues que no observando
el espíritu de esta ley tan santa , se vean
tantos desórdenes en la sociedad ? Las
pasiones no tienen ningun freno, dorni-
nan en el corazon de los que profesan
esta santa religion , y causan los mis-
mos efectos perniciosos que sino la pro-
fesáran.


La tercera causa es la relajacion del
clero secular y regular; y acaso esta tie-
ne tanta fuerza como ninguna otra pa-
ra la corrupcion de las costumbres , y
hacer inútil la influencia de la religion
en la sociedad. El hombre tiene una in-
clinacion natural á imitar y hace vani-
dad de seguir el ejemplo de aquéllos que
por su estado deben servirle de norma. Lo
que estas personas hacen , eI pueblo lo
tiene por lícito y honesto, y se crée bas-
tante autorizado con su ejemplo para
practicarlo.


Los ministros del Señor estando des-
tinados á santificar á los pecadores con
su ejemplo y doctrina, el pueblo no




(CLXXXII)
debería ver en ellos sino ejemplos de
edificacion y modelos acabados de todas
las virtudes de manera que toda su
conducta fuera una instruccion viva de
las virtudes sublimes que el .Evangelio
nos predica, y una reprehension muda,
pero eficaz de todos los vicios. ¿Y es
esto lo que se vé en muchas personas del
clero secular y regular? Lejos de amar
el retiro se presentan en medio del mun-
do , en las conversaciones del siglo , en
los juegos, en las diversiones, en los ex-
pectáculos ; pero sin guardar aquel res--
pecto, gravedad, y decencia que es pro-
pia de su estado. Los eclesiásticos son
los que entran en todos los negocios y
las agitaciones del siglo, los que arre-
glan los intereses temporales de las fa-.
rnilias , los que forman las intrigas, en-
cienden la animosidad de los partidos, y
se hacen ministros de las pasiones de
los mundanos. Abandonan los intereses
eternos que están.á su cargo , teniendo
por una bajeza ocuparse en ellos y ha-
ciendo vanidad de arreglar los tempora-
les; y así está bien léjos de ellos el es-


(CLXXXIII)
píritú de recogimiento , de retiro y de
oracion que es propio .de su estado.




La humildad y la paciencia ,- que
son el fundamento de las demás virtu
des apenas se conocen en muchos ecle-
siásticos, pues á la menor injuria se ensre
garr al mayor resentimiento , y no -me-
datan sino proyectos de venganza. Su am-
bicion es intolerable, pues se les vé hacer
esftleszos extraordinarios, y.- servirse mu-
chas veces de. los: medios mas iniquos y
vergonzosos para - -elevarse y • . oeupar las
primeras dignidades, no cowel fin de su-
frir.el hambre, la sed, los trabajos, la
solicitud y los cuidados, las persecuciones,
la ignominia, los disgustos yffin.-.1&-Imisma
muerte siendo t ecesario. pot la :sálu^í de
las almas, sino - por tener.unl vida regaí-:
lada_ - cómoda , estar - libres de - penas
Y _cuidados, y ser adorados y respetados
Como ídolos, y entregarse á la molicie y á


. las:indolencia .dejando en manos mercena-
rias el gobierno de la Iglesia de . Dios que
se les ha confiado.


En fin se vé en algunas personas del
Clero secular y regular dominar la ava-




(CLXXXIV)
vicia sórdida que tanto degrada al 'hm,
bre , adquiriendo los bienes con la ma-
yor ansia y acumulándolos con el ma-
yor .cuidado para enriquecer á sus pa-;
rientes con el patrimonio de los pobres,
6 para gastarlos en cosas profanas, y ha-
cer de ellos quizás un uso tan escandalo-
so que sería intolerable en las gentes mas
desarregladas del siglo. Exigen los de-
rechos y las rentas que se les deben,
con el mayor rigor y dureza, y los tri-
bunales seculares no pocas veces se oyen'
resonar con las quejas de unos hombres;
que estando consagrados á Dios debian
manifestar el mayor desinterés. El honor
de la religion, la gloria de la Iglesia, y
su propio interés, debian.lacerles renun-
ciar á una: parte de sus bienes para no
hacerse .


la fábula del pueblo, y e•Pbjet°
de la burla y de la irrision de los li-
bertinos.


Aunque estos vicios sean bastante co,
munes en el clero, no deja de haber .en
el estado secular y regular muchísimos
hombres muy virtuosos y llenos de celo
por la salud de las almas, que viven en


(CLXXXV)
el retiro consagrados á la mortificacion
y á la penitenzia,- muertos al mundo , y
presentando por su conducta un ejemplo
vivo de las virtudes mas sublimes que el
Evangelio nos enseña.. Su piedad es só-
lida , su humildad profunda , su fd vi-
va, y no manifiestan ni en .sus acciones
ni ensus palabras mas interés. que el de
su salvacion y la de los fieles.


Procuran corregir los vicios y las pa-
siones de los mundanos, éinspirarles los
verdaderos sentimientos - de la - religion.
Aunque no producen todo -el . efecto que
desean, no se puede dudar que su ejem-
plo no sea útil para :contener las pasio-
nes é impedir los grandes males que éstas
causarían á la sociedad. Su conducta hace
tanto honor á su carácter como á la. reli-
gion, y es una prueba evidente del influ-
J O


que ésta tiene para reformar las cos7
turnbres , reunir á los hombres por los vín-
culos del amor, y hacer que trabajen en
SU. propia felicidad y la de los otros,
contribuyendc de este modo con la ma-,
Ver eficacia. al -bien del Estado.


Sabios legisladores ; que teneis en vues




(CL XXXVI)
tras manos la suerte de las naciones, in-
rroducid en vuestros Estados esta religion-
divina, y haced que vuestros pueblos la
reciban y la abracen como el medio úni-
co• que Dios. les ha enviado del cielo pa-
ra hacerlos felices. Consultadla para for-.
mar vuestras leyes , y estad seguros que
ella os .dará las luces necesarias para
dirigirlas al mayor bien del Estado y de
todos los ciudadanos. Ella les dará el
vigor que no pueden recibir de ninguna
autoridad humana , estrechará los lazo-1
que unen á:los ciudadanos entre si, hará
el trono mas augusto y mas venerable,
haciendo considerar al que está sentado
en él,. como la imagen. de Dios y su mi-
nistro que revestido dé gloria y de ms-
gestad le ha puesto el cetro en las manos,
y le ha llenado de luz y de sabiduría
rara gobernar los pueblos. Esta religion
celestial enemiga del ocio inspirará
actividad y el amor al trabajo á todos
los ciudadanos., y todas. .las artes, lás
ciencias y el comercio recibirán un nue


-vo vigor, y llegarán.- muy en breve
su Pereeccion. En fin por_ éste medio go-


:zarán vuestros Estados de toda la tran-
quilidad y seguridad que son necesarias
para aumentar la poblador, las riquezas5
la gloria y la felicidad.


Frar3e-ic.....




(CLXXXVIII)


INDICE


de los capítulos contenidos en
este tomo X.


Páginas


Libro quinto. De las leyes relativas á la
religion.


Cap. I. Introduccion


11.
Cap. II. Idea general de los bienes que el


legislador debe buscar en la religion


9
Cap. III. Idea general de los males que el


legislador debe evitar en la religion


Cap. IV. Del politeismo
Cap. V. Apéndice al capítulo precedente. 103
Cap. VI. De las relaciones universales del


politeísmo con los indicados bienes y
males 130


Cap. VIL Cómo se debe mudar esta reli-
gion


Cap.V111.Caractéres de la nueva religion


(CLXXXIX)
que deberia substituirse á la antigua., 182


Extracto del elogio del caballero Cayeta-
no Filangieri que escribió el Sr. Do-
nata Tommasi , abogado napolitano .186


I 2


x58




CIENCIA


DE LA LEGISLACION.


LIBRO QUINTO.
De las leyes relativas á la religion,


CAPiTU L O I,
litzge~


Introduccion.


a religion que precede, prepara, obra,
acompaña, y sigue el origen, progresos y
perfeccion de la sociedad civil; la reli-
gion que en el salvage tímido es un cul-
to que dá á la causa desconocida de su
terror y espanto para impedir ó apar-
tar su funesta accion; que en las socie-
dades bárbaras es el principio de aque-
lla autoridad, que no pudi éndose tolerar
aun en las manos de los hombres, se po-


Tomo X, A


L




2 Ciencia
ne voluntariamente en las de los dioses;
y que bajo los auspicios de la teocracia
dispone, prepara y obra por grados el
paso dificil progresivo y lento de la
independencia natural á la servidumbre
civil (s) ; que en la sociedad en que
esto se ha verificado , quiero decir , en
la que ha llegado á su perfeccion, pue-
de servir de apoyo á la autoridad pú-
blica para extender la sancion de las le-
yes , conseguir lo que éstas no pueden
prescribir, y evitar lo que no se podria
siempre impedir (2); la religion final-


(t) Véase el ella. 3$ . del lib. 3. de esta obra,
donde manifestando la perfeccion que reciben á
un mismo tiempo el sistema penal y el de la so-
ciedad civil, he demostrado claramente lo que no
hago mas que insinuar aquí.


(a) N. D. T. La religion nos hace ver siem-
pre presente un Dios que observa todos nuestros
pensamientos, deseos y acciones por ocultas que
sean, las juzga y condena guando no son confor-
mes á la ley , lo que no puede hacer la autoridad
pública; y así dá mayor fuerza y energía á la
sancion penal, extendiéndola hasta el espiritu, y
haciendo que éste se someta á ella , pues la obe-
diencia que solo está fundada en el cuerpo es muy
frágil, y poco capaz de conservar los Estados.


de la legislacion. 3
mente, que pudiendo producir todos es-
tos bienes puede degenerar en una cau-


Los ciudadanos que obedecen al gobierno, per-
suadidos que esta obediencia no es una obligacion
de conciencia que Díos les impone, no son buenos
ciudadanos, ni el Estado puede contar con ellos
para nada; pues si tienen interés en dejar de cum-
plir las obligaciones mas sagradas que la ley les
impone, se burlarán de ellas si lo pueden hacer
impunemente. Así un Estado no puede subsistir
sin la religion, la qual persuade á los ciudadanos
la obediencia á las leyes como una obligacion
que Dios les impone. Y esto es verdad aun en las
religiones falsas, como nos lo manifiesta con evi-
dencia la historia de todas las naciones así anti-
guas corno modernas. No hay nacion por salvage
que sea que no tenga su religion, su culto y sus
dioses á quienes teme , y por cuyo temor se abs-
tiene de cometer muchos crímenes que trastornan
el órden de la sociedad. Por donde se vé que nin-
guna sociedad puede subsistir sin religion. Las le-
yes velan y castigan los delitos públicos, la
religion se extiende hasta los secretos , y ella
es el freno mas poderoso para contener á los ciu-
dadanos, y conservar la tranquilidad en el Es-
tado. Y así decia el célebre Platon, que la igno-
rancia del verdadero Dios es la peste mas peli-
grosa de las repúblicas, y que el que desecha la
religion destruye los fundamentos de la sociedad
Romana. Feri Dei ignorantia est sumara Re-
rumpublicarum pestis; Hoque omnis humana' so-
cietatis fundamentum convellit. De leg. lib. X.


A 2




4 Ciencia
sa fecundísima de los males mas funestos,
como los que tantas veces se han visto y


Ciceron habla de la misma manera en su tratado
de las Leyes; que se empiece ante todas cosas á
persuadir á los ciudadanos que los dioses son los
señores de todas las cosas y los que las gobier-
nan, y que todo lo que sucede se hace por su po-
der, su imperio y su direccion ; que son los bien-
hechores del género humano; que conocen lo que
es cada hombre en particular, qué hace, qué
piensa, con qué intencion practica los actos de
reiigion, y que tiene una razon exacta de los hom-
bres piadosos é impíos: Sit hoc á principio per-
suasuni civibas, dominas esse omnium rerum, et
moderatores Deos, eadem que geruntun,eontim
gen: vi, ditione et nutnine;eos denique optime de
genere humano meneri et qualis quisque sit:
quid agat , quid in re admitas, qua mente, pieta-
te qua colat neligionem intueri, piaran, et im-
piaran habere rationem.Tullius de legibus.


Horacio no duda atribuir las desgracias del
imperio al desprecio que se hacia de la religion:
Romanos, les decía este célebre poeta, vosotros
sufrireis la pena que vuestros padres merecie-
ron hasta que reedifiqueis los templos y las ca-
sas de los dinses que amenazan ruina , y repa-
seis las escácuas afeadas con el negro humo. Si
mandais al mundo es porque os someteis á los
dioses. Esta sumidion ha sido el principio de vues-
tra grandeza , y á ella debeis atribuir el suceso
de vuestras empresas. Despues que los dioses han


de la legislacion.
se vén todavía nacer de las ideas perni-
ciosas de ella y del fanatismo (1); la
religion, digo, tan inherente á la natura-
leza del hombre, tan necesaria para la
formacion, perfeccion y conservacion de
la sociedad, y tan terrible en su degene-
racion, Ipodria por ventura no conside-
rarse por uno de los objetos mas impor-
tantes de la ciencia legislativa?


Mas si esta ciencia pertenece á todos
los pueblos y á todos los tiempos, ¿no de
berá acaso comprender en esta parte de sus
principios todas las religiones y todos los
sido despreciados, han afligido á la infeliz Italia
con infinitas desgracias.


Delicta majaran immeritus lues,
Romune , donec templa refeceris
4;desque labentes deorum, et
Fxda nig9. o simulacra fumo.
Diis te minoren quod geris imperas
Hinc omne principian ,huc refer
Dii multa neglecti dedenunt
Hesperia mala luctuosa. Od. VIII. Lib. g.


Por donde se vé que los Romanos que eran
unos políticos tan sabios ponian por base y fun-
damento de las sociedades la religion, y que sin
ésta no podian subsistir aquéllas.


(a) N. D. T. No hay cosa mas funesta para
Un Estado, que las ideas falsas de la religion y




6 Ciencia
cultos? El autor de esta ciencia, nacido y
criado en el seno de la verdadera religion,
podria por este motivo olvidar las falsas?


En los pueblos donde éstas están en vi-
gor, á no es acaso necesaria mayor arte
en el legislador, y mayor sabiduría en la
legislacion para aprovecharse de las me-
nores ventajas que ellas ofrecen para re-
parar, precaver y obviar mayores males á
que están expuestos los pueblos, que no
aquellos donde está establecida la verda-
dera religion ? Por tanto, la ciencia que
dirige el legislador y la legislacion, no
el fanatismo, porque estos vicios causan infinitos
males y hacen correr ríos de sangre en las so-
ciedades, degollándose los ciudadanos con el ma•
yor furor encendido con el pretexto de la reli-
gion. Las pasiones guando se cubren con este au-
gusto manto se exlItan hasta un grado inconcebi-
ble , porque se hallan sin freno que las detenga,
y quanto son mayores los excesos que cometen,
tanto mayor obsequio créen que hacen á Dios.
Alas la religion verdadera produce efectos del
todo contrarios, porque su celo está siempre
acompañado fie luz y de caridad. Y así si los que
la profesan hán causado algunos males en la so-
ciedad, no deben atribuirse estos desórdenes á la
religion, sino á la corrupcion y á los vicios de
los que la profesan.


de la legislacion. 7
puede desentenderse de las falsas religio-
nes ; y nadie debe pronunciar anatema
contra su autor. El idólatra y el pagano,
el discípulo de Mahomet y el de Cristo,
hallan igualmente en esta obra los prin-
cipios, con que pueden dirigir sus leyes
relativas á la religion y á los diversos
cultos. Hijos del mismo padre , indivi-
duos de la misma familia podria olvi-
dar una porcion tan considerable de mis
hermanos, porque no han tenido la suerte
de participar de la parte mas bella de la
herencia_ paterna I á podria yo olvidar la
obligacion que he contraido con toda la
humanidad, para evitar los insanos juicios
de la miserable ignorancia y de la supers-
ticion calumniosa? El amor, el respeto y
la veneracion que tengo á la sublime reli-
gion que profeso, á no es acaso justo que
aumenten mi valor en vez de disminuirlo?


Estoy persuadido que esta parte de
mi obra ofenderá á los que conocen mal
la verdad, á los que la hacen servir á
sus intereses, y á los que la niegan; mas
YO hago poco caso de los gritos de los
ignorantes, de las calumnias de los hipó-




8 ciencia
critas, y de los sarcasmos de aquella 'da.-
se de hombres tan despreciables , como
incapaces de pensar por si mismos que
siendo dominados y conducidos por la
opinion de su siglo , profesan la irreli-
gion por moda , como hubieran promo-
vido las cruzadas si hubieran nacido siete
siglos antes. Léjos de temer á los hom-
bres de esta clase, sigamos los consejos
del sabio. No nos avergonzémos de pare-
cer hipócritas á los ojos de los impíos, é
impíos á los ojos del fanático. Si nos dejan
solos en nuestro partido , nos consolaré-
mos con el testimonio de nuestra contien,
cía, y no necesitaremos el de los hombres.
Como escritores hemos contraido la obli-
gacion de esta magistratura pública. De-,
hemos buscar, sostener y difundir la ver-
dad; y si ésta se halla fuera de los par-
tidos opuestos, debemos apartarnos igual-
mente de ellos. Unos harán burla de no-
sotros., otros nos calumniarán, 2 qué im-
porta? Lo que interesa verdaderamente al
hombre es cumplir con su obligacion,
pues al paso que se olvida de sí mismo
trabaja mas por si mismo.


de la legislacion. 9


CAPÍTULO II.


Idea general de los bienes que el legislador
debe buscar en la religion.


uáles son los bienes que el legisla-
dor debe buscar en la religion? g Quáles
son los socorros que ésta puede darle?
.Qué parte puede tener esta fuerza en
aquella composicion de fuerzas, y este
medio en aquella combinación de medios,
de que debe servirse el legislador, y di-
rigir para conseguir y perpetuar el grande
efecto de la virtud y de la prosperidad
del pueblo? Esta es la primera cuestión
que conviene resolver para dar á esta par-
te de nuestros principios legislativos el
orden precision , y la universalidad
que les conviene.


En el capitulo 3 5. . del libro 3. de es-
ta obra, que poco antes hemos citado,
tuvimos ocasion oportuna para hablar de
los socorros que la iegislacion puede ha-
llar en la religion, como con efecto los han




10 Ciencia
hallado todos los pueblos en diversos pe-
riodos de su estado de barbarie, para pro-
ducir el lento y progresivo paso de la
independencia natural á la servidumbre
civil , á á la total dependencia que se
debe considerar como la integracion de la
sociedad civil.


Por lo que toca á la série conside-
rable de socorros que la religion sumi-
nistra á la legislacion en el espacio in-
termedio entre la independencia salvage
y la servidumbre civil, nos remitimos á
lo que sólidamente establecimos en el ex-
presado lugar con la guía de una lumino-
sa y eterna experiencia que se extiende á
todos los tiempos sobre el origen de to-
dos los pueblos. Nuestro objeto en este
lugar no es sino resolver la cuestion pro-
puesta solamente por aquella parte que es
relativa á la sociedad civil ya integrada,
quiero decir , que ha llegado al término
de su perfeccion, en que la fuerza pública
ha triunfado plenamente de las fuerzas
individuas , y tiene libre y manifiesta su
accion. Estando la .piedad en este estado,
¿qué puede y qué debe hacer la religion?


de la Tegislacion. 1Y
Las leyes prescriben, prohiben, casti-


gan y premian; pero no pueden prescri-
bir todo lo que se quiere conseguir , ni
prohibir lo que se quiere evitar , ni pue-
den siempre castigar ó premiar lo que
merece premio ó castigo. Las leyes no
pueden prescribir sino el cumplimiento de
aquellas obligaciones que se llaman obli-
gaciones perfectas; mas no por esto deben
dejar de conseguir el de las que se lla-
man obligaciones imperfectas. La ley no
puede prohibir sino el delito, pero no por
esto debe dejar de evitar igualmente el
vicio; no castiga al vicioso sino al delin-
cuente, ni puede castigar á éste quandoel
delito está oculto. La ley finalmente no
puede descubrir todos los vicios, ni pre-
miar todas las virtudes. Mas la habilidad
del legislador consiste en conseguir mas
de lo que prescribe ; de evitar mas de lo
que prohibe de hacerse temer aun guan-
do no puede castigar , y de animar aun
cuando no puede premiar. Quando ha ha-
llado las leyes que deben arreglar la edu-
cacion; guando ha escogitado las que de-
ben introducir establecer, difundir, y dar




12 Ciencia
vigor al imperio de las pasiones de que
hemos hablado en el libro precedente,
¡en qué otra fuerza puede hallar nuevos
socorros para llevar á efecto sus profun-
dos designios ? La religion es esta fuerza,
y estos bienes son los que el legislador
debe buscar en ella. Mas A quáles son los
males que podria encontrar 1


CAPÍTULO III.
Idea general de los males que el legislador


debe evitar en la religion.


E l dogma de que hay otra vida, y
un juez que todo lo vé, y que premia y
castiga; este dogma que es el fundamento
de los bienes indicados puede ser inútil y
aun pernicioso. Puede ser inútil , guando
las ideas del bien que este juez premia, 6
del mal que este juez castiga, no tienen
alguna relacion con el bien y con el mal
de la sociedad ; puede ser pernicioso,
quando no solamente estas ideas no tienen
relacion alguna sino que le son contrarias,
de manera que la religion manda ó pa"


de la legislacion. 1 3
rece mandar lo que el legislador debe pro-
hibir, ó prohibe ó parece prohibir lo que
el legislador debe prescribir. Estos son
los primeros males que el legislador debe
evitar en la religion.


2. Si las ideas del bien y del mal re-
ligioso concurren con las del verdadero
bien y del mal moral y civil hay aún
un caso que puede hacer inútil el dogma
de que hablamos, y esto sucede guando
los principios falsos ó mal entendidos
de la expiacion destruyen la influencia
útil de la sagrada sancion. Este es otro
mal que el legislador debe evitar en la
religion.


3. Hemos recordado :á nuestros lecto-
res el lugar de esta obra (i ), donde mani-
festamos quáles y quán importantes eran
los socorros que la religion suministra á
la legislacion en los varios períodos de
barbarie, asi para reparar una parte de
los males de la independencia natural
existente aun casi enteramente en la in-
fancia de la sociedad, como para disponer
. ( i ) El capitulo 35. del libro 3. que poco árites
he mos citado.




1 4 Ciencia
y obrar la diminucion lenta y progresiva,
hasta llevarla á aquel estado de aniquila-
cion que pide la integracion de la sociedad
civil.


Vimos que á falta de una fuerza p.0,-
litica fué necesario recurrir á una fuer-
za teocrática; considerar como delitos re-
ligiosos los que eran delitos públicos;
que en lugar de castigar á los reos de
estos delitos como delincuentes , fué ne-
cesario inmolarlos á la divinidad como
sacrílegos. Vimos que para contener la
venganza en los ofendidos , para dar lu-
gar á las composiciones , y preparar de
este modo los hombres á encomendar á la
fuerza pública, , así la guarda de sus de-
rechos como la venganza de sus agra-
vios , fué necesario introducir los asilos,
las inmunidades sagradas , y las treguas
religiosas. Vimos que los legisladores para
dar á sus leyes aquella fuerza que no po-
dian esperar de otra parte, fué necesario
que la hicieran descender de los cielos,
suponiendo que los dioses lo habian así
ordenado ; que se retirasen en las cuevas
donde se creía que residia ó hablaba la


de la legislacion. I
divinidad, de la qual no hacian mas que pu-
blicar los oráculos ( ). Vimos, finaluente,
que para conseguir todas estas cosas fué ne-
cesario dar al cuerpo que administraba la
religion la influencia principal en los nego-
cios que en otro estado de la sociedad per-
renecerian y deberian pertenecer entera-
mente al cuerpo que administra el gobier-
no. Así todo lo que se ha hecho y se debla
hacer para llevar la sociedad á su integra-
don, es manifiestamente contrario á lo que
se debe hacer guando se ha llegado á este
término. Pero se conservan infelizmente
muchos restos de estas antiguas institu-
ciones , en unas partes mas , y en otras
menos ; aun guando no solamente no son
ya útiles porque no sirven para el uso que
se introdujeron, sino que se hacen perni-
ciosas á la sociedad, de la qual debieran
haber sido enteramente proscritas. Esta es
la tercera série de males que el legislador
debe evitar en la religion.
4. A estos males que son los restos de las


antiguas instituciones del Estado bárbaro
(x) Véase el capitulo 7. del libro primero, y


el 9. del libro 3.




16 ciencia
de la sociedad, se añade otro que tambien
lo es de este estado anterior; pero depen-
de ántes de la manera de pensar de los
bárbaros, y de la influencia que ésta tie-
ne sobre su religion, que de las institu-
ciones políticas y religiosas de aquel
tiempo.


El bárbaro en quien la idea del 'ór-
den , de donde nace la de la justicia, 6
no existe, ó es muy obscura , que no de-
sea, no aprecia, no respeta y no honra
sino la fuerza; el bárbaro para quien las
sedales que manifiestan la opinion de la
superioridad de la fuerza son las que úni-
camente lisonjean la vanidad del mas
fuerte, y por consiguiente el mayor mé-
rito del mas débil para con el mas fuer-
te, la cosa que mas estima consiste en las
señales exteriores de obsequio y de ho-
menage; el bárbaro, digo yo, reconocien-
do en la divinidad un sér mas fuerte, y
suponiendo en ella el mismo modo de pen-
sar, comunica á la religion el mismo esp í


-ritu , y pone en el culto externo todo el
mérito de la piedad. Pues este error, que
mudándose con el estado de la sociedad


de la legislacion. 17
el modo de pensar de los hombres, debe-
ria tambien desaparecer con las causas que
lo han producido, sobrevive muchas veces
á los tiempos y á las circunstancias que lo
han causado , y sus perniciosos restos se
conservan en unas partes mas , en otras
menos; y se transmiten aún á las socieda
dades civilizadas por la naturaleza mis-
ma de la religion, ó por la ignorancia,
por el interés de los sacerdotes, ó por las
tres causas juntas. Este es otro mal que
debe evitarse.


. Toda religion está amenazada de
dos especies de males opuestos entre sí,
6 del espíritu de irreligion que priva á la
sociedad de su útil influencia, ó del . es-
píritu de fanatismo que la hace instru-
mento de las calamidades valblicas y pri-
vadas , y de los delitos. Estas son las dos
últimas especies de males, y quizás las
mas considerables, de las quales la legis-
lacion debe preservar á la religion; y de
este modo hemos generalizado con la abs-
traccion y brevedad mayor que nos ha
sido posible los bienes que el legislador
debe buscar en la religion , y los males


2101110 X,
E




18 Ciencia
que debe evitar. Demos ahora otro pa-
so, y procuremos ver quáles sean las re-
laciones que las diversas religiones tienen
ó pueden tener con estos bienes, y quáles
son las que tienen , ó pueden tener con
estos males. Este examen es necesario pa-
ra ver por qué medios el legislador debe
conseguir estos bienes, y evitar estos ma-
les en las diversas religiones, Mas para
proceder con acierto es necesario deter-
minar antes la naturaleza de las religio-
nes, y no debemos omitirlo por la dificul-
tad de la empresa. Es cosa agradable evi-
tar los obstáculos; pero el arte consiste
en vencerlos , y la perfeccion supone es-
ta victoria. Empezémos pues por lo mas
dificil 5 quiero decir , por las falsas reli-
giones, y despues de haber explicado ple-
namente lo que es relativo á ellas, pasaré-
mos á hablar de la verdadera con el mis-
mo órden,


de la legislacio% 19


CAPÍTULO IV.


Del politeísmo.


Para generalizar los principios legislati-
vos relativos á esta religion ; para en-
contrar en medio de las diferencias de
que es susceptible y lo será siempre,
las relaciones universales que todos los
particulares politeismos aunque tan dife-
rentes entre sí , deben tener por su esen-
cia y naturaleza con los indicados bie-
nes y males; para partir finalmente • de
estos datos á la investigacion de las ope-
raciones legislativas que deben depender,
6 que como tales podrán por consecuen-
cia estar fundadas sobre los principios de
una oportunidad universal y eterna ; para
conseguir todo esto, digo yo, es necesa-
rio generalizar el objeto mismo de nues-
tras investigaciones ; es necesario formar
de todos los politeismos que han existido,
existen y pueden existir , un politeismo
abstracto que sea como la especie que com-


a 2




2o Ciencia
prebenda todos estos individuos ; es nece-
sario penetrar en este caos de objetos, en
los quales son tan ocultas las semejanzas
y tan visibles las diferencias con aquella
penetracion profunda y colectiva que ha-
ce descubrir al filósofo la uniformidad
en aquellas cosas en las quales el vulgo
no vé, y no encuentra sino desemejanza;
es necesario descubrir la naturaleza y el
origen de este culto, y hallarla en la na-
turaleza invariable del hombre y en las
circunstancias universales del género hu-
mano.


Supongamos al hombre abandonado á
sí mismo, quiero decir, el hombre que se
ha apartado de la tradicion original y
no ha recibido la luz de la revelacion,
privado de conocimientos y de luces, ro-
deado de las tinieblas de la ignorancia que
preceden y acompañan origen y la
fancia de la sociedad; volvámoslo á po,-
ner en el estado por el qual todos los
pueblos han debido pasar , y en el que
aun . hoy- se palla una considerable por-
cion del género humano; combinemos las.
ellexiones sobre los efectos de esta po si-


de la legisTacion.,
clon unilersal con • la..que nos dán las pro-
piedades -universales de la naturaleza bu-
mana; y de esta posición combinada con
aquellas-propiedades,.deduzcainos los pri,
meros anillos- de aquella cadena teoló-
gica en torno . -de la qual gira :el poli-
teísmo de todos los ._ pueblos. y: detodos
los tiempos._
15.!


1-iay. ...en .la naturaleza humana un
constraste de finito •_de "infinitos que ob-
servado profundamente por el filósofo,
le ofrece la razon de muchos. fenómenos
morales,- y le hace desctibrir el ;origen--de
muchos hechos. Si observamos_ nuestras
fuerzas.. y nuestras potencias, , hallamos
nuestra naturaleza finita _y terminada;
pero si reflexionamos sobre nuestras con-
cepciones y apetitos , vemos esta misma
naturaleza participar del infinito , pudien-
do ella, concebir en alguna manera el ser
infinitovy apetecer también un bien infi-
nito, y infinito número de cosas. El hom-
bre ignorante no ha podido seguramente
raciocinar como nosotros sobre este con-
traste inexplicable ; no lo ha descubierto
corno nosotros , pero lo ha sentido como




22 Ciencia
nosotros.- Los sentimientos- opuestal
esta participacion de finito é infinitónie la
naturaleza humana debe dispertar, nece-
sariamente han debido :obrar-sobre él co-
mo obran sobre nosotros; y sirio7han- ex-
citado su reilelion, por Io mismo han in-
fluido con mayor fuerzá sobre sus opinio-
nes, puesto que á medida que son menos
extensas_ las luces de Su razon, es mas in-
mediata y Más fuerte la influencia de los
sentimientos. -
--e- Deteniéndonos. un poco sobre esta re-
flexion , y_ buscando lo que únicamente
interesa á nuestro argumento, hallarémoá
fácilmente la -causa universal , 'origen y
naturaleza del •oliteismo. Hallaremos el
sentimiento de la propia debilidad conde=
cir el hombre á la primera idea de la di-
vinidad, y elzsentfiniento opuesto de per-
feccion envolver.e-sta idea en


.
-los errores,


sobre los qualls4w,..
.orgullosa- igribranciá


de los hombres ha levantado irionstruo-
so edificio esta insana religión, que
por mas diversa que sea en sus modifica-
ciones que en los diversos lugares y tiem-
pos ha sufrido, siempre se hallará que es


de la legislacion. 23
una, y laJuisma en su origen y en su na-
turaleza.


El hombre afectado del sentimiento
de su debilidad, penetrado del temor que
dispertaban en él los terribles fenómenos
de la naturaleza, oprimido del sentimien
to de la impotencia de sus facultades pa=
ra alejarlos , ha debido fijar sus refletit
nes sobre estos fenómenos ; suponer una
fuerza y una. potencia qUe los causaba;
reconocer su superioridad , y en el- des-
consuelo en que le precipitaba el senti-
miento de su debilidad. guando • esta fuer-
za amenazaba su ruina , le ha sido pre-
ciso invocada, no teniendo contra ella
otro refugio.


