EL GOBIERNO HKPRESENTATIVO. EI.J GOBIERNO REPRESENTATIVO POR J....
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EL GOBIERNO HKPRESENTATIVO.






EI.J


GOBIERNO REPRESENTATIVO
POR


J. STU ART MILL,


TR-"DUCtDO AL ESPAlloL


,POR FLORENTINO GONZALEZ.


-_o -0:;,;=.-_.--


VALPARAISO:


IMPI\ENTA Y LIBRERI¡\ .
I




La propiedad eBclusiva de esta obra está garantida al traductor
por el arto 9: de la lei de 24 de julio de 1834.




El libro que hemos traducido al español, es de aquellos
cuya lectura es innecesario recomendar a los que desean
estudiar provechosamente la teoria del gobierno represen-
tativo: el nombre del autor es bastante ret;om~ndacion del
mérito de la obra para todos aquellos a cuya noticia hayan
llegado las demas que él ha escrito sobre materias políti-
cas. Un libro sobre el gobierno representativo, escrito por
un publicista ingles nacido y educado en el pais del go-
bierno representativo, y por un ingles cuyo nombre es
SII¡·M't Mill, llama por estas solas circunstancias la alen-
cion de los que lean, con el propósito de adquirir instruc-
cion sólida y provechosa, un escrito político; puesto que
el modo como el publicista británico ha dilucidado las
Illas importantes cuestiones económicas y sociales, el!
otras obras que son ya mui conocidas, es una garantía de
que en la que ahoJ'a damos a luz brillará esa misma inte-
lijencia comprensiva, ese criterio sensato y ese sentido
prúctico para apreciar los fenumellos políticos, que son las
dotes características dp los publicistas ingleses en jellerái
y de Stual't MilI en particul:ll'. .


La sana y verdadera teoria clelgobierno represe'iltativo
está escrita en ingles, no en frances, por la sencilla razon
de que en los paises en donde tal gobierno ha existido y
se ha practicado, y en donde han podido estudiarse sus





·. ~.'"
-- ti,
fCl~ÓIlwnos y fijarsG sus prinCIpiOS con conocimiento de


.• ' "e,;¡.nsa, se hahla la lerl'gms .• sa y no la francesa. Pero
~:o~no desgraoiadamente la juventud de la América se ha
'a! iluado a buscar su jnslrllccion política en libl'os fl'an-


ceses, principalmente en los de csos publicistas puramente
especulati\-os, que inventan fl)l'mas de gobierno para pue-
J¡los que imajinan y no para los que existen, y que pre-
tenden adavtarlos pueblos a los goLiernos, en lugar de


. adaptar los golJiernos a lus puclJlos, bueno es decir soJ)re
este liLro algunas palabras, que esperamos harán com-
prender a los discípulos de la mala escuela francesa la
importancia de estudiarlo, para reformar la falsa ciencia
que han adquirido y nutrir su illtelijencia con ideas mas
exactas del gobierno represen tllti vo y con los sanos prin-
cipios democráticos.


No es posible hacer pueLlo:; para los gobiernos; es, pues,
necesario q.ue' 10s-~LierLlos se hagan para los pueblos, y
se haga funcionar su -mecanismo por hombres de esos
pueblos. «Los gobiernos se hacen pOI' los hombres, dice
Mill, no brotan como una produccion de la naturaleza.» Es,
pues, necesario que se hagan por los homures, de manera
flue los hombres puedan hacerlos funcionar, y para los
hombres de manera que JOS hombres se interesen cn coo-
perar a que funcionen. De aquí se 5igue que el mejor go-
bierno ideal no S01'á precisamente el mejor gobierno para
un puehlo dado, si las condiciones de sociedad o indi\'i-
duales de ese pueblo no lo hacen apto para que haga fun.-
donar con provecho de la comunidad el mecanismo
gubernamental que para l'ejirlo combine la ConstitucioB.
política.


Esta es una de las verdades que demuestra el auLor con
argumentos de notabilísima lucidez y con ilustraciones
suministradas por la historia política de los pueblos anti·-




-,


guos y model'Dos, cuyas r.onsti tuciones examina con PFP
('~pirifu analü1co y ese sentlo.o práctico que distingue a
todos los pensadores de su pais. ,


Daremos una breve idea del contenido del libro, porq1le
esto, mejor que cualquicra otm cosa que pudierall10s Je-
cir, hará conocer la importancia ue él.


El objeto del capilulo L° es avcriguar hasta qué punto (',
posible escoje-r entre las {orillas de yobierno la q7W 7IIejUl' puel͡'
c()'I1venir a un pueblo.


En él, teniendo en considel';:cion que son los llOlll]Jl\'~
dp ese pueblo los que han de hacpr funcionar elmecanis-
mo gubernamental, establece tres condiciones para que la
adopcion de la forma de gobierno sea posible ventajosa-
mente: 1.a que el pueblo consienta en aceptarla, o que al
menos no se oponga a S11 establecimiento presentando
obstáculos insuperables: 2. ~ fIue tenga la voluntad y la
capacidad de hacer lo que es Ilecesario para mantener la
existencia de esa forma de gobierno: 3." que tenga la YO-
luntad y la capacidad de hacer !o que esa forma de go-
bierno exije de él, y sin lo cual ella no p(¡)dria cODseguil'
gU fin.


Estas son las condiciones que los políticos especulativos,
inventores de gobiernos en América, no han tenido nunca
en consideracionj falta que los ha cODdllcido a es~ableccl'
gobiernos impropios para los pueblos a que han preten-
dido aplicarlos, y que ha sido causa de que se mantengall
ocnpaüosen la tarea fmstránea de adaptar los pueblos
a los gobiernos que han imajinado. Nues!ra pretensioll
(porque nosotros tambien hemos participado de ella) ha
¡.;ido tan vana como seria la de UIl sastre que fabricáse
ycstidos sin tener en considcl';.¡cion las tallas humanas, y
(luisiera que los hombres que existen se amoldasen a ellos.


En el segundo capítulo se contrae el autor a examinar


,




,~itftl es el criterio de une¿ buelle¿ fOTma de gobierno, y en éL es
Lableee que el mejor criterio de una buena forma de go
lJierno es la medida en que S,1 aplicacion tiende a aumenta
la dósis de las buenas cualidades de los gobernados colee
tiva e individualmente para hacerlas contribuir al pro·
greso de la comunidad.


No se crea por esto que Mill no tiene en cuenta el úrden
como una de las primeras atenciones del gobierno. Si nc
establece como el mejor criterio de una buena forma dE
gobierno la rnedida en q¡te su aplicacion a la sociedad puede
contribuir a conservar en ella el órden, es porque el pro·
greso' implica y contiene siempre el órden e indica un,
situacion en que la sociedad se mejora por el concurse
armonioso de sus miembros a este fin, mientras el órder
solo indica la sumision de los individuos a las reglas es-
tablecidas para gobernarlos, sin consíderacion a la capa
cidad de estas reglas para hacer contrlb.uir sus cualidade~
a la m,ejora de la condicion de la comunidad. No hai pro·
greso real y duradero sin órdenj pero puede haber órder
sin progreso, como en la China, en Rusia y otros pueblo¡
semejantes, cuya civilizacion se ha detenido en el punte
en que la dejaron los que establecieron los gobiernos qUE
en ellos existen.


El objeto del ~apítulo 3.° es demostrar que el ideal de le
mejor forma ll,e gobierno es. el gobierno represe'lltativo.


Este pl'opó¡3ito lo cumple haciendo ver de qué maner,
esa forma de gobierno, aplicada a un pueblo susceptiblE
de ella, contribuye mejor que otra cualquiera al desen-
volvimiento de las facultades intelectuales y morales dE
los homhres, a despertar en ellos la aspiracion al progre"
so, ya darle los medios de realizarla, haciendo compatible
el uso de estos medios con el mas perfecto órden.


En el capítulo 4.° manifiesta que hai condiciones de so-




ciellad en aliJunos pt~eblos que hacen inaplicable a ellos el ~/O-­
bierno representativo.


Desde luego establece el autor que el saber obedecer es
la cualidad que principalmente bace bábil a un pueblo,
para el gobierno representativo, y que un pueblo que no
salie obedecer es incapaz de él. Pero no se piense por esto
que el hábito de obedecer de que habla MilI, es el hábito·
que, contrae el esclavo de someterse a las órdenes de·su
señor~ No, la obediencia de que habla es ese húhito de
observar los preceptos de la lei jeneral dad;;t por el lej isla-
do~, por tener la conciencia de que le es obligatoria como
miembro de la comunidad, y no precisamente porque
constantemente una autoridad está compeliéndolo con
órdenes dil'eclas o con la fuerza a que se someta a cada
uno de sus preceptos. El esclavo obedece a una. órden di-
Tecta de su señor y no obra sino en virtud de ella; 'el ciu-
dadano de un pueblo libre obra en virtud de la órden
jeneral y permanente de la lei, porque es la lei quien lo
ordena, no porque una autoridad se lo ordena. Esta es la
diferencia entre una y otra obediencia.


La lectura de este capítulo y su estudio, serán mui pro-
,"ecbosos a los. que busfIuen la verdad con huena fé, para
convencerse de que no Lasta combinar en una constitu-
cían un mecanismo gubernamental cuyas parte" estén
armónicamente distribuidas, para que funcione bien en
el pueblo a que se aplica, si las condiciones de ese ljueblo
lo hacen incapaz de tal gobierno.


En el capítulo 5.° se examina cuáles deben ser las r uncio-
nes de los cuerpos represental'iros.


En él espone los motivos que hacen a éstos ünpropios
para preparar los proyectos de lei, principalmente sobre
materias especiales y para ponerlos en armonía con las
leyes vijentes, aunque sí sean mui competentes para ex a-




- 10-


minarlos despues de preparado:;, Para evitar' los males
que resultan del procedimiento que está en pr[¡ctica pal'a
la formacion de las leyes, propone la institucion de Ulla
comision lejislativa permnnente, Cllyos miembros sean
nombrados por el cuerpo n~p\'rsentativo, y por la cual
serian preparados los proyectos de lei que ella tuviese a
hien o le indic-asen el ejecutivo II el cuerpo lejislativo, y
revisados los que los miemhros dp. ésto prrsentasen, antes
de tomarlos en consijCl'acion, Adoptado eRte Ristemn, R('
evitarian laR 'ÍnconseCllClll'ias y antinomias de la lejisla-
eioil, q ne son t'an cornLlllBS en los paises rejillos por go-
l¡iernos representativos,


El eapítulo 6. 0 indica cuáles son los de{eclos y pelig'fos del
gobierno represent(llirá, y la manera de correjir los unos y
eyitar, o almenas disminuir los otros. Él revela la pers-
picacia del autor para descubrir la causa de ciertos abusos
que con frecuencia deshonran la democracia, y que pro-
ceden mas bien de una defectuosa organizacion de ella, o
de las condiciones de s0ciedad del pueblo a que se ha
nplicado tal forma de gobier'no. No es menos notable la
franqueza con que declara cuáles son los defectos que cree
'Ínconejibles.


Pero es en el capitulo í ,0, tratando de la verdaderct y
de la falsa democracia, de la represenlacion de todos, y de
la representacion de la mayoría solamente, en donde esa
perspicacia y esa franqueza aparecen en su mas lucida
forma.


JIhi muchos pueblos que imajinan estar rejidos por go-
}Jiernos democráticos, porque una mayoria de electores
envia quienes la representen en el cuerpo gobernante. El
autor no yacila en decir (y lo demuestl'a): que todas las
democracias que actualmente e;risten (inclusas:a anglo-sajo-
na, emorea y americana), son {alsas democradas} Uri go-




- J1-


lJicrno de' priálefio de la mayoría sobre la minoría" il'¡¡
ver¡ladero despotismo de ar¡uella sobre esta. Porque si demo--
cracia quiere decir el gobierno de todos por todos, y en el
cnerpo gobernante no está representada sino la mayoria,
esta es la que decide soberanamente, sin dar siquiera
ocasíon a la minoria de ser oída en la discusion de las
cuestiones que la conciel'Ilen de la misma manera qu.ea
la mayol'ia, y de que su voz se escuche y su voto se cuen-
te en los cuerpos deliberantes.


Este es, en nuestro concepto, el capítulo de intel'es pro-
minente en el precioso líbl'O que hemos traducido, no
solamente porque en él se enuncia y demuestra esta im-
portante verdad, sino porque se desenvuelve un sistema'
de representaciln que facilita el que tanto la minorla
como la mayoria sean reprr.sentadas proporcionalmente
en el cuerpo gohernante; cesando asi los inconvenientes
que trae la esclusion de las minadas en la representa-
cion ..


Esta esclusion, que todas las constituciones amerIcanas
consagran, es catisa de la cOl"fupcion de ,las elecciones 'Y
de los trastornos que traen consigo las luchas elecciona-
rías, ademas de tener el resultado cierto de privar a los
homhres mas competentes para desempeñar la tarea del
gobierno, de tener un asiento en el cuerpo representativo;
porque estos no son en jenerallos candiJatos de la mayo-
ria, compuesta necesariamente de la parte menos culta de
la sociedad y propensa siempre a elejir a los que mas se le
parecen.


Las minorias, initadas por una esclusion que les arre-
lmta el medio de ser siquiera oídas en ¡as deliheracione&
del gobierno, apelan muchas veces a las armas, y ponen a
la sociedad en ese triste estado de ajítacion y desórden que-
se llama. rebelion, gllerr~ civil, para obtener por la fuerza




12 -


la interveucion que se les niega en la cosa pública, 11
ocurren al cohecho para corromper a una parte de los elec-
tores de la mayoria y tomar de uh modo facticio el puesto
de ésta. Porque en estas falsas democracias, es menester
ser miembro de la mayoria para ser representado en el
gobierno; la minoria no se cuenta para nada. .


«La democracia asi' constituida, dice MilI, no consigne
con e~to ni aun el objeto ostensihle de dar el poder a la
ll1:lyeria numérica; hilce algo muí diferente, lo d¡'L a una
mayoría de la mayoria, que no puede ser y no es COIl
frecuencia sino una minoria del todo.»


Adoptado el sistema que propone el publicista ingles,
cada partido político tenUr:\ medios de obrar lealment!"
para hacerse representar en el gobierno; cada uno de ellos
fijará sus ojos en sus homures prominentes, que serán
favorecidos con el voto espontáneo de los amigos de sus
ideas, sin necesidad de comp¡'arlos: y cada uno quedará
satisfecho de que sú voto podrá cooperar a darle un repre-
sentante jenuíno de esas ideas y la intervencion que pro-
porcionalmente le corresponde en la cosa pública. Así
cesará la corrupcion que desmoraliza al cuerpo político, y
f'! descontento que trae consigo las revueltas, pOl'que
eesan las causas que producen la una y el utro.


E! sistema de representacion que MilL desenvuelve, ha
sido ya propuesto al parlamento ingles por M. Bare yapo-
yado por varios escritores británicos, que han demostradu
RUS ventajas. No dudamos que él llamad la atencion de
los 'hombres politicos de América, y que con la misma
buena fé con que han hecho el ensayo de tantas teorÍLls
que no tienen en su apoyo las razones que ésta, procura-
rán poner en práctica tan acertado sistema de repl'esenta-
cion. Él es la resolucíon de uno de los mas difíciles pro-
lJlemas de la rlemocl'acÍ'll representativa: hallar el me lio




- 13 -


de que lojo el puelJlo sea representado en el cuerpo go-
Leman te.


No son menos importantes y luminosas las ideas que
contieneri'los capítulos 8.°, 9.° Y 10 sobre la eslension del
sufrajio, la eleccion directa y la manera de t'otar.


Es desde luego digna de toda nuestra atencion esta pro-
posicíon: «el sufrajio no es un derecho que el individuo
tiene para sí, es un cargo púLlico que el ciudadano tiene
que ejercer en beneficio de la comunidad,)) .


Esta proposicioD desquicia y echa por tierra muchas
teorias políticas basadas sobre la falsa nocioD de que el
sufrajio es un derecho; y comprendemos la dificultad que
habrá en renunciar a ellas, porque forman parte del sa-
ller de muchos hombres políticos adquirido con el estudio
de algunos años, y segun J unius, nada hai tan difícil como
renunciar a las opiniones absurdas que se han profesado
por largo tiempo.


Sin embargo, nada es mas cierto: el sufrajio es el ejer-
cicio de una funcion que la sociedad encarga a todos
aquellos de 'sus miembros que reunen ciertas condiciones
que los hacen aptos para desempeñarla en provecho de la
comunidad. Es la funcion de un verdadero poder de la
soberania: poder del elector sobre los demas, que debe
ejclcerse por y para el bien de la sociedad, no un dere-
cho que posee el individuo para sí mismo y de que puede
disponer eomo de una casa o de cualquier otro objeto a
que tiene derecho. Bolívar parece que comprendiü esta
verdad cuando estableció, en la Constitucion boliviana,
que el sufrajio era uno de los poqeres de la soberania.


El sufrajio es el ejercicio de una funcionpolítica. «Em-
pero} dice Mill, el ejercicio de toda funcion política, sea
como elector, sea como representante, es el poder sobre
otro. Los que dicen que el sufrnjio no es un cargo, sino




-H-
lOl (lerecho, segurlIl1o:lte no han examinado las c~msecuen·
óas a que conduce Sll docll'Ína. Si el sufraji:o es un
derecho, si pertenece al volante para sí mismo. ¿cómo
vituperade porque lo vende, o porque lo emplea de modo
que sea bl~n acojido 'por alguna persona a quien ::ruitI'a
agradar por algun motivo interesado? A una persona no·
se le exije que solo consulte el interes público en el uso
qult haga de su casa, de su renta de tres por ciento, y de
todo aquello a que tiene derecho. A la verdad, un hom·
bre debe poseer el sufrajio,a fin (entre otras razones) de
poder protejerse a sí mismo, peI'O solamente contra un
tratamiento de que debe igualmente protejer a sus con-
ciudadanos, en cuanto esto dependa de su voto.»


Desde que el sufrajio es un cargo, y su ejercicio una
funcion política, la consecuenc:iaes, ·que el modo como el
ciudadano ejerza esa funcion, debe ser público y estar
sometido a la censura pública. «Su voto, dice Mili, no es
una cosa abandonada a su Cclpricho: sus deseos persona-
les nada tienen que ver con él mas que con el veredicto
de un jurado. Es estrictamente un asunto de deber; está
obligado a votar segun su opinion la mas ilustrada y la
mas concienzuda del bien público. Cualquiera que se for-
me otra' idea del sufl'ajio, no es capaz de poseerlo; su
espíritu se pel'vierte, no se eleva por él. En lugar de abril'
su corazon a un noble patriotismo y a la obligacion del
deber público, el sllfrajío despierta y alimenta, en un in-
dividuó semejante, la disposicion a-servirse de una fun-
cion pública segun su interes, su gusto o su capricho:
estos son en mas pequefla escala los mismos :oentimientos
y las mismas miras de un opresor.»


No se alarmen con esto los defensores del sufrajio uni ..
versal, considerándolo en peligro porque no sea ttn derecho.
Stuart MilI es tambien defensor del sufmjio uni\'ersal;




- 15 -


pero del sU[léljio cargo, lIO Jel sufraJ:o dercctlo} y lflH.H'1ii¡
que aUll las mujeres ejerciesen el cargo de elector, sirm-
pIe que concurran en ellas las condiciones que hallíli tan
para deSempCllarlo en lJicn de la comuniUa<l. Los lIlas
exajerados radicales no pretenden que el sufrajio} que
dicen es un derecho de todo ciudadano, pueda poseerse sin
Ciertas condiciones en el indiviLluo que lo ejerce; no debell
pues asombrarse de que el ejerdcio del sllfl'ajio ca1'go de-
penda tambien de ciertas condkiones


Los siguientes capítulos hasta el 16 tratan: de la dura-
cionde los cuerpos representaLivos; sobre si los miembw:J
de éstos deben estar sujetos al mandato imperativo de los
electores; de la necesidad o conveniencia de la division en
dos cámaras; de la organizaciondel ejecutivo en un go-
bierno representativo; de los cuerpos representativos lo-
cales; y de la nacionalidad en sus relaciones con el go-
bierno representativo.


En ellos hemos encontrado la solucion de muchas difi-
cultades, que nunca han podido resolver los demas publi-
cistas desde Montesquien hasta Benjamin Constant y los
republicanos franceses <le 1818, ni han sido resueltás por
ninguna de las constituciones existentes.


Llamarnos mui particularmente la atencion de los polí-
ticos de la América latina sobre el contenido del capítUlO
16. En paises cuya poblacíon es una miscelánea de indi-
viduos de nacionalidades europeas, indias y africanas, e~
mas necesario que en ningun otro tener presentes los
principios que Stuart Mill establece para organizar go-
biernos propios para rejir estas sociedades heterojéneas.


El estudio de la doctrina espuesta en el capítulo 17 es
de una vital importancia para rectificar las ideas de los
políticos americanos (inclusos los del Norte) sobre una
forma de gobierno de que se estc\n haciendo ensayos in-




- 16-


~l'uct110S0S desde la emancipacion del continente. Se traüt
en él dc los gobiernos federales representativos, yel autor
llace notar las cualidades y'defectos de las constituciones
Jedei'ales americana, suiza y alemana, indicando el modo
de mejorar los unos y correjir los otros. Si los arjentinos,
>colombianos, venezolanos y, centro-americanos estudian
detenidamente este capítulo, meditan sobre las verdades


. ' I
que -contiene, se penetran de ellas y tratan de ponerlas en
práctica en sus respectivos paises, podrán hacer un gran
bien, los' tres primeros reformando las confederaciones
'defectuo&as qu~ han 'formado) y los últimos restablecien-
do sobre bª,ses mas 'sólidas la que existia. Esas verdades
los guiarán en sus tareas con mas acierto que las que
-constituyen su actual ciencia, y les hárán evitar el esco-
llo en que se estrellah las confederaciones: el deslinde
defectuoso dEl los derechos de Estados y de'los derechos de
la Confeder~cion, que es el que da lugar a las guerras que
en ellos se suscitan.


Hemos omitido traducir el último capHulo de la obra
de Mili, porque tratando del gobierno de las colonias, no
interesa a los Estados de la América latina, que no tienen
ni dehen tener colonias.


Cuando M. de Tocqueville publicó la primera edicion
de su obra De la democracia en América, se preguntó al
príncipe de Talleyrand qué pensab~ sobre ese libro, y el
príncipe respondió: Ce n'est pas u.n livre, c'esl tin evenemenl.
Lo mismo creemos que puede decirse, y talvez con mayor
razon, dellíbro de Stuart MiU, cuya traduccion vamos a
dar a luz. Es uno de esos acontecimientos destinados a 1n-
,fluir provechosamente sobre la suerte de la humanidad.


Como tallo hemos considerado des pues de haberlo es-
tudiado y meditado detenidamente sobre las verdades
fIue contiene. A ese estudio somos deudores de una con-




-17-


viccion prof~nda de la \~erdad de los principios desenvuel-
tos en la obra, y de la reforma de muchas de las ideas
que han formado parte de nuestro credo político. Hemos
quedado libres de muchos errores en que nos habia he-
cho incurrir la lectura de los publicistas que han estado
en vaga en nuestras escuelas, plagados de ideas falsas a
que dan el colorido de la verdad con una habilidad de es-
tilo deslumbradora. '


Nuestra conviccion nos inspira la confianza de que la
lectura de esta obra producirá en otros el mismo resultado,
y de que una vez conocida la verdad por los. que' se ocu-
pan en los negocios públicos de A~,nérica, trabajarftn por
ponerla en práctica con el mÍsl110 empeno que han em-
pleado en ensayar el error. ;Porque si es cierto que mucho~
de nuestros políticos han obrado de mala fé y consqltando
solamente su interes personal, trabajando por el tl'iunfo
de las falsas ideas, remnocemos que la mayor parte las
han defendido con buena fé y sincel'idad, y las h'an con-
sagrado en las leyes de su pais creyendo en conciencia
que harian su felicidad. Esto:" no se avergonzarán de re-
conocer el error, porque los hombres honrados y sinceros
110 se aferran a él cuando se les presentan razones eviden·
tes para corrcjirlo. En el libro de l\IilI las encontraráll,
tanto los radicales como los conservadores que, creyendo
favorecer el triunfo de la libertad y el progreso de la civi-
lizacion con la prúctica de sus ideas, km cooperado a dar
a estos paises constituciones ineptas para llacerlos mar-
dJéll' en paz y en úrden a la eo.nseC:lcion de estos fines.


l\ü l:allal'ún en este libro largas disertaciones sobre los
derec1lOs inajenables e imprescriptibles del hombre, sobre
si el podor se divide en tres, en cllatl'O o en cinco, ni so-
Jire otras de esas COSl1S en ql1~ ga~taIl su elocuencia los
au tares lJno han sen ido de lt'stos de enseüanza en nues-


(J()($ ¡:r· t~. ] ..




- 18-


Iras escuelas. Pero en cambio encoutrarán reglas preCisas
para distribuir las funciones del poder de manera que el
gobierno habilite a la sociedad para con,servar y mejorar
lo que tiene, y asegure a los inilividuos el goce,de la mas
álllplia lilJec·tad l':lzonalJle. ESUiS reglas o principios es(,in
establecidos con razones deducidas de la naturaleza de las
cosas y apoyados con ejemplos prácticos, y no con hipóte,
sis arbitrarias, como las que son el fruto de la imajinu-·
cion enferII\a de algullos publicistas radicales.


No nos avergoncemos de correjirnos: lo que es vergon-
zoso es persisUr ~n el error despues que se nos dClTlUestn,
la verdad ron evidencia incontestable'.


FLOl\ENTll'iO GO:"\ZALEZ.




Plt6LOGO.


Los que me han hecho el honor ue 1.:'81' mis escritos
preceden~es no recibirán, sin duda) con el presente yolú-
men una fuerte impresion tIe novedad. Por'lue los princi-
pios son los mismos por los cuales he trabajado durante
la mayor paIte de mi viua, y mucl!;;;s de las miras prác-
ticas han sido ya ~esenvueltas p-or otros o por mí mismo.
Sin embargo, hai novedad en agruparlas todas juntas y
desplegarlas en su encadenamiento; y lo que espongo eIl
su apoyo ofrece tambien . frecuentemente, a mi ententIel',
algo de llllevo. En todos los casos, algunas de mis opinio-
nes, si no son nuevas, tiewm por lo pronto tan poca pro-
bahilidad tic encontrar un asentimiento jeneral como si lo
fllesen.
~Ie parece, sin embargo) segun diversos indicios y sobre


todo segun los debates recientes sobre la reforma del Par-
lamen to, que los conservadores y los liberales (siplledo"
continuar denominándolos como todayia se llaman elles
mismos) han perdido la confianza en las doctl'Ínas políti-
cas que profes:m nominalmente; entte tanto que de nin-
guno de los dos lados nadie parece haber dado un paso
mas para encontrar algo mejor. No obstante, ese mojo:'


.,




- 20 -~


debe ser posible; no una simple transaccion que parta !G;
diferencia entre las dos doctrinas, sino algo de mas vasto,
de mas comprensivo que la una o la otra, y que, en vir-
tud de esta superioridad, 'pueda ser adoptado tanto por los
conservadores como por los liberales, sin eliminar por
esto todo lo que) segun ellos, tiene realmente algun valor
1m sus creencias respectivas.' Cuando tantos hombres sien-
ten vagamente la necesidad de semejante doctrina, y
cuando un número tan pequeño se lisonjea de haberla
encontrado, cada uno puede sin presuncion ofrecer lo
que, en sils propias ideas (y en lo que conoce de mejor de
las de otro)) es capaz de concurrir aja 'formacíon de esta
-loctrina.




CAPI'l'ULO L


;,Hasta que puntll e~ po~ibl€ cse'1el' entl'e una l! otra forma de gobierno)


Todos los tratados especulativos acerca de las formas de
g ¡bierno llevan la marca mas o menos ,esclusiva de dos
teorias opuE'stas en materia de instituciones políticas, o,
para hablar con mas propiedad) de dos maneras diferentes
de concebir lo que son las ins,tituciones políticas.


Para algunos, el gobierno es un arte estrictamente prác-
tico, del cual nacen únicamente cuestiones de fin y de
medios. Las formas de gobierno, segun ellos las conciben,
son espedientes como cualescÍniera otros para alcanzar
uno de esos objetos qu~ lüs hombres pueden proponerse:
un mero negocio de invencion y de comhinacían. Siendo
obra del hombre) afirman que el hombre PS libre pa'ra ha-
cerlas o no hacerlas, y para decidir ClJmO y contorme ,,1
qué modelo hall de hacerse, En este concepto, el gobierno
es tin problema que se deLo tratar como cualquiera otra
cue~tion de negocios. El primer paso ¡¡[lcia lllla solucion
es reconocer cuúl es la tarea impuesta a los gobiernos; el
segundo es averiguar qué fOlma de gobierno es la mas
propia para' el cumplimíento de esta tarea.




lIla \'cz pelletrados de estas dos ideas, y IwlJiemlo l'c¡éo-
nocido euól es la forma (le gobiemo que encierra 1<1 mayor
snma de bien c, n la menor suma de mal, ya no ql!eüa
que hacer sino conquistar el asentimiento de nuestros
eompatl'iotas, o de aq u ellos a quienes destinamos las insti-
tuciones, a la apioion qne nosotros solos nos ternos forr::a-
dn de ellas. Hallar la mejor forma de gohierno, persuadir
a los demas que es ,la mejor, y habiéndolo conseguido.
exital'los a pedirla, hé aquí el óruen de las- iueas en el
espíritu de los que adoptan este punto de vista de la mo-
sofia política.


Miran una constitucion (áparte la importancia respec-
tiva de las cosas) con los mismos ojos con que mirarían
un arado de vapor o una máquina de trillar.


Pero esta doctl'Ína es vivamente impugnada. Otros lóji-
cos políticos se hallan [an lejos de asimilar una forma de
gobierno a una m:'tqull1a, que la miran como una especie
de producto espontáneo, y segun ellos, la ciencia del go-
llierno es por decdo así una rama de la llistoria natural.
Ka) dicen, las formas de gobierno no son un negocio d(~
eleccion. Debemos tomarlas las mas \'t'ces como las encon-
tramos_ Los gobiernc·s no pueden establec8.Tse segun un
plan premedüado. Los gobiernos no se hac.cn: brotan espon-
úneamente. Nuestro negocio con ellos, como con los demas


hechos del universo, es conocer sus propieuades naturales
y adaptarnos a ellas.


Las instituciones pohticas de un pueblo son considera-
das por esta escuela C0ITlO una especie de prodllcci0n or-
gánica de la naturaleza y de la vída de pse. pueblo; son un
producto de sus há]Jitos, de sus ills~intos, de sus necesi-
dades y de sus deseos incesantes, y casi no son el fmto
de un pl'Op0sito deliberarlo. La voluntad del pueblo no ha
tenido otra parte en el llrgocio, qne ocu!'rir a nccrsidades




23 -


temporales por combinaciones igualrnclllte LGrnponle8-
Estas combinaciones pueden subsistir cuando se hallan en
suficiente conformidad ,al carácter T a los sentimientos
nacionales; y por una'agr8gacion sucesiva, cOllstituyen Ul1
gobierno adaptado al pueblo que lo posee, pero que seria
en vano esforzarse en imponerlo a un pueblo' en que la
naturaleza y las circunstancias no lo habrian producido
espontáneamente.


No es f:lcil decidir cn:ll de estas doctrinas seria la mas
absurda, si,se pudiese suponer la una o la otra como una
teoria esclusiva. Pero los principios que los hombres pro-
fesan sohre cualquier materia que se discuta, son un signo
mui imperfecto de las opiniones que realmente tienen.
Nadie cree que todo pueblo es capaz de manejar toda es-
pecie de instilucümes. Llévese tan adelante como se quie-
ra la analojia de las combinaciones mecánicas, ningun


., homLre escoje un simple útil de madera 9 <de hierro pOl'
>',el solo hecho de que sea lo qU,8 hai 'de mejpr. Ayeri9'ua si
~él posee las cOl1dieiolle~ qu~ deben acomianar a e~te ins.
, trumento para hacer ventajoso su empleo, y partlcular-
:mente si los que deben scnirse de él poS~n el saber y la
habilidad necesarias para utilizarlo.


Por otra parte) los qne hablan de las instituciones como
; si ellas fueran una l:'specic de organismo -aíente, }lO son
"tampoco en roalid,H1 esos fatalistas politico9tpo~ Jos Cllales
i;ae dan. ::\0 pretenden que la humanidad no t~ga absolu·


tamente ninguna libertatl de escojer el gobierno bajo el
':cual debe vivir, ni que la consideracion Lle las consecúen-
'~a8 que derivan de las ,Eferentes [ol'm~s de gobierno 110


de nit~gun peso en la determinacion de la que delle
, rpreferida. Pero aunque las dos escnelas, 'en su onosi-
\: mÚlua, exajel'an grandemente sus respecti vas teorías,
'áUl1qlLe mdie "csti ene estas tcorias sin modificacion,




- :2.-'
ambas doctrinas corresponden a una <lil'erencia muí peo-
funda entre dos maneras de pensar. Evidentemente} :illn-


'que una de ellas no S~:l enteramente verdadera, sin
embargo como no es tampoco cíerto que ambas sean del
tocIo falsas, debemos esforzarnos en penetrar hasta su raiz
y aprovechar lit suma de verdad que existe en cada una
<le ellas.
Aco~démonos en:pIimer lugar que las instituciones po-


líticas (aunque esta proposicion pueda' ser algunas veces
, ignoradáfson.lfl ob~a d~ los hombres, y que ellas debt'll
su oríjen y toda su existencia 'a la voluntad humana.
Los hombres no las han encontrado jerminandó al des-
pertarse en una mallan a de estio. No se parecen tampoco
a los árboles que, una vez plantados, crecen siempre entre~
tanto que los hombres duermen. En cada periodo de su
existencia, la accion voluntaria del hombre las hace lo
que son. Pur 1i6nto, Pllederi ser bien o mal hechas, como
todas las cosas d,los hombr0S. En s II creacion se puede
h,aIJer~ mostrado j.~cio y hahilidad" ~ Ilien ~odo lo cont.ra-
1'10. y 'aden¡as, sl1!(¡n pueblo ha OIl1ItdC\ o SI' una opreslOu


" " esterior lé ha irJttl~qido darse una constitucion por el pi'O-
cedimiellLo e¡;periinental de aplicar uu correctivo a lodos
los malpsa rt1edid~ que aparecen, o hien a meuida que
los r¡ne los \U~ adq uierell la fuerza de resistir a ellos,
e:3te ret:tfrlouefprogreso político es una gran desventaja
vara ul puíflto fm euestioI); pero esto no prueba quc lo
que se ha encotitrado bueno para otros pl1eblos, no lo
h3.llria sielo Lambien para él, o nO Jo seria todavía cuando
le conviniese adoptarlo.


Por otra parte, es pl'm;iw aCürdar~c que el mecanismo
político no olJI'a por Sl mismo. Así como Lodo él en Sll
orijen fué lJecllo por los hOlllbres, delJe tambwn ser ma-
nejado por ellos, y aun pUl' hombrl's ordinarios. Tieuc




2::'


l.'lecesiJad, no de su s'imple aflulescencia, sino de su par-
tícipacion activa, y debe acomodarse a las capacidades y
a las calidades de los hombres tales como se les encuen-
tra. Esto implica tres condiciones: 1. a El pueblo al cual
se destina una forma de gobierno debe consentir -en acep-
tarla, o al menos no rehusarse a ello de una manera que
oponga obstáculos iuvencibles: 2. a Debe tener la voluntad
y la capacidad de hacer lo que es necesario para mante-
ner la existencia de ella: 3. a Debe tener la voluntad y la
'Capacidad de hacer lo que esta forma de gob~erno exije de
él y sin lo cual· ella no pod ria conseguir su fin . Aqui la
palabra hacer cignifica abstencion tanto como acciono
Este pueblo debé ser ca,paz de llenar las condiciones de
aceion y de abstencion moral que son necesarias, sea para
mantener la existencia del gobIerno establecido, sea para
darle los medios de cumplir sus ilnes; la aptitud de un
gobierno a este respecto constituye su mérito,


Carecíendo de una de estas condiciollj:lS, una forma de
gobierno) aunque' haga concebir mui bellas esperanzas
bajo otros aspectos, no puede co~veni; al caso en que se
encuentra este vacio. .


El primer obstáculo,-la repugnancia de un pupblo por
una forma de gobierno)-no pecesi~a -ilustracion, porque
jamas se habrá prescindido de tenerlo el! cuenta en teoria.
Es un caso que se presenta todos los días. La fuerza es-
tranjera solamente podri-a decidir a una tribu de indios
de la América del, Norte a someterse a las sujeciones de
un gobierno regular y civilizado. Lo mismo podria decir-
·se, aunque de un modo menos absoluto, de los bárbaros
-que han recorrido el imperio romano. Se han necesitado
'Siglos enteros y un completo callilbio de -circunstanci<l$
para formarlos a la obediencia a sus m:smos jefes fuera
'idel servicio militar. Hai naciones que no se someterán de


=.=. 2




- 26-


buena voluntad a otro gobierno que el de ciertas familia:
que ban tenido de tIempo inmemorial el privilejio di
proveerlas de jefes. Ciertas naciones, no podrian, sin un¡
conquista estranjera, acostumbrarse a sufrir una lI).onar
quia; otras tienen la misma aversion a la república
llegando el obstáculo frecuentemente hasta la impractica,
bilidad por el tiempo actual. \


Pero hai tambien casos en los cual~s, aunque no hay:
aversion a una forma de gobierno, - talvez deseándola-
un pueblo no puede tener la voluntad o la capacidad rlt
llenar las condiciones de ella. Puede ser incapaz de llenal
algunas de esas condiciones que son necesarias para man
tener la existencia siquiera nominal del gobierno. DI
pueblo, por ejemplo, puede preferir un gobierno libre
pero si por indolencia, indiferencia, cobardia o falta di
espíritu público, es incapaz de hacer los esfuerzos nece
sarios para conservarlo; si no quiere combatir por su go
bierno cuando éste es directameme atacado; si puede sel
el juguete de los artificios pu'estos'en obra para despojar-
lo de él; si en una hora de desaliento, o de temor tempo
ral, o en un rapto de entusiasmo por un individuo, pued(
ser arrastrado a deponer a los pies de un grande hombrl
sus libertades, o a tonfiarle poderes que le hagan capa.
de destruir las institaciones, en todos estos casos es!
pueblo es mas o menos impropio para la libertad; y aun
que de haberla poseido por algun tienipo le haya resulta
do bien, tardará estraordinariamenLe en gozar de ella.


De la misma man~ra, un pueblo puede no querer o nr
poder cumplir las obligaeiolll~s que le impone una fohm
particular de gobierno. Un pueblo grosero, aunque se:
sensible hasta cierto punto a los beneficios de una sacie
dad civilizada, puede ser incapaz de las sujeciones qUI
ella demanda; sus pasiones pueden ser demasiado violen




- 21-


'tUS, o su orgullo personal demasiado tiránico para renun-
CÍar a las luchas ptivadas, y para abandonar a las leyes
el euidado de vengar sus ofensas reales o supuestas. En
¡;emejanto caso, un gobierno civilizado, para ser realmente
"ellta.~G\',G, deberá mG\',tnl.r~e de~llGtl(J() lli\'&ta \in. grad.G
considerable, no sufrir ninguna fiscalizacion de parte del
pueblo e imponerle una gran suma de sujecion legal.


Tal otro pueblo, podemos decir, no está hecho sino para
una libertad limitada y parcial, puesto que no quiere
concurrir activamente con la lei y las autoridades ala
represioll de los malhechores. Un pueblo que está mas
-dispuesto a ocultar un criminal que a aprehenderlo; un
pueblo que, como los Hindues, cometerá un perjurio para
salvar al hombre que lo ha robado, mas bien que darse el
trabajo de deponer contra él y atraerse por ello una ven-
.ganza; un pueblo en donde (como fH! algunas naciones
de Europa) y de la Europa moderna) se pasa a la otra ace-
ra de la calle cuando se ve a un hombre dar de pufialadas
.':1, otro en la vía pública, porque no es negocio suyo sino
de la po licia ocuparse de eso, y!;l0rque es mas seguro no
ocuparse uno de laque no le toca; un pueblo que se re-
bela contra una ejecucion, pero a quien DO le choca un
asesinato,-semejante pueblo tiene necesidad de autori-
dades represivas, mejor armadas que en toda otra parte,
pues que las primeras y mas indispensables condiciones
de una vida civilizada no üenen otras garantías.


Este deplorable estado de sentimientos en un pueblo
que ha dejado detras de él la vida salvaje, es sin duda
alguna la consecuencia ordinaria de un mal gobierno an-
terior, que ha ensefiado a los hombres a considerar la lei
como hecha para otro objeto que para su bien, y a sus
intérpretes como peores enemigos que los que la· violan
.a:biertam~lIlte. Pero por poco dignos de vituperio que sean




28 -
aquellos entre quienes ha nacido semejante modo Je pen-
sar, y aunque en fin de cuentas 61 no pueda ser desarrai·
gado por un gobierno mejor, sin embargo, entre tanto
que él exista, un pueblo asi dispuesto no puede ser go-
bernado con tan poca sujecion como un pueblo cuyas
:3impatias están del lado de la lei y que preste voluntaria-
mente su cooperacion activa a la ejecucíon de esta leL


Del mismo modo, las instituciones políticas son de poco
valor y pueden ser un simple instrumento de tirania y de
intriga, cuando la masa de los electores no se interesa
bastante por el gobierno para votar, o cuando la mayor'
parte de los electores, en lugar de votar por motivos de
bien público, venden su voto o sufragan a instigacion de
alguna persona influyente cuyo favor desean captarse por
razones particulares. La eleccion popular practicada de
esta manera, en vez de ser una seguridad contra un mal
gobierno, no es slno una rueda de mas en su mecanismo.


Ademas de estos obstáculos morales, las dificultades
materiales son un embarazo invencible a las formas de
gobierno. En el mundo antiguo, aunque haya podido ha-
ber y haya en efecto habido una grande independencia
individual, no'podia existir algo parecido a un gobierno
popular regular fuera de los muros de una ciudad, porque
las condiciones físicas para la formacion y propagacion de
una opinion pública no se encontraban sino entre aque-
llos que podian reunirse para discutir los negocios públi-
cos en la misma ágora. Jeneralmente se cree que este obs-
táculo ha desaparecido al adoptarse el sistema represen-
tativo. Pero para allanarlo completamente, se ha necesitado
la prensa, y aun la prensa de los diarios, equivalente real
aunque incompleto bajo muchos aspectos del Pn!Jx y del
Forum.


Ha habido estados de sociedades en dalde la monarquia




- 2D-


misma no podia subsistir sobre una grande estension do
territori.o, sin fraccionarse, iI~evitablemente en pequeños
principados respectivamente independientes o unidos por
un lazo tan flojo como el del feudalismo; y esto porque el
mecanismo de la autoridad no era bastaute perfecto para
hacer obed"lcer las órdenes del gobierno a una gran dis-
tancia de su persona. A un de parte del ejército, el gobier-
no no tenia otra garantia de obediencia que su fidelidad
voluntaria, y no existia el medio de hacer pagar al pue-
blo una suma de impuestos suficiente para mantener la
fuerza necesaria para obligar a la obediencia a todo un
vasto territorio. En todos estos diversos casos y en otros
semejantes, es preciso comprender bien que la fuerza del
obstáculo puede ser mas o menos grande: puede ser bas-
tante grande para hacer mui defectuosa la operacion de
un gobierno, sin escluir absolutamente su existencia, y
sin impedir que sea preferible en la práctica a cualquier
otro. Esta última cuesliún reposa sobre un dato al cual no
hemos llegado'todavia:-la tendencia de todas las formas
de gobierno a favorecer el progreso.


Acabamos de examinar las tres condiciones fundamen-
tales que hacen adaptables a un pueblo las formas de
gobierno. Si los partidarios de lo que se puede llamar lB
teoria política naturalista, quieren solamecte insistir so-
bre la necesidad de estas tres condiciones; si pretenden
que ningun gobierno puede existir de una manera perma-
nente; si no llena las dos primeras condiciones, y aun en
gran parLe la torcera, su doctrina asi limitada es incon-
testable. Pretender, sea en lo que fuere, mas que esto,
me parece inadmisihle. Todo lo que se nos díce de la ne-
cesidad de instituciones con base hIstórica, en armonia
con el carácter y-¡os usos nacionales, ctc.) significa esto o
no significa nada absolutamen.te. En semejantes frases,




- ;w-
ademas de la suma di} sentido racional que ellas conticIl8ú,
hai una mezcla considerable de puro sentimentalismo
Pero bajo el punto de vista práctico, estas pretendidas
cualidades indispensables de las instituc,iones políticas,
!'lon simplemente otras tantas facilidades para realizar la&
tres condiciones. Cuando una institucion o un conjunto
de instituciones tiene sus vi as preparadas por las opinio-
nes, los gustos y los hábitos de un pueblo, no solamente
será fácil traer este pueblo a aceptarlas, sino que desde el
principio aprenderá mas fácilmente y se consagrará de
buena voluntad a hacer lo que se le exije, tanto para sal-
var la instítucion como para su desarrollo y su mm; ven-
tajosa fecundidad. Un lejislador cometeria una gran falta
en no tomar sus medidas para sacar partido" cuando-
pueda, de hábitos y sentimientos asi preexistentes.


Por otra parte) hai exajeracion en trasformar en condi·
ciones necesarias estas cosas que son simplemente un
ausilio y una facilidad. Un pueblo es mas fúcilmentc con-
ducido a hacer, y hace con mejor voluntad aquello a que
está ya acostumbradoj pero tambien aprende a hacer cosas
que son nuevas para él. Familiarizarse con las cosas es de
un gran ausilioj pero una idea sobre 1,a cual se fija inten-
samente la atencion llegará a ser familiar, aun cuando
empiece por causal' asombro. Hai numerosos ejemplos dr
pueblos enteros que se lanzan con ardor sobre las cosas
nuevas. La dósis de aptitud que posee un pueblo para
hacer cosas nuevas y para entrar en nwwas circunstan-
cias, es en sí uno de los elementos de la cuestiono Es una
cualidad. que las diferentes naciones y las diversas erlado;;:
de la civilizacion no tienen, ni ,aproximadamente, en el
mismo grado.


No hai regla absoluta para pronunciar sobre la aptitud
U8 un pueblo dado para llenar las condiciones d.e un.,,"




- 31 -


forma de gobierno determinado. El grado de cultura del
pueblo de que se trata, la suma de buen jnicio y de sa-
gacidad pr{lctica de que esté dotado, deben servir degL1ia.
Hai tambien otra consideracion que es preciso no perder
de vista: un pueblo puede no estar preparado para las
buenas instituciones; pero inspirarle el deseo de tenerlas,
es una parte necesaria de la preparacion. fiecomendar y
defender una institucion o una foqna de gobierno pac·ti-
cular, mostrar sus ventajas con toda claridad, ~s uno de
los modos, frecuentemente el solo modo de educacíon po_
sible para el espíritu nacional, que apre!.1de asi no sola-
mente a aceptar ya reivindicarf sino tamhien a manejar
la instüucion. ¿Qué medios tenian los patriotas italianos,
durante la jeneracion actual y la precedente, de preparar
al pueblo italiano a la libertad en la u~Iidad, sino era el
impelerlo a esta reivindicacion? Sin embargo, los que
emprenden semejante tarea dehen esta!' fuertemente pe-
netrados, no solamente de las ventajas de la 'lnstitucion o
de la política que recomiendan, sino tambien lie las ca-
pacidades morales, intelectuales y activas, necesarias para
practicarla, a fin de evitar, en cuanto Sf'a posible) que se
despierte en un pueblo un deseo demasiado superior a
sus aptitudes.


De lo que acaba de decirse resulta que, dentro de los
limites puestos por las tres condiciones a que tan frecuen-
temente se ha aludido, las instituciones y las formas- ue
gobierno son un negocio de eJeccíon. Buscar en t~si~ jene.
ral (como se dice) cúál es la mejor forma de góhierno, no
es una quimera, sino un empleo altamente práctico da la
intelijencia científica; e introdur:ir en un pais las mejores
inslituclOnes que puedan, en su estado actual, llenarto-
lerablemente las tres: condicionés, es uno de los fines
mas racionales que pueila proponerse el esfuerzo vráctieo.




Todo lo que se puede decir para depreciar la eficacia dA
la voluntad y de los propósitos humanos en materia de
gobierno, se puede igualmente decir en donde quiera que
esta voluntad y estos propósitos se ejercitan. En todas las
cosas 8l poder humano está estrechamente limitado; no
puede obrar sino sirviéndose de una o de muchas fuerzas
de la naturaleza. Deben, pues, existir fuerzas aplicables
al objeto deseado, y ellas no obrarán sino segun sus pro~
pias leyes. ~o está en nuestro poder bacer que las aguas
de un rio retrocedan bácia su fuente; mas no por esto de-
cimos que los molinos de agua no se hacen sino que bro-
tan. En política como en IJlecúnica, es preciso buscar {uem
del mecanismo la fuerza que debe hacer andar la máqui-
na, y si esta fuerza no se enCl.l('lntra () si es insuficiente
para vencer los obstáculos que razonablemente puedan
temers€, la combinacion fallará.


Esta no es una particularidad del arte político, y sola-
mente quiere decir que él está sometido· a las ~isma&
limitaciones y a las mismas condiciones que las demas
artes.


Aqui tocamos con otra objecion bajo la forma nueva
que sigue: «Las fuerzas de que dependen los fenómenos
»políticos no están sujetas a la direccion de los hombres
II de Estado o de los filósofos. En sustancia, el gobierno de
llun pais se halla fijado y determinado- de antemano por
»e1 eslado de ese mismo pais en cuanto a la distribucion
» de los elementos del poder social. El poder mas fuerte en
»una sociedad, cualquiera que él sea, obtendrá la auto-
II ridad gobernante, y un cambio en la Constitucion poli-
» tica no puede ser duradero si no es preceuido o aC01l1-
llpanado por una nueva distribucion del poder en la
11 sociedad misma. Por consiguiente, una nacion no puede
:~escojcr su forma de gobierno. Puede escojor los merO!'




»pormenores, la organizacion práctica; pero en cuanto a
)>la esencia del todo, en cuanLo al asiento del poder su-
llpremo, son las circunstancias sociales las que deciden


• »por ella.»
Desde luego reconozco que hai una porcion de verdad


en esta doctrina; mas para sacar de ella algun partido, es
preciso reducida a una espresion distinta y a límites con-
venientes. ¿Qué significa la palabra poder, cuando se dice
que el pod-er mas fuerte en una sociedad vendrá a ser el
mas fuerte en el gobierno? No se trata de la fuerza de los
nervios o de los músculos; de otro modo la democracia
pura seria el solo gobierno que podria existir.


Agregad a la fuerza puramente muscular otros dos ele-
mentos, la riqueza y la intelijencia, y estaremos mas
cerca de la verdad, pero lejos todavía de haber llegado a
ella. No solamente una l11ayoria es frecuentemente domi-
nada por una minoria, sino que aun siendo la mayoria
superior por la riqueza, por la intelijencia individual,
puede verse obligada, por la fuerza o de otra manera, a
obedece~ a una mi noria que le es inferior bajo ambos
respectos. Para que estos diversos elementos de poder ten-
gan una influencia política, es preciso que estén organi-
zados, y la ventaja en materia de organizacion se halla
necesariamente de parte de los que están en posesion del
gobierno. Un partido mucho mas débil en cuanto a los
otros elementos de poder, puede prevalecer cuando los
poderes de gobierno se ponen de su lado en la balanza, y
puede por esto solamente conservar su predominio; aun-
que a decir verdad un gobierno asi basado se halla en la
condicion que se llama en mecáni.ca equilibrio no estable,
como una cosa que se balancea por el es tremo mas corto,
y qu.e,_ una vez desarreglada, tiende mas y mas a alejarse
de su primer es lado, en lugar de volver a él.




.- 3~-


Pero hai todavia objeciones mas fuertes contra esta
teoria de gobierno, en lmi términos en que se la presenta
de ordinario. Todo poder que en una socí¿dad tieúde a
convertirse en poder político, no es un poder en estado
de quietud, un poder puramente pasivo, sino un poder
activo; en otros términos, un poder que se ejerce real-
mente, es decir, por esto mismo, una pequeñísima porcion
de todo el poder que existe. En efecto, una gran parte de
todo poder consiste en la voluntad. ¿Cómo puede entonces
ser posible computar los elementos del poder político, si
omit.imos en nllestro cálculo un elemento que obra sobre
la voluntad? No porque los que poseen el poder en una
sociedad posean el poder político, es preciso creer que sea
inútil influir sobre la Constitucion del gobierno, obrando
sobre la opinion; esto seria olvidar que la opinion es una
de las mayores fuerzas sociales activas. Una persona con
una cIeencia es igual a noventa y nuere otras personas
que no tienen sino interQses. Los que han acertado a per-
suadir al público que cierta forma de gobierno (o no im-
porta que hecho social) merece ser preferido, han hecho
casi la cosa de mayor magnitud que se pueda hacer para
ganar en favor de esta forma de gobierno los poderlils de
la sociedad. El dia en que el primer mártir fué lapidado
en Jerusalen, entre tanto que aquel que debia ser el após·
tol de las Jentes asistia al suplicio, «consintiendo en sn
muerte,» ¿habria alguno supuesto que el partido de este
hombre lapidado era entonces y allí el 'poder mas consi-
derable en la sociedad? ¿Los acontecimientos no lo han
demostrado? . Y esto porqlle sus creencias eran las mas
poderosas de todas las creencias entonces existentes. El
mii:'mo elemento hizo de un monje de Wittem]jerg, en la
dieta de Worrns, llna fuerza social mas poderosa que el
emperado!' Carlos V y que tollos los príncipes reunidos en




ese lngal'. Pero se nos dirá tal vez que esos son casos en
que la reÍijion estaba de por medio, y que las convicciones
relijiosas tienen alguna cosa de particular en su fuerza"
Tomemos entonces un caso puramente político, en que la
l'elijion, suponiéndola comprometida en él, lo estaba prin-
cipalmente del lado vencido.


Si alguno quiere convencerse de que el pensamiento
especulativo es uno 'le los principales elemento:;; del poder
social, no tiene' que hacer otra cosa que fijar su atencion
en el siglo pasado, cuando apenas habia un trono en Eu-
ropa que no estuviese ocupado por un rei liberal y refor-
mador, un emperador libel'al y reformador, y cosa mas
e~traña todavia que todas las demas, un papa liberal y
reformador: que se fije en el siglo de Federico el Grande,
de Catarína 11, de José n, de Pedro Leopoldo, de Benedic-
lo XIV, de Ganganelli, de Pombal, de Aranda; l!na época
en que los mismos Borbones de Nápoles eran liberales y
reformadores, y en que todos los espíritus activos entre
la nobleza de }<'rancia estab¡¡n llenos de ideds que bien
pIOnto despues debian costarles' tan caro. Hé aquí segura-
mente demostrado de una mánera concluyente cuan léjos
está el poder puramente físico y económico de ¡oer el poder
social todo entero. No. es por ningun cambio en la distri-
huclon de los intereses materiales, SillO por la pl'opaga-
cion de creencias morales que la esclavitu;l de los nrgros
ha terminado en el imperio británico y en otras partes.
Los siervos de nusia deberán su emancipacion, sino a un
sentimiento de deber, al menos al nacimiento de una
opinion mas ilustrada sobre los verdaderos intereses del
Estado. Esto es lo que los hombres piensan que puede
determinar su modo de obrar; y aunque por término me-
dio las persuasiones y convicciones de los hombre!> sean
determinadas mas bien por su posicíon personal que por




- 36-


la razon, no es cosa de poco valor el poder ejel'cido sobre
ellos por las persuasiones y las convicciones de los perso-
najes de una clase diferente, y ademas por la autoridad
unánime de las jentes instruidas. Por la misma razon,
cuando la mayor parte de los hombl'es instruidos llegan a


• reconocer como saludable un arreglo social o una institu-
cion política, y otra como mala, la una como deseable, la·
otra como condenable, se ha hecho mucho para dar a la
una y quitar a la otra esa preponderancia de fuerza social
que la hace vivir. La máxima que el gobierno de un pue-
hlo es lo que lo 011igan a ser las fum'zas sociales existen-
tes en ese pueblo, sulamente es verdadera en el sentido de
q u e ella fa vo rece en vez de des a len tar las ten ta ti vas para
h:1cer una eleccion racional entre las formas de gobierno
practicables en el estado actual de la sociedad.




l)e] criterio de una bucna forma de gobicJ'n",


Siendo la forma de gobierno de un pais dado un nego~
cio de eleccion (dentro de los límites de ciertas condicio-
nes determinadas), es preciso ahora examinar lo que debe
guiarnos para hacer esta eleccion, y cuales son los carac-
téres distintivos de la forma de gobierno mas a propósito
para favorecer los intereses de una sociedad determinada.


Antes de empezar esta disquisiéion, puede parecer ne-
cesario decidir cuúles son las ~~~1I~l?E9.l?,~~~f~;~1BQ!!1~1:­


_gOj ~\l'~ ..§!~....el..gQb.if.llJl.Q .. ¡u.u;a._~ .. ~.J.mq¡;¡¡;¡.te lJ.U."
~, ~,¡¡._eleceiop~Q~J1l~~,.ded:m.llIl.Y.t.1Ml..
¡¡:na ap;ro¡:¡i.a.rl,Q A1Jl,u, ~~. Pero esta manera de pro-
poner el problema no facilita su estudio tanto como podía
creerse) y ni aun presenta bien claro el conj unto de la
cuestiono Porque desde luego las funciones propias'de un
gobierno no son una cosa invariable, sino una cosa que
difiere segun los di versos 'estados de la sociedad, una cosa
mucho mas vasta en un pueblo atrasado que en un pue-
blo adelantado. Despues de esto, el carácter de un gobier-
no o de un GOlljunto de instituciones políticas no puede




3S


~er sul1cíentemente aprecialo, si nos limitamos a e\ami-
':lar la esfera lejitima de las funciones gubernamentales.
Porque aunque los benellcios de un gobierno sean nece-
sariamente circunsclitos en esta esfera, no sucede lo
mismo con sus malos efectos. Todos los males de cual-
quiera clase y grado que la humanid.ad es su"'ceptible de.
sufrir, pueden venirle por causa de su gobierno; y el
hombre no puede obtener de la existencia social ninguna
de las ventajas de que ella es capaz, si el gobierno no se
presta a ello y no consiente en ello.


Prescindiendo de hablar de los efectos indirectos, la
intervencion directa de las autoridades públicas puede
abrazar toda la existencia humana: y la influencia del go-
bierno sobre el bienestar de la sociedad debe ser examina-
da y apreciada en sus relaciones, no con algunos intereses,
sino con el conjunto de los intereses de la humanidad.


Encontrándonos obligados a t.en~r a la vista, como pie-
dra de toque de uno bueno o de un mal gobierno, un
objeto tan complejo como los intereses colectivos de la
sociedad, de buen grado' tratariamos de clasificar estos
intereses por grupos determinados, indicando asi las cua-
lidades necesarias que debe tener un gobierno para favo-
recer cada uno de estos diversos intereses. Seria una gran
facilidad poder decir: el bien de la sociedad consiste en
tales y tales elementos, este exije tal condicion, aquel tal
otra; luego el gobierno que reuna todas estas condiciones
en el mas alto grado, debe ser el mejor. Asi se construiria
la teoria del gobierno con las teorias distintas de los ele-
mentos que componen un buen estado de sociedad.


Por desgracia, no es cosa fácil enumerar y clasificar lo
que constituye el bienestar social, de manera que facilite
,la formacion de semejantes teoremas. Casi todos los que,
durante la jeneracion actual y la precedente, han estudia-




- 39--


do la fllosofia política con miras un poco estemas, han
conocido la importancia de esa clasificacion. Pero las
tenta.tivas que se han hecho para llegar a ella, se han de-
tenido a mi entender en el primer p;:¡so. La clasificacion
empieza y acaba por una division de las necesidades de la
sociedad entre los dos capítulos de órden y de progreso
(segun los pensadores franceses), y de permanencia y pro-
gresion, segun Coleridge. Esta division es plausible y
seductora por el contraste bien decidido en apariencia' que
ofrecen estos dos capítulos, y por la diferencia notable de
los sentimientos a que apelan. Pero yo temo que (aunque
mui admisible en la conversacion) la disÚncion entre el
órden o permanencia y el progreso, sea inexacta y poco
científica, si se emplea para determinar las cualidades ne-
cesarias a un gobierno.


Porque, desde luego, ¿qué cosa es el órden? y ¿qué es
el progreso? Con respecto al progreso no hai ninguna di-
tlcultad, por lo menos que resalte a la vista. Cuando se
habla del progreso corno una de las necesidades de la so-
ciedad humana, por pl'Ogreso se puede entender mejora.
Es una idea tolel'ablemenLe distinta., Pero ¿qué es el ór-
den? Esta palabra significa una porcion, ya mas grande,
ya mas pequeha de las cosas necesarias a la sociedad, sin
comprender la mejora; pero no resume casi jamas el con-
junto de estas cosas.


En su acepcion mas estricta, órden significa obediencia.
Se dice que un gobierno mantiene el órden si aci,¡3rta a
hacerse obedecer. Pero hai diferentes grallos de obedieno
cia y todos no son laudables. Un despotismo puro puede
exijir de los individuos una obediencia sin reserva a todas
las órdenes de aquellos que poseen el poder. Debemos al
menos limitar la deflnicion a aquellas órdenes qué son
jenerales y publicadas en forma espresiJ. de leyes. El órden




- -iü-


,lsi entendido, es sin duela alguna un atributo del gobíer~,
no. HaLlando propiamente, un gobierno que no sabe ha-
'ceI obedecer sus órdenes no golJierna. Pero el órden,
,aunque 'sea una condicion necesaria del gobierno, no es
el fin para el cual ha sido creado. Un gobierno debe ha-
cerse obedecer a fin de cons"guir cualquier otro objeto.
Nos falta todavía. averiguar, hacÍendo abstraccion de la
idea de mejora, cuál es este otro objeto hácia el cual debe
tender el gobierno en toda sociedad, ya sea estacionaria o
progresiva.


En un sentido un poco estenso, la voz órden significa
que la paz pública no es turbada por ninguna violencia
privada. Se dice que el órden existe allí en donde, por
regla jeneral, los habitantes del país han dejado de termi-
nar sus querellas a mano almada, y han adquirido el
hábito de referirse al gobierno para la decision de sus
disputas y la repal'acion de sus ofensas. Pero en esta acep-
cio!l mas vasta de la palabra, como en la precedente, el
úrden es mas bien una de las condiciones necesarias del
gobierno, que no su fin ni el criterio de su escelencia.
Porque el hábito de someterse al gobierno y de referirse
a la autoridad en toda discusion puede estar mui arraiga-
do, y sin embargo la manera como el gobierno trata las
materias de discusion y todas las demas cosas en que se
ocupa, puede variar entre lo que hai de mejor y lo que
hai de peor en el mundo.


Si queremos comprender en la idea de órden todo lo
que la sociedadexije de su gobierno, que no está conteni-
do en la idea de progreso, nos es necesario definir el órden
como el conservador de los bienes de toda especie y de
toda importancia que existen ya, y el progreso como con-
sistente en el aumento de estos bienes. Esta distincion
comprende, en una y otra seccion, todo lo que se exije




- 41-


que un gobierno favorezca. Pero así establecida no se en·
cuentra en ella la base de una filos afia de gobierno. No
podemos decir que al constituir una política, es preciso
tomar ciertas medidas con respecto al órden y otras con
respecto al progreso, puesto que en el sentido que se acaba
de indicar, las condiciones del órden y del progreso son,
no opuestas, sino semejantes. En efecto, las influencias
que tienden a mantener el bien social que ya existe, son
absolutamente las mismas que las que tienden a aumen-
tarlo, y vice-versa, con la sola diferencia de que ellas
deben ser mas poderosas en el segundo caso que en el
primero.


Por ejemplo, ¿cuáles son las cualidades individuales de
los ciudadanos que tienden mas a mantener la dósis de
huena conducta, de buena administracion, de éxito y de
prosperidad que ya existen en la sociedad? Todo el mundo
reconocerá que estas cualülades son el trabajo, la integri-
dad, la justi')ia y la prudencia. Pero ¿no son éstas entre
todas las cualidades lan que conducen mas directamente
al progreso? y todo aumento de estas virtudes en la co·
munidad ¿no AS en sí mismo el mas grande de los progre-
sos? Si es asi, las cualidades, cualesquiera que sean que,
en el gobierno', favorecen el trabajo, la integridad, la jus-
ticia y la prudencia, fi:lVorecen igualmente la permanencia
y el progreso: solamente es necesario una dósis mayor de
estas cualidades para hacer progresi va la sociedad que
para mantenerla en el punto a que ha llegado.


Del mismo modo, ¡.cuáles son los atributos particulares,
que en los seres humanos parecen tener mui especial-
mente relacion con el progreso y que no sujieren tan di-
rectamente las ideas de órden y de conservacíon? Son
principalmente la actividad intelectual, el espíritu de
empresa, el valor.


GQB. REP. 2"




- 42-


Mas estas cualidades ¿no son tan necesarias para COL'" ..
servar el hien que ya tenemos, como para aumentarlo?
Si hai algo cierto en el mundo, es que las mismas fuerzas
que nos han servido para nuestras mas preciosas adqui-
siciones, son absolutamente indispensables para conser~'
varias. Las cosas abandonadas a sí mismas se desmejoran
inevitablemente. Aquellos a quienes la dicha induce a
rebajar sus hábitos de cuidado y prevision, y de su pre- '
Burosa disposicion a ~rrostrar los disgustos, no ven su
Jmena fortuna mantenerse largo tiempo en su apojeo. El
atrihuto intelectual que parece esclusivamente consagrado
al progreso y que encierra en el mas alto grado todas las
tendencias progresivas, _es la oTijinalidad o la invcncion.
Entre tanto, esta facultad no es menos necesaria para la
permanencia, puesto que en los cambios inevitables de
los negocios humanos a cada instante se presentan nuevos
inconvenientes y'nuevns peligros, a los cuales es preciso
hacer frente con nuevos recursos y nuevas combinaciones,
simplemente para mantener las cosas en tan buen pié
como se hallaban antes. Es por esto que todas las cuali-
dades que en un gobierno tienden a fomentar la actividad,
la enerjia, el valor, la orijinalidad, son condiciones de
permanencia tanto como de progreso; pero jeneralmente.
es necesaria una dósis mas fuerte de estas cualidades en
el segundo cas!} que en el primero.


Si pasamos aho-ra de las condicion@s intelectuales a la:;;
condiciones materiales de la sociedad, es imposible en-
contrar una eombinacion política o una organizacion de
lOS negocios sociales que conduzca solamente al órden o
solamente al progreso: todo lo que tiende a uno favorece
a ambos. Tomad, por ejemplo, la institucion ordinaria de
una polida; el órden es el objeto que parece mas interesado


• ~ll la maner,\ como funciona esta parte de la organizacion




- 43"-:"


social. Sin embargo, si la po¡¿cia acierta a favorecer el
órden, es decir) si reprime las faltas de mauera que cada
uno sienta su persona y su propiedad en seguridad, ¿pue-
de haber alguna cosa que conduzca mas directamente al
progreso? La mayor seguridad de la propiedad es una de
las condiciones y de las causal> principales de una pro·
duccion mayor, lo cual es el progreso en su aspecto mas
vulgar y familiar; la represion mas severa del mal repri-
me las disposiciones que impelen al mal, y este es el
progreso en el sentido mas elevado. El individuo, libre de
los cuidados e inquietudes que lo asaltan bajo un réjimen
de proteccion imperfecta, es libre para emplear sus facul-
tades en algun nuevo esfuerzo para mejorar su propia
siturlcion y la de los demas, entre tanto que la misma
causa, adhiriéndolo a la existencia social, impidiéndole
ver en adelante a su prójimo como un enemigo presente o
futuro, desenvuelve esos sentimientos de benevolencia,
de confraternidad, y ese interes por el bienestar jeneral
de la comunidad, que forman una porcion tan importante
del progre.so social.


Tomad tJdavia un caso tan familiar como el de un buen
sistema de impuestos y de hacienda. A este se le clasifi-
caria jeneralmente en el capítulo del 6rden. Sin embargo,
¿qué cosa puede conducir mas directamente al progreso?
Un sistema de hacienda que favorece uno de los dos con-
duce al otro precisamente por las mismas cualidades. La
economia por ejemplo es un medio no solamente de con- ..
servar el capital de la riqueza pública, sino de aumentarlo.


Una justa distríbucion' de las cargas, ofreClendo a los
ciudadanos lln ejemplo de muralidad y de conciencia en
arreglos difíciles) y una prueba de la importancia que
dan a estas cualidades las mas altas autoridades, tienden
eminentemente a elevar los sentimientos morales de la




- 44 ."-


comunidatl, bajo el doble aspecto de la fuerza y Jel dlS'
cernimiento. Un modo de recaudar los impuestos que no
embaraza el trabajo del ciudádano y no incomoda su li-
hertad, favorece no solamente la conservaCion sino el au-
mento de la riqueza pública, y fomenta un ejercicio mas
activo de las facultades individuales. Y, vice versa: todos
los errores que en materia de hacienda y de impuestos
ponen obsttwulos a la mejora del pueblo bajo el aspecto
(le la riqueza y de la moral, si esos errores son verdadera-
mente graves, tienden de la misma manera a empobrecer
y desmoralizar posHivamente a ese pueblo. En 'suma,
esto equivale a decir de una manera jeneral que cuando
las pala])ras de órden y de permammcia son tomadas en
su sentido mas es tenso, cuando ellas significan la estabi-
lidad de las ventajas existentes, las condiciones del pro-
greso no son otras que las del úrden, en un grado mas
grande; .las condiciones de la permanencia son simple.
monte las del progreso en Lln grado menor.


En apoyo de este principio que el órden difiere esen-
cialmente del progreso y que la conse['vacion del bien
'3xistente y la adquisieion de un bien nuevo son cosas
sullcientemente distintas para suministrar la base de una
ciasificacioll fundamental, va tal vez a recordal'senos que
el progreso puede produeil'se a espensas del úrdenj que
mientras nosotros adquirimos o tratamos de adquirir un
hien de una especie dada, perdemos tal vez terreno COll
respecto a otros ,bienes; que por ejemplo la riqueza puede
estar en progreso entre tanto que la virtud se deteriora.
Admitiendo esto, resulta de aquí, no que el progreso y la
permanencia son cosas de jénel'O totalmente diverso, sino
que la riqueza y la virtud son dos cosas diferentes. El
progreso es la permanencia y algo mas. No es responder-
nos decir: el progreso en una cosa no implica la perma·




- 45-·


nencia en todas las cosas. Todo progreso sobre un punta
dado comprende la permanencia sobre este mismo punto:
siempre que se sacrifica la permanencia a una especie
particular de progreso, se le sacrifica mas otro progreso:
y si el sacrificio no valia el trabajo de hacerlo, no sola-
mente se ha desatendido el interes de la permanencia,
sino que se ha abusado sobre el interes jeneral del pro-
greso.


Si para dar un principio de precision científica a la no~
cion de un buen gobierno, es preciso servirse de estas
ideas pues Las sin razon en contraste, seria mas filantrópi-
camente correcto dejar fuera de la definicion la palabra
ór'den, y decir que el mejor gobierno es el que tiene mas
tendencia al progreso. Porque el progreso comprende el
órden, y el 6rden no comprende el progreso. El progreso
es un grado mas de la cosa de que el órden es un grado
menos. El órden, en todo otro seutido, repreFenta sola-
mente una IHl'te de las cualidades requerirlas de un buen
gobierno: él no es su tipo ni sq. esencia. El lugar del ór-
den seria Illas bien entre las condiciones del progreso,
pues que si queremos aumentar nuestra suma de bien,
lo primero que hai que hacer es tener el conveniente cui-
dado de lo que ya poseemos. Si queremos adquirir mas
riqueza, nuestra primera regla debe ser no disipar inútil-
mente nues~ros capitales ac~uales. Visto de este modo, el
úrden no es un objeto de mas que tengamos que conciliar
con el progreso, sino una parte y un medio del mismo
progreso. Si lo que se gana sobre un punto se compra al
precio de una pérdida mas que equivalente sobre este'
mismo pUI: ~o o sobre otro, no hui progreso. La aptitud
para el progreso comiJremlida de este modo encierra todo
el· mérito de un gobierno.