Este es -el primer paso que el espí-
ritu humano abandonado á si mismo , y
en la situacion universal., en la que be-
rnos supuesto que estaba , ha debido dar
bácia la religion ; y en efecto , es el pri-
mero que ha dado. Este es el reyno de
uranos llamado cielo por los latinos ,
la época en la que la fuerza desconocida
que agitaba la naturaleza y alteraba á
los hombres, era el objeto único de los vo-




24 CienCia
tos y del culto de los mortales atemori-
zados (i).


Este primer paso hubiera podido ser
el único, puesto que como veremos des-
pues , en las naciones donde fueron los
mismos los iniciados, que participaban y
que eran escogidos entre los mas sabios del
pueblo , despues de largos errores y en
medio de las luces de la mas extensa ci-
vilizacion, vollrjeron á aquel punto donde
-4/1Jprimeros padres naturalmente habian
-llegado ; mas era mas fácil .que los hom-
bres retrocedieseo, que no , que se parasen
y se detuviesen. El espíritu humano afec-
tado de dos sentiniientos opuestos que pro-
ceden de aquel contraste de lo: irrito y delo infinito que se observa en da natura- -
leza humana debia resentirse pronto en
sus opiniones religiosas del sentimiento
opuesto al que lo habia dispertado des-
de el principio. Si= el sentimiento de la
propia debilidad le condujo á invocar y
adorar Id fuerza ó potencia desconocida"
que agitaba la naturaleza , amenaza-


(0 N. D. T. Esta verdad la hallamos con-


de la legislacion. 25
ba su ruina , y excitaba sus temores ; el
sentimiento opuesto de la propia perfec-
cion combinado con la ignorancia en la
qual se hallaba, y en que lo hemos su-
puesto, debió hacerle como le hizo en efec-


armada en los escritores mas antiguos. Hesiédo
nos dice en su teogonía que en la religion anti-
quisirna de la Grecia que nos representa con el
velo de una fábula , solo se invocaba la fuerza
desconocida que agitaba la naturaleza , bajo el
nombre ó la idea de Urano: á Cieio , sin que
ninguna otra deidad participase de este culto,
por consiguiente en esta. época era desconocido
el politeismo. Porfirio .confirma esta misma ver
dad , asegurándonos que al principio la re liginn
estaba reducida á prácticas muy sencillas y pu-
ras , y á ideas muy diferentes de las que en su
tiempo reynalian; que no se adoraban figuras sen-
sibles, ni se habian sacrificios sangrientos , ni se
habian imaginado tantas genealog .Las de dioses,
.sino que se rendian homenages puros al primer
principio de todas las cosas, se le dirigían fervo-
rosas oraciones , se imploraba su socorro , y de
este modo se reconocia . su soberano dominio. He-
rodoto hablando de los primeros habitantes de
Greda nos asegura que adoraban confusamente
muchos dioses , que no distinguian ni les daban
n ombre particular, que es lo mismo que decir-
rios q!.e adoraban tinicinente la fuerza tlesco no


-eio'a, Ea los demás pueblos, si hemos de juzgar
Por los monumentos que nos han quedado , se




26 Ciencia
to muy pronto poiiteista y antropornoifita.
1\'o teniendo los hombres en este estado de
cosas conocimiento alguno de las leyes
naturales , y mucho menos de aquélla,
que es la última que se adquiere y que


véa las mismas ideas religiosas. En el fragmen-
to de Sanconiaton que Eusebio nos ha conser-
vado, hallarnos que los primeros habitantes de la
Fenicia solamente adoraban á Belzemen , que
quiere decir,


,Ser7or del cielo, á él solo le dirigian
sus votos y le hacian sus oraciones. Apolodoro,
que escribió la historia de los Caldeos, nos dice
hablando de los dioses , que Celo fué el primero
que reynó sobre todo el universo, y que al prin-
cipio esta nacion no reconoció ni dió culto á
otra divinidad. El mismo Her000to nos asegura
que los primeros Persas expresaron la divinidad
desconocida y antigua con la fórmula de la vas-
ta extension de los cielos. Estrabon nos confir-
ma Cambien esta verdad , y dice que llama-
ban luyeron al supremo Dios que adoraban.
El dios jarro , 6 dios de los dioses que los pri-
meros habitantes del Lacio adoraban , era la
fuerza desconocida, como se colige de Macrobio
en sus saturnales, de los poemas antiguos de los
sábios, y de la etimología que nos dá Cornificio
fundándose en la autoridad de Ciceron. Los ami-
ouismos libros de los Chinos , de los quales aun
se conservan tinco que ellos llaman los Ifink,
nos manifiestan claramente que el culto prime-
ro de esta nacion se reducia á la adoracion


de 7a legislacion. 27
supone el último grado de los conoci-
mientos humanos, es á saber, el conocer
y - cOncebir, que nosotros no rodemos, ni
podremos jamás conocer y concebirlo to-


CaYcle aquella fuerza • dl:sconoci d a , nue los Griegos
llamaron Uranos ó Cielo, los Fenicios Belzemen ó
SelOr de los Cielos , los Pers7s la 'vasta é'xten-
sion de los cielos, los antiguos latinos ja •o, ó ed
universo d el cielo', y' que ellos llamaron . C7rállIi
d'Tiéri, que en sn4erigua significa la misma cosa,
es á saber, el cielo ó la fuerza que domina en •el
cie; 16: 1Despues que estos pueblos cayeron en el
politeismo, siempre conservaron un nombre par-
ticular á su primitiva divinidad , que manifesta-
ba quál !labia sido su primitiva religion y su
MaS IOntiguo culto ; y este nombre asi en las na-
ciones cultas como en las •salvages no significa
otra cosa sino alto señor ó simplemente se-
flor, lo que manifiesta con evidencia que ro
significaba al prinéipio sino un soló objeto, pero
confuso é indeterminado , que ro podio ser otro
Sin6 la fuerza desconocida de la qual habla-
rnos. Es verosímil que el Tuiston que era la pri-
mitiva deidad de los Germanos, y el Esos de los
Galos, significaban la misma cosa, pues esta di-
v;nidad en medio del politeismo no la represen-
taban estas naciones • con figuras , imágenes , ni
con ningun emblema, ni tenian templos, ni aras.
Los sagrados ritos , los sacrificios v votos Y "
fin todo el culto se hacia en les tos.qties y al pie
de una encina. Y así el Dios supremo en muchos




28 Ciencia
do ; privados de aquellos socorros ,


y-de
aquellas circunspecciones que en la .aye7
riguacion de las causas y de los fenóme-
nos naturales suministran-las ciencias y


pueblos no tenia ningun nombre, como el que
adoraban los Asturianos, los Cántabros, los Cel-
tíberos , y muchos otros pueblos adoraban un
Dios desconocido como nos lo asegura Estrabon.
Los indios del Brasil imploraban el Dios supremo
que no tiene templos, ni altares, ni nombre. Los
Megicanos en medio de la multitud de los dio-
ses que adoraban, reconocian un Dios supremo,
y lo indicaban mirando al cielo con veneracion.
Lo que prueba que estos pueblos no conocian
al principio otro dios que la fuerza desconocida
á la qua' imploraban y honraban sin darle .nom-
bre particular , porque era obscuro ó indeter-
minado el objeto de su culto, y porque no nece-
sitaba de ser distinguido de ningun otro por ser
único; y á éste lo han puesto á la frente de to-
dos los deint's , como el mas antiguo, despues que
las naciones han caido en el politeismo. La mis
tina voz dios que significa fuerza, confirma tara.-
bien esta opinion. Por lo qual los primeros pasos
que han dado los hombres ácia la religion en
tantos pueblos, paises y tiempos tan diversos
tan distantes, siendo tan uniformes, confirman las
ideas que nuestro autor acaba de expresar sobra
]a teogonia gederal de la mayor parte del género
humano , que es muy conforme á la teog0M3
particular de cada nacion.


de la legislacion. 29
la experiencia de los errores humanos;
penetrados tambien de aquella orgullosa
manía de querer y poder explicar todo
lo que inspira el sentimiento de la propia
perfeccion combinada con la ignorancia;
viendo la guerra aparente que se hacen
las diversas potencias de la naturaleza, y
no pudiendo explicarla de otra manera
que con las ideas de inteligencias diver-
sas que dirigiesen estas distintas fuerzas
y diversas potencias; y no pudiendo final-
mente por el mismo sentimiento de la pro-
pía perfeccion suponer en estas inteligen-
cias una naturaleza distinta de sí mismos,
personilicaron estas fuerzas y estas poten-
cias, les dieron su sentido y vida , las in-
vocaron y adoraron como mas fuertes
que ellos , les dieron como dice Aristóte-
les no solamente las formas humanas ,
sino cambien sus maneras de vivir y sus
afectos; y si les dieron una cabeza, y hu-
bo entre ellos un m'nen superior distinto;
si conservaron una prerrogativa al númen
antiguo , como á aquel que creían que
presidia al órden sucesivo de las cosas,
le mudaron frecuentemente hasta el nom-




30 Ciencia
bre, porque concibieron nueva idea limi-
tada, circunscrita, superior , pero no de-
semejante de aquélla que se habia.n for-
mado de los otros dioses.


_Este fué y será siempre el origen del
politeísmo combinado con el toitropomorfi-
tismo; éstos fueron, son y serán siempre
los primeros anillos de aquella cadena
teológica , en torno de la qual ha dado
vueltas en todos tiempos el politeísmo de
todos los pueblos; y éste es el reyno de
Saturno y de los Titanes que destruye-
ron el reyno anterior , y mutilaron al
gran padre, esto es , la época de este se-
gundo culto en la qual ya no dirigieron
solamente sus votos y rindieron sus ho-
menages los orgullosos mortales á la filer-
za desconocida y universal , sino que la
dividieron en muchas y particulares po-
tencias de la misma naturaleza 9 en la
qual el gran padre fué mutilado, esto es,
la idea de la fuerza desconocida y univer-
sal fué limitada, porque yá no fué consi-
derada como la única y universal regu-
ladora de la 'naturaleza, sino solamente se
le atribuyó la funcion principal de ella,


de la legislacion. 31
qual era la que se manifestaba en el giro
de los astros, en el retorno de las esta-
ciones , en la sucesion de las cosas ; y
que por esta razon ya no la expresaron
con el nombre de Uranos ó Cielo , quie-
ro decir, de aquello que la abraza y con-
tiene todo ; mas con el nomly


e de Cro-
nos ó Saturno , que no significa sino lo
que se revuelve y gira, esto es , el tiem-
po que mide las revoluciones celestes; que
sucedió al reyno anterior , porque fué
adorado , no ya con la idea y nombre
antiguo, sino con la idea y nombre nue-
vo (i); que es depositario, y ministro de


(i) N. D. T. Del mismo Hesiódo se colige
que el númen que al principio fué adorado con
el nombre y la idea de Uranos ó Cielo, despees
lo fué con la idea y el nombre de Cronos ó Sa-
turno. Los mismos dioses en este poeta son hi-
jos de Saturno y de Rea , del cielo y de la tier-
ra; á la tierra bajo de este nombre la hace mu-
ger del cielo y madre de Saturno , y bajo el nom-
bre de Reo la hace hija del cielo y muger de
Saturno. El mismo dios con diversos nombres y
d iversas ideas tenia la misma muger con diversos
n ombres y diferentes ideas. tronos es lo mismo
q ue Uranos; pero tiene una idea mas limitada.
.Rea es lo mismo que tierra ; pero con idea mas
li mitada, porque tierra significa todo el planeta




32 Ciencia
los decretos del fato ó de aquella prime-
ra ley que 'labia prefijado el Orden su-
cesivo y perenne de las cosas, y á la qual
los dioses mismos estaban sujetos; porque
produce en su Orden de sucesion las mu-
taciones prefijadas (r) , las revoluciones,
todos los sucesos insertados en la gran
cadena del fato, que tiene dos semblan-
tes para representar lo futuro y lo pasa-
do; y que devora sus propios hijos, por
lo que llamamos globo terráqueo, y Rea solan3en-
re lo que propiamente se llama tierra. Tales son
las ideas de este poeta en su teogonfa.


(i) El mismo poeta nos dice que CrOlIOS
recibe de su padre Urano: los secretos del des-
tino sobre las revoluciones futuras , y que sus es-
fuerzos para suhstraerse de sus decretos son
inutiles. Los antiguos creían que el faro era una
ley que el supremo numen habla establecido,
desde el principio de las cosas, á la qual él mis-
mo estaba sujeto despues de haberla establecido,
y él mismo era el depositario de esta ley , lla-
mándose al principio Tiranos ó Cielo, despues
conos ó Soturno, y ultimamente yove ó 7ú-
piter. Estas ideas tan vastas y tan extensas del
fato no se formaron en un momento en el estado
en que los hombres se hallaron guando dieron
este segundo paso en el culto religioso, sino pro•
gresivamente y por grados. El primer paso de
la religion le dieron los hombres ántes de formar-


de la legislacion. 33.
que consume, y destruye sus obras (1).


Hay una progresion en los errores,
como en las verdades. Unas y otras pro-
ceden del entendimiento humano, el que
siendo reflexivo con dificultad se detiene
en los primeros pasos que dá en estas re-
giones opuestas.


Esta verdad confirmada por la razon.
y por la experiencia nos suministra el
progreso natural del politeismo


del-


se las sociedades. Este segundo acompañó la in-
fancia de ellas. El rcyno de Saturno se 11..rnó si-
glo de oro , sin duda porque los hombres aun go-
zaban de la independencia natural , de la qual
Ovidio nos hace en sus metamórfosis una pintu-
ra tan hermosa, y los Romanos la representaban
todos los años en las fiestas saturnales. Los hom-
bres en este estado podidn adquirir algunas
ideas confusas sobre el órden sucesivo de las co-
sas que se manifestaban á sus sentidos, por la
relacion periódica de los astros y el , retorno de
las estaciones, y atribuir al numen primero el
origen y la presidencia de este órden ; pero no
extender y perfeccionar estas ideas para poderformar la indicada teoría del fato de los Toetas,
Y de la ley del órden de los filósofos, porque es-
to supone una sociedad mas perfecta y una cul-
tura mas extensa.


(1) N. D. T. Casi todos los pueblos se han
Tomo X.




34 Ciencia
qual hemos ya fijado el origen y mostra-
do los primeros elementos.


Personificada y deificada ya una par-
te de las potencias físicas de la naturale-
za, no era necesario hacer muchos esfuer-
zos para personificar las demás ; y divi-
dido el gobierno del mundo físico entre
varias inteligencias distintas, suponer la
misma cosa en el mundo moral. Los ím-
petus de las pasiones, muchas veces opues-


asemejado en los primeros elementos del politeis-
mo y en la restriccion súbita de la primera idea
de aquella fuerza desconocida que era el primero
y uuico objeto de su culto. Es indudable que
las primeras fuerzas particulares de la naturaleza,
que causan efectos mas grandes, mas prontos, y
mas sensibles, excitaron tarnbien mas la refle-
)(ton de los hombres , les causaron mayor ad-
miracion , y fueron el objeto de su culto y por
consiguiente los elementos del poli teisrno en to-
dos los pueblos. Y así los primeros dioses fueron
el sol , la luna , la tierra, el agua , el fuego, los
vientos , &c. En todos los pueblos despues de la
primera época de su culto ,quiero decir, del que
daban á la fuerza desconocida, ya se ven mo-
numentos que nos manifiestan que pasaron inme-
diatamente á dar culto á estas fuerzas ó poten-
cias particulares erigiéndolas en dioses. Desde
la India hasta las Gallias, desde la Etiopia y el


de la legislacion 35
tas entre sí, presentaban un fenómeno se-
mejante al de las guerras que se veían en-
tre las fuerzas naturales ; y era cosa na-
tural explicar por una causa semejante
efectos iguales. Las fuerzas morales de-
bieron pues tener particulares y distia:-
tas inteligencias , que las agitasen , la
uniesen, separasen y dirigiesen.


Egipto hasta las naciones hiperbóreas , así en
el antiguo corno en el nuevo Continente, se halla
confirmada esta verdad por la historia de todos
los pueblos. Que se consulte á Hesiódo, Estrabon,
Diodoro , los libros que los Chinos llaman sa-
grados que contienen su religion antiquísima,
á Máximo Tyrio, á César, y á Tácito, y lo que
nos refieren los viageros modernos sobre la reli-
gion de tantos pueblos nuevamente descubiertos,
y se verá la uniformidad del género humano en
este segundo paso dado en la religion y primero
en el politeismo. La misma uniformidad se halla
en la restriccion de la fuerza desconocida, que
fué la única que al principio se adoraba. La
misma idea del tiempo en todos los pueblos, la
misma division de la fuerza desconocida que agi-
taba la naturaleza en diferentes fuerzas particu-
lares, que presiden á la revolucion de uno de
los dos astros, y determinan los dias, los me-
ses y los arios el sol y la luna se convierten
en dioses de los pueblos, restringiéndose la idea
del dios antiguo, esto es, de la fuerza descono-


C 2




36 Ciencia
Por lo qual , los afectos y pasio-


nes debieron ser personificadas y deifica-
das como los elementos y los astros ; y
los hombres para alejar de sí y hacer
caer sobre los otros la tristeza y el te-
mor , debieron tambien erigir templos y


ciclo, en una fuerza é inteligencia particular que
preside á la sucesion de los tiempos y de las
cosas, y á la revoluaioa de uno de estos astros.
El sol era el dios que adoraban y reconocian
muchas naciones asi antiguas corno modernas
bajo diferentes nombres é ideas , que aunque
al principio se dieron únicamente á la fuerza
desconocida , despues se aplicaron al sol 6 á la
inteligencia que presidia á las revoluciones de
este astro. La luna participó de los mismos ho-
nores, y fué adorada como la suprema divinidad
por muchos y diversos pueblos en distintos luga-
res y tiempos. En cl antiguo Lacio, el dios 3a.
no era el dios del tiempo; y partió despues su
reyno con. Saturno , que era el Crunos de los
Griegos. El nombre . de Bifronte que tenia fano,
los dos rostros que tenian sus estátuas antiguas,
y el número de los dias del afeo que indicaban
sus dos riLinos , la opinion que este dios presi-
dia las calendas de todos los meses; todos estos
hechos nos persuaden" que habiendo conside-
rado estos pueblos á jallo como el universo , 6
el cielo ó el ET. 'anos de los Griegos, despues
le ad -oraron como su Croáos ó el dios del tiempo.


cíe la legislacion. 37
Atares al dios de la tristeza 5 y al mie-
do


( t).
Los errores de los sentidos debieron


venir al mismo tiempo al socorro de los
falsos raciocinios del entendirnienlo para
suministrarles su parte á esta prodigiosa
multiplicacion de dioses. Sabemos que la
noche que impide juzgar de la distancia
y recOnocer la forma de las cosas por la
obscuridad expone al hombre todos los
instantes á los juicios errados que ha-
ce de los objetos .que se le presentan. Re-
ducido á juzgar de un objeto por solo


(r) N. D. T. Ilesiúclo nos manifiesta clara-
mente esta progresion , diciendo en la invoca-.
clon á las musas: Ellas cantan en sus eternos
conciertos. Los dioses que nacieron al principio
del cielo y 'de la tierra , y los que descendieron
de éstos, que son los que distribuyen diversos
bienes. Los dioses que nacieron del cielo y de
la siervo fueron los Manos que mutilaron al
gran padre, esto es, las fuerzas y las potencias
de la naturaleza , que fueron adoradas las
pr imeras quano de la adoracicn de la fuerza
única desconocida se dió el primer paso en el
politeismo. Los que de estos se derivaron
fueron las demás fuerzas y potencias que los
Poetas divinizaron con sus fábulas y ficciones,
Y con diversos nombres é ideas. Estas fuerzas




3 S Ciencia
la grandeza del ángulo , esto es, por sola
la imágen que forma en sus ojos, necesa-
riamente debe suceder que estos objetos
desconocidos se alargarán y dilatarán
prodigiosamente al paso que se acerca
á ellos. Teniendo la extension de pocos
pies, guando estaba léjos muchos pasos,
la tendrá de muchas toesas guando diste
pocos pies. Si llega á tocar ó á reconocer
este objeto, Juego se acabará la ilusion, y
en el mismo instante el objeto que le pa-
recia gigantesco y monstruoso, ya no se
le presentará sino en su grandeza real y
no solo fueron las fisicas , sino Cambien las mo-
rales, corno los afectos y las pasiones. Tal es
el di froditis ó L'enus , esto es, el amor, las Fu-
rias, que son el furor , el Odio, el Desprecio, la
L'enganza y la Envidia que los Griegos y Ro-
manos divinizaron, la Enndacion , la Tristeza, el
Tentar y el Espanto. Estas dos deidades tenían
un templo en Esparta y otro en Roma. Vemos en
la tragedia de YEschiles intitulada de los ríete
delante tle Thebas , que estos siete capitanes ju-
ran por Marte, por Belona , y por el dios del
miedo en medio de los sacrificios, teniendo las
manos sumergidas en la sangre de las victimas.
Véanse á Hesiódo , Hornero y Ovídio , que nos
hacen unas pinturas muy vivas de todas esas di-
vinidades.


de la iegiSiaCiOn.
verdadera. Pero si huye, y no se atreve
á acercarse, es cierto que no tendrá otra
idea de este objeto que la imágen que ha
formado en sus ojos, y que realmente ha-
brá visto una figura gigantesca y extraor-
dinaria por su grandeza y por su. for-
ma ( a).Esta reflexion al mismo tiempo que
nos manifiesta que la preocupacion de los
espectros ó fantasmas , que es tan comun
en la plebe de nuestros dias, está funda-
da en la naturaleza , y no depende úni-
camente como se crée de la imaginacion.
Al mismo tiempo nos hace descubrir el
origen desconocido y universal de una
parte considerable de los elementos que
componen el politeismo de todos los pue-
blos y de todos los tiempos. Las sombras
modernas , los fantasmas , los espectros,
debieron ser considerados como otras tan-
tas divinidades por los hombres que ha-
bian ya dado el primer paso en el poli-


(1) Véase lo que sobre esto discurre el célebre
Buirou en la h i storia natural del hombre guando
trata del sentido de la vista , tomo segundo par-
te primera.




40Ciencia
teismo , que tenían la imaginacion llena
de fenómenos explicados todos teológica-
mente , y viviendo en un suelo mas sal-
-vage que el que nosotros habitamos, les
suministraba mas materiales á. estas ilu-
siones , especialmente siendo mucho mas
ignorantes que nuestra plebe moderna.
Los bosques, los rios, los lagos y el mar
se poblaron de divinidades nacidas de
estos errores ; la habitacion de cada fa-
milia estaba tambien cercada de ellas; las
cuevas y las cavernas obscuras de los mon-
tes las tenían en abundancia ; los hom-
bres debian hallarlas por la noche y en
las tinieblas por todas partes especial-
mente en los lugares obscuros ; y éste
debió ser el origen de las ninfas que iban
errantes por la tierra con el nombre de


(r), que Hesiódo sirviéndose de
de una bella imagen hace nacer de las go-
tas de sangre ca idas del cielo á la tierra
despues de la fatal mutilacion , esto es,


(i) N D. T. Las Ninfas no tenian morada
sino que discurrían segun Hesiódo por la in-


mensidad de la tierra ; y asi se veían y se ha-
liaban por todas partes. Los accidentes que las


de la legislacion. 41
poco despues de haberse introducido el
politeismo. Este debió ser tambien el ori-
gen de tantas otras ninfas (1) que ha-
habían hecho encontrar, quiero decir , que habían
producido la ilusion , dependiendo de meches
combinaciones, era imposible que fletan ajos y
permanentes, y asi tampoco lo podian ser lis nin-
fas. El nombre mismo de Ninfa parece que con-
firma maravillosamente la idea del autor, por
que quiere decir encubierta, oculta; y así se da-
ba tambien este mismo nombre a las nuevas es-
posas, porque andaban veladas y cubiertas. Todo
lo que se vé en la obscuridad, se k é tan confu-
vsaemenre que parece que está cubierto con un


lo.
(e) N. D. T. Hesiódo hace mencion de las


ninfas marinas hijas de Nereo y de Doris , de
otras tres mil hij-s del Océano, y de Teris, que
dispersadas acá y acullá , unas veces habitan
sobre la tierra , y Otras debajo del agua. Esta
anfibiedad de las Ninfas nos manifiesta bien
qu e en su primitivo origen fueron las ilusiones.
La ninfa que se habla hallado por la noche , ó
cerca de un rio , ó de una fuente , ó de un la-
go , de dia no se la veía , y ni aun quizás se
la volvía á ver por la noche , porque no con-
currían las mismas causas que habian produ-
cido la primera ilusion, y asi se decia con mu-
cha seguridad , que había desaparecido y se habia
sumergido e:1 el agua. A esto !,aten alusion los
. res versos de Hornero que refiere Pausanias, en
'Os gustes dice: 7 vosotras ninfas retiraras á




42


Ciencia
bitaban los montes cubiertos de árboles y
matorrales , los bosques, los lugares ma-
ritimos , los lagos , los ríos , las fuentes,
vuestras profundas cavernas , un viejo dichoso
os espera debajo de las aguas, idos 6 verlo, y
á brillar en su corte. No habla lugares mas
oportunos para favorecer la ilusion y el error
que los montes sombrios, los bosques, las fuen-
tes, las lagunas, y las cavernas marítimas donde
residian las ninfas. La ilusion desaparece en
acercándose el objeto, pero estos objetos eran
inaccesibles por los obstáculos que la misma na-
turaleza del lugar oponia, y por la alteracion
que causan en la imaginacion el horror y el te-
mor que estos lugares obscuros y solitarios son
capaces de excitar. Estas deidades han sido tatn-
bien recibidas en paises y tiempos muy diferen-
tes como en el Lacio, Mucho antes de tener re-
lacion con los Griegos , como nos lo asegura
Virgilio en su Eneida lib. 3. naciones me-
gicanas creían lo mismo que los Griegos, que
Jos ríos, fuentes, bosques y cavernas eran habi-
tadas de estas deidades. Los de Corea y los Chi-
nos tenian la misma creencia. En los Scitas,
Germanos, y Galos , reynaba la misma opinion.
En Ids antiguas leyes de la Noruega se hallan
algunas que prohiben adora!' los genios de 105
ríos, de los lagos , y de los sepulcros, lo que
nos manifiesta, que los antiguos habitantes de
este pais tenian la misma creencia. ¿Y de clóne.
de puede nacer tanta uniformidad de ideas en
pueblos y paises tan distantes , y


de la legislarían. 43
la mar y las cavernas marítimas , el de
los dioses Penates y de los Lares do-
máticos (1) que protegian la familia y
guardaban las casas porque se habian
visto alrededor de ellas ; éste tambien


diferentes? Es necesario que haya una causa del
todo semejante para producir los mismos efectos,
y ésta no puede ser sino la que el autor nos ma-
nifiesta.


(1) N. D. T. Los dioses Lares, tambien es-
taban escondidos en la obscuridad de la noche,
y liacian guardia al rededor de las habitacio-
nes para defenderlas, y para que con tales cen-
tinelas estuvieran seguros sus habitantes ; y
así se les consideraba como fantasmas, expec-
tros, y sombras nocturnas , porque esto significa
larva, de donde se derivó el de Lares. De aquí
podemos inferir , que el origen de estas divini-
dades domésticas fueron las ilusiones y los erro-
res de los sentidos , que la época de este origen,
sin duda alguna , corresponde á la que nuestro
autor les asigna en su sistema , pues entonces
los hombres aun estaban sepultados en las mas
densas tinieblas de su barbarie. Esta ignorancia
l es hacia mecho mas crédulos que á nuestros
pueblos, en los quales sin embargo de las luces
que por todas partes les rodean , la ilusion de
una pobre mugercilla que les asegure con buena
fe que ha visto un espirito, un fantasma , un es-
pectro , ó un duende, es bastante para acreditar
su existencia en todo el vulgo de una ciudad.en tiempos tan




44 Ciencia
el de los demonios llamados Lenivres (x),
que los antiguos consideraban como dei-
dades nocturnas porque se dejaban ver
solamente por la noche ; y éste el de los
dioses Manes (2) que tenian cuidado de los


(t) N. D. T. Los Lemures son dioses que
deben tainbien su origen al . ternor y al espanto.
Esta es la idea que Nonio nos ha dado de ellos
diciendo : Lemures sunt larva nocturno?: et ter-
rificationes imaginum et bestiarum. El rito con
el qual procuraban expeler de casa por las no-
ches huéspedes tan poco agradables , nos mani-
fiesta bien qué origen tuvieron. En la fiesta que
se celebraba por espacio de tres noches conse-
cutivas, en honor de estas deidades segun refiere
Varron , el padre de familia se levantaba á me-
dia noche de su cama , se llenaba de un sagra-
do espanto, hacía un cierto ruido con los dedos
de la mano, y dando unos golpes sobre un vaso
de bronce corno para alejar de sí estas dei-
dades malhechoras , y que no habla de volver los
ojos atrás guando arrojaba las habas por la espal-
da ; todo lo qual manifiesta evidentemente que
semejantes deidades no debian su origen sino á
las ilusiones que se habian excitado en la ima-
ginacion como efectos del terror , y que su an-
tigüedad corresponde á la época que nuestro au-
tor les asigna en su sistema.


(a) N. D. T. Los poetas Griegos y latinos
distinguian tres cosas en el hombre , es á saber,
el cuerpo, el alma y su sombra ó fantasma. 140-


de la legislacion. 45
sepulcros y de las sombras, que por la no-
che andaban errantes en torno de ellos,
porque se hablan encontrado cercada de e-
mero y Virgilio nos manifiestan esta doctrina
expresamente en varias partes de sus admirables
poemas; pero Lucrecio lo hace mas claramante
en los versos siguientes:


Esse Archerusia templa,-
Quo llegue permaneant anima , pique corpera


nostra.
Sed quedan: Simulacro modis palentia mivis.


Lucret. Lib. 1.°


Los Egipcios con poca diferencia tenian
las mismas ideas. Pítágoras habla ensefiado la
misma doctrina , y en casi todos los pueblos se
vé derramada la misma opinion en los tiem-
pos heróicos que corresponden á la época reli-
giosa de que hablamos. Estas sombras y estos
cuerpos sutiles que envolvian el alma , en mu-
riendo el hombre se separaban de ella y se
ll amaban manes; y despues se dió este nom-
bre á los dioses que protegian estas sombras y
los sepulcros al rededor de los quales estaban
errando por la noche, por cuyo motivo se les re-
comendaban los muertos como se vé por las in-
cripciones sepulcrales de los antiguos: D. M.
De is manibus. Es fácil conocer por lo que deja-


os dicho , que estas deidades nocturnas amigas
de la obscuridad de las tinieblas, deben su ori-
gen á las ilusiones del temor. La constante




46Ciencia
los y en medio de éstas; y finalmente , és-
te debió ser el origen universal de aquellos
monstruos deificados llamados Gigantes(1)
nion de los antiguos que las sombras no podiar•
andar errantes por la tierra y manifestarse á Jos
hombres sino por la noche, y que acercándose
la luz del din debian restituirse á los infiernos,
como Virgilio y Propercio nos lo dicen clara-
mente, especialmente este ultimo en aquellos
versos de la elegia 7. del lib. 4.


Nocte vago ferimur , vox clausas libera:
umbras.


Luce jubent leges Letielea ad :tagua rever-


Esta opinion , digo yo, que no solamente era
propia de los antiguos Griegos y Romanos, sino
que hoy mismo lo es de muchas naciones salva-
ges , segun nos lo refieren los viageros mas ilus-
trados, prueba con evidencia que no deben su
origen sino a la ignorancia , al error , y á las
ilusiones que el temor ocasiona en los hombres
bárbaros.


(1) N. D. T. En todos los pueblos, y en
tonos los tiempos, vemos pintados á los gigantes
como séres toostruosos de una altura prodigiosa,
de una fuerza extraordinaria , y de una audacia
que los hace venir á las manos con los dioses.
Viven en lás entrañas del mar, 6 de la tierra.
Hesiódo nos pinta á Coto, Briareo, y á Gige ca-
da uno con cincuenta cabezas y cien brazos, de


de la legislacion. 47
que habitaban en lo interior de los montes,
de los quales hallamos llena la mitologia
de todos los pueblos en todos los tiempos.
una fuerza incalculable, que saben arrojar cien
rocas de una vez. En el mismo Hesiódo Tifeo que
significa humo del fuego, y vapores inflamados,
tiene cien cabezas semejantes á la del dragon,
sus lenguas negras , sus ojos arrojan llamas, sa-
liendo de todas las cabezas un terrible fuego,
sus voces ininteligibles y diversas, sus gritos pe-
netran hasta los cielos , y resuenan hasta en
las montañas mas remotas; y en la guerra que
tiene con Júpiter se sienten terremotos, huraca-
nes, tempestades , erupciones, volcanes, incen-
dios y combustiones. Las mismas ideas se vén
en •iidio y otros poetas é historiadores an-
tiguos. Los gigantes arrancan de raiz los mon-
tes, y los lanzan contra los dioses, los amon-
tonan unos sobre otros, transportan el Ossa so-
bre el Pelion. Tifeo es aplastado con el peso
de Sicilia , y sostiene con su cabeza el monte
Etna. Los esfuerzos que hace para librarse de
este peso causan los terremotos , y su respiracion
inflamada causa las erupciones de este volean.
Diocloro llama las inmediaciones de Cuma el
pais de les gigantes; los campos flegreos eran su
atorada, y en el asalto dado contra los dioses
arrojan encinas , árboles , y rocas inflamadas.
Pausanias pone el pais de los gigantes en Palle-
na de Macedonia , y en en lugar de Arcadia
qu e está arrojando vapores inflamados. En las
tradiciones antiguas de los Egipcios, Tifon es un




48 ciencia
Mas sigamos el curso del espíritu hu-


mano en este laberinto de errores , y sin
exponernos á perdernos , los hallarémos
monstruo con muchas cabezas y manos ; sus
brazos se estienden hasta los confines del mun-
do , y su cabeza se esconde en las nubes; salía
fuego vivo de su boca , y abrasaba inmensos es-
pacios; su nacimiento había sido violento, pues
habia rasgado el vientre de su madre para
salir; un totbeilino de fuego lo había sumido,
y est daa acuito en las riberas del lago Sarboni-
do. Otras descripciones iguales á esta se ha-
llan en las demás tradiciones antiguas de los
Egipcios, y estas espantosas figuras se hallaban
pintadas en los atrios de los templos. El pue-
blo que asistia á los sacrificios , mientras se
cantaban las alabanzas de Osirídes, heria y lle-
naba de imprecaciones estas figuras por los ma-
les que cret: que hablan causado en el mundo;
pero no por esto, estas odiosas deidades deja-
b.:n de recibir sus hornenages, pues el mismo
Plutarco , que nos refiere ésto , nos dice que ha-
cian sacrificios á Tifon. En la mitologia de la
Scandinavia se habla largamente de los gigantes
y de sus guerras con los dioses; y aunque se
representan con imágenes horribles y grandio-
sas , no hay la mas mínima señal para poder
juzgar que se trataba de hombres gigantescos.
Estos gigantes están encadenados en las cuevas
profundas de ,la tierra : sus esfuerzos para rom-
per las cadenas hacen temblar los montes, y
causan los terremotos. Pallan dia negarán á roer


de la legislacion.
49


dependientes unos de otros , y con aquel
órden de progresion que al punto se pier-
de si este hilo se rompe ó se abandona.
par estas cadenas, saldrán de sus cuevas obscu-
ras para derribar del trono á los dioses, pasarán
á las bóvedas celestes por el arco del cielo , y
entonces el género humano sufrirá todo género
de calamidades. La historia del Ja pon en las
primeras edades del mundo no refiere sino los
combates de los dioses contra los gigantes, des-
cribiendo estos monstruos de la misma manera
que los poetas Griegos y Romanos, contando de
ellos las mismas proezas. En las tradiciones an-
tiquisimas del Indostan, se conservan las mis-
mas ideas de los gigantes y de la gigantoma-
quia ; que habian combatido contra los dioses,
y hablan sido vencidos ; que uno habla abier-
to horribles simas, otro habia herido al sol y
á la luna, otro habla preparado abismos en los
quales se habria sepultado la tierra; finalmente
Otros habían sido aplastados por las montañas
que hablan arrojado contra los dioses, y que es-
tos se las habian vuelto con mayor ímpetu.
En la América se vé en todas partes la misma
creencia y las mismas ideas sobre esta mate-
r ia. En el mundo nuevo, asi como en el antiguo,
se halla la tradicion de los gigantes y de su
guerra contra los dioses que habitan las mon-
tañas que causan los terremotos, por cuyo mo-
tivo creyendo que en estas ocasiones los espíri-
tu s quieren apoderarse de su pais, estos salva-
ges tornan las armas, y arrojan dardos y piedras


Tomo X,




50Ciencia
Hemos visto como de la deificacion de
algunas fuerzas de la naturaleza, se debe
pasar á la deíticacion de las otras; y co.


contra las mismas montañas creyendo que de
este modo Jos repelen. Se vé que estas ideas
son las mismas en todas las naciones del mun-
do : ¿quál puede ser pues h causa de este error
tan comun y tan universal Es muy regular que
en las catástrofes de la tie ra , las montañas ha-
brán Ilainacio la atencion y excitado el temor ea
los míseros mortales mas que todas las demás
cos,:s; los terremotos que han despedazado las
rocas, abierto los montes, los han transporta-
do de una á otra parte, y algunas veces los han
puesto unos sobre otros; las espantosas erup-
ciones volcánicas , los horribles incendios que
han abr,sado inmensos espacios, y producido
alteraciones considerables en los mares vecinos;
todos estos fenómenos extraordinarios hacen im-
presiones tan fuertes sobre el espíritu de los
mortaks , que su idea podrá alterarse pero no
borraPse. Supongamos, pues, que estos sucesos
extraordinarios hayan precedido 6 acompañado
la época religiosa en que se estableció el poli-
teistuo, y que en esta catástrofe por un error
ce los sentidos , por una ilusion en virtud de
una combinación de causas, se haya visto un
grande fantasma 6 espectro cerca de alguna mon-
taáa ó sobre ella misma. Este espectro cierta-
mente será la inteligencia que habita esta mon-
taña, el gigante de una figura monstruosa que
causa todos aquellos movimientos, el que lanza


de la legislarion. 5
mo de la deificacion de las fuerzas fisi-
cas , se debe pasar á la deificacion de las
fuerzas morales , esto es , á los afectos y
pasiones del ánimo. Hemos visto como de
los errores de la vista debió proceder
otra numerosa legion de deidades, cuya
inspeccion y funciones han podido ob-
servar los lectores. No son menester mu-
chos esfuerzos para conocer que el espí-
ritu humano, como hemos dicho, siendo
progresivo y consiguiente, no podia de-
tenerse en este punto de su camino. Así
en el error como en la verdad, las con-
secuencias mas inmediatas del primer er-
ror se hacen principios de otros errores;
y de la combinacion y extension de estos


las rocas, el que está encadenado y hace esfuer-
zos para romper sus cadenas, el que arroja fue-
go contra el cielo, y el que hace la guerra con-
tra los dioses. Las mismas ilusiones, los mismos
errores de los sentidos que han hecho nacer las
otras ridiculas divinidades, son causa bastante
eficaz para introducir las ideas extravagantes y
fantásticas de los gigantes , como las leemos
en los poetas y en las tradiciones fabulosas de
casi todas las naciones, en la infancia de las so-
ciedacies, y en la época de su barbarie y
grosería.


D 2




ciencia
resultados erróneos , pero remotos reci-
be nuevos incrementos la cadena de los
errores, en la qual si la relacion de los
ulteriores anillos con el primero desapa-
rece , guando se quiere encontrar ende-
rechura „ de ninguna manera se hallará,
sino volviendo los ojos á los anillos in-
termedios que la forman. Esto es lo que
se observa en el progreso universal del
politeismo.


Si los afectos y las pasiones de los
hombres tenian distintas inteligencias que
disponian de estas fuerzas morales ¿por
qué no debian tenerlas las virtudes y los
talentos ? (t)


Si las pasiones viciosas podian consi-ii


(1) N. D. T. Las virtudes y los talentos
tuvieron cambien sus dioses protectores. Del
dios del honor y de la buena té nos hablan
Plutarco y Ciceron como de dos divinidades
que los Griegos y Romanos adoraban: las de la
justicia y de la equidad invocadas con los nom-
bres de Temis, Astrea, y Dioe por los Griegos,
y de Sidic por los, fenicios; las de la misericor-
dia y de la piedad , que se adoraban en el cé-
lebre templo de Roma llamado por antonoma-
sia ./Isilo; la de la prudencia llamarla Metis
ante Hesiódo dice que fué la primera esposa de


de la legislacion• 53
dorarse bajo el dominio de alguna dei-,
dad, ¿por qué los mismos vicios no ha-


yúpiter ; de la verdad llamada Aletéa , que
unos la hacen hija de jr;piter y otros del tiem-
po; la que presidia á la observancia de los ju-
ramentos llamada Stige ; la del pudor y de
la pudicicia que tuvo dos templos en Roma,
porque 1.1s. matronas Romanas tenian á menos
sacrificar á esta diosa juntamente con el pueblo.
El del silencio y de la discrecion llamado
.drpc(crates , que los latinos invocaban bajo el
nombre de diosa Angenora, á la qual a..ociaron
el dios Aiur Locutius, ó el dios que hace ha-
blar oportunamente; la diosa de la memoria lla-
mada Mnernosime; y las nueve musas hijas su-
yas y de Júpiter ; la diosa Armenia , y las tres
gracias .dgalia, Talia , Eufrosine, hijas de Jú-
piter y de la bella Eurinoma, que eran las
que dispensaban cl dón de agradar , y las que
inspiraban la virtud del reconocimiento; y asi
los habitantes del Chersoneso, agradecidos á los
Socorros que hablan recibido de los Athenienses,
levantaron un altar non aquella inscripcion tan
aplaudida de Demóstenes: A la gracia que pre-
side al reconocimiento. El Prometen de los Grie-
gos era el dios de la industria; la diosa Pito
de los Griegos, y la Suadela y ,Suada de los
Latinos era la diosa de la persuasion, el Thoth
d e los Egipcios , el Taaut de los Fenicios, el
Ermetes de los Griegos , el Teutates de los Ga-
l os, el Erminsul , ó Erminso, de los Germanos,
Y el Mercurio de los Latinos, eran los dioses de




54 Ciencia
bian de pertenecer tambien á otras dei.
dades 1)
la elocuencia y de la sabiduría; y aun en algu-
nos de estos pueblos, del hurto y de la rapiña,
lo que en la infancia de las sociedades se tenia
como muy honorífico y glorioso, como nos lo
dice Thucidides en el libro primero de su his-
toria. Los Griegos con el nombre de Atena
Pallas, y los Latinos con el de Minerva, nom-
braban á la diosa que presidia á las artes, á las
ciencias y á la industria. La caza tenia tam-
bien en todos los pueblos su particular divinidad;
y en fin, no ha habido arte buena ó mala, in-
dustria, habilidad y talento , que no haya teni-
do su divinidad en estos tiempos salvages; vi-
cios y virtudes, todo se poma bajo la protec-
cion de los dioses, y la imaginacion del hom-
bre era prodigiosamente fecunda para inven-
tarlos.


(a) N. D. T. Los vicios tambien tenian sus
dioses particulares, la mentira, la calumnia, la
venganza , los fraudes, los robos, los amores ilí-
citos; en fin, no habia vicio por infame que fue-
ra que no tuviera algun dios protector á quien los
viciosos dirigian sus votos, incensaban sus aras,
le hacian oraciones, y le invocaban para que les
fuera propicio para cumplir sus deseos. La dio-
sa Laverna, protectora de los ladrones y de los
hurtos , en el Latío tenia altares y bosques con-
sagrados en lkoma; y los ladrones tenían buen
cuidado de ofrecerle una rarte de sus robos
para que les fuera propicia; y á los ladrones les


de la legislacion. 55
Y si las pasiones las virtudes los


vicios y los talentos reconocían igual-
mente la distinta influencia de las deida-
des particulares., por qué no debía ex-
tenderse tambien la misma opinion sobre
diversos bienes y diversos males? (r)


Si los ímpetus de las diversas pasio-
llamaban por esta causa Laverniones. En Plan-
to tenemos la comedia titulada Cornicularia, y
en ella un ladron hace esta oracion á Laverna:
Mai Laverna in furtis celtrasis ,nunus : ó La.
versa , haz mis manos ligeras en los hurtos.
Los vendedores que querian defraudar á los
compradores, tambien la miraban como su pro-
tectora ; y en el discurso del tiempo extendió su
imperio sobre los hipócritas y toda especie de
impostores, como se colige de aquellos versos
de Oracio.


Pulcra Laverna
La n:ihi fallere; da justo sanctoque videri.
Noctem peccatis, et fraudihus objice nuvem.


Lib. i.° od. x6.


(I) N. D. T. En la religion de los Griegos
!labia deidades de diversos bienes y de diver-
sos males. Dioses del ardor impetuoso y de la
v ictoria; del vigor y de la fuerza ; de la espe-
ranza y de la fortuna ; del consuelo, de la ce-
lebridad , de la ocasion, de la oracion, de la
seguridad , y deidades opuestas á todas estas
de todos los males y calamidades que afligen al




5 6
Ciencia


nes se atribuían á deidades diversas que
disponian de estas pasiones, ¿qué mara-
villa que la impotencia de alejar de nos-
otros un pensamiento que nos turba, y la
accion de los remordimientos que persiguen
al cupable contra su voluntad , haya dis-
pertado la idea de otras deidades que dis-
género hamano, y todas eran parientas segun
Hesi6.1o. Los Latinos adoptaron una gran par-
te de estas deidades, y crearon otras muchas,
personificando y deificando todos los delirios de
una i maginacion exáltada ó abatida , levantán-doles aras y ofreciéndoles votos y oraciones, y
dándoles un culto regular y muchas veces ex-
travagante; y así Ciceron considerando estas
extravagancias clecia.z.-.-


_.los hombres estuvieron
tan sumerzidos en el error, que no solamente
dieron el nombre de dioses eí lar cosas perni-
ciosas, sino que les establecieron un culto reli-gioso. Remar un templo de la Fiebre sobre el 3.
monte Palatino , otro de Orbona (que era ladiosa que presidía en la muerte de los hijos), y
un altar d la mala fortuna sobro e! monte Es-
quilino.=-De la naturaleza de los dioses lib. 3.La
guerra cambien , aunque azote del género humano,
ha tenido en todas las naciones su deidad par-
ticular. En fin no hay pueblo ni antiguo ni mo-
derno , que no baya tenido sus dioses benéficos
y maléficos á quienes han rendido sus hornena-
ges, 6 para que les hicieran bien, ó para que no
¿es hicieran mal.


de la legislacion. 57
ponian del pensamiento y de los remor-
dimientos? ( r


Si el sentimiento de la propia perfeccion
debia sugerir el de la inmortalidad del al-
ma , como con efecto lo ha sugerido en
todos los pueblos mas ignorantes, ? . por quá
despues de la muerte no babria deidades
destinadas á premiar y á castigar como la
labia en el tiempo de la vida ? (2)


(i) N. D. T. Entre los Romanos la deidad
que presidía á los pensamientos se llamaba
)tiente. Los Griegos atribuían este ministerio al
demonio particular de cada uno, y entre los sal-
vages modernos se halla establecida esta misma
creencia, segun las relaciones de los , viageros.
Honran á estos genios 6 demonios, les dán un
culto particular, y en 13 China de tiempo inme-
morial les ofrecen sacrificios. Las furias se sa-
be que eran las deidades que excitaban los re-
mordimientos en las almas malvadas. ()restes,
agitado de los remordimientos por el parricidio
de Clitemnestra su madre, se consideraba co-
D I O atormentado de las furias.


(a) N. D. T. No hay pueblo ni antiguo ni
moderno que no haya creido que el alma so-
brevive al cuerpo, y no perece con el. La his-
toria antigua nos presenta mil documentos pa-
ra )manifestarnos las ideas de los pueblos sobre
l a inmortalidad du alma y sobre la vida fu-
tura y los viageros nos aseguran que en tue




5 8Ciencia
Si las potencias positivas de la natu-


raleza habian sido deificadas , ¿ por qué
no lo deberian ser tambien las negativas,
como son la noche , las tinieblas , la
muerte y el sueño que manifiestan igual


das las naciones modernas que se han descubier-
to, se halla establecida con monumentos irrefra-
gables esta misma creencia. Supuesta esta ver-
dad, luego se fingieron divinidades que cuidasen
de las ánimas separadas de los cuerpos, que las
recompensaban é castigaban segun sus méritos 6
desméritos. Los Griegos y los Latinos atribuían
este ministerio á Pluton y á la diosa Neniesis,
que Hesiddo llama la deidad mas funesta para
los mortales , porque era una potencia invisible
que desde la eternidad escondida é inaccesible
observaba todo el mal que se hacia sobre la tier-
ra para castigarlo. En todos los pueblos se han
conocido estas deidades, y en todas las nacio-
nes modernas que se han descubierto se ha-
lla establecida esta misma creencia que las al-
mas separadas de los cuerpos son inmediatamen-
te juzgadas por unir divinidad que tiene este
cargo, y reciben el premio ó la pena que me-
recen. Algunos pueblos de la América conside-
raban esta deidad como inexórable sentada so-
bre un puente por donde debian pasar las al-
mas de los nmertos, y que en él ejercia el jui-
cio tremendo de sus acciones, dándoles el pre-
mio á la pena que merecían.


de la legislacion. 59
dominio sobre los débiles mortales? (I)


Si habia un dios del sueño, ¿por qué
no lo habia de haber de los ensueños? (2)


Si la tutela de los bosques, de los
lagos, ríos y selvas se habia atribuido
á las divinas inteligencias, I por qué guan-
do se cultivaron los terrenos en el pro-
greso de la sociedad no se debió de atri-


(a) N. D. T. El sueño, la muerte, las ti-
nieblas y la noche tambien fueron personifica-
das y deificadas por los antiguos ; les hicieron
votos y oraciones, y les dieron culto porque
creían que eran unas potencias activas que
obraban en la obcuridad y las tinieblas : que la
muerte , pongo por ejemplo, se ocupaba en
cortar el hilo de la vida de los hombres, y lo
mismo se debe decir de la deidad que envia-
ba el sueño, las tinieblas y la noche. Los poetas
nos lo manifiestan claramente en las descrip-
ciones vivas y sensibles que nos hacen de estas
deidades.


(2.) Los suelos tambien tenian sus deidades
que los enviaban y los dirigian. Hornero y
Virgilio nos hacen descripciones hermosisimas
de esta verdad , y nos hablan de las dos di-
versas puertas por donde salian los sueños en-
gañosos y los verdaderos.


Sunt gemin(e somni portee.
Habla muchos dioses que tenian la intenden.




6o Ciencia
huir á otras inteligencias el cuidado de
las vías ó de los campos? (i)


Si las familias particulares, y sus ca-
sas, tenian particulares divinidades que
las protegian y guardaban, ¿por qué no
debieran tenerlas el pueblo, que se com-
ponia de estas familias, y las ciudades
donde vivan? (2)
cia de los sueños. Ovidio hace mencion de tres
que eran los que cuidaban de los sueños de los
Reyes y de los Grandes, es á saber , Morfeo,
Fobetor y Fantasio ; mes las deidades que cui-
daban de los sueños del pueblo eran innumerables.


(r) N. D. T. Quando la sociedad hizo pro-
gresos y empezó á perfeccionarse, luego se em-
pezaron á cultivar las tierras , y se inventa-
ron nuevas deidades que cuidasen de ellas. Ce-
ves y Proseypina entre los Griegos fueron de
esta clase. Todos los objetos de la agricultura,
sus ocupaciones, sus trabajos , sus producciones,
tuvieron sus dioses y sus diosas particulares,
como la diosa Rurina, el dios Ocrator, el /7er-
ajae! 0:- , la diosa Fructusca , Pomona , y Te-
rensa , &c.


(2) N. D. T. [-labia deidades que tenían cui-
dado de todo el pueblo y de cada ciudad en par-
ticular, y velaban sobre su conservacion; y es-
tos dioses se llamaban Dii Dii
tes Dii prces-tites , &c. Los Romanos, quando
estaban para dar el asalto á alguna ciudad, au-


de la legislacion. 6r
Si la fecundidad, el nacimiento y


la vejetacion de las plantas, exigian la
inspeccion de deidades particulares, por
qué no habla de haberla exigido la fe-


tes de egecutarlo dirigian sus votos y sus ora-
ciones, y hacían sacrificios á los dioses tutelares
de ella pidiéndoles que la abandonasen. Estos sa-
crificios y evocaciones se bacian siempre con cier-
tos ritos y ceremonias prescriptas particular-
mente en el ritual de los Pontífices. Macrovio
nos ha conservado esta fórmula en el lib. $.
de las cosas secretas de Sommonico Seveno. Los
Romanos para conservar con mas seguridad su
ciudad, ocultaron el verdadero nombre de ella
como un secreto de estado y un arcano de reli-
gion; y no se conocia , ni el dios ni el simu-
lacro que la tenian bajo su tutela, para que no
pudiera ser evocada la deidad y robado el si-
mulacro que era la esperarza de su salud. El
templo de Vesta era el que conservaba la fa-
tal prenda del imperio, donde no se podía pe-
netrar para satisfacer su curiosidad sin cometer
un horrible sacrilegio y un delito de Estado , que
era irremisiblemente castigado con pena de la
vida. Persuadidos de esta opinion, algunos pue-
blos encadenaban á los dioses tutelares para
que no se les escapasen, é no los robasen, como


Lacedemcnios á su dios tutelar Enialo ,
'rY rioS á su .dpoto, y los Atenienses tenian su
vi ctoria desalada para que no pudiera volar,
con Cuyas señales exteriores manifestaban la con-




6z ciencia
cundidad y el parto de las mugeres, la
prosperidad del niño , y la salud del
hombre? (r)


En pocas palabras, si el curso del


fianza que tenian en su dios tutelar, y el mie-
do de perderlo. Con estas ideas deificaron mu-
chas ciudades como Roma, á quien levantaron
templos y altares y ofrecieron sacrificios hasta
en los paises mas remotos; mas estos templos y
altares estaban dedicados al genio tutelar de
la ciudad que tomaba su nombre. Causa com-
pasion ciertamente el ver caer á los hombres
en unos errores tan groseros que tanto los en-
vilecen y degradan.


(i) N. D. T. Despues de haber inventado
dioses particulares para las producciones del
campo , era consiguiente imaginar otra nueva
clase de divinidades que se ocupasen en la fe-
cundidad y parto de las mugeres, la prosperi-
dad de los niños, y la salud de los hombres; y
asi los Griegos destinaron á Himeneo para que
cuidase de los matrimonios , y á Latona le en-
cargaron la fecundidad de las mugeres; á Luci-
na la de los partos; á Ecatea el cuidado de
los niños dándoles por compañeros los dioses
Genitilidos ó Genaidos. Las diosas Igea ó Igia,
raso y Panacea, se empleaban en conservar á
restituir la salud á los hombres; la diosa Lleva
tenia cuidado de los jóvenes; el dios Ogena
de los viejos , además del demonio ú inteligen-
cia particular que cada hombre tenia. Los Ro-


de la legislacion.
63


espíritu humano no se interrumpe por cir-
cunstancias particulares, dado el primer
paso en el politeismo, ¿no es preciso ya
que se llegue al dios Crepito y al dios
Esterfutio?


A la frente de este inmenso número
de dioses es verdad que habrá un Rey.
La confusa memoria del Sér desconocido,
que fuj el objeto del primer culto, no se
habrá olvidado del todo. Mas el mismo
nombre con que se significaba este sér,
ó dispersará una idea muy inferior, ó se


manos aumentaron muchísimo esta clase de dio-
ses porque eran fecundisimos en tales invencio-
nes. Hacian los matrimonios bajo los auspicios
del dios Talasio, el dios Domidico acompañaba
la esposa á casa de su esposo, el yugatino unía
los esposos, la diosa Egeria cuidaba de las
preñadas, la Natia presidia al nacimiento de
los niños, el I'aticano ó Yagitono á los pri-
meros vagidos del niño ; en fin , para cada
funcion de la madre desde el principio de su
preñez, y del niño desde que salia de su vien-
tre, hasta que entraba en el sepulcro, tenia á
su dios ó diosa que velase sobre ellos; y en va-
rios pueblos antiguos y modernos se daba culto
á deidades que tenian los mismos cargos, aunque
con nombres diferentes.


(i) N. D. T. El entendimiento humano, en




64 Ciencia
mudará de nuevo. La idea de su poder
será infinitamente diversa. No será ya el
monarca absoluto de la naturaleza, como
en la primera edad; ni tampoco la ca-
beza de una pequeña oligarquía sino el
príncipe de un inmenso y tumultuoso se-
nado , cuyos miembros , frecuentemente
en guerra por su cabeza, ejercen por sí
mismos diversas y particulares funciones,
en las quales no tienen otro freno sino
el que depende del hado , esto es, de
aquella ley anterior emanada del antiguo
rey que él mismo guarda en depósito,
estando tambien sujeto á ella. (r)


Este es el progreso natural que de-
be tener y ha tenido con efecto el poli-


apartándose de la verdad , se precipita de error
en error hasta caer en el abismo. Parece increí-
ble que hombres racionales hayan podido imagi-
nar dioses y diosas para presidir á las cosas mas
extravagantes, vergonzns•ls y sucias. Los Grie-
gos sacrificaban al dios Myode ó Miagnon para
que les librase de la incomodidad de las moscas.


(r) Eadem necesitas, dice Séneca, et deos
alljgat , irrevocabilis divina, pariter, et hu-
mana cursas . velar: ille ipse omnium condi-
tur, , el rector scripsit quiclem jata, red se-
raitur semei scripsit, semper paret.


de la legislacion. 65
teismo. Esta es la tercera edad de Hesió-
do, en la qual se fija la prodigiosa mul-
tiplicacion de dioses. Este es el reyno de
Júpiter y de los nuevos dioses, que su-
cedió al reyno de Saturno y de los Tira-
nos, procediendo del primer paso que se
dió al politeismo; y esta es la razon de
la figura incomprensible que Júpiter re-
presenta en la fábula, en la qual Hesiódo
despees de haberlo considerado corvó hi-
jo de Cronos 6 Saturno, que lo fuel de
CTrancs ó del Cielo 7 lo llama padre de
todos los dioses, con el fin preciso de
significarnos que Uranos Cronos y .1-tí-
piten eran con diversos nombres, con di-
versas facultades, y en edades diferentes
el mismo sér (r) ; y por esta razon No-


(1) N. D. T. La idea del Sér Supremo se
limitaba mucho multiplicando los dieses, por-
que cada nueva divinidad que se creaba se le
quitaba al Sér Supremo una parte, disminuyen-
do siempre mas y mas la idea de la divinidad
mas antigua, primera y única , y limitando su
poder. Esta idea sencillísima se halla confirma-
da por los mismos hechos, pues Hesi6do, Rome-
ro, y los demás poetas nos dicen , que 7úpiter,
Saturno y Cielo eran el mismo Sé.- Supremo; y
lo mismo debe decirse de los otros dioses, que


Torno X.


E




66 Ciencia
mero al mismo tiempo que nos pinta á
Júpiter con la balanza del hado en la
mano, pesando los dos hados de la muer-
te de Héctor y de Aquiles (1), al mismo
no eran mas que una progresiva modificacion del
Sér Supremo y de su poder. En la primera edad
la idea de la fuerza desconocida que se llamaba
Urano: ci Cielo lo abrazaba todo, lo contenia to-
do. En la segunda edad esta misma fuerza é in-
teligencia que se llama Cronos ó Saturno, pre-
sidía solamente al tiempo, al movimiento de los
astros, y á la variacion de las estaciones, y ba-
jo el nombre de yiititer disponia de los meteoros,
de las tempestades, de los truenos, de los relám-
pagos y rayos, de la serenidad y de la ia,&c.
¿Qué inmensa restriccion de ideas? ¿Qué dimi-
nucion de poder? En la tercera época religiosa
el Ser y supremo poder se limitó á las cosas nias
pequeñas, de manera que con tantas divisiones
habla llegado á un grado de pequefiez casi im-
perceptible. Los hechos religiosos que la histo-
ria de todas las naciones, así antiguas como
modernas nos refieren, nos prueban claramente
que el Sér Supremo no ha sufrido la misma mu-
tacion en el nombre, pero sí la misma restriccion
en las ideas, la qual como depende de la opinion
de su poder, era preciso que éste se disminuyese
á proporcion que se multiplicaban los que parti-
cipaban de él; y así habiendo abrazado casi todas
el politeismo,,en todas se observa la misma di-
ininucion progresiva en las ideas religiosas.
(1) N. D. T. Hornero en el lib. a3 de la Liad;


de la lezislacion. 67
tiempo que nos manifiesta la impotencia
de sus esfuerzos para librar de los decre-
tos del hado á su hijo Sarpedon 1 nos
hace ver con una imagen divina esta ca-
dena del hado toda de oro que llega has-
ta la tierra sostenida por Júpiter , para
manifestarnos que al principio fucí autor
de esta ley inalterable del Orden aun-
que yá no era sino el súbdito y el depo-
sitario (1).


Finalmente así como en todos los
pueblos el politeismo ha debido nacer y
aumentarse antes de su civilizacion, es


N. D. T. Limitado ya el Sér Supremo
y s u - poder , y reducida á los términos que hemos
dicho la idea de jripiter, , su superioridad no
consistia sino en ser padre de los dioses y de
los hombres, el primero de los dioses, y el de-
positario de aquella cadena inalterable, ó vin-
culo necesario de las cosas indisolublemente li-
gadas entre sí, que los latinos llamaban liado (S
Jato ; depósito que debla conservar siempre el
primero de los dioses y su primer autor, al qual
sin embargo él mismo estaba sujeto. Aunque
los poetas atribuyen el hado unas veces á las
musas, y otras á las parcas, si se observa con
alguna atencion la relacion que tienen las mu-
sas con Jove, y éste con las parcas, y si se re-


E 2




63 Ciencict
cosa natural encontrar en aquel periodo
de la barbarie , en que el gobierno se
puede decir que es enteramente teocráti-
co, el origen universal de aquella colo-
nia de dioses que no se componia sino de
hombres deificados.


El sacerdocio que cn este estado de la
sociedad tenia todo el poder en su mano,
y disponia de la opinion pública á su ar.--
bitrio, protegía con el mayor empello la
autoridad real , como dice Aristóteles,
era cabeza de este poderoso cuerpo. El
sacerdocio, digo yo, no ha debido hacer
muchos esfuerzos para dar á este rey
fiexiona sobre lo que los poetas mas antiguos nos
han dicho sobre este objeto; veremos que el de-
pósito del hado estaba en poder de Júpiter, y
que las musas y las pareas no eran mas que lo-s.
ministros que egecutaban sus órdenes, pues unas
y otras son hijas de este dios, á quien deben lo
que son, lo que saben y lo que pueden, estando
siempre bajo de su dependencia, y teniendo sus
simulacros en sus aras y sus altares al lado de
Júpiter corno nos lo dice Pausanias. Si se consi-
dera con atencion la mítologia griega y latina,
se hallará sienspre á Júpiter como el dios mas
.antiguo y el 'depositario .del hado, y que en es-
tas dos qualidades se manifiesta siempre la supe-
rioridad, que tiene sobre los otros, dioses.


de la legislacion. 69
un orígen celestial, ó para ocultar de es-
te modo las amorosas aventuras de sus
individuos, ó de sus adherentes, y prepa-
rar al mismo tiempo la suerte futura de los
frutos de sus clandestinos placeres, subs-
tituyendo á.. los verdaderos padres y á las
verdaderas madres los dioses y las diosas
de los quales eran ellos los sacerdotes.


El tiempo que altera todas las tradi-
ciones ha debido exagerar á la posteri-
dad los hechos de estos héroes nacidos
de los amores de los inmortales con los
mortales, y la adiniracion junta con el.
reconocimiento finalmente los ha deifi-
cado.


Yo no sabría hallar un origen roas
natural de esta última clase de dioses que
Hesiódo tija con razon en la quarta e-
dad (1), y con la qual tambien se puede
descubrir el orígen universal de todas
aquellas fábulas que nos hablan de los
raptos, de los estupros, en una palabra,
de los galanteos entre los habitantes del
cielo y los de la tierra ; y de la meta-


(t) N. D. T. Hesiódo en su teogonía.




7c, Ciencia
márfosis, con cuyo auspicio se hacia creer
muchas veces que esto sucedia. (1)


Los poetas hallan la religion en este
estado de incremento y de extension. Los
que primero han manejado la sagrada his-
toria de su nacion están siempre mas ve-
cinos á la época en que la religion ha
recibido la última mano para poder igno-
rar enteramente sus progresos sucesivos.
Una confusa tradicion, sostenida con los
himnos, con los cánticos y los poetas an-
teriores, ritos y oraciones de los sacerdo-
tes con las solemnidades y fiestas conme-
morativas, ha debido transmitir una his-
toria confusa, y al mismo tiempo perpe-
tuar la memoria de algunos sucesos me-
morables. Así como estos sucesos relati-
vos al Orden físico ó moral, siempre de-
bian ser O efectos de las potencias físi-
cas de la naturaleza ó de las morales,
tambien es claro que por la misma ra-
zon debian hacer una parte esencial de
la historia religiosa de aquellos tiem-
pos, como que dependian de los dioses


(r) N. D. T. Toda la historia nos presenta


de la legislacion. 71
directores del mundo fisico á moral.


Si un suceso no estaba reducido á
una region pequeña y particular, si se
Babia extendido sobre toda la tierra ó
sobre una parte considerable de ellas;


una multitud de hombres deificados, que compo-
nen una colonia de dioses que Hesiódo fija en la
quarta edad, que corresponden á la época reli-
giosa de nuestro autor. En la infancia de los go-
biernos la cabeza de ellos es muy débil, y para
adquirir y conservar la autoridad necesita recur-
rir y fomentar la opinion de un origen celestial,
porque no pudiendo sostenerse con la fuerza públi•
ca , es preciso recurrir á la teocracia, como me-
dio mas eficaz para conservar y dar el poder á
un solo individuo para encubrir y ocultar sus
amorosas aventuras, é impedir sus terribles con-
secuencias; y siendo este medio fácil, necesario
y eficaz, es muy natural que se hayan servido
de él ; y así vernos en la historia que las cabe-
zas de los gobiernos heróycos, ó son hijos ó des-
cendientes de los dioses como Telernon , Hércu-
les, Teséo, Jason, Orfeo, Castor y Polux , y
los demás héroes de la espedicion del vellocino
de oro; Adrasto, Teoclo, Polinice y los
demás pastores de los pueblos que se hallaron en
la guerra de Tebas; Agamenon, Menelao, Aqui-
les, Diomedes, Ulises, Ayas:, Priamo, Héctor,
1Eneas, y los otros príncipes de la guerra de
Troya, y de los gobiernos de la Grecia, todos
eran hijos 6 descendientes de dioses. En Italia,




72 Ciencia
si un número considerable de las poten-
cias fricas de la naturaleza habia teni-
do parte , este suceso de.bia transmitirse
como una guerra que los dioses se ha-


Svría, Egipto, y Etiopia, y en las naciones sal-
vages que en los tietupcs modernos se han descu-
bierto, se han hall do las mismas ideas y la Mis.-
ma creencia sobre sus primeros reyes. En todas
partes y en todos tiempos los ambiciosos se han
servido de los mismos medios para engt.fiar á los
hombres bárbaros, en quienes las ideas de la in-
ciepedencia natural están aun muy vivas para re•
ducirlos á la servidumbre civil. Tan poderoso es
en los hombres el deseo de sujetar á sus semejan-
tes. Quando no hay fuerzas naturales para este
fin se recurre á las del cielo, que siempre son po-
derosas, especialmente con los hombres rústicos
y groseros que no han salido de las tinieblas de


ignorincia. Tiimbien se sirvieron de este medio
en estos•ti?.mpos bárbaros para ocultar los estu-
pros, incestos, raptos y adulterios, y para evitar
las terribles venganzas que por estas injurias se to-
maban. Se hacia creer al pueblo ignorante que
los dioses tenían comercio cou los mortales, y
de este modo ponla!) á cubierto el honor de los
amistes, y aseguraban la suerte futura del fruto
de sus clandestinos placeres. Muchos hechos de
/a historia rolad vos á este objeto nos confilman
esta verd .


d. Las ii_!quezas de las rnugeres- casadas
en ausencia de sus !paridos, y las de las donco-


de la lel,rislacion. 73
bian hecho entre si. Tal es el origen uni-
versal de la gigantomaquia, de estas guer-
ras divinas de las quales hablan las histo-
rias de todos los pueblos, de los quales ni
aun puede sospecharse que hayan tenido
entre si la mas mínima relacion.


Si algunos otros sucesos habian favo-
recido ó des ruido á un hombre solo ó á
una familia, á 13 n pueblo ó pequeña re-
gion, se consideraban como premios de
piedad , ó como castigos •con los qua-
les los dioses habian vengado las ofensas
que habian recibido del hombre sacri-


llas que dejaban burlada la vigilancia de sus pa-
dres, se atribuían á algun dios pala cohonestar-
las, y los frutos de estos amores eran honrados coa
le titulo de hijos de dioses; todos estos se pre-
sentan en la historia cota° héroes, haciendo ha-
zafias memorables y aun prodigiosas; y despues
de su muerte los que en vida no eran sino hom-
bres, hijos ó descendientes de dioses, eran colo-
cados despues de su muerte en la clase de dio-
ses, y formaron una colonia de divinidades dife-
rente de los déspotas que se deifican en la decr e


-pitez y corrupcion de los cuerpos punticos, por-
que éstos solamente lo son en las medallas y en
las inscripciones, pero no en . la opinion de los
hombres, que siempre es libre, aunque ellos es-




74 Ciencia
lego , 6 de la familia , ó del pueblo, 6
de los sacrílegos habitantes de aquella
region.


Si se referian á los fenómenos asom-
brosos de la naturaleza, se transmitian co-
mo empresas 6 efectos de la divinidad
invisible 5 que disponia de las fuerzas
naturales que se habian empleado para
este fin.


Finalmente si se referian á guerras
de un pueblo contra otro, estas eran gue-1
rras preparadas en el cielo , agitadas por
los dioses , y sostenidas por los mismos,
tén oprimidos con el peso de las cadenas. Los
hombres llegaron á tal vileza que colocaron al
lado de sus dioses en los templos, á hombres
malvados que en su corazon miraban con el ma-
yor desprecio ; instituían en su honor fiestas,
juegos, ritos y ceremonias; les levantaban tem-
plos y estátuas, y les ofrecian sacrificios. Los
orgullosos Romanos que no podian sufrir estas
bajezas en los viles esclavos de los déspotas del
Asia, las toleraban y las veían practicar con gus-
to en las ciudades sujetas á su dominio en ho-
nor de sus magistrados. Y así no deben confun-
dirse los dioses hechos por la servidumbre con
lo que hacia la opinion, pues solos éstos y no
aquéllos podian entrar en el sistema universal del
politeis mo.


de la legislacion. 75
divididos en los dos partidos opuestos.


Sobre estas antiguas y confusas tradi-
ciones han debido levantar los poetas
sus mitológicos edificios. Han hallado la
confusa tradicion de las mutaciones y de
los incrementos que ha sufrido progresi-
vamente la religion, y han hallado el
antropomorfitismo combinado' con el po-
liteismo, y transmitida teológicamen te la
memoria de los sucesos universales y par-
ticulares , físicos y morales.


Exágerada la tradicion de las accio-
nes de aquellos héroes que la impostura
hizo creer nacidos del comercio de los in-
mortales á quienes la ignorancia, la ad-
miracion y el reconocimiento habian dei-
ficado posteriormente , tambien habrán
hallado probablemente algunas noticias
religiosas de alguno de los otros pueblos,
que en este período de la sociedad habrán
introducido confusamente la guerra , ó
el comercio, ó algun otro accidente. Fi-
nalmente habrán hallado todas las tradi-
ciones religiosas de su patria transmiti-
das en un lenguage, que siendo el de la
naturaleza y de la infancia de la socie-




76Ciencia
dad, debía tener aquella propiedad univer-
sal de expresar muchas ideas con una mis-
ma voz, propiedad que depende de aquel
hecho universal de los hombres que pri-
mero adquieren las ideas, y despues ha-
llan las palabras que deben expresarlas;
de manera que con el progreso lento de
estas sociedades nacientes, multiplicándo-
se las ideas, no se multiplican al mismo
tiempo las palabras que deben expresar-
las, pero se adaptan por mucho tiempo
á las palabras que están en uso ; de don-
de nace que los que vienen despues, y
en tiempo de mayor cultura., pueden dar
varios sentidos á una misma expresion
antigua.


Esto es lo que los primeros poe-
tas de quienes hablamos encontraron por
todas partes. 1(2tiá aáadieron ellos? todo
lo que la poesía aprovechándose de estas
disposiciones podía levantar sobre estos
fundamentos.


En vez por ejemplo de decir que la
oculta fuerza que agitaba la naturaleza
y espantaba á los hombres, fuj al prin-
cipio con el nombre de Uranos ó Cielo el


de la legislacion. 77
objeto único de los votos, y del culto de
los primeros mortales atemorizados, Hesió-
do nos dice: Uranos reynó solo desde el
principio, tenia los hijos que habian naci-
do de él y de la tierra (esto es, las po-
tencias particulares que la naturaleza
manifiesta en el cielo y en la tierra)
escondidos en las entra gas de la madre,
esto es, excluidos de los honores divinos,
que los hombres no daban entonces sino
á él solo (t).


En vez de decir que despues de al-
gun tiempo los hombres dirigieron sus
votos á muchas fuerzas particulares de la"
naturaleza llamadas .Titanes, y que res-
tringiendo la idea de lá fuerza primera
y universal, que hablan llamado Uranos
ó Cielo, en la de una potencia que se li-
mitaba á arreglar el curso de los astros
y el retorno de las estaciones, &c. coa
un nombre conveniente para expresar est,
idea restringida de aquella primera pot-
tencia, no ya entera, sino mutilada, la


(1) N. D. T. Véase la teogonía de Hesiódo
verses '5.1 y 154.




78 ciencia
llamaron Cronos ó Saturno, dice: que la
tierra irritada contra la crueldad del cielo,
que tenia escondidos sus hijos en el Tárta-
ro, buscó medios para vengarse, sacó de sus
entraIas el hierro y los metales, y fa-
bricó una guadaña trinchante, comunicó á
sus hijos el gran proyecto, excitándolos á
la rebelion y á la venganza: y por quan--
to Saturno, mas astuto que los otros, tu-
vo valor de aceptar el terrible encargo,
ella lo escondió', le consignó la guadaña, y
le instrvó del uso que debía hacer de ella:
por la tarde el cielo derramó sobre la tier-
ra las tinieblas de la noche guando se dis-
ponia á dormir con su esposa: Saturno con
una mano atrevida mutiló á su padre, y ar-
rojó lejos de sí lo que le habia cortado. (


En vez de decir, que apénas dividi-
do el culto en muchas y particulares po-
tencias deificadas, el número de los dio-
ses empezó progresivamente á crecer, y
los hombres descubrieron por todas par-
tes nuevas deidades, dice: que ninguna,
gota de la sangre del cielo cuida sobre la


(i) N. D. Véase el mismo verso i6o y
t 8 z.


de la legislacion. 79
tierra despues de la fatal mutilacion
fue infecunda; que cada una de ellas en-
gendró una diversa divinidad ; que nacie-
ron despues de algunos aros las terri-
bles furias, las ninfas que habitan en la
tierra bajo el nombre de Mellas, y los
gigantes armados y ejercitados en el arte
de la guerra (i).


En vez de decir, que los hombree
despues- de haber adorado las potencias
físicas de la naturaleza, adoraron también
las fuerzas morales, esto es, los afectos
y las pasiones que agitan y afectan al
hombre, dice: que Saturno habiendo arro-
jado á las olas agitadas de la mar lo
que habla cortado á su padre, esta porcion
de un cuerpo inmortal nadó mucho tiempo
sobre las aguas, y de la espuma que se
formó nació una nueva divinidad que
abordó al principio en la isla de Culera, y
despues pasó á Chipre. Por do quiera que
la bella diosa se presentaba, nacían las
flores debajo de sus pies, y esta diosa se
llamó Afrodita ó Venus.... El Amor y el


(i) N. D. T. El mismo verso 183 y 189.