Pero es-ta definicion del criterio de un buen gobierno,




- 46-
aunque se pueda sostener metafísicamente, no puede con·
venir, porque, aunque contiene toda la verdad, no recuer-
da al espíritu sino una parte de ella. La idea que sujiel'e
la palabra progresu, ~s una idea de adelanto, entre tanto
que de la manera como aqui la empleamos, quiere igual-
mente decir obstáculopara retroceder. Las mismas causas
sociales, las mismas creencias, los mismos sentimientos,
las mismas. instituciones y las mismas prácticas, son tan
necesarias para impedir que la sociedad retrograde como
para hacerla adelantar. Aun cuando no hubiese que es-
perar ninguna mejora, la vida no seria menos una lucha
incesante contra las causas de rleterioracion, como lo es
hoi en dia mismo. La política tal como la concebian los
antiguos consistia únicamente en esto: «La tendencia na-
»tural de los hombres y de sus obras era a dejener~r;
» pero era sin embargo posible neutralizar esta tendencia
»durante un lapso de tiempo indefinido, por medio de
) buenas instituciones virtuosamente administradas.:t
Aunque nosotros no seamos ahora de esta opinion, aun-
que hoí la mayor parte de los hombres profesen una doc-
trina contraria y crean que en suma la tendencia de las
cosas es al progreso, no por esto deberiamos olvirlar que
todas las locuras, todos los vicios, todas las neglijencias,
toda la indolencia, toda la incuria de la humanidad cons-
tituyen una fuerza que arrastra en mal sentido los nego-
cius humanos, y que el único contrapeso de esa fuerza,
lo que solamente la impide arrastrarlo todo en pos de ella,
es que hai una clase de hombres cuyos esfuerzos tienden
(en unos constantemente, en otros de tiempo en tiempo)
hácia un objeto útil y elevado. Suponer que el único va-
lor de estos esfuerzos consü:te en la dósis de mejora actual
que realizan, y que, si cesa su accion, el siIflple resultado
seria la persistencía en eL estaúo en que nos hallamos, es




-- 47-
lener una idea mui imperfecta de la importancia de 109
~sfuerzos cuyo objeto es mejorar y elevar la naturaleza y
la vida humanas. Una pequeñísima disminucion de esto~
~sfuerzos, no solo detendria netamente el progreso, sino
que conver~iria la tennencla jeneral de las cosas hácia la
deterioracion, la cual, empezando una vez, marcharía con
una rapidez siempre creciente, siendo mas y mas dificil
impedirla, hasta que hubiese llegado a ese estado frecuen~
tementp descrito por la historia y en el cual yace hoi una
poreion numerosa de la humanidad; a ese estado en que
un poder sobl'ehumano es el único que parece capaz de
rambiar el movimiento de las cosas y encaminarlas de
nuevo por una via progresiva.


Por todas estas razones la palabra progreso es tan im-
propia, como los términos órden y permanencia, para
servir de base a una clasificacion de las cualidades nece-
sarias a una forma de gubierno. La antítesis fundamental
que m;presan estas palabTas, no reposa tanto sobre las
cosas mismas, como sobre los tipos de carácter humano
que a ellas corresponden. Sabemos que hai ciertos espíri-
tus en los cuales domina la prudencia, y otros en que
domina la audacia. Para los primeros, el cuidado y cus-
todia de lo que ya poseen, es un sentimiento mas poderoso
que el qne impele a goces nuevos, a nuevas adquisicio-
nes; entre tanto que los segundos se inclinan aliado con-
trario, y tienen mayor deseo del bien futuro que cuidado
del bien presente. En ambos casos el camino que conduce
al fin es el mismo; pero los hombres están sujetos a des-
viarse de él en direcciones opuestas. Esta consideracion
es impOl·tante, cuando se trata de componer el personal
de un cuerpo político. Anbas clases de caractéres deben
encontrarse en él, a fin de que el uno modere al otro en
sus tendencias escesivas. No se necesita tomar ninguna




-··41:) -


pracaucion espresa para asegurar este objeto; Lasta que
se cuide de no admitir nada que sea un obstáculo pára
ello. La mezcla natural y espontánea de viejos y jóvenes)
de aquellos cuya fortuna y reputacion están hechas, y de
los que tienen que hacer la una y la otra, bastará jene-
ralmente para lograr el objeto, con la condicion de que
este equilibrio natural no sea turbado por un reglamento
arti flcial.


Puesto que la distincion que sirve jeneralmente para
clasificar las necesidades de la sociedad no posee las cua-
lidades requeridas para este uso, necesitamos buscar otra
distincion primera mas apropiada al objeto que se tiene
en mira. Una distiocion semejante me pareceria indicada
por las consideraciones que paso a esponer.


Si buscamos los principios y las condiciones de un buen
gobierno en todos los sentidos de la palabra, desde el mas
humilde hasta el mas elevado, encontramos en primera
línea las cualidades de los seres humanos que componen
la sociedad sobre la cual se ejerce el gobierno. Poriemos
tomar como primer ejemplo la administracion de la jus-
ticia, y con tanto mayor razon, cuanto que no hai rama
alguna de los negocios públicos en que el puro mecanismo,
las reglas y las combinaciones que dirijen los pormenores
de la operacion, sean de una importancia tan vital. Sin
embargo, lo que importa todavía mas, son las cualidades
de los ajentes humanos empleados. ¿De qué sirve en ma-
teria de justicia criminal que las formalidades sean ga-
rantias, si la condicion moral del pueblo es tal que la
mayor parte de los testigos mienten) y que los majistrados
y los jueces se dejan corromper? De la misma manerá,
¿cómo las instituciones pueden procurar una buena ad-
ministracíon municipal, allí en donde se trata esta materia
con tal índiferencia, que los hombres que podrian admi-




, - 49-


nistrar con honradez y capacidad rehusan hacerlo, y
abandonan el cuidado de ello a los que se encargan de la
tarea porque tienen en ello un inte,res particular? ¿De qué
~irve el sistema representativo mas francamente popular,


,'si los Electores no cuidan de elejir el mejor miembro del
Parlamento, sino que escojen el que gasta mas dinero


. para bacerse elejir? ¿Cómo puede una asamblea represen-
tativa trabajar por el bien público, cuando sus miembros
pueden ser comprados, o cuando la irritabilidad de su
temperamento, no moderada ni por la disciplina pública


, ni por el imperio sobre sí mismos, es tal que los hace
incapaces n.e deliberar en calma, y los impele a vias de
hecho en la misma Cámara o a promover duelos? ¿Cómo
el gobierno (o cualquiera otm empresa) puede ser condu-
cido de una manera tolerable, en un pueblo tan envidioso
que cuando se ve a un hombre a punto de realizar con
buen éxito alguna cosa, Jos que debian cooperar con él se
entienden tácitamente para hacerlo fallar?


En todas partes en donde la disposicion jeneral del pue-
blo es tal que cada individuo atiende solamente a sus
intereses personales y no ~e fija sobre su parte de intere-
ses jenerales o no se inquieta por ellos, con semejante


I estado de cosas un buen gobierno es imposible. No se
¡ necesitan grandes esplicaciones para probar que la falta
¡' dA intelijencia es un obstéculo a la marcha de un bueu
t gobierno. El gobierno consiste en actos ejecutados pOl
~'seres humanos: mas S1 los ajentes o los que escojen a


estos, o aquellos ante quienes los ajen tes son responsables,
0108 espeetadores cuya opinion dehería influir y pesar
sobre 'todo esto, son simplemente masas de ignorancia, de
estupic,lez, de preocupaciones deplorables) todas las opera-
ciones del gobierno iran de travez: entre tanto que a medi-


. da que los hombres se eleven sobre este nivel, el gobierno
GuB. r.E~. 3




- 50-


se elevar,í por su parte a ese grado de escelencia posible
<lue se {l\Iede alcanzar, aunC\ue en nin't;uua \)arle se ha.
llegado a él todavia, en que los funcionariQs del golJierno,
dotauos de una ,i.rtud. y d.e una intelijencia superiores,
respiran la atmósfera de una opinion pública virtuosa e
ilustrada.


Por tanto, siendo la virtud y la intelijencia de los seres
humanos que componen la comunidad el primerelemen-
to de un buen gobierno, el mérito mas importante que
este puede poseer es desarrollar la virtud y la intelijenGia
del pueblo mismo. La primera cuestion con respecto a
toda institucion política, es ~aber hasta qué punto ella
tiende a desenvolver en los miembros de la comunidad las
diferentes cualidad~s, morales o intelectuales, o mas bien,
(segun la clasificacion completa de Bentham) las cualida-
de~ morales, intelectualee y activas. El gobierno que llena
mejor esta condicion, es aparentemente el mejor bajo
todos los demas respectos, puesto que de estas cualidades,
!'egun la proporcion en que exjst~ en el pu'eblo, depen-
de absolutamente el bien que puede hacer el gobierno en
5US operaciones prácticas.


Podemos, pues, considerar como con criterio de lo que
Yale un gobierno, la medida en que él tiende a aumentar la
dósis de las buenas cualidades de los gobernados, colecti-
va e individualmente; puesto que, sin hablar de su bien-
estar, que es el ohjeto principal del gobierno; sus buenas
cualidades suministran la fuerza motriz que hace andal'
la máquina. Queda entonces, como otro elemento consti-
tutivo del mérito de un gobierno, la calidad del mecanis-
mo mismo, es decir la medida en que este mecanismo
está combinado de manera que pueda sacar partido de las
buenas cualidades existentes y servirse de ellas con un
objeto útil. Tomemos otra vez por ejemplo la administri?


,




51 -
\


cíon de j Llsticia. Dado un sistema judiciario, el müri to
de la administracion (le justicia está en razon compuesta
de lo que valen los jueces, y de lo quo vale la opini(J!)
pública (l11e pjerce influencia sobre ellos y los 'Vijíla. Pem
toda la diferencia entre un buen sistema judiciario y uno
malo estriua en c()mbillacíom~s adoptadas para atraer ~o­
ure la administracion de la justicia el peso de todo lo que
hai en la comnnidad de valor moral e intelectual, de ma-
nera que la haga mas eficaz en sus resultados. Los arre-
glos combinados para escojer los jueces de tal manera que
se obtenga el término medio mas elevado de virtud e in-
telijencia-Ias formas saludables de procedimiento-la
publicidad que permí ta notar J' criticar todo abuso -la
libertad de discusion y de cens~'a por medio de la prensa
-el modo de recojer las pruebas, segun que sea mas o
menos propio para hacer brillar la verdad-las facilidades
de toda especie para obtener acceso cerca de los tribuna-
les-los medios adoptados para descubrir ;os crímenes y
aprehender a los malhechores-todas estas cosas no son
el poder, sino el mecanismo que pone al poder en contacto
con el obstáculo; y el mecanismo por sí mismo no tiene
ninguna accion, pero sin él el poder, por grande que se
le suponga, quedaría desarmado e inútil.


Esta distincíon se aplica lo mismo al ejecutivo que al
judiciario. El mecanismo es bueno cuando las cualidades
requeridas en los funcionarios SGn sometidas a las pruebas
convenientes, y su promocion a las reglas apropiadas-
euando la ocupacÍon es convelllentemeníe repartida entre
los que deben desempeñar la tarea, cuando la desempeüan
en un úrden metódico y conveniente, y que se toma razon
de una manera correcta e intelijible del modo como la han
desempeñado - cuand) cada individuo sabe de lo que es
responsable-cuando en fin se han tomado las mejores




"precauciones cOntra la neglijenda, el fayoritismo o la
malversacion.


Pero los frenos políticos pot sí solos no obrarán mas
que lo que obrará la briua para uirijir un caballo sin un
jinete que la maneje. Si los funcionarios que deben impe-
<lir el mal son tan corrompidos y tan neglijentes como
aquellos a quienes deben reprimir, y si el público, el re-
sorte principal de todo mecanismo reprimente, es dema-
siado ignorante, demasiado pasivo, o demasiado descuidado
y falto de alendon,para hacer su papel, poco provecho se
sacará del mejor aparato administrativo. Sin embargo,
un buen aparato es siempre preferible a uno malo. Con
un buen aparato, la fuerza motriz o reprimen te que existe
puede producir los mejores frutos, y sin él ninguna dósis,
dp fuerza motriz o reprimente será bastante. Por ejemplo,
la publicidad no es un obstáculo al mal ni un estimulante
al bien, si el público no quiere ver lo que pasa; pero sin
publicidad ¿cómo podria él impedir o fomentar lo que no
se le permite ver? El ideal de una Constitucion perfecta,
para una funcion pública, es que el intere$ del funcionario
coincida con su deber. No se llegará a ese punto simple-
mente por un sistema, pero menos se llegará sin un sis-
tema háNlmente preparado para este efecto.


Lo que hemos dicho de los pormenores de la adminis-
tracion del gobierno, se puede decir con mayor evidencia
todavia de su Constitucion jeneral. Todo go])ierno. que;
propende a ser bueno, es una organizacion do las buenas
cualidades de la comunidad')ara conducir sus' negocios.
Tina Constitucion representativa es un medio de hacer
pesar mas directamente sóbre el gobierno la intelijencia
y la honradez esparcidas en la comunidad, igualmente
que el entendimiento y la virtud superiores de los indi-
yiduos mas prudentes: es una manera de darles mas in-o


\




fluencia en el gobierno, que la que tendrian con otra
organizacion. A decir verdad, lo que existe en él de esa
influencia, cualquiera que sea su organizacion, es la
fuente de todo el bien que hai en el gobierno y el obstá-
culo para el mal que no está en él. Cuanto mas conside-
rable es ·la suma de estaslbuenas cualidades que las
instituciones de un pais aciertan a organizar, y mejor ef'
el modo de organizacioll, mejor será el gobierno.


Hénos aquí en el punto de vista de donde se percibe el
doble mérito de que es susceptible todo conjunto de ins-
titucío:J.es políticas. El uno consiste en la manera como
las instituciones favorecen el progreso intelectual de la
comunidad (entendiendo por tal el progreso de la comu-
nidad en intelijencia, en virtud, en actividad y en poten-
cia práctica); el otro consiste en la perfeccion con que las
instituciones organizan el valor moral, intelectual y activo
que ya existe, de manera que tenga la mayor accíon po-
sibIe sobre los negocios públicos. Se debe juzgar un go-
bierno por su accion sobre los hombre,· y puf su accion
sobre las cosas, por lo que hace de los ci udadanos y por
lo que hace con ellos, por su tend.=mcia a mejorar o a de-
teriorar a los hombres mismos, y por el mérito o el vicio
de las obras que cumple, sea para ellos, sea con ellos.


El gobierno es al mismo tiempo una grande influencia
opel'ante sobre el espíritu humano, y un conjunto de
Gombinaciones organizadas para los negocios públicos. En
el primer caso, su accion benéfica es eminentemente in-
directa aunque no por eso sea meno~ vital, mientras quP
su accion maléfica puede ser directa.


La diferencia entre estas dos funciones de un gobierno
no es, como entre el órden y el progreso) una simple di--
fercncia en grado sino en jénero. No debemos, sin embar-
.go, suponer que ellas no tienen relacion íntima. Las




instituciones que aseguran la mejor dircccion de los 'De-
gocios públicos, compatible con el estad? de las luces,
tienden por es~o solo a la mejora ulterior de este estado.
Un pueblo que tuviese las leyes mas justas, la judicatura
mas húm:ad.a. '.í activa, la ad.mi.ui.í>ttaei.ou mas il\\í>trau.a,
el sistema financiero mas equitativo y menos oneroso que
sea posible tener, en el grado de progreso iI:telectual y
moral a que haya llegado; ese pueblo se hallaría en buen
camino para llegar rápidamente a un progreso superior,
y las instituciones políticas para contribuir mas eficaz-
.mente a la mejora del pueblo no tendrian que hacer otra
cosa que desempeñar bien lo que es su tarea mas directa.
Si, al contrario, su mecanismo se halla tan mal construi-
do que la ejecutan mal, los efectos se hacen sentir de mil
maneras: rebiljando la moralidad, embotando la mteli-
jencia y la actividau del pueblo. Pero la distincion es sin
embargo real, porquo la circunstancia de un mecanismo
bueno o malo, es uno de los medlOs por los cuales sola-
mente las instituciones políticas mejoran o deterioran el
espíritu humano; las causas y.los modos de esta influen-
cia, son un objeto de estuuio distinto y mucho mas es-
tonso.


Entre las dos maneras de obrar por las cualos una forma
de gobierno, o un conjunto de instituciones políticas,
toca al bienestar de la comunidad, a saber-su operacion
como ajente de euucacíon nacional, y sas mecanismos
para dirijir los nogocios colecti vos de la comunidad, e11
el estado en que olla so cncuentra,-es evidcnte que el
segundo modo varía mucho menos que el primero, segun
los diferentes paises y los diferentes gracios de civiliza-
cion. Él depenue tambicn menos directamente de la cons-
tiLucion fundamental uel gobierno. La manera de uirijir
la tarea práctica uel gobierno, que sea la mejor en un




- 35 -


país libre, seria tambien la mejor bajo un monarca abso-
luto; solamente es menos probable que éste la emplee.
Por ejemplo, las leyes que rijen la propiedad, los princi-
pios de procedImientos y de pruebas judiciarias, el siste-
ma de. impuestos y de administracion financiera, no
tienen absolutamente necesidad de ser diferentes bajo
diferentes formas de gobietno. Cada una de estas materias
tiene principios y reglas propias de ella, que son asunto
de un estudio separado. La jurisprudencia jeneral, la le-
jislacion civil y penal, la política financiera y comercial,
son ellas mismas ciencias o ramos de la ciencia to arte)
tan vasto del gobierno, y las doctrinas mas luminosas
sobre todos estos puntos serian en jeneral útiles bajo
todos los gobiernos, si todos fuesen capaces de compren-
derlas y conformarse a ellas, lo que no es ni con mucho
probable. Es verdad que estas doctrinas no pueden apli-
earso sin algunas modificaciones a todos los estados de la
sociedad y d¡¡l espiritu humano; no obstante, el mayor
número de ellas no exijiria sino modificaciones de por-
menores, a fin de poder adoptarlas a tojo estado de socie-
dad suficientemente adelantado para tener gobiernos
capaces de comprenderlos. Un gobierno al cual no pudie-
sen convenir de ninguna manera, debe ser un gobierno
tan malo por sí mismo, o tan opuesto al sentimiento pú-
blico, que no puede mantenerse por medios honrados.


Sucede una cosa muí diferente con respecto a esa por-
cion de los intereses de la comunidad que tiene relacíon
con la mejor o peor educacion del puoblo mismo. Consi-
deradas corno instrumentos de esta educacion, las insti-
tuciones deben ser radicalmente diferentes, segun el grado
de progreso a que un pueblo ha llegado. El reconocimien-
to de esta v~dad, (aunque la práctica la acata mas que la
ciencia), puede considerarse como el rasgo mas grande de




-flG-
superioridad de las teorias políticas del siglo actual sobre
las teorias del anterior: se tenia entonces la costumbre
de reclamar, para la Francia o para la Inglaterra, la de-
mocracia representativa con argumentos que habrian
probado del mismo modo que ese. gobierno era el solo
conveniente para los Beduinos o los Malayos. El estado de
las diferentes comunidades, bajo el aspecto de cultura y
desarrollo, desciende hasta una condicion mui poco supe-
rior a la de las bestias mas intelijéntes. El movimiento
de ascencíon es tambien considerable, y' la posibilidad de
mejorar mucho mas grande. Una comunidad no puede
ascender de un grado a otro superior sino por un concur-
so de influencias de las cuales la principal es la del go-
bierno a que está sometida. En todos los grados imajina-
bIes de progreso, la naturaleza y la suma de la autoridad
ejercida sobre los indí viduos, la dist-ribucion del poder y
las condiciones de mando y de obediencia, son las mas
considerables entre las influencias, esceptuando sin em-
bargo las creencias relijiosas, que hacen de los hombres
lo que son, y que los hacen capaces de llegar a ser todo lo
que pueden ser. Un gobierno que se adapta mal al grado
de civilizacion de que goza un pueblo dado puede detener
completamente el progreso de ese pueblo. Y el mérito in-
dispensable de un gobierno, aquel en favor del cual se lB
puede perdonar por otra parte casi todo, es el d~ que se
preste o que no se oponga a que el pueblo pa~e el espacio
que lo separa de un grado de progl'eso superior.


Así (volviendo a un ejemplo de que ya me he servido)
un pueblo en un estado de independencia salvaje, en que
cada hombre vive para si mismo, esento de toda inter-
vencían esterior) ese pueblo es incapaz en pl':lCLica de
ningun progreso en la civilizacion, hasta que haya apren-
dido a obedecer: así, la cualidad indispensable a un gobler-




- 57-


no que se establece para semejante pueblo, es saber
hacerse obedecer. Para llegar a esto, la constitucion debe
ser casi o enteramente despótica. Una constitucion popu-
lar en cualq uier grado, dependiendo de un abandono vo-
luntario por los miembros de la comunidad de su libertad
individual de accion, seria incapaz de impoper el primer
prmcipio necesario a sus pupilos en esta faz de su progre-
so. Por consiguiente, la civilizacion de semejantes tribus,
cuando no es el resultado del contacto con otras tribus ya
civilizadas, es casi siempre la obra de un jefe absoluto,
que asume su poder de la relijion o de sus proezas, y mui
frecuentemente de una conquista estranjera.


Del mismo modo, las razas no civilizadas, y sobre todo
las mas valientes y enérjicas, repugnan un trabajo cons-
tante y monótono. Sin embargo, la civilizacion verdadera
no se consigue sino a ese precio. Sin un trabajo seme-
jante) ni se pueden formar en el espírüu los hábitos
requeridos por una sociedad civilizada, ni preparar el
mundo material a rccilJirla.


Se neGesi ta un raro concurso de circunstancias, y pOl'
lo mismo un lapso Je tiempo considerable, para reconci-
liar a un pueblo tal con el trabajo) a menos que no se le
fuerce a él durante un momento. Por esta razon, la escla-
vitud misma, dando un principio a la vida industrial e
imponiéndola como una ocupacion esclusiva de la parte
mas numerosa de la comunidad, puede abreviar el trün-
sito a una libertad mejor que la de combatir y robar. Es
casi inútil decir que esta escusa de la esclavitud nO se
aplica sino a un estado de sociedad toda vi a mui atrasado.
Un pueblo civilizado tiene tantos otros rneJios de inculcar
la civilizacion a los seres sobre los cuales tiene influencia,
la esclavitud repugna tanto en todos sus pormenores al
gobierno del derecho que es la base de la- vida moderna,




-;:'8 -


y ella es una tal fuente de cormpcion para la clase supe-
rior, cuando e~t,a ha llegado una vez a lru civil izacion , que
el adoptarla, no importa en que circunstancias, seria para
1ma sociedad moderna una recaída en algo peor que la
barbarie.


Sin embargo, casi todos lo~ pueblos hoi civilizados han
sido, en alguna época de su' historia, una mayoria de
esclavos. A un pueblo en esta condicion, para salir de
ella, le es necesario un gobierno del todo diferente al qua
se necesita para una nacían de salvajes. Si este pueblo es
naturalmente enéIjico, y sobre todo si encierra en su
seno una clase industriosa que no es ni esclava, pi pl'O-
pietarla de esclavos (como era el caso en Grecia) no le es
necesari.o ni con mucho otra cosa para asegurar su mejo-
ramiellto que llegar a ser libre: una vez emancipado, es
ü'ecucntemente capaz, como los libertos romanos, de ejer'
cer al momento todos los dérechos de ciudadano.


Esta no es sin embargo la condicion normal de la escla-
vitud, y este es un signo de que ella cae en desnso, Un
esclavo, propiamente dicho, es un ser que no ha apren-
dido a .ervirse de sí mismo. Sin duda, está adelantado de
un paso sobre el sal vaje: conoce ya el primer principio de
la sociedad politica, saÓe oúedecer. Pero el esclavo no obe-
dece sino a una órden directa; es el rasgo característico
de los que han nacido esclavos, el de ser incapaces de
conformar su conducta a una regla o a una leí. No pueden
hacer sino lo que se les ordena, y solamente cuando se
les ordena. Si un hombre a quien temen está cerca de
ellos, amenazándolos con un castigo, obedecen; pero si
vuelve la espalda dejan su tarea.


Un despotismo que puede domar al salvaje no bará
(como despotismo) sino confirmar,'l los esd2vos en SlIS
incapacidades. Entre tanto, estos no podrian de ninguna




- 59-


. manel'auirijir un gobierno colocado bajo su propia ins-
peccion. Su mejoramiento no p:lede venir de ellos mismos;


. es necesario que se les traiga de afuera. La manera que
les es necesaria, el solo modo de llegar al progreso, es
pasar de un gobierno arbitrario al gobierno dd derecho.
Tienen que aprender a dominarse a sí mismos, y esto no
es otra cosa al empezar que la capacidad de obrar segun
instrucciones jenerales. Lo que necesitan, no es un go-
bierno que U3e de fuerza, sino un gobierno que los guie.
Sin embargo, como están en un estado de degradacion
~emasiado grande para ceder a la dir.eccion de aquellos a
quienes no considerasen como dueños de la fuerza) el
gobierno que mas les conviene, es el que posee la fuerza,
pero que se sirve de ella raras veces. Este pueblo de es-
clavos necesita un despotismo paternal o una aristocracia
a la manera del socialismo sansimoniano, un poder que
presida de lo alto a todas las operaciones de la socíedali
(de manera que cada uno sienta la presencia de una fuerza
capaz de obligarlo a conformarse a las leyes) pero que,
vista la imposibilidad de descender a arreglar todas las


. minuciosidades de la vida y del trabajo, conduciría e
impelería incesantemente a los individuos a hacer mucho
por sí mismos. Este gobierno, que se puede llamar el
gobierno de las andaderas, parece ser el que se necesita
para ayudar 3. un pueblo semejante a dar mas rápida-
mente el primer paso que debe dar en el progreso social.
Tal parece habel' sido el tipo del gobierno de los incas en
el Perú, y tal fué el de los jesuitas en el Paraguai. Apenas
tengo necesidad de hacer observar que las andaderas no
son admisibles sino como un medio de habituar gradual-
mente al pueblo a andar solo.


Seria supérfluo llevar mas lejos esta ilustracion. Tratar
de averiguar qué especie de gobierno conviene a cada




- GO --


uno de los El'ltados conocidos de la sociedad, seria corn-
poner un tratado, no sobre el gobierno representativo)
sino -sobre la ciencia política en jeneral. Siendo nuestro
propósito mas limi taJo, tomaremos de la filosofia política
solamente los principios jenerales. Para determinar la
forma de gobierno que conviene mejOl' a un pueblo dado.
es preciso discernir', entre los vicios y los defectos de ese
pueblo, lo que [Ol'ma un ob8táculo inmelliato para el.
progreso, lo que le obstrnye el camino, para decirlo asi.
El melor gobierno para un pueblo es el que tiende mas a
darle aquello sin lo cual él no puede adelantar, o no ade-
lanta siuo como cojeando e incompletamente. No debemos
sin embargo olvidar esta reserva indispensable siempre
que se trata de mejora y progreso; a saber que, buscando
€l bien necesario, es necesario cuidar de deteriorar lo
menos posible el que ya se posee.


Es preciso ensenar la obediencia a un pueblo de salva-
jes, pero po de modo que hagamos tIe él un pueblo de
esclavos. Y, para dar a la oLservacion un carúcter mas
jeneral, la forma de gobierno que consigue determinar
mejor los primeros pasos de un pueblo en la via del pro-
greso, será sin embargo mui mala para ese pueblo, si ella
hace las cosas de manera que le impida todo adela~to
ulterior. Es este un caso que se presenta con frecuencia
en la historia, y que es uno de los hechos mas lamenta-
bles de ella, La jerarquía ejipcia, el despotismo p;iternal
de la China, eran instrumentos mui propios para traer
estas naciones al punto de civilizacion que han alc'lnzado.
Pero una vez allí, ellas se han quedado perpetuamente
estacionarias por falta de libertad intelectual y de indi-
vidualidad, dos condiciones de progreso que las institu-
ciones que las habian elevado hasta allí las hacen c(lm-
pletamente incapace~ de adquirir: corno estas instituciones




- 61-


no se han derrumbado para dar lugar a otras, toda mejol'@
ulteriol' se ha detenido.


En frente de estas naciones, considerad el ejemplo del
todo opuesto que nos sumínistra otro pueblo dA Oriente)
un pueblo pequeflO alIado de ellos: los judios. Ellos tam-
bien tenian una monarquia absoluta, una jerarquia; sus
instituciones organizadas eran evidentemente de oríjen
sacerdotal, exactamente como las de los hindues. Ellas
han hecho para ellos lo que las instituciones de las otras
razas orientales habian hecho para éstas, sujetándolas al
trabajo y al órden, y dándoles una vida nacional. Su re-
lijion, que era tal que las personas de jénio y de elevada
piedad eran miradas y se consideraban ellas mismas como
inspiradas de lo alto, suscitó una institucion no organi-
zada de un precio inestimable. EL órden (si asi puede
llamarse) de los profetas. Bajo la proteccion sin embargo
no infalible de su carácter sagrado, los profetas eran un
poder en la nacion, poder frecuentemente mas que igual
al de los reyes y al de los sacerdotes; y ellos mantenian
en ese pequeño rincon de la tierra ese antagonismo de las
influencias que es la sola garantia real de un progl'eso
contínuo. Por consiguiente} la relij,ion no era allí lo que
ha sido con frecuencia en otras partes, una consagracion
de todo lo que una vez se ha establecido y un obstáculo
para toda mejol'a ulterior.


La observacion de un distinguido judio (el señor Sal-
vador) que los profetas eran en la Iglesia y en el EStado
el equivalente de la libertad moderna de la prensa, da una
idea justa, pero insufi(~iente, del papel que representaba
en la histor ia nacional universal este gran elemento de la
vida hehrea, gracias al cual} corriendo si.empre la fuente
de la inspiracion} los hombres mas eminentemente dót(l-
dos de jenio y de sentido moral podian no solament'i'




- 62-


denunciar y reprobar con la autoridad directa del Omni-
potente todo los que les parecia merecedor de tal anatema,
sino tambien dar a la relijion nacional mejores y mas
elevadas interpretaciones, las cuales desde entonces \8-
nian a ser una parte de esta relijion. Por esta razon,
cualquiera que puede dejar a un lado el Mbito de'leer la
Biblia como si fuese un solo libro (hábito igualmente
arraigado hasta estos últimos tiempos entre los cristianos
y entre los incrédulos) ve con admiracion la enorme tlis-
tancia que hai entre la moral y la relijion del Peutateueo
o aun de los libros históricos '(obra evidente de los con-
servadores .ludios del órden sacerdotal) y la moral y la
relijion de los profetas; distancia tan grande como la que
existe entre estos últimos y los Evanj.elios.


No se pueden imajinar condiciones mas favorables al
progreso; por esto 10s,Judios, en vez de permanécer esta-
cionarios como los demas Asiáticos, fueron, despues de
los Griegos, el pueblo mas progresivo de la antigüedad, y
son, con ellos, el punto de partida y la' grande influencia
motriz de la cultura moderna.


No es, pues, posible tratar de la manera como lasd ife-
rentes formas de gobierno se adaptan a los diversos esta-
dos de la sociedad, si no se cuida, no solamente del
primer paso, sino tambien de todos los pasos subsiguien-
tes que la sociedad debe todavia dar, y de los que se pue-
den preveer, y de los que (el número de ellos es grande
infinitamente) desafian por el momento toda prevision.
De aquí se sigue que, para juzgar del mérito de las for-
mas de gobierno, es necesario crearse un ideal de la forma
de gobierno mejor en sí, es dec~r de la que mas que cual-
quiera otra tenderia a favorecer el progreso, yel progreso
de todas clases y grados; suponiendo, bien entendido las
condiciones requeridas para dar efecto a esta:; tendencias




- G3-


benéficas. Hecho esto, debemos examinar cuáles son las-
diferentes cdndü;iones intelectuales necesarias para que-
este gobierno pueda obrar se¡sun sus tendencias, y cuales
son por consiguiente los diversos defectos que harían a
un pueblo incapaz de recojer los frutos de ellas. Entonce:;
seria posible construir un teGrema de las circunstancias
en que una forma de gohie:rno puede ser prudentemente
introducida, y tambien juzgar cuales serian) para los
paises en que seria mejor no introducirla, las formas de
gobierno mas propias para hacer atravezar a estas comu-
nidades el espacio intermedio que deben recorrer antes·
de estar preparadas para recibir la mejor forma de go-
bierno.


Es evidente que aquí no tenemos para qué ocuparnos
de esta segunda cuestion; pero la primera forma una
parte esencial de nuestro asunto: porque lfdemos sin te-
meridad enunciar desde ahora una proposicion cuyas
pruebas e ilustraciones se presentarán en las pájinas si-
guientes: a saber, que el ideal de la mejor forma de gobier-
no se encontrará en cualquiera de las variedades del sis-
tema representati vo.




CAPITULO rIT.


El ¡,leal ele la me,jor fürllla de gobim'no es el gobierlJo rc!)\"(.>.entativo.


Por largo tiempo se ha repetido (tal vez ¡)esde que exis-
te la libertad iJlglesa) que si se pudiese encontrar un
huen déspota, la monarquia despótica seria la mejor forma
de gobierno. Veo esto como una idea radicalmente falsa
y mui perniciosa de lo que es un buen gobierno'; y mien-
tra no nos desembaracemos de ella, tal concepcion corrom-
per:i de un modo fatal todas nu.estras especulaciones sobre
el gobierno.


Se supone fJ:ue el poder absoluto en manos de un indi-
vidllo eminente aseguraria el cumplimiento virtuoso e
intelijente de todos los deberes del gobierno. Se estable-
cerían e impondrían buenas leyes, y se reformarían las
malas. Los puestos de confianza esta.rian en manos de los
hombres mas beneméritos, la justicia seria bien adminis-
trada, los cargos públicos serian tan lij eros y tan juicio-
samente repartidos, todos los ramos de la arJ.minislracion
serian tan pura y tan intelijentemente conducidos como
lo permitiesen las circunstancias nacionales y el grado de
cnltura moral e intelectual del pais. Sea asi en buena




- 65-


hora, quiero conceder todo esto; pero es preciso que haga
ver cuan grande es esta concesian, y cuanto, aun para
aproximarse a estos resultados, se necesitan mas cosas
que las que encierra esta simple espresion un buen déspota.
El hecho es que para realizar todas estas condiciones, se
necesita un monarca, que no solamente ~ea bueno, sino que
vea todo. Debe estar siempre informado correctamente y
mui por menor del modo como son dirijidos y como mar-
chan todos los ramos de la administraclon en todos los
puntos del reino; y debe poder, en las veinte y cuatro
horas del dia, que son las que se conceden a un rei como
a un pobre artesano, prestar a todas las partes de este
vasto campo la suficiente atencion y vijilancia. Por lo
menos debe ser capaz de distinguir y escojer entre la masa
de sus súbditos, no solamente una gran cantidad de hom-
bres honrados 6l intelijentes propios (mediante inspeccion
y vijilancia) para los diversos ramos de la administracion
pública, sino tambien el pequeño número de hombres


, eminentes por sus virtudes y talentos que son capaces
tanto de obrar sin esa inspeccion y vij ilancia) como de
ejercerla sobre los demas. Para cumplir esta obra de una
manera mediana, se necesitan facultades y una enerjia
tan estraordínarias, que casi no se puede imajinar el buen
déspota en cuestion que consintiese en encargarse de la
tarea, a menos que no fuese para escapar de males intole-
rables, o como preparaclan transitoria a alguna otra cosa.
. Pero la discm.ion puede prescindir de este prodijioso
¡temo Supongamos vencida la dificultad ¿qué tendriamos
entonces? Un hombre de una actividad intelectual sobre-
humana, dirijiendo todos los negocios de un pueblo inte-


. lectualmente pasivo. Esto es lo que implica la idea del po-
der absoluto. La nacion en conjunto y los individuos que
la componen no tienen ninguna influencia sobre su propio


(lOB. U_P. 3*




- (j6


destino. No ejercen voluntad respecto de sus interesel'i
colectivos. Una voluntad que no es la suya y a la cual no
pueden desobedecer sin crimen legal, decide de todo por
ellos. ¿Qué especie de seres humanos :;e formarán bajo
semejante réjimen? ¿cuál será el desarrollo de sus facul-
tades intelectuales o activas? Se les permitirá tal vez me-
ditar sobre materias de pura teoria en tanto que sus
especulaciones no toquen en lo menor a la política, y sobre
todo a la política práctica. Sobre los negocios prácticos a
lo mas se sufrirán sujestiones, y aun, bajo el mas mode-
rado de los déspotas, solamente los hombres de una supe
rioridad ya admitida y acreditada, podrán esperar que
sus sujestiones sean, no tomadas en consideracion, sino
simplemente conocidas de los que dirijen los negocios.
Es preciso que un hombre tenga. en alto grado el gusto
del trabajo intelectual él mismo y para sí mismo, si se
molesta en reflexionar, con la certidumbre de no produ-
cir ningun efecto esterio1', o si se prepara para funciones
que jamas se le permitirá ejercer. Lo que únicamente
impele a los hombres al esfuerzo intelectual (con ef'cep'"
cion de pocos) es la perspectiva de recojer fru tos prácticos
de él.


No se sigue de aqui que la nacion quedará completa-
mente desprovista de poder intelectual. La tarea ordinaria
de la vida que cada individuo ;.. cada familia debe nece-
sariamente cumplir, suscitará una cierta dósis de inteli-
jencía y de habilidad práctica en un cierto órden estrecho
de ideas. Puede haber una clase selec~a de sáhios que
cultiven la ciencia en vista de sus aplicaciones físicas, o
por amor al estudio. Habrá una burocracia y las personas
destinadas al trabajo de oficina aprenderán al menos al-
gunas máximas esperimentales de gobierno y de admi-
nistracion pública. Puede habel' y ha habido C0n frceuen-




- 67-


da una organizacion sistemática de las mas poderosas
facultades que se encuentran en el pais respecto de algun
objeto especial (la direccion militar en jeneral) y esto
para formar la grandeza del déspota. Pero la mayoria del
púhlico permanece sin informes y sin interes sobre todos
los mas grandes objetos de la política corriente, o si sabe
algo acerca de ella, su ciencia es una ciencia de dilettante
como el saber mecánico de la jente que jamas ha maneja_
do un instrumento de trabajo. Y no solo la intelijencia de
los hombres sufre con ese réjimen. Sus capacidades mo-
rales quedan igualmente aprisionadas por él. En donde
quiera que la esfera de accion de los seres humanos, está


'artificialmente circunscrita, sus sentimientos se estrechan
y empequeñecen en la misma proporcion. La savia del
sentimiento es la accionj los afectos domésticos se ali-
mentan con los buenos oficios voluntarios. Que una per-
sona no tenga nada que hacer por su pais, y no se preo_
cupará con cuidados por él. Se ha dicho en otro tiempo
que con el despotismo hai cuando mas un patriota, el
déspota mismo; y esta palabra reposa sobre una justa
apreciacion de los efectos de la sumision absoluta, aun
para con un amo bueno y morijerado. Queda la relijion,
y alli al menos puede creerse que hai una influencia
capaz de elevar la vista y los pensamientos de los hom-
bres mas alto que el polvo que está a sus pies. Pero la
relijion, aun suponiendo que el despotismo no la haya
pervertido en su provecho, cesa en estas circunstancias
de ser un negocio social, y se reduce a un asunto personal
entre un individuo y su Creador, en que no se tl'ata sino
de la salud privada. Bajo esta forma, la relijion es perfec-
tamente compatible con el egoismo mas estrecho y mas
personal, y ella mueve tan poco al creyente a identificarEe
con sus semejantes como la sensualidad misma.




- G8 --


lln buen despotismo significa un gobierno bajo el cual i
en tanto que la cosa dependa del déspota, no hai opresion
de parte de los funcionarios públicos, pero en donde todos
los intereses colectivos del pueblo son tratados por él,
toda idea relativa a estos intereses concebida por él, y en
donde los espíritus con pleno consentimiento llegan a ser
tales como puede hacerlos esta abdicacion de sus enerjias
íntimas.


Abandonar las cosas al gobierno, 10 mismo que aban-
donarlas a la Providencia, significa que no se toma nin-
gun cuidado de ellas y que se aceptan las consecuencias
rIel descuido, cuando son desagradables, como azotes de


.la naturaleza. Por tanto, a eseepcion de un pequeño nú-
mero de hombres estudiosos que toman un interes inte-
lectual por la meditacion por sí misma, la intelijencia
y los sentimientos de todo un pueblo se consagran al
cuidado de los intereses materiales, y cuando han pro~
visto a ellos, a las diversiones y al embellecimiento de la
vida privada. Pero decir esto, si el testimonio de la his-
toria entera es digno de fé, es lo mismo que decir, que la
hora de la declinacion ha sonado ya para ese pueblo;
admitiendo que ese pueblo haya podido jamas llegar a
una altura de donde pueda decaer. Si no se ha elevado a
un nivel mas alto que un pueblo oriental, continúa veje-
tanda en la misma condicioll. Pero si, como en Grecia y
Roma, ha llegado a mayor altura, gracias a la enerjia, al
patriotismo, a la franqueza de espíritu que son, como
todas las cualidades nacionales, los frutos de la libertad
solamente, cae al cabo de pocas jeneraciones en el estado
oriental. Y este estado no significa solo una estúpida tran-
quilidad al abrigo de todo cambio enojoso; significa fre-
cuentemente la posibilidad de ser invadido) conquistado y
reducido a la esclavitml, sea por un dPspota mas poderoso!




- 6!J -
sea por algun pueblo Ml'bal'o, que ha conservado con su
rudeza salvaje todo el vigor de su libertad.


Tales son, no solamente las tendencias naturales del
gobierno despótico, sino tambien sus necesidades íntimas
e inevitables, a menos que el despotismo no consienta en
ser despotismo, a menos que el buen déspota hipotético
se abstenga de ejercer su poder, aunque guardándolo en
resprva, y permita que la tarea del gobierno se ejercite
como si el pueblo se gobernase realmente a sí mismo. Si,
por poco probable que sea la cosa, podemos suponer un
déspota que se somete a la mayor parte de las reglas y
restricciones de un gobierno constitucional: él podría
conceder la libertad de la prensa y de la discusion de una
manera suficiente para permitir que una opinion pública
se formase y se pronunciase sobre los negocios nacionales:
podria abandonar a las localidades la direccíon de los in·
tereses locales, sin intervencion de la autoridad: podría
aun rodearse de uno o muchos consejos de gobierno, ele·
jidos libremente por la nacían entera o solamente por uIIa
parte de ella, conservando en sus manos el derecho de
impuesto y el supremo poder lejislativo igualmente que
el ejecutivo. Si obrase así, y abdicase hasta este punto
como déspota, destruiría una parte considerable de los
males del despotismo. La actividad política y la capacidad
para los negocios públicos porIrian desde entonces desar-
rollarse en la masa de la nacion, y se formada una oIJi·
nioIl pública que no seria simplemente el eco del gobierno.


Pero una mejora semejante seria el principio ele nuevas
dificultades. Esta opio ion pública, jndepPDdiente de la
influencia del monarca debe estar en raVOl' de él o contra
él: lo uno o lo otro. Todos lGS gobiernos disgustan a cada
paso a una multitud de personas: luego, teniendo estos
órganos regulares y pudiendo espresar .sus sent~mientos,




- 70 -
ton frecllMcla ernítü'án opiniones opnestas, a las medídal'l
del gobierno. ¿Qué har~l el monarca 'si estas opiniones
desfavorables lIeg:m a hallarse en mayoria? ¿Apelar a la,
nacíon? Si lo hace, ya no es un déspota, sino un rei cons-
titucional, órgano o primer ministro de la nacion, con la
sola diferencia de ser irrevocable. Si, no 'lo hace, debe
usar de su poder despótico para reducir la oposicion al
silencio, o sino se establecerá entre la nacion y un hom-
bre una lucha permanente que no .tiene sino un solo
éxito posible. El mismo principio relijioso de la obedien,
cia pasiva y del derecho divino no alejaría mucho las
consecuencias naturales de una posicíon semejante. El
monarca tendria que ceder y someterse a las condiciones
de la monarquia constitucional, o abandonar el puesto a
alguno que se sometiese a ellali. Así, el despotismo, sien-
do puramente nominal) poseería pocas.de las ventajas que
se supone tiene la monarquía absoluta, en tanto que no
tendria sino eu un gr.ado mui imperfecto las de un go-
bierno libre.


No debe causarnos asombro el que los reformadores
impacientes o chasqueados, lamentando los obsticulos que
oponen a las mejoras públicas mas saludables la igno-
rancia, 1<'1. indiferencia, la indocilidad, la obstínacion per-
versa de un pueblo y las coalicíones corrompidas del
egoísmo privado, provistas de las armas poder08as que les
suministran las instituciones libres, suspÜ'en a veces por
una mano bastante fuerte para destruir todos estos obstá-
culos y forzar a un pueblo recalcitrante a ser mejor go-
Lernado. Pero (5in tener en cuenta el hecho de que, por
un déspota que de tiempo en tiempo reforma un abuso,
hai noventa y nueve que no hacen otra cosa que crearlos)
los que aguardan semejante remedio, prescinden del prin-
cipal elemento de un buen gobiemo, la mejora del pueblo




- 1f -
mismo. Uno de los beneficios de la libertad, es que baj(~
su Iéjimen el gobierno no puede dejar a lin lado el espírí ..
tu de los individuos, y mejorar los negocios de estos, sin
mejorarlos a ellos mismos. Si fuese posible a un puebl(~
ser bien gobernauo a pesar suyo, su gobierno no duraria
mas que lo que dura ordinariamente la independencia de
un pueblo que la debe tan solo a armas estranjeras. Es
verdad que un déspota puede efectuar la educacion de un
pueblo¡ y si realmente lo hace, es la mejor escusa de su
despotismo. Pe¡'o toda educacion que se propone hacer de
los hombres máquinas, acaba por producir ciertas recla-
maciones de franquicias, de independencia. Los corifeos-
de la fllosofia francesa del siglo XVIII habían sido educa-
dos por los Jesuitas: parece que esta misma educacion
con tenia en sí todo 10 que era necesario para despertar el
apetito de la libertad. Todo lo que fortifica aunque sea
en pequeña dósis las facultadesf crea un deseo mayor de
ejercerlas mas libremente, y la educacion de un pueblO'
falla en su ob~eto 3Í lo prepara para otro estado que aquel
de que le sujiera con certidumbre el deseo y mui proba-
hlemente la reivindicacion.


Estoi lejos de censurar el que, en casos de necesidad
urjente, se recurra al poder absoluto bajo la forma de una
dictadura temporaL En otro tiempo las n¡¡.ciones libres
han empleado v0luntariamente este remedio, como nece-
sario para curar ciertos males del cuerpo político de que
no se le podia purgar por medios menos violentos, Pero
la aceptacion de la dictadura, aunque por tiempo mui
limitado, no puede escusarse sino cuando, como Solon o
Pítaco, el dictador emplea todo el poder que se le confla
en allanar los obstáculos que se encuentran entre la na-
,cion'y la libertad. Un buen despotismo es un ideal com~
pletamente falso, y en la práctica es la mas insensata y




- 72-


peligrosa de las quimeras, escepto como medio de conse-
guir algun fin temporal. Mal por mal, un buen despoti~­
mo en un pueLlo algo adelantado en civilizacion, es mas
dañoso que uno malo, porqne relaja y enerva. mucho mas
los pensamientos, los sentimientos, las facultades del
pueblo. El despotismo de Augusto preparó a los rc.manos
para el de Tiberio. Si el tono jeneral de su carácter no
hubiese bajado nor una esclavitud templadd que duró
cerca de dos jeneraciones, probablemente les habría que-
dado bastante enerjia para rebelarse contra UDa esclavi-
tud mas odiosa.


No hai dificultad para demostrar que el ideal de la me-
jor forma de gobierno es aquella que inviste de la sobera-
nia, o poder supremo que decide en último recurso, a la
masa reunida de la comunidad; teniendo cada ciudadano
no solamente un voto en el ejercicio de este poder supre-
mo, sino siendo tambien llamado de tiempo en tiempo a
tomar una parte real en el gobierno por el ejercicio de
alguna funcion pública local o jEmeral.


Para juzgar de esta proposicion) es menester examinar-
la con respecto a los dos puntos qUd deben tomarse en
consideracion, como 10 hemos demostrado en el último
capítulo.


Para apreciar el mérito de un gobierno se trata de
saber: 1.0' en qué medida impulsa él al bien público por
el empleo de las facultades morales, intelectuales y acti-
vas de cada uno, tales como existen en un momento dado;
2.° cuál es su influencia sobre estas facultades para me·
jorarlas o deteriorarlas.


Apenas es necesari@ decir que el ideal de la mejor for-
ma de gobierno no significa aquella que es aceptable a
todos los grados de ci vilizacion; sino aquella que, en las
circunstancias en que es pl'acticable o aceptable) es capaz




.ae producir la mayor suma de consecuencias saludables,
inmediatas o futuras. Un gobierno completamente popu-
tal' es el solo que podrá tener alguna pretension a este
carácter. Entre todos, él es el que satisface dos condicio-
nes elementales de escelencia. Es ei mas favorable de los
gobiernos posibles, sea para una buena direccion actual
de los negocios, sea para la mejora y elevacion del carác-
ter nacional.


Su superioridad, con 'respecto al bien actual, reposa
sobre dos principios, que son tan universalmente'verdade-
ros y aplicables como ninguna proposicion jeneral que se
pueda emitir sobre los negocios humanos. El primer prín-
dpio es, que los derechos y los intereses de un individuo
cualquiera no tienen la seguridad de no ser jamas desa-
tendidos, sino en el solo caso en que los interesados mismos
,DO tienen voluntad de defenderlos. El segundo principio
es, que la prosperidad jeneral se eleva tanto mas alto y se
esparce tanto mas estensamente, cuanto las facultades
,personales que estan encargadas de desarrollarla son mas
intensas y variadas.


P1l.ra mayor precision, se podria decir:
El hombre no tiene sino una seguridad contra la mal-


dad de sus semejantes, proteccion de sí mismo por él mismo:
no tiene sino una probabilidad de éxito en su lucha
contra la naturaleza) la confianza en sí mismo, contando
sobre lo que pueda hacer, sea aislado, sea asociado, mas
bien que sobre lo que los demas puedan hacer por él.


La primera proposicion que cada uno es el solo gual'-
dian seguro de sus derechos e intereses-es una de esas
máximas elementales de prudencia que sigue implícita-
mente toda persona capaz de dirijir sus propios negocios,
siempre que medie en ello su interes personal. Muchas
jentes en verdad la destestan como doctrina política, y
_.~. f




- 74-


se complacen en estigmatizada como una doctrina de
egoismo universal. A esto podemos responder: cuando
cese de ser verdad que los hombres, por regla jeneral, se
prefieren ellos mismos a los demas y prefieren a los que
les tocan de cerca al resto de la humanidad, entonces el
comunismo vendrá a ser la sola forma de la sociedad, no
solamente practicable, sino sostenible, y desde entonces
será adoptada sin pinguna duda. Por mí parte, no cre·
yendo en el egoísmo universal, no tengo dificultad para
admitir que el comunismo no fuera desde ahora practica-
ble entre la parte selecta de la humanidad, y llegar a serlo
despues para el resto. Pero como esta opinion no es de
ningun modo favorecida por esos defensores de las insti-
tuciones actuales, que critican la doctrina del predominio
jeneral del egoismo, tal vez piensen ello!! que la mayor
parte de los hombres se prefieren a otro.


Sin embargo, no.es necesario ir tan lejos en nuestras
afirmaciones para apoyar el derecho de todos a tener par-
ticipacion en el poder público. No tenemos necesidad de
suponer que cuando el poder reside esc;usivamente en
una clase, esta sacrificará a ella misma, a sahiendas y de
propósito deliberado} las demas clases. Se sabe, y esto
basta, que en ausencia de defensores Qaturales, el interes
de las c1a5es escluidas corre siempre el riesgo de ser des-
atendido, y que aun allí en donde el': un objeto de aten-
cion, es cons~erado por ojo's que no son absolutamente
los de las personas directamente intere~adas. En nuestro
país, por ejemplo, las que se llama las clases obreras, pue-
den considerarse como escluidasde toda participacíon en
el gobierno: no creo por esto que las clases que en él tienen
parte abriguen en jeneral ninguna intencion de sacrificar
las clases obreras. En otro tiempo han tenido esta inten-
ciaD, testigo de ello los esfuerzos que se han hecho du-




[ante muchos anos para rebajar los salarios por medio de
la lei. Pero hoi su disposicion habitual ha cambiado
mucho: voluntariamente r~acen sacrificios considerables,
sobre todo de su interes pecuniario, en provec.ho de las
dases obreras, y pecan mas bien por una beneilcencia
pródiga y ciega. No creo tampoco que haya jamas habido
gobernantes inspirados por un deseo mas sincero de cum-
plir su deber para con laque hai de mas humilde entre
sus compatriotas. Sin embargo, ¿el Parlamento o alguno
de sus miembros se coloca jamás en el punto de vista de
'un obrero para elraminar una cuestion cualquiera? Cuan-
do se discute una materia que interesa a los trabajadores
como tales., ¿se ponen jamás en otro punto de vista que
el de los patrones? No digo que en jeneral los obreros
vean con mas exactitud que 105 patrones estas cuestiones;
pero si las ven algunas veces con la misma exactitud, y
en tal caso su opinion debeda ser respetuosamente escu-
chada, entre tanto que no solamente no ,se conforman con
ella, sino que aun la ignoran. Sobre la cuestion de las
cesaciones de trabajo) por ejemplo, no hai tal vez uno
solo de los miembros de las dos Cámaras que no esté con-
vencido que los patrones tienen completamente razon en
su modo de ver la materia y que los obreros la ven bajo
un aspecto absurdo.


Por sincera que sea la intencion que se tenga de prote-jer el interes de otros; no es ni seguro ni satudable atar-
les las manos: esta es una condicion inherente a, los
negocios humanos. Es una verdad todavia mas evidente)
que ellos no efectuarán sino por sus propias manos una
mejora positiva y duradera en su situacÍoll. Bajo la in-
fluencia reunida de estos dos principios) todas las comu~
nidades libres se han hallado mas exentas de crímen y de
injusticia social, mas prósperas y brillantes en todos res-






77


la participacion de todos en los beneficios de la libertad
es, en teoria, la idea perfecta del gobierno libre. Desde el
momer.to en que algunos, no "i.mportá quienes, son es-
cluidos de esta participacion, sus intereses son privados
de la garantia concedida a los intereses de los demas, y
se hallan e:lo::: mismos en menos buenas condiciones que
los otros para aplicar sus facultades a mejorar su estado
y el de la comunidad, que es de lo ::¡ue depende la pros-
peridad jeneral.


Este es el hecho en cuanto al bienestar actual, y en
cuanto a la direccion de los negocios de la jeneracion
existente. Si pasamos ahora a la influencia de la forma-
de gobierno sobre el carácter, enCOl:traremos la saperio
ridad del gobierno popular sobre todo otro gobierno mas
pronunciada e incontestable} si es posible todavia.


En realidad, esta cuestion reposa' sobre otra aun mas
fundamental; a saber, cual es entre los dos tipos de ca-
rácter el que puede desearse que .predomine para el bien
jeneral de la humanidad, el tIpO activo o el tipo pasivo, el
que lucha contra los males o el que los soporta, el que se
doblega a las circunstancias o el que emprende domi-
narlas.


Los lugares comunes de la moral y las simpatias jene-
rales de la humani4ad están en favor del tipo pasivo. Se
puede é.dmirar los caractéres enérjicosj pero lo que la
mayor parte de los hombres prefiere personalmente son
lOS earactéres tranquilos y sumisos. Lo qne hai de pasivo
en nuestros vecinos aumenta nuestro sentimiento de se-
guridad, y hace, por decirlo así, la contraparte de lo que
hai en nosotros de imperioso. Los caractéres pasivos, si
no llegamos a necesitar de su actividad, parecen un obs-
táculo de menos en nuestro camino. Un carácter satisfe-
cho no es un rival peligroso. Sin embargo, nada es mas




- í8--


cierto: todo progreso en los negocios humanos es la 'obr«
de los caractéres descontentos; ademas, es mucho' mas
fácil a un espíritu activo adquirir las cualidades pacien-
tes, qne a uno pasivo adquirir las cualidades enérjicas,


La eseelencia mental e3 intelectual, práctica y moral.
Mas se ve desde luego, en lo que concierne a las dos pri-
meras categorias, cual tiene la ventaja, del carácter pasi-
vo o del activo. Toda superioridad· intelectual es el fruto
de un esfuerzo activo. El espíritu de empresa, el deseo de
adelantarse) de ensayar nuevas cosas para nuestro propio
bien o para el de otro, es la fuente del talento práctico y
aun del talento especulativo. La cultura intelectual com-
patible con el otro tipo, es esa cultura débil y vaga propia
de un espíritu que se detiene a divertirse o simplemente'
a contemplar. El signo de un pensamiento real y vigoroso,
es una buena aplicacion en la práctica de una intelijencia
que persigue verdades en lugar de soñar en ilusiones.
En donde no existe un designio p21ra dar p.recision: a~pell
samiento,. un carácterdet~l'mioodo, un sentido lntelijible,
el pensamiento no pt'oduce nada mejol:'" que los Vedas o el
misticismo metafísico de les Pitagóricos. Con respecto a
la mejora práctica, todavia es esto mas evidente. El ca-
r;\cter que mejora la vida humana, es el que lucha con
h~s tendencias y las fuerzas natmales, y no el que cede a.
ellas. Todas las cualidades de que sacamos partido en
nuestro provecho, están del lado del carácter activo y
enérjico, y los húbi!,os y la conducta que aprovechan a
cada miembro de la comunidad son al menos en parte los
que constituyen a la larga el provecho y la mejora de la
comunidad entera.


Pero si se trata de averiguar cuál le los dos tipos es
preferible respecto de la preeminencia moral, la duda pa-
rece permitida a primera vista. No hago alusion al senti-




- í[l-
miento relijioso, que jeneralmeute se ha pronunciado en
favor del carácter inactivo, juzg<'llldolo mas t'm armonia
con la sumision a la voluntad divina. El cristianismo ha
desenvuelto este sentimiento lo mismo que otras relijio-
lles; pero la prerogativa del cristianismo es de poder de-
sembarazarse de esta perversion lo mismo que de-muchas
otras. Haciendo abstraccion de las consideraciones reJijio-
sas, un carácter pasivo que cede en pre~encia de los obs-
táculos en vez de tratar de vencerlos, no puede a la verda(l
ser mui útil a los demas ni aun a sí mismo; pero al menos
puede esperarse de él que sea inofensivo. Siempre se ha
e,outado la resignacion en el nümero de las virtudes mo-
rales; pero es un completo error suponer que la resigna-
don pertenece necesaria y naturalmente a la pasividad de
carácter. Mas, cuando no es asi, las consecuencias morales
son daflo~as. El hombre que no tiene un e~pÍritu capaz
de conseguir por su propia enerjia ventajas que codicia y
no posee, lanza una mirada de odio y de malicia 80bre
aquellos a quienes les ha tocado mejor suerte. El hombre
que se ajita, lleno de la esperanza de mejorar su situCi-
cion, es inclinado a la benevolencia hácia aquellos que
tienden al mismo fin o que lo han alcanzado. Y cuando
la mayoria está asi ocupada, las costumbres jenerales del
pais dan el tono a los lIentimientos de los. que no consi-
guen su objeto: atrihuyen su mal éxito a la falta de es-
fuerzos o de ocasion o a su mala suerte personal. Pero los
'Jue, deseando lo que otros pOF-een, no emplean ninguna
eneljia para adquirirlo, esos o se quejan incesantemente
de que la fortuna no hace por ellos lo que ellos mismos
no tratan de hacer, o rebosan de envidia y de malevolen-
cia contra los que poseen lo que ellos desearian tener.


ta envidia se desarrolla como un rasgo de carácter na-
cional, tanto mas cuando el buen éxito en la vida pasa




60


- por falalidaJ, tanto menos cuando él pasa por la recom-
pensa de un esfuerzo. Los seres mas envidiosos de la tierr:~
son los orientales. Entre los moralistas del Oriente) el
hombre envidioso aparece a cada paso en los cuentos
orientales. En la vida real, la envidia es el terror de todos
los que poseen alguna cosa apetecible, ya sea un palacio,
un niño hermoso, o aun la buena salud yel buen humor.
El supuesto efecto de iU simple mirada, ha creado la su-
persticion tan jeneralmente es tendida del malojo. Despues


• de los orientales, ciertos pueblos del mediodia son los
primeros para la envidia y la inercia. Los españoles han
perseguido con su envidia a todos sus grandes hombres,
han envenenado su existencia, y no han dejado jener-al-
mente de poner coto a sus sucesos ventmosos. (1) Entre-
los franceses, que son esenciálmente un pueblo meridlO-
nal, la doble educacion del catolicismo y del despotismQo
ha hecho de la sumision y la l'esignacion el carácter ordi-
nario del pueblo, apesar de su vivacidad natural, y el
tipo mas jeneralmente recibido de prudencia y de esce-
lencia. Y si los franceses no son los mas !IDvidi060S, sea
unos de otros, sea de toda supel'ioridad, depende- de que
este vicio es neutralizado en ellos por gran número de'
buenas cualidades, sobre todo por esa onerjia individual
que, aunque menos tenaz '! menos regular que la de los
anglo-sajones que luchan fliempre y no cuentan sino con
ellos mismos, se ha manifestade sin embargo entre los


(1) Hablo solamente del pas:\do, porque yo no querria decir nada de-
sagradable sobre un gran pueblo que ahora es al fin libre, y que entra
en el movimiento jeneral del progreso europeo con un vigor que prome
te hacerle recobrar el terreno perdido. Nadie puede dudar de lo que
la enerjia y la intelijencia de loa eRpañoles son capaces: y sus defect.;/s,
como nacion, son de aquellos que se curan con la libertad y el a~do~-


- ;'ndustria1.




- 81 -


franceses en todas las direcciones en que sus reyes la han
fomentado.


Hai sin duda en todos los paises homlJres realmen tf:~
satisfechos, que no solamente no bllscan, pero ni aUll
desean los bienes qu~ les son estraños; esos naturalmente
no profesan mala voluntad a ningun otro que tenga un
lo~e superior. Pero la gran masa de las resignaciones apa-
rentes no es en el fondo sino descontento mezclado de
indolencia y abandono de sí mismo, a causa del cual, no
empleando ningun medio le¡ítimo de elevarse, se Liene
gusto en rebajar a los demas a ~u propio nivel. Y si se
consideran mas de cerca lo~ casos de resignacion inocenLe,
nos apercibimos de que no los admiramos sino cuando la
indiferencia existe solamente respecto de lo" bienes este
riores, pero hai por otra parte un esfuerzo ince~ante por
ganar en valor espiritual, o al menos \Jil celo desintel'e·
sado por el adelanto de otros. El hombre o la fam~lia sa-
tidechos que no tienen la ambicion de hacer a alguno
mas dichoso, de trabajar por el , bien de su país o de sus
vecinos, o de ganar en el sentido de la escelencia moral;
no escitan en nosotros ni admiracion ni aprobacion. AtrL


, buimos, y con razon, esta especie de l'esignacion a pura
molicie y a la falta de enerjia.


La resignacion que admiramos, es una aptitud de pri-
varse contento de lo que no se puede tener, una justa
apreciacion del valor comparativo de los diferelltes obje-
tos que se desean, y una renunciacion voluntaria a los
menos importantes de estos objetos, cuamlo son incompa-
tibles con las mas importantes. Mas estas cualidades son
tanto mas naturales en un hombre, cuanto mas activa-
mente se ocupe' en mejorar su propia suerte o la de algun
otro. El hombre que se mide continuamente con las difL
cuItades, aprende cuales son para él invencibles, 1 cuales.




- 82-


las que no mOl'ecen que se dé el tralJajo de esforzarse en
vencedas. El humbre cuyas empresas útile:; y practica_
hles redamen y empleen habitualmente todos los pensa-
mi"entos y todas las faculLades, es en toda !a tierra el que
menos podrá llegar a un alto grado de descontento res-
pecto de las cosas que no merecen ser buscadas, por lo
menos en su situacion. Así, el carúcter aetivo que se ayu-
da a $í mismo, nO'solamente es el mejor en sí, sino el qne
adquíl'Írá mas fámlmente lo que hai de realmente esce-
lente-y deseable en el tipo opuesto.


El espirita de audacia y de lucha propio de la Inglate-
rra y de 10~.E:;t.ados Unidos no merece cl'iticarse sino a
causa de los ob etos mui secundarios en que gasta su
fuerza. Es en si la base de las mas bellas esperanzas para
la mejora jeneral de la humanidad.


Con mucha agudeza se ha observado que, cuando algu-
na cosa va mal, la primera impulsion de un [¡'ane'es es
1l~I:.:w:. IS.~'" \I"I:~ú .... ~ \.~\\~"\: \I'3.6 .. ~\\I.'.\'3." , ~ \'3. ~e \1.\\ \wi,\ey, (\~­
eil': a:¡Qué vergüenza!» El pueblo que mÍra como vergon-
zoso el que una cosa vaya mal, que corre a la concIusion
que el mal habria podido y debido impedirse, es el que a
la larga hace mas porque el mundo sea mejor. Si sus
deseos no son elevados, ~i no 8e estiende mas allá de las
cUllludidades físicas y de los bienes esteriores, los resulta-
dos in'metliatos de su enerjia no pasarán de ser otra !:Osa


que la. estension continua del poder del flOmbrA ¡;obre fu¡;
OBjetos ma.teriales; pero esto mismo abre el camino y pre'
para las condiciones mecánicas para las mas grandes oLI as
sociales e intelectuales. La inercia, la falta de aspiracio-
nes, la carencia 'de deseos, forman un obstáculo mas fatal
al progreso que cualquiera falsa dil'8ccion de la enerjia,


,no importa cual sea ella; y cuando estos defectos existen
en la masa, es entonces que llega a ser posible una falsa




- 83'-


direccion, mui peligrosa de parte de una minoría enérii-
ca. Esto es principalmente lo que retiene en el estad()
salvaje o semi-salvaje a la gran mayoria de la raza hu-
mana.


Ahora, no es ya posible poner en duda que el gobiern(}
de uno solo o de un pequeño número sea favorablo al tipo
pasivo de carácter, entre tanto que 01 gobierno del gran
número es favorable al tipo activo del que se vale a s1
mismo. Los gobiernos Íl'I'esponsables tienen mas necesi-
dad de la tranqnilidad de los gobernados que de toda ac-
tividad que n0 sea la que ellos pueden imponer. La
sumision a los preceptos humanos como a necesidades de
la naturaleza, es la leecion que inculcan a sus súbditos
todoQ los gobiernos despóticos. Es preciso ceder p¡siva-
mente a la voluntad de los superiores, y a la lei como que
es la espresion de esta voluntad.


Pero los hombres no son merilS instrumentos o puros
materiales entre las manos de sus gobiernos, cuando aque-
llos tienen voluntad, ardor, o una fuente de actividad
ín~ima en el resto de su conducta: pues bien, toda mani-
festacion de estas c\lalidade~J lejos de ser ;lIentada por IQs
déspotas, tiene mas bien necesidad de implorar su perdon_
Aun cuando un gobierno il'responsabb 11<) tema mlll.:lw
las conseeuencias peligrosas de la actividad intelectual de
sus súbditos, para tratar de reprimirla, la posieion por si
misma es una represion. El esfuerzo es lLas posíti vamen-
te reprimido por la certidumbre de su imVJtencia que por
un ob~táculo positivo. Entre la sumision a la voluntad de
otro y las virtudes de imperio sobre sí mismo, de recur-
FOS en si mismo, hai una incompatibilidad natural. Ella
es mas o menos completa) segun que la servidumbre es
mas o menos estrecha. Los gobiernos difieren mucho en
el grado en que intervienen inspecciona!ldo la accion libre




- 84-


de sus súbditos, o la anulan haciendo de ella un negocio
para ellos. Pero es una diferencia de grado y no de prin-
cipio, y los mejores déspotas son los que encadenan mas
la accion libre de sus súbditos. Un mal déspota, cua.ndo
ha provisto a sus satisfacciones personales, puede estar
dispuesto algunas veces a dejar tranquilo al pueblo; pero
un buen déspota cuenta con hacer bien, obligándolo a
cumplir su propia obra de un modo mejor que lo haria
por sí solo. Los reglamentos que snj8tan a procedimientos
fijos las principales ramas de la industria francesa, fueron
la ohra <lel gran Colbert.


Mui diferente es el estado de las facultades humanas en
aquellos paises en donde el hombre no siente otro f¡'eno
(Iue las necesidades de la naturaleza o las leyes de la. so-
ciedad, leyes que ha hecho por su parte, que puede cen
surar en alta voz cuando las encuentra malas, y que puede
aspirar con todas sus fuerzas a reformar. Sin la menor
duda, bajo un gobierno parcialmente popular, esta liber-
tad puede ejercerse aun por aquellos que no gozan de
todos los privilejios de ciudadanos. Pero un hombre se


I inclina mas a valerse y tener confianza en sí mismo,
cuando siente que está al nivel de los oh'os; cuando no
t.iene que preocuparse de que su éxito depende de la im-
presion que pueüa hacer sobre las opiniones y las dispo-
siciones de un cuerpo de que no hace parte. Es un gran
motl\'O de desaliento para un individuo, y mas todavia
para una clase, estar fuera de la conslilucion, verse redu-
cido a implorar los árbitros de sus destinos, sin tomar
parte en sus deliberaciones. El efecto forüficante que pro-
duce la libertad sobre el carácter no llega a su maximlllIl,
sino cuando una persona tiene desde lnego en perspectiva
una plenitud de privilejios que no cede a los de ninguna
otra cualquiera que sea.




- 85-
Lo que es todavia mas importante que este negocio de


sentimiento, es la disciplina práctica a la cual se doblega
el carácter de los ciudadanos, cuanrlo son llamados de
tiempo en tiempo, cada uno a su turno, a ejercer alguna
funcion social. No se considera suficientemente cuan pocas
cosas hai en la vida ordinaria de la mayor parte de los
hombres, que 'puedan dar alguna grandeza, sea a sus
concepciones, sea a sus sentimientos. Su tarea es una
rutina, una obra, no de caridad, sino de egoismo en la
forma mas elemental, la satisfaccion de las necesidades
del dia. Ni lo que hacen, ni el modo como lo hacen, des-
piertan en ellos una idea o un sentimiento que los espar-
Jan fuera de sí mismos. Si tienen libros instructivos a su
alcance, nada los mueve a leerlos, y las mas veces el in-
dividuo no tiene llingun acceso cerca de personas de una
cultura bien superior a la suya. Darle algo que hacer por
el público, llena hasta cierto punto estos vacios. Si las
circunstancias permiten que la suma de deber público
que se le confia sea considerable, de esto resulta para él
una educacion. A pesar de los defectos del sistema social
y de las ideas morales de la antigüedad, la práctica de los
negocios judic:arios y políticos elevaba el nivel intelec-
tual de un simple ciudadano de Aténas mucho mas alto
de lo que se ha alcanzado nunca en ninguna otra aglome-
racion de hombres, antigua o moderna. Leyendo a nuestro
grande historiador de la Grecia, se encuentran las pruebas
de esto a cada pájina; pero no se necesita otra que el estilo
elevado de las arengas que sus ~randes oradores estima-
ban como mas propias para obrar poderosamente sobre su
intelijencia y sobre su voluntad. En Inglaterra, la parte
mas humilde de la clase media halla una ventaja de la
misma especie, aunque no sea del mismo grado, en ejer-
cer las funciones de jurados o las parroquiales; lo que sin




- 86-


ser continuo, sin estar bastante esparcido y sin sumlIllS'
trar bastante variedad de consíderaciones elevada~ para
Ber comparable a la educacion que cada ciudadano de
Aténas encontraba en sus instituciones democráticas)
constituye sin embargo seres difel'entes, bajo el respecto
de los conocimientos y de las facultades, de aquellos que
nada han hecho durante su vida, sino. tener la pluma o
vender mercaderias de tras de un mostrador.


Mas saludable todavia es la parte moral de la instruc-
cion adquirida por .el acceso del ciudadano a las funciones
públicas, por raro que 'él sea. Allí es llamado a pesar
intereses que no son los suyos; a consultar en presencia
de las contradicciones otra regla que sus inclinaciones
particulares; a poner incesantemente en práctica princi-
pios y máximas cuya razon de ser es el bien público. Y,
en jeneral, en esta ocupacion halla a su lado espíritus
mas famjliarizados con estas 1deas' y estas operaciones,
cuyo estudio suministrará razones a su. intelijencia y
Hicitantes a su sentimiento del bien público.


Aprende a sentir que hace parte del púhlico y que el
interes público es el suyo. Allí en donde no existe esta
escuela de espíritu público, apenas se comprende si las
personas que no son admitidas en una posicion social
eminente, tien'en que llenar para con la sociedad deberes
que no sean el de obedecer a las leyes y sometersé al go-
bierno, No hai ningun sentimiento desint4lresado de iden-
tificacion con el público. Todo pensamiento y todo senti-
miento, sea deinteres o de deber, se absorbe en elindividuo
o en la familia. El hombrfl no tiene jamas la idea de los
intereses colectivos, de los intereses que hai que fohÍentar
en union de los demas. Su prójimo se le presenta como
un rival, y en caso necesario como una víctima. No sien-
do su vecino un aliado o un socio, puesto que jamas se




- 87-


ha compro~etido en ninguna empresa comun por el bien
jeneral, es solamente un compptidor. De e~te modo sufre
la moralidad privada; en cuanto a la pública, ella queda
estinguida. Si fuese este el estado universal y el solo po-
sible de las cosas, las mas elevadas aspiraciones del lejis-
ladOI o del moralista no irian sino a hacer de la masa de
la comunidad un rebaño de carneros paciendo inocente-
mente unos al lado de otros.


Segun estas consideraciones, es evidente que el solo
gobierno que pueda satisfacer plenamente todas las e](i-
jencias del estado social, es aquel que da participacion en
él al pueLlo todo entero; que toda par ticipacion , aunque
sea de la mas humilde de las. funciones públicas, es útil;
que la participacion debe ser en todo tan grande como lo
permita el grado de civilizacion a que haya llegado en
jeneralla comunidad; y que finalmente no puede desearse
nada menos que la admision de todos a un¡¡ parte de la
soberanía. Pero puesto que en una comunidad que pasa
de los límites de Ullé' pequeña ciudad, cada UllO no puede
participar personalmente sino de una pequeñísima por-
cían de los negocios públicos,el tipo ideal de un gobiemo
perfe~to no puede ser otro que el tipo representativo.




,',A. qué condiciones de sociedades inaplicable el gobierno representativo~


Hemos reconocido en el gobierno representativo el tipo
ideal del gobierno mas perfecto, al cual un pueblo se
adapta tanto mas cuanto mas alto sea el grado de progre-
so a que se haya elevado. Cuanto menos adelantado está
un pueblo en su desarrollo, menos puede jeneralmente
hablando convenirle esa forma. Esto sin embargo no es
universalmente verdadero: porque la aptitud de un pue-
blo para el gobierno representativo no depende tanto del
lugar que ocupa en la escala j~nel'al de la humanidad,
como del punto en que posea ciertas condiciones requeri·
das, todas especiales, condiciones ligadas de una manera
tan Íntima con el grado de civilizacion jeneral, que toda
desproporcion entre las dos) es mas bien la escepcion que
la regla. Examinemos en qué punto en la série descen-
dente, el gobierno representativo cesa completamente de
ser admisible, ya porque en sí mismo no podria convenir,
ya porque algun otro réjimen convendria mejor.


y desde luego el gobierno representativo, como todo
otro gobierno, no puede convenir en donde no puede sub-




- 89-


slsLir de una manera permanente, es decir, en donde no SEl
encuentran las tres condiciones fundamentales que hemos-
enumerado en el capítulo primero, y que son: 1.° que el
puebío esté dispuesto a aceptarlo; 2.° que e; pueblo tenga
la voluntad y la capacidad de hacer lo que es necesario
para mantenerlo; y 3.° que tenga la voluntad y la capaci-
dad de cumplir los deberes y desempeñar las funciones
que este gobierno le impone.


La inclinacion del pueblo a aceptar el gobierno repre-
sentativo viene a ser una simple cuestion práctica, cuan-
do un gobernante ilustrado o una o muchas naciones
estranjeras que han tomado ascendiente eobre el pais,
están dispuestas a ofrecerle este beneficio. Para los refor-
madures individualef', la cuestion es casi sin importancia,
puesto que si no hai otra objecion que oponer a su empre·
sa que la indiferencia o la resistencia de lli opinion nacio
nal, tienen pronto una respuesta mui conveniente: os
dicen que convertir la opinion pública a su propia opinion
es el objeto que tienen en mira. Cuando la opinio,! es
realmente opues,ta, mas bien es en Jeneral al hecho del
cambio que ella se opone, que al gob~erno representativo
mismo. Se han -visto es verdad algunos ejemplos de lo
contrario; ha lJabido algunas veces una repugnancia reli-
jiosa a limitar el poder de una raza particular de gober-
nantes; pero en jeneral la doctrina de obediencia pasiva
significaba solamente la .sumisíon a la voluntad de los po_
deres existentes, ya fuesen. monárquicos, ya populares.
En jeneral, cuando se -trat~ d~ ensayar en alguna pal:te el
gobierno representativo, la indiferencia por esta forma de
gobierno y la incapacidad de .comprender los procedimien-
tos de ella y sus exiJencias, son los obstáculos que se pue-
den aguardar mas bien que una oposicion positiva. Estos
obiJtáculos por otra parte son tan funestos y tan tenac(ls


GOB. R«P.




- 90 -
como una aversion positiva, porque es casi siempre ma"
fácil cambiar la direcdon de un sentimiento activo que
erear un sentimiento en una condicion anteriormente
pasiva.


Cuando un pueblu no tiene la estimacÍon ni la adhesion
necesaria por una constitucion representativa, no hai casi
ninguna probabilidad de conservarla. En lodo pais, el
ejecutivo es la rama del gobierno que maneja el podel'
inmediato y que está en contacto directo con el público;
d es el objeto de las esperanzas y de los temores de los
individuos, y es sobre tono por él que son representados
él los ojos del público los beneficios y 1m; terrores del go-
bierno Jo mismo que su prcstijio. Si. pliCS las a~toridades
que deben contener y moderar al ejecutivo no son sosteni-
das por una opinión y por un sentimi-ento poderoso en el
pue1)lo, el ejewlivo encuentra siempre modo de echarlas a
un lado o de reducirlas a la obediencia, y está seguro de
ser ayudado en esta obra. La permanencia de las institu-
ciones representativas depende necesariamente de la bata-
lla que el pueblo está pronto a dar por ellas cuando están
en peligro. Si no las estima bastante para llegar hasta ese
punto, és raro que ellas tomen asiento, o si llegan a esta-
hlecerse pueden estar seguras de que el jefe del gobierno
o cualquier jefe de partido que pueda reunir bastantes
fuerzas para un golpe de mano, estará dispuesto a correr
algun pequeño· riesgo para llegar al poder absoluto.


Estas consideraciones se refleren a las dos primeras cau·
sas de obstáculos para un gobierno representativo. La terce- ,j
1"a causa se encuentra cuando falta al pueblo sea lavoluntad,
sea la capacidad de representar el papel que le corresponde
en_ una constitucion representativa. Cuando no se encuen·
tra nadie, o solamente se encuentra un pequeño número
de hombres que tome por los negociosjenerales del Estado




- 91 -


el grado de interes necesario para la formacion de una
opinion pública, los electores no emplearán su derecho de
sufrajio para otra cosa que para servir a su interes priva-
do, al de una localidad, o al de algun hombre con quien
estén ligados, sea como adherentes, sea como dependientes.
La clase poco numerosa que, en este estado del sentimien-
to plJ-blico, obtiene la direcóon del cuerpo representativo,
no lo emplea principalmente sino como un medio de hacer
fortuna. Si d ejecutivo es débil, hai lucha en el país, y
lucha violenta por los puestos; si es fuerte, se convierte
en despótico apaciguando a poco precio a los representan-
tes, o a tales de entre ellos que serian capaces de darle
cuidados, por medio de una parte en el botin; y el solo
producto de la representacion nacional, es que, ademas de
los que gobiernan realmente, el público costea una asam-
blea, y no hai probabilidades de que desaparezca ningun
ah uso en que se halle interesada una parte de esa asam-
blea.


Sin embargo, cuando el mal se detiene aqui, se puede
soportarlo a fin de gozar de la publicidad y de la aiscu-
sion, que son el acompañamiento natural sino invariable
de toda representacion aunque sea nominal. Por ejemplo)
se puede apenas dudar que, en el moderno reino de Gl'e-
cia, los solicitantes de empleos que componen en gran
parte la asamblea represRntativa, mantienen la idea de
los derechos populares) y contribuyen grandemente a la
libertad real de la prensa que existe en ese pais, aunque
directamente no hagan nada o hagan poco para que el
pais sea bien gobernado, ni aun para templar el poder
arbitrario del ejecutivo. Sin embargo, es~e !Jeneficio depen-
de enteramente de la existencia de un rei hereditario al
lado del cuerpo popular. Si en vez de disputarse los favo
res del gobierno principal, esas facciones egoístas y sór-




- 92-


didas se disputasen el puesto principal mismo, el país
permaneceria, como la América española, en un estado
de revolucion crónica y de gUerra civil. Una sucesion de
aventureros polüicos ejerceria por tu~'no no el despotismo
de las leyes, sino el de la violencia, y el nombre y las
formas de la representacion no tendrían otro efecto que
impedir al despotismo de llegar a esa estabilidad y segu-
ridad que son las solas condiciones que pueden mitígar
sus males y con las cuales puedeIÍ realizarse los pocos
heneficios de que es capaz.


En es~os diversos casos, el gobierno representativo no
puede existir d~ un modo permanente. Haí otros en que
es talyez no imposible, pero en que otra forma de gobier-
no seria preferible; por ejemplo, cuando un puebio tiene'
necesidad, para elevarse en civílizacion 7 de aprender al-
gun principio, de contraer algnn hábito a cuya adquisi-
cion pondría probablemente oDstúculos el gobierno repre-
sentativo.


El caso mas eviderÚe es el que ya hemos considerado)
en que un pueblo ignora todavia el primer principio de
la civilizacion, el principio de obediencia. Una raza a la
cual sus luchas contra la naturaleza y contra sus vecinos
,han enseñado la enerjia y el valor, pero que no se ha do-
blegado todavía a la obediencia permanente a un jefe
conocido, tendria poca probahilidad de adquirir este há-
hito bajo el gobierno colectivo de su propia comunidad.
Una asamblea representativa, tomada entre un pueblo
tal, no haría Gtra' cosa que reflejar su insubordínacion
turbulenta. Rehusaria su autoridad a todos los actos que
quisiesen imponer alguna sUJccion, por deseable que ella
fuese, a su salvaje independencia.


Las necesidades de la guerra y la autoridad despótica
indispensable al mando militar, pueden solas en jeneral




- fJ:J -


reducir a semejantes tribus a sufrir las condiciones ele-
ment.ales de una sociedad ci dlizada. Un jefe militar es el
solo superior que podrán reconocer, si no es acá o allá
algun profeta que les parezca inspirado de lo alto, o algun
mago afamado por pretendidos milagros. Semejantes hom-
bres pueden ejercer un ascendiente temporal; pero como
este ascendiente es puramente personal, raras veces efec-
tua una modíflcacion en los hábitos jenerales del pueblo,
a menos que el profeta sea al mismo tiempo un jefe mili-
tar) como Mahoma, y se presente como el apóstol armado
de la nueva relijion, o a menús que los jefes militares Be
liguen con su influencia y se conviertan en sustentáculos
de su propio gobierno.


No es menos impropio para el gobierno representativo
un pueblo, cuando tiene el defecto contrario al que aca--
bamos de esponer, es decir, una pasividad estrema y una
pronta sumision a la tirania. Si un pueblo, reducido asi
a nada por su carúeter y por las circunstancias, pudiese
obtener insti tuciones representativas, elejiria inevitable-
mente a sus tiranos por representantes, y la combinacion,
que a primera vista parecería deher aliviar el yugo, no
haria otra cosa que volverlo mas pesado. Al contrario,
mas de un pueblo ha salido poco a poco de esta condicion
con el ausUio de una autoridad central que era por su
posicion la rival, y que ha concluido por llegar a ser la
senara de estos déspotas locale~, y que 501re todo poseia
la venl'Jja de ser única en su jénero. La historia de Fran-
cia desde Hugo Capeta has~a Richelieu y Luis XIV, ofrece
un ejemplo continuo de esta marcha de las cosas. Aun
cuando el reí era apenas tan poderoso como la mayor
parte de sus feudatarios, la gran ventaja que sacaba de no
ser sino uno ha sido reconocida por los historiadores fran-
ceses. Hácia él se volvian las miradas de lodos los que eran




- 94-


oprimidos localmente; en todo el reino se esperaba en él
y en él se tenia confianza, entre tanto que cada domina-
dor local no era poderoso sino en un espacio mas o menos
limitado. De todos los rincones del reino se venia a bus-
car cerca del rei refujio y proteccíon, ya contra el uno,
ya contra el otro de los opresores inmediatos. El progreso
de su ascendiente era lento, pero se operaba aprovechando
sucesivamente las ocasiones que solamente al rei se ofre-
cian; por esto ese progreso era seguro, y a medida que se
realizaba, él disminuia en la porcion oprimida el hábito
de someterse a la opresion.


Era el interes del rei alentar todos los esfuerzos parcia-
les de los siervos para emanciparse de sus señores y
r,olocarse bajo la dominacíon directa de áquel. Con su
proteccion se farmaron numerosas comunidades que no
reconocian otra persona superior a ellas sin~ el rei. La
ohediencia a un monarca lejano, comparada a la domina-
cion del señor del castillo vecino, era la libertad misma:
y el monarca se vió largo tiempo obligado por las necesi-
dades de su posicion, a ejercer su autoridad mas bien
como aliado que como amo de las clases a quienes habia
ayudado a emanciparse: De este mo;lo, un poder central,
despótico en principio, aunque jeneralmente mui restrin-
jido en la práctica, fué el principal instrumento que hizo
pasar al pueblo a una primera faz del progreso a que pro-
hablemente no habria podido acercarse nunca con un
gobierno verdaderamente representativo. Haipartes de la
Europa en donde la misma obra está todavia por hacer,
y no tiene ninguna probabilidad de cumplirse por otros
medios. Ninguna otra cosa sino un gobierno despótico) o
una matanza jeneral, podria realizar la emancipacion de
los siervos en el imperio ruso.


En las mismas épocas de la historia, se ve claramente




- 95-
otro méríto de la monarquia absoluta en la victoria oiJte~
nida contra ciertos obstftculos que el gobierno represen-
tativo tendería positivamente a agravar. El espírItu de
localidad inveterado, es uno de los mas poderosos obstá-
culos al progreso, aun en un estado de civilizacíon bas-
tante adelantado. Porciones de la humanidad que, bajo
muchos otros respectos, son capaces de gozar de la liber-
tad y están preparadas para ello, pueden no tener las
cualidades requeridas para fundirse, aun en la mas pe-
queña de las naciones. No solamente celos y antipatías
pueden alejarlas unas de otras e impedir toda posibilidad
de union voluntaria, sino que pueden no haber aun ad-
quirido los senUmientos y los hábitos que hadan real la
union, suponiendo que se hubiese efectuado nominal-


, mente. Ciertos grupos de poblacíon, como los ciudadanos
de una ciuoad antigua o los habitantes de una aldea del
Asia, pueden haber adquirido un grande hábito de ejerce\'
sus facultades sobre los intereses de su ciudad o de su
aldea; pueden aun ob['ar mas o menos como un gobierno
popular sobre este' pequeño teatro, ajenos por otra parte
a toda fuerte simpatía fuera de esos límites, y a todo uso,
a toda capacidad de manejar intereses comunes a muchas
otras ciudades semejantes. No tengo noticia de que un
cíerto número de átomos o corpúsculos políticos se hayan
fundido jamas en un cuerpo, que hayan aprendido a
sentirse un solo pueblo, sin que préviamente hayan sido
todos sometidos 'a la misma autoridad central (1). El hábi-
to de referirse a esta autoridad, de entrar en sus planes,


(1) La Italia, que se puede dtar únicamente como una eseepcion, no
lo es bajo el aspecto de la última faz de sn trasformacion, El progresO'
mas difícil que habian operado ya las ciudades aisladas de Florencia,
de Pisa o de Milan, reuniéndose para formar la unidad provincial de la
Toscana o de la Lombardiu, se ha hecho de la manera ordinaria.




- 96-


de someterse a sus miras, es el que abre el espíritu de un
pueblo, tal como lo hemos supuesto, a la concepcíon de
los grandes in~ereses que comprenden un territorio de
estension considerable. Tales intereses son, por el contra-
rio, los que necesariamente predominan la consideracion
en el espíritu del gobierno central; y gracias a las rela-
ciones poco mas o menos íntimas que él establece progre-
sivamente entre las localidades, ellas llegan a ser familia-
res al espíritu del público.


El concurso de circunstancias mas favorables a este
progreso seria aquel en qUQ se viesen instituciones repre
s8Dtativas sin gobierno representativo, uno o muchos
cuerpos representativos sacados de las localidades convir-
tiéndose en ausillares o instrumentos del poder central,
pero no tratando de contrariarlo, ni de fiscalizarlo. De
esta manel'a, siendo el pueblo; por decirlo así, llamado al
consejo, aunque llin partieipar del poder supremo, la
erlucacion política dada por la autol'idad central es impar-
tida, mejor que podria serlo de otra lI!anera, a los prin-
cipales habitantes de las localidades y a la poblacion en
.ienora!. Al mismo tiempo se conserva la tradicion de un
gobierno por consentimiento jeneral, o al menos la san-
cion de la trarlicion no se da a un gobierno absoluto, el
cual, cuando ha sido consagrado por la costumbre) ha
concluido con frecuencia mal cosas bien empezadas, y
presenta uno de los ejemplos mas comunes de la triste
fatalidad que en muchos paises ha paralizado el progreso
en sus primeros pasos, haciendo la obra de un siglo de
manera que impida la obra necesaria de los siglos si-
guientes. Entre tanto, podemos establecer como una ver-
dad política: que una monarquia absoluta conseguirá
mejor qúe un gobierno representativo fundir una multi-
tud de unidades políticas insignificante~ en un solo pue-




iJlo que tenga sentimientos jenerales de cohesion, bastante
fuerza para protejerse contra la conquista o la opresion
-estranjera, y negocios suficientemente variados y consi-
derables para ocupar dignam.ente y desenvolver en pro-
porciones considerables la intelijenci1\ social y políLicade
la poLlacion.


Por estas diversas razones, el gobierno real con institu-
ciones representativas capaces talvez de fortificarlo sill
fiscalizarlo, es la forma mas conveniente para esa especie
de comunidades en menor eda,d, sin esceptuar ciudades
como las de la antigua Grecia. Allí, en efecto, segun dice
la historia, el gobierno de los reyes fiscalizado hasta
cierto pu~to por la opinion ptiblíca de una manera real,
aunque no fuese ostensible ni constitucional, ha precedi-
do indudablemente a todas las instítuciones libres, y no
ha cedido el puesto sino a oligarquias que lo conservaron
largo tiempo.


Se podrían mostrar en un pueblo cien otros defectos (l
vicios que lo hacen impropio para hacer el mejor uso
posible del gobierno representativo; pero en este caso no
es tan evidente que el gobierno de uno solo o de un pe-
queño número tenga alguna tendencia a curar o a dismi-
nuir el mal. Los defectos que dominan en un pueblo, ya
sean preocupaciones poderosas, una adhesion ohstinad:-t
a añejas costumbres, vicios positivos en el c:lrácter nacio-
nal, o simplemente ignorancia o falta de ,cultura intelec-
tual, estos defectos se enr,ontrarán todos en las asambleas
representativas del pueblo; y en el caso en que la admi-
nistracion ejecutiva, el maneje) directo de los negocios,
cayese entre las manos de personas compara ti vamente
exentas de estos defectos, estas personas harian fre~uen­
temen te Illas bien, si no estuvieran embarazadas por la
necesidad de obtener 'el asentimiento voluntario de 106


GOB. ltEP.




- 98-


cuerpos representativos. Pero en este caso la posicion de
los gobernantes no basta para darles) como en los demas
casos que hemos examinado, intereses y tendencias que
obren en una direccion benéfica. Raras veces el gobierno
único o sus consejeros, o sea un pequefio número de
gobernantes, estarán exentos de la debilidad jeneral del
pueblo o de la que depende del estado de Cl vilizacion, a
menos que sean estranjeros y pertenezcan a un pueblo
superiOI' o a u:.!a sociedad mas adelantada. Entonces los
gobernantes pueden, sin duda, ser superiores de todo
punto en civilizacion a los gobernados, y la sumision a
un gobierno estranjero de esta especie, a pesar de sus
males inevitables, es frecuentemente la mas grande de
las ventajas para el pueblo; porque ella le hace atravesar
rápidamente muchas faces del progreso y allana inllllme-
rabIes obstáculos que habrian" podido subsistir indefini-
damente, si la poblacion sometida hubiese sido abando-
nada a sus eventualidades y tendencias naturales.


En un pais que no está bajo la domlnacion estranjera,
la sola causa capaz de producir semejantes beneficios, es
el raro accidente del jenio sobl e el trono. Son en pequeño
número en la historia los bienhechores de la humanidad
que han reinado bastante largo tiempo para dar perma-
nencia a algunas de sus mejoras, dejándolas bajo la
guarda de una jeneracion que hubiese crecido bajo su
influencia. CarIo-Magno es un ejemplo de esto; Pedro el
Grande es otro. Sin embargo, tales ejémplos son raros, y
es menester clasificarlos entre esos dichosos accidentes
que decidieron tantas veces en un momento crítico si
alguna porcion de la humanidad tomaria un vuelo repen-
tino, o recaeria en la barharle. Tal fué el personaje de
Temístocles en la época de "ta invasion de los persas, tal
el del 1 o del III GuilIermo de Orange. Seria absurdo




.....:. 99 - •
~tablecer instituciones únicamente con la mira de apro-
vechar semejantes eventualidades, tanto mas cuanto que
los hombres de ese temple, en toda posicion disLinguida,
encontraran un medio) sin eitar armados del poder des-
pótico, de ejercer una grande infiuencia, asi como lo han
probado los tres últimos personajes nombrados.


El caso que mas merece ser examinado con respecto é~
las instituciones, es el bastante frecuente en que una
porcion numerosa, pero por otra. parte eminente de la
poblacion, tiene sobre el resto una superioridad marcada
de civilizacion y de cualidades diversas, gracias· a una
diferencia de raza, a un oríjen mas civilizado, o a alguna
otra circunstancia particular.


En estas condiciones, la masa, gobernada por sus re-
presentantes, estaría espuesta a perder todo el beneficio
que pudiera reportar de la ci vilizacion mas elevada de las
clases superiores, entre tanto que el gobierno de los re-
presentantes de estas clases tenderia a degradar mas y
mas a la multitud, y no le dejaria la esperanza de ser
tratada convenientemente sino el dia en que se desemba-
razase de uno de los mas preciosos elementos de su pro-
greso futuro. La meior ocasion de progreso para un pueblo
:así formado, reposa sobre la existencia de una autoridad
sin limites constitucionales, ° al menos preponderante de
hecho, en la persona del principal gobernante de la clase
superior. El 8010 encuentra en su posicion un interes,
que es el de elevar y mejorar la masa, de la cual no estil
eeloso, para hacer de ella el contrapeso de su casta, de la
cual sí lo está. Y si circunstancias felices han puesto a
su lado, no como inspector, sino como subordinado, un
cuerpo de representantes de la clase superior, que por
S:J.S objeciones, por sus discusi')nes y aun. en caso necesa-
rio por sus esplosiones de enerjia, mantenga hábitos de




• - 100 -


l'esistencia colectiva, y pueda con el tíempo llegar a ser
poco a poco nna re¡:rresentacion verdademmente nacional
(lo que es en sustancia la historia del Parlamento ingles),
la nacion tiene con esto delante de ella todas las perspec-
tivas de mejora que pueden ofrecerse a una comunidad
colocada y constituiaa de esta suerte.


Entre las tendencias que} sin hacer a un pue110 abso-
lutamente impropio para el gobierno representativo, pue-
den ser un obstáculo sério para que recoja de él todos los
frutos posibles, hai una que merece una atencion parti.
cular. Hai dos inclinaciones diferentes en sí mi~mas, con
alguna cosa comun, por la cual se encuentran frecuente-
mente en lál. dir~ceion que dan a los esfuerzos de los
individuos y de las naciones: la una es el deseo de man-
dar, la otra es la repugnancia a sufrir el mando. El pre-
dominio de la una o de la otra de estas disposiáones en
un pueblo, es uno de lo~ elementos mas importantes de
su historia. Hai pueblos en donde la pasion-de gober-
nar a otro sobrepuja de tal manera al deseo d8 la inde-
pendencia personal, que los hombres sacrifican voluntaria-
mente la sustancia de la libertad a la simple apariencia
del poder. Cada uno de ellos, como el simple soldado de
un ejército, abdica de buena voluntad su libertad perso-
nal de accion entre las manos de su jeneral} con tal que
el ejército quede triunfante y victorioso, y que él pueda
lisonjearse de ser miembro de un ejército conquistador)
aunque la iJea de la- parte que le cabe en la dominacion
ejercida sobre el pueblo conq'..üstado sea una ilusiono Un
gobierno cuyos poderes y atribuciones fuesen estricta-
mente limitados, de quien se exijiese que no se mezclase
en todo y deja~e andar las cosas la mayor parte del tiem-
po sin tomar el carácter de un tutor o de un director, ese
gobierno no agradaria a un puehlo semejante. A sus ojos,




101


las empresas de los poseedores de la autoridad no SOll
nunca escesivas, con tal que los ciudadanos puedall un
día u otro llegar a la autoridad. En esa nacíon, un hom-
bre preferirá en jeneral la eventualidad (por lejana e
improbable que sea) de ejercer alguna porcion del poder
sobre sus conciudadanos) a la certidumbre para él y para
los demas de que no se ejerced sobre ellos ningun poder
inútil.


Hé aquí lo que constitu!,e un pueblo de aspi:'antes a
empleos- un pueblo en que la política es determinada
principalmente por la empleomanía, en donde no se apre-
cia l~ libertad sino la igualdad, en donde las disputas de
los partidos políticos no son sino luchas para decidir si el
derecho de mezclarse en todo pertenecerá a una clase en
lugar de otra (tal vez a un grupo de hombr~s públicos en
lugar de otro), en donde la idea que se tiene de la demo-
cracia es simplemente la idea de abrir las funciol1t's
públicas a todos y no a un pequeño número solamente,
en donde, en fin, cuanto mas populares son las institu-
ciones, mayor númaro de empleos se creará. En conse-
cuencia, el esceso de gobierno ejercido por todos sobre
cada uno, y por el ejecutivo sobre todos, viene a ser mas
monstruoso que nunca.


No habria ni justicia ni jenerosidad en presentar esto,
o alguna cosa aproximada, como un retrato completamen-
te exacto del pueblo frances.


El rasgo de carácter por donde el pueblo ingles es mas
propio que ningun otro para el gobwrno representa ti va,
es que pertenece casi universalmente al tipo opuesto. Se
rebela volllntario contra toda tenLativa flecha para ejercer
sobre él un poder que no tiene la sancion del largo uso o
de su propia opinion del derecho; pero poco le importa el
ejercer el poder sobre otro. No teniendo por su cuenta la




- 102 -


menor pasion de gobernar, sabiendo adamas muí bien
por qué moti vos interesados se busca el gohiel'no, los
ingleses prefieren que esta funcion sea cumplida por
aquellos a quienes se defiere naturalmente como una
consecuencia. de su posicion sociaL Si los estranjeros
comprendiesen esto, comprenrlerian mejor ciertas anoma-
lías aparentes en los ingleses: su gusto, su docilidad para
sufrír la superiorÍdad política de las altas clases, y con
esto ninguna sumision personal para con estas mismas
clases; una pasion que'no se' ve en ningun otro pais de
resistir a la autoridad cuando pasa los límites prescritos,
una determinacion ardiente a recordar sin cesar a los
gobernantes que.quieren ser gobernados a su modo y no
de otra suerte. Asi, la empleomania es- una forma de am-
bicion eslraña en jeneral a la nac.ion inglesa. Esceptuando
aJgun~s familias colocadas en el camino que conduce
directamente a los empleos oflciaJes, las ideas de los in-
gleses sobre el modo de elevarse toman: una direccion
totalmente opuesta: la del buen éxito en los negocios o en
una profesion. Tienen el mas vivo disgusto pOl' los indi-
viduos, o los partidos políticos que DO hacen sino dispu-
tarse los empleos; y nada hai que les inspire mas antipa-
t.ia que la multiplicacion de los puestos públicos, cosa aL
(:ontr31'io siempre popular en las naciones del continente
que, encaprichadas con la burocracia, gustarian de pagar
impuestos mas fuertes antes que disminuir en lo mt'DO,r'
las eventualidades individuales de obtener empleos. Tal-
vez las oí reís clamar por la economía, no para que sean
aholidos los empleos, sino para que se reduzcan los suel-
dos de cierto:;; puestos demasiado considerables para que
puedan hallarse al alcance de un ciudadano ordinario,




CAPITGLO V.


lJ~ las funciones que corre.ponden a los cuerpos representativod.


Al tratar la cuestion del gobierno representativo) im-
porta sobre todo no perder jamas de vista la distincion
que debe hacerse entre el ideal o la esencia, y las formas
particulares que es~e ideal ha tomado bajo la accion de
accidentes históricos, o bajo la influencia de las nociones
recibidas en alguna época dada.


Gobierno representativo significa que la nacíon toda en-
tera o al menos una parte numerosa de ella, ejerce, por
medio de los diputados que nombra periódicamente, el
poder de inspeccion suprema, poder que en todas las
constituciones deb~ residir en alguna parte. Este poder su-
premo, la nacíon debe poseerlo en toda su perfecciono Elh
debe ser, cuando quiera, la señora de todas las operacio~
nes del gobierno. No es necesario que la lei constitucional
misma le dé este imperio. Ella no se lo da en la Constitu-
cion británica; pero lo que ella da equivale a lo mismo en
la práctlca. El poder de fiscalizacion o inteÍ'vencion ins-
pectiva, es tan esencialmente único en un gobierno
misto y ponderado, como en una monarquía o en una de-




- ftJ:i -
mocracia pura. Eso es lo que hai de cierto en est'a opfníofi
tie los antiguos, adoptada hoi de nuevo por grandes auto-
ridades, que una Constitucion ponderada es imposible.
Hai casi siempre una ponderacion; pero jamas los platm
de la balanza están perfectamente a nivf:l. Cuando no se
mira sino la superficie de' las instituciones políticaf' , no
se ve siempTe cual de ellas prepondera. En la Constitucion
británica, cada uno de los tres miembros combinados de
la soberanía está investido de poderes que, si los ejerciese
plenamente, lo hadan capaz dé detener todo el mecanismo
del gobierno. Luego, nominalmente, cada uno de ellos
posee un poder igual de contrariar y detener a los otros.
y si uno de estos tres miembros puliese hallar alguna
ventaja en ejercer ese poder, el jiro ordinario de las cosas
humanas nos permite creer que lo ejercería. Cada uno de
los tres miembros emplearia) sin duda alguna, todos sus
poderes para defenderse, si se viese atacado por alguno
de los otros o por dos reunidos. ¿Qué es, pues, lo que le
impide servirse de ellos agresivamente? Las máximas no
e.critas de la Constitucion; en otros términos la morali-
dad positiva y política del país: Y' esta moralidad es la
IjlW debemos considerar, si queremos saber en donde re-
side el poder verdaderamente supremo de la COl:stitucion.
Por la lei consLi tucional, la corona puede rehusar su
asentimiento a todo acto del Parlamento, y nombrar o
mantener en Su empleo a todo ministro, apesar de las
representaciones del Parlamento. Pero,la moralidad cons-
titucional del pais anula estos poderes, impide que se
haga jamas uso de ellos, exije que el jefe de la adminis-
tracion sea siempre nombrado virtualmente por la Ci-
mara de los Comunes: así, ella hace de este cuerpo el
verdadero soberano del Estado. Pero las reglas no escritas
J111e circunscriben el empleo de los poderes legales, IlO




- 105-


tienen efecto y vida sino con la condicíon de estar de
acuerdo con la distribucion actual de la verdadera fuerza'
política. En tona Constitucion hai un poder mas fuerte,
un poder que obtendria la victoria, si los compromisos,
gracias a los cuales la Constitucion funciona ordinaria-
mente, fuesen suspendidos y las fuerzas llegasen a me-
dir~e. Se observan lm,- máximas constiLllci. ,nales, y ellas-
tienen un efecto práctico mientras dan el predominio en


, la Constitucion a aquel de los poderes que fuera de ella
posee la preponderancia de poder activo.


En Inglaterra, este poder es el poder popular. Segun
esto, si las IJrecóluciones legalei de la Constitucion britá-
nica. así como las máxima~ no escritas que reglan de-
hecho la conducta de las autoridades pohticas, no diesen
en la Constltucion al elemento popular esa superioridad
verdadera en todos los ramos del goblerno que cOl'l'espon·
de a su poder real sobre el pals, la Constitucion no ten-
dria esa estabilidad que la caracteriza, o habria que'
cambiar bien pronto las leyes o las máximas no escritas.
Asi, el gobierno británico es un gobierno representativo
en el verdadero sentido de la palabra, y los poderes que
pone en las manos de aquellos que no son directamente-
responsables para con el pueblo, no pueJen considerarse
sino como p'l'ccauciones que el poder dominante permite
tomar contra sus propios errores. Tales precaucione~ han
exisLido en todas las democracias bien constituidas. La
Constitucion ateniense contenia un gran número de ellas,
y lo mj~mo sucede con la de los Estados Unidos.·


Pero conviniendo en que es esencial para un gobierno
r13presenLativo que la suprcmacia en el Estado pertenezca
a los rcpresentantes del pueblo, se prezunLa ¿cuáles serán
las funoioncs que ejercerá directa y personalmente el
cuerpo ~'epresentativo? ¿Cuál será su 'parte preci5a en el




- 106-


mecanismo uel gobierno? A este respecto grandes varie-
dades son compatibles con la esencia del gobierno, con
tal que l<ls funciones atribuidas al cuerpo representativo
le :Jseguren la au~oridad suprema en todas las cosas.


Hai una difarencia radical ent1'e fiscalizar la tarea del
gobierno y cumplirla realmente. El mismo hombre o el
mismo cuerpo puede ser capaz de fiscalizarlo todo, pero
no lle hacerlo todo, y en" muchos casos, cuanto menos
trate de hacer por sí mismo, mas su intervencion ins-
pectriz sohre tod:is las cosas será satisfactoria. El jefe de
un ejército no podria" ~irijir tan bien los movimientos si
combatiese en las filas o subiese al asalto. Lo mismo su-
cede con las asambleas humanas, Ciertas cosas no pueden
hacerse sino ~or asambleas, otras no pueden hacerse bien
por f'llas. En consecueneia, saber 19 q'ue una asamblea
popular debe fiscalizar es una cuestion, saber lo que debe
hacer es otra. Como ya lo hemos visto, ella debe inspec-
cionar todas las operaciones del gobiemo. Pero para de-
cidir de ql1é manera puede ejercer mejor esta funcíon, y
qué porcion de la tarea del gobierno debe cumplir la
asamblea mism~, es preciso examinar e~ qué clase de
trabajo un cuerpo puede ocupare e con éxito. Solo debe
Pl1carS:lrse personalmente de lo que puede hacer bifIl.
En cuanto a lo demas, su ofieio es no hacerlo, sino <l1'1'e-
glar el que otros lo hagan bie!l.


Por ejemplo, el oficio que se considera como mas
. particularmente propio de una asamblea representativa
del pueblo, es el de votar el impuesto. Sin embargo, en
ningun pais emprende la asamblea representativa el tra-
hajo de preparar los presupuestos, sea por sí mIsma, sea
por medio de delegados. Aunque el presupuesto de gastos
no pueda votarse sino por la Cámara de los Comunes, y
aunque la sancion de la Cámara se exija igualmente para




- 107-


la apropiacion de las rentas a los difel'en tes ítem d8'1 g!l3tO
público r es una máxima y una práctica habitual en la.
Constitucion, no conceder el dinero sino sobre proposicion
de la corona. Se comprendió sin duda que la moderacion
en cuanto a la suma,el cuidado y el juicio en' los porme-
nores de su aplicacion, no podian esperarse sino cuando
el gobierno ejecutivo, ·por cuyas manos debe pasar este
dinero, es responsable de los planes y de los cálculos sobre
los cuales se basan las dem[1ndas de fondos. En éonse-
cuencia, no se pide al Parlamento, y no se le permite di-
rijir precisamente sea la imposicion de las contribuciones,
sea .el gasto. Todo lo que se le pide es su consentimiento,
y el poder de rehusarlo es el solo que él posee.


Los principios contenidos y reconocidm¡ en esta doctri- •
na constitucional, si se siguen hasta el fin, son la guia
para reconocer y deflllir las funciones jenerales de las
asambleas representativas. Desde luego, en todo pais en.
donde se comprende el goblerno representativo en la
práctica, se ha admitido que los 'cuerpos representativos
y numerosos no deben administrar. Esta máxima está
fundada no solamente sobre los principios esenciales de
un buen gobierno, sino sobre aquellos de que depende el
éxito en todo negocio. Ninguna reunion de hombres, a
menos que tenga una organizacion y una jerarquia, r&
propia.para la accion en el verdadero sentido de la pala-
bra. Aun un consejo selecto, compuesto de un pequeno
número de miembros familiares con la mnteria que tienen
que tratar, es siempre un instrumento inferior a cual ..
quier individuo que pudiera encontrarse entre sus miem·
bros, y ese consejo ganaria enormemente en que este-
individuo viniese a ser el jefe, y en que lus de mas le fue-
sen subordinados. Lo que unaasámblea puede hacer mejoI"
que un individuo, es deliberar. Cuando es mui importan:-




-" 108 -


te o necesario oir muchas opiniones contradictorias, y
tomarlas en comüderacion, una asamblea deliberante es
indispensable. Estas asambleas son pues frecuentemente
útiles, aun para los asuntos administrativosj pero a título


• de consejeras, porqne por regla jencral un asun~o seme-
jante es siempre mejor dirijido por una sola' persona re;;-
ponsable. Aun una compañia por acciones tiene" siempre
en realidad un jcrentej la buena o la II?-ala direccion de la "
compañia depende esencialmente de l,as ,cua.lidades de un
~nlo in(lividuo, y los otros directores no sirven sino para
aconsejarlo o pata vijilarlo, para detenerlo o cambiarlo
eH caso de mala jcstion. Que ostensiblemente tuviesén'
una parte igual a l~ suya BU la dit'eccion, no seria una
ventaja, sino un obstáculo consi<lerable. Es!o debilitaria
grandemente en el espíritu del' j~rente y en el de los
demas, el sentido de esta responsabilidad individual que
debe pesar sobre é,l, y s910 sobre él., "", '


Pero una asamblea popular es todavia" mas incapaz ele
administrar o de dar órdenes detalladas a los que están
encargados de la administracion. Aun con una intencion
honrada, esta inte~vencion es siempre de mal efecto. Todo
ramo de administl'acion es un negocio delicado que tiene
:-;llS r\:,S'las, sus tradiciones particulares, de las cuales
lllUL:has no son ni aun conocidas sino de aquellos r¡ lle
durante algun tie!ppo han puesto manos a la obra, y
ningulla puede ser apreciada sino pul' las personas (Iue
tienen un conocimiento práctico <le la cosa. Ka quiero
decir que el manejo de los negocios públicos encieri'e .
misterios esolér:icos accesibles solamen te a los iniciados.
Los principios de este manejo son il1telijibles para todo
hombre de buen sentido que se representa fielmente el
conjunto de las circunstancias y de las. condiciones con
las cuales tiene que hacer; "pero para esto es preciso




- JOO-


conocer esas circunstancias y esas condiciones, y este
conocimiento no viene por intuicion. Hai muchas reglas
de la mas alta importancia en todos los ramos de los
negocios públicos (como. en toda ocupacion privada) de
que un individuo novel en el negocio no pu~de conocer
la razon ni aun sospechar la existencia, porque estas
reglas se han hecho para superar peligros e inconvenien-
tes en que jamas había pensado. He conocido hombres pú-
blicos, ministros de una capacidad mas que ordinaria,
que ruando tocaban ~n ramo de administracion nuevo
para ellos, hacian sOllfeir a sus inferiores, por el aire
con que anunciaban como una verlad hasta entonces
ignorada y dada a luz por ellos, alguna idea elemen-


'tal que se ~frece a primera vista, y que se deja bien
pronto atras avanzando én la mater'ia. Un hombre de _
Estado, es verdad, es el que sabe cuando es.preciso sepa-
rarse de las tradiciones, lo mismo que' cuando es conve-
niente sujetarse a e1l3s. Pel'O es un grande error 'suponer
que él tendrá mejor acierto por ignorl1r las tradiciones.


Una persona' que no corioce a fondo li:lS maneras de
obrar que la esperiencia ha s~bcionado, es 'incapaz de ver
-cuando las circunstancias exijen que prescinda de ellas.
Los intereses que reposan sobre los actos emanados de un
-ramo de la administrac.lon, las c.on¡:,ecuenc.ias que -pueden
resultar de algun modo particular de dirijirlo, son cosas
que necesitan ser pesadas y estimadas con una especie
de ,saber y de juicio especial mui ejercitado; y esto no se


. vé en los que no han sido educados para el asunto, como
nO se encuentra la capacidad de reformar la leí en los que
no la han estudiado profesionalmente. Todas estas difi-
cultades es bien seguro que las ignora una asamblea
'representativa que emprende pronunciar sobre medidas
especiales de administracioÍ1.




- 110-


Poniéndonos en el mejor caso, es la ineRperiencia sen~
'tándose a juzgar la esperiencia, es la ignorancia sentán-
dose a juzgar el saber; la ignorancia que no sospecha
jamas la existencia de lo que no sabe, es igualmente
descuidada y altanera, y trata con liJereza, si no con cóle-
ra, a todo el que pretende emitir un Juicio mas digno de
consideracion que el suyo. Esto es lo que sucede cuando
no hai de por medio algun motivo interesado; pero en el
'Caso contrario, tendremos el espectáculo 'de un ajiotaje
mas desvergonzado y audaz que la corrupcion mas'espan-
tosa que se pueda ver en un servicio público bajo un
gobierno de publicidad. No es menester que la mayoria
de la asamblea tenga un moti va interemdo. En muchos
easos. basta que dos o tres de sus miembros lo tengan.
Estos dos o tres miembro~ tendrán un interes mas grande
en estraviar la asamblea que ninguno de los otros tendrán
p.robablemente en ponerla en el camino recto. La masa de
la asamblea puede quedar con. las manos limpias; pero
eUa no puede obrar con un espíritu muí vijilante, ni con
mucho juicio y discernimiento en materias en que nada
conoce: una mayoria indolente pertenece, como un indi-
viduo indolente, a la persona que se da mas trabajo para
apoderarse de ella.


Las malas medidas y los malos nombramientos de un
min"istro, pueden ser examinados y censuradpR por el
Parlamento, y el interes que los ministros tienen en
defenderse, como el que tienen sus rivales en atacarlo,
da seguridad de que habrá un debate bastante sério. Pero
equis cuslodiet ctlslodes?» ¿quién examinará y censurará al
Parlamento? Un ministro, jefe de un. servicio público,
siente pesar sobre él cierta responsabilidad. En el mismo
~aso, una asamblea no se cree de ningun modo responsa-
ble. En efecto, ¿cuándo se ha visto a un miembro del




- 111 -


Parlamento perder su puesto por el modo como haya
votado sobre alguno de los pormenores de administracion?
Para un ministro o para eljefede un servicio es mas im-
portante lo que se piense sobre' sus medidas al cabo de
cierto' tiempo, que lo que se piense en el momento pre-
sente. Pero una asamblea, desde que puede contar con la
opinion del momento, aun cuando e<;ta opinion sea irre-
flexiva o ganada artificialmente, se cree, y hai muchos
'que la creen) completamente disculpada, por desastrosas


_ que puedan ser las consecuencias. Fuera de esto, una
asamblea nunca siente personalmente los inconvenientes
.de sus malas medidas antes de que hayan alcanzado ala
dimension de males públicos: los ministros y los admi-


. nistradores ven acercarse estos inconvenientes, y tienen
el disgusto y el trabajo de buscar remedío para ellos.


El deber propio de una asamblea representativa eI~
cuanto a: las materias de administracion, no es decidir
sobre ellas con su propio voto, sino velar en que las per-
sonas que sobre ellas decidan sean las competentes, y
aun eeto no puede hacerlo de una manera ventajosa, si es
~lla quien los nombra. No hai acto que exija mas impe-
riosamente ser cumplido bajo el peso de una grande res-
ponsabilidad individual que el nombramiento para los
empleos públicos. La esperiencia de toda persona familia-
rizada con los negocios públicus viene en apoyo de esta
-asercion, que hai pocos actos en que la conciencia de un
bombre ordinario sea menos delicada, y hai pocos casos
en que se preste menos atencion a las capacidades, en
parte porque los hombres no ven la diferencia que hai
entre las capacidades de una persona y las de otra,.y en
parte porque no se cuidan de ello. Cuando un mimstro
hace uno de esos nombramientos que pasan por honraJos,-
es ~ecir, cuando no abusa de la ocasion en provecho de




- 112-


'3US rclaciones personales o de su partido, un ignorante
supoue tal vez que puede tener la tentacion dé dar el
-empleo a la persona mas capaz para ocuparlo. Nada de
'eso absolutamente. Un ministro ordinario se cree un orá-
culo de virtud, si da el empleo a una persona que tiene
mérito o un derecho cualquiera al reconl)cimiento públi-
'to, aunque el derecho o el mérito sean el reverso del que
seria necesario que tuviesen. «Se necesitaba un .calculador,
el nombrado rué un bailari'f/jD el dicho no es hoi una cari-
catura, como no lo era en tiempo de Figar0, y,el ministro
eS,tima sin duda que no solamente es sin reproche, sino
que merece elojlOs, si su hombre baila bien.


Fuera de esto, las aptitudes que hacen ,a algunos indi-
viduos propios para llenar las funciones, nI) pueden ser
apreciadas sino por aquellos que los conocen, o por los que
se hacen un deber de examinar y j llzgar a los hombres
segun sus obras o segun el testimonio de personas que se
hallan en posicion de formar juicio sobre ellos. Cuando
los altos funcionarios públicos a quienes se yuede hacer
responsables de sus nombramientos pueden desatendet'
hasta tal punto estas obligaciones de conciencia, ¿qué se
podrá esperar de parte de una asamblea sobre la cual esas
consideraciones no tienen ninguna influencia? Hoi dia
mismo, los peores nombramientos que se hacen, son los
que se efectúan para ganar un apoyo o para desarmar la
oposicion en el cuerpo representativo; ¿qué podriamos
aguardar f'i el nombramiento se hiciese por el cuerpo
mismo? Los cuerpos numerosos jamas se inquietan por
las apt:tudes especiales. Un hombre, a menos que sea
digno de la horca, es considerado tan capaz como otro
para el empleo que le agrada solicitar. Cuando los nom-
bramientos hechos por una asamblea popular no depen-
den, como sucede casi siempre, de los vínculos de partido




- 113 .-


o de maniobras privadas, un hombre es escojido, ya por-
que tiene una reputacíon dB talento jeneral, que con
frecuencia no merece, ya (lo que es mas frecuente) por la
sola r<lzon de que es personalmente popular.


Nunca se ha creído deseahle qae el Parlamanto nom·
brase él mismo los miembros del gabinete. Basta que de'
cida verdaderamente quien será. el primer ministro o
quienes serán los dos o tres individuos entre quienes ba
de escojerse este ministro. Obrando asi, el Parlamento
reconoce simplemente este hecho: que cierta persona es
el candidato del partido al cual, para el bien de la política
jeneral, el Parlamento debe prestar su apoyo. En reali-
dad, el Parlamento no decide sino una sola cuestion, cual
entre dos partidos, o tres a lo mas, suministrará el perso-
nal del gobierno ejecutivo; la opinion del partido mismo
decide cuál de sus miembros es el mas propio para ser su
jefe. De la manera como estas cosas marchan en la Cons-
titucion británica, tienen la apar'iencia de h.allarse sobre
el mejor pié posible. El Parlamento no nombra ningun
ministro; pero la corona nombra el jefe de la administra·
cion, conforme a los deseos e inclinaciones jenerales es·
presados por el Parlamento: en seguida, nombra los otros
ministros por la recomendacion del jefe, entre tanto que
sobre cada ministro pesa peIsonalmente la responsabili-
dad moral de nombrar las personas requeridas para los
demas empleos de la administracíon que no son perma-
nentes.


En una república serif,i necesario Emplear algun otro
mecanismo; pero cuanto mas se acerque él en la práctica
a lo que se hace desde mucho tiempo atras en Inglaterra,
mas probabilidades teTJdrá de funcionar bien. Es preciso
o que el jefe del ejecu livo sea elejido por alguna influencia
independiente qel cu,erpo representativo, como en la re-


1l0B, REP.




- 114-


pública americana, o que este cuerpo se limite a nombrar
el primer ministro y hacerlo responsable del nombra-
miento de sus colegas e inferiores.


Esloi plenamente convencido que en teoria al menos
todas estas consideraciones oNendrán el asentimiento
jeneral; pero en pI'á,~tica la tendencia de los cuerpos re-
presentativos a inmiscui rse mas y mas en la admini~tJ'a­
cion es mui fuerte. Es dificil sentirse el mas fuerte y no
esperimentar una tentacíon creciente de abusar de su
fuerza: es una lei jeneral y uno de los peligros prácticos
a los cuales estará. espuesLo el porvenir de los gobiernos
representativos.


Pero es igualmente ciorto, aunque no hai acuerdo en
reconocerlo sino lentamente y haco mui poco tiempo, que
una asamblea numerosa es tan impropia para la tarea
.. lirecta de la lejislacion como para la de la administracion.
Hacer leyes es una obra que requiere mas que ninguna
otra no solamente espÜ'itus esperimentados y ejercitados,
sino tambien hombres formados para este oficio por me-
dio de e1:ltudios largos y laboriosos. Es~a razon bastaria,
aunque no hubiese otras, para que las leyes no pudiesen
jar.:las hacerse sino I!0r una comision compuesta de un
número mui pequeñO de personas. Una rawn no menos
concluyente, es que cada cláusula de la lei exije que se
redacte con la percepcíon mas exacta y mas previsora de
~u efedo sobre todas las demas cláusulas, y que la let
una vez completa pueda fundirse y colocarse con propie-
dad. entre el conjunto de las leyes preexistentes. Es impo-
sible que estas condiciones pueaan llenarse en un g!'ado
cualquiera cuando las leyes son votadas cláusula por
cláusula enuna asamblea compuesta de elementos diver-
sos. La incongruidad de una tal manera de "l~jislar salta-
ria a los ojos, si nuestras leyes no fuesen ya, en cuanto




- liS-


a la forma y la interpretacion, un caos tal que nada pare~
ce poder aumentar la confusion y la contradiccion. Sin
embargo, aun bajo el"te réjimen, la ineptitud completa de
nuestro mecanismo lejislativo para alcanzar el fin que se
propone, se hace sentir cada año mas por inconvenigntes
prácticos.


El tiempo solo que emplea necesariamente el procedi~
miento por el cual tienen que atravesar los bills, hace del
Parlamento un cuerpo mas y mas incapaz de acm dar
alguno, sino es sobre objetos aislados y limitados. Que se
haya preparado un bill que se proponga en su conjunto
tratar de un asunto cualquiera (y es imposible estatuir
convenientemente sobre alguna cosa sin tener presente el
conjunto de ella) el bill se arrastrará de ses ion en sesion,
porque no se puede encontrar el tiempo de ocuparse en
él. Poco importa que haya sido redactado despacio por la
autoridad mas competente y provista ademas de todos los
recursos e informes, o que haya siJo. preparado por una
comision selecta, encargada de este cuidado por su pro-
fundo conocimiento de la materia y que ha pasado años
enteros en el estudio y la coordinacion de la medida de
que se trata ... ,. el bill no pasará, porque la Cámara de
los Comunos no abandonará el precioso pdvilejio de reto-
carlo con sus pesadas manos.


Poco ha, se ha adoptado bastante jeneralmente la cos-
tumbre, cuando ya se ha aceptado el principio de un bill,
de enviarlo a una comision escojida para un exámen dete-
nido. Pero no se ha hallado que esta costumbre ahorrase
mucho tiempo; porque cuando en seguida la comision de
toda la Cámara pronuncia sobre el bill) las opiniones y las
humoradas privadas, dominadas basta entonces por el
saber, insisten siempre por encontrar su ocaSlOn favora-
ble ante el tribunal de la ignorancia. Esta costumbre se




- l1G-


ha adoptado jcneralmente por la Cámara de los Lores;
cuyos miembros se ocupan menos, son menos ávidos de
inmiscuirse en todo, y menos celosos de la importancia
de sus votos individuales que los de la Cámara electiva.
y cuando el bill de numerosas cláusulas logra hacerse
discutir en detall, ¡cómo pintar el estado en que 8ale de
las manos de la comision! Se han olvidado cláusulas que
eran necesarias para que el resto produzca efecto; se han
inseltado otras increibles para favorecer algun interes
privado o para satisfacer a algun miembro sujeto a hu-
moradas que amenazan retardar el bill; por instigacion de
algun semi-sábio) que no tiene sino una tintura superfi-
cial de la materia, se han introducido artículos que con-
ducen a consecuencias que no se habian previsto en el
primer momento ni por el miembro que ha propuesto el
b'ill ni por 108 que lo. han apoyado, y será ntlcesario en la
8esion siguiente un licto reformatorio para corrE'jir sus
malos efedos. Es un mal ele la manera actual de condu-
cir estas cosas, qlle la esposicion y la defensa de un bili
sea raras vecf'S el hecho ele una persona que lo haya con·
cebido y que probablemente no tiene asiento en la Cáma-
ra. La defem,a de un bill toca a algun ministro o a algun
miembro del Parlamento que no lo ha concebido, que
tiene nece'sidad de que otro le suministre los argumentos,
eon escepcion de los que son evidentes por sí mismos,
que no conoce toda la fuerza de su ca\J.sa, 'ni las mejores
razones que tiene en su a~yo, y que se halla en com-
pleta incapacidad de respondeL' a objeciones imprevistas.-
Con respecto a los bills del gobierno, s~ puede remediar este
mal, y se ha re'mediado en algunas constituciones l'epre~
sentativas, permitiendo al gobierno ser representado en las
dos Cámaras por personas que tienen su confianza y que
~ienen derecho de hablar, aunque DO tengan el de votaf ..




Si esa mayoria de la Cámara de los Cor.1Unes, mayorla
hasta ahora considerable,que no desea proponer alguna
modificacion ni bacer un discurso, quisiese no abandonar
por mas tiempo la direccion de todas las cosas a los que
proponen y haLlan, si quisiese acordarse que se necesitan
otras facultades para lejislar que la de bablar fácilmente
y obtener los votos de un cuerpo de comitentes, y que
e"ta5 cualidades pueden encontrarse buscándolas, bien
pronto se reconoceria que en materia de lejislacion como
de administracion, el solo oficio de que una asamblea
puede ser capaz, no es de hacer la cosa e.la misma, sino
de hacerla hacer, de decidir a quitn se debe,confiar, y
una vez becha, concederle o rehusarle la sancion nacio-
nal. Todo gobierno hecho para un grado elevado de civi-
Iizacion, deberia tener entre sus elementos fundamentales
un cuerpo cuyos miembros no escediesen en número a
los del gabinete y cuyo encargo especial fuese el de hacer
¡as leyes. Si las leyes de nuestro pais f~esen revisadas y
refundidas, como lo serán sin duda dentro de poco, la
comision de codificacion que cumpliese esta obra deberia
subsistir como institucion permanente, para velar sobre
ella, impedir la deterioracion y hacer en ella todas l~s
mejoras que llegasen a ser necesarias. Nadie desearia que
este cuerpo poseyese por sí mismo el poder de dar leyes;
la comision no haria sino representar el elemento de in-
telijencia, el Parlamento representaria el elemento de
voluntad. Ninguna medida vendna a ser lel sin haber
sidu espresamente saé:cionada por el Parlamento, y éste
o la Cámara de los Lores tendria el poder, DO solamente
de rechazar un bill, sino de devolverlo a la comisioDJ para
ser examinado de nuevo y mejorado. Cada una de las
Cámaraf;l podria tambien desplegar su iniciativa señalando
alguna materia de lei a la comisiono Naturalmente ésta




- 118 -


no tendl'ia el poder de rehnsaI'se a la formaeion de las
leye s demanda,das por el pais. Dúndosela instrucciones par
ambas Cúmaras de conCÍeno para preparar un hill que
tuviese algun fin p:ll'ticular, estas instrucciones deberian.
Her obedecidas pOI' los comisarios, a menos que prefiriesen
uar su dimision. No obstante, una vez preparada la me-
dida, el Parlamento no podria cambiarla, sino simple-
mente aprobar el bill o rechazarlo, o bien, si lo desapro-
haba en parte, devolverlo a la comision para ser de nuevo
examinado.


Los comisarios serian nombrados por la corona, pero
conservarian sus puestos durante un tiempo ueterminado
(digamos cinco añOS), a menos que las dos Cámaras soli-
citasen su revocacion, sea por mala conducta personal
(como en el caso de los jueces), sea por denegacion a pre-
parar un bill conforme a las demandas del Parlamento.
A la espiracion de los cinco años, un miembro perderia
su puesto, a menos que fuese norubrado de nuevo; de
este modo se tendria un medio cómodo de desembarazarse
de los miembros que no se hubiesen mostrado a la altura
de su emlJeo Y de infundir en las venas del cuerpo sangre
nueva y mas jóven.


La necesidad de una precaucion semejante se habia
hecho sentir aun en la democracia ateniense, en donde,
en el tiempo de su mas grande poder, la Ecclesia popular
podia dictar Pséphismos, que eran casi siempre decretos
sobre materias de simple policía; pero en cuanto a las
leyes propiamente dichas, no podian ser espedidas ni
cambiadas, sino por un cuerpo diferente y menos nume-
roso denominado el Nomote/a, que tenia tambien el deber
de revisar el conjunto de las leyes y de concordarlas. En


. la Constitucion inglesa es muí difícil introducir un, arre-
glo nuevo, sea en el fondo, sea en la forma; pero, coilifia-


.1 ¡




- ilfl-


1'aLÍvamelllc haljland.o, se siente poca repugnancia a toma""
nuevas medidas adaptando a ellas las formas, las tradicio-
nes existentes. Me parece que se podria encontrar el medio
de enriquecer la Constitucio~'\ wn esta gran ventaja, em-
pleando en elfa la Cámara de los Lores y sus procedimien-
tos. Una comision para preparar los bilis no seria en si
una novedad mas grande en la Constitucion que la oficina
para la admioistracion de la lei de los pobl'es o la comi-
sion de los cercados. En consideracion de la grande im-
portancia y de la dignidad Jel cargo, se podria establecer
como regla que toda persona nombrada miembro de la
comision lejislativa seria vitalicio, a menos que fuese
destituido en virtud de demanda del Parlamento: es pro-
bable que entonces el mismo buen sentido y el mismo
huen gusto que abandonan en práctica las funciones ju-
dí(~iarias de los pares al cuidado esclusivo de los lores
jurisconsultos, dejarian a los lejisladores de profesion la
tarea de hacer las leyes, escepto sobre cuestiones tocantes
a lo~ principios y a los intereses políticos. Es probable
tambien que bilis concebdos por la Cámara alta serian
siempre preparados por ellos, que el gobierno le confiaría
la preparacion de todos sus bilis, y que los simples miem-
bros de ta Cámara de los Comunes acabarían por hallar
mucho mas cómodo y favorable al éxito de sus medidas,
una manera de proceder] por la cual] en lugar de traer un
bill y someterlo directamente a la Camara, obtendrian el
permiso de presentarlo y verlo enviar en seguida a la
comision lejislativa. Porque naturalmente la Cámara set'Ía
libre de diríjir a la comisíoIl, para ser examinada por
ella, no solo una materia, sino toda proposícion específica,
o bien un proyecto de bill in extenso, si algun miembro se
crei~ capaz de prepar~r uno que fuese digúo de pasar: sin
duda la Chmara dirijiria a la comisiOD tolos los proy8ctos




semejantes, aun cuando no fuese sino como matcrial~s y
a causa de las sujestiones útiles que pudiesen contener;
dirijiria lo mismo a la comision toda modificacion u
objecion que pudie.<en proponer por escrito los miembros
de la Cámara, relativa a toda medida de los comisariós.


La modificacion de los bills por una comisioo de toda
la Cámara no seria abolida formalmente, pero caeria en
desuso. No se abandonaria este derecho;. se le encerraria
en ese arsenal en donde se hallan ya el veto real, el dere-
cho de rehu~ar 10il subsidios y otros instrumentos abso~
lutos dé guerra política, de que nadie tiene deseo de
hacer uso, pero de que nadie quiere deshacerse, de temor
que un dia, en alguna circunstancia estraordinaria, no
llegue a haber necesidad de ellos de nuevo. Por medio de
tales arreglos, la lejislacion tomaría su puesto como obra
que requiere una grande habilidad, una esperiencia y un
estudio especial) entre tanto que la nacíon conservaría
intacta la mas' importante de sus libel'tades, la de no ser
gobernada sino por leyes que han aceptado sus represen-
tantes elejidos. Esta libertad adquiriria mas valor, una
vez aislada de los inconvenieutes sérios, pero de ningun
modo inevitables, que la acompañan bajo la forma de un
procedimiento lejislativo mal concebido.


El verdadero oficio de una asamblea representativa no
es gobernar; es radicalmente impropia para ~l; sino de
vijilar y fiscalizar al gobierno, pouer en claro todos sus
actos, exíjir la esposicion y justificacíon de ellos, cuando
parecen contestables, censurarlos si son condenables,
arrojar de sus empleos a los hombres que componen el
gobierno sí abusan de su encargo o si lo desempeña'u de
UD modo cDntrariD a la vDluntaa espresa ae la nacíon, r
nombrar sus sucesores, sea espresa, sea virtualmente.
Hé aquí un poder bastante vasto y una seguridad sufi·




'- 121 -


-::lente para la libertad de la nacion. El Parlamento tielE,
ad~mas, otra funcion que no cede a la primera en impor-
tancia: ser a la yez pam la nacion una comision de los
agravios y un congreso de las opiniones. El Parlamento
es una arena en donde no solamente la opinion jeneral de
la nacion, sino la opinlon de las diversas partes de la
nacion, y hasta donde es posible la de todos los indivi-
duos eminentes que encierra el pais, puede~ darse a luz y ,
provocar la discusion. Allí puede cada ciudadano estar
seguro de hallar alguno que espres~ su opinion, tan bien
o mejor que h> podria hacer él mismo, no esclusivamente
a amigos o partidarios, sino a adversarios, de manera Cjue
ella pueda sufrir la prueba de la controversia enemiga.
Allí, aquellos cuya opinion es vencida, tienen la satisfac-
cion íntima de haber sido oidos y de ser desechados, no
por un capricho arbitrario, sino por razones que se han
reputado supel'iores y han sido apreciadas como tales por
los representantes de la mayoda de la nacíon_ Allí todo
partido o toda opillion puede reünir SIlS fuerzas y perder
sus ilusiones sobre el número o el poder de SGS partida-
rios. Allí toda opinion que domina en la nacion se mues-
tra dominante, y hace maniobrar su ejérc1to en presencia
del gobierno que, de este modo, pueue y debe ceder a esla
simple manifestacion, sin esperar que ella haga uso ele
su fuerza. Allí, en fin, los hombres de Estado pueden
averiguar, con mayor certidumbre que en cualquiera
otra parte, lo que progresa o declina en los elementos de
la opinion y uel poder; y no depende SiDO de ellos el to-
mar sus medidas con resi,ecto 110 solamente a las necesi-
dades actuales, sino alas tendencias que estún en via de
progreso. Los enemigos de las asambleas representativas
les han hecho con frecuencia el reproche de ser la man-
.sion de la palabreria y la charla. Ka se pueue imajinal'


GOll. P-EP. ~




- 122 --


una uurla mas trivial. Ko sé que una asamblea represen-
tativa pueda emple&r su tiempo en otra cosa que en ha-
blar, cuando la materia de sue discursos son los intere~es
públicos y cuanl0 cada una de sus palabras representa la
opinion o de una clase importante de la nacion, o de un
individuo en quien una de estas clases ha depositado su
confianza. Una reunion de hombres en donde cada inte-
res, cada matiz de la opinion pueda pleitear su causa, y
aun puede verla pleitear con pasion a la faz del gobierno
y de los demas intereses y opiniones, que puede obli-
garlos a escucharle, a decir sí o no a sus demandas o a
demostrar claramente por qué dicen no, es en sí una d~
las instituciones mas importantes que puedan existir, y
uno de los mas preciosos beneficio's de un gobierno libre.
Jamas habrian merecido vituperio esas palabras, si no se
les hubiese permitido embarazar la accion, lo que no
8ucederh si las asambleas supiesen y reconociesen que
su oficio es hahlar y discutir, entre tanto que la accion)
como resultado de la discusion, es la tarea, no de un
cuerpo numeroso, sino de individuos preparados para
este efecto, y que el verdadero oficio de una asamblea es
velar en que estos individuos sean escojidos honrada e
intelijentemente, y hecho esto, no inmiscuirse en su
conducta, sino para criticarlos o para sujerirles ideas, o
bien, en fin, para concederles o rehusarles la sancion del
asentimiento nacional.


Es a falta de esta prudente reserva que las asambleas
populares emprenden hacer lo que no saben hacer bien-
gobernar y lejislar-y no se imajinarian que haya otro
mecanismo que ellas mi.smas para la mayor parte de esta
ocupacion, aunque naturalmente cada hora gastada en
discurrir sea una hora robada a los negocios reales. Pero
el hecho mismo que hace una asamblea impropia para




- 123-


ser un consejo de lejislacion, a saber-que una asamble5,
no es la reunion selecta de los mas grandes espíritus po-
líticos del pais, cuya opinion nada puede hacer presumir
de cierto sobre la opinion de la nacion, sino un cuerpo
que, cuando está convenientemente constituido, es una
muestra verdadera de todo!'. los grados de intelijencia
entre las clases que tienen voto en el gobierno-este he-
cho mismo es el que le da aptitud para llenar bien la otra
funciono El oficio de las asambleas, es indicar las necesi-
dades, ser un órgano para las demandas populares, un
lugar de discusion para todas las opiniones sobre los ne-
gocios públicos, grandes o pequeños, y al mismo tiempo
refrenar por su crític~, y en caso necesario retirándoles
su apo:: o, a esos altos funcionarios que dirijen en reali-
dad los negocios públicos, o que nombran a los que los
dil'ijen.


Para gozar a la vez de las ventajas de la censura popular
y de los beneficios de una administracíon y de una lejisla-
lacjon hábiles (las cuales se hacen mas necesarias cada dia
él medida que los negocios humanos crecen en importancia
y en complejidad) es preciso absolutamente reducir a 5118
limites racionales las funciones de los cuerpos represen-
tativos. No se reunen estas ven tajas sino separando lRS
funcidhes, poniendo el encargo de criticar e inspeccionar
aparte del de la jestion real de los negodos; confiando el
primero a 1I)S representantes del mayor número, entre
tanto que el segundo lo tendrá un pequeflO número de
hombres ilustrados, esperimentados, preparados ademas
por una educacion y una práctica especiales, y que no
por esto cesan de ser responsables para con la naelon.


Despues de la discusion que precede sobre las funciones
que corresponden a la asamblea representativa soberana
de la nacion, seria el caso de examinar cuáles son la~




1:¿4 -


funciones propias de los cuerpos l'epretientati vos lIlas
importantes que deberian existir para objetos puramente
locales. Una disposicion semejarite forma una parte esen-
cial de esta. obra; no obstante, importa por diversas
razones diferirla hasta que hayamos examinado cuál es
la composicion mas conveniente del gran cuerpo repre-
sentativo, destinado a inspeccionar sobel'ana~ente los
actos lejislativos y la administradon de los negocios je·
nerales de la nacion.




e APITLJLO VI.


De loó ,lefedo" y peligro- ti 'luC eotá sujeto el gobierno rep1'0Aentatil':) .


Los defectos de una forma de gobierno cualquiera pue-
den ser o negativos o positivos. Son negativ'Üs, si la for- .
ma de gobierno no concentra en las manos de las autori-
dades un poder suficipll to para que puedan llenar SÜf,
funciones necesarias, o si por el" ejercicio de ellas. no
desarrolla suficientemente las capacidades activas y lof,
sentimientos sociales de los diversos ciudadanos. No e~
necesario, en el punto de vista a que han llegado nues-
tras disquisiciones, hablar largamente sobre estas do"
categorias de defectos negativos. .


Si un gobierno carece de un poder suficiente para
mantener el órden y favorecer el progreso del pueblo,
esto depende mas bien de un estado de sociedad jeneral-
mente grosero y salvaje, que de una forma particular de
un ion política. Cuando el pueblo es demasiado apegado
a su bárbara independencia para soportar la dósis de po-
rler que en su propio interes de heria sufrir, la sociedad
(como ya lo hemos hecho observar) no se halla todavia
preparada para el gobierno representativo. CuandO' haya




- 1'26-


llegado el tiempo en que este gobiel'llo sea pracbcable, Si';
puede estar seguro de que la asamblea soberana poseerá
un poder suficien~ para hacer todo lo que es necesario.
y si el ~iecutivo no posee una gran parte de este poder,
esto no puede provenir sino de los celos de la a~amblea
para con la administracion; sentimiento que no existt:) en
donde el poder constitucional que corresponde a la asam- .
blea de destituir los miembros de la administracion, LO
se ha hecho todavia reconocer de un modo suficiente.


En donde quiera que este derecho constHucional está
plenamente admitido, tanto de hecho como eu principio,
no es de temerse que la asamblea rehuse confiar a sus
propios ministros la dósis deseable de poder. Al contra-
rio, lo que se debe temer es . que ella no les conceda de-
masiado voluntariamente un- poder mui estenso, puésto
que el poder del ministro es el poder del cUerpo que le-
ha nombrado y que lo mantiene. Sin embargo, es mui'
posible que una asamblea' censora (y este es Hni) de los·
peligros) sea pródiga de poderes, pero que en seguida.
ponga obstáculo al ejercicio de estos poderes; que dé la
autoridad por mayor y que la recoja por menor, multi-
plicando los actos aislados de intervencion en la tarea ad-
ministrativa. Hemos recalcado suficientemente, en el ca-
pitulo precedente) sobre todos los inconvenientes que hai
en que una a'samblea se apodere del gohierno mismo, en
lugar de limitarse a criticar y refrenar a los que gobier-
nan . No puede haber otra ga'l'an tia .con Lra es ta in terven-
cion dislocada, que la convicáon mui fuerte y difundida
de que semejante inLervencion es peligrosa.


En cuanto al otro defecto negativo que puede encon-
trarse en un gobierno, el de no ejercitar suficientementE'
las facultades morales, intelectuales y activas de los indi-
viduos, quedó esplicado de una manera jeneral cuando.




· - 12i -


se hicieron notar los males del despotismo. Entre dos
formas de gobierno popular, la ventaja a este respecto
corresponde a la que mayor. estension dá al ejercicio de
las funciones públicas-sea escluyendo del sufrajio al me-
nor número posible de individuos-sea concediendo a
todas las clases de ciudadanos privados, en cuanto sea
compatible con otros objetos igualmente importantes, el
mas franco acceso a los ,pormenores de los asuntos judi-
ciarios y administrativos, tales como el jurado, los oficios
municipales, y sobre todo acordándoles toda la libertad y
toda la publicidad posible de discusion. Este es el medio
de dar una. parte en el gobierno, en la instruccion y en el
ejercicio intelectual que es inherente al manejo de los
negocios públicos, no solamente a algunos individuos
unos despues de otros, sino en una cierta medida al pú-
blico entero. Por esto aguilrdaremos} para esponer estas
ventajas, así como la medida que se debe 01servar en la
persecucion de ellas, ¡,asta q ne tratemos de los pormeno-
res de administracion.


Los males y peligros positivos del gobierno representa·
ti yo o de Lada otra forma de gobierno, pueden reducirse
a dos capítulos: 1.° la ignorancia y la incapacidad jeneral
Jel cUl"rpo fiscalizante, o para hablar con mas mesura, la
insuficiencia de sus cualidades intelectuales; 2.° el peli-
gro de que este cuerpo esté bajo la influencie< de intere-
ses no idénticos al bienestar jeneral de la comunidad.


Se supone en jeneral que el gobierno popular está mas
sujeto que cualquiera otro al primero de estos defectos,
es decir, a carecer de cierta elevacion intelectual. Se '.:om-
para de buen grado la enerjia de u'll monarca, la firmeza
y prudencia de una aristocracia con las miras cortas y va·
cilantes de toda democracia} aun de la mas capaz, y esta
antítesis parece desfavorable a la democracia. Sinerubar-




go, estas proposiciones no son tan fundauas como parecen
a primera vista.


Bajo todos estos r~spectos, el golJierno repI:~seIltativo
110 es en nada i.nfetior a la monarquia simple. Escopto el,
una época grosera, la monarquía hereditaria, cuanuo eS
,'errladeramente tal, cuando no es una aristocracia disfra-
zada, escede en mucho a la democracia en todQs los jéneros
de incapacidad que se crce particulares a'ésta, Digo escep-
to en ttna época grosera, porque un estado de sociedad real-
mente grosero garantiza al soberano una verdadera capa-
cidad de comprender y obrar. Su voluntad es sin cesar
ron trarrestada por el encaprichamiento de sus súbditos o'
d~ ciertos individuos-poderosos entre ellos. En las circuns-
tancias en. que se encuentra la sociedad, no tiene grande
tentacion de abandonarse a los placeres. La actividad in-
telectual y corporal, sobre todo política y milítar, hé aqui.:
f;US principales fiestas: rodeado de jefes turbulentos y de
eompaneros desenfrenados, no tiene autoritlad ni está
seguro de mantenerse largo tiempo sobre el trono, si no
posee una dósis considerable de audacia personal, de ha-
hilidad y de enerjia. La suerte trájica de Eduardo JI y de
Hicardo II) las guerras civiles y las turbaciones que esta-
llaron durante el reinado de Juan y d~ su inhábil sucesor,
esplican por qué los En.rique y los Eduado de nuestra his-
toria son hombres de un talento tan elevado. El tempes-
I llOSa período (13 la reforma ha produeido tambien muchos
monarcas hereditarios eminentes: Isabel, Enrique IV,
Gustavo Allolfo. Pero como la mayor parte de ellos habian
estado en la esellela de la a{]versidad, no habian aseendido
al trono sino gracias a la estincion inesperada ele horede-
ros mas próximos, o bien hahian tenido que luehar con-
tra grandes dincuHades al principio de un I'einac1o.


Desde que la vida europea ha tomado un m\pccto l'cgn-




120 -


lar, un re1 hereditario superior a lo mediocre ha venido
a ser una cosa muí rara) entre tanto que la mayor parte
se han mostrado inferiores aun a lo mediocre, ya en ta-
lento, ya en vigor de carúcter. Ha! una monarquia con5ti-
cionalmente nlJSoluta) no se sostiene sino gracias a las
capacidades intelectuales de una democracia permanente.
salvo el caso en que ella se encuentre en manos de un
usurpador de un espíritu activo. Los gobiernos ruso y
austriaco, y el mismo gobierno frances en su estado nor-
mal, son oligarquías de funcionarios; y el jefe del Estado
no hace sino escojer los principales de entre ellos: hablo
de la marcha ¡·egular de su admínistracion, porque naLu-
ralmente la voluntad del amo puede determinar frecuen-
temente SUB actos particulares.