8o Ciencia
hermoso Cupido la seguian por todas partes,
y la acompalaban á la junta de los dioses.
La risa, la juventud, los dichos graciosos,
las demasías del amor , los placeres, las ca-
ricias, los deleytes formaban su cortejo (r).
Con igual ficcion poética hace nacer de
la noche la tristeza devoradora (2), y la
envidia (3) ; y del comercio de Marte
con Venus, el temor y el espanto, &c. (4)


Asocio á la antigua tradicion de la
terrible guerra de los dioses, que sin du-
da alguna tuvo origen de alguna gran
catástrofe, la otra tradicion de la muta--
don ulterior de la idea del Sér supremo
y de la ulterior extension del politeísmo,
y con una ficcion poética los congresos
de los hijos de Saturno, ó de los nue-
vos dioses con los antiguos ; el ban-
quete , en el que Jópiter para aumen-
tar el valor de sus comilitones los em-


(1) N. D. T. Véase la teogonía de Hesiódo
Ve 188 y 206.


(2) Véase el mismo verso 214.
(3) Véase al mismo, en el poema de las o-


bras y de les,dias verso 11 y 26.
(4) Véase al mismo ea su


33 0 y 333.


¿e la legislacion. 81
briagó con nectar y ambrosía ; el discur
50 que les hizo y otras varias circunstan-
cias de la misma naturaleza , que acom-
pañaron y sucedieron á esta guerra (i).
En pocas palabras en toda esta fábula,
los rayos , los terremotos , las erupciones
de los volcanes, las tempestades, las inun-
daciones , el desórden en todas las di-
versas potencias de la naturaleza son el
fondo de la verdad ; la interpretacion da-
da á estos sucesos como una guerra en-
tre los dioses , y la antigua tradicion
transmitida y todo lo demás , no es sino
asociacion y creacion poética.


Haciendo el mismo uso los poetas de
las memorias antiguas de aquellos asom-
brosos fenómenos de la naturaleza, que ob-
servados en un tiempo en que todo se creía
milagroso, y debia transmitirse como tal,
no hicieron sino adornar y enriquecer estas
tradiciones antiguas con las imágenes y
ficciones de la poesía para formar la fá-
bula semejante á la de la victoria de Apolo
sobre la serpiente Pitan del valle de Tem-


(r) Véase el mismo verso 629 y S63.
Tomo X,


teogonía verso




82 Ciencia
pá abierto por Neptuno con un golpe de
su tridente; de las arpías con sus incur-
siones y saqueos; de los amores de Júpiter
con la ninfa , y de tantas otras de esta
misma especie , que nos hacen perder de
vista enteramente la -verdad tan distante
que está alterada y escondida , y nos la
hacen olvidar como las otras de las qua-
les hemos hablado (1).


(i) N. D. T. Platon explica la victoria que
Apolo consigiuó de la serpiente Piton de una ma-
nera muy conforme á las ideas del autor. Segun
este flósofo, esta fábula nos representa los estan•
ques y pantanos pestiferos que se formaron des-
pues de un diluvio, ó una inundacion , los qua-
les exhalan miasmas venenosos y mortales; y el
sol despues de algun tiempo de serenidad, llega
á desecar estas aguas pestilentes Este es el senti-
do que dá á esta fábula este célebre filósofo en su
libro 2. 0 de la República. Es verosimil que la
tradicion habrá transmitido á la posteridad este
hecho sencillo como un beneficio singular que
Apolo h bía hecho á la humanidad. Los poetas
con sus ficciones y adornos han desfigurado es-
ta raIrracion. Los estanques pestiferos se han
convertido en una serpiente nacida del lodo del
diluvio, la de'secacion de estos estanques en la
muerte de esta erpiente horrible cerca del zéfi-
ro, esto es, del mismo rio que inundó la Focida


de la legislacion. 83
De la misma manera estos primeros


poetas y los antiguos trágicos en la tra-


y la Beoda, los rayos del sol se han convertido
en dardos, y por esto dicen, que para matar es-
te mónstruo, Apolo agoró su aljava, porque habla
sido necesario mucho tiempo de serenidad para
desecar estas aguas.


Hunc Deur areitenens , &c.
Mine graven: telis exhausta pene faretra.
Perdidit,efuso per vulnera nigra 'veneno.


Ovid. Met. lib. 1.°


La fábula del valle de Terupá puede tener una
interpretacion semejante: un terremoto abre este
valle, y así abierto corren las aguas del Peneo
que inudaban la Tesalia hasta la mar. Este es el
hecho sencillo, mas la tradicion lo atribuye á
Neptuno, como un prodigio; los poetas adornán-
dolo como tienen de costumbre, afiaclieron que
Neptuno, lo levantó con su tridente, y eón gran-
de ímpetu lo echó sobre los montes vecinos, &c.
Lo mismo sucede con la fábula de las arpías. Una
nube de langostas cayó en la Bitinia y en la Pa-
Bagonía , devoró el pais, y causó una hambre es-
pantosa. No bastando todos los esfuerzos para des.
truirlas ó arrojarlas del país, un viento favorable
las echó al mar de Jonia. Este fenómeno se trans-
mite á la posteridad como un prodigio. Júpiter
er.via las arpias. Estas inteligencias vengadoras
debieron ser vomitadas por el Tártaro, los esfuer-
zos de Finéo y de su pueblo son impotentes con-


F2




84 Ciencia
dicion antiquísima de los hombres, de las
familias de los pueblos , de las regio-


era él; solamente Boreas el dios de los vientos
ha podido arrojarlas y precipitarlas en el mar
Jónio. Los poetas manejando á su modo esta tra-
dicion nos pintan de tal manera las arpías, que se
obscurece enteramente la idea original; las ha-
cen nacer del gigante Tiféo hijo del Tártaro, y
con poder sobre los vientos perniciosos que la,
habian arrojado en aquella region; que arrebatan
los platos de la mesa de Finéo; que á medida
que las arrojaban del pais, volvian, y que eran
invulnerables que los dos Argonautas hijos de
Boreas las arrojaron. Llaman á estas arpías oci-
peto, que quiere decir el que vuela, celen° que
quiere decir tinieblas y obscuridad, y aello que
que quiere decir tempestad, porque efectivamen-
te vuelan, obscurecen el ayre, y ocasionan ma-
yor ruina que las mayores tempestades.


La fábula de los amores de Júpiter con la
ninfa tiene el mismo origen. Jtipiter enviaba las
inundaciones y la sequedad porque presidia á
/os meteoros, los rayos y las tempestades; como
tal debia tener una relacion muy íntima con las
ninfas diosas de las fuentes, y con Juno que lo
era del ayre. Los fenómenos mas principales que
se observaron en esta parle de la naturaleza, se
transmitieron á la posteridad como efectos de la
divinidad que dispoaia de las fuerzas naturales
que producian estos fenómenos. Los poetas mane-
jando á su modo estas tradiciones formaron la es-
candolosa historia de estos amores de jiipiter


de la legislacion.


8 5
nes particulares sobre las quales habia des-
cargado la ira y la venganza de los dio-
ses , imaginaron todo lo que la poesía
podía levantar de nuevo sobre estos an-


con esta ninfa, y de los celos de Juno que tan-
tas veces dispertaron estos amores. La fábula de
la diosa Iris se puede deducir con facilidad de
los mismos principios. La aparicion de este arco
en el cielo debió atribuirse á la divinidad que pre-
sidia á este fenómeno de la naturaleza , que por
medio de él les anunciaban alguna cosa , y á es-
ta divinidad le dieron el nombre de Iris. Si su-
cedia despues que se habla visto el arco en el
cielo, alguna muerte de algun Príncipe, ó se en-
cendia alguna guerra, ó alguna sedicion en algua
pueblo, este pueblo ignorante y bárbaro creía
que la diosa Iris se los habia anunciado. Los
poetas con estas noticias fingieron que la diosa
Iris era una jóven vestida de diversos colores,
sentada cerca del trono de Juno, y pronta siem-
pre á egecutar sus órdenes. La hacen hablar,
obrar, correr con velocidad, cortar el cabello
fatal á las mugeres que habian de morir, y en
fin los poetas que vinieron despues, la hicieron
sierva de Juno, que le dá el brazo guando está
cansada segun Calimaco, que cuida do un quar-
50 , y le hace la cama , segun Teocrito , de
manera que con estas ficciones está la verdad
tan obscurecida, que no se puede discernir ni co-
nocer. Quántas fábulas, que solo deben su origen
á la ignorancia y á la supetsticion de aquellos


ri




86 Ciencia
tiquísimos fundamentos ; y lo que sumi-
nistró á Aristófanes los materiales para
hacer reir á costa de los dioses al pueblo
de Atenas (1).


tiempos bárbaros, si se las despojase de todo lo
que la imaginacion de los poetas les ha añadido,
si se examinase con las luces de la filosofía, po-
dría explicarse con mucha facilidad, y no se ve-
ría en ellas sino unos efectos regulares de las
causas naturales, que no pudiendo entenderlos
por su ignorancia en aquellos tiempos bárbaros,
se atribulan siempre á alguna divinidad.


(1) N. D. T. Muchas veces, dice Hesiódo
en su poema de las obras y de los dias, una ciu-
dad entera es castigada por el pecado de uno
solo. Perece el pueblo, las mugeres se hacen es-
tériles, se disminuyen las familias, se destruyen
los ejércitos, vienen al suelo los muros, las na-
ves se sumerjen en pena de una tal maldad. Los
antiguos creían que la ira de los dioses se provo-
caba contra los hombres, las familias y los pue-
blos por los sacrilegios y ofensas cometidas con-
tra alguna divinidad. Tebas perece por la epide-
mia y la esterilidad; el oraculo responde que el
cielo castiga la muerte de Layo; el ejército
Griego parece por la peste delante de Troya; el
adivino Calcas responde que Apolo vengaba á su
Sacerdote Crisis que habla sido uitrajado; el
Epiro es desolado con las guerras civiles, la es-
terilidad y el hambre es que Diana se venga,
porque su asilo ha sido violado con el asesinato


de la legislacion. 87
Del mismo modo Hornero sobre la tra-


dicion antigua de los intereses opuestos
de los Griegos y Troyanos , que dividie-
ron á los dioses en dos partidos , llenó su
poema de tantos episodios teológicos, que
la mayor parte desacreditan tanto á los
dioses quanto honran al poeta (1).


de Laodamia sobre sus aras; Ayax hace naufra-
gio y se ahoga á la vuelta de Troya , y padece
esta desgracia porque ha profanado el templo de
Minerva. En fin no hay desgracia ni publica ni
particular que los escritores de aquellos tiem-
pos no atribuyesen á la ira y á la indignacion
de alguna divinidad que habia sido ultrajada y
ofendida. Los poetas, los oradores y los histo-
riadores encontraron estas tradiciones en los
pueblos , y los poetas las adornaron con mil fic-
ciones que su imaginacion les suge.ria , para
presentarlas de un modo mas agradable á los
pueblos.


(1) N. D. T. Las antiguas tradiciones supo-
nian que los dioses excitaban las guerras entre
los pueblos , y que tomaban parte en ellas,
poniéndose unos á favor de un p.rtido y otros
á favor de otro ; los poetas vistieron estas tradi-
ciones de mil episodios graciosisirnos. Juno y
Minerva tienen tal ódio contra los Troyanos,
que no se plede leer el quarto libro de la Yliada
sin horrorizarse. Convienen los Griegos y Tro-
yanos que Páris y Menelao decidan sus pretec-




sa Ciencia
Finalmente para no omitir nada de lo


que interesa nuestro argumento en la exa-
gerada tradicion de los hechos de aque-
llos héroes deificados que habian forma-
do la última colonia de los dioses , no
solamente añadieron los adornos, las ale-
gorías y las ficciones de la poseía ; mas


siones en un combate singular con pacto expreso
gue Elena será del vencedor y se pondrá fin á la
guerra; de este modo vienen á las manos estos
dos capitanes. Páris queda vencido, y la Prince-
sa debia volver á su legitimo esposo. Léjos de
proteger Juno la justicia de la causa, que la
suerte de las armas ha decidido, persuade á los
Troyanos que no entreguen á Elena violando las
promesas y los juramentos, y i por qué se lo
persuade? para que Troya sea destruida. Miner-
va no obra con menos escándalo en este poema,
porque unas veces roba á Venus y otrps hiere á
Marte con una piedra, y socorre á Diómedes
para que hiriera á estas dos divinidades. Unas
veces torna la figura de Deifobo hermano de Héc-
tor con el pretexto de socorrerle, y otras con
Juno no quiere socorrer al piadoso Eneas, por-
que han jurado no socorrer j,más á ningun Tro-
yano, aunque la ciudad estuviese incendiada y
los Griegos lo llevasen todo á sangre y fuego.
En fin todo dl poema está lleno de episodios
fundados sobre la tradicion antigua, con los qua-
les hace muy poco honor á los dioses, y altere


de la legislacion. 89
siguiendo aquel espíritu poético , que ob-
servado profundamente se reduce á con-
cretar los abstractos , esto es , á formar
de una especie entera un individuo ima-
ginario , asociaron todo lo que las tradi-
ciones de los pueblos, que conocian, re-
ferian de los hechos igualmente exagera-
dos de los otros héroes semejantes , y
uniendo de este modo estas diversas his-
torias de estos héroes semejantes , forma-
ron las particulares de sus héroes, en las
quales á cada paso se encuentra , no so-
lamente lo maravilloso, sino lo inverosí-
mil y lo imposible (I).


Hicieron el mismo uso de las otras


las ideas morales de los hombres, por cuya ra-
zon decía Pitágoras que Hornero era atormenta-
do en los infiernos por estos episodios. Platon
proscribe á este poeta de su república, y Ciceron
dice : Nec multo absurdiora sunt , qua" pok*ta-
rUrn vocibus fusa ipso suavitate nocuerunt , qui
et iru inflan:aros et libidine furentes induxerunt
Leas ,feceruntque , ut eorum bella, pugnas ,pre-
lia vulnera videremus , odia pra • terea ,
discordias , ortus , interitus, querellas ,e'c.
?I nt. Deor. lib. 1.(1) N. D. T. Hércules, que es el pe.rsonage
mas famoso de la n-litologia , es la prueba mas




90Ciencia
noticias religiosas extrangeras , que ha-
llaron , añadiéndolas á las propias y


convincente de lo que dice nuestro autor ; pues
no es mas que un compuesto de los diferentes
hércules, esto es , hombres fuertes que habian
existido en otras naciones. Los Griegos recogie-
ron todas 1,,s maravillas que la tradicion conta-
ba de ellos , y formaron de este agregado su hé-
roe. Los Romanos le añadieron las maravillas,
que se decian en las naciones que conocian , y con
esto salió algo mas maravilloso que el de los
Griegos. Con este principio es fácil explicar la
diversidad que se halla en los escritores antiguos
sobre este famoso héroe. En su historia se hallan
por esta razon mil cosas inverosímiles y aun im-
posibles, trabajos y viages que en aquellos tiem-
pos bárbaros no eran capaces muchísimos hom-
bres de ejecutarlos. La historia nos lo represanta
tomando las ciudades, castigando los tiranos,
destruyendo y domando los monstruos, restable-
ciendo en su reyno á los reyes ó cabez,s de los
pueblos herdicos , combatiendo , y matando á los
hombres fieros y salvages , ejecutando rapifi-s con
violencia , venciendo á los mas fuertes en la lu-
cha y la carrera ; fabricando nuevas ciudades,
apartando los ríos de su cauce, ó volviéndolos á
él ; abriendo caminos por los lugares inaccesibles,
desecando lagunas , &c. Estos hechos , que re-
feria la tradicion de los pueblos, pasando por
Ja imaginacion de los poetas , tomaron una
nueva forma y un nuevo colorido , exIgeráncio-
los , y añadiéndoles maravillas sobre maravillas.


de la legislacion. 91
mezclándolas con sus tradiciones de ma-
nera que parecian nacidas de la mis-


Asi los poetas le hacen viajar y sufrir trabajos
inmensos en Creta , en Egipto , en la costa oc-
cidental del Africa, en España , en Sicilia y en
lo interior de la Scitia. Despues de Homero y
Hesiódo se le atribuyen nuevos trabajos y nuevos
viages , porque teniendo los Griegos nuevas rela-
ciones de los héroes de los otros pueblos , fueron
agregando sus acciones heroicas á su Hércules,
que sabiendo que habia hecho tantos viages , y
habia sufrido tantos trabajos, no les fué muy di-
ficil persuadirse que los que de nuevo le atri-
buían los poetas fuesen verdaderos. Herodoto nos
habla de tres Hércules , del Egipcio que es el
mas antiguo , del Théhano y del Olímpico. Pau-
sanias y Diodoro Siculo hablan de los mismos
tres Hércules , atribuyendo la institucion de losjuegos Olunpicos al Cretense, que por eso lellaman Olímpico. Ciceron cuenta seis de diver-
sos lugares ; y los Griegos mitólogos posteriores
cuentan hasta quarenta. Esto consiste en que se
hallaron en diferentes pueblos memorias de otros
héroes semejantes al Hércules de los Griegos que
los poetas de su nacion celebraban ; y como co-
nocieron que un mismo hombre no porfia haber
corrido tantos paises, ni ejecutado tantas empre-
sas que pedian mucho mas tiempo que la vida de
un hombre solo , de aqui concluyeron que habia
habido muchos Hércules. Lo mismo que acaba-
rnos de observar de Hércules puede decirse de
Baco y de Orféo. Los poetas han formado cada




92 Ciencia
ma fuente, y en el mismo lugar (i). Fi-
nalmente se aprovecharon de los diversos


uno de estos héroes de otros semejantes que ha-
bia en otros paises, atribuyéndole las acciones
heroicas y maravillosas de aquéllos , haciéndo-
les viajar por muchos paises , enseriando á los
hombres á hacer el vino, y con este medio exci-
tarlos á varias empresas ; y así por esta razon
los escritores antiguos tambien distinguen varios
Bacos , reconociendo unos mas y otros menos,
como hemos dicho de Hércules ; y ast si de estos
héroes se quitase lo que la imaginacion acalora-
da de los poetas les ha afiadido , lo que ha ext-
gerado la rradicion de los pueblos ignorantes y
supersticiosos, la historia de estos héroes se re-
ducirla á unos hechos verosímiles, ciertos, y que
necesariamente hablan de suceder atendidas las
circunstancias en que se hallaban. La bajada de
Orféa á los infiernos no era sino la evocacion de
la sombra de algun muerto , que era muy coman
en el tiempo de aquellos héroes , y análoga á
las opiniones que en aquellas circunstancias de-
bían reynar. Llamando Orféo á su querida Eurí-
dice , que con su muerte le habia dejado pene-
trado de dolor, no era extraño que lleno de es-
tas ideas creyera que la sentia y la veía ; pero
esta ilusion imaginaria no porfia durar mucho
tiempo, y era preciso que fuera disipada por la
realidad. Este es el hecho que dió lugar á la fá-
bula que los poetas inventaron de su bajada á los
infiernos.


(e) N . D. T. Las pocas noticias religiosas


de la legislado% 93
sentidos que por causa de la pobreza de
la lengua antigua se podian dar á las
antiguas expresiones con que se hablan
extrangeras que encontraron los poetas , aunque
peco interesantes para ellos porque no lisonjea-
ban la vanidad nacional , no por eso las despre-
ciaron, sino que se las apropiaron , se sirvieron
de ellas , las incorporaron con las suyas para ha-
cerlas mas augustas , mas maravillosas y mas ve-
nerables. Hornero y Hesiódo son una prueba evi-
dente de esta verdad. Hesiódo en la numeracion
que hace de los ríos hijos de Tetis y del Océano,
cuenta el Nilo que era muy venerable entre los
Egipcios, el Meandro que se adoraba en el Asia
menor, y algunos pretenden que tambien ha ha-
blado del Danubio y del Pó. Diodoro pretende
que lo que estos dos poetas han dicho sobre et in-
fierno y los campos Elisios , no son sino los ritos
y ceremonias fúnebres de los Egipcios, que ha-
biendo pasado por la imaginacion fecunda de estos
poetas, recibieron una nueva forma y un nuevo
sér. Todo lo que ofrecía á su imaginacion un caín-
Po mas abundante y mas extenso, y materiales
mas copiosos , es verosímil que no lo desprecia-
aian y as: estas noticias religiosas extrangeras
la s mezclaban con las opiniones teológicas de su
pais, y su imaginacion viva les daba un nuevo
br illo y realce. De estos hechos que son ciertos
ha nacido un error en la mayor parte de los mi-
tol ogistas, porque han deducido que la fuente
dé la fábula y de la religion siempre debe bus-
carse cn 1.1 ideas teológicas de los pueblos mas




94 Ciencia
transmitido las tradiciones , para dar á
los hechos que éstas contenian las altera-
ciones mas extrañas y extravagantes que
antiguos , puesto que de ellos se han tomado
las ideas religiosas, y se han mezclado con las
de éstos. Pero debian observar que antes de re-
cibir estas ideas religiosas , los pueblos mas
modernos tenian su religion y sus opiniones; y
los poetas no han hecho mas que enriquecer
y adornar su edificio mitológico con estos nuevos
materiales. Causas semejantes siempre producen
efectos semejantes. El politeísmo ha nacido y se
ha extendido en un pueblo por las mismas causas
que ha nacido y se ha extendido en otro ; y asl
no es necesario persuadirse que los pueblos ha-
yan recibido unos de otros sus dioses , sus fábu-
las y sus ideas religiosas, ni afanarse en buscar
y averiguar quál es el pueblo mas antiguo para
reconocerlo como el origen, la fuente, y el autor
del politeismo y de las tánulas de todos los otros
pueblos. Se encuentra al mismo dios adorado en
diferentes pueblos aunque con diferentes nombres,
y luego concluyen que unos habian recibido de
otros esta deidad. Mas z por qué no ha conservado
el mismo nombre que tenia en el otro pueblo de
quien la han recibido? ¿ Por qué las deidades que
recibieron de otros pueblos, siempre conservaron
el mismo nombre y los mismos simbolos y culto,
y las otras no? Es evidente que los que tenias
nombres diferentes no los habian recibido de na-
die, sino que habian nacido en su imaginacion
por las mismas causas que en otros pueblos.


de la leg,islacion.
95


la imaginacion poética podia idear (1).
En pocas palabras , estos primeros


(a) N. D. T. Pocos ejemplos serán bastantes
para convencernos que la pobreza de las lenguas
primitivas, y el grande abuso que los poetas hi-
cieron de ellas, han contribuido infinito para
desfigurar enteramente las tradiciones religiosas
de los pueblos. La fábula del caballo que Neptu-
no hizo salir de la tierra está fundada sobre un
suceso sencillísimo , pero alterado por los poetas
abusando de la pobreza de la lengua. Sale de re-
pente una fuente : este fenómeno fisico en aque-
llos tiempos de ignorancia se mira como prodi-
gioso, y como tal pasa y se transmite á la
posteridad que Neptuno dios de las aguas ha he-
cho salir de la tierra una fuente; pero la voz de
que se servía para significar el agua la lengua
antigua , significa dos cosas, es á saber, el agua
y el caballo. Los poetas que siempre buscan lo
mas maravilloso se aprovechan de esta ambigüe-
dad de la voz , y aseguran que Neptuno ha hecho
salir de la tierra un caballo ; y por la misma am-
bigüedad Neptuno que se llamaba antiguamente
aquático , se llama despues caballero , y como tal
fue invocado ; y por la misma razon se le consa-
gró el hippopótamo ó caballo marino. Entre las
fábulas antiguas de Grecia se contaba la de ha-
berse convertido en caballos los dos pequeiíos
r'ios llamados Erifa y Parténia. Una tradicion
antigua referia que habiendo desecado Júpiter
las aguas del diluvio, dió á Deucalion un pue-
blo, esto es, que aquella region se pobló de nue-




Ciencia
poetas aprovechándose de la tradicion cono
fusa que hallaron en las mutaciones y
vo ; mas la palabra Laos de la lengua antigua
significaba una piedra y un pueblo. Los poetas
abusando de esta equivocacion dijeron que Júpi-
ter le habla dado á Deucalion hombres de pie-
dra. Por la misma pobreza de la lengua , la voz
KIpty;ct significaba la icundacion de un rio, y los
Cuernos y la voz rziTos. o Tointos significaba
segun Suidas un toro y un rio. En Sófocles la
misma voz significa un rio , y el rio Ylico tam-
bien se llamaba Taurus ; quizás los antiguos en
medio de su barbarie observaron alguna semejan-
za aunque muy remota entre un toro irritado
y un rio , y por esta razon acomodaron esta voz
á dos objetos tan poco semejantes. Con esta len°
gua tan grosera se halla transmitida una tradi-
clon antigua de que Hércules habia truncado un
cuerno , es á saber , una rama del toro Achéloo,
esto es, del rio Achéloo. Los poetas sirviéndose de
su arre pintaron el caso con los colores de su lima-
ginacion exaltada, diciendo que el rio Achéloo
se habla convertido en toro , y que Hércules le
habla quebrado un cuerno. Por lo que dejamos
dicho es fácil explicar, porque Neptuno se llama-
se Taureus y Taurices, por qué Euripides en su
Eugenia dice que Nestor llevaba por insignia en
su bajel el rin Alféo á los pies del toro, y por
qué los antiguos escultores solian representar los
ríos bajo la 'figura de los toros. Todas las len-
guas han tenido al principio este vicio, los
hombres gcoseros no han podido darles aquella


de la legislacion. 97
progresos que la religion habia sufrido;
aprovechándose igualmente de la me-
moria confusa de los sucesos memora-
bles , universales y particulares 5 fisicos
morales transmitidos teológicamente, es-
pecialmente del antropomorfitismo , que
como hemos dicho debia tener con el
politeismo un origen contemporáneo, y de
las tradiciones exageradas de los hechos
de los semidioses ó de los héroes patrios
deificados, y del interés que la vanidad
nacional tomaba en ello como tambien
de las noticias religiosas de los extran-
geros que hallaron establecidas en cada
pais , y de la facilidad de incorporarlas
con las propias ; y finalmente de los socor-
ros que suministraba á su imaginacion la
pobreza de la lengua antigua , con la qual
se habian transmitido las tradiciones reli-


exáctitud que despues han tenido, guando las lu-
ces y los conocimientos se han extendido y per-
feccionado; y quizás este fué uno de los motivos
Por que la historia antigua de casi todos los pue-
blos está llena de fábulas absurdas y contradicto-
rias. Los hechos sencillos se escribieron en unas
lenguas pobres, y por esta razon llenas de yo-
ces que significaban cosas enteramente opuestas,


Tomo X.




98 Ciencia
giosas de su patria. Sirviéndose digo yo.
de estos fundamentos y de estas disposi-
ciones, expresaron con las ideas poste-
riores de las mutaciones políticas la his-
toria anterior de la vicisitud de las opi-
niones religiosas , dieron una genealogía
fisica á los dioses que no eran suscepti-
bles sino de una generacion metafisica
porque todos habian nacido en el enten-
dimiento humano (i).


Enriquecieron con invenciones poéti-
cas las tradiciones de los sucesos anti-
guos , que se habian transmitido teológi-
camente, aumentaron las tradiciones exa-
geradas de los hechos de sus semidioses,
no solamente con las ficciones de la poe-
sía , sino con las tradiciones igualmente
exageradas de otros semejantes héroes ex-
trangeros deificados que los confundieron


(I) N. D. T. No es menester mas que ver la
genealogía de los dioses para conocer que son
enteramente obra de la imaginacion de los poetas,
lo que no sucede en la generacion de los héroes
*deificados, porque ésta dependia del comercio que
los mortales hablan tenido con las inmortales, 6
los inmortales cen las mortales, segun constaba
por la tradicion de los pueblos. Herodoto decía


de la leislacion•
99


con los suyas; mezclaron de la misma ma-
nera las otras noticias religiosas exóticas


que la teogonía griega , 6 la generacion de los
dioses, no era mas antigua que Hesiódo y Ho-
rnero. La poca uniformidad que se halla en los
poetas sobre esta genealogía, es una prueba con-
vincente que ni se transmitieron con las otras
tradiciones religiosas , ni las inventaron los que
formaron el politeismo. Hornero y Hesiódo no
convienen entre sí , ni con los demás poetas , y
muchas veces sucede que un mismo poeta en sus
diferentes obras pone diversas genealogías, y aun
en una misma obra se hallan contradicciones. Ve-
mis segun Hesiódo es formada de la espuma de
la mar producida por los genitales de Celo que
Saturno habia cortado ; y Hornero nos dice que
esta diosa es hija de Júpiter y de Dionéa.


En Hesiódo Juno engendra á Vuicano sin el
socorro de Júpiter; y Hornero hace á este dios
hijo de Júpiter y de Juno. Hesiódo hace á Tiléo
hijo del Tártaro y de la tierra; y en los him-
nos que corren en nombre de Hornero , este
gigante nace de los vapores que Juno irritada
contra Júpiter hace salir de la tierra. Hesiódo
hace á las gracias hijas de Júpiter y de la bella
hurinorna , y en uno de los himnos del supuesto
°n'e° son hijas de Eunornia , muy diferente de
aquélla ; otros poetas las hacen hijas de Júpiter y
d e Juno , y otros de Venus. Todos los poetas
d icen que son vírgenes, y Hondero afirma que la
una es esposa del sueño, y la otra de Volean°.


Hesiódo hace nacer á las furias de la sangre
G 2




roo ciencia
con las propias, formando de todas ellas
un solo cuerpo, y dieron á las expresiones


de Celo, que cayó á la tierra despues de su fatal
rnutilacion Licofron y iEschiles las hacen hi-
jas de la noche y de Achéronte ; Sofocles las ha-
ce salir de la tierra y de las tinieblas: Epimeni-
des de Saturno y de Eurinoma ; y otro poeta de
Pluton y de Proserpina. El mismo Hesiódo en otro
poema suyo hace nacer á las furias de la discor-
dia, La misma variacion se halla en este poeta
y en el poema sobre el origen de las parcas. Esta
variedad prodigiosa, y esta arbitrariedad de los
poetas en formar las genealogías de los dioses,
nos manifiesta claramente que se han servido de
estas alegorías para ocultar ó descubrir las ver-
dades que las circunstancias del tiempo les per-
inician por lo respectivo á las tradiciones antiguas
religiosas , y la extension progresiva de los obje-
tos del culto politeistico. Tambien manifestaban
de este modo la relacion que una 6 muchas dei-
dades tenian con otras. Estas genealogías que ser-
vían para estos usos , no era extraño que fueran
variadas por otros poetas 5 por él mismo , quan•
do quería significar otras ideas ó encubrirlas ba-
jo la misma alegoría. En Hoernro y Hesiádo se vén
algunas de estas variaciones en las genealogías,
porque por estos símbolos se proponen manifes-
tar diferentes verdades. Este uso hicieron los poe-
tas de las genealogías de los dioses , y estos los
motivos por que las variaban á su arbitrio, ha-
deudo de esta especie de alegoría el mismo uso
que de las demás. Si el hecho ó el objeto que se


de la legislacion. o r
antiguas , con las cuales se habian trans-
mitido las tradiciones religiosas patrias,
los sentidos mas estravagantes y las in-
terpretaciones mas pojticas. De este modo
hicieron desaparecer los vestigios de es-
te culto , y multiplicaron los absurdos y
los vicios cle esta religion que era ya
absurda y viciosa.


Los poetas que vinieron despues, si-
guiendo los mismos pasos y el mismo ca-
mino, dieron mayor apoyo y extension al
mal; y en este estado de confusion, de ab-


presentaba á sn imaginacion tenia alguna rela-
cion aunque remota con la alegoría , lo oculta-
ban con ella. Los primeros poetas dieron el ejem-
plo , los posteriores les siguieron continuando y
extendiendo mas el abuso de las alegorías. Pau-
sanias nos refiere que estos poetas dieron mu-
chas cabezas á la hidra Lernea , y un ojo solo y
un solo diente á las tres hibs primogénitas de
Forco. Los cabellos retorcidos de la Gorgona
su hermana los convirtió su imaginacion en ser-
pientes, y con la actividad mortífera de sus ojos
hicieron petrificar á los que ellas miraban, y pu-
sieron en las manos de Perseo la cabeza de Me-
dusa para desolar la isla de Serifo petrificando
á los habitantes y al -rey presentándoles esta
cabeza fatal. Qué necesidad hay de traer mas
ejemplos. Los primeros poetas y los posteriores




102 Ciencia
sordos y de vicios , se debió hallar como
en efecto se ha hallado por todas partes
el politeismo guando el pueblo ha sali-
do de la barbarie. Veamos pues todas
las relaciones que este politeismo univer-
sal debe tener en este estado de la so-
ciedad con los bienes y con los males
indicados ; mas para hacerlo con aquella
exactitud que conviene , es necesario ha-
cer un examen muy particular de esta
materia en el siguiente apéndice.


echaron con estas alegorías un velo sobre toda la
historia de las o p iniones religiosas de su patria,
y asi multiplicaron y extendieron los absurdos y
Jos vicios de esta religion extravagante.


Lo mismo sucedió á los Romanos, y sucede
á todas las naciones , si algunas circunstancias
extraordinarias no detienen ó alteran el curso
ordinario del progreso de las opiniones
giosIs. Los poetas son los primeros que han ma-
nejado y manejan las opiniones religiosas de
su patria , y con estos materiales levantan seme-
jantes edificios; luego es preciso que de estas
cau;as tan semejantes resulten siempre efectos se-
mejantes. Los sucesos que hemos presentado en
estas notas , y las observaciones que sobre ellos
hemos hecho, son argumentos bastante fuerces
para convencer á los lectores de esta verdad.


de la legislado% 103


CAPÍTULO V.


Apéndice al capitulo precedente.


Despues de haber expuesto la genera-
cion del politeismo , y haberle seguido
hasta el punto en que debe encontrarse
(piando la sociedad ha salido ya de la
'oarbárie , es necesario examinar ahora su
culto que debió acompañar estas ideas
religiosas, y observarlo en los mismos pe-
ríodos , seguirlo por los mismos espacios,
y conducirlo al mismo término para lle-
gar á ver de este modo el compuesto de
las opiniones y de las prácticas, ó todo
el agregado de esta religion, sin cuyo total
conocimiento las ulteriores investigacio-
nes, á las quales éstas sirven de funda-
mento, quedarian necesariamente mal fun7
dadas é imperfectas.


No es necesaria mucha penetracion
para conocer quál debió ser el primer
culto de aquellos mortales atemorizados
que recurrieron á la fuerza desconocida
de que hemos hablado. Sencillo é indeter-




T 04 Ciencia
minado como el objeto á que se dirigía,
arbitrario y vagante como el salvage que
lo practicaba dictado por el espanto y
por consiguiente inopinado é interrum-
pido como las causas que lo dispertaban,
no podia tener ni lugar fijo ni ceremo-
nias estables, ni tiempos prescriptos ni in-
vocaciones uniformes; debia tener pocos
sacrificios y muchas oraciones ser menos
ostentoso pero mas intenso (I).


Esta sencillez del culto primitivo,
análoga á la de las primeras ideas reli-
giosas , no podía conservarse mas tiempo
que las ideas mismas á las quales se re-
feria. Quando de la opinion de la fuerza
desconocida pasaron á la deificacion de
muchas fuerzas y potencias distintas, guan-
do reconocieron muchos dioses y éstos
semejantes á los hombres, en pocas pa-
labras guando se dió el primer paso en
el politeismo, y por consiguiente en el
antropornorfitismo , que como hemos vis-
to debió tener con él un origen simultá-
neo; el culto debió resentirse de esta mu-


la) Par esta razón la tradición antiltifsirria de


de la Zegislacion. Tos
tacion de ideas religiosas ; sus prácticas
debieron empezar á tener aquellas de-
terminaciones y distinciones que tenian
sus objetos ; sus ejercicios debieron em-
pezar á ser mas frecuentes ; fué necesa-
rio procurar conseguir el perdon y el au-
xilio de los dioses como el de los hom-
bres ; recurrir á los dones y homenajes;
introducir sacrificios y postraciones. Mas
en todas estas mutaciones é introducciones
debió resentirse universalmente la influen-
cia de las circunstancias en las quales se
hallaban , y necesariamente deberán ha-
llarse siempre los hombres en este segun-
do período del progreso de su religion.
Aun independientes y vagos, pobres y


la Grecia referida por Herodoto en el lib..2. cap.
52. nos cosería que la esencia del culto de los
Pelasgos , que eran los primeros salvages habi-
tantes de la Grecia , cor.sistia en las oraciones;
y por esto en vrrios salvages posteriortnente co-
nocidos , los viageros no están acordes entre sí,
afirmando unos que ellos tenian alguna idea de
religion , y negándolo otros, porque los prime -
ros los habrán sorprenhendido en algun momento
de terror , y por consiguiente de oracion ; y los
otros no habiéndolos hallado en semejantes cir-
cunstancias , 110 han podido descubrir en elles




Io6 Ciencia
dispersos, menos aislados , mas vecinos,
pero aun separados y divididos 5 no po-
dían tener ni comunion de ritos, ni sa-
cerdocio distinto, ni templos construidos,
ni aras fijas, ni un culto comun, ni po-
dían abandonar en sus sacrificios la sen-
cillez de su estado. En sus casas ó en el
campo, ó sobre unos terrones amontona-
dos, se colocaba un simulacro grosero, se
hacia una libacion , se quemaba una haz
de yerbas escogidas y olorosas, y este
era el sacrificio que cada familia ofrecia
separadamente á aquella deidad que im-
ploraba por el ministerio de la cabeza, que
era al mismo tiempo el padre y el pon-
tífice (1).
ningun vestigio de religion y de culto. Respecto
de los Pelasgos acordémonos de lo que hemos di-
cho de ellos en otra parte , es á saber , que eran
adoradores de la ji4es-za desconocida.