Los gobi\lrnos que S8 han hecho notar en la historia
por sus talentos intelectuales y un vigor sostenido en la
direccion de los negocios, eran aristocracias, vera aristo-
cracias de funcionarios públicos) sin ninguna escepcion.
Los cuerpos gobernantes eran tan poco numerosos que
cada miembro, o al menos cada miembro importante del
euerpo, era capaz de hacer y hacia del gobierno una pro-
fesion activa y la principal ocupacíon de su vida. Roma y
Venecia son las solas aristocracias que hayan manife8tado
grandes talentos para el gobierno, y que hayan obrado
durante cierto número de jeneraciones conforme a máxi-
mas políticas innumerables. Pero en Venecia, aunque la
cIase privilejiada fuese mumerosa, la direccion real de los
negocios estaba solamente confiada a las manos de una
oligarquia en la oligarquia, cuya vida entera se ~onsa­
graba al estudio y al manejo de los negocios de Estado.
El gobierno romano mas bien ofrecia el carácter de una
franca aristocracia como la nuestra. Pero el cuerpo que
gobernaba en realidad, el Senado, era esc1usivamente




- 130-


compuesto de hombres que habian ejercido funciones púo
blicas, y que habían ocupado o esperaban ocupar los mas
altos puestos del Estado, con riesgo de una terrible 'res-
ponsabilidad en caso de incapacidad o de mal éxüo~ Una
vez miembros del Senado, su vida se con.sagraba a la di-
lw'cion de lOS llf~gOc\OS públicos: no les era permitido
abandonar la Italia sino para cumplir un deb~r público: y
a menos que no sehiQiesen lanzar del Senado.por los cen-
sores a causa de su carácter o de su conduc.ta reputada
deshonrosa, conservaban hasta la muerte liUS poderes y
su responsabilidad. En una aristocracia constituida de
esta manera, carla miembro sentia que su importancia
personal dependia enteramente de la dignidad y de la
grandeza de 13. República que él administraba y del papel
que era capaz de hacer en sus f'.onsejos. Esta dignidad y
esta grandeza eran cosas enteramente distintas de la pros-
peridad y de la felicidad de los ciudadanos en jeneral (con
frecuencia habia incompatibilidad entre estos dos obje-
tos); pero ellas estaban estrictamente ligadas al buen éxi-
to en el estl'rior y al engrandecimiento del Estado; y por
consiguiente era fijando siempre la vista sobre estos obje-
tos que las aristocracias romana y veneciana han desple-
gado esos profundos sistemas ¡le política colecüva yesos
grandes talentos individuales para el gobierno, con que
la historia los ha honrado justamente.


Se ve pues que- los solos gobiel'llos no representati vos
en que una grande lJabilidad y grandes talentos políticos)
sea bajo la forma monárquica, sea bajo la aristocracia,
hayan sido otra cosa que escepciones, eran esencialmente
burocracias (1). El asunto del gobierno estaba alli entre


(1) Gobiernos de fundonarios cuya educacion política se hace con el
manejo de los negocios en las oficinas públicas.




- 131 -


las manos de gobernantes por profmlÍon, lo que es lVl
esencia de la burocracia y la verdadera sígnificacion d8'
esta palabra. Que la tarea se cumpla por los que han sidO'
educados para ella, o que ellos se hayan euucado porque
ella debía ser desempeñada por ellos, esto hace una gran··
de diferencia bajo muchos respectos, no hace la menor
en cuanto al carácter jeneral de la regla. Por otra parte,
aristocracias como la de Inglaterra, en donde la clase que
posee el poder lo tiene únicamente por su posicion social
o sin consagrarse a él esclusivamente (en donde por con-
siguiente el poder es ejercido) no directamente, sino por
medio de instituciones represe~tativas constituiuas oli-
gárquicamente), esas aristocracias, digo, han valido bajo-.
el aspecto intelectual lo que valen las democracias, ni
mas ni menos; es decir, que sus cualidades no han pare-
cido ni han durado, sino cuanto es dado de parecer y
durar a un hombre dotado de grandes talentos y sosteni-
do por una posícion distinguida. Temístocles y Pericles,
Washington y Jefferson no fue'ron mas completamente'
escepciones en sus democracias, y fueron sin duda escep-
ciones mas brillantes que los Chatan y los Peel en la
aristocracia representativa de la Gran :Bretaña, o aun que
los SuUy y los Colbert en la lllDnarquia aristocrática de·
Francia. Un gran ministro en los gohiernos aristocráticos
de la Europa moderna, es un fenómeno casi tan ram
como un gran rei.


Luego en cuanto a los méritos intelectuales de UH
gobierno no debe hacerse comparacion sino entre una
democracia representativa y una burocracia; todas las
otras formas de gobierno pueden dejarse a un lado. Y
aquí se debe reconocer bajo muchos respectos de una
grande importancia que un gobierno burocrático tiene
grandemente la ventaja. Reune la eSl1cl'iencia, adquiere




- 1:f2-


mÚXÜTlas tradieionale" debidamente esperimentadas y
pesaQ.as, y asegura una dósis suficiente de saber práctico
en aquellos que tienen verdaderamente el manejo de los
negocios; pero no es tan favorable a la enerjia individual
del espíritu.


La ruti.na es la enfermedad quc aflije a los gobiernos
hurocrúticos y de la que mueren ordinariamente. Parece
por la inmutabilidad de sus máximas, y mas aun por
esta lei universal, en virtud de la cual todo lo que llega a
ser rutina pierde su principio vital, y a falta. de un pen-
samiento presente, continúa en funcionar, pero de una
manera maqninal y sin cumplir la obra deseada. Una
aristocracia tiende siempre a llegar a ser una pedantocra-
cia. Cuando la burocracia es el verdadero gobierno, el
espíritu del cuerpo anonada, como entre los jesuitas, la
individualidad de sus miembros mas distinguidos. En la
profesion del gobierno, asi como en cualquiera otra, la
sola idea de la mayoria es hacer como la han enseñado: es
preciso un gobierno popular para que las concepciones
de un jenio orijinal tengan ocasion de prevalecer sobre el
espíritu ínerte y hostil de la mediocridad, que sabe la
tradicion y que no tiene otra ciencia. Prescindiendo del
accidente de un déspota altamente intelijente, era nece-
sario un gobierno popular para que Sir Rowland Hill
pudiese obtener un triunfo sobre la oficina de correos
(post office). Un gobierno popular le instaló en ella, y esta
ad~inistracion tuvo que obedecer al impulso dado por
un hombre que al saber especial reunía la orijinalidad y
el vigor intelectual. Si la aristocracia' romana escapó de
esta enfer,nedad característica de una burocracia, 10 debe
evidentemente a su elemento popular. El pueblo nombra-
ba para todos los empleos especiales, para los que daban
asiento en el Senado, y para los que solicitaban los sena-




cl.ores. El golJi.emo ruso Qheee un ei~m13\o ll()t~\)\e ~\e \o~
lados buenos y malos de la burocracia, por sus 'l!lúximas
inmutables, que persiguen de siglo en siglo los mismos
objetos; por su grande habilidad en esta tarea; por su
espantosa cOlT~pcion interier; por su estado de hostilidad
permanente contra toda mejora que venga de afuera: una
lucha en que aun el poder autocrático de un emperador
dotado de un espíritu vigoroso no es jamas vencedor o al
menos lo es raras veces; pues la oposicion paciente de un
cuerpo cansa a la larga la enerjia incierta y capriehosa
de un solo hombre. El gobierno chino, burocracia de
mandarines, es otro ejemplo de las mismas cualidades y
de los mismos defectos.


En todo negocio humano, son necesarias influencias
opuestas para mantener cn cada uno la vitalidad y la
capacidad de lo que debe hacer. Si se persigue un solo
bien con esclusion de otro que debería acompañarlo, su·
eede, no pl'eeisamente que haya esceso del lU¡¡O en tanto
que se carece del otro, sino que se pierde poco a poco el
mismo que se habia perseguido esclusivam8nte. Un go-
biel'no de funcionarios educados para este oficio no puede
hacel' por un pais las cosas que pueden hacerse por un
gobierno libre; pero talvez se le creería capaz de hacer
ciertas cosas que el gobierno libre no puede él mismo ha·
cero A mi entender, sin embargo, para que un gobierno
de funcionarios pueda desempeñar su oficio de una ma-
nera eficaz y permanente, se necesita un elemento esterior
de libertad. Y del mismo modo, la libertad no puede tam-
poco producir sus mejores' efectos, y con frecuencia falla
completamente, si no encuentra los medios de combinar
los beneficios de un réjimen libre con los de una adminis·
tracion hábil y ejercitada. No hai que vacilar un momen-
to entre el gobiemo representativo, para un pueblo que.




• - 1"31 -
"<ostá preparado a recibirlo, y la burocl'acia mas perfecta
que se pueda imajinar; pero al mismo tiempo las institl1-
<eiones políticas deben proponerse por sobre todo encerrar
¡la mas fuerte dósis posible de las cualidades del uno y de
la otra. Deben, en tanto que las dos cosas no sean irlcom-
patibles, hacer de manera que la direccion de los m~gocíos
pertenezca a las personas h{tbiles, formadas para esto como
para una profesion, y que los cuerpos representativos po-
sean y ejerzan séL'iamente un derecho de censura jenet'al.
Estariamos bien cerca de llegar a€ste punto, si se adopta-
se la línea de IDO leradoIl trazada en el capítulo precedente
entre la obra de ·gobierno propiamente dIcha, la cual no
puede desempeñarse bien sino mediante estudios especia-
les, y la obra de nombrar, de vijilar y en casa necesarJO
fiscalizar a los gobernantes; obra que, en el caso actual
como en todos los demas, toca en toda justicia no a 101\
que hacen el trabajo, sIno a aquellos para quienes él se
hace. No se puede llegar a tener una democracia húbil, si
la democracia no consiente en que el trabajo que demanda
hahil¡dad sea hecho por los que la tienen. Una democracia
tiene ya bastante que hacer cuando es necesario que se
provea de una dó~is suficiente de capacidad mental para
ellmpliv su propia tarea, que es vijilar y reprimir.


¿Cómo procurarse y asegurarse esta dósis? lIé aquí uLla
de las cuestiones que es preciso tomar en consideracioll,
cuando se trata de pronunciar sobre la constitucion con-
veniente de una asamblea representa ti va. Si la composicion
de la asamblea es defectuosa a este respecto, la asamhlea
invadirá por actos especiales el departamento ejecutivo,
despedirá un buen ministerio y nombrara y sostendrá uno
malo, permitirá o aun autorizará abusos de confianza de
parte de lo~ ministros, se dejará engañar por sus falsaH
pr'Gtestas, () retirará su apoyo a los que traten de desem-




- 135-


peflar su cargo concienzudamentl~, proLejer[l o impondrá
una política jeneral, tanto en el interior como en el este-
rior, egoísta, caprichosa, irreflexiva, imprevisora, igno-
rante y llena de preocupaciones, abrogará buenas leyes o
espedirá malas. introducirá nuevos males o se adherirá a
los antiguos con una obstinacion perversa. Talvez bajo la
influencia de impulsos perniciosos, temIlorales o perms-
nentes, de ella misma o de sus comitentes, se prestará a
medidas que dejen completamente a un laJa la lei en ca-
sos en que una justicia perfecta llO seria del agradO del
sentimiento popular. Tales son los peligros del gobierno
representativo, si la constitucion de la representacion no
asegura una dósis suficiente de intelijencia y de saber en
la asamblea representativa.


Pasemos ahora a los males que provienen de que los
modos de obrar del cuerpo representativo puedan ser dic-
tados, principalmente por intereses siniestros (para em-
plear la palabra cómoda introducida por llentham) es
decir' por intereses mas o menos en contradiccion con el
hien jeneral de la comunidad.


Está universalmente admitido que una gran parte de
los males inherentes a los gobiernos monárquicos y.aris-
tocráticos, provienen de esta cam.a. Un monarca o una
aristocracia cree asegurar su interes por una conducta
opuesta a la que demanda el interes jeneral de la comuni-
nado Por ejemplo, el interes del gobierno es establecer
fuertes -impuestos: el de la comunidad es pagar tan pocos
impuestos como lo permitan los gastos necesarios de un
buen gobierno. El interes del rei y de la aristocracia go-
hernante, es poseer y ejercer un poder ilimitado- sobre el
pueblo, forzarlo a conformarse plenamente a la voluntad
y a las preferencias de los gobernantes: el interes del
pueblo es ser tan poco fiscalizado como sea posible para




- i;)li-


que el g'obierno pueda conseguir sus fines leJítl[no~, Él
interes, [lar lo menos aparente y presunto dell'ei y de la
at'istocracia, es de no permiLü' cdtica ninguna respecto de
ellos, es decif, ninguna critica que puedan creer amena-
zante para su' poder o como que afecte s(~l'iarnente t'u li-
bertad de accion: el interes del puehlo, es tener la plena
libertad de critic,ar a todo funcionario público, todo acLO
o toda medida pública. El interes de una clase dominan-
te, sea una aristocracia, sea una monarquia aristocrática,
es apoderarse ue una variedad infinita de privilejios, los
cuales o la enriquecen a espensas del pueblo, o tienden a
elevarla sobre el pueblo, o lo que es lo mismo en otros
términos, a poner alpuelllo bajo ella degradándolo. Si el
pueblo est(\ mal dispuesto para con estos gobernantes, lo
que es demasiado probable bajo semejante gobierno, es
del interes del rei y do la aristocracia mantenerlo en un
grado mui mediocre de intelijencia y de educacion, fo-
mentar discusiones, y aun impedirle que tenga una vida
demasiado cómoda, de miedo de ((fJne cnyorde y tire coces»
segun la máxima del cardenal do Richeliell, en su cl:lcJire
testamento político,


Todo osto es del interes de un rei o de una aristocracia
bajo un punto de vista enteramente egoísta, a menos que
el temor de prov,ocar la resistencia no cric un contrapeso'
capaz de hacer inclinar la balanza. Todos estos males han
sido y muchos de entre ellos son todavía el fruto de los
intereses siniestros de los reyes o de las aristocracias,
cuando su poder es suficiente para elevarlos solJre la opi-
nion del resto de la comunidad; y no seria racional
aguardar otra conducta en una posicion semejante.


Esto es de toda evidencia en el caso de una monarquía
o de unaaristocraciaj pero se afirma, de una manera a
veces demasiado gratuita, que las mismas pe1'l1iciosas




-- 137 -


influerú;ias no obran en una democracia. Si se toma la
democracia por lo qlle ella es ordinariamente, eiS decir,
por el gobierno de la mayoria numérica, es posible que
el poder donlinante se halle bajo la influencia de intere-
ses de clase o de círculo de eiertos hombres que le impon-
gan otra conducta que la que exijiria la consideracion
imparcial de todos los intereses. Supongamos una mayo-
ria de blancos y una minoria de negros, o vice-versa:
¿es creible que la mayoría se mostrará equitaLiva con la
minoria? .Supongamos una mayoria de católicos y una
minoria de protestantes, o lo contrario: ¿no habrá el mis-
mo peligro? O bien supongamos una mayoria de ingleses
y una minoria de irlandeses, o lo opue5to: semejante mal,
¿no es infinitamente probable? En todo pais hai una ma-
yoria de pobres y una minoria que, por oposicion, puede
llamarse rica. Entre estas dos clases hai, sobre muchos
puntos) oposicion completa de intereses aparentes. Supon-
dremos la mayoria suficientemente intelijente para com-
prender que no es de su interes debilitar la propiedad, y
que ella se debilitaría por cualquier acto de espoliacion
arbitraria, Pero ¿no es mni de temerse que ella eche 50-
lJre los poseedores de lo que se llama la propiedad in-
m~eble, y sobre las rentas mas cuantiosas, una parte
escesiva de la carga del impuesto, o esta carga toda en-
tera? y que en seguida aumente los impuestos sin escrú-
pulo, bajo el pretesto de que los gasta en provecho y eu
el interes de la clase obr81'a? Supongamos todavia UIl~
minoria de obreros hábiles y una mayoria inhábil, la es-
periencia de numerosas asociaciones de obreros (a meno::>
,que las hayan cil.lumniado grandemente) justifica el te-
mor de ver imponer como una obligacion la igualdad de
los salarios, y de ver aJJolil' la. obra a destajo, y todas las
}ll'úcticas gracias a bt' cuales una actividad o tal~m.-


OfJit Hll.l'. 6"




- f38-


t,08 superiores pueden ganar Ulla rccompensa stl'pe-
rior. Ensayos lejislativos para aumentar los salarios o
para limitar la competencia en el mercado del tralJajo-
impuestos o l'estl'icciones sobre las máquinas y mejoras
>le todas clases, que tienden a suplir el trabajo-talvez la
proteccion del productor indíjena contra la industri'a es-
tmnjera-son los resultados mui naturales (probables no
10 afirmaría) del iateres y del sentimiento bajo cuya in-
J1uencia gobernaria una mayoría de trahajadorcs ma-
nuales:


Se nos dirá que ninguna de es~a:5 cosas es del iIllel'e~
/'crdadero de la clase mas numerosa. A lo cllal respondo,
que si la conducta de los seres humanos no fuese deter-
minada sino por las consideraciones interesadas que C0ns-
titn~;en su interes verdwlt'o, ni la monarquia ni la oli-
garquía serian tan malos gobiernos como son; porque
argumentos bien poderosos se han empleado y se emplean
ll'ecuentemente para deIllostrar que un reí o un Senadu
gouel'llante se hallan en la mas envidiable de las posi-
ciones cuando gobiernan con justicia y vijilallcia a un
pueblo activo) rico, ilustrado y dotado de un espíl'it:l ele-
yado. Pero no es sino raras veces que un reí ha visto
hajo este m;pecto elevado su interes personal; yen cuanto
a una oligarquía, jalllas: ¿y por qué habl'iamos de espe-
rar un modo de pensar mas noble de parle de las clases
O!ll'Cr~tS? No es su interes lo que es preciso consitlel'ar)
,.lllO la opinion que de el se formall; y si una teoria ue
::;obierno afi¡'ma que la mayoria numérica har~t habitual-
mente lo que no se ha ltAclJO jamas, y lo que no se aguar-
da. ver hacer (sino en casós mui especiales) por los Ot1'08
de~ositarios del poder, a saIJel'-que ella dirijírit su con-
ducta segun 10 qlle en el fUIlflo sea su interes verdadero.
f'll oposicion ~ lo que es su intnes im!lediato y apal'ellte,




- 139 -


f'sa teoría est:l juzg.\da. Seguramente, nadie puede dudar
que las medidas perniciosas a que acaba de aludirse, y
muchas ·otras tan malas como ellas no se hallen en el
interes inmediato de la masa de los obreros inhábiles .
.Podría suceder que ellas fuesen favorables a esta clase, al
Illenos en su jenel'acion actual. La relajacion .de la indus-
tria y de la actividad, la diminucion de los alicientes para
ahorrar, que seIian la consecuencia final, tal vez no. S6
harían sentir por las clnses de los obreros inhábiles du-
rante una sola jeneracion.


Algunos de los cambios mas funestos en los negocios
humanos han sido ventajosos en cuanto a sus efectos mas
inmediatos y mas manitiestos. El establecimiento del des-
potismo de los Césares fué un gran beneficio para toda la
jeneracion contemporánea. Fué el fin de la guerra civil,
llB freno para las malversiones y la tirania de los pretores
y de los procúnsules, un desarrollo d~ la vida elegante y
de la cultura intelectual que 110 se refería a la politica.
En fin, bajo este llnspotismo aparecieron monumentos
literarios de~lllmbraLlures para la imajinacion de esos lec-
tores ele la historia, IIue no reflexionan que los hombres
;l qUl rlnCS el despotismo de Augusto. (así como el de Lo":
renzo de lIIédicis y de Luis XIV) elebe su brillo] fueron
todos formados por la jenel'aCiOIl precedente. Las I'iqueza~
acumuladas, la enerjia y la actividad mentales produci-
,las por siglos ele libel'tau, subsistieron en provecho de la
primera jeneracion de esclavos. Sin embargo) ese fué el
principio de un réjimen bajo cuya union se estinguió in·
sensiblemente toda la civilizacion adquirida hasta enton-
ees; a tal punto que el imperio) que habia conquii:itado y
abl'ázauo al Inundo en su seno, perdió todo, aun su poder
militar; e illva,'Ol'e" (IllC tr0S o cuatro lejiones habian sido
t>iempre bastantes para rcpeler, tuyieron la fortuna de 1'e-




- Ho - ..


correr y ocupar casi la totaliJad de su vasto territorio. EP
nucyo impulso dado por el cI'istianismü llegó justamente
a tiempo para salvae las letras y las arl,~s, y paea ahorrar
el la e"pecie humana una l'ecaitla en plena y talvez incu-
rable barbarie,


Cuando lvolamos del inte~es .d~ UIn asal:lblea o aun de-
1111 hombre como de un pnncl[110 determlU~inte de sus
:t::ciones, la cuestion de SabBl' cu;U seria este inleres a los
ojos de un cl'Dservador imparcial, es una de las parLes me·
mos importantes de la materia. Como lo observa Colorido
gc: Rl hombre hace el motivo, no es d motíi'o el que íwce al
homln"e. Lo que es del interes de un llOlIih¡'e hacer o no
hacer, uepende menos de cualquiera eircllllstancia este-
l'ior, quc de lo que es el iudi "ilIllO mismo. Si quercis
~aber lo que constituye en la vráctica el interes de un
hornlll"o, teneis Ilcc:.'sidad üe conocer el jira habitual de
~us llensarnienlos y r:e SUtl sentimientos, Cada uno tiene
,los rhses de intereses, intereses de que cHida, e intereses
a que 110 da ning'uua importacia. Cada cual tiene intere~
"e" egoístas n intereses no egoístas: y nu hombre egoista
{'nltl\';L d J¡úlJjto de cuidar de los primeros y ele desaten-
,le¡; jos otros. Cada cllal tiene illtel'eses presentes e inte-
reses lt'PllOS: y el hombre imprevisor es el que atiende
a su'; iutereses pl'bcntcs y no se ~llida de sus intereses-
lejano:-. Poco impolla que, calclIlando llieu, Cbtos últimos
~pall los lllas consiJel'alJlcs, si los h¡dlitus de su e~Illl'itll
lo rOllducen a fijar sus lJCll"alllicnlos y sus deseos lÍlliea-
llH'I1t(~ sohro los primeros, El! vano se trataría de peuma-
¡Jir a un llolllhl'e quc da tle guipes a Sll mujer o que mal-
trata a sus hijos, que seria Il1<1S dichoso si vi"íese en
buenos términos COI] ellos. ]:;1 serja mas feliz ~i fuese di'
la especie de. 11omllr8s qli'~ pueden "j"jl' a~i; pero no
'!~ de e"Zt especie, y [lt'nhaLl';JílcttlO es ya !!lui tarde




- iH -
liara que llegue a serlo. ::-lieudo lo que es, satIsfacel· ~li'
pa8ion de dominar y su carActel' feroz, le pal cee algo mas'
¡le desear que el bienestar y el afecto de los que de él de-
penden. Su bienestar no le causa ningun placel" y no le
importa su afecto. 8u vecino, que no piensa del mismo
modo, es sin duda un hombre mas dichoso que él; pero
si tal cosa pudiese persuadm;ele a ese brutal, semejante
l1ersuasíon no haría probalJiemcnte sino exasperar su ma-
!elicellcia y su irritabilidad. En jeneral, un hombre que
tiene afecto por otros, por su pais o pOF la humanidY.
es mas feliz que uno que no lo tiene; pero ¿de qué sirve
predicar esta doctrina a un hombre que uo se cuida silla
!le su propia tr:mquilidad y de su propia holsa? Tanto
"ale predicar al gusano que se arrastra sobre la tierra
que le valdria mas ~er una {¡guila!


Ahora, es un IJecllO ,ieneralmente obsenaclo: las tlo~
malas tlisposiciones de que se trata-por las cuales pl'efe-
I'lIl10S nuestros intel'eses egoistas a los <}I:e nos son comu-
!lCS coh otros, y lIUNLI'OS intereses inmediatos y directos
;¡ los que Srlll lIllli reet.os y rf~.ianos--son rasgos caracte-
I'lsticos que c11jendl'a y dcsal'l'Oila muí particularmente
b p()se~ioIl dl'l podcr. Dt~sde que un hombre o una clmie
de hombres se encllentra'.en pos8sio11 del poder, el in Leres
indIvidual del hombre o e~ interes separado de la clal-)e
toma a sus ojos un grado de importancia enteramente
nue\'o. Viendo que los otrO:3 10l-) adoran, llegan a adorarse
a sí mismos y a creerse con él derecho de setO contados
por cicn veces mas que los tlemas, entre tanto que la fa-
I:ilillall que atlquiercn de hacer lo que les agrada sin in-
quietarse por las consecuencias, debilita el hábito ,de
preveer aun las consecuencias que podrian afectarles. La
[radicíon universal fundada sobre la esperiencia univer-
~al, ellselJa que los hombres se corrompen por el poder.




- l't~-
Cada cual sa.t,p cuan allslmio seria creer qee lo qne en
hombre os o Hace en \lIla situacion pl'iv.arla, lo será o lo
Lará siendo un dpspota sobro el trono; cuando todas la~
pal'tes malas de su naturalpza, en vez de se¡' comprimidas
y llamadas al ól'den por cada circuIlstancia de su vida y
por cada uno de los que se le acercan, serán aduladas por
todos y servidas por todas las circunstancias. Igualmente
ahsurdo seria tener semejantes esperanzas respecto d(~
una clase de hombres, del pueblo (demos) o cualquiera
olro. Por modestos, por rdzonahles que sean los hombre~
mientras hai sobre ellos un poder mas fuerle q ne ellos,
debemos agradecer el verlos cam~iar completamente a
este respecto el dia en que ellos mismos lleguen a S8r el
poder mas fuerte.


Los gobiernos deben hacerse para los seres humanol"\
tales como ellos SOI1, o como son capaces de Ilegal' a ser
próximamente. Bien, pues, en todo grado de cultura, los
intel'eses que dirijirún a los hombres cuando piensen so~
lamente en sus iniereses personales, ser{w casi. esclusiva-
mente aquellos que saltan él. los ojos a primera vista, y que
obran sobre su condicion actual. Para dirijir los espíritus
y las miras de Ulla clase o üe una asC\mu\ea hácia intere-
ses lejanos y no palpables, no hui si:o una consideracioll
desintere:oada por los otros y sobre todo por la posteridad,
por el pais o por la Ilumunidad, considel'ucion fundada,
:-;ea sobre la simpatia, sea sobre un sen timiento concien-
ludo. Pues bien, no se puede sostener que una Jorma dl~
gobierno sea r'-lcional, cuando tiene por condicion qlH~
estos principios elevados de accion serán los motivos
primeros quo dirijil'án la conducta de los seres humanos
ordinarios. Se puede bien cuntar sobre una cierta !luma
de conciencia y de espíri tu público desinteresa(lo en lo~
ciudad,lllos ele toda comunidad maaul'a para el g.('bicrno




representativo; pero no hui que cOlltar con enconirar
entre ellos una dúsis suficiente de estas cualidades com-
binada con un discernimiento intelectual suficiente para
estar a· prueba de todo sollsma plausible que tienda a
uisfrazar en interes jeneral y en precepto de j usül~ia y de
l,ien público lo que es el interes de su clase. Tal confian-
za seria l'idicula. Sabemos touos CUÚll tas sutilezas se pue-
den ima.iiwll' en apoyo de un acto injusto propuesto sin
(~mbal'go por el bien imajinario de la masa. Sabemos-
ClIúntos llomlJ1'es, que no son ni toutos ni malvados, han
aeido justilicable la bancarrota del Estado. Sabemo:-i
ClIúntos hai que, no careciendo de ninguna manera de
talento ni de una grande influencia popular, encuentran
justo reservar toda la carga del impuesto a los ahorros
realizados Lajo elullln!.Jre de propiedad inmueble, permi-
tiendo a todos lo que, asi como sus padres, han gastado
tt)c!o lo que redbian, permanecer exnntos tic toda carga
,'1.1 rec::llllpeni'a de una conducta tan pjemplar. Sabernos
qué argumentos poderosos, tallto mas peligrosos cuanto
que encierrall una po!'cion dll venlad, se pueclen emplear
contra tOlla herencia, cOlltra e; del'edlO de lega~, contm
toda yerüaja que UBa persona pueda tener sobre otra.
Sabemos cuán fácilmente se puede demostrar la inutilidad
de todos los ramos de la ciencia a satisfaccion de los que
!lO sallen nada. ¿Cuántos hom1l1'e8 no hai que, sin ser
eompletamente estúpidos, miran el estudio científico de
las lenguas como inútil, ignalmente que la literatura
antigua, toda el'U'licioll como inútil, la lójiea y la metafí-
~iea como irnltiles, la poesia y las hellas artes como ocio-
~as y frívolas, y la econornia politica simplemente como
perjudicwl? Aun la 11i:;loria ha sido declarada inútil y
perjudicial por lJomL¡'es entendidos. Ese r:onocimiento de
la naturaleza estcl'ioI' adquirido, por la esperiencia, que




lH


lIi 1'\'e Ilirectamer,lLC a l::t pl'oduccion de las cosas necesaria~
o agradables, seria el único que el pueblo r8COllOeel'ia
como útil, pUL' poc,o' que se le alentase a dudar de todas
las grandes cosa,; que se acaban de enumerar.


¿En dón¡}e están los hombres de conciencia IJastante
delicada, bastante equitatiya para con aquello que ofen-
de su juteres aparente,' para rechazar estos sofismas y
tantos otros que les vendrán de todas partes con el poder,
illlpeliúndolus a porl'er su inclinacion particular y las mi-
ras mezquinas de su egoísmo sobre la justicia, el bien
público y el porvenir? No dehe contarse sobre ese prodijio,
aun entro espíritus mas cultivados que los de la mayoria.


Por tanto, uno de los peligros mas grandes de la demo-
cracia, como de todas LlS demas formas de gobierno, con-
siste'en los intereses siniestros de los que poseen el poder:
este peligro es el di] una lejislacion de elase, de un gobier-
no que busca-(sea venturo::o o desgraciado en su em,
presa) el provecho inmediato de 111 clase dominante, en
detrimento duradero de la masa. Y es una cosa que se
delle considerar sobre todas las domas, cuando se deter-
mina la mejorcoIlstitucion de nu gobierno representati-
YO, el modo de precaverse contr'a semejante mal.


Si consideramos como una clase, políLicamente hablan·
do, un número cualquiera de personas que tienen el
mismo interes siniestro, es decir, cuyo interes directo y
aparente enjellllra la misma especie de medidas-el ohjeto
de~eable seria que ninguna el,ase, ninguna asociacion de
clases inclinadas a ligarse, fuese capaz de ejercer una'
influencia preponderante en el gobierno, Una comunidad
moderna que no está dividida por fuet'tes antipatias de
raza, de lengua o de nacionalidad} puede ser considerada
como di visible en dos grandes secciones que corresponden,
salvó algunas variaciones, a dos direcciones opuestas de




mtereses aparentes. rara emplear términos breves y je"-
nerales, llamémoslas, la una, la secdon de los trabajado-
res, y la otra, la seccíon de los empleadores del trabajo.
Comprenderemos sin embargo en la segunda, no sola-':'
mente los capitalistas retirados ya los que han heredado
su fortuna, sino tambien esa especie de trabajadores
ámpliamente pagados (las profesiones liberales) que su
educacion y su modo de vivir asimilan a los ricos, y
cuya perspectiva y ambician es elevarse hasta esa clase.
Por otra parte, podemos colocar entre los trabajadores
esós pequeños empleadores del trabajo, a quienes sus inte·
reses) sus hábitos y su educacíon han dado los deseos,
los gustos y los fines de las clases obreras, lo que com-
prende un número considerable de pequeñas comer-
ciantes.


En una sociedad asi compuesta, si fuese posible crear
un siswma representativo teóricamente perfecto, y man-
tenerlo en ese estado, su organizacíon deberia ser tal que
estas dos clases-de un lado los trabajadores y sus afini-
<Jades, del otro los empleadores de trabajo y sus afinidades
-estuviesen igualmente contrapesadas, teniendo cada una
a su disposicion un número igual de votos en el pafia·
mento; puesto que, suponiendo que la mayoria de cada
dase fuese principalmente guiada en todas sus diferencias
por sus intereses de clase, habria una minoria en cada una
de ellas, en la cu:!l esta consideracíon seria subordinada a
la razon, a la justicia y al bien del todo: esta minoria de
UIla de las clases, uniéndose a la masa de la otra, prevale-
ceria contra todos los elementos de su propia mayoria que
fuesen indignos de aceptacion. ¿Por qué en una sociedad
pasablemente constituida, la justicia y el interes jeneral
acaban siempre por prevalecer? porque hai mas de un
oegoísmo en la humanidad. Ciertos egoismos' se intelesan


GOB. REP.. 7




- H6 -


por lo que es malo, pero otros se identifican con lo que es
bueno: y las personas que son dirijidas por consideracio-
nes mas elevadas, aunque mui poco numerosas y mui
débiles para prevalecer por sí solas, llegan ordinariamen-
te a ser bastante fuertes despues de suficiente discusion y
ajitacion, para hacer prevalecer el grupo de intereses pri-
vados, cuya conclusion es la misma que la de su desintereso
El sistema representativo deberia estar constituido de una
manera que mantuviese este estado de cosas: no deberia
permitir a ninguno de los diversos intereses de clase ser
bastante poderoso para prevalecer sobre la verdad y la
justicia unidas a los otros intereses de clases_ Deberia
siempre haber un tal equilibrio entre los intereses parti-
culares, que cada uno de ellos no pudiese contar con el
triunfo, sino con condicion de atraer a él la mayor parte
de las personas que obran segun motivos mas elevados y
miras mas vastas y lejanas.




CAPITULO VII.


\
De l~ n;rdadel'a y de la falsa democracia, de la represelltacioll de todO>'


y de la represelltacion de la mayoria solamente.


Los peligros a que está sujeta una democracia represen-
tativa, son de dos clases, como acaba de verse: peligro de
un grado de intelijencia mui mediocre en el cuerpo repre-
~entc'l,tivo y en la opinion popular que 10 fiscaliza; peligro
de una lejislaci.on de clase de parte de la mayoria numé-
rica, siendo ésta compuesta de una misma clase. ~o es
necesario examinar ahora hasta qué punto es posible (sin
afectar materialmente los beneficios característicos de un
gobierno democrático) organizar la democracia de manera
que pueda destruir estos grandes males, o al menos di.s-
minuirlos cuanto está en poder de las combinaciones hu-
manas.


Ordinariamente se procura llegar a este resultado limi-
tando el carácter democrático de la representacion, por
medio de un sufrajio mas o menos restrinjido. Pero cier-
La consideracion, que es preciso no perder de vista, modi-
fica grandemente las circunstancias en que esta restriccion
parece necesaria. U!}a democracia completamente igual




- 148 -


en una nacíon en que la mayoria numérica se. compone
de una sola y misma clase, está siempre acompañada dt:l
ciertos males; pero lo que agrava singularmente estos
males es que no hai ninguna igualdad en las democracias


. que existen actualmente; aun se vé en ellas una desigual-
dad sistemática en favor de la clase. dominante. Bajo el
nomore de democracia se conf,nnden dos ideas mni dife·
rentes. La idea pura de la democracia, segun su defini"
cían, es el gobierno de todo el pueblo por todo el pueblo
igualmente representado. La democracia tal como se la
concibe hoí en la práctica, es el gobierno de todo el pue-
blo por una sílilple maybria del pueblo representada es-
clusivamente., En el primer sentido, la palabra democracía
es sinónima de igualdad para todos los ciudadanos: en el
segundo sentido (y se confundo uno y otro estrañamente)
significa un gobíerno de privilejio en favor de la mayoría
numérica, que en el hecho es la sola que tiene voto en el
Estado. Es la consecuencia inevitable del modo como se
recojen hoí los votos, con esclusion completa de las mino-
rías.


Aquí la confusion de iUeas es grande; pero es tan fácil
aclararlo todo, que ~e puede cree!' que la mas lijera indio
cacion es suficiente para presentar la materia bajo su
verdadero aspecto ante toda persona de alcances ordi·
narios. Asi seria sin el poder del hábito, gracias al cual
la idea mas sencilla, si no es familiar, se hace com-
prender tan difícilmente como la mas complicada. La
mi noria debe ceder a la mayoria, el menor número al
mayor) esta es una idea familiar: en consecuencia, los
hombres creen que no hai púa que inquietarse por otra
cosa, r no se les ocurre que puerle haber un merlio entre


.dar al IDen<;Jr número el mismo poder que al mayor, o
prescindir completamente del número menor. En un cuer:




- 149-


po representativo que delibera realmente, la minoria debe
necesariamente estar debajo, y en una democracia en que
existe la igualdad (puesto que las opiniones de los comi-
tentes cuanuo se adhieren a ellas fuertemente, determi-
nan las del cuerpo representativo) la mayoría del pueblo
por medío de sus Iepl'eSentantes prevalecerá y triunfará,
por pluralidad de votos, gobre la minoria y sus represen-
tantes. Pero ¿se sigue de esto que la minoria no dehe
tener representantes absolutament.e? Porque la mayoria
debe prevalecer sobre la minoria, ¿es preciso que la ma-
yoria tenga todos los votos y que la minoria no tenga
llinguno? ¿Es necesario que la minoria no sea siquiera
oíua? Solo una costumbre y una asociacion de ideas in-
memoriales pueden reconciliar a un ser razonable con
Ulla injusticia inútil. En una democracia realmente igual,
todo partiuo, cualquiera que él sea, seria representado en
una proporcion, no superior, sino idéntica a lo que él es.
Ulla mayoría de electúre::; deberia tener siempre 'una ma-
yoría de representantes; pero, una minoría de electorfts
'deberia tambien tener siempre una minoria de represen-
tantes. Hombres por hombres, la minoría deberia ser tan
completamente representada como la mayoría. Sin esto,
110 hai igualdad en el gobierno, sino desigualdad y privi-
l~jio: una parte del pueblo gobierna al resto: hai una por-
rion a la cual se rehusa la parte de influencia que le co-
rresponde de derecho en la repres~ntacion, y esto contra
toda justicia social, y sobre !'odo contra el principio de la
democracia, que pmclama la igualdatl como raiz y funda-
mento de ella.


La injusticia y la víolacion del principio no son mellaS
c\identes porque sea una minoda la que sufra las conse-
(:uelleÍus d~el1~; pues no hai sufrajio igual allí en donde
un iIld~viduo aislado no cuenta por tanto cuanto oLro




- 150 -


individuo aislado en la comunidad. Pero no es solament{!
la minoria quien sufre. La democracia asi constituida no
consigue con esto ni aun su objeto ostensible de dar en
todos los casos el poder a la mayoría numérica; hace al-
guna cosa mui diferente, lo dá a una mayoría de la ma-
yoría, que puede no ser y no es frecuen lemente sino una
minoría del todo. En los casos estremos es sobre todo
cuando se vé el valor de un principio: supongamos, pues,
que en un pais gobernado por el sufrajio igual y uni-
versal, haya una eleccion contestada en cada colejio elec-
toral', y que en cada eleccíon triunfa una pequeña mayo-
ría. El parlamento así formado representa un poco mas
de la simple mayoria de la nacion. Ese parlamento se
pone a hacer leyes y toma medidas importantes por el
voto de la simple mayoria del parlamento mismo. ¿Qué
garantía se tiene de que estas medidas estarán de acuerdo
con los deseos de la mayoría del pueblo? Habiendo sido
vencidos en la contienda electoral cerca de fa mitad de
los electores, ninguna influencia tienen sobre la decisionj
toda esa mitad puede ser hostil a las medidas, habiendo
votado contra los que las han dictado, y probablemente
lo es en gran parte. En cuanto a los de mas electores, 'cer-
ea de la mitad han elejido representantes que (el hecho
es de suponerse) han votado contra las medidas. Es, por
tanto, posible, y aun es probable que las medidas que
han prevalecido agradarán solo a una minoría, no obs-
tante de ser mayoría de esa parte de 1:.1 nacion que las
leyes del pais han erijido en clase dominante. Si la de-
mocracia 5ignifica ti ascendiente cierto de la mayoria, no
hai otro medio de asegurarlo que permitir a cada cifra
individual contar igualmente en la adiciono Si hai tina
minoria puesta ~ un lado, sea intencionalmente, sea por
el modo como funciona el mecanismo) el poder no está




- 1;-)1 -
en manos de la moyoria, sino en las de una minoria, en
toda otra parte que no sea el parlamento.


La sola respuesta plausible es que, como la opinion do-
minante varia segun las localidades, la que está en mi-
noria en una r arte se halla en mayoría en otra, y que en
suma cada opinion existente en los colejios electorales
obtiene una justa parte de votos en la representacion. Y
esto es cierto por mayor en el estado actual del derecho
electoral; sin e~'to el desacuerdo de la Cámara con el sen-
timiento jeneral del pais seria bien pIOnto evidente. Pero
la cosa dejaria de ser verdadera al momento, si se conce-
diese el derecho electoral a un numero mayor, mucho
mas aun si se concediese a todos; porque en este caso la
mayoria en toG.a localidad seria compuesta de trabajado-
res manuales, y cuando hubiese una cuestion pendiente
sobre la cual estas clases no estuviesen de acuerdo con el
resto de la comunidad, ninguna otra clase lograria hacer-
se. representar en ninguna parte. Aun ahora, ¿no es un
gran mal que en todo parlamento un gran numerO de
electores, cualquiera que sea su deseo y su pasion de ser
representados, no vean en la Cámara ningun miembro
por' quien hayan votado? ¿Es justo que todo elector de
Marylebone se vea obligado a ser representado por los
candidatos de las asambleas parroquiales? y todo elector
de Fínsbury o de Lambeth por los de los bodegoneros?
(segun se cree jeneralmt:nte). Los coleji05 a que perte-
necen En jeneral las personas mejor dotadas en pUL! to de
cultura intelectual y de espíritu publico, los de las gran-
des' cí udades) po\' la mayor parte o no son representados
absolutamente o son mall'epresentados. LOi electores que
no son del mismo partido político que la mayoría local,
no son representados. En cuanto a Jos que son del mismo
partido, hai un gran número que son mal representados;




- 1'52'-


porque han sido obligados a aceptar al llOmLl'e que te-
nia mas votos en su partido, aunque talvez sus opiniones
difi~ran de las de ellos sobre otros puntos. El estauo de
las cosas es peor bajo ciertos respectos que si la minoria
lIO pudiese votar absolutamente; porque entonces al me-
nos la mayoría podria tener un miembro que la repre-
sentase en lo que ella tenga de mejor, entre tanto que
hoi la necesidad de no dividir el partido, de miedo de
facilitar el triunfo a los adversarios, mueve a cada uno a
votar, sea por la persona que se presenta primero con la
cucarda del partido, sea por la que los jefes del partido
p¡'oponen. Estos, haciéndoles el honor, que frecuente-
mente no merecen} de suponer que su designacion no ha
sido influida por sus intereses personales, para estar se-
guros de todas sus fuerzas) se ven obligados a presentar
un candidato contra el cual nadie Lenga en el partido
fuertel! objeciones, es decir, un hombre que no tenga na-
da ne sobresaliente, ni opiniones conocidas, escepto la
enseña del partido.


De esto ofrecen los Estados Unidos un ejemplo visible.
Allí, jamas el partido mas fuerte se atreve a presentar
para la eleccion del presidente a los mas fuertes de sus
hombres, porque pOl' el solo hecho de que uno de eso'l
hombres ha sido por largo tiempo objeto tle la ateneion
pública, una u otra parte del público tiene objeciones
contra él; y por consiguiente estaría menos seguro de
reunir todos los votos que una persona de quien el pú-
hlico jamas ha oido hablar. Así aun el hombre mismo
que es elejido por el partido mas fuerte, no representa
realmente sino el espíritu de ciertas personas pertenecien-
tes al estrecho espacio por el cual ese partido aventaja al
otro. Toda seccion cuyo apoyo es n'ecesario al triunfo,
puede poner su velo al candidato. Toda seccion que se




- irí3-


encapricha mas oLstinadamente que el resto, puede obli-
gar a todas las otras a adoptar su candiuato¡ y desgracia-
damente esta porfia superior se encuent¡'a mas bien en los
que se encaprichan por su propio interes, que en los que
se ob8tinan por el bien público. Jeneralrnente hablando,
la eleccion de la mayoria es determinada por la fraccioIl
del cuerpo electoral mas tímida, mas me¡;¡guada y llena
de preocupaciones, o bien mas obstinadamente apegada
al interes esclusi vo de la clase: y los derechos electorales
de la minoria, en lugar de servir para el solo fin para el
cual se recojen los votos, tienen por objl:'to imponer a la
mayoria un candidato tomado entre lo que esa mayoria
tiene de mediocre o de peor.


Que reconociendo estos males, haya muchos que los
miren como el precio necesario de un gobierno libre, Da
es cosa que sorprenda. Era esta la opinion de todos los
amigos de la libertad hasta Hna época mui reciente; el
hábito de creerlos irremediables es tan inveterado, que
muchas personas parecen haber perdido la facultad de
verlos como cosas a que pondrian remedie, de buena vo-
luntad, si pudiesen. Desesperar de una curacioll y ne-
gar la enfermedad son dos cosas que se tocan de cerca;
de ahí cierta aversion a oir proponer un remedio, como
si el que lo propone crease el mal en lugar de ofrecer el
medio de cm'arlo. Están de tal manera acostumbrados a
los males, qne hallan no solo irracional sino aun repren-
sible quejarse de ellos. Sin embargo) que sean evitables
o no, es menester que sea un amante ciego de la libertad
aquel que no se cuide de estos males, y que no se rego-
ciJe al descubrir que puede uno librarse de sufr irlos. En
el punto en que nos hallamos nada es mas cierto: el ano-
nadamiento virtual de la minoría no es de ninguna ma-
nera la consecuencia natural o necesaria de la libertad:




- 154 -
es, al contrario, diametralmente opuesto al primer prin-
cipio de la democracia, que es la representacion propor-
cionada a los números. Que las minorias sean repre-
sentadas en una justa proporcion, es una parte esencial
de la democracia; sin esto, no hai verdadera democracia
posible; solo se tiene una falsa apariencia de democracia.


Los que han visto y sentido algun tanto la fuerza de
estas consideraciones, han propuesto diversos espedien-
tes que pueden.,atenuar el mal en un grado mas o menos
grande. Lord John Russell, en uno de sus bills de refor-
ma, ha intr.:lducido una cláusula en virtud de la cual
ciertos colejios electorales podt'ian nombrar tres miem-
bros, y en e8tGS colejios seria permitido a caja elector vo-
tar solamente por dos: y M. Disraeli, en los debates re-
cientes, ha recordado este hecho echándoselo en cara:
aparentemente piensa que conviene a un hombre de Es-
tado conservador no ocuparse sino de los medios, y des-
conocer desrleilosamente toda unidad dl;J sentimiento con
cualquiera que se haya dejado arrclstrar, aunque nI) sea
sino una vez, a pensar en los fines. (1) Otros han propues-


(1) El error de M. Disraeli (contra el cual Sir John Packington 11"
aprovechado la primera ocasion p:rt-a protestar, con grande honra para
';1) es un ejemplo notable, entre varios otros, del modo como los jefeS
del partido conservador comprenden mal los principios conservadores.
Kin ir hasta a pedir a los partidos políticos una dósis suficiente de yir-
l.ud y de discernimiento para comprender y aplicar a propósito los
l'rintlipios de sus ad versarios, se puede sin embargo deeir que seria un
progreso grande si cada partido comprendiese sus propios principios y
se conformase a ellos. Feliz seria la Inglaterra, si los conservadores YO-
tasen de una manera consecuente por todo lo que es conservador, y los
liberales por todo lo que es liberal. No tendriamos entonces que aguar-
dar largo tIempo cosas que, como la medida actual y muchas otras de
igual importancia, son a la vez emincnt€meDte conservadoras y emi-
nent€mente liberalee. Siendo los conservadores por la lei de su existen-




- 155 .-


to que a eada elector ~olamente se le pel'mitie5e votar por
uno. Por uno u otro de e~tos planes, una mi noria que
iguale o eseeda a la terccm parte del colejio local podría,
si tuviese miras mas altas, Iwmbrar un miembro sobre.
tres. Todavia se podría llegar al mismo resultado de un
modo mejür, si como lo proponía en un escrito lleno de
talento M. James Garth Marshall, el elector conservase
sus tres votos) pero fuese libre de darlos todos tres al mis-
mo candidato. Estos planes, aunque ciertamente valgan
mas que nada, no son sin embargo sino recursos para
evitar el obrar peor; y no consiguen el objeto sino de una
manera mui imperfecta, puesto que todas las minorías
locales inferiores a un tercio, y todas las minorias} tan
numerosas como puedan ser, que son formadas por eole-
jios electorales diferente!;, se quedarian ¡sin representan-o
tes. Es} sin embargo) mui de sentir que ninguno de estos
planes se haya puesto en ejecucion¡ porque cada uno de
ellos habria reconocido el verdadero principio, y habría
preparado las vias para su aplicacion mas ~ompleta. Pero
jama& se obtendrá una verdadera igualdad en la represen-
tacíon, entre tanto que un número de electores que alcan-
za a la cifra ordinaria de un eolejio electoral, no pueda
entenderse (en algunas partes del pais en que los electo-
res estén dispersos) para nombrar un representante.


Este grado de perfeccion en la representacion haLia pa-
recido impracticable hasta el dia eu que un hombre de
un gran talento, capaz a la vez de miras estensas y jene-
cía el partido mas reducido, tienen que reprocharse bajo este respecto
los mas graudes pecados: y es decir una triste verdad, pero si se propu·
81eoo sobre una. matcrla eua1'lt\iera uua medida que fuese conservadora
de un modo real, estensa y previsora, de tal suerte que los liberales se
inclinasen a suscribir a ella, la gran masa del partido conservador BIt
lanzaria ciegamente en contra de la medida e impedida que pasase.




156


rales y de combinaciones de pormenores prácticos-M .
. Thomas Hare-ha probado la posibilidad de ella, trazan
do para roalizarla un plan que ha figurado en un proyec-
to de acto del parlamento, plan que Liene el mérito casi
sin igual de desenvolver un gran principio de gobierno,
de una manera que se acerca a la perfeccion ideal en lo
que se refiere al objeto especial que ~e tenia en mira, en-
tre tanto que logra fortuitamente muchos otros objetos
casi de ígnal importancia.


Segun los términos de este plan, la unidad represent l-
tiva, es decir, .la cuota de electores que tienen derecho a
un representante, seria determinada por el procedimiento
ordinario que se emplea para sacar el término medio,
dividiendo el númerQ.de vo~antes por el número de asien-
tos en la Cámara: todo candidato qu~ obtuviese esta cuo-
ta, seria elejido representante, aunque esta cuota se com-
pusiese de votos dispersos acá y allá en un gran número
de colejios electorales. Los votos se dar:ian como ahora
localmente; pero todo elector seria libre . para votar por"
cualquier candidato, eu cualquier parte de) país que fuese
presentado. Así, los electores que no quisiesen ser repre-
sentados por ninguno de los candidatos locales, podrian
ayudar con un voto a la eleccion de la persona que mas
les gustase entre todas las que se hubiesen presentado en
el pais en las filas. De esta manera se daria realidad a los
derechos electorales' de la minoria, que del otro modo
es virtualmente de~pojada de ellos. Pero es importante
que no solamente los que rehusan votar por los candida-
tos locales, sino los que votan por ellos y que son derro-
tados, puedan encontrar en otra parte la representacion
que no han logrado obtener en su propiO distrito. Por
esto es que se ha imajinado hacer que el elector deposite
una lista de votos, cOlltenicndo muchos nombres ademas




- 1;)7
dfÜ de su canl1ida~o preferido. El V<1to de un elector nn
serviria sino a un candid¡lto; pero si el objeto de su pri~
mer voto fallaba en su candidatura, por no haher obteni~
el quanturn requerido, el segundo seria talvez mas feliz.


El elector podria poner en su lista mayor número de
nombres en el órden de su preferencia, de manera que si
los nombres que están a la cabeza de ~u lista no obtienen
la cuota o la obtienen sin su voto, éste puede sin. embar-
go <:tplicarse en provecho de alguno a cuyo nombramiento
pueda cooperar. A fin de obtener el número de miembros
requerido para completar la Cámara, y tambien para im-
perlir a los candidatos mu! populares de absorber casi
todos los sufrajios, sea cual fnere el número que un can-
didato pudiese obtener, no se le contaría sino la cuota
requerida para 5U nombramiento; los demas electores que
hubiesen votado por él, verian contar sus votos a favor
de la primera persona que en lao listas respectivas tu viese
necesidad de ellos, y pudiese con este socorro completat·
la cuota. Para determinar en tre todos los votos obtCt1idos
por un candidaco cuales serian aplicados a 8U eleccion, y
cuales se aplicarian a otros) se han propuesto muchos mé·
todos, de que no hablaremos aquí. Naturalmente, un can-
didato conservaria los votos de todos los que no quisiesen
ser representadob PO! otro; y en cuanto al resto, sacar a
la suerte SOl ia un espediente aceptable, a falta de otro
mejor. Las 1 istas de votos serian remitidas a una oficina
central en donde serian contados, despues cuotizados,
jerarquizados por primero, fegundo, tercero, etc.; la
cuota seria aplicada a cada candidato que pudiese alcan-
zarla, hasta que se complatase la Cámara, prefiriendo los
primeros votos a los segundos y los segundos a los terce-
ros, y así en seguida. Las listas de los votos y todos los
p,lementos del cálculo se colocarían en depósitospúbliéo~




- 158 -


'S accesibles a tollos los interesados; y si alguno que hu-
biese obtenido la cuota requerida no hubiese sido nom-
,brado, como tenia derecho a serlo, le seria fácil prbbarlo_


Hé aquí los principales rasgos del plan. Los que quie-
ran conocer con mas pormenores el sencillísimo mecanis-
mo, pueden' ver el Tratado sobre la elecr.ion de los represen- ~
tantes de M. Bare (pequeño volúmen publicado cea 1859) i
y un folleto de M. Henry Fawcet, publicado en 1860 in- ~


i titulado: El Bill de reforma de M. Hare simplificado y espli- 1 cado. Esta última obra es una esposicion mui cIara y :l
eoncisa del plan redu'cido a sus mas simples elemen- 1
tos por la supresion de ciertas medidas de M. Hare,¡
las cuales, aunque buenas en sí mismas, dañaban mas a.
la sencillez que lo que agregaban a sus ventajas prácticas.
Me atrevo a decir que cuanto mas se estudie estas obras,
mas se comprenderá cuan practicable es este plan, y cuan
inmensas son sus ventajas. Lo son a tal punto, y de tal
modo numerosas, que por mi parte yo pondria este plan
entre los mayores progresos que se hayan hecho hasta
ahora en la teoria y en la práctica del gobierno.


Desde luego, este plan asegura la reprcsentacion, pro-
porcional al número, de cada division del cuerpo electo-
ral, no solamente de dos grandes partidos y talvez de'
algunas grandes minorias de seccion de ciertos lugares,
sino de cualquiera mi noria en todo el pais, que contenga
un número de hombres bastante grande para tener de-
recho, segun los principios de una justicia equitativa, a.
un representante. En segundo lugar, ningun elector seria,
como hoi, representado por alguno a quien no ha elejído.
Cada miembro de la Cámara seria representante de un
cuerpo de comitentes unánimes. Representaria 1,000 o
2,000, 5,000 o 10,000 electores} segun fuese la cuota, de
IDs cuales cada uno habria votado por él, pero lo habria




- 150 -


escojido entre todos en el pais, y no entre las dos o tres
naranjas podridas que compusiesen todo el surtido de su
mercaQo local. De esta manera el vínculo entre el elector
y el representante tendria una fuerza, un valor de que
ahora no tenemos ninguna idea. Cada uno de los electo-
res se identificaria personalmente con su representante,
y éste se identificaria con sus comitentes. Cada elector
que hubiese votado por él lo habria hecho, sea porque de
todos los candid'atos es el que representa mejor las opi-
niones del sufragante, sea porque es aquel cuyos talentos
y carácter le inspiran mas confianza, y a quien abando-
narla de mejor grado el cuidado de pensar por él. El
miembro representaria personas, y no simplemente los la-
drillos y la argamasa de la ciudad: representaria a los
sufragan tes mismos, y no únicamente algunos de los con-
cejales de la parroquia o de los notables de la ciudad. Se
comervaria, sin embargo, todo lo que merece ser conser
vado en la representacion de las localidades. Aunque el
parlamento deba inmiscuirse tan poco como sea posible en
los negocios locales, sin embargo, ya que interviene en
ellos; es preciso que haya miembros especialmente encar-
gados de velar sobre los intereses de toda localidad impar.
tante, y continuaria siendo asi. En toda localidad que
contuviese mas vutantes que la cuota (lo que probablemen-
te sucederia en todas), la mayoría prefeririajeneralmente
ser representada por uno de los suyos, por una persona que
conociese y habi tase la localidad, si se podia encon trar entre
los candidatos una persona tal que mereciese por otra parte
ser escojida para representar esa localidad. Solamente las
minorias serian las que, estrañas a la elecGion del miem-
bro local, buscarían en otra parLe un candidato que.tuviese
probabilidad de obtener votos, ademas de los suyos.


De todos los modos posibles de constituir una represen-




- ¡(JO ~.


tacíon nacional, éste es el que ofrece mayor seguridad, en
cuanto a las cualidades intelectuales deseables en los re-
presentantes. Actualmente, segun la opinion de t0<108, se
hace mas y mas difícil a una persona que no tiene sino
talentos y reputacion, entrar en la Cámara de los Comu-
nes. Los únicos hombres que pueden hacers~ el('jir S011
los que tienen influencia local) o que se abren el camino
con un gasto estremo, o que, por la iniciativa de tres o
cuatro comerciantes o procuradores, son enviados de los
dubs de Londres por uno de los dos grandes partidos, co-
mo hombres sobre cuyo voto el partido puede contar en
todas circunstancias. Segun el sistema de M. Hare, aque-
llos a quienes no agradasen loa candidatos locales, llena-
dan su boleta de voto escojiendo entre todas las personas
de reputacion nacional cnyos pl'incipios políticos tuvie-
sen sus simpatias. Por tanto, casi ~odo hombre que se
hubiese distinguido de cualquier' modo que fuese, aun-
que no tuviese ninguna influencia local ni hubiese jurado
obediencia a ningun partido, tendría bella ocasion para
'Obtener la cuota, y con este aliciente podría espelarse ver
a tales hombres presentarse en gran número. Centena-
res de hombres hábilfls, de una opinion independiente,
que no tendI"Ían la menor acasion de ser elejidos por la
mayoría de ningun cuerpo de comitentes actual, se han
hecho conocer caRi en todas partes del reino, por sus escri-
tos y por sus esfuerzos tocante a alguna rama del bien
público) a un pequeño número de personas cuya aproba-
cion han obtenido: y si cada voto dado por ellos en cada
lugar pudiese ser computado para su eleccion, llegarian
sin duda a realizar el guarismo de la cuota. Es imposible
encontrar otra combinacíon por la cual pueda el parla-
mento estar tan seguro de contener lo mas selecto del
pa.is.




- 161 -
y no es solamente por medio del voto de las minorias


que este ?istema elevaria el nivel intelectual de la Cáma-
ra d~· los Comunes. Las mayorias se verian forzadas a
j 1uscar miembros de mucho mayor valor. Cuando los in-
dividuos qtre forman la mayoria no se viesen ya reduci-
dos como Hobson, sea a votar por la persona presentada
por sus jefes locales, sea a no votar absolutamente; cuan-
do el candidato de los jefes tuviese que sufrir la campe·
tencia, no solamente del candidato de la minoria, sino de
todos los hombres de una reputacion establecida en el
pais, que estuviesen dispuestos a servirle, seria imposible
en adelante imponer a los electores la primera persona
que se presentase con el reclamo del partido en los lábios
y tres o cuatro mil libras esterlinas en su bolsillo. La
mayoría insistiria por tener un candidato digno de su
eleccion, sino daria su veto en otra parte, y la minoria


. triunfaría: la esclavitud de la mayoria a la porcion meno::!
estimable de ella,lrüsma tendria un término. Se propon-
dria de preferen~ a los mejores y. mas capaces entre los
notables locales,. y eq cuanto fuése posible a los que de
entre ellos fuesen conocidos de una manera· ventajosa
fuera de la localidad, a fin de que su fuerza local tuviese
la ocasion de ser aumentada por votos conferidos de afue-
ra. Los cuerpos de comitentes se disputarían lo? mejores
candidatos; habría rivalidad entre ellos sobre quien es-
cojeria, entre los hombres d~ ciencia y de relacione¡;
locales, los que fuesen mas distinguidos bajo todos re&-
pectos.


La tendencia jeneral del gobierno representati va, como
de la civilizacion moderna, inclina hácia la mediocridad
colectiva y esta tendencia se aumenta por todas las reduc-
ciones y todas las esclusiones del derecho electoral, las
cuales tienen el efecto de poner el poder principal entre


WU ¡u.>,. 7*




- 162 ~


las manos de personas mas y mas inferiores al llivel mwo·
ele\'ado de instrucc10n en la comunidad. Pel'", aunque
las in telijencias y los caractéres su perio! es tengan necesa-
riamente la inferioridad como numero, hace Uila gran
lIiferencia el que sean o no oídas. En la falsa democl'acia,
tlue en lugar de dar la representacíon a todos, la da sola-
lIlente a las mayorías locales, la voz de la minoria instrui-
da puede no tener órgano absolutamente en el cuerpo re-
presentatiyo. Es un hecho reconocido que en la democracia
americana que está constituida sobre este [H'simo modelo,
los miembros mui cultos de la comullitlad, con escepcion
lIe los que están dispuestos a sacrificar sus opiniones y su
modo de pensar, y sel' los órganos serviles de sus inferio-
l'es en saber, ni aun se ¡,resentan por candidatos al Con-
greso o a las lejislatnras de Estado; tan cierto es que no
tienen ninguna prolJabilidad de ser elejidos. Si, por fortu-
lla, un plan como el de M. Hare se huhiese presentado a
los fundadores ilustrados y desinteresauos de la república
americana, las asamuleas feuerales y las asambleas de Es-
tado habrian conten,do Ull número de esos hombres dis-
tinguidos, y la democl'Ucia ]¡alJria evitado el mas grande
reproche que pueda bacél'sele, y uno ele los males mas
formidahles, Contra ese mal, el sistema de representación
personal propuesto por l\I. Hare, es casi un especIfico. La
111 inm'ia ele espiri tus instru idos, esparcidos en 61 cuerpo de
comitentes locales, se uniria vara llombrar un número,
proporcionado a Sil propio númcro, de los homb¡'es mas
(~apaces que tiene el pais. Ella tOlluria las razones mas
fuertes para elejir a semeJantes hombres, puesto que de
ningun otro modo su pe¡Inena fucrza numérica podria lle·
gar a algo grande.


Los representantes de la mayoria, adernas de que ellos
mismos se mejorarían por el efecto de este sÍstema, no




- 163-


lelldrian en adelante todo el campo por suyo solamente.
Ellos en yerdad aventajarian en número a los otros, en la
Husma proporcion en que una clase de electores escede a
la otra en el pais; y podrian siempre triunfar sobre los
demas por la mayoria de yotos, pero hablarian y votarian
en presencia de ellos y sujetos a su crítica. Cuando se
suscitase alguna discusion, desearian responder a los
argumentos de la minoria instruida con razones podel'o-
8a~, en apariencia al menos: y como no podrían afirmal'
simplement,e que estún en la yeedad, de la manera qlle
acostumbran los que tienen un auditorio unánime [n'e\'o-
nido, algunas veces sucederia que se coñvencicscn de
que estaban en el error. Como en jeneral serian hien
intencionados (porque racionalmente puede esperarse
esto de laJa representacion nacional elejida con impar-
cialidad), sus propios espiritus se elevarían insensible-
mente por la influencia tlc los espíritus con los cuales se
encontr,lseIl en contacto o aun en pugna. Los campeones
lle las doctrinas impopulares no esp·)ndri!m sus opinio-
nes simplemente en lillros y en publicaciones periódi-
cas, que solo son leidas por su partido; 13.s filas adver-
sas se ellcolltrarian fIente a frente, mano a mano, y ha-
hría una comparacion leal de su fuerza intelectual en
presencia del pais. Se descubriria bien pronto si la opinioIl
que vence por el número, vence tambien por el peso.
Frecuentemente la multitud tiene un instinto justo, que
le ·hace distinguir a un hombre capaz, cuando tiene
('ampo en yue desplegar sus talentos. Sí un llOmbre se-
mejante no obtiene todo aquello a que tiene derecho, es
culpa de las instituciones y de lvs usos que le mantienen
t'n la oscuridad. En las democracias antiguas no habia
medio de mantener a un hombre de talento en la oscuri-
dad; la tribuna le eFtalJ:l abierta, no tenia necesidad del




cons~ntimiento de nadie para ser un consejero público.
Ka sucede así en el gobielllo representativo) y los mejores
amigos de la democracia representativa no pueden pres-
cindir de temer que el Temistocles o el Demóstenes cuyo~
consejos habrian salvado a la nacion, sea incapaz durante
toda su vida de obtener un asiento en el parlamento. Pero
si se puede obtener la presencia en la asamblea represen~
tativa de un cierto número, aunque sea pequeno, de los
primeros espíritus del pai~, puede asegurarse que, aunqu6
el resto se componga de espil'ítus ordinal'íos, la influencia
de esos espíritus eminentes se hará sentír fuertemente en
las deliberaciones jeneralee, aun cuando bajo muchos
respectos fuesen opuestos al sentimiento y a la opínian
popular. Me es imposible concebir ot1'a comhinacion qua
asegure tan positivamente como ésta l:.1 presencia de su-
perioridades como la de AL lIare.


E!:ita porcion de la asamJJlea seria tambien el órgano
l)rOp\O de una grande funcion social, l'(~specto de la cual
no se ha tomado ningwla precaucion en las democracias
existentes} y que sin embargo, sí queda ",in cumplit- en
un gobierno, condena con seguridad a ese gobierno a
dejenel'ar y decaer. Se la puede llamar la funcian de anta-
gonismo, En todo gobierno hai un poder mas fuerte qua
todo el resto. Pues bien, el poder que es mas fuerte tienda
perfectamente -a llegar a ser el solo poder. ~litad con in-
tencion, mitad sin pensar en ello, se esfuprza por hacer
ceder todo delante de él, y !lO está satisfecho mientras
que hal alguna cosa que le lesista sin ceder, alguna in-
Iluencia que no esté de acuerdo con su espíritu. Sin em-
hargo, si logra suprimir toda Ínfluellcia rival, amoldar
lodas las cosas a él mismo, el progreso ha llegado a su
tt"rmino en el pai >, y la declinacion comienza. El progreso
humano es el producto de IlllITWl'OSOS factores, y ningun





- 165-


poder constituido hasta ahora entre los hombres los conA
t.iene touos. El podol' mas LcnéJico mismo no contiene-
!lino algunas cOlllliciones del bien; y si el prog¡'eso· deb€l
continuar, es preciso buscar las demas condiciones en
alguna otra fuente. Ninguna comunidad ha sido largo
tiempo progresiva, sino en donde ha habido lucha entrB
el poder lIlas fuerte en la comunidad y algun otro poder
rival, entre las autoridades espirituales y las temporales,
entre las autoridades militares o territoriales y las clases
lalJoriosas, entre el rei y el pueLlo, entre los ortodojos y
los reformadores relijiosos. Cuando la victoria ha sido
completa de un lado 11 otro para. poner fin a la lucha, J
que no se ha suscitado ninguna disputa en su lugar, hai
desde luego estagnacion y en seguida declinacion.


El ascendiente de la mayoria numérica es menos inj usto
y en cualquier evrnto menos perjudicial que muehoít
olros; pero tiene exactamente los mismos peligros y aun
los tiene con mas certidumbre. En efecto, cuando el go-
hiemo está en manos de uno solo o de un peqúeno núme-
ro, el gran número existe siempre como un poder rival,
que puede no ser jamas fuerte para refrenar al otro, pero
cuyo sentimiento y opinion son un apoyo moral y aun
l'iocial para todos aquellos que, sea por conviccion, sea por
oposicion de in tereses} son enemigos de una tendencia
cualquiera de la autoridad gobernante. Pero cuando la
democracia es el poder supremo, no hai uno solo ni un
pequeño número hastante fuerte para sostener las opiniones
disidentes, y los intereses amenazados u ofendidos. Se VÓ'
ahora que la gran dificultad de un gobierno democráLico
es introducir en una sociedad democrática todo lo qult
se ha encontrado hasta ahora en todas las sociedades
capaces de un progreso superior y sostenidc-un susten-
tieulo social, UD punto de apoyo para las resistencia»




- lGG -


individuales a las tendencias del podel' golJernante: UUi!.
pl"uteccion, un pllnto de alianza para las opiniones y los
iutereses que la Opillioll ptílJlica mira desfavorablemente.
-A falta de este punto de apoyo, las sociedades antiguas,
y casi todas las sociedades modemas, e~ceptuando un pe-
queIlO número, o han caido en disolucion, o han perma·
necido estacionarias (lo que significa una lenLa deterio-
l'acion) a causa del predominio eselusivo de una parte
solaalente de las condiciones del bienes\ar social y mental.


Bien, pues, el sistema de la representLlcion nacional estA
]¡ecno 9,ua sllplir este defecto de la manera mas perfeet:l
flue sea posilJle en las circunstancias en que se encuentra
la Eociedad moJoma. Nu se puede buscar un suplemento
n un cOl'rectivo a los instintos de una mayoría demor.rá-
tlca, sino en la mi noria instruida; pero con la manera
ordinaria de constituir la democraeia esta minoria no
tiene órganos. El sistema de M. H:ne le dá uno. Los re-
presentantes que fuesen nombrados para el pal'lamento
por la agregacion de las minorias, pl'OVeeriall de este ór-
gano en su mayor perfecciono Una orgauizacion sepal'ucla
ele las clases instruidas, si la cosa fuese hacedera, seria
un motivo de envidia, y no podria ser inofensiva sino
ron condicion de no tener la menor innucn('.ia. Pero si lo
selecto de estas clases formas') parte del p u'lamento con
el mismo título que sus nemas miembros, representando
el mismo nümero de electores, la misma fl'accion numé-
rica de la voluntad nacional, su presencia no causada
recelos a nadie: entre tanto que esa porcion selecta se
hallaria en la posieion mas ventajosa, ya para hacer oir
su opinion y su clictámen sobre todas las materias impor-
tantes, ya para tomar una parte arti va en los negocios
públicos. Sus talentos le serian de mas valor que su parte
numérica en la administracíon del gobiemo; así, los ate-




- rúi --


IlÍenses !JO eOllfialJan funciones públicas a CIeon ni a 11f."
pl~l'bolo (la mision de Cleoll a Pylos y a Amphipolis fue
Ulla mera escepeion), mientras que Nícias, Teramánes,
Alcibiades, eran CUllstarüemente empleados ya en el inte-
l'iur, ya en el ')steríor) aunque se sabia que simpatizaban
mas COll la oligarquía que COIl la demücracia. La minoria
instruida contaría solamente como llúmem en el voto
real; pero cuma poder moral contaría por mucho mas en
virtud de su saber y de la influencia que él le daria sobre
olres'o de la asamblea.


Seria difícil al esplribu humano imajinar un arreglo
lIlas propio para mantener la opinioH popular dentro de
los límites de la ra7.On y la justicia, y preservarla de las
numerosas influencias degradan tes que amenazan el Ia.1o
débil de la democracia. Un pueblo democrático tendria
allí lo que de ot['a manera le faltaria bien seguramente:
jefes que serian superiores en espíritu y en carácter. La
democracia moderna tendria en la ocasio;1 sus PericIes, y
en el tiempo ordinario su pleyade de espíritus superiores
y capaces de dirijir,


AlIado de tantas razones para resolver afirmativamen-
te la cuestion, ¿hai algunas pala una solucion negativa~
No las hai sino plausibles, con tal que el pueblo pueda
~er induciuo a tomar en séria considel'acion una cosa
llueva. A la verdad, hai jentes que, so color de justicia e
igualdad, se proponen solamente trasferir a los pobres el
ascendiente de clase que hoi pertenece a los ricos: éstos
sin duda no gustarán de un plan que pone las dos clases
a nivel. Pero no creo que semejante deseo exista actual-
mente fln las claseb oureras de nuestro pais, sin poder sin
embargo gamntil' qlle la ocasion, los artificios demagóji-
eos, no puedan hacer nacer este sentimiento. En los Elita-
dos l:nidos, en donde la mayoria numérica ha estado pOt'




- 168 -


largo t:empo en posesioIl del despotismo colectivo, estarlll
probaJJlemente t;,n poco dispuesta a renunciar a él como
un déspota o una aristocracia. Pero la uemocracia inglesa
!lfl contentaria, supongo, por el momento con ser proteji-
da contra la leju;ladon hecha por otros, sin reclamar a su
t.UI'110 el derecho de ejercer este privilejio.


Entre las personas que hacen ostensiblemente objec~o­
Des al plan de M. Rare, algunas pretenden que) segun
ellas, este plan es impracticable; pero se descubrirá fácil-
mente que estas personas apenas han oido hablar de él o
lo han examinado de una manera mui lijera y mui r¿tpi-
da. Otras no pueden tomar su partido de ver perderse lo
que ellas llama~ el carácter local de la representacion.
A sus ojos una naeion no se compone de hombres, sino
de unidades artificiales, creaciones de la jeografia y de la
estadística. El parlamento debe representar ciudades y
condados, y no seres humanos. Pero nadie trata de des-
truir ni las ciudades ni los condados. Se puede suponer
que las ciudaJ.es y los condados son representados cuando
lo son los seres humanos que hahitan en unos y oLros.
Los sentimientos locales no pueden existir sin alguno que
los esperimente, ni los intereses locales sin alguno qua
en ellos se halle interesado. Si los seres humanos que
tienen estos intereses y estos sentimientos obtienen su
parte requerida en la representacion, estos sentimien-
tos y estos intereses se encuentran representados, al mis-
mo tiempo que todos los demas sentimientos e intereses
de esas personas. Pero no veo por qué los sentimientos e
intereses que distribuyen la especie humana por locali-
dades, serian considerados solamente como dignos de ser
representados, ni por qué las jentes que tienen otros sen-
timientos y otros intereses de que se cuidan mas que de
sus sentimientos e intereses jeográficos] se han de ver




reducidos a éstos como solo principio de c1asiflcacion po-
lítica. La idea de que el YOl'ckshil'e y el Middlesex tie-
nen derechos diferentes de los de sus habitantes, o de
que Liverpool y Exeter son los verdaderos objetos de los
cuidados ¡Jel lejisiador, por oposicíon a la poblacion de
Bsas ciudades) es una curiosa llluestra de la ilusion pro-
ducida por palabras.


Sin embargo, en jenéral, las personas que hacen estas
objeciones cortan la cuestion, afirmando que el pueblo
ingles no aceptará, jamas semejante sistema. No empren-
deré decir lo que el pueblo ingles pensará probablemente
de los que pronuncian un juicio tan sumario sobre su
aptitud para comprender y juzgar) que hallan supérfiuo
examinar si una cosa es buena o mala, antes de declarar
que la rechazará. En cuanto a mi, yo no pienso que el
pueblo ingles haya merecido ser senalado, sin hab6rsele
puesto a prueba, como poseido de preocupaciones invenci-
bles contra toda cosa que pueda encontrarse buena, sea
para él, sea para otros. Me parece tambien que cuando las
preocupaciones persisten ohstinadamente, es sobre todo
por culpa de todos los que se complacen en proclamarlas
invencibles, para escusarse así de no ocuparse en des-
truirlas. Toda preocupacion será invencible si aquellos
que no la tienen se someten sin embargo a ella, la adulan
y la aceptan como una lei de la natl1l'aleza. Empero yo
creo que en el caso de que se "trata, no hai preocupacion
alguna, sino en los lábios de los que hablan de ella, y que
en jeneral todos los que han oido hablar del plan no son
hostiles a él de ninguna manera. Solamente esperimenLan
esa desconfianza natural y saludable que inspira toda
novedad que no ha sido suficientemente discutida para
que el pro y el con/m de la cuestion sean bien evidentes.
El solo traves sério de esta idea, es de no ser todavia fa-


GUR. \lEP .. 8




- 170-


miliar a los espíritus. A decir verdad, es un tI'aves capi.
tal; porque la imajinacion pueue reconciliarse mas fácil·
mente con un gran cambio en la sustancia, que con un
pequeño cambio de nomLres y de forma. Pero la falta de
familiaridad es una desventaja que el tiempo basta par:l
hacer desaparecer, cuando hai un valor real en una idea.
y en nuestra época, en que se discute y se toma en jene·
ral un vivo interes en el progreso, lo que en otro tiempo
era obra de los sigl03, no exije COIl frecuencia sino años.


Desde que se publicó por primera vez este libro, se han
hecho sobre el plan de M. Hare muchas críticas, que
prueban al menos que este plan ha sido examinado con
mas cuidado e intelijencia que hasta entonces. Tal es la
marcha natural de todo debate sobre las grandes mejoras.
Desde luego, ellas tropiezan con alguna preocupacion cie.
ga, y con argumentos a los'cuales solo una ciega preocu-
pacion puede dar algun valór. Lleganuo a 'debilitarse la
preocupacion, los argumentos que ella emplea toman mas
valor. En efecto, siendo mejor compl'endillo el plan, sus
inconvenientes inevitables y las circunstancias que se
oponen a que él produzca al instante lodo el bien de que
es capaz intrínsecamente, aparecen en plena luz, lo mis-
mo que sus méritos. Pero entre todas .las objeciones de
alguna apariencia que han llegado a mi conocimiento, no
hai una que no haya sido prevista, examinada y discuti·
da por los partidarios del plan, y cuya falsedad o lijereza
no se haya demostrauo.


La mas séria en apariencia (1e todas las objeciones, a
saber: la pretendida imposibilidad de impedil' el fraude o
la sospecha de fraude en las operaciones de la oficina cen-
tral, es a la que puede resprmderse COIl mayor IJl'eV8dad.
La publicidad y una completa libertad de inspeccionar las
boletas de votos, despues de la eleccion, eran las gal'an-




'- lil-


tias propuestas. Pero se afirma que estas garantías no
servirian de nada, porqué para verificar las elecciones,
un votante tfDdl'ia que volver a empezar todo el trabajo
hedlO por el estado mayor de los comisionados . .Esta seria
una objecion mui fuerte, si hubiese alguna necesidad de
que las elecciones fuesen verificadas por cada votante in-
dividualmente. T'Jdo lo que podría esperarse de un sim-
ple votante, por via de verificacion, seria que verificase
el uso hecho de su propia boleta de voto; y a este efecto
cada boleta seria devuelta, despues de un cierto lapso de
tiempo, al lugar de donde viene. Pero lo que el sufragan-
te no podría hacer, lo harlan por él los candidatos des-
graciados y los ajentes de éstos. Aquellos de ent¡'e los ven-
cidos que creyesen que debian haber resultado electos
emplearian, cada uno por sí o todos reunidos, un interme-
diario para verificar tallo el procedimiento de la eleccion;
y si descubrian un elTor, se pasarian los documentos a
una .colllísíon de la Cámara de los COjJ¡unes, qlle examinaria
y verificada todas las oveJ'aciones electorales de la nacion,
diez yeces mas pronta y económicamente que lo que se
hace con el sistema actual para examinar una sola c1ec-
don pOl' la cumision de elecciones,


Suponiendo exequible el plan, se pretende que 11ai dos
casos en que sus ventajas pueden ser destruidas y reem-
plazadas por consecuencias perjudiciales. Se dice desde
luego que esto seria conceder un poder escesivo, sea a gru-
pos o ligas, a uniones sectarias, a asociaciones para obje-
tos especiales (tales como la liga de la lei del.Huúte, la
sociedad del escTtllínio o de la emancipacíon, etc,), sea cuer-
pos unidos por intereses de clases o por la comunidad de
creencia relijiosa. En segundo lugar, se objeta que este
sistema podria emplearse en favorecer miras de partido.
L'n órgano con tral de c:lda 11llO de los· partirlos políticos




- 172 -
haria distribuir en Lodo el pais su lista de seiscientos cill
cuenta y ocho candidatos, a fin de que todos los miem-
bros del partido, di¡;:persos en los diyersos colejios electo-
rales, votasen por esta lista. Su voto esceueria en mucho
a los que pudiese obtener touo candidato independiente.
El sistema de estas listas, segun se asegura, obraria úni-
camente, como sucede en .clmérica, en provech.o de los
gt"andes partidos organizados; sus listas serian aceptadas
ciegamente, ningun suft'agante cambiaria nada en ellas, y
estos partidos jamas podrian ser vencidos en las eleccio-
nes, sino accidentalmente por los grupos de sectarios, o
por las asociaciones de hombres unidos por un designio
comun, de que ya se ha hablado.


La respuesta a esta objecion me parece concluyente.
Nadie pretende que con el plan de M. Hare, o con cual-
quier otro plan, la ol'gonizaóon dejaria de ¡;:er una venta-
ja. Los elementos dispersos tienen siempre la desventa.:a
comparados a cuerpos organizados. Como el plan de M.
lIare no puede cambiar la naturaleza de las cosas, es pre-
ciso contar con que los partidos o secciones grandes o
pequeñas se servirán de él en cuanto les sea posible para
aumentar su influencia. 'Pero cOIl.el Eistema actual, estas
influencias son todo; los elementos dispersos son nada
absolutamente. Los votantes que no pertenecen a ninguna
di vision política, grande o pequefla, no tiencn ningull
medio de sacar partido de sus votos. El plan de M. Rare les
da un medio. Podrian practicarlo de un modo mas o me-
nos hábil. Podrian obtener su parte de influencia o mucho
mas que esa parte; pero todo lo que obtuviesen seria un
beneficio neto. Y cuando se afirma que cada interes mez-
quino o cada asociacion parn un objeto insigniflcante, St~
daría una organizacion, i.P0), qlló supondriamos que el
grande interes de la intrlijencin y de] hon()]' nacional




- 1/3 -


seria el solo (jlle careciese de ella? Si habia una lista pro-
pagada por upa sociedad de templanza, una lista de la
escuela de los pobres) etc., ¡no bastaría en un colejio
electoral que hubiese una sola persona dotada de cierto
]Joder de opinion para crni ti r una lista del mérito personal,
y distribuil'la en todo el vecindario? Y un número de per-
sonas semejantes, reuniéndose en Londres, no potll'ia es-
cojer en la lista c.e los candidatos los nombres mas distin-
guidos, sin tenor en consirleracion las divisiones técnicas
de las opiniones, y publicar estos nombres, mediante un
gasto insigniiicante, en todos los eolejios electorales? Es
preciso acordarse que, con el modo actual de elcccion, la
influencia de los grandes partitlos es ilimitada; ella seria
grande con el plan de 11. Hare, pero reducida a ciertos
límites. Los dos grandes partidos, como todos los mas
pequeilos grupos) no porll'ian elejir sino un número de
miembros proporeion;Jll0 ;¡\ número relativo de sus parti-
darios. El sistema de lÜ;la ubra en América en condiciones
enteramente contrarias a estas. En América) los electOl'e;;
votan poi· la lista del partido, porque la eleecion depende
de una simple mayoria y un voto por alguno que se ase-
gura no tendrá esa mayoria, es un voto perdido. Perú,
eon el sistema de 1.I. Hare, UD voto dado por una persona
de un mérito conocido tiene tanta ocas ion de alcanzar Sel
objeto corno un voto dado a un candidato de partido. Se
]Jorlda, pues, esperar que tudo liberal o conservaúol'
ljue fuese algo mas que un simple liberal o conservador r
qne tuviese algunas preferencias, fuera de las :le partido)
borraria los nombres mas obscuros e insignificantes entre
los candidatos del partido, para inscribir en su lugar los
de alguIlos de los hombl'e~ que son una gloria para la
nacion. Y la prolJabilirlarl de ese hecho seria un poderoso
moti vo para los que formasen las listas de partido, para




- 1.4-


110 limitarse a tornar bombl'es cons:1grados al partido, sínú
para inscribir igualmente en sus listas respectivas aquellos
de entro las notc:bilídades nacionales que fuesen mas sim-
páticos a su partido que al par tic! o adverso.


La dificultad real, porque no se puede disimular que
hai dificultad, es que los electores independientes, los que
desean votar por personas de mérito no patrocinarlas, se-'
rian inducidos a inscribir el nombre de un pequeño nú-
mero de estas personas, y a llenar el resto de la lista con
los nombres de simples candidatos de partido, creando
así ellos mismos adversarios mas numerosos a sus call1li-
(latos preferidos. Para esto habria en caso necesario un
remedio bien sencillo, a saber: limitar el número de los
votos secundarios o eventuales. No el'> probahle que un
votante tenga una preferencia independiente, fundada en
un conocimiento íntimo, por 658 y ni aun por 100 candi-
datos. No habria objecion para que so limitase a 20, a 50,
o a un número cualquiera, el número de los que podria
escojer, con tal ql1e haya probabilidad de que baga esta
eleccion por sí mismo, que vote corno un indi viduo y no
como un simple soldado del partido. Pero aun sin esta
restriccion, el mal se curaria prob11.blemente por sí mismo
desde que el sistema llegase a ser bren comprendido. Des-
truir este malllegaria a ser el principal objeto de todas
las asociaciones o corrillos, cuyalinfluencia está tan de-
preciada. En cada uno de ellos, una pequeña minoria daria
esta palabra de órden; «Votad solamente por vuestros can-
didatos especiales o a lo menos inscribid sus nombres en
primera línea, a fin de proporcionarles todas las contin-
jencias que les asegura vuestra fuerza numérica de obte-
ner la cuota por medio de los primeros votos, o al menos
Rinbajar demasiado en la escala.» Y los "Votantes que no
perteneciesen a ningun corrillo aprovech~rian de la leccíon"




- 175 -


Los mas pcqlleiJOs grupos tondrian precisamente la
suma de poder qne debiesen poseer. La influencia que
pudiesen ejorcer seria cxact:ilmente aquella a que su illÍ-
mero de votantes les daria derecho y nada mas, mientras
que para obtener aun esto, tendrian un motivo para ins-
cnbir como reprel'cntantes ue sus miras especiales candi-
datos bastante recomendables por otros motivos para ser
dignos de los votos de sufragan tes esLraños a la secta o
corrillo. Es curioso observar cuánto varia la clase de ar-
gumentos empleados para defender los sistemas actuales
Hlgun la naturaleza del ataque. Algunos años há, el argu-
mento fayorito en apoyo del sistema de representacion que
existia entonces, era que con ese sistema todos los inlerese.~
y todas las clases eran representadas. Y ciertamente, todos
los intereses y clases de alguna importancia deberian ser
representados) es decir, deberían tener oradores o defen-
sores en el parlamento. Pero se partia de aquí para afir-
mar que se deberia apoy'll' un sistema que diese a los
intereses parciales, no solo defensores, sino el tribunal
mismo. Roi ¡qué camlJiol El sistema de M. Rare hace
imposible a los intereses imparciales tener el tribunal a
gU disposicion, pero les asegUl'a defensores iY se le repro-
cha de hacer aun esto! Porque reune los méritos de la
I'Ppresentacion de clase y los de la representacion del nú-
Illero, se le ataca por dos lados a la vez.


Pero en realidad. no son semejantes objeciones las que
oponen obstáculos a la adopcion del sistema, es la idea
(IX~.ieI'ada que se tiene de las dit1cultades que encontraría
para realizarse en la pr:lctica. El solo modo de responder
a esta objecion seria someterlo a la prueba. Cuando los
méritos del plan fierún mejor conocidos, cuando él se haya
granjeado mas el favor de tuuo pensador imparcial, es
preciso esforzarse por olJter;el' que se haga la prueba de él


".-




- ílG-


para un objeto limitado, para la eleccion municipal de
una gran ciudad, por ejemplo. Se ha perdido una buena
ocasion cuando se decidió la di vision de la parte occiden-
tal del Yorckshire para darle cuatro miembros, en luga.r
de ensayar el nuevo principio; dejando el colejio electoral
intacto, y permitiendo á un candidato ser nombrado si
obtenia, por los -primeros votós o por votos secundarios,
la cuarta parte de los votos dados. Semejantes esperien-
das no darian sino una idea mui imperfecta del mérito
del plan; pero mostrarian cómo funciona, probarian al
público que el plan no ~s impracticable, popularizarian
su mecanismo, y suministrarian ciertos medios de juzgar
si las dificultades que se creen tan formidables' son reales
o solamente imajinarias. El dia en que el parlamento san-
cionase una de estas pruebas parciales, ese día creo inau-
guraría una era nueva de reforma parlamentaria destinada
3. dar al gobierno representativo una forma digna de su
período maduro y triunfante, cuando haya concluido el.
período militante, que es el solo' en que el mundo lo ha
visto hasta ahora.




GAPl'l'ULO V JII


Una democracia representativa como la que se acaba clt,
bosquejar-mi donde todos serian representados y no sola-
mente la mayoria-en donde los intereses, las opiniones"
los grados de intelijencia que están en minoria serian sin
embargo oidos, con probabilidad de obtener, por el peso,
de su reputacion y por el poder de sus argumentos, una in-
fluel"cia superiol' a su fue;-za numérica,-esa demor.racia


. en que se encontraría la igualdad, la imparcialidad, el go-
bierno de todos por todos, elque es el solo tipo verdadero de
la democracia, estaria ('lxenta de los mas grandes males in-
herentes a lo que impropiamente se llama hoi democraciu,
y que sirve de base a la idea corriente de ella. Pero en es-
ta democrada misma, la. mayoria poseeria el poder abso-
luto, si quisiese ejercerlo: mas esta mayol'i:l estaria com
puesta esclusivamente oc una sola clase que tendria las
mismas inclinaciones, las mismas prevenciones, el mismo
modo de pensar, y todo esto sin ser altamente culta, por
no decir otra msa. Por consiguiente) la constitucion es-
taria toda vi a sujeta a los males característicos del gobierno




- 178-


de clase, seguramente en un grado mellor que ese gobier-
no esclusivo de una sola clase, que ahora usurpa el nom-
bre de democracia, pero sin otro freno real que el buen
sentido, la moderacion y la tolerancia de la clase mi8fIla.


Si semejantes fmnos son suficientes, la filosofia del go-
bierno constitucional no es sino una burla solemne. Una
constitucion no-inspira confianza sino con la condicioll de
garantir, no que los depositarios del poder no harán de
él un mal uso, sino que no puedl'!n hacer ningun mal uso.
La democl'acia DO es el ideal de la mejor forma de gollier-
no, si no puede jusl.iflt.;arse este lado llébil de ella, si no
puede ser orgallizada de manera que ninguna clase, aun
la mas numero::;a, sea incapaz de reducir a la insignifican-
cia politica todo lo .que no es ella, y de dirijir la marcha
de la lejislacion y de la admilllstracion segun su interes
esclusivo de clase. Hallar los medios de impedir este abu-
so, sin sacrificar las ventajas del gobierno popular, hé aquí
el problerna.


Limitar el sufrajlo no es resolverlo; esto solamente quie-
redecir que una parte de los ciudadanos será despojada
de su parte en la representacion. Uno de los benefidos de
un gobierno libre, es esa educacion de la intelijencia y de
los sentimientos que baja hasta las últimas filas del pue-
blo, cuando él es llamado a tomar una parte en actos IIue
tocan djl'ectaml~nte a los grandes interefes dE,[ pais. He
recalcado ya tan to sobre est·J pun to, que si vueho a to-
carlo, es únicamente porque hai pocas personas que pa-
rezcan dar a este efecto de las ins~itueiones populares toda
la importnncia que.la cosa merece. Se cree que es qui:né-
rico esperar tanto de una causa que pal'c!(e tan líjera) r
mirar como un poderoso instrumento de progreso mental
el ejercicio de los dere:~hos políticos por los obreros ma-
nuales. Sin embargo, a menos que una verdadera cultura




- no-


mental en la masa de la humanidad sea una pura quime-
ra, este es el n1f:dio de que esa cultura se realice. Si al-
guien duda de ello, tomo por testigo la grande obra de
M. de Tocqueville, y particularmente su juicio sobre los
americanos. A casi todos los viajeros les hace impresiol1
el hecho de que, en cierto sentido, un americano es a la
vez un patriota y un hom11re de una intelijencia cultiva-
da; y M. de Tocqueville ha demostrado cuán estrechamen-
te se hallan estas cualidades ligadas con sus intituciones
democráticas. Una difusion tan grande de los gustos, de
las ideas y de los sentimientos que perLeuecen a los espí-
ritus cultos, no se ha visto jamas ni ha pasado nunca por
posible en otra parte. Sin embargo, esto uo es nada en
comparacion de lo que podríamos obtener con un gobier-
no igualmente democrútico por la amplitud de sus bases.
pero mejor organizado bajo otl'OS respectus de la misma
importancia. P0rque la vida política en América es en
verdad una escuela bien preciosa; pero es una escuela en
que los profesores mas hábiles son escluidos de la repre-
sentacion nacional y de las funciones públicas en jeneral.
como si estuviesen estigmatizados por una 'incapacidad le-
gal. Ademas, siendo el pueblo en América la única fuente
del poder, es hácia él que se vuelven las miradas de to-
da ambician egoista, asi como en los paises despótieos ~e
diríjen Mcia el monarca. El pueblo, como el déspota, es
abrumado por la adulacion y la lisonja; y los efectos co-
rruptores del poder marchan exactamente al mismo paSf}
que sus influencias benéficas y ennoblecedoras. Si, aun
con esta mezcla, las instituciones"democráticas producen
una superioridad tan sebalada de desarrollo intelectual en
la úWma clase americana, comparada a la misma clase en
Inglaterra y en otras partes, ¿qué seria si se pudiese con-
servar le porcion benéfica de esta influencia, sin sufrir la




- 180-


mala? Y esto puede realizarse hasta cierto punto; pero no
es rehusando a esa porcion del pueLlo, naturalmente la
mas apálica, todo el desenvolvimiento de prevision y de
penetracion que adquirirá, si ella llega a considerar y ma-
nejar los negocios públicos.


Es por la discllsion política que el obrero manual, cuya
ocupacion es una rlltina, cuyo modo de vivir no le pone
en contacto con ninguna variedad de impresiones, de
circunstancias o de ideas, llega a comprender la ini1uen-
cia de causas llistantcs y de acontecimientos cumplidos
muí lejos de allí, influencia mediata y sencilla sobre
sus intereses pcr~ol1ales y actuales: y es pOI' la discusion
política y pOI' la accion política colectiva, que un hombre
cuyos intere.ses estún limitados por sus ocupac~ones dia-
rias a un circulo estreeho, aprende a simpatizar con sus
conciudadanos, y llega a ser a sabiendas un miembro de
una grande comunidad. Pero cuando una clase no tiene
votos y no trata de adquirirlos, las discusiones políticas
le pasan por encima de la cabeza. Su situacion, con res-
pecto a los electores, es la del auditorio en una corte de
justicia comparado a las doce personas que están senta-
das en los baneo," del jurado. No se la pregunta su voto,
ni es sobre su opinion que ~.e trata de intluir; se apela, se
rlirijen argumentos a otros que a ella, nada depende de la
decision que ella pueda adoptal', y no haí ninguna necesi-
dad y mui poea razon para que ella se pronuncie solll'e
alguna cuestion cualquiera que sea. En un gobierno por
otra parte popular, el que no tiene voto o perspectiva de
tenerlo, o estará siempre descontento, o tendrá los ~enti­
mientas de un hombre a quien los negocios jenerales de
la soeiedad no le conciernen, de un hombre para quien
esos negocios deben ser dil'ijidos por otros, que nada tiene
que ver con las leyes, sino obedecerlas, y que eSLá en l;:¡




- 1él-


1Josic'ion de un simple esppctadol'cn C'Hmto a Jos intereses
ya los npgocios públicos. En eeta posicion, tanto salH'<Í,
solm, los negocios jenerales, y tanto se cllidará de ellos
como lo hace una mujer de la clase media, comparada a
su maridu o a sus hermanos.


Independientemente de todas estas con~ideraciones, es
una injusticia personal rehmar a alguno, a menos que sea
para impeuir mayores males, el privilejio elemental de
dar su voto (y un voto que dehe ser ('ontado por algo) eH
la decision de negocios en que se halla tan interesado co-
rno los demas. Si se le obliga a pag'. r, a combatir, si se
le exije implícitamente que obedezca, deberia tenel' el
derecho de saber por qué, de dar a negar su conséntimiell-
to, de ver contar su opinion por lo que vale, pero nada
mas. En una nacion adulta y civilizada, 110 deberia haLer
parias) hombres marcados de incapaciuad, sino por su
lJI'l1pia culpa. Todo hombre es degradado, sépalo o no,
cllando otros, sin cOllsnltarlo, se apoderan de nn porh~r
ilimitarlo sobre su propio destillo. 1 aun suponienuo un
estado bien superior a aquel a que el espíritu humano ha
llegado hasta ahora, no es conrorme a la naturaleza que
aquellos de quienes así se dispone sean tratados con tanta
justicia como los que tienen voto. Los gobiernos y la::;
clases gobernantes se hallan en la necesidad de tener con-
sideracíon a los intereses y deseos de los que poseen el
sufrajio; pero respecto de los que son escluidos de él, na-
lIa obliga a los gobernantes a esta condescendencia, y por
lllui bien que los dispongan sus sentimientos homadoR,
están en jeneral demasiado ocupauos en cosas que les es
llecesario tomar en consideraciQl1, para tener tiempo de
pensar en lo que pueden descuidar impunemente. Esta es
la causa porque ninguna combinacion de suIrajio puede
ser satisfactoria de un modo duradero, si por esta combi-




- 182-


~lacion una eLIse o una persona se halla escIllida absola-
~ameIlte, o si el privilejio electoral no es accesiJlle a todas
1as personas ar! u Has que desean obtenerlo.


Hai, si.:: embargo, ciertas escIusionps motivadas por ra·
zones positivas que no están en contradiccion 'Con est~l
'principio; y aunque estas escIusiones sean un mal en si
mi8mas, no pueden cesar sino con el estado d'e cus'aS de
iJne son consecueneÍa. Miro como totalmeutB inadmisible
que una persona parti-:ipe del sufrajio sin saber leer, es-
t;rihir, y agregaré sin ¡¡aber las primeras reglas de la arit-
mética. La justicia exije, aun cuando el sufrajio no de-
penda de esto, que los medios de adquirir este saber
elemental pneLlan hallarse al alcance de todos, sea gratui-
tamente, sea a un precio que no esceLla al qne puedan
pagar los mas pohres, ann arrucHos qne solamente ganan
el pan. Si fuese así realmente, no se pensaria mas en dar
el sufrajio a un hombre que no sepa leer, que a un niiJo
que no sabe hablar, y no seria la sociedad 1uien lo esclui-
J'ia siIlo su propia pereza. CUilwlo la sociedad no ha cnm-
plido con su Llcllrr hacienLlo accesible iI toJos cste grado
de instruccioIl, l¡ai mucha üljusticia es verdaLl, pero es
una injusticia por la cual es nccesario pasar. Si la socie-
dad ha dejado de cumplir dos obligaciones solemnes, es
necesario cumplir primero la mas importante de las dos;
la enseiJanza universal debe preceder al sufrajio universal.
Solamente un hombre en quien una teoria irreflexiva ha-
ya hecho callar el sentido comun, puede sostener que se
deberia conceder e~ poder sobre otro, el poder sobre toda
la comunidad, a jentes que no han adquirido las condicio-
Iles mas ordinarias y mas esenciales para cuidar de si
mismo, para dirijir con intelijencia sus propios intél'cses
y los de las personas que les tocan de cerca.


Sin duda alguna, Jlodl'ía llevarse mas lejos este argu-




mento, y él podria sel'vir para probar mucho mas. Seria
de desear, que otras cosas, adernas de la lectura, la escri-
tura y el cálculo, fuesen condiciones del sufrajio, lo seri",
tambien que se pudiese exijir de los electores un cierto
conocimiento de la confor~acion de l:i tierra y de sus
divisiones naturales y políticas, de los elementos de la
historia jeneral, y de la historia de las instituciones de su
país. Pero este grado de saber no es acce3ible a todos en
nuestro pais, y probablemente no a todos tampoco en los
Estados Gnidos del Norte. Tampoco existe un mecanismo
digno de confianza para yerificar si se ha llegado a él ()
no. Por lo pronto, la tentativa produciria la parcialidad,
la chicana y toda especie de fraude. Vale mas conceuel'
el sufrajio sin distinClOJ1, o aun rehusarlo sin distincion,
que dejar al arbitrio de un funcionario público conceder-
lo a unos y rehusarlo a otros. Sin embargo, con respecto
a la lectura, a la escritura y al cúlculo, no h:ü dificultad.
Seria fácil exijir de cualquiera que se presentase a la ins-
(:J'ipcion electoral, que en presencia del tenedor ele los re-
jistros, copiase una f!'ase en un libro o hiciese una rpgla
ele tres: tamhien seria [úcil asegurarse por reglas fijas y
por una publicidad completa, de la aplicacion honrac]a de
una prueba tan sencilla. Es por esto que esta coneliciotl
deberia en todos los casos acompaflar al sufrajio univer-
sal, y asi al cabo de algunos afias solamente se haIlariau
escluidos los que se cuidasen tan poco elel privilejio, que
su voto, si lo diesen, no seria la espl'esion de una opinioll
política real.


Es importante tambien qUtl la asamblea que vota los
impuestos jenerales o locales, sea elejida esclusivamente
por los que pagan una porcion de esos impuestos. Si los
que no pagan son los que disponen a su arbitrio del dine-
ro ele oteo, tienpn todas las razones imajinah:es para ser




- 18Í:-
IlI'I',digos y ningur:a para ser económicos, En tanto que se
trata de negocios de dinero, todo poder que posean es una
violacion del principio fundamental de un gobierno libre)
una combinacíon defectuosa, en que hai poder ,de fiscali-
zar y ningun in ten's en ejercerlo bien. Es lo mismo que
permitir a los hombres tomar dinero de la bolsa de sus
vecinos para todo lo que les agrade llamar un objeto pú-
bico. Cada cual sabe que esto es lo que, en las gL'andes
ciudades de los EEtados Unidos, ha hecho subir a una su-
ma tan exorbitante los impuestos locales) cuyo peso cae
todo entero sobre las clases mas ricas. Que la representa-
cion sea tan es tensa como el impuesto) tanto como,pero
no mas, hé aquí lo que está de acuerdo con las im,titucio-
nés británicas.


Pero para conciliar esto, como condicion anexa, con el
sufrajio universal, es tan esencial como deseable hajo mu-
chos otros re~pectos, que el impuesto, bajo una forma vi-
sible, descienda hasta las clases pohres. En nuestro pais,
como en la mayor parte de los demas, no hai probable-
mente familia de trabajadores que n0 contribuya a los
impuestos indirectos, por la compI'a del té, del café, del
azúcar, para no hablar de los narcóticos y los estimulan~
tes. Pero est.e modo de concurrir a una parte de los gastos
públicos) apenas se siente; el contribuyente, si no es una
persona instruida y reflexiva, no identifica su interes con
la modicidad de los gastos públicos de un modo tan íntimo
como cuando se le pide dÍ! ectamentr) el dinero para hacer
frente a ellos: y aun suponiendo qUil lo hiciese, por esce .
sívo que fuese el gasto que pudiese imponer por su voto
al golJierno, cuidaria de que este gasto 110 fuese atendido
por impuestos adicionales sobre los aI'tículC\s que él con-
sume. Mejor seria que un ímpuesro directo, baJo la forma
de una capitacion, gravara sohre toda persona adlllta en




- 18:> -


la comunidau, o que toua persona adulta adquiriese la
caíiJad de elector dejándose gravar con algo mas de lo que
debe pO'l' razon ue con t rib Ilciones mobili arias (a.ssesed laxes),
o hien que una pequefla suma anual, cuyo monto variaria
segun el total de los gastos del pais, se pudiese exijir de
todo elector rejistl'ado, de manera que cada uno pudiese
sentir que el dinero que vota, es en parte cl suyo) y que
está interesado en votar el mellaS posible. Sea lo que fuere
a este respecto, creo que el socorro de la parroquia debe-
ria ser un motivo de esclusion para el que lo recibe. El
que no puede sostencrse con su trabajo, no tiene derecho
a servirse del dinero de otro. Desue que llega al esLado ue
depender para su subsistencia de los demas miembros de
la comunidad, abdica su derecho a ser tratado sobre el
mismo pié. Aquellos a quienes debe la continuacion de su
propia existencia, pueden reclamar con .i usto título la
clireccion esclusi va de esos negocios jenerales a los cuale:>
él con nada cOIltrilmye. Para poseer el dereeho electoral,
seria neccsario que el postulante no hu~JÍese estado a car-
go de la parroquia durante cierto tiempo (digamos cinco
ailOs) antes del dia de la inscripcion electoral.


Escluiria de) sllfrajio el hallarse en el caw de hancarrota
mas o menos caracterizada; o el haberse prevc:lido de la
lei sobre insolventes (insolvcnt Act) hasta que la persona
haya pagado sus deudas, o al menos hasta que haya pro-
bado que hace largo tiempo que no vive de limosnas pú-
blicas. El no pugo del impuesto, cuando se hubiese per-
sistido en él un tiempo bastante largo para que no fuese
una inadvertencia, seria una incapacidad, mientras la
omision durase. Este sistema de esclusion no es perma-
nente por su naturaleza, exije condiciones que todos son
o deberían ser capaces de llenar) si quisiesen. El deja el
~ufrajio accesible a todos los que se hallan en la condiciou


UVl! 1\1>.1', 8'"




- 186 -


110rmal de un ser l:lumano: y si alguno se pi'iva 6e él) es
porque no se cuida de él bastante pam hacer, a causa de
sufrajiÜ', lo que está ya obligado a bacer, o bien porquel
p.stá en una eondicion reneral de depresion y de degrada-
cion. Cuando un ho.mbre se halla en este caso, el derecho
político es poca cosa para él, es una ventaja a que no es
sensible: al sa.lir de allí) la esclusion política desaparece
con las otras inferioridades.


Podria pues esperarse que a la larga (suponiendo que
no haya otras restriccione3 que las de que acabamos de
hablar) todos estuviesen en posesion del derecho electoral,
todos con escepcion de los que estuviesen a cargo de la
parroquia (cuyo número es de esperarse que disminuirá
poco a poco). De esta manel'a el sufrajio seria universal,
eOil esta lijera escepcion. Como lo hemos visto, es absolu-
tamente necesario, en la concepcion estensa y elevada de
un lmen gobierno, que el suErajio se esparza tan ámplia-
mente. Sin embargo, en este estado de cosas, la gran
mayoria de los votantes en la mayor parte de los paises,
y mui ciertamente en este, se compondría de trabajadores
manuales, y el doble peligro de un nivel demasiado baj:o.
de intelijencia política y de una lejislacion de clase con-
tinuaria existiendo en un grado considerable. TenemO&
que ver si hai algun mpdio de ohviar estos males.


Se puede obviaríos, si los hombres lo desean sincera-
mente, no por una combinacion artificial, sino siguiendo
la marcha natural de las cosas humanas, que se recomien-
da a cada cual en donde quiera que algun interes, alguna
opinion tradicional no lo contraria. En todos los negocios
humanos, toda persona que está directamente interesada
en e1\os, y que no está bajo una tutela positiva, es acree-
dor a tener un voto; es una cosa admitida; y no se puede
sin injusticia rehusarle el ejercicio de este dereeho, cuan-




- 187-


do él no es incompatible ¡jan la seguridad del todo. Pero si
cada uno debe tener un voto, ¿cada uno debe tener un
voto igual? Hé aquí una pl'oposicion enteramente diferen-
te. Cuando dos personas que tienen interes comun en un
negocio son de opiniones diversas, ¿exijirá la justicia que
ambas opiniones sean consideradas exactamente como del
mismo valor? Si, a virtud ignal, nna de estas personas es
superior a la otra en saber e intelijencia- o si, a j nteli-
jencia igual, la una es superior a la otra en yirtua-la
opinion del ser superior bajo el respecto moral e intelec-
tual, tiene mas valor que la del ser inferior: y si las ins-
tituciones del pai~ afirman virtualmente que estas dos
opiniones tienen el mismo valor, afirman una cosa qUf>
no es así. Uno de estos seres como el mas juicioso, o como
el mejor, tiene derecho a una influencia superior. La
dificultad está en asegurarse cuál de los dos tiene este
derecho: discernimiellto imposible en cuanto a los indi vi-
duos, pero que puede ejercerse respecto de las masas con
una exactitud casi suficiente. No habria un pretesto para
apliear esta doctrina a todo lo que puede ser considerado
eon razon como un caso de derecho individual y privado.
En un negocio q'Ue no interesa sino a una de dos personas,
una persoua tiene el derecho de seguir su propia opin¡on,
aunque la de la otra pueda ser preferible. Pero hablamos
aecosas que interesan a ambas personas igualmente; ha-
blamos de un caso en que si el hombre mas ignorante no
cede su parte en el negocio a la direccion del hombre de
mayor jJicio, este hombre deberá ceder al mas ignorante.
¿Cuál de los dos espedientes es mas ventajoso para las dos
personas interesadas, y el mas conforme ala conveniencia
jeneral de las:cosas? Si se estima injusto que uno de los dos
haya de ceder, ¿cuál injusticia es la mayor? la de que el
juicio mejor ceda al peor, o la de que ell!eoI' ceda al mejor1




- 188-
.


Bien, pues, los negocios nacionales 8e asemejan exacta·'
mente a este negodo comun, con la difet'encia de que
nadie es llamado a hacer jamas el sacrificio completo de


. su propia opinion. Esta opinion puede siempre tenerse en
cuenta, y ocupar' su lugar, seflalándose un lugar mas ele-
vado a los sufrajios de aquellos cuya opinion merece mas
consideracion. En este sistema no hai nada necesariamen-
te irritante para aquellos a quienes 5e ha asignado un
grado menor de influencia.


No tener votos en los negocios jeneJ:ales es una cosa;
ver conceder a otros un voto mas poderoso, a causa de
una capacidad mas grande para la direccion Üe 105 nego·
cios comunes, es .otra cosa. Las dos no son simplemente
diferentes, son inconmrnsllralJles. Cada. cual tiene el dere"
cho de creerse insultado de no ser contado para nada, y
de ser considerado como sin valor ninguno. Nadie que
no sea un necio, y nrcio de una especie particular, puede
creerse ofemlido ponJlw Fe recorioce (J ue hai otrlls cuya
opiniol1 y aun cuyo c1e~eo de]Jen considerarse de otro
modo que su opinion y su deseo No tener [J:J.rte sobre lo
que es en parle yuestro llPgOeiO, es una cosa con ia cual
nadie se conformaria yolul1tariumente; pero cuando lo
11ue es en parte el negocIO <le un hombre, es tambien en
parte el negocio de otro; cuando este otro sienLe que este
otro entiende el negocio mejor que él, no le sorprende ver
contar la opinlOD Gel otro por mas que la suya, y le pare_
('e de acuerdo con la marcha ordinaria de las cosas sobre
toda otra matcria. Solamente es necesario que esta in-
fluencia superiur sea conferida por motiyos que él pueda
eomprenrler, y cuya justicia sea capaz de percihir.


Me apresuro a decir que miro como totalmente inadmi-
sible, aun a titulo de a mal anCLar temporal, que la supe-
tioridad de influencia sea concedida segun la riqueza. No




- ii:l~I-


niego que la ri'Jlwza sea una pspecie de pruelJa. En fu
mayor parte de lus p,Jises, la edueaciol1, aunque no sea
propurciol1ada a las riquezas, es ordinariamente mejO[' en
la porcion mas rica de la sociedad que en la porcion mas
pobre, pero el criterio es tan imperfecto, la casualidad
hace tantas yeces mas que el mérito para elevar a los
hombros en el mundo, y es tan imposible a una persona
que ha adquirido un grado cualquiera de instruccion
asegu ral'se un grado de elevacion análoga en la escala so-
(;ia1, que esta base del privilejio electoral ha sido y será
siempre odiosa en supremo grado. Si se asignase la plu-
ralidad de votos a una cualidad pecuniaria, la cosa estaria
no solamente sujGta a objeciones en si misma, sino que
seria una manera segura de comprometer el principio, y
de hacer imposible su aplicacion permanente. La demo-
craeia, al menos en nuestro pais, no tiene por el momento
celos de la superiorIdad personal; pel'O es natural y justa-
mente celosa de la que solo está fundada sobre la riqueza.
I,a úni(;a lml'ua l'azon que se tenga para con tar el voto de
una persona por IIlas que la unidad, es la superioridad
mental del inilividllo; y lo que falta son los medios ap"o-
,.imati vos de estahlecer esta supeL"ioL"idad. Si existiese
algo parecido a una euucacion realmente J;l.acional, o
un sistema de exámen jeL1eral digno de confianza, la
educacion pUlIría tomarse como crittlrio directo. A fal-
ta de esto, la naturaleza de la oCllpacion de la persona
es una especie de prueba. Un maestro es mas inteli-
jente que un obrero; porque es preciso que él trabaje
no solamente con sus manos, sino con su cabeza. Un con- •
tramaestre es jeneralmente mas intelijente que un obrero
ordinario, y un obrero en los 011cios de destreza, lo es
mas que otro en los oficios groseros. Un banquero, un
negociante o un febricante) serán probablemente mas




- 1:10 -


inteliJentes que un tendero, porque tienen intereses .IlIas
estensos y complicados que dil'ijir. En todos estos casos,
lo que prueba las cualidades, no es simplemente el estar
encargado de la funcion superior, sino el desempeñarla
llien. Por otra razon, y para impedir que los hombres
tomen nominalmente una úcupacion a fin de tener el
derecho de votar, seria conveniente exijir que se hubiese
perseverado en la ocupacion durante un tiempo dado
(digamos tres años). Mediante una condicion semejante ,a
esta, se podrían conceder dos o tres votos :1 toda persona
que ejerciese una de estas funciones superiores. Las pro-
fe~iones liberales cuando se las ejerce de una manera real,
no nominal, implican todavia un grado mas elevado de
instruccion. Y siempre que un exámen suficiente, o bien
ciertas condiciones sérias de educacion} son un requisito
para entrar en IIna carrera, puede concederse al momento
a todos los que la han abrazado la pluralidad de votos.


Se podria aplicar la misma regla a los graduados de las
uni versídades, y aun a los que puedan probar que han
hecho de un modo satisfactorio los estudios exijidos por
una de las escuelas en donde se enseña los mas altos
ramos de la ciencia, con tal que se esté seguro que la
enseñanza es real, y que no es un puro pretesto. Los exá-
menes locales o de clase media para el grado de asociado,
establecidos por la Universidad de Oxford con un espíritu
público laudable, y todos los de la misma clase que pue-
den instituirse por otros cuerpos competentes, suministran
(con tal que sean accesibles a todos sin distincion) una


.. hase segun la cual la pluralidad de votos podria conceder-
se con gran ventaja a todos los que han pasado p0r esta
prueba. Todas estas ideas pueden dar lugar a grandes
discusiones de pormenores, y a objeclOnes que no hai
necesidad de prever por el momento. No ha llegado el




- 191


tiempo de panel' en ejecucion planes scmejan~es, y [Ji'}
desearía hallarme ligado por las proposiciones particula-
res que he emitido. Pero, a mi entender, es evidente que
es en esta direccion que se encuen tra el verdadero ideal
del gol)lerno representativo, y que el encaminarse a éL
por las mejores combinaciones prácticas que se pueda en-
contrar f es preparar el verdadero progreso político.


Si se pregunta hasta dónde se puede llevar el principio,
e cuántos votos pueden concederse a un individuo en
virtud de cualidades superiores, responderé que la cosa
en 'sí no tiene grande importancia, con tal que las distin
ciones y gradaciones no se hagan arb;tl'ariamellte, sino
de manera que sean comprendidas y aceptadas por la in-
telijencia y la conciencia jenerales. Pero es una condicion
absoluta la de no pasar el límite prescrilltopor el principio
fundamental enunciado en otro capítulo como condicion
de escelencia en la constitucion de un sistema represen-
tativo.


La pluralidad de los votos no debe bajo ningun pretesto
llevarse bastante lejos) para los que poseen el privilejio o
para que la clase (si Lai una) a la cual pertenece princi-
palmente, pueda, por medio de este privilejio, prevalecer
sobre todo el resto de la comunidad. El favor concedido a
la educacion, que es justo en sí mismo, se rp.comienda
ademas fuertemente porque asegura a los que han recibi-
do educacion COlltra una lejislacion de clase, emanada de .
loa que no la han recibido. Pero no debe ir hasta poner a
los primeros en estado de ejercer ellos mismos en su pro-
vecho esta lejislacion. Permítaseme agregar que, en mi
opinion, una de las condiciones esenciales de1a pluralidad
de los votos, es que el mas pobre individuo de la comuni-
dad pueda reclamar este privilejio, si es capaz de proba.
que, a pesar de todas las dificultades y todos los obstácu-




- 1:1'2 -


jos, tiene Uel'CdlO a él por SI: intelijr'IV'.ia. DdJ8I'ia halJcl'
exámenes voluntaríos en que cua!(1uiera puuiese presen-
tarse, pl'Olm' q lle Ita llegado al grauo de saber y de talento
que se ha declarado suficiente, y ser en consecuencia
admitiuo en la plmalidad de los votos. Un privilejio acce-
sible a todos los que pueden probar que han realizado las
condiciones sobre las cuales reposa este privilejio en teo-
ria y en principio, no ofendería ningul1 s~ntimiento de
justicia; pero evidentemente seria de-otra suerte, si entre
tznto que se concede en virtud de presunciones jenel'ales
y no siempre infalibles, se rehusase sobro una prueba
directa.


El volo plural, aunque est~L en práctica tanto en las
elecciones de parroquia como para elejir los administra-
dores de la leí de lo.~ pobres, es cosa tan poco familiar para
las elecciones del padamento, que no hai probabilidad
que se le adopte pronta ni voluntariamente; pero como
don corLid umbre ·llegará el tiempo en que no se tendrá
otra alternatiya qu"e entre esta manera de votar y el EU-
frajio igual y universal, los que no desean el sufrajio uni-
versal no deben retardar el reconciliarse con el otro modo.
Al mismo tiempo, aunque por el momento esta indicacion
no sea tal vez de grande utilidad púLlica, servirá para
mostrar lo que h:ü de mejúr en principio, y podremos
juzgar mejor del valor de todos los medios indirectos (sea
existentes. sea susceptibles de ser adoptados) que pueden
conducir al mismo fin de una manera menos perfecta.


Una persona puede tener un voto doble de otra manera
que presentando dos votos en los mismos Ih¿stings (lugar
de reunion para elejir un miembro del parlamento); pue-
de tener un voto en dos cuerpos de comitentes diferentes,
y aunque este privilejio escepcional pertenece mas bien por
ahora a la superioridad de riqueza que a la superioridad




.~ 193 -


de intelijencia) yo no querrí.a abolirlo en donue eXl'6te;
porque hasta que se haya adoptado un mejor criterio de
educacion, no seria razonable prescindir del que resulta de
las circunstancias pecuniarias, por imperfecto que sea. Se
podria encontrar medio de es tender eí pl'ivil8jio de manera
que estuviese afecto directamente a una educacion supe-
rior. En todo bill de reforma que rebaje de una manera sen-
sible las condiciones del electorado, seria una disposicioll
juiciosa llamar a todos los graduados de las universidades,
a todas las personas que han frecuentado con suceso las
mas altas escuelas, a todos los miembros de las profesio-
nes liberales, y talvez aun a algunas otras, a hacerse ins-
~ribir especialmente como electores a ~ste título, con la
Jacultad de votar en donde les agrade hacerse inscribir,
sin perjuicio de sus votos como simples ciudadanos en las
localidades donde habitan.


Hasta que se haya hallado y la opinion pública este
dispuesta a aceptar un medio de voto plural, que asigne
a la educacion, como tal, un grado de influencia superior
que baste a contrapesar el peso numérico de la clase
menos culta-hasta entonces los beneficios de un sufrajio
completamente universal estarán, me parece, acompana-
dos de una fuente de males mas que equivalente. Es posi-
ble a la verdad (y es quizá una de las transiciones por que
debemos pasar en nuestra marcha hácia un sistema re-
presentativo realmente bueno) que las barreras que re-
presentan el sufrajio, sean completamente destruidas en
ciertos colejios electorales cuyos representantes serian,
por consiguiente, nombrados por obreros manuales. En
otras partes, el derecho electoral quedaria como está, o sí
se le modificaba, seria agrupando los colejios electorales
ne manera que se impidiese a la clase obrera llegar a ser
preponderante en el parlamento. Por un compromiso se-


GOB. REP. 9




- 194-


mejante, las anomalias que exísten en la representacion,
no solamente se conservarían, sino que se agravarian.
Esta no es sin embargo una objecion concluyente; ¡¡orque,
si el pais no quiere perseguir fines útiles por un sistema
regular que conduzca a ellos directamente, debe conten-
tarse de un cuando menos irregular, como grandemente
preferible a un sistema exento de irregularidad, pero que
conduce regularmente a fines malos u omite cosas nece-
sarias. Una objecion mucho mas grave es, que este arreglo
es incompatible con el concurso recíproco entre los diver-
sos colejioi electorales que exije el plan de M. Harej es
que, con este arreglo, cada votante quedaria aprisionado
en uno o muchos cuerpos de comitentes, en que su nom-
bre estaria inscripto y no seria representado absoluta-
menle, si no queria vot,ar por uno de los candidatos dQ
esas localidades.


Doi tal importancia a la emancipacion de los que ya
tienen votos, pero a quienes ese voto es inútil porque
tienen el número contra ellos; esperaria tanto de la in-
fluencia natural de la verdad y de la razon) si se pudiese
asegurárseles un auditorio y abogados competentes-que
no desesperaria del efecto aun del sufrajio igual y univer-
sal, si se le hacia real por la representacian proporcional
de todas las minorias, segun el principio de M. Hare. Pero
aun cuando las mas bellas esperanzas que pueden formar-
se sobre esta materia fuesen certidumbres, yo sostendria
todavía el voto plural. N:o propongo la pluralidad como
una cosa que'en sí misma no es deseable, como una cosa
que lo mismo que la esclusion política de una parte de la
comunidad puede sufrirse temporalmente, por impedir
mayores males. No veo el voto igual como una de esas
cosas que son buenas en sí mismas, con tal de poder pre-
munil.'se contra sus inconvenientes; lo veo como una cosa




- f9S-
'que solo es buena ,relativamente, y menos contestable que
la desigualdad de r-rivilejios, fundada sobre circunstan-
,cias accidentales o insignificantes-pero a mi entender,
'8S una cosa falsa en principio, porque reconDce un tipo
falso y ejerce una mala influencia sobre el espíritu de los
votantes.


No es útil, sino perjudicial, que la constitucion procla-
me la ignorancia y la ciencia igualmente fundadas eu
-derecho para gobernar el pais. Todo lo que contengan las
instituciones nacionales deberian ellas colocarlo ante el'
'€spíritu del ciudadano bajo el aspecto mas ventajoso para
él, y como le es ventajoso pensar que cada uno tiene dere-
'Cho a alguna influencia, pero que los mejores y mas sá-
bias tienea derecho a mas influencia que los otros, es
importante que el Estado ,profese esta doctrina y que las
instituciones nacionales la pongan en práctica.


Estas son de aquellas cosas que cDnstituyen el espíritu
de las leyes de un pais, esa porcion de su influencia que
tienen menos en consideracion los pensadores en jenera],
y sobre 'todo los pensadores ingleses; aunque las institu-
ciones de todo país, donde no hai una grande y positiva
opresion, producen mas efecto por su espíritu que ningu-
na de sus medidas directas, puesto que el espíritu es lo
que forma el carácter nacional. Las instituciones ameri-
canas han impreso fuertemente en el espíritu americano
la idea de que todo hombre (gUtl tiene la piel blanca) vale
tanto como otro, y es fácil apercibirse que esta falsa
.creencia está estrechamente ligada con algunos de los
puntos mas desfavorables del carácter americano. Es un
mal, y mui grande, que la constitllcion de un pais lle-
gue a sancionar ese principio: creer en él de una manera
mas o menos espl'esa, es casi tan nocivo a la escelencia
moral e intelectual como los peores efectos de que SOn




..


- 196-
susceptibles la mayor parte de las formas de gobierno.


Va tal vez a decirse que una constitucion que da una
influencia igual, hombre por hombre, a las clases mas
cultas y a las que lo son menos, conduce sin embargo al
progreso, porque el recurso constante a las clases menos
instruidas, el ejercicio que se da a sus facultades menta-
les, y los esfuerzos que las clases mas cultas se ven obli-
gadas a hacer para Uustrar el juicio de las otras clases y
desembarazarlas de sus errores y pr!locupaciones, son
estimulantes poderosos para los progresos de éstas en
intelijencia. Que este efecto, de los mas¡ deseables, siga
realmente a la admhion de la'i> cla'i>es menos culta¡>, a una
parte, y aun a una parte estensa del poder, ya lo he sos-
tenido ardientemente. Pero la teoría y la esperiencia prue·
lJan igualmente que, cuando estas clases son absoluta·
mente preponderantes, se establece una corriente contra-
ria. Los qlle poseen el POdi'T supremo sobre todas las cosas,
ya sea uno solo, ya un pequeño número, o un gran número,
no tienen necesidad en adelante de las armas de la razonj
pueden hacer prevalecer su simple voluntad, y jentes a
quienes no se pueJe resistir están ordinariamente dema-
siado satisfechas de sus propias opiniones para que puedan
hallarse dispuestas a cambiarlas, o a escuchar sin impa·
ciencia a cualquiera que les dice que están en el error.
La posicion que da el mas vivo estimulante al desenvolvi·
miento de la intelijencia, es la conquista del poder, y no
el poder conquistado; y entre todos los tiempos de deten·
cion, temporales o permanentes, que se hallan en el cami-
no de la conquista, el que desenvueb'e las mejores y mas
elevildas cualidades, es el punto eu el cual el hombre es
hastante fuerte para hacer prevalecer la razon, y no lo es
bastante para prevalecer contra ella. Segun los principios
que hemos establecido, tal eH la posicion en que debería




- 198 -,


nion en el mundo moderno se pronuncia con una fuerza
creciente contra el derecho de la sociedad para decidir
por los individuos de que son ellos capaces o incapaces.
y de lo que ~e les permitirá o se les prohibirá emprender.
Si los principios políticos y los principios de economia
política son buenos para algo, es para pro~ar que los-
individuos solos pueden juzgar sanamente sobre estas"
materias, y que con una completa libertad de escojer, en
donde quiera que hai diversidades reales de' aptitudes, el
mayor míme;()I se aplicará a las cosas de que es mediana-
mente capaz) entre tanto que solamente las escepciories
obrarán de una manera escepcional. O la tendencia del
progreso social moderno es falsa, o es preciso llevarla
hasta la abolicion total de todas las esclusiones y de todas
las incapacidades que cierran una ocupacion honrada a
un ser humano.


Pero no es necesario ir tan lejo!'! en nuestras afirmacio-
nes, para probar que las fiuje'res deberian te,ner el sufra-
lio. ~i fuese tan justo como es injusto que las.mujeres-
sean una clase subordinada, confiuadas a las ocupaciones
domésticas, y sometidas a ulla autoridad doméstica, no
por esto tendrian menos necesidad de la proteccion del
sufrajio para estar garantidas contra el abnso de est.a au-
toridad. Los hombres,. lo mismo que las mujeres, tienen
necesidad de los derechos politicos, n~ solamente para
gobernar, sino para que no se les pueda gobernar mal.
La mayoria del sexo mascnlino es, y DO será ninguna
otra cosa durante toda su vida, que trabajadores en los
I:ampos o en las fábricas; pero esto no hace el sufrajio
menos deseable para esta mayoría, ni su derecho a él
menos irresistible, cuando no se inclina a bacer mal uso
de él. Nadie ·pretende decir que las mujerp.s harían mal
uso del sub'ajio. Lo peor que se dice) es que votafian:




- 15)7 -
colocarse a los l'icos ya laR pobres, a los hombres instrui-
dos ya los ignorantes, y a todas las demas clases en que la
sociedad se divide: combin,mdo este principio cQn el prin-
cipio, por otra parte junto, que concede la superioridad
de influencia a la superioridad de las cualidades intelec-
tuales, una consLitucion realizaria esta especie de perfec-
cion relativa, que e;; sola compatible con la naturaleza
complicada de los negocios humanos.


En la argumentacion que precede, en favor del sufrajio
universal pero graduado, no me he ocupado de la diferen-
ria de sexo. Considero esto como tan absolutamente insig-
nificante, en cuanto a los derechos politicos, como la
diferencia de estatura o de color de los cabelloi:l. Todos
los seres humanos tienen el mismo interes en tener un
buen gobierno, su bienestar es igualmente afectado por
él, y todos tienen igual necesidad de un voto para asegu-
rarse su parte de beneficios. Si hai alguna diferencia, la,;
mujeres tienen mas lleCt~S ¡dad de él que los hombres,
puesto que siendo físicamente mas débiles, dependen mas
de la lei y de la sociedad para su proteccion.


La humanidad ha abandonado desde há mucho tiempo
los solos principios sobre que se funda esta conclusion:
que las mujeres no deberían tener voto. Nadie sostiene
110i que las mujeres deberian ser esclavizadas, que no
(lp,berian tener otro pensamiento] otro deseo, ott'a ocupa-
cion, que ser las siervas domésticas de sus maridos, padre,;
o hermanos. Se permite a las mujeres solteras, y poco
falta. para que se permita a las mujeres casadas, pO,seer
una fortuna propia y tener intereses pecuniarios, intereses
de negocios, exactamente como los hombres; se cree de-
seable y conveniente que las mujeres piensen, escriban y
enseñen. Desde que tales cosas son admitidas, la incapaci-
dad políLica no reposa ya sobre ningull principio. La opi-




- la9-


romo simples máquinas, segun la órden de sus parientes
de! sexo masc,ulino. Si debe ser así, que así sea. Si pien-
san por si mismas, será un gran bien, y sino ningun mal
resultal'~. Es un beneficio para los seres humanes que se
les quiten las cadenas.. aun cuando no deseen andar. Seria
un progreso en la posicion moral de las mujeres de no ser
ya en adelante declaradas por la lei incapaces de tener una
opinion y de espresar una preferencia sobre los intereses
mas elevados del jénero humano. Habría alguna ventaja.
sobre ellas, individualmente, en tener alguna cosa que
dar que sus parientes del sexo masculino no pudiesen
tomarles por fuerza y que sin Qmbargo deseasen tener.
No seria poca cosa tampoco, que el marido debiese nece-
sariamente discutir la cuestion con su mujer, y que el
voto no fuese asunto esclusivo f>uyo, sino negocio comun.
Tampoco se reflexiona bastante basta qué punto el hecho
de que una mujer posea, con independencia del hombre,
ci~Ita influencia sobre la jente de afuera, aumenta su
dignidad y su valor a los ojos de un hombre vulgar, e
inspira a éste un respeto que jamas habría sentido por las
cualidades personales de un ser cuya existencia social
puede apropiarse enteramente.


Fuera de esto, la misma calidad del voto se mejoraria.
El hombre se veria con frecuencia obligado a encontrar
en favor de su modo de votar razones bastante honradas
}Ja¡'a decidir a un carácter mas recto e imparcial a servir
bajo la misma bandera. Frecuentemente, gracias a la
influencia de su mujer, permaneceria fiel a su opinion
sincera. ~ambien con frecuencia el influjo de la mujer se
ejerceria, no en provecho del bien público, sino en prove-
cho del interes personal o de la vanidad mundana de la
familia. Pero en donde quiera que esta sea la tendencia
de la unioD femenina, ella se hace ya sentir en esa mala




- 2"o(} -


direccion; y esto con tanto mayor certidumbre, cuan te;
;lue con la lei y la costumbre actual, la mujer es demasia-
do completamente estrafla a la po;ítica l cuando en ella se
interesa un principio, para sentir que hai allí un punte;
de honor. Pues, casi siempre, tenemos tan poca simpatia
por el punto de honor de los demas, cuando no es al
mismo tiempo el nuestro, como la que tenemos por los
sentimientos relijiosos de los que no profesan la misma.
re] ijion que n()Sotros.


Dad el voto a la mujer, y sentirá el efecto del punto de
honor. Aprenderá a mirar la política como una cosa sobro
la cual le es pel'mitido tener su opinion, y respecto de la
cual cada uno debe obrar segun su opinion; adquiere un
sentimiento de responsabilidad personal en la cuestion, y
no piensa ya en adelante, como el día de hoí, que (sea
cual fuere la dósis de mala influencia que pueda ejercer),
con tal que persuada al hu¡i¡bre, todo está bien y que la
responsabilidad de éste lo cubre todo. Es solamente cuan-
de se la alienta a formarse una opinion ya crearse una
idea intelijente de las razones que deben prevalecer en
ella sobre las tentaciones del interes personal y del lnte-
res de familia, que ella puede cesar de obrar como una
fuerza disolvente sobre la conveniencia política del hom-
bre. No Re· puede impedir lo nocivo de su accíon indirecta
sino cambiándola en directa.


He supuesto que el derecho al sufraJio reposa soLr6
eondiciones de valor personal, y es así que viénuolu bien
debería ser. Pero en donde, como en este país yen mu- .
caos otros) reposa sobre condiciones de riqueza, la con-
tradiccion es todavia mas evidente. Hai algo de estraol'di-
naríamente desrazonable en el hecho de que cuando una
mujer puede dar todas las garantías que se exijen de un
?Iector masculino, cuando ella tiene una fortuna inuepeu-




- 2ül -


diente, cuando es propietaria y jefe de familia, paga e]
impuesto y cumple en fin todas las condiciones exijidasy
se echa a un lado el principio mismo y el sistema de una
representacion fundada sobre la riqueza, para una inca-
pacidad escep':ional y personal cuyo único objeto es es-
cluir a la mujer. Cuando se agrega que el pais en que asi
5e obra es gobernado por una mujer, y que el mas glorio-
so soberano que haya knido este pais era una mujer,
queda completo este cuadro de sinrazon y de injusticia,
"el ado apenas. Esperemos que así como se destruyen hoi,
uno desimes de otro, los restos del edificio bamboleante
del monopolio y de la tiranía, éste desaparecerá pronta-
mente; esperemos que la opinion de Bentham, de Samuei
Bailer, de M. Hare y de muchos de los mas potentes pen-
sadores políLicos de nuestro úglo y de nuestro pais (para
no hablar sino de éstos) tendrá su efectq sobre todos los
espíritus que no están empedernidos por el egoísmo o pOl'
preocupaciones inveteradas; esperemos, en fin, que antes
de la próxima jeneracion, el accidente del sexo no será
mirado) mas que el del color de la epidermis, como un
motivo suficiente para despojar a un ser humano de la se-
guridad COlliun y de los justos privilejios de un ciu-
dadano.




CAPITULO IX.


¡Deberá haber Jos graJos Je eleeciou?


En ci(~rtas constituciones representativas se ha adoptado
el sistema de elejir los miembros del cuerpo representativo
por medio de un doble procedimiento: los electores escojen
solamente otros electorei:', y éstos nombran los miembros
oel parlamento. Probahlemente se ha imajinado esta como
]¡inacion para poner un obstáculo alli1re curso del senti-
miento popular. Así se da el sufrajio y el poder supremo
al mismo tiempo al grannúmeroj pero se le obliga a no
ejercerlo sino por las manos de un pequeño número,
t:om parati vamente hablando, el cual se supone será menos
accesible que el pueblo a los trasportes de las pasiones
populares. Pues, como se puede esperar que, siendo los
electores un cuerpo selecto, serán por su intelijencia y su
carácter superiores al nivel ordinario de sus comitentes,
se ha creido que su eleccion se haria probablemente de
una manera ilustrada y ~uidadosa] y en todos los casos
con el sentimiento de una responsabilidad mas grande
que la eleccion de las ma¡.;as. Esta manera defiltrar, por
decirlo así, el sufrajio popular, por la intervencion de un




- 203


cuerpo intermedio, puede defenderse de un modo mn'i
ph,usible, En efecto; puede decirse, con grande apariencia
de razon, que se neceRÍta menos intelijencia e instruc-
cion para juzgar cual de nuestros vecinos es el mas capaz:
lie escojer bien un miembro del parlamento, que para
juzgar quien es mas capaz de ser es~e mismo miembro,


Pero desde hlego, si se puede creer que los peligros a
que está sujeto el poder popular, se disminuyen por este-
arreglo indirecto, sus beneficios menguan igualmente, y
e~te último efecto es mas cierto que el primero.


Para que este sil'tema pueda marchar como se desea, se
necesita que f!e ponga en ejecueion en el espíritu en que
ha sido concebido; se necesita que los electores se sirvan
del' sufrajio como lo supone la teoria, es decir, que eada
uno de ellos ne;> debe preguntarse quién deberia ser miem-
bro del parlamento, sino simplemente que desearia velO
elejir este miembro por él. La cosa es evidente; las venta-
jas que posee (segun se supone) la eJeccton indirecta sobre
ill eleceion directa, requieren esta disposicion de espíritu
en el votante. y no se realizarán a menos que él tome a lo
sério la doctrina de que su solo asunto es escojer, no el
miembro mismo, sino los que han de elejirlo. Es preciso
suponer que el elector no se preocupará de opiniones ni
de medidas políticas, sino que tendrá por guia su respeto
personal por un individuo privado, a quien dará un poder
jeneral de procurador para obrar en lugar de él.


Empero, si el elector adopta esta manera de apreciar su
Jlosicion, desaparece la ventaja que se encuentra de ordi-
nario en darle un voto: la funcíon política que va a ll~nar
no puede desenvolver en él el espíritu público y la inteli-
jencia política, ni atraer sobre los negocios jenerales su
interes y su curiosidad. Se suponen aquí condiciones que
se escluyeD; porque si el votante no esperimenta ningun




- 20'1-


intel'es por el resultado final, ¿cómo y por qué aguardar
que lo tenga por el procedimiento que condena a él? Desear
tener por su representante en el parlamento a tal indi viduo
particular, es cosa posible a una persona de una intelijen-
cia y de nna virtud mui ordínarias, y desear escojer un
elector que nombre a ese indivíduo, es la consecuencia
natural. Pero que una persona que no se preocupa de la
eleccion del representante, o que se cree obligada a echar
:1 un lado esta consideracion) tome algun interes cual-
quiera en nombrar simplemente la persona mas digna de
elejir a otra segun su propio juicio ..... esto implica un
celo por lo que es b!-leno en sí, un principio habitual de
deber por amQf' al deber, que no puede encontrarse sino
en personas bastante cultas, quienes por esta cualidad
misma prueban que son dignas de poseer el poder político
bajo una forma mas directa. De todas las funciones públi-
cas que se puedan conceder a los miembros mas pobres de
la comunidad, ésta es sin duda la menos propia para des-
pertar sus sentimientos: funcion cuya importancia no se
llega a apreciar sino por una virtuosa determinacion de
cumplir concienzudamente tOllos sus deberes! Y si los
electores se cuidasen bastante de los negocios políticos
para apreciar en algo una parte tan limitada de estos mis-
lilaS negocios, es probable que no se contentarian con tan
poco.


Aun suponiendo que una persona que, a causa de su
poca cultura, no puede juzgar bien de hs cualidades
requeridas en un candidato para el parlamento, pueda
ser juez suficiente de la honradez:: la capacidad jeneral
de alguno él quien nombrasl' para elejir ese miembro en
lugar de él, observaré que si el votante se conforma con
esta estimacion de sus aptitudes, y desea realmente encar-
gar a una persona en quien tiene confianza de escojer por




- 205


él, no hai necesidad de una disposicion constitucional
para este efecto. El votante no necesita sino preguntar en
particular a esta per:wna de confianza por quién hará me-
jor en votar. En este caso, los dos modos de eleccion coin·
ciden en sus resultados, y se obtienen con la eleccíon
directa todas las ventajas de la eleccion indirecta. Los
sistemas no difieren en su operacion, sino con la condi
cion de suponer que el votante preferiria servirse de su
propio juicio para la elecClOn de un representante; que
no deja que otro elija por él sino porque la lei no ]e per-
mite obrar mas directamente. Pero si tal es el estado de
su espíritu, si su voluntad no está satisfecha con el límite
que la leí le impone, y si desea hacer una eleccion directa)
puede hacerla a pesar de la lei. Para ello no necesita sino
escojer por elector a un partidario conocido del canJidato
a quien prefiere, o alguno que se comprometa a votar por
eiile candidato. Y tan natural es este efecto de la eleccion a
dos grados, que escepto en un país en donde la ill1lifererr
r.ia política es completa, no se puede esperar que tal ins-
titu~on obr!3 de otro modo.


Es de esta suerte que, de hecho, tiene lugar la eleccion
del Presidente de los Estados Unidos. Nominalmente, la
eleccion es indirecta; la masa de la poblacÍon no vota por
el Presidente, sino por electores que elijen a éste. Pero los
electores son siempre nombrados con la condicion espIesa
de votar por un candidato dado, y jamas un ciudadano
vo~a por un elector a causa de alguna preferencia por él
como hombre; vota por la boleta flrickenridge o por la
boleta Lineoln. Es preciso acordarse que no se nombra a
los electores para que recorran el pais) a fin de encontrar
al hont4)re mas digno de ser Presidente o miembro del
parlamento. Si así fuese, habria algo que decir en favor
de esta costumbre; pero ní es, ni será jamas así, hasta




..


- 20G-


~ue la especie humana en jenenil piense con Pl.aton que
la persona mas digna de poseer el ~oder, es la que está
menos dispuesta a aceptarlo. Los electores tienen que
~scojer una de las personas que se han presentado como
~andidatos, y los que nombran esos eledores, saben ya
quiénes son tales candidatos. Si hai alguna actividad po·
lítica en elpais, todos los electores que se cuidan media-
namente de votar, han decidido a cuál de esos candidatos
·desean ver electo, y no tenarán presentes otras considera-
-ciones al dar su volo. Los partidarios de cada candidato
tendrán prontas sus listas de electores que 8e hayan com-
prometido a votar por ese individuo, y la sola pregunta
que en el hecho se dirijirá al elector primario, será cuál
de esas listas piensa apoyar.


El caso en que una eleccíon a dos grados obra bien en
la práctica, es aquel en que los electores no son única-
mente e~cojirlos como electores, sino que tienen que lle-
nar otras funciones importantes; por lo cual cesan de ser
-elejidos únicam6nte como delegados para dar un voto
particular. Otra institucion americana, el Senado de los
Estados Unidos) ofrece un ejemplo de esta combinacion
de circunstancias. Se estima que esta asamblea, la Cá-
mara alta del Congreso por decirlo así, no representa al
pueblo directamente, sino a los ,Estados, como tales) y
debe ser el guardian de esos derechos soberanos a que no
han renunciado. Como, por la naturaleza de una federa-
cion igual, la soberanía interior de cada Estado es igual-
mente sagrada, sea cual fuere el tamaño y la importancia
del Estado, cada uno envia al Senado un número igual de
miembros (dos), ya sea el pequeño Delaware, ya el Esta.·
do-imperio de Nueva York. Estos miembros no son ell7'
jidos por la poblacion, sino por las lejislaturas de Es-
tados, que son ellas mismas nombradas por el pueblo




- 207 -
de cada Estado. Pero como toda la tarea ordinaria de una
asamblea lejislativa) la lejislacíon interior y la fiscaliza-
cion del ejecutivo, recae sobre estos cuerpos, son elejidos
mas bien en mira de estos objetos que del otro; y al nom-
brar dos persúnas para representar el Estado en el Senado
federal) ejercen casi siempre su propio juicio, salvo las
consideraciones con la opinion pública, que un gobierno
democrático debe siempre mostrarle. Las elecciones he-
chas de este modo han tenido el mejor éxito, y sonevi-
dentemente las mejores elecciones en loe Estados Unidos;
llevando invariablemente al Senado a los hombres mas
distinguidos entre los que se han hecho conocer suficien_
temente en la vida pública. En vista de un ejemplo seme-
jante, no se puede decir que la eleccion popillar indirecta
no es nunca ventajosa. Mediante ciertas condiciones, es
el sistema mejor que se puede adoptar. Pero es las condi-
ciones no pueden encontrarse sino en un gobierno fede-
ral, como el de los Estados Unidos, en donde la eleccion
puede confiarse a cuerpos locales cuyas otras funciones
comprenden los negoctos mas importantes de la nacíon.
Entre nosotros, los solos cuerpos que existen en una po-
sicion análoga o que tengan probabilidad de existir, son
las municipalidades, o los otros consejos creados o por
crearse para un objeto igualmente local. Sin embargo,
pocos verian como una mejora en la constitucion de nues-
tro parlamento, que los miembros por la ciudad de Lón-
dres fuesen elejidos por los rejidores (aldermen) y por el
consejo municipal, y que los miembros por la villa de
Marylebone fuesen nombrados abiertamente, como lo son
ya virtualmente, por las asambleas de las parroquias.
Aun cuando estos cuerpos, considerados simplemente
como consejos locales, estuviesen sujetos a menos obje-
eiones que lo que lo están, las cualidades que los hacen




- 208-


~)ropios para las funciones particulares y limitadas de la
edilidad municipal o parroquial, no dan garantias de que
posean una aptitud especial para juzgar de las cualidades
respectivas de los candidatos para el parlamento. PrGba-
blemente no llenarán este deber mejor que los habitantes
por medio del voto directo: ténga~e ademas presente, que
si la aptitud para elejir los miembros del parlamento de.
biese tomarse en consideracion cuando se nombre una
asamblea de parroquia o un consejo municipal, muchos
de los que son mas propios para esta funGÍon mas limita-o
da serian inevitablemente escluidos, siquiera fuese por la
necesidad de escojer personas cuyos sentimientos, en ma-
teria de política jeneral, estuviesen de acaerdo con los de
los votantes. Ya la influencia política simplemente indi-
recta de los consejos municipales, haciendo de las elec-
ciones municipales un negocio de partido, ha convertido
estas elecclones en Ulla cosa diversa de la que debian Sel'.
Si fuese parte del debeL' de Ull dependiente o de un ma-
yordomo escojer el médico de su patron, éste no tendria
probablemente mejor médico~que escojiéndolo él mismo;
pero se encontraria limitado en la eleccion de un depen-
diente o de un mayordomo, no pudiendo tomar parte en
este oficio sino el que pudiese desempenar el otro sin gran
peligro para su salud.