(e) Thura nec Eufrutes , neo miserot india
costurn.


Nec fuerant sufrí cognita fila croci.
.dra dabas fumas herbis contenta sabinis.
Et non exiguo lacres adusta foco.


Ovid. Fast. lib. s. 34o.
Platou nos coni:rma en csta misma idea en dos


lugares de sus obras en el lib. 6. de las leyes, y en


de la legislacion. 107
La razon de los augurios y auspicios


debió tener principio desde este tiempo,
y hacer una parte esencial del culto.
Acostumbrados los hombres á explicar
por las ideas teológicas los fenómenos
naturales , y observando en las diversas
partes de la naturaleza varias señales
precursoras de sucesos diferentes ; viendo
por ejemplo en la aparente palidez
en el extraordinario ardor del sol, ó bri-
llantez de la luna un presagio constante
de una mutacion en el tiempo ; en las
apariciones ó desapariciones de algunas
aves; en el vuelo, ó en el canto de algu-
nas otras, &c. semejantes predicciones ( );
y creyendo por consiguiente segun los
principios que hemos explicado que todo


el Epinemo , como tambien Porfirio , que refiere
sobre este objeto la autoridad de Teofrasto; véa-
se su libro de .4bstinencia en Eusebio Prep.
.P:vang. lib. a. cap. 6. Las relaciones de los via-
geros que han visitado los pueblos clt la América,
nos hacen ver que en los lugares donde los hom-
bres vivian , aun en el estado de que hablamos
aquí, se ha hallado la misma sencillez de cultos.


(s) Véase á Hesiódo en su Poema de las obras
y de los dios , verso 446. 449.
Gl


488.
eorg. lib. e. verso 35I. 36t. y ,siguientes. y


.á V i
i


r


.


g




Toa Ciencia
lo que sucedia en la naturaleza estaba
destinado y dirigido para bien del hom-
bre , explicaron teológicamente estos fe-
nómenos, los consideraron como el len-
guage con que los dioses les anunciaban
los sucesos futuros, de donde concluye-
ron que los dioses ponian mucho cuida-
do en dirigir sus empresas, y pasando de
un error á otro dedujeron que se les de-
bia consultar antes de emprenderlas. Los
astros las aves, el canto de los pollos,
el silbido de las serpientes, &c. todo lla-
mó su atencion, todo podia ser un aviso
de los dioses , todo se interpretaba como
tal despues del éxito de las cosas, y cor-
riendo tras de aquella lógica de la igno-
rancia universal y constante , que dedu-
ce de cada hecho particular una regla
general, el suceso bueno ó malo que se
habia seguido á tal señal, bastó para de-
terminarlo como presagio feliz ó funesto
en semejantes acaecimientos.


Este es el fundamento y el origen de
la razon de, los augurios y de los auspi-
cios, razon universal de los pueblos bár-
baros , la qual si debe al interés y al


de la legislacion. To9
fraude sus progresos y su extension;
seguramente no debe su origen y su prin-
cipicio sino á la ignorancia y al error.
Es fácil conocer que mientras duró el
estado indicado de separacion, estas se-
ñales , estos augurios , estos auspicios y
el modo de tomarlos é interpretarlos,
debieron ser particulares y diversos como
lo eran el culto y los ritos de cada fa-
milia , y que la cabeza de ella que era
el padre y el pontífice tambien debió ser
el augur.


Introducido el politeismo al paso que
se extendia, debió producir necesariamen-
te una progresiva extension en el culto.
A medida que los objetos de la esperan-
za y del temor de los hombres les obli-
gaban á reconocer mayor número de dis-
tribuidores, era cosa natural que su culto
interesado exigiera mayor níniero de
prácticas y de ejercicios distintos. Pero
así como en el tiempo mismo que se
multiplicaba el número de los dioses, el
estado de los hombres recIbia aquellas
modificaciones y corria aquellos espacios
por los duales se pasa por grados pro-




10 Ciencia
gresivos y casi insensibles de la indepen-
ciencia salvage á la servidumbre civil (i);
así era igualmente necesario que el cul-
to que por una parte debia recibir alte-
raciones sucesivas de la multiplicacion
progresiva de los dioses los recibiera
tazubien por otra parte de la progresiva
perfeccion de la sociedad.


En este órden constante y universal
de cosas la comunicacion de los ritos
privados debió ser la primera modifica-
cion que el culto recibió del primer vín-
culo social que se formó.


Quando empezó á haber una union,
un senado de padres compuesto de esta
familia que se habia reunido y engran-•
decido ; guando empezó á haber un rey
y una . cabeza que presidia á este senado,
y conducia los padres con sus adherentes
á la guerra; guando en este senado fué
necesario convenir para algunos negocios


(s) Entiendo por servidumbre civil el estado
en que la fuerza pública, esto es, la de la ley,
ha triunfado de todas las fuerzas individuales; y
este es el verdadero estado en el quai se puede
decir que la sociedad ha llegado al término de
su perfeccion.


de la le.gislacion. I í
relativos á la salud publica (1), á cómo
podia hacerse esto en medio de las opi-
niones religiosas de estos hombres, enme-
dio de la comun creencia que los dioses
lo obraban todo 7 sin implorar todos jun-
tos su voluntad? Fué necesario pues cons-
truir templos sagrados y públicas aras,
formar un rito público de los padres
de familia , acordar los sacrificios que
debian ofrecerse, y el modo de ofrecer-
los; finalmente fué necesario empezar fi-
jando la -razon comun de los augurios y
de los auspicios, y deducirla, componien-
do y conciliando juntamente las observa-
ciones particulares y hereditarias de los
padres sobre las diversas seriales con las
quales solian los dioses anunciar en sus
familias -su voluntad y los eventos futu-
ros de las cosas (2).


En este primer principio del culto
público era muy natural que los padres


(I) Véase sobre este estado de la sociedad lo
tqaueobhreamos.dicho en el cap. 35. del lib. 3. de es-


(1) Este hecho universal no se oculté á la
penetracion profunda de Pllton, pues en el lib.
3. de las leyes dice: qua la comlinicacion . dé lós




I 12 CienCi a
que eran solos los sacerdotes, y los au-
gures en su familia, continuasen en serlo
en la ciudad; y que el rey que era la ca-
beza de estos padres en el senado y en
la guerra, lo fuese tal-tibien en los sacrifi,
dos y en los augurios.


Patres sacra ,magistratusque soli per•
aé,..-unto ineuntoque


Sacra patres custodiunto.
Sacrorum omnium potestas sub regí-


bus esto...


Lex Regia
Rex idem, et regi Turno gratis si-


mes Augur (1).


Introducido el culto público el nú-
tuero de los dioses que todos los dias se
aumentaba, la multitud de los sacrificios
que debia extenderse á medida que se
multiplicaban los dioses y las ocasiones
de recurrir á ellos; finalmente la frecuen-


ritos privados aconipaíi'd el principio de la so-
ciedad.


(1) Virgíl, hEneia'. lib. 9. y Dionis. de Ali-
carti. fib. a. y lo que hemos di-
cho en el cap. 35. del lib. 3. de esta obra.


de la legíslacion. 113
cia de las guerras y las sediciones inte-
riores que debian ser continuas en la in-
fancia de esta sociedad , en que aun se
conservaba en casi toda su extension an-
terior la independencia privada de los
padres (I), les obligaron pronto á ha-
cer dimisión del ministerio del culto,
y á elegir de su mismo cuerpo un cierto
número de individuos para consagrarlos
únicamente á las sagradas funciones. Y
así el sacerdocio formó un órclen distin-
to que pertenecía al de los patricios por
origen y parentela, y á su cabeza ó rey
por la qualidad que éste tenia y que uni-
versalmente conservó de cabeza ó rey de
los sacrificadores , y de supremo director
de las cosas sagradas (2).


Instituido el órclen de.-los sacerdotes,
depositado el sagrado ministerio en un


(a) Véase lo que hemos dicho sobre esto en
el Cap. 25. del lib. 3.


(2) Este hecho lo hemos probado en las no-
las anteriores. Solamente diremos aqui que en
los islefíos del hemisferio austral que se han
¿escubierto á fines del siglo pasado, tanibien se
tia hallado el sacerdocio universalmente com-
pues to de individuos del cuerpo de los patricios,


Toma




IT 4 Ciencia
cuerpo poderoso por su condicion, y ve-
nerable por su incumbencia, el culto pú-
blico necesariamente debió prosperar en
circunstancias tan favorables. Los tem-
plos debieron ser mas augustos, multipli-
carse los altares, y ser mas grandes y mas
frecuentes los sacrificios. Varias fiestas
conmemorativas de las calamidades recien-
tes y antiguas que se habian evitado, y de
antiguos y recientes beneficios que se ha-
bian conseguido debian instituirse en esta
época. Todo lo que podia sostener el
culto en los devotos mortales todo lo
que podia aumentar su reconocimiento
el temor de los dioses , seguramente no
debia omitirse (t). El lenguaje con que
los hombres debian hablar á los dioses
sobre la misma necesidad dirigido por
el mismo &den, debió adquirir aquella


y que el Rey de estos heróicos gobiernos es la
cabeza del sacerdocio como el primer sacrifica-
dor. Vé se el tercer viage del capita? ' Cook.


(1) Todas las fiestas mis antiguas de los
pueblos en efecto nos indican estas conmemora-
ciones. Las fiestas antiquísinas que se celebra-
ban sobre la montgfia de la isla de Snrnotracia,
y las de los Arcades sobre el monte Liceo.; las


de la legislacion. -Tzs
dignidad y aquellos caracteres que antes
no tenia. Los himnos, los cánticos for-


de los Rodianos de las quales habla Pindaro; las
que todos los nueve años se celebraban en Del-
fos por la victoria de Apolo contra la serpiente
Piton 5 la que se llamaba en Roma populi fugium,
de la qual hablan Dionisio de Alicarnasia y
Plutarco 5 las que de tiempo inmemorial se cele-
braban en el japon , y en la costa de Malabar; y
las que se hallaron en varias naciones de Amé-
rica, y que hoy se observan en las islas recien-
temente descubiertas del mar del Sur, no indica-
ban ni indican otra cosa sino estas conmemora-
ciones. Seldeno ha probado que los Persas llama-
ban memoriales á sus fiestas antiguas. Los que co-
nocen los ritos que se practicaban en la Cronia en
la fiesta de las lámparas, en la de Céres de Pro-
serpina, y en la fiesta llamada antistería ó Boe-
drouria por los Griegos, no podrán dejar de co-
nocer las conmemoraciones que tenian por obje-
to. Véase á Meursio sobre estos respectivos tí-
tulos en su Tratado de Gra.c. Fest.


En todas estas fiestas, y en todos los mis-
terios que nacieron de ellas , como luego ve-
remos si el fin presenta el expectáculo del jú-
bilo y alegría, se vé constantemente ésta pre-
cedida del temor y de la tristeza. En muchas
se vén la huida , las quejas , los gemidos, los
alaridos, los ayunos, las vigilias de ceremo-
nia; en otras la invesrigacion de alguna deidad,


de alguna potencia fisica deificada como el
sol, la luna, &c. que recordaban su antigua ocul-


H 2




I t6 Ciencia
!tactos por los sacerdotes, debieron ser
znas magestuosos y mas augustos que los


tacion en los desórdenes fisicos; en otras se véa
presentar bellotas, ralees, árboles silvestres ó
frutas secas, en pocas palabras, todo lo que
puede recordar el pasage del terror ó de la mi-
seria á la seguridad ó á la abundancia.


En las apolonias que se celebraban en Sicion
siete jóvenes y siete virgenes buscaban á Apolo y
á Diana, es á saber, al sol y á la luna para in-
dicar su ocultación en alguna catástrofe. Por la
misma razon se buscaba en Egipto á Osiris la-
mentándose, y se celebraban en Delfos la llegada
de Apolo, y por los Sirios la muerte y renaci-
miento de Adonis, el qual como sabemos, era
el sol de los Sirios, como el Osiris lo era de los
Egipcios, y Apolo de los Griegos.


Una conmemoracion semejante es celebrada
todos los años por los Americanos de la Flori-
da, y por los Apalacos y los Caraibos de la is-
la de santo Domingo, por los pueblos del Perú,
y los habitantes de las islas Marianas en el
tiempo de las fases de la luna. Arenéo habla de
tan bayle antiguo que se llamaba Incendio del
arando lib. 14. cap. 7. Véase á Meursio lib. r.
Pintare° de iside et osiride. Luciano de dea si-
ria §. 55. Ceremonias religiosas tom. Hist.
Gen. de lor T.siages , tom. XII. Conquista del
Perú, tom. a. Laffitau, Cost. de los salvages,
Sor». 1. Cartas edif. tom. XFIll.


Las bellotas, las coronas de encina, las yer-
bas salvages, las raíces, algunas frutas ó legura.'


de la legislacion. 117
que anteriormente se cantaban por los pa-
dres con sus familias; sus enfáticas espre-
siones debieron alterar extraordinariamen-
te y exágerar los hechos que indicaban;
y sus esquisitas voces para distinguirse
del lenguage comun, debieron muy pron-
to hacerlos obscuros y arcanos (r). El
misterio finalmente tan apropósito para


bree; vigilias, vestidos groseros, y otras conme-
moraciones de la anterior miseria del estado sal-
vage de los hombres, de los descubrimientos de
la agricultura, y de los beneficios de la sociedad,
formaban una parte de los ritos de las fi-stas de
Céres , de las fiestas de las estaciones en Atenas,
de las de Pesinunta , y de otras fiestas de los
Egipcios, de los Persas, de los Japoneses, ea
los quales aun hoy se celebran. Diod. Sic. lib r.
Dion. de Alic. r. cap. 18. y lib. 2. cap. 8.
La 5.a ovacion del Emp. yulitmo en honor de la
madre de los dioses. Virg. Georg. lib. 5 . 349.
Varron en S. Agustin de Civit. Dei lib. 7. cap.


Cit. de leg. lib. n. Plut. de iside et osiride
Ueinser. lib. 3. cap. 6


En las fiestas nupciales de la Grecia un niño
coronado de espinas y de ramos de encina, lle-
vaba en la mano una criba llena de panes pro-
nunciando estas palabras : he huido el mal y he
encontrado lo mejor. Véase á Esichioy á Suidas
en esta voz.


(1) Cook, Forster y sus compañeros, que ha




ti3 . Ciencia
excitar la veneracion de los mortales de-
bió venir al socorro de todos los otros
medios que se habian empleado para ex-
tenderla. En la celebracion de los ritos
mas augustos de las grandes solemnida-
des relativas á las indicadas conmemora-
ciones, solos los patricios debian ser ad-
mitidos, los demás del pueblo formado
de la clientela y de la servidumbre del
estado anterior de familia (r), debió ser
excluido; la inaccesibilidad aumentando la
veneracion de los excluidos debió al mis-
mo tiempo extender la de los admitidos,
y el culto religioso ganaba de este modo
igualmente en la opinion de todas las ór-
denes de la sociedad. Esto es lo que de-
bla suceder y en efecto ha sucedido uni-
versalmente, y ha sido lo que en todos


bian hecho muchos progresos en la lengua de los
Taytanos y de varios otros isleños del hemisfe-
rio austral, y que comprendian muy bien su len-
guage familiar, j.más pudieron comprender su
lenguage sagrado; véase á Renaldo Forster en su
viage port. 4. cap.


(1) Véase lo que he dicho sobre esto en el
indicado capitulo 35. del lib. 3 de esta obra.


de la legislacion. T T9
los pueblos ha dado el primer origen á
los misterios (1).


Establecida y fortificada por tantas
causas la dependencia religiosa de los
mortales, sus progresos eran necesarios y
su extension inmensa , descubriendo muy
pronto la ainbicion el instrumento om-
nipotente de que porfia servirse para


(i) El capitán Cook, que en su tercer via-
ge se halló presente á la celebracion de algunas
fi,stas de varios pueblos de las islas del mar del
Sur, dice: que solo las cabezas o- patricios, con
los sacerdotes y con el Rey, palian participar
de los mas solemnes ritos de ellas, y que el res-
to del pw-blo no era admitido. 1,1 descripcion
que nos dá de estas fiestas no nos permite dudar
que sean de la misma naturaleza que las fiestas
conmemorativas, de las qulles hemos hablado,
y que se han hallado en todos los pueblos de la
mas remota antigüedad. Que se combine con la
tradicion griega antiquísima referida por Estra-
bon , la qua! ensefia que los Dattilios Idenses,
los Curetos, los Cabiros, y los Coribantos, fue-
ron los ministros antiguos y los primeros parti-
cipantes de los misterios, y que se reflexione
con aquel espiritu filosófico que deb2 dirigir es-
tas investigaciones sobre la figura que estos per-
sonages hacen en la fábula. Que se alada á estas
reflexiones la que nos suministra la noticia que
tenemos del sacerdocio de varios misterios de la




120 Ciencia
sus designios. La cabeza de la sociedad vid,
que para hacer recibir y respetar sus leyes,
era necesario que se creyeran bajadas del
cielo, dictadas por una deidad, y sostenidas
por algun níímen que presidia al objeto
relativo á su disposicion ; que para ha-
cer detestables á los violadores se de-
bian representar corno sacrílegos ; y que
para castigarlos se debian inmolar á la


antigüedad ejercido por un derecho inmemorial
y hereditario de algunas antiquisimas é ilustres
familias exclusivamente; y se añade tambien lo
que universalmente se practicaba en estos miste-
rios, como lo que se practica en las fiestas in-
dicadas de los isleños del mar del Sur, esto es,
que habla además de los ritos secretos otros pú-
blicos, es á saber, aquellos en los quales todo
el pueblo intervenia; y se hallará, que lo que
hoy se practica por estos isleños, se practicaba
igualmente en los correspondientes períodos de
la sociedad en los pueblos de la mas remota an-
tigüedad.


Véase á Estrabon lib. ro. y la tradicion da
los Thébanos referida por Pausanias sobre los
Cabiros in Beot. cap. 35. Séneca c-pist. 9 5. don-
de nos habla de esta distincion entre los mas
augustos ritos que eran secretos en los miste-
rios y los que eran públicos en los quales el pues
blo tenia parte. Véanse finalmente las Relacio-
nes indicadas de los adoses del capital; Cook.


de la legislacion. 12 I
divinidad que habian ofendido y que se
debia aplacar (1).


El sacerdocio vió que para extender
su poder se debian multiplicar las prác-
ticas del culto , inculcar las expiaciones
que solamente debian practicarse por me-
dio de el los (2), y especialmente era ne-
cesario añadir á los signos convenidos
que cornponian la razon de los augurios


(r) Todo delito público se tenia por reli-
giuso , y se consideraba corno una ofensa co-
metida contra alguna deidad que cuidaba de.
aquel objeto del bien publico. Era necesario
aplacar esta deidad ; la pena era la oracion pú-
blica, suppliciurn; y la victirna el delincuente,
sacer esto. Hemos hablado de todo esto en el
cap. 35. del lib. 3. de esta cbra. Las pruebas
que allí dimos , hoy están confirmadas con las
.Relaciones del capitan Cook, el qual ha hallado
el mismo uso de inmolar á los dioses los de-
lincuentes en los pueblos que habitan las islas de
la sociedad, como se puede ver en la Relacion de
SUS ViOgeS , y en la de Renaldo Forster parte 4.
cap. lo.


(a) Leemos en Plutarco que Orfeo adquirió
una grande influencia instituyendo nuevas prác-
hcas religiosas , y persuadiendo que habla encon-
trado el medio de expiar los delitos, de purifi-
car los culpables , y Je aplacar el furor de los
-I•ta 0SCI. Plut. Boetic. cap. 30. Pues los tiempos da




T22 Ciencia
y de los auspicios, otros medios y otros
indicios de los quales pudiese disponer á
su arbitrio (c).


El general rió que para animar á los
soldados en la guerra, era necesario ha-
cerla por órd.en de los dioses, intimar-
la con un rito sagrado en nombre de los
mismos, hacer nacer-de la exécracion del
cielo el odio del pueblo contra quien se
Ga rfeo corresponden perfectamente al período de
la sociedad de que hablamos, y es muy conoci-
do su sacerdocio.


(i) Tales fueron los Aruspices y los oráculos,
los quales donde quiera que está el politeismo
se han hallado y se hallan, y que el capitan
Coolc ha encontrado en aquellos pueblos que pa-
rece que la naturaleza ha arrojado en el inmenso
mar del Sur sobre islas separadas del Continente
por espacios inmensos. Los T .yranos y otros is-
leños de la sociedad Cambien tienen sus orácu-
los , que se tornan del sicerclote en el tnorai pre-
guntando en voz baja al elooa , 4 deidad que se
créen se halla en aquel tal lugar. El mimen
responde igualmente en voz baja , de manera que
nadie fuera da sacerdote puede oirá entender la
respuesta. 13.te pronuncia despu.s el oráculo
que ha reci.b,ido del etoo4 y lo comunica á loa
presentes. Véase 1, Relacion de los viages del
capitan Coa: , y á Renaldo Forster en su viage
parte 4. cap. [O.


de la legislacion. 123
iba á pelear (I), ó de la evocacion de los
dioses que protegian la ciudad, la segu-
ridad de vencerlo (2). El magistrado vió
que para hacer respetar sus decretos era
necesario abandonar á los religiosos ex-
perimentos las pruebas de la acusacion:,
que se debia hacer depender del juicio
de los dioses el de los hombres ( 3 ); que
para disminuir los males de las guerras
privadas, para hacer resfriar el odio y,
la venganza entre los ofendidos para dar
lugar á las composiciones, era necesario
extender la. santidad de los asilos é in-
troducir las treguas religiosas; vió en
cas palabras que-- én la debilidad de -la*
fuerza pública era necesario aprovechar


(a) De este modo se derivó la costumbre de
los Egipcios que refiere Herodoto, los quales
sacrificando una víctima pedian á los dioses que-
hiciese caer sobre su cabeza todos los males que
amenazaban á su patria, y despues vendian á
los extrangeros la exlcrable cabeza para que la„
ira del cielo cayese sobre ellos. Herodoto


(a) Véase lo que sobre este objeto hemos
dicho en las notas.


(3) Véase el capitulo ir. del lib. 3. de esta
obra, donde hemos hablado de los juicios de
Dios de los tiempos bárbaros.




124 Ciencia
se de los socorros que se podían recibir
del poder teocrático (1). Todas estas es-
peculaciones debieron introducir infinitas
novedades en el culto, infinitas ceremo-
nias en el ritual , infinitos errores en el
pueblo.


Una práctica quanto mas universal
es, tanto mas torpe y mas funesta se hace
para la humanidad despees de algun tiem-
po que nació del estado indicado de las
cosas. Habituados los hombres á ver sobre
las aras de los dioses la sangre y las ce-
nizas de los reos sacrílegos , no debian
dar sino un pequeñísimo paso en el er-
ror para creer que los dioses, que se apla-
caban con semejante sacrificio , acepta-
rian con mas gusto la de un inocente.
En los grandes peligros, ó guando media-.
ba un interés sumo, era mas importante el
perdon é el socorro de los dioses, y se
juzgó que la oferta debia ser mas preciosa;
y el sacerdocio, que al paso que se ha-
cian mas ilimitados los efectos de la su-
persticion humana era mas vigoroso


(3 ) Véase el capítulo 31. del mismo lib. 3'
de esta obra.


de la legislacion. 12$
su imperio, debia favorecer estas abomi-
naciones , y prescribirlas frecuentemen-
te en nombre de los dioses. En algunos
pueblos se prefirió el prisionero al ciuda-
dano; en otros se recurrió á los niños, á
los jóvenes ó á las vírgenes; y en otros
los hijos y las hijas de los reyes mismos
no estuvieron exéntas de esta suerte des-
graciada (1). No faltaba á estos prodigio-
sos progresos de la supersticion humana
sino añadirles el último exceso. Era ne-


(i) Los Scitas , los pueblos de la Tauride,
los Galos y los Lusitanos , prefirieron los prisio-
neros á los ciudadanos ; y la voz hostica de los
latinos parece derivarse de hostis , esto es, del
enemigo que se inmolaba. Herodoto lib. 5. cap.
sr. Diod. Sic. lib. 3. Lucano Phar. lib. 4 . y $.
Estrabon lib. 6.


Los Moabitas, los Ammonitas , los Cartagi-
neses, los pueblos de la Acaya , los habitantes de
Tenusa, los pueblos de la Florida que están ve-
cinos á la Virginia, los Mejicanos y muchos otros
pueblos de la América , y los Isleños de los qua-
les habla el P. Dualde , sacrificaban los niños,
l os jóvenes y las virgenes. Véase el cap. te. del


Pausanias Diod. Sic. lib. so. Plut. en
el I • atado de da sfrperst. Gemello Carreri toro.
1. y la RelaciQn del seffor Le Moan de Morgues.


.Estrabon, Tácito 2 ZiQdQg o de Alicarnaso,




126 Ciencia
cesario ver al hombre postrado delante
del ara de otro hombre conducirlo á
ofrecer víctimas, y á dirigir votos á su se-
mejante. La deificacion de los héroes hi-
jos de los dioses , obrada , como hemos
demostrado por el sacerdocio 5 dió este
otro objeto al culto y abatió á este nuevo
envilecimiento la humanidad degradada.
Los sepulcros se convirtieron en templos,
los túmulos en aras , y en todos los lu-
gares se llegó á honrar con víctimas


Porfirio , Macrobio, san Atanasio , Procopío, y
las relaciones de los viageros , nos muestran la
universalidad de estas abominaciones sobre la
tierra. Véase Estrabon lib. s. Tacit. in .dgrippa
cap. Macrob. Saturno lib. a. cap. so. y lib. $.
cap. 1 9 . S. Atan. orla. cont.Gent. Procopio don-
de habla de la entrada de los Francos en Italia,
y Fleuri eta la hist. ecles. del sig. 8. donde ma-
nifiesta que estos sacrificios aun se usaban por
los Frisones en este siglo.


Finalmente por lo que hemos dicho de los hi-
jos é hijas de los Reyes , es bien sabido el sacri-
ficio de Aristodemo que entró con su misma ma-
no el cuchillo sagrado en el corazon de su hija
para salar á Messena , y el de las hijas de Ne,
feto que el mismo oráculo habla ordenado, :y el
de Ifienia. hija Agamenon que Calcláshabia
prescrito en nombre de. los dioses.


de la legislacion.
127


humanas estas deidades mortales (1).
Acia esta misma época aquellos ri-


tos reservados que celebraban solos los
patricios en aquellas grandes fiestas conme-
morativas , de las quales hemos hablado,
adquirieron aquella forma que despues ha
caracterizado los misterios de todos los
pueblos. Instituidos como hemos visto en
las primeras edades heróicas de los pue-
blos no es extraíio que las clases domi-
nadas en la infancia de la sociedad, com-
puestas de la clientela y de la servidum-
bre del estado anterior de familia que ea
aquel tiempo debian estar en el envileci-
miento y depresion , tolerasen en paz la
exclusion, y viesen con tímida venerador,
admitidos solos los patricios, como que
tenian sobre ellos una autoridad ilimita-
da que recientemente habian abandona-
do el promiscuo misterio del culto, y de
los cuales inmediatamente emanaba el sa-
cerdocio. Mas quando con el progreso de
estas sociedades heróicas se disminuyó
por grados la ignominiosa diferencia;


(a) Se sabe que los habitantes de Pella in-
moLban una victima humana á Peleo, y que to-




128 Ciencia
guando los órdenes inferiores de la so-
ciedad empezaron por su número ó por
la intrepidez de algun individuo suyo á
adquirir algun grado de consideracion
que antes no tenian; guando fué necesa-
rio empezar á esconder la ignominiosa
desigualdad disminuyendo las aparien-
cias, la parte mas preciosa del culto de-
bió necesariamente resentirse de la aten-
cion política que pedia este importante
objeto.


Admitir todos los individuos á estos
ritos arcanos , era lo mismo que destruir
la veneracion , continuar escluyendo los
órdenes inferiores de la sociedad, era una
distincion que el nuevo estado de cosas
no podia ya tolerar , fué necesario pues
modificar la inaccesibilidad sin destruirla,
conceder á todas las clases la accesibilidad
sin concederla á todos sus individuos. El
respeto que el pueblo habia concedido pa-
ra estas celebracionas arcanas, permitió á
aquéllos que se hallaban en el egetcicio
actual de la sagrada prerrogativa de no
dos los años se inmolaba otra á Diomedes en
la isla de Chipre. Porfirio de Abstinentia lib. a'


de la legislarlo% t29
admitir entre los aspirantes de todos los
órdenes , sino á los que ellos mismos
juzgarian dignos de esta distincion.


El medio era -único, y las circunstancias
lo indicaron con tanta evidencia , que no
debemos admirarnos si fué hallado por
todos los pueblos. Se introdujo pues por
todas partes la iniciacion, y se prohibió á
los iniciados divulgar los misterios que
veían ó practicaban. Ningun secreto se
escondia, ni podia esconderse en sus ce-
3.ebraciones (1); mas la indivalgabilidad
y la dificil iniciacion prescrita por otros
motivos muy diferentes debian muy pron-
to hacer creer que lo habia. Despues de al-
gun tiempo se creyó con efecto que aque-
llos ritos y aquellas ceremonias conte-
nían algun gran secreto, y con esta pre-
vencion no fué dificil descubrirlo. Los
mas perspicaces adeptos hicieron conje-


(s) Basta reflexionar en qué período se intro-
d ujeron, como poco antes hemos dicho, para con-
vencerse de esta verdad. ¿ Unos hombres poco
intaes que salvages podían ser depositarios de
algunos principios desconocidos , y de algunas
verdades ignoradas? ¿Podian tomar tanto cuida-


romo X.




130 ciencia
Curas, y estas fueron despues el grande
arcano.


Así fueron instituidos los misterios de
todos los pueblos, sobre los quales se ha
discurrido y escrito tanto, y ha habido
tanta variedad de opiniones, porque no se
ha querido indagar el curso universal y
constante de las cosas humanas (x).


De todo lo que hemos dicho se pue-
de inferir en qué estado deba hallarse el
culto de estos pueblos guando habrán sa-
lido de la barbarie. Si exceptuamos los
sacrificios humanos , y algunas de aque-
llas prácticas que únicamente se intro-
dujeron para suplir el defecto de la fuer-
za pública, se irán abandonando á me-
dida que ésta se acercará á su integri-
dad. En todo lo demás una extension ma-
yor producida por el tiempo y por las
circunstancias accidentales , será la úni-
ca diferencia que se hallará en el culto


do pa-a ocultarlas y transmitirlas bajo símbolos
y ceremonias tan exquisitas?


(i) Luego volverémos á hablar de este obje-
tu , y se conocerá mejor la verdad de ailanto he-
mos dicho.


de la legislacion.
13


de estos pueblos, que han llegado á es-
te periodo de la sociedad. Muchos ri-
tos públicos y arcanos , inmensos sacri-
ficios, continuas prácticas religiosas, fre-
cuentes expiaciones, auspicios, oráculos,
templos mas ricos, aras mas numerosas,
simulacros mas perfectos, fiestas mas au-
gustas y mas frecuentes sacerdocio mas
numeroso, misterios celebrados con ma-
yor solemnidad y con mayor secreto 5 y
algun nuevo rito adoptado de los veci-
nos, formarán el restimen del culto en es-
te estado de la sociedad.


Supuesto este examen , las relacio-
nes universales que este politeismo uni-
versal compuesto de aquellas opiniones
y de estas prácticas debe tener en este
estado de la sociedad con los bienes y
males indicados , se manifestarán á nues-
tros ojos sin obscuridad y sin incerti-
dumbre.


I .a




v g 2
Ciencia


CAPÍTULO VI


De las relaciones universales del politeis•
mo con los indicados bienes


y goles.


S i en una sociedad que ha salido ya
de la barbarie la religion admite la
pluralidad de los dioses, entonces habrá
tres religiones en el Estado , es á saber,
la de la plebe , la del gobierno , y la
de los sabios. La religion de la muche-
dumbre comprenderá la teología origina-
da de la explicacion universal de las opi-
niones politeísticas combinada con las
circunstancias particulares, fisicas y mo-
rales que precedieron y acompañaron el
nacimiento y la infancia de aquella so-
ciedad , alterada adornada y enrique-
cida despues por la imaginacion de los
poetas 5 que como hemos visto son los
primeros teólogos de las naciones, y com-
prehenderá las obligaciones religiosas que
dependen de este sistema teológico. La
religion del gobierno tendrá por objeto


dela legislacion. 133
los augurios , los auspicios , los orácu-
los , las fiestas, los sacrificios, los ritos,
y los diversos modos solemnes de con-
sultar , honrar , ó aplacar las deida-
des que se adoran. La religion de los sa-
bios será una reforma de la vulgar (i).


Este pueblo tendrá una teogonía, que
necesariamente estará llena de las ideas
antropomorfiticas con las quales traba-
jando la imaginacion de los poetas sobre
las antiguas tradiciones se hallará tras-
mitida y explicada la historia de la ge-
neracion de estos dioses y de su relacion
mútua de superioridad y dependencia, de
fuerza ó debilidad , de odio ó de amis-
tad, de celos y de amor, de patrocinio


de venganza, de fidelidad y de cons-
tancia , de estupros , raptos, incestos ,


(1) Varron distingue estas tres religiones
ton los nombres de fabulosa, civil, física 6 filo-
sófica. La primera segun él se habia formado de
la teología de los poetas, y era la religion del
v lz;go ; la segunda era la del gobierno, y no te-
ni a por objeto sino el culto exterior; y la terce-
ra era la de !os filósofos, que Varron no des-
aprobaba, sino que decia que no haba de salir de
las escuelas, porque se disputaba t au 'micha bi-




Y 34 Ciencia
fraudes , traiciones , rebeliones, guerras,
alianzas, derrotas y triunfos (r).
- En la historia de los dioses corno en
la de los hombres, se hablará de la virtud,
del vicio y de los delitos; y el ciego poli-
teista no podrá menos de imaginar dioses
semejantes al que adora. En medio de
estas fábulas la religion prometerá otra
vida, y hablará de los premios de los bue-
nos y de las penas de los malos. Pero
¿ cómo se puede esperar en un sistema
teológico de esta especie que las ideas
del bien y del mal religioso correspon-
dan perfectamente con las del verda-
dero bien y del verdadero mal moral
y civil? Así esta religion tendrá algunas
relaciones con los indicados bienes en
unas parles mas , en otras ménos ; pero


Herrad sobre la naturaleza de los dioses. Vélse
el lugar de Varron en S. Agustin de Civitate
Dei lib. r. cap. S.


(i) Denique, decia Varron, in 11,c omnia
Diis atribuuntur , qua non modo in hominem , sed
etiam in contemtisimum hominem cadere
possunt. \12.1r apud sancti A ugustinum de Ci-
vitate Dei. Véase tambien á Cje. de natura
Deorum.


de la legislacion. 135
éstas serán mucho mayores é indelebles
con el primero de los indicados males.


Si entre el inmenso número de los
dioses que componen el politeismo, ha-
brá como hemos visto deidades que pre-
siden las pasiones y disponen de ¿las,
que son invocadas igualmente para apar-
earlas y para excitarlas ¿de qué podrá
servir el dogma de la otra vida para re-
frenar estas pasiones y precaver sus efec-
tos? Lo que se ha creido obra de un Dios,
¿ podrá considerarse jamás imputable al
hombre? ¿No vemos efectivamente en los
antiguos trágicos acusados de continuo
los dioses por los desórdenes de los mor-
tales?


Si en este sistema absurdo de reli-
gion, los vicios mismos como hemos vis-
to están bajo la proteccion de algunas
deidades, ¿cómo se puede esperar que las
amenazas religiosas aparten á los hombres
de aquellos vicios que se créen protegidos
en el cielo? El ladren religioso invocan-
do al dios Caridota en los Samios , y á..
Erinetes en la Grecia, y á la diosa Lave:r-
lla en Roma, ¿podía temer las penas fu-




136
Ciencia


turas de otra vida por una accion que
cometia bajo el patrocinio de una dei-
dad ?


Si en medio de las ideas antropomor-
fiticas nacidas juntamente con el poli-
teismo, extendidas con él, y llevadas por
los poetas hasta el último grado; la doc-
trina de las expiaciones tan inculcada por
los sacerdotes y tan lisonjera para el
hombre, debe haber hecho entre el vulgo
los mas considerables progresos, ¿de qué
servirá la sancion religiosa, guando las
prácticas expiadoras eludirán los efectos?
guando el orgulloso mortal, dice Hornero,
Ita caido infelizmente en el delito, no sabe
que los dioses se aplacan con el incienso,
las oraciones y las víctimas? (t). En con-
secuencia de estos errores perniciosos, y
necesarios del politeísmo, lavándose en
el agua del rio ó del mar se purgará el
homicidio en un lugar (2), en otro será
necesario lavarse las manos en la sangre


(
(1) Hornero Iliad. lii). 9 . y. 495.
2) Entre los Griegos, los Troyanos y otros


muchos p ueblos de la antigüedad. Véase á Ate-


de la legislacion. 137
de las víctimas (t); en otro un monstruo
cargado de delitos se purificará ponien-
do en una balanza una cantidad de obla-
ciones equivalentes al peso de su cuerpo
para aplacar los dioses (2), y en otro el
marido vender á la muger , el padre los
hijos, y los dioses quedarán satisfechos,
porque la décima se pagará con fidelidad
al Pontífice ( 3 ). Es verdad que en la cuP,
tura de la sociedad los filosófos se reirían
de estos errores ; pero la muchedumbre


neo lib. a. cap. 6. donde habla del modo qua
_Aquiles se expió por el homicidio de Strambelo
Rey de los Lelegos. Virg. JEneid. lib. 2. y Ov3.—
dio Fast. lib. a.


(t) Asi hace expiar Apolonio á Jason y á
3.Viedea por Circe del asesinato cometido contra
la persona de Absinte hermano de Medea. Véase
Apolon. 4rgonaut. lib. 4. donde describe todos
los ritos de esta expiacion, á la qual siguió un
banquete que indicaba el término de los remor-
dimientos. Véase tambien sobre esto á Apolo—
doro lib. 2. cap. y á Diodoro lib. 4.


(I) Ea Tinagogo nacion numerosa y rica.
Véase la Relacion de Pinto en la hisi. gen. de
los viajes , ton,. 9.


(3) En el reyno del Congo, de Angola, y
de illatambola ; •véanse las Relaciones de °gil--
bis de Eigafeta y de Filgfiinage de Purch&s.




r33
Ciencia


los conservará no obstante con religiosa
obstinacion, y todo el mundo sabe que
en los bellos dial de la Grecia y de Ro-
P-1,1 no dejaron de formar una parte esen-
cial de la religion pública. Y así además
de las muchas relaciones que en este es-
tado de la sociedad tiene el politeismo y
debe tener con el primero de los indica-
dos males, se unirán tambien los que tie-
ne y debe tener con el segundo.


Pasando de estas reflexiones que de-
ben explicarse principalmente al pueblo
á las que son relativas á la religion del
gobierno , hallarémos las relaciones par-
ticulares del politeismo con la tercera
serie de males de los quales hemos ha-
blado.


La religion del gobierno, como hemos
dicho, no tiene por objeto sino las fiestas,
los sacrificios, los ritos , augurios , aus-
picios y oráculos, y los modos solemnes
de honrar, aplacar y consultar á las dei-
dades adoradas. Esta religion debe estar
unida con la de la muchedumbre , y por
consiguiente resentirse en sus prácticas
de todos los principios y errores de


de la legislacion. 39
aquélla ; podria no tener varias rela-
ciones intrínsecas con aquellas prácticas
anteriores que las circunstancias políti-
cas de la sociedad hicieron necesarias
6 útiles en algun modo en el estado de
barbarie en que nacieron, mas son per-
niciosas luego que las mismas circunstan-
cias dejan de existir guando la socidacl
ha llegado al estado civil.


Con efecto, si un pueblo politeista y
en el estado de la sociedad del que ha-
blamos,•los asilos y las treguas religiosas
y las inmunidades sagradas no se sosten-
drán ya por un fin político, mas sin em-
bargo se conservarán por un respeto reli-
gioso. 1 Cómo no se ha de creer un sacri-
legio sacar del lugar sagrado ó del tem-
plo al delincuente que está en él, en una
religion en que el atributo de la fuerza
se ostenta mas que el de la justicia, y
los dioses se suponen susceptibles de los
mismos caprichos é inconsecuencias de los
hombres ( ) ?


(I) Vemos en efecto que en los tiempos
mismos de Sila, !a vergonzosa eaferm2dad con




1 40 Ciencia
Si en este pueblo y en este estado de


la sociedad no se hallasen corno en el
precedente de barbarie los sacrificios hu-
manos violentos , se hallarán las con-
sagraciones voluntarias , sea para me-
recer y asegurar los premios futuros, 6
para aplacar en las graves urgencias y en
las calamidades públicas la ira de los
dioses que se créen deseosos de sangre y
de ruina, porque se suponen susceptibles
de odio y de furor. Sino se verá con-
ducir á viva fuerza á las aras de los dio-
ses al delincuente ó al nido, al prisio-
nero ó á la virgen ; se verán los devotos
del Cochin correr voluntariamente á la
capital del imperio para hacerse devorar
de los cocodrilos sagrados que se crian
en ella ; se verán los fanáticos del rey-
no de Martemban extenderse á milla-
res sobre el camino por donde todos los
años se conduce en gran pompa el ídolo
para hacerse aplastar bajo las ruedas del
inmenso carro que lo trasporta ; se verá


que terminó sus dias fué atribuida por los Ito
manos á la violador' de los asilos que habia co-


de la legislacion. 141
en Madagascar exponer las madres á las
fieras, 6 ahogar con sus propias manos á
los hijos que han nacido en dias ú horas
infaustas; se verá en el Japon y otros
pueblos de las regiones orientales arro-
jarse á las llamas donde se hace quemar
el cadáver del marido la infeliz muger
que ha tenido la desgracia de sobrevi-
virle (1); finalmente en la misma Roma
así en el tiempo del patriotismo y de la
libertad como en el de la vileza y escla-
vitud, se verá á Curcio precipitarse en
una sima , y á los tres Decios arrojarse
con un rito sagrado en medio de las tro-


metido; y vemos que en Esparta en medio de la
perfeccion de sus leyes fué necesario tolc,rar que
el templo de Palas fuera un asilo inviolable para
los mismos reos que habían sido condenados á
muerte. En otros pueblos de la Grecia, no sola-
mente en la época de la perfeccion social, sino
tarabien en la de su mayor cultura , se conserva el.
mismo respeto por los asilos, las inmunidades;
Y las treguas religiosas. Véase á PoluK lib. 4.
Pausanias in Cor. Ciceron in ffer •em lib. 4


(r) Véase la relacion del japon en La coler.-
cion de los viajes que han servido para el estable-
cimiento de la cornpstIla de las Indias, y las
rnernozias de Forbin.




142 Ciencia
pas enemigas por la salud de la patria (r);
se verán en el imperio de Caligula y en
el de Adriano practicar semejantes con-
sagraciones por la salud de los tira-
nos (2) sosteniéndose en su mayor vi-
gor los errores antiguos de la supersti-
cion en medio de los prodigios del pa-
triotismo y de la libertad y en los ex-
cesos de la adulacion y de la servi-
dumbre.


Si no se hará hablar á los dioses
guando se trata de dar leyes y man-
dar , se continuará sin embargo en pe-
dir sus consejos guando se trata de de-
liberar; finalmente si los sacerdotes no
tendrán la antigua influencia como con-
fidentes de los dioses conservarán una
muy principal como intérpretes de su
lenguage. La ciencia de los augures, de


(1) Livio lib. s. cap. 32. lib. 7. cap. 6. lib.
S. cap. lo. lib. 1 o. cap. 9. C i c. Tuse. lib.:. V a r—
ron de Liy. lib. 4. La fórmula que debia
pronunciirle el Pontífice en estas consagraciones,
y repetir el que se inmolaba, la hewes puesta
en el cap. del'4. lib. de esta obra.


(2) Véase á Suetonio en la vida de Cal..
1 111.1, y á Esparciano en la de Adrian°.


de la legislacion. 143
la qual se burla el filósofo, seguirá sin
embargo en ser venerada por el pue-
blo , y por consiguiente respetada por
el gobierno. Inseparable de la naturale-
za de esta religion , su influencia dura-
rá mientras ésta subsista. En medio de
la mayor cultura 9 el sacerdote divulga-
rá en la Caldea que una señal apareci-
da en el cielo amenaza al Soberano, y el
pueblo se sublevará (s). Los sacerdotes de
Meroe expedirán un correo al Rey para
anunciarle el decreto de muerte que se
ha visto en los cielos, y el Rey mori-
rá (2). El Augur dirá á Inicias que los
auspicios tomados no aprueban su retira-
da, y este general se quedará en Sicilia
con su ejército y será dorrotado (3). En
Roma el Pretor destinará el dia para ter-
(i) Véase á Diodoro de Sicilia lib. z. La ir.—


lluencia que el sacerdocio tenia por este mismo
respeto en el Egipto en los tiempos de su ma-
yor cultura, no era inferior á la del sacerdocio
de los Caldeos. Véase al mismo Diodoro lib. 1.
Herodoto lib. 2. Estrabon lib. 17.


() Diodoro donde habla de este antiguo pue-
r>lu Etiopia.


(3) El mismo Diodoro y véase cambien el




144- Ciencia
minar el juicio, y sus medidas serán in-
útiles porque el Pontífice le hará saber que
ese dia es nefasto; los patricios estarán
ya juntos en el senado y el pueblo en los
comicios , y la junta se disolverá porque
el augur ha observado algun funesto pre-
sagio en el cielo ; el general estará ya
pronto para partir los pollos sagrados
no quieren comer, y el arúspice impedi-
rá la partida; un magistrado habrá sido
elegido, y la virtud habrá triunfado de un
poderoso partido ; mas el augur dirá que
la eleccion se ha hecho con malos aus-
picios, y el magistrado será depuesto (i).


Estas son las otras universales rela-
ciones del politeismo con la tercera série
de males de los quales hemos hablado.
No son menores ni menos interesantes á
Tratado de economía de Xenofonte , donde mani-
fiesta la observancia de estas prácticas augura-
les en los tiempos de la mayor cultura de la Gre-
cia, en los bellos dias de Sócrates y de Platon,


(a) Véase á Ciceron Orat. pro Murena y de
divinatione lib. s. Livio, decaa'. hl lib. 9. Aulo
Galio lib. 6. cap. 9 Macrobio lih. t. cap. 6. Véa.:
se tambien á Livio donde habla de la partida de
Vosthumio Albino, y de Fábio Pictor otra, irn-


de la legislacion,
145


- su naturaleza las que tiene con los otros
males que hemos colocado en el guano


-lugar.
Una religion que exige poco de


parte de la moral, y que por consiguien-
--u necesita que exija mucho de parte del
culto ; una religion que no puede soste-
nerse con los dogmas que contiene, y que
-por consiguiente necesita que se sostenga
con los espectáculos que ofrece; una reli-
gion finalmente que hace temer á los cijo-
ses mas por la fuerza que por su justicia,
que los hace estimar mas por los beneficios
que distribuyen 6 por los males con que
amenazan y castigan que por los bienes
que prescriben, necesariamente debe tener
relaciones mas fuertes y mas intrínsecas
que las demás con el indicado error de
poner en el culto exterior todo el méri-
to de la piedad. El inmenso número de
las fiestas de los Griegos y de los Ro


pedidos por estos motivos. Cluciio Pulcher hizo
arrojar á la mar los pollos sagrados que no ha-


, bias querido comer diciendo =si/in quieren co-
r1)er nue beban , y sus desgracias se atribuyeron4 este desprecio de los Auspicios.


Tomo X,




1146 Ciencia
manos (t); la multitud y naturaleza de ai.
guisos sacrificios; el hecatombe en el qual
se inmolaban cien toros, y á los quales al-
guna vez se juntaban cien leones y cien
águilas (a); los sacrificios de Agrotero en
los quales se inmolaban en Aténas cincuen-
ta cabras de una vez (3); la primavera sa-
grada en la quai todos los animales na-
cidos durante aquella estacion se arran-
caban de las manos de los hombres para


(1) Meursio en su Tratado de Grceco-
rum feriis , Portero en su iircheologia grata,
a• idio en sus Fastos , y Rosino en sus An-
tigüedades Romanas , nos dán una idea sufi-
ciente del gran número de fiestas de estos dos
pueblos.


(2) Este sacrificio que ordinariamente con-
sistia en cien toros, y algunas veces en cien car-
neros, , guando era imperial , se debian juntar con
aquellos cien leones y cien águilas. Tal fué segun
refiere Capitolino el hecatombe que ofreció el
Emperador 13.1bino despues de la derrota do
Maximo. Véase Capit ín Ralbo.


(3) Xenofonte atribuye el origen de este sa-
crificio al voto que los Atenienses hicieron de sa-
crificar á Di na Agrotera tantas cabras quantos
Persas hubi,ran muerto; mas habiendo matado
tantos que no pudiendo cumplir esto de una vez,
se rstablrció permutarlo en este anuo sacrificio
de Goo cabras por sola una vez.


de la legislacion.
147


-Inmolarlos en las aras de los dioses (1);
-la creacion de un dictador se hizo mu-
chas veces en Roma solamente para
aplacar los dioses (2); la multitud de
ritos , la importancia que se daba á la
exácta observancia del ritual, y las fu-
nestas consecuencias que se atribuían á
Zas mas pequeñas omisiones en esta ma-
teria ( 3 ); las libaciones, las purificacio-
(i) Livio refiere el indicado sacrificio lla-


mado ver sucrum practicado en Roma el año
558 de su fundacion, con ocasion de la derrota
que el ejército Romano padeció por los Ca,
neses , y de la muerte del cónsul Cayo FL.minio
en aquella batalla.


(a) En el afio 390 de la fundación de Ro-
ma, con ocasion de la peste que desolaba esta
ciudad, se recurrió á esto por la segunda vez,
puesto que la época de la primera creacion de
un Dictador destinado para esto es desconocida.
En el año 410 se recurrió otra vez á este me-
dio con el motivo de h-ler llovido piedras que
tanto espantaron á los Romanos, y se recurrió
otra vez con ocasion del veneno que algunas se-
floras Romanas coligadas entre si componihn , y
causaban la muerte de muchas personas en el año
422. Véase á Livio lib. t. 0 dec. r. y lib. 7.


(3) En la celebracion de las feries latinas
q ue se solemnizaban en el monte Albano en el
sacrificio de una de tantas victimas que se iL11110


TT




148 Ciencia
ries continuas, las expiaciones que se prac-
ticaban igualmente para aplacar á los dio-
ses despues de un delito, que por hacerse
dignos de honrarle despues de una invo-
luntaria y quimérica. contaminacion (r);
las religiosas prácticas que debian prece-
der, acompañar, 6 seguir todas las accio-
nes de los hombres, y de las vales He-


hilan , el magistrado de Lavinio omitió orar por
el pueblo Romano. A la vuelta de esta fiesta el
cónsul Cn. Cornello es atacado de una paralisís
y muere; y luego se atribuye la causa á la indi-
cada ornision. Se exárnina el negocio en el sena-
do, y se remite la decision al colegio de los Pon-
tífices, los quales dicen que se vuelvan á empezar
de nuevo las ferias á expensas de solo el pueblo
de Lavinio. Véase á Livio lib. lo. decad. I. La
numerosa familia Pericia se extingue, y este de-.
sastre se atribuye á haberse servido de sus sier-
vos en un .sacrificio privado hecho á Hércules.
Liv. lib. g. der. La derrota del ejército Roma-
no y la muerte del Cónsul Flaniinio, por la
qual se instituyó el ver sacrum de que hemos
hablado, se atribuyó á su precipitada partida an-
tes de la cel,bracion de las fiestas latinas, y de la
emision de los votos acostumbrados que se debiao
hacer en el Capitolio. Livio en el lugar citado.


(i) El encuentro de un cadáver exigia una es-
piado°, corno el homicidio, &c. Véase á Lueia-
no de Dad §. 52. y 53.


de la legislacion. 149
siódo inculca con tanta escrupulosidad
la observancia á Perseo en el acto mismo
que le aconseja de volverle doble mal al
amigo que solo le habia causado uno (1)3
finalmente la experiencia de todos los pue-
blos donde ha reinado el politeismo, nos
dá las pruebas mas convincentes de esta
verdad.


A este mal se añade otro. El carác-
ter y las funciones de alguna deidad, las
relaciones poéticas de las acciones de al-
gunos dioses, deben tarde 6 temprano pro.
ducir necesariamente alguna especie de
culto que ofende las costumbres, y pue-•
de corromperlas si la vigilancia de las
leyes no precave las asechanzas de la re-
ligion. Por una consecuencia de estas cau-
sas, las mugeres de Biblos que no asis-
tían á las fiestas de Adonis debian pros-.
tituirse en cierto dia para emplear en el
culto de aquel dios la utilidad de su re-
ligiosa disolucion (2). La Grecia se lle-
nó de templos levantados á Venus la


(s) Hesirido en el Poema de las obras 9de las
(llar vevso 70 .5 y 758.


( a) Luciano de Dea Syvia.




150 Ciencia
prostituta, y las ceremonias que se prac-
ticaban seguramente no podian desmen-
tir el carácter de la deidad que en ellos
se honraba (1). Por la misma razon en
las Afrodisias que se celebraban en ho-
nor de la misma diosa, los iniciandos de-
bian presentarle una moneda de plata se-
mejante á aquella con la qual se com-
praban los favores de una beldad venal,
y recibian en recompensa dones dignos de
la diosa que lo exigía (2). Por igual mo-
tivo Amatunta, Citera , Pafo, Gnido y
Idalia , fueron los asilos de la disolucion
y los sepulcros del pudor ; y entre los
sagrados ritos que se practicaban en Les-
bos, había algunas fiestas llamadas ca-
llistias porque las mugeres se disputa-
ban el premio de la hermosura, y debian
por consiguiente exponerse al examen que
este concurso exigía (3). Por las mismas
causas muchas estatuas y otros monumen-
tos colocados en los templos representa-
ban objetos tan infames y tan monstruo


(I) Ateneo , 'De,rp. lib. r 3.
(z) Meursio de Grec feriis.
(3) Idem 16.


de la legislacion. 751
sos, que parece imposible 'con-cebir cómo
pudiese entrar en los templos el pudor y
levantar los ojos al cielo (i). Por una
consecuencia de las mismas causas, las sa-
cerdotisas de la isla Formosa hacen las
acciones mas obscenas en el ejercicio de
su culto; exigen de los dos sexós una per-
fecta desnudez por espacio de tres me-
ses del año, y destruyen de este modo el
pudor con el rito (2). Por una conse-
cuencia finalmente de las mismas causas,
el Senado debió prohibir en Roma los
bacanales, condenar el culto de Cibe-
les con las ceremonias frigias , y pros-
cribir fuera de los muros de la ciu-
dad los templos de Venus, por evitar,
dice Vitrubio, que los ritos que se prac-
ticaban río fuesen una ocasion de corrup-


(I) Varron en S. Agustin de la Ciudad de Dios
lib . 7. cap. z r. Clem. Alex. cohortatio ad gentes.
Es conocido el Lingam de los indianos del In-
dostan , que es ti representacion de las partes pu-
dendas de los dos sexós juntadas, y que las muge-
Ie s devotas del dios Ischurern llevan colgadas al
cuello.
, (-I) Viajes para el establecimiento de los
holandeses en las indias.




T 5 2 Ciencia
eion pa7a las jóvenes y las sePloras (t).


Las relaciones del politeismo con to-
dos estos males son evidentes , indis-
putables , é intrínsecas á su naturaleza.
Las que tiene con los dos últimos ma-
les de que hemos hablado, no lo son
menos.


El fanatismo y la religion, estos dos
extremos de los quales el uno ordinaria-
mente es el precursor del otro, y que por
su nposicion parece que no pueden ser
á un mismo tiempo funestos á los pueblos,
«hallan sin embargo en el politeismo un me-
dio como poder desenvolver y combinar
sus fuerzas opuestas. La razon es eviden-
te. !'psi como no hay religion menos unida,
mas separada, y que menos satisfaga á la


(r) Véase á Livio lib. 9. decida T. el discur-
so que hizo al senado el cónsul Sp. Posthumio,
con ocasion de la reforma de los Baci;naks suce-
dida en el allo de la fundacion de Roma 566,
que contiene las siguientes txpresiones: Priman;
igitur midieras» magna pars est, et his,fons


hujusce fuit: deinde fxminis mares,
stutwati , et con.strapatores , famttici viriles.,
V..?O, strepitibus, dant. oribtaque nocturnis atta-


de la legjsZacion. 153
razon un poco cultivada, y así no hay
ninguna religion ni la puede haber mas
fácil de desacreditarse á sí misma que és-
ta. Mas tiene una gran ventaja, y es que
lisonjea mucho al hombre , le divierte
con el culto, y no le molesta con la mo-
ral ; amenaza con las penas , pero sumi-
nistra remedios para eludirlas; le pre-
serva de los remordimientos, sin apar-
tarlo de las pasiones; exige las expia-
ciones , y no el arrepentimiento ; el sa-
crificio y no la correccion. Para que la
sangre baile siempre las aras, y los tem-
plos no queden desiertos , sus dioses no
se ofenden por la falta de la virtud.


Por lo qual esta religion que alimen-
ta el instinto religioso del hombre sin


,Quidquid his atinis libidine, quid-
quid .f; ande, quidquid sclere peccatara est ex lelo
ano sacrario scitore ortum esse, &c. ec. Véase el
mismo Livio lib. 39. cap. ts. y 16. Vé?se tarr-
bi en á Ciceron de legibus lib. a. dende dice: que
2Diago,zdahabin tan: bien prohibido en Thebas es-
?a,r infaastas fiestas. de Barca. Véase finalmente


Vitrubio lib. cap. a. donde habla de los terri-
P J,Ds que se debian construir fuera de los muros
d e la ciudad.




r 54 Ciencia
combatir sus inclinaciones; al mismo tiem-
t'o que es la mas expuesta á ser desa-
creditada , es tambien la mas apropósi-
to para ser sostenida con furor.


La tendencia pues del politeismo es
de combinar los males de la religion con
los del fanatismo. Aristófanes hará reir
á costa de los dioses al pueblo de Ate-
nas (t), y Sócrates será condenado á
muerte. Eurípides hará resonar con aplau-
so los teatros de la Grecia con las invec
tivas mas ignominiosas contra los clioses(2),
y Anaxágoras será cargado de cadenas.
Aristóteles acusado y precisado á huir, y
finalmente reducido á tomar veneno por


(t) Véanse sus dos famosas comedias Ta una
intuulada Pluton y la otr'i las Aves. En estas
dos comedias se hallan las mas am ras burlas
óe los dioses, de donde S. Agustin tomó ocasion
de decir: Necilli Dii ridentur ift teatris , guata
qui adorantur in templis, nec alüs ludos exhibe-
tis , quam quibus víctimas immolati.s. De Clvit.
Dei lib. 6. cap. 6.


(e) En la tragedia intitulada y on , dice este
personage á Apolo : ¿Para qué seducir bellezas
mortales, y abandonar sus hijos d la muerte?
Pensad que siendo dioses deberíais darnos ejem-


de la legislacion. 155
haber atacado la deidad del Sol ( );
el poeta llenará sus sátiras de los mas ir-
religiosos sarcasmos contra los dioses.
..esquiles hará comparecer sobre la esce-
na un semidios embriagado (a) , y Era-
clito será oprimido de desgracias.


Stili-


píos de virtud. Si os dejais llevar de las iniquar
pasiones, ya no se debe acusar 6 los hombres, si-
no atribuiros 6 vosotros la culpa. Ellos no son
sino imitadores dc vuestros vicios, vosotros sois
sus maestros. Véase el acto r.


En la Iphigenia in tauride con ocasion de un
suefio, dice lphigenia : ¡vosotros génios llamados
ndbior,


vuestra ciencia no es menos vana que los
sueííos. To lo veo , el error es el patrimonio de
los dioses como el de los hombres. Euripides tra-
gedia Iphigenia in tauride acto 3. En la Orestes
hace atribuir á Apolo el parricidio que aquel hé-
roe habia cometido: Obedeciéndole, dice, maté
ó mi madre, prendedle á él que se ha marchado,
":0tadfe , él peco y yo no. En los antiguos trági-
cos' se hallan frecuentemente semer.ntes expre-
siones.


(i) Todo el mundo sabe que el delito de
An axágoras fué haber ensebado que el sol no es-
taba animado, y que no era sino una lámina de
acero tan grande como el Peloponeso ; y el de
A ' is'ó eles fué el haber dicho que el sol era muy
diferente de Apolo sobre la quádriga.


( a ) Véase el fragmento de su tragedia de los




156 ciencia.
ton será desterrado por haber dicho que..
la Minerva de Phidias no era una dei-
dad (r). En Roma los mismos niños se.
reirán de los placeres de los elisios y de
:os tormentos de los infiernos (2). Luci-
Iio 5 Pacubio, Lucrecio y Juvenal, agra-
darán igualmente por su mordacidad con-
tra los hombres corno por la que manifies-
tan contra los dioses. El Anfirrion de Plau-
to hará reir como el P luto de Aristófanes.
El Eunuco de Terencio no será menos in-
jcrioso para los dioses, y no por eso será
menos repetido sobre el teatro (3). Entre-
tanto la sangre de los mártires correrá
por todas partes, y los simulacros de la
divinidad satirizada verán perecer entre


Cabitos en Ateneo lib. lo. Lo mismo hace Eurí-
pides presentando á Hércules unas veces furioso
(in Hércule furente ) otras embriagado (en 41-
cesto), haciéndole proferir dichos absurdos é in-


nos.
(s) Sranlei, Hist. PAilosophorurn.
(2) Nec pueri credunt , nisi qua 11011df1111 aire


1,9v .ntur. Juvenal S.tyra
(3) Este , poeta se sirve del ejemplo de los


dioses para animar á cometer el deliro: Ellos lo
'han hecho, y yo miseraHe mortal no lo haré: Ego
;:emuncio hoc


J'acere,» , acto 3. escena ;•


de Ta feiVslacion.
T 57


los tormentos aquellos valerosos mortales
Que no quisieron honrarles.


En medio de las intrínsecas rela-
ciones del politeismo con todos los males
indicados , i qué socorro podrá prome-
terse el legislador de la religion de su
-pueblo; ó antes bien, quáles, y quántos
obstáculos deberá hallar para adquirir y
conservar la virtud y la prosperidad del
-pueblo que la profesa Esta fuerza en
vez de concurrir con la otra, ¿no impe-
dirá antes su accion y vendrá á luchar
con aquélla? Impotente para producir los
bienes que se deben buscar en la reli-
gion combinada con todos los males
que se deben evitar en ella, lqué otro
expediente podrá pues proponer la cien-
cia legislativa al legislador de un pueblo
politeísta sino el de mudar la religion de
su pueblo para substituir á la fuerza que
se opone, la que debe concurrir, que es
tan necesaria para consegir y perpetuar
zl grande efecto, que no hemos atribui-
do á una sola causa , á una sola fuerza,
sino á la combinacion de muchas causas


de muchas fuerzas, que todas rigorosa-




153 Ciencia
mente concurran al mismo fin, y todas
mútuamente se socorran y restauren en su
accion? Segun esto el politeismo debe ser
destruido y substituido por una nueva re-
ligion que sea á propósito para suminis-
trar los bienes indicados y escluir los ma-
les indicados. Las premisas hacen indu-
dable esta consecuencia. Solamente podrá
reducirse la duda á la posibilidad de es-
ta empresa, y á los desórdenes que po-
drian acompañarla. El siguiente capítulo
espero que bastará para explicarla.


CAPÍTULO VIL


Cómo se debe mudar esta religion.


Volvamos sobre nuestros pasos, y pro-
curemos deducir de lo que universalmen-
te ha sucedido, lo que se podria univer-
salmente conseguir; veamos qué socorros
podria suministrar á esta operacion el
progreso constante del espíritu humano en
la tormacion de la sociedad civil; vea-
mos quantos otros podria suministrar es-


de la legislacion. r59
ze mismo medio sirviéndose de él la le-
gislacion, dirigiéndolo y dándole vigor;
veamos qué disposiciones legislativas de-
berian acompañarla, y de este modo co-
nocerémos la posibilidad de esta opera-
cion necesaria que solamente la ignoran-
cia de los medios que deben producirla,
ha podido hasta este momento hacer creer
<á peligrosa ó inasequible.


Acordémonos de lo que hemos di-
cho sobre los misterios. Nacidos en la
primera edad heróica de los pueblos, he-
mos visto que al principio no fueron si-
no religiosas solemnidades ó ritos con-
memorativos de beneficios conseguidos, <5
de calamidades evitadas antiguas ó re-
cientes, que combinados con el órden po-
lítico de aquel estado de sociedad, la par-
te mas augusta y mas sagrada de estos
ritos no se practicaba desde el princi-
pio sino por los patricios ; que lo de-
tnás del pueblo compuesto de la clientela
y de la servidumbre del estado anterior
de familia estaba excluido; que esta re-
ligiosa desigualdad , haciéndose despues
incompazible con la diminucion de la des-




16o, Ciencia
igualdad política, se convirtió en un tem-
peramentoto que modificaba la antigua inac-
cesibilidad sin destruirla; que fué nece-
sario admitir á la participacion de estos
ritos arcanos todas las clases de la sacie'
-dad, mas no á todos sus individuos; que
fué necesario introducir la iniciacion, y
prohibir á los iniciados divulgar los mis-
terios que veían ó practicaban. Vemos
que ningun hecho desconocido , ni pú-
blico , ni secreto 7 se ocultaba ni po-
día ocultarse en estas celebraciones arca-
nas , mas la indivulgabilidad combinada
con la dificil iniciacion hizo bien pron-
to creer que lo 'labia; que finalmente por
una consecuencia de esta inevitable pre-
vencion, los mas perspicaces adeptos hi-
cieron conjeturas, las quales despues fue-
ron el grande arcano. Estas conjeturas,
pues , ó este grande arcano producidó
por la preocupacion y perspicacia en
la aurora de la cultura de los pueblos,
ahora nos conviene exáminar quál por
fin haya sido. En medio de la escasez de
noticias que tenernos de los misterios de
los pueblos antiguos, espero que los que


de la legislacion.
16r


se nos han transmitido , bastarán
hacernos conocer este objeto á lo In,. ':-)s
por la . parte relativa al uso que del


,ys
hacer. Pocos hechos pondrán al le-s:te
estado de juzgar.


Todos los escritores Griegos -
nos que han hablado de los mis:el-los de
Isis del Egypto, y de los de Mitra :' la
Persia, convienen que la unidad de
y la inmortalidad del alma, las penas y
los premios despees de la muerte con di-
versos principios de la comun creencia,
se anunciaban en estas celebraciones miste'',
riosas. .Nos hablan de los iniciados en los.
misterios , como de hombres religiosos
que detestaban los errores del pueblo, y
despreciaban altamente su ceguedad.


La oracion que hallamos en Apuleyo,
guando Lucio fue iniciado en los mistes-
rios de Isis es la siguiente: Las potencias
celestiales te sirven, los infiernos te están
sometidos, el universo gira bajo tu mano,
tus pies pisan el tártaro, dos astros responden
á tu voz, las estaciones retornan segun tus
órdenes, los elementos te obedecen (i).


(i) Apuleyo Metam. lib . No se puede
Tomo X.




162 Ciencia
Pitágoras reconocia haber aprendido


en los misterios orficios que se celebra-.
ban en Tracia, la unidad de la primera
causa universal. Decia que en estos miste-
rios habia entendido la idea de la substan-
cia eterna, del número, principio inteli-
gente del universo


, de los cielos , de la
tierra, y de los seres mixtos (1).


Un lugar de Varron nos hace ver las
primeras semillas de la doctrina de Pla-
ton sobre la divinidad, tomadas de los
misterios de Samotracia. En ellos se en-
seriaba que el cielo, la tierra, y los egem-
piares de las cosas, eran diferentes de lo
que Platon llama ideas. Que el cielo y la
tierra eran aquello de que se hacen las
cosas, los egemplares, los modelos, segun
los quales se forman; y que de Júpiter,
Juno y Minerva, dioses antiguos, se ser-
vian para expresar las ideas de este tri-
ple concepto (2).


dudar que el poeta se ha servido de la fórmula
que efectivamente se proferia en esta ocasion.


( t ) mbl ico de vita Pitagora.
(a) Quién no reconoce el uno y trino de Pla-


ton en esta doctrina. Varro apud sanct. 4o-


de 7a legislacion.
z 63


En los misterios de Céres que se ce-
lebraban en Eleusis el Gerofanta que
comparecía bajo la figura del Criador
despees de haber abierto los misterios y
cantado la teologia de los dioses, con-
fundia él mismo todo lo que habia dicho,
y substituia la verdad introduciéndose del
siguiente modo: Debo manifestar un se-
creto á los iniciados; que se cierre la puer-
ta á los profanos. O tú, Museo, descendien-
te de la brillante Selene, está atento -á
mis acentos, yo te anunciaré verdades im-
portantes. No sufras que las preocupacio-
nes y afecciones anteriores te quiten la fe-
licidad que tú deseas de llegar al conoci-
miento de las verdades misteriosas. Consi-
dera la naturaleza divina, contémplala de
continuo, arregla tu espíritu y tu corazon,
y camina seguro. Admira el Sector (mico


gust. de Civitate Dei, lib. 7. cap. '2 S. . Quizás
alude á esto mismo aquel lugar de Ciceron, don-
de pone en boca de uno de los interlocutores
estas palabras: Preterea Satnotraciam, ea que (luce
Lemni nocturno aditu oculta colurntur silves-
tribus se pibas densa quibus explicatis , ad ra-
tionemque revocatis, reruni magis natura cog-L 2




164 Ciencia
de todo el universo. Hay uno, él existe
por sí mismo, á él solo deben todos los
otros seres su existencia, él obra en todo
y por todos, invisible á los ojos de los mor-
tales vé todas las cosas (i).


Plutarco nos dice que el jóven Alci-
biades, despues de haber asistido á los
misterios de Céres, insultó con la mayor
osadía la estatua de Mercurio, por cuyo
motivo el pueblo pidió con furor su con-
denacion (2).


Crisippo, uno de los mejores orna-
mentos de la secta estoica, creía que el
mayor beneficio de las iniciaciones con-
sista en las ideas justas que se adquirian
de la divinidad (3).


Stacio nos indica tambien el princi-
pio de la unidad de Dios, que era un


noscitur , pon Deortun. Cícero de natura Deo-
ron: lib. a..


(i) Estose contenia en el himno cantado por
el Gerofanta. Véase á Ateneo lib. II. cap. '3-
Clem. Alex.'Coliortat. ad Gentes cap. 7 . y Meur-
sio Eleusina.


(2) Plutarco ejtts vita.
(3) Apud Etim. Mag. en la misma palabra.


de la legislacion
T65


secreto de los misterios, diciendo en aque-
llos versos:


Et triplicas mundi SUMMUM quena scire ne
est fastum.


Illum sed tuteo (r).


Lo mismo parece que indica Platon,
guando dice (2), que es cosa irreligiosa
exdminar la naturaleza del Ser Supremo;
y guando recomienda á los que rabian
tenido la felicidad de conocer al Padre
y árbitro soberano del universo que
persuadan al pueblo esta verdad. En su
carta á Dionisio recordándole lo que
le habia dicho debajo del plátano so-
bre el uno y trino, arcade: que una sa-
grada oisligacion le impedia de exponer
por escrito esta idea (3); y el consejo que
se dió al Emperador Juliano empeñado
en oponer la doctrina platónica á la del


(t) Stat. Theb. lib. 4. verso 5,16.
(a) Plato de leg. lib. I.
(3) Que se combine este hecho con el que


poco antes hemos referido sobre los misterios
de Samotracia.




66 Ciencia
cristianismo, de dirigirse al Gerofanta de,
Eleusis para recibir luces sobre sus prin-
cipios (1), son otros dos argumentos de
la analogía de las ideas de este filósofo
sobre la divinidad, con las que se ense-
ñaban en los misterios.