Se ve, puos, que se puede gozan, con la eleccion direc-
ta, de todas las ventajas de la eleccion indirecta; y que en
cuanto a aquellas de estas ventajas de que no se puede
gozar con la eleccion directa, no se gozaria tampoco con
la indirecta, entre tanto que esta última tiene desventajas
considerables que le son particulares. El simple hecho de
ser una rueda adicional y supérilua en el mecanismo, no
es una objecion lijera. Ya se ha recalcado sobre sú infe·
rioridad decidida como medio de cultivar el espÍl itu pÜ.-




- 209-


hlico y la ill.telijencia política: si ella funcionase realmell-
te, es decir, si los electores a>andonasen completamente a
sus delegados la eleccion de un representante en el parla-
mento, impediria al votante identiflcarse con su miembro
del parlamento, y disminuiria mucho en él el sentimiento
de rcsponsalJilidad para con sus comitel1tes. Ademas, el re-
quena número) halJlando comparativamente, de las per-
Sallas en cuyas manos se hallaría al fln la eleccion de llll
miembro del parlamento, daria muchas mas facilidades
para la intriga y para todas las formas de corrupcion
compatibles con la condicion social de los electores. Los
colejios electorales quedarian, respecto de las facilidadm;
oÍl'eGidas para la corrupcion, reducidos a la condícion de
las pequeñas villas de hoi. B8staria ganar un peql1eflO
número de personas para estar cierto de ser nombrado.
Si se elice que los electores serian responsables para Cal!
los que los lmlJiescn l'scojido, la respuesta pronta es que,
no ocupantlo ni una fundon pel'mancnte ni una funcion
pülJlica, nada al'l'icsg,Hian votando de un modo interesa-
do, sino el no ,"olvor a Sf31' nombrados electores: amenaza
poco alarman te. El gran recurso contra la corrupcion se-
rian S18ll1[ll'e las penas, recurso cuya insuficiencia ha
demostrado altamente la esperiencia en todos los peque-
ilos colejios electorales. El mal seria exactamente propor-
cional al grado de libertad qlle se dejase a laR electores
nombrados, El solo caso en que probablemente no se
atreveri .. n a emplear su voto en proyecho de su interes
personal, seria aquel en que hubiesen sido electos como
simples delegados, mediante un compromet.imiento for-
mal de llevar por decirlo asi el voto de lIUS comitentes a
los lIIeelings. En el lllomento en que el doble grado de
elecrion empezase a tener algun efecto, comenzaria a te-
ner lo malo. Y hallaremos que esto es cierto respecto rlel


GI)ll HEl'.
,9*




- 210 -


principio de la eleccion indirecta, no i:::por\.a en donue se
aplique, escepto en circunstancias semejantes a las de la
eleccion de senadores de los Estados Unidos.


Es inútil; en tanto que::le trate de la Inglaterra, halllm"
mas de una combinacion que no tiene base ninguna en
las tradiciones nacionales; talyez aun era escusado haber
dicho tanto contra un !lspediente político que probable·
mente no en contraria en nuestro pais un solo partidario.
Pero una escepcion tan plausible a primera vista y que
tiene tantos precedentes históricos, podria en rigor, en el
caos jeneral de }as opiniones políticas, subir [~la superfi-
cie, y reaparecer acá y allá con el don de seducir algunos
espiritus; y teniendo esto en cuenta, no es permitido,
aun cuando solo se tenga en vista al lector ingles, pasarla
"nteramente en silencio.




\


CAPITULO X.


Del modo de votar.


La cuestion mas imporlante respecto del modo de votar,
es la del secreto o la publicidad, y es esta la que tocare-
mos inmediatamente.


Sería un gran yerro introducir en la discusion frase,;
sobre la disimulacion o la cobardia. El seereto es justifi-
cable en un gran número de casos, aun necesario algunas
Yeces; y no es cohardía tratar de garantirse de males que
se puede honradamente evitar. Tampoco se puede sostener
razonablemente, que no 'hai ningun caso imajinable en
que el voto secreto sea preferible al voto público. Pero yo
pretendo que en negocios de un carácter político, estos
casos son la escepcion y no la regla.


El actual es uno de los numerosos casos en que, como
ya he tenido ocasion de notarIo, el espíritu de una institu-
cion, la impresion que ella hace sobre el ciudadano, es
una de las partes mas importantes de su efecto.


El espíritu del voto por escrutinio - el modo como pro-
bablemente lo interpretará el elector-es que el sufrajio
se le da para él mismo, para su uso y provecho particular,




-;!1:Z-


y no como una carga pllblica. Porque si es verdad€ra ..
mente ulla carga, si el púbhco tiene un derecho sobre
su voto, ¿Pol qué el]Júblico no tiene derecho de c')nocer·
lo? Esta falsa y perniciosa impresion puede ser muí bien
la de la masa, puesto que OI'a la improsion de todos ¡o~
que, hace algunos ailos, han sido los defensores notableS'
del escru tinio.


Ka es así que se comprendía la doctrina por los prime-
ros que la favorecieron; pero el espiritu de una doctrina
se vé mejor en los que han sido formados por ella, que en
los que la forman. M. Dright y su escuela de demócratas
se consideran fuertemente interesados en sostener que el
privilejio electoral es lo que ellos llaman un derecho, no
una carga. Pues, esta idea, arraigándose on el espíritu
jeneral, hace un mal moral que escede a todo el bien que
podría bacer el escrutinio, suponiendo lo mejor. De cual-
quier modo que se defina o comprenda la idea de un
.iel'echo, nadie puede tener d~recho (si no es en el sentido
legal) al poder sobre otro: siempre que se permite a un
hombre poseer semejante poder, tiene con el moralmente
HIla carga en toda la fuerza de la palabra.


Empero el ejercicio de toda funcion política, sea como
elector, sea como representante, es el poder sobre otro.
Los que dicen que el sufrajio no es un cargo, sino un de~
recho, ~eguramente no han examinado las consecuencias
a que conduce su doctrina. St el sufrajio es un uerecho,
si pertenece al votante para sí mismo, ¿cómo vituperado
porque lo vende v porque lo emplea de modo que sea bien
acojido por una persona a quien quiere agradar por algun
motivo interesado? No se exije a una perwna que no con-
sulte sino el inleres público en el uso que bace de su casa,


'\ de su renta de 3 por ciento, y de todo aquello a que tiene
,derecho. A la verdad, un hombre deúe poseer el sufrajio ~.




fin (entre otl'as r<1zon('~) de poder plotejel'se a sí mismo:
pero solamente contra 1111 tl'atamiento de que debe igual-
mente llrotejer a sus conciudadanos, en cuanto esto Je-
penda ele su voto.


Su voto !lO es una cosa a]¡anrlonarla a su cnpl'icho: sus
deseos pe\'~ollales nad; tienen que vel' COll él, mas que
con el veredicto rle un jurado. Es estrictamente un asunto
rle debel'; est¡'t obligado a votar segun su opinion la mas
ilustrada y mas concienzuda del bien públíco. Cualquiera
que se forme otra idea del sufrajio, no es capaz de po-
seerlo; su espüitu es por él pervertirlo y no eleyado.
En lugar de abrir su corazon a un noble patriotismo y a
la ollligacicn del deber público, el sufrajio rlespierta y
alimenta, en un individuo semejante, la disposicion a ser-
Yir~e de una fUIlClOll pülllica segun su in toros, su gusto
() su capricho; estos son, en mas pequefla escala, los 8en-
tiLl1iellto~, y las miras (}ue guian a un déspota y a un
opresor.


Es derto lllle un dudadano onlinario, colocado en una
l'osicion ptlblica o encargauo de una funcion social, pen-
sará y senLi l'{t rc~peclo de las obligaciones "que ella le
illlponc exactamente lo que la sociedad parece pensar y
sentir al d~lrsela. Su modelo debe ser lo que la sociedad
cree poder esperar de él; este del-le ser su tipo, al cual tal
YCz ser{t inferior, pero sobre el cual no se elevará cierta-
mente. 1 en cuanto al modo como interpretará el voL!)
secreto, se puede casi estar seguro que no se creerá olJli-
gado, al darlo, a tener consideracion a aquellos a quielle'::1
no se permi te saber como vota: pensará que es libre para
disponer del sufrajio como bien le parezca.


lIé aquÍ la razan decisiva porque no puede aplicarse el
uso del escrutinio a las elecciones del parlamento, aunque
llea adoptallo en las sociedades y CÍrculos privados. Un




- 214 -


U11cmbl'O de un club se halla realmente ea la posicion en
que falsamente cree un elector hallarse; no está obligado
a considerar los deseos ni los intereses de nadie, quien
quiera que sea. Nada declara por su voto, sino que quiere
1) nI) a\>QC\:l;r\>e de "Uua manera ma\> () meno\> e\>t1:echn. CGl\
una persona dada. Es un negocio, esto está admitido,
sobre el cual su capricho o su inclinacion es absoluta-
mente soberana: vale mas para todos, comprendida la
persona rechazada, que él pueda hacerlo sin arriesgarse
a una querella. Otra raZOll porque el escrutinio está aquí
en su lugar, es porque no conduce necesaria o natural-
mente a me~ir. Las persunas interesadas son de la misma


. clase o del mismo rango, y seria una falta a las conve-
"niencias sociales~ hacer a otro preguntas sobre el modo
como ha votado. Es cosa diferente y continuará siéndolo
respecto de las elecciones parlamentarias, mientras exis-
tan las relaciones sociales que hacen desear el escrutinio,
mientras un hombre tenga sobre otro una superioridad
suficiente para creerse con derecho a dictar su voto. Y
entre tanto que sea aSÍ, se puede tener seguridad de que
el silencio o una respuesta evasi.va serán considerados
como prueba de que el voto no se ha dado en el senti.lo
que se queria.


En toda eleccion política, aun en el caso del sufrajio
universal (y con mayor razon en el del sufrajio restrinji-
do), hai para el votante una obligacion noral absoluta de
considerar, no S!l interes privado, sino el inteIes del pú-
blico, y de votar segun su juicio mas ilustrado, exacta-
mente como estaria obligado a hacerlo, si él fuese el solo
voto y la eleccion dependieEe de él solo. Admitido esto,
es al ménos una consecuencia, prima facie, que el deber
de votar, como todo otro deber público, se cumpla a la
vista del público, sujeto a "la crítica del público, cada




- 215 -


míembro del eual se halla no solamente interesado en
el cumplimiento de este deber, sino que tambien puede-
con buen derecho encontrar que se le hace ofensa, si
el deber no es cumplido honrada y cuidadosamente.
Sin ninguna duda, esta máxima de moralidad política
no es mas absolutamente inviolable que otra; ella puede
ser dominada por consideraciones todavia mas pode-
rosas. Pero ella es de un peso tal, que los casos que
permiten una infraccion deben ser enteramente escepcio-
nales. Puede mui bien suceder} sin duda, que si tratamos
de hacer responsable de su voto al sufragante para con
el público por la publicidad, venga a ser responsable de
hecho para con algull individuo poderoso cuyo illteres es
mas opuesto al interes jeneral de la comunidad que lo
seria el intcl'lls del votante mismo, si, protejido por el
secreto, estuviese exento de toda responsabilidad. Cuando
la condicion de lln gran nLÍmero de votantes es tal en un
alto grado, el escrutinio puede ser el menor de los dos
males. Cuando los votantcs "on esclavo,;, se puede tolerar
todo lo que los haga capaces de sacudir el yugo. El caso
en que el 8scmLinio es mas ventajoso, es aquel en que el
poder de danar del pequeflo número sobre el grande tien-
de a crecer. Durante la decadencia de la República roma·
na, habia en favor del escrutinio razones irresistibles. La
oligarquia llegaba a ser cada dia mas rica y mas tiránica,
el puehlo mas pobre y mas dependiente, y era necesario
levantar barreras mas y mas fuertes contra un abuso del
derecho electoral, que se convertia en un instrumento de
mas para cometerlo entre las lIlaDOS dt\ personajes eminen~
tes y egoistas. Tampoco se puede dudar que el escrutinio,
como existia en la constitucíon ateniense, no haya tenido
allí un cfecto ventajoso. Aun en la menos instable de las
repúblicas griegas, la libertad podia ser destmida por un




- 216 -


tiempo por un solo yoto popular obtenido deslealmellte;
yalluqne el votante ateniense no estuviese en una de-
pendencia suficiente para que se pudiese usar de lJi'esioll
soJ.re (~l, hauria podido ser corrompido o intimidado por
las yiolencias ilegales de alguna han da de jmli viduoi',
corno se enconLraban, aun en Atenas, entre los jóvenes
ricos y de elevado nacimiento. En estos casos, el escruti-
llio t'ra un precioso elemento de órden y conducía a la
buena administracion que distinguia a Atenas entre las
antiguas repúblicas. Pero en los paises l11as adelantados
de la Europa moderna, y especialmente en el nuestro, el
poder de forzar a los votantes ha declinado y declina aun
110i dia; las influencias est¡'ailas sobre los votantes no se-
rian la causa precisa de un mal voto, sino mas bien 105
intpl'eses siniestros y los selllimientos poco dígnos de con-
fesarse que le c3rtlctel'izan, sea i1ldividualmente, sea como
miembro de una clase. Preservarlo del primero de estos
males, dejanJo el campo libre al segundo, seria cambiar
un mal mellor que tiende a disminuir contra un mal ma-
yor que tiende a crece\'. En un folleto sollre la l'efol'n~~~
parlamentaria, he tratado esta matería y la cuestion en
jeneral, respecto de la Inglaterra contemporánea, en tér-
minos que me permiti~é trascribir aquí, no creyéndome
capaz de decir algo mejor.


crTreinta afios há, era tod¿n'ia cierto que, en las elec-
»eiones de los miembros del parlamento, el mal contra el
»cuaI era necesario sobre todo tomar precaücíones, era
»el que el escrutinio habría impedido -la presion ejercida
»por los propietarios, los patrones y la clientela.-Ahora,
» temo infinitamente mas el egoismo o las inclinaciones
»egoistas del votante mismo.


» Estoi convencido de que ahora un voto bajo y malé-
»fíco dimana mucho mas del interes personal o del inte-




-- 217-
:gres de clase del sufragante o de algun sentimiento vil
»que 10 instiga, que del temor o de la presion de otIO:
j) pues) con el'cscrutinio quedaría en libertad para aban-
.llanarse a estas influencias, sin ningun sentimiento d~
»vergüenza o de responsabilidad.


»Poco tiempo há todavia, las clases mas altas y mas
»ricas se hallaban en plena posesion del gobierno. El po-
lldel' era el principal agravio del país. El hábito de vota:,
»al gusto de un propietario o de un patron estaba tan
l'sólidamente arraigado, que para hacedo bambolear era
l>necesario uno de esos violentos entusiasmos populares,
»que no existen sino por una buena causa. Un voto dado
»en oposicion a estas intluencias, era, por consiguiente en
»jeneral, un voto honrado y lleno de espíritu público;
»pero en todos casos, y por cualquier moti vo que fue:-f'
~ dictado, era bien seguramente un buen voto, puesto que
»era un voto contra el mal mónslnto: la intluencia domi-
)nante de la oligarquia. Si, _en ese momento, el votante
»hubiese podido ejercer libremente con toda seguridad
»su privilejio, aun cuando no lo hubiese hecho con hOIl-
»radez o inteLijencia, habria sido un gran paso adelante;
»porque era tambien sacudir el yugo del poder entonces
»dominante, del poder que habia criado y que rnantenia
»todo lo que habia de malo en las instituciones yen la
Dadministracion del Estado: el poder de los propietarios
t y de los mercaderes de las villas pouridas.


»El escrutinio no se ha adoptado; pero el curso de la~
Dcircunstancias ha hecho y sigue haciendo a este respec--
»to mas y mas la obra del escrutinio. El estado político
»y social de este pais ha cambiado grandemente, y cam-
)bia todos los dias en cuanto afecta a esta cue8tioll. lIoí
»las clases altas no son ya Eeiloras del país. Es preciso
,cerrar los ojos a todos los signos del tiempo) para creer
G~B_ RE!'_ . 10




- 218 -
ligue las clases me.lias están tan sometidas a las clases
» altas, y las clases obreras son tan dependientes de las
»c1ases alta y media, como lo eran veinte y cinco años ha.


»10s acontecimientos de los úlLimos veinte ,Y cinco
llaños, no solamente han enseñado a cada clase cual era
»su fuerza colectiva) sino que han puesto a los indivi-
»duos de una clase menos elevada en posicion de mostrar
»Ia cabeza algo mas alta delante de una' clase superior.
»Bn la mayor parte de los casos, el voto de los electores,
lIya esté en oposicion, ya de acuerdo con los deseos de
»sus superiores} no es ahora el fruto de una violencia
» que ya no se tiene los mismos medios de ejercer; es la
»espresion de sus inc1inaciones lloliticas o Ilersonales. Los
»vicios misn~os del sistema electoral actual son una prue·
»ba do ello. Se oyen altas quejas de que la corrllpciml'
»aumenta, de que invade lugares que hasta ahora habían
llcfltado exentos de elía; luego las influencias locales no
llson ya omnipotentes, luego los elecLJres votan segun su
llgusto y no segun el gusto de otl'O. Sin duda alguna} hai
»todavía en los condados y en las mas pequeílUs villas
»una fuerte dúsis de dependencia servil; pel'O el espíritu
»de la época le es cor.t1'ario, y la fum·za de los aconteci!
»mientos tiende constantemente a disminuida. Un buen
"colono pUt:de sentir que él es tan precioso para su pro-
»pietario, como s u propietario lo es para él; u n rico co-
»mercianle puede darse el lujo de sentirse independiente
»)de todo cliente particular. En cada elcccion los \'ctos
» llegan a ser mas y mas los de los votantes mismos. Es
»su espíritu, mas bien que su posicion, lo que ahora es
llnecesario emancipar. No son ya los instrumentos pasi-
»vos de la voluntad de otro, simples múquinas destinadas
»a poner el poder en mallOS de una oligarquia fiscalizado'
Ha. 10s electores mismos "ienen a ser la oligarquia.




- 2m-
"Cllanto mas determinado por su propia voluntad, y


l&no por la de otro qu~ sea su patron, es el voto de un
.\lelector, mas se parece su posicion a la d~ un miembro
»del parlamento. La publicidad es pues indispensable,
»entre tanto que una porcion de la comunidad no esté
Hepresentada: el argumento de los cartistas contra el es-
»crutinio unido al sufrajio restrinjido, es inatacable. Los
Delectores actuales y la mayoría de los que todo bill de


.»reforma admitiese en el rango de electores, pertenecen
» a la clase media, y tienen a este titulo un interes de
~clase distinto del de las clases obreras, o de los propie-
Dtarios, o de los grandes fabricantes. Si se concediese el
llsufrajio a todos los obreros hábiles, aun estos mismos
»tendrian o podrian tener todavía un interes de clase dis-
» tinto del de los obreros inhábiles. Supongamos que se
})concede el sufrajio a todos los 110mbres; supongam05
»que lo que en otro tiempo se llamaba falsamente el Sl1-
»frajio universal y que hoi se llama tontamente el sufra-
» ¡io viril, llegue a ser una lei; los votantes tendrian toda-
»via un interes de clase distinto del de las mujeres.
»Supongamos que el lejislador ajitase una cuestion que
»concierna especialmente a las mujeres, como la de sabel'
»si podrán tomar grados en las universidades, o si las
» penas leves que se inflijen a los malvados que cada día
»dan de golpes a sus mujHes casi a punto de matarlas,
»deben cambiarse por algo que sea mas eficaz; o) supon-
»gamos que se propone al parlamento ingles, lo que on
»)10s Estados Unidos es el fruto, no de una simple lei,
~sino de una medida especial de su Constitucion revisada
»-a saber, que las mujeres ca~adas tengan un derecho
»80bro sus propias fortunas-en tal caso, ¿la mujer y las
»hijas de un hombre no tendrán el derecho de saber si d
llvota por un candidato que sostenga estas proposiciones?




- 220 -
»Naturalmente se objetará que estos argumentos toman


» toda 6U fuerza de que se supone un estado injusto del
»sufrajiu) y que si la opinion de los que no son electores
» tiene ocasion de hacer votar al que lo es mas o mellOS
»leal y ventajosamente que lo que votaria por sí solo,
»ellos son mas propios que él para ser electores, y debe-
»rían poseer este derecho. Se nos dirá que cualquiera
»que es capaz de influir sobre los electores, es capaz de
»ser elector¡ que aquellos para con quien los votantes
»debieran ser responsables, deberian ellos mismos ser vo-
»tantes, y tener como tales la proteccion del escrutinio
»para garantirlos contra la influencia ilegal de clases o
.. individuos poderosos, para con quienes ellos no deberian
»ser responsables.


DEste argumento es especioso yen otIO tiempo lo he
»creido concluyente. Ahora me parece falaz. Todos los
lIque son capaces de influir sobre los electores no son por
Desta razon capaces ellos mismos de ser electores. El úl·
»timo poder es mas importante que el primero, y los que
»pueden ser propios para la menor de las dos funciones
»políticas podrian no ser ~apaceiS de llenar útilmente la
llfuncion superior. Las opiniones y los deseos de la clase
»obrera la mas pobre y grosera pueden se,r mui útiles,
J) como una influencia, entre otras, sobre el espíritu de
»los votantes y sobre el del lejlslador: y sin embargo po-
»dria ser altamente perjudicial darles la influ¡:mcia pre-
»ponderante) admitiéndolos, en el estado actual de su
»moralidad y de su intelijencia, a ejercer plenamente el
»derecho de sufrajio. Es precisamente esta influencia in-
»directa de los que no tienen el sufrajio sobre los que lo
Btienen, la que, por su desenvolvimiento progresivo, pre-
Dpara las vias a toda estension del sufrajio, cuando el
»momento ha llegado de efectuar pacíficamente e~ta es'




- 221 -


:& tension. Pero hai todavía otra consideracion mas pro-
»funda que no deberia perderse jamas de vista en las
»especulaciones políticas. La nocion que la publicidad y
Del sentimiento de la resposabilidad para con el público
lino son de ninguna utilidad, si el público no es capaz de
»juzgar sanamente, esta nocion no tiene fundamento. Se
Dnecesita tener una idea mui superficial de la utilidad de
»la opinion púhlica, para no creerla ventajosa, SiDO cuan-
.. do acierta a hacer que todo se doblegue servilmente .
• Estar a la vista de otro, tener que defenderse contra otro,
»no es nunca mas importante que para aquellos que
.. obran en oposicion a la opinion de otro: porque entonces
»ellos necesitan tener un motivo bien fundado. Nada es
»mejor para conducirse de una manera sosegada y rene-
Hiva, que obrar contra una presiono Dejemos a un ladCl
»el efecto temporal, y nadie hará lo que cree que será
»altamente vituperado; a menos de tener un proyecto
Hesuelto y preconcebido, lo qlle prueba siempre un ca-
Hácter resuelto y reflexiyo y que procede en jeneral,
»escepto en hombres radicalmente malos, de convicciones
»personales fuertes y sinceras. Aun el simple hecho de
»tener que dar cuenta de su conducta, es una razon po-
»derosa paJa conducirse de una manera de que se puede
• al menos dal' cuenta decentemente. Si alguien cree que
:& la simple obligacion de observar las reglas de la decencia
Dno es un obstáculo mui considerable al abuso del pojer,
»es porque jamas ha prestado atencion a la conducta de
,10s que no necesitan observar estas reglas. La publicidad
Des inapreciable, aun cuando no haga otra cosa que im-
.. pedir lo que no puede prohibirse de una manera plausi-
) ble, imponiendo la necesidad de reflexionar) obligando a
»cada uno a madurar antes de la accion lo que va a decir,
,si es llamado a dar cuenta de sus acciones.




- 222


.Pero puede decíL'senos que mas tarde, cuando todo"
:osean aptos para tener voto y cuando t'Jdos los hombres .
." y todas las mujeres sean admitidos a votar en virtud de
»su aptitud, no habrá ya que temel' una lejisladon de
»clase; que entonces siendo los dectores la nadan no po-
)ldrán tener un interes distinto del interes jeneral; que
»aun si algunos individuos votasen todavia por motivos
» interesados, no sucedería así respecto de la mayoría; que
»como entonces no habrá ya quienes no sean electores
liante los cuales ser responsable, el efecto del escrutinio,
)1 no anulando sino las influencias perniciosas, será com-
»pletamente ventajoso.


llNi aun en esta hipótesis puedo admitir el escrutinio.
ltNo puedo creer·que aun cuando el pueblo fuese pigno


»del sufrajio universal y lo hubiese obtenido, seria desea-
:oble el escrutinio. Desde lupgo, porque no se puede en
»tales circunstancias suponer que sea útil. Examinemos
Del estado de las cosas que implica esta hipótesis: un
»pueblo en que la educacion está jeneralmente difundida
,y en donde todo ser humano posee un voto. Si aun
»cuando un pequeño número solamente tiene el derecho
»electoral y la mayoría del pueblo es casi sin educacion,
» la opiniofi pública es ya, como se vé hoí, el poder dumi-
»nante en última instan.:ia, es una quimera suponer que
_los propietarios y los ricos pud)esen, cuando todos su-
»pieran leer y tu viesen voto, ~iercer sobre UIla comuni-
»dad, contra la inclinacion de é~ta, un poder al cual fuese
»difícil resistir. Pero si la proteccion del secreto llega
llentonces a ser inútil, la fiscalizacion de la publicidad es
limas útil que nunca. Se ha padecÍllo un engaño al oh ser-
»var la especie humana, si se crre que el simple hecho de
»ser miembro de la comunidad y no tener un i!lteres de-
»cididamente contrario al del público, basta para garantil'




- 223 -


))et cumplimiento de un deber púhlico) sin el estimulo o
)Jel apremio que deriva de la opinion de nuestros seme-
)) jan tes.


»La parte de un hombre en el interes públlco no basta,
»aun cuando su interes prirado DO le impele ácia otro
»Iado, para hacerle cumplir su deber para con el público:
»por regla jeneral, se ha averigU'ldo que era necesario
»algun otro estimulante. No se puede tampoco admitir
»que, aun si todos tuviesen votos, todos votarian tan
»honrauamente en secreto como en público.


))Examinando esta proposicion, que los electores cuUndo
»componen el conjunto de la comunidad no pueden tener
]) un interes en votar contra el interes de ella, se descubri-
»rá que ella no tiene gran sentido. Aunque la comunidad
»como un todo pueda no teLJer (eomo lo implican estas
»espresiones) otro interes que su interes colectivo, cada
»indlviduo en la comunidad puede tener otro.


»EI interes de un hombre consist~ en aquello en que
»toma intereso Cada cual tiene tantos intereses diferentes
»cuantos son sus sentimientos diversos, de antipatias o
»simpatias, sea egoistas, sea de una especie mejor. No SE'
ll¡mede decir que cada uno de estos sentimientos, tomados
»separadamente, constituye el interes de un hombre. Esk
» homhre es bueno o malo, segun que prefiera una clase
»de estos intereses a la otra. Un hombre que es un tirano
lloBn su casa será inclinado a simpatizar con la tirania
»(cuando ésta no se ejerza sobre él) y es casi cierto que
»110 simpatizará con la resistencia a ella. Un individuo
»)votará contra Arístides, porque se llama el justo. lJn
»egoista preferirá una ventaja individual, a'ID leve, a su
"parte en la ventaja que su pais sacarla de una bue::a lei,
»porque los intereses que le son particulares son los que
» por los habitos de su espíritu es movido a considerar y




»apreciar. Un gean número de electores tendrán dos jéne·
» ros de preferencias, las unas fundadas sobre motivos
J) privados, las otras sobre motivos públicos. Estas últimas
»son las solas que el lector querria confe;;ar. El mejor lado
»de su carácter es el que los hombres desean mostrar, aun
.a los que no valen mas que ellos. Los hombres votarán
»con improbidad y bajeza (por avaricia, por malignidad.
»por temor, por rivalidad personal y aun ,a causa de 10&
• intt1reses o de las preocupaciones de clase o de secta) con
»'mucha may()r voluntad, si el voto es secreto que si es
.público. Raí casos-y es posible que lleguen a ser ma&
• frecuentes-en que el s810 freno que contienea uIJa ma-
lIyoria de pícaros, es su respeto involuntario por la opi-
lUion de una minoria honrada. En un caso como el de lo~
»Est"dos bancarroteros de la América dd Norte, ¿la ver-
»güenza de mirar a la cara a un hombre honrado no es
lun freno para un votante :sil! principios? Puesto que tod!)
.este bien se perderia con el escrutinio,. aun en, las cir-
»cullstancias que le son mas favorables, es preciso para
.:'acer apetecible su adopcion, un caso mucho mas urjen·
.te que el que se puede encontrar hoi en dia, y este caso
:tse bace cada vez mas raro.» (1)


En cuanto a los otros puntos contestables que 8e refie-
r~n al modo de votar, no es necesario hablar tan larga.
mente. El sistema de representacion nacional, tal como
lo organiza 1\1. Hare, hace necesario el empleo de boletas
de votos. Pero me parece indispensable que la firma del
elector sea puesta en la boleta en una oficina pública de
l'ejistro, o si no la hai cómodamente accesible, en algun
lugar abierto a todo el mundo y en presencia de un fun-


(1) T ensGuliin iOfj .wbrc la nfQ(ma 1.,arlall.cf!taf'ifl, 2.' ell1tiufI, pájiwu.
:>2 a :16,




- 225 _.


donario públic() responsable. Yo miraria como funesta la
proposicion que!'e ha emitido de permitir al votante He-
nar en su C<lsa las bolet:ls de votos y enviadas por el co-'
rreo, a menos qlle fllesen recoj idas por un funcionario
público. Tal acto se ejecu taria en ausencia de todas las
circunt;tancias saludables y en preseneia de todas las in-
fluencias perniciosas. El corruptor podria, al abrigo de!
secreto, ver con sus propios ojos el cumplimiento del con-
trato de compra. Yel intimidadol' verin al momento ha-
cerse hrevocable la sumision que habria arrancado. Entre
tanto que la influen~ia contmria i benéfica, ejercida por la
presencia de los que conocen los sen timientos reaJ¡~s del
Yotante, el efecto ajen lador de la simpatía de las jentes de
su partido u opinion, serian completamente pel'dido~. (t)


(1) Se ha recomendado mucho este espediente, ya pOl'que es e~onÓTH i-
~o. ~a porque de este modo se recojerian los votos de un gran número
de .clectores qne de otro modo no votarian, y que son mirados por lo,.
,Iefensores del plan eomo nna clase de votantes partieularmente desea-
Me. Se ha puesto eu práctica este plan para la elecciuu de lus adminis-
tradores de la lei de los pobres; y como ha salido bien, se recuer,la este-
suceso para hacer adoptar el plan en el caso mas importante de un mi¡>ID-
hro de la lejislatnra; pero los dos casos me parecen difet'entes en cuant<>
al punto de que dependan las ventajas del espediente. En una eleccion
local, para Ulla especie particular de asunto administrativo que consis-
te principalmente en la disposicion de fondos públieos, es preciso impe-
dir que la facultad de e1ejir se halle solamente en IDaliOS de lus que ",
ocupan de aquella de una manera activa; siendo el interes público que·
.e relacioua con la eleccÍon limitado y débil casi ,iempre, la disposicion
a ocuparse en la cosa no se encuentra sino en personas que esperan em-
plear su actividad en provecho particular, y puede ser muí deseable qua·
la intervencion tTe o(ros personas se haga tan poco numerosa· como sea
posible, aun cuando no fuese sino para confundir estos intereses priva<los.
Pero cuando se tmta del gran negocio del gobierno uacional, en que de'
be interesarse todo hombre que no piensa en sí mismo esdusi ya mente,
"que siquiera piensa en sí de una manera intelijente, es preciso ma ..
[¡len impedir de votar II aquello3 a quienes la cosa es indiferente, que




- 226-


Los lugares para votar (polling places) serian bastante
numerosos para ser accesibles a todo sufragante, y bajo
ningun pretesto se permitiria que el candidato hiciese los
gastos de trasporte. Los enfermos tendrian solo el derecho
de pedil: que se les trasportase en carruaje a espensas del
Estado o de la localidad, y osto mediantn un certificado de
un médico. 'Los lwstings (o asambleas elp-ctorales), los ofi-
ciales destinados al cxámen de los votos (poll clerks) y
todo el mecanismo de las elecciones, serán pagados por el
público. No solamente no se exijiria gran gasto a un can-
didato para su eleccion, sino que no se le permitiria ha-
cer sino uno muí limitado e insignificante. M. Hare cree
deseable que se exija una suma de 1:, 50 a cualquiera que
se inscribe en la lista de los candidatos, para impedir a
las personas que no tienen ninguna probabilidad de suce-
S!) ni íntellcion real de perseverar, de presentarse como
candidatos, simplemente por atolondramiento o por deseo
de notoriedad, y de distraer algunos votos necesarios para
la eleccion de candidatos mas sérios. Hai un gasto que no
pueden ahorrar los candidatos y sus partidarios, y no de-
be esperarse que el público pague por todos aquellos
que gusten exijirlo: quiero hablar de la necesidad que
tiene un candidato de hacer conocer a los electores sus


impelerlos a votar de otro modo que no sea despertando !u espíritu
adormecido. El hombre que no se cuida bastante dc b eleccion pllra ira
dar BU voto, es precisamente el que, oi puede vO'ar Bin este leve trabajo,
dará s~ voto a la primera persona que se Jo pida, o lo dará por el moti-
vo mas insignificante y frí volo. Un hombre que no sc cuida ab"oluta-
mente de votar, no pensará mucho en la manera cómo vota, y el que se
halla en este estado de espíritu no ticnc ningulJ derecho mlJrul a votar,
puesto que, si lo hace, un voto que no es la espresion de una conviccion
cuenta por tanto y contribuye tanto al l'csnltado final, como un voto
que representa los pensalllientos y las miras de toda una vida. (Pen8a-
míentos sobre la relOj ma parlamentaria, pdJ. 39 )




- 227-


deseos por anuncios, cartelones y circulares. Para todos
los gastos necesarios de esta especie, deberian basta! las
:E 50 de M. Hare (podria aumentárselas a:E 100) sí se apli-
caban a estos ohjetos. Sí los amigos del c:mdid<lto quisie-
sen gastar en comisiones, cohechos, etc., no habria medio
de impedírselo; pero tales gastos de parte del candidato, o
cualquiera otro que escediese de :B 50 (100) serian ilegales
y punibles.


Si hubiese alguna apariencia de que la opinion rehu-
saba préstarse a la mentira, se exijiria de todo miembro,
al tornar su asiento, una dfJclaracion con juramento o
sobre su palabra de honor, de que para su eleccion no ha
gastado ni gastará, en dinero o en un valor cualquiera,
directa o indirectamente, mas de f, 50, Y si se probase
que la asercion era falsa o que no se ha respetado el jura-
mento,.el miembro quedaría sujeto a las penas del perju-
rio. Es probable que estas penas, mostrando que ellejis·
lador toma la co~a a lo sério, la harian tomar de la misma
manera por la opinion e impedil·ian al público considera!,
como lo hace hasta ahora, como un simple pecadillo este
crímen de los mas graves contra la sociedad. Cuando una
vez se hubiese logrado este efecto, no hai duda ninguna
de que el candidato se consideraria ligado des pues dé
una declal'acion sobre el honor o con juramento. (1) La


(1) ~luchos de los testigos examinados por l1t comision de la Cámar~
de los Comunes, en 1860, sobre el efecto del acto contra la corrupcion
(corrupt practices prevention act), algunos de los cuales tenian una
grande esperiencia práctica de todo lo que toca a las elecciones, erall
favorables (sea absolut,amente, sea como último recurso) al principi ..
que exije una declaracion de los miembros del parlameuto, (Prueba.
1'áj. 46, 54, 57, 67, 123, 198, 202, 208). El comisario en jefe de Wake-
tield Inquiry decia (hablando es verdad de una proposicion diferente):
"El mecanismo andará, sí se vé que la lejislatura toma la cosa a lo sérío.,."
Estoi enteramente convencido que si se iníhjiese algull estigma personal




- 228-


(lpmlOn no tolera un perjurio sino cuan,.1o tolera la ca Sil
a causa de la cual se comete ese perjurio. Este es notoria
mente el caso en cuantO"'a la corl'llpcion electoral. Jamas
ha habido entre los hO:llbres políticos un esfuerzo real y
sério para impedir la corl'upcion, porque jamas ha habi-
do un deseo real de que h,s elecciones no fuesen custosas.


en el caso de cohecho calificado (brilJery) la diro"cion de la opinion
pública cambiaria. (pájmas 26 y 39). Un miembro distinguido de esta
~omision y del gabinete actual parecía en contra r graves objeciones a
que se decretasen penas de perjurio por un juramento que contiene una
.imple promesa, porque es mui diferente de un juramento afirmativo;
pero se le ha recordado que el juramento prestado por un testigo ante
una corte de justicia, es un juramento que contiene una promesa, y su
l'eSpue8ta: que la promesa del testigo se refiere a un acto que va a eje-
(~utarse inmediatamente, entre tanto que la del miembro seria una pro-
me_a para lo futuro, no significaria algo, sino en el caso que fuese
posible suponer qlfe la persona que presta juramento puede olvidar la
obJigacion que habia contraido, o violarla sin apercibirse de ello; even-
tualidades que en el caso actual están fuera de la cuestiono


Una dificultad mas real, es que de las formas de que el gasto hecho
para una eleccion se reviste mas frecuei'l:temente, es una la de las sus-
cripciones a las obras de beneficencia locales o a otros objetos de l,¡
misma localidad; y seria una medida violenta impedir al miembro nom-
brudo por una villa hacer tn ella obras de cRridad. Cuando tales sus·
(·ripciones son bona fide, la popularidad que pueden dar es una ventaj ..
que parece casi imposible rehusar a riquezas superiores. Pero el mal
consiste sobre todo en que el producto de estos desembolsos se emplea
(este es el eufemismo de que se hace uso en mantener el interes del
miembro. Para impedir est,e abuso, seria necesario que al prestar jura·
mento, el miembro se obligase a hacer pasar por manos del auditor de
eleccion (electiQn audiloT) todas las snmas que gastase por li villa o
ciudad o para algun objeto que se refiriese a ella, o a alguno de SllS
habitantes (con escepcion del gasto corriente de su casa) a fin de que
esas sumas fuesen aplicadas al uso declarado, por el auditor y no por el
miembro mismo o sus amigos.


El principio de cargar todos los gastos lejítimos de las elecciones a la
cuenta, no de los candidatos, sino de las localidades, se ha sostenido
por dos de los mejores testigos (pájinas 20, 65, 7t' Y 277 )




- 229 -
Su carestia es una ventaja para los que pueden hacer ese
gasto, porque escluye una multitud de rivales; y se mano
tiene con cuid,ado (como que tuviese una tendencia con-
servadol'a) cualquier cosa por perniciosa que sea, desde
el momento en que, gracias a ella, el parlamento no es
accesible sino a los ricos. Este es un sentimiento arraiga-
do en nuestros lejisladores de los dos partidos políticos)
y es casi el solo punto sobre el cúallos creo realmente
mal intencionados. Les inquieta poco quién votará, con
tal que el objeto del voto no sea sino una persona de su
~lase; o al ménos esta seguridad es para ellos mas precio-
sa que cualquiera otra cosa.


Saben que pueden contar con el sentimiento de confra-
ternidad que une entre ellos a los miembros de su propia
dase, que pueden todavia contar con mas seguridad con
la sumision de los nuevos enriquecidos que golpean a la
puerta de esta clase, y que nada de fatal a los intereses
de esta clase ya los sentimientos de los ricos debe temerse,
aun con el sufrajio mas democrático, mientras se pueda
cerrar a los demócratas el acceso al parlamen too Pel'O en
ese punto de vista mismo, es una mala política contrape-
sar un mal con otro, en lugar de combinar un bien con
otro bien. Se trata de fundir en conjunto los mejores
llliembros de las dos clases en condiciones' en que cada uno
abandona sus intereses de clase, en que todos prosiguen
de concierto por la via trazada por el interes comun, en
vez de dar libre curso en los eolejios electorales al sentí-
miento de clase del gran número para obligarlo en segui-
da a ohrar por el intermedio de personas imbuidas de los
sentimientos de clase del pequeño número.


Las instituciones políticas no son jamas tan pernicio-
sas hablando moralmente, ellas no hacen nunca tanto
mal al espíritu, como cuando representan las funcionei




- 230-
pol'ítitas como un favor que se ¡;uede conceder, como
una cosa que el depositario debe solicitar, como si la de-
sease por él, y aunque haya de pagar por ella con tal de
que se le otorgue para su provecho propio: los hombres
no están en jeneral dispuestos a dar gruesas sumas para
obtener un permiso de cumplir un deber laborioso. Pla-
ton tenia una idea mucho mas justa de las condiciones
de un buen gobierno, cuanrlo sostenia que se debía bus-
car para gobernantes a los que tienen mayor aversion
por el mando, y que el solo motivo sobre que se puede
contar para decidir a los mejores a encargarse del gobier·
no, es el temor de ser gobernados por los peores. ¿Qué
debe pensar un elector' cuando ve a tres o cuatro caballe-
ros (gentlemen) ninguno de los cuales hasta entonces se
habia hecho notar por la prodigalidad de su beneficencia
desinteresada, apostando a clwl gast::tri mas dinero para
poder escribir sobre su tarjeta: l~fiembl'o del Parlamento?
¿Le oCllrrirá suponer qlle es en el int¡~res del elector que
hacia todo ese gasto? Y si se forma una opinioll exacta del
motivo ¿qué obligacion moral puede sentir por su propia
cuenta? Los hombres políticos miran rle buen grado como
una quimera de iluminado la suposicion de que pueda
existir un cuerpo electoral incorruptiule: quimera sin
duda, mientras no se esfuercen por sí mi~mos en ser sin
reproche en materia electoral; porque son los candidatos
los que, en punto a moralidad, dan el tono a los electores.
Mientras que el miembro elejido pague sa asiento de
cualqmer modo que sea, siempre so fracasará en hacer
de la eJeccion otra cosa que un mercado para todas las
partes. Mientras que el candi.dato mismo y las costurrrltlres
parezcan considerar la funcion de un miembro del parla-
mento ménos como un deber que cumplir que como un
favor que solicitar, jamas se hará creer a un elector ordí-




- 231 -
nario que la eleccion de un miembro del parlamento es
un negocio de deber, y que no es libre para considerar
únicamente en ella su conveniencia personal.


El mismo principio que quiere que ningun gasto se
exija ni se permita al candidato. para su eleccíon, dicta
otra conclusion cuya tendencia, aunque parezca contraria)
conduce sin embargo al mismo fin. Este principio recha-
za lo que frecuentemente se ha propuesto como un medio
de hacer el parlamento accesible a todos sin distincion:
el pago de los miembros sin distincion. Si, como en algu-
nas de nuestras colonias, no hubiese personas capaces que
pudiesen encargarse de una funcion no pagada, el sueldo
seria una indemnizacion por la pérdida de tiempo o de
dinero, y no un salario. La mayor facilidad para hacet·
una eleccion que daria un salario, es una ventaja ilusoria.
(~\lalquicra que fuese la rcmllneraeion asignatla a la flln-
cion, 1LO ~elia un atractivo para las personas empleadas
~(;l'iat11ente en otras profesiones lLlcl'ativas con la perspec-
tiva de mcdl'ar cn cllas. Por cOllsiguieIlt~, la ocupacioll
de un miemLro del parlamento llegaria a ser, en sí, una
ccupacioIl pl'Oseguida como otras profesiones en vista·
únicamente del provecho pecuniario y sujeta a los efec-
tos desmoralizadores de una ocupacion esencialmente
precaria. Seria el objeto de la codicia de los aventure-
ros de baja esfera. Las seiscientas cincuenta y ocho perso-
nas que poseyesen el puesto, y aquellas (en nlÍmero diez
o veinte veces mayor) que esperasen llegar a él, se esfor-
zarían sin cesar por ganar o conservar los sufrajios de
los electores, prometiéndoles toda especie de cosas hon-
rosas y deshonrosas, posibles o imposibles: se harian a
cual mas los lisonjeros complacientes de los sentimientos
mas bajos y de las preocnpaciones mas ignorantes de
la porcion mas vulgar de la multitud. La pnja entre




- 232-


Cleon y el salchichero en Aristófanes, es una caricatu-
ra exacta de lo que sucederia todos los dias. Una institu-
cion semejante seria un vejigatorio aplicado a las par-
tes mas frájiles de la naturaleza humana. Esto equiva-
le a ofrecer seiscientos cincuenta y ocho premios a los
aduladores mas felices y a los corruptores mas dies-
tros de una porcion del pueblo. No se ha visto bajo nin-
gun despotismo un sistema de cultivo mejor organizado


'para recojer una cosecha abunJante de cortesaneria. (tl
Cuando a causa de cualidades preemiueI' tes (lo que puede
suceder a veces) es de desear que una persona que no
tiene ninguna fortuna, ni medios de adquirirla, sea nOffi-
lJraua al parlamento para prestar servicios que ninguna
<Jtra prest:lria tan bien) hai el recurso de una suscripcioll
pública: el miern' ro pUf"de, como Anul'es Mar'vel, vivir
mientras se halla en el parlamento, de las contl'ibucioneil
de sus comitentes. Nada lJai que decir sobre esto; porqLl~
jamas se hará honor semejante a un puro servilismo.
Las masas no se cuidan bastante de la diferencia que hai
entre un aduladur y ot1'O, para tomar a su cargo un indi-


(1) Como lo observa .M, Lorimer, creanJo pura lns personas de la
última clase. un moti vo pecuniario para consagrnrse a los negocio.
públicos, se inauguraria furmalmente la profesion del demagogo, Nada
es tanto de ílvitarse e,omo una eombinacion íln que el interes privado de
un grupo Je personas activas es encaminar la forma de gobierno en
una direceion que es ya la de sus malas inrJinacioncs naturales, Lo que
.e vé en una multitud o en un individuo cuundo AA les abanJona SiIll-
plemeLte a sus propias JebiliJades, no dá sino una lijera idea de Jo que
estas debilidades llegarían a ser si fuesen eocitndas por uu millül' Je
"dnladores, Si hubiese 658 puestos con asignaciones seguras aunque
modestas, y se pudiese obtenerlus persundielldo a lu multitud que lu
Ignorancia vale tanto o mas que el saber, vcrinis a esa multitud, por ]u
menos es terriblemente de temerse, pensar y obrar segun ese prineipio,
(Artículo publica Jo en Fraser magazin6 en .. bril de 1859, illtitula,¡,,,
De los escritores recimte' 80bre la reforhw.)




- 233-


duo particular a fin de ser lisonjeadas por él. Ellas no
obrarán así sino en favor de cualidades personales estraor-
dinarias, las cuales, si no prueban de un modo absoluto
la aptitud de un hombre para ser un representante nacio-
nal, pueden siempre hacerla presumir, -y prueban en todos
casos hasta cierto punto que este hombre posee una opi~
nion -y una voluntad independiente.


GOll mi:¡', 10*




CAPITULO XL


De la dUl'acion de lo~ parlamentos.


¿Al cabo de cuánto tiempo deben los miembros del par~
lamento ser reelejidos? Aquí los principios son evidlilntes;
la dificultad está en aplicarlos. Por una parte, un miembro
no debería conSeL'Val' su asiento tiempo bastante para ol-
vidar su responsabilidad, para no inqu:etarse por sus
deberes, para llenarlos en vista de su interes personal, o-
para descuidar las confel'encias libres y públicas con los
comitentes que, sea porque se halle de acuerdo con ellos,
sea porque difiera de su opinion, son una de las ventajas
del gobierno representativo.


Por una parte, es preciso qne se sienta seguro de con-
servar su puesto durante un tiempo suficiente para poder
ser juzgado, no por un acto aislado, sino por el conjunto de
su conducta. Es importante que tenga la mayor latitud de
opinion y de determinacion individual, compatible con la
fiscalizacion popular indispensable en todo gobierno libre;
y a este efecto es necesario (lo que es preferible en todo
caso) que la censura sea ejercida solamente cuando el que
tlS objeto de ella ha tenido tiempo de mostrar todas las




- 235-


cualidades que posee, y de probar a sus comitentes que
puede hacerse un representante deseable y digno de con-
fianza, sin ser precisamente el órgano y el abogado literal
de sus opiniones.


Es imposible establecer en términos jenerales la parte
que corresponde a cada uno de estos principios. Cuando
el poder democrático en la constitucion es débil o de:na-
siado pasivo y tiene necesidad de estimulantes, cuando el
representante, despues de haberse separado de sus electo-
res, entra al momento en una atmósfera cortesana y aris-
tocrática en que todas las influencias tienden a desviar su
conducta de la direccion popular, a disminuir todos los
sentimientos populares que podia tener y hacerle olvidar
los deseos y desatender los intereses de los que le han
elejido, es indispensable para mantener su carácter y sus
sentimientos a la altura requerida, que tenga necesidad
de ocurrir con frecuencia a la fuente de sus poderes. En
tal caso, tres años son todavia un período mui largo, y un
término mayor es absolutamente inadmisible.


Cuando al contrario la democracia es el poder dominan-
te, cuando este poder tiende a aumentar todavia y que su
accion tiene mas bien necesidad de ser moderada que
alentada, cuando una publicidad sin límites y diarios
siempre presentes dan al representante la seguridad de que_
cada uno de sus actos será inmediatamente conocido,
discutido, juzgado por sus comitentes, y que sin cesar
pierde o gana terreno en su estimacion, entre tanto que
por los mismos medios, la influencia de sus sentimientos
y todas las demas infl uencias democráticas se conservan
vivas y activas en el espíritu del representante ... Entonces
nn período de menos de cinco años seria apenas suficiente
para evitar una dependencia tímida. El camhio que se ha
efectuado bajo todos respectos en la política inglesa, eSJ.lli-




- '23(j -
ca porque hoi se tiene poco empeño y se habla raras Yece~
de los parlamentos anuales que, cuarenta años há. forma-
ban una ['arte tan importante de la doctrina de los refor-
madores mas avanzados. IIc:i un hecho que merece tomar-
se en consideracion: es que cualquiera que sea 1" duracion
de un parlamento, sus miembros están durante el último
año en la posicion en que se hallarian siempre si los par-
lamentos fuesen anuales. De suerte que si la dUl'ucion
fuese corta, habría verdaderamente parlamentos anuales
durante la mayor parte del tiempo. En el punto en que
ahora se hallan las cosas, no hai necesidad de cambiar el
período de siete años, aunque sea de una lonjitud inútil,
sobre toflo, puesto que la posibilidad síempre inminente de
llr:.a disolueíon mas pronta, recuerda siempre al miembro
la necesidad de estar en relacion con sus comitentes.


Cualquiera que sea el término mejor para la duracion
del mandato, podria parecer natural que cada miembro
dejase su asiento á la espiracion de ese término (contán-
dolo desde el dia de su eleccion) y que no hubiese una
renovacion jeneral de toda la Cámara. Se podría hablar
mucho en favor de este sistema, si al proponerlo se tuvie-
se algun objeto práctico. Pero él está condenado por razo-
nes mucho mas fuertes que las que podrian alegarse en
su apoyo. Una de estas razones es que no habria ningun
medio de desembarazarse pronto de una mayoría cuya
eonducta fuese perniciosa para la nacion. La certidumbre
de una eleccion jeneral despues de un período limitado que
frecuentemente habría casi espirado, y la posibilidad de
esta eleccion que siempre la desea por sí mismo o porque
cree hacerse por ella popular, tienen por efect'J probable
impedir esa gran díverjencla entre los sentimientos de la
a%'óffit\\j';l. '.f lo~ de los cole)io\; electmales, que podtia sub-
$istil' indetinidamente, si la mayoria de la Cámara tuviese




- 237-
siempre delante de ella muchos años, si recibia gota 11
gota nuevas infusiones, las cua1es tomarían el espíritu de
la asamblea mas bien que modificarlo. Es tan esencial que
el sentimiento de la Cámara esté de acuerdo por mayor
con el de la nacion, como lo es que los individuos distin-
guidos puedan, sin perder su asiento, espresar lihremente
los sentimip.ntos mas impopulares. Hai otra razon mui
poderosa contra la renovacion gradual y parcial de una
asamblea representativa. Es -qtil que haya Una revista'
jeneral y periódica de las fuerzas opuestas, para inedir el
estado del espíritu público y para juzgar con toda certi-
dumbre de la fuerza relativa de los diferentes partidos y
opiniones. No se llega a este resuHádo de una manera
decisiva con una renovacion parcial, aun cuando UDa
porcioD numerosa de la Cámara, la quinta o la tercera
parte, sea renovada a la vez, como en alguna de las cons-
tituciones francesas.


Las razones que hai para conce1er al ejecutivo la facultad
de disolver la asamblea, serán examinadas en un capítulo
subsiguiente relativo a la constitucion y a las funcione&
del ejecutivo en un gobierno representativo .





CAPITULO XII


i,T!cbel'ún lo; miembros del parlamento ser sometido' al mandato


imperativo'l.


¿Debe un miembro de la lejislatura estar obligado a
obedecer las instrucciones de sus comitentes? ¿Debe ser
el órgano de los sentimientos de éstos o de los suyos?
¿su embajador a un Congreso, o su ajente profesional con
poder no solamente de obrar por ellos, sino de juzgar por
ellos de lo que deb':\ hacerse? Estas dos teorías del deber
de un lejislador en un gobierno representativo tienen cada
una sus partidarios, y cada una es la doctrina reconocida
de algun gobierno representativo. En Hola.nda, los miem-
brosde los estados jenerales eran simples delegados, y
efta doctrina se llevaba tan lejos, que si se suscitaba una
cuestion importante no prevista en sus instrucciones, de-
berian referirse a sus comitentes de la misma manera que
un embajador se refiere al gobiern,o que representa. En
nuestro pais y en la mayor parte de los que poseen una
constitucion repl'esentati~a, la lei y la costumbre permi-
ten a un miembro del parl<1mento votar segun su aprecia-
cion de lo que es justo} aunque la apinion de sus comi-




- ?30-


tente!! sea diferente. Pero existe una nacían opuesta, CUjO
efecto prúctico es considerable aun sobre los miemlll'o5
del parlamento: por esta razon es que con frecuencia és-
tosJ independientemente de su deseo de hacerse populares
y de hacerse reelejir, se creen en conciencia obligados a
obrar de manera que su conducta sea mas bien conforme
a la opinion de sus comitentes que a la suya, respecto de
todas aquellas cuestiones en que aquellos tienen una opi-
nion decidida. No teniendo en cuenta la lei positiva y las
tradiciones de un pueblo, ¿cual de estas dos nociones de
los deberes de un representante es preferible1


Con diferencia de la:¡; cuestiones que hemos tratado
hasta ahora, esta no es una cuestion de lejislacion cons-
titucional, sino mas bien de moralidad constitucional-
un punto que depende de las costumbres del gobierno
representativo. Esta cuestion no toca tanto a las institu-
ciones como al espíritu en que los electores deberian lle-
nar sus funciones) y a las ideas que debieran prevalecel'
en cuanto a los deueres morales de los electores. En efe.}-
to, cualquiel'a que sea el sistema de repl'esentacion, los
electores pueden, si les parece bien, cambiarlo en un sis-
tema de simple delegacion.


Mientras son libres para votar o no votar segun les
agrade, no se les puede impedir de poner a sus votos to-
das las condiciones que crean convenientes. Rehusando
elejir a cualquiera que no quiere obligarse a adoptar
todas sus opiniones, y aun, si lo exijer:, a consultarles
sobre todo asunto importante e imprevisto, pueden redu-
cir a su representante a ser simplemente su intét'prete y
obligarlo en conciencia a dar su dimísion, el día en que
esta posicion le desagrade. Y como tienen el pod8r de
hacer esto, la teoria de la constitucion deberla suponer
que desean hacerlo, Porque el principio mismo del go-




- 240 -


bierno constitucional descansa sobre la presuncion de que
los que pose{'n el poder pohtico abusarán de él en prove-
cho suyo: no porque sea siempre afíJ sino porque tal es
la tendencia natural de las cosas) tendencia que las ins-
tituciones políticas tienen por objeto ordenar. Es por esta
razon que, aunque pueda ser infundada o necia la preten-
sion de los electores de convrrtir a su representante en
simple delegado, siendo natural y de ningun modo im-
probable esta estension del principio electoral, se deben
tomar las mismas precauciones que si fuese cierta. Pode-
mos esperar que los electores no obrarán aSÍ; pero un
gobierno representativo debe ser organi.zado de manera
que, si así obrasen, no puedan hacer aquello de que nin-
gun cuerpo debiera ser capaz: una lejislacion de clase en
provecho suyo.


Cuando se dice que lacuestion es solamente una cues-
tion de moralidad política, no se disminuye su importan-
cia. Las cuestiones de moralidad constitucional no son de
menos importancia práctica que las que tienen relacion
con la constitucion misma.


La existencia misma de ciertos gobiernos y todo lo que
hace a otros tolerables, reposa sobre la observancia prác-
tica de las doctrinas de moralidad constitucional; sobre
nociones tradicionales en el espíritu de las diferentes au-
toridades constituidas, que modifican el uso que sin esto
podrian hacer de sus poderes.


En los gobiernos en que no hai ninguna balanza-la
monarquia pura, la aristocracia pura, la democracia pu-
ra-tales máximas son el solo obstáculo que impide al
gobierno en tregarse a los últimos escesos en la direccion
de su tendencia característica. En los gobiernos en que la
balanza es imperfecta) en que se ha tratado de poner lími
tes constitucionales a los impulsos del poder mas fuerte,




pero en 'que este poder es hastante fuerte para traspasarlos
con impunidad, las doctrinas de moralidad constitucional
son las que saben imponerle cierto respeto por los fines y
límites de la constitucion-. En gobiernos bien ponderados)
en qne el poder supremo está dividido, en que cada par-
tícipe de él se halla protejido contra las usurpaciones de
los otros del solo modo posible, es decir, por habérsele
provisto de' armas para su defensa tan fuertes como las de
los otros para el ataque-el gobierno no puede marchar
sino con condicion de que todos se abstengan de ejercer
estos poderes estremos, a menos de ser provocados por una
conducta igualmente estrema de parte de algun otro po-
seedor del poder; r en ese caso, podemos decir con verdad
que solamente el respeto por las máximas de moralidarl
constitucional es el que mantiene la existencia de la cons-
titucion. La cuestion del mandato imperativo no es una
de las que tocan de una manera vital la existencia del
gobierno representativo; pero es de una grande importan-
cia en cuanto al efecto benéfico. Las leyes no pueden pres-
cribir a los electores los principios segun los cuales diri-
jirán su eleccion; pero los principios segun los cuales
creen ellos que deben dirijirla hacen una gran diferencia
en la práctica, y se abraza el conjunto de esta cuestion
cuando se examina si los electores deben poner por condi-
cion al representante que él adoptará ciertas opiniones
impuestas por sus comitentes.


-Los que han leido este tratado, no pueden dudar un
solo instante de la conclusion que, respecto de esta cues-
tion"resulta de los principios jenerales profesados has La
aquí. Desde el principio, hemos afirmado y jamas hemos
perdido de vista, la importancia igual de las dos grandes
condiciones del gobierno: 1.0 la responsabilidad para con
-aquellos en cuyo provecho político deberia funcionar el


UOO REI'. 11




- 242-


gobierno, y hace profesion de funcionar: 2.° el ejerclclO
de e3ta funcion (para que ella sea bien cumplida) por
espíritus superiores, que una larga meditacion y una
disciplina práctica han preparado para esta tarea especial.


Si vale algo la persecucion de este segundo objeto, vale
el que se pague su precio. Poderes de espíritu superior,
y estudios profundos, de nada servirian, si algunas veces
no conducen a un hombre a conclusiones diferentes de
aquellas a que llegan sin estudio capacidades ordinarias;
y si hai interes en obtener representantes superiores,
bajo el respecto intelectual, a los electores ordinarios, es
preciso conformarse con que el representante no esté
siempre de acuerdo con la mayoria de sus comitentes,
como tambien esperar que, en semejante caso, su opinion
sea casi siempre la mejor de las dos. De aqui se sigue,
que los electores no obrarán prudentemente, si exijen por
precio de su voto una conformidad absoluta a sus opi-
niones.


Hasta aquí el principio es evidente; pero hai dificulta-
des reales para aplicarlo, y empezarémos por esponerlas
en toda su fuerza. Si es importante que los electores esco-
jan un representante mas instruido que ellos, no es menos
necesario que este hombre de mas saber sea responsable
para con ellos: en otros términos, ellos son jueces de la
manera como cumple su mandato, ¿y de qué otro modo
juzgarán sino segun el criterio de sus propias opiniones?
y aun ¿cómo lo elejirán desde luego sino segun el mismo
criterio? No convendria elejirlo simplemente por el brillo
o la superioridad de alguna cualidad notable. Los testi-
monios segun los cuales un hombre ordinario puede juz-
gar de antemano del talento de un candidato son mui
imperfectos; tales cuales son, se refieren esclusivamente
al arte de espresarse, y mui poco o llilda al valor de lo




- :ti3 -
ql:le espresa,. La primera de estas dos cosas no puede hacer
suponer la otra: empero si los electores han de poner a un
lado sus propias opiniones] ¿cuál es el criterio que ]es que-
da para juzgar de la aptitud para gobernar bien? Aun
cuando pudiesen reconocer de un modo infalible al hom-
bre mas capaz, tampoco deberian darle plena libertad de
juzgar por ellos, sin tener ninguna consideracion por SUB
propias opiniones. El candidato mas capaz puede ser un
tory, y los electores ,pued~n ser liberales: o un liberal, y
los electores torys. Las cuestiones políticas del dia pueden
ser cuestiones relijiosas, y pu€de suceder que el repre-
sentante sea un partidario de la relijion dominante o un
racion!llista, mientras que los electores son disidentes o
pertenecen a la relijion evanjélica, o vice-versa. En seme-
jante -caso, ~os talentos del representante no harán sino
habilitarlo mas para ir mas lejos u obrar mas eficazmente
en una direccion que sus comitentes pueden creer ma~a
en conciencia; y pueden ser conducidos por sus convic-
dones sinceras a hallar mas importante el ser represen-
tados por un hombre que sobre estas cuestiones participa
de sus ideas de deber, que por uno dotado de talentos es-
cepcionales. Pueden tener necesidad de examinar no sola-
mente cómo serán mejor representados, sino cómo logra-
rán hacer representar su pO;:1icion moral particular y su
modo de ver.


La influencia de todo modo de ver que es el del gran
número, deberia hacerse sentir en la lejislacion: luego,
en el concepto de qU€ se reputa que la constitucion ha
tomado sus precauciones para que los modos de pensar
adversos sean igualmente represen ta:Ios , asegurar a su
propio modo de pensar la mejor representacion, puede
ser la cosa mas importante de que los electores tengan
que ocuparse en una ocasion dada. Tambien puede en




- ~44-
otros casos ser necesario que el represen :ante teIJga las
manos atadas, a fin de que permanezca fiel al interes de
sus comitentes) o mas bien al interes público tal como
ellos lo conciben. Esto no seria necesario con un sistema
político que asegurase a los eler,tores un campo ilimitado
en que escojer candidatos honrados y sin preocupaciones.
Pero con el sistema actual, en que los electores están casi
siempre obligados, a causa de los gastos de eleccion y de
las circunstancias jenerales de la sociedad, a elejir su re-
presentante entre personas cuya posicion soci¡¡.l difiere
mucho de la suya y que tienen Un interes de clase dife-
rente del suyo, ¿quién afirmará que ellos deben ponerse
enteramente a discrecion de su representante? ¿Podemos
vituperar a un elector de las clases mas pobres, que no
tiene eleccion sino entre dos o tres hombres ricos, porque
exije del individuo a quíen nombra la promesa de votar
por medidas que él considera como una emancipacion
resptlcto de los intereses de clas~ de los rico~. A mas de
esto, sucederá siempre a ciertos miembros del cuerpo
electoral verse ollligados a acoptar alreprosentante escojido
por una mayoría de su prop:o partido. Pero aun cuando
un candidato de su eleccion no tenga ninguna probabili-
dad de suceso, sus votos pueden ser necesarios al éxito
de aquel que se ha escojido para ellos, y el solo modo de
ejercer su parte de influencia sobre su conducta ulterior,
puede ser exijir de él, en retorno del voto, ciertas pro-
mesas.


Estas consideraciones y las que las combaten se hallan
de tal modo ligadas unas con otras)-es tan importante
que los electores elijan un representante de mas saber
que ellos mismos y consientan en ser gobernados segun
este saber superior, mientras que· es imposible que la
conformidad con sus opiniones (cuando tienen opiniones)




2~5 -
no influya grandemente sobre su modo de juzgar) con
r~>'pecto al candidato que posee el saber y a las pruebas
que de él ha darlo, que es preciso desesperar de podel'
establecer una regla positiva de deber para el elector: y
el resultado dependerá ménos de un precepto establecido
o de una doctrina fija de moralidad politica, que del jira
.ieneral de los f'spírHus en el cuerpo electoral) tocante a
esta condicion importante: la diferencia por la superiori-
rlad intelprtll~l.


Los individuos y los pueblos que sienten vivamente el
,'alar del 3aber superior lo reconocerán probablemente en
donde exista, por otros signos que la conformidad a sus
opinion8sj ellos lo reconocerán aun a despecho de una
grande diferencia de opiniones, y cuando lo hayan reCQ-
nocido, desearán demasiado asegurárselo a cualquier pre-
cio razonable, para lue puedan tener tentacion de imponer
como lei su propia opinion a las personas que respetan a
causa de su saber superior.


Por otra parte, hai caractéres que no sienten conside-
ríleíon por uadie, que no ven la opinion de nadie como
mejor que la suya o como tan bUena como la de un
centenar o de un millar de personas, hechas como ellos.
En donde este es el jiro de espíritu de los electores, estos
no nombrarán a nadie que no tenga, o que no profese al
menos sus propios sentimientos; y no conservariÍn su re-
presentante sino tan largo tiempo como sus sentimientog
Re reflejen en su conducta. Todos los que aspiran a los
hOllores políticos tratarán, como dice Platon en el GorJial,
de modelarse sobre el tipo del Demos, "Y de parecérsele lo
mas posible. No se puede negar que la democracia tenga.
uua fuerte tendencia a dar este hábito a los sentimientos
de los electores; la democracia no es favorable al espíritu
de respeto. Que ella rlestruya el respeto por la simple po-




- 246 -


sicion social, es cosa que debe mirarse mas bien como un
efecto bueno y no malo de su influencia; aunque obrando
así cierra la principal escuela de respeto (en cuanto a las
relaciones justamente humanas) que existe en la so-
ciedad.


Pero como la democracia, en su esencia misma, da infi
nitamente mas precio a la igualdad je::eral de los hombres
que a los titulos particulares que elevan una persona sobre-
otra, este respeto por la superioridad per~lOnal misma será
siempre inferior a lo que debería ser. Hé aquí porque
considero, entre otras razones, C'lmo tan impoltante el
que las instituciones del pais establezcan como un dere-
cho la influencia superiol"de l'as personas cultas sobre las
que no lo son; y auu seria de pareeer que, prescindiendo
de todas las consecuencias polítrcas directas, se concedie-
se la pluralidad de votos a la superioridad probada de
edueacion, siquiera fuese pOI: da.r el, tono al sentimiento
público.


SI existe en el cuerpo eTectaral un sentimiento justo d'e
la diferencia estraordinaria de valor que puede haber
entre una persona y otra, los indicios no faltarán a ese
cuerpo para reconocer las pe:rsonas mas capaces de alcan-
zar los fines que él se propone. Naturalmente, ros servi-
cios públicos reales serian la primera de las indicaciones:
haber ocupado una posicion elevada y haber hecho en
ella cosas importantes cuyos resultados han demostrado el
saber, haber sido el auto!' de medidas sábi-amfmte conce-
bidas segun sus efectos, haber hecho predicciones que el
evento ha confirmado con frecuencia y raras veces o ja-
mas desmentido, haber dado consejos que han aprovecha-
do. al pais o que se ha lamentado no haber seguido; todo
esto seria otros tantos indicios. Hai sin duda alguna mu-
cho. de vago e incierto en es.tas pruébas de sab~duriar.




- 247-


pero bus~amos las que puedan ser consultadas por per-
sonas dotadas de un discernimiento ordinario.


Estas harán bien en no fijarse en un $010 indicio que
do sea confirmado por el resto. En su apreciacion del
éxito o del mérito de un esfuerzo práctico, deberán dar
mucha importancia a la opinion jeneral de las personas
desinteresadas que conocen el sujeto de que se trata.
Los indicios de que hablo no pueden aplicarse sino a
hombres esperimentados, y se debe colocar en esta cate-
goria los que no habiendo hecho sus pruebas de un modo
pJ'áctico, las han hecho de una manera especulativa, a los
que, en discursos o escritos, han discutido los negocios
públicos de modo que muestre que los han estu1iado sé-
riamente. Semejantes hombres pueden haber probado,
simplemente como pensadores políticos, que tienen los
mismos derechos a la confianza pública que aquellos a
quienes se ha visto obrando en calidad de hombres de
Estado.


Cuando es necesario eEcojer personas que no se han
puesto jamas a prueba, el mejor criterio es la reputaclon
de talento de que estos hombres gozan entre los que los
conocen, y despues la confianza que les conceJen y e
apoyo que les prestan personas ya respetadas. Por medio
de tales pruebas, los colejios electorales que ponen Ull
justo precio al valor intelectual y que lo buscan con ar-
dor, acertarán en jeneral a procurarse hombres superio-
res a lo mediocre, y frecuentemente hombres que pueden
ser abandonados a su propio juicio en cnanto a la direc-
cion de los negocios públicos, y a quienes no se podría
exijir, sin hacerles un insulto, que rellunciasen a ese
juicio por árden de sus inferiores en saber. Si semejantes
personas, buscadas concienzudamente, no pueden enCOll-
t 1'arse, entonces a la verdad los electores tienen derecho




a. tomar otras precauciones; porque naturalmer¡te ellos
no prescindirán de sus opiniones particulares sino pOl"
asegurarse los servicios de uca persona cuyo saber es su-
perior al suyo. A la verdad, aun en este caso, harian bien
en acordarse que el representante, una vez elf'jirlo, si se
contrae a su deber, tiene mas ocasiones de rectificar un
juicio falso en su oríjen, que las que tienen la mayor
parte de sus comitentes: comideracion que en jeneralles
impediria (a menos que la necesidad les obligase a elejir
una persona en cuya imparcialidad no tuviesen toda con-
fianza) exijir de su representante la promesa de no cam
biar su opiníon, . o de separarse de su puesto, si la cam-
hiaba. Pero cuando se nombra por la primera vez a una
persona desconocida sobre la cual ninguna autoridad ele-
vada suministra informes ciertos, es de esperarse que el
elector exija como condicion elemental la conformidad a
sus propios sentimientos: h:lsta que no mire un cambio
ulterior de opinio!l, manifestado con canf\or, y cuyos mo-
tivos esponga sin disfraz, como una r::lzon perentoria pam
retirar su confianza.


Aun suponiendo en el representante los talentos mas-
acreditados y una elevacion de carácter reconocida, no
d8be prescindirse completamente de las opiniones propias
ue los electores. La diferencia por la superiorid(}d intelec-
tual no debe i l' hasta el anor.aÜamiento de si mismo,
hasla el sacrificio de toda opinioIl péll'SOnal. Pero cuando
la diferencia de opinion DO recae sobre las bases funda-
mentales de la política, por pronunciados que sean los
sentimientos de los electores, ellos deberian pensar qun
cuando un hombre capaz no es de Sl1 parecer, hai gramIe
apariencia de que están en el error: y aun cuando fuese
de otra manera, pueden bien renunciar a su opillion
!lobre cosas que no son esenciales, en pa30 de la inestima-




-:- 249 -


tIe ventaja de ver a un hombre capaz obrar en su nom-
bre en muchas circunstancias 6n que ellos no se hallarian
en posici?n de formar juicio. En semejante caso, el elec-
tOl" trata con frecuencia de conciliarlo todo trayendo el
hombre capaz a sacrificar 5U propia oplOioIl sobre los
puntos de disidfmciaj pero aceptar este compromiso, seria
de parte de éste traiciorar su mision especial, abdicar los
deberes propios de la superioridad intelectual, de los cna-
les uno de los mas sagrados es no desertar la causa que
tiene en contra el clamor público, y no privar de sus ser-
vicios a aquell:.\s de sus opiniones que mas necesitan de
ellos.


Un hombre de una conciencia y de un talento reconoci-
dos debiera exijir la plena libertad de obrar segun su mejor
juicio, y no debia prestar~e a servir con otras condiciones.
Pero los electores Lienen el derecho de saber como piensa
obrar, segnn que opiniones se propone dirijir su conduc-
ta en todo lo que toca a su deber público. Si algunas de
sus opiniones les parecen inaceptables, corresponde a él
probarles que mereCe sin embargo s~r su representante,
y si ellos son razonable:;, pasarán, en favor de su mérito
jeneral, por muchas disidencias. Hai ernr,ero algunas que
no pueden tratarse lijeramente. Todo hombre que siente
por el gobierno de su país la dúsis de interes que debe
tener un ser libre, tiene ciertas convicciones tocante él los
negocios nacionales, que son para él como la sangre de
sus venas, convicciones de que está penetrado de tal suero
te que no le es posible aceptar transacciones sobre ellas,
ni referirse sobr8 ellas al juicio de alguna persona o do
alguna sup81·ioridad cualquiera que sea. Tdes creencias,
cuando existen en un pueblo o en una porcion apreciable
de él, tienen derecho a cierta influencia por el s )10 hechl~
de existir, y no solamente en razon de su valor probable




- 250-
Un pueblo no puede ser bien gobernado ~ontrariando
sus nociones elemantales del bien, aunque estas nociones
sean errúneas bajo ciertos respectos. Una justa apreciacion
de las relaciones que deberian existir entre los gobernan-
tes y lGS gobern;:¡dos no exije que los electores consientan
en ser representados pOl' alguno que Sfl propone gobernar-
los contrariando sus convicciones fundamentales. Si los
electores sacan partido da los tíllentos que por otra parte
posee su representante, mientras no hai probabilidad de
que se discutan los plintos sobre los cuales no está de
acuerdo con ellos, tienen perfecto derecho de despedirlo
desde que se suscita nna discusion sobre esto, y que no
hai en favor de lo que les parece jUE>to una mayoria bat'.-
tante segura para que el voto disidente de este individuo


. sea sin importancia.
Asi (cito nombres propios para mayor claridad sin nin-


guna intencion personal) se podia dejar de hacer alto en
las opiniones de M. Cobden y de M. Bright sobre la resis-
tencia a las agresiones estranjeras, en el momento de la
guerra de Crimea, cuando el sentimiento nacional incli-
naba la balanza del lado opuesto; y sin embargo estas
opiniones habrían podido mui bien costarles un descala-
bl'O aRte los electores en el momento de la querella con la
China (siendo por sí misma mas dudosa la cuestion), por
que entonces durante algun tiempo hubo vacilacion y I!O
estuvo muí di3tante de prevalecer su modo de ver la cosa.


Ré aquÍ ahora lo que se puede afirmar como consecuen-
cia de lo que precede: 1.0 no se deberían exijir comprometi.
mientas formales, a ménos que por razon de circunstancias
sociales desfavorables o de in¡;tituciones viciosas, los elec-
tores se hallen de tal modo limitados para su eleccíon,
que tengan necesidad de tomar una persona que sospechan
está sujeta a influencias hostiles a sus intereses; 2:' los




- 251-


electores tienen el 'dereeho de conocer a foudo ras opínio-
nes y los sentimientos políticos del candidato, y no sola-
mente tienen el derecho, sino que muchas veces se hallan
obligados a rehusar un candidato que no está de acuerdÜ'
con ellos sobre aquellos artículos que furman la base de-
su creencia politica; 3.0 los electores deben, cuando tienen
una alta opinion de la superioridad mental de un candi-
dato, tomar el partidO' de dejarle obrar segun opiniones:
diferentes de las suyas, en todo aquello que no está com-
¡rendido en sus artículos de fé; 4." los electores no deben
cansarse de busear un candidato tal que puedan dejarle
completamente libre de obedecer a las inspiraciones de su
propio juicio; ltls electores deben ver como un deber para
con sus conciudadanos, hacer todo lo posible para dar el
poder a hombres de este valor, y deben persuadirse bien
que es mucho mas importante para ellos ser representados
por un hombre semejante, que por otrO' que profese un
número mayor de sus opinÍones, porque en el primer
caso, tienen seguridad de l!'eeojer las ventajas del talento.
mientras que la cuestion de saber quien tiene o no razon
sobre los puntos n.e desidenda es muí dudosa.


He diseutido toda esta cuestion en el supuesto de que
el sistema electoral, en todo lo que depende de la instítu-
cion positiva, es conforme a los principios establecidos
en los capíLulos precedentes. Aun en esta hipótesis, la
teoria de representacion por delegacion me paFece falsa y
perniciosa en sus efectos, aunque en semejante caso el
mal quedaria circunscrito dentro de ciertos límites. Pero
si la constítucion no reconoce las garantias de que me he
esforzado en rodear el principio representativo, si no se
han tomado medidas para la representacion de las mino-
rias, o si no se admite ninguna diferencia en el valor nu-
mérico de los votos segun un criterio cualquiera de la




- 2:;2 -


rló8i~ de educacion que posean los votantes ...... en este
caso ninguna palabra es bastante para exajerar la impor-
tancia que hai, en principio, en dejar al representante
plena y entera libertad: porque esta seria entonces la sola
ocasion que se tendria bajo el réjimen dd sllfrajio l1ni~
versal, para que otras opiniones que las de la mayoria
pudiesen hacerse oír en el parlamento. En esta falsamente
llamada democracía, que no es sino el gobierno esclusivo
de las clases obreras. la sola ocasion para escapar de la
lejislacion de clase en su forma mas estrecha, ya la ¡gno-
ram'ia polítlea en su forma mas peligrosa, reposa sobre la
tendencia que pueden tener las masas sin educacíon a
elejir representantes que la tengan, y asi referirse a sus
opiniones. Podriase razonablemente concebir la esperanza
de encontrar cierta dósis de esta tendencia, y entOllces
sulamente se necesitaria tratar de desenvolverla lo mas
posible. Pero si las clases obreras, una vez señoras de todo
el poder político, impusiesen voluntariamente, de UllO u
otro modo, Ulla restriccion considerable a su propia vo-
luntad ya su propia opinian, se mostrarían mas juicim;as
que lo que se haya mostrado jamas ninguna clase señora
uel poder, y podemos decirlo, que no se mostrará jamas
IJajo esta influencia corruptora.




CAPITULO XIII.


De una segunda cámara.


De todas las cuestiones relativas a la teoria del gobierno
representativo, ninguna ha sido mas controvertida, sobre
todo en el continente, que la cuestion de las dos cámaras,
como se la denomin::t. Ella ha ocupado la atencion de los
pensadores, mucho mas que mi gran número de cuestio·
nes diez veces mas importantes, y se la ha mirado como
una especie de piedra de toque para reconocer, sea a los
partidarios de la democracia limitada, sea a los de la de-
mocraci;l ilimitada. Por mi parte, doi poco valor al freno
que puede imponer una segunda cámara a ulla democra~
da que nada modera por otra parte, 'J me inclino a pensar
que si se ha llegado a una conclusion justa sobre todas las
demas cuestiones constitucionales, es poco importante,
eomparativamente hablando, que el parlamente se com-
ponga de dos cámaras o de una.


Si hai dos cámaras, pueden componerse de una manera
semejante o diferente. Si la composicion ele las dos cáma·
ras es semejante, ambas estarán sometidas a las misma»




-2"5-1-
influencias, y cualquiera que tenga la mayona en uría
~uede casi estar seguro de tenerla en la otra.


Es verdad que la necesidad de obtener el conoontimiento
de ambas cámaras para hacer pasar una medida, puede a
'Veces 'Ser un obstáculo material al progreso, puesto que
admitiendo que las -dos asambleas seall. representativas e
iguales en número, una porcion escedellte en poco a la
'Cuarta parte de la representacion puede impedir la apro-
:hacion de un bill, mientras que si solo hai una cámara,
~I bill puede pasar por una simple mayoria. Pero aunque
la cosa no sea imposible, no es ni COIl. mucho prohable.
No sucederá con frecuencia qU'1 de dos cámaras oompues-
tas de la misma manera, la una esté casi unánime y la
otra dividida en dos porciones casi de la misma fuerza.


Si en una de las cámaras una medida es rechazada por
la mayoría, esa medida habrá jeneralmente encontrado
en la otra cámara una numerosa minoría desfavorable.
Luego todo progreso que pudiese tropezar por esto con
trabas) seria casi siempre un progreso que tendria apenas
en su favor una simple mayoría en todo el cuerpo entero,
.Y lo peor que pudiera seguirse, seria o un lijero retardo
en el triunfo de la medida, o una nueva apelacion a los
electores para asegurarse de que la mayoría en el parla-
mento corresponde a una mayoria efectiva en la nacion.


El inconveniente del retardo y la ventaja de la apelacion
• a la nacion podrian en este caso verse como contrapesados.


Doi poca importancia al argumento que se presenta mas
frecuentemente en favor de las dos Cámaras; a saber que
es un medio de impedir la precipHacion y de obtener una
llegunda deliberacion. Porque es necesario que una asam-
blea representativa esté'mui mal constituida) si las for-
malidades establecidas para la espedicion de los negocios
no ex~jen siempre mucho más de dos deliberaciones. La




- 255 --
consideracion que en mi espíritu habla mas en favor de
las dos Cámaras (y esta la veo como de cierta importan-
cia) es el mal efecto que produce sobre el espíritu de todo
poseedor del poder, sea un individuo, sea una asamblea,
el sentimiento de que no hai sino él a qnien consultar.
Es importante que ninguna asamblea de hombres pueda,
aun temporalmente, hacer prevalecer su sic volo sin pedir
el consentimiento de otra persona. Una mayoría en una
asamblea única, cuando ha tomado un carácter perma'
nente, y se halla compuesta de las mismas personas que
obran habitualmente juntas y está segura de la victoria,
llega fácilmente a ser despótica y presuntuosa, luego que
se ve libre de la necesidad de exami.nar si sus actos serán
aprobados por otra autoridad constituida.


Es de desear que haya dos Cámaras, por la misma ra-
zon que aconsejaba el nombramiento de dos cónsules a
los romanos, para que ni el uno ni el otro pudiesen estar
espuestos a la influencia corruptora del poder absoluto,
aun durante el espacio de un solo año. Una de las cuali-
dades mas indispensables para la direccion de los m~go­
cios públicos y sobre todo para el manejo de las institu-
ciones libres, es la conciliacion, la prontitud en transijir,
el tacto en hacer concesiones a los adversarios, y en ha-
cer que las buenas medidas ofendan lo menos posible a
las personas de opinion opuesta.


Ceder de un lado, exijir del otro, como se hace entre
dos asambleas, es una escuela permanente de esta salu-
dable costumbre; escuela útil desde ahora, y cuya utili-
dad se hará sentir mas probablemente con una constitu-
cion mas democrática de la lejislatura.


Pero puede suceder que ambas Cámaras no estén com-
puestas de la misma manera, que se haya tratado al
componerlas de moderarlas una por otra. Si la una es




- 256


-democl'~ltica, la olra naturalmente sed constituida con
ía mira de poner un ft'eno a la democracia; pero bajo este
respecto, su utilidad depende completamente del apoyo
social so' ire el cual puede contar fuera de ella misma.
Una asamblea que no tiene por base algun gran poder en
<el pais, es poca cosa cerca de otra que tIene esta base.
Una Cámara aristocrática no es poderosa sino en un esta-
do de sociedad aristocrático. La Cámara de los Lores fllíl
en otro tiempo el poder m'lS fuerle • en nuestra constitu-
cion, y la Cámara de los Comunes solamente un poder
moderador; pero entonces, los barones eran casi el solo
poder en la nacion.


No pnedo creer que en un estado de sociedad verdade-
ramente democrático, la Cámara de los Lores tnviese valor
real como moderadora de la democracia. Cuando un par-
tido es débil, el medio de fortificarlo no es ponerlo el}
linea de batalla delante de su adversario mas poderoso, y
desplegar en campo abierto sns fuerzas respectivas. Se-
mejante táctíca aseguraria la derrota completa del mas
débil. Este no puede obrar sanamente sino tomando posi.
cion entre la multitud mas bien que contra ella: en lugar
de mantenerse a un lado y obligar a cada cual a declararse
por él o contra él, debe atraer a sí todlis los elementos
mas capaces de fusion: no es preciso que se presente como
cuerpo enemigo, lo qLlt;) provocaría una ligajeneral contra
él, sino qne obre como nno de los elementos de una 'masa
mixta, infundiendo su fermento y frecuentemente con-
virtiendo en partido mas fuerte al que haya sido el mas
débil, prestándole el apoyo de su influencia . .t<..l poder
realmente moderador en una consLitucion democrática
debe obrar en y por la Cámara democrática.


Ya lo he afirmado, y en mi opinion es una máxima
fundamental de gobierno: debería haber en toda consti&




- 257-


tucion un centro de resistencia contra el poder predomi-
nante, ypor consiguiente en una constitucion democrática
UII medio de resistencia contra la democracia. Si un pue-
blo que posee una representacion democrática, por sus
antecedentes históricos se inclina mas a tolerar un centro
semejante de resistencia bajo la forma de una segunda
Cámara o de una Cámara de lores, que bajo toda otra
forma, esto constituye una fuerte razon para que el centro
exista bajo esta forma. Pero, en fin, no me parece la me-
jor, ni la mas propia para conseguir su objeto.


Si hai dos Cámaras, la una que es considerada como
representante del pueblo, la otra como representante so-
lamente de una clase o como no siendo representativa
absolutamente, no puedo creer que allí donde la democra-
cia sea el poder dominante, la segunda Cámara tenga
ningun poder real para resistir, aun a las aberraciones
de la primera: se la podria dejar vivir por deferencia por
las costumbres y los recuerdos, pero no como un contra-
peso efectivo. Si ella ejerciese una voluntad independiente,
se exijiria que se contentase con reparar los olvidos acci-
dentales de la rama mas popular de la lejislatura, o de
rivalizar con ella en punto de medidas populares.


La posibilidad de un freno real al ascendiente de la
mayoria, depende pnes del modo real como el poder está
repartido en la rama mas popular dei gobierno, y ya he
indicado la mejor manera, a mi entender, de balancear
en ella las fuerzas. He demostmdo igualmente esto; aun
en el caso de que se permitiese a la mayoria numérica
ejercer una preponderancia completa por medio de una
mayoria correspondiente en el parlamento, si tambien se
permite sin embargo a las minorías ejercer el derecho
que igualmente les pertenece, segun los principios estric-
tame'nte democráticos, de ser representadas en proporcion


GOl:. luir.




- 2~8 -~


de su número, esta proporcion garantirá la presenda
constante en la Cámara (con el mismo título popular que
los demas miembros) de un tan gran número de las pri-
meras intelijencias del pais, que, sin formar banda aparte
ni estar investida de una prerogativa odiosa, esta porcion
de la representacion tendrá una influencia personal mu-
cho mas grande que su fuerza numérica y suministrarú
de la manera mas perfecta el centro de resistencia moral
necesaria. Una segunda Cámara no es pues indispensable
para conseguir este objeto; ella no conducirá a él, y aun
podría ser un obstáculo. Sin embargo, si por las razones
que mas arriba he espuesto, se juzgase necesaria una
segunda Cámara, ella deberia componerse de elementos,
HO precisamente hostiles a los intereses de clase de la
mayoria, sino inclinados a luchar contra estos intereses
y capaces de levantarse con autoridad contra los errores
y las debilidades del mayor nÚmel'O.


Evidentemente) estas condiciones no se encuentran en
un cuerpo constituido como nuestra C:lmara de lores.
Desde el momento en que el rango convencional y las
riquezas individuales no intimidan ya a la democracia,
una Cámara de lores viene a ser insignificante.


De todos los principios segun los cuales se puede cons-
tituir un cuerpo sábiamente conservador, destinado a
moderar y reglar el ascendiente democrático, me parece
que el mejor es el que hallÍa servido de base al Senado
romano, cuerpo el mas prudente y mas sagaz que haya
jamas administrado los negocios públicos. Los defectos de
una asamblea democrática que representa al público en
eneral, son los def8ctos del público mismo: la falta de


educacion especial y de saber. Lo que se necesita para
poner remedio a esto, es asociarle un cuerpo cUJos rasgos
característicos serian la educacion especial y el saber. Si




una Cámara representa el sentimiento popular, la otra
deberia representar el mérito personal, probado y gat'an-
tido por servicios públicos reales, y fortificado por la es-
periencia práctica. Si la una es la Cámara del pueblo, la
otra deberia ser la Cámara de los hombres de Estado, un
consejo compuesto de todos los hombres públicos que han
ocupado cargos o funciones polfticas importantes. Una
Cámara semejante podria ser mucho mas que un cuerpo
simplemente moderador. Este no seria solamente un f['e-
no, sino una fuerza impulsiva. Allí, el poder de contener
al pueblo perteneceria a los hombres mas capaces y en
jenerallos mas deseosos de hacerlo adelantar en toda di-
reccion útil. El consejo a quien se confiase la mision de
rectificar los errores del pueblo no representaría una clase
sospechosa de antipatia por los intereses del pueblo, sino
que se compondria de sus jefes naturales en la via del
progreso. Ningun otro modo de constituir una segunda
Cámara lograria dar tanto peso y eficacia a su funcion
moderadora. Sea cual fuese la suma de mal que pudie:::e
impedir, sería imposible desacreditar como un puro obs-
táculo a un cuerpt\ que seria siempre el primero en favo-
recer el progreso.


Si un Senado ':WXQ0>~~"Q..t<!. l>~¿'';''~'i>~ 'OWv~u\raT lugar en
Inglaterra (apenas es necesario decir que esta' es un't
mera hipótesis), podria componerse de los elementos si-
guientes:-Todos los que fueran o hubiesen sido miem-
bros de la comision lejislativa descrita en uno de los capi-
tulas precedentes, 'Y que considero como un elemento
indispensable de un gobierno popular bien constituido-
todos los que fuesen o hubiesen sido prjmB:o~ jUBc~s, ,u
presidentes de una de las cortes superiores, Cl~ll o ?nmI-
nal-todos los que durante cinco afias hayan SIdo SImples
jueces-todos los que hayan sido ministros durante dos




- 260 -


años; pero éstos podrian tambien entl"ar a la Cámara de
los Comunes, y si eran miembros de ella, su paria o dere-<
eho senatorial, qlledaria en suspenso. La condicion de
tiempo es necesaria, a fin de impedir que se nombre mi-
nistros a ciertos hombres para darles un asiento en el
Senado, y he hablado de dos años para que el mismo
término que les da derecho ~ una pension, pueda di¡rselo
a una Senaduría-todos los que hubiesen ejercido la fun-
cían de comandante en jefe, y todos los que hab~endo
mandado un ejército o una flota, hubiesen sido honrados
con espresiones de gratitud p'-'r el parlamento por un su-
ceso militar o naval-todos los que hubiesen llenado du-
r:mte diez años un empleo diplomático de primera c1ase-
tonos los que hubiesen sido gobernadores de la India o de
la América inglesa, y todos los que hubiesen tenido du-
rante diez afias un gobierno en alguna colonia. El servicio
eivil permanente seria tambien representado; se nombra-
ria senadores a todos los que dnrante diez años }¡ ubiesen
llenado las fUIlc10nes importantes de snbsecret:nios de la
Tesoreria, de subsecretarios de Estado permanentes, u
otras funcior es igualmente elevadas y responsables. Sola-
mente funclOnes legales, políticas, militares o navales po-
rlrian dar derecho a la dignidad de Senador. La distincion
l~ientifica y literaria es demasiado indefinida y demasiado
,;ujeta a discusion; ella implica un poder de seleccion,
mi.eJltras las otras cualidades hablan por sí mismas. Si
los escritos que han hecho la reputacíon de un homhre
no tocan a la política, no prueban que ese hombre tenga
las cualidades requeridas; mientras que si son escrüos
políticos, los diferentes ministerio!'; podrian inundar la Cá-
mara de instrumentos de partido.


Con los ant.ecedentes históricos de la Inglaterra, es casi
cinto que a menos de una suln'ersion violenta de la cons-




- 2M -
titllcicrn aClllal (cosa poco proballle) no se podría crear
una segunda cúmara sino edificándola sobre los cimientos
de la camara de los lores. Es fuera de cuestion pensar sé-
1'iamente en abolir esa asamblea, para reemplazarla por
uu senado como el que acabo de bosquejar -o por algun
otro. Pero no podría haber la mi~ma dificultad insupera- ,
hle en fundir en la asamblea aetual las cla~es o las cate-
gorias que se acaban de enumerar, en calidad de pares
vi talicios.


Una medida ulterior y tal vez necesaria en este snpues-
to, ~el'ia que la p[\ria hereditaria fuese representada en
la cámara por diputados en lugar de funcionar en ella
personalmente: custumhre ya establecida respecto de los
pares de Escocia y de Irlanda y que probablemente llegará
a ger inevitable un día n otro, simplemente por el aumen-
to de la úrden. Sirvi(md(¡se del plan de M. Hare, fácilmente
se podria impedIr a los pares representantes de represen-
tar esclusivameute el partido que tiene la mayol'ia entre
los pares. Si por ejemplo se cowediese un representante
por diez pares, c;¡da grupo de diez podria ~er admitido a
plejir¡¡e un repl esentante, y los pares podrian ser libres
de agI'Uparse a este efecto, como bien Jes pareciese. Hé
aquí como podria procederse para la eJeccion: se exijiría
ele todos los pares que fuesen candidatos para la represen-
tacion ele su órden, qlle se declal'élsen tales y pusiesen sus
nombres en una lista. Se designaria el dia y el lugar en
(lU~ todos los pares deseosos de votar deberian halla!,se
presentes, sea personalmente, sea pOI' procuraríon. segun
la costumhre parlamentaria; se recojerian los votos; no
YO tanda cada par sino por un candidato, todo candidato
que reuniese diez yotos se declarari3 nomln'ado.


Si un candidato tenia mas de diez votos, todos ¡(lS ell'c-
tores, con eSCclx,ion de diez, podrian i etirar sus votos, o




- 2G2-
hien se sacarían diez a la suer te. Estos diez votos forma-
l'ian un cuerpo de comitentes, y el esceso de aquellos que
11 ubiese votado por él seria libre de votar en favor de
algun otro. Se continuaria obrando así hasta que (tanto
como fuese posible), cada par presente en persona o por
procuraclon fuese representado. En el caso en que que-
dasen menos de diez de ellos no representados, se podria
permitirles, si el número se elevaba hasta cinco, elejir un
representante. Si eran menos de cinco, sus votos serian
perdido~, o bien se les permitiria inscribirlos en favor de
alguno ya nombrado. Con esta escepcion sola, y ella es
poco considerable, cada par representante representaria
diez miembros de la paria, todos los cuales, no solamente
habrian votado por él, sino que lo habrian elejido entre
todos los candidatos como aquel por quíen deseaban mas
ser representados. Como compensacíon por los pares que
no fueseu nombrados representantes de su órden, ellos
podrian ser elejidos para la cámara de los comunes: jus-
tieia que ahora se rehusa a los pares de Escocia y de Ir-
landa el! su propio pais, mientras que la mayoria de esta
paria tiene solo el derecho de ser representada en la cá-
mara de los lores.


Esta manera de formar un senado, no solamente es la
mejor en sí, sino aquella en cuyo favor hablan mas alto,
tanto los precedentes históricos, como brillantes sucesos
actuales.


No es este sin embargo el único plan que se puede pro-
poner. Otro modo de formar una segunda cámara, seria
hacerla elejir por la p' imeraJ con condicion sin embargó
de que ella no nombraría a ninguno de sus propios miem-
bros. Una asamblea semejante emanando, con escepciOIl
de un grauo, ae la eleccion popular, como el senado ame-
ricano, no se mirada como contraria a las iDstitucione~




- 2G3-


úemocráticas, y adquiriría llrobablemente una inf1nencb
popular consiJerable, Asi nombrada, no seria siquiem
probable que pudiese es citar los celos de la cámal'a po-
pular, o entrar en colision con ella, Ademas, ee estaria
casi seguro (tomadas todas las precaucion8s para q1le la
minoría fuese representada) que la segunda cámara con-
tendria un gran número de esos hombres altamente
capaces, que, por accidente o por falta de cualidades
hrillantes, no 11 ubiesen querido solicitar o no hubiesen
podido obtener los sufl'ajios de comitentes populares.


La mejor constitucion de una segunda cámara, es la
IIue comprende el mayor número posible de elementos
exentos de los intereses ue clase y de las preocupaciones'
de la mayoria, pero sin tener nada de ofensivo al senti-
miento democrático. Repito sin embargo, que no es po-
sible fiarse absolutamente en una segunda cámara, sea
cual fuere, para mOllerar el ascendiente de la mayoría.
El carácter de un gohierno representativo es determinado
por la consLitucioll de la cúmal'a popular. Comparadas a
estas, todas las otras cuestiones relativas a la forma del
gohipl'Ilo son insignificantes.




CAPI'ITLO XIV.


Sería fuera de lugar disentir en este twtado la cuestiol1
de s:1ber en cuantos departamentos o ramas pueden divi-
rlll'se mas ventaj0samente los asuntos ejecutivos del go-
Jlierno. Bajo este respecto las necesidades de los diversos
gobiernos son diferentes, y no es probable que se cometan
grandes equivocaciones en la clasificacíon de los servicios,
si los hombres están dispuestos a ~ornellzar por el prin-
cipio yana considerarse como ligados por la serie de
aecidentes que, en un gobie:rno viejo cumo el nuestro, ha
producido la division actual de los negocios públicos.


Basta decir que la clasificacion de los funcionarios de-
heria corresponder a la de las materias, y que no debe-
ria haber muchos departamentos independientes unos de
otros, para víjilar las diferentes partes de un mismo todo,
como habia recientemente en nuestra administracion mi-
litar, y hai todavia hoj, aunque en un grado menor.
Cuando se tr'ata de un solo objeto (tal por ejemplo como
tener un fuerte ejército) una sola autoridad debería estar
encargada de este cuidado. El conjuntu de los medios




dirijidos a un mi~mo fin debel'ia estar uajo una sola y
misma inspeccion y bajo una mism,-, y sola responsabili':
dad. Si están divididos entre autoridades independientes,
los medios vienen a ser fines para cada una de esas auto-
ridades, y ya no es el asunto de nadie, sino del jefe del
gobierno (que probablemente no tiene ninguna esperien-
cia de la cosa dada) perseguir el verdadero fin. Las dife-
rentes clases de medios no son combinados en conjunto y
adaptados los unos a los otros bajo la direceion de una
idea principal; y mientras cada departamento está consa-
grado todo entero a las necesidades, sin ocuparse de los
otros departamentos ni de sus necesidades, el conjunto,
€l fin de la operacion, es sacrificado a la operacion misma.


En principio, toda funcion ejecuti va, superior o subal-
terna, deberia S€r el deber de un solo in di viduo. Se veria
€ntonces claramente quien hace la cosa, y quien comete
cada falta, cada neglijencia: la responsabilidad es nula
cuanuo nadie sabe quien es responsable, y aun cuando
llega a ser real, no puede ser dividida sin debilitarla.
Para que permanezca siendo lo que debe ser} es preciso
que no liaya sino una sola perflona que recoja todo el
honor de lo que se hace bien, o que sufra todo el vituIJe-
rio de lo que ha sido mal hecho. Hai sin embargo dos
maneras de dividir la responsabilidad: la una que no
hace sino debilitarla, la oLra que la d!'lstruye completa-
mente, cuando es necesario el concurso de mas de nn
funcionario para el mismo acto. Cada uno carga con el
peso de una verdadera respons"bilidadj si el acto ha sido


, mal her,ho, ninguno puede decir que no lo ha hecho, ha
participado de él como se participa de un crímenjsi hai
en esto erímen legal, todos pueden ser castigados legal-
mente, y su castigo no debe ser menos severo que si no
hubiese mas que una persona culpable. Pero no sucede


GOD· REP. 12




- 266 -


]0 mismo con las penas ni con las recompensas de la opi-
nIOU: estas se disminuyen siempre cuando se las divide.
Cuando no hai crimen legal definido, corrupcion, malver-
sacian, sino. simple error o imprudencIa o lo que puede
pasar por tal, cualquiera q ne ha tenido parte en ello baIla
una escusa a sus propios ojos y a los del mundo en el
solo hecho de que otras personas han obrado con el con-
juntamente. La improhidad misma es una de las cosas de
que los hombres se consideran absueltos, si lós que de
hieran haber resistido y hacer reprensiones no las han
hecho, muclw mas si han dado su C!Jnsentimiento formal.


Sin embargo, en este caso, aunque la l'esponsabilidad sé
debili te, hai siempre responsabilidad; cada uno de los que
están Implicados en el negocio ha consentido en el acto y
ha tomado parte en él segun su capacidad individual.
Las cosas son llludlO peo~'es, cuando el acto mismo es
solamente el-hecho de la mayoría - de un consejo qne
delibera a puerta cerrada, sin que nadie sepa, ni tenga
ocaúon de saber, escepto en un caso est1'81110, si UlI miem-
bro ha votado en pro o en contra del acLo. La responsabi-
lidad en este caso no existe sino en el nombre. «Los COll-
sejos, ha dicho espiritualmente Bentham, son abrigos.»
Lo que hace el consejo no es el hecho de naute, y nauie
puede ser responsable d,~ ello. La replltacion misma del
consejo no sufre sino en su carácter colectivo, y un
miembro no se afecta de esb sino en cuanto se incline a
identificar su propio valor con el del cuerpo; sentimienlo
mui fuerte con frecuencia cuando el cuerpo es permanell-
te y el individuo está ligado a él, valga lo que valiere;
pero las flucLllacioncs de una carrel'H ofil:ial 1Il0Uel'llCl no
dan tiempo a que se forme semejante espírüa de cuerpo;
y si este espíritu existe, no es sino en las oscuras filas de
los ~ubordinados permanentes. Luego los consejos no son




- 2ti7 -


un instrumento conveniente para la tarea ejecutiva, y no
se puede con fiársela sino cuando por otras razones seria
todavia peor dar a un ministro pleno poder y plena liber-
tad de oLrar.


Por otra parte, hai una máxima de esperiencia que dice
que la sabiduría se encuentra en la multitud de los con-
sejeros, y que raras veces juzga un hombre bien de sus
propios intereses, y menos todavia de los del público,
cuando tiene la costumbre de no hacer uso sino de su
propio sabel' o del de un solo consejero. No hai necesaria-
mente incompatibilidad entre este principio y el otro; es
fácil dar el poder real y la completa responsabilidad a uno
solo, dándole, si hai necesidad, consejeros de los cuales
cada uno no sea responsable sino de la opinion que emita.


En ]meral, el jefe de un departamento del poder ejecu-
tivo es un hombre puramente político. Puede ser un buen
poli tic:) y un homlJl'e de mérito, y si no es así, el gobier-
!lO es malo. Pero S11 talento jeneral y el conocimiento de
los intereses jenerales del pais qne debería poseer, no se
ltallan acompaIlados, sino accidentalmente, de un cono-
cimiento igual, que pouemvs Hamar profesional, ud de-
partalllento de que está destinado a ser jefe. Es pues pn'-
ciso proveerle de consejer-os profesionales. Cuando la
esperiencia y los conocimientos bastan, cuanuo las cuali-
dades requerirlas en un consejel'O profesional pueui'll
encontrarse todas en ul1solo individuo bien escojido (lo
que succde por ejemplo cuando se trata de un juriscon-
sulto), semejante pelsona es touo lo que se necesita para
las miras y direcciones superiorcs, con un estado llJayOl'
de oficiales para la ciencia de los pormenol es. Pero por 10
comun no basla que el ministro consulte una persona
competente, o que siga i;llplícitamente el parecer de tal
yersona, cuando él mismo no conoce la materia. Con fre~




eueneía, es nece~ario que escuche, no ocasionalmente
sino habitualmente, varias opiniones, y que se ilust.re po
las discusiones dé un cuerpo de consejeros. Esto es estrie
tamente necesario para los negocios militares y navales
Por consiguiente, los ministros de la gueITa y de la ma
rina, y probablemente muchos otros, deberían ser ausi
liados por un consejo compuesto, al menos para los do
departamentos, de hombres capaces y dotados de un:
grande esperiencia profesional. Los consejos deberían se
permanentes, a fin de reunir los hombres mas capaces
bajo todos los cambios de administracion.


Quiero decir con esto que no 4-eberian, como los 10m
del almirantazgo, dimitir sus funciones al mismo tiempl
que el ministerio que los ha nombrado; pero es buenl
que los que han sido escojidos para posiciones eltvadas
que 110 han sido llamados a ellaf:; por el derecho de un:
promocion jerárq-uiea, no ocupen estos puestos sino po
un tiempo determinado, a menos que sean objeto de un;
segunda eleccion; lo que se hace ahora con los nombra
mientos en el estado mayor del ejército ingles. De est,
manera, no haciéndose los nombramientos por la vida
son objeto de menos intrigas; al mismo tiempo este es ur
medio de apartar sin afrenta a personas que no merecer
que se fije en ellas la alencion y de nombrar a los alta-
mente merecedores de ella, menos antiguos, que jama!
serian nombrados si fuese necesario aguardar muertes (
dimisiones voluntarias.


Los consejos serian simplemente consultivos en el sen·
tido de que la decision final se tomaria por el ministre
mismo y por él solo; pero los consejeros no deberian S61
considerados ni mirarEe ellos mismos como ceros, o come
susceptibles de ser reducidos a este papel al grado del
ministro. Los consejeros de un hombre poderoso y t~lve¡




- 269 -


imperioso deberian hallarse en condiciones tales, que les
fuese imposiJ,le, honorablemente, nú espresar una opí-
nion, y que fuese imposible a este hombre no escuchar
y examinar sus recomendaciones, adóptelas o no. Precisa-
mente, en la constitucion del consejo del gobernador jene-
ral y de los consE'jos de presidencia de la India, se encuen-
tra un modelo de las relaciones que deberian existir entre
un jefe y consejeros de esta especie.


Estos consejos son compuestos de personas que tienen
un conocimiento profesional de los negocios de la India,
conocimiento que falta ordinariamente al gobierno jeneral
y a 108 demas, y que no seria necesario exijir de ellos. Es
bien entendido en principio, que cada miembro del con-
sejo debe espresar su opmion; una simple aquiescencia en
la mayor parte de los casos. Pero si hai diferentes modos
de pensar, todos los miembros tienen la libertad y la
costumbre invariable de esponer los motivos de su opi-
nion. El gohernador jeneral o gobernador hace lo mismo.
En los casos ordinarios, se adopta la decision por la ma-
yoria: luego el consejo tiene una parte real en el gobierno.
Pero si el gobernador jenet'al o gobernador lo juzga con-
veniente, puede prescindir de la opinion, aunque sea
unánime, del consejo, esponiendo los motivos. Resulta de
aquí que el jefe es individual y realmente responsable de
todos los actos del gobierno. Los miembros del conlil'.Í0 no
tiel)en sino la respünsabilidad de consejeros. Pero se sabe
siempre por documentos que pueden producirse y se pro-
ducen siempre) si el parlamento o la opinion pública lo
exije, lo que cada uno ba aconsejado, y qué motivos ha.
darlo en apoyo de su opinion.


Al mismo tiempo, gracias a su posicion elevada y a su
participacion ostensible en todos los actos del gobierno,
los consejeros tienen razones casi tan fuertes para consa-




- 2j'(J -


grarse a los negocios públicos, y para espresar una apiníon
debidamente madurada sobre t0dos los ramos del gobierno,
Gomo si ellos cargasen con toda la responsabilidad.


Esta manera de conducir los mas altos negocios admi-
nistrativos es de los ejemplos mas felices de la apropiacion
de los medios al fin; y la historia política, que hasta ahora
!la ha sido muí fértil en obras de habilidad y de combi-
nacion, no ofrece muchos otros. Es una de las adquisicio-
Iles con que el "ate político se ha enriqu0cido por el
gobierno de la compaIiia de las Indias: y 10 mismo que la
mayor parte de las sábias combinaciones que han conser-
vado la India a este pais, lo mismo que todo lo que esa
cOlllpaIiia ha producido de buen gobierno-en circuns-
tancias y con materiales que hacrn de ello un objeto de
asombro-este progreso está destinado a perecer en 81
holocausto jeneral que parece aguardar a todas las tradi-
ciones del gobierno indio, !lesue que se las ha puesto a
merced de la ignorancia pública y de la vanidad presun-
tuosa de los hombres políticos.


Ya se clama por la abolicion de los consejos, tratándolos
de rueda supérflua y onerj)sa en el mecanismo del gobier-
no, mientras que hace largo tiempo se solicita, y con
probabilidades de suceso siempre crecientes, la abroga-
ciondel servicio civil profesional, servicio que forma los
miembros de estos consejos y que puede solo garantir su
valor.


Es un pl incipio mui importante de buen gobierno en
una cOllstitucion popular, que ningun funcionario ejecu-
tivo sea nombrado por eleccion, sea del pueblo mismo,
sea de sus representantes. Gobernar es una obra delicada
de un cabo al otro: las cLnlirlades neceslrias para de sem-
peñarla bien, son cualidades especiales y profesionales de
'1,ue no pueden juzgar bien sino las pcrs onas mismas que




- 271 -


estún dotadas de ellas hasta un cierto punto, o que Lienen
de ellas una esperíencia práctica.


Encontrar las personas mas capace~ de llenar las fun-
ciones públicas-no simplemente escojiendo las mejores
entre las que se pr~sentan, sino buscando las mejores en
el sentido allsoln to de la palabra y tomando noticia de
todas las personas capaces que haya, a fin de poder eIl-
contré:rlas, si 8S necesario,-es una tarca mui penosa y
que exije un discernimiento tan sutil como concieI~zudo.
y como en jeneral no hai deber público tan mal cumplido
como este, es aquel en que tS mas importante imponer la
mas fuerte dúsis posible de responsabilidad personal; con-
Ylene hacer de él una obligacion especial de los mas altos
funcionarios de todos los departamentos. Todos los fun-
cionarios públicos subordinados que no son nombrados
segun un exámen público, deberian serlo por el ministro
que fuese su superior, siendo éste directamente responsa-
ble de su eJeccion. Naturalmente, el primer ministro es-
cojerá todos los otros ministros, y él mismo, aunque
escojirlo de hecho por el parlamento, seria, bajo un go-
bierno real, nombrado ofiúaJmente por la corona.


El funcionario que nombra deberia ser la sola persona
que tuviese poder de destituir a un funcionario subordi-
nado sujeto a destitucion; cosa que la mayor parte del
tiempo no debe ser, sino en el caso de mala conducta per-
sonal. En efecto, no paede esperarse que las personas que
tratan todos los pormenores de los negocios publicos y
cuyas cualidades son mucho mas importantes para el pú-
blico que las del ministro mismo, se consagrarán a su
profesion y tratarán de adquirir el srlber y'Ja habilidad en
los cuales debe con frecuencia el ministro colocar su en-
tera confianza, si se les ha de poder poner en la puerta,
olQ haber cometido ninguna falta, únicamente porque el




mÜlislro quiere dar el empleo a algun otro, sea por cár-
culo político, sea por razunes que le son personales, .


El principio que condena el nombramiento de los fun-
cionarios eJecu~ivos por el sufrajio popular, ¿deberia tener
una escepdon, en un gobierno republicano, en favor de!
jefe del ejecutivo? La regla que, en la conslitucion ameri-
cana, quiere que el presidente sea nomhrado cada cuatro
aflOS por el pueblo todo, ¿es una buena regla? La cuestion
no carece de dificultad. Sin duda alguna, en un pais como
la América, en donde la monarquía no puede revivir, hai
cierta ventaja en hacer al primer mini"tro constitucional-
mente independiente del cuerpo lejislativo r y que las dos
grandes ramas del gobierno (las cuales son igualm¿nte
populares en cuanto al oríjen y la responsabilidad) se-
contengan realmente la una a la otra. Este plan está en
concordancia con el cuidado celoso que tienen los ameri-
canos en evitar"la con{:entracion de grandes masas de po-
der en las mismas manos. Pero se paga esta ventaja por
mas de lo que vale1'- Parece mucho mejor que el primer
majistrado en una república sea nombrado abiertamente.
como en una monarquia l() es virtualmente el primer mi·
nistro, por el cuerpo repFesentativo. Desde luego, hai
desde pste momento certidumbre de qúe será un hombre'
mas eminente. Si las cosas Sp hiciesen de este modo. el
partido que tuviese la mayoria en el parlamento nombra-
ria en jeneral a su propio jefe, que siempre es uno de los
hombres políticos mas importantes y con frecuencia el
primero de todos, entre tanto que el presidente de . los
Estados UniJos, desde que el último sobreviviente Jo
los fundadores de la independencia desapareció de la esce-
na, es siempre, o un hombre oscuro o nno que ha adqui-
Tido su replltacion por otra ,'osa que ocupánduse en la
llolítica. Y esto, como ya lo he observado, no es Ull acci·




273 --


dente, síno el efecto natural de la situacion. Los hombres
eminentes de 1m partido no son sus candidatos mas útiles
para una elecci0n en que todo el pais debe tomar parte.
Todos los hombl'es emÍnentes tienen enemigos personales,
o bien han hecho alguna cosa o al menos profesado algu-
na opinion que desagrada a una gran parte de la cómuni-
dad, y que probablemente disminuida mucho el númef()
de votos en su favor; mientras que un hompre sin ante-
cedentes, de quien nada se sabe sino que profesa Jase
opiniones del partido, rennirá fácilmente todos los votos
de ese partido. Otra consideraciou importante es el gran
peligro de maniobras electorales incesantes. Cuando una
vez cada cuatro años se ha de conferir la mas alta dignidad
del Estado por eleccion popular, el tiempo que correen el
intérvalo se emplea en 10 que es implícitamente una cáha-
la. El presidente, los ministros, los jefes de partido y todos
sus partidarios, son fabricantes de eleccion. En materia de
políLica, todo el país no se ocupa sino de meras personali-
dades; toda cuestjon pública se discute, se decide, menos
en consideracion de su mérito que del efecto que produci-
rá sobre la eleccion de presidente. Si se hubiese buscado
un sistema para hacer del espíritu de partido el principio
de aceion dominante en todos los negocios públicos, y para
crear un motivo no solamente para convertir toda cuestion
en cuestíon de partido, SJllO tambien para su~citar cues-
tiones a fin de poder fundar sobre ellas partidos ... habria
sido difícil de hallar un medio mejor para loglar este fin.


No allrmaré que siempre y en tod<Js p<Jl'teR seria de
desear que el jefe del ejecutivo dependiese de los votos
de una asamblea representativa) como depende el primel'
ministro en Inglaterra sin ningun inconveniente. Si se
Juzgase que era mejor evitar esto, el ministro p"dria
(aunque nombrado por el parlamento) conservar sus fun-




- 274 -


ciones durante nn l"pso de tiempo determinado, indepen-
[liente de un voto parhlmen tario, lo que seria el sistema
americano, menos la eleccion popular y sus males. Ilai
otro modo de hacer al jefe de la administl'acion tan inde-
pendiente como es posible de la lejislatura, sin perjudicar
a las condiciones esenciales de un gobierno libre. Jamas
dependeria indehidamente de un vuto parlamentario, si
tuviese el poder que de hecho posee el primer ministro
ingle" de disolyel' la ü\mara y apebr al pueblo; si en vez
de ser revocado de sus funciones por un voto hostil, no
1'IHliese set' redncido por ese voto sino a la alternati va de
dar su dísimisioll o disoher la Cümara.


Me par(!ce deseable que el primer ministro posea el po-
der de disolver el parlamento, aun bajo un sistema
en que esté segllro de con¡;ervar su puesto durante un pe-
ríodo determinado. En política no deberia haber dédalos
posibles, es de1:ir, conflicto entre un presidente y unaasam-
blea, en que estuvieseu frente a frente durante un lapso de
tiempo dado (de muchos años tal vez) sin poder desembara-
zarse uno de otro. Para atravesar una de esas crisis, sin
que de uno ni otro lado se recmriese a un golpe de estado,
seria necesario que el amor a la libertad y el hábito del
imperio sobre sí mismo estuviesen combinados en un
pueblo en un grado que hasta ahora se ha encontrado
raras vj>ees; y aun cuando se hubiesen tomado precau-
donés contra ese estremo, suponer que las dos autorida-
des no se paralizarán la una a la otra, es creer que la vida
pohtica del pais será siempre gobernada por un espÍl'üu
(te tolerancia mútua y de compromi~o, que no puedan
turbar ni las pasiones ni las escitaciones ma~ vivas de
partido. Puede existir semejante e~piritu; pero es impru-
dente, aun existiendo, ponerlo a tan dura prneba.


Es de desear pOI' otras razones, que un poder en el Es-




- 275 ---


fado (que no puede gel' sino el ejecutivo) tenga plena T
entera libertad de convocar un nuevo parlamento. Cuan-
do no se sabe pu ramente cual de los dos partidos opuestos
es el mas fuerte, es importante que exista un medio cons-
titucional de formal' juicio sobre ello. Mientras perma-
llezca dudoso, ninguna otra materia política tiene proha-
hilidad de ser tratada de una manera conveniente; un
intervalo semejante es por lo jeneral un interregno para
todos los proyectos de mejora lejislativa y administrativa,
no tenienr]o ningun partido bastante confianza en su fuer-
za para intentar cosas capaces de provocar la oposicioIl
de algun individuo colectivo o privado, que tiene una
intluencia directa en la lucha pendiente.


No he tomado en consideracion el caso en que un gr,m
poder centralizado entre las manos del primer majistrado
y el insuficiente amor del pueblo a las instituciones libres,
diesen a este majistrado oca810n de salir triunfante en
una tentativa para destl'lllr la constituciou y usurpar el
poder.


En donde tal peligro existe, no debe haber primer ma·
jistrado a quien el parlamento no pueda reducir, con Nn"
solo voto) a la condicion de hombre privado. En un estado·
de cosas en que esta falta de fé no es imposible, esta pre-
rogativa del parlamento, por enorme que parezca, no es
sino una débil garantia.


De todos los funcionarios del gobierno que seria mas
perjudicial que fuesen nombrados por el sufrajio popular,
los primeros son los jueces. Al mism0 tiempo que el pue-
blo es incompetente para apreciar sus cualidades especia-
les y profesionales, no hai funcionarios en quienes sea de
mayor importancia una imparcialidad absoluta, y la au-
sencia completa dl~ alianzas con Jos hombres políticos o
cun acciones de partido. Algunos pensadores opinan, Ben.




- 276 -
thum entre otros, que aunque no conviene :.plicar a lo:
jueces la eleccioll popular, los habitantes de su distritl
deberian poder destituirlos de su cargo, despues de ha
}lerlos probado suficientemente. No puede negars~ qUl
sea en sí misma un mal la inamovibilidau de un funcio
nario público a quien se confian grandes intereses.


De mnguna manera es de dcsca:-se que no haya medi«
de desembarazarse de un juez inicuo o ignorante silll
cOlldur,iélldolo a responder ante una corte de justicia cri
minal: de ningllll modo es deslla])le que un funcionari<
de quien dependen tantas cosas, se sie;lta libre de tod~
l'e::ponsabilidad, escepto para con la opinion y su propü
COllClent::1a. Sin embargo, se trata de saber si, en la posi.
cioL particular de un juez y suponiendo que se hayar
adoptado todas las p!'ccauciones para que el nombramien·
to se haga honradamente, la irresponsabilidad (escept(
respecto de la conciencia pública y de la suya propia) nc
tiene en suma menos tend~ncül a pervertir la conducta,
que la responsabilida.l para con el gobierno o para con UD
voto popular.


1.\ ucno \,iCIllpO há que \30 esperiellcia ha decidido h
cuestion en el sentido afirmativo, por lo que respecta a lé:
responsabilidad para con el ejecutivo; y la cosa es de
mismo modo evidente cuando se trata de imponer la Jes
ponsalJilidad para con el sufrajio de los electores. Entrl
las buenas cualidades del pueblo como elector no figurar
las que son parUculal'mente necesarias para un juez, 1:
calma y la imparcialidad: felizmente, estas no son la:
cualidades necesarias para esa intervencion del sUÍI'ajic
popular que es esencial a la lihertad.


La justicia, aunque sea una cualidad necesaria a todm
lo~ seres humanos y por consiguiente a los electores, D(
es el motivo que tlei'Íde de una eleccíon popular. La justi




~ 27'7 -


cia y la imparcialidad son tan poco necesarias para nom·
brar un miembro del parlamento, como pueden serlo en
una transaccion humana. Los electores no tienen que dar
una cosa a que cada candidato tenga derecho, ni que juz-
gar de los intereses jenerales de los competiJores; lo que
tienen que hacer es declarar cuál posee su confianza per-
sonal o representa mejor sus convicciones políticas. ['n
juez está obligado a ~ratar a su amigo político o a la per-
sona a quien mejor conoce, exactamente como trata a los
demas. Pero si un elector obrase así, cometeria un olvido
de su deber. No se puede tomar por base de un argumen-
to el buen efecto que la jurisdiccion moral de la opinion
produce sobre los jueces como sobre los demas funciona-
rios: porque aun bajo este respecto lo que ejerce realmen-
te una censura útil sobre las acciones del juez, cuando
es digno de su puesto, no es (salvo en ciertas cosas pú-
blicas) la opinion de la comunidad en jeneral, sino el pú-
blico que puede apreciar debidamente su conducta y sus
cualidades, a saber: el cuerpo de abogados de su propia
corte. No se debe imajinar que veo como poco importante
la participacion del público jeneral en la administracion
de la justicia. Esto es al contrario de la mayor importan-
cia; pero ¿de qué manera? Cuando el público ejerce, a
título de jurado, una parte de las funciones judiciarias.
Este es uno de los casos mui raros en política, en que vale
mas que los hombres obren directa y personalmente que
por medio de representantes; es casi el solo caso, en que
los errores que puede cometer UDa persona revestida de
la autoridad, son mas soportables que las consecuencias de
un sistema en que ella fuese responsable de sus errores.


Si un juez pudiese ser destituido de sus funciones, por
un voto popular, el primer individuo deseoso de suplan-
tarlo encontraría UD motivo de destitucion en todas sus




- 278-


'sentencias: apelaria de ellas a una opinion publica tola!-
mente incompetente, sea por no haber oido la causa, sea
por no haberla oído con las pt'ecauciones y la imparciali-
dad que corresponden a oidos judiciarios; e¡;citaria la
:paslou"y las \?"~{)eu\?,I.(:i{)"~",, lI{)\?u\\\.,,~s, ~\, Q{)\\Ü~~,,"\""\~\\,
y se esforzaría en hact'rlas nacer en donde no existiesen.
f esto (o fIaría con completo suceso, si la causa era inte'
resante y se tomase el trabajo requerido, a menos que el
jiuez o sus amigos clescenuiefen a la arena e hiciesen
por un lado apelaciones igualmente poderosas. Los jueces
acabarian por sentir que sus cargos esLán en peligro,
siempre que pronuncian sobre una causa susceptible de
escitar el interes jeneral, y que es IDenos esencial para
ellos buscar la decísion mas justa que ~llscar la que seria
aplaudida por el público o que se prestaría menos a la
perfidia de las interpretaciones. Temo que 110 dejará de
comprenderse, que la costumbre estableeida por algunas
constituciones americanas nuevas o modificadas, de sorne·
t.er los j lleces a una reeleccíoIl popular periódica, es uno
de los ClTm'es mas peligrosos que haya Gornetido jamas la
democracia; y si el buen sentido prúctico, que jamas falta
al pueblo americano, no estuviese, segun se dice) a punto
de producir una reaccion provechosa a la verdad, se podria
mirar este error como el primer indicio de una democra-
cia que dejenera sensibiemente (1).


(1) He sabido sin embargo que en 108 Est~l(l(l" en que lo;; jueces son
elejidos, la cleceion no se hace en reali<lad por el pueblu, sino por lu,
jefes de parLi<lo, y que ~omo ningun elector piensa en \'utar pOI' utro
que por el canJiJato del partido, la persona nom braJa en cOllsecuencia
Be halla de ordina";o ser la qlle lwhia esco.iido el presidente (l UIl mi-
nistro de justicia. Asi, una mala costmnll1'e llmit:, y modifica otra; y ese
\íá\litll d~ '1otar ~n maBa bí\)() una 'banaera tle partitlo, que 1wce tanto
",,,1 en donde quiera que el derecho <le eleccioll pertenece al pueblo




2i9 -


En cuanto a ese cuerpo numeroso y considerable que
constituye :a fuerza permanente del servicio público; en
cuanto a esos hombres que no cambian con los cambios
políticos, sino que quedan para ayudar a cada ministro
con su esperiencia y sus tradiciones, para ilustrarlo con
su conocimiento de los negodos, para dirijir los pormeno-
res oficiales bajo su censura jeneral, esos hombres, en fin,
que forman la clase de los funcionarios públicos de profe-
sion, y que abrazan esa carrera como se abrazan las demas
mientras son jóvenes, con la espcranza de ascender en
ella gradualmente a medida que avancen en edad, es
inadmisible evidcntemente que puedan ser destituidos y
privadC's de todo el fruto de los servicios que han presta-
do hasta entonces, s:no por causa de mala conducta posi-
tiva, probada y séria. Por tanto, puesto que no fe puede
echar a un lado a esos funcionarios (escepto en el caso de
cu lpabilidad personal) sino concediéndoles una pension a
espensas del público, es de la mayor importancia que los
nombramientos sean bien hechos desde el principio: y
nos queda por examinar cuál es el mejor modo de alcan-
zar este objeto. _


Para los empleos, de menor importancia, no hai que
temer la falta de saber y de habilidad especial en los que
nombren; pero es preciso desconfiar de la parcialidad y
el interes privado o político. Los candidatos son nombra-
dos en jeneral mui jóvenes todavia, no como que hayan
aprendido, sino mas bien para que aprend:m su profesion;
la sola cosa por la cual pueda distinguir a los mas meri-
torios entre ellos, es el modo como han hecho los estudios


{'on .iIlRto títulu, e~te húbito, lligú, tiende a ,U::-nlilluir un TIlal mayor
toJuvia, en elcuso en que el funciunario que ,(, haya de elejir Jebiese
,er eS~t~ido no pOI' el pueblo, ~illO ¡,ara el pnc'.'¡o,




- 280-


~UP con¡;ti tu yen una educacion liberal: y esto puede reco-
nocerse sin dificultad, cnu tal que las personas encarga-
das de este cuidado se den ese trabajo y posean la impar-
-cialidad requeritla. No se puede aguardar razonablemente
,ambas CO:5as de un mini~tro, que debe referirse cntera-
mente a las recomendaciones y que, por desinteresado
-que sea en cuanto a sus deseos personales, no resistirá
jamas a las solicitudes de personas que pueden intlnil'
sobre su propia eleccion o cuyo apoyo político es impor-
tante para el ministerio a que pertenece. Es en virtud de
estas consideraciones que se ha introducido la costumbre
iÍe hacer sufrir a todos los candidatos para los primeros
noml¡ramientos un exámen püblico dirijido por personas
que no se ocupan de política y que son de la misma clase
y del mismo rango que los examinadores para las digni-
dades urli\"ersitarias. Pl'ObaLlemcnte este seria el mejor
sistema para tollos los golJiernosj pero bajo nuestro go~
hierno parlamentario, es el solo que ofrece una ocasion,
no diré para que los nombramientos se hagan honrada-
mente, sino para que no se hagan ks que son deshonro-
sos de una manera manifiesta y flagrante.


Es absolut.amente IlRcesario que los exámenes sean con-
-cursos, y que los empleos pertenezcan a los que salen
mejor del exámen. Un slmple exámen no escluye en jene-
ral sino a los que son abwlmamente ignorantes. Cuando
para un examinador se trata o de arruinar- el porvenir da
un individuo o de cumplir un deber público que en el
caso particular parece raras veces de grande importancia,
y cuando sabe que se le reprochará amargamente el haber
,arruinado al individuo, mientras que nadie sabrá si lla
cumplido su deber o no se 10 agradecerá ... el buen senti-
do natural triunfa, a menos que no sea un hombre de un
wmple poco comun. Cuando se ha flaqueado una vez, es




- 281 -


difídl DO ser arrastrado a flaquear de mas en mal, hasta
que el grado de fuerza requerida para pasar el exámen
llegue a ser una cosa casi despreciable.


En jeneral, en las universidades, los exámenes para loe
grados. son tan insignificantes y tan fáci;es de snfrir, como
50n sériof:\ y difíciles los exámenes para las dignidades.
Cuando no hai ningun motivo para esceder un cierto
mínimum, el mínimum llega a ser máximum; cada uno
toma la costumtrQ de no aspirar a mayor altura, y como
pn todas las cosas hai ciertos homb~es que no alcanzan
lodo lo que tienen en mira, hai muchos que) por poco
elevado que esté el objeto) no lo alcanzan. Cuando al con-
trario se dan los empleos a los candidatos superiores entre
todos los que se presentan, y que los de mayor capacidad
son escojidos entre los capaces, no solamente cada uno
tiene un estímulo para hacer lo mas que puede, sino que
la influencia de esta práctica se hace sentir en todos los
establecimientos en que se dispensa la educacion liberal.
Haber sumini~trado discípulos que han tenido gran su-
ceso en ese concurso, viene a ser para todo dueño de pen~
sion un objeto de ambicion y un medio de suceso, y DO
hai otro modo de que el Estado pueda hacer otro tanto
para ia mejora de los estudios en todo el pais. Aunque el
principio de los concursos para los empleos públicos no
!le haya introducido entre nosotros sino recientemente, y
aunque se haya desenvueHo bien imperfectamente, pues-
to que no se le vé funcionar de una manera completa sino
para el servicio de la India, este principio empieza ya a
producir un efecto sensible sobre los establecimientos de
educacion de clase media, a pesar de las dificultades na-
cidas del estado actual de la educacion en nuestro pais;
estado vergonzoso que estos concursos mismos han pues-
to en evidencia.


908. RU. 12'"




- 282 --


Tan lastimoso es el grado de instrnccÍon' medían[e el
cual un jóven obtiene de un ministro el derecho de pre-


, sentarse como candidato, que el concurso de semejantes
candidatos produce un resultado mas pobre que lo seria
el de un simple exámen. Porque nadie pensaria en poner
como condicion de un simple exámen tan poca cosa como
lo que basta a un jóven para aventajar a sus rivales. Por
esto se dice que de año en año el mérito de los candidatos
va disminuyendo, haciendo cada· .série de candidatos me-
nor esfuerzo, porque el resultado de los exámenes anterio-
res les ha demostrado que sus predecesores habrian podido
con menos esfuerzos alcanzar el fin a que han llegado.
Mitad por esta disminucion de esfuerzos, y mitad porque
aun en los exámenes para los cuales no es preciso un nom-
bramiento prévio, la ignorancia que se hace justicia re-
duce casi a nada el número de los concurrentes) ha suce-
dido que, aunque se hayan presentado siempre algunos
ejemplos de gran saber, el resto de los candidatos dichosos
no representa sino una dósis de saber muí mediocre; y
sabemos por los comisarios mismos que casi todos los que
han fallado, han debido su mal éxito a su ignorancia, no
de los ramos mas elevados de instruccion, sino de sus m~
humildes elementos:-la ortografia y la aritmética.


El clamor que algun0s órganos de la opinion siguen
levantando contra los concursos, hace frecuentemente,
siento decirlo, tan poco honor a la buena fé como al buen
tientido de los detractores. Se complacen algunas veces en
desnaturalizar el jénero de ignorancia que ocasiona el mal
:suceso de los concurrentes. Citan con énfasis las cuestio--
nes mas abstractas (1) que se hayan propuesto nunca,


(1) Sin embargo DO citan siempre las cuestiones mas abstraetas; por-
que, últimamente, en la cámara de los comnnes, un enemigo de los con-
cursos ha t.enido la candidez de citar una aérie de cuestiones C8S1




- 283-


pretendiendo que el sine qua 'I'Ion del suceso consiste en
respuestas irreprochables a todas las cuestiones. Empero,
en el hecho, dejar las cuestiones sin respuesta no es una
esclusion; mas resolverlas es un favor, una ventaja.


En seguida se nos pregunta si la especie de saber que
talo cual cuestion supone puede ser de algun U30 para el
candidato, despues que ha logrado su objeto. Hai grande
diferencia de opiniones cuando se trata de averiguar cuál
es la especie de saber que es útil. Existen personas (yen
este número se baIla un secretario de Estado vara los
negocios estranjeros) que consideran la ortngrafia como
un conocimiento inútil en un agregado de embajada, o en
un oficial de cualquiera oficina del gobierno.


Hai una cosa sobre la cual todos nuestros adversarios
parecen de acuerdo, y es que la cultura intelectual je1l8-
ral no es útil en sus funciones, sean cuales fuesen las
cosas que por otra parte puedan ser útiles en ellas. Si sin
embargo esta cultura jeneral es útil, como me atrevo a
creerlo, o si una educacion cualquiera es útil, se debe
hacer sufrir al candidato las pruebas propias para mos-
trar si posee o no esa educacion. Para asegurarse de que
ha sido bien educado, es preciso interrogarlo sobre las
cosas que sabrá probablemente, si ha sido bien educado,
aun cuando esas cosas no tuviesen una relacion dir~cta
con la funcíon para la cual va a ser nombrado. Los que
se oponen a que se les pregunte sobre los clásicos y las
matemáticas, en un pais en que lo que regularmente se
enseña son los clásicos y las matémáticas, ¿tendrán ellos
la bondad de decirnos sobre qué cosas deseau que se les
interrogue? Parece sin embargo que tanto se oponen a un
elementales sobre la áljebra, la historia y la jeogl'afia, para demostrar
qué suma exorbitante de eonoeÍmilmtos científicoli tenia n los comiomrio,\
la crueldad de exijir.




- 284-


exámen sobre estas cosas, eomo a un exitmen sobre cual-
quiera otra. Sí los comisarios-deseosos de abrir una puel"
ta de admision a Jos'que no han pasado por la 1 utina de una
escuela de g.ramática, o que compensan su poco conoci-
miento de lo que en ella se enseila por conocimientos IIlas
grandes sobre alguna otra cosa-favol'ecencon bolas blan·
cas el saber sobre toda otra materia de una utilidad real,
;.;(~ les reprocha igualmente. Nada contestará a sus adver·
sarios, sino la admi5ion lib.'e de la ignorancia completa.
~e nos dice con un aire de triunfo que ni Clive, ni


Wellington habrían podido sufrir la prueba obligatoria
para un aspirante a una escuela de cadetes injelllel'os.
Como si, porque Clive y Wellington no hacian lo que no
se les exijia, no hubiesen podido hacerlo en caso nece'la'
río. Si se quiere solamente con esto ensenarnos que eí!
posible ser un gran jene!'al sin saber esas cosas, sucede
lo mismo con muchas otras q]le son mui útiles a grandes
jenerales. Alejandro el Grande jamas hahia conocido las
reglas de VUllban, y J,dío Cé:Hl' no sabia el [¡'ances. Se
110S dice en seguida fIue los devoradores de libros, término
que se cree poder aplicar a cualquiera que se permite el
m;s lijero conocimien~o de los lihros, no son aventajados
en los ejercicios del cuel'po, y no tienen los hábitos de
('"balleros. Esta es una observacion que hacen con fre-
eUtmeia los ignorantes de condicion; pero piensen lo que
pensaren acerca de esto los ignorantes, lo cierto es que
ellos tampoeo lienen el monopolio de los hábüos elegan.
tes ni de la aetiviuad corporal que se les exija, en todo
aquello en que estas son necesarias, ademas de las cuali·
dades inteleetuales, y no en lugar de estas cualidades. Al
mismo tiempo, tengo de buena fuente que, en la escuela
militar de WiJolwich, los cadetes admitidos por concurso
son tan superiores hajo este respecto como bajo todOi lo»




- 285 -


demas a los que han sido admitidos segun el antiguo 5i~~
tema de no:::bramiento. Se me ha dicho que ellos apren-
den mas pronto la maniobra misma (laque debia espe·
rarso, porque una per~ona intelijente aprende mas pronto
que una estúpida) y que como conducta jeneral, ellos son
de tal modo superiores a sus predecesores, que los jefes
tIe la institucion aguardan con impaciencia el día en que
los últimos que quedan de las antiguas reliquias hayan
desaparecido de la escuela. Si esto es cierto, y es fácil
asegurarse de ello, se debe esperar que bien pronto no
oiriam(lj¡ uecir que la iguOIüucia es una cualidad preferi-
ble al saber para la profesion militar, ya fortiori para toda
profesion, o que toda buena cualidad, aun cuando ella no
dependa de una educacion liberal, debe ganar con no po-
seeda.


Aunque la primera admision a los empleos del gobierno
!'iea dividida por un coucurso, seria .imposible muchas
veces, que los ascensos ulteriores fuesen concedidos de la
misma manera, y p:wece conveniente que la promocion
sea concedida, como se hace hoi, segun un sistema misto
de antigüedad y de eleccion. Aquellos cuyos deberes DO
son sino una rutina} se elevarian por derecho de anti-
güedad al mas alto puesto a que puedan conducirlos se-
mejantes deberes; mientras que aquellos a quienes S6'
confian funciones de una importancia particular y qus
t'xijen ulla capacidad especial, serian ef;cojidos en el cuer-
po por el jefe del ministerio. Y en jeneral él lJará esta
eleccion honradamente, si los primeros nombramientos
lle han hecho por con'mrSOj porque con este sistema su
ministerio se compondrá en jeneral de intli viduos que sin
las relaciones oficiales habrían sido estl'al1OS a él. Si se
encuentra entre ellos un hombre por quien él profese al-
gun i!lleres j estt' accidente no se encontrará sino en casos




- 286-


en que se agregal'á a esta ventaja de simpatía una dósis
por lo menos igual de mérito real, tanto como pueda pro-
J)ado un exámen de iniciacion. Y a menos que haya un
motivo mui poderoso para flscamotar (job) estos nombra-
mientos, hai siempre uno poderoso para nombrar la per-
sona mas capaz: porque esta es la que jlresta a Sl~ jefe el
concurso mas t1-til) la que le ahorra mas trabajo y le
ayuda mejor a ganar ese renombre de habilidad adminis.
trativa que aumenta natural y particularmente el crédito
de un ministerio, aun cuando lo merezca mas bien por
sus subordinados que por él mismo.




CAPITULO XV,


De 108 cuerpos representativos locales.


Las autoridades locales no pueden desempeñar bien o
emprender con toda seguridad sino una pequeña porcion
de la tarea pública; y aun en nuestro gobierno) el menos
centralizado de Europa, la porcion lejislativa (al menos
del cuerpo gobernante) se ocupa demasiado en los nego-
cios locales, empleando el poder supremo del Estado en
cortar pequeños nudos que se debería poder desatar de
una manera mejor. La suma enorme de asuntos privados
que toma el tiempo del parlamento y que se apodera de
los pensamientos de sus miembros individuales, con detri-
mento de las grandes ocupaciones propias del gran consejo
de la nacían, es considerada por todos los que piensan y
observan como un mal sério, y lo que es peor, como un
mal que aumenta.


No vamos a discutir aquí a fondo la gran cuestion, que
de ningun modo es particular al gobierno representativo j
de los límites de la accion gubernamental. En otra parte (1)


(1) En el último capítulo del Tratado sobrf. la libertad, y de un modo
mas e.stenso, en el capitulo final de los Principios de Economía Política.




- 288 -


he dicho lo que me parecia mas esencial, en cuanto a h
principios segun los cuales debia determinarse la ester
sion de esta acciono Pero quitando a las funciones ejerc
üas por la mayor parte de los goLiernos europeos, las qt
110 deber,ianllenarse por ninguna autoridad pública, quer:
lt)davia un compuesto de deberes tan numerosos y vari:
dos, que estos deberes, aun cuando no fuese sino por 11
principios' de la division del trabajo, es preciso que i
dividan entre las autoridades centrales y las autoridadl
locales. Se necesitan funcionarios ejecmivm distintos pm
lus deberes punimente locales (cosa que exÜiLe bajo tod(
los gobiernos); y yo agrego que la censura popular II
puede ejercerse ventajosamente sobre estos funcional'i(
sino por medio de un órgano distinto. El primer nombr¡
miento de estos, la función de vijilarlos y contenerlos, 1
libertad de prestarse o denegarse a los gastos necesaric
pa.ra sus operacione~, deberian corresponder, no al parl<
mento o al ejecutivo nacionales, sino a los habitantes (
la localidad. Que los habitantes ejerzan estas funcionl
directa y l!er~onalmente, es evidentemente inadmisibll
El gobierno del pueblo reunido es un resto de barbaril
contrario a. todo el espíritu de la vida moderna. Sin en
bargo, la marcha de las instituciones inglesas ha sido d
tal manera obra de esta casualidad, que este modo prim
tívo de gobierno local ha subsistido como regla jener:
para los negocios parroquiales hasta la actual jeneracior
y como jamas ha sido legalmente abolido, existe prob"
blemente intacto el dia de hoi todavia en un gran númer
de parroquias rurales. Queda el sistema de subparlamen
tos para los negocios locales, lo que debe mirarse en adl
lante como una de las instituciones fundamentales de u
gobierno libre. Estos subparlamentos existen en Inglatern
pero mui incompletamente y todavia con algunas irregu




laridades y defectos de combinacion; en otros paises su
constitucion es mucho mas racional) aUIlque estén gober-
nados de una manera menos popular. En Inglaterra ha
siempre habido mas libertad y peor organizacion, mientras
que en otros paises hai menos libertad y organizacion
mejor. Es pues necesario que) ademas de la representa-
cion nacional, haya representaciones municipales y pro-
vinciales: y las dos cuestiones que quedan por resolver,
son las de laconstitucion de los cuerpos representativos
locales y la de la estension que conviene dar a sus funcio-
nes. Dos puntos exijen igual atencion en el exámen de
estas cuestioGes, a saber: L" Cómo lOS asuntos locales en
sí mismos serán mejor tratados? 2.0 Cómo el manejo de
los negocios locales puede servir mejor para mantener el
espíritu público y para desenvolver la intelijencia?


En uno de los capitulas precedentes, he recalcado en
términos mui enérjicos-no los hai bastante enérjicos
para espresar la enerjia de mi éonviccion-sobre la impor-
tancia de este efecto particular de las instituciones libres,
t¡lle se pu~de llamar la edúcacion pública de los ciudada-
nos.-Puescste efecto se produce principalmente por me-
dio de las instituciones administrativas locales. La parte
que los dudadanos pueden tomar, como jurados, en la
administracion de la justicia, es casi la sola ocasion que
tenga la masa de la poblacion de mezclarse personalmente
en la direccion de los negocios jenerales de la comunidad.
Leer los diarios y tal vez escribír en ellos, tener asam-
bleas populares y diríjir peticiones de diferentes clases a
las autoridades políticas, hé aquí toda la parte que pueden
tomar los ciudadanos privados en la política jeneral, du
llante el intérvalo que hai entre una eleccion parlamen--
taria y otra. rlunque sea imposible exajerar la importanda
de estos diversos privilejios, ya como garantias de liber-


GOIl REP.




- 290-


tad, ya como medios de cultura jeneral) ellos ensenan
mas bien a pensar que a obrar, ya pensar sin la respon-
sabilidad de la accion, lo que entre muchas personas no
es otra cosa que recibir pasivamente las ideas de otro.
Pero para las asambleas locales, ademas de la funcion de
elejir, muchos ciudadanos tienen a su turno ocasion de
Iloder ser elelldos, y muchos, sea por eleccion, sea llar
turno, llenan algunos de los numerosos empleos ejecu-
tivos locales. En posiciones semejantes, tienen que obrar
por el interes púbUco igualmente que pensar y hablar, y
no siempre pueden pensar por procuracion.Como estas
funciones locales son poco solicitadas por las clases ereva-
das, puede agregarse que ellas son el medio de que una
clase mucho mas 11 umilde en la sociedad reciba la impor-
tante educacion política que proporcionan ejerciéndolas.
Esta educacion es la gran ventaja que se puede aguardar.
de las auminlstraclones locales, las cuales no tienen que


. tratar de los intereses de primer órdell; de dOIlde se sigue
que esta ventaja debe pasar antes que todo, y que a ella
se puede sacrificar hasta un cierto pUllío el valor del per-
sonal administrativo, lo que no debe hacerse cuando se
trata de la lejislacion jeneral y del manejo de los grandes
intereses del Estado.


La constitucíon propia de los cuerpos representativos
locales no presenta muéha dificultad. Se pueden aplicar
a ella perfectamente los prindpios de la representadon na-
cional. En ambos casOs hai la misma razon para que los
cuerpos sean électivos, y para que tengan una hase ancha-
mente democl'útica; razon mas poderosa en el caso local,
sÍendo allí mcnoe el peligro, y mas grandes las ventajas
como educacion y cultura popular bajo ciertos respectos.
Como el principal deber de los cuerpos locales consiste en
la imposicion y el gasto de las contribuciones locales, el




291 -


del'echo electoral deber'in corresponder a tojos los que
pagan las contribucione8 locales) con esclusion de los que
no pagan. Supongo que no hai impuestos indirectos, de-
rechos de sisa, o que, si los bai, son suplementarios sola·
mente, quedando los que los sufren sometidos igualmente
a contribuciones directa~. Se deheria asegurar la repre-
sentacion de las minorias de la misma manera que en el
parlamento, y hai las mismas razones en favor de la plu-
ralidad de votos. Solamente la objecion a que el voto
plural dependa de la simple superioridad pecuniaria (cómo
&ucede en algunas de nuestrD.S elecciones locales) no es
tan decisiva en el caso del cuerpo local. En efecto, for-
mando la dispeIlsacion honrada y económiea del dinero
una parte mucho mas considerable de la ocupacion de los
cuerpos locales que de la de la asamblea nacional, es tan
j llsto como político conceder una intluen"cia superior pro-
porcional, a los que tienen en jUBgO intereses pecuniario~


-!:i 1I periol'8s.
En la mas reciente de nuestras instituciones locales


J"t'lll'eSentatlv:J.s, los consejos de administracion (Board o(
(iuo,rdians) los jueces de paz del distrito, ocupan e:¡; ofluiu
un puesto alIado de los miembros elejidos, en una pnl-
poróoll limi tada por la leí al tercio del todo. Con la con,,-
titucio!l particular de la sociedad inglesa, no dudo fli'1
llllen efecto de esta medida. Ella asegura la presencia mt
estos cuerpos de una clase que ha recibido una educacíoll
superior y que no habria sido posible de atraer hácia ellos
de otro modo: y mientras el número limitado de los mien:-
hros e.Y; oficio les impide adquirir la preponderancia por
la fuerza numérica simplemente, corno algunas veces tiE"
nen, a título de representantes virtuales de otra clase,
Ull interes diferente del resto; enfrenan los intereses de
!'lase de los colonos o de los tenderos que forman la ma-




- 292 -'"
yoria de los administradores elejidos. No puede hacerse
un elojio semejante de la constitucion de los solos colejios
provinciales que poseemos: las sesiones trimestrales, que
se componen únicamente de los jueces de paz, quienes,
ademas de los deberes judiciarios, tienen que desempeñar
las funciones mas interesantes de los asuntos administra-
tivos del pais. El modo de formar estos cuerpos es de los
mas irregulares. No son elejidos ni nombrados en el sen-
tido propio de la palabra; sino que como los señores feu-
dales a quienes han sucedido, ejercen virtualmente sus
funciones importantes, en virt\ld de sus yugadas de tierra,
puesto que el derecho de nombramiento que corresponde
a la corona, o mas bien en el hecho a uno de sus miem~
bros (el lord teniente) no sirve sino para escluir a cual~
quiera que seria una deshonra para el cuerpo, o que no
piensa bien en política. En principio, esta es la institucioIl
mas aristocrática de todos los que existen en Inglaterra.
Lo es mui de otro modo que la de la cámara de los lores;
porque ella concede el dinero público y dispone de inte-
reses públicos importanteii, no con el concurso de una
asamblea popular, sino por sí sola. Por esto, nuestras
clases aristocráticas se aferran a ella obstinadamelltej
pero la institucion está evidentemente en desacuerdo con
todos 105 principios que forman la base de un gobierno
libr<J. Aun la simple mezcla de miembros ex oficío y de
miembrus elejidos, no es justificable en un consejo de
condado; como en consejos de administracíon, puesto que
siendo los negocios de un condado bastante importantes
para ser un objeto de interes y de atraccion para los caba-
lleros campesinos, estos no tendrian mayor dificultad para
hacerse elejir miembros del consejo que para hacer~e
nombrar miembros del parlamento.