Respecto al dogma de la otra vida, el
mismo Platon nos enseña: que todos los
misterios tenian relacion con la vida futu-
ra y con el estado del alma despues de la
muerte. Lo que en ellos se representa,
dice el incógnito que hace hablar, no es
sino la sombrh; ésta es una débil imagen
de todas las bellezas, cuya contemplacion
está reservada para todos aquellos que en
vida han sido virtuosos (2). En otro lu-
gar manifiesta este mismo principio incul-
cado en los misterios de Baco (3). En su
tratado de Isis y Osiris dice lo mismo de
los misterios egipcios.


Ciceron habia dicho antes de él, que
los misterios de Céres habian enseñado á
los iniciados no solamente á vivir feliz-


(r) Ennopio in Maxim.
(a) Plutarco de Oraculis.
(3) Plutarco Consol. ad uxor.


de la legislacion, 167
:rente, sino tambien á morir con la espe-
ranza de una vida mas feliz (1).


Isócrates dice tambien que los inicia-
dos estaban tranquilos con las dulces es-
peranzas, en el momento de su muerte,


Sde ser felices por toda la eternidad (2).
En Sófocles, en Euripides (3 , en


Aristófanes ( 4), en iEschines (y), en Lu-
ciano (6), y en Estrabon ( 7), se manifiesta,
tambien la misma doctrina.


Celoso, dice de los cristianos: vosotros
os gloriais de creer las penas eternas,y to-
dos los ministros de los misterios no lo
anuncian á los iniciados (8). Sabemos que
en las tragedias representadas en las ce-
remonias nocturnas de los misterios de
Céres, se manifestaba la felicidad de los
justos y las penas de los malos (o), y


Cicero de Legibus.
Isócrates i n Panegirie.
Véase Plut. de lect. Poet.
Aristófanes in Ranis.
IEschino el filósofo sive de ~-


Luciano en el didlogo de la barca.
Estrabon lib. vo.
Celso apta] ovig. lib. 8.
Dleursii Eleusina.




168 Ciencia
que algunos misterios se llamaban Aehé,
rónticos (i) para indicar que se explica-
ba en ellos el dogma de la otra vida.
- Lo que dice Platon en el Fedon der-
rama mucha luz sobre esta materia, es á
saber, que en los misterios se aprendia á
conocer la vida- como un lugar de paso, y
un puesto que no es permitido abandonar
sin la voluntad de Dios. Añade en otro
lugar del mismo dialogo: que en los him-
nos que se cantaban en los misterios, se
hablaba de las recompensas y de los pla-
ceres de los buenos en el cielo, y de los
suplicios que sufran los malos en el infier-
no. 1i5ade finalmente, que la verdad que,
anunciaba esta doctrina era muy mara-
villosa para el vulgo , y dificil de en-
tender (1).


Por lo qual este dogma se enseñaba
en los misterios de muy diversa manera
que se profesaba en la religion vulgar.


Recogiendo finalmente los otros luga-
res de los escritores antiguos relativos á


(1) Sacra Achlrontia,
(z) Placa in e/ledo».


de la legisiacion. I69
este objeto, ¿no hallamos por todas partes
los vestigios de una mutacion de la re-
ligion vulgar hecha el arcano de los mis-
terios?.


Diodoro dice, que la iniciacion hacia.
al hombre mas religioso y mas justo de lo
que era antes. Los mayores hombres de
la antigüedad, Platon, Ciceron, &c. ha-
cen los elogios de estos misterios. Porfi-
rio dice, que el estado del alma debe ha-
llarse en 14 muerte, como durante los mis-
terios, esto es, purgada de todas las pa-
siones violentas de envidia, ira y odio (-1).
En otro lugar, dice, que no hay sino los
que han dirigido toda su conducta y todas
las acciones de su vida á la perfeccion del
ánimo, que puedan ser iniciados en los mis-
terios secretos de la religion (2).


Nadie puede negar, dice Proclo, que
los misterios aparten el ánimo de esta vida
material y morral, y que limpien las man-
chas de la ignorancia, iluminando nues-


0 Tram. del Stix. ap. Stob.
,se. lib. x.


Pliob. 4rfir.iocapen.usebio de la Preparacion




170
Ciencia


tras esp!;-itus, y disipando las tinieblas
en los adeptos con el esplendor de la di-
vinidad


De la fórmula que se pronunciaba
-por el Araldo en la apertura de los mis-
terios de Céres, se deduce, que las. per-
sonas que se presentaban para ser admiti-
das, debian tener las manos puras, y es-
tar exéntas de todo delito; haber dado
pruebas de ser reservados en los discur-
sos, y justos en su conducta (2). El que
no habla hecho todos los esfuerzos para
calmar una conjuracion ó el que la ha-
bia fomentado; el ciudadano que se habia
dejado corromper ó habla hecho traicion
á la patria; el traidor que habia abando-
nado una fortaleza ó una nave á los ene-
migos estaban excluidos (3 ). En los tiem-
pos posteriores los que eran de la secta
de Epicuro, ó se babian dado á la má-


(T) En el cap. $. de este libro, y particu
-


larmente en la nota que está al pie.
(2) Proclo ad Plat. Polit. Véase tatnbien


á lamblic. de' Myst. cap. rr. tont. i. Julian.
orar. $.


(3) Orig. contra Cels. lib. 3.


de la legislacion. 1 7 z
gia particularmente á la Goetia , no po-
dían ser admitidos. Apolonio Tyaneo
excluido por esta razon (a), y :Neron por
el parricidio de su madre (2).


Finalmente sabemos que el Gerofan-
ta vivía en el celibato, que se ungía el
cuerpo con la cicuta para ser mas casto, y
que la junta se despedia inculcando á los
iniciados de velar y ser puros (3).


Quizás de esta: mutacion de la reli-
gion vulgar, de esta reforma de los dog-
mas y de la moral religiosa , que era el
arcano de los misterios, se derivó la opi-
nion que reinaba entre los iniciados, la
qual se manifiesta en los escritores anti-
guos, es á saber, que ellos solos podian
participar de la futura felicidad. En Aris-
tófanes se vé que los que participaban de
los misterios llevaban una vida inocente,
santa y tranquila, que morían con la es-
peranza de una condicion feliz, que se


(1) Aristófanes Ranis.
( z) Suer. in vita Net-on cap. 34.(3) Philos. in Tila polon. lib. 4. cap. 18.


Rusebio contra Hierocl.




12 Ciencia
les prometía la luz de los campos felices,
y que los otros hombres no debian espe-
rar sino las tinieblas eternas (r). Sófo-
cies habia publicado la misma doctrina.
Segun este poeta solamente los iniciados
podían gozar de los placeres de los Elí-
seos, y el Tártaro estaba reservado para
los demás hombres (a). Feliz, dice Eu-
ripides, aquel que habiendo sido digno che
recibir la revelacion de- los misterios, vive
despues santamente (3). Diógenes decla-
mando contra esta opinion, nos demuestra
tambien su existencia (4).


Combínense ali9ra juntos estos hechos,
y compárense con las ceremonias y con
los ritos que se practicaban en estos mis-
terios; y se verá claramente que todas es-
tas misteriosas doctrinas, todos estos dog-
mas arcanos, todos estos nuevos princi-
pio:. no teuian otra relacion con las anti-
guas conmemoraciones que fueron el ver-


1) Aristdfanes in Rani.r.
) Plutarcus de lectione Pcetarum.


(3) ídem ibídem.
(4) ídem ibidem. Véase tambien á Platol


in Phoedon. Diógenes Lvrcio lib. L . cap. a. §. 6•


de la legislacion. 173
dadero objeto de estos misterios, sino la
que la sagacidad de los adeptos, las con-
templaciones de los epoptos , en pocas pa-
labras, las conjeturas de aquellos que bus-
caron en ellos un secreto que no habia, y
supieron fingido al principio de la cul-
tura del pueblo.


En efecto, lqué podía tener de co-.
tnun la doctrina de la unidad de la pri-
mera causa universal, la exposicion del
dogma de la otra vida, las principios de
una moral religiosa mas sensata con los
gemidos, los lamentos, los gritos, los
ayunos, la huida de ceremonia, con la tris-
te investigacion de alguna deidad, con las
ofertas de bellotas, raices, yerbas agrestes
6 frutas salvages, de dormideras, de miel,
aceyte y trigo, con aquel constante pasa-
ge de la tristeza al júbilo, en pocas pala-
bras, con todos aquellos ritos y ceremo-
nias que ni eran ni podian ser otra cosa
como se ha visto (i ), sino conmemoracio-
nes de antiguas y recientes calamidades


(t) En el cap. 5. de este libro > y particular-
tr,ente en la no-::a.




174 Ciencia
evitadas, de antiguos y recientes benefi-
cios conseguidos instituidos en la pri-
mera edad heróica de los pueblos, y por
consiguiente en la época de su mayor ig-
norancia? ¿Quién no vé en las doctrinas
especulativas que se han indicado los ves-
tigios de una época muy posterior, y de
un estado de sociedad mucho mas perfec-
to que aquel en que como hemos visto
nacieron los misterios de todos los pue-
blos? ¿Quién no vé estos caractéres en la
oracion que se proferia en los misterios
de Isis, en los principios que se enseñaban,
en los misterios de Tracia, y en los de
Samotracia, y en el himno que cantaba
el Gerofanta en los de Eleusis? Pues qué,
¿no se ha demostrado que este himno no
es del supuesto Orféo, que vivia en una
época muy diversa de la del verdade-
ro á quien se atribuye (i)? La lec-


(I) Basta leer en el primer volúmen de la
Biblioteca Griega de Fabricio todas las autori-
dades que presenta para demostrar que no nos
ha quedado ninguna poesía del verdadero Or-
lo , y que las que en el dia corren en su nom-
bre son obras del supuesto Orféo que algunos


de la legislacion. 175
clon sola de lo que Plutarco (i), y otros
escritores antiguos, nos han transmitido
sobre la doctrina secreta de los iniciados
del Egipto , deberia ser suficiente para
que los doctos descubrieran la obra de
las congeturas de los adeptos ya cultos y
civilizados en las doctrinas, que se pre-
tendia estaban escondidas en estos miste-
rios. La figura humana con la cabeza de
gavilan que representaba á Osiris, era pa-
ra los iniciados la inteligencia demiúrgi-
ca, de la qual Cnef, 6 la suprema inteli-
gencia, se Babia servido para la construc-
cion del universo. Una muger con su
cabeza adornada con la de un buey 6
con las hojas de Loto con un niño en el
seno que representaba á isis, que criaba
á su hijo Oro, era para ellos la materia
primera, el principio pasivo de las gene-
raciones con el mundo, fruto de la union
créen ser Onomácrito, contemporáneo de Pisícra-
tes ; y otros de algun poeta desconocido que se
sirvió del nombre de Orféo para _persuadirse que
e l himno indicado que lleva su nombre es de
un a época muy posterior á la que vivia este
héroe.


(o) Ea su tratado de 1,ride ,y Osiride.




176 Ciencia.
de los dos principios. Segun ellos la par-
te mas ligera de la materia era el aire, la
de el aire el espíritu, la de éste el pen-
samiento ó la inteligencia; finalmente la
de la inteligencia el mismo Dios (i) mul-
tiforme y Usi arca es á saber, cabeza de
la substancia material pneumatizada y deifi-
cada (2), &c. &c. Ideas semejantes, ¿po-
dian jamás ocurrirles á aquellos ignoran-
tes y bárbaros que primero instituyeron
los misterios?


Por tanto, solamente la preocupacion
de que hemos hablado pudo hacer creer á
los iniciados que los misterios contenían
verdades religiosas desconocidas al pue-
blo; esta preocupacion combinada con la
cultura que nacia, hizo inventar los prin-
cipios teológicos que hemos indicado; y
estos principios, frutos de las especula-
ciones de los adeptos ya cultos y civili-
zados, convirtieron despues efectivamente
los misterios en una escuela y en un tem-
plo donde se enseriaba y profesaba una


(i) Mercurio trissneg. Prentatid. in princiPi°•
( .2) Apuleyo


de la legislacion 177
religion diversa de la del vulgo profano.
Todo esto sucedió sin obra del gobierno,
y sin influencia de la legislacion.


Fijémonos en este punto , y vea-
mos el uso que debemos hacer de estos
hechos.


Hemos visto que la institucion de los
Misterios ha sido universal en todos los
pueblos; que éstos han tenido las modi-
ficaciones que hemos insinuado, y que los
iniciados se han formado una religion di-
versa de la del pueblo; y hemos manifes-
tado que esta mutacion se ha hecho sin
que el gobierno haya tenido parte, y sin
la influencia de la legislacion.


Supongamos ahora que el legislador
de un pueblo politeista instruido de es-
tos hechos, y persuadido de la evidencia
de las razones que hemos presentado so-
bre la necesidad de mudar la religion de
su pueblo, quisiese arreglar sus medidas
con la guía de una luminosa experiencia.
Supongamos que viendo lo que ha suce-
dido en los misterios de los pueblos anti-
guos, quisiese recurrir á este medio para
Conseguir la mutacion que se propone; la


Tomo X.


M p. •
rn.22.11Sett




178 Ciencia
experiencia le baria vér en estos misterios
un medio que ha producido por sí mismo
este efecto en una parte del pueblo. ¿Qué
no deberia esperarse, si el legislador lo
usase, si las leyes le diesen vigor, y la
legislacion lo dirigiese ?


Sus primeros cuidados deberian ser
convenir con los principales ministros y
adeptos en los misterios de la nueva re-
ligion, que se rabia de substituir á la
antigua, ocultando este convenio de ma-
nera que ni el pueblo lo supiera, ni los
mismos iniciados conocieran la mano del
legislador que lo dirigia. La generacion
del politeismo de todos los pueblos, la
de sus fábulas y de su culto , del modo
que la hemos descubierto y explicado,
ofreceria el medio mas seguro á los ini-
ciados para desacreditar la religion del
pueblo. Esta deberia ser la primera ins-
truccion , y- la primera luz que se les ha-
bria de presentar, haciendo seguir á ella
los principios de la nueva religion proce-
diendo por grados. Todo anuncio de nue-
vas verdades deberia ser precedido de ex-
plicaciones y de ritos. Los que antes se


de la legislacion. 179
hablan practicado en los misterios debe-
rian acomodarse al nuevo objeto, y pre-
ferirse á todos los otros. Esta precaucion
sería mucho mas importante de lo que á
primera vista parece, y no deberia ser
omitida, puesto que los hombres que se
acomodan á todo sin advertirlo, siempre
son esclavos de sus usos, ó están tan adic-
tos á ellos, que será siempre mas fácil de
mudar los motivos y los objetos de los
ritos, que alterarlos ó quitarlos. Final-
mente entre las obligaciones arcanas que
deberian inculcarse á los iniciados, de-
beria ser la principal difundir la luz
con los egemplos y las instrucciones ar-
regladas por la mano oculta del legisla-
dor, prescritas por los ministros de los
misterios, dictadas con la paciencia mas
juiciosa, y 'por esta razon reducida á
aquel método y á aquellos términos que
los iniciados nunca deberian ni alterar
ni traspasar.


El legislador daeria acomodar . á es-
tas disposiciones ocultas las públicas y
manifiestas, dirigiéndolas principalmente
a fomentar, extender y dar vigor al res-


2




180 Ciencia
peto que el pueblo debe tener á los mis-
terios, á hacer las iniciaciones el voto
comun de todos los individuos del Esta-
do, y al iniciado el modelo de sus conciu-
dadanos, á arreglar de manera la admi-
sion, que las qualidades que el hombre
no puede adquirir, no tuviesen ninguna
parte; sino que las que dependen del ca-
rácter moral del hombre, de la virtud, y
de la probidad, fuesen requisitos indispen-
sables para arreglar aquella parte de la
educacion pública relativa á las instruc-
ciones religiosas, de manera que sin ad-
vertirlo dispusiese los ánimos y los pre-
parase á la gran mutacion , encargándo-
las por esta causa á solos los .iniciados;
en disminuir por grados y bajo varios
prerestos el número como la influencia
y el poder de los ministros del culto pro-
fano; en pocas palabras, en destruir con
una manó á medida que se edificaría con
la otra.


Finalmente, guando el nuevo edificio
levantado en el silencio de los misterios
hubiese adquirido bastante extension y su-
ficiente solide4z, y el antiguo estaria de-


de la legisTacion.


18 r
balitado y limitado á proporcion; guan-
do la parte mas autorizada de la socie-
dad habria adoptado el nuevo culto y la
nueva religion, estando la otra ya dis-
puesta para esto, entonces deberla ras-
garse el velo misterioso, y el legisla-
dor publicar la nueva religion, decla-
rándola por la del Estado . y del gobierno.


o seria necesario en este caso proscribir
la antigua para destruirla. El tiempo,
las instrucciones, y los egemplos, basta-.
rian para abatir el monstruo bacilante que
ya no podría. sostenerse. Mas no se de-
berla usar de coaccion y de violencia,
porque esta medida retardaria la perfec-
cion de la obra en vez de -acelerarla, y
desacreditaría la mano del legislador que
debe determinar y dirigir la voluntad y
no combatirla.


Con estos medios se mudada la reli-
gion antigua: l mas quá religion nueva
se le debería substituir? Véamoslo.




182




Ciencia


CAPÍTULO VIII.


Caractéres de la nueva religion que de-
- beria substituirse á la antigua.


IJespues de .tOclo lo que hemos dicho,
no es necesarict4iacer muchos esfuerzos
para determinar quáles deberian ser los
caracteres de la nueva religion que de-
bería substituirse á la antigua. Elegida
por el legislador, convidada por el go-
bierno, destinada por las leyes á concur-
rir con las otras fuerzas empleadas para
producir y perpetuar la virtud y lá feli-
cidad- del pueblo, deberia tener las mas
fuertes relaciones con los bienes indica-
dos, y ninguna esencial é intrínseca con
-l'Os indicados males.


Las obligaciones que prescribe, los
bienes que- inculca, los males que con-
dena, -los de oponerse á las ideas del
verdadero bien, ó mal moral y civil, de-
berian fomentarle, extenderle y darle vi-
gor. El bien que ella prescribe, no sola


de la legislacion. 183
mente deberia ser el bien que la ley or-
dena, sino tambien el que el legislador
se propone conseguir sin poderlo pres-
cribir; prohibir no solamente el mal que
es condenado por la ley , sino tambien
el que el legislador debe evitar sin po-
derlo condenar.


Los dogmas de su fá no .deberian
oponerse á los preceptos de su moral,
sino ser un medio constante entre lo que
se debe creer, y lo que se ha de obrar.
La idea de la divinidad que comprende
los archetipos de todas las perfecciones,
deberia apoyar la de su ley que con-
tiene todas las obligaciones.


Sus sanciones deberian partir del dog-
lila de la otra vida , sin contener éste.
ninguno de los principios que pueden
eludir sus preciosos efectos. No de-
beria excluirse la expiacion, pues no se
ha de quitar la esperanza al que ha
pecado, sino apoyarla en aquellos me-
dios que suponen la voluntad íntima de
reparar el mal, y la entera reforma del


'corazon.
Su culto digno de la divinidad á quien




T84 Ciencia•
se dirige, no deberia admitir ningún rito
que pudiese envilecer su augusta idea,
ninguna práctica que pudiese ofender las
costumbres, ninguna obligacion que pu=
diese .dispensar de las otras.


Arreglada por el legislador en el
tiempo que el cuerpo civil ha llegado ya
á Su. 'integridad, no deberia resentirse de
ninguna de aquellas disposiciones, que son
el-apéndice de la :.necesidad qu.e ha ha-
bido en la infancia de los pueblos de for-
tificar la debilidad de la fuerza pública
con los socorros tomados de la teocracia?,
Sus templos deberian ser el refugio de
los necesitados, y no el asilo de los mal-
vados:; sus solemnidades y sus -fiestas
preservar á los hombres de. los delitos,
y á los . delincuentes de las penas; el
sacerdoio debe formar una de las partes
frias'noblesIdel cuerpo social, y no un cuer-;
po sagrado:; ser el .modelo dedos ciudada-
nos, yf)illo ;el objeto de los privilegios;
seriar -á!los demás á llevar en paz las car-
gas públicas,,-v: no ser inmunes de ellas;
inculcar la subc,rdinacion á la autoridad
legitima „ y no 'substraerse de ella.


de la legislacion. 185
Finalmente, es claro que esta reli-


gion con estos daractéres no llegaría á
tener ninguna relacion intrínseca con
los dos extremos igualmente pernicio-
sos , es á saber, el fanatismo y la irre-
ligion; y que ella deberia degenerar de
su nativa institucion para tropezar con el
uno ó con el otro; y esta degeneracion
no podría derivarse, sino 6 del descuido
del gobierno, 6 de algun vicio de la le-
gislacion, ambas causas prevenidas y ex-
cluidas por las varias fuerzas combina-
das del sistema legislativo que hemos
propuesto.


1Mas quál es la religion en la que
considerada su nativa institucion se ha-
llan todos estoscaractéres? Este será el
objeto del capítulo siguiente (a).


(a) La muerte que sorprendió al auto', gua n
-do estaba trabítjando con la mayor aflicacion


Para a;41- fin á este libro, nos ha privado de to-
dos.


los domds puntos precisos que se habia pro-
Puesto tratar en é/.




EXTRACTO (`)
DEL ELOGIO DEL CABALLERO


CAYETA NO FILANGIERI,


QUE ESCRIBIÓ


EL SEÑOR DONATO TOMMASI,
ABOGADO NAPOLITANO.


Qnidquid ex eo amavialus quidquid mirati
sumus , manet masurumque est in animis
hominum , ir. ‘eternitate temporum, fama
rerum.


Tacit. de vid. Cn. Agrie.


Nació Cayetano Filangieri en Nápoles
á 18 de Agosto de 1 7 52, de César prín-


(*) Habiendo llegado á manos de D. Jayme
Rubio el Elogio del caballero Cayetano Filan-
gieri , que escribió su amigo el Señor Donato
Tommasi , formó el presente extracto que es
un compendio exActo de la vida del autor,
con el fin de hacer conocer este grande hom-
bre á sus lectores , y por la misma razon he-
mos querido ponerlo en el último tomo de es-
ta nueva edicion.


de la legislar/en.
187


cipe de Arianello y de Mariana Monta l-
de los Duques de Fragnito (1). Fué


el tercero de sus hermanos; y sus padres
desde los mas tiernos a silos le destinaron
al servicio del Estado en la carrera de
las armas, y aunque • no empezó á servir
hasta el ario 1 7 66, en el de T 59 se ha-
llaba condecorado con el grado de Alfe-
rez en el regimiento de Sannio.


Empezaron desde los primeros años
á darle la instruccion, que segun costum-
bre parecia la mas acomodada á su edad
y circunstancias; pero tomó muy poco'


(e) La familia Filangieri es una de las mas
antiguas del Reyno de Nápoles. Tuecel fué uno
de aquellos quarenra famosos campeones y compa-
ñeros que á los principiosdel siglo once vinieron
de la Normandía la primera vez á estas regiones.
Angerio, su hijo, fué compañero del Conde
Ruggiero en todas sus gloriosas conquistas, quien
despues le concedió la investidura de muchos
feudos. Los descendientes de Angerin se distin-
guieron con el nombre de Filii Allí:Mi para re-
cordar la gloria de este ilustre guerrero, y de
aqui nació el linage Filangieri.


Llegó esta casa al mayor grado de explen-
dor y


leg
riqueza bajb los gloriosos reinados


de los Suevos y otros posteriores , como lo
Prueban varios diplomas que existen en el ar-




183 Ciencia
gusto, y aun manifestó suma aversion á
las letras, guando solo le presentaron el
desabrido cúmulo de rudimentos grama-
ticales de la lengua latina, que regular-
mente sirven para detener los primeros pa-
sos de los mejores talentos. Creyeron por
este fastidio que mostraba que .en Filan-
gieri no habia ingenio para las ciencias;
pero bien presto les manifestó un acci-
dente que se engañaban, y quán fértil era
el terreno que tenían por estéril.


Uno de sus hermanos mayores tepe-.
tia al maestro la demostracion de una de


chivo de la Trinidad de la Cava, y tambien
en el mon::sterio de S. S baatian, y la célebre
Crónica de Ricardo de S in G,rm.iti y los registros
de Federico; pero una ky de la reyna Ju,na TE,
que es la Pragmática primera de feu./. , dicha
comunffiente Fil ./ingiera, alterando el órden de
la sucesion feudal , y prefiriendo la humana del
difunto vasallo á su tio paterno , pasó la mayor
parte de los feudos de esta familia á la del fa-
moso Sergianni Caraccialo , quedando la fami-
lia Filangieri con un solo feudo , que aun po-
sée en el dia ; pero siempre se vieron en ella
los vestigios mal claros de su antigua grande-
za, y continuó en ser contada entre los guarro
primeros &rones del reyno.


de la legislacion.
r o9


las proposiciones del lib. i. de Eucli-
des ; y habiéndose perdido, Cayetano, que
se hallaba presente y oía atentamen-
te las lecciones sin embargo de que
aun no era admitido á aquellos estu-
dios, le advirtió su error y le volvió al ca-
mino; entonces conocieron de dónde nacia
la aversion de Cayetano á las letras y
concibiendo grandes esperanzas mudaron
de método en su enseñanza.


Pero no me detendrá en seguir el
curso de ésta, pues en las almas extraor-
dinarias y en los grandes talentos sola-
mente merece y debe considerarse aque-
lla instruccion que por sí mismos adquie-
ren, y que regularmente se fabrica y le-
vanta sobre las ruinas de la primera.
Enardecido Cayetano á la edad de los
17 años con un grande amor á.las cien-
cias, quiso dejar el servicio militar pa-
ra dedicarse enteramente á las letras y á
la filosofia. Entonces empezó su verda-
dera y sólida instruccion , y los rápidos
progresos de su espíritu manifestaron que
Babia llegado á seregrande sin pasar por
los grados intermedios que la naturaleza




190 Ciencia
ha señalado para los ingenios vulgares.


Conoció luego que las ciencias se dan
mútuamente la mano, y que cada una tie-
ne su parte en ampliar los conocimientos,
y multiplicar las relaciones; en formar
el entendimiento humano, perfeccionarlo,'
y dar vigor á sus fuerzas; y que era un
error el detenerse en solo una desprecian-
do las otras. El filósofo debe verlo todo
y abrazarlo todo.


Empezó, pues, á correr el dilata-
do campo de la sabiduría humana. Hizo
suya la lengua de Hornero y de De-
móstenes, de Virgilio y de Oracio
Empezó desde entonces á meditar sobre
los ilustres monumentos que nos han que-
dado de la literatura Griega y Romana.
La historia le condujo á un grande cono-
cimiento de los pueblos y de las nacio-
nes, le enseñó á juzgar rectamente de los
hombres, de sus acciones, de sus adelaw-


(I) Una elegante traducion en italiano del
lib. r. de Tácito , y otra en larin de dos ora-
ciones de DetiZtenes , que hizo en aquel tiem -
po, manifiestan la inteligencia que habla adqui-
rido ea el uso de una y otra lengua.


de legislacion. 191
tamientos, y del estado de sus luces, de
sus descubrimientos, y de las relaciones
intrínsecas y necesarias, facticias y ac-
cidentales de las sociedades. Las matemá-
ticas puras y mixtas fecundaron su inge-
nio; la metafísica pura y sublime.... en
una palabra, todas las facultades y las
ciencias fueron el objeto de los estudios
del jóven Filangieri.


En la edad de las pasiones y de los
deseos, léjos del tumulto y de la disipa-
cion de los placeres, el amor á la verdad
era su única pasion ; y añadiendo sus re-
flexiones á las de los otros, se entregó á
las mas profundas meditaciones, arte bien
necesaria al filósofo y desconocida de los
espíritus vulgares, sobre quienes tiene el
mayor imperio la autoridad y la larga
costumbre de una ciega y servil depen-
dencia.


La mayor parte de sus meditaciones
Y de sus estudios eran la moral, la po-
lítica y la legislacion, en suma la ciencia
del derecho tomada en el sentido mas ex-
tenso y mas verdadero. Filangieri era lle-
vado por la fuerza de su ingenio á aquellas




19 ciencut
partes de la filosofia que mas directa-
mente miran á la felicidad del hombre,
le consideraba independiente de las le-
yes positivas, y de su misma naturaleza
deducía los principios de lo justo y de
lo injusto. Comparaba entre sí las leyes de
las naciones antiguas y modernas, estu-
diando aquellos códigos que la multitud
gradúa de obras maestras de la ciencia civil;
y conociendo la imperfeccion y lo poco
oportuno de las leyes que dirigen la ma-
yor parte de las naciones de Europa,
empezaba á formar el vasto designio de
hacer felices á los hombres y mejorarlos,
preparando de este modo, sin advertirlo,
los materiales que algun dia le habian de
servir para levantar el gran templo de la
felicidad humana.


Á Ultimos del afilo 1 77 , y á los 19
de su edad, meditó el plan de una obra
sobre la educadon publica y privada, mi-
rándola como la piedra fundamental de
las buenas cosiumbres y de la legisla-
cion. Uno de los literatos mas célebres del


orte , Juan Jacobo Bjoernstaehl, que es-
tuvo por aquel tiempo en Nápoles, j u a-


de la legislacion. 193
ramente con otros sabios compatriotas su-
yos , y conoció y admiró á Filangieri,
hace mencion honorífica de él en las car-
tas de su viage (r), y añade que es-
taba trabajando entonces en la insinuada
obra.


Mas no llegó á concluirla , ni otra
que tenia por título la moral de los
.príncipes fundada en la naturaleza y el
¿rden. Es de presumir que las profun-
das meditaciones que baria sobre es-
tos argumentos le servirían para la gran-
de obra de la Ciencia de la Legisla-
cion, y podemos graduar estas tentati-
vas como unos escalones por donde Fi-
langieri sabia al templo de la sabiduría.


En el año 1 774 fué interrumpida
la tranquilidad de sus estudios. Porque
sus parientes quisieron que aspirase á la
magistratura y á los honores políticos, y
le hicieron pasar al foro y al ejercicio de
la abogacía. Ya no se hallaban nuestros
tribunales entonces en el estado de barba-
(i) Véanse las cartas de guau Bautista


Bjoernstaehl , Profesor de filosofia en lispal es.
aftas al Sr. aio7vJ/1, Bibiiotecario regio ea


romo X.


N




194 Ciencia
rie y de ignorancia de los tiempos pa-
sados ; la sabiduría forense no se forma-
ba, como antes, de decisiones, consejos
y resoluciones. Por los esfuerzos y tra-
bajos del elocuente Francisco de Andrea y
sus discípulos las luces habian penetrado
hasta el foro; la erudicion y las gracias de
la elocuencia formaban el patrimonio de
muchos abogados de aquel tiempo; pero
todavía faltaba á esta sabiduría forense el
espíritu filosófico, y sus conocimientos no
eran profundos ni universales. Se contenta-
ban con la pericia de las lenguas, con los
descubrimientos de la historia, y con el co-
nocimiento de las costumbres.antiguas para
interpretar los fragmentos de la jurispru-
dencia romana á la qual tributaban una
ciega veneracion ; y si alguna vez querian
levantar el 'vuelo para discurrir filosófi-
camente de las leyes no pasaban de las
obras de Grocio , de Seldeno y de Pu-
ffendorff, autores que nos hacen gemir
bajo el yugo de una pesada erudicion, y


Stolcolmo, que se hallan en sus viages varan-
geros. Can, 8.


de la legislacion.
195


pocas veces han esparcido las luces salu-
dables de la razon.


Este era el estado del foro guando
entró en él Filangieri, y pocos dias des-
pues se publicó por nuestro Soberano la
célebre ley sobre la administracion de jus-
ticia. La inmensa multitud de nuestras
leyes , y la obscuridad que reina en la
mayor parte de ellas, habian dado moti-
vo para que se introdujese en nuestros
tribunales el arbitrio judicial.. Muchas ve-
ces se preferia á la ley la autoridad de
/os 'doctores y un espíritu pernicioso de
equidad mal entendida se abrogaba el de-
recho de corregir los excesos de la ley
y templar su rigor.


Hacia tiempo que el Marques de
Tanucci, digno y sabio Ministro de Cár-
los de Borbon, y de su glorioso sucesor,
deseaba reparar los vicios introducidos en
el seguimiento de las causas , y corregir
-todos los defectos de nuestra legislacion.
Intentó formar la recopilacion de un nue-
vo código Carolina, que con precision y
claridad incluyese nuestras leyes „,.quitase
_roda duda, conciliase las tontradiccion%


N a




196 Ciencia
y desterrase toda superfluidad. Pero sea
qual fuese la causa, estos grandes desig-
nios quedaron sin efecto. No obstante el
Marques no dejaba de proponer al So-
berano los mas oportunos remedios con-
tra los mayores males, y los desórdenes
mas conocidos que advertía en la admi-
nistracion de justicia.


Conoció que el arbitrio de los Ma-
gistrados que hacia mucho tiempo que
tenia establecido su trono en nuestros
tribunales y echado las mas profundas
raices, era el manantial mas fecundo de
los mayores males y desórdenes. Y así
procuró desterrarle con la insinuada prag-
mática. de 1 774 , quitando al Magistrado
todas las facultades que le hacian supe-
rior á la ley. Este saludable remedio me-
reció la aprobacion y el aplauso de los
filósofos ; pero la turba forense lo gra-
duó y tuvo por una novedad perjudicial.
Tino de nuestros supremos tribunalas re-
presentó varias dudas que suponian en-
contrarse en Ja misma ley. Pero el Sobe-
rano sin atender á ellas mandó que se ob-
servase exáctamente, y que todos los tri-


de Ta 197
bunales se sometiesen á su autoridad so-
berana.


Mientras que duraba este estrépito
forense, y se hablaba tanto de la ley
que pocos entendian, levantó su voz Fi-
langieri, y publicó un librito intitula-
do: Reflexiones políticas sobre la tlti-
ma ley del Soberano que arregla la ad-
ministracion de justicia (i). Esta obrita
trabajada en pocos dias hizo oir la pri-
mera vez el lenguage de la verdadera fi-
losofia en el foro, y mereció la aproba-
cion y los aplausos de todos los litera-
tos del pais. El Marques de Tanucci á
quien la dedicó , miró con sorpresa tan-
ta sabiduría en una edad tan juvenil,
é hizo á su patria los mas favorables
pronósticos por la posesion de un talen-
to tan raro y extraordinario.


Pero las discordias y contenciones
del foro no se hermanaban con su es-
píritu filosófico y tranquilo. Destinado
por la Providencia para ser el intérprete
de la verdad y de la razon 5 y el mi-


(1) Esta obrita se ha puesto en esta edicion
fin del tomo e,.




198 Ciencia
nistro de la felicidad de las naciones;
deja el estrépito forense que apaga los
mejores talentos, y se entrega nuevamen-
te á las penosas tareas de la meditacion
y del estudio , estando bien •persuadido
de que los medios verdaderos para ser-
vir á la sociedad son adquirir toda la
perfeccion de que es capaz nuestro espí-
ritu, empleándola despues en beneficio de
nuestros semejantes. pudieron apartarle
de su constante resolucion los placeres, las
flaquezas, y los errores, que regularmente
acompañan á la juventud, ni le movieron
los malos ejemplos de otros muchos no-
bles contemporáneos suyos.


Desde este momento continúa sus se-
rios estudios con una indecible constancia
haciendo observaciones sobre todas las par-
tes de la jurisprudencia, con muchafuerza
en el raciocinio, y un valor filosófico, que
apartándole de los errores de la opinion
y de las preocupaciones autorizadas por
el transcurso de muchos años, le ense-
ñaron nuevas verdades, y le dictaron una
doctrina mas sublime.


La sensibilidad de su corazon y la


de la legislacion. r99
grandeza de su alma le inclinaban al
estudio de los derechos y de las obli-
gaciones de los hombres y de las socie-
dades, y éste era el objeto de sus ta-
reas literarias y de sus especulaciones fi-
losóficas.


Su vasta lectura y meditacion le ha-
bian hecho conocer que la legislacion
de la Europa en lugar de ser una luz
clara y resplandeciente á los ojos del ciu-
dadano, que asegurase su conservacion
y tranquilidad, apoyase sus derechos y
guiase sus acciones , solamente presenta-
ba un edificio informe , un conjunto de
ruinas que el tiempo y la casualidad `ha-
bian amontonado, y un obscuro laberin-
to en que á cada paso se perdian los
hombres. La historia de las naciones le
hizo ver á la inocencia y á la virtud ca-
lumniadas y oprimidas por la injusticia y
por el delito. Últimamente los males de
la humanidad y de la patria le hicie-
ron derrainar un torrente de lagrimal,
y desde este precioso momento formó la
grande_ empresa de restablecer los dere-
chos deJ.la naturaleza que la ferocidad




200 Ciencia
de las antiguas costumbres y la conse-
cuencia de las modernas instituciones ha-
bían por tanto tiempo obscurecido y ar-
ruinado.


Para llegar á este fin tan glorioso de-
termina formar una Ciencia de la Legisla-
cion , dándole el órden y la unidad corres-
pondiente; y despues resuelve escribir para
todos los paises, para todos los pueblos, y
para todos los tiempos. La brillante luz
del ingenio le enseña el camino, y el cons-
tante amor á la humanidad sostiene su va-
lor en esta empresa tan grande. Nada le
acobarda ; pero mi pluma no se atreve á pe-
netrar aquellas tinieblas sagradas que ro-
dean á este grande hombre en el camino que
sigue su espíritu para llegar á descubrir
la verdad. Unas veces le vemos ocupado
en recoger con la mayor diligencia los te-
soros esparcidos de la sabiduría de los le-
gisladores de todas las gentes, de los ju-
risconsultos y de los filósofos de todas
las naciones; y luego despues sumergido
en el estudio de las inmortales obras po-
líticas de Platon y de Aristóteles.


Mientras que estaba ocupado en estas


de la legislacion. 20 E
tareas, su tio el señor Serafin Filangieri,
despues de haberse distingido en el gobier-
no del arzobispado de Palermo, fuá tras-
ladado al de Nápoles. Este hombre respe-
table, digno por todos títulos de la esti-
macion y afecto del caballero Cayetano,
fué el que le animó á que cumpliese con
una de sus principales obligaciones, y que
emprendiese nuevamente el servicio de la
Corte. En el año 1 77 2 fué recibido en
él Filangieri en calidad de mayordomo
de semana de S. M. y gentil-hombre de
cámara, y casi al mismo tiempo fué de-
clarado oficial del real cuerpo de vo-
luntarios de Marina, donde entraron to-
dos los nobles destinados para asistir de
mas cerca y con mayor frecuencia á la
persona sagrada del Príncipe. Atendia
cumplir exáctamente con sus obligaciones,
empleando el tiempo que le sobraba en
sus trabajos literarios, y en concluir los dos
primeros tornos de la grande obra que es-
taba trabajando. En medio de la Corte
conservó una conducta rígida y austera
de inocentes y virtuosas costumbres, sin
interrumpir el comercio que tenia con la




202 Ciencia
sublime filosofia, cosa rara, siendo ésta
enemiga del. tumulto y amante de la tran-
quilidad y del silencio.


Mas ya nos hallamos en la época en
que Filangieri empieza á publicar su
Ciencia de la Legislacion. 1 Qué estado te
nian las ciencias morales y políticas guan-
do esta obra inmortal salió á la luz pú-
blica? Examinémoslo, y de este modo co-
nocerémos la línea de donde partió nues-
tro Filangieri y hasta dónde llegó.


Quando se empezaron á desterrar las
sombras de la barbarie y de la ignoran-
cia, que por tantos siglos habian cubier-
to la .Europa, y una luz nueva dispertó
á los ingenios de su antiguo letargo, los
italianos fueron los primeros que se seíiala-
ron en el mundo literario. La erudicion
y las bellas artes, el reyno digámoslo
así de la memoria y de la imaginacion,
precedió al de la filosofia.


Luego se levantaron las doctrinas de
Platon sobre las vanas sutilezas del escolas-
ticismo, k estas siguieron los nuevos .siste-
mas de Campanela„Tales, Cardano,-Votros
grandes ingenios dé aquella edad, que do-


ale ici legislador!. 203
rulos de un grande talento abrieron la
entrada á la verdadera filosofia; pero solo
se ilustró y promovió la parte metafísica
y moral con la doctrina de Platon, olvi-
dando la política: así los conocimientos
sublimes de los citados filósofos, no se
extendieron á las cosas civiles. La escla-
vitud universal de los ingenios hija de
la supersticion que entonces reynaba, los
restos que existian de una anarquía que
aun no se habia destruido, y otras cir-
cunstancias -:políticas bien conocidas, o-
ponían á esta ciencia una barrera que
parada insuperable. Solo uno se atrevió á
vencerla; y aunque sus conocimientos no
fueron universales, hubiera merecido un
lugar distinguido si sus doctrinas no fue-
sen impías y abominables.


Esparcidas desde la Italia por toda
Europa las luces de la belleza y de la
verdad, la politica y la moral fueron ilus-
tradas sucesivamente en Inglaterra por él
Canciller Bacon, gran maestro de la fi-
losofia civil, y mayor aún por las lec-
ciones que dió á los hombres sobre los
adelantamientos de la ciencia universal;




ciencia
por Lc€e, que despues de haber analizado
el entendimiento humano analizó tambien
la complicada máquina de la sociedad
civil, y por Shafterbury que ensalzó de-
masiado la naturaleza del hombre, supo-
niendo en ella la inclinacion á la virtud,
despues que en Holanda Hobbes la habia
sumamente degradado, suponiendo en e-
lla la inclinacion al vicio. En Francia
Montagne habla penetrado con su aguda
vista el fondo del corazon del hombre y
descubierto sus mas extrañas disposicio-
nes, pintándolas con un estilo original y
vigoroso.


Despues otros filósofos examinaron el
corazon del hombre , y le fueron siguiendo
desde los primeros pasos de su vida, dan-
do reglas para su educacion. Pero antes
Montesquieu había intentado determinar
la naturaleza y la diferencia de todas las
leyes dadas hasta el dia por las relacio-
nes que tienen con el carácter de los hom-
bres, con la naturaleza de los diferentes
climas, y ,con las diversas constituciones
de los gobiernos; pero lo poco exacto de
la mayor parte de sus ideas, la irregula.-


de la legiskcion. tos
ridacl de las partes admirables en sí mis-
mas muchas veces sin construir un solo
todo, el espíritu de sistema por el qua'
pretendió reducir la multitud de los efec-
tos morales y civiles á causas físicas y
necesarias; todo esto fijé causa que el Es-
píritu de las Leyes dejase un vacío con-
siderable, aun en aquel ramo de doctrina
política que pretendió ilustrar.


En la Italia, vencidos algunos obstá-
culos, desde el principio de este siglo
Juan Bautista Vico vió los primeros res-
plandores de la nueva Ciencia del origen
y progresos de la sociedad, y condujo á
un grado muy sublime aquella parre me-
tafísica de las cosas civiles, que dá á co-
nocer en los hechos particulares de los
hombres un desenlace constante conforme
á ciertas verdades abstractas. Despues es-
parcieron muchas luces en varios ramos
de la doctrina civil Juan Vicente Gravi-
na, y Paulo Matías Doria, y mas cerca-
no á nuestros dias el Abate Genovesi, que
difundiendo las verdades elementales mas
útiles en la filosofia moral y económica,
y comunicando á los ingenios napolita-




2o6 Ciencia
nos en general un movimiento filosófico,
contribuyó mas que otro alguno á esta-
blecer entre nosotros la libertad de pen-
sar y hacer nuestra instruccion mas uni-
versal y extensa.


Entretanto el Marques de Becca •ia se
habla entrado con la luz de la razon en
los obscuros y torcidos caminos de la par-
te de la legislacion, relativa á los delitos
y á las penas; y una multitud de escri-
tores en casi todas las naciones se afa-
naban en demostrar los vicios y los de-
fectos de los códigos que gobiernan la
mayor parte de la Europa, y clamaban
sobre la necesidad de su reforma.


Con la ayuda de todos estos filósofos
el curso de las ideas morales y de las
opiniones saludables y útiles se !labia he-
cho mas rápido. La razon había recobra-
do sus derechos. Se habian desterrado de
la mayor parte de los hombres las pre-
ocupaciones y los errores que por lar-
go tiempo los hablan tiranizado y envi-
lecido, y el , pueblo estaba bastante dis-
puesto para recibir y sostener una nue-
va luz.


de la legislacion.
207


Esta oportuna preparacion hacia que
la Europa presentase por todas partes la
época necesaria de la rnaduréz de los
pueblos que se requiere segun Bac-
con (I), para dar una nueva legislacion.
Los mismos Príncipes oían con gusto
la voz libre de los filósofos, y parece
nos anunciaban el feliz instante en que
la legislacion llegaria á ser lo que de-
be ser.


Pero la sabiduría del siglo parece que
consistia mas en saber destruir que edifi-
car. Las críticas contra las leyes que nos
gobiernan eran excelentes, pero los pla-
nes de reforma eran impracticables ó de-
fectuosos, porque las reformas parciales
que se proponían hallaban el obstáculo
insuperable de la desproporcion entre la
parte reformada, y las otras que se de-
jaban y quedaban con sus antiguos de-
fectos y vicios.


Era , pues, 'necesario que entre la
multitud de los filósofos se levantase un
ingenio superior que abrazase en toda su


(I) Bacon. Novum orgaoum par:, Ahpor. 36.




208 ciencia
extension el dilatado campo de la refor-
ma de las leyes, y que llegase á trazar el
plan entero de una reforma general, colo-
cándola en todos sus puntos con propor-.-
ciones oportunas para formar un todo simé-
trico, en el qual cada una de las partes
sostuviese y fuese sostenida mútuamente
de las otras, hallándose en él acordes los
tres códigos bajo cuyo imperio vive el
hombre, el código penal , el código reli-
gioso, y el código civil.


Pero para tan grande empresa, lqué
sublimidad de talento, qué fuerza de in-
genio no se requiere? Esta fuerza de in-
genio, este sublime talento se hallaba en
el caballero Filangieri. Llegó precisamen-
te á la sazon en que las verdades parti-
culares, acercándose súmamente las unas
á las otras, abrian el campo á los princi-
pios generales. Formó, pues, su grande y
universal sistema, y la Ciencia de la Le-
gislacion apareció improvisamente corno
un astro luminosa y benéfico, que desde
nuestro horizonte Babia de alumbrar bien
presto á las otras naciones. A principios
del año i 780 publicó en Nápoles Filan-


de la legislacion. 209
gieri el primero y segundo tomo. Aunque
labia formado el plan entero, y prepara-
do la mayor parte de los materiales para
toda su obra, solamente habia trabajado
estos dos volúmenes que comprenden el
libro primero y segundo de los siete en
que se divide aquélla. En el primero pro-
pone los principios generales de la cien-
cia legislativa, y en el segundo trata de
las leyes políticas y económicas. Acom-
pañando una suma claridad á esta o-
bra, y siendo un exacto análisis de ella
el plan colocado al principio del to-
rno primero, me parece ocioso formarle
de nuevo.


Las grandes verdades anunciadas en
esta obra con una vigorosa y clara elo-
cuencia, que despierta y hiere hasta los
espíritus menos atentos, al modo que la
luz del dia hiere hasta los ojos de aque-
llos que no se vuelven á mirarla; las ideas
animadas con las imágenes y con la fuer-
za de los sentimientos , y la




moral pu-
ra y benéfica que respiran estos dos vo-
lúmenes, fueron recibidas y escuchadas
con admiracion y aplauso del público.


7.'cinzo X.
O




210 Ciencia
Todos quedaron sorprendidos del ingenio
grande y original del jóven escritor. Pa-
recia que al leer estos dos libros una luz
nueva se esparcia al rededor del lector
que le trasportaba y le embelesaba. La
gloria, que para otros es el fruto de mu-
chos años de trabajo y el tributo que les
paga la posteridad, vino a ser en un ins-
tante compañera inseparable del caballe-
ro Filangieri. Los mas acreditados dia-
rios italianos y extrangeros al anunciar
esta obra la colmaron de justos elogios;
los personages mas célebres por su fama,
ó por su literatura, le dieron testimonios
sinceros de la grande estimacion que ha-
cian de ella por medio de cartas, ó en
sus escritos.


En vista de tan universal aplauso se
desvanecieron enteramente las voces de
algunos que animados de una vil y negra
envidia, ó del espíritu odioso de partido,
levantaron un grito ronco y desagradable
luego que apareció la Ciencia de la Le-
gislacion. Pero por fortuna de la humani-
dad, la libertad filosófica que respland e


-ce en esta obra no tenia que temer; pues


che la 2 t
• . nuestro ilustrado gobierno, permitiendo su
publicacion , hizo ver á la Europa que
en lápoles gozábamos las preciosas ven-


-tajas que Tácito (1) publicaba de los fe-
lices tiempos de Trajano; mostró que se
escuchaba con gusto la doctrina de un


...filósofo lleno de libertad que sabiamen-
te nos descubre los errores mas auto-


. rizados.
Despues de la publicacion de estos


dos volúmenes, y en el mismo -ario 'de
1780, nuestro glorioso monarca empezó
con mano liberal á colmar de beneficios
al caballero Filangieri, confiriéndole la
encomienda de la Real órden Constanti-
niana llamada de S. Antonio de Gaeta.
Animado aquél con la favorable acogi-
da que merecieron los dos primeros li-
bros, se dispuso con mas gusto á escri-
bir el libro tercero relativo á la , Le-
gislacion criminal. Aunque se hallaba en
-medio del tumulto de la corte, y obli-
gado á servir al Rey para cumplir con
el servicio militar y de mayordomo ; sin


(1) Lib. z. §. x.
O 9.




212 Ciencia
embargo ni un solo dia dejó de conti-
nuar en su trabajo. Desde muy jóven se
habia acostumbrado á. meditar ; y asi
en todas partes , aun en el mismo cuer-
po de guardia formaba muchas veces
su estudio : allí volvia á la memoria
sus ideas, y retirado dentro de sí mis-
mo meditó y escribió una gran par-
te de aquella profunda y sublime doc-


- trina , que parece dictada en el mas
profundo recogimiento de una soledad.


Por este tiempo y á fines del año I78z
pasó á mejor vida su tio el arzobispo,
-con quien ademas del vínculo de sangre,
estaba estrechamente unido el caballero
Filangieri con el mas tierno cariño. En-
tonces nuestro Soberano le dió nuevas


-pruebas de su Real benevolencia confi-
-riéndole el priorato de S. Antonio de Sar-
-nO, encomienda tambien de la Real árdea
Constantiniana, que disfrutaba el difunto
arzobispo. Los vivos sentimientos de gra-
titud para con su Soberano, y los deseos
de librar á la, humanidad de tantos ma-
les como nacen de la viciosa legislacion
criminal , animaron á Filangieri para


de la Zegislacion. 213
abreviar y concluir los tomos tercero y
quarto que publicó en 1783.


¡Pero quién podrá explicar la nueva
admiracion de los doctos , y los nuevos
aplausos de la Europa que siguieron á
su publicacion! Todos confesaron al leer
estos libros, que Filangieri habia desem-
peñado su vasta empresa; y desde este
punto le consideraron como uno de los
hombres extraordinarios en el imperio de
las ciencias, y nuestro siglo le tributó
la justa veneracion que podia esperar de
la mas remota posteridad.


Pero las ideas que en el torno tercero
habia expuesto contra las jurisdicciones
de los Barones, y contra los vicios del
sistema feudal, irritaron la clase nume-
rosa de aquéllos que llenos todavía del
absurdo espíritu de distinciones vergonzo-
sas, y que abaten la naturaleza humana,
adoran como deidades la perpetuidad y la
superioridad de las familias. Estos hallán-
dose aun resentidos de que Filangieri hu-
biese propuesto en el lib. 2. la enagena-
cion de los feudos y la destruccion de los
mayorazgos y fideicomisos, le miraron




‘-1 Y 4 Ciencia
desde este momento como un enemigo
implacable que intentaba su entera des-
truccion y ruina. ¡ Infelices, que no cono-
cen sus verdaderos intereses, y quieren te-
ner los ojos cerrados para no ver la luz!


Ya habia publicado en el año 178z
Don José: Gripa, muy versado en las
ciencias matemáticas, público profesor de
ellas en la Universidad de Salem°, una
carta dirigida al caballero Filangieri, en
la qual se propuso demostrar que eran
errores muy graves en una buena politica
la destruccion de mayorazgos y fideico-
misos, y la abolicion de la prohibicion
fiscal de no poder enagenar los feudos,
segun lo habia propuesto en el tomo se-
gundo , porque tiraban directamente á ar-
ruinar todo el sistema feudal y las baro-
nias , efectos súmarnente perjudiciales para
la constitucioti de una monarquía. Esta
carta del Sr. Gripa, en la qual se habia
adelantado tambien á censurar otras ideas
económicas del caballero Filangieri, 'la-
bia muerto en el instante mismo de su na-
cimiento, suerte coman de las censuras
contra las obras originales y grandes; pe-


de la legislacion. 215.
ro despues fué bastante afortunada, pues
mereció que le respondiese don José Cons-
tranzo, docto abogado Catares. Este lle-
no de un laudable celo publicó en 1785
una disertacion política en respuesta á la
carta del Sr. José Gripa , en la qual va-
liéndose de los principios del Filangieri,
y añadiendo otras reflexiones dignas de
su talento, demostró que el explendor de
la verdadera nobleza no consistia en reunir
en sus manos muchas riquezas, sino en la
adquisicion de los mas útiles y sublimes
conocimientos, y que poseyendo éstos la
clase intermedia no padecerla alteracion
alguna el estado monárquico.


Pero el señor Gripa sin desanimarse
por la mala acogida que habia merecido
del público su carta, deseoso de añadir
á la fama de matemático la de político,
reprodujo la misma en el ario 174 inclu-
yéndola en el tomo primero de otra obra,
á la qual dió el pomposo título de Ciencia
de la legislacion sindicada,ó reflexiones cri-
ticas sobre la Ciencia de la legislados: del
caballero Filangieri: prometió dar otros
tomos, pero solamente se publicó éste,




216 Ciencia.
que además de la expresada carta contie-
ne dos pliegos de reflexiones críticas. En
ellas, mostrándose nuevamente defensor
de la baronia, emprendió la censura de
las ideas de Filangieri relativas á la ju-
riscliccion feudal y al nuevo plan de dis-
tribucion de las funciones de los jueces
en las causas criminales, que se' hallan
en los capítulos 17, 18 y 19 de la part.
i. del lib. 3. de la Ciencia de la Legis-
lacion.


El autor despreciando esta carta, y
la injusta censura que hacia de su obra,
guardó un noble silencio; ¿pero qué res-
puesta mas convincente contra qualquie-
ra crítica que las varias ediciones que de
su obra se habian hecho en muchas ciuda-
des de Italia, y las traducciones que ya
se hablan empezado á publicar en Fran-
cia, Alemania, Inglaterra y Espafia?


¿Qué respuesta mas convincente que
las justas alabanzas y el noble elogio de
la sociedad económica de Berna? Esta
Sociedad que tanto ha contribuido ea
este siglo ál adelantamiento de las
ciencias económicas , y á la felicidad


cie la legislacicn. 217
de los hombres movida de la fama de
esta obra , la examinó, y segun su cos-
tumbre en una asamblea general formó
este juicio: La obra de la Ciencia de la
Legistacion,ea visa del examen hecho por
el profesor ischarnet , merece ser colocada
en la clase de las primeras producciones
políticas modernas. Este elogio se registró
en los archivos de la sociedad que qui-
so además dar al autor un testimonio pú-
blico de su estimacion declarándole so-
cio honorario, y le remitió el diploma con
fecha de 1 4 de Abril de 1784. Este vi-
no acompañado de una carta del secre-
tario de la sociedad el se5or F. Frendem-
rych, en la que decia: " Que la obra de


Legislacion era ya tan célebre, y ha-
,,bia merecido tan favorable acogida en la
»Europa, que una so(.iedad literaria dán-
” dole testimonios públicos de su estima-
” cion y admiracion solamente era el eco
7,de la voz pública."Contimía manifes-
tando los mas fervorosos deseos de que
la patria conozca la felicidad de que go-
zaba en la posesion de un ciudadano tan
capaz de perfeccionar su gobierno.




2 t 8 Ciencia
Pero no le valió á la obra la cele-


bridad que habia adquirido para librar-
se de una secreta é infame conjuracion
que se formó en Nápoles por algunos
intrigantes calumniadores que procura-
ron manchar la obra con un feo borran;
sin embargo no pudieron conseguir que
dejase de ser universalmente aprobada por
los sabios, y Filangieri en aquel suceso
solo tuvo el disgusto de ver á la frente
de estos obscuros y atrevidos partidarios
á cierto eclesiástico á quien habia hecho
tos mayores beneficios.


En el año de 1 7 83 casó Filangieri
con doiía Carolina Frendel, noble Unga-
ra, y directora de la Infanta hija segunda
de S. M., que para este fin habia envia-
do á esta corte en 1 78o la Empera-
triz María Teresa. La pureza de costum-
bres, el amok de la virtud, y la seme-
janza de sus inclinaciones, unieron y es-
trecharon los corazones de estos dos tiernos
esposos por un breve tiempo pero feliz.


Entonces fué guando pudo llevar á
efecto la resolucion que hacia tiempo ha-
bia formado de abandonar la corte y re-


de la legislacion. 2T9
tirarse por algunos años á la campiña,
para poder sin distrcccion alguna con-
cluir su obra. Su espíritu lleno de vas-
tas ideas, y largamente habituado á una
continua série de raciocinios dirigido ácia
el grande objeto que le animaba que era
la felicidad de los hombres, parece que
se veía obligado por cierta necesidad á
librarse del peso de esta obra, para em-
prender otros trabajos literarios que le
proponian la extension y la sublimidad
de su ingenio ; y como el tumulto de las.
grandes ciudades en algun modo debilita
la fuerza de los grandes talentos que en
la soledad se conserva, acrecienta y re-
une manifestando todo su vigor, deseaba
retirarse á ella Filangieri, y como filó-
sofo ver á la naturaleza en su primiti
va grandeza y en su belleza original, no
encubierta en aquellas pequeñas formas que
el ocio frívolo y voluptuoso de las glan-
des ciudades nos ofrece á cada instante.


Pidió , pues, y obtuvo Filangieri de
su Monarca el permiso para retirarse del
servicio militar y de la corte. Bien ma-
nifestó que su corazon no estaba poseido




220
de interés alguno personal , y que solo es-
taba animado de un ardiente deseo de la
felicidad de los hombres , renunciando
todas las esperanzas de los honores y de
la grandeza que podia fácilmente conse-
guir manteniéndose al lado de su So-
bera no.


Pero guiado de los vivos deseos de
establecer sobre la tierra la felicidad y la
virtud con sus escritos, se retiró á una
campiña de la ciudad de Cava , cerca de
2 5.


millas distante de Nápoles, á donde
pasó juntamente con su esposa el verano
de 1 783. Allí en el mas profundo re-
cogimiento , atendiendo únicamente á sus
estudios y á concluir la obra, pudo publi-
car á fines del aiio 1 7 85 tres tomos que
comprenden el-libro quarto, que tratan de


eciticacion pública y p"ivada.
Pero Fernando IV no pudiendo su-


frir que estuviese mas tiempo sepultado
este hombre célebre en la soledad, y des-
tinándole para los mas altos empleos, le
confirió en 1 7 8 7


una plaza de Consejero
en el Supremo de Hacienda, y de este
modo le obligó á 1,-olver á la corte. Las


de ¡a regi,-,racion. 221
esperanzas que se condujeron de este mi-
nistro fueron grandes, y los principios fe-
lices; ¡pero qué dolor no esperimentarian
la patria y el orbe literario guando co-
nocieron que la muerte trabajaba para
privarles de uno de sus mejores ornamen-
tos! Desde el año 1 78i empezó á sentir
dolores de estómago, ataques de nervios,
y una hipocondria exáltada, enfermedades
que son muy comunes en las personas es-
tudiosas y de un genio vivo. Con ellas se
suele desconcertar poco á poco la máqui-
na del cuerpo humano, y se destruye la
oculta armonía que es el principio de
nuestra vida. Filangicri arrebatado del
deseo intensísimo de promover la felici-
dad humana con sus luces, no quiso suje-
tarse á un método curativo constante y
seguido, ni abstenerse del estudio y de la
meditacion, sin lo qual era imposible cu-
rarse de sus males, Y así éstos se aumen-
taron en tanto grado, que le acometian
con frecuencia cólicos terribles que alte-
raron en gran manera su salud, y dos
veces le pusieron á la orilla del sepulcro
e; el año 1787. Las vivas instancias de




222 ciencia
-su muger, y las de sus amigos, le obli-
garon á interrumpir sus estudios por a
gun tiempo; pero luego volvió con mayor
ardor á ellos. El año siguiente se trasladó
con toda su familia á Pico Equense para
respirar un ayre mas puro, y aliviarse de
-sus males que empezaban á darle cuida-
do, y la debilidad de fuerzas que sentía.
le hacia temer que su fin se acercaba. De
improviso fué acometido de una afeccion
Iliaca , á la qual se siguió una calentura
pútrida y maligna, y unas accesiones vio-
lentas hicieron inútiles todos los socorros
del arte. El 16 de Julio cayó en un le-
targo que le privó del uso de sus faculta-
des intelectuales, y dejó pocas esperanzas
de su vida. El 19 se serenó un poco, y
recibió los sacramentos con la mas tierna
devocion, y * despues de algunos momentos
en que su alma parece que estaba inunda-
da de gozo y de alegría, atacado. de re'-,
pente de convulsiones horribles, recayó
en un letargo mas- profundo que el ante-
rior, y sin dar ninguna señal de vida mu-
rió el 21 de Julio de 1 788 á los treinta
y. seis .años de su edad. no cumplidos, de-


de la legislacion. 223
jando á su muger, sus parientes, sus ami-
gos, á los sábios y á toda la Italia cubier-
ta de luto. Dejó dos hijos y una hija, so-
bre quienes el Sr. D. Fernando IV der-
ramó los rasgos de su Real beneficencia,
como monumentos y pruebas manifiestas
de la estimacion que le merecía su ilustre
y virtuoso padre.


En los pocos manuscritos suyos ha
quedado parte de su grande espíritu,
siendo el mas importante el tomo octavo
de la Ciencia de la Legislacion que es-
tá concluido, y contiene la primera par-
te del libro quinto, y en él trata de las
leyes pertenecientes á la religion. Del to-
mo nono solamente queda un bosquejo, y
en él quería manifestar las grandes ven-
tajas de la religion cristiana. Se propuso
tambien escribir otras dos obras muy pro-
fundas y útiles, de las que nos dejó una
idea muy imperfecta. Tenia por título la
primera: Nueza ciencia de las ciencias, y
pensaba reducir en ella todas las ciencias
á sus principios generales, de los Talles
nacen como de una fuente las verdades que
en ella se enseñan „ el enlace y conexion




224 Ciencia
que tienen entre sí y con las demás cien.»
cías, reduciendo todas las verdades parti-
culares al principio mas general , y hacer
de este modo una sola ciencia universal,
guiando el entendimiento humano para
conseguir el mayor grado de perfeccion
de que es susceptible; pero de esta obra
no se ha encontrado mas que el plan
general, y una nota de los libros que
'labia de consultar para escribirla.


La otra se intitulaba: Historia civil,
teniversal y perenne. En ella se proponia
manifestar por las historias particulares
de las naciones la historia general y cons-
tante del hombre, de sus facultades, de
sus inclinaciones, y de su desarrollo sucesi-
vo; de la prodigiosa variedad de las cons-
tituciones civiles y políticas que han re-
sultado; de su influjo en la condicion ge-
neral de la especie humana, y en la fe-
licidad ó infelicidad de los individuos;
del progreso de sus ideas morales y cien-
tíficas, de sus opiniones, de sus sistemas
religiosos, de su civilizacion, de los di-
versos períodos de la sociabilidad, de la
perfeccion y cultura del hombre. Tampo-


de la•legislacion. 225
--to se -11a-hallado de esta obra sino una
-aptintation de. los libros-que se habían de
--consultar para la seriede. : los hechos ,


que
debian servir de base á sus discursos
y á su sistema. Jamas emprendía ningn.--


-na obra .sin haber antes formado el plan
:de ella-meditandó mucho tiempo las ideas
-que debia colocar y la extensiones-que
les habia de dar, y .despues_de esto pa-
saba á trabajar con toda la fuerza de su
espíritu.


El caballero Filangieri.-no era ',menos
recomendable-por sus virtudeS :que por sus
talentos. Se veía ea él un candor admira*
ble, una beneficencia universal, un amor
ardiente- -de la humanidad Y de la patria,
un. cumplimiento exácto de sus obligacio-
nes, una - justicia inflexible, una paciencia
inalterable, una religion'pura y sublime,
y una'amistad sincera; buen hijo, buen
padre, buen esposo, buen - ciudadano, buen
amigo; y en fin,. unllombre en quien la
piedad y la religion sobresalia á todas las
demás virtudes: En la conversacion era
jovial , ameno, sociable, indulgente con
todos; y guando se trataba de cosas


Tomo X.




,226 ciencia
sérias y graves, salia de su boca un tor-
rente de sabiduría, y derramaba una luz
tan copiosa, que ilustraba con la mayor fa-
cilidad las cuestiones mas árduas y com-
plicadas dejando admirados á todos los
oyentes. Jamás hacia -vanidad de sus col


-„nacimientos. La modestia y la moderacion
estaba pintada en sus palabras, el amor de
la verdad le llenaba algunas veces de en-
tusiasmo, y entonces hablaba con la mayor
energía deseando disipar los errores, é im-
primir con mas facilidad en el espirítu y
el corazon de sus oyentes lo que creía ser
sumamente necesario para la felicidad de
los hombres.


Esta bella alma estaba unida á un
cuerpo no menos hermoso. Su estatura era
mas .que mediana; acompañada de mucha
dignidad, su andar era ágil y ayroso, su
figura elegante, sus facciones regulares y
graciosas, su :mirar dulce, y su salud ro-
busta. Lra de unucarácter un poco serio
y pensativo, porque. su alma regularmente
estaba a.-upada en las ideas de los objetos
que dominaba en su corazon. Tales fue-
ron las grandes virtudes que distinguie-


de la legislaciotz. 227
ron al caballero Filangieri, y le grangea-
ron la estimacion y los elogios de sus
conciudadanos, y de todos los sabios de
la Europa.


Fin del Torno X.




228
ERRATAS. LISTA


Pág. Lic. Dice. Léase.
-Tr,- r---
26.- 32... Celo


Titanos
45... 7... esse Areherusia
48... 11... Lago Sarbonido
Id... 17... Osirides
52... 23 Dioe




‘5.3 ...
3 ... Aletea


Id... 6... Stige
Id... is... Isdnemosime
55... 20... da justo Sanctoque
.58... 12... desméritos
64... 26... cursos velut
12... r5... exhalan
Id... 28... del zefiro




136... podria
112... X2... gratis simus


15... 6... populi fugium




Id... 7... Alicarnasia
ir6... 4... árboles silvestres
120... 19... y se ailade
326... 16— Saturno
330... 23... exquisitas
342... 23... pronunciarle pronunciar
344... 27.- y de Fabio Pictor otra, y la de Eabio Pictor


impedidos pedida:
346... 19... se doblan juntar se debian añadir




148... 17... Livinia Lavinio
152...
153... 39... sclere sedera




Id... 20... scitore scitote
154... Nec i11i Nec alii




20,.. marchado manchado


de los sefiores suscriptores.
Sr. D. Diego Perea , Abogado del colegio de
• Madrid. •
Sr. D. Pascual Carcelen , juez de primera ins-


tancia de Velmonre.
Sra. Doña Francisca de la Torre.
Sr. D. Eugenio Fernandez Soto, Oficial de la


Secretaría de Gracia y justicia.
Sr. D. Benigno . janu _Boteri.
Exmo. Sr. D. justo. María lbar Navarro.
Sr. D. José Abajo y Manzano.
Sr. D. Manuel Antonio riel Campillo y Cas-


tafias , Vicario y Visitador de Ciudad Real.
Sr. D. Mariano Lagasca , Diputado á cortes.
Sr. D. Dámaso de Rueda y Tejada.
Sr, D. Manuel Martinez. de Muro.
Sr. D. Patricio Cerda, Abogado del colegio de


Madrid.
Sr. D. Ramon de la Rua.
Sr. D. Bernardo Gonzalez Alvarez.
Sr. D. Inocencio Mateo Rodriguez, Empleado


en Leen.
Sr. D. Fernando Pantoja.
Sr. D. José María de Aldama , Secretario de,


la diputacion provincial . de Alava.
Sr. D. Alejo Sagarvínaga, Abogado en Bilbao.


Ciclo
Titanes • •
esse Achartssia
Lago Sarbonis
Osiris
Dice.
aletcla
Estigia
Ainemasine
da ifirstiret Sanctlanquo
demérito:
Cnr,rut valle
exhalaban


podrían
gratissirnos
populifugiunt
Halicarnaeo
yerbas silvestres
y afiádare
Saturnal
estudiada:




Sr. D. Benito Garviras.
Sr. D. Anacleto Vicente García.
Sr. D. Antonio Dominguez.
Sr. D. Ce , áreo de Frias y Barios.
Sr. D. Benito Anton Pisador , Regidor de


Madrid.
Sr. D. José Escolar y Noriega , vecino de


Cuenca.
Sr. D. José Zuaznabar, , Magistrado de la au-


diencia de Pamplona.
Sr. D. Pablo Arribas.
Sr. D. Gaspar Cataumber.
Sr. D. Jorge Rubiera, Presbítero.
Sr. D. Felipe Tieso.
Sr. D. Joaquin Beladiez , vecino de Guada-


lajara.
Sr. D. Manuel Fernandez Florez , Superin-


tendente de las fábricas nacionales de co-
bre de Jubia en Galicia.


Sr. D. Tomás García de García Salazar, , Abo-
gado del colegio de esta corte.


Sr. D. Casimiro V igodet.
Sr. D. Mariano Marton.
Sr. D. Pascual Forastero.
Sr. D. M. F. C.
Sr. D. Ramon Cascos Arango , Presbítero.
Sr. D. Alfonso Martínez Villaoslada.
Sr. D. Antonio Pardo, Abogado en Granada.
Sr. D. Juan Crespo García, del comercio de


Badajoz.


Sr. D. Julian Asensio.
Sr. D. Juan Antonio García, Capellan de las


monjas de Calatrava.
Sr. D. Antonio Hernandez García.
Sr. D. Antonio Lopez.
Sr. D. Francisco Romeral.
Sr. D. Fernando Ayala y Varea.
Sr. D. Pedro Mendo, Canónigo doctoral de


Badajoz.
Sr. D. Francisco de Paula Perez.
Sr. D. Julian García Rodrigo, Párroco de la


villa de Valverde.
Sr. D. Claudio Gonzalez.
Ilmo. Sr. D. Miguel Antonio de Zumalacar-


regui , Magistrado del supremo tribunal
de justicia.


Sr. D. Joaquin Sistemas.
Sr. D. Manuel García de Villanueva y Parra.
Sr. D. Joaquín
Sr. D. Antonio Villasante.
Sr. D. Rafael de la Vega Campuzano, de la


diputacion provincial de Sevilla.
Sr. D. Juan Antonio Llona.
Sr. D. Francisco Blas Garoz.
Sr. D. Manuel Martinez Pardo.
Sr, D. Joaquín Manían y Torquemada, Inter>


dente de egército, Ex-Diputado á corte«.
Sr. D. Tomás Mateos„
Fr. Julian Illera.
Sr. DO A MI>


Frazo4c0 Lectiía




tal


Sr. D. Joaquin Gotnez dé Liafío, Intendente
general.


Sr. D. Gerónimo Patron.
Sr. D. Andres Gonzalez,Pola.
Sr. D. Ramon Melgarejo.
El EN MO. Sr. D. José Joaquin Ortiz Conse-


jero de Estado.
Sr. D. José Pla y Puig.
Sr. D. Francisco Javier de Lara.
Sr. D. Cipriano Casielles Meana.
Sr. D. Manuel Garrido , Juez de primera ina-


tancia de Infantes.
Sr. D. Joaquin Roselló, 3 egemplares.
Sr. D. Rafael Cevallos.
Sres. Hidalgo y Compañía ; 4 egzinplares.
El Coronel D. Luis de Sosa.
Sr. D. Francisco Antonio dé-Pando.
Sr. D. José Lopez de azar , magistrado de


la Audiencia de Granada.
Sr. D. Felipe Tilbe , gefe de Subdivision de


la contaduría general de distribucion.
Sr. D. Dionisio Calleja.
Sr. D. Francisco Rey Romero, a Templares.
Sr. D. Sebastian Andres
Sr. D. Pascual Moreno de Mora.
Sr. D. Clemente Carnicero.
Sr. D. José Antonio Coll.


Pi-atascó becta