En cuanto a la circunscripcion propia de los colejios




- 293 -


electorales que hayan de nombrar las asambleas locales.
el principio de la comunidad de intereses locales, que es
malo cuando se aplica como regla esclusiva e inflexible a
la representadon parlamentaria, es aquí el solo justo y
aplicable. Se trata de tener una representacion local, a fin
de que todos los que tienen un interes camun cualquiera
que no toca al resto de sus conciudadanos, puedan velar
ellos mismos sobre ese intereso Empero se frustra ese
objeto, si la re¡:resentacion no tiene por base el agrupa-
miento de esos intereses comunes. Rai intereses locales
particulares a cada ciudad, sea grande o pequeña, y co-
munes a todos sus habitantes; luego cada ciudad, sin di s-
tincion de estension, deberia tener su consejo municipal.
Es del mismo modo evidente que cada ciudad no deberia
tener sino uno. El interes local es casi siempre el mismo
para los diferentes barrios de una ciudad; es preciso hacer
para todos las mismas cosas y los mismos gastos, y con
escepcion de las iglesias que puede dpsearse se dejen bajo
la direccion de la parroqllia, los mismos arreglos pueden
convenir a todos. El empedrado, el alumbrado, el abaste-
cimiento, los desagües, los reglamentos de puertos y de
mercados no pueden, sin grandes inconvenientes y sin un
gran gasto en pura pérdida, ser diferentes para los diversos
harrias de la misma ciudad. La mbdivision de L6ndres
PU cinco o seis distritos (cada uno de los cuales tiene sus
;.rrpglos distintos para los negocios locales, y muchos de
los cuales carecen de unidad administrativa aun en el in-
terior de su propia e!;fera) es un obstáculo para que haya
de una manera reglada y seguida una cooperacion comun
a objetos comune~, impide la existt>ncia de un principio
llniforme para el cumplimiento de los deberes locales,
obliga al gobierno jeneral a encargarse de cosas que val-
rlria mas dejar a las aut'Jridades locales si hubiese una




,


'Iue gohernase toda la metrópoli, y no S1rve para manw-
ner esa reunion fantástica de novedades y antigualla8 que
;,;e llama la corporaclon. de la ciudad de Lóndres.


Otro principiu igualmente importante (S, qlle en cadi'l.
localidad DO haya sino un cuerpo electivo para todos los
asuntos locales, y no diversol? cuerpos para las diferentes
pal tes de ~stos asuntos; la division del trabajo no quiere
decir que es prec iso di vHir tola la tarea en men udos peda-
zos, sino que es preciso reunir las operaciones que pueden.
hacerse por las mismas personas, y separar las que se
harian mejor por personas diferentes. Los deberes ejecuti·
vos de la localidad deben a la verdad dividirse en mucho>,
departamentos~ por la misma razon que los del Estado)
porque son de diferente clase, porque cada uno de ellos
demanda una pspecie particular de saber y exije para ser
bien desempeflado toda la atencion de un funcionario
público que posea las cualid:H]es deseadas. Pero las razo-
nes en favor de la subdivision, que se aplican a la ejecu-
cucion, no se aplican a la censura. El oficio del cuerpo
electivo no es hacer el trabajo, sino velar en que se haga
convenientemente) y en que no se omita nada de lo nece-
sario. Esta funcion puede desempeilarse por el mismo
cuerpo para todos lo.s departamentos, investido de la cen
Bura superior; el punto de vista colectivo y comprenSlvo
es en esto preferible a los procedimientos de un anál!sis
microscópico. Que cada obrero sea vijilado por un inspec-
tor para él solo, seria tan absurdo en los negocios público"
como en los privarlos. El gohierno de la corona consiste
en un gran número de departamentos, y hai un gran m.i-
mero de ministros para dirijirlos; pero cada uno de e8t08
mi.nistros no tiene para si solo un parlamento destinado t\
vijilarlo.


El deher propio del parlamento local, así COll.IO ,le] pa.r··




- 295-


lamento nacional, es considerar los intereses de la localidad
como un conjunto cuyas partes deben todas estar en armo-
nía y exijen un cuidado proporcionado a su importancia.
Hai otra razon mui poderosa para reunir en las manos
de un solo cuerpo la censura de todos los negocios de
una localidad. La mayor imperfeccion de las institucio-
nes populares locales y ]0 que las arruina con frecuencia,
es el mediocre calibre de los hombres que las dirijen en
jeneral. Que se mezclen mucho, es hablando con verdad
una parte de las ventajas de la instituGion, porque esta
circunstancia es la que hace de ellas una escuela de apti-
tud política y de intelijencia jeneraL Pero una escuela
supone profesores igualmente que discípulos; la utilidad
de la institucion, es que ella pone espíritus inferiores en
contacto con espíritus superiores; contacto que, en jene-
ral, es cosa rara, y cuya ausencia contribuye grandemen-
te a mantener la mayoria de la especie humana bajú un
nivel de ignorancia sati~fecha. Fuera de esto) la escuela
no tiene valor, es perjudicial en vez de ser útil, si por
falta de vijilancia requerida y de la presencia de un órden
de caractéres mas elevados la accion del cuerpo puede
dejenerar) como sucede frecuentemente, en una persecu-
cion igualmente estúpida e indelicada del intere8 perso-
nal de sus miembros.


Pero es preciso desesperar de atraer a personas de un
rango elevado, social o intelectual, a que tomen parte ep
una administracion local toda fraccionada, para ser en
ella miembros, sea de un consejo de empedrado, sea de
una comision de desagües. La perspectiva de tener que
tratar todos los asuntos locales de su ciudad, no está de
mas para decidir a hombres propios para los negocios na-
cionales por sus gustos y conocimientos a llegar a ser
miembros de un simple cuerpo local) consagrándole el




- 296 -


tiempo y los cuidados necesarios para que su presene!,
~iI'va para otra cosa que para cubrir con su responsabili-
dad las triquiñuelas subalternas. Un simple consejo de 1m
trabajos, aunque comprenda toda la metrópoli, se com-
pondrá, puede asegurarse, de la misma clase de personm
que las asambleas de parroquia de Londres. No es posiblE
ni aun deseable que estas personas no formen la mayori2
(te él; pero es Importante, sea cual fuere 81 fin que se de
sea alcanzar por medio de es~os cuerpos locales-ora se~
el cumplimiento honrado e ilustrado de sus deberes par-
ticulares, ora la cultura de la intelijencia política de l~
nacion-es importante, digo, que cada uno de estos cuer-
pos contenga una parte de los mejores espíritus de la lo-
calidad, quienes de este modo se ponen en contacto per-
pétuo (coutacto de los mas útiles) con espíritus inferiores
que recihen de éstos el saber local o profesional que pue
dan dar, e inspirándoles en retorno algo de sus ideas mm
es tensas y de sus miras mas elevadas e ilustradas.


Una simple aldea no tiene ningun derecho a una repre
sentacion municipal. Hablando de aldea, entiendo un lu-
gar en que los habitantes no se distinguen, ni por StH
ocupaciones ni por sus relaciones sociales, da los distri-
tos rurales adyacentes: un lugar cuyas necesidades pue-
den ser satisfechas con los arreglos hpchos para el terri-
torio que lo rodea. Esos pequeños grupos tienen rara:
veces una poblacion suficiente _ para suministrar un con
sejo municipal pasable. Si encierran aigunos talentos (
algunos conocimientos aplicables a los negocios públicos
este es el hecbo de un solo hombre, que por eso llega ¡
ser el déspota del lugar: vale mas que estos lugares SI
fundan en una circunscripcion mas vasta. La representa-
cion local de los distritos rurales será determinada natn-
rarmente DDl' consideraciones jeográficas, teniendo er




- 297 -


cuenta esas simpatias que ayudan tan llien a los hombrEJ!"
a obrar de concierto, y qne dependen en pal'te de los lí-
mites históricos, como en lns condados o las pmvincias y
en parte de la comunidad de intereses y de ocupacion,
como en los distritos de agricultura, de manufacturas, (le
minas.


Las diferentes cla~es de asuntos locales pueden exijir
diferentes categol'Ías de repl'e3entaciones. Las uniones de
parroquia han parecido la mejor base para los cuerpos
representativos encargados del alivio de la indijencia :
mientras que para la reglamentacion conveniente de los
caminos, de las prisiones o de la policia, ha parecido pre-
ferible una estension mas grande, la de un condado ordi-
nario. Por consiguiente, respecto de estos distrito~, la
máxima de que un cuerpo electivo constituido en una
localidad debe rejir todos los negocios locales, tiene que
ser modificada por este principio igualmente que por la
consideracioIl de que esimportante para el cumplimiento
de los deberes locales procurarse las cualidades especiales
mas elevadas. Por ejemv1o, si es necesario, como lo creo,
para la buena administracioD de la lei de los pobres. que
el territorio imponible no sea mas estenso que el de la
mayor parte de las uniones actuales (principio que exije
un consejo de adminietradores para cada union), como se
puede sin embargo aparentemente atraer a un consejo de
condados una clase de personas mucho mas al tamen te
culta que la que compone un consejo ordinario de admi-
nistradores, seria talvez ventajoso por esta razon reservar
a los consejos de connados ciertos ramos elevados de lus
negocios locales, que sin esto cada union babria podido


, mui bien dirijir en su propia esfera.
Ademas del consejo censor o el subparlamento local) el


negociado local tiene su departamento eJecutivo respecto




- 298 -


del cual se suscitan Ins mismas cuestiones que respecte
de los poderes ejecuti vos del Estado, y estas cuestione!
pueden por la mayor parte ser resueltas de la misma ma·
neri;. Los principios aplicables a todos los cargos público!
son en sustancia los mismos. Desde luego todo funciona
rio ejecutivo debe ~er único, y responsable por si solo dI
toda la funcion df:' que está encargdrlOj en seguida, deb!
ser nombrado y no elejido. Es ridículo que un inspectOl
de los trabajos públicos, o un oficial de sanidad, o un J;e-
caudador, sean nombrados por el sufrajio popular. Lé
eleccion popular depende ordinariamente del interes dI
llD pequeilO número de conductores locales, que no eonsi·
derándose como los que hacen el nombramiento no son
responsables de él, o de sentimientos de simpatia funda
das en que un hombre tiene una docena de hijos, o en
que hace treinta años que es contribuyente en la parro-
quia. Si, en semejante caso, la eleccion popular no es sine
una farsa, el nombramiento por el cuerpo· representativo
local no vale por eso mas: semejantes cuerpos tienen una
tendencia perpéLua a llegar a ser compañias por acciones,
en que los intereses y las intrigas de cada cual tienen
curso. Los nombramientos deberían hacerse bajo la res·
ponsabilidad índividual del presidente del cuerpo, ya sea
que se llame correjidor o presidente de las sesiones tri-
mestrales o de cualquier otro modo. El ocupa en la loca-
lidad una posicion análoga a la del primer ministro en el
Estado, y bajo un réjimen bien entemlido, el nombra-
miento y la vijilancia de los funcionarios locales deberán
formar la parte mas importante de su fundan; siendo él
mismo elejido por el consejo entre todos sus miembros, y
sometido, sea a reeleccion anual, sea a destitucion por un
voto del cuerpo.


De la cOllsti tucion de los cuerpos locales paso ahora a la




- 2!)!f -
cuestion igualmente importante y mas llifieil de sns afri-
lmdoncs propias. Esta C1l8stion se diviue en dos partes:


'1 1.° ¿Cu;tles dehen ser las funciones de los cuerpos locales'
2.° ¿Dellen ellos tener plena y entera autoridad en su es-
fera, o bien el gobierno central puede illtervenir, y de qué
manera?


Desde luego, es evidente quc touo asnnto pllramen te
local-todo aquel que no toca sino a una sol3.10calidad-
deberia corresponder a las autoridades locales. El empe-
drado, el alumbrado, el aseo de las calles de una ciudad,
y en circunstancias ordinarias, los desagües de las caSaE,
no tienen importancia sino para los habitantes de esa
ciudad. La nacion enjeneral no tiene en ello otro interes,
que el que toma en el bienestar privado de cada uno de
SUfí> ciudadanos. Pero entre las funciones e!asificadas como
locales, o ejercidas por funcionarios locales, hai muchas
que se podría igualmente bien llamar funciones naciona-
les, puesto que son la parte de la localidad en algun ramo
de administracion pública cuyo manejo importa tambien
a la naCÍon toda. Tales son las prisiones, que en su mayor
parte se hallan entre nosotros en el número de las atribu-
ciones locales, la policia local y la administracion local de
la justicia, una gran parte de las cuales es cumplida por
funcionarios elejidos por la localidad y pagados de los
fondos locales, sobre todo en las ciudades de corporacion.
No se puede decir que ninguna de estas materias tenga
una importancia local, distinta de su importancia nacio-
nal. No seria una cosa personalmente indiferente al resto
del pais, si una ciudad, por la mala administracion de su
policia, viniese a ser una guarida de ladrones o un foca
de desmoralizacíon, o si por sus malos reglamentos res-
pecto de su cárcel .. pudiese duplicar~e en intensídad, (}
reducirse casi a la impunidad 1'<:al el castigo que los tri-




- 300-


hurwles hubiesen qucriuo int1ijir a los criminales que esa
prision encierra (los cnales podrian haber ven:do de otro
distrito o cometido crímenes en él). Ademas, las condicio-
nes que constituyen la buena dn·eecion de estos servicios,
son las mismas en todas partes. No hai razon para que la
policia, o las prisiones, o la admillistracion de justicia,
sean dirijidas de una manera diferente en las diferentes
partes del reino; mientras que hai gran peligro de que
para cosas de tal importancia, en que no bastan justa-
Inpnte los mejores espíritus que pueda encontrar el Esta-
do, las capacidades locales siempre inferiores no cometan
errores bastante graves para desacreditar la administra-
clOn jeneral del pais.


La seguridad de las personas y l2s propiedades) la jus-
ticia igual para todos, sop las primeras necesidades de la
sociedad y los primeros fines del gobierno. Si se puede
abandonar estas cosas a otra responsabilidad que la mas
elevada de todas, no existe nada, si se esceptúan la guerra
y los tratados, que IJecesHe un gobierno jeneral. Sin pre-
juzgar cuáles son los mejores arreglos para asegurar estos
fines elementales, ellos deberian ser universalmente obli-
gnorios y colocados bajo una inspeccion central que dé
garantias de su ejecucion. Es con frecuencia útil, y con
nuestras instituciones aun es necesario, visto el pequeñO
nümero de funcionarios que en las localidades representan
al gobierno ]eneral, que el cumplimiento de las funciones
impuestas por la autoridad central, sea confiado a funcio-
narios nomhrados por la localidad para ohjetos locales.
Pero el público puede convencerse cada dia de que es
necesario tener al menos inspectores nombrados por el
gobierno jeneral para velar eJl que los funcionarios locales
cumplan con su delJ(;l'. Si la direccion de las prisiones
está entre lp,.~ IlJanlJS ue las localiuaues, el golJierno central




- 301 -
nombra inspectores de ellas para velar en que los regla.
mentas estublecido8 por el parlamento sean observados y
para sujerir otros, si el estado de las prisiones los necesita:
lb mismo que hai inspectores de las fábricas y de las es~
cuelas para velar en las primeras en la obseI vancia de los
actos del parlamento, y en las segundas en el cumpli-
miento de las condiciones a que está subordinada la sub-
vencion del Estado.


Pero si la administracion de la justicia, comprendidas
en ella la po licia y las prisiones, siendo a la vez un nego-
ciu universal y una cosa de ciencia jeneral independiente
de las particularidades locales, puede y debe ser regla-
mentada en conformidad en todo el reino; si esta ft~gla­
mentacion debe ser impuesta por manos mas hábiles y
ejercitadas que las de las autoridades puramente locales,
hai tambien cosas como la administracion de la lei de los
pobres, los reglamentos sanitarios, etc., que, mientras
interesan en realidad a todo el pais, no pueden de una ma-
nera compatible con los fines esenciales de la administra-
cion local ser dirijidos por otros que las localidades. A
este respecto, se trata de saber hasta qué punto se puede
dejar obrar a las localidades, sin la censma o la apl'Oba-
cion necesaria del Estado.


Para resolver esta cuestion, es esencial comparar la po-
sicion de las autoridades centrales y locales, en cuanto a
la capacidad para el asunto, y en cuanto a las garantias
contra la neglijencia o el abuso. Desde luego, se puede
estar seguro que la intelijencia y el saber de los consejos
locales y de sus funciones serán inferiores en mucho a
los del parlamento y del ejecutivo nacionales. En seguida,
ademas de que estos consejos y sus funcionarios tienen
menos valor, la opinion pública que los supervijila y para
con la cual son responsal1les, es ella misma inferior. El




- 302-


público ante el cual obran, por el cual son criticados, es a
ia vez menos numeroso y jenel'almente menos ilustra(lo
que el que en la capital rodea y reprende a las mas altas
autoridades, rnhmtras que la insignificancia comparativa
de los intereses empeñados disminuye ademas en ese pú-
bliGO inferior la atencion y la solicitud. La intervencion
ejercida por la prensa y por la discusion pública es mucho
menor, y tal vez mucho :mts fácilmente de!'atendida en el
caso de las autoridades locales, que en el caso de las au-
toridades nacionales. Hasta aquí, todo est:i en favor del
gobierno central. Pero si miramos esto mas de cerea, no~
apercibiremos de que los motivos de esta preferencia están
contrapesados por otros de igual importancia. Si las auto-
ridade~ locales y el público IGcal son inferiores a las auto-
ridades centrales yal público central, respecto de ciencÍ<L
de los principios de administracion, tienen la ventaja, que
compensa torlo, de ser mas directamente interesados en el
resultauo. Los vecinos de un hombre, el propietario de
quien él es colono o inquilino pueden sel' mucho mas
hábiles que él, y tener un interes indirecto en su prospe-
ridad; pero a pesar de todo esto, S'.1S intereses serán mu-
cho mejor cuidados por él que por ellos, Fuera de esto, es
preciso aC(lrJarse que, aun suponiendo que el gobierno
centl'al administrase por medio de sus propios funciona-
rios, éstos no obran en el centro, sino en la localidad; y
por inferior que pueda ser el público local al central, es
aquel solo quien puede supervijilarlos, y es la opinion
local sola In que puede, sea obrar directamente sobre su
conducta, sea llamar la atencion del gobierno sobre lo que
esta conducta tenga de reprensible. No es sino en los casos
estremos que la opinion jeneral del pais puede pesar so-
bre los pormenores de administracion local, y no es sino
mas raramente todavia que ella puede pronunciar sobre




- 303 -


ellos con pleno conocimiento de causa. Lup-go la opinion
local obra necesariament~ con mucho mas fuerza sobre
los administradores puramente locales. Ellos residen de
ordinario en la ciudad de un modo permanente, y no
tienen ningun proyecto de dejarla cuando cesen de ejercer
en ella su autoridad: y esta autoridad depende ella mis-
ma, se puede suponerlo, de la voluntad del público local.
No tengo necesidad de recalcar sobre que la autoridad
central carece del conocimiento de pormenores de las per-
sonas y de las cosas locales, ni sobre que otros cuidados
absorben demasiado su tiempo y sus pensamientos, para
que pueda adquirir la cantidad y calidad de informes
locales, que la pongan en estado de pronunciar sohre las
quejas que recibe respecto de un gran número de ajentes
locales, y de hacerlos responsables. Luego para los porme-
llores de administracion, los cuerpos locales tendrún jene-
ralmenLe la ventaja; pero en cuanto a la intelijencia de los
principios de la administracion aun puramente local, la
superioridad del gobiet'no central, cuando está bien cons-
tituido, debería ser prodijiosa, no solamente en raZOIl de
la superioridad personal probablemente mui grande de los
individuos que lo componen) y de la multitud de pensa-
dores y escritores constantemente ocupados en sujerir
ideas útiles a los hombres de Estado, sino tambien porque
el saber y la esperiencia de toda autoridad local no son
sino locales, es decir, limitados a UIla porcion del pais y
a sus modos particulares de administraciones, mientras
que el gobierno central puede recojer el fruto de las espe-
riencias hechas en el reino, y aun fácilmente en los paises
estranjeros.


No es difícil deducir de estas premisas una conclusion
práctica. La auLoridad que sabe mas de esto en punto de
principios, deberia ser la autoridad suprema respecto de




- 3'0\ -


lodo loquees principio, entre tanto que debaria abando-
nar5e los pormenores a la autol'idad que es mas- compe-
lente respecto de ellos. La principal ocupacion de la auto·
t'idad central deberia ser dar instruccion, y la de la auto·
ridad local aplicarla. El poder puede eotar localizado, pero
'el saber, para ser útil, debe estar centralizado. Es preciso
que haya en alguna parte un foco en que se reunan todos
'esos rayos esparcidos, a fin de que las luces iuiperfectas
que exist!'ln en otra parte puedan encontrar alli lo que se
necesita para complAtarse y purificarse. A cada ramu de
administraciun local, que afecta el interes jeneral, deberia ,
corresponder un órgano central, sea un ministro, sea un
funcionario especial bajo sus órdenes, aun cuando ese
funcionario no hiciese sino recojer por todas partes in-
formes, y esparcir en una localidad la esperiencia adqui-
rida en otra. Pero la autoridad central tiene algo mas que
hacer que esto. Elia deberia estar constantemente en co-
municacion con las localidades, ilustrándose con su espe~
riencia e ilustrándolas con la suya propia, dando de buen
grado su parecer cuando se le pide, ofreciéndolo cuando
lo juzga necesario, exijiendo en todas partes procesos ver-
bales de las deliberaciones, publicidad de todo lo que pasa,
e imponiendo la sumision a las leyes jenerales que la
lejislacion ha establecido para la administracion local.
Pocos impugnarán la necesidad de tales leyes. Se puede
permitir a las localidades dirijir mal sus propios intere-
ses, pero no dañar a los intereses de los demas, ni violar
esos principios de justicia entre una persona y otra, cuya
estricta ohservancia debe garantir el Estado. Si la mayo-
ria local trata de oprimír a la minoria, o si una clase trata
de oprimir a otra, el Estado debe intervenir. Por ejemplo,
todos los impuestos locales, deberían votarse esClusiva-
mente por el cuerpo representativo local; pero este cuer~




- 305 -


po, aunque elejido únicamente por los contribuyentes,
puede ~ener una manera de establecer y percibir los im-
puestos, que llaga caer la mayor parte de la carga sobre
los pobres, o sobre los ricos, o sobre algunas clases parti-
culares de la poblacion. Es, pues, el deber de la lejisla-
tum, dejando el monto de las contribuciones locales a
disposicion del cuerpo local, establecer reglas obligatorias
para el repartimien~o y percepcion del impuesto. Lo mis-
mo en la administracion de la caridad pública, la activi-
dad y la moralidad de toda la poblacion obrera dependen
en un alto grado de la subsistencia de ciertos principios
determinados. Aunque a los funcionarios locales perte-
nezca esencialmente decidir quién debe ser soconido se-
gun estos llrincipios, el parlamento nacional es la au~ori­
dad que debe fijar estos mismos principios, y desatende-
ria la parte mas importan~e de su deber, si, para una cosa
que interesa sériamente a la nacion, no estableciese re-
glas obligatorias, y no tomase precauciones suficientes
para que las reglas fuesen observadas. 1:;1 grado de inter-
vencion central que puede ser necesario para la estricta
observancia de estas leyes, es una cuestion de pormenOl'es
que seria supérfluo tratar. Naturalmente, las leyes mis-
mas definircln las penas, y determinarán su modo de
aplicacion. Puede ser necesario en casos estremos, que el
poder de la autoridad cen~ral vaya hasta disolver el cuer-
po representativo, o a destituir el ejecutivo local; pero
este poder no debe ir hasta hacer nuevos nombramientos,
o hasta suspender las instituciones locales. En donde el
parlaplento no está sujeto a intervencion, ninguna rama
del ejecutivo deberia intervenir de una manera impera-
tiva; pero como consejero y como crítico, como ajente de
las leyes y como denunciante cerca del parlamento o ne
los colejios electorales, de ~oda conducta reprensible, las


GOll. REl', 13'"




- 30f) -
funciones del ejecutivo son de las mas útiles. Pero se me-
dirá tal vez que la autoridad central por mas que aventaje
a la local en conocimiento de los princIpios administra-
tivos, el grande objeto sobre el cual se ha insistido tanto,
la educacion social y política de los ciudadanos, exije en
estas materias la plena soberania de los c1udadanos) por
Imperfectas que sean sus luces. A esto se podria respon-
der que la educacion de los ci.udadanos no es la sola cosa
que debe considerarse, por importante que sea: el gobier-
110 y la adminis~racioD DO existen únicamente para este
fin. Pero los que nablan asi muesLran que uo comprenden
sino muí imJ1erfectamente la [uncian de las instituciones
populares, como medio de instruccion politlca. Pobre
educ-acion, a la verdad, la que asocia la ignorancia con la
ignorancia, y que, si aspir.an al saber, los deja buscarlo
a tientas sin ningun ausilío, o bien privar3e del saber, si.
ellos no aspiran a el. Lo que impOJ!ta, es de~pertar en la
ignorancia la cODciencür de su estado y llacerla capaz de
aprovechar del saber; es acostumbrar a espíritus que nt)
\;onocen sino la rutina, a obrar segun PI incipios, a sentir
el valor de ellos; es ensenal'les a comparar dHerentes mo-
dos de acciones, y a distinguir el mejor sirviéndose de su
razono Cuando deseamos temer una buena escuela, no des~
pedimos al maestro de escuela. El viejo proverbio: «Tanto
vale lá escuela cuanto el maestro,» es tan verdadero para
la educacion indirecta de los hombres por tos negocio~
púLlicos, como' para la educacion directa de la juventud
en las pensiones y en los colejios. Un gobierno que quiere
hacer todo, es injeniosamente comparado, por M~ Carlos de


- Remusat, a un maestro de escuela que hace el óficto de
sus discípulos en lugar de ellos: puede ser muí popular
entre ellos, pero poco les enseñará. Por otra parte, un go-
tierno que no hace nada él mismo de lo que puede en




- 307-


rigor hacerse por otros, y que no enseña nada a nadie, es
como una escuela en donde no hai maestro, sino sola-
mente monitores que ellos mismos jamas han recibido
ninguna enseñanza.




CAPITULO XVi.


Puede decirse que hai naéionalídad en donde quien::
que se encuentran hombres unidos por simpatias comu-
nes que no existen entre ellos y otros hombres, simpatias
que los llevan a obrar de concierto de mejor grado que lo
harían con otros, a desear vivir bajo el mismo gobierno
y que este gobierno sea ejercido esclusivamente por ellos
mismos o por una porcíon de entre ellos. El sentimiento
de nacionalidad puede haber sido enjendrado por diver-
sas causas; es algunas veces efecto de la identidad de raza
y de Ol'íjell, frecuentementj3 la comunidad de lenguaje y
de relijion contribuyen a hacerlo nacer, igualmente que
los limites jeográficos. Pero la causa mas pod-erosa· de
todas) es la identidad de antecedentes politicos, la pose-
sion de una historia nacional y por consiguiente la co-
munidad de recuerdos, el orgullo y la humillacíon, el
placer y el pesar colectivos anexos a los mismos inciden-
tes del pasado. Sin embargo, ninguna de estas circuns-
tancias por sí sola es indispensable, o ahsolutamente
;'3uficiente. La Suiza tiene un fortísimo sentimiento de




- :W9-
nacionalidad, entre cantones de diferente raza, de diferen-
te lengua y relijíon. Hasta ahora, la Sicilia se ha creido
una nacionalidad distinta de la de Nápoles, a pesar de la
identidad de relijion y casi de lenguaje, y de una multi-
tud de antecedentes históricos comunes. Las provincia&
flamencas y walonas de la lIéljica, a pesar de la diversidad
de raza y de lengua, están unidas por un sentimiento de


'nacionalidad comun mucho mas fuerte que el que ex;iste
entre las primeras y la Holanda, o entre las ültimas y la
:Francia. Sin embargo) en jeneral, el sentimiento nacio-
nal es mas débil segun que faltan muchas de 'las causas
que contribuyen a hacerlo nacer. La identidad de len-
(jllaj{3, de literatura, y hasta cierto punto de raza y de
recuerdos, han mantenido un sentimiento de nacionali-
dad muí fuerte entre las diversas porciones de la Alema··
nia, aunque jamas hayan ellas estado reunidas bajo un
mismo gobierno; pero este sentimiento nunca ha sido


. l¡astante fuerte pam producir en los diversos Estados el
deseo de abdicar su autonomia. Entre los italianos, cierta
identidad de lenguaje y de literatura combinada con una
posicion jeogl'áfica que los separa bien distintamente de
los otros pueblos, y tal vez mas que toda otra cosa, la
posesion de un nombre' comun por el cual reivindican
todos ellos la gloria artística, militar) política," relijiosa,
científica y literaria de todos los que han llevado ese
nombre -todo esto, digo, despierta en la poblacion un
fervor de sentimieúto nacional que, aunque mu¡ imper-
fecto todavía, ha bastado para producir los grandes acon-
tecimientos que hoi se están cumpliendo: a pesa¡' de una
verdadera miscelánea de razas, y no obstante que este
pueillo jamas haya estado bajo el mismo gobiemo, ni en
los tiempos antiguos, ni en los modernos, escepLo tal vez
mientms este gobierno se estendia o estaha en via de




- 3to-
estenderse sobre la mayor parte del mundo conocido.


Cuando el sentimiento de nacionalidad existe en alguna
parte, hai prima facie una razan para unir todos los
miembros de la nacionalidad bajo el mismo gobierno pro-
pio de ellos; esto equivale a decir que la.cuestion del go-
bierno deberia ser decidida por los gobernados. No se vé
siquiera lo que un grupo de hombres deberia ser libre de
hacer, sino es de resolver con cuáles de los diversos gru-
pos colectivos de seres humanos le agrada asociarse. Pero
cuando un pueblo está maduro para las instituciones
libres, hai una consideracion todavia mas vital: las insti-
tuciones libres son casi imposibles en un pais compuesto
ue nacionalidades diferentes, en un pueblo en que no
existe vínculo simpático, sobre todo si ese pueblo lee y
habla lenguas diferentes. La opinion pública y jeneral,
necesaria a la obra del gobierno representativo, no puede
existir. Las influencias que forman las opiniones y que
deciden de los actos políticos son diferentes en las diver-
sas secciones del pais. Los jefes de partido que tienen la
confianza de una porcion del pais no la tienen en otra
parte. Los mismos libros, los mismos diarios, los mismos
folletos, los mismos discursos no llegan a ellas. Una sec-
eíon ignora las opiniones y los impulsos que circulan en
la ot!'a. Los mismos incidentes, los mismos actos, el mis-
mo sistema de gobierno, les afectan de una manera dife-
rente, y cada una de entre ellas tiene mas que temer de
las demas secciones que del Estado, su árbitro comun.
Su ódio natural e5 jeneralmente mucho mas fuerte que
sus celos del gobierno. Basta que una de las nacionalida-
des se sienta ofendida por la política del gobierng. COIDun,
para decidir a otra a sostener esa política. Aun ~.mando
todas fuesen ofendidas, cada una siente que no puede
contar con las otras para apoyar su resistencia; ninguna




- 311 .-


ell bastante fuerte para resistir por sí sola, y cada una
puede creer ral!onablemente que es ventajoso para ella
obtener el favor del gobierno contra las demas.


Falta sobre todo en este caso la sola garantia verdadera
en último recurso contra el despotismo del gobierno: la
!\impatia del ejército por el pueblo. El ejérci to es la por-
cion de toda comunidad que hace por su naturaleza la
distincion mas fuerte y mas profunda entre sus compa-
triotas y los demas pueblos; para el resto de la nacion,
los demas pueblos. son simplemf:nte estranjeros; para el
soldado, son hombres contra quienes puede ser llama-
do dentro de ocho dias a combatir mortalmente. Para él]
la diferencia es la que hai entre amigos y enemigos, casi
podemos decir entre hombres como él y. otra especie de
animales; porque en lo que toca al enemigo, la sola lei es
la de la fuerza, y la iola mitigacion de esla leí, lo mismo
que en el caso de los animales, es la simple humanidad.
Soldados para quienes la mitad o las tres cuartas partes
de los súbditos de un. mismo gobierno son estranjeros r
no tendrán mas escrúpulo en tirar sobre ellos, ni mas
deseo de saber por qué, que el que tendrían para obrar de
la misma lllanera contra enemigos declarados. Un ejército
compuesto de nacionalidades diferentes, no tiene otro
patriotismo que el apego a la bandera. Tales ejércitos han
sido los verdugos de la libertad durante toda la historia
moderna. El solo vínculo que los' retiene reunidos, son
sus oficiales y el gobierno a quien sirven: y su sola idea
de deber público, si tienen alguna, es la obediencia a las
órdenes. Un gobierno que se sostiene así, situando su~
rejimientos húngaros en Italia, y sus rejimientos italia-
nos en ~ungria, puede continuar gobernando por largo
tiempo amhos paises con el cetro de hierro de los con-
quistadores estranjeros.




- 312 -


Si se dice que una distinciun tan definida entre lo que
se debe a un conciudadano y lo que sImplemente se debe
a un ser humano, PS mas digna de un puelllo de sal-
vajes que de un pueblo civilizado, y debe ser enérjica-
mente combatida, nadie está mas conveucillo de esto que
yo. Pero en el estado actüal de la civilizacion no se al-
canzarú jamas ese objeto, unu de los mas dignos que el
esfuerzo humano puede proponerse, si se retiene a nacio.
nalidades diferentes, y de fuel'za casi igual, bajo un mis-
mo gobierno. En un estado barbara de sociedad, el caso
es algunas veces diferente. Entonces el gollierIlo puede
estar interesado en IiH:~jol'ar las antipatias de razas, a fin
de mantener la paz y de gobernar mas f[tcilmente. Pero·
cuando en uno de estos pueblos artificialmente reunidos
hai, sea insti tuciones libres, sea el deseo de tenerlas, el
interes del gobierno es enteramente otro. El gobierno se
halla entonces interesado en conservar y fomentar sus
antipatías, a fin de impedirles fundirse, y de poder hacer
de algunos los instrumentos ·de su dominacion absoluta
¡¡obre los otros. La corte de Austria ha hecho de esta túc-
tica, durante toda una jencracion, su principal medio de
gobierno: el mundo sabe con qué fatal suceso en el mo-
mento de la insurrecclon de Viena y de la lucha húngara.
Felizmente se apercibe ahora, pOl' ciertos individuos, que
hemos alcanzado un grado de progreso bastante adelan-
tado para que esta !,olítica pueda en adelante Hu salir
bien.


Por todas las razones que acabo de enumerar, una de
las cond~ciones jeneralmente necesarias de las .institucio-
nes libres, es que los límites de los gobiernos coincidan
con poca diferencia con los de las nacionalidades. Pero
en la práctica pueden oponerse muchas consideraciones a
este principio jenei'al. Desde luego, su aplicacion encuen-




-313 -


tora con frecuencia obstáculos jeográficos. Hai porciones
de Id Eurupa misma, en donde las diferentes nacionalida-
des están de tal modo entremezcladas localmente, que no
les es posible estar bajo gobiernos separados. La pobla-·
cion de la Hungria se compone de magyares, eslovacos,
croatas, serviolS, rumanos, y en ciertos distritos de ale-
manes, tan bien mezclados, que una separacion local
seria imposible para ellos, y que no les queda que hacer
sino de la necesidad virtud. y tomar el partido de vivir
juntos bajo las mismas leyes y con dere::.ho5i iguales. Su
comunidad de servidumbre, que data solamente de la
destruccion de la independencia húngara en 1849, parece
madurarlos y prepararlos para semejante uníon. La co-
!onia alemana de la Prusia oriental está separada de la
Alemania por una porcion de la arltigua Polonia, y como
t's demasiado débil para guardar su independencia distin-
ta, es preciso, para la continuidad j eográfi ca , o que ella
esté bajo un gobierno no aleman, o que el territorio po-
laco que II separa se halle bajo un gobierno alemal~. Otra
l'ejion consi.derable en que el elemento dominante en la
poblacíon es aleman (las provindas de Curlandía, de Es-
tonia y de Livonia) está condenada por su posicion local
a hacel' parte de un Estado elSlavo. En el Este de la Alc-


.mania, hai una numerosa poblacíon eslavaj lo~ habítan-
tes de la Bohemia son eslavos en su mayor parte, lo
mismo que una porcion de los de la Silesia y de otros
distritos. La Francia, el pais mas unido de la Europa,
está lejos de ser homojéneaj a,demas de los fragmentos de
nacionalidades estranjeras que se encuentran en sus lími-
tes estremos, ella se compone de dos porciones, como lo
prueban su lenguaje y su historia: la una ocupada casi
esclusivamente por una poblacion galo-romana) mÍen-
tras que en la otra los francos, los burguiflones y las


1;08 BEF. 14




- 314-


otras razas teutónicas representan un papel considerable.
Admitiendo las exijencias jeográficas cuanto es razona-


ble hacerlo, se presenta otra consideracion puramente
moral y social. La esperiencia prueba que es posible a
uLa nacionalidad fundirse y ser absorbida por otra; y
cuando esa nacionalidad era orijinariarnente una porcion
inferior o atrasada de la especie humana, la absorcion es
grandemente en ventaja suya. Nadie puede suponer que
no sea mas ventajoso para un breton o para un vasco de
la Navarra francesá, ser arrastrado en la corriente de ideas
y de sentimientos de un pueblo altamente civilizado y
culto - ser un miembro de la nacionalidad francesa, po-
seyendo sobre el pié de igualdad todos los privilejios de
un ciudadano frances, y la dignidad y el prestijio del
poder frances-que enfurruñarse sobre sus rocas, mues-
tra medio salvaje de los tiempos pasados, jirando sin cesar
en su estrecha órbita intelectual, sin participar ni inte-
resarse en el movimiento jeneral del mundo. La misma
observaeion se aplica a los gaJ¡~ses y a los escoceses de las
tierras altas, como miembros de la nacion inglesa.


Todo lo que tiende a mezclar las nacionalidades, a fun-
dir sus cualidades y sus particularidades en una union
comun, es un beneficio para la raza humana. La union
no destruye los tipos (puede asegurarse que quedan nu-
merosos restos de ellos en los casos que se acaba de citar),
pero los suaviza en lo que tienen de es tremo, y colma el
vacio que los separa. Un pueblo unido, lo mismo que una
raza de animales cruzados (pero en un grado mucho mas
grande, p<,>rqlle las influencias que obran son morales,
igualmente que físicas) hereda aptitudes y cualidades
especiales de t(ldos sus antecesores, y la mezcla lo proteje
contra la tendencia a exajerar sus aptitudes y cualidades,
y hasta los vicios que se acercan a ellas. Pero para hacer




- 31:1-


posible esta mezcla, se necesitan condiciones particulares,
Las combinaciones de circunstancias que pueden encon-
trarse y afectar el resultado, son numerosas.


Las nacionalidades Nunidas bajo el mismo gobierno
pueden ser casi iguales en número yen fuerza, o bien mui
desiguales. Si son desiguales, la menos numerosa de las
dos puede ser, o superior o inferior en civilizacion. Su-
pongamos que sea superior, ella puede, gracias a su supe-
rioridad, o tomar ascendiente sobre el resto o ser subyu-
g.ada y esclavizada por la fuerza brutal. Este es un desastre,
si los hai, para la raza humana: una de esas cosas a las
cuales la humanidad civilizada toda entma debería opo-
Derse con las armas en la mano. La absorcion de la Grecia
por la Macedonia ha sido una de las mas grandes desgra-
cias que hayan sucedido en el mundo; la absorcion de
alguno de los principales paises de Europa por la Rusia
seria una desgracia igualmente grande.


8i la menor de las dos nacionalidades, que se supone
ser la mas civilizada, puede subyugar a la otra, como
hióeron con el Asia los maeedonios ayudados por los
griegos, o como hicieron los ingleses con la India, la civi·
lizacion ganaría algo en ello; pero en este caso, el puehlo
conquistador y el conquistado no pueden vivir bajo las
mismas instituciones libres. La absorcion de los conquis-
tadores por el pueblo menos adelantado seria un mal; este
pueblo debe ser tratado como súbdito, y tal estado de co-
sas es para él sea un bien, sea un mal, segun que ha o
no alcanzado al punto en que uno no se ofende pOI no
sentirse bajo un gobierno libre, y tambien segun el modo
como los conquistadores usan de su superioridad. Esta
materia será tratada en particular en uno de los capítulos
que siguen.


Cuando la nacionalidad que logra subyugar a la otra es




- 316 -
a la vez la mas numerosa y la mas civilizada, cuando
sobre todo la nacionalidad sometida es pOGO considerable
y no tiene ninguna esperanza de recobrar su independen-
cia; entonces, si ella está gobernada con una justicia tole-
ratle; y los miembros de la nacionalidad mas numerosa
no le son odiosos a causa de sus privilejios esclusivos, la
nacionalidad mas pequeña puede acostumbrarse gradual-
mente a su posicion y fundirse con la otra. Hoi ningun
bajo-breton, ningnn alsaciano, tienen el menor deseo de
separarse de la Francia. Si todos los irlandeses no tienen
todavia los mismos sentimientos para con la Inglaterra,
es en parte porque son bastante numerosos para formar
por sí solos una nacionalidad respetable, pero sobre todo
porque hasta una época reciente han sido gobernados de
una manera tan atroz, que los mejores sentimilmtos se
unen en ellos a los peores, para despertar en su corazon
el odio al gobierno sajan.


Puede decirse con verdad que, de una jeneracion a esta
parte, esa deshonra para la Inglaterra y esa calamidad
para todo el reino han cesado completamente. Hoi un
irlandes no es menos libre que un ingles, y su parte de
ventajas, sea colecti vas, sea individuales, no es menor que
si hubiese nacido en cualquiera otra parte de las posesio-
nes inglesas. El solo agravio real que conserva la Irlanda,
el de una iglesia de Estado, le es comun con cerca de la
mitad de los habitantes de la Inglaterra propiamente dicha.
Hoí no hai casi nada, si no es el recuerdo de lo pasado y
la diferencia en cuanto a -la relijion dominante, que sepa-
re las dos razas mejor hechas entre todas para completarse
una por la otra. La conciencia de que ellos son tratados
no solamente con una justicia igual, sino con igual consi-
deracion, se d"funde tan bien entre los irlandeses, qUfl
destruye en ellos todos los sentimientos que los hacian




- 317 -


insensibles a las ventajas que el pueblo menos numeroso
y menos rico recoje necesariamente, cuando viene a hacer
parte de un pueblo, que no solamente es su próximo ve-
cino, sino tambien que es el mas rico, y uno de los mas
libres, mas poderosos y mas cívilizados de la tiel';'a.


El caso en que hai mas obstáculos para que las naelo-
llalidades se fundan, es aquel en que las que están reuni-
das en un cuerpo son iguales, lID cuanto al número y en
cuanto a los demas elementos de poder. En semejante
caso, cada una de ellas confiándose en su fuerza y sintién-
dose capaz de sostener una lucha contra una de las otraf,
rehusa fundirse; cada una de ellas cultiva con una porfia
de partido sus particularidades distintivas, o hace revivir
costumbres añejas y aun lenguajes que han caido en des-
uso, para que la línea de division quede mejor trazada;
cada raza se encuentra tiranizada, si funcionarios de uoa
raza rival ejercen sobre ella alguna autoridad, y todo le.
que se da a una de las nacionalidades se mira como otro
tanto de precio dado a las oll'a~ .. Cuando naciones así divi-
didas se hallan bajo un gobierno despótico que es estraño
para todos, o que, aunque salga de una de ellas, se ad-
hiere mas a su poder que a sus simpatias nacionales. y
los trata sobre el mismo píe, escoJiendo sus instrumento!-l
indiferentemente en la una o la otra, entonces al cabo de
algunas jeneraciones, la identidad de situaciones produce
con frecuencia la armonía de sentimientos, y las diferen -
tes razas llegan a mirarse como compatriotas, sobre todo
si están dispersas sobre la misma estension del pais. Pero
si la epoca de la aspiracion hácia un gobierno libre llega
ántes que esta fusion se haya. efectuado, ella no se efec-
tuará: la ocasion ha pasado. A partir de ese momento, Sl
las nacionalidades irreconciliables están separadas jeográ
flr:amente, y principalmente si su posicion local es tal qll e




- 218-


no haya ni opornidad ni conveniencia nafural en qu~
~stén bajo el mismo gobierno (como en el caso de una
provincia italiana bajo el yugo frances o aleman), no solo
seria conveniente, sino aun necesario, si se (tiensa en la
libertad y en laconcordía, romper el vínculo completa-
mente. Hai ciertos casos en que las provincias, despues de
una separacion, pueden encontrar ventaja en permanecer
unidas por una federacionj pero sucede en jeneral, que
si están dispuestas a renunciar a su completa independen-
cia, y a hacer parte de la federacion, cada una de ellas.
herie otros vecinos a quienes preferiria aliarse, por tene];"
"';)01' ellos mayores simpatías, si no mayores intereses.




CAPITULO XVII.


De los gobiel'llos representativos fCllerales.


Dos grupos de hombres que no son capaces ni tienen
deseo de vivir bajo el mismo gobierno interior, pueden
hallar _ ventajoso unirse federalmente, en cuanto a sus
relaciones con los estranjeros, desde luego para defender-
se mejor contra las agresiones de Estados poderosos, y en
seguida para evitar guerras entre ellos mismos.


Para que una federacíon sea ventajosa, son necesarias
muchas cosas. La primera es que haya una dósis suficien-
te de mútua simpatía entre las poblaciones. La federacion
las obliga siempre a combatir juntas, y sí .tienen unas
para con otras tales sentimientos, o bien una diversidad
tal de sentimientos respecto de sus vecinos, que prefieran
en jeneral combatir unas contra otras, el vínculo federal
tiene poca probabilidad de durar largo tiempo y de ser
observado mientras existe. Las simpatias útiles a este
efecto) son las de raza, de lengl1aje, de relijion y sobre
todo de instituciones políticas, como que conducen a crear
la identidad de instituciones políticas. Cuando un peque-
110 número de Estados libres, incaparf'R carla un~de de-




- 3'26-


[enderse ~eparadamente, se hallan mdCados por toda:
partes por monarcas militares o feudales que aborrecer
y desprecian la libertad aun de un vecino, estos EstadOl
no conservarán la libertad y sus beneficios, sino median·
te una union federal. En Suiza, la comunidad de interese~
producida por esta causa ha bastado durante muchos si-
glos para mantener el vinculo federal, a pesar no sola'
mente de la relijion, cuándo la relijion era la gran fuent~
de enemistades políticas irreconciliables en toda Europa,
sino aun a pesar de una gran ,debilidad en la constitucioD
de la feneracion misma. En América, en donde existian
en el mas alto grado touas las condiciones necesarias
para la conservacion dela union, con el único inconve-
niente de la diferencia de instituciones sob1'e el solo pero
el mas importante punto de la esclavitud, esa diferencia
ha estinguido tan completamente toda simpatia entre las
dos partes de la union, que ella es la que hoi rompe un
lazo que era tan precioso para ambos.


La segunda condicion de estabilidad para un gobierno
federal, es que los diversos Estados no sean bastante po·
derosos para poder defenderse por si solos, en caso de
invasion estranjera. Si tienen ese poder, se inclinarán a
pensar que no ganan en su union con los otros lo que
pierden sacrificando su propia libertad de accion; y en
consecuencia) en donde quiera que la política de la conre-
deracion difiriese, en cosas de su competencia, de la que
habria seguido uI' o de sus miembros aisladamente, esta
disidencia, unida a la poca alarma que inspira el estran-
jera, seria tal vez oopaz de disolver completamente la
.unioD.


La tercera condicion, no menos importante que las otras
dos, es que no haya una desigualdad de fuerzas mui
:senalada entre los diversos Estados contratmtes. A la




321


verdad, ellos no pueden ser igualmente poderosos; en
toda federacion, hahrá siempre una gradacion de poder;
ciertos Estados serán mas populosos, mas ricos y civiliza-
dos que otros. Hai una inmen13a diferencia, en punto a
riqueza y poblacion, entre Nueva York y Rodhes-Island,
entre Berna y Zug, o Glaris. Lo esencial es que no haya
un Estado de tal manera superior a los demas, que pueda
luchar contra muchos de ellos reunidos. Si hai un Estado
semejante, y no hai sino uno, él querrá dirijir las delibe-
raCIOnes comunes. Si hai dos, serán ifl'esisüLles cuando
estén de acuerdo, y cuando no lo estén, todo se decidirá
por medio de una lucha por el poder entre los dos rivales.
Esta causa por sí sola basta para reducir la Confederacion
jermánica, independiente. de su detestable constitucion
interior, a un estado casi de nulidad; ella no consigue
jamas los fines de una ronfederacion. Jamas ha dado a la
Alemania un sistema de costumbres uniformes, ni aun
una moneda uniforme; no ha servido sino p'ara dar a el
Austria y a la Prusia el derecho de enviar sus tropas a
ayudar a los soberanos locales a sostener su domin8cion,
mientras que, en lo rlllativo a los negocios esteriores r la
confederacion convertiria toda la Alemania en una depen.
dencia de la Prusia, si no hubiese Austria, o del Austria.
si no hubiera Prusia. Al mismo tiempo cada prinCÍpillo
no puede ser sino un partidario de la una o de la otra, o
intrigar contra ambas con los gobiernos estranjeros.


Hai dos maneras diferentes de organizar una federacion.
Las autoridades federales pueden no representar sino los
gobiernos, y sus actos pueden no ser obligatorios sino
para estos como tales: o bien pueden ellas tener el dere- .
ello de hacer leyes y dar órdenes que se dirijan directa-
mente en cada Estado a los ciudadanos privados. La 11,1-
mada Confetleracion jermánica ha adoptado el primer




- 322-


modo, y lo mismo la Suiza hasta 1817. Se hizo tambien el
ensayo de él en América durante los primeros años que
siguieron a la guerra de la independencia. El btro princi-
pio es el de la constitucion actual de los Estados Unidos,
adoptado hace doce años por la Confederacion suiza. El
congreso federal de la Union americana toma una parte
real en el gobierno de cada Estado individual. Dentro de
los límites de sus atribuciones, hace leyes que son obe-
decidas por cada ciudadano individualmente; las ejecuta
por medio de sus propios funcionarios, y sus propios
tribunales imponen la observancia de ellas. Hé aquí el
solo principio que haya podido y que podrá producir
1m gobierno federal poderoso. Una union entre los go-
biernos, es una simple alianza, y sujeta a todas las even-
tualidades que hacen precarias las alianzas. Si actos
emanados del presidente y del congreso no fuesen obli-
gatorios sino para los gobiernos de Nueva York, de Virji-
nia, de Pensilvania, et.c., y no pudiesen ser ejecutados
!'lino mediante órdenes trasmitidas por estos gobiernos a
sus 'propios funcionarios y bajo la responsabilidad de sus
propios tribunales] ningun decreto del gobierno federal
que desrigradase a una mayoria local seria. ejecutado. Lo
que se exije de un gobierno no puede imponérsele sino
por la guerra; seria pues necesario que un ejército federal
estuviese siempre pronto a imponer la observancia de los
decretos de la federacion a todo Estado recalcitrante: y
podria mui bien suceder que los otros Estados, simpati-
zando con el Estado rebelde, y participando tal vez de sus
sentimientos sobre el punto en cuestioll, retirasen sus
cOlltinjentes, o allll los enviasen a engrosar el ejército del
Estado recalcitrante.


Semejante federacíon antes que impedir suscitaria las
guerras interiores; y si tal no ha sido su efecto en Suiza,




- 323-


hasta los acontecimientos que precedieron inmediatamen-
te al año 1847, es únicamente porque el gobierno federal
:-entia tan bien su debilidad, que jamas trataba de ejercer
alguna autoridad real. En América, una federacion cons-
tituida sobre este principio ha fallado completamente al
cabo de mui poco tiempo; pero felizmente los hombres
cuya habilidad y preponderancia habian fundado la re-
pública, vivian todavía para guiarla en esta transicíon
difícil. El Feclemlisla, diario escrito por tres de esos hom-
1)res eminentes, para esplicar y defenJer el nuevo pro-
yecto de constitucion federal que tenia todada que S€!'
aceptado por la nacíon, es hoí mismo el tratado mas ins-
tructivo que poseemos sobre el gobierno federal. La fede
racion alemana que es la mas imperfecta de todas, no ha
logrado hacer nada, ni aun mantener una alianza. Jamas,
en ninguna guerra europea, ha impedido a miembros
aislados de la confederacion de aliarse contra el resto con
potencias estranjel'as. Sin embargo, es la sola federacion
que parezca posible entre Estados monárquicos. Un rei
que ha heredado su poder, que no lo posee )lor delega-
cían, y que no puede ser despojado de él ni hacérsele
responsable para con quien quiera que sea del uso que de
él hace, ese reí no renunciará probablemente a tener un
ejército propio; y no sufrirá que la autoridad suprema
sea ejercida sobre sus súbditos, no por él directamente,
sino por otro poder: para que dos o tres paises bajo el
gobierno real puedan formar una federacion poderosa,
parece nccesaTio que todos ellos estén bajo el mismo rei.
La ¡nglalerra y la Escocia formar ln una federacion seme-
jante durante el intervalo de casí un siglo que trascurrió
entre la union de las coronas y la de los parlamentos.
Pero esta mIsma federacion debia su fuerza, no a las ins-
tituciones federales, porque ninguna existia, sino a la




- 324 -


circunstancia de que el poder real en ambas constitucio-
nes 11a sido durante casi todo e~e tiempo bastante absoluto
para que la política estl'anjera de los dos paises fuese di-
rijida por una sola voluntad.


Con el sistema mas perfecto de federacion, con aquel
en que todo ciudadano de cada Estado particular debe
obediencia a dos gobiernos-al de su propio Est3do y al
de la federacion-es evidentemente necesario, no solo que
los límites r:onsti tucionales de la autoridad de cada uno de
estos poderes sean precisados claramente, sino tambien
que el derecho de pronunciar entre ellos, en caso de dis-
puta, no pertenezca a ninguno de los gobierDos, ni a nin-
gun funcionario que les esté sometido, sino a un árbitro
independiente. Es preciso que haya una Corte Suprema
de Justicia y un sistema de cortes subordinadas en cada
Estado de la Union para juzgar semejantes cuestiones: y
el juicio de estas cortes, en último recurso, debe ser deci-
sivo. Es preciso que cada Estado de la Union, el mismo
gobierno federal y sus funcionarios, puedan ser persegui-
dos ante esas cortes, si traspasan los límites de sus pode-
res, o si no cumplen con sus deberes federales. Esto
implica la consecuencia notable, realizada hoi en los
Estados Unidos, de que una Corte de Justicia, el mas
elevado tI ibunal federal, posee el poder supremo sobre
todos lo~ gobiernos, gobierno de Estado y gobierno fede-
ral, puesto que tiene el derecho de declarar que toda lei
o todo acto emanado de ellos, traspasa los limites del po-
der que les ha impartido la cOlJstitucion federal, y no
tiene por consiguiente ningun valor legal. Antes de haber
hecho la pl'lleba, era natural dndar del efecto de una
lllstitucion semejante; era natlll'al preguntarse si el tri-
bunal tendria el valor de ejercer su poder constitucional,
si, teniendo ese \",111,1', rjercel'iajuiciosamente ese poder.




- i{;¿S-
y sí los gobiernos consentirian en ejecutar pacíficamente
su decision. Las disputas suscitadas por la constitucion
americana, antes de su adopcion final, prueban que se
sen tia vivamente este temor natural. Pero él se ha cal-
mado ahora completamente, puesto que durante el espacio
de dos o mas jer.eraciones, nada lo ha justificado, aunque
a veces ha habido discusiones mui acerbas y que han
creado partidos sobre los límites de la autorida,d del go-
bierno federal y de los gobiernos de Estados.


El efecto eminentemente ventajoso de una institucion
tan singular depende probablemente, como lo observa
M. de Tocqueville) de esa particularidad que distingue a
una Corte de Justicia cuando obra como tal, a saber: que
ella no impone la lei, ea nomine, de una manera abstracta,
sino que espera el evento de un caso judiciario en que la
ellestion se encuentra comprendida: por lo cual sucede
que la corte no se pronuncia desde el priJJcipio de una
controversia, que a sus juicios precede de ordinario una
larga discusion popular, que ella no los emite sino des-
pues de haber oido discutir ambos lados de la cuestion a
abogados famosos, que ella no pronuncia a la vez sino
sobre la parte de la cuestion implicada en el caso de que
se trata, y que su decision, en lugar de ser pronunciada
eon un objeto político, se le arranca por la obligacion a
que no puede faltar, de hacer justicia a dos partes que se
presentan ante ella. Estos mismos motivos de confianza
no habrian bastado para producir esa sumision respetuosa
con que todas las autoridades han aceptaqp las decisiones
ue la Corte Suprema sobre la interpretacien de la consti-
tucion, si no se hubiese comprendido que se de~ia confiar
enteramente, no solo en la superioridad intelectual de los
jueces que componen ese tribunal, sino tambien en su
completa indepenJencia de todo espíritu de partido. La




- 326-


mayor pal te del tiempo, esta confianza ha sido justitlcada¡
pero nada es tan importante para los americanos como
poner a un lado con 01 mayor cuidado todo lo que tuviese
la menor tendencia a deteriorar el valor de esta grande
institucion nacional. La confianza de que depende la esta-
biliddd de las instituciones federales se ha alterado por la
primera vez por el juicio que declaraba que la esclavitud
era de derecho comun y por tanto cosa lejílima en los terri-
torios que no se hallaban todavia constituidos en Estados; y
esto aun contra la voluntad de la mayoria de sus habitan·
tes. Esta memorable decision ha con tribuido probablemen-
te, mas que cUéIlquiera otra cosa, a traer la crisis actual:
la principal columna del pacto federal es apenas bastante
fuerte para sostener muchos choques semejantes.


Los tribunales que obran como árbitros entre el go-
bierno federal y los gobiernos de Estado, pronuncian
tambien sobre toja disputa entre dos Estados, o entre un
ciudadano de un Estado y el gobierno de otro. Estando
prohibidos por la union federal los remedios ordinarios
entre los Estados, la guerra y la diplomacia) es necesario
que un remedio judiciario supla por ellos. La Corte Su-
prema aplica la lei internacional; ella es el primer gran
ejemplo de una verdadera jurisdiccion internacional, lo
cual es hoi una necesidad que sienten vivamente las na-
ciones civilizadas.


Naturalmente, los poderes de un gobierno federal no
consisten solamente en pronunciar 50bre la paz o la gue-
rra, y sobre toda,s las cuestiones que se suscitan entre el
pais y los gobiéfnos estranjeros; sus poderes van hasta a
hacer todos los arreglos que los Estados estiman necesa-
rios para gozar plenamente de las ventajas de la union.
Por ejemplo, es una gran ventaja para ellos que su co-
mercio mútuo sea libre de todo obstáculo de aduanas.




- 327-


Pero esta libertad interior no puede existir, si cada uno
de los Estados tiene el poder de fijar los derechos sobre el
cambio de las producciones entre él y los paises estran-
jeros, puesto que todo producto estranjero que entrase en
un Estado, entrar~a en todos los demas. Es por esto que,
en los Estados Unidus, todos los derechos de aduana y
todos los reglamentos de comercio son decretados o dero-
gados por el gobierno federal esclusivamente. Igualmente,
es una gran ventaja. para los Estados el no tener sino una
misma moneda, un mismo sistema de pesos y medidas, y
no se puede llegar a esto sino confiando la reglamen tacioa
al gobierno federal. La seguridad y celeridad de los co-
rreos encontrarían obstáculos y se encarecerian, si una
calta debiese pasar por media docena de oficinas someti-
das a autoridades diferentes. Es pues conveniente que
todas las oficinas de correos dependan del gobierno fede-
ral. Pero, sobre semejante" cuestiones, pueden diferir los
sentimientos de las diferentes comunidades. Bajo la dire~­
cion de un hombre que ha desplegado como pensCldor
político y especulativo talentos superiores a los de todos
los políticos americanos, desde los autores del Fedemlista
(M. Calhoun), uno de los Estados ha reclamado para cada
Estado el derecho de poner un veto a las leyes de aduana
del congreso jeneral; yen una obra póstuma de un raro
mérito (que la lejislatura de la Carolina del Sur ha hecho
imprimir y distribuir abundantemente), este hombre de


• Estado basa su pretension sobre el principio jeneral que
quiere que se limite la tiranía de la mayoría y que se
proteja a las minorias, concediéndoles una participacion
real en el poder Rolítico. La cuestion de saber si el poder
del gobierno federal debia ir, y si alcanzaba, segun los
términos de la constitucion, hasta hacer caminos y cana-
les a espensas de la Union) ha sido un gran asunto de




- 328 --


discusion entre los americanos al principio de nuestro
siglo. Es solamente en las negociaciones con las potencias
estranjeras que la autoridad del gobierno jeneral e5 com-
pletamente necesaria. Sobre toda otra materia, la cuestiol1
depende del modo como los pueblos en jeneral quieren
.entender el vínculo federal, y de la 'pOlcion de libertad de
accion local que consienten en sacrificar para gozar mejor
{le la ventaja de ser una nacion.


En cuanto a la constitucion conveniente para el gobierno
federal en sí mismo, no hai que decir gran cosa: este go-
bierno se compone, sin necesidad de decirlo, de un de-
partamento lejislativo y de un departamento ejecutivo; y
la constitucion de cada uno está sometida a los mismos
principios que rijen los gobiernos representativos en jene-
ral. Respecto del modo de adoptar estos principios jene-
rales a un gobierno federal, la constitucion americana
parece haber obrado mui juiciosamente estableciendo que
el congreso se compusiese de dos Cámaras: que la una
seria instituida segun la poblacion, teniendo cada Estado
derecho a un número de representantes proporcIOnado al
número de sus habitantes: mientras que la otra represen-
aria, no a los ciudadanos, sino a los gobiernos deERtados,


y que en ésta cada Estado, grande o pequeño, seria repre-
sentado por el mismQ número de miembros.


Con esta pr€cauóon se evita el que los Estados mas
poderosos ejerzan sobre los demas un poder escesivo, y se
aseguran los derechos reservados a los gobiernos de Esta-
dos, haciendq imposible por este modo de representaciOD,
en cuanto pueee hacerse,' que una medida pase en el
congreso sin ser aprobada, no solamente por una mayoría
de ciudadanos, sino tambien por una mayoria de los Es-
tados. Ya he hecho alusion a la ventaja ac~esotJ.a que se
<lbtiene ademas, cuando se elevan las condiciones, los




- 329 -


títul05 que dan derecho a ocupar un asiento en las cáma-
ras. El Senado de los Eitados Unidos-siendo nombrado
por cuerpos selectos, por las lejislaturas de los diversos
Estados, cuya eleccion, por razones ya conocidas, es pro-
bable que recaiga mejor que la del pueblo en hombres
eminentes, y que tienen no solo el poder de elejir a seme-
jantes hombres, sino un poderoso motivo para hacerlo,
puesto que la influencia de su Estado de cada uno en las
deliberaciones jenerales debe depender mucho del valor y
de los talentos personales de sus representantes-el ~ena­
do de los Estados Unidos, digo, se ha compuesto siempre
de todos los hombres políticos cuya reputacion era grande
y establecida en la Union, mientras que la Cámara baja
del Congreso, segun la opinion de observadores compe-
tentes) ha sido siempre tan pobre d.e hombres de mérito
como la Cámara alta era rica de ellos.


Cuando se encuentran las condiciones necesarias para
la existencia de naciones federales duraderas y poderosas,
su formacíon es ~.iempre una ventaja para el mundo. Ella
tiene el mismo efecto saludable que toda estension de la
práctica de asociacion, gracias a la cual, los débiles, aso-'
dándose, se encuentran sobre un pie de igualdad con lo"
fuertes. Disminuir el número de esos pequeños Estados,
es debilitar por todas partes la tentacíon de usar de una
política agresiva, sea por las armas directamente, sea por
el pl'estijio de un poder superior. Una federacion pone
naturalmente fin a las guerras, a hs querellas diplomáti-
cas, y orJinqriamente aun a las restricciones de comercio
t.'ntre los diversos Estados que la componen, mientras que
respecto de las naciones vecinas, el aumento de fuerza
militar obtenido por esos Estados, gracias a su union, no
puede menos qae prestarles servicios decisivos.


un gobierno federal no posee una autoridad bastante
GOB. Blü'~




- 330


concentrada para dirijir bien una guerra que no fuel
una guerra defensiva e.n que puede contar con la COOpl
racion voluntaria de cada ciudadano: y no hai tampo(
nada mui lisonjero para la vanidad o la ambIcion nacion.
en la idea de adquirir por una guerra venturosa, no sú]
ditos) ni aun conciudadano¡;, sino nuevos miembIOs de .
confederacion, miembros independientes y talvez ml
embarazosos. La guerra de los Estados Unidos contra MI
jico era puramente escepcional. hecha por voluntario:
bajo la influencia de la tendencia emigrante que empuj
a todo americano a apoderarse del territorio no ucupad<
y si ella era dictada por algun motivo público, no er
ciertamente por el del engrandecimiento nacional, sin
mas bien por una idea de partido, la de la estension de 1
esclavitud. No se descubre casi en lo!; procedimientos d
los americanos, sea en los de la nacion, sea en los de lo
individuos, que el deseo de aumentar el territorio de Sl
pais, como tal, haya tenido una grande influencia. SI
vivo deseo de poseer Cuba es igualmente un negocio di
partido, y los Estados del NOI,te, opuestos a la esclavitud
no lo esperimentan de ninguna manera.


Se puede preguntar (como se ha hecho respecto de 1:
Italia en el momento de despertarse) si un pais que est:
determinado a unirse, deberia formar una union comple
ta, o simplemente una un ion federal. La cuestion qued:
algunas veces resuelta necesariamente por la estensiOl
territorial del pais. Hai límiLes para la estension de terri
torio que puede ser ventajosamente gobernado, o siquier:
cuyo gobierno puede ser convenientemente vijilado po
un solo poder central. Vastos paises son gobernados di
esta suerte; pero en jeneral sus provincias, al menos su:
provincias lejanas, son gobernadas de un modo deplora·
ble, y seria necesario que los habitantes fuesen casi sal




- 331 -


vajes para no poder dirijir mejor sus negocios por sí solos.
Este obstáculo no existe para la Italia, cuya estension no
iguala a la de muchos reinos centl alizados mui bien
gobernados en los tiempos pasados y en los modernos. Se
~rata entonces de saber si las diferentes partes de la nacion
quieren ser gobernadas de una manera demasiado dife-
rente para que la misma lejislacion y el mismo mini¡¡,teJ'io,
o el mismo cuerpo administrativo tenga alguna prohabili-
dad de satisfa~erlas a todas. A menos que así no sea, lo
que es mla cUE'stion de hecho, vale mas para ellas estar
completamente unidas. Dos porciones de un mismo pais
pueden tener un sistema de leyes totalmente diferentes e
instituciones administrativas mui diferentes, sin que esto
sea un obstáculo para la unidad lejislativa: la Inglaterra
y la Escocia lo han probado. Sin embargo, esta coexisten-
cia pacífica de dos sistemas legales, bajo una misma lcjis-
latma que hace para las dos secciones del pais leyes
diferentes adaptadas a sus diferencias preexistentes) po-
dria no mantenerse tan bien) o podria no estarse seguro
de mantenerla, en un pais cuyos lejisladOl'es estuviesen
sujetos (lo que sucede con frecuencia en el continente) a
la mania de la uniformidad. Un pueblo que tenga esa
tolerancia sin límites, que es uno de nuestros rasgos
caracterís!,icos, por toda anomalia, mientras aquellos a
quienes afecta no se encuentran disgustados de ella, ofre-
cia un campo escepcionalmente ventajoso para ensayar
esta prueba difícil. En la mayor parte de 103 paises, si se
quisiese conservar sistemas de leyes diferentes, sffiasin
duda necesario para protejerlos tener lejislatmas distintas,
cosa perfectamente compatible con un parlamenw nacio-
nal y un reí) o, aun sin reí, con un parlamento que go-
bernaria de ulJa manera suprem3 las relaciones esteríores
de todos los miemb¡'os del cuerpo.




- 332 -


Cuando ,no se estima necesariu conservar a perpetuidad',
en las diferentes provincias, diferentes sistemas de juriEd
prudencia e instituciones fundamental~ir basadas sobre
principios diferentes, es siempre posible conciUar diversi-
dades menos importantes con la unidad de gq.bierno. Todo
lo que Stl necesita, es dar una esfera de al:ciori suficiente-
mente vasta a las autoridades locales. Podria suceder, pOI'
ejemplo, que los habitantes de las diferentes provincias
tuviesen preferencias en favor de modos de impuestos
diferentes. Si no se puede contar con que la lejislatura
jeneral se dejará guiar por los representantes de cada
provincia, para modificar el sistema jeneral de impuestos
Hegun el gusto de cada una de las provincias, la constitu~
cion debe establecer que todos los gastos del gobierno que
pueden ser locales serán sa,isfechos por impuestos locales
fijados por las asambleas proNinciales, y que los gastos
que necesariamente deban ser jenerales, como el mantea
llimiento del ejército y de la marina, serán repartidos, en
el presupuesto del año; entre las diversas provincias, se-
gun alguna estimacion jeneral de sus recursos) imponién-
dose por la a'lamblea local la suma señalada a cada una,
segun los principios que mejor agraden a la localidad, y
pagándose por junto al tesoro nacional. Esto se asemeja a
lo que se hacia bajo la antigua monarquia francesa res~
pecto de los paises de Estados. Habiendo consentido cada
uno de ellos, o estando obligado a suministrar una suma
fija, era libre para levantarla sobre los habitantes por
medio de sus propios funcionarios; y así escapaba del
despotismo atroz de los intendentes y de los suLdelegados
1'ea1es, y este privilejio se cita siempre CalDO una de las
ventajas que conLribuian a hacer de los paises de Estados
las provincias mas florecientes de la Francia.


La identidad del gobierno central es compatible con




- 333-


grados de centl'al.izac~on muí difer.entes, no solo en cuanto
a la administracioI}, sino aun en cuanto a la lejislacion.
Un pueblo puede: :e¡¡tar deseoso y ser capaz de una union
mas estrecha .ql'le· una simple federacion, y sin embargo
puede suceder que muchas particularidades, muchos acci-
dentes le irrfpongan cierta diversidad en los pormenores
de su gobierno. Pero si de todos lados se desea realmente
que la esperiencia salga bien, no habrá grandes dificuHa-
des, no wlamente en mantener estas diversidades, sino
aun en darles una garantia constitucional contra toda
tentatíva de ni velacion , a menos que esa tentativa sea
voluntaria de parte de aquellos a quienes afectada el
cambio.


PIN.






• ÍNDICE.


Páj,
NOTIC1A DE ESTA OBRA .•.••• '" .....•••.....••••.• , .••• ..•••• 5
PROLOGO................................................... 19
CAPITULO 1.-¡,IIasta qué punto !lb posible escojer entre una u


otra forma de gobierno. . . .. • • .. . . .. . . .. .. • 21
II.-Del criterio de una buena forma de gobierno.. . .. 37


IlL-El ideal de la mejor forma de gobierno es el go·
bierno representativo. . . . . .. . ...... .... • .. 64


IV.-¿A qué condiciones de sociedad es aplicable el go·
bierno representativo? ........ " . . .. . . .. . . . 88


V.-De las funciones que corresponden a los cuerpos
representativos ••••••• " . • •. • • •• • • • . . . . .. 103


VI.-De los defectos y peligros IL que está sujeto el go·
bierno representativo..... . • .. •• •• • • . . • . .. 12.S


VII.-De la verdadera y de la falsa democracia, de la
representacion de todos y de la representacion
de la mayoria solamente..... ............. 147


VIlI.-De la estension del sufrajio .••........••.....•. 177
lX.-¿Deberá haber dos grados de eleccion? ......... 202
X.-,.Del modo de votar .....•.......••..•••..... 211


XI.-De la duracion de los parlamentos .............. 234
XII.-¿Debel'án 10B miembros del parlamento Ber someti·


dos al mandato imperativo? ............... 2HS
XIII.-De una segunda cámara ...................... 25:,
XIV.-Del ejecntivo en un gobierno representativo ..... 2(\4
XV.-De los cuerpos l'epresentati\'os locales ......... ,. 287


XV f.-De la nacionalidad en BUS relaciones con el g()'
hiel'no representativo .....•............... 3US


XYlI.-De loS gobiernos I'el'resent.ati\'os federales ...... 31~)






ERRATAS.


DICE. LÉASE.
PAjina 25 línea 12 cignifica significa


1> M 1> 22 con criterio un criterio
1> 55 )) 20 adoptarlas adaptarlas
JI 62 :t 26 prevder prever
